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Dirección de Ignacio Arellano (Universidad de Navarra, Pamplona) con la colaboración de Christoph Strosetzki (Westfälische Wilhelms-Universität, Münster) y Marc Vitse (Université de Toulouse Le Mirail/Toulouse II) Subdirección: Juan M. Escudero (Universidad de Navarra, Pamplona) Consejo asesor: Patrizia Botta (Università La Sapienza, Roma) José María Díez Borque (Universidad Complutense, Madrid) Ruth Fine (The Hebrew University of Jerusalem) Edward Friedmann (Vanderbilt University, Nashville) Aurelio González (El Colegio de México) Joan Oleza (Universidad de Valencia) Felipe Pedraza (Universidad de Castilla-La Mancha, Ciudad Real) Antonio Sánchez Jiménez (Université de Neuchâtel) Juan Luis Suárez (The University of Western Ontario, London, Canada) Edwin Williamson (University of Oxford)
Biblioteca Áurea Hispánica, 82
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LITERATURA, BIBLIOTECAS Y DERECHOS DE AUTOR EN EL SIGLO DE ORO (1600-1700)
JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE (DIR.) ÁLVARO BUSTOS TÁULER (ED.)
Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • 2012
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Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2012 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2012 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-671-5 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-736-7 (Vervuert) Depósito Legal: M-40057-2012 Cubierta: Carlos Zamora Impreso en España
Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN Y EXPLICACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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PARTE I: LITERATURA EN BIBLIOTECAS 1. EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS DEL SIGLO DE ORO (1600-1650) (José María Díez Borque) . . . . . . . . . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Literatura en las bibliotecas particulares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El «canon literario» en las bibliotecas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Relación de inventarios de las bibliotecas . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES DEL SIGLO DE ORO (1651-1700) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prosa de ficción, poesía y teatro en los inventarios de bibliotecas particulares (1651-1700) (Fermín de los Reyes Gómez) . . . . . . . . . . Prosa de ficción (novela y otros géneros) en bibliotecas particulares (1651-1700) (M.ª Soledad Arredondo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Poesía en bibliotecas particulares (1651-1700) (Álvaro Bustos Táuler) Teatro en bibliotecas particulares (1651-1700) (Rebeca Sanmartín Bastida y Esther Borrego Gutiérrez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Relación de inventarios (1651-1700) (M.ª Soledad Arredondo, Álvaro Bustos Táuler, Fermín de los Reyes Gómez y Rebeca Sanmartín Bastida) Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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PARTE II: «DERECHOS DE AUTOR EN LOS SIGLOS DE ORO». ANTECEDENTES Y CONSECUENTES ( José María Díez Borque) 1. INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. EL AUTOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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3. ANTECEDENTES: LA EDAD MEDIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. «DERECHOS DE AUTOR» EN LOS SIGLOS DE ORO . . . . . . . . . . . . . . . . 5. CONSECUENTES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Siglo XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Siglo XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Se ofrecen en la primera parte de este libro algunos resultados de las investigaciones de los miembros del Proyecto I+D (2009-2012) «De la biblioteca particular al canon literario en los Siglos de Oro» (FFI 2009, 07862; IP: José María Díez Borque; miembros: Soledad Arredondo, Álvaro Bustos, Fermín de los Reyes, Rebeca Sanmartín Bastida). En la segunda parte se da una primera aproximación al estudio de los «derechos de autor» en el Siglo de Oro. Los trabajos han de continuar en los próximos años para abordar el siglo XVI, en el marco del proyecto de investigación I+D (2013-2015) «De la biblioteca particular al canon literario en los Siglos de Oro (II)» (FFI 2012, 35894). En este volumen se estudian 65 inventarios publicados de bibliotecas para el período de 1600 a 1650 (Díez Borque) y 83 para 16511700 (Arredondo; Bustos; De los Reyes; Sanmartín). Se limita por ahora el campo de investigación a inventarios publicados —en cada caso se da la referencia precisa—, sabiendo, claro, de la existencia de otros muchos, además de diversos documentos pertinentes. Se refieren a distintas clases sociales y áreas geográficas. Supone tomar en consideración miles de libros, lo que ya de entrada puede implicar algún error de cómputo o involuntarias ausencias. Los problemas comienzan en la naturaleza de las propias fuentes de información. Por eso, son numerosas las dificultades de todo tipo: desde la transcripción e identificación de cada libro, al modo de citar en la época y hoy o al problema de la lectura efectiva de los libros poseídos, pasando por otras cuestiones pertinentes como el tipo y origen de la biblioteca, las ausencias, las peculiaridades de cada uno de los géneros, la sospecha de lo que no se ha inventariado, la tipología de los inventarios, los libros devaluados, las clasificaciones temáticas de la época, etc. Para todo ello son de gran utilidad los estudios que acompañan a la
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publicación de los distintos inventarios. De toda esa problemática se da cumplida cuenta en los epígrafes «Problemas de los inventarios de bibliotecas» (Díez Borque) y «Los problemas y ausencias de los inventarios de 1651 a 1700» (De los Reyes), y allí remito. La utilidad de este tipo de estudios para acercarse a cuestiones fundamentales de la historia de la literatura, como la presencia/ausencia de géneros, obras y escritores en las bibliotecas estudiadas, con lo que ello supone para valorar los acuerdos y desacuerdos entre la «realidad del siglo» y lo que ha retenido la memoria literaria.También es pertinente valorar comparativamente las proporciones de cada uno de los géneros literarios entre sí y con respecto a otros tipos de libros: presencia de literatura española y literatura extranjera; permanencia de autores y géneros; peculiaridades de cada uno de los géneros; condicionantes como la clase social, el sexo o el precio; censura y autocensura; ámbito rural o urbano; oralidad (manuscrito e impreso); cuántos y quiénes leían literatura; cultura de las bibliotecas, etc. Son cuestiones tan apasionantes como fundamentales en la historia de la literatura. El alcance de este libro es mucho más modesto que dar respuesta a tantas e incitantes preguntas, pero algo podrá haber útil para este camino, que hay que recorrer con la conciencia de las limitaciones de todo tipo a que aludía anteriormente mencionadas anteriormente. Con estos mimbres hay que hacer el cesto. Lo referente al período 1600-1650 se limita a la reconstrucción del «canon literario» en las bibliotecas estudiadas, entendido en el sentido de presencia significativa de obras y autores, ordenados por el número de apariciones. A mucho más alcanza, claro está, el debatido concepto de «canon literario», con aspectos teóricos en los que aquí no se entra. Por otra parte, en mi libro Literatura (novela, poesía, teatro) en bibliotecas particulares del Siglo de Oro español (1600-1650) (Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert, 2010) y en más de doce artículos en los últimos años se analizan las diversas cuestiones que aparecen en este libro. Para el período 1651-1700, con una introducción general (De los Reyes) se estudia la prosa de ficción (Arredondo), poesía (Bustos), teatro (Sanmartín y Borrego) en las bibliotecas estudiadas, con planteamientos semejantes a los de los trabajos mencionados. Cada autor es responsable de lo que firma y, como en todo libro colectivo, son inevitables ciertas diferencias y variedad de alcances. El lector, sin que aquí sea necesaria más explicación, comprobará las variaciones y divergencias con respecto al período de 1600-1650.
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La segunda parte del libro, «Derechos de autor en los Siglos de Oro» se separa del alcance y sentido de la primera y tiene un carácter independiente. Pero parecía oportuno, después del recorrido por obras y autores, abordar un tema tan importante como el de los «derechos de autor» de esos escritores presentes en las bibliotecas, así como de los antecedentes (Edad Media) y consecuentes (hasta nuestro siglo). Me hubiera gustado poder aportar más datos, pero los que hay ya son reveladores del proceso de profesionalización del escritor, con todo lo que ello supone, así como de las marcadas diferencias entre géneros y épocas, y de los imprevisibles nuevos tiempos. Es decir, se analiza el camino que va del juglar-creador medieval a la literatura en la red, pasando por el folletín, el periodismo, el best-seller… Se advierte así el lento reconocimiento de la propiedad intelectual y de su rentabilidad económica. Soy, somos, conscientes de las limitaciones y riesgos, las enunciadas y más, pero había que decidir entre iniciar el camino o quedarse en casa, y se ha optado por lo primero, en la confianza de que alguna aportación habrá que sea de utilidad. JOSÉ MARÍA DÍEZ BORQUE
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PARTE I
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1. EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS DEL SIGLO DE ORO (1600-1650)*
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1. INTRODUCCIÓN La memoria literaria construye la imagen del pasado con unos variados y complejos mecanismos de presencias-ausencias, olvidos, valoración, en suma, de la literatura del pasado. La historia de la literatura viene a convertirse en un conjunto de méritos y deméritos, es decir, en un escalafón, en que entran en juego diversidad de criterios de variada índole y alcance. Lleva esto al complejo problema del «canon literario» y las razones y modos de su construcción. No es mi intención aquí internarme en tan proceloso mar, lleno de peligros. Hay ya una rica bibliografía sobre las incitantes cuestiones que plantea el «canon literario», que desborda los alcances de este estudio1. El hecho
* Los estudios que integran este volumen se enmarcan en el Proyecto de Investigación «De la biblioteca particular al canon literario en los Siglos de Oro» (FFI2009-07862) dirigido por mí en la UCM. Son también deudores de los resultados del grupo de investigación «Literatura Española de los Siglos de Oro: creación, producción y recepción» (GLESOC), UCM 930455, y del Proyecto Consolider «Patrimonio teatral clásico español.Textos e instrumentos de investigación (TECE-TEI)» (TC/12). 1 Utilizo aquí, en ocasiones literalmente, mis estudios citados en n. 4. La bibliografía sobre el canon literario es ya ingente y no hace al caso entrar aquí en ella. Baste citar algunas obras colectivas y la bibliografía que allí se recoge como testimonio: E. Sullá, 1998, con estudios de Bloom, Culler, Gates Jr., Gumbrecht, Harris, Kermode, Mainer, Mignolo, Pozuelo, Robinson y una útil “selección bibliográfica” (pp. 303-313); J. Pont–J. M. Sala Valldaura, 1998, con ponencias de Culler, Eagleton, Romero, Pozuelo, Miralles, Riera, Molas, Horno, Bou, Marí, ade-
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cierto es que no se tiene en cuenta, creo, en sus debidas proporciones, la «realidad de verdad», como decía Torres Naharro, de autores y obras en su siglo, lo que marca, en muchos casos, diferencias entre valoraciones en su época y valoraciones hoy, con acuerdos, sí, pero con desacuerdos significativos. La historia de la literatura tiene también la obligación de contar con la consideración del peso y permanencia de géneros, obras y autores en su siglo; importancia de la literatura, lectura y sus condicionantes2, culturas de la biblioteca3, medios de difusión, etc., es decir, la realidad, pisando la tierra del día a día. Mi propósito, en lo que sigue, no es, obviamente, contestar a tantas incitaciones; ni es el lugar, ni hay fuerzas para ello. Pero algunas aportaciones puede que haya, en la línea de lo apuntado más arriba. Mi intenmás de varias mesas redondas. Deben verse también otros libros como Bloom, 1995; Pozuelo-Aradra, 2000; Enrique, 2003; López Bueno, 2005, 2008, 2010; Reyzábal, 2012 y la bibliografía recogida en ellos.Además, diversos artículos, en que no entro: Montaner, Blanco, Fowler, Navajas, Pérez Lasheras, Romero, Ruiz Pérez, Ínsula (600), etc. 2 Varios de los estudios citados en la nota siguiente, al tratar de las bibliotecas, se ocupan, también, de la lectura y su variada problemática. Como queda dicho, no entro aquí en estas cuestiones, pero no quiero dejar de citar, en mera nómina, a varios investigadores que han hecho aportaciones en este campo, y a cuyos estudios puede acudir el lector interesado. Sumaré a los citados después: Baranda, Bödeker, Capello, Carvallo, Castillo, Cayuela, Cerdá, Courcelles-Val Julián, Darnton, Frenk, Geal, Goulemot, Herpel, Ife, Jauralde, Le Flem, López, Manguel, Peña, Petrucci, Prieto, Salavert, Sanz Hermida, Simón,Texton... Por otra parte, de gran interés son algunos colectivos como Livre et lecture; De l´alphabétisation y los números monográficos de Bulletin Hispanique: La culture des Elites Espagnoles; Les livres des espagnols; Lisants et lecteurs. 3 No puedo entrar aquí en la rica y extensa bibliografía sobre bibliotecas, porque desborda los límites y alcance de este estudio, pero quiero recordar, aunque sea en mera nómina, los trabajos, en distintos aspectos, de varios investigadores, que se suman a otros que citaré. Desde los de amplio alcance, cuestiones generales, historia, función, tipología, organización, escritura-lectura, etc., de Amado, Baratín, Bouza, Cátedra, Chartier, Escolar, Geal, Hernández González, Huarte, Lopez, López Vidriero, Martínez Pereira, Millares, Solís…, a los de bibliotecas particulares: Dadson (varias), Entrambasaguas (Ramírez de Prado), Freitas (Marqués de Niza), Prieto (palacio de Pastrana)…; Barbier, Bouza, Chartier… (realeza, príncipe). Habría que sumar estudios sobre bibliotecas del clero de varios estudiosos: Burgos, Hevia,Vaquerizo; de mujeres: Cátedra, Guillaume-Alonso…; distintas áreas geográficas y ciudades: García Cárcel (Cataluña); Prieto (Madrid); Rojo (Valladolid); Sanz (Sevilla);Weruaga (Salamanca); etc. No he podido ver Le biblioteche private.
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ción es analizar una nutrida muestra de inventarios de bibliotecas, miles de libros, de distintas clases sociales y áreas geográficas (en el próximo apartado se verán los detalles de todo esto) para elaborar el «canon de excelencia» construido por las proporciones de la presencia de autores y obras literarias en dichas bibliotecas. No se me oculta que será necesario ir sumando el estudio de otros inventarios, y fuentes documentales, de los numerosos existentes, pero algo se avanza, creo, con lo aquí hecho, y puede servir al lector para alguna conclusión, según sus intenciones. Tampoco se me oculta que la difusión en libro es solo una parcela de la comunicación literaria, pues ahí está el peso de la oralidad, tan apasionante como poco conocida, el manuscrito, la poesía en la calle, el teatro en su alcance de cultura oral, la lectura pública, etc. No son menores, ni mucho menos, los problemas que plantean las propias fuentes de información, como se verá después. Pero con estos mimbres hay que fabricar el cesto, o, si se quiere, los riesgos y carencias del viaje no deben apoyar la actitud de quedarse en casa. Lo que pueda haber de positivo creo que compensa las limitaciones. Caería fuera de los alcances de este capítulo el estudio de la frecuencia, en términos porcentuales, del libro literario, con respecto a otro tipo de libros, y en el mismo sentido de prosa de ficción; poesía; teatro; número de libros y estructura de las bibliotecas; libros a la venta en las librerías; catálogos de impresos; diferencias por clases sociales y géneros, etc. En parte ya lo hice en otros lugares, en parte está en proceso de investigación y, en parte, supera mis posibilidades4.
2. LITERATURA
EN LAS BIBLIOTECAS PARTICULARES
2.1. Bibliotecas estudiadas En la línea de mis trabajos en este campo y contando con ellos5, estudio 65 bibliotecas particulares del Siglo de Oro español (1600-
4
Varios estudios inciden en estas cuestiones: Díez Borque, 2007a; 2007b; 2008a; 2008b; 2009a; 2009b; 2009c; 2010a; 2010b; 2010c; 2011a; 2011b; 2011c.Ver *. 5 Ver n. anterior.
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1650), según los datos que dan Chevalier, Laspéras, Dadson, Prieto, Bouza, Manso6… Son miles de libros en el conjunto, pues, aunque en una gran mayoría el número de libros sea reducido, hay bibliotecas excepcionales con importantes fondos, como la del conde de Gondomar y la del rey Felipe IV (35; 55)7, y destacadas, como las de San Juan de Ribera (18); el regidor Peralta (27); Monegro (31); el inquisidor Salazar (53); el escritor Caro (63); y otras estimables: las del arzobispo Hernando (22); el arcediano Castilla (26); el guantero Moreno (38); conde de Benavente (51), etc. No ignoro, claro está, la existencia de miles de inventarios y otros documentos sin publicar y trabajos en curso sobre distintas bibliotecas8, pero me atengo a lo que digo más arriba (ver n. 6). La muestra irá completándose también con mis propios trabajos y los del grupo de investigación que dirijo9. Las bibliotecas aquí estudiadas pertenecen no sólo a distintas áreas geográficas, sino a diversas clases sociales, lo que supone cubrir un amplio espectro sociocultural: Se toman en consideración bibliotecas de la nobleza (de aquí en adelante estos números remiten a 4b. Relación de inventarios): 1; 9; 16; 21; 24; 32; 33; 35; 36; 42; 44; 48; 51; 55; 56; 57; 58; 61; 62; de cargos y autoridades (2; 8; 12; 23; 27; 29; 37; 43; 49; 50; 53; 54); gentes de hábitos (10; 18; 19; 22; 25; 26; 28; 40; 52; 59); profesiones liberales (7; 11; 13; 20; 31; 39; 45; 63) y «clases trabajadoras» (3; 4; 5; 6; 14; 15; 17; 34; 38; 41; 46; 47; 64) (no se ha podido identificar la clase social de las bibliotecas 30; 60; 65)10.
6
Ver Chevalier, 1976; Laspéras, 1980; Dadson, 1998; Infantes, Lopez y Botrel (eds.), 2003; Delgado, 2003; Prieto, 2004; Bouza, 2005; Manso Porto, 1996. No he podido tener en cuenta algunos estudios que he conocido después de mis investigaciones (Dadson,Weruaga, Martín Velasco, Montero, Delgado-Ruiz Pérez, Lucía Megías, Baker, López Poza,Agulló, etc.). 7 Para esta numeración debe verse la Relación de inventarios anexa. 8 Ver notas anteriores. De acuerdo con F. J. Lorenzo y F. Ferrero, 2004, p. 45, existen «más de 1500 inventarios postmortem y de segundas nupcias, almonedas, hijuelas, legítimas y partijas».Tengo noticia de la existencia de estudios en proceso sobre varias bibliotecas, como por ejemplo, la del conde-duque de Olivares y otros. Los miembros del proyecto de investigación que dirijo (De la biblioteca particular al canon literario en los Siglos de Oro) están estudiando más de 300 inventarios del periodo, como puede verse en los demás trabajos de este volumen. 9 Ver n. 4 y *. 10 Díez Borque, 2010b, p. 11.
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No puedo pasar por alto los diversos e importantes problemas que plantean los inventarios considerados aquí como fuentes de información para los objetivos de estudio arriba mencionados. A todos nos hubiera gustado que fueran más detallados, cuidadosos, con «criterios catalográficos», pero, en general, no es así y es necesario contar con lo que hay. El problema, por fuerza, es común a todos mis estudios citados en nota 4, y a éste, por lo que debo retener aquí, a continuación, en el apartado b, lo que sobre ello he escrito11.
2.1.1. Problemas de los inventarios de bibliotecas En primer lugar, la tipología de fuentes es variada: inventarios post mortem, en vida, ventas, testamentos, segundas nupcias, almonedas, hijuelas, partijas, etc., lo que afecta, claro, a las posibilidades informativas de estas12.Asumido esto, no es menos importante contar con lo que no está o no puede estar en estas fuentes documentales, en los inventarios, es decir, el problema de las ausencias. Retengo lo que escribía en otra ocasión sobre ello: El profesor Víctor Infantes ha hecho un útil y juicioso balance de los problemas que plantean los inventarios, atendiendo al tipo de bibliotecas, «tipología documental del propio inventario», «clases estamentales» y número de libros, etc. Interesa aquí, sin entrar en cuestiones de lectura, como dije, su análisis de lo que no está en los inventarios, tanto libros prestados, sin valor, omitidos por varias razones, como «lo que no son libros»: relaciones de sucesos, almanaques, calendarios, sermones, oraciones, pliegos sueltos, etc. Por su parte, Chevalier y Dadson abordan el problema, fundamentalmente, desde la relación inventario-lectura, en que, como he repetido, no entro aquí. Pero sí me interesa lo que apunta Dadson sobre que «un inventario no tiene por qué representar todos los libros que una persona ha poseído en su vida», las ausencias de «libros de entretenimien-
11
Ver Díez Borque, 2010b, pp. 19-23. Esto afecta también, claro está, al epígrafe 4. Relación de inventarios de las bibliotecas (ver Díez Borque, 2010b, pp. 97-138). 12 Además del trabajo de De los Reyes inserto en este volumen, deben verse, al respecto, Dadson, 1998, pp. 14 y ss.; Lorenzo y Ferrero, 2004, pp. 45 y ss.; Infantes, 1997, pp. 281-292. Sobre las características del inventario, función, problemas metodológicos, ver Infantes, 1998, pp. 163-170; Pedraza, 1997, pp. 231-242 y 1999, pp. 137-158; Bennassar, 1984, pp. 139-146.Ver n. 2 y n. 3.
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to», diferencias entre el elevado número de ediciones de una obra y lo que los inventarios reflejan, ausencias por mal estado del mucho uso, préstamos, desacuerdos entre el status del poseedor y sus libros, dificultad de extraer conclusiones por el reducido número de libros de algunas bibliotecas, etc.13
Por su parte, Lorenzo y Ferrero aluden a las «prácticas de préstamo, alquiler y empeño de libros»14, lo que afecta, desde luego, al significado e interpretación de lo inventariado.Y en este sentido Chevalier puntualiza que «la presencia de un libro en una casa no significa gran cosa, o mejor dicho puede significar varias cosas» y lo concreta después, en la diferencia de lecturas de clérigos y letrados y en lo que significan sus bibliotecas especializadas15. Pero no son menores los problemas de cuantificación, identificación y clasificación. Como señalan Lorenzo y Ferrero, a veces hay indicaciones como «mesa de libros», «cajones de libros», no se especifica el número de ejemplares, se dan relaciones incompletas, se da «una cifra monetaria global»16. En alguna ocasión se incluyen bajo un mismo registro varios títulos (13; 18; 38; 51; etc.), varios volúmenes de un mismo título, se da un número global sin especificar títulos, se anota «varios libros», sin más.También se da el caso de volúmenes en que se encuadernan juntas varias obras. O en un mismo libro (por ejemplo, 18; 21; 26; 27, etc.) aparecen varios autores, por lo que se computan aquí como un solo libro, pero se tiene en cuenta a los distintos autores a la hora de establecer proporciones. De ahí los problemas de libro-registro, que veremos. Hay marcadas diferencias en los inventarios en el modo de citar los libros. En aisladas ocasiones dan título, autor y año de edición. Frecuentemente, dan títulos sólo, autores sólo, indicaciones temáticas generales, precisiones sobre las características materiales del libro, títulos en forma aleatoria. Encontramos indicaciones como «un libro griego que no hay quien sepa qué libro es» (21, p. 3); «tres libros de mano antiguos» (31, p. 110); «un libro de mano que no tiene nombre ni
13
Ver Díez Borque, 2008b, p. 191. Para las obras citadas: Infantes, 1997, pp. 281 y ss; Chevalier, 1976, pp. 31-36 y 1997, pp. 14-24; Dadson, 1998, “Apéndice 2” y 2003. Son pertinentes los estudios citados en notas 6 y 8. 14 Lorenzo y Ferrero, 2004, p. 49; Chevalier, 1997. 15 Chevalier, ver nota anterior. 16 Lorenzo y Ferrero, 2004, pp. 47 y ss.
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autor» (21, p. 14).Todo esto dificulta la identificación, por lo que hay que agradecer el esfuerzo de algunos editores modernos de los inventarios para establecer, con los datos a mano, la obra de que se trata, siempre, claro, con un insalvable margen de error. Lorenzo y Ferrero enfatizan las dificultades de establecer la edición concreta de que se trata, por esta forma de citar por temas, lengua, estado de conservación, tipografía, alusiones genéricas, autor, incluso cuando se cita autor y título resumido17. Una gran mayoría de los inventarios estudiados aquí no ofrecen clasificaciones temáticas, pero hay unos pocos casos en que sí lo hacen, lo que nos sitúa ante un apasionante problema cultural que merecería detenido estudio, para el que no hay espacio ni ocasión aquí. En todo caso, valga decir que la ordenación por temas que es toda clasificación ofrece datos impagables para la historia cultural del período en cuanto al modo de acotar y abarcar los saberes. Pero no es esto, como queda dicho, lo que aquí interesa, sino, una vez más, los problemas que estas clasificaciones presentan, que no son pocos, y llevan a confusión, a la hora de utilizarlas para separar la literatura en sus diversos géneros de otros tipos de libros (Historia, Derecho, Filosofía, Cosmografía, Matemáticas, Religión, Geografía, etc.). Encontramos así, por ejemplo, obras literarias bajo el epígrafe «Historia romana» (26) o «Diversos de Teología y Humanidad» (27), aunque pueden orientar clasificaciones del tipo «Letras humanas» (26 y 59), «Buenas letras» (63), etc. Pero el más cumplido testimonio de las dificultades que ofrecen las clasificaciones temáticas para aislar las obras literarias del conjunto de libros nos lo ofrecen los inventarios de dos bibliotecas singulares: la del conde de Gondomar y la de Felipe IV. Encontramos en ambas, junto a una gran variedad de temas, clasificaciones específicamente literarias, que parecería que acotan el terreno de la literatura y dentro de ella el de los distintos géneros, pues tal especificación se hace en ocasiones. Pero no siempre es así. Como mero testimonio orientativo valga decir que en la del conde de Gondomar, bajo el epígrafe «Libros de poesía en griego», se incluye el teatro de Aristófanes, Sófocles, Eurípides; en «Libros de poesía en latín» a Terencio, Séneca; en «Libros de poesía en español» aparece Florando de Castilla, la Diana de Montemayor, la segunda parte de esta escrita por Alon-
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Lorenzo y Ferrero, 2004, pp. 54-55.
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so Pérez, etc. En la de Felipe IV, en «Poetas latinos traducidos»: Plauto, Terencio; en «Poetas españoles»: Cárcel de amor, de San Pedro, Diana de Montemayor, Dorotea y Arcadia de Lope de Vega, etc. Bouza analiza, cumplidamente, el significado, alcance y problemas de la clasificación por materias de la biblioteca de Felipe IV —allí remito— descubriéndonos, por ejemplo, «duplicaciones», como en el caso de Barros, «practicidad» de la clasificación, ausencias, como en el caso de Herrera y Jáuregui, etc.; y Manso Porto apunta el problema de que las obras de algunos escritores «estuviesen encuadernadas formando colecciones con poemas de otros autores», incluso en obras en prosa18. Esto recalca los problemas de las fuentes de información, como venimos viendo, y subraya la dificultad de que las menciones y proporciones alcancen un grado de exactitud que es muy difícil de lograr. Por otra parte, el elevado número de libros incluidos en estos inventarios y la mención de obras muy complejas de identificar hacen difícil, en ocasiones, la separación genérica desde los criterios de la historia de la literatura, especialmente en el caso de las bibliotecas del conde de Gondomar (35) y Felipe IV (55). Por ello, en estas dos «especiales» bibliotecas atiendo, en forma general, a los autores presentes en ellas, de distintos géneros literarios, pero no las cuento a la hora de establecer proporciones de libros en los distintos géneros literarios con respecto al número total de los que integran las bibliotecas. Por si fueran pocos, todavía hay otros problemas que plantean los inventarios, que enumero, siguiendo las puntualizaciones de Lorenzo y Ferrero: «representatividad social frente al conjunto poblacional», «difícil establecer categorías socioprofesionales», «visión fundamentalmente urbana del ámbito de la lectura o de la posesión de libros», «distinguir qué libro de los inventarios masculinos o del matrimonio eran objeto de lectura de la mujer», «no abarcaba todas las pertenencias»19. No todos los problemas enunciados hasta aquí afectan del mismo modo al objeto de esta investigación, pero parecía oportuno recoger estas cautelas, remitiendo a la «Introducción y explicación a la Relación de Inventarios» para problemas específicos del estudio que aquí se 18 Bouza, 2005, pp. 73 y ss.; 78; 121. Manso, 1996, p. 55. Escribe Bouza: «hay cuarenta y cinco obras que aparecen en más de una materia a pesar de tratarse de un único volumen» (2005, p. 47). Muy curiosa es la clasificación que propone Araoz (1631) sobre la que habré de volver en un futuro próximo. 19 Lorenzo y Ferrero, 2004, pp. 46 y ss.
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ofrece.Tras esta cura en salud, justa y necesaria, no estará de más decir que hay un importante volumen de datos ciertos sobre el significado de la presencia de literatura en bibliotecas particulares del Siglo de Oro, que cada lector podrá interpretar y utilizar según sus intereses, sin entrar yo aquí, pues no es mi propósito, en la valoración de una ya rica bibliografía sobre bibliotecas20 ni internarme en los resbaladizos y peligrosos, por conjeturales, terrenos de la lectura21. Sobra decir que los problemas hasta aquí enunciados varían según el tipo de fuentes y no son equivalentes para todas ellas, pero afectan, de forma importante, como se irá viendo, a los inventarios aquí utilizados. No quiero pasar por alto que la presencia contrastada de literatura en las bibliotecas particulares podría ponerse en relación con los repertorios de obras impresas en el período, tiradas, estudios de imprentas en particular, pero esto, obviamente, nos llevaría a otros planteamientos. Sin embargo sí sería oportuno poner en relación inventarios de bibliotecas e inventarios de librerías. Me parece muy ilustrativo el camino que va de las obras atesoradas en las bibliotecas privadas a las obras a la venta en las librerías del siglo, contando con que los inventarios de librerías tienen problemas semejantes, no iguales, a los inventarios de bibliotecas, como hemos visto hasta aquí. Pero esto ya no es un problema específico de las fuentes de información, que es lo que aquí estoy tratando, como de las características de las bibliotecas particulares en el período, sólo en cuanto a la posesión de literatura, pues, como queda dicho, no me interesa aquí el estudio de las bibliotecas en sí mismas. Todavía he de aludir a algunos problemas particulares de las fuentes aquí utilizadas: en algún caso hay diferente grado de información de las 65 bibliotecas estudiadas, según el género. Por ello en poesía tengo en cuenta 60 bibliotecas, en novela, 63, y en teatro, 59. Por otra parte, en alguna aislada ocasión no ha sido posible precisar el número de libros que forman la biblioteca. Recordaré, para que todo quede claro, que, a pesar de todos los problemas enunciados, utilizo, en general, el término libro, aunque quizá hubiera sido más conveniente el de registro. Varía, naturalmente, la ortografía de los inventarios, por lo que, en general, unifico con criterios actuales para facilitar la comprensión.
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Ver n. 3. Ver n. 2.
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2.1.2. La literatura en las bibliotecas Antes de entrar en los terrenos del canon de excelencia, de acuerdo con los autores y obras presentes en las bibliotecas estudiadas, creo que es necesario valorar el peso de la literatura en dichas bibliotecas, según los géneros literarios, lo que supone también responder a la incitante pregunta ¿qué había, además de obras literarias, en esas bibliotecas del siglo XVII?, aunque a esto sólo pueda aludir de forma meramente sintomática, pues son miles de libros los que entran en el cómputo.Adelanto que sería un estudio muy sugestivo el de los temas y sus proporciones en las bibliotecas, lo que abriría un importante camino para acotar el imaginario cultural del siglo. Quede ahí el reto. Los datos sobre el peso del libro literario en las bibliotecas estudiadas, contando, además, con las que no tienen literatura, son contundentes: Prescindo, por las razones apuntadas, de las bibliotecas del conde de Gondomar (35) y de Felipe IV (55) y, claro está, de las que no hay inventario completo (10; 23; 28; 33; 50; 61) y de las que no tienen literatura en sus fondos, lo que hace un total de dieciocho bibliotecas, es decir cuento 47 aquí. Los datos son los siguientes: hay quince bibliotecas (31,91%) que tienen hasta el 5% de libros literarios en sus fondos: […] Trece bibliotecas tienen del 5,1 al 10% de libros literarios (27,65). […] Diez bibliotecas del 10,1 al 15% (21,27%). […] Por fin, en otras nueve bibliotecas la presencia de libros literarios supera el 15% (19,14%), sobrepasando el 20% en siete de ellas, lo que es una proporción muy importante en sí misma, pero de poco relieve en el conjunto: […] Queda claro en lo que antecede que la mayoría de las bibliotecas (28) tienen hasta el 10% de libros literarios en sus fondos (59,57% del total), mientras que las que superan el 20% de libros literarios son solamente siete (14,89% del total). No puede olvidarse, además, que en diez bibliotecas no aparecen obras literarias, lo que reduce todavía más el peso de la literatura22.
Teniendo en cuenta los datos apuntados, y sin entrar en proporciones, ni en distinción estamental, hay que preguntarse por lo que en estas bibliotecas rodeaba al libro literario, es decir, ¿qué había además de literatura? Un simple muestreo nos descubre la muy importante 22
Díez Borque, 2010b, pp. 35-36; aquí por extenso.
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presencia del libro religioso con una gran variedad de géneros y manifestaciones, que van de devocionarios, libros de horas, letanías, sermones, pasionarios, Evangelios, Biblias, a obras de San Agustín, San Jerónimo, San Ambrosio, Santo Tomás, Kempis, Santa Teresa, fray Luis de Granada, Flos sanctorum, etc. El peso del libro religioso en las bibliotecas es muy destacable, como digo, y muestra unos determinados horizontes del imaginario colectivo. Importante lugar tiene la Historia en estas bibliotecas, también con variedad de géneros: crónicas, anales, guerras… No faltan, aunque ya no sea tan significativo, libros de diversas ciencias (Derecho,Teología, Política, Astronomía, Geografía, Administración…), de la especialidad profesional de los poseedores; «libros prácticos» de labores, cocina, lunarios, pronósticos, caligrafía, agricultura, viajes, mapas, etc. Importante es subrayar la recurrencia de autores como Nebrija, gramáticos y retóricos, Guevara, libros de apotegmas y sentencias, etc. Las clasificaciones del propio siglo XVII, aunque distan mucho de nuestros conceptos clasificatorios de hoy y aunque a la hora de incluir títulos en cada uno de ellos ofrezcan muchos problemas, son útiles para reconstruir el modo de «acotar» saberes en el propio siglo, pero no puedo entrar en ello aquí. Sería necesario, ya lo dije, un estudio detallado de proporciones de los distintos tipos de libros, no sólo para conocer la cultura de la biblioteca en el siglo XVII, con diferencias por niveles socioculturales, sino el lugar de la literatura en este rico y variado conjunto. Desborda esto mis intenciones aquí, y sólo he pretendido —una vez que hemos visto y valorado las proporciones del libro literario— ofrecer un breve panorama de los libros que «rodeaban» a la literatura en las bibliotecas estudiadas. Hay que tener presente todo esto a la hora de reconstruir e interpretar el «canon de excelencia» literario en dichas bibliotecas, que es lo que me interesa realmente aquí.
3. EL «CANON
LITERARIO» EN LAS BIBLIOTECAS
Ya quedó explicado en el apartado 2.1.1 el sentido y alcance de tan complejo sintagma, cual es el de «canon literario» en su utilización en estas páginas. Por ello, voy a presentar, de acuerdo con el número de apariciones en las bibliotecas estudiadas —y, en el caso de la poesía, número de ejemplares, por su especial valor— el escalafón de presti-
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gios, es decir, el orden de importancia, en teatro, prosa de ficción (incluyo también el cuento, la fábula y Celestina) y poesía, prescindiendo de los autores y obras que aparecen en una sola biblioteca, porque no me parecen relevantes para mis intereses aquí: Teatro 1º Terencio: 11 2º Séneca: 6 Plauto: 6 3º Lope de Vega: 3 Aristófanes: 3 Guarini: 3 Ferreira: 3 Naharro: 3 Rueda: 3 4º Sófocles: 2 Eurípides: 2 ¿Lobo?: 2 Enzina: 2 Gil Vicente: 2 Cueva: 2 Virués: 2 Prosa de ficción 1º Esopo: 13 2º Celestina: 10 3º Boccaccio: 7 Guzmán de Alfarache: 7 Galateo + Galateo con Lazarillo: 7 4º Diana: 6 5º Arcadia (Sannazaro): 5 Arcadia (Lope de Vega): 5 Amadís de Gaula: 5 Quijote + obras de Cervantes: 5 6º Apuleyo: 4 Bandello: 4 Peregrino: 4 Persiles: 4 Pícara Justina: 4 Selva de aventuras: 4 7º Zintio: 3
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Lucanor: 3 Timoneda: 3 Cristalián: 3 Carnestolendas: 3 Novelas ejemplares: 3 8º Sergas: 2 Heliodoro: 2 Argenis: 2 Galatea: 2 Florisel: 2 Los diez libros de fortuna: 2 Lazarillo, anónimo: 2 Pastor de Fílida: 2 Febo: 2 Días del jardín: 2 Leucipe: 2 Carlomagno: 2 Don Diego de noche: 2 Arcipreste de Talavera: 2 Palmerín: 2 Belianís: 2 Pastores de Belén: 2 Caballero Asisio: 2 Menina: 2 Florando: 2 Noches de invierno: 2 Lazarillo (Hurtado de Mendoza) (2).Ver 3º Galateo con Lazarillo. Poesía 1º Virgilio: 21 (48) 2º Ovidio: 20 (58) 3º Petrarca: 16 (38) 4º Mena: 13 (20) (incluyo Glosas) Lucano: 13 (18) 5º Ariosto: 12 (24) Alciato: 12 (19) 6º Horacio: 11 (23) 7º Lope de Vega: 9 (30) 8º Torcuato Tasso: 8 (25) Dante: 8 (14) Boiardo: 8 (9) (8 + 1 en latín que cuento en poesía latina) 9º Juvenal: 7 (14)
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Garcilaso: 7 (12) Padilla: 7 (10) Ausiàs March: 7 (9) Covarrubias: 7 (7) 10º Homero: 6 (16) Marcial: 6 (9) Prudencio: 6 (8) Barros: 6 (7).
Por de pronto, un hecho contundente salta a la vista: en teatro y poesía, el primero y segundo puesto lo ocupa la literatura latina clásica: Terencio y Séneca y Virgilio y Ovidio, respectivamente. En prosa de ficción, un clásico griego: Esopo. Además, con una presencia muy significativa:Terencio en once bibliotecas;Virgilio en 21 bibliotecas, con 48 ejemplares, y Ovidio en 20 con 58 ejemplares; Esopo en 13 bibliotecas. Supone esto que Terencio está presente en el 47,82% de las bibliotecas con obras de teatro y Séneca y Plauto en el 26,08%. Más significativo es, todavía, que la obra de Virgilio esté en el 43,75% de las bibliotecas con poesía y Ovidio en el 41,66%. Por su parte, la obra del griego Esopo está en el 35,13% bibliotecas con prosa de ficción en sus fondos. Creo, en consecuencia, que ha de tenerse en cuenta el peso de la literatura clásica que muestra esto, que todavía será corroborado por otros datos, que comentaré después. Siguiendo con el «canon de excelencia», comprobamos que en teatro, si un comediógrafo como Terencio ocupa el primer puesto, a distancia, todavía dos clásicos latinos, un autor de tragedias como Séneca, y otro de comedias como Plauto, ocupan el segundo lugar, con su presencia en seis bibliotecas, frente a la ausencia de los grandes dramaturgos del siglo XVII (Guillén de Castro,Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón,Vélez de Guevara, Calderón de la Barca, etc.), pues sólo el gran Lope de Vega aparece en tres bibliotecas (aunque en un caso con Góngora y en otro «Comedias de Lope de Vega y otros autores», cuyo alcance ignoro). Si tenemos presente que está a la altura del comediógrafo griego Aristófanes, del italiano Guarini, del portugués Ferreira y de los dramaturgos españoles del siglo XVI, Naharro y Rueda, podemos pensar que el teatro que se representaba en los corrales de comedias, coliseos y otros espacios teatrales23 no tenía el lugar merecido en las biblio23
Ver Díez Borque, 1991 y 2002.
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tecas, quizá porque era, fundamentalmente, cultura oral, que tenía su lugar propio en los espacios teatrales. No se me oculta que el problema es de gran envergadura, pues hay que tener presente la variedad de formas impresas de difusión del teatro: partes de un solo autor, de varios autores, sueltas, pliegos de cordel... Pero es que todavía en el puesto quinto, dos bibliotecas, volvemos a encontrar dramaturgos del XVI (Enzina, Gil Vicente, Cueva,Virués), los trágicos griegos, Sófocles y Eurípides, y ninguno del siglo XVII. A la luz de los datos que la documentación teatral del XVII proporciona24, no parece que el teatro de los dramaturgos del XVI, de los clásicos griegos y latinos, de los italianos y portugueses tuviera una «realidad escénica» en el siglo XVII, lo que lleva a pensar, con todas las reservas, claro, que eran los autores no representados los que tenían presencia en las bibliotecas, pues los del XVII «vivían» en los escenarios. Pero, habida cuenta de que el teatro del siglo XVII también vio la luz en forma impresa —con la variedad de formas a que aludí—, habrá que plantearse, desde varias perspectivas, la competencia lectura-representación, que, ayer y hoy, es un aspecto importante de la comunicación teatral. En la prosa de ficción —aparte de Esopo en primer lugar, que ya vimos— me parece muy revelador el hecho de que La Celestina, de Fernando de Rojas (no entro aquí, en absoluto, en el problema del género literario), ocupe un segundo lugar, diez bibliotecas, con lo que viene a coincidir la memoria literaria con el canon de nuestro siglo, lo que no ocurrirá en otros casos, como veremos. Subraya la importancia de la obra de Rojas, ayer y hoy. Lo mismo que, en cierto modo, ocurre con Guzmán de Alfarache (3º en siete bibliotecas), a la altura del italiano Boccaccio, y de Galateo, de Lucas Gracián Dantisco, obra que no tiene ese peso en la memoria literaria, pero que en su mezcla de novela cortesana y cuentos debía tener un carácter de manual de cortesía y educación: Galateo español. De lo que se debe hacer y guardar en la común conversación para ser bienquisto y amado de las gentes.Y es significativo que se editara tanto suelto como acompañado del Lazarillo «censurado» (habría que sumar la edición separada del Lazarillo —Hurtado de Mendoza—, dos bibliotecas). Creo que es un testimonio de la distancia 24
La bibliografía es ya muy extensa, pero baste acudir, sin más, a la serie «Fuentes para la historia del teatro español» (London,Tamesis Books), en que tan activamente participaron Varey, Shergold y Davis, para comprobarlo.
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entre la realidad del siglo y la reconstrucción por la historia de la literatura, corroborada por el hecho de que el anónimo Lazarillo de Tormes sólo aparezca en dos bibliotecas (la del conde de Gondomar y la del rey Felipe IV). Aunque esto sea obligado por la censura, no deja de ser revelador de cómo el control condicionó la difusión literaria. Parece que la novela pastoril del siglo XVI todavía contaba con una presencia importante en el siglo XVII, pues encontramos La Diana de Montemayor en lugar cuarto (seis bibliotecas) acompañada por otras novelas pastoriles en lugar destacado: en el quinto (cinco bibliotecas) Arcadia de Sannazaro y Arcadia de Lope de Vega, y todavía otras novelas pastoriles en octavo lugar (dos bibliotecas) en que conviven obras hoy más consideradas por la historia de la literatura, como Menina e moça o Pastores de Belén, con obras de menor peso y calado como Pastor de Fílida. Creo que es una incitación para replantearse la perduración de los géneros y la distancia del ayer al hoy, como vengo diciendo. Aunque soy consciente de la limitación de los datos, cuando menos es un reto para seguir investigando este apasionante problema. Con su presencia en cinco bibliotecas (quinto lugar) comprobamos que el más singular libro de caballerías, Amadís de Gaula, está a la altura del Quijote de Cervantes. La obra señera del género y la que se propone destruirlo. Pero esto me interesa menos que el modesto lugar que ocupa la más importante obra de la literatura española. No me permito extraer conclusiones apresuradas sobre tan importante problema como es la recepción del Quijote en su siglo, pero es de nuevo una invitación para seguir avanzando en este imprescindible campo y para replantearse la duración del género caballeresco. El sexto lugar (cuatro bibliotecas) testimonia la convivencia de géneros de la prosa de ficción en el siglo XVII, pero con obras importantes del canon de la historia de la literatura.Tenemos testimonios de la novela picaresca: Pícara Justina, pero también de la novela de «aventuras»: Peregrino en su patria; Trabajos de Persiles y Sigismunda; Selva de aventuras. Ésta era la realidad literaria del siglo, pero no hay que olvidar que también hay aquí lugar para la novela latina (Apuleyo) e italiana (Bandello). Algo semejante ocurre en el séptimo lugar (tres bibliotecas). Junto al italiano Zintio, encontramos libros de caballerías (Cristalián), novela «cortesana» (Carnestolendas), colecciones de cuentos (Conde Lucanor; Timoneda). Pero creo que el hecho más destacable es el modesto lugar de obra tan importante como Novelas ejemplares de Cervantes. Las investigaciones que lleva a cabo el grupo de I + D que diri-
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jo25, con el análisis de cientos de inventarios, vendrán a corroborar estos datos. A partir de aquí, hay un nutrido grupo de obras que aparecen en dos o en una biblioteca, que testimonian la presencia de los distintos géneros de prosa de ficción de los siglos XVI y XVII, pero no me internaré ya en este boscaje, pues lo más importante eran los primeros puestos del canon de prosa de ficción. En poesía, visto ya el significado de Virgilio y Ovidio, 1º y 2º lugar, tenemos que el gran Petrarca, de decisiva influencia en la creación literaria, ocupa un tercer lugar, con su presencia en 16 bibliotecas con 38 ejemplares. Pero destaca el hecho de que no aparezca ningún poeta español hasta el cuarto lugar (13 bibliotecas) y que no sea ningún poeta del XVI o XVII, sino medieval: Juan de Mena, con 20 ejemplares, a la altura del latino Lucano (18 ejemplares). Se comprende el prestigio de la obra de Mena, pero no deja de llamar la atención que los grandes poetas del XV, como el marqués de Santillana y Jorge Manrique, no aparezcan en ninguno de los diez primeros lugares (Jorge Manrique aparece en tres bibliotecas y Santillana en cinco) y que no encontremos hasta el séptimo lugar (nueve bibliotecas) a un poeta del propio siglo XVII, como el gran Lope de Vega (aunque con treinta ejemplares). Lo mismo cabe decir de Garcilaso de la Vega (noveno lugar, siete bibliotecas, doce ejemplares), a la altura de un poeta de menor entidad como Padilla (diez ejemplares); Covarrubias (7 ejemplares) y próximo a un Barros (10º lugar, seis bibliotecas, siete ejemplares). Es decir, la presencia de poesía española en este escalafón se limita a Mena, Lope, Garcilaso, Padilla, Covarrubias y Barros y al valenciano Ausiàs March (noveno lugar, siete bibliotecas, nueve ejemplares) y destaca la limitada presencia de romanceros (5). Un poeta del XV, en lugar muy destacado, como vimos; presencia de poetas del XVI y XVII del «canon de excelencia», aunque aquí en modesto lugar, y de otros de menor calidad.Aunque hemos de tener presentes los procedimientos de difusión de la poesía, junto al impreso, manuscrito, oralidad, pliegos, poesía en la calle…, no dejan de ser datos muy reveladores, a tener en cuenta por la historia de la literatura. Frente a lo que acabamos de ver, destaca la presencia de poesía latina y poesía italiana, lo que quizá pueda estar también condicionado
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Ver * y n. 4.
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por los procedimientos de difusión a que aludía. Además del hecho contundente, ya comentado, de los primeros puestos, tenemos que también encontramos poetas latinos en sexto lugar: Horacio (once bibliotecas); Marcial y Prudencio, décimo lugar (seis bibliotecas) e italianos de la altura de Ariosto (quinto lugar, 18 bibliotecas);Tasso, Dante (octavo, ocho bibliotecas), pero también aparecen poetas de menor relevancia que éstos como Alciato (quinto, doce bibliotecas) y Boiardo (octavo, ocho bibliotecas). Por otra parte, destaca el modesto lugar de la poesía griega, solamente Homero (décimo lugar, seis bibliotecas), lo que estaría de acuerdo con el peso del «renacimiento griego» que ha establecido Luis Gil26. Tras el recorrido hasta aquí de «presencias», podría presentar una nómina de «ausencias» significativas, pero, aparte de su carácter abierto y, en consecuencia, difícilmente abarcable, prefiero seguir el consejo de Antonio Machado para la crítica literaria: atenerse a lo que hay y no a lo que no está. Creo que la literatura que hay en las bibliotecas, en los distintos géneros, permite unas conclusiones que no por provisionales dejan de ser significativas, tanto para reconstruir la «realidad literaria» del siglo como para valorar las diferencias, acuerdos, desacuerdos con lo que la memoria literaria ha retenido y con la reconstrucción que la historia de la literatura lleva a cabo. Sirve, además, para replantearse las consecuencias de las formas y medios de difusión, los resultados del control y censura, la «duración de géneros» y autores…, en suma, la realidad literaria del siglo, a la que habrá que seguir acercándose desde distintas perspectivas. Al fondo, siempre el problema del canon literario.
4. RELACIÓN DE INVENTARIOS DE LAS BIBLIOTECAS27 4.1. Introducción y explicación Ya me he referido en el apartado 2b a los problemas generales de las fuentes de información (y allí remito), pero conviene ahora hacer algunas puntualizaciones concretas antes de pasar a la relación de inventarios, con los libros literarios en cada uno de ellos.
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Ver Gil, 1981. Ver n. 10.
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En poesía sólo doy autor (apellido, excepto cuando plantea dudas), entre interrogaciones cuando puede haber más obras con ese título, utilizando, en general, las identificaciones que proponen los editores de los inventarios. No hago distinción entre lengua original y traducción, y no incluyo aquí libros cuyo original es en prosa. De cada autor doy el número de veces que aparece su obra en cada biblioteca, entre paréntesis, título cuando no se ha identificado al autor y, entre paréntesis, cuando es del caso, la posible autoría. En novela doy título y autor, y en teatro autor sólo o autor y obra, utilizando, cuando es el caso, las identificaciones de los editores de los inventarios. Por las razones conocidas, en los inventarios 35 y 55 sigo criterios particulares. En los inventarios 35 (conde de Gondomar) y 55 (Felipe IV) sigo los epígrafes de las clasificaciones, pero sitúo las obras en su lugar, en general, según la lengua original, aunque aparezcan en otro apartado; indico con asterisco las dudas, pero puede haber problemas por las clasificaciones, miles de libros, identificaciones, etc. En estos dos inventarios separo novela española y novela extranjera, sin dar la relación completa de ésta, habida cuenta de los géneros que interesan, específicamente, en este estudio. No tomo en consideración, en el conjunto, salmos, letanías, cánones litúrgicos, libros de música, ni cuando de un autor sólo se mencionan «obras», como en Covarrubias, Policiano,Ateneo, Horozco, etc. Excluyo, por problemas de identificación, adscripción genérica, dudas…, una serie de autores y obras (indico título cuando no figura el autor): Coloma (4). Silva de varios autores; Floresta española (6); Álvarez (7); Saldaña; Camilo (8). Baptista;Tintelman; Soria; Ioachim; Virgilio sobre Antonio de Nebrija (18). Hermosilla; El Pelayo; Fábula de Adonis; Lucrecia Morena (21). Biblioteca Hispánica; Picrio (25). La historia troyana; Silva nupcial (29). Ojea (30); Oviedo de Anguilano; Laçon; Olivia de Saúco; Galiçio (31). Tirses y Tirseo; Guzmán; Diálogos de amor de Dorida (34). Pasquino (36).Velázquez; Mártires;Villava; Álvarez;Vega; Historia de San Isidro; Pérez de Herrera (38). Hernández Blasco; Alexio Piamonte (41). Céspedes; Historia del rey Don Rodrigo; Milagros de Nuestra Señora; Las nueve peñas (43). Padilla (45). Zamora (46). Fábula pastoril; Arte del Antonio; Discreción del teatro del cielo (48). Tragedia de Europa; Miranda; Mayante de la muerte de Orlando; Orfeo en griego; Fábulas del Pronario; Prólogo de la primera epístola de Ovidio; Pelea de Acteón y Hércules; Petrarca espiritual (51). Matheo;Villalba (54). Fiestas de Lerma (56). Poggio florentino (59). Poliantea; Sidonio Apolinar; Ortelio; Erici Puteani;
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Pontano; Filostrato; Mateo; Céspedes; Ateneo; Espinosa; Hermani Hugon (63). Boccalini (64). En el caso de los inventarios 35 y 55 lo indico con asterisco, como se dijo. Hay que contar con todo lo que se dice en el apartado 2b, en especial lo que concierne a título-libro-registro. En particular, cuando un título incluye varios volúmenes se cuenta como uno y cuando en un mismo volumen aparece la obra de varios poetas se computan individualmente. Pero, además, a la hora de indicar el número de libros en cada biblioteca (excepto en alguna ocasión en que no ha sido posible) hay que tener muy presente todo lo que se dice en el mencionado apartado 2b, especialmente en lo que se refiere a repeticiones, inclusión, en algún caso, de varios libros bajo una misma entrada, indeterminaciones, etc. Quizá la denominación de registro hubiera sido más adecuada que la de libro, pero he preferido ésta última, a pesar de los problemas. A diferencia de los apartados siguientes de este libro, no se indica nombre ni profesión o situación social cuando figura expresamente en el título. Por la procedencia de este estudio, en la Relación que sigue se utiliza un procedimiento de cita que difiere levemente de la Relación de inventarios correspondiente al período 1650-1700. b) Relación28 1 (1602) -«Brianda de la Cerda y Sarmiento. Duquesa de Béjar», Dadson, Trevor J., Libros, lectores y lecturas, Madrid, Arco/Libros, 1998, pp. 424431. -58 libros. Poesía:Virgilio; Ovidio; Lucano. Novela: Cristalián de España (B. Bernal). Teatro: Comedia en portugués. 2 (1602) -«El gusto por la historia: la biblioteca de don Álvaro de Córdoba (…)», gentilhombre de cámara, Prieto Bernabé, José M., Lecturas y lectores. La cultura del impreso en el Madrid del Siglo de Oro (1550-1650), Mérida, ERE, 2004, II, pp. 69-73. -27 libros. 3 (1602) -«Disociación entre lecturas y actividad laboral. Magno Lucenberg, agente de negocios de los Fúcares, (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 315-318. -24 libros. Poesía:Virgilio; Ercilla. Novela: Amadís de Gaula, en francés. 4 (1602) –«Lecturas tradicionales en la biblioteca de Pedro García Carrero, cerero (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 382-386. -36 libros. Novela: Enrique fi de Oliva. 28
Por la procedencia del estudio se utilizan distintos criterios de cita que en la Relación de inventarios 1651-1700 y en poesía, novela y teatro.
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5 (1603) -«El platero Juan de Arfe y Villagarcía y el inventario de sus bienes», Barrio Moya, J. L., Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 19 (1982), pp. 30-31. -23 libros. Poesía: Ovidio (2). Novela y otros géneros: Patrañuelo (J. de Timoneda). 6 (1604) -«Dos Antonios de Segura y la librería de Antonio de Sigura», criado del rey, Astrana Marín, Luis, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes (…), Madrid, Instituto Editorial Reus, 1958,VII, pp. 792-793. -54 libros. Poesía: Lope de Vega; Garcilaso de la Vega; Ovidio (4); Alciato;Virgilio; Guajardo; B.Tasso. Novela: Arcadia (Lope de Vega); Selva de aventuras (J. de Contreras); 2ª parte del caballero Asisio (fray G. de Mata) (verso); Galateo español (L. Gracián Dantisco). Teatro: Terencio en romance. 7 (1604) -«Alonso de Barros (1604)», escritor, Dadson,Trevor J., Libros, pp. 369-383. -151 libros: Poesía: Petrarca (3); Pérez de Guzmán; Libro de los cuatro cantos (Fuentes); Glosa sobre las Trescientas de Juan de Mena; Silvestre; Ovidio;Virgilio; Lucano; Novela y otros géneros: Pastor de Fílida (L. Gálvez de Montalvo); Celestina (F. de Rojas); Los diez libros de fortuna de amor (A. de Lo Frasso); Esopo. 8 (1604) -«Los libros de Bernardino de Mendoza (154[1]-1604)», embajador, Laspéras, Jean-Michel. Bulletin Hispanique, 99, 1997, pp. 25-39. 87+3 libros. Poesía:Virgilio (2); Lucano (2); Marcial (2); Obras y hazañas de Bernardo del Carpio (¿Valbuena o Alonso?); Horacio; Illustrium poetarum; Poemata Sacra; Romanceros (2); Romances nuevos (Flores);T.Tasso; Poetas griegos en latín; Caballero determinado; Aldana; Novela: Arcadia (I. Sannazaro); Esopo. Teatro:Terencio. 9 (1605) -«Antonia de Ulloa, condesa de Salinas (1605)», Dadson,Trevor J. Libros, pp. 431-436. -41 libros. Poesía: Romances; Teatro:Terencio. 10 (1607) -«La biblioteca del canónigo zaragozano Pedro Arguedes» (A. Borrás Feliú, «Fundación del Colegio de la Compañía de Jesús en Huesca [1595-1625]»), Hispania Sacra, 32, 1980, pp. 59-87. -No da inventario. 11 (1607) -«El pintor Luis de Carvajal y el inventario de sus bienes», Barrio Moya, J. L., Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, 48, 1982, pp. 414-420. -11 + 25 libros. 12 (1609) -«Libros e instrumentos de música en inventarios post-mortem del Siglo de Oro español: el caso de don Juan de Borja (1607)», diplomático y ministro, Dadson,Trevor J., Pliegos de Bibliofilia, 14 (2º trimestre 2001), pp. 3-18. -34 libros (varios registros incluyen varios libros). 13 (1609) -«Libros y libreros en Murcia según los protocolos del siglo XVII», [Pedro Monte, abogado], Pascual Martínez, Lope (de), en El libro antiguo español, II, ed. M. L. López Vidriero-P. M. Cátedra, Salamanca, BNM /SEHL, 1992, pp. 163-175. -16 libros (para varios cuerpos y uno colectivo).
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14 (1609) -«Una biblioteca fuertemente secularizada: la de Alonso Carrión, platero de oro (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 375380. -54 libros. Poesía: Marcial; Lucano; Fuentes; Alciato (2);Virgilio; Ovidio (2); Rufo; Horacio; Flores poetarum; Micael poeta; Juvenal. Novela y otros géneros: Amadís de Gaula; Celestina (F. de Rojas); Galateo español-Lazarillo castigado (L. Gracián Dantisco). 15 (1609) -«La biblioteca del bordador Daniel Rutierier (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 380-382. -19 libros. Poesía: Covarrubias; Aníbal Caro. 16 (1610) -«Francisco Arias Dávila y Bobadilla, IV conde de Puñonrostro (1610)», Dadson, Trevor J., Libros, pp. 342-357. -182 libros. Poesía: Ariosto; Ger[oni]mo Savorgano en italiano; Alciato; Reglas de milicia en verso y romance; Lucano; Petrarca. Novela: Lepolemo (A. de Salazar); Boccaccio en italiano. 17 (1611) -«Los libros de Bernardino de Villafranca, platero de oro (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 430-434. -43 libros. 18 (1611) -«El inventario de las bibliotecas de San Juan de Ribera en 1611», prelado, Cárcel,Vicente, Analecta Sacra Tarraconensia, 39, 1966, pp. 319-379. -1990 libros (en algún registro, varios). Poesía: Covarrubias; Ausiàs March; Homero (2);Virgilio (2); Octavianum Mirandulam; Poete cristiani; Alciato; Carmina Salmoni Marciani; Lucano; Horacio; Petrarca; Horozco; Epigramatum graecorum; Valerio Flaco; Catulo-Libulli-Propercio; Opera poetarum (I. Fero); Novela: Historias trágicas (M. Bandello). Teatro: Séneca (4);Aristófanes; Plauto (2);Terencio. 19 (1612) -«La librería de Oliverio Danes, capellán de Felipe III (1612)», Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 14, 1987, pp. 63-68. -51 libros. Poesía:Virgilio. 20 (1613) -«La librería del arquitecto Juan Gómez de Mora» («Documentos para la biografía de Juan Gómez de Mora»),Agulló y Cobo, M., Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 9, 1973, pp. 64-66. -69 libros. Poesía: Virgilio; Heroni Alexandrino (4); Romancero. Novela y otros géneros: Galateo y Lazarillo castigado (L. Gracián Dantisco); Hija de Celestina (A. J. de Salas Barbadillo); Fábulas de Esopo. Teatro: Obras de Séneca. 21 (1608, inventario; 1613 muerte) -«La biblioteca manuscrita del condestable Juan Fernández de Velasco (†1613)», Andrés, Gregorio de, Cuadernos bibliográficos, 40, 1980, pp. 5-22. -187 libros. Poesía: Petrarca (4); Ovidio; Horacio; Carmina ad diversos; Dante (3);Versos en lengua portuguesa;Virgilio; Frebuno; Catulo-Propercio-Tibulo; Prudencio. Teatro: Tragedia de Tulia; Cinco mascaradas; Comedia de A. Usomarill. 22 (1614) -«La biblioteca del arzobispo Hernando Arias de Ugarte: bagaje intelectual de un prelado criollo (1614)», Hampe-Martínez,T., Thesaurus, 42, 1987, pp. 337-361. -417 libros. Poesía: Lope de Vega.
