Literatura-Historia-Política: Articulando las relaciones entre Europa y América Latina 9783954879854

En 23 artículos, el volumen recoge las relaciones culturales, económicas y políticas entre Europa y América Latina en su

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Spanish; Castilian Pages 408 Year 2005

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Table of contents :
ÍNDICE
A manera de prólogo: De Eichstätt, Europa, a América Latina y de vuelta
I PERSPECTIVAS HISTORICAS
Epica y retórica del infortunio
Felipe II - "Emperador de las Indias" La recepción de un nuevo continente en la corte española
El General en su laberinto - ¿un ataque a la historia patria?
Historias en la historia La pluralidad de la Historia en la literatura latinoamericana
II PERSPECTIVAS DE LOS GRANDES VIAJES
"... que uno lamenta, cómo ha dejado de ser alemán": Alexander von Humboldt, Prusia y América
Del Caribe a las (antiguas) metrópolis: ¿viaje de ida y vuelta? o ¿emergencia de nuevos espacios culturales (transatlánticos)?
Escribiendo en Europa desde el Cono Sur
III PERSPECTIVAS DE GÉNERO
Literatura de viaje y género: r Flora Tristán, Etienne de Sartiges y Johann Jakob von Tschudi en el Perú (1830-40)
Guerra, nación y género. Las "heroínas nacionales" en la historiografía latinoamericana
La construcción del sí mismo: memoria cultural e identidad en Las genealogías de Margo Glantz
IV PERSPECTIVAS CULTURALES
¿Cómo dejar de ser tropicales? La negociación de los estilos modernos en las exposiciones universales (La primera Exposición Venezolana)
Imágenes de México en movimiento: aspectos político-culturales del cine mexicano de los años 40 a 60
"Utopía arcaica" e "indigenismo abstracto": José María Arguedas y Fernando de Szyzslo
Novelas transnacionales de escritores hispanoamericanos en la segunda mitad del siglo XX
V PERSPECTIVAS DEL ESPACIO
O futuro da integrado latinoamericana: linóes do passado e experiencias da "velha" Europa
El Triángulo Atlántico - la estructuración del espacio en las relaciones entre América Latina y Europa
VI RELACIONES ACADÉMICAS
Pesquisas alemáes sobre a América Latina: o exemplo da geografía humana
La investigación alemana sobre América Latina: el caso de las Ciencias Sociales y de las Ciencias Económicas
Investigación sobre América Latina en Francia
VII PERSPECTIVAS DEL FUTURO
La "performance" del espacio como perspectiva de futuro: topografías culturales "entre" América Latina y Europa
Espacio y perspectiva de futuro en la narrativa de Jorge Volpi
"Recordar el futuro": prospecciones postutópicas de la memoria cultural
VIII HOMENAJE A KARL KOHUT
Homenaje a Karl Kohut
Publicaciones
Autores que colaboraron en este volumen
Índice onomástico
americana eystettensia
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Literatura-Historia-Política: Articulando las relaciones entre Europa y América Latina
 9783954879854

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Sonja M. Steckbauer / Günther Maihold (eds.)

Literatura - Historia - Política Articulando las relaciones entre Europa y América Latina

Editores: Karl Kohut y Hans-Joachim König

Publikationen des Zentralinstituts für Lateinamerika-Studien der Katholischen Universität Eichstätt Serie A: Kongressakten, 22 Publicaciones del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Católica de Eichstätt Serie A: Actas, 22 Publicares do Centro de Estudos Latino-Americanos da Universidade Católica de Eichstätt Série A: Actas, 22

Akten der Tagung vom 23. und 24. Oktober 2003 im Ibero-Amerikanischen Institut PK, Berlin Actas del Simposio del 23 y 24 de ocutbre de 2003 en el Instituto IberoAmericano en Berlín Actas do Simposio do 23 até o 24 de outubro de 2003 no Instituto IberoAmericano em Berlín

Sonja M. Steckbauer / Günther Maihold (eds.)

Literatura - Historia - Política Articulando las relaciones entre Europa y América Latina

Frankfurt / Main • Madrid 2004

Composición tipográfica:

Jutta Spreng

Impreso con el apoyo de la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt

Bibliographie information published by Die Deutsche Bibliothek Die Deutsche Bibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie: detailed bibliographic data are available on the Internet at http://dnb.ddb.de © Iberoamericana, Madrid 2004 Amor de Dios, 1 - E-28014 Madrid Tel.:+34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert Verlag, Frankfurt/Main 2004 Wielandstr. 40 - D-60318 Frankfurt/Main Tel.:+49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 ISBN 8-48489-179-8 (Iberoamericana) ISBN 3-86527-182-0 (Vervuert) Reservados todos los derechos Dibujo de la carátula: Fernando de la Jara: Niño jugando con el viento Diseño de la carátula: Marcelo Alfaro Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro. Printed in Germany

En honor de Karl Kohut

Karl Kohut retratado por Fernando de la Jara, 2003

ÍNDICE

A manera de prólogo Sonja M. Steckbauer y Günther Maihold

I

9

Perspectivas históricas

Margo Glantz: Épica y retórica del infortunio

17

Peer Schmidt: Felipe II - "Emperador de las Indias". La recepción de un nuevo continente en la corte española

29

Hans-Joachim König: El General en su laberinto -¿un ataque a la historia patria?

43

Michael Roessner: Historias en la historia. La pluralidad de la Historia en la literatura latinoamericana

61

II

Perspectivas de los grandes viajes

Ottmar Ette: "... que uno lamenta, cómo ha dejado de ser alemán": Alexander von Humboldt, Prusia y América

73

Frauke Gewecke: Del Caribe a las (antiguas) metrópolis: ¿viaje de ida y vuelta? o ¿emergencia de nuevos espacios culturales (transatlánticos)?

99

Sonja M. Steckbauer: Escribiendo en Europa desde el Cono Sur

III

115

Perspectivas de género

Katharina Städtler: Literatura de viaje y género: Flora Tristán, Étienne de Sartiges y Johann Jakob von Tschudi en el Perú (1830-40)

127

Barbara Potthast: Guerra, nación y género. Las "heroínas nacionales" en la historiografía latinoamericana

13 7

Verena Dolle: La construcción del sí mismo: memoria cultural e identidad en Las genealogías de Margo Glantz

151

IV

Perspectivas culturales

Beatriz González-Stephan: ¿Cómo dejar de ser tropicales? La negociación de los estilos modernos en las exposiciones universales (La primera Exposición Venezolana)

165

Walter Bruno Berg: Imágenes de México en movimiento: aspectos político-culturales del cine mexicano de los años 40 a 60

187

José Morales Saravia: "Utopía arcaica" e "indigenismo abstracto": José María Arguedas y Fernando de Szyzslo

201

Dieter Janik: Novelas transnacionales de escritores hispanoamericanos en la segunda mitad del siglo XX

215

V

Perspectivas del espacio

Hartmut Sangmeister: O futuro da integraçâo latinoamericana: liçôes do passado e experiências da "velha" Europa

225

Günther Maihold: El Triángulo Atlántico - la estructuración del espacio en las relaciones entre América Latina y Europa

239

VI

Relaciones académicas

Gerd Kohlhepp: Pesquisas alemâes sobre a América Latina: o exemplo da geografía humana

265

Klaus Bodemer: La investigación alemana sobre América Latina: el caso de las Ciencias Sociales y de las Ciencias Económicas

277

François Delprat: Investigación sobre América Latina en Francia

293

VII Perspectivas del futuro Vittoria Borsô: La "performance" del espacio como perspectiva de futuro: topografías culturales "entre" América Latina y Europa

303

Carmen Ruiz Barrionuevo: Espacio y perspectiva de futuro en la narrativa de Jorge Volpi

323

Andrea Pagni: "Recordar el futuro": prospecciones postutópicas de la memoria cultural

339

VIII Homenaje a Karl Kohut Mempo Giardinelli: Homenaje a Karl Kohut

357

Karl Kohut: Publicaciones

363

Autores que colaboraron en este volumen

385

índice onomástico

393

A manera de prólogo: De Eichstätt, Europa, a América Latina y de vuelta

Al entrar en Eichstätt sintió la inesperada felicidad de estar regresando a un hogar que, sin embargo, apenas conocía. Las calles empinadas y solitarias, los palacios conventuales: todo le parecía familiar. Quién sabe cuántas veces había estado allí en sueños y sólo ahora se daba cuenta. La cabafia de los abuelos quedaba en algún lugar de la ribera del Altmühl, hacia el este, hacia Plunz. 1 Sumido en estos pensamientos, se adentra Moori Koenig en Eichstätt, ciudad en la que ya había estado muchos años antes para enterrar el cuerpo de Eva Perón. Con esta ficcionalización del entierro de Evita en el valle del río Altmühl, recreada en la novela Santa Evita del escritor argentino Tomás Eloy Martínez, la ciudad de Eichstätt se hizo conocida en el mundo real de los lectores dentro y fuera de Argentina. Tomás Eloy Martínez llegó a Eichstätt para participar en un simposio organizado por Karl Kohut sobre literatura rioplatense en la Universidad Católica. Era mayo de 1993, poco antes de que este famoso autor argentino terminara su novela sobre la vida de Eva Perón, y es obvio que esta pequeña ciudad bávara se le quedó tan grabada en su memoria que sintió la necesidad de ficcionalizarla para recordarla. 2 Cuando la novela Santa Evita fue traducida al alemán y publicada en la editorial Suhrkamp, la prensa local confundió ficción y realidad, así que insistió en conocer mejor los pormenores de la historia y se quedó bastante desilusionada al enterarse por el mismo Karl Kohut del motivo por el que este escritor argentino había hecho enterrar a Evita en la ciudad episcopal: un simposio de literatura. Con los simposios de literatura latinoamericana que Karl Kohut ha venido organizando en la Universidad de Eichstätt desde 1986, se han establecido relaciones entre América Latina y Europa que van más allá de un fructífero intercambio de conocimientos literarios y discusiones críticas. Por la calidad, tanto científica como humana, con la que Karl Kohut acogió a sus invitados en la ciudad de Eichstätt, se entablaron contactos que llegaron a convertirse en amistades; algunas de ellas duraderas. Los que no asistieron, siempre pudieron revivir las charlas a través de las actas que se publicaban después de cada evento.

1

Tomás Eloy Martínez. 1995. Santa Evita. Buenos Aires: Planeta, 361. Tomás Eloy Martínez hace referencia a la novela que está por terminar en su artículo "Historia y ficción: dos paralelas que se tocan". En: Karl Kohut (ed.). 1996. Literaturas del río de la Plata hoy. De las utopías al desencanto. Frankfurt a. M.: Vervuert; Madrid: Iberoamericana. 98. 2

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El presente volumen, a su vez, reúne los trabajos presentados los días 23 y 24 de octubre de 2003 en el Instituto Ibero-Americano de Berlín en un simposio en honor de Karl Kohut. Fue éste un encuentro de carácter pluridisciplinario con el fin de adoptar una perspectiva multidimensional y de ampliarla hacia los horizontes de las diferentes disciplinas representadas. Se recorrieron las relaciones culturales, económicas y políticas entre Europa y América Latina en su devenir histórico. En este simposio participaron algunos de los escritores y críticos latinoamericanos de mayor renombre, así como numerosos especialistas europeos en Estudios Latinoamericanos, muchos de ellos amigos personales de Karl Kohut. Varios de ellos son miembros de la Asociación Alemana de Investigación sobre América Latina (ADLAF), presidida por Karl Kohut desde 1992 hasta 1998; algunos son exalumnos de Karl Kohut que colaboraron con él durante algún tiempo en la Universidad de Eichstätt; y a otros los unen los lazos de amistad surgidos en torno al estudio e investigación sobre América Latina, independientemente de la disciplina a la que se dediquen. La mayoría de las ponencias se encuentra en las páginas que siguen. Las actas se abren con reflexiones acerca de las diferentes "Perspectivas Históricas" existentes en las relaciones entre Europa y América Latina. Margo Glantz, escritora y crítica mexicana, entra en diálogo con uno de los primeros y más conocidos cronistas de las Américas, Gonzalo Fernández de Oviedo, a través de dos textos de crítica literaria redactadas por Karl Kohut, recurriendo a la vez a otros críticos literarios y contemporáneos de Oviedo y estableciendo de esta manera una discusión que traspasa tanto los mares como los siglos. En el estudio de Peer Schmidt se analiza el cambio de actitud de la corona española hacia América entre la época de Carlos V y la de su hijo Felipe II; en su artículo no le interesa tanto señalar las relaciones de intercambio sino destacar la incomprensión mutua que surgió durante el siglo XVI. Otro malentendido es el tema central del artículo del historiador Hans-Joachim König, quien da aclaraciones acerca de la polémica que causó la publicación de la novela El General en su laberinto de Gabriel García Márquez, por ser entendida en Colombia como un ataque a la historia patria; tomando esta novela como punto de partida para versar sobre la historiografía colombiana en su devenir. En el último artículo de la parte histórica se discute sobre la pluralidad de la Historia en la literatura latinoamericana: Michael Roessner parte del cuento de Jorge Luis Borges "La otra muerte" como ejemplo para reflexionar sobre historia-con mayúscula y con minúscula- y ficción en general, y latinoamericanas en particular. La historia de América Latina siempre ha sido una historia de viajes: las "Perspectivas de los grandes viajes" es por lo tanto el tema de la segunda parte, tanto los de Europa a América Latina, como los de América Latina a Europa, y también los de ¡da y vuelta. Ottmar Ette emprende este viaje y sus aventuras junto con uno de los grandes viajeros del siglo XIX, Alexander von Humboldt, quien en base a su visión de las realidades extraeuropeas es descrito como un pensador avant la lettre que logra enfocar una conciencia del mundo de carácter transdisciplinario

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e intercultural. Frauke Gewecke aporta una nueva visión del amplio panorama de las migraciones dentro del Caribe, asi como del Caribe a los Estados Unidos y Europa, y presenta para ello un estudio exhaustivo con numerosas cifras e interpretaciones de autores poco conocidos. La migración forzosa, o el exilio, y sus repercusiones en la creación literaria con el ejemplo de autores del Cono Sur, y en especial del Paraguay, es la base de la que parte Sonja M. Steckbauer para responder a la pregunta: ¿Qué importancia tiene hoy en día el tema escogido en un mundo donde el libro está cada vez más mercantilizado? El viaje hacia América Latina es el enlace entre la segunda parte y el primer artículo de la tercera, centrada en las "Perspectivas de género": Katharina Stadtler compara la literatura de viaje de tres viajeros de principios del siglo XIX, una mujer y dos hombres, y analiza en qué medida las diferentes perspectivas influyen en la producción literaria. La historiadora Barbara Potthast dedica su artículo a las "heroínas nacionales" de las guerras de independencia y demás guerras internacionales; protagonistas importantes en su época, pero que, sin embargo, fueron condenadas al olvido por la historiografía oficial. La identidad individual de la mujer latinoamericana es el tema del trabajo de Verena Dolle, para el que se basa en la novela autobiográfica de Margo Glantz, Las genealogías. Cine y videos, música y pintura; el intercambio cultural entre América Latina y Europa ha sido intenso y fructífero desde sus inicios, se ha intensificado a lo largo del siglo XX, y ahora, en los tiempos de la globalización, se ha hecho mucho más activo y rápido. En el apartado "Perspectivas culturales" se dan cuatro ejemplos de éste. Beatriz González-Stephan nos ofrece una particular visión del comercio con obras de arte en las exposiciones universales e ilustra su artículo con cuadros y fotos poco conocidos. Walter Bruno Berg analiza las imágenes en movimiento, las del cine mexicano de 1940 a 1960. Compara cuatro películas producidas durante estos dos décadas, partiendo fundamentalmente de lateoríade Gilíes Deleuze sobre el cine. José Morales Saravia enlaza entre el arte visual y la literatura, pues compara el indigenismo de la narrativa de José María Arguedas con un cuadro del pintor peruano Fernando de Szyzslo. Cuando Dieter Janik promete, en el título de su artículo, discutir sobre "novelas transnacionales" de la segunda mitad del siglo XX, no lo hace sin aclarar en la introducción a su trabajo que se refiere a una serie de obras narrativas destacadas de escritores hispanoamericanos que han plasmado en sus narraciones el cruce de destinos humanos; un cruce que implica en cada caso la copresencia de la historia europea y de la compleja realidad sociohistórica de los países hispanoamericanos. En el apartado "Perspectivas del espacio" se reúnen dos trabajos que tratan la estructuración del espacio en la relación euro-latinoamericana. En el primero de Hartmut Sangmeister se relatan los diferentes procesos de integración regional y subregional en América Latina y los contrastes con la experiencia integracionista europea. Las diferentes opciones de la integración continental en el marco del ALCA y la búsqueda de una relación de libre comercio con la UE no son -desde su punto de vista- excluyentes, al contrario, su combinación podría ofrecer las

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mejores ventajas para América Latina. Günther Maihold, por su parte, analiza el Triángulo Atlántico, revisando el alcance de esta figura para una mejor visión de las interrelaciones entre los actores involucrados. Justamente ante los conflictos entre Europa y los EE.UU. al autor le parece oportuno girar la mirada hacia el sur y abrir de tal manera la perspectiva hacia las posibilidades de una cooperación mayor y más profunda entre Europa y América Latina. El siguiente apartado se concentra en las "Relaciones académicas". Aquí, Gerd Kohlhepp hace una revisión de las aportaciones al intercambio científico entre Alemania y América Latina en el campo de la geografía humana. Señalando los ejes centrales de investigación tanto en relación al tema del desarrollo regional como al de los problemas urbanos, logra presentar una descripción muy amplia de los avances de la investigación aplicada en la cooperación entre Brasil y Alemania. Desde el punto de vista de las ciencias sociales y la investigación económica, Klaus Bodemer lleva a cabo en su artículo la misma tarea detectando una disminución de la presencia y una escasa importancia del ámbito latinoamericano en las diversas especialidades, situación que se encuentra en claro contraste con la tan anhelada universalización e internacionalización de la investigación alemana. En la confrontación del análisis de François Delprat con respecto a la investigación sobre América Latina en Francia queda muy clara la mayor tradición del trabajo interdisciplinario, el cual, sin embargo, tampoco escapa a los recortes económicos del momento. Su presentación pormenorizada del caso francés es de nuevo una señal de las diferentes tradiciones intelectuales de Europa, las cuales revierten positivamente en América Latina al poner a su disposición una amplia gama de variantes para la cooperación. En este volumen nos hemos propuesto articular las relaciones entre América Latina y Europa desde el pasado hasta el futuro; y esta última labor se cumple en la penúltima parte del libro, las "Perspectivas del futuro". El artículo de Vittoria Borsô versa sobre las topografías culturales entre América Latina y Europa. Con las fotos de Juan Rulfo, aparecidas en el libro Inframundo, la autora demuestra cómo se abren nuevos espacios, tales como el paso entre luz y sombra, y la eliminación del límite entre cielo y tierra. Carmen Ruiz Barrionuevo se centra también en el tema del espacio, desde la perspectiva del futuro, basándose en su trabajo sobre la narrativa de Jorge Volpi. Finalmente, Andrea Pagni analiza el auge de la memoria en estos tiempos amenazados de amnesia y presenta prospecciones postutópicas de la memoria cultural. Al final de las actas se puede apreciar el discurso de homenaje a Karl Kohut, pronunciado por el escritor argentino Mempo Giardinelli en el simposio realizado en Berlín. El volumen concluye con una lista de las publicaciones llevadas a cabo por Karl Kohut.

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Mostramos nuestro agradecimiento al Instituto Ibero-Americano por financiar y organizar el simposio en honor de Karl Kohut en octubre de 2003; a la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt, y en especial a su presidente, Prof. Dr. Ruprecht Wimmer, por facilitar la publicación de las actas; a Jutta Spreng por su labor tipográfica, así como a Claudia Carmona Tripiana y a Angela Peixoto-Zirkl por las correcciones en español y portugués respectivamente.

Sonja M. Steckbauer Eichstätt y Berlín, septiembre de 2004

Günther Maihold

I PERSPECTIVAS HISTORICAS

r

Epica y retórica del infortunio Margo Glantz 1 Karl Kohut Agradezco al Dr. Günther Maihold y al Instituto Ibero-Americano de Berlín, que tanto hace por difundir y aquilatar a la cultura latinoamericana, y a la Universidad de Eichstätt-Ingolstadt, por haberme invitado a pronunciar unas palabras en honor de Karl Kohut con quien me une una amistad ya larga e itinerante, como la de esos viajeros que tanto le interesan y que tanto ha frecuentado. Conocí a Karl en 1989, en mi casa en México, venía a invitarme a pronunciar la conferencia inaugural de un coloquio que habría de realizarse en Eichstätt, su universidad, coloquio dedicado a la literatura actual de México, mi país, que después tuvo, por su repercusión y éxito, una segunda edición revisada y aumentada. Uno de esos memorables coloquios en los que notables académicos alemanes y latinoamericanos revisaban con inteligencia y pasión la literatura de los países de América Latina, reunión a la que como en las otras dedicadas a Perú, Argentina, Venezuela, por ejemplo, asistieron algunos de los más representativos escritores de esos países, para luego producir valiosos libros publicados por la editorial de Klaus Dieter Vervuert, en realidad, una historia de indispensable consulta para los especialistas de las distintas literaturas latinoamericanas, volúmenes que han permitido además difundir en Europa sus obras. Tarea a la que nuestro homenajeado se ha dedicado con entusiasmo y éxito durante varios lustros. Desde entonces nos hicimos amigos: empecé a apreciar su eficacia como organizador, como fotógrafo (varias de las mejores fotografías que me han tomado en estos últimos años son de Karl, una en especial me encanta, soy idéntica a Cyrano de Bergerac) y estimo sobre todo su generosidad intelectual y su calidez personal. He leído con gusto e interés muchos de los textos que ha escrito. Me interesan en particular los dedicados a las crónicas de Indias que como a él me apasionan. En ellos revisa y discute las relaciones azarosas que pueden acercar la historia a la literatura, sus improbables límites y la inserción de varios de los escritos trabajados en el canon latinoamericano y europeo. Le preocupan muy diversos temas, la figura de Moctezuma y las controversias en torno a su muerte accidental o premeditada; la figura ambivalente y épica de Cortés; la relación de los europeos con el nuevo mundo, durante el reinado de Carlos V y su repercusión en el imaginario europeo; el nacimiento de la poesía épica en América, el largo y desconocido poema del padre Anchieta sobre un episodio menor de la conquista del Brasil y escrito -of all things!- en latín; las poesías de Juan de Castellanos, la guerra y la paz en la filosofía del humanismo, las aventuras de Hernando de Soto y , para no alargarme más, sendos estudios sobre el Libro de los Naufragios de Gonzalo Fernández de Oviedo.

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En varios de esos trabajos destaca la vasta erudición, la revisión de temas muy diversos dentro del campo de la crónica de Indias, la preocupación por deslindar a la literatura de la historia y también, tema capital, por demostrar la legitimidad de los estudios sobre América, frente a ese terrible veredicto reiterativo, que fuera verbalizado así por el historiador inglés John H. Elliott, "como si los lectores europeos no hubiesen mostrado ningún interés abrumador por el recién descubierto mundo de América", conclusión que parece tener de nuevo vigencia hoy y que podría enturbiar el futuro de los estudios sobre América Latina en Europa y evidentemente también en los Estados Unidos, donde muchos estudiosos se concentran ya en las minorías hispanas que habitan ese territorio y soslayan los estudios que conciernen a los países al sur del Río Bravo. Como es bien sabido además, en este preciso caso, el de estudiar las crónicas de la conquista, implica deambular por un terreno resbaladizo que oscila peligrosamente entre varias disciplinas y por ello delinea una relación muchas veces peligrosa; historia incómoda en efecto cuando se intenta desglosar lo que de literario tienen esos escritos, y llegar a esbozar un debate contra la institucionalización de la censura en el momento mismo en que las obras fueron producidas. Asimismo, sería la flagrante demostración de las consecuencias que plantea la proximidad -los inciertos bordes- que separarían a la literatura de la historia, de la política y hasta de una incipiente antropología, hábilmente salvados por Kohut. Es entonces especialmente significativo, insisto, en el estado actual de los estudios latinoamericanos, la vieja contienda, analizada concienzudamente por Karl, surgida en el instante mismo en que se descubre América, la lucha contra el eurocentrismo, la menoscabada importancia que los nuevos continentes pueden tener en la conciencia europea en ese momento y en el momento actual. Me permitiré ahora trabajar con mayor detenimiento los textos que Karl Kohut le ha dedicado a Fernández de Oviedo para establecer así un diálogo con él, de nuevo, a manera de homenaje: elijo dos textos específicamente: "Fernández de Oviedo, historiador y literato: humanismo, cristianismo e hidalguía", publicado en 1992 en México, y "Fernández de Oviedo: historiografía e ideología", editado en 1993 en Madrid.

2 Del lino a la vela En la inacabable discusión que desde sus inicios le otorgó a Gonzalo Fernández de Oviedo el carácter de enemigo acérrimo de fray Bartolomé de Las Casas, discusión que aún divide a los estudiosos, destaca un punto interesante: la posible torpeza retórica del primero y su todavía probable inscripción en el imaginario del medioevo, discusión que hace decir a Antonello Gerbi sobre el autor de la Historia General y Natural de las Indias: [...] Me parece evidente que Oviedo no es un escritor insignificante [...] estoy convencido de que [su] estilo simple y colorido habla a favor

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suyo y es capaz de conquistar el reconocimiento que se merece. Hasta ahora, [...] ese reconocimiento le ha faltado (Gerbi 1978, 455). Y Karl Kohut, refiriéndose en alguno de sus textos sobre el cronista a la acusación de que su obra carece de estructura, puntualiza: Fernández de Oviedo temía que la realidad, muchas veces literalmente maravillosa del Nuevo Mundo, la grandeza de los hechos, pudieran parecer inverosímiles a los lectores europeos acostumbrados, por la lectura de las inmensamente populares novelas de caballería, a hechos maravillosos y poderes mágicos (Kohut 1992, 69). Y en otro texto reitera: ¿Sería, pues, El Libro de los Naufragios un ejemplo más de esta incoherencia que tantas veces se ha criticado en la obra ovediana? Pero las apariencias engañan. Quiero defender, en lo que sigue, la tesis de que este libro es más coherente de lo que pueda parecer a primera vista; por que no es tanto la materia - e s decir los naufragios- lo que le confiere coherencia, sino el modo de su exposición que obra en tres niveles de significación: en el primer nivel, como narrativa realista; en el segundo, como representación de un mundo mágico, y finalmente, en el tercero, como narrativa alegórica. En su conjunto, los tres niveles serían la expresión de la ideología del autor que se encuentra en oposición dialéctica a su oficio de historiador (Kohut 1993, 371). Y esa preocupación es, como vemos, conciente en Oviedo y se acrecienta debido a la inmensidad del material al que se enfrenta en su carácter oficial de Cronista de Indias ¿cómo ordenar esa realidad caótica e inconmensurable? ¿cómo ceñir y reproducir mediante la escritura la naturaleza de las Indias Nuevas y la de sus habitantes y las hazañas que en ellas emprenden los que llegan desde Europa sin caer en el caos y anacronismo de las sumas medievales? Oviedo luchó toda su vida por hacer coincidir verdad y maravilla en su larga y fascinante crónica y, lo que es más, para ordenarlas y convertirlas en un todo coherente y legible. ¿Acaso no leemos a menudo frases como éstas que le dirige a Carlos V?: ¿Cuál ingenio mortal sabrá comprender tanta diversidad de lenguas, de hábitos, de costumbres en los hombres de estas Indias? ¿Tanta variedad de animales, así domésticos como salvajes y fieros? ¿Tanta multitud inenarrable de árboles, copiosos de diversos géneros de frutos, y otros estériles, así de aquellos que los indios cultivan como de los que Natura, de su propio oficio, produce sin ayuda de manos mortales? ¿Cuántas plantas y hierbas útiles y provechosas al hombre?

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[...] ¿Tantas montañas altísimas y fértiles, a otras tan diferenciadas y bravas? ¿Cuántas vegas y campiñas dispuestas para la agricultura y con muy apropiadas riberas? ¿Cuántos montes más admirables y espantosos que Etna o Mongibel, y Vulcano y Estrongol; y los unos y los otros debajo de vuestra monarquía? (Oviedo 1959,1: 8) Además de seguir, como asegura Kohut, el método de Plinio para organizar su historia natural y ordenar los acontecimientos históricos que él como testigo de vista conoció y de transcribir lo que otros testigos de vista le contaran, colocó el material que le parecía difícilmente clasificable en dos secciones especiales de su magna obra inconclusa, una que intituló Libro de los Depósitos, clasificación sublime, y el Libro de los Naufragios objeto de este escrito. Allí, recalca que no existe viaje sin posibilidades de naufragio, reseña los que él mismo afrontó como auténtico testigo de vista y añade esta observación en verdad esencialmente retórica: Muchas veces me acuerdo, cuando algunas de estas desventuras oigo, de lo que escribe Plinio del lino, donde dice: ¿Qué mayor miraglo puede ser que haber una hierba que haga así vecino el Egipto de Italia?, trayéndole este autor al propósito de las velas que se hacen del lino o cáñamo, para los navios. Y dice que de aquesta pequeña simiente nace otra cosa que trae el mundo de una parte a otra, no pareciéndole al hombre que le bastaba morir en tierra, sin que pereciese sin sepultura: y a tal que sepamos que la pena nos es favorable, ninguna hierba se engendra más fácilmente, porque entendamos que aquesto se hace contra voluntad de la natura, el lino quema el campo y le hace estéril más que otra cosa (ibíd., V: 306). Cualquier hazaña humana es pues artificio: sembrar la tierra, transformarla y salir de ella para emprender viajes y conquistarla, y por extensión, el descubrimiento y la colonización de América, constituyen una aberración contra natura. Habría que concluir entonces que el infortunio en forma de naufragio es una retribución divina al pecado abominable, el que inicia en realidad la historia humana, el relato adánico de la expulsión del paraíso. Y esa expulsión se concreta en una metáfora memorable, la del lino transformado en vela de navegación, metáfora construida por Plinio y retomada por Oviedo como piedra de toque de su narración, las velas, ese artefacto indispensable sin el cual las expediciones al nuevo continente nunca se hubieran producido, como puede verse literalmente en los documentos que reseñan los viajes al Estrecho de Magallanes de Pedro Sarmiento de Gamboa, conocido con el sobrenombre de "el Ulises de América", escritas entre 1580 y 1590 y no todas publicadas.

21

3 La derrota como destino: el círculo de los trabajos Lo que verdaderamente sufrimos en aquella inmensidad del mar, qué peligros de naufragios y cuántas incomodidades físicas padecimos, cuántas ansiedades afligieron nuestra alma, lo dejo a la estimación de aquellos que han conocido bien la experiencia de muchas cosas de lo que significa buscar lo incierto y aún desconocido (Vespucci 1986, 98). Existe, no cabe duda, un vocabulario y una estructura particular que identifica a los relatos de naufragio, herederos de muchas tradiciones clásicas y medievales, además de estar inscritos en el género de ladidascalia. En primer lugar mencionaría una serie de términos referidos a las penurias y esfuerzos a que están sujetos los navegantes, sus tribulaciones, sus congojas, sus tormentos, el círculo de sus trabajos y sus infortunios, sus desgracias, sus incomodidades físicas, las inclemencias del tiempo, en fin, el estado de intemperie tan perfectamente descrito por Oviedo: "Aquel navio ninguna cubierta tenía donde pudiese hombre esconderse de los aguaceros ni del sol." (Oviedo 1959, V: 50/307) En verdad, una terminología relacionada específicamente con el mar y las navegaciones; permea el lenguaje y le permite acudir a símiles marinos para significar las vicisitudes por las que pasan los humanos, como ese adagio citado también por Oviedo y proveniente de Séneca: "En tormenta vivimos, muramos en puerto", o para no ir más lejos, el muy trillado lugar común que pretende que el estado se gobierna como una nave. Pero también se recurre a una estrategia que consiste en reproducir en la narración las circunstancias que la originan, es decir, tratar de, como tan convenientemente proclama Oviedo, "desnudar de abundancia sus renglones", sobre todo cuando el naufragio ha obligado a los protagonistas a despojarse totalmente y de la manera más literal de sus vestiduras y cuando las tribulaciones de aquel que busca "lo incierto o lo desconocido", como razona Vespucci, exige gran imaginación de parte del lector a fin de colmar los vacíos del relato. Cito las palabras de Oviedo, inscritas en el Proemio general de su Historia: Quiero certificar a vuestra Cesárea Majestad que irán desnudos mis renglones de abundancia de palabras artificiales para convidar a los lectores, pero serán muy copiosos de verdad, y conforme a ésta diré lo que no tendrá contradicción, cuanto a ella, para que vuestra soberana clemencia allá lo mandé pulir y limar (Oviedo 1959,1:9).' En suma, que prescindirá de artificios retóricos pero acudirá a numerosos ejemplos -acopio de datos- para dar cuenta de la asombrosa realidad del Nuevo Mundo.

1

El subrayado es de Margo Glantz.

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¿Será ésta una muestra de la tan deturpada incapacidad retórica de nuestro cronista? Oviedo "pretende desnudar su textualidad -sus renglones- de artificios retóricos", porque para él, como para Bernal Díaz, la verdad no necesita de adornos, por ello escribe en castellano y no en latín, crítica que le hacen sus detractores, objeción contra la que pelea constantemente, alegando que el español es la lengua del Imperio y las Sagradas Escrituras se escribieron originariamente en las entonces lenguas vernáculas, como el arameo, el hebreo, el griego o el latín. Es significativo en este contexto el estudio de Karl Kohut sobre José de Anchieta porque, entre otras cosas, demuestra que una de las causas por las que su epopeya paso casi inadvertida fue debido al uso de la lengua latina, otra, como también lo resalta Karl, fue su pésima factura. Entonces, reitero, parafraseando a Oviedo: carente de artificios, pero copiosa, la escritura recopilará numerosos datos, los necesarios para poder demostrar la maravilla o el tamaño de la desventura, difícilmente abarcables sin recurrir a las hipérboles. La historia es para Oviedo sinónimo de verdad y la verdad no soporta la contradicción, aunque sí las correcciones (limar y pulir) que el discurso institucional -es decir, imperial- exige, es decir, silenciar todo aquello que prohibe la censura, aquello que no es canónico. La desnudez de la escritura entrañaría la inocencia total y la convicción de que su pluma escribe sólo la verdad, aunque esa verdad coincida con la verdad oficial (Glantz 1993, 407). Convendría quizá detenerse un poco, solamente para mencionar de paso que en esa época el camino, la ruta que seguía una nave para llegar a su destino se llamaba "derrota", voz que en el Diccionario Español de Sinónimos y Antónimos de Sainz de Robles tiene las siguientes equivalencias, las enumero a guisa de ejemplo, en espera de detenerme alguna vez en ellas para reanudar estas reflexiones en torno a los cronistas de Indias y sus naufragios: fracaso, vencimiento, inferioridad, malogro, desgracia, biaba, desastre, paliza, huida, capitulación, desbandada, amán, yugo, dependencia, apresamiento, esclavitud, revés, descalabro, catástrofe, exterminación, degollina, horcas caudinas, paliza, vereda, senda, camino, rota, ruta, rumbo, dirección, derrotero.

4 Los desfiguros El portugués Gomes de Brito equipara en una crónica a ios portugueses caídos en estado de naturaleza con los cafres porque se han vuelto antropófagos, y varias historias de naufragios anteriores corroboran este dato, entre ellos los de Cabeza de Vaca y varios de los que inscribe Fernández de Oviedo en su último libro, por ejemplo la odisea del licenciado Alonso Zuazo relatada también por Oviedo en su Libro de los Naufragios para edificar a sus lectores y trabajada minuciosamente por Karl, demuestra cómo, aún en las condiciones más deplorables del naufragio, "esa

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catástrofe que, al decir de Antonello Gerbi, destruye la estructura económica y técnica vigente, no destruye al mismo tampoco la vida del supèrstite" (Kohut 1992, 301), algunos hombres son capaces, a pesar de todo, de mantener su estatuto de civilizados y sobre todo el de cristianos. En este relato singular y muy frecuentado por los estudiosos se combina el más exacerbado realismo con los toques más delirantes de magia y hagiografía para construir un héroe de la cristiandad, diferente a los héroes tradicionales del siglo XVI cuyas hazañas guerreras o de descubrimiento dibujan otro tipo de épica. Zuazo proveniente de Santiago de Cuba, acompañado de alrededor de 60 hombres, entre españoles, esclavos negros e indios, y de camino hacia la Nueva España, naufraga en las islas de los Alacranes; su misión era mediar entre Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, recién nombrado gobernador y capitán general de la provincia del Pánuco, y Cortés, obviamente reacio a dicho decreto real. Señales luminosas y apariciones flamígeras de enormes peces vaticinan grandes cosas, pues, explica Oviedo, "ni aún en las novelas de los fabulosos griegos, no está escrita semejante cosa, ni todas las metáforas del Ovidio en sus Metamorfoseos no son igual comparación" (Oviedo 1959, V: 322). La nave se pierde después de varias peripecias narradas con gran minucia y en donde se mezclan, como dije antes, los pormenores más cotidianos con historias maravillosas en las que sobresalen las visiones, curiosamente enviadas a una niña que recibe un mensaje de Santa Anna, la madre de la Virgen, imagen providencial. Zuazo oficia a la vez como jefe del grupo y como su capellán, reglamentando las labores domésticas fundamentales para la sobrevivencia, por ejemplo, hacer fuego a la manera indígena para cocer y asar los alimentos que crudos provocan enfermedades y aún la muerte; trasladar de una isla a otra a los náufragos en una canoa encontrada milagrosamente para buscar agua dulce y aprovechar las migraciones de la fauna que los alimenta, después de ejecutar operaciones que colindan con la magia. Organizan, además y de manera dramática, rituales religiosos necesarios para la salud espiritual, con lo que anticipa las grandes teatralizaciones de los jesuítas, tan características del siglo XVII. Fecunda esta duplicidad supersticiosa y mágica, se hace patente en todas las circunstancias, por ejemplo, cuando los náufragos corren peligro de morir de sed, el suelo aparece de repente repleto de los huevos de las aves que anidan en la isla para proporcionarles la clara de huevo, sustituto provisional del agua. Otro corte más en el terreno de la realidad, las diarias y sistemáticas diligencias que les permiten conservar la vida, y las ceremonias arduamente ritualizadas que impone Zuazo para cumplir con su papel de intercesor ante la divinidad y salvar solamente a quienes verdaderamente lo merecen. Y esa duplicidad se alegoriza, el agua salada, amarga, mortífera, tiene un antídoto, el de las lágrimas derramadas en actos de contrición, lágrimas acompañadas por oraciones emitidas a voz en cuello, a fin de que Dios pueda oírlas y extienda hacia ellos su misericordia. La naturaleza salobre de las lágrimas duplica la del agua de mar y propicia la redención cuando Zuazo logra descifrar los mensajes enviados por Dios, extendiendo su acción de tal

24 manera que se convierte en una operación de imitación de Cristo, también la reproducción o un paralelo de escenas del Antiguo Testamento. Tomaron por costumbre todos estos pecadores que en tan áspera penitencia estaban que ningún día cesaban en la oración desde antes que amaneciese hasta que era bien de día, en particular cada uno apartado, para mejor explicar sus contemplaciones e particulares devociones a Dios Nuestro Señor, para que los oyese en tan señalado y evidente peligro e tormento de sed y hambre. Porque aunque parecía que en alguna manera estaban satisfechos de la vianda, faltando el pan y el agua, todo lo tal no era nada, ni se les tenía en los estómagos; y sobre lo que comían y cenaban, hincados de rodillas bendecían a Dios que se los daba y con lágrimas cotidianas le ofrecían infinitas gracias, representándole todos aquellos pescados y animales y aves que en aquel desierto, gordos y alegres y contentos, y que había traído para el servicio del hombre (ibíd., V: 329). Y cuando después de haber realizado varias operaciones mágicas, también reseñadas por Kohut, surge una fuente de agua dulce, Oviedo exclama: Así que, hallada esta agua, tomó el licenciado un cobo o caracol, que cabría bien media azumbre de agua y dijo a toda la compañía que no bebiesen, porque ante todas cosas era razón que tuviesen agradecimiento de la merced que Jesucristo y su bendita abuela les había hecho, y que le debían ofrecer aquel agua primeramente, como hizo David con la de la cisterna (ibíd., V: 332). De esa forma, el naufragio y la estancia forzosa en una isla desierta con sus privaciones, esa larga serie de infortunios, se convierte en un lugar de penitencia y de encierro para que los pecadores puedan redimir sus culpas. Especialmente significativo en este contexto es el relato de la aparición de cinco tortugas gigantes que con su carne colman el hambre de los náufragos y con su sangre su sed, sangre verdadera equivalente a la de las cinco llagas de Cristo, sangre derramada para redimir a los mortales con lo que explica Gerbi [...] el licenciado Zuazo que se sabía de memoria su Plinio, y conocía la singular salubridad y las virtudes antitóxicas de la sangre de las tortugas, ante el horror y espanto de sus compañeros, [...] bebió primero que ninguno un gran golpe de aquella sangre, después de lo cual todos se echaron unos sobre otros encima de la misma tortuga

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como si les hubiera aparecido una taberna de muy buen vino o aquella saludable ribera del río Tajo, que es una de las mejores aguas de España (Gerbi 1978, 368s.). Son curiosas las coincidencias, por no decir peligrosas, tienen una extraña semejanza con la antropofagia tan condenada por Oviedo y una de las causas legítimas que la Corona española enarbolaba para sojuzgar a los indios. En efecto, diversos animales socorren a los náufragos en visitas sucesivas, ya hemos hablado de las aves, los mariscos, las tortugas. Otras bestias también aparecen oportunamente cuando se las necesita, es el caso de una tiburona que con hábiles maniobras e instrumentos fabricados por Zuazo logra cazarse para salvar del hambre a los sobrevivientes: [...] con mucha alegría de la nueva y nunca antes oída semejante manera de pesquería, se juntaron todos y abrieron aquel animal, y sacáronle del vientre treinta y cinco tiburoncillos de a dos palmos y medio cada uno, los cuales siendo pequeños son muy buen manjar; pero no duraron más de un día y medio con la carne de la madre, porque como no tenían sal, luego se corrompió lo demás; pero en fin se hartaron de aquella vianda y tuvieron que comer hasta que Nuestro Señor proveyó en amansar la mar y que pudiese la canoa pasar a la isla ya dicha por bastimentos. De aquí se nota que quiere Dios que los hombres hagan lo que es en ellos, y con su favor socorre a los de industria, para que lo que parece imposible, sea hecho muy fácilmente cuando le place, en especial con los que tiene entera confianza en Dios Todopoderoso (Oviedo 1959, V: 335). Kohut concluye que: De estos pasajes se desprende que la interpretación alegórica no es un esquema exterior aplicado a posteriori por el que analiza estas historias, sino unadimensión explícitamente intencionada por parte del autor (Kohut 1993, 380).

5 Trabajo, infortunio, sobrevivencia Es evidente, Zuazo es un personaje muy admirado por Oviedo. Sus infortunios lo colocan en una posición muy singular y simbólica y lo convierten en un paradigma que nos permite entender con más agudeza el sistema de valores de esa sociedad. Hombre rico y poderoso, el más delicado y menos acostumbrado a las miserias del grupo de náufragos que encallan en la isla de los Alacranes, es quien, al decir del cronista, sufre con mayor rigor su desgracia, aunque al mismo tiempo ese mismo infortunio le permita enaltecer algunas de sus cualidades, como la que le enseña a ser prudente, mientras descubre que posee, sin saberlo quizá, porque no ha tenido

26 necesidad de verificarlo, esa otra capacidad para desarrollar e inventar, conocida como industria, cualidades ambas que lo ayudan a preservarse de la muerte, otorgándole el rango de sobreviviente, la única tarea esencial, obsesiva, a la que puede dedicarse un náufrago. Actividad penosa, no productiva, en el sentido lato del término, a lo sumo, una actividad que ayuda a conservar la vida y entregar el cuerpo a las privaciones y al desfiguro, pero que al mismo tiempo revela con mayor claridad, si las circunstancias lo permiten, las fuertes oposiciones que en la vida normal marcan a la sociedad colonial. Oviedo muestra que esta maniobra de Zuazo, calificada por Kohut de teocentrista, le sirve para corroborar su carácter de predestinado: Y luego el licenciado como noble y piadoso caudillo, dio prisa a que todos se pasasen a la otra isleta y él quiso quedar el postrero, porque tuvo fin a procurar tanto por el más chico esclavo de toda la compañía, como por su persona misma: y así todos eran iguales en el comer y beber que Dios les daba milagrosamente [... ] (Oviedo 1959, V: 330). Sin embargo, esta actuación de Zuazo, tomada de diversos modelos, asimismo reseñados en el texto de Kohut, por ejemplo los bíblicos y antes los latinos, permite que cuando, debido a las circunstancias extremas en que se encuentran los náufragos, ya destruida la canoa que les facilitaba el acceso a tres de las islas donde podían proveerse de lo necesario para sobrevivir, explica Oviedo que Esta pérdida fue causa mucha para que se diesen más prisa a poner en ejecución y obra el aparejo que se dijo que tenían de las reliquias y tablas de la carabela quebraday barquillo que de ellas tenían comenzado y que aún no estaba en perfección; el cual, así como fue acabado fue determinando que se enviase a la Nueva España con tres hombres que fueron los de voto de castidad perpetua que tengo dicho [...] con un muchacho indio que continuamente les iba agotando y vaciando el agua que la barquilla hacía, por no se poder bien ni haber aparejo para la calafatear (Oviedo 1959, V: 336). Si la palabra trabajo se aplica a cualquier actividad que exige para desarrollarse un esfuerzo penoso, sobre todo en el aspecto corporal, el trabajo más ingrato lo realiza el muchacho indio, aunque también Zuazo se haya transformado durante su vida como náufrago en un trabajador, alterando su condición privilegiada porque, como asegura Oviedo, en la isla de Cuba "era muy bien servido y proveído en su casa". En la tabla de valores cívicos el esfuerzo físico no es apreciado si el personaje en cuestión pertenece a la nobleza; es solamente durante la situación extrema del infortunio que ese esfuerzo se convierte en un valor social, estrictamente delimitado por la temporalidad y el territorio donde ha acaecido el naufragio, es decir, durante el tiempo y el espacio en que el náufrago despliega todos sus recursos para no morir, avocándose a su labor para poder alcanzar la condición del sobreviviente.

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Y Zuazo recobra su estatus pleno en el momento mismo en que los tres enviados a la N u e v a España para pedir socorro y bastimentos regresan a la isla y rescatan a los náufragos. Y como no hay nada en esa sociedad que no se ritual ice, el cambio de fortuna y la reinserción de Zuazo en el orden social se efectúan siguiendo las reglas más estrictas de los protocolos: Tornando a la historia digo que estando contemplando esta gente en tan grandísima y nueva maravilla, llegó la barca del navio con aquellos tres criados del licenciado [...] y otros marineros. Y sacaron atierra una mesa pequeña que llevaban a su amo y una silla de caderas y la olla y la comida que se dijo arriba, bien aparejada y pan y vino y conservas y otros refrescos. Y después de muy bien abrazados con lágrimas hasta poner los manteles, pusiéronle luego al licenciado la silla que no era poco alivio a quien estaba cansado de se echar y sentar en aquella arena e hizo poner luego la mesa bien bajo para que comiesen todos los que en ella cupiesen y así, con gran gozo, comieron platicando e informando a los que fueron en el barquillo de lo acaecido al licenciado y a los demás en tanto que aquellos mensajeros habían ido a buscar este socorro (ibíd., V: 342). Y con estas palabras alborozadas de Oviedo que restituyen al licenciado Zuazo en el lugar que le corresponde dentro de la jerarquía colonial y, dispuesta a profundizar en este texto, en realidad un homenaje a mi querido Karl, termino este texto.

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Bibliografía Fernández de Oviedo, Gonzalo. 1959. Historia General y Natural de las Indias. 5 tomos. Ed. y estudio preliminar de Juan Pérez de Tudela Bueso. Madrid: Biblioteca de Autores Españoles. Gerbi, Antonello. 1978. La naturaleza de las Indias Nuevas. Trad. de Antonio Alatorre. México: Fondo de Cultura Económica. Glantz, Margo. 1993. El cuerpo inscrito y el texto escrito. En: Margo Glantz (coord.). Notas y comentarios sobre Alvaro Núñez Cabeza de Vaca. México: CONACULTA, 403-434. Gomes de Brito, Bernardo. 1946. Historia trágico-marítima. Buenos Aires; México: Espasa-Calpe. Kohut, Karl. 1992. Fernández de Oviedo, historiador y literato: humanismo, cristianismo e hidalguía. En: Isla Campbell (coord.). Historia y ficción. Crónicas de América. Ciudad Juárez: Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 43-104. —. 1993. Fernández de Oviedo: historiografía e ideología. En: Boletín de la Real Academia Española (Madrid) 73 (259), 366-382. Sainz de Robles, Federico Carlos. 1984 [1946-1967]. Diccionario español de sinónimos y antónimos. Madrid: Aguilar. Sarmiento de Gamboa, Pedro. 1988. Los viajes al estrecho de Magallanes. Madrid: Alianza Editorial. Vespucci, Amerigo. 1986. Cartas de viaje. Intr. y notas de Luciano Formisiano. Madrid: Alianza Editorial.

Felipe II - "Emperador de las Indias" La recepción de un nuevo continente en la corte española Peer Schmidt Hoy día la época de la expansión europea es considerada por algunos como el primer gran momento de la creación de un mundo global, como el comienzo de lo que actualmente se llama globalización (Lehmkuhl/Schmidt 2000). Además, por otros, el imperio español es considerado como el primer ejemplo de un imperio de dimensiones mundiales (Kennedy 1991). Tanto hoy día como a principios del siglo XVI el público tuvo reticencias a la hora compleja de adaptarse a esta difícil realidad. Ya hace tiempo John Elliott en su obra sobre "el Nuevo y el Viejo Mundo", hasta la fecha varias veces editada, hizo hincapié en las dificultades de los contemporáneos del siglo XVI en aceptar y reconocer las novedades sobre la verdadera dimensión del globo, ya que ni las Escrituras, ni los autores clásicos hacían mención alguna a un cuarto o quinto continente; el mundo estaba formado sólo por África, Asia y Europa. Gran parte de los humanistas mostró reticencias a la hora de aceptar la nueva realidad. Según Elliott (1996, xii-xiii), el rechazo fue prácticamente total, al menos en la primera mitad del siglo XVI. Nuevos estudios ayudan a atenuar esta tesis un tanto general, pero muy influyente en el americanismo de los afíos 70 del siglo pasado. Con ocasión del quinto centenario se publicó una serie de estudios destinados a matizar esta afirmación. Este estudio pretende analizar el cambio de actitud de la propia Corona española hacia América entre la época de Carlos V y la de su hijo Felipe II, un campo de investigación un tanto descuidado, si miramos de cerca las biografías y los estudios publicados sobre Carlos V y Felipe II, especialmente en el año del quinto y cuarto centenario de su muerte.1 El principal testigo de los coetáneos escépticos y críticos de América es el propio Emperador Carlos V. Si bien hoy día los historiadores de la globalización citan al imperio español como primer imperio mundial, Carlos V nunca insertó elementos americanos en su iconografía más allá de las alegorías clásicas y de la antigüedad. Como primer ejemplo cabe citar el lema de "Plus Ultra", inventado por el médico y humanista milanés Ludovico Marliano, tenía en un sentido figurado el significado de "más allá de las hazañas". En el contexto del mundo caballeresco y de la cruzada medieval el lema fue utilizado en relación con la Orden del Toisón de Oro, de la que Carlos V fue Gran Maestre a partir de 1516 (cf. Rosenthal 1973, 201ss.). En un principio no fue empleado en un sentido espacial, es decir, "más allá,

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Llama la atención que, por ejemplo, en los volúmenes publicados sobre los reinos y el gobierno de Felipe II, editados por losé Martínez Millán (1998), no figura ningún estudio en particular sobre el rey prudente y las Indias y tampoco en las biografías de Kamen (1997) y Parker (1998) se dedica especial atención a aspectos americanos.

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en dirección a América", como muy pronto se llegó a utilizar por parte del público relacionándolo con América y con el mundo ultramarino (cf. König 1969 y 2002). Marliano, en su discurso introductorio al lema, mencionó ante todo el Imperio Romano, así como África y Asia refiriéndose al Nuevo Mundo sólo de manera vaga e imprecisa (cf. Rosenthal 1971, 205ss.; Rosenthal 1973, 221ss.). Otro ejemplo de la vigencia de la visión tradicional del orbe es el programa iconográfico que se utilizó cuando Carlos regresó de su cruzada de Túnez (1535). Los napolitanos recibieron a Carlos V con arcos triunfales festejando al Emperador como Señor de África, Asia y Europa. No se hizo la menor referencia a las Indias y al Nuevo Mundo. 2 Tampoco se hizo mención a América durante el viaje de presentación del príncipe Felipe por el Imperio Romano-Germánico y sus territorios borgoñeses (Tanner 1993, 134-138). Si bien Hércules y Neptuno son las figuras mitológicas más representadas en los arcos y estatuas, durante el reinado del emperador no consta ninguna introducción del mundo americano. Utilizando el tema mitológico del dios del mar Neptuno, no se especifica el contenido geográfico y vagamente se remite al mar o se habla del océano en términos muy generales (cf. Pizarro Gómez 1999, 105-111). Al referirse al mundo gobernado por Carlos V, no figuraba América como tal, a pesar de que en su nombre comenzaron a administrarse los nuevos reinos y los territorios americanos se incorporaron a la Corona de Castilla. La intitulación de Carlos V se mostró muy reticente con respecto a los nuevos territorios y se siguió hablando del mundo americano como "las Islas del Mar Océano y de Tierra Firme" (cf. Schmidt 2001b, 279-304). La monarquía universal de Carlos V se relacionó con la profecía de Daniel, los cuatro estadios e imperios del sueño de Nabucodonosor y con los tres continentes conocidos hasta entonces, y para su gran canciller, Mercurino Gattinara, la parte más importante de la monarquía Carolina era Italia, una base ideológica que la historiografía reciente no puede sino confirmar haciendo hincapié en esta recepción compleja o - a u n negativa del Nuevo Mundo (cf. Schmidt 2001 a, 96-103; Schmidt 2001 c, 115-129). Pero, ¿es cierta la tesis que afirma que la idea de que el mundo había cobrado nuevas dimensiones no fue muy difundida en la conciencia española de la primera mitad del siglo XVI? Por otro lado, los defensores de posiciones postcolonialistas pretenden que los europeos desde el primer momento crearon el "Oeste" como un acto deliberado y bien pensado en el sentido de fundar el "imperialismo". Entre los personajes que se sirven de ejemplo para esta afirmación no sólo se cita a Colón y a Magalhäes, sino también al emperador Carlos V (cf. Trouiliot 2002, 86). Desde luego siempre se ha citado aquel famoso párrafo en el que López de Gomara interpreta el lema "Plus ultra" en un sentido espacial: Quiso Dios descubrir las Indias en vuestro tiempo y a vuestros vasallos para que las convirtiéssedes a su santa ley, como dizen muchos hombres sabios y christianos. Comentaron las conquistas de indios

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Alonso de Santa Cruz (1920-1925, II: 303-316) describe los arcos triunfales erigidos con motivo de la visita imperial.

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acabada la de Moros, porque siempre guerreassen Españoles contra infieles; otorgó la conquista y conversión el papa; tomaste por letra "Plus ultra", dando a entender el señorío del nuevo mundo [...] (López de Gomara, prólogo, s.f.). A pesar de esta famosa cita así como el párrafo muchas veces citado de Hernán Cortés por el que Carlos V debería designarse como Emperador de América, John Elliott (cf. 1996, 12-16) se basó para su tesis de una influencia muy limitada de América, sobre todo, en la supuesta falta de referencias en las crónicas del Emperador Carlos V. Entretanto sabemos que para calibrar el verdadero alcance de la recepción de América habría que distinguir entre la corte y los escritores oficiales de la propia corte cautelosa en la aceptación de lo novedoso por un lado, y un público de humanistas, cronistas, cosmográfos o comerciantes ávidos de noticias y que no cerraron los ojos a las novedades por el otro.3 Entre los trabajos relativos a la recepción del nuevo continente en el viejo mundo cabe resaltar especialmente un estudio sobre la historiografía española durante el reinado de Carlos V en el que Karl Kohut (2000) ha demostrado que frente a la tesis sostenida por Elliott, en las crónicas españolas de la primera mitad del siglo se encuentran muchas referencias al descubrimiento de América en general y a la figura de Colón y de Hernán Cortés en particular. Así, en Martín Fernández de Enciso y su Suma de geografía publicada en 1519 y dedicada a Carlos, se hace mención explícita a un nuevo continente. Kohut nos recuerda y resalta también la obra de Alonso de Santa Cruz con sus múltiples referencias al mundo americano, como por ejemplo la figura y el papel de Cortés. Parece que la propia Corona mostró mucha más resistencia y reticencia a aceptar oficialmente el mundo americano que el público. Son varias las conclusiones que se pueden sacar de estos resultados pero parece evidente que la sociedad llevó la delantera a la política, por lo menos en parte, a la hora de adaptarse a las nuevas realidades. El tradicionalismo de la corte Carolina española dista mucho de la vivacidad de los portugueses en adaptarse a las nuevas oportunidades, ya que Manuel 1 y su corte, imbuidos de un fuerte mesianismo, adoptaron muy pronto partes no-europeas del mundo en su iconografía y en la titulación. Mientras Carlos propagaba la idea imperial tradicional romana, Manuel I, ya en 1499, se designó en una carta al Papa como "senhor da conquista e da navegado e comércio de Etiopia, Arábia, Pérsia e da India" (Thomaz 1990, 37). En el caso portugués fue la corte la que llevó el papel protagonista de este nuevo concepto ya que [...] il ne fut pas partagé par tout le monde: tout au contraire, il semble n'avoir interessé qu'un petit cercle autour du Roi, et avoir subi, dés les

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Véanse Chiapelli 1976; Consejo Superior de Investigaciones Científicas 1990; Prosperi/ Reinhard 1993; Milhou 1994; Kohut 1995; Pieper 2000; Schmidt 2001a. Entre las obras publicadas en los últimos años cabe citar tan sólo como ejemplos Reinhard (1987) y Duviols (1985). Desde luego cabe mencionar las reacciones de los subditos de Carlos en el momento de la muerte del emperador, túmulos estudiados por Rose (2001).

