Wittgenstein y la estética
 9788437013091, 8437013097

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Wittgenstein y la estética

Traducción, introducción y notas José Javier Marzal Felici y Salvador Rubio Marco

Jacques Bouveresse

Col-leccio estètica & crítica Director de la coMecció: Romà de la Calle de la Calle

Els textos que reproduïm en la présent ediciô corresponen als capitols “La voix universelle et le discours critique” i “Les causes, les raisons et les mythes” de Cobra original de Jacques Bouveresse, Wittgenstein: la rime et la raison, Les éditions de Minuit, Paris, 1973 (pp. 153-234).

L’cdiciô d’aquest volum ha comptât amb la col laboració de Galería Llufs Adelantado i de Galería Rita Garcia, de València. (O De la traducció: José Javier Marzal Felici i Salvador Rubio Marco unto de vista diametralmente opuesto al de los etnólogos transformistas ;obre la “mentalidad primitiva”, sino porque constituyen el complemen0 indispensable de las Lecciones y conversaciones sobre estética, psicoogía y creencia religiosa, y uno de los textos más esclarecedores de Wittgenstein, uno de ellos donde se expresan más vigorosamente ciertas endencias profundas de su filosofía. Aunque ésta sea una filosofía ‘a nigajas’,17 sin embargo debe ser interpretada en función de ciertas consantes fundamentales que en ningún lugar aparecen tan claramente como ;n los textos inéditos.18 Uno de estos rasgos permanentes más caracterísicos es una hostilidad dirigida, a partes iguales, contra las formas ingémas de Aufklärung y contra sus antítesis irracionalistas. Wittgenstein estaba convencido, con toda evidencia, de que una comprensión exacta leí sentido y la función de los mitos arrojaría más luz sobre la naturaleza leí psicoanálisis que éste sobre la naturaleza de los mitos. Y se entiende nejor, a la vista de la consideración que él podía tener por los mitos en general, la consideración que manifestaba, a fin de cuentas, por aquellos 1quienes no dejó de combatir nunca, a saber, los “mitos” filosóficos. En las Observaciones a La Rama Dorada vemos ejercer el racionaismo destructor al que hacíamos alusión al principio19 con una virulen­ cia particular contra un mito racionalista típico. Una actitud tal no impli­ ca evidentemente ninguna complacencia particular por las corrientes de 17. En el original, “une philosophie en miettes*\ Hemos preferido traducir literal­ mente la expresión de Bouveresse por su expresividad. (N. de los T.). 18. Por inéditos, Bouveresse se refiere muy probablemente a los textos que el pro­ pio Wittgenstein nunca consideró publicar. (N. de los T.). 19. “Wittgenstein se ha aplicado, podríamos decir, con una especie de genio de la destrucción, en combatir todo tipo de entusiasmo teórico y especulativo: para él, el entendimiento humano está, en cierto modo, perpetuamente enfermo de sus propios éxitos, no conoce a menudo más que para desconocer, no produce luces que no acaben por volverlo un poco ciego ni soluciones que no constitu­ yan al mismo tiempo problemas.” (p. 8 de Wittgenstein: la rime et la raison). (N. de los T.).

Jacques Bouveresse pensamiento extrañas u hostiles a la ciencia. Wittgenstein se ha ocupado con igual vigor de la ciencia, en tanto que engendra una mitología, y de la mitología, en tanto que se toma por ciencia. Ha combatido, efectiva­ mente, por un cierto estilo de pensamiento, y no por ciertos pensamien­ tos. “Wittgenstein afirmaba, nos dicen dos de sus alumnos, que ninguna respuesta a una pregunta filosófica servía para nada si no le llegaba a un hombre en el momento en que tenía necesidad de ella. Eso implica una tentativa para haceros ver que teníais realmente necesidad de una res­ puesta tal. Añadid a ello que él ‘esperaba mostraros que teníais confusio­ nes que jamás hubiéseis pensado que podríais tener’. Sería honesto decir que él intentaba avanzar poco a poco para entrar en una cuestión y para salir de ella, siguiendo el orden natural y del modo no técnico en que todo hombre completamente sincero, reflexionando por sí mismo, llega­ ría a ello. (‘Debéis decir lo que pensáis realmente como si nadie, ni vo­ sotros mismos, debiera sorprenderse de ello.’ ‘No intentéis ser inteligen­ tes; decidlo; a continuación, haced entrar la inteligencia en la habita­ ción.’20).” No hay ninguna duda de que tenemos una particular necesi­ dad en nuestro país de leer y releer a Wittgenstein, porque puede que jamás se haya visto coincidir hasta este punto la incomprensión funda­ mental de lo que ocurre en las ciencias con la mitología de la cientificidad en todos los dominios, ni se haya visto la lucidez filosófica procla­ mada a los cuatro vientos traducirse finalmente en una confusión tan espectacular.21 Wittgenstein juzgaba, parece ser, a los filósofos tradicionales esen­ cialmente por la calidad de sus preguntas, y no por la de sus respues­ tas.22 Pensemos lo que pensemos, en general, de sus respuestas (en la medida en que existan), es cierto que sus propias preguntas no pueden ser tratadas con indiferencia o desprecio. Pero es posible que hayamos 20. Gasking & Jackson, Wittgenstein as a Teacher, pp. 52-53. 21. El lector juzgará si esta apreciación de Bouveresse, pensada para un país (Fran­ cia) y un tiempo concretos (principios de los 70), es extensible a nuestras coor­ denadas espacio-temporales. (N. de los T.).

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22. Según Kenny (“Aquinas and W ittgenstein”), The Downside R eview , vol.

Wittgenstein y la estética sido alcanzados en profundidad por esa enfermedad que él ha designado con el nombre de “pérdida de los problemas” (Problemverlust): “Algu­ nos filósofos (o como se les quiera llamar) sufren de lo que podría lla­ marse ‘loss ofproblem s\ ‘pérdida de problemas\ En tal caso, todo se les antoja absolutamente simple, y les parece que ya no existe ningún problema profundo, el mundo se hace vasto y chato y pierde toda pro­ fundidad; y lo que escriben se convierte en algo incalculablemente insul­ so y trivial. Russell y H. G. Wells sufren de esto”.23 (Zettel, párr. 456). (Este reproche podrá parecer, es verdad, bastante injusto en lo que con­ cierne a los dos autores citados.) Es cierto que Wittgenstein padecía más bien, por lo que a él respec­ ta, de la excesiva abundancia y de la virulencia de los problemas, y que su profunda inadaptación a la sociedad moderna y al universo de los fi­ lósofos provenía en gran parte de ello. Pero es eso lo que le ha permitido dar un ejemplo particularmente adaptado a nuestra época de lo que pue­ de hacerse todavía en el dominio del pensamiento “wenn die Irrtiimer verbraucht sind ” (cuando los errores están desgastados), como dice un poema de Brecht.

23. Op. cit.

Proceso a la estética. Armando Plebe. Traducció, introducció i notes de Vicente Jarque W ittgenstein y la estética. Jacques Bouveresse. Traducció, introducció i notes de José Javier Marzal Felici i Salvador Rubio Marco Poesia y ontologia, 1993. Gianni Vattimo. Traducció, introducció i notes d’Antonio Cabrera Art, llenguatge i form alism es. Mikel Dufrenne. Traducció de Josep Vicent Calatayud Introducció de Romà de la Calle