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23 (1616) -«Licenciado Pérez de Aracil, del Consejo del Rey» («Obras de Cervantes en bibliotecas del siglo XVII y su tasación»), Astrana Marín, Luis, Vida, p. 794. -No da inventario completo. Poesía: Viaje del Parnaso (Cervantes). 24 (1616) -«Ana Piñeiro Manrique, III condesa de Puñonrostro (15891616)», Dadson,Trevor J., Libros., pp. 438-450. -126 libros (incluye dote, 1589 e inventario, 1616). 25 (1616) -«La librería del obispo José González Díaz de Villalobos», Barrio Moya, J. L., Hispania Sacra 43, 87, 1991, pp. 329-341. –ca. 183 libros (varios tomos). 26 (1618) -«El arcediano de Cuenca D. Luis de Castilla (†1618) protector del Greco y su biblioteca manuscrita», Andrés, Gregorio de, Hispania Sacra, 35, 1983, pp. 87-141. -434 manuscritos («quince cuerpos, sin identificar, que, entre otras materias, incluyen las bellas letras”, p. 129). Poesía: Mena; Miscelanea poematum diversorum; Tibulo; Catulo y Propercio; Catonis et aliorum carmina moralia; Flores et sententiae (Catonis,Teognis, Aliorum). Novela: Libro de caballería en portugués;Tratados diversos de Lançelot francés. 27 (1618) -«Un regidor madrileño instruido en leyes: la biblioteca de Francisco de Peralta», Guerrero Mayllo,A., Espacio,Tiempo y Forma, Serie IV, Historia Moderna, 5, 1992, pp. 71-96. -700 libros (1175 volúmenes, p. 74). Poesía: Ovidio (2); Propercio; Catulo y Tibulo; Juvenal. Teatro: Terencio. 28 (1618) -«Pedro Ocón, canónigo de Toledo», Astrana Marín, Luis, Vida, p. 795. -No da inventario completo. Novela: Persiles y novelas (M. de Cervantes). 29 (1621) -«Biblioteca del protonotario Agustín de Villanueva», Saltillo, Marqués del, «Bibliotecas, libreros e impresores madrileños del siglo XVII», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 54, 1948, pp. 257-260. -138 libros. Poesía:Virgilio (2); Ovidio; Justa poética de la Concepción; Petrarca; Juan de la Cruz;Ausonio. Novela: Novelas de Boccaccio; Esopo. Teatro: Comedias de Plauto; Obras de Terencio. 30 (1621) -«Libros de Pedro de Párraga», Saltillo, Marqués del, «Bibliotecas», pp. 261-263. -c. 87 libros. Poesía: Covarrubias; Oña;Valdivielso. Novela y otros géneros: Policisne de Boecia (J. de Silva); Sergas de Esplandián (G. Rodríguez de Montalvo); Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Celestina (F. de Rojas). 31 (1621) -«Juan Bautista de Monegro, su biblioteca y De divina proportione», arquitecto y escultor, Marías, Fernando, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 53, 1980, pp. 91-117. -610 libros (p. 92) «6% libros literarios o de entretenimiento, poesía, teatro, novela, épica» (p. 93). Poesía: Horacio (2); Dante (2);T.Tasso (4); Ovidio (4);Virgilio
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(4); Ariosto (2); Petrarca; Mena; Celo en italiano; Cueva;Virués;Villalobos; Ausiàs March; Sannazaro; Estanci di diversi poeti italiani; Boiardo; Herrera; Garcilaso. Novela: Arcadia de I. Sannazaro; Arcadia de Salazar. Teatro: Ocho comedias en italiano; Obras de Juan de la Cueva;Terencio en latín y romance. 32 (1622) -«Una colección con pretensiones intelectuales: la de don Fernando Pacheco, caballero de la Orden de Calatrava (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 61-68. -69 libros. Poesía: Lope de Vega; Juan de la Cruz. 33 (1622) -«Libros del marqués de Celada»,Astrana Marín, Luis, «Obras de Cervantes…»,Vida, p. 795. -No da inventario completo. Novela: Quijote (M. de Cervantes). 34 (1622) -«Entretenimiento y vocación intelectual a través de la lectura. Andrés Benito, mercader portugués (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 318-327. -89 libros. Poesía: Sa de Miranda; Estaza; Bernardes; Camoens; Petrarca (2); Alciato; Ledesma; Montemayor (2);Virgilio; Í. de Mendoza; Espinel;Ausiàs March; Boiardo; Dante;Ariosto; Barros. Novela y otros géneros: Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Celestina (F. de Rojas); Los diez libros de fortuna de amor (A. de lo Frasso); Diana (J. de Montemayor); Selva de aventuras (J. de Contreras); «Otra selva de aventuras» (?); Lazarillo de Tormes (D. Hurtado de Mendoza); Carnestolendas de Castilla (G. Lucas Hidalgo); Esopo; Las ciento novelas de Giraldo Zintio; Historias trágicas (¿Bandello?); Teágenes y Cariclea (Heliodoro). Teatro: Comedia Florinea (J. Rodríguez Florián); Comedia selvagia (A. de Villegas); Comedia eufrosina (J. Ferreira); Primeras tragedias (J. Bermúdez) (3); Propalladia (B. Torres Naharro); El pastor Fido, tragicomedia (B. Guarino); Tragedias españolas (A. de Silva) (J. Bermúdez) (2); Nise laureada (Bermúdez). 35 (1623) -«Inventario de la librería del conde de Gondomar», Manso Porto, Carmen, Don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar (15671626). Erudito, mecenas y bibliófilo, s. l., Xunta de Galicia, 1996, pp. 415636. -Más de 6471 libros (p. 417). Poesía: I Libros de poesía griega. Homero (6); Homero y Hesíodo; *Synesii episcopi Cirensis; Teognidis, Hesíodo, Teócrito; Teognidis; Pitágoras; Focílides; Theognidis, Pytagorae, Phocilidae et caetorum carmina;Teócrito (2); Florilegium diversorum epigrammatum in septem libris; Apolonio de Rodas; Píndaro; Píndaro con Calímaco himno; G. Nacianceno. II Libros de poesía latina. Virgilio (13); Horacio (8); Ovidio (15); Lucano (3); Juvenal (4); *J.F. Quintiani; Alberti de Eyb; Marcial (3); Corpus omnium veterum poetarum latinorum; Juvenal y Aulio Persio; *Papini Statii; *C. Lucelio Syessani; Horacio, Juvenal y Persio;Valerio Flaco, Argonauticon libri; *J.Vidau; *Merlini Cocaii; *J. Felicis; *Fulvio Ursino; Horacio
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cum animadversionibus; *J.Verzosa; Ausonio (3); *Silii Italici; Aulio Persio Flaco; Capiluporum carmina;Aloysii Mormillis; *Ramirus; Latini; *Sparke et Centellis; Damián; Frischlini; *Hillessemii; Gohaei; Gellii; De nuptiis comitis Palatini cum Elisabetha; Jacobi regis Angliae filia, poema; *Academia conimbricensis; Lupecii de Hoyos; *Bartolini; Barclaii; Majeri; Rollenhagii; *Sancti Orientii; Nunnii; *Garlandia; *Biffi; *Casae; Quaerengi; Prudencio (2); *Solli Sidanl(ii) Apollinaris; Pisani; *Toletani; Gemmae; Falconis; *Capyeii; *Reusneri, Carmina quinque ilustrium poetarum; *Terentii Flores; Borbonii; *Publica laetitia sodalitatis B. M.Virginis; *Barclaii; *Herrerae;Vilchii; *Roscii Hortini; Claudian; Juvenalis et Persii; *Silius Italicus de secundo bello punico (2); *Drurei; *Mantuani; *Faerni; *Natalis; *Mythologici latini omnes recensuit Hieronymus Commelinus. III Libros de poesía castellana. Romancero general (Flores); Urrea; Las quatrocientas respuestas (Escobar); *Fernández de Villegas; Mena (5); Enzina; Pérez de Herrera; Carrillo y Sotomayor; *Borja; Martínez; Cayrasco (2); Hojeda; Lope de Vega (6); *Hernández Blasco; Covarrubias; Horozco; Mendoza (2); Cancionero general (H. del Castillo); López de Mendoza (2); Primera parte de las flores de poetas ilustres de España (Espinosa); *Soares; *Verdadero entretenimiento del christiano; Pelegrín; J. Manrique (2); Bonilla; *González de la Torre; *Gómez; *Garrido de Villena; *Zamora; *Castellanos; *Molina; *Adame de Montemayor; *Quirós; Zapata (2); Herrera; 2ª parte del Romancero general (M. de Madrigal); Montemayor (3); *Estaciones del christiano; Romero de Cepeda; Acuña; El cauallero determinado (Marche; trad.Acuña); Barahona de Soto; *Povoas; *Camargo; *Villalba; *Bravo; López de Úbeda (2); Jáuregui; Barros (2); *Sánchez Galindo; Padilla (3);Toledano; Ledesma; Espinel; Cantoral; Salas; *Suares de Chávez; Soto; *Andrada; Archimusa de varias rimas y efectos; *Guzmán;Virués (2); *Solorzeno; *Savariego;Valbuena; *Almendáriz; Castillejo; *Contreras; *López de Corelas; Ercilla (4); Oña;Valdivielso; Rufo; *Sancta María; *Liaño; Gómez d´Oliveira; Lasso de la Vega; Romero de Cepeda; Boscán y Garcilaso de la Vega; *Hurtado de Mendoza; *Vargas Manrique; Primera parte del tesoro de divina poesía, recopilado por E. de Villalobos; Ausiàs March (2); D. de Vega; *Segura; Historia del Cid Ruy Díez de Bivar (recopilada por J. de Escobar);Villegas; *Méndez de Vasconcellos; *Aguilar; *Santisteban; *Heredia; *Escobar; Suárez de Figueroa; Fuentes; Aldana; *Sans; *González del Torneo; *Alarcón; *Martínez; Corte Real; *Mata; Bonilla; Cancionero general; Vezilla; Enzinas; *Cortés; *Soto; Cervantes; *Reyes; *Cueva; Mesa (2); *Díez; Silva de varios romances; Garcilaso; Pinciano; Saavedra Guzmán; *Dessi; Romancero historiado (L. Rodríguez); Cancionero de romances; Cueva (3); Coloma; *González de la Torre; Medinilla; Padilla; Arbolanche; *Suárez de Chaves; *Ponce; Romances sacados de la Crónica d´España (Sepúlveda); López de Zárate;
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Piño; 1ª parte del Romancero historiado (Segura); *Girón y de Rebolledo; Castilla; *Guzmán; *Los memorables dichos y sentencias de varios philósophos y oradores; C. de Aldana. IV Libros de poesía portuguesa. Cancioneiro geral; Cancioneiro geral (García de Resende); Rodrígues Lobo (5); *Successo do segundo cerco de Diu; *Corte Real; Ferreira; Camoens (6); Bernardez (3); Diaz; Sáa Souto Mayor; Sáa Miranda (2); Dandrada; Mousinho (2); Alvarez de Oriente; *Lopez. V Libros de poesía italiana. *Ceba; Dante (2); Ariosto (8); *Brusantino; B.Tasso (2); Sarrocchi; *Discrittione d´alcune isole; *dell´Uva; *Le sententiose imprese et dialogo del Symeone; Mazzone; *El valeroso Bobo di Antona; *Il libro vulgare detto La Spagna; *Cesare de Solis; *Inamoramento de re Carlo; Pulci Florentino; *Aspramonte: tratta de lo avenimento de Orlando; M. L. Dolce (3); *Tempio fabricato da diversi coltissimi ingegni; *Bobo d´Antona; *Menechini; *Inamoramento de Rinaldo de Monte Albano; *Libro 3 et ultimo dell´namoramento di Lancilotto e Ginebra; *Giovio; *Scandianese; *Dragoncino; Farfarano; *Spensa; *Caputti; *Scrigni; Cacciaimici; *Fratta; *Teluccini; *Botero; Pasqualigo; *La historia de Melon e Berta; Fiamina;T.Tasso (6); Petrarca (8); *Cornazano; *Baiardo; *Ciecho da Ferrara; Pitocco; *Le rare imagini delle honorate signore napolitane; Alemanni; *Marina; Raccolta d´orationi et rime diversi; Caporal; Colonva;Terracina y Tullia di Aragona;Terracina; *L´istesso discorso con l´amorosi ragionamenti, tradotto per Ludovico Dolce d´uno anticho greco; Leonardo; Rinaldi; Tromba; *Cerboni; Nuova scelta di rime di diversi ingegnii; Casa; *Gatti; *Il primo libro dello inamoramento di Messer Tristano et di Madonna Isotta; Prima parte delle stanze di diversi ilustri poeti. Raccolte da Ludovico Dolce; *Camilli; *Aquilano; Politiano; Comanini; *Antonisso; Cei Fiorentino; *Troiano; Alciato (3); Boyardo; Sannazaro; Giraldi. VI Libros de poesía, comedias y historias fabulosas. Libro de poesías diferentes;Varias poesías en la muerte de don Felipe 2º; Poesías diferentes (5); Poesías de diferentes autores (5); Alvar Gómez (2); Góngora; *Libro de cantos y tonos diferentes; *Lope de Salinas; Poesías diferentes en romance e italiano; Penagos; Fray Luis de León; Poesías (2); *Empresas, motes y dichos que se hicieron en Nápoles en la vigilia de san Juan Baptista; *Libro de casos impensados y particularmen acaescidos en Turquía; *Glossa del Pater Noster, de Silvestre; Carrasco; *Phrigio; Cetinas; Libro de poesías, llámase Arca de Noé; Poesías diferentes impresas y de mano; Libro de redondillas espirituales; *Galera armada de los inconvenientes de la vida; Los doce signos del Zodiaco; *Cabredo; *Historia del rey de Inglaterra Perséfores y Gadífer, su hermano. VII Libros de de ciencias y cosas diferentes. Pierii. VIII Libros de ritratos. Georgii.
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IX Ritratos y figuras. Historie et poesie raccolte da disegni di scultori et pittori. X Libro de varias ciencias. Valerian. XI Libros de mano en latín. Paraphasis (sic) poetica in Sacram Scripturam; Liber variorum poematum; Naldii; Poemata in laudem Clementis Papae; Mampollo. XII Libros de mano en italiano. Raccolta di poesie diverse; Trayna. XIII Memoria de los libros prohibidos. Sátira menipea. XIV Historias fabulosas. Italiano. Magagnati; C. Gratiano. XV Libros de caballería y poesía. Francés. Meschinot. XVI Libros de diferentes ciencias y otras cosas varias. Núñez. Novela española: Carnestolendas de Castilla (G. Lucas Hidalgo); Días del jardín (A. Cano); Noches de invierno (A. de Eslava); Arcadia (Lope de Vega); Pastores de Belén (Lope de Vega); Peregrino en su patria (Lope de Vega); La ingeniosa Elena (A. J. de Salas Barbadillo); Palmerín de Inglaterra (F. de Morales); Cristalián (B. Bernal); Palmerín de Olivia (¿F. Vázquez?); Tercera y 4ª parte de don Belianís de Grecia (J. Fernández); Libro primero y 2º de don Belianís de Grecia (J. Fernández); Primera parte de Taurismundo; Primaleón (¿F.Vázquez?); Florisel de Niquea (F. de Silva); Tercera parte de Florisel de Niquea (F. de Silva); Don Quijote de la Mancha (M. de Cervantes) (2); Pícara Justina (F. de Úbeda) (2); Sergas de Esplandián (G. Rodríguez de Montalvo); Policisne de Boecia (J. de Silva); Guarino Mezquino; Amadís de Gaula; Demanda del santo Grial; Caballero del Febo (D. Ortúñez); Historia del emperador Carlomagno; Historia del caballero Cifar; Lisuarte de Grecia (¿F. de Silva, Juan Díaz?); Primera parte de Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Segunda parte (M. Alemán); Lazarillo de Tormes (Anónimo); Selva de aventuras (J. de Contreras); Desengaño de celos (B. López de Enciso); 2a parte del español Gerardo (G. de Céspedes); Don Quijote de la Mancha (A. Fernández de Avellaneda); Enamorada Elísea (L. de Covarrubias); Primera parte de las patrañas de Juan Timoneda (J. de Timoneda); Diana (J. de Montemayor); Diana, 2ª parte (A. Pérez); Florando de Castilla. Lauro de caballeros (J. de Güerta); Caballero Asisio (fray G. de Mata) (verso); Lazarillo de Tormes enmendado (Hurtado de Mendoza); Clara Diana (fray B. Ponce); Menina e moça (B. Ribeiro). Libros de caballerías en italiano. Amadís; Sergas (G. Rodríguez de Montalvo); Primaleón (¿F. Vázquez?); Rogel (F. de Silva); Cristalamo; Florisandro; Florisello (¿Floriseo de F. Bernal?); Palmerín de Olivia (¿F. Vázquez?); Palmerín de Inglaterra (F. de Morales). Libros de caballerías en francés. Cuarto y quinto libro de Amadís (G. Rodríguez de Montalvo); Artur de Bretaña. Libros de caballerías en portugués. Palmerín de Inglaterra (F. de Morales). Novela extranjera. Sin indicar aquí en detalle, por las razones apuntadas en su lugar, hay que señalar que aparecen obras de Heliodoro, Apu-
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leyo, Esopo, Zintio, Sannazaro, Boccaccio, Dolce y Tasso en verso, varias en los epígrafes «Libros de poesía» e «Historias fabulosas» (italiano) «Libros de caballería y poesía» (francés), «Estatutos de Inglaterra» (inglés), etc. Teatro: Aristófanes, Obras (4); Eurípides, Tragedias (2); Sófocles (3); Terencio, Comedias (6); Séneca, Tragedias (dos ediciones y un manuscrito); Plauto, Comedias; Lope de Rueda, Obras (2);A. de Rojas, Viaje entretenido; ¿P. de Urrea, Su obra?; Cancionero de Enzina; B.Torres Naharro, Propalladia (2); Álvarez de Ayllón, Comedia de Preteo y Tibalda; A. de Silva, Primeras tragedias españolas; J. de la Cueva, Obras (2); Comedias de Lope de Vega y de otros autores (1 edición y 1 manuscrito); Cuatro comedias de Lope de Vega y Góngora; Lope de Vega, Rimas con el Arte nuevo de hacer comedias; M. de Cervantes, Ocho comedias;Tragicomedia de Lisardo y Roselia; Dolería, comedia; C. de Virués, Obras trágicas; ¿Rodrigues Lobo, As églogas?; Prestes, Camoens, otros, Autos y comedias; Gil Vicente, Obras; J. Ferreira, Comedia de Ulisipo; Sa de Miranda, Comedia; Comedia eufrosina (J. Ferreira). Tragedias y comedias en italiano. Bajo este epígrafe se incluye, específicamente, la relación de 45 comedias y tragedias en italiano (ver pp. 601602). Paulo Bozzi, Rappresentatione del Giuditio Universale; Massimo Faroni, I sospetti, comedia; Christo in Passione, tragedia; Malatesta Porta, I santi innocenti, tragedia; Ercolano Ercolani, Heliodoro, comedia; A. Centio, Il padre aflicto; Fulvio Ghirlandi, Gli amorosi travagli; ¿Cruci, Tragicae comicaeque actiones?; ¿Naogeorgi, Tragoedia nova?; ¿Delrii Syntagma tragoediae latinae? 36 (1626) -«Ruy Gómez de Silva, III duque de Pastrana (1626)», Dadson, Trevor J., Libros, pp. 357-367. -94 libros: Poesía:T.Tasso (3);Ariosto (2); Ovidio; Seca Rapida en italiano; Fábula rústica en poema italiano; Petrarca (2); Poemas al Papa Urbano; Poemas al cardenal Barberino; Un libro de Aquiles y Elena de Ludovico Dulze; Razonamientos de Pasquino y Marforio en lengua italiana. Novela: Un libro de Argenis del Tovar (Barclaii, trad. Pellicer). Teatro: Pastor Fido (Tragicomedia pastoril) (B. Guarino). 37 (1626) -«Francisca de Paz Jofre de Loaysa (1626)», «clase acomodada», Dadson,Trevor J., Libros, pp. 453-458. -50 libros. 38 (1627) -«Los gustos literarios de una incipiente burguesía: la magnífica biblioteca de Francisco Moreno, guantero de la reina (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 387-430. -394 libros. Poesía: Flores de poetas (Espinosa) (2); Pedreza (Romances); Ovidio;Virgilio (4); Guirnalda de Venus (Heredia); Otro Parnaso (¿Cervantes?); Espinel; San José en verso (¿Valdivielso?) (3); Rufo; Rimas castellanas (¿Salas Barbadillo?); España defendida (¿Suárez de Figueroa?); Mena (2); Lope de Vega; Navas de Tolosa (Mesa); Varias aplicaciones (¿Rosell?); Observancias (...) son emblemas; Homero; Maldonado; Boyardo; Petrarca (3); Ariosto; Monarquía mística
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jeroglíficos (¿Zamora?); Ercilla; Camoens; Horozco; Padilla (3); Dante; López de Mendoza; Lucano (2); Horacio; Traslación del Santísimo (¿Lope?); Caridazeo; Barros; El pícaro primera y segunda parte; ¿Locos amadores? Novela y otros géneros: Diana. Primera y segunda parte (J. de Montemayor); Diana.Tercera parte; Caballero puntual (A. J. de Salas Barbadillo); Celestina (F. de Rojas); Peregrino en su patria (Lope de Vega); Persiles (M. de Cervantes); Caballero del Febo (D. Ortúñez); Días del jardín (A. Cano); Galateo (L. Gracián Dantisco); Galateo y Lazarillo castigado; Esopo; Prodigiosa historia. 39 (1628) -«Una persona de no modestas ambiciones intelectuales: la colección de Francisco Álvarez de Garay y Ocampo, maestro (…)». Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 269-300. -285 libros. Poesía:Virgilio (3); Ovidio (4); Marcial; Horacio; Juan de la Cruz; Alciato (comentario de Minoem); Illustrium italorum poetarum; Mena; Lope de Vega; Garcilaso (2); Juvenal; Saavedra Guzmán. Novela: Peregrino en su patria (Lope de Vega); Segunda parte del Guzmán de Alfarache (M. Luján); Asno de Oro (Apuleyo); Esopo; Carnestolendas de Castilla (G. Lucas Hidalgo). 40 (1629) -«Una biblioteca de alto contenido teológico: la de Fr. Íñigo de Brizuela, obispo de Segovia y presidente de Flandes, de los consejos de Estado y Guerra de su majestad (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 136-145. -76 libros. 41 (1629) -«Isabel Montero (1629)», mujer de mercader, Dadson,Trevor J., Libros, pp. 458-466. -94 libros: Poesía: San Isidro en verso (¿Lope de Vega?); Canciones espirituales en flamenco; Silvestre; Emblemas morales en francés; Proverbios morales (¿Barros?); González de la Torre; Padilla. Fábulas: Esopo. Teatro: Comedias de Lope de Rueda. 42 (1630) -«La biblioteca de la VI condesa de Lemos», Barbeito, M.ª Isabel, en AA.VV., Varia bibliographica. Homenaje a José Simón Díaz, Kassel, Reichenberger, 1988, pp. 67-83. -185 libros (p. 68). Poesía: Emblemas de Boysardo en latín; Covarrubias;Ariosto (2). Novela: Marcos de Obregón (V. Espinel). 43 (1630) -«La biblioteca del capitán don Jerónimo de Soto (Tradición y necesidad. La cultura de los ingenieros militares en el Siglo de Oro: la biblioteca y la galería del capitán don Jerónimo de Soto)», Laso Ballesteros, Ángel, Cuadernos de Historia Moderna, 12, 1991, pp. 83-109. -124 libros. Poesía: Un libro de sonetos; Ovidio;Virgilio; Garcilaso. Novela y otros géneros: Celestina (F. de Rojas); Leucipe y Clitofonte (D. Ágreda). 44 (1630) -«Diego de Silva y Mendoza, conde de Salinas (1630)», Dadson, Trevor J., Libros, pp. 391-409. -156 + 54 libros. Poesía: Camoens; Rodrígues Lobo; Figueroa; Garcilaso; Homero; Mena; Sannazaro;Terracina; Osias March (¿Ausiàs March?); Proverbios de don Jorge Manrique (Coplas con Proverbios de Santillana); Poetas ilustres (Espinosa);T.Tasso;
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Barros; Versos manuscritos; [Otro] libro de poesía escrito de mano; Padilla. Novela: Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Galateo español (L. Gracián Dantisco); «Un libro escrito de mano por encuadernar que es de caballerías». Teatro: Églogas de F. Rodrígues Lobo; Comedia Ulisipo (Ferreira). 45 (1630) -«Juan Francisco de Tornamira y Soto (1620-1630)», escritor, Dadson, Trevor J., Libros, pp. 383-391. -3 + 23 + 64 libros: Poesía: Murillo (2); Petrarca; Marcial. Novela y otros géneros: Historia de Carlomagno; Lisardo enamorado (A. Castillo Solórzano); Arcadia ?(Lope de Vega); Don Diego de Noche (A. J. de Salas Barbadillo); Esopo. Teatro: Doce comedias de Lope de Vega. 46 (1631) -«Ficción, historia y devoción: el entorno cultural de un modesto cordonero. Manuel de Ayllón (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 448-451. -34 libros. Poesía: Ledesma; Patriarca San José (¿Valdivielso?); Ovidio; Dolce. Novela y otros géneros: Quijote (M. de Cervantes); Reinaldos de Montalbán; Diana (J. de Montemayor); Noches de invierno (A. de Eslava); Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Celestina (F. de Rojas). 47 (1631) -«La biblioteca de Miguel López de Olivares, agente de negocios (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 345-346. -14 libros. Novela: Novelas amorosas (J. Camerino); Arcadia (Lope de Vega); Jornadas alegres (A. Castillo Solórzano). 48 (1632) -«Los libros y otros bienes de don Pedro Zorrilla de Velasco (1632)», hidalgo, Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 13, 1985, pp. 29-33. -38 libros: Poesía: Ariosto;T.Tasso; Ovidio. Teatro: Comedia de la locura de Clorinda, en italiano. 49 (1632) -«Juan Fernández de Madrigal, secretario de su Majestad. Una colección con recursos (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 164170. -38 libros: Poesía: Bernardo del Carpio (¿Valbuena o Alonso?). 50 (1633) -«Sebastián de Mesa, comisario del Santo Oficio», Astrana Marín, Luis, «Obras de Cervantes…»,Vida, p. 795. -No da inventario completo. Novela: Persiles (M. de Cervantes); Novelas ejemplares (M. de Cervantes) 51 (1633) -«La biblioteca del conde de Benavente», Herrero, Miguel, Bibliografía Hispánica, 37, 1942, pp. 18-33. -c. 400 libros. Poesía: Horacio; Boiardo (2); Ovidio (3); Petrarca (6); Apiano; Lucano; B.Tasso; L. Martelo;Virgilio (2); Homero; Sonetos y canciones diferentes; Ariosto (2); Mena; Ribaldio; Claudiano; Lucrecio; Juvenal;Ausonio; Prudencio; García de Resende. Novela y otros géneros: Celestina (F. de Rojas); Decamerón (G. Boccaccio); Filocolo (G. Boccaccio). Teatro: Lacalandia; Comedias de Ariosto;Terencio poeta. 52 (1635) -«Una sólida preparación piadosa: los libros de Francisco López, presbítero, rector del hospital real de la Pasión (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 127-135. -78 libros. Poesía: Catón poeta; Pruden-
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cio; Catón cum commento. Novela: Historias trágicas en francés (M. Bandello). (Prescindo de Arcipreste de Talavera). 53 (1636) -«El inquisidor Alonso de Salazar y Frías: el inventario de sus bienes», Barrio Moya, J. L., Boletín de la Real Academia de la Historia, 170, 1987, pp. 139-172. -814 libros, 1161 volúmenes (p. 150). Poesía: Petrarca;Alciato (3). 54 (1636) -«Consumo de literatura castellana de ficción: la biblioteca de don Cristóbal González Cossío de la Hoz, contador de resultas de su majestad (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 209-216. -62 libros. Poesía: Pérez de Montalbán; Quevedo (Obras); Mena. Novela y otros géneros: Celestina (F, de Rojas); Diana (J. de Montemayor); *Pedro de Urdemalas (A. J. de Salas Barbadillo o M. de Cervantes, Prieto); Sabia Flora (A. J. de Salas Barbadillo); Pícara Justina (F. López de Úbeda); Sagaz Estacio; Galateo español – Lazarillo castigado (L. Gracián Dantisco); Conde Lucanor. Teatro: J. Pérez de Montalbán, El señor don Juan de Austria; *Pedro de Urdemalas (Salas o Cervantes, Prieto); Comedias de Plauto. 55 (1637) -El libro y el cetro. La biblioteca de Felipe IV en la Torre Alta del Alcázar de Madrid, Bouza, Fernando, Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2005, pp. 169 y ss. -«2150 (cuerpos) para 1950 entradas)» (p. 48): Poesía: I Poetas griegos traducidos. Museo;Anacreonte; Homero (5). II Poetas latinos traducidos. Ovidio (9);Virgilio (4); Persio (2); Lucano; Horacio (2); Parnaso Antártico de P. Mesía (Ovidio); Robo de Proserpina de Faria (Claudiano); Juvenal; Lucrecio; Estacio Radi. III Poetas españoles [y portugueses]. Varios poetas; Cancionero general (H. del Castillo); Mena (3); Garcilaso de la Vega (3);Villegas; Poetas ilustres de España (Espinosa); Santisteban; Castillejo; Manrique; Ausiàs March (2); Boscán y Garcilaso; Las cuatrocientas del Almirante (Escobar); Encina; Castelblanco (2); Aldana; Cavallero determinado (Marche, trad. Acuña y Urrea (2); Sa de Miranda (2); Fray Luis de León y F. de la Torre; *Gigantomaquia (Gallegos); Ercilla; Góngora (2); Rufo; Silvestre; Lope de Vega (16); Villamediana; L. y B. Leonardo de Argensola; Esquilache; Rodrígues Lobo (3); Carolea (Sempere); Salcedo;Virués (2); Bocángel (2); Romancero (Padilla); Salas Barbadillo (2); Espinel; Égloga amorosa; Pantaleón; Í. López de Mendoza (3); Diferentes poesías; Lizón; Lisboa edificada (Castro); Fiestas a la beatificación de Santa Teresa (San José); Tropezón de la risa (A. de Maluenda); *Glosa al Marqués de Santillana;Tesoro de varias poesías (Padilla); *Manuel de Portugal; Figueroa; *Glosas al Marqués de Santillana y Juan de Mena; *Zamora (2); Mosquera; Zapata; Ferreira; Bernardes (2); *Alabanza de los ingenios sevillanos; Endimión (Díaz Callecerrada); Romancero general; *España libertada; Batalla de Roncesvalles (Espinosa);
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Elogios al Retiro (Gallegos); Camoens (2); Los amantes de Teruel (Yagüe); Teórica de virtudes (Castilla); Carrillo; *Pérez de Herrera. IV Poetas italianos y franceses. Dante (2);Ariosto (2);T.Tasso (8); Baldo; B. Tasso (2); Colona (2); Boyardo; Marino (4); *Alemani; Jardín de rimas; Dolce; Petrarca (4) ; Ronsard ; Olenix ; Du Bartas (3); Dono; Rimas de diversos a la Señora Livia Colonna; Tansillo; Flores de las rimas de los poetas ilustres de Italia (Ruscelli); *Apología contra Castelvetro (Caro); *Sátiras de diversos autores; *Camilo; Caporal;Terracina; Stiliano; *Trisino; Versos en alabanza del Escorial (Strassoldo); Rimas de diversos (col. Dolce); Goselino; *Enamoramiento de Reinaldo (Forti); Hijo pródigo (Cinquanta); Chiabrera; *Primeros estudios de Gabriel Simón; Poesías vulgares (Medici); Paternó (2); Talenti; Caporal y otros; Estancias de diversos autores toscanos (Ferentilli); Nuncio Legato (González de la Torre); Exequias poéticas (Franchi); *Apólogos del Capacho (Capaccio); *Fuente del Deleite (Borgogni);Aquilano; *Castaleti; *Elogios a la duquesa de Briciano; *Arminia (Visconti); Rimas espirituales (Fiamma); A. Caro y otros; Rimas de A. Caro y del Marteli; Sannazaro. V Música. Marencio. VI Memoria de los libros que estaban en el bufete. Soto de Rojas. VII Filosofía natural y moral y racional. Targa; Fábulas del Pavesa; Barros. VIII Libros varios de diversas lenguas. Alciato (López); Benamati; Covarrubias (2);Yagüe; Gonzaga; Cinquanta;Vida-Belli; *Ruscelli; Boccalini; *De los Reyes. Novela española y otros géneros: Lazarillo (Anónimo); Palmerín de Olivia en italiano (L. Dolce); Selva de aventuras (J. de Contreras); Celestina (F. de Rojas); Novelas ejemplares (M. de Cervantes); Pastor de Fílida (L. Gálvez de Montalvo); Persiles (M. de Cervantes); Lazarillo de Manzanares (J. Cortés); Mesón del mundo (R. Fernández de Ribera); Mozo de muchos amos (J. Alcalá Yáñez); Noches de Navidad; Guzmán de Alfarache (M. Alemán); Sobremesa (J. de Timoneda); Los más fieles amantes Leucipe y Clitofonte (D. de Ágreda); Juez de vidas ajenas (A. J. de Salas Barbadillo); Argenis (de J. Barclay, continuada por J. Pellicer); Hipólito y Aminta (F. de Quintana); Español Gerardo (G. de Céspedes); Pícara Justina (F. López de Úbeda); Historias peregrinas y ejemplares (G. de Céspedes); Amor con vista (J. Enríquez de Zúñiga); Cárcel de amor (D. de San Pedro); Diana (J. de Montemayor); Auroras de diana (P. Castro); Menina e moça (B. Ribeiro. Portuguesa); ?Don Diego de Noche (A. J. de Salas Barbadillo); Galatea (M. de Cervantes); Florando de Castilla (J. Huerta); Peregrino en su patria (Lope de Vega); Dorotea (Lope de Vega); Arcadia (Lope de Vega); Palmerín de Olivia del Dolce (verso); Amadís de Bernardo Tasso (verso); Argenis del Corral (Barclay-Corral); El premio de la constancia (V. Espinel); Menandro (M. de los Reyes); Cortesano descortés (A. J. de Salas Barbadillo); Conde Lucanor (Don Juan Manuel); Pastores de Belén (Lope de Vega).
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Novela extranjera: Sin indicar aquí en detalle, por las razones apuntadas en su lugar, hay que señalar que aparecen obras de Esopo, Sannazaro, Boccaccio, Bandello,Tasso, Zintio, Dolce, Soreli, etc. Teatro: Anfitrión de Plauto (2); Terencia de Simón Abril; Terencio comentado; Propalladia de B. de Torres Naharro; Obras de J. del Encina; Comedias portuguesas (A. Prestes- L. Camoens); Obras de C. de Virués; «Comedias de Lope de Vega y prosiguen las 22 partes de sus comedias en la letra YY desde el 25 hasta el 43» (p. 205); Obras de Gil Vicente; Pastor Fido de B. Guarino (tragicomedia); Las tragedias de Séneca del Dolce; Tragedias La Merope y Tancredo (P.Torelli); Tragedias del Dolce; Eufrosina en portugués (J. Ferreira); Lucila constante (comedia curiosa); Eufrosina (J. Ferreira); Comedias del amor constante (A. Piccolomini) (2); Comedias de Terencio; El celoso (comedia, G. Bentivoglio); Comedia del Porta; Comedia de Plauto; Lope de Rueda; Lucila constante (S. Fiorillo); Reina Matilde (G. D. Bevilacqua). 56 (1637) -«Libros para el buen cristiano: el ejemplo de la biblioteca de doña Francisca de Padilla, marquesa de Auñón (…)», Prieto Bernabé, José M.ª, Lecturas, pp. 485-488. -29 libros: Poesía: Excelencias de Nuestra Señora (¿Padilla?); Libro de San José (¿Valdivielso?); Lope de Vega. 57 (1638) -«La valiosa colección de Códices del conde de Guimerá en la Biblioteca Nacional»,Andrés, Gregorio de, en AA.VV., Varia bibliográphica, pp. 47-54. -67 manuscritos; Poesía: Dante; Ausiàs March; Cancionero portugués; Murillo. Teatro: Traducciones de las comedias de Séneca en Lemosín. 58 (1638) -«La librería y otros bienes de la duquesa de Sessa (1638)», Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 12, 1984, pp. 41-51. -99 libros. 59 (1640) -«La librería de don Pedro Testay, capellán de Felipe IV y chantre de la catedral de Palermo (1640)», Barrio Moya, J. L., Hispania Sacra, 40, 1988, pp. 389-400. -303 títulos, 682 tomos (p. 391. Poesía: Lucano; Alciato (2);Ariosto; Flor de poesía. 60 (1644) -«Leer historia para vivir: los entretenimientos literarios de doña Lucía de Toledo (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 493-496. 18 libros. Poesía: Mena; Petrarca;Virgilio. 61 (1644) -«Juan de Aguilar, caballero de Santiago», Astrana Marín, Luis, «Obras de Cervantes…», Vida, p. 795. -No da inventario completo. Novela: Amadís de Gaula; Florisel (F. de Silva); Felixmarte (M. Ortega); Pícara Justina (F. López de Úbeda); Quijote (M. de Cervantes) (2); Persiles (M. de Cervantes); Galatea (M. de Cervantes); Novelas ejemplares (M. de Cervantes); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina); Obras de Cervantes. 62 (1645) -«La biblioteca de Batres», nobleza, F. Pérez de Guzmán, Generaciones y semblanzas, ed. de R. B.Tate, London,Tamesis, 1965, pp. 99-101. -29 libros. Poesía: Lucano.
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63 (1647) -«Libros y lecturas de Rodrigo Caro», escritor, Etienvre, JeanPierre, Cuadernos bibliográficos, 38, 1971, pp. 31-106. -530 libros (p. 36). Hay repetidos. Poesía: Poetae Graeci Veteres; Marcial; Lucano (3); Horacio (2);Virgilio; Epigramata vetera; Ovidio (3); Poetae varii; Carmina vidermani (Bidermann); Mena; Juvencio; Alciato; Carmina illustrium poetarum italorum; Opusculum musei; Carminarum de 9 poetas; Covarrubias; Góngora; Píndaro;Teócrito; Catulo;Ausonio (2); Juvenal (2); Lucrecio (2); Estacio; Prudencio (3); Epigrammata graeca (Soter); Spagnoli; Persio (2); Policiano; Capilupi carmina; Tibulo; Herrera. Novela y otros géneros: Conde Lucanor;Asno de Oro (Apuleyo); Esopo. Teatro: Plauto (2);Tragedias latinas (Syntagma tragediae latinae); Séneca (3),Terencio; Eurípides; Sófocles;Aristófanes. 64 (1650) -«Una colección de amplios horizontes y formación humanística: la de Bartolomé de Arnolfo, mercader de ganado (…)», Prieto Bernabé, José M., Lecturas, pp. 328-345. -153 libros. Poesía: Dante (2); Grillo; Ovidio; Ariosto; Vida de Santa Teresa en verso; Boiardo; Rimas de diferentes autores; Caporal; B.Tasso;T.Tasso; Estancias de diversos poetas recogidas por Ludovico Dolce; Petrarca; Rimas de diversos autores (italiano); J. C. Cabeo. Novela y otros géneros: Florisel de Niquea (italiano) (F. de Silva); Decamerón, Boccaccio (2); Arcadia (I. Sannazaro); Esopo. Teatro: Comedia de los muertos vivos (italiano). 65 (1650) -«Almoneda de los bienes de doña María Barreneche (…)», Weruaga, Á., Libros y lecturas en Salamanca. Del Barroco a la Ilustración, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1993, p. 213. -No da inventario completo. 14 libros y más. Poesía: Parnaso español.
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JOSÉ M.ª DÍEZ BORQUE
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EL «CANON LITERARIO» EN BIBLIOTECAS ESPAÑOLAS
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2. PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO EN BIBLIOTECAS PARTICULARES DEL SIGLO DE ORO (1651-1700)
M.ª Soledad Arredondo, Álvaro Bustos Táuler, Fermín de los Reyes Gómez, Rebeca Sanmartín Bastida, Esther Borrego Gutiérrez
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PROSA DE FICCIÓN, POESÍA Y TEATRO EN LOS INVENTARIOS DE BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)
Fermín de los Reyes Gómez
El contenido en este libro no es el primer trabajo dedicado al análisis de inventarios para rastrear en ellos la literatura, y mucho menos a la lectura. No es este último ámbito el objeto de nuestro estudio, sino el primero, ateniéndonos siempre a las limitaciones que muestran los inventarios que se han analizado, de las que hablaré, en parte, en este capítulo. El precedente inmediato está en el libro Literatura (Novela, poesía, teatro) en bibliotecas particulares del Siglo de Oro español (16001650) del profesor Díez Borque, en el que dedica un apartado a «las fuentes de información y sus problemas», así como en la primera parte del libro dedicado a su periodo de estudio1.
1. PRELIMINARES. INVENTARIOS Y
BIBLIOTECAS
Al análisis de los inventarios de bibliotecas y a la metodología de trabajo con ellos se han dedicado, entre otras, las obras de Chevalier, Dadson, Infantes o Pedraza, que citaré para hacer esta introducción2. Pedraza afirma que no se puede hablar de una variada tipología documental, ni de un conjunto uniforme de bibliotecas, ni de unos resultados definitivos a partir de su estudio, aparte de las numerosas
1
Díez Borque, 2010, pp. 19-23. Chevalier, 1976, pp. 31-36; Dadson, 1998; Infantes, 2006a; Pedraza, 1999, pp. 137-158. 2
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dificultades para la identificación de los libros3. Inventarios post-mortem, compraventas, repartos de bienes, almonedas, donaciones o testamentos constituyen unas buenas fuentes de información para múltiples estudios. Pero, ¿qué información se puede extraer de ellos, por qué son de tanto interés los trabajos sobre inventarios? En primer lugar, nos proporcionan abundantes datos: la identificación de los libros (cualitativa y cuantitativa) y otros bienes, su localización y su tasación; también aportan datos sobre los poseedores, de interés para el estudio sociológico. Además, los beneficios del estudio de los inventarios son notables en diversos ámbitos, como el de la literatura, la lectura, la posesión, la bibliofilia, la cultura de una sociedad y de una época, o el comercio.
1.1. Las bibliotecas y sus libros Que los inventarios de libros contienen una relación, más o menos ordenada y sistemática, de libros parece evidente, pero ¿cuántos y qué libros? En principio, los que pertenecen a una biblioteca en el momento de redactar el documento correspondiente, que, como se ha dicho, puede tener varias finalidades. Dadson afirma que más útiles y fiables para determinar la naturaleza de la posesión de libros son los inventarios en vida que los post-mortem4. Eso sí, se dan en mayor número estos últimos, como lo muestra la abundancia de ediciones de inventarios, buena parte extraídos de los archivos de protocolos. Excepciones notables son el detallado catálogo de libros de Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa, que él mismo encargó redactar y editar, y del que quedan pocos ejemplares5. Asimismo, el inventario de la biblioteca de Vincencio Juan de Lastanosa, que se conserva manuscrito en la Biblioteca Real de Estocolmo, y que ha sido editado por Selig6. O la 3
Pedraza, 1999, p. 139. Dadson, 1998, p. 19. 5 Museo o Biblioteca selecta de el Excmo. Señor Don Pedro Núñez de Guzmán, Marqués de Montealegre y de Quintana... y Presidente del Supremo de Castilla escrita por el licenciado Don Ioseph Maldonado y Pardo... En Madrid. Por Iulián de Paredes. 1677. Se conservan ejemplares, al menos, en la Biblioteca Municipal Serrano Morales de Valencia, en la Biblioteca del Palacio Real y en la de la Real Academia de la Historia, donde permanecen, procedentes de la colección de Salazar, numerosos ejemplares del Conde. 6 Selig, 1960. 4
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donación de la biblioteca del virrey Pedro Antonio de Aragón al monasterio de Poblet. En cuanto a los de venta, son valiosos por dar el precio de los libros y por aportar los nombres y profesión de los compradores. Por el contrario, tienen ausencias, ya que no se vendían todos los bienes; algunos se los quedaba la familia por su valor sentimental o por su escaso valor económico. En nuestro caso no hay ninguno de estas características. Es importante tener claro que el número de libros ha de ser más indicativo de la capacidad adquisitiva del poseedor que del interés por los temas de la biblioteca7, y que entrar en las lecturas, incluso en las posesiones, es complejo, en especial en las grandes bibliotecas, que pueden incluir las de los antepasados.Afirma Chevalier: La presencia de Primaleón y Palmerín de Oliva en la biblioteca del virrey don Pedro de Aragón en 1670 no forzosamente demuestra aficiones a la literatura caballeresca de este noble personaje: puede ser que haya conservado, sin leerlos nunca, unos libros que le habrían encantado a su abuelo8.
Por no mencionar los gustos y la cultura del lector, pues si el mismo autor decía para el caso de los post-mortem que no revelan «las aficiones de un hombres, sino las lecturas de un anciano»9, Dadson replica que las de un anciano pueden haber sido las de un joven10. Hay multitud de libros leídos que no se mencionan en los inventarios, y a la inversa. ¿Reflejan, pues, los inventarios la cultura de un lector? Lo pueden hacer de forma imperfecta por lo que también ocurre hoy día: las aficiones van evolucionando y la posesión no indica la lectura; un hombre culto lee muchos libros que no posee o conserva, o bien tiene pocos libros si dispone de medios limitados. Así pues, un inventario no tiene por qué representar todos los libros que una persona ha poseído en su vida, ni tampoco todos los libros que podía haber leído; por otra parte, una persona no leía todos los libros que poseía.
7 8 9 10
Pedraza, 1999, p. 144. Chevalier, 1976, p. 44. Chevalier, 1976, p. 44. Dadson, 1998, p. 25.
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1.2. Tipos de bibliotecas No es mi intención repetir aquí lo que otros, antes y mejor, han dicho acerca de las categorías de bibliotecas atendiendo al número de títulos que contienen; pero sí es necesario repasarlas con objeto de aludir a ellas cuando pase a analizar los inventarios con los que hemos trabajado en nuestra investigación. Chevalier divide las bibliotecas, desde el punto de vista cuantitativo, en tres grupos: bibliotecas ricas, con quinientos libros o más; las bibliotecas de razonable importancia, con unos centenares de libros; y las que contienen unas docenas de libros o unos cuantos libros11. Por no tener unos límites precisos opto por aplicar, con alguna ligera modificación, la clasificación elaborada por Infantes, que establece cuatro categorías12: 1. Biblioteca básica, con hasta 10-15 títulos de utilidad práctica, libros para ser leídos. 2. Biblioteca profesional, de entre 10-15 y 50-60 títulos, de consulta y ejercicio profesional. Este grupo, según la experiencia de Dadson, es el más común en los inventarios. 3. Biblioteca patrimonial, de entre 50-60 y 300 títulos. En ella el libro es un bien suntuario donde se pueden apreciar herencias, el afán coleccionista del poseedor e incluso otro tipo de objetos vinculados a la biblioteca. 4. Biblioteca museo, a partir de 300 títulos, exponente de posesión y lujo. Es manifiesto en ésta que contiene alguna de las anteriores. Al margen de denominaciones y de las cifras de los títulos, esta clasificación es útil para ver si el corpus con el que se trabaja es representativo a la hora de establecer conclusiones.
11
Chevalier, 1976, p. 39. Infantes, 2006b.Tan sólo cambio la denominación de la primera categoría, que Infantes denomina práctica y yo básica, pues así no puede haber confusión con la profesional. 12
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1.3. Los problemas y ausencias de los inventarios de 1651 a 170013 El trabajo con los inventarios es de notable dificultad y surgen problemas de diversa índole, sobre todo de identificación, a los que se añaden las ausencias, todo aquello que no aparece, pero que debería estar, como se verá más adelante14. A ello hay que añadir que no todos los inventarios mencionan los libros, parece que en alrededor de un 25% de los inventarios hay libros, aunque en poblaciones más pequeñas baja la proporción (Valladolid 12%, Murcia 7%). Eso sí, en nuestro estudio partimos de inventarios con libros, por lo que no podemos aportar porcentajes en este sentido. Volviendo a los problemas de los libros, dividiré los dudosos en tres grandes categorías, lo que me servirá para poner ejemplos de los inventarios del período analizado15:
1.3.1. Libros de difícil identificación actual Si bien en el momento de elaboración del inventario los autores tenían claramente identificadas las obras, hoy resulta algo más complejo. Una de las causas es la inclusión tan sólo de datos elementales, ya que para el escribano, tasador o autor del inventario algunos datos son innecesarios, pues su objetivo, en la mayor parte de los casos, es diferenciar los lotes y establecer su tasación. De ahí que se ponga el título abreviado, elemento que aparece en la parte superior de las portadas con tipografía más destacada («Quatro complutenses» —Bravo de Paredes—, «una Semana Santa» —Gil Forneli—), o el nombre del autor. A ello hay que añadir la inclusión de varios títulos en un único registro, la autoría múltiple en un mismo libro, la sistemática ausencia de datos de lugar de impresión y año, o las inevitables abreviaturas y errores paleográficos. Y si resulta compleja la identificación de los impresos, aún más es la de los manuscritos, excepto que la biblioteca se localice en la actuali13 Ver también en este libro Díez Borque: «Problemas de los inventarios de bibliotecas» (2.1.1). 14 Ver nota anterior. 15 A continuación del ejemplo irá el nombre del poseedor de la biblioteca, que podrá comprobarse en el anexo final.
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dad. Expresiones como «varios manuscriptos» (Aragón), «varios tratados manuscriptos» (Aragón), «un libro de diferentes materias manuescripto» (Baraona Chumacero) o «seis tomos de a quarto de diferentes materias manuescriptos» (Baraona Chumacero) no son de mucha ayuda a la hora de saber de qué se trata, simplemente se tasan. El problema radica en el contenido de dichos libros, pues ya afirmaba Chevalier que el manuscrito tiene gran importancia para la difusión de la literatura, tanto por la circulación de la poesía, como por las novelas cortas16. En otros casos puede haber cierta identificación («Varios tratados manuscriptos de relación de Estado del año 1591 hasta el de 1632» —Aragón—; «Otro Mano escritto obras del marqués de Santillana» —Arroyo—; «Un libro de a quarto de matemática manuescrito de Adán Zenturión» —Nava—).A veces es el desconocimiento de la lengua el que dificulta la identificación («manuscripto en griego» —Aragón—), otras su carácter misceláneo, como era frecuente en el caso de las colecciones de poesía («cartapacio de versos de diferentes poetas» —Núñez de Guzmán—). Así pues, la labor de edición de estos inventarios es compleja, más si se pretende identificar los libros, pues hay que manejar muy bien las fuentes y asumir la imposibilidad de hacerlo en múltiples casos.
1.3.2. Libros devaluados Libros devaluados son todos aquellos que por su estado de conservación o por otras características, como ser antiguos, o en lengua no comprensible, no tienen o no se les otorga valor. De esta manera se los suele mencionar de una forma muy genérica y se les asigna un precio mínimo. Son diversas las expresiones que aparecen en los inventarios: «Otros diez i ocho libros mui pequeños de diferentes exerzizios y deboziones, que por ser de poco valor no se ponen con yndibualidad [sic]» (Mota); «Guevara, Epístolas y oratorio de religiosos… Menosprecio de Corte, todos de letra antigua. Ídem Década de las vidas de los diez césares, etc. No se les da valor por estar ympresos en letra antigua» (Díaz Román), «Terencio
16
Chevalier, 1976, pp. 45-46.
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viejo» (González Guijelmo); «Ochenta libros en quarto y octavo de diversos autores antiguos y varios tratados de Derecho tan viexos que no se pueden leer, desenquadernados y sin forma, por cuya causa se tasaron sólo en 110 rs.» (Álamo Bravo); «Un librito forrado en pergamino, de latín, viejo» (González Guijelmo); «2 quadernillos de poco valor» (Jareño de la Parra). Destaca el caso de las obras de Guevara, devaluadas por el hecho del tipo de letra, con seguridad la gótica, que denota antigüedad; al no aludirse a su mal estado, hemos de suponer que los tasadores, los maestros libreros Juan Martín Merinero y Juan de Calatayud, primaron el valor de un libro moderno sobre uno cuya letra era más compleja de identificar.
1.3.3. Libros de compleja identificación en la época Son aquellos que en el momento de la elaboración del inventario se mencionan sin apenas datos, pues suele tratarse de obras colectivas, de pequeños volúmenes de difícil y prolija identificación, o de papeles varios. En este caso, según Pedraza la mención del conjunto es suficiente para su identificación17. Chevalier menciona la descripción detallada de los libros de formatos más grandes, mientras que los de formato reducido, sobre todo la literatura de entretenimiento (novelas, excepto de caballerías, y obras poéticas), «se reúnen en paquetes cuyo contenido no se indica en forma pormenorizada»18. Son variadas las expresiones que aparecen en nuestros inventarios, que clasificaré en tres grandes grupos: contenido, otras lenguas y formato. a) Contenido: suelen ser comedias, poesías, memoriales, alegaciones en derecho o sermones, principalmente: «Prosas, poesías y relaciones diversas. Fol. Ital.» (Aragón). «Un libro de comedias diferentes, 8 rs.» (Molina Herrera). «Diez tomos de comedias varias 4º a seis reales cada uno, 60» (Solís).
17 18
Pedraza, 1999, p. 148. Chevalier, 1976, pp. 45-46.
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«Varias poesías, 1 rl.» (Martínez de Medrano). «Un tomo de coplas de diferentes autores muy antiguos, 6 rs.» (Zúñiga). «Veinte y quatro memoriales y informaciones diferentes, 360 rs.» (Barahona Saravia). «Cinco memoriales informaciones, 10 rs.» (Barahona Saravia, 1689). «Un lío de papeles en derecho» (Baraona Chumacero, 1696). «Mas dos libros de Allegaziones varias, 16 rs.» (Galán de la Puente, 1699). «Diez tomos diversos de sermones y tratadillos en romance, 5 rs.» (Zúñiga). «Relaciones varias tomo en 4º» (Lastanosa, h. 1662). «Relaciones de juras de príncipes y otras tomo en 4º» (Lastanosa, h. 1662). b) Libros en otras lenguas: italianos, franceses y latinos son los que más aparecen: «Atado de treinta y un libros italianos de a 4º a dos reales cada uno son 62» (Solís). «Un atadito de libros franceses, 6» (Solís). «Mas treynta y seis libros tocantes a diferentes materias en ytaliano de a quarto y a quatro reales cada uno con otro, 144 rs.» (Vélez de Guevara). «Mas treynta y cinco libros de a quarto en ytaliano y latinos a real uno con otro, 35 rs.» (Vélez de Guevara). «Mas cinquenta y quatro libros de dozavo a dos reales uno con otro de diferentes ystorias italianos y latinos y españoles, 108 rs.» (Vélez de Guevara). c) Formato: tomos, libros, papeles, cuaderno, legajo, atado, a veces con detalles de la encuadernación: «Diez tomos de diferentes autores antiguos, 80 rs.» (Álamo Bravo). «Mas cinco tomos de papeles varios» (Baraona Chumacero). «Mas treinta y quatro libros de varias materias impresos» (Baraona Chumacero).
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«Ciento ochenta y quatro libros pequeños diferentes de a otavo en catorce emboltorios ajados todos en ciento cincuenta reales» (Díez). «Otro cuaderno grande de a folio con diferentes papeles impresos y manuscriptos» (Méndez Silva). «Otro legajo de algunos papeles sueltos impresos tocantes a diferentes cosas» (Méndez Silva). «Un tomo de quartilla enquadernado en badana colorada, 12 rs.» (Nava). «Mas sesenta y cinco libros en quarto, ocho y diez y seis de varias materias, impresiones y años, 65 rs.» (Queipo de Llano y Valdés). «Varios tratados curiosos en quarto, 4 rs.» (Sarmiento Valladares). «Un atado de quarenta tomillos de a folio a real y medio cada uno son 60 rs.» (Sarmiento Valladares). «Varios papeles curiosos etc. fº, 50» (Solís). «Mas un atado de onze tomos a real cada uno, 11» (Solís). «Un atado de doze libros a real cada uno, 12» (Solís). «Libro pequeño de estampas» (Velázquez). «Mas ocho libros de diferentes materias delgados, 12 rs.» (Vélez de Guevara). A los problemas que acabo de aludir se suman las ausencias, todo aquello que no aparece en los inventarios y que, por una u otra circunstancia, no está. Pedraza menciona, con toda lógica, que hay libros que no sobreviven al autor. Es una parte importante para el ámbito literario, dado que es previsible que algunas de las ausencias sean obras literarias. Infantes dedica un trabajo a este asunto y seguiré sus pautas19. Hay dos tipos de ausencias: 1. Lo que falta en los inventarios, pero debería estar: a. Biblioteca prestada: donaciones, préstamos, regalos… b. Biblioteca devaluada: lo que no tiene valor para el registro: volúmenes incompletos, desencuadernados, ilegibles, como se ha visto más arriba. c. Biblioteca silenciada: libros que debería tener el poseedor para ejercer su profesión o como fuente para sus obras, pero 19
Infantes, 2006 [¿a o b?].
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que no aparecen. Incluso parece que faltan hasta los propios libros de los autores. 2. Lo que falta en los inventarios y es posible que estuviera: a. Biblioteca ausente: lo que no son libros, es decir, impresos menores, de pocos pliegos, pese a su amplia producción y difusión. En definitiva, libros populares, libros de carácter literario, por lo que Dadson comenta que dificulta el acercamiento a la literatura20. b. Biblioteca prohibida: se quiere ocultar para evitar problemas. A la vista de los resultados del análisis de los inventarios de la segunda mitad del siglo XVII es palpable que se han encontrado numerosos casos de imposible identificación y que en caso de haberse podido identificar con toda probabilidad podría haber aumentado de forma significativa el número de obras literarias. A ello hay que añadir lo que se acaba de mencionar de las ausencias, sobre todo el caso de la «biblioteca ausente»: los impresos menores que no aparecen detallados.
2. LOS
INVENTARIOS Y LA LITERATURA EN LA SEGUNDA MITAD DEL
SIGLO XVII
A partir de los 83 inventarios con los que se ha trabajado del periodo que transcurre entre 1651 y 1700, aportaré algunos datos que han de servir de orientación, si bien no pretendo que se extrapolen a un ámbito más general. Los ya vistos problemas y ausencias de los inventarios son un factor importante a la hora de evaluar la información.También lo es que los inventarios estén publicados, más que nada por el sesgo que puede tener a la hora de determinar la importancia de la biblioteca y de los personajes. Con todo, se trata de un número más que suficiente como para extraer algunas conclusiones.
20
«Los más populares, los que leemos más, son los que acaban estado peor, o son prestados o se pierden porque se utilizan más frecuentemente y se cambian de su sitio habitual en nuestras estanterías» (Dadson, 1998, 26).
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2.1. Inventarios de bibliotecas (1651-1700) Los inventarios se reparten de manera uniforme casi todos los años, aunque destacan los años 1661, 1662, 1667 y 1677, con cinco o seis por año. Aunque hay inventarios de diecisiete localidades, la mayor parte son de Madrid (40) y de Salamanca (26), por lo que se convierten en los más representativos. Ello se debe a la sistemática revisión de inventarios madrileños a cargo de José Luis Barrio Moya y al trabajo de Ángel Weruaga sobre libros y lectura en Salamanca. El resto son de Valladolid (2), Chinchilla (2),Alcalá, Burgos, Montserrat, Huesca, Puerto de Santa María, Sevilla,Toledo o Zaragoza, entre otras.