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débuts, une forte opposition au sein même du groupe dirigeant (Thomaz, 1990, 36). Existió muy pronto en la corte portuguesa una campaña a favor de la dignidad imperial de Manuel 1. En 1502, una edición portuguesa del libro de Marco Polo revindicaba el título de Emperador para el rey portugués. En 1505 el primer virrey de Indias Francisco da Almeida también se hizo eco de esta pretensión y, de nuevo en 1508, Afonso de Albuquerque se unió a las filas de aquellos que hicieron este tipo de propaganda (cf. Thomaz 1990, 48). La organización de una cruzada y el protagonismo en la lucha contra el mundo musulmán fueron los argumentos esgrimidos en favor de tal título. Volviendo al caso español: si el propio Carlos V mostró reticencias en adoptar el nuevo mundo, ¿cuál fue la posición hacia América de su hijo Felipe II? Llama la atención que los biógrafos del rey prudente no dejen de subrayar que la monarquía de Felipe II era de orden global, pero lo consideran un hecho y no cuestionan los inicios y las circunstancias de la orientación americana del rey. Desde luego el príncipe siempre estuvo al tanto de las discusiones y problemas económicas y sociales respecto a América, al igual que su padre, y en particular estuvo involucrado en la cuestión de la esclavitud indígena así como en las rebeliones de los encomenderos en el Perú. Ahora bien, en los primeros años de su reinado Felipe II parece haber mostrado también indiferencia hacia lo americano. En lo que se refiere a la política, al inicio de su reinado Felipe II se interesó por Europa, lo cual parece lógico teniendo en cuenta los diferentes escenarios de contienda y guerra. Su programa iconográfico siguió en gran parte las huellas de su padre. Hubo desde luego cambios en la iconografía, ya que el rey prudente no pudo por ejemplo servirse del águila imperial bicéfala reservada a la dignidad imperial como símbolo de poder. A partir de Felipe II, el blasón de España adornado con el Toisón de Oro y las columnas de Hércules llegaron a ser los símbolos de la monarquía hispánica (cf. Jorzick 1998, 99-122). El mito de Troya y la saga de los argonautas eran alusiones a las expediciones marítimas, sin que se entrara en concretizaciones geográficas (Tanner 1993, 131182). Pero todavía en los años 50 del siglo XVI América no jugó ningún papel prominente en las alegorías y en el programa iconográfico de los reyes españoles y se siguió utilizando el título un tanto tradicional respecto a América "Islas y Tierra Firme del Mar Océano" para designar los nuevos territorios ultramarinos. En la heráldica América fue respresentada como un conjunto de islas rodeadas por el mar. El mayor acercamiento de Felipe II lo notamos casi diez años después del inicio de su reinado en España, en los años 1563 y 1564. La pretensión de Felipe II a la Corona Imperial, motivo de su viaje de presentación en 1549/1551, se vio frustrada por la sucesión de su tío Fernando y luego por Maximiliano. Al cederse la Corona Imperial a Fernando (1556) y luego a Maximiliano (1564), Felipe perdió toda posibilidad de aspirar a la dignidad imperial, la más alta condecoración de la Cristiandad -estatus y honor privilegiado del cual había gozado su padre. No obstante, Madrid intentó mantener su derecho a la candidatura de emperador en el

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Reich\ esto se notó hasta comienzos del siglo XVII y en el tratado de Oñate respecto a Bohemia (Gliss 1932). Para "conservar su reputación", Felipe II se vio forzado a recurrir a otros elementos de poder y a redefinir su posición en el panorama de las monarquías de la época. Además, en 1558 el rey prudente vio frustrada la transmisión del vicariato sobre Italia, a la que ese mismo había aspirado desde 1551. Felipe II tuvo de hecho una posición hegemónica en Italia, pero no gozó de esta condecoración jurídica así como tampoco de los privilegios que incluía. La negación del vicariato se consideró como una pérdida de prestigio. También tuvo consecuencias negativas para la posición española en Milán. Su política en torno al feudo de Finale fue sumamente replicada.4 Carlos V, a su vez, había designado a Italia "como la columna más prestigiosa del Imperio" (Stübel 1905,243). En contraste con cierta indiferencia iconográfica (y por tanto simbólica) hacia América por parte de Felipe II al comienzo su reinado, de repente -en 1563/1564— corrieron voces según las cuales el rey prudente parecía querer designarse "emperador de las Indias". En 1583 se rumoreaba el mismo mensaje en Venecia (cf. Braudel 1982, II: 24; Turba 1889,1:217; Hóffner 1947,175). Italiay la corte papal se convirtió en hervidero de rumores. Además, en 1568 se oyeron voces según las cuales el Papa tenía la intención de revocar el patronato para América y otorgárselo a un nuncio de Roma (cf. Parker 1998, 9). Esto lleva a la pregunta de cómo explicar estos rumores, rumores pasados por alto en las bibliografías sobre Felipe II. Como la posición española en Italia y la relación con la península apenina sufrió un serio revés y la Corona Imperial se alejó cada vez más, el rey español se vio forzado a buscar una nueva base de su propaganda política, que encontró en la dimensión americana de su monarquía. Desde luego, el Papa tuvo que rechazar la pretensión a tal novedoso título de acuerdo con la monarquía universal tradicional y la visión católica del orbe vigente en aquel entonces. En el plano diplomático, la presión fue aún mayor para el monarca español ya que ya había tres Emperadores en el "Viejo" mundo: el del Imperio RomanoGermánico, el sultán otomano al cual la cristiandad le había concedido el título (inofícial desde luego) de César y -desde 1547- el zar ruso (cf. Demel 1999, 59 y 62). Era necesario para un monarca como el de España conseguir una condecoración de semejante preeminencia. Ante esta rivalidad europea vejatoria, la Corona comenzó a subrayar su dimensión americana siendo éste el contexto que llevó a Felipe II a buscar una dignidad ultramarina. La presión fue aún más resentida cuando, a más tardar, hacia 1571 se comenzó a hablar del "emperador chino" o de otros emperadores en Asia (Demel 1999, 63ss.). Parece que Felipe II buscó afanosamente un título de talla imperial, ya que después de la batalla naval de Lepanto el mesianismo se propagó de nuevo por la Corte española y el público sospechó que el rey prudente iba a conquistar Tierra Santa y Jerusalén para

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Cf. Edelmayer 1988, 2s.; Lutz 1964, 321ss„ 409ss., 419ss.; Tanner 1993, 143.

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conseguir finalmente el título de Emperador de Constantinopla (cf. G a r d a Hernán 1995, 67s.; Parker 1998, 101). No es casual que en 1568 se publicara un libro de Juan Redin De maiestate prinicipis tractatus, en el cual el autor letrado revindicaba la dignidad de majestad -reservada tradicionalmente al Emperador- para su monarca (cf. Redin 1568, 11). Y, a nivel internacional Jean Bodin -quien según Elliott (1996, 14) no prestò mucha atención al nuevo mundo- muy al contrario no dejó de señalar el poco poder del cual gozaba el Emperador, remitiendo a la gran dimensión de territorios de la cual disponía el monarca español: Posuerunt enim interpretes oraculorum ex illa visione quatuor beluarum ac statue totidem imperia significan: puta Assyriorum, Persarum, Graecorum ac Romanorum. Nec plura fore augurantur. Germanos autem Romanorum imperio praeesse. Quod cum ita a Germanis scriberetur, ad sui nominis et imperii gloriam scriptum esse judicavi. Est enim ab interpretatione Danielis omnio alienum. [...] Absurdus est igitur, quod Germani Monarchiam, i. e. ut Philippus Melanchthon interpretatur, rerum omnium publicarían potentissimam, absurdius etiam, quod Imperium Romanum se tenere putant, quod omnibus valde ridiculum videatur, [...] Profecto Germani non satis ad id quod volunt accomodate monarchiam Romanorum usurpant, quam vix centesimam partem orbis terrarum sua ditione teneant, et Hispaniarum princeps imperium habeat Germanico maius, tum populorum multitudine, tum amplitudine regionum, ut omittam regiones Americas (quibus ex magna parte dominatur) (Bodinus 1572, VII: 462s.). Esta mayor atención de la que América gozó en la representación de la Corte y de la Corona se refleja a dos niveles: en la representación iconográfica del reinado filipista así como en el campo político. Basándose en el análisis de las descripciones publicadas de entradas reales entre 1542 y 1592, el historiador de arte Francisco Javier Pizarro Gómez (1999, 102) nos advierte: En lo que a las representaciones alegóricas de los continentes se refiere es interesante comprobar cómo el uso de la alegoría de América no aparece hasta bien avanzado el siglo XVI. En efecto; hasta la entrada de Madrid de 1570 no encontramos en el arte efímero de los viajes de Felipe II más que representaciones de Europa, Asia y África. Se difundió entonces la idea de un mundo tradicional que había existido desde la Antigüedad. No es hasta 1570 cuando América aparece por primera vez en una entrada triunfal en Toledo, donde el nuevo continente es representado por un indio con plumas en la cabeza (cf. Pizarro Gómez 1999, 103). Ante la práctica ausencia del tema americano en el arte oficial de la Corte asombra que en el mismo año el cuarto continente figuró en otra entrada del rey en Madrid (cf. ibíd., 171 s. y 178; Tanner 1993, 141ss.). Además, encontramos en la entrada del rey en la villay corte

35 la primera mención a un personaje histórico con relación a América: Cristóbal Colón fue uno de los héros evocados entre las representaciones artísticas en la capital (cf. Pizarro Gómez, 172 y 184). Entre de 1568 y 1572 se acuñó en Lima una m o n e d a - u n Real de a ocho con la inscripción "Indiarum Rex" (Cayón 1998, 533). Desde entonces América aparece ya como parte del mundo, como el cuarto continente, rompiendo el esquema antiguo, como por ejemplo en el viaje de Felipe II a Portugal en 1581 (cf. Pizarro Gómez 1999, 172 y 178). En 1583, Felipe II hizo acuñar una medalla con la grabación: "PH1LIPP II HISP ET NOVI ORBIS REX": En el reverso se imprimió: "NON SUFFICIT ORBIS" (Parker 1998, 4). Ya hemos ya dicho que el público se mostró abierto a la recepción del mundo americano, pero no es menos interesante observar que los concejos y ayuntamientos, que seguramente no querían ofender al monarca omitiendo elementos centrales de su gobierno y de su glorificación, no juzgaron necesario hacer de América parte de una propaganda a favor del rey hasta a partir de 1570. En lo que se refiere al mundo político, es interesante observar la serie de medidas que se desarrollaron alrededor de 1570: Demetrios Ramos describe el panorama un tanto sombrío para la monarquía española a mediados de los años sesenta del siglo XVI; resumiendo la perspectiva tradicional de la historiografía filipista no haciendo caso a la competividad que reinaba en el mundo de las ideologías imperiales, el historiador describe: Las grandes crisis no se producen repentinamente, sino que van fraguándose; como tampoco son originadas por una sóla causa. Así sucedió con la que vino a culminar en 1568, quizá el año en el que a Felipe II se le acumularon las más hondas desgracias familiares, con la muerte del príncipe D. Carlos, en julio, y la de la reina Isabel de Valois, tres meses después. Mas también se unían los más serios problemas políticos, pues si en 1566 había estallado ya la rebelión flamenca, hasta el extremo de tener que enviar el rey al duque de Alba en 1567, ésta evidenció su inmensa hondura al convertirse en una guerra en 1568. Igual amenaza se presentaba en la misma España, donde la tensión de los moriscos de Granada crecía a tal punto, que ya se barruntaba la rebelión que, al fin, estalló a finales del año. Y lo peor del caso es que al aumento de gastos que todo ello imponía, no correspondían las disponibilidades, hasta el extremo de que entre 1567 y 1568 se marcaba una profunda inflexión, por la crisis mercantil y hacendística entonces agudizada. Los problemas de Indias, en paralelo, se complicaban también al máximo. En el virreinato de México surgió la conspiración de los encomenderos, a consecuencia de la cual fue enviado a España D. Martín Cortés, segundo Marqués del Valle, y su hermano Luis, para justificarse de las acusaciones de pretender alzarse con el territorio, al mismo tiempo que fue suspendido por lenidad el virrey marqués de Falces. En el virreinato del Perú, donde se habían sucedido tiempo atrás los enfrentamientos de los conquistadores y las sublevaciones de

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los encomenderos también tuvo que ser suspendido el virrey conde de Nieva, aunque cuando llegó el licenciado Castro, para hacerse cargo del gobierno, el virrey ya había fallecido. Mas con todo, la gravedad de la situación fue en aumento, pues en carta que llegaba a la Corte por marzo de 1568, Castro no podía expresarse en términos más preocupantes (Ramos 1986, 1). El historiador español, al igual que la mayoría de la bibliografía respecto a la política americanista, no toma en cuenta la difícil situación en Italia y la contienda de las monarquías europeas por la preeminencia. Por otra parte, los problemas americanos no eran del todo novedosos. Ya desde las Nuevas Leyes había cundido el descontento en la América española, caldo de cultivo de continuas rebeliones en aquellos decenios. Pero lo que llama la atención es la gran coincidencia entre las medidas políticas y la insertación de América en la propaganda oficial y real. Se desplegó una serie de actividades respecto al nuevo continente, si se piensa por ejemplo en la fundación de los tribunales de la Inquisición en México y en el Perú en 1570. Una de las primeras medidas, a las que se refiere Demetrios Ramos, fue una visita al Consejo de Indias encargada a Juan de Ovando (Peña Cámara 1935), así como la creación de la Junta Magna destinada a deliberar medidas de reforma para el mundo americano. De acuerdo con el hecho de que el saber es una forma del poder (Foucault), Felipe II intentó conseguir información sobre el Nuevo Mundo, informaciones de las cuales obviamente carecía el monarca. En este sentido de reorientación se creó, por ejemplo, en 1571 (Esteve Barba 1992, 112) el oficio del primer cosmógrafo y cronista de Indias con Juan López de Velasco, antiguo secretario de Juan de Ovando. 5 En los años 1569, 1571 y 1573 se llevaron a cabo las relaciones geográficas, un sondeo de información (cf. Parker 1998,63s.). Cabe resaltar que esta medida fue ya introducida mucho tiempo antes en los territorios italianos, en 1559, y en la propia España (cf. ibíd., 59). Bajo la regencia de Ovando en el Consejo de Indias (1571-1575) el rey hizo enviar varios botánicos, zoólogos y cosmógrafos para conseguir informaciones sobre el Nuevo Mundo, de las cuales él parecía carecer. Los conocimientos científicos eran imprescindibles para reinar los territorios ultramarinos. El año de 1573 marcó un gran proyecto de legislación: la gran compilación de leyes "Ordenanza de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias". En 1580 Felipe heredó junto con Portugal otro imperio. Al entrar en Lisboa el rey prudente fue saludado por diversas alegorías. En una de las presentaciones se habló de la unificación del mundo, un globo que en la época de sus abuelos Fernando y Manuel de Portugal fue dividido en dos partes - d e acuerdo con las líneas divisorias. Al mismo tiempo (1583), Felipe II hizo acuñar una moneda en la

5 Cf. Schäfer 1935-1947,1:118. Erróneamente denominé en mi libro (Schmidt 2001a, 428) a Juan de Ovando como primer cronista de Indias. Pero esta posición fue ocupada por Juan López de Velasco, el secretario de Ovando. Respecto a Ovando y López de Velasco véanse Parker 1998, 63s.; Esteve Barba 1992. 126ss.

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que el rey prudente se denominó "Hisp[aniae] et Novi Orbis Rex" (Checa Cremades 1993, 27 ls. y 486). 6 La unión personal con Portugal estimuló aún más la propaganda y representación del monarca español, hecho que se refleja en una titulación un tanto más exacta: Yo don Phelipe, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Hierusalem, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de G a l i ^ a , de Mallorca, de Sevilla, de Cerdefia, de Córdoba, de Córcega, de Murgia, de Jaén, de los Algarves, de Gibraltar, de las Islas de Canarias, de las Indias Orientales y Ofidentales, Islas y Tierra Firme del Mar 0 ? e a n o , archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Bravante, de Milán, conde de Habsbourg, de Flandes, de Tirol, de Bargelona, señor de Vizcaya de de Molina etc. (Fernández Alvarez 1982, 1). El título de Emperador nunca fue empleado oficialmente por la Corona española, s¡ bien Hernán Cortes y muchos otros lo habían sugerido muy tempranamente. En el siglo XVII Felipe III y Felipe IV fueron designados como "emperadores de Indias", pero tan sólo en libros y en frontispicios (cf. Schmidt 2001a, 432). Al entrar en Lisboa en 1619 Felipe III fue saludado con un arco triunfal que llevaba la inscripción: "CATOLICO HISPANIARUM M O N A R C H A E , AMPLISSIMO N O V I ORBIS IMPERATORI" (Verter 1962, 219). Indudablemente, la historiografía prestó atención a esta concentración de actividades de Felipe II relacionadas con América. Pero hasta la fecha apenas se ha tenido en consideración el hecho de que esta serie de medidas con el paso de los años concordó y se desencadenó acompañada de una nueva orientación de la propia corte respecto al Nuevo Mundo. Las causas de este cambio de ideario político no podían ser tan sólo económicas, ya que las remesas de plata no aumentaron de manera espectacular hasta en los años ochenta del siglo XVI, siendo por lo tanto posteriores a la apertura iconográfica. Toda esta serie de medidas americanistas de Felipe II revelan su verdadero significado tan sólo cuando se tienen en cuenta los sucesos ocurridos en Europa a partir de los años cincuenta del siglo XVI y el afán de buscar un nuevo programa iconográfico en el que el Nuevo Mundo juega su debido papel.

'' N o me fue posible averiguar las fechas a partir de las cuales Felipe 11 m a n d ó acuñar m o n e d a s c o m o R e x Hispaniarum et Indiarium. Consulté las obras de Cayón/Castán ( 1 9 7 6 ) y C a y ó n ( 1 9 9 8 ) , pero la calidad de las reproducciones no siempre permite una lectura fácil.

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El General en su laberinto ¿un ataque a la historia patria?

Hans-Joachim Kónig 1 La problemática Muchos colombianos se indignaron cuando en el año 1989 salió a la luz el nuevo libro de Gabriel García Márquez, El General en su laberinto. Recién publicado el libro, debido a un lenguaje a veces grosero, a supuestas inexactitudes del proceso histórico y al supuesto desmontaje del héroe Bolívar, no sólo provocó una gran polémica sino que también suscitó una nueva disputa entre los admiradores del venezolano Simón Bolívar y del colombiano Francisco de Paula Santander, el otro héroe nacional de Colombia, ambos importantes proceres de la independencia de Colombia (cf. Kalmanovitz 1989; Rincón 1994, 84ss.). Fueron sobre todo los miembros de la Academia Colombiana de Historia los que protestaron, hombres que según la definición de uno de sus miembros se caracterizaron a sí mismos como "los caballeros andantes del patriotismo" (Kónig 1991, 148). Uno de ellos era el conocido historiador Germán Arciniegas, quien un año antes había publicado un libro sobre Bolívar, Bolívar, de San Jacinto a Santa Marta. Juventud y muerte del Libertador (1988). En un artículo del periódico El Tiempo del 27 de marzo de 1989, Arciniegas reprocha a García Márquez haber formulado por un lado unas reservas parciales en contra del neogranadino (colombiano) Santander, un defensor de la democracia y promotor de escuelas públicas y universidades, y por el otro lado elogios injustificables en pro del venezolano Bolívar, un dictador y militar cuya salida en 1830 se vio con algo de alivio porque significaba "la esperanza de regreso a la democracia". Arciniegas calificó el libro de García Márquez de literatura vengativa, de un intento de escribir otra historia a la venezolana: Otra cosa es pensar que este adiós granadino, respetuoso y melancólico, pueda considerarse merecedor de la literatura vengativa que anuncia García Márquez con la amenaza de una nueva Academia de Historia, academia suya para que se haga otra historia de Colombia, a la venezolana. [,..]En 1830, que es el año crucial, hay que poner en la balanza el libro de Santander en un platillo y en el otro el caballo del llanero. Claro que para García Márquez lo que pesa es el caballo. Yo, como cachaco, pienso lo contrario. Pero esto ya es cuestión de temperamento, y nada más (Arciniegas 1994, 435). En otro artículo de El Tiempo del 30 de marzo de 1989, Arciniegas reprocha a García Márquez haber suprimido la última proclama de Bolívar a los colombianos

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en la cual los exhortaba a guardar la unión, y hacerle decir una palabrota en su última frase: De la misma manera García Márquez suprime la última proclama que comienza con la palabra clave de su vida pública, que él elude: colombianos, y la campanada de orden: el llamado a la unión. Para el caso de la novela, tenía que ser de esta manera: "¡Carajos! ¡Como voy a salir de este laberinto!" Y lo estiró en la cama (ibíd., 438). De hecho, en una entrevista publicada en la revista Semana del 20 de marzo de 1989, el misma García Márquez había admitido: "La única debilidad que me reconozco es que es un libro vengativo contra los que le hicieren a Bolívar lo que le hicieron." A lo largo de este artículo nos enteraremos de que con estas palabras García Márquez se refiere no sólo a la manera en que los colombianos de aquel entonces, o mejor dicho, los cachacos andinos se comportaron en contra del venezolano y caribeño, sino también a la manera en que los historiadores colombianos y venezolanos, o la posteridad en General hicieron a Bolívar un héroe y un símbolo nacional de marmol y bronce, una figura monolítica y ejemplar, olvidando que también era una persona de carne y hueso, un hombre con contradicciones y miserias. Veremos que García Márquez en esta novela trata también la historia actual de su país y de América; que recrea en este texto su polémica relación con la historia de Colombia ya contada mediante figuras ficticias y dictadores ficticios en otras obras, como Cien años de soledad (1967) o El otoño del patriarca (1975) (cf. Alfaro 1979), y que por fin ajusta cuentas con la antigua ciudad virreinal, la ciudad taciturna y cubierta de brumas, la ciudad formalista y conservadora, cuyas ínfulas siempre lastimaron al costeño pobre que fue García Márquez cuando joven (cf. García Márquez 1996 y 2002). Para poder contestar a la pregunta principal de mi artículo, lo he dividido en cuatro párrafos: en el primer capítulo voy a caracterizar la historiografía colombiana y su manera de instrumentalizar la historia patria con el fin de formar y fomentar una conciencia nacional. Después esbozaré las diferencias entre historiografía y novela histórica, es decir describiré la manera diferente de mirar el pasado, y al mismo tiempo resumiré el contenido de la novela y el enfoque de García Márquez. En la tercera parte expondré qué imagen de Bolívar expone García Márquez y cómo describe el fin de una vida y de una idea. En la cuarta parte me interesa cuestionar la intención de García Márquez, es decir analizar de qué manera relaciona el autor el pasado, aquí el fracaso de una vida y de una idea, con el presente. Con todo esto quisiera demostrar en qué sentido García Márquez ha atacado la historia patria y decir algo sobre la relación entre historiografía y la (nueva) novela histórica, relación que siempre ha interesado a Karl Kohut.

II. 1: Estatua de Bolívar, del escultor italiano Pietro Tenerani. Grabado de Rodríguez

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2 La historiografía colombiana. Historia afirmativa y no crítica Igual que en otras partes del mundo, también las élites dirigentes de Colombia han reconocido el papel que desempeña la Historia, para lograr la estabilidad en la sociedad. Desde la formación de su estado hasta hoy en día han instrumentalizado la Historia, la conmemoración del pasado, en el proceso de la consolidación social y en la formación de una identidad nacional. Hasta hace unas décadas, las élites políticas, los historiadores oficiales -sobre todo los de la Academia de Historia- entendían la Historia como un conjunto de ejemplos heroicos a los que había que seguir (cf. Colmenares 1987; König 1994b). La Historia nacional o patria se convirtió en una Historia oficial, y sus representantes se ocupaban sobre todo de los problemas del poder estatal y los asuntos gubernamentales. Para decir la verdad, a parte de los miembros de la historiografía oficial o tradicional, a los académicos no les interesaba convertir en realidad el principio de que el análisis del pasado necesita un enfoque amplio. Por el contrario, el tratamiento que el pasado recibe en sus trabajos, como resultado del énfasis que ponen en el estudio de los grandes personajes de la historia, no representa más que un sólo aspecto del pasado: es decir la historia de las élites políticas y económicas. Estas podían ver en la historiografía tradicional la apología de sus antepasados y su propia vida social a partir de la independencia. Sin duda, la concepción histórica de estos autores está estrechamente relacionada con su situación social como miembros de la clase alta. La presentación personalista, heroica y moralizante de lahistoria lleva implícitamente una concepción elitistay paternalista de la sociedad, según la cual el liderazgo político sólo puede ser ejercido por aquéllos que ya pertenecen a la élite. Cuando a partir de los años setenta y ochenta del pasado siglo hubo una difusión más amplia de interpretaciones socioeconómicas de la historia patria y se cambiaron los textos escolares, estas modificaciones fueron rechazadas por parte de la historiografía oficial. En 1979, Roberto María Tisnés, miembro de la AcademiaColombianade Historia, calificó de marxistas y "no patrióticas" aquellas interpretaciones que abogaban por un enfoque socioeconómico de la historia (cf. Tisnés 1979,534). Con palabras parecidas criticaron varios académicos el manual Nuestra historia de Rodolfo Ramón de Roux, publicado a finales de 1984, acusándolo de apoyar el comunismo por el hecho de describir la historia de Colombia con todos sus conflictos y contradicciones. Germán Arciniegas, el entonces presidente de la Academia Colombiana de Historia, escribió en 1985 en El Tiempo unas columnas polémicas. En el artículo "Historia a patadas" (31 de octubre) sostenía de que se trataba de una "demolición de la historia en beneficio de los que sabemos", y en otro artículo "La gallina Nicaragua" (14 de noviembre) acusó al manual de ridiculizar los héroes nacionales y los logros de la vida republicana. La controversia, los pros y los contras, duraron más de tres años, y la crítica radical llegó a su apogeo, cuando en 1989, otro académico emitió su opinión de que los manuales incriminados dejarían

47 [...] muy mal a España, y a sus hijos más directos, los criollos, en favor de mulatos e indios. [...] se inculca odio a los proceres, a los españoles, a los criollos y se exalta la fuerza aún por explotar (el imperio por venir) de los indios, negros y mulatos (cit. en Colmenares 1991, 133). Al hacer una presentación moralizante del p a s a d o - l o que tuvo repercusiones en las guías curriculares y en los libros de texto-, la historiografía oficial y la enseñanza de la historia propugnaban una visión ingenua de la historia (cf. König 1995). A esta historiografía, por su mirada precientífica del pasado, se la puede caracterizar como tradicional. Sin duda, una historiografía tan parcial servía poco para que la población comprendiera, a través de ella, los problemas relativos a su desarrollo como sociedad. Por el contrario, tanto el patriotismo como la glorificación de los símbolos nacionales y de los héroes, servían para distraer a la población de los problemas existentes en la sociedad, la economía y la política y para canalizar las aspiraciones de los diversos sectores sociales en el proyecto político formulado por la clase dominante. Eran instrumentos útiles para inducir a la gente a aceptar el orden político y social de sociedades desintegradas, en vez de reflejarlo críticamente. Por supuesto, tampoco servían para explicar las condiciones históricas a que está sometida una sociedad así caracterizada, ni para presentar las sociedades como entidades abiertas al cambio. La historiografía tradicional no intentaba fomentar la autonomía individual y su lealtad frente al Estado como acción consciente, sino más bien generar una aceptación pasiva de la nacionalidad y el sometimiento a la autoridad pública. Este tipo de patriotismo, la alabanza de la clase alta o de los héroes del pasado no podía impulsar a las masas a desarrollar actividades por el bien de la sociedad. El hombre común que escucha continua e invariablemente las hazañas de los héroes de la nación, y que se da cuenta de que estos pocos fueron y siguen siendo los que adoptan las decisiones importantes, ¿acaso no es normal que tienda a subestimar sus propias posibilidades y las de los muchos conciudadanos? El historiador venezolano Germán Carrera Damas señala que precisamente el tradicional culto a Bolívar como paradigma resulta contraproducente para desarrollar la creatividad política en Venezuela (cf. Carrera Damas 1975, 129; 1987,212ss.). La historiografía oficial, en vez de explicar o ilustrar los antecedentes de los problemas contemporáneos, impide tal analisis. Sólo a partir los años setenta y ochenta del siglo pasado es cuando se puede notar un cambio en la concepción de la Historia y en el enfoque de la enseñanza, cambio que sustituye la glorificación del pasado por el tratamiento de problemas más estructurales de la historia. Es significativo que este nuevo enfoque se llame N u e v a Historia y que surja al mismo tiempo que la nueva novela histórica.

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3 Historiografía y novela histórica. La manera diferente de mirar el pasado La novela El General en su laberinto nos demuestra que los académicos colombianos han confundido una obra maestra de la literatura con un discurso histórico, tal vez con el discurso inaugural de un académico al entrar en la Academia. Motivo para esta confusión es el tratamiento de un personaje de la historia colombiana. Mientras que en sus otras novelas García Márquez presenta a personajes que son "transposiciones poéticas de la realidad" (González Bermejo 1970, 170; cf. Janik 2003, 89s.), esto es que son una reconstrucción de toda la experiencia histórica de un continente, en El General en su laberinto hace uso de un personaje histórico concreto, Simón Bolívar, nacido el 24 de julio de 1783 en Caracas y fallecido a los 47 años el 17 de diciembre de 1830. Fue libertador de cinco naciones latinoamericanas, fundador de la Gran Colombia y presidente de esta república. ¿Ahora bien cuáles son las diferencias entre Historia y novela histórica? Tanto la Historia como la novela histórica informan sobre acontecimientos del pasado. Tanto la Historia como la literatura se basan en la imaginación. Pero la imaginación histórica no es imaginación literaria. La imaginación histórica consiste en la capacidad de plantearse problemas peculiares de esa disciplina y de construir modelos hipotéticos que orienten en el hallazgo de ciertas conexiones entre las partes de un tejido social. El historiador reconstruye una realidad de la que las fuentes dan cuenta sólo parcialmente. La riqueza de su construcción depende tanto de la complejidad y la precisión de sus modelos hipotéticos como de las posibilidades de su verificación. Ninguna narración de la historia, ninguna representación del pasado puede reproducir el pasado en su totalidad. Esto tiene que ver con el material, que es la base de toda investigación y narración histórica y sobre el cual el historiador fundamenta su argumentación. Los testimonios de las acciones y pensamientos humanos, los restos y huellas del pasado que testimonian fragmentariamente la realidad de ese pasado se convierten en "fuentes" del conocimiento histórico a través de las preguntas del historiador en relación con la información potencialmente contenida en los textos. Estos textos que informan sobre las acciones del hombre, no se expresan unívocamente y son a su vez la expresión de percepciones específicas. Los mismos documentos son construcciones lingüísticas y, por lo tanto, no más que meras imágenes de la realidad, representaciones más o menos verdaderas. El historiador analiza las decisiones de ciertos actores no sólo en base a la naturaleza biográfica y física de estos actores; sino que las investiga en el contexto histórico, es decir, dentro de las posibilidades dadas o limitadas por las situaciones sociales y naturales. Debe escoger, diferenciar entre lo importante y menos importante, determinar causas y efectos. El historiador también "narra" su historia, pero no puede proceder arbitrariamente, sino que debe someterse a la veracidad científica, métodicamente obtenida y revisada de los hechos que a partir de este momento pueden ser interpretados. Así, no hay una interpretación y percepción del pasado común a todos o una concepción "conveniente" o verdadera sino que

49 siempre abundan distintas explicaciones de los hechos pasados. Hay varias lecturas o escrituras de lo histórico, pero siempre basadas en los testimonios del pasado. Comparada con este acto controlado, la magia de la literatura consiste en un acto de creación pura que sólo reposa en el lenguaje. "El texto de ficción literaria se debe a la invención, al embaucamiento, y su ley consiste en tramar al lector de modo que le haga creer como cierto lo que apenas es producto de su imaginación" (Cruz Kronfly 1994, 68). El novelista no tiene porqué apoyarse, como el historiador, en fuentes, sino que es perfectamente libre de construir un mundo cuya realidad y cuya coherencia no dependen de su habilidad para copiar el mundo externo sino de ciertas convenciones básicas de su oficio. Al novelista y al poeta les basta la materialidad de las palabras y no tienen porqué recibir una caución de lo real. Precisamente la novela £7 General en su laberinto nos muestra claramente las diferencias. Al final de la novela, en las Gratitudes 1 , García Márquez revela que él también se basó en fuentes. De la misma manera que un historiador profesional indica el material que le sirvió para su interpretación. Sin duda alguna, García Márquez se familiarizó con la historia de la independencia a principios del siglo XIX y de uno de sus más importantes protagonistas: Durante dos años largos me fui hundiendo en las arenas movedizas de una documentación torrencial, contradictoria y muchas veces incierta, desde los treinta y cuatro tomos de Daniel Florencio O'Leary hasta los recortes de periódicos menos pensados (272). Además discutió con historiadores sobre la época de la emancipación, pero no con historiadores oficiales de la Academia. Sin embargo, y a pesar de fechas y conexiones correctas, García Márquez no escribe una historia sobre Bolívar, ni una biografía ejemplar. Para comprobar que El General en su laberinto es un texto de ficción remito al ensayo de Carlos Rincón (1994). En su novela, cuya trama tomó del cuento "El último rostro" (1978) de Alvaro Mutis, García Márquez cuenta los últimos meses de un hombre muy enfermo, de un General que ha luchado más de veinte años por la independencia de cinco repúblicas -Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú y Bolivia-, de un ex presidente, que si bien renuncia a la presidencia de la Gran Colombia, en el fondo quiere ser implorado para seguir en el cargo, ya que es un hombre obsesionado por el poder. García Márquez narra los últimos días y reflexiones de un hombre que antes de morir hace el balance de su vida: medita sobre el poder y la política y se da cuenta de que fracasó en su lucha por construir un estado colombiano unificado e incluso una Iberoamérica unida y fuerte. En cierto sentido, García Márquez cuenta reflexiones que son de validez universal e intemporal: el enfrentamiento de

1 García Márquez 1989, 271ss. Si no indicado de otra manera, las citas se refieren a esta edición.

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un héroe de novela con la inminencia de su muerte. Es muy significativo que Bolívar sea simplemente "el general". Sólo una vez, utiliza García Márquez el nombre completo del protagonista. Al final de la "primera parte" o de la "introducción" de la novela, que en cierto sentido resume los antecedentes de la trama de la novela, describe que se trata de un último viaje y presenta a su protagonista: Era el fin. El general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se iba para siempre. Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme hasta la semana anterior, pero a la hora de irse no se llevaba ni siquiera el consuelo de que se lo creyeran. El único que tuvo bastante lucidez para saber que en realidad se iba, y para dónde se iba, fue el diplomático inglés que escribió en un informe oficial a su gobierno: "El tiempo que le queda le alcanzará a duras penas para llegar a la tumba" (44). García Márquez no escribe la vida entera de Bolívar, sino un pasaje de ella, el final, los poco más de ocho meses de peregrinaje, del 8 de mayo de 1830 cuando Bolívar salió de Bogotá, por Guaduas y por los pueblos ribereños del Magdalena, Honda, Mompós, via Cartagena y Santa Marta hasta la Hacienda San Pedro Alejandrino, donde murió el 17 de diciembre de 1830. Bolívar tuvo que salir de Bogotá, la capital de Gran Colombia porque, debido a su política anterior, las élites políticas de Ecuador, Nueva Granada y Venezuela ya no querían tolerarle más. Poco tiempo antes, en agosto del año 1828, Bolívar había erigido una dictadura temporal, por la cual quedó eliminado de la vicepresidencia de la Gran Colombia su antiguo rival, el neogranadino Francisco de Paula Santander. Los separatistas de las tres partes de la nación artificial, que era la construcción de la Gran Colombia de 1819, consideraban a Bolívar el único obstáculo que podía impedir la disolución definitiva de la Gran Colombia y así poner en peligro los intereses regionales o particulares. Los esfuerzos por movilizar a los habitantes y crear una solidaridad entre las diferentes partes no surtieron efecto. Las élites políticas de la Nueva Granada, de Venezuela y del Ecuador se habían unido por la necesidad de poder hacer frente a la amenaza común externa, la reconquista española. Pero cuando la amenaza externa desapareció, las rivalidades regionales originarias resurgieron en forma de nacionalismos a nivel menor (cf. Konig 1994a). Además, parecía que debido a la mala salud de Bolívar, ya que padecía de tisis, éste no podía hacer frente a las cargas de la presidencia.

II. 2: El vapor Simón Bolívar en el Magdalena. Viaje de Edouard André (1875-1876). Dibujo de Riou

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García Márquez eligió este pasaje de la vida de Bolívar conscientemente, pues esos meses hacen coincidir el ocaso de la actuación política con la decadencia física de un cuerpo enfermo. Además, como dice en el epílogo, esa parte de la vida de Bolívar es la menos documentada, "sólo escribió entonces tres o cuatro cartas [...] y ninguno de sus acompañantes dejó memoria escrita de aquellos catorce días desventurados" (27ls.). Así que García Márquez tenía campo libre para su imaginación. Y muy hábilmente aplica la conocida asociación metafórica entre el viaje por el río y el viaje por el tiempo hacia la muerte. En total, describe un viaje en tres niveles: un viaje al pasado a través de los recuerdos del protagonista, un viaje en paralelo sobre el río y haca la muerte (cf. 34) y un viaje del autor mismo y de la Historia hacia el presente a través de la escritura, basado en su experiencia personal con el río Magdalena, como lo describe en el epílogo: Más que las glorias del personaje me interesaban entonces el río Magdalena, que empecé a conocer de niño, viajando desde la costa caribe, donde tuve la buena suerte de nacer, hasta la ciudad de Bogotá, lejana y turbia, donde me sentí más forastero que en ninguna otra desde la primera vez. En mis años de estudiante lo recorrí once veces en sus dos sentidos, en aquellos buques de vapor que salían de los astilleros del Misisipí condenados a la nostalgia, y con una vocación mítica que ningún escritor podría resistir (271). A lo largo de ese último viaje, Bolívar recuerda tiempos anteriores y sucesos históricos. Lo hace mediante reflexiones o sueños nocturnos. También su ayudante de cámara José Palacios relata sucesos pasados, así que el lector puede aprender mucho sobre la historia de aquel entonces. Pero esa información no es la intención central de García Márquez.

4 El Bolívar de García Márquez En este viaje por el río Magdalena que es un viaje para siempre, podemos participar en las reflexiones y sueños de Bolívar, en los continuos diálogos consigo mismo. Muchos asuntos quedan misteriosos e impenetrables, como bien expresa el fiel servidor José Palacios con la frase muchas veces repetida: "Lo que mi señor piensa, sólo mi señor lo sabe" (22). Sin embargo, gracias a la imaginación del autor aprendemos cosas nuevas sobre el general, mientras durante su viaje por el río Magdalena hacia abajo, hasta ir a morir en Santa Marta. En este viaje García Márquez "desmarmoliza" el perfil romano de las estatuas de Bolívar o los retratos heroicos; baja a Bolívar de su pedestal y nos lo ofrece, reducido y por eso mismo mucho más grande en la dimensión humana de su metro sesenta y cinco (146). Surge un hombre al que la vida le ha enseñado las veleidades del poder y la inutilidad de la gloria; un Bolívar desconfiado, desilusionado, manipulador, arbitrario, rencoroso ante los agravios, estreñido de vientre, agresivo y mal perdedor en el juego de la ropilla, así como admirador de los ingleses. Un

53 Bolívar seductor, bailarín infatigable, hipersensible a los olores, idealista y exaltado, dado a supersticiones, con una debilidad por la medicina popular y los platillos de la región, y muy quisquilloso ante las opiniones ajenas; convencido, además de que en Colombia nadie lo quería y de que en Caracas ya nadie lo obedecía. El Bolívar de García Márquez, plasmado con todas sus contradicciones y miserias, es un común mortal, una creíble figura humana con angustias, ya debilitada por la cercanía de la muerte, un personaje que para que olvide su realidad y su estado físico se burla de sí mismo, como lo muestra la anécdota de un perro abandonado que Bolívar recogió en el camino y que no tenía nombre: Nadie volvió a acordarse del perro que habían recogido en la vereda, y que andaba por ahí, restableciéndose de sus mataduras, hasta que el ordenanza encargado de la comida cayó en la cuenta de que no tenía nombre. Lo habían bañado con ácido fénico, lo perfumaron con polvos de recién nacido, pero ni aún así consiguieron aliviarle la catadura perdularia y la peste de sarna. El general estaba tomando el fresco en la proa cuando Jóse Palacios se lo llevó a rastras. "Que nombre le ponemos", le preguntó. El general no lo pensó siquiera. "Bolívar", dijo (107). García Márquez le hace hablar a Bolívar en un lenguaje irónico, tejido con expresiones populares, lo que le facilita soportar una realidad política y social que no le permite entrever salidas más dignas a su condición de vida. Podemos notar un nuevo discurso que se presta a Bolívar, una nueva manera de hacerlo hablar y evaluar el resultado de su obra. Es tal vez este lenguaje irónico lo que los académicos no entendieron: cuando el general Carreño quería convencer a Bolívar de que era oportuno ponerse al frente de un movimiento armado a favor de la integridad y de la patria Venezuela, García Márquez pone en boca de Bolívar: N o seas pendejo", dijo el general, "Para nosotros la patria es América, y toda está igual: sin remedio (172). Hay otros ejemplos que ironizan e incluso ridiculizan algunas lo de las palabras mas sagradas de aquel entonces, es decir, las nociones patria y libertad. En una noche de insomnio, José Palacios escucha gritar a Bolívar: "¡Puta patria"! (198). Este sí que es un lenguaje diferente al de la última proclama a los colombianos, del 10 de diciembre de 1830, la que se menciona en los libros de texto y en el artículo de Arciniegas en contra de García Márquez: "¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro" (Arciniegas 1994, 438). También se ironiza el ideal de la independencia, es decir, la libertad, en el contexto de la unidad continental. En una conversación con el mariscal Sucre, en la víspera de la instauración del nuevo Congreso Constituyente que debía elegir al Presidente

II. 3: Bolívar enfermo. Carboncillo sobre papel, hecho por el colombiano José María Espinosa, en torno a mayo de 1830

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de la República y aprobar una nueva Constitución, Bolívar hace un relato detallado de la situación política del país y los dos comentan el comportamiento de los políticos y de los generales que lucharon por la independencia: "En suma", concluyó el general, "todo lo que hemos hecho con las manos y lo están desbaratando los otros con los pies." "Es una burla del destino, dijo el mariscal Sucre. "Tal parece como si hubiéramos sembrado tan hondo el ideal de independencia, que estos pueblos están tratando ahora de independizarse los unos de los otros." El general reaccionó con una gran vivacidad. "No repita las canalladas del enemigo", dijo, "aun si son tan certeras como esa" (26). Esta conclusión de Bolívar es, de alguna manera, la interpretación que el narrador, es decir García Márquez, propone a sus lectores. Una nueva lectura de la Historia que quiere hacer evidente la situación de una sociedad manipulada y dividida por intereses individuales y egoístas.

5 El fracaso político de Bolívar y la actualidad Por algunos pasajes del texto sabemos ya que García Márquez no sólo se interesa por el fracaso físico y político de Bolívar, sino que también quiere subrayar la continuidad de este fracaso, es decir la no-realización de los fines del proceso emancipador ni en aquel entonces, ni en el presente en que vive el mismo. Y tiene razón: las antiguas colonias sí que consiguieron cierta soberanía política, pero los nuevos Estados soberanos no lograron realizar reformas sociales. García Márquez y Bolívar hacen responsables de la no-realización a los intereses particulares de regiones y grupos individuales. En el caso de Colombia, lo imputan a los bogotanos de la ciudad fría, taciturna y cubierta de brumas donde García Márquez y Bolívar se sentían forasteros, así como a los criollos andinos, los cacachos, viciosos en el hablar y cómplices de Santander, quien nunca pudo asimilar la idea de la unidad continental y obró en contra de la integración (125,150, 194). Aquí se perciben las viejas fobias del caribeño contra los cachacos bogotanos, contra la predominación de lo andino, de la cual habla García Márquez en muchas de sus obras y nuevamente en su autobiografía: cuando García Márquez menciona la pérdida de Panamá en 1903 se atreve a decir que sin esa amputación forzosa Colombia hubiera seguido siendo un país caribeño y hubiera evolucionada más favorable que bajo la prevalencia de lo andino. Colombia fue desde siempre un país de identidad caribe abierto al mundo por el cordón umbilical de Panamá. La amputación forzosa nos condenó a ser lo que hoy somos: un país de mentalidad andina con las condiciones propicias para que el canal entre los dos océanos no fuera nuestro sino de los Estados Unidos (García Márquez 2002, 538).

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García Márquez se equivoca, me parece a mí, cuando Ies echa la culpa a ciertas personas por la fragmentación de América pues en el momento de la independencia no existía una unidad u homogeneidad. Al contrario, el espacio del antiguo imperio español tenía distintas estructuras administrativas, sociales y econó micas, así como diferentes condiciones y medios geográficos naturales; además había grandes contrastes en la densidad de la población, y los grupos y mezclas de sus habitantes eran muy variados. No había una identidad nacional y mucho menos una identidad supraregional, pero sí identificaciones con espacios más pequeños, las patrias chicas. Y justamente esta disputa caribe-cachaco de GarcíaMárquez/Bolívar muestra la fortaleza de las identidades regionales frente a la debilidad de una identidad nacional o supranacional. Cuando García Márquez valora el fracaso pólitico de Bolívar respecto de una América unida y fuerte como gran oportunidad perdida, pasa por alto la situación histórica de aquel entonces. Tiene razón en el sentido de que el sueño, el proyecto político no realizado de la integración es la gran obra y el legado de Bolívar porque con la integración política y económica los países de América Latina tendrían más fuerza para enfrentarse a la preponderancia de los Estados Unidos y de Europa. García Márquez, como activista político del presente, denuncia las condiciones internacionales que influyen en el proceso histórico de los Estados latinoamericanos: la política exterior de los Estados Unidos, es decir su imperialismo, y la incomprensión europea, es decir la autovaloración de Europa como modelo, ya mencionada en 1982, en el discurso con motivo de la concesión del premio Nobel. Por poco uno tiene la impresión de que el protagonista de la novela habla en lugar de García Márquez, activista político de la actualidad y simpatizante de Fidel Castro. Esas fobias se notan claramente en aquellos pasajes del texto en que García Márquez le hace rechazar a Bolívar la incomprensión europea acerca de la otredad latinoamericana y la política exterior norteamericana y denunciarlas como obstáculos responsables porque en América Latina no hay un desarrollo independiente. En una escena, en la que durante un almuerzo, un francés que había asistido a este evento menciona la inestabilidad política causada por las guerras civiles, Bolívar relativiza este reproche evocando las matanzas horrorosas de la historia europea: Hoy, en circunstancias iguales, no me temblaría la voz parar volver a darla [la orden de ejecutar a ochocientos prisioneros españoles], y los europeos no tendrían autoridad moral para reprochármelo, pues si una historia está anegada de sangre, de indignidades, de injusticias, ésa es la historia de Europa. [...] El general evocó las matanzas horrorosas de la historia europea. La Noche de San Bartolomé el número de muertos pasó de dos mil en diez horas. El esplendor del Renacimiento doce mil mercenarios a sueldo de los ejercitos imperiales saquearon y devastaron a Roma y pasaron su cuchillo a ocho mil de sus habitantes. Y la apoteosis: Ivan

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IV, el zar de todas las Rusias, bien llamado El Terrible, exterminó a toda la población de las ciudades intermedias entre Moscú y Novgorod, y en ésta hizo masacrar en un sólo asalto a sus veinte mil habitantes, por la simple sospecha de que había una conjura contra él. "Así que no nos hagan más el favor de decirnos lo que debemos hacer", concluyó. "No traten de enseñarnos cómo debemos ser, no traten de que seamos iguales a ustedes, no pretendan que hagamos bien en veinte años lo que ustedes han hecho tan mal en dos mil". Cruzó los cubiertos sobre el plato, y por primera vez fijó en el francés sus ojos en llamas: "¡Por favor, carajos, déjennos hacer tranquilos nuestra Edad Media!" (131 s.) La política hegemónica y monopolista de los Estados Unidos está descrita de una manera muy sutil: en el viaje por el río Magdalena, el grupo de Bolívar se cruza con uno de los nuevos buques a vapor. El encuentro da la posibilidad de narrar los principios de la navegación a vapor y los esfuerzos del comodoro alemán Juan B. Elbers por conseguir un privilegio exclusivo que el general Santander se lo concedió sin condiciones cuando estaba a cargo de la presidencia. Bolívar estaba en contra de la concesión de privilegios. Por eso nos cuenta García Márquez: Dos años después, investido con poderes absolutos por el congreso nacional, el general desbarató el acuerdo con una de sus frases proféticas: "Si les dejamos el monopolio a los alemanes terminarán traspasándolo a los Estados Unidos" (91 s.). Y en otra escena le advierte a su edecán de México, José Iturbide, que no va ya a irse jamás a los EE. UU.: Ni tampoco se vaya con su familia para los Estados Unidos, que son omnipotentes y terribles, y con el cuento de la libertad terminarán por plagarnos a todos de miserias (227). García Márquez cita aquí casi textualmente el pasaje de una carta que Bolívar le escribió al Encargado de Negocios inglés, el coronel Patricio Campbel, el 5 de agosto de 1829: "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar a América de miserias a nombre de la libertad".

6 A manera de conclusión En su novela sobre la figura histórica de Bolívar García Márquez trata una temática universal e intemporal, pero al mismo tiempo ofrece, mediante un lenguaje a veces grosero y la desacralización o humanización del héroe Bolívar, una nueva lectura de la historia patria, una nueva lectura de la Historia que tiende a hacer evidente la

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situación de una sociedad manipulada y dividida por intereses individuales y egoístas. Es una manera de recordar a los lectores latino americanos contemporáneos que esta situación sigue aún la misma, que no ha evolucionado desde la independencia. En este sentido, la novela histórica El general en su laberinto, escrita con empatia y parcial inclinación en pro de lo caribeño, ha sido un ataque a la historia patria calificada de inventario de héroes e instrumento de patriotismo, a pesar de que no desmitificó una de las personas más importantes de los "mitos fundadores" de la historia de América Latina. Con su creación literaria García Márquez proporcionó una versión de la figura mítica de Bolívar posiblemente más cercana a la realidad. No me parece casual que la publicación de este libro fuera acompañada del surgimiento de la Nueva Historia en Colombia, es decir de una nueva concepción de las funciones de la Historia. Una novela histórica tal como es la del general en su laberinto no debe y no puede reemplazar una historia crítica y bien documentada, porque no tiene en cuenta las circunstancias de la época y las posibilidades históricas a las que los actores de aquel entonces tenían que enfrentarse. Pero sirve para representar algo como un contradiscurso contra la versión oficial afirmadora de la historiografía y las mitificaciones históricas. Abre a los lectores un acceso nuevo al pasado, expone rasgos de una realidad que el historiador, ante el peso de su material y su ciencia, no podrá atreverse a formular pero que sin embargo suministran una imagen más completa del pasado. Mis actividades de investigación y enseñanza me han hecho reconocer que la historiografía crítica y la (nueva) novela histórica en América Latina se complementan recíprocamente. Karl Kohut, por sus trabajos y congresos, ha promovido el acercamiento de la historiografía y la literatura, y éste ha sido y es uno de sus grandes méritos.

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Ilustraciones II. 1: Estatua de Bolívar, del escultor italiano Pietro Tenerani. Grabado de Rodríguez de la estatua de Bolívar, inaugurada en la Plaza Mayor de Bogotá, 20 de julio de 1846.En \ Papel Periódico Ilustrado. 1881-1887. Grabados. 1968.Bogotá: Banco de la República, 41. II. 2: El vapor Simón Bolívar en el Magdalena. Viaje de Edouard André (18751876), dibujo de Riou. En: Geografía pintoresca de Colombia. La Nueva Grana da vista por dos viajeros franceses di siglo XIX. 1968. Bogotá: Litografía Arco, 88. II. 3: Bolívar enfermo. Carboncillo sobre papel, hecho por el colombiano José María Espinosa, en torno a mayo de 1830. En: Memorias de un abanderado. Recuerdos de la Patria Boba, 1810-1819. 1969. Ed. de José María Espinosa. Bogotá: Banco Cafetero, 121.

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Historias en la historia La pluralidad de la Historia en la literatura latinoamericana

Michael Roessner 1 ¿Una o varías historias universales? El castellano -como el alemán- tiene el problemático privilegio de no distinguir entre lo que en inglés se llama story (historia-cuento, narración, o anécdota personal) y lo que en la lengua de Shakespeare y de George W. Bush se llama history (es decir, la historia como secuencia de hechos relacionados entre sí, historia regional, nacional o más o menos universal, objeto de investigaciones científicas y de la presentación historiográfica): ambos conceptos se denominan "historia" (o Geschichte en alemán). La primera, al ser materia de la literatura-o de los chismeses de poca confianza en cuanto a su veracidad, puede variar y a lo mejor nos divierte o nos emociona; la segunda, aunque tal vez nunca enteramente conocida en sus detalles, es una sola, única, verdadera, invariable. Para distinguirlas en castellano, utilizaré en los párrafos que siguen la mayúscula para la segunda, dejando la historia con "h" minúscula para las historias que nos contamos o que nos cuentan los escritores. Sin embargo, después de varios simposios con los teóricos de Eichstätt que trataron sobre la novela histórica o de historia y literatura1 me pregunto si la nodistinción del castellano y del alemán no son fruto de una sabiduría profunda que anticipa larelativización de la Historia única, universal, indivisible e inalterable que tuvo lugar a finales del siglo XX y que podría ayudarnos a entender mejor incluso los textos literarios relacionados con esta Historia (relativizada). Hay un cuento de Borges en el que se tematiza la inseguridad no sólo del autor acerca de la historia (con minúscula), sino la del hombre frente a la Historia (con mayúscula). Se trata del cuento "La otra muerte", en el que Borges cuenta no tanto la historia del protagonista, un oscuro personaje llamado Pedro Damián, sino más bien la propia como "investigador" que trata de averiguar la historia personal de este protagonista y llega -como es desde entonces obligatorio en un cuento fantásticoa un punto en el que se pone a prueba nuestra fe en la razón y en los principios del mundo en el que vivimos2: a lo largo de los meses que figuran dentro del relato, esta historia personal de Damián parece cambiar de forma radical: de un cobarde, que huyó de las balas en la batalla de Masollerdel 1904, se convierte en un héroe muerto

1 Como, por ejemplo, los coloquios de Karl Kohut sobre la novela histórica (cf. Kohut 1997); el coloquio en homenaje a Hans-Joachim König (cf. Riekenberg/Rinke/Schmidt 2001). 2 Como es de costumbre, menciono brevemente algunas obras y a "clásicas" sobre las técnicas del género fantástico: Todorov 1970; Bessiére 1974; Thomsen/Fischer 1985; Wünsch 1998; y sobre todo los ensayos del mismo Borges ("El arte narrativo y la magia"; Borges 1989b).

