Papeles y opinión: Políticas de publicación en el Siglo de Oro 8400087305, 9788400087302

Acercarse a las formas de publicación empleadas durante el Siglo de Oro para conseguir que algo se hiciera de conocimien

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Table of contents :
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
LOS MEDIOS DE PUBLICACIÓN
EN EL SIGLO DE ORO Y LOS ORÍGENES
DE LA OPINIÓN PÚBLICA
PÚBLICO PASTORAL:
DE LA PRÉDICA A LA IMPRENTA.
DA GOLOSINA Y OTRAS INDUSTRIAS
DE MISIONALIZACIÓN
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MONOGRAFÍAS

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(Últimos títulos publicados)

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PAPELES Y OPINIÓN

POLÍTICAS DE PUBLICACIÓN EN EL SIGLO DE ORO

FERNANDO BOUZA

PAPELES Y OPINIÓN POLÍTICAS DE PUBLICACIÓN EN EL SIGLO DE ORO

Medios de la acción monárquica y de su propaganda, pero también de la pastoral misional y de la retórica y práctica aristocráticas, traslados e impresiones se hicieron cada vez más comunes en la relación entre Rey y Reino, prelados y fieles, señores y vasallos. Los escritores y, ante todo, la profusión tipográfica, tan eficaz como venal en su mecánica, fueron haciendo «aflorar» los pareceres de personas cuyo consilium antes no era requerido, pero que acabó entrando en la discusión como una abierta forma de opinión que no sólo podía ser conocida, sino que, para algunos, también podía llegar a ser atendida.

MONOGRAFÍAS 33

Fernando Bouza (Madrid, 1960) es catedrático de Historia Moderna en la Universidad Complutense. Dedica su investigación a la historia cultural y política de la alta Edad Moderna en España y Portugal, con especial atención a la construcción de la majestad real en la corte y a las prácticas culturales desarrolladas por la alta nobleza en los espacios palatinos del Siglo de Oro.

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15. Del «marco geográfico» a la arqueología del paisaje. Almudena Orejas Saco del Valle. 16. La República de las Letras en la España del siglo XVIII. Joaquín Álvarez Barrientos, François López e Inmaculada Urzainqui. 17. Franco, Israel y los judíos. Raanan Rein. 18. Confesión y trayectoria femenina. María Helena Sánchez Ortega. 19. La serpiente de Egipto. Amelina Correa Ramón (ed.). 20. Base molecular de la expresión del mensaje genético. Severo Ochoa. 21. La nueva diócesis Barbastro-Monzón. Historia de un proceso. Juan Antonio Gracia. 22. La Fundación Nacional para Investigaciones Científicas (1931-1939). Actas del Consejo de Administración y Estudio Preliminar. Justo Formentín Ibáñez y Esther Rodríguez Fraile. 23. Envejecer en casa: la satisfacción residencial de los mayores en Madrid como indicadores de su calidad de vida. Fermina Rojo Pérez y Gloria Fernández Mayoralas (coords.). 24. Necesidad de un marco jurídico para el desarrollo rural en España. José Sancho Comíns, Javier Martínez Vega y María Asunción Martín Lou (eds.). 25. Homenaje a D. José María Albareda, en el centenario de su nacimiento. María Rosario de Felipe. 26. Características demográficas y socioeconómicas del envejecimiento de la población en España y Cuba. Vicente Rodríguez Rodríguez, Raúl Hernández Castellón y Dolores Puga González. 27. Estudios sobre cultura, guerra y política en la Corona de Castilla. Fernando Castillo Cáceres. 28. España y Polonia: los encuentros. Elda González Martínez y Malgorzata Nalewajko (coords.) 29. Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica. Eulalia Pérez Sedeño, Paloma Alcalá, Marta I. González, Paloma de Villota, Concha Roldán y M.ª Jesús Santesmases (coords.) 30. Los Martín de Fuentidueña, jardineros y arbolistas del Buen Retiro. Luis Ramón-Laca y Luciano Labajos Sánchez. 31. Un nuevo modelo de mujeres africanas, Inmaculada Díaz Narbona y José Ignacio Rivas Flores. 32. Circulación de personas e intercambios comerciales en el Mediterráneo y en el Atlántico (siglos XVI, XVII, XVIII), José Antonio Martínez Torres (dir.). 33. Papeles y opinión. Políticas de publicación en el Siglo de Oro. Fernando Bouza.

Este libro intenta acercarse a las formas de publicación que se emplearon durante el Siglo de Oro para conseguir que algo fuera conocido de manera general, es decir, se hiciera de conocimiento público. Sin olvidar nunca las formas de publicación orales y visuales, su interés se centra, en especial, en desentrañar cuál fue el impacto de la escritura, a través de manuscritos o impresos, en el lento proceso de maduración por el que los términos del debate político altomoderno se fueron encaminando hacia el surgimiento de una opinión pública.

CSIC

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

17/11/08 11:59:08

FERNANDO BOUZA

PAPELES Y OPINIÓN POLÍTICAS DE PUBLICACIÓN EN EL SIGLO DE ORO

Consejo Superior de Investigaciones Científicas Madrid, 2008

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningún medio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.

Catálogo general de publicaciones oficiales: http://www.060.es

© CSIC © Fernando Bouza NIPO: 472-08-043-0 ISBN: 978-84-00-08730-2 Depósito legal: M. 53.536-2008 Impreso en España. Printed in Spain R.B. Servicios Editoriales, S.A.

Para María Teresa Por el árbol, las hojas y las ramas

ÍNDICE Introducción Los medios de publicación en el Siglo de Oro y los orígenes de la opinión pública ..........................................................................

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1. Público pastoral: de la prédica a la imprenta. Da golosina y otras industrias de misionalización ...........................................

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2. Vistas, voces, prensas y escritorios. Hacer(se) público en la cultura aristocrática de corte .........................................................

67

3. Quién escribe dónde. Autoría y lucha política: los pasquines del Alcázar (1608) .....................................................................

95

4. Buen gobierno, cultura escrita y biblioclasmo. El memorial Por el agricultura del Vizconde de la Corzana ................................

111

5. Propagandas, papeles y público barrocos. En torno a la publicística hispana durante la guerra de Restauração portuguesa de 1640 a 1668 ...........................................................................

131

Apéndice I .................................................................................

159

Apéndice II ................................................................................

165

7

6. Sin armas de noticias. Medios de cultura, público, opiniones comunes y poder monárquico de Carlos II a Felipe V ............

179

Bibliografía .......................................................................................

211

Índice Onomástico ...........................................................................

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PROCEDENCIA DE LOS CAPÍTULOS 1. «Da golosina y otras industrias jesuíticas: de la prédica a la imprenta», en Coloquio Escrituras de la modernidad: los jesuitas entre cultura retórica y cultura científica. Primer encuentro internacional. Universidad Iberoamericana de México-Colegio de México-EHESS (París), Ciudad de México, 7 de diciembre de 2005. 2. «Escribir en la corte. La cultura de la nobleza cortesana y las formas de comunicación en el Siglo de Oro», en Vivir el Siglo de Oro. Poder, cultura e historia en la época moderna. Estudios en homenaje al Profesor Ángel Rodríguez Sánchez. Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2003, pp. 77-99. 3. «Quién escribe dónde. Autoría y comercio escritos a propósito de los libelos infamantes del Alcázar (Madrid, 1608)», ponencia presentada en el Coloquio Internacional Historia cultural: aproximaciones empíricas y propuestas historiográficas. Universidad Nacional de General Sarmiento, Buenos Aires, 3 de septiembre de 2004. 4. «Balumba de libros: biblioclasmo, cultura escrita y buen gobierno en el memorial Por el agricultura del Vizconde de la Corzana», en Bulletin of Spanish Studies (Glasgow), LXXXI-7-8 (2004), pp. 957971. Número especial The Iberian books and its readers. Essays for Ian Michael.

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5. «Papeles y público barrocos. En torno a la publicística hispana durante la guerra de Restauração portuguesa de 1640 a 1668», en Alberto Merola, Giovanni Muto, Elena Valeri y Maria Antonietta Visceglia (eds.), Storia sociale e politica. Omaggio a Rosario Villari. Milano: FrancoAngeli, 2007, pp. 371-407. 6. «Sin armas de noticias. Medios de cultura, público y poder monárquico a comienzos del siglo XVIII», en Elena Santiago Páez (com.), La Real Biblioteca Pública. 1711-1760. De Felipe V a Fernando VI [exposición]. Biblioteca Nacional, Madrid, 2004, pp. 33-47.

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Listado de siglas: ACDA, Archivo de la Casa Ducal de Alburquerque, Cuéllar. ADA, Archivo de los Duques de Alba, Madrid. ADM, Archivo Ducal de la Casa de Medinaceli, Sevilla. AGS, Archivo General de Simancas. AHN, Archivo Histórico Nacional, Madrid. AHPM, Archivo Histórico de Protocolos, Madrid. AHR, Archivo de la Santa, Real y Pontificia Hermandad del Refugio y Piedad [Santo António dos Portugueses da Corte], Madrid. ARCV, Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. BA, Biblioteca da Ajuda, Lisboa. BCC, Biblioteca Capitular y Colombina, Sevilla. BL, British Library, Londres. BLO, Bodleian Library, Oxford. BMAE, Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid. BNE, Biblioteca Nacional de España, Madrid. BNL, Biblioteca Nacional de Lisboa. BUSA, Biblioteca de la Universidad, Salamanca. FPA, Fundación Príncipe de Asturias, Oviedo. FZ, Biblioteca Francisco de Zabálburu, Madrid. IVDJ, Instituto Valencia de Don Juan, Madrid. KB, Koninklijke Bibliotheek, Bruselas. RAE, Real Academia Española, Madrid. RAH, Real Academia de la Historia, Madrid. RB, Real Biblioteca, Madrid. SN-AHN, Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, Toledo.

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INTRODUCCIÓN LOS MEDIOS DE PUBLICACIÓN EN EL SIGLO DE ORO Y LOS ORÍGENES DE LA OPINIÓN PÚBLICA El 9 de septiembre de 1598 se procedió a las publicaciones de las paces firmadas entre Felipe II y Enrique IV de Francia. Los alcaldes de la casa y corte, cuatro reyes de armas y dos escribanos de la cámara se dirigieron en una vistosa comitiva hasta el tablado que había sido levantado ante el Alcázar madrileño, escenario elegido para la primera publicación. Allí, el rey de armas Juan de España, vestido con cota real, gritó al «pueblo» silencio por tres veces y «a alta i inteligible voz» leyó un auto que empezaba: «Oíd, oíd, oíd, como de parte del Rey nuestro señor se haze saber a todos que a honra de Dios, nuestro señor, i para bien i reposo de la Christiandad, ha sido concertada, assentada i establecida una buena, segura, firme i estable paz». Las otras dos publicaciones se produjeron a continuación en la Puerta de Guadalajara y en las gradas de la iglesia de Santa María.1 El mismo ceremonial se repitió con motivo de las publicaciones tanto en la de las paces con Inglaterra de 1604, cuyo auto oyó Valladolid 1 Cito por Autos i acuerdos del Consejo de que se halla memoria en su Archivo desde el año MDXXXII hasta el de MDCXLVI. Madrid: por Diego Díaz de la Carrera, 1649, § cxxxix.

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de voz de Diego de Urbina, como en la de las acordadas con los Estados Generales de las Provincias Unidas Libres de los Países Bajos en el Madrid de 1648, ahora en voz de Juan Francisco de Hita.2 Lo oral y lo visual prestaban toda su solemnidad a los textos de los autos del Consejo que veía y oía leer el pueblo, el mismo que habría visto a la comitiva recorrer las calles y al que de viva voz se hacía saber lo que el monarca decidía y ordenaba.3 El término publicación, aunque de manera abusiva haya terminado por considerarse casi un sinónimo de impresión, remitía al proceso mediante el cual algo pasaba a ser sabido por todos y era ya, por tanto, público y notorio. Las paces debían ser publicadas para que no se pudiese pretextar ignorancia de su capitulado, el cual empezaba a regir o a tener valor mediando su publicación. Además de paces y guerras, leyes, ordenanzas, mandatos o sentencias, también debían ser publicados testigos, probanzas, testamentos, conciertos, acuñaciones, bulas, herederos, amonestaciones, nombramientos, jubileos o, a su manera, carteles de desafío. De forma rápida, se pasó a considerar que también se publicaban desde el evangelio a un certamen literario, pasando por una jornada y un discurso, las nuevas, un libelo infamante, la gloria, las poesías, los rumores o, en suma, los libros. Todo aquello que, de una u otra maneras, se diera a publicidad, es decir, pasaba a ser conocido generalmente, quedaba publicado. Incluso podía serlo un territorio, como nos deja ver ese singular uso que encontramos en el cronista Francisco de Santa Inés que aseguraba que Legazpi «vino a la conquista, población y publicación» de las Filipinas.4 La publicación tenía que ver, en la práctica, con la presentación y la difusión de un contenido, no necesariamente de novedades, pero sí a meAutos i acuerdos del Consejo…, §§ cxlvii; y cclxxv. Cfr. Marta Llorente Sariñena, La voz del Estado. La publicación de las normas (1810-1889). Madrid: Boletín Oficial del Estado-Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001. 4 Francisco de Santa Inés, Crónica de la provincia de San Gregorio de religiosos descalzos de N. S. P. San Francisco en las Islas Filipinas, China, Japón, etc. [1676]. Edición de Leandro Corrales. Manila: Typ-Litografía de Chofre y Cia, 1892, I, p. 16. 2 3

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nudo de ellas, que se ponía en circulación y noticia públicas, haciéndolo manifiesto de forma general, es decir, logrando que viniese a publicidad. Por ejemplo, cuando corrió la noticia de que el Obispo de Guadix había dado a Antonio Mauriño de Pazos, a la sazón presidente del Consejo de Castilla, un aderezo de capilla valorado en cinco mil ducados, el alto tribunal consultó con Felipe II lo arriesgado del caso por «aver de venir a publicidad» al tenerse que «exsaminar [las] personas que cita» quien lo «publicó».5 En este sentido, publicación y publicidad se oponen a secreto. Éste no era sólo un conveniente rasgo de las prácticas del gobierno monárquico altomoderno, sino, con propiedad, un indispensable carácter de la misteriosa concepción de los arcana imperii. Y, como veremos, la publicación y la publicidad son las que pueden tener que justificarse de manera positiva, preservando el secreto, incluso en los asuntos generales, un estatuto de venerable superioridad durante los siglos XVI y XVII. Pero, ahora, merece la pena volver a recordar aquí esa deliciosa carta vallisoletana de Isabel Delgada a Johannes Dantiscus por la que el embajador polaco puede conocer cómo Juanica Dantisca no quiere salir a la calle si no «la lieva una moza y si se pone junto con ella la manda que se ponga atrás, que pues es hija de tan grande señor que quiere que la traten como a quien es».6 Como quienes copiaban las armas heráldicas de los señores de prosapia buscaban apropiarse de su distinción a través de la imitación exterior de sus escudos,7 a su manera, la niña ilegítima pretendía publicar su condición de hija de alguien importante apropiándose de unas maneras nobles y lo hacía con un cuidado e intencional modo de presentarse. Tal actitud no era muy distinta a la que, un siglo después, imaginarían algunos nobles de corte que, decididos a «dar a entender la diferencia» que 5 AHN, Consejos suprimidos, legajo 45861. Consulta fechada en Madrid, 21 de octubre de 1581, «Sobre que publicó Lorenço Bautista que el obispo de Guadix dio al señor presidente un adereço de capilla de balor de çinco mil ducados». 6 Valladolid, 7 de febrero de 1532, en Antonio Fontán y Jerzy Axer (eds.), Españoles y polacos en la corte de Carlos V. Cartas del embajador Juan Dantisco. Madrid: Alianza Editorial, 1994, p. 81. 7 Sobre el fenómeno heráldico de la apropiación de armas, Carlos López-Fanjul de Argüelles, Águilas, lises y palmerines. Orígenes y evolución de la heráldica asturiana. Gijón: Trea, 2008, pp. 121-127.

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los hacía egregios, recurrían a «estudiados gestos del mirar» y a los «tonillos i modos de hablar tan afectados» que habían impuesto en su conversación.8 Bien es cierto que en grados y condiciones distintas, lo oral, lo visual y lo escrito eran formas de comunicación que permitían la publicación, por lo que todas ellas deberían entrar en una historia que se ocupe de ésta. La escritura podía reclamar para sí el beneficio de garantizar la difusión mediante las copias que cabía obtener de un texto que corriese manuscrito o, todavía en mayor medida, impreso de molde. Asimismo, la propia materialidad de esas copias permitía abrigar la esperanza de que la noticia se mantuviese en el tiempo y pudiese ser conservada y, en su caso, recuperada. Dicho sea esto sin olvidar que, como ha señalado Antonio Castillo, lo escrito no se reducía al papel o al pergamino, sino que también se exponía sobre soportes bien distintos, como sucedía en el caso de los epígrafes. Entonces, la conservación que la escritura hacía posible no pasaba por la multitud de copias en circulación, sino por la durabilidad de los metales, las piedras o los textiles que le servían de soporte. En ella parecía confiar Luis de Requeséns cuando le proponía a Juan de Zúñiga que se hiciese labrar sobre planchas o tejer en un paño de tapicería la genealogía, con letreros de Verzosa, que honraría la memoria de su padre Juan de Avellaneda.9 Con todo, en una sociedad de marcado analfabetismo como la altomoderna, ver y oír siguieron siendo formas básicas de publicar cualquier contenido.10 También los de naturaleza crítica que, por razones obvias, son tan importantes para este libro. Sin embargo, es cierto que, en comparación con su paralelo escrito, es poco lo que se conoce sobre el recurso a lo oral y a lo visual como recursos de protesta u oposición en el Siglo de Oro. 8 Antonio López de Vega, Heráclito y Demócrito de nuestro siglo. Descrívese su legítimo filósofo. Madrid: Diego Díaz de la Carrera, 1641, pp. 34 y 36. 9 AHN, Estado 6441, 192, 10 de diciembre de 1572. El árbol genealógico estaría destinado a la capilla del Palau Reial de Barcelona. 10 Véase el relevante estudio de Felipe Pereda, Las imágenes de la discordia. Política y poética de la imagen sagrada en la España del 400. Madrid: Marcial Pons, 2007.

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Hay, sin embargo, testimonios que permiten atestiguar la circulación de láminas o dibujos burlescos que arremetían contra los poderosos locales e, incluso, contra el propio monarca, como las que llevaron ante la justicia barcelonesa en 1689 a Jaime Gibert por vender estampas en las que Carlos II aparecía «de forma indecente y vituperosa».11 Lo mismo puede decirse de composiciones musicales para ser cantadas, coplas, romances o villancicos, como el recogido para su calificación en Valencia, ahora en 1646, después de que se hubiera podido oír en la misma catedral. El responsable de su interpretación había sido Francisco Navarro y su letra decía cosas como: «Vengan, vengan a trabaxar los que viven al gusto de la usiocidat que con fervor peregrino el Pontífice divino quita las fiestas de guardar. […] El pontífice que quiten algunas fiestas ordena, quando guardándolas todos son pocos los que se huelgan. […] Solo un patrón quiere que aya en cada lugar u tierra porque donde mandan muchos no se ace cosa a drechas. […] Mas, pues, viene a trabaxar Niño, bello, a tienpo llega en que las fiestas se quitan y se ponen las miserias».

El villancico hacía referencia al descontento causado por la regulación impuesta por Urbano VIII en el asunto de la elección de santos patronos, viniendo a reducir su cantidad y, por tanto, el número de fiestas 11 Nos ocupamos de este y otros ejemplos en «Por no usarse. Sobre uso, circulación y mercado de imágenes políticas en la alta Edad Moderna», en Joan Lluís Palos y Diana Carrió-Invernizzi (dirs.), La historia imaginada. Construcciones visuales del pasado en la Edad Moderna. Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica, 2008, pp. 41-64.

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locales. Y, aunque fue condenado por el Santo Oficio valenciano como «libelo detractivo a la Sede Apostólica», el maestro de capilla Navarro declaró que «se havía cantado en la capilla [real] muchas vezes». Esto, al menos, era lo que le había dicho al dárselo, en noviembre del año anterior, Jerónimo Alonso Martínez, un músico que formaba parte del séquito de Felipe IV que se encontraba en Valencia con motivo de la reunión de cortes de 1645.12 El relieve de lo oral y lo visual como formas de publicación en la alta Edad Moderna no se debe sólo a que los capaces de leer y de escribir por sí mismos fueran los menos en número. A la voz y a la imagen se les reconocía una eminente condición percusiva que parecía más eficaz a la hora de asentarse en la memoria común o individual, lo que las hacía especialmente útiles para algunos usos, como, por ejemplo, los espirituales o los cortesanos.13 Como acertó a decir fray Alonso de León, a propósito de las monjas de San Plácido, le era posible hacer «pedazos los papeles» en los que se dejaba constancia del escabroso caso, pero lo que él hubiera deseado de veras era «hacer pedazos los oídos».14 Desde una perspectiva comunitaria y política, ver y oír al rey, así como que éste viera y oyera a sus vasallos, eran las formas más tradicionales de relacionar a monarcas y a súbditos. A ellas, por supuesto, se unió lo escrito desde muy antiguo y lo hizo con extraordinaria fortuna, pero esto no supuso que se dejase de insistir en el carácter casi constitutivo de ese mutuo verse y oírse de Rey y Reino, que, de alguna manera, completaba y realizaba la plenitud publicada de la Monarquía. En marzo de 1583, Felipe II dispuso el orden de su entrada en Madrid tras regresar a Castilla una vez concluida su Jornada de Portugal. Expresamente, indicó que los miembros de los consejos lo recibieran 12 AHN, Inquisición, legajo 502-1, 487. «Papeles y autos tocantes a la calificación de un villancico y romance que trata de las fiestas que se quitaron por el breve de Su Santidad Urbano P. 8». 13 Sobre el debate comunicativo en la alta Edad Moderna que nos sirve aquí de base, véase Fernando Bouza, Comunicación, conocimiento y memoria en la España de los siglos XVI y XVII. Salamanca: Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas, 1999. 14 AHN, Inquisición, legajo 3681. Memorial fechado en Madrid a 12 de junio de 1628.

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«bestidos de rrúa con sus ropas acostumbradas», prohibiendo, además, que se sacasen «palio, trompetas y atabales ni danças» en el recorrido que lo llevaría de la Puente Nueva al Alcázar.15 Al obrar así, desoía la súplica del Consejo de Castilla que, poco antes, le había rogado «que la entrada sea pública». El razonamiento del Consejo insistía en que tal cosa «conviene para la reputación y authoridad», así como que los Reinos recibirían «honra y contentamiento» si el monarca le hacía a la villa y corte «esta demostración de contento», por lo que, en suma, «suplícanle que quando entre en Madrid sea público».16 Entre las muchas críticas que recibió Felipe II de sus propios súbditos estaba, precisamente, la de no permitir que lo viesen y, por tanto, en haber dejado de oírlos, todo ello en beneficio del reforzamiento de otros expedientes como, ante todo, la consulta escrita. Aunque el monarca nunca dejó de conceder audiencias y de despachar en pie y a boca, el recuerdo de la mayor facilidad con la que los monarcas anteriores, en especial unos ensoñados Reyes Católicos, aparecían, comían o hacían justicia ante y entre sus súbditos fue esgrimido en su contra, asegurándose que nacía de ello el creciente desamor que el rey provocaba. Así se lo decía Luis Manrique en sus dramáticos Advertimientos de la década de 1570, donde avisaba «que los reyes no tenían más riqueza ni más poder de cuanto eran amados de sus súbditos y que Vuestra Majestad con querer ver y ser visto de los hombres podía más que ningún otro rey adquirir». Por el contrario, su Majestad, continúa Manrique, «de industria se había poco a poco hecho totalmente inaccesible y metídose en una torre sin puertas y sin ventanas para no ver a los hombres ni que ellos pudiesen ver a Vuestra Majestad». Y, en paralelo, si el oficio del rey 15 IVDJ, envío 7, núm. 227. La orden que hasta agora está dada para la entrada de su Majestad, 26 de marzo de 1583. 16 AHN, Consejos suprimidos, legajo 45124, consulta de 12 de marzo de 1583. Representaba el Consejo: «[…] que la entrada sea pública porque en alguna manera parece que conviene para la reputación y authoridad para la honra y contentamiento de estos Reynos que en Madrid, que vuestra Majestad tiene escogido por morada y asiento de su real persona, se les dé a entender haziendo esta demostración de contento que le haze vuestra Majestad […] que aun parece que casi se debe a Madrid hazelle vuestra Majestad tanto favor y merced particular con esta entrada pública al cabo de tan larga ausencia por el grande y particular deseo que todos tienen de ver a vuestra Magestad».

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pasaba por oír a sus súbditos para que éstos le comunicasen sus necesidades, mal lo cumplía el monarca con tanta insistencia en billetes y consultas, llegándose a proponer que «no negocia por escrito porque le parezca esto más conveniente, sino porque no le hable nadie, contra su obligación real que es de oír y despachar a todos grandes y pequeños».17 Ni lo oral ni lo visual, por supuesto, desaparecieron nunca como privilegiados medios a través de los cuales el Rey y el Reino entraron en relación en la España moderna, porque categorías como maiestas y praestantia no dejaron de ser esenciales en la consideración de la figura monárquica durante el período. Pero sí es cierto que la progresiva escriturización del gobierno vino a alterar las formas de establecer dicha relación y ayudó al surgimiento de contextos nuevos. Sin duda, el recurso cada vez mayor a lo escrito fue una exigencia ineludible de la necesidad tanto de gobernar una dilatada Monarquía como de hacerse presente en ella y, al mismo tiempo, defenderla en la escena internacional. Los algodones del despacho y los moldes de la propaganda se unieron para entintar de escritura tanto el gobierno real como su reputación. Pero, a la postre, la escritura empezó a ser utilizada también de forma creciente por los particulares para, precisamente, ponerse en con-

17 Cito a Luis Manrique por la edición de sus Advertimientos que acompaña a nuestro «Críticas al rey en la década de 1570: rezos y hacienda», en José Martínez Millán (dir.), Felipe II (1527-1598). Europa y la Monarquía Católica. II, Madrid: Parteluz, 1998, pp. 103-121. Merece considerar el texto completo al que pertenece la última cita: «Acriminan mucho el no parecer Vuestra Majestad y negociar por billetes y por escrito pareciendo a todo el mundo que esto es causa que se despachen pocas cosas y tarde y claramente se ve y así se platica que tratando Vuestra Majestad con los ministros de palabra los negocios se despacha más y mejor en una hora que a las veces en muchos días y danse muchos a entender que Vuestra Majestad no negocia por escrito porque le parezca esto más conveniente, sino porque no le hable naide contra su obligación real que es de oír y despachar a todos grandes y pequeños y no estarían los escritorios de los ministros de Vuestra Majestad tan llenos de memoriales remitidos y las calles y mesones y posadas de hombres tristes y desconsolados y desesperados y de muchos y muchas que detenidos en la corte pierden las haciendas y con ellas también las honras y las almas que si fuesen oídos de Vuestra Majestad podrían ser despachados muchas veces con una palabra».

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tacto con la Corona. Era el propio Luis Manrique quien señalaba que, además del descontento y desamor, la primera consecuencia de los avances de la negociación por escrito era que «los escritorios de los ministros de Vuestra Majestad [estén] tan llenos de memoriales remitidos». Es posible que la inundación de arbitrios y medios de particulares que inundó literalmente de papeles el cambio de siglo entre Felipe II y Felipe III le debiera mucho al nuevo modelo de hacer presente al rey por medio de billetes y despachos. Una de las líneas de la historiografía modernista pasa, precisamente, por llegar a determinar qué efecto tuvo la mecánica propia e inherente a la publicación impresa o manuscrita sobre la modificación de los términos políticos en los que se relacionaban los poderes y las comunidades en las que estaban asentados.18 La conversión efectiva de aquéllos en autores y de éstas en lectores o en público de lectores que se produce, de hecho, cuando se adopta el manuscrito o el impreso como forma de comunicación a gran escala hubo de llevar aparejadas nuevas formas de entrar en contacto entre príncipes y súbditos. Sin duda, la imprenta, que por excelencia significaba circulación de copias y que, además, era por naturaleza una actividad venal que no había desatendido ni el negocio de la literatura en vernáculo ni lo que suponía la literatura de cordel, estaba llamada a ocupar un lugar de relieve en ese proceso, por lo que merece una atención especial. «Ya no ay nadie que no ymprima». El XVI se cierra con esta sentencia que surge lapidaria en una carta del Marqués de los Vélez a Diego Sarmiento de Acuña de 1597.19 Si para entonces la afirmación del Marqués no fuera del todo cierta, parecerá que vendrá a serlo durante la centuria siguiente, que asiste a una inusitada profusión de papeles, materias y autores impresos. En 1638, el pastelero Luis López logró su intento de convertirse en cronista al imprimir en Barcelona sus Tropheos y antigüedades de la impe18 Cfr. Hélène Merlin, «Paroles publiques et figures du public en France dans la première moitié du XVIIe siècle», en Politix. Revue des Sciences Sociales du Politique (Paris) 26 (1994), pp. 51-66; y Public et littérature en France au XVIIe siècle. Paris: Les Belles Lettres, 1996. 19 Benavente, 29 de noviembre de 1597. RAE, Ms. 73, fol. 412r.

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rial ciudad de Zaragoza. En el prólogo compuesto para la ocasión hablaba con indudable orgullo del derecho que asistía a «una pluma de ganso», como la suya, para «pretender hacer punta con tantas otras como buelan de remontadas Águilas».20 Cuando once años después, este ufano autor, a quien Tamayo de Vargas calificaba con desdén del «oxaldrador»,21 publicó otra obra, ahora un Pilar de Zaragoza,22 Jerónimo de San José se lamentaba en una sentida carta: «¡O tristes tiempos, quando se atrebe a escribir i a estanpar qualquiera!».23 Los Tropheos y antigüedades habían conseguido ver la luz porque el pluma de ganso de Luis López había sufragado la impresión a sus propias expensas, buena muestra de la liberal condición de la tipografía, abierta, en principio, a todos cuantos pudieran hacer mover sus prensas. Incluso más, si era necesario, un particular podía llegar a aprender su mecánica y convertirse en su propio cajista componedor. Esto es lo que hizo Alberto O’Farail, u O’Ferall, ante la falta de oficiales capaces de componer las formas de The life of the Virgin Marie, el primer libro impreso en inglés en España. Con el propósito de que se editaran obras en lengua vernácula destinadas a la misión en las Islas Británicas, este irlandés había traducido una doctrina cristiana, una suma de Luis de Granada y otra de Pedro de Alcántara, una vida de las sibilas, un tratado de la gloria y eternidad del alma y una vida de María. Pero, según relata en un memorial, O’Farail «aprendió […] el Arte de Impresor» y, así, fue el responsable de la composición de los tres pliegos que, «dedicated to the most high and mightie prince Don Juan de Austria», se estam20 Tropheos y antigüedades de la imperial ciudad de Zaragoza y general historia. Barcelona: Por Sebastián de Cormellas, a costa del autor, 1638, «Prólogo». Sobre la gestación de la obra y las dificultades que encontró su autor para publicarla dada su humilde condición, véase Ricardo del Arco y Garay, La erudición española en el siglo XVII y el cronista de Aragón Andrés de Uztarroz, 2 vols. Madrid: CSIC, 1950, pp. 160, 174 y passim. 21 Así, en una carta a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Madrid, 1 de junio de 1640, BNE, Ms. 8389, fol. 192r. 22 Luis López, Pilar de Zaragoza […] Historia antigua deste santuario escrita por Tayon, obispo de Zaragoça en tiempo de los godos. Ilustrada y comentada con particulares notas. Alcalá: en la imprenta de María Fernández, 1649. 23 Jerónimo de San José a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Tarazona, 20 de diciembre de 1649, R. del Arco, La erudición…, p. 647.

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paron el 6 de abril de 1679 en el establecimiento madrileño de Antonio Francisco de Zafra.24 Algunos hombres de gobierno, como Diego Hurtado de Mendoza y Vergara, asistente de Sevilla en la década de 1630, llamaron la atención sobre los efectos perturbadores para la Monarquía de tanto libro impreso en circulación y de la facilidad con la que el deseo de convertirse en autor podía llegar a hacerse realidad.25 Y la queja antes mencionada de Jerónimo de San José concluía con un admonitorio: «No ai sino que los letrados i doctos se hagan pasteleros, i éstos ocupen las imprentas. ¡Qué gobierno de república! ¡Qué orden jerárquico de estados, oficios y ocupaciones! Escriba el zapatero, i haga zapatos el coronista».26 No obstante, pese a los temores sobre el desorden jerárquico que el acceso a los moldes venía a provocar, la Monarquía Hispánica no pudo ignorar las muchas utilidades de la imprenta en un siglo de viva propaganda y prolongados enfrentamientos polémicos. Lo resume bien Diego Saavedra Fajardo en la cuarta empresa de su Idea de un príncipe político cristiano, que está presidida por un elocuente «Non solum armis»: no sólo con las armas. Trasladada al campo de la imprenta, la querella de armas y letras adquiere un perfil singular en el que se saca partido a algunas coincidencias léxicas. Además de que el plomo era empleado tanto para fundir tipos móviles como proyectiles, en las imprentas también había balas, de entintado, y, a la postre, oficiales tiradores. Los partidarios del recurso a la mecánica impresa en la defensa de la Monarquía insistirán en que nunca 24 AHN, Consejos suprimidos, legajo 7189, para el Memorial de O’Farail y los tres pliegos de THE LIFE OF / THE MOST SACRED / VIRGIN MARIE, OVR / BLESSED LADIE, QVEENE OF HEAVEN, / AND LADIE OF THE VVORLD. / TRANSLATED OVT OF / SPANISH, INTO ENGLISH, VVHERE VNTO / is added, the sum in briefe, of the Christian Doctrine, the / Misterrie of the Masse, the lives and prophesies of the / Sibillas, vvith a short treatise of Eternitie, and a / pious exhortation for everie day / in the month. DEDICATED / TO THE MOSTH HIGH AND MIGHTIE PRINCE, / DON IVAN DE AVSTRIA / En 6 de Abril, / Año 1679, / TRADVCIDO DE CASTELLANO EN IDIOMA INGLESA, / Por Don Alberto ÒFarail, de nación Irlandés. 25 Lo hizo en su Por el agricultura de 1633. Nos ocupamos de él en el capítulo 4. 26 Jerónimo de San José a Andrés de Uztarroz, 1649, cit. supra nota 23.

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se podría considerar perdido el plomo gastado en la fundición de tipos y que, del mismo modo, las balas de imprenta podían ser tan efectivas como las de mosquete. En la empresa que se ha colocado al frente de la epístola «Al lector» que abre la Idea de Saavedra, se podía ver una prensa preparada para empezar las labores de estampación, con dos balas de entintado sobre la forma o molde en la que se ha compuesto el texto del libro que se nos ofrece como lectura. La leyenda «Ex fumo in lucem», del humo sale la luz, ondea sobre la imagen y le otorga sentido: de un lado, es una advertencia contra el «humo» de la murmuración, al que están sometidos cuantos dan sus obras al conocimiento público, pero, al mismo tiempo, ese humo es un paso necesario para alcanzar la luz de la fama; de otro lado, «ex fumo in lucem» es un recuerdo de que la tinta se hacía con humo. Como se sabe, la tinta que empleaban los impresores era producida por ellos mismos, por lo general en algún patio o, incluso, en la misma calle, quemando pez en unos artilugios cubiertos de lienzo, llamados sacos. El humo resultante se mezclaba con trementina y servía para elaborar la tinta empleada para entintar con rodillos o balas las formas de imprenta. De esta manera, «ex fumo in lucem», la tinta, o lo que es lo mismo la imprenta era una forma de alcanzar gloria y reputación a través de la difusión que su reproducción mecánica permitía. También unos grabados de Michael Adame, que acompañan la Parentación real que José de Buendía compuso para las honras de Carlos II en Lima, muestran cómo los trabajos de impresión podían revertir en beneficio de la Monarquía al difundir el nombre, provocar la devoción y guardar la memoria de los reyes. Acompañan a dos poemas del impresor José de Contreras y Alvarado y reflejan el interior de un establecimiento tipográfico en el que se realizan las tareas de composición y tirada del nombre del rey difunto. Mientras tanto, se prepara el humo para la tinta no con pez, sino con las cenizas de los ardientes corazones de los súbditos. Los versos del primer soneto —Con alusión a la imprenta— dicen: «Para formar mis letras, o borrones, oy el humo más negro, Señor, hago, de las cenizas, que dejó el estrago, de dura Parca en tiernos coraçones.

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Que murió, escribiré: mas las razones encarcelan del Nombre aún el arrojo. Murió CARLOS; y son del llanto alago las que son de la luz interrupciones. Qué hara, Señor, la Imprenta en negros humos. Mas qué ha de hazer? Que giman oy sus prensas para imprimir llorando tanta historia. Y quando intenta que veneren sumos caudales de virtud, glorias immensas nos dejará de estampa su memoria».27

Las prensas lloran, la tinta se hace aún más oscura y presta su negro luto para mostrar el dolor de los corazones de los limeños. La imprenta de Contreras, que era impresor real, del Santo Oficio y de la Cruzada, había servido para que se venerasen las regias virtudes en vida, logrará, ahora, dejar recuerdo de su memoria «en estampa» no sólo en el papel, sino en el mismo corazón de los súbditos. Sin llegar a estos extremos retóricos de nombres reales estampados con tintas hechas de cenizas de corazón, recordemos la existencia de una Imprenta Real, desde 1594, y de una Imprenta del Reino, desde 1628,28 o que Felipe III financió durante años la imprenta que los jesuitas instalaron en Saint-Omer, en el Artois, para abastacer de libros devotos a los recusantes ingleses.29 La egregia majestad del príncipe Baltasar Carlos de Austria se entintó en la publicación de sus ejercicios de gramática, que fueron impresos en 1641.30 Y no puede dejarse de evocar la imagen del propio Felipe IV oyendo leer con detalle la relación de su viaje de 1659 a 27 En José de Buendía, Parentación real al soberano nombre … del … Sereníssimo Señor Don Carlos II. Fúnebre solemnidad … que en sus reales exequias en la Iglesia Metropolitana de Lima consagró … el Exc. Señor Don Melchor Portocarrero, Conde de la Monclova, etc. Lima: Por Joseph de Contreras, Impressor Real, del Santo Oficio y de la Santa Cruzada, 1701, fol. 148r.-v. 28 Sobre ellas y su carácter, véanse las noticias que ofrece Juan Delgado, Diccionario de impresores españoles (siglos XV-XVII). 2 vols. Madrid: Arco/Libros, 1996, §§ 416-417. 29 Sobre esta empresa tipográfica, véase infra capítulo 1. 30 Juan de Isasi Idiáquez, conde de Pie de Concha, Copia de la abundancia. Copia de la lición que hizo de sus estudios el sereníssimo señor Príncipe nuestro señor Don Baltasar Carlos delane de su la Magestad del Rey nuestro señor Felipe IIII el Grande a veinte de agosto de mil y seiscientos y quarenta y uno. S.l. [Madrid]: n.i., n.a. [1641].

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la frontera francesa, que acabaría en la imprenta, preocupándose en poner algunas «notas de mayor puntualidad tocantes a lo ceremonial de las funciones» para que se incluyesen en el texto.31 Ni siquiera las más sutiles y sinuosas estratagemas tipográficas se les escaparon a los servidores de la Monarquía. Durante sus años de embajador en Venecia, Gaspar de Teves no tuvo empacho en forjar una falsificación tipográfica en toda regla para contrarrestar los servicios que el publicista Giovanni Battista Birago venía prestando a la Restauração portuguesa. Sin dejar de intentar que el clérigo genovés y el célebre Vittorio Siri abandonasen la causa francesa para pasar a la familia hispana, el Marqués de la Fuente atajó la pretensión de Birago de publicar, primero en Venecia y luego en Mantua, a favor de Juan IV. Conseguido esto gracias a sus oficios diplomáticos, el embajador Teves hizo que un jurisconsulto siciliano compusiese un opúsculo contrario a los bragancistas e hizo «que en italiano y latín a media margen en nombre del mismo Birago se estampasse en Milán, suponiendo que era Augusta». Con esto, confiesa satisfecho, «se suspendió la otra obra y me asseguran que los Portugueses han desconfiado deste clérigo».32 Los datos que se conocen sobre la difusión de la justamente famosa Proclamación católica de Gaspar Sala no dejan ninguna duda del servicio que las prensas tipográficas podían prestar a la hora de manifestar y difundir una postura determinada. Las cuatro ediciones de la obra que fueron tiradas en el mismo año de 1640 parecen haber supuesto más de seis mil copias, que fueron pagadas por la ciudad de Barcelona, cuya distri31 Véase Eugenio Varela Hervias, Gazeta nueva, 1661-1663. Notas sobre la historia del periodismo español en la segunda mitad del siglo XVII. Madrid: Sucesores de Nogués-Murcia, 1960, p. xxiii, nota 25. El texto definitivo, con las puntualizaciones del monarca, apareció como Leonardo del Castillo, Viage del rey nuestro señor Don Phelipe Quarto […] a la frontera de Francia, funciones reales, del desposorio, y entregas de la Serenissima señora Infante de España Doña Maria Teresa de Austria. Madrid: Imprenta Real, 1667. 32 AHN, Estado, libro 117, fol. 261r. Fuente había decidido esta estratagema después de comunicar su falsificación con Manuel de Moura, Marqués de Castelo Rodrigo. Se trataba de Responsio iuridico.politica. Risposta giuridico-politica. […] Ad librum inscriptum Ivra Ioannis IV Portugalliae Regis, etc., a Livio Giotta, etc. Augustae Vindelicorum [pero Milán]: Ioannis Praetorij, 1644.

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bución comenzó de inmediato, a lo que parece, siguiendo una estrategia perfectamente definida.33 En otra ocasión, he tenido oportunidad de ocuparme de la debilidad, cada vez más relativa, que la Monarquía Hispánica mostró a la hora de responder a los ataques de la publicística impresa internacional a mediados del siglo XVII, dudando entre hacerla con las armas o decirla a través de las prensas.34 Eso no suponía, sin embargo, que no se reconociese la urgente necesidad de responder porque, como interpeló Juan Alonso Calderón a Felipe IV, «Vuestra Magestad no promueve ni empieza esta palestra, sino que se halla en ella sin imaginarlo».35 El falso birago que fraguó Gaspar de Teves es un buen ejemplo de cómo supieron mover las prensas en la internacional guerra de pamphlets seiscentista. Si nos ceñimos al interior de la propia Monarquía, es posible encontrar una mucha mayor diligencia a la hora de controlar la publicación y difusión de obras cuya publicación pudiera resultar de alguna manera en demérito de la Corona y de sus intereses, empezando por la abundante normativa sobre edición, circulación y censura.36 33 Véanse las cifras de tirada y los costes en Antoni Simon i Tarrés y Karsten Neumann, «Gaspar Sala y la Proclamación católica» en Gaspar Sala, Proclamación católica a la magestad piadosa de Filipe el Grande [1640]. Edición facsímil con estudio introductorio de A. Simon i Tarrés y K. Neumann. Barcelona: Base, 2003, pp. 73-74 y 92-93. 34 El libro y el cetro. La biblioteca de Felipe IV en la Torre Alta del Alcázar de Madrid. Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2005, «Hacer o decir: la Librería de la Torre Alta del Alcázar como escena de la sabiduría del Príncipe», pp. 21-38. 35 Juan Alonso Calderón, Memorial y discurso histórico, jurídico, político que dio a la Magestad de […] Phelipe Quarto […] representando sus servicios personales: y lo que contienen los treinta libros que ha escrito del Imperio de la Monarquía de España […] dividido en seis tomos […] y otros quatro libros de las excelencias de los nombres de Phelipe y Mariana y del número quarto […] suplicando se le dé lo necesario para la impresión. Madrid: Por Diego Díaz de la Carrera, 1651, fol. 20v. 36 Sobre la legislación, véase Fermín de los Reyes Gómez, El libro en España y América. Legislación y censura. 2 vols. Madrid: Arco/Libros, 2000. La bibliografía sobre la censura en la España del Siglo de Oro es enorme. Remitimos, con carácter general, a los siguientes autores y títulos: Eugenio Asensio, «Censura inquisitorial de libros en los siglos XVI y XVII. Fluctuaciones. Decadencia», en El libro antiguo español I. Salamanca: SEHL, 1988, pp. 21-36; Enrique Gacto, «Inquisición y censura en el

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Es bien conocido que, de un lado, no se dudó en recurrir al Santo Oficio como medio de frenar la difusión de algunas obras de polémica política. Así, por poner algunos ejemplos de esta clase de actuaciones, un edicto inquisitorial del verano de 1643 hacía recoger el Nicandro, la obra en la que se defendía a Olivares y de cuya autoría se había hecho responsable a Juan de Ahumada.37 Un año más tarde, otro edicto ordenaba la prohibición del tratado sobre Isaías que el jesuita Andrés Lucas de Arcones había impreso en Lyon, no porque unos comentarios al profeta fueran poco ortodoxos, sino porque el jesuita se lo había dedicado al Duque de Braganza, nuevo rey de Portugal como Juan IV.38 Y merece la pena llamar la atención sobre el abundante y continuo recurso que la Inquisición hizo de la imprenta, quizá porque era perfecta conocedora de los efectos difusores de las prensas. Varios son los impresores que añadieron al pie de las portadas o en los colofones de

Barroco», en Sexo barroco y otras transgresiones premodernas. Madrid: Alianza, 1990, pp. 153-172; José García Oro, Los reyes y los libros. La política libraria de la Corona en el Siglo de Oro (1475-1598). Madrid: Cisneros, 1995; Antonio Márquez, Literatura e inquisición en España (1478-1834). Madrid: Taurus, 1980; Valentín Moreno, «Nescit vox missa reverti: cuatro palabras sobre el control de la escritura en la modernidad española», en La investigación y las fuentes documentales de los archivos. Guadalajara: ANABAD, 1996, pp. 1155-1174; y Manuel Peña, «Leer con cautela: estrategias y nuevos modos de censurar en el siglo XVII», en Historia y perspectivas de investigación. Estudios en memoria del profesor Angel Rodríguez Sánchez. Mérida: Editora Regional de Extremadura, 2002, pp. 365-370; «El libro bajo sospecha (siglos XVI-XVII)», en La memoria de los libros. Estudios sobre la historia del escrito y de la lectura en Europa y América. Salamanca: IHLL, Vol. 1, 2004, pp. 805824; y «Libros permitidos, lecturas prohibidas (siglos XVI-XVII)», en Cuadernos de historia moderna (Madrid) Anejo 1 (2002) [Monográfico De mentalidades y formas culturales en la Edad Moderna], pp. 85-101. 37 El decreto de 5 de julio de 1643, Inquisición de Valencia, AHN, Inquisición, legajo 502-1. Sobre las averiguaciones sobre su autoría, Memorial del Doctor Don Juan de Ahumada en que pide sea suelto de la prisión en que está puesto y restituido al officio de Maestro del Sr. Don Juan [de Austria], Madrid, 26 de noviembre de 1643, AHN, Consejos suprimidos, legajo 7157; e ibi una consulta de 18 de agosto de 1643 «sobre el delito del memorial impresso que compusso Don Juan de Aumada, clérigo». 38 AHN, Inquisición, legajo 502-1, 350. Se trataba de Isaiae prophetae elucidatio literalis mystica et moralis exornata. Lugduni: sumpt. Laurentii Durand, 1642. El edicto señalaba su prohibición hasta que se quitase la tal dedicatoria.

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las obras salidas de sus establecimientos que lo eran del Santo Oficio (los herederos de Dormer en Zaragoza, Bolíbar en Granada, Bedoya y Lojedo en Valladolid, Villagrasa y Mestre en Valencia),39 sin olvidar las enormes tiradas que alcanzaron sus edictos, cartas acordadas y, por supuesto, índices de libros prohibidos. A este respecto, conviene recordar, por ejemplo, que Alonso Gómez se obligó, en 1582, a tirar nada menos que seis mil trescientos cincuenta ejemplares del Index del Cardenal Quiroga.40 De otro lado, empezamos ahora a conocer con mayor profundidad la manera en la que el sistema de concesión de los preceptivos privilegio y licencia reales también fue utilizado en la práctica para frenar la difusión de algunas obras en el Siglo de Oro.41 En este sentido, el análisis de los expedientes de las escribanías de cámara del Consejo de Castilla relativos a las solicitudes de impresión nos ha permitido localizar no pocos casos de autores o cesionarios a los que se les negó la licencia para editar determinados títulos, algunos de los cuales llegaron a contar incluso con previas aprobaciones favorables. La consideración de lo que de hecho llegó a imprimirse o de lo que sí se aprobó, aunque no terminase por llevarse a las prensas tipográficas, que era posible conocer en especial gracias al asiento de las licencias en los libros de cédulas del Consejo, había venido a ofrecer una imagen bastante benéfica de la institución en materia libraria, reservando al Santo Oficio el papel de principal y conspicuo controlador de las lecturas a posteriori. No se trata, por supuesto, de restarle un ápice de responsabilidad a los inquisidores, sino de llamar la atención sobre la importancia de la censura previa de acuerdo con una normativa de sobra conocida. Veamos, como ejemplo, el caso de una Repetición sobre la pragmática del pan compuesta por Damián Priego Tineo y entregada para su examen al Consejo de Castilla en 1611. 39 Véanse J. Delgado, Diccionario de impresores españoles… §§ 68 (Bedoya); 88 (Bolívar); 223 (herederos de Dormer); 485 (Lojedo); 570 (Mestre); y 924 (Villagrasa). 40 Véase el convenio de impresión en AHPM, Protocolo 1022. 41 Mucho más es lo que se sabía sobre el período ilustrado, como muestra la monografía de Eduardo Conde Naranjo, El Argos de la Monarquía. La policía del libro en la España ilustrada (1750-1834). Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006.

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El memorial de presentación del manuscrito iba acompañado por varias aprobaciones requeridas por el autor, una de ellas de fray Alonso Remón. El dramaturgo mercedario nos ayudará a comprender el carácter de la obra al exponer que «la lectión del dicho libro» serviría «para entender a qué obliga la dicha sanctión y pragmática de la tassa del pan y para asegurar muchas conciencias inquietas en estas materias y obiar peccados en la gente ruda e ignorante». Como sucedió con otras obras, de comedias a coplas y sermones o de libros espirituales a historias que fueron considerados poco pertinentes, al tratado sobre la tasa del pan no se le concedió el preceptivo permiso con un somero «no a lugar la licencia que pide». No obstante, frente a otros autores o costeadores a quienes no se les devolvieron sus manuscritos, siendo algunos destruidos por orden expresa del Consejo, el licenciado Priego logró «cobrar el libro, pues es mío».42 La mayor de las preocupaciones se mostró por poner en marcha controles sobre la edición de obras de materias controvertidas, en especial, pero no sólo, libros de historia.43 Muestra de este interés es que, en 1593, el propio Felipe II detuvo el proceso de edición del Cuerpo enfermo de la milicia española de Marcos de Isaba porque «no fue servido» de firmar la licencia y el privilegio que le habían sido presentados por el Consejo de Castilla, mandando «se avisase quién lo avía visto y que hera bien verse qué tal hera».44 Cinco años antes, el monarca había hecho lo mismo con la licencia de las Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos, que ya había sido concedida por el Consejo, «porque quiere ver pri42 AHN, Consejos suprimidos, legajo 45797. La aprobación de Remón está fechada en Madrid, 9 de mayo de 1611, y fue presentada por el autor, decidiendo el Consejo que el manuscrito fuera visto por el doctor Juan de Roces. Preparamos un estudio monográfico dedicado a estas obras que no recibieron licencia de impresión por parte del Consejo de Castilla. 43 Véase Antonio Domínguez Ortiz, «La censura de obras históricas en el siglo XVII español», en Chronica nova (Granada), 19 (1991), pp. 113-121. 44 AHN, Consejos suprimidos, legajo 47248, consulta de 19 de junio de 1593. Se trataba de Marcos de Isaba, Cuerpo enfermo de la milicia española con discursos y avisos para que pueda ser curada, útiles y de provecho. Impresso en Madrid: en casa de Guillermo Druy, 1594. La presentación de la obra había corrido por cuenta de Miguel Guerrero de Caseda y la aprobación había sido realizada por Pedro de Velasco. La obra terminó publicándose con licencia y privilegio datados en Madrid, 28 de julio de 1583.

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mero algo del libro y manda que se le embíe», ordenando, a continuación, que «quando se pidiesen licencias para imprimir libros de cosas de Indias se le consulten siempre».45 El poema de Castellanos salió a la luz al año siguiente, con su maravilloso grabado de una Hispania atlántica,46 pero es relevante que Felipe II se negase a firmar una licencia ya concedida y que ya se le ordenase al Consejo un procedimiento especial para las obras de temática indiana.47 Aún mayores cautelas se tomaban en casos en los que se pudiera temer no ya una pérdida de la reputación de la Monarquía, sino el descrédito de los ministros y oficiales reales, pero en los que, no obstante, también se decidía recurrir a la imprenta. En 1641 fue ahorcado en la corte el célebre Miguel de Molina, acusado de delito de lesa majestad por haber falsificado papeles de estado, supuestamente firmados por Felipe IV y Olivares, que entregaría al nuncio papal y a los embajadores de Francia y Venecia. Las andanzas de este antiguo escritor profesional metido a falsario son bien conocidas gracias al alcalde Juan de Quiñones, responsable del interrogatorio del preso y juez de su causa, quien publicó un tratadito bajo el título de Tratado de falsedades. Delitos que cometió Miguel de Molina i suplicio que se hizo en esta corte. Contiene doctrinas legales, políticas, historia i de razón de estado, varias materias y satisfacciones públicas.48

45 La noticia se conserva en un billete de Mateo Vázquez al Consejo de Castilla: «No ha firmado el Rey, nuestro señor, la licencia inclusa para imprimir un libro intitulado elegías de varones illustres de Indias porque quiere ver primero algo del libro y manda que se le embíe V.S. y también que quando se pidiesen licencias para imprimir libros de cosas de Indias se le consulten siempre y que assí prevenga y advierta V.S. dello al consejo de parte de su Magestad. Madrid, seis de março, 1588». AHN, Consejos suprimidos, legajo 46566. 46 Juan de Castellanos, Primera parte de las ellegías de varones ilustres de Indias. En Madrid: En casa de la viuda de Alonso Gómez, 1589. La licencia definitiva va fechada en Madrid, 11 de junio de 1588, pero hubo de haber una licencia anterior que fue la que no refrendó el rey con su firma. 47 Sobre las precauciones y requisitos en la publicación de obras relativas a las Indias, véanse Fermín de los Reyes, El libro…, cit. I, pp. 180-185; y Juan Friede, «La censura española del siglo xvi y los libros de historia de América», en Revista de Historia de América (México), 47 (1959), pp. 45-95. 48 Madrid: en la imprenta de Francisco Martínez, 1642.

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Molina había entregado en manos de su confesor, el jesuita Andrés Manuel, una declaración detallando sus andanzas poco antes de subir al cadalso. De inmediato, se consideró la posibilidad de imprimirla para que quedasen totalmente descubiertos sus embustes de falsario ante propios y extraños. En atención a que había mantenido tratos con embajadores y nuncios, se decidió que una junta del Consejo de Estado se ocupase del asunto, valorándose tanto la necesidad de eliminar cualquier duda sobre los tratos que había imaginado el escribiente como hacer ver la mala práctica de los legados que le habían frecuentado, pagado y dado crédito. La junta de Estado resolvió, a instancia del secretario Juan Valero, que se debía dar a conocer lo que había pasado «en la materia, cometiéndose al Alcalde Don Juan de Quiñones, que fue el ministro primero que entró en ella, que le tomó sus confessiones y a sido juez, para que forme una relación como por vía de tratado de todo el negocio».49 De esta forma, el De falsedades no es sólo uno más de los pequeños tratados que componía Quiñones, sino una manera de dar «satisfacciones públicas» a las falsedades y conjuras de Molina, como se indica al final de su largo título.50 La Monarquía ofrecía, así, una satisfacción pública a través de uno de sus oficiales y de la imprenta. Y no otra cosa que la «publicación de las felicidades desta dilatada Monarquía» es el declarado objetivo de Nicolás de Oliva cuando se presenta a sí mismo «empleado en la librería del Coronista General […] Rodrigo Méndez Silva» desde su regreso a Madrid en 1654 hasta el nacimiento del príncipe Felipe Próspero.51 Y, además, la Corona pasó a recurrir de forma creciente a la imprenta para dar a conocer sus propias órdenes y, de este modo, facilitar

49 AHN, Estado 8753-6, «Con una consulta de la Junta por donde corrió la causa de Miguel de Molina sorbe si convendrá o no imprimir la declaración que entregó al pie del suplicio a su confessor en que dize el Consejo su parezer». Madrid, 16 de agosto de 1641. 50 El Tratado de Quiñones contiene, en efecto, una «Declaración de Miguel de Molina que hizo el día del suplicio [Madrid, 3 de agosto de 1641]», op.cit., pp. 209-218. 51 Nicolás de Oliva y Fullana, Memorial numérico, histórico y philosóphico de las glorias y felicidades indicadas al Sereníssimo Príncipe Don Felipe Próspero. BA, Ms. 51VII-49, fol. 1r.

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sus tareas de gobierno. No sólo nos referimos ahora al enorme volumen de textos y disposiciones legales que fueron impresos a lo largo de los siglos XVI y XVII,52 sino a esa otra clase de menudencias y recetería mediante las cuales el Rey vendrá a ponerse en contacto con el Reino. De esta forma, fueron impresos desde los cuestionarios e instrucciones para las relaciones topográficas de Felipe II a los anuncios de venta de los bienes, jurisdicciones y rentas confiscados a Fernando de Valenzuela, pasando por las circulares litterae que se enviaban en casos de urgente necesidad, como, por ejemplo, la peste de 1599, o para dar a conocer los nuevos medios de la Monarquía, como los aprobados por Felipe IV al llegar al trono en el marco de la Reformación.53 Especial interés tiene que a algunas de estas impresiones de recetería se les dio un valor expreso de notificación, como en el caso de algunas requisitorias hechas a los caballeros santiaguistas, por mano del Conde de Monterrey, para que acudiesen a la defensa de «la frontera que [se] señalare» en enero de 1640, señalándose expresamente que «baste entregarse este papel en su posada para que se tenga por notificación legítima».54 En otros casos, se llega incluso a reclamar que se imprimiera una 52 Véase Faustino Gil Ayuso, Noticia bibliográfica de textos y disposiciones legales de los reinos de Castilla impresos en los siglos XVI y XVII. Madrid: Biblioteca Nacional, 1935. 53 La importancia del impreso para las tareas de gobierno constituye una materia de gran interés cuyo estudio no ha sido abordado todavía de manera sistemática. Sobre el recurso intenciado y consciente del impreso en las relaciones topográficas, véase Fernando Bouza, Imagen y propaganda. Capítulos de historia cultural del reinado de Felipe II. Madrid: Akal, 1998, p. 143. Un ejemplar del pregón impreso [S.l. [Madrid]: n.i., n.a. [1677] de bienes de Valenzuela, que comienza «Quien quiera comprar la jurisdición, señorío y vassallage de los lugares de S. Bartolomé de los Pinares y del Herradón…», se encuentra en AHN, Consejos suprimidos, legajo 50557. Como ejemplo de circular para corregidores en caso de urgencia, [Orden circular sobre el envío de un tratado contra la peste del Doctor Mercado] S.l. [Madrid], n.i., n.a. [1599], RB, Ms. II-2422; y para el envío de circulares impresas en la Reformación, Relación de lo que el Rey Nuestro Señor ha resuelto, para el bien, conservación, y seguridad destos Reynos, alivio, y descanso de sus vassallos, con acuerdo de la Iunta, que ha mandado hazer de los Presidentes, y algunos de su Consejo, y otros Ministros, y personas de diferentes Tribunales, y professiones, y de la Diputación del Reyno, a que ha assistido su Real persona. Madrid: s.i., 1622, ordenándose, además, que los destinatarios dieran su parecer sobre los medios propuestos. 54 S.l. [Madrid]: n.i., n.a. [28 de enero de 1640]. AHN, Diversos, Colecciones, 235, doc. 124.