2.1.1. Libros y tipos de bibliotecas Por lo que respecta al número de libros de los inventarios hay que hacer un par de salvedades. En algunos casos (López Calderón, Núñez de Guzmán y Ramírez de Prado), precisamente los de bibliotecas museo más significativas, ha sido complejo establecer el número de libros de los inventarios, lo que se ha hecho por aproximación; en otros, en concreto los realizados por Weruaga, los inventarios son incompletos, pese a que los números son precisos.Teniendo en cuenta estas circunstancias el resultado final computado aporta una cifra amplia que nos servirá para elaborar las estadísticas. No se han redondeado los números, excepto los tres arriba mencionados. El total de libros de los 83 inventarios, con las salvedades comentadas, es de 56.176, una cifra alta que puede valer para ver la representatividad de la literatura en el contexto librario.
2.1.1.1. Tipología según el número de libros Atendiendo a la tipología establecida según el número de libros, el grupo predominante es el de la biblioteca patrimonial (42), seguida por la biblioteca museo (22), la profesional (15) y, en último lugar, la básica (6). Puede llamar la atención el predominio de las grandes bibliotecas, pero hay que tener en cuenta que, salvo excepciones, al tratarse de inventarios publicados, los autores seleccionan los más importantes, por lo que a otros efectos los datos no son relevantes estadísticamente.
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A continuación se detallan los datos de las bibliotecas por su número de libros: • Básica (hasta 15 libros): 6 bibliotecas. Urzanqui (0), Morán (3),Torres Salcedo (3), Aguirre (12), Cabrera de Paz (13), Navarro (15). Los poseedores son un maestro, dos sacerdotes, dos mujeres y un pintor. Llama la atención el escaso número de libros de Jerónimo Morán, dada su condición de vicario. • Profesional (16-60): 15 bibliotecas. Pérez Ruiz (18), Rodríguez (26), Medrano Langarica (27), Beyón de Caniedes (29), Hernández (29), Rodríguez de la Torre (33), Alonso Zurdo (37), Rici (43), Mota (46),Villanueva Laredo (46), Neira (49), Lozano (51), Nieto (51), García Ramos (53) y Ocampo (53). La condición social de estos poseedores es variada, aunque con mayoría de sacerdotes, seis (uno de ellos capellán real —Lozano—, otro vicario y bibliotecario —Nieto—, otro arcipreste — Mota—), un abogado, un militar, una boticaria, un pintor, un escribano, un maestro de niños, un barbero, un profesor universitario y un secretario. Aquí se puede ver el carácter profesional de la biblioteca, escasa para lo que se podía esperar en algunos ejemplos, como el de Beyón, por su condición de profesor universitario, o el del bibliotecario Nieto. • Patrimonial (61-300): 42 bibliotecas. Gómez de Salazar (67), Abello y Valdés (68), Bracamonte (74), Bravo de Hinojosa (74), Mexía de Tovar (78), Méndez Freire (80), Pérez de Mendoza (95), Convento (97), Riaño y Viedma (100), Díaz Román (106), Gil Forneli (107), Román (110), Galán de la Puente (120), Oleguer de Montserrat (120),Vallejo (120), Austria (121), Serra (121), Pizarro de Aragón (122), Herrera de Guzmán (127), Zúñiga de la Cueva (128), Zabalza (129), Rodríguez de Salamanca (134), Orea (135), López del Castillo (136), Martínez de Medrano (139), Huerta (145), Nava Díez (151), Silva y Velázquez (154), Spínola (163), Mora Trillo (172), Espinosa y Ocampo (179), Rebolledo (222), Arroyo (237), Esquivel (244), Pedro de Toledo (250), Gómez de Almodóvar (255), Salcedo (260), Castro
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y Andrade (268), Puga Feijoo (271), García Varela (281), Leonardo (297), González Grijelmo (299). En este caso la condición social de los poseedores va siendo más acorde con el número de libros de la biblioteca. Hay ocho nobles, cinco eclesiásticos, varios profesores universitarios, autoridades y cargos de la administración.También destaca la presencia de dos estudiantes universitarios salmantinos, Pizarro y Espinosa, con bibliotecas más que aceptables. • Museo (301-): 21 bibliotecas. Álvarez de Valverde (364),Valentín Díaz (379), viuda de Velázquez (400), Álamo Bravo (417), Contreras (484), Mayers Caramuel (519),Valero (526), Baraona Chumacero (621),Virto de Lezama (630), Barahona Saravia (885), Lastanosa (1150), Méndez Silva (1241), Cardoso (1350), Solís (1400), Cerda (1474), Sarmiento y Valladares (1544), Altamirano (1843), Aragón (2756), Ramírez de Prado (10000), Núñez de Guzmán (10000) y López Calderón (11000). De todas ellas destacan las tres últimas, con un volumen que sobrepasa los límites habituales incluso para una gran biblioteca. Cuatro profesores universitarios, tres nobles, distintas autoridades y cargos civiles, un obispo, un abogado, un pintor, un librero y dos escritores constituyen la condición de los poseedores de estas grandes bibliotecas, aunque la literatura no siempre está bien representada.
2.1.1.2. Poseedores Se acaba de mencionar la condición de una parte de los poseedores de las bibliotecas en relación con el número de libros de éstas, pero a continuación se van a extrapolar los datos para poder establecer algunas conclusiones con respecto a su clase social. Para ello aplico las cinco categorías establecidas por Díez Borque, a las que se suman cuatro de condición desconocida. El grupo predominante es el formado por los profesionales liberales, entre los que se incluye también a los docentes. Son veintiocho bibliotecas con un alto contenido de libros, bastantes de ellas patrimoniales, incluso siete entrarían en la categoría de museo. El total de libros que suman estas bibliotecas es de 18507, lo que supone un 33% del total.
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El siguiente grupo es el de autoridades y cargos, con diecisiete bibliotecas. De ellas, seis son museo. Sus libros, 16.798, suman un 30% del total, por lo que su proporción con respecto al número de bibliotecas es mayor. El mismo número de bibliotecas, diecisiete, se corresponde con el siguiente grupo, formado por los eclesiásticos, entre los cuales hay dos obispos, otros dos vicarios, un canónigo y varios párrocos. Sus libros, un total de 3569, no son tan numerosos como en el grupo anterior, pese a tener el mismo número de bibliotecas, lo que supone un 6’35%. Éste es un sector que tiene pocos libros y, como se verá más adelante, con escasa proporción de obras literarias. Las bibliotecas nobiliarias bajan a once, si bien con un número significativo de libros, 14.790, un 26,64% del total. Destacan las de Núñez de Guzmán, Pedro Antonio de Aragón y la de Juan Luis de la Cerca, VII duque de Medinaceli. Por último, las bibliotecas de clases trabajadoras y estudiantes, con dos de éstos y un alarife, reúnen 411 libros, tan sólo un 0,73%. Son pocas, si bien todas ellas entrarían en la denominación de bibliotecas patrimoniales. Se puede comprobar cómo la mayor parte de los libros se reparten entre bibliotecas de profesionales liberales, de autoridades y cargos civiles, y nobiliarias. Pese a su alto número, las eclesiásticas son poco significativas cualitativa y cuantitativamente.
2.2. La literatura en los inventarios Antes de pasar a revisar el contenido literario en los inventarios me referiré, si bien muy por encima, a lo que no es literatura y que supone la mayor parte de los libros registrados en aquellos documentos. La literatura representa, en términos cuantitativos, una parte mínima del conjunto de libros de los inventarios. Así, del total de 56.176, tan sólo 1.850 son de carácter literario, lo que supone un exiguo 3,29%.
2.2.1. Lo que no es literatura No es propósito de este apartado analizar con detalle la presencia de textos de otros ámbitos, es evidente que conforman la gran mayoría
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de esos 56.176 libros que se reúnen en los inventarios revisados. Como se ha visto en el apartado anterior, el tipo de poseedores es muy variado, por lo que también lo es el contenido de sus bibliotecas, máxime cuando un número significativo de ellas son patrimoniales y museo, que cuentan en sus estantes con libros de todo tipo. Más especializadas son las profesionales, que se adaptan al oficio o condición del poseedor. De entre los libros no literarios abundan los de religión (vidas de santos, libros de devoción, ascética, mística, etc.), no solo presentes en las bibliotecas de los eclesiásticos, sino en otras en las que menos se puede esperar una gran presencia, como la del maestro de obras Luis Román, en que supera el 25%. Los libros de derecho forman una parte significativa, destacando en nuestro caso la biblioteca de Fernando Queipo de Llano y Valdés, consejero de Carlos II.A ellos se suman los de legislación, no solo las recopilaciones, sino también las pragmáticas y otras disposiciones sueltas. En el ámbito literario se va a ver la amplia presencia de los clásicos greco-latinos. La historia en el sentido amplio (se incluirían las relaciones e impresos similares) ocupa también un espacio destacado en estas bibliotecas. Por no ser prolijos, dado que no es la parte central de nuestro estudio, concluiremos diciendo que también se encuentran abundantes libros de ciencias aplicadas (arquitectura, derecho, matemáticas, medicina, botánica), filosofía, emblemas, florestas, gramáticas, libros de albeitería, numismática (una buena colección la tenía Vincencio Juan de Lastanosa) y todo el elenco de materias características de la época.
2.2.2. La literatura en las bibliotecas estudiadas Si desglosamos los datos globales por géneros literarios, a la cabeza, con mucha diferencia, está la poesía (1,9%), seguida del teatro (0,73%) y de la prosa de ficción (0,65%). En términos relativos, del total de los 1.851 títulos literarios, 1069 son de poesía (57,94%), 412 de teatro (22,27%) y 369 de prosa de ficción (19,78%). Son datos que vienen a corroborar los ya expuestos en otros trabajos. De las 83 bibliotecas, 71 tienen literatura (un 85,54%), cifra elevada21. Eso sí, habría que matizar, puesto que 45 bibliotecas (54,21%) tie21
Se pueden comparar las estadísticas con las de Díez Borque (2010, pp. 35-36).
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Género
Libros
Sobre el total
Sobre los literarios
Poesía
1069
1,9%
57,94%
Teatro
412
0,73%
22,27%
Prosa ficción
369
0,65%
19,78%
1851
3,29%
100%
Total
nen tan solo entre uno y diez libros literarios.Y las ocho que cuentan con más de 51 títulos, reúnen 1.202 libros literarios, lo que significa un 64,97% o, dicho de otra forma, un 9,3% de bibliotecas tiene un 65% de las obras literarias. Los resultados absolutos son los siguientes: 0 libros: 1-10: 11-20: 21-50: + de 51:
12 bibliotecas (14,45%). 45 (54,21%). 9 (10,84%). 10 (12,04%). 8 (9,3%).
¿Cuáles son las principales bibliotecas literarias? En términos absolutos, la del cronista de Indias, Antonio de Solís, con 296 títulos, seguida por la de Pedro Núñez de Guzmán, con 273; por la de Lorenzo Ramírez de Prado, con 182; por la de Vincencio Juan de Lasanosa, con 127; y por la de Pedro Antonio de Aragón, con 107. Ahora bien, si nos atenemos a las proporciones, la situación cambia notablemente. Los poseedores que más obras literarias tienen son, en primer lugar, el mercader Manuel López del Castillo, que con 94 de los 136, tiene un 69% de literatura. Le sigue Luis Zabalza, platero real, con 71 de 129, lo que supone un 55%. De las bibliotecas más cuantiosas destaca el ya citado Antonio de Solís, cuya parte literaria (296 de 1400) forma un 21% del total. No se queda atrás Vincencio Juan de Lastanosa (127 de 1.150), un 11% del conjunto. En el otro extremo también hay casos significativos, como el del librero Blas López Calderón, con un 0,13% (15 de 11.000 títulos), o, curiosamente, el segundo y tercero en obras literarias, pero cuya proporción se diluye en la inmensidad de sus bibliotecas; me refiero a Pedro Núñez de Guzmán (273 de 10.000), con un 2,73%, o a Lorenzo Ramírez de Prado (182 de 10.000), un 1,82%.
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Poseedor
Nº Libros
Literarios
1.400
296
Núñez de Guzmán, Pedro
10.000
273
Ramírez de Prado, Lorenzo
10.000
182
Lastanosa,Vincencio Juan
1.150
127
Aragón, Pedro Antonio de
2.756
107
López del Castillo, Manuel
136
94
Zabalza, Luis de
129
71
Cerda,Antonio Juan Luis
474
52
Mayers Caramuel, Manuel
519
47
Solís,Antonio de
A continuación se muestra un cuadro por porcentajes de posesión de textos literarios: Poseedor
Nº de libros
Literarios
López del Castillo, Manuel
136
94
69%
Zabalza, Luis de
129
71
55%
74
19
25,67%
151
35
23,17%
1.400
296
Román, Luis
110
17
15,45%
Leonardo,Antonio
297
44
14,81%
80
11
13,75%
Bravo de Hinojosa, María Nava Díez, Juan Solís,Antonio
Méndez Freire,Antonio
Porcentaje
21%
2.2.3. Géneros literarios El análisis pormenorizado de los libros por géneros literarios se mostrará en sucesivos capítulos de este libro, pero aquí realizaré un avance general comparativo.
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Realizado el cómputo por géneros literarios, la situación varía algo más, y es notable la diferencia entre ellos, ya apuntada en los datos generales. La poesía aparece representada en 62 bibliotecas (74,69%), la prosa de ficción en 47 (56,62%) y el teatro en 41 (49%). Como se puede comprobar, una amplia mayoría de bibliotecas, las tres cuartas partes, cuenta con alguna obra de carácter poético, mientras que algo más de la mitad con prosa de ficción. El teatro es el que está menos representado en las bibliotecas, pese a que el número de libros sea mayor que en la prosa de ficción. En términos cuantitativos, buena parte de las bibliotecas se mueve en la franja de entre uno y diez libros. Los datos de bibliotecas con libros por géneros son los siguientes: Títulos
Poesía
Prosa ficción
Teatro
0
21
36
42
1-10
44
35
34
11-20
8
6
1
21-50
5
6
2
+ 51
5
0
4
Si se comparan estos datos con los aportados para la primera mitad de siglo, hay similitudes, pero también ciertas diferencias. El porcentaje de bibliotecas con poesía es mayor en la primera mitad (80% frente al 74,69%); con prosa de ficción las cifras son similares (58,73% frente al 56,62%); y con teatro la diferencia es más significativa a favor de la segunda mitad de siglo (49% frente al 38,98%).
2.2.4. La literatura por clases sociales y sexo Antes se ha comentado la extracción social de los poseedores y se ha insistido en los factores que inciden en la publicación de los correspondientes inventarios. También se ha mencionado el número de bibliotecas de cada categoría, pero ahora corresponde saber si la condición social tiene alguna repercusión en la posesión de libros de literatura.
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¿Hay alguna variación significativa en función de este parámetro o la posesión de libros literarios se atiene siempre a la media, un 3,29%? Tan sólo en uno de los casos, el de la nobleza, se da una proporción similar, un 3,41%, mientras que el resto varía al alza o a la baja. En este último sentido se encuentran las bibliotecas de sacerdotes y autoridades eclesiásticas, con tan sólo un 1,31% (47 de 3.569); ejemplo representativo es el de Diego Sarmiento Valladares, obispo de Plasencia, con nueve libros literarios de 1544 que forman su biblioteca (0,58%), mientras que la excepción es el capellán Méndez Freire, con once libros de literatura de los ochenta de su biblioteca, una proporción elevada. Los profesionales liberales, que reúnen veintiocho bibliotecas, también están muy por debajo de la media, con un 1,59% (296 de 18.507), lo que indica que el contenido de sus libros parece tener una mayor orientación profesional. Por encima de la media están las clases trabajadoras y estudiantes, si bien tan sólo se computan tres casos, lo que puede desvirtuar las cifras. Más significativa es la media de las bibliotecas de las autoridades y cargos civiles, con un 5,29% (889 de 16798). En este grupo están las bibliotecas de Solís (296/1400), Ramírez de Prado (182/10.000), Lastanosa (127/1150), Zabalza (71/129), Mayers Caramuel (47/519),Valero (39/526) o Méndez Silva (34/1241). Por último, se han extrapolado los datos por sexo, dado que hay ocho bibliotecas cuyas poseedoras son mujeres, y el resultado está por encima de la media, con un 4,78% (54 de 1.129). Destaca María Bravo de Hinojosa, con 19 títulos de un total de 74. Nº bibl.
Libros lit.
3
28
411
6,81%
Autoridades y cargos
17
889
16.798
5,29%
Nobleza
11
527
15.439
3,41%
Profesiones liberales
28
296
18.507
1,59%
Sacerdotes y autoridades eclesiásticas
17
47
3.569
1,31%
Clase social Clases trabajadoras
Total bibl.
Porcentaje lit.
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2.3. La literatura en las librerías Teniendo en cuenta las limitaciones antes citadas de los inventarios, ¿es realmente representativa la presencia de literatura? Y, por avanzar algo más, ¿está a la par con la venta de obras por los libreros? Habría que analizar numerosos inventarios de libreros para establecer una comparación significativa, pero voy a realizarla a partir de dos, el de Santiago Martín Redondo y el de Pedro Vergés, ambos madrileños establecidos en la zona de la calle de Toledo22.
2.3.1. Santiago Martín Redondo Martín Redondo, hijo de Bartolomé y Antonia Martín, fue librero madrileño de la segunda mitad de siglo, pues perteneció a la Hermandad de San Jerónimo entre 1646 y 1695. Al firmar sus capitulaciones matrimoniales con su segunda mujer, Josefa López de Rubalcaba, el 16 de agosto de 1662, hizo inventario de sus bienes pocos días después, que tasó Juan de Valdés. Es una amplia relación de títulos, 606, con su correspondiente tasación. Al tratarse de una librería son frecuentes los ítems con más de un ejemplar, en algunos casos parece que con tiradas completas de alguna edición editada por el mismo librero, como ocurre con los Autos del Nacimiento y Nochebuena, con 1.500 ejemplares, o los 1.600 del Guzmán de Alfarache23. Se trata de un fondo de librería amplio y variado, con abundantes obras religiosas, también las hay técnicas, de historia y, por supuesto, literarias. De los 606 títulos, 73 son literarios, lo que supone un 12% del total. Estas cifras cuadruplican las de los inventarios de bibliotecas particulares, lo que nos podría dar alguna pista sobre las «pérdidas» y ausencias de estas últimas. Si se realiza el análisis por géneros, la poesía
22 La biografía de Martín Redondo puede verse en Agulló, 2009, p. 188, y el inventario en el documento 1.254; la de Vergés en pp. 332-333 y el inventario en el documento 2.436. 23 Gomez Tejada de los Reyes, Cosme. Noche Buena. Autos al nacimiento del Hijo de Dios. Con sus loas, villancicos, bayles y saynetes para cantar al propósito. Madrid: Por Pablo de Val.A costa de Santiago Martin Redondo, 1661.Alemán, Mateo. Primera y segunda parte de Guzmán de Alfarache. Madrid: Por Pablo del Val.A costa de Santiago Martin Redondo, 1661.
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sigue a la cabeza, con 39 títulos, un 6,43% del total; le sigue la prosa de ficción, con 18, un 2,97%; y, finalmente, el teatro, 16 títulos y un 2,64%. Los fondos de poesía son los más amplios y representativos, mientras que los de prosa de ficción y teatro andan a la par, eso sí, siempre en mayor proporción que los de las bibliotecas particulares. Bibliotecas particulares
Librería Martín Redondo
Poesía
1.072/1,9%
39/6,43%
Prosa de ficción
366/0,65%
18/2,97%
Teatro
412/0,73%
16/2,64%
Total
1.850/3,29%
73/12%
Género literario
Los porcentajes de las obras literarias se dividen en: poesía, un 53,42%; prosa de ficción, 24,65%; y teatro, 21,91%. En el siguiente cuadro se pueden comparar los porcentajes de las bibliotecas y de la librería: Género literario
Bibliotecas
Librería Martín
Poesía
57,94
53,42
Prosa de ficción
19,78
24,65
Teatro
22,27
21,91
En relación con las cifras de bibliotecas se comprueba que las mayores diferencias están en poesía, curiosamente menor en la librería, y en la prosa de ficción, donde se invierten los términos. El teatro está a la par, con cifras similares. 2.3.2. Pedro Vergés Pedro Vergés es un mercader de libros madrileño nacido a finales del siglo XVI. Estuvo establecido en la calle de Toledo, en la calle Mayor
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y en Atocha. Se casó con María de Contreras y, en segundas nupcias, con Ana Martínez. Falleció en 1675 y se hizo inventario de sus bienes. Tenía 1.535 ejemplares en 4º viejos, 1.901 nuevos; 1.362 en 8º viejos y 1.686 en 16º, más 6.248 enlegajados. Por lo tanto, un fondo aceptable con 844 títulos, de los cuales son literarios 72, lo que supone un 8,53%, cifra superior también a la de las bibliotecas.
Género literario
Bibliotecas particulares
Martín y Vergés
Martín
Vergés
Poesía
1.072/1,9%
79/5,44%
39/6,43%
40/4,33%
Prosa de ficción
366/0,65%
40/2,75%
18/2,97%
22/2,60%
Teatro
412/0,73%
26/1,79%
16/2,64%
10/1,18%
Total
1.850/3,29%
145/ 10%
73/12%
72/8,53%
Como se puede observar, los porcentajes son bastante superiores en todos los apartados, triplicando las librerías al de bibliotecas. Por géneros el orden se mantiene: sigue destacando la poesía, a continuación la prosa y, finalmente, el teatro. En cifras relativas se presenta el siguiente cuadro comparativo de las bibliotecas particulares y de ambas librerías.
Bibliotecas
Librería Martín
Librería Vergés
Martín/ Vergés
Poesía
57,94
53,42
55,55
54,48
Prosa de ficción
19,78
24,65
30,55
27,6
Teatro
22,27
21,91
13,88
17,89
Género literario
Se destaca que la poesía y el teatro siguen siendo predominantes en el caso de las bibliotecas, mientras que la prosa de ficción ocupa más espacio en las librerías que en las bibliotecas por casi ocho puntos porcentuales.
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3. CONCLUSIONES La dificultad del trabajo con los inventarios no ha de impedir una buena aproximación al análisis de las obras literarias en las bibliotecas de la segunda mitad del siglo XVII. No obstante, parece escaso el porcentaje total de obras literarias, en especial si se atiende a la amplia producción y difusión de la literatura en pleno Siglo de Oro. Las características de sus productos, los más populares en formatos pequeños y con un carácter efímero, junto con las peculiaridades de los inventarios, reducen, no sabemos en cuántos puntos, los porcentajes de obras de literatura. Si atendemos a las estadísticas de las dos librerías consideradas, que contaban en sus fondos con un 10% de libros de literatura, se podría estimar que al menos ése podría ser el porcentaje de obras literarias, y no el 3,29% que muestran los datos analizados. El resto de parámetros habrían de ser matizados en virtud de estos problemas, pero a día de hoy y con los datos con que contamos, tenemos una buena panorámica de lo que se conservaba en las bibliotecas de la segunda mitad del siglo XVII.
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M.ª Soledad Arredondo
1. ALGUNAS
REFLEXIONES PREVIAS
El análisis de la prosa de ficción que aparece en los inventarios de bibliotecas de la segunda mitad del siglo XVII ofrece unos resultados interesantes para el historiador de la literatura áurea, pero plantea un buen número de interrogantes y problemas. Los primeros aparecen en el escrutinio de los inventarios de bibliotecas diversas y en el vaciado de estos para tratar de establecer el canon literario de la época; dicha tarea suscita reflexiones y cuestiones previas, derivadas de algunos casos concretos, que expongo a continuación. 1. La primera de ellas procede de la consideración del libro como objeto en los inventarios post mortem del siglo XVII. Como es sabido, entonces acudían a la casa del difunto los expertos encargados de cuantificar, clasificar y valorar sus bienes, y por un lado lo hacían los especialistas en pintura y objetos preciosos, y por otro los expertos en libros y papeles, que utilizaban criterios diferentes1. Para nuestro análisis de las bibliotecas, y cuando los inventarios de partida son variados, porque se pretende un amplio corpus, ha de tenerse presente que no es lo mismo operar con datos de grandes bibliotecas, como la de Felipe IV2 o la del conde-duque de Olivares3, porque ambas contaron con un 1 Véanse Díez Borque, 2011, p. 20; Perec, 1986, pp. 26-34; y Solís de los Santos, 1997, que estudia a Francisco De Araoz y su De bene disponenda. 2 Estudiada por Bouza, 2005. 3 Para la historia de la biblioteca de don Gaspar de Guzmán y el contenido de los dos catálogos que contienen la lista de obras, véase Gregorio de Andrés, 1972 y
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verdadero lujo de bibliotecario: el poeta y libelista Francisco de Rioja; o la de un escritor, como Quevedo4, que además de poeta es amante de los libros; no es lo mismo, insisto, que operar con los datos procedentes de la «librería» de un profesional de la orfebrería, o del derecho: el orfebre y el letrado no tendrían ni el gusto, ni el personal cualificado para asesorar en las compras y ordenar posteriormente en anaqueles. Esto se acusará previsiblemente, tanto en el número de libros, como en los títulos, como en la organización y estructura del propio inventario. Por poner un ejemplo relativo a títulos escasos y, aparentemente, caprichosos, la biblioteca del mejor pintor de la época, Diego Velázquez (y recordemos la insistencia de los pintores en reivindicar la dignidad de la pintura como arte liberal), nos depara la sorpresa5 de que apenas contiene lo que hoy consideramos literatura: sólo 8 obras, la mayoría en latín y en italiano, y en castellano sólo unas Flores de poetas… y una novela pastoril mediocre: las Auroras de Diana, de Pedro de Castro y Anaya, quizá donada por el propio autor. En cambio el también pintor Diego Valentín Díaz6 tenía en su biblioteca casi 30 títulos literarios, entre los tres géneros. Igualmente escasa y caprichosa parece la biblioteca del mercader cripto-judío Diego Gómez de Salazar, que sólo contiene un ejemplar de poesía: las muy leídas y apreciadas Academias morales de las musas, cuyo autor es Antonio Enríquez Gómez; probablemente porque el autor era, como el poseedor, también sospechoso de judaizar. En cambio, cuando hay una cifra más que notable de obras literarias, como en la biblioteca de Juan Valero, secretario en el Consejo de Aragón del rey Felipe IV, sorprende, o bien la imprecisión de los títulos en el inventario (Una historia septentrional, que puede interpretarse, y así lo hemos hecho, como el Persiles de Cervantes); o bien que entre las obras de poesía, que es el género mejor representado, en detrimento de la novela7, la española casi coincide numéricamente con poesía en otras lenguas. Efectivamente, la poesía española está bien representada en esta biblioteca: con Acuña (Cancionero), los Argensola, Esquilache, 1973.A este respecto, véase ahora los resultados del congreso Poder y saber. Bibliotecas y bibliofilia en la época del conde-duque de Olivares. 4 Véase Carlos Fernández y Sofía Simoes, 2011. 5 Lo señaló Sánchez Cantón, 1925, que publicó el inventario de su biblioteca. 6 Estudiado por García Chico, 1966. 7 Remito al reciente artículo de Cayuela, 2011.
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Romancero general, Quevedo (Parnaso),Vicente Espinel (Rimas), Aldana, Ausiàs March, Mena (Laberinto), Garcilaso, Lope (Rimas humanas y divinas), Paravicino, etc.; pero convive con la italiana (Petrarca, Tasso, Dante), la latina (Ovidio,Virgilio), la griega (Homero) y la portuguesa (Camoens). Incluso en bibliotecas importantísimas por su número de ejemplares, como la de Lorenzo Ramírez de Prado8, el inventario desorienta igualmente por su estructura, que divide las materias en cuatro «clases» (libros religiosos, jurídicos, artes liberales e históricos) con un criterio harto confuso9. Consecuencia de todo ello es la consideración del libro con criterios y estimaciones muy distintas de las nuestras, y hasta su ubicación en una página del inventario, o quizá en un anaquel, absolutamente insospechada. 2. En segundo lugar, la consideración de ese objeto-libro como herencia nos advierte de su presencia arbitraria en los inventarios, porque no procede de afición o elección del poseedor, que puede no haber sido el comprador10; aspecto éste que desemboca en la cuestión del «género», en este caso el sexo del poseedor. La actual polisemia del término «género» favorece mi uso interesado de este, por lo que afecta a la escasa consideración y presencia de la mujer como poseedora de libros. Por poner sólo un ejemplo, los inventarios de bibliotecas no indican si el nombre de quien figura como testador se corresponde con un determinado acto de lectura; y más aún, a veces quien hace el testamento con disposiciones sobre sus bienes ni siquiera aparece posteriormente como propietario-a de una biblioteca. Es el curioso caso que se deduce de un artículo de Francisco Cantera Burgos titulado «Una biblioteca jurídica y unos juristas desconocidos»11. Dichos juristas desconocidos son el padre, marido y cuñado de la testadora. La biblioteca, muy rica en obras de Derecho, entre ellas una muy rara de Diego de Salcedo, es la de los Díez Velázquez más la de los Uzquiano. Pero en 8 Su inventario fue beneméritamente publicado por Joaquín de Entrambasaguas, 1943, y ahora está digitalizado a partir de un ejemplar de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla: Inventario de la librería del señor don Lorenzo Ramírez de Prado, Madrid, 1660. 9 A la catalogación errónea de libros se han referido Óscar Lilao, 2008-2009, y Fernández y Simoes, 2011, en el caso de la biblioteca de Quevedo, que ya Maldonado calificó de «disparatada». 10 Véase Díez Borque, 2010, p. 22, que remite a Lorenzo y Ferrero, 2004. 11 Cantera Burgos, 1953.
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realidad el artículo transcribe el inventario de los bienes de doña Casilda Velázquez Salinas, dama muy rica de Miranda de Ebro, que debió de heredar la biblioteca de su padre, esposo y varones de la familia12. El marido de doña Casilda murió en 1644, y ella testó en 1655, sin que se pueda saber si algunos libros de su biblioteca eran sus propias lecturas, y sólo los de Derecho eran de los varones; pero en ningún caso se trata de la biblioteca del ilustre jurista Salcedo13, al que tanta importancia se concede. De manera que a veces los datos pueden ser engañosos, porque en este inventario de los «desconocidos» mirandeses que poseen un valioso «salcedo» aparecen también otras obras literarias, concretamente tres, que tienen interés, porque, a mi entender, bien pudieron ser no sólo posesión, sino lectura de D.ª Casilda: una Vida de doña Ana Ponce de León, Condesa de Feria, libro publicado en 1615 por el jesuita Martín de Roa, unas Horas de recreación de Guicciardini, novelliere traducido desde 1586, y una Arcadia de Lope. Las tres se atienen a los patrones de lectura de mujeres (muy dadas a la novela, según manifiesta Lope de Vega en sus Novelas a Marcia Leonarda), más que a las aficiones de los citados juristas de Miranda de Ebro. Este pequeño ejemplo, unido a valiosos y recientes estudios sobre Bibliotecas y lecturas de mujeres14, o sobre mujeres y libros15, y la contribución femenina a la construcción del canon16, nos alerta sobre cuestiones hasta ahora apenas tenidas en cuenta. Incluso se manejan ya datos sobre17 mujeres que sabían leer y que dirigían el negocio de sus maridos, proponiéndose un porcentaje de un 11% de lectoras. Sin embargo, éste es un asunto siempre delicado de precisar, porque ya se ha señalado, a propósito de las lecturas «femeninas», que había menos mujeres que poseyeran bibliotecas, y que aquellas cuyos inventarios se conocen apenas tienen prosa de ficción18. 12
El artículo de Cantera se interesa sólo por las obras jurídicas; sin embargo, según Oriol Martí Ceballos, 2005, pág. 97, hay más noticias sobre la biblioteca y la familia, procedentes del Archivo de Protocolo de Miranda. 13 Laspéras, 1980, p. 556. 14 Cátedra y Rojo, 2004. A este respecto Prieto Bernabé ha presentado una comunicación en el Seminario Bibliotecas privadas del Siglo de Oro español, octubre de 2011, titulada «Lecturas literarias de mujeres madrileñas en el Siglo de Oro». 15 Guillaume, 1999. 16 Bernárdez, 2007. 17 Bernárdez, 2005. 18 Colón, 2001, p. 48.
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Efectivamente, en los inventarios analizados para nuestro libro sólo aparecen once poseedoras, de muy distinta condición, incluyendo a la citada D.ª Casilda, y la mayoría figuran en su condición de «viudas de», es decir, herederas del objeto libro; especialmente notables son los casos de las libreras19, y los de algunas damas que merecen especial consideración cuando la tasación de sus bienes es compartida. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el inventario de Doña Agustina Spinola y Eraso «y de don Julián Palomares, marido de doña Manuela Strata y Espínola, condesa de la Fuente del Saúco», su yerno; se trata de un inventario20 interesante por su origen, ya que la dama era la viuda del poderoso banquero Carlos Stratta21, y ello justifica la presencia de ciertos libros de géneros menores, en un conjunto no especialmente rico en novela y teatro (sólo un libro de cada género); concretamente aparece una Relación de la entrada de la princesa de Cariñán en Madrid, en 1637, sin nombre de autor, pero que escribió Ana Caro de Mallén con una Dedicatoria a D.ª Agustina, seguramente su mecenas y, por ello, poseedora del librito. Los inventarios de ambas propietarias apenas revelan gustos literarios susceptibles de incluirse en un canon específico de «lectura femenina». Sin embargo, como apunte malicioso, en línea con el libro Las mujeres que leen son peligrosas22, o el de Nieves Baranda Cortejo a lo prohibido23, me atrevo a sospechar que irán surgiendo propietarias de bibliotecas, como van apareciendo escritoras y lectoras, casi tildadas de heroínas, según algunos cuadros de lectoras mostrados en la exposición así titulada, Heroínas24, como si el solo hecho de leer fuera ya algo insólito, arriesgado y casi heroico. 3. En cuanto a la interpretación de los inventarios para intentar conocer las preferencias de los lectores y establecer un canon literario, en nuestro caso novelístico, hay que contar también con que las clasificaciones de los libros en el siglo XVII se hacían muchas veces por tamaños, por precios, por encuadernaciones o por factores diferentes de los criterios estéticos y genéricos que hemos ido acumulando en la histo-
19
Como el que publica Cayuela, 2011, sobre Ana de Arenas, viuda de un librero. Publicado por Agulló, 2009. 21 Véase C. Sanz Ayán, 2005, pp. 162-174. 22 Bollmann, 2006. 23 Baranda, 2005. 24 Heroínas, Museo Thyssen-Bornemisza y Fundación Caja Madrid, Madrid, marzo-junio, 2011. 20
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ria literaria. De manera que muchos inventarios anotan «libros», sin más distinción, y los propios autores hablaban simplemente de «libros»: por ejemplo, Quevedo en el soneto «Retirado en la paz de estos desiertos / con pocos, pero doctos libros juntos»; o Palafox y Mendoza, en la frase que preside la entrada de la impresionante Biblioteca Palafoxiana, en Puebla de los Ángeles: «[…] el que se halle en un beneficio sin libros se halla en una soledad sin consuelo, en un monte sin compañía, en un camino sin báculo, en unas tinieblas sin guía […]». Las palabras de los dos autores, que eran también bibliófilos, me sirven para indicar la estimación del objeto libro, aunque apenas me ocupo de ambos en las líneas que siguen, porque sólo estudio la presencia de la novela en los inventarios de bibliotecas que hemos analizado. Quevedo aparece frecuentemente en estos como poeta, erudito y político, pero no como autor del Buscón; mientras que las obras de Palafox, que también aparecen en dichos inventarios, no forman parte de nuestros intereses por ser la mayoría obras espirituales. Por lo tanto, el término «libros» debe precisarse con el conocimiento de su género, significativo para establecer el canon literario que regía en la segunda mitad del siglo XVII. Lo que puede deducirse de los inventarios analizados no es sólo un canon de lectura o de posesión de libros, porque ambas podían ser meramente utilitarias: así en el caso de los libros profesionales, o de libros estrictamente formativos o educativos25. Es también una cuestión de gusto literario, por ejemplo, lo que induce a comprar y coleccionar poesía, como las obras poéticas de Quevedo, pero no su Buscón; y una cuestión de oportunidad, como comprar y conservar las obras de Palafox y Mendoza, quizá porque empezaron a publicarse como «obras completas» por su pariente, fray José de Palafox, entre 1659-1671, que son fechas que interesan a nuestro estudio. Todas estas circunstancias han de tenerse en cuenta al valorar, primero, la presencia repetida de ciertas obras, y, segundo, las ausencias por préstamo y donación, o por diversas causas26 en una franja cronológica determinada, ya que no siempre obedecen a cuestiones de preferencia literaria. Recientemente27 se ha relacionado la suspensión de licencias en los años 1625-1634, estudiada por Jaime Moll en 1974, y la escasez
25 26 27
Ver Infantes, 1998, pp. 163-170. Infantes, 1998, p. 168; Díez Borque, 2011, p. 20. Cayuela, 2011.
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de libros de comedias y novelas en un inventario del año 1637.Y este aspecto nos conduce al problema de la «duración» o perdurabilidad de un título o de un género, y también a la eficacia o nulidad de los impedimentos para que éste se «consuma»: es decir, que se compre, se lea y se almacene en un anaquel. En este sentido, me propongo exponer datos cuantificables, como, por ejemplo, el número de ejemplares del Quijote que he hallado en los inventarios vaciados, lo que parece un dato objetivo; sin embargo, muchos inventarios recogen sólo «Don Quijote», sin decir si es la primera o la segunda parte, y si son dos los volúmenes de la obra; lo mismo ocurre con las dos colecciones de novelas de María de Zayas, que aparecen normalmente en los inventarios como «novelas», y sólo en un caso como «primera y segunda parte». Pero también convendría indagar sobre autores y títulos de novelas cuyas ausencias-presencias hoy nos parecen llamativas y suscitan perplejidad. En ocasiones ha sido posible deshacer equívocos en trascripciones defectuosas de inventarios; en otras, por el contrario, planteamos deliberadamente dudas genéricas (respecto a «cuento» y «fábula», porque consideramos El conde Lucanor como prosa de ficción, pero también las fábulas de Esopo, aunque hoy no sintamos como «novelas» ninguna de las dos obras); o alertamos sobre la ambigüedad de un título muy presente en los inventarios analizados: el David perseguido (David perseguido y alivio de lastimados, El rey penitente David arrepentido, etc.), de Cristóbal Lozano. Igualmente, intentaré señalar preferencias marcadas por algún subgénero, como la novela pastoril frente a la picaresca, o mostrar cómo algunas buenas bibliotecas no tienen ni una sola novela. Adelanto que también hay otras omisiones clamorosas, como la escasa presencia de las Empresas de Saavedra Fajardo. Aunque no me corresponde analizarlo, puesto que no es autor de prosa de ficción, Saavedra es un autor que apenas aparece en nuestros inventarios; éstos, en cambio, contienen ejemplares de los Emblemas de Alciato, lo que puede dar a entender que ciertas obras precisan un periodo de tiempo para asentarse y hacerse un hueco en las bibliotecas particulares. En otras ocasiones llama la atención la condición social de algunos poseedores de novela, sin que puedan sacarse conclusiones tajantes, dada la diferencia abismal en la época, por ejemplo, entre un mercader de libros, un alarife y un virrey de Nápoles. El mercader poseía ciento treinta y seis libros, según el inventario de 1662, pero ¿cómo interpretar que no tuviera ninguno de poesía, y sí, en cambio, treinta y un libros
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de novela? Y entre éstos, que corresponden a obras muy representativas (Guzmán de Alfarache, La Arcadia de Lope, Para todos de Montalbán y las Novelas de Zayas), ¿por qué no está Cervantes, presente en casi todas las bibliotecas bien surtidas de novela? El maestro de obras madrileño Luis Román poseía 110 libros, según el inventario realizado en 1682, pero la novela triplica (once volúmenes) el número de ejemplares de poesía y teatro. En cuanto a la biblioteca del virrey don Pedro de Toledo, según el inventario de 1694, es una de las más ricas en prosa de ficción entre las estudiadas (con 14 títulos), si la comparamos con los que él mismo posee de poesía y de teatro; pero destaca, sobre todo, por su enfoque monotemático, ya que la mayor parte de sus volúmenes son libros de caballerías (Cristalián de España, Reinaldos de Montalbán, etc.) o de ficción histórica. Por último, y para cerrar estas salvedades iniciales, las diferencias parecen lógicas si tenemos en cuenta que nos sirven de fuente de información tres bibliotecas extraordinarias en cuanto al número de ejemplares: la de Lorenzo Ramírez de Prado, la de Vicencio Lastanosa y la del conde de Villaumbrosa. Las tres contrastan no sólo con las de algún maestro que no tiene nada de literatura, sino con las que tienen un promedio de cien a quinientos libros.
2. DATOS
GLOBALES
Entre las bibliotecas analizadas a partir de 83 inventarios del periodo 1651 a 1700, 47 de ellas tienen prosa de ficción, sea en lengua española, sea en lenguas extranjeras. En cuanto al número total de libros en prosa de ficción, incluyendo novela y otros géneros como la miscelánea, las fábulas e, incluso, obras de clasificación genérica polémica (La Celestina, La Dorotea), son 369 ejemplares, de los cuales la mayor parte están en lengua española, como ocurría en el periodo 1600-1650, analizado por Díez Borque28. Sin embargo, en el total de los inventarios analizados, los libros en prosa de ficción son menos numerosos que los de poesía y teatro, aunque el cómputo exacto puede suscitar dudas, porque los inventarios, una vez más, son imprecisos: simplemente dicen Don Quijote o Guzmán de Alfara-
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Díez Borque, 2011, pp. 78-79.
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che, pero rara vez precisan si son dos volúmenes, o la primera y segunda parte; y sólo en una ocasión las novelas de María de Zayas especifican «primera y segunda parte», lo que da lugar a pensar si son dos libros, las Novelas amorosas y ejemplares (1637) y los Desengaños amorosos (1647), o bien si lo que estaba en esa biblioteca era la edición de las dos partes juntas: Primera y segunda parte de las novelas amorosas, en la edición de 1659. Sobre la condición de sus poseedores es difícil sacar conclusiones, porque es muy variada: desde la nobleza a cronistas, pintores, secretarios, maestros de obras, un inquisidor, un cura de pueblo, etc. En general, las bibliotecas de la nobleza que hemos examinado poseen más libros de poesía que de novela, y muchas obras en latín29. A propósito de esto último, aunque nos interesan sobre todo las obras en lengua española, con objeto de fijar nuestro canon literario, merece destacarse la presencia de prosa de ficción extranjera, más de 75 libros, con títulos muy repetidos y de los que hay más de un volumen en ciertas bibliotecas (los inventarios dicen, por ejemplo, dos «Boccaccios»). Por lenguas, la más abundante es la novela italiana, que aparece en once bibliotecas con los siguientes títulos: Boccaccio (Decamerón, Fiammetta, Novelle), Sannazaro (Arcadia), Sansovino (Cente novelle), Francesco Tromba (Trebisonda historiada), Giambattista Giraldi Cinthio (Cien novelas, traducidas por Juan Gaitán de Vozmediano) y Ludovico Guicciardini (Horas de recreación). Curiosamente30 no aparece el nombre de Matteo Bandello, autor fundamental por su influencia en España en el siglo XVII, pero sí el de sus traductores-adaptadores franceses: Pierre Boistuau y François Belleforest, que escribieron las Histoires tragiques procedentes de Bandello. Como es sabido31, Bandello pasa a la literatura española a partir de éstas, convertidas en Historias trágicas ejemplares, en la traducción de Vicente Millis Godínez, libro que tampoco aparece en nuestros inventarios, aunque sí hallamos las Historias prodigiosas, de Boistuau, Belleforest y Tesserant, según la traducción de Andrea Pescioni. A continuación, la novela griega y otras formas de prosa de ficción, presente en siete bibliotecas con los siguientes autores y títulos: Esopo 29
Diez Borque, 2011, p. 26, ya anotó este dato en todas las librerías para el periodo 1600-1650. 30 Ya lo señaló Laspéras, 1980, p. 537, donde afirma que muchos de los textos novelísticos que habían inspirado a los autores áureos no figuraban posteriormente en sus bibliotecas. 31 Arredondo, 1989.
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(Fábulas, sólo un registro dice «en romance»), Heliodoro (Teágenes y Cariclea, con uno de los registros en francés), Luciano (Diálogos morales) y Aquiles Tacio (Leucipa y Clitofonte). La novela latina, en cinco bibliotecas: Apuleyo (Asno de oro) y Petronio (Satiricón). La novela francesa, que sólo aparece en dos bibliotecas, la de Antonio de Solís y la del conde de Villaumbrosa: Olivier de la Marche (El caballero determinado, que aparece con el nombre de su autor sin que conste la traducción de Hernando de Acuña, que figura en otro registro como autor de la misma novela), Queste du Graal, con título en francés, pero versiones en varias lenguas; Saint Réal (Don Carlos), Ortigue de Vaumorière (Diane de France, nouvelle historique); y Jean Regnault de Segrais (Nouvelles françaises ou les divertissements de la princesse Aurélie). Hay algún título curioso, como las Histoires nouvelles traduites de divers auteurs espagnols, que pertenecen al mismo propietario que los dos anteriores, el conde de Villaumbrosa, uno de los pocos inventarios que muestra un gusto muy variado por la literatura en general, y con presencia de obras francesas. Dichas Histoires nouvelles son una compilación bastante caprichosa de novelitas españolas, traducidas y adaptadas al francés32, bien interesante para las comparaciones entre novela italiana, española y francesa. Finalmente, en portugués aparecen las obras de dos autores bien conocidos, Bernardim de Ribeiro y Francisco Rodrigues Lobo, junto a Juan de Reinaltes Coelho, autor de una novela manuscrita33 . Esta presencia de la novela extranjera exigiría un análisis subsiguiente, dependiendo de si estas obras aparecen en los inventarios en su lengua original o en traducción, cosa que no siempre está clara. El mejor ejemplo es el caso concreto del Argenis, del escocés John Barclay. La obra fue traducida del latín por José Pellicer y Tovar en 1626, pero también por Gabriel del Corral: Historia de Argenis y Poliarco. Sin embargo, en nuestros inventarios aparecen como autores de esta Barclay y Pellicer, nunca Gabriel del Corral. Este detalle revela que para la historia de la ficción áurea sería interesantísimo localizar, cuantificar y analizar las diferentes traducciones, y también las ediciones bilingües, que se cuelan en nuestros inventarios en alguna ocasión: La Arcadia de Sannazaro, en español y en italiano, en la biblioteca de Ramírez de Prado; y el caso curioso del Amadís de Gaula en francés, que figura en el inventa-
32 33
Ver Losada Goya, 1999, p. 16. Ver Fosalba, 2008
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rio del duque de Medinaceli (1673) que, por otra parte, tiene pocos ejemplares de novela. En cuanto a la terminología de la prosa de ficción34, apenas hallamos en nuestros inventarios la palabra novela, salvo en los títulos bien conocidos de Cervantes o Zayas. Sí aparece, en cambio, en una entrada correspondiente a Juan de Timoneda, Novelas, cuyas narraciones se consideran hoy, generalmente, como cuentos o novelas cortas, lo que hace pensar en la sinonimia de novela=relato breve, para la época. Desde luego no aparece el título Patrañuelo, ni tampoco Sobremesa y alivio de caminantes, sus colecciones de relatos más conocidas. Cabe la posibilidad de que una clasificación genérica a posteriori, como es la nuestra, que considera los libros por géneros literarios, no fuera la más común en la generalidad de las bibliotecas particulares, donde la clasificación se hacía, en realidad, por tamaños, por materias, por precios, etc. Un ejemplo notable de copiosa biblioteca con una catalogación confusa es la de Lorenzo Ramírez de Prado, como ya hemos apuntado. Por ejemplo, el inventario incluye dos ejemplares del Quijote y del Menandro, de Matías de los Reyes, pero se hallan entre los «libros políticos», y no en el apartado dedicado a los libros «en lenguas vulgares, comedias y novelas». Aumenta la confusión el que algunos títulos están repetidos en dos apartados distintos de la sección «poetas en lenguas vulgares», por ejemplo El Parnaso de Quevedo. Por todas estas razones, y a propósito de Quevedo, computamos dentro de «novela y otros géneros» lo que señalan los inventarios como «Quevedo Obras en prosa».También incluimos en la prosa de ficción todo lo titulado «novela de», «historia de» o «crónica de», y algunos libros anónimos, o que no hemos identificado, más algunos títulos de prosa latina y griega que aparecen muy frecuentemente en nuestros inventarios, y que hoy clasificaríamos con otro marbete (fábulas o diálogos), asimilados a «libros de entretenimiento»35; por último, como ya hemos señalado, incluimos en el anexo general, entre «novela y otros géneros», una obra en prosa tan controvertida genéricamente como La Celestina.
34 Ya señaló advertencias al respecto Díez Borque, 2010, pp. 53 y ss., para la primera mitad del siglo. 35 Ver Cayuela, 2011, para la asimilación de comedias, novelas y libros «deste género» en la prohibición de licencias.
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3. SUBGÉNEROS
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Si hoy analizamos por subgéneros la presencia de la prosa de ficción en los inventarios, el mejor representado por su cuantía sería la novela corta, seguida de la pastoril, la de caballerías, la picaresca, la bizantina y la sentimental. — Novela corta: 71 volúmenes, que representan 19 títulos diferentes de colecciones de novelas cortas, desde las italianas de Boccaccio y Giraldi Cinthio, a las de Timoneda, Cervantes, Ágreda y Vargas, Pérez de Montalbán,Tirso de Molina y Zayas. — Libros de pastores: 49 volúmenes, con 4 títulos que se repiten con regularidad. La mayoría es de Los siete libros de la Diana, Arcadia de Lope, Arcadia de Sannazaro y La Galatea de Cervantes. — Libros de caballerías: con 42 volúmenes, aunque hay obras que figuran en los inventarios con cierta regularidad (Historia de Palmerín de Oliva, Historia de Primaleón) mientras que otras aparecen poco, como el Tirante el Blanco. El número de volúmenes tiene que ver con la presencia de estas obras en bibliotecas muy notables, como la de Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa, que posee 13 libros, o la del virrey de Nápoles, Pedro Núñez de Guzmán, cuya afición ya hemos señalado, y que posee 12. Por el contrario, Lorenzo Ramírez de Prado no posee ni un solo libro de esta índole. — Libros de pícaros: 38 volúmenes con los 8 títulos más importantes del género, que están presentes en los inventarios, aunque con distinta incidencia: Lazarillo, Guzmán, Buscón, Justina, Marcos de Obregón, Alonso, mozo de muchos amos, Estebanillo González, La garduña de Sevilla.Aparecen también títulos de temáticas próximas, como El diablo cojuelo de Vélez de Guevara y los de Salas Barbadillo. — Novelas bizantinas o de amor y aventuras: 18 volúmenes, con 4 títulos: Los amores de Leucipe y Clitofonte, de Aquiles Tacio, más El peregrino, de Lope, el Persiles, de Cervantes (ambos libros así citados en los inventarios) y el Argenis, atribuido a Barclay y a José de Pellicer. — Novelas sentimentales: sólo hallamos 2 libros, La cárcel de amor, en la biblioteca de Lastanosa, y el Proceso de cartas de amores, en la de Ramírez de Prado, más la Fiammetta de Boccaccio.
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Además figuran en los inventarios vaciados muchos títulos difícilmente clasificables por subgénero (El criticón, El conde Lucanor, La Dorotea de Lope), junto a la llamada «novela barroca»36: La dama beata, el David perseguido, el Menandro de Matías de los Reyes, o las obras de Francisco de Quintana, y libros misceláneos que incluyen novelas, poemas y teatro: La Filomena y La Circe, de Lope, por ejemplo. A este respecto es curioso que en la importantísima biblioteca (con 2756 libros) de don Pedro de Aragón, virrey de Nápoles, aparezcan un buen número de libros sin que el inventario, bastante irregular, precise título y sólo recoja número de volúmenes (44) y número de obras (26) de Lope de Vega, entre los que hay también narrativa: «la mitad comedias, la otra mitad poesía y narrativa». Es posible que lo que hoy distinguimos claramente como prosa narrativa de ficción no se precisara tanto en los cánones genéricos del siglo XVII.Y es posible, por ejemplo, que se distinguiera bien entre un tratado político, o erudito, o moral, y una serie de obras mixtas37 adquiridas para desempeñar funciones de entretenimiento. Por eso he incluido bajo el amplio marbete «prosa de ficción» o «novela y otros géneros» la Cuestión de amor, que sólo he hallado en el inventario de Ramírez de Prado, y cuyas relaciones con la novela sentimental pone de relieve la excelente edición de F. Vigier38. Es también probable que un amplio apartado de obras dudosas en cuanto a su clasificación no lo fueran en su tiempo. ¿Cómo entender El conde Lucanor, de don Juan Manuel? ¿Como colección de cuentos o como obra didáctica? ¿Son los cuentos didácticos en sí mismos, por su moraleja, y, consecuentemente, las aplicaciones finales de El conde Lucanor unen el aprovechamiento al entretenimiento? Y La Dorotea, que tanto se recoge en los inventarios, ¿sería entendida como novela o como acción en prosa? Hoy no consideramos como prosa de ficción la Floresta española, pero quizá fuera obra de entretenimiento en prosa para sus lectores, además de un tipo determinado de miscelánea; en 36
Ripoll, 1991. Díez Borque, 2011, p. 54, se refiere a la hibridación genérica, siguiendo a Pedraza y Rodríguez, 1980, p. 79. Remito para este aspecto al número de Mélanges de la Casa de Velázquez titulado «Géneros mixtos en el Siglo de Oro», coord. M.ª S. Arredondo, en prensa. 38 Vigier, 2006. 37
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nuestros inventarios aparecen no pocas de ellas, con lo que el siglo XVII aporta al subgénero, es decir, la mezcla de prosas y versos, como ocurre en algunas obras de Tirso, que contienen prosa de ficción, versos y comedias: Los cigarrales de Toledo y Deleitar aprovechando. Por último, y para añadir una cautela más a los aspectos genéricos que hoy parecen incuestionables: ¿Y si al lector, o al propietario de una biblioteca del siglo XVII, le gustaba el tema pastoril, sin distinguir prosa y verso ni versiones a lo divino, y por eso tenía junto a La Diana, de Montemayor, los Pastores de Belén, de Lope?39
4. LOS
AUTORES
Si estas dudas surgen en cuanto a los géneros, hay menos en cuanto a los autores españoles de prosa de ficción que aparecen en nuestros inventarios: son 54, porque no computamos a «Francisco de las Cuevas», el seudónimo con que escribe en ocasiones Francisco de Quintana. El mayor número de registros corresponde a Cervantes, con 40, salvo que computáramos La Filomena y La Circe al Lope «novelador», que aparece con 19 en segundo lugar; luego seguirían Mateo Alemán, con 10, y Jorge de Montemayor, con 9. Éstos son los 54 autores, con el número de registros y los títulos correspondientes: Acuña, Hernando de, 1: El caballero determinado (traducción de Olivier de la Marche). Ágreda y Vargas, Diego de, 1: Doce novelas morales útiles por sus documentos. Alcalá Yáñez, Jerónimo de, 2: Alonso, mozo de muchos amos. Alemán, Mateo, 10: Guzmán de Alfarache. Arce Solórzano, Juan de, 1: Acrisio y Lucidora. Bernal, Beatriz, 2: Cristalián de España. Camerino, José, 4: La dama beata. Castillo Solórzano,Alonso de, 5: La garduña de Sevilla, 3; Tardes entretenidas, 1; Los amantes andaluces, 1. Castro y Anaya, Pedro de, 1: Auroras de Diana.
39
Posibilidad ya apuntada para la primera mitad del siglo que, 2011, pp. 69-72.
XVII
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Cervantes, Miguel de, 40: 24 Don Quijote de la Mancha; 8 Persiles y Sigismunda; 4 Novelas ejemplares; 4 La Galatea. Céspedes y Meneses, Gonzalo, 3: 2 Poema trágico del español Gerardo; 1 Historias peregrinas y ejemplares. Corral, Gabriel del, 1: Cintia de Aranjuez. Cuevas, Francisco de las (ver Quintana). Espinel, Jacinto, 1: Pastores de sierra Bermeja. Espinel,Vicente, 6: Vida del escudero Marcos de Obregón. Fernández de la Ribera, Rodrigo, 1: Mesón del Mundo. Fernández, Jerónimo, 1: Libro primero de don Belianís. Fernández,Toribio, 1: Crónica del príncipe don Belianís. Funes de Villalpando, Francisco Jacinto, 1: Escarmientos de Jacinto. Gómez [Ortúñez, Ordóñez] de Calahorra, Diego, 2: Caballero del Febo. Gómez de Luque, Gonzalo, 1: Celidón de Iberia. Gracián, Baltasar, 6: El criticón. Hay además cuatro entradas de Obras, sin precisar. Juan Manuel, 7: El conde Lucanor. Lofrasso,Antonio de, 1: Los siete libros de fortuna de amor. López de Úbeda, Francisco [¿Fr. Bartolomé Navarrete?]40, 2: La pícara Justina o Pícara montañesa. Lozano, Cristóbal, 7: David perseguido, con distintos títulos. Lucas Hidalgo, Gaspar, 1: Diálogos de apacible entretenimiento. Martorell, Joanot, 2: Tirante el blanco. Mercader, Gaspar, 1: Prado de Valencia. Molina,Tirso de, 6: 2 Deleitar aprovechando, 4 Cigarrales de Toledo Montemayor, Jorge de, 9: Los siete libros de la Diana. Pellicer y Tovar, José, 2: Argenis. Pérez de Montalbán, Juan, 9: 6 Para todos; 2 Sucesos y prodigios de amor; 1 Teágenes y Cariclea. Piña, Juan de, 2: Varias fortunas y Novelas ejemplares y prodigiosas historias. Prado,Andrés de, 1: Meriendas de ingenio. Quevedo, Francisco de, 1: El Buscón, pero varias entradas de Obras en prosa. Quintana, Francisco de: 2 Historia de Hipólito y Aminta; además, con el seudónimo Cuevas: 3 Experiencias de amor y fortuna.
40
Ver Rojo, 2004.
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Reinalte Coelho, Juan de, 1: Rosana trágica (novela manuscrita). Reyes, Matías de los, 1: Menandro, novela fabulosa. Rojas, Fernando de, 6: La Celestina, con estos títulos: Comedia o Tragicomedia de… Rodrigues Lobo, Francisco, 1: Primavera. Rodríguez de Montalvo, Garci, 2: Amadís de Gaula y Sergas de Esplandián. Saavedra, Gonzalo de, 1: Pastores del Betis. Salas Barbadillo,Alonso Jerónimo de, 4: 1 Corrección de vicios; 2 Estafeta del dios Momo; 1 Fiestas de la boda de la incasable mal casada. Salazar,Alonso de, 1: Lepolemo, el caballero de la cruz. San Pedro, Diego de, 1: Cárcel de amor, en español y francés, propiedad de Lastanosa. Santos, Francisco, 1: El diablo anda suelto. Segura, Juan de, 1: Proceso de cartas de amores. Silva y Toledo, Juan, 1: Policisne de Boecia. Silva, Feliciano de, 2: Don Florisel de Niquea. Timoneda, Juan de, 1: Novelas. Vega Carpio, Félix Lope de, 19: 11 Arcadia; 7 La Dorotea; 1 El peregrino en su patria. ¿Vega, Gabriel de la?, 4: Estebanillo González. Vélez de Guevara, Luis, 5: El diablo cojuelo. Zayas, María de, 4: Novelas, Novelas amorosas y ejemplares, Novelas y desengaños, Novelas, primera y segunda parte. A este listado hay que sumar un importantísimo anónimo, Lazarillo de Tormes, que apenas aparece en nuestros inventarios, igual que ocurría con los inventarios de la primera mitad del siglo. Los títulos con más entradas, y previsiblemente los de más éxito, son: el Quijote, con 24, y el Persiles, con 8, de Cervantes; La Arcadia, 11, y La Dorotea, 7, de Lope; Guzmán de Alfarache, 10, de Alemán, y La Diana de Montemayor, 9. Pero también hay títulos y autores hoy considerados secundarios que nos sorprenden porque aparecen bastante. Es el caso de Cristóbal Lozano, que tiene numerosos registros del David perseguido, aunque los asientos de los títulos, defectuosos o imprecisos, nos impidan distinguir si corresponde a la trilogía41 de Lozano, o a otro libro de título similar
41
Ver Ripoll, 1991, p. 97.