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desde hace más de cuarenta años, a pesar de que Borges recuerde haberlo visto con vida hace muy poco. Tal situación admite -según el autor- algunas explicaciones, no todas muy satisfactorias, pero lo llevan a una última explicación asombrosa: Esa conjetura es errónea, pero hubiera debido sugerirme la verdadera (la que hoy creo la verdadera), que a la vez es más simple y más inaudita. De un modo casi mágico la descubrí en el tratado De Omnipotentia, de Pier Damiani, a cuyo estudio me llevaron dos versos del Canto XXI del Paradiso, que plantean precisamente un problema de identidad. En el quinto capítulo de aquel tratado, Pier Damiani sostiene, contra Aristóteles y contra Fredegario de Tours, que Dios puede efectuar que no haya sido lo que alguna vez fue. Leí esas viejas discusiones teológicas y empecé a comprender la trágica historia de don Pedro Damián. La adivino así. Damián se portó como un cobarde en el campo de Masoller, y dedicó la vida a corregir esa bochornosa flaqueza. Volvió a Entre Ríos; no alzó la mano a ningún hombre, no marcó a nadie, no buscó fama de valiente, pero en los campos del ñancay se hizo duro, lidiando con el monte y la hacienda chúcara. Fue preparando, sin duda sin saberlo, el milagro. Pensó con lo más hondo: Si el destino me trae otra batalla, yo sabré merecerla. Durante cuarenta años la aguardó con oscura esperanza, y el destino al fin se la trajo, en la hora de su muerte. La trajo en forma de delirio pero ya los griegos sabían que somos las sombras de un sueño. En la agonía revivió su batalla, y se condujo como un hombre y encabezó la carga final y una bala lo acertó en pleno pecho. Así, en 1946, por obra de una larga pasión, Pedro Damián murió en la derrota de Masoller, que ocurrió entre el invierno y la primavera de 1904 (Borges 1989c, 574s.). Y una vez llegado a tal extremo (el milagro), Borges sigue con un análisis implacable: En la Suma Teológica se niega que Dios pueda hacer que lo pasado no haya sido, pero nada se dice de la intrincada concatenación de causas y efectos, que es tan vasta y tan íntima que acaso no cabría anular un solo hecho remoto, por insignificante que fuera, sin invalidar el presente. Modificar el pasado no es modificar un solo hecho; es anular sus consecuencias, que tienden a ser infinitas. Dicho sea con otras palabras; es crear dos historias universales. En la primera (digamos), Pedro Damián murió en Entre Ríos, en 1946; en la segunda, en Masoller, en 1904. Esta es laque vivimos ahora, pero la supresión de aquélla no fue inmediata y produjo las incoherencias que he referido. En el coronel Dionisio Tabares se cumplieron las diversas etapas: al principio recordó

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que Damián obró como un cobarde; luego, lo olvidó totalmente; luego, recordó su impetuosa muerte. No menos corroborativo es el caso del puestero Abaroa; éste murió, lo entiendo, porque tenía demasiadas memorias de don Pedro Damián (ibíd., 575). Esta consecuencia parece terrible: ¿concebir dos Historias (con mayúscula) paralelas? Borges nos tranquiliza aparentemente, cuando - n o sin ironía- nos hace creer que se trata meramente de una actualización de un problema teológico medieval tratado por Petrus Damianus, y además nos recuerda que él mismo no siempre ha dicho la verdad. En cuanto a mí, entiendo no recorrer un peligro análogo. He adivinado y registrado un proceso no accesible a los hombres, una suerte de escándalo de la razón; pero algunas circunstancias mitigan ese privilegio temible. Por lo pronto, no estoy seguro de haber escrito siempre la verdad. Sospecho que en mi relato hay falsos recuerdos. Sospecho que Pedro Damián (si existió) no se llamó Pedro Damián, y que yo lo recuerdo bajo ese nombre para creer algún día que su historia me fue sugerida por los argumentos de Pier Damiani. Algo parecido acontece con el poema que mencioné en el primer párrafo y que versa sobre la irrevocabilidad del pasado. Hacia 1951 creeré haber fabricado un cuento fantástico y habré historiado un hecho real; también el inocente Virgilio, hará dos mil años, creyó anunciar el nacimiento de un hombre y vaticinaba el de Dios. ¡Pobre Damián! Lamuerte lo llevó a los veinte años en una triste guerra ignorada y en una batalla casera, pero consiguió lo que anhelaba su corazón, y tardó mucho en conseguirlo, y acaso no hay mayores felicidades (Borges 1989c, 71). El tema de los eventuales límites de la omnipotencia de Dios es un tema medieval, pero en este caso es un tema medieval muy actual: si logramos movernos no sólo en los tres ejes espaciales, sino también en el temporal, creeremos automáticamente en una segunda historia mundial, ya que el solo hecho de entrar en el pasado lógicamente tiene que cambiar el entramado de causas y consecuencias. Si bien Dios no puede cambiar el pasado, nosotros tal vez podríamos hacerlo, y no sólo en los libros de ciencia-ficción; algunos aspectos de la teoría de la relatividad y de la física cuántica parecen insinuar esto. Incluso algunos físicos modernos lo postulan desde un punto de vista cosmológico (cf., p. ej., Kaku 1994). Pero éste no es el tema primordial de Borges. Lo que a él le interesa parece ser más bien el aspecto humano de la cuestión. Existe el aspecto tradicional, por así decirlo: nosotros somos el resultado de nuestras historias. Nacemos con la historia de nuestra comunidad y de nuestra familia, conformamos una historia con cada momento de nuestra vida y vemos que esta historia nos condiciona, nos "identifica"

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- y , por consiguiente, nos quita la libertad. La historia hace de nosotros un "hombre con atributos", una "personalidad" pero, al mismo tiempo, también un preso de nuestro pasado. Pero ¿quién define a este pasado? Las historias de las comunidades las escriben los historiadores, y éstos acaban de confesar-con Hayden White-que ellos también tienen que "armar" la realidad, que las historias "científicas" son a su vez narraciones con elementos ficticios (cf. White 1978 y 1987). Las historias individuales las escribe "el mundo", es decir, los otros. Si nadie se acuerda de la cobardía de Damián, esta cobardía deja de existir. Pero, ¡no! - m e contestarán los lectores: es todo un juego de Borges, si Damián huyó de la batalla, huyó, aunque nadie se acuerde de este hecho, aunque todos crean acordarse de un hecho diferente. Entonces: ¿se puede separar la memoria -humana- de la Historia, sin ambigüedad, verdadera y teóricamente accesible a la investigación exacta? Los lectores me dirán que sí: los hechos no cambian, sólo el encadenamiento de ellos introduce el lado subjetivo. Puede ser que tengan razón, pero les hago presente que también aquí, la física cuántica (véase el reciente libro Einsteins Schleier de Anton Zeilinger) postula que la "información", es decir el enlace entre la realidad y su inteligibilidad es "reducida" -por lo menos a nivel de partículas minúsculas ("Beschränktheit der Information"; Zeilinger 2003, 224). El físico experimental Zeilinger llega así a la ecuación realidad = información, lo que significa al mismo tiempo que una parte de la realidad es "indeterminada", porque las partículas no pueden llevar más información que aquélla que nos ofrecen cuando buscamos una respuesta a determinadas preguntas. ¡Ojo! Zeilinger no dice que no podamos medir dos cosas a la vez, dice que necesariamente la partícula no puede llevar más información, de manera que no tiene más atributos. ¿Qué significa esto para nuestra pregunta acerca de si existen una o varias historias universales o sobre la relación entre memoria humana e Historia? No mucho, podríamos decir: la liberación definitiva de la obligación de la "exactitud" -obviamente imposible- en las ciencias humanas, liberación que al mismo tiempo nos hace correr el peligro de incurrir en la arbitrariedad. Más aún: la falta de información de la partícula no permite contar su historia. No nos hace contar historias arbitrarias, nos hace callar (como ya dijo Wittgenstein en su Tractatus: "... de lo que no se puede hablar hay que callar"). Sería el fin de la historia - y de la literatura. Pero en el caso de "Pedro Damián" no hay arbitrariedad, no hay falta de información, al contrario: hay demasiada. Hay dos historias-bien definidas-que se superponen y entran en conflicto. Y de esta tensión -paradójica- puede nacer una tercera historia, lo que obviamente sucede en el cuento de Borges: es la historia del acto de narrar estas historias la que a su vez tiene un carácter no muy bien definido. ¿No se puede leer quizás esto como un símbolo de la historiade lacultura latinoamericana? Dos historias universales en la que la "americana" se superpone poco a poco a la "europea" y termina hablando ya no de "historia" sino de la propia narración.

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2 Historias en la historia. La narrativa del boom Cuando llegó el boom a Europa, nos llegó en forma de "sueño". Sueño político, para los revolucionarios frustrados del 68, sueño exótico de descanso en épocas de estrés para la gente del Wirtschaftswunder, sueño de las "fuerzas primordiales de la narración" (erzählerische Urkraft) para los críticos aburridos de construcciones abstractas. Nadie-o casi nadie- leyó las obras del "realismo mágico" o de lo "real maravilloso" como novelas históricas; sólo después del auge de la "nueva novela histórica" con motivo del quinto centenario del primer viaje de Colón en 1992 nos damos cuenta de que ya las novelas del boom eran esencialmente novelas históricas -como nos lo indica Karl Kohut en su introducción al volumen La invención del pasado: "[...] la novelística del boom se revela, a posteriori, como profundamente histórica, lo que no se veía en los años contemporáneos" (Kohut 1997, 20). Y es verdad, no hemos leído con la debida exactitud lo que escribe, por ejemplo, Carpentier en su famosa poética de lo real maravilloso americano: "¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?" (Carpentier 1976, 99) Obviamente, Carpentier no sólo introduce aquí su -problemática- tésis de la "base ontològica" de lo real maravilloso-llamado más tarde, y con razón "realismo maravilloso" por Irlemar Chiampi (1980), sino que nos indica también dónde hay que buscarlo: en la Historia propia, obviamente muy distinta de aquella europea, y en la crónica que re-actualiza esta Historia en la narración. Y en verdad: no sólo las obras de Carpentier, sino aquellas de muchos entre los grandes de la generación del boom, desde Rulfo hasta García Márquez, desde Asturias hasta Carlos Fuentes o Augusto Roa Bastos, se pueden leer como novelas históricas o novelas cuyo tema es la Historia mucho antes del llamado movimiento de la "nueva novela histórica". Sin embargo, si la histoire de estas novelas es un fragmento de la Historia (con mayúscula), el discours se distancia marcadamente de ella. La fragmentación, la descomposición de la historia, la narración múltiple (como en Hombres de maíz de Asturias) esconden a veces tan hábilmente la Historiadetrás de historias e historietas que no la vemos: Yo el Supremo por ejemplo se percibía más como novela de dictador que como novela histórica, El arpa y la sombra más como juego intertextual y metanovela. Cuando en 1976, Hans Vilmar Geppert crea el concepto de la"otra" novela histórica para la literatura alemana (cf. Geppert 1976), novela que no trata de acercarse a la historia a través del concepto tan alemán de Einfühlung, sino que se distancia de ella a través de la ironía y a veces la parodia, lo definido por este concepto existe ya desde hace mucho tiempo en América Latina. La "crónica" de lo real maravilloso es una crónica deformante, lúdica, incluso en los casos en los que toma lina posición política claramente determinada (García Márquez). Los elementos de la Historia (hechos, personajes, objetos) se prestan a una especie de collage, o mejor de mise en scène libre en la que se puede olvidar que se trata de "fragmentos históricos". Este olvido tiene por supuesto una razón; yo creo, como lo he tratado de mostrar en varios escritos anteriores, que hay que buscarla en la orientación predominante

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ya formulada veinte años antes en el modernismo brasileño: aquella de hacer "literatura de exportación". La literatura del "realismo mágico" se dirige primordialmente, aunque no de manera exclusiva, a un público europeo y norteamericano que en esta época sabe muy poco de la historia latinoamericana, es incapaz de entender el juego, la mise en scène, porque no reconoce ni siquiera los "auténticos" elementos de la Historia. Así, para los europeos, la imagen del escritor latinoamericano se parece a la del Cantastorie napolitano o la del ciego de los romances: a un narrador infatigable de episodios cuya historicidad no tiene mucha importancia; lo importante es la mise en scène: así se creael modelo cada vez más imitativo y estéril del famoso "Macondismo", que se ha criticado tanto en los años 1980 y 1990. La "Historia" narrada en la narrativa del boom y la Historia universal europea o eurocèntrica no se tocan ni se reconocen.

3 Acercamiento y superposición de las dos historias: el Quinto Centenario Al acercarse el famoso Quinto Centenario, se acentúa cada vez más el carácter histórico - y "otro-histórico"- de la novela latinoamericana, y con esto, se acercan, entran en contacto y se reconocen mutuamente las dos historias. Pero ¿Quinto Centenario, de qué? En la discusión que precede, se excluye muy rápidamente la vieja fórmula del "descubrimiento". La fórmula oficial llegó a ser aquella de un "encuentro de dos mundos". Tal vez habría que hablar más bien de "encuentro de dos historias". En todo caso, alrededor del 1992 se registra un auge de la novela histórica, y sobre todo de la "novela colombina". ¿Por qué, si no nos limitamos exclusivamente a mencionar las obvias razones comerciales relacionadas con el Centenario? A lo mejor, porque era el único tema verdaderamente en común. Si recordamos la estructura de comunicación del boom, es decir textos producidos en América Latina y destinados a la "exportación" hacia Europa, resulta más fácil entender por qué finalmente el carácter de novela histórica podía ser percibido también en Europa: la historia de Colón era una especie de trait d'union de las dos historias. Quiero comentar brevemente sólo dos de estas novelas aquí: Los perros del paraíso del argentino Abel Posse ( 1987) y Xa vigilia del Almirante del paraguayo en exilio francés Augusto Roa Bastos (1992). En la novela de Posse, las dos historias -marcadas ya en las tablas iniciales de la "cronología"- son distintas: el mundo indígena mide el tiempo según el calendario azteca y se orienta según principios racionales; por el contrario los europeos, al ritmo del calendario cristiano, viven en un mundo completamente mágico y dominado por un "pan-erotismo" -es decir, hay una inversión del concepto tradicional de la relación entre las culturas europea y latinoamericana- tal como la presenta en el mismo año Fernando del Paso en su novela Noticias del Imperio sobre otro "episodio común de las historias europea e latinoamericana" -el Imperio de Maximiliano de México. Fue esta obra la que me hizo comprender - y se lo debo a uno de los

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encuentros organizados por Karl Kohut- esta nueva tendencia a la inversión de los conceptos "clásicos" de la relación Europa-América Latina. Así, me he atrevido a crear el concepto de "lo real maravilloso europeo" como respuesta de la nueva literatura latinoamericana a la "recepción colonialista" del boom, un concepto descolonizador que se podría aplicar a varias obras de la generación del Quinto Centenario, porque también en la novela colombina de Posse hay inversión de una relación tradicional: la de la civilización europea que "descubre" para civilizar y de la barbarie indígena que es "descubierta" para entrar a la Historia universal, que es la historia escrita por Europa. Esta relación se ha podido leer también en otros términos -tal vez el primero que se atreve a hacerlo es el Inca Garcilaso en el prefacio de sus Comentarios reales donde se autodefine "natural de Cuzco que es otra Roma en este Imperio", postulando así una dualidad de historias universales con dos Romas -ombligo, de las que derivan dos translatii de derecho y de tradición cultural que se unirían en su presente y en la persona de los mestizos. Pero sabemos que en la práctica esta unión de las dos Historias no tuvo lugar en la realidad de la época del Inca. E incluso en la literatura hubo que esperar casi cuatrocientos años más: sólo en torno al 1992 parece como si hubiera no sólo un acercamiento, sino una superposición de las dos historias, creando así un intersticio, un in-between de tensión conflictiva y gran eficacia estética. El prefacio de Roa Bastos - y a exponente del boom- a su novela colombina es muy claro en este contexto: refiriéndose a su novela, habla de "ficción impura o mixta", "oscilante entre la realidad de la fábula y la fábula de la historia"-el tema de Hayden White. Pero, más importante aún - y como si se refiriese al Inca Garcilasoañade a su caracterización del libro las siguientes palabras: "Su visión y cosmovisión son las de un mestizo de dos mundos, de dos historias que se contradicen y se niegan" (Roa Bastos 1992, 11). Y sin embargo, estas dos historias conviven, se superponen (en una convivencia conflictiva). Ya no es tan importante la relación entre ficción e historia, lo que Roa Bastos discute varias veces en su novela. Lo importante -en nuestra óptica- es la sensación de que ambas historias están presentes simultáneamente en el texto. He aquí el punto de mayor intensidad de la "superposición" de ambas historias -un punto en el que una vez más la superposición de dos historias en conflicto hace resaltar una tercera- aquélla del texto-ficción: no es casual que la novela de Roa Bastos termine con un pastiche del capítulo final del Quijote.

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4 Después del apogeo y del 11/9: ¿convivencia y/o conflicto o alejamiento y/o indiferencia? Después del Quinto Centenario, ha habido algo así como un cambio generacional en América Latina. No es que no hubiera habido ya antes una crítica al Macondismo internacional comercializado, pero en torno al 1995 esta crítica empieza a ser formulada por primera vez en grupos generacionales de autores nacidos en los años 60 que se consideran ciudadanos de un mundo globalizado - y globalizado bajo la bandera estadounidense, por supuesto. La ciencia acádemica en Estados Unidos había hablado del fin de la Historia (Fukuyama); no será para tanto, pero lo que sí parece acercarse a su punto final -por insignificancia aguda- es el conflicto "creativo" entre las dos historias de las zonas periféricas del nuevo Imperio global, Europa y América Latina. Hay quienes lo aceptan y se concentran en participar más y más en el nuevo centro absoluto a través de la tentativa de una "latinización" de Estados Unidos: es el caso de Alberto Fuguet y otros muchos que lograron decretar de manera visible el fin del "Macondismo" con su antología McOndo que les valió la aparición en la tapa de la revista Newsweek. Aceptan su globalización y tematizan su papel (semi)periférico desde dentro. Así, ni el género de la novela histórica ni la relación con Europa y su historia tienen gran importancia. Un poco diferente es el caso del grupo Crack en México y de otros autores jóvenes como Federico Andahazi en la Argentina que se dedican a escribir "nuevas" o "transversales" novelas históricas -pero ya no sobre temas propios o comunes, sino sobre temas a veces exclusivamente europeos, valiéndose de las declaraciones, anteriormente tan criticadas, de Borges sobre la libertad del escritor latinoamericano de dedicarse a temas europeos. En estas novelas "históricas'-dedicadas a épocas lejanas como El anatomista de Andahazi o, en el caso de los mexicanos, al siglo XX "traumatizante", cuya violencia parece mucho mayorque la violenciatan comentada de la cultura latinoamericana- los autores suguen trabajando con los métodos de la "nueva novela" del boom (fragmentación, narración polifónica, intertextualidad marcada, ironía, metatextualidad, etc.), pero aplicándolos a la"otra" historia, aquella de los europeos. Después de la "superposición" del Quinto Centenario, la historia latinoamericana parece desaparecer en las novelas históricas más recientes-para dar lugar a juegos eróticos, mezclas con la tradición de la literatura fantástica en el caso de Andahazi, o a meditaciones sobre el "mal universal" en el ejemplo concreto de la historia centroeuropea en el caso del Crack. Por supuesto, y como siempre cuando se habla de la literatura contemporánea, esta impresión es parcial: no hay que olvidar las nuevas técnicas de apropiarse de la propia historia, no dirigidas principalmente hacia Europa, en las huellas de un Ricardo Piglia cuya novela Respiración artificial (1980) sigue siendo tan actual como en el momento de su publicación; ejemplos de la novela histórica palimpséstica como La Historia de Caparros (1999). Pero el impacto de la nueva "universalización de la historia" (que englobaría las dos historias paralelas de las que hemos hablado aquí) después de 1989 y del 11 de septiembre es muy fuerte. Hay que ver

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cuál de las muchas alternativas será la dominante en los decenios por venir: la de una indiferencia que termina por algún tiempo con el interés histórico y por lo tanto con las relaciones entre las historias europea y latinoamericana, que confluyen en la historia del nuevo "Imperio" (cf. Hardt/Negri 2000), la de una inversión de posiciones y de un necesario nuevo alejamiento de las dos historias -que dará lugar a más novelas históricas que miran a la historia europea del siglo XX con "ojos ajenos"-, la de una mayor focalización sobre la(s) propia(s) historia(s) - e n la tradición de Piglia y otros- o la reanimación de la "polifonía" de textos en los que coexisten conflictivamente las dos historias universales, tal vez con algunas más (la africana, la asiática) que ya reclaman impacientemente su voz en el concierto global. Les propongo que hablemos de esto en ocasión del próximo homenaje a Karl Kohut.

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II PERSPECTIVAS DE LOS GRANDES VIAJES

"... que uno lamenta, cómo ha dejado de ser alemán": Alexander von Humboldt, Prusia y América1 Ottmar Ette 1 Prusia como problema El célebre y renombrado publicista Sebastian Haffner, nacido aún en Prusia y emigrado en 1938 al exilio inglés a causa de los nacionalsocialistas, escribió en 1981 que hoy nadie podría "ni siquiera con el mayor despliegue de fantasía, imaginar una situación en la que Prusia pudiese retornar a la vida" (Haffner 1981, 22). La "reunificación de Alemania" sería acaso "imaginable, aunque de momento inalcanzable", no así el "renacimiento de Prusia". Pues Prusia, lo dice Haffner de modo lapidario, estaría "muerta, y lo muerto no puede ser llamado de vuelta a la vida" (ibíd.). Lo admirable en estas declaraciones no es tanto el que un conocedor del escenario político en la antigua Alemania Federal considerara, en principio posible pero todavía inalcanzable una reunificación de Alemania, al comienzo de aquella década en cuyo fin habría de tener lugar la caída del muro de Berlín. Este tipo de convicciones respondía al tanto en el Oeste como en el Este y se apoyaba en la experiencia de posguerra de una cimentación de la contradicción Este-Oeste, que dominaba el campo magnético de la política a escala mundial y se manifestaba en una línea divisoria con franja de la muerte, la cual corría a pocos metros de Instituto Ibero-Americano. Mucho más sugestiva resulta la asociación de una en apariencia inalcanzable reunificación de Alemania con una absolutamente imposible regeneración de Prusia, es decir de aquel estado que había sido declarado definitivamente disuelto en 1947 por parte de las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial. Declaración que - c o m o enfatizó Haffner- rayaba en "acto de profanación de un cadáver" (ibíd., 21), pues Prusia había sido ya hace rato absorbida por Alemania, tanto así que un rey prusiano había ascendido a emperador alemán en una bien escenificada fundación de imperio. Esta aurora 2 escenificada en la proclamación extraterritorial y en pose de vencedor de Guillermo I como emperador alemán, en el Salón de los Espejos de Versalles, que

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El artículo fue publicado en alemán con el título: "... dass einem leid tut, wie er aufgehört hat, deutsch zu sein": Alexander von Humboldt, Preußen und Amerika. En: Sandra Carreras; Günther Maihold (eds.). 2004. Preußen und Lateinamerika im Spannungsfeld von ¡Commerz, Macht und Kultur. Münster: LIT, 31-57. 2 El autor juega sutilmente con las distintas acepciones en alemán de la palabra aufgehen (como verbo ser absorbido y como sustantivo aurora, esplendor) [nota del traductor].

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- a pesar de la conservación del nombre- al mismo tiempo y desde más de una perspectiva constituía un ocaso, sucedió mucho antes de que la propaganda nacionalsocialista abusara de su mito de Prusia (con la peligrosa y efectiva interpretación figural de la historia prusiana y alemana personificada en la línea de Federico el Grande, a través de Bismarck y Hindenburg hasta Hitler) con fines militaristas y despreciativos de lo humano, para así mantener en la conciencia pública, a favor de su propia legitimación, determinadas tradiciones de aquel estado ya no existente. La interpretación figural de la historia prusiano-alemana así como del carácter alemán siempre ha encontrado en Prusia una rica esfera de acción; para no pocos historiógrafos, el desarrollo y el carácter de Prusia parecían anticipar como figurer3 histórica a aquellos de la futura Alemania. He aquí una posible razón de porqué la historia de Prusia, justamente después de la "reunificación" de Alemania, atrae a tanta gente: y es que en su "actualidad histórica" (cf. Heidegger 1954, 30) como figura decididamente no puede estar "muerta". De allí que no se deba desatender el potencial efecto enriquecedor de la imagen de Prusia como factor de la futura historia alemana y, por consiguiente, resulte aún más importante reconstruir cuidadosamente esta imagen del estado prusiano y desmantelar la escenificación nacionalsocialista del mito de Prusia. Vale la pena tomar en cuenta estos aspectos, en especial al planificar la reconstrucción de los monumentos históricos que sirvieron de bastidor para ese tipo de representaciones. La fuerza de la interpretación figural histórica -desde hace mucho tiempo más allá de toda promesa cristiana de salvación- no debe ser ingenuamente subestimada. La escenificación nacionalsocialista del así llamado "día de Potsdam" el 21 de marzo de 1933, colocado intencionalmente en el mismo día de la apertura del primer Reichstag en 1871 por parte de Bismarck, debía producir el efecto de una aparente continuidad histórica, la cual mediante la elección del sitio fue esencialmente enfatizada, para un "'matrimonio' político pseudo-eclesiástico" (Wernicke 2001, 437) entre el canciller del Reich Adolf Hitler y el presidente del Reich Paul von Hindenburg, quien se había presentado en uniforme de mariscal general de campo prusiano: la iglesia de guarnición de Potsdam, "panteón de la armada prusiano-alemana" (ibíd.) y al mismo tiempo monumento sepulcral de los reyes prusianos Federico Guillermo I y Federico II. Con el trasfondo de un escenario tan cargado de simbolismo parece lógico que diez años después de Sebastian Haffner y después de la así llamada reunifícación de Alemania, entretanto llevada a cabo, Christian Graf von Krockow con ocasión de su "Discurso por el regreso de los reyes a Potsdam el 17 de agosto de 1991" ya en la frase inicial tuviera que enfatizar: "En torno a Prusia se dividen las opiniones. Y se dividen en torno a Federico, como si él y solo él personificara al reñido estado" (Krockow 1992, 11). No sorprende por tanto que el historiador, prusiano de nacimiento al igual

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Cf. para la técnica de la interpretación figural Erich Auerbach, "Figura" (Auerbach 1967,55-93).

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que Haffner, consciente de un entorno político modificado en lo fundamental, que difícilmente se podía percibir en otro lugar con tal vehemencia como justamente en Potsdam y Berlín, tuviera que preguntarse ya en el prólogo "¿Resucitará Prusia?", para -como si se requiriera con urgencia de tal tranquilidad- negarlo de inmediato: "Naturalmente no" (ibid., 7). Consciente de una historia que había adquirido un movimiento imprevisible y colosal, a la negación inequívoca le añadió una cautelosa alusión a cambios que - c o m o por ejemplo la resurrección del Estado federado de Brandenburgo- hasta hace pocos años todavía no habrían sido imaginables. Nuevamente diez años más tarde, el Primer Ministro de este mismo Estado federado de Brandenburgo, Manfred Stolpe, en el discurso inaugural de la exposición Marksteine. Eine Entdeckungsreise durch Brandenburg-Preußen (Hitos. Un viaje de descubrimiento por Brandenburgo-Prusia) organizada en el antiguo establo de carrozas de Potsdam, la nueva "Casa de la Historia Brandenburguesa-Prusiana" y finalizada el 11 de noviembre del 2001, sostuvo: La regencia de los reyes prusianos fue más bien corta en perspectiva histórica. Sin embargo ha marcado a Alemania enormemente. Esto es un hecho, da igual que guste o no. En torno de Prusia se dividen las opiniones. Ella despierta emociones contradictorias, a menudo más viscerales que racionales. A Prusia se la admira y venera sin crítica o bien se desconfía de ella y hasta se la odia (Stolpe 2001, 12). En el transcurso de la última década, se ha establecido un enorme flujo de distintas formas de preocupación por la historia e importancia de Prusia, entre las cuales hay que contar nuestro Simposio Berlinés "Prusia y América Latina". De no haberse producido la caída del muro de Berlín seria impensable una discusión de tal intensidad con respecto a Prusia, y de hecho el tema conlleva no solo muchos descubrimientos sorprendentes, sino también muchas emociones que se vinculan con la cuestión del ingreso de la República Democrática Alemana al ámbito de vigencia de la Ley Fundamental de la República Federal Alemana. Así -para citar solo un ejemplo- HansOtto Dill y Gerta Stecher, muy familiarizados con la historia y cultura de América Latina y residentes en Berlín, presentaron en 1995 Die unernste Geschichte Brandenburgs (La historia informal de Brandenburgo), en cuyo prólogo tenía que ser tratada inevitablemente también la cuestión de la fusión de Berlín y Brandenburgo y la "reunifícación": Berlín, igual de corto de materias primas, pero un referente importante por sí mismo, busca anexión una vez más. De allí que Brandenburgo deba ser incorporado a Berlín, de acuerdo a la receta de la reunifícación alemana, que fue sin duda un tiro en falso (Dill/Stecher 1995, 10).

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El hecho de que a partir de allí se desarrolle una visión de la historia que proyecta figuralmente a los orientales ("Ossis") y occidentales ("Wessis") como "Wenden" y "Germanis" en todo pasado y futuro, es más gracioso que sorprendente, pero nos hace notar, al igual que las ya mencionadas opiniones, que el potencial polémico de Prusia y Brandenburgo está hoy lejos de haberse agotado. Ahora bien, en lo que respecta a la historia "formal"4, salta a la vista que la temática "Prusia y América Latina" no tiene por cierto nada de singular ni se sale de lo corriente, y sin embargo en el contexto de las actividades de los años noventa, así como dentro del Año de Prusia 2001 representa una rareza. Y es que la estrecha conexión entre la historia de Prusia y el tema de la unificación de los dos estados alemanes, que mucho antes de la caída del muro de Berlín se venía anunciando, redujo el ámbito de este planteamiento a una dimensión específicamente alemana o en el mejor de los casos (central)europea. Sin duda hubo esfuerzos por concebir a Prusia y Brandenburgo también en un contexto universal. Así, por ejemplo en el mencionado catálogo de la exposición Marksteine hay un capítulo que comprende cinco diferentes dominios bajo el título "Brandenburgo y el mundo" e incluye los temas "Noticias desde todo el mundo: Neuruppiner Bilderbogen", "Leopold von Buch: el más importante geólogo alemán de su tiempo", "Fundición del hierro en el Nilo: el taller de fundición Lauchhammer", "Patente universal: juguetes Lehmann de Brandenburgo en el Havel" y "Henry Berger: padre de la música hawaiana" {Marksteine 2001, 373-394). Aunque por separado se trate en verdad de temas de todo punto interesantes, en conjunto se tiene aquella impresión que en un periódico deja el rubro "miscelánea": aspectos interesantes, pero más bien marginales sin verdadero significado y conexión. Con ello, la exposición en el antiguo establo de carrozas de Potsdam no hace más que reproducir, voluntariamente o no, el rumbo de la discusión y el marco casi exclusivo dentro del cual se discute aún hoy el tema Prusia y Brandenburgo. Prusia apenas es vista en una dimensión global, rara vez desde "afuera" y prácticamente nunca desde un ángulo visual extra-europeo, un hecho sorprendente: pues Prusia tuvo en su prehistoria inmediata bajo el "Gran Elector" grandes ambiciones (caribeñas) como potencia colonial, en el siglo XVIII se había convertido en una potencia europea y en el siglo XIX había reforzado, con relaciones comerciales a escala mundial y pese a todo revés, su posición junto a Francia, Inglaterra, Austria y Rusia. Viajeros de todo el mundo llegaban a Prusia y reportaban sobre este estado, poniendo bajo la lupa especialmente determinados aspectos de su aparato educacional o militar o de su sistema económico o universitario que en parte trataban de transferir a sus países de origen. La latente emocionalización del planteamiento desde un punto de vista "alemán" y "de historia local" parece tener como consecuencia inevitable su

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Con razón señalan Gerta Stecher y Hans-Otto Dill que "tan seria como la verdadera historia de la provincia [...] es su crónica informal" (ibíd.).

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provincialismo: contra toda expectativa que se hubiese podido abrigar en el así llamado "Año de Prusia" la percepción de Prusia se mostró inmensamente limitada. Ante este trasfondo parece ser hora de interpelar a la imagen actual de Prusia acerca de sus vacíos históricamente explicables y no de dirigirse prioritariamente a aquellos topoi y elementos discursivos que predominan de manera francamente opresiva y dan vueltas una y otra vez alrededor de la "cuestión alemana". La enorme necesidad de reflexión dirigida a Prusia y Brandenburgo hace parecer ineludible, al comienzo de un nuevo siglo, no solo desemocionalizar la imagen a menudo tan contrastada de Prusia, sino sobre todo desprovincializarla. En esto, el ocuparse de Alexander von Humboldt puede constituir un aporte importante.

2 Alexander von Humboldt como problema El autor de las Vistas de la Naturaleza parece tener poco en común con la imagen de Prusia, tal como ésta se ha desarrollado hasta hoy. En el marco del mencionado Entdeckungsreise durch Brandenburg-Preußen (Viaje de descubrimiento por Brandenburgo-Prusia) no se le otorga ningún tipo de atención al viajero, científico y escritor prusiano - q u e durante décadas de su existencia vivió y trabajó a un tiro de piedra del lugar de la exposición- quien apenas si aparece en un artículo informativo sobre Leopold von Buch como amigo del gran geólogo alemán (cf. Hoppe 2001). Luego de la superación de la división de Alemania y en el entorno de las celebraciones por el bicentenario de su viaje a América, Alexander von Humbold, quien durante su vida intervino a favor de incrementar las relaciones entre diversas culturas, idiomas y continentes, lo que ya poco después de su muerte ocurrida en máyo de 1859 le valió haber caído en un notable olvido en el área de habla alemana en el contexto de las ideas y sucesos nacionalistas y guerreros que tuvieron lugar entre 1870 y 1945, se convirtió en una especie de embajador cultural de la nueva Alemania Federal. De modo que el silencio en torno a Humboldt, sobre todo cuando se trata de Prusia o Brandenburgo, resulta de todo punto curioso aún cuando hasta ahora casi a nadie parece haberle llamado la atención. Este silencio no solo puede mostrarnos cómo se veía Prusia a sí misma después de la muerte de Humboldt, sino también cómo desde entonces -precisamente poniendo la mirada sobre "Prusia y el mundo"-fue y es vista. No obstante es paradójico que el menor de los hermanos Humboldt suela ser traído a colación gustosamente al tratarse de la tradición de una apertura cultural de Alemania, mas no así respecto a una tal de Prusia, mientras que a su hermano Wilhelm (no sólo como fundador de la Universidad de Berlín y creador del modelo universitario que hasta hoy predomina en Alemania) se le atribuye un papel mucho más importante dentro de la imagen de Prusia. Por tanto vale la pena tratar de aclarar el misterio de por qué Alexander von Humboldt se pudo convertir en un (impronunciado) problema para Prusia y para la imagen de Prusia que todavía persiste.

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Prusia llegó a cumplir 170 años, contando desde la coronación del elector Federico III en Königsberg 5 como rey Federico I, con su pequeño desplazamiento semántico no de sino en Prusia, hasta la fundación bismarckiana del imperio; Alexander von Humboldt, al menos 89. Durante toda su vida existió Prusia como estado, aun cuando tuvo que presenciar su derrumbamiento pasajero bajo la política hegemónica de Napoleon, por lo cual, cuando en 1808 se publicaron por primera vez sus Vistas de la Naturaleza, las dedicó de manera especial a las "almas oprimidas". 6 Cuando Humboldt vio la luz del mundo en Berlín, en 1769, la regencia de Federico el Grande había de durar todavía 17 años más, hasta 1786: Acababa de empezar con fuerza el ascenso de Prusia, del pequeño estado disperso de los Hohenzollern a la gran potencia dispuesta a la guerra en Europa. Y cuando el autor del Cosmos murió en Berlín, en 1859, aún antes de la culminación de la Summa de su conocimiento, no habrían de transcurrir más de una docena de años hasta que Prusia -como hoy en día se puede leer una y otra v e z fuera a dar a tientas "en la trampa alemana". 7 Pronto el joven Alexander von Humboldt alcanzó una fama no solo nacional sino también internacional y se convirtió, en la primera mitad del siglo XIX, indiscutiblemente en el erudito de habla alemana más umversalmente reconocido y respetado. No obstante, aquellas cosas por las que Alexander von Humbold se hizo famoso se asentaban esencialmente fuera de Prusia, a diferencia del caso de su hermano Wilhelm, estadista y erudito, y a diferencia también del caso de Georg Wilhelm Friedrich Hegel quien sin provenir de Prusia se convirtió en Berlín, por así decirlo en el "filósofo oficial del Estado". Fueron los grandes viajes exploratorios -sobre todo el Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente realizado desde 1799 hasta 1804-, pero también las diversas actividades y publicaciones durante sus años parisinos, que se extendieron desde 1804 hasta 1827, los que convirtieron al prusiano en un erudito sobresaliente de la primera mitad del siglo. Los hechos de que Humboldt pasó décadas de su "muy inquieta vida" (Humboldt 1969, 28) -como lo formuló él mismo frecuentemente- en Prusia, sobre todo en Berlín y Potsdam, así como de que su relación con el rey prusiano y su corte no solo fue cercana sino que además le sirvió como chambelán hasta el fin

' En la Unernste Geschichte Brandenburgs hay una simpática reconstrucción de esta escena: "La ceremonia real de 1701 en Königsberg, que siempre se llamó así porque aquí un día habría de tener lugar una coronación, transcurrió sin el menor tropiezo, yaque el candidato había practicado infinidad de veces con Sofía Carlota. Todavía durante la noche real, en los aposentos del castillo de Könisgsberg, ella le aclaró: '¡No creerás que yo me voy a quedar a vegetar en esta taiga! Mañana mismo regresamos a Berlín, donde ya me esperan Leibniz y el peluquero'." Asimismo ella tuvo enseguida una idea para evadir la mudanza a aquella taiga: "Königsberg es ahora nuestra residencia principal, pero nosotros viviremos permanentemente, como en sus tiempos el elector Joaquín y Elisabeth, en nuestra residencia secundaria, esto es en Berlín" (Dill/Stecher 1995, 128s.). '' Humboldt 1808, I: vii. Sin embargo, el saber y la ciencia nunca le sirvieron a él - c o m o se demostrará más adelante- para evadir la realidad política de su tiempo. 7 Cf. entre otros Haffner 1981, texto de solapa.

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de su vida, pasaron demasiado rápido a segundo plano en vista de la cantidad de sus viajes, la publicación de la mayor parte de sus obras de viaje en francés y la extensa red de relaciones de este nómada de la ciencia. El que Alexander von Humboldt representara a Prusia en Francia en el servicio diplomático tan inteligentemente durante décadas, tanto que la voz popular de Berlín no lo llamaba "Gesandter" -eso era el diplomático prusiano-, sino "Geschickter"cayó en el olvido al igual que el hecho de que su entierro se convirtió en un acto estatal, donde no solo una cantidad enorme de gente le dio el último adiós, sino incluso el príncipe regente prusiano Guillermo, que después habría de ser el rey y emperador Guillermo I, le honró con su presencia. 9 Así pues, el nombre de Alexander von Humboldt - y para ello hay buenas razonessiguió sin estar relacionado en primera línea con Prusia. No solo sus viajes científicos a América y Asia, sino también su intensa experiencia vital en el extranjero y su estilo de vida establecido entre diferentes tradiciones culturales lo convirtieron pronto, mucho antes de las numerosas enemistades chauvinistas en la corte real prusiana, en la encarnación de un carácter prusiano abierto al mundo, el cual se resistía a calzar en la imagen de un orgullo territorial prusiano estrechamente entendido. Frente a ello, el berlinés de mundo y políglota personificaba a otra Prusia. Una prueba temprana y a la vez dolorosa de este hecho proviene de la pluma de su propio hermano Wilhelm, quien por entonces era embajador de Prusia en Londres y con motivo de la visita de su hermano a la capital inglesa el 3 de diciembre de 1817 le comunicaba a su esposa Caroline: Alexander partió ayer temprano. Parecía esta vez muy complacido de sí mismo [...]. A pesar de que al principio la llegada de Alexander me pareció algo apresurada, hacia el final resultó que nos llevamos muy bien y no nos molestamos. [...] Él ha prometido regresar cerca de la primavera, y su partida me ha afligido. Además del afecto personal, él siempre trae movimiento a la vida. Pero aún así lo cierto es que uno lamenta, cómo ha dejado de ser alemán y se ha vuelto parisino hasta en los más pequeños detalles. También la Berg tuvo esa impresión, y lo que es peor, aun durante la lectura de su libro. Con respecto a esto ahora ya no hay nada que hacer.

s En alemán ambas palabras significan "enviado", pero Geschlclcter puede entenderse además como "diestro" o "hábil" [nota del traductor]. '' Así, en la ceremonia fúnebre de Humboldt ya estuvieron presentes de alguna manera tanto el futuro triunfo como la caída del estado prusiano. El que Alexander von Humboldt, aparte de todos los honores que le fueron ofrecidos, tuviera también numerosos enemigos, de los cuales algunos le detestaban incluso después de su muerte, se encuentra testimoniado de una manera simbólica en los curiosos disturbios que ocurrieron durante el transporte de su cadáver a Tegel (cf. Biermann/Schwarz 1999).

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En realidad es maravilloso cómo todo en él pasa de alguna manera por ese talento de la expresión. Así, habla inglés notablemente bien, y todos aquellos con los que aquí habló lo notaron, sin embargo puedo asegurarte que, cuando por casualidad leí algo con él, con mucha frecuencia no entendió palabras y giros conocidos. Él es sin duda una de las naturalezas más notables que jamás han existido (Beck 1959, 51s.). No sólo a extraños como la señora von Berg, la amiga de la reina prusiana Luise, sino también al propio hermano, siempre muy preciso en sus observaciones, les parece no únicamente "notable" y "maravillosa" la "naturaleza" de Alexander, sino a la vez también ya no "alemana". Un símbolo de esta distinta forma de ser es la extraversión, la capacidad de expresión, la cual desde luego -así se sugiere aquí- no tiene que fundamentarse en conocimientos de fondo, tal como se demostró con la lectura conjunta de textos en inglés. También apoyan esta tesis los siguientes párrafos de esta carta, en los que Alexander aparece como aquel que le da importancia a las formalidades del casamiento de los hijos de su hermano y le pregunta, por ejemplo, por qué no han hecho "buenos partidos" (ibid., 52). Una y otra vez el giro "hacia fuera" es interpretado como "lo superficial", es percibido como "lo distinto", como excéntrico y más "parisino" que "alemán"; una oposición que corresponde a la delimitación de identidades nacionales o protonacionales establecidas, la que habría de caracterizar hasta bien entrado el siglo XX el trazado de fronteras entre el esprit francés y el Geist alemán. La interioridad y profundidad de lo alemán (y a fortiori prusiano) versus la frivolidad y superficialidad de lo francés se perfilan incluso en el ámbito familiar como características "notables" de una delimitación y marginación. A este binarismo demasiado simple pero hasta hoy difícil de superar se puede deber a fin de cuentas también la inclinación a concederle el carácter de "profundo" a lo "propio" y de "superficial" a lo "distinto". Esprit y conversation versus Geist y Gespräch durante largo tiempo constituyen polos de una oposición germano-francesa en la que se introdujo Alexander von Humboldt como figura pública, para disgusto de los representantes de un "verdadero" carácter alemán. No se puede acusar al prusiano de palabra fácil y buen conversador de falta de profundidad de pensamiento, aunque siempre le atrajo la (ágil) expresión y lo (culturalmente) diferente, si bien jamás hasta el punto de haber renunciado al propio origen ni al propio lugar. Sin embargo, bastó su marcado interés por lo diferente para hacerlo aparecer más como ciudadano universal que como ciudadano ante los ojos de algunos contemporáneos suyos y mucho más ante la Europa ardiente de nacionalismos de la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Más adelante se volverá sobre los complicados mecanismos de tal expatriación a una ciudadanía universal. De no poca importancia, tanto para la acogida de su tiempo como para la futura debió ser el hecho de que Alexander von Humboldt redactó ciertamente una visión global de Nueva España o Cuba, pero no una de Prusia; que dejó el legado de

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numerosos retratos a veces iluminados furiosa y estridentemente de contemporáneos suyos en la sociedad berlinesa o en la corte de Potsdam, pero ningunas "Caminatas por la marca Brandenburgo" que lo hubieran identificado, pese a toda crítica, todavía como un "prusiano" o al menos como un "comarcano". El olor de establo no le era inherente. No en último término, la publicación de su correspondencia con Varnhagen von Ense,10 llevada a cabo poco después de su muerte y sin su consentimiento explícito, en la que Humboldt postumamente comentó con afilada lengua y no pocas veces enristró a lo prusiano y a lo en exceso prusiano ante la faz pública, fue más que suficiente para hacer aparecer a Alexander von Humboldt desde la perspectiva prusiana como problema. Es a los trasfondos y a lo recóndito de este problema a lo que queremos dirigirnos ahora en el campo de tensión entre Prusia, Europa y América.

3 El ciudadano como ciudadano universal La formación profesional de Alexander von Humboldt, desde sus estudios iniciales de cameraiística en la Viadrina de Frankfurt-Oder (1787-1788), su formación en la Academia de Comercio de J. G. Büsch en Hamburgo (1790-1791) hasta el estudio en la Academia de Minería de Freiberg-Sajonia (1791-1792), lo predestinaba para una actividad en el estado prusiano. Con su ingreso como asesor en el Servicio Minero de Prusia el 6 de marzo de 1792 y su rápido ascenso, primero a Oberbergmeister, luego a Bergrat y finalmente a Oberbergrat (1795), todo parecía indicar que haría carrera - p o r cierto con una velocidad inusual, pero predeterminada en su curso- en el servicio público prusiano. Pero después de la muerte de su madre el 19 de noviembre de 1796 y la independencia económica resultante de la cuantiosa herencia que recibieron ambos hermanos Humboldt, tuvo lugar un cambio decisivo en cuanto que Alexander, por voluntad propia y contra la voluntad de los ministros von Hardenberg y von Heinitz que se esforzaron por retenerlo, se separó definitivamente del servicio público que desde la constitución de Prusia siempre había sido al mismo tiempo dominio y sustento de la nobleza prusiana. En adelante se dedicó por completo a la preparación del gran viaje exploratorio con el que desde hace mucho había soñado, cuya realización había anhelado con vehemencia durante un viaje que hiciera con Georg Forster a Inglaterra y Francia, aquel que habría de llevarlo luego de toda clase de contingencias finalmente

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Briefe von Alexander von Humboldt an Varnhagen von Ense aus den Jahren 1827 bis ¡858. Incluye extractos de los diarios de Varnhagen y cartas de Varnhagen y otros a Humboldt (ed. por Assing 1860). La editora anticipó a esta edición de amplia acogida, desde luego con intención legitimadora, una cita de una carta de Humboldt a Varnhagen del 7 de diciembre de 1841, en la que decía con respecto a las cartas: "Sobre tal propiedad ha de obrar y disponer Usted luego de mi próxima expiración. En la vida, uno les debe la verdad sólo a aquellos a los que respeta profundamente, por tanto a Usted" (ibíd., V; agradezco a lngo Schwarz por este dato). Es por lo menos cuestionable el que Humboldt hubiera estado de acuerdo con una edición de las cartas no por parte de (el hace rato fallecido) Varnhagen sino de su conocida personal Ludmilla Assing.

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a América y a la fama mundial. Mientras que las grandes expediciones del siglo XVIII y principios del XIX normalmente habían contado con el apoyo estatal, e incluso en la mayoría de los casos habían tenido lugar por encargo oficial pues su realización no habría sido siquiera imaginable sin la ayuda de los correspondientes estados de origen, en el caso de la empresa de Humboldt se trató de una operación puramente privada, desde su preparación y ejecución hasta la costosa publicación de los resultados de sus investigaciones. Más aún: el viaje a América de Alexander von Humboldt fue posible justamente porque abandonó el servicio público prusiano y con ello consiguió una libertad de movimiento que de otra manera le habría sido inalcanzable. Además, el Rey de España difícilmente habría permitido el acceso a sus colonias de ultramar a un prusiano del servicio público, mientras que un especialista independiente en minería le pudo parecer útil. Todos los homenajes, nombramientos y condecoraciones posteriores otorgados por el estado prusiano están dirigidos finalmente a una persona privada que había renunciado conscientemente a una carrera en el servicio público y que si bien más tarde perteneció a academias científicas de distintas latitudes, nunca se desempeñó en Prusia como asalariado de instituciones estatales como la recién fundada Universidad de Berlín. La seguridad económica de la que gozó como chambelán a su regreso de América no ha de ser olvidada aquí, pero pertenece a otro capítulo y no le ató en las siguientes dos décadas ni siquiera a una "residencia principal" en Berlín. Sin embargo, poco después de su regreso de América a Francia en agosto de 1804, su hermano Wilhelm y su cuñada Caroline se preocupaban por la "alemanidad" del viajero universal (cf. Beck 1961, 9). Recién "luego de repetidas invitaciones"" y de un examen de su situación económica, que luego de haber finalizado tan costoso viaje era indispensable reorganizar, Alexander se vio en disposición de escribirle personalmente al Rey Federico Guillermo III. Con no poca habilidad diplomática, el joven prusiano, que tenía previsto establecerse en París y redactar allí su ambiciosa obra de viaje, le comunicó a su rey que tenía todas las intenciones de regresar a Berlín y dedicarse allí a la evaluación científica de su viaje (ibíd., 173s.). Primeramente incluyó una lista de las colecciones y regalos que pronto llegarían a Berlín, pero luego añadió que su prolongada adaptación al calor tropical desalentaba el regreso a su ciudad de origen dada la proximidad del frío invierno. Además, cedería al deseo de visitar a su hermano Wilhelm al que tanto echaba de menos y quien en ese entonces se hallaba en Roma como embajador de Prusia. Vale la pena presentar, aunque sea fragmentariamente, el estilo de argumentación de Humboldt en esta carta no poco importante para él, en la

" Ibíd., 10. La carta completa, escrita originalmente en alemán pero que hasta ahora solo ha sido publicada en francés, está fechada por cierto el 3 de septiembre de 1804, es decir, de ninguna manera un tiempo de espera demasiado largo, en vista de que Humboldt tenía que ordenar primeramente sus asuntos personales y financieros. Cf. la reproducción de esta carta al rey prusiano en Lettres américciines ci'Alexandre de Humboldt (1798-1807) (Hamy 1905, 173).

83 que - c o m o más tarde lo haría frecuentemente- pretendía conciliar las inclinaciones personales con las obligaciones públicas, sin renunciar a aquellas en favor de estas últimas: Après une si longue absence, j e souhaite vivement de retourner dans ma patrie, pour vivre à Berlin, continuellement, pour les sciences, sous la protection bienfaisante d'un gouvernement sage et paternel, et pour m'occuper de la protection de mes manuscrits et dessins sud-américains. Mais le désir naturel et humain de revoir à Rome mon frère, le seul survivant de ma famille, après cette longue séparation, et la peur, bien fondée, de détruire complètement ma santé, habituée à la chaleur tropicale, par l'influence subite d'un hiver de l'Allemagne du Nord, me donnent le courage de demander que Votre Majesté daigne me permettre de passer l'hiver, qui commence, dans l'Italie du Sud. Au retour de la chaleur estivale, rien ne pourra me retenir de rentrer dans ma patrie, et peut-être aurai-je alors l'honneur d'exprimer en personne à Votre Majesté les sentiments de mon plus profond dévouement, avec lequel je suis le très dévoué serviteur de Votre Majesté royale (ibid., 174s.). De esta manera, típica de su forma de proceder y sin desdeñar el embuste, Alexander von Humboldt llevó a cabo sus planes de viajar a Italia, sin desairar al Rey de Prusia, y se entregó a sus propios intereses junto con Louis Joseph Gay-Lussac y Leopold von Buch con quien desde sus estudios conjuntos en la Academia de Minería de Freiberg estaba ligado amistosamente además de científicamente por el creciente escepticismo hacia las opiniones neptunistas de Werner, su profesor de Freiberg. Así pues, regresó a la capital prusiana recién el 16 de noviembre de 1805, más de un año después de su regreso de América y casi el día exacto del aniversario de los nueve años de la muerte de su madre y de su salida de Berlín. El ciudadano prusiano se había convertido ya hace rato en ciudadano universal. Hecho que no se vio afectado ni por su admisión, ahora oficial como miembro ordinario de la Academia de las Ciencias, ni por su nombramiento poco después de su llegada a Berlín como chambelán - d e momento sin obligaciones y con sueldo estatal- por parte de Federico Guillermo III. Hasta su traslado definitivo a Berlín en el año 1827, Humboldt habría de permanecer siempre sólo por cortas temporadas en su ciudad de origen, desde luego sin perder jamás el contacto con el área de habla alemana y su público alemán. Las preferencias de Alexander von Humboldt en esta segunda etapa de su vida, entre el viaje exploratorio americano y el ruso-siberiano, época de intenso trabajo científico y del mayor renombre científico, se radicaron evidentemente fuera de Prusia. El menor de los hermanos Humboldt sirvió en verdad a su rey como cartel científico e intelectual del floreciente aunque - c o m o lo mostrara el tiempo de ocupación napoleónica- siempre amenazado

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estado; pero no le sirvió en el sentido tradicional, en el estado y el ejército, como seguía siendo costumbre de la nobleza prusiana. La dimensión universal-cosmopolita tanto del estilo de vida humboldtiano -el que no solo inquietaba a su familia sino que a menudo contrariaba también a algunos de sus contemporáneos-, así como de la ciencia humboldtiana en su conjunto estaban profundamente arraigados en la tradición del siglo XVIII. Estos se correspondían con una trascendencia filosófica y ética con la que el autor del Cosmos se sintió comprometido toda una vida. Justamente luego de las guerras napoleónicas de conquista había tenido lugar en el ámbito alemán un cambio de clima fundamental, reconocible por ejemplo en el cambio de posición de Fichte, pero también en el cambio de orientación de la generación romántica. Sin duda la época del cosmopolitismo y la ciudadanía universal en el sentido del siglo XVIII había quedado atrás: It marks the end of the Enlightenment and the beginning of a new era, although early German Romanticism is not yet reactionary and nationalistic. But under the influence of the French war efforts this turn came soon. Napoleon's conquests provoked a surge of nationalisms, and the later romanticism was a leading movement in this respect. [...] The other cosmopolitan voices died down, too. In the Geschlossene Handelsstaat (1800) Fichte retracted much of what he had written on cosmopolitan law, and turned increasingly nationalistic. Wieland withdrew from public life after 1800. He was hurt by Friedrich and August Wilhelm Schiegel, who publicly attacked him for his orientation toward world literature and for alleged unoriginality, and he was disillusioned by continued European warfare and the rise of nationalism. Hegewisch focussed on his historical writings. Forster died in 1794, and Kant died in 1804 after several years of dementia (Kleingeld 1999, 523s.). Alexander von Humboldt por el contrario no modificó su actitud fundamental cosmopolita y su conciencia universal (cf. Ette 2002) éticamente cimentada, sino que más bien intentó influir a largo plazo en el espíritu de la época con sus ideas e investigaciones y engendrar entre sus contemporáneos europeos (y entre ellos también prusianos) una conciencia para las asociaciones globales. Su sentido científico intercultural y transdisciplinario se halla profundamente impregnado de un cosmopolitismo que favorecía a un proyecto de modernidad distinto, erigido sobre un entramado multipolar de relaciones de comercio y comunicación mundiales. La propagación de ideas prioritariamente nacional-estatistas o incluso nacionalistas y un pensamiento confinado a estrechas fronteras cívicas le eran extrañas e incluso detestables. Con qué satisfacción denigraba ese tipo de estrechez de miras; con gusto le recordaba a su amigo Varnhagen von Ense en una carta del 3 de junio de 1839 las cualidades de su difunta esposa Rahel Varnhagen, la que -como acotaba a menudo- pertenecía a una

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época pasada, en tanto que el futuro bien podría pertenecer a una mucho más pretérita aún: En especial me alegra e! reconocimiento de su talento, de su estilo, el reconocimiento de la riqueza de espíritu que se halla en las cartas de Rahel (a pocos reveladas). Las espaldas aristocráticas de Adam Müller, y la princesa tan rústica y naturalmente enamorada, jorobada y por tanto de seguro un tanto impúdica, brindan el contraste más delicioso de la inmundicia política y humana. "Salvar a la patria, dice el primer hombre de Gentz, significa volver a colocar a la nobleza prusiana en sus derechos, dejarla desgravada de impuestos, para que ésta luego de una corta negociación le pueda ofrendar al monarca libremente su don gratuit. Para eso, el hombre tiene que quedarse indisolublemente atado al suelo." ¡Cómo se deben haber regocijado los Montmorency de la Ukermark al ver expresado por un escritor talentoso en un lenguaje tan culto aquello que yacía inútil en sus pobres espíritus, fundido en tan escolares dogmas! Este espíritu de castas no está atado a espacio y tiempo. Como fantasma se volverá a mostrar amenazante un día, cuando yo ya no habré de estar. [...] Benjamín Constant expresó con mucha gracia esta inamovible herencia de la mentalidad en la parábola del naufragio: " G r a n d Dieu, je ne suis pas assez indiscretpour vous prier de nous sauver tous. Sauvez-moi tout seul" (Assing 1860, 56s.). Donde queda marcada, más allá de una profecía absolutamente certera para el tiempo posterior a su muerte, una posición no solo política, sino también cultural. Esto se documenta de un lado por los agudos comentarios acerca de Adam Müller, uno de los representantes más notables de una instrucción estatal y social romántica y opositor de las reformas hardenbergianas, así como por la moquerie sobre Friedrich von Gentz, uno de los defensores de una política conservadora dirigida en contra de las ideas revolucionarias francesas, quien para entonces igualmente hace rato había fallecido. Las exigencias tradicionales de la nobleza prusiana, aún vigentes en la época de Theodor Fontane - y que fueron rechazadas por éste la mayoría de las veces con no menos indignación- son de otro lado "enmarcadas", por así decirlo, en las referencias a Rahel Varnhagen y Benjamín Constant: a las demandas monolíticas de la tradicional clase dominante del estado prusiano se contrapone en sentido figurado y literal una multilingualidad cultural. Junto con muchos otros pasajes en los que Alexander von Humboldt se burla de la estrechez de Prusia, de Berlín y sus "elefantes de tamaño universal" ("Weltelephanten") (ibíd., 47), de Potsdam y su corte obtusa con su "mezquina moquerie y su manía represiva" (ibíd., 42), el pasaje arriba citado manifiesta de manera impresionante en qué magnitud al noble viajero del mundo le resultaba odiosa una Prusia provinciana, en la que la alianza constitutiva estatal entre la nobleza

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(rural) prusiana y el trono real reprimía toda clase de afanes y actividades liberales. Ante este trasfondo se torna aún más evidente qué metas se había impuesto su ciencia de la comparación universal, de la conciencia universal, del intercambio entre culturas y continentes en toda perspectiva temporal y qué visión del futuro se había propuesto.