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cédula del Consejo de Castilla con el argumento de que sería «conveniente al bien público» el que «fuera más notoria», como proponía Antonio Cuello en el Valladolid de 1601 en una solicitud de licencia para imprimir las condiciones de la tasación de casas con vistas a la instalación de los recién llegados a la ciudad castellana con la corte.55 Lo cierto es que Iglesia y nobleza, como se podrá ver en algunos capítulos de este libro, también recurrieron a la imprenta en la escala específica de sus relaciones con clérigos y fieles de sus diócesis y con los vasallos de sus estados, por no entrar en la abundante producción jurídica de porcones y alegaciones que llenaron de letras de molde la vida cotidiana de una sociedad de bien conocida mentalidad litigiosa y pleiteante. De esta forma, el recurso a la imprenta empezó a hacerse común a la hora de que los distintos poderes entrasen en relación con las comunidades que regían. Pero, al mismo tiempo, también los particulares recurrieron cada vez más a las prensas para dar a conocer sus pretensiones o enfrentarse entre sí, cosa que también hicieron las órdenes religiosas y los cabildos urbanos. Al menos en el caso de la Monarquía, la extensión de esta profusión tipográfica a los particulares provocó que se intentase ordenar la impresión de los memoriales dirigidos al rey. Un auto del Consejo de Castilla, de 19 de diciembre de 1648, ordenaba «que no se impriman Memoriales con pretesto de que son para dar a su Magestad sin que proceda licencia del señor Juez Superintendente de las Impressiones y Libros, en tocando a Gobierno General i Política, Causa Pública, Iustifación de Regalías i Derechos Reales».56 Los términos del auto no permiten dudar de la clara 55 AHN, Consejos suprimidos, legajo 46430, «Muy poderoso señor. Antonio Cuello ympresor digo que a las personas nombradas para la tassación de las casas desta ciudad parece que es conveniente al bien público que la cédula de V.Alteça que dello trata se ymprima para que sea más notoria. Pido y suplico a V. Alteça mande dar para ello su licencia. Antonio Cuello». Quizá se trate de Cédula Real de Felipe III sobre la tasación de viviendas de alquiler en la ciudad de Vallladolid. S.l. [Valladolid]: n.i. [Antonio Cuello?], n.a. [1601] (Valladolid, 19 de septiembre de 1601). Sobre las medidas tomadas en Valladolid para poder albergar a la corte y la necesidad de tasar las casas de la ciudad para aposento y alquiler, véase Javier Pérez Gil, «El palacio de los condes de Fuensaldaña en Valladolid, cuarto de los alcaides duques de Lerma», en De Arte (León), 3 (2004), pp. 85-104. 56 Autos i acuerdos del Consejo de que se halla memoria en su Archivo…, § cclxxvi, 19 de diciembre de 1648. Véase Fermín de los Reyes, op.cit., pp. 336-337.

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conciencia de que la imprenta estaba siendo utilizada para tratar públicamente de política y gobierno, fiscalidad y hacienda, hasta el punto de que Lorenzo Ramírez de Prado había sido designado juez de comisión para concederles la que pasaba a ser preceptiva licencia de impresión.57 Si la imprenta había servido para hacer aflorar todas esas opiniones sobre materias de la mayor importancia y que, sin duda, afectaban a la misma esencia del gobierno monárquico, otras formas de escritura habían seguido siendo empleadas para mostrar pláceme o, con mayor frecuencia, indignación. De un lado, los pasquines, cedulones y rótulos que aparecían fijados en las calles y plazas, de otro, los textos que corrían manuscritos. Si a aquéllos era el propio escenario comunal el que les daba publicidad, éstos la conseguían mediante sucesivos traslados. Apenas iniciado el XVII, en el Madrid de 1602 abandonado por la corte, el licenciado Silva de Torres arremetía contra los escribanos y las malas prácticas de su oficio. Pero no sólo se quejaba él. Los excesos de las escribanías madrileñas eran tales que una pared de la villa había amanecido escrita con un clamoroso «Quántos mueren por testar, por plumas falsas faltar». El alcalde corregidor se apresuraba a aclarar el sentido del rótulo, explicando que criticaba la habitual costumbre de los escribanos «no querían hazer un testamento, sino iban a la parte de la herencia».58 Esa pared escrita de 1602 tenía mucho que ver con los libelos de vecinos que constituyen, por así decirlo, el primer nivel de la literatura, infamante o no, de carácter comunitario. Su escala era, en principio, la de las injurias verbales cruzadas entre lugareños, pero también existen numerosos testimonios de que se recurría a ellos tanto en la lucha política de bandos locales como en los episodios antiseñoriales. Por ejemplo, durante el carnaval de 1612, Priego de Cuenca asistió al enfrentamiento en57 Sobre el personaje, que actuó también como protector de comedias, véase Joaquín de Entrambasaguas, Una familia de ingenios: los Ramírez de Prado. Madrid: CSIC, 1943. 58 Madrid, 27 de agosto de 1602. AHN, Consejos suprimidos, legajo 45205. Sobre esta clase de escritos, véase Antonio Castillo, «Amanecieron en todas las partes públicas… Un viaje al país de las denuncias», en A. Castillo (comp.), Escribir y leer en el siglo de Cervantes. Barcelona: Gedisa, 1999, pp. 143-191.

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tre Rafael Garcés de Heredia, gobernador de las posesiones de los condes de Priego, y una familia local, la de los Ugarte-Cañizares. El lunes de carnestolendas, Garcés organizó fiestas ante las casas del Conde, una de cuyas diversiones fue «colgar un cabrón con unos gatos». Y «fue público averlo hecho por afrentar a Juan de Ugarte [..] motejándole de que su madre avía sido bruja». A aquel espectáculo infamante le siguió la respuesta de los agraviados, quienes fijaron «un papel en parte pública» en el que se podía leer un letrero que comenzaba «Ninguno por ser temido no se esfuerçe / que el cordón de oro torçido se destuerçe».59 A su manera, este letrero de Priego o el madrileño de 1602 anunciaban los pasquines más propiamente políticos, como los del Alcázar madrileño de 1608 a los que dedicamos un capítulo de este libro. No se equivocaba Silva de Torres al juzgar que era preciso corregir a los escribanos de Madrid porque la indignación general no tardaría en alcanzarle a él y a los reales oficiales. Aunque permitió la difusión de muy distintos géneros, de la literatura espiritual a los saberes especializados, como el de corte que tejió su particular tradición gracias a ella, la llamada publicación manuscrita (scribal publication) también permitió entrar a participar en debates de naturaleza política. Con la expresa intención de hacerlo, María de Guevara, Condesa de Escalante, compuso, hacia 1663, un papel que circuló manuscrito y anónimo bajo el título de Tratado y advertencias hechas por una mujer celosa del bien de su rey y corrida de parte de España.60 Merece la pena recordar la presentación que, escondida tras un anonimato que no parecía nada difícil resolver, la propia doña María hace 59 AHN, Consejos suprimidos, legajo 44607. La información al Consejo está fechada en Priego, 12 de julio de 1612, refiriéndose la muerte de Ugarte agarrotado en secreto por Garcés de Heredia. La prepotencia de éste pasaba por ser yerno del entonces Conde de Priego, Pedro Carrillo de Mendoza, a quien acabaría sucediendo con el tiempo en el título. 60 Citaré por la edición de Manuel Serrano Sanz en «María de Guevara», Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas. Madrid: Atlas, 1975, I, pp. 474-480. El Tratado ha sido reeditado y traducido al inglés por Nieves Romero Díaz en María de Guevara, Warnings to the kings and advice on restoring Spain. A bilingual edition. Chicago-London: University of Chicago Press, 2007, pp. 50-63.

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del porqué entraba en liza con su pluma. Consciente de la extrañeza que provocaría la condición femenina de quien aquello escribía —«¿quién mete a una muger en esto?»—, la de Escalante recordará que no pudiendo luchar personalmente en la guerra, había compuesto las Advertencias para que Felipe IV conociera «lo que dize el pueblo y lo que se me alcanza como buena basalla».61 Más adelante nos ocuparemos de su contexto específico, la polémica de la Restauração portuguesa, un momento especialmente crítico para la Monarquía. El Corpus de Sang, el Primero de Diciembre y Masaniello, pero también la lucha con Francia desde 1635 y, entre otros conflictos internacionales, los ecos de la ejecución de Carlos I de Inglaterra, hicieron que prensas y escritorios no dejaran de moverse para producir papeles en los que, tanto como en los talleres historiográficos de los que salía la propaganda regia y de los otros poderes en liza, se dejan oír muchas voces, algunas tan nuevas en la escena como la de María de Guevara. De hecho, las posibilidades de entrar en la discusión mediante la escritura parecen haberse hecho mayores a partir de la Paz de los Pirineos de 1659, haciendo que la última década de la Guerra de Restauração un momento bastante propicio para ello. El abundante recurso a la imprenta por parte de Juan José de Austria para dar a conocer sus pretensiones, a través de la publicación de cartas y otros pamphlets, constituye, sin duda, uno de los elementos más carácterísticos de la estrategia de acción política de este príncipe.62 Ninguna de las facciones de corte parece haber dejado de lado las posibilidades de actuar a través de las prensas, empezando por Nithard como autor, promotor y dedicatario. Resulta elocuente que en apenas un mes y medio de cartas, a caballo entre noviembre y diciembre de 1666, el Padre Juan Everardo recibiese toda una serie de peticiones y noticias relacionadas con la publicación de obras. El 12 de noviembre, sor Isabel María de los Ángeles, quien le solicitaba su apoyo para la edición de la Vida de María santísima que había Ed. Serrano y Sanz, pp. 477 y 480. Quizá convenga recordar ahora que Juan de Ahumada, quien cargó con las culpas de la autoría del Nicandro, había sido designado como su maestro. Véase supra nota 37. 61

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dejado manuscrita la Monja de Ágreda; al día siguiente, el jesuita Alonso Sánchez de Alcázar le recuerda que «quando vino la nueva del señor Rey de Ungría, me ordenó [Nithard] traduxesse en español la carta que de su vida y muerte embiaron de Alemania»; el 4 de diciembre, el Arzobispo de Santiago le enviaba la Respuesta que había hecho imprimir para contestar las pretensiones de su levantisco cabildo; el 7, fray Vicente Olleme ponía en sus manos los Tesoros de la liberalidad de Dios, que le había dedicado; el 14, Diego Felipe de Albornoz le hace llegar un memorial pidiendo ser maestro del rey y, entre otros méritos, traslada toda su ejecutoria como autor, con relación de las obras ya publicadas y las que espera dar a la imprenta, entre ellas unas Guerras de Italia hasta 1659 y una nueva traducción de la Argenis de Barclay; el 23, por último y desde Toledo, de nuevo Sánchez de Alcázar le informa de que ha concluido un Panegirico del Rey de Hungría y que se lo enviará en breve porque el confesor real se lo había pedido para leerlo antes de que se publique.63 Con todo, es cierto que en el caso de Don Juan José incluso hasta la retórica, y no sólo su práctica, llegó a rodearse de un aire tipográfico. Ese aire es el que se deja ver en el opúsculo juanista Visita de la Esperanza y el Tiempo cuando se explica que «lo público está tan arruinado que para remediarlo se necessita deshazerlo», pues «sucede lo que en las letras gastadas, para fundirlas de nuevo, que es necessario para fundirlas deshazerlas, pero sirve aquel poco, y gastado metal a su nueva fundación (sic)». El texto, compuesto ya una vez llegado al poder el Austria, viene a presentarlo como el encargado de «fundir esta nueva Monarquía», una empresa para la que se dice se requieren «moldes, materia, y Artífices». En suma «el molde tenemos en S.A., los Artífices se hallan; la materia no se encuentra».64 63 AHN, Inquisición, legajo 3349. Isabel María de los Ángeles, Ágreda, 12 de noviembre de 1666; Alonso Sánchez de Santamaría, Toledo, 13 de noviembre de 1666; Pedro Carrillo de Acuña, Santiago, 4 de diciembre de 1666, le envía Respuesta que dio el Illustrísimo señor Arzobispo de Santiago a su Cavildo, aviéndole consultado la vacante del Hospital de San Roque, de que se han originado todos los pleytos que se siguen. S.l.: [Santiago?]: n.i., n.a. [1666]; Vicente Olleme, Valencia, 7 de diciembre de 1666, se trataba de Tesoros de la liberalidad de Dios derramados en el centro del alma. Valencia: por Francisco Cipres, 1666; Diego Felipe de Albornoz, Madrid, 14 de diciembre de 1666, con memorial; y Alonso Sánchez de Alcázar, Toledo, 23 de diciembre de 1666. 64 Visita de la esperanza y el tiempo. S.l. [Madrid?]: n.i., n.a., fol. 6v. De hecho, Juan José de Austria promovió la renovación de la tipografía hispana apoyando las

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Heredera de las batallas polemistas anteriores, en especial de los términos del debate fraguados entre 1659 y 1668 a propósito del Portugal Restaurado, la lucha política en papeles del reinado de Carlos II viene a constituir un momento de relevancia que llegará a su plena maduración durante la Guerra de Sucesión. Desde finales del siglo XVI y durante el XVII, poco a poco, pero con firmeza, se habían ido dando las condiciones para el surgimiento de una opinión pública que la propia Corona parece haber terminado por querer conocer. En junio de 1700, apenas cinco meses antes de la muerte de Carlos II, Antonio de Ubilla se dirigía por carta a Antonio Ibáñez de la Riva Herrera, Arzobispo de Zaragoza, para trasladarle una orden real de contenido muy preciso. Su Majestad Católica «quería saber» cuál era «la impresión que a hecho en esos naturales, así eclesiásticos como seculares» la noticia que circulaba sobre «los tratados ajustados» entre Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas «sobre la succesión y repartizión de esta Monarquía». En consecuencia, el monarca ordenaba al Arzobispo que, con toda discreción, se informase a ese respecto, así como «del concepto que generalmente se forma de esto«. No se le ocultaba la importancia de lo requerido «por lo mucho que ymporta que S.M. se halle con estas noticias ciertas para las resoluciones que combiniese tomar».65 En muchas ocasiones anteriores, los monarcas hispanos habían instado a prelados y otras dignidades locales a que les trasladasen noticias a

fundiciones de punzones, moldes y matrices propios. Véase nuestro «Letra de España. La nueva fábrica tipográfica de Pedro de Disses (1685)», en Hispania (Madrid), LXV/3, 221 (2005) pp. 957-972. 65 Antonio de Ubilla a Antonio Ibáñez de la Riva Herrera, Arzobispo de Zaragoza, Madrid, 5 de junio de 1700. Convendrá transcribir el texto completo: «El Rey quiere saber por medio de V.E. la impresión que a hecho en esos naturales, así ecclesiásticos como seculares, las notizias que han benido últimamente de los tratados ajustados entre francia, Ynglaterra y Olanda sobre la succesión y repartizión de esta Monarquía y así ordena a V.E. que con la verdad que acostumbra y con la maior maña y reserva procure V.E. informarse de todo lo referido y del concepto que generalmente se forma de esto, por lo mucho que ymporta que S.M. se halle con estas noticias ciertas para las resoluciones que combiniese tomar. Dios guarde a V.E. muchos años como deseo, Madrid, 5 de junio de 1700», BNE, Ms. 13194, fol. 147r. Se acompañan la Respuesta del Arzobispo (fols. 147r.-149v.), la carta de remisión de un traslado de ésta al Cardenal Portocarrero y la respuesta de éste (fols. 149v.-150v.).

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propósito de los territorios que regían y conocían. Así ocurrió, por poner un ejemplo relacionado con otra sucesión, cuando Felipe II urgió a los obispos y titulados de la frontera castellano-portuguesa que le informasen periódicamente, a partir de 1579, de las actitudes que sus vecinos raianos parecían ir adoptando ante la presentación de su candidatura al trono lusitano.66 Pero es importante reparar en que, en junio de 1700, se estaba pidiendo algo más que un nuevo parecer a un experimentado hombre de gobierno de amplia ejecutoria tanto en el Consejo de Castilla como en el Virreinato aragonés. No se trataba sólo de recabar información sobre cómo se había recibido la noticia de los tratados de reparto y sucesión. Además de esto, se quería averiguar el «concepto» que los «naturales» —eclesiásticos y seculares— se habían formado «generalmente» del asunto porque Su Majestad deseaba conocerlo con vistas a la presumible toma de una decisión real. Cabe conjeturar que esas futuras «resoluciones que combiniese tomar» tenían que ver bien con la adopción de algunas acciones diplomáticas, bien con la expresión de la voluntad real a través de sus disposiciones testamentarias. En cualquier caso, se trataba de decisiones importantes en una coyuntura cuyo carácter crítico era más que evidente. La respuesta del Arzobispo, fechada en 15 de junio de 1700, no deja duda de que había comprendido que el sentido de su encargo iba más allá de expresar su propio parecer personal. Y, así, escribe que «en cumplimiento de este real orden me e aplicado a introducir esta plática con algunas personas de entrambos estados [eclesiástico y secular]», añadiendo que eran «de las más introducidas en las combersaciones del Pueblo». La conclusión que podía elevar era que «generalmente se abomina de este tratado»,67 para adentrarse en una exposición detallada de algunas impresiones que su difusión habría provocado. Desconocemos si Carlos II se dirigió en términos semejantes a otros personajes que pudieran hacerle conocer esa clase de conceptos general66 Fueron requeridos el arzobispo de Santiago, los obispos de Tuy, Orense, Zamora, Ciudad Rodrigo, Coria y Badajoz, el Duque de Medina Sidonia, los condes de Lemos, Salinas, Monterrey, Benavente, Alba de Liste y los marqueses de Viana, Cerralbo, Villanueva del Fresno, Alcañices y Ayamonte. 67 BNE, Ms. 13194, fol. 147r.-v., para las citas.

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mente formados y, a buen seguro, hubiera sido difícil que, en su caso, lo que le trasladasen no estuviera filtrado por su propio parecer. Sin embargo, es importante destacar que en la solicitud hecha a través de Ubilla en junio de 1700 y en la respuesta de Ibáñez de la Riva están reunidos algunos de los elementos principales que se consideran necesarios para la existencia de una opinión pública. La expresión de opiniones y juicios generales es conocida de forma voluntaria por los gobernantes, de un lado; el conocimiento de esa opinión, de otro, es considerado una variable para la toma de una decisión que ha de repercutir sobre los gobernados.68 Ese concepto generalmente formado por los naturales a propósito de la materia de la división territorial y la sucesión dinástica, que el monarca dice querer expresamente conocer para decidir en ella, no parece poder reducirse al evidente interés que los monarcas altomodernos sintieron por conocer en qué opinión se encontraban, no ya en el panorama internacional, sino entre sus propios súbditos.69 Dejando a un lado la expresión de opiniones en el marco de las reuniones de Cortes70 y las más variadas manifestaciones de conflicto y negociación, es importante destacar que existía una conciencia clara de que cuanto hacían los reyes y sus oficiales era enjuiciado por la comunidad política. En 1588, el Consejo de Castilla consultaba a Felipe II a propósito de la causa contra el Duque de Alcalá, quien había sobrescrito en una carta «a su señoría del Marqués de Tarifa, aunque pese al rey», contraviniendo la pragmática de los tratamientos y cortesías. El Consejo no 68 Véase Teófanes Egido, Opinión pública y oposición al poder en la España del siglo XVIII (1713-1759). Valladolid: Universidad de Valladolid, 2002, «2.5. El gran cambio de la opinión (1724)». Cfr. Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. Barcelona: Gustavo Gili, 1981. 69 Véase el relevante estudio de Michele Olivari, Entre el trono y la opinión. La vida política castellana en los siglos XVI y XVII. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2004. 70 Sobre esta materia de enorme calado historiográfico, la bibliografía es abundantísima. A título indicativo remitimos a M. Olivari, op.cit.; I. A. A. Thompson, «Oposición política y juicio del gobierno en las Cortes de 1592-98», en Studia historica. Historia Moderna (Salamanca), 17 (1997), pp. 37-62; y a José Ignacio Fortea Pérez, «Las ciudades, las cortes y el problema de la representación política en la Castilla moderna», en J. I. Fortea (coord.), Imágenes de la diversidad. El mundo urbano en la Corona de Castilla (siglos XVI-XVIII). Santander: Universidad de Cantabria, 1997, pp. 421-445.

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escribía al monarca sobre el desacato, sino sobre que se había procedido contra el titulado fuera del tribunal que le correspondía, señalando que «la república mira en ello y lo siente».71 En ese contexto de una República que mira y siente, la conciencia de que los monarcas podían ser criticados por sus súbditos y de que, con suma frecuencia, lo eran llevaba a justificar en mayor o menor medida algunas de sus decisiones más controvertidas, como la prisión del Príncipe Don Carlos o la expulsión de los moriscos. Incluso, se habían llegado a desplegar auténticas campañas de propaganda interior, como la de las plegarias generales de las iglesias de Castilla organizada en 1574 para, de hecho, contrarrestar los efectos de la política de venta de vasallos eclesiásticos. Tal cosa no es sorprendente pues en una Monarquía que suele asociarse al ideal de reputación no hay que insistir en que también se tenía presente el estado de su opinión y que, en consecuencia, se practicasen políticas de propaganda, de distinto signo y eficacia, destinadas a asentarla o restaurarla. Lo que no parecía tan claro en principio es qué opinión había de preocupar a los gobernantes y qué valor se le daba, en concreto, a la común.72 En los tiempos de Felipe II, recuérdese que uno de los monarcas más criticados por sus súbditos, Pedro de Ribadeneira recomendaba que el rey podía ignorar la opinión del vulgo, «que no puede saber las causas y motivos que tiene el príncipe para hacer lo que hace».73 Sin embargo, Juan de Mariana insistía en su De rege, por contra, en que el monarca debía conocer hasta los «rumores maliciosos del pueblo» porque «por na71 AHN, Consejos suprimidos, legajo 46591, consulta de 15 de marzo de 1588. El sobrescrito de Alcalá lo tomamos de una relación de avisos de 1586, SN-AHN, Villena 7-11. 72 Cfr. el tratamiento de los conceptos de opinión y opinión pública que se hacen en John Miller, «Public opinion in Charles II’s England», en History, 80 (1995), pp. 359-381; y, como referencia a todas luces ineludible, Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública…, cit. 73 Tratado de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados, contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos deste tiempo enseñan [1595]. Cito por la edición de la Biblioteca de Autores Españoles. Madrid: Rivadeneyra, 1868, p. 565.

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turaleza influye más en el gobierno y en la vida pública el juicio y la opinión de los hombres que la realidad efectiva de las cosas».74 A lo largo del siglo XVII, sin embargo, se fue modificando esa postura inicial, que podríamos definir como de ignorancia o simple conocimiento, para ir prestando una atención cada vez mayor a esa opinión común y no sólo a las opiniones de los meliores terrae. Ese proceso es el que hizo posible el estado de cosas que reflejaba la antes citada orden regia que Antonio de Ubilla le transmitía al Arzobispo de Zaragoza en 1700 y que cabe considerar ya opinión pública. Este libro pretende analizar con mayor detalle ese proceso de maduración de los términos del debate político en la España del Siglo de Oro desde la perspectiva no de cuál fue su concreto contenido o las instituciones en las que se desarrolló, sino de los medios materiales que de una manera u otra lo hicieron posible. Se presenta como una historia de las formas de publicación, orales, visuales y escritas, a las que cabía recurrir para hacer que algo fuera conocido de una manera general y, sin olvidar nunca cuánto suponían oír y ver, se interesa especialmente por el manuscrito y el impreso. Medios de la acción monárquica y de su propaganda, pero también de la pastoral misional y, a la postre, de la retórica y la práctica aristocráticas, traslados e impresiones se hicieron cada vez más comunes en la relación entre Rey y Reino, prelados y fieles, señores y vasallos. El impacto de escritorios y, ante todo, de la profusión tipográfica, instrumento por naturaleza venal, hizo que también se pudiera recurrir a ellos de manera más sencilla y creciente. Así, se hicieron presentes y notorios, es decir, se publicaron, los pareceres de personas cuyo consilium antes no era requerido, pero que ahora entraba en la discusión como abierta forma de opinión. Sin dejar de estar presentes en todos los capítulos, las formas de publicación oral y visual aparecen, en especial, en los apartados dedicados al público pastoral y a los modos de hacer(se) público en la cultura corte74 La dignidad real y la educación del rey [1599]. Edición de Luis Sánchez Agesta. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1981, p. 44. Véase Antonio Feros, «Vicedioses, pero humanos: el drama del rey», en Cuadernos de Historia Moderna (Madrid), 14 (1993), pp. 103-131.

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sana, donde también se insiste en la cada vez más activa presencia de la escritura ad vivum de pasquines o sátiras y de los moldes tipográficos en la lucha política de corte. Los temores despertados por la profusión impresa para la conservación de una ordenada comunidad política son tratados a propósito de las propuestas biblioclastas de las primeras décadas del siglo XVII, dejando constancia de la imparable atracción de convertirse en autor que sedujo a no pocos. La pluralidad de medios a los que se recurrió en los años de la Restauração portuguesa para abonar la causa austriaca se estudia como ejemplo de las grandes polémicas de pamphlets altomodernas, proponiendo la existencia en ella de más de una propaganda y la extensión de los términos del público debate político que entonces se produjo. Y, por último, la propaganda de la Guerra de Sucesión es presentada como continuación y consumación de lo esbozado o ya practicado en el siglo que terminaba, marcando como un hito en la relación entre Rey y Reino la fundación de una Real Biblioteca Pública en 1711. Se han reunido aquí una serie de trabajos aparecidos o presentados en congresos a lo largo de los últimos años, los cuales han sido revisados y ampliados para la ocasión. A todos los que hicieron posible en su día su publicación o amablemente me invitaron a participar en las reuniones científicas en las que fueron discutidos, deseo agradecer vivamente su confianza y generosidad, así como a los responsables de las bibliotecas y archivos de los que se han nutrido. Genma Císcar Langares leyó un primer borrador de este libro con su proverbial paciencia. Las investigaciones recogidas en este volumen se inscriben en los proyectos del MEC «Cultura erudita y poder en el Siglo de Oro. Lucha política, comunicación y república de las letras en torno a la crisis ibérica de 1640» (BHA2002-03328) y «Las letras y los iletrados: formas de comunicación y circulación de modelos culturales en el Siglo de Oro ibérico» HUM2005-04130/HIST. (2006-2008).

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1 PÚBLICO PASTORAL: DE LA PRÉDICA A LA IMPRENTA. DA GOLOSINA Y OTRAS INDUSTRIAS DE MISIONALIZACIÓN La batalla moderna por la memoria del público pastoral no sólo consistió en desarrollar los medios más válidos para su moción, es decir, para sustituir de forma definitiva una memoria del mundo por una memoria de la patria celestial. Como se sabe, también conllevó una reflexión sobre la eficacia última de los diferentes expedientes de creación de memoria y de comunicación —orales, visuales o escritos— a los que cabía recurrir para llevar adelante la misión —siempre la misma y, a un tiempo, siempre distinta— al tener que adaptarse estratégicamente a las circunstancias más variadas.1 Llegada la mitad del siglo XVII, parecen haberse recrudecido las dudas respecto a algunos límites de la predicación, por sí sola y acompañada de los habituales espectáculos visuales, como medio para la acción pastoral entre las masas cristianas. Tales dudas no habrían tenido que ver con la maravillosa eficacia percusiva de la voz humana en las oraciones 1 David Gentilcore, «Adapt yourself to the people’s capabilities: missionary strategies, methods and impact in the Kingdom of Naples (1600-1800)», en The Journal of Ecclesiastical History (Cambridge), 45 (1994), pp. 269-296.

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sagradas, que siempre es encomiada como suprema, sino con cuestiones mucho más prácticas, como la de la duración y el alcance de sus efectos una vez que se cerraba el período de misiones y la cura de almas quedaba, acaso, en manos de otros clérigos menos industriosos. Por ello, se buscaron medios renovados para la misión interior y la tipografía masiva se reveló un instrumento privilegiado de la misma. Lejos han quedado ya los tiempos en los que el recurso a la imprenta era tópicamente considerado un elemento casi privativo de la confesionalización protestante y, hoy, las manos de los fieles católicos romanos, valga la expresión, se han ido llenando poco a poco de libros, además de los consabidos rosarios.2 Como ha estudiado de manera admirable Federico Palomo, el libro impreso acompañó a la misión en el ejercicio y en la instrucción de sus operarios, así como en la siempre buscada propaganda de sus logros y esfuerzos, propaganda ésta de la que cabía esperar no pocos resultados edificantes entre los fieles.3 Incluso, llegaron a desarrollarse experiencias tan complejas desde el punto de vista comunicativo como la puesta en circulación continua de ediciones no venales. Tal era el caso de las producciones salidas a comienzos del siglo XVII de las prensas del Colegio Inglés que la Compañía de Jesús mantenía en Saint-Omer, en el Artois, por entonces español, y que se destinaban a la emblemática, pero clandestina, misión de la Inglaterra de Jacobo I Estuardo. Gracias a la financiación directa de la Monarquía de Felipe III, las obras que allí se imprimían en latín, castellano e inglés no estaban pensadas para que fueran compradas, sino que, una vez leídas, pasasen secretamente de las manos de un lector a las de otro. De esta manera, los 2 Nos ocupamos de la cuestión en «Contrarreforma y tipografía. ¿Nada más que rosarios en sus manos?», en Cuadernos de Historia Moderna (Madrid), 16 (1995), pp. 73-87. 3 Federico Palomo, «Algo más que la divina gracia. La cultura literaria de los misioneros de interior jesuitas en la Península Ibérica (siglos XVII-XVIII)», en Pedro M. Cátedra y María Luisa López Vidriero (dirs.), La memoria de los libros. Estudios sobre la historia del escrito y de la lectura en Europa y América, Salamanca, IHLL, 2004, vol. 2, pp. 113-131; «Corregir letras para unir espíritus. Los jesuitas y las cartas edificantes en el Portugal del siglo XVI», en Cuadernos de Historia Moderna. Anejos (Madrid), 4 (2005) [Cultura epistolar en la alta Edad Moderna. Usos de la carta y de la correspondencia entre el manuscrito y el impreso], pp. 57-82; y «Limosnas impresas. Escritos e imágenes en las prácticas misioneras de interior en la península Ibérica (siglos XVIXVIII», en Manuscrits (Barcelona), 25 (2007), pp. 239-265.

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jesuitas de Saint-Omer, encabezados por Joseph Creswell, contaban con que los sucesivos lectores de sus libros podrían ser los agentes directos de su propia misión en las islas y, en consecuencia, venían a convertir al libro en su misionero. Una experiencia como ésta, ni que decir tiene, era el resultado de la necesidad de adaptarse a las circunstancias particulares de la misión inglesa, un espacio en el que el movimiento de predicadores y la venta pública de textos católicos eran no imposibles, pero sí sumamente difíciles. En las misiones de interior de la España barroca las condiciones eran de todo punto diferentes, pero también ahí se buscó reforzar la alianza con la tipografía que ya había dado sustanciosos resultados, pero en la que algunos misioneros, como Jerónimo López (1589-1658), pusieron sus esperanzas para recoger todavía algunos frutos más. Este jesuita valenciano ideó lo que él mismo califica de misiones sordas, es decir, aquellas en las que no se cuenta con la palabra hablada y en las que, en cambio, se actúa a través de textos impresos que los fieles podrán o bien leer por sí mismos o bien oír leer a terceros. La relativa novedad de su planteamiento radicaría no en el recurso a la tipografía, claro está, sino en que se privilegia el libro impreso como instrumento directo de la misión interior. De una misión que, es cierto, el impreso no sustituía, sino que complementaba, pero que, de alguna manera, también quedaría transformada. Lo que imaginaba Jerónimo López podía ofrecer la imprenta no tenía sólo que ver con que se gozase de una mayor difusión a través de la mecánica tipográfica que era capaz de ofrecer nuevos textos sin cesar, sino también con la posibilidad de establecer una nueva relación con los fieles. De un lado, el libro impreso permitiría mantener siempre abierta la misión, que quedaba, así, eximida en parte de la intervención directa de sus operarios y al resguardo de predicadores malos o bisoños, pues las obras que se llevarían a las prensas habían de ser compuestas por experimentados misioneros como él. De otro, se acomodaba a la nueva circunstancia que suponía la existencia de un público lector cada vez más amplio y que había ido construyéndose, como realidad cotidiana, en torno a una imprenta que había alcanzado su plena madurez dos siglos después de su aparición en Europa. Y, por último, podía ayudar a garantizar una recepción más correcta por parte de los

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oyentes, de cuyo activo protagonismo Jerónimo López parece haber sido plenamente consciente. Algo extasiados ante las maravillas retóricas y artísticas de los muchos espectáculos comunicativos de la Reforma Católica, quizá hemos olvidado la autonomía de su auditorio, en ocasiones imaginado, de manera algo reduccionista, sólo a la espera de conmoverse periódicamente desde el púlpito, la plaza o el estrado. En cambio, algunos predicadores, en especial los ejercitados en la misión, parecen haber sabido que los fieles, cuya salvación debían procurar, no sólo podían elegir entre la redención y la condenación, sino entre distintas persuasiones para su propia conversión. Podían, de esta manera, desentenderse perfectamente de las llamadas carantoñas, como esas que había ofrecido el imperito predicador contra el que cargaron los feligreses de San Gil a mediados del siglo XVII. Para que se reparasen con prontitud los errores del último sermón pronunciado en su parroquia, los vecinos de esta colación sevillana le hicieron llegar una carta-memorial en marzo de 1642 a fray Melchor de San Bartolomé. Anunciado para subir en breve a aquel mismo púlpito, este carmelita descalzo pudo conocer de primera mano las tachas que los vecinos le ponían al predicador imperito, descompuesto y hablador que le había antecedido. Quien provocó tanto revuelo en la feligresía sevillana era el capuchino fray Pablo de Alicante, uno más de los muchos oradores sagrados que se granjearon la enemiga del auditorio por increpar como públicos pecadores a algunos de sus oyentes. Pero los de San Gil, además de escandalizarse por los excesos de la desatada lengua del capuchino, entraron en una materia más singular, pues calificaron de groseros y deslucidos los modos con los que fray Pablo había querido llamar su atención. «Ayer domingo por la tarde —le relatan o, quizá, le advierten a Melchor de San Bartolomé— predicó […] como lo pudo hacer el ombre más grosero: apercibió para este sermón muchos días antes y que todos trageren pañuelos (para enjugar las lágrimas)». Pero, insisten, había sido tan burdo que sus apercibimientos les habían parecido una «carantoña vien escusada».4 4 Carta memorial de los vecinos de la colación de San Gil a fray Melchor de San Bartolomé, Sevilla, 24 de marzo de 1642, en Melchor de San Bartolomé, Miscelanea sive de eorum omnium quae vel minoris notae sunt aut alibi apte non essent aggregatione

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El término carantoña que aquí emplean los irritados feligreses de San Gil podría definirse como un recurso expresivo demasiado tosco y banal, similar a las tramoyas «para el vulgacho» de las que habla Salas Barbadillo en su Sagaz Estacio al criticar, en 1620, las ficciones y carantoñas de las comedias a lo divino, donde «van todos a ver a la nube, aunque lo escrito no tenga más misterio que, casando los consonantes, descasar las razones».5 Si se quiere, carantoñas no eran otra cosa que invenciones poco elaboradas o, por emplear la terminología propia de las misiones, una suerte de industrias pobres y mal resueltas. Éstas, en cambio, eran el fruto consumado del ingenio y de la instrucción, situándose a medio camino entre el método y la disimulación, hasta constituir una de las expresiones más consumadas del saber pastoral moderno, de su, ya mencionada, inacabable capacidad de adaptación a distintos medios y cambiantes coyunturas. Pero no dejemos todavía la carta de los disgustados parroquianos de Sevilla a Melchor de San Bartolomé. El carmelita la recogió en uno de sus cartapacios de notas manuscritas, donde, por cierto, también incluyó otras diversas noticias sobre invenciones de los predicadores en el púlpito. Así, se hace eco, por ejemplo, del «singular suçeso» que fray Pedro de Valderrama había obtenido en Zaragoza «en materia de mover a los oientes y hacer fruto con su predicación». Ante unos fieles que no daban muestras de la menor compunción, fray Pedro se concertó con un ingeniero italiano presente en la ciudad promiscua [I-III]. BNE, Ms. 12176, fol. 30r. En efecto, la finura retórica de Pablo de Alicante no parece muy alta a la luz de su tratado El buen amigo en la muerte. Valencia: Benito Macé, 1670. 5 Compárese con un pasaje de las Advertencias para la enseñanza de la filosofía y destreza de las armas así a pie como a caballo de Luis Pacheco de Nárvaez [1642] en el que se habla de «los autores extranjeros siempre [parecen] inclinados más a lo verboso, a lo hipervólico y a las posturas y acciones asombradizas, acompañadas con carantoñas, que a lo sustancial y firmeza de los preceptos» (Edición de Pedro Vindel en Antiguos tratados de esgrima. Madrid: s.i., 1898, p. 282). Para la cita en el texto, Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, El sagaz Estacio, marido examinado [1620]. Edición de Francisco A. Icaza. Madrid: La Lectura, 1924, p. 158. Una sugerente comparación entre la escenografía teatral y la disposición de las pinturas en las iglesias del Barroco hispano puede encontrarse en Francisco J. Cornejo, Pintura y teatro en la Sevilla del Siglo de Oro. La «Sacra Monarquía». Sevilla: Fundación El Monte, 2005.

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para que hiciese aparecer una enorme imagen de Cristo crucificado en el momento exacto en el que, «dando una voz con fuerça extraordinaria», el predicador clamaba: «Señor mío, Jesu Christo, parezca aquí vuestra divina Magestad y vea este pueblo el estrago que con sus pecados an hecho en su santa persona tan digna de respeto y admiración». La frialdad anterior se convirtió, entonces, en pavor, miedo, espanto y admiración, con alarido de voces y lamentos, recogiéndose el esperado fruto de la conversión gracias a aquella industriosa invención tan bien concertada.6 Aparte de la insistencia en la terrible gestualidad de las prédicas altomodernas, por otra parte bien conocida y repetida de manera incansable, hay dos extremos de estas notas de fray Melchor de San Bartolomé que ahora merecen destacarse. De un lado, en términos generales, la existencia de una suerte de memoria de los predicadores que se construía sobre la acumulación de dichos y hechos afortunados o, por el contrario, infelices. Sin dejar de alcanzar los tratados impresos, esta memoria particular parece haber recurrido especialmente a la copia manuscrita, algo que, por otra parte, sucedía también en la memoria cortesana de los espacios palatinos. De otro lado, me gustaría hacer hincapié en que lo que se recoge también entra la respuesta obtenida en el seno de los auditorios, en concreto esa tan activa que protagonizaron los respondones fieles de San Gil al recibir el sermón de fray Pablo de Alicante. Y, esto, no tanto porque una parroquia mostrase su desagrado con un predicador, algo que en ocasiones adquirió tintes aún más airados, sino porque los enfadados vecinos entraron a juzgar, calificándolas de groseras, las industrias desplegadas por el orador sagrado. Pero volvamos ahora a Jerónimo López, recordado, por cierto, por sus compañeros como el misionero perfecto. Martín de Lanaja, también jesuita y principal biógrafo del padre valenciano, a quien conoció en plena actividad, no duda en afirmar que Jerónimo López «llegó a conseguir tan grande imperio y señorío sobre los corazones de sus oyentes que los movía como y azia donde quería».7 Para 6 «Notable y singular suçeso de [fray Pedro de Valderrama] uno de los más insignes y más esclarecidos predicadores que a tenido España», Miscelanea, cit. BNE, Ms. 12176, fols. 20r.-22r. 7 Martín de Lanaja, El missionero perfecto. Deducido de la vida, virtudes, predicación y missiones del venerable y apostólico predicador padre Gerónimo López de la Compañía de Jesús. Con una práctica muy cumplida de la perfecta forma de azer Missiones,

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conseguirlo, para imperar y enseñorearse con tanta eficacia de su auditorio,8 López se hizo famoso tanto por el consumado uso de su voz como por sus espectáculos —de las calaveras, del cuadro de las ánimas, etc—. En suma, el jesuita parece haber llevado a sus últimos extremos la panoplia entera de recursos que era posible movilizar en una misión, de las voces a las imágenes e, incluso, a los olores. En cierta ocasión se había ocupado de lo mucho y variado que cabía en los equipajes de una misión, señalando que: «Vn P. Missionero llevava perfumes, para el día de la Comunión general, y esto usado con la moderación conviniente, se recibe bien. Copia de premios para cebar los Niños, en la enseñança de la Doctrina Christiana, es posible llevar. Algunos llevan Diálogos en verso, sobre los Misterios de Nuestra Santa Fe, para que los representen niños de buena voz, y gracia, y verdaderamente que conviene usar de estas santas y devotas invenciones para adelantar el ministerio tan provechoso de la enseñança de la Doctrina».9

Las «devotas y santas invenciones» de las que aquí hablaba Jerónimo López son, claro está, ejemplos de industrias. Él mismo compuso unas Industrias para dirección de misioneros que circularon manuscritas en su tiempo10 y que llamaron incluso la atención de Juan de Palafox y Men-

con fruto de las almas, conforme al estilo que en ellas guardava el mismo V.P. y otros Misioneros insignes, Zaragoza: por Pasqual Bueno, 1678, p. 103. 8 Sobre las prácticas misionales jesuíticas en la Península Ibérica moderna, remitimos a Federico Palomo, Fazer dos campos escolas excelentes. Os jesuítas de Évora e as missões do interior em Portugal (1551-1630), Lisboa, Fundação Calouste Gulbenkian - Fundação para a Ciência e a Tecnologia, 2003; y Francisco Luis Rico Callado, Las misiones interiores en la España de los siglos XVII-XVIII. Tesis doctoral defendida en la Universidad de Alicante, 17 de septiembre de 2002. Edición electrónica de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. ISBN 84-688-0624-2. 9 Lanaja, Missionero perfecto…, p. 499. 10 En el libro quinto de El missionero perfecto (pp. 443-662), Lanaja traslada en cursiva fragmentos de cartas de Jerónimo López, así como sus Industrias para dirección de misioneros. [«Excelencias, provechos y estimación de las missiones, la idea de azerlas con fruto de las almas sigún la forma, práctica y estilo que guardava en ellas el apostólico padre Gerónimo López y otros insignes missioneros, las trazas e invenciones santas de que se valía en el púlpito para mover los coraçones y noticia de algunos de sus discípulos en el ministerio de las missiones.»]

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doza, entre cuyos papeles se conservó una copia de ellas, así como otros escritos del jesuita valenciano.11 Abramos ahora un intermedio palafoxiano antes de regresar a López, el misionero que terminó por confiar en lo sordo del libro impreso todo lo que había esperado del ruido de las misiones más espectaculares y que, por otra parte, él dominaba como pocos. Durante sus años de prelado en la diócesis castellana de Osma, entre 1653 y 1659, Palafox llevó consigo un libro manual que le servía para registrar oraciones, propósitos, deseos y, en general, no importa qué textos, impresiones y recuerdos.12 En un sentido amplio, el Manual responde a la bien asentada tradición letrada del cartapacio, pues, además de observaciones propias, también se incluyen en él algunas notas de lectura, sin olvidar el traslado de tantos de papeles de autoría ajena y distintos borradores en los que proponer o pergeñar obras de mayor calado. En este último sentido, el libro manual del sexenio de Osma puede resultar muy instructivo para quien esté interesado en conocer cómo elaboraba Palafox sus escritos e, incluso, cómo era el proceso de invención de sus figuras retóricas. Por ejemplo, el Venerable apunta que el 4 de noviembre de 1658, estando en la casa del cura de Vildé, localidad muy cercana a la sede episcopal, vio cómo «cinco lechones» porfiaban ferozmente entre sí, tanto para hacerse con la comida como, lo que es más, para impedir que otros lo hiciesen.13 Esa sencilla impresión, tomada del más expresivo natural, le sirve para ordenar toda una reflexión en cinco puntos a propósito de los «pretendientes del mundo», de cuyos descarSobre la relación de la Compañía y Palafox durante el tiempo en el que este último ocupó el obispado de Osma, con la invitación que el prelado hizo a distintos jesuitas para que hiciesen misión en su jurisdicción y el interés de Palafox por los escritos de Jerónimo López, véase Elías Reyero, Misiones del MRP Tirso González de Santalla XIII prepósito general de la Compañía de Jesús, 1665-1686, Santiago: Tipografía Editorial Compostelana, 1913, pp. 23-25 y passim. Resultan de especial interés los extractos de cartas de Juan de Palafox en los que se menciona unos «cuadernos» con textos de López que le había remitido Tirso González y que se habían convertido «en una librería entera para mí», pp. 641-643. 12 Juan de Palafox y Mendoza, Manual, BNE, Ms. 475 [Manual de el Obispo, mi señor]. De ahora en adelante nos referiremos a este códice como Palafox M. 13 Palafox M., fol. 6v. «A 4 de noviembre 1658 en casa el cura de Vildé. Mirando por una ventana a un corral vi cinco lechones que estavan sobre una gamella porfiando por cuál comería más y gruniendo sobre ello echando los más fuertes a los más pequeños y no dexándolos comer.» 11

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nados usos y maneras aquella lucha de flacos y poderosos le había parecido «una imagen viva».14 Igualmente, el Manual destaca por contener una serie de textos esbozados en forma de breves esquemas que portan títulos tan sugerentes como Manual de miserias i misericordias para llorar las unas i ordenar las otras, Siete advertencias a los curas o sacerdotes que han de doctrinar labradores y Subida espiritual, esqüela del corazón para ser verdaderos discípulos de Christo, entre otros.15 En manos de Palafox, sin embargo, este cartapacio de notas adquiere un perfil, cuando no ascético, sí al menos devocional, puesto que alguna de sus piezas debía ser objeto de consideración regular como forma de meditación. Éste es el caso, por ejemplo, de uno de esos brevísimos tratados, el titulado Apuntamientos para ser buen pastor y siervo de tu iglesia, una obra en la que Juan de Palafox configura una suerte de retrato del prelado perfecto a través de setenta y cinco artículos breves.16 Los Apuntamientos se abren con la siguiente admonición: «Primeramente, pídele a Dios luz para que te encamine y enseñe a hacer su voluntad, diciendo Domine doce me facere voluntatem tuam y lee y registra los apuntamientos siguientes por lo menos una vez cada mes y no sea como los que hiciste quando veniste de las Indias que ni los leíste ni los cumpliste».17

Como sucede aquí, el eco indiano aparece en distintos puntos de este Manual de los años de Osma, indicando el prelado, por ejemplo, su 14 Ibidem. Sobre las ideas del prelado sobre la corte y el valimiento, véase Cayetana Álvarez de Toledo, Politics and reform in Spain and viceregal Mexico. The life and thought of Juan de Palafox, 1600-1659, Oxford: Clarendon Press, 2004. 15 Palafox M., fols. 3r.; 5r.; 15r.; respectivamente. Los títulos de algunas otras de estas brevísimas obras son Siete medios y remedios que el señor obispo dexa encomendados para conservarse en la gracia, fol. 4r.; Siete avisos a confesores, fol. 6r.; Siete remedios para vencer una persona en sí una mala costumbre, fol. 7r.; Siete virtudes principales de un buen sacerdote, fol. 8r.; Siete daños de no confesar las culpas, sino de año a año, fol. 9r.-v.; Siete utilidades principales entre innumerables que resultan de la freqüencia del sacramento de la penitencia con digna disposición, fols. 10r.-11r.; o Advertencias a los curas, fol. 12r. 16 Palafox M., fols. 80r.-92r. 17 Palafox M., fol. 80r.

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deseo de fundar en su nueva diócesis castellana «un collegio de vírgenes donde se críen bien, para huérfanas, dándoles buenas reglas como en la Puebla».18 Pero, ahora, conviene señalar que en estos apuntamientos que el obispo tenía que leer y registrar por lo menos una vez al mes se indica también que un prelado ideal tenía que interesarse no sólo por libros y lecturas,19 sino por las mismas prensas. Así, una de las primeras cosas que éste debe hacer es averiguar con cuántos volúmenes de las constituciones sinodales de su nueva diócesis podía contar y «si no hubiere, hacerlas imprimir y que cada uno de los curas y personas a quien tocare tenga y sepa las leyes que ha de guardar».20 Con una disimulación casi cortesana, sin embargo, el Venerable no propone que se hagan nuevas constituciones, sino, en su caso, que se reimpriman las existentes agregando la recopilación de «lo demás que se hubiera añadido a ellas». De forma, «que vean que no son tuyas, sino de tus Antecesores, para que conozcan tus súbditos que no obras inventando los remedios, sino ejecutando los que hallas assentados en tu iglesia».21 Ni que decir tiene que, dada su enorme producción, parece indudable que para Juan de Palafox el desempeño de las tareas propias del prelado también llevaba aparejada la asunción de las funciones características

18 Palafox M., fol. 13r. Se trata de unas anotaciones fechadas el 24 de febrero de 1659 y en las que Palafox apunta: «tres cosas desea mi alma, Dios me las cumpla, i la quarta la abraça mi corazón». Los tres primeros propósitos del prelado eran instituir sendas casas de niños expósitos en Soria y en Aranda de Duero, una casa para recogidas en Soria bajo la advocación de la Magdalena, el citado colegio de vírgenes, como el poblano, y, por último, un colegio de clérigos, «pero bueno como le tengo representado i escrito en mi Idea» (ibi). Sobre el impacto de la experiencia americana previa en la ejecutoria pastoral de algunos autores una vez vueltos a Europa, véase nuestro «Memoria de memorias. La experiencia imperial y las formas de comunicación» en Roger Chartier y Antonio Feros (eds.), Europa, América y el mundo: tiempos históricos. Madrid: Fundación Rafael del Pino - Colegio Libre de Eméritos - Fundación Carolina - Marcial Pons, 2006, pp. 107-124. 19 La recomendación de que los eclesiásticos posean libros y los lean es repetida. Por ejemplo, una de las Advertencias a los curas de Palafox M. (fol. 12r.) era, precisamente, «que huyan de la ociosidad y tengan libros». 20 Palafox M., apuntamiento 6, fol. 80v. 21 Ibidem.

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del autor.22 Así, por sólo citar los Apuntamientos que vamos siguiendo, hace una fuerte insistencia en la conveniencia de escribir «cartas pastorales para todo género de estados de los que componen tu Diócesi»,23 adelantando el asunto de seis de esas cartas que debería componer para su nuevo obispado.24 Pero es en uno de los últimos apuntamientos, el número setenta, donde encontramos más claramente expresada esa vinculación entre prelacía y autoría. Dice allí Palafox que: «Cada año has de ofrecer a tus súbditos algún tratado espiritual o la vida de algún santo o otras instrucciones, que los mejores y enseñes, y no desconfíes por no aprovechar con ellas, pues lo que no da fruto oy podrá darlo mañana y lo escrito siempre persuade y predica y el Prelado sólo puede estar en todas las partes de su diócesi con la pluma y quando con ellos no se consiga el fruto de la Doctrina (que sí hará con la gracia del Señor) cumples tú y salvas tu alma».25

Hay aquí una clara propuesta editorial que responde a un plan premeditado: con el doble objetivo de instruir y perfeccionar a los fieles, el prelado debe ofrecerles anualmente nuevos textos (espirituales, hagiográficos, normativos). Escribir para que lea, u oiga leer, la comunidad de fieles se convierte, así, en un instrumento no sólo de la persuasión, sino también, expresamente, de la predicación, una predicación extendida porque la pluma es el único medio que le permite al prelado «estar en todas las partes de su diócesi». Todo esto es, en suma, tanto como decir que la edición posibilita una visita y una misión pastorales permanentes que actuarían a distancia en el espacio, pero también en el tiempo, pues estas obras que el obispo les ha de ofrecer cada año a sus 22 Es interesante considerar los textos que testimonian cómo seguía muy de cerca la impresión y difusión de sus obras que figuran en Juan Pablo Salazar Andreu (coord.), Manuscritos e impresos del venerable señor don Juan de Palafox y Mendoza, León: Junta de Castilla y León-Arzobispado de Puebla-Gobierno de Navarra, 2000. 23 Palafox M., fol. 90v. 24 Palafox M., fol. 14r., Cartas pastorales que se han de ir haciendo para el Obispado. Eran éstas: «1ª. De la devoción de la Virgen y exercicio de su Ssmo Rosario. 2ª. De la limpieça y docilidad del corazón y daños de su dureça […]. 3ª. De las calidades de a contrición, confesión y satisfación para hacer una verdadera conversión. 4ª. De los vicios de los estados y sus remedios. 5ª. De la utilidad y alegría del trato interior con Dios. 6ª Quán estrecho es el camino de la vida eterna, pero que son muy alegres sus pasos y sus jornadas». 25 Palafox M., fol. 91r.

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fieles pueden dar sus frutos sin limitarse a un calendario de actuación que estaba necesariamente determinado. Dicho con otras palabras, la edición constituye una herramienta utilísima para el desarrollo de las labores pastorales y de ella el prelado debe obtener todo el provecho que le sea posible. Y, aunque Palafox no lo diga expresamente en estos Apuntamientos, bien podemos decir que el recurso a la tipografía nos es presentado como una de las industrias a las que, según las necesidades, era posible acudir. Sin duda, Juan de Palafox había desarrollado muchas industrias durante sus años novohispanos para conducir conductas moviendo voluntades y cuando se instaló en la castellana Osma ideó algunas nuevas para su nuevo rebaño de labradores iletrados.26 La extraordinaria atención que el prelado le prestaba al universo siempre fascinante de las humanas trazas con invenciones santas queda patente con sólo decir que en el Manual de 1653 a 1659 incluyó sendos papeles titulados Industrias de algunos obispos, el uno, e Yndustrias para missiones, el otro, de hecho un traslado del largo discurso en forma de carta que había compuesto Jerónimo López.27 Merece la pena destacar que también se califiquen como industrias algunos expedientes de la práctica pastoral desarrollada por los obispos, algo que insistiría en la necesidad de no vincular en exclusiva dicha noción con las actividades de las órdenes religiosas, como casi ha venido a ser general. Así, serían, industrias de prelados y curas tener dos personas de confianza en cada calle para que le avisasen «de qualquier cosa que entendiesen pidía remedio»;28 confesarse un arzobispo con los curas a la vista 26 El ejemplo más elocuente lo constituye su tratado, publicado póstumamente, Bocados espirituales, políticos, místicos y morales. Catecismo y axiomas doctrinales para labradores y gente senzilla especialmente con otros tratados, Madrid, 1662, donde propone composiciones poéticas muy sencillas para ser leídas en voz alta, memorizadas e, incluso, cantadas por los niños. Recuérdese, también, que Palafox M. incluye un pequeño texto titulado Siete advertencias a los curas o sacerdotes que han de doctrinar labradores, citado supra. 27 Palafox M., fols. 218r.-233v. [Industrias de algunos obispos]; y 101r.-148v. [Jerónimo López, Yndustrias para missiones y motivos y casos que se aficionan a ellas]. 28 Palafox M., fol. 220r. [Industrias de algunos obispos].

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de todos cuando realizaba la visita de su diócesis, «lo qual muchas vezes sirve tanto como de una buena plática» y había hecho Juan de Ribera;29 «leer al pueblo cada fiesta y domingo un capítulo del catecismo de Clemente octavo trabajado por el cardenal Bellarmino»;30 o imitar al Cardenal Espínola, quien: «[…] assistía a la doctrina de los niños sentado en una silla a un cabo de altar, llevaba doctrinillas y rosaritos y medallas y santicos y el proprio dezía pregunten a aquel niño si la madre de dios está en la hostia? Si el confessor puede descubrir peccados? Si el que confiessa ha de tener propósito firme?».31

Extraordinaria me parece, asimismo, la piadosa industria de Diego de Yepes, obispo de Tarazona, quien mandaba «enterrar en el cimenterio» las imágenes «que por la vejez o hechura o estar quebradas eran indecentes».32 Y, en suma, el Manual que venimos siguiendo se convierte él mismo en industria cuando leemos «llevar un librito de memoria consigo lo usan muchos porque cosas de harta importancia se dexan por un no me acordé».33 Casi la última de las Industrias de algunos obispos que recogió Juan de Palafox en su Manual de Osma se refería a una pretensión que Agustín Espínola hizo llegar a Urbano VIII y que consistía en «hazer leer la praxi del catecismo romano». Siendo obispo de Tortosa, Espínola se había dirigido al Papa en estos términos: «La necessidad que el pueblo cristiano tiene de saber la doctrina y costumbres christianas es grande. El concilio de Trento juzgó convenía hazerse un catecismo y Pío V lo executó. Pero la necescidad se queda sin remedio porque muchos curas no tienen este libro, muchos no lo entienden, muchos no saben sacar dél un sermón y si un año sacan halgo, el otro no tienen qué sacar. Para remediar tanto mal se representa a V.Sd. un medio fácil, eficaz, y es que se componga un libro que tenga tantos capítulos como los domingos y fiestas del año y en éstos se pon-

Palafox M., fol. 224r. [Industrias de algunos obispos]. Palafox M., fol. 221r. [Industrias de algunos obispos]. 31 Ibidem. 32 Palafox M., fol. 218v. [Industrias de algunos obispos]. 33 Palafox M., fol. 225r. [Industrias de algunos obispos]. 29 30

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gan todos los puntos más sustanciales de la fe y costumbres cristianas por un modo claro, breve y grave, y hecho este libro se mande a los párochos que cada domingo y fiesta al tiempo del offertorio lean un capítulo a sus feligreses y que sea en la lengua vulgar esto se entiende los días que no ay sermón. Este medio es fácil porque quita a los curas todas las escusas, porque no pueden dezir que no tienen talento de predicar, que no son letrados, que son viejos, que están ocupados, pues no se les pide, sino que sepan leer por sí o por otro. Para los obispos es fácil, pues no les ha de costar, sino mandarlo y si no se executa castigarlo y sin trabajo alguno pueden saber si se executa porque como es acción pública, todo el lugar es testigo cada fiesta. Para V.Sd. es muy fácil porque el libro ya está trabajado con nombre de Praxis del catecismo romano y sólo queda lo que se suplica a V.Sd. y es lo mande rever y reconocer y que (como la primera vez salió en nombre de Pío V) salga agora en nombre de V.Sd. Esto desean muchos obispos y personas doctas y zelosas y confían tendrá effecto por ser una de las acciones más necessarias y grandes que según el pressente estado puede emprender un pontífice romano a quien dixo Christo nuestro Dios pasce agnos et oves. Porque esto será un gran descargo de las consciencias de los obispos, de los párochos y de los restantes del pueblo christiano […]».34

Hasta aquí la carta de Espínola al Papa. La obra para la que se buscaba la protección pontificia no era otra que la Práctica del catecismo romano y doctrina christiana… por que se puede leer cada domingo y día de fiesta, que se publicó bajo el nombre de Juan Eusebio Niéremberg y que tuvo una dilatadísima vida editorial con numerosas impresiones desde 1640.35 La preocupación despertada por la falta de actitudes o de interés de los curas en relación con la predicación venía desde antiguo. Ya en el siglo XVI, el maestro Juan de Ávila, a quien tan cercanos estuvieron, por otra parte, los jesuitas, había llamado la atención sobre la necesidad de formar debidamente a los sacerdotes en el conocimiento de las Sagradas Palafox M., fols. 231r.-232r. [Industrias de algunos obispos]. Práctica del catecismo romano y doctrina christiana, sacada […] de los catecismos de Pío V y de Clemente VIII […] con las divisiones y adiciones necessarias al cumplimiento de las obligaciones christianas […] van al fin añadidos varios exemplos de los puntos principales de la doctrina. Dispuesto todo por mandado de algunos […] prelados de España. Dedicado a todos los de estos reinos por […] I.E.N. [id est] Juan Eusebio Niéremberg, Madrid: Diego Díaz de la Carrera, 1640. 34 35

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Escrituras para que pudieran desempeñar su apostolado como sacerdotes.36 Pero, llegada la mitad del siglo XVII y pese a una reiterada insistencia, la posibilidad de elevar su nivel por medio de la aplicación a los libros parecía haberse mostrado ineficaz. Por ello, iniciativas como la de la Práctica del catecismo romano venían, de hecho, a convertir la predicación en una simple forma de lectura. Había, por supuesto, una larguísima tradición de lectiones que complementaban el sermo a la hora de transmitir la doctrina a los fieles, sin olvidar los casos en los que la falta de predicador abría el recurso a la lectura de alguna obra en la liturgia dominical. Por ejemplo, el canónigo Martín Gasco fundó una capilla en honor de la Magdalena en la iglesia parroquial de Corral de Almaguer, donde debían colocarse los sepulcros familiares, pero a la que se dotó también de una librería que, según las constituciones, había de disponerse en el mismo lugar. La principal función de esta biblioteca era facilitar el estudio de los capellanes, pero tambien estaba abierta a cualquier «otra persona [..] natural de la dicha villa o estrangero della» que «quisiere ver los dichos libros o alguno dellos o leer o estudiar en ellos». Sin embargo, los Gasco también establecieron que «no proveyendo el perlado de predicador continuo para los Domingos y fiestas, porque en los tales días no falte doctrina Christina, si la iglesia y pueblo pidiere lectión de alguno de los libros que en la dicha capilla estuviesen para los tales días, que se les dé». Entre los cometidos de los capellanes quedaba, así, el de hacer «la dicha lectión al pueblo», quedando al encargo de los beneficiados ordenar si se leería desde «el púlpito o dónde y quándo, y con el tono, y con las pausas que le fuere ordenado». Quizá suponiendo la sorpresa que este capítulo podía provocar, el canónigo Gasco explicaba que eso era lo que ya se hacía «en muchos pueblos fuera destos reynos», donde «en lugar de sermón se acostumbra lectión». Ni que decir tiene que sólo podían ser utilizados para estas «leyendas» títulos elegidos, como la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia, el Cartujano.37 36 Juan de Ávila, Los dos memoriales del beato Ávila para Trento, edición de Camilo María Abad, Santander: Universidad de Comillas, 1962. 37 [Constituciones de la capilla de la Magdalena en la iglesia parroquial de la Asunción de Corral de Almaguer. Constitutiones domus sive collegij Sanctae Mariae Magdalenae in civitas Salmantina] S.l.: n.i, n.a. Los textos normativos van, sin embargo,

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Repárese en que, por el contrario, la antes citada carta de Espínola a Urbano VIII pretextaba la incapacidad de muchos curas de almas de sacar sermones del catecismo romano, que podían llegar a no tener. Insiste, en cambio, en que «este medio [la lectura periódica del libro de Niéremberg] es fácil porque [les] quita […] todas las escusas, porque no pueden dezir que no tienen talento de predicar, que no son letrados, que son viejos, que están ocupados, pues no se les pide, sino que sepan leer por sí o por otro». También Jerónimo López apoyó esta empresa de la Práctica impresa y si creemos a su biógrafo Martín de Lanaja fue uno de sus principales impulsores, buscando una forma «suave y fácil» en su ejecución para que «ningún christiano se quedase excluido del bien de la Doctrina».38 De esta forma, poniendo en las manos de todos los curas de almas una obra expresamente ideada para su lectura «después de acabado el Evangelio por un cuarto de hora»,39 los fieles tendrían garantizada de forma continuada su ración de católica verdad. Pero, además, el Padre López se interesó por atraer de una manera todavía más directa a los fieles, no ya a través de sus pastores, sino a ellos mismos como lectores. Una extraordinaria y elocuente carta suya a Tirso González, cuyo original se nos ha conservado precisamente en el Manual de Osma de Juan de Palafox, nos permite conocer una de sus propuestas más originales. En sus misiones, numerosas y muy percusivas, Jerónimo López solía recurrir con frecuencia a esos impresos menores que los historiadores del fechados en Sevilla el año de 1561. Cito por el ejemplar en cuarto de AHN, Consejos suprimidos, legajo 30350. Existía, por supuesto, una suerte de biblioteca perfecta o ideal para clérigo; véase el apartado «Lección y elección de libros» de Francisco Sobrecasas, Ideas varias de orar evangélicamente con reglas, para la forma, y elección de libros para la materia. Zaragoza: por los herederos de Pedro Lanaja y Lamarca, 1681, pp. 459-483. Ahora, F. Palomo, «Algo más que la divina gracia. La cultura literaria de los misioneros de interior jesuitas en la Península Ibérica…», cit. 38 Lanaja, El missionero perfecto, cit., p. 206. Para este autor, López debería considerarse el responsable último de la Práctica, aunque, con su habitual y tópica humildad, permitió que apareciese bajo el nombre del célebre Juan Eusebio Niéremberg, ibi, p. 208. 39 Ibidem.