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del marqués Virgilio Malvezzi, traducido al castellano en 1635.También ocurre con Juan Pérez de Montalbán, con 3 títulos y 9 registros, 6 de ellos con el Para todos, y 13 ejemplares de sus obras en el cómputo general. A la inversa, llaman la atención por su escasez el Amadís de Gaula, casi como Tirante el Blanco, o un solo registro de La cárcel de amor, mientras que vemos títulos hoy casi desconocidos, salvo para especialistas y eruditos, también con un registro cada uno: Policisne de Boecia, una novela manuscrita —Rosana trágica— y el Libro primero de don Belianís, de Jerónimo Fernández.También con uno sólo el Buscón, aunque hay muchos registros de obras en prosa de Quevedo. Caso extremo, si lo comparamos con nuestras actuales valoraciones, es el del Lazarillo: solo un registro, y compartido con la Propalladia de Torres Naharro, una «vecindad» interesantísima, por otra parte, si nos preguntamos cómo percibían el canon los propietarios de bibliotecas del XVII42. A la vista de estos datos, podríamos acercarnos a los autores «canónicos» de entre los 54 españoles. Para ello no tendremos en cuenta los que aparecen con menos de 5 registros (Hernando de Acuña, Beatriz Bernal, Gabriel del Corral, Juan de Piña, etc., pero también María de Zayas), por ser cifra poco representativa. En el siguiente cuadro recogemos sólo los autores presentes al menos en 5 bibliotecas distintas (no aparecen, por tanto, Castillo Solórzano ni Salas Barbadillo), así como el número total de sus libros en los 83 inventarios analizados (cuadro en pág. 94). Junto a estos autores españoles parece significativa la presencia de otros dos extranjeros que, por las cifras, pueden ser también canónicos: Esopo, que está en 9 bibliotecas, con un total de 11 ejemplares; y Boccaccio, en 7 bibliotecas, con 11 ejemplares en el total de los inventarios.
5. LOS POSEEDORES En cuanto a los poseedores de prosa de ficción, entre las 47 bibliotecas que la tienen, para intentar establecer alguna relación con su clase
42
Esta coincidencia se ha señalado por Díez Borque, 2011, pp. 64-65, si bien estaba referida al Lazarillo castigado, pero en el inventario aquí analizado no se especifica dicho detalle.
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Autor
Nº de bibliotecas diferentes
Nº total de presencias en bibliotecas
1º
Cervantes
27
41
2º
Lope de Vega
14
50
3º
Alemán
10
10
4º
Esopo
9
11
5º
Montemayor
8
9
Pérez de Montalbán
8
13
Boccaccio
7
11
Juan Manuel
7
7
Gracián
6
9
Tirso de Molina
6
8
Rojas
6
6
Lozano
5
15
Quintana
5
6
Espinel
5
5
Vélez de Guevara
5
5
6º
7º
8º
social, lo primero que llama la atención es la escasez de poseedoras en los inventarios ya publicados, como hemos adelantado.Y lo segundo, las pocas sorpresas respecto a expectativas de bibliotecas ricas en literatura, porque son las de Ramírez de Prado, Lastanosa y el cronista Antonio de Solís. Junto a ellos, con abundante número de novelas también, el conde de Villaumbrosa, Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, y un contraste de oro y plata, Mayers Caramuel. Respecto a los inventarios de mujeres es difícil llegar a alguna conclusión, porque en cuatro de ellos no aparece ningún título de novela, sin que exista vinculación alguna entre este dato y su clase social: se trata de las bibliotecas de Gertrudis Rodríguez de Salamanca (inventario de 1662); Guiomar Herrera de Guzmán, condesa de Mora (inven-
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tario de 1669, con 127 libros); Magdalena de Aguirre, viuda de un maestro de obras (inventario de 1682); Isabel de Castro y Andrade, condesa de Oñate (inventario de 1685 con 268 libros). El resto de las cifras tampoco parece representativo para afirmar gustos novelísticos femeninos. Así, Casilda Velázquez, hija y esposa de juristas (inventario de 1656), tiene dos obras: La Arcadia, de Lope de Vega, y las Horas de recreación, de Guicciardini. Agustina Spínola Eraso, de la nobleza (inventario de 1664, compartido con Julián Palomares, y 163 libros), sólo El criticón. María Bravo de Hinojosa, esposa de don Luis Pereyra (inventario de 1666, con 74 libros), tiene 6 obras: Don Quijote de la Mancha, Persiles y Sigismunda, Marcos de Obregón, La Arcadia de Lope, Experiencias de amor y fortuna y El conde Lucanor. Antonia de Huerta, viuda (inventario de 1668, con 145 libros), sólo una novela: Guzmán de Alfarache. Agustina de Abelló y Valdés, viuda (inventario de 1696, con 68 libros), sólo El Quijote. En cambio sí es significativo el que las monjas de un convento sólo tengan una obra novelística, de título piadoso, pero con cuatro ejemplares de ella: Convento de Nuestra Señora de la Almudena (inventario de 1698): El grande hijo de David más perseguido, Jesucristo Nuestro Señor.
6. ALGUNOS TÍTULOS Y
ALGUNAS BIBLIOTECAS
Aunque se pueden apreciar los títulos más destacados en el listado general de los 52 autores, puede interesar reseñar los títulos de prosa de ficción según los inventarios analizados. Éstos son los que aparecen en las bibliotecas más importantes43: — Lorenzo Ramírez de Prado, escritor y consejero, inventario de 1658: Cuestión de amor, Alonso, mozo de muchos amos; La dama beata; Los amantes andaluces; Los escarmientos de Jacinto; Deleitar aprovechando; Para todos; Novelas ejemplares y prodigiosas historias y Varias fortunas, de Juan de Piña; Pastores del Betis; Corrección de vicios, Estafeta del dios Momo y Fiestas de la boda de la incasable mal casada, de Salas Barbadillo; Proceso de cartas de amores; La Dorotea; Novelas y desengaños, de Zayas; El Quijote (1 y 2); El criticón; David perseguido; Poema trágico del español Gerardo; Blanquerna,
43
Para el resto, ver el anexo general.
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de los estados y su doctrina; El Adonis de Amarilis; La Arcadia de Sannazaro; De amor. Clitophontis et Leucippa; Argenis de Barclay; El príncipe Ruremundo, novela italiana; La Celestina; las Fábulas de Esopo. — Vincencio Juan de Lastanosa, bibliófilo44 y mecenas, inventario de 1662: La Arcadia, de Lope; Argenis; El asno de oro; El Buscón; Cárcel de amor en español y francés; El conde Lucanor; El criticón; El diablo cojuelo; La Diana; La estafeta del dios Momo y Corrección de vicios, de Salas Barbadillo; Experiencias de amor y fortuna (2); Novelas morales útiles por sus documentos; Segunda parte de Guzmán de Alfarache; Don Quijote de la Mancha (2 partes); Tirante el Blanco (dos ejemplares, uno en lemosín); Montalbán Ocho novelas (Sucesos y prodigios de amor); Fiammetta; La Celestina; Vida y fábulas de Esopo. — Pedro Antonio de Aragón, virrey, inventario de 1672: Palmerín de Oliva; Historia de Primaleón; La Galatea; Don Quijote de la Mancha; El conde Lucanor; La Diana; La pícara montañesa; La Arcadia de Lope; Para todos; Cigarrales de Toledo; El Decamerón; Novelle (Boccaccio); Philena; La Celestina. — Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa, inventario de 1677: Crónica de los dos caballeros Lisuarte de Grecia y Perion de Gaula; Amadís; novela intitulada El Tajo; novela intitulada Rosana; Menandro, novela fabulosa; Vida del caballero Lepolemo; Vida y hechos de Estebanillo González; Guzmán de Alfarache; Cristalián de España; Trabajos de Persiles; Don Quijote; El escudero Marcos de Obregón; Don Belianís de Grecia; Caballero del Febo; El caballero determinado; El conde Lucanor, Argenis de Pellicer y Argenis y Poliarco de Barclay; Menina e moça; Las sergas de Esplandián; Don Policisne de Boecia; Don Florisel de Niquea; Novelas de Juan de Timoneda; La pícara Justina; La Arcadia de Lope; La Dorotea; El peregrino en su patria; Novelas de Zayas (1 y 2); Heliodoro o historia etiópica; Cien novelas traducidas del toscano; Fiammetta; Nouvelles françaises; Recueil de pièces galantes en prose et en vers; Histoires nouvelles traduites…; Diane de France; Don Carlos nouvelle historique; La Celestina. — Antonio de Solís, cronista de Indias, inventario de 1686: El caballero determinado; Palmerín de Oliva; Guzmán de Alfarache; La Galatea; Novelas ejemplares; Don Quijote; El conde Lucanor; Cigarrales de Toledo; Deleitar aprovechando; La Diana; Histoire éthiopique de Théagène et Clari-
44
Además del conocido catálogo de su biblioteca, publicado por Ludwig en 1960, véase ahora el reciente artículo de Fernández Travieso y López Poza, 2011.
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quea; Lucius Apuleyus; Para todos; La Arcadia, de Sannazaro; La Arcadia de Lope; La Dorotea; Boccaccio; Decamerón; Cintia de Aranjuez; Coralbo del caballer; Primavera de Francisco Rodrigues Lobo; Fábulas de Esopo. — Manuel Mayers Caramuel, contraste de oro y plata, inventario de1694: Guzmán de Alfarache; La dama beata; La garduña de Sevilla; Don Quijote de la Mancha (1 y 2); Los trabajos de Persiles y Sigismunda; El poema trágico del español Gerardo; Pastores de Sierra Bermeja; El criticón; Diana; La Arcadia, de Lope; Los cigarrales de Toledo; El diablo cojuelo. — Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, inventario de 1694: La muerte de los siete infantes de Lara; Crónica de los nobles caballeros Oliveros de Castilla…; Crónica del rey don Rodrigo; Libro del invencible caballero Lepolemo; Valeriano de Hungría; Crónica del noble caballero el conde Fernán González; Reinaldos de Montalbán, Cristalián de España, Historia del emperador Carlomagno y de los doce pares de Francia; Lucio Apuleyo; Il guerrin Meschino; Trebisonda historiada; La queste du Graal. En contraste con estas bibliotecas notables por tantos títulos, merecen destacarse por su poca variedad y número de tomos las de dos profesionales del sector: el librero Blas López Calderón (inventario de Valladolid, 1658), que tiene 2 Quijotes, 2 Cigarrales de Toledo, 1 Diana, y 1 ejemplar de Fábulas de Esopo.Y la de Manuel López del Castillo, mercader de libros (inventario de Madrid, 1662), que tiene 3 Guzmán de Alfarache, 5 Arcadia de Lope, 9 Para todos, y 14 Novelas de Zayas. No parecen especialmente significativos los datos del clero, ni deparan sorpresas por su escasez de novelas: La Arcadia, del inventario del sacerdote Miguel Alonso Zurdo (Salamanca, 1695); La Diana, del inquisidor Pedro González Grijelmo (Sevilla, 1656); el David perseguido del cura de la iglesia de San Miguel, Antonio Riaño (Madrid, 1659). En cambio se percibe mayor afición por la novela entre diversos profesionales, a pesar de que suelen tener pocos libros: — Juan Valero, secretario de Felipe IV (Madrid, 1653), demuestra gusto por lo pastoril: Prado de Valencia, Fortuna de amor, La Diana, La Arcadia, de Sannazaro, pero posee también el Persiles. — Martín Martínez de Medrano, funcionario (Madrid, 1660), posee: La garduña de Sevilla, Tardes entretenidas, La Galatea, Mesón del mundo, Don Belianís de Grecia, Hipólito y Aminta, Novelas amorosas y ejemplares. — Luis de Zabalza, platero real (Madrid, 1677), posee un ejemplar de las siguientes obras: Guzmán de Alfarache, Don Quijote, Los trabajos de
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Persiles, David perseguido, David arrepentido, Sucesos y prodigios de amor, de Montalbán. — Luis Román, maestro de obras (Madrid, 1682), posee mucha prosa de ficción, con más de un ejemplar en algún caso: Lazarillo, La dama beata, Novelas ejemplares, Poema trágico del español Gerardo, El diablo anda suelto, La Dorotea, El diablo cojuelo, El criticón y las Fábulas de Esopo. — Luis Barahona Saravia, jurista (Madrid, 1689): el Quijote, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Celidón de Iberia. — José de Arroyo, arquitecto (Madrid 1695): La Diana, Historia de Hipólito y Aminta, La Dorotea. — Antonio Leonardo, del que sólo sabemos que es vecino de Madrid, con inventario fechado en 1697, muestra que le gusta la novela en distintos subgéneros: Guzmán de Alfarache, La dama beata, Marcos de Obregón, Arcadia, La Dorotea, El diablo cojuelo, Estebanillo González. — Miguel Nava Díez de Robles, jurado de Toledo (1698), posee: Estebanillo González, Guzmán de Alfarache, Novelas ejemplares, El Quijote, Marcos de Obregón, Para todos, La Dorotea y los tres títulos de Cristóbal Lozano: David perseguido y alivio de lastimados, El rey penitente David arrepentido, El grande hijo de David más perseguido: Jesucristo nuestro señor.
7. CONCLUSIONES En suma, el análisis arroja una serie de datos interesantes sobre obras narrativas bien conocidas, que nos ilustran sobre su presencia en las bibliotecas españolas. En ellas no faltan las que hoy nos parecen fundamentales (Quijote, Novelas ejemplares, Arcadia, El Peregrino en su patria —sólo un registro—, Guzmán de Alfarache, etc.), pero echamos de menos otras muchas. Esto no significa que éstas no se conocieran, o no se leyeran o no se apreciaran, simplemente que no estaban en el momento de hacer el inventario. Frente a las novelas españolas absolutamente «canónicas», de las que existe más de un ejemplar en ciertas bibliotecas, aparecen también muchos ejemplares de novela italiana y algunos de novela francesa, pero igualmente surgen obras aisladas (Primavera, de Rodrigues Lobo, Auroras de Diana, Cintia de Aranjuez), que parecen deslizarse caprichosamente. Quizá lo que más sorprenda para establecer el canon literario en la segunda mitad del siglo XVII es que todavía la narrativa pugna por hacerse un hueco entre otros géneros más «nobles» o reputados, como
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la poesía; y que sean las bibliotecas medianas —por número de libros y por condición social de los propietarios— las que se abren a la ficción en prosa.Y si atendemos no ya a los títulos, sino al número de ejemplares, sí que percibimos una tendencia marcada por la desaparición de los libros de caballerías, la superioridad o el prestigio de lo pastoril frente a lo picaresco, y la abundante presencia de las colecciones de novelas cortas en los inventarios. Todo ello matizado, desde luego, por las cautelas que hemos enumerado al principio, y que exigen confrontar los resultados con un corpus de inventarios que esperamos aún más completo en el futuro.
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1. DE
LA CREACIÓN POÉTICA A LA EDICIÓN.
DE
LA EDICIÓN AL
INVENTARIO
Hemos asistido a una interesante revisión del divulgadísimo tópico sobre la difusión de la lírica en el Siglo de Oro promovido por Rodríguez-Moñino en su benemérita Construcción crítica y realidad histórica en la poesía española de los siglos XVI y XVII. Los estudios de Ruiz Pérez, García Aguilar y, singularmente, Dadson, por poner tres ejemplos señeros y recientes, han mostrado varios elementos clarificadores, que matizan aquellas célebres conclusiones del gran filólogo1. A partir de interesantes repertorios de libros de poemas, de inventarios de bibliotecas y de nóminas de poetas canónicos insertas en parnasos estamos ahora en condiciones de trazar un panorama más exacto de la difusión de nuestra lírica aurisecular. Son varias las perspectivas que han permitido ese enriquecimiento: el estudio del canon de autores a partir de las nóminas de poetas, el de los inventarios de las bibliotecas particulares, el de la difusión de una verdadera cultura poética de matriz libraria y editorial o el análisis de las bibliotecas de las grandes coleccionistas de poesía, entre otros2.Trabajos como los citados más arriba, unidos a los de Díez Borque, López Bueno y Núñez Rivera, entre otros, revelan algunos aspectos sugestivos relacionados con la recepción de nuestra poesía aurise-
1
Ver Rodríguez-Moñino, 1965; Ruiz Pérez, 2009; García Aguilar, 2009a y 2009c; Dadson, 2011. 2 Ver Dadson, 1998 y 2008; López Poza, 2008.
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cular3: que la relación de la lírica con la imprenta no es tan evanescente como se pensó (por mucho que el género lírico no tuviera un cauce bien delimitado en el mercado del libro), que el panorama editorial respecto de la poesía es bastante diferente en el siglo XVI y en el XVII4 y que el verdadero fenómeno editorial de la poesía de Lope inauguró una vía para la difusión de poemarios en cuarto y en octavo que sirvió de acicate para una auténtica eclosión de poetas que llevaron a las prensas de Madrid sus libros de poemas. Es cierto, por supuesto, que la vía impresa no es la única para la lírica del Siglo de Oro, como nos han recordado con tino Chevalier, Jauralde y tantos otros5, y que es preciso mostrarse cautelosos antes de establecer conclusiones definitivas sobre complejos fenómenos como los de la difusión popular, el canon o las diversas modalidades de lectura. Con todo, si centramos nuestro análisis en el objeto libro y, en particular, en el poemario o libro de poesía, parece razonable pensar que uno de los elementos de juicio fundamentales, necesario para completar con datos el panorama de la difusión de los libros de poesía en el siglo XVII, es el estudio de los inventarios de las bibliotecas particulares. Como es sabido, no otra es la perspectiva de algunos recientes trabajos de Díez Borque, de su Literatura (prosa, poesía, teatro) en bibliotecas privadas del siglo XVII y la del libro entero que el lector tiene en sus manos. No es preciso detenernos ahora en las ventajas e inconvenientes de este tipo de aproximación teórica y práctica, pues son bien cono-
3
Díez Borque, 2010 (véase la bibliografía manejada por Díez Borque en sus trabajos de este volumen), López Bueno, 2008; Núñez Rivera, 2008. 4 De ahí que el amplio título de Rodríguez-Moñino resulte excesivamente uniformador. Dadson concluye su trabajo afirmando lo siguiente: «de lo que no cabe duda, en mi opinión, es de que entre finales del siglo XVI y principios del XVII las condiciones literarias sufrieron un cambio bastante radical» (Dadson, 2011, p. 17).Algo similar sucede con las bibliotecas del XVII: como explica uno de los mejores especialistas en este campo, Sánchez Mariana, frente a la del siglo previo, la biblioteca del XVII amplía sus intereses y ensancha sus contenidos: se deja a un lado, parcialmente, el ideal humanista de las grandes bibliotecas del XVI y se coleccionan libros de todo tipo de tamaños y gran variedad de materias, poco divulgadas en la centuria anterior: historia nacional, disciplinas científicas, libros propiamente literarios, etc. Por otra parte, es obvio que el mercado del libro y el fenómeno del coleccionismo están mucho más desarrollados en la segunda centuria. 5 Jauralde, 1982; Chevalier, 1976.
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cidas las limitaciones que impone el estudio de los inventarios6: estos no son herramientas para el investigador sino meras listas de bienes, libros incluidos, con todas las deficiencias de este tipo de comunicación. Pero no conviene perder de vista la gran ventaja de su estudio, esa frescura con que nos podemos acercar a los anaqueles de las bibliotecas particulares del siglo XVII y el hecho palmario de que nos ofrecen un dato de lectura y difusión poética en su tiempo. Partiendo de esa convicción y de la amplia edición y divulgación de inventarios de todo tipo de personas (desde el ámbito más elevado hasta el más humilde de la escala social, pasando por escritores, académicos o libreros), Díez Borque estudió el canon poético que se deriva de 65 inventarios de la primera mitad del siglo. El trabajo en equipo de esta nueva fase de la investigación, visible en el repertorio de información literaria procedente de la «Relación de inventarios» anexa al final de este libro, me permite acercarme ahora a otros 83 diferentes, también publicados7; son los correspondientes a la segunda mitad del XVII y, obviamente, facilitan establecer las correspondientes comparaciones, así como una visión de conjunto de todo el siglo que debe ponerse en relación con los estudios del sistema literario del Siglo de Oro en su vertiente lírica. La ampliación del arco cronológico de estudio era una necesidad. Como se verá en las páginas siguientes, puede decirse que, si es cierto 6
Sobre este particular, debe verse Dadson, 1998, así como Infantes, 1998, y Pedraza, 1999. Fue una de las principales cuestiones debatidas, con ejemplos de todo tipo, en el marco del seminario de trabajo «Bibliotecas privadas del Siglo de Oro español» que tuvo lugar en la Facultad de Ciencias de la Documentación de la UCM los días 27 y 28 de octubre de 2011. El seminario fue organizado por el grupo de investigación Bibliopegia (UCM) en colaboración con los miembros del proyecto de investigación «De la biblioteca particular al canon literario en los Siglos de Oro» (FFI2009-07862), al que pertenecemos los firmantes de este volumen. 7 El abundante número de inventarios publicados por la investigación moderna nos ha llevado a centrarnos en ellos; dejamos al margen los posibles registros de libros de los archivos de testamentarías y protocolos que, no lo dudamos, completarían nuestro objeto de estudio con un enorme caudal de nuevos datos. Lo cierto es que son muchos ya los inventarios publicados por especialistas desde Entrambasaguas (1943) hasta la actualidad (Barrio Moya, Prieto Bernabé, etc.) y nos parece que su estudio conjunto es suficientemente representativo.Véanse, a modo de ejemplo, Álvarez Márquez, 1988; Barrio Moya (gran especialista en la edición de inventarios auriseculares), 1998 y 2007; Dadson, 2008;Weruaga, 2008; Prieto Bernabé, 2004, etc.
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que hubo un salto cualitativo en la consideración del poemario en el tránsito del XVI al XVII, no lo es menos afirmar que, a la vista de los inventarios de las bibliotecas del siglo XVII, cabe señalar otra brecha en los mecanismos de transmisión y difusión de la poesía impresa que se dan en el tránsito de la primera a la segunda mitad de la centuria, toda vez que los fenómenos editoriales de Lope y Quevedo, y de la mayoría de los poetas del barroco español, se reflejarán mejor en las bibliotecas de la segunda mitad, como es lógico por su cronología vital y editorial8. En este sentido, la opción de García Aguilar, que estudia ejemplarmente los paratextos y contextos editoriales y compilatorios de los 193 poemarios publicados entre los años icónicos de 1543 y 1648, es enormemente apropiada para el marbete «Siglo de Oro» y corrige con acierto la aproximación de Rodríguez-Moñino9; sin embargo, para la perspectiva de las bibliotecas particulares donde terminan por reposar los ejemplares de esos mismos poemarios, el término ad quem de 1648 resulta demasiado temprano, pues puede pasar una generación entera hasta que se haga inventario de los libros de una biblioteca o, al menos, hasta que un cierto listado contenga información significativa sobre la difusión de una obra poética; se hace necesaria una horquilla más amplia, sobre todo si queremos ponderar el eco de la novedad gongorina en las bibliotecas privadas. Por otra parte, el repertorio de nóminas de poetas que realiza Ruiz Pérez cubre el amplio arco que va de Juan del Encina (1496) a Bances Candamo (ca. 1690) para un total de 250 listados de poetas elaborados en romances, triunfos, parnasos y otras obras poéticas pertenecientes a ambos siglos10. Es obvio que el estudio que proponemos en este volumen resulta particularmente apropiado como complemento a esas perspectivas de análisis basadas en la recepción: nos permite acercarnos a la realidad de
8
Prieto Bernabé, 2004, centra sus investigaciones en los cien años que van de 1550 a 1650. Su trabajo es imprescindible para acercarse con acierto al asunto que nos ocupa, pero su punto de llegada, 1650, es el punto de partida de este trabajo, por lo que servirá de marco, introducción y comparación, pero no de desarrollo. 9 En particular en la sección VI de su Poesía y edición en el Siglo de Oro (2009a, pp. 275-362), «Una propuesta de análisis diacrónico y tipológico de los impresos poéticos áureos (1543-1648)», así como en el completo catálogo anexo de libros de poesía de los Siglos de Oro (pp. 365-394). Debe verse también, para la segunda mitad del XVII, García Aguilar, 2009b. 10 Ruiz Pérez, 2008 y, sobre todo, 2009.
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la biblioteca. En ella la nómina de poetas resulta aún más expresiva porque habla por la voz de sus propios autores, en forma de cancioneros, poemarios y libros de poesía (algún manuscrito ocasionalmente) que descansan en las librerías privadas; es el testimonio de los propios creadores de los libros, que puede ampliarse a los clásicos considerados canónicos y dignos de convivir con los poetas contemporáneos en esos mismos anaqueles: en ambos casos tenemos, con todas las cautelas precisas, el expresivo dato de un libro que alguien compró y almacenó. Un reciente, y ya indispensable, artículo de Dadson realiza un análisis cercano al que proponemos11: combina el estudio de la imprenta en el Siglo de Oro, que viene realizando ejemplarmente desde hace años, con los datos conservados de varios fondos de libreros madrileños y de treinta inventarios realizados entre los años 1644 y 1729 (20 de ellos en el período que nos ocupa, 1651-1700).A partir de aquí establece algunas observaciones significativas sobre el coste, la difusión y lectura de la obra poética de los principales poetas de ese período para concluir que «para la segunda mitad del siglo XVII el libro impreso estaba firmemente asentado como vehículo principal de transmisión de la poesía»12. El aserto es indudable, pero cabe fundamentarlo aún mejor en los 83 inventarios que manejamos en nuestro repertorio para esa segunda mitad de la centuria. Más interesante aún resulta el estudio de toda la evolución del período 1600-1700 a partir del total de 148 inventarios, casi todos ellos publicados por la investigación reciente, que manejamos en el estadio actual de nuestra base de datos (y que iremos aumentando en posteriores ocasiones)13. Junto a esto, la publicación en el anexo de este volumen de toda la información literaria que nos ha parecido significativa en poesía, novela y teatro, constituye un material del mayor interés para los estudiosos (ya lo sean de autores principales o secundarios, de obras concretas, de poseedores, de bibliotecas, de lugares, de años o décadas de producción literaria, etc.). Conviene, pues, entrar en materia y ofrecer algunos datos, proporciones y números concretos acerca de la presencia de poesía en las bibliotecas del Siglo de Oro y, en particular, en 11
Dadson, 2011. Dadson, 2011, p. 38. 13 Puede verse también la relación abreviada de inventarios manejados, así como otras cuestiones relacionadas con este tipo de aproximación teórica, en la web . 12
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la segunda mitad de la centuria. Lo haré con carácter introductorio y a modo de tentativa, sin ánimo de agotar una cuestión para la que el enorme caudal de materiales que se pone ahora a disposición de los investigadores facilitará, sin duda, un buen número de ulteriores aproximaciones.
2. POESÍA
EN BIBLIOTECAS DEL
SIGLO
DE
ORO (1651-1700)
En la segunda mitad del siglo XVII los 83 inventarios que estudiamos arrojan un saldo aproximado superior a los 57000 libros, tanto literarios como no literarios. Juzgo del mayor interés los datos globales de presencia de poesía en esas listas de bienes: 1069 entradas significativas, frente a la menor cantidad en cifras absolutas de la prosa de ficción (369) y de los libros de teatro (412).Al margen de los numerosos matices que deban hacerse (se dan en los lugares correspondientes), es obvio que algo ha cambiado en el panorama de la impresión de libros respecto de la centuria anterior: en los inventarios de bibliotecas privadas de 1651 a 1700 los poemarios duplican ampliamente a los libros y partes teatrales, y triplican los resultados de las obras novelísticas, género literario que sí se había divulgado a lo largo del XVI, vinculado a la imprenta14. La citada conclusión de Dadson acerca de la difusión del libro de poesía, así como su corrección del planteamiento de RodríguezMoñino, se hace así muy patente. Pero los datos muestran algo más: es la poesía el género literario que mayor arraigo tiene entre las bibliotecas de este periodo, triplicando los números de los otros dos grandes géneros literarios que entran en consideración. Es obvio que el teatro tenía otro cauce para su difusión, pero la proporción en números globales muestra que aquel poseedor que tenía libros de literatura, solía tener, en primer lugar, poesía: tan sólo en 7 de los 83 inventarios correspondientes a 1651-1700 esta regla no se cumple. Esto demuestra que en la segunda mitad del XVII la poesía se ha hecho claramente impresa, en franco contraste con la centuria previa. Como dice García Aguilar, «no fueron pocos los que se preocuparon de conservar impresos de poesía en sus bibliotecas particulares, y transmitirlos como ele-
14
García Aguilar, 2009a, p. 16.
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mentos, cuando no de prestigio, sí al menos de interés»15. Tal aserto resulta mucho más apropiado para la segunda mitad del XVII que para la primera. Si atendemos a la proporción global de poesía en bibliotecas, la encontramos en 63 de ellos, es decir, el 75,9%, cerca del 80% que detectaba Díez Borque en los inventarios correspondientes a la primera mitad del XVII. ¿Es significativo el descenso del 4%? Creo que este leve dato no muestra necesariamente un retroceso de la difusión de la lírica en la segunda mitad del XVII, sino que es indicio más bien del fenómeno de la generalización de compra y almacenamiento de todo tipo de libros impresos en todo tipo de bibliotecas: el poemario o libro de poesías, como antes el manuscrito poético, siempre será minoritario frente a otros productos librarios, por lo que es lógico que se mueva con promedios bajos (frente al libro religioso, moral, jurídico, histórico, etc.). Como siempre, se hacen necesarios algunos matices a los datos estadísticos de los inventarios, pues siempre puede haber factores que distorsionen parcialmente las proporciones. Repárese, por ejemplo, en que 12 inventarios de los manejados no presentan ninguna obra literaria por tratarse de bibliotecas técnicas (médicos y cirujanos, por ejemplo, pero también clérigos o profesores del entorno académico salmantino) que no daban entrada a la literatura en sus estantes, o que no le concedían el suficiente valor como para inventariarla a la muerte del poseedor16. De modo que la minusvaloración de la poesía, incluida la clásica, en esos 12 inventarios corre pareja con la poca estima por la prosa de ficción y el teatro: como puede verse por la «Relación de inventarios» (y, en particular, por el contenido detallado de los inventarios correspondientes), se trata de bibliotecas profesionales, especializadas en materias científicas, jurídicas o teológicas, reunidas por perfiles profesionales y técnicos como boticarios, maestros, cirujanos y algunos
15
García Aguilar, 2009a, p. 158. Sobre el ámbito librario salmantino es obligada la consulta de Vicente Bécares, 2006, entre otros. Conviene también matizar que no es lo mismo un libro de librería que uno «de chimenea»; el segundo puede no llegar a ser inventariado por ser considerado de menor categoría o por tratarse de algún producto de literatura popular impresa, algo quizá más frecuente en el caso de la poesía en pliegos (Infantes 2006 y Fermín de los Reyes en este volumen). Según los datos de Infantes (2006, p. 186), a lo largo del XVII debieron de circular unos dos millones y medio de pliegos sueltos. 16
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clérigos y abogados. En sí mismas son también un interesante objeto de estudio para la historia del libro especializado, pero, aunque nos sirven como término de comparación y medición, las dejaremos al margen de algunas de nuestras prospecciones filológicas y bibliográficas. Interesa también ponderar la proporción de poesía en el marco global de la biblioteca inventariada porque el dato arroja un resultado interesante que conviene tener presente: la poesía, por mucho que crezca la porción de lectores que la estiman y que ofrezca resultados interesantes en cifras absolutas, ocupa poco espacio en los anaqueles de lectores, aunque sean verdaderos bibliófilos.Ya quedó dicho que otros libros (devotos y morales, de tema histórico, didácticos, latinos, libros profesionales, etc.) ocupan los principales espacios. Dejo fuera de estos cálculos, por eso, los inventarios que no contienen ningún libro literario, por lo que cuento con 71 relaciones de bienes. Los porcentajes que se deducen de los inventarios que manejo en función del número total de libros de la biblioteca son los siguientes17: — menos del 1% de libros de poesía: 11 bibliotecas (15,49% del total) — entre 1,1 y 3%: 19 bibliotecas (26,76%) — entre 3,1 y 5%: 15 bibliotecas (21,12%) — entre 5,1 y 7%: 6 bibliotecas (8,45%) — entre 7,1 y 9%: 5 bibliotecas (7,04%) — más de 9%: 7 bibliotecas (9,85%) Hay que tener en cuenta, por otra parte, que fenómenos como la biblioteca especializada o el interés bibliófilo cobran vigor a lo largo del XVII y condicionan las proporciones en detrimento del promedio de poesía. Lo prueba el hecho de que algunos grandes poseedores, dueños de bibliotecas de varios miles de ejemplares y apreciables lectores de poesía, como sabemos por varias fuentes, dedican a esta menos del 2% del total de su biblioteca. Es el caso, por poner dos ejemplos 17
Sigo las pautas de Díez Borque (2010, p. 43). Ahí ofrece los siguientes datos para los libros de la primera mitad del XVII:“se comprueba que en cuatro bibliotecas la presencia de poesía es inferior al 1% (6,89%); en siete entre 1,1% y 3% (12,06%); en ocho entre 3,1% y 5% (13,79%); en cinco entre 5,1% y 7% (8,62%); en diez entre 7,1% y 9% (17,24%); en tres entre 9,1% y 11% (5,17%); en ocho más del 11% (13,79%)”.
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señeros, de Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa (1,79%), y de Lorenzo Ramírez de Prado (1,17%). Por su interés, ofrezco en la tabla 1 el listado de los 17 poseedores que dedican a los libros de poesía más de un 5% de su biblioteca. La columna de la derecha contiene el promedio global de la poesía respecto del total de libros. Es obvio que estos datos merecen algunos comentarios que valoren la heterogeneidad de criterios manejados: si un solo libro ocupa el 8,33% de la biblioteca, cabría dudar de la representatividad del dato. Pero pienso que todos los datos, también los procedentes de pequeñas bibliotecas, suelen mostrar facetas dignas de comentario. No puedo detenerme en los casos particulares y en detalladas consideraciones individuales18, pero repárese, por ejemplo, en la variedad de clases sociales representadas: desde poderosos nobles a un escritor y diplomático, un clérigo bien posicionado en la corte, un arquitecto, varios altos funcionarios reales, un pintor, un cronista, etc. Es obvio que todos tenían amplio poder adquisitivo y que en ningún caso se trata de clases bajas, pero lo interesante es la variedad de profesiones que muestran interés por los libros de poesía, más allá de la clase nobiliaria. Por lo demás, en general se trata de casos conocidos para la crítica. Repárese, por otro lado, en que de los cinco primeros poseedores dos son mujeres (habría que añadir que un tercero, Antonio Méndez
18 Dos datos curiosos, por ejemplo, relacionados con dos de los poderosos que figuran en la tabla: sorprende la abundancia de libros de poesía de Bernardino de Rebolledo en la biblioteca del III marqués de Flores Dávila (seis de los ocho libros de su inventario; los otros dos son unas «Coplas de diversos autores» y unos Triunfos de Petrarca): posiblemente tal presencia demuestra una relación de mecenazgo, o como mínimo un intento de aproximarse al marqués por parte de este poeta y diplomático. Pero también es llamativa la abundante proporción de poesía en la biblioteca de Rebolledo. Lo interesante es que no encontramos entre esas 18 obras las de los poetas canónicos españoles, sino un buen número de obras de poetas extranjeros, clásicos e italianos: Homero, Ovidio, Lucano, pero también Dante, Ariosto, Boiardo, Annibal Caro, Garzoni, Imperiale, Giraldi, Petrarca, Torcuato Tasso, etc. Obviamente esto se relaciona con condicionantes biográficos (que habría que estudiar con detalle para cada uno de los bibliófilos considerados); en el caso de Rebolledo la abundancia de autores italianos y clásicos está en directa relación con su servicio diplomático en Italia y con su interés por preservar esos volúmenes más raros, por mucho que por su propia obra poética deduzcamos muchas otras lecturas de poetas españoles contemporáneos.
1666 1686 1698 1652 1664 1672 1697 1662 1695
Clase social Noble. Mujer de don Luis Pereyra de Céspedes Cronista de Indias Jurado de Toledo Capellán de la emperatriz María de Austria Nobles Escritor, diplomático y embajador Clase desconocida Erudito y mecenas Arquitecto
Poseedor
Bravo de Hinojosa, María
Solís, Antonio
Nava Díez, Miguel
Méndez Freire, Antonio
Spínola y Eraso, Agustina/ Palomares, Julián
Rebolledo, Bernardino de
Leonardo, Antonio
Lastanosa,Vincencio Juan de
Arroyo, José de
Año inventario
249
1150
297
225
163
80
151
32
127
44
24
22
11
35
20
98
29
23
19
10
19
192
8,03
8,52
9,76
10,22
11,65
12,5
12,58
14,98
17,56
% poesía
110
293
13
Total libros poesía
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1281
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Total libros literatura
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Total de libros
TABLA 1 Poseedores con más de un 5% de libros de poesía en sus bibliotecas (1651-1700)
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1696
1682
1685 1679 1670
1700 1653
Funcionario de Felipe IV Viuda de Rodrigo Álvarez de Valdés Viuda de Bernardino Sánchez, maestro de obras Pintor Maestro de armas de Carlos II Noble. III marqués de Flores Dávila Sargento mayor de Salamanca Secretario de Felipe IV
Martínez de Medrano, Martín
Abello y Valdés, Agustina
Aguirre, Magdalena de
Rici, Francisco
Pérez de Mendoza, Miguel
Zúñiga y de la Cueva, Pedro
Neira, Tomás de
Valero, Juan
39
6
8
9
3
28
3
8
6
3
1
5
5,32
6,12
6,25
6,32
6,97
8,33
7,35
7,91
% poesía POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)
526
49
128
95
43
1
7
68
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Total libros poesía
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Total libros literatura
139
Total de libros
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Clase social
Poseedor
Año inventario
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Freire, fue capellán de la emperatriz María de Austria); parece razonable poner en relación el dato, como hemos hecho en nuestras bases de datos, con su condición de «viudas de» ciertos lectores varones, quizá más interesados que su cónyuge, si bien el dato no deja de ser sugestivo y merece una prospección más detallada19. Sí me interesa insistir en el interés que se deriva de la comparación entre las columnas penúltima y antepenúltima de la tabla anterior, es decir entre el total de libros de literatura y el correspondiente a poemarios: la poesía ocupa un porcentaje amplio no sólo en relación al global de los libros (lógico, pues es el criterio que he empleado para hacer la criba), sino también en relación a los otros dos géneros literarios considerados, novela y teatro. No faltan casos (Méndez Freire, Spínola, Rebolledo, Zúñiga) en los que prácticamente los únicos libros literarios que había en sus anaqueles eran de poesía. Obviamente la siguiente cuestión relevante es la de los poemarios concretos que tenían estos grandes lectores de poesía (y aquellos otros que, sin llegar al 5%, presentan valiosos repertorios de libros de versos); incluso es posible delimitar el tipo de poesía que se leía y proponer un canon de poetas en función de la presencia de sus libros en los inventarios de las bibliotecas privadas, como ha hecho en el primer trabajo de este libro Díez Borque para el periodo 1600-1650. Antes de ofrecer nuevas tablas con esa información, tan sugerente para reconstruir la recepción de la poesía impresa, me parece interesante señalar un dato elocuente en torno al contraste entre poesía clásica grecolatina (Homero,Virgilio, Ovidio, Horacio, etc.) y poesía castella-
19
Al respecto, véanse las consideraciones de M.ª Soledad Arredondo es su trabajo de este volumen. Por otra parte Prieto Bernabé ha trabajado con detalle la cuestión (2004); su comunicación en el citado seminario de octubre de 2011 versó precisamente sobre las lecturas literarias de las mujeres en el Siglo de Oro; aunque señaló la necesidad de manejar con cautela el concepto de biblioteca femenina, subrayó que en algunos inventarios ciertas lecturas, típicamente femeninas, se ubican en espacios domésticos: mujeres poderosas como Mencía de Mendoza,Ana de Portugal, Brianda de la Cerda, María Pimentel o Beatriz de Bobadilla, por ejemplo, hablan de libros «propios» suyos. Otras mujeres lectoras de las que tenemos datos, aunque preferentemente de crónicas y temas espirituales más que de poesía, son Isabel de Móriz, María Francisca Luisa de Portocarrero, Lucía de Toledo (que tenía libros de Mena y Petrarca, entre otros) o Ana Díez de Villegas. Sobre lectura y escritura por parte de otro tipo de mujeres, las religiosas, místicas y visionarias del XVI, debe verse Sanmartín Bastida, 2012, pp. 245-271.
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na; es elocuente precisamente por el contraste que revela con el período anterior. En concreto, en el millar largo de libros de poesía correspondientes a los inventarios de 1651-1700 tan sólo topamos en 185 ocasiones con poesía clásica grecolatina (de las cuales 100 pervivencias corresponden únicamente a Ovidio y Virgilio), un 17,2% del total de poesía. De las restantes 887 ocurrencias, encontramos poesía de otras áreas lingüísticas: poesía petrarquista italiana, obviamente, pero también portuguesa, con el difundidísimo Camoens principalmente, en 28 ocasiones; en cambio, poesía francesa solo la veo en 9 solitarios casos, siempre en bibliotecas de grandes bibliófilos. Casi todo lo demás es poesía en castellano. Estos datos y proporciones muestran un absoluto predominio de los versos castellanos, muy por encima de los italianos y clásicos, esto es, de los modelos literarios de nuestros propios poetas auriseculares: no solía faltar un Virgilio, un Ovidio o un Petrarca en los anaqueles de los lectores de poesía, como veremos, pero para la segunda mitad del XVII el modelo de biblioteca (y, en concreto, el tipo de poesía almacenado) ha evolucionado desde el paradigma humanístico e italianista al castellano: se ha obrado ya, por obra del mercado editorial y de las modas cortesanas, el cambio de lo latino y extranjero a la lectura poética en romance, fenómeno que no era tan visible en la primera mitad del XVII ni, desde luego, a lo largo de la centuria precedente. En concreto, en once bibliotecas de la primera mitad del siglo la proporción de libros de poesía en castellano superaba el 50% del total de la biblioteca; pero eran otras doce, diferentes claro está, las bibliotecas en las que la poesía latina superaba la mitad del total20: tal igualdad no existe en la segunda mitad, pues se rompe claramente en favor de los poemarios castellanos. El estudio detallado de cada biblioteca, que puede reconstruirse a partir del anexo final, permite precisar las proporciones. Señalaré, al menos, dos ejemplos a modo de botones de muestra, uno de mediados del siglo y el segundo de la generación siguiente. De la biblioteca de Juan Valero, secretario de Felipe IV, se hizo inventario a su muerte, en 1653. De los 526 libros que ocupaban sus estanterías, 28 eran de poesía, como ya se dijo. En la relación de bienes se consignan catorce obras de poesía castellana (y alguna más dudosa), que cito por el título literal del propio inventario: «Obras de don Francisco de Quevedo» (un Par-
20
Díez Borque 2010, p. 47.
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naso español de apenas cinco años antes), «Cancionero General», «Rimas de Argensola», «Honras de la reina nuestra señora en Zaragoza», «Glosas de don Jorge Manrique», «Las obras de Hernando de Herrera», «Romancero general», «Epitafio de fray Hortensio Palabesin [sic]», «Obras de Ausiàs March», «Glosas de Burguillos», «Obras de Garcilaso de la Vega», «Rimas de Espinel», «Rimas de Aldana» y «Las trescientas de Juan de Mena». Estamos ante un valioso lector de poesía, en cuya biblioteca perviven, junto a poetas indispensables del quinientos, otros de estricta contemporaneidad y, al tiempo, los esperables Ausiàs March, Mena y Manrique del cuatrocientos. Encontramos también siete obras de poesía italiana, también de autores canónicos (tres Ariostos en italiano y castellano,Tasso dos veces, Petrarca y Dante), a las que hay que añadir dos poemarios de Camoens; entre los clásicos grecolatinos topamos con dos Homeros y unas Metamorfosis de Ovidio. En general, ese mismo fenómeno de primacía de lo castellano sobre lo clásico (y sobre la poesía italiana) es visible en las décadas siguientes. Podemos comprobarlo, por citar otro caso relevante y poco conocido, en la pequeña pero escogida biblioteca del arquitecto José de Arroyo, inventariada a su muerte en 1695. Constaba de 249 libros, de los cuales 32 son representativos para nuestros intereses. De los 20 libros de poesía de su inventario 16 corresponden a poesía castellana (estaban bien representados Quevedo, Lope y Ercilla, pero no falta el Marqués de Santillana), frente a unas solitarias Canciones de Petrarca y tan solo tres libros de poesía latina (dos Ovidios y un Virgilio). Aunque no es momento para desgloses detenidos de tipo socioliterario, no me resisto a ofrecer algunos datos que puedan ser de utilidad para abordar la cuestión de las lecturas de nobles, por su condición de mecenas y galvanizadores de la actividad literaria en su entorno21. ¿Leían o coleccionaban poesía los poderosos del XVII? Muchos de ellos sí. Para mostrarlo ofrezco a continuación mis cálculos estadísticos de once personalidades vinculadas a la nobleza de cuyas bibliotecas se conserva inventario: 21
Sagrario López Poza (2010, pp. 19-48) ha analizado con detalle la presencia de libros de poesía en los inventarios de tres grandes bibliófilos de los siglos XVI y XVII (los tres próximos a la nobleza y con más de un 7% de libros de poesía sobre el total de sus amplísimas bibliotecas). Se trata del conde Gondomar (1623), Ramírez de Prado (ca. 1660) y Vincencio Juan de Lastanosa (ca. 1662). Dadson (2011) ha vuelto sobre la cuestión.
1666
1664
1670
1694
1677
Cargo
Noble. Mujer de don Luis Pereyra de Céspedes
Noble. Mujer de Julián Palomares
Noble. III marqués de Flores Dávila
Noble.Virrey de Nápoles
Noble.Virrey de Cataluña
Poseedor
Bravo de Hinojosa, María
Spínola y Eraso, Agustina
Zúñiga y de la Cueva, Pedro
Toledo, Pedro de
Aragón, Pedro Antonio de
Año inventario
2756
250
128
105
26
8
22
58
11
8
19
13
Total libros poesía
2,1
4,4
6,25
11,65
17,56
% global poesía
55,24
42,31
100
86,36
17,56
% poesía vs. otros géneros
Lope, Boscán, Ercilla, Garcilaso, Hurtado, Argensolas,Valbuena
Santillana, Mena, Cancionero general, Boscán, Garcilaso
Coplas de diferentes autores, Rebolledo
Rimas de diversos autores
Lope, Góngora, Boscán, Bocángel, Villamediana, Ercilla, Pantaleón
Algunos poetas españoles representados
20:50
163
19
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Total de libros
TABLA 2 Libros de poesía en las bibliotecas de la nobleza (1651-1700)
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115
1664 1669 1673
1681
Noble. Mujer de Julián Palomares
Noble. Condesa de Mora
Noble.VII duque de Medinaceli
Noble
Noble. Conde de Villaumbrosa
Noble. Condesa de Oñate
Spínola y Eraso, Agustina
Herrera de Guzmán, Guiomar
Cerda, Antonio Juan Luis de la
Austria, Juan José de
Núñez de Guzmán, Pedro
Castro y Andrade, Isabel de 1685
268
10000
121
1474
127
4
270
2
52
9
3
179
1
38
4
19
1
Total libros poesía
1,12
1,79
0,83
2,58
3,14
11,65
1,28
% global poesía
75,00
66,29
50,00
73,08
44,44
86,36
50,00
% poesía vs. otros géneros
Sólo clásicos (Virgilio y Ovidio)
Lope, Ercilla, Carvallo, Argensolas, Mena, Manrique
Argensolas
Esquilache, López de Zárate, Quevedo, Pantaleón, Ausiàs March
Góngora, Quevedo, Rojas Zorrilla
Rimas de diversos autores
Camoens
Algunos poetas españoles representados
116
22
2
Total libros literatura
20:50
163
78
Total de libros
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1675
Noble. Tercer conde de Molina de Herrera
Mexía de Tovar y Paz, Antonio
Año inventario
Cargo
Poseedor
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Para facilitar la lectura y recensión de los datos he incorporado también algunas referencias representativas sobre los poetas (tan sólo he seleccionado españoles) que encuentro en la base de datos de inventarios: es información de interés y será de utilidad tanto para el estudio del fenómeno de las bibliotecas de nobles como para establecer oportunas comparaciones en lo tocante a las clases sociales, las proporciones y las cifras. Lo que me interesa ahora, además de mostrar las enormes posibilidades que ofrece el estudio comparado y estadístico de los inventarios, es subrayar, para el caso de las clases pudientes, la información de la penúltima columna: los porcentajes de poesía en el apartado de literatura de las bibliotecas nobiliarias son bastante elevados22. Sin ánimo de resultar insistente, conviene retener las enormes ventajas de cruzar los diferentes campos de estudio a partir de la base de datos que manejamos. Para el estudioso interesado en la recepción de la poesía, cabrían nuevas prospecciones: por obras o escritores concretos (atendiendo a casos particulares), por poseedores, por sexo (libros de mujeres), por autores de primer y segundo nivel, por fechas (pervivencia diacrónica de una obra o autor), por categoría social, por coste de los ejemplares tasados, etc. En próximas entregas se irá dando respuesta a esos interrogantes, pues el material de que disponemos ya es suficientemente representativo.
3. POETAS Y
LIBROS DE POEMAS: HACIA UN CANON DE POETAS EN LAS
BIBLIOTECAS PARTICULARES
En lo que sigue realizaré una aproximación tentativa al canon de autores que podemos reconstruir a partir de la presencia de ciertos poetas en las bibliotecas particulares de la segunda mitad del siglo XVII; daré también algunas muestras del tipo de estudio que facilita el análisis estadístico de los inventarios desde el punto de vista de la autoría. Adelanto que ayudará cruzar los datos de este epígrafe con los que 22
En otra ocasión presentaré una tabla similar con otra información representativa: la de los datos de poemarios presentes en las bibliotecas de profesionales liberales (arquitectos, maestros, escritores, etc.); esos lectores, entre los que a lo largo del XVII cunde el interés por los libros en general y por los de poesía en particular, contribuyen a perfilar la fotografía de la difusión de la poesía en todo tipo de bibliotecas, más allá de las nobiliarias.
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facilita Díez Borque en sus artículos precedentes, pues el recorrido que va de la primera mitad a la segunda ofrece algunos cambios sintomáticos, como se puede deducir de las páginas previas23.Vaya por delante también el interés que reviste comparar mis cálculos con los que ofrece Dadson en su reciente trabajo, pues también él se detiene en la recepción de los principales poetas del Siglo de Oro en dos sugestivos gráficos24. De entrada, conviene recordar que tanto en los casos de los tres grandes poetas de la primera mitad del XVII (y veremos que hay justificación en las pervivencias de los inventarios para mantener esa distinción) como en los de todos los demás, importa no perder de vista los datos editoriales de sus poemarios para ponderar el eco que la recepción de estos pudo reflejar en las bibliotecas de su tiempo. Tal dato también es importante para los grandes poetas del XVI, pues, como sabemos, muchos fueron editados a lo largo de la primera mitad del seiscientos, en el marco de la polémica antigongorina25. Desde luego, el dato es también importante para la edición de los poetas clásicos. Por otra parte, la pervivencia de los libros de poesía en los inventarios de las bibliotecas privadas nos permite acercarnos a uno de los lados del prisma; los otros nacen de la historia editorial de cada poemario y de cada poeta. El aporte del estudio de las bibliotecas viene prestigiado también porque facilita un análisis más diacrónico que sincrónico, es decir, el que nos interesa para ponderar el estatuto canónico de un poeta: es patente que necesitamos abarcar períodos extensos antes de proponer un cierto canon. La cuestión es todavía más interesante en el caso que nos ocupa debido a la propia cronología de los poetas y a la singular tradición editorial de cada uno de ellos. Si atendemos a Lope, Góngora y Quevedo, bien conocidos por la crítica, es obvio que presentan particulari-
23
Díez Borque, 2010, pp. 45-51. Dadson, 2011, pp. 30-31. Como explica Núñez Rivera, «una historia vigente de la poesía del Siglo de Oro no tendría que atender únicamente a los poetas en su conformación crítica actual, sino sobre todos a sus libros poéticos: que así se les leyó en su tiempo, especialmente en el caso de una evolución o cambio de los mismos» (2010, p. 192, n. 1). Exactamente esa es la gran ventaja de los inventarios: nos permiten reconstruir el canon de autores desde el tiempo mismo de su publicación y difusión editorial. 25 Núñez Rivera, 2008. 24
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dades muy diferentes. No es cuestión de repetir aquí la relación de los tres autores con los que les siguieron: la voracidad editorial del Lope poeta y su calculado proyecto de conquista de la fama, el singular triunfo post-mortem de la lírica gongorina, lo tardío de la divulgación impresa de la poesía quevedesca, etc.26. Pero sí me interesa detenerme en las fechas de algunos de sus libros de poesía. Lope, que inaugura el modelo de poeta de éxito en las prensas madrileñas, publica sus libros de poesía a lo largo de treinta y cinco años de actividad más o menos continua (1602, 1604, 1609, 1614, 1621, 1624, 1630, 1634 y La vega del Parnaso, póstumo, de 1637). Góngora es leído ampliamente en el XVII, además de por la abundante transmisión manuscrita (que he tenido en cuenta en el cómputo de los inventarios), en las ediciones que siguieron a su muerte (1627,Vicuña, y 1633, Hozes).Y Quevedo, como es sabido, se difunde mayoritariamente, y con gran éxito, a partir del Parnaso de 1648 (González de Salas). Acerquémonos, por otra parte, al dato de las fechas de edición de otros poetas a los que Lope «les había mostrado el camino para ser canonizados en vida a través de la imprenta»27. Son bien conocidas para la historia literaria las fechas de edición de los principales poetas españoles: Juan de Jáuregui (1618 y 1624), López de Zárate (1619), Soto de Rojas (1623),Villamediana (1629, reeditado cinco veces más hasta 1648), Polo de Medina (1630-1633), Pantaleón de Ribera (1631, reeditado tres veces más hasta 1648), etc.A estos datos es preciso añadir los casos de ediciones más o menos «normativas», muy divulgadas en cualquier caso, de poetas ya fallecidos o de cronología anterior. Son fechas significativas para mi propósito, entre otras y sin ánimo de agotar el registro, las siguientes: Herrera (1619), Garcilaso (1622, 1626, etc.), Figueroa (1625, 1631), San Juan de la Cruz (1618, 1627, 1630), Fran26
Recomiendo, al respecto, los volúmenes del grupo PASO, singularmente el de 2010 (López Bueno, 2010). Para Lope, dentro de la bibliografía reciente, es indispensable García Aguilar, 2006, así como su monografía de 2009a y su artículo panorámico 2009c, disponible en la Red, que realiza un útil repaso a la edición y difusión de los restantes poetas.Véase también Vélez-Sainz, 2006, para una completa revisión del apasionante proceso de acceso e instalación en la fama que se percibe en los proyectos poéticos y editoriales de Quevedo (también Cacho Casal, 2010), Cervantes y el propio Lope, entre otros. Para el caso de Góngora, ver Carreira, 2010. 27 Es frase de Pedraza (2010, p. 390), a quien sigo en algunos datos del elenco siguiente.
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cisco de la Torre y Fray Luis (1631), los Argensola (1634) y Camoens (1649, aunque se le venía editando desde mucho antes: 1607, 1613, 1621, etc.). A pesar de los escollos que plantean los inventarios de bibliotecas particulares, es evidente que tal eclosión de libros de poesía, como la que se infiere de los datos anteriores, debe tener su reflejo en las bibliotecas particulares, y, en efecto, se encuentran pervivencias de todos los poetas citados. Eso sí, el recorrido que va de la imprenta al inventario (que, normalmente, es post mortem) es más palpable en las relaciones de bienes de la segunda mitad del XVII que en las de la primera, por evidentes razones de cronología vital, documental y editorial. Dicho lo anterior, vengamos a los datos de las presencias de poetas en las bibliotecas privadas de la segunda mitad del XVII a partir de los 83 inventarios manejados. Si únicamente atendiéramos al número de bibliotecas diferentes con obra poética de un autor, por un lado, y al número global de pervivencias, por otro, tendríamos los siguientes resultados28: Son muchas las consideraciones que podrían hacerse a partir de estos datos, aun dando por hecho su carácter provisional. En general, se advierte el peso creciente de los poetas españoles en los inventarios de la segunda mitad del XVII, frente a lo que sucedía en los de la primera; reparemos, por ejemplo, en los cinco últimos nombres de la tabla: Dante, Homero, Marcial, Horacio y Ausias Màrch ocupaban puestos bastante más privilegiados en el canon de la cincuentena anterior. La menor presencia de estos poetas se complementa con el ascenso de un buen número de poetas del barroco español; no solo Lope, Góngora y 28 En realidad secundo las dos mismas categorías que propuso Díez Borque en su artículo citado (2010, p. 48). Por su interés contrastivo, reproduzco aquí su listado en función de los datos de la primera mitad del siglo (ibid.):Virgilio: 21 (48), Ovidio: 20 (58), Petrarca: 16 (38), Lucano: 13 (18),Ariosto: 12 (24), Mena: 12 (19), Alciato: 12 (19), Horacio: 11 (23), Lope: 9 (30),Torcuato Tasso: 8 (25), Dante: 8 (14), Boiardo: 8 (9), Juvenal: 7 (14), Garcilaso: 7 (12), Padilla: 7 (10), Ausiàs March: 7 (9), Covarrubias: 7 (7), Homero: 6 (16), Marcial: 6 (9), Prudencio: 6 (8), Barros: 6 (7). Por otra parte, para esta tabla únicamente he alterado los datos del inventario de Antonio de Solís, gran bibliófilo y erudito: en su lista de bienes, como se ve en el Anexo, constan 9 ejemplares de 11 obras poéticas de Lope (habría que sumar 99 más en la columna derecha); el dato, sugestivo en sí mismo, alteraría mucho las proporciones, por lo que no he contabilizado los ejemplares repetidos de ese inventario. En todos los demás casos sí tomo en cuenta las repeticiones.
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Canon de poetas en bibliotecas particulares del Siglo de Oro (1651-1700)
Poeta
Nº de bibliotecas diferentes
Nº total de presencias en bibliotecas
1º
Ovidio
27
54
2º
Lope de Vega
25
86
3º
Virgilio
24
46
4º
Góngora
23
31
5º
Ariosto
21
25
6º
Camoens
20
28
7º
Petrarca
19
28
8º
Quevedo
17
31
9º
Juan de Mena
13
21
10º
Torcuato Tasso
12
21
Garcilaso
12
21
Ercilla
11
13
Argensolas
11
13
Lucano
10
15
López de Zárate
10
14
Villamediana
10
10
Esquilache
8
11
Dante
8
9
14º
Homero
7
14
15º
Marcial
6
10
16º
Horacio
4
8
Ausiàs March
4
4
11º
12º
13º
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Quevedo (entre ellos el único que se cuela es el exitoso Camoens): el expresivo testimonio de los inventarios muestra la difusión de poetas como los Argensola,Villamediana o López de Zárate, algo que ya intuíamos por la historia editorial, pero que quizá no es visible en la construcción teórica que interpreta la lírica petrarquista de estos siglos; al conocer el ejemplo de Lope de Vega contaban con un importante precedente y pusieron mayor cuidado en publicar y difundir sus obras poéticas en el mercado editorial29. Junto a ellos, poetas como Garcilaso y Ercilla seguían siendo leídos cien años después de su muerte, como es visible por las doce y once bibliotecas que albergan sus libros de poemas respectivamente. Creo que el entrecruzamiento de varios factores (estatuto canónico, diseño editorial, mercado de poesía y cronología de publicación), explica bien los diferentes datos de la tabla, así como la correspondiente comparación con la primera mitad del XVII. Comprobamos que dos clásicos como Virgilio y Ovidio se mantienen en posiciones principales, como en la cincuentena anterior. Ovidio adelanta al autor de la Eneida, pero entre ambos aparece ya el fenómeno editorial de los poemarios de Lope de Vega que, en cuanto a cifras globales de libros (incluyendo los repetidos), no tiene competidor en la segunda mitad del XVII. Lucano ha caído claramente del canon (aparecía en cuarto lugar de la tabla de la primera mitad del XVII), pero los dos grandes auctores latinos mantienen su primacía: Ovidio figura en 27 bibliotecas diferentes por las 24 de Virgilio. Los siguientes poetas clásicos (Homero, Marcial, Horacio) están ya muy lejos de los más difundidos: el panorama es diferente al que ofrecían las bibliotecas humanísticas del siglo anterior. Cabría ampliar la prospección a los poetas del renacimiento y tendríamos un interesante panorama de su recepción en la segunda mitad del XVII. ¿Quiénes siguen leyéndose? No haré aquí esa criba con detalle, pero vale la pena reseñar la enorme presencia en bibliotecas españolas de dos poetas italianos, Ariosto y Torcuato Tasso, convertidos en canónicos para nuestros poetas petrarquistas. El poeta italiano clásico, referencia de italianos y castellanos, sigue siendo Petrarca, que, trescien29 En el caso de poemarios póstumos, ese mayor cuidado editorial sigue siendo el dato relevante, aunque es obra (y mérito) de los familiares, discípulos o testamentarios, interesados igualmente en divulgar los versos del autor fallecido (es lo que sucede, como sabemos, con Garcilaso, Quevedo, los Argensola, Góngora,Villamediana, etc.).