4 Qué conecta a Prusia con los indígenas, o: la comparación audaz como respuesta e impulso de una ciencia globalizada En el capítulo 28 de su Relation historique, que fue publicado paralelamente al aparecimiento del tercer y último tomo de su informe de viaje junto con los dos capítulos precedentes también como libro independiente bajo el título Essai politique sur l'île de Cuba,n Alexander von Humboldt debatió la problemática específica de la densidad demográfica en la mayor isla de las Antillas, para luego en un giro característico en él - y un cambio de la primera persona del plural a la primera persona del singular- continuar: Nous avons déjà rappelé plus haut combien la population de l'île de Cuba est susceptible d'augmenter dans la suite des siècles. Natif d'un pays du nord, qui est bien peu favorisé par la nature, je rappellerai que la Marche de Brandebourg, en grande partie sablonneuse, nourrit, sous une administration favorable aux progrès de l'industrie agricole, sur une surface trois fois plus petite que l'île de Cuba, une population presque double. L'extrême inégalité dans la distribution de la population, le manque d'habitans sur une grande partie des côtes, et l'énorme développement de ces dernières rendent impossible la défense mil ¡tai re de l'île entière. On ne peut empêcher ni le débarquement de l'ennemi ni le commerce illicite.13 La transición observable aquí a la primera persona del singular, que inmediatamente se vuelve a retirar a favor de una manera de exponer las cosas más distanciada, autoriza una mirada a la procedencia del viajero, en el sentido de una corta nota autobiográfica en un punto del informe de viaje en el que menos se la habría esperado: en medio de declaraciones acerca de la distribución de la población y de las posibilidades de defensa militar de la colonia española insular. Pero además del significado autobiográfico del contrapunteo brandengurgués-cubano, este pasaje pone en claro no solo - y esto de ninguna manera es secundario para la escritura de Humboldt- el origen y punto de vista del viajero europeo, sino al mismo tiempo el afán de establecer una conexión entre los más diversos fenómenos observados por él. Como la metáfora, la comparación provoca

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Humboldt i 826. Para la compleja historia de la publicación, véase Fiedler/Leitner 2000, 118s. Humboldt 1814-1825 (1970, III : 407). Pero en realidad, las partes finales del tercer tomo de la Relation historique aparecieron recién en la primavera de 1831. 13

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un movimiento mental, siempre y cuando no aspire a igualar por medio de la comparación. El movimiento que se esboza en el pasaje arriba mencionado aparece a primera vista como demasiado audaz: pues la profecía absolutamente acertada de Humboldt de que la población de Cuba aumentaría en número, sin que la alimentación de un mayor número de habitantes tuviera necesariamente que chocar con fronteras naturales, es corroborada desde luego solo insuficientemente por la referencia comparativa a la marca de Brandenburgo. El propio Humboldt sabía perfectamente cuan diferentes eran las condiciones de espacio natural, geomorfológicas, climáticas, pero también económicas y políticas de la marca de Brandenburgo y de la colonia española. Tampoco resuelve el asunto la crítica implícita a las relaciones coloniales, que ejercían una política (en comparación con el gobierno prusiano) mucho menos favorable al desarrollo de la agricultura. ¿Por qué entonces esta osada comparación? Lo que sobre todo llama la atención en este punto y en numerosos pasajes parecidos, es el constante empeño de Humboldt, de en lo posible relacionar todo con todo por medio de la comparación. Ahora que, como dice sabiamente un refrán francés: comparaison riestpas raison: es decir que en la comparación no necesariamente está incluida la razón. Este parece ser el caso aquí también, ya que después de todo aporta poco a la investigación científica de Cuba y a la estimación de sus posibilidades de desarrollo a largo plazo el que su agricultura tropical fronteriza, colonial orientada a la exportación a la madre patria, cada vez más estructurada como monocultivo y practicada con trabajo de esclavos, sea comparada con la agricultura de abastecimiento de un estado independiente, practicada bajo el dominio feudal de la nobleza rural prusiana sobre suelos desfavorables proverbialmente entremezclados con pantano y arena en latitudes frías-moderadas. Y sin embargo, las asociaciones aparentemente arbitrarias, que son mucho menos frecuentes que las numerosas bien fundadas comparaciones en la obra completa de Alexander von Humboldt, cumplen con una función importante, pero hasta ahora no reconocida. Pues no son prioritariamente la expresión de una desenfrenada manía de comparación, ni el incontrolable exceso de un método científico basado en la comparación universal, sino un recurso retórico-literario consistente en relacionar entre sí también lo a primera vista incomparable. En otras palabras: al igual que la metáfora temeraria en el campo de la retórica, la comparación audaz en el campo de una ciencia anclada socialmente es capaz de con el recurso de la sorpresa producir nexos mentales que primero tienen que parecer descabellados. El efecto de la comparación audaz entonces no se dirige ni a su contenido ni al tertium comparationis, sino que apunta a la comparabilidad universal como tal, o sea a la necesidad de no comprender los fenómenos observados dentro de un país determinado como fuentes de saber aisladas, en este caso solo referidas a la isla de Cuba, sino de ponerlos en conexión con otros conocimientos - y de manera especial con aquellos del propio terreno de vivencias. Sin dejar de reconocer un cierto "furor comparativo" estructural en la ciencia humboldtia-

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na: la comparación audaz apunta a la activación de los lectores y se propone provocarlos para que ellos mismos lleguen al pensamiento comparativo. Lo extraño ha de ser conscientemente distanciado mediante las categorías de lo propio, y lo propio cambiado a través de aquellas de lo extraño, de tal manera que surja una especie de mirada desde fuera hacia lo propio. Lo propio y lo extraño no están claramente separados uno del otro, todo está conectado con todo. Pero ¿son realmente comparables Prusia y Cuba? Pospongamos por un momento la respuesta a esta pregunta. Si en el texto literario la metáfora tiene la fuerza de poner en relación, unos con otros, los elementos más distintos y extraer la tensión del propio texto precisamente de su diferencia, la comparación audaz, en forma por igual sorpresiva, a veces incluso asaltante, procura un cuadro del mundo, un cosmos científico en el que ya no existe nada aislado. La comparación audaz es respuesta, y más aún, impulso de una ciencia globalizada y al mismo tiempo globalizadora. Esto se puede documentar por medio de una multitud de ejemplos en la Œuvre humboldtiana. Detengámonos un instante más en el problema del desarrollo demográfico. En el cuarto capítulo del segundo libro de su Essai politique sur le royaume de la Nouvelle-Espagne, Humboldt se ocupa del censo llevado a cabo en 1793 en el Virreinato de Nueva España, el futuro México, e intenta a partir de sus resultados elaborar pronósticos para el desarrollo demográfico ulterior de esta colonia española que se hallaba a punto de alcanzar su independencia política. El investigador prusiano discute allí los excesos de nacimientos diferenciadamente altos en determinadas regiones y grupos poblacionales de Nueva España en relación con procesos universales: Les parties de l'Europe dans lesquelles la culture n'a commencé que trèstard, et dans la dernière moitié du siècle passé, présentent des exemples très-frappans de cet excès de naissances. Dans la Prusse occidentale, il y eut en 1784, sur une population de 560,000 habitans, 27,134 naissances et 15,669 décès. Ces nombres donnent le rapport des naissances aux morts exprimé par 36:20, ou comme 180:100, rapport presque aussi avantageux que celui qu'offrent les villages indiens situés sur le plateau central du Mexique. Dans l'Empire russe, en 1806, on compta 1,361,134 naissances et 818,433 décès. Les mêmes causes produisent partout les mêmes effets. Plus neuve est la culture d'un pays, plus facile est la subsistance sur un sol nouvellement défriché, et plus rapide aussi est le progrès de la population (Humboldt 1811,1: 338). En contraste con el ejemplo citado más arriba, estamos aquí frente a una comparación apoyada en un extenso material numérico estadístico y una argumentación bien preparada y evaluada, en cuyo centro se encuentra sin embargo la comparabilidad entre el desarrollo demográfico de pueblos indígenas de tierras altas y el de los campos de tierras bajas de Prusia Occidental. Aún cuando en muchos aspectos los objetos que se

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comparan de seguro no están menos alejados uno del otro que lo que están hasta nuestros días la agricultura cubana y la brandenburguesa, esta comparación justamente no apunta a la sorpresa sino a una reflexión en la que los procesos han de ser relacionados umversalmente entre sí, para de ello derivar pautas y regularidades generales de validez universal. Dado pues que las mismas razones producen umversalmente las mismas consecuencias, tiene que ser también posible entonces no solo comparar el desarrollo demográfico de las tierras altas mexicana con aquel de las posesiones prusianas localizadas al oeste del río Weichsel, sino además, el desarrollo de pueblos del oeste prusiano con el de determinados pueblos de indígenas. La búsqueda de leyes de validez universal está aquí en primer plano, pero cambia al menos potencialmente la visión de lo propio y tan familiar: difícilmente a alguien se le habría ocurrido en la Prusia de ese entonces establecer paralelos entre Prusia Occidental y Nueva España, entre Pomerania y Anáhuac. Pero Humboldt se sabe aquí parte de una tradición de pensamiento global que deja atrás las torres de las iglesias y los registros de defunción locales, tal como la había fundamentado Thomas Robert Malthus en su Essays on the Principies of Population aparecido pocos años antes en relación con la cuestión del crecimiento demográfico; obra hasta hoy muy discutida y que ya para Humboldt representó una "ouvrage d'économie politique des plus profonds qui aient jamais paru." 14 La comparación apoyada en argumentos es menos impulso que respuesta de una ciencia que piensa en procesos globales, que se apoya en una conciencia universal y que busca a la vez estimular en sus lectores la conciencia universal. Cerca del final del primer tomo de su Politischer Versuch über das Königreich NeuSpanien, Alexander von Humboldt vuelve una vez más sobre la comparación, no menos sorpresiva esta vez, entre las condiciones en el norte del reino colonial español en América y determinados reinos en el norte de Europa. Con ademán crítico-social y escéptico del progreso señala ahora la situación de las poblaciones indígenas dependientes y de los campesinos en Nueva España o sea en el futuro México. Con ello, Humboldt advierte el hecho de que hasta entonces en la historiografía se pudo quizá llegar a saber mucho sobre la historia de las "grandes revoluciones" (grandes révolutionspolitiques; ibid., 420), sobre "guerras, conquistas y otros azotes que afligen a la humanidad" (ibid.), pero solo poco sobre "el deplorable destino de la más pobre y numerosa clase de la sociedad" (ibid.). A esta reclamación por una historia de la mentalidad y una historia de la cultura cotidiana avant la lettre le aflade:

14 Ibíd., 339. El clásico de Malthus, llamado en realidad An Essay on the Principie of Population había aparecido en 1798, o sea poco antes de la partida de Humboldt a América y menos de una década antes de la publicación del Essai politique sur le royaume de la Nouvelle-Espagne. Los paralelos con la regularidad establecida por Malthus en la progresión del crecimiento demográfico y la pérdida paulatina de la fertilidad de los suelos son evidentes.

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Il n'y a qu'une très-petite partie de l'Europe dans laquelle le cultivateur jouisse librement du fruit de ses travaux, et cette liberté civile, nous sommes forcés de l'avouer, n'est point autant le résultat d'une civilisation avancée que l'effet de ces crises violentes pendant lesquelles une classe ou un état a profité des dissensions des autres. Un vrai perfectionnement des institutions sociales dépend sans doute des lumières et du développement intellectuel; mais l'enchaînement des ressorts qui meuvent un état est telle que, dans une partie de la nation, ce développement peut faire des progrès très-marquans, sans que la situation des dernières classes en devienne plus heureuse. Presque tout le nord de l'Europe nous confirme cette triste expérience: il y existe des pays dans lesquels, malgré la civilisation vantée des hautes classes de la société, le cultivateur vit encore aujourd'hui dans le même avilissement sous lequel il gémissoit trois ou quatre siècles plus tôt. Nous trouverions peut-être le sort des Indiens plus heureux, si nous les comparions à celui des paysans de la Courlande, de la Russie et d'une grande partie de l'Allemagne septentrionale (ibid., 420s.). En esta nota reveladora son comparadas ya no solo la agricultura o el desarrollo poblacional, sino la situación social del campesinado norte europeo con la del indígena; una comparación cuyo efecto sorpresa sin duda desarrolla una fuerza propulsora crítico-social, en la medida en que llama la atención de manera inequívoca sobre materia explosiva social no solo en el lejano mundo colonial de América, sino en el cercano, familiar mundo feudal de Europa. La primera persona del plural no señaliza aquí una distanciada posición de observador, sino que apunta a unos implícitos lectores europeos que de seguro no habrían por sí mismos caído en la idea de comparar a los siervos de Europa con los indígenas de América. La audacia de la comparación funciona como un flash que arroja una luz estridente sobre una idiosincrasia europea, la que en su autoconciencia de "civilización avanzada" jamás habría emprendido una comparación entre ese tipo de cosas. De modo que se ilumina una nueva dimensión de lo propio. La comparación universal revela aquí una dimensión política, más aún, cosmopolita en el sentido de una política cósmica, la cual ya no se conforma con considerar los problemas sociales del mundo aislados unos de otros. En tanto que América y la suerte de los indígenas son de trascendencia para Prusia, lo son también para el destino del campesinado que vive bajo el látigo de la nobleza prusiana. Solo pocos años antes, luego de la tormenta napoleónica, un grupo de reformadores controvertidos, pero perseverantes y decididos de la talla de un barón Heinrich Friedrich Karl von und zum Stein o de un príncipe Karl August von Hardenberg habían puesto en práctica la liberación campesina en Prusia, de tal modo que a partir del día de San Martín de 1810 -contra la resistencia de amplias fracciones de la nobleza rural prusiana- terminó oficialmente toda sumisión de heredad. Por consiguiente, Humboldt ponía su comparación ante un trasfondo sociopolítico muy concreto, en el que él mismo

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claramente tomaba posición. La ciencia humboldtiana como ciencia universal pone en marcha con ayuda de la comparación - y en particular de la comparación audaz- una conciencia universal, la cual no abandona al ciudadano universal en medio de una nada cosmopolita, sino que lo convierte en un ciudadano que mira las circunstancias desde el punto de vista de una política cósmica, no únicamente en su propio estado. Así el ciudadano universal puede llegar a ser un ciudadano doblemente provechoso.

5 El ciudadano universal como ciudadano Luego del desmoronamiento del así llamado "Tercer Reich", el romanista Leo Spitzer emigrado primero a Turquía y luego a los Estados Unidos publicó en 1946, aún bajo la impresión de la catástrofe alemana, en el primer número de la revista Die Wandlung editada por Werner Krauss, Karl Jaspers, Dolf Sternberger y Alfred Weber, un artículo bajo el título "Lo propio y lo extraño. Sobre filología y nacionalismo" que buscaba emprender una revisión crítica del desarrollo de filologías nacionales particulares, pero también un inventario despiadado de la vida intelectual alemana: Una consecuencia paradójica del íntimo secularismo luterano del hombre alemán, quien no se preocupaba por la política, es que su sentido del mundo solo se activa en el entendimiento de lo lejano y no pudo ver con una distancia crítica lo que lo rodeaba de cerca: con la fundación del Reich el alemán no superó interiormente el pequeñoestadismo, sino que transfirió el formato de bolsillo de su pensamiento político al nuevo Reich. En Weimar se había pensado umversalmente, en Berlín se pensaba con estrechez nacionalista. ¡Qué estrechez espiritual de funcionario público conforme con su cargo no delata la ingenuidad del universal Hegel, al querer ver la realización del espíritu universal (Weltgeist) en la Prusia de sus días! (Spitzer 1993, 188) El contraste señalado aquí por Leo Spitzer entre la local ciudadanía universal de Weimar y la universal estrechez de Berlín tenía que necesariamente conducir a Alexander von Humboldt a una discrepancia con Hegel, ya que no podía quedarse indiferente frente a las ideas de aquel con respecto a la historia universal y a la actuación del espíritu universal (Weltgeist). La correspondencia mantenida con Varnhagen von Ense nos muestra una serie de reacciones reveladoras de Humboldt respecto de su intensa discrepancia con la filosofía hegeliana. Así, leemos por ejemplo en una carta del 30 de mayo de 1837 al amigo: Los estudios históricos de Hegel me van a interesar de manera especial, porque hasta ahora guardo un salvaje prejuicio en contra de la opinión de que los pueblos, cada uno de ellos, tendrían que representar algo; que todo

92 habría ocurrido "para que se cumpla" lo que el filósofo promete. Leeré atentamente, y gustoso me retractaré de mis prejuicios (Assing 1860, 43). Pero ya dos días después Humboldt informaba en relación con su lectura de Hegel sobre el efecto "aprisionante y alarmante" (ibíd., 44) que le había causado " u n a afirmación abstracta de hechos y opiniones puramente falsos acerca de América y del mundo indígena". Aquí se vuelve más claro lo que Humboldt guarda en contra de Hegel. Sin poder en este punto abordar otras observaciones de Humboldt, a menudo desesperadamente sarcásticas acerca del arte de fabulación desprovisto de toda experiencia directa del gran filósofo, podemos al menos coincidir en términos generales con el escritor suizo Hugo Loetscher, quien trató de resumir la oposición entre Humboldt y Hegel de la siguiente manera: Mientras que a Alexander von Humboldt le ocupaban la evaluación de su viaje y la rehabilitación de un continente, en Alemania un erudito como Hegel estaba sentado en el salón y necesitaba la discriminación de América para rellenar una grieta en su sistema (Loetscher 1970, 666). Con seguridad las posiciones de Hegel y de Humboldt se pueden sumar a aquella disputa de siglos que enemistaba a los sabios representantes de ambos continentes en su valoración del "Nuevo Mundo" (cf. Gerbi 1983) y cuyas consecuencias se reflejan hasta hoy en el desarrollo de una multitud de heteroestereotipos, de clichés sobre los habitantes de América y su continente. Pero me parece que las posiciones de Hegel y de Humboldt, excediendo con mucho las dimensiones de una querella entre hombres de letras, pueden entenderse como bosquejos de dos proyectos muy distintos de modernidad que coinciden en que de la misma manera dicen ser universales, al tiempo que esbozan la modernidad desde un observatorio europeo. Sin embargo, mientras la teleología histórica de Hegel se basa de manera fundamental en mecanismos de exclusión que manifiestamente hacen desaparecer lo culturalmente extraño a favor de lo propio o lo declaran inferior, el proyecto de Humboldt radica en una tradición de cosmopolitismo que en el sentido actual concilia aspectos de las ciencias naturales, culturales y filosóficas, se apoya en la propia experiencia y desarrolla mecanismos integradores que median entre lo propio y lo extraño y - a ú n cuando siguen un modelo e u r o p e o - deben hacer posible un desarrollo multipolar de la sociedad universal. Empero, con el trasfondo de la política nacionalista europea, de grandes potencias y colonial, ya en el siglo XIX era imposible no darse cuenta que el proyecto humboldtiano de modernidad llevaba las de perder y como tal hasta hoy permaneció minoritario y cayó completamente en el olvido. El propio Alexander von Humboldt fue más tarde "disciplinado" - e s decir dividido en distintas disciplinas-, cortado a la medida de un "científico" o un "geógrafo", pero su obra misma degradada a una cantera de la que en el mejor de los casos la burguesía culta pudo extraer fragmentos aislados.

93 Pero la ciencia humboldtiana, de orientación intercultural y transdisciplinaria se basaba en un pensamiento relacional que ponía en contacto los más diversos conocimientos y las más diversas lógicas, pensamiento en el que tomaba forma un proyecto de modernidad comprometido con una política cósmica en el sentido arriba descrito. La conciencia universal humboldtiana constituía la base de una nueva configuración del conocimiento que, a diferenciade la especialización, considerada por Humboldt también indispensable, debía asociar los más diversos conocimientos. Justamente hoy en día, para la empresa científica actual y las estructuras científicas altamente especializadas, puede convertirse en un punto de referencia crítico para enfoques transdisciplinarios que no separen hombre y naturaleza, conocimiento y sociedad. Luego de su traslado a Berlín en el año 1827, lo que de ninguna manera significó el fin de su actividad viajera - c o m o lo documenta no solo el viaje exploratorio rusosiberiano efectuado en 1829-, el ciudadano universal como ciudadano y al mismo tiempo rey no coronado de las ciencias intentó ser socialmente activo en Prusia. Aún en el mismo año, sus conferencias magistrales llamadas "Kosmos-Vorlesungen", dictadas en la Universidad y - e n un marco más amplio- en el gran salón de la Academia de Canto, el más grande de Berlín por entonces, documentaban con éxito el intento de alcanzar con su ciencia a los más diversos grupos sociales y hacer fructificar de manera concreta su saber. El proyecto de las "Kosmos-Vorlesungen" es con seguridad un ejemplo clásico de cómo el ciudadano universal quería aportar como ciudadano al desarrollo y mejoramiento de la sociedad de su país de origen y actuar socialmente. Este apuntaba a una popularización y democratización del saber, a una manera de ver relacional, que comparara problemas sociales en Prusia con procesos universales, estructuras de tenencia de la tierra con estructuras coloniales y que mirara a lo propio en diálogo con lo extraño. Le importaba mucho la instrucción en un espectro lo más amplio posible de la población, ya de joven en 1794 estando al servicio del estado prusiano se había ocupado personalmente, sin consulta previa con su ministerio, de la enseñanza a los trabajadores mineros a su cargo y en Franconia había fundado por cuenta propia una escuela libre de minas. Así, todavía décadas más tarde y con motivo de la concesión de la ciudadanía de honor que le otorgara la ciudad de Potsdam - q u e por demasiado tiempo había olvidado a su ciudadano honorable- el 21 de octubre de 1849, enfatizó que a estos afanes de formación estaría "dedicada toda su larga y muy inquieta vida" (Humboldt 1969, 28). Y añadió dirigiéndose a los concejales, no sin un matiz de amonestación: Vosotros habéis querido evidenciar, como es digno de vosotros, guiados por las más elevadas opiniones, a más del cuidado por el bienestar material, vuestro aprecio compasivo también por los esfuerzos que tienen

94 que ver con los progresos del conocimiento, de la educación popular y de la cultura general del ser humano (ibíd.). Cuando Humboldt agradeció por el honor otorgado, el octogenario estaba ya ocupado con la redacción del tercer tomo de su Cosmos y podía, además de su actividad científica y literaria, volver la vista hacia una larga actividad política en Prusia. Como intelectual avant la lettre siempre se había afanado por no eximir a la ciencia de su responsabilidad social ni a la dimensión de ciudadanía universal de su función ciudadana. Prusia y América, Brandenburgo y el mundo: no eran para él distritos separados el uno del otro que en el mejor de los casos se relacionaban puntualmente y con un ligero matiz folklorista, sino parte de un cosmos cuyas leyes debían ser examinadas, descritas y procuradas con eficacia social para provecho de toda la humanidad - y no solo de Prusia o de un muy determinado espíritu universal (Weltgeist). Así - c o n evidente conciencia de la doble historicidad del estado prusiano 15 en cuya modernidad siempre seguía presente lo premoderno por excelencia-, en las „Einleitende Betrachtungen über die Verschiedenartigkeit des Naturgenusses und eine Wissenschaftliche Ergründungder Weltgesetze" (Consideraciones introductorias sobre la diversidad del disfrute de la naturaleza y una indagación científica de las leyes universales), en el primer tomo del Cosmos, dice: El perfeccionamiento de la agricultura a través del trabajo libre y en terrenos de menor extensión, el florecimiento de las manufacturas, liberadas de obligaciones gremiales limitantes, la multiplicación de las relaciones comerciales, y un progreso sin impedimentos en la cultura intelectual de la humanidad, así como en las instituciones civiles, están (el cuadro serio de la nueva historia universal impone esta creencia aún a los más renuentes) en mutuo y permanente trato activo entre ellos (Humboldt 1845,1:37). El autor del Cosmos personificaba una parte integral y al mismo tiempo fundamental de Prusia, aún cuando ésta no haya conseguido imponerse en el transcurso histórico posterior hasta el hundimiento en la catástrofe nacional. El reducir a Prusia al militarismo y con eso a su leyenda negra ya hace rato que no es seriamente posible; para eso no haría falta la referencia a Humboldt. 16 Sin embargo la imagen de Prusia

15 Ésta también se evidencia en la exposición completa de la historia prusiana de Gerd Heinrich, "Roter Adler - Schwarzer Adler. Brandenburg als Markgrafschaft und preußische Staatsprovinz" (Heinrich 2001). "' Es notable que Alexander von Humboldt solo aparece en la presentación de Sebastian Haffner, al igual que en muchas otras, como icono - e n forma de una ilustración de doble página de la famosa representación del sabio en su estudio hecha por Eduard Hildebrandt, asociada al escaso comentario:

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cambia, siempre que no la limitemos a Prusia y Alemania o en el mejor de los casos a una porción de la historia de Europa Central. El republicano en la corte del rey, el viajero universal en la pequeña ciudad de residencia, el berlinés que "se ha vuelto parisino hasta en los más pequeños detalles" (Beck 1959, 51) y que se convirtió en el punto de partida para el estudio de América Latina no sólo particularmente en el área de Berlín y Brandenburgo, se convierte aquí a la vez en el punto de partida de un cambiante modo de ver las cosas de Prusia y de la historia de Alemania. Pues la producción completa de Alexander von Humboldt, su cosmos científico-literario del conocimiento y de las ciencias, busca asumir en la edad moderna, en la segunda mitad del siglo XVIII las consecuencias de la segunda fase de globalización acelerada (luego del así llamado "descubrimiento" de América por Colón), de aquella expansión espacial, colonial y científica de Europa. Con lo cual desarrolló ideas y criterios que en la tercera fase, aquella del último tercio del siglo XIX, en gran parte fueron relegados a segundo plano, pero que ahora, para nuestra cuarta fase de globalización acelerada que conlleva y está marcada esencialmente por los medios electrónicos, sin limitarse solo a ellos, son de valor incalculable. Se trata de incorporar la lógica relaciona! de la ciencia y del proyecto de modernidad de Humboldt críticamente y perfeccionarla de cara a las exigencias del siglo XXI, sobretodo en el campo de tensión entre Europa y América. 17 No puede tratarse de transformar tardíamente a Alexander von Humboldt, 300 años después de la real fundación del estado prusiano y 130 años después de su caída, en un prusiano clásico, pero sí de esbozar a partir de su figura una imagen ampliada de Prusia, no solo reducida a "cuestiones del destino alemán". El intelectual elocuente y de mundo de ninguna manera había dejado "de ser alemán" (Beck 1959, 51), pero el ciudadano universal prusiano se había negado vehementemente - y esto me parece señalar hacia el futuro de nuestro siglo- contra todo espíritu de la época - y también contra el espíritu universal (Weltgeisí) nacional- a ser solo alemán. Traducción de Fernanda Ugalde y Roberto Gutiérrez

"El estudioso de la naturaleza de 87 años, Alexander von Humboldt, en su biblioteca en el año 1856" (Haffner 1981, 363). Estudioso de la naturaleza e icono, en el mejor de los casos anotado en el margen: en la historia de Prusia, Alexander von Humboldt fue hasta ahora a lo sumo una nota marginal decorativa - e s t o es también una consecuencia de su marginación bajo el signo del chauvinismo y el nacionalismo. 17 Cf. García Canclini (1999, 10), quien anota acerca de esta etapa actual denominada simplemente "globalización": "Se trata de repensar cómo hacer arte, cultura y comunicación en esta etapa. Por ejemplo, si al mirar la recomposición de las relaciones entre Europa, Estados Unidos y América Latina, se podría entender este proceso desde la cultura, y actuar en él de manera distinta a quienes sólo lo ven como intercambio económico."

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Del Caribe a las (antiguas) metrópolis: ¿viaje de ida y vuelta? o ¿emergencia de nuevos espacios culturales (transatlánticos)? Frauke Gewecke Es un lugar común evocar el Caribe como espacio de constantes migraciones, hacer constar (con Gordon Lewis) "[that] the essence of Caribbean life has always been movement" (1990, XIII) o (con Edward Kamau Brathwaite) "that the desire (even the need) to migrate is at the heart of West Indian sensibility - whether that migration is in fact or by metaphor" (1993,7). Durante siglos, el Caribe fue espacio de /«migraciones voluntarias o forzadas: de colonizadores europeos, esclavos africanos y, después de la abolición de la esclavitud, de mano de obra contratada principalmente de la India. A partir de la segunda mitad del siglo xix, sin embargo, se convirtió en espacio de emigración: desde las islas pequeñas del Este hacia Trinidad y la Guayana Británica, de Haití a la República Dominicana y a Cuba, de Jamaica a Centroamérica y Venezuela (Marshall 1987). Desde el fin de la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos se convirtieron en el país receptor de mayor atractivo, tanto por la proximidad geográfica - y en el caso de los puertorriqueños, por tener la ciudadanía estadounidense- como por la fuerza seductora del American Dream y, posteriormente, por las facilidades y el amparo que brindan las comunidades "étnicas" establecidas.1 Sin embargo, a finales de los años 50 se inició un flujo masivo de migrantes hacia las metrópolis europeas, debido en gran parte a un cambio en la política migratoria de Estados Unidos que, salvo en el caso de los cubanos, se volvió altamente restrictiva; debido también a los incipientes procesos de descolonización, en los que se vieron involucrados Gran Bretaña, Francia y los Países Bajos2, llegando España, por razones diversas, tan sólo en los años 90 a convertirse en país de inmigración masiva para sus (muy) antiguas colonias. Las migraciones de la segunda mitad del siglo XX han provocado nuevos itinerarios. En muchos casos ya no se trata de un viaje en dirección única, sino de un recorrido con vueltas y rodeos, o de un viaje circular (Pessar 1997), un recycling

' Según el último censo publicado por el U.S. Census Bureau, los latinos (o "Hispanics") representarían actualmente, con 38,8 millones, el 13,4% de la población total de los EE. UU., siendo -entre los de origen caribeño- los puertorriqueños con aprox. el 9% y los cubanos o Cuban Americans con aprox. el 4 % los grupos más numerosos (Hoffmann 2003). Sin embargo, si se tiene en cuenta tanto la inmigración no controlada y temporal de puertorriqueños como la inmigración ilegal (ante todo) de dominicanos y haitianos, su presencia en los EE. UU. es de una envergadura mucho mayor. 2 N o se consideran aquí los Países Bajos, cuya política migratoria frente a Surinam y las Antillas Neerlandesas se asemeja a la de Gran Bretaña frente a sus colonias de las West Indies. Véase, como introducción. Bovenkerk 1987.

100 (Segal 1987, 47) que empareja patria y diáspora en una vivencia transnacional o transterritorial, creando nuevos espacios, nuevas identidades y nuevas expresiones culturales: culturas (o literaturas) diaspóricas, "étnicas" o "desterritorializadas". En el contexto de la emigración hacia los Estados Unidos, este fenómeno ha sido objeto de una amplia investigación tanto a nivel teórico como a nivel de la producción literaria proveniente de los diversos grupos latinos (Gewecke 2001b); en el contexto de la inmigración europea existe, por cierto, abundante material para la "Black British literature", pero falta un estudio comparativo de las diversas metrópolis -diversas tanto por su política migratoria como por la vivencia de los migrantes y las manifestaciones literarias que puedan resultar de ella-. El punto de partida de mi itinerario - d e un viaje forzosamente relámpago- será, con España, una etapa que desde la perspectiva temporal es la más cercana a nosotros; respecto a la creación de nuevos espacios culturales, sin embargo, terminar este recorrido con España sería desandar lo andado. Recién a comienzos de los años 90, España, hasta entonces país de emigrantes, se convirtió en país receptor, puerta principal de entrada a Europa para inmigrantes tanto de África del Norte, principalmente Marruecos, como de América Latina. Según el último informe oficial (Ministerio del Interior 2003), en junio de 2003, residían en España, de forma legal casi un millón y medio de extranjeros, comparado con menos de un cuarto millón en 1985. De estos, el 35% es europeo, que en su mayoría, como comunitario, no está sujeto a ninguna restricción; el 27% es originario de África; y otro 27% sería procedente de América Latina.3 En comparación con otros países europeos, el componente extranjero de la población española es, con un 3%, relativamente bajo, y su integración social no debería causar graves problemas - a pesar de las manifestaciones violentas de xenofobia que se produjeron en el año 2000, y que siguen produciéndose contra los marroquíes o "moros", como se les llama despectivamente- Un problema de dimensiones incalculables lo constituye, sin embargo, la inmigración ilegal o irregular: tanto de marroquíes, que intentan, muchas veces, en botes precarios y jugándose la vida, cruzar hacia las costas peninsulares o de las islas Canarias, como de latinoamericanos, que llegan con visado de turista para luego, transcurridos los tres meses de vigencia del visado, quedarse en situación irregular. Por los innegables lazos históricos que unen a España, como "madre patria", con sus antiguas colonias, y por la vinculación que se quería mantener, en el espíritu de la "hispanidad", con los países hispanoamericanos independientes, se les había concedido a sus ciudadanos, desde los tiempos de Franco, un trato preferencial que les garantizaba la entrada libre al país y el acceso fácil a permisos de residencia y trabajo. Pero para frenar su creciente afluencia incontrolada - y cediendo a las presiones que implica la política migratoria de la Unión Europea

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Los datos más recientes no incluyen información acerca de los países de origen; se dispone de datos correspondientes sólo para el año 1999, los cuales arrojan para los cubanos la cifra de 13.214 y para los dominicanos 24.256 (Pajares 1999, 339ss.).

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(Roth/Hanf 1998)- fue introducido, para la mayoría de los países latinoamericanos, el requisito del visado, otorgándose permisos de trabajo sólo según determinados contingentes y según la demanda del mercado laboral, por lo que los inmigrantes quedan relegados principalmente al campo y al servicio doméstico. Los cálculos acerca de la cifra de latinoamericanos que viven en España en situación irregular, empleados sin contrato legal o desempeñando actividades de la economía sumergida, van de 65.000 (según cálculos oficiales) hasta 500.000 (según los cálculos de algunas organizaciones no gubernamentales); pero aun esta última cifra parece estar lejos de reflejar la realidad, si se tienen en cuenta los datos publicados en junio de 2003 acerca del balance de la entrada y salida de turistas latinoamericanos tan sólo durante el año anterior: según estos datos, entraron por el aeropuerto de Barajas unos 550.000 latinoamericanos, de los cuales salieron por la misma vía sólo 86.000, quedándose más de 460.000 sin utilizar su billete de vuelta. 4 Es cierto que una vez en España, pueden moverse libremente por todo el espacio Schengen; pero por la barrera del idioma serán pocos los que lo hagan, y esta cifra será largamente compensada por los que entran a España por otros aeropuertos europeos. 5 "El modelo migratorio español", afirma un destacado sociólogo, "es, en lo fundamental, un sistema de inmigración irregular" (Izquierdo Escribano; cit. en Gómez Fayrén 2003). Y aunque la posibilidad de adquirir la nacionalidad española es, para los latinoamericanos, viable - s e puede adquirir después de dos años de residencia legal en vez de los diez previstos para otros extranjeros no comunitarios-, para muchos, afincarse definitivamente en España no sería una opción atractiva, ya que su situación laboral, de trabajadores en su gran mayoría no cualificados y en más de un 15% desempleados, seguiría siendo poco alentadora. Además, el entorno social se está haciendo cada vez más hosti I para los "sudacas", ya desde antes poco queridos por los españoles y menos aún desde que se están haciendo cada vez más visibles por su concentración progresiva en determinados barrios de las grandes ciudades. 6 Para muchos latinoamericanos, los lazos históricos

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Al frente están los argentinos y los ecuatorianos, ya que de unos 130.000 "turistas" argentinos menos de 19.000 volvieron a su país, y de los 100.000 ecuatorianos sumaban exactamente 8 7 4 los que emprendieron el viaje de regreso. Para los cubanos se dan las cifras de 2 5 . 3 9 9 entradas y 8.820 salidas; para los dominicanos, en cambio, no se incluye ningún dato correspondiente (Rodríguez 2003). " Otro índice de la alta presencia de indocumentados lo constituye las cifras de solicitudes que se han presentado en los diversos procesos de regularización iniciados por el gobierno: en el de 2000, casi 600.000 - c i f r a que ni lejanamente se aproximaría al total de indocumentados, ya que esas solicitudes, atendidas en el pasado sólo en un promedio de un 60%, deparan no pocos riesgos para los que las presentan (Gómez Fayrén 2003). '' La mayor afluencia de extranjeros, y entre ellos de latinoamericanos, se ha registrado para la Comunidad de Madrid: en el censo oficial de junio de 2002, unos 300.000 con permiso de residencia, o sea más del 22% del conjunto nacional. Sin embargo, el Padrón de Habitantes, que registra todos aquellos, regulares o irregulares, que acuden a los servicios de la Comunidad, arro ja para la misma fecha, con 526.000 empadronados, una cifra mucho más elevada, destacando

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con la antigua "madre patria" son difíciles de reactivar ante el presente, que la acredita más bien de "madrastra". Por lo tanto, no sorprende que en varias encuestas la mayoría de los entrevistados haya manifestado el deseo de volver, después de un cierto tiempo, a su país de origen o seguir en su migración hacia otros destinos, con preferencia los Estados Unidos. Y facilitar ese itinerario puede ser, en última instancia, el motivo para adoptar la nacionalidad española (Sorensen 1999). España sería entonces, para muchos trabajadores latinoamericanos documentados o indocumentados, una estación circunstancial en un viaje circular, o accidental para los que fracasaron pero siguen empeñados en su migración hacia su verdadero destino, que son los Estados Unidos. Parece que pocos se instalan definitivamente, creando un nuevo espacio cultural que no sea mera reproducción de lo nativo, tal como se manifiesta ante todo en las preferencias musicales y culinarias. Los escritores latinoamericanos que en los años 70 y 80 emigraron por motivos políticos o culturales y - s i no sucumbieron a la "tentación" de París, según Carlos Fuentes "la patria final de un latinoamericano" (cit. en Kohut 1983, 11)-, se afincaron en España, bien trataban de la/su situación de exiliado o desterrado, pero generalmente enfocaban esa experiencia en una perspectiva universal y ahistórica, sin contextualizarla dentro de sus circunstancias concretas de latinoamericano en España (Schumm 1990, 39s. y 179ss.). España sigue siendo el mercado más importante para la literatura de habla española, y todo escritor latinoamericano celoso de su fama, radicado en su país o en la diàspora, aspira a ser publicado por una de las editoriales españolas de prestigio. Pero de los escritores de la diàspora, pocos se han afincado en la península 7 ; y de estos pocos, ninguno ha descubierto ese espacio vivencial inexplorado que conforma la presencia -inestable, pero altamente visible- de los latinoamericanos y caribeños en la antigua metrópoli. En Francia, la situación de los que migraron del Caribe a la metrópoli difiere en muchos aspectos de la vivencia de cubanos y dominicanos en España: por razones

como las colonias extranjeras más numerosas, entre las latinoamericanas, la ecuatoriana, colombiana, peruanay dominicana (Lora-Tamayod'Ocón 2003). E incluso esta cifra estaría muy por debajo de la realidad si se toma en cuenta un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Comillas, que sólo para los colombianos en suelo español (los cuales se concentran en Madrid) arroja la cifra de 400.000. - Para un análisis serio de la xenofobia en España, véase la monografía de Nicolás/Ramírez Lafita (2001), auspiciada y publicada por el Instituto de Migraciones y Servicios Sociales del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. 7 Destaca tan sólo el grupo (reducido) de autores cubanos, por la labor de algunos editores y, ante todo, la revista Encuentro de la cultura cubana, fundada en 1996 por Jesús Díaz. Sin embargo, en los 26 números publicados hasta ahora de la revista, que se conceptualizó justamente como lugar de encuentro entre "las dos orillas", no se encuentra ningún trabajo serio acerca de la vivencia de los cubanos en España; y la última novela de Jesús Díaz, publicada antes de que falleciera -Siberiana ( 2 0 0 0 ) - transcurre, como ya indica el título, en la lejana Siberia, desconectada completamente del entorno cubano.

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tanto históricas como jurídicas y una política migratoria activa por parte del Estado de larga tradición, contando Francia ya en el periodo de entre-guerras con la presencia de un 7% de inmigrantes del total de su población (Daguet/Thave 1996). Según el último censo de 1999, residían en territorio metropolitano unos 4,3 millones de inmigrantes, o sea el 7,4% de la población total; de ellos, el 29% era originario del sur de Europa y el 30% del norte de África (Institut Nacional d'Études Démographiques 2002). 8 Los que llegan a la metrópoli desde el Caribe francófono -principalmente de Martinica y Guadalupe, y en escasa proporción de la Guayana Francesa- no son ni extranjeros ni inmigrantes, ya que desde 1946 su "país de origen" es, como Département d'outre-mer (DOM), parte integrante del territorio francés, y los domiens no están por lo tanto sujetos a ninguna restricción de movimiento por parte del Estado. En el contexto de las relaciones sociales y laborales en la metrópoli experimentan, sin embargo, los mismos mecanismos de discriminación de los que son víctimas los inmigrantes de las antiguas colonias francesas de África, de modo que con ser un francés "de pura cepa", el domien no se libra de ser identificado como immigré. El flujo masivo desde el Caribe hacia la metrópoli se inició a comienzos de los años 60, enérgicamente fomentado y dirigido por el BUMIDOM (Bureau pour les Migrations Intéressant les Départements d'Outre-mer), agencia estatal responsable en gran parte de la afluencia de los 180.000 antillanos que en 1982 vivían en territorio metropolitano, frente a unos 15.000 en 1954 (Condon 1993, cap. 3). Los motivos del Estado eran, en primer lugar, económicos: proveer el mercado nacional de trabajo de mano de obra muy necesitada y subsanar la alta tasa de desempleo en los DOM's, consecuencia tanto del crecimiento demográfico como de la ruina de la economía de plantación tradicional y de otros sectores productivos, secuela a la vez de la départementalisation. Pero intervenían también motivos políticos, concretamente el de procurar una válvula de escape ante la creciente agitación social que daba impulsos a los movimientos de independencia, surgidos a raíz de los efectos nefastos del modelo francés de "descolonización". Para la mayoría de los que se fueron, el empleo facilitado por el BUMIDOM - e n el sector público (vedado a los immigrés) y en el servicio doméstico- era una oportunidad tanto más alentadora cuanto que aller en France equivalía, en el imaginario colectivo antillano, a faire fortune (Condon/Ogden 1991; Domenach/Picouet 1992; Condon 1993). Cuando a comienzos de los afios 80 la crisis económica se tradujo, ante todo para los jóvenes issus de l'immigration o segunda generación de "inmigrantes", en un paro masivo, con brotes de violencia provocados por un clima social abierta-

K

El censo de población tiene la particularidad de englobar en la categoría de immigrés a todos aquellos originarios de un país que no sea Francia, sin consideración ni de la nacionalidad ni del lugar de nacimiento, de modo que la cifra de inmigrantes no equivale a la de extranjeros. Así, de los 4,3 millones de immigrés, más de millón y medio son de nacionalidad francesa (por adquisición); medio millón de los que no la tienen, nacieron en cambio en suelo metropolitano (Boeldieu/Borrel 2000).

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mente xenófobo, el gobierno cambió de política migratoria, lo que en el caso de los domiens llevó a la sustitución del BUMIDOM por la creación de una nueva agencia, que por su nombre, Agence Nationale pour l'insertion et la promotion des Travailleurs d'Outre-mer (ANT), ya indicaba la dirección en la que debían ir en el futuro los esfuerzos estatales: poner fin a una política migratoria activa y dar prioridad, como también en el caso de los immigrés, a la "inserción" que según el discurso oficial no debía ser entendida como "asimilación", pero que no obstante pretendía incorporar lo extraño y foráneo a una sociedad comprendida como culturalmente homogénea (Dewitte 1999; Favell 2001). Hoy en día, un 25% de la población del Caribe francófono vive en métropole-, de ella, más de la mitad en la región parisina.9 Ya no hay una afluencia masiva, y muchos se vuelven, en un proceso de rémigration que afecta ante todo a los de la primera generación, o se mueven, en un constante ir y venir transatlántico, entre los dos polos: la France y le pays (Condon 1996). Para la primera generación de los domiens, la "inserción" a la sociedad metropolitana no acarreaba por lo general mayores conflictos, ya que se beneficiaban, a pesar de su marginación en los HLM de los suburbios parisinos, de una cierta seguridad social, y estaban, por su socialización dentro del sistema colonial, altamente identificados con la cultura francesa que la metrópoli, convencida de su mission civilisatrice, había inculcado a sus colonias. Sin embargo, hoy los jóvenes originarios de los DOM's se ven enfrentados aunaproletarización progresiva, proceso que en el mercado laboral los equipara a los jóvenes de origen africano. "Jeunes, noirs et 'français de papier'", así titulaba Le Monde en un artículo (Porte 1991) que resumía su situación; y el autor señalaba los "riesgos" de una "évolution ethnique 'à l'américaine"'. Lo que sería un concepto no del todo equívoco, ya que hoy en día, estos jóvenes proclaman su identidad "étnica" y reclaman su derecho a la "diferencia" en una sociedad que, según el discurso "políticamente correcto", se quiere "plural" (Silverman 1992; Hargreaves 1995)10, pero que en la práctica social persiste en la misma pretensión asimiladora de aquel contratista blanco que, en la caricatura que acompaña al artículo de Le Monde, pregunta al obrero negro: "Vous avez l'intention d'être noir pendant longtemps?" Como los jóvenes originarios del Magreb nacidos en Francia-los denominados beurs-, también los jóvenes antillanos se están identificando ya con una contracul-

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Según el último censo de 1999, que registraba para todo el territorio francés 60.649.904 habitantes, las cifras de la población de los tres départements en el Caribe eran: para Guadalupe, 421.632; Martinica, 381.467; y la Guayana Francesa, 157.274 (Frouté 1999). 111 Véase, por ejemplo, ese comentario en Le nouvel Observateur (2000): "Longtemps on a cru que l'universalisme républicain, réponse nationale au problème de l'intégration, impliquait l'oubli des origines, l'arasement des particularismes culturels. Ce modèle assimilateur n'a pas failli, mais il a été rénové par les Français eux-mêmes: sans singer le communautarisme anglosaxon, la France a su en vingt ans inventer un modèle multiculturel inédit, capable d'accueuillir toutes les différences religieuses ou régionales, sans les écraser. La France reste une; elle est devenue plurielle." Para una revisión crítica de tal aseveración, véase Favell 2001.

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tura propia, que se manifiesta ante todo en la música inspirada tanto en las tradiciones populares antillanas como en el hip hop norteamericano. En el campo de la literatura, sin embargo, no existe (todavía) un fenómeno comparable a la littérature beur tal como surgió en las últimas dos décadas en cuanto "apologie du 'Droit à la Différence' comme source d'identité" (Laronde 1993, 30). Desde el periodo de entreguerras, París, en aquel tiempo verdadero "Carrefour de l'Occident" (Kesteloot 1977, 20), contaba con la presencia de numerosos intelectuales antillanos que participaban en los movimientos políticos y culturales en vogue y que buscaban una salida para sus ambiciones literarias a través de editoriales metropolitanas. Hasta hoy, esa constelación, a la que se debe en gran parte el éxito de la famosa négritude, no ha cambiado: ante la falta tanto de editores como de lectores locales, y el ambiente de provincialismo del que se han quejado notoriamente autores como Aimé Césaire o Maryse Condé -Condé habla de la Guadalupe de su adolescencia como de una "isla-prisión", "le décor d'un ennui constant" (Condé 1987, 10)-, París sigue siendo La Meca de los escritores antillanos, donde la mayoría de ellos vive por lo menos un prolongado periodo del año, donde pueden disponer tanto de casas editoriales como de un público interesado y donde, finalmente, pueden obtener, mediante la atribución de uno de los tantos premios literarios, la consagración anhelada." Los textos publicados por la generación que podríamos llamar pos -négritude, se sirven de los tópicos conocidos de la literatura "poscolonial", en un entorno específico caribeño 12 : recuperación de la memoria colectiva mediante la re-escritura (o re-invención) de la historia colonial y búsqueda de la identidad que enfoca, con insistencia particular - y según el paradigma famoso de "Peau noire, masques blancs", de Frantz Fanon-, el tema de la alienación del negro en una sociedad dominada por valores "blancos". La búsqueda de la identidad se desarrolla, en muchas novelas, a través del motivo del viaje, y París es a veces una más entre varias estaciones en el itinerario del protagonista: casi siempre estación de paso que carece tanto de carácter propio como de trascendencia para el personaje 13 . Puede servir, sin embargo, como lieu de mémoire: un lugar que, distante e indiferente, le

" Ése es el caso de Patrick Chamoiseau, a quien fuera concedido el prestigioso Premio Goncourt por su novela Texaco (1992); del uso del creóle y de otros elementos de la oraliture se desprende claramente que la novela fue escrita para un público lector metropolitano no familiarizado con la cultura popular caribeña. 12 Para la(s) literatura(s) del Caribe en su conjunto se remite, para una visión más completa, a los tres volúmenes editados por Arnold (1994-2001) y, para una introducción, a Gewecke 2003. 13 Por ejemplo, en Hérémakhonon (1976) de Maryse Condé y Le Négre et I 'Amiral (1988) de Raphael Confíant. La novela Quand la neige aura fondu (1979; reedición de La jete á París), de Joseph Zobel bien relata - c o m o continuación de su célebre novela La rué Cases-Négres ( 1 9 7 4 ) - los años de estudio del mismo protagonista en París; pero éste, cuando no se mueve en la metrópoli en touñste, se mueve en un ambiente ajeno a la comunidad antillana que vive en ella.

106 permite o le impulsa al protagonista recordar lo vivido "allá", en el "país". 14 La única novela que enfoca-ya no centrada en el "allá" sino en el "acá"- la vivencia de los antillanos en los suburbios de París es Desirada (1997), de Maryse Condé. Se trata principalmente de una novela de formación que confronta la experiencia de dos generaciones: la de la madre, que a comienzos de los años 60 sale (a través del BUMIDOM) a París " [pour] devenir quelqu'un" (1997,19), y la de la hija, que a los 10 años la debe seguir "en France" pero que, frente a ese mundo que le es ajeno, sigue su peregrinaje hasta afincarse, sin grandes convicciones ni ilusiones, en los Estados Unidos. El tema de la migración constante de esos personajes "exilés", "transplantés", "déracinés" (ibíd., 112), no es lo más original en esta obra, ya que es un tópico recurrente en la novelística de la autora. Lo que sí es novedoso es la escenificación de los jóvenes antillanos, nacidos en métropole, representados en la novela por un segundo hijo: escenificación del París "d'aujourd'hui, Paris, capitale de la couleur, Paris des Deuxièmes Générations, des négropolitains" (ibíd., 166). La novela de Condé fue publicada -como sus otras novelas- en una editorial metropolitana; pero la autora, que vive entre Guadalupe y los Estados Unidos, es ajena a la vida cultural de París, y su novela fue muy poco comentada. Para poder contar con una literatura "étnica" como nuevo espacio cultural antillano, equiparable a la littérature beur-y a la Black British literature- habrá que esperar seguramente a que aquella segunda generación de négropolitains llegue a tomar la palabra. En Gran Bretaña, la afluencia masiva desde el Caribe anglófono se inició con anterioridad, considerándose la llegada, en 1948, del SSEmpire Windrush, con 500 jamaicanos a bordo, como el detonante de un movimiento que desembocaría, hasta 1961, en la presencia de unos 175.000 West Indians en el Reino Unido (Condon 1993, cap. 3). Por lo pronto, eran bienvenidos, ya que subvenían la escasez de mano de obra en el mercado nacional; y se les confería toda libertad de residencia, ya que disfrutaban, como subditos del imperio británico, de los mismos derechos que cualquier britisher de la metrópoli. Pero ante la magnitud de lo que se percibía como una "invasión" de gente de color, y los primeros brotes de violencia que se produjeron a finales de los 50 con motivo de la discriminación racial -discriminación de la que fueron víctimas tanto en el mercado laboral como en el de la vivienda-, el gobierno reaccionó con unas medidas de restricción que con el Commonwealth Immigrants Act de 1962 prácticamente limitaron el flujo de nuevos migrantes a familiares de los ya establecidos (Fryer 1991, 372ss.) 15 . Pero a pesar

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Por ejemplo, en Je suis Martiniquaise (1948), de Mayotte Capécia; Un plat de porc aux bananes vertes (1967), de Simone y André Schwarz-Bart; L'Isolé soleil (1981), de Daniel Maximin. 15 También influyó en esas medidas el proceso de descolonización en el Caribe anglófono, que Gran Bretaña inició en 1958 con la constitución de la West Indies Fédération como medida que debía adelantar la independencia. Los rumores de que Gran Bretaña iba a cerrar sus puertas a los ciudadanos de los países independientes, provocó un verdadero éxito, subiendo el número

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de esas restricciones, a pesar también de que muchos de los primeros migrantes regresaron, la presencia de los Black Caribbean en Gran Bretaña es, con mucho, superior a la de los antillais en Francia: según el último censo, de 2001, más de 560.000, a los que hay que sumar unos 240.000 que entran en la (nueva) categoría de los mixed White and Black Caribbean (Office of National Statistics 2003). Ya desde los años 80, más de la mitad de los que son originarios de las West Indies había nacido en Gran Bretaña; y se debe principalmente a esa "segunda generación" el hecho de que los Black Caribbean se hayan hecho altamente visibles en un país donde las relaciones sociales, de cierta manera "raciaiizadas" al estilo norteamericano, son harto conflictivas. Gran Bretaña, que en tiempos de su imperio nunca se empeñó (como Francia) en asimilar culturalmente a sus colonias, limitándose a infundirles un (vago) sentido de Britishness asociado a sus instituciones, persiguió una política de "inserción" diferente, favoreciendo mediante una discriminación "positiva" o affirmative action el arraigo de comunidades "étnicas" para corresponder, como ya se precisaba a mediados de los años 80 por parte del gobierno, a la realidad "[of a] multi-racial and culturally diverse Britain" (cit. en Favell 2001, 128). La protección legal que se les brindaba a los minority groups a través de varios Race Relation Acts, no impidió su persistente discriminación y segregación en guetos, frecuentemente escenarios de choques violentos, donde los Black Caribbean se vieron enfrentados tanto a la policía, notoriamente racista, como a los otros grupos étnicos originarios de la India, Pakistán y Bangladesh, que a partir de los años 80 sobrepasaron en número a los West Indians que habían llegado primero. 16 Pero el reconocimiento de su "otredad" confirió a los Black Caribbean, desde un principio, aquel droit à la différence que los antillais recién están reclamando: un derecho que supieron convertir en una práctica cultural identitaria de autoafirmación y resistencia. Durante los años 70 y 80 ese espíritu desafiante e insolente se articuló ante todo a través de manifestaciones culturales traídas de las islas, como el rastafarismo, el reggae y el carnaval -manifestaciones que, entretanto, han experimentado una cierta comercialización, perdiendo no poco de su potencial contestatario-. Pero ya desde antes se había establecido la narrativa, aunque fuera en tono menor y dirigida a un público más restringido, pero afirmándose como expresión auténtica de ese nuevo espacio cultural conquistado dentro de la antigua metrópoli. La narrativa fue la que dio origen a un extraordinario boom de la literatura caribeña anglòfona a la vez que coincidía, de manera nada casual, con la primera ola de emigración hacia Gran Bretaña durante los años 50. Sin salidas en las pequeñas islas y territorios, que (excepto Jamaica y Trinidad) no tenían un ambiente intelectual favorable, los escritores - o los que aspiraban a hacerse

de migrantes sólo en el año 1961 a más de 60.000 (Freeman 1987, 188). "' Según el censo de 2001, de una población total de 52 millones son clasificados como ethnic non white o mixed 4,5 millones, o sea, alrededor del 8%, constituyendo más del 60% los Asian y Mixed White and Asian (Office of National Statistics 2003).

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escritor- habían sido entre los primeros en emigrar a la metrópoli, donde pudieron contar con el apoyo de algunas casas editoriales que se especializaron en difundir sus obras. Entre los temas tratados destaca, al igual que en la literatura francófona, el tópico de la recuperación y revisión del pasado; pero al contrario de aquélla incidieron también, de modo acusado, los conflictos del presente, en vísperas y poco después de la independencia. Y en ese contexto, la emigración era enfocada como una experiencia intrínseca de la vivencia nacional y regional. El paradigma de toda una serie de novelas de emigración17 es The Lonely Londoners (1956), de Samuel Selvon, novela que a través de una sucesión de episodios presenta una galería de tipos picarescos, procedentes de varias partes del Caribe, que en el Londres de los años 50 luchan por sobrevivir. Pero ante el ambiente hostil o a lo sumo indiferente de la ciudad - " a lonely miserable city" (2003, 130), "divide[d] up in little worlds" (ibíd., 74)- se esfuman sus ilusiones de ser admitidos "in the oíd Brit'n" como los ciudadanos británicos que son, y se refugian, en un gesto de resignación e impotencia, en la expectativa de un retorno inminente. En The Lonely Londoners queda sin resolver si esa nueva ilusión puede hacerse realidad18; en muchas otras novelas, los protagonistas emprenden el viaje de retorno, sufriendo, sin embargo, una nueva desilusión. Para dar un solo ejemplo, representativo de la práctica escritural de las mujeres: en la novela The Unbelonging (1985), de Joan Riley, que relata, a manera de novela de formación o Bildungsroman, la experiencia de una niña traída contra su voluntad desde su Jamaica natal a Londres, la protagonista, para huir de su entorno hostil, se refugia en la memoria de una infancia feliz y el sueño de poder recuperarla, "[to] go home again and take up her interrupted life" (1998, 28). Pero cuando realiza el anhelado viaje de retorno, el sueño del belonging se transforma, ante el panorama de miseria y violencia, en una pesadilla, siéndole negado a la protagonista hasta el derecho del belonging en su propio país de origen, como le explica una amiga de infancia: "Go back whe yu come fram. We noh like farigners ¡na J. A." (142)' 9 . Las novelas de Sam Selvon y Joan Riley son "novelas de migración" (Sommer 2001), donde los personajes vacilan y se debaten entre dos polos espaciotemporales: el presente del "aquí" y el pasado del "allá". Los autores más jóvenes,

17 Entre ellas, como las más destacadas: The Emigrants (1954), de George Lamming; Escape to an Autumn Pavement (1960), de Andrew Salkey; The Final Passage (1985), de Caryl Phillips; The Intended (1991), de David Dabydeen. IK En 1975 y 1983, respectivamente, Selvon publicó, con Moses Ascending y Moses Migrating, dos novelas que junto con su primera novela de migración forman una trilogía con el mismo protagonista, que en la última novela vuelve a su Trinidad natal: no para recuperar sus orígenes sino para enseñar, cual nuevo colonizador, a los "natives" o "outlanders" la cultura británica. 19 Para el motivo del retorno imposible, véanse también, por ejemplo. The Late Emancipation of Jerry Stover (1968) y Come Home Malcolm Heartland (1976), de Andrew Salkey; A State of Independence (1986), de Caryl Phillips; Boy-Sandwich (1989), de Beryl Gilroy.