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libro llaman recetería o menudencias. Por ejemplo, Lanaja refiere que llevaba «abundancia de exemplares de un papel impresso en una oja, por la una parte solamente, donde se leen escritos los casos en los quales la Confessión es sacrílega». Dicho papel, era fijado tanto en las iglesias como en «otros puestos abiertos, patentes y freqüentados de gente», lugares donde también hacía pegar grandes rótulos impresos con admoniciones contra, por ejemplo, los que juraban.40 Asimismo, López se movía de localidad en localidad con un impresionante cargamento de papeles, entre los cuales se encontraban: «[…] quadernillos impressos de interrogatorios sobre los diez mandamientos, para azer confessiones generales. Quadernillos de la gravedad y malicia del pecado mortal y medios para no caer en él. Papeles de medios para preservar en el propósito de servir a Dios».41

De esta forma, quien conocía el valor de las imágenes, los rosarios, los pequeños diálogos teatrales e, incluso, los olores, también podía ser considerado un misionero papelero. Pero, más allá de este uso amplio de los impresos, en 1657 Jerónimo López le auguraba un negocio rentable a cualquier mercader o impresor que aceptase costear a sus expensas la edición de un libro nuevo titulado los Casos raros de la confesión. Porque su título, apremiante como aguijón, era de esos que le daban golosina al público, aquel libro tenía necesariamente que venderse bien, muy bien. En una carta a Tirso González, fechada en octubre de 1657, se expresaba así a propósito de una obrita que acababa de aparecer y que, a través de sabrosos «ejemplos», buscaba erradicar la extendida costumbre de «callar peccados en la confesión». En la publicación de los Casos raros, López había venido a cifrar su experiencia de casi cuatro décadas de misionero práctico. Por ello, el veterano jesuita quería que el futuro prepósito general de la Compañía conociera con todo detalle los primeros pasos que se habían tomado en la difusión del libro en Valencia: «Aquí ayer se publicó en el púlpito de las pláticas que se hazen por las tardes. Publicólas el padre y io le dixe lo hiciese desta manera: Des40 El missionero perfecto, cit., p. 499. Uno de esos rótulos decía: «En la casa del que jura / no faltará desventura» (ibidem). 41 Idem, id., pp. 498-499.

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pués de dicha la ave María sacó del seno el librito y dijo antes de començar el sermón les quiero rogar que lean a los de su casa este librito. El título es éste y leyó la introducción que es occasión con que este libro se ha hecho y después dixo creo que gustarán de oyr ´ la aprobación que también servirá para que lo lean con esperança de gran provecho. Anse impresso mil, pero no ay para començar porque dentro de pocas horas se vendieron todos los que estavan enquadernados y mientras escrivo ésta se dan gran priessa. Creo se avrá de hazer otra impresión. Y yo en algunas pláticas he dicho: los ejemplos y castigos que Dios ha hecho contra los que callan pecados se an recogido en un librito, miren que lo lean en sus casas y pues compran libros de vanidades y cavallerías y comedias no se dexen éste, no sean como los enfermos imprudentes que dexan los manjares de provecho por las frutas verdes, etc.».

Jerónimo López le había rogado al padre Cristóbal de Vega, más ducho que él en el trato con tipógrafos, prensas y libreros, que se ocupase de la impresión, pero era él quien, en persona, había pasado a encargarse de la difusión del escrito por tierras de Aragón, Cataluña, Navarra, Andalucía, Castilla e, incluso, las Indias. Y, precisamente, la citada carta a Tirso González tenía que ver con la posibilidad de que los Casos raros de la confesión llegasen a publicarse en Valladolid, en la confianza de que «algún mercader, si espera ganancia, saldrá a ello, o impresor». Es así que le explicaba cómo: «Yo rogué al Padre Vega se encargase desto y al principio estuvo dudoso, pero después se ha holgado mucho por el provecho que se espera y ya le goza […] Si en Valladolid huviese algún padre que está acostumbrado a imprimir libros, conciértele, que estoy cierto no perderá y más dándose noticia en el púlpito o plática o dotrina como aquí se ha hecho y no sólo agora de presente, sino también en la cuaresma se renovará la sustancia desto».

López añadía también que «este padre [Vega] es medio sordo y dize ya que yo no puedo hazer missiones». Algo que no dejaba de ser verdad, pues el veterano jesuita moriría poco después de escrita esta carta, casi a los setenta años de edad. Por ello, gana un valor especial su observación de que «consuélome que esto [la difusión de los Casos raros] me servirá de missiones y sin duda que será a lo sordo y a lo disimulado una grandiosa missión».42 42 Carta autógrafa de Jerónimo López a Tirso González, Valencia, 23 de octubre de 1657 [Carta en la que el padre herónymo lópez encarga que se procure se impriman

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De esta pequeña pieza tomada del epistolario de dos conspicuos miembros de la Compañía de Jesús, entregados ambos a la labor misional,43 cabe destacar tres aspectos. En primer lugar, pese a que se diera noticia de su existencia y se promoviera su lectura desde el mismo púlpito, plática o doctrina, esas misiones sordas que permitiría la tipografía le exigían al misionero el desarrollo de estrategias específicas de atracción de un público que, repárese, pasaría a estar disperso tanto en el espacio como en el tiempo. Pese a coincidir en el espíritu industrioso que envolvía a toda la misión, estas estrategias planteaban cuestiones particularmente específicas, como eran las relativas a título, tirada, formato, materialidad del texto, precio o calidad de la impresión. En segundo lugar, hay que destacar la entrada en el escenario de la confesionalización católica no ya de monarcas, ciudades, prelados, órdenes o mecenas, sino de unos agentes tan particulares y característicos como los mercaderes del libro, llamados a costear la impresión de los Casos raros en espera tan sólo de ganancia, como decía el propio Jerónimo López. De hecho, las estrategias que los misioneros deberían desarrollar venían a coincidir con las que estaban aplicando autores, impresores, libreros o costeadores embarcados en llamar la atención de los lectores en beneficio propio a través de la operación de adobar con variadas golosinas sus múltiples producciones. De la misma forma que todos estos agentes del comercio librario, que ya estaba plenamente maduro dos siglos después de la aparición de la tipografía, conocían de sobra lo mudable de la voluntad del público lector, también los encargados de la misión debieron ser plenamente conscientes de que su particular auditorio constituía una suerte de público como el que había construido la imprenta. los libros de los casos raros de la confesión y comunica liberalmente sus pláticas. Alégrasse con las nuevas de missiones. Franquea sus pláticas]. BNE, Ms. 475, fols. 154r.156v. Aunque se publicaron bajo el nombre de Cristóbal de Vega, los Casos raros de la confesión han de atribuirse a Jerónimo López. Véase Augustin y Alois de Backer, Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus. Deuxième sèrie, Liege: 1854, p. 367. Sobre la fortuna editorial de la obra como escrita por Vega, Augustin y Alois de Backer, Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus. Troisième sèrie, Liege: 1856, pp. 740-741. Cfr. José Simón Díaz, Jesuitas de los siglos XVI y XVII. Escritos localizados. Madrid: Fundación Universitaria Española-Universidad Pontificia de Salamanca, 1975, p. 427. 43 Véanse, de nuevo, Martín de Lanaja, El missionero perfecto…, cit.; y Elías Reyero, Misiones del MRP Tirso González de Santalla…, cit.

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Para Jerónimo López, la impresión de obras como los Casos raros de la confesión era una forma, sorda, de hacer una misión a distancia, en la que los efectos de la palabra predicada se confiaban a la palabra leída u oída leer, casi sin intermediación de operarios apostólicos. La propuesta de una misión sorda y disimulada hecha a través de la publicación tipográfica se ha de oponer a las otras misiones, ruidosamente sonoras y visualmente espectaculares, que, como ya hemos visto, el valenciano había protagonizado por sí mismo y que lo convirtieron en uno de los más imponentes misioneros de interior del Barroco hispano peninsular. Su biógrafo Martín de Lanaja recoge, a este respecto, el testimonio de que «a este libro [los Casos raros de la confesión] solía llamar su Autor perpetua misión sorda, porque mudamente, y sin ruido buela por el mundo en todos tiempos, y se entra por las casas, obrando los mismos efectos que las Missiones ruidosas que usan los Predicadores acompañadas de gritos y vozes».44 El camino, en suma, que en las estrategias de un misionero tan experimentado como Jerónimo López va de la prédica a la imprenta tiene que ver, en primer lugar, con la capacidad difusora de la tipografía, incansable suministradora de nuevos textos capaces de inundar a los fieles en papel y tinta; en segundo, con la necesidad de hacerse presente en el seno de un público que, pese a las elevadas tasas de analfabetismo, considera ya el libro una realidad cotidiana, que leía u oía leer; y, en tercer lugar, por las posibilidades inherentes al impreso frente a la palabra hablada de establecer un mayor grado de control de lo que efectivamente se llega a difundir. Este último aspecto, especialmente importante, no se refiere tan sólo a que el proceso tipográfico permita el establecimiento de expedientes de censura, tanto previa como a posteriori, sino que también tiene que ver con la posible búsqueda de algunas garantías en cuanto a la recepción. La lectura de obras como la Práctica del catecismo romano y doctrina christiana como sustituto del sermón permitía esperar que los fieles oyesen sus prédicas y, además, que éstas fuesen correctas, sin quedar al albur de curas de almas incapaces o incompetentes. Al tiempo, la publicación de títulos como los Casos raros de la confesión, escritos por los propios misioneros como autores de trataditos monográficos, actuaría a 44

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Lanaja, El missionero perfecto…, cit., p. 212.

largo plazo sobre los fieles cuyas habituales lecturas de «libros de vanidades y cavallerías y comedias» serían sustituidas por estas otras que también daban golosina, pero que eran plenamente satisfactorias desde el punto de vista doctrinal y cuya recta interpretación podía esperarse por medio de la reiteración y el modo expositivo. Conviene insistir en que el XVII español se interesó vivamente por las maravillas de la voz, pero también consideró necesario disciplinar el sentido del oído, limitando los muchos peligros que acechaban a los que, valga la expresión, oían libres y sin prudencia. Nació de aquí una amplia literatura, en la que destacó el jesuita Miguel Ángel Pascual, destinada a desengañar, remediar, preservar, fortalecer al oyente, al que también se le enseña a aprovechar los sermones que puede llegar a oír.45 Si las formas crean sentido, las relativamente cerradas del libro impreso permitirían intentar controlar la recepción de los oyentes en mayor medida que voces y ruidos y, por ello, de la prédica a la imprenta con una perenne misión sorda que engolosina.

45 Parafraseamos aquí distintos títulos del Padre Pascual, El oyente desengañado, Valencia: Diego de Vega, 1692; El oyente remediado, Madrid: Diego Martínez Abad, 1698; El operario instruido y oyente aprovechado, Madrid: Diego Martínez Abad, 1698; El oyente preservado y fortalecido, Valencia: Diego de Vega, 1698; El oyente desengañado, convencido y remediado, Valencia: Vicente Cabrera, 1698.

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2 VISTAS, VOCES, PRENSAS Y ESCRITORIOS. HACER(SE) PÚBLICO EN LA CULTURA ARISTOCRÁTICA DE CORTE Metida a particular preceptista de la corte, femenina Castiglione, Luisa Sigea compuso una hermosa carta sobre la buena conversación. La sabia doncella la define así: «graciosa, galante, llena de novedades, sesuda y honesta». Quien quisiera alcanzarla podría beneficiarse de la lectura de fábulas e historias de algunos poetas, oradores e historiadores selectos, pero nunca debería olvidar, claro está, que la mejor manera de ejercitarse en ella es «conversar siempre con gente de valor y arte».1 Casi un siglo más tarde, Baltasar Gracián continuaba desgranando el tópico de la conversación en uno de los realces de su Discreto, allí donde se ocupa de quienes poseen «una cierta sabiduría cortesana», una «conversable sabrosa erudición», lo que los hace bien recibidos en todos y cualquier lugar. «Un modo de ciencia es éste —escribe el aragonés— que no lo enseñan los libros, ni se aprende en las escuelas: cúr1 BNL. Cod. 13061, fols. 158r.-161r. La carta fue publicada en 1901, aunque en una versión ligeramente distinta a la que seguimos. Adolfo Bonilla San Martín (ed.), Clarorum hispaniensium epistolae ineditae ad humaniorum litterarum pertinentes. Paris, 1901 [excerpta de la Revue hispanique VIII], pp. 106-110.

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sase en los Teatros del buen gusto, y en el General tan singular de la discreción».2 Para Gracián, en suma, un ejemplo máximo de estos discretos conversables era Jerónimo de Ataíde, Marqués de Colares, cuya «noticiosa erudición» sirvió para idear la figura del «Hombre de plausibles noticias. Razonamiento académico», que es como se titula el realce del Discreto que acabamos de citar.3 Sin duda, la propia esencia de la cultura de corte de la Edad Moderna está presidida por la oralidad, pero ésta no tenía en ningún modo que estar reñida con lo escrito. Como el personaje cervantino que aseguraba leer hasta los papeles rotos de las calles, el elogiado Ataíde de Gracián escribió de sí mismo, en una carta de 1651, que «se me van los ojos tras qualquier papelito de gusto». Los que más llamaban su atención, dice el noble portugués asentado en el Madrid de los Felipes, eran los que circulaban dentro de la corte, viniendo a señalar, además, que era preciso aprender a leerlos con un cuidado especial.4 Colares, que suele entretenerse en dar noticia sobre lo que lee y cómo lo lee, anuncia a su corresponsal, ahora en 1648, que a lo largo de todo ese año se ha dedicado a leer una serie de cartas del Duque de Lerma, un número enorme de ellas, pues nuestro empedernido lector asegura que son, nada menos que, «mil y ducientas». Leer a Lerma exige, a juicio de Ataíde, un trabajo muy especial, pues «ninguna [de las cartas] de por sí da mucho, pero todas dan algo de noticias de todo aquel tiempo». Por ello, parece que fue haciendo una suerte de lectura pluma en mano, haciendo anotaciones, quizá a la manera de lugares comunes, pues «como [las cartas] son para particulares ministros es menester ir cogiendo de cada una la sustancia de la flor para hacer la miel, que copiallas como están sería largo intento».5 No es mala manera

2 Baltasar Gracián, El discreto [1646]. Prólogo de Aurora Egido. Zaragoza: Gobierno de Aragón-Institución Fernando el Católico, 2001, pp. 82-83. 3 Idem, id., p. 102. 4 Jerónimo de Ataíde, Marqués de Colares, a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Madrid, 7 de enero de 1651, BNE, Ms. 8391, fol. 294r. «[…] yo sin saver leer se me van los ojos tras qualquier papelito de gusto». 5 Jerónimo de Ataíde, Marqués de Colares, a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Madrid, 11 de agosto de 1648, BNE, Ms. 8391, fol. 290v.

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de considerar la corte hispana a la altura de 1648 el imaginar a uno de sus miembros leyendo hasta mil cartas del Duque de Lerma para ir destilando de ellas «la sustancia de la flor para hacer la miel», es decir, una teoría de la política de la Monarquía a comienzos del siglo XVII cuando se llegaba a su crítica mitad westfaliana. Amigo Jerónimo de Ataíde, así, de recoger todo cuanto papelito de gusto llegaba a sus manos, como él mismo decía, reunió una imponente colección documental y bibliográfica, repartida hoy entre Lisboa y Madrid, dentro de la que cabe encontrar plantas y diseños, hojas de variorum, piezas de correspondencia erudita o raros memoriales y relaciones de pinturas. Además, con la habilidad propia de los cortesanos, el Marqués de Colares sabía administrar el interés que se tenía por las noticias y curiosidades de la corte y, así, en abril de 1646, anunciaba al cronista aragonés Juan Francisco Andrés de Uztarroz que «aquí [en Madrid] a salido el libro de las honrras que aquí se hicieron por la Reyna Nuestra Señora [Isabel de Borbón], que esté en el cielo, y como no se vende puedo pensar que no abría llegado a manos de vuestra merced y así tengo uno para ymbiárselo y como es grande para pliego espero que vuesa merced me avise por dónde se le podré remitir».6 Si, antes, Jerónimo Ataíde nos presentaba a una corte leyendo, ahora nos deja ver al cortesano mostrándose generoso al regalar un raro impreso no venal al que sólo tienen acceso unos pocos, entre los que sí se cuenta él como antiguo mayordomo de la difunta reina. Entre esos signos de liberalidad estaba también el franquear los cajones y anaqueles de archivos y bibliotecas a quienes tenían por cometido el escribir historia. Así, el cronista Luís de Sousa pudo escribir sus Anais de D. João III contando con que nuestro lector de todo papelito de gusto le facilitó la consulta de algunos papeles de la época de António de Ataíde, el más ilustre de sus antepasados y considerado principal valido de aquel monarca portugués.7 6 Jerónimo de Ataíde, Marqués de Colares, a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Madrid, 20 de abril de 1646, BNE, Ms. 8391, fol. 272r. 7 Véase Luís de Sousa, Anais de D. João III. Prefacio y notas de M. Rodrigues Lapa, 2 vols. Lisboa: Sá da Costa, 1951-1954, II, p. 227 [«seis livros do conde da Castanheira, mandados por D. Jerónimo d’Ataíde, filho do Conde de Castro[daire]»]. En el códice BNE, Ms. 11751, que fue de Jerónimo de Ataíde, se recoge un interesante «Papeis mais importantes dos livros de meu visavó», fols. 101r.-105v.

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Aunque sólo llegó a la imprenta como memorialista sobre precedencias cuando se restauró el Consejo de Portugal en el final del reinado de Felipe IV,8 el propio Marqués se convirtió no sólo en traductor, sino también en autor. Como a otros aristócratas de su época, las materias que más gratas le resultaron fueron los linajes y la historia, entregándose, entre otras obras, a la confección de genealogías, unas Tablas de ocho reyes de Asturias, Oviedo, León y Castilla y una Historia de la vida de la reina Dª Blanca de Borbón, elegida quizá como antecedente de Isabel de Borbón, en cuya casa sirvió. En su correspondencia con el cronista Andrés, nos ha dejado testimonio de las dificultades de escribir historia o, mejor dicho, de los riesgos que tenía darla a las prensas, pues «ni todo puede venir a la emprenta» por lo que «queda muy falta la historia y aventurada a que no salga tan ajustada como combiene».9 En suma, en una carta de 1647, se hace eco de aquel dictum del gran João de Barros por el que «se avía de escribir aprissa e imprimir despacio».10 No supone esto, sin embargo, que el aristócrata no se diese a conocer a través de sus particulares saberes, que en él eran su «noticiosa erudición», en palabras de Gracián, que no mantuviese una correspondencia nutrida con algunos conspicuos hommes de lettres, en especial con historiadores, que les abriese su bien nutrida livraria, que aprendiese e hiciese aprender la corte a través de la lectura de cientos de cartas y que,

[Memorial]. Señor. El Marqués de Colares … dize: que aviéndole V.Mag. nombrado para el Consejo de Portugal, que reside cerca de su real persona se declaró en el decreto: Que ubiesse de preceder el Marqués de Castel-Rodrigo, como veedor de hazienda y que en su audiencia substituyesse don Luis de Alencastro el oficio de veedor de hazienda con la misma precedencia. Que viniéndose a consagrar don Geronimo Mascareñas, electo Obispo de Leiria, precede a todos. Y que en lo de adelante precedan los consejeros que V.Mag. nombrase para aquel consejo, conforme a sus antigüedades … S.l. [Madrid]: n.i., n.a. [1662]; e Información por Don Gerónimo de Ata´yde, Marqués de Colares… del Consejo de Estado de su Magestad, sobre aver de proceder en el Consejo de Portugal suplicando dé la nueva forma de precedencias y respondiendo a los errados informes que se dieron a su Magestad. S.l. [Madrid]: n.i., n.a [1662]. 9 Jerónimo de Ataíde, Marqués de Colares, a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Madrid, 20 de febrero de 1642, BNE, Ms. 8391, fol. 264r.-v. 10 Jerónimo de Ataíde, Marqués de Colares, a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Madrid, 12 de enero de 1647, BNE, Ms. 8391, fol. 280r. 8

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a la postre, se convirtiese él mismo en autor, no impreso, pero para propios y ajenos, autor. Como se puede leer en el Discreto, «tal vez aprovechó más saber escrivir una carta, azertar a dezir una razón, que todos los Bártulos y Baldos».11 La fama de Jerónimo de Ataíde, a quien, recordemos, se refería Gracián en ese realce, pasaba por su conversación y por su correspondencia manuscrita, por su erudición noticiosa y académica que lo había convertido en un modelo imitable de noble con rica biblioteca y galería de pinturas en la corte. La presentación tópica sobre los valores innovadores de una tipografía que equivaldría a progreso y a modernización ha repercutido enormemente en la historia cultural y del libro y de la lectura, impidiendo que se captase la enorme densidad de la ejecutoria cultural de un, por ejemplo, Jerónimo de Ataíde, autor manuscrito y oral. En términos generales, la unívoca insistencia en la sola typographia ha supuesto que durante mucho tiempo se desatendieran otras formas de comunicación cuya vitalidad y eficacia, sin embargo, parecieron indudables y dignas de confianza a la hora de crear conocimiento y memoria de hechos, personas, sentimientos y afectos. Y sólo ahora parece que, de forma definitiva, se están dando pasos para recuperar la manera distinta de percibir, valorar y relacionar las formas de comunicación propias de la alta Edad Moderna. En ese proceso los estudios sobre la plural cultura de corte parecen estar llamados a ocupar un lugar no pequeño.12 No puede ser casual en esto que, por no alejarnos mucho de Sigea y Gracián, una de las más ajustadas expresiones de la riqueza comunicativa de los Siglos de Oro haga su aparición, tan breve como feliz, en un tratadillo de avisos de corte que, manuscrito e impreso, gozó entonces de cierta fortuna. Se trata del sencillo verso «Lo escrito es hablar pintado» que Gabriel de Bocángel, el bibliotecario del Cardenal Infante, acertó a hilar en su El cortesano. Discreto, político y moral príncipe de los romances, una suerte de versión rimada en arte menor de instrucciones como la B. Gracián, El discreto [1646], cit., p. 95. Véase el dossier «El escrito en la corte de los Austrias», en Cultura escrita & sociedad (Gijón), 3 (2006), pp. 9-158. 11 12

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de Juan de Vega y del Conde de Portalegre que comienza «A la corte vas, Fernando, / noble, heredado, mancebo».13 Bien lejos del tópico ilustrado que insistía en vincular modernidad exclusivamente a los avances de la escritura alfabética, condenando a lo oral y a lo visual a la condición de formas retardatarias, Bocángel se refiere a un escribir de imágenes sonoras, que es tanto un hablar de caracteres figurados como un pintar en el que se escriben voces. En esa confusión de salvajismo, barbarie y civilización a la luz del Essai sur l’origine des langues de Rousseau,14 se resume la atención prestada en los Siglos de Oro a las distintas formas de comunicación que se reconocían como tales (oralidad, icónico-visualidad y lecto-escritura) y, lo que es más, sale a relucir el debate mantenido a propósito de su estatuto de equivalencia expresiva, sin olvidar las posibilidades de su poderosa combinación. Además de en ese fertilísimo campo de experiencia y experimentación que resultó ser la misionalización, a la que le hemos dedicado el capítulo anterior y cuyas industrias son, por fortuna, cada vez más conocidas, si en algún lugar se combinaron las mencionadas formas de comunicación fue en la práctica cortesana, sobre cuyos primeros pasos 13 El cortesano. Discreto, político y moral príncipe de los romances. Relox concertado para sabios y despertador de ignorantes. Cito por el traslado manuscrito de la BCC, Ms. 28-8-14, olim 63-3-5 [Poesías varias. Tomo I]. Hay distintas ediciones impresas sueltas del siglo XVII, como Avisos a un cortesano (Zaragoça: por los herederos de Diego Dormer, 1683); El cortesano y discreto, político y moral príncipe de los romances. Relox concertado para sabios y despertador de ignorancias (S.l.: n.i., n.a.); o Censura iocosa moral […] con título de entremés, del examinador Miser Palomo escrita por Don Antonio de Mendoza […] añádese el cortesano español de D. Gabriel Bocángel y Unçueta (Valencia: en la Imprenta de Francisco Mestre, 1691). Sobre otras ediciones, Trevor J. Dadson, «Guía bibliográfica y crítica de y sobre las obras de Gabriel Bocángel y Unzueta», en José Simón Díaz (ed.), Censo de escritores al servicio de los Austrias y otros estudios bibliográficos. Madrid: CSIC, 1983, pp. 67-97. Sobre la obra y su autor, véase Trevor J. Dadson, «An autograph copy of Gabriel Bocángel’s El Cortesano español», en Bulletin of Hispanic Studies (Liverpool), LIII (1976), pp. 301-314; y Avisos a un cortesano. An anthology of seventeenth-century moral-political poetry. Exeter: University of Exeter, 1985. 14 Cfr. Antonio Verri, Origine delle lingue e civiltà in Rousseau. Ravenna: Longo, 1972.

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pretendía avisar nuestro consejero en arte menor. En los espacios misionales de los siglos XVI y XVII puede decirse que se vivió, al mismo tiempo, sobre la imagen, sobre la palabra hablada y sobre la escritura de mano e impresa. Pese a que el grupo de los letrados profesionales se identificase con lo escrito, con sus usos, reglas, oficios y tradiciones, también la aristocracia cortesana se sirvió ampliamente de lo escrito y sus muchas utilidades, sin que esto le impidiese hacer una especial insistencia en lo oral y en lo visual.15 Vayamos, pues, de las vistas y voces de la corte a las que fueron sus traslados y, también, sus prensas.

De las vistas y voces de la corte… Una de las escasas descripciones de la corte que el Prior do Crato mantuvo tras la muerte de Enrique I es la Relación de lo que Juan Gutiérrez de Valencia hizo en la jornada de Portugal con el señor Don Antonio, fechada en marzo de 1580 cuando su autor se dirigió desde Castilla a Santarem con la pretensión de alcanzar un acuerdo con el hijo del Infante D. Luis de Avís en pleno conflicto sucesorio con Felipe II. Entre sus pasajes más interesantes se cuenta el de su entrada en el palacio donde estaba aposentado el candidato al trono lusitano que no tardaría en ser proclamado rey de Portugal como Antonio I en aquella misma ciudad. Con todo detalle, Gutiérrez de Valencia deja constancia de las distintas estancias que hubo de recorrer palacio adelante antes de poder llegar a su presencia, señalando que: «Como entré en palacio, a la puerta estavan ocho o diez cavallos y mulas con gualdrapas y en la primera sala estavan hasta veinte portugueses comendadores y en figura de fidalgos, los más paseándose. Luego passé a otra sala donde hallé otros tantos fidalgos y comendadores y de allí passé a otra sala tercera donde hallé más que estos fidalgos sentados, que esta sala está en la antecámara del señor Don Antonio. Como llegué a la antecámara donde su Excelencia estava hazían gran15 Cfr. Adolfo Carrasco, «Fisonomía de la virtud. Gestos, movimientos y palabras en la cultura cortesano-aristocrática del siglo XVII», en Reales Sitios (Madrid), 147 (2001), pp. 26-37; y F. Bouza, Palabra e imagen en la corte. Cultura oral y visual de la nobleza en el Siglo de Oro. Madrid: Abada, 2003.

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des ceremonias y quando su Excelencia llamava o se meneava dentro en su cámara todos se levantavan los que estavan en la antecámara y se destocavan y yvan corriendo hasta la puerta de su apossento y vide entrar y salir muchos fidalgos y personas de authoridad a hablar y negociar».16

Después de haber atravesado las distintas estancias y de haber visto semejantes figuras, ceremonias, gestos y urgencias, Juan Gutiérrez de Valencia concluyó que «aquello olía a Rey», lo que «me pusso en confussión para le dezir mi embaxada que era muy en contra de lo que veya». ´ 17 Tras la llaneza de ese aquello olía a Rey, motivado en lo que el desconcertado narrador iba poco a poco viendo, se encuentra un testimonio elocuente de la dimensión visual del poder en la alta Edad Moderna. Los partidarios del más popular de los pretendientes portugueses servían a D. Antonio como sus gentileshombres y con ceremonias propias incluso de la majestad aun antes de ser elevado al trono, reservándole la escena privilegiada de un espacio palaciego que, con toda diligencia, había sido convertido en corte.18 Semejante dimensión visual en modo alguno fue exclusiva de la corte regia y, de hecho, sin entrar en los poderes propagandísticos de imágenes sutilmente utilizadas, todo los poderes parecen haber necesitado ser vistos para ser reconocidos como tales. Valdría decir, entonces, que la sociedad estamental se ve y quizá por ello la litigiosidad provocada por conflictos de precedencias y lugares, al fin y al cabo por los puestos que se ocupan y se ven ocupar, fue tan abundante, casi cotidiana, sin que lograsen escapar a ellos ni concejos ni cabildos ni nobles ni particulares. Por supuesto, se ve en su jerarquía, como aquella niña Dantisca que, aunque ilegítima, quiere recorrer las calles unos pasos por delante de la moza que la acompaña. O, cambiando lo que hay que cambiar, como Juan de Silva cuando protestaba ante el secretario Zayas porque se dudase que, en la embajada

BNE, Ms. 17620, fol. 28r. Ibidem. 18 Sobre los usos de los espacios en las cortes señoriales portuguesas, véase Mafalda Soares da Cunha, A Casa de Bragança. 1540-1640. Práticas senhoriais e redes clientelares. Lisboa: Estampa, 2000. 16 17

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enviada a Portugal en 1579 con motivo de su Sucesión, la precedencia correspondía a Cristóbal de Moura frente a Rodrigo Vázquez y al Licenciado Molina. El Conde de Portalegre señalaba entonces sus razones para exigir el mejor lugar para Moura, «porque se considera que con más decencia y propiedad representa la persona del Rey un cavallero de su ávito y profesión que un letrado, el qual no ba a la embaxada, sino por suplir el defeto de letrado del principal comisario».19 La memoria de los nobles cortesanos es también la memoria visible de los lugares que ocuparon en las ceremonias, las precedencias que se les garantizaron o, incluso, los espectáculos que organizaron, por así decirlo, los lugares que ellos repartieron. Así, en la biblioteca de Gaspar de Haro y Guzmán, Marqués del Carpio, podemos encontrar distintos volúmenes en los que se recogía la memoria visual de palacio, descritos como «un tomo delgado de mapas, sittio y entrada del Príncipe de Gales en Madrid»; o «un tomo de procesiones del Corpus, auttos de la fe y fiestas de Madrid en que an asistido sus Magestades y las plantas originales».20 Si consideramos el contenido de este segundo volumen, conservado por fortuna en la Real Biblioteca, encontramos que se recogen en él las «plantas» de Juan Gómez de Mora o de Alonso Carbonel datadas a partir de 1623 que fueron «mandadas recojer por el Exmo. Señor D. Gaspar de Haro y Guzmán». Buena prueba de que esa memoria visual siguió siendo de utilidad es que en el manuscrito de Palacio se han añadido nuevas relaciones de repartimientos y plantas posteriores a la muerte de Carpio, hasta entrar en el siglo XVIII.21 19 Copia de carta de Juan de Silva a Gabriel de Zayas [1579], FPA, Negociación de Portugal. 20 Cito por la tasación de la biblioteca hecha a la muerte del Marqués, AHPM, Protocolo 9819. 21 RB, Ms. II/1606 bis. No hemos podido localizar el paradero de ese otro «tomo delgado de mapas, sittio y entrada del Príncipe de Gales en Madrid», aunque en el volumen de la RB citado figura, obra de Juan Gómez de Mora, una «Procesión que se executó día del corpus deste ano de 1623» en la que «salió el Príncipe de Yngalaterra». El hecho de que el título del manuscrito afirme expresamente que se han recogido plantas desde 1626 hace posible que la mencionada procesión del Corpus de 1623 proceda del otro tomo que se reseñaba en la biblioteca de Carpio. Cfr. José Manuel Barbeito, «El manuscrito sobre protocolo y disposición en los actos públicos, de la Biblioteca de Palacio», en Reales Sitios (Madrid), 42-163 (2005), pp. 36-51.

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La cultura visual de corte tenía, pues, mucho de economía del espacio y una parte del anecdotario de los palacios, que fue esencial para que los nobles cortesanos aprendiesen y enseñasen a moverse por ellos,22 consiste en la resolución de ocasiones en las que, digamos, el espacio reñía con la condición. Por ejemplo, en el tratado manuscrito Avisos políticos, históricos, y morales, de autoría anónima, pero que cabe atribuir a un fidalgo portugués de los que mantuvieron su fidelidad a Felipe IV después de 1640, se refiere lo siguiente sobre «el discreto por antonomasia, Conde de Portalegre». Quien: «[…] entrando un día en una yglesia, donde por haver mucha apretura, no tenía lugar, se le ofrecieron ciertos hidalgos en una mesa, que ocupaba mucha gente; y el Conde por mostrar, que no se desdeñaba de la oferta, la aceptó. Después de sentado, le preguntó uno de los hidalgos, si estaba a su gusto; y él le respondió con galantería: la persona sí, la autoridad un poco apretada, contestando con lo grave lo galante».23

Para ilustrar la galantería caballeresca, el fidalgo filipista pone otros ejemplos de cortesanos que ganaron notoriedad por ella, como Diego de Silva y Mendoza, que él llama, como portugués, Marqués de Alenquer y no Conde de Salinas, el cual «por mayores puestos que ocupasse, no perdió ocasión, en que tubiessen lugar sus sentenciosos y galantes dichos», insistiendo en que también fueron célebres «por su galantería los del antiguo Conde de Redondo, y por ellos inmortalizado su nombre».24 Ser galantes consistiría en una combinación de dichos y gestos a través de los cuales los caballeros mostrarían su noble condición, haciendo afable su autoridad, que «no delustra la galantería, antes la realza, quando la ocasión, y el tiempo la piden». Esta observación sobre las exigencias del tiempo y la ocasión, que se repite en distintos momentos, resulta muy expresiva del perfil de saber circunstanciado 22 Nos hemos ocupado de esta pedagogía de lo anecdótico, expresada en la narración repetida de dichos y hechos, en «Vies de palais: les biographies manuscrites comme manuel de cour», en Arquivos do Centro Cultural Calouste Gulbenkian (París), XXXIX (2000), pp. 63-85. 23 Biblioteca particular, Madrid, olim ex libris Luis Martínez Kléiser, capítulo «Galantería», sin foliar. 24 Ibidem.

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con el que los propios aristócratas definen la actitud que se debía adoptar en palacio. En el fondo, frente a los tratados de buenas maneras que tanto se divulgaban mediante la imprenta, el suyo debería ser un saber no sujeto a demasiadas reglas, un conocimiento basado en las prácticas que habían servido para ganar celebridad a otros cortesanos que habían ocupado los mismos lugares que ellos ocupaban ahora, oídas contar de viva voz, leídas en las cartas familiares cruzadas entre sí y reducidas casi a apotegmas o dicta aurea de un saber que se experimentaba, pero que, a la postre, no se podía reducir a simples normas formales que todos podían aprender y seguir. Si se quiere, el suyo sería un método puesto al amparo de la improvisación, aunque ni que decir tiene que la preparación para poder resolver, digamos, aprietos de repente era constante. Pero, la reiteración en lo improvisado y lo de repente, que no excluyen ni el furor ni la maledicencia, tiene que ver con la insistencia en que los verdaderos caballeros lo eran por naturaleza, o lo que es lo mismo, como resultado del nacimiento y de la crianza, pero no del estudio. La galantería sería, así, una cima del vivir palaciego, muestra de la inasible buena crianza que se encarece tanto y que, en sí misma, suponía un reconocimiento de que sólo quienes vivían el palacio desde niños podían ser cortesanos perfectos. No obstante, esto no supone que no existiese una pedagogía para los que tendrían que brillar en la corte y que pasaba por la observación, la conversación y, por supuesto, la lección. En una semblanza manuscrita de Vespasiano Gonzaga Colonna se refiere de paso la curiosa costumbre de un caballero «deçidor y notador» que ayuda a explicar cómo se forjaba una tradición de raigambre oral sobre los dichos y hechos de los cortesanos célebres, la cual también, no obstante, se difundiría en forma textual. Signore Vespasiano habría constituido un modelo de cortesanos porque: «Ha sido amigo de galas y de traerse bien y vestir bien siempre conforme a los tiempos y a su edad y cargos que ha tenido, y con joyas riquíssimas y piedras preçiosas de las quales tiene muchas, muy pulido, limpio y asseado, cuerdo, tenplado, afable, modesto y bien criado, tanto

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que sobresto me dixo a mí el Príncipe de Mélito una vez que de su mucha crianza y de la poca de don Íñigo de Mendoça Marqués de Mondéxar se podría hazer un buen medio»

Su buena crianza, continúa la semblanza, se dejaba ver en que nunca había hecho «cosa de que fuese notado de inadvertencia» y que, por el contrario, «don Gabriel Zapata, cavallero de Madrid, gran deçidor y notador, deçía que sienpre que venía a la corte yba con él a las visitas de la Reyna [Ana] y de la Princesa [Juana] para notalle y jamás dexó de ver que faltasse en nada a que deviesse cumplir muy prudente y compuestamente».25 Como este Gabriel Zapata, caballero decidor, que acompañaba a Vespasiano Gonzaga para poder notarlo de algún desliz en su prudencia y composición, los cortesanos han mirado, conversado, escrito y leído, en especial en cartas y en instrucciones de herederos, las conductas de los otros y han aprendido a modelar sobre ellas la suya propia.26 … a sus traslados y prensas Correspondencias e instrucciones de herederos manuscritas27 ocuparon un lugar principal en la pedagogía de la aristocracia del Siglo de Oro. Incluso se sabe que hacerles copiar de propia mano alguna de estas instrucciones se consideró un medio eficaz de que las hiciesen suyas quienes debían aprender de ellas, Así, por ejemplo, el Conde de Arcos haría que la Instrucción de Juan de Vega adicionada por el Conde de Portalegre 25 Cito por la edición «Cinco piezas para una práctica nobiliaria», en Imagen y propaganda…, cit., § I. 26 En la medida de lo posible, intentaremos recurrir a fuentes que propiamente recojan los presupuestos de los propios nobles de corte y no tanto de sus avisadores, muchos de los cuales fueron secretarios o preceptores. La cuestión no carece de importancia porque resta por dilucidar el peso de dicha condición en muchos tratados de corte, la cual, parece indudable, hubo de hacerse notar en dilemas como el tratamiento que dar a la relación de los nobles con las letras. 27 La mayor parte de estas instrucciones corrieron manuscritas. No obstante, se conserva versión impresa de algunos de los títulos más difundidos, como las instrucciones de Juan de Silva o de Martín de Padilla, Conde de Santa Gadea. Con todo, los ejemplares localizados son tan pocos que hacen de esos impresos piezas mucho más raras que los numerosos traslados manuscritos.

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fuese copiada por sus pajes en 1608.28 Lo que es más, el alemán que compuso una Instrucción con advertencias para su hijo viajero por Francia y a España, que circuló manuscrita en la corte en la segunda mitad del XVI, señalaba expresamente que «luego en llegando a Francia traslada este memorial y después me lo embiá con tus cartas».29 La lectura de los epistolarios nobiliarios no sólo permite obtener innumerables noticias sobre los usos de la corte y lo mudable de su situación, que intentan aprehender y comunicar avisando a sus corresponsales, sino que también es posible derivar de ellas una particular teoría de lo cortesano.30 Y ha sido así, con excelentes resultados, como Nicoletta Bazzano estudió el epistolario de Marco Antonio Colonna entre 1556 y 1577, analizando los usos en sus cartas de categorías claves como cortesía, reciprocidad o disimulación.31 Sin duda, las correspondencias, como otros manuscritos relacionados con embajadas, gobiernos o negociaciones, se convirtieron en un elemento indispensable en el aprendizaje nobiliario de las diversas prácticas y distintas facciones de cortes y dominios. Como tales fueron objeto de 28 Carta de Pedro Lasso de la Vega, Conde de Arcos, a Diego Sarmiento de Acuña, Batres, 21 de abril de 1608. Sobre esta carta y, en general, sobre las instrucciones de heredero manuscritas, véase Corre manuscrito…, pp. 55-57. 29 BNE, Ms. 6149, fol. 154v. La escritura de viaje, apodémica, fue un género de relativa frecuencia entre los jóvenes aristócratas de la Edad Moderna. Véase un ejemplo en Fernando Bouza, «O qual eu vi. Escritura y mirada nobiliarias en el Discurso nas jornadas que fiz a Montserrate de Manuel de Ataíde, tercer conde de Castanheira (1602-1603)», en Miguel Ángel Ladero Quesada (coord.), Estudios de genealogía. Heráldica y nobiliaria. Anejos de En la España medieval. Madrid: Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, 2006, pp. 277-304. 30 Remito a diferentes ensayos del monográfico Cultura epistolar en la alta Edad Moderna. Usos de la carta y de la correspondencia entre el manuscrito y el impreso. Anejo IV de Cuadernos de Historia Moderna. Madrid: Publicaciones de la Universidad Complutense, 2005; y, en términos más generales, a Francisco Bethencourt y Florike Egmond (eds.), Cultural exchange in early Modern Europe. III. Correspondence and cultural exchange in Europe 1400-1700. Cambridge: Cambridge University PressEuropean Science Foundation, 2007. 31 «A Vostra Eccelenza di buon cuore mi offero e raccomando». Il linguaggio della politica attraverso il carteggio di Marco Antonio Colonna (1556-77)», en María Antonietta Visceglia (ed.), La nobiltà romana in età moderna. Profili instituzionali e pratiche sociali. Roma: Carocci editore, 2001, pp. 133-164.

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cierta difusión manuscrita, pero, ante todo, fueron conservadas en los archivos y en las bibliotecas nobiliarias, convertidas tanto en testimonio de la antigüedad y grandeza de la familia como en materia de aviso para futuros lectores. Qué leería, cabe preguntarse, el virrey Conde de Santisteban en ese «Diario del Señor Duque de Osuna, Virrey de Nápoles, en cinco tomos en manuscrito» que se inventarió entre sus bienes en 1716.32 Pero no es este aspecto informativo, y formativo, el que más nos interesa destacar ahora de las correspondencias, sino la pretensión de que sus cartas familiares fueran una suerte de conversación mantenida a distancia entre iguales. En un mundo tan codificado como el de la escritura epistolar, bien estructurado en géneros, tratamientos y fórmulas, en el hecho de que se recurra a la holografía parcial o completa, en vez de servirse de escribientes y hombres de pluma, cabe encontrar, además de un signo de deferencia hacia los corresponsales, un eco de esa voluntad de conversación, si no de viva voz, sí de viva escritura. De esa viveza oral es un buen ejemplo el billete hológrafo que Fernando Ruiz de Castro le escribió a Diego Sarmiento de Acuña, circa 1593, proponiéndole: «Si v.md. está ocioso y quisiere que cantemos un motete a quatro y de quatro monte a cabalo y béngase luego que aquí le esperamos en la estacada. Y Dios guarde a v.md. El Conde de Lemos y de Andrade».33

En una atmósfera de amicitia ciceroniana, la holografía del billete es aquí un gesto de galantería que refuerza la cortesía de la invitación, como también lo hacen el conspicuo uso del gallego en ese «monte a cabalo» o ese anuncio de que, como en los torneos, esperarían «en la estacada» la llegada del futuro Conde de Gondomar.34 32 Inventario de los bienes de Francisco de Benavides Padilla y Corella, noveno Conde de Santisteban del Puerto, ADM, legajo 19-14. 33 S.l., n.a. RB, Ms. II/2149, 197. Cursivas mías. 34 Sobre el relativamente abundante empleo del gallego por Gondomar y sus corresponsales, véanse los artículos de Luis Tobío, «Gondomar e o galego»; «Outras duas cartas en galego a Gondomar»; y «Galego familiar escrito a comenzos do século XVII», todos en Grial. Revista galega de cultura (Vigo), 40 (1973), pp. 133-144; 57 (1977), pp. 366-367; y 69 (1980), pp. 357-358.

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De cualquier modo, por ocio o por negocio, la nobleza moderna es impensable sin sus escritorios de cartas y papeles. Una sátira política de finales del reinado de Felipe IV podía, así, imaginar la cabeza del Conde de Peñaranda como «un molino de papel / con tanta correspondenzia»35 y hasta los últimos artificios de los escribientes, que no su buena letra,36 parecen haberles sido comunes. Así, convertida en avisadora, a la manera de un Pellicer o de un Barrionuevo, la Condesa de Escalante, María de Guevara, enviaba en julio de 1668 una gaceta de nuevas de corte a Juan José de Austria. Aunque escrita en primera persona, la gaceta fue copiada por mano de escribiente, mientras que la carta de remisión sí que salió del puño y letra de D.ª María, quien reprocha a su corresponsal no haber descubierto una pequeña argucia detrás de otra gaceta que le había sido enviada con anterioridad: «[…] aqüérdese que la última beç que nos bimos en el Retiro me mandó V.A. que quando quisiere escribir algo secreto fuese con limón i dos cruçes para entenderlo, pues io lo içe a las espaldas de una gaçeta i bolbió acá sin reparallo».37

Es cierto que la Condesa de Escalante constituye un caso extraordinario entre las mujeres de la nobleza seiscentista, entre las que, con excepciones como la suya o la mucho mejor conocida Luisa de Padilla, Condesa de Aranda, no abundaron las autoras y aún menos las que llegaron a imprimir sus obras. Su interesantísimo Desengaños de la corte y mujeres valerosas se publicó anónimo en 1664, como también circuló, manuscrito en este caso, su Tratado y advertencias hechas por una mujer celosa del bien de su rey, de 1663, permitiéndose tan sólo que aparecieran bajo su nombre dos memoriales en favor de su casa impresos en 1654 y 1656 con la intención de que se le concediera el oficio de ballestero mayor.38

35 «Buen Conde de Peñaranda / aunque sea buestra cabeza / un molino de papel / con tanta correspondenzia», BNE, Ms. 2386. Sucesos varios de 1658, fol. 186r. 36 Nos ocupamos del tópico «escribir mal es de señores» en «Vies de palais…», cit. 37 BNE, Ms. 1865526. 38 Sobre la autora, véanse Manuel Serrano y Sanz en sus Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas. Madrid: Atlas, 1975, cit.

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Por otra parte, la presencia de la nobleza como estamento en la publicación impresa de los siglos XVI y XVII es inconmensurablemente mayor como dedicatarios de obras que como autores. Los ejemplos de obras dedicadas a nobles en la época son numerosísimos.39 Menos abundantes, en cambio, son los testimonios documentales que permiten probar que tras esas dedicatorias se encontraba una merced pecuniaria de algún miembro de la nobleza, como en el caso de la Duquesa de Alba que, en 1574, dio doscientos reales de ayuda a Francisco Núñez para que pudiera imprimir su Tratado del hijo pródigo que le había dedicado y que, en consecuencia, lleva el escudo ducal en su portada.40 Existe, por supuesto, un elenco importante de titulados que llegaron a dar sus producciones a la imprenta. Lo hicieron en géneros bastante específicos, como la historia, la genealogía, la tratadística militar y moralpolítica o la poesía, aunque muchos de los poetas nobles lo fueron de academia y sus composiciones se difundieron de forma manuscrita.41 La insistencia en el patronazgo librario más que en la autoría revela un uso conspicuo de la tipografía, un servirse de ella para hacer hincapié en su papel de mecenas liberales y magnánimos. De alguna manera, no obstante, el papel de dedicatarios también supone cierta conciencia del carácter difusionista de la imprenta y, sin duda, de los beneficios que a su propia propaganda podría reportarles. Pero el caso quizá más expresivo del recurso a la imprenta para, no sólo difundir, sino conservar la memoria de una casa nobiliaria lo encontramos en las Relaciones genealógicas de la Casa de los Marqueses de Trocifal, Condes de Torres Vedras que Antonio Suárez de Alcarcón imprimió en 1656. En una «razón deste escrito» se explicaba que los archivos de esta casa portuguesa, pero de varonía castellana, habían sufrido, pri39 Véase Dalmiro de la Válgoma, Mecenas de libros: su heráldica y nobleza. Burgos: s.i. [Aldecoa], 1966. 40 La obra se imprimió en Salamanca: Por Mathías Gast, 1575. La carta de pago de fray Francisco, fechada en Salamanca a 1 de mayo de 1574, se encuentra en ADA, Alba, Caja 211-14(2). Agradezco a la amabilidad de José Manuel Calderón esta interesante noticia. 41 Véase Juan Pérez de Guzmán, Los príncipes de la poesía española. Colección de poesías en su mayor parte inéditas de príncipes, grandes y títulos. Madrid: Artes gráficas municipales, 1932.

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mero, los efectos del asalto de Francis Drake en 1589 a Torres Vedras y, después, los de la revolución del Primero de Diciembre de 1640, decidiéndose a llevar a la imprenta «los que se hallaron en Castilla pertenecientes a la varonía» por dos motivos: «lo uno para mayor seguridad de los mesmos papeles, lo otro porque se publicassen noticias que pertenecen y pueden aprovechar a otras muchas casas».42 Por otra parte, al tiempo que los aristócratas se complacen en la bibliofilia y llenan sus librerías de manuscritos raros, antiguos, medievales y autógrafos de virtuosi, en una extraordinaria sucesión de coleccionistas que va del Marqués de Astorga al del Carpio, pasando por los condes de Gondomar o Guimerá y el Conde Duque de Olivares, su contacto con la mecánica tipográfica no dejó de crecer. Así, quien haya trabajado en fondos nobiliarios de la época no dejará de reconocer la abundante presencia en ellos, creciente a medida que avanza el XVII, de papeles impresos como son porcones, alegaciones jurídicas, memoriales de servicios, relaciones de sucesos, piezas de polémica…, que atestiguan una absoluta familiaridad con las prensas, incluso con esas prensas casi grises que utilizan mal papel y peor tinta. Atención especial merece, en esto, el hacer hincapié en que la gestión señorial de amplios patrimonios exigió el desarrollo de formas comunicativas de carácter innovador para la época, como el recurso a la imprenta para la difusión de cartas circulares. Así, por ejemplo, la casa de Frías pudo recurrir a la tipografía para imprimir, en 1642, cartas relativas a pagos censales que fueron dirigidas a todos los mayordomos y corregidores de los estados de Bernardino Fernández de Velasco.43 Y no menos interesante es que alguna casa titular recurriese a la imprenta para 42 Antonio Suárez de Alarcón, Relaciones genealógicas de la Casa de los Marqueses de Trocifal, Condes de Torres Vedras. Madrid: Por Diego Díaz de la Carrera, 1656.«Razón deste escrito», sin foliar. La toma de naturaleza castellana del autor nos lleva a españolizar sus apellidos. 43 Bernardino Fernández de Velasco, [Carta:] Al señor Marqués [del Fresno], mi hermano, señor contador Iuan de Morales y don Iuan Herrero de Torres. Desde que por muerte de mi madre, que está en el cielo, entré a governar mi estado y hacienda, he deseado… [Ontiñena, 29 de junio de 1642]. S.l.: n.i., n.a. [1642]. SN-AHN, Frías, 630-78. La decisión de que la carta se imprimiera figura en uno de los puntos de la carta así: «Soy de parecer que esta carta la mande V.S. imprimir y que se remita firmada de V.S. a los mayordomos y a los Corregidores…», ibi, [1r.].

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enfrentarse a sus levantiscos vasallos, como tuvo que hacer la condal de Salvatierra para explicar sus razones ante el «escandaloso tumulto del Reyno de Galicia» que se produjo en sus estados gallegos en 1687, juzgado de forma interesada por la propia Casa como inusitado «desde las Comunidades que lloró España en la menor edad del Señor Emperador Carlos Quinto». Se trataba de un típico motín antiseñorial, conocido como la revuelta de los aldeanos —os matutos—,44 provocado cuando Diego Sarmiento reformó el sistema de cobro de los foros durante el reinado de Carlos II y, ante la novedad de querer cobrar las rentas señoriales en metálico y no en granos, los vasallos se tumultuaron por espacio de cuatro meses, llegando a atacar a Santiago de Laysequilla que actuaba en nombre del Consejo de Castilla.45 A medio camino entre las alegaciones jurídicas y los panfletos propagandísticos, se trataba de una anónima Verdad sin contradición y manifiesto del mejor obrar y proclamaba ya en su título que los condes de Salvatierra querían hacer «pública» 46 su posición en el conflicto, para concluir que «el proceder de los vassallos será regulado en los prudentes y desapassionados juyzios de los que leyeran, poniendo en las balanças de sus discursos unas y otras razones, para pesar con las suyas los quilates de ambas».47 En este caso, la imprenta les permitía publicar en las condiciones necesarias las que eran sus razones contra los vasallos amotinados. Algo pare44 Juan Miguel González Fernández, «El motín de los matutos (1687). Acercamiento a una revuelta antiseñorial en las tierras de O Condado», en Soberosum. Revista de Estudios Museo Municipal de Ponteareas (Ponteareas), 1 (1992), pp. 93-107. Agradezco a la amabilidad del profesor Pegerto Saavedra el haberme indicado esta referencia. 45 «[…] rompieron la cárcel, sacaron los presos y […] passaron a arrasar y demoler las Casas Principales que en Canedo tenía su Señor natural y memoria de tanto heroyco ascendiente, haziendo lo mismo con todas las de los dependientes y criados de la casa, quemando unas, demoliendo otras, talando y destruyendo con incendios las haziendas del campo, hurtando los muebles, y matando a cuantos por defensa natural se quisieron oponer a su furor […] por espacio de quatro meses.» Verdad sin contradición, y manifiesto del mejor obrar, que un afecto, más de la razón, que de la Casa de Salvatierra, publica, por quitar dudas, sobre el escandaloso tumulto del Reyno de Galicia por los vassallos de aquel Estado. S.l.: n.i., n.a. [1688?], fol. 2v. 46 El impreso daba énfasis al término poniéndolo en letrería mayúscula. 47 Verdad…, fol. 4r.

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cido, aunque no en un conflicto antiseñorial, sino ante la posibilidad de un desafío, hizo el Marqués del Salar cuando, en 1685, respondió a un libelo infamante, que había sido clavado en una encina por los asaltantes de unos cortijos suyos, llevando a la imprenta las cartas que había enviado al corregidor más cercano, indicando en el encabezamiento del suelto que «para hazer notorios y manifiestos los medios que el Marqués ha puesto para vivir en quietud y sin escándalos las haze imprimir». Con no menos prontitud, Salar puso en conocimiento de Manuel de Lira los que habían sido sus actos para detener a sus rivales, los «poderosos Aguirres de Loja».48 Vista la necesidad de tener que recurrir a una imprenta, no resultará extraño que a la tasación de los bienes del Marqués del Carpio hecha en Madrid en 1689 se convocase al impresor Antonio Román para que tasase «una prensa de imprenta con su piedra y aderentes», así como varias arrobas «de metal de ymprenta».49 No es fácil, sin embargo, saber si se trataba de una maravilla mecánica más del, digamos, museo de caballero virtuoso que Gaspar de Haro y Guzmán quería encarnar, como los útiles de orfebre que tenía el Cardenal Alberto o las herramientas de grabador que guardaba Juan José de Austria, o si efectivamente fue utilizada para imprimir, bien las comedias que el Marqués patrocinaba en la corte y que gustaba regalar impresas bien textos menores del estilo de porcones y alegaciones antes indicados. Carpio no fue el único aristócrata que contó con sus propias prensas. La edición de 1606 del Viaje que hice a Jerusalem del Marqués de Tarifa 48 AHN, Consejos suprimidos, legajo 7198-1, Copia de dos cartas escritas por el Marqués del Salar a Don Manuel Hernando de Mendoza, cauallero del orden de señor Santiago y corregidor de las ciudades de Alcalá la Real, Loxa y Alhama, aviendo sucedido a las amenazas que en ellas se insinúan el auerle puesto fuego y quemado total dos cortijos la noche del día diez de diziembre de este año [1685] que estauan en la Cañada del Iunco, término del Salar, ignorando por qué mano se executó arrojo y maldad tan execrable, con la jactancia de auer dexado escrito y fixado un papel en el pie de una encina que contiene: pues no ha creído sus avisos, començauan las obras en fuego y acabarían en sangre, acción que no se debe presumir de hombres nobles ni de quienes lo son tal atrevimiento y para hazer notorios y manifiestos los medios que el Marqués ha puesto para vivir en quietud y sin escándalos las haze imprimir. S.l.: n.i., n.a. [1685]. La carta a Lira, Salar, 25 de diciembre de 1685 (ibi). 49 AHPM, Protocolo 9819. La imprenta fue tasada en 400 reales y cada arroba de «metal de letra» en 28.