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tos años después de su muerte, figura en 19 bibliotecas (aparecía en 16 bibliotecas distintas en la primera mitad). En cuanto a nuestro Garcilaso, lo encontrábamos en 7 bibliotecas diferentes (14 presencias totales) de la primera mitad del XVII. En la segunda cincuentena mantiene su vigencia, pues suma 19 bibliotecas diferentes (para 28 presencias totales), ya sea en las ediciones junto con Boscán o en solitario: Garcilaso sigue siendo una referencia importante para los lectores del siglo siguiente. En este sentido, no debe sorprender la pervivencia en los anaqueles de un autor del XV castellano como Juan de Mena; recordemos que fue considerado en el Siglo de Oro como una suerte de poeta nacional30: si Díez Borque señalaba, para la primera mitad del XVI, su presencia en 12 bibliotecas diferentes (para un total de 19 apariciones contando a los que tienen más de una obra, como Gondomar o Felipe IV), en la segunda mitad ofrece otras 21 apariciones en 13 bibliotecas diferentes (una más que en la cincuentena anterior). Si atendemos al gran innovador de la poesía barroca, Góngora, cuya obra poética, como es sabido, no se publicó en vida, se le encuentra en 23 bibliotecas diferentes (31 apariciones en total). Es interesante notar que el tipo de lector de la obra del poeta cordobés es variadísimo: almacenan sus libros nobles, pero también un platero, Luis de Zabalza, un maestro de obras, Luis Román, el arquitecto José de Arroyo o Juan Tomás Baraona Chumacero, catedrático de vísperas de Cánones en Alcalá. No deja de ser una monumental ironía que la obra poética de Quevedo arroje el mismo número global de presencias en biblioteca (31), aunque no se ha divulgado tanto como la de su enemigo (17 bibliotecas diferentes). La comparación entre ambos debe reconocer la primacía de Góngora en la difusión de su obra poética en la segunda mitad del XVII, una reflexión que la investigación filológica ha mostrado en algunas ocasiones y que, podemos añadir ahora, es avalada por el estudio de los inventarios de la época. Es llamativa la gran presencia de la poesía de Lope de Vega en las bibliotecas de la segunda mitad del siglo. Precisamente es ese éxito el que permite documentar mi aproximación, puesto que, como es sabi30 La edición del Laberinto comentada por Hernán Núñez se convirtió en canónica y tuvo quince ediciones en los Siglos de Oro. El nuevo comentario del Brocense (1582), sobre la base del anterior, no hizo sino aumentar aún más la difusión del gran poeta cuatrocentista.Véase, por ejemplo, Gómez Moreno y Jiménez Calvente, 1994.
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do, Lope ha muerto en 1635 después de desarrollar un ambicioso proyecto literario que, por primera vez en la historia de la imprenta en España, tiene un evidente correlato en el éxito editorial y publicitario31. Su obra poética, que editó en vida con profusión, figura en 25 bibliotecas diferentes con un total de 86 ejemplares distintos de sus poemarios. Gracias al estudio comparado de los inventarios podemos analizar el caso del éxito de la poesía de Lope desde diversos puntos de vista. Por ejemplo, a la vista de los distintos inventarios reparamos en que algunos lectores son verdaderos apasionados del Fénix, como puede verse fácilmente en el anexo final: Pedro Núñez de Guzmán (conde de Villaumbrosa) tiene 14 poemarios distintos de Lope en su biblioteca (algunos de ellos repetidos), y otros 12 suma Antonio de Solís, cronista de Indias (†1686); recordemos que, por algún motivo que aún desconozco, el segundo, además, poseía en el momento de su muerte nueve ejemplares de once poemarios distintos, lo que totaliza 99 poemarios de Lope en su biblioteca. El caso del éxito editorial indiscutible de la lírica de Lope ha merecido estudios detallados que lo han abordado desde una variedad de prismas. Gracias al elenco y a la descripción de los inventarios ya publicados, podemos responder fácilmente a preguntas como quién leía la poesía de Lope, cuánto tiempo después de su publicación figura un cierto libro en una biblioteca, cuáles de sus poemarios fueron más divulgados, en qué precio fueron tasados en una fecha concreta, etc. Es obvio que dependemos de la calidad, precisión y detalle de los inventarios, pero, aunque hay que contar con un cierto porcentaje de inexactitudes, no deja de ser una información enormemente relevante. Ofrezco, a modo de ejemplo y sin ánimo de agotar las 86 pervivencias de Lope, una selección de los poemarios que aparecen en los inventarios de la segunda mitad del XVII (la idónea para conocer su eco), así como el poseedor del libro, su condición social y los datos editoriales (fecha y lugar de la edición) cuando son consignados:
31
Es el fenómeno de la «masiva mercantilización de la lírica» que ha descrito con tino García Aguilar para el caso de sus libros de poesía (entre otros lugares en García Aguilar, 2006 y 2009a, pp. 316-319).
Madrid
Madrid
Madrid
Madrid
Madrid Madrid
Huesca
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos
Laurel de Apolo
La Filomena
La Circe
La Circe
Rimas
1658
1659
1660
1661
1662
1662
Lugar edición
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos
Título
1623
1624
1624
1621
1630
Lastanosa,Vincencio Juan de
Lastanosa,Vincencio Juan de
Valentín Díaz, Diego
Martínez de Medrano, Martín
Méndez Silva, Lorenzo
Ramírez de Prado, Lorenzo
Valero, Juan
Poseedor
Noble
Noble
Pintor
Funcionario de Felipe IV
Cronista de Felipe IV y genealogista
Escritor y consejero de Indias
Secretario de Felipe IV
Clase social
20:50
1634
1634
Fecha edición
XVII
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1653
Fecha inventario
Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del
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Madrid
Madrid
Madrid Madrid Madrid Madrid Madrid
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos
La Circe
Rimas sacras
Rimas sacras
La Circe, con otras rimas y prosas
La Filomena, con otras rimas, prosas y versos
1662
1666
1666
1670
1677
1677
Lugar edición
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos
Título
1621
1624
1619
1624
1624
Núñez de Guzmán, Pedro
Núñez de Guzmán, Pedro
Aragón, Pedro Antonio de
Bravo de Hinojosa, María
Bravo de Hinojosa, María
Conde de Villaumbrosa
Conde de Villaumbrosa
Virrey, grande de España
Mujer de don Luis Pereyra de Céspedes
Mujer de don Luis Pereyra de Céspedes
Noble
Noble
Clase social
126
Lastanosa,Vincencio Juan de
Lastanosa,Vincencio Juan de
Poseedor
(Cont.)
20:50
1634
1634
Fecha edición
XVII
13/12/12
1662
Fecha inventario
Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del
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Madrid Madrid
Madrid Madrid Madrid Madrid Madrid Madrid
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos
Rimas sagradas
Rimas, con el nuevo arte de hacer comedias
Romancero espiritual
Rimas sacras
La Circe
La Filomena
1677
1677
1677
1677
1680
1686
1686
Lugar edición
Laurel de Apolo, con otras rimas
Título
Solís, Antonio de
Solís, Antonio de
Pérez de Mendoza, Miguel
Núñez de Guzmán, Pedro
Núñez de Guzmán, Pedro
Núñez de Guzmán, Pedro
Cronista de Indias
Cronista de Indias
Maestro de armas
Conde de Villaumbrosa
Conde de Villaumbrosa
Conde de Villaumbrosa
Conde de Villaumbrosa
Conde de Villaumbrosa
Clase social POESÍA EN BIBLIOTECAS PARTICULARES (1651-1700)
1621
1624
?
1665
1621
1631
Núñez de Guzmán, Pedro
Núñez de Guzmán, Pedro
Poseedor
(Cont.)
20:50
1634
1630
Fecha edición
XVII
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1677
Fecha inventario
Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del
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Madrid
Madrid
Madrid
Madrid
Madrid
Madrid Madrid
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos
La Circe
Laurel de Apolo
Laurel de Apolo
Romancero espiritual
La Circe
1686
1694
1694
1695
1695
1696
Lugar edición
Laurel de Apolo, con otras rimas
Título
1624
?
1630
1630
1624
Abelló y Valdés, Agustina de
Arroyo, José de
Sarmiento y Valladares, Diego
Mayers Caramuel, Manuel
Mayers Caramuel, Manuel
Viuda de Rodrigo Álvarez de Valdés
Arquitecto
Obispo de Plasencia e inquisidor general
Contraste de oro y plata
Contraste de oro y plata
Cronista de Indias
Cronista de Indias
Clase social
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Solís, Antonio de
Solís, Antonio de
Poseedor
(Cont.)
20:50
1634
1630
Fecha edición
XVII
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1686
Fecha inventario
Algunos poemarios de Lope en inventarios de la segunda mitad del
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?
La Dragontea
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos
1697
1698 Madrid
?
La Jerusalén conquistada
Lugar edición
1696
Título
1634
?
?
Fecha edición
Gil Forneli, Antonio
Antonio Leonardo
Juan Tomás Baraona
Poseedor
Ayuda de cámara de Juan José de Austria
Catedrático de Cánones Alcalá
Clase social
(Cont.)
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Fecha inventario
XVII
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La variedad de títulos representados, la resistencia al paso del tiempo, la frecuencia de ciertos títulos (La Circe, Laurel de Apolo, Rimas de Tomé de Burguillos, etc.) y la presencia de verdaderos bibliófilos de la poesía lopesca nos hablan, en suma, de que el éxito de la poesía de Lope, como fenómeno editorial, resulta perfectamente mensurable. Es obvio que cabría hacer nuevas aproximaciones y cruzar nuevos datos (poseedores de Lope, lectores bibliófilos, clases sociales, poemarios concretos, estudio diacrónico de las ediciones, etc.); con todo, dejo esas tablas y prospecciones para otras investigaciones y propósitos en la idea de no prolongar en exceso estas páginas y limitarme a dar algunas muestras de esta modalidad de estudio.
4. COLECCIONISTAS Y
LECTORES DE POESÍA
La última consideración de esta aproximación al estudio estadístico y editorial de los inventarios de bibliotecas privadas la dedico a la cuestión de los lectores de poesía. Quizá fuera más prudente no otorgar la calificación de lector sino limitarnos a considerar a ciertas personalidades como coleccionistas de libros o bibliófilos (Gondomar, Felipe IV, Lastanosa, etc.). Con todo, es difícil negar la condición de lector de poesía a los poseedores de ciertas bibliotecas inventariadas: una abundancia y variedad de libros de poesía como los que se perciben en Ramírez de Prado, Núñez de Guzmán, Lastanosa o en los poseedores citados en la primera de las tablas parece justificar la condición de lector o, al menos, darla por supuesta. Lo interesante para mi propósito actual es comprobar cómo al analizar ciertas bibliotecas particularmente representativas observo que no faltan esos grandes lectores y que, habitualmente, validan el canon de lectura citado más arriba. Es lo que sucede con la enorme colección de poesía de Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa y miembro del Consejo de Castilla, que en los 179 registros de poesía de su inventario confirma el canon comentado: encontramos una muy notable presencia de Lope, no faltan clásicos e italianos en menor proporción, así como algunos poetas del Barroco español; basta una somera revisión del anexo adjunto para comprobarlo. En esa línea cabría comentar las bibliotecas de poesía de ciertos grandes poseedores, así como la estructura de la biblioteca en su conjunto, o atender a los estilos literarios visibles en los distintos repertorios. Por ejemplo, los 58 libros de poesía que encontramos en el inventario (1672) de Pedro Antonio de Aragón, virrey de Cataluña, ofrecen
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algunos títulos fundamentales de las centurias precedentes (Cancionero general, Mena, Garcilaso, Boscán, Herrera, Petrarca) y una presencia incipiente de algunos poetas barrocos, con atención a los clásicos y un marcado interés por la poesía religiosa: el Lope de las Rimas sacras,Valdivieso, la España defendida de Suárez de Figueroa, etc. En cambio, en el inventario de Solís (1686) encontramos una notable presencia de la estética barroca de poetas españoles que siguieron el ejemplo editorial modélico que había brindado Lope: junto a Ercilla o los Argensola y un buen numero de clásicos, encontramos poemarios de Bocángel, Carrillo Sotomayor, Espinel, Góngora, Jáuregui, López de Zárate,Villamediana o Pantaleón de Ribera. El inventario de Miguel Nava Díez de Robles (1698), jurado de la ciudad de Toledo, presenta igualmente, pese a su reducida extensión, esta segunda pauta, como puede verse al revisar sus registros en el anexo. El listado de bienes del militar y erudito Vincencio Juan de Lastanosa (1662), mecenas de Gracián, muestra una amplitud de horizontes y de lecturas digna de reseña: entre sus libros, como ha visto López Poza32, no faltan un buen número de academias y reuniones poéticas (él mismo lideraba una), pero también encontramos a Lope (abundantísimo), Quevedo, Góngora y Villamediana; y no faltan tampoco lecturas clásicas de la centuria anterior como el Cancionero general, Encina, Garci Sánchez de Badajoz, Garcilaso, Boscán o Castillejo. Cabe también abordar estos resultados de manera pormenorizada, atendiendo a la biblioteca de un solo poseedor. Podemos hacerlo, por ejemplo, con los libros que guardaba a su muerte Manuel Mayers Caramuel (1694), rico mercader de oro y plata al servicio de los reyes de España. De un total de 519 libros, encontramos 24 poemarios que describen a un lector bastante completo: Libros de poesía de Manuel Mayers Caramuel Autor
Título
1
Ariosto
Orlando furioso
2
Camoens
Rimas varias
3
Carrillo Sotomayor, Luis de
Obras
32
López Poza, 2010.
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ÁLVARO BUSTOS TÁULER
Libros de poesía de Manuel Mayers Caramuel (Cont.) Autor
Título
4
Ercilla y Zúñiga, Alonso de
Araucana
5
Góngora y Argote, Luis de
Obras
6
Leonardo de Argensola, Lupercio y Bartolomé
Rimas
7
Leonardo de Argensola, Lupercio y Bartolomé
Rimas
8
Lope de Vega
Circe
9
Lope de Vega
Corona trágica
10
Lope de Vega
Isidro
11
Lope de Vega
Laurel de Apolo
12
López de Zárate, Francisco
Obras
13
Lucano
Lucano traducido
14
Manrique, Jorge
Coplas
15
Mena, Juan de
Trescientas
16
Ovidio
Obras
17
Petrarca
Triunfos
18
Quevedo
Parnaso español
19
Quevedo
Obras
20
Quevedo Villegas, Francisco
Epicteto traducido
21
Salazar y Mardones, Cristóbal de
Ilustración y defensa de la fábula de Píramo y Tisbe
22
Tarsis, Juan de, conde de Villamediana
Obras
23
Virgilio
Eneida
24
Virgilio
Obras traducidas en prosa
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Como se ve, el inventario de Mayers Caramuel valida también el canon: la presencia de Lope sigue siendo muy principal, aunque es secundado por Quevedo y los poetas de referencia más representativos de la tradición lectora española, casi todos aquellos mismos que hemos visto en el canon de poesía. Es obvio que serían necesarias un buen número de glosas y puntualizaciones. Es preciso conocer bien las personalidades de los bibliófilos de los que tenemos un cierto caudal de noticias biográficas adicionales y cruzar los datos de los inventarios con los ofrecidos por otras perspectivas de estudio, tanto bibliográficas y editoriales como específicamente biográficas, literarias y filológicas. Es posible realizar ciertos trabajos de bibliofilia poética comparada y analizar con datos fehacientes la tradición lectora de un autor dado o de un poemario concreto. Mi intención a este propósito era señalar un punto de partida para esos otros estudios, proponer un canon de poetas a partir de los listados de bienes y realizar una primera valoración de los datos de poesía que facilita el anexo final. Sin duda, el aporte de los inventarios de bibliotecas privadas, a pesar de las dificultades que plantean estos listados, no deja de ser una importante referencia para analizar la poesía española desde la ladera de la recepción. En los próximos estadios del proyecto planeamos realizar nuevas prospecciones y ampliar el objeto de estudio.
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1. INTRODUCCIÓN Cuando abordamos el teatro en las bibliotecas privadas de la segunda mitad del siglo XVII no se puede olvidar que su destino primero era la representación, y, secundariamente, la lectura: estas circunstancias dificultan relacionar su suerte en las tablas con el éxito en la imprenta1. Además, la recepción del texto impreso es un fenómeno que no está claro: para empezar, porque hasta bien entrado el Seiscientos no hubo conciencia clara, en el caso del poeta dramático, de lo que hoy llamaríamos «derechos de autor»: generalmente, el poeta vendía su texto original (autógrafo o no) al autor de comedias, cabeza de la compañía teatral, y este se convertía en el poseedor exclusivo de la obra, operando sobre ella a su voluntad, con lo que se generaban con cierta frecuencia las polémicas subsiguientes sobre manipulaciones del texto y falsas atribuciones2. El paso siguiente consistía en que, una vez conclui1 Como afirma Arellano, «el texto dramático alcanza su verdadera dimensión en el tablado, encarnado en unos actores que lo representan […] Esto es más verdad que nunca en el Siglo de Oro, caracterizado por la eclosión comercial del fenómeno de la Comedia Nueva, que solo en escena, frente a un público, cumple sus objetivos, artísticos y económicos. La recepción de estas comedias es, pues, esencialmente teatral, es decir, a través de la representación» (Arellano, 1999, p. 195). 2 Una vez vendido el texto, de nada servían las quejas —e incluso denuncias a la Justicia— de los poetas. Es famoso el caso de Lope, quien en 1616 se querelló contra la publicación sin autorización de sus comedias, reclamación que fue desestimada.Aunque parece que era preceptivo que los editores proporcionaran los textos destinados a la imprenta a los autores, permitiéndoles su corrección, esta norma generalmente no se cumplía, debido a la actitud poco colaborativa de ambas partes.
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da la representación, el autor de comedias podía revender el texto a otro autor, o darlo a la imprenta cobrando los emolumentos acordados. Por otro lado, otro hecho determinante para la dificultad de la circulación de las comedias, aunque se dio más en la primera mitad del siglo XVII, fue que algunos autores ni siquiera se preocupaban de la impresión de sus obras3, por lo que, si otros las imprimían e incluso hacían negocio con ellas, favoreciendo su difusión, no se podía atribuir el éxito impreso sino a la suerte o a la amistad. Por eso, un número notorio de ediciones no siempre sitúa a los autores en un lugar concreto del canon literario, aunque nos aporte datos a los que estamos interesados en la Teoría de la Recepción. Finalmente, se debe tener en cuenta que el proceso por el que un texto discurría desde las tablas a la imprenta era extremadamente lento, y que era habitual que mediaran bastantes años entre la representación y la impresión. De ahí que no nos extraña que José María Díez Borque, en sus estudios de los inventarios de la primera mitad del siglo XVII, informe de que en la primera mitad de esta centuria la proporción del teatro es menor, no sólo respecto a los libros literarios sino a todo el corpus de los libros vendidos, entre los que, por cierto, destacan los religiosos. Además, otros factores condicionantes actuarán en el camino que va de la impresión a la adquisición en las bibliotecas de estas obras: el género que llevaba aparejado el prestigio era la poesía, mientras que la novela y el teatro se consideraban géneros de entretenimiento, y por eso la posible escasa posesión de libros de teatro no puede determinar la configuración última del canon barroco. En esta tesitura, sería forzoso esbozar esta pregunta: ¿qué poeta dramático sería más relevante en la segunda mitad del siglo XVII: el que más se representó, el que más se editó, o el autor cuyos textos están mayoritariamente presentes en los anaqueles de las bibliotecas privadas? No olvidemos, por último, que la posesión no siempre implicaba la lectura.Y menos una lectura literaria o recreativa: como veremos, la presencia de los autores latinos en los hogares de las clases medias debe mucho a su frecuente empleo para el aprendizaje de la Retórica. 3
Es el caso de Lope hasta 1617, como se verá, o de Moreto, quien solo publicó una de las Partes de sus comedias en vida (Parte primera, Madrid, 1654). Por tanto, el número de ediciones de las obras de cada autor es irregular y no depende de su fama o del éxito que obtuvieran en las tablas. Buenos ejemplos de este desequilibrio entre el éxito en las tablas y el impreso son los citados, pues tanto Lope como Moreto disfrutaron siempre del favor del público.
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Pero esto no significa que los datos aquí acogidos, tras un estudio de más de ochenta inventarios, no tengan sentido. Evidentemente, si un libro gustaba, se compraba, pues el libro es un «producto comercial, sometido, en consecuencia, a las leyes del mercado y al gusto del receptor»4. Este hecho nos puede servir para establecer estadísticas y realizar interesantes comparaciones sobre el gusto de los lectores del Seiscientos pertenecientes a diferentes grupos sociales y en distintos momentos del discurrir del siglo, es decir, para acercarnos al gusto del público y percatarnos de su variedad. No podemos pasar por alto que la escritura de comedias se transformó progresivamente en una actividad mercantil, como el propio Lope reconoce: «Necesidad y yo, partiendo a medias / el estado de versos mercantiles / pusimos en estilo las comedias»5. Si bien en principio los que hacían negocio eran los impresores y los libreros, autores como Lope lucharon por lograr sus réditos, aunque supusieran una cantidad irrisoria6.Teniendo todo esto en cuenta, podemos pasar a establecer etapas y distinciones en el teatro que encontramos en los inventarios realizados sobre bibliotecas privadas entre 1651 y 1700. En el periodo 1600-16507, estudiado por Díez Borque, los datos muestran una acusada escasez de libros de teatro en las bibliotecas privadas: de las 59 estudiadas, solo hay teatro en 23, lo que supone un 38,98% del total, y, dentro de estas 23, la proporción del género dramático es bastante reducida respecto a otros géneros8. Como algo notorio, se debe señalar el hecho de que el teatro español esté menos presente que el latino o el extranjero.Apenas figuran títulos en ocho bibliotecas,
4
Díez Borque, 2010, p. 17. Lope de Vega, 1776, p. 285. 6 Así lo dice Calderón en el prólogo a la Parte IV de sus comedias (1672): «Dada a la estampa, la que ayer valía cien ducados en casa del autor, vale hoy un real en casa del librero» (Calderón de la Barca, 1672, f. 3v). Como comenta acertadamente Germán Vega en el caso de Lope, el precio medio por cada comedia que se compraba para su impresión era de «4,5 (…) reales (…). Los autores habrían pagado a un dramaturgo como Lope en esos años 500 reales por pieza. Se trata, pues, de un caso extremo de devaluación» (Vega García-Luengos, 2003, p. 1291). 7 Para los datos relativos a 1600-1650, nos remitimos en todo momento a Díez Borque, 2010, pp. 81-89. 8 Díez Borque comenta el caso de las grandes bibliotecas, como las del Conde de Gondomar y el rey Felipe IV, en las que el teatro español tiene una presencia escasa, y donde abundan las producciones poéticas y la literatura clásica. 5
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en las que por lo demás no aparecen las figuras cimeras de los cánones: ni Calderón, ni Tirso, ni Moreto, ni Guillén de Castro, ni Ruiz de Alarcón, ni Mira de Amescua9. Sí se encuentran, pero con poca presencia, Cervantes, Góngora y Pérez de Montalbán. Lope aparece de manera llamativa en la biblioteca del conde de Gondomar y en alguna más, pero en general tiene un peso que puede considerarse escaso. Parece que los inventarios que datan de entre 1651 y 1700 arrojan un balance más positivo en lo que a títulos de teatro se refiere: de entre los 1851 tomos recogidos en los inventarios, son de teatro 412. Esto podría calificarse de natural, si consideramos lo señalado anteriormente: que solían mediar años entre la representación y la difusión impresa; pero, al tiempo, en relación con el resto de obras, y especialmente con el género poético, cuya presencia es abrumadora en estos inventarios, hay que decir que el teatro representa un 22,31% del total. Eso sí, el teatro supera en ejemplares el número de novelas, aunque no en diversidad de títulos (que sumarán sólo unos doscientos) ni en presencia en bibliotecas: el caso es que este fenómeno no sucedía en la primera mitad de la centuria10. Nos interesa, por otro lado, comentar la distribución interna de esos títulos en tres grandes apartados: la mayor parte de las obras corresponden a teatro español; la siguiente, a teatro clásico latino y griego; y una menor parte, a teatro europeo: en concreto, francés, portugués e italiano (excepto Il Coriolano, seguramente traducción de la tragedia de Shakespeare, propiedad de Antonio de Solís, no hay más alusiones a obras inglesas en los inventarios). En este sentido, ya observamos un cambio sustancial respecto a la primera mitad de siglo, pues predominan claramente los ejemplares de teatro español frente a los del teatro europeo (en el que las obras italianas son preferidas a las francesas y a las portuguesas) y el latino, que componen en conjunto alrededor de una quinta parte del total de volúmenes teatrales. 9 Díez Borque apunta la salvedad de que pudieran aparecer en los ocho volúmenes manuscritos de la biblioteca del conde de Gondomar titulados Comedias de Lope de Vega y otros diferentes autores (Díez Borque 2010, p. 87). 10 En nuestro recuento de obras teatrales, hemos considerado los tomos en que se dividen obras que en los inventarios aparecen tituladas como «comedias», «opera», «tragedias», etc., ya que puede tratarse de obras distintas que aparecen así englobadas. En el caso del teatro, cuando además figuran referencias como «diez tomos de Calderón» uno no puede saber si se trata de diez obras distintas, de un título general repartido en diez tomos, o de una obra repetida.
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2. TEATRO
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FRANCÉS
De los títulos franceses, cuatro se concentran en la biblioteca del conde de Villaumbrosa y se trata de comedias de dramaturgos principales: dos son de Corneille (uno de ellos en cuatro tomos) y uno de Molière, mientras que el cuarto título corresponde a la entrada del inventario «comedias diferentes en francés» (en cuatro tomos). El quinto título es el único ejemplar conservado en la biblioteca del embajador y escritor don Bernardino de Rebolledo, que aparece como «comedia pastoral en francés»; finalmente, Ramírez de Prado posee las Comedias sacras de Nicolas Caussin, editadas en 1620. Los poseedores citados son personas nobles y cultas, lo que se concierta con el hecho de que el teatro francés de la época tuviera una difusión restringida a círculos selectos e intelectuales, también explicable por el alto nivel de elaboración de los volúmenes11. La fecha de los inventarios de los dos primeros poseedores, 1672 y 1677, confirma la opinión de la crítica más reciente acerca del interés por los modelos franceses, de corte más neoclásico, importados e imitados en España a finales del XVII, una vez agotado el modelo de la comedia nueva. Según Losada y Millán: debido a una serie de causas políticas, ideológicas y literarias, la influencia del teatro francés sobre el español no empieza a ser considerable hasta ya bien entrado el siglo […] de hecho, hasta bien entrado el siglo XVII no se conocen traducciones del teatro francés. Sí hay, en cambio, algunos originales en las bibliotecas de grandes señores; el marqués de Monte Alegre, por ejemplo, disponía en su biblioteca de nueve volúmenes de piezas francesas12.
11 Respecto al cuidado de las ediciones de teatro en la Francia del Seiscientos, véase el estudio de Christophe Couderc (2011), indispensable para entender la mutua recepción de los teatros galo y español de la época: «Véndase en “partes” de doce piezas o en ediciones “sueltas”, la comedia es en España un producto de consumo masivo, de caducidad rápida, y la misma ínfima calidad tipográfica de las impresiones de textos de teatro, aunque podían difundirse en no pocos ejemplares, contrasta con el cuidado de las ediciones francesas, muy a menudo ilustradas con ricos grabados que son preciosos testimonios para el historiador de la puesta en escena. Sorprende, a la inversa, para la historia del teatro español, la escasez de los testimonios gráficos» (p. 117). 12 Losada y Millán, 2003, p. 1394.También Couderc comenta al respecto, sobre el caso inverso: «Resta por hacer, a mi modo de ver, una interesante encuesta
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El caso de Ramírez de Prado, cuyo inventario data de 1658, es algo distinto, pero puede justificarse por el genuino interés que muestra este cronista por el teatro europeo en general (tenía, como veremos, también ejemplares de teatro italiano y portugués).
3. TEATRO
PORTUGUÉS
Los títulos portugueses se distribuyen en dos bibliotecas: la de Ramírez de Prado, que contiene la Comedia Aulegrafia de Ferreira de Vasconcelos, la Comedia portuguesa de los Villalpandos, una recopilación de obras de Prestes y Camoens, y la comedia Ulipo; y la del VII duque de Medinaceli, donde se encuentra la Comedia eufrosina de Vasconcelos. Se trata de escasos fondos, por tanto, y se encuentran dispersos, aunque podríamos hablar también aquí, sin duda, de poseedores cultos y selectos, rasgos que definen la dramaturgia lusa de los siglos XVI y XVII. Por otro lado, las cifras no difieren mucho del periodo anterior, cuando el fondo portugués se repartía en cinco bibliotecas, aunque entre 1600 y 1650 su peso en relación con el total resulta más significativo. Se puede decir, entonces, que la permeabilidad de la literatura portuguesa en España se vio limitada en el género teatral, seguramente por la propia escasez de comedias en esa lengua. No obstante, sorprende que no aparezca ni un título del más grande de los poetas dramáticos portugueses, Gil Vicente (que podrían al menos haber heredado del siglo XVI los poseedores de bibliotecas de gran duración), y sí en cambio de Ferreira de Vasconcelos, de evidente menor calidad y de producción escasísima. Igualmente, si los versos de Camoens sirvieron de inspiración a muchos poetas españoles del XVI y del XVII, no parece corresponderse con una difusión significativa de sus comedias y autos ni mucho menos con su adquisición para fondos de bibliotecas particulares13.
bibliográfica en los fondos antiguos de las bibliotecas francesas y de otros países vecinos para reconstruir los circuitos de difusión del libro español del Siglo de Oro» (2011, p. 123). 13 Es de referencia obligada para la recepción del teatro portugués la obra de Álvarez Sellers, 1999.También ofrecen datos interesantes Gavilanes y Apolinario, 2000.
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4. TEATRO
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ITALIANO
Los títulos italianos se reparten por ocho bibliotecas (igual que en el periodo anterior), todas ellas de hombres cultos y relacionados con la nobleza o la realeza: se trata de cinco nobles, de los cronistas Ramírez de Prado y Antonio Solís, y de Juan Valero, secretario de Felipe IV. La ausencia de títulos se explica por la propia escasez de dramas italianos que se dio entre los siglos XV y XVII, frente a la brillantez y expansión que vivieron otros géneros. El teatro italiano quinientista se reduce a una serie de flojísimas tragedias (Trissino, Rucellai), de poca fortuna editorial, aunque una obra de Georgio Trissino, la Tragedia de Sophonisba, aparecerá en la biblioteca de Ramírez de Prado, que cuenta también con la tragedia en verso La Saccaide, de Alexandro Salvio, de comienzos de la centuria siguiente; por su parte, el duque de Medinaceli poseyó la tragedia Medea de Maffeo Galladei, y la obra anónima Solimano, comedia trágica en italiano aparece en el inventario del noble Vincencio Juan de Lastanosa, parece que en una muy cuidada edición con estampas14. En cuanto a la comedia, fue prácticamente un calco de la comedia latina de Plauto (ahí están Firenzuola, Gianotti, Divizio da Bibbiena y Razzi, con cuyas Calandria y Comedias cuenta el duque de Medinaceli), excepto las obras de Maquiavelo,Tasso, Aretino y Ariosto, más originales, aunque tan solo este último figura en nuestros inventarios: de Ariosto encontramos dos volúmenes de varias comedias. Hay que recordar, entonces, que ya desde la segunda mitad del siglo XVI y durante el XVII la literatura italiana experimenta en general un notable declive a causa, según algunos, de la dominación española, y el teatro no escapa a la ausencia de autores y obras destacados, salvo los casos de Sbarra (que tuvo un gran éxito con La manzana de oro, obra escrita en 1668 para celebrar las bodas de la infanta Margarita con el emperador Leopoldo de Austria, y cuya versión traducida pertenece aquí a Juan Tomás Barahona, catedrático de la universidad de Alcalá de Henares) y el más temprano de Giovanni Battista Guarini15. En conse14
Véase, referente a esta edición, lo que se apunta en esta página web dedicada a las colecciones de grabados de Lastanosa: (consultada el 9 de febrero de 2012). 15 Son clásicos, y de mucha utilidad, los trabajos de conjunto de Meregalli y Arce sobre la mutua influencia de España e Italia en el ámbito literario: Joaquín Arce, 1982; Franco Meregalli, 1964.
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cuencia, resulta coherente con este panorama la presencia reiterada en nuestros inventarios de la famosa obra de este último, Il pastor Fido, que tuvo amplia recepción entre los dramaturgos españoles del XVII16: los cinco ejemplares de esta tragicomedia se reparten en cuatro bibliotecas.También hay que mencionar lo que parece ser un gusto incipiente por el drama musical: ahí está Giuseppe Riccio, cuya ópera Il prencipe Casimiro se encuentra por partida doble en la biblioteca del virrey de Aragón. Finalmente, encontramos, como rara avis, en la biblioteca del duque de Medinaceli la obra de Boccaccio Ninfe fiorentine, que sin duda se debe al gran aprecio por la literatura italiana que sentía Antonio Juan Luis de la Cerda, paralelo al que demuestra el conde de Gondomar en el panorama de la primera mitad del Seiscientos17.
5. TEATRO
CLÁSICO LATINO Y GRIEGO
Salvo dos ejemplares de Tragedias de Sófocles18, presentes en la biblioteca del VII duque de Medinaceli y en la de Ramírez de Pardo, un volumen de tragedias griegas de varios autores y dos comedias de Aristófanes, las obras restantes corresponden al teatro latino. Nótese que el teatro clásico griego y romano representa más o menos la mitad del total en otras lenguas (italiano, francés y portugués), de lo que se deduce que su difusión, y por ende adquisición, fue mayor, aunque habría que matizar cuestiones en torno a la recepción de este tipo de obras.
16
Guarini publicó su tragicomedia pastoril Il pastor Fido en 1590.Tuvo mucho éxito en la época, traspasando las fronteras italianas, pues fue traducida a varias lenguas. En España gustó especialmente, generando a su vez versiones dramáticas de notable interés.Véase López Estrada, 1989, pp. 535-542. 17 Díez Borque habla de «un gran conocimiento del teatro italiano por parte del Conde de Gondomar» (2010, p. 86). 18 Respecto a 1600-1650, resulta entonces ligeramente superior el número de bibliotecas (tres) que poseyeron obras dramáticas griegas, entre cuyos autores Sófocles también estuvo presente. Aunque hoy en día se considera que el teatro griego tiene más calidad literaria, fue fenómeno generalizado en Europa la preeminente transmisión del teatro latino, que influyó decisivamente en la conformación de las dramaturgias modernas de los estados renacentistas.Temas, personajes, retórica y tramas fueron tomados o adaptados, y en todo caso constituyeron un motivo inspirador, sobre todo los tres autores más difundidos: Séneca, Plauto y Terencio.
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Quizás, como ya hemos apuntado, no se publicaron tanto para las tablas como para el aprendizaje escolar en las instituciones docentes de la época, por ejemplo en los Studia humanitatis de las aulas universitarias renacentistas, uno de cuyos métodos era el teatro leído. Los textos latinos se incluían en los planes de estudio correspondientes y en algunas universidades eran preceptivos19, por lo que es natural que figuren en las bibliotecas de los nobles, que los adquirían como objeto de estudio y no al modo de entretenimiento como con el teatro español al uso. La contraposición «teatro para ser visto» / «teatro para ser leído» venía ya desde la Edad Media, cuando en sus postrimerías se reivindican las letras clásicas, y nos obliga a ciertas cautelas sobre la relevancia de la presencia en bibliotecas del teatro latino para la constitución del canon. Por otra parte, es importante señalar que este tipo de teatro no llevaba aparejados los citados problemas de relación entre el texto y la escena y los consiguientes conflictos en torno a la publicación, por lo que los usos relativos a su adquisición se podrían asemejar a los de otros géneros destinados exclusivamente a la lectura, como la poesía o la novela. En todo caso, la lectura y posesión del teatro latino constituía una señal de lustre cultural. De los tres autores más difundidos, hablaremos en primer lugar del más presente en cuanto a número de bibliotecas,Terencio, que aumenta su peso en los inventarios con respecto a la primera mitad de la centuria (pasa de once ejemplares en esta a diecinueve en la segunda). Sus obras están muy dispersas y, en esencia, figuran en bibliotecas de nobles, escritores, clérigos o conventos. En cuanto a los clérigos, los dos que poseen comedias terencianas son salmantinos, Pedro García Ramos, sacerdote de San Benito, y Pedro Virto de Lezama, canónigo y catedrático de leyes en la ciudad del Tormes y en la universidad española más prestigiosa de la época20. Por otro lado, llama la atención la presencia de
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Es el caso de Salamanca, Santiago de Compostela,Valladolid y Palencia, donde los profesores de Retórica eran obligados a poner en escena alguna comedia latina, con la correspondiente gratificación económica. Se sabe, por ejemplo, que los estatutos de la Universidad de Salamanca de 1538 obligaban a representar obras de Plauto y Terencio. Debemos aclarar, aunque sea brevemente, que no se trataba de una puesta en escena como hoy la entendemos, sino, más bien, de una semirrepresentación, en la que la declamación era lo esencial, siendo secundarios otros componentes entendidos como teatrales: vestuario, maquillaje, movimiento, decoración, etc. 20 «Al socaire de la universidad salmantina conviven, ya a finales del XV, una dramaturgia de raigambre popular y un teatro de orientación culta que hará un
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«un Terencio» en el convento de Nuestra Señora de la Almudena en Cuzco, tal vez parte de la dote de alguna religiosa21. En el orden civil, poseyeron obras de Terencio nobles como el conde de Villaumbrosa (dos),Vincencio Juan de Lastanosa (tres), el virrey Pedro Antonio de Aragón, la condesa de Oñate (un Terencio comentado) y el VII duque de Medinaceli. El cronista de Felipe IV Lorenzo Méndez Silva y el escritor Ramírez de Prado también poseyeron obras recopilatorias del gran comediógrafo latino: el segundo nada menos que cuatro títulos y siete tomos (entre los que se incluyen un «Terencio cristiano» y uno «con comento»).Y es que Terencio, seguramente por sus altas dotes literarias, fue incluido entre los autores clásicos propuestos como modelo de «pura latinidad», al igual que Cicerón,Virgilio, Horacio, César, Salustio y Plauto con algunas de sus obras22; además, resultaba muy adecuado para el aprendizaje del latín en ambientes universitarios —donde prácticamente se acabó recluyendo su lectura— al emplear el lenguaje coloquial. No obstante, si tenemos en cuenta que su difusión decaerá progresivamente debido a que los jesuitas prohibieron en 1553 su lectura en sus colegios, junto con la de Erasmo y Vives, habrá que pensar que su presencia en las bibliotecas de la segunda mitad del XVII puede deberse a una herencia anterior.
teatro latinizante siguiendo a Plauto y a Terencio. Hemos de pensar que estos dramaturgos latinos hubieron de animar la algarabía estudiantil universitaria también a lo largo de la Edad Media […] Esta tradición se incrementa en la universidad renacentista […] En las universidades y colegios españoles muy pronto prendió la costumbre de representar alguna pieza de Plauto o de Terencio con ocasión de la inauguración del curso escolar, o de su clausura, o para festejar algún acontecimiento excepcional, o la visita de determinados personajes importantes del mundo civil o eclesiástico» (Menéndez Peláez, 2003, p. 583). El trabajo de Menéndez Peláez es de obligada referencia para el estudio de la difusión del teatro latino en España, íntimamente unido al teatro jesuítico que permaneció vigente en nuestro país durante los siglos XVI y XVII. Menéndez Peláez recuerda con acierto que nuestros grandes dramaturgos se formaron «al calor de estas representaciones escolares» (p. 605). 21 No es la primera vez que se comprueba la presencia de este autor en conventos. Como dato curioso, la monja alemana Hroswitha de Gandersheim (siglo X) escribió obras dramáticas inspiradas en Terencio a lo cristiano, precisamente para que sus monjas dejaran de leerlo directamente. Las obras de Hroswitha se llevaron a la imprenta en Núremberg en 1501. 22 Sobre todo esto, véase el fundamental artículo de Luis Gil, 1986. En concreto, los autores citados son los seleccionados por Erasmo como referencia para el aprendizaje del latín.
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Respecto a Tico Maccio Plauto23, también observamos una continuidad en su lectura con respecto al periodo anterior: los catorce volúmenes de este autor se reparten en seis bibliotecas (como en la primera mitad), de las que cuatro son nobiliarias y las restantes pertenecen a Ramírez de Prado (con tres títulos, uno «con comento») y a Juan Valero, citado secretario de Felipe IV, quien también posee dos ejemplares de «Plauto antiguo con comento».También llaman la atención, por tratarse de obras comentadas, los tres volúmenes de la biblioteca de Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa: Comoediae cum notis Dionysii Lambini (Lugduni, 1581), Comoediae 20 cum commentariis Friderici Taubmani (Viterbergae, 1605) y M. Accius Plautus cum comentariis Dionysii Lambini (Lugduni, 1577)24. Es evidente la voluntad erudita del conde al adquirir estos libros, que contrastan con el resto de títulos, los cuales son, sin más, recopilaciones de varias comedias plautinas, excepto el volumen del virrey Pedro de Toledo, que posee en concreto la Comedia Anphytrion. El gran creador de tragedias latinas, Séneca, está asimismo presente en los anaqueles privados del periodo 1650-1700, y pasa de figurar en cuatro bibliotecas en el periodo 1600-1650 a hacerlo ahora en nueve, entre las que destaca la del cronista y dramaturgo Antonio Solís, que posee varios títulos, tres de ellos «tragedias», una «opera» (que contiene tres tomos, de pequeño tamaño) y un ejemplar de Medea, recreación de la gran tragedia griega de Eurípides. Las demás obras (en total sumamos veintitrés ejemplares de Séneca) se reparten en bibliotecas de plebeyos: la del doctor Pedro Gómez de Almodóvar; la de Antonio Ocampo, abogado salmantino; la del escritor Ramírez de Prado; la de Manuel Mayers Caramuel (que tiene a Séneca ilustrado y ocho ejemplares en romance); la del maestre de armas Miguel Pérez de Mendoza, y la de un tal Juan de Contreras de Madrid, al parecer de cierta altura cultural; y en dos de nobles, Lastanosa y el conde de Villaumbrosa, que cuenta de nuevo con un volumen comentado, Comentarios en las tragedias de
23 Hasta ahora la única monografía especializada en la recepción en España de Plauto es la tesis doctoral inédita de Eva Marqués López, Recepción e influencia del teatro de Plauto en la literatura española, defendida en la Universidad de La Rioja en 2003, y merecedora del Premio Extraordinario de Doctorado. 24 De todas formas, también debemos puntualizar que el hecho de que el inventario del conde de Villaumbrosa dé cuenta de los títulos latinos comentados no quiere decir que éstos no existieran en bibliotecas de otros poseedores: este dato depende, ciertamente, de la puntillosidad del autor del inventario.
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Hércules Eteo… dedicados a D. Francisco de Guzmán, Señor de Moya y Layos, lo que refuerza la impresión de su docto interés por los clásicos, confirmada por la inclusión de los Petri Scriverii collectanea, sive fragmenta veterum tragicorum, que sin duda nos remite a un estudio de los trágicos del humanista y filólogo Pieter Schrjiver (1576-1660). Como es sabido, Séneca gozó de una extraordinaria popularidad entre los intelectuales renacentistas, pues sus doctrinas encajaban a la perfección con las ideas humanistas, y en España fue acogido con entusiasmo por autores como Juan Luis Vives25. En el caso del teatro, sus tragedias sirvieron de inspiración a una buena parte de dramaturgos del XVI que quisieron recuperar la estética clasicista, quienes muy probablemente leyeron directamente las obras del filósofo cordobés, pues no hubo traducciones en el siglo XVI ni se imprimieron las versiones catalanas y castellanas del siglo XV26. Sea como sea, encontramos nada menos que veinticuatro ejemplares de la dramaturgia de Séneca.
6. TEATRO
ESPAÑOL
Como ya hemos comentado, lo más reseñable de este estudio es la mayor presencia de teatro español en las bibliotecas particulares de la segunda mitad de siglo, lo que es lógico si tenemos en cuenta que, a medida que se asentaba la «comedia nueva» y triunfaba, los autores de comedias se preocuparon de dar a la imprenta los textos de éxito, en gran parte por lo que suponía de negocio. Si comenzamos analizando la presencia de colecciones de obras, hay que señalar que, de los títulos inventariados, prácticamente un ter25
Para una visión de conjunto sobre el eco de Séneca en nuestro país, es indispensable el libro de Karl Alfred Blüher, 1983. 26 Así lo sostiene M.ª Rosa Álvarez Sellers, quien cree que existía un conocimiento directo de las tragedias de Séneca o al menos un contacto con las traducciones aparecidas en Ferrara,Venecia, Amberes y Lyon en 1484: «Así pues, bien sea a través del original o de su imitación por autores italianos […] es innegable la impronta senequista en las “tragedias del horror” del último cuarto del siglo XVI, y de su conocimiento de Séneca dan noticia los mismos autores» (1997, vol. 2, p. 33). De todos modos, la presencia de algunas obras traducidas (en la biblioteca de Manuel Mayers Caramuel aparecen unas Obras en romance) nos hace preguntarnos si es cierta la opinión de Álvarez Sellers.
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cio corresponden a recopilaciones de comedias (o autos o entremeses) de varios autores, forma habitual de presentación editorial del teatro áureo, especialmente las llamadas Partes de comedias, que salvo raras excepciones reunían doce comedias y constituían el procedimiento habitual de publicación colectiva. Es fácil inferir que este formato apareja aún más problemas de atribuciones de autoría y de manipulaciones del texto original que la reunión de las obras de un solo autor, y esto, para nuestros intereses, puede complicar un poco las cosas, pues se escapa de nuestras posibilidades el análisis de qué autores integraban las Partes y otras recopilaciones que figuran en nuestros inventarios. Sin embargo, tal vez no sea tan relevante ni objetivo este hipotético estudio, pues no es demostrable que quien compraba una Parte o un tomo de Comedias varias lo hiciera por leer las obras de un autor concreto, sino por un interés genérico por estas colecciones. De los 36 volúmenes colectivos, son Partes al uso ocho27, y cuatro de ellas pertenecen a mercaderes de libros o libreros, dos a mujeres nobles y las otras dos a miembros de la nobleza. Otra colección muy difundida fue la de Diferentes autores, que llegó a sumar 44 partes (hasta 1652), aunque las veinte primeras no existieron como tales sino que coinciden con la colección específica de Lope. Entre los inventarios encontramos tres volúmenes de la colección, pertenecientes a Ramírez de Prado, al conde Antonio de Mexía y al conde de Villaumbrosa. A la citada colección siguió la de Comedias nuevas escogidas, que alcanzó la cifra de 48 volúmenes y estuvo vigente de 1652 a 1704; no hallamos ninguna aproximación en los títulos del catálogo a esta colección, pero es preciso apuntar que hay trece registros que responden a títulos tan genéricos como «comedias», «comedias de varios autores» o «comedias varias», que podrían responder perfectamente a cualquiera de las colecciones citadas, aunque también a volúmenes facticios28. Pero lo que más llama la atención es que las siete bibliotecas en las que figuran estos volúmenes, excepto la de la condesa de Mora, perte-
27
Este número se ampliaría si tenemos en cuenta que la entrada correspondiente al inventario del conde de Villaumbrosa, «Comedias nuevas de diferentes autores», incluye una aclaración importante: «Partes 8, 17, 33, 37, 38 y 39», por lo que no se trata de un título sino de seis. 28 Es el caso de los dos libros de comedias de Guiomar Herrera de Guzmán, condesa de Mora, en cuyo inventario se indica explícitamente en un par de ocasiones «dos libros de comedias sueltas».
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nezcan a plebeyos: Luis Zabalza, platero real; Blas López Calderón, librero; José Arroyo, arquitecto; Gertrudis Rodríguez Salamanca, dama de la que nada se sabe, pero que si fuera noble figuraría con sus títulos, al igual que Juan Contreras; Luis Román, maestro de obra; y Antonio de Solís. Otros volúmenes colectivos que aparecen, pero que no formaron parte de colecciones, son Teatro poético de doce comedias, en la biblioteca del mercader judío Diego Gómez de Salazar; Laurel de comedias, en la de la condesa de Mora; El mejor de los mejores libros de comedias nuevas de diferentes autores, en la del conde de Villaumbrosa; y Teatro poético de doce comedias varias, en la de Ramírez de Prado. Un nuevo fenómeno editorial de la época fue la publicación de volúmenes colectivos agrupados por géneros dramáticos: es el caso del teatro breve o de los autos sacramentales. Se trata de volúmenes aislados que no formaron colecciones: por ejemplo, encontramos dos de entremeses, en las bibliotecas de Ramírez de Prado y de Luis Román, y una miscelánea titulada Autos, loas y entremeses, incluida en la de Antonio de Solís. Respecto al teatro breve, hay que puntualizar que en mucha mayor medida que las comedias, y por la naturaleza de los subgéneros que lo conformaban —loas, entremeses, mojigangas, jácaras y bailes— estaban destinados primordialmente a la representación, por lo que la publicación conjunta de selecciones de estas obritas no era más que un ejercicio de ocio para sus recopiladores.Y en cuanto a los autos sacramentales, como a partir de 1649 fueron atribución exclusiva de Calderón, las recopilaciones de peso que existen en la segunda mitad de siglo se puede decir que pertenecen únicamente al ilustre dramaturgo. Como registros curiosos, se pueden aducir los dos ejemplares de la biblioteca de Villaumbrosa que ofrecen un título de grandísimo interés para la historia del teatro: Relación de las comedias que se hicieron el año de 1474 a la reina doña Isabel y a la princesa Juana, representadas por sus damas. Antes de pasar a nuestros grandes dramaturgos áureos y sus seguidores, es preciso comentar que apenas hay obras del siglo XVI (hemos de recordar que en este libro consideramos La Celestina dentro del género novelesco), del que sólo contamos con la Propalladia de Torres Naharro, que posee Luis Román. Es una cantidad aún menor que la que ofrece el recuento del anterior periodo, superior en bibliotecas y en títulos. En concreto, entre 1600 y 1650 encontramos a Juan del Encina, Lope de Rueda, Cristóbal de Virués (todos ellos en dos biblio-
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tecas), Juan de la Cueva y Torres Naharro (en tres), además de otras obras sueltas que solo aparecen en una biblioteca29. Abordando ya la dramaturgia del siglo XVII en general, podemos adelantar que es mayor la presencia de los dramaturgos de la segunda mitad de siglo que de Lope y sus coetáneos, aunque todo hay que matizarlo. Respecto a Lope de Vega, sus obras dramáticas figuran en los inventarios de diez bibliotecas, y en la mayoría de los casos contienen varios volúmenes, lo que puede ser indicativo de una voluntad expresa de adquisición, y muy probablemente de lectura, de las obras del Fénix. Así, el virrey Pedro Antonio de Aragón reúne «26 obras en 44 volúmenes, la mitad comedias, la otra mitad, poesía y narrativa»; el conde de Villaumbrosa posee «27 tomos de comedias»; y, finalmente, Luis Zabalza, platero real, dispone de «Obras» de Lope por valor de 2000 reales: ¿estarían en esas obras todas las Partes o una gran proporción de ellas? Muy probablemente estén incluidas en estos títulos genéricos varias de las veinticinco Partes de las comedias del autor (publicadas entre 1604 y 1647) que sí figuran expresamente en las bibliotecas del arquitecto José de Arroyo (Parte V), en la de Juan Contreras (Parte XXI), en la de la condesa de Mora (ídem), y en la de Antonio Solís, que tenía ni más ni menos que diecisiete de las 25 partes de Lope. Entre las recopilaciones, solo hay una que nos ha resultado curiosa, titulada Libro de cuatro comedias (deducimos que es un volumen facticio de cuatro sueltas), de doña María Bravo de Hinojosa, esposa de don Luis Pereira de Céspedes; también Guiomar Herrera de Guzmán gustaría del teatro de Lope, pues contaba con dos volúmenes de comedias suyas. Finalmente, nos parece reseñable que dos ejemplares de la edición de los Autos sacramentales, loas y entremeses de Lope (Madrid, 1644) figuren en las bibliotecas del conde de Villaumbrosa y de Ramírez de Prado. Como se ve, los poseedores de las obras de Lope son de muy variado espectro social, como lo era el público que veía sus obras en los corrales y las aplaudía fervorosamente.Y aunque las grandes colecciones parecen estar reservadas por lógica a los nobles, nos encontramos con un platero real que gastó una elevada cantidad de dinero en libros 29 Respecto a las ediciones de teatro que vieron la luz en el XVI, «no cuajaron en modelos formales estables ni generaron una demanda en el público. El gran cambio cuantitativo y cualitativo se produjo a comienzos del siglo XVII, pocos años después de que hubiera triunfado en los tablados la nueva fórmula dramática» (Vega García-Luengos, 2003, p. 1297).
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del Fénix, y con el cronista Solís, que adquirió una ingente cantidad de Partes de comedias del creador de nuestro gran teatro nacional. Autores tradicionalmente adscritos a la «escuela de Lope» o, más bien, coetáneos del Fénix (la división en ciclos o escuelas no convence a la crítica actual), son Quiñones de Benavente30, el gran entremesista del siglo, cuya recopilación de obras breves, Jocoseria (Madrid, 1645), está presente en la biblioteca de Vincencio Juan de Lastanosa y en la de Antonio Solís; y Agustín Rojas Villandrando, cuyo Viaje entretenido (Madrid, 1603), miscelánea que aquí consideramos del género teatral, es posesión del cronista y genealogista de Felipe IV Lorenzo Méndez Silva, de Lorenzo Ramírez y de Miguel Nava Díaz de Robles, jurado en la ciudad de Toledo. De Luis Vélez de Guevara, siendo un autor muy significativo para el canon, tan sólo contamos con el título de una comedia suelta31, Verdugo de Málaga (Madrid, 1662), en casa también del jurado toledano citado. Otro autor imprescindible para la configuración del canon, por su papel fundamental en la formación de la comedia nueva, es Guillén de Castro, cuyas Comedias (sin ningún tipo de puntualización más) figuran únicamente en la biblioteca de Solís. Interesante es la obra de Francisco Sebastián Medrano, de la que tan solo se dice «comedia en honras de la reina Isabel» (Madrid, 1645); debe de tratarse por fuerza de la comedia El nombre para la tierra y la vida para el cielo, un «panegírico dramático a la muerte de la reina doña Isabel de Borbón»32, 30
Aunque murió en 1651, se retiró del mundo del teatro hacia 1640. Aun siendo un autor de éxito reconocido, remitimos a lo comentado supra: el teatro breve se destinó aún más secundariamente a la impresión que la comedia. Eran piezas de rápido consumo y que en general no han gozado de una digna fortuna editorial. Muy pocos entremesistas pusieron empeño en recopilar su obra, y las recopilaciones, ramilletes, etc. son fruto de intenciones diversas y, en todo caso, no son regulares ni sistemáticas. 31 La comedia suelta supuso otro modo de impresión y transmisión en la época. «A medida que avanzaba el siglo XVII, las dificultades por las que pasaba la imprenta, y la decantación hacia un determinado tipo de lector de textos dramáticos, hicieron que los libreros e impresores potenciaran posibilidades existentes casi desde los orígenes del fenómeno: la venta de partes se hizo compatible con la de comedias sueltas. Este formato se erigió en la unidad básica de la transmisión impresa del teatro áureo» (Vega García-Luengos, 2003, p. 1302). El texto de la comedia, en dos columnas, se repartía sobre cuatro pliegos de papel en formato 4º, con lo que el folleto resultaba de fácil manejo y económico. 32 La Barrera y Leirado, 1860, p. 244. Efectivamente, la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, había muerto en 1644.
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obra seguramente suelta, propiedad de Ramírez de Prado. Otra suelta, esta vez de Luis Belmonte Bermúdez, Algunas hazañas del Marqués de Cañete, figura en la biblioteca de Solís. Doña Feliciana Enríquez de Guzmán, elogiada por Lope en el Laurel de Apolo, es autora de la Tragicomedia de los jardines y campos sabeos, obra suelta propiedad de Solís, pero también del conde de Villaumbrosa, y es la única dramaturga que figura en el anexo33. Juan de Jáuregui, con su Retraído, «comedia contra Francisco de Quevedo» (1635)34, aparece en la biblioteca de Juan Valero, secretario de Felipe IV. Entre todos los dramaturgos secundarios llama la atención la presencia de Juan Pérez de Montalbán en cinco bibliotecas: una suelta sin título y el Para todos (Madrid, 1632)35, que en el estudio presente consideramos novela, en la biblioteca del virrey Pedro Antonio de Aragón y en la del citado Miguel Nava Díez de Robles36; la Primera parte de sus comedias en la de la condesa de Mora; «15 tomos de comedias de Montalbán» en la del mercader de libros Manuel López del Castillo; y sus Comedias, con
33 El teatro del siglo XVII escrito por mujeres ya despertó interés a comienzos de siglo (véase Serrano Sanz, 1903), pero ha sido la reivindicación de los estudios de género de los últimos años lo que le ha dado un empuje mayor a su estudio. Fernando Doménech concluye que «pese a que el grupo de autoras dramáticas del Barroco es más nutrido de lo que parece, no dejan de ser una exigua minoría comparada con la gran cantidad de escritores y la multitud de obras que se produjeron en aquella época» (Doménech Rico, 2003, p. 1244). Esto explica, aunque solo sea por cuestiones estadísticas, la reducida presencia de escritoras en los repertorios estudiados, y también en el canon, aunque hay que decir que todavía queda mucha producción por estudiar, por ejemplo la dramaturgia conventual, que circulaba manuscrita y por tanto lejos del alcance de las bibliotecas, y en la que despuntan figuras como Marcela de San Félix o Francisca de Santa Teresa. Por otro lado, Feliciana Enríquez de Guzmán fue la primera mujer que se atrevió a llevar al público el fruto de su escritura: la Tragicomedia de los jardines y campos sabeos (Lisboa, Crasbeek, 1624), fue, en efecto, una obra paradigmática y pionera. 34 Se trata de una sátira dramática no representable. Jáuregui fue ante todo un poeta. 35 Este título es su obra más conocida, pero, como es sabido, no es enteramente dramática, sino una miscelánea en la que recopiló discursos, novelas, comedias, etc. En este sentido, como apuntamos, la hemos considerado como novela en el anexo final. 36 «Interpoladas en esta obra cuatro comedias y dos entremeses», nos dice el inventario de Nava Díez de Robles: es un dato interesante por el tipo de edición, quizás espuria.