109 nacidos en Gran Bretaña, ya no viven esa polarización y sus personajes proclaman su identidad y pertenencia a la nación, ya no como Black Carribbean sino como Black Briton, como declara la protagonista en la novela Every Light in the House Burnin' (1994), de Andrea Levy:"[...] I had grown up in its [the society's] English ways. I could confront it, rail against it, because it was mine - a birthright" (1994, 88). Ese gesto de "(re)territorialización" o enracinementen un espacio sociocultural propio es un tópico de las literaturas "étnicas" en Estados Unidos, y entre ellas la de los Cuban Americans (Gewecke2001a, 571ss.); para el cubano Ivánde laNuez, que vive (o vivía) en España, la identidad y la cultura cubana (diaspórica) se caracterizan, en cambio, por su "transterritorialidad", con "la singularidad de que los puntos de la geografía se han multiplicado casi hasta el infinito" (1998, 29). A ese concepto corresponde el de Edouard Glissant, que en Le discours antillais se plantea como "poétique de l'écart et de l'errance", adversa a la "nostalgie de Fimpossible maison" (1981, 432). ¿Sería entonces, como nos propone la crítica poscolonial, el migrante "the emblematic figure of our times?" (Gorra 1997, 171) El retorno "au pays natal" que emprendió Aimé Césaire, no era un retorno a un espacio geográfico que se llamara "Les Antilles"; era la proyección de un espacio heterotópico, cuyos horizontes encerraban una nigritude esencialista e inmutable. Hoy se favorece, en el contexto de las literaturas caribeñas y de la Black British literature, otro concepto de un espacio heterotópico, con horizontes abiertos: "the topography of the black Atlantic world", de Paul Gilroy (1996, 27), él mismo originario de Guyana. O como dispuso en su testamento el ensayista y novelista Caryl Phillips, originario de St. Kitts, educado en Gran Bretaña y actualmente residente en Estados Unidos: "I wish my ashes to be scattered in the middle of the Atlantic Ocean at a point equidistant between Britain, Africa and North America" (2002, 304).

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Escribiendo en Europa desde el Cono Sur

Sonja M. Steckbauer El 24 de enero de 1983, Karl Kohut pronunció en la Universidad Católica de Eichstätt su conferencia inaugural como catedrático de Literaturas Románicas bajo el título "Die spanische und lateinamerikanische Literatur im französischen Exil" (1984), una ponencia que, como él mismo advierte, viene a ser un resumen de la introducción a su libro Escribir en París (1983), publicado el año anterior y fruto de un extenso proyecto de investigación. Aquí cuestiona, por un lado, la situación exterior del exiliado y la compara con las respectivas obras literarias. Por el otro lado, analiza el exilio interior de cada uno de los entrevistados bajo los siguientes cinco parámetros: identidad, lengua, realismo literario, relaciones con la cultura y literatura francesas, así como la concepción del exilio como privación o ganancia. Según señala Karl Kohut, él mismo tuvo que dejar de lado el aspecto de la recepción de estas obras, ya que algunos autores entrevistados respondieron de un modo evasivo e incluso hasta agresivo a esta pregunta (cf. Kohut 1983, 26ss.). Mi intención es comparar la situación de los intelectuales exiliados de entonces con lade hoy, tanto en lo que se refiere a su situación exterior como interior.1 Para evitar las generalizaciones, he preferido centrarme en el ámbito literario que mejor conozco, el de la literatura paraguaya, y señalar, donde me parece interesante o necesario, la situación de los otros países del Cono Sur. Siguiendo la teoría de Theodor W. Adorno, la interpretación socioliteraria de cualquier obra de arte tiene que analizar cómo aparece representada una sociedad, vista como un todo, en dicha obra y si ésta la refleja o la transforma. 2 Sus afirmaciones en la "Rede über Gesellschaft und Lyrik" son aplicables también a la narrativa, como él mismo subraya. Basarme en la teoría socioliteraria me parece, pues, la mejor forma de adentrarme en la discusión sobre exilio y desexilio en la literatura, y así lograr el objetivo que me he propuesto en este artículo: demostrar que, por un lado, la literatura paraguaya siempre ha sido una literatura llamada de "exilio", siendo ésta a su vez la condición sine qua non para que se dé a conocer

1 Tres de los entrevistados en el libro de Kohut son del Marruecos español, tres de España, y los otros tres de la Argentina, Cuba y el Paraguay. Como el escritor de Argentina, Julio Cortázar, falleció el mismo año 1984 en París, en nuestro contexto nos interesa sobre todo la entrevista con el autor paraguayo, Augusto Roa Bastos, pero también las observaciones generales que Kohut presenta en su introducción. 2

"Vielmehr hat sie [die gesellschaftliche Deutung von Lyrik, wie übrigens von allen Kunstwerken] auszumachen, wie das Ganze einer Gesellschaft, als einer in sich widerspruchsvollen Einheit, im Kunstwerk erschein; worin das Kunstwerk ihr zu Willen bleibt, worin es über sie hinausgeht" (Adorno 1978, 76).

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fuera del país, y que, por el otro, ahora este san benito no le permite avanzar por razones puramente extrínsecas, como pueden ser las de recepción. Puesto que la difusión de una obra depende de varios factores extraliterarios, como los que se irán demostrando, los factores externos desfavorables pueden influir al escritor hasta cierto grado en su escritura.

1 Asunción - París, viaje de ida, o "el exilio político" Por las constelaciones políticas ya conocidas, el exilio exterior procedente del Cono Sur se concentró mayoritariamente en la década de los 70, en especial en los años 73 y 74: no hace falta recordar el 11 de septiembre chileno del 73, ni la presidencia de Juan Bordaberry, transformada en dictadura el mismo año, tampoco hace falta recordar el hecho de que la represión política de Stroessner se intensificó en este mismo año, conllevando la detención masiva de intelectuales y la restricción de la libertad de expresión. Los que lograron llegar a Buenos Aires a pesar de la reciente experiencia militar con Onganíaen la Argentina, después del golpe militar de 1976, tuvieron en su mayoría que volver a marcharse buscando una nueva patria. Entre las opciones europeas -Madrid, Londres, Berlín y París-, esta última fue la más atractiva por su tradición literaria y cultural; incluso pese al evidente rechazo por parte de los franceses hacia los extranjeros, lo que Julia Kristeva ya describió en 1988 con las siguientes palabras "Nulle part on n'est plus étranger qu'en France" (Kristeva 1988, 57). Karl Kohut, por su parte, se refiere a la atracción de París como destino de la siguiente manera: Generalmente, la venida a Francia se debe al inmenso prestigio de la cultura francesa, en los países de habla española, desde los tiempos de la Ilustración y la Revolución de 1789 (Kohut 1983, 15). Pero mientras que en la década de los 80 "[e]ste prestigio [de la cultura francesa] sigue intacto" (ibíd.), a partir de los noventa se ha venido experimentando un cambio significativo. Aunque según un estudio realizado por el instituto francés "Datar" 3 , París se disputa hoy en día con Londres el primer puesto en la lucha por ser la ciudad más atractiva de Europa, para el intelectual ya no lo es tanto. Puesto que el tema de la importancia de las -¿antiguas?- metrópolis lo trata Frauke Gewecke en este mismo volumen 4 , me limito a destacar brevemente las consecuencias de la pérdida de un lieu común, de un "hogar" para los exiliados: la falta de intercambio continuo de ideas políticas y de costumbres, tanto con sus compatriotas como con sus "vecinos latinoamericanos".

3 "Délégation à l'aménagement du territoire et à l'action régionale". Un breve resumen de este estudio está publicado en Die Zeit, 24, 5. Juni 2003, 32. Véase también: www.datar.gouv.fr 4 Véanse págs. 99-113.

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2 Los modelos precursores, o "el exilio temático" Si se tiene en cuenta que la primera novela paraguaya, Ignacia, de José Rodríguez Alcalá, publicada en 1905, fue escrita por un exiliado -argentino en el Paraguay, en este caso- y que la primera obra ensayística de mayor importancia es del español Rafael Barrett, aparecida exactamente en la misma época, se puede constatar que la literatura paraguaya ha sido una literatura de exilio desde sus inicios. Característica ésta que difícilmente comparte con otro país latinoamericano. Todos los escritores paraguayos internacionalmente conocidos estaban exiliados cuando empezaron a tener éxito, detalle curioso en lo que se refiere a la situación socioliteraria de este país. La primera obra de un paraguayo escrita en el exilio es la novela Los exiliados (1964) de Gabriel Casaccia, una obra que nunca pudo alcanzar el éxito que tuvo su primera novela La Babosa (1952). 5 Lo interesante de esta obra es que a pesar de que tuvo muy poca resonancia -tanto en la Argentina como en el Paraguay- dejó importantes huellas intertextuales y temáticas en las novelas de exilio, paraguayas y de otros países del Cono Sur, sin que los autores posteriores fueran conscientes de ello. Juan Carlos Herken, autor de una de las novelas de exilio paraguayas más llamativas, El mercader de ilusiones (1995), ante la pregunta de si había leído la obra de Casaccia, respondió que la leyó por primera vez en 1975 o 1976 y que no le causó gran impacto, pero que Eso no implica negar que pueda haber una influencia mucho más sutil, casi imperceptible, que tiene que ver con las sensaciones agridulces que suele dejar su lectura, algo así como un perfume que revolotea por encima de la cabeza y a veces hace recordar a uno frases y escenas, y sobre todo lo reintroduce en la atmósfera casacciana. 6 Como se comprobará más adelante, algunas de estas huellas intertextuales que la novelaZ,os exiliados dejó en otras novelas de exilio en forma de intertextualizaciones, inconscientes tal vez, se fueron convirtiendo en (o ya lo eran) topoi o lugares comunes de la literatura de exilio. Una de éstas es, por ejemplo, la espera y la esperanza: así como en Los exiliados el doctor Rolando Gamarra espera cada día la carta de sus compatriotas que le anuncie la revolución y el cambio de gobierno en su patria; en La revolución en bicicleta del escritor argentino Mempo Giardinelli, es Don Juan Bartolomé Gaite el que espera ansioso la llegada del cartero. Varias son las semejanzas entre estos

3

El crítico peruano José Miguel Oviedo incluso le niega cualquier valor literario diciendo en su Historia de la literatura latinoamericana que La Babosa es "la primera manifestación del género en Paraguay que alcanza valor artístico" y la única obra de Casaccia que "debe mencionarse" (Oviedo 2001, III: 544). 6 E-mail de Juan Carlos Herken a Sonja M. Steckbauer, 17 de julio de 2003.

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dos personajes: los dos escuchan diariamente la radio paraguaya, se mantienen fieles a su posición política, están convencidos de que estallará una nueva conspiración y ambos siguen viviendo en el pasado glorificado y en un futuro posible y utópico, pero no en el presente real. Sin embargo, mientras que el doctor Gamarra cree en ese futuro mejor, que además es la única solución posible al final de la novela, Don Bartolo empieza a dudar de la posibilidad de una "revolución en bicicleta". Este personaje se dirige al lector intrínseco con las siguientes palabras: Cualquiera le contaría todo esto mejor que yo, pero claro, usted está conmigo y no con otro. Igualmente, no se fíe demasiado, porque la memoria traiciona. Traiciona, sí. Muchas veces me ocurre, que sueño el pasado, [...]. Y me pregunto si, acaso, no será que estoy soñando ideas, ideales quiero decir, el porvenir, bah, un futuro que quizá nunca veré (Giardinelli 1996, 145). La vida de Don Bartolo fue flccionalizada por Mempo Giardinelli en los años 70, cuando el regreso a la patria por parte de los exiliados era todavía una utopía, una época en la que este ansiado regreso incluso parecía menos probable y más falaz que en la anterior ficción del doctor Gamarra. Sin embargo, salta a la vista que esta novela, donde la revolución se convirtió en sueño, deja un sabor mucho más optimista. "Mañana será otro día" le dice a Don Bartolo su esposa Elida al final, y él responde con esperanza: "Otro día, sí, y eso es lo bueno" (ibíd., 296). Otra constante en la novela de exilio es el tema de la prisión y de la tortura, relacionada con el de la traición. En Los exiliados, se plantea la cuestión de si Gilberto Torres había traicionado al coronel Balbuenao no (cf. Casaccia 1997,65), así como las consecuencias de esta supuesta traición para algunos personajes de la novela. Ahí está también el miedo de convertirse en traidor por no poder aguantar la tortura como, por ejemplo, en el caso del protagonista de "Ronda nocturna" en Ojo por diente, de Rubén Bareiro Saguier: "Nosotros le preguntamos a las buenas. Es mejor que conteste bien. Tenemos otros medios ... Y usted no va a aguantar ..." (Bareiro Saguier 1972, 46), le dice el "pyragué" (ibíd.) al narrador en primera persona. De modo que éste tiene miedo de ser el próximo y no poder aguantar. Finalmente, Félix, el protagonista y narrador en primera persona de El fiscal de Augusto Roa Bastos, también es un exiliado que sueña con el regreso a su patria, participa en el golpe y no sobrevive a la prisión. Este último hecho se lo comenta su amante Jimena a su madre en una carta.

3 "El exilio de corbata", o la mercantilización de la biografía Con la novela El fiscal, de 1993, Augusto Roa Bastos concluyó la trilogía del poder que había iniciado en 1960 con Hijo de hombre y continuado en 1974 con Yo el Supremo.

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Este autor, quien en varias ocasiones se había autodenominado "el decano de los exiliados" (Roa Bastos 1982,48), se marchó del Paraguay en 1947, en la época de Higinio Morínigo, para vivir en Buenos Aires. En 1976 se instaló definitivamente en Toulouse, Francia, donde obtuvo una cátedra universitaria de literatura. Durante la dictadura de Alfredo Stroessner, según el decreto NE 10.162 del año 1955, firmado por el mismo Presidente de la República, "se encomienda una misión cultural y de estudios en Europa al Sr. Augusto Roa Bastos" y se le abonan los viáticos. Así pues, este autor viajó regularmente al Paraguay7 e incluso dictó, en 1970 y 1971, un curso de literatura en el Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales (ILARI) en Asunción. Como asegura Guido Rodríguez Alcalá (1994) en un artículo sobre la "Trayectoria política de Roa Bastos", este autor fue expulsado el 30 de abril de 1982 del país justamente por haberse llamado "exiliado" faltando a la verdad. Con este acto de Stroessner, Roa se convirtió en un verdadero desterrado y, como continúa el mismo crítico, "además, la medida represiva mejoró la imagen internacional del autor y dio considerable apoyo a la mitificación iniciada por el mismo Roa" (Rodríguez Alcalá 1994, 3). No es cuestión de ver en detalle los mecanismos que iniciarion e intensificaron esta "mitificación de Roa", el ejemplo sirve más bien para demostrar brevemente que el término de "escritor exiliado" puede ser utilizado también como recurso publicitario, incluso llegando a emprender -en el caso de que sea necesarioalgunos cambios en la propia biografía. La autobiografía del autor forma parte de la mercantilización: en una época en la que el exilio político del Cono Sur ya no existe, resulta más difícil vender este producto. Mucho más aún cuando el producto, la parte más importante, la obra, ya tampoco es tan típicamente sudamericano, como veremos más adelante.

4 El exilio desexiliado y desilusionado, o entre dos tierras Mientras que Cortázar, en una conferencia dada en 1978 (cf. Kohut 1983, 12), sostenía con todo derecho que el exilio dominaba la escena de la literatura latinoamericana como hecho real y como tema literario, esta situación cambió en la década de los 80 con el posible regreso por parte de los intelectuales a su patria. Los que se regresan, se ven enfrentados a la difícil situación del "desexilio", término tomado del uruguayo Mario Benedetti y título de su colección de ensayos. El siguiente epígrafe, de Fernando Pessoa y que sirve de lema para la novela Andamios (1997), describe mejor que nada el difícil regreso:

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Otra prueba de su repetitiva estancia en Asunción son las fotos de esta época, c o m o una de una reunión de escritores en Asunción, en la que además de Augusto Roa Bastos se encuentran Gabriel Casaccia, Mario Vargas Llosa, Guido Rodríguez Alcalá, René Davalos, Adolfo Ferreiro, Rubén Bareiro Saguier y R o q u e Vallejos (foto con pie de foto en Rodríguez Alcalá 1994).

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O lugar a que se volta é sempre outro A gare a que se volta é outra, Ja nao está a mesma gente, nem a mesma luz, nem a mesma filosofía. (Benedetti 1997, 9) Nada sigue igual después del regreso, de esto se dará cuenta el protagonista de la novela de Benedetti, Javier Montes. Friedhelin Schmidt-Welle comenta que la falta de diálogo en la sociedad uruguaya y la desconfianza mutua son los resultados de la dictadura, resultados que también se manifiestan en la obra literaria posterior a la opresión política: En el contexto de la imagen desilusionada de la sociedad uruguaya postdictatorial que presenta la novela [Andamios], y en el de las desconfianzas entre diferentes grupos de la sociedad, se constituye un sujeto "desexiliado" a partir de un silencio verbal, por una parte, y a partir de un lenguaje facundo del cuerpo, por otra (Schmidt 2003). Con el posible regreso a su patria, el que se queda en el país donde encontró asilo político o cultural, se convierte en un "expatriado". La autora Bharati Mukherjee, nacida en la India y residente en los Estados Unidos desde 1961, define este mismo término de la siguiente manera: Expatriation is an act of sustained self-removal from one's native culture, balanced by a conscious resistance to a total inclusion in the new host society. The motives for expatriation are as numerous as the expatriates themselves: An esthetic and intellectual affinity, a better job, a more interesting or less hassled life, greater freedom, or simple tax relief (Mukherjee 2002, 207). Los mismos que habían pasado por un proceso de "transculturación", término de Ángel Rama (1982) o de "hibridación", término de Néstor García Canclini (1990)8, o que, en palabras del crítico peruano Antonio Cornejo Polar, tienen una identidad fragmentada9, ahora se encuentran frente al hecho de que su situación responde a una decisión propia y voluntaria. Para Mukherjee, el expatriado escribe desde una situación que significa "the root of cool detachment" (Mukherjee 2002, 207), mientras que el exiliado escribe en una condición de "furious engagement" o de "petitioner" (ibid., 208). Aunque Mukherjee proviene de otra situación político-cultural que los autores aquí descritos, estamos convencidos de que su definición es válida para mostrar

11

Para una discusión acerca de estos términos, véase Schmidt 2000. '' "La fragmentación tal vez sea su norma" (Cornejo Polar 1995, 104).

121

claramente la diferencia entre los autores que escriben en la década de los 90 con respecto a la situación de los autores reflejada en las novelas de exilio: mientras que los personajes de las novelas publicadas entre los 60 y los 80 soñaban con volver a su patria, los de la década de los 90 no pueden seguir soñando con el regreso, ya que tuvieron que tomar una decisión al respecto. Actualmente salta a la vista que muchos de los autores exiliados se callan porque ya no quieren escribir sobre temas relacionados con el exilio. Tal es el caso del chileno Hernán Valdés, residente en Alemania, quien en 1976 publicó Tejas verdes, su diario del campo de concentración del mismo nombre, y ficcionalizó sus experiencias en la novelad partir delfín (1984). Después de Ansilania (1986) ya no publicó ni escribió nada más. En una entrevista comentó que su estancia en Alemania había significado para él, desde el punto de vista literario, caer en una trampa. Ya no puede escribir sobre la situación política chilena, pero tampoco se siente integrado en el mundo de los alemanes ni quiere escribir sobre él. Por eso, no le queda otra que callarse.10 Otros pocos siguen escribiendo sobre la temática de antes, la de la represión política, de la tortura, del exilio, o se reeditan sus libros de aquella época. Tal es el caso de Alicia Kozameh que, en su novela Aguas (2003), sigue describiendo con bastante éxito sus experiencias en la cárcel argentina durante la década de los setenta. Pese a todo, los expatriados se ven frente a una situación literaria sumamente difícil. A su identidad fragmentada se le añade la esperanza por parte del mercado literario de que escriban algo típico y nacional. ¿A quién le interesa un libro en español escrito por un argentino chaqueño que describe la situación de los turcos en Berlín? ¿Y a quién le atrae un Marruecos ficcionalizado por un paraguayoalemán? 1 1 No es puro cuento, el tema "inapropiado" es a menudo la excusa de una editorial para ni siquiera abrir el manuscrito y ojearlo.

Una posible conclusión El chileno Eduardo Labarca optó por desviarse del tema del exilio y encontrar, no obstante, aceptación de la crítica, al ficcionalizar en su novela Butamalón (1994) una época del pasado de Chile, la victoria mapuche en la batalla de Curalaba en 1598. Con esta decisión, la de escribir una novela histórica, logra abrirse camino

10

"Der Aufenthalt in Deutschland bedeutete für mich, literarisch g e s e h e n , in eine Falle zu

gehen. [...] Aber darüber [über die aktuelle politische Situation in C h i l e ] kann man nicht v o m A u s l a n d aus schreiben. Deshalb habe ich mich von Chile und diesen traurigen

Dingen

a b g e w e n d e t . W a s aber nicht heißt, dass ich mich in die Welt der Deutschen integriert habe. D e n n man kann nicht a u f S p a n i s c h über die deutsche Wirklichkeit diskutieren und schreiben. S o bin ich also jetzt in beide Richtungen hin verstummt" (Hernán Valdés; cit. en Eisenbürger/Küppers 2 0 0 3 , 72). " M e refiero, c o n e s t a última pregunta, a la novela La villa de amatista Carlos Herken.

( 2 0 0 3 ) , de Juan

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en ese callejón sin salida en el que se encuentran muchos de los exiliados "de entre dos tierras". No logró escribir un bestseller, pero sí consiguió que se la publicara Anaya. En una ponencia dada en un simposio de literatura, organizado por Karl Kohut en la Universidad de Eichstätt, Eduardo Labarca esperpentiza el mercado literario al tratar de encontrar una respuesta a la pregunta: "Cómo escribir un bestseller en el siglo veintiuno": El libro es un producto colectivo con respecto al cual agentes literarios, lectores profesionales, editores, correctores de estilo, promotores, publicistas deciden el tema, el título, la extensión, el estilo y sobre todo el instante preciso de su aparición en función de la volubilidad del aurapopularis, los virajes de los gustos de la muchedumbre que ha de comprar el producto libro, a menudo sin intención de leerlo. La antigua interacción escritor-lector se ha resuelto a favor de un sujeto único: el comprador (Labarca 2002, 442). No es cuestión de volver a prescribir a los escritores ni el tema ni la forma de sus novelas, tal como se hizo hasta inicios del siglo XX para la "literatura adaptada a la sociedad".12 Es cuestión de ver la obra de manera inmanente, tal como lo propone Adorno en la cita señalada al principio de este artículo: darle su valor literario, pero también, en un acercamiento hermenéutico, verla dentro del contexto en el que fue escrito. Tal como lo propone ya Lucien Goldman, quien reconoció que un mundo ficticio, aparentemente lejano a cualquier experiencia personal, puede estar sin embargo relacionado de manera significativa con las experiencias de un grupo social.13 Los escritores conosurenses ya no tienen por qué ser considerados o clasificados como desexiliados o expatriados sino como productores de obras de arte. Obras de arte per se, ajenas o cercanas a factores extrínsecos. Obras de arte por sí mismas, por su calidad literaria.

12

Traducción tomada de Hans Norbert Fügen quien cita manuales como "We want you to market your manuscripts. Help us to do so" (Fügen 1974, 156s.). 13 "Eine fiktive Welt, die scheinbar weit entfernt von jeder spezifischen Erfahrung ist - zum Beispiel eine Märchenwelt - kann ihrer Struktur nach mit den Erfahrungen einer speziellen sozialen Gruppe" (Goldman 1974, 97).

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III PERSPECTIVAS DE GÉNERO

Literatura de viaje y género: r Flora Tristán, Etienne de Sartiges y Johann Jakob von Tschudi en el Perú (1830-40)1 Katharina Stádtler Diferentes miradas y textos diferentes Mirando lo mismo, varios individuos no perciben lo mismo; viajando a los mismos lugares, estos individuos no cuentan las mismas historias sobre lo que han visto. Los viajeros europeos de los siglos pasados debían de tener conciencia de que sus modos de mirar y, por siguiente, sus relatos eran diferentes entre ellos; algunas veces se aprovechaban de esta diferencia y la hacían su meta cuando viajaban a lugares famosos y descritos con frecuencia, o cuando deliberadamente viajaban a lugares fuera de Europa, para poder contar lo nuevo, lo más novedoso, lo aún desconocido, el otro, continuando de esta manera la tradición europea de ficcionalizar y tal vez mitificar algunos lugares famosos (por ejemplo Jerusalén, Roma, París, El Cairo). También contribuían a hacer entrar estos lugares en el canon de los destinos clásicos de viaje. Pero aquí no voy a profundizar este aspecto: el de repetir (o no) lo visto y lo contado, el de oscilar entre la copia y la diferencia, aunque los relatos de viaje que voy a analizar sean apropiados para ello, sobre todo los de Tristán y Sartiges. Una de las regiones más populares entre los viajeros europeos del siglo XIX era América Latina, especialmente el Perú. Les atraían los fenómenos naturales extraordinarios como el Altiplano desierto de la puna andina, entidades productoras de importancia económica como las minas de plata, y los monumentos y templos incas, únicos en la historia de la civilización. Estos fenómenos naturales, fábricas y monumentos formaban los lugares - y también los topoi literarios- del programa tipo de sus visitas en el Perú. Durante el siglo XIX los europeos escribieron aproximadamente más de cien relatos sobre viajes al Perú, entre los cuales he eligido tres que se pueden comparar directamente porque sus autores viajaron más o menos al mismo tiempo y se detuvieron, por lo menos en parte, en los mismos lugares:

' Agradezco a la profesora Andrea Pagni (Universidad de Rostock, Alemania) y al Dr. Claudio Chuchuy para su ayuda con la traducción de este texto al castellano. Las traducciones de las citas de Sartiges y de von Tschudi son de la autora. Una versión aumentada de ello va a parecer en Teresa Pinheiro y Natascha Ueckmann (eds.). 2004. Reiseliteratur und Globalisierung. Bremen: LIT-Verlag (Serie FOLIES -Forum Literaturen Europas).

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— Mémoires et pérégrinations d'une Paria 1833-1834 (Peregrinaciones de una paria 1833-34) de la francesa Flora Tristán, editadas en castellano en 1946, — Voyage dans les Républiques de l'Amérique du Sud (Viaje en las repúblicas de la América del Sur) del francés Étienne de Sartiges (seudónimo Lavandais), — Perú. Reise-Skizzen aus den Jahren 1838-1842 (El Perú. Noticias de viaje de los años 1838-1842) escritos por el suizo Johann Jakob von Tschudi. Quiero analizar estos tres modos de mirar al país y a sus habitantes y sus expresiones textuales preguntando si hay entre ellas diferencias que respondan a la condición masculina o femenina de sus autores o, mejor, al género.

El género y las diferencias en la percepción y en la representación El género es el papel socio-cultural adquirido por un hombre o una mujer durante su educación y condicionado por la dicotomía en las estructuras del poder. Se refleja también en las representaciones simbólicas estereotipadas corrientes en una sociedad, por ejemplo en su literatura. Lo podemos examinar en los relatos de viaje ya mencionados porque uno de ellos fue escrito por una mujer. En el siglo XIX, esto era todavía una excepción. Comparando el texto de Flora Tristán, o Flora Tristan como solía llamarse en Francia donde había nacido y vivido, con él de Étienne de Sartiges (quien publicaba bajo el seudónimo Lavandais) y él de Johann Jakob von Tschudi, se puede verificar, por lo menos en parte, la hipótesis alegada desde hace unos años por los investigadores feministas que tanto los viajes como la literatura de mujeres se realizan en circunstancias particulares y producen textos particulares. Aún cuando los relatos de viaje escritos por mujeres europeas tienen muchas cosas en común con los textos escritos por hombres europeos, ya que visitaban los mismos lugares fuera de Europa y procedían del mismo eurocentrismo ideológico, se podría considerar, entre otros aspectos, si el texto de Tristán deja ver diferencias específicas debidas al género, por ejemplo las diferencias que se refieren a los motivos de los viajes y a su organización. Sobre todo es prometedor buscar en el texto las huellas de la percepción específica femenina, de la conciencia de sí femenina y de la visión femenina del mundo. Sin embargo, en el proceso heurístico no se consigue separar claramente el acto sujetivo de la percepción y el acto objetivo de la escritura, así que cuando les hable del análisis de la percepción, en realidad sólo estaré sacando conclusiones a partir de los residuos textuales de esta percepción. No me atrevo, en presencia de unos escritores vivos que poseen el secreto de esta metamorfosis, a especular todavía más sobre ello.

Lecturas, informadores, lectores: las bases de la literatura de viaje En lo que sigue, voy a presentar a los tres autores viajeros ya mencionados, en el orden cronológico de sus llegadas al Perú. También tendría que tener en cuenta los motivos de viaje, las lecturas preparatorias, el medio social que frecuentaban en el Perú y la gente que les servía de interlocutores y de informadores, pero esto lo haré en un trabajo más extensivo. Otro aspecto de mi análisis serán los lectores de estos relatos, presentes ya en el momento mismo de la escritura en la conciencia de los

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autores. Pues como es evidente, al lado de la mera percepción individual condicionada (o no) por el género hay muchos factores que influyen en un relato de viaje. Flora Tristán (1803-1844) Al principio les procuro algunas informaciones sobre la autora Flore-CélestineThérése-Henriette de Tristán y Moscoso, nacida en París en 1803. Era hija natural de una francesa humilde y de un general peruano que había llegado a Bilbao a finales del siglo XVIII, para servir de oficial al rey de España. El matrimonio de sus padres nunca fue reconocido en Francia donde en esta época estaba en vigor el código civil creado por Napoleon. Siendo niña, Flora asistió varias veces a las visitas de Simón Bolívar, que entonces fue educado en Francia y que iba a ver frecuentemente a su amigo Mariano Tristán y Moscoso. En el siglo XIX los criollos de la clase alta en general hacían educar a sus hijos en Francia, y este tipo de globalización cultural fue una de las cosas que más impresionó a Flora cuando viajó al Perú. El motivo de su viaje en un barco que salió del puerto de Burdeos en abril 1833 era su situación económica desastrosa y la imposibilidad de divorciarse de su marido. Flora esperaba obtener su parte de la herencia de su riquísima abuela paternal, pero no tuvo éxito. De septiembre de 1833 a abril de 1834 vivió en Arequipa en casa de varios parientes de la familia Tristán, y después, tres meses en Lima en una pensión francesa. En julio de 1834 emprendió su regreso para Francia. El relato de su viaje escrito en francés se publicó en París en el año 1838 en dos volúmenes. Flora se interesaba mucho por las personas con quienes tenía trato, por la moda y por la cultura cotidiana. Sobre todo la fascinaban las relaciones amorosas especialmente cuando ella era protagonista. Se puede afirmar que, contrariamente a los relatos de los viajeros masculinos, sus descripciones de la vida peruana no son más que el segundo plano de una serie de auto-retratos y reflexiones sobre sí misma, en particular sobre sus amoríos platónicos con varios hombres en sus alrededores. Un rasgo singular de su texto son los comentarios críticos dirigidos a los peruanos que según Flora estában todavía retrasados culturalmente. En ellos, Flora oscila entre el etnocentrismo de la parisina arrogante y el ímpetu de la reformadora social, por ejemplo cuando commenta las "indecentes bufonadas" y los "desfiles más escandalosamente impíos" (Tristán 1946, 170) de una procesión o la "ferocidad salvaje y [el] fanatismo exaltado" (Tristán 1946, 173) del público de un misterio: Siempre me he interesado vivamente por el bienestar de las sociedades en medio de las cuales el destino me ha transportado y sentía un verdadero pesar por el embrutecimiento de aquel pueblo. Su felicidad, me decía, no ha entrado jamás dentro de las combinaciones de los gobernantes. Si hubiesen querido realmente organizar una república,

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habrían tratado de hacer germinar, por medio de la instrucción, las virtudes cívicas hasta entra las últimas clases de la sociedad (Tristán 1946, 173). Ya que Flora pone de relieve obstinadamente su propio parecer y su propia condición de francesa frente a los peruanos, a los "Otros", como les llamaría Todorov (1982), causa la evidencia que sólo desarrolla la conciencia de sí mismo a través del encuentro con estos últimos. Alcanza su identitad personal en la diferencia con ellos, por ejemplo cuando describe el desayuno peruano: Voy a decir cuál es su manera de alimentarse. Se desayuna a las nueve de la mañana. Esa comida se compone de arroz con cebollas (cocidas o crudas, ponen cebollas en todo), carnero asado, pero tan mal preparado que nunca [he podido comerla] (Tristán 1946, 201). En el curso de su viaje, el aplomo de Flora iba creciendo de tal modo que durante su estancia en Lima manifestía su independencia material e ideológica. Por un lado, vivía por su propio cuenta en una pensión francesa, por otro, iba concibiendo el proyecto de la emancipación de la mujer de las presiones sociales, que realizó, en parte, para ella misma. Al volver a Francia, se convirtió en una de las primeras activistas feministas y socialistas. Con las teorías internacionales del socialismo y del feminismo, las ideas de Tristán volvieron al Perú en los años 1940. Después, algunos intelectuales latinoamericanos la descubrieron de nuevo, entre ellos la poetisa feminista Magda Portal (1933, 1944, 1983), los historiadores literarios Luis Alberto Sánchez (1942) y Jorge Basadre (1946) y los escritores peruanos Ventura García Calderón (1939), Sebastián Salazar Bondy (1967) y Mario Vargas Llosa (2003). Desde entonces se ha extendido el reconocimiento del esfuerzo de Flora en favor de los peruanos, y hoy en día existe incluso un "Centro Flora Tristán" para las mujeres peruanas en Lima. Étienne de Sartiges Más o menos al mismo tiempo que Tristán, hizo excursiones en el Perú un joven diplomático, secretario de la embajada francesa en el Brasil, el vizconde Étienne de Sartiges. Sólo se sabe de él lo que Flora Tristán escribió en sus memorias: [Ese joven de 22 años] hizo furor entre las damas de Arequipa. [...] Cuando pasaba por la calle se ponían a la puerta para ver al lindo francés de blondos cabellos [...]. Las más bonitas de mis amigas envidiaban mi felicidad de poder hablar con el vizconde. Algunas de ellas me preguntaban en su sencillez: -¿Qué le dice ese encantador vizconde? ¿le habla de amor? ... -No, señoras, M. de Sartiges no me habla de amor y eso me hace apreciar más sus frecuentes visitas (Tristán 1946,213).

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Sartiges viajaba por curiosidad, acompañado de su criado, un antiguo militar. No conocía a Flora antes de encontrarla en Arequipa. Desde allí su camino le llevaba via Puno, en las orillas del lago Titicaca, a La Paz en Bolivia, y de allí hasta Cuzco y Lima. Los lugares y los medios sociales que describía hacen ver que se interesaba por todos los aspectos de los países latinoamericanos, como era común en los dilentantes aristocráticos del siglo de las luces. Se informaba, a la vez, sobre la vida económica y política, la civilización inca y la sociedad moderna. 2 En su relato de viaje que apareció en 1851 en la Revue des deux mondes de París, bajo el seudónimo Lavandais, analiza la adaptación peruana del modelo republicano francés e insiste en los problemas que causan las guerras civiles entre los militares criollos. Según Sartiges, la república peruana corría riesgo de hundirse incluso antes de consolidarse. Flora Tristán también comentó la situación política, sobre todo la revolución en Lima que conoció de oídas en enero de 1834 en Aréquipa. Pero confesaba francamente que no podía entender las causas y las peripecias de ésta (Tristán 1946,200). Es característico de Flora el tableau donde cuenta como se enteraba del asunto: Recuerdo que el día en que la nueva llegó de Lima estaba enferma. Vestida, me había recostado sobre la cama y conversaba con mi prima Carmen sobre el vacío de las cosas humanas. Podían ser las cuatro. De repente, Manuel se precipitó en el cuarto con un aire despavorido y me dijo: ¿Saben ustedes lo que ocurre? El correo acaba de traer la noticia de que ha habido una horrible revolución en Lima. ¡Una matanza espantosa! (Tristán 1946, 241). Flora veía en la codicia de los oficiales peruanos la causa principal de los golpes de estado reiterados, cada vez más seguidos, que llamaban revoluciones. Esperaba el día en que el principio del trabajo individual y social acabara con las recaudaciones forzadas y los saqueos. Johann Jakob von Tschudi Esta apreciación la compartía con el suizo Johann Jakob von Tschudi cuya estancia en el Perú transcurrió entre 1838 y 1842 (cf. Tschudi 1963, I: 67 y I: 83). Entre otros, von Tschudi hizo su deber "comunicar la historia moderna del Perú todavía muy poco conocida en Europa" (cf. Tschudi 1963, 1: 66). Su manera sistemática

2 "Je voulus connaître dans toute leur étrangeté les moeurs de ces républiques espagnoles, que la plupart des voyageurs n'observent que dans les villes de la côte. [...] une longue tournée [...] devait me montrer une vaste région de l'Amérique du Sud sous tous ses aspects, dans ses districts miniers et dans ses centres politiques, dans sa vieille civilisation et dans ses moeurs nouvelles" (Lavandais 1 8 5 1 , 3 7 0 ) .

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y detallada de llevar a cabo sus investigaciones lo destaca de los dos viajeros ya mencionados y lo revela como scientífico. Él mismo caracteriza su intención de la manera siguiente: En la elaboración de este relato de viaje no me guiaba ese interés de escribir una novela de viaje picante que enriquece nuestra literatura turística con algunas publicaciones vacías efímeras. Para ganar más espacio para la representación objetiva de la cosa hice retroceder en un segundo plano el aspecto meramente sujetivo y personal. 3 Johann Jakob von Tschudi nació en 1818 en Suiza y estudió sciencias naturales y medicina en Zurich, Leiden y París. A los veinte años, en 1838, salió para su primer viaje a América Latina con el encargo de coleccionar objetos de historia natural para el museo de Neuchátel (Suiza). Para poder financiar su estancia en el Perú, que iba a durar muchos años, practicó allá como médico. Viajó en muchas partes de la costa, del antiplano andino y de la selva tropical del este del Perú, siempre buscando plantas o animales desconocidos o raros. Contrariamente a Tristán y Sartiges, von Tschudi era un descubridor e investigador en el sentido moderno, que no temía ni las penas ni el peligro de penetrar en regiones desconocidas, y que disecaba, ordenaba e interpretaba sistemáticamente sus hallazgos científicos. En 1842, a causa de una enfermedad grave, tuvo que interrumpir su estancia y volver a Europa. Los conocimientos adquiridos durante cuatro años quedan documentados en varios libros técnicos y en un relato de viaje en dos volúmenes que voy a incluir en mi análisis ahora (Tschudi 1963)." La manía de sistematizar de von Tschudi no solamente se aplicaba a plantas y animales, sino también a los habitantes del país. De manera pedante intentaba clasificar a los hombres según las razas "puras" que son los blancos, los indios y los negros, y según el grado de mestizaje, por ejemplo cuarterones, quinteros etc. También describió el carácter y las facultades particulares de cada tipo. En verdad no quedaba inmune al racismo al referirse a los negros. Por otro lado, se interesó vivamente por la variante peruana de la esclavitud de los negros, por ejemplo por las leyes que los protegían y por las cofradías en que se organizaban para ayudarse a sí mismos.

3

Cf. Tschudi 1963,1: V: "Man wird sich überzeugen, daß mich bei der Ausarbeitung dieser Schrift nicht jenes Interesse leitete, einen pikanten Reiseroman zu liefern, welches unsere Touristenliteratur mit so mancher gehaltlosen, ephemeren Erscheinung bereichert. Um für eine objective Darstellung der Sache größeren Raum zu gewinnen ließ ich das blos subjective und persönliche Moment meist zurücktreten [...]." 4 En la primera parte de su relato de viaje von Tschudi describe la arquitectura y las condiciones sociales en Lima de una manera muy detallada y da una introducción general a la historia y a la situación política del Perú, dando a ver de esta manera que su interés no se limitaba a las sciencias naturales.

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¿Transculturación o hegemonía cultural? Para terminar quisiera volver a tratar el fenómeno observado por los tres viajeros, a saber la adopción de la cultura burguesa de Francia por el Perú republicano. En los primeros años de la República, después de 1822, se limitaba a un medio social particular, las familias criollas más o menos ricas sin respeto por sus orígenes étnicos. Esto lo describe sobre todo Flora Tristán quien nota con satisfacción que la manera de vivir francesa ya se ha impuesto en las familias ricas en muchas esferas: vestidos, bailes, óperas, novelas -según Flora, el efecto del ejemplo cultural francés alcanzó incluso a los monasterios (cf. Stadtler 1992). En tanto que miraba fijamente este proceso de aculturación - e s decir el abandono de la cultura propia y la adopción de la otra, nueva-, prestaba muy poco interés a las particularidades locales y no llegó a reconocer el carácter nuevo de la cultura criolla, su carácter transcultural. Flora criticaba la sociedad burguesa peruana porque para ella la adopción del modelo político de la República à la française tenía que ser vinculada con la adopción del modelo cultural de la clase media y superior parisina. 5 Pués, ¿cómo veían la influencia francesa los dos viajeros masculinos? En su relato, el parisino Étienne de Sartiges sintió varias veces que la población urbana peruana estaba abandonando sus rasgos nacionales, pero tampoco él pudo reconocer el carácter híbrido de la cultura criolla burguesa. Von Tschudi era diferente: subrayó que los franceses dominaban en algunos ramos de la economía, por ejemplo en la ferreteria y en todo lo que estaba relacionado con la moda (Tschudi 963, I: 143 y 179). Pero en general, a von Tschudi no le gustaban los franceses por sus acciones políticas así que se interesó mucho más por la cultura peruana autóctona que por la influencia francesa. Lo asombroso es que precisamente este científico parcial con sus prejuicios en parte nacionalistas, en parte racistas, mas siempre eurocentristas, percibió diferencias entre los géneros dentro de esta cultura, sobre todo en las mujeres de Lima. Tuvo las mismas apreciaciones de ellas que Flora Tristán, incluso se podrían llamar feministas (cf. Tristán 1946, 333ss.; Tschudi 1963,1: 138ss.). Von Tschudi y Tristán estuvieron de acuerdo sobre que el vestido tradicional de las limeñas -sayay manto- promovía la autonomía individual de estas mujeres (ver ilustración 1).

Entre otros subrayaron que algunas tenían un papel importante durante los tumultos políticos.

' Cf. su dedictoria "A los Peruanos": "Ese voto de mi corazón domina mi pensamiento, y al ver que andáis errados y que no pensáis, ante todo, en armonizar vuestras costumbres con la organización política que habéis adoptado, he tenido el valor de decirlo, con riesgo de ofender vuestro orgullo nacional" (Tristán 1946, 3).

II. 1: Limeña yendo a la iglesia (Acuarela del siglo XIX)

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Conclusión Si de un lado los tres viajeros describen varios fenómenos debidos a la globalización económica, militar y cultural de origen europeo, del otro lado hacen ver que la política peruana no llegó a oponerse a esta estrategia hegemónica. Mientras que la sociedad criolla burguesa era perfectamente capaz de integrar por lo menos una parte de los fenómenos socio-culturales en el curso de la transculturación, la masa de los indios se convertían en víctimas sobre todo del colonialismo económico y militar - y la mayoría sigue siéndolo. En cuestión de las miradas femeninas o masculinas sobre el otro y sobre la cultura extranjera, no es lícito generalizar los ejemplos mencionades aquí sin más ni más. Pero espero haber dado bastante ejemplos para mostrar que la diferencia entre los géneros se concreta menos en la propria mirada y mucho más en la manera como el sujeto observador se relaciona con el objeto observado. Ilustración Limeña yendo a la iglesia (Acuarela del siglo XIX). En: Aurelio Miró Quesada. 1946. Lima. Ciudad de lo Reyes. Buenos Aires: Emecé, 94.

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Guerra, nación y género. Las "heroínas nacionales" en la historiografía latinoamericana Barbara Potthast Guerra y nación normalmente son consideradas fenómenos eminentemente masculinos, sobre todo en el siglo XIX, es decir la época de la formación del estado y la nación de los países latinoamericanos. Si pensamos en la independencia, surgen automáticamente las figuras heroicas de Simón Bolívar, José de San Martín, o los padres Hidalgo y Morelos, pero raramente alguna mujer. Lo mismo ocurre con otras guerras y revoluciones nacionales hasta principios del siglo XX. Como las mujeres no tenían ni demandaban derechos políticos en esta época, tampoco se las asociaba con los proyectos de nación y estado. Es cierto que hay varias heroínas, pero éstas normalmente son esposas o madres de hombres ilustres, conmemoradas por su abnegación y sacrificio (Blomberg 1933'; Grez 1966; Quintero 2001). Es decir, la pregunta por la influencia de las guerras y revoluciones que fueron la base de la nacionalidad o las consecuencias de ellas para relaciones de género parecían irrelevantes. Aunque sabemos que las mujeres participaron en varias formas tanto en las guerras de independencia como en otras guerras internacionales del siglo XIX, como la del pacífico o la guerra del Paraguay, su papel normalmente fue olvidado por la historiografía. Solamente en ciertos casos las mujeres que participaban en estas luchas fueron incluidas en el "panteón de los héroes" de la nación, como por ejemplo Manuela Sáenz en Venezuela, Policarpa Salvarieta en Colombia y Mariana Grajales en Cuba. Aparte de esta heroínas tradicionales, hay otro grupo de mujeres, anónimas, de clase baja o media, sin hechos memorables conocidos salvo su presencia en los campos de batalla, que pasaron a formar parte del imaginario nacional. Éste es el caso de las "mambisas" cubanas, las "residentas" paraguayas y -aunque en forma algo diferente- de las "soldaderas" mexicanas 2 , mientras que las "rávanas" peruanas y otras mujeres parecidas fueron olvidadas por la historiografía y la memoria nacional. Preguntamos en este trabajo, en qué forma son recordados estas "heroínas nacionales", y por qué se silenciaron las actividades de las mujeres en algunos países, mientras que se resaltaron - y reinterpretaron- las mismas actividades en otros.

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Esta obra tiene el subtitulo significativo: Heroínas de amor, de la gloria, de la fe, del sacrificio y del milagro. 2 Para no complicar la exposición y por razones de espacio dejo de lado el tema mexicano, que además es más conocido que los dos mencionados. Véanse Salas 1990; Lau/Ramos 1993.

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Empezamos con dos ejemplos de mujeres famosas, de clase alta, para después analizar con algo más de detalle los casos de las mujeres anónimas de los campamentos militares. Un ejemplo de "heroína nacional" es la venezolanaLuisaCáceres deArismendi. Después de que su padre y su hermano habían sido ejecutados por el partido realista un amigo de la familia y oficial patriota, Juan Bautista Arismendi, acogió a la muchacha que entonces tenía catorce años y a su madre. A los tres meses Arismendi se casó con la hija pero cuando él tuvo que huir de los españoles la joven y nuevamente desamparada esposa fue capturada por sus enemigos. Mientras que su esposo alcanzaba éxitos militares en la lucha contra los realistas Luisa Cáceres estaba detenida primero en una cárcel, después en un convento y por último los realistas la mandaron a España. Según se contaba, en el camino a España el barco fue atacado por corsarios los cuales se ofrecieron a liberarla y llevarla a su casa. Sin embargo, las virtudes de la joven no le permitieron aceptar la oferta de los dudosos salvadores. Por fin, Luisa Cáceres llegó a España y fue detenida en arresto domiciliario en una familia. Se esperaba que ella abjuraría de los insurgentes pero "desde luego" la valiente heroína manifestó que nunca cometería semejante traición a su esposo. Según lo que dice su primer biógrafo ella contestó "Soy incapaz de deshonrar a mi marido con la firma que se me pide. [...] Soy esposa y conozco mi deber." 3 (Briceño, s.a., en: Quintero 2001, 63) Después de algunos años Luisa Cáceres regresó a Venezuela donde llegó a tener once niños e iba a misa diariamente - o sea llevaba una vida de mujer virtuosa de la alta sociedad. En realidad, por lo menos según esta versión de su vida, ella no había hecho nada en favor de la independencia, a no ser mantener la fidelidad a su esposo patriota y aceptar devotamente su destino. Por otro lado fue justamente eso lo que la transformó - e n los ojos de los hombres patriotas- en heroína (cf. Quintero 2001, 62ss.). Una de las mujeres más famosas si bien más discutidas del movimiento de independencia es Manuela Sáenz, durante muchos años compañera de Simón Bolívar, el "libertador" del norte de Sudamérica. En su vida se aprecian los diferentes papeles femeninos del movimiento de independencia: era una heroína impecable apoyando y amando a Bolívar y salvándole la vida más de una vez. Al mismo tiempo era una antiheroína desacatando límites y roles, alistándose en el ejército independista y hasta ganando honores militares. Pero también se caracterizaba por sus reflexiones y actos políticos, los cuales muchas veces no eran aprobados por Bolívar. Los rasgos inconvencionales de Manuela Sáenz y sobre todo sus tendencias emancipatorias ponían en un apuro a los hombres de su tiempo, en este caso al mismo Bolívar, igual que a los historiadores que se empeñaban por mantener una imagen políticamente correcta. Por la posición destacada de Manuela Sáenz, así como por el hecho de que su vida estaba tan estrechamente ligada a la

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Briceño fue casado con una hija de Luisa Cáceres.

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de Bolívar, los biógrafos no la podían pasar por alto ni callar su contribución a la lucha independista. La joven mujer de la capa superior ecuatoriana se comprometió, al principio todavía según las convenciones sociales, en el movimiento de independencia de Quito. Cuando Bolívar "liberó" la región en el año 1822, los dos se conocieron en una festividad en su honor. A partir de este encuentro se desarrolló una íntima relación amorosa, a pesar de que Manuela Sáenz era casada. No obstante, no se limitaron a un amorío discreto sino que pronto llevaron una relación pública. Al salir Bolívar para el Perú en el año 1824 es muy probable que Manuela lo acompañase sin hallarse permanentemente a su lado, ya que existe una relativamente amplia correspondencia entre los dos de aquel tiempo. Estas cartas permiten deducir un cierto conocimiento en cuestiones políticas y militares por parte de Manuela. Parece que ella principalmente estaba encargada de la organización económica y estratégica de la provisión del regimiento. Después de la batalla decisiva de Junín su esfuerzo fue premiado con un grado militar. En el año 1828 ella recibió, junta a 110 mujeres, la condecoración Caballeresas del Sol, concedida por San Martín. Su función en el ejército siguió ganando más importancia. Organizaba el abastecimiento y la sanidad militar, así como la administración del archivo. Pronto Bolívar nuevamente ordenó su ascenso causando así la protesta de otros líderes militares. Ellos temían que tal medida amenazase la disciplina del ejército y la estructura patriarcal de la jerarquía. En este asunto se manifiesta la ambivalencia del papel de las mujeres en los ejércitos contemporáneos ya que Manuela no hacía otra cosa que cumplir los mismos deberes que las mujeres de los soldados simples, sólo en un nivel superior. En los años siguientes a la victoria contra los españoles, Bolívar y Manuela Sáenz por momentos vivieron juntos abiertamente. No obstante, por causa de rebeliones y muchos viajes de motivación política los dos siempre estuvieron separados por períodos largos. Las animosidades en el campo de los patriotas llevaron a varios atentados contra la vida de Bolívar. Por lo tanto su compañera estaba constantemente preocupada y alerta lo que a Bolívar le salvó la vida dos veces. Por otro lado ella misma era la causa de algunas discrepancias internas, sobre todo porque era acérrima opositora del vicepresidente y posterior presidente de la República de la Gran Colombia, Francisco de Santander, sin ocultar su antagonismo. Algunos indicios señalan que el enfriamiento de la relación entre Manuela Sáenz y Simón Bolívar también nació de divergencias políticas y de la manera no siempre muy prudente de Manuela de mostrarlas abiertamente. Se separaron cuando Bolívar decidió exiliarse en Europa mientras que ella se quedó en Bogotá continuando su vida política. Ella murió en el año 1856 exiliada en el norte del Perú. Por un lado Manuela Sáenz era una mujer excepcional de principios del siglo XIX. Violaba conscientemente las normas morales vigentes para ella y su clase social; y sus opiniones y actividades políticas, también antes de su relación con Bolívar, se dirigían contra los intereses de su familia, por lo menos por la parte paterna, ya que su padre era un oficial español. Por otro lado ella representa a

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muchas mujeres de su tiempo al entusiasmarse por la revolución y/o los hombres revolucionarios. Las mujeres no sólo se interesaban por las cuestiones políticas de manera teórica sino que apoyaban activamente a los luchadores de la independencia. Igual que otras mujeres contribuían al movimiento independentista al lado de sus esposos o hermanos haciendo los quehaceres diarios en los campamentos, Manuela actuaba en el terreno de su compañero cumpliendo funciones de coordinación y organización. Como es el caso de muchas mujeres que se unieron a hombres ilustres sin casarse con ellos, también sobre Manuela Sáenz existe una vasta literatura, sin embargo la mayor parte de ella no es de grandes méritos científicos ni literarios. Supuestas biografías muchas veces son más bien ficcionales, y aparte también hay varias novelas sobre su vida que no pretenden ser otra cosa.4 De modo parecido a otras amantes de hombres famosos pero controvertidos también Manuela Sáenz es instrumentalizada por diferentes motivos. Es utilizada para desacreditar o heroizar a Bolívar, y es presentada como precursora del feminismo o como femme fatale. No hay que olvidar que Manuela Sáenz violaba casi todas las normas vigentes para las mujeres de su tiempo y su clase social. Pero ya que su vida estuvo tan estrechamente ligada a la de Bolívar ella no podía ser descuidada por los biógrafos del "libertador". Pues, ¿cómo era posible explicar la relación de un héroe tan radiante como Simón Bolívar con una mujer como Manuela Sáenz? El artificio empleado por la historiografía oficial venezolana es el de declararla"libertadoradel libertador" y destacar más que nada cómo ella salvó la vida de Bolívar gracias a su vigilancia. Además se describe su niñez y su matrimonio de forma tan negativa que por lo menos la ruptura con esta vida parece como una consecuencia comprensible. Aparte de eso se dice que ella dejó a su marido por "un amor superior" (el amor a Bolívar y a la patria). Al fin y al cabo Manuela Sáenz aparece como la pareja apasionante y fiel de Bolívar y no como persona independiente y transgresora de los límites del rol femenino (Quintero 2001; Chambers 2001; Earle 2000).

Las mujeres en los campamentos Veamos ahora las mujeres del pueblo en los campamentos, cuyos aportes normalmente se silenciaba u olvidaba. Las guerras latinoamericanas del siglo XIX - y hasta las de inicios del siglo XX, como la Revolución Mexicana-hubiesen sido imposibles sin la labor de las mujeres. Como no existían compañías de logística que se ocupaban del aprovisionamiento de los soldados, eran mujeres las que se ocupaban de buscar comida, lavar y planchar la ropa, cuidar las heridas de los soldados, consolarles y acompañarles por las noches.5 A veces, también ayudaban

4 Las más importantes son Rumazo González 1970; Briceflo 1958; von Hagen 1957; Ballesteros Gaibrois 1976; Aguilera Malta 1964 y Gnecco Mozo 1957. 5 En algunos casos, había incluso mujeres que participaban activamente en las luchas armadas, pero esto son los menos representativos, aunque se prestan muy bien para ser relatados.

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en el transporte o espiaban en el lado del enemigo. En algunos casos, los grupos de mujeres estaban organizadas militarmente y existían rangos y títulos como sargentas o capitanas. Por lo general no se estima suficientemente ni se puede deducir de las fuentes la importancia de la contribución de estas mujeres, también en cuanto a cuestiones militares. Este problema se refiere sobre todo a las guerras de la primera mitad del siglo XIX, pero en menor grado también a las posteriores con la excepción de los casos de Cuba y Paraguay de los cuales voy a hablar más adelante. Los hombres generalmente no apreciaban el trabajo de las mujeres ni mucho menos lo declaraban por escrito ya que les parecía su obligación natural. En cambio las mujeres simplemente no disponían de los medios para comunicarse. Si sabemos de ellas, es normalmente por extranjeras /os, como en el caso de Flora Tristán que dejó un relato patético de las "rávanas" peruanas en su diario de viaje. 6 Como Manuela Sáenz, estas mujeres en los campamentos tampoco se prestaban como símbolos y ejemplos del rol de las mujeres en las nuevas sociedades, ya que eran transgresoras también, mujeres del pueblo, que habían dejado su lugar tradicional en el doble sentido, pero que, al contrario que Manuela Sáenz, no persiguieron fines sociales o políticos, ni se habían unido a hombres ilustres. ¿Por qué soportaban entonces tantas penurias y padecimientos? ¿Y por qué se les recordaba y ensalzaba en algunos casos? En la historiografía tradicional no hay más que un motivo para la participación de las mujeres en la guerra, ya sea de clase alta, ya sea del pueblo: patriotismo incondicionado. Se pinta un cuadro de la familia ideal en la que todos pelean por igual, sin escatimar pena o sacrificio por la patria. Las mujeres, en este caso, dan "todo por la patria", las acomodadas sus alhajas, las otras su trabajo y todas hasta lo más querido que tienen, sus esposos e hijos. (Potthast 2004; Hepke 1997,54-60) Cabe preguntarse, no obstante, si esta interpretación de los motivos vale, dada la educación y el rol femenino en la sociedad decimonónica. Las rávanas, mambisas, residentas o juanas probablemente no se enfilaban en los ejércitos por causa de principios políticos sino porque era su deber cuidar de los hombres, sea de sus maridos, compañeros o hermanos. Al fin y al cabo no era otra cosa que la transferencia de su rol femenino tradicional del hogar al campamento. Las mujeres se alistaban, voluntariamente o a la fuerza, para no abandonar a los hombres, para estar cerca de ellos en los grandes apuros y posiblemente también porque ya no había como sobrevivir en sus pueblos. De esta forma faltaban a las normas tradicionales de la vida retirada de las mujeres la que las mujeres de la clase baja hasta en tiempos de paz difícilmente podían llevar. Pero no lo hacían por motivos de emancipación o convicción política sino justamente por su rol

6 Tristän/Wolfzettel 1983, 224ss.; para el papel de la famosa "'impedimenta" en Cuba: Stoner 1991, 13-33; Helg 1995, 65s.; Ferrer 1999, 173-177; parael Paraguay: Potthast 1994, 2 7 9 - 2 8 2 y 298-303.