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corrió por cuenta del sevillano Francisco Pérez «en las casas de el Duque de Alcalá», como se puede leer en el pie de su portada. Entre 1622 y 1631, Juan Bautista Morales ocupó la imprenta que el Marqués de Priego tenía en Montilla.50 Francisco Gómez de Sandoval instaló prensas en su villa de Lerma, a cargo de Juan Bautista Varesio.51 Y también las tenía Ramiro Núñez Felípez de Guzmán a cargo de Diego Díaz de la Carrera, según testimonia Melchor de Cabrera en su Discurso legal, histórico y político en prueba del origen, progressos, utilidad , nobleza y excelencias del arte de la imprenta de 1675. Como se deduce de tal título, el objetivo de Cabrera no era otro que ensalzar la imprenta como arte liberal, alejando a sus oficiales de la condición mecánica en un intento de rebajar la fiscalidad que gravaba los libros. Por ello, destaca la vinculación de la nobleza, y aún de los monarcas, con las prensas, exponiendo como: «Hallábase [Felipe III] en Lerma, donde su Duque tenía Imprenta, y quiso verla: iba en su compañía la señora Infanta Doña Ana (después Christianíssima Reyna de Francia) que se llegó a una Caxa, y gustó la escriviessen su nombre en la palma de la mano; y sacaba las letras de los caxonzillos, donde la dezían estaban, y las ponía en el componedor. Y con ser esto tanto, es mucho más, que luego que su Magestad entró en la Oficina, mandó a los Artífices, no se mudassen de sus puestos, y assientos, sino que continuassen su exercicio en la forma en que se hallaban; y quando llegaba a las Caxas, el rato que se detenía en ver componer, descansaba la mano en el ombro izquierdo del Componedor. Y de la Magestad del señor Rey D. Felipe Quarto se sabe, que estando en el Retiro el año de 1651 tuvo noticia, que el Duque de Medina de las Torres tenía en él unas Caxas, y Prensa (cuyo Maestro era Diego Díaz de la Carrera) para imprimir los papeles de sus pleytos: baxó al sitio, e hizo a los Componedores, y Tiradores, iguales honras y favores, que su Padre, y Abuelo».52

Buena parte de los papeles de pleitos del Duque de Medina de las Torres tuvieron que ver con el largo enfrentamiento legal que, precisaDelgado, Diccionario…, cit., § 601. Luis Cervera Vera, «La imprenta ducal de Lerma. El Duque de Lerma y las fundaciones en su villa antes de su cardenalato», en Boletín de la Institución Fernán González (Burgos), 48 (1970), pp. 76-96. 52 Madrid: en la oficina de Lucas Antonio de Bédmar, 1675, fol. 23r.-v. 50

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mente, mantuvo con Luis Méndez de Haro y Gaspar de Haro y Guzmán, enemigos en el foro y quizá también en la imprenta. Carpio, el endiosado que recibía a los pretendientes en su biblioteca manteniendo su «conversación» con algunos amigos y eruditos,53 es el mismo que mantiene, en 1662, un proceso contra Medina de las Torres con motivo de su disputa por dos de los mejores abogados que actuaban en Madrid, con acusaciones mutuas de querer arrebatarse el uno al otro los letrados.54 Y es que, como ya señalábamos anteriormente, preciarse de virtuosos bibliófilos o improvisados poetas de academia, hacer copiar raros manuscritos en otras librerías que enriquecerían la propia o permitir que otros hiciesen lo mismo con los suyos, desdeñar las vulgares reglas de cortesía que todos pueden aprender impresas, recrearse a sí mismos en un mundo vertebrado sobre dichos y hechos de tradición oral y memoria visual, querer ser literatos más que letrados no supone en modo alguno haber ignorado las enormes ventajas inherentes a la tipografía. Por supuesto, esto no podía ser de otra manera porque, en la que ya era una civilización escrita, a ella había de recurrirse de forma creciente en la relación con los otros poderes, la gestión efectiva de sus propias casas y patrimonios, la resolución de conflictos ante la justicia y, en suma, la forja de una memoria perdurable.55 El reconocimiento de, como se decía en la época, las utilidades de la escritura no impedía, sin embargo, la especial insistencia aristocrática en una serie de conspicuos usos culturales vinculados con lo oral, lo visual y la más selecta de las escrituras, la manuscrita, puestos todos al servicio de la expresión de la ingenuidad natural, de que su distinción se derivaba de su origen, de la reiterada pretensión de que la nobleza era una específica naturaleza. El análisis de un concreto expediente matrimonial en el que la escritura se utilizó para descubrir la verdadera condición de los posibles pretendientes puede servir para conjugar unas y otras prácticas. 53 Marqués de Osera, Diario, Madrid, jueves 19 de octubre de 1657, ADA, Casa de Montijo, legajo 17. 54 AHN, Consejos suprimidos, legajo 7172-10. 55 Véase, ahora, Santiago Martínez Hernández, «Memoria aristocrática y cultura letrada: usos de la escritura nobiliaria en la corte de los Austrias», en «El escrito en la corte de los Austrias…», cit., pp. 58-112.

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En las vísperas de las alteraciones aragonesas de 1591, el Justicia Juan de Lanuza hubo de responder a las preguntas que un clérigo, de paso en Zaragoza camino a Cataluña, le formulaba sobre Luis Ximénez de Urrea, recién heredado en el condado de Aranda, porque había oído decir de él «tantas y buenas partes que me pareció muy conforme al que desseava un señor de Castilla» que pretendía casar a su hija. A su vez, la futura novia era presentada en estos términos: «[…] tan cristiana y con tan buenas partes de sangre y limpieza quanto el Conde podría dessear, que tenía más de quarenta mill ducados de renta en vassallos y dehesas y que los vasallos eran más de doze villas y alguna dellas con más de doze o quinze lugares juntos de su juridición, que tendría como treinta y seis lugares con villas y todo y en ellos algunos de regalo para invierno y otros para verano, en que ay entretenimientos de caças y pesca y que estaba en buena comarca y podrían asegurar que su Majestad trataría como a grande al que se casasse con esta señora».56

El Justicia de Aragón informó al clérigo viajero que Urrea ya había oído hablar de la intención de aquel señor de Castilla y que «se les avían puesto delante dos cosas» a propósito del enlace y de la novia casadera: «la una que casa tan principal pediría armas y nombre y que el Conde [de Aranda] no dexaría el suyo. La segunda que se avía entendido que esta señora avía tenido accidentes de gota coral».57 Por no entrar en la voluntad del aragonés Conde de Aranda de no dejar ni sus armas ni su nombre a cambio de un matrimonio castellano, tanto el retrato de la heredera como las objeciones puestas por la parte del posible novio revisten interés para el conocimiento de expedientes tan decisivos como el de concertar un matrimonio entre dos miembros de familias tituladas en el siglo XVI: volumen de rentas, dimensión de los señoríos jurisdiccionales y apelación a la merced real.58 Sin embargo, lo que nos interesa destacar ahora es que el clérigo que se entrevistó con

SN-AHN, Frías, 119-118. Ibidem. 58 Véase Bartolomé Yun Casalilla, La gestión del poder. Corona y economías aristocráticas en Castilla (siglos XVI-XVIII). Madrid: Akal, 2002, y la bibliografía a la que remite. 56 57

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Juan de Lanuza iba provisto de «un memorial escrito de mi mano, trasladado del que yo traxe, dexando la última cláusula».59 Ese memorial por cláusulas no era otro que una copia de un interrogatorio de catorce capítulos que se confeccionó en 1589 para concertar el matrimonio de Beatriz de Toledo y con él se pretendía examinar la condición de distintos posibles candidatos a convertirse en esposo de la que era hija y heredera de Juan Álvarez de Toledo, cuarto Conde de Oropesa.60 No nos ocuparemos en esta ocasión de la concreta negociación matrimonial, que corrió por cuenta de Gómez Dávila, Marqués de Velada, y de la que resultó un enlace con Duarte de Braganza, sino, simplemente, de lo que desde el punto de vista cultural y comunicativo supone el mencionado interrogatorio.61 Sobre la base de dos de las respuestas obtenidas, sus catorce capítulos eran los siguientes y ahora se comprenderá por qué se eliminó el último en el caso de un candidato aragonés: «[1] Si es virtuoso y recogido y deboto y si lo ha sido siempre, o de qué tiempo acá y si ha tenido algunas libiandades o mozedades y en qué hedad y lugar fueron y quánto duraron y saber algunas particularidades que puedan serbir de exemplo para saber estas cosas. [2] Qué complexión y salud tiene y qué enfermedades ha tenido y si ha tenido algunas de mozos, aunque no sean de las peores. Esto se podrá saber de médicos que le han curado y más lo que de palabra se dijo de los hijos. [3] Qué manera de entendimiento tiene, si es agudo y presto o reportado y maduro y de buenas opiniones y si es constante o mudable en ellas. Y si se ynclina a opiniones extraordinarias particulares para ynventar agudezas, y saber algunas particularidades de esto que puedan servir de exemplo para juzgar de ello. [4] Qué manera de condición tiene, si es colérico o melancólico y si SN-AHN, Frías, 119-118. Dimos una primera noticia de este interrogatorio en «Usos de la escritura. Libelos populares, traslados manuscritos», en José Manuel de Bernardo Ares (ed.), El hispanismo angloamericano: aportaciones, problemas y perspectivas sobre historia, arte y literatura españolas (siglos XVI-XVIII). Actas de la I Conferencia Internacional Hacia un nuevo humanismo CINHU Córdoba, 9-14 de septiembre de 1997. Córdoba: Publicaciones de la Obra Social y Cultural Cajasur, 2001, pp. 775-788. 61 De su desarrollo se ocupa Santiago Martínez Hernández en El Marqués de Velada y la corte en los reinados de Felipe II y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del Siglo de Oro. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2004, pp. 150-152. 59 60

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se descompone con alguna cólera y si es vano y en qué cosas, o bien criado y comedido y saber algunas particularidades desto que puedan servir de exemplo para juzgar de ello. [5] Si ha sido vario o mudable en sus acçiones y en quáles y si esto andaba con la hedad y los exemplos que hubiere de ello. [6] Si es bienquisto en general de todos o de qué manera de gente y en qué le alaban o condenan. [7] Cómo se ha gobernado en el trato con sus hermanos y le han parecido sus cosas y saber algunas particularidades en esto que sirban de exemplo y en qué forma les ha acudido y si se pareze a alguno de ellos a quál y en qué cosas y cómo sea avenido con sus padres y se abiene con su madre. [8] A qué manera de cosas y entendimientos es ynclinado y quáles aborreze y en qué grado cada cosa. [9] Si a estudiado y qué y a qué manera de libros y letras es ynclinado. [10] Qué suerte de amigos tiene y ha tenido y si ha salido y es constante en ellos o los muda con facilidad y sin causa. [11] Qué tanta haçienda tiene al presente y dónde y de qué calidad. [12] Qué es lo que a de heredar adelante de su madre o hermanos. [13] Qué muebles y entrecasa tiene o si ha de heredar algunos de su madre. [14] Si le ha de tocar algo de un pleyto que tienen en Granada sobre la dehesa de Capa Raya y con quién es el pleyto y qué tanto vale esta hacienda».62

A la manera del Examen de ingenios para las ciencias de Juan Huarte de San Juan, pero ahora para nobles, los catorce capítulos del interrogatorio permitirían, sin duda, elevar un perfil ideal del caballero que tuviera que convertirse en señor de vasallos a finales del siglo XVI, pues en él se pregunta tanto por lo que constituiría su condición personal (religión, salud, ingenio, aficiones, trato, temperamento, opinión…) como por el estado de su patrimonio (rentas, bienes muebles, pleitos). A ello ayudarían, también, las distintas respuestas obtenidas, al menos cuatro, así como algunos borradores en los que se comentan las noticias recibidas sobre los presuntos candidatos.63 Del conjunto conviene SN-AHN, Frías, 119-139. Los borradores, en SN-AHN, Frías, 119-142. Los interrogatorios contestados se encuentran en SN-AHN (2), FZ e IVDJ. Sobre ellos, véase Santiago Martínez, El Marqués de Velada…, cit. 62 63

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destacar que se buscaba un candidato rico, sano y pacífico, claro está, pero también que diera muestras de bienquisto, afable, modesto, brioso, de un ingenio moderado sin llegar a grandes invenciones, templado en sus reacciones, aunque se reserva un lugar para el justo enojo con los criados. En cualquier caso, el interrogatorio parece haber cumplido evidentes funciones de obtención de información y, lo que es más, también de organización de la misma. En el caso de un candidato de la casa de Mondéjar, se sabe que el cuestionario fue presentado a distintas personas, remitiendo el franciscano Pedro de Cascales, en marzo de 1589, cuatro respuestas escritas, «la una de un juez de aquel estado, otra de un médico excelente y familiar de aquella casa, otra del maestro del Conde, otra del ayo del mismo conde».64 Y, recuérdese, ese mismo interrogatorio fue llevado hasta Zaragoza, donde sirvió para la entrevista con Juan de Lanuza. Por supuesto, el negocio también se trató de palabra con otras muchas personas, pero la ordenada y concreta realidad del interrogatorio revelan un uso de algunas importantes utilidades de lo escrito para la gestión de la información, pues todos, salvo en el último capítulo, deberían contestar a las mismas preguntas y por el mismo orden, anotándose sus juicios, noticias y opiniones al lado de las preguntas respectivas, facilitándose, así, la toma de una decisión final. Y, ni que decir tiene, que dos de los capítulos consistan en preguntar «a qué manera de cosas y entendimientos es ynclinado y quáles aborreze y en qué grado cada cosa» y «si a estudiado y qué y a qué manera de libros y letras es ynclinado» revela que, no sólo para la gestión de un expediente, sino también para la definición de la condición de un caballero había llegado a considerarse importante su relación con libros y letras. Veamos qué respondieron dos de los informadores que fueron preguntados a propósito de un Mondéjar. Antonio de Mendoza respondió: «[8] Es inclinado a la matemática y así se entretiene con unos glo64 Carta de fray Pedro de Cascales al Marqués de Velada, Alcalá de Henares, 4 de marzo de 1589, SN-AHN, Frías, 119-139.

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bos y mapas y qué cosas aboresca no sabe, mas tiene por cierto es enemigo de toda desonestidad y de cosas semejantes». [9] A estudiado en esta manera de ciencia y della tiene muchos libros y entrellos tanbien tiene algunos debotos en los quales lee».65

Por su parte, el «médico excelente y familiar de aquella casa» contestó: «[8] Era inclinado a leer y a entretenerse en unas spheras con don Juan su hermano y conmigo. No sé en qué grado aborezca otros entretenimientos. [9] No sé que aya estudiado. Era inclinado a leer libros de devoción, como son de fray Luis de Granada, y a historias en lengua española, y no me acuerdo si leya ´ algunas en toscano. Leya ´ tanbién cavallerías, aunque pocas».66

En suma, el caballero leía obras de devoción, crónicas en romance e italiano, matemáticas y libros de caballerías, es decir, un resumen bastante ajustado de los géneros que entraban en la lectura nobiliaria de la época. Pero, quizá, es más importante comprobar que el grado de penetración del libro en la cultura nobiliaria era tan grande que se consideraba necesario interesarse por la clase de lecturas a las que dedicaba su tiempo un joven de la nobleza en, no lo olvidemos, lo que constituye un intento de perfilar su condición personal expresada en gestos y actitudes. La huella de la escritura y del libro se deja sentir así en el mundo nobiliario de los Siglos de Oro, hasta en la manera de organizar el matrimonio de una heredera, cuestión entonces, por otra parte, de no pequeña relevancia para una casa. Sin abandonar la insistencia en lo oral y lo visual, otros muchos testimonios nos informan de su impronta, incluso para referirse a la condición egregia de sus miembros. Así, en 1667, fray Juan del Santísimo Sacramento podía decir que al morir Diego de Benavides y de la Cueva, Conde de Santisteban del Puerto, ocupando el virreinato del Perú en 1666 «desenquadernóse aquel libro, donde Minerva tenía estampadas todas sus ciencias».67 Antonio de SN-AHN, Frías, 119-140. SN-AHN, Frías, 119-141. 67 Fúnebre oración en las devidas y sumptuosas honrras que a su excelentíssimo dueño y señor Don Diego de Benavides y de la Cueva (Virrey que era de los Reynos del Perú quando murió) hizo la capilla ilustre de Señor Santiago del Castellar a dos de março de este año de 1667. Jaén: Por Joseph Copado, 1667, fol. 5r. 65 66

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Montalvo no fue menos entusiasta al querer describir las obras de Gaspar de Haro y Guzmán. Cuando el gran coleccionista de pinturas, organizador de espectáculos teatrales, propietario de una rara biblioteca manuscrita, murió en Nápoles como su Virrey no tuvo mejor ocurrencia que compararlo con la escritura jeroglífica. «Ninguna escritura más breve que la Egipcia y ninguna más sabia —escribe, para horror del algún ilustrado, haciéndose eco de Kircher—, porque los Geroglíficos servían de caracteres y exemplares, siendo la semejanza mudo comento de la doctrina. Assí fueron por la mayor parte las obras del Señor Marqués, ideas de su elevado espíritu dirigidas con el compás de la prudencia al punto de la Justicia».68 La vida aristocrática era, así, un escribir que hablaba pintado.

68 Copia de carta escrita por D. Antonio de Montalvo al Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal N en ocasión de la muerte del Excelentísimo Señor Marqués del Carpio, Virrey y Capitán General del Reyno de Nápoles. S.l. [Nápoles?]: n.i., n.a. [1687], sin foliar.

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3 QUIÉN ESCRIBE DÓNDE. AUTORÍA Y LUCHA POLÍTICA: LOS PASQUINES DEL ALCÁZAR (1608) «O pueblos i gentes miserables de españa que esperájs a remedj ar las jnsolencjias de un privado tirano cujo libre i ignorante gobierno os tjiene a bosotros i a buestro rej en último punto de mj seria i peligro».

Ejemplo singular entre los muchos escritos infamatorios o famosos que tanto menudearon en la España del Siglo de Oro,1 rezaba así, rotundo y claro, el «papel que se puso público»2 en 1608 en la puerta norte del Alcázar madrileño y en otros lugares de la villa con la, escasamente disimulada, pretensión de atacar la política de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma. Aunque este escribir de manos embozadas, en la afortunada expresión de Rita Marquilhas,3 llenó de maliciosos libelos de vecinos las plazas, calles y caminos de la época, es cierto que los 1 La presentación de la ponencia original en Buenos Aires fue posible en parte gracias a una ayuda de la Universidad Complutense. Una versión parcial fue discutida en el II Seminario Internacional censura y libertad en tiempos de Cervantes organizado por la Universitat Autònoma de Barcelona en marzo de 2005. 2 BNE, Ms. 12179, fol.75. Borradores de consultas del Consejo de Castilla. 3 Rita Marquilhas, A faculdade das letras. Leitura e escrita em Portugal no século XVII . Lisboa: Imprensa Nacional Casa da Moeda, 2000.

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pasquines y cedulones que se publicaban en la corte y que guardaban relación con los avatares de su lucha política gozaron, por supuesto, de una especial resonancia. Por su texto, materialidad, lugares y hora de aparición o forma de haberse difundido, los carteles del Alcázar de 1608 responden a un modelo habitual y, quizá, no cabría considerarlos en exceso destacables en tales aspectos concretos.4 Sin embargo, la coyuntura de su publicación sí fue particularmente crítica, pues los libelos5 aparecieron en un momento en el que arreciaban las críticas contra el valimiento de Lerma,6 viniendo a coincidir, además, con la apertura de la causa contra Francisco de Mendoza, Almirante de Aragón. De hecho, las averiguaciones destinadas a esclarecer quiénes habían sido los autores, intelectuales y materiales, de los libelos de 1608 acabaron por unirse al voluminoso proceso judicial que le fue abierto a este miembro de la influyente casa de Mendoza un año después.7 Con precisión de cronógrafo, Antonio de Herrera Tordesillas apuntó en una de sus notas de sucesos del año 1609 que el día 21 de mayo, jueves, por la mañana «en Guadalajara prendió el Alcalde Silva de Torres a don Francisco de Mendoza, Almirante de Aragón», añadiendo un vago: «las causas no se saben al presente».8 Poco después, el propio Herrera sería encarcelado y sus papeles confiscados en relación con el que pasó a 4 Fueron fijados en la puerta norte del Alcázar, Puerta de Guadalajara y Cárcel de Corte. Sobre las condiciones de publicación, cfr. Antonio Castillo, «Amanecieron en todas las partes públicas… Un viaje al país de las denuncias», en A. Castillo (comp.), Escribir y leer en el siglo de Cervantes. Barcelona: Gedisa, 1999, pp. 143-191. 5 El término se usaba para referirse a cualquier clase de «escritos infamatorios, que sin autor se publican o fijándolos en colunas y esquinas o esparciéndolos por las calles y lugares públicos». Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid: Castalia, 1995, vox signans «Libelo». 6 Véase Antonio Feros, El Duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III. Madrid: Marcial Pons, 2002. 7 El proceso se encuentra en AHN, Consejos suprimidos, legajos 36210-36211. 8 AHN, Consejos suprimidos, legajo 36211-8. A lo que parece, Herrera iría recogiendo los sucesos por años y meses, no se sabe si para convertir esos datos en materia de relaciones y avisos, a la Cabrera de Córdoba o a la Pellicer, o como notata para la posterior confección de su obra historiográfica. En este caso, la prisión del Almirante compartía espacio con la noticia del nacimiento del infante D. Fernando de Austria y la llegada a la corte de Mencía de Mendoza, Duquesa de Alba.

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llamarse Negocio del Almirante, pero entonces, en mayo de 1609, el cronista se limitó a perfilar el siguiente comentario, casi un juicio, no exento de algo de razón de Estado: «Cornelio Tácito dize que assy´ como los cavallos ferozes estando holgando rompen los cabestros y los pesebres, assy´ conviene tener en el officio continuamente a ciertos ingenios de hombres por escusar que no disparen en violencia y cosas tales. Tal fue el caso de don Juan de Beaumonte en Navarra que, siendo visorrey Vespasiano [Gonzaga], mi señor, se cansava de andar sienpre inquieto y feroz y trató con el Rey [Felipe II] que, ocupándolo en algo, se le sacase de allí y fue proveydo ´ por Corregidor de Cuenca. No sé sy este pensamiento quadra en este caso con el Almirante de Aragón y lo que se pudiera haver hecho desde que vino de Flandes. Pero, sobre todo, él es buen cavallero, buen christiano y fiel al Rey y de tal sangre no se puede menos esperar hasta ver lo contrario».9

Como me gustaría poder llegar a probar, la gran causa del Almirante, con su pequeña teoría anexa de averiguaciones y procesos, parece una magnífica ocasión para acercarse al fenómeno de la difusión manuscrita en una corte europea a comienzos del siglo XVII. Esto es así porque permite recrear no ya cómo corrían los manuscritos, sino cómo alrededor de ellos se articulaba un mercado en el que autores, secretarios, hombres de pluma y escritores vivían de su escritura manual, la cual en algunos casos vendían al mejor postor. Pero, antes de hablar de este comercio escrito, será conveniente trazar una semblanza de ese ingenio de hombre capaz de dispararse «en violencia y cosas tales» a cuya suerte quedaron unidos los libelos del Alcázar.

La memoria roída y raída de un caballero capitulado en procesos: Francisco de Mendoza, Almirante de Aragón Pese a que Gil González Dávila incluyó la vida del Almirante entre las semblanzas de su Teatro eclesiástico seguntino, Francisco de Mendoza murió en marzo de 1623 estando de partida hacia su diócesis de Sigüenza, a la que había sido presentado un año antes por el rey Felipe IV y en la que nunca llegó a entrar como prelado. Entre alabanzas, el cro9

Ibidem.

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nista refiere que el difunto se había hecho enterrar en el Colegio Máximo de los jesuitas de Alcalá de Henares en un sepulcro sin epitafio alguno, como si la fortuna de su nombre no necesitase para preservarse de inscripciones ni de letrerías, porque, asegura Dávila, «las Historias dizen quién fue el Almirante y Obispo».10 Para nuestros días, este juicio es, quizá, demasiado optimista, pues no han sido muchos los historiadores ni las historias que se han ocupado de este personaje, cuyo recuerdo viene a estar reducido a algunas notas y, ante todo, a la monografía que en 1899 le dedicó Antonio Rodríguez Villa en la obra colectiva con la que se rindió homenaje a los veinte años de profesorado de Marcelino Menéndez Pelayo.11 Francisco de Mendoza (1547-1623) fue hijo del Marqués de Mondéjar Íñigo López de Mendoza y hermano del Duque del Infantado, Marqués de Guadalest y Almirante de Aragón por su casamiento con María Ruiz de Liori Folch de Cardona y Colón.12 Soldado en Flandes, comendador calatravo, embajador en Polonia y en el Imperio,13 sutil levantador de figuras astrológicas, lector de Bodino, Lipsio, Boccalini y Antonio Pérez,14 justador de cañas a la morisca, ruidoso casamentero de damas y li10 Gil González Dávila, Teatro eclesiástico de las iglesias metropolitanas y catedrales de los Reynos de las dos Castillas: vidas de sus Arzobispos y Obispos, y cosas memorables de sus sedes … el maestro Gil Gonçález Dáuila ; tomo primero que contiene las Iglesias de Santiago, Sigüença, Iaén, Murcia, León, Cuenca, Segouia y Valladolid. En Madrid: en la imprenta de Francisco Martinez, 1645, Capítulo xxiv, «De los Obispos Don Sancho Dávila; y Don Francisco de Mendoça, Segundo deste nombre», p. 205. 11 Antonio Rodríguez Villa, «Don Francisco de Mendoza, Almirante de Aragón» en Homenaje a Menéndez Pelayo en el año vigésimo de su profesorado. Estudios de erudición española. 2 vols. Madrid: Librería General de Victoriano Suárez, 1899, II, pp. 487-610. 12 La reconstrucción de la biografía del Almirante que realizamos a continuación se basa, en lo fundamental, en el artículo monográfico de Rodríguez Villa (cit. nota anterior) y en las informaciones ofrecidas en el proceso del AHN, cit. 13 Véase Thomas Sailly, Brevis narratio legationis Excelentissimi D. Francisci de Mendoza ad Sacram Caesaream Maistatem ac ad Serenissimos Arciduces Matthiam & Maximilianum necnon ad Serenissimam Archiducissam Mariam & Ferdinandum filium eius primogenitum, caeterosque fratres eius ac denique ad Serenissimum Regem Poloniae ex diario P.T.S. totius itineris comitis sumpta & missa ad P. Petrum de Ribadeneyra presbyterum Societatis Iesu. Bruxellae: Apud Rutgerum Velpium, 1598. 14 El inventario de la biblioteca del Almirante, realizado a su muerte en 1623, se encuentra en AHPM, Protocolo 2671, Escribanía de Francisco Testa, sin foliar. Las

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najes, cortesano en Madrid y Bruselas antes de ordenarse sacerdote y llegar a obispo, vivió entre pleitos para no ganar ninguno, pugnó por la privanza y acabó capitulado de juicio en juicio.15 Durante su cautiverio de cinco años compuso una larga y erudita Augustíssima genealogía de Jesu Christo, nuestro señor, según su sacratíssima humanidad que no llegó a ver la luz de las prensas porque este desdichado segundón tampoco pudo verse convertido en reconocido autor impreso.16 A su vuelta de los Países Bajos en 1603, donde había servido al Archiduque Alberto como mayordomo mayor y desempeñado importantes cometidos militares con diversa suerte, no recibió las mercedes que había esperado alcanzar de Felipe III ni obtuvo el eco deseado a sus propuestos en política internacional, resistiéndose, en especial, a admitir las negociaciones preparatorias de la Tregua de los Doce Años y protagonizando, además, una serie de incidentes con figuras cercanas al Duque de Lerma, como Rodrigo Calderón y Pedro Franqueza.

entradas serían las siguientes: para Bodino «Un método de juan godino» y «Un libro de juan godino de República»; para Lipsio «Un tomo de justo lissio», «Yten politica de justo luso», «Dos tomos de justo libsi» y «Un libro de políticas de justo lisio»; para Boccalini «Un libro de rrabualli de juan bucalino»; y, por último, para Pérez «Un libro de relaciones de Antonio Pérez». 15 La lista de procesos en los que se vio envuelto el Almirante es impresionante, incluso para una comunidad con tal alta tasa de litigiosidad como la hispánica del Siglo de Oro, pues el personaje se hizo famoso por distintos pleitos con miembros de su propia familia, así como por su entrada en los de la Casa de Veragua en nombre de su esposa. La larga serie parece haber comenzado cuando era un joven de apenas diecinueve años y, en 1576, se negó a pagar la condenación de cuatro ducados que le fue impuesta por haber participado en un estival juego de cañas sin lucir sobre la marlota de justar que llevaba la insignia de Calatrava, contra lo que era preceptivo según los estatutos y regla de su orden. Francisco de Mendoza se negó a pagar la multa impuesta y presentó distintos testigos que informaron «sobre si llebaba el ábito de la dicha orden en el juego de cañas», AHN, Órdenes militares, Archivo Histórico de Toledo, legajo 40890. 16 El manuscrito se encuentra en la BNE, Ms. 7841. El Almirante-Obispo había conseguido licencia para imprimir esta obra, dada en Madrid a 30 de abril de 1622, pero nunca llegó a imprimirse. No obstante, las peripecias procesales del Almirante no dejaron de llegar a las prensas, como en la Copia de una carta que el Almirante de Aragón, escriuió al Rey N.S. en siete de Octubre de 1603 después de auer satisfecho a los quatro cargos, que le auían opuesto, representando sumariamente algunos seruicios que ha hecho a su Magestad en la paz, y en la guerra. S.l.: n.i., n.a. [1603].

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A estas tribulaciones se refería González Dávila cuando apuntaba en su Teatro eclesiástico que «llegó a España, y al punto la embidia haziendo de las suyas le puso fuertes capítulos, pretendiendo con ellos roer, y raer la memoria de tanto merecimiento».17 En efecto, en mayo de 1609, como ya sabemos, el Almirante fue detenido acusado de traición por haber hecho llegar al rey, el año anterior, un memorial, firmado por un anónimo «El deseoso inútil», en San Lorenzo de El Escorial «condenando el gobierno que corría y que después amanecieron por las esquinas de este lugar [Madrid] ciertos papeles en conformidad con dicho memorial que se atribuye a él». Con estas palabras daba cuenta de la prisión del poderoso miembro de la casa de Mendoza una de las Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España de Luis Cabrera de Córdoba, en concreto la fechada el 6 de junio de 1609.18 Gracias al proceso que se le abrió entonces es posible reconstruir los capítulos que le pusieron sus émulos y con los que pretenderían, quiere Gil González Dávila, roer y raer la memoria del Almirante de Aragón. A tenor de esos capítulos, Francisco de Mendoza se habría distinguido por sus severas acusaciones contra el Duque de Lerma y a sus criaturas, en especial contra Rodrigo Calderón,19 pero ya mucho antes, en 1598, habría empezado a dirigir sus críticas contra el mismo Felipe III. Aunque en su interrogatorio negaría todos estos extremos,20 Mendoza fue acusado de haber calificado al rey de ser «un pobrete» y de haber dado aliento, ya en 1598, a la posibilidad de que los Archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia ocupasen el trono de la Monarquía porque el desvalido monarca moriría en breve. Asimismo, se le vinculó también con las profecías de Gabriel de Escobar, ese profeta que pronosticaba «que avía de faltar la sucesión de la casa de austria en los Reyes de España en su magestad y que se avían de acavar sus hijos y suzeder en estos González Dávila, Teatro eclesiástico…, cit., p. 205. Luis Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599 hasta 1614. Valladolid: Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, 1997, p. 371. 19 A. Feros, El Duque de Lerma. Realeza y privanza…. cit., p. 407. Remitimos a esta excelente monografía para las críticas al lermismo y, en general, para la descripción de sus mecanismos de patronazgo. 20 Confesión del Almirante, Santorcaz, 2 de julio de 1609 in eunte. AHN, Consejos suprimidos, legajo 36211. 17

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reynos un deçendiente de david». Pero fue Lerma, que en las figuras astrológicas que se encontraron en su poder debería morir antes de finales de 1608, quien habría concitado la mayor parte de las críticas del Almirante. El régimen del Duque vendría a ser definido por él como un imponente sistema de corrupción y, expresamente, tiranía cuyo objetivo último no era otro que el enriquecimiento de los Sandovales y sus muchas criaturas mediante el continuado engaño del rey. Una de las preguntas de su interrogatorio se interesaba por esclarecer si Mendoza había dicho «muchas bezes que el dicho señor duque de lerma engañava al rrey a cada paso y que le dibertía en pasatiempos para que no se hiziera capaz de negocios y con esto quedarse el señor Duque con el soberano y administración de esta monarquía». Lo que, sin duda, no es mal resumen general de la crítica antilermista y, a la postre, mala definición de su valimiento. La provisión en Cea, hijo de Lerma, de la tenencia de la Alhambra granadina, tradicionalmente vinculada a los Mendoza, fue un motivo más de enfrentamiento entre el Almirante y el Duque. Lo que parece especialmente importante destacar ahora aquí son algunos juicios y opiniones que el agraviado Francisco de Mendoza habría hecho al conocer dicha provisión por lo que revelarían de sus pretensiones. Según siempre las acusaciones que se le hicieron durante el proceso, el Almirante habría proclamado «que avía de rebolber España» y que «con esto se avían hechado a qüenta a toda España, que avía sentido que [la tenencia granadina] saliese desta casa, como si se quitaran a cada uno de los que ablaban en ello». Por cierto, merecería la pena hacer hincapié en la pretensión del Almirante de ser capaz de revolver a España, así como, en principio, el uso de esos términos, porque recuerda otros testimonios de nobleza república y celosa de la patria que, de Portugal a Aragón y Castilla, buscaban hacer coincidir la defensa de sus intereses con las libertades regnícolas.21 Pero volvamos a la relación de 1609 en la que Luis Cabrera de Córdoba daba aviso de la prisión del Almirante y en la que también anun21 Véase nuestro «De las alteraciones de Beja (1593) a la revuelta lisboeta “dos ingleses” (1596). Lucha política en el último Portugal del primer Felipe», en Stvdia Historica (Historia Moderna) (Salamanca), 17 (1997), pp. 91-120.

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ciaba que «se le habían secuestrado dos escritorios de papeles». No fueron éstos los únicos escritorios que se reconocieron aquellos días en relación con la causa del Almirante, pues poco después, se tomaron los papeles del estudio de Luis de Castilla, arcediano de la catedral de Cuenca, «que era su grande amigo».22 Como ya se ha adelantado, algunos de estos papeles se unieron como pruebas a la causa por traición abierta contra Francisco de Mendoza, a la que se fueron sumando otras particulares, como la del caballero Pedro de Granada Venegas, a quien también se le secuestraron sus escritorios,23 la del cronista real Antonio de Herrera, cuyos papeles fueron igualmente requisados, o la citada causa conocida como la de los libelos del Alcázar, con los que se puso en inmediata relación al Almirante de Aragón.

Quién escribe dónde. De hombres de pluma y secretarios a escritores públicos y muchachos del estudio Entre los años de 1608 y 1610 las justicias reales anduvieron por toda la corte registrando escritorios y estudios en busca de pruebas que comprometieran al Almirante de Aragón o que permitieran identificar a los autores y responsables de los libelos infamantes de 1608, así como de otros papeles que habían corrido manuscritos y en los que se criticaba el gobierno del Duque de Lerma. Los oficiales de la justicia real desarrollaron un triple trabajo. De un lado, intentaron encontrar testimonios que permitieran relacionar el contenido del cartel o del anónimo memorial de El deseoso inútil con las opiniones vertidas en otros escritos (cartas, relaciones, avisos, etc.) que habían sido secuestrados a los sospechosos e inculpados, desarrollando, para ello, una curiosa tarea de crítica casi literal. De otro lado, intentaron localizar las presumibles copias que hubieran podido ser realizadas, para lo que inspeccionaron las moradas de algunos personajes que eran conocidos por dedicarse a reunir papeles manuscritos. Por último, se preocuparon por encontrar al autor o los autores materiales del libelo y del memorial, interrogando a secretarios y demás hombres de pluma que 22 23

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Cabrera de Córdoba, Relaciones…, cit., p. 370. AHN, Consejos suprimidos, legajo 36210.

habían estado al servicio del Almirante en los últimos años,24 además de iniciar una apresurada, pero concienzuda, visita a los lugares en los que se podía escribir para terceros en la villa. Entre los escritorios de papeles que fueron requisados y examinados con todo detalle, además de los del propio Francisco de Mendoza, se encontraban los del poeta Gabriel Lobo Lasso de la Vega, el cronista Antonio de Herrera Tordesillas y el caballero Pedro Granada Venegas, quienes, de una forma u otra, fueron puestos en relación con el Almirante. Las pesquisas realizadas entre la inmensa papelería de Lobo nos ofrece el inventario rotulado Memoria de los papeles de mano, curiosos y exquisitos de Gabriel Lobo Lasso de la Vega historiador universsal y continuo de la magestad del Rey de España, un extraordinario testimonio de cuál podía ser el contenido de una biblioteca de «libros de mano» a caballo de los siglos XVI y XVII.25 Aunque no hay que olvidar que del aposento de Gabriel Lobo también se confiscó un modesto anuncio de venta de solares, cuya letra podía recordar en algo a la contrahecha del libelo del Alcázar. Decía así: «En las calles de Jesús y San Po que están juntas y salen a la de Ato cha al fin della, Se venden dos Solares cercados. Quien los qui siere comprar, acuda a Jua Bapta Vezina cercana dellos, que vi ue en casas de Neuares».

Por su parte, las averiguaciones realizadas por los alcaldes de casa y corte en pos del autor de los libelos nos permiten conocer mejor las acti24 Fruto de estos interrogatorios es posible reconstruir una parte de lo que podríamos calificar de oficios de escritura en torno a un gran noble del Siglo de Oro, así como sus prácticas casi cotidianas de notar/dictar y escribir/copiar. De esta forma, Bernabé Hurtado o Francisco de la Bárcena declaran cómo escribían memoriales, cartas y papeles al dictado de lo que iba diciendo el Almirante «de memoria». 25 Las ricas informaciones sobre Gabriel Laso suministradas por el proceso del Almirante de Aragón son la base de nuestro «¿Cuánto vale una octava rima en verso heroico? La escritura de El caballero del sayal y otras noticias sobre Gabriel Lobo Lasso de la Vega», en Geh hin und lerne. Homenaje al profesor Klaus Wagner. Sevilla: Universidad, 2007, pp. 491-504.

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vidades de Antonio de Herrera, de quien se inspeccionaron escrupulosamente las cartas que había cruzado con Francisco de Mendoza y algunos corresponsales de Milán, a los que suministraba suculentas noticias de la vida de corte. Por último, el escritorio del caballero Granada ofreció algunos ejemplos de composiciones poéticas de abierta crítica o sátira que aparecen copiadas en hojas sueltas, como debieron difundirse —en ocasiones, comprarse— en un principio antes de pasar a engrosar los conocidos códices misceláneos. Uno de esos poemas es el siguiente soneto que se atribuye expresamente a «un fulano Ortigosa, questubo preso por ello»: «Por dios, cosas e oído en este día que casi de dezírtelas rehúso. Que el mayoral pasado hue confuso Y que era mal govierno el que tenía. Y despiden a Ynés, la de Gandía porque no tiene adulación al uso. Que quitan todo lo que el muerto puso, no lo puedo creer ques tiranía. Que hechan las mondongas fuera el miércoles se a tenido por tenido por cierto en esta aldea. Que no abren ni zierran quatro llaves. Que a dejado caer el mundo Hércules. Que an dado la Juiza a Juan de Çea. Avísame de todo si los sabes».26

Los versos parecen referirse descarnadamente a los cambios acaecidos en los años de mudanza que se sucedieron a comienzos del reinado de Felipe III y en los que se procedió a una suerte de dampnatio memoriae del monarca anterior y podrían fecharse circa 1600. De poco después es otro de los poemas confiscados a Granada Venegas, en este caso el famoso soneto: «Llegué a Valladolid registré luego desde el bonete al clavo de la mula guardo el registro que será mi bulla contra el cuidado del señor don diego. Busqué la corte en ella y yo estoy ciego 26

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AHN, Consejos suprimidos, legajo 36210.

o en la ciudad no está u se dissimula çelebrando dietas vi a la gula que Platón para todos está en griego. La lisonja hallé y la zerimonia con luto idolatrados los caciques Venus sin fe, Cupido sin virotes. Todo se halla en esta Babilonia como en Botica grandes alanbiques y más en ella títulos que botes»

y que, en su interrogatorio, Venegas declara que «es público es de don Luis de Góngora».27 De esta forma, buscando quién escribía y dónde en el Madrid de Felipe III, se hicieron pesquisas en posadas, mesones, equipajes de soldados, celdas de religiosos, cárceles, escuelas de muchachos, casas de particulares, escritorios públicos y escribanías notariales. En este último caso, se intentaba comparar las letras de los escribientes con los papeles que habían sido requisados, siendo visitados algunos de los principales oficios de escribano que estaban abiertos en la corte, de los de Juan de la Cotera y Francisco Testa a los de Gabriel de Rojas, Francisco de Gálvez o Pedro de Salazar.28 Gracias a sus esfuerzos es posible reconstruir los lugares y los protagonistas de la escritura ad vivum en una corte europea a comienzos del siglo XVII, pudiéndose insistir en la existencia tanto de los canales de difusión de manuscritos, así como en los usos de éstos, como de un mercado específico de escritores que cobraban por escribir para el público. Especial importancia ha de concederse al secuestro de los papeles de uno de estos escritores profesionales llamado Lope de Ceballos y Cepeda, a quien se llegó a dar tormento para que confesase su relación con los libelos del Alcázar. Gracias a las distintas informaciones realizadas,29 es posible saber que Lope de Ceballos era natural de Quintanar de la Orden, donde ha27 Ibidem. Esta versión contiene algunas variantes interesantes del soneto, como el verso «Venus sin fe, Cupido sin virotes» que en otras ocasiones se ha recogido como «Amor sin fe, interés sin sus virotes». 28 Aberiguaciones fechas por los señores alcaldes de la casa y corte en rraçón de los libelos que parescieron puestos en la puerta de palacio y puerta de guadalajara y cárcel de corte. AHN, Consejos suprimidos, legajo 36211. 29 Ibidem. Remitimos a esta nota para todas las citas a continuación en el texto.

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bría nacido hacia 1564, pues contaría con cuarenta y cuatro años de edad en 1608. Su aprendizaje había sido largo, pues siendo todavía muchacho había empezado a servir a un licenciado, pasando después a trabajar como secretario del consejero real Jerónimo del Corral, trasladándose a Madrid en la década de 1580, todo ello antes de convertirse en un escritor profesional, pues «entiende en esta corte en escribir lo que se ofrece, como son memoriales y otras cosas». Su lugar habitual de trabajo habría sido una mesa en el cuarto de posada en el que vivía, pues, a la pregunta de dónde se encontraba en la madrugada en la que se fijaron los pasquines, responde que había estado allí escribiendo memoriales desde las ocho de la mañana. Fue en este aposento donde la justicia real le requisó sus papeles, entre los que destacaban tres estancias en octava rima «que la una comiença Los prínçipes abaros, y la otra Aunque es notable ynconbiniente, y la otra Y muy mayor si aliende del dinero»,30 así como distintas muestras y borradores de sus trabajos e, incluso, los pliegos de papel pautado que empleaba para trazar sus renglones «quando se escribe alguna cosa de mucha cuenta ponerlos entre el papel para que baya en orden» o, por último, «media quartilla hecha borrador» donde «probaba las plumas». Nos encontramos, por tanto, ante los materiales que empleaba para hacer frente a los encargos de composición y traslado que podían llegar a ofrecérsele. Importa destacar que Lope de Ceballos, por otra parte pobrísimo, como declaran sus compañeros de posada, no necesitaba mucho para hacer frente a su trabajo de escribir, apenas una mesa, papel, tinta, plumas, una cuartilla para probarlas y esos pliegos pautados para cuando era «cosa de mucha cuenta». Es lo mismo que nos transmiten otros testimonios, bien conocidos, que nos hablan de estudiantes pobres que también se dedicaban a realizar copias en los humildes cuartos de sus posadas, aunque en el caso de nuestro escritor su único y particular oficio, como dejaba clara su confesión, había acabado por ser el de entender en escribir memoriales y otras cosas que pudieran llegar a ofrecerse. Ni que decir tiene que, además de cotejar esas muestras de escritura con los pasquines —en especial, las pruebas y borradores—, los justicias

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Cursivas nuestras.

reales insistieron en saber quiénes eran sus clientes. De las averiguaciones llevadas a cabo sólo se desprende que Gabriel Lobo había sido uno de los más habituales y que era el poeta quien le había dado a trasladar en copia limpia «un quadernillo en honce quartillas de papel escrito», que corresponde a la antes citada Memoria de los papeles de mano, curiosos y exquisitos, así como el anuncio de venta de solares en la calle de Jesús. No obstante, la identidad de otros clientes de Lope de Ceballos y Cepeda se puede deducir de los propios papeles, en limpio o en borrador, que fueron requisados en su posada. Hasta nuestro escritor, así, se habían acercado los carpinteros Pedro de Fuentes y Gabriel Guerra que habían acudido a él para que escribiese las condiciones de una obra que iban a contratar; y el aranés Miquel Joan Amiel Aunós había hecho lo propio para que consignase por escrito las preguntas de una información destinada a probar su limpieza de sangre. Igualmente, había compuesto un memorial para una tal Leonor Pérez, esposa de un mercader de las covachuelas de San Felipe, en el que se denunciaban los abusos de cierto portero. Y había hecho lo propio para la viuda Luisa de Camargo con el que esta «muger tan sola y en tierra agena» rogaba llegar a ser «participante de las muchas limosnas y socorros» que un anónimo Duque, a quien se dirigía el memorial, hacía a los menesterosos de la corte. De esta forma, en la nómina de los clientes para los que escribía Lope de Ceballos en 1608 puede caber tanto un poeta bien conocido como Gabriel Lasso, para quien trasladaba papeles en limpio, como una serie de artesanos o mujeres muy posiblemente analfabetos —idiotas en la terminología de la época— que entrarían en contacto con la cultura letrada a través de estos expedientes de escritura delegada. Esa condición de instancia de mediación entre letrados e iletrados que cabe atribuir a los escritores profesionales resulta de enorme importancia para cuantos estén interesados en conocer la circulación de modelos culturales entre lo letrado y lo, así llamado, popular a lo largo de la Edad Moderna y ha de añadirse a otras prácticas, como la lectura en voz alta o la misionalización, en las que semejante mediación también puede ser testimoniada. No menos ilustrativas fueron las operaciones destinadas a identificar, a partir de 1608, al autor que se escondía detrás del pseudónimo, sin duda elocuente, de El deseoso inútil. Éste acabó siendo el jesuita Sebas-

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tián Hernández, correspondiendo la autoría material del texto nada menos que a uno de los estudiantes del colegio que la Compañía tenía en Madrid. Se trataba de Blas de la Ripa, un muchacho «flaquillo» de unos catorce o quince años, hijo de labradores, que había venido a la corte desde el remoto valle aragonés de Hecho y que había sido sacado de un aula en el momento en el que oía una lección y al que el jesuita pidió, disimuladamente, que copiase lo que él iba notando, es decir, dictando. Según la declaración del muchacho: «[…] estando un día en el aula de mayores en lición, le dijo el Padre Juan García, que leya, ´ que fuese que le llamaua el padre […] y el dicho padre le preguntó si escrivía vien y díjole que sí [y] le llevó a su zelda [… donde] escrivió dos papeles notándole el padre lo que escrivía».31

Conviene señalar que, a lo que parece, recurrir a muchachos para que fuesen ellos los que escribiesen materialmente libelos infamantes fue una práctica extendida en la España del Siglo de Oro, como demuestra, por ejemplo, la expresiva declaración de un testigo de otro proceso motivado por la aparición de escrituras infamantes que se abrió en la población murciana de Abanilla en 1583. En esta ocasión, Gonzalo Tello declaró que, habiéndosele pedido que «escribiese una carta contrahecha», respondió «que aquello no era cosa que se abía de tratar con él, sino con los muchachos de las escuelas, a quien se solía engañar de aquella manera».32 La presencia de Blas de la Ripa ante los justicias no concluyó con el reconocimiento visual del papel de El deseoso inútil, sino que, en el momento, se le rogó que escribiese el memorial por el que se remitía el texto en cuestión, quedando probado, así, que en efecto el estudiante había sido el autor material del escrito al cotejar el traslado que entonces hizo con el original que había sido entregado a su Majestad. Por otra parte, como ya se ha indicado, los justicias reales habían visitado alguna escuela de niños con anterioridad, como, por ejemplo, «la escuela del 31 Declaración del que escribió el papel de Sant Lorenço, AHN, Consejos suprimidos, legajo 36211. 32 Miguel Vidad, escribano de la villa de Abanilla, con Bartolomé Lucas, alcaide mayor, sobre querella que contra él dio de un libelo infamatorio que le puso. AHN, Órdenes militares, Archivo Histórico de Toledo. Legajo 7300.

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maestro Francisco de Villalba, en la calle de san Luis, y se tomaron las planas y materias que tenían todos los muchachos de la dicha escuela y se miraron».33 En suma, las averiguaciones reunidas en torno a la causa del Almirante de Aragón y los libelos del Alcázar madrileño de 1608 nos presentan una circulación de manuscritos que se manifestaba vigorosa y pujante, frente a la imagen estereotipada que insiste únicamente en el dominio de la tipografía. Por sus particulares condiciones de producción y colección, la copia y la escritura ad vivum eran especialmente eficaces para la difusión de textos de crítica política, cuya publicación debía ser tan cautelosa como resonante. Pero, al mismo tiempo, las informaciones judiciales entonces realizadas, con su incesante búsqueda entre escritores, muchachos, hombres de pluma y escribanos, de autores materiales de los pasquines, nos revelan nuevas posibilidades de relación entre letrados y, llamémosles todavía así, iletrados.

33 Aberiguaciones fechas por los señores alcaldes de la casa y corte…, cit. AHN, Consejos suprimidos, legajo 36211.

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4 BUEN GOBIERNO, CULTURA ESCRITA Y BIBLIOCLASMO. EL MEMORIAL POR EL AGRICULTURA DEL VIZCONDE DE LA CORZANA Al rey Jacobo Estuardo y al Conde de Gondomar, «les deux Jacques» y two London bibliophiles, cabrá añadir un dondiego más:1 el caballero santiaguista Don Diego Hurtado de Mendoza y Vergara, Señor de la Corzana, que llegó a Inglaterra en 1623 acompañando al Príncipe de Gales vuelto a las islas tras su particular aventura española.2 Hombre de gobierno práctico como sus imaginados homónimos, sin embargo, este 1 Parafraseo aquí el paralelismo entre Jacobo VI/I de Escocia e Inglaterra y Don Diego Sarmiento de Acuña, «les deux Jacques», establecido por Ian Michael en su artículo «King James VI and I and the Count of Gondomar: Two London Bibliophiles, 1613-18 and 1620-22», en «Never-ending Adventure»: Studies in Medieval and Early Modern Spanish Literature in Honor of Peter N. Dunn, ed. Edward H. Friedman y Harlan Sturm, (Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 2002), pp. 421-436. 2 Antonio Rodríguez Villa, Noticia biográfica y documentos históricos relativos a Don Diego Hurtado de Mendoza, primer Conde de la Corzana. Caballero de la Orden de Santiago, diputado general de la provincia de Álava, del Consejo del Rey don Felipe IV, mayordomo de la Reina, su esposa, corregidor de Toledo, embajador en Inglaterra, Francia y Flandes, asistente y maestre de campo general de la ciudad de Sevilla y su tierra, etc., Madrid: Aribau y Cia., 1873. Esta semblanza resulta fundamental para nuestra reconstrucción del cursus vitae de la Corzana y a ella remitimos desde aquí.

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tercer Jacques parece haberse inclinado más hacia el biblioclasmo3 que hacia la bibliofilia practicada por el monarca y por el embajador. Como si ya fuese una realidad el mundo tout plein de livres de Louis Le Roy, esa deliciosa fantasmagoría donde el hombre habría de «marcher, coucher, & s’asseoir sur livres»,4 el señor de la Corzana se entregó más a alertar sobre los peligros de los muchos volúmenes que a alabar los placeres de su afanosa colección. No obstante, Don Diego se ocupó por extenso de librerías, prensas, escribanías, autores, aprobaciones, censuras, dedicatorias, cartas, plumas y lecturas y lo hizo siempre con extrema erudición.5 Sus particulares ideas al respecto quedan especialmente patentes en su memorial Por el agricultura que publicó en 1633, una interesante reflexión política sobre la cultura del libro escrita cuando casi se cumplían dos siglos de la aparición de la imprenta en Europa. A su examen está dedicado este capítulo, guiado por la convicción de que, para ser completa, la reconstrucción de la cultura escrita europea de la alta Edad Moderna pasa también por el análisis de una actitud como la suya. Su desacomodada pretensión de reducir el número de libros en circulación y de modificar 3 Empleamos el término biblioclasmo en un sentido muy concreto como toda aquella actitud que recomienda el recorte de la producción y circulación de libros, así como la alfabetización que la mayor difusión de éstos podría favorecer. Desde nuestra perspectiva, dicha postura no se haya vinculada a una mentalidad de censura intelectual o represión ideológica, sino a la consideración pragmática de que el incremento de lectores era social y económicamente contraproducente para una monarquía europea de los siglos XVI y XVII. Cfr. Fernando Rodríguez de la Flor, Biblioclasmo. Por una práctica crítica de la lecto-escritura. Valladolid: Junta de Castilla y León, 1997. 4 Louis Le Roy, Regius, De la vicissitude ou varieté des choses en l’univers et concurrence des armes et des lettres, Paris: À l’Oliuier de Pierre l’Huillier, rue S. Jacques, 1579, fol. 115r. Recuérdese que Regius pinta así un mundo tout plein de livres caso de que se hubiese conservado todo lo escrito desde la Antigüedad. 5 La Corzana se vincula expresamente a la tradición que criticaba las librerías hueras. Sobre ese tópico y su rica fortuna, véanse Fernando Gascó, «Luciano y el bibliófilo ignorante», en De libros y bibliotecas. Homenaje a Rocío García Caracuel, coord. Sonsoles Celestino, Sevilla: Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1994, pp. 151-156; y Jacobo Sanz Hermida, «Bibliomanía o la librería del ignorante», en El escrito en el Siglo de Oro. Prácticas y representaciones. El libro antiguo español. V, ed. Javier Guijarro Ceballos, Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca - Publications de la Sorbonne - Sociedad Española de Historia del Libro, 1998, pp. 305-317.

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incluso su presentación formal revela, con relativa precisión, usos y prácticas que una visión más laudatoria y complaciente con los progresos del libro quizá no permita obtener. Pero no abandonemos todavía el tiempo de los otros deux Jacques, ellos sí, two London bibliophiles. En sus anotaciones sobre las embajadas de 1623, Sir John Finett apuntó que ya había conocido al recién llegado «Don Hurtado de Mendoza» en 1614, de quien, recordará, «[I] received honours from in Spaine nine yeares before, when I was sent thither with a present from his Majesty».6 El impagable Master of Ceremonies del rey Carlos I evocará también la polémica sobre precedencias en la que Hurtado de Mendoza se enzarzó durante su breve embajada inglesa con Don Carlos Coloma y el Marqués de Hinojosa, los otros dos legados extraordinarios españoles, haciendo de «the Puntillioes» de La Corzana una parte no pequeña de sus observaciones sobre los «Forren Ambassadors in England». Por último, el que para las fuentes españolas era Don Joan Finete7 se hará eco del convite en el que el rey Jacobo sentó a su mesa a Don Diego poco antes de que abandonara Londres camino de Bruselas y París, cortes que también visitaría antes de su definitiva vuelta a España en 1624.8 Según una relación impresa de ese año y que está ilustrada con una precisa estampa del banquete grabada por el monogramista M.T.,9 Hurtado de

6 John Finett, Finetti Philoxenis som choice observations […] touching the reception and precedence, the treatment and audience, the puntillios and contests of forren ambassadors in England. London: Printed by T.R. for H. Twyford and G. Bedell, 1656, p. 121. El presente consistía en armaduras y cabezas de ganado, pero éstas parecen haber quedado retenidas en Vitoria sin llegar a la corte, siendo enviados a Aranjuez en 1615. Rodríguez Villa, Noticia…. «Documentos relativos a Don Diego Hurtado de Mendoza, como Diputado General y Capitán de la Provincia de Álava» § VI, carta real de Madrid, 24 de mayo de 1615. 7 «Don Joan Finete, caballero inglés, viene por mar a desembarcar en San Sebastián con cierto presente». Noticia…, «Documentos relativos a Don Diego Hurtado de Mendoza, como Diputado General y Capitán de la Provincia de Álava», § II, carta real de Madrid, 13 de junio de 1614. 8 Finetti Philoxenis…, pp. 131-132. 9 Puede verse ahora reproducida en La almoneda del siglo. Relaciones artísticas entre España y Gran Bretaña, 1604-1655 [exposición], com. Jonathan Brown y John H. Elliott, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2002, Cat. 12.

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Mendoza recibió del monarca una cadena de la que pendía una joya de diamantes «con su Real retrato dentro della, que vale diez mil ducados».10 Nacido en la localidad alavesa de Corzana en 1571, de la que fue señor, el rey Felipe IV lo honró con el título de Vizconde en 1629, que se elevó a condal en 1639. Además de su condición de mayordomo de Isabel de Borbón, en su carrera de servicios a la Monarquía destacan el Corregimiento de Toledo, iniciado en 1621 e interrumpido durante los meses de su embajada extraordinaria a Inglaterra, Flandes y Francia de 1623-1624, y, ante todo, su designación como Asistente de Sevilla entre 1629 y 1634. La experiencia inglesa sale a relucir aquí y allá en sus escritos, como, por ejemplo, en su propuesta de construcción de un gran puente de piedra que presentó al Conde Duque de Olivares en 1631 y en la que Londres y el Támesis sirven de punto de necesaria comparación a Sevilla y al Guadalquivir.11 Años después de su jornada a Gran Bretaña, como tantos otros oficiales y ministros del siglo XVII, Don Diego, para entonces Vizconde de la Corzana, fue acusado de corrupción.12 En su caso, los cargos presentados ante el Consejo de Estado en 1634 tenían que ver con su desempeño de los citados corregimiento toledano y asistencia sevillana, así como con su paso por la muy productiva Administración General de almojarifazgos de la metrópoli andaluza que ocupó en 1631. El capitulado Don Diego se defendió presentando ante el Consejo el cúmulo habitual de autos, certificaciones, papeles y probanzas, pero, además, decidió publicar 10 Las Fiestas y singulares favores que a Don Diego Hurtado de Mendoza, señor de la Corzana, Embaxador extraordinario de su Magestad del Rey Católico nuestro Señor al sereníssimo Rey de la gran Bretaña, se le hizieron en la jornada que de España hizo acompañando al sereníssimo Príncipe de Gales a Inglaterra. Madrid: Por Luis Sánchez, 1624, fol. 1v. Los «singulares favores que le hizo el Rey de la Gran Bretaña sentándole a comer a su mesa con él y con el Príncipe de Gales» también pueden seguirse gracias a la Veríssima relación de la partida de Londres que hizo Don Diego Hurtado de Mendoza… Sevilla: Por Juan de Cabrera y por su original en Madrid, en la imprenta de Luys Sánchez, 1624. 11 Diego Hurtado de Mendoza, A Don Gaspar de Guzmán, Conde de Olivares […] Por Sevilla [Puente de Sevilla]. Impresso por mandado de su Señoría. Sevilla: Por Francisco de Lyra, 1631. La cita en fol. 1r. 12 Memorial de los capítulos puestos al Vizconde de la Corzana, Asistente de Sevilla, por un memorial sin firma. ACDA, Caja 142, Legajo 12, Número 1.

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su defensa en un impreso que demostraría «la general aprobación que de mi gobierno hazen por sí mismos, fuera de pregunta, todos estados de gente».13 La pormenorizada presentación de las «causas» de las que se había derivado esa aprobación general —«porque no fue a caso»,14 insiste Hurtado— es el origen de la Relación del procedimiento del Vizconde de la Corzana, curioso memorial dirigido a Felipe IV en el que la mecánica propia de las alegaciones fiscales de por y con es llevada a su último extremo discursivo y se convierte, de hecho, en una circunstanciada apología política de un ministro español del Barroco. Que las partes, o el fiscal, recurrieran a la imprenta para dar a conocer sus alegaciones durante la tramitación de un proceso judicial llegó a ser, como se sabe, muy común en la segunda mitad del siglo XVI y a lo largo de toda la centuria siguiente, sin que esto fuera óbice, no obstante, para la conveniente difusión de traslados manuscritos de idéntica naturaleza. Y, a este respecto, conviene recordar lo señalado anteriormente a propósito de la presencia de prensas tipográficas en los palacios de algunos grandes de la corte. Pero la Relación de La Corzana a Felipe IV es algo más que un porcón impreso.15 Don Diego Hurtado de Mendoza recurre a la imprenta para publicar un elaborado texto de defensa particular que, remitiendo de continuo, eso sí, a las probanzas y certificaciones presentadas ante el Consejo, proclama ante el monarca y cuantos pudiesen llegar a leerlo que su procedimiento, es decir su proceder como gobernante, había sido aprobado por todos estados de gente. Esto es lo que le da una naturaleza espe13 Relación del procedimiento del Vizconde de la Corzana, Asistente que fue de Seuilla, y Administrador general de los Almoxarifagdos della, en el uso de los dichos oficios, y en el de Corregimiento de Toledo, que consta por los autos, certificaciones, papeles, y prouanzas del pleito de los 53 capítulos sin firma, que se dieron en el Consejo contra el dicho Vizconde, y de los que le pusieron don Fernando de Medina Ventiquatro de Seuilla, y Esteuan de Santiago, Tesorero de los Almoxarifadgos: ajustado todo por puntos, y folios, en la manera siguiente. S.l. [Sevilla?]: n.i., n.a. [1635?]. Cito por el ejemplar ACDA, Caja 142, Legajo 12, Número 1a, fol. 1r. 14 Ibidem. 15 Pueden verse dos ejemplos de este particular género relacionados con Hurtado de Mendoza en BNE, Porcones 274-14; y Porcones 897-5.