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valor de 50 reales, en la biblioteca de Luis de Zabalza. Estos datos no sorprenden si se tiene en cuenta la enorme popularidad que en su época logró como dramaturgo; sin embargo, la crítica posterior no ha sido generosa con la obra de este «retacillo de Lope» —como le llamó despectivamente Quevedo por su estricta fidelidad a los postulados del Fénix—, calificada en su conjunto como inmadura e irregular37. El inclasificable teatro de Cervantes también encuentra lugar en este catálogo: sus Comedias (Madrid, 1615)38 fueron compradas por Luis de Zabalza por 12 reales. Aun tratándose de tan reconocida pluma, sabemos que su obra dramática no fue comprendida en su tiempo y que apenas se representó, por lo que no es de extrañar esta escasa notoriedad en los inventarios, aunque la crítica posterior, reconociendo su fracaso como fórmula teatral, haya rehabilitado las piezas cervantinas por su más que apreciable valor literario39. Un autor inclasificable y hoy día alabado unánimemente como verdadero genio teatral de la época40, el fraile mercedario Tirso de Molina, apenas está presente en dos bibliotecas: el pintor Diego Valentín Díaz posee la Quinta parte de comedias del maestro Tirso de Molina (Madrid, 1635), y Juan Valero la comedia Los amantes de Teruel (Madrid, 1635).Verdadero seguidor de Lope, aunque con una impronta tan propia que la mayor parte de la crítica se ha resistido a incluirlo en la llamada «escuela de Lope», perfeccionó algunos esquemas de sus fórmulas dramáticas, dando paso al gran Calderón de la Barca y sus coetáneos. 37 Algunos críticos actuales, como M.ª Grazia Profeti, Germán Vega e Ignacio Arellano, han reivindicado la obra de este dramaturgo que murió en plena juventud; como aprecia este último, es Montalbán «quizá el más estimable de los dramaturgos de segunda fila que incorpora con plenitud los modelos de la comedia nueva. No le falta habilidad en las comedias de capa y espada, que en La toquera vizcaína o La doncella de labor alcanzan un clima de enredo y disfraz cercano a las mejores de Tirso» (Arellano, 1995, p. 411). En todo caso, llama la atención su destacada presencia en los inventarios, tratándose de un autor considerado hoy como secundario. 38 Se trata de la edición Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados, Madrid,Viuda de Alonso Martín, 1615. 39 Ver Arellano, 1995, pp. 45-53. 40 Durante todo el siglo XX hemos asistido a una recuperación progresiva de la figura del mercedario, que ha ido acompañada de su reconocimiento y exaltación. Críticos como B. de los Ríos. P. Palomo, F. Florit, X. A. Fernández, I. Arellano, B. Oteiza, M. Zugasti y L.Vázquez han reivindicado su obra y su figura. En concreto, el GRISO y el Instituto de Estudios Tirsianos han llevado a cabo un proyecto de edición de su obra completa que cuenta ya con excelentes frutos.
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Precisamente, Calderón es el segundo autor individual de teatro español más presente en el catálogo: el total en cuanto al número de bibliotecas que cuentan con su obra (nueve) es menor que el de Lope y existe también menos número de registros, es decir que, cuantitativamente, los títulos del Fénix son superiores, por la abundancia de volúmenes de Lope en las bibliotecas donde figuraba. Por otra parte, no olvidemos que éste publicó veinticinco «partes» frente a las nueve de Calderón. De todos modos, a medida que finaliza la centuria Calderón va aumentando llamativamente su presencia. Si analizamos el corpus presente en cada biblioteca, diremos que de nuevo es Luis Zabalza, el platero real que gastó 2000 reales en Lope, quien posee un mayor número de volúmenes de Calderón, en concreto diez tomos de comedias del autor, por un total de 100 reales. Está claro cuáles eran sus preferencias, aun siendo un inventario de 1677, más de 40 años después de la muerte de Lope y en pleno auge de la comedia calderoniana. Este dato no corrobora precisamente la afirmación común de que a medida que avanzaba el siglo las obras calderonianas fueron relegando a las de Lope, aunque se trate de un dato de una persona concreta. Pero sigamos. El conde de Villaumbrosa posee «dos volúmenes de comedias varias», cuatro volúmenes correspondientes a la primera, segunda, tercera y cuarta parte, y un manuscrito de la «comedia intitulada Ni Amor se libra de amor, que se representó a S. M. en Carnestolendas». No podemos negar una presencia considerable de Calderón en tan ilustre biblioteca, pero ¿y los veintisiete tomos de comedias de Lope, amén de un volumen misceláneo de autos y piezas breves? Asimismo,Antonio de Solís posee un volumen de Autos de Calderón, el tomo quinto de sus comedias41, un volumen de Autos y «ocho tomos de sus comedias», mientras que de Lope posee un total de diecisiete Partes. El arquitecto José de Arroyo posee un volumen de Autos, la Verdadera quinta parte de las comedias (reedición de 1682), la Parte sexta y un auto suelto, El gran teatro del mundo, del que también es poseedor Antonio Gil Forneli, ayuda de cámara de don Juan José de Austria. Otro volumen de Autos posee el desconocido Antonio Leonardo. Finalmente, las últimas bibliotecas con presencia calderoniana son la del jurista Miguel Nava, en la que tan solo
41
Se refiere, sin duda, a la Quinta parte. Las nueve Partes de comedias de Calderón se publicaron entre 1636 y 1691, las cinco primeras en vida del poeta. La única que el poeta no autorizó fue precisamente la Quinta parte.
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se explicita el título «comedias», y la del doctor y capellán real Cristóbal Lozano, quien cuenta con la Segunda parte de sus comedias. Pasando ya a los dramaturgos coetáneos de Calderón, llama la atención la igualdad de presencia de autores como Rojas Zorrilla y Moreto, tradicionalmente clasificados como «dramaturgos mayores» del ciclo calderoniano y hoy día largamente reivindicados, y la de un autor que en la actualidad42, a pesar de la atención particular de distinguidos críticos43, sigue siendo menor: Antonio de Solís, quien además es poseedor de una enorme biblioteca de teatro, como hemos podido comprobar. Moreto aparece en dos bibliotecas, y Rojas y Solís en tres. Así, tenemos obras de Rojas Zorrilla en la biblioteca del conde de Villaumbrosa (Comedias, sin más), dos tomos (que bien pudieran ser las dos Partes de comedias que se publicaron por entonces) en la de Antonio de Solís, y un número indefinido de tomos (por valor de 50 reales, los mismos que le costaron cinco tomos de obras de Calderón) en la del platero Zabalza.Y de Moreto, la Primera parte de sus comedias (Madrid, 1654) en la biblioteca de Lorenzo Ramírez de Prado y en la de Luis de Zabalza. Al lado de estas cifras,Antonio de Solís, a pesar de su escasa obra44, está presente en la biblioteca del arquitecto José de Arroyo (Comedias); en la de Antonio Leonardo; y en la de Miguel Nava Díez de Robles, que posee por una parte sus Obras, y por otra un volumen de sus Comedias (Madrid, 1681). Por otro lado, de las comedias de Jerónimo de Cáncer y Velasco, famoso tanto por sus poesías festivas como por sus comedias burlescas y entremeses, y que colaboró en algunas obras con Calderón, también conservamos ejemplares, en total tres, dos de nobles (Lastanosa y Villaumbrosa), y uno en la biblioteca del plebeyo Antonio Leonardo. Juan de Matos Fragoso está presente en la biblioteca de Zabalza (Primera parte de sus comedias), y Juan Bautista Diamante en la del conde 42
El corpus completo de la obra de Francisco de Rojas Zorrilla está siendo editado por investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha, en una colección dirigida por Felipe Pedraza y Rafael González Cañal. A su vez, se está procediendo del mismo modo con la obra de Agustín Moreto, en la Universidad de Burgos, en un proyecto encabezado por María Luisa Lobato. 43 En concreto, Fréderic Serralta recupera su bio-bibliografía (1983, 1986) y Manuela Sánchez Regueira edita sus comedias en dos volúmenes (1984) y su obra menor en uno (1986). 44 Apenas una veintena de títulos, frente a la cincuentena de Rojas Zorrilla y las (aproximadamente) setenta de Moreto. Contamos también las que se escriben en colaboración.
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de Villaumbrosa (Primera y Segunda parte de sus comedias), proporción que se corresponde con su condición de segundones en el canon. Finalmente, y para acabar con este recuento, vamos a nombrar a dos comediógrafos que no aparecen en las historias de la literatura: el licenciado Narváez, que figura en la biblioteca de Villaumbrosa con su Comedia llamada Menandra, compuesta por… residente en la ciudad de Salamanca45, y Juan Cabeza (citado como «Cabeza»), eclesiástico aragonés que tan solo publicó la Primera parte de sus comedias (Zaragoza, 1662), por lo que las «comedias» citadas en la biblioteca de Zabalza no pudieron ser otras46. A la vista de todos estos datos, podemos trazar así un canon de autores dramáticos en bibliotecas particulares del Siglo de Oro (1651-1700):
Dramaturgo
Nº de bibliotecas diferentes
Nº total de presencias en bibliotecas
1º
Terencio
11
19
2º
Lope de Vega
10
49
3º
Calderón de la Barca
9
38
Séneca
9
23
4º
Plauto
6
14
5º
Guarini
4
5
6º
Pérez de Montalbán
3
17
Rojas Zorrilla
3
4
Antonio de Solís
3
4
Rojas Villandrando
3
3
Cáncer y Velasco
3
3
Corneille
1
4
7º
45 Tan solo hemos encontrado en el catálogo de La Barrera y Leirado dos referencias a este tal Narváez, y las dos hacen alusión a su obra El hado vence al destino (La Barrera y Leirado, 1860, pp. 283 y 553). 46 La Barrera y Leirado (1860, pp. 46-47). Dice el estudioso que son comedias «de muy escaso mérito».
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Finalmente, para acabar este estudio, nos gustaría resumir en un breve comentario nuestra impresión sobre los poseedores de estas obras, aunque al hilo de este estudio ya hemos hablado de varios de ellos. Entre los hombres y mujeres de la segunda mitad del Seiscientos, hemos apreciado que los hay más apasionados que otros por el género dramático. Los cronistas Antonio de Solís y Rivadeneyra (quien, como hemos visto, es además dramaturgo) y Lorenzo Ramírez de Prado destacan en el grupo de los primeros: y en este sentido, si tenemos en cuenta que también posee obras teatrales el cronista de Felipe IV, Lorenzo Méndez Silva, podríamos decir que los cronistas componen un grupo de gustos teatrales. Mercaderes de libros como Manuel López del Castillo poseen asimismo, inevitablemente, decenas de ejemplares, pero hombres de otras profesiones liberales, como el platero real Luis de Zabalza o el arquitecto José de Arroyo, muestran también un claro gusto por la comedia española. En cuanto a los nobles, los habrá como el VII duque de Medinaceli, que se inclinará por el teatro italiano o griego (algo que puede explicarse por su educación y actividades políticas) y como Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa, quien combinará el gusto por el teatro latino con el español y el francés. Finalmente, entre las mujeres, Guiomar Herrera de Guzmán o María Bravo de Hinojosa disfrutan de las obras escritas para las tablas, desmintiendo ese único gusto por las producciones religiosas que se ha achacado a las mujeres de esta época, aunque hay que tener en cuenta que algunas de ellas heredarían como viudas las obras de sus maridos, es decir, que se debería hablar simplemente de «posesión», pero no tanto de segura lectura femenina.
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INTRODUCCIÓN Y
EXPLICACIÓN
La «Relación de inventarios» compendia buena parte de la información relevante que hemos ido utilizando en los trabajos precedentes de este volumen. Aporta un conjunto de nuevos datos documentales de gran interés para el estudio de la recepción de obras, géneros y autores en el período 1651-1700. Debe vincularse a la relación de inventarios contenida en el libro de José María Díez Borque Literatura (novela, poesía, teatro) en bibliotecas particulares del Siglo de Oro español (16001650), Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, Universidad de Navarra, 2010 (pp. 97-138) y en este volumen. Con ambos volúmenes se cubre el entero siglo XVII. Se advertirá que hemos secundado, salvo en pequeños detalles, las pautas de cita de esa primera entrega y que hemos simplificado el formato de cada inventario para no multiplicar las páginas innecesariamente. En concreto, lo que se encontrará a continuación son más de mil setecientas fichas que hemos descrito, con mayor detalle, en una amplia base de datos compilada por los investigadores de este proyecto: cada ficha refiere a un libro que permanecía en los anaqueles de las diversas bibliotecas inventariadas. Aparecen representadas bastantes clases sociales (nobles y clérigos, pero también profesiones liberales, médicos, abogados y algunos trabajadores más humildes), y así lo hemos querido indicar en la primera línea de cada entrada, tras el número del inventario y el año en que se realizó el listado (normalmente el de la muerte del poseedor), que empleamos en la ordenación cronológica numerada
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del conjunto. Después se da la referencia bibliográfica que hemos seguido para el desglose de cada libro, pues en todos los casos hemos trabajado con inventarios ya publicados. Señalamos siempre el número total de libros de cada biblioteca: se trata de un dato muy relevante para el cálculo estadístico de las proporciones de obras literarias frente a las no literarias. Fijados los conceptos básicos de cada inventario, lo que sigue es el repertorio de obras poéticas, narrativas y dramáticas; obviamente las seleccionamos de entre los títulos del poseedor en cuestión y organizamos ese repertorio acudiendo a la triple distinción genérica, que marcamos en negrita: poesía, prosa de ficción y teatro. Dentro de cada género, el título va en cursiva seguido del nombre del autor, si lo conocemos o lo podemos deducir, entre paréntesis; citamos los nombres a partir del apellido o apellidos del autor, salvo en los casos en que este procedimiento resulta poco preciso o extraño a la tradición literaria: en esa tesitura optamos por añadir el nombre. Somos conscientes de que nuestros criterios taxonómicos no coinciden con los del siglo XVII.Y no ocultamos que han sido muchas las discusiones entre nosotros para la fijación de criterios en general y para la discusión de multitud de casos particulares.Trabajar con inventarios conlleva una imprecisión bien conocida por la crítica, pues muchos de ellos ofrecen información incompleta o ambigua y no reflejan la totalidad de los libros poseídos y/o leídos; como es sabido, hay variaciones según el tipo de inventario, las circunstancias de su redacción, el tipo de listado, etc., y así se ha puesto de manifiesto en los trabajos anteriores. Pero lo cierto es que son también muchas las veces en las que resultan enormemente operativos, pues suelen registrar información detallada, tomada directamente de los anaqueles de las bibliotecas: esa inmediatez y frescura es lo característico de la elaboración de inventarios; pensamos que la información que transmiten es muy relevante y debe ser conocida por la comunidad investigadora: en esa convicción radica el motivo de las densas páginas que siguen. ¿Cómo interpretar las Fables heroiques o el título Satire, sin más indicación, que encontramos en el extensísimo inventario de Solís? En el caso de títulos muy abreviados y sin pista alguna para catalogarlos hemos optado por dejarlos a un lado y no computarlos. Hemos intentado, desde luego, que esta práctica fuera lo más restringida posible (apenas son diez o quince casos) para que no afectara al cálculo estadís-
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tico global. Por ejemplo, algunos títulos presentes en la biblioteca de Antonio Leonardo como Espejo de amor, Secretos o Hargona, sin mayor precisión, no ofrecen dato alguno que pueda servirnos en nuestra pesquisa. El título Obras de Salazar ofrece diversas posibilidades interpretativas y hemos preferido no adscribirlo a ningún subgénero literario. Igual hemos procedido con títulos que se nos escapan como Pérdida de España del moro Tarife o Historia de los xarifes, por ejemplo. Las búsquedas en repertorios de historia literaria o de la red y las identificaciones de los editores de los inventarios nos han ayudado mucho a despejar incógnitas. Así, el Coralvo del caualler es Il Coralbo, novela italiana de Biondi y El príncipe Ruremundo es también novela italiana; pero el Theatrum vitae civilis ac sacrae ab Odouardo Vuestono no es obra dramática sino política; las Jornadas de Madrid de Antonio Luis Ribero las hemos considerado poesía porque, siendo una miscelánea de varios contenidos, destaca por la abundancia de poemas. Otras piezas mixtas nos han obligado a decisiones difíciles que hemos resuelto del mejor modo posible. Hemos considerado prosa de ficción el Para todos de Montalbán y teatro El viaje entretenido de Rojas. El caso de títulos muy generales como Obras de Quevedo nos ha planteado verdaderos quebraderos de cabeza: cuando el inventario precisaba «Obras en prosa» de Quevedo lo hemos asignado a prosa de ficción. Pero el lacónico «Obras de Quevedo» lo hemos considerado poesía pues los inventarios más detallados del XVII funcionan con ese criterio. Pocas veces hemos accedido a duplicar fichas; una de ellas se da en el caso de las Obras de Cáncer y Velasco, que contienen varias piezas poéticas y dramáticas: así las hemos considerado. Optamos por el marbete «Novela y otros géneros» en los casos en los que figuran en la biblioteca títulos como las Fábulas de Esopo, el Conde Lucanor de Don Juan Manuel o la Celestina; de esa manera evitábamos asignarles la incómoda etiqueta de novela, pero no dejábamos de incluirlos en nuestro repertorio, dado su interés. En fin, contamos con que algunas de las citadas decisiones pueden resultar conflictivas, dudosas, ambiguas o erróneas, pero sí podemos asegurar que, salvo despiste o errata (los habrá), hemos revisado con detalle cada caso de difícil adscripción. A pesar de todo ese conjunto de materiales complejos de clasificar y del delicado procedimiento del cálculo estadístico seguimos pensando que el estudio de las fichas de los inventarios de bibliotecas particulares es enormemente revelador y que con el bagaje de los 83 inventarios consultados es posible trazar un
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panorama primerizo pero certero de la recepción literaria en la segunda mitad del siglo XVII. Estamos bien dispuestos a revisar todo lo que deba ser revisado, pero creemos que es preferible operar como hemos hecho a caer en una duda metódica y sistémica que paralice todo el proceso de estudio y clasificación de los inventarios auriseculares. Álvaro Bustos Táuler
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1. (1651) Juan Altamirano Velázquez, catedrático de Cánones en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789), Weruaga Prieto, Á., Salamanca, Junta de Castilla y León, 2008, pp. 464-465. Inventario incompleto. 1843 libros. Poesía: Góngora. 2. (1651) Pedro García Ramos, sacerdote de San Benito en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga Prieto, Á., pp. 391-392. Inventario incompleto. 53 libros. Poesía: Metamorfosis (Ovidio). Teatro: Comedias (Terencio). 3. (1652) Antonio Méndez, capellán de la Emperatriz. «La librería de don Antonio Méndez Freyre, capellán de la emperatriz María de Austria», Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 11, 1983, pp. 1923. 80 libros. Poesía: Garcilaso, Bocángel, Os Lusiadas (Camoens); Pastores de Belén (Lope de Vega); Relaciones de fiestas; Primavera y flor de romances; Rimas del Purgatorio; Lágrimas panegíricas al doctor Montalbán; Rimas de Paulo González en portugués; Gigantomaquia. Teatro: Comedia Ulipo (en portugués). 4. (1653) Francisco Navarro, vicario de Salamanca y maestro de niños. «Inventario de los bienes del difunto Francisco Navarro, vicario de Salamanca y maestro de niños…», Libros y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á., p. 210. 15 libros. 5. (1653) Juan Valero, secretario del rey Felipe IV. «La librería de don Juan Valero, secretario del rey Felipe IV», Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 10, 1983, pp. 17-31. 526 libros. Poesía: Cancionero (Acuña); Rimas (Argensolas); Obras en verso (Esquilache); Romancero general; Parnaso (Quevedo); Rimas (Espinel); Aldana; Ausiàs March; Laberinto de fortuna (Mena); Garcilaso; Rimas humanas (Lope de Vega); Elogios a Felipe III (Paravicino); Obras de Ausiàs March; Petrarca;Tasso (4); Dante; Ariosto; Guarini; Rimas de doña Laura Terrazina; Rimas de Luis Groto; Ovidio;Virgilio; Homero; Camoens. Novela y otros géneros: Historia septentrional (Persiles de Cervantes); Fortuna de amor (Lofraso); Diana (Montemayor); Prado de Valencia (Mercader); Arcadia (Sannazaro); Esopo. Teatro: El retraído (Jáuregui); Los amantes de Teruel (Tirso de Molina); Plauto; Comedias (Ariosto); Plauto antiguo con comento (2). 6. (1654) Antonio de Ocampo, abogado en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 392. Inventario incompleto. 53 libros. Poesía: Aulo Gelio. Teatro: Séneca.
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7. (1655) Licenciado Jerónimo Morán, vicario de Salamanca. Libros y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á., p. 196. 3 libros. 8. (1656) Pedro González Guijelmo, inquisidor. «A propósito de la biblioteca del inquisidor Pedro González Guijelmo»,Wagner, K., Archivo hispalense, 62, 191, pp. 63-94. 299 libros. Novela: Diana (Montemayor) (2). Teatro:Terencio. 9. (1656) Casilda Velázquez, hija y esposa de juristas. «Una biblioteca jurídica y unos juristas desconocidos», Cantera y Burgos, F., Anuario de Historia del Derecho, 23, 1953, pp. 95-117. 400 libros. Novela: Arcadia (Lope de Vega); Horas de recreación (Guicciardini). 10. (1658) Blas López Calderón, librero. Impresores libreros y papeleros en Medina del Campo y Valladolid en el siglo XVII, Rojo, A., Salamanca, Junta, 1994, pp. 211-233. 11000 libros. Poesía: Rimas (Argensolas); Obras (Pantaleón de Ribera), Obras (López de Zárate); Poema de la cruz (López de Zárate); Ovidio con comento (de Viana);Virgilio; Emblemas (Alciato). Novela y otros géneros: Diana (Montemayor); Don Quijote (Cervantes) (2); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina) (2); Fábulas (Esopo). Teatro: Comedias, nona parte; Comedias nuevas. 11. (1658) Lorenzo Ramírez de Prado, escritor y consejero de Indias. La biblioteca de Ramírez de Prado, Entrambasaguas, J., Madrid, CSIC, 1943, 2 vols. No da el número de libros, pero ca. 10000. Poesía: Coplas varias; Corona sepulcral; Fiestas del Retiro; Epitafios en las exequias del conde don Enrique de Olivares en Andalucía; Oración fúnebre en la muerte de doña Isabel de Borbón; Panegírico al duque de Nájera; Panegírico sepulcral a don Tomás Tamayo (Andrés); Silva dramática (Barreda), Epitalamio a las bodas del rey Felipe y Mariana; Triunfo de la fe (Bocanegra); Lira de las musas (Bocángel); Retrato panegírico del serenísimo señor Carlos de Austria (Bocángel); Discurso poético de la vida de la sierva de Dios Francisca de Jesús (Bonilla); Nápoles recuperada (Esquilache); Obras (Esquilache) (2); Obras de Boscán y algunas de Garcilaso; Obras de Luis de Camoens, Garcilaso y Figueroa; Elegías de varones ilustres (Castellanos); Adonis (Castillo de Larzábal); Varias rimas (Colodrero de Villalobos); Elogios al palacio del Retiro (Covarrubias y Leyva); Araucana (Ercilla); Fuente de Aganipe (Faria y Sousa); Jardín de Apolo (Fonseca); Rimas (Salcedo Coronel); Fábula de Píramo y Tisbe (Salazar), Obras (Góngora); Lágrimas panegíricas a la temprana muerte de Montalbán (Grande de Tena); Sentencias en coplas (Guzmán); Triunfos morales (Guzmán); Obras (Herrera); Orfeo
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(Jáuregui); Elogios de don Jaime de Aragón, de Cortés, y de don Álvaro Bazán y Mexicana (Laso de la Vega); Rimas (Argensolas); Obras varias (López de Zárate); Poema heroico de la cruz (López de Zárate); Obras (Fray Luis de León); Fray Luis de León in Cantica Salmanticae; El miserere en verso (Semple de Tovar); Engaños y desengaños deste mundo (Méndez Silva); Panegyrica; Epitome SS. Ignatii et Xaverrii, cum Iconibus; El perfecto señor, sueño político; Coplas (Manrique); Obras (Ausiàs March); Laberinto de Fortuna y demás obras (Mena); Obras (Mena); Obras (Diego de Mendoza); Cancionero (Montemayor); Doce triunfos de los doce apóstoles (Juan de Padilla el Cartujano); Segunda parte de las poesías (Pedro de Padilla); Obras (Pantaleón de Ribera); Anfiteatro de Felipe el Grande; El fénix; Honras fúnebres y fama póstuma de Fr. Hortensio Paravicino; Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Góngora (Pellicer); Fama póstuma de Lope de Vega (Pérez de Montalbán); Academias del Jardín (Polo de Medina); Coronas del Parnaso y platos de las musas (Salas Barbadillo); Casta Susana (Salinas); Invectiva poética contra los vicios (Sánchez de Melo); Emblemas moralizadas (Soto); Obras (Villamediana); Elogios al Santísimo Sacramento (Valdivieso); Rimas de Tomé de Burguillos (Lope de Vega); Sentimientos a los agravios de Cristo nuestro bien; Vega del Parnaso (Lope de Vega); Carlo Famoso (Zapata de Chaves); Emblemas (Saavedra Fajardo); Proverbios (Alonso de Barros); Proverbios (Santillana); Emblemas (Alciato); Divina comedia con comento de Villegas (Dante); Orlando furioso (Ariosto); Triunfo, traducido por Álvar Gómez (Petrarca); Triunfos (Petrarca); Jerusalén (Tasso); Jerusalem liberata (Tasso); Rimas (Tasso); Delitiae Poetarum Italorum; Sonetos y canciones a Laura (Petrarca); Metamorfosis (Ovidio) (3); Obras (Virgilio); Virgilio con comento; Obras con comento (Horacio); Metamorfoseos (Ovidio), Las tristes (Ovidio); Metamorfosis (Ovidio) (2); Opera con comento (Lucano); Sátiras (Juvenal) (2); Eneida (Virgilio); Obras con comento (Virgilio); Obras de Juvenal y Persio (3); Obras (Lucano); Variorum (Virgilio), Opera (Virgilio); Eneida en francés (Virgilio); Os Lusiadas (Camoens); Rimas (Camoens); Delitiae Poetarum Scotorum; Delitiae Poetarum germanorum; Obras poéticas (Ronsard); Píndaro; Obras (Teócrito); Idilios (Teócrito), Opera graeca (Teócrito y otros); Obras (Hesiodo). Novela y otros géneros: Cuestión de amor; Alonso, mozo de muchos amos (Alcalá); Dama beata (Camerino); Amantes andaluces (Castillo Solórzano); Escarmientos de Jacinto (Funes de Villalpando); Deleitar aprovechando (Tirso de Molina);
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Novelas ejemplares y prodigiosas historias (Piña); Varias fortunas (Piña); Pastores del Betis (Saavedra); Corrección de vicios (Salas Barbadillo); Estafeta del dios Momo (Salas Barbadillo); Fiestas de la boda de la incasable malcasada (Salas Barbadillo); Proceso de cartas de amores (Juan de Segura); Dorotea (Lope de Vega); Novelas y desengaños (Zayas); David perseguido (Lozano); Don Quijote I y II (Cervantes); Gerardo español (Céspedes y Meneses); Criticón (Gracián); Blanquerna, de los estados y su doctrina (Lulio); Obras en prosa (Quevedo); El Adonis de Amarilis, novela de Samaniego (Samaniego); De amore Clitophontis et Leucippa (Aquiles Tacio); Luciano español; Diálogos morales; Arcadia (Sannazaro) (2); Argenis (Barclay); El príncipe Ruremundo, novela italiana; Celestina (Rojas); Fábulas (Esopo). Teatro: Algunos entremeses castellanos; Entremeses y sonetos varios; Nuevo teatro de comedias varias de diferentes autores; Parte V de las mejores comedias; Teatro poético de doce comedias de varios autores; Comedias en honras de la Reina D.ª Isabel (Medrano); Tragicomedia de Lisando y Roselia (Muñón); Comedias. I parte (Moreto), Viaje entretenido (Rojas); Autos sacramentales (Lope de Vega); Comedia portuguesa de los Villalpandos; Obras (Terencio); Primera parte de los autos y comedias portuguesas (Prestes y Camoens); Comedia Aulegrafia (Ferreira de Vasconcelos); Tragedias griegas (Sófocles); Comedias (Aristófanes) (2); Tragedias griegas (Varios autores); Comedias (Terencio) (4); Comedias con comento (Terencio); Terencio cristiano (Terencio); Comedias (Plauto) (3); Comedias con comento (Plauto); Obras (Plauto); Tragedias (Séneca); Tragedias sacras (Caussin); La Saccaide (Salvio); La tragedia de Sophonisba (Trissino). 12. (1659) Diego Gómez de Salazar, mercader cripto judío. «La bibliothèque de Diego Gómez de Salazar», Loupias, B., Bulletin Hispanique, 89, 1987, pp. 307-311. 60 libros. Poesía: Academias morales (Enríquez Gómez); Novela: Novelas (Cervantes). Teatro: Teatro poético de doce comedias de diferentes autores. 13. (1659) Antonio de Riaño y Viedma, cura de la iglesia parroquial de San Miguel. «El coleccionismo particular en el siglo XVII: los cuadros y los libros del doctor Antonio de Riaño y Viedma, cura de la iglesia parroquial de San Miguel, Madrid (1659)», Dadson, T., Aficiones y devociones en el antiguo régimen, Hispania sacra, 50, pp. 175-221. 100 libros. Poesía: Poema heroico de la invención de la Cruz (López de Zárate). Novela: David perseguido (Lozano). 14. (1659) Rodrigo Méndez Silva, cronista de Felipe IV. Recherches sur la vie, la culture et les oeuvres de Rodrigo Méndez Silva, Loupias, B.,
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Paris, École pratique des hautes études, 1969, 2 vols. 1241 libros. Poesía: Pompa festiva en el recibimiento de la reina Mariana de Austria; Poema (Cortereal); Obras (Góngora); Parnaso (Quevedo); El laurel de Apolo (Lope de Vega); Os Lusiadas (Camoens); Anfiteatro de Felipe el Grande (Pellicer); Obras (Mena); Nenia (Cortizos); Coplas (Manrique); Fábula de Eco y Narciso (Matos); Obras póstumas de Félix de Arteaga (Paravicino); Odisea (Homero); Poesías de Urbano VIII en latín; Guerras farsálicas (Lucano);Virgilio; Ovidio; Juvenal; Persio. Novela y otros géneros: Corte na aldea (Rodrigues Lobo); Diálogos de apacible entretenimiento (Hidalgo); Criticón (Gracián); Estebanillo González (Vega); Horas de recreación (Guicciardini); Historia prodigiosas (Boistuau); Asno de oro (Apuleyo); Historia del dios Momo (Alberti); Prosa (Quevedo); Fábulas (Esopo); Conde Lucanor (Don Juan Manuel); Teatro: Viaje entretenido (Rojas); El verdugo de Málaga (Vélez de Guevara); Obras póstumas (La Gridonia) (Paravicino);Terencio. 15. (1660) Martín Martínez de Medrano, funcionario del rey Felipe IV. «La librería y otros bienes de don Martín Martínez de Medrano, funcionario del rey Felipe IV», Barrio Moya, J. L., Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, 15, 1992, pp. 157-167. 139 libros. Poesía: Obras (Quevedo); Emblemas morales (Horozco); La Filomena (Lope de Vega); El fénix (Pellicer); Araucana (Ercilla); Corona trágica (Lope de Vega); Varias poesías (Hernando de Acuña); Obras (Góngora); Nueva poesía (Lope de Vega); Orlando furioso en italiano (Ariosto);Virgilio. Novela y otros géneros: Historia de Hipólito y Aminta (Quintana); Novelas amorosas (Zayas); Galatea (Cervantes); La garduña de Sevilla (Castillo Solórzano); Tardes entretenidas (Castillo Solórzano); Mesón del mundo (Fernández de Ribera); Don Belianís de Grecia (Fernández); Celestina (Rojas). 16. (1660) Diego Velázquez, pintor, «La librería de Velázquez». Sánchez Cantón, F. J., Homenaje ofrecido a Menéndez Pidal, 3, Madrid, Hernando, 1925, pp. 379-406. 154 libros. Poesía: Flores de poetas ilustres (Espinosa); Orlando furioso (Ariosto); Petrarca; Le transformationi (Dolce); Ovidio; Horacio. Novela: Auroras de Diana (Castro). 17. (1660) Francisco Pizarro de Aragón, estudiante en el Colegio Mayor de Cuenca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga Prieto, Á., p. 468. Inventario incompleto. 122 libros. Poesía: Cancionero general; Parnaso (Quevedo); Pónticas (Ovidio); Juvenal; Persio; Noches áticas (Aulo Gelio). Novela: Petronio.
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18. (1661) Antonio Álvarez de Valverde, catedrático de Gramática en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (16001789), Weruaga, Á., pp. 468-469. Inventario incompleto. 364 libros. Poesía: Góngora. Novela: Arcadia (Sannazaro). 19. (1661) Francisco de Puga Feijoo, catedrático de Cánones en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789), Weruaga, Á., p. 469. Inventario incompleto. 271 libros. Poesía: Ovidio; Orlando furioso (Ariosto). 20. (1660-61) Juan de Vallejo, obispo de Astorga. «Juan de Vallejo Capacho, obispo de Astorga», Mansilla, D., Hispania sacra, 7, 1954, pp. 93-109. 120 libros. Poesía: Fray Juan de la Cruz; Las trescientas (Mena); Juvenal; Persio; Ovidio; Jerusalén conquistada (Tasso). 21. (1661) Diego Valentín Díaz, pintor. «Inventario de bienes de Diego Valentín Díaz, pintor», García Chico, E., Documentos para el estudio del arte en Castilla, Valladolid, 1940-1966, pp. 85-104. 379 libros. Poesía: Emblemas (Alciato); Emblemas (Horozco); Circe (Lope de Vega); Obras espirituales (Fray Juan de la Cruz); Laberinto (Mena), Araucana (Ercilla); Poema de la cruz (López de Zárate); Orlando furioso (Ariosto) (2); Triunfos (Petrarca); Ovidio;Virgilio. Novela: Don Quijote (Cervantes); Trabajos de Persiles y Sigismunda (Cervantes); Arcadia (Lope de Vega); Historias peregrinas y ejemplares (Céspedes y Meneses); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina); Vida del escudero Marcos de Obregón (Espinel); La garduña de Sevilla (Castillo Solórzano); El pasajero (Suárez de Figueroa); Alonso, mozo de muchos amos (Alcalá Yáñez); Experiencias de amor y fortuna (Cuevas); David perseguido (Lozano). Teatro: 7 libros de comedias; San Isidro labrador (Lope de Vega); Quinta parte de comedias (Tirso). 22. (1662) Pedro Cabrera de Paz, presbítero. Libros y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á., p. 196. 13 libros. 23. (1662) Luis Nieto, vicario y boticario. Libros y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á., pp. 205-207. 51 libros. 24. (1662) Luis de Esquivel, cura párroco de la iglesia de Vicálvaro. «La biblioteca de don Luis de Esquivel, cura párroco de la iglesia de Vicálvaro», Barrio Moya, J. L., Anales complutenses, 19, 2007, pp. 277-295. 244 libros. 25. (1662) Manuel López del Castillo, mercader de libros. «Bibliotecas, libreros e impresores madrileños del siglo XVII», marqués del
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Saltillo, Revista de archivos, bibliotecas y museos, 54, 1948, pp. 255285. 136 libros. Novela: Guzmán de Alfarache (Alemán) (3); Arcadia (Lope de Vega) (5); Para todos (Pérez de Montalbán) (9); Novelas (Zayas) (14). Teatro: Parte veinticinco de comedias (2); Parte veintiocho de comedias (22); Parte veintinueve de comedias (24); Comedias (Pérez de Montalbán) (15). 26. (1662) Juan María Serra, abogado de los Reales Consejos. La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M. 121 libros. Poesía: Rime burlesce (Ferrán). Novela y otros géneros: Fábulas (Ferni). 27. (1662) Vincencio Juan de Lastanosa, bibliófilo aragonés, mecenas y militar. The library of Vincencio Juan de Lastanosa, Patron of Gracian, Selig, K. L., Genève, Librairie E. Droz, 1960. 1150 libros. Poesía: Academia poética celebrada en Huesca; Anotaciones a los quince libros de Ovidio (Sánchez de Viana); Araucana (Ercilla); Austriada (Rufo); Avisos del Parnaso (Bocalino); Circe (Lope de Vega); Conversión de una dama; Coplas (Manrique) (2); Delicias del Parnaso (Góngora); Diálogos de amor (Encina); Dórida (Frías); Dragontea (Lope de Vega); Églogas (Pedro de Padilla); Églogas (Virgilio); Elegancias (Manuzio); Églogas y Geórgicas (Virgilio); Elogios en loor del rey (Laso de la Vega); Eneida (Virgilio) (2); Engaños y desengaños del mundo (Méndez Silva); Epigrammatum (Owen); Epitafios varios panegíricos; Estímulo de amor (Porcel); Exequias del serenísimo príncipe Emanuel Filiberto (Roales); Farsalia (Lucano); Fénix (Pellicer); Flores de poetas ilustres; Flores de poetas ilustres (Espinosa); Galateo español (Dantisco); Glosa de Mingo Revulgo (Núñez) (2); Guirnalda de Venus (Heredia); Hermosura de Angélica (Lope de Vega); Hieropoemes; Homero español (Góngora); Islas hechas de mano con explicación en verso; Jardín divino de muchos versos y prosas; Jerusalén libertada (Tasso) (3); Lecciones solemnes a las obras de Góngora (Pellicer); Os Lusiadas (Camoens); Comentarios de las obras de Camoens (Faria y Sousa); Metamorfosis (Ovidio) (4); Miscellaneorum poeticum adversaria (Monin); Nueva Jerusalén (Escobar y Mendoza); Numantina (Mosquera); Obras (Boscán); Obras ( De la Torre); Obras (Carrillo Sotomayor); Obras (Silvestre); Obras (Mena); Obras (Pantaleón de Ribera); Obras (Villamediana); Obras (Lope de Vega); Obras varias en prosa y verso (Cáncer y Velasco); Obras varias (Quevedo); Obras comentadas por Herrera (Garcilaso de la Vega); Obras por Gonzalo de Hoces (Góngora); Obras por García Salcedo (Góngora); Obras por Tomás
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Tamayo de Vargas (Lope de Vega); Obras de Boscán y Garcilaso; Odisea (Homero) (2); Opera (Ovidio); Opera (Virgilio); Orlando furioso (Ariosto) (2); Parnaso antártico (Mexía); Parnaso español (Quevedo); Petrarca; Poema heroica (Valbuena); Poema de Nápoles (Esquilache); Poema trágico de Atalanta y Hypomenes (Moncayo); Poesías varias (Alberto Díez); Ramillete di versi y artificiose maquine (Agustino); De remediis utriusque fortunae (Petrarca); Rimas (Camoens); Rimas (Moncayo); Rimas (Lope de Vega); Rimas de Tomé de Burguillos (Lope de Vega); Rimas humanas y divinas (Lope de Vega); Rimas y prosa (Bocángel); Romance de la germanía (Hidalgo); Romancero; Romancero general; Romances imperiales (Sayago); Transformaciones en romance (Ovidio); Versos (Herrera); Virgilio traducido por Diego López (2). Novela y otros géneros: Experiencias de amor y fortuna (Cuevas) (2); Arcadia (Lope de Vega); Argenis (Pellicer); Asno de oro (Apuleyo); Buscón (Quevedo); Cárcel de amor (San Pedro); Conde Lucanor (Don Juan Manuel); Criticón (Gracián); Diablo cojuelo (Vélez de Guevara); Diana (Montemayor); Estafeta del dios Momo (Salas Barbadillo); Novelas morales (Ágreda); Ocho novelas (Pérez de Montalbán); Don Quijote de la Mancha (Cervantes) (2); Satiricón (Petronio); Segunda parte de Guzmán de Alfarache (Alemán); Tirante el Blanco (Martorell); Fiammetta (Boccaccio) (2); Celestina (Rojas); Vida y fábulas de Esopo (Romero); Fabularum (Esopo). Teatro: Comedias (Terencio) (3); Comoediae (Plauto); Solimano, comedia trágica en italiano; Tragoediae (Séneca); Obras varias en prosa y verso (Cáncer y Velasco). 28. (1662) Gertrudis Rodríguez de Salamanca. La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Servicio de Publicaciones, 2009. 134 libros. Poesía: Isidro (Lope de Vega); Rimas (Petrarca); Teatro: Comedias de varios autores (4); Comedias varias (2). 29. (1664) Agustina Spínola y Eraso y Julián Palomares. «Tasación de los bienes de doña Agustina Spínola y Eraso y de don Julián de Palomares, marido de doña Manuela Strata y Spínola, condesa de la Fuente del Saúco», La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., D 1709. 163 libros. Poesía: Avisos del Parnaso (Bocalino); Elegancias (Manuzio); Epístolas (Ovidio); Fábula de Píramo y Tisbe (Botello); Lágrimas a la muerte de la reina doña Isabel (Floro); Metamorfosis (Ovidio) (2); Obras poéticas (Lamberto); Orlando furioso (Ariosto); Ovidio; Petrarca con responsio-
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nes de Alejandro Vellutelo; Rimas (Camoens); Rimas (Dante); Rimas (Extiliano); Rimas de diversos autores; Aminta (Tasso);Virgilio (3). Novela: Criticón (Gracián). Prosa de Quevedo. Teatro: Pastor Fido (Guarini). (1665) Diego de Mora Trillo, maestro del seminario de Toledo. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 470. Inventario incompleto. 172 libros. (1665) Pedro Virto de Lezama, canónigo y catedrático de Leyes. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 470. Inventario incompleto. 630 libros. Teatro:Terencio. (1665) Pedro Cardoso, doctor y maestro. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 471. Inventario incompleto. 1350 libros. Teatro: 18 tomos de comedias. (1666) María Bravo de Hinojosa, noble, mujer de Luis Pereyra y Céspedes. «Bibliotecas, libreros e impresores madrileños del siglo XVII», marqués del Saltillo, Revista de archivos, bibliotecas y museos, 54, 1948, pp. 255-285. 74 libros. Poesía: Lira de las musas (Bocángel); Obras (Boscán y Garcilaso); Araucana (Ercilla); Obras (Góngora); Obras (Pantaleón de Ribera); La Circe (Lope de Vega); Rimas sacras (Lope de Vega); Obras (Villamediana); Orlando furioso (Ariosto); Virgilio en romance; Rimas (Camoens). Novela y otros géneros: Experiencias de Amor y Fortuna (Cuevas); Don Quijote (Cervantes); Persiles (Cervantes); Conde Lucanor (Don Juan Manuel); Marcos de Obregón (Espinel); Arcadia (Lope de Vega). Teatro: Libro de cuatro comedias (Lope de Vega). (1666) Francisco de Medrano Langarica, cirujano barbero. «La biblioteca de don Fernando de Medrano Langarica, un barberocirujano alavés en el Madrid de Felipe IV (1666)», Barrio Moya, J. L., Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 62, 1, 2006, pp. 59-68. 27 libros. Novela: Don Florisel de Niquea (Silva). (1667) Pedro Gómez de Almodóvar, doctor. Dos bibliotecas chinchillanas del siglo XVII, Mendoza, F., y García, G., Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses, 1983, pp. 11-49. 255 libros. Poesía: Coronación (Mena);Torcuato Tasso; Juvenal; Marcial; Arte de amar (Ovidio); Metamorfosis (Ovidio); Persio;Virgilio (2); Teatro: Tragedias (Séneca). (1667) Cristóbal Lozano, doctor, escritor y capellán. El doctor Cristóbal Lozano, Entrambasaguas, J. de, Boletín de la Biblioteca de Archivos y Museos, 1927, p. 18. 51 libros. Poesía: Obras (Góngora); Par-
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naso antártico (Ovidio). Teatro: Segunda parte de las comedias (Calderón). (1668) Esteban Rodríguez, maestro y sacristán. Libros y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725),Weruaga Prieto, Á., Salamanca, Junta de Castilla y León, 1993, p. 211. 26 libros. Inventario incompleto. Poesía: Os Lusiadas (Camoens). (1668) Antonia de Huerta, viuda de Alonso Sánchez de Pineda. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 471. Inventario incompleto. 145 libros. Novela: Guzmán de Alfarache (Alemán). (1669) Guiomar Herrera de Guzmán, condesa de Mora. «La librería y otros bienes de la dama zamorana doña Guiomar Herrera de Guzmán, condesa de Mora e hija de los condes de Alba de Liste (1669)», Barrio Moya, J. L., Revista del Instituto de estudios zamoranos Florián de Ocampo, 1988, pp. 513-524. 127 libros. Poesía: Obras (Góngora); Parnaso español (Quevedo); Desengaños de amor (Rojas Zorrilla) (2). Teatro: 2 libros de comedias sueltas; 2 libros de comedias sueltas; Parte dieciocho de comedias de varios autores; Laurel de comedias; Primera parte de comedias (Pérez de Montalbán); Parte veintiuno de comedias (Lope de Vega) (2). (1669) Alonso Hernández, sacerdote. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789), Weruaga, Á., p. 397. Inventario incompleto. 29 libros. Poesía: Obras (Carrillo y Sotomayor). (1670) Juan Beyón de Caniedes, profesor en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789), Weruaga, Á., p. 397. Inventario incompleto. 29 libros. Poesía: Ovidio. (1670) Pedro de Zúñiga, III marqués de Flores Dávila. «La biblioteca de don Pedro de Zúñiga y de la Cueva, III marqués de Flores Dávila (1669)», Barrio Moya, J. L., Salamanca. Revista de estudios, 55, 2007, 401-422. 128 libros. Poesía: Coplas de diferentes autores; Constancia victoriosa (Rebolledo); Obras poéticas (Rebolledo); Ocios (Rebolledo); Selva militar y política (Bernardino de Rebolledo); Selva sagrada (Rebolledo); Selvas dánicas (Rebolledo); Triunfos (Petrarca). (1672) Andrés de Urzanqui, pintor. «Documentos e inventario de los bienes de Andrés de Urzanqui», González Hernández,V., Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 2-3, 1981, pp. 1-4. (1672) María Villanueva Laredo, boticaria, mujer del boticario Alonso García de Canedo. Libros y lectura en Salamanca: del Barroco
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a la Ilustración (1650-1725),Weruaga Prieto, Á., pp. 213-214. 46 libros. Inventario incompleto. 45. (1672) Pedro Antonio de Aragón, virrey, grande de España. «La biblioteca del virrey don Pedro Antonio de Aragón (1611-1690)», Domínguez Bordona, J., Boletín arqueológico de Tarragona, abril-junio 1948, pp. 37-53 y «Addenda: libros conservados en Poblet», Domínguez Bordona, J., Boletín arqueológico de Tarragona, 50, 1950, pp. 66-86. 2756 libros. Inventarios irregulares. Poesía: Poesías diferentes; Cancionero general; Flores de poetas ilustres; 26 obras de Lope de Vega en 44 volúmenes («la mitad comedias, la otra mitad poesía y narrativa»); Esquilache; Boscán; Araucana (Ercilla) (2); Anotaciones a Garcilaso (Herrera); Poesías (Hurtado de Mendoza) (2); Rimas (Argensolas); Obras (Mena) (3); Cristóbal de Mesa; Salas Barbadillo; España defendida (Suárez de Figueroa); Bernardo (Valbuena); Siglo de oro en las selvas de Erífile (Valbuena); Sagrario de Toledo (Valdivieso) (2); La Dragontea (Lope de Vega) (2); Rimas sacras (Lope de Vega); Triunfos divinos (Lope de Vega); Garcilaso de la Vega; Poesía (Villalba); Ilíada (Homero); Odisea (Homero); Obras (Píndaro); Opera (Catulo); De raptu Proserpinae (Claudiano); Farsalia (Lucano); Marcial; Metamorfosis (Ovidio); Ovidio; Obras (Virgilio); Obras (Virgilio); Poesie (Dante); Orlando furioso (Ariosto); Poesie (Canale) (2); El hijo pródigo (Cinquanta); Poesie (Menini); Alamana (Oliviero); Obras (Petrarca); Opere (Petrarca); Rime spirituali (Pozzo); Jerusalén libertada (Tasso); Sacra Ghirlanda (Venerosi); Os Lusiadas (Camoens). Novela y otros géneros: Palmerín de Oliva; Historia de Primaleón; Conde Lucanor (Don Juan Manuel); 26 obras de Lope de Vega en 44 volúmenes («la mitad comedias, la otra mitad poesía y narrativa»); Don Quijote (Cervantes); Galatea (Cervantes); Pícara Justina (López de Úbeda); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina); Diana (Montemayor); Arcadia (Lope de Vega); Para todos (Pérez de Montalbán); Decamerón (Boccaccio) (2); Novelle (Boccaccio); Philena (Franco); Celestina (Rojas). Teatro: Principe Casimiro (Riccio) (2); Plauto;Terencio; 26 obras de Lope de Vega en 44 volúmenes: «la mitad comedias, la otra mitad poesía y narrativa». 46. (1672) Bernardino de Rebolledo, escritor y diplomático. «Autores franceses en la biblioteca de un escritor del siglo XVII: Bernardino de Rebolledo», Casado Lobato, M.ª C., Livre et lecture en Espagne, Paris, Éditions ADPF, 1981, 127-137. 222 libros. Poesía: Ilíada (Homero); Odisea (Homero) (3); Tebaida (Estacio); Farsalia (Luca-
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no); Metamorfosis (Ovidio) (2); Dante; Orlando furioso (Ariosto); Orlando innamorato (Boiardo) (2); Poema histórico de la invención de la Cruz (López de Zárate); Romance del conde Dirlos; Colección de poesías de tema religioso; Annibal Caro; Franco; Garzoni (2); Giraldi; Imperiale; Petrarca;Tasso. Teatro: una comedia. (1673) Antonio Juan Luis de la Cerda, duque de Medinaceli. «La biblioteca de don Antonio Juan Luis de la Cerda,VII duque de Medinaceli, en su palacio del Puerto de Santa María (1673)», Álvarez Márquez, M.ª C., Historia, instituciones, documentos (Universidad de Sevilla), 15, 1988, 251-390. 1474 libros. Poesía: Nápoles recuperada (Esquilache); Invención de la cruz (López de Zárate); Obras (Ausiàs March); Obras (Pantaleón de Ribera); Parnaso (Quevedo); Versos (Anacreonte); Ilíada (Homero); Olimpiadas (Píndaro); Catulo; Tebaida (Estacio); Satirae (Juvenal); Fábulas (Lucano); Versos (Lucano); Metamorfosis (Ovidio); Propercio; Versos (Silio Itálico); Tibulo; Virgilio; Commedia (Dante); Teseida (Ariosto); Poeme (Marino); Epitalami (Marino); Sampogna (Marino); Rime (Petrarca); Jerusalén libertada (Tasso); Rime (Tasso); Bembo; Hymnes (Ronsard); Rimas (Camoens); Rime spirituali (Fiamma); La Malteide, poema (Fratta); Versos (Mureto); Nifo; I fiori delle rime de poeti illustri (Ruscelli); Obras poéticas y cristianas (Saluste); Octavas (Simeoni); Poemas (Urbano VIII); Opera (Quevedo). Novela y otros géneros: El asno de oro (Apuleyo); Conde Lucanor (Don Juan Manuel); Decamerón (Boccaccio); Fiammetta (Boccaccio); Arcadia (Sannazaro). Teatro: Tragedias (Sófocles); Comedias (Terencio); Comedie (Ariosto); Ninfe fiorentine (Boccaccio); Pastor Fido (Guarini); Comedia eufrosina (Ferreira); Comedia intitolata Calandria (Divizio da Bibbiena); Medea tragedia (Galladei); Comedias (Razzi). (1674) Agustín de Salcedo, síndico de la Universidad de Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789), Weruaga, Á., p. 473. Inventario incompleto. 260 libros. Poesía: Os Lusiadas (Camoens). Novela: Don Quijote (Cervantes). (1675) Francisca de Torres y Salcedo, hermana de un entallador. Libros y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á., p. 212. 3 libros. (1675) Antonio Mexía de Tovar y Paz, conde de Molina de Herrera. «La librería del tercer conde de Molina de Herrera», Barrio Moya, J. L., Cuadernos de bibliofilia, 8, 1981-1982, 67-72. 78 libros. Poesía:Virgilio; Obras (Camoens). Teatro: Un tomo de comedias.
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51. (1677) Luis de Zabalza, platero real. «La librería de Luis de Zabalza, platero de cámara de Felipe IV», Barrio Moya J. L., Revista de llibreria antiquària, 11, 1986, 24-27. 129 libros. Poesía: Obras (Esquilache) (2); Nápoles recuperada (Esquilache); Araucana (Ercilla); Obras (Góngora); Obras (Villamediana). Novela: Guzmán de Alfarache (Alemán); Don Quijote de la Mancha (Cervantes); Galatea (Cervantes); Persiles (Cervantes); Sucesos y prodigios de amor (Pérez de Montalbán); David perseguido (Lozano); David arrepentido (Lozano). Teatro: 2 libros de comedias varias; 34 libros de comedias de varios autores;Autos sacramentales (s. n.) (5); Obras de Lope de Vega; Comedias (Cabeza); Comedias (Calderón) (10); Comedias (Matos); Comedias (Moreto); Comedias (Rojas Zorrilla); Comedias (Pérez de Montalbán); Parte sexta (2). 52. (1677) Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa. «La biblioteca poética del conde de Villaumbrosa», Forradellas, J., Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo (1972), pp. 359-405. Museo o biblioteca selecta de el Excmo. señor don Pedro Núñez de Guzmán, marqués de Montealegre y de Quintana, Madrid, Julián de Paredes, 1677. ca. 10.000 libros. Poesía: Academia de seis de enero de 1661; Academia que se celebró el día 5 de enero de 1674; Academia que se celebró en 7 de enero de 1663; Academias morales de las musas (Enríquez); Agudezas (Owen); Alfonso Africano (Mausinho); Algunas obras (Góngora); Algunas obras (Jáuregui); Achiliis Statii (Horacio); Araucana (Ercilla); Breve copilación en metro de la sucesión de los reyes de España; Cancionero general de varios autores; Canciones y varias poesías (Boscán); Carlos Famoso (Zapata de Chaves); Carmina (Catulo,Tibulo y Propercio); Carmina (Horacio); Carta en redondillas (Enrique de Toledo); Cartapacio de versos de diferentes poetas; Circe (Lope de Vega); Cisne de Apolo (Carvallo); Copilación de todas las obras (Mena); Coplas (Manrique); Coplas (Don Juan Manuel); Coplas (Pedro de Portugal); Coplas de Mingo Revulgo (2); Coplas en latín al Condestable; Corona trágica (Lope de Vega); Coronación (Mena); Cuarenta cantos (Fuentes); Dante traducido; Declaración magistral de las sátiras de Juvenal; Diálogo de amor (Encina); Discursos varios y versiones castellanas de poetas (2); Égloga castellana; Églogas (Rodríguez Lobo); Epigramas a la muerte de la reina doña Isabel (2); Epigramas a la muerte del emperador; Epigrammata libri 15 (Marcial); Espejo del alma y las trescientas (Mena); Fama inmortal de Lope de Vega (Peña); Fama póstuma a la vida y muerte de Lope de Vega (Pérez de Montalbán); Fiestas de
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Madrid a san Isidro (Lope de Vega); Filomena (Lope de Vega); Gierusalem liberata (Tasso); Glosas y poesías diversas latinas y castellanas; Hermosura de Angélica (Lope de Vega); Historia del Cid en versos antiguos; Ideas de Apolo (Vergara); Justa poética a san Isidro (Lope de Vega); Laberinto con glosa (Mena); Laurel de Apolo (Lope de Vega); Lecciones solemnes (Pellicer); Lira (Lupercio Leonardo de Argensola); Lira de las musas (Bocángel); Lucano traducido; Os Lusiadas (Camoens) (2); Lyre (Apollon); Macarronea (Pacheco); Metamorfosis (Ovidio); Metamorphoses (Ovidio); Moschea poetica (Villaviciosa); Musae errantes (Lipsio); Nápoles recuperada (Esquilache); Numantina (Mosquera); Obras (Carrillo Sotomayor); Obras (Góngora) (2); Obras (Horacio); Obras (Manrique); Obras (Fray Juan de la Cruz) (2); Obras (Sánchez de Badajoz); Obras (Villamediana); Obras (De la Torre); Obras (Quevedo); Obras (Ulloa Pereira); Obras con anotaciones de Fernando de Herrera (Garcilaso); Obras con notas de Francisco Sánchez (Garcilaso); Obras en verso (Esquilache); Obras de Boscán y algunas de Garcilaso; Obras en verso (López de Zárate); Obras métricas (Hurtado de Mendoza); Obras métricas (Melo); Obras poéticas (Castillejo); Obras por Tomás Tamayo (Garcilaso); Obras póstumas divinas y humanas (Paravicino); Obras traducidas (Virgilio) (2); Ocios de Castalia (Ovando); Odisea (Homero) (2); Opera (Homero); Opera (Horacio) (3); Opera (Marcial); Opera (Ovidio); Opera (Virgilio) (3); Opera omnia (Ovidio); Parnaso (Quevedo); Pastores de Belén (Lope de Vega); Pharsalia (Lucano); Pharsalie (Lucano); Poema heroico de la invención de la cruz (López de Zárate); Poemas lusitanos (Ferreira); Poemes (Ronsard); Poesías antiguas; Poeta Graeci opera (Píndaro); Opera omnia (Catulo Tibulo y Propercio); Poeta graeci veteris (2); Poetis latinis (Persus Crinitus); Raguaglios del Parnaso (Bocalino); Recueil de Poesies; Recueil de pieces galantes en prose et en vers (Condesa de Suze); Remedio de perdidos; Rimas (Camoens); Rimas (Argensolas); Rimas, con el nuevo arte de hacer comedias (Lope de Vega); Rimas humanas y divinas (Lope de Vega); Rimas sagradas (Lope de Vega); Roland furieux (Ariosto); Romance curioso (2); Romance escrito al general Masflet; Romancero espiritual (Lope de Vega); Romancero general; Romances varios; Isidro (Lope de Vega); Sátira de las cosas que pasaban en el Perú (Rozas de Oquendo); Sentiment d’amour (Corbinelli) (2); Silva poética (Niño de Guevara); Soneto (Hernando de Guzmán); Soneto a un sermón (Niseno); Soneto en alabanza de don Francisco de Quevedo; Templo militante (Cayras-
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co); Templo panegírico (Torre Farfán); Terpsícore musa académica (Faria); Thomae a Correa in artem Poeticam Horatii (Horacio); Toilette galand de l’amour (Torche); Transformaciones (Ovidio) (2); Treinta y seis capítulos de Homero traducidos; Trescientas (Mena); Triunfo de amor por Alvar Gómez (Petrarca); Triunfos (Petrarca); Triunfos divinos (Lope de Vega); Varias poesías; Varias poesías (González de Andrade); Varias poesías (Villagrán); Varias poesías antiguas; Varias poesías antiguas (Pérez de Guzmán); Varias poesías antiguas latinas y castellanas; Varias traducciones de versos de Horacio y Marcial; Vega del Parnaso (Lope de Vega); Versos (Tansillo); Versos (Ulloa); Versos a lo divino (Elisio de Medinilla); Versos que no andan impresos (Quevedo); Versos que salieron cuando entró a reinar el rey Felipe Quarto; Versos tratados en prosa y verso; Vida de Nuestra Señora (Antonio de Mendoza); Zarça Parrilla (Mejía de Guzmán); Satyrae (Juvenal) (2); Satyrae (Persio Flaco); Obras varias (Cáncer y Velasco). Novela y otros géneros: Arcadia (Lope de Vega); Argenis (Pellicer); Argenis y Poliarco (Barclay); Caballero del Febo (Gómez de Calahorra); Cien novelas traducidas de toscano (Giraldi); Conde Lucanor (Don Juan Manuel); Crónica de don Florisel de Niquea (Silva); Crónica de los dos caballeros Lisuarte de Grecia; Crónica del caballero de la ardiente espada; Crónica del príncipe don Belianís de Grecia (Fernández); Diane de France; Don Carlos nouvelle historique (Saint-Real); Dorotea (Lope de Vega); Fiammetta (Boccaccio); Heliodoro o Historia etiópica; Historia de Menina e moça (Ribeiro); Historia del caballero Amadís de Gaula; Historia del caballero Christalián de España (Bernal); Historia del caballero Palmerín de Oliva; Historia del príncipe don Policisne de Boecia (Silva y Toledo); Menandro (De los Reyes); Merlín y Demanda del Santo Grial; Nouvelles franzoises; Novela el Tajo; Novela intitulada Rosana (Reinaltes); Novelas (Timoneda); Primera y segunda parte (Zayas); (2); Peregrino en su patria (Lope de Vega); Pícara Justina; Don Quijote (Cervantes); Sergas de Esplandián (Rodríguez de Montalvo); Recueil de pieces galantes en prose et en vers (Condesa de Suze); Trabajos de Persiles y Sigismunda (Cervantes); Vida de Guzmán de Alfarache (Alemán); Vida del caballero Lepolemo; Vida del escudero Marcos de Obregón (Espinel); Vida y hechos de Estebanillo González (Vega); Histoires nouvelles traduites; Nouvelles françoises (2); Caballero determinado (Acuña); Celestina (Rojas). Teatro: Autos sacramentales (Lope de Vega); Ni Amor se libra de amor (Calderón); Fieras afemina Amor (Calderón); Menandra (Narváez) (2); Comoediae (Terencio) (2);
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Comoediae cum commentariis Dionysii Lambini (Plauto) (2); Comoediae 20 cum commentariis Friderici Taubmani (Plauto); Comedias (Diamante); Comedias (Rojas Zorrilla); Comedias (Lope de Vega); Comedias diferentes de varios autores (3); Comedias diferentes en francés (9); Comedias nuevas de varios autores (6); Comedias primera-cuarta (Calderón) (4); Comedias varias (Calderón) (2); Comentarios en las tragedias de Hércules (Séneca); Corneille traduit en franzois; Mejor de los mejores libros de comedias; Oeuvres (Molière); Obras varias (Cáncer y Velasco); Petri Scriverii collectanea, sive fragmenta veterum tragicorum (Schrjiver); Propalladia (Torres Naharro); Relación de las comedias que se hicieron el año 1474 (2); Theatre revue (Corneille) (4); Tragicomedia los jardines y campos sabeos (Feliciana Enrique de Guzmán). (1679) Miguel Pérez de Mendoza, maestro de armas de Carlos II. «La biblioteca de don Miguel Pérez de Mendoza, maestro de armas riojano del rey Carlos II (1679)», Barrio Moya, J. L., Militaria. Revista de cultura militar, 15, 2001, pp. 119-137. 95 libros. Poesía: Eneida (Virgilio); Numantina (Mosquera); Obras (Góngora); Obras (Villamediana); Rimas (Argensolas); Rimas (Lope de Vega). Novela: Criticón (Gracián); Don Quijote (Cervantes) (2). Teatro: Obras (Séneca). (1681) Juan José de Austria. «Libros aragoneses, catalanes, mallorquines y valencianos de don Juan José de Austria (1681)», Barrio Moya, J. L., Revista de llibreria antiquària, 12, 1986, pp. 37-45. 121 libros. Poesía: Rimas (Argensolas). Novela: Meriendas de ingenio (Prado). (1682) Magdalena de Aguirre, viuda de Bernardino Sánchez, maestro de obras. «Tasación de los libros que quedaron por muerte de doña Magdalena de Aguirre…», La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., D 33. 12 libros. Poesía: Jardín de divinas flores. (1682) Luis Román, alarife. «La librería y otros bienes de Luis Román, maestro de obras y alarife madrileño del siglo XVII», Barrio Moya, J. L., Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 65, 1987, pp. 195-208. 110 libros. Poesía: Isidro (Lope de Vega); Laberinto de fortuna (Mena); Obras (Góngora). Novela y otros géneros: Criticón (Gracián) (3); Dama beata (Camerino); Diablo anda suelto (Santos); Diablo cojuelo (Vélez); Dorotea (Lope de Vega); Lazarillo; Novelas ejemplares (Cervantes); Poema trágico del Gerardo español (Céspedes y Meneses); Fábulas (Esopo). Teatro: Comedias; Entremeses; Propalladia (Torres Naharro).