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tradicional de mujer, aun cuando las circunstancias en los campamentos las obligaban a transgresiones cada vez más amplias (Potthast 2003 y 2004). Su tarea era cuidar a la familia, que al fin y al cabo es la unidad básica de la sociedad. De esta forma, su patriotismo -si lo había- se dirigía más bien a esta unidad o emanaba de ella y no de fines políticos generales en la sociedad. Si esto era así, es decir, si en la opinión general de los contemporáneos, hombres como mujeres, tradicionalistas como revolucionarios, el lugar de la mujer estaba dentro de la familia, su obligación era cuidar y amar, no combatir ni desempeñar funciones públicas, debemos preguntarnos por qué en algunos países no se silenciaron las contribuciones de estas mujeres, como ocurrió en tantos otros casos latinoamericanos. ¿Cómo se explica que en los casos cubano y paraguayo se les dió tanta importancia a las mujeres, incorporándolas incluso en el mito fundador de la nación, pero sin concederles los derechos como ciudadanas ni permitirles la participación política formal y activa? Analizaremos en lo siguiente los casos de Cuba y Paraguay con algo más de detalle para formular algunas hipótesis del porqué y cómo estas mujeres llegan a ganar fama y funciones políticas e ideológicos dentro del discurso nacional. En Cuba, la familia Maceo y sobre todo la madre del "titán de bronce", Antonio Maceo, Mariana Grajales simbolizan este modelo femenino. "La madre de Cuba" es el modelo ejemplar de todas las mambisas. Fue una de las primeras mujeres en la manigua y vivió y trabajó allí por diez años. Perdió siete hijos y un esposo en las guerras. En Paraguay el modelo es una mujer anónima de las así llamadas "residentas", que seguían a sus hombres e hijos masculinos en la retirada hasta el norte del país, se ocupaban de la comida y del aseo en los campamentos y en casos de necesidad no dudaban en tomar cualquier arma disponible para defender a sus hijos y a su país. La mayoría de ellas murió de hambre y epidemias en la última fase de la guerra. En el país sudamericano no hay una "madre nacional" aunque la compañera del presidente López, la irlandesa Elisa Alicia Lynch, simboliza algo parecido. Ella acompañó al ejército en su retirada hasta las selvas más inhóspitas, debiendo cavar al final con sus propias manos las tumbas de su compañero y de su hijo mayor. Pero, por ser extranjera, divorciada y con un pasado algo oscuro, Elisa Lynch no pudo avanzar a ser un símbolo nacional como Mariana Grajales. Es más bien comparable con Manuela Sáenz, en el sentido de que pone a los historiadores tradicionales en un apuro, ya que es imposible remodelar su vida según el modelo burgués. Se asemeja a Manuela Sáenz también porque hasta hoy en día no existe una biografía seria sobre ella sino una cantidad de biografías más o menos noveladas. La primera supuesta biografía en forma de memorias supuestamente auténticas del argentino Héctor Varela, publicada en 1870, es decir, el año en que terminó la guerra, es mera ficción, y las que siguieron no fueron mucho mejores, aunque algunas mostraban más simpatía para ella. Llevan títulos como Una amazona. Biografía de Francisco Solano López y Elisa Lynch, de William Barret, o, para bajar de nivel literario y histórico, "Die Venus von Paraguay", como se

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titulaba una "novela corta" que fue publicada en dos partes en la revista alemana HÓRZUen el año 1990 por un autor llamado Balthasar Berg.7 En cuanto a la imagen general de las mujeres en los campamentos se puede comprobar que ya los contemporáneos invocaron la participación de las mujeres, sus hazañas y sus sufrimientos. Pero, como ya hemos señalado para el Perú, en el caso de Cuba y Paraguay los primeros comentarios también venían de los extranjeros. En el Paraguay, el hecho de que el país aparentemente funcionara normalmente aunque desde 1865 estuviera aislado, en virtud del bloqueo de la flota brasileña de las vías de comunicación al exterior; y aunque casi toda la población masculina estuviera ya bajo armas en el segundo año de guerra, no dejó de impresionar a los periodistas y viajeros. Y en Europa, despertó el interés del público que no sabía que las mujeres siempre habían cumplido una tarea fundamental en la subsistencia. De destacar aquí es también que esta participación femenina desató una discusión sobre el carácter del gobierno paraguayo y las causas de la resistencia inesperada y prolongada del pueblo. Para los defensores del Paraguay, la participación de las mujeres en la economía de la guerra y su -real o imaginada- actividad en la lucha armada, eran una señal del fuerte nacionalismo de la cultura y del cerrado apoyo del pueblo, mujeres incluso, al presidente. Para los enemigos, en cambio la participación femenina no era más que otra faceta del despotismo del gobierno de Francisco Solano López que ni siquiera tenía piedad con las mujeres; o era una muestra más de la inmadurez política de los paraguayos que seguían a sus dictadores como ovejas (Potthast 1994,28 y 49; Potthast 2004). En Cuba, la situación de las mujeres, sobre todo en los campos de reconcentración, causaron la atención y la conmiseración de los observadores, pero también eran una parte integral de la discusión política sobre esta guerra y el carácter del gobierno colonial. En EEUU, en 1896 -año de elecciones- parte de la prensa se ocupó del padecimiento de las mujeres cubanas para mostrar la barbarie del gobierno español y presionar al gobierno norteamericano para intervenir en la guerra. (Wilkerson 1967; Hepke 1997, 86s. y 96-99) La lucha se interpretó como una de la barbarie española contra la civilización (norteamericana, por supuesto). Para darles dos ejemplos: He [General Weyler] captured a number of ladies of the best society of his province. They were taken to the village of Guáimaro. Around a large bonfire in the center of the public square he placed the defenseless women. The ferocious hordes of negroes, who composed the fourth company of his command [began; B. P.] to violently undress the prisoners. Then they played an African dance, and the unfortunate Cubans who refused to participate were whipped by Weyler himself! (Washington Post, 12.3.1896, en: Hepke 1997, 98)

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Potthast 1994, 240-243; Varela 1934; Young 1966; Berg 1990; Barret I960.

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In other wars men have fought with men, and women have suffered indirectly because the men were killed, but in this war it is the women, herded together in the towns like cattle, who are going to die, while the men, camped in the fíelds and the mountains, will live (Davis 1898, en: Hepke 1997, 87). La cita pone de manifiesto también la instrumentalización que se hacía de las mujeres para desprestigiar la supuesta "barbarie" de los españoles, que abusarían de estas víctimas indefensas, que normalmente no participaban en las luchas masculinas. Algo similar ocurrió en el Paraguay, pero aquí el gobierno trató de aprovecharse de esta discusión y cambiarla por un argumento a su favor. Como he dicho, el rol de las mujeres podía ser interpretado como patriotismo, pero a veces se usaba también para enardecer a los hombres - y difamar al enemigo. En un artículo de un periódico paraguayo de la guerra, El Cabichuí, que se publicó en guaraní (el idioma indígena) y castellano, y fue dirigido a la población rural y sencilla con fines propagandísticos, se puede ver esto muy bien. El lenguaje es muy poco refinado y el mensaje más que claro. También queda patente la conexión entre género y racismo, que ya se vio en la cita de arriba sobre las "hordas de negros" del general Weyler. El artículo relata que dos mujeres en el norte del país que habían sido amenazadas por un jaguar y que, armadas solamente con cuchillos, lo habían matado. Empieza con las frases siguientes: Cobardes y afeminadas hordas de la triple alianza, que pretendeis borrar del número de las naciones soberanas la República paraguaya, contemplad el cuadro que va al frente de esta columna y temblad! [...] Monárca esclavócrata, mira en la muger paraguaya el temple del pueblo que intentas esclavizar y borrar de la faz de la tierra. Dos mugeres que sin mas armas que un cuchillo, un palo y una argolla de cincha, no solamente se libran de la agresión de un monstruoso tigre, sino que le matan [...], saliendo ilesas de una lucha al parecer tan desigual, ¿que os dicen, negros y anegrados, que [....] entrasteis en la lid a disputar su existencia á este pueblo pacífico, laborioso, e inofensivo? Si las mugeres paraguayas, con armas de tan poca monta se libran de los tigres, ¿pensáis vosotros, macacos amacados, que les costará trabajo librarse de vosotros...? {El Cabichuí, 22.06.1868, 3) Y el artículo termina con la siguiente interrogación: ¿Si tanto son capaces las mugeres paraguayas, [...] que leche les darán a mamar a las legiones de López? (El Cabichuí, ibíd., 4)

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La identidad nacional en la interpretación posterior Como visto en estas citas, era más bien la tenacidad, el valor y la persistencia de las mujeres que llamaba la atención y admiración de los hombres contemporáneos. En Cuba, José Martí, por ejemplo, describió a Mariana Grajales en estos términos (Martí 1963,26s.; Martínez Heredia 2001,42). Posteriormente, se intentó acercarla al modelo burgués y se resaltó una imagen algo diferente: la de la madre abnegada, esposa hermosa, retirada y asexual, dedicada exclusivamente a la familia, no obstante, fue construida recién a partir de los años 30 y 40 del siglo XX. En realidad, Mariana Grajales aportó a los ingresos familiares y no se casó con Marcos Maceo, su segundo esposo, sino después de varios años de convivencia informal y el nacimiento de más de un niño. Una forma de vida, que era muy difundida y aceptada entre la población de color, pero no, sin embargo, entre la población blanca y de clase media. Lo mismo es el caso, dicho sea de paso, en el Paraguay, en donde la población mestiza también estaba acostumbrada a vivir en uniones libres desde la época colonial. Para Jean Stubbs, esta remodulación y reinterpretación de la vida de Mariana Grajales se incierta en el intento general de reprimir los cultos afro-cubanos en los años cuarenta y cincuenta. Durante este período, el color de la piel de Mariana Grajales nunca se mencionó, tampoco la fecha de su boda. Esta interpretación parcial se borraba la herencia afrocubana de la heroína y una visión diferente del rol femenino (cf. Stubbs 1995; Potthast 1991 y 1996).8 Puede ser que el rol de Mariana se explique por la herencia afro-cubana, pero cómo dar cuenta en ese caso de la imagen de las mujeres paraguayas que es prácticamente la misma, aunque aquí no se destaque una sola mujer sino un tipo, la llamada "residenta", la mujer combatiente en la impedimenta. A las mujeres paraguayas de esta clase, tampoco les interesaba la virginidad ni el retiro en el hogar, sino garantizaron la subsistencia de la familia, exhortaban a sus hijos y hombres a luchar. ¿Por qué los paraguayos no prefirieron callar o re-interpretar el comportamiento poco compatible con la imagen vigente de la mujer pasiva y débil? Es difícil atribuirlo a una herencia afro-paraguaya, ya que había pocos negros y mulatos en este país ¿Será entonces la fuerte herencia indígena? Pero de ser así, ¿cómo explicar que los resultados son más o menos los mismos? Y otra vez, ¿por qué se destacan precisamente en estos dos casos las mujeres, mientras que en otros se lo ha callado? Mi tesis apunta a una interpretación sobre las semejanzas socioculturales y políticas entre estos dos países, a primera vista tan desiguales. En primer lugar se pueden destacar las estructuras familares. Ambos países se caracterizaban por un porcentaje bastante alto de uniones libres o mujeres cabeza de familia, económica-

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Stubbs termina su artículo con una "interpretación hipotética año-cubana" que relaciona la vida de Mariana Grajales y su persona con la cosmología vudú y de santería, y subraya la importancia del origen afrocubano de Mariana Grajales para su rol como heroína nacional, porque así simboliza también la resistencia afro-cubana (cf. Stubbs 1995, 313).

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mente activas. Es decir, la imagen de una mujer independiente, fuerte, poco retirada y protegida, no es propia de la cultura afro-cubana sino de una cultura popular latinoamericana que, por supuesto, tiene sus diferentes características regionales y raíces no-europeas. Pero, ¿por qué esta imagen popular podía ser difundida y aceptada por todas las clases sociales en Cuba y en el Paraguay como parte de la cultura nacional, mientras que se silenciaba en el Perú y se reinterpretaba en México? A mi juicio tiene que ver con el hecho de que en ambos casos las guerras en cuestión, que constituyen la base de la identidad nacional, fueron presentadas como una contienda entre la civilización y la barbarie. En el Paraguay la fuerte influencia de la cultura indígena, que se manifestaba ya en el uso general del idioma guaraní, y una cultura política que no se adhería al modelo liberal dominante en los países vecinos, se presentaban a la vista de sus rivales -siempre en términos de la épocacomo una prueba del retraso cultural y falta de civilización. Lo único que los paraguayos podían alegar en su favor en este sistema de valores era su heroísmo y patriotismo. Habían resistido muchísimo más de lo imaginado frente a enemigos mucho más poderosos y "civilizados", lo que les valió incluso el reconocimiento de aquéllos. Por eso, después de la derrota militar y la humillación político-cultural, los paraguayos tendieron a exagerar sus hazañas heroicas (Potthast 2001). Y si los hombres ya habían sido héroes, cuanto más se idealizaba al pueblo, tanto más se transfería a las mujeres estas características. Es decir, se resaltaba el rol de las mujeres porque reforzaba la imagen de la resistencia heroica y nacionalista de la cultura del país. Creo que ése también es el caso en Cuba, donde la lucha entre civilización y barbarie fue sobre todo la interpretación estadounidense que pretendía haber liberado a los cubanos de la barbarie española, y de muchos cubanos blancos que creían haber "liberado" a los negros de la esclavitud colonial. De esta manera, sin embargo, negaron y menospreciaban el rol de los cubanos mismos en su lucha por la independencia, e ignoraron el rol activo de los afro-cubanos. Además, en el contexto de las percepciones del rol de las razas en las sociedades norteamericana y cubana, la fuerte presencia negra dejaba una imagen ambigua (Helg 1995, Ferrer 1999). Por esto, cuando los cubanos empezaron a revindicar su herencia afrocubana y la tradición de resistencia -al racismo y al colonialismo- también era conveniente disponer de una heroína afro-cubana, que mostrara el valor y la importancia de la población negra para la nueva república. El hecho de que hasta las mujeres afro-cubanas habían apoyado la construcción de aquella república, reforzaba el argumento nacionalista, pero lo hacía un poco menos peligroso a la vez, ya que - c o m o madres sacrificadoras- no ponían en riesgo el orden social. Es decir, en ambos casos lo que se destaca en la imagen nacional es la resistencia al racismo (o arrogancia cultural) y al neo-colonialismo, y la revalorización de una cultura popular híbrida y no blanca como algo positivo y propiamente cubano o paraguayo. Esto hace posible también una imagen femenina algo diferente, que a la vez refuerza el argumento patriótico. Tanto Cuba como Paraguay

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ostentan con orgullo sus mujeres fuertes, luchadoras y fumadoras de puros, instrumentalizando esta imagen no solamente para crear una identidad nacional sino también como arma contra países más poderosos y mas "civilizados" - y por esto altaneros. Pero esta estrategia, consciente o no, no deja de tener sus inconvenientes, sobre todo para las mujeres. Se las hace heroínas, pero, a fin de poder presentarlas impecables, se les quita gran parte de la personalidad propia. Y si se reduce a Mariana Grajales o a la residenta paraguaya a una madre y esposa ejemplar y abnegada, se oprime la parte independiente, fuerte y hasta cierto punto emancipadora que también caracterizaba la vida de estas mujeres, sea porque lo querían, sea porque las circunstancias las obligaban a transgredir los límites tradicionales de su posición en la sociedad. Esto no quiere decir que ahora haya que hacer de Mariana Grajales y sus compañeras en Cuba o Paraguay feministas de primera hora-que no lo eran- sino analizar las ambigüedades de sus actitudes personales y políticas y la interdependencia entre estructuras sociales, coyunturas políticas y decisiones individuales y sus motivos.

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La construcción del sí mismo: memoria cultural e identidad en Las genealogías de Margo Glantz1

Verena Dolle Junto al tema de la historia dentro de la nueva novela histórica, el de la identidad sigue siendo uno de los más notables rasgos de la literatura latinoamericana de las últimas décadas. Esta preocupación por la identidad es, sobre todo, pero no exclusivamente, una característica principal de escritoras. Dicha preocupación incita a reflexionar sobre el papel de la mujer en la sociedad en general así como la posición propia del individuo, la escritora, y a tomar conciencia de su historial. Esta actitud se manifiesta en diferentes géneros, en numerosas obras Acciónales y no-ficcionales -"textos genealógicos", como los llama Margo Glantz. 2 La proliferación de obras con la misma temática tiene que ver, por supuesto, con la toma de conciencia por parte de las mujeres de su posición marginada dentro de una sociedad dominada por lo masculino -rasgo no específicamente latinoamericanoasí como con un aumento considerable de la producción narrativa femenina, como por ejemplo en la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX (cf. Glantz 1995, 121). Cuando esta preocupación por el origen, por la identidad, tiene lugar dentro del marco del género autobiográfico -modelo paradigmático de la subjetividad occidental moderna, donde se puede suponer con cierta verosimilitud una congruencia entre autor y narrador 3 - hay que tomar en cuenta el hecho de que este

1

Agradezco a la autora por su amable cooperación al contestar mis preguntas durante este simposio en honor de Karl Kohut. Erna Pfeiffer denomina a los textos que tematizan la infancia (y así, casi automáticamente, la generación de los padres) como "novelas de infancia" (2002, 131 ), sin diferenciar entre obras autobiográficas y Acciónales refiriéndose a doce obras aparecidas entre 1954 y 1990 (ibid., 133s.). Con ocasión del congreso sobre "Literatura mexicana hoy" organizado por Karl Kohut en Eichstätt en 1989 (uno de tantos congresos sobre una temática latinoamericana que han ido perfilando esa pequeña ciudad bávara como centro importante de estudios latinoamericanos en Alemania), Margo Glantz acentuó el fenómeno de una manera un tanto diferente destacando en esa "preocupación por el origen, por la identidad" [...] "la necesidad de ponerse en un contexto, familiar o literario" (1995, 122), lo que le permitió ampliar el punto de vista y tomar en consideración también obras que tematizan relaciones entre padres e hijos en general, no explícitamente de la infancia (como, p. ej., Arráncame la vida de Ángeles Mastretta y Como agua para chocolate de Laura Esquivel). 3 Me refiero al pacto autobiográfico como lo definió Lejeune: "Le pacte autobiographique, c'est l'affirmation dans le texte de cette identité, renvoyant en dernier ressort au nom de l'auteur sur la couverture" (Lejeune 1975, 26).

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género ha sido en lo esencial expresión de una subjetividad masculina. Desde hace unos veinte años se ha empezado a prestar la atención debida al impacto del género en proyectos autobiográficos.4 Es decir, cuando se trata de una obra autobiográfica escrita por una mujer se deben tener en cuenta posibles rasgos de una actitud y subjetividad femeninas. Las genealogías de 1981 (todavía -que yo sepa- no traducido al alemán) trata -en primera persona- del proyecto de una escritora, hija de padres judíos inmigrados de Ucrania a México en 1925, de aclarar su origen y los componentes de su identidad, elementos que percibe como híbridos, existentes uno al lado del otro, de tinte religioso (judío y cristiano) y nacional (mexicano, pre- y poscortesiano):5 Tengo en mi casa algunas cosas judías, heredadas, un shofar [...], un candelabro de nueve velas [...] También tengo un candelabro antiguo, de Jerusalén, [...] pero el candelabro aparece al lado de algunos santos populares, unas réplicas de ídolos prehispánicos [...], unos retablos, unos ex votos, monstruos de Michoacán [...].. Por ellos, y porque pongo árbol de Navidad, me dice mi cufiado Abel que no parezco judía, porque los judíos les tienen, como nuestros primos hermanos los árabes, horror a las imágenes. Y todo es mío y no lo es y parezco judía y no lo parezco y por eso escribo -estas- mis genealogías.6 Para llegar a su objetivo, la yo-narradora utiliza métodos de la "oral history": entrevistas grabadas con sus padres. El tiempo narrado abarca más de un siglo: desde la niñez de sus bisabuelos y sus condiciones de vida en Ucrania dentro de una Rusia prerrevolucionaria, hasta la finalización del manuscrito en 1981. El texto acaba con una escena de la yo-narradora en la playa de Acapulco. Lo que se nos presenta a lo largo de este proyecto autobiográfico no es un resultado cerrado en el sentido de un sí mismo ya hecho ni de un desarrollo lineal y cronológico, más bien el texto contiene las huellas de su propia producción, es decir, los dos niveles que constituyen la reproducción de lo recordado y el proceso de consulta, y como tercer nivel, los comentarios y recuerdos de la yo-narradora.7

4

Cf. Smith 1987, 7; también Stanford Friedman 1998; Benstock 1999. Por más que a veces la pertinencia de este texto al género autobiográfico se ponga en tela de juicio por el papel dominante que concede a los padres, sobre todo al padre (cf. Kaminsky 2001; también Pfeiffer más bien prudente 2002, 136), la obra resulta, a mi modo de ver, autobiográfica por su explícita intención inicial expresada en la cita de aclarar la identidad de la yo-narradora. 6 Glantz 1981, 20. Si no indicado de otra manera, las citas del texto se refieren a esta edición. 7 Kaminsky 2001, 51: "Glantz creates for her readers a dynamic interplay of the stories of the production of this text with the content of the memories themselves." 5

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El texto contiene asimismo elementos de la "material culture", a saber, 18 fotos de familia y 5 reproducciones de documentos que se refieren a la vida de los padres.8 En lo que sigue, quisiera centrar mi atención fundamentalmente en dos aspectos de la construcción de identidad en Las genealogías hasta ahora no tomados en consideración. 9 Por un lado, la memoria cultural -aspecto que ha ido llamando la atención de la crítica durante los últimos años en cuanto a su función dentro de procesos de recuerdo e identidad.10 Me propongo analizar qué elementos de un espacio cultural colectivo se utilizan en el proceso de la construcción y localización del sí mismo y con qué función. Por otro lado, basándome en resultados de la crítica reciente sobre el papel del género dentro de textos autobiográficos (cf. Benstock 1999; Smith 1987 y 1999; Stanford Friedman 1998), me dedicaré a la pregunta de cómo aparece marcada la posición del sujeto femenino en el texto y, partiendo de ahí, cómo se construye su identidad femenina.

1 Figuras de la memoria cultural En el proceso de construcción de identidad, no sólo los recuerdos personales y la ubicación en una historia familiar individual son decisivos, sino también las figuras y símbolos de la memoria cultural colectiva a que se hace referencia. Estas figuras y símbolos pueden ser retomados, reinterpretados, subvertidos, adaptados a las exigencias individuales. En un trabajo sobre procesos de recuerdo en la literatura alemana de posguerra, Sigrid Weigel destaca la importancia de la memoria cultural:

o

Se encuentran insertadas en el texto fotos de los padres, abuelos, parientes de la yonarradora así como fotos de ella y sus hermanas de niñas (las fotos más recientes parecen ser una de una hermana menor en su boda en 1961 y una de principios de los años 70, las bodas de oro de sus padres). 9 La crítica sí se ha dedicado en su mayoría al proceso de construcción de identidad de layonarradora en Las Genealogías, destacando, con razón, su condición postmoderna de subjetividad fragmentada y femenina, pero sin tener en cuenta esas referencias tan evidentes a elementos de la memoria cultural colectiva ni el papel dominante del cuerpo dentro de ese proceso de formación de identidad del sí mismo (cf. Kaminsky 2001; Gliemmo 1993; Maiz-Peña 1997). 10 Cf. Lachmann 1993, XVII, según la cual "el espacio cultural se define como espacio de una 'memoria colectiva' donde ciertos textos colectivos pueden ser grabados y actualizados" [traducción de la autora V. D.]. Lachmann destaca también el papel dinámico de este tipo de memoria, puesto que "los textos donde se realiza la cultura sirven de representantes nopersonales de lamemoria, tanto de 'acumuladores' como de • generadores' de un sentido cultural. [...] La memoria no constituye, pues, un depósito pasivo sino un mecanismo complejo de producción de texto(s)" [traducción de la autora V. D.]. ("Der Kulturraum wird als Raum eines 'Gemeingedächtnisses' definiert, in dem .bestimmte Gemeintexte gespeichert und aktualisiert werden können.' Texte, in denen die Kultur sich realisiert [...], fungieren als nicht-personale Träger des Gedächtnisses, indem sie zum einen als , Akkumulatoren' kulturellen Sinns und zum anderen als dessen ,Generatoren' auftreten. [...] Das Gedächtnis ist mithin kein passiver Speicher, sondern ein komplexer Textproduktionsmechanismus.")

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Cuando el yo que recuerda ya no ocupa lugar determinado dentro de la historia [...], se ve, pues, referido al archivo de representaciones y escenarios donde lo pasado y lo reciente están representados en la memoria cultural. Las imágenes de este archivo no forman, empero, un repertorio fijo de significaciones, sino que están expuestas y actualizadas de manera extremadamente variada en el acto individual del recuerdo (Weigel 1994, 10; traducción de la autora V. D.). Esta afirmación puede aplicarse también al texto que nos ocupa aquí. Podemos constatar que la auto-percepción de la narradora está dominada por dos aspectos básicos: primero, la comprensión de no poseer una identidad consistente, coherente, sino más bien una identidad híbrida, de "patch-work" o "collage" (percepción que sirve de punto de partida para su proyecto genealógico de posicionarse dentro de una tradición); segundo, el sentimiento de estar siempre fuera, de no pertenecer a nadie ("niño expósito", 204), de ser diferente ("única de especie", 186), de estar al margen: sentimiento que se desprende también de sus comentarios sobre su pelo" y su peinado, nunca de moda sino siempre o atrasado o adelantado (22ls.), y, por fin, del descontento con su nombre ("nunca me gustó mi nombre", 176). Es una percepción, en definitiva, que se ve reforzada por su decisión de romper con la tradición judía (bautismo, matrimonio con un no-judío, abandono del saber culinario de su madre).12 En este trasfondo deben considerarse, por lo tanto, los elementos de la memoria cultural mencionados por Weigel: figuran como modelos de referencia e identificación dos personajes centrales del descubrimiento y de la Conquista de América: Colón y Cortés. En un principio, constituyen modelos para el padre: "Todo emigrante que viene a América se siente Colón y si viene a México quiere ser Cortés. Mi padre prefirió a Colón y como Carpentier, escribió un poema épico lírico sobre el navegante genovés" (144). Más tarde, la hija, la yo-narradora, los adopta para sí misma, caracterizando así sus viajes de menor y mayor envergadura y, por fin, toda conciencia de transgredir límites. Lo lleva a cabo no sin tintes

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Ver nota 22. Esta posición de la yo-narradora percibida como marginada se entrevé también en sus reflexiones sobre el papel del teatro judío mexicano como lugar de estabilización de identidad: supone que "quizás el teatro explique esa necesidad que tenían muchos j u d í o s de sumergirse en un m u n d o sólo yidish para entenderse" (138). 12 Pero este sentimiento de marginación se ve neutralizado en cierto m o d o a lo largo de su proyecto autobiográfico, cuando la yo-narradora descubre a una pariente, hi ja de un primo que lleva el m i s m o n o m b r e : " [ . . . ] para colmo de felicidad, [el primo] tiene una hija de o n c é a n o s que se llama Margo, con lo que mi nombre se refleja casi exactamente en otro idioma. Y de repente estoy duplicada, como los eternos gemelos cabalísticos" (224s.).

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parodísticos y destacando su género 13 tanto al recordar su niñez 14 como sus viajes ya adulta: Dos veces en mi vida me he sentido Colón [...]. La primera, cuando [...] tuve un acceso de escorbuto, y la otra cuando atravesé por primera vez el Verrazano Bridge, aunque nunca he podido pronunciar con propiedad las ees y las is inglesas y nunca me entienden los vigilantes de la policía estadounidense. Afortunadamente, en esa ocasión se trataba de bridge y no de sheet [...] (182s.). En otra ocasión, la yo-narradora se imagina como descubridora y, así, como Colón por tercera vez: [...] fui a Rusia para convertirme en la primera persona de la familia (mexicana) en rehacer el trayecto para repasar las huellas que mis padres dejaron antes del viaje hacia México [...] aventurarme así y elegir las expediciones tierra afuera es siempre una marca de descubridores y como siempre y por variar soy Colón, quien al igual que mi abuelo Osher o mi abuelo Mijaíl, preside las navegaciones (229). Encontramos aquí una inversión de roles: primero, una de género; segundo, una de dirección tradicional de descubrimientos, o de centro y periferia: una mujer-

' 3 Este tratamiento lúdico de la figura de Colón y, por ende, carnavalización de los atributos del descubridor desde un punto de vista femenino resulta patente en un pasaje donde la yonarradora reflexiona sobre similitudes entre mujeres y el descubridor así como sobre la avaricia de Colón: "[...] todas las mujeres tenemos algo de Colón (o mucho): todas tenemos que ver con el huevo, a todas se nos ha ocurrido, antes que a Colón, resolver el famoso enigma placentario. [...] creo que me diferencio de él por lo menos en la falta de avaricia [...]" (183s.). García Pinto destaca también este afán de Glantz de recuperar "[...] dominios mediante la deconstrucción de mitos y percepciones que crearon prisiones que la mujer trata ahora de deshacerse con propuestas de reescritura" (García Pinto 1990, 32), pero se dedica sólo a las obras de ficción y de crítica de la autora. 14 "[...] pensar en realizar [esas aventuras, i. e. aventurarse sola por el mundo, aquí la ciudad de México] era como atravesar el océano en una de las carabelas, quizás, y por necesidad familiar, en la Santa María, que se ostentaba, 'al natural', sobre uno de los libreros [que rodeaban] su escritorio [del padre] al que se sentaba sobre un sillón inmenso que reproducía no el de Cortés, pero sí de algún encomendero. Encima, al otro lado, un retrato al óleo de Colón, pisando tierra americana [...]" (172).

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"Colón" emprende un viaje de descubrimiento, en el fondo concebido como viaje al "origen" familiar, al referente de sus recuerdos; lugar, empero, que, en cierto modo, no llega a encontrar a fin de cuentas. 15 El otro modelo al que recurre, si bien menos que a Colón, es el conquistador Cortés, quien sirve también de figura de referencia para la yo-narradora en sus desplazamientos dentro de la ciudad de México: Decidirse a tomar por la calzada Ermita-Iztapalapa, pasar por la Viga, seguir un largo trecho y entrar por la calzada R. Gómez y llegar, por fin, pasando por varias fábricas de transnacionaies, hasta la UAM [...] de Iztapalapa es casi ser Cortés. Y así me siento, en femenino, quemando mis naves o dándoles al través como precisa Bernal Díaz, cuando por fin pongo rueda en la explanada medio en construcción (185).

La Conquista de México y el siglo XX se ven superpuestos gradualmente en la percepción de la yo-narradora: la ciudad de México se muestra como un territorio codificado que lleva retículos históricos. Se alude aquí a uno de los más famosos episodios cortesianos de la Conquista: la deshabilitación de sus naves en Veracruz en sus dos versiones principales (contradictorias). 16 ¿Qué función cumple, pues, el uso de estas figuras? Colón como figura de identificación para el padre, y en seguida para la hija, constituye el punto de intersección entre historia colectiva e individual. Matizando el modelo de Colón según acentos propiamente femeninos, la yo-narradora goza de la oportunidad de ocuparse con su propio papel e individualizarse dentro de la genealogía y tradición familiares. Además, y éste es un rasgo que considero esencial, dicho recurso a figuras históricas del espacio novomundano constituye una apropiación de la historia cultural del país y posiciona, de esta manera, al individuo en una continuidad histórica dentro de este espacio ofreciendo la oportunidad de superar su sentimiento

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Ello se hace patente en el episodio de las estepas de Ucrania que la yo-narradora no logra ver (porque está demasiado lejos), sino que imagina verlas. En vez de alcanzar un lugar concreto que sólo conocía por recuerdos paternos, se encuentra con otros viajeros mexicanos, es decir, con lo propio, lo que insinúa un movimiento recursivo autorreferencial: "[...] mi corazón latía pues mis o jos miraban a lo largo y a lo ancho esas estepas que erosionan la memoria de mi padre, mas al llegar al hotel una mamatchka-like me dijo que ésas no eran estepas, que había que viajar al sur de Ucrania para encontrarlas. N o las encontré pero sí a varios viajeros mexicanos con quienes me enlazó el Inturist" (229). 16 Cf. Martínez (1990, 206) quien especifica que el origen de la fábula según la que Cortés quemó sus naves y cuya recepción ha sido muy amplia desde entonces data de la mitad del siglo XVI.

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básico de estar fuera. 17 Al mismo tiempo se hace patente que este modo de percepción de la yo-narradora se opone diametralmente al atribuido a los judíos como parte constitutiva de su identidad, es decir, una percepción del tiempo como recurrente. 18 Frente a esa intención manifiesta de situarse dentro de un espacio cultural deben verse los discrepantes recuerdos individuales de los padres sobre un mismo acontecimiento, la inmigración a México en 1925 y las razones que los llevaron a decidirse precisamente por ese país. Se trata de un acontecimiento decisivo para el proyecto autobiográfico de la yonarradora nacida en suelo mexicano y su intento de construir su identidad o los elementos que la constituyen. En la primera versión, su padre argumenta la decisión de ir a México y no a Cuba (y esperar desde allá un permiso de inmigración a Estados Unidos) por el clima y más aún, la negrura de Cuba - n e g r u r a demasiado opuesta a la conocida blancura familiar de Rusia: Hacía tanto calor [...], la noche estaba tan negra y los negros eran tan negros, con los ojos brillantes y los dientes blancos, tan blancos, que me asusté. ¡Qué calor! ¡Una barbaridad! Decidimos irnos a México para ver si allá el clima era normal y también porque estaba más cerca de los Estados Unidos (?). En Rusia el verano era caliente y corto, el invierno blanco, largo, tan blanco como los dientes de los negros (92). Otra razón de su inmigración a México es el hecho de que el contramaestre del barco les presta a los padres la suma necesaria que deben presentar en la aduana mexicana (y que le devuelven inmediatamente después). Lo que resulta patente en este pasaje es, por un lado, el carácter contingente de la decisión por un cierto país, y, por otro, el carácter subjetivo por el cual los inmigrantes no son capaces de olvidar las influencias de su contexto originario y su herencia cultural. La versión del padre se ve de cierta manera reducida y limitada en su efecto espectacular sólo unas páginas después, por el relato más sobrio de la madre: [...] el barco se detuvo en Santander, último puerto antes de La Habana, y allí vimos que la mayoría de la gente, casi todos, no iba a Cuba sino a México, entonces cambiamos nuestro viaje porque costaba

17 Una función parecida desempeñan, a mi m o d o de ver, otra alusión a Cortés (187) así como las referencias a los historiadores de la Conquista c o m o Bernal Díaz y Pigafetta (185). 18 Cf. la cita de Bashevis Singer retomada por la yo-narradora y sus reflexiones sobre concepciones del tiempo como lineal o circular (42).

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10 dólares más el pasaje y 4 dólares una visa y por eso llegamos a México (95). Las dos versiones paralelas quedan desligadas, sin más explicaciones en cuanto a una supuesta verdad histórica del acontecimiento, la versión "correcta" e inequívoca.19 Se puede constatar, sin embargo, una ligera preferencia por la primera, a mi parecer, por el comentario de la yo-narradora al respecto: "Ese maniqueísmo espantado fue la causa de mi nacionalidad" (93). Al tomar en consideración la versión de la madre, sin embargo, se hace evidente que la del padre contiene rasgos de un mito de fundación, incluso de mito etiológico que explicaría y estetizaría ex post su decisión. Se deja traslucir que la nacionalidad mexicana de los descendientes es producto de la casualidad y contingencia, pero resulta en este caso una feliz coincidencia para padres e hija, coincidencia que crea el sentimiento de estar en una "tierra prometida" (177).20 2 £1 espacio concreto y el cuerpo: momentos de estabilización El proceso de orientación según figuras-modelo para plasmar la propia identidad alcanza su punto álgido al final de la obra. Ahí encontramos el entrelazamiento de una construcción del sí mismo orientada a modelos culturales y otra orientada al cuerpo y sus sensaciones. Se trata de dos episodios que tematizan las percepciones corporales de la yo-narradora: en la playa y ante el espejo. Resumiendo en cierto modo el proyecto de la reconstrucción del pasado y la ubicación del sí mismo, estos episodios deben entenderse como confrontación entre presencia corporal y preocupación por el pasado: Estoy en Acapulco, pienso en Perelman, en su Kiev natal; yo sentada sobre unas rocas en la playa de La Condesa [...], pasan dos muchachos güeros, muy bronceados [...]. El mar me baña, también a ellos y llena de espuma las pepsicolas [...] ríen, son hermosos [...], el mar sigue bañándome, dejándome un sabor salado en la boca y arena en los ojos y en el traje; orino, feliz, me siento parte del mar, estoy en el origen, me asumo en él y las olas lamen mis muslos (232s.). En este pasaje, el recuerdo de su viaje a Ucrania, de su encuentro con un emigrante regresado y de la imagen nostálgica que él conserva de México, se ve mezclado con la imagen de un México moderno norteamericanizado y la sensación de integridad

' 9 Resulta evidente aquí la relación estrecha entre narración de hechos históricos y proyecto autobiográfico al ser ambos un tratamiento de hechos dentro del marco de una narración. Al respecto se refiere Sidonie Smith al autobiógrafo como "self-historian" y a la autobiografía como representación: "Purporting to reflect upon or re-create the past through the processes of memory, autobiography is always, multiply, storytelling" (1999, 34s.). 20

Cf. esa alabanza: "México, Distrito Federal, donde tuve la suerte de ver la vida" (15).

159 corporal por parte de la yo-narradora. S e h a c e patente que el mar e s el origen, e l e m e n t o receptor para ella q u e supera el s e n t i m i e n t o d e identidades parciales, separadas y que le proporciona un sentimiento de totalidad y felicidad. 2 1 La temática del cuerpo s e retoma en el último capitulo: ahí se encuentra la primera descripción detal lada del cuerpo d e la yo-narradora c o m o adulta 2 2 , primero, delante del espejo; después, s i n él durante un p a s e o por la playa: S i g o en A c a p u l c o . M e visto y m e arreglo los ojos, ligeramente [...]. El e s p e j o me triplica,

mi perfil es el de un emperador romano. M e c h o c a ,

c o m o m e c h o c a r a c u a n d o m e descubrí por primera v e z de perfil a los d i e c i s é i s años. A f o r t u n a d a m e n t e , m e d i g o , e s e perfil e s el de un e m p e r a d o r y n o el de u n e s c l a v o que echaron a los leones; pero m e d e t e n g o , fulminada, a c a b a de pasar por mi c a b e z a la i m a g e n del emperador N e r v a [...] y prefiero tener el perfil d e cualquier cristiano c o m i d o por los leones y catequizado por el j u d í o Pablo ( 2 4 4 s s . ) . La a c c i ó n de asegurar su identidad mediante el reflejo n o l l e v a a ninguna integridad (ni siquiera imaginaria, por decirlo s e g ú n L a c a n ) o i m a g e n c o m p l e t a de sí m i s m a , s i n o a una i m a g e n insegura e inestable. El e s p e j o n o duplica, sino t r i p l i c a - a l u s i ó n paródica, quizás, a las tres instancias de narración autobiográfica: autora, narradora

21

El valor de las sensaciones del cuerpo se deja traslucir también en la referencia a secreciones corporales que sobrepasan lo tematizado al respecto hasta ese momento en Las genealogías y deben entenderse, a mi modo de ver, como contraste a las subí imadas experiencias culturales de layo-narradora. En sólo una escena más se ve una similar sensación de integridad corporal que incluye procesos fisiológicos: es una escena en la que la yo-narradora come con sus padres: "Yo digiero con felicidad la sopa de maná que mi madre cocina para la tierra prometida" (177) En cuanto a su cuerpo, la yo-narradora ha proporcionado hasta ese momento apenas informaciones: a principios del texto, dice sólo que el color de su pelo difiere del de la familia ("no es pelirrojo") y que su hermana Lilly es güera (36); hacia el final del texto concretiza que su pelo es "negro o castaño oscuro" (204). Se alude a otra mirada al espejo de la manera siguiente: "cuando me miro al espejo me doy cuenta de que así, ojerosa y pintada, soy el vivo retrato de algunas de las inmisericordes que dejó por el muro el magnífico manco [Clemente Orozco]" (207s.). Se hace evidente que, aparte del adjetivo "ojerosa", la descripción concreta del cuerpo está negada, superpuesta y reemplazada inmediatamente por códigos culturales, en este caso por referencias a la pintura mexicana. En cuanto al papel del cuerpo como parte constitutiva en la construcción del sí mismo me refiero aKüchenhoff (1988), en cuanto a la tematización y descripción literarias del cuerpo me refiero a trabajos de Gerhard Neumann (1982; 1986) sobre lo que él llama "modelo eucarístico". Este modelo implica la referencia a códigos culturales y, por ende, cierta sublimación de lo corporal en percepciones del sí mismo o descripciones del cuerpo. Partiendo de la eucaristía y el dogma de la transubstanciación, el modelo eucarístico fue transferido a la literatura por Dante, según Neumann, y sigue siendo vigente en la literatura del siglo XX. No obstante, hay que constatar cierto cuestionamiento de ese modelo, o su negación rotunda, en todo lo que se refiere a carnavalización del cuerpo.

160 y personaje (cf. Gliemmo 1993,192) y además, a las tres representaciones de layonarradora en el último capítulo: ella de niña en la foto (con sus hermanas y su padre, 245), ella representada en su hija joven que parece "una Lolita cualquiera" (244) y, al fin, ella misma envejecida, a los 50 años, como precisa el texto (246). Pero se trata no sólo de una negación de una imagen integral inequívoca a este nivel, sino que también la descripción del perfil, es decir de una parte del cuerpo, resulta ambivalente: se ve transformada y superpuesta inmediatamente por dos referencias culturales contradictorias - e n este caso no por figuras de la historia novomundana, sino del espacio judío-cristiano antiguo. La yo-narradora oscila entre emperador romano y esclavo como su modelo de referencia, lo que refleja en cierto modo su propio conflicto de identidad religiosa como judía convertida bautizada. Lo que concluye este proceso inestable de identificación son, de nuevo, sensaciones y percepciones corporales: la yo-narradora describe, por primera vez, su cuerpo, pero sin recurrir a medios técnicos como el espejo ni a códigos y referencias culturales, dándose cuenta de su edad "avanzada" y el correspondiente estado de su cuerpo. No obstante, lo que queda en su descripción - y contiene de ese modo rasgos de auto-ironía que enmarcan su posición de sujeto femenino- es otra referencia a figuras masculinas, en este caso a un hombre que pasea por la playa: "veo mi cuerpo agrasado, sufro, pero la suerte me acompaña. Pasa una mujer madura, por no decir otra cosa, gordísima [...] y a su lado un señor con los pechos más caídos que los míos" (244s.). Esta toma brusca de conciencia del proceso de envejecimiento corporal, del tiempo transcurrido se ve acompañada por el contacto reiterado con la naturaleza, que lleva a una estabilización de la yo-narradora. El ritmo de las frases cambia y adopta un tono casi lírico: Me calma. Voy a la playa. Ya es de noche. El mar aligera los recuerdos y la brisa. En la playa siguen vendiendo camarones y ceviche [...] me conformo con la arena y con la espuma [...] rehago mentalmente mis genealogías, recapitulo, es hora de darles un punto, si no aparte, al menos suspensivo [...] (246). Conclusión Hemos visto que la recurrencia a figuras masculinas de di versos espacios culturales así como la concentración en el cuerpo (femenino) sirven para superar el sentimiento profundo de marginación, de no pertenencia a ningún lugar. Al mismo tiempo, debe destacarse cierta diferencia entre ambos puntos: mientras que los modelos históricos de referencia que apuntan a situar el sujeto femenino dentro de un espacio cultural son varios, dependen del campo de acción respectivo y contienen ciertos rasgos lúdicos, las referencias al cuerpo y a las sensaciones corporales resaltan cierta esencia auténtica que concluye estratégicamente esta construcción de identidad femenina.

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IV PERSPECTIVAS CULTURALES

¿Cómo dejar de ser tropicales? La negociación de los estilos modernos en las exposiciones universales (La primera Exposición Venezolana) Beatriz González-Stephan Entre las décadas de 1820 y 1830 el público londinense pudo divertirse con nuevas modalidades artísticas que ampliaban en forma sencilla y eficiente el horizonte de su imaginación geográfica: una de ellas, la rotunda de Leicester Square que Robert Barker había construido, y que en su estructura circular se exhibieron los más recientes panoramas de las más sonadas batallas, así como vistas de ciudades europeas y asiáticas. Las clases medias podían seguir sin desplazarse -porque la aventura del grand tour estaba reservada para ciertas élites ¡lustradas- el itinerario de la expansión imperial, como viajar ilusoriamente hasta los confines de las fronteras del mundo occidental (cf. Oettermann 1997; Comment 2000). Fue en estos espacios de entretenimiento y por esas fechas, que otro inglés, Sir Robert Ker Porter -quien había sido enviado a Caracas como Cónsul de la Gran Bretaña- regresaba después de 15 años con varias pinturas de aquellas tierras tropicales. Las grandes vistas panorámicas estaban de moda. Entonces, los muros circulares de Leicester Square habrían de ver, así como una masiva concurrencia ávida de imágenes, el primer panorama del Valle de Caracas desde el río Catuche (de 1826). Se proyectaba un paisaje desolador, en ruinas, los restos de lo que pudo haber sido una remota civilización (cf. Gasparini 1978, 198-203). Porter había sellado para la imaginación europea la estampa de una geografía arruinada por el terremoto de 1812, que emblemáticamente condensaba las secuelas de las guerras independentistas, el saldo de una larga situación de colonialidad, pero muy particularmente profundizaba y aseguraba, ahora a través del consumo más estandarizado, la imagen deshistorizada y desierta del continente americano, que desde el Conde Buffon se había puesto en marcha, y que también por esos días el Barón Alejandro von Humboldt se había ocupado en afinar científicamente (cf. Pratt 1992). El panorama del Valle de Caracas no difería demasiado de los paisajes de Marruecos y de Kabul expuestos también en la rotunda de Barker: quizás los escombros lo podían acercar con suerte a las ruinas de Pompeya, pero la desolación general lo terminaba por asimilar a las zonas desérticas del planeta.1

' Sir Robert Ker Porter se desempeñó básicamente como pintor de escenas bélicas e históricas. Antes de su llegada a Venezuela como Cónsul y encargado de negocios, viajó por muchos países, entre ellos Rusia, España, Francia, Marruecos y Egipto. En Venezuela retrató a Simón Bolívar y a.losé Antonio Páez. Realizó pinturas del paisaje -largas telas- con el propósito de mostrarlas en la rotunda de Leicester. El público londinense se había aficionado a las vistas

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La imagen de Venezuela en el contexto internacional no había corrido con la misma fortuna, por ejemplo, que México, que por aquellos tiempos había entrado en el imaginario europeo ligado a sus antigüedades prehispánicas, que lo "orientalizaba" por el lado de la "egiptomanía", tan en boga después de las campañas napoleónicas. En este sentido, vale acotar que las distracciones del público inglés no terminaban en Leicester Square. El gusto por el "orientalismo" también podía ganar terreno en el Salón Egipcio del empresario y viajero William Bullock, quien había organizado hacia 1824 una exposición popular y asequible de curiosidades aztecas entremezcladas con objetos de Egipto y Turquía. 2 Por lo pronto, el antiguo Virreinato de Nuevo México comenzó a circular en el despliegue de imágenes disponibles a través de sus ruinas aztecas pero asociadas al arte egipcio; y la reciente República de Venezuela - c o m o adolecía de vestigios indígenas monumentales- encarnó dentro del repertorio de las utopías de la modernidad el mito adánico de la tierra baldía. Las dos operaciones, que por distintas vías "orientalizaban" el continente -bien por su naturalización, bien por su exotización arqueológica-, lo vaciaban de igual modo de sociabilidad. Fue después de la Revolución Industrial que los nuevos ordenamientos de los poderes coloniales necesitaron a lo largo del siglo XIX reinventar ideológica-mente al continente americano tanto para ambos lados del Atlántico. Fue tendenciosamente reinventado como objeto de conocimiento, como paisaje, pero, sobre todo, como fuente de riqueza. Europa lo deseaba (más bien necesitaba como parte del proceso de modernización) en sus predios adánicos. Para lo cual, el nutrido cuerpo de hombres de ciencia elaboraron el adecuado repertorio de narrativas que viabilizaron en políticas blandas una nueva conquista europea de esas "nuevas" tierras. La insistencia de viajeros en reconvertir el territorio americano en "naturaleza" - s i n historia, tal vez en ruinas- guardaba una relación inversamente proporcional con las también crecientes inversiones extranjeras en esas geografías. Por ende, aquellos países sin un denso sustrato de culturas indígenas fueron más proclives a figurar como regiones privilegiadas sólo en recursos naturales. Repentinamente su historicidad se desvanecía para aparecer "vírgenes" ante la mirada occidental. Imaginemos la ansiedad que produjeron los movimientos de Tupac Amaru en los Andes; José da Silva Xavier, alias Tiradentes en Brasil; Toussaint Louverture en

de los desiertos del Lejano Oriente, y también en el Salón Egipcio a ver códices y tallas aztecas. Por otro lado, los pintores franceses, como Delacroix, habían puesto en circulación odaliscas, camellos, pirámides y desiertos. Es el único panorama que se conserva de Venezuela en la Biblioteca de Londres. 2

Cf. Tenorio Trillo 1998; D'Arcy Wood 2001. William Bullock visitó México hacia 1822, y trajo para exponer en su famoso Salón Egipcio calendarios, códices, tallas, tumbas, vasijas, aves disecadas, piedras preciosas del país azteca, entremezclados con curiosidades egipcias, entre ellas, momias. Así en el imaginario europeo México empezó a circular emparentado en el espacio museológico con las cosas de Egipto. Luego, a la hora de las grandes exposiciones (París 1889) era innevitable la contaminación: el Palacio Azteca era sin duda un remedo faraónico.

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Haití; Pedro Díaz Cuscat en Chiapas; José María Leyva Cajeme entre los yaquis; Pedro Gual y España en Venezuela, en el discurso filosófico de Hegel... Viajeros y artistas se apuraron en retrabajar una estética del vacío, mientras filósofos se ocuparon en afinar las categorías universalizantes de la metafísica. Así pues, la invención de la "selva tropical" fue una estratégica elaboración de los imaginarios de un cuerpo de letrados y políticos que necesitaban la silenciosa complicidad de ambos lados del océano, no sólo para la expansión de lo que sería la industria turística, sino como eje central del proyecto modernizador. En un esfuerzo casi orquestado, los no pocos relatos de viajeros que vinieron a Venezuela a lo largo del siglo prácticamente suscribieron la versión de Sir Ker Porter: desde \as Memorias de un viaje por América (i S6\) de Pal Rosti; Venezuela: or Sketches of Life in a South American Republic (1864) de Edward Eastwick; Unter den Tropen (1871) de Karl Appun; Aus den Llanos (1878) de Karl Sachs; The Land of Bolívar, or War, Peace and Adventure in the Republic of Venezuela (1878) de James Mudie Spence; inclusive hasta finales de siglo con la relación de Antón Goering Vom Tropischen Tieflande zum Ewigen Schnee. Eine Malerische Schilderung des Schönsten Tropenlandes Venezuela (1892), fueron creando una tradición que reelaboraba la misma imagen de una región deshabitada y salvaje. Al no tener Venezuela esas "ruinas" de "antiguas civilizaciones", fue asimilada al modelo de las regiones sin historicidad pero llenas de materias primas. Interesaba más a la imaginación europea proyectar sobre sus territorios las fantasías del "continente vacío" con el consiguiente acicate de ocuparlo; y, por otro lado, complejos deseos eróticos y de afirmación viril que llevaban a repoblar (¿ficcionalmente?) al país de indios caníbales que, en su agresiva desnudez, sacrificaban a hombres blancos. Como fue la no menos melodramática relación que hiciera el naturalista alemán Karl Appun en su visita a Maracaibo hacia 1858: [...] los indios goajiros, tribu salvaje que vive cerca de Maracaibo, son los enemigos más decididos de cualquier otro pueblo [...] en sus invasiones a Venezuela y Nueva Granada cometen incluso ahora grandes robos y asesinatos. No permiten a nadie entrar en su país; matan o mutilan horriblemente a todo el que se atreve a pasar los límites de su territorio; poco antes de mi llegada a Maracaibo, los goajiros habían vaciado ambos ojos a un venezolano que habían encontrado en su territorio (cit. por Pino Iturrieta/Calzadilla 1992, 89). Ajustada o no a la realidad, esta imagen de nación "salvaje" para ser domesticada por filibusteros, empezó a incomodar a la élite criolla en la segunda mitad del siglo, que, más comprometida con una modernización eficiente, ya no se identificaba con esa estampa de país lleno de caimanes, mosquitos, y negros con torsos hercúleos, menos aún a la hora de realizar la primera gran Exposición Nacional hacia 1883 que habría de conmemorar el Centenario del Natalicio de Simón Bolívar. Un soterrado diálogo entre las oligarquías de este lado del Atlántico con aquellas del

168 otro lado, que seguían insistiendo tercamente en las geografías desérticas 1 , sólo explicaría en parte algunas de las razones que determinaron hacer un palacio gótico para dar cabida a la Exposición en un país tropical (11. 1). Pero también, ¿por qué una política de las formas modernizantes que elegía nostalgias medievalizantes y aires caballerescos? ¿Qué ansiedad hacía adoptar la severidad de estilos victorianos? ¿Por qué un edificio que destilaba pasados remotos? 4 Efectivamente, Venezuela había acumulado una significativa experiencia en cuanto a pensamiento anticolonialista y luchas revolucionarias, y había sido además escenario principal de las guerras independentistas, lo que posibilitaba otras narrativas de donde echar mano para acuñar otra imagen que pudiese negociar su identidad nacional, ahora que la sociedad caraqueña empezaba a perfilarse con una intensa vocación cosmopolita. A fin de cuentas, los documentos de barbarie había que recubrirlos con documentos de civilización. También, después de todo, Venezuela no sólo había participado en otras exposiciones internacionales -Londres (1862), París (1867), Viena (1873), Bremen (1874), Santiago de Chile (1875), Filadelfia (1876), Buenos Aires (1882)- donde había podido medir las consecuencias de las representaciones simbólicas, sino que el gobierno de Antonio Guzmán Blanco desde 1870 había cambiado notoriamente la fachada de Caracas como para retar y desmentir la opinión acerca de los "crudos trópicos". En 1883 invitaba a la comunidad internacional a la Exposición que Venezuela hacía como suma de las posibilidades del país para empresarios e inmigrantes, además de mostrar los alcances del "progreso" logrado en los rubros de las artes y letras, artesanías y mecánica.

3 Los viajeros en sus relaciones recogieron apreciaciones contradictorias. Por ejemplo, el Consejero Lisboa (hacia 1853) hizo dos tipos de observaciones: "Quien llega por primera vez a Caracas no puede dejar de contemplar, con un sentimiento de melancolía, los testimonios que aún están allí, a pesar de haber transcurrido más de cuarenta años del fatal terremoto de 1812"; pero, por el otro lado, también señala con sorpresa que "el exterior de las casas de Caracas es triste pero su interior es muy cómodo [...]. La sala que yo ocupaba en el hotel Saint Amand alcanzaba cerca de treinta palmos de altura [...]. En las calles de Leyes Patrias y del Comercio se encuentra profusión de almacenes y de quincallería, ingleses, franceses, alemanes y americanos" (Gasparini 1978, 206-211). Los ejercicios del ver pasan por tamices culturales que controlan la construcción de lo real. N o es de extrañar que la producción de Caracas como "ruina" haya estado mediada por otras representaciones anteriores. 4

En trabajos anteriores (González-Stephan 2000; 2002; 2003) he desarrollado otros aspectos de esta Exposición Venezolana de 1883. En esta oportunidad me detengo en las implicaciones políticas de los estilos arquitectónicos, y leo la arquitectura en sí como una forma discursiva; como un texto cuya trama implica una diversidad de enunciados insertos en una compleja red de referencias ideológicas no sólo pertinentes a las agendas nacionales, sino tensionadas por diálogos más complejos entre las metrópolis y las "periferias". Pienso que la adopción del neoclásico, como del neogótico, el bizantino, o la supervivencia del colonial hispánico, no pueden ser simplemente explicados como mera importación, sino como lenguajes de resistencia transculturados.

Los arquitectos e ingenieros Juan Hurtado Manrique y Jesús Muñoz Tébar aprovecharon las antiguas estructuras coloniales del templo de San Francisco para modernizarlas con ojivas y una torre almenada que darían cabida en 1883 al Palacio de la Exposición Nacional. También el interior del edificio siguió los lincamientos del decorado neogòtico: ventanas con vitrales; armaduras y arcones en los salones; baldosas con la flor de lis, patios con fuentes y gárgolas.