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cial al texto: que juegue con la aprobación general como argumento de una acción de gobierno y que, gracias a la imprenta, esa acción de gobierno vuelva a darse a la aprobación general.16 Para ello, la Relación va pasando revista a las categorías ideales del ministro perfecto, como eran desinterés, vigilancia, justicia igual o diligencia y presteza en las cosas de su cargo, y las hace prácticas presentando los casos en los que se había mostrado ejemplarmente desinteresado, vigilante, justo, diligente y presto. Por ejemplo, si, como cabía esperar, se aseguraba que había destacado por su «caridad con los pobres en todos tiempos», La Corzana alegará unas concretas cartas enviadas por los curas de las parroquias sevillanas en las que se dejaba constancia de su siempre caritativo proceder y cuyos originales habrían sido acumulados a su defensa ante el Consejo.17 Siguiendo esa misma lógica causal, la Relación expone la satisfacción con la que los sevillanos habrían recibido las «obras públicas» impulsadas por Hurtado de Mendoza como Asistente de la ciudad. Además de replantar la Alameda, rehacer el puente de barcas de Triana y evitar mayores daños por las crecidas del Guadalquivir con un ingenioso sistema de rastrillos de bronce, el buen gobierno de La Corzana también pasaría por la organización de numerosos regocijos y fiestas públicas, las más «célebres y ostentosas y en mayor autoridad y lucimiento desta Ciudad»,18 sin olvidar la reconstrucción del Coliseo de comedias «que auía sido fabricado otras cinco vezes antes désta que se auía caído, y la última quemado».19 En el concreto contexto de una apología de gobierno, el Vizconde de la Corzana parece conceder importancia extraordinaria a la nueva construcción del coliseo de comedias sevillano, describiéndolo con cierto de16 Aparte de la citada Relación del procedimiento, La Corzana hizo imprimir un Testimonio ajustado a los testimonios y certificaciones auténticos por donde consta del Asistencia de Sevilla el tiempo que la governó… Don Diego Hurtado de Mendoza. [Sevilla, 25 de mayo de 1634]. S.l. [Sevilla?]: n.i. n.a. [1635?]. Este segundo impreso epitomizaba las acciones de su Asistencia sevillana. 17 Relación del procedimiento del Vizconde de la Corzana…, § 1. 18 Relación del procedimiento…, § 42. Es destacable que la organización de regocijos y fiestas se considere dentro de las «obras públicas». 19 Relación…, § 36.

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talle a partir de una certificación probatoria de Marcos de Soto, maestro mayor de las obras de la ciudad. Gracias a su Relación podemos saber que: «[…] todo se hizo, y fabricó desde los cimientos todo el dicho edificio en forma obal, que tiene de largo 72 pies, y de ancho 62. Está fundado sobre pilares de cantería: tiene quatro cuerpos, el uno es corredor, los dos de aposentos, y el último de ventanage con açoteas para mugeres: tiene 32 aposentos, y tres para la Ciudad en la frente, que es lo más principal, y que no tenía antes en ninguna de las dichas fábricas, donde oy asisten con la autoridad que pide su grandeza, haziendo para asientos escaños fixos, y toda la fábrica es de valconería de hierro negro, y lo de la Ciudad con diferencia en el grandor, y mejoría. Está cubierta toda esta fábrica con una grande armadura de pinos de Flandes, y el techo es de ilotería embestido en listones de tablas, y en medio un escudo grande con las armas Reales. El sitio señalado para las mugeres, tiene un valcón de hierro que corresponde a los de los aposentos, que tiene cinqüenta y cinco pies de delantera, el qual cubre un arco de yessería, que guarda la circunferencia de lo obado. Este sitio es capaz de quinientas mugeres, que para sus asientos ay ocho gradas, y mucho largo para entrar, y salir, por entrarse por dos puertas, y con mucha luz, sin que en el Verano pueda ofender el Sol, ni en Inuierno embaraçar las aguas; y sobre todo es edificio muy fuerte, y seguro, y tan bien dispuesto, que en lo más apartado dél se oye, y vee con igualdad con diferentes y separadas puertas, para las entradas de la Ciudad, mugeres, aposentos y patio».20

Aparte de que estas noticias tienen cierta importancia para la historia de los teatros hispanos del Siglo de Oro, no en vano el coliseo sevillano fue uno de los escenarios más impresionantes de la época, lo que ahora interesa destacar es la posibilidad de constatar documentalmente un uso consciente de las «obras públicas» y de su patrocinio por parte de un ministro real. Recuérdese que el Vizconde Asistente esgrimía la reconstrucción del coliseo sevillano, así como la organización de fiestas y regocijos públicos, como causa y prueba de la «general aprobación [… de] todos estados de gente»21 obtenida por su gobierno y que lo hacía en el particular, y arriesgado, contexto de una apología personal de su actuación como representante de la Corona. 20 21

Ibidem. Ut supra nota 13.

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La Relación del procedimiento del Vizconde de la Corzana nos permite, por tanto, presentar a Don Diego Hurtado de Mendoza como alguien plenamente consciente de la utilidad política de fenómenos que historiográficamente consideramos de naturaleza cultural —fiestas y teatros, en este caso—, pero que él invoca abiertamente en lo que tenían de medios específicos de actuación del poder dentro de un contexto público y comunitario tan preciso como es la relación entre gobernantes y gobernados. Ni que decir tiene que lo que ahora hace especialmente interesante el caso de La Corzana no es tanto lo que pudiera llegar a hacer en materia de teatros o fiestas como la posibilidad de dotar de un carácter programático a esas actuaciones como formas de buen gobierno, algo que en otras ocasiones viene a ser inferido más que documentado por los historiadores del patronazgo cultural. Es cierto que el Vizconde Asistente compuso su Relación del procedimiento acuciado por la obligación de dar respuesta a unos graves cargos de corrupción y que esa necesidad perentoria pudo llevarle a urgir una argumentación determinada en la que a fiestas y teatros también les estaba reservado un apresurado lugar. No obstante, Don Diego Hurtado de Mendoza ya se había acercado a los fenómenos culturales desde idéntica perspectiva de política utilitarista en otro memorial que también remitió a Felipe IV y que, como adelantamos, destaca por la especial atención prestada al mundo del libro. El largo y expresivo título del memorial, que merece la pena recoger completo, da buena cuenta de su contenido: Por el agricultura, criança, artífices, marinería del Reyno: Contra el exceso de libros nuevos y mal uso en las ciencias, física, medicina, iurisprudencia, matemática, astrología y otros abusos y costumbres, en las profesiones de las Repúblicas democrática, Aristocrática y Monarquía: y su mejor govierno. De el príncipe sucessivo y electivo: Su poder temporal y obligación de su cargo en iusticia, en paz y, en guerra y de la obediencia que deven el vassallo, súbdito, y esempto: y oficios públicos. 1633.22

Aunque la obra se imprimió sin nombre de autor, la adscripción a La Corzana es innegable. De un lado, dos de los tres ejemplares conservados 22

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S.l. [Sevilla?]: n.i., 1633. 12 V 144 fols. In 4º.

que he podido consultar llevan su rúbrica manuscrita al final del texto, siguiendo una pauta habitual en la remisión de memoriales.23 De otro, en el índice español de libros prohibidos de 1707 figura el memorial como obra expresamente suya, ordenándose que se expurgue para poder ser leído y, de paso, testimoniando la efectiva difusión de la obra.24 Lo que es seguro es que su regio y primer destinatario recibió el memorial de La Corzana, pues aparece inventariado entre los libros de la biblioteca de Felipe IV en la Torre Alta del Alcázar madrileño como «V 42 De la Agricultura, Artífices y Marineros 1».25 Como responsable del Índice palatino, el bibliotecario real Francisco de Rioja atribuyó materia concreta al impreso de 1633 entre los libros de «Agricultura». De esta forma, la obra de La Corzana figura junto a obras de Agostino Gallo, Pietro di Crescenzi, Luigi Alamanni, Giovanni Rucellai, Charles Estienne, Jean Liebaut, Cassianus Bassus, en la traducción de Antoine Pierre, Leonhard Fuchs, Miguel Agustín, Gabriel Alonso de Herrera y Lope de Deza.26 23 Los tres ejemplares se encuentran en BNE, bajo las signaturas 3/1176, olim Biblioteca Izquierdo, ex libris manuscrito «Este memorial es del doctor don Juan de la Torre. Costó 12 reales» y anotación en portada «Autor el Vizconde de la Corzana»; 3/22444, olim Real Biblioteca Pública borbónica; y Ms. 6531, con anotación «Don Diego Hurtado de Mendoza año de 1633 en Sevilla». La presencia de este último ejemplar entre los manuscritos de la BNE se justifica por el enorme volumen de añadidos de mano que presenta a lo largo de todo el texto impreso, así como por estar encuadernado con 16 folios manuscritos que lo completan y continúan. Los folios 156r-v y 160r-v del ejemplar Ms. 6531 son una carta reutilizada de Tomás de Salazar a Don Diego Hurtado de Mendoza cuando éste ya era Conde y fechada en Manzanos, a 18 de octubre de 1643. Esto permite asegurar que ese ejemplar concreto fue de La Corzana. 24 Novissimus librorum prohibitorum et expurgandorum Index pro Catholicis Hispaniarum Regnis Philippi V Reg. Cath. Ann. 1707. S.l. [Madrid]: n.i. [Ex Typographia Musicae], n.a. [1707], I, pp. 337-338, «Don Diego Hurtado de Mendoza, Vizconde de la Corçana». De los ejemplares consultados, aparece expurgado el BNE 3/22444, «Se permutó por el que havía que no estaba expurgado»; «Corregido según el expurgatorio de 1707 con licencia del Santo Tribunal, Maestro fray Millán de Córdova». 25 Índice de los libros que tiene Su Majestad en la Torre Alta deste Alcázar de Madrid. Año de 1637, BNE, Mss/18791, § xxxix Agricultura, (fol. 84 r.). Por desgracia, no ha sido posible identificar en los fondos de la BNE el ejemplar del memorial proveniente de la Torre Alta, pues ninguno de los conservados en ella posee la encuadernación de vitela con hierros dorados característica de los libros que Felipe IV coleccionó en el Alcázar madrileño. 26 Procedemos a la identificación de títulos y, en su caso, ejemplares en El libro y el cetro…, cit.

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Esta materia de «Agricultura» de la Torre Alta filipina es tan variada en lenguas como en contenido, pues da cabida tanto a las yervas y plantas de Fuchs-Jarava como a las api de Rucellai, sin olvidar les chasses du cerf et du sanglier de Liebaut, los distintos piaceri della villa de Gallo y el gobierno político de Deza. Por contra, si consideramos la concreta disposición topográfica de la obra, encontraremos que el memorial Por el agricultura se hallaba colocado inmediatamente detrás de los Discorsi sopra i primi cinqui libri di Cornelio Tacito de Filippo Cavriana, al que correspondía la signatura V 41 en el duodécimo grupo de armarios de la Torre Alta y al que Rioja dio materia como libro de «Govierno y Estado». De hecho, el memorial de La Corzana supera cualquier sencilla atribución de materias, como deja ver su expresivo título. Partiendo, como tantos otros autores, de una reflexión canónica sobre las formas de gobierno, con elogio indudable del principado monárquico sucesivo, e insistiendo en la obligación de prestar obediencia y auxilio al rey en tiempos de necesidad, el memorial de 1633 propone a Felipe IV la restauración de la perdida riqueza de sus reinos mediante la recuperación de las actividades agrarias, ganaderas, marítimas y artesanales. En este sentido, Por el agricultura responde bastante bien a los modelos propios de la literatura arbitrista, con su característico diagnóstico de males y su habitual propuesta de distintos medios que los atajarían. El punto de partida de Don Diego Hurtado de Mendoza parece bastante común, así como también que arremeta contra toda clase de letrados profesionales, de juristas a médicos. Sin embargo, es algo más sorprendente que señale al exceso de libros nuevos como una razón principal de los males de toda una monarquía a comienzos de la cuarta década del XVII. Y, continuando su argumentación, puesto que su demasía era una causa determinante de tan comprometida situación, los medios que propone La Corzana para atajarla son tajantes: de un lado, «será necessario y conveniente reduzir a unas recopilaciones breves y ajustadas tanta inmensidad de libros»;27 y de otro, «no será el menor [remedio] reduzir tantas Escuelas de Escrivir y de gramática a menos número».28 27 28

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Por el agricultura…, cit., fol. 3r. Idem, fol. 4r.

Para comprender estas dos propuestas de La Corzana quizá sea bueno indicar que se pueden encontrar iniciativas similares en otros textos de la misma época y semejante naturaleza de memorialismo arbitrista, en especial en la estela de la Junta de Reformación de los años finales del reinado de Felipe III. Considérense, por ejemplo, dos alegatos portugueses, el uno de 1623 y el otro de 1633, en los que se proponen medidas parecidas a las que aparecen en Por el agricultura o se testimonian similares puntos de vista. Así, en la paródica, pero bien informada y contundente, Copia de hum senatusconsulto que a vereação de Çelorico bebado mandou ao Conselho de Portugal sobre os negoçeos da guerra este anno de 623 encontramos que: «Fora grande bem pera as repubricas que no imprimir ouvera grande resgoardo e assi como a revedores de libros que não deixão pubricar cousa contra nossa santa fee (que he avizo santissimo) overa de aver outros que impedirão imprimirense livros infructuosos. E em especial nas leis e medicina devera mandar elRey a homes insignes nellas que escolhessem ou copilassem ate doze livros em que estivessem apurados as boas opinions e extinguissem todos os demaes pera que ninguem cuidasse que estava o ser bom letrado em ter grande livraria. Não serei eu bo musico por ter muitas violas, arpas, rabeçças ou fegotes nem o bacharel maes douto por ter o escritorio cheo de livrinhos».29

Y una Información dedicada al Conde Duque e impresa en 1633, el mismo año del memorial de La Corzana, se hace eco de que la falta de labradores observada en el Alentejo o la dificultad de reclutar soldados y marineros para la empresa de Malaca era achacada a «la tanta comodidad de Escuelas» porque «qualquiera persona que tiene dos hijos, luego quiere aplicar el uno a las letras, de donde se sigue que falta gente para labrar.30 Pero, además de presentar medios muy concretos como los antes mencionados, La Corzana diagnostica como causa última de la declina29 Copia de hum senatusconsulto que a vereação de Çelorico bebado mandou ao Conselho de Portugal sobre os negoçeos da guerra este anno de 623. BNE, Ms. 2354, fols. 246r.-253v. 30 Información en la causa de los estudios de Portugal. Madrid: Por Andrés de Parra, 1633, fol. 1r.

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ción hispana el retroceso observado en lo que llama «la virtud operativa», es decir, aquélla sobre la que descansarían las actividades productivas, retroceso que habría provocado un similar y negativísimo incremento de «la ociosidad».31 Aquí entran en escena los libros, pero no sólo los malos libros de siempre, celestinas y similares cuyo sentido se agotaría en ser disfrutados por pura recreación y pernicioso placer, sino los muchos libros, aun los que se consideraban útiles, pero que ahora son tantos que se han vuelto estériles por superfluos. Ésa es la «balumba de libros» que ha llenado España.32 Nadie podría dudar de que los «libros son necesarios», pero, eso sí, no debería permitirse que «a la sombra de la necesidad, se sirva a la superfluydad», que ésta acaba por hacerlos estériles y exige poner «remedio y salida de tanto libro».33 Porque para La Corzana todo parece haberse llenado de libros, desde «las librerías del pueblo, a donde ya no ay albañil que no las tenga y con asseo de pirámides, vidrios y caracoles»,34 a la misma corte, «porque ay algunos Príncipes que tienen librerías para espectáculos, como las leoneras o jaulas de fieras».35 Hombre interesado por las causas, porque, parafraseándole, nada es acaso, ni teatros ni fiestas… ni los libros muchos,36 Don Diego Hurtado de Mendoza se pregunta también a qué se debe tanto libro nuevo que se ha convertido en exceso. Su análisis, así, alcanzará de lleno a toda la cultura escrita, haciendo de Por el agricultura un recorrido complejo y amplísimo que va de las escuelas de gramática, tenidas por muchas, a las bibliotecas de príncipes y potentados, quizá un mero espectáculo, del negocio editorial, considerado una lacra, a la vida de quienes quieren llegar a ser autores, descalificada por improductiva.37 Por el agricultura…, cit., fol. 3r. Idem, fol. 33v. 33 Idem, fol. 10r. 34 Ibidem. 35 Idem, fol. 13r. 36 Relación del procedimiento…, fol. 1r. 37 Nos ocupamos por vez primera de este recorrido en nuestro Del escribano a la biblioteca. La civilización escrita europea en la alta Edad Moderna (siglos XV-XVII). Madrid: Síntesis, 1992, pp. 58-59. Cfr. Anne Cayuela, Le paratexte au Siècle d’Or. Prose romanesque, livres et lecteurs en Espagne au XVIIe siècle. Genève: Droz, 1996, pp. 29-30. 31 32

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La Corzana recela de lo que él juzga exceso de libros porque, en primer lugar, identifica libro esencialmente con un estado continente y, por tanto, contrario a lo operativo. Como un protesto inicial al principio de su memorial proclamaba «veo que en España el Agricultura da vozes, quexosa y lastimada de que le falten quinteros y trabajadores»38 o que «los ganaderos no hallan pastores de quien confiar la criança de sus ganados […] y que el comercio, con sus artífices, está desencuadernado por falta de gentes, y oficiales»,39 terminando por asegurar que «lo que oy sobra en el Reyno son las competencias de los tribunales, papelistas, escolásticos, confusión de opiniones y estado continente, ociosidad y vicios».40 Los libros alejan a los que iban a ser «quinteros y trabajadores» de los campos, como también a los marineros, pastores y artesanos de sus respectivas actividades tradicionales, porque, en primer lugar, los encaminan hacia oficios letrados o, en tantos casos, hacia la posibilidad de alcanzarlos. Por tanto, habrá que actuar contra esa futura deserción atajándola desde su mismo principio, es decir, poniendo coto en el número de «tantas Escuelas de Escrivir y de gramática» en las que «a los muchachos […] se les defrauda y consume el tiempo que avían de gastar en aprender oficios en beneficio común».41 Para La Corzana su número era tal que, asegura, «apenas en Reyno ay lugar de cien vezinos sin maestrescuela y preceptor de gramática ni religión en este tiempo que en sus conventos no lea de lo mismo que en Salamanca».42 Aquí, el Asistente de Sevilla hace una conspicua interpretación de lo que supone aprender a leer y a escribir como aprendizaje de una lengua nueva y poderosa: la de la pluma. Recordando que «para destruyción del pueblo que levantava la torre de Babel, tomó Dios por medio […] el de la confusión de las lenguas para dividille en remotas regiones», Hurtado de Mendoza afirma que: «[…] la lengua de la pluma es la mayor que oy se conoce, para obrar este efeto [i.e. la destrucción del pueblo], quando la ocasión de la

Por el agricultura…, cit., fol. 1v. Idem, fol. 2r.-v. 40 Idem, fol. 3v. 41 Idem, fol. 4r. 42 Ibidem. 38 39

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comunicación por su medio alienta a desterrar a tantos de sus propias tierras, con sólo las alas de la pluma y libros, privándoles de la perseverancia y virtud del trabajo en sus oficios, en que están dependientes unos de otros».43

Merece la pena analizar con detalle este pasaje en el que, entre admirado e indignado, La Corzana presenta la «comunicación» apoyada en la escritura como otra, distinta, lengua. De un lado, se trata de una alerta más acerca de sus efectos económicos, pues «alienta a desterrar a tantos de sus propias tierras, con sólo las alas de la pluma y libros»; de otro, advierte el surgimiento de nuevas formas de sociabilidad basadas en la lectura y en la escritura que vendrían a actuar en detrimento de la estructura de una comunidad tradicional, basada en la dependencia de unos y otros oficios. Aprender a leer y a escribir es presentado como el verdadero comienzo de un cursus vitae distinto que podía llevar aparejado tanto un movimiento migratorio, abandonando sus tierras de origen, como, ante todo, una transformación social porque, para La Corzana, la temible lengua de la pluma también da alas para convertirse, de un lado, en autor y, de otro, en crítico. Por el agricultura es un alegato contra un saber libresco que sólo consistiría en hacer «trassumptos o trasladar autoridades».44 Una vez más, todo comenzaría en los estudios, cuyos métodos de aprendizaje, basado en la repetición y copia manuscrita, condena abiertamente. Por eso, critica que los estudiantes escriban las lecciones de las cátedras «en grandes volúmenes de cartapacios para passar en sus vacaciones»45 y propone el modelo de «estudiante de un libro», como, asegura, se haría ya en algunas universidades, pues «en Alcalá, México y Coímbra no escriven los estudiantes, sino oyen un Autor, y por él estudian doctrina».46 Hurtado de Mendoza carga contra los autores de su tiempo que se devanan los sesos para encontrar «títulos pomposos» que poner a sus obras, «prometiendo el remedio y llevando el veneno consigo. Atestando los márgenes de Autores y citaciones porque dizen está en esto el AutoriIdem, fol. 5r.-v. Ibidem. 45 Idem, fol. 7r. 46 Idem, fol. 9v. 43 44

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dad».47 En suma, considera que de hecho ya no se componen verdaderos libros, porque: «Son en estos libros nuevos sus autores como en las joyas de oro y piedras preciosas los plateros, cuya ganancia y nombradía consiste en deshacer y hacer de nuevo, siendo como en los estilos conceptuosos una misma sustancia y calidad, que nos dan en ellos sus autores, si no pepinos, por lo menos la vanidad de sus estudios, con que nos muelen y malogran el tiempo, y no cosa nueva, ni necessaria en ellos, ni más».48

Sin embargo, como a lo largo de su memorial él mismo va citando a distintas autoridades, de Séneca a Barclay, de Alciato a Ortelio, Hurtado de Mendoza se ve en la necesidad de explicar que: «[…] si yo en el discurso de este memorial sí pongo las mías [sus autoridades] en sus citaciones ni es por obstentar noticia de leydo ´ en sus autores ni menos por desconfiança de la virtud de la razón que pretende manifestar, sino por […] la modestia de mi sentimiento que no quiere significar suyo lo que no es ni dar con callar los autores causa para que tal se imagine, sino en ello mesmo en cada punto señalar el primero dueño».49

Para remediar el, a su juicio, maremágnum de falsas novedades, La Corzana propone a Felipe IV que ordene una restricción drástica de los libros nuevos, permitiendo que únicamente pudieran circular un número restringido de títulos que, además, tendrían que tener un carácter de recopilación. Así: «Tres libros de ciencias tan solamente (parece) se avían de permitir y de cada uno déstos 3, 4 o seys libros o más los que parecieren bastantes y generales para su mayor declaración. El primero de Theología Escolástica, Positiva y Moral. El segundo de Filosofía, Mathemática y Medicina. El tercero de Iurisprudencia, con claro índice de tabla, donde con facilidad de halle el género de cada cosa».50

Idem, fol 6r. Ibidem. 49 Idem, fol. 145v. Se trata de una remisión manuscrita que habría que añadir al texto del fol. 6v., ya citado «atestando los márgenes de Autores y citaciones porque dizen estar en esto el autoridad». 50 Idem, fols. 5v.-6r. 47 48

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Pero Hurtado de Mendoza no sólo desearía ver reducido el número de títulos en circulación, sino también que éstos se escribieran en lengua vulgar porque, a su juicio, los autores del día se empeñan en publicar obras latinas para oscurecer su discurso «y que no se pueda juzgar de los desaciertos que no queremos (como en la antigüedad lo hazían los mayores hombres del mundo) que nuestros libros corran en lengua vulgar, en tanta honra de nuestra nación como lo hizieron ellos de las suyas».51 Incluso más, La Corzana propone alterar la misma estructura material del impreso, llegando a sugerir que al frente de los libros nuevos no se imprimiese el nombre de su autor, sino apenas la licencia real, como testimonio de su aprobación y marchamo de su utilidad. A su juicio, serían más las ventajas que los incovenientes de que todos los libros nuevos pasaran a ser de autor anónimo. Haciendo un sutil análisis del sentido de los paratextos, La Corzana viene a decir que la publicación de las aprobaciones en los libros supone la pérdida de su eficacia porque, contando con que al imprimirse la obra se conocerá el nombre de quien la aprobó, el censor se piensa autor y su propia vanidad le llevaría a dar por bueno lo que no lo es, pues «quieren que en él se vea su nombre y la cuenta que dél se hizo en el caso (que faltaría si no saliese el libro aprovado)». En suma, se propone que: «La dedicatoria, la censura y el autor son tres y quando de ninguno dellos se pusiera el nombre en el libro, sino tan solamente la licencia Real, se escusarían tantos inconvenientes (como se juzgan) de ser el Autor Ignoto».52

Por otra parte, La Corzana llega a quejarse de que una de las consecuencias del creciente exceso de libros era que el Santo Oficio tenía que ocuparse de las labores de un control librario enorme que cada vez exigía mayor dedicación, abandonando, en consecuencia, su primer instituto que no era otro que la corrección del «que fuere atrevido» en el interior del Reino. De hecho, si se aceptaba su nuevo sistema de recopilaciones, la Inquisición no tendría «necesidad todos los años de enfardelar librerías y alambicar expurgatorios». 51 52

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Idem, fols. 14v.-15r. Idem, fol. 33r.-v. Para todas las citas a propósito de las aprobaciones.

Nos encontramos, así, ante una propuesta de abolición de la mención pública de autoría. Ni siquiera en la licencia real que debía imprimirse sola antes del cuerpo del texto figuraría el nombre del autor o de aquél a quien se concedía el permiso de impresión. Sólo en los registros de Secretaría de la Cámara del Consejo de Castilla se consignaría el nombre «del dueño del libro a quien se dio [licencia] para castigar en él alguna culpa».53 Y, claro, el primer libro sin autor es el suyo, su propio memorial Por el agricultura, cuya anonimia ahora se explica cabalmente como consecuente resultado de la intención de su responsable. Diego Hurtado de Mendoza y Vergara imagina, por tanto, un mundo de autores ignotos, como él mismo dice, que publican libros por el bien común. Libros de cuya utilidad responderían anónimos censores que no soñasen con ver su nombre entintado al frente de las obras que aprueban y que, así, no se dejarían seducir por la presunción de una indirecta fama tipográfica. Libros sin dedicatoria porque, de esta manera, la censura sería más ecuánime y la utilidad de lo publicado estaría mejor asegurada. Y, si esto se puede decir de los autores, qué de los lectores. Entre los más perversos efectos que para La Corzana se habían derivado de aquella inundación de libros que lo llenan todo se encontraba no sólo el que, habiendo aprendido la babélica lengua de la pluma, abandonasen sus lugares de origen y sus oficios tradicionales, sino que las calles se habían llenado de críticos. La multitud de autores que se enfrentaban entre sí en inútiles logomaquias había generado una multitud de opiniones similar. El Vizconde Asistente asegura que los «que el vulgo llama críticos» toman apenas se hace público «el concepto de un Autor recental» y al día siguiente, tanto en palacio como en las tahonas, ya lo están empleando «para partear nuevas». Y añade que: «Estos críticos […] emplean sus conceptos arrimados a un pilar, por la vanidad de que juzguen les queda más en la talega, y lo ingieren 53 Idem, fol. 120v. Al hilo de cuáles eran los medios del Rey Católico en su Reino, la cita señala que «para dentro dél [tiene] muy sanctas Inquisiciones, que con el zelo de Dios y de su santa Iglesia corrijan al que fuere atrevido, sin tener necesidad todos los años de enfardelar librerías y alambicar expurgatorios» (ibi).

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aunque sea arrastrándole por la cola, como Caco a las vacas de Hércules, y luego los oyentes como los mirones de garito[…] al que es el pobre le dan en cara que fue concepto trasnochado».54

No es ya que Hurtado de Mendoza juzque que la generalización de la imprenta «ha reduzido la Filosofía de los poetas antiguos a coplas de enamorados»,55 sino que, con alerta, nos descubre un mundo en el que los lectores partean nuevas cada día, siguiendo a este o aquel autores, juzgando trasnochados este o aquel conceptos. Henos aquí ante una exposición que describe cómo la imprenta, con su incesante producción de libros que no distingue entre palacios y tahonas, ha venido a crear una suerte de espacio público.56 En uno de los pasajes que exigió expurgar el Index de 1707, Don Diego llegaba a proclamar que «en la secta de Mahoma para su conservación se atajó la conferencia de la pluma, pues quanto menos se admite de disputa en ella, presumen más de conservación».57 Es, quizá, el momento de señalar que Hurtado de Mendoza no parece haber estado solo al hacer esta serie de críticas. Sin duda, algunos de sus pasajes recuerdan al Quevedo que condena a los libreros por haber hecho que los lacayos latinicen en el Sueño del Infierno o el que polemiza contra la tipografía en el cuadro «El Gran Turco» de la Hora de todos y la Fortuna con seso. Incluso al Lope que se zumba su poco de la imprenta porque no ha hecho que surja ni un san Jerónimo ni un san Agustín en Fuente Ovejuna (II.2). Ni él ni Hurtado de Mendoza estarían muy lejos de esos muchos contemporáneos suyos que Secondo Lancellotti retrataba preguntándose «dove hoggidi un San Tomaso, uno Scoto, e cosi in ogni scienza, arte e professione?».58

Idem, fol. 11r.-v. Idem, fol. 76v. 56 Cfr. Hélène Merlin, Public et littérature en France au XVIIe siècle Paris: Les Belles Lettres, 1996, a propósito de la extensión y repercusiones de las querellas teatrales francesas en torno a Le Cid de Corneille. 57 Por el agricultura…, cit., fol. 9v. 58 L’hoggidi o vero il mondo non peggiore ne piu calamitoso del passato. Venetia: Appresso Gio. Guerigli, 1623. «L’autore a chi legge», sin foliar. 54 55

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Por otra parte, sus ataques contra las bibliotecas que, como las «leoneras o jaulas de fieras», se tienen para ofrecer un simple espectáculo se repiten en otros autores que, al igual que Hurtado de Mendoza, siguen a Séneca en su crítica de las librerías inabarcables como una forma de studiosa luxuria (De tranquilitate animi, ix.4.5) y entre los que cabe citar a Juan Baños de Velasco,59 Diego Ramírez de Albelda60 o Francisco de Zarraga.61 Pero volvamos al Asistente sevillano metido a debelador del exceso de libros y a encomiasta de la anonimia. Dos son los grupos profesionales que, habiendo hecho del libro su signo distintivo, despiertan las mayores críticas en Por el agricultura: abogados y médicos. Hurtado de Mendoza desata contra ellos su indignación acusándolos de haber abandonado la experiencia y haberse entregado por entero a acumular enormes bibliotecas, fardos de autoridades y un abultado equipaje de citas. Sin embargo, para La Corzana: «[…] los libros sólo son una tienda de ropería, cuyos vestidos, por bien hechos que estén, jamás ajustaron a la persona del comprador de modo que no necessiten de quitar o de poner, como en el guisado que se hizo por receta y no por la prueva del cozinero prático (efectos del tacto y gusto). Que no se puede templar una vihuela por solo libro de la música, necessario es el tacto y o ’ ydo juntamente».62

Según La Corzana, en suma, juristas y médicos se han entregado a «la teórica de los estudios» y han abandonado, en aras de su culto a los libros muertos, el «tacto de la experiencia» y la «prática del conocimiento», que, a su juicio, son los únicos libros vivos.63 Hay algo de inusitada modernidad en esta oposición entre el saber muerto de las autoridades y el saber vivo del conocimiento racional y la 59 Lucio Anneo Séneca ilustrado en blasones políticos y morales y su impugnador impugnado de sí mismo. Madrid: Por Mateo de Espinosa y Arteaga, 1670. 60 Por Séneca, sin contradezirse, en dificultades políticas, resoluciones morales. Çaragoça: Por Diego Dormer: a costa de Martín Ferrando, mercader de libros, 1653. 61 Séneca iuez de sí mismo, impugnado, defendido y ilustrado en la causa política y moral que litigan Don Alonso Núñez de Castro, Don Diego Ramírez de Albelda y Don Iuan Baños de Velasco y Azevedo. Burgos: Por Iuan de Viar y a su costa, 1684. 62 Por el agricultura…, fol. 40r.-v. 63 Idem, fol. 41r. «La teórica de los estudios, desnuda del tacto de la experiencia, son libros muertos, y la prática del conocimiento, son libros vivos».

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experiencia, a todas luces sensista. Esa oposición viene, en último término, a explicar la postura de La Corzana ante los libros; de un lado, por lo que tiene de negación a una cultura libresca que se ha perdido en una logomaquia que considera estéril e improductiva; de otro, por la reivindicación de la experiencia como principal fuente de conocimiento. Diego Hurtado de Mendoza y Vergara criticó los excesos del libro impreso como pocos autores del Siglo de Oro, proponiendo una reforma radical en su producción que suponía, en último término, que dejasen de ser mercancía del lucro de impresores o libreros y de la vanidosa búsqueda de fama de quienes los escribían. No obstante, al tiempo, pocos testimonios como el suyo parecen tan elocuentes de los avances de la tipografía, de la corte a la aldea, en la forja de un primer espacio público. Autor él mismo, aunque ignoto siguiendo su propia receta, recurrió a la imprenta para dar cuenta ante todos de «la general aprobación que de mi gobierno hazen por sí mismos, fuera de pregunta, todos estados de gente».

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5 PROPAGANDAS, PAPELES Y PÚBLICO BARROCOS. EN TORNO A LA PUBLICÍSTICA HISPANA DURANTE LA GUERRA DE RESTAURAÇÃO PORTUGUESA DE 1640 A 1668 En el otoño de 1670, Fernando de Noronha presentó ante el Consejo Real de Castilla una serie de memoriales en apoyo de una pretensión tan elocuente como inusitada. El Tratado de Paz luso-español de 1668 había abierto la posibilidad de recuperar las propiedades que en Portugal les habían sido tomadas a quienes tras el Primero de Diciembre habían mantenido su fidelidad al tercer Felipe.1 Miembro calificado del grupo de los fidalgos de Madrid y celoso servidor de la Monarquía Hispánica pese a las dificultades extremas que atravesó su casa,2 D. Fernando proponía al Consejo Real que se le permitiese introducir algunas modificaciones en 1 La cláusula VIII del Tratado señalaba que: «Todas las privaciones de herencias e disposiciones hechas con odio de la guerra son declaradas por ningunas y como no acontecidas y los dos reyes perdonan la culpa a unos y a otros vassallos en virtud deste tratado, aviéndose de restituir las haziendas que estuvieren en el Fisco y Corona a las personas a las quales sin aver sobrevenido esta guerra avían de tocar o pertencecer para poder libremente gozar de ellas». 2 Sobre él, véase Fernando Bouza, Portugal no tempo dos Filipes. Política, cultura, representações (1580-1668). Lisboa: Cosmos, 2000, pp. 281-282 y passim.

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los testamentos que su padre, Miguel de Noronha, conde de Linhares, había otorgado con posterioridad a los sucesos de 1640.3 Con un realismo innegable, el entonces titular de la casa de Linhares representaba ante el Consejo los graves inconvenientes que para sus intereses del momento se seguía de que los citados testamentos contuviesen «términos y voçes que parece se deven escusar oy, como el repetir reveldes, traydores y otras palabras semejantes» por «averse otorgado en tiempo que no estavan hechas las paçes entre estos Reynos y el de Portugal». Lo que, en suma, pretendía no era otra cosa que una autorización expresa del Consejo para obtener traslados notariales de las últimas voluntades de su padre expedidos, claro está, «en pública forma», pero, eso sí, convenientemente alterados para ser presentados en Portugal sin que dificultasen aún más la pretendida recuperación de su secuestrada hacienda. Así, por ejemplo, de la cláusula testamentaria en la que el antiguo Virrey de la India desheredaba a sus hijos Pedro y Afonso, «por la desobediencia que le han tenido yéndose a Portugal en deservicio del Rey nuestro señor Don Phelipe Quarto», su heredero sugería la completa eliminación de toda la última frase. En otros casos, la operación consistiría en sustituir cuidadosamente unas palabras por otras, de forma que allí donde «llama tirano al Duque de Verganza» se ponga «Rey de Portugal» o cuando se encontrase «la palabra revelión hablando del Reyno de Portugal y reveló» se procediese a «poner en lugar de estas palabras división y dividió».4

D. Miguel de Noronha falleció en Madrid el 22 de abril de 1656, habiendo dejado unos días antes (13 de abril) un poder a su heredero por el que le facultaba para hacer testamento en su nombre. En atención a ese poder, D. Fernando de Noronha reunió todos los testamentos, codicilos y memoriales de deudas suscritos por su padre entre 1629 y el momento de su muerte, procediendo, además, a dictar un nuevo testamento en su nombre (16 de agosto de 1656) y realizando inventario y tasación de los bienes del difunto. AHPM, Protocolo 4786, fols. 209r.-296v. (disposiciones testamentarias e inventario y tasación); fols. 483r.-509v. (definitivo testamento por poder). Cfr. A. R. Disney, «On attempting to write an early modern biography: My encounter with the life of Dom Miguel de Noronha, fourth Count of Linhares (1588-1656)», en Indica (Bombay), 29-2 (1992), pp. 89-106. 4 AHN, Consejos suprimidos, legajo 7180, 39. La documentación sobre esta y posteriores reivindicaciones de los bienes confiscados a los Noronha-Linhares después de 1640 puede consultarse en el Archivo de la Casa y Estados de los Duques de Abrantes y Linares, Jerez de la Frontera, legajo 7. 3

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La respuesta del Consejo Real de Castilla no fue favorable a los intereses de D. Fernando, pues, en aras del respeto a la integridad textual de los documentos notariales, se le comunicó que no era posible conceder una autorización como la que se pedía. No obstante, dada la excepcional situación en la que se encontraba el solicitante, sugería que el asunto fuese visto también en el Consejo de Estado, capaz, quizá, de adoptar una actitud más acorde con la manifestada por el heredero de D. Miguel de Noronha. De lo propuesto por Linhares cabría destacar, no obstante, que su pretensión de corregir las disposiciones testamentarias de su padre venía a constituir una suerte de fe de erratas que permitiría leer de nuevo, correctamente a la luz de los acontecimientos, la reciente ejecutoria de su casa: porque allí donde dice rebelión diga división, donde dice rebeló diga dividió. Pero para no prejuzgar al Fernando de Noronha de 1670, para explicar su pretensión en términos más justos que los de la simple disimulación interesada, hay que partir de otros testimonios cercanos también en el tiempo a la Paz de 1668 y que, igualmente, demandaban si convenía o no seguir llamando rebelión a la salida de Portugal de la Monarquía de los Habsburgos hispanos. Es el caso, por ejemplo, de Juan García Alexandre Castillejo, que en un largo e importante memorial impreso a finales de 1667 se preguntaba con quién exactamente se iban a firmar los tratados que, vox populi, no tardarían en concluirse. Comenzaba por decir este jurista, por otra parte, contrario a la firma de aquellas paces,5 que: «Estos tratados pueden ser o con el pueblo Lusitano como si fuera libre, según corrió en las Repúblicas o Estados que llaman unidos, que muy libres hicieron semejantes pactos, y se lo están todavía sin ajuste; o con Don Alonso Pereyra y Portugal como si fuera Rey»

para continuar: «Esta palabra como, es aun sin interrogación en muchos sentidos 5 Cfr. Rafael Valladares Ramírez, La rebelión de Portugal, 1640-1680. Guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica. Valladolid: Junta de Castilla y León, 1998, pp. 219-220.

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equívoca en nuestro Castellano, pero quién no la hará, señor, no sabiendo cómo ha de entenderse una cosa semejante?».6

Repárese en que Juan García Alexandre, sobre el que volveremos, está reconociendo aquí la existencia de dos maneras posibles y muy distintas de comprender el reconocimiento de la realeza de los Braganza sobre un Portugal fuera de la Monarquía Hispánica. De un lado, si las paces se hacían con D. Alfonso VI —aquí denominado simplemente «Don Alonso Pereyra y Portugal»— se insistía en la ilegitimidad de su realeza, en su usurpación del trono como particular. De otro, sin embargo, si las paces se hacían con «el pueblo lusitano» en cuanto éste se había incorporado libremente a una de esas «Repúblicas o Estados que llaman unidos», el próximo reconocimiento de la realeza de los Braganza suponía conceder que Portugal no deseaba continuar ajustado a la Monarquía Hispánica, ese conjunto que el autor presenta en otro lugar del mismo memorial como una confederación.7 García Alexandre se proclamará, de hecho, contrario a esta última manera de entender los tratados, pero eso no es óbice para que se haga eco de la existencia de un debate8 en el que algunos reconocerían que la Paz de 1668 cabía entenderla en términos de una voluntaria desagregación colectiva que respondía a la lógica de una libre agregación realizada en 1580. Si se seguía esta segunda interpretación, en suma, no era posible continuar denominando rebeldes a los portugueses ni rebelión a su separación comenzada más de un cuarto de siglo antes ni tiranos a sus reyes. Y, así, allí donde dice rebelión diga división, donde dice rebeló diga dividió. Con todo acierto, Jean-Frédéric Schaub ha llamado la atención sobre la dimensión textual de la Restauração portuguesa y sobre la necesidad de considerar el plural récit escrito de sus avatares no sólo como una 6 [Memorial] Señor. Don Iuan García Alexandre Castillejo […] continuando su afecto de leal vassallo y porque entiende que la discusión de algunas proposiciones que a V.Magestad tiene ofrecidas se dilata […] y también que nada le es ajeno de su professión […] el tratar del derecho de los Reynos y guerras […] de las cosas de Portugal […]. S.l. [Madrid], n.i., n.a. [1667], fol. 1v. Cursiva en el original. 7 «[…] satisfación del fidelíssimo pueblo Castellano y de los confederados y unidos a esta Corona», Idem, fol. 1r. 8 Véase Jose María Jover Zamora, «Tres actitudes ante el Portugal restaurado», en Hispania (Madrid), X (1950), pp. 104-170.

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fuente de información, sino como un hecho histórico en sí mismo.9 Como se sabe, las monarquías del Barroco vieron aumentar considerablemente las dimensiones de un espacio de discusión que se acerca a lo público en lo que se refiere, al menos, a su plena consciencia de la existencia de diversas opiniones que se enfrentan entre sí con medios comunicativos distintos, quizá no abiertamente en términos de debate político, pero sí con toda nitidez en campos como el literario o el erudito.10 Sea como fuere, el XVII ya asiste a definiciones de lo público como la que figura en El príncipe deliberante abstracto en idioma castellano, un tratadito político dedicado por Sebastián de Ucedo a Gaspar Téllez Girón, duque de Osuna. Allí podemos encontrar que «el público es una masa política de voluntades y de cuerpos enlaçados en una misma vida, para conseguir una misma felicidad».11 Las suyas son, como apuntábamos en otro lugar, monarquías de papeles en las que pueden surgir frondes de mots y en las que la propaganda y la polemística supieron, y hubieron de, sacar todo el partido posible a unos medios de comunicación orales, escritos y visuales que habían llegado a su madurez dos siglos después de la invención de la imprenta y tras el formidable reto que supusieron la Contrarreforma y la misionalización.12 Pero, como comprobaremos a continuación, los agentes de esa propaganda no tuvieron que ser únicamente las propias monarquías, sino que el debate se abrió de forma muy considerable, incluso en su versión escrita, la que podríamos imaginar a priori más sujeta a los mecanismos 9 Jean-Frédéric Schaub, Le Portugal au temps du Comte-Duc d’Olivares (16211640). Le conflit de juridictions comme exercice de la politique. Madrid: Casa de Velázquez, 2001. Cfr. Pedro Almeida Cardim, «Memoria comunitaria y dinámica constitucional en Portugal (1640-1750)», en Pablo Fernández Albaladejo (ed.), Los Borbones. Dinastía y memoria de nación en la España del siglo XVIII. Madrid: Marcial Pons Historia - Casa de Velázquez, 2001, pp. 117-140. 10 Vid. Helène Merlin, Public et littérature en France au XVIIe siècle. Paris: Les Belles Lettres, 1994; y Giovanni Dotoli, Temps de préfaces. Le débat theatral en France de Hardy à la querelle du Cid. Paris: Klincksieck, 1997. 11 S.l. [Milán?], n.i., n.a. [1670?], p. 98. 12 Fernando Bouza, «Felipe IV sin Olivares. La restauración de la Monarquía y España en avisos», en Antonio Eiras Roel (dir.), Actas de las Juntas del Reino de Galicia. VI. 1648-1654. Santiago de Compostela: Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta de Galicia, 1999, pp. 49-74.

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de control oficial. A este respecto, conviene insistir en que tanto la publicación impresa como la manuscrita alcanzaron un desarrollo enorme en el siglo XVII, acudiendo los particulares a impresores y a copistas de una forma bastante indiscriminada y, además, sin que se produjese un control previo efectivo de alguna parte de esa literatura, que, por supuesto, sí que era objeto de vigilancia a posteriori una vez que ya había sido difundida. Esto fue posible porque muchos de esos textos no pasaban ningún tipo de censura previa, siendo así en casi todos los manuscritos y también en aquellos impresos que los tipógrafos llamaban menudencias o recetería, para los que por su escaso número de pliegos no se llegaba siempre a pedir licencia, sin olvidar que muchos de esos papeles salían de prensas que cabría calificar de no profesionales, instaladas, muchas, en conventos o parroquias y algunas incluso en casas nobiliarias. De esta manera, las posibilidades de acudir a la publicación, tanto impresa como manuscrita, fueron cada vez mayores, contando, además, con que el proceso también se benefició de que para los escritorios y tipografías los textos eran mercancías por las que se competía respondiendo a una lógica de mercado ya muy profesionalizado. Es en ese ambiente donde Francisco Manuel de Melo recurre ágilmente a la imprenta para hacer pública la real cédula por la que Felipe IV reconocía «la satisfación con que estoy de la fidelidad con que siempre ha servido y procedido en todo» después de «averle mandado traer preso en ocasión del levantamiento del Reino de Portugal». De esta manera, sacando todo el partido a lo que suponía la difusión tipográfica, D. Francisco Manuel pretendía evitar que «personas de dañada intención podrán adelante intentar poner dolo en su reputación» y, en suma, venía a hacer publicística de sí mismo.13 Similar conciencia de la necesaria creación de una memoria perdurable mostraba Antonio Suárez de Alarcón, ahora en atención a los intereses de su propio linaje. Como ya se ha señalado en un capítulo anterior, en 1656, el hijo del titulado Marqués de Trocifal daba a la imprenta unas Relaciones genealógicas de la Casa de los Marqueses de Trocifal, Condes de Torres Vedras y en 13 «Dada en Madrid a ocho de Março de mil y seiscientos y quarenta y vn años». S.l. [Madrid], n.i., n.a. [1641]. Cito esta rara hoja suelta por el ejemplar ex libris Escrigas Galán.

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una interesante «razón deste escrito» explicaba lo mucho que la casa de Torres Vedras había padecido en los «accidentes y turbaciones destos tiempos».14 En esta cultura que parecía querer convertirlo todo en texto resulta, sin duda, elocuente que las sucesivas pérdidas padecidas por los papeles de su archivo sean presentadas como elocuente símbolo de los padecimientos de la casa. Se recordará que los papeles de los Soares de Alarção habían sido diezmados como resultado del desembarco de los ingleses cerca de Torres Vedras y lo habían sido de nuevo «en esta última sublevación» iniciada en 1640. Como si se quisiera poner freno definitivo a esas pérdidas de papeles, que resultaban en paulatino detrimento del prestigio del linaje familiar, se procedió a «poner en orden los que se hallaron en Castilla pertenecientes a la varonía» y, lo que es más, a llevarlos a la imprenta, que es lo que se hacía en el mencionado volumen de 1656. Expresamente se indica que «con intento de guardarlos, ha parecido más conveniente darlos a la estampa», exponiéndose con toda claridad que si así se hacía era «lo uno para mayor seguridad de los mesmos papeles, lo otro porque se publicassen noticias que pertenecen y pueden aprovechar a otras muchas casas».15 Y esta misma familia de los Condes de Torres Vedras había recurrido a las prensas unos años antes, pero ahora para hacer grabar un retrato alegórico de Martin Soares de Alarção, el primogénito de la casa que había muerto en el sitio de Barcelona de 1652, cuyo artífice fue el excelente Pedro de Villafranca sobre la base de un invenit propuesto por el canónigo Afonso de Alarção.16 La estampa representa al hijo de João Soares de Alarção y María de Noronha en el momento en el que Marte y Apolo, bajo una Fama que todo lo preside, colocan sobre la cabeza del héroe lusitano una extraordinaria corona compuesta por péndolas o plumas, que no son otras que las de los muchos autores que habían ofrecido una composición en honor del caballero desaparecido. 14 Antonio Suárez de Alarcón, Relaciones genealógicas de la Casa de los Marqueses de Trocifal, Condes de Torres Vedras. Madrid: Por Diego Díaz de la Carrera, 1656.«Razón deste escrito», sin foliar. 15 Ibidem. 16 La estampa acompaña la Corona sepulcral. Elogios en la muerte de Don Martín Suárez de Alarcón, hijo primogénito del Exmo. Señor Marqués de Trocifal, Conde de Torres Vedras, escritos por diferentes plumas. S.l. [Madrid], n.i., n.a. [1652].

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Y estampa grabada es también la que recoge los Plenilunii Lumina Austriaca Philippica, esa extraordinaria hoja suelta, fechada en Bruselas en 1645, en la que la ciencia de Michael Florent van Langren, la erudición de Erik van der Putte y el patronazgo de Manuel de Moura Corte Real se unen para poner nombre por vez primera a los accidentes lunares. Como se sabe, la nomenclatura de Van Langren traslada a la Luna toda la geopolítica europea inmediatamente anterior a la Paz de Westfalia, con un Océano de Felipe IV, un Mar de los Borbones, otro de Isabel Clara Eugenia e, incluso, un Golfo Holandés (Sinus Batavicus), sin olvidar cráteres que conmemoran al Príncipe Baltasar Carlos de Austria, a Luis Méndez de Haro, a Luis XIV y a Inocencio X. De la realeza europea sólo D. Juan IV de Braganza parece no tener sitio en la Luna, aunque, claro está, sí lo ha encontrado el mecenas del grabado: el citado Marqués de Castelo Rodrigo, que se reserva un Mar de Moura.17 Pero no sólo estampas o textos podían ser difundidos para crear memoria, estar en opinión o mantener reputación, también la misma palabra podía ser empleada para ello. Veamos como ejemplo un acuerdo que hubo de tomar en 1644 la mesa de gobierno de la Irmandade dos Devotos de Santo António dos Portugueses da Corte, el más significativo espacio de reunión de los portugueses en Madrid y que, entre 1640 y 1668, fue casi un emblema de la existencia de aquel segundo Portugal filipino, con banderas ganadas en las campañas colgando de su gran planta central y su proyecto de convertirla en un gran monumento funerario a los héroes militares portugueses.18 Se puede leer en uno de los libros de acuerdos de la Mesa de la Irmandade que: 17 De Mercator a Blaeu. España y la edad de oro de la cartografía en las Diecisiete Provincias de los Países Bajos [exposición]. Madrid: Fundación Carlos de Amberes, 1995, pp. 128-129; nuestro «El pintor en la Luna. Un episodio de la fama de Rúbens en la cultura internacional del Barroco», en In sapientia libertas. Escritos en homenaje al profesor Alfonso E. Pérez Sánchez. Madrid: Museo Nacional del Prado-Fundación Abengoa, 2007, pp. 349-352; y Richard L. Kagan, «La luna de España: mapas, ciencia y poder en la época de los Austrias», en Pedralbes (Barcelona), 25 (2005), pp. 171-190. 18 Sobre la Irmandade, véase F. Bouza, Portugal no tempo dos Filipes…, cit., caps. 8 y 10. Sobre la arquitectura y decoración de la iglesia, Luís de Moura Sobral, «Da mentira da pintura. A Restauração, Lisboa, Madrid e alguns santos», en Pedro Cardim (ed.), A história: entre a memória e a invenção,. Lisboa: Europa-America, 1998, pp. 184205; y Paulo Varela Gomes, Arquitectura, religião e política em Portugal no século XVII. A planta centralizada. Porto: Facultade de Arquitectura da Universidade, 2001.

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«Em 10 de julho de 1644 se juntarão os senhores Provedor e irmaos deste hospital de Santo António e se asentou que por evitar os inconvenientes que a experiencia tem mostrados se seguem de os pregadores por satisfazer as pessoas que os chamão para pregar nesta Santa Caza se meterem a tratar do suceso de Portugal e couzas do governo, em aprovar ou reprovar acçoes particulares dos portugueses e por esto não ser couza pertencente aos irmãos e festevidade de que se trata e se evitarem as mormuraçoes e inconvenientes que daqui se poderam seguir que qualquier pregador que haja de vir a esta casa assi por ordem da meza como de pessoas particulares se lhe pessa e advirta não fale nem trate das couzas sobreditas senão meramente do evangelho e louvores do Santo de que se fez a festa e que da mesma maneyra se vejão primeiro os velhansicos que se ouverem de cantar nas ditas festas em meza por evitar os mesmos inconvenientes e não sendo em ocasiaão que aja meza se entregarão os dittos vilhansicos ao Irmão da Capela que asiste as missas que terá obrigação de os ir comunicar com o Provedor. Madrid, dito mes a no e asinarão, O Duque de Abrantes, Marqués de Valdefuentes, Gabriel de Brito de Menezes, Licenciado Manuel de Almeyda, D. Francisco Luís de Alencastro, Pedro de Vasconcelos Britto e Barbosa, Bernardo de Sampayo de Morais, Constantino de Mello Pereira, Diogo Machado de Besa».19

En este asiento queda reflejado el inasible, pero eficacísimo, mundo de las voces, de los sermones que se pronunciaban y de los villancicos que se cantaban en la iglesia portuguesa de Madrid. Voces llenas de los ecos polémicos de la actualidad que llegaban allí para también hacerse públicos. La clásica publicística polémica que enfrenta entre sí monarquías y reinos a la mayor escala posible coronaría esta serie de políticas de propaganda de escala menor, pero no por ello menos significativas. O quizá sería mejor decir que descansa sobre ellas, que su existencia sólo se puede explicar partiendo de y compartiendo la experiencia comunicativa en la que individuos o entidades particulares se interesaban por la difusión de sus hechos y la defensa de sus postulados recurriendo a los más diversos medios (imágenes, sermones, escritos). Como el Melo que urge a imprimir su lealtad en pro de su reputación, familias, como los Torres Vedras que graban la estampa de los suyos y fijan la memoria de la casa 19

AHR, legajo 517, assento de 10 de julio de 1644.

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confiando en la tipografía, pero también iglesias y corporaciones, como la Mesa de la Irmandade dos Devotos de Santo António en su intento de controlar sermones y canciones. Y, lo que es más, quizá la consideración clásica de la gran publicística polémica considerada como un proyecto propagandístico diseñado y organizado desde arriba debería definitivamente relativizarse con la asunción de esas otras publicísticas desde abajo cuyo alcance puede haber sido menor, pero no menos elocuente. Esto no supone, por supuesto, dejar de reconocer la existencia de una específica propaganda dirigida desde los aledaños del poder monárquico, tanto como utilísimo recurso en sus conflictos hegemónicos internacionales como en su dimensión de instrumento básico en el proceso de absolutización interna. Pero la constatación de, digamos, la autonomía de otras propagandas, deudoras de tradiciones y estrategias particulares,20 abriría nuevas posibilidades en la definición de cuestiones tan importantes como las de la opinión y el espacio de lo público en la época del Barroco, ganando nuevos interlocutores para el debate político o comunitario donde antes se solía ver únicamente pasivos sujetos en espera de recibir la propaganda monárquica. El antes citado memorial de Juan García Alexandre puede ser invocado como testimonio de lo que aquí se propone. Como ya se ha indicado, su memorial se publicó en 1667, en apenas doce folios sin pie de imprenta, con una tipografía muy sencilla que recuerda genéricamente a las alegaciones jurídicas, a los arbitrios fiscales y hacendísticos o a los memoriales de servicios para la obtención de mercedes. Sin portada, bajo el lema de Jeremías y Ezequiel Pax, pax & non erat pax que anticipa la postura de su autor contraria a los tratados hispanoportugueses, se comienza así, dirigiéndose retóricamente al soberano niño Carlos II en la figura de su regencia: «Señor: Don Iuan García Alexandre Castillejo, Abogado de los Reales Consejos, continuando su afecto de leal vassallo, y porque entiende que la discusión de algunas proposiciones que a V. Magestad tiene ofrecidas se dilata por la ocurrencia, que ha de ser el assunto deste discurso, y también que nada le es ajeno de su professión, antes muy

20 Las contribuciones de Jean-Frédéric Schaub son a este respecto imprescindibles. Véase su ya citado Le Portugal au temps du Comte-Duc d’Olivares.

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proprio el tratar del derecho de los Reynos y guerras y acordar sobre esto lo que deve y como mejor puede, aviendo entendido lo que todos, que se trata de las cosas de Portugal, suplica a V. Magestad se sirva atender y mandar reconocer si lo que dize es conforme al estado que oy tienen las cosas».21

El calado político del memorial no es pequeño, pues lo que se discute en él es, coyunturalmente, si conviene hacer las paces con Portugal para continuar el esfuerzo bélico en Flandes o viceversa y, en términos más generales, se entra en un intrincado discurso sobre si es posible una paz que no sea justa, como si se jugara en un espejo a definir los justos títulos para la paz. Pero García Alexandre dice haber escrito para cumplir con su deber de consejo al monarca y, también, porque «tratar del derecho de los Reynos y guerras» no le es en modo alguno un cometido ajeno como tal jurista que es, insistiendo, además, que ha entendido lo que todos, «que se trata de las cosas de Portugal» y puesto que todos hablan de los tratados «públicamente y se confieren aun entre personas zelosas y primeros Ministros» encontraba «preciso que para satisfación del fidelíssimo pueblo Castellano y de los confederados y unidos a esta Corona se haga manifestación de lo que de ellos puede resultar».22 No sólo se dice que los tratados estaban en boca de todos, no se habla, como tantas veces, de los rumores de un vulgo siempre amigo de novedades, sino que la amplitud y resonancia de una discusión generalizada es considerada presupuesto para entrar a tomar parte en ella personalmente. La extensión de la discusión y su urgencia es recalcada, además, con comentarios sobre una hipotética voluntad de conducir «el público a un soñado descanso, y a una quietud mal ideada, halagando la aflicción de los súbditos con decir: Paz, paz, no siendo verdadera paz».23 Y lo que Juan García Alexandre propone viene a ser precisamente preguntar a, digamos, ese público, al formular la necesidad de oír su parecer: «Quién duda avrán procedido zelosas y resignadas diligencias, pero parece debaxo de la mejor censura que en cosa de tanta conseqüencia devían ser mayores las demostraciones, y que todos aprobassen o interviniessen en lo que a todos toca, oyendo (con instrucciones para Fol. 1r. Ibidem. 23 Fol. 1r. Cursiva en el original. 21 22

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que se encomiende a Dios el acierto) el parecer de todas las ciudades, y villas de conseqüencia y aunque no sean de voto en Cortes ni se haga convocación para ellas, y no sólo tomándolo de las de Castilla, sino de todas las Primeras de los demás Reynos y señoríos del Continente de las Españas».24

Al reinterpretar el consabido postulado clásico de la representación en una sociedad de estados con «que todos aprobassen o interviniessen en lo que a todos toca», lo propuesto desborda las instituciones tradicionales y también el marco jurisdiccional con ese llamamiento suyo a oír el parecer de las principales ciudades y villas de todos los reinos y señoríos de lo que él llama «Continente de las Españas», envuelto en un aire equívoco de olivarismo urbano de la década de 163025 sin dejar de recordar el lenguaje de algunas voces que se dejarán oír en la Guerra de Sucesión.26 Nos encontramos, pues, ante un texto que se lleva a la imprenta pensando en su difusión, aunque parece haber corrido también en una versión manuscrita,27 y en el que un particular, como jurista, entra abiertamente en la polémica sobre la Restauração portuguesa. Lo hace dentro de un ambiente que él mismo califica de discusión general, en la que, a su entender, algunos pretenden dirigir al público hacia la aceptación de los tratados y en la que él interviene para, entre otras cosas, proponer una suerte de consulta general en ciudades y villas, eso sí, de «conseqüencia», es decir, de importancia. Quedan por delimitar exactamente los límites, reducidos sin duda, de ese oír el parecer, pero no parece haber dudas sobre las razones particulares de su manifestación en aquel debate y, también, de su petición de una manifestación para todos. Fol. 11r. No ha sido posible confirmar que el autor del memorial de 1667 sea el mismo Juan B. García Alexandre que, con dedicatoria a Margarita de Mantua, publicó en Lisboa una rara Canción real al misterio del Ave María (Lisboa: António Alvares, 1635) y que, a la sazón, era fiscal del real comercio y contrabando de Portugal y de la Junta del embargo de franceses. Si no se trata del mismo personaje, la vinculación de parentesco con él debió de ser muy próxima. 26 Véase Pablo Fernández Albaladejo (ed.), Los Borbones. Dinastía y memoria de nación…, cit. 27 Rafael Valladares cita un traslado manuscrito en la BL, Additional 14006, fols. 283r.-v. La rebelión de Portugal…, cit., p. 220, nota 75. 24 25

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Sin duda, es más que posible que por Juan García Alexandre Castillejo no hablase únicamente el abogado de los reales consejos que se presenta a sí mismo dispuesto a salir a la palestra para ofrecer su mejor consejo como fiel vasallo y su actitud ha de explicarse en el marco de la complejísima lucha política de facciones de la minoría de edad del rey Carlos II.28 Lo que nos deja es un ejemplo de lo que antes calificaba de publicística desde abajo en este «manifiesto» de un particular, que, claro está, podemos unir a los distintos manifiestos y antimanifiestos que pueblan el enfrentamiento polémico de la Restauração, pero que, además, abre perspectivas sobre la existencia de un espacio público barroco de discusión comunitaria si no asentado, sí incipiente, y más allá de la propaganda de cuño monárquico tópicamente considerada oficial hasta ahora. Por ello, las campañas de la Restauração, o quizá sería mejor decir los sucesivos fracasos alcanzados en ellas, sirvieron también para la crítica interna del gobierno de la Monarquía Hispánica, generándose un ingente número de textos de carácter satírico, cuya difusión es también una buena prueba del ambiente de discusión/opinión que no hizo más que crecer desde 1640 hasta 1668. Veamos, como ejemplo, algunos testimonios de esa literatura satírica que circuló en abundancia de copias y traslados manuscritos y que llevó a decir que entre los pocos que se enriquecían con la mala marcha de la Monarquía estaban, precisamente, los impresores y los ciegos que los vendían.29 Así, durante los años del generalato de Luis de Benavides, Marqués de Caracena, el derrotado en Montes Claros, se compuso una Comedia famosa jamás vista ni representada La verdad hace señor, cuyos personajes eran Portugal, Castilla y la Verdad, en realidad una sátira en la que podemos encontrar diálogos entre el galán Portugal y la dama Castilla como éstos: «Portugal [P]: Caracena viene / Portugal voló. Castilla [C]: Es reyno con alas?

