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Galician Pages 365 [367] Year 2019
José Luis Blas Arroyo (dir.) Margarita Porcar Miralles Mónica Velando Casanova Javier Vellón Lahoz
Sociolingüística histórica del español Tras las huellas de la variación y el cambio lingüístico a través de textos de inmediatez comunicativa
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Lengua y Sociedad en el Mundo Hispánico Language and Society in the Hispanic World Editado por / Edited by: Julio Calvo Pérez (Universidad de Valencia) Anna María Escobar (University of Illinois at Urbana-Champaign) Luis Fernando Lara (El Colegio de México) Francisco Moreno Fernández (Universidad de Alcalá de Henares / Instituto Cervantes at Harvard University) Juan Pedro Sánchez Méndez (Université de Neuchâtel) Armin Schwegler (University of California, Irvine) José del Valle (The Graduate Center-CUNY) Klaus Zimmermann (Universität Bremen)
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José Luis Blas Arroyo (dir.) Margarita Porcar Miralles Mónica Velando Casanova Javier Vellón Lahoz
Sociolingüística histórica del español Tras las huellas de la variación y el cambio lingüístico a través de textos de inmediatez comunicativa
IBEROAMERICANA - VERVUERT - 2019
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ÍNDICE
P Aspectos teóricos y metodológicos en el estudio de la variación y el cambio lingüístico en textos de inmediatez comunicativa .........................
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H .A Capítulo 2. Auge y declive de una construcción truncada: la historia de deber de entre los siglos y ................................................................
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Capítulo 3. La evolución de la gramática en la esfera deóntica: cinco siglos de perífrasis modales en pugna .........................................................................
73
Capítulo 4. Resistencias al cambio en el seno de la gramática: nexos adverbiales y pronominales en la evolución de las oraciones relativas de lugar .................
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Capítulo 5. ¿Gramaticalización en marcha?: sobre el estatus de el que como relativo compuesto en la historia del español .........................................
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Capítulo 6. Cambios desde abajo en la historia de la lengua: la distribución sociolectal de deber de + infinitivo en el español clásico.......................................
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Capítulo 7. Variables sociolingüísticas en el español medio: un marcador en la sintaxis de los Siglos de Oro ..........................................................................
183
Capítulo 8. Estabilidad y cambio en la matriz sociolingüística de la variación: sobre dos fenómenos de alternancia en el seno de las subordinadas relativas a lo largo del tiempo................................................................................................
209
Capítulo 9. La relevancia del contacto de lenguas como factor condicionante en un proceso de cambio lingüístico: la evolución de haber de + infinitivo en diversas áreas dialectales españolas ...................................................................
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Capítulo 10. Perfiles idiolectales ante la variación y el cambio lingüístico en el español clásico..........................................................................................
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Capítulo 11. Deber / Deber de + infinitivo: entre la tradición gramatical y la realidad del habla .......................................................................................
301
Referencias bibliográficas .......................................................................................
327
Anexo (relación del corpus) ....................................................................................
355
Nota sobre los autores .............................................................................................
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PRINCIPIOS DE LA SOCIOLINGÜÍSTICA HISTÓRICA
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ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS EN EL ESTUDIO DE LA VARIACIÓN Y EL CAMBIO LINGÜÍSTICO EN TEXTOS DE INMEDIATEZ COMUNICATIVA
1. Introducción Pese al desarrollo de la sociolingüística hispánica en las últimas décadas, no es mucho lo que sabemos acerca del modo en que numerosos fenómenos de variación estudiados en la actualidad se han configurado en épocas pretéritas de la lengua. No en vano, aunque la lingüística histórica ha dado cuenta sobradamente de la existencia en el pasado de formas diferentes (variantes) para la expresión de unos mismos contenidos funcionales o referenciales (variables), en muchos casos desconocemos si los mismos factores lingüísticos y extralingüísticos que condicionan hoy esos fenómenos de variación lo hicieron también entonces y, en caso afirmativo, cuál pudo ser su peso explicativo en cada época. Del mismo modo, poco es también lo que conocemos acerca del ritmo que han adquirido los cambios entre unos periodos y otros, no solo en términos frecuenciales, sino también —y sobre todo— en relación con esos mismos factores determinantes. En este marco, la obra que presentamos en estas páginas supone un intento de llenar esta importante laguna en los estudios sobre el español.1 Partimos para
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Los trabajos incluidos en este libro forman parte de tres proyectos de investigación financiados por el Ministerio español de Economía y Competividad: “Tras las huellas de la variación en español: factores condicionantes de la variación y el cambio lingüístico a través del tiempo” (ref. FFI2010-15280; trienio 2011-2013); “Variación y cambio lingüístico a través de texto de inmediatez comunicativa: un proyecto de sociolingüística histórica” (ref.
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ello de la premisa que sugiere que el conocimiento histórico resulta preceptivo para interpretar adecuadamente los procesos de variación y cambio en sincronía (Bybee, Parkins y Pagliuca 1994; Nevalainen y Kahlas-Tarkka 1999; Beal 2007), pero también del principio inverso, según el cual los hechos del presente pueden ayudarnos a explicar el pasado (Labov 1972). Bajo estos supuestos, en el desarrollo de esta investigación llevamos a cabo un estudio sistemático de los factores que han condicionado diversos hechos de variabilidad morfosintáctica a lo largo de cinco siglos en la historia del español, desde el primer español clásico (siglo ) hasta la primera mitad del siglo . Para ello, nos servimos de los principios y métodos de la sociolingüística histórica (Romaine 1982, 2005; Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003; Conde-Silvestre 2007; HernándezCampoy y Conde-Silvestre 2012; Nevalainen 2011; McColl Millar 2012; van der Wal y Rutten 2013; Auer et al. 2015; Russi 2016), y, más concretamente, de la vertiente que atiende al análisis exhaustivo de fenómenos de microvariación lingüística. Los principales objetivos de esta perspectiva diacrónica en el estudio de la variación y el cambio lingüístico en español implican el intento de dar respuesta a una serie de interrogantes, que están en la base de los trabajos que el lector encontrará en los capítulos que siguen. A saber: a) ¿Persisten los mismos fenómenos de variabilidad morfosintáctica en los últimos cinco siglos? b) ¿Pueden considerarse las formas alternantes como variantes de una misma variable lingüística? c) ¿Son estos fenómenos la consecuencia de variación libre o idiosincrásica o, por el contrario, responden a factores de diverso tipo? d) En caso afirmativo, ¿cuál es naturaleza de esos factores?: ¿lingüística?, ¿socioestilística?, ¿una combinación de ambas?
FFI2013-44614-P; 2014-2017; y “Dimensiones estructurales, sociales e idiolectales del cambio lingüístico: nuevas aportaciones desde la sociolingüística histórica al estudio del español” (Ref. FFI2017-86194-P). Los dos últimos han contado también con la ayuda financiera de la Universidad Jaume I, dentro de su Plan plurianual de promoción de la investigación (ref. P1·1B2013-01; 2014-2016 y UJI-B2017-01, respectivamente). Junto a los autores de los trabajos que configuran la presente monografía, en otros estudios han participado también los profesores Kim Schulte (Universitat Jaume I) y Juan González Martínez (Universitat de Girona). Desde estas líneas quisiéramos agradecer además a Carme Barberà, Susana Martínez, Maria Chiara Marullo, Jordi Ayza, Javier Lara y Antonio López, becarios en diferentes momentos del Laboratorio de Sociolingüística de la Universitat Jaume I, por su entusiasta colaboración en diversas tareas relacionadas con los proyectos.
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e) En su evolución histórica, ¿atienden los fenómenos de variación a idénticos factores condicionantes o, por el contrario, estos difieren en el tiempo? f) ¿A qué ritmo se han producido los cambios entre unos periodos y otros?: ¿de manera abrupta?, ¿de forma suave, y como consecuencia de pequeños cambios en la gramática interna de la lengua?, ¿de ambas formas? g) ¿Ha tenido alguna influencia el discurso normativo en la evolución de estos fenómenos de variación? Asimismo, en el libro se abordan otras dimensiones del cambio lingüístico sobre las que la sociolingüística ha realizado aportaciones relevantes en los últimos años. Este es el caso de los perfiles sociolectales del cambio, el modo en que los individuos de un determinado corte sincrónico responden a estos cambios, o la tipología que pueden adquirir en función del modo en que avanzan por todo el espectro social. Para alcanzar estos objetivos, la sociolingüística histórica y la lingüística de corpus se convierten en instrumentos ideales por su capacidad para la realización de estudios tanto en tiempo real como en tiempo aparente. Para ello, nos servimos de un corpus compuesto íntegramente por textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa (Koch y Oesterreicher 1985), especialmente cartas privadas y (en menor medida) diarios y otros documentos autobiográficos, como mejor forma de acercarnos al habla vernácula de tiempos pretéritos. Antes de abordar todo ello en los capítulos siguientes, en lo que resta de este ofrecemos una síntesis de algunos fundamentos heurísticos sobre los que descansa una investigación sociolingüística como la presente, y que pondremos en relación con el contenido de estas páginas. Así, en el apartado 2, proponemos una síntesis de los principales avances en la interpretación del cambio lingüístico ofrecidos por la sociolingüística en las últimas décadas, y que sirven como soporte teórico a los estudios incluidos en la monografía. A continuación, en el apartado 3, abordamos los aspectos metodológicos más destacados, con especial atención al corpus sobre el que descansan los trabajos empíricos que conforman esta monografía y el método cuantitativo y comparativo utilizado en cada caso. Por último, en el apartado 4 justificamos la división temática de la obra, al tiempo que presentamos los fenómenos de variación analizados y las perspectivas bajo las que se agrupan los diferentes capítulos.
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2. Aspectos teóricos en la interpretación sociolingüística del cambio lingüístico Como ha recordado Chambers (2009: 160), el estudio del cambio lingüístico en marcha puede haberse convertido “[in] the most striking single accomplishment of contemporary linguistics”. No en vano, desde el trabajo seminal de Weinreich, Labov y Herzog (1968), con el que se da el pistoletazo de salida al paradigma sociolingüístico en la investigación de la variación y el cambio, los avances en este terreno han sido muy significativos en los últimos años. Para estos autores, el estudio en profundidad del cambio supone dar respuesta a cinco interrogantes fundamentales: a) identificar los factores universales que están detrás de la evolución lingüística; b) estudiar el periodo de transición entre unos estadios de lengua y otros; c) analizar la inserción de los cambios tanto en la matriz lingüística como social; d) considerar la evaluación de los hablantes respecto de las formas lingüística alternantes; y e) profundizar en la activación de los cambios, originados “[from both] stimuli and constraints both from society and from the structure of the language” (Weinreich, Labov y Herzog 1968: 186). Sin embargo, hasta hace un par de décadas, apenas contábamos en la lingüística con estudios longitudinales que analizaran la evolución de ciertas variables lingüísticas en diferentes cortes históricos de una misma comunidad de habla. En este sentido, el reexamen de la pequeña población suiza de Charmey por Hermann (1929), estudiada ya a principios del siglo por Gauchat (1905), o los trabajos de Brink y Lund (1979) sobre el habla de Copenhague —examinados con anterioridad a mediados de siglo—, constituyen una rara excepción, hasta el nacimiento de la sociolingüística en las últimas décadas del . A partir de ese momento, han proliferado los estudios variacionistas de poblaciones que habían sido ya objeto de estudio quince o veinte años atrás, al tiempo que la sociolingüística histórica se ha servido de estos mismos principios para el análisis de fenómenos de variación y cambio detectados en textos de inmediatez comunicativa en tiempos más remotos. Como veremos, estos estudios han supuesto avances destacados en la comprensión del cambio lingüístico.
2.1. Principios en el análisis variacionista del cambio lingüístico Como es sabido, el modelo variacionista pretende identificar los contextos que favorecen o, por el contrario, inhiben la elección de una determinada forma lingüística entre otras para la expresión de un mismo contenido referencial o funcional. Para ello, pone a prueba una serie de hipótesis acerca de la incidencia de ciertos entornos (lingüísticos, estilísticos y/o sociales), que interpreta como
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potenciales factores condicionantes en un análisis estadístico multivariante. Y todo ello basado en una serie de principios y métodos que están detrás de su particular aproximación al estudio de la variación y el cambio lingüístico. En primer lugar, la sociolingüística parte de la hipótesis de la neutralización funcional para el estudio de la variación morfosintáctica, según la cual, al margen de las potenciales diferencias que las formas alternantes puedan mostrar en el sistema (y de las intenciones que los hablantes pueden manifestar mediante el empleo de cada una de ellas, y a las que el analista tan solo puede acceder de manera impresionista), lo cierto es que, en el discurso, los hablantes se sirven a menudo de ellas para la expresión de los mismos sentidos. Como recuerdan Poplack y Malvar (2007: 134), esta neutralización es un mecanismo fundamental en los procesos de cambio lingüístico, ya que sin la existencia de tales ‘opciones’, no habría necesidad de cambio alguno.2 Al mismo tiempo, la práctica sociolingüística implica la aceptación del principio de responsabilidad ante los datos (accountability), que, a diferencia de otras aproximaciones al cambio lingüístico, obliga al analista a examinar cuantitativamente no solo las formas que le interesan, sino también aquellas que podrían aparecer en su mismo ámbito de referencia. Y es que, como recuerda Sankoff (1990), es erróneo concluir que una forma tiene una particular asociación con un contexto determinado sin evaluar a la vez si este último puede estar también vinculado a las formas alternativas. Por ejemplificar con un hecho de variación sintáctica que será tratado en estas páginas (capítulo 2): a lo largo de la historia del español, la polaridad negativa ha representado uno de los factores más favorecedores para la selección de la perífrasis deber de + infinitivo (no deben de hablar con nadie), sin que ello signifique, en modo alguno, que en estos enunciados la perífrasis haya sido mayoritaria, ni siquiera preferente. Todo lo contrario, la forma sin preposición —deber + infinitivo— ha aventajado siempre a la variante prepositiva, incluidos en los entornos negativos. En palabras de Poplack (2011: 213), que resumen bien esta manera de ver las cosas, el variacionismo lingüístico “has the capacity to examine both the extent to which a given form, once selected, actually expresses a given function, and the extent to which it is associated with a given context. These measures need not be coterminous”. Por otro lado, el estudio sistemático de la variación y el cambio requiere no solo el examen de las formas alternantes, sino también de los contextos en los que estas pueden desenvolverse en el discurso. De este modo, el análisis no toma exactamente las formas lingüísticas como punto de partida, sino más bien el contexto
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En el mismo sentido, véase Sankoff (1988: 153), para quien el principio de neutralización representa “[the] fundamental discursive mechanism of variation and change”.
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variable (envelope of variation), esto es, el ámbito de referencia más amplio en el que aquellas pueden alternar (Torres Cacoullos 2011: 151). Por ejemplo, un análisis contrastivo sobre las perífrasis modales de infinitivo con los verbos tener, haber y deber, que han pugnado por la expresión de la modalidad a lo largo de toda la historia del español, tan solo es posible cabalmente si limitamos su alcance a la esfera de lo deóntico. Como veremos en el desarrollo del capítulo 3, la mera comparación entre las frecuencias de uso de tales construcciones, sin la necesaria delimitación del contexto variable, puede ofrecer una visión imprecisa acerca de esa pugna, ya que algunas de las perífrasis entrañan valores (modales y temporales) prácticamente en exclusiva, sin la existencia, pues, de auténtica variación.
2.2. Tipos de cambio La distinción entre diferentes tipologías del cambio lingüístico representa una de las cuestiones más debatidas e interesantes en la sociolingüística actual. Los diferentes modelos de cambio lingüístico, en los que se imbrican lo social y lo individual, fueron teorizados inicialmente por Labov (1994), y más recientemente por Sankoff y asociados (Sankoff 2006; Sankoff y Blondeau 2007). En lo que sigue, resumimos los principales caracteres de cada uno de ellos.
2.2.1. Estabilidad Junto a esferas de la gramática que no están sometidas a variación y cuyas reglas pueden considerarse categóricas, hay otras en las que esa variación existe, pero resulta estable en el tiempo. O lo que viene a ser lo mismo: no muestran señales visibles de cambio alguno. Ello demuestra uno de los principios laboveanos, según el cual la variación es una propiedad inherente de la lengua, que preludia el cambio, pero no necesariamente lo contrario. Este es, por ejemplo, el caso de algunos fenómenos variables altamente correlacionados con factores estilísticos y sociales, y que han permanecido así durante siglos, como ciertas variables del inglés —v. gr. la variable (-ing), la elisión de dentales (t, d), la concordancia negativa (Labov 2001; Cukor-Avila 2000)—; ciertos rasgos fónicos de otras lenguas como el danés (Brink y Lund 1979), el finés (Nahkola y Saanilahti 2004) o el español —v. gr. las variantes de (s) en coda silábica (Donni de Mirande 1989; Cepeda 1995)—; o la variación morfosintáctica en el francés canadiense —variantes de cette (Daveluy 1987), presencia/ausencia de de en construcciones infinitivas (Lessard 1989), entre otros.
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Estas variables dan lugar a un patrón de estratificación sociolingüística plano cuando se relacionan con la edad, de manera que los representantes de diversos grupos etarios se comportan de una manera similar en sus realizaciones. Así, durante extensos periodos en la historia de la lengua española, prácticamente hasta mediados del siglo , la perífrasis haber de + infinitivo gozó de una notable estabilidad genolectal —también en relación con otros factores sociales—, como corresponde a la variante no marcada en la mayoría de los contextos modales analizados. Por otro lado, no faltan los casos en los que una variante novedosa, que ha mostrado signos de variación generacional como correlato de un cambio lingüístico en el sentido esperable (durante un tiempo, estas variantes aparecen más frecuentemente en el habla de las generaciones jóvenes que en las más adultas), tiende a estabilizarse en un momento posterior y, por consiguiente, deja de ser sensible a las variaciones etarias. Como veremos en el capítulo 8, un desenlace de este tipo es el que afecta a la construcción artículo + que en subordinadas de relativo oblicuas en el siglo : a diferencia de los siglos anteriores, donde se aprecia una correlación sistemática entre la edad y la realización de la variable, en las primeras décadas del las diferencias se neutralizan completamente, lo que justificaría —entre otras razones— la estabilización de la variable en ese periodo.
2.2.2. El cambio generacional y la hipótesis del tiempo aparente Los cambios de este tipo representan uno de los principales hitos de la sociolingüística, y están detrás de la teoría del tiempo aparente, según la cual es posible inferir la existencia de un cambio lingüístico en la comunidad mediante la comparación entre el comportamiento lingüístico de diferentes grupos de edad. Y, más concretamente, cuando esta comparación ofrece una distribución lineal ascendente o descendente (Labov 2001: 171). En los cambios generacionales, los individuos adquieren la frecuencia de uso de una determinada variante de sus cuidadores (padres, abuelos, niñeras, etc.). Sin embargo, esta puede incrementarse en la adolescencia (adolescent peak; Baxter y Croft 2016), lo que suele ser, precisamente, un signo de la existencia de ese cambio en marcha. Con todo, al final de esta etapa crítica, el sistema lingüístico del individuo tiende a estabilizarse hasta el punto de mantenerse prácticamente inalterado durante el resto de la vida (Lenneberg 1967). De este modo, el incremento regular en la frecuencia de uso de las formas innovadoras por parte de las sucesivas generaciones da lugar al cambio en el seno de la comunidad (Labov 1994: 84).
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En suma, el cambio generacional implica la existencia de cambios (en marcha) en la sociedad, pero básicamente la estabilidad en la actuación de los individuos, una vez que estos han entrado en la primera edad adulta. Por otro lado, estos cambios suelen tener un periodo inicial en el que la mutación de las formas antiguas por las nuevas se realiza de manera lenta, para acelerarse bruscamente en su fase intermedia y volver a un estadio de mayor lentitud hacia el final de proceso, cuando las variantes novedosas prácticamente se han impuesto ya, quedando relegadas las más antiguas a contextos lingüísticos y extralingüísticos restringidos. En este punto, en el que la característica curva en S alcanza su momento culminante, se considera que el cambio se ha completado (Weinreich, Labov y Herzog 1968; Bailey 1973; Kroch 1989; Labov 1994). Diversos trabajos en tiempo real han confirmado la hipótesis del tiempo aparente basada en estudios sincrónicos previos. A esta nómina corresponden, por ejemplo, el estudio de Fowler (1986), que reproduce el realizado previamente por Labov (1972) en varios grandes almacenes neoyorquinos; el trabajo de Trudgill (1988) sobre la labialización de /r/ en Norwich; la investigación de Paunonen (1996) sobre variantes reflexivas y no reflexivas de los posesivos en Helsinki; el estudio sobre las realizaciones posteriores de /r/ en el francés de Montreal (Sankoff, Blondeau y Charity 2001) o, en el caso del español, el proceso de lenición de /ch/ en Panamá (Cedergren 1987). Lo mismo sucede en la sociolingüística histórica con los trabajos de Kroch y sus colaboradores (Kroch 1989; Pintzuk 1995; Kroch y Taylor 1997), a partir del modelo de las gramáticas en competencia (competing grammars) y la hipótesis del ritmo constante (constant rate). O el estudio de Raumolin-Brunberg (1996) sobre algunos cambios morfológicos en individuos de generaciones distintas de dos familias inglesas de los siglos y . Por su parte, Arnaud (1998) ha comprobado también la existencia de una importante gradación, compatible con el cambio generacional, en las frecuencias de uso del progresivo inglés en escritores británicos nacidos en diferentes momentos del siglo . Y en el mismo sentido cabe hablar de la evolución de algunos rasgos vernáculos del inglés de Nueva Zelanda desde el siglo hasta la actualidad, estudiados por Gordon y Trudgill (1999). En el caso del español, un cambio de este tipo es el que experimenta la perífrasis tener que + infinitivo, que a partir del comienza a arrebatar ámbitos de uso a la otrora estrella del firmamento modal, haber de (Blas Arroyo et al. 2013). Durante esta centuria, el cambio transcurrirá de una manera lenta y moderada, pero, a finales de siglo, y sobre todo con la entrada del , este se acelerará bruscamente hasta la práctica compleción del cambio al que asistimos en la actualidad.
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2.2.3. Age grading Cuando la comparación entre diversos grupos etarios exhibe patrones de distribución lineal, la hipótesis del tiempo aparente puede hacernos pensar en la existencia de un cambio lingüístico en marcha de carácter generacional. Sin embargo, no es esta la única posibilidad. De hecho, el mismo modelo de distribución puede estar relacionado con un fenómeno bien distinto, que no implica el cambio en la lengua, la cual permanece estable, sino tan solo en el habla del individuo. Es el conocido como age grading (Labov 1994: 84).3 Este tiene lugar cuando la gente utiliza la lengua de manera diferente en diversos momentos de su vida. O, como señala Wardhaugh (2002: 194): “using speech appropriate to their age group”. Además, estos cambios pueden perpetuarse en las generaciones sucesivas. A diferencia del cambio generacional, el modelo de variación característico del age grading es curvilíneo, con picos máximos (o mínimos) en los grupos de edad intermedios (adultos entre 30 y 55 años), que en este sentido se comportan de un modo diferente a como lo hacen los grupos extremos (jóvenes y mayores), menos sometidos (en especial, los primeros) a las presiones sociales del mercado lingüístico y del estándar (Holmes 1992: 184; Labov 1994: 73; Downes 1984: 24; Cheshire 2005: 1555; Tagliamonte 2012: 46-48). Por lo general, este fenómeno de variación asociado a la edad se produce principalmente con variables lingüísticas sobre las que existe una elevada conciencia social (Labov 1994: 111112),4 y entre las que cabe incluir algunas que irrumpen con fuerza en la comunidad de habla, pero tienen un ciclo de vida corto (Wolfram y Fasold 1974: 90), como sucede con las innovaciones léxicas o pragmático-discursivas impulsadas por los jóvenes. Estos usan a menudo más términos jergales y estigmatizados que sus padres; pero, cuando esos jóvenes se convierten en adultos, comienzan a poner freno a su empleo (Chambers 2009: 95). Sin embargo, no es infrecuente que las siguientes generaciones de jóvenes retomen los promedios de usos de quienes les precedieron, lo que asegura un ciclo de subidas y bajadas que puede perpetuarse en el tiempo. El objetivo de dilucidar entre los procesos de variación que implican cambio y aquellos que están regidos por el age grading ha ocupado un lugar destacado en la bibliografía sociolingüística. Como recuerda Sankoff (2006: 113), solo los estudios longitudinales en tiempo real pueden ayudarnos a dilucidar entre ambos desenlaces. Así, diversos trabajos sobre el francés de Montreal entre 1971 3 4
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No conocemos una buena adaptación de este concepto en español, por lo que dejamos la denominación original, bien asentada en la bibliografía sociolingüística. Algunos ejemplos son las variables (th) y (dh) en el inglés de Filadelfia (Labov 2001) o ciertas pronunciaciones glotales en Glasgow (Macaulay 1977).
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y 1984 muestran que ciertas variables morfológicas (sustitución de on por tu, Thibault 1991) y discursivas, como los marcadores (Dubois 1992), sufren un retroceso en los hablantes jóvenes cuando pasan a edades más avanzadas (un desenlace similar para el portugués brasileño en Callou et al. 1998). No menos interesantes que los fenómenos que afectan a niños y adolescentes son aquellos en los que se ven implicadas las generaciones adultas —especialmente, las más jóvenes entre estas— en respuesta a las presiones del mercado lingüístico (Sankoff y Laberge 1978). Por ejemplo, Wagner y Sankoff (2011) han dado cuenta de un fenómeno de este tipo en la extensión del futuro morfológico a costa del perifrástico en el francés quebequense. En este proceso se observa un fenómeno de age grading: conforme los hablantes se hacen mayores, las dos terceras partes de la muestra incrementan el uso de la variante más tradicional y prestigiosa. Ello no parece impedir la evolución del cambio que opera en la sociedad (a favor del futuro perifrástico), pero puede ralentizarlo. Como concluyen Wagner y Sankoff (2011: 275): “rather than vitiating an apparent time interpretation, these results indicate that the rate of change may be slightly overestimated if age-grading acts in a retrograde direction”. En nuestro caso, algunas variaciones significativas en el comportamiento lingüístico de San Juan de Ávila, asceta e insigne escritor del siglo , a propósito de un marcador sociolingüístico como la elisión del nexo en subordinadas completivas (creo no vendrá), podría encajar en este esquema sociolingüístico. Como veremos en el capítulo 10, el escritor abulense muestra un patrón curvilíneo muy marcado en las realizaciones de esta variante vernácula, con ascensos importantes en las etapas inicial y final de sus escritos, y un descenso no menos significativo en la intermedia, coincidente con el punto culminante de su carrera.