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57. (1685) Isabel de Castro y Andrade, condesa de Oñate. «La gran biblioteca de la condesa de Oñate», Barrio Moya, J. L., Analecta calasanctiana, 54 (1985), pp. 421-433. 268 libros. Poesía: Commentaria in omnia opera (Virgilio); Ovidio en francés; Poeta greci diversorum. Teatro: Terencio cum comento. 58. (1685) Francisco Rici, pintor. «Los bienes del pintor Francisco Rici», Barrio Moya, J. L., Archivo español de arte, 56 (1983), pp. 3946. 43 libros. Poesía: Metamorfosis (Ovidio); Obras (Quevedo); Orlando furioso (Ariosto). 59. (1686) Antonio de Solís, cronista de Indias. «La biblioteca de Antonio de Solís», Serralta, F., Cahiers du monde hispanique et luso-bresilien, 33, 1979, pp. 103-132. 1400 libros. Poesía: Academia; Araucana (Ercilla); Ars poetica (Donati); Cancionero (Maldonado); Cancionero general; Catulus Tibulus; Circe (Lope de Vega) (9); Coplas y cartas de Garay (Manrique); Corona trágica (Lope de Vega) (9); Discurso poético (Jáuregui); Diversas rimas (Espinel) (2); Divina comedia (Dante) (2); Epístolas y epigramas de Artemidoro; Eróticas (Villegas); Farsalia (Jáuregui); Farsalia (Lucano); Filomena (Lope de Vega) (9); Galateo español (Dantisco); Horatius; Iliada (Homero); Isidro (Lope de Vega) (9); Jerusalén conquistada (Tasso) (2); Jerusalén conquistada (Lope de Vega) (9); Jornadas de Madrid (Ribero); Justa poética a san Isidro (Lope de Vega) (9); Lágrimas panegíricas (Grande de Tena); Laurel de Apolo (Lope de Vega) (9); Libro de las musas humanas (Bocángel); Lira (Marino); Lucanus cum notis; Os Lusiadas (Camoens); Metamorfosis (Ovidio) (2); Noches claras (Faria y Sousa); Obelisco fúnebre (Lara); Obras (Esquilache); Obras (Carrillo Sotomayor) (2); Obras (Góngora) (2); Obras (Fray Luis de León); Obras (Pantaleón de Ribera); Obras (López de Zárate); Obras (Villamediana); Obras (Francisco de la Torre); Obras (Ulloa Pereira); Obras (Garcilaso) (3); Obras (Hurtado de Mendoza); Obras (Quevedo) (7); Obras de Boscán y Garcilaso; Obras métricas (Melo); Obras en prosa y verso (Polo de Medina); Obras poéticas (Rebolledo) (3); Odisea (Homero); Opera omnia (Petrarca); Opera omnia (Sannazaro); Opera omnia (Virgilio); Opera poetica (Marineri Valentini); Orlando furioso (Ariosto); Orlando innamorato (Boiardo); Pastor peregrino (Rodrigues Lobo); Pastores de Belén (Lope de Vega) (9); Petrarca (Gesualdo); Petrarca con l’espositione d’Alessandro Vellutello; Poema heroico de la invención de la Cruz (López de Zárate); Poesías (Mena); Poesia del testi; Poeta graeci Veteris; Poeta greçei; Poetica (Patriçi); Rimas (Argensolas); Rimas (Jáuregui); Rimas exsequie politi-
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che (Lope de Vega) (9); Rimas humanas y divinas (Lope de Vega) (9); Rime (Çianpoli); Rime (Goselini); Rime (Murtola); Rime e prose (Marza); Rime degli academice; Rime del gnoto çicco de Hadria; Romancero general; Tres musas del Melodino (Francisco Manuel); Trescientas (Mena); Triunfos (Petrarca); Vega del Parnaso (Lope de Vega) (9); Versos ( Herrera); Virgilio comentado; Virgilius cum notis variorum; Juvenal; Persio. Novela y otros géneros: Arcadia (Lope de Vega) (9); Arcadia (Sannazaro); Boccaccio; Caballero determinado; Cente novelle (Sansovino); Cigarrales de Toledo (Tirso de Molina); Cintia de Aranjuez (Corral); Coralbo del caualler (Biondi); Conde Lucanor (Juan Manuel); Decamerón (Boccaccio) (2); Deleitar aprovechando (Tirso de Molina); Diana (Montemayor); Dorotea (Lope de Vega) (9); Galatea (Cervantes); Guzmán de Alfarache (Alemán); Histoire ethiopique de Theagenes et Clariclee (Heliodoro de Emesa); Lucius Apuleyus (3); Novelas ejemplares (Cervantes); Palmerín de Oliva; Para todos (Pérez de Montalbán); Primavera (Rodrigues Lobo); Don Quijote (Cervantes) (2); Fábulas (Esopo) (4). Teatro: Algunas hazañas del marqués de Cañete (Belmonte); Autos (Calderón); Autos, loas y entremeses; Comedias; Comedias (Calderón) (8); Comedias, tomo quinto (Calderón); Comedias (Guillén de Castro); Comedias (Rojas Zorrilla) (2); Comedias (Lope de Vega) (17); Comedias varias (10); Jocoseria (Quiñones de Benavente); Medea (Séneca); Opera (Séneca) (3); Pastor Fido (Guarini) (2); Terentius cum comento; Terentius variorum; Il Coriolano (Shakespeare); Tragedia (Séneca) (3); Tragedias españolas; Tragicomedia de los jardines y campos sabeos (Enríquez de Guzmán). 60. (1687) Juan de Contreras. La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., D 1733. 484 libros. Poesía: Corona trágica (Lope de Vega); Elegancias (Pablo Manuzio); Epigramata (Marcial). Teatro: Comedias; Comedias, parte 21 (Lope de Vega); Tragedias (Séneca). 61. (1687) Andrés Díaz Román, consejero de Hacienda. «La biblioteca del caballero manchego don Andrés Díaz Román, consejero de Hacienda del rey Carlos II (1686)», Barrio Moya, J. L., Cuadernos de estudios manchegos, 32, 2008, pp. 135-165. 106 libros. Poesía: Dragontea (Lope de Vega); Rimas (Salcedo); Triunfos (Petrarca) (2). Novela: Caballero determinado (Olivier de la Marche); Historia etiópica de Theágenes y Clariquea (Heliodoro de Emesa). 62. (1688) Álvaro de Bracamonte Rodríguez de las Barillas, gobernador de Ciudad Rodrigo. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moder-
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na (1600-1789), Weruaga Prieto, Á., Junta de Castilla y León, 2008, p. 402. 74 libros. Inventario incompleto. Poesía: Marcial; Poesía (Ovidio). Novela: Don Quijote (Cervantes) (2). (1688) José de Espinosa y Ocampo, estudiante en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 475. Inventario incompleto. 179 libros. Poesía: Boiardo; Petrarca; Camoens. Novela: Don Quijote (Cervantes). (1689) Luis Barahona Saravia, oidor. «La importante biblioteca jurídica madrileña del siglo XVII: la del oidor don Luis Barahona Saravia (1689)», Barrio Moya, J. L., Anuario de historia del derecho español, 77, 2007, pp. 481-506. 885 libros. Poesía: Eróticas (Villegas); Jerusalén conquistada (Lope de Vega); Os Lusiadas (Camoens); Obras (Carrillo Sotomayor); Obras (Virgilio); Orlando furioso (Ariosto) (2); Parnaso (Quevedo); Soledades comentadas (Góngora). Novela: Celidón de Iberia (Gómez de Luque); Don Quijote (Cervantes); Trabajos de Persiles y Sigismunda (Cervantes). (1690) Pedro García Varela, catedrático de Medicina en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789), Weruaga, Á., p. 476. Inventario incompleto. 281 libros. Poesía: Lira de las musas (Bocángel); Novela: Don Quijote (Miguel de Cervantes). (1694) Manuel Mayers Caramuel, contraste de oro y plata. «La librería de Manuel Mayers Caramuel, contraste de oro y plata de Felipe IV y Carlos II (1693)», Barrio Moya, J. L., Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, 21, 1996, pp. 181-210. 519 libros. Poesía: Araucana (Ercilla); Circe (Lope de Vega); Coplas (Manrique); Corona trágica (Lope de Vega); Eneida (Virgilio); Ilustración y defensa de la fábula de Píramo y Tisbe (Salazar); Isidro (Lope de Vega); Laurel de Apolo (Lope de Vega); Lucano traducido; Obras (Carrillo Sotomayor); Obras (Góngora); Obras (López de Zárate); Obras (Quevedo); Obras (Villamediama); Obras (Ovidio); Obras traducidas en prosa (Virgilio); Orlando furioso (Ariosto); Parnaso (Quevedo); Epicteto (Quevedo); Rimas (Argensolas); Rimas varias (Camoens); Sonetos (Petrarca); Trescientas (Mena); Triunfos (Petrarca). Novela: Arcadia (Lope de Vega); Cigarrales de Toledo (Tirso); Criticón (Gracián); Dama beata (Camerino); Diablo cojuelo (Vélez); Diana (Montemayor); Garduña de Sevilla (Castillo Solórzano); Guzmán de Alfarache (Alemán); Pastores de Sierra Bermeja (Espinel); El español Gerardo (Céspedes); Don Quijote (Cervantes) (2); Trabajos
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de Persiles y Sigismunda (Cervantes). Teatro: Obras en romance (Séneca) (2); 7 libros en romance (Séneca). (1694) Domingo Pérez Ruiz, escribano. Libros y lectura en Salamanca: del Barroco a la Ilustración (1650-1725), Weruaga Prieto, Á., Salamanca, Junta de Castilla y León, 1993, pp. 208-209. 18 libros. Novela: Guzmán de Alfarache (Alemán); David perseguido (Lozano). (1694) Pedro de Toledo, virrey de Nápoles. «La biblioteca de don Pedro de Toledo», Nicolini, B., Revista geográfica española, 1955, pp. 86-96; «Poder y cultura en el Renacimiento napolitano: la biblioteca del virrey Pedro de Toledo», Hernando Sánchez, C. J., Cuadernos de Historia Moderna, 9, 1988, pp. 13-33. 250 libros. Poesía: Morgante (Pulci); Orlando furioso (Ariosto); Triunfos (Petrarca); Sonetos (Tansillo); Heroidas (Ovidio) (2); Copilación de todas las obras (Mena); Proverbios (Santillana); Cancionero general; Obras de Boscán y Garcilaso. Novela: Muerte de los siete infantes de Lara; Crónica del rey don Rodrigo; Crónica de los nobles caballeros Oliveros de Castilla y Artus de Algarve; Libro del invencible caballero Leopolemo o Caballero de la cruz (Alonso de Salazar); Valeriano de Hungría; Cristalián de España (Bernal); Historia del emperador Carlomagno y de los doce pares de Francia (Piamonte); Reinaldos de Montalbán; Crónica del noble caballero el conde Fernán González; Lucio Apuleyo; Il Guerrin Meschino (Barberino) (2, italiano y castellano); Trebisonda historiada (Tromba); Queste du Graal. Teatro: Anfitrión (Plauto). (1694) Oleguer de Monserrat, doctor en Derecho. «La biblioteca de Oleguer de Monserrat: Una descripción crítica (1617-1694)», Cerro, R., Afers: Fulls de Recerca i Pensament, 33/34, 1999, pp. 571584. 120 títulos. Poesía: Obras de Boscán y Garcilaso. (1695) Miguel Alonso Zurdo, sacerdote en la iglesia de Justo y Pastor en Salamanca. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (1600-1789),Weruaga, Á., p. 404. Inventario incompleto. 37 libros. Novela: Arcadia (Lope de Vega). (1695) Diego Sarmiento y Valladares, obispo de Plasencia. «El inventario de los bienes de don Diego Sarmiento y Valladares, obispo de Plasencia e inquisidor general durante el reinado de Carlos II (1695)», Barrio Moya, J. L., Museo de Pontevedra, 48, 1994, pp. 437-510. 1544 tomos. Poesía: Laurel de Apolo (Lope de Vega); Obras de Garcilaso de la Vega con otras de Herrera; Obras (Góngora); Obras (Fray Juan de la Cruz); Os Lusiadas (Camoens); Obras (Camoens); Orlando furioso (Ariosto); Obras (Petrarca).
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72. (1695) José de Arroyo, arquitecto. «Los libros del arquitecto José de Arroyo», Barrio Moya, J. L., Revista de archivos, bibliotecas y museos, 81, 1978, pp. 825-834. 249 volúmenes, 237 títulos. Poesía: Obras en prosa con el Parnaso (Quevedo), Obras (Quevedo), Parnaso español (Quevedo) (2), Epicteto traducido (Quevedo); Romancero espiritual (Lope de Vega); Justa poética que hizo la insigne Villa de Madrid al bienaventurado san Isidro en las fiestas de su beatificación (Lope de Vega), Araucana: cuarta y quinta parte (Santisteban) (2); Poema heroico de la invención de la Cruz (López de Zárate); Obras (Góngora); Obras (Santillana); Obras (Villamediana); Araucana: segunda y tercera parte (Ercilla) (2); Obras (Garcilaso); Canciones (Petrarca); Obras (Ovidio); Ovidio en romance; Obras (Virgilio). Novela: Siete libros de la Diana (Montemayor); Dorotea (Lope de Vega); Historia de Hipólito y Aminta (Quintana); Obras en prosa con el Parnaso (Quevedo). Teatro: Comedias (Lope de Vega); Comedias, sexta parte (Calderón); Autos (Calderón); Gran teatro del mundo (Calderón); Verdadera quinta parte de las comedias (Calderón); Comedias (Solís); Comedias varias (2). 73. (1696) Juan Tomás Baraona Chumacero, catedrático de vísperas de cánones en Alcalá de Henares. «La biblioteca de don Juan Tomás Baraona Chumacero, catedrático de vísperas de cánones en la Universidad de Alcalá de Henares», Barrio Moya, J. L., Anales complutenses, 16, 2004, pp. 341-363. 621 títulos. Poesía: Jerusalén conquistada (Lope de Vega); Góngora; Eróticas o amatorias (Villegas); Orlando furioso (Ariosto); Lucano; Ausonio;Virgilio (2); Marcial; Camoens. Novela: El grande hijo de David más perseguido: Jesucristo Señor Nuestro (Lozano); Trabajos de Persiles y Sigismunda (Cervantes), Don Quijote: Primera y Segunda parte (Cervantes) (2). Teatro: Manzana de oro (Sbarra). 74. (1696) Agustina de Abello y Valdés, viuda de Rodrigo Álvarez de Valdés. «Tasación de libros que quedaron por muerte de doña Agustina de Abello y Valdés, viuda de don Rodrigo Álvarez de Valdés», La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y Cobo, M., D 1200. 68 libros. Poesía: Academia que se celebró en casa de Gabriel de Campos (2); Cancionero en romance (Luzón); Circe (Lope de Vega); Góngora. Novela: Don Quijote (Cervantes). Teatro: Parte treinta y seis de comedias. 75. (1697) Antonio Leonardo. «Tasación de los libros que quedaron a la muerte de Antonio Leonardo, vezino que fue de esta villa», La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVIII), Agulló y
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Cobo, M., D 1364. 297 libros. Poesía: Agudezas (Owen); Delicias de Apolo (Francisco de la Torre); Dragontea (Lope de Vega); Entretenimientos y juegos honestos; Fama póstuma de Lope de Vega (Pérez de Montalbán); Ideas de Apolo; Infanta coronada; Justa poética de Alcalá; Laberinto poético; Lágrimas (Pérez de Montalbán); Luces de la Aurora; Lusiadas (Camoens); Monumento triunfal; Obras (Cáncer y Velasco) (2); Obras (Ulloa Pereira); Obras comentadas (Góngora); Obras (Quevedo); Obras del poeta March; Obras varias (Villamediana); Ocios de Castallia; Parnaso; Poesías varias (Solís); Quevedo; Romancero espiritual (Lope de Vega); Tres musas (Lope de Vega); Pastores de Belén (Lope de Vega); Versos diferentes latinos y castellanos; Virgilio en romance. Novela y otros géneros: Arcadia (Lope de Vega); Dama beata (Camerino); Diablo cojuelo (Vélez); Dorotea (Lope de Vega); Vida del escudero Marcos de Obregón (Espinel); Estebanillo González (Vega); Galateo español (Gracián); Guzmán de Alfarache (Alemán); Don Quijote (Cervantes); Celestina (Rojas). Teatro: Auto sacramental; Autos (Calderón); Calderón; Comedias (Solís); Obras (Cáncer y Velasco). 76. (1698) Antonio Gil Forneli, ayuda de cámara de don Juan José de Austria. «La librería de don Antonio Gil Forneli, ayuda de cámara de don Juan José de Austria», Barrio Moya, J. L., Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, 21, 1997, pp. 91-103. 107 títulos, 114 tomos. Poesía: Engaños desengañados a la luz de la verdad: poesías sacras místicas, morales y fúnebres (Valeria); Obras (Polo de Medina); Parnaso español (Quevedo), Epicteto español (Quevedo); Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (Lope de Vega); Poesías (Juana Inés de la Cruz). Novela: David perseguido (Lozano); Diablo Cojuelo (Vélez); Obras (Zabaleta). Teatro: El gran teatro del mundo (Calderón). 77. (1698) Convento de Nuestra Señora de la Almudena. «Un inventario de libros del siglo XVII», Cisneros, L. J., y Loayza, L.A., Mercurio peruano, 339, 1955, pp. 428-431. 97 libros. Poesía: Las tres musas últimas castellanas (Quevedo); Parnaso español (Quevedo); Ovidio; Virgilio. Novela: El grande hijo de David más perseguido: Jesucristo Señor Nuestro (Lozano) (4). Teatro:Terencio. 78. (1698) Miguel Nava Díez de Robles, jurado de la ciudad de Toledo. «La biblioteca de don Miguel Nava Díez de Robles, jurado de la ciudad de Toledo (1698)», Barrio Moya, J. L., Anales toledanos, 35, 1998, pp. 167-178. 151 títulos, 219 tomos. Poesía: Obras (Rebolledo); Rimas (Argensolas); Obras varias (López de Zarate);
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Obras (Villamediana); Obras del insigne caballero don Diego de Mendoza (Hurtado de Mendoza); Justa poética que hizo la insigne Villa de Madrid al bienaventurado san Isidro en las fiestas de su beatificación (Lope de Vega); Obras, prosas y versos (Ulloa Pereira); Obras (Góngora); Poema heroico de la invención de la Cruz (López de Zarate); Farsalia (Lucano; traducción de Jáuregui); Academias morales de las musas (Enríquez Gómez); Defensa de la Purísima Concepción: justa poética; Obras en verso (Esquilache); Certamen poético para la canonización de san Juan de Dios; Certamen de la Soledad; Coronación de san Francisco de Borja; Obras (Arteaga); Triunfos de san Pedro de Alcántara; Obras (Quevedo). Novela: Vida y hechos de Estebanillo González (2) (Vega); David perseguido y alivio de lastimados (Lozano); Rey penitente David arrepentido (Lozano); El grande hijo de David más perseguido: Jesucristo Señor Nuestro (Lozano); Don Quijote (Cervantes); Novelas ejemplares (Cervantes); Obras en prosa (Zabaleta); Dorotea (Lope de Vega); Vida y hechos del pícaro Guzmán de Alfarache (Alemán); Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (Espinel); Para todos (Pérez de Montalbán). Teatro: Viaje entretenido (Rojas); Comedias (Calderón); Obras (Solís); Comedias (Solís). (1699) Vicente Galán de la Puente, relator del Consejo de Castilla. «La biblioteca de Vicente Galán de la Puente, relator del Consejo de Castilla (1699)», Barrio Moya, J. L., Anuario jurídico y económico escurialense, 27, 1994, pp. 951-962. 120 títulos, 173 tomos. Poesía: Obras (Góngora). Novela: Don Quijote (Cervantes). (1699) Manuel de la Mota, arcipreste. «La biblioteca del arcipreste don Manuel de la Mota», Mendoza Díaz, F., y García-Sauco, L. G., Dos bibliotecas chinchillanas del siglo XVII, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses, 1983, pp. 53-63. 46 libros. (1699) Mateo Jareño de la Parra, médico del rey Carlos II. «La librería de don Mateo Jareño de la Parra, médico del rey Carlos II», Barrio Moya, J. L., Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, 19, 1994, pp. 265-278. 273 títulos, 381 tomos. (1699) Francisco Rodríguez de la Torre, secretario del rey Carlos II. «La librería y las colecciones artísticas de don Francisco Rodríguez de la Torre, secretario del rey Carlos II (1699)», Barrio Moya, J. L., Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, 9, 1988, pp. 27-34. 33 libros. (1700) Tomás de Neira, sargento mayor de Salamanca y canónigo de la orden de Alcántara. Lectores y bibliotecas en la Salamanca moder-
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na (1600-1789),Weruaga, Á., p. 407. Inventario incompleto. 49 libros. Poesía: Austriada (Gutiérrez Rufo); Rimas (Argensolas); Aminta (Tasso). Novela: Diana (Montemayor); Acrisio y Lucidora (Arce Solorceno). Teatro: Teágenes y Cariclea (Calderón).
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«DERECHOS DE AUTOR EN LOS SIGLOS DE ORO». ANTECEDENTES Y CONSECUENTES José María Díez Borque
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1. INTRODUCCIÓN Pasarán muchos años hasta que se establezca una relación directa entre el éxito de una obra literaria y la rentabilidad para el autor de esta. Es un proceso lento en el que iremos encontrando ganancias ocasionales, dádivas, remuneraciones graciosas, venta de los derechos de la obra, etc., hasta llegar a una relación fija, estable y legislada entre difusión de la obra e ingresos para el autor, es decir, la rentabilidad «codificada» de la propiedad intelectual, lo que significará vivir o no de la pluma, que se convertirá en medio de vida o en complemento de otras actividades. Sobra decir que no por desatendido por la crítica deja de ser fundamental para estudiar la creación literaria, pues entran en lid conceptos fundamentales como la sumisión, o no, a un público, la cultura de masas, los mecanismos del best-seller, la «no rentabilidad», en general, de la poesía, el peso económico de la innovación y la vanguardia, la sumisión al mecenazgo del poder, y un largo etcétera. Como es obvio, no voy a poder internarme aquí en tan denso y complejo boscaje, que no sólo exigiría un estudio género a género, autor a autor, sino adentrarme en tan difíciles cuestiones como las de los mecanismos de lectura, las condiciones de los medios de difusión, el análisis de cómo nos ha llegado la obra, cómo se difunde en su época y en la nuestra, lo que había y hay en las bibliotecas, etc. Mis intenciones aquí son más modestas: centrándome en los Siglos de Oro, analizaré también los antecedentes y consecuentes, mostrando las etapas de un camino que, partiendo del juglar medieval como profesional del ocio, llega hasta Internet, que, en cierto modo y como se verá, supone una vuelta a los tiempos primeros de indefinición de la propiedad intelectual y creación compartida. Lo que me interesa es mostrar un proceso, unos momentos clave, desde la ausencia de una conciencia clara de propiedad intelectual hasta la aparición de ésta, sus fases (con la correspondiente rentabilidad económica) y una previsión hacia el futuro por el peso y papel de las nuevas tecnologías. De ello cada cual podrá extraer conclusiones sobre la creación literaria, que no por ser habitualmente estudiada al margen de la «economía», deja de tener en ésta
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razones de peso que hay que considerar. Es, en definitiva, atender a lo que gráficamente expresa el título del libro de Gianni Scalia: «signor capitale e signora letteratura»1. Antes de recorrer el camino señalado, considerando globalmente Edad Media, Siglos de Oro, siglo XVIII, siglos XIX y XX y las nuevas perspectivas en el siglo XXI, parece oportuno, como etapa previa, preguntarse por el concepto de autor, afectado, naturalmente, por el alcance y sentido de la propiedad intelectual.
2. EL
AUTOR
No me interesa ahora plantear cronológicamente la evolución, época a época, del concepto de autor, pues ello se desprenderá de las consideraciones que haré más adelante. Chartier2 analiza, juiciosamente, la evolución del concepto de autor en distintas épocas y los problemas de propiedad intelectual, a que me referiré más adelante.Tras reconocer unas limitaciones: El autor, tal como regresa en la historia o en la sociología literaria, es a la vez dependiente y está forzado. Dependiente, porque no es el amo del sentido, y sus intenciones, que cargan con la producción del texto, no se imponen necesariamente ni a aquellos que hacen de este texto un libro (libreros-editores u obreros impresores), ni a aquellos que se apropian de él para su lectura. Forzado, porque padece las determinaciones múltiples que organizan el espacio social de la producción literaria o que, más generalmente, delimitan las categorías y las experiencias que son las matrices mismas de la escritura.
afirma, en modo conclusivo: «¿Qué es un autor?». Las pocas reflexiones aquí presentadas no pretenden responder a la pregunta. Sólo quieren subrayar que, respecto del problema planteado, la historia del libro, en sus diferentes dimensiones, puede tener alguna pertinencia. No hay que reducir a formulaciones demasiado
1
Scalia, 1980. Chartier, 1994. Sobre la «conciencia autorial» en el Siglo de oro ver Ruiz Pérez, 2009. 2
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simples o demasiado unívocas la construcción de una función-autor, entendida como el criterio principal de la asignación de los textos. No puede ser referida ni a una sola determinación ni a un único momento histórico. El recorrido regresivo propuesto en este texto, que somete a examen tres conjuntos de dispositivos —jurídicos, represivos, materiales— fundamentales para la invención del «autor», no apunta a delimitar un espacio posible para futuras investigaciones. Inscrita en los propios libros, ordenando los intentos que apuntan a confeccionar el inventario de las obras, condenando el régimen de la publicación de los textos, la funciónautor está en lo sucesivo en el centro de todos los cuestionamientos que articulan el estudio de la producción de los textos, el de sus formas y el de sus lecturas3.
Admitamos, pues, el papel central que señala al autor, que me parece pertinente, como paso previo, para analizar la propiedad intelectual y sus consecuencias económicas. Por su parte, Robert Escarpit, partiendo de la «peculiaridad» de la profesión de escritor, estudia las consecuencias para la creación literaria de la dependencia de su público y las diferencias en ello entre autor y editor. En concreto, me interesan aquí algunas de sus afirmaciones: El escritor no ha encontrado todavía el lugar que le corresponde en la sociedad moderna. Quizás porque la sociedad moderna es una ingente empresa de seguros mutuos que tiene por objeto evitar a sus miembros los peligros de la naturaleza y de la condición humana. Ahora bien, no hay manera de proteger al escritor como tal. Puede garantizársele la misma protección social que a los demás ciudadanos —un retiro para la vejez, cuidados médicos gratuitos, asistencia jurídica—, pero no se le puede asegurar contra sus riesgos literarios. Conocemos ya bastante bien el mecanismo de la vida literaria como para comprender que es preciso que el escritor proponga y el público disponga. La literatura surge de ese diálogo, vive de él y progresa gracias a él. […] Por eso el éxito es una forma de la muerte literaria. El éxito del escritor no es exactamente el mismo que el del editor. No basta con que el libro se venda bien y dé cierto rendimiento. ¿Quién podría evaluar los intereses de un capital cifrado en valores de vida, de pensamiento y de acción? Sean cuales fueren sus beneficios económicos, el escritor no recupera nunca su capital. […] 3
Chartier, 1994, pp. 44 y 67.
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Ya hemos visto la desastrosa diferencia que existe entre los beneficios del editor y los del escritor. No hay novedad en ello; la miseria del poeta es un viejo tema literario. Ni siquiera cuando el mecenazgo de un príncipe ilustrado cubría las necesidades del literato era la ayuda, en el mejor de los casos, más que una pensión para sobrevivir4.
Bástenos con lo que antecede, sin ahondar más, para, asumidas las particulares circunstancias del autor, de la profesión de escritor, seguir el proceso, según las intenciones apuntadas, de la Edad Media a nuestros días.
3. ANTECEDENTES: LA EDAD MEDIA El manuscrito y la oralidad son formas fundamentales de la difusión literaria medieval, que, en principio, no está vinculada a una relación directa entre producción y derechos de autor, lo que cambiará con la imprenta y el control directo del libro. Además, el anonimato es también rasgo central de una parte de la literatura. Chartier5 restringe las afirmaciones de Foucault sobre el anonimato general de los textos literarios, frente a los científicos, y da ejemplos significativos de vínculos «entre una unidad codicológica y una unidad textual» referida a la singularidad del autor, pero no deja de reconocer: En este sentido, la trayectoria del autor podría pensarse como la progresiva atribución a los textos en lengua vulgar de un principio de designación y de elección que, durante mucho tiempo, no había caracterizado sino a las obras referidas a una auctoritas antigua y convertidas en corpus incansablemente citados, glosados, comentados6.
Repasando la literatura medieval española, es verdad que encontramos grandes espacios de indefinición autorial en la épica, lírica cantada, romancero, cuentos…, pero no es menos cierto que en prosa y poesía tenemos la nómina de autores singulares como Berceo, Juan Ruiz,
4 5 6
Escarpit, 1968, pp. 183-185. Chartier, 1994, pp. 65 y ss. Chartier, 1994, p. 66.
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«DERECHOS DE AUTOR…»
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arcipreste de Hita, Mena, Santillana, Manrique, Juan Manuel, Arcipreste de Talavera, Guzmán, Pulgar, San Pedro, Rojas, por citar sólo algún ejemplo de la convivencia de anonimato y autoría manifiesta. Pero, a fin de cuentas, esto no es fundamental aquí, sino considerar cómo el manuscrito y la oralidad, con influencias mutuas, lo veremos, son elementos culturales a la hora de analizar los derechos de autor en la Edad Media, pero teniendo en cuenta, a la vez, que había profesionales como los juglares que sí recibían remuneración por su actividad y había diversas formas de rentabilidad económica como el mecenazgo y otras. En principio, el manuscrito literario medieval no genera derechos de autor, como sí ocurrirá después con la difusión impresa, aunque tardará mucho tiempo en establecerse una relación directa entre grado de difusión y rentabilidad económica.Varios estudiosos (Sánchez Mariana, Castillo y otros) han estudiado, pertinentemente, las características del libro manuscrito. Lo que me interesa subrayar aquí es que, por las características del libro manuscrito y la singularidad de su difusión, no puede decirse que genere derechos de autor como tales, aunque pueda haber otras formas de recompensa pecuniaria y distintos grados en la concepción de la propiedad intelectual, que suelen ejemplificarse, como síntoma, en la postura del Arcipreste de Hita y de don Juan Manuel. Escribe el Arcipreste de Hita en el Libro de buen amor: cualquier omne que lo oya, si bien trobar sopiere, puede mas añadir e enmendar lo que quisiere7
Frente a esta actitud, don Juan Manuel deposita sus obras supervisadas y corregidas en el monasterio de Peñafiel: Et porque don Iohan vio et sabe que en los libros contesçe muchos yerros en los trasladar, porque las letras semejan unas a otras, cuydando por la una letra que es otra, en escriviéndolo, múdasse toda la razón et por aventura confóndesse, et los que después fallan aquello escripto, ponen la culpa al que fizo el libro; et porque don Iohan se reçeló desto, ruega a los que leyeren qualquier libro que fuere trasladado del que él compuso, o de los libros que él fizo, que si fallaren alguna palabra mal puesta, que non pongan la culpa a él, fasta que bean el libro mismo que don Iohan fizo, que es emendado, en muchos logares, de su letra8. 7 8
En Menéndez Pidal, 1957, p. 378. Don Juan Manuel, El conde Lucanor, pp. 47-48.
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Interesa aquí, en particular, el apasionante, cuanto mal conocido, mundo de la oralidad, tanto en su forma de creación compartida como de actividad remunerada de unos profesionales como los juglares en su rica y compleja variedad de actividades «remuneradas», lo que significa una cierta forma de presencia de los derechos de autor, aunque a distancia del alcance que se les dará después. Benassar subraya el carácter minoritario de la cultura escrita y el peso de la oralidad, y nos sirve esto aquí aunque él se refiera al Siglo de Oro: La cultura de la masa de la población era una cultura oral y visual […]. En todo caso, ninguno niega que la cultura escrita era un hecho minoritario: probablemente las tres cuartas partes o las cuatro quintas partes de la población española no sabían leer, aunque es indudable que las proporciones variaban considerablemente según las regiones, según el modo de vida urbano o rural, según la condición social y la actividad profesional, también, por último, según el sexo.Volveremos sobre ello. Para la gran mayoría de españoles, la cultura consistía en el resultado de adquisiciones realizadas lentamente a través de la tradición oral, en el seno del medio familiar, parroquial y profesional, desempeñando sin duda la vida religiosa un papel eminente9.
Y Margit Frenk resume bien el funcionamiento de la oralidad en poesía, referido al Siglo de Oro, pero aplicable a la Edad Media: Permítanme comenzar con una afirmación que puede parecer extremosa: hablar del «Cancionero oral» español de la Edad de Oro significaría hablar de toda la poesía lírica de la Edad de Oro. ¿Por qué? Porque en ese tiempo la poesía las más de veces llegaba a su público por la vía oral, ya a través de la lectura en voz alta, ya, principalmente, gracias a la recitación y el canto de textos memorizados.Todo parece indicar que rara vez se leía poesía en silencio; su transmisión requería de la voz y del oído. [...] La transmisión solía producirse en un circuito complejo; por ejemplo, a alguien le gustaba un poema que acababa de oír; pedía que se lo recitaran o cantaran otra vez; lo escribía, lo memorizaba; lo recitaba o cantaba ante otras personas, que a su vez podían memorizarlo, quizá ponerlo por escrito, y, en todo caso, repetirlo ante otros, con o sin música, y así sucesivamente10.
9 10
Bennassar, 1983, pp. 271-272. Frenk, 1995, p. 83.
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Otro caso es el de los poetas conocidos (Mena, Santillana, Manrique, cancioneros, etc.). En el mismo sentido, insiste Chevalier: En el estado actual de nuestros conocimientos, parece razonable afirmar que la casi totalidad de los aldeanos y del proletariado urbano por una parte, importante fracción de los artesanos por otra, crecen al margen de la civilización de la escritura. Estos hombres no alcanzan el nivel cultural de la lectura corriente y de la práctica del libro. Su cultura —pues no carecen de ella— es cultura fundamentalmente oral, a base de refranes, de cuentos tradicionales, de romances y canciones. No entran en el circuito del libro, no forman un público para los libreros, ni siquiera para los buhoneros11.
Aunque haya que matizar los alcances de «escuchar y leer», no dando una interpretación anacrónicamente unívoca a los términos leer, lectura, lector, y recordando que «doctos e indoctos escuchaban»12, y aunque haya que tener presentes las relaciones entre oralidad y escritura (Wilson, Jauralde, Cid, García de Enterría, Pedraza, etc.), pues, como escribe Grande Quejigo, refiriéndose al mester de clerecía: En las anteriores huellas del «oír» y el decir de la lectura del libro del mester, se advierte un complejo sistema de comunicación en el que se mezclan dos culturas: la erudición técnica del escrito y la vocalidad que propicia una recepción general que, según su lengua o materia, puede ser culta o popular13.
es un hecho cierto el papel fundamental de la cultura y literatura orales en la Edad Media, en muy diversos y variados ámbitos, como ponen de relieve Briggs y Burke14. Las consecuencias de ello para la «propiedad intelectual» y los «derechos de autor» son claras y se comentan por sí solas, al no haber una relación directa entre autoría, producción y difusión del texto y rentabilidad económica, y al no haber sólo, en muchos casos, una mera recepción, sino una colaboración creativa. Pero en el ámbito de la oralidad sí encontramos unos profesionales con variedad de actividades, tanto en la producción como en la difusión, que reciben remuneración 11 12 13 14
Chevalier, 1976, p. 14. Frenk, 1992, pp. 50-51. Grande, 2004, p. 107. Briggs-Burke, 2002, pp. 40 y ss.
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por su trabajo, en una suerte de «derechos de autor» antes de los derechos de autor. Menéndez Pidal, en su impagable Poesía juglaresca, nos ofrece un útil panorama de las actividades de los juglares, su variedad, su intervención como creadores y no sólo como difusores, su responsabilidad en los derechos de propiedad intelectual y de difusión de la poesía individual, etc. Escribe don Ramón: Había juglares con puesto fijo, sea al servicio de los trovadores, sea en el palacio de reyes o grandes señores, sea como empleados municipales, que cobraban una quitación o salario mensual en dinero y paño para vestir, o en cebada y vino. Pero el modo primitivo, el más común de vivir un juglar, era viajando de un sitio a otro para buscar público variado, de quien recibía dones15.
Establece Menéndez Pidal oportunas diferencias entre juglar y trovador y analiza pertinentemente el caso de Villasandino, pero lo que interesa particularmente aquí es la intervención del juglar como difusor de poesía individual, y lo que esto supone en el concepto de autoría y propiedad intelectual, así como la labor del juglar no sólo como difusor, sino como creador, con pertinentes diferencias entre narrativa y lírica. Precisa en este sentido Menéndez Pidal: La eficaz publicidad de una obra literaria medieval ciertamente no se conseguirá con la intervención del amanuense que ejecutaba una copia a fuerza de mucho trabajo y largo tiempo, sino por medio del alado canto del juglar errante. Sólo el juglar lograba aventar a todas partes una canción, haciendo que se repitiese y se comentase «en cada casa». […] El canto épico caballeresco se dice durar por los siglos, mientras el canto lírico tiene ámbito más reducido. Y es en el limitado canto lírico donde nace espontáneamente el sentimiento de autor. […] El nombre de autor, una vez iniciado su uso, no se generaliza como un requisito corriente en todas las obras literarias. La anonimia continúa muy practicada no sólo en los cantares de gesta, sino en obras muy importantes del mester de de clerecía como el Libro de Apolonio o la Historia Troyana y en muchas otras obras posteriores. Respecto a obras, tanto anónimas como con nombre de autor, el sentido de propiedad intelectual va afirmándose poco a poco, en cuanto la obra
15
Menéndez Pidal, 1957, p. 62.
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literaria era fuente de ingresos económicos. Esa propiedad, como no contaba con el amparo de las leyes (tardó siglos en aparecer el privilegio de autor), se defendía sólo con el cuidado particular. […] En el siglo XIII todo poeta que pedía o recibía dones era tenido por juglar; ahora, en ese paso del XIV al XV,Villasandino escribe por docenas enfadosos decires pedigüeños, y sin embargo esos decires son acogidos con honor en el Cancionero de Baena, llamando a Villasandino «espejo e corona e monarca de todos los poetas e trovadores que fasta hoy fueron en España» (pág. 219). El tipo del juglar poeta se halla completamente olvidado16.
No hay que olvidar, desde la perspectiva económica que aquí interesa, las diferencias que pone de relieve Covadonga Valdaliso: «algunos se hicieron ricos y famosos pero la mayoría malvivían yendo de corte en corte», aunque es muy sugestivo y revelador el testimonio que recoge del Libro de Apolonio: Comenzó unos ritmos y unos sones tales que gran dulzor traían y eran naturales. Henchíanse de hombres aprisa los portales, no caben en las plazas, súbense a los poyales. Cuando con su viola hubo bien agradado […] tornóles a decir un romance rimado17.
El teatro es una forma particular de oralidad, con sus características propias, pero de los modos de realización no parece desprenderse una profesionalidad de los autores con directa rentabilidad económica, sea en el ámbito de la iglesia en sus rituales litúrgicos o en los ámbitos nobiliarios en sus rituales civiles, o en la calle en su variedad de formas festivas, juglarescas, carnavalescas, etc., a pesar de las consideraciones que pueden desprenderse de esa afirmación de Las partidas: «nin por ganar dinero con ellas»18. Otra cosa son los profesionales de la representación, cuya consideración no es pertinente aquí. En todo caso, no dejaré de decir que nos falta mucho por saber en este campo, pues hay que contar con formas de mecenazgo, ya en el XVI (Enzina,Vicente, Naharro) y otras remuneraciones ocasionales. Pero, como veremos más adelante, la profesionalización del teatro con sus consecuencias econó16 17 18
Menéndez Pidal, 1957, pp. 377-380. En Valdaliso, 2011, p. 26. En Lázaro, 1970, p. 36.
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micas, llegará con los corrales de comedias como espacios específicos para la representación y, particularmente, con la actitud y actividad de Lope de Vega y sus seguidores. El mecenazgo, aunque no sea privativo de la Edad Media, pues continuará después, tiene un papel relevante en esta época, de acuerdo con lo que aquí es pertinente; ello supone que no hay propiamente una propiedad intelectual y unos derechos de autor como serán entendidos después. Nicasio Salvador Miguel señala las funciones y resultados del mecenazgo medieval, estudiando, en particular, el de Isabel la Católica: Ciñéndonos ya al mecenazgo literario ejercido en las cortes regias y señoriales, hay que distinguir, por un lado, los intereses del patrocinador, entre los que cabe resaltar réditos tan distintos como el aprendizaje sesudo o el simple picoteo que suministra un libro filológico, el pasatiempo agradable que entraña un poema satírico o de temática circunstancial, la propaganda de determinados principios religiosos, políticos que le interesan o, sencillamente, el prestigio emanado de asociar su persona a la escritura y, en cualquiera de los casos, su apoyo a un autor puede manifestarse de modo global o reducirse a la composición de una obra concreta. Por otra parte, en cuanto al escritor, en algunos casos tal apoyo se traduce en una ayuda económica, aun cuando no necesariamente tiene que ocurrir así, ya que el mecenazgo puede limitarse sólo a apuntar un signo de admiración hacia un autor o a actuar como un estímulo o acicate para que aborde un asunto por el que siente preferencia el padrino, cuyo nombre contribuye hasta a la difusión de un texto concreto. Asimismo, al ser abundante en el siglo XV la cifra de personas volcadas en la promoción literaria, no resulta singular que un mismo escritor goce del favor de varios patrocinadores a lo largo de su vida19.
Por su parte, Marina Núñez señala «el papel fundamental de la nobleza para la evolución de diversas expresiones artísticas, dentro de la llamada cultura laica» y cita, pertinentemente, estudios de Di Camillo, Russell,Tate, Lawrence o Gómez Moreno20, y aborda cuestiones fundamentales en el mecenazgo en cuanto a sus formas (amistad, clientelismo) y al «fondo del mecenazgo» (linaje, aristocratización, piedad, vía práctica). En definitiva, el mecenazgo es fundamental para estudiar las 19 20
Salvador, 2004, p. 76. Núñez, 2008, p. 168.
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relaciones económicas, y, consecuentemente, la creación del arte y la literatura medievales, como señala Ainara Herrán: El mecenazgo cultural es una de las bases indispensables de la difusión y consolidación de toda expresión artística a lo largo del siglo XV castellano. La figura del mecenas, relacionada con la del promotor, el patrocinador y el patrono, se caracteriza, primeramente, por su poder y solvencia material, y, en segundo lugar, por su gusto por una determinada manifestación cultural. En una época como la del reinado de los Reyes Católicos la combinación de estos dos factores resultaba indispensable, en un amplísimo número de casos, para que un artista pudiera desarrollar su obra21.
Como decía, el mecenazgo, adoptando distintas formas, continuará en siglos posteriores e incluso, con distinto alcance, claro, llegará a nuestros días, pero quería subrayar su peso en la Edad Media.
4. «DERECHOS
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Con la llegada de la imprenta, se producirá un cambio sustancial, como es sabido, en la relación autor-texto, en la difusión de éste y en las consecuencias económicas derivadas de ello, aunque tardará tiempo en producirse una vinculación directa entre éxito y rentabilidad, con el caso particular del teatro, como veremos. Hay que distinguir, pues muy diferentes son las circunstancias, entre poesía, novela y teatro. En poesía sigue teniendo un papel decisivo la oralidad, como vimos en el texto citado de Margit Frenk, pero basta acudir al estudio de Rodríguez-Moñino22, con matizaciones de Jauralde23, para tener cumplido testimonio de la compleja circulación y difusión de la poesía, más allá del libro impreso, con las consecuencias económicas de ello derivadas, pues hay que tomar en consideración los manuscritos, los pliegos de cordel, etc. Hay que valorar, por otra parte, lo que significa editar poesía, como hace Ruiz Pérez24, aunque aquí sólo interesa desde el punto de vista de la rentabilidad económica.
21 22 23 24
Herrán, 2008, p. 79. Rodríguez-Moñino, 1965. Jauralde, 1982. Ruiz Pérez, 2001.
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La no publicación en vida de la poesía de autores señeros como San Juan de la Cruz o Góngora, por ejemplo, nos ilustra sobre ello. Aparte estuvieron, claro, formas de marginalidad poética como la de pasquines, conjuros, manuscritos de sátira política y religiosa, etc.25, que no podían rentar económicamente. Hubo, en cambio, poesía de algún modo remunerada en los ámbitos de la fiesta, el elogio pagado, academias, «juegos florales», certámenes, pero esto entraría, en parte, en la variedad de formas del mecenazgo, por lo que interesa más aquí la novela y el teatro, en el camino hacía la propiedad intelectual y los derechos de autor. Baste como testimonio que a Lope de Vega se le pagan 3300 reales en 1620 por el certamen de la beatificación de san Isidro y la misma cantidad en 1623 por el certamen de su canonización y por dirigir al ayuntamiento «el libro que escribió»26. Por otra parte, en 1625, en el certamen por la fiesta de santa Isabel, se dan «los premios señalados» y a los otros «guantes, libros de la santa, búcaros y ramilletes»27. También la Corona contribuye, y, así, en 1584 Felipe II da 5500 reales a Rufo por la Austriada28. Más adelante, veremos algún caso de rentabilidad de la poesía vinculada al privilegio. Noël Salomon escribe, generalizando, sobre la profesión de escritor en el Siglo de Oro: A este nivel de la sociología de la escritura, el problema fundamental es el del vínculo económico que existe entre el «autor-escritor» y su «producción-creación». Se trata de saber si su obra es para él «valor de uso» o «valor de cambio» (mercancía para el mercado). ¿Es para él un «oficio» o una actividad gratuita la tarea creadora? En la literatura castellana hasta fines del siglo XVI, vemos aparecer nítidamente dos categorías de autores: a) los escritores aristócratas, para quienes tomar la pluma es un arte noble del espíritu, un como lujo en su existencia social palaciega. b) los escritores artesanos, para quienes escribir es una profesión, una actividad para ganar el pan cotidiano. […] En realidad, a las dos categorías que acabamos de establecer, cabría agregar una tercera, para la España del Siglo de Oro. Si bien algunos escritores 25 26 27 28
Ver Díez Borque, 1983; 1985a; 1995 a y b. Sliwa, 2007, pp. 593; 651. Sliwa, 2007, p. 670. Pérez Pastor, I, 106.
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como Lope de Vega aprovecharon, refunfuñando a veces, el régimen del mecenazgo (Duques de Alba, de Sessa, Conde de Lemos, Marqués de Sarria, etc.), encontraron también en el desarrollo del teatro (considerado por ellos un género menor, una como infra-literatura) un medio de vida no desdeñable. Hacia 1610, con una comedia, Lope cobraba un poco más de 300 reales y él mismo no tuvo empacho en proclamar que escribía tales obras para venderlas29.
Habrá que matizar alguna de estas afirmaciones, pero sirven ya para enfocar, de entrada, el problema de la rentabilidad económica de la literatura en el Siglo de Oro y el caso especial del teatro, como veremos más adelante. Guillermo de Torre destaca el papel de las dedicatorias para sufragar los «gastos de impresión»30, lo que sería una forma de mecenazgo, pero hay que contar también con la función del privilegio en cuanto a su rentabilidad para el autor, como se verá a continuación; por su parte, precisa S. E. Leavitt que el libro impreso suponía poco económicamente para el autor, excepto en el caso del teatro31. Hay que centrarse en los procedimientos de edición del libro en el Siglo de Oro y el papel del privilegio para valorar la rentabilidad económica de la literatura. No es lugar para entrar en cuestiones de edición y lectura, control, estructura de las bibliotecas particulares, comercio del libro, presencia del receptor en el acto de creación, producción bibliográfica en el periodo, diferencia por géneros y entre diversión y formación, edificación, manuscrito en la época de la imprenta, etc. Por más que pudieran ser pertinentes todas estas cuestiones, hay un límite de espacio que no me permite abordarlas aquí y las trataré, en parte, en mi estudio en preparación32 sobre derechos de autor en el Siglo de Oro. Hay también una importante bibliografía sobre ello, en la que no me detengo aquí, y no puede olvidarse, antes de entrar en el privilegio como fuente de ingresos del autor, que siguen funcionando diversas formas de mecenazgo en la época del Emperador, de su hijo Felipe y de los Austrias menores. Fermín de los Reyes no sólo nos proporciona una utilísima recopilación de leyes sobre el libro, sino que ha estudiado con detalle y rigor, todo lo relativo al privilegio. Escribe el mencionado investigador:
29 30 31 32
Salomon, 1974, pp. 21-22. De Torre, 1963, p. 252. Leavitt, 1967, p. 179. Díez Borque (en preparación)
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El privilegio es una exclusiva que otorga la autoridad, normalmente el rey (aunque también un arzobispo, unas cortes, etc.), a una persona, sociedad o institución, para la edición de una, varias, o un tipo de obras, por un número de años y para un territorio para el que se solicite y conceda. Se daba previa solicitud y pago de una tasa por el interesado (autor, librero, etc.). Lo solían pedir los autores, que podían cederlo o venderlo a una tercera persona (librero, impresor) para que editara las obras en el plazo otorgado («os damos licencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder hubiere, y no otra alguna, podáis imprimir el dicho libro»); también podían hacerlo sus herederos, como ocurrió con los de Juan Boscán para sus obras. Así pues, sólo quien tuviera en su poder el privilegio podía imprimir dicha obra en el territorio y tiempo establecidos. En caso contrario, se trataría de una edición pirata33.
Ha de verse, también, otro estudio del mismo autor y de José M. Lucía34. Jaime Moll plantea, en concreto, la relación del privilegio con los derechos de autor, lo que es muy pertinente aquí: El privilegio o licencia de impresión es únicamente una autorización para imprimir una obra, exigida por la legislación vigente en cada reino. El autor o editor, en una época en que aún no se había desarrollado el derecho de la propiedad intelectual, ni mucho menos los acuerdos internacionales de derechos de autor, quedaba expuesto a que su obra fuese editada inmediatamente por otro editor. Para impedirlo, existía el camino de solicitar del rey un privilegio para que, durante un cierto número de años y en un ámbito geográfico determinado, nadie más pudiese, legalmente, editar su obra. En realidad, el privilegio sólo es una concesión de exclusiva de edición, que podría prorrogarse a su término. Es un planteamiento muy distinto al del concepto moderno del derecho de autor35.
Y plantea, pertinentemente, con ejemplos significativos, en la «sociología de la edición literaria», las estrategias del editor para recuperar acrecentado el dinero invertido: Nos movemos en un entramado básico formado por inversión, mercado, explotación del éxito, y frente al mismo, un público comprador, con 33 De los Reyes, 2010, p. 36. Cuando corrijo pruebas me llega el libro de Bouza, 2012, pertinente para todo lo relativo a las «prácticas de aprobación de libros».Ver también Cayuela, 2012. 34 De los Reyes, 2001. Lucía, 2000. 35 Moll, 2011, p. 26.
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una idea de lo que espera del libro. Pues el libro es portador de un contenido, sin el que no tendría razón de ser. Su aceptación o no por parte del público comprador es el elemento fundamental para todo estudio de la sociología de la edición, que ha de llegar a unos resultados: conocer la aceptación o rechazo social de unos autores, géneros, formas del objeto libro, aceptación momentánea, sin continuidad, en ciclos cronológicos más o menos largos, con finalidades diferenciadas. Ello nos permitirá acercarnos a la realidad social del libro impreso36.
Aparece, pues, el éxito como factor determinante, pero para el editor, no para el autor, que cobra una cantidad fija, y no elevada. Lo que interesa aquí es considerar las ganancias del escritor, no del editor, y entre ellos, como diré después, no fueron pocos los problemas. El paso fundamental se dará cuando el autor participe del éxito de la obra, pero eso se producirá años después. Anne Cayuela señala que «el editor le pagaba al autor o poseedor del privilegio con una décima parte de la tirada. El pago podía efectuarse en libros o en efectivo»37. También Francisco Rico señala un 10% para el Quijote38. Fermín de los Reyes cifra en 1500 reales las ganancias de Cervantes con el Quijote («cerca de un 10% del presupuesto del libro y cierto número de ejemplares, pobre remuneración sí se tiene en cuenta el éxito de la obra»)39. El problema, además, es que «la cesión del privilegio al editor le quitaba al autor todos los derechos sobre su obra»40, «perdía todo control sobre su original de imprenta y sobre el texto resultante»41, a lo que hay que sumar, además, los frecuentes y repetidos fraudes y engaños y las ediciones fuera del lugar para el que se había concedido el privilegio. Hemos visto el caso singular del Quijote, pero conviene aportar algún ejemplo más para valorar la rentabilidad económica de la novela en el siglo XVII:
36 37 38 39 40 41
Moll, 2011, p. 92. Cayuela, 2005, p. 34. Rico, 2005, p. 74. De los Reyes, 2006, p. 171. Cayuela, 2005, p. 32. Lucía, 2005, p. 309.
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— 1585, La Galatea, de Cervantes, 1336 reales42. — 1613, Novelas ejemplares, de Cervantes, 1600 reales y 24 ejemplares43. — 1620, Salas Barbadillo, por dos novelas: Perfecto caballero; Pedro de Urdemalas: 500 reales44. — 1601 y 1602, Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, 3300 reales (Madrid, 1601) y 1400 reales (Sevilla, 1602)45. — 1615, Poema trágico del español Gerardo, de Gonzalo de Céspedes, 450 reales46. Fuera de la novela, excluyendo el teatro, que veremos después, tenemos algunos datos importantes: — 1603, Viaje entretenido, de Agustín de Rojas, 1100 reales y 30 libros (Pérez Pastor, II, 75). — 1584, La Austriada, de Juan Rufo, 550 reales (Pérez Pastor, III, 464). — 1607, Tragedia de amor, de Juan Arce, 350 reales más libros (Pérez Pastor, II, 120). — 1608, El Montserrate y Obras trágicas y líricas, de Cristóbal de Virués, 2200 reales y seis libros encuadernados (Pérez Pastor, III, 518). — 1612, Conceptos espirituales, de Alonso Ledesma, 1500 reales (Pérez Pastor, II, 230). — 1612, Romancero espiritual, de Valdivielso, 900 reales (Pérez Pastor, II, 489). — 1613, Juegos de Nochebuena, de Alonso de Ledesma, 350 reales y veinte libros (Pérez Pastor, II, 258-259). Creo que son datos suficientemente significativos de la limitada rentabilidad, en general, de la poesía, lo mismo que de la novela, como
42
Lucía, 2005, p. 60. Lucía, 2005, p. 60. 44 González de Amezúa, 1951, p. 366. 45 Cavillac, 2011. 46 Pérez Pastor, 1971, II, 326. Hay algún otro dato útil, que no tomo en consideración aquí. Citaré esta obra en el cuerpo del texto en las referencias que siguen a continuación. 43
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vimos, aunque en algún caso, como el de la Austriada, haya importantes aportaciones pecuniarias de la Corona. Fuera de la literatura tenemos algunos datos sintomáticos de lo que «rentan» distintos tipos de obras. Historia: — 1586, Historia del reino de la China, de González de Mendoza, 660 reales y 36 libros (III, 378). — 1588, Historia eclesiástica del cisma de Inglaterra, de Pedro de Ribadeneyra, 800 reales y 100 libros (III, 460). De carácter religioso: — 1605, Devocionario y horas en romance, de Fr. Francisco Ortiz, 2000 reales (II, 90). — 1610, Curia eclesiástica, Francisco Ortiz, 1000 reales (II, 187). — 1620, «El libro que dicho padre compuso», Hernando de Salazar, 2000 reales (III, 470). — 1623, Cuaresma, de Cristóbal de Avendaño, 1000 reales (III, 137138). De vario contenido: — 1572, Aviso de sanidad, de Francisco Núñez, 100 reales y 20 ejemplares (III, 435). — 1580, Cirugía, Juan Fragoso, 550 reales y 12 ejemplares (III, 374). — 1585-1609, Practicae questiones, de Juan Gutiérrez, 900 reales anuales, durante 20 años y después a sus hijos (III, 379). — 1602, Sumulas y Lógica, de Pedro de Oña, 2200 reales (II, 42). — 1609, Manual de contadores, Símiles, Mujeres, de Juan Pérez de Moya, 500 reales por cada libro (II, 165). Curioso es el caso de la continuidad de los derechos de la obra de Nebrija para sus herederos, pues se establece el pago para el biznieto de la mitad de la venta de los libros y la otra mitad para el Hospital General (1621)47. Hasta aquí hemos visto pagos en dinero, a los que se sumaba, en alguna ocasión, pagos en libros. Pero no es infrecuente que se le pague 47
Pérez Pastor, III, 23 y ss. y 105 y ss.