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Una Exposición, como las realizadas en Santiago de Chile (1875) y Buenos Aires (1882) -¡Venezuela sería la tercera del continente latinoamericano!- podía modificar estas representaciones, y mostrar cómo Caracas, puerto de entrada a la América del Sur, reunía los suficientes hoteles, plazas, fuentes, boulevards, cafés, teatros, hipódromos, estatuas, y hasta arcos de triunfo, para que cualquier vecino se sintiese en casa. Sin descontar que un evento de esta magnitud terminaría por consolidar el aparato estatal venezolano en una doble dirección: internamente, viabilizaría una mayor articulación de las regiones alrededor de un centro imantador de sentido, que sería la producción del patrimonio nacional capitalizando recursos que configurarían el archivo consagrado del país; y, externamente, era poner en circulación una imagen más mercadeable de la identidad nacional. Después de todo, ya lo sabemos hoy -pero también lo sabía el General Guzmán Blanco- que la nación era una narrativa, era un performance. Era canalizar toda la utilería disponible para crear los efectos de una nación. Además eran los tiempos de fabricación de nacionalismos, y las exposiciones eran esas ferias ideales donde la razón del progreso hacía competir vertiginosa y desigualmente a las naciones convertidas en sus propios fetiches.5 El 2 de agosto de 1883, bajo las solemnes notas del himno nacional y un torrencial aguacero, se inauguraba el Palacio de la Exposición Nacional ante una concurrencia poco usual de una Caracas de apenas 50.000 habitantes, pero con un cuerpo diplomático de todos los confines de la tierra.6 Venezuela se presentaba ante la comunidad internacional con un estilo "probado": un edificio neogòtico no sólo acompasaba la tendencia arquitectónica de las grandes exposiciones, sino que refrendaba las orientaciones políticas en materia de estilos de los centros del poder metropolitano (cf. Esteva Grillet 1986; Hamon 1992). El modelo quizás más pertinente en este renglón había sido la Exposición Internacional de Filadelfia, The Centennial Eagle (1876) (II. 2), que había conmemorado las fiestas centenarias de la independencia de los Estados Unidos con pabellones que reproducían las últimas cadencias góticas. Entre el Palacio de la Exposición y la arquitectura neoclásica del Capitolio Nacional -que se eregía al frente-, la población caraqueña probablemente terminó por sentirse trasladada a Londres o París, más si tenemos presente que entre los invitados se encontraba el Príncipe Henrique de Prusia (cf. Castellanos 1983; Silva Beauregard 1993).

5

Cf. Leprun 1986; Benedict 1991; Karp/Lavine 1991; Salas 1996; Dosio 1998; González-

Stephan 2000. 6

Guzmán Blanco quería atraer la atención del mundo hacia Venezuela después de haber transformado y "modernizado" sustancialmente la capital. Sin agotar la lista, fueron invitados los cónsules de Hamburgo, Berlín, Chicago, Niza, Viena, Río de Janeiro, Chile, Copenhagen, Boston, Argel, Marruecos, Nueva York. Los comenzales encontrarían ahora un pequeño París al estilo Napoleon III: un Capitolio neoclásico, un Palacio gótico, una Santa Capilla, el Teatro "Guzmán Blanco", que estrenó en aquellos días las óperas de Aída y Nabuconodosor.

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11.2 La Exhibición Internacional de Filadelfia (1876) contó con varios pabellones que repusieron el estilo neogòtico impuesto por el Palacio de Cristal ( 1851 ) de Londres. La tecnología tuvo un despliegue ejemplar: hubo pabellones destinados a máquinas, comunicaciones, artículos sanitarios, agricultura, y hasta las mujeres contaron con su propio edificio. Asistieron varios países latinoamericanos, como Venezuela, Chile y Argentina, que decidieron hacer estos eventos en sus respectivas naciones para mercadear mejor sus productos; pero al ser sus propios patrocinantes, reprodujeron para sí el gótico de las metrópolis.

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El Palacio de la Exposición no dejó de ser una contundente y no menos extravagante respuesta a las infundadas versiones que corrían por el mundo civilizado de estas zonas, que para la fantasía guzmancista ya tenían poco de tropicales. El punto de honor era demostrarles a los cientos de invitados internacionales que en la patria del Libertador no sólo se podían encontrar los yacimientos auríferos más rentables, la variedad más grande de maderas, obtener las mejores pieles de serpientes, sino también beber el más burbujeante Moét et Chandon especialmente traído de Francia para la ocasión. Uno de los emblemas de esta modernización fue la significativa inauguración, también para la fecha del Centenario, del Ferrocarril Caracas-La Guaira: los extranjeros que arribaban al puerto podían ascender cómoda y rápidamente a "la ciudad de los techos rojos". Se recreaba simbólicamente el camino del ascenso de la "barbarie" (las tierras bajas de la costa) hacia la cima del progreso (las tierras altas de la ciudad guzmancista). Caracas había adquirido durante ese período la atmósfera del París de Napoleón III. Los 18 años de gobierno de Antonio Guzmán Blanco (de 1870 a 1888) cambiaron sustancialmente el rostro de la capital. Ingenieros y arquitectos reconstruyeron una ciudad aún devastada por el terremoto de 1812, la limpiaron de perros y escombros, introdujeron infraestructuras sanitarias, amén de dotarla de un importante ornato que la volvió efectivamente más amigable. Bajo la presión del gobierno, que deseaba una modernización rápida, muchas de las antiguas estructuras coloniales fueron aprovechadas, y apenas remozados sus exteriores para ajustados a las nuevas necesidades de la vida moderna. De este modo, el edificio del Palacio había sido antiguamente un convento (el Convento de San Francisco), que Guzmán Blanco secularizó para convertirlo hacia 1873 en la Universidad de Caracas, adoptando la moda del estilo gótico. El arquitecto Juan Hurtado Manrique y el ingeniero Jesús Muñoz Tebar no sólo fueron los artífices de esta reconversión, sino que además incorporaron en una de las alas del edificio un museo, y luego, hacia 1882 -cuando se iniciaron los preparativos del Centenario- se contruyó otro cuerpo anexo a la Universidad, destinado específicamente a la Exposición. Bajo el furor afrancesado del Ilustre Americano, aún se tuvo que adosar a última hora una capilla, también gótica, remedo de la Saint Chapelle de París. Esta se levantó en apenas tres meses. El Palacio, con sus profusas ojivas cuyos vitrales dejaban colar la luz cromática sobre las galerías repletas de cosas; con sus patios y corredores que adecuaban jerárquicamente el patrimonio; con su torre almenada que permitía calibrar in extenso las transformaciones de la ciudad, se eregía frente al Capitolio como síntesis a golpe de ojo de la historia y geografía nacionales. Un Palacio de alta concentración pedagógica: la historia nacional (pasada y presente) se fabricaba en forma esquemática y asequible para que el gran público pudiese aprehender rápidamente una narrativa ejemplarizante y sin fisuras de la nación (II. 3). La gramática visual organizaba el ojo para recomponer espacialmente, a partir de la disposición de las cosas, la representación de un país ordenado, con un pasado prestigioso, competente, productivo, con artes y letras, con poder adquisitivo, y,

Detalle del mural de la "Batalla de Carabobo" de Martín Tovar y Tovar diseñado para conmemorar el Centenario del Natalicio del Libertador. Los dioramas y cicloramas causaban furor en las capitales europeas. Del mismo modo, la representación de las guerras de la Independencia cobraron una inusitada vida al ser desplegadas sobre una superficie circular. La experiencia visual se cinematizaba, y la historia patria se fijaría grandilocuente hasta muy entrado el siglo XX. Épica y capitalismo dependiente se desarrollarían de la mano.

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sobre todo, rico en recursos naturales. Así, la fachada gótica ordenaba simbólica y políticamente el discurso material de la nación (cf. Karp/Lavine 1991; Pomian 1991 ), amén de posicionarla en un marco de lenguajes modernizantes y, por ende, más competitivos. Si la Exposición contenía a la nación, entonces ¿cómo leerla bajo su codificación gótica? ¿Cuáles eran las claves de lectura que resituaban a Venezuela como país moderno y disciplinado? ¿Cómo entender la secuencia serializada de oj ivas en un medio de tanta abundancia tropical? Las emergentes capas medias - y la oligarquía guzmancista había salido de las últimas guerras civiles- aprendieron rápidamente que la política de las formas podía garantizar ascensos y distinciones sociales. Re-producción y mimesis eran dispositivos que permitían ubicarse en la escala social y ejercer un no despreciable poder de interpelación. El Palacio de la Exposición en su neogòtico Victoriano no sólo creaba una imagen "exportable" del país, rentable para la inversión/extracción, sino al reproducir los estilos metropolitanos creaba una plataforma para un diálogo centro-periferia menos desigual. Adoptar (adapar) las maneras arquitectónicas pudo haber sido una estrategia para ser escuchados. La reproducción -el gesto mimètico de transpolación colonial- imitaba pero no del todo: creaba el espejismo de la expansión metropolitana y respondía a la internacionalización de las condiciones de la modernización. Recordemos que la estampa que dejó Sir Robert Ker Porter de estas geografías no viabilizaba una situación de diálogo ya que el sujeto social había desaparecido del horizonte. Del otro lado no había al parecer nadie ... Hubo que recrear subjetividades interpeiables. Sin embargo, la apropiación de prácticas culturales estaba lejos de ser una actividad especular. La selección y transculturación de lenguajes artísticos se inscribía en un complejo tramado de debates, y mucho tenía que ver con las luchas por el poder interpretativo y la implicación sociopolitica en laadopción de esos estilos "probados" (cf. Leprun 1986; McCarthy 1987). Veamos: Sin duda que el estilo gótico creaba un rostro más "civilizado" del país; al menos desnaturalizaba las versiones imperiales invirtiendo algunas de sus premisas: no era de entrada una región desocializada; sino centro neurálgico de la historicidad moderna del continente. El peso de esa historicidad se expresó mediada por los estilos más prestigiados de los centros metropolitanos. De otro modo, se trocó el discurso que nacionalizaba la naturaleza-que ligaba la representación de la nación a los elementos naturales convertidos en mercancías-, por el discurso que nacionalizaba la historia - q u e ligaba la representación de la nación a los héroes convertidos en mitos y mercancías- Si Venezuela era identificada con selvas, maderas, diamantes, oro, asfalto, café, debía ser desde aquel momento identificada con la patria de Simón Bolívar. Había pues que producir suficientes narrativas con efectos historizantes, es decir, una máquina de dispositivos para crear pasados y genealogías de todo tipo. Gran parte de las salas principales de la Exposición -sin descontar la misma estructura del edificio que aún hoy perdura- se destinaron a la exhibición de

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asuntos relativos al Libertadory a otros proceres, a las guerras de la Independencia, y a mostrar ilustrativamente (con objetos, óleos, retratos, libros) la genealogía de la nación. La compulsión genealógica era doble: por un lado, para contrarrestar el impacto de diversas modernidades había que crear tradiciones; y, por el otro, debían ser en este caso de prestigio (cf. Hobsbawm/ Ranger 1983). Particularmente, el estilo colonial en el período de la República fue desestimado porque recordaba el modelo hispánico no muy cónsono con los nuevos estilos de la modernidad internacional, además de significar el oprobioso lastre específicamente de la colonialidad hispánica. Sobre el barroco hispánico pesaban los prejuicios del "atraso" y "primitivismo" de los países que no habían entrado en la revolución industrial; y, por consiguiente, se establecía una contigüidad entre la herencia católica y estructuras sociales precapitalistas. Así, la adopción del gótico Victoriano - q u e recordaba otros antiguos tiempos medievales, caballerescos y señoriales de las tradiciones del norte- se avenía sin disonancias al aire napoleónico que revestían los héroes, y del mismo Antonio Guzmán Blanco, que creó una guardia personal siguiendo el modelo prusiano. Su padre, el general Antonio Leocadio Guzmán terminó por quedarse con la espada del Libertador que llevaba al cinto como parte de su vestimenta cotidiana. Una marcada tendencia a las modas marciales invadió la vida diaria de los caraqueños de aquellos tiempos, que, habituados a los desfiles y bandas militares, a los tabléatet vivants con asuntos épicos, a la inauguración de estatuas ecuestres, el género masculino consideró elegante remedar en pequeña escala otros tiempos más heroicos ejercitándose en el arte de la esgrima (cf. Castellanos 1983; Silva Beauregard 1993) (II. 4). Se cuidó mucho en aristocratizar esas genealogías y acercarlas lo más posible a los estilos noratlánticos. Por consiguiente, el edificio gótico aseguraba el marco de una imagen historiográfica aquilatada, con posibilidades verosímiles de profundidad temporal. Parecía así tener la nación venezolana un origen de larga data, raíces que se hundían en una antigüedad obviamente imaginada, construida como el escenario de un teatro (cf. Zawisza 1989; Almandoz Marte 1997). Pero el efecto de pasado era nuevamente modificado: se trocaba el pasado colonial hispánico por la ficción de un "medioevo" inglés, con lo cual los procesos de europeización ocultaban complejas operaciones de blanqueamiento, que la ascendencia hispana no sólo no resolvía sino que resultaba insuficiente. Recordemos que después de la Independencia la relación con el hispanismo era reñida. La herencia española significaba para los liberales latinoamericanos una traba que obstaculizaba la modernización europea de sus naciones; y en otros ámbitos intelectuales, el mismo término de "hispano" se asociaba con los gitanos y pueblos nomádicos de los desiertos orientales, y metonímicamente con razas de piel oscura. Sin duda el carácter estilizado del gótico blanqueaba y permitía, al menos en el juego de las apariencias, trocar un estilo pasatista por otro. Probablemente varios fantasmas atormentaban el inconsciente de estas nuevas élites: uno de ellos, tenía que ver con la limpieza racial, parecer lo menos posible "gente de color", colocarse

11.4 Las representaciones dramatizadas y alegorías fantásticas gozaron de popularidad durante el guzmanato. Los libretos más favorecidos fueron las "Apoteosis del Libertador". Hubo una hipertrofia del culto a los héroes, inflación patriótica, y modas marciales. Días antes de la inauguración de la Exposición se estrenó en el Teatro Municial esta apoteosis: seis damas representaron las repúblicas bolivarianas alrededor del buso del Padre de la Patria. Era la oportunidad para la mujer de entrar en el espacio público sin merma de su buen nombre.

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máscaras blancas sobre pieles mestizas. El otro de ellos, tenía que ver con la discontinuidad del grupo social tradicionalmente hegemónico; es decir, el reemplazo de los criollos blancos de la colonia que encabezaron la Independencia (los Bolívar, por ejemplo), por nuevos sectores de origen popular, que fueron ascendiendo en el escenario político a raíz de las guerras Emancipadora y Federal (los Páezy Guzmanes, por ejemplo). Con buenas maneras y modales corteses había que aparentar un origen que no se tenía. La retórica de las formas reemplazaba las genealogías familiares, y quizás la insistencia en las modas góticas y formas medievalizantes sustituía los linajes de sangre, y en cierto modo, "deshispanizaba" aquella zona del rostro que necesitaba hablar con los interlocutores "duros" de la modernidad occidental. 7 La hipertrofia guzmancista en importar estilos modernos eran máscaras que escondían no sólo complejas intrahistorias nacionales, sino una tormentosa ansiedad por participar con otra fachada identitaria en el escenario internacional, y no ser colocados al lado de las naciones exotizadas por "atrasadas".8 Como veremos, el punto neurálgico era también distanciarse lo más claramente posible de los estilos oriental izantes, con los cuales los poderes metropolitanos marcaban sus asimilaciones pero también sus diferencias. El gótico, en este sentido, fue una de las modalidades más cosmopolitas para situarse en el mismo centro de la occidentalidad blanca, al tiempo que podía reinscribir a Simón Bolívar en otra línea de prestigio: lo convertía en un lord inglés

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El proyecto de la modernización revistió complejas sensibilidades que hizo enfrentar-y disputar- los gustos de las élites -liberales-conservadoras, patricias-proletarias- entorno al tipo de modernización deseada. Por ello coexistieron, por un lado, un afrancesamiento (o europeización noratlántica compulsiva, lo que explicó la adopción del neogótico, y, por el otro, la reafirmación de la afiliación hispánica. En este sentido, el comportamiento del hispanismo fue contradictorio. España en las dos últimas décadas del XIX - e n vista de la pérdida de sus últimos territorios de ultramar- inició una "reconquista" diplomática de sus "colonias" apelando a la hermandad cultural. Con intereses diferentes, tanto la antigua metrópoli como las oligarquías criollas fomentaron estos lazos. Muestra de ello fue la creación bajo el guzmanato de la Academia de la Lengua correspondiente a la Española (1883) en el mismo año del Centenario. Del mismo modo, abundaron manifestaciones literarias hispanófilas dedicadas a celebrar el Descubrimiento de América (cf. "La Colombíada", 1878, de Felipe Tejera; "La Obra de Colón", 1883, de José Gil Fortoul; "Al Descubrimiento de América", 1892. de Julio Calcaño). También en Venezuela heroica (1883) de Eduardo Blanco, Simón Bolívar es comparado con el Mío Cid. El hispanismo literario fue reciclado a través de los códigos también góticos. Importaba recrearlos a partir de las claves de la feudalidad señorial que reforzaban el blanqueamiento racial con gla "pureza" lingüística, La vida personal de Antonio Guzmán Blanco parecía de por sí una opera bufa por su ostentación e histrionismo. Paseaba por las calles de París con una carroza tirada por caballos blancos, seguido por una escolta de jinetes. Casó a una de sus hijas con el Duque de Momy, y a otra con el Marqués de Noe. Cuando llegó a Caracas vestía con uniforme de mariscal francés. Seguramente que el mimicry de Fanón y Bhabha hubiese encontrado en Guzmán Blanco un modelo paradigmático (cf. Gasparini 1978: 262).

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o en un caballero de la mesa redonda: servía de bisagra emblemática para articular la vieja él ¡te patricia con la nueva oligarquía del dinero. Su origen vasco tendía más fácilmente un puente entre las naciones de la revolución industrial y la nación mestiza. El sustrato hispánico no se descartaba; se retrabajaba: de algún modo servía como nexo (más por la lengua que por la sangre) para reestablecer la conexión no sólo con Europa, sino con la tradición de las élites criollas del período colonial. En este sentido y en esta coyuntura, los vínculos con el hispanismo no dejan de ser problemáticos: se le mantiene cuando se trata del control de la unidad nacional por parte de una élite deudora de hegemonías coloniales (como la lengua), y, por el otro lado, se le rechaza cuando se trata de establecer intercambios comerciales. Lo que grotescamente llevó al Ilustre Americano, Antonio Guzmán Blanco, en uno de sus gestos hipertrofiados imponer el francés como lengua de la burocracia estatal, amén de imponerla en su domicilio, hasta entre sus criados (cf. Díaz Sánchez 1950). Sin embargo, la elección de un Palacio gótico en plena zona tórrida se inscribía también en otra agenda más ligada a las políticas de las formas y de los estilos arquitectónicos a la hora de la distribución de las representaciones identitarias de los países latinoamericanos en las exposiciones universales. Los estilos tenían una fuerte implicancia ideológica. En el caso de las exposiciones, los pabellones eran las naciones representadas. El poder de las formas (o fachadas) decidía la circulación de las naciones en una economía ya mundializada. Las formas arquitectónicas simbolizaban la hegemonía o subalternización de los poderes en pugna, estilos imperiales o los colonizados. Por consiguiente, el gótico se emparentaba con el high slyle de Inglaterra, que había considerado reestablecer entre 1830 y 1870 un estilo más cristiano y occidental para contrarrestar las modas bizantinas y oriental izantes que habían ganado los gustos a raíz de las conquistas de Turkía y Oriente por parte del imperio inglés (II. 5). El diseño de un estilo arquitectónico imperial entrañaba juegos muy delicados en la agenda del poder no sólo expansivo sino de permanencia colonial. Se trataba de un asunto espinoso. Las modalidades arquitectónicas hablaban directamente del poder de unas naciones sobre otras. La asimilación de estilos bizantinos e islámicos - l a sensibilidad europea ganada para los gustos orientalizantes, entre ellos, la "egiptomanía"- formaron parte de una ingeniosa táctica inicial de alianzas entre el imperio y las naciones subyugadas. Inglaterra se convertía en árbitro al asimilar para sí elementos de la arquitectura islámica en sus edificaciones públicas. Suavizaba la agresión mediante la inversión de los lenguajes de la dominación. Aparecía irónicamente "colonizada" por sus colonias (cf. McCarthy 1987; Mitchel 1988; Port 1995; Crinson 1996). No obstante, esta apropiación de Oriente, porque Europa necesitaba "orientalizarse" - p o r exotismo, liberación de deseos, afán de control- se extendió hasta finales del 900, apesar de que hubo tajantes reacciones en contra por parte de las políticas de los estados. Sin embargo, esta situación suscitó candentes polémicas entre el gremio de los arquitectos ingleses, que prontamente resintieron el exceso de asimilaciones

11.5 Interior del Royal Panopticon (1854) en Leicester Square. El público londinense se había convertido en una audiencia exigente. Este edificio reproduce la espectacularidad de una mesquita, pero dentro de la gramática imperial: ha capturado al "otro" y lo ha disciplinado para el consumo occidental. Aparte de las sensibilidades "orientalizadas" que reponían las geografías lejanas dentro de casa, esta arquitectura resume el gesto europeo: es el "ojo imperial" que posee y vigila.

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islámicas como una invasión del "otro colonial", que socavaba las entrañas de la identidad "viril" del imperio. Los arquitectos -especialmente los que integraban la Ecclesiological Society, entre ellos su fundador Beresford Hope, además de John Ruskin, James Fergusson y Edward A. Freeman- vieron amenazada la respetabilidad del poder inglés, más cuando hasta los edificios oficiales habían adoptado también la manera bizantina. A partir de mediados de siglo se dieron a la tarea de elaborar complejas teorías esencialistas sobre el carácter racial de los estilos arquitectónicos de los pueblos, siguiendo una distribución geopolítica y categorizaciones sexuadas que terminaba por oponer no sólo Norte-Sur, Occidente-Oriente, sino que determinaba como viriles, fuertes, sanos, racionales y ordenados los estilos emparentados con la tradición cristiana, y como femeninos, blandos, volubles, irracionales los estilos de Oriente. En este marco, cobraron especial énfasis las apreciaciones de la arquitectura islámica como inmadura, estática, flébil, inconsistente, afeminada ... todo lo opuesto a la imaginación desarrollista del imperio. Por el contrario, decidieron que la arquitectura inglesa era por sus orígenes "viril", y que su fuerza le venía de las raíces medievales góticas entendidas como no amaneradas. Debía, por tanto, volver a recuperar la "pureza" de la tradición cristiana y reestablecer a través de sus líneas verticales la racionalidad de la cultura aria. Consideraron que las formas orientalizantes en arquitectura no constituían un verdadero estilo; rezumían aires semiprimitivos que recordaban las tribus nómadas del desierto; y, por ende, Inglaterra, si quería eregirse en capital de la modernidad imperial occidental, debía caracterizarse por imponer sus propias formas, y éstas eran las de la ecumene cristiana. Entonces, ¡que mejor que el gótico! Así, la alta modernidad industrial estuvo significada durante varias décadas por formas que remedaban al antiguo gótico; mientras que las formas orientalizantes significaban la arquitectura de pueblos "primitivos" y "salvajes". El gótico devino en la manera de las naciones viriles, es decir, que capitalizaban la modernidad; y el bizantino, en el modo femenino que contenía los excedentes de la razón occidental. La expansión de la modernidad y del progreso debían llevar el sello de Occidente, de la ratio viril en sus formas originarias de la cristiandad europea, y no recordar las zonas periféricas musulmanas. Por consiguiente, el revival del gótico en el XIX tuvo un sentido profundamente moderno, porque ligaba los centros de la revolución industrial y tecnológica a sus propias tradiciones cristianas. Y, significar, por tanto, su adopción el deseo de pertenencia a la órbita de la comunidad cristiana. El uso del gótico era la marca de una nueva evangelización, cuyo catecismo tenía que ver con la expansión del liberalismo económico (cf. Mitchell 1988; Crinson 1996). Por este lado, con mayor razón el estilo del Palacio de la Exposición venezolana, que sintetizaba las esperanzas de una modernización a toda costa, debía distanciarse de cualquier gesto oriental izante, y acatar las formas del imaginario del high style para no despertar ninguna inquietud en la mesa de negociaciones. Debía "desorientalizarse" doblemente: de una orientalización que convertía estas regiones en selvas (digamos, la modalidad de los pueblos

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nomádicos); y de una segunda orientalización que lo podía "islamizar", como bien estaba ocurriendo con otros países latinoamericanos. En la segunda mitad del siglo, en la serie de exposiciones universales los países latinoamericanos que asistieron con sus pabellones, como el caso de México, ya cargaban con el estigma de esa orientalización. Recordemos cómo México ya circulaba en el imaginario europeo emparentado con el arte egipcio; y terminó por presentarse en la Exposición de Nueva Orleans (1884) con un "Palacio de la Alhambra" (II. 6), y luego, en la de París (1889) fue memorable por su "Palacio Azteca" (cf. Tenorio Trillo 1998). De alguna forma, el estilo islámico tuvo no poca difusión entre los países latinoamericanos en las exposiciones universales de entre siglos, que decidieron acogerlo porque, amén de que destilaba los encantos de las modas cosmopolitas, en algunos casos no estaba del todo reñido con cierto ascendiente hispánico. En todo caso, América Latina era leída a través de los estilos asiáticos... El imaginario europeo la seguía deseando como las Indias Occidentales (cf. Gruzinski 1994). Pero el caso es que si bien los pabellones mexicano y chileno se habían presentado bajo el estilo morisco y egipcio respectivamente, Venezuela probablemente no quería identificarse con esas políticas exotizantes. Yatenía a sus espaldas el peso de un exotismo que ni siquiera pasaba por las modas bizantinizantes, cuando sus élites deseaban más bien "descanibalizar" esas geografías. Por el otro lado, si se trataba de identificar ese territorio con la patria de virilidades prominentes, ¿cómo articular, entonces, el afeminamiento de esas modas arquitectónicas con la hombría marcial de sus padres fundadores? La cuestión era inscribirse lo más ortodoxamente posible dentro de las fronteras estilísticas que demarcaban los límites de la civilización europea. Tal vez así con la adopción del gótico - u n estilo de los hombres modernos del norte- se podía atraer los bienes del progreso. Además, no sólo contribuía a un mayor blanqueamiento de los estilos urbanos - y de sus ciudadanos-, sino que escondía con sus aires feudales la sobrevivencia de una mano de obra semiesclava/semifeudal de alta rentabilidad para el capital foráneo. En cierto modo, la elegancia señorial borraba el país indígena y mestizo, porque al blanquear la fachada reintroducía subliminalmente las jerarquías de una sociedad poco democrática. La arquitectura neogòtica del edificio fue el gran marco simbólico bajo el cual se interpretaron las muestras de la cultura dispuestas al interior del Palacio. En sus galerías, salas y patios, el sentido señorial de esa modernidad habría de trabajar en otras direcciones igualmente productivas. La coyuntura histórica así aprovechada hizo posible varias operaciones sustantivas en el imaginario nacional: modificó la imagen de país selvático en un país cargado de historicidad, al construir una nueva identidad entorno a un héroe mítico; es decir, se lograba oponer una imagen "cocida" de los crudos trópicos. Para ello no sólo funcionaron adecuadamente los sentidos transculturados del gótico, sino que motivados por los mismos contextos caballerescos que traía consigo ese revival, se interpretó la propia historia nacional a partir de esos códigos épicos (cf. Matheson/Churchill 2000). No es casual que

11.6 El Palacio de la Alhambra, pabellón mexicano en la Exposición de Nueva Orleans (1884). Las naciones latinoamericanas fueron leídas dentro de los estilos arquitectónicos islámicos y asiáticos, en combinaciones heteróclitas y fantasiosas.

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haya sido bajo la cobertura gótica del Palacio de la Exposición donde por primera vez los venezolanos pudieron ver el cuadro La Firma del Acta de la Independencia de Martín Tovar y Tovar, así como ver impresa la edición completa de Venezuela heroica de Eduardo Blanco. En otras palabras, también se saturaron los espacios culturales -plástico, literario, dramático, musical- con un repertorio de narrativas historicistas que recreaban un solo y exclusivo pasado glorioso: el período de la Independencia. Y toda esta narrativa patriótica fue elaborada a través del gusto heroico medievalizante: así la figura de Simón Bolívar fue diseñada a partir de los códigos de la épica castellana (era el Mío Cid) o de la pintura de tema histórico (era Napoleón Bonaparte). El estilo gótico también se extendía sobre los enormes lienzos expuestos en el salón de las Bellas Artes: El Desembarco de Bolívar en Ocumare y La Batalla de Carabobo de Juan Antonio Michelena; Entrega de la bandera invencible de Numancia al Batallón sin nombre de Arturo Michelena; El combate en el lago de Maracaibo (de tres metros de largo) de José Manuel Maucó; Incendio provocado por Ricaurte en el Parque de San Mateo de Antonio Herrera Toro; La muerte de Girardot de Cristóbal Rojas; La muerte de Rivas Dávila, y la Entrevista de Bolívar y Sucre en el desaguadero de los Andes de Manuel Otero; hasta el fresco que decoraba la cúpula del Capitolio, que ilustraba otra vez la Batalla de Carabobo de Martín Tovar y Tovar, pero en una versión "panorámica" y cinemática que mostraba ejércitos ordenados bajo un dramatismo más bien operístico. La fuerza de las imágenes impregnaba las sensibilidades de ficciones heroicas, de atmósferas marciales festivas, de virilidades blanqueadas en sus uniformes y casacas inglesas. La representación de la guerra en términos heroicos y señoriales borraba las causas de las guerras civiles, y, en particular, eliminaba de la memoria colectiva la figura popular y más reciente de Ezequiel Zamora, por el protagonismo blanco de los Bolívar, Sucre, Soublette, Girardot ... La épica de los óleos al estilo gótico ordenaba la memoria al fabricar un tejido de imágenes historiográficas que interpelaban al público con representaciones gratificantes para suturar fisuras entorno a pasados y guerras problemáticas: la guerra de la Independencia absorbía la Guerra Federal (1858-1863), una de las más significativas revoluciones campesinas de carácter antioligárquico que antecedieron a la Revolución Mexicana. La centralidad del protagonismo Bolívar/Guzmán en la cultura de la Exposición producía imágenes rentables: una de ellas asimilaba al país a las naciones metropolitanas al tener Venezuela también "grandes hombres" que irradiaban la autoridad necesaria para el orden cívico moderno. La otra tenía que ver con la inflación de la "metáfora militar" en tiempos de paz. Aparte de la recreación ilusoria de un cierto pasado para efectos políticos, la hipertrofia épica, al favorecer la metáfora militar, decía de cuerpos colectivos esforzados en un gesto de lucha sincronizado; ejércitos de hombres-soldados, de ciudadanos-soldados compactados bajo una sola voluntad, pero también ordenados para el trabajo sostenido; disciplinados para el máximo rendimiento al servicio de una tarea común. Así, estos ejércitos y estas batallas se distanciaban cada vez más de las guerras de

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Independencia; preparaban las sensibilidades de la muchedumbre moderna para otras batallas: eran los ejércitos de obreros para el trabajo industrial que anunciaban los nuevos tiempos. La guerra era una empresa. Estas masas de soldados-obreros mostrábanse dóciles y obedientes: reconocían la autoridad natural del hombre fuerte y de mando. En este sentido, valió la pena direccionar toda la imaginería de acuerdo a una concepción jerárquica de las relaciones no muy distantes de las relaciones patriarcales. El lenguaje gótico aseguraba hegemonías patriarcales pero modernizadas, al tiempo legitimadas por un nuevo aire cristiano. No se rompía por tanto con las sensibilidades católicas legadas por el hispanismo. No en vano todo el edificio de la Exposición galanteaba con las formas de la modernización conservando estructuras coloniales. Los representantes "café con leche" de la nación necesitaban rostros blanqueados para negociar un complicado lenguaje de re-colonizaciones que la modernidad volvería a ocultar. El Palacio era una caja de promesas: como una catedral, sacralizaba las riquezas naturales del país y oscurecía la enajenación de las mercancías; como una fábrica, apostaba a la nueva economía-mundo aportando un cuerpo laboral despolitizado porque no había conocido la explotación industrial. Era un gótico perverso: la "Santa Capilla", en uno de sus costados laterales, dotaba mágicamente de plusvalía al valor naturalizado de las cosas exhibidas al interior de sus galerías. Finalmente, edulcoraba las nuevas complejas relaciones que se abrían con los intercambios de una cultura que se globalizaría rápidamente. La construcción de los pabellones de las exposiciones universales fue efímera. Como la utilería de una gran representación, era la puesta en escena del teatro de las naciones y sus máscaras. Quedan sólo los archivos, las fotografías. Sin embargo, el Palacio de la Exposición Venezolana permanece en pie; sigue ocupendo la memoria de la vida cultural: la Academia Nacional de la Historia y de la Lengua ocupan aún hoy sus espacios.

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Imágenes de México en movimiento: aspectos político-culturales del cine mexicano de los años 40 a 60

Walter Bruno Berg 1 Introducción: Deleuze y el cine mexicano No niego que la inspiración primordial de esta ponencia la debo a dos factores: primero, a mis recientes lecturas de un ensayo ya clásico de Gilles Deleuze sobre el arte cinematográfico (del cual he copiado en parte mi título); segundo, a mi creciente fascinación por el cine mexicano de los años 40 a 60. Vale la pena mencionar el hecho de que no es evidente pensar en ambas cosas al mismo tiempo. Aunque aceptemos -tal vez- que las creaciones de los autores cinematográficos son creaciones sui generis1 del espíritu humano, el primer ejemplo en el que pensamos no será, seguramente, esta producción cinematográfica de masa de los años 50, etapa en la que los directores mexicanos visiblemente se ingeniaron en competir con sus colegas de Hollywood. Hay que tener presente, sin embargo, que el dictamen de Deleuze se abstiene, rigurosamente, de todo juicio de valor previo: "L'énorme proportion de nullité dans la production cinématographique n'est pas une objection: elle n'est pas pire qu'ailleurs, bien qu'elle ait des conséquences économiques et industrielles incomparables" (Deleuze 1983, 8). A continuación veremos entonces algunas de estas imágenes de México puestas en movimiento cinematográfico por los grandes directores de la época.

2 Un lugar decisivo de la identidad: el melodrama Las imágenes cinematográficas no son creaciones ex nihilo. Lo que ponen en movimiento no son sino otras imágenes de la cuales el cine se sirve como "material". Deleuze no se cansa de demostrar este procedimiento a lo largo de su "taxonomía". Así, Eisenstein pone en movimiento las imágenes de la ortodoxia del materialismo dialéctico; Friedrich Wilhelm Murnau hace lo mismo con la obsesión por la antítesis que se encuentra en el expresionismo alemán; el director norteamericano Griffith, por su parte -por nombrar otro de los ejemplos desde la perspectiva analítica de Deleuze-, pone en escena la idea de un organismo. ¿Y el cine mexicano? Pues bien, al preguntarnos cuál es la visión de mundo a la que se refiere el cine mexicano de los 50, no cabe duda de que la respuesta debe ser: el "material" de este cine -al menos en gran parte- no es sino el discurso hegemóni-

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Es cierto que estos autores "pensent avec des images-mouvement, et des images-temps, au lieu de concepts" (Deleuze 1983, 7s.).

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co de la época, es decir, un discurso de raíz nacionalista centrado en la indagación de "lo mexicano" como esencia de una cultura y de una historia específicas cuyo texto de referencia -al mismo tiempo cúspide y síntesis del discurso identitario mexicano- podría ser El laberinto de la soledad, famoso ensayo de Octavio Paz de 1950. Pero no se trata de un material "en bruto". Ya es un material formado, preformado - e n cierta medida- por un modo específico de manifestación, un género, por decirlo de manera tradicional. Pues bien, el género específico del que se sirve el discurso identitario en el cine mexicano de los años 40 a 60 es el melodrama.2 Es necesario, a esta altura, hacer una aclaración metodológica. Nuestra tesis no es que el género predominante del cine mexicano de los 50 sea el melodrama. Dicha tesis pecaría por evidencia, por decirlo de algún modo. No sería yo el primero en formularla ...3 Mi tesis es diferente ya que considero que la escritura cinematográfica del cine mexicano de los 50 y el género melodramático son dos cosas diferentes. El cine mexicano es la puesta en imagen-movimiento del discurso identitario mexicano, el cual se presenta, a su vez, en la forma genérica del melodrama. Sólo al diferenciar los dos niveles -la existencia de un discurso melodramático de la identidad mexicana, por una parte; y la puesta en escena cinematográfica del mismo discurso, por otra-, es posible destacar el carácter sui generis del cine, es decir, su carácter no sólo de imagen-movimiento sino también de una forma específica de pensamiento.

3 Rasgos generales del discurso melodramático de la identidad mexicana No es éste el lugar apropiado para contar la historia del melodrama. Contentémonos con mencionar algunos de los rasgos fundamentales del género, decisivos para nuestra argumentación. Primero, el melodrama es, ante todo, un "drama", es decir, se entiende como mimesis de una acción ficticia caracterizada, por un lado, por una fuerte dosis de sentimentalismo, y, por el otro, por la agudización de los conflictos entre el bien y el mal -conflictos en los que, generalmente, vence el principio del bien. Segundo, los protagonistas de este drama ya no son representantes de una minoría, ni en el sentido elitista (como en la tragedia antigua), ni en el sentido peyorativo (como en la tradición de la baja comedia); representan, por el contrario -hablando en términos sociológicos-, la mayoría, es decir, al "pueblo" en el sentido utópico de la ideología decimonónica. De ahí que los sentimientos, virtual-

2

De la misma manera podernos decir que el modo específico de manifestación del discurso identitario en El laberinto de la soledad es la creación mítico-poética propia de la escritura ensayística de Octavio Paz. 3 Se trata de la tesis clásica concerniente al cine mexicano de la época (véase, p. ej., Monsiváis 1988, 1520ss.)

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mente, cobren otra función que la que todavía desempeñaban en el romanticismo: dejan de tener un carácter aristocrático; dejan de marcar, antitéticamente, la esfera privada en contraposición a la pública. Dejan de oponerse a los valores oficiales. Al contrario, son ellos los que confieren verosimilitud a la victoria final del bien sobre el mal. De ahí también que los nacionalismos y los discursos identitarios, justamente, hayan escogido el melodrama como género de cabecera. Tercero, en tanto género el melodrama ya es el resultado de una mezcla de géneros y de medios; originalmente, es una mezcla entre el teatro (de palabra) y la música; la ópera decimonónica no es sino su heredero legítimo. Pues bien, no cabe duda de que el rasgo preponderante del cine mexicano de los años 40 a 60 es su carácter populista, es decir, ideológicamente hablando, "afirmativo". Es cierto que el rol principal que desempeñó fue el de la propagación de los grandes titulares de la ideología dominante de la era postrevolucionaria: el tema de la modernización, la teoría del mestizaje, la reconciliación del mexicano consigo mismo y con su pasado indígena, la reinterpretación y -al mismo tiempola homogeneización ideológica de la historia, la estabilización, a partir del mito de la Malinche, de las relaciones entre hombres y mujeres; y, al fin y al cabo, la creación de un concepto -digamos- "sano" y estable de la nación mexicana capaz de sintetizar todos estos elementos dispares ... Hoy en día, sin embargo, lo que se constata al revisar estas producciones, es que la mayoría de ellas ha conservado, a pesar de su carácter ideológicamente afirmativo, una sorprendente frescura estética. Vamos a ver que esta "plusvalía estética", por decirlo de algún modo, lejos de restringirse a una función meramente afirmativa, no sólo les confiere en realidad el ya mencionado atractivo estético, sino también un excedente semántico. Este, en efecto, nos ocupará a continuación.

4 Imágenes-movimiento del discurso melodramático de la identidad mexicana El corpus al que nos referiremos consta, principalmente, de cuatro películas: Amok (1945) de Antonio Momplet, Deseada (1950) de Roberto Gavalón, TÍZOC (amor indio) (1956) y La Cucaracha (1958) de Ismael Rodríguez. Pues bien, nuestro objetivo no es una interpretación (hermenéutica) de las obras en cuestión, sino una taxonomía (en el sentido de Deleuze) de algunos procedimientos estéticos importantes de estas películas. Se entiende, por eso, que los resultados de nuestro análisis son, rigurosamente, parciales. Son lo que son: divergencias debidas a la puesta en movimiento cinematográfica. Aunque es cierto que las divergencias ya se manifiestan a nivel de anécdota, paso directamente al nivel melodramático propiamente dicho.

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4.1 Melodrama y música Lo que nos interesa es sólo un elemento entre otros, pero de importancia clave para el género, nos referimos al elemento musical. Veamos dos ejemplos opuestos: La Cucaracha y Amok. 4.1.1 Espejismos del machismo: La Cucaracha La Cucaracha es, sin lugar a dudas, el ejemplo más "puro" de melodrama de nuestro corpus. Ismael Rodríguez no sólo hace uso en abundancia de canciones folklóricas4, sino que también se sirve de la más famosa de ellas como trama. No cabe duda de que la película, desde esta perspectiva, debe ser considerada como una puesta en imágenes del homónimo - y popularísimo- corrido: Voy a cantar un corrido Que anda en toditas las voces, Y una mujer de la tropa Que todo el mundo conoce. {Cucaracha 2: 36)5

En los cascos del caballo Suena el polvo del camino. Ya se van, llora un cariño, Un cariño malogrado. {Cucaracha 78: 95)

En un pueblo de Conejos, Por una calle muy quieta, Viene triste y derrotado El valiente Antonio Zeta. {Cucaracha 3: 14)

Y aquí termina el corrido Que canto a la cucaracha. {Cucaracha 88: 73)

Iban los tres en silencio, Sus pensamientos rumiando. Mientras el destino ciego Los hilos iba tramando. {Cucaracha 63: 57) La Cucaracha, pues, es "una mujer de la tropa", una de las tantas heroínas anónimas de la revolución mencionadas en el opening.b Pero no sólo la letra del corrido que da el título a la película, sino también la mayoría de las otras canciones contribuye a conformar la imagen de la guerrera que se compromete, incondicionalmente, con los fines de la revolución; actitud que le permite hablar de igual a igual con los hombres - o también de superarlos como en el caso del capitán Ventura, que se niega a seguir las órdenes del nuevo comandante, a saber del coronel Zeta. Pues bien, en la escena anterior, la Cucaracha está cantando, junto con un grupo de soldados, otro famoso corrido, El capiro.

4

En total son siete. La duración real de la película es de 89: 03 minutos. '' "[...] y abandonaron sus casas y cruzaron los desiertos, llevando a sus hijos sobre sus espaldas [...] y con sus hombres hicieron la revolución mexicana [...]". 5

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En este sentido, es notable que, al lado de esta convergencia evidente entre las canciones y la acción melodramática, también hay casos de divergencia flagrante. Lo que pasa es que su número aumenta a partir del momento en que el progresivo distanciamiento sentimental entre la Cucaracha y Antonio Zeta comienza a hacerse evidente. De escena en escena, de canción en canción -aunque la perspectiva dominante de las canciones siempre es la misma, es decir que está al servicio de la lógica machista, lógica según la cual el hombre suele ser la víctima y la mujer la "traidora"-, lo que se observa es un cambio de perspectiva progresivo debido a la puesta en escena cinematográfica. Así, por ejemplo: Una noche serena y oscura, cuando en silencio juramos los dos cuando en silencio me diste tu mano y de testigo pusimos a Dios. Eso es lo que se canta; y continúa cantanto el hombre: Cuando estés en los brazos de otro hombre y te creas la más consentida, espero en Dios que te maten dormida por infame y traidora a mi amor. (Cucaracha 67: 06) Pero es Antonio Zeta el que está en los brazos de otra mujer. La inversión de roles, pues, es evidente: ahora es la mujer la que se toma el derecho de poner pleito a su antiguo amante. Aunque, sin lugar a dudas, María Félix, en el rol de la Cucaracha, representa perfectamente lo que las feministas llaman el tipo de la "mujer fálica", no hay que subestimar -creemos- el valor de esta inversión que llega a su colmo en la escena siguiente. La Cucaracha y su amiga Lola se encuentran en su bar predilecto. Voluntariamente se están embriagando. Al límite de sus fuerzas, poco antes de quedarse dormidas en la misma mesa, se ponen a cantar, ruidosamente, los últimos versos de la famosa canción La chancla: Si me "queren" sé querer, si me olvidan sé olvidar. Sólo un orgullo tengo, que a "naiden" le sé rogar, ¡ay!, que la chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar. {Cucaracha 70: 59)

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Cuando viene el mozo con otra botella, la Cucaracha lo invita a beber con ella "para brindar contra ellos..." "¿Contra quiénes?", pregunta el otro. "Contra los hombres, pues..." (Cucaracha 71: 69). Al día siguiente, sin embargo, es la vuelta a la realidad. Las dos mujeres siguen sentadas en la mesa del bar. La Cucaracha se despierta, comienza a ordenar sus pensamientos, a hablar con Lola que sigue durmiendo: Él no es como te lo he pintado. Es un hombre muy hombre... Ahora veo todo claro. Me levantó hasta su altura, y no lo puedo olvidar [...] Yo no soy más que basura... Pero hay algo en mí que no es basura. Voy a tener un hijo... un hijo de Antonio Zeta... y nadie puede quitármelo. (Cucaracha 73: 83) Es la vuelta a la realidad machista, la vuelta al concepto tradicional de los roles masculinos y femeninos suspendido temporalmente por las leyes autónomas del melodrama cinematográfico. 4.1.2 Beethoven corre Amok Otra es la problemática en Amok, película basada en una novela de Stefan Zweig, dirigida en 1945 por Antonio Momplet. Lo que nos interesa -otra vez- es la función estructural de la música. Pues bien, por la falta absoluta del elemento folklórico, la película se sitúa, comparada con La Cucaracha, al otro extremo de las posibilidades del melodrama cinematográfico mexicano. A primera vista, nada nos indica que se trate de una obra mexicana: la trama -complicadísima- está basada en la novela de un autor de renombre universal; los protagonistas son europeos en contacto con el mundo misterioso de la India; el tema de la película, pues, es el exotismo, tema europeo por excelencia. En efecto, el "amok" -así lo expresa don Eduardo, un amigo del protagonista- "es el Oriente". Por otra parte, ¿quién puede negar que el problema de fondo que trata la película -el exotismo- también es un problema mexicano? La visión exótica, en el caso que nos ocupa, implica una visión jerárquica de las culturas, jerarquía que funcionaría según el parámetro de la racionalidad. El fenómeno del "amok" debe ser considerado, desde este ángulo, como el punto cero de la racionalidad. Digamos entre paréntesis que el melodrama, si se lo considera como una especie de seña de identidad de la cultura latinoamericana, es, asimismo- debido al irracionalismo sentimental que lo caracteriza-, portador de esa jerarquía degradante. Ahora bien, el medio muy simple empleado por Antonio Momplet para escapar a esta degradación consiste en la universalización rigurosa del fenómeno: no cabe duda de que el doctor Martell, mensajero de las últimas novedades científicas de París, es una víctima del fenómeno. Si ahora trabaja en la India, no es por razones filantrópicas, sino porque ha huido de su propia cultura. Ha corrido amok: "Esa mujer es toda mi vida," explica a su amigo al salir del país. "Sí, la quiero, y el resto me tiene sin cuidado, la familia, el nombre, y hasta mi propio trabajo ..."

193 (Amok 16: 20) N o sólo él, sino también la señora Bellmond que le pide ayuda médica ha corrido amok. Es la irracionalidad de la egomanía pasional la que explica, en el fondo, el comportamiento de los dos, tanto la negación de Martell de acceder al aborto como la decisión de la señora Bellmond de confiarse a una vieja curandera cuya intervención termina por causar su muerte. Pues bien, el melodrama cruel jugado entre ambos protagonistas no sería lo que es si no le incumbiera a la música también un papel preponderante. Los recursos, estéticamente hablando, son parecidos a los de La Cucaracha; los medios son diferentes. Una vez más, la música es portadora de un contenido semántico que en el plano de la trama sólo se explica posteriormente. Así, durante una de las primeras secuencias que, a nivel cronológico, ya es una anticipación del final, vemos al protagonista observar, desde la ventana de su cabina, a un grupo de personas que baila sobre la cubierta del barco. Durante diez segundos, la cámara enfoca a una mujer joven que en un momento dado se da vuelta hacia Martell. La desconocida tiene la misma cara que su amiga fatal de hace diez años en París, pero también es parecida a la señora Bellmond, que definitivamente está muerta. Pues bien, a lo largo de la breve escena escuchamos una música extraña de tambores, una especie de leitmotiv del fenómeno exótico del "amok". Ese mismo leitmotiv -esta vez, sin embargo, en forma de un emblema de la alta cultura europea- reaparece en ocasión de una recepción en el palacio de gobiero (inglés) en la India a la que asisten tanto el doctor Martell como -para gran sorpresa suya- la señora Bellmond, a la que acaba de negarle su ayuda. Resulta que la señora es pianista y comienza a tocar la Appasionata de Beethoven. En medio de la pieza tiene un ataque de nervios, interrumpe abruptamente la ejecución y vuelve a su casa. En la escena siguiente, ella se hace llevar a casa de una curandera. Mientras tanto, Martell, que ha vuelto también a casa, está sobre ascuas. Durante la larga escena de espera-al final, en efecto, viene un indígena que le pide prestar ayuda a su señora que está en la casa de la curandera- se escucha en off otro pasaje del primer movimiento beethoveniano. La escena que llama la atención por su aparente ficcionalidad —por una parte, escuchamos la sonata que dura exactamente 1 minuto y 20 segundos; por otra, vemos a Martell manejar un despertador que indica en forma acelerada que ha pasado toda la noche- está cargada de sentido: por un lado, Martell está esperando noticias del estado de la señora Bellmond; por el otro, la cámara está alternando el foco entre el doctor y la mujer indígena que comparte su inquietud, pero que al mismo tiempo también da muestras de creciente desesperación hasta el punto de romper en llanto. He aquí, pues, otra—la tercera- apasionada cuyo movimiento da otro matiz -matiz, en este caso, "oriental"al "amok" occidental de los protagonistas. Sólo basta con mencionar una réplica de don Enrique durante su visita en casa de su amigo Martell. Antes de despedirse y al entregarle unos recortes de periódico, le dice: "Entérese de eso, parece que Europa entera también quisiera correr el Amok." Lo que se sugiere aquí no es sino el relativismo virtual de las culturas, o

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sea, una especie de igualación de las mismas a partir de ese punto cero que sería el "amok" (Amok 31:01). Tomemos en cuenta que la película se realizó en 1945. 4.2 £1 melodrama como puesta en escena nacionalista Veamos ahora otra forma de divergencia: la utilización del género melodramático para fines nacionalistas. 4.2.1 En busca del México profundo: Deseada Pues bien, como se sabe, una de las máximas pretensiones de la revolución mexicana consistió en operar una milagrosa coincidencia oppositorum, la de reunir los polos opuestos del nacionalismo mexicano, o sea, el linaje criollista y el linaje indigenista. No cabe duda de que la película Deseada responde a ese programa. En la trama, el conflicto principal se presenta como rivalidad entre padre e hijo. Manuel -pretendido sobrino del español don Lorenzo- se enamora de Deseada, la hermana mayor de su propia novia Nicté. Deseada, sin embargo, es la mujer con la que pretende casarse don Lorenzo. Al averiguarse que Manuel, en realidad, es hijo natural de don Lorenzo, padre e hijo se transforman en rivales. Durante una disputa violenta entre los dos, don Lorenzo es herido gravemente por Manuel. Aunque escapa a la muerte, Manuel es llevado a la cárcel. Deseada queda atrás con su desesperación. Veamos ahora la puesta en escena cinematográfica del melodrama que transforma el conflicto psicológico en un drama "nacional". Pues bien, entre los recursos que sirven a este fin se encuentra, en primer lugar, el escenario mismo donde se desarrolla la acción, es decir, "la milenaria ciudad maya Chichén-Itzá" (según el opening). Desde esta perspectiva, toda la secuencia inicial (de casi 10 minutos) debe entenderse como una especie de rito de iniciación a los misterios del lugar que sirve, a su vez, para la caracterización del personaje principal en tanto paronomasia de la cultura mexicana. En efecto, la secuencia se abre por un recorrido turístico en forma de cámara "documental" dedicado a las ruinas de Chichén-ltzá. A continuación entra en escena la protagonista en su función de maestra de escuela; a su lado, un grupo de chicas que salen de una visita de las ruinas; la maestra termina sus explicaciones con una sentencia grave: "Hay profecía de que la grandeza pasada habrá de renacer. Y este día no está muy lejos." (Deseada 4: 52) Durante la tercera escena, Deseada se acerca a un pintor indígena que está sentado delante de una de las pirámides. El tema del cuadro que está pintando representa un motivo central del mito de Chichón, es decir, la luna-diosa de la noche- la cual -según la leyenda- está tejiendo una hamaca interminable, signo de su deseo "imposible" de juntarse con el sol. Ya están presentes todos los elementos necesarios para conferir sentido "indigenista" - o sea, "nacionalista"- a la trama: Deseada no sólo es "Deseada", la hermana mayor de Nicté, sino que representa, gracias a su saber y a su identificación con la cultura indígena, al "México profundo". Manuel, por su parte, tampoco

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es "Manuel", el pretendido español, sino hijo natural, fruto de la unión entre el español Lorenzo y una mujer india. Manuel es pues mestizo. Su deseo consiste en unirse a "Deseada", o sea, al México profundo en el sentido indígena de la palabra. Cumplir con su deseo significa eliminar su ascendencia española. Pero el conflicto no llega realmente a una solución. El ataque al padre es sancionado por la ley, acto consentido, melodramáticamente, por el propio hijo: "La muerte es la última forma de pagar y olvidar. Si él, si mi padre muere, yo le seguiré hasta la tumba. Es la ley." (Deseada 75: 96) Si hay esperanza, ésta sólo puede expresarse en términos mitológicos. Es esto lo que trata de hacer Deseada, quien no se resigna con la muerte de don Lorenzo: "Hay algo que me dice que él vivirá. Yo nunca terminaré de tejer la hamaca de mi espíritu. Así llegan a juntar jamás el sol y la luna, aunque vivan en el mismo sitio." (Deseada 76: 11) 4.2.2 La muerte del México profundo: TÍZOC Desde el punto de vista temático, Tízoc es muy parecido a Deseada. También TÍZOC trata la utopía de la revolución, o sea, la posibilidad de reunir los dos polos opuestos de la identidad mexicana. Al mismo tiempo, sin embargo, la constelación también es muy diferente ya que no cabe duda de que la parte activa de la unión, en Deseada, es el polo "criollista", es decir, el "macho" Manuel, mientras el México profundo -el objeto del deseo del criollo- es la "Deseada". Si la unión fracasa, queda en pie, por lo menos, el deseo, míticamente hablando, la "hamaca interminable" de Chichén. En Tízoc, por el contrario, la parte activa es el polo "indígena", a saber, el indio TÍZOC. Pues bien, también el TÍZOC de carne y hueso -igual que Deseada/Chichén- es introducido por un mito, o sea, por una de las innumerables "tradiciones" que cuenta el pueblo: "TÍZOC, último descendiente de príncipes tacuate, frecuentaba un pueblo mizteca donde la gente le hacía sentir un odio de siglos contra su tribu ...", nos dice una voz en off todavía antes de iniciarse la acción propiamente dicha. TÍZOC, pues, no sólo se distingue de los "blancos" y de los mestizos, sino también de los que pertenecen a su propia raza. Desde el principio, en varias escenas claves, esta diferencia de TÍZOC -que no es una diferencia de raza, sino de culturase, pone de relieve: TÍZOC es cazador. Se gana la vida vendiendo pieles. Tiene buenos conocimientos de los animales y de las especies. También Tízoc representa, pues, al México profundo. Pero, a diferencia de Deseada, el México de TÍZOC no es un México antiguo -turístico y museal-, sino un México contemporáneo y, además, un México alternativo con respecto al México que suele conocerse. En cuanto al modelo identitario que subyace a esa construcción, digamos, pues, que en el caso de Tízoc, el factor etnológico prevalece sobre el arqueológico.

María Félix en el rol de María en Tízoc

Frida con tocayo

197 Veamos brevemente también el otro polo del modelo -María, la "deseada" de TÍZOC. Pues bien, el factor desencadenante de su amor no sólo es la belleza física de María, sino, ante todo, un hecho de orden estrictamente cultural: María le recuerda a la virgen guadalupana. He aquí, pues, otro ejemplo de la utopía revolucionaria: el indígena TÍZOC que desea unirse, fervorosamente, al emblema del México criollo. Pero no se trata sólo de una fantasía de Tizoc. La reacción del indio, aunque presentada de manera humorística, se justifica por toda una serie de otros indicios capaces de respaldar la identificación de María con el México criollo. Es evidente que la figura aparece estilizada de acuerdo con otro emblema de la cultura mexicana de la época tal como lo fue Frida Kahlo. En efecto, María -cuyo carácter caprichoso es tachado de "soberbia" por el cura- es pintora; tiene sensibilidad por la cultura indígena, pero, sobre todo, desde que está en el campo lleva trajes folklorísticos que recuerdan a los autorretratos "Frida Tehuana" o -quizá más todavía- a la famosa foto de "Frida con tocayo". Tanto más sorprende el final de la película: el golpe decisivo y abrupto que termina también con la versión etnológica de la utopía identitaria mexicana no se debe a la intervención de las llamadas fuerzas del orden (establecido), sino a las flechas de unos rencorosos indios "hermanos".

5 Algunas conclusiones El cine mexicano es -según nuestra hipótesis inicial- una puesta en imagenmovimiento del discurso identitario mexicano. Además, en tanto imagen-movimiento debe ser - d e acuerdo con la teoría de Deleuze- una forma específica de pensamiento. Pues bien, queremos destacar dos puntos: Primero, sería absurdo atribuir a la producción cinematográfica mexicana de los 40 a 60 tendencias - d i g a m o s - contestatarias. Ya lo hemos dicho antes. Por otra parte, también sería falso considerarla sólo portavoz de la ideología oficial. En efecto, nos parece que los múltiples indicios de "divergencia" que hemos podido observar a lo largo de este estudio deben ser considerados como expresión auténtica de lo que suele llamarse "cultura popular" (cf. Berg 2004). El cine, pues - e n tanto práctica popular (en el sentido de Carlos Monsiváis y de Martín-Barbero)no es expresión de una sola voz, a saber, la voz autoritaria que dicta la "identidad" desde arriba, sino que también es expresión de las múltiples - y , necesariamente, contradictorias- voces que constituyen la realidad social (cf. Martín-Barbero 1987; Borsó 2002). Segundo, es conveniente, tal vez, recordar, a esta altura del análisis, el término Zerstreuung introducido en el debate sobre el cine por el filósofo Walter Benjamín (cf. Klook/Spahr 1997, 26ss.). Pues bien, la palabra alemana Zerstreuung, en español, tiene dos significados: por una parte, significa divertimiento 7 ; por otra,

7

En francés: divertissement,

famoso concepto de los "moralistas", entre ellos de Pascal.