2.2.4. Cambios comunitarios y cambios a lo largo de la vida de los individuos A pesar de la comprobada utilidad del cambio aparente en la explicación de numerosos cambios lingüísticos, en los últimos años la investigación sociolingüística basada en el tiempo real y el uso de investigaciones longitudinales ha comprobado que esta metodología puede calcular correctamente la dirección de los cambios, pero, al mismo tiempo, puede subestimar la velocidad e intensidad de estos.5 Por otro lado, durante décadas la bibliografía sociolingüística 5
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En la práctica, el tiempo aparente es solo un sustituto de las pruebas que puede aportar de manera más fidedigna el tiempo real, de ahí que el primero no deba interpretarse siempre de manera acrítica como prueba de la existencia de cambios en marcha. Como señala Tagliamonte
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se ha concentrado en la investigación sobre la variación y el cambio lingüístico tomando como base la actuación de diferentes grupos sociales en función de parámetros como la edad, el sexo o género, la condición social, entre otros. El interés por el modo en que estos fenómenos se desarrollan desde una perspectiva idiolectal, esto es, en el seno del habla de los individuos, tan solo ha comenzado a despertarse en los últimos tiempos. En palabras de Labov (2003: 21), una vez más pionero en esta línea de investigación, “we need to know how adults can influence the speech of others and shift their own practices”. Y lo cierto es que, a partir de entonces, una cantidad cada vez mayor de investigaciones ha demostrado que algunas personas introducen cambios en la realización de ciertas variables lingüísticas a lo largo de su vida (cf. Kemp y Yaeger-Dror 1991; Naro y Scherre 2002; Boberg 2004; Zilles 2005; Sankoff y Blondeau 2007; entre otros). Según Labov (1994: 84), los cambios comunitarios (comunal changes) tienen lugar cuando la mayoría de los miembros de la sociedad alteran sus frecuencias de uso de manera conjunta y simultánea, un desenlace que es más característico, por ejemplo, del cambio léxico (Boberg 2004) o de ciertas partículas discursivas como las estudiadas por Thibault y Daveluy (1989) en Montreal. Junto a este escenario, encontramos también otros en los que, sin necesidad de cambios que involucren a toda la sociedad, hallamos “individual speakers change over their lifespans in the direction of a change in progress in the rest of the community” (Sankoff 2005: 1011). Este subtipo específico de cambios, que afectan al habla de individuos concretos, se conoce con el nombre de cambio longitudinal (longitudinal change) (Sankoff 2005: 1011), o cambio a lo largo de la vida (lifespan change) (Sankoff y Blondeau 2007: 562). La diferencia entre estos y los cambios comunitarios es, pues, más bien de enfoque: mientras que en los cambios comunitarios se pone el acento en la comunidad, en los segundos la atención se fija en el hablante. Eso sí, tanto en unos como en otros el cambio implica la existencia de inestabilidad en la variación idiolectal, a diferencia de lo que veíamos a propósito del cambio generacional, donde esta solo afecta a la sociedad, pero no al individuo. Ahora bien, si ya Weinreich, Labov y Herzog (1968: 188) destacaban que la gramática de la comunidad de habla es más regular que la gramática de los hablantes concretos, para Baxter y Croft (2016: 129) lo mismo puede decirse a propósito del cambio: “the overall trajectory of change of a linguistic variant in a speech community appears to be more regular than the trajectories of change
(2012: 55): “Any claim for linguistic change requires evidence from two points in time. Apparent time is good. But real time is better”.
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for individual speakers in the community”. Por otro lado, estos autores señalan que hay dos tipos principales en lo que al cambio idiolectal se refiere: por un lado, se encuentran aquellos individuos que cambian gradualmente, siguiendo para ello las tendencias medias de la comunidad; y, por otro, quienes muestran un comportamiento mucho más categórico, bien innovando drásticamente y por encima de esos promedios comunitarios, o bien no cambiando en absoluto. Metodológicamente, una manera de evaluar la posible existencia de este tipo de cambios es la realización de estudios de panel (panel studies) en los que el investigador analiza el comportamiento lingüístico de los mismos individuos en diferentes momentos de su vida (Sankoff 2006: 113).6 Entre las ventajas de tales investigaciones figura el hecho de que no se ven afectadas por cambios demográficos que puedan transformar la población de una determinada comunidad (Cukor-Avila y Bailey 2013). Hasta la fecha, la sociolingüística sincrónica no se ha prodigado excesivamente en este tipo de trabajos, si bien existen algunos a gran escala en países como Finlandia (Sundgren 2009) o Dinamarca (Gregersen, Maegaard y Pharao 2009). En estos se ha comprobado, efectivamente, la existencia de individuos concretos que modifican la frecuencia de uso de ciertas variantes novedosas más allá del umbral de la adolescencia. Y lo mismo ocurre con otros estudios que cuentan con muestras considerablemente menores, pero cuyos resultados no son menos significativos. Así ocurre, por ejemplo, con la investigación de Sankoff (2004) sobre la existencia de cambios relevantes en la pronunciación de individuos británicos después de la adolescencia, o diversos trabajos sobre cambios fónicos (Yaeger-Dror 1996; Sankoff y Blondeau 2007), gramaticales (Blondeau 2001) y discursivos (Thibault y Daveluy 1989) en el francés canadiense entre los años setenta y noventa del pasado siglo. A modo de ejemplo, valga el caso investigado por Sankoff y Blondeau (2007) sobre la difusión en el francés de Montreal de la variante [r] posterior —de clara raigambre francesa—, un rápido cambio desde arriba en el que participan en diferente medida distintos grupos sociales, pero también algunos individuos concretos. Aunque el comportamiento de la mayoría muestra una estabilización tras superar el periodo crítico de adquisición del vernáculo, una minoría (aun así, nada desdeñable),7 modifica la frecuencia de uso de esta variante en la dirección de este cambio en marcha en el plazo de 15 años. Y aunque este cambio idiolectal 6
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Un segundo tipo de estudios longitudinales son los llamados estudios de tendencia (trend studies), en los que el investigador utiliza una nueva muestra de una comunidad de habla ya estudiada años atrás, a partir de los mismos parámetros sociales con que se definió entonces. Estos son especialmente útiles para analizar tanto la dirección como la magnitud de los cambios que afectan al conjunto de la comunidad, y no solo de los individuos concretos. De los 32 informantes reentrevistados en este estudio, al menos nueve incrementaron los usos de la variante /r/ dorsal en el plazo de trece años.
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sea solo un pálido reflejo de un cambio más profundo, que afecta al conjunto de la sociedad, hay que reconocer que estos “difusores de última hornada” (late adopters) desempeñan un papel instrumental en su aceleración dentro de la comunidad. En opinión de Boberg (2004: 258), “the behavior of older speakers in late adoption contributes to the speed with which an innovative feature replaces an obsolescent feature in the community as a whole. In this sense, late adoption accelerates rather than retards changes in progress”. En la sociolingüística histórica se han llevado también a cabo algunos estudios de este tipo basados en la lengua de ciertos individuos, especialmente escritores, políticos y otros representantes de las capas altas de la sociedad. Por ejemplo, Stein (1987) analiza el rápido cambio en los afijos verbales de tercera personal (del tradicional -th al más moderno -s) en las obras de Shakespeare en torno al año 1600. Asimismo, se han estudiado algunos cambios significativos en la manera de hablar de ciertos personajes ilustres del siglo , como la reina Isabel II o la exprimera ministra Margaret Thatcher (apud Raumolin-Brunberg 2009: 170). Y en el mismo sentido cabe hablar de algunos trabajos de Raumolin-Brunberg (2005, 2009). En uno de ellos, a propósito de ciertas modificaciones morfológicas en la historia del inglés, esta autora descubre la existencia de patrones de cambio generacional y longitudinal (lifespan) al mismo tiempo. Así, a partir de un corpus de correspondencia privada de diez individuos entre 1570 y 1670, Raumolin- Brunberg (2005) concluye que, en el rápido cambio desde el afijo -th a -s para la marcación del sujeto de 3.ª persona de los verbos, se advierten ambos modelos. Por un lado, hay un claro cambio generacional, de tal manera que este se acelera en las cohortes de edad más jóvenes conforme avanza la centuria. Sin embargo, dentro de estas generaciones puede advertirse también cómo tales cambios afectan a los individuos de diferente manera, de tal modo que hay hablantes que progresan en el empleo de las variantes novedosas conforme se van haciendo mayores, mientras que otros no participan en absoluto de esos cambios (más detalles en Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003: 86-92). Por nuestra parte, dedicamos el capítulo 10 enteramente al análisis de esta perspectiva novedosa del cambio lingüístico, mediante el estudio de los patrones de variación a lo largo de la vida de una veintena de personales ilustres de los siglos y . Como se verá allí, estos patrones son más complejos de lo que una hipótesis estricta sobre el cambio generacional podría hacernos pensar. De ahí que, junto a individuos que siguen las tendencias imperantes en la época que les tocó vivir, no faltan quienes se sitúan claramente por detrás en la realización de variantes vernáculas que nunca debieron de ver con buenos ojos, como representantes de las élites sociales y culturales que eran. Pese a ello, y aunque en proporciones mucho menores, no faltaron tampoco quienes destacaron por situarse claramente por encima de la media en la difusión de estas mismas variantes vernáculas.
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2.3. El perfil social e idiolectal de los cambios lingüísticos Junto a las dimensiones genolectales asociadas al cambio lingüístico que hemos reseñado en los párrafos anteriores, existen otras vinculadas a aspectos sociales que en la sociolingüística se categorizan bajo dos metáforas recurrentes. Nos referimos a la habitual distinción entre los cambios desde abajo y los cambios desde arriba. Los primeros son, en opinión de Labov (1994: 78) “the normal type of linguistic change”, ya que suponen desarrollos internos dentro del propio sistema como consecuencia de procesos de generalización, extensión o analogía (Tagliamonte 2012: 58-59),8 y surgen de manera espontánea en sectores sociales intermedios o medio-bajos; en sus inicios, al menos, no existe plena conciencia de su significación social. Estos grupos lideran las variantes innovadoras durante las primeras fases del cambio, lo que se refleja a menudo en patrones genolectales de estratificación curvilínea. Lo contrario sucede con los cambios desde arriba, sobre los que existe una mayor conciencia sociolingüística en sus inicios y que, por lo general —aunque esta no sea una condición imprescindible—,9 comienzan en los sectores sociales más prestigiosos, comúnmente ligados a la ideología del estándar. Por otro lado, este tipo de cambios suele implicar la importación de elementos procedentes de otros dialectos o lenguas. A diferencia, pues, de los cambios desde abajo, los cambios desde arriba funcionan a través del mecanismo de la difusión desde modelos de usos ajenos a la comunidad de habla. En consecuencia, tienen lugar de manera prototípica en las situaciones de contacto de lenguas y/o dialectos, es decir mediante la “transferencia” de unos a otros. Ello da lugar a cambios en la gramática interna, cuyos condicionantes originales se ven afectados por los nuevos modelos importados. Asimismo, en ocasiones pueden surgir como consecuencia de una reacción de las élites sociales ante cambios desde abajo
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El mecanismo que regula estos cambios internos es la transmisión, que Labov (2007: 346) define como “the unbroken sequence of native-language acquisition by children”, lo que da lugar a la continuidad de lenguas y dialectos a través del tiempo. Siempre en la misma dirección que sus padres, los niños llevan más allá los niveles de uso de las variantes novedosas que han aprendido de aquellos hasta la edad de estabilización que, como vimos, suele situarse hacia el final de la adolescencia. Como recuerda Tagliamonte (2012), es importante tener en cuenta que la imagen “desde arriba” no necesariamente supone que los cambios impliquen valores más elevados en la escala social. La propia autora recuerda uno de los estudios pioneros de Trudgill (1974) en Norwich, donde se advertía la difusión de rasgos no estándares llegados desde Londres a otras ciudades británicas. Lo más relevante es, pues, que el cambio implique la importación de modelos foráneos a la comunidad de habla.
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previos. Como veremos más adelante, algo de este tenor es lo que se aprecia en la evolución de algunos fenómenos que tuvieron al español como protagonista en algunos periodos de su historia. Así ocurre, por ejemplo, con la omisión del nexo subordinante en las completivas dependientes de verbos doxásticos (creo vendrá), una variante que alcanzó una notable difusión en el Siglo de Oro, pero a la que comenzaron a poner freno las élites sociales y culturales a partir de la segunda mitad del siglo (ver capítulo 7). Y lo mismo sucede a finales del , cuando estos mismos sectores sociales ponen coto a la difusión de la variante artículo + que en las relativas oblicuas (‘la casa en la que...’), contribuyendo probablemente a frenar la extensión de esta variante novedosa, que tan solo acabará imponiéndose en tiempos muy recientes (ver capítulo 8). Vemos, en consecuencia, cómo el perfil sociolingüístico de los cambios suele estar relacionado con el estatus social de los hablantes. Además, ello puede influir en la incorporación a los cambios en marcha a partir de la edad adulta, a los que nos referíamos más arriba. Así, en el estudio de Sankoff y Blondeau (2007) sobre la difusión de la [r] posterior en el francés de Montreal, estas autoras han visto cómo los locutores adultos más inclinados a la adopción de este cambio desde arriba son los individuos situados en los grupos sociales más acomodados, justo lo contrario de los representantes de los grupos socioprofesionales más bajos, escasamente proclives a la adopción de las nuevas normas llegadas desde fuera. Precisamente, una de las cuestiones que viene ocupando a la sociolingüística en los últimos tiempos es el grado de participación de los individuos ante los cambios lingüísticos en marcha. Por ejemplo, ¿es posible delimitar a los líderes de un cambio o a quienes se sitúan (deliberadamente o no) en su retaguardia, poniendo freno a su extensión? ¿Coinciden estos papeles en todos los casos o varían de unos a otros, de modo que determinados individuos pueden situarse a la vanguardia de algunos cambios y a la zaga de otros? Los datos que aportan Nevalainen, Raumolin-Brunberg y Mannila (2011) parecen apuntar a una respuesta positiva a este último interrogante. En su estudio sobre materiales del Corpus of Early English Correspondence durante un periodo de 270 años (finales del a finales del ), estas autoras llegan a la conclusión de que existen pocos individuos prototípicamente líderes o conservadores, pues la mayoría se ubica en lo que dan en llamar in-betweens, y que podríamos traducir aquí como contemporizadores, ya que siguen básicamente los modelos variacionistas imperantes en la comunidad (en el mismo sentido, veáse también Labov 2001: 437, 463, 511 y Eckert 2000: 139-141). Por nuestra parte, los datos de un estudio sobre el comportamiento lingüístico de una veintena de escritores de cartas, pertenecientes a las élites sociales y culturales de los siglos y , muestran cómo la mayoría aparece en el bloque conservador, ya que sus realizaciones de las variantes vernáculas se sitúan casi siempre por debajo de la media en cada etapa histórica.
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Sin embargo, no faltan algunos líderes de estas variantes, así como otros, de naturaleza más conformista y contemporizadora con las tendencias imperantes en la época (ver capítulo 10). Ahora bien, no faltan tampoco los ejemplos de quienes se muestran conservadores o contemporizadores en relación con determinadas variables, al tiempo que lideran otras. Así lo indica Labov (2001) a propósito de algunas mujeres de clase trabajadora en Filadelfia, quienes se sitúan a la vanguardia de algunos cambios fonológicos, a la vez que se muestran mucho más conservadoras en relación con ciertos rasgos estigmatizados de la pronunciación. En el capítulo 10 veremos cómo pudo ser también este el caso de Santa Teresa de Jesús, quien fue una decidida prácticamente de la elisión del nexo en subordinadas completivas (creo vendrá), pero mucho menos de otras formas vernáculas de la época. Nevalainen, Raumolin-Brunberg y Mannila (2011) manifiestan también algunas ideas interesantes acerca del momento en que surgen estos prototipos de hablantes. En su opinión, los líderes de los cambios aparecen en las fases explosivas (new and vigorous phase) e intermedias (mid-range phases), pero no en las etapas periféricas —incipientes o (casi)completadas—. En este sentido, formulan una hipótesis según la cual la participación de los hablantes en los procesos de cambio puede hallarse también en relación directa con la extensión de este último en el tiempo: cuanto mayor es esta, mayor es también el número de contemporizadores en las fases intermedias (las de más larga duración). Por el contrario, cuando el cambio se desarrolla en un espacio temporal más corto, las posibilidades de encontrar líderes lingüísticos se incrementan. Para terminar, ¿quiénes son y en qué grupos se desenvuelven los individuos más innovadores (o conservadores)? En relación con esta pregunta, es sabido que en la sociolingüística contemporánea compiten las tesis de Milroy (1987), para quien los innovadores son, por lo general, personas con una posición marginal en sus redes sociales respectivas, y las de Labov (2001: 323-411), quien defiende que los verdaderos líderes son hablantes influyentes, que ocupan un lugar central en aquellas. En el marco de la sociolingüística histórica, Raumolin-Brunberg (2005; 2006) ha intentado llegar a un punto de encuentro entre ambas hipótesis, al concluir que las diferentes perspectivas pueden obedecer a otros tantos puntos del cambio sobre los que se centra el interés. De este modo, Milroy podría estar dando cuenta de los momentos iniciales de este, mientras que Labov pone su atención en fases más avanzadas, en las que los individuos centrales e influyentes parecen ya más decisivos. Sea como sea, concluye Raumolin-Brunberg (2009), lo más importante es comprobar que la participación en esas redes sociales y el tipo de estas condicionan la actuación de los hablantes en los cambios lingüísticos en marcha. A este respecto, esta investigadora y otras representantes del
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Research Unit for Variation, Contacts and Change in English de la Universidad de Helsinki han advertido, a partir de un corpus de cartas privadas del siglo , la existencia de importantes diferencias en el empleo de variantes novedosas entre unos escritores y otros, incluso si estos se hallaban unidos por condicionantes sociales similares. Así, Nevalainen y Raumolin-Brunberg (2003) han comprobado la existencia de una notable diferencia en la actuación de dos hermanos mercaderes, John y Otwell Johnson, en torno a algunos cambios lingüísticos en marcha que tuvieron lugar en el inglés del siglo y que, en el fondo, podrían obedecer a la participación de los hermanos en redes sociales diferentes.
2.4. Fases del cambio lingüístico Otro de los objetivos del estudio sociolingüístico de los cambios consiste en determinar cuál es la fase en la que se sitúan estos dentro del eje temporal. Según Labov (2001), el ciclo completo de los cambios podría resumirse en las siguientes seis etapas:10 • Etapa 0: Previa al cambio, en ella predomina la estabilidad. • Etapa 1: La variante novedosa se asocia a un grupo social concreto en las fases iniciales del cambio, es decir, al comienzo de la curva en S que dibuja su evolución. Tanto en este grupo como —en menor medida— en aquellos que interactúan con sus miembros se aprecia un incremento en la frecuencia de uso de tales variantes. • Etapa 2: En esta etapa se produce una especialización generolectal, de tal manera que las variantes novedosas aparecen asociadas bien a hombres, bien a mujeres, en función del prestigio que adquieren. • Etapa 3: División por géneros (gender split). Los hombres de las clases medias-bajas muestran resistencia a la adopción de formas lingüísticas que asocian con el habla femenina. • Etapa 4: En esta se produce la primera aceleración del cambio. Prototípicamente, tiene lugar a partir de la generación posterior a la de las mujeres jóvenes de la etapa 2. En ese momento, la variante innovadora experimenta un brusco aumento también entre los hombres.
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Hay que advertir, sin embargo, que las etapas de este modelo están referidas específicamente a cambios en el nivel fónico. Falta por determinar si el modelo es trasladable tal cual al estudio de la variación y el cambio en otros niveles del análisis.
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• Etapa 5: Nueva aceleración del cambio a partir de las siguientes generaciones. • Etapa 6: En las etapas finales del cambio (third generation approximation), si este es finalmente adoptado por la comunidad, las diferencias entre hombres y mujeres disminuyen. Sin embargo, si la variable se convierte en un marcador o un estereotipo sociolingüístico, es característica la aparición de patrones de estratificación lineal asociados a la condición social y/o el género de los hablantes. Por otro lado, en el seno de la sociolingüística histórica debemos a Nevalainen y Raumolin-Brunberg (1996) una escala según la cual un cambio concreto puede situarse en alguno de los siguientes puntos cronológicos en función del lugar que ocupa en la curva en S que lo describe: 1) incipiente (≤15%), 2) nuevo y vigoroso (15-35%); 3) intermedio (36-65%); 4) (casi) completo (65-85%); 5) completo (≥85%). Como tendremos ocasión de comprobar, los fenómenos de variación y cambio analizados en esta obra atraviesan por varias de estas etapas en diferentes momentos del eje temporal. Así, la difusión de las construcciones prepositivas de las perífrasis con deber (deber de + infinitivo), aparece como un cambio incipiente en el primer tercio del siglo , que se acelerará notablemente (etapa 2) a partir de la segunda mitad de esa centuria. Sin embargo, el cambio no progresará, de manera que hacia finales del , pero sobre todo a partir del Siglo de las Luces, la variante cae en desgracia, en un proceso que se prolongará durante los siguientes dos siglos y medio (capítulo 6). Y un proceso similar se adivina en la difusión de las formas cero al comienzo de las completivas dependientes del verbo creer (creo no lo hará), cuya extensión se acelerará hasta alcanzar incluso niveles propios de la etapa 3, en los dos últimos tercios del siglo , para descender significativamente a partir de la segunda mitad del (capítulo 7). Por el contrario, en el seno de la modalidad deóntica, la perífrasis tener que + infinitivo muestra una extraordinaria estabilidad durante extensos periodos de la historia del español, para comenzar a dispararse —y, por tanto, sustituir a sus contrincantes, haber de y deber + infinitivo— durante la primera mitad del siglo . Este proceso continuará imparable en las siguientes décadas, hasta alcanzar el nivel de práctica compleción que conocemos hoy, al menos en la expresión de ciertos contenidos (capítulo 3). Por su parte, algunas variantes en la sintaxis de las relativas oblicuas, como la inserción del artículo junto al pronombre de relativo (el barco en el que...), hoy en día la construcción no marcada de estas oraciones —frente a la más tradicional y simple (el barco en que)—, muestra un avance muy lento durante los siglos previos (capítulo 4). Nevalainen y Raumolin-Brunberg (1996, 2003) han analizado también la correlación entre las restricciones sociolingüísticas de ciertos cambios en la historia
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del inglés y el ciclo por el que atravesaron. Estas autoras sostienen que, cuando un cambio se halla todavía en una fase incipiente, en su configuración no se advierten unos claros condicionantes sociales. Por el contrario, cuando este entra en una etapa de crecimiento brusco (fase 2), tales condicionantes comienzan a revelarse como significativos. Por su parte, los cambios en la fase 3 muestran correlación con la edad, al tiempo que las demás restricciones socioculturales se debilitan. Finalmente, cuando el cambio llega a sus etapas finales, estos factores tienden a neutralizarse (fase 4) y a desaparecer (fase 5). De todo ello, encontramos también ejemplos en los fenómenos de variación morfosintáctica analizados en esta monografía.
3. Sociolingüística histórica y lingüística de corpus en el estudio de la variación y el cambio en épocas pasadas 3.1. Problemas en el estudio diacrónico de la lengua Desde el estudio pionero de Romaine (1982), hace ya más de tres décadas, la sociolingüística histórica ha puesto el foco en el análisis de cambios atestiguados en épocas pasadas de la lengua, y en la relación que estos pueden guardar no solo con el sistema lingüístico, sino también con la estructura social imperante en esas etapas previas de la historia (Nevalainen y Raumolin-Brunberg 1996, 2003; Bergs 2005; Conde-Silvestre 2007; Hernández-Campoy y Conde-Silvestre 2012; entre otros). A partir de ahí, la realización de estudios sociolingüísticos en tiempo real ha contribuido de manera relevante al debate sobre algunas de las hipótesis acerca del cambio lingüístico que resumíamos en los apartados anteriores, como el grado de difusión de las variantes novedosas en la matriz lingüística y social, las razones que ayudan a explicar el ritmo de los cambios y su eventual triunfo o fracaso, o su misma tipología, por mencionar solo algunos de los reseñados anteriormente. Ahora bien, aunque el estudio de otras lenguas y sus variedades ha adquirido cada vez más importancia en los últimos años (Elspaß et al. 2007; van der Wal y Rutten 2013), la sociolingüística histórica se ha centrado especialmente en la investigación del inglés. Sin embargo, pese al empeño pionero de Gimeno Menéndez (1983), los desarrollos de esta disciplina en el estudio del español han sido muy escasos, al menos desde la perspectiva de una “sociolingüística histórica de la lengua”.11
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Ciertamente, y de nuevo parafraseando a Fasold (1984), la perspectiva de una “sociolingüística histórica de la sociedad” ha producido más frutos en el estudio del español (Valle y Gabriel-Stheeman 2002; Tuten y Tejedo Herrero 2011, por citar algunos).