28 Cfr. Richard A. Stradling, «A Spanish statesman of appeasement: Medina de las Torres and Spanish policy, 1639-1670», en The historical Journal (Cambridge), XIX (1976), pp. 1-31. 29 Carta satírica con motivo de la jornada de Yelbes, BNE, Ms. 1866819.

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P: Bien lo sabéis vos. C: Qué motibo tubo / su separación? P: Mantua te lo diga /sino la razón. C: Pudo haver remedio? P: Esso no sé yo […] C: Los sebastianistas? P: Esso se acabó / que oy Berganza buela / pero Austria no […]».30

Unos años antes, el desastre de las Linhas de Elvas, magnificado por la participación en la campaña de Luis Méndez de Haro, principal ministro de Felipe IV, sirvió para componer otra sátira parateatral: El engaño en la victoria. Comedia famosa. Su argumento se resumía en «Guerra publica, españoles, / D. Luis de Haro contra Yelbes, / fiero general de tanto / volante escuadrón de liebres» y sus dramatis personae eran las siguientes: «Los galanes hacen portugueses. D. Luis de Haro hace el Bobo. El papel de unos ladrones San Germán y otro Los consejeros las barbas. Su Magestad, aunque se presenta, no hace papel.

Dª Luisa de Guzmán hace el Rey. España representa las damas. La pícara, nuestra caballería. La plebe, música de la nobleza, solfa de D. Juan Hidalgo. La lisonja representa los aduladores».31

Y de los mismos momentos es una Carta satírica con motivo de la jornada de Yelbes en la que tampoco ninguno de los principales mandos de los ejércitos que luchaban en la frontera de Portugal queda sin ser convenientemente fustigado. Uno de sus párrafos arremete al mismo tiempo contra Francesco Tuttavilla, Duque de San Germano, y contra Gaspar Téllez Girón, Duque de Osuna, escarneciéndolos al decir: «Los dos Duques del sitio se an buelto Marqueses, arbitrio con el que son señores de la plaza, el de san Germán dice que no le quiten el govierno que da palabra de entenderse con los portugueses mejor que hasta aquí, y el de Osuna dice que trata de retirarse, pues con ese ánimo ya dejó el puesto de la Cavallería el día de la ocasión y que él no entiende de más guerra que las Corredurías».32 30

Theatro unibersal rexio y augusto. BLO, Ms. Bodl. Add. A 141, fols. 237v.-

240v. 31 32

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BCC, Ms. 57-3-42, fols. 226r.-228v. BNE, Ms. 1866819, cit.

También envueltos en críticas, sátiras y disputas de facciones de corte, entre 1640 y 1668 los restauradores portugueses desplegaron un enorme esfuerzo de creación y difusión de textos tanto manuscritos como impresos,33 cuya innegable y vigorosa realidad de esta publicística es posible rastrearla incluso en el seno de las bibliotecas de quienes se opusieron a ellos en embajadas o campos de batalla. Así, por ejemplo, Gaspar de Haro y Guzmán, Marqués del Carpio, conservó en su imponente librería los Applausos da Universidade [Conimbricense] a El Rey N.S. D. Ioão o IV (Coímbra, 1641) y varios ejemplares de la serie del Mercurio portuguez de la década de 1660, que pudo adquirir durante el tiempo que pasó en el Castelo lisboeta de S. Jorge «prisionero de la batalla del Cano de Estremos».34 Por su parte, el ya citado Gaspar Téllez Girón, se hizo con un «Manifiesto de Portugal en italiano», el cual cabe identificar con el Manifesto per la Maestà del Re D. Giovanni IV di Portogallo (S.l., 1647).35 Y, por último, Juan José de Austria contaba en su biblioteca con títulos tan variados como la Restauração de Portugal prodigiosa publicada bajo el nombre de Gregorio de Almeida (Lisboa, 1643); Le mercure portugais ou relations politiques de la fameuse revolution d’estat arrivée en Portugal (París, 1643); el Ecco poly´ tico de Francisco Manuel de Melo (Lisboa, 1645); y el Iuizo histórico, iuridico político sobre a paz celebrada entre as Coroas de França e Castella no anno de 1660 de Duarte Ribeiro de Macedo (Lisboa, 1666).36 Con verdadero asombro y, quizá, con un poco de emulación no contenida, quienes apoyaron el Portugal de los Felipes en la polémica publicística abierta tras el Primero de Diciembre de 1640 se presentaron a sí mismos sencillamente desbordados por una incesante actividad de plumas y prensas. 33 Vid. Exposição bibliográfica da Restauração. Catálogo. 2 vols. Lisboa: Biblioteca Nacional, 1940. Cfr. Diogo Ramada Curto, O discurso político em Portugal (16001650). Lisboa: Centro de Estudos de História e Cultura Portuguesa-Projecto Universidade Aberta, 1988; y Luís Reis Torgal, Ideologia política e teoria do estado na Restauração. 2 vols. Coimbra: Biblioteca Geral da Universidade, 1981-1982. 34 Se conservan hoy en FZ, 73-69, 73-66. 34 J. I. Martínez del Barrio, Mecenazgo y política cultural de la casa de Osuna en Italia, 1558-1694. Madrid: Universidad Complutense, 1991, 2 vols., p. 1702. 36 AGS, Casa y Sitios Reales, legajo 229.

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«No han cessado los Portugueses desde la hora en que consumaron su perfidia —escribía Nicolás Fernández de Castro en 1647—, de esparzir universalmente por todas las plazas del Mundo unos y otros escritos, traduzidos en todas lenguas».37 Algo incrédulo, el autor de Portugal convenzida continuaba exponiendo la pasmosa actividad de los defensores de la nueva Monarquía de D. Juan IV para conseguir publicar «oy un manifiesto, mañana una historia, otro día un libro, otro un volumen, y en movimiento continuo esta ocupación, girando sin sosiego».38 A su juicio, la respuesta que a ese incensante trasegar de textos se había dado en nombre de Felipe IV no había sido la más adecuada porque: «Han escrito novíssimamente por el derecho de V.M. los iuristas como si fuesen theólogos, y los theólogos como si fueran iuristas, y los historiadores como si tubieran una y otra disciplina. Y se andan passeando por el mundo Caramueles con Anti-Caramueles, y defensas de Caramueles, Manifiestos y Anti-Manifiestos, Pellizeres, Suárez, y otros libros y discursos deste género, que como se uvieran contenido dentro de los límites de su professión y el theólogo tratara de los puntos morales, el iurista de la iurisprudencia, y el chronista de las historias, verdaderamente servían bien a adornar esta Esparta, y a dissipar las tinieblas que contra la clara iusticia de V.M. ha sacado de lo profundo del abysmo la furia de los contenedores».39

A la luz de sus resultados, el análisis que Nicolás Fernández de Castro hacía sobre la respuesta dada a los polemistas prorrestauradores no parece del todo desatinado. Apenas unos años después de la aparición de esta obra, Juan Alonso Calderón elaboró, como complemento a su Portugal concluido, lo que viene a ser una relación bibliográfica de testimonios publicados de la polémica que, precisamente, cierra Nicolás Fernández de Castro.40 Aunque

37 Portugal convenzida con la razón para ser venzida con las cathólicas potentíssimas armas de Don Philippe IV […] sobre la iustíssima recuperación de aquel Reyno y la iusta prisión de Don Duarte de Portugal. Obra apologética, iurídico-theólogo-históricopolítica […]. Milán: Por los hermanos Malatestas, 1647, p. 4. 38 Idem, id., p. 5. 39 Idem, id., p. 6. 40 Ya Caramuel había elaborado una suerte de primera lista bibliográfica de obras aparecidas con motivo del Primero de Diciembre en su Ioannes Bargantinus

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Alonso Calderón estime que los títulos portugueses habían sido convenientemente contestados, el análisis de su «Libros que an salido apoiando la tiranía de Bragança i en fabor de el Rey Nuestro Señor» no permite dudar de la muy distinta actividad de ambas publicísticas, al mismo tiempo que vuelve a testimoniar el impacto de las prensas prorrestauradoras en España.41 Aunque bien es cierto que el volumen de papeles manuscritos incrementa ampliamente el volumen de textos en circulación, considerando en su conjunto las piezas impresas que formarían parte de un hipotético corpus de la publicística profilipina de 1640 a 1668, la Monarquía Hispánica no parece haberse empeñado demasiado en publicar su apoyo del Portugal de los Felipes, salvo en el trienio que sigue al Primero de Diciembre y en la última década de la Guerra, la que va de 1658 a 1668.42 Sin duda, la atención prestada al enfrentamiento hegemónico con Francia en Cataluña y otros escenarios europeos, que no se resolverá hasta, precisamente, el año 1659 con la firma de la Paz de los Pirineos, ayuda a explicar la relativamente escasa actividad publicística que media entre la caída del Conde Duque de Olivares, en 1643, y la definitiva reactivación de los planes para la recuperación de Portugal.43 Por otra parte, no se ha de olvidar que la publicística antifrancesa, que se ocupaba en lo esencial del frente pirenaico, estaba asentada en una sólida tradición que, además, desde 1635 se había avivado con firmeza en el marco de la fase final de la Guerra de los Treinta Años con la creación de una suerte de taller polemista próximo al círculo de Gaspar de Guzmán.44 Lusitaniae illegitimus rex demonstratus […] Lovanii. Typ. Everardi de Witte, 1642. Véase Henry W. Sullivan, «Fray Juan de Caramuel y Lobkowitz, O. Cist. The Prague years, 1647-1659», en Michael M. McGrath, Corónente tus hazañas. Studies in honor of John Jay Allen. Newark: Juan de la Cuesta, 2005, pp. 339-374. 41 J. Alonso Calderón, Portugal concluido y el tirano Braganza conbenzido de sus mismos argumentos por el Rei Católico y obligación de el Papa para salir contra ella con anbos cuchillos. BNE, Ms. 633. La relación ocupa los folios 3r.-4r., y puede verse aquí como Apéndice número I. 42 Véase el Apéndice II que sigue a este texto: «Relación de piezas de la publicística impresa profilipina durante la Guerra de Restauração portuguesa». 43 Cfr. R. Valladares Ramírez, La rebelión de Portugal, 1640-1680…, cit. 44 Véase José María Jover Zamora, 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación. Madrid: CSIC, 1949.

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No obstante, parece haber existido otra razón que ayudaría también a explicar la relativa debilidad de la publicística antirrestauradora: lo que ésta podría tener de antiportuguesa. Hay que evocar aquí la activa presencia en la corte madrileña tanto del grupo de fidalgos como del de banqueros asentistas de origen portugués, cuya fidelidad y servicios a la Corona eran, de un lado, absolutamente necesarios y, de otro, venían a ser revestidos del indudable valor simbólico de haber venido a ser el verdadero Portugal de los leales. En este sentido, es el propio José de Pellicer quien da noticia de que una segunda edición añadida del «papel de la sucesión de los reinos de Portugal y el Algarve» que había compuesto había sido detenida por orden del Consejo Real «por cuanto los portugueses asentistas se quejan de que dice los llama cristianos nuevos».45 En términos no muy distintos se manifiesta el citado Nicolás Fernández de Castro a propósito del eco que su Portugal convenzida había tenido en Madrid, donde su obra habría sido juzgada «de imprudente y desattenta por la mordaçidad con que en muchas partes hiere a los mesmos auctores portugueses, a quienes responde, y a los rebeldes, auctores de la rebelión, y a todos los Portugueses en común y al Reyno de Portugal, y a los Reyes antiguos Portugueses y al tyrano mesmo de Portugal que oy es».46 La intención de Felipe IV de continuar siendo el Tercer Felipe después de los sucesos de 1640, manteniendo la figura de una corte lusitana dentro de la general de su Monarquía, exigía distinguir siempre entre los que se calificaba de rebeldes por haber seguido a un tirano y los que serían verdaderos portugueses. Se restaba, así, una parte importante al mordiente de los escritos que en el caso antifrancés, sin embargo, se cultivaba con muchos menos recelos. Por otra parte, la publicística antirrestauradora de 1640 a 1668 responde en buena medida a iniciativas de facciones y de particulares y no tanto a un programa coordinado desde las 45 «Avisos de 12 de febrero de 1641», en Avisos históricos. Madrid: Taurus, 1965, pp. 93-94. Pellicer había publicado una Sucessión de los Reynos de Portugal y el Algarbe, feudos antiguos de la Corona de Castilla […] últimamente sublevados por los cómplices en el levantamiento de Don Iuan de Bragança. Logroño: Pedro de Mongastón Fox, 1640. 46 Nicolás Fernández de Castro, Memorial en quanto al libro de Portugal convencida. S.l. [Milán]: n.i., n.a. [1650], sin foliar.

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proximidades de la Corona, como sí fue el de la literatura contraria a la política borbónica en torno al año de 1635. Además del particularísimo caso de Gaspar Alonso Pérez de Guzmán, Duque de Medina Sidonia, en torno al cual y a su célebre desafío se crea un núcleo de publicística específica,47 entre los que promovieron la publicación de obras relativas al conflicto de calado mayor que lo meramente informativo48 hay que destacar a algunos señalados fidalgos de la corte, miembros de la facción de los repúblicos que se habían opuesto abiertamente a los proyectos del Conde Duque de Olivares y que, a la caída en desgracia de éste en 1643, alcanzaron un gran predicamento dentro de la pequeña corte portuguesa de Felipe IV. Por ejemplo, fray Antonio Séyner, autor de un Historia del levantamiento de Portugal publicada en Zaragoza en 1644 y que destaca porque su narración del Primero de Diciembre viene a hacer responsable de la pérdida de Portugal a la política del Conde Duque, estaba estrechamente vinculado a la casa de los Mascarenhas-Montalvão, para los que incluso compuso una biografía de su ilustre antepasado João de Mascarenhas.49 Asimismo, el Portugal unido y separado que Pedro de Valenzuela dio a la imprenta en 1658 está dedicado expresamente al Duque de Abrantes, Agostinho de Alencastre, una de las figuras más importantes del círculo de los fidalgos de la corte. Sin entrar en que algunos de estos portugueses filipistas se convirtieron ellos mismos en autores de textos antirrestauradores, como Jerónimo de Mascarenhas, cuya Campaña de Portugal por la parte de Estremadura el año de 1662 se publicó en Madrid un año más tarde. 47 Además del memorial publicado bajo el nombre del propio Duque (Don Gaspar Alonso Pérez de Guzmán el Bueno Duque de la Ciudad de Medina Sidonia, Marqués y Conde, Señor de la Ciudad de San Lúcar de Barrameda, Capitán General del mar Occéano y costas de Andalucía y Exército de Portugal, Gentilhombre de la Cámara de su Magestad, Dios le guarde. Digo: Que como es manifiesto al mundo la trayción de Iuan de Vergança que fue Duque […]. Écija: Juan de las Alas, s.a. [1641]), cabe señalar obras como la Defensa del desafío, que el Duque de Medina Sidonia ha hecho al Tirano Iuan de Vergança (S.l.; n.i., n.a. [1641]) de Juan de Zumárraga; o la Iustificación moral en el fuero de la conciencia, de la particular batalla que el Excelentíssimo Duque de Medina Sidonia ofreció al que fue de Bragança. (Antequera: Vicente Álvarez, 1641) de Tomás Hurtado. 48 Sobre las gacetas, relaciones de nuevas y relaciones en carta, véase el Apéndice II. 49 BL, Ms. Additional 28460.

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Podría concluirse que, de algún modo, dentro de la publicística indudablemente antirrestauradora publicada entre 1640 y 1668 cabe distinguir dos propuestas bien diferenciadas. De un lado, la que está vinculada a la nobleza que mantuvo su fidelidad a Felipe IV y que, nutridos en la oposición antiolivarista de las décadas de 1620 y 1630, propone un Portugal unido y separado, parafraseando el título de Valenzuela, que respete íntegramente los términos de agregación política y particularismo establecidos en las Cortes de Tomar de 1581, cargando la culpa tanto en los actos personales de los promotores de la Restauração, empezando por D. Juan IV, como en la mala política de Olivares y sus criaturas, empezando aquí por Diogo Soares.50 De otro lado, habría habido una segunda publicística contraria a la entronización de los Braganza que se incardina en la defensa universal de la hegemonía de los Habsburgos españoles y que no tiene reparos en criticar abiertamente y con extrema dureza de palabra la, así llamada, traición que los rebeldes habrían cometido con toda naturalidad. Esto hace posible que fray Nicolás de Velasco pueda, en su Breve compendio de las causas y motivos que an tenido los rebeldes de Portugal, proponer: «Y para que el resguardo y perpetuación desta paz y que no aya memoria desta rebelión ni un átomo de resquecio que la resucite ni una leve ymaginación, a de quedar borrado este nombre de Portugal y en todos los ynstrumentos se a de yntitular el Rey de Castilla y León, de la recuperada España y provincias de Duero i Miño, Serranías de los Montes, Beira y Alentejo, Campos de Ourique y Hielves, Reyno de Algarve y de las demás provincias de alende y aquende, con las yslas adjacentes, reynos de la Asia, Brasil, Ytiopía, costas de la África y de las demás Orientales, del Mar Occéano i Bengala, Ormuz y lo demás del Nuevo Orbe».51

Frente a tamaño manifiesto que llama a borrar el nombre de Portugal incluso de la intitulación real, fray Antonio Séyner se dirigía en 50 Cfr. Jean-Frédéric Schaub, « La visita de Diogo Soares: un procès politique en Castille au XVIIe siècle », en Johannes Michael Scholz (ed.), Fallstudien zur Spanischen und Portugiesischen Justiz (15. bis. 20. Jahrhundert). Frankfurt-am-Maim: Vittorio Klostermann, 1994, pp. 3-31. 51 BUSA, Ms. 2124, fol. 27r.

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términos muy distintos a los lectores de su Historia del levantamiento de Portugal: «Y porque en materia tan grave se deve escrupulizar el hablar de aquella Nobleza generalmente (quando ni del Pueblo que con pretextos falsos fue engañado, se deve dexar la verdad obscura), digo que siempre que en este libro repitiere este término, Portugueses, no es mi intención hablar de toda la Nación en común, sino de solos los sediciosos que fueron la levadura de toda aquella masa y los motores del levantamiento. Pues fuera ofensa, y grave, deslustras a bulto (en lo general de sediciosos) tanta Nobleza como quedó sin mancha, sin aver tenido noticia de maldad semejante».52

En suma, la publicística antirrestauradora es, con mucho, menor que la desplegada por los defensores de la separación lusitana, a la que intentó responder con una política de antimanifiestos que dejan claro que no llegó a tomar la iniciativa casi en ningún momento. Asimismo, se vio afectada por una expresa intención oficial de mantener la imagen de los portugueses leales y, a la postre, perdió especificidad al subsumirse en esa suerte de polémica universal que la Monarquía Hispánica desplegó contra sus dominios rebeldes y potencias enemigas. No obstante, no se puede dudar de que entre 1640 y 1668 desarrolló algunas estrategias propagandísticas interesantes, como el recurso al teatro, incluso con la visita de compañías teatrales a las fronteras, como ha dado a conocer Rafael Valladares.53 Igualmente, parece haber sacado un partido indudable a lo religioso. Además de algunos sermones54 y de obras de carácter profético, como las Victorias y triumphos contra Portugal por Castilla mediante Christo Sa52 Historia del levantamiento de Portugal por el maestro fr. Antonio Séyner del Orden de San Agustín en la Prouincia de Castilla. A Nuestro Padre Reverendísimo el Padre Maestro Frai Iuan de Santo Tomás, Confessor de la Magestad del Rei Nuestro Señor Filipe el Quarto el Grande. Zaragoza: Pedro Lanaja y Lamarca, 1644. «Al letor», sin foliar. 53 Rafael Valladares Ramírez, Teatro en la guerra. Imágenes de príncipes y restauración de Portugal. Badajoz: Departamento de Publicaciones de la Diputación, 2002. 54 Del tipo de los pronunciados por Diego Riquelme y Quirós «por el buen sucesso de las armas de su Magestad […] en la conquista de Portugal», impreso en Murcia en 1657, o Francisco Pando Calderón sobre «Monzón [Monção] rendido», que vio la luz en Salamanca en 1659.

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cramentado, de Francisco Jiménez Santiago,55 la organización de campañas de oración y preces en favor de los ejércitos de Felipe IV se cuenta entre los expedientes propagandísticos más destacados. Al haberse conservado algunos papelones o carteles impresos con los que se convocaba a la población a participar en semejantes rogativas y procesiones es posible conocer esta política de mostrarse bajo la «tutela do sagrado», si tomamos el título de un interesantísimo artículo de João Francisco Marques.56 Tal es el caso de la Piadosa y festiva aclamación con que la insigne cofradía de la Virgen Santíssima de Regla apellida el amparo de su gran reina en los sucessos de la Española Monarquía, empressas de su zeloso Rey, progresso de sus Católicas Armas y glorioso fin de la desseada paz, largo incipit que responde a una «solemne processión y octavario» de la Virgen de Regla que se celebró en la Casa Profesa de los jesuitas sevillanos en 1643.57 Pero el que parece haber sido el culto que recibió una mayor atención con vistas a apoyar a los ejércitos de Felipe IV fue el de San Miguel Arcángel, advocación, por otra parte, muy apropiada para luchar contra los que se consideraban rebeldes desde 1640. El padre mercedario Francisco del Espíritu Santo pronunció, en Valladolid, el 8 de mayo de 1660, un sermón el día en el que se conmemoraba la aparición de San Miguel, invocando con toda franqueza a luchar bajo el patrocinio del Arcángel contra los «que ya reveldes, ya tyranos» se habían conjurado contra la Corona de Felipe IV y, animoso, llamaba «al arma, al arma, fuertes Españoles, que ya la victoria es nuestra, y ia el triunfo está conseguido».58 Después de la resolución de la revuelta catalana, aquellos rebeldes no podían ser otros que los portugueses. Eduardo Báez Macías ha estudiado el patrocinio del Arcángel en la conquista americana59 y Miguel Martín Sánchez ha hecho lo propio para Écija, 1642. J. F. Marques, «A tutela do sagrado: a protecção sobrenatural dos santos padroeiros no periodo da Restauração», en F. Bethencourt y D. Ramada Curto (eds.), A memória da nação. Lisboa: Livraria Sá da Costa Editora, 1991, pp. 267-294. 57 S.l. [Sevilla]: n.i., n.a. [1643]. 58 Sermón que el día de la aparición del invictíssimo S. Miguel Archángel […]. dixo […]. Salamanca: Por Ioseph Gómez de los Cubos, 1660, p. 6. 59 Eduardo Báez Macías, El arcángel San Miguel, su patrocinio, la ermita en el Santo Desierto de Cuajimalpa y el santuario de Tlaxcala. México: UNAM, 1979. 55

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el caso canario,60 mostrando como el providencialismo se mezcla con lo apocalíptico en este culto, lo que quizá explique la insistencia en la consecución de una paz universal no exenta de sentido escatológico. Sobre las estampas de la Inmaculada Concepción, el Santísimo Sacramento y San Miguel, un cartel impreso aparecido en Sevilla en 1643 rezaba: «LA COFRADÍA DEL SANTÍSSIMO SACRAMENTO, SITA EN EL SAGRARIO DE LA SANTA IGLESIA MAYOR, EN DESEMPENO (sic) de su piadoso afecto, con que ha procurado siempre la paz tan desseada y felices sucessos en estos Reynos de España a _______________ de febrero consagra festivo aplauso de la naturaleza Angélica, a el Virrey de Cherubines, a el milagro de el Cielo, a el Capitán General de el siempre triunfante exército de el Omnipotente Dios, a San Miguel Arcángel, si Príncipe de la Iglesia, único assylo de este Católico Imperio, de cuya protección asegurada se promete oy la piedad alivios de tanto ahogo como al presente oprime tanto celoso pecho. Y porque con más fervor se excite la devoción al logro de aquesta súplica, estaré de manifiesto Christo en el Sacramento, cuyo inefable Mysterio entre ardores crecidos de su amor nos dexó su Magestad, si por invencible escudo contra rebeldes armas, por muro inexpugnable de nuestra viva Fe. Predica este día el señor Doctor Juan Ruyz Docas, Cura del dicho Sagrario, Y por la mañana Comunión de los Hermanos y a la tarde solemne processión general por fuera de la Iglesia».61

Otros impresos y manuscritos fechados también en ese año de 1643 dan cuenta de otras procesiones y rogativas celebradas por distintas cofradías o congregaciones en honor de San Miguel «por los felices sucessos de esta Monarchía y paz universal».62 Una de ellas, de la congregación hispalense de los caballeros de la Santísima Trinidad, nos informa de cómo, en respuesta a «varias cartas sin autor que se an estendido en 60 Miguel Martín Santos, Miguel, el arcángel de Dios en Canarias. Aspectos socioculturales y artísticos. Santa Cruz de Tenerife: Aula Cultural de Tenerife, 1991. 61 S.l. [Sevilla]: n.i., n.a. [1643]. En el ejemplar que consultamos (RAH, Papeles de Jesuitas, 9/3674), el espacio abierto en el impreso para indicar la fecha de la convocatoria ha sido relleno de forma manuscrita para indicar que la rogativa y procesión se realizaría el 24 de febrero. 62 Copia de una carta de un amigo de Sevilla a otro de Madrid acerca de la solemníssima fiesta que en la Cassa Professa de la Compañía de Iesús hizo la Congregación de los cavalleros de la Santíssima Trinidad…. S.l.: n.i., n.a.

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orden a estender y afervorar la devoción del gloriosíssimo Archángel san Miguel», se convocó a toda la ciudad a un triduo solemne en su honor, para lo cual «imprimiéronse para este fin y publicidad carteles por toda la ciudad».63 Los carteles de los que aquí se habla debieron de ser similares a los antes reseñados y, sin duda, esas «varias cartas sin autor» que promovían la devoción del Arcángel fueron ejemplares de una difundidísima Copia de una carta que se ha embiado a diversas partes destos Reynos exortando a la devoción del glorioso Arcángel San Miguel, un impreso en folio de apenas cuatro páginas, del que se registraron distintas impresiones, normalmente con una estampa de San Miguel y el lema de su nombre, Quis sicut Deus.64 Y, en efecto, en ella se anima a la devoción del Arcángel que expulsó a «los que avían pecado contra Dios, como rebeldes», proponiéndose, asimismo, que le rezasen los soldados y sus mandos, pero también que «[…] no parecerá mal que en todas las puertas de las ciudades principales y en las de los Templos se pinte el Arcángel san Miguel».65 Conviene destacar que nos encontramos aquí ante la posibilidad de rastrear una evocación en las imágenes de San Miguel que tan abundantes fueron en la España de mediados del siglo XVII, lo que aumentaría el volumen de imágenes que guarden relación con el conflicto hispanoportugués o que narren algunos de sus sucesos de armas. Es éste un volumen reducisísimo en el que, por supuesto, no hay nada similar al extraordinario conjunto del Palacio Fronteira y para el que apenas se pueden citar algunas representaciones de hechos de armas como ése «entrega de Olivença y vitoria del Montijo» que formó parte de la decoración funeral en el túmulo que Toledo levantó en las exequias de Felipe IV en 1665.66 Pero volviendo al fervor arcangélico que parecía llegar a todas partes, éste tenía que ver con la decisión de adoptar a San Miguel como Ibidem. S.l.: n.i., n.a. [1643?]. 65 Copia de una carta…, cit. 66 Los jeroglíficos y escenas de esa decoración las recoge Luis Hurtado en La philípica. Oración histórico funeral, en la muerte de la católica magestad del Rey Nuestro Señor D. Phelipe Quarto el Grande Rey de las España y Emperador de las Indias. Breve descripción del túmulo que la imperial ciudad de Toledo erigió en su muy santa iglesia el día veinte y tres de diziembre del año passado de 1665. Madrid: Juan Nogués, 1666. 63 64

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«Medianero y Protector» de los reinos de España, junto con Santiago, lo que llevó aparejado la declaración, por voto en Cortes de Castilla, de que el día de la aparición del Arcángel, el 8 de mayo, se considerase festivo. Y la proliferación de textos sobre los socorros celestiales a las tropas de Felipe IV se debía, precisamente, a esa declaración, habiendo elegido el monarca, en palabras del Padre Niéremberg, «para humillar sus rebeldes, al mismo que escogió Dios para humillar los suyos».67 Es también este jesuita quien mejor narra el origen de aquella devoción, que hay que relacionar con la difusión de una revelación que, ya en 1614, el visionario capuchino fray Severo de Tovar habría hecho conocer a Felipe III y que, dos décadas más tarde, concluía en el renovado culto del «Capitán General de los exércitos del Cielo».68 No obstante, en este y otros ejemplos de búsqueda de la protección de los cielos se descubre más que una amenaza exterior o la rebelión de unos dominios. La crisis de la Monarquía a mediados del siglo XVII fue percibida por los propios súbditos del Rey Católico como una consecuencia de los que entonces se llamaban pecados públicos y para los que también se impetraba el destierro a los cielos. En esto, sin duda, es extraordinariamente significativo que las sucesivas derrotas sufridas en el último decenio de la Guerra de la Restauración portuguesa provocaran el relanzamiento de una política de reformación similar a la que había abierto el reinado de Felipe IV allá por 1621. Fruto de ella fue, por ejemplo, el recrudecimiento de los controles de viajeros y andantes en corte por el que se obligó a realizar inspecciones continuas de todos los huéspedes de los mesones y otras casas de la corte en busca de «pecadores».69 67 De la devoción y patrocinio de San Miguel, Príncipe de los Ángeles, Antiguo tutelar de los godos y protector de España. En que se proponen sus grandes excelencias y títulos que ay para implorar su patrocinio. Madrid: María de Quiñones, 1643. Niéremberg copia la carta del Consejo de Castilla a todas las ciudades del reino sobre la elección de San Miguel como Protector, así como el voto en Cortes de 17 de marzo de 1643. 68 Severo de Tovar, Memorial dado a la Católica Magestad del Rey nuestro señor Don Felipe IIII sobre la invocación y devoción del glorioso Arcángel San Miguel Capitán general de los exércitos del Cielo. Madrid: Juan Sánchez, 1643. El autor de este memorial, hermano del capuchino, reproduce una carta que el fraile habría dirigido a Felipe III desde Granada, 9 de septiembre de 1614, y en la que proponía que La Mámora pasase a llamarse San Miguel para que pudiera conservarse. 69 Véanse algunos de estas relaciones de viajeros y andantes en corte en AHN, Consejos suprimidos, legajo 7175.

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Y aún después de la firma de los tratados de 1668 habrían de surgir algunas figuras de visionarios que vaticinaban la recuperación definitiva de Portugal, como la Hermana Manuela de la que una semblanza biográfica señala que: «Dixo dicha muger la avía manifestado Dios bolberían pronto las guerras con Portugal y su corona a la de Castilla y que avía de ser ella (en ávito de hombre) el capitán del exército que se conquistaría. Y que la merced que su Magestad la havía de hacer por dicha conquista y servicio avría de ser pedir se la hiciese a cierta persona y la que la gobernava la pidió tubiese algún puesto en el exército y el dicho hiço traer espadas negras para que antes se instruiere».70

Esta atmósfera de crisis providencialista, sin duda, sirvió también para dinamizar la discusión comunitaria a la que antes nos referíamos y en la que se unieron manifiestos antirrestauradores con debates internos. Un caso que muestra hasta qué punto estaba desarrollado ese marco de discusión lo encontramos en la obra de María de Guevara, Condesa de Escalante, y casada en terceras nupcias con Andrés Velázquez de Velasco. En sus Desengaños de la corte y mujeres valerosas71 María de Guevara hace algunas alusiones críticas a las campañas portuguesas, a propósito de la necesaria recompensa que se debe hacer a los soldados que luchaban en ella, y la larga guerra aparecía también mencionada en dos memoriales sobre los servicios prestados por la casa de Escalante a la Corona que la Condesa dio a la imprenta en 1654 y 1656.72 Gracias a ellos es posible saber que Doña María, ya antes de que su tercer esposo fuera hecho prisionero en Ameixial, tenía un muy concreto interés por la marcha del conflicto fronterizo, puesto que las rentas de su madre, Francisca de Mendoza y Acevedo, no se podían cobrar por estar «a la raya de Portugal y consistir en dehesas y juros». 70 Vida y virtudes de la Hermana Manuela, FZ, Ms. 73-247. Cabe identificar a esta Hermana Manuela con Manuela Mariana de San José, carmelita descalza, en el siglo Elvira Alcántara y Rojas, que falleció en 1707. 71 S.l. [Madrid?]: n.i., n.a. [1664]. Véase, ahora, la edición de Nieves RomeroDíaz, Warnings to the kings…, cit. 72 María de Guevara, Memorial. De la casa de Escalante y servicios della. Valladolid: s.i., 1654. Hay una segunda versión, ligeramente distinta, firmada en Valladolid, 1656.

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Pero es en un papel que circuló manuscrito bajo el título de Tratado y advertencias hechas por una mujer celosa del bien de su rey y corrida de parte de España donde la Condesa de Escalante se ocupa con todo detalle de la marcha del conflicto hispanoportugués a la altura del año de 1663, asegurando que «esta guerra de Portugal la emos de mirar más por reputazión que por ynterés y yo afirmo que no es contra christianos, supuesto que vienen los yngleses erejes a darles las vitorias».73 El Tratado entra de lleno en la cuestión de la gracia real al hilo de las recompensas que tenían que hacerse a las familias de los combatientes muertos, heridos o prisioneros en las guerras de Portugal, en una clara alusión a su propio estado después de que Andrés Velázquez de Velasco hubiera sido trasladado hasta Lisboa tras la batalla de Ameixial. Aunque, antes de esto, consciente de lo extraordinario de que una mujer saliese a la palestra pública para expresar opiniones como éstas, María de Guevara interpela directamente a Felipe IV con un: «Dirá Vuestra Magestad: ¿quién mete a una muger en esto? A que respondo que arta lástima es que lo lleguemos a entender las mugeres tan vien como los hombres y a sentirlo mejor»,74

al que seguirá un no menos elocuente: «Ea, Señor, pues allá los alienta una muger [Dª Luisa de Guzmán], aliéntelos aquí otra. Bien sabe Vuestra Magestad que yo sé hazer libros y memoriales, y assí me atrebo a hazer éste, zelossa del seruizio de Vuestra Magestad y arta de o’yr dezir que nadie se atrebe a dezir lo que siente, porque no le traguen los dragones que todo lo aplican para sí».

La Condesa dirá que hubiera querido «ser una amazona» para luchar por sí misma, pero que, no pudiendo hacerlo, había compuesto aquel Tratado en el que informaba al rey de cuanto los ministros no le querían comunicar: «y yo digo lo que dize el pueblo y lo que se me alcanza como buena bassalla».75

73 Cito por la edición de Manuel Serrano y Sanz en sus Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas. Madrid: Atlas, 1975, I, p. 478. 74 Idem, p. 477. 75 Idem, p. 480.

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Leyendo el texto del Tratado y advertencias hechas por una muger no se puede dejar de reconocer que la situación de la guerra de Portugal se ha convertido en una excusa para presentar cuestiones bien distintas, aún más generales y de hondo calado comunitario, como la dispensación de la gracia real o la toma de decisiones en la corte, errada a juicio de Escalante. La Condesa no dudó en arremeter contra los portugueses de la corte, acusándolos de falsa lealtad y, por tanto, juzgando injustas y sin fundamento las mercedes que recibían de la Corona. Sin demasiadas contemplaciones propone que con ellos se proceda a una «espulsión como la de los moriscos», pues, a su juicio, «no son más que espías dobles y sólo están esperando a dezir viva quien benze».76 Quizá María de Guevara hubiera considerado que los memoriales que Fernando de Noronha iba a remitir al Consejo de Castilla en 1670 para que se modificasen las últimas voluntades del Conde de Linhares, su padre, eran una prueba de la doblez interesada que ella denunciaba. Sin embargo, es muy posible que se equivocara porque los herederos de aquella Casa siguieron al servicio de los Austrias hispanos y, después, de los Borbones. Se abrieron entonces nuevos horizontes a la nobleza de origen portugués, cuya memoria llega a lugares tan distantes como el Nuevo León mexicano, donde el virrey Fernando de Alencastre Noronha Silva, heredero de Miguel y Fernando de Noronha, fundó la ciudad de Linares en honor de su linaje. Aunque, entre papeles, batallas y público barroco, allí donde dice rebelión diga división, donde dice rebeló diga dividió.

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Idem, p. 479.

APÉNDICE I «Libros que an salido apoiando la tiranía de Bragança i en fabor de el Rey Nuestro Señor», en Juan Alonso Calderón, Portugal concluido y el tirano Braganza conbenzido de sus mismos argumentos por el Rei Católico y obligación de el Papa para salir contra ella con anbos cuchillos. BNE Mss. 633, fols. 3 r.- 4 r. Manifiesto sin nombre de Autor, impresso en Lisboa por Paulo Crocerbe (sic), el año de 1641, a quien satisfizo con brevedad y buenos fundamentos el P. J. de Caramuel en el año de 1652 (sic). Impresso en Anberes año de 1642. [VIEGAS, António de Pais.- Manifesto do Reyno de Portugal. No qual se declara o direyto, as causas, & o modo, que teve para eximirse da obediencia del Rey de Castella, & tomar a voz do Serenissimo Dom Joam IV. do nome, & XVIII. entre os Reys verdadeyros deste Reyno. 1641. Lisboa, Paulo Craesbeeck. 4º. 42 fols.] [CARAMUEL, Juan de.- Respvesta al manifiesto del Reyno de Portvgal. 1642. Anberes, Oficina Plantiniana de Balthasar Moreto. 4º. 216 pp.]

El Padre Mascareñas apoyando con doze fundamentos el lebantamiento del tirano Braganza, a quien respondió con erudición y gravedad de estilo Don Juan Adán de la Parra, Inquisidor apostólico del Reyno de Murcia, año de 1642, en un libro yntitulado Apolojético contra Braganza, libertad de Portugal, sin nombre del autor. [MASCARENHAS, Inácio.- Justicia del inclyto principe D. Iuan IV. Rey de Portugal, de los Algarves, y conquista de Guinea, &c. Arbol de los reies portugueses y

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casa de Bergança. Leyes de Lamego, hechas en la fundación del Reyno. Privilegios que prometió guardar el Rey D. Felipe II en su nombre y de sus succesores. Iuramento de D. Alfonso I, Rey de Portugal, de la Visión de Iesu Christo, quando le dio las armas: en que parece que se prometía al Reyno la maravillosa Corona de el Rey D. Iuan IV, con otros títulos a favor de este Príncipe, &c. 1642. Barcelona, Jayme Romeu. 4º. 22 p.] [ADAM DE LA PARRA, Juan.- Apologético contra el tirano y rebelde Verganza, y coniurados, Arzobispo de Lisboa, y sus parciales, en respuesta a los doze fundamentos del Padre Mascareñas. 1643. Zaragoza. Por Diego Dormer. 4º. 101 fols.]

Otro pequeño, Lusitania liberata, demás de el de Don Antonio de Sousa Mazedo. [No acertamos a localizar otro Lusitania liberata que no sea la de António de Sousa de Macedo.]

Otro, de Sucesione Regne Portugali, a que satisfizo un doctor inglés, y ambos estampados sin nombres de autores. [De succesione regni Portugalliae. Alonso Calderón parece referirse a él a través de la respuesta de R.H. DOCTORE ANGLO.- De svccesione Regni Portugalleae dissertatio juridica. 1643. Brugis Flandrorum. Ex Typ. Nicolai Breygelii. 4º.]

Una carta en lengua castellana que Portugal escrivió a todos los Príncipes estraños en lengua latina con título de Portugalii Prenesis, que se tradujo en lengua latina y otros dibersos papeles en la flamenca, que se publicaron en Holanda y andan impressos. [Portugalliae paraenesis ad principes christianos. Alonso Calderón parece seguir a Juan de Caramuel que atribuye una obra de este título a Manuel de Silva y le da respuesta en su Ioannes Bargantinus Lusitaniae illegitimus rex demonstratus […] (Lovanii. Typ. Everardi de Witte, 1642).]

Otro libro anónimo estampado en la oficina Zeberiana año de 1641, intitulado Portugaliae seu regis Portugaliae Regnis. [Portugallia seu de regis Portugalliae regnis. 1641. Alonso Calderón parece seguir a Caramuel que cita una obra de este título y le da respuesta en su Ioannes Bargantinus Lusitaniae illegitimus rex demonstratus […] (Lovanii. Typ. Everardi de Witte, 1642).]

Otro anónimo impresso en París año de 1641 intitulado Panegiricum apologeticus. [MACEDO, Francisco de Santo Agostinho de.- Panegyris apologetica pro Lusitania vindicata a servitute injusta, ab iugo iniquo, a tyrannide immani Castellae […]

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Oracula sacra liberato Lusitaniae regno a prophetis reddita… anno captivitatis sexagesimo. 1641. Parisiis, s.n. 4º. 28 pp.]

Otro Pronóstyco y respuesta a una pregunta de un cavallero ylustre por Manuel de Morays, lucitano, impresso en Leyden año de 1641. [Pronóstico y respuesta a una pregunta de un caballero muy ilustre sobre las cosas de Portugal. Para citar esta obra, Alonso Calderón parece seguir a Caramuel, quien la atribuyó a Manuel de Moraes, dándole respuesta en su Ioannes Bargantinus Lusitaniae illegitimus rex demonstratus […] (Lovanii. Typ. Everardi de Witte, 1642).]

Otro de los derechos de Don Juan 4 de Portugal de Libio Giota, a que respondió el Doctor Juan Bauptista Birago, año de 1644. [Raggioni del Re’ di Portogallo D. Giovanni IV: col stabilimento fatto nelle Corti dalli tre Stati di quel Regno; et alcune Allegationi giuridicopolitiche, con le quali si prova, che il suo ambasciatore mandato in Roma deve esser accettato dal Pontefice. Con una breve relatione del successo nell’ elettione del nuovo Ré. Tradotto dalla lingua portughese nell’ italiana per informatione de signori italiani da Livio Giotta. 1642. Lisbona, Paolo Craesbecck. 4º. 94 pp.] [BIRAGO AVOGADRO, Giovanni Battista (bajo el nombre de).- Responsio iuridico.politica. Risposta giuridicopolitica. […] Ad librum inscriptum Ivra Ioannis IV Portugalliae Regis, etc., a Livio Giotta, etc. In qua primo reijciuntur praetensiones inhiantium Coronae Portugalliae, secundo firmantur iura Sereniss. Regis Catholico super eodem Regno. Tertio probatur Rebellio et Vsurpatio Ioannis Ducis Brigantini. Quarto ostenditur nullum à Duce Brigantino assertum Legatum esse Romae recipiendum. […]. 1644. Augustae Vindelicorum [pero Milán]. Ioannis Praetorij. 4º. 103 pp.]

Diversas réplicas y papeles sobre la pretención del obispado de Lamego y demás pretensos embaxadores de Roma por el tirano Braganza, a quien respondió con grande comprehensión y erudición el señor Don Juan Chumazero y Carrillo, embaxador en Roma por la Magestad Católica, dignísimo Presidente de Castilla, y Juan Bauptista Birago. [Discursos, que se presentaram na Curia Romana, por que se mostra que… Dom Miguel de Portugal Bispo de Lamego avia de ser recebido em aquella corte, como embaixador do Serenissimo Rey de Portugal, Dom Joam o IV… Traduzidos de italiano em portuguez. 1642. Lisboa: Antonio Alvarez. 4º. 20 pp.] [Manifesto do reyno de Portvgal, presentado a santidade de Vrbano VIII. N. S. Pelas tres Nações, portvgvesa, francesa, catalan em qve se mostra o direito com que el Rey Dom Ioão IIII Nosso Senhor possue seus Reynos, & Senhorios de Portugal, e as rezöes que ha para se receber por seu Embaixador o Illustrissimo Bispo de Lamego: Diuidido em doze demonstrações: traduzido do italiano em Portuguez. 1643. Lisboa, Domingos

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Lopes Rola. 4º. 60 pp.] [CHUMACERO Y CARRILLO, Juan de.- Beatíssimo Padre, Don Juan Chumacero y Carrillo, Embaxador extraordinario de la Magestad Católica, sobre la exclusión del Obispo de la Mego (sic). S.a., n.l., n.i. Fol. 15 fols.] [BIRAGO AVOGADRO, Giovanni Battista (bajo el nombre de).- Responsio iuridico.politica. Risposta giuridico-politica. […] 1644. Augustae Vindelicorum [pero Milán]. Ioannis Praetorij. 4º. 103 pp.]

Otro intitulado Valatus ovium, sin nombre de autor, dirigida a la Beatitud de Ynocencio 10, impresso en París, año de 1653, de horden de los tres estados de Portugal. [MONTEIRO, Nicolau (trad.); MENESES, Sebastião Cesar; o Pantaleão Rodrigues PACHECO.- Balatus ovium, opus a tribus Lusitaniæ Regni Ordinibus, Supremo Pastori, & Summo Pontifici D. N. Innocentio X. oblatum. 1653. Parisiis, Sebastian Cramoisy-Gabriel Cramoisy. 8º. 350 pp.]

El Doctor Francisco Belasco de Gouvea, Iusta aclamación de el Rey de Portugal Don Juan 4º, impresso año de 1644 en lengua portuguessa, es de a folio. [GOUVEIA, Francisco Velasco de.- Ivsta acclamação do serenissimo Rey de Portvgal Dom Ioão o IV: tratado analytico diuidido em tres partes: ordenado, e divulgado em nome do mesmo reyno, em justificação de sua acção. 1644. Lisboa, Lovrenço de Anvers. Fol. 476 pp.]

Antonio de Sousa de Macedo imprimió otro libro, año de 1645, que intituló De Portugal Libertado de el dominio injusto de los castellanos en lengua latina, es grande de a folio, y sigue en todo a Belasco, su maestro. [SOUSA DE MACEDO, António de.- Lusitana liberata ab injusto Castellanorum dominio. Restituta legitimo Principi, Serenissimo Joanni IV. 1645. Londini. Richardi Heron. Fol. 848 pp.]

Don Joseph Pellizer de Tobar Abarca, Cavallero de el horden de Santiago, coronista mayor de su Magestad, imprimió año de 1640 un papel curioso en favor de la Magestad Cathólica con sus líneas reales que tuvo para ser Príncipe de aquella Corona. [PELLICER DE TOVAR ABARCA, José de.- Sucessión de los Reynos de Portugal y el Algarbe, feudos antiguos de la Corona de Castilla. Dados en dote a Doña Teresa y Don Enrique de Borgoña. Tiranizados la primera vez por Don Iuan Maestre de Auís. Conmovidos luego por Don Antonio Prior de Ocrato. Incorporados después en la Monarquía de España por derecho de sangre, y otros ocho diuersos títulos, que justificaron la Vnión en la Real Persona del Rey Don Felipe Segundo el Prudente. Posseídos pacíficamente en el Reynado de su Hijo Don Felipe Tercero,

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el Piadoso, y últimamente sublevados por los cómplices en el leuantamiento de Don Iuan de Bragança, vsurpando la voz y título de Rey, y quebrantando la fe deuida, omenage hecho y iuramento prestado a su legítimo, verdadero, natural, y soberano Señor Don Felipe Quarto el Grande […] Presentándola en la Real Iunta de Execución Don Joseph Pellicer de Tobar Abarca […]. 1640. Logroño. Pedro de Mongastón Fox. 4º. 32 pp.]

Un anónimo anglo, que escrivió por el Rey nuestro Señor, intitulado Disertario iuridica de la sucessión de el Reyno de Portugal. Impresso año de 1644. [R.H. DOCTORE ANGLO.- De svccesione Regni Portugalleae dissertatio juridica. In qua ius Philippi Serenissimi Hispaniarum Regis prae Braganto jam intruso astruitor, et Impostura Lusitanorum in suo nupero Manifesto varie detegitur. Authore R.H. Iuris Ciuilis Doctore Anglo. 1643. Brugis Flandrorum. Ex Typ. Nicolai Breygelii. 4º. 120 pp.]

Antonio de Fuertes Viota, cathedrático en Bolonia, un Anti-Manifiestum, impresso en año de 1643. [FUERTES Y BIOTA, Antonio.- Anti-manifiesto o verdadera declaración del derecho de los señores reyes de Castilla a Portugal. 1643. Brujas de Flandes. En la casa de Nicolás Breygel. 4º. 272 pp.]

Fray Joseph La y´ nez, Predicador de su Magestad de la horden de San Agustín, haze un discurso contra Portugal en el prólogo de el libro que yntituló el Privado Christiano. [LAÍNEZ, José.- El privado christiano deducido de las vidas de Ioseph y Daniel que fueron valanzas de los validos en el fiel contraste del pueblo de Dios que escrivía al Exmo. Sor. Don gaspar de Guzmán, Conde Duque de Sanlúcar la mayor […] el maestro fray Ioseph La´ynez predicador de su Magestad de la Orden de san Agustín. […] Libro nuevo el privado christiano con los movimientos de las provincias Catalunia y Portugal […]. 1641. Madrid. En la Imprenta del Reyno. Fol.]

Fray Angelo de San Francisco y Victorio Siri, limosnero de Francia, en su Mercurio o ystoria de este tiempo. [SIRI, Vittorio.- Il Mercurio ouero historia de’ correnti tempi di D. Vittorio Siri consigliere elemosinario. 1644. Casale, Christoforo della Casa. 4º. 764 pp.]

Don Nicolás Varnuleyo, una apologia Pro domo Austriaca. [VERNULZ, Nicolas de, VERNULAEUS.- Historia Austriaca, gentis augustissimae, serenissimae, ac potentissimae archiduces, reges, imperatores breviter complexa. 1651. Lovanii, typis Hieronymi Nempaei. 8º. 112 pp.]

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Todos los modernos impressos de el año de 1641 que an salido de historias particulares tratan de el lebantamiento de el tirano Braganza, unos aplaudiéndolo y otros condenándole conforme a sus afectos, que son largos de referir y los antiguos desde la unión con Castilla. Luis y Scebola de Santa Marta en la última impressión de la Historia genealógica de la cassa Real de Francia, tratando de los Reyes de Portugal, escreve en fación de el tirano como tal balido de aquel Reyno. [SAINTE-MARTHE, Louis de, SAINTE-MARTHE, Scévole II de.- Historie généalogique de la Maison de France revue et augmentée en cette troisième (sic) edition Avec les illustres familles sorties des Reines & Princeses du Sang. 1647. Paris, Sebastien Cramoisy-Gabriel Cramoisy. 2 vols. Fol.]

Don Nicolás Fernándes de Castro, Cavallero de el horden de Santiago, del Consejo de S.M. Cathólica, su senador de Milán y consultor de el Virey de Siçília, estampó año de 1648 su Portugal convenzida con la razón para ser venzida. Autor de grandes noticias y que satisfaze bien a quanto oponen los Portugueses contra nuestro Gran Monarcha. [FERNÁNDEZ DE CASTRO, Nicolás.- Portugal convenzida con la razón para ser venzida con las cathólicas potentíssimas armas de Don Philippe IV […] sobre la iustíssima recuperación de aquel Reyno y la iusta prisión de Don Duarte de Portugal. Obra apologética, iurídico-theólogo-histórico-política […]. 1647. Milán. Por los hermanos Malatestas. 4º. 1138 pp.]

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APÉNDICE II RELACIÓN DE PIEZAS DE LA PUBLICÍSTICA IMPRESA PROFILIPINA DURANTE LA GUERRA DE RESTAURAÇÃO PORTUGUESA ADAM DE LA PARRA, Juan Apologético contra el tirano y rebelde Verganza, y coniurados, Arzobispo de Lisboa, y sus parciales, en respuesta a los doze fundamentos del Padre Mascareñas. 1643. Zaragoza. Por Diego Dormer. 4º. 101 fols. ANFONSIUS, Dominicus Pro Rege Catholico de vano et ementio Lusitaniae Regis titulo adversus alias Bragantiae Ducem ex fellonia omnis illius Ducatus iurisdictionis expertem ad excelentissimum Mediolanensem Senatum legale responsum. S.a., n.l., n.i. Fol. 14 fols. ARIAS PÉREZ, Pedro Primavera y flor de los mejores romances y sátiras que se han cantando en la corte. Añadidas diversas poesías y aora nuevamente añadido el Romance que se hizo a la entrada de Galicia en Portugal […]. 1659. Madrid. A costa de Antonio Riero, por Pablo del Val. 12º. 239 fols. BIRAGO AVOGADRO, Giovanni Battista (bajo el nombre de) Responsio iuridico.politica. Risposta giuridico-politica. […] Ad librum inscriptum Ivra Ioannis IV Portugalliae Regis, etc., a Livio Giotta, etc. In qua

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primo reijciuntur praetensiones inhiantium Coronae Portugalliae, secundo firmantur iura Sereniss. Regis Catholico super eodem Regno. Tertio probatur Rebellio et Vsurpatio Ioannis Ducis Brigantini. Quarto ostenditur nullum à Duce Brigantino assertum Legatum esse Romae recipiendum. […]. 1644. Augustae Vindelicorum [pero Milán]. Ioannis Praetorij. 4º. 103 pp. CAMPOCLARO, Marcelino de, véase PLATA, Juan de la CARAMUEL LOBKOWITZ, Juan Respuesta al manifiesto del Reyno de Portugal.[…] 1642. Anberes. En la oficina Plantiniana de Balthasar Moreto. 4º. 212 pp. Respuesta al manifiesto del reyno de Portugal. […] y en ella haze evidente demonstración del derecho del Rey D. Philippe el Prudente […] y prueba […] que el duque de Bergança no tiene ninguno a la Corona. 1665. Santangel de la Fratta. En la enprenta Obispal. 4º. 243 pp. CARAMUEL LOBKOWITZ, Juan — BANDT, Leander van der Ioannes Bargantinus Lusitaniae illegitimus rex demonstratus […]. 1642. Lovanii. Typ. Everardi de Witte. 4º. 245 pp. CARTA 1641 Copia de una carta que escrivió un cavallero de Cádiz a otro amigo suyo, en la que le da cuenta del feliz sucesso que tuvieron cinco navíos de Dunquerque contra quarenta y seys de Portugal y Francia. Sucedido en onze y doze de Setiembre de este año de 1641. 1641. Sevilla. Por Francisco de Lyra. 4º. 4 pp. CARTA 1644 Copia de carta que el […] Marqués de Torrecuso embió a su Magestad desde la ciudad de Badajoz en que le da cuenta del sucesso que han tenido sus reales armas contra el exército de Portugal en aquellas fronteras, iueves 26 de mayo deste año de 1644. 1644. Sevilla. Por Iuan Gómez de Blas. Fol. 4 pp. CARTA 1650 Copia de una carta escrita de la ciudad de Lisboa a la corte dando cuenta de las grandes presas que la Armada de Inglaterra ha hecho en la costa de Portugal y toma de Cascaes en 24 de iulio de 1650.

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1650. Granada. En la Imprenta Real por Francisco Sánchez y Baltasar de Bolíbar. 4º. 2 fols. CARTA 1658 Copia de una carta remitida desde el campo sobre Monçon, en las fronteras de Portugal, a un cavallero de esta corte, dándole cuenta de lo sucedido en quitarles a los Portugueses el socorro que querían introducir por el Miño a dicha plaça, sucedido el sábado siete deste presente mes de diziembre de 1658. 1658. Madrid. Por Iulián de Paredes. Fol. 4 pp. CARTA 1659 Copia de una carta escrita desde Monzon a un cavallero de la ciudad de Santiago. S.a. [1659], n.l., n.i. Fol. 3 fols. CARTA 1663 Copia de carta escrita de un cortesano de Lisboa a un ciudadano de Cádiz, en la que le da qüenta de las dissensiones y calamidades que en Portugal se padecen por la obstinación de los Rebeldes de aquel Reyno. Traducida de portugués en castellano por un vezino de la corte de España, año de 1663. S.a.[1663]. Madrid. Por Francisco Nieto. 4º. Copia de carta venida de Badajoz que avisa la salida del exército de su Alteza del señor Don Iuan de Austria en campaña, lunes siete de mayo de mil y seiscientos y sesenta y tres. 1663. Madrid. Por Domingo García Morrás. Fol. 4 pp. Copia de carta venida del exército en que se avisa la toma de Ébora ciudad y el feliz sucesso de las armas de su Magestad. 1663. Madrid. Por Francisco Nieto. Fol. 4 pp. 1663. Jaén. Por Joseph Copado. Fol. 4 pp. Copia de una carta escrita de la ciudad de Córdova a Don Iuan Gómez de los Ríos que impressa se remitió a esta ciudad de Granada que contiene los felizes sucessos que han tenido las católicas armas de su Magestad. Su fecha de dicha carta de 23 de iunio deste año de 1663. 1663. Granada. En la Imprenta Real de Baltasar de Bolíbar. Fol. 2 fols.

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CASTRO Y ÁGUILA, Tomás de Por la Magestad Católica. Discurso legal en defensa del derecho y sucessión del Reyno de Portugal. 1641. Antequera. Por Iuan Bautista Moreyra. Fol. 52 fols. COPIA DE UNA CARTA, véase CARTA CHUMACERO Y CARRILLO, Juan de Beatíssimo Padre, Don Juan Chumacero y Carrillo, Embaxador extraordinario de la Magestad Católica, sobre la exclusión del Obispo de la Mego (sic). S.a., n.l., n.i. Fol. 15 fols. Beatíssimo Padre, Don Juan Chumacero y Carrillo, Embaxador extraordinario de la Magestad Católica, sobre las diferencias con el Colector de Portugal. S.a., n.l., n.i. Fol. 12 fols. DEFENSA DEL DESAFÍO QUE EL DUQUE DE MEDINASIDONIA HA HECHO AL TIRANO IUAN DE BERGANZA, véase ZUMÁRRAGA, Juan de DÍAZ DE VARGAS, Francisco Discurso y sumario de la guerra de Portugal y sucesos della […]. 1644. Zaragoça. Por Pedro Verges. 12º. 101 fols. DISCOURS DE LA PAIX Discours de la paix contre le Portugais. S.a., n.l., n.i. 4º. 15 pp. DISCURSO LEGAL EN DEFENSA DEL DERECHO Y SUCESSIÓN DEL REYNO DE PORTUGAL, véase CASTRO Y ÁGUILA, Tomás ESCRÍVENSE LOS SUCESSOS MÁS NOTABLES Escrívense los sucessos más notables de la Europa, desde 15 de abril de 1660 por todo el de 1661. [Entrada que hizo el Sereníssimo Señor Don Iuan de Austria con las católicas armas de su Magestad en la campaña y tierras del rebelde de Portugal, desde el día primero de mayo desde año de 1662.] S.a. [1662], n.l., n.i. Fol. 26 fols.