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al autor solamente con un determinado número de sus obras. Dentro del libro religioso, tenemos algunos ejemplos significativos: — 1602, Espejo de curas,Alonso de Vega, 300 ejemplares (II, 46). — 1603, Tratados espirituales, de Francisco Antonio, 70 ejemplares (II, 499). — 1611, Espejo de sacerdotes y Compendio de cómo se ha de servir el altar, de Fr. Baltasar Pacheco, 100 ejemplares por cada uno (II, 209-210). — 1624, Catecismo cristiano, del beato Alonso de Orozco, 150 ejemplares (III, 162). En el campo de la medicina y la farmacia: — 1572, Aviso de sanidad, de Francisco Núñez, 500 ejemplares para el autor, que adelanta 330 reales (III, 435). — 1574, De febris, de Luis de Toro, 200 ejemplares (III, 487). — 1609, Método de la colección y reposición de las medicinas simples, de Luis de Oviedo, 50 ejemplares encuadernados en pergamino (II, 164). En otras áreas: — 1616, Política y práctica judicial, de Alonso de Villadiego, 100 ejemplares (III, 516). — 1620, Tratado de Álgebra, Andrés de Tamayo, 50 ejemplares (III, 482). En el campo de la poesía: — 1584, Cancionero, de Gabriel López Maldonado, 200 ejemplares (III, 418-419.) — 1607, Las Navas de Tolosa, 30 ejemplares (II, 132). Interesa menos aquí la no infrecuente situación, ayer y hoy, de que el autor concierte directamente la impresión de su obra, para darla a público conocimiento, con muy variable recuperación de lo invertido, en que no entro (ni en las condiciones contractuales en cada caso, que quedan para otro estudio, pues desbordan los alcances de éste). Báste-
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nos, por ahora, con el testimonio de varios autores, de diferentes géneros, que se pagan su obra: 1573, Juan Muñoz, Práctica de curadores (III, 434); 1598,Tomé de Vitoria, Libro de música (III, 518); 1599, Luis Pacheco, Grandezas de la espada (III, 290); 1604, Lorenzo Zamora, Monarquía mística de la Iglesia (II, 82); 1608, Cristóbal Pérez de Herrera, Virtudes del rey Felipe II (II, 147); 1611, Sebastián de Covarrubias, Tesoro (II, 198); 1614, Antonio Ares (trad.), Diálogo de la naturaleza del hombre (300); 1615, Hernando de Ojea, Libro de la nobleza (II, 347 y ss.); 1615, Pérez de Moya, Aritmética (II, 351); 1623, Cristóbal de Fonseca, Obras (III, 373); 1623, Juan Rodríguez, El predicador (III, 153); 1624, Arturo de Maldonado, Crónica universal (III, 226). También se pagaban los derechos del traductor; por ejemplo, en 1598 se pagan 550 cincuentas reales y cuatro ejemplares a Juan Vázquez por la traducción de las Relaciones universales de Juan Botero (III, 498) y en 1608, 200 ejemplares a Francisco de Faria por la traducción de Robo de Proserpina, de Claudiano (II, 136-137). Hasta aquí hemos visto distintas formas y posibilidades de rentabilidad en la vinculación entre autores y editores, pero hay que contar también con la ayuda institucional, como hoy, sea directamente para el autor, como vimos (con lo cual se incrementan sus ingresos, pero también su dependencia), sea para la impresión del libro o mediante préstamos a tal efecto.Vimos algún testimonio muy significativo para la épica culta, la historia, la literatura celebrativa hagiográfica, lo que nos sitúa ante unas determinadas perspectivas de estos géneros y sus condicionamientos. Tanto la Corona como el Ayuntamiento de Madrid contribuyen a los gastos de impresión de distintas obras. Así, la Corona contribuye con 2200 reales a la impresión de la Historia general de España, de Mariana (III, 423-424) en 1596, y se piden, en 1623, 11000 reales para la impresión de la obra (Pérez Pastor, III, 161). En 1595 hay testimonio del préstamo de 16500 reales por el rey para imprimir Obras de san Isidro. En 1603 hay datos de ayuda de la Corona de 8800 y 6600 reales, para imprimir la Historia de Antonio de Herrera (Pérez Pastor, III, 382). Hay constancia en 1609 del pago de 8000 reales por el Consejo Real de las Indias para la impresión de Historia de Terrenate, de Bartolomé Leonardo de Argensola (Pérez Pastor, II, 162). En 1613 se dan 150 reales a fray Jaime Bleda por un libro sobre moriscos (Pérez Pastor, III, 85). En 1618, el Reino presta 11.000 reales para la impresión de Nobiliario, de López de Haro (Pérez Pastor, III, 96). También el Ayunta-
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miento ayuda para la impresión de libros; así, paga 3300 reales para la impresión de Vida y milagros del señor san Isidro, de fray Jaime Bleda, en 1622, y antes se alude a 1500 reales «por el trabajo que ha tenido en ello» y por la impresión (Pérez Pastor, III, 85). No se me oculta que las cantidades mencionadas hasta aquí, en reales, no significa mucho si no las referenciamos a la realidad de la época, es decir, a salarios, precios, posibilidades adquisitivas, etc. Lo hice en otro lugar, a donde remito48. Retendré sólo algún dato, de lo que allí se da, para que sirva de término de comparación, y teniendo en cuenta, claro, que hubo fluctuaciones a lo largo del siglo: — Un «contribuyente pobre» tenía suficiente al día con 30 maravedíes49. — Una criada en la época de F. Santos ganaba 16 reales al mes más alimento50. — Un jornalero cobraba ocho reales al día51.Y los peones, de dos a tres reales diarios52. — Un oficial carpintero recibía siete reales al día53. — Un alguacil de comedias, ocho reales cada día de representación y algún beneficio54. — Alquilar una caballería y transporte, a comienzos de siglo, costaba once reales diarios55. — Una libra de tinta costaba en 1618 cuatro reales y una resma de papel menos de un real (24 maravedíes)56. — Una docena de huevos costaba en 1626 un real con setenta; una libra de pescado cecial, en 1618, menos de un real (28,3 maravedíes) y la libra de carnero, en 1619, menos de un real (25 maravedíes)57.
48
Díez Borque, 1978, pp. 104 y ss. Reglá, 1971, p. 375. 50 Santos, 1854, Discurso X. 51 Caxa de Leruela, 1632, p. 127. 52 Martín Granizo, citado por Regla, 1971, p. 126. 53 Hamilton, 1965, p. 401. 5 Varey-Shergold, 1971, p. 33. 55 Reglá, 1971, p. 182. 56 Hamilton, 1965, p. 372. 57 Hamilton, 1965, p. 372. 49
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Baste como término de comparación, y remito al lugar citado. Los ingresos que hemos visto para distintos géneros y autores, y sus distintas posibilidades, no suponen, con alguna excepción, sumas importantes. Muestra esto el desacuerdo entre el éxito de una obra y su rentabilidad para el autor, que habría que estudiar con detalle para casos como el de los libros de caballerías, que tanto trabajo dieron a las prensas y tantas ganancias a los editores. Estas circunstancias explican que las relaciones entre autores y editores no sólo no siempre fueron buenas, sino que hubo numerosos conflictos.Ya tenemos documentados problemas de las dificultades de los autores en tiempos de Felipe II58 para el cobro de sus derechos. González de Amezúa se refiere a los fraudes en los privilegios y abusos de los editores59. José Manuel Lucía recoge testimonios pertinentes60. Anne Cayuela se refiere, por ejemplo, a las relaciones de Lope de Vega con su editor Alonso Pérez61, y no deja de reconocer malas artes de los editores contra los autores; recoge un significativo párrafo del «Prólogo largo» del Primer tomo de comedias de Juan Pérez de Montalbán: La codicia de los libreros y la facilidad de los impresores (no hablo con todos sino con algunos) aunque las ven tan imperfectas, adulteradas, y no cabales, atentos a su interés solamente, las imprimen sin consentimiento de la parte, sin privilegio de su Majestad y sin licencia de su Real Consejo. Delito que se repite cada día, no sólo en los Reinos de otra jurisdición, sino en muchas ciudades de la nuestra y particularmente en Sevilla, donde no hay libro ajeno que no se imprima, ni papel vedado que no se estampe, hasta las cartillas, y el Arte, con ser mercedes concedidas por su Majestad para la fábrica de la iglesia mayor de Valladolid, y para sustento del Hospital general de esta villa62.
Así estaban las cosas en el siglo XVII, y faltaba mucho para un control real de las ediciones y su consecuente rentabilidad, aunque tampoco sean siempre fluidas las relaciones entre editores y autores. La comedia nueva, que triunfa en corrales y coliseos, supone una notable diferencia, como veremos, con respecto a lo considerado hasta 58 59 60 61 62
Martín Abad, 2005, p. 67. González de Amezúa, 1951, pp. 358 y ss. Lucía, 2005. Cayuela, 2005, pp. 57 y ss. Cayuela, 2005, p. 65.
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aquí. Cierto que en el siglo XVI encontramos formas de mecenazgo teatral (Enzina-duques de Alba;Vicente-corte manuelina; Naharropalacios cardenalicios); teatro religioso vinculado a la iglesia (por ejemplo, Sánchez de Badajoz-teatro navideño y de Pasión) o en ámbitos cerrados (tragedia y comedia en colegio y universidad). Pero con Lope de Rueda y otros se pone en marcha la maquinaria de la profesionalización teatral, que culminará con Lope de Vega y el éxito de su comedia. Como he escrito en otra ocasión: El teatro en el siglo XVII, frente a lo que ocurría con otros géneros literarios, tenía una importante rentabilidad económica, especialmente en el caso de Lope de Vega, con el triunfo de su comedia. Ello supone que el éxito, la dependencia de su público, cuanto más extenso mejor, se convirtieron en factores centrales en la creación literaria. Como no estaba claramente asumida la rentabilidad económica de la literatura, van a entrar en oposición conceptos como normas de la poética/gusto; valor de mercado/valor cultural; peso de la norma/peso del éxito…, en definitiva, la función del receptor en la creación literaria. Encontramos así al teatro dependiendo de un público que paga y mantiene la maquinaria lúdica del espectáculo, y ello está presente, claro, en la escritura y representación de las obras63.
Fueron numerosos los escritores y teóricos que señalaron, generalmente en forma negativa, la comercialización del teatro y la dependencia de un público que paga. En esta línea, como he estudiado en otras ocasiones, no sólo los testimonios de Cervantes,Turia, Boyl,Tirso de Molina, Barreda, Cubillo de Aragón, Alcázar, Bances Candamo, etc., sino del propio Lope en su Arte nuevo, en sus cartas, en su poesía, etc.64. No entro en detalle aquí y remito a mis estudios citados. Pero sí quiero apuntar la importante rentabilidad económica del teatro para dramaturgos de éxito como Lope de Vega o Calderón de la Barca, quien, además, obtuvo importantes remuneraciones y mercedes como dramaturgo de palacio (una forma de mecenazgo) y por los anuales autos sacramentales, como veremos. Lope, como otros dramaturgos del XVII, no percibía derechos de taquilla, sino que vendía la obra al autor de comedias, que se convertía
63 64
Díez Borque, 2011a, p. 35. Díez Borque, 1981; 1987; 1992; 2011a; 2011b.
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así en dueño absoluto de ella, y no era infrecuente, a pesar de lo legislado, que este la revendiera a autores de segunda fila, en perjuicio del poeta, lo mismo que la actuación de memorias y memorillas que se aprendían el texto, sin pagar, claro, al poeta. La rentabilidad, obviamente, variaba según el ritmo de producción y la fama del dramaturgo. Pero centrándonos en Lope de Vega, tenemos que, según señala Rennert65, cobraba 500 reales por comedia y 300 por auto. Si tenemos en cuenta el ritmo de producción y la solicitud por los autores de comedias, podemos estar de acuerdo con lo que escribe Leavitt: we may conclude that if an author sold a play for 500 reales, he came into possession of considerable purchasing power.Writing saleable plays was good business66.
Y llega a la conclusión de que 500 reales equivalían a 1.400 hogazas de pan o 2.800 cuartos de vino o 1.000 libras de cordero67. En otro estudio mío68 (ver lo que digo más arriba) he analizado comparativamente salarios de criados, jornaleros, cargos, alquileres, precios de diversos artículos, etc., para demostrar que lo que se cobraba por una comedia era realmente importante, pero por no salir de los terrenos de la literatura, baste comparar con lo que percibieron importantes novelistas y poetas del siglo, como vimos.Además, no puede desestimarse lo que Lope percibió de la realeza y la nobleza (valga de ejemplo que en 1626 se le pagaron 1650 reales por El vellocino de oro)69, prebendas eclesiásticas, etc. Pero esto no interesa directamente aquí, sino insistir en que el teatro es un caso aparte en la rentabilidad económica de la literatura en el Siglo de Oro.Tanto que, aunque pueda exagerar Pérez de Montalbán, tenemos sumas muy elevadas, en el caso de Lope de Vega, frente a la parca rentabilidad de otros géneros literarios: 80.000 ducados 6.000 ducados 1.600 ducados 65 66 67 68 69 70
(880.000 reales), (66.000 reales), (17.000 reales),
Rennert, 1909, pp. 177 y ss. Leavitt, 1967, p. 180. Leavitt, 1967, p. 180. Díez Borque, 1978, pp. 104 y ss. Pérez Pastor, 1901, p. 253. Pérez de Montalbán, 1876, p. 18.
las comedias los autos las impresiones70
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Otra cosa muy distinta es la rentabilidad del teatro impreso para el autor de comedias (empresario) que había comprado la obra al dramaturgo, quien así pierde sus derechos sobre el texto. Por ejemplo, en 1616 el autor de comedias Juan Fernández vende a Francisco de Ávila doce comedias de Lope de Vega por 72 reales71 y el mismo año otro autor de comedias, Baltasar de Pineda, vende a Francisco de Ávila otras doce comedias de Lope de Vega por 50 reales72.Ya debían haber corrido su carrera en los escenarios. Calderón de la Barca tuvo importantes ingresos por su teatro de palacio, fiestas, representaciones en corrales, pero quiero destacar por su relevancia la «rentabilidad» de los autos sacramentales, aunque, claro, su puesta en escena fuera anual. Sliwa recoge testimonios muy significativos73: 1645, 3.000 reales (p. 105); 1648, 3.300 reales (122); 1649, 3.300 reales (125); 1651, 3.300 reales (133-134); 1653, 3.300 reales (149); 1654, 4.000 reales (152); 1655, 4.000 reales (157); 1656, 1.000 reales (158); 1657, 4.400 reales (163); 1664, 4.400 reales (202); 1674, 4.400 reales (233); 1677, 5.800 reales (241); 1679, 5.800 reales (250); 1680, 5.800 reales (290). Comparado con la comedia, como vimos, la cantidad es muy importante y, además, observamos que va incrementándose. Por otra parte, de un memorial enviado a Felipe IV se desprende que en 1647 eran 800 reales el precio de una comedia74. Como he estudiado en otro lugar75, Calderón tenía, al final de su vida, una importante fortuna en juros, plata, obras de arte, etc., lo que demuestra, como en el caso de Lope de Vega, la destacada rentabilidad del teatro, frente a otros géneros literarios. Claro que tantas ganancias suponen, como señala E. C. Riley, «tener que depender el escritor profesional de un público, cuanto más extenso mejor»76, de donde provienen los ataques a que aludía más arriba, las contradicciones del propio Lope, que analicé en otros lugares, y el anuncio, en el horizonte, de la compleja relación entre éxito y calidad literaria. Baste como resumen de la hostilidad hacia la rentabilidad económica del teatro lo que escribe Cervantes:
71
Sliwa, 2007, p. 331. Sliwa, 2007, p. 332. 73 Sliwa, 2008; doy la referencia en el cuerpo del texto, con indicación de página entre paréntesis. 74 En Deleito, 1954, p. 224. 75 Díez Borque, 1985b. 76 Riley, 1966, p. 180. 72
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Y así el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le dice.Y que esto sea verdad, véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio de estos reinos, con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo que tiene lleno el mundo de su fama77.
O en forma lapidaria, Bances Candamo: El tercero inconveniente, se entiende que, haciendo estos ignorantes escritores venales sus ingenios, reciban leyes del bárbaro gusto del pueblo, ajustándose a él por el mayor interés suyo y de los arrendadores o autores. ¿Qué errores no cometerá quien va sólo a agradar a hombres cuyo aplauso se manda por la casualidad de su antojo y no por la discreción de la razón?78
Pero los testimonios son abundantes, como dije más arriba. Lo que nos demuestra lo difícil que resulta todavía asumir como normal la propiedad intelectual y la relación que se establece entre calidad literaria y rentabilidad canónica. Aparte de todo esto, no pueden desatenderse distintas formas de mecenazgo (citaba a Calderón en su relación con Felipe IV), el teatro de encargo (Ferrer), la rentabilidad anual de los autos sacramentales, especialmente en el caso de Calderón de la Barca, como hemos visto; sin embargo, también había formas de teatro vinculado a la Iglesia sin una inmediata rentabilidad económica.
5. CONSECUENTES 5.1. Siglo
XVIII
En el siglo XVIII, en cuanto a la propiedad intelectual y derechos de autor, siguen funcionando los mecanismos del privilegio que conocemos, aunque con algunos avances en el camino hacia los verdaderos cambios, que se producirán el siglo XIX. Basta acudir al citado estudio
77 78
Quijote I, 48, en Díez Borque, 2011a, p. 36. En Díez Borque, 2011a, p. 75.
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de Fermín de los Reyes para tener una cumplida muestra de la legislación pertinente en el siglo XVIII79. El hecho contundente, como veremos, es que no mejora de forma importante la situación económica del escritor y su independencia como profesional. Así lo afirma un buen conocedor del siglo XVIII como Álvarez Barrientos: Las letras no se consideran carrera ni oficio […] no se podía vivir de derechos de autor ni de la sola actividad de escritor80.
Aunque, como vimos, en los Siglos de Oro esto no es equivalente en todos los géneros literarios: Aunque en muchos casos se exageraba lo apurado de la situación, no cabe duda de que en la mayoría de las ocasiones las dificultades serían importantes. Se confirma que de los beneficios de la imprenta no se podía vivir si no se tenía otra fuente de ingresos, excepción hecha de figuras como Nifo o Torres Villarroel. Otra cosa era lo que sucedía con el teatro, fuente de ingresos más lucrativa para los autores, aunque sobre ella tampoco sepamos aún demasiado. Parece que se heredaron del siglo XVII unas cuotas por tipo de obra —comedia, zarzuela, piezas en un acto, sainete— que variaron, aunque no mucho, a lo largo del siglo: por las comedias se siguió pagando, salvo excepciones, 1500 reales, mientras que por los sainetes y otras piezas cortas se duplicó el precio, alcanzándose los 600 rs. Existió también otro sistema de pago a los comediógrafos, que consistía en pagarles un tanto, 100 rs., por día de representación, lo que suponía un riesgo si la obra fracasaba, y un «enriquecimiento» sí tenía éxito. Este sistema no tuvo demasiada aceptación81.
También el periodismo en ocasiones pudo ser una importante fuente de ingresos82, pero cuando tendrá un verdadero papel relevante será en el siglo siguiente. Los problemas de rentabilidad directa de la propiedad intelectual podían ser compensados con diversidad de dádivas, mercedes, prebendas: secretario, embajador, traducciones, pensiones, bibliotecarios, etc.83.
79 80 81 82 83
De los Reyes, 2000. Álvarez Barrientos, 1995, pp. 41 y 46. Álvarez Barrientos, 1995, p. 77. Urzainqui, 1995, p. 174. Álvarez Barrientos, 1995, pp. 41 y ss.
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De acuerdo con esto, es importante conocer la profesión de los escritores. El citado Barrientos apunta: Aunque no existe un estudio sobre las profesiones que desempeñaron, puede decirse que la mayoría de estos literatos fueron presbíteros, gente de iglesia, militares, abogados, médicos, profesores, criados en casas nobles o desempeñaron algún cargo en los niveles medio y bajo de la administración del estado, y buscaban mejorar su nivel de vida al ser promocionados a otros estratos más altos, gracias al pago de sus desvelos de literarios84.
Jean Marc Buigues analiza, detalladamente, la adscripción estamental de 7593 escritores de la base Aguil y llega a conclusiones esclarecedoras: El conjunto o de los 7593 autores se desglosa, en función de su estamento, de la manera siguiente: 125 autores de la nobleza titulada, 4010 del clero y 1515 autores del estado llano. Los demás autores (1943), para los cuales no tenemos dato alguno, pertenecen con suma probabilidad al estado llano, que constaría así de los 3458 autores. […] Es un grupo reducido de privilegiados con características propias, en constante evolución y en el cual son más bien los estratos intermedios85.
Estamos todavía lejos de la rentabilidad de la creación como propiedad intelectual y los consiguientes derechos de autor, aun a pesar de producirse algún avance, como señalaba más arriba. Lucienne Domergue, Ana M.ª Freire, Paul G. Guinard y François Lopez apuntan una mejora importante en los derechos de la propiedad intelectual, aunque, no suponga cambios decisivos en la rentabilidad económica: En el reinado de Carlos III la tímida explosión del preliberalismo se divisa ya en la Real Orden de 20 de octubre de 1764, en la que alborea la noción de propiedad literaria: en adelante los privilegios concedidos a los autores no se han de extinguir con su muerte, sino que pasarán a sus herederos, salvo que sean comunidades. A fines del siglo XVIII el privilegio de que goza un autor es normalmente de cinco años, a veces de diez, pero se puede prorrogar; la Real Cédula
84 85
Álvarez Barrientos, 1995, p. 43. Buigues, 2003, pp. 293 y 297.
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de 14 de junio de 1778 advierte que el literato que añade notas y observaciones no se ha de considerar como mero editor sino como coautor86.
Si comparamos esto con la duración anterior de los derechos del privilegio, hay que reconocer la importancia de que los derechos pasen a los herederos, pero el problema está en que los mecanismos de rentabilidad del privilegio no se han alterado con respecto a lo que vimos para épocas anteriores; no hay que dejar de reconocer que la Real Orden de 1764 y la de 14 de junio de 1778 suponen un avance hacia el reconocimiento de los derechos de autor: En consonancia con la extinción de los privilegios, y para proteger a los autores, el 20 de octubre de 1764 se declaró en real orden que los privilegios concedidos a los autores no se extinguieran con su muerte, sino que pasaba a sus herederos, que pueden continuarlo previa solicitud. Con ello se da inicio al concepto de derechos de autor, frente al de privilegio, del que prácticamente podía disfrutar cualquiera, muchas veces en perjuicio de los autores. […] Tras el anticipo de 1764, catorce años después fueron regulados los privilegios por Real orden de 14 de junio de 1778, publicada por cédula del consejo el 9 de julio87.
Se va recorriendo el camino hacia esas fechas clave, ya en el XIX, de 1847 y 1879 con las leyes de propiedad intelectual, como se verá. Aunque en otro orden de cosas, hay que considerar también las consecuencias del Decreto de Nueva Planta de Felipe V, por lo que supone de centralización frente a la autonomía legislativa anterior de los varios reinos de España. Fermín de los Reyes escribe al respecto, sobre este importante proceso legislativo: La consolidación del poder absoluto del monarca tras la Guerra de Sucesión, llevó a la centralización y uniformidad de la estructura políticoadministrativa. Los Decretos de Nueva Planta impusieron la castellana sobre la de los territorios de la antigua corona de Aragón, que habían sido partidarios del de Austria, frente al Borbón:Valencia en 1707, Aragón en 1711, Mallorca en 1715 y Cataluña en 1716.Y es precisamente en este último año, el 27 de noviembre, poco después de la unificación de Catalu86 87
Domergue, Freire, Guinard, Lopez, 1995, p. 16. De los Reyes, 2000, pp. 558-559.
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ña, cuando se establecen los requisitos para impresión de libros y papeles sueltos del resto del reino, salvo Navarra, fiel al rey Felipe. La unificación también se justificaba por la constante impresión y reimpresión de forma oculta, por supuesto sin licencias ni aprobaciones; en el caso de nuevas impresiones, sólo con suponer una previa en otros reinos, ya se hacía, y en las reimpresiones se repetían las licencias y otros datos de las ediciones legales.Todo ello afectaba tanto a la pureza religiosa como a los derechos y regalías de la Corona, aparte del daño a los propios impresores, que duplicaban impresiones y dificultaban su venta. Estos hechos, como la falta de petición de licencia al Consejo, eran aún más repetidos en Aragón,Valencia y Cataluña, que en Castilla88.
Y son pertinentes varios estudios de Jaime Moll89. Este pretendido nuevo control sobre ediciones «ilegales» beneficiaba, claro, a los autores y sus derechos, aunque ya antes y para la propia Castilla eran más que frecuentes las ilegalidades en cuanto al privilegio. Pero ahondar en esto desborda mis intereses aquí. No se me oculta que podría ser más o menos pertinente volver a la oralidad, el manuscrito, las particularidades por géneros y autores o las características de la lectura, pero la amplitud del tiempo tratado y las limitaciones de espacio me obligan en cada época a centrarme en lo más representativo y destacado en el proceso que estamos siguiendo.
5.2. Siglo
XIX
En el siglo XIX van a producirse importantes cambios y avances en cuanto a la propiedad intelectual y los derechos de autor. Lo resume bien Jesús A. Martínez: En el siglo XIX los autores tuvieron que desenvolverse con unas nuevas condiciones económicas, políticas, sociales y culturales que transformaron su propia definición y el papel que a partir de entonces empezarían a desempeñar en la sociedad contemporánea. Durante todo el siglo, el libro y la edición protagonizarán múltiples cambios que, entendidos en su conjunto y no de forma aislada, representaron una revolución, tanto desde la oferta como desde la demanda, y también del sentido mismo del mercado, en un 88 89
De los Reyes, 2000, p. 424. Moll, 1994, 2011.
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proceso largo de transición entre el antiguo régimen tipográfico del siglo XVIII y la consolidación de la edición en el sentido moderno del término con los primeros compases del siglo XX. […] En España, aunque la edición arrastró una fuerte impronta del mundo anterior, los cambios durante el siglo en términos cualitativos fueron lo suficientemente importantes como para provocar lentamente la configuración de la edición moderna y sus editores con señas de identidad propias en el marco de las nuevas reglas de mercado90.
Hay que tener presente, como escribe este autor, que en el primer tercio del siglo XIX siguen funcionando las normas del siglo anterior: Hasta los años treinta permanecieron las pautas jurídicas, técnicas y culturales del Antiguo Régimen con un conjunto de intervenciones y reglamentaciones en el mundo de la edición, sólo episódicamente desarticuladas entre 1811 y 1814 y entre 1820 y 1823 con las breves experiencias liberales91.
Hay dos fechas clave en la legislación sobre propiedad intelectual: 1847 y 1889, que suponen un avance importante con respecto al privilegio en cuanto al escritor y sus derechos para él y sus herederos, aunque quede camino por recorrer en cuanto a la «profesionalización» del escritor. Leonardo Romero reconoce el avance en la «profesionalización» del escritor, con respecto a etapas anteriores: La dependencia casi absoluta que éstos, hasta finales del XVIII, habían mantenido respecto de las grandes instituciones del mecenazgo, se transformó durante el siglo XIX, en su integración en las leyes del mercado92.
por el reconocimiento legal de los derechos de autor: El hecho jurídico que marca formalmente la profesionalización de los escritores del XIX es el reconocimiento público de su derecho de propiedad sobre los productos de su pluma. Llegar a esta identificación entre
90 Martínez, 2009, p. 37. Ha de verse también de este autor, 1991, con importantes aportaciones sobre imprenta, librerías, comercio, editores, lectura, etc. y una rica bibliografía en ambas obras, a donde remito. 91 Martínez, 2009, p. 41. 92 Romero, 2003, p. 531.
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escritor y texto implica un largo trayecto de complejas operaciones que se habían ido cumpliendo en el campo de la literatura y en el de la formalización de los derechos ciudadanos, un camino que se regulariza desde las instituciones del moderno estado constitucional y que encuentra su clima propicio con la proyección romántica que ve el texto como parte de la biografía del autor93.
No deja de reconocer Romero los problemas de identificación («anonimia, seudonimia, plagio, edición fraudulenta…») y que «el producto económico de los textos satisficiese de modo equitativo los derechos reconocidos a sus autores»94. Es éste, claro, un problema fundamental. Encontramos, obviamente, grandes diferencias en la rentabilidad económica de la literatura, que veremos, y los escritores tienen también otras aspiraciones y compensaciones, que Guillermo Carnero resume95: ingresar en la Real Academia Española, obtener cargos públicos (en las diputaciones, como senadores, ministros, gobernadores, embajadores) y otros más modestos como los vinculados a la enseñanza, pero no deja de reconocer el mencionado investigador la gran batalla y la gran novedad del XIX que supone «vivir de la pluma» con todos los problemas que ello conlleva: La propiedad intelectual fue regulada por las Cortes de Cádiz y limitada a diez años después de la muerte del autor, plazo ampliado a cincuenta (veinticinco en el caso de las obras de teatro) en 1847 y a ochenta en 1879. La guerra civil entre autores y editores (véase el segundo de los artículos de Larra titulado ¿Quién es por acá el autor de una comedia?) se generaliza en el XIX, no sin precedentes sonados, como el pleito, a finales del XVIII, entre Pedro Montengón y la casa de Sancha. La peculiaridad distintiva del XIX en cuanto a las condiciones de vida del escritor es la conversión generalizada de la obra literaria en un producto sujeto a las leyes de un mercado que, si ofrece una demanda potencial de la suficiente entidad para que tenga sentido la profesión de escritor como fuente exclusiva de ingresos capaz de sustentar a quien la desempeña, al mismo tiempo lo deja indefenso ante las oscilaciones de esa demanda y lo obliga a subordinarle su libertad creativa. […] Antes he dicho que fue peculiaridad del XIX el cambio en el status del escritor y en la definición social de su labor que los convirtió, respectiva-
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Romero, 2003, pp. 538-339. Romero, 2003, p. 539. Carnero, 1995, pp. XXIII-XXV.
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mente, en productor y en mercancía. Nuestros hombres de letras del XIX percibieron tales diferencias en su contraste con la situación vigente en el Antiguo Régimen96.
Cuestión fundamental en el proceso que vamos siguiendo es que aparezca el mercado, la venta, el éxito como elemento determinante en la rentabilidad económica de la propiedad intelectual, con todo lo que ello significa para la propia creación literaria, que veremos en el siglo siguiente no sólo en la diferente rentabilidad de los géneros, sino en la cultura de masas, best-sellers, complejas relaciones entre nivel cultural de la obra y rentabilidad, etc. Pero en el propio siglo XIX tenemos ya la mayor rentabilidad de la novela por entregas, erótica, folletín, periodismo… Lo que más interesa aquí en este por fuerza abreviado recorrido es que se da ya lo que luego será lo normal en el siglo XX: la diferente rentabilidad de la obra literaria, según el mercado, con relaciones que van de la amistad a la enemistad entre autores y editores, sin que hayan desaparecido formas de mecenazgo interesado. Jesús A. Martínez97 estudia algunos casos significativos de las desiguales formas de uso de la pluma (Zorrilla, novela por entregas, bohemia,Valera, Alarcón, Clarín, Pérez Galdós). Por su parte, Ángela Ena resume bien, a partir de varias fuentes bibliográficas, las importantes diferencias en los ingresos de varios autores por su creación literaria, es decir, la economía de la propiedad intelectual. Escribe la mencionada investigadora, tras señalar que las colaboraciones periódicas y las colecciones de novela breve dan más dinero y tras reconocer las penurias de escritores como Valle-Inclán o los pocos ingresos de Clarín, Unamuno y Baroja: En 1904, el diario El Gráfico publica una encuesta sobre «¿Cuánto ha ganado Ud. con sus libros?». En ella Valera, declara entre 8.000 y 9.000 pts. anuales, sólo un año, dice, alcanzó las 10.000.Y Pardo Bazán confiesa unas 12.000 pts. y que sus ingresos, a los que debemos sumar los del periodismo, cubren bien las necesidades de su vida (bastante confortable). Estudios monográficos recientes muestran que las máximas ganancias, en el XIX, las obtienen los autores de entregas, los famosos, como Ayguals de Izco o Fernández y González quien declara (dato de Botrel) entre 35.000 y 45.000
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Carnero, 1995, pp. XXIV-XXV. Martínez, 2009, passim.
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pts. por año. Por otra parte, hay otros dos escritores que obtienen beneficios por encima de los demás y que viven con gran holgura: Eduardo López Bago (remito a Pura Fernández, que ofrece datos de tiradas y ventas; un ejemplo: de la novela El cura se venden 40.000 ejemplares, unas ventas solo igualadas, dice Pura Fernández, por Trigo y Blasco Ibáñez en el XX) y el otro es Pedro Antonio de Alarcón, que según Jesús Martínez Martín, fue uno de los autores de mayor éxito, gestionó la edición de sus obras y dice: obtuvo «ingresos cuantiosos». Galdós (dato de Botrel) obtuvo también grandes ganancias.Vivió de su literatura. Desde 1874 se asocia al editor Miguel de Cámara, al 50% de beneficios. Cuando en 1896 rompe esta sociedad, los beneficios de Galdós en estos 22 años ascendían a 242.632 pts., ingresos muy altos, pero todavía debía a su editor cerca de 30.000 pts., por adelantos.
Y se pregunta ¿quiénes ganan más con sus libros en las primeras décadas del XX?: Por un lado, los dramaturgos de éxito (Muñoz Seca, Pérez Fernández, González Álvarez, Arniches, Paso, Abati, los Quintero…) (remito a Ricardo de la Fuente Ballesteros). Un ejemplo: un sainete de Muñoz Seca, El contrabando, se había representado hasta 1920 8.600 veces y le había dado 16.000 duros (80.000 pts.). Por otra parte, los novelistas eróticos: Felipe Trigo es, hasta 1910 en que se suicida, el autor de mayores ventas y beneficios en España. En 1901 ya vende su 1ª novela, Las ingenuas, por 5.000 pts y en 1916, en el prólogo a la 7ª edición, publicada por Renacimiento —que es el libro más caro del catálogo, 7 pts.— confiesa que esta novela le había dado ya 100.000 pts.Y un año antes, en 1915, en una entrevista de El caballero Audaz en La Esfera, confiesa que venía a ganar al año unas 60.000 pts. Muy cerca estuvieron, incluso le superan, otros novelistas eróticos. Joaquín Belda confiesa en 1920, en una entrevista que le hace López Pinillos, publicada en el libro En la pendiente. Los que suben y los que bajan, que con su novela La suegra de Tarquino (1909), había ganado entre 4.000 y 5.000 duros y con La Coquito (1915), igualmente pornográfica, más de 6.000 duros. Confesaba unas ganancias anuales superiores a 20.000 pts. […] Fuera de estos dos grupos, destaca por sus ganancias Ricardo León (ver artículo de Botrel), pero sobre todo, Blasco Ibáñez.Ya sus novelas valencianas alcanzaron tiradas de más de 8.000 ejemplares. La catedral, en 1904, alcanzó los 16.000 ejs.Y en el reparto de ganancias, igual que Trigo y León, el autor recibía una peseta por cada ejemplar vendido. Muy pronto, adelantándose a su tiempo, se convierte en un magnate de la literatura. Anécdota: en 1909, en Montevideo, encuentra al torero Vicente Pastor. Le
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cuenta que ganaba 10.000 pts. por corrida. Blasco le contesta que a él le habían abonado por una conferencia en Salta (Argentina) 14.000 pts., y añade, «Ya es hora de que los que manejan la pluma aventajen en cobrar a los que manejan el estoque». Pero el gran «pelotazo» le llega cuando en 1916 publica Los cuatro jinetes del Apocalipsis, sobre todo cuando se traduce al inglés. Se vendieron 4.000.000 de ejemplares en lengua inglesa. En 1921, firmó un contrato con la Metro en Hollywood para hacer la película, por cuyos derechos cobró la cifra más alta hasta tiempos muy recientes (datos de Rafael Ventura Meliá, Blasco Ibáñez cineasta: Blasco Ibáñez cobró 280.000 dólares de entonces que equivalen a 7.000.000 de pesetas de 1998, año de publicación del estudio)98.
No dejo de reconocer que sería interesante plantear cuestiones pertinentes de lectores y lecturas, lectura masculina-lectura femenina, editores, libreros, sociedades de autores, pero, como quedó dicho, lo que interesa aquí son los datos básicos de la propiedad intelectual y su rentabilidad económica en el camino que va del juglar medieval a Internet.
5.3. Siglo
XX
En 1847 se publicó la primera ley de propiedad literaria, vigente hasta la aprobación del documento que sentó las bases definitivas el 10 de enero de 1879. Lo que nos interesa, ya en el siglo XX, es la vigencia hasta 1987 de la ley de 1879: Las resoluciones aprobadas conminaban al respeto de las normativas, pero hasta 1987 no se revisaron en España los textos de la primitiva ley de de 1879, con modificaciones sucesivas en cuatro ocasiones (1992, 1994, 1995 y 1996). En esta última actualización se concretaba que la propiedad intelectual estará integrada por derechos de carácter personal y patrimonial, que atribuyen al autor la plena disposición y el derecho exclusivo a la explotación de la obra, sin más limitaciones que las establecidas en la ley. Con el fin de recopilar información sobre derechos de autor y conexos, el Ministerio de Cultura creó el Centro de Documentación de Propiedad Intelectual99.
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Ena, 2009. Sánchez Vigil, 2009, p. 272.
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Es cierto que hubo un intento en 1934 de redactar una nueva ley de propiedad intelectual, pero la Guerra Civil lo impidió100. Esto supone que durante una buena parte del siglo XX estuvo vigente en cuanto a la propiedad intelectual y derechos de autor lo que se había establecido en la ley del siglo anterior (1879): La ley de 1879 definía al beneficiario (autores, traductores, editores y sus herederos) y por cuánto tiempo disfrutaba del derecho (durante la vida del autor más 80 años después de su muerte), y prohibía las reproducciones sin permiso expreso de los creadores aun cuando no se hubieran publicado los textos. Establecía asimismo un registro general de la propiedad intelectual en el Ministerio de Fomento, en las bibliotecas provinciales o en los institutos de segunda enseñanza donde no había bibliotecas, obligando a entregar tres ejemplares de cada obra, una de las cuales quedaría en la Biblioteca Nacional. El reglamento para la ejecución de la ley de Propiedad Intelectual dedicaba dos artículos al editor y a la explotación de la obra101.
Pero una cosa es que se regulasen los derechos de los autores, y otra que su actividad fuera rentable, permitiéndoles ser «profesionales de la pluma», viviendo de ello, problema recurrente que hemos venido viendo hasta aquí. Jesús A. Martínez reconoce que «la actividad literaria remunerada suficiente para vivir solo estaba al alcance de unos pocos», lo que afecta particularmente a la poesía, ensayo, historia, pero también a la novela, y menos al teatro, lo que obliga, como antes, a buscar complementos económicos a la actividad literaria: colaboración en periódicos, traducciones, docencia, etc102.Aunque se vaya avanzando hacia la profesionalización, con diferencias marcadas, claro, por géneros y autores, el hecho cierto es que «la característica más destacada de la vida material del autor fue la irregularidad de sus ingresos literarios, por la dependencia del público y de los editores, es decir, por las estrecheces del mercado»103. Aparecen así las no siempre fáciles relaciones entre autores y editores, no pocas veces en colisión de intereses económicos, y la función de
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Sánchez Vigil, 2009, p. 271. Sánchez Vigil, 2009, p. 270. Martínez, 2009, pp. 183-187. Martínez, 2009, p. 186.
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los contratos de edición, con unas pautas marcadas, pero con excepciones según los intereses, y los problemas de la liquidación de derechos de autor según los ejemplares vendidos, a distancia de lo que veíamos en el siglo XVII —por ejemplo— para obras de gran éxito de ventas. Aunque pueden mantenerse formas de fidelidad, amistad, relaciones personales, etc., las vinculaciones entre autores y editores entran en los fríos cauces de lo contractual, con minuciosidad de estipulaciones. Jesús A. Martínez reconoce «cierto grado de antagonismo entre editores y autores»: El editor empezó a actuar más como un empresario, y como artífice de la publicación tenía en sus manos la toma de decisiones sobre la publicación de un libro, a excepción de los autores más rentables. Los escritores dependían, en general, de las condiciones de los editores y los criterios económicos pesaban más sobre los criterios intelectuales, con la figura del escritor cada vez más asociada a la de un empleado. En esa situación, las opiniones de los escritores no solían ser muy favorables104.
Las relaciones entre autores y editores se rigen por los contratos de edición, como dije, con diversas estipulaciones encaminadas a garantizar los intereses de ambos, aunque no pocos serán los problemas. Juan Miguel Sánchez Vigil recoge los puntos básicos que regulan la relación contractual entre autores y editores: 1. El autor cede los derechos de edición en forma de libro o cualquier otro soporte. 2. La cesión es exclusiva. 3. Fijación de fecha de entrega y penalizaciones si proceden. 4. Fijación de fecha de puesta a la venta. 5. Acuerdo temporal para la explotación de la obra (duración del contrato). 6. Lengua de edición y explotación (castellana, lenguas oficiales españolas, etcétera). 7. Ámbito geográfico: España,América, Europa… 8. Fijación de contraprestaciones económicas: porcentaje o tanto alzado. 9. Fijación de número de ejemplares para el autor. 10. Corrección: tiempos y porcentaje de páginas que puede modificarse. 11. Penalización en caso de exceso de correcciones. 104
Martínez, 2009, 177.
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12. Número de ediciones que se realizarán o se autorizan. 13. Documentación para comprobación de tirada: entrega al autor. 14. Número de ejemplares que se retiran para publicidad, marketing y comunicación. 15. Comunicación anual del estado de ventas y liquidaciones de autor. 16. Ingreso en hacienda de los descuentos oficiales sobre el pago o liquidación. 17. Prioridad del editor para reeditar la obra una vez extinguido el contrato. 18. Cesión de derechos para negociar venta en extranjero o traducción de la obra. 19. Normativa en caso de saldo. 20. Respeto a la norma de propiedad intelectual en caso de desacuerdo. 21. Certificado de ejemplares impresos105.
Hay, claro, distintos tipos de costumbres y estipulaciones particulares, en que no voy a entrar, pues lo que nos interesa aquí, básicamente, es la relación económica entre escritores y editores, en cuanto a la profesionalización del oficio de escritor. Las contraprestaciones económicas básicamente son o porcentaje según ventas o tanto alzado, sobre la base de que el escritor ha de «responder ante el editor de la autoría y originalidad de la obra». Acuerdos: — porcentaje sobre venta de ejemplares; — derechos por internet (porcentaje); — derechos por ediciones paralelas distintas a la contratada en origen; — ediciones populares o de bolsillo; — ediciones de lujo; — ediciones en fascículos; — ediciones ilustradas; — ediciones especiales para instituciones financieras y empresas; — ediciones de clubs, quioscos o Círculo de Lectores y — operaciones especiales. Anticipos a cuenta: — Se acuerdan en función del original: extensión, contenidos, etc. — Se abonarán en uno o varios plazos y se liquidan generalmente a la entrega del original y a la salida del libro. 105
Sánchez Vigil, 2009, p. 288.
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— No deben nunca superar el importe de la liquidación por la obra. Liquidaciones: — fijación del PVP de cada ejemplar y — fijación de cantidades en caso de liquidación o saldo de la obra106.
Dentro de este panorama general de los derechos de autor sería necesario matizar, según las variadas posibilidades de tipos de libros, las características de la editorial: desde las grandes empresas y multinacionales a las pequeñas editoriales, más o menos independientes, pasando por las editoriales especializadas, prestigio de algunos editores, etc. Surgen o siguen funcionando diversos organismos —Instituto Nacional del Libro Español; Sociedad General de Autores y Editores (SGAE); Asociación Colegial de Escritores; Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO); Gremios de editores— para defender los derechos de las partes implicadas, contribuir a la defensa y difusión del libro, etc. Lo fundamental, como hemos visto, es que la literatura es «mercaduría vendible», como se dijo en el siglo XVII, y ello supone diversas estrategias, que afectan, claro, a la creación literaria para asegurar y aumentar la rentabilidad económica de la literatura para editores y, consecuentemente, para los escritores.Variadas son las posibilidades, en este sentido, que incluyen presentaciones de libros, presencia en los medios de difusión, actos diversos, ferias del libro, promociones, ventas a domicilio, círculos y asociaciones de lectores, tertulias, ayudas a la edición, etc. Un papel destacado tienen los premios literarios, desde los más prestigiosos a los más comercializados, que contribuyen a incorporar a un numeroso público lector. Los procedimientos son muchos, sin que me parezca necesario detenerme en ellos. Lo que me interesa es subrayar lo que significan para la comercialización de la literatura y la profesionalización del escritor, apareciendo la rentabilidad como criterio fundamental (también la no rentabilidad, claro, en productos al margen de estos canales de comercialización o aceptación amplia). Con todo esto se está abriendo el portillón de multitud de cuestiones como originalidad y rentabilidad, valor literario y valor de mercado, literatura de masas, innovación y rentabilidad, novela popular, best-seller,
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Sánchez Vigil, 2009, pp. 292-293.
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etc. Lo que hay al fondo, y es fundamental, es la muy diferente rentabilidad de la literatura, según los casos, una vez que han quedado recogidos los derechos de la propiedad intelectual. Se comprenderá que renuncie aquí a comparar, por ejemplo, la novela rosa de Corín Tellado o del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía con novelas consagradas por la crítica como «alta literatura»; se comprenderá que no compare bestsellers recientes con novelas de calidad que están en la mente de todos. Y se comprenderá que renuncie aquí a cualquier nómina o escalafón de escritores por las ganancias con su actividad literaria: desde los que viven de la pluma a los que tienen otras profesiones, que complementan, más o menos, con los ingresos literarios. El hecho cierto y relevante es que, al convertirse la literatura en producto de mercado, queda sometida a sus leyes, con todo lo que ello significa. Me he referido, en lo que antecede, básicamente a la novela, pues la poesía, excepto en un minoritario grupo de poetas consagrados, lleva una vida lánguida en cuanto a su rentabilidad económica, en buena medida al margen de los grandes circuitos de difusión, concentrada en pequeñas editoriales, grupos de amigos, aunque con excepciones, claro. Consideración aparte merecen el teatro y el bien organizado mundo del best-seller. Como es bien sabido, en el teatro es la taquilla la que regula los ingresos del autor, por lo tanto también es el mercado, como hemos visto. La diferencia, claro, es que no es el editor y el libro el medio de difusión, sino el escenario y aquí entran, en consecuencia, distintos profesionales: empresarios, director, adaptador, escenógrafo, actores, distintos técnicos, etc. Con mayor o menor responsabilidad, todos contribuyen a la difusión de la obra y a la rentabilidad, consecuente, para el dramaturgo, habida cuenta de que los rendimientos han de repartirse entre otros distintos responsables. De nuevo entran en colisión distintos ámbitos culturales: desde el teatro de masas al teatro minoritario, pasando por un amplio abanico que incluye traducciones, reposiciones, adaptaciones de clásicos, etc. Aquí las muy diferentes posibilidades entre los teatros oficiales (Centro Dramático Nacional, Compañía Nacional de Teatro Clásico;Teatros municipales, etc.) y las salas particulares marcan unas importantes diferencias en cuanto a llevar a escena las obras. Por otra parte, hay que recordar que la SGAE se encarga de la salvaguardia de los derechos de los autores, y no puede desatenderse el complejo mundo de las subvenciones teatrales del INAEM y otras entidades oficiales.Todo ello afecta, desde luego, a la rentabilidad de la
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obra teatral para sus creadores, independientemente de otros profesionales del hecho teatral. El mundo del best-seller es apasionante y contradictorio. Puede organizarse con minucioso cálculo para obtener los resultados pretendidos, pero puede ocurrir que obras no planteadas como tales, el ejemplo será siempre El nombre de la rosa de Umberto Eco, alcancen tal condición, aunque, claro, esto nos lleva a la pluralidad de niveles de lectura y a la pluralidad de componentes, que pueden atender a muy distintas, y aun encontradas, perspectivas de lectura. Habría que ejemplificar, caso a caso, pues distintas son las razones de éxito.Ya es significativo en sí mismo el título de un estudio de David Viñas sobre el tema: El enigma best-seller. Fenómenos extraños en el campo literario107, y el libro responde a lo que en título plantea, en cuanto a las dificultades para establecer unos rasgos genéricos comunes, que afectan a temas y formas. Me parece importante y revelador lo que escribe sobre la vinculación al contexto de la cultura de masas, tras afirmar que no hay ni temas ni motivos recurrentes entre las distintas formas de best-seller: Del mismo modo, los rasgos esenciales del modelo genérico ideal en el caso del best-seller están estrechamente vinculados al contexto concreto en el que surgió y se expandió después con fuerza este sorprendente fenómeno literario: el contexto de la cultura de masas. De ahí que sea necesario, para comprender bien por qué los rasgos integradores del arquetipo ideal son los que son y no otros, poner esos rasgos en relación directa con la situación contextual que en buena parte los explica. La ubicación del best-seller en su hábitat natural facilita que, incluso antes de hacer una incursión en los aspectos temáticos y estilísticos característicos de este tipo de obras, vaya asomando ya una imagen genérica bastante bien perfilada, y esto demuestra que tanto los temas más habituales del best-seller como los recursos formales a través de los que se vinculan esos distintos temas se encuentran en situación de dependencia directa respecto del contexto social en el que se desarrolla el fenómeno. De ahí la importancia de reconstruir ese contexto108.
Muchas y sugestivas son las aportaciones del estudio de David Viñas para internarse en el denso boscaje del best seller, pero para lo que interesa aquí, quiero retener que «lo del best-seller es más cosa del lector 107
Viñas, 2009 y la bibliografía que incorpora. Puede verse, entre otros, Álamo, 2009-2010;AA.VV., 2001 y la bibliografía recogida. 108 Viñas, 2009, pp. 21, 39.
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que del autor […] un libro leído de cierto modo mucho más que escrito de cierto modo», que atiende a unas expectativas de recepción: Querrá sobre todo contar una historia que suscite el interés del mayor número posible de lectores, de manera que los aspectos formales tendrán una importancia secundaria, la tengan o no durante el proceso configurativo. Entendámonos: esa obra va a ser leída desde una actitud lectora que atenderá mucho más a lo que se cuenta que a la manera de contarlo. […] Siempre es la actitud lectora de la mayoría la que cuenta aquí.Y lo que a esa mayoría le importa, lo que busca, es sentirse seducida por lo que lee, pasarlo bien mientras se pasan páginas y pasa el tiempo, pasarlo bien incluso pasándolo mal porque a lo mejor la ambientación gótica genera un clima de cierta tensión, o porque la presencia de lo fantástico se siente como una auténtica amenaza, o porque la intriga va in crescendo y no llega la clave, hay que esperar (pasar otra página, y luego otra…).Y uno no puede ya esperar más y se siente como atrapado en arenas movedizas y quiere salir pero en realidad no, no quiere salir109.
El best-seller ejemplifica lo que significa para autores y editores depender de un público cuanto más extenso mejor, ocurra lo que ocurra con el «sagrado reducto» de unos supuestos valores literarios superiores. Es el peso del mercado en un difícil balance entre el acto soberano de libertad creadora y su rentabilidad económica. Entre los límites de una literatura considerada superior y la llamada subliteratura hay, claro está, muchos grados, pero, en todo caso, es una de las consecuencias prácticas de los derechos de autor en su conversión en dinero. Me he referido hasta aquí a las formas tradicionales de edición, pero ya en el siglo XX comienza la competencia de las nuevas tecnologías, en ese mundo desbordado y desbordante de Internet, lo que afecta, obviamente, a los derechos de autor y su rentabilidad económica. No es exclusivo, pues, del reciente siglo XXI, pero voy a referirme a ello en este siglo, como signo y símbolo de los nuevos tiempos. 5.4. Siglo
XXI
En lo que va del nuevo siglo sigue plenamente vigente lo que hemos visto para el anterior, pero comienza a hablarse, repetidamente, 109
Viñas, 2009, pp. 598-599.
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de desaparición del libro en su forma habitual, el e-book como futuro cierto, de libertad de creación en la red, de literatura in fieri, de interactividad literaria. Lo que nos interesa aquí es cómo puede afectar todo esto a la propiedad intelectual y a los derechos de autor. Es verdad que estamos en los comienzos, pero, aunque no se tenga el don de la profecía y sea hoy un debate abierto, cabe pensar que por ahí van los tiros y que se producirán cambios sustanciales. Simplificando, cabría preguntarse sí estamos en los umbrales de la creación literaria como propiedad compartida, como, en otro sentido, ocurría en la Edad Media en los amplios campos de la oralidad. Todavía en los márgenes de las prácticas tradicionales, habría que citar la Ley de la lectura, el libro y las bibliotecas, de 2007, encaminada a promover la lectura, lo que afecta a autores, editores, bibliotecas…, pero Juan Miguel Sánchez Vigil recoge, oportunamente, las conclusiones del VI Congreso Iberoamericano de Editores (Madrid, 2006) y el VI Congreso de Editores de España (Sevilla 2008), que nos sitúan en el ojo del huracán de los nuevos tiempos: — Reconocer la utilidad de los instrumentos digitales para la racionalización de los distintos campos. — Necesidad de una sólida normativa sobre derechos de autor en el entorno digital. — Defensa del carácter creador de los editores. — Denuncia del menosprecio de los contenidos culturales de las nuevas tecnologías por parte de algunos sectores sociales, con la excusa de defender las herramientas tecnológicas. — Consideración positiva de la ley de 22 de junio del 2007 de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas, y denuncia de la ruptura del precio único en los libros de texto. — Propuesta de la supresión de aranceles que dificultan la libre circulación de libros y productos culturales entre América y España110.
Aunque estemos lejos todavía de un previsible futuro de transformaciones de gran alcance, hay que preguntarse por lo que ello supondrá para la creación literaria, como se había concebido hasta aquí, para la lectura y, consecuentemente, para los derechos del autor. Chartier y Hébrard resumen, certeramente, lo que suponen las nuevas tecnologías para autores, editores y lectores: 110
Sánchez Vigil, 2009, p. 149.
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La revolución de las técnicas de producción y reproducción de los textos consiste en que queda potencialmente abolida la separación entre el trabajo del autor (concebir y escribir un texto), del editor (fijar el texto, corregirlo, diagramarlo), y el del impresor (armar el prototipo y «sacar» gran cantidad de reproducciones). Ahora cada autor puede autoeditarse, sabiendo que el texto que el lector «descarga» en su máquina tal vez no respete ni la tipografía de la paginación del texto de partida: la forma se hace separable del contenido. Los antiguos oficios relacionados con esta tarea han pagado los primeros costos y el propio oficio de editor, descubridor, filtro, garante de un texto fijado, como se lo cataloga oficialmente, está en busca de un nuevo futuro111.
Muy interesante es, en esta línea, el estudio de Cordón, Gómez y Alonso en que analizan los cambios, el «nuevo modelo editorial», el libro electrónico y su mercado, su presencia en la red, etc.112. No interesan aquí directamente las posibilidades de la edición electrónica, su evolución desde los tiempos de Gutenberg113, sino lo que ello significa para la propiedad intelectual y los derechos de autor, que paso a paso habían ido consiguiéndose, como hemos venido viendo. Picchio lo expresa con contundencia: L’opera espressa in tale forma [multímediale] puó essere duplicata, compressa per l’invio online, combinata con altre informazioni e manipolata al punto da non poter essere riconosciuta dall’autore originale. La conseguenza giuridica che ne deriva é che più diritti d’autore tra essi indipendenti, per il principio di autonomia e indipendenza tra i vari diritti di autore (art. 19 LDA), coesistono e concorrono tra essi in uno stesso supporto virtuale. II rischio attiene al pericolo di violazioni sia del diritto morale che di quello patrimoniale dell’autore114.
Lo fundamental, como apunta Fiormonte, es «un principio difuso de propiedad», «el usuario puede ser realmente un coautor», «la comunidad de los usuarios adquiere poder sobre los productos: el poder de compartir su creación», en definitiva, frente a la «escritura estática» hay
111
Chartier-Hebrard, 2002, p. 199. Cordón, Gómez y Alonso, 2011. Puede verse Cassany, 2011;Tascón, Cabrera, 2012 y la bibliografía allí recogida. 113 Ver Briggs-Burke, 2002.Ver nota anterior. 114 Picchio, 2000, pp. 127-128, en Fiormonte, 2004, p. 754. 112
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una «nueva ética de la utilización y de la creación»115. Creo que se comenta solo lo que esto puede suponer, progresivamente, para la propiedad intelectual y los derechos de autor, como se habían concebido hasta aquí. Es cierto que a día de hoy y, aunque con estas perspectivas de futuro, siguen funcionando los mecanismos «tradicionales» de propiedad intelectual y rentabilidad económica que hemos visto. Me interesa subrayar lo que supone todo esto como forma de recuperación de la oralidad, que veíamos más arriba en forma destacada para la Edad Media y los Siglos de Oro, y allí se comentó lo que significa la oralidad para la propiedad intelectual y los derechos de autor. Antonio Viñao lo destaca como rasgo de la literatura en las nuevas tecnologías: La rapidez inmediata con que un texto puede ser lanzado, transmitido, recibido, apropiado, fragmentado, modificado y de nuevo lanzado a una red de conexiones múltiples, así como su fugacidad y la facilidad con que puede alterarse, transformarse, reestructurarse o desaparecer incluso para siempre, acerca cada vez más la escritura, en su misma configuración como tal, a la oralidad, al mundo de lo oral. La espontaneidad, inminencia e inmediatez propias de la escritura electrónica —rasgos todos ellos característicos del habla— debilitan el distanciamiento tradicionalmente asociado a los actos de escritura y lectura, así como la separación en el tiempo de la producción de un texto definitivo, fijado para siempre, y su apropiación por unos lectores determinados en épocas diferentes. Es en esta intersección entre oralidad y escritura donde se están produciendo y es previsible que se produzcan, a un ritmo acelerado, las mutaciones más importantes en el ámbito de la cultura y comunicación escritas116.
No es cosa de abrir aquí el debate sobre la desaparición del libro en su formato tradicional, tan vivo desde los tiempos de McLuhan, pero no dejaré de apuntar, al paso, que en el curso que dirigí en el Escorial117 en que participaron escritores, profesores, escritores, responsables de organismos de control de los derechos de autor, etc., fue tema constante en conferencias y debates, porque esas importantes mutaciones son lo que se ve en el horizonte, y parece oportuno recuperar ante los 115
Fiormonte, 2004, pp. 763-764. Viñao, 2002, pp. 354-355. Ha de verse también, entre otros, Mora, 2012, y la útil bibliografía que da.Ver nota 285. 117 Curso, Del escritor, 2009. 116
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nuevos tiempos el conocido título de Umberto Eco, Apocalípticos e integrados. Juan Miguel Sánchez Vigil reconoce la multitud de problemas que plantean los derechos de autor en Internet: El problema de los derechos en el entorno digital plantea graves problemas en Internet, donde el control por copia es muy difícil. El desconocimiento de la ley de propiedad intelectual (LPI) y de los derechos de los autores es uno de los argumentos utilizados por quienes sistemáticamente infringen las normas. Pero la reflexión es sencilla: la obra está protegida más allá del medio donde se difunde. Por otra parte, la tecnología digital permite copias de calidad porque en la práctica no existe tal original, sino la combinación de bits y bytes. Internet es un medio potencialmente rentable y la introducción de cualquier obra en la red requiere el permiso específico del propietario de los derechos morales y de exportación. Siempre deberá figurar el nombre del autor y en todos los casos deben negociarse las retribuciones por cada uso. Cuando nos referimos a «cada uso» queda claro que la aplicación a soporte impreso o digital es diferente, aunque los contenidos sean los mismos. Se trata de dos vías de comercialización y por consiguiente son necesarios dos contratos o la especificación de uso en un solo contrato118.
Señala que la Ley de Propiedad Intelectual ampara también la difusión mediante las nuevas tecnologías y mediante «los soportes que puedan inventarse en el futuro», cita el tratado 2002 de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual sobre derechos de autor en Internet, los acuerdos del Primer Foro de Expertos sobre Derechos de Autor (México 2003) encaminados a controlar los derechos de autor en la red, y la función del DOI (Digital Object Identifier) en la misma línea. Pero el problema está, claro, en controlar lo difícilmente controlable en la mar océana que es Internet, o sea, la difícil tarea de poner puertas al campo. Resulta cuando menos paradójico que tras un lento y complejo proceso para conseguir y asentar los derechos de autor pueda volverse a espacios de indefinición de la propiedad intelectual. A día de hoy, los novelistas siguen cobrando sus derechos de autor, según designio del público soberano y los pactos con el editor; los dramaturgos perciben
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Sánchez Vigil, 2009, pp. 281-282.
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sus derechos de taquilla, con la mirada atenta de la SGAE; los poetas, en gran parte, crean en los espacios de la ilusión, con la esperanza de que su labor sea compartida. Los editores y autores se esfuerzan en controlar la propiedad intelectual en el mundo digital, como hemos visto. Pero los asedios son muchos, aunque hay instituciones como CEDRO que están vigilantes. Aparte de la creación compartida y las variadas formas de intervención en la red, que veíamos, tenemos el hecho cierto y contundente, que irá avanzando, de la digitalización de textos en la red y su descarga sin control, que podrá llevar a la literatura a convertirse en un bien mostrenco de dominio público, por no hablar de formas tecnológicas menos sofisticadas como la fotocopia, aunque estén bajo la vigilancia de CEDRO. El e-book, que reduce el libro a la exclusiva función de lectura, privándolo de todos los otros componentes que lo integran, no es un asedio menor, aunque los editores se están esforzando para que no se diluya la propiedad intelectual, como vimos, aunque parece más difícil de controlar. Quizá un día, no sabemos a qué distancia temporal, dirán —diremos— «de aquellos lodos estos polvos», y no sé hasta dónde llegará la «revolución cultural del procomún»119.
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