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De ahí que estudios como los que se ofrecen en la presente monografía constituyen un modesto intento por paliar ese vacío en el estudio diacrónico de la lengua española. Junto a esta falta de tradición heurística, el análisis de la variación y el cambio lingüístico en su contexto sociohistórico debe hacer frente a no pocos problemas. Por ejemplo, al examinar la potencial influencia de diferentes factores sociales en la evolución de la lengua, el analista no puede obviar la necesidad de actualizar las etiquetas taxonómicas con las que trabaja de acuerdo con criterios historicistas. En la práctica, los investigadores se ven obligados a considerar categorías sociológicas no siempre fáciles de delimitar, más aún en momentos de la historia especialmente alejados del presente. De ahí que, como señala Bergs (2012: 80 y ss.), la aplicación en la sociolingüística histórica del principio de uniformidad (uniformitarian principle) (Labov 1972: 275) más allá de sus presupuestos básicos, puede desembocar en anacronismos, dando por sentadas clasificaciones y escalas que hoy son un lugar común en la sociolingüística sincrónica contemporánea (para más detalles sobre esta cuestión, véase el capítulo 6).12 Otro problema destacado tiene que ver con la representatividad de los materiales que sirven como corpus a las investigaciones, incluida la validez estadística de unos datos que, en algunos casos, son particularmente pobres (HernándezCampoy y Schilling-Estes 2012: 63 y ss.). No en vano, la lingüística diacrónica ha tenido que lidiar tradicionalmente con esta dificultad, lo que en ocasiones ha derivado en un cierto escepticismo acerca de sus capacidades por interpretar cabalmente el pasado, o en asumir que, en el mejor de los casos, su papel no iría más allá de hacer el mejor uso posible de unos datos que, parafraseando a Labov (1972: 98), en el fondo resultan asistemáticos y defectuosos (bad data problem) (Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003: 26-27; Hernández-Campoy y Schilling-Estes 2012: 64-75; Cantos 2012: 102-103). Ahora bien, en este debate, autores como Schneider (2013) han defendido que, pese a las limitaciones a las que muchas veces nos enfrentamos en el examen de estadios de lengua pretéritos, disciplinas como la sociolingüística histórica parten de las herramientas teóricas y metodológicas necesarias para hacer de sus planteamientos la mejor solución posible —y no un simple instrumento auxiliar— en aquellas áreas de la investigación diacrónica que no cuentan con testimonios orales. Como es lógico, para ello resulta imprescindible la compilación de corpus lo más exhaustivos posible, como los compilados en las últimas dos décadas por Nevalainen y sus colaboradoras de la Universidad de Helsinki. Este es el caso de conjuntos
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En la práctica, este peligro está en la base de la denominada paradoja histórica: entendemos que el pasado fue diferente, pero muchas veces no sabemos con certeza cómo de diferente fue (cf. Labov 1994: 11; Nevalainen 2010).
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textuales como el Corpus of Early English Correspondence (CEEC) o el Corpus of Nineteenth-Century English (CONCE), que han inspirado sugestivos trabajos acerca de la difusión social de diversos cambios morfosintácticos en la historia del inglés, desde el siglo en adelante. En ese tiempo, diversas instituciones y autores han puesto también a disposición de los investigadores algunas herramientas para la investigación diacrónica del español. Ahora bien, pese al indudable valor que para el estudio de esta lengua representan varios corpus colosales compilados recientemente, algunas de sus características los convierten todavía a día de hoy en problemáticos para un estudio sociolingüístico como el que emprendemos en estas páginas. Así, por ejemplo, un inmenso banco de datos como el Corpus diacrónico del español (CORDE), disponible online en la página web de la Real Academia Española,13 presenta una notable sobreabundancia de textos literarios, así como de otras tradiciones discursivas formales. Y ello por no hablar de la escasa variación social y estilística que suponen, al reducirse a documentos escritos casi exclusivamente por la élite social, cuando no con una más que evidente intención literaria. Así, por ejemplo, aunque el número de entradas correspondiente al grupo epistolar aumenta en el siglo con respecto a las centurias previas, la mayoría corresponde a cartas escritas por los estratos más cultivados de la sociedad, como escritores (Pedro Salinas, Jorge Guillén, Unamuno, etc.) y figuras destacadas de la política y la cultura españolas de ese periodo (Rivas Cherif, Azaña, etc.). Ni que decir tiene que el interés de estas cartas es incuestionable, pero no tanto para un estudio sociolingüístico, en el que conviene hacerse con muestras textuales suficientemente variadas estilística y socialmente, así como lo más próximas a la oralidad posible. Ciertamente, esta mayor variedad textual se incorpora entre las posibilidades que ofrece el Corpus del español,14 compilado por Mark Davies (2002), pero solo para el siglo , donde el analista puede buscar entre diferentes géneros (orales, ficción, periodísticos y académicos). Sin embargo, nada de esto encontramos para las centurias previas, periodos en los que continúan abundando los textos de carácter más formal.15
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Cf. . Sin duda, la más destacada es la posibilidad que ofrece de afinar las búsquedas mediante la lematización del corpus. Aun así, el panorama de los corpus históricos para el estudio de la diacronía del español ha mejorado sustancialmente en los últimos años gracias a proyectos como el Corpus de Documentos Españoles anteriores a 1800 (CODEA + 2015) (Miguel Franco y Sánchez-Prieto 2016), que, junto a otros integrados en la red internacional Charta, se han convertido en un valioso instrumento para disciplinas como la dialectología diacrónica, la geografía lingüística o la paleografía. En el momento de escribir estas líneas, el corpus CODEA (accesible a través de la página: ), proporciona más de dos mil manuscritos de los más
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3.2. Un corpus de inmediatez comunicativa para la historia del español El estudio de las diferentes dimensiones del cambio lingüístico a las que nos hemos referido hasta aquí supone una tarea complicada cuando nos enfrentamos a estadios de lengua sobre los que no quedan testimonios orales, especialmente por las dificultades que entraña acceder a las variedades más próximas al habla vernácula. Si los problemas para acceder al estudio del habla real de nuestros días son todavía considerables, los escollos para conseguir ese mismo objetivo en el pasado se incrementan exponencialmente. Hernández-Campoy y SchillingEstes (2012) han dado cuenta de algunos problemas teóricos y metodológicos que acarrea cualquier intento serio de analizar el pasado de la lengua. Algunos de estos corresponden a las tradicionales dudas, planteadas desde antiguo en la lingüística histórica, acerca del grado de autenticidad de los estadios de lengua pretéritos —por la presencia en los textos de fenómenos de autocorrección, mezcla de dialectos, errores de los escribanos, etc.— o de la propia autoría de los textos, debido a la frecuente intervención —especialmente en los periodos medieval y clásico— de intermediarios en el traslado al papel (sobre la influencia de los escribanos y otros intermediarios en la variación morfosintáctica, véase Bergs 2005, y lo señalado más adelante en el capítulo 6) Por otro lado, la representatividad de los textos había sido ya cuestionada por autores como Malkiel (1968), quien, hace ya más de cinco décadas, señalaba que, más que hablar de la “historia de la lengua” en lo hecho hasta entonces, habría que hablar preferentemente de la “historia de la lengua literaria”. Y ello sin olvidar que los textos literarios —a los que habría que añadir otras tradiciones discursivas tanto o más formales, como sucede con los textos jurídicos— han sido casi siempre la obra de los sectores más cultos y elitistas de la sociedad (Auer et al. 2015: 5), y, por eso mismo, guardianes de la norma y reacios, por lo general, a aceptar innovaciones, especialmente si estas llegaban desde estratos inferiores en la pirámide social. Y es que, como recuerda Cano Aguilar (1996), aunque el empleo de estas obras en la investigación diacrónica del español sea un empeño lícito, y, ciertamente, podamos describir a través de ellas periodos de lengua pasados, resulta mucho más difícil encontrar en su interior huellas de cambios lingüísticos, especialmente en sus estadios iniciales. Una primera tarea, imprescindible para una investigación de sociolingüística histórica como la presente, consiste, pues, en la compilación de un corpus suficientemente exhaustivo, que permita obtener muestras de variabilidad amplias
variados registros y ámbitos geográficos (para otros proyectos en el mismo sentido, véase el volumen editado recientemente por Kabatek (2016).
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acerca de los fenómenos estudiados. En segundo lugar, las obras integradas en este corpus deben ser lo más próximas a la oralidad posible, así como a las variedades vernáculas empleadas en otros tiempos, de ahí que hayamos acudido exclusivamente a textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa (Koch y Oesterreicher 1985). Un tercer criterio que nos ha guiado en esta empresa es la inclusión en el corpus de textos de diferentes orígenes, para facilitar así el análisis de correlaciones extralingüísticas, consustancial al método sociolingüístico. En la práctica, muchos de los textos de este tipo seleccionados, como cartas privadas o documentos autobiográficos, atesoran en su interior datos muy relevantes en este sentido, como la procedencia dialectal y social de los autores, la edad, el sexo y la profesión, además de otros factores significativos en el eje estilístico, como el tipo de relación con el receptor o la temática abordada en los escritos. El resultado de este esfuerzo ha sido la compilación de un corpus compuesto por textos de inmediatez comunicativa, principalmente cartas privadas y (en menor medida) obras autobiográficas, escritas por individuos de diferente extracción social y dialectal. En todo caso, y por lo que a esta última se refiere, hemos decidido limitar el análisis a los textos producidos por españoles, ya sea en España, ya en otros territorios, en especial (por su volumen) en las antiguas colonias españolas de América. En el momento de escribir estas páginas, el corpus supera ya los doce millones de registros, distribuidos de manera equilibrada entre los diferentes periodos investigados —siglos a (1.ª mitad)—, lo que ofrece suficientes garantías de exhaustividad y representatividad para la realización de estudios de variación gramatical. El lector encontrará una lista completa de las obras que componen el corpus completo en el anexo final. No obstante, dado que los diferentes estudios que se incluyen en la presente monografía se han realizado en diferentes etapas de este proceso compilatorio, las dimensiones del corpus son diferentes en cada caso. En los apartados metodológicos de cada capítulo, se ofrecen estos datos para cada estudio.
3.3. Tradiciones discursivas de la inmediatez comunicativa Entre las diferentes situaciones comunicativas “ideales” que favorecen la producción de testimonios de lo hablado escrito delineadas por Oesterreicher (2004), en el corpus hemos incluido preferentemente textos que el lingüista alemán caracterizaba como de “competencia escrita de impronta oral”. Entre ellos destacan, sobre todo, las cartas de contenido privado, escritas por individuos de diferente condicional social, y cuya temática puede oscilar entre los extremos representados, de un lado, por la mayor familiaridad o intimidad entre los participantes —cartas familiares, de amor, amistad...—; y, de otro, por el carácter
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más distante de las cartas de relación, administrativas o de negocios, pasando por diversos niveles intermedios en los que se mezclan tanto asuntos privados como públicos (noticias culturales, de sociedad, etc.). Trabajar con epistolarios privados se ha convertido en una empresa cada vez más frecuente en los últimos tiempos, y ello por diversas razones. No figura entre las menos importantes la excepcional circunstancia histórica que representa la conquista de América por España, que dio lugar a un caudal inmenso de cartas, no solo de contenido oficial y administrativo, sino también familiar, que, a uno y otro lado del Atlántico, pusieron sobre el papel pequeñas historias y dramas personales, llenas de afectividad y sentimiento. Asimismo, se ha llamado también la atención acerca del hecho de que las cartas presentan algunas características estructurales que las hacen especialmente atractivas para los estudios de variación histórica. Junto a la aparición en su seno de múltiples detalles autobiográficos y demográficos, que permiten revelar además las relaciones de poder y solidaridad que median entre emisores y receptores (Nevalainen y Raumolin-Brunberg 1996; Nevala 2009; Okulska 2010), las cartas ofrecen a menudo detalles etnográficos de indudable valor sobre la vida social en las comunidades de habla respectivas (Raumolin- Brunberg 2005; Dossena y Tieken-Boon van Ostade 2008). Por otro lado, cabe destacar también la circunstancia de que las cartas no se escriben para su publicación, lo que garantiza una mayor aproximación al habla vernácula que las tradiciones discursivas más formales (Palander-Collin y Nevala 2005; van der Wal y Rutten 2013). Cierto es que no faltan elementos de cierto automatismo lingüístico en esas cartas (sobre todo, en los encabezamientos y finales), y que en su interior podemos encontrar también rasgos sintácticos que, en principio, no son esperables en esta clase de textos (Cano Aguilar 1996). Sin embargo, tanto el escaso nivel sociocultural de muchos de sus autores, como la considerable carga afectiva que destilan —y que es fruto la mayoría de las veces de la complicidad entre los interlocutores—, convierten las cartas en un objeto preferente de atención por parte de la investigación diacrónica más reciente. Y es que, como señala García Mouton (1999: 264) “los textos literarios pueden imitar la realidad; las cartas, aun sometidas a todo tipo de molde, forman parte de ella”. Asimismo, las cartas representan un material excelente para el estudio del cambio lingüístico desde una perspectiva longitudinal, especialmente las de aquellos autores que escribieron durante extensos periodos de tiempo, muchas veces incluso a los mismos destinatarios, lo que garantiza una uniformidad estilística muy útil para el estudio de la variación (Raumolin-Brunberg 2006, 2009). Un segundo bloque, menos nutrido que el anterior, pero perteneciente también por derecho propio al capítulo de textos escritos de impronta oral, lo integra un conjunto de obras de carácter autobiográfico, correspondientes a diversas tradiciones discursivas, como diarios de contenido personal (aunque a veces
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mezcladas con asuntos de otra naturaleza), memorias de servicios, libros de familia, libros de cuentas, crónicas, etc. Sin embargo, no hemos incluido en este apartado otra clase de autobiografías, como, por ejemplo, aquellas de carácter espiritual que tanto éxito tuvieron en el Siglo de Oro en España —piénsese, por ejemplo, en la autobiografía de Santa Teresa—, ya que en ellas podemos encontrar, en el mejor de los casos, una escritura en “estilo llano”, que responde a un interés básicamente estilístico a cargo de escritores “profesionales” (Oesterreicher 2004: 754). Del mismo modo, tampoco forman parte del corpus otros textos en los que se pretende, también por razones interesadas, una especie de oralidad simulada, como sucede con las novelas picarescas del periodo áureo, las comedias y sainetes populares entre los siglos y , y textos similares, en los que, como destacaba Oesterreicher (2004: 756), “es el autor del texto, o sea, la conciencia lingüística del autor, la que selecciona ciertos rasgos lingüísticos considerados característicos de la lengua hablada”.16 Siempre que ha sido posible, hemos elegido la versión que sobre una misma fuente primaria han realizado filólogos y lingüistas, proporcionando de esta manera una transcripción más ajustada a los criterios filológicos que la llevada a cabo previamente por algunos meritorios historiadores, que, desde hace unas décadas, han abierto un importante filón para el estudio de este tipo de textos. Este es el caso, por ejemplo, del hispanista alemán Enrique Otte, cuya obra seminal (Cartas privadas de emigrantes a Indias), publicada a finales de la pasada década de los ochenta, ha sido reeditada recientemente, de acuerdo con criterios filológicos, por Marta Fernández Alcaide con el título de Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ. En los últimos años han visto también la luz otras ediciones críticas y paleográficas de gran interés para el estudio lingüístico de épocas pasadas, y con las que se hace justicia a una renovación metodológica muchas veces planteada desde la filología (Sánchez-Prieto 1998; Fernández Ordóñez 2006). Algunas de esas ediciones (Relatando México, Ruiz de Arce, La Conquista del Perú...) aparecen incorporadas al corpus que sustenta la presente investigación, si bien no hemos desechado tampoco otros materiales, siempre que sus editores reconocieran explícitamente haber llevado a cabo una transcripción literal de las fuentes primarias, con la única modernización de la ortografía y la puntuación para facilitar así la lectura, pero sin la intervención en otros niveles lingüísticos. Si bien estas modernizaciones 16
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Culpeper y Kytö (2010: 17) han distinguido también entre tres clases de géneros cuyos textos exhiben rasgos orales en la escritura, y a los que califican como speech-like, speech-based y speech-purposed, respectivamente. La diferencia entre estos radica, precisamente, en el tipo de rasgos que revelan. Por su parte, Schneider (2013: 60-61) establece cinco medios para reflejar la oralidad en lo escrito: habla grabada (recorded), recordada (recalled), imaginada (imagined), observada (observed) e inventada (invented speech).
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suponen un obstáculo muy importante para los estudios de variación gráfica y fónica (Ariza 1992; Rutkowska y Rössler 2012; Hebda 2012), no tiene por qué ser así en las investigaciones de carácter sintáctico o discursivo. Por poner el ejemplo de una de las variables analizadas en este libro, la alternancia entre las perífrasis deber y deber + infinitivo (capítulo 2): si el editor de un epistolario sostiene que su transcripción es literal, pero que ha modernizado la grafía, ello tendrá repercusiones, sin duda, sobre los caracteres de deber, que en las transcripciones paleográficas podemos encontrar con grafemas diferentes —b, v, u—, pero no en la presencia (o no) de la preposición de, que es lo que realmente nos interesa. Del mismo modo, el estudio de la alternancia entre las perífrasis deónticas con los verbos modales haber, deber y tener a lo largo de los últimos cinco siglos (capítulo 3) no se ve dificultada por las particularidades gráficas que podamos encontrar en la escritura de estos verbos.
3.3. El método comparativo El método comparativo que adoptamos en el análisis de diversos fenómenos de variación y cambio en la historia del español supone indagar en la conexión entre los patrones de variación que presentan muestras semejantes (Tagliamonte 2012: 162), ya se trate de lenguas o comunidades de habla diferentes, ya, como en este caso, de distintos momentos en la historia de una lengua. La idea que subyace en esta aproximación a los cambios lingüísticos es que la estructura de estos puede derivarse del análisis contrastivo entre diversas magnitudes cuantitativas extraídas de un análisis estadístico multivariante (Poplack 2011: 212). Para ese análisis acudimos a algunos programas habituales en los estudios de variación sincrónica, como Goldvarb X (capítulos 2, 3, 6 y 9) y Rbrul (Johnson 2009) (capítulos 4, 5, 7, 8), así como, eventualmente, a pruebas de estadística no paramétrica, como el estadístico chi-cuadrado (capítulo 10). Especialmente atractivos para nuestro objeto de estudio son los programas de regresión logística, con los que obtenemos una relación de los factores seleccionados como significativos y no significativos en función del corpus disponible. Asimismo, programas como Rbrul permiten analizar las potenciales interacciones entre estos factores, así como filtrar los resultados en función de algunos factores aleatorios y continuos. De este modo, por ejemplo, en el análisis de varios fenómenos que afectan a las subordinadas de relativo, hemos llevado a cabo dos análisis de regresión de efectos mixtos, uno tomando como referencia el antecedente de los pronombres de relativo y otro considerando como factor aleatorio la identidad de los escritores. Como resultado, el modelo mixto de regresión solo
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otorga significación a un factor categórico determinado (como el tipo de modalidad o el estatus social) si su efecto es más fuerte que el ejercido por los dos factores aleatorios reseñados (Johnson 2009: 365).17 Complementariamente, la consideración de factores continuos como el año en que se escribieron los textos permite analizar la existencia de cambios en el eje temporal. Además de la comparación de frecuencias y porcentajes, en el análisis contrastivo entre los diferentes periodos nos valemos de diversos medios de prueba. Uno de ellos es, como señalábamos en el párrafo anterior, la relación de factores (Factor groups) seleccionados y no seleccionados por el modelo estadístico de regresión logística. Aunque tradicionalmente se ha concedido mucha más relevancia a los primeros, y de ellos nos ocuparemos preferentemente en nuestros análisis, algunas diferencias frecuenciales no significativas a la luz del corpus disponible merecen también atención, ya que o bien pueden revelar tendencias históricas que se consolidan en el futuro, o bien carecen del necesario umbral de significación estadística en un momento determinado debido a factores exógenos, como la representatividad muestral. Esto último es lo que apreciamos, por ejemplo, en el análisis de las diferencias generolectales, que, aun resultando sugestivas en algunos casos, no alcanzan el mencionado umbral debido al extraordinario desequilibrio (en una escala prácticamente de 9 a 1) entre las muestras de habla masculinas y femeninas. Un segundo índice comparativo particularmente útil es el grado en que cada factor permite explicar la variación de manera independiente y que calculamos a través del rango, una medida no estadística conseguida tras restar los pesos explicativos de los contextos más favorecedores e inhibidores respectivamente. Por ejemplo, en el análisis de la variación entre las formas prepositivas y no prepositivas de las perífrasis modales con deber (capítulo 2), veremos cómo la oposición modal epistémico-deóntica ocupa el rango explicativo más destacado en el español de la Edad de Oro. Sin embargo, esa relevancia disminuye considerablemente en las centurias siguientes, siendo superada incluso por otros factores estructurales. En tercer lugar, la significación estadística de estos contextos se mide a través de índices probabilísticos (Factor weights o P. values), que se sitúan entre las cifras extremas representadas por el 0 (nulo favorecimiento de una variante) y el 1 (selección categórica de esa variante). Normalmente, se interpreta que los valores situados por encima de 0,5 dan cuenta de factores que favorecen una
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La realización de ambos análisis obedece al desconocimiento inicial acerca de si ambos factores aleatorios podrían ser colineales entre sí (por ejemplo, si en algunos casos el valor del factor antecedente podría predecir el de la variable independiente escritor).
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variante determinada, mientras que los ubicados por debajo de esa cifra la desfavorecen. Con todo, no faltan quienes consideran que lo más importante no son tanto las cifras concretas que alcanza este valor cuanto la dirección explicativa entre esos índices (Tagliamonte 2012: 173). Esta dirección (direction of effect), que va desde el entorno más favorecedor de una variante al más desfavorecedor, es, pues, otro elemento de prueba que puede ser comparado entre unos periodos y otros, y que nos informa acerca de los derroteros que han seguido los cambios tanto en la matriz lingüística como social. La comparación entre todos estos índices ofrece una imagen vívida acerca del papel que cada variante ha desempeñado a lo largo de la historia y la influencia del contexto variable en cada periodo. Como recuerda Poplack (2011: 215), pionera en la puesta en práctica de esta metodología en el estudio del cambio lingüístico: [...] together [these measures] offer a snapshot of the structure of the system at a given period. By comparing these snapshots over time, we can trace not only the rise and fall of variant forms but also their entry points into the system and the trajectory of their functions... In its capacity to transcend frequencies to reveal the patterns of variability and change, this is perhaps where variationist theory has the most to offer.
4. Estructura del libro Cinco son los fenómenos de variación y cambio lingüístico que analizamos en estas páginas. Los dos primeros tienen su esfera de actuación en el seno de las perífrasis modales de infinitivo, y se desarrollan a lo largo de todo el eje temporal acotado para este proyecto (siglos a ). Por un lado, se encuentra la variación entre las formas prepositivas (deber de + infinitivo) y no prepositivas (deber + infinitivo) de las construcciones perifrásticas con el verbo deber, cuyo origen se remonta ya al periodo medieval, aunque a juzgar por los testimonios disponibles tan solo adquiere verdadera carta de naturaleza a partir del español clásico. Por otro lado, analizamos también la competencia secular entre este verbo modal y otros como tener (tener que/de + infinitivo) y haber (haber de + infinitivo) en la construcción de perífrasis modales, aunque limitadas esta vez a la expresión de contenidos deónticos, los únicos en los que tal variación adquiere proporciones significativas en la historia. Los dos fenómenos siguientes afectan a la sintaxis de las subordinadas relativas. Al igual que los reseñados en el párrafo anterior, del primero de ellos encontramos vestigios a lo largo de toda la historia del español, por lo que seguimos su evolución durante casi cinco siglos. Se trata de la alternancia entre los nexos
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adverbiales —‘el lugar donde nací’— y pronominales —‘el lugar en (el) que nací’— en las relativas locativas, un cambio que a día de hoy está todavía lejos de resolverse. Por el contrario, el segundo fenómeno de este grupo adquiere solo magnitudes significativas a partir del Siglo de las Luces, por lo que el análisis de su evolución se limita a los periodos del español moderno y contemporáneo. En este caso, abordamos la variación entre las formas con artículo —‘el lugar en el que nací’— y sin artículo —‘el lugar en que nací’— del relativo que en la sintaxis de las relativas oblicuas, cuyo progreso, favorable a la primera variable, fue muy lento hasta tiempos muy recientes, en los que, finalmente, la primera acabará imponiéndose. Por último, el cuadro se completa con otro fenómeno del que todavía podemos encontrar alguna huella en la lengua actual, aunque limitada a contextos lingüísticos y socioestilísticos restringidos, a diferencia de lo que ocurrió en el español áureo, cuando la variación adquirió proporciones muy elevadas. Nos referimos a la pugna entre las soluciones normativas y vernáculas de las subordinadas completivas dependientes de predicados doxásticos. Acotadas en nuestro caso a las seleccionadas por el verbo creer, especialmente abundante en los textos epistolares y autobiográficos, las formas normativas son —y han sido siempre— las introducidas por la conjunción que —‘creo que no vendrá’—. Sin embargo, frente a estas, en el español clásico encontramos también una difusión considerable de las formas sin nexo —‘creo no vendrá’—, que competirán con las anteriores a lo largo del Siglo de Oro.18 La distribución de los estudios relacionados con estas variables lingüísticas se ajusta a una estructura coherente. De este modo, tras el presente apartado
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Varios de los capítulos que figuran en esta monografía son deudores de diversos trabajos publicados previamente en diversas revistas, si bien en algunos casos los datos se han reconfigurado por razones de espacio y ocasión. Así, el contenido del apartado 2 refunde los resultados parciales de los que hemos dado cuenta en Blas Arroyo y Porcar Miralles (2016a); Blas Arroyo y Vellón Lahoz (2014). Por su parte, el perfil socioestilístico de esta variación, que emprendemos en el capítulo 6, aparece parcialmente en una versión inglesa en Blas Arroyo (2016). También en una versión inglesa hemos dado cuenta de un hipotético proceso de gramaticalización en marcha en el seno de las relativas oblicuas del que nos ocupamos en los capítulos 5 y (parcialmente) 8; cf. Blas Arroyo y Vellón Lahoz (2018). Y lo mismo sucede con el apartado 9, sobre la potencial influencia del contacto de lenguas en la evolución de la perífrasis modal haber de + infinitivo en diferentes áreas dialectales; cf. Blas Arroyo (2015). Finalmente, los apartados 4 y 7 aprovechan en diversa medida los resultados analizados en Blas Arroyo y Velando Casanova (2017) para el capítulo 4 y Blas Arroyo y Porcar Miralles (2016b) para el 7. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento a los evaluadores anónimos de estos trabajos por sus perspicaces comentarios, que han contribuido, sin duda, a mejorar el resultado final. Ni que decir tiene que cualquier error que se detecte en estas páginas es responsabilidad exclusiva de los autores.