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"dispersión"; "dispersar" -según el María Moliner (edición electrónica, versión 2.0)- es "repartir una persona algo como su atención, su actividad o sus facultades entre muchas cosas", pero también "hacer huir desordenadamente y diseminarse [!] al enemigo". He aquí, pues, la función de la puesta en imagen-movimiento de los esquemas identitarios nacionales por parte del cine mexicano. Sirve para la Zerstreuung en el doble sentido de la palabra: por un lado, constituye, indudablemente, un divertimiento popular de un alto grado de eficacia; por el otro, sirve para la dispersión de todo sentido unívoco de identidad nacional. Frente al concepto oficial de identidad, la función del cine popular sería comparable, pues, a aquella que le atribuye Benjamin al cine en general: éste - e n tanto actividad estética representativa de la llamada "época de la reproductividad técnica del arte"- le quita el "aura" al arte tradicional. Pues bien, quitarle el "aura" al discurso oficial de identidad, esto significa, justamente, colocar al lado de la versión ortodoxa de la identidad la versión heterodoxa. Desde esta perspectiva -para terminar con TÍZOC-, la muerte violenta de María y de T Í Z O C - q u e acabamos de comentar-, aunque recurre a un viejo mito - f o m e n tado por los historiadores de ambos lados- destinado a echar la culpa de la derrota de las fuerzas aztecas ante un puñado de españoles a los conflictos internos de los indios, se opone a la utopía del "famoso abrazo mortal" (Paz 1993, 181) en el cual Octavio Paz -cuatro años antes- había visto prefigurada la reconciliación revolucionaria de la historia mexicana consigo misma. La muerte de Tizoc y de María no es un sacrificio; no es sino un ejemplo más en la serie interminable de rencores y de resentimientos de los cuales está llena la historia del país.

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Bibliografía Berg, Walter Bruno. 2004. Cultura popular en México: ¿una identidad no deseada? (A propósito de "La hora de la tradición" de Carlos Monsiváis). En: Imágenes en vuelo, textos en fuga. Identidad y alteridad en el contexto de los géneros y los medios de comunicación. Coloquio Internacional del Sonderforschungsbereich 541. 21.-23.11.2001. [En prensa] Borsó, Vittoria. 2002. Literarische Moderne(n) - Von Carlos Fuentes zu Carlos Monsiváis und Carmen Bullosa. En: Axel Besteher-Hegenbart (eds.). Atención México! Positionen der Gegenwart. Reader zum Mexiko-Festival MEXartes-berlin.de 2002. Berlin: Haus der Kulturen der Welt, 28-35. Deleuze, Gilles. 1983. Cinéma. I. L'image-mouvement. Paris: Minuit. Klook, Daniela; Angela Spahr. 1997. Der Verfall der Aura. Walter Benjamin. En: Medientheorien. Eine Einführung. München: Wilhelm Fink, 13-37. Martín-Barbero, Jesús. 1987. De los medios a las mediaciones. México: Gustavo Gili. Monsiváis, Carlos. 1988. Notas sobre la cultura mexicana den el siglo XX. En: Historia de México. II. México: Centro de Estudios Históricos; Colegio de México; Haría, 1375-1548. Paz, Octavio. 1993 [1950], El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica.

"Utopía arcaica" e "indigenismo abstracto": José María Arguedas y Fernando de Szyzslo1

José Morales Saravia I

Detrás de las expresiones "utopía arcaica" e "indigenismo abstracto" se encuentran importantes polémicas que tuvieron lugar en el Perú en los años 60 y 70 del siglo XX. Estas expresiones están ligadas de manera directa a nombres concretos: los polemistas son Mario Vargas Llosa que en varios artículos calificó la obra de José María Arguedas (1911-1969) con la primera formulación y Juan Acha que empleó la segunda expresión para designar la obra de Fernando de Szyszlo (* 1925). Ambas designaciones no son equivalentes, pero actualizan uno de los grandes discursos que ha atravesado el siglo XX latinoamericano -discurso que según Néstor García Canclini en su conocido libro Culturas híbridas (1990) ya ha caducado 2 - y que en el caso que vemos refiere la problemática sobre la peruanidad: la pregunta por la búsqueda y constitución de una identidad nacional peruana. Como puede apreciarse, en ambas designaciones se encuentran y se ponen en relación marcas identitarias y marcos temporales. El adjetivo "arcaica" refiere una forma lejana de pasado mientras que el substantivo "utopía" habla del futuro. También el adjetivo "abstracto" refiere algo que con toda nitidez se opone al concreto substantivo "indigenismo" que nombra una corriente político-cultural, un género de novela y un estilo pictórico. En ambos casos tenemos que ver con oxímoros: dos expresiones que pretenden reconciliar lo contradictorio o irreconciliable. Puestas estas expresiones una debajo de la otra puede también comprobarse

1

Agradezco a Fernando de Szyszlo por permitirme incluir las reproducciones de este artículo. Cito el ejemplo que pone en este libro: "Déjenme contar que, cuando comencé a estudiar estos cambios, mi reacción inmediata era lamentar la subordinación de los productores al gusto de consumidores urbanos y turistas. Hasta que hace ocho años entré en una tienda de Teotitlán del Valle [...] donde un hombre de cincuenta años veía televisión con su padre, mientras cambiaban frases en zapoteco. Al preguntarle sobre los tapices con imágenes de Picasso, Klee y Miró que exhibía, me dijo que comenzaron a hacerlos en 1968, cuando los visitaron algunos turistas que trabajaban en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y les propusieron renovar los diseños. Me mostró un álbum con fotos y recortes de diario en inglés, donde se analizaban las exposiciones que este artesano realizó en California. En media hora lo vi moverse con fluidez del zapoteco al español y al inglés, del arte a la artesanía, de su etnia a la información y los entretenimientos de la cultura masiva, pasando por la crítica del arte de una metrópoli. Comprendí que mi preocupación por la pérdida de sus tradiciones no era compartida por ese hombre que se movía sin demasiados conflictos entre tres sistemas culturales" (García Canclini 1990, 223s.). 2

Il 1: Szyszlo y Arguedas en Puerto Supe, 1946

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el quiasmo que las une: una relación cruzada entre "utopía" y "abstracto" e "indigenismo" y "arcaica". Lo que ambas designaciones nombran - m á s allá de sus valoraciones positivas o negativas- son los intentos de ofrecer respuesta a la gran pregunta del discurso identitario peruano (el opuesto propio/ajeno) desde órdenes diferentes mediáticamente hablando: el de la novela y el de la pintura. Es cierto que se puede comprobar una sincronía en cuanto al momento de aparición de ellas, pero hay que señalar, por otra parte, no sólo un cierto diferimiento temporal de la una a la otra sino también una diferencia en cuanto a la perspectiva desde la que se dan tales respuestas. Si se quiere así: la segunda formulación es una inmediata respuesta a la primera desde su proprio ámbito mediático. Es esto lo que quiero revisar brevemente aquí.

II La obra de José María Arguedas es una respuesta al indigenismo que se practicó en el Perú a partir de Clorinda Mattos de Turner en adelante; una respuesta a esa visión paternalista, urbana y externa de la vida en los Andes que fue el indigenismo.3 El aporte de Arguedas y su respuesta-éste es el lugar que ocupa su obra hasta ahora y la forma cómo ella ha sido codificada en la historia literaria- significó un arreglo de cuentas con esa visión: un proceso correctivo de internalización del mundo andino representado para mostrarlo "desde adentro". Es este hecho, el de la interiorización, ese "hablar desde dentro", lo que le va a otorgar, según esta codificación, el positivo valor de autenticidad frente al anterior indigenismo que, desde este correctivo, tergiversaba ese mundo representado (el par de opuestos autèntico/inautèntico). De ahí que se haya empleado con cierta frecuencia-aunque su uso es polémico- la expresión neoindigenismo para designar la obra de Arguedas. Esta expresión revela, por lo demás, uno de los lados problemáticos de esta respuesta: el de seguir siendo una forma de "indigenismo", el de no ser "indígena" (para emplear la formulación de Mariátegui en su ensayo "El proceso de la literatura" 4 ). Es decir: el empleo de un idioma (el castellano) y un género literario (el género de la modernidad por antonomasia: la novela) y un circuito comunicativo (la palabra escrita e impresa) ajenos al mundo que se refería en las obras. Si hubiera que buscar un término que designe la obra de Arguedas habría que acuñar la dudable expresión de "indigenismo interior": la puesta en narración

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Cito la tesis de uno de los estudios recientes que se han ocupado sobre este asunto: "El indigenismo es fundamentalmente un fenómeno literario urbano que expresa los puntos de vista que tienen los ciudadanos repecto al indio" (Kristal 1991, 203). 4 "La literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama indigenistay no indígena. Una literatura indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla" (Mariátegui 1979, 221).

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de un mundo desde dentro de ese mundo realizada por un narrador que participa de la visión propia de ése ámbito, aunque no sólo de ella.

III La obra de Fernando de Szyszlo es también una respuesta a la tradición inmediatamente anterior: la pintura indigenista representada por José Sabogal y su grupo. Para los pintores indigenistas la tarea era - c o m o para los narradores- presentar en términos positivos, reivindicatoríos, los personajes y la vida de los Andes peruanos, especialmente del indio. El indigenismo pictórico - c o m o el literario- asumió los planteamientos identitarios planteados por Mariátegui en su ensayo citado, quien ponía en el centro de ellos a la, en ese entonces, mayoría de la población autóctona peruana. 5 No hay peruanidad, así afirmaba este discurso de la identidad nacional, sin el indio (el par de opuestos indígena/foráneo). Los pintores indigenistas optaron, acorde con esta propuesta identitaria, por un estilo mimètico que representara positivamente, en todas sus variaciones, la vida y las actividades de esa mayoría indígena. Para los pintores que empezaron su actividad creadora a mediados de los años cincuenta ya no se ofrecía como alternativa este estilo pictórico cuyo lenguaje se retrotraía a posiciones del siglo XIX ampliamente superadas y cuya representación idealizada del indio no escondía sino un romanticismo superficial, también exterior. Para estos pintores - m á s que para los narradores del neoindigenismo- se impuso la tarea de ser modernos en el propio dominio del arte y a la vez hacer un arte que fuera peruano. La respuesta que se ofrecía a este reto - q u e debía condenar al pasado el lenguaje pictórico indigenista- la ofreció la abstracción que a mediados de los años cincuenta, sobre todo pero no sólo en los Estados Unidos, se mostraba como el lenguaje más moderno e internacional (los opuestos moderno/arcaico y local/universal). 6

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"El criollismo no ha podido prosperar en nuestra literatura, como una corriente de espíritu nacionalista, ante todo porque el criollo no representa todavía la nacionalidad. Se constata, casi uniformemente, desde hace tiempo, que somos una nacionalidad en formación" (Mariátegui 1979, 218). "La presencia de tres a cuatro millones de hombres de la raza autóctona en el panorama mental de un pueblo de cinco millones, no debe sorprender a nadie en una época en que este pueblo siente la necesidad de encontrar el equilibrio que hasta ahora le ha faltado en su historia. [...]. Si el indio ocupa el primer plano en la literatura y el arte peruanos no será, seguramente, por su interés literario o plástico, sino porque las fuerzas nuevas y el impulso vital de la nación tienden a reivindicarlo" (ibíd., 220). 6 Sobre la recepción de la pintura abstracta norteamericana en algunos pintores peruanos se puede leer el artículo "Homenaje a Mark Rothko" de Fernando de Szyszlo que concluye con estas frases: "No es ciertamente el menor de los méritos de Rothko el haber conseguido crear una obra tan despojada de alusiones, tan aparentemente sencilla, tan contenida y tan poco retórica y, sin embargo, tan espléndida y cargada de contenido que no es osado pensar que quedará entre las conquistas más importantes del arte de nuestro siglo" (Szyszlo 1996d, 191).

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Fernando de Szyszlo, entre otros pintores, será el que asuma en el Perú este lenguaje pictórico abstracto en los años cincuenta; éi irá, sin embargo, pronto evolucionado para a principios de los años sesenta optar por el empleo de colores y formas procedentes del arte precolombino; Szyszlo se propondrá con ello no renunciar a la abstracción, pero tampoco prescindir de elementos referenciales al discurso de la identidad: una especie de cuadratura del círculo que será denominada "indigenismo abstracto". Szyszlo escribe a este respecto: Para un pintor latinoamericano, insisto, la modernidad tenía que pasar primero por este contacto con todos los experimentos y búsquedas que ha hecho la pintura contemporánea para encontrar un lenguaje que esté de acuerdo con las circunstancias materiales y espirituales de su época, pero al mismo tiempo, tiene que dar evidencias del reconocimiento de su propia circunstancia, de su proprio entorno, de sus propias raíces y de su verdadera identidad (Szyszlo 1996c, 76).

IV El "indigenismo interior" de Arguedas fue interpretado como una "utopía arcaica" por Mario Vargas Llosa en su conferencia del mismo nombre de 1977 en la Universidad de Cambridge. Como en el caso de muchos de los escritores latinoamericanos del siglo XX, escribía allí Vargas Llosa, el compromiso político articuló la obra de José María Arguedas y también su identificación con las fuerzas políticamente "progresistas" de la época que pensaban que la única manera, en el caso del indio, de salvarlo era liberándolo al mismo tiempo que de sus explotadores también "de las supersticiones, usos bárbaros y ritos retrógrados" (Vargas Llosa 1977, 26). Esta idea de que en nombre del progreso se destruyera la realidad cultural india era, empero, para Arguedas inaceptable. Según Vargas Llosa, Arguedas era una especie de "ecologista cultural", "un conservacionista" y "conservador": Desde luego que a Arguedas lo exasperaba la explotación y los abusos de que era víctima el indio y que quería corregir esa situación [...]. Pero había otro aspecto de la realidad india [...] que lo fascinaba y que él hubiera querido conservar. Y en esto entraba en una contradicción insalvable con la ideología de esos sectores [progresistas] (ibíd., 23). Vargas Llosa resume este problema en la frase de Arguedas: "¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé. Pero no mató en mí lo mágico" (ibíd., 24). Vargas Llosa llama la atención sobre el hecho de que José María Arguedas nunca creyó en el progreso entendido en términos económicos y que la misma idea de desarrollo, modernización, de adelanto tecnológico fueron en libros como El zorro de arriba y el zorro de abajo demoníacamente representados y exorcizados (ibíd., 27s.). Que la nueva sociedad sólo pudiera surgir sobre las cenizas de la sociedad arcaica, rural,

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tradicional, mágica, en la que Arguedas veía lo mejor del Perú, era para él intolerable, pero al mismo tiempo informulable (ibíd., 28). Mario Vargas Llosa volvió sobre el mismo tema en un artículo de 1981 ("José María Arguedas: entre la ideologíay la arcadia") donde abunda sobre el mundo que Arguedas presentó de manera positiva: un mundo incontaminado de modernidad, alejado de la costa y de todo lo extranjero, que Arguedas llamaba "peruano", mundo ligado a lo antiguo y lo serrano, un mundo no corrompido, virginal, casto, mágico, ritual, rural y, sobre todo, musical, preservado de manera casi milagrosa gracias al espíritu de resistencia de los indios contra las invasiones, presiones y expoliaciones (Vargas Llosa 1981, 43). Vargas Llosa escribe: Este mundo es en parte arcaico, en parte utópico. Creo que el mejor Arguedas, el más admirable como creador, es el que describe ese mundo arcaico y utópico, que él sabía condenado y que secretamente -incluso secretamente para él mismo- defendía con pasión y talento (ibíd., 42).

V Si en el caso de José María Arguedas la interiorización del indigenismo -en la interpretación de Vargas Llosa- condujo a arcaizar una utopía, ¿cómo operó la abstracción del indigenismo en el caso de Fernando de Szyszlo? La inmediata respuesta podría rezar: condujo a modernizar el indigenismo. Esta presumible respuesta (no olvidemos que la abstracción en pintura fue en los años cincuenta el lenguaje moderno e internacional por antonomasia) se encontró, sin embargo, con el rechazo de varios críticos de arte, entre ellos, especialmente de Juan Acha quien en su comentario de la exposición Puka Wamani (halcón o cóndor rojo) de Szyszlo en 1967 lo acusó de romanticismo y conservadurismo, de idealización, decorativismo y estetización de una retórica nacionalista a la manera como lo había hecho el indigenismo. Los argumentos de Acha ponían en tela de juicio que se pudiera creer en la existencia de una substancia o identidad innata peruana o latinoamericana que nos diferenciara del resto del mundo y, dado el caso de que ella existiera, sería como elemento secundario, una mentalidad mítica que se encontraría supèrstite en los sectores "marginados" y en pequeños círculos afínes a ella que buscan dar a la vida y al arte un sentido mágico, una mentalidad que habría que superar lo más pronto posible para alcanzar el desarrollo y la industrialización (cf. Acha 1968). Poco importa aquí el hecho que Juan Acha matizará más tarde estos juicios y escribiera: Confieso que fui opositor de esta actitud de Szyszlo cuando había un litigio entre las tendencias pictóricas. Pero sin dejar de reconocer las

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virtudes propias de su fina sensibilidad; virtudes que hoy toman sus verdadera dimensión para mí, puesto que tal litigio es hoy inexistente: todas las tendencias pictóricas son válidas social y artísticamente (Acha 1994, 127s.); pues estos juicios tocaban entonces el centro de la presumible modernización artística. Es cierto que Szyszlo no recurría a la pintura de la vida del indio o del Ande. Cierto es que siendo ella una pintura no figurativa estaba atravesada de referencias y evocaciones a elementos de marcado signo "peruano" o "peruanista". No sólo la elección de colores y formas remitía a la tradición plástica e iconográfica prehispánica (Chavín, Chancay, Nazca, Paracas7), sino los mismos títulos seleccionados - e n quechua y frecuentemente con alusiones literarias o históricasactualizaban eventos y contenidos claves del discurso peruano identitario. Así un cuadro titulado Cajamarca (1961)8 hacía presente el dramatismo de los eventos históricos acontecidos en ese lugar: el encuentro entre el Inca Atahualpa y los conquistadores españoles, pero sin representar figurativamente nada en particular. Lo mismo sucedía con un cuadro como Incarrí(1968)9 que evocaba el mito surgido después de la conquista según el cual el cuerpo dividido y separado del Inca muerto estaría creciendo de manera subterránea para volver a unir sus partes y hacer emerger así un nuevo reinado. Pero tal vez un cuadro como Illa (1960)10 pueda ofrecer con mayor claridad en qué consistía este así llamado indigenismo abstracto.

VI En la abstracción del indigenismo practicada por Fernando de Szyszlo -el aparente momento modernizador- se ponen en juego, de manera paradojal, otros pares de opuestos más a los que he ido ya mencionando. Al de lo moderno y lo tradicional se superpone ahora el de lo secularizado y lo mágico, esta vez también en forma de quiasmo, pero de tal manera que el par de opuestos auténtico/tergiversado, que la interiorización del indigenismo arguediano había actualizado, resulta suspendido. Esto es lo que se percibe en el cuadro Illa (1960) de Szyszlo.

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Sobre su interés plástico e identitario en estas culturas se puede consultar los artículos "El arte en la Cultura Chancay", "Algunas reflexiones sobre el arte de Paracas", "Excelencia del arte textil precolombino", "Artesanos maestros del antiguo Perú" reunidos en Szyszlo 1996. x Szyszlo trabaja sus temas por series. Una reproducción de una versión de este cuadro (se trata de Cajamarca IX, 1961, óleo sobre lienzo pegado en triplay, 160x 130 cms.) se encuentra en Szyszlo 1979, 79; otra de otra versión en Szyszlo 1979, 109 (óleo sobre lienzo, 112 x 147 cms). Una reproducción de una versión de 1964 (Cajamarca, acrílico sobre lienzo, 179 x 118 cms) se encuentra en Szyszlo 2001, 67. 9 Una reproducción de este cuadro se encuentra en Szyszlo 1979, 97. Reproducciones de Illa (óleo sobre lienzo, 130 x 130 cms) en Szyszlo 1979, 105 y en Szyszlo 2001, 37.

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José María Arguedas define en su novela Los ríos profundos (1958) esta palabra de la siguiente manera: Illa nombra a cierta especie de luz y a los monstruos que nacieron heridos por los rayos de la luna (Arguedas 2002, 235). Denomina la luz menor: el claror, el relámpago, el rayo, toda la luz vibrante. Estas especies de luz no totalmente divinas con las que el hombre peruano antiguo cree tener aún relaciones profundas, entre su sangre y la materia fulgurante (ibíd., 239). Si contemplamos el cuadro de Szyszlo que este concepto da título lo que percibimos son colores y algunas formas sin referencia particular. Szyszlo ha explicado varias veces cómo compone sus cuadros y reconocido que su interés no está tanto en el color (confiesa que su paleta es limitada) ni en las formas que emplea (dice que no son muchas), sino en la forma de su tratamiento del color por la aplicación de sucesivas capas que va superponiendo una sobre otra para producir un especial efecto. Sobre la naturaleza del efecto buscado da Szyszlo información en varias oportunidades. En una conferencia pronunciada en 1996 bajo el programático título de "Pintura: la búsqueda de lo maravilloso" (Szyszlo 1996b), habla el pintor de su inicial cercanía al pensamiento surrealista y a esa búsqueda. En una larga conversación con Mariella Balbi aparecida no hace mucho, Szyszlo (2001) confiesa, siempre dentro de este contexto, que aquello que ha movido su actividad creadora se encuentra ligado a la expresión de lo misterioso y que su técnica de yuxtaposición de capas cromáticas es un juego de la sombra con la luz, una manera de ir ocultando y reocultando para poder crear ese efecto de lo misterioso." En el cuadro Illa se puede apreciar esta técnica y la búsqueda del efecto mencionado. Debajo del extenso y plano blanco se puede percibir la aplicación de otras capas de color: azul, rosado y ocre que el blanco cubre y vela pero que no hace desaparecer del todo. Este blanco no cubre, sin embargo, toda la superficie: una franja negra horizontal atraviesa el cuadro y crea una forma, una

11 Sobre este tema cuenta Szyszlo en la entrevista que le hizo Mariella Balbi: "Un Tiziano es verdaderamente complicado. Tiziano decía: veladuras, treinta a cuarenta. ¿Qué es una veladura? [pregunta M. Balbi] Quiere decir que pones un color fuerte abajo y encima de ese pones velo de otro color. Si colocas un anaranjado y pintas un velo rojo transparente, el color anaranjado pasa a través del rojo y le da una intensidad, una vibración. A mí me interesaba aprender esa técnica, por eso me sirvió mucho copiar a Tiziano, él era el amo de esta manera de pintar. El color se vuelve muy misterioso, no descubres bien cómo está puesto" (Szyszlo 2001, 61). "Hay dos grandes familias en la pintura, los pintores que se expresan por el color y los que lo hacen por el claroscuro. Yo vengo de la tradición del claroscuro. El color no hace más que acentuar la relación de la sobra con la luz. Lo que más importa es ese contrastes entre sombra y luz, entre tinieblas y claridad. Esa es mi manera de sentir la pintura. El color viene después, aunque parezca que mi pintura tiene mucho color. En realidad el color no tiene importancia" (ibíd., 114).

II. 2: Illa (Fulgor) Fernando de Szyzslo, 1960

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especie de volumen sin identificación mimètica posible. En su parte inferior hay como una ventana tapada de un lado por un blanco más intenso que el de la superfice, es en realidad ya un rosado, y del otro lado deja como asomar, bajo un fondo ocre que crea cierta profundidad, una forma de triángulo de color amarillo, una forma triangular que parece semejar un colmillo, forma que por lo demás se encuentra como dibujada en bajo relieve sobre la franja negra y que también vuelve a aparecer, en blanco, en el centro de la franja negra. Esta forma así como también los colores han sido puestos en relación con la iconografía preincaica (el colmillo de felino antropomorfo representado en la cultura Vicús) y con la cromaticidad prehispánica(el negro de los ceramios de la cultura Chavín). Todos estos elementos crean un efecto, pero de él no se puede pasar a una concretización mimètica o a la determinación precisa de un contenido sin pecar de absoluta arbitrariedad. Entre estas formas y su sentido no queda sino un puente insalvable. Entre el título del cuadro y lo que él ofrece en términos plásticos persiste un abismo no atravesable. ¿Es este buscado efecto de lo maravilloso y de lo misterioso mágico? La respuesta es ciertamente negativa. El espectador del cuadro que ignora la significación quechua de "illa" no tendrá la posibilidad de evocar nada a través de esa palabra. El espectador del cuadro que maneja el idioma quechua entenderá el concepto pero no el cuadro, pues no está seguramente adiestrado para la lectura de pintura abstracta. El espectador que haya sido informado sobre el significado de la palabra y esté adiestrado en la consideración del arte moderno ¿reaccionará como lo hizo Juan Acha en 1967? ¿Se trata de una evocación de lo maravilloso o de lo mágico desde la nostalgia del que constata su desaparición en un mundo secularizado? ¿Se trata de un gesto y no de una experiencia? Illa, el cuadro de Szyszlo, vincula múltiples elementos: por una parte remite con toda seguridad a la definición dada por Arguedas en su novela citada, por otra parte evoca la iconografía religiosa de las lejanísimas culturas prehispánicas, finalmente crea el efecto de algo, de algo no figurable, cargado con un sentido imposible de descifrar. VII Es precisamente en esta vinculación donde se muestra el verdadero carácter moderno de la pintura de Szyszlo. Este carácter ha sido enunciado recientemente con el nombre de "ancestralismo" por Isabel Rith-Magni (1994), renunciando así a la designación de "indigenismo abstracto" para ser aplicada a pintores como Szyszlo que oscilan entre autoreferencialidad y función referencial externa, entre abstracción y discurso identitario. Pues es cierto que pintores como él nunca dejaron de ser abstractos en el sentido de pasar a una reproducción descriptiva de la naturaleza, pero también es cierto que sus cuadros estuvieron siempre llenos de referencias extrapictóricas. Sin embargo, más importante que el hecho de llamar a estos pintores "ancentralistas", me parece la puesta en relación que Rith-Magni hace de ellos con otras formas plásticas modernas que relacionaron e incluyeron otras tradiciones culturales-frecuentemente del pasado-, aunque estas formas plásticas no situaran

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en el centro de su interés el problema de la búsqueda de la propia identidad cultural (en el caso del "ancentralismo" el elemento diferenciador). Según la interpretación de Rith-Magni (1994, 480s.) el por ella así llamado "ancentralismo" se tocó y coincidió en su respuesta (resumo esta respuesta otra vez: la integración de las raíces culturales prehispánicas en un lenguaje plástico moderno de origen occidental, el de la abstracción en el sentido de la renuncia a la reproducción mimética de la realidad en favor de un realidad formal autónoma) en muchos sentidos con el "primitivismo", especialmente en la forma como éste se dio en el expresionisto abstracto norteamericano. Pues como el "ancentralismo" también el "primitivismo" (buscando realizar una crítica a la racionalización y secularización del galopante mundo moderno capitalista) se volvió a otras regiones y a otras épocas, a lo que en ese entonces se llamaba mundo "primitivo". 12

VIII La elección de un término como "ancentralismo" y su vinculación con esa corriente llamada "primitivismo" parecerían actualizar, para el caso de Szyszlo, el adjetivo empleado por Vargas Llosa para designar el intento de Arguedas: "arcaico" (ahora entre comillas y en un sentido que podría referir una tendencia moderna de ser antimoderno). De igual manera se podría realizar la acción contraria. El hecho de que el "ancentralismo" y el "primitivismo" sean una de las formas de ser del arte moderno podría modernizar la "utopía arcaica" de Arguedas, para seguir empleando la fórmula acuñada por Vargas Llosa. Aquí hay que mencionar, para terminar con la consideración de cómo se sigue codificando la obra de Arguedas, que a éste se le ha acusado recientemente del mismo mal del que se acusa a indigenismo en general y esto más allá de su logro interiorizante: el de incapacidad de poder imaginar en términos del código realista, que el ingenismo maneja, un cambio social del mundo andino y el de recaer en una representación alegórica, en la que un fenómeno de la naturaleza (un terremoto, por ejemplo) es empleado como elemento simbólico para ello. Antonio Cornejo Polar, quien realiza esta acusación en su libro Escribir en el aire (1994,194-207 y 220), habla de "entrampamiento de la historia". Paradojalmente coincide él aquí con la posición de Vargas Llosa (a quien discute vehementemente). Pues una imaginación mágica y mítica no puede representarse los cambios en el sentido de una imaginación guiada por el logos histórico (cf. Flusser 1993, 10s.).

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Sobre el "primitivismo" le ha dicho Szyszlo lo siguiente: "En mi formación, en lo que hago Quizás es la influencia más permanente, ¿sabes?, solamente peruano; el mexicano, el africano [...]"

a Mariella Balbi en la mencionada entrevista ahora, es muy importante el arte primitivo. me siento muy cerca del arte primitivo. N o (Szyszlo 2001, 71).

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IX Ya en la última década del siglo XX la teoría cultural latinoamericana parece haberse desembarazado de la agenda de problemas identitarios, por lo menos si se piensa en la opinión sustentada por Néstor García Canclini (1990) de que ta identidades, en el mundo en que nos movemos, están a disposición y son objeto de negociación social. Desde esta perspectiva aparecen ahora datadas tanto las formulaciones de "utopía arcaica" e "indigenismo abstracto" como las oposiciones que se han movido detrás de ellas, a las que he querido pasar brevemente revista: local/universal, propio/ajeno, auténtico/tergiversado, tradicional/moderno, remoto/utópico, exterior/interior, mágico/secularizado. Con toda seguridad estos opuestos ya no articularán las discusiones culturales en América Latina con que tendremos -si ya no tenemos- que ver en los decenios que vengan. Ilustraciones II. 1: Szyszlo y Arguedas en Puerto Supe, 1946. En: Szyszlo 2001,98. II. 2: Illa (Fulgor), 1960, 130 x 130 cms. En: Szyszlo 2001, 37.

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Novelas transnacionales de escritores hispanoamericanos en la segunda mitad del siglo XX

Dieter Janik Primero, se impone una aclaración del sentido que he reservado para el adjetivo "transnacional" en el título. En verdad, es casi una incógnita en el discurso de la crítica literaria. Por otro lado, es moneda corriente en muchos trabajos pertenecientes al campo de los estudios culturales. Néstor García Canclini, entre otros, ha hecho uso frecuente del término.1 Lo "transnacional" es, de una u otra forma, emanación de la actividad de empresas transnacionales que ensanchan sus mercados mediante una estrategia globalizante. La homogeneización de los productos y su distribución vasta e indiscriminada es la cara económica de procesos mucho más amplios que tienen como efecto la superación o hasta la eliminación de lo nacional y lo local. Todo ello queda resumido en la tesis tajante de Canclini: "América Latina se está quedando sin proyectos nacionales." En los análisis apenas esbozados aquí, el término "transnacional" posee un halo algo siniestro. Cuando me sirvo, en nuestro contexto, de la denominación "novelas transnacionales" lo hago con otra intención y finalidad. Evidentemente, lo "transnacional" implica por definición la superación de lo nacional y lo local. Pero por lo que se refiere a obras literarias y a la irradiación de la literatura en su conjunto como vehículo de comprensión intercultural, la categoría de la transnacionalidad pierde su negatividad y llega a constituir un valor del todo positivo. Para evitar un malentendido posible, quisiera advertir desde el comienzo que no hago coincidir la noción de transnacionalidad con la expansión multidireccional de la tan discutida Weltliteratur. Mi perspectiva es distinta, mi campo de observación más limitado. Voy a enfocar una serie de obras narrativas destacadas de escritores hispanoamericanos que han plasmado en sus narraciones el cruce de destinos humanos. Ese cruce implica en cada caso la copresencia de la historia europea y de la compleja realidad sociohistóricade los países hispanoamericanos. De modo muy diverso, los autores han enfrentado y confrontado vidas americanas con vidas europeas, experiencias europeas y experiencias americanas, búsquedas de horizontes nuevos y herencias imborrables. Las obras a las que voy a referirme no constituyen un subgénero claramente definido dentro de la abrumadora riqueza de la narrativa hispanoamericana de los últimos 50 años. Sin embargo, cuando se las compara con las grandes corrientes de la novelística hispanoamericana de la primera mitad del siglo pasado, sus rasgos

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García Canclini. Introducción a la edición 2001. En: García Canclini 2002.

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comunes se perfilan con suficiente nitidez. Apenas hace falta recordar que la crítica y la historia literarias han establecido firmemente -como esquema interpretativo y didáctico- la presencia cultural de varios tipos o géneros, a saber la novela criollista, la novela indigenista y la llamada novela de la revolución mexicana. Las tres vertientes narrativas tienen en común su arraigo profundo y exclusivo en la problemática política y sociocultural de los países en cada caso tematizados. Este americanismo dominante ha valido a muchas de estas novelas -desde una perspectiva europea o europeizante- la etiqueta algo despectiva de regionalista. Este regionalismo, aunque acrisolado por un simbolismo que permite lecturas universalistas, sigue siendo el eje de varias de las obras maestras de la así llamada nueva novela hispanoamericana de los años 50 y 60 del siglo pasado. Basta con citar Pedro Páramo, La muerte de Artemio Cruz, La casa verde o Cien años de soledad-para, no hablar de Yo el Supremo. A los conocedores y admiradores de las numerosas obras que han sido agrupadas bajo el denominador común de nueva novela hispanoamericana, les consta que al lado de las novelas citadas existen obras inspiradas por preocupaciones u obsesiones muy distintas. Esto explica el lugar aparte de Juan Carlos Onetti, o, en otro orden de ideas, el del Cortázar de Rayuela o 62, modelo para armar. Ahora bien, las obras que me han llamado la atención por su transnacionalidad son otras. Son textos que recurren manifiestamente a la historia conocida y vivida por hombres en los últimos siglos y en los dos continentes. Llevan una doble carga histórica y transponen al lector, mediante secuencias rápidas, de espacios americanos a europeos y viceversa, pasando además a menudo de un plano histórico a otro o mezclándolos ante la mirada confundida del lector. Este nexo que las obras mantienen con determinados contextos y conocimientos referenciales las aparta de aquellas corrientes de la novelística moderna y posmoderna donde priman el oficio escriturario, la búsqueda estructural y la autorreferencialidad sobre la historia narrada. Hay en todas las obras que mencionaré la presencia concreta de fuerzas históricas como crisol de destinos individuales que se encuentran con otros seres marcados por otras Historias, Historias con mayúscula. Las novelas que me propongo comentar brevemente desde la perspectiva anunciada son las siguientes: El reino de este mundo (1949) de Alejo Carpentier, Cambio de piel (1967) de Carlos Fuentes, Respiración artificial (1980) de Ricardo Piglia, Santo oficio de la memoria (1991) de Mempo Giardinelli y, por fin, El paraíso en la otra esquina (2003) de Mario Vargas Llosa. El motivo para abrir la serie con El reino de este mundo ha sido la evocación narrativa de la confluencia de distintas historias en el suelo de Haití y su repercusión en las vicisitudes de la existencia del protagonista Ti Noel, antiguo esclavo del colono Monsieur Lenormand de Mezy. Paso por alto aquí los temas tradicionalmente discutidos en relación con esta obra, a saber lo real maravilloso americano y el rechazo polémico por parte de Carpentier de ciertas estrategias surrealistas. La novela, construida en cuatro partes, está recorrida por un gran aliento histórico que se traduce en el ritmo acelerado de los brevísimos capítulos.

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Las esperanzas de los esclavos negros se fundan en el recuerdo revivificado de su grandioso pasado africano. Su levantamiento significa el fin de la dominación de los amos blancos, seguida por la paradojal monarquía negra del rey Henri Christophe, víctima a su vez de la subversión mulata. La novela es sumamente expresiva por su constante visualización de las contradicciones socioculturales en las que se mueven amos y esclavos, gobernantes y subditos. En Haití, nadie está en su casa ni en su derecho. Todos son advenedizos, por codicia o por fuerza ajena. La heterogénea cultura material es un aluvión de tradiciones. Las ambiciones sociales y políticas se revisten de estilos y modos de vivir aprendidos. Carpentier ha acompañado los sucesos narrados con subtítulos de alto valor simbólico que aluden tanto a la tradición católica cuanto a la mitología griega. Por medio de su estilo narrativo el narrador hunde a los lectores en una vorágine histórica que no deja en pie ni sus presuntos conocimientos de la Historia, ni sus prejuicios. Al mismo tiempo, Carpentier ha logrado encarnar todas las contradicciones históricas en la existencia de Ti Noel, símbolo del sufrimiento humano. Con El reino de este mundo Carpentier ha creado un espacio narrativo multidimensional lejos de las aspiraciones realistas de sus precursores. La novela de Carlos Fuentes, Cambio de piel, pertenece a sus obras menos leídas y comentadas aunque, en su momento, haya sido galardonada con el Premio Biblioteca Breve. Últimamente, en octubre de 2002, fue reeditada, como libro de bolsillo, en Punta de lectura. El libro continúa, por un lado, la indagación del autor en las capas profundas de la historia mexicana y de su carga mítica, tema obsesivo de Fuentes. Pero al mismo tiempo la trama, situada en el México de los años 60, integra otros escenarios fatales del actuar histórico de hombres y pueblos. Esta ampliación del campo de visión sucede en la medida en que los cuatro protagonistas, dos parejas inestables por el efecto de atracciones cruzadas, están impulsados por las circunstancias a abrir el trasfondo secreto de sus existencias. De este modo Carlos Fuentes, a través del personaje de Franz, arquitecto del crematorio de Theresienstadt, vincula la visita del grupo a la pirámide de Cholula-lugar del atroz sacrificio cometido por los españoles conquistadores y sus aliados— con el holocausto, en el cual Franz ha sacrificado a Hanna, su gran amor. Es a través de Franz, quien saca a la luz poco a poco su historia personal -añorando su juventud en Praga, explicando su ciega adhesión a los nazis y su despertar tardío, sin asumir plenamente su culpa-, que Fuentes recrea una imagen compleja de la perversión de los valores humanos que ha desembocado en el genocidio de los judíos europeos. Fuentes, como escritor, ha hecho un gran esfuerzo artístico por crear la atmósfera endemoniada en la cual estos crímenes fueron posibles. Recurrió tanto a películas expresionistas que cultivaron la sensación de lo unheimlich cuanto a los rasgos premonitorios de las narraciones de Kafka. 2 Lo esencial de esta novela

2

Para más detalles véase Bohr 1998. 169-191.

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fragmentada y trizada a más no poder es, sin embargo, el hondo duelo por la reaparición en la historia de los pueblos y en las personas de las terribles fuerzas del mal. Franz, clandestinamente, ha llevado su culpa a su nueva patria, que es México. Allí, en el círculo de sus amigos, la mentira de su vida sale a la luz del día. El libro de Fuentes, seguramente, impacta de manera distinta a los lectores mexicanos y a los alemanes. Los últimos reconocerán la arriesgada voluntad del autor mexicano de evocar y, hasta cierto punto, de entender una de las tragedias humanas más absurdas del siglo XX, y de ahondar en sus motivos y consecuencias, que seguirán pesando por mucho tiempo sobre la consciencia de los alemanes y formarán, para siempre, parte de la memoria de los pueblos. No faltarán quienes se pregunten por la justificación de incluir Respiración artificial de Ricardo Piglia en mi muestrario de novelas llamadas transnacionales. A primera vista, el libro de Piglia parece ser uno de los numerosos buceos en la argentinidad de los argentinos que, desde los ensayos de Ezequiel Martínez Estrada, Héctor A. Murena, Julio Mafud y otros, constituyen una preocupación constante de los escritores argentinos. Sin embargo, la novela de Piglia, que en realidad es una novela-discusión, rebasa por dos vías la actitud puramente introspectiva y ceñida al ámbito nacional de los ensayistas mencionados. Gran parte de las conversaciones polémicas de los intelectuales coligados por Piglia en la trama de su libro gira alrededor de la búsqueda de rasgos nacionales en las letras argentinas, búsqueda que se extendió desde el temprano siglo XIX hasta la obra narrativa de Borges. Cuando éste renuncia a la veta pampeana y orillera de una soñada literatura argentina, torna -con la ironía como única defensa- a la literatura universal y a la filosofía europea en las cuales se había educado. La modernidad auténtica de la literatura argentina, según la voz que domina el debate, parece encontrarse en la obra de Roberto Arlt. Arlt es, al mismo tiempo, el protagonista de aquel movimiento literario y cultural que significa la destrucción de las "tradiciones argentinas" - para retomar un término del peruano Ricardo Palma. Así que la finalidad de las discusiones dialécticas organizadas por Piglia es la defensa de una vía propia hacia la modernidad, que incluye, sí, el diálogo con la literatura contemporánea de los dos lados del Atlántico. El segundo puente tendido hacia la literatura y filosofía europeas lo constituye el relato autobiográfico del joven filósofo polaco Vladimir Tardewski con el cual se cierra la novela. Su destino de náufrago de la incipiente Segunda Guerra Mundial, ante cuya amenaza logra huir vía Marsella a un país para él totalmente desconocido, la Argentina, lo lleva a identificarse con el arquetipo existencial del fracasado. Lo que lo distingue entre muchos otros inmigrantes es la lúcida aceptación de su imposible inserción en la nueva sociedad, en el grupo profesional que le corresponde y en una carrera. Se da cuenta, heroicamente, que Argentina no podrá brindarle el futuro que anhela. El estupendo descubrimiento al que llega en minuciosas pesquisas en la Biblioteca del British Museum, a saber, el nunca revelado ni imaginado encuentro anónimo del joven Kafka y del joven Hitler en una taberna de Praga, toma forma en un artículo periodístico cuya traducción al

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castellano no comprende ni el propio autor, cuyo nombre, además, sale mutilado. Tardewski sobrevive en el mundo ajeno arrimándose a la frase de Kant pronunciada al final de su vida: "El sentido de la humanidad todavía no me ha abandonado." Tardewski, el extranjero eterno, es física y moralmente algo como la contrapartida del argentino Enrique Ossorio, amigo de Juan Bautista Alberdi, que había pagado con un largo exilio la imposibilidad de realizar sus ideales políticos en su país. La historia de su vida es el tema de la investigación del Profesor Maggi, tío del narrador de la novela pigliana. El libro de Piglia, recién traducido al alemán y publicado por la editorial Wagenbach en 2002, en su saltar y hacer saltar las fronteras geográficas y culturales, se dirige al mismo tiempo a un público argentino y europeo. Santo oficio de la memoria, la novela extensa de Mempo Giardinelli, refleja de varios modos mi temática. Si su centro referencial es indudablemente la Argentina con su tumultuosa historia, desde Bartolomé Mitre hasta el fin de la dictadura a comienzos de los años 80, la mirada sobre esta historia es una mirada descentrada y fraccionada. El lector se instala en la perspectiva de una joven pareja de inmigrantes italianos que, en el año 1884, parten para Argentina como tierra de promisión, llevándose al hijo mayor y dejando atrás, para siempre, a dos más. Este hijo genera una familia numerosa - u n hijo, diez hijas- que se perpetúa, en la generación siguiente, con otro hijo y sus seis hermanas. La historia de la familia termina con las cuatro hijas de Pedro y Laura y un posible hijo de Pedro, reclamado en vano como suyo. Son 24 voces de miembros de la familia, pertenecientes a cuatro generaciones, que - e n una sucesión acronológica y agolpada- crean con sus soliloquios las mil facetas de la difícil integración de cada uno en el país ajeno. 3 Las ambiciones económicas y sociales se centran en dos escenarios estrechamente ligados a la inmigración italiana: Buenos Aires y el Chaco. El autor dota a tres de sus personajes de una función destacada en cuanto a la fijación y valoración de los sucesos, esperanzas y desgracias que marcan el destino de la familia. La Nona, viuda aún joven cuando su marido muere como víctima de un asesinato, acompaña a sus familiares durante una vida larguísima y hasta después de su muerte física. Esta mujer, que en casa siempre habla en italiano, hace un esfuerzo creciente por salirse de sus reducidas pautas interpretativas de la vida y de la historia, cuyos puntos de referencia son Dante y Garibaldi, y entender los valores nacionales sobre los que la clase política argentina basa sus decisiones. Su bisnieto Pedro, ingeniero y primer académico de la familia, quien tiene problemas bajo la dictadura, logra exiliarse en México, desde donde planea su vuelta al país nuevamente democratizado, vuelta que crea sentimientos encontrados en sus allegados. Con la figura de Pedro, viajero por México, Estados Unidos y diversos países europeos, el horizonte de percepción transgrede otra vez el estrecho ámbito argentino. Finalmente, entre las otras voces, el lector escucha y lee lo que oye y escribe ininterrumpidamente El

3

Un análisis pormenorizado de la estructuración de las voces se encuentra en Pellón 1995.

220 tonto de la buena memoria, quien no es otro que Alfredo, hermano enfermo de Pedro y encerrado de por vida en un manicomio. Representa algo así como el centro de la memoria colectiva recogiendo los múltiples testimonios de sus parientes, que lo van abandonando cada v e z más a su soledad. L a acción de la memoria es, más allá de los contenidos concretos y particularizados de la consciencia que conserva, el gran tema del libro de Giardinelli. En el fondo, la magnitud de la novela se explica por el hecho de que no hay una memoria, sino las tantas memorias de la familia que se complementan y contradicen, que operan olvidos y producen puntos luminosos. Por ello, el novelista está definido como "escritor condenado a novela perpetua". La memoria exige la palabra escrita para oficiar como instancia de la verdad, vale decir de la verdad de las muchas vidas evocadas. Una de estas verdades es la imposibilidad de vivir dos vidas a la vez. Es interesante observar cómo la Nona, durante muchos años, participa desde su casa de Buenos Aires de los altibajos de la política europea -festejando sola en la calle el fin de la Primera Guerra Mundial-, y cómo esa Europa con el andar del tiempo se desvanece cada v e z más en su consciencia. La memoria, como dice Gaetano, que tampoco puede sustraerse a su imperativo, "a veces sólo sirve para el dolor". En resumen, la historia narrada por Giardinelli es una epopeya dolorosa de la inmigración, en la cual la imagen de Argentina, tierra de promisión al inicio y de esperanzas desmesuradas, se disuelve en una nebulosa dejando a todos sin orientación. Por su estructura, la última obra de Mario Vargas Llosa corresponde plenamente a las características de la novela transnacional. Consiste en las narraciones fragmentadas e imbricadas de dos vidas, vidas de personas históricas conocidas: Flora Tristán y su nieto, el pintor Paul Gauguin. Estas vidas han seguido rumbos contrarios. Por un lado Flora Tristán, que dejando atrás todas las desgracias sufridas, viaja de Francia al Perú, donde -pariente desheredada- conoce la riqueza y frivolidad del resto de la familia. Vuelve desencantada a Francia para emprender con nuevo aliento su misión política a favor de los trabajadores explotados y de las mujeres, aún más postergadas, todo ello a costa de su salud y de su existencia privada. La contraparte la constituye Paul Gauguin, agente exitoso de la Bolsa de París, que renuncia a una promisoria existencia burguesa para dedicar su vida a la pintura, abandonando la civilizada Europa por la isla de Tahití y las Marquesas, a la busca de una experiencia vital primordial centrada en la liberación absoluta de su sexualidad. Este proyecto de vida concluirá con la autodestrucción física del pintor que, sin embargo, se ve perpetuado en algunos de sus cuadros. Son pocos los momentos de felicidad en estas dos vidas tan diferentes. En el caso de Flora Tristán, se presentan cuando nota que hace llegar su mensaje a otras mujeres y hombres que, en su huella, continuarán su apostolado social. Para Paul Gauguin es la intuición fugitiva de haber plasmado en algunos cuadros los misterios de la naturaleza, de la vida y de la mujer. Las dos existencias son respuestas individuales a los cambios económicos y sociales profundos del siglo XIX, respuestas que

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invitan al lector del siglo XXI a reflexionar sobre la supervivencia de dos utopías, la social y la artística. Unas pocas palabras para concluir. Las novelas presentadas aquí son novelas de autores hispanoamericanos que conocen a fondo la compleja contextura histórica y social de sus países. En la vida de los protagonistas de sus obras se cruzan fuerzas históricas múltiples, americanas y europeas, que pesan sobre sus existencias. Esta presencia de la Historia como trasfondo referencial de los acontecimientos narrados deriva, en cada caso, de un compromiso "realista" de los autores con sus personajes, más allá de la estructura artística y simbólica de la enunciación literaria. Esta característica se nota en comparación con muchas novelas europeas en las cuales la realidad "otra" de determinados escenarios latinoamericanos representa en primer lugar un espacio de evasión, poblado con las ilusiones de hombres que se quieren desprender de sus ataduras culturales europeas. Las novelas transnacionales - e n mi definición- destacan precisamente por la complejidad histórica ineludible de la vida de sus protagonistas. Los autores combinan en cada obra varias perspectivas cuya dialéctica pone a prueba la reflexión crítica tanto de los lectores americanos como de los europeos. Bibliografía Bohr, Bärbel. 1998. Die Auseinandersetzung mit der Geschichte, Kultur und Literatur Europas im Werk von Carlos Fuentes. Hamburg: Dr. Kovac. García Canclini, Néstor. 2002. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo. Pellón, Gustavo. 1995. Ideology and Structure in Giardinelli's Santo Oficio de la memoria. En: Studies in 20"' Century Literature 19, 81-99.

V PERSPECTIVAS DEL ESPACIO

O futuro da integrado latinoamericana: linóes do passado e experiencias da "velha" Europa

Hartmut Sangmeister 1 Objetivos ambiciosos e resultados frustradores: experiencias da integrado latinoamericana A idéia de urna América Latina como regiáo cultural, política e económicamente unida tem urna larga tradÍ9áo -idéia e tradÍ9áo, urna e outra muitas vezes citadas. Até as constituifoes de vários países latinoamericanos mencionam explícitamente como missáo oficial do Estado a unificafáo do subcontinente. Por exemplo, o artigo 4 da Constituido brasileira, promulgada em 1988, prevé que a República Federativa do Brasil buscará a integrado económica, política, social e cultural dos povos da América Latina, visando áformafao de umacomunidade latinoamericana de nafoes. Já quase duzentos anos atrás, Simón Bolívar, o "Libertador" de grandes zonas da América Latina do colonialismo espanhol, havia proposto ás autoridades dos novos estados hispanoamericanos de reunir-se no Panamá, em 1826, para levar á cabo a sua visao da unidade política do subcontinente latinoamericano. Contudo, a realidade desta América Latina dividida por fronteiras e interesses contrários mostrou-se mais forte. Conforme á hagiografía convencional Bolívar profetizou que "nunca vamos ser felizes" enquanto a diversidade da América Latina continua opondo-se á sua unidade. De fato, os fracassos foram predominantes na quase bicentenária historia das tentativas e dos esforfos empreendidos para criar urna uniáo latinoamericana. E em numerosas ocasioes os resultados das tentativas para estabelecer urna uniao económica e política entre países latinoamericanos nao tém correspondido ás expectativas. Nem mesmo a presenta de urna alianza regional de integra9áo impediu alguns estados latinoamericanos de entrar em guerra entre si, como foi o caso de El Salvador e Honduras nos anos setenta e de Equador e Perú nos anos noventa do século XX. Um abismo profundo entre a retórica política e os acordos exigentes por um lado, e o verdadeiro comportamento dos atores nacionais e sua interpretacao dos acordos firmados por outro lado, tém caraterizado por muito tempo os projetos de cooperagáo e integrafáo regional na América Latina. Ademáis, existiam diferentes pontos de vista no que se refere á funfáo dos processos regionais de integra9áo. Enquanto os representantes da "tese mercantilista" consideravam os acordos de integra9ao como um instrumento para fomentar o comércio intraregional, os defensores da "tese desenvolvimentista" os viam como um instrumento para fomentar o desenvolvimento industrial de seus países. Face ás distintas inten9oes e interpreta9oes, aqueles convenios multilaterais de coopera9ao estavam condena-

Tabela 1: Alianzas regionais de integrado na América Latina e na Caribe Acordos de integrado *Ano de cria?3o

Estados-membros

Populado PIB agregado total ano 2002 ano 2002 (em bilhdes de (em milhöes) dólares americanos) 466,4

1.514,8 (sem Cuba)

117,3

241,1

13,8

25,5 (sem Montserrat)

G-3 Colombia, México, VeneGrupo de los Tres zuela * 1995

169,7

813,7

MCCA Costa Rica, El Salvador, Mercado Común Guatemala, Honduras, NiCentroamericano caragua * 1960

34,5

61,4

221,3 [245,6]

572,3 [644,2]

420,7

11769,69

ALADI Asociación Latinoamericana de Integración *1980 CAN Comunidad na *1996

Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba (desde 1999), Colombia, Equador, México, Paraguai, Peru, Uruguai, Venezuela

Bolivia, Colombia, EqüaAndi- dor, Peru, Venezuela

CARICOM Caribbean Community and Common Market *1973

Antigua e Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Haití, Jamaica, Montserrat, St. Kitts e Nevis, St. Lucía, St. Vincent e las Granadinas, Surinam, Trinidad e Tobago

MERCOSUL Argentina, Brasil, Paraguai, Mercado Com um Uruguai [Bolivia e Chile do Sul associados desde 1996] * 1991 NAFTA North American Free Trade Area *1994

Canadá, Estados Unidos da América, México

Fonte: Banco Mundial, World Development

Indicators

Online (www.worldbank.org).

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dos a fracassar que nao continham mais que um acordo baseado em um mínimo comum denominador de ¡nteresses contrários das partes contratantes. Por exemplo, o acordo para a criafáo da Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), firmado em 1960, tornouse inútil, porque este acordo nem pode alcanzar os objetivos estabelecidos, nem oferecer vantagens ¡guais para todos os contratantes. Apesar das poucas experiencias alentadoras do passado, ao final dos anos oitenta do século XX, projetos latinoamericanos de integrafáo tiveram novamente fortes impulsos. Como resultado, quase todos os países latinoamericanos pertencem atualmente a urna ou a varias aliabas (sub-)regionais de integrafáo (veja tabela 1). Por um lado, o ressurgimento de projetos regionais de integrado foi urna reafáo dos países latinoamericanos á tendencia global de formar blocos económicos regionais. Se os países latinoamericanos nao queriam verse ¡solados frente a estas alianzas, tiveram de escolher entre duas opfoes: ou tinham afiliar-se a um destes blocos ou desenvolver suas próprias formas de cooperado e formar, por sua vez, próprios blocos regionais. Por outro lado, há que se levar em conta, que o ressurgimento da idéia de integrado regional na América Latina foi também urna reafáo ao cambio de paradigmas na política económica. No marco da chamada "revolu9áo neoliberal", a integrado ofensiva no mercado mundial orientada ás exportacóes tomou o lugar do modelo da substituido defensiva de importares, preferido na América Latina durante meio século. No novo paradigma, as alianzas de integrafáo ampliam os mercados regionais e ademais a supressao de fronteiras permite que os produtores nacionais tenham acesso ás técnicas de p r o d u j o e estratégias de comercializafao habituais nos mercados internacionais. Sem estes conhecimentos, o ingresso das economias latinoamericanas nos mercados exigentes dos países industrializados seriaquase impossível. Ao mesmo tempo, a participado em projetos de integrado (sub-)regionais fortalece o próprio poder de negociar frente a terceiros, urna op?ao de alta importancia, particularmente importante para os estados menores da América Latina e do Caribe. O medo de ver-se á margem da economía mundial e a erosao progressiva da competitividade internacional levaram os países latinoamericanos a mudar os objetivos da sua política de integrado e a rever as estratégias de integrado. Os novos projetos de integrafáo devem seguir um "regionalismo aberto", quer dizer, nao se dirigem contra o mercado mundial, mas sim, representam avanfos pragmáticos intermediários na dire?ao ao mercado mundial, cada vez mais liberalizado. Os novos projetos de integrafáo também se diferenciam dos anteriores intentos latinoamericanos de integragao na medida em que renunciam aos objetivos pouco realistas e exagerados e acustosas estruturas institucionais. Hoje em dia, os projetos de integrado latinoamericana buscam urna mutua abertura de mercados através de redufoes graduais de barreiras tarifarias, negociadas a nivel intergovernamental. Entre as alianzas latinoamericanas de cooperado (sub-)regional existem diferenfas notáveis quanto á sua capacidade económica e, portanto, também di fe rencas significativas no que diz respeito á sua inser^ao na economía mundial.

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No que se refere á populado dos estados membros, o maior projeto de integrado latinoamericano é atualmente a Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), fundada em 1980 como sucessora da ALALC. O objetivo da ALADI é a cria^ao de um Mercado Comum que compreenda toda a América Latina, mas na prática, se dedica somente a urna melhoria progressiva de um sistema de preferencias tarifárias, aberto a todos os estados latinoamericanos. Urna maior importancia política e económica que a ALADI possui hoje em dia, sem dúvida nenhuma, o Mercado Comum do Sul (MERCOSUL), devido ao nivel de integrado já alcan9ado. Mesmo com crises repetidas, o MERCOSUL se converteu em um ator internacional, aceitado como negociador independente por outros grandes blocos económicos regionais, como a Uniao Européia (UE) e potencias económicas mundiais como os Estados Unidos da América (EUA). Apesar da nova onda de integra9áo na América Latina, as relafoes económicas exteriores entre as aliabas de integrado (sub-)regionais sao aínda relativamente limitadas. Para a maioria das economías e alianzas latinoamericanas de integrafáo, os mercados norteamericanos e os da UE sao mais importantes para a venda dos seus produtos que os mercados da América Latina.1 Urna intensificado das relafSes comerciáis entre as economías latinoamericanas se vé limitada nao só por barreiras tarifárias e centenas de barreiras paratributárias ainda em vigor, mas também por estruturas nao complementares de produ