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FERNÁNDEZ DE CASTRO, Nicolás Portugal convenzida con la razón para ser venzida con las cathólicas potentíssimas armas de Don Philippe IV […] sobre la iustíssima recuperación de aquel Reyno y la iusta prisión de Don Duarte de Portugal. Obra apologética, iurídico-theólogo-histórico-política […]. 1647. Milán. Por los hermanos Malatestas. 4º. 1138 pp. FRANCO DE CORA Y BAAMONDE, Manuel Exortación al Reyno de Portugal, persuadiéndole buelva a la obediencia de su Rey y Señor natural Don Felipe Quarto nuestro Señor […]. 1658. Madrid. Por Don Francisco Nieto y Salcedo. 4º. 10 fols. Memorial a la Santidad de Nuestro Beatíssimo Padre Alexandro Séptimo en que se representan las razones y fundamentos jurídicos que deven obligar a su Santidad a favorecer con las armas espirituales la causa de su Magestad Católica contra el Rebelde Portugués. 1660. Madrid. Por Francisco Nieto y Salcedo. 4º. 12 fols. FUERTES Y BIOTA, Antonio Anti-manifiesto o verdadera declaración del derecho de los señores reyes de Castilla a Portugal. 1643. Brujas de Flandes. En la casa de Nicolás Breygel. 4º. 272 pp. GARCÍA ALEXANDRE CASTILLEJO, Juan [Memorial] Señor. Don Iuan García Alexandre Castillejo […] continuando su afecto de leal vassallo y porque entiende que la discusión de algunas proposiciones que a V.Magestad tiene ofrecidas se dilata […] y también que nadale es ajeno de su professión […] el tratar del derecho de los Reynos y guerras […] de las cosas de Portugal […]. S.a. [1667], n.l. [Madrid], n.i. Fol. 12 fols. GAZETA NUEVA Gazeta nueva de lo sucedido a las Cathólicas armas de su Magestad en los exércitos de Estremadura, Castilla y Reyno de Galicia, hasta veinte de agosto de este año de 1661. 1661. Sevilla. Iuan Gómez Alas. 4º. 8 pp.

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HURTADO, Tomás Iustificación moral en el fuero de la conciencia, de la particular batalla que el Excelentíssimo Duque de Medina Sidonia ofreció al que fue de Bragança. 1641. Antequera. Por Vicente Álvarez. 4º. 24 fols. JIMÉNEZ SANTIAGO, Francisco Victorias y triumphos contra Portugal por Castilla mediante Christo Sacramentado, de el tirano revelión y sedicioso alçamiento, de la alevosía portuguesa al fin del año de 40 y de su pertinaz reveldía, alcançados por el rey más soberano del orbe, monarcha singular de dos mundos, emperador de América Phelipe IIII el Grande, prophetizados por uno y otro profeta, David Ps. 19, Abdías en toda su profecía […]. 1642. Écija. Por Luis Estupiñán. 4º. 22 pp. MASCARENHAS, Jerónimo Campaña de Portugal por la parte de Estremadura el año de 1662. Executada por el Sereníssimo Señor Don Ivan de Avstria […]. 1663. Madrid. Por Diego Díaz de la Carrera. 4º. 138 pp. [MEMORIAL] A LA CATÓLICA REAL MAGESTAD DE PHELIPE QUARTO A la Católica Real Magestad de Phelippe Quarto Rey de las Españas Nuestro Señor, que Dios guarde, como sus leales vasallos deseamos. Señor. Consiste la mayor felicidad del Príncipe en abraçar los vassallos lo conveniente a la utilidad de la República […]. S.a., n.l., n.i. Fol. 14 pp. MANIFIESTO AL REYNO DE CASTILLA Manifiesto al Reyno de Castilla junto en Cortes, en que se muestra la justicia con que la Ciudad de Ceuta desmembrada por leal de la Corona Portuguesa pretende naturaleza en los Reynos de Castilla. S.a., n.l., n.i. Fol. 6 fols. LAÍNEZ, José El privado christiano deducido de las vidas de Ioseph y Daniel que fueron valanzas de los validos en el fiel contraste del pueblo de Dios que escrivía al Exmo. Sor. Don Gaspar de Guzmán, Conde Duque de Sanlúcar la mayor […] el maestro fray Ioseph Lay´ nez predicador de su Magestad de la Orden

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de san Agustín. […] Libro nuevo el privado christiano con los movimientos de las provincias Catalunia y Portugal […]. 1641. Madrid. En la Imprenta del Reyno. Fol. LEÓN Y QUIRÓS, Cecilio Solemne invocación del supremo serafín S. Miguel […] para que assista y patrocine las armas de España […] contra sus rebeldes e invasores. Lo predicó en la […] Iglesia […] metropolitana de Granada […] en ocho de mayo de mil y seiscientos y quarenta y tres. 1643. Granada. Por Francisco Sánchez y Baltasar de Bolíbar. 4º. 22 fols. [MEMORIAL EN DEFENSA DE DIOGO SOARES Y MIGUEL DE VASCONCELOS] DESPUÉS QUE LOS SEDICIOSOS… Después que los sediciosos del Reyno de Portugal, llegando al extremo de la malicia y desvergüença […]. S.a., n.l., n.i. Fol. 18 fols. MENA Y CUETO, Francisco Pronóstico nuevo, que contiene varios secretos astronómicos y el acabamiento y destruición de los rebeldes del Reyno de Portugal, que sucedió primero de Diziembre del año passado de mil y seiscientos y quarenta, y el felize sucesso que han de tener las Católicas armas de España. Va repartido en tres puntos y al cabo lleva un Catálogo de los Reyes de España, los nombres y años de su Reynado, desde el año de seiscientos y setenta y seis, hasta el presente de mil y seiscientos y quarenta y uno. Compuesto por Francisco de Mena y Cueto, Boticario y astrónomo de esta Corte y natural de Villanueva de los Infantes, cabeça del Campo de Montiel, Reyno y Arçobispado de Toledo. 1641. Madrid. Por Iuan Sánchez. 4º. MESA, Luis de Jornada del Señor Don Ivan de Austria contra Lusitania Rebelada. Dedicada a su Alteza. Escrita por Fr. Luis de Mesa. S.a., n.l., n.i. 4º. 4 fols. PANDO CALDERÓN, Francisco De Monzón rendido, a Dios las gracias. Dióselas en esta oración el domingo 9 de febrero el Doctor Don Pedro Pando Calderón, canónigo lectoral en la santa Iglesia Chatedral de Orense. 1659. Salamanca. Por Sebastián Pérez, impresor de la Universidad. 4º.

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PEDRO DE LA PRESENTACIÓN Relación fidedigna del origen y principio que tuvo el levantamiento de Portugal, quiénes fueron los conjurados, lo qué en el discurso dél sucedió, y la coronación de su Tirano Rey, Duque que fue de Vergança. Escrita por el Padre Fray Pedro de la Presentación, Religloso (sic) Descalço que se halló a este tiempo en la Ciudad de Lisboa. Dedicada al Excelentíssimo señor Duque de Ciudad Real, Gouernador de la ciudad de Cádiz. 1642. Sanlúcar de Barrameda. Por Diego Pérez de Estupiñán. 4º. PELLICER DE TOVAR ABARCA, José de Sucessión de los Reynos de Portugal y el Algarbe, feudos antiguos de la Corona de Castilla. Dados en dote a Doña Teresa y Don Enrique de Borgoña. Tiranizados la primera vez por Don Iuan Maestre de Auís. Conmovidos luego por Don Antonio Prior de Ocrato. Incorporados después en la Monarquía de España por derecho de sangre, y otros ocho diuersos títulos, que justificaron la Vnión en la Real Persona del Rey Don Felipe Segundo el Prudente. Posseídos pacíficamente en el Reynado de su Hijo Don Felipe Tercero, el Piadoso, y últimamente sublevados por los cómplices en el leuantamiento de Don Iuan de Bragança, vsurpando la voz y título de Rey, y quebrantando la fe deuida, omenage hecho y iuramento prestado a su legítimo, verdadero, natural, y soberano Señor Don Felipe Quarto el Grande […] Presentándola en la Real Iunta de Execución Don Joseph Pellicer de Tobar Abarca […]. 1640. Logroño. Pedro de Mongastón Fox. 4º. 32 pp. PÉREZ DE GUZMÁN, Gaspar Alonso. Duque de Medina Sidonia Don Gaspar Alonso Pérez de Guzmán el Bueno Duque de la Ciudad de Medina Sidonia, Marqués y Conde, Señor de la Ciudad de San Lúcar de Barrameda, Capitán General del mar Occéano y costas de Andalucía y Exército de Portugal, Gentilhombre de la Cámara de su Magestad, Dios le guarde. Digo: Que como es manifiesto al mundo la trayción de Iuan de Vergança que fue Duque […]. S.a. [1641]. Écija. Juan de las Alas. Fol. 3 pp. PLATA, Juan de la Defensivo contra el frenesí que le ha dado a Portugal en las últimas boqueadas del año admirable de 1640. Y desengaño de la vanidad lusitana. Recetado por Marcelino de Campoclaro, Doctor de Medicina política y dieta de

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buen gobierno. Dedicado a todo humano lector, como no sea Portugués, de los reuelados al descubierto, ni de los obedientes al dissimulo. 1641. Alcalá de Henares. Por Iuan de Prado. 4º. 124 pp. RAMOS DEL MANZANO, Francisco A nuestro Santísimo Padre Alexandro VII sobre la provisión de los obispados vacantes en la Corona de Portugal. 1659. Madrid. Por Ioseph Fernández de Buendía. Fol. 120 fols. RELACIÓN 1657 Relación de la famosa vitoria que han tenido las armas de su Magestad (que Dios guarde) que están a cargo del Excelentíssimo señor Don Francisco de Totavila Duque de Sangermán, Governador del exército de Extremadura, en la recuperación de la fuerte villa de Olivença, que tenían tyranizadas las armas del rebelde de Portugal. Sucedida a 30 de mayo deste año de 1657. Y assimismo se refieren las rotas que ha recebido el exército del rebelde sobre las Plaças de Badajoz y Valencia de Alcántara. 1657. Sevilla. Por Iuan Gómez de Blas. 4º. 8 pp. RELACIÓN 1658 Relación de la famosa vitoria que han tenido las católicas armas de su Magestad, governadas por […] Don Rodrigo Pimentel, Marqués de Viana […] contra las tropas del rebelde de Portugal cerca de Villanova de Cervera este año de 1658. 1658. Granada. En la Imprenta Real por Baltasar de Bolíbar. Fol. 4 pp. Relación de la famosa vitoria que han tenido las católicas armas de su Magestad […] governadas por […] Rodrigo Pimentel Marqués de Viana […] contra las de los reveldes del Reino de Portugal. 1658. Madrid. Por Iulián de Paredes. Fol. 4 pp. Relación en que se da cuenta de todo lo sucedido al exército de su Magestad […] governado por […] Luis Méndez de Haro, desde diez y seis de octubre deste presente año de 1658 que salió de la ciudad de Badajoz para el sitio y campaña de Yelves hasta 27 de dicho mes. 1658. Madrid. Por Diego Díaz. Fol. 4 fols. Relación verdadera de la segunda victoria que han tenido las armas de su Magestad Católica (que Dios guarde) governadas por […] Marqués de

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Viana […] sobre el sitio de Monçon, contra el exército rebelde de Portugal sucedido a 12 de diziembre deste presente año de 1658. Donde se da cuenta de los bastimentos, municiones y pertrechos que le quitaron. 1658. Madrid. Por Ioseph Fernández de Buendía. Fol. 4 pp. RELACIÓN 1659 Diaria relación de lo sucedido al exército de Galicia governado por el […] Marqués de Viana, desde 28 de agosto del año passado de 1658 que entró en el Reyno de Portugal hasta 17 de febrero de 1659 que después de la toma de Monzon restauró la villa de Salvatierra. 1659. Sevilla. Por Iuan Gómez de Blas. 4º. 8 fols. Relación diaria de los grandes progressos que han tenido las cathólicas armas de su Magestad en el reyno de Galicia governadas por el […] Marqués de Viana, desde la restauración de Monzon hasta la de Salvatierra y derrotas […] al exército del enemigo […] hasta 22 de febrero deste año de 1659. 1659. Sevilla. Por Iuan Gómez de Blas. 4º. 4 pp. RELACIÓN 1661 Relación verdadera de los felices sucessos que han tenido las católicas armas de su Magestad, que Dios guarde, contra los rebeldes de Portugal, governadas por el Exmo. Señor Duque de Osuna, Capitán General de la gente de guerra por la parte de Ciudad Rodrigo. 1661. Valencia. Por Gerónimo Vilagrasa. 4º. 8 pp. RELACIÓN 1662 Diaria relación de los felizes sucessos que las cathólicas armas de su Magestad governadas por […] Don Iuan de Austria han tenido por la parte de Estremadura contra el rebelde de Portugal desde lunes ocho de mayo de 1662 […] hasta martes treinta y uno de octubre de dicho año. Refiérese el número de las plazas que en la provincia de Alentejo se han rendido. 1662. Sevilla. Por Iuan Gómez de Blas. 4º. 22 fols. Relación de los felices sucessos que han tenido las cathólicas armas de su Magestad governadas del señor Don Ventura de Tarragona, General de la Artillería, a cuyo cargo está el govierno de la fortaleza de Arronches, en la Provincia de Alentejo. Refiérese la toma de la villa de Sousel y el famoso butín que en ella hallaron nuestros soldados y assimismo la nueva pressa de

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ganado que sacó nuestra Cavallería arrimado a las murallas de la ciudad de Yelves. 1662. Madrid. Por Iulián de Paredes. Fol. 4 fols. Relación verdadera de lo sucedido a las católicas armas de su Magestad contra el rebelde de Portugal por la parte de Ciudad-Rodrigo, governadas por el […] Duque de Osuna […] donde se da cuenta de la toma de Escallon y de todo lo sucedido desde ocho del mes de iulio hasta diez y nueve de setiembre deste año de 1662. 1662. Madrid. Por Ioseph Fernández de Buendía. Fol. 4 pp. Relación verdadera y diario de los buenos sucessos que han tenido las […] armas de su Magestad […] contra el rebelde entre Duero y Miño desde el 14 de agosto hata los fines de setiembre de este año de 1662. S.a. [1662]. Madrid. Por Francisco Nieto. Fol. 4 pp. PRIMERA [-SEXTA] RELACIÓN 1662 Dos relaciones diarias, primera y segunda, de los felizes sucessos que han tenido las armas de su Magestad (que Dios guarde) contra el rebelde de Portugal entre Duero y Miño por la parte de Galicia donde se declara el número de muertos y prisioneros que ha avido en los dos encuentros este año 1662. Assí mismo se da cuenta de la gran vitoria que ha tenido el Señor Emperador contra el Turco este presente año. 1662. Valencia. Por Gerónimo Vilagrasa. 4º. 8 pp. Segunda relación diaria de la feliz victoria que han tenido las católicas armas de su Magestad (que Dios guarde) por la parte de Galicia contra el exército rebelde de Portugal, governadas por los señores D. Baltasar Pantoja y el Marqués de Penalva, y prisioneros que ha avido en los grandes encuentros que han tenido. 1662. [Granada] Con licencia en Madrid. Por D. Francisco Nieto y por su original en Granada. Por Francisco Sánchez. Fol. 4 pp. Tercera relación diaria de todo lo sucedido desde el día diez de agosto hasta 21 del dicho al exército de su Magestad en la conquista del Reyno de Portugal por la parte de Galicia, assistido y governado por […] Pedro Carrillo, Arçobispo de Santiago […] y […] Baltasar Pantoja […] y el […] Marqués de Penalva. 1662. Madrid. Por Ioseph Fernández de Buendía. Fol. 4 pp.

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Quarta relación diaria de todo lo sucedido desde el día 21 de agosto hasta el 14 de setiembre deste año de 1662 al exército de su Magestad en la conquista del Reyno de Portugal por la parte de Galicia assistido y governado por […] Pedro Carrillo, Arçobispo de Santiago […] y […] Baltasar Pantoja […] y el […] Marqués de Penalva. 1662. Madrid. Por Ioseph Fernández de Buendía. Fol. 4 pp. Quinta relación diaria de lo sucedido a las católicas armas de su Magestad […] en la frontera de Portugal, por la parte de Galicia, donde se da cuenta y declara los sucessos de mar y tierra que han passado desde el día treze deste mes de setiembre hasta el día diez y nueve del dicho, assí presas, municiones, y pertrechos, que les hemos tomado, como los navíos y baxeles y como nuestro exército está sobre Moreyra, governado por el […] Arçobispo de Santiago y […] Baltasar Pantoja […] y el […] Marqués de Penalva. 1662. Madrid. Por Ioseph Fernández Buendía. Fol. 4 pp. Sexta relación verdadera de los felices sucessos y vitorias que han tenido las armas […] del Rey […] Felipe Quarto […] governadas y assistidas por […] Pedro Carrillo de Acuña, Arçobispo de Santiago, y […] Baltasar Pantoja […] y el […] Marqués de Penalva […] desde 24 de agosto hasta 25 de setiembre que le rindió la Plaça de Moreyra. 1662. Madrid. Por Domingo García Morrás. Fol. 4 pp. RESPONDE ESPAÑA Responde España al edicto en que su Magestad (que Dios prospere) publica la justa guerra contra Portugal. S.a., n.l., n.i., 4º. 8 pp. RESPUESTA DE UN SOLDADO Respuesta de un soldado del exército de Estremadura a una carta de un ministro de Madrid en que le pide le diga lo que entiende sobre un papel de cargos que avía salido en aquella corte contra el Marqués de Caracena, sobre la campaña deste año de 1665. S.a. [1665], n.l., n.i. Fol. 12 fols. RESPUESTA QUE DIO CIERTO MINISTRO Respuesta que dio cierto ministro al rey Philipe sobre las cosas de Portugal. S.a., n.l., n.i. 4º. 5 pp.

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R.H. DOCTORE ANGLO De svccesione Regni Portugalleae dissertatio juridica. In qua ius Philippi Serenissimi Hispaniarum Regis prae Braganto jam intruso astruitor, et Impostura Lusitanorum in suo nupero Manifesto varie detegitur. Authore R.H. Iuris Ciuilis Doctore Anglo. 1643. Brugis Flandrorum. Ex Typ. Nicolai Breygelii. 41. 120 pp. RIQUELME Y QUIRÓS, Diego Sermón de la Ascensión de Iesuchristo nuestro redemptor, manifiesto el Santíssimo Sacramento, en ocasión de rogativa que la Santa Yglesia de Cartagena hizo por el buen sucesso de las armas de su Magestad […] en la conquista del reyno de Portugal. 1657. Murcia. Por Miguel Lorente. 4º. 24 fols. SÉYNER, Antonio Historia del levantamiento de Portugal por el maestro fr. Antonio Séyner del Orden de San Agustín en la Prouincia de Castilla. A Nuestro Padre Reverendísimo el Padre Maestro Frai Iuan de Santo Tomás, Confessor de la Magestad del Rei Nuestro Señor Filipe el Quarto el Grande. 1644. Zaragoça. Por Pedro Lanaja y Lamarca. 4º. 298 pp. VALENZUELA, Pedro de Portugal vnido, y separado. Escrivía el afecto español de D. Pedro de Valenzuela al Excelentíssimo Señor Don Agustín de Alencastre, Sande y Padilla, Duque de Abrantes, etc. 1659. Madrid. Por Mateo Fernández. 4º. 101 pp. VERA, Álvaro Ferreira de Origen de los reyes de Portugal. Títulos, oficios, apellidos y armas de las familias de aquel Reyno. 1646. Zaragoza. S.i. Fol. 30 fols. YÁÑEZ ORTEGA, Gonzalo Por Don Pedro de la Mota Sarmiento, Cauallero de la Orden de Alcántara, Señor de las villas de Quel y Ordeyo, y Mayordomo de la señora Princesa Margarita de Saboya, Duquesa de Mantua, Gouernadora de Portugal. En la causa que contra él trata como Fiscal, por orden de su Magestad, el señor don Francisco Zapata, Cauallero de la Orden de Calatraua, del Consejo de su Magestad en el real de las Indias. S.a., n.l., n.i. Fol. 32 fols.

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ZUMÁRRAGA, Juan de Defensa del desafío, que el Duque de Medina Sidonia ha hecho al Tirano Iuan de Vergança. S.a., n.l., n.i. 4º. 6 fols.

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6 SIN ARMAS DE NOTICIAS. MEDIOS DE CULTURA, PÚBLICO, OPINIONES COMUNES Y PODER MONÁRQUICO DE CARLOS II A FELIPE V Nicolas Chevalier publicó en Amsterdam un curioso opúsculo en el que se ocupaba de «la question, dont on dispute aujourd’hui», a saber, «si l’an 1700 est le commencement du dix-huitième siècle».1 La respuesta era, por supuesto, que todo era XVII hasta el año 1701. Para una historia cultural de lo político, al tiempo que historia política de la cultura, quizá haya que esperar un poco más para decir que da comienzo el siglo XVIII, para encontrar un hecho determinante que permita hablar de la apertura de un período completamente nuevo en la relación entre rey y reino a través de las letras. Ese hecho es la fundación de la Real Biblioteca Pública por Felipe V en 1711.2 En el preámbulo de su Fundación y estatutos se explicaba con detalle que mediante su institución lo que se pretendía era favorecer el progreso 1 Nicolas Chevalier, Lettre écrite de Nicolas Chevalier à un ami d’Amsterdam sur la question, dont on dispute aujourd-hui, savoir si l’an 1700 est le commencement du dix-huitième siècle. Avec un almanac perpetuel, frappé en medaille, et gravé en taille douce, avec l’explication necessaire pour s’en servir. Amsterdam: Chez l’Auteur, 1700. 2 Véase Elena Santiago Páez (com.), La Real Biblioteca Pública. 1711-1760. De Felipe V a Fernando VI [exposición]. Biblioteca Nacional, Madrid, 2004.

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de las artes y ciencias hispanas, al tiempo que su fundador se mostraba como un eminente amante de las letras y de los libros cuya consulta se franqueaba a «todo género de profesores».3 A su disposición se ponían, ahora, los libros que los Austrias habían reunido en el Alcázar de Madrid, en especial en su Torre Alta, así como los que Felipe V había traído consigo de Francia y, además, una serie de ricas bibliotecas incautadas durante la Guerra de Sucesión. Ni que decir tiene que los monarcas de la casa de Habsburgo habían facilitado con relativa generosidad a algunos estudiosos la consulta de los archivos y bibliotecas reales. Lo que es más, alguna de éstas, como la de la Torre Alta, parece haber servido como taller historiográfico en los que se confeccionó una parte de la propaganda real durante el 1635 polémico.4 Sin embargo, esa decisión de Felipe V de instituir un establecimiento público como era la Real Biblioteca constituye una novedad en la larga historia de la relación entre la majestad de los reyes y la sabiduría vinculada a los libros tanto por lo que supone de establecimiento abierto a los profesores como porque se espera de él que brillen artes y ciencias que redunden en un beneficio general. Si este hecho parece verdaderamente diferenciador entre Austrias y Borbones, la propaganda desarrollada a lo largo de esos años de la Guerra de Sucesión, que tiene en la inacautación de bibliotecas de austracistas para la Real Pública una suerte de simbólica consumación, puede tenerse por continuadora de los modelos y pautas del siglo XVII. Es indudable que la movilización por parte de los candidatos Felipe de Borbón y Carlos de Austria de los diferentes medios de cultura a su disposición alcanzó unas dimensiones nunca antes experimentadas, al tiempo que la propia duración y extensión del conflicto hizo madurar el debate propagandístico que, por decirlo de alguna manera, cada vez fue más consciente de su propia realidad e importancia. Sin entrar en los argumentos esgrimidos por los conteniendos, una parte de los cuales hundía sus raíces en polémicas previas, desde el 3 Fundación, y estatutos de la Librería Pública de el Rey N. Señor D. Phelipe V Rey de España. Madrid: En la Oficina de Francisco de el Hierro, 1716, p. 3. 4 Fernando Bouza, El libro y el cetro. La biblioteca de Felipe IV en la Torre Alta del Alcázar de Madrid. Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2005, «Los usos de la librería», pp. 143-165.

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punto de vista material los escenarios en los que se realizó la propaganda y los agentes que la hicieron posible se habían forjado necesariamente en el XVII. Un siglo que, por otro lado, había visto cómo iba tomando forma una nueva dimensión de la opinión y su relación con las decisiones públicas. Recuérdese que así se dejaba ver en la petición de Carlos II a Antonio Ibáñez de la Riva a propósito de cuál era el «concepto» que los «naturales» se habían formado «generalmente» del asunto de la sucesión y reparto de la Monarquía con vistas a la presumible toma de una decisión real.5 El último trecho de este libro está dedicado al análisis de la movilización propagandística durante la Guerra de Sucesión como heredera y conclusión de un largo proceso que se había iniciado mucho tiempo antes y que había tenido en el agitado reinado de Carlos II un capítulo esencial. Pero no abandonemos todavía la nueva fundación de una biblioteca que iba a ser definitivamente pública. Entre las «muchas cosas singularíssimas» que, junto a libros, instrumentos científicos, monedas y medallas, se reunieron en ella,6 y que más tarde se integrarían en el Museo de Antigüedades de la Biblioteca Nacional, se encontraba un pequeño canto rodado de forma casi oval y color blanco manchado. El bibliotecario anticuario Castellanos de Losada, responsable de la colección a mediados del siglo XIX, se refería a él como a un canto de profecía y lo suponía «labrado por los partidarios de la casa de Borbón en las célebres guerras de sucesión para fanatizar a los pueblos de Cataluña en cuyos términos se han hallado algunos iguales».7 En efecto, el guijarro presenta una sencilla inscripción que reza: «+ felipe V. a / de Reynar / 1700».

Véase supra en la Introducción a este volumen. «Juntóse de su Real orden grande copia de Libros, assí impressos, como manuscriptos, de todas Sciencias, Artes, y Facultades, Instrumentos Mathemáticos, Monedas, Medallas, y otras muchas cosas singularíssimas, dignas de la admiración, y observación de los más eruditos.» Fundación, y estatutos…., p. 4. 7 Basilio Sebastián Castellanos de Losada, Apuntes para un catálogo de los objetos que comprende la colección del Museo de Antigüedades de la Biblioteca nacional de Madrid, con esclusión de los numismáticos. Madrid: Imprenta de Sánchiz, 1847, p. 55, número 206. Ibi para la descripción de su forma y color originales. Hoy se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional, Madrid. 5 6

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Sobre la base de las informaciones de Castellanos, esta curiosa pieza habría de ser puesta en la órbita de los signos proféticos y demás prodigios de carácter propiciatorio que aparecieron entonces y de los que la publicística de la Guerra de Sucesión dio cuenta puntual.8 En la atmósfera mesiánica que también rodeó la subida al trono de Felipe de Anjou,9 ese canto «blanco manchado» en el que aparecía escrito el nombre de quien sería el nuevo rey no puede dejar de recordar el pasaje del Apocalipsis de san Juan (2:1) que anuncia que al Vencedor se le dará una piedrecita blanca, un cumulum candidum, con su nuevo nombre escrito en él.10 Sea como fuere, con su expresivo texto «+ felipe V. a / de Reynar / 1700», el canto de profecía del antiguo Museo de la Real Biblioteca Pública es una de las muestras más sorprendentes de la propaganda, de una manera u otra, escrita que fue desplegada a comienzos del siglo XVIII y que se nos han conservado. Se hubiera creído o no que el anuncio de la segura entronización de Felipe V había aparecido de forma sobrenatural sobre un canto rodado, voz de la tierra y del agua labrada por el tiempo providencial y pausadamente, esta escritura-presagio no parece mal principio desde el que dirigirnos hacia los usos de la cultura escrita en los años de la fundación de la Real Librería, culminación ésta de textos, libros y lecturas. 8 Véase David González Cruz, Guerra de religión entre príncipes católicos. El discurso del cambio dinástico en España y América (1700-1714). Madrid: Ministerio de Defensa, 2002, máxime los epígrafes «Profecías y revelaciones» y «Presagios, augurios y señales extraordinarias». Cfr. Augustin Redondo (ed.), La prophétie comme arme de guerre des pouvoirs (XVe-XVIIe siècles). Paris: Presses de la Sorbonne Nouvelle, 2000. 9 Véase, como ejemplo, José Antonio Ibáñez de la Rentería y Montiano, Ensayos de vaticinios reales de las dos coronas, unos cumplidos y otros por cumplir, en gloria de la Augusta Casa de Borbón. París: S. Langlois, 1712. Otro excelente testimonio del profetismo, del Abad Joaquín a Nostradamus, aplicado a la realeza de Felipe V se encuentra en el manuscrito L’estat present des nations Chrestiennes comparé aux marques que l’ecriture donne des derniers temps avec la correspondance qu’ont les predictiona de plusieurs illustres personages à leurs signes. Dedié à Philipe V Roy d’Espagne. À Paris, l’année 1726. El códice se encontraba entre los libros que fueron de Isabel de Farnesio y hoy se conserva bajo la signatura Ms. 6600 de la BNE. Sobre el frecuente uso de recursos proféticos por parte de los partidarios del Archiduque Carlos, véase González Cruz, Guerra de religión…, cit. 10 «Vicenti dabo manna absconditum, & dabo illi calculum candidum: & in calculo, nomen novum scriptum, quod nemo scit, nisi qui accipit» [«Al vencedor le daré el maná escondido, y una piedrecita blanca, sobre la que hay escrito un nombre nuevo, que no conoce nadie más que el que lo recibe»].

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Ni que decir tiene que con mucha mayor frecuencia, aunque quizá con menor capacidad de fascinación, la propaganda de la Guerra de Sucesión recurrió a medios y soportes más comunes, en especial, sermones, estampas y panfletos.11 Lo hizo, desde luego, con enorme profusión. Si creemos al padre Juan Navarro Vélez, quien nos ha dejado una expresiva evocación de cómo se recibió la noticia de la designación de Felipe V, parecería haberse producido una suerte de carrera por obtener el retrato del nuevo rey. El antiguo defensor de las poesías de sor Juana Inés de la Cruz aseguraba que la «veneración» que de inmediato había despertado el primer Borbón se mostraba: «[…] aún en la menudencia de buscar en todas las casas, o el Retrato, o la Estampa de su Magestad, dándose cada casa y cada familia muchos parabienes de la dicha, y de la honra de tenerla, y formando amorosas competencias, sobre quién la avía tenido primero, con más decente adorno, y quál era más parecido y más propria».12

A este respecto, Elena Santiago13 ha señalado que una de las primeras medidas adoptadas en 1700 fue disponer de suficientes retratos de Felipe de Anjou con los que satisfacer la expectante curiosidad de sus nuevos súbditos, a la que, añadimos nosotros, responderían las amorosas 11 Para el análisis de los discursos propagandísticos desplegados a lo largo de la Guerra de Sucesión remitimos a María Teresa Pérez Picazo, La publicística española en la Guerra de Sucesión. 2 vols. Madrid: CSIC, 1966; Franz Matsche, Die Kunst im Dienst der Staatsidee Kaiser Karl VI: Ikonographie, Ikonologíe und Programmatik de «Kaiserstils». 2 vols. Berlin: Walter de Gruyter, 1981; Miguel Morán Turina, La imagen del rey. Felipe V y el arte. Madrid: Nerea, 1990; Virginia León Sanz, Entre Austrias y Borbones. El Archiduque Carlos y la monarquía de España (1700-1714). Madrid: Sigilo, 1993; Elena de Santiago Páez, «En busca de un semblante. El retrato de Felipe V», en El Real Sitio de La Granja de San Ildefonso. Retrato y escena del rey [exposición], comisariada por Delfín Rodríguez Ruiz. Madrid: Patrimonio Nacional, 2000, pp. 81-89; Rosa María Alabrús, Felip V i l’opinió dels catalans. Lleida: Pagés, 2001; y Ricardo García Cárcel, De los elogios a Felipe V. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002. 12 Juan Navarro Vélez, «Aprobación [Sevilla, 12 de mayo de 1707]», en Jerónimo de Porras Vicentelo de Leca, Marqués de la Torre de Gines, Antídoto de la memoria y de la verdad contra el veneno de la falsa doctrina de natural oposición que entre España y Francia ha publicado la emulación de las naciones. Sevilla: Lucas Martín de Hermosilla, 1707, sin paginar. 13 Santiago Páez, «En busca de un semblante…», cit.

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competencias a las que se habrían entregado los sevillanos y que describía el Padre Navarro. Por supuesto, la única forma de conseguir el gran número de imágenes que se necesitaba, y en el más breve plazo de tiempo, era recurrir a los grabados, llegándose a retocar algunas estampas anteriores del de Anjou para presentarlo, como ahora convenía, ataviado a la española.14 En términos generales, el uso de retratos reales en la Edad Moderna, como mostró Louis Marin a propósito de los de Luis XIV,15 no sólo tenía que ver con lo meramente descriptivo, sino que se convertía en un auténtico y eficaz instrumento de propaganda. La difusión de retratos del Borbón como nuevo rey español servía para dar a conocer masivamente su pretensión al trono, al tiempo que la justificaba, pues Felipe de Anjou ya era representado con los signos propios y reconocibles de un Rey Católico al que se debía obediencia y sumisión. Por supuesto, el Archiduque Carlos de Austria también se hizo retratar como nuevo Carlos III y Rey Católico, respondiendo con sus propias imágenes a las de su rival. Ese enfrentamiento visual corrió parejo al textual que, al mismo tiempo, se libraba en un sinfín de publicaciones y que también dio comienzo en el mismo año 1700. Al comentar un revelador pasaje de un pamphlet proborbónico,16 González Cruz ha llamado la atención sobre las dimensiones enormes del empeño propagandístico de los defensores del Archiduque Carlos. El pasaje en cuestión, tomado de una Mogiganga de mogigangas oportunamente traído a colación por este autor, señalaba que los austracistas habían puesto su confianza «más, que en agregar Soldados, en esparcir papeles, que luego se venden a tres reales arroba para las especias», continuando: «Y si lo que tú, y los tuyos avéis consumido en impresiones, se huviera aplicado a gastos de guerra, pudierais tener muy aumentado el

Idem, id., p. 84. Louis Marin, Le portrait du roy. Paris: Minuit, 1981. 16 Sobre el concepto véase el capítulo «What is a pamphlet?» en Joad Raymond, Pamphlets and pamphleteering in early modern Britain. Cambridge: Cambridge University Press, 2003, pp. 4-26. 14 15

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Exército. Vino la Armada del Norte al Puerto el primer año de la guerra, y esparció unos Despachos en forma de Bulas, expedidos por la Reyna Ana (Cabeça de la Anglicana Iglesia). Baxa el año siguiente la misma Armada, a fomentar el levantamiento de Nápoles, y introduze en la Italia otras quantas resmas de papel. Llegan a las Indias Esquadras enemigas, y hazen lo mesmo. Viene este año el Archiduque, y desembárcase la Flota de papeles».17

Sin duda, el número de papeles favorables a la candidatura del futuro Carlos VI fue inmenso, tanto porque los austracistas pusieran especial empeño en el recurso a las prensas tipográficas como porque en la propaganda del Archiduque confluyeron diversas propagandas. Así, se nutrió de textos provenientes del Sacro Imperio, los territorios italianos o la propia España, pero también de sus aliados, como Portugal o Inglaterra, en especial de esta última, donde la tradición de pamphleteering era muy pujante. Lo spartimento del favoloso leone de Francesco Tucci, cuyas dos partes aparecieron con pie de imprenta de Colonia 1700 y 1701, era una de esas obras que intentaban demostrar que Felipe de Anjou no era más que un intruso y que el trono español respondía con todo derecho a la casa imperial de los Habsburgos.18 Por supuesto, los partidarios de Felipe V no tardaron en responder con la aparición, en Milán, de La tromba di ribellione spezzata, en la que se la calificaba de «libro sedizioso».19 En el curioso grabado que le sirve de frontispicio, sobre la trompa, rota, que ya no podría llamar a la rebelión contra el legítimo heredero de la Monarquía de Carlos II, figura un pequeño retrato de Felipe V, por supuesto, a la española. Pero el librito que publicó Marcantonio Pandolfo Malatesta guarda una pequeña sorpresa: tras el preceptivo «il fine» que Citado por González Cruz, Guerra de religión…, p. 19. Francesco Tucci, Lo spartimento del favoloso leone verificato dal Re di Francia nella divisione della Monarchia di Spagna. Colonia: s.i., 1700; Lo spartimento del favoloso leone verificato dal Re di Francia nella intrusione del Duca d’Angio alla Corona di Spagna con il giusto diritto dell’Imperatore e della sua Casa a questa corona. Parte seconda. Colonia: s.i., 1701. 19 La tromba di ribellione spezzata. Risposta ad un libro sedizioso intitolato lo spartimento del favoloso Leone per difesa de diritti del Re Cattolico Filippo V sopra la corona di Spagna. S.l. [Milano]: n.i. [Marcantonio Pandolfo Malatesta?], n.a. [1703?]. 17 18

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cierra la obra, una mano ha escrito «Vive Philippe solo. Vive in utro Polo».20 No suelen ser habituales testimonios como éste que nos indican cuál era la recepción que se brindaba a los alegatos publicísticos por parte de los lectores a quienes, a la postre, estaban dirigidos. Por ello, esa expresiva marginalia no carece de interés, como también lo tiene que en un ejemplar de Lo spartimento de Tucci una nota manuscrita haga constar que lo había distribuido el conde Salvatore Magnan Colona y, lo que es más, que lo había hecho «per ordine di Sua Maestá Cesarea».21 Por tanto, no cabía duda sobre quién era el inspirador último de la difusión práctica de la obra y, si no, quizá, de su publicación, sí de su publicidad. De por sí, la retórica que envuelve a los productos editoriales, sean impresos o manuscritos, está llena de connotaciones de publicidad y, asimismo, de recepción, entusiasta o negativa, por parte de los lectores. Sus reglas, sin duda, las conocían bien los responsables de una nueva obra, sea el autor, el impresor y el librero a cuya costa se edita o el escritor profesional que vende sus traslados manuscritos.22 Recurrir a la difusión de textos con fines propagandísticos y polémicos ya supone, de hecho, estar reconociendo la existencia de un público que era el constituido por los lectores, en cuyos circuitos, en vez de novelas, devociones o historias, se introducen manifiestos, alegatos y demás escritos de ocasión. Que se entraba en esa suerte de juego lo deja bien claro el pasaje citado de la Mogiganga de mogigangas, burlándose de que los escritos que habían esparcido los austracistas no eran atendidos por sus presumibles lectores y, vendidos al peso, servían poco más que «para las especias». Se convertirían, entonces, imaginamos en papeletas, esos cucuruchos de cartón o de papel de estraza en los que se envolvían confites y demás mercaderías, hechos con los papeles de la peor calidad. 20 Idem, id., p. 131. La locución «in utro» parece ha de entenderse como «en uno y otro». 21 «Distribuito dal Conte Salvatore Magnan Colonna per ordine di Sua Maestá Cesarea fidelissimo suddito». Lo spartimento… Parte seconda. BNE 3/404132. 22 Cfr. Christian Jouhaud y Alain Viala (eds.), De la publication entre Renaissance et Lumières. Paris: Fayard, 2002.

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Ya han sido citados los beneficios que la propaganda podía reportar a los monarcas, en cuanto al incremento de su autoridad, preeminencia y capacidad de acción personal, pero quedaría todavía por calibrar cuáles fueron todas las consecuencias de ese continuo recurso a la publicística polémica que se produjo a medida que avanza la Edad Moderna. También parece más que probable que, como venimos argumentando, hubiese tenido repercusiones sobre la creación y ampliación de espacios públicos de discusión y opinión, cuyos efectos en la comunidad política y su relación con los poderes a largo plazo son de enorme relevancia.23 Desde el punto de vista de una historia cultural y política, esa voluntad propagandística de los poderes no constituía por sí misma ninguna novedad,24 como hemos tenido ocasión de ver a propósito del largo enfrentamiento hispano luso de 1640 a 1668. Pero, por poner ahora el ejemplo de otro conflicto bélico, diplomático y de resonancias políticoconstitutivas generado también sobre la, digamos, ocasión de un pleito dinástico, recordemos el caso de la Sucessão de Portugal de 1580. Como se sabe, entre 1578 y 1581, la disputa sobre quién debía ocupar el trono de los Avís a la muerte de D. Sebastián y de D. Enrique I convocó a copistas, tipógrafos y, en menor medida, artistas gráficos que sirvieron para difundir las obras de eruditos, juristas, predicadores y, en general, autores de toda índole cuyos objetivos no eran muy distintos a los que Felipe de Borbón y Carlos de Austria pretenderían conseguir a partir de 1700. No obstante, hay dos elementos que aparecen en la contienda dieciochesca y que no cabía encontrar en un conflicto de pamphlets del XVI como la Sucesión de Portugal. Se trata, de un lado, de la posibilidad de recurrir, en lo instrumental, a publicaciones periódicas impresas, del tipo de las gacetas o los mercurios, de una eficacia muy superior a la que se podía alcanzar mediante las cartas de nuevas o los avvisi de casi siglo y 23 Cfr. Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. Barcelona: Gustavo Gili, 1981. 24 Véase Teófanes Egido, «Opinión y propaganda en la corte de los Austrias», en José Alcalá-Zamora y Ernest Belenguer (coords.), Calderón de la Barca y la España del Barroco. 2 vols. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001, I, pp. 567-590.

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medio atrás. De otro lado, las dimensiones y el carácter de la opinión y del espacio públicos que cabía y había que movilizar a comienzos del XVIII eran mucho más amplios y de estructura mucho más compleja. La serie de grandes contiendas publicísticas que se sucedieron a lo largo del XVII fueron de importancia capital, tanto para incorporar al arsenal de los combatientes a los gaceteros y sus multiformes productos tipográficos como, lo que es más importante, para la paulatina definición de ese espacio público. Nos referimos, de nuevo, a esas contiendas de palabras y papel que suscitaron la Guerra de Treinta Años, las Frondas francesas, la Commonwealth inglesa o las revueltas que vivió la Monarquía Hispánica durante la Crisis de 1640, por no entrar en las propagandas, más cercanas al fin de siglo, desplegadas alrededor de la realeza de Guillermo y María en las Islas Británicas o del enfrentamiento de Luis XIV con las potencias de la Liga de Augsburgo. Dejando a un lado el contenido exacto de la propaganda, también habría que reconocer el impacto de otras polémicas que vinieron a mostrar los muchos frutos que se podían obtener del recurso a prensas y tórculos, sin olvidar la omnipresencia de la oralidad en una edad que lo fue de la elocuencia. Nos referimos a la rica tradición de la publicística de carácter confesional, tanto en su perfil de polémica entre credos distintos como en su dimensión misional, y a la de carácter erudito vinculada a la construcción de una cosmopolita República de las Letras. Dos siglos y medio después de la aparición de la imprenta en Europa, en suma, la continuada experiencia de esas polémicas confesionales, eruditas y políticas había propiciado el establecimiento de una estructura material en la que entraban impresores, grabadores, libreros y eruditos, lo suficientemente madura, plural y diversificada a escala continental como para ser capaz de producir y poner en circulación no importa qué contenidos. Nicolas Chevalier, el del opúsculo sobre cuándo empezaba exactamente el siglo XVIII, fue uno de tantos publicistas bregado en el commercium litterarum seiscentista que editó o escribió él mismo distintos opúsculos relacionados con el enfrentamiento originado por la disputa del trono español. Una somera consideración de su trayectoria profesional puede ser muy elocuente para comprobar cómo la propaganda

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de la Guerra de Sucesión se insertó materialmente en una estructura bien asentada tanto en sus circuitos como en sus agentes y productos. Igualmente, parece pertinente presentar su caso como un exponente de la publicística que se estaba haciendo a escala europea, pues no ha de olvidarse que, más allá de la experiencia hispana, la Guerra de Sucesión, y con ella la propaganda y la información, tuvo dimensiones internacionales. Nacido en Sedan hacia mediados del siglo XVII y a lo que parece ministro protestante, Chevalier huyó a las Provincias Unidas después de la revocación del Edicto de Nantes,25 instalándose primero en Amsterdam y después en Utrecht. En estas dos ciudades compaginó las actividades de medallista y de anticuario, publicando como marchand libraire sus propias obras y algunos títulos de gran éxito, como las atrevidas Memoires de le Marquis de Montbrun de Gaetien Courtilz de Sandras. Es importante destacar que el ambiente en el que se movía Nicolas Chevalier en las Provincias Unidas era el de los exiliados franceses, vinculados al libertinage erudito, que se volcaron en la edición de publicaciones periódicas, obras filosóficas y relatos no muy edificantes desde la perspectiva ortodoxa. Así, además de editar a Sandras, nuestro impresor publicó, por ejemplo, Les avantures de la Madona et de François d’Assise del, también exiliado, Jean Baptiste Renoult.26 De la variedad de las producciones del propio Chevalier da buena cuenta el siguiente anuncio aparecido en el número de 8 de abril de 1700 de la Gazette d’Amsterdam de Jean Tronchin Dubreuil: «On trouve chez Nicolas Chevalier marchand Libraire sur le Rokin, une Lettre écrite de *** à un Ami d’Amsterdam sur la Question, si l’an 1700, est le commencement du 18. Siècle. Avec un Calendrier perpétuel en médaille et en taille-douce. Plus un Traité des Jubilés avec des considérations; et toutes les médailles frappées au sujet des 14 Jubilés qui ont été 25 Dictionnaire de Biographie Française. Paris: Librairie Letouzey et Ané, 1959. VIII, col. 1069. 26 Jean-Baptiste Renoult, Les avantures de la Madona et de François d’Assise, recueillies de plusieurs ouvrages des docteurs romains, écrite d’un style récréatif en même temps capable de faire sentir le ridicule du papisme sans aucune controverse. Amsterdam: N. Chevalier-J. Thirel, 1701.

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célébrés, avec d’autres figures des Églises. Plus un nouveau Traité de l’Ambre gris, avec la description de la Pièce que la Chambre d’Amsterdam a reçue pesant 182 l. On trouve aussi chez lui toutes sortes de livres nouveaux et de médailles curieuses».27

Además de evocar su negocio de libros y medallas, en la noticia de la Gazette se mencionan tres opúsculos de Chevalier que parecen muy característicos de su producción y que en todos los casos habían sido impresos en su propio establecimiento. Encontramos, de un lado, la antes citada disertación acerca del comienzo del siglo; de otro, un tratado sobre el abuso introducido en la celebración de los jubileos romanos;28 y, por último, una descripción de la sala de ámbar gris de la cámara municipal de Amsterdam y de las virtudes de este producto que llegaba de las Indias Orientales.29 Nicolas Chevalier se dirigía a un amplio público que pretendía conocer las últimas cuestiones de actualidad en la República de las Letras internacional. Ese público, curioso y educado, tanto podía interesarse por la medalla que un magistrado de Gouda había hecho labrar con motivo de la Paz de Ryswik30 como por la resolución de algún enigma anticuario, del estilo del que supuso esa pieza de bronce hallada en las cercanías de Roma «proposé ensuite aux curieux de l’antiquité pour tâcher d’endécouvrir l’usage».31 27 Cito por la edición electrónica de la Gazette d’Amsterdam, dirigida por Denis Reynaud y C. Thomas, Centre d’Etude du dix-huitième siècle, UMR LIRE, Lyon. «Gazette du jeudi 8 avril 1700», http://www.ish-lyon.cnrs.fr/labo/LIRE/18-Amsterdam2.htm. 28 Nicolas Chevalier, Le jubilé de l’an MDCC publié para la bulle d’Innocent XII du 28 mars 1699 ou considérations sur cette bulle pour montrer l’abus des jubilez qui se célèbrent depuis quatre cens ans dans l’Église romaine. Le tout enrichi d’un fort grand nombre de médailles et de tailles douces. Amsterdam: Chez l’Auteur, 1701. 29 Nicolas Chevalier, Description de la piece d’ambre gris que la Chambre d’Amsterdam a receue des Indes Orientales, pesant 182 livres, avec un petit traité de son origine & de sa vertu. Amsterdam: Chez l’Auteur, 1700. 30 Nicolas Chevalier, Dissertation sur la medaille que le venerable magistrat de la ville de Gouda a fait frapper au sujet de la Paix de Ryswik. Amsterdam: Chez l’Auteur, 1699. 31 Nicolas Chevalier, Remarques sur la pièce antique de bronze trouvée depuis quelques années aux environs de Rome et proposé ensuite aus curieux de l’antiquité pour tâcher d’endécouvrir l’usage. Amsterdam: Wolfgang, 1694.

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Él mismo pertenecía por derecho propio a esa comunidad cosmopolita en la que ganó fama como medallista y anticuario, destacando por haberse ocupado de ordenar distintas colecciones de gabinete mediante el diseño de unos curiosos muebles expositores en los que se depositaban las piezas. Así, habría ofrecido a sus lectores tanto el catálogo de la «Chambre de Raretés» de Utrecht, de la que se había ocupado por orden de los magistrados de la ciudad y de los Estados de la Provincia,32 como el de la «Gallerie d’Antiquités» de la Bolsa de Amsterdam, que, por cierto, se podía visitar «tous les matins depuis 9 jusqu’à une heure aprés midi & depuis 2 jusqu’à 7 heures & demie du soir».33 Se trataba de obras que, con frecuencia, contaban con ilustraciones y, en esto, es conocida la relación de nuestro marchand libraire con el célebre grabador Romeyn de Hooghe, con quien colaboró en su monumental Histoire de Guillaume III Roy d’Angleterre.34 Esta obra, que respondería al género de las histoires métalliques, es una suerte de suma de la producción de Chevalier, pues se presenta como una colección de todos los «monumens publics» relacionados con Guillermo III de Orange, ofreciéndose un compendiado relato biográfico del monarca a través de la reproducción de todas las medallas, las inscripciones y los arcos triunfales con los que se habían conmemorado los diferentes episodios de su vida. Con su innegable experiencia como medallista, impresor y librero, acostumbrado a trabajar con grabadores y buen conocedor de los circuitos a través de los cuales se difundían las novedades dentro de la República de las Letras, Nicolás Chevalier adoptó su producción a las necesidades y demandas de la Guerra de Sucesión. De esta forma, pasó a ocuparse, por ejemplo, de las hazañas del Duque de Marlborough, a publicar relaciones de las campañas militares por años que se ilustraban 32 Nicolas Chevalier, Recherche curieuse d’antiquités venues d’Italie, de la Grece, d’Egypte, & trouvés à Nimegue,[…] Contenant plusieurs bas-reliefs, statues de marbre & de bronze, inscriptions antiques, couloirs, talismans, lampes, […] que l’on voit dans la Chambre de Raretez de la Ville d’Utrecht sur le Canal dans l’Amonitiehuys […] le tout mis en ordre par Nicolas Chevalier. Utrecht: Chez l’Auteur, 1700. 33 Nicolas Chevalier, Catalogue de toutes les raretez qui se montrent dans la Gallerie d’Antiquitez au dessus de la bourse à Amsterdam […] mis en ordre par Nicolas Chevalier. Amsterdam: Chez l’Auteur, 1700. 34 Amsterdam: s.i., 1692.

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con estampas de todas las medallas que habían sido acuñadas para celebrar sus distintos sucesos e, incluso, se hizo editor de mapas en los que «on a marqué les batailles et les villes qui on été prises», lo que permitiría seguir el desarrollo de la contienda con precisión.35 En suma, Nicolas Chevalier pasó de ofrecer noticias eruditas a distribuir nuevas de actualidad poniendo a disposición de los contendientes, en su caso especialmente de los aliados, la experiencia alcanzada como avezado publicista de la República de las Letras a caballo de los siglos XVII y XVIII. Así, hasta el trienio 1712-1714 en el que la ciudad en la que estaba asentado acogió a los diplomáticos de los tratados que habrían de empezar a poner el punto final al conflicto. De un lado, editó la relación de los nombres de los plenipotenciarios, con sus armas, libreas y residencias36 y, ya en 1714, el texto del tratado de paz firmado entre Felipe V y Holanda.37 Pero también habían salido de sus prensas las diversas Demandes specifiques presentadas por el Emperador, los Estados Generales de las Provincias Unidas, la Reina de la Gran Bretaña, el Rey de Prusia y el de Portugal, así como un curioso Journal d’Utrecht concernant les presentes negotiations de la paix, obras teatrales, como la comedia La kermesse «joüée au Congrès d’Utrecht le 35 Nicolas Chevalier, Explication des médailles et des inscriptions qui son autour du portrait de mylord Jean Churchil, prince du Saint Empire, duc de Marleborough. Utrecht: Chez l’Auteur, 1704 ; Nicolas Chevalier, Relation des campagnes de l’année 1708 &1709 avec une explication de toutes les medailles qu’on a frappées sur ce sujet & avec reflections sur des Medailles frappées en France contre les Alliés, & autres monumes publiques dressés à l’honneur & gloire de ce Monarque. Enrichie de figures. Utrecht: Chez l’Auteur, 1710; y Recueil de pièces authentiques pour la parfaite connaissance des dernières révolutions d’Espagne et autres pièces concernant les affaires du Nord. Avec figures. Amsterdam: N. Chevalier, 1701; Guillaume La Vasseur, Señor de Beauplan, Regni Poloniae et Ducatus Lithuaniae, Voliniae, Podoliae, Ucraniae, Prussiae, Livoniae et Curlandiae […] exacta delineatio. Utrecht: N. Chevalier, 1710. 36 Nicolas Chevalier, Liste des noms et qualitez de leurs Excellences mes seigneurs les plenipotentiaries, envoyés et ministres publics, qui se trouvent au Congrès de la paix générale à Utrecht avex leurs armes, livrées et demeures. Utrecht: Chez l’Auteur, 1713. 37 Traité de paix entre sa Magesté Catholique Philippe V et leurs hautes puissances les seigneurs Etats Generaux conclue à Utrecht 26 juin 1714. Utrecht: Nicolas Chevalier, 1714.

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23 juillet l’an 1712»,38 y diversas relaciones de las fiestas organizadas por los plenipotenciarios destacados en la ciudad. Si repasamos la producción de Nicolas Chevalier podremos comprobar tanto su volumen como, lo que más nos interesa destacar, las variadas formas y géneros a través de los que se pudieron seguir las novedades de un conflicto bélico, jurídico y diplomático a comienzos del XVIII. Nuestro marchand libraire ofreció desde mapas a comedias, hizo grabar estampas y medallas, editó los textos de los tratados y de sus preliminares, dio a conocer los nombres de los embajadores y mostró sus galas e, incluso, sus fiestas. El arco amplísimo que las artes de la tipografía y del grabado podían brindar queda muy bien reflejado en el sumario catálogo de productos editoriales que acabamos de presentar y, lo que es más, quienes recurrieron a esas artes parecen haber sido plenamente conscientes de su importancia, de su necesidad y de su eficacia. Una de las relaciones de Nicolas Chevalier se ocupaba de los festejos que João Gomes de Silva, Conde de Tarouca y representante de Juan V de Portugal, había organizado con motivo del nacimiento del futuro José I.39 De esa celebración nos ha dejado un curioso testimonio el embajador español en Utrecht, Duque de Osuna, quien se apresuró a escribir a la corte madrileña para explicar que, a fe de cortesano, había permitido a su rival lusitano que colocase algunas luminarias en la residencia que ocupaba en la ciudad.40 Ya en París, donde preparaba su equipaje antes de dirigirse a Utrecht, Francisco María de Paula Téllez Girón, buen amigo de presentarse en público con todo lujo, se mostraba preocupado por «el tren que a echado el Portugués [i.e. Tarouca]», insistiendo en que «no a de permitir su Magestad que su plenipotenciario sea menos».41 Por eso no nos ha de extrañar que nuestro activísimo Nicolas Chevalier también sea el res38 Robert, La kermesse ou foire d’ Utrecht, comédie par Mr. R***. Utrecht: N. Chevalier, 1712. 39 Nicolas Chevalier, Relation des fêtes que son Excellence Monseigneur le Comte de Tarouca a données au sujet des naissances des deux Princes de Portugal. Utrecht: Chez l’Auteur, 1714. 40 AGS, Estado, legajo 6176. 41 AGS, Estado, legajo 4313.

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ponsable de una Relation «avec figures» de las brillantes fiestas que el Duque de Osuna organizó con motivo del vigésimo cumpleaños de Felipe V y del nacimiento de su hijo Fernando, el futuro Fernando VI en 1713.42 En cuanto a su género, la obrita, publicada ya al año siguiente, responde formalmente al clásico modelo de la carta de relación. Así, su autor finge que una de las invitadas le había rogado que escribiese «una ample Description pour satisfaire la Curiosité d’une Dame de vos Amies, qui aime passionnement ces magnificences d’éclat d’Illuminations, de Bals, & de Somptueux Soupers».43 De esta forma, la Relation se presenta como el traslado de una larga y fehaciente carta manuscrita dirigida a una desconocida Mademoiselle que, confiada a la imprenta, todo el mundo podría, sin embargo, conocer. Como bien se indicaba en su misma portada, el autor se había preocupado de acompañar la relación con varias estampas. Una representaba los jeroglíficos dispuestos en la fachada del hôtel que ocupaba el embajador español, la sede de la bailía de la Orden Teutónica de los Países Bajos; otra, el banquete que se había servido a sus puertas, en la Springweg; y la tercera dejaba ver el interior de la gran sala de Commanderie en plena fiesta, tan iluminada, espléndida y suntuosa como le gustaban a la curiosa amiga de Mademoiselle. En esa estampa se distinguen algunas figuras artificiosamente disfrazadas, pues la fiesta del Duque de Osuna se vio amenizada por la aparición de varias masques. Una de ellas no podía ser más curiosa: se trataba de un correo, «fort propre», representando en el momento de hacer entrega al Embajador un pliego en forma de carta que contenía los versos de un Auspicio sobre el nacimiento del infante Fernando. La Relation se detiene en describir el disfraz del correo/máscara de la siguiente manera: 42 Nicolas Chevalier, Relation des fêtes que son Excellence Monseigneur le Duc d’Ossone a données au sujet de la Naissance du Prince Ferdinand de Castille le lundi 9 d’Octobre 1713. Et le jour de Naissance de sa Majesté Catholique Philippe V Roi d’Espagne, &c., &c., &c. le 21 de Décembre 1713 avec figures. Utrecht: Chez l’Auteur où l’on trouve toutes sortes de Medailles & livres à vendre, 1714. Cito por el ejemplar de la BMAE 11787(2) que fue de Isabel de Farnesio. 43 Idem, id., p. 7.