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introductorio, en el que hemos repasado las principales cuestiones teóricas y metodológicas relacionadas con el proyecto de investigación, el lector encontrará diferentes bloques temáticos. En el primero agrupamos cuatro estudios en los que, mediante la metodología de la sociolingüística comparativa, analizamos la incidencia de diversos factores estructurales en la evolución histórica de otros tantos fenómenos: a) la variación entre deber y deber de + infinitivo (capítulo 2); b) la selección de verbos modales en las perífrasis deónticas (capítulo 3); c) la alternancia entre soluciones adverbiales y pronominales al comienzo de las subordinadas de relativo locativas (capítulo 4); y d) el hipotético proceso de gramaticalización en marcha en el seno de las relativas oblicuas (capítulo 5). Por su parte, el bloque siguiente sigue la pista al modo en que ciertos factores sociolestilísticos han condicionado esa misma variación. Los resultados de los que damos cuenta en los capítulos 6 a 9 proceden del mismo análisis multivariante en el que intervienen los factores estructurales examinados en el bloque anterior. Sin embargo, tanto por razones de coherencia expositiva como por el deseo de ahondar en cuestiones que afectan específicamente a la matriz social y estilística de la variación y el cambio, estos datos son tratados monográficamente en este apartado. Así, en varios de estos capítulos se aborda el perfil sociolectal de ciertos cambios lingüísticos bajo la forma de cambios desde abajo y, eventualmente, también en la dirección contraria. El primero es el caso de fenómenos como la notable difusión de la perífrasis deber de + infinitivo a partir de la segunda mitad del siglo (capítulo 6) o la elisión del nexo subordinante en predicados doxásticos, también en el español clásico (capítulo 7). Ahora bien, este marcador sociolingüístico, sensible tanto a la variación estilística como social, terminará siendo frenado por las élites sociales, quienes, a partir de mediados del siglo , comienzan a reaccionar en contra de una forma vernácula que había llegado demasiado lejos. Y lo mismo sucede siglos más tarde con la variante de artículo + que en la introducción de las relativas oblicuas, cuyo triunfo en el español actual no estuvo, sin embargo, exento de dificultades a lo largo de la historia, debido, aparentemente, a la renuencia de las clases más elevadas (capítulo 8). Finalmente, esta sección temática se completa con un estudio acerca del grado en que el contacto de lenguas ha podido condicionar la evolución de la perífrasis haber de + infinitivo en diferentes áreas dialectales, especialmente a partir del momento en que esta construcción empieza a verse arrinconada por tener que en el último siglo (capítulo 9). El contraste entre los datos de tres áreas dialectales, de las cuales dos son escenario de un extenso bilingüismo social e individual (hablas del ámbito lingüístico catalán y gallego-asturiano, respectivamente), y donde las lenguas (español, catalán, gallego y asturiano) muestran algunos puntos de conflicto estructural, servirá como medida de esa potencial influencia.
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El tercer apartado temático consta de dos capítulos, donde tratamos otros tantos aspectos que figuran entre los objetivos de este proyecto de sociolingüística histórica. Así, en el capítulo 10, abordamos específicamente la vertiente idiolectal del cambio lingüístico, esto es, el modo en que los cambios característicos de una época determinada se reflejan en la actuación lingüística de personas concretas, a quienes seguimos en su producción epistolar a lo largo de varias décadas. Ello nos permite advertir el perfil concreto de cada escritor con respecto a esos cambios (conservador, contemporizador o revolucionario), pero también la posibilidad de que estos se produzcan o no a lo largo de la edad adulta. Por su parte, el capítulo 11 plantea la dialéctica entre la realidad del habla y las prescripciones realizadas desde las instancias normativas. Para ello, pocas variables ofrecen de nuevo una mejor oportunidad que la alternancia entre las perífrasis deber y deber de + infinitivo, regulada por la Real Academia y otras instituciones a partir del siglo con el propósito de establecer una relación funcional unívoca entre cada una de ellas y un contenido modal determinado. Un ejercicio de historiografía lingüística, mediante el que revisamos el pensamiento gramatical en torno a esta cuestión entre los siglos y la actualidad, sirve como telón de fondo para la comparación entre esa tradición y los datos que ofrece el habla real en cada periodo histórico. Finalmente, el libro se cierra con dos apartados bibliográficos. En el primero, se recogen todas las referencias mencionadas en el trabajo, mientras que reservamos un Anexo para la relación completa de las obras que constituyen el corpus. Pese a las dificultades que entraña todo análisis basado en textos escritos nos parece que investigaciones como la presente, pueden arrojar una luz considerable no solo acerca del modo en que la variación y el cambio lingüístico han operado en épocas pretéritas de la lengua, sino también sobre la deuda que esos mismos fenómenos —en la mayoría de los casos, todavía visibles— tienen con el pasado. Por un lado, la selección de un corpus integrado en su totalidad por textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa garantiza —aun con todas las dificultades y reservas que se quiera— la mejor aproximación posible al habla vernácula de periodos remotos en el tiempo. En este sentido, y como tendremos ocasión de comentar más adelante, las diferencias que hemos encontrado entre nuestros recuentos y algunos realizados previamente a propósito de ciertas variables lingüísticas podrían estar relacionadas, precisamente, con los materiales de los que se parte en cada caso; unos materiales que, en la lingüística histórica, han tenido a la lengua literaria y demás tradiciones discursivas formales como principales protagonistas, frente a lo que aquí proponemos.
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Por otro lado, un análisis variacionista como el emprendido en estas páginas ofrece, a nuestro juicio, algunas ventajas hermenéuticas frente a otras aproximaciones que se detienen en el plano meramente cualitativo del cambio lingüístico o, en el mejor de los casos, en análisis cuantitativos menos sofisticados. Más allá del mero análisis de frecuencias, que en ocasiones puede resultar engañoso, el método variacionista permite el análisis exhaustivo de los fenómenos de variabilidad lingüística mediante la consideración simultánea de factores de diferente naturaleza. Además, la perspectiva comparativa adoptada en la mayoría de los capítulos permite examinar minuciosamente por qué derroteros han circulado esos fenómenos en diferentes periodos de la historia y cuál ha sido el destino de los cambios correspondientes.
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HERRAMIENTAS DE LA SOCIOLINGÜÍSTICA COMPARATIVA PARA EL ESTUDIO DE LA DIACRONÍA ASPECTOS ESTRUCTURALES
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1. Introducción En un estudio variacionista, a partir de materiales contemporáneos de un corpus de habla oral castellonense (Blas Arroyo 2011), tuvimos ocasión de comprobar cómo la variación entre las perífrasis modales de infinitivo deber y deber de + infinitivo, ejemplificadas en (1), no responde: a) ni a la pretendida “confusión” entre dos formas inicialmente diferentes, y cuyo contenido estaría perfectamente delimitado por las autoridades académicas, al menos desde comienzos del siglo —deber + infinitivo para los contenidos deónticos vs. deber de + infinitivo para los epistémicos—; b) ni a un fenómeno de variación libre, cuyas motivaciones, o bien son azarosas, o bien escapan a las capacidades del analista. (1)
[...] porque esto es como todas las cosas / cada uno debe de cuidar lo suyo / nosotros somos de Castellón, pues debemos procurar que Castellón sea una gran provincia (MCSCS 314).
Este estudio, sin embargo, nos permitió advertir que las dos perífrasis en conflicto podían caracterizarse perfectamente como sendas variantes para la expresión de un mismo contenido sintáctico-semántico, esto es, como una misma variable lingüística. Y ello, fundamentalmente, porque en todos los contextos analizados encontrábamos manifestaciones de ambas perífrasis, aunque, eso sí, en proporciones diferentes. Estas diferencias venían determinadas por el contexto variable en que se desarrollan las variables lingüísticas en el discurso, de cuya influencia
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es posible dar cuenta objetivamente mediante la consideración simultánea en un análisis multivariante de factores de diferente naturaleza, ya aisladamente, ya en interacción con otros condicionantes. En aquella ocasión advertimos, por ejemplo, que la tradicional oposición entre los contenidos epistémico-deónticos no se presentaba como estadísticamente significativa, pero sí lo hacían otros factores relacionados con la modalización de los que, no obstante, apenas se ha dado cuenta en la bibliografía.1 Y así, tuvimos ocasión de constatar que las oraciones negativas representan hoy uno de los contextos más favorecedores para la perífrasis prepositiva, y que esta variante se ve claramente alentada en los contextos intensificados, mientras que, en el extremo contrario, los recursos de atenuación limitan su presencia. En todo caso —y aquí reside uno de los problemas que plantean los estudios tradicionales sobre la variación sintáctica— decir esto no significa que en los contextos favorecedores deber de supere a deber, pues lo cierto es que la variante no prepositiva predomina en casi todos ellos. Ahora bien, si un fenómeno de variación canónico como el reseñado tan solo recientemente ha comenzado a estudiarse de una manera más sistemática y objetiva, ¿qué posibilidades habría de ampliar el espectro temporal para incluir épocas pasadas de la lengua? ¿Es posible asomarse a los patrones de variación que rigieron el empleo de estas dos perífrasis en el habla vernácula de hace cinco siglos? A nuestro juicio, los avances metodológicos introducidos por la sociolingüística histórica, a los que nos referíamos en el capítulo anterior, así como la consideración creciente en la lingüística diacrónica de corpus de inmediatez comunicativa, permiten ser optimistas a este respecto. A partir de estos principios, y mediante el empleo de una metodología comparativa, en este capítulo ofrecemos un repaso exhaustivo de la suerte corrida por la variante prepositiva de las perífrasis con deber (deber de + infinitivo) a lo largo de casi cinco siglos en la historia del español. Para ello compararemos diversas magnitudes cuantitativas extraídas de dos análisis de regla variable independientes, correspondientes a otros tantos momentos liminares en la historia de esta perífrasis: el español de los Siglos de Oro (siglos y ), por un lado, y el español moderno (siglos a ), por otro. Como tendremos ocasión de com1
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Aunque delimitar qué se entiende por modalización no resulte tarea fácil, como revela la larga tradición que desde la filosofía aristoteliana llega hasta los modernos desarrollos de la lingüística en nuestros días (Lyons 1980; Palmer 1986; Otaola 1988, Bybee et al. 1994, Ridruejo 1999, entre otros), podríamos aceptar como punto de partida que los recursos modalizadores revelan: “[la actitud del hablante] ante el oyente y/o ante el contenido de la predicación emitida por él en el enunciado” (Otaola 1988: 99). Esta actitud puede llegar a codificarse a través de determinadas formas de la lengua, como sucede con las modalidades oracionales o con otros recursos lingüísticos que sirven para intensificar o atenuar el contenido proposicional: léxico valorativo, repeticiones o paralelismos, figuras retóricas, etc.
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probar, deber de tiene en los Siglos de Oro un momento de esplendor, especialmente en el paso entre los siglos a . Sin embargo, ya al final del Barroco, la variante se desliza peligrosamente por una senda descendente, y acabará despeñándose en las tres centurias siguientes, curiosamente a partir del momento en que las autoridades normativas empiezan a querer regular la variación. Tan solo en tiempos más recientes, y al menos por lo que se refiere a las hablas europeas, la perífrasis parece estar recobrando vitalidad, como demuestran diversos estudios (Gómez Manzano 1992; Troya 1998; Samper et al. 1998-1999; Fernández Ulloa 2000; Gómez Molina 2009; Blas Arroyo 2011). En definitiva, parece que nos encontramos ante uno de esos procesos de variación y cambio que nunca llegan a consumarse del todo, de modo que las variantes que podríamos denominar “moribundas” no terminan de desaparecer completamente en beneficio de sus competidoras. Con el paso de los siglos, tales variantes pueden languidecer durante periodos extensos de la historia, aunque sin llegar a ceder nunca el testigo definitivo a las formas rivales y, en algunos casos, consiguiendo incluso renacer de sus cenizas. A ello contribuye —y aquí reside otra de las principales conclusiones del estudio— el mantenimiento en el tiempo de algunos condicionantes estructurales que, si no han impedido el arrinconamiento secular de la variante prepositiva por la no prepositiva en prácticamente todos los contextos, al menos han preservado su llama incluso en los momentos más oscuros. El presente capítulo se estructura de la siguiente manera. Tras unos breves apuntes históricos sobre la génesis y evolución de esta alternancia en los orígenes del español (§ 2), presentamos en el apartado 3 los detalles metodológicos más destacados del estudio, que incluyen la delimitación del corpus, el proceso de codificación de la variable lingüística y los fundamentos del análisis de regresión logística efectuado en cada periodo. La sección más extensa corresponde al apartado 4, donde examinamos con detalle los factores lingüísticos2 que el análisis estadístico ha revelado como significativos para explicar la variación, tanto aisladamente como en el cruce con otros. Finalmente, en el apartado 5 resumimos los datos más relevantes, así como las principales implicaciones derivadas la investigación.
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Para la revisión de los factores extralingüísticos, véase más adelante el capítulo 6.
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2. Algunos apuntes históricos sobre la alternancia En su estudio sobre las perífrasis verbales en el español medieval, Yllera (1980: 92) recuerda que el latín mostraba los matices de obligación o necesidad mediante el empleo de adjetivos verbales terminados en -urus, -a, -um o en -ndus, -a, -um. Por lo que se refiere al verbo debere, en la época clásica este poseía inicialmente el sentido de ‘ser deudor de’, en construcciones con complementos directos nominales, al tiempo que, en infinitivo, el verbo equivalía al sentido que en la actualidad posee el sustantivo deber: ‘el deber obliga a’. Pese a ello, muy pronto se extenderían los usos de debere para abarcar los significados de obligación o necesidad —Goelzer (1884: 417), apud Yllera (1980: 92)—, sentidos con los que hoy lo conocemos en la formación de perífrasis con infinitivo en todas las lenguas romances, en competencia con otros verbos auxiliares como haber y tener (así, en castellano, italiano...). Al igual que en otras lenguas romances, en los primeros textos conservados la perífrasis deóntica con deber aparece sin preposición, si bien la posible analogía con otras perífrasis obligativas en las que aparece esta (haber a/de; tener a/de...) hace que ya en época tan temprana como el siglo podamos encontrar los primeros casos de alternancia entre las dos construcciones. Así, Beardsley (1921: § 14, pp. 30-31; apud Yllera 1980: 128) da cuenta de algunos ejemplos con de en obras medievales —también con a, si bien estos fueron más esporádicos y desaparecieron pronto—. Este es el caso, por ejemplo, de enunciados como “deven de demandar” (Calila e Dinma), “tu non deues de fazer cos contra mi voluntad”, “e mostrandoles rrazones por que no deuian de dexar la batalla” (Troya), entre otros. En opinión de Yllera (1980), ambas perífrasis compartían también desde bien temprano los sentidos de suposición, creencia o conjetura, ya presentes en latín tardío, y que observamos en la mayoría de las lenguas derivadas de este.3 Así las cosas, el intento académico posterior de diferenciar ambas funcionalmente —deber + infinitivo para la obligación, la necesidad y la conveniencia, frente a deber de + infinitivo para los contenidos conjeturales— y que arranca en el Diccionario de Autoridades (1726-1739), podría considerarse artificial (para más detalles sobre esta cuestión normativa, véase el capítulo 11). A esta opinión se suman también otros estudiosos modernos, como Hernández Alonso (1984: 386387), quien defiende que la indistinción se remonta a la Edad Media, o Díez de 3
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De hecho, en algunas de estas lenguas, como sucede en catalán, las perífrasis con deber tan solo poseen valor epistémico, de tal manera que los actuales usos obligativos son considerados por algunos gramáticos como castellanismos sintácticos (Badia 1983: 391). Para un completo estudio de la evolución diacrónica de las perífrasis de necesidad-obligación en catalán, véase Cabanes Fitor (1996).
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Revenga e Igualada (1989-1990: 125), para quienes la especialización de deber de + infinitivo en el significado de probabilidad no tiene sentido desde el punto de vista diacrónico, pues “debere era capaz de expresar en latín un significado de futuro potencial tan alejado del valor de obligación como próximo al de probabilidad”. Incluso a propósito de periodos más avanzados, como la época clásica, Corominas y Pascual (1996) insisten en esta idea de artificialidad de la distinción al destacar que “[l]a construcción deber de, que se halla también en el portugués antiguo, en el Siglo de Oro denota indiferentemente obligación o bien deducción o conjetura” (la cursiva es nuestra). En el mismo sentido, Alarcos (1994: 264) destaca que los usos de las dos perífrasis “nunca han estado bien diferenciados”. Sin embargo, Martínez Díaz y Vila Pujol (2012) parecen justificar la especialización modal dictada por la norma académica, al tiempo que exponen las razones por las que deber seleccionó la preposición de en una nueva estructura con la que parecía no establecer límites significativos precisos. En este último punto, la analogía con haber de pudo ser determinante, no solo para explicar la incorporación de este enlace, sino también —y lo que es más importante— para asumir un valor modal distinto (epistémico) en la construcción prepositiva de nuevo cuño. En opinión de estas autoras (Martínez Díaz y Vila Pujol 2012), sería haber + infinitivo la perífrasis que, en el origen, explicaría la relación básica entre obligación y probabilidad (por su sentido temporal de futuro). La posterior perífrasis con haber de expresó ambos valores, y de ahí que deber de asumiera igualmente un significado de conjetura o probabilidad. Así pues, lo que se defiende es que la modalidad epistémica se sumó con el tiempo a la de obligación, y que ello tuvo lugar, en primer término, en la construcción prepositiva (ya desde el siglo se documenten ejemplos con este valor). Deber + infinitivo, por su parte, conserva en todos los tiempos su valor etimológico de obligación y, solo a partir de finales del , se habría generalizado la ambivalencia, especialmente en contextos en los que el valor epistémico viene motivado por ciertos componentes pragmáticos y discursivos. En definitiva, la aparente artificialidad de la distinción académica se podría entender, según la tesis expuesta, a partir de un sentido básico de obligación (propio de deber + infinitivo) y un sentido derivado de probabilidad, que alcanzó, primeramente, a deber de + infinitivo. Sea como fuere, y a falta de una comprobación empírica de estos presupuestos, lo cierto es que la Real Academia Española, tras casi tres siglos prescribiendo la necesidad de distinguir entre las dos perífrasis, reconoce en su Nueva gramática de la lengua española que “existen [...] numerosas excepciones a esta regla general [la que establece la distinción]” (RAE/ASALE 2009: 2143), de tal manera que el uso de deber + infinitivo para expresar conjetura, hoy “sumamente extendido” incluso entre escritores de prestigio, “se registra también en textos antiguos”. Y del mismo modo, deber de + infinitivo con valor obligativo
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se documenta también en textos “clásicos y contemporáneos”. Aun así, la actitud de la Academia es mucho más permisiva hacia el doble valor modal de deber + infinitivo, pero insiste en rechazar o, al menos, no recomendar esta dualidad para la construcción con enlace (para más detalles sobre esta polémica en la gramática normativa contemporánea, véase más adelante el capítulo 11). Estas distinciones han sido puestas a prueba empíricamente en los últimos años por diversas investigaciones, en las que se recogen las tendencias que a este respecto operan en diversas comunidades de habla del mundo hispánico (Gómez Manzano 1992; Troya 1998; Samper et al. 1998-1999; Fernández Ulloa 2000; Fairclough 2000; Galué et al. 2004; Gómez Molina 2009; Blas Arroyo 2011). Más aún, autoras como Gómez Manzano (1992: 162) señalan a partir de esos datos —en su caso extraídos del habla culta de Madrid—que “el análisis de estos casos no nos ha permitido descubrir ninguna razón o norma para saber cuándo es más frecuente el uso con preposición o sin ella. Hay un claro predominio de los casos sin preposición, pero podemos hablar de variación libre en cuanto al empleo de una u otra, ya sea para expresar la obligatoriedad ya sea para expresar la hipótesis o probabilidad” (la cursiva es nuestra). Opinión que, implícitamente, viene a refrendar Fernández de Castro (1999: 175) cuando, de forma retórica, se pregunta si “tiene sentido hablar de ‘confusión’ entre dos cosas que en realidad nunca han sido distintas?” (la cursiva es nuestra). Si problemas hermenéuticos como estos sobresalen en muchos de los acercamientos al tema en la sincronía actual, estos aumentan exponencialmente en las aproximaciones diacrónicas; entre otras razones —aparte de las lógicas limitaciones metodológicas que impone trabajar con textos antiguos— porque la simple constatación de ejemplos correspondientes a usos deónticos o epistémicos que se alejan de la norma establecida no agota el tema. En nuestra opinión, que el hablante encuentre a su disposición formas alternantes para expresar un mismo significado dentro del repertorio expresivo que le brinda la lengua no significa que estas lo hagan en la misma medida en todos los contextos. Al final podría ocurrir que, con independencia de las numerosas “confusiones” detectadas en toda época, la oposición modal epistémico-deóntica en la que se basó la Real Academia Española en los albores del siglo para diferenciar funcionalmente entre las dos perífrasis tuviera algún fundamento empírico, además del que, por su origen evolutivo, han apuntado Martínez Díaz y Vila Pujol (2012). Uno de los objetivos del presente estudio es, justamente, dar cuenta de ese hecho, pero no aisladamente, sino en conjunción con otros factores lingüísticos que se reseñan en la sección siguiente. Solo mediante ese análisis exhaustivo será posible alcanzar una visión más completa y cabal acerca de la vieja “confusión” entre deber y deber de + infinitivo.
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3. Corpus y metodología El corpus correspondiente al español clásico asciende a 1 486 956 palabras, de las que un 56% (N = 842 658) corresponde al siglo y el 44% restante a la centuria siguiente (N = 644 298). Por su parte, el corpus del español moderno y contemporáneo suma 1 755 858 palabras, repartidas de la siguiente manera: 570 754 (33%) para el siglo , 490 014 (28%) para el y 695 090 (39%) para el . Tras la digitalización del corpus, y mediante el auxilio de un programa de concordancias (WordSmith 6.0), se seleccionaron a continuación todas las ocurrencias de la variable para su codificación posterior de acuerdo con diversos factores lingüísticos, estilísticos y extralingüísticos. Por coherencia expositiva, en este capítulo nos ocuparemos solo de los primeros (sobre los aspectos socioestilísticos y temporales de la variación en la Edad de Oro, véase el capítulo 6). Los factores estructurales analizados son de diversa naturaleza, y han sido puestos a prueba en estudios variacionistas previos (Balasch 2008, 2012; Blas Arroyo 2011; Blas Arroyo y González 2014a). En lo que sigue, ofrecemos una lista de estos, dejando la explicación más detallada de los seleccionados como significativos para más adelante (véase § 4): • Fonológicos: 1) contexto fónico siguiente4 —contextos cacofónicos (debe de dar) / resto—, 2) número de sílabas del grupo verbal (≤ 5 sílabas / resto). • Sintácticos: 1) persona y número del grupo verbal, 2) tiempo y modo, 3) sintaxis del sujeto (omitido / explícito), 4) sintaxis del verbo auxiliar (simple / compuesto), 5) tipo de cláusula (subordinadas / otras), 6) sintaxis del verbo principal (simple / compuesto), 7) grado de adyacencia entre el verbo auxiliar y el verbo principal (adyacentes / no adyacentes), 8) modalidad oracional (afirmativas / negativas). • Semántico-pragmáticos: 1) oposición modal epistémico-deóntica, 2) grado de animacidad del sujeto (humanos / no humanos), 3) modo de acción del verbo principal (estativos / movimiento / lengua / resto), 4) modalización contextual (entornos modalizados / no modalizados); 5) grado de (im) personalidad semántica de la oración (activas / pasivas e impersonales).
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Primer fonema del verbo principal o de la palabra que sigue a deber en los casos de no adyacencia.
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Para el análisis cuantitativo acudimos al método comparativo (Poplack y Tagliamonte, 2001), cuyos fundamentos teóricos y metodológicos reseñábamos más arriba (ver capítulo 1, § 3.3). Mediante el análisis contrastivo entre los resultados de dos análisis multivariantes independientes mediante Goldvarb X (Sankoff, Tagliamonte y Smith 2012), uno por cada periodo considerado (siglos / siglos - ), esperamos trazar no solo el destino de las formas implicadas en la variación, sino también los senderos por los que ha discurrido su trayectoria dentro del sistema a lo largo de la historia (Poplack 2011: 215). En la siguiente sección realizamos un análisis detallado de los resultados, para el que tomamos la perífrasis deber de + infinitivo como variante de referencia (application value). En 4.1 lo hacemos con los datos correspondientes al español clásico (siglos y ), que contrastaremos posteriormente en 4.2 con los obtenidos en el periodo siguiente (siglos a ).
4. Resultados y análisis 4.1. La alternancia deber/deber de + infinitivo en el español clásico (siglos ਘਖਉ y ਘਖਉਉ) El total de ocurrencias de la variable en el corpus de este periodo asciende a 547 casos, cifra muy inferior a la obtenida por una perífrasis alternativa y mayoritaria en la época (haber de + infinitivo), pero claramente superior a la combinación preferida en la actualidad (tener que + infinitivo) (para la pugna entre estos verbos modales en la historia del español, véase más adelante el capítulo 3). Por otro lado, los resultados confirman inicialmente que la perífrasis sin preposición (a partir de aquí VS) es claramente mayoritaria, no solo en términos absolutos (68%), sino también en la mayoría de los contextos analizados. Pese a ello, la variante prepositiva (a partir de ahora VP) muestra en el periodo clásico una importante vitalidad (32%), que incluso parece incrementarse en el siglo (37%). Sin embargo, un análisis más detallado, por periodos de cincuenta años, como el que se advierte en el gráfico 1, permite comprobar que el verdadero cambio favorable a la construcción prepositiva se produce ya en la segunda mitad del siglo , manteniéndose más o menos estable durante la siguiente centuria, aunque con una ligera tendencia a la baja en las últimas décadas (para más detalles sobre esta evolución en los siglos posteriores, véase más abajo el apartado 4.2).
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Gráfico 1: Frecuencias de deber de en cuatro periodos diferentes de los siglos y (%)
Esta vitalidad de VP en el periodo clásico se ve especialmente impulsada en algunos contextos lingüísticos, cuyos datos se resumen en la tabla 1. Modalidad Deóntica Epistémica Rango Polaridad Afirmativa Negativa Rango Modalización contextual Intensificados Resto Rango Tiempo Presente Pret. imperfecto Pasado simple Otros Rango
No convergence at iteration = 6 Log likelihood = -259.147
P.
%
N/∑
.30 .79 49
13 61
44/327 128/209
.46 .66 20
29 45
130/450 41/92
.58
36
67/187
.44 14
29
106/360
.48 .55 .85 .36 49
30 32 84 12
113/372 25/79 27/32 8/64
Signification = 0.008
Tabla 1: Contribución de los factores lingüísticos seleccionados como significativos en la elección de la perífrasis deber de + infinitivo en un corpus de inmediatez comunicativa de los siglos y (Goldvarb X)
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4.1.1 La oposición modal epistémico/deóntica Como hemos visto, la gramática normativa ha acudido a esta distinción modal para explicar la oposición sistemática entre las dos perífrasis que nos ocupan. Esta especialización funcional sería la que vincula VS y VP con la expresión de las modalidades deóntica y epistémica, respectivamente. La primera aparece en aquellos enunciados en los que el hablante expresa actitudes relacionadas con la obligación, la necesidad, el mandato o el deseo (Sirbu-Dumitrescu 1988: 143). Así, en (2), un vasco, emigrante en Indias, se lamenta en una carta dirigida en 1672 a su hermana por no haber podido conocer a su sobrino, ya fallecido. Sin embargo, al referirse a ese triste hecho, el remitente recuerda la obligación de todo buen cristiano de aceptar la voluntad divina: (2)
[...] como le auissé en otra ocassión fue nuestro Señor seruido de llebarlo para sí en Poltobelo y, como son regalos que Dios nos ynbía, nos debemos subjetar a su volunptad como obejas de su rebaño (Desde la otra orilla, 1672).5
Por su parte, el fragmento (3) da cuenta de matices modales diferentes, que apuntan hacia el valor veritativo de las proposiciones, entre lo posible y lo probable, asociado esta vez a VP.6 De este modo, otro emigrante en Indias, Pablo de Meneses y Toledo, se queja a la destinataria de su carta, su tía y abadesa del monasterio de Los Ángeles (Toledo), por no haber recibido sus cartas últimamente, en lo que, resignadamente, ve como probable la voluntad de Dios: (3)
Estos an sido pliegos que se los trajó la mar porque con quantas diligençias he echo no an parecido y de cansado lo e dexado, No debe de querer Dios que sepa lo que passa por allá y así lo llebo en paçiencia que como vuesa merced y mi hermana tengan salud lo demás vaya y venga como quisiere (Desde la otra orilla, 1610).
Ahora bien, al margen de estos ejemplos, que la normativa establecería más adelante como canónicos, en la práctica las dos perífrasis se utilizan indistintamente para la expresión de ambos contenidos modales. Así, lo vemos en (4) y (5), donde deber y deber de se emplean con los valores epistémico y deóntico, respectivamente: 5 6
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La transcripción de los ejemplos se ajusta escrupulosamente a la encontrada en las ediciones de las que han sido obtenidos. En el análisis multivariante hemos dejado sin codificar algunas ocurrencias de la variable en las que el significado modal no estaba claro, debido, sobre todo, a las conexiones significativas entre la obligación y la probabilidad (cf. Gómez Torrego 1989; Bybee et al. 1994).
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(4)
En lo que decís no queréis salir de mi gusto, lo estimo en mucho y pesa en el alma haber estado sin vos tanto tiempo y plugiere a mi Dios estuviera ahí para regalaros y mirar por vuestra salud, mas esto debe convenir para mi salvación (El hilo que une, 1609).
(5)
No lo tengas por dificultoso, que cada día vienen señoras muy principales, y por venir con sus maridos se ponen a todo. Así lo debieras tú de hacer, y en todas las que te escribiere no puedo dejar de ponerte esto por delante... (Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1604).
Sin embargo, lo anterior no significa que la variación responda al azar. En el periodo clásico, la VS es claramente dominante en la expresión de contenidos deónticos (87%), y tiene cierta vitalidad en los enunciados epistémicos, aunque a considerable distancia de los anteriores (39%). Por su parte, VP es muy minoritaria en la modalidad deóntica (13%), reservando la mayor parte de sus ocurrencias para la epistémica (61%). Una comparación con los resultados obtenidos en el corpus oral de las comunidades de habla castellonenses (Blas Arroyo 2011) permite comprobar que el mayor cambio en esta esfera de la gramática ha tenido lugar en el campo epistémico. Como se aprecia en el gráfico 2, frente a los siglos y , en la actualidad la VS predomina en los dos ámbitos modales, dejando a VP en una posición mucho más residual.
Gráfico 2: Distribución de las perífrasis deber y deber de + infinitivo en la oposición modal deóntico (MD)/epistémica (ME) (%) (siglos vs. )
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Estas diferencias tienen un importante correlato en términos probabilísticos, como lo demuestra el hecho de que el factor no sea seleccionado como significativo en el corpus actual, pero sí en el periodo áureo, donde además alcanza un importante rango (49), lo que da cuenta de su elevado poder explicativo. Situado en cabeza de los factores lingüísticos considerados en el estudio, en el Siglo de Oro la modalidad epistémica favorece en gran medida la selección de VP (.79), mientras que la deóntica la desfavorece en magnitudes similares (.30). Además, una comparación entre el modo en que evoluciona este factor entre los diferentes periodos (gráfico 3) muestra un incremento muy importante de ese poder explicativo desde la segunda mitad del siglo (rango 63).7 Así, si en la primera parte del , la tendencia reseñada se advierte ya con claridad, esta se extrema en el segundo periodo, no tanto por la asociación de VP con la modalidad epistémica, cuanto por un importante descenso en los valores de esta perífrasis para la expresión de contenidos deónticos.
Gráfico 3: Pesos explicativos (P.) asociados a la selección de deber de en la oposición modal deóntico/epistémica en dos periodos del español clásico
7
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Esta cifra coincide al detalle con la obtenida por Balasch (2008) en el trabajo reseñado anteriormente. Sin embargo, las diferencias frecuenciales entre las variantes observadas en ese trabajo se ajustan más a lo que luego se convertirá en norma preceptiva, quizá como un reflejo de las diferencias concepcionales entre los corpus de ambas investigaciones. Así, en el estudio de Balasch (2008), basado en textos literarios de la Edad de Oro, la VS se emplea en el 87% de los casos correspondientes a la modalidad deóntica (cifra casi idéntica, pues, a nuestro 86%), frente a tan solo un 13% en los de modalidad epistémica (esta vez a considerable distancia del 39% observado por nosotros).
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En conclusión, parece que al final del periodo áureo la alternancia entre las dos perífrasis es altamente dependiente de la reseñada oposición modal. La variante prepositiva se ve muy favorecida en los contextos lingüísticos en los que el hablante expresa probabilidad, conjetura o aproximación.
4.1.2. Polaridad En el corpus encontramos manifestaciones de tres modalidades oracionales. En cabeza de todas ellas se sitúa la modalidad enunciativa afirmativa, que por sí sola representa el 82% de todas las ocurrencias de la variable (N = 450), seguida a notable distancia por las oraciones negativas (N = 92/18%). Las cinco ocurrencias adicionales, correspondientes a la modalidad exhortativa, quedan descartadas del análisis estadístico por su ínfima representación. Al igual que en casi todos los demás contextos considerados en el estudio, las dos variantes perifrásticas aparecen tanto en oraciones afirmativas como negativas, como podemos comprobar en los ejemplos siguientes: (6)
[...] todas esas cosas que bienen guiadas por la mano de dios y a el se le deben dar las gracias por todo (Cartas de particulares en Indias, 1565).
(7)
Así que, por amor de Dios, acuérdese de su madre y de sus pocos recursos que su padre le dejó, y le sigue dejando desde hace veintisiete años, pues el año pasado le escribió y le advirtió que está con pocos recursos, y no debe tener donde ganar ni lo debe hacer (El hilo que une, 1618).
(8)
El señor Obispo no salió. Debe de estar achacoso. A las 12 estavan todos en casa (Diario de Antonio Moreno de la Torre, 1667).
(9)
Dos veces tengo escrito a Vm que envíe persona segura que lleve este pliego de su hermano de Vm, que con ésta envío, y no deven de aver dado las cartas. Costóme cuydado hallar el pliego (Entre Castro del Río y México, 1623).
Con todo, la frecuencia de la VP en cada contexto es bien diferente. Las oraciones negativas favorecen en mayor medida deber de (45%/.66) que las afirmativas (29%/.46). Ahora bien, un análisis por separado de los dos siglos muestra algunas diferencias reveladoras. En primer lugar, destaca el hecho de que la incidencia favorable a VP en las oraciones negativas se atenúa en el . Así, de las 32 ocurrencias de la variable en este periodo, la mitad lo hace con VP y la otra mitad con VS. Eso no ocurre en el , cuando la primera variante supera claramente (N = 35; 58%) a la segunda (N = 25; 42%) en las oraciones
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negativas. En segundo lugar, no menos interesante es comprobar la interacción observada entre este factor y la oposición modal epistémico/deóntica a la que nos referíamos en el apartado anterior. En un trabajo anterior (Blas Arroyo y González 2014a), observamos, por ejemplo, que, en el siglo , la incidencia favorable a VP se intensificaba considerablemente en las oraciones negativas que expresan modalidad epistémica, como en (10). De hecho, en esta combinación nada menos que un 76% de las ocurrencias de la variable optaban por VP —y de ahí un elevadísimo poder explicativo: P. 84—, frente a un 52% (P. 47) en las epistémico/afirmativas, como las de (11): (10)
[...] byen pareze q yo no tengo hyxos y si los tengo que no deben de ser hombres pues q tantas beces como su padre les a escrito ninguno le a qrydo yr a ver... (Cartas de particulares en Indias, 1570).
(11)
Quedo bueno, a Dios gracias; tú debes de estarlo porque si estuvieras mala ya yo lo hubiera sentido en mi corazón (El hilo que une, 1684).
Sin embargo, en el siglo las cosas se equilibran notablemente en el seno de los enunciados epistémicos, como se puede apreciar en la tabla 2. Véase cómo ahora es el valor epistémico el factor más relevante, por encima de la polaridad, pues los resultados pasan a ser prácticamente idénticos tanto en las oraciones afirmativas (66%) como en las negativas (65%). Contexto
Deber de + infinitivo
Deber + infinitivo
N
%
N
%
Afirmativas
58
66
30
34
Negativas
13
65
7
35
TOTAL
71
66
37
34
Tabla 2: Distribución de las variantes tras la tabulación cruzada entre la modalidad oracional y los valores epistémicos en el siglo
De lo anterior se deduce que, pese a tratarse de un factor destacado en la explicación de la variabilidad entre deber y deber de + infinitivo, en el periodo clásico la polaridad pierde peso conforme avanza el eje temporal.
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4.1.3. Modalización contextual En las secciones anteriores hemos visto cómo el concepto de modalización —tanto en la oposición epistémico-deóntica como en la distinción entre la modalidad oracional afirmativa vs. negativa— se halla íntimamente asociado a la variabilidad que nos ocupa. Ahora bien, la modalización puede estar relacionada también con ciertos incrementos formales que revelan la actitud del hablante, bien hacia sus propios enunciados, bien hacia el interlocutor, y aun en ocasiones, hacia ambos al mismo tiempo. Con el fin de evaluar de la forma más objetiva posible la que hemos denominado modalización contextual, codificamos todas las ocurrencias de la variable a partir de la presencia en el contexto inmediato a esta de marcas lingüísticas utilizadas por el emisor para expresar un cierto énfasis expresivo. Así, en (12), la monja carmelita Ana de Jesús se queja a su interlocutora por la ausencia de cartas, expresando una conjetura (devió de ser) previamente intensificada mediante el adverbio de cantidad mucho. Otras veces, sin embargo, el lector no dispone de tales incrementos formales. De este modo, frente a ejemplos como el anterior, que hemos clasificado como entornos sintácticos contextualmente intensificados, caracterizamos los ejemplos de (13) como entornos neutros (Resto en la codificación): (12)
y aora llega don Luis Bracamonte sin ninguna, q(ue) dió gran turvaçión, diçe q(ue)da sangrada. Es posible q(ue) lo a echo sin deçírmelo. Mucho devió de ser el aprieto del mal si no se [a] aliviado (Ana de Jesús, cartas, 1608).
(13)
[...] pero mi suerte fue tan corta que Dios no permitió que yo llegasse a tener dicha de tener prenda de vuestra merced pues nuestro Señor fue seruido de llebárselo para sí en Portobelo, a que debemos conformarnos con su santa volunptad (Desde la otra orilla, 1672).
Delimitado así el factor, los resultados del análisis de regresión le conceden un moderado poder explicativo (rango 14). Según este, los entornos intensificados favorecen levemente la selección de VP (36%/.58), mientras que los no modalizados la desfavorecen en la misma media (29%/.44). Por otro lado, la preeminencia de los primeros se ve reforzada especialmente en el cruce con la modalidad epistémica, cuyas cifras para VP alcanzan la inusual frecuencia del 72%, una de las más altas de todas las contempladas en el estudio. Por el contrario, estas diferencias entre los grupos se neutralizan en los contextos de modalidad deóntica.
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4.1.4. Tiempos de la conjugación En el corpus se aprecia una desigual distribución de los tiempos de la conjugación en los que aparece el verbo auxiliar de la perífrasis. Así, el presente de indicativo se sitúa a considerable distancia (68%) de los demás paradigmas, seguido a distancia por el imperfecto de indicativo (14,4%) y el pasado simple (6%). El resto de las formas no alcanza el 5% en ningún caso. Entre estas últimas encontramos algunos empleos categóricos de la variable, esto es, formas de la conjugación que solo aparecen con la VS. Este es el caso del presente de subjuntivo (N = 0/9)8 o de las formas no personales (debiendo, debido + infinitivo), todas ellas (N = 0/11) construidas siempre sin la preposición. Otras formas, igualmente poco representadas en el corpus, muestran también una clara preferencia por esta variante, aunque sin llegar esta vez al uso categórico. Así ocurre con el condicional simple (N = 2/19) y el imperfecto de subjuntivo (N = 4/19), contextos ambos aparentemente poco propicios para la variante prepositiva. Por el contrario, no hay ningún ejemplo de lo contrario, es decir, del empleo exclusivo de VP con algún tiempo de la conjugación. Así las cosas, y con el objeto de evaluar la potencial influencia de este factor en el fenómeno de variación que nos ocupa, codificamos la variable en cuatro contextos, representados por las formas de: a) Presente de indicativo; b) Imperfecto de indicativo; c) Pasado simple; y d) Resto. De este análisis se desprende la existencia de un nuevo factor explicativo, y además con un rango importante (49), si bien este se deriva principalmente de la elevada distancia entre los factores cuya influencia es más extrema. Por un lado, nos encontramos con la incidencia altamente positiva del pasado simple (85) en la selección de VP. En efecto, de las 32 ocurrencias de este tiempo en el corpus, 27 (84%) se construyen con VP y tan solo 5 (16%) lo hacen con VS, una de las diferencias favorables a la variante prepositiva más nítidas de todo el estudio. En el extremo opuesto, descubrimos el influjo claramente desfavorecedor (.36) de ese cajón de sastre (Resto) en el que agrupábamos todas las formas de la conjugación residuales, y que, como vemos, muestran una clara predilección por VS. De hecho, tan solo un 12% (N = 8) de estas se valen de la variante prepositiva en el corpus analizado.
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La primera cifra responde a la VP y la segunda al número total de ocurrencias de la variable en ese contexto. En este caso, pues, el 0 da cuenta, precisamente, de la ausencia de la primera variante en ese paradigma concreto.
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Entre ambos extremos, los tiempos más frecuentes de la conjugación ejercen una influencia casi neutra, levemente favorable en el caso del imperfecto de indicativo (.55), y lo contrario en el del presente (.48).
4.2. La alternancia deber/deber de + infinitivo entre los siglos ਘਖਉਉਉ a ਘਘ El número total de ocurrencias de la variable lingüística en este periodo es de 1350 casos, lo que supone un promedio (7,6885e-4) que duplica el que hallábamos en el periodo clásico (3,6786e-4).9 Aunque no sea este el objeto de atención en este trabajo, valga con señalar que dicho incremento en la ocurrencia de las perífrasis con deber (de) + infinitivo en el corpus va de la mano de distribuciones que afectan a otras perífrasis modales. Por tanto, si en el Siglo de Oro la perífrasis mayoritaria capaz de alternar con deber (de) es haber de + infinitivo, al tiempo que, en el otro extremo, se sitúan cifras todavía muy tímidas de las combinaciones con el verbo tener (de/que), en el periodo que analizamos en este apartado la tendencia se invierte. Y si bien deber (de) sigue ocupando una posición intermedia en la tabla, su frecuencia aumenta sensiblemente con respecto a la etapa previa. Este aumento se produce sobre todo a partir del siglo (9,4430e-4), con cifras que casi doblan las de la centuria anterior (5,588), ya significativamente más elevadas que las del periodo clásico. Obsérvese, pues, cómo en el plazo de dos centurias ( al ), la frecuencia de deber (de) prácticamente se triplica en términos absolutos. Pese a ello, las cifras experimentan un moderado descenso en la primera mitad del siglo (8,4737e-4), seguramente como consecuencia del importante aumento en los usos de tener que en esta centuria (para más detalles sobre esta evolución, véase el capítulo 3). Ya en el seno de nuestra variable, los resultados del análisis de frecuencias revelan la extrema debilidad de VP con respecto a su competidora. Frente a los vientos favorables a la variante prepositiva en el periodo clásico, en el español moderno y contemporáneo tan solo un 7% de todas las ocurrencias de la variable incluyen la preposición (N = 89), frente al 93% restante (N = 1261), que lo hacen con VS.
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El promedio es una medida estadística que se obtiene tras la división entre el número de ocurrencias de la variable y el número de palabras total del periodo estudiado.
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Gráfico 4: Distribución de las frecuencias de deber de + infinitivo entre el siglo y la primera mitad del siglo (%)
Como puede comprobarse en el gráfico 4, la caída principal tiene lugar en el siglo —sorprendentemente, justo a continuación de su máximo esplendor en el —, al que sigue un repunte muy tímido en las centurias siguientes.10 Sin embargo, este se acelerará en las postrimerías del siglo y comienzos del , como demuestran algunos estudios contemporáneos (Gómez Manzano 1992; Troya 1998; Samper et al. 1998-1999; Fernández Ulloa 2000; Gómez Molina 2009; Blas Arroyo 2011), Manjón (2017); para más detalles sobre este repunte de la variante prepositiva en algunas comunidades de habla actuales, véase más adelante el capítulo 6). Se diría, pues, que VP muestra a partir del siglo un carácter muy débil, en el que sus empleos, cercanos en ocasiones a lo anecdótico, obedecen a motivaciones azarosas, que escapan a las posibilidades de un análisis riguroso. Ahora bien ¿es real esta imagen de variación libre que, en apariencia, ofrecen estos datos frecuenciales, y que coincidiría con la impresión de algunos lingüistas (véase un resumen exhaustivo sobre esta cuestión en la tradición gramatical española en el capítulo 11)? A dar respuesta a este interrogante dedicamos los apartados
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En otro estudio variacionista reciente, Balasch (2012) ha encontrado porcentajes similares a los nuestros para el siglo (9%), pero claramente superiores (20%) para el (no hay datos sobre el ). Cabe especular de nuevo con que estas diferencias pudieran obedecer al diferente corpus manejado en ambos trabajos. No en vano, frente a los textos próximos a la inmediatez comunicativa empleados en este capítulo, Balasch parte nuevamente de un corpus compuesto por obras literarias, que, al menos en el siglo , corren a cargo de algunos de los más distinguidos —y ¿guardianes de la norma?— novelistas de esa centuria, como Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós, Juan Valera y Leopoldo Alas ‘Clarín’.
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siguientes de este capítulo. Mediante el empleo de la metodología variacionista, en lo que sigue comprobaremos: a) en qué puntos de la gramática se refugian las realizaciones prepositivas; b) si estos contextos son similares a los que hemos encontrado en otros periodos; c) si en la etapa considerada, tales factores tienen la misma fuerza y dirección explicativas que en esas otras épocas. Los resultados de este segundo análisis multivariante, cuyos datos compararemos con los del periodo clásico, aparecen seguidamente en la tabla 3. Modalidad Deóntica Epistémica Rango Polaridad Afirmativa Negativa Rango Modalización contextual Intensificados Resto Rango Tiempo Presente Pretérito imperfecto Pasado simple Otros Rango Grado de adyacencia Adyacentes No adyacentes Rango
P.
%
N/∑
.45 .68 23
5 14
54/1098 34/238
.47 .70 23
6 12
70/1165 19/160
.67 .40 27
12 5
29/237 60/1112
.48 .55 .74 .37 37
6 7 16 5
60/973 9/141 12/78 8/158
.52 .14 38
7 1
88/1280 1/70
No convergence at iteration: 6 Log likelihood = -292.901 Significance = 0.039 Tabla 3: Contribución de los factores lingüísticos seleccionados como significativo en la elección de la perífrasis deber de + infinitivo en corpus de inmediatez comunicativa entre los siglos y (Goldvarb X)
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4.2.1 Modalidad deóntica/epistémica Ciertamente, a las autoridades de la recién inaugurada Real Academia España no les faltaron motivos para fundamentar el viejo contraste entre las dos construcciones perifrásticas en una oposición de carácter modal, como la que enfrenta a los contenidos deónticos y epistémicos. Y es que, tal como hemos tenido ocasión de comprobar en el apartado anterior (ver § 4.1.1), este tipo de oposición tuvo gran valor explicativo en el periodo clásico. Como se recordará, los resultados del análisis multivariante mostraban que, en el Siglo de Oro, VP se vio extraordinariamente favorecida en los contextos epistémicos, mientras que los deónticos la desfavorecían con la misma nitidez. Sin embargo, lo anterior no debe interpretarse ni como una asociación unívoca entre cada perífrasis y los valores mencionados, ni siquiera como una asociación necesariamente mayoritaria. Lo que nos indica el método variacionista es, simplemente, qué factores estimulan o desfavorecen una determinada variante, sin que quepa descartar que tales valores sean reproducidos también en el discurso mediante el concurso de otras construcciones. Esta aclaración es especialmente pertinente para interpretar los datos del periodo que nos ocupa, ya que en todos los contextos analizados VS supera ampliamente a VP. Una primera revisión de los datos estadísticos muestra que: 1) Al igual que en las centurias previas, desde el siglo en adelante, tanto deber como deber de sirven para la expresión de las dos modalidades. De este modo, por ejemplo, junto a los usos canónicos de (14) y (15), (16) y (17) ilustran los empleos censurados a partir de ahora por la normativa: (14)
Te escribiré más por extenso y te participaré la cantidad que deberá entregarte dicho D. Eugenio (Cartas de emigrantes escritas desde Cuba, 1808).
(15)
Rafael Butrón y Pareja debió de ser primo mío por lo Pareja (Carta familiar de D. José Butrón, 1895).
(16)
[...] si es cierto lo que ud. ha hecho, prevéngale que no debe estar en su sano juicio (Asturias que perdimos, 1906).
(17)
En fin, qué bamos [a] hacer, se trata de familia y no se le debe de dar importancia a las cosas (Asturias que perdimos, 1926).
2) Pese a lo anterior, VS es casi categórica en la modalidad deóntica (95%), pero también muy mayoritaria en la epistémica (86%). Y en sentido opuesto, VP es casi anecdótica en la expresión de contenidos deónticos (5%), frente a cifras que,
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pese a ser también objetivamente bajas, se multiplican por tres en los enunciados conjeturales (14%). Un análisis meramente descriptivo, o que se detuviera en el simple recuento de frecuencias y porcentajes, no permitiría constatar la importancia que este factor posee todavía para la selección de VP. Por el contrario, el análisis de regresión muestra cómo, pese a la debilidad de la perífrasis en términos absolutos, la modalidad epistémica continúa siendo un refugio para una variante moribunda, que languidecerá a lo largo de casi tres siglos. En términos probabilísticos, el peso explicativo correspondiente a esta modalidad epistémica es todavía elevado (.68), aunque ya a considerable distancia de los alcanzados por este mismo factor en la Edad de Oro. Como consecuencia de ello, la relevancia de la oposición modal disminuye considerablemente, hasta alcanzar valores bastante más reducidos (rango 23), más próximos ya a la ausencia de significación que advertimos en el español oral contemporáneo (Blas Arroyo 2011) que a las deslumbrantes cifras ofrecidas por el español clásico (rango 49). Ahora bien, ¿cómo justificar esta importante pérdida? Sin duda, una de las principales razones hay que encontrarla en la invasión de este territorio modal, tradicionalmente asociado a VP, por la VS, con una intensidad, como hemos visto, muy alta. A ello ha podido contribuir el importante descenso que desde el en adelante poseen los contextos epistémicos en el conjunto del corpus. En efecto, frente al 39% de entornos semánticos de este tipo en el Siglo de Oro, estos se reducen a menos del 19% en este periodo, un descenso muy importante que justificaría por sí solo una bajada proporcional en las ocurrencias de la variante prepositiva. O dicho de otro modo, cuantos menos contextos epistémicos encontramos en los textos, menor es también la posibilidad de aparición de la variante tradicionalmente aliada. Esta interpretación cobra fuerza si analizamos la distribución de estos contenidos por siglos. Así, en una centuria marcada por la esperanza en las virtudes de la razón y el conocimiento como el , los valores epistémicos presididos por la duda y la conjetura apenas representan 26 ocurrencias en todo el corpus, es decir, únicamente un 7% del total, cifras que se ven incrementadas significativamente en los siglos (22%) y (21%), aunque todavía a distancia de lo advertido en el periodo áureo. ¿Pueden estos datos guardar alguna relación con el hecho de que la mayor caída en los empleos de VP se produzca, justamente, en la primera centuria (4%), y que estos vayan incrementándose —aunque tímidamente— en periodos históricos más convulsos e inseguros? Aunque no tenemos datos definitivos que avalen esta hipótesis, lo cierto es que algunos resultados de las etapas previas muestran ciertos paralelismos interesantes. De hecho, el incremento significativo de los enunciados con valor probabilístico en un momento
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de crisis sistémica como el que representa el periodo que se abre a mediados del siglo en España (Elliott 1998; Fernández Álvarez 2004) podría explicar, al menos en parte, la especial vitalidad que deber de adquirió a partir de entonces, con porcentajes de uso que, como vimos, se dispararon con relación al de las décadas previas.