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«Il avoit eu écrit à trois endroits de son Chapeau Nouvelles, sur le bras l’Exprès, & à sa Poche les Lettres. Il sortoit de sa bouche une Banderolle de parchemin sur laquelle on lisoit; semper honos, nomenque tuum laudesque manebunt. Virgil. Eclog. 4 (sic). On vous donnera des Louanges éternelles».44

Cubierto de noticias impresas o manuscritas —lettres, exprès, nouvelles— y con su banderola de pergamino que augura la pervivencia de una memoria augusta, en este extraordinario y festivo disfraz quedan evocados los dos grandes servicios que la escritura, asociada a la imagen, podía reportar al poder de un príncipe: información y reputación. O, mejor dicho, esa cuidada y eficacísima combinación de la una y la otra sobre la que descansa la propaganda.45 Como ya se ha dicho, durante los largos años de la Guerra de Sucesión, ambos bandos en contienda habían dado buena cuenta de su capacidad para recurrir a toda clase de medios, escritos y visuales, para dar a conocer los propios avances diplomáticos o militares, sin olvidar la necesaria publicación de las derrotas ajenas, y para proclamar la innegable justicia de la pretensión de los herederos de un trono vacante y discutido. No es de extrañar, por tanto, que en unas fiestas organizadas precisamente allí donde se firmó una parte capital de los tratados que pretendían poner punto final al conflicto hiciese aparición la máscara del correo revestido de nuevas. De alguna manera, las fiestas del Duque de Osuna y la misma publicación de la Relation «avec figures» de Nicolas Chevalier son un capítulo, último o casi último, de la propaganda entonces desplegada. Si consideramos la correspondencia que el embajador Téllez Girón iba remitiendo a Madrid desde Utrecht, encontramos que está llena de referencias a distintas formas de circulación de noticias. Por ejemplo, entre sus cartas del año 1714 aparecen gacetines manuscritos que eran remitidos a la corte, así como algunos ejemplos de courants, las publicaciones periódicas que se imprimían en distintas ciudades de las Provincias Unidas, como La Haya, Haarlem y Leyden.46 Unos y otros habrían podido Idem, id., p. 13. La cita virgiliana procede de Aeneidos 1, 609 y Eclogae 5, 78. Con los dibujos originales de Stijns, se encuentran en la KBB, Handschriftenkabinet, Ms. 12336-7. 46 En AGS, Estado, legajo 6176 aparecen piezas de la s’Gravenhaegse Vrydaegse Courant, s’Gravenhage: by Anthoni Pauw, 1714 [10 de julio]; Oprechte Haerlemse 44 45

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adornar el disfraz del correo fingido de las fiestas que publicó Chevalier y en el que querríamos ver ejemplificada la conciencia de la utilidad que la publicística tenía para quienes recurrían a ella. Sin embargo, la difusión de esas gacetas septentrionales había sido objeto de múltiples recelos en la España filipista. En un suelto aparecido en 1702 se puede leer que «estas relaciones [las gacetas del norte] no tienen más autoridad que la que les participan los Hereges, y están prohibidas semejantes autoridades». Tan duro juicio aparece en unas Reglas generales para reconocer las casas de los mal contentos, que se han de quemar en llegando el caso de apurarse la paciencia Española en obsequio de su Rey.47 Como reza su título, se trata de unas indicaciones que vendrían a señalar cómo identificar «las casas de los mal contentos» que, llegado el caso, habrían de quemarse. De hecho, las Reglas ilustran muy bien los distintos medios a los que se podía recurrir a comienzos del XVIII para expresar una opinión «en disputas políticas», como textualmente se dice en ellas. Así, de un lado, se insiste en el escrutinio de las palabras, llamando a fijarse en quiénes «hablan mal del govierno presente», «dudan qualquiera noticia feliz» o «publican noticias poco favorables», así como en quiénes difunden lo que se ha leído en las «Gazetas del Norte». La última de las indicaciones advierte sobre la necesidad de mirar las expresiones de júbilo o desánimo, pues: «[…] sea regla general, el andar con cuydado los días de correo para reconocer en los rostros (que son índices de los corazones) los que se alegran con los sucessos adversos, y se entristecen con los prósperos, porque éstos son enemigos declarados».48

Dingsdaegse Courant. Haarlem: by Abraham Casteleyn, 1714 [24 de julio]; y Extraordinaire Leydse Woensdagse Courant. Leyden: by Jacob Huysdoynen, 1714 [25 de julio]. 47 S.l. [Granada?]: n.i., n.a. [1702]. Las Reglas van fechadas en Granada, 5 de septiembre de 1702. 48 Ibidem.

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Hay que hacer hincapié en que estas Reglas testimonian un reconocimiento expreso de la existencia de disputas políticas generalizadas, cuya discusión se nutría, ante todo, de las nuevas de la Guerra, siendo la llegada del correo un momento especial en el que leer, ver y oír. Pero, además, el suelto de 1702, tan lejano a las composiciones cosmopolitas de Nicolas Chevalier, es un llamamiento a la acción, no sólo una proclamación de los supuestos derechos de uno de los candidatos al trono. Al frente de Luzes de el desengaño y destierro de tinieblas, un papel favorable a Felipe V aparecido también en pleno conflicto sucesorio, figura una concisa exposición de los motivos que habían llevado a su anónimo autor a componerlo. Según esto, los destinatarios de la obrita no eran ni los habitantes de la corte ni los de las ciudades, sino «los pobres labradores, y demás gente, de que se componen los Lugares».49 Al faltarles el ocio que, se asegura, permitían disfrutar los «empleos» de la corte y de las ciudades, quienes vivían en pueblos y lugares carecían también de noticias. Por ello, conocían tan sólo lo que oían decir a los difidentes locales, eternos disgustados y malcontentos que buscaban «sedicionar los ánimos sencillos» con «la manía de nulidades de derechos, parentescos, llamamientos, y otras quimeras».50 El papel que daba luces y desterraba tinieblas pretendía disipar las dudas sobre los derechos hereditarios de Felipe de Anjou que habrían sido sembradas por malcontentos entre «los pobretes mis amigos». Si éstos se habían hallado hasta entonces «sin armas de noticias»,51 ahora podrían armarse de ellas para proclamar que el amor que naturalmente sentían por Felipe V estaba justificado por la innegable legitimidad sobre la que el nuevo monarca basaría su realeza. Merece la pena recalcar algunos extremos de esta sugerente exposición de motivos. De un lado, se vincula expresamente la adquisición de noticias relativas al conflicto sucesorio con la posibilidad de disfrutar de 49 Luzes de el desengaño, y destierro de tinieblas. S.l. [Madrid]: n.i. [Hallaráse en casa de Fernando Monge, Mercader de Libros, en frente de las Gradas de San Phelipe el Real] n.a. [c. 1705]. «Motivos de este papel», p. 1. 50 Ibidem. 51 Luzes…, p. 2.

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ocio, algo que, repárese, sólo podría hacerse en la corte o en las ciudades. El establecimiento de semejante vinculación parece indicar que las noticias en cuestión se obtenían bien mediante prácticas de lectura de textos escritos, que se leían o se oían leer, bien mediante la frecuentación de los espacios y establecimientos públicos de conversación existentes en los medios urbanos. De otro lado, el autor proclama que su papel se destina a armar de noticias no a todos los vasallos del rey en general, sino específicamente a los habitantes de las pequeñas poblaciones. Así, se revelaría la existencia de una suerte de estrategia que discernía espacios y destinatarios de la información, urgiendo, en este caso, a no dejar inermes a los lugareños ante las supuestas falsedades propaladas por los difidentes locales. En términos de historia de la comunicación, la primera observación tiene que ver con la conciencia de que determinadas prácticas culturales o de sociabilidad estaban relacionadas con la formación de opinión; la segunda, con la necesidad de arbitrar formas de propaganda que la modificasen o la mantuviesen. Luego volveremos sobre estos dos puntos, pero ahora conviene insistir en que las Luzes de el desengaño se presentan, y se justifican, como un texto destinado expresamente a reforzar la lealtad de los labradores. Heredera de la literatura satírica de la segunda mitad del siglo XVII, llena de patanes, primos, aldeanos y niños, la publicística de la Guerra de Sucesión también rebosa de personajes de «parola» tosca como Perico y Marica.52 Por ejemplo, en 1701, el «patán de Caramanchel» volvió a la palestra para contradecir los «papelones» y metió su «cucharada» como «poeta antiguo» en defensa de Felipe V,53 a quien también saluda «un niño loco», pero leal vasallo, que escribe un romanceado coloquio veraz «dándole la enhorabuena» de su «llegada a la corte».54 52 Mercedes Fernández Valladares, Catálogo bibliográfico y estudio literario de la sátira política popular madrileña (1690-1788). Madrid: Universidad Complutense, 1988. 53 El patán de Caramanchel despierta que estava dormido a los gritos de tantos papelones y como poeta antiguo mete también su cucharada en sus frasses contradiziendo a todos en este romance. S.l.: n.i., 1701. 54 Un niño loco, y leal vassallo de su Magestad le remite desde el Hospital de Zaragoza este coloquio de la verdad al gran monarca del mundo y su Rey el señor D. Felipe

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Ni que decir tiene que, ni en el XVII ni en el XVIII, tan recurrente presencia de lo popular, valga la expresión, puede considerarse poco más que una forma retórica tras la que se esconden autores letrados, que, siguiendo una antigua tradición literaria, se servirían de rústicos, niños y locos como de las máscaras más adecuadas para dotar de verosimilitud, inocencia y desinterés a sus escritos. Otra cosa es que algunas de esas composiciones hayan podido llegar a tener una efectiva difusión entre los iletrados o en medios no cortesanos o urbanos. Sin embargo, algunas piezas de comienzos del siglo XVIII, como las mencionadas Luzes de el desengaño, dicen dirigirse a esos grupos. Así, Luis Belluga y Moncada, cuya importancia en la publicística de la Guerra de Sucesión es incuestionable,55 dio a la imprenta, por ejemplo, una carta a los fieles de su obispado cuyo contenido no es, por otra parte, muy distinto al del papel antes citado, en la que señala que está destinada «principalmente a la gente sencilla».56 A través de cartas similares a ésta, en la que se llegaba a afirmar que era sacrilegio decir que el Archiduque Carlos era el legítimo sucesor al trono, el Cardenal Belluga forjó un estrecho lazo entre la ortodoxia y la defensa de Felipe V. En otra carta pastoral, fechada en Murcia en agosto de 1706, llegaba a calificar de guerra de religión a la contienda, a propósito de una imagen mariana de una pedanía murciana que habría llorado cuando los aliados asaltaban la ciudad de Alicante.57 Íntimas, cartas pastorales y otros textos eclesiásticos destinados a los curas de almas sí que debieron resultar de extraordinaria eficacia Quinto (que Dios guarde) dándole la enhorabuena de su Reyna y llegada a la corte [romance]. S.l. [Zaragoza]: n.i., 1701. 55 Pérez Picazo, La publicística…, cit. 56 Luis Antonio Belluga y Moncada, Cardenal Belluga, Carta que escrive a los fieles de su obispado principalmente a la gente sencilla, previniéndoles del riesgo de dar crédito a una falsa doctrina y error que en conversaciones privadas y hasta en el confessonario mismo en esta ciudad y algunos lugares de la Diócesi se ha pretendido sembrar. Murcia: Vicente Llofrin, s.a. [1706?]. 57 Luis Antonio Belluga y Moncada, Cardenal Belluga, A nuestros muy amados en Christo los fieles de esta Diócesi [Murcia, 18 de agosto de 1706]. Valladolid: Fernando Zepeda, s.a. Sobre la consideración del conflicto sucesorio como una guerra de religión, cfr. González Cruz, op.cit.

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para la difusión general de la propaganda a favor de los contendientes. Aunque su tradición impresa no parece haber sido muy larga, también hundía sus raíces en el siglo anterior, en el que algunos prelados hicieron imprimir escritos de esa naturaleza para el conocimiento general de los fieles de sus diócesis. Así, fray Alonso de Santo Tomás, Obispo de Málaga, hizo imprimir distintas de estas cartas pastorales destinadas a ser leídas a los feligreses de su diócesis y en las que los convocaba, entre otras muchas cosas, a celebrar la liberación de Viena por los imperiales en 1683.58 De la misma forma que, como ya hemos señalado, una parte de la publicística internacional de la Guerra de Sucesión se fundamentó en la estructura material que había propiciado la República de las Letras y las polémicas de pamphlets del siglo XVII, esta otra propaganda para gente sencilla parece deberle mucho al recurso a las prensas tipográficas que la pastoral y la misión religiosas venían practicando desde tiempo atrás. Lo interesante es que, ahora, parece que ese circuito confesional, que ya conllevaba el uso de lo tipográfico en su particular propaganda fidei, fue utilizado para movilizar la opinión de amplios sectores de la población a los que de otra manera era difícil acceder y que, por supuesto, no podrían ser alcanzados por publicaciones de mayor fuste editorial. El término difidente que se empleaba con insistencia en las Luzes de el desengaño y destierro de tinieblas no deja de estar aureolado de un aire que también es confesional. Amigo de exponer sus motivos, el autor de este papel también nos ofrece una definición de qué y quiénes son los difidentes, a saber: «una especie de gente, que con la esperança de que reyne otro, viven atormentados»,59 más conocidos con los nombres de «Fanáticos, Sebastianistas, Cerveceros, Servilleteros».60 Lo habrían sido los partidarios de Juana la Beltraneja y los Comuneros, así como aquellos

58 Alonso de Santo Tomás, Carta pastoral del Ilustrissimo y Reverendíssimo Señor D.F. Alonso de S. Tomás, obispo de Malaga […] a los fieles de su Obispado exortándolos a hazimiento de gracias en ocassión del triunfo que tuvieron las Armas Cesáreas y católicas contra las Otomanas el dia 12 de Setiembre de 1683…. S.l. [Málaga]: n.i., n.a. [1683]. 59 Luzes de el desengaño… p. 6. «Difinición quiditativa, o essencial de los Difidentes». 60 Idem, p. 8.

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que ansiaban la venida de Don Juan José de Austria a la corte de Carlos II y, poco después, lo criticaban con pasquines, porque para ellos «nunca ay Príncipe bueno; y que con la esperança de que reyne otro, viven atormentados, y con la possessión arrepentidos».61 Dos décadas después de la aparición de las Luzes de el desengaño, se abrió, en 1726, una causa secreta para descubrir quién era el autor de unas «expresiones falsas» que afirmaban que Felipe V «se volvía a retirar», como ya había hecho dos años antes al abdicar en su hijo Luis I, cuya repentina muerte, como se sabe, había obligado al rey padre a ocupar de nuevo el trono. Las averiguaciones no parecen haber llegado al fin esperado, pero, no obstante, se tomaron declaraciones en distintos lugares de Valladolid en los que la gente se reunía en busca de diversión y, lo que es más, de conversación. Así, fue visitada la casa de trucos que regía Pedro Abadía y se dio orden para que también fuesen interrogados los caballeros principales de la ciudad «que se juntan por semanas en sus casas».62 Los lugares señalados para averiguar quién difundía aquellos rumores sobre una supuesta nueva abdicación real estaban muy bien elegidos y parecen venir a confirmar la observación de Luzes de el desengaño a propósito de la vinculación de ocio y la generación de noticias que podían acabar por crear opinión. Sin duda, representaban espacios de sociabilidad de una larga tradición en la España moderna. Los establecimientos públicos en los que se practicaban juegos, como el de los trucos, están perfectamente documentados desde el siglo XVI,63 aunque es poco todavía lo que sabemos sobre otros lugares similares, las llamadas casas de conversación en las que se comía, se jugaba o se oía música y que frecuentaban, por ejemplo, el tahúr y el glo61 Idem, p. 9. No obstante, el autor no desaprovecha la ocasión de evocar que los «Difidentes Comuneros» se movilizaron contra los abusos de los «alemanes» que formaban parte de la corte que acompañó a Carlos V hasta España. 62 ARCV, Causas secretas, Caja 6-7. 63 Anastasio Rojo ha publicado la existencia en Valladolid en 1590 de una de estas casas en las que se cruzaban apuestas y en cuyo mobiliario entraban nada menos que doce bancos para los espectadores. Anastasio Rojo Vega, El Siglo de Oro. Inventario de una época. Salamanca: Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, 1996, p. 412.

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tón retratados por Juan de Zabaleta en su El día de fiesta por la mañana.64 Las casas de conversación debieron de ser similares a los garitos, lugares donde, ante todo, se jugaba, pero que también se evocan como la escena de murmuraciones y rumores, como en estos versos del entremés Del cortesano de Cáncer: «En un garito entrar, grande o pequeño, / y de cualquier materia hacerse dueño; / despedirse diciendo con voz quieta, / «Fuerte día es el día de estafeta».65 Por su parte, esas reuniones semanales a las que asistirían los caballeros vallisoletanos evocan el mundo conversable y liberal de la cultura nobiliaria del que saldrían tanto las academias como las tertulias y los salones.66 Por supuesto, no hay duda sobre que las materias políticas y de actualidad siempre habían sido tratadas en conversación. Consideremos, por poner sólo un ejemplo, los asuntos de los que se ocupaba, «en la botica a las tardes», el amante del romance «Agora que estoy de espacio» de la Flor de varios y nuevos romances, publicada en Lisboa en 1592. Jugando y hablando con el alcalde y el cura, «governava de allí el mundo, / dándole a soplos ayuda / a las Católicas velas, / que el Mar de Bretaña sulcan. / Y hecho otro nuevo Alcides, / trasladava sus colunas, / de Gibraltar a Iapón / con el segundo Plus Vltra. / Dava luego buelta a Flandes, / y de su guerra inportuna, / atribuía la palma / a la fuerça, y a la industria».67 Como vemos, los habituales de esa «botica» de romance gobernaban desde ella el mundo, ocupándose con todo detalle de las empresas de Felipe II. 64 Las citas a casas de conversación se encuentran en los capítulos x, «El tahúr», y xiii, «El glotón que come al uso». Sobre una «casa de juego y conversación» abierta en la Plasencia de 1661, véase AHN, Consejos suprimidos, legajo 30380, causa por la muerte del regidor Alonso Centeno. 65 Jerónimo de Cáncer, «Entremés del cortesano», en Ramillete de entremeses y bailes. Nuevamente recogido de los antiguos poetas de España. Siglo XVII. Edición de Hannah E. Bergman. Madrid: Castalia, 1984, p. 282. 66 Resultan extraordinariamente interesantes las observaciones sobre las academias nobiliarias del XVI que se hacen en Santiago Martínez Hernández, El Marqués de Velada y la corte en los reinados de Felipe II y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del Siglo de Oro. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2004. 67 Mario Damonte (ed.), Las fuentes del Romancero General (Madrid, 1600). XIII. Flor de varios y nuevos romances. Primera, segunda y tercera parte. Textos de Pedro Moncayo y Pedro de Flores (Lisboa, 1592). Madrid: Real Academia Española, 1971, p. 119.

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Los testimonios de esta naturaleza menudean a lo largo de toda la alta Edad Moderna española y, ni que decir tiene, la historiografía política se ha ocupado de analizar convenientemente la mudable respuesta de los Reinos a las decisiones de sus Reyes. Así, la historia de la crítica a los monarcas de la Casa de Austria, expresada en sátiras, pasquines, proposiciones de cortes, conspiraciones o revueltas, no deja lugar a dudas sobre la existencia de formas de oposición mejor o peor organizadas. Varios son los elementos que parecen haber contribuido a que a lo largo del XVII se fuese prestando una mayor atención a las opiniones comunes.68 De un lado, la institucionalización de la figura del valimiento, que de alguna manera separaba al monarca del gobierno efectivo y, de esta manera, abría un campo en el que la opinión discordante respecto a las decisiones del privado quedaba legitimada; de otro, las revueltas de 1640 cuyo calado y duración generaron una ingente publicística en la que participaron particulares animados a aportar su consejo a la resolución de los males de la Monarquía; y, por último, la política de facciones cortesanas, en especial en el reinado de Carlos II y alrededor de Don Juan José de Austria, período de auténtica eclosión de la literatura satírica y en el que se atisba ya un reconocimiento práctico a la posibilidad de fundamentar una trayectoria palatina sobre la base del apoyo de miembros del estamento popular. Veamos a este respecto, por ejemplo, algunas noticias extractadas del Diario de noticias de 1677 a 1678 recogido en uno de sus tomos de misceláneas por Juan Antonio de Valencia Idiáquez que fue publicado dentro de la Colección de Documentos Inéditos: «[Febrero de 1678] La publicación de la resolución que se ha tomado en la causa de Valenzuela, ha dado a mostrar diversas caras y afectos en todos: unos la aprueban, otros la abominan, diciendo, exponerle a la incapacidad de indefenso por lo distante que le apartan [Manila], y se sueltan tanto, que se conoce hay muchos corazones valenzuelistas, durándoles todavía el calor de aquella exhalación. […] [Julio de 1678] Háblase mal, y con poquísimo decoro, del Gobierno de S.A. [Juan José de Austria]. Los que más han vertido esta 68 Véase cap. 5. Cfr. Alexandra Halasz, The marketplace of print. Pamphlets and the public sphere in early modern England. Cambridge: Cambridge University Press, 1997.

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ponzoña son los mismos criados de D. Juan, viendo que a unos ha colocado y a otros no. Había además una tertulia, cuyos tertulianos se ocupaban en satirizar todo lo de D. Juan. […] El pueblo pone sus esperanzas en el duque de Osuna para que lo liberte de D. Juan de Austria. Osuna se deja conducir del halago popular».69

Es, sin duda, el ambiente de los difidentes malcontentos evocado en las antes citadas Luzes de el desengaño que, recuérdese, consideraba este momento del reinado de Carlos II como un antecedente de lo que se vivía durante la Guerra de Sucesión. El caso lo genera la llegada a la corte de Juan José de Austria y la caída de Fernando de Valenzuela, cuestión sobre la que «todos» parecen opinar. Mientras una tertulia, sin duda un cenáculo cortesano, satiriza cruelmente a su Alteza, antes tan deseado, el Duque de Osuna, con pretensiones a alcanzar la preeminencia en la corte, se deja conducir por el «halago popular», pues «el pueblo pone sus esperanzas» en él. No lejos de halagar al pueblo tampoco habría estado el mismo Fernando de Valenzuela, si creemos el testimonio de José del Olmo en el proceso abierto al otrora poderoso valido. Según el maestro de obras: «El dicho don Fernando pocos días antes de la pasqua de navidad de 76 dijo al testigo que priviniese a los albañiles para que estubiesen apercividos con armas para quando se les mandase y estubiesen prontos (porque se esperaba según lo que se dezía una rebolución grande) para estar a los del Rey quando se les llamasse».70

En esas circunstancias, podría empezar a hablarse de una verdadera opinión pública llamada a jugar un papel en las mudanzas del gobierno y resulta muy elocuente que la concesión del privilegio de la Gazeta a Francisco Fabro de Bremundán date, precisamente, de esa coyuntura.71 69 Diario de noticias de 1677 a 1678. Décima sexta parte de las misceláneas y papeles varios curiosos y manuscritos de D. Juan Antonio de Valencia Idiáquez. CODOIN LXVII. Madrid: Imprenta de Miguel Ginesta, 1877, pp. 132-133. 70 AHN, Consejos suprimidos, legajo 50557. Declaración de José del Olmo, 1677. 71 Cfr. Javier Díez Noci y Mercedes del Hoyo, El nacimiento del periodismo vasco. Gacetas donostiarras de los siglos XVII y XVIII. Donostia: Eusko Ikaskuntza, 2003, con la bibliografía a la que remiten.

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Merece ahora la pena recordar aquella definición de lo público de Sebastián de Ucedo, en una obra dedicada a Osuna, para quien «el público es una masa política de voluntades y de cuerpos enlaçados en una misma vida, para conseguir una misma felicidad».72 Las noticias sobre las maniobras de Osuna y su dejarse «conducir del halago popular» están tomadas, como dijimos, de uno de los tomos de las misceláneas de Valencia Idiáquez, en concreto del que hacía el número dieciséis de su colección.73 En efecto, este Regidor Perpetuo de Salamanca se dedicó a formar volúmenes misceláneos en los que fue reuniendo una extraordinaria colección de los papeles que corrían en la España de la segunda mitad del siglo XVII. La compilación de variorum y papeles varios fue una práctica muy extendida durante esa centuria y las series que se conservan, entre otras, las de Jerónimo de Ataíde, Diego de Riaño o Jerónimo Mascarenhas,74 son similares a la que reunió Juan Antonio de Valencia Idiáquez, aunque en ésta, que cubre también los años de la Regencia de Mariana de Austria y del valimiento de Don Juan José, el número de textos, en especial los satíricos, se incrementa considerablemente. 75 La atención por él desplegada hacia toda clase de menudencias, escritos, cartas de nuevas, sátiras, coplas, gacetas, avisos, folletos, copias de pasquines, etc., etc. que pueden encontrarse en los distintos tomos conservados de sus misceláneas76 es buena prueba de que, entre la curiosidad y la información, se consideraba importante la recogida de esos papeles de evidente publicidad. S.l. [Milán?], n.i., n.a. [1670?], p. 98. El volumen original es BNE, Ms. 2289. 74 Citamos estas colecciones de variorum reunidas durante el reinado de Felipe IV y primeros años del de Carlos II a título de ejemplo entre las muchas existentes. La que reunió Ataide se encuentra hoy repartida entre la BNE y la lisboeta Biblioteca da Ajuda; la de Diego de Riaño en el Archivo de los Condes de Bornos; y también en la BNE, donde se conoce como Tomos de Varios, la de Mascarenhas. Este último fue reuniendo pacientemente sus papeles para realizar unos Anaes de Portugal. La colección de Mascarenhas ingresó en la Biblioteca Real Pública borbónica formando parte de la riquísima colección del Duque de Uceda. 75 Cfr. Fernández Valladares, op.cit. 76 Aparte de la BNE, la parte principal de la colección de misceláneas de Valencia Idiáquez se encuentra en la Bodleian Library de Oxford. 72 73

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Las alusiones a la producción, difusión y lectura de este tipo de obras de ocasión en el mundo de las facciones de corte de finales del siglo XVII son muy numerosas, pero, sin embargo, son más raras las observaciones sobre la recepción de textos concretos por parte de las tertulias antes citadas. Por eso, merecen destacarse alusiones como la que aparece en el ya mencionado Diario de noticias sobre que «tertulianos» de 1677, cuando se hablaba de los signos de arrepentimiento y modestia mostrados por Valenzuela, leían «un libro muy estimado», cuyo título era «Fisonomía de la virtud»,77 es decir, la Fisonomía de la virtud y del vicio al natural, sin colores ni artificios del jesuita Antonio de Castro;78 o esa advertencia que figura al frente del Atlas abreviado de Frans van Aefferden, de 1696, y que, expresamente, encarecía que los mapas allí reunidos servirían para seguir los acontecimientos de las guerras europeas en las tertulias donde «gustan de leer las novedades y gazetas».79 La publicística desplegada durante la Guerra de Sucesión partía de la experiencia del reinado anterior y aquellas las Luzes de el desengaño y destierro de tinieblas lanzaban sus reproches contra los difidentes que, herederos también de los usos políticos impuestos a finales del siglo XVII, pretendiesen arrastrar hacia el Archiduque a los labradores y gente sencilla. Por supuesto, ellas buscaban hacer lo mismo, pero en dirección contraria, con «los pobretes mis amigos», objeto disputado de propagandas enfrentadas. Y, sin dejar todavía, este revelador papel proborbónico, recordemos que la mejor manera de lograr su objetivo era, expresamente, armar de noticias a los que carecían de ellas o sólo disponían de las que les ofrecían los malcontentos. 1724, el año de la renuncia al trono de Felipe V y del corto reinado de Luis I, ha sido considerado un momento crucial en la historia espaDiario de noticias…, p. 109. «Jueves 15 de abril [1677]». La primera parte de esta obra fue publicada en Valladolid: Por Joseph de Rueda, 1676; la segunda, en Burgos: Por Juan Antonio de Arriete y Lecea, 1678. La observación del Diario se refiere, obviamente, a la primera parte. La obra del Padre Castro enseñaba, en efecto, a dudar de la disimulación cortesana como una forma de enmascarar los verdaderos sentimientos. 79 El atlas abreviado o compendiosa geografía del mundo antiguo y nuevo ilustrada con cuarenta y dos mapas. Amberes: Por Juan Duren, 1696. 77

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ñola de la opinión pública. Como mostró Teófanes Egido, a partir de entonces «Felipe V ya no será admitido por todos» y el cúmulo de sátiras aparecido a lo largo de aquel año y los siguientes marcó el afianzamiento del recurso a la difusión masiva de papeles y otros textos similares como una forma «de expresar sus exigencias» por parte de los distintos grupos con intereses políticos en liza.80 En julio de ese año, la jovencísima reina Luisa Isabel de Orléans, la hija del Regente, se vio envuelta en un escándalo de corte.81 En las Mémoires del Mariscal de Tessé se explica cómo Luis I ordenó que su esposa pasase al Alcázar de Madrid, quedándose él en el Buen Retiro, «avec défense de l’en laisser partir, non plus que de son appartement, et de permettre qu’elle parlât à d’autres qu’à la comtesse douairiere d’Altamira, sa camarera-mayor, et au marquis de Valero, son majordome; elle ne fut accompagnée d’aucunes dames, mais seulement de quelques camaristes choisies entre celles que lui étoient le moins agréables».82 Vicente Bacallar y Sanna, por su parte, relata el hecho señalando que «esta pública demostración y desapego» duró apenas unos días y que Luis I «con papeles circulares dio cuenta de los motivos que para esto había tenido».83 En una carta dirigida al Duque de Benavente, se avisaba puntualmente del suceso, que había conmocionado a la corte, y se anunciaba que en Madrid «todo son discursos sobre esta reclusión de la Reyna», pero también que habría pronto más noticias, pues «se está haziendo un manifiesto para el público».84 La reclusión de una persona real en el Alcázar

80 Teófanes Egido, Opinión pública y oposición al poder en la España del siglo XVIII (1713-1759). Valladolid: Universidad de Valladolid, 2002, «2.5. El gran cambio de la opinión (1724)». Las citas provienen de la p. 146. 81 Véase Alfonso Danvila, El reinado relámpago. Luis I y Luisa Isabel de Orléans (1707-1742). Madrid: Espasa Calpe, 1952. 82 Mémoires et lettres du maréchal de Tessé contenant des anecdotes et des faits historiques inconnus, sur partie des règnes de Louis XIV et de Louis XV. Tome second. Paris-Strasbourg: Treuttel et Würtz, 1806, p. 362. 83 Vicente Bacallar y Sanna, Comentarios de la guerra de España e historia de su rey Felipe V, el Animoso. Edición y estudio preliminar de Carlos Seco. Madrid: Atlas, 1957, p. 359. 84 Carta de Don Jerónimo Pimentel al Duque de Benavente, Madrid, 12 de julio de 1724. SN-AHN, Osuna, Cartas, Legajo 159/11-2.

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madrileño no constituía una novedad,85 pero sí que se esperase que el rey diese al público un manifiesto que la explicase. Es en esas nuevas condiciones en las que se produjo la fundación en el propio palacio de una Librería Real que sería Pública y «cuyas puertas estubiessen patentes a todo género de Professores».86 Aplicado a una biblioteca hispana, el término no era, en modo alguno, nuevo, aunque sí para las regias. La justificación de su apertura como una forma de promover el avance del conocimiento y de las letras se aviene bien con esa definición que, recuérdese, Sebastián de Ucedo había hecho del público como «una masa política de voluntades y de cuerpos enlaçados en una misma vida, para conseguir una misma felicidad».87 Para el bien general de sus súbditos, Felipe V accedía, en suma, a compartir con los estudiosos los volúmenes que antes aureolaban de sabiduría la majestad de los reyes. Entre esos libros se encontrarían ya los papeles, pamphlets y obras de polémica propagandística que habían sido publicados durante los años de la Guerra de Sucesión. Así, si consideramos, por ejemplo, el contenido de la magnífica biblioteca de Isabel de Farnesio, encontraremos el Antídoto de la memoria, en cuyos prolegómenos Navarro Vélez hablaba de la amorosa competencia por poseer retratos del nuevo rey, o la Tromba di ribellione spezatta, con la que se daba respuesta al Spartimento del favoloso leone, así como textos de la publicística internacional, como Les intérets d’Angleterre mal entendus dans la guerre présente de Jean Baptiste Dubos (Amsterdam, 1704) o la anónima Conduite du Comte de Galloway en Espagne et en Portugal (Rotterdam, 1711), sin olvidar esos cuarenta tomos que se describen en los inventarios como «Requeil des gazettes depuis 1706 a 1716»88 o la Relation de las fiestas de Utrecht organizadas por el Duque 85 Por excelencia, recuérdese el caso del Príncipe Don Carlos, cuyo encierro en el palacio fue comunicado a través de cartas particulares de Felipe II a distintos potentados y dignidades. 86 Fundación y estatutos…, cit., p. 3. 87 Ut supra nota 72. 88 Cathalogue des livres de sa Magesté la Reyne quy se trouvent dans sa nouvelle Bibliothèque du Pallais Royal du Retiro. BNE, Ms. 8413 y 8414. Las entradas para las obras reseñadas son las siguientes: BNE, Ms. 8413, «Conduite du Conte de Galovay en Espagne et en Portugal», p. 41; «Interetz d’angletterre mal entendus», p. 136;

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de Osuna con su disfraz de correo que compuso el infatigable Nicolas Chevalier.89 Estas obras también habrían de entrar en la colección de la Biblioteca Real Pública cuyos fondos accedía a compartir la Monarquía con los sabios. Se sumarían allí a impresos y manuscritos de todas las ciencias, artes y facultades, instrumentos matemáticos, monedas, medallas y otras muchas cosas singularísimas, dignas de admiración y observación. Entre ellas, un sencillo canto rodado, profético y propagandístico, en el que todavía se puede leer «+ felipe V. a / de Reynar / 1700».

«Tromba di rebellione spezzata difenza du driti del Re Catolico ph. V», p. 249; «Requeil des gazettes depuis 1706 a 1716», p. 220. BNE, Ms. 8314, «Antídoto de la memoria y la verdad», p. 112. 89 Como se indicó supra, el ejemplar de la reina se encuentra en la Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores, encuadernado con La conduite des cours de la Grande-Bretagne et d’Espagne (Amsterdam, 1719).

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ÍNDICE ONOMÁSTICO Abadía, Pedro 201 Abrantes, duque de, véase Alencastre, Agostinho de Acevedo y Zúñiga, Manuel de, conde de Monterrey 33 Adam de la Parra, Juan 160, 165 Adame, Michael 24 Aefferden, Frans van 206 Aguirre, linaje de Loja 85 Agustín, santo 128 Agustín, Miguel 119 Ahumada, Juan de 28, 37n. Alamanni, Luigi 119 Alarção, Afonso de 137 Alarção, Jose Soares de 137 Alarção, Martin Soares de 137 Alba, duquesa de, véase Enríquez de Toledo y Guzmán, María Alba, duquesa de, véase Mendoza, Mencía de Albornoz, Diego Felipe 38 Alcalá, duque de, véase Enríquez de Ribera, Fernando II Alciato, Andrea 125 Alencastre Noronha Silva, Fernando 158

Alencastre, Agostinho de, duque de Abrantes 132, 149 Alencastro, Francisco Luís de 139 Alenquer, marqués de, véase Silva y Mendoza, Diego Alfonso VI, rey de Portugal 134 Almeida, Gregorio de 145 Almeida, Manuel de 139 Almirante de Aragón, veáse Mendoza, Francisco de Alonso de León 18 Alonso de Santo Tomás 200 Alonso Calderón, Juan 27, 146-147, 159 Alonso de Herrera, Gabriel 119 Alonso Martínez, Jerónimo 18 Altamira, condesa de, véase Aragón y Benavides, Ángela Álvarez de Toledo, Juan, conde de Oropesa 89 Amiel, Miquel Joan 107 Ana I, reina de Inglaterra 185 Ana de Austria, reina de España 78 Ana de Austria, reina de Francia 86 Andrés de Uztarroz, Juan Francisco 22n., 68n., 69, 70n. Anfonsius, Dominucus 165

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Aragón y Benavides, Ángela, condesa de Altamira 207 Aranda, conde de, véase Ximénez de Urrea, Luis Aranda, condesa de, véase Padilla, Luisa Arcos, conde de, véase Lasso de la Vega, Pedro Arias Pérez, Pedro 165 Astorga, marqués de, véase Osorio, Alonso Ataíde, Jerónimo de, marqués de Colares 68-70, 205 Austria, Alberto de, archiduque 85, 99, 100 Austria, Baltasar Carlos de, príncipe 25, 138 Austria, Carlos de, príncipe 42 Austria, Felipe Próspero de, príncipe 32 Austria, Fernando de, cardenal infante 71, 96n. Austria, Isabel Clara Eugenia, archiduquesa 100, 138 Austria, Juan José de 22, 37-38, 81, 85, 145, 201, 203-205 Austria, Juana de, princesa de Portugal 78 Avellaneda, Juan de 16 Avís, Luis de, infante 73 Bacallar y Sanna, Vicente 207 Báez Macías, Eduardo 152 Bandt, Leander van der 166 Baños de Velasco, Juan 129 Barbosa, Pedro de Vasconcelos Brito 139 Bárcena, Francisco de la 103n. Barclay, John 38, 125 Barrionuevo, Jerónimo de 81 Bassus, Cassianus 119 Bautista, Lorenzo 15n.

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Bazzano, Nicoletta 79 Beaumonte, Juan de 97 Bedoya, Gregorio 29 Beja, Diogo Machado de 139 Belluga y Moncada, Luis Antonio 199 Benavente, duque de, véase Pimentel, Antonio Francisco Benavides Padilla y Corella, Francisco, conde de Santisteban del Puerto 80 Benavides y de la Cueva, Diego de, conde de Santisteban del Puerto 92 Benavides, Luis de, marqués de Caracena 143, 176 Birago Avogadro, Giovanni Battista 26, 161-162, 165 Blanca de Borbón, reina de Castilla 70 Bocángel, Gabriel 71-72 Boccalini, Traiano 98 Bodin, Jean 98 Bolíbar, Baltasar de 29 Bracamonte, Gaspar de, conde de Peñaranda 81 Braganza, Duarte de, marqués de Frechilla 89 Buendía, José de 24 Cabrera, Melchor de 86 Cabrera de Córdoba, Luis 96n., 100101 Calderón, Rodrigo 99-100 Camargo, Luisa de 107 Camplocaro, Marcelino de, véase Plata, Juan de la Cáncer, Jerónimo de 202 Caracena, marqués de, véase Benavides, Luis de Caramuel Lobkowitz, Juan 146, 159161, 166 Carbonel, Alonso 75 Carlos V, emperador 201n.

Carlos VI, emperador, archiduque Carlos [III] 182-185, 199, 206 Carlos I, rey de Inglaterra 37, 113 Carlos II, rey de España 17, 24, 39-40, 84, 140, 143, 181, 201, 203-204, 205n. Carlos III, archiduque Carlos, véase Carlos VI Carpio, marqués del, véase Haro y Guzmán, Gaspar de Carrillo de Acuña, Pedro 38, 175-176 Carrillo de Mendoza, Pedro, conde de Priego 36n. Cascales, Pedro de 91 Castellanos, Juan de 30-31 Castellanos de Losada, Basilio Sebastián 181-182 Castelo Rodrigo, marqués de, véase Moura, Cristóbal de Castelo Rodrigo, marqués de, véase Moura, Manuel de Castilla, Luis de 102 Castillo, Antonio 16 Castillo, Leonardo del 26n. Castro, Antonio de 206 Castro y Águila, Tomás de 168 Cavriana, Filippo 120 Cea, marqués de, véase Sandoval y Rojas, Cristóbal Ceballos y Cepeda, Lope de 105-107 Chevalier, Nicolas 179, 188-197, 209 Chumacero y Carrillo, Juan de 161162, 168 Churchill, John, duque de Marlborough 191 Colares, marqués de, véase Ataíde, Jerónimo Coloma, Carlos 113 Colonna, Marco Antonio 79 Contreras y Alvarado, José de 24-25 Corneille, Pierre 128n. Corral, Jerónimo de 106

Corzana, conde de, véase Hurtado de Mendoza y Vergara, Diego Cotera, Juan de la 105 Courtilz de Sandras, Gaetien 189 Coutinho, Francisco, conde de Redondo 76 Crato, António, Prior do 73 Creswell, Joseph 47 Cuello, Antonio 34 Dantisca, Juanica 15, 74 Dantiscus, Johannes 15 Dávila, Gómez, marqués de Velada 89, 91n. Delgada, Isabel 15 Deza, Lope de 119-120 Di Crescenzi, Pietro 119 Díaz de la Carrera, Diego 86 Díaz de Vargas, Francisco 168 Dormer, Diego, herederos de 29 Drake, Francis 83 Dubos, Jean Baptiste 208 Egido, Teófanes 207 Enrique I, rey de Portugal 73, 187 Enrique IV, rey de Francia 13 Enríquez de Ribera, Fadrique, marqués de Tarifa 85 Enríquez de Ribera, Fernando II, duque de Alcalá 41 Enríquez de Ribera, Fernando III, marqués de Tarifa 41 Enríquez de Toledo y Guzmán, María, duquesa de Alba 82 Escalante, condesa de, véase Guevara, María de Escobar, Gabriel de 100 España, Juan de 13 Espínola, Agustín 57-58, 60 Estienne, Charles 119 Fabro de Bremundán, Francisco 204

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Fajardo de Requeséns y Zúñiga, Luis, marqués de los Vélez 21 Felipe II, rey de España 13, 15, 18, 19, 21, 30-31, 33, 40-42, 73, 79, 202, 208n. Felipe III, rey de España 21, 25, 34n., 46, 86, 99-100, 104-105, 121, 155 Felipe IV, rey de España 18, 25, 27, 31, 33, 37, 70, 76, 81, 97, 114115, 118-120, 125, 136, 138, 144, 146, 148-149, 150, 152, 154-155, 157, 205n. Felipe V, rey de España 179-185, 192, 194, 197-199, 201, 206-209 Fernández de Castro, Nicolás 146, 148, 164, 169 Fernández de Portocarrero, Luis, Cardenal Portocarrero 39n. Fernández de Velasco, Bernardino de, duque de Frías 83 Fernando VI, rey de España 194 Finett, John 113 Francisco de Santa Inés 14 Francisco del Espíritu Santo 152 Franco de Cora y Baamonde, Manuel de 169 Franqueza, Pedro 99 Frechilla, marqués de, véase Braganza, Duarte de Frías, duque de, véase Fernández de Velasco, Bernardino de Froulay, René de, mariscal de Tessé 207 Fuchs, Leonhard 119-120 Fuente, marqués de la, véase Teves, Gaspar de Fuentes, Pedro de 107 Fuertes y Biota, Antonio 163, 169 Galcerán de Pinós, Gaspar, conde de Guimerá 83 Gallo, Agostino 119-120

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Galloway, conde de, véase Massue, Henri de Gálvez, Francisco de 105 Garcés de Heredia, Rafael, conde de Priego 36 García, Juan 108 García Alexandre Castillejo, Juan 133134, 140-143, 169 Gasco, Martín 59 Gibert, Jaime 17 Giotta, Livio 26n., 161, 165 Gómez, Alonso 29 Gómez de Mora, Juan 75 Gómez de Sandoval, Francisco, duque de Lerma 68-69, 86, 95-96, 99102 Gondomar, conde de, véase Sarmiento de Acuña, Diego Góngora, Luis de 105 Gonzaga Colonna, Vespasiano 77-78, 97 González Cruz, David 184 González Dávila, Gil 97-98, 100 González de Santalla, Tirso 52n., 6062 Gouveia, Francisco Velasco de 162 Gracián, Baltasar 67-68, 70-71 Granada Venegas, Pedro de 102-104 Guadalest, marquesa de, véase Ruiz de Liori Folch de Cardona y Colón, María Guerra, Gabriel 107 Guerrero de Caseda, Miguel 30n. Guevara, María de, condesa de Escalante 36-37, 81, 156-158 Guillermo III, rey de Inglaterra 188, 191 Guimerá, conde de, véase Galcerán de Pinós, Gaspar Gutiérrez de Valencia, Juan 73-74

Guzmán, Gaspar de, conde duque de Olivares 28, 31, 83, 114, 147, 149150 Haro y Guzmán, Gaspar de, marqués del Carpio 75, 83, 85, 87, 93, 145, Hernández, Sebastián 108 Herrera Tordesillas, Antonio de 96, 102-104 Hidalgo, Juan de 144 Hinojosa, marqués de, véase Hurtado de Mendoza, Juan Hita, Juan Francisco de 14 Hooghe, Romeyn de 191 Huarte de San Juan, Juan 90 Hurtado, Bernabé 103n. Hurtado, Luis 154n. Hurtado, Tomás 149n., 170 Hurtado de Mendoza, Diego, príncipe de Mélito 78 Hurtado de Mendoza, Juan, marqués de Hinojosa 113 Hurtado de Mendoza y Vergara, Diego, conde de la Corzana 111130 Ibáñez de la Rentaría y Montiano, José Antonio 182n. Ibáñez de la Riva Herrera, Antonio 39, 41, 181 Inocencio X, papa 138 Isaba, Marcos de 30 Isabel de Borbón, reina de España 6970, 114 Isabel de Farnesio, reina de España 182n., 194n., 208 Isabel María de los Ángeles 37 Isasi Idiáquez, Juan de, conde de Pie de Concha 25n. Jacobo I/VI, rey de Inglaterra y Escocia 46, 111, 113

Jarava, Juan 119-120 Jerónimo, santo 58 Jerónimo de San José 22-23 Jiménez Santiago, Francisco 152, 170 Joaquín de Fiore 182n. José I, rey de Portugal 193 Juan de Ávila, santo 58 Juan de Ribera, santo 57 Juan de Santísimo Sacramento 92 Juan IV, rey de Portugal 26, 28, 138, 146, 150 Juan V, rey de Portugal 193 Juana Inés de la Cruz 183 Juana la Beltraneja 200 Kircher, Athanasius 93 Laínez, José 163, 170 Lanaja, Martín de 50, 51n., 60-61, 64 Lancellotti, Secondo 128 Langren, Michael Florent van 138 Lanuza, Juan de 88-89, 91 Lasso de la Vega, Pedro, conde de Arcos 78 Laysequilla, Santiago de 84 Le Roy, Louis, Regius 112 Legazpi, Miguel López de 14 Lemos, conde de, véase Ruiz de Castro, Fernando León y Quirós, Cecilio 171 Lerma, duque de, véase Gómez de Sandoval, Francisco Liebaut, Jean 119-120 Linhares, conde de, véase Noronha, Miguel de Linhares, duque de, véase Noronha, Fernando de Lipsio, Justo 98 Lira, Manuel de 85 Lobo Lasso de la Vega, Gabriel 103, 107 Lojedo, Inés de 29

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López, Jerónimo 47-48, 50-52, 56, 6064 López, Luis 21-22 López de Mendoza, Íñigo, marqués de Mondéjar 78, 98 López de Vega, Antonio 16 Lucas de Arcones, Andrés 28 Ludolfo de Sajonia, el Cartujano 59 Luis de Granada 22, 92 Luis I, rey de España 201, 206-207 Luis XIV, rey de Francia 138, 184, 188 Luisa de Guzmán, reina de Portugal 144, 157 Luisa Isabel de Orléans, reina de España 207 M.T., monogramista 113 Macedo, António de Sousa de 160, 162 Macedo, Duarte Ribeiro de 145 Macedo, Francisco de Santo Agostinho de 160 Magnan Colona, Salvatore 186 Malatesta, Marcantonio Pandolfo 185 Manrique, Luis 19-21 Mantua, Margarita de, princesa de 142n., 144 Manuel, Andrés 32 Manuela Mariana de San José, Hermana Manuela 156 María II, reina de Inglaterra188 María Jesús de Ágreda 38 Mariana de Austria, reina de España 205 Mariana, Juan de 42 Marin, Louis 184 Marlborough, duque de, véase Churchill, John Marques, João Francisco 152 Marquilhas, Rita 95 Martín Sánchez, Miguel 152 Masaniello, Tommaso Aniello 37

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Mascarenhas, Inácio 159 Mascarenhas, Jerónimo de 149, 170, 205 Mascarenhas, João de 149 Massue, Henri de, conde de Galloway o Galway 208 Mauriño de Pazos, Antonio 15 Medina de las Torres, duque de, véase Núñez Felípez de Guzmán, Ramiro Medina Sidonia, duque de, véase Pérez de Guzmán, Gaspar Alonso Melchor de San Bartolomé 48 Mélito, príncipe de, véase Hurtado de Mendoza, Diego Melo, Francisco Manuel de 136, 139, 145 Mena y Cueto, Francisco 171 Méndez de Haro, Luis 87, 138, 144, 173 Méndez Silva, Rodrigo 32 Mendoza, Antonio de 91-92 Mendoza, Francisco de, almirante de Aragón, marqués de Guadalest, obispo de Sigüenza 96-104 Mendoza, Mencía, duquesa de Alba 96n. Mendoza y Acevedo, Francisca de 156 Menéndez Pelayo, Marcelino 98 Meneses, Gabriel de Brito de 139 Meneses, Luís de, marqués de Penalva 175-176 Meneses, Sebastião César de 162 Mesa, Luis de 171 Mestre, Francisco 29 Millán de Córdoba 119n. Molina, Luis de 75 Molina, Miguel de 31-32 Mondéjar, marqués de, véase López de Mendoza, Íñigo Montalvo, Antonio de 93 Monteiro, Nicolau 162

Monterrey, conde de, véase Acevedo y Zúñiga, Manuel de Moraes, Manuel de 161 Morais, Bernardo de Sampaio de 139 Morales, Juan Bautista 86 Mota Sarmiento, Pedro de la 177 Moura, Cristóbal de, marqués de Castelo Rodrigo 75 Moura, Manuel de, marqués de Castelo Rodrigo 26n., 138 Navarro, Francisco 17-18 Navarro Vélez, Juan 183-184, 208 Niéremberg, Juan Eusebio 155 Nithard, Juan Everardo 37-38 Noronha, Afonso de 132 Noronha, Fernando de, conde de Linhares 131-133, 158 Noronha, Maria de 137 Noronha, Miguel de, conde de Linhares 132-133, 158 Noronha, Pedro de 132 Nostradamus, Michel de 182n. Núñez, Francisco 82 Núñez Felípez de Guzmán, Ramiro, duque de Medina de las Torres 86-87, 143n. O’Farail u O’Ferall, Alberto 22-23 Oliva y Fullana, Nicolás 32 Olivares, conde duque de, véase Guzmán, Gaspar de Olleme, Vicente 38 Olmo, Josef del 204 Oropesa, conde de, véase Álvarez de Toledo, Juan Oropesa, condesa de, véase Toledo, Beatriz de Ortelio, Abraham 125 Osorio, Alonso, marqués de Astorga 83

Osuna, duque de, véase Téllez Girón, Francisco de Paula Osuna, duque de, véase Téllez Girón, Gaspar Osuna, duque de, véase Telléz Girón, Pedro Pablo de Alicante 48, 50 Pacheco, Pantaleão Rodrigues 162 Pacheco de Narváez, Luis 49n. Padilla, Luisa, condesa de Aranda 81 Padilla, Martín de, conde de Santa Gadea 78n. Palafox, Juan de 51-58, 60 Palomo, Federico 46 Pando Calderón, Francisco 151n., 171 Pantoja, Baltasar 175-176 Pascual, Miguel Ángel 65 Pedro de Alcántara, santo 22 Pedro de la Presentación 172 Pedro de Valderrama 49-50 Pellicer, José de 81, 96n., 148, 162163, 172 Penalva, marqués de, véase Meneses, Luís de Peñaranda, conde de, véase Bracamonte, Gaspar de Pereira, Constantino de Melo 139 Pérez, Antonio 98 Pérez, Francisco 86 Pérez, Leonor 107 Pérez de Guzmán, Gaspar Alonso, duque de Medina Sidonia 149, 170, 172, 178 Pérez del Pulgar y Sandoval, Juan Fernando, marqués del Salar 85 Pie de Concha, conde de, véase Isasi Idiáquez, Juan de Pierre, Antoine 119 Pietrapercia, príncipe de, véase Zúñiga, Juan de

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Pimentel, Antonio Francisco, duque de Benavente 207 Pimentel, Jerónimo 207n. Pimentel, Rodrigo, marqués de Viana 173 Plata, Juan de la 172 Portalegre, conde de, véase Silva, Juan de Priego, conde de, véase Carrillo de Mendoza, Pedro Priego, conde de, véase Garcés de Heredia, Rafael Priego Tineo, Damián 29-30 Putte, Erik van der 138 Quevedo, Francisco de 128 Quiñones, Juan de 31-32 Quiroga, Gaspar de 29 R.H. Doctore Anglo 160, 163, 177 Ramírez de Albelda, Diego 129 Ramírez Díaz, Julián, obispo de Guadix 15 Ramírez de Prado, Lorenzo 35 Ramos del Manzano, Francisco 173 Redondo, conde de, véase Coutinho, Francisco Remón, Alonso 30 Renoult, Jean Baptiste 189 Requeséns, Luis de 16 Riaño, Diego de 205 Ribadeneira, Pedro de 42, 98n. Rioja, Francisco de 119-120 Ripa, Blas de la 108 Riquelme y Quirós, Diego 151n., 177 Roberto Bellarmino, santo 57 Roces, Juan de 30n. Rodríguez Villa, Antonio 98, 111n. Rojas, Gabriel de 105 Rojo, Anastasio 201n. Román, Antonio 85 Rousseau, Jean-Jacques 72

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Rucellai, Giovanni 119-120 Ruiz de Castro, Fernando, conde de Lemos 80 Ruiz de Liori Folch de Cardona y Colón, María, marquesa de Guadalest 98 Saavedra Fajardo, Diego 23-24 Sailly, Thomas 98n. Sainte-Marthe, Louis de 164 Sainte-Marthe, Scévole II de 164 Sala, Gaspar 26-27 Salar, marqués del, véase Pérez del Pulgar y Sandoval, Juan Fernando Salas Barbadillo, Jerónimo Alonso de 49 Salazar, Pedro de 105 Salazar, Tomás de 119n. Salinas, conde de, véase Silva y Mendoza, Diego Salvatierra, conde de, véase Sarmiento, Diego San Germano, duque de, véase Tuttavilla, Francesco Sánchez de Alcázar, Alonso 38 Sandoval y Rojas, Cristóbal, duque de Uceda, marqués de Cea 101 Santa Gadea, conde de, véase Padilla, Martín de Santiago, Elena 183 Santisteban del Puerto, conde de, véase Benavides Padilla y Corella, Francisco Santisteban del Puerto, conde de, véase Benavides y de la Cueva, Diego de Sarmiento, Diego, conde de Salvatierra 84 Sarmiento de Acuña, Diego, conde de Gondomar 21, 79n., 80, 83, 111 Schaub, Jean-Frédéric Schaub 134, 140n.

Scoto, Duns 128 Sebastián I, rey de Portugal 187 Séneca 125 Séyner, Antonio 149, 150-151, 177 Sigea, Luisa 67, 71 Silva de Torres, alcalde 35-36, 96 Silva y Mendoza, Diego, marqués de Alenquer y conde de Salinas 76 Silva, João Gomes de, conde de Tarouca 193 Silva, Juan de, conde de Portalegre 72, 75-76, 78 Silva, Manuel de 160 Silva, Rodrigo Mendes, véase Méndez Silva, Rodrigo Siri, Vittorio 26, 163 Soares, Diogo 150, 171 Sobrecasas, Francisco 60n. Soto, Marcos de 117 Stijns, T. 195n. Suárez de Alarcón, Antonio 82-83 Tácito 97, 120 Tamayo de Vargas, Tomás 22 Tarifa, marqués de, véase Enríquez de Ribera, Fadrique Tarifa, marqués de, véase Enríquez de Ribera, Fernando III Tarouca, conde de, véase Silva, João Gomes de Tarragona, Ventura de 174 Téllez Girón, Francisco de Paula, duque de Osuna 193-195 Téllez Girón, Gaspar, duque de Osuna 135, 144-145, 174-175, 204-205 Téllez Girón, Pedro, duque de Osuna 80 Tello, Gonzalo 108 Teves, Gaspar de, marqués de la Fuente 26-27 Toledo, Beatriz de, condesa de Oropesa 89-92

Tomás de Aquino, santo 128 Tovar, Severo de 155 Tronchin Dubreuil, Jean 189 Tucci, Francesco 185-186 Tuttavilla, Francesco, duque de San Germano 144 Ubilla, Antonio de 39, 41, 43 Ucedo, Sebastián de 135, 205, 208 Ugarte, Juan de 36 Urbano VIII, papa 17, 57, 60 Urbina, Diego de 14 Valdefuentes, marqués de, véase Alencastre, Agostinho de Valencia Idiáquez, Juan Antonio de 203-205 Valenzuela, Fernando de 33, 203-204, 206 Valenzuela, Pedro de 149, 177 Valero, Juan 32 Valero, marqués de, véase Zúñiga y Guzmán, Baltasar Valladares, Rafael 142n., 151 Varesio, Juan Bautista 86 Vasconcelos, Miguel de 171 Vázquez, Mateo 31n. Vázquez de Arce, Rodrigo 75 Vega, Cristóbal de 62, 63n. Vega, Juan de, señor de Grajal 72, 78 Vega Carpio, Félix Lope de 128 Velada, marqués de, véase Dávila, Gómez Velasco, Nicolás de 150 Velasco, Pedro de 30n. Velázquez de Velasco, Andrés 156-157 Vélez, marqués de los, véase Fajardo de Requeséns y Zúñiga, Luis Vera, Álvaro Ferreira de 177 Vernulz, Nicolas de, Vernulaeus 163 Verzosa, Juan de 16

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Viana, marqués de, véase Pimentel, Rodrigo Viegas, António de Pais 159 Villafranca, Pedro de 137 Villagrasa, Jerónimo 29 Villalba, Francisco de 109 Ximénez de Urrea, Luis, conde de Aranda 88 Yáñez Ortega, Gonzalo 177 Yepes, Diego de 57

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Zabaleta, Juan de 202 Zafra, Antonio Francisco de 23 Zapata, Francisco 177 Zapata, Gabriel 78 Zarraga, Francisco de 129 Zayas, Gabriel de 74 Zumárraga, Juan de 149n., 178 Zúñiga y Guzmán, Baltasar, marqués de Valero 207 Zúñiga, Juan de, príncipe de Pietrapercia 16

MONOGRAFÍAS

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(Últimos títulos publicados)

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PAPELES Y OPINIÓN

POLÍTICAS DE PUBLICACIÓN EN EL SIGLO DE ORO

FERNANDO BOUZA

PAPELES Y OPINIÓN POLÍTICAS DE PUBLICACIÓN EN EL SIGLO DE ORO

Medios de la acción monárquica y de su propaganda, pero también de la pastoral misional y de la retórica y práctica aristocráticas, traslados e impresiones se hicieron cada vez más comunes en la relación entre Rey y Reino, prelados y fieles, señores y vasallos. Los escritores y, ante todo, la profusión tipográfica, tan eficaz como venal en su mecánica, fueron haciendo «aflorar» los pareceres de personas cuyo consilium antes no era requerido, pero que acabó entrando en la discusión como una abierta forma de opinión que no sólo podía ser conocida, sino que, para algunos, también podía llegar a ser atendida.

MONOGRAFÍAS 33

Fernando Bouza (Madrid, 1960) es catedrático de Historia Moderna en la Universidad Complutense. Dedica su investigación a la historia cultural y política de la alta Edad Moderna en España y Portugal, con especial atención a la construcción de la majestad real en la corte y a las prácticas culturales desarrolladas por la alta nobleza en los espacios palatinos del Siglo de Oro.

MONOGRAFÍAS 33

15. Del «marco geográfico» a la arqueología del paisaje. Almudena Orejas Saco del Valle. 16. La República de las Letras en la España del siglo XVIII. Joaquín Álvarez Barrientos, François López e Inmaculada Urzainqui. 17. Franco, Israel y los judíos. Raanan Rein. 18. Confesión y trayectoria femenina. María Helena Sánchez Ortega. 19. La serpiente de Egipto. Amelina Correa Ramón (ed.). 20. Base molecular de la expresión del mensaje genético. Severo Ochoa. 21. La nueva diócesis Barbastro-Monzón. Historia de un proceso. Juan Antonio Gracia. 22. La Fundación Nacional para Investigaciones Científicas (1931-1939). Actas del Consejo de Administración y Estudio Preliminar. Justo Formentín Ibáñez y Esther Rodríguez Fraile. 23. Envejecer en casa: la satisfacción residencial de los mayores en Madrid como indicadores de su calidad de vida. Fermina Rojo Pérez y Gloria Fernández Mayoralas (coords.). 24. Necesidad de un marco jurídico para el desarrollo rural en España. José Sancho Comíns, Javier Martínez Vega y María Asunción Martín Lou (eds.). 25. Homenaje a D. José María Albareda, en el centenario de su nacimiento. María Rosario de Felipe. 26. Características demográficas y socioeconómicas del envejecimiento de la población en España y Cuba. Vicente Rodríguez Rodríguez, Raúl Hernández Castellón y Dolores Puga González. 27. Estudios sobre cultura, guerra y política en la Corona de Castilla. Fernando Castillo Cáceres. 28. España y Polonia: los encuentros. Elda González Martínez y Malgorzata Nalewajko (coords.) 29. Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica. Eulalia Pérez Sedeño, Paloma Alcalá, Marta I. González, Paloma de Villota, Concha Roldán y M.ª Jesús Santesmases (coords.) 30. Los Martín de Fuentidueña, jardineros y arbolistas del Buen Retiro. Luis Ramón-Laca y Luciano Labajos Sánchez. 31. Un nuevo modelo de mujeres africanas, Inmaculada Díaz Narbona y José Ignacio Rivas Flores. 32. Circulación de personas e intercambios comerciales en el Mediterráneo y en el Atlántico (siglos XVI, XVII, XVIII), José Antonio Martínez Torres (dir.). 33. Papeles y opinión. Políticas de publicación en el Siglo de Oro. Fernando Bouza.

Este libro intenta acercarse a las formas de publicación que se emplearon durante el Siglo de Oro para conseguir que algo fuera conocido de manera general, es decir, se hiciera de conocimiento público. Sin olvidar nunca las formas de publicación orales y visuales, su interés se centra, en especial, en desentrañar cuál fue el impacto de la escritura, a través de manuscritos o impresos, en el lento proceso de maduración por el que los términos del debate político altomoderno se fueron encaminando hacia el surgimiento de una opinión pública.

CSIC

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

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