4.2.2 Polaridad Al igual que en el corpus del español clásico, en el presente se aprecia una importante irregularidad muestral, dado que la inmensa mayoría de las ocurrencias de la variable lingüística surge en oraciones afirmativas (86%; N = 1165), seguidas a mucha distancia por las frases negativas (12%; N = 160), y, de manera ya mucho más residual, por otras modalidades (exhortativas, interrogativas...), que dejamos sin codificar en el análisis multivariante debido a su nimia representación muestral. Como indica la tabla 3, pese al destacado descenso en los niveles de uso de la VP a partir del siglo , este factor se revela nuevamente como significativo. Y al igual que sucediera en el periodo clásico, el contexto que más favorece la selección de la variante prepositiva es el representado por la polaridad negativa (12% .70), con un peso muy similar al obtenido entonces (.66). Frente a esta, la polaridad afirmativa se mantiene en valores casi neutros, aunque también ahora levemente desfavorecedores (6% .47) y prácticamente idénticos a los del español del Siglo de Oro (.46). Es interesante constatar, pues, cómo la oposición entre enunciativas afirmativas y negativas muestra el mismo perfil variacionista que en las centurias previas, además de hacerlo con valores prácticamente idénticos a los observados aquí. La diferencia es, naturalmente, de proporciones: desde el siglo , VS ha desplazado masivamente a VP en todos los contextos, de manera que esta última ha pasado a desempeñar un papel mucho más exiguo. Sin embargo, dentro de ese desplome generalizado, se aprecia cómo las mismas fuerzas estructurales que operaban antaño para explicar la distribución de las variantes, lo hacen también ahora, solo que esta vez a partir de cifras absolutas mucho más reducidas. No menos revelador es comprobar el resultado de algunos cruces entre este factor y la oposición modal epistémico-deóntica a la que también nos referíamos anteriormente (§ 4.1.2). En particular, es nuevamente revelador el efecto combinado entre las oraciones negativas y la modalidad epistémica, que ilustra el ejemplo (18) a continuación.
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(18)
[...] y por lo mismo no debe de extrañarle que encuentre hoy abatido y desesperado... (Cartas desde América, 1912).
El valor favorable a VP de este cruce es especialmente intenso, con porcentajes de uso muy por encima de la media (38%). Aunque las ocurrencias de esta intersección sean muestralmente reducidas, resulta elocuente que la selección de deber de sea ahora considerablemente más elevada que en otros contextos, y más aún, que este perfil variacionista continúe la misma senda de etapas anteriores. De nuevo, la diferencia entre ambos periodos es de magnitudes: si entre los siglos y las proporciones de VP en el contexto referido no son nada desdeñables, en las centurias previas se multiplican por dos (76%).
4.2.3 Modalización contextual Como indicábamos anteriormente, entendemos por modalización contextual el factor que da cuenta de algunos recursos lingüísticos que rodean a la variable, y que revelan contenidos actitudinales del hablante con respecto al contenido proposicional de su mensaje o a su relación con el interlocutor. En ausencia de la entonación y de otros mecanismos paralingüísticos y no verbales que revelan tales actitudes en la lengua oral, en los textos escritos el analista puede acudir a ciertos incrementos formales y semánticos que también ponen en evidencia este tipo de contenidos. De este modo, por ejemplo, las estrategias de énfasis o intensificación pueden encerrarse detrás de mecanismos diversos, como ciertos prefijos y sufijos, el uso de un léxico valorativo (sustantivos, adjetivos, verbos, unidades fraseológicas), algunas modalidades oracionales (exhortativas, imperativas, algunas negativas), el empleo de determinadas estructuras sintácticas (superlativos, subordinadas consecutivas, comparativas, etc.), repeticiones, enumeraciones, tropos semánticos (metáforas, hipérboles, etc.), por mencionar solo algunos de los más frecuentes y representativos (Albelda 2007). Los enunciados que aparecen a continuación ilustran algunos de estos procedimientos en el periodo analizado en esta sección:
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(19)
[...] pero los altares habían desaparecido y con ellos debieron de formar un montón en la plaza (Cartas de un requeté, 1936).
(20)
[...] está corriendo con los negosios de tu padre que aun no se han acabado todavia pues no debes por ningún lado disgustarte (La emigración española en tinta y papel, 1775).
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En contraposición a este grupo (Intensificados, en la codificación), reunimos en un segundo (Resto) todos aquellos enunciados en los que no se advierten tales incrementos formales relacionados con las nociones de énfasis o intensificación. Como se desprende de los datos de la tabla 3, nos encontramos ante un nuevo factor significativo, y con una relevancia explicativa que incluso supera levemente a la vieja oposición epistémico-deóntica (rango 27). Los contextos que más favorecen la selección de VP son, igual que en el periodo clásico, los enfáticos (12% .67). Por el contrario, en el extremo opuesto se sitúan los entornos no modalizados contextualmente (5% .40). La preeminencia de los contornos intensificados en la selección de la VP parece una constante en la historia del español, a juzgar por los datos obtenidos en diversos periodos. Así, ocurre, como hemos visto, en los siglos y , pero también en tiempos mucho más recientes, como los contemplados en el estudio sobre las comunidades de habla castellonenses (Blas Arroyo 2011). En efecto, en este tuvimos ocasión de comprobar cómo, a comienzos del siglo , el presente factor se erige como el más explicativo de todos los considerados en el análisis, por encima de otros que han venido actuando en el pasado, pero que en la actualidad han perdido gran parte de —o todo— su valor, como la oposición modal epistémico-deóntica. Y, además, lo hace en un sentido similar al observado en estas páginas, esto es, con los contornos intensificados como los principales impulsores de deber de.
4.2.4. Tiempos de la conjugación Como ya ocurriera en la Edad de Oro, un primer análisis de los datos mostró una distribución claramente irregular de los paradigmas modo-temporales en que aparece el verbo deber, así como de la frecuencia de las variantes en su seno. Los resultados de este análisis pueden resumirse como sigue: 1) Existen tiempos de la conjugación que revelan una preferencia categórica o cuasi categórica por deber + infinitivo. Este es el caso del presente y del futuro de subjuntivo, formas donde VP no obtiene ni una sola ocurrencia en todo el corpus, frente a las 25 de VS. Lo mismo sucede con paradigmas verbales marcados por un elevado componente de virtualidad semántica, como el imperfecto de subjuntivo (N = 1/4%; frente a N = 26/96% de VS) y el futuro de indicativo (N = 2/3%; frente a N = 64/97% de VS). Por último, tampoco las formas no personales del verbo auxiliar parecen terreno abonado para VP, de la que tan solo encontramos una ocurrencia en todo el corpus (frente a 14 para VS). Agrupados todos estos tiempos en un nuevo factor (Otros en la codificación), el análisis
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multivariante arroja un valor P. bajo para ellos (.37), lo que confirma que nos enfrentamos a paradigmas de la conjugación que desfavorecen especialmente la presencia de la preposición en las perífrasis modales con deber. 2) En el extremo opuesto, se sitúan un par de tiempos verbales en los que VP encuentra todavía un hueco en el sistema lingüístico, aunque ciertamente reducido con respecto al dominio apabullante de la otra variante. Es el caso de: a) el pasado simple de indicativo (16%); b) el condicional simple (15%). Codificados de manera conjunta, el análisis estadístico confirma que se trata, efectivamente, de una agrupación con un valor predictivo elevado (.74). Como vimos anteriormente (ver § 4.1.4), ya en el español clásico se apreciaba el efecto favorecedor del pasado simple en la selección de VP. Ahora bien, pese a continuar siendo uno de los puntos de la conjugación más favorables a esta variante en el español moderno, la pérdida es también drástica, ya que del 84% en la etapa clásica pasamos a poco más del 15% en las centurias posteriores. Por lo demás, un análisis por siglos muestra que los mayores descensos se producen en el (14%) y (12%), recuperándose algo en la primera mitad del (23%). Lo contrario ocurre, sin embargo, con el condicional simple, que en los siglos previos apenas conseguía un 10% para las perífrasis con deber de, mientras que en el comprendido en el presente periodo alcanza un 15% de media, llegando al 20% en la primera mitad del . Y aunque las cifras para este tiempo de la conjugación son también objetivamente reducidas, parece revelador que coincidan prácticamente (19%) con las que hemos obtenido en un corpus oral contemporáneo (Blas Arroyo 2011: 21). De confirmarse esta coincidencia, nos encontraríamos ante un paradigma de la conjugación en el que las distribuciones de VP podrían haberse estabilizado a lo largo de la última centuria. 3) Mención especial merecen los dos tiempos de la conjugación más frecuentes en el corpus, y que nuevamente están representados por el presente —en el que aparecen más del 72% de todas las ocurrencias de la variable (N = 973)—, y el imperfecto de indicativo (N = 141; 10%). En ambos casos, la variante prepositiva pierde también mucha presencia, pasando de un 30% de media aproximadamente en el Siglo de Oro, a tan solo un 6% en la época estudiada aquí. En términos probabilísticos, sin embargo, la significación de ambos tiempos se mantiene prácticamente estable en todo este tiempo, como factores cercanos a la neutralidad (presente = .48) (imperfecto = .55) y con cifras idénticas a las obtenidas en el periodo áureo.
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4.2.5 El grado de adyacencia De acuerdo con este criterio sintáctico, codificamos la variable en función de dos contextos posibles: a) Deber y el verbo principal aparecen uno al lado de otro. Los siguientes son dos ejemplos representativos de estos entornos, que denominamos Adyacentes, y que, como cabe esperar en una perífrasis verbal, representan la inmensa mayoría en el corpus (N = 1192/95%): (21)
[...] a ti recurro para que aconsejes qué debo de hacer ahora (Epistolario de Sorolla, 1898).
(22)
[...] aunque en los arttículos que lleuo asignados y otros no devía haber equivocación, pues eran abas conttadas (Desde la otra orilla, 1792).
b) Sin embargo, hay ocasiones —apenas un 5%; N = 70— en las que ambos verbos aparecen separados por otras palabras, como sucede en (23) y (24), y que para nuestros actuales intereses se codifican como No adyacentes: (23)
Amigo mío: devía vuestra merced de estar muy ocupado [en] los prezisos negocios, pues... (Una visión de América, 1732).
(24)
Con mucha razón debe vuestra merced estar quejoso de mi silencio e inacción (Desde la otra orilla, 1793).
Si ya en el periodo clásico los entornos no adyacentes traían consigo una disminución en el uso de la preposición (24%) con respecto a los adyacentes (32%),11 ese proceso se acelera ahora hasta casi convertirse en categórico. No en vano, de los 70 enunciados donde nos encontramos ante el primero de los contextos, tan solo en una ocasión el escritor se sirve de la construcción deber de para la realización de la variable (1%). Ello da lugar a una de las significaciones más bajas (.14) de todas las consideradas en el estudio. Por su parte, la influencia de los entornos adyacentes se mantiene en proporciones prácticamente neutras (.52). En consecuencia, nos hallamos ante un factor que actúa en un sentido diferente a algunos de los reseñados. En efecto, mientras que viejas restricciones estructurales, como la oposición modal epistémico-deóntica, mantienen su relevancia explicativa entre los siglos y , pero pierden fuerza con respecto al periodo
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Con todo, estas diferencias no fueron seleccionadas como significativas por Goldvarb X en los Siglos de Oro.
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clásico anterior, el grado de adyacencia surge ahora con vigor. Y, sin embargo, el hecho de que los contextos claramente desfavorables (No adyacentes) a VP sean tan minoritarios en el corpus, difuminan su importancia.
5. Conclusiones Como hemos tenido ocasión de comprobar, en el ámbito de las perífrasis modales que emplean el verbo deber como auxiliar, la variante no prepositiva ha ocupado una posición privilegiada a lo largo de toda la historia del español. Ahora bien, a diferencia de lo observado en otros periodos históricos, deber de + infinitivo posee una destacada vitalidad en el español clásico, con usos que se incrementan significativamente a partir de la segunda mitad del siglo y durante buena parte de la siguiente centuria. Por el contrario, entrado ya el , y durante los dos siglos y medio siguientes, se aprecia un descenso muy brusco en el empleo de la perífrasis prepositiva en beneficio de su tradicional competidora. Con todo, un análisis por centurias muestra cómo, a partir de comienzos del siglo , se produce una leve recuperación de las frecuencias de la variante prepositiva, en una tendencia que parece haberse consolidado en las postrimerías de la pasada centuria y los inicios de esta, como demuestran algunos estudios dialectológicos y sociolingüísticos realizados en diversas comunidades de habla españolas.12 Sea como sea, los datos correspondientes al español moderno y su comparación con los del periodo áureo no dejan de sorprender, en especial si tenemos en cuenta que es justamente a partir del siglo cuando se “oficializan” los valores otorgados a cada perífrasis (al menos en relación con la oposición modal epistémico-deóntica), en un proceso normativo que, a la vista está, no parece haber tenido demasiado éxito. Sin embargo, ello no significa que la alternancia que nos ocupa haya derivado en esta etapa en un cuadro de variación libre. De hecho, los datos del presente estudio muestran que, pese al brusco descenso en los usos de la variante prepositiva, una serie de factores actúan todavía en la matriz lingüística para frenar una evolución que, de otro modo, hubiera supuesto la compleción definitiva del cambio y el fin de la historia para aquella. Asimismo, el análisis multivariante señala una robusta continuidad con las restricciones estructurales observadas en el periodo clásico (y a veces, incluso también con otras más contemporáneas). En este sentido, hemos comprobado que, aun con los descensos frecuenciales comentados, todavía hay algunos contextos lingüísticos que coadyuvan en el mantenimiento
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No así americanas, donde la progresión de VS parece seguir su curso; sobre esta cuestión, véase más adelante el capítulo 6.
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de deber de. Este es el caso de la modalidad epistémica, la polaridad negativa, los enunciados intensificados contextualmente, así como algunos tiempos de la conjugación (como el pasado simple). Del mismo modo, en ambos periodos los contextos alternativos suponen fuerzas que actúan en detrimento de la perífrasis, y que se alían claramente con la construcción alternativa, sin preposición. Ahora bien, junto a ese mantenimiento sostenido en el tiempo de los mismos factores estructurales —tan solo el de la adyacencia se suma en el último periodo a lo advertido ya en la Edad de Oro, aunque su influencia sea necesariamente muy limitada dada la gramaticalización de la construcción perifrástica—, el paso del español clásico al español moderno trae consigo algunos cambios en su relevancia explicativa. Especialmente revelador es, a este respecto, lo sucedido con la oposición modal epistémico-deóntica, que con el paso de los siglos va perdiendo fuerza, hasta desaparecer en las hablas contemporáneas. En sentido contrario, la modalización contextual experimenta un ligero incremento con el paso del tiempo, de tal manera que, cada vez con más frecuencia, el empleo de la variante prepositiva se asocia a los recursos verbales de intensificación. Con todo, no faltan los factores que muestran una capacidad explicativa similar en ambos periodos, como sucede con la polaridad, en cuyo seno destaca una persistente alianza de la variante prepositiva con las oraciones negativas. Y lo mismo sucede con los dos tiempos más frecuentes en el discurso, el presente y el imperfecto de indicativo, cuyos índices probabilísticos resultan idénticos en las dos épocas. Para concluir, cabría plantearse por qué incluso en los momentos más alentadores para deber de esta ha ocupado siempre una posición (muy) minoritaria con respecto a su competidora. A nuestro juicio, la respuesta a este interrogante hay que encontrarla en una conjunción de motivos. Inicialmente, parece lógico que el mayor esfuerzo expresivo que requiere el empleo de la preposición, contrario, pues, a las leyes de economía del lenguaje, pueda suponer un freno a su empleo, por no hablar de algunos problemas cacofónicos que eventualmente pueden plantearse ante la combinación en la cadena hablada del verbo deber con ciertos fonemas (debe de decir, debe de dar, debo de declarar...). Aun así, no parece que estos sean los factores más decisivos. De hecho, en estas mismas páginas hemos tenido ocasión de constatar cómo la preposición es un recurso que resulta especialmente útil en determinados contextos enfáticos, que de este modo traslucen de forma más expresiva la actitud del hablante. Y por lo que a las potenciales dificultades cacofónicas se refiere, estas afectarían, en todo caso, a una proporción muy pequeña del corpus. A nuestro modo de ver, la desventaja de deber de con respecto a su competidora estriba, sobre todo, en el hecho comprobado de que los factores lingüísticos que la favorecen son claramente minoritarios con respecto a sus correspondientes
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Capítulo 2
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alternativas. Así, la modalidad epistémica, uno de los entornos más favorables para el empleo de la variante prepositiva, representa en el corpus de las dos etapas analizadas una proporción significativamente menor que la correspondiente a los contenidos deónticos. Y, a este respecto, no deja de ser elocuente que el incremento en los usos de esta variante se acelere, justamente, en periodos en los que los contextos epistémicos aumentan significativamente (por ejemplo, la segunda mitad del y todo el ), mientras que disminuye en aquellos en los que son francamente minoritarios (siglo ). Y con más motivo cabe hablar de otros factores, igualmente favorables a deber de, como la modalidad oracional negativa, los entornos enfáticos o el pasado simple, todos ellos paradigmas estrechamente vinculados al empleo de la variante prepositiva, pero cuya presencia en el corpus es, como hemos vimos, muy limitada. Al final, la frecuencia, no solo de las unidades lingüísticas, sino también de los entornos sintácticos y semánticos en que se desenvuelven aquellas, resulta ser un factor determinante en la selección de las variantes mayoritarias y minoritarias. De ello ofrecemos más pistas en el capítulo siguiente, donde repasamos cinco siglos en la historia de las perífrasis deónticas con los verbos deber, haber y tener.
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C
3
LA EVOLUCIÓN DE LA GRAMÁTICA EN LA ESFERA DEÓNTICA: CINCO SIGLOS DE PERÍFRASIS MODALES EN PUGNA
1. Introducción En el presente capítulo ofrecemos un análisis minucioso de la evolución experimentada por las perífrasis modales de infinitivo en la esfera deóntica durante casi cinco siglos. Los ejemplos siguientes son ilustrativos de esa variación en tres puntos de ese eje temporal: siglos (ejemplos 1 a 3), (4 a 6) y (c. 1960) (7 a 9). Procedentes de un corpus de cartas privadas, en todos ellos se advierte la misma noción de obligación originada en un agente externo, así como una idéntica actividad referencial, codificada mediante el mismo verbo principal en todas las perífrasis (hacer). Como contrapartida, en los ejemplos alternan tres verbos modales diferentes, haber, tener y deber, los cuales llevan disputándose esta categoría semántica desde los lejanos tiempos del español medieval (Beardsley 1921; Yllera 1980; Olbertz 1998; Gómez Torrego 1999; Fernández de Castro 1999; Hernández Díaz 2006; García Fernández 2006, 2012; RAE/ ASALE 2009; Blas Arroyo y Porcar 2014; Blas Arroyo y Schulte 2017; Garachana (ed.) 2018, entre otros):
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(1)
[...] avnque yo fuera de vn corazon de hierro paresçe que avian de mober espeçialmente siendo hrno de vm y que de justa justª avia de haçer lo que vm pedia (Cartas de particulares en Indias, 1582).
(2)
[...] el uirrey mi señor esta con mucha salud y tengome de hazer mucha merced por muchas cosas que a significado (Cartas de particulares en Indias, 1577).
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(3)
[...] lo qual siento en el alma cada dia en no aver podido regalalle ante[s] de su muerte como yo lo devia hazer (Cartas de particulares en Indias, 1585).
(4)
Hija, en cuanto a mis cuidados, doite aviso de lo que has de hacer con Pedro Salvador (Cartas desde América, 1728).
(5)
Le buscarás en casa de Don José Nolasco, que allí asiste, y si no ha venido de Vizcaya aguardarás que venga, que te dirá lo que tienes que hacer (Cartas desde América, 1787).
(6)
[...] te encargo que consultes con nuestro rector o el doctor Cathalano [...], pues tengo hecha la súplica a dicho señor para que te dirija lo que debes hacer a mi favor (El hilo que une, 1771).
(7)
Yo he de radiar por la noche en Tarrasa una impresión y he de hacer otra para “L’Acció”, diario de la Esquerra en Tarrasa (Un catalanófilo de Madrid, 1936).
(8)
Voy a bajar de aquí y lo primero que tengo que hacer es lavarme bien (Once cartas de mi padre, 1936).
(9)
Por consiguiente te advierto que, una vez admitido, lo primero que debes hacer es obedecer (Francia no nos llamó, 1939).
Para analizar la trayectoria que han seguido los cambios en el seno de estas perífrasis, nos servimos de las herramientas de la sociolingüística comparativa con el fin de profundizar no solo en la evolución de las frecuencias de uso entre unos periodos y otros, sino también —y sobre todo— en lo que sucede dentro de la gramática en diferentes momentos, durante los cuales diversas variantes compiten por una determinada parcela funcional (Poplack y Tagliamonte 2001; Torres Cacoullos 2009; Poplack 2011) (sobre los principios implicados en esta aproximación variacionista a la diacronía, véase anteriormente el capítulo 1, § 2.1). En un trabajo anterior, realizamos ya una incursión parcial en este sentido, analizando la evolución de las perífrasis modales de infinitivo en dos momentos clave de la evolución del español: la primera etapa del español clásico (siglo ) y el primer español moderno (siglo ) (Blas Arroyo y Schulte 2017). En aquella ocasión dirigimos nuestra atención hacia la evolución experimentada por haber de, perífrasis mayoritaria desde la Edad Media hasta tiempos recientes. Del análisis empírico allí efectuado se desprendía, en primer lugar, una disminución notable de las frecuencias de uso de esta perífrasis para la expresión de contenidos deónticos en el paso de una época a otra (s. : 74% / S. : 53%), cifras, las del , cuyas magnitudes contrastaban con los recuentos mucho
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Capítulo 3
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más generosos que se habían efectuado previamente (Martínez Díaz 2003; López Izquierdo 2008).1 Pese a ello, en el Siglo de las Luces haber de continuaba siento la variante mayoritaria, no solo en términos generales, sino también en numerosos contextos particulares. Al mismo tiempo, la pérdida de vitalidad entre un periodo y otro no era incompatible con el mantenimiento de similares condicionantes y, además, con la misma dirección explicativa. Asimismo, otro dato relevante de esa continuidad era la constatación de que la variante no marcada era favorecida sistemáticamente en los contextos a su vez no marcados y, por tanto, más frecuentes en el discurso. Como contrapartida, los resultados de aquel análisis mostraban también algunas grietas en el sistema, bajo la forma de pequeñas parcelas de la gramática que dejaban de operar como lo habían hecho en el pasado. En esta misma línea de investigación, en el presente capítulo ampliamos tanto el espectro lingüístico como temporal de la variación. De este modo, en lo que sigue analizamos el modo en que el contexto variable afecta a cada uno de los verbos modales en tres puntos del eje temporal suficientemente alejados entre sí como para permitir una comparación fiable: siglos , y . En este último caso, los textos disponibles llegan hasta la segunda mitad de la centuria (c. 1960). Antes de emprender la explicación de los resultados (§ 4) y las principales implicaciones que de ellos se derivan (§ 5), en las primeras secciones dedicamos una breve atención al origen de las perífrasis de infinitivo y sus diversas variantes formales (§ 2). A continuación, detallamos los principales datos del corpus y los aspectos esenciales del proceso de codificación y la metodología utilizada (§ 3).
2. Breve síntesis sobre el origen y la evolución de las perífrasis modales con haber, tener y deber como verbo auxiliar En latín, las perífrasis con habere se empleaban mayoritariamente sin elemento de unión con el verbo principal. Sin embargo, ya desde el latín tardío, así como en los albores del romance, esta construcción aparece en alternancia con las preposiciones a y de, partículas que se añaden para precisar el sentido modal y diferenciarlo de los valores meramente prospectivos, también presentes en estas 1
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A estas diferencias han podido contribuir, por un lado, las distintas tradiciones discursivas analizadas en cada caso —de ahí la importancia de trabajar con textos lo más cercanos a la oralidad posibles—, pero también la delimitación insuficiente del contexto variable (envelope of variation), con la inclusión de todos los valores potenciales de las perífrasis (y no solo los deónticos), con independencia de que la variación se dé o no en la práctica de manera significativa.
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perífrasis desde antiguo (Yllera 1980: 92). En consecuencia, en castellano medieval contamos con estas tres variantes, aver Ø /aver a/aver de, que son empleadas en todo tipo de textos. Aver Ø fue la construcción menos utilizada de todas, y de ella contamos con pocos ejemplos en los siglos y , siendo todavía más aislados desde el en adelante. Por otro lado, su empleo como perífrasis modal decayó al tiempo que se gramaticalizaba en la construcción del futuro sintético. Fueron entonces Aver a y aver de las que alcanzaron mayor frecuencia de uso. La primera predomina hasta el , si bien ya en el desaparece prácticamente, salvo en algunos textos marcadamente dialectales (Stengaard 2003: 1151). A partir de entonces, aver de tomará el relevo, ya en solitario, convirtiéndose en la perífrasis modal por excelencia durante buena parte de la historia del español. Una cuarta variante, aver que + infinitivo, se encuentra también ocasionalmente documentada entre los siglos y , si bien nunca llegó a ser una real competidora para el resto. En siglos posteriores irá asumiendo un valor restrictivo, que perdura hasta la actualidad, y que la mantiene en plena vigencia. De este modo, la forma hay que es hoy la perífrasis modal impersonal de necesidad-obligación por excelencia (hay que trabajar mucho para salir adelante). Justamente por este valor, y por la consiguiente imposibilidad de alternar en los mismos contextos con las demás perífrasis personales, descartamos su inclusión en el presente estudio (para más detalles sobre el origen y evolución de estas perífrasis, véase más adelante el capítulo 9, § 2). Entre los siglos y surgen en la lengua las perífrasis obligativas con tener como auxiliar, como parte del largo proceso de sustitución de este verbo en los contextos predicativos reservados originalmente a haber (Yllera 1980: 110). Garachana y Rosemeyer (2011: 39) han destacado que estas construcciones suponen un claro ejemplo de cómo el cambio en la gramática puede originarse a partir de una mera sustitución en el léxico. Como consecuencia de este proceso, aparece la variante tener de, que apunta ya tímidamente en el siglo . El nuevo verbo modal selecciona esta preposición en sus primeras apariciones, probablemente por influencia de aver de, que ya por entonces comenzaba a disputar el liderazgo a aver a, como hemos visto más arriba.2 En el siglo , tener de consolida su empleo, que se afianzará durante la centuria siguiente. Tener a, por su parte, surge en textos del siglo y, con un empleo siempre muy limitado, decae definitivamente una centuria más tarde, junto a su análoga aver a. También por analogía se registran ejemplos, a partir del , de tener con infinitivo en construcción no prepositiva, bien sin elemento de unión, 2
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En opinión de Garachana y Rosemeyer (2011: 41), la selección y frecuencia de uso mayoritarias de la preposición de, también con el verbo tener, refuerza la idea de la analogía gramatical surgida a partir de la equiparación léxica de los verbos posesivos.
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bien junto a la conjunción que. La primera variante apenas tiene arraigo, y se considera más bien una fórmula literaria (Yllera 1980: 117). Por el contrario, la segunda (tener que) inicia una progresión ascendente a partir de la segunda mitad del siglo , cuando comenzará a desbancar a tener de, construcción esta última que, en la actualidad, queda relegada a contextos dialectales muy restringidos (Blas Arroyo y González 2014b). Por lo que al tercer verbo modal se refiere, ya esbozamos su evolución histórica en el apartado 2 del capítulo anterior, así como la suerte seguida por las dos variantes en liza deber + infinitivo y deber de + infinitivo. Simplemente, recordamos aquí que, si bien la construcción no prepositiva ha ocupado una posición de claro predominio en todas las etapas del español, deber de presentó una aceptable vitalidad durante el periodo clásico, con empleos que se incrementaron significativamente a partir de la segunda mitad del siglo . Sin embargo, a partir del siglo comenzó un periodo de franco declive, en parte quizá afectado por las admoniciones normativas dirigidas desde la Real Academia Española contra los usos de la perífrasis en los contextos deónticos (no así en los epistémicos).3
3. Corpus y metodología El subcorpus del siglo consta de 1935 cartas, así como una pequeña representación de testimonios orales recogidos en procesos judiciales de la Inquisición (Eberenz y De la Torre 2002). Asimismo, hemos incluido algunos diarios y crónicas a cargo de individuos que contaron con una educación formal limitada (Stoll 2002; Stoll y Vázquez 2011). En su conjunto, este subcorpus da voz a más de 700 españoles, que escribieron sus textos, bien en España, bien (en su mayoría) desde los territorios recién conquistados de América. El conjunto textual representa un total de 842 658 palabras. Por su parte, el corpus del siglo contiene una representación de 1263 cartas escritas por más de 500 autores diferentes, así como dos diarios y un libro de cuentas, con una representación total de 624 456 palabras. Por último, el corpus del siglo está construido por 2045 cartas y dos obras autobiográficas, con un total de 695 090 palabras escritas por cerca de 400 autores diferentes.
3
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Con relación a las opiniones de gramáticos y lexicógrafos sobre este fenómeno de alternancia remitimos al capítulo 11 de esta monografía.
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Las cartas fueron escritas (o dictadas, sobre todo en el siglo )4 por individuos de diferente condición social, desde trabajadores manuales y artesanos en lo más bajo de la pirámide social, hasta la aristocracia y la realeza en el otro extremo. Por otro lado, en este corpus encontramos también estilos diferentes, que van desde los ejemplos de máxima espontaneidad e intimidad entre los interlocutores, hasta relaciones más jerarquizadas y formales en función de las diferencias de poder entre aquellos. Para el análisis cuantitativo, las potenciales variantes formales de cada verbo modal se reúnen en un mismo grupo. En este sentido, consideramos conjuntamente tanto los casos de tener de y tener que (ejemplos 10 y 11) como las variantes prepositiva (deber de) y no prepositiva (deber) de este verbo, como en 12 y 13: (10)
[...] considerando lo que tengo dcho de cuando aca soy yo corto ni lo e sido a donde tanta obligazion yo tengo de enbiar la sangre del brazo si alla fuese de probecho (Cartas de particulares en Indias, 1571).
(11)
Yo estoy en compañía de una señora de allá de mi tierra, muy honrada; lo demás no tengo que encomendaros sino que miréis que sois cristiano... (El hilo que une, 1574).
(12)
Y así no debes de escribirme por esta misma mano; avísame cómo está tu salud y todo lo que tuvieras de nuevo (El hilo que une, 1761).
(13)
En cuanto a lo que dices del padre Castrejón debo decirte que ya te tengo escrito en otras tres que te mantengas en tu régimen (El hilo que une, 1760).
Por lo que se refiere a los factores lingüísticos, ensayados ya en estudios previos (Blas Arroyo y Porcar 2014; Blas Arroyo y Schulte 2017), estos son de diversa naturaleza. En lo que sigue se muestra la relación de esos factores, y se deja para una sección posterior la descripción y ejemplificación más detalladas de aquellos que han sido seleccionados como significativos por el análisis de regresión logística. Factores discursivos (priming): presencia/ausencia en el contexto previo inmediato de otra perífrasis con un verbo auxiliar del mismo grupo.
4
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Aunque las cartas dictadas dificulten sobremanera cualquier acercamiento a la variación fónica y gráfica, ello no tiene por qué ser necesariamente así en el estudio de la variación gramatical, como han demostrado diversos autores (véase un resumen en Bergs 2005).
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Factores fónicos: contexto fónico siguiente (primer fonema de la palabra siguiente, sin contar el enlace). Factores sintácticos: 1) persona y número (1.ª persona/otras), 2) tiempo de la conjugación, 3) sintaxis del sujeto (omitido/explícito), 4) tipo de cláusula (subordinadas/otras), 5) sintaxis del verbo principal (simple/compuesto), 6) grado de (im)personalización (activas/pasivas e impersonales reflejas) y 7) polaridad (oraciones afirmativas/negativas). Factores semántico-pragmáticos: 1) valores modales (obligación externa/subjetiva), 2) grado de animacidad (sujetos humanos/no humanos), 3) modo de acción del verbo principal (estativos/movimiento/lengua/resto) y 4) modalización contextual (entornos intensificados/neutros). Para evaluar el eje estilístico, utilizamos dos criterios: a) la temática principal que se desarrolla en los textos, y b) el grado de relación entre los interlocutores. El cruce entre ambos nos permite distinguir entre textos más íntimos y espontáneos (personales, en la codificación) y textos más formales y distantes (ver más detalles en el apartado 4.2.7). Recordemos, finalmente, que para el análisis cuantitativo nos servimos de las herramientas del método variacionista comparativo (Poplack y Tagliamonte 2001; Tagliamonte 2012), consistente en la realización de diversos análisis de regla variable independientes, uno por cada periodo analizado. Mediante la comparación entre los resultados de estos análisis es posible trazar no solo el destino de cada una de las formas alternantes, sino también la senda estructural y no estructural por la que han discurrido tales cambios a lo largo de la historia. Para ese análisis utilizamos el programa de regresión logística Goldvarb X (Sankoff, Tagliamonte y Smith 2012), que nos proporciona diversos medios de prueba cuyos datos analizaremos contrastivamente. Estos son: a) el número y la identidad de los grupos de factores seleccionados y no seleccionados como significativos en cada lengua; b) la jerarquía explicativa de los seleccionados, calculada a través de los rangos respectivos; c) el grado de significación de cada factor individual, medido en términos probabilísticos o pesos explicativos (valores P.); y d) la dirección explicativa, esto es, el orden que mantienen los factores en el eje que va desde los contextos más favorecedores de la variante a los menos favorecedores.
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4. Resultados y análisis 4.1. Resultados generales La tabla 1 muestra la distribución de frecuencias absolutas y porcentajes de uso de los verbos modales y sus respectivas variantes formales en cada siglo. Por lo que a estas últimas se refiere, en el caso de tener se aprecia el cambio favorable a las variantes con el nexo conjuntivo (tener que) sobre las prepositivas (tener de) al que nos referíamos anteriormente. Estas superan a las primeras en el siglo , pero la distribución se invierte con claridad dos siglos más tarde, y de manera todavía mucho más nítida en el , cuando tener de posee ya una representación casi anecdótica. Asimismo, la tabla da cuenta de la posición siempre minoritaria de las variantes prepositivas de deber (deber de) con respecto a las no prepositivas (deber), si bien esta diferencia se acrecienta todavía más con el tiempo (para más detalles, véase el capítulo 2).
Perífrasis Haber de + infinitivo
N
%
N
%
N
%
938
74
420
53
228
16
211
16
310
39
457
32
(Deber)
(182)
(14)
(296)
(37)
(431)
(30)
(Deber de)
(29)
(2)
(14)
(2)
(26)
(2)
Deber (de) + infinitivo
Tener de/que + infinitivo
120
9
60
8
742
52
Tener de
(65)
(5)
(13)
(2)
(19)
(1)
Tener que
(55)
(4)
(47)
(6)
(723)
(51)
Total
1269
790
1427
Tabla 1. Distribución general de las perífrasis en el corpus (frecuencias absolutas y relativas)
Agrupadas ya estas variantes formales en torno a sus respectivos verbos auxiliares, el gráfico 1 muestra ahora de manera expresiva la evolución de los usos perifrásticos entre los tres periodos considerados. Como se puede apreciar, la perífrasis con haber presenta una posición dominante en los siglos (74%) y (53%), aunque el descenso entre ambas centurias es significativo. Ahora bien, este desplome será todavía mucho más abrupto en la primera mitad del siglo (16%), cuando haber de se convierta en la variante menos utilizada de todas. Por su parte, tener comienza siendo un verbo modal minoritario en el primer español clásico (9%), una posición que mantiene dos siglos más tarde (8%).
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Sin embargo, a partir de este momento su estrella cambiará radicalmente, hasta convertirse en la forma más común en la esfera de la modalidad durante la primera mitad del (52%).5 Finalmente, deber muestra una distribución diferente a la de sus competidoras. Al igual que tener, este verbo es relativamente poco usado en la esfera de la obligación en el primer periodo (16%), pero duplica su presencia en el Siglo de las Luces (39%), momento en el que arrebata usos a haber, todavía la variante no marcada y mayoritaria. Sin embargo, a diferencia de tener, deber se estanca en su evolución e incluso disminuye levemente sus empleos en el español contemporáneo (32%).
Gráfico 1: Evolución de las frecuencias de uso de las perífrasis entre los siglos y (%)
Hasta aquí la evolución de los usos generales, pero ¿en qué esferas de la gramática operan estos cambios para cada uno de los verbos modales? ¿Lo hacen de manera similar en todos los contextos, o por el contrario, se advierten algunos donde esos cambios se aceleran —o, por el contrario, frenan— de manera preferencial? Y, no menos importante, ¿cuál es la intensidad de tales cambios? Para dar respuesta a estas preguntas analizamos a continuación los resultados de diversos análisis de regla variable independientes, uno por cada variante y periodo considerados en el estudio. A efectos expositivos mostramos en primer lugar la evolución experimentada por el contexto variable en cada verbo modal a
5
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En otro lugar hemos visto cómo este cambio favorable a tener se atisba ya con cierta claridad en el siglo , si bien es en la primera mitad del cuando se acelera de manera nítida (Blas Arroyo, Porcar Miralles y Vellón Lahoz 2013).
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partir de diversos factores estructurales. A continuación, examinaremos algunos patrones comunes en esa evolución, relacionados con el grado de marcación y, por tanto, con la frecuencia tanto de las variantes como de los contextos en que se desenvuelven. Todo ello nos permitirá obtener una imagen más nítida del devenir de cada perífrasis en los últimos cinco siglos, así como de los principales puntos de convergencia y contraste que ofrecen entre sí.
4.2. La evolución del contexto variable La tabla 2 muestra las frecuencias relativas de uso y los pesos explicativos de cada verbo en los siglos , y en relación con los factores estructurales y estilísticos seleccionados en algún momento como significativos para explicar la variación. En lo que sigue, damos cuenta de aquellos factores que muestran una relevancia independiente, y que, por ende, no se ven alterados por la interacción con otros. Una primera visión de la tabla nos muestra una considerable congruencia en este condicionamiento variable, de tal manera que prácticamente los mismos factores entran en juego para explicar la variación a lo largo de los siglos. Y lo mismo cabría decir de los no seleccionados: su capacidad condicionante es nula, o está mediatizada por otros factores, en todas las variantes y periodos considerados. En todo caso, y de vuelta a los primeros, hay que destacar que algunos factores condicionan la evolución de las perífrasis en todo momento, en ocasiones con la misma dirección explicativa, pero otras veces con cambios reveladores en esa dirección. Aun así, no faltan los que afectan tan solo a una de las variantes, pero no al resto. En lo que sigue ofrecemos un análisis más detallado de todos estos factores.
4.2.1. Grado de agentividad e impersonalidad Lo primero que hay que señalar en este repaso es la existencia de algunas esferas de la gramática que suponen un condicionamiento cuasi categórico para ciertos verbos modales en algunos periodos. Así ocurre, por ejemplo, con el factor semántico de la agentividad, por el que distinguimos entre sujetos humanos y no humanos. Lo cierto es que, como se puede advertir en la tabla 2, su papel es absolutamente determinante en los primeros siglos, de tal manera que tener no aparece prácticamente con sujetos no humanos (tan solo un ejemplo entre 1269 en el siglo , y ninguno en el ), a diferencia de haber y deber, especialmente el primero. Sin embargo, las cosas cambian radicalmente en el , cuando tener que se adentra ya con fuerza en estos contextos (37%), aunque todavía a distancia de los humanos (56%).
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P.
.69 -
Afirmativa
Negativa
Externa
Otras
-
Personal
Distante
-
-
%
[7]
[12]
[0,4]
[11]
[0,3]
[12]
21
6
25
7
2
53
3
13
8
51
.38
.62
-
-
-
-
.39
.53
.28
.53
.57
.17
-
-
.8
.50
.79
P.
66
88
[72]
[78]
[80]
[72]
58
80
54
77
80
37
[78]
[71]
18
74
91
%
Haber
Siglo
.67
.33
-
-
-
-
.63
.37
-
-
.63
.37
-
-
.21
.36
.87
P.
28
9
[21]
[15]
19
15
23
14
[24]
[15]
18
10
[18]
[16]
8
17
69
%
Deber
-
-
-
-
-
-
-
-
.77
.23
.35
.65
.40
.60
.26
.74
P.
[7]
[8]
[0]
[8]
[0]
[12]
8
7
31
5
5
15
4
10
7
39
%
Tener
.27
.63
.46
.68
.64
.46
.37
.57
.31
.52
.56
.31
-
-
.11
.52
.77
P.
31
65
51
72
70
48
41
61
39
54
60
34
[68]
[45]
13
55
84
%
Haber
Siglo
.66
.34
-
-
-
-
.61
.39
-
-
-
-
.42
.58
.22
.40
.84
P.
57
28
[40]
[28]
[30]
[42]
52
32
[32]
[40]
[54]
[33]
29
45
16
39
80
%
Deber
.40
.60
-
-
-
-
.37
.63
.43
.57
.43
.57
.41
.59
.42
.58
P.
26
60
[10]
[55]
[37]
[56]
39
66
34
55
44
64
34
61
49
71
%
Tener
.67
.33
.61
.40
-
-
-
-
-
-
-
-
.56
.43
.37
.63
P.
38
9
36
15
24
14
[18]
[14]
[13]
[16]
[15]
[16]
24
12
14
31
%
Haber
Siglo
-
-
.58
.42
-
-
.61
.39
.59
.41
-
-
.57
.43
.25
.62
.64
P.
[36]
[31]
54
31
[39]
[30]
43
21
52
29
[39]
[21]
43
27
11
39
44
%
Deber
Tabla 2: Valores probabilísticos y frecuencias relativas de uso de los verbos tener, haber y deber en tres periodos de la historia del español: siglos , y (factores estructurales y estilísticos) (NB: Entre corchetes figuran las diferencias porcentuales que no han superado el umbral de significación a la luz de la muestra manejada).
Tenor
Pasivas e impers.
Grado. imp. Activas
-
.31
Otras
-
.02
1.ª p.
- Humano
.33 .88
Explícito
.67
.21
.79
Omitido
Otros verbos
Resto
Mismo verbo
Agentividad + Humano
Modalidad
Polaridad
Persona
Sujeto
Priming
Tener
84
Sociolingüística histórica del español
Lo mismo cabe decir esta vez de un factor sintáctico como el grado de impersonalidad: las oraciones pasivas e impersonales, en las que el sujeto se halla camuflado o resulta imposible de identificar referencialmente, parecen terreno vedado para las perífrasis con tener durante largos siglos. Incluso en el , cuando el cambio favorable a este verbo resulta incuestionable, su presencia en las frases pasivas o impersonales es casi testimonial (N = 8; 10%), a diferencia de lo que sucede con haber (36%; .61) y deber (54%; .58), verbos para los que tales oraciones suponen todavía un contexto privilegiado. En este sentido, es reveladora la evolución de haber, que, como variante no marcada durante buena parte de la historia del español, había predominado en las frases activas, especialmente en el siglo (78%; .68), cuando el factor resultaba también significativo, solo que en la dirección opuesta.
4.2.2. Valores modales Los demás factores seleccionados condicionan la variación de todas las perífrasis, pero casi siempre lo hacen de manera diferente para unas y otras. Sin duda, uno de los más relevantes es el valor semántico que adquieren las nociones de obligación o necesidad, íntimamente asociadas a la modalidad deóntica. Inicialmente, dividimos este eje en dos ámbitos, que denominaremos obligación externa y obligación no externa o subjetiva,6 respectivamente.7 En el primer caso, la obligación procede siempre de una entidad ajena al sujeto, que en casos como los ejemplificados en (14) y (15) suponen un compromiso impuesto por circunstancias externas, ajenas a aquel, y que determinan la necesidad, involuntaria, de cumplimiento. En algunos de estos enunciados se advierte un cierto halo de fatalismo, de tal manera que el sujeto “se ve obligado a”8 realizar aquellas actividades y procesos denotados por el verbo principal de la perífrasis. A veces ese fatalismo
6 7
8
Arroyo.indb 84
A efectos estilísticos y expositivos, en lo que sigue utilizaremos preferentemente este segundo término cuando nos refiramos a los matices semánticos que se describen a continuación. Para otros intentos de delimitar este eje semántico en español, véanse Yllera 1980; Gómez Torrego 1989, 1999; Olbertz 1998; Fernández de Castro 1999; García Fernández 2006; López Izquierdo 2008, entre otros. En nuestro caso, entendemos la modalidad obligativa en un sentido amplio, esto es “como expresión de la subjetividad del enunciado, de modo que el sujeto de la enunciación puede, o no, coincidir con el sujeto del enunciado” (Martínez Díaz 2008: 1285). En caso contrario, para algunas categorías nos veríamos obligados a considerar únicamente aquellas frases relacionadas con la primera persona del singular. Muchos de los enunciados asociados a este matiz pueden reconocerse, precisamente, mediante una paráfrasis como esta. Algunos autores consideran este tipo de enunciados como portadores de una modalidad distinta a la deóntica, que denominan dinámica (Thegel 2017).
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Capítulo 3
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tiene incluso un matiz de inevitabilidad —al menos desde la perspectiva del hablante—, el cual se aprecia bien en ejemplos como los de (15): (14)
El q a de coger forzoso a de senbrar (Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica, 1581).
(15)
[...] porque ya saue V.M. los trabaxos que a los señores mis tíos an benido, y como tengo de quedar vn día destos sola y sin tener a quien boluer la cabeça... (Cosmovisión de una mujer salmantina, 1569).
Otras veces, sin embargo, la obligación tiene definido con más claridad el agente externo. Ahora, los contenidos de obligación, necesidad ineludible o conveniencia imperativa y coaccionante son de carácter externo al agente de la acción descrita por el verbo principal, es decir, la obligación resulta del sometimiento de este a la voluntad ajena, ya sea como consecuencia de: a) normas, acuerdos, instrucciones, convenciones sociales, etc., como en (16), con independencia de que el agente externo esté o no explícito en el texto; o b) mandato, órdenes o actos de habla similares, generalmente emitidos por el sujeto de la enunciación, para obligar a realizar determinadas acción, como en (17): (16)
Don Miguel dará a vm. la instrucción de cómo se a de azer porque la enbío a él (Vida y fortuna del emigrante navarro, 1563).
(17)
Don Juan está bueno en la casa de Alonso de Hinojosa. Ésta es la encomienda que tendréis que dar (El hilo que une, 1590).
Frente a estas obligaciones, encontramos otras cuyo origen no es ajeno al sujeto del enunciado o de la enunciación, ya que obedecen a la propia introspección de este. Entre estas obligaciones subjetivas advertimos también diversos matices. Así, en ejemplos como los de (18), es el propio sujeto el que se impone o se niega al cumplimiento de algo. En estos casos, el convencimiento interior se asienta en valores morales, ideológicos o de cualquier otro tipo, que llevan a aquel a la necesidad de actuar. Y en los fragmentos donde no coinciden el sujeto de la enunciación y el del enunciado, es el primero quien aconseja u obliga (moralmente) al segundo al cumplimiento de lo referido por el verbo principal, como se puede ver en (19): (18)
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[...] yo siempre he de cumplir con mi ocupación, pues mi mayor deseo es darte gusto en todo para que conozcas lo mucho que te estimo y venero (Cartas desde América, 1717).
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Sociolingüística histórica del español
(19)
[...] y tanbién se os acuerda de la carta que la reyna, nuestra señora, enbió, la qual os mostré, asy que todo os lo pongo delante. Vos verés lo que devés hazer (Epistolario del Conde de Tendilla, 1504).
Otras veces, sin embargo, lo que prima no es tanto la obligación o responsabilidad de cumplir con algo cuanto la idea de necesidad o conveniencia considerada también subjetivamente, de tal manera que el sujeto controla o decide imponer(se) una determinada obligación no tanto por cuestiones éticas o ideológicas, como en el caso anterior, cuanto por razones de mera conveniencia, o por el beneficio que de ella puede derivarse. Los siguientes son un par de ejemplos ilustrativos: (20)
[...] no tiene que procurar si no es dos barriles de biscocho no tiene que gastar otra cossa y el muchacho lo trayga consigo yo rehusso de yr alla (Cartas de particulares en Indias, 1570).
(21)
Confío en su buena acción teniendo en cuenta que son para América y que por esta razón la caja ha de ser sólida (Darío de Regoyos: sus cartas inéditas, 1911).
Finalmente, incluimos también en este grupo matices varios en los que la misma idea de la obligación resulta menos prototípicamente visible (en la codificación original “Otros”). Este es el caso de enunciados donde resulta difícil deslindar lo puramente obligativo de otros valores como el deseo, la intención o la recriminación —algunos de los cuales parecen adivinarse en (22)—, o incluso, como en (23), un valor fático que sirve al hablante como apoyo elocutivo para “entrar en comunicación” con el interlocutor (Gómez Manzano 1992; Gómez Torrego 1999): (22)
Si pedido yo as mudáis a otra parte, no sé para qué tengo de mover. Si acaso hubiérades enviado orden para que yo vaya a esa tierra... (El hilo que une, 1589).
(23)
Si te he de decir la verdad ya desconfiaba de que contestases, creía que ya te habías olvidado definitivamente de mí (Madrina de guerra, 1938).
En la tabla 3 se puede ver la distribución de los verbos para la expresión de los diferentes matices considerados:
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Capítulo 3
Tener
Haber
Deber
Matices Dinámica Obligación de agente externo Necesidad/ conveniencia (subjetiva) Obligación de agente interno Otros
5
17
76
81
60
11
13
23
13
6
4
58
79
61
15
14
35
26
31
12
45
53
47
9
15
41
45
14
5
43
61
34
14
25
61
43
25
5
14
6
35
51
68
59
34
Tabla 3: Distribución de los principales matices deónticos entre los verbos modales (%)
La mencionada oposición general, por la que distinguimos entre obligaciones externas (dinámica y de agente externo) y subjetivas (resto de matices), opera como factor condicionante para algunas perífrasis en determinados periodos. El caso más sostenido en el tiempo es el de deber, que en todos los momentos analizados aparece especialmente favorecida en los contextos de obligación subjetiva, con pesos explicativos muy similares en los tres siglos ( : .63; : .61; : .61). Por el contrario, las obligaciones de origen externo desfavorecen en la misma medida este verbo. Distinto es el caso de tener. En el siglo , el factor no condiciona la variación pese a la aparente ventaja frecuencial de las primeras (21%) sobre las segundas (6%). En la práctica, sin embargo, el factor no es ajeno a otros con los que interacciona, y que son más relevantes desde el punto de vista explicativo, como , pero lo que sí ocurre a ocurre con la polaridad.9 Tampoco lo hace en el partir de este momento es la reestructuración del factor en un nuevo orden que se consolidará en el español contemporáneo (ver tabla 4). En este, tener se especializa como un verbo asociado a los sentidos dinámicos, seguidos en el (no así todavía en el ) por el resto de obligaciones externas. La diferencia, claro está, reside en las abultadas diferencias frecuenciales entre un periodo y 9
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En la práctica, la única ventaja para la modalidad externa en este siglo tiene lugar en el seno de las oraciones negativas, un contexto, claramente minoritario en relación con la polaridad afirmativa. Ello hace que el modelo de regresión rechace la modalidad como un factor que contribuye de manera independiente a explicar la variación en el .
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otro: mientras que solo un 17% de los enunciados dinámicos lo hacen con el verbo tener en el , estas proporciones se cuadruplican en el (76%). Por otro lado, hay que tener presente que, en este último periodo, el verbo se afianza también con fuerza en todos los contextos reseñados, incluidos los de obligación interna y necesidad subjetiva, aunque en estos últimos pugna con deber, verbo que, como hemos mencionado, se halla también alentado en tales entornos. XVI
XVIII
XX
P.
%
P.
%
P.
%
Dinámica
-
[5]
.69
17
.66
76
Externa
-
[6]
.39
4
.51
58
Resto
-
[21]
.41
8
.32
39
Tabla 4: Reestructuración de la esfera deóntica en la historia de tener
4.2.3. Sintaxis del sujeto Como es sabido, el español es una lengua de sujeto nulo, por lo que la expresión no marcada de esta función se ajusta normalmente a enunciados como los de (24), mientras que su presencia explícita, como en (25), está asociada a una compleja red de factores sintácticos, semánticos, pragmáticos y dialectales (Luján 1999; Travis 2007, Carvalho, Orozco y Shing 2015). (24)
[...] te encargo que consultes con nuestro rector o el doctor Cathalano —el que nos casó, que por entonces era vicario—, pues tengo hecha la súplica a dicho señor para que te dirija lo que Ø debes hacer a mi favor (El hilo que une, 1771).
(25)
Yo en vista que V. no tenía que hazer este desembolzo que tal vez le sería perjudicial [...] accedí a ello (Al recibo de esta, 1790).
La influencia de este factor, por el que distinguimos entre sujetos explícitos y omitidos, aparece como una de las más robustas de todas las consideradas en el estudio, si bien se deja sentir de manera diferente en cada perífrasis. Así, en el caso de tener se aprecia una incidencia sostenida en todos los siglos. De este modo, y con independencia de las frecuencias de uso en cada periodo, la selección de la perífrasis se ve alentada siempre de manera preferente en las perífrasis que cuentan con un sujeto omitido ( : 13%; .67; : 10%; .60; : 61%; .59;). No es, sin embargo, el caso de haber, verbo para el que el factor no resulta significativo en los primeros siglos, pero sí en el , cuando se combina
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Capítulo 3
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preferentemente con sujetos explícitos (.56). Finalmente, el caso de deber es aparentemente el más anárquico: el factor no es seleccionado en el , pero sí tanto en el como en el , solo que, en este último, con una dirección explicativa inversa a la del periodo ilustrado (sobre las implicaciones de estas diferencias, véanse más adelante § 4 y 5).
4.2.4. Persona Al igual que en el caso anterior, y al margen de las frecuencias generales de uso en cada momento, en el análisis de los datos se aprecia una influencia constante de la 1.ª persona en la selección de tener a lo largo de la historia ( : .88; : .65; xx: .57). Sin embargo, estas cifras muestran cómo la influencia de este factor gramatical disminuye con el transcurso del tiempo, en paralelo a la penetración de la perífrasis en otras esferas de la gramática, sobre todo a partir del . Por otro lado, en este último siglo, y a diferencia de los anteriores, donde el condicionamiento afectaba tan solo a la 1.ª persona del singular, este se amplía ahora a toda la esfera de la primera persona, incluida la del plural. Como contrapartida, haber exhibe una distribución en buena medida complementaria de la que acabamos de reseñar en los siglos y : si tener se ve favorecida en ambos periodos en la 1.ª persona, haber lo hace con el resto.10 Sin embargo, el factor deja de estar operativo en el siglo , cuando la perífrasis cae en completa decadencia. Por último, el caso de deber es de nuevo cualitativamente distinto: las otras personas diferentes de la primera favorecen el verbo en el , pero el factor se diluye en las centurias siguientes.
4.2.5. Polaridad El análisis de regresión muestra un nuevo ejemplo de distribución complementaria entre haber y tener. Este último es favorecido en los primeros siglos en las oraciones negativas ( : .69; : .77), contradiciendo así la idea de que se trata de una modalidad oracional que favorece las soluciones conservadoras (cf. Givón 1979; Poplack y Dion 2009; Torres Cacoullos y Walker 2009; Tagliamonte, Durham y Smith 2014). En el siglo , por el contrario, el factor de la 10
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Tras el correspondiente análisis de frecuencias observamos que no hay diferencias significativas entre las formas de la segunda y la tercera persona, por lo que a los efectos del análisis multivariante se reúnen en un solo grupo (Otras).
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polaridad sigue condicionando la variación, pero esta vez con un cambio importante en la dirección explicativa, siendo ahora las oraciones afirmativas las que favorecen estas perífrasis en mayor medida (.57; frente a .43 para las negativas). Este patrón distribucional es justo el contrario del que advertimos con haber: durante su periodo de mayor vitalidad, las perífrasis modales con este verbo son alentadas más en los enunciados afirmativos ( : .53; : .52) que en los negativos ( : .28; : .31). Sin embargo, cuando estas caen en una etapa de clara obsolescencia, ya en el siglo , el factor deja de condicionar la variación. Nuevamente, el ejemplo de deber es particular: no se ve afectado por el factor en los siglos y , pero sí lo hace en el , cuando encuentra un mejor acomodo entre los enunciados negativos (.59).
4.2.6. Priming Pese al abrupto desequilibrio muestral entre los contextos considerados, nos encontramos ante uno de los factores más consistentes. Es seleccionado siempre como significativo por el análisis de regresión y, además, con la misma dirección explicativa en todos los verbos modales. En efecto, la presencia del mismo verbo en el contexto previo inmediato, como en (26) y (27), alienta la copia en todos los periodos:11 (26)
[...] y como es jornada que todos hemos de hazer emonos de conformar con la voluntad devina (Cartas de particulares en Indias, 1565).
(27)
[...] toda la noche de servicio, tenia que estar a las 7 en Vigo con un temporal de la gran 7 (el que sobreviva a este invierno tiene que contar) llego a Puenteareas y no había un coche... (Una familia y un océano de por medio, 1962).
En los demás casos, sin embargo, encontramos algunas diferencias reveladoras entre los verbos. Así, tanto con deber como con haber (salvo en el siglo , donde el factor no es significativo), la presencia de los demás verbos modales en
11
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Para medir este factor de la forma más objetiva posible, contamos la potencial influencia ejercida por el contexto previo situado a una distancia igual o inferior a 25 palabras. Creemos que, de este modo, la arbitrariedad del límite impuesto queda compensada por su objetividad. Además, la distancia considerada es suficientemente corta como para ejercer un previsible paralelismo discursivo, frente a otras aproximaciones a este factor, que consideran distancias mucho más largas (Pickering y Ferreira 2008: 447), aunque, a nuestro juicio, más problemáticas.
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ese entorno previo, como en (28), representa el contexto más desfavorecedor de todos, quedando los demás casos (en la codificación “Resto”) en una posición intermedia: (28)
Y parece que también se le debe hacer cargo del crédito de este dinero que injustamente ha retenido. Si la guerra permanece habré de remitir los reales asegurados (Al recibo de esta, 1795).
Sin embargo, con el verbo tener, la presencia o no de estos verbos modales alternativos no entraña diferencia alguna, por lo que, para el análisis estadístico ambos contextos aparecen agrupados.
4.2.7. Tenor La combinación entre diversos parámetros estilísticos, a los que nos referíamos más arriba (§ 3), permite dividir las ocurrencias de la variable en dos grandes grupos. Por un lado, nos encontramos con los textos más característicamente personales, tanto por la temática desarrollada en ellos como por el grado de intimidad entre los interlocutores. El de (29) es un ejemplo representativo de una carta, enviada desde La Habana a finales del siglo , por un hombre que escribe a su mujer en España, y en la que solicita la reunificación familiar. En el otro extremo se sitúan los textos más alejados del polo de la intimidad (en la codificación, distantes), y que, en buena lógica, se distancian más del registro coloquial que los anteriores. El fragmento (30), que pertenece a la correspondencia epistolar mantenida por el conde de Tendilla con uno de sus subordinados a comienzos del siglo , es ilustrativo de este segundo contexto estilístico: (29)
Luego no digas que tu marido es un pícaro, y que no cumplo con lo que Dios manda. No tienes que traer ningunos sino tu cama y algunos trastos para aderesar tus paredes (La emigración en tinta y papel, 1786).
(30)
Dezildes a esa buena gente que huelguen y aya plazer que el rey y la reyna, nuestros señores, los conocen y saben su buena voluntad [...] tengo de creer dellos syno todo bien (Epistolario del conde de Tendilla, 1504).
El factor estilístico revela también diferencias entre las perífrasis modales. Tras no ser significativo en los dos primeros siglos considerados en el estudio, el factor se deja sentir con fuerza en el vebo tener en el , lo que sugiere que en esta última centuria nos encontramos ya ante la variante prioritaria en la comunicación más espontánea. Las mismas presiones estilísticas se adivinan con haber, solo que esta vez con el eje temporal invertido: mientras es la perífrasis
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no marcada en la esfera deóntica durante los siglos y , su presencia es especialmente favorecida en los contextos más informales y espontáneos, y, además, con pesos explicativos prácticamente idénticos ( : .62; : .63). Sin embargo, alcanzado su declive en la primera mitad del siglo , esta se refugia en la comunicación más formal y distante (.67, frente a .33 en los entornos más personales). Por último, las perífrasis con deber dan una nueva muestra de atender a fuerzas diferentes, ya que son alentadas en los primeros siglos en los contextos formales, pero en el la oposición deja de estar operativa.
4.3. Patrones distribucionales: marcación y frecuencia Una revisión de lo advertido hasta ahora permite comprobar que las variantes mayoritarias en cada periodo son impulsadas preferentemente en los contextos no marcados, más frecuentes en el discurso. Y, con alguna excepción, lo contrario sucede con las variantes minoritarias: o no responden a la incidencia de un factor o son seleccionadas en los contextos marcados, menos recurrentes. En todo caso, cuando hablamos de frecuencia alta o baja de los contextos lo hacemos en términos relativos, por comparación con los posibles entornos alternativos. Por otro lado, estas diferencias frecuenciales pueden obedecer a condicionamientos inherentes a la propia lengua o depender del tipo de discurso analizado. En el primer caso, por ejemplo, sabemos que, de manera general, las oraciones afirmativas son siempre más numerosas que las negativas, y en nuestro caso, ello es así de forma abrumadora: mientras que las oraciones negativas apenas representan un 10% aproximadamente del total, lo contrario sucede con las afirmativas (90%). Y lo mismo cabe decir de la oposición entre las oraciones activas y pasivas/impersonales. Por el contrario, los significados de modalidad externa no tienen por qué ser objetivamente más frecuentes que los de modalidad subjetiva, pero lo son en nuestro corpus, dadas sus características estructurales: como se recordará, la mayor parte de los textos son de carácter epistolar, en los que un remitente se dirige a uno o varios destinatarios sobre los que no es extraño que desee influir con sus ideas, reflexiones o mandatos ante circunstancias diversas (emigración, exilio, etc.). Lo mismo sucede con el eje estilístico: el hecho de que muchos de los epistolarios traten sobre aspectos privados y entre personas íntimas hace que el polo de lo personal sea mayoritario en el corpus. Los ejemplos de esta regla, por la que las formas más frecuentes se activan a su vez preferentemente en los entornos más repetidos, son diversos. Así, hemos tenido ocasión de comprobar que la modalidad externa favorece la perífrasis con haber, mayoritaria en los siglos y , pero también con aquella que la sustituye como perífrasis no marcada en el español contemporáneo (tener que).
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Por el contrario, la modalidad opuesta, de carácter no externo o subjetivo, es el terreno en el que, o bien se hacen un hueco algunas variantes alternativas (el caso de deber en los tres siglos), o bien quedan recluidas aquellas que han alcanzado un importante grado de obsolescencia. Fundamentalmente, este el caso de haber de en el siglo , momento en el que, como hemos visto, la perífrasis se especializa en los contextos menos prototípicamente obligativos, y, por tanto, considerablemente menos frecuentes en el discurso. La misma correlación se advierte en otros factores donde opera la distinción entre contextos (relativa u objetivamente) más frecuentes que otros. Así, hemos visto que los sujetos de 1.ª persona favorecen claramente desde el principio una variante novedosa como tener, que ya en el siglo empieza a disputar esta pequeña parcela de la gramática a la todopoderosa haber, mucho más favorecida en el resto de personas, esto es, en los contextos mayoritarios. Cierto es que la influencia de esa 1.ª persona sobre tener se mantiene incluso en el siglo , cuando la variante se convierte ya en la estrella del firmamento deóntico, pero, como vimos, en este momento asistimos a dos importantes novedades: por un lado, la influencia positiva no se limita solo a la 1.ª personal del singular, sino que abarca todos los contextos referenciales en los que se incluye el yo de la enunciación; por otro lado, la influencia del factor se debilita, de modo que la distancia entre los pesos explicativos de ambos contextos (1.ª persona / Resto) es ahora considerablemente menor que en los siglos anteriores. En el terreno de la polaridad, hemos comprobado también que las abrumadoramente mayoritarias oraciones afirmativas son también terreno abonado para haber durante su largo periodo de dominio (siglos y ), mientras que, en el momento de su declive, en el , el factor deja de estar operativo. Como contrapartida, tener empieza a extenderse especialmente en los minoritarios contextos negativos, tanto en el primer español clásico como en el Siglo de las Luces, pero, de manera elocuente, cambia el sentido de esta influencia en el siglo , cuando se ha hecho con buena parte de los dominios de la modalidad deóntica. A partir de aquí será ya la polaridad afirmativa el entorno más favorable. Finalmente, encontramos una nueva prueba de esta correlación en el eje estilístico de la variación: haber es mayoritaria en los contextos más espontáneos y personales en los siglos y , cuando es la variante no marcada, mientras que cambia su sentido completamente en el momento de declive ( ), cuando viene a recluirse en la esfera más formal. Lo contrario sucede con tener, que, de ser una variante no afectada por el eje estilístico en los primeros siglos, pasa a ser la variante preferida en los entornos más íntimos y espontáneos en el español contemporáneo. Por su parte, el tercero en discordia, deber, siempre minoritario —ya sea con respecto a haber en los periodos clásico e ilustrado o a tener en el
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español actual— o bien se mantiene como una perífrasis más favorecida en los contextos distantes (siglos y ) o bien no reacciona al factor (siglo ). Ciertamente, en el estudio se revelan algunas excepciones a este patrón variacionista, como ocurre con la influencia del priming estructural. La atracción que supone el reciclaje y aprovechamiento de material lingüístico recién utilizado, o, complementariamente, el efecto disimilatorio de las formas alternativas en el contexto previo es un factor cognitivo suficientemente sólido como para revertir la regla mencionada. Ello explica que sean precisamente estos contextos, muy restringidos en el corpus, los que favorezcan y desfavorezcan con nitidez todas y cada una de las variantes analizadas. Otra excepción es la representada por factores como la agentividad y el grado de impersonalidad en un verbo como tener. Como hemos comprobado, este tiene prácticamente vedada su aparición en las perífrasis modales con sujetos no humanos durante un tiempo muy prolongado. Estos representan una proporción menor en el corpus (entre el 20-25%) con respecto a los humanos; algo no sorprendente si tenemos en cuenta que la obligación es una entidad prototípicamente asociada a lo actividad humana, y solo por extensión puede atribuirse a las no humanas. En el mismo sentido cabe hablar del segundo factor: tener aparece exclusivamente entre las oraciones activas en los siglos y , e incluso en el , cuando sus perífrasis se han impuesto con claridad, su presencia en los contextos impersonales es muy escasa (10%), siendo el contexto favorito de haber (36%) y más aún de deber (54%). Finalmente, tener se aparta también de la regla descrita ante la influencia de la sintaxis del sujeto. Tanto en los periodos en que ocupa una posición muy minoritaria en la esfera de la modalidad (siglos y ), como en su momento de mayor apogeo (siglo ), el verbo es favorecido sistemáticamente por los sujetos omitidos, no marcados en español (para las implicaciones teóricas de todo ello, véase más adelante el apartado §5).
4.4. Historia de tres verbos modales Una vez analizado exhaustivamente el contexto variable que envuelve a las perífrasis modales deónticas en cada uno de los puntos del eje temporal, estamos en condiciones de obtener una instantánea acerca del devenir de cada una de ellas en los casi cinco siglos que median entre el primer español clásico (siglo )y el español contemporáneo (1.ª mitad del siglo ). Si comenzamos por haber, el verbo modal por excelencia durante la mayor parte de la historia del español, observamos cómo su posición es de absoluto dominio
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en el siglo , cuando sus frecuencias de uso superan con creces a las de los otros dos verbos, tanto en términos generales (74%) como en la inmensa mayoría de los contextos lingüísticos y estilísticos considerados. En este tiempo, su selección o es ajena a la mayoría de factores considerados, o se ve favorecida, todavía más si cabe, en los contextos mayoritarios, ya se trate de la obligación externa, la mayoría de las personas gramaticales —con excepción de la primera persona del singular—, las oraciones de polaridad afirmativa, o la comunicación más espontánea y próxima al registro coloquial. Con todo, algunos contextos restringidos se configuran ya como pequeñas grietas que irán minando esa posición dominante en los siglos venideros. En el ello ocurre en algunos entornos minoritarios, como la primera persona del singular (37%), las oraciones negativas (54%) o la obligación no externa (58%), cuyas cifras, aunque objetivamente elevadas, se encuentran claramente por debajo de la media. Por estos resquicios se irá debilitando progresivamente el verbo en el siglo , donde la competencia con las demás perífrasis —en especial deber— se ve intensificada. De este modo, aunque en el Siglo de las Luces haber es todavía la perífrasis más frecuente en la esfera deóntica, ha perdido ya una parte importante de su estrella. Su frecuencia global de uso disminuye de manera significativa (53%), y lo mismo sucede en todos y cada uno de los contextos considerados. Pese a ello, la gramática interna muestra una estabilidad considerable, de tal manera que, con alguna excepción, la mayoría de factores significativos que operaron en el pasado lo hacen también ahora y, además, con la misma dirección explicativa. Este panorama, sin embargo, cambiará radicalmente con la entrada en el siglo . En este tiempo, el verbo haber ha perdido ya buena parte de su poderío previo y, a la vez, muestra algunos signos de gramaticalización, como se deduce de: a) su reclusión en los matices modales menos prototípicamente obligativos (matices fáticos, deseo, intención, etc.); b) la pérdida completa de relevancia explicativa de algunos factores que actuaron en el pasado —persona, polaridad, oposición modalidad externa/interna, agentividad—; c) la inversión en la dirección explicativa de los pocos que continúan en pie —reclusión en las esferas de comunicación más formales, a diferencia del pasado—; y d) la aparición de factores nuevos que no intervinieron en el pasado —preferencia por las oraciones pasivas e impersonales—. Por su parte, la evolución de tener es, en buena medida, inversa y complementaria a la observada con haber. En los siglos y , no es en absoluto rival para este último, como se desprende de unas frecuencias de uso claramente minoritarias (en torno al 10%). Por lo demás, a este estancamiento aparente en los doscientos años que separan ambos periodos, se añade otro no menos
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revelador en el seno de la gramática interna. De este modo, el análisis cuantitativo revela que la variación de tener se ve condicionada por los mismos factores y con la misma dirección explicativa. Así, la variante es significativamente más favorecida en ambas centurias en los casos en que media la presencia del mismo verbo en el contexto previo (priming), los sujetos omitidos, la primera persona del singular y las oraciones negativas. Pese a ello, en el seno de la modalidad comienzan a atisbarse algunos cambios relevantes con respecto al pasado, que se consolidarán plenamente más adelante. Y así, hemos comprobado cómo, ya en el siglo , y aunque con frecuencias de uso todavía muy moderadas, la perífrasis con tener comienza a mostrar una especial predilección por los significados de obligación ineludible. Como decimos, esta especialización se verá abruptamente afianzada en el siglo , cuando nada menos que el 76% de todos los enunciados de esta modalidad dinámica en el corpus se codifiquen ya por medio de este verbo. Por otro lado, esta consolidación coincide con el periodo de esplendor de la perífrasis, que irrumpe con fuerza en la mayoría de los contextos que antaño fueron el feudo privilegiado de haber. De este modo, tener que se convierte no solo en portadora principal de la obligación inevitable, sino también de otras obligaciones de agente externo, asociadas preferentemente en el pasado con haber de. Asimismo, algunos factores aparecen por primera vez o cambian su dirección explicativa para ajustarse a los nuevos tiempos y a contextos más acordes con la variante triunfadora. Así, si en el pasado tener era especialmente alentada en las minoritarias oraciones negativas, ahora ese lugar pasa a ser ocupado por las mayoritarias afirmativas. Y del mismo modo, la perífrasis se consolida como la variante no marcada en la comunicación más espontánea característica de las cartas más personales e íntimas. Sin embargo, a diferencia del proceso sufrido por haber, cuyos condicionantes originales cambian casi radicalmente cinco siglos más tarde, la perífrasis tener que se muestra constante en algunos puntos de su gramática interna. Especialmente llamativa es, a este respecto, la consolidación en este largo periodo de la preferencia por los sujetos omitidos y la primera persona, si bien ambos presentan algunos signos de debilitamiento en el último periodo. Frente a la distribución en muchos casos complementaria entre los verbos haber y tener a lo largo de la historia, el caso de deber exhibe un perfil distribucional diferente. En el paso del siglo al , el verbo experimenta un sensible aumento frecuencial en la esfera deóntica a costa fundamentalmente de haber (s. : 16%; s. : 39%). Sin embargo, a diferencia de tener, que irrumpe con rotundidad en el siglo , deber parece estabilizarse, o incluso declinar levemente en el español contemporáneo (32%). Aun así, durante estos cinco siglos, deber se ha especializado como un verbo modal asociado a las obligaciones subjetivas, factor al que esta perífrasis se muestra sensible en los tres periodos analizados.
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Asimismo, durante los primeros siglos ( y ), deber (de) + infinitivo se configura como una perífrasis más favorecida en los contextos más formales, frente al carácter más espontáneo de haber, aunque al igual que este —y a diferencia de tener— manifiesta una especial inclinación por los sujetos diferentes de la primera persona. Sin embargo, ambos factores condicionantes dejan de ser operativos en el siglo . Como contrapartida, en este último periodo, deber coincide también con haber, ambas minoritarias ahora, en el hecho de encontrar un hueco significativo en contextos restringidos, como las oraciones negativas, los sujetos explícitos y las oraciones pasivas e impersonales.
5. Conclusiones La variación en el seno de las perífrasis modales de infinitivo se ve condicionada por un conjunto de factores de naturaleza sintáctica y semántica comunes a lo largo de casi cinco siglos. Ahora bien, con la excepción del priming estructural, activo durante todo el tiempo y con la misma dirección explicativa, los demás factores condicionan de manera diferente a cada verbo. Además, en ocasiones el sentido de esta variación evoluciona con el paso del tiempo, con cambios especialmente relevantes en el siglo . Así, la oposición modal externa/no externa explica la variación de deber durante cinco siglos, tiempo en el que este verbo se especializa en la expresión de contenidos obligativos subjetivos, justo lo contrario que haber, perífrasis asociada de manera preferente con la obligación externa hasta la llegada del siglo , momento en el que se recluirá fundamentalmente en los contenidos modales más periféricos. Por su parte, tener se ha ido especializando progresivamente en la expresión de la obligación dinámica, y a partir del también de la obligación externa, tomando así el relevo de haber. Asimismo, en tener es significativa la asociación constante con la primera persona y los sujetos omitidos. Otros factores muestran una incidencia cambiante en el tiempo y que afecta a los verbos modales de forma diferente. Por ejemplo, haber y tener exhiben una distribución casi complementaria ante factores como la polaridad y el estilo. Así, al tiempo que haber es la variante no marcada en las oraciones afirmativas y en la comunicación espontánea durante buena parte de la historia, en el siglo pasa a recluirse en los contextos opuestos (oraciones negativas y contextos más formales), al igual que deber, y justo lo contrario que tener. Finalmente, cabe mencionar también algunas fuertes restricciones relacionadas con el grado de agentividad e impersonalidad: durante los siglos y , tener tiene prácticamente vedada su entrada en la expresión de contenidos modales con sujetos no humanos e impersonales.
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En otro orden de cosas, hemos comprobado que estas restricciones muestran una notable asociación con el grado de marcación y la frecuencia de los contextos condicionantes, ya sea de manera general en el sistema o en relación con el tipo de discurso analizado. Como norma general se cumple una regla que ya habíamos advertido con anterioridad (Blas Arroyo y Schulte 2017 y capítulo 2): las variantes más frecuentes en un determinado periodo se ven alentadas preferentemente en los contextos mayoritarios; y viceversa: las formas alternantes lo hacen en los contextos minoritarios. Es sabido que las formas más frecuentes son más resistentes al cambio, debido a su mayor afianzamiento cognitivo (cognitive entrenchment). En palabras de Bybee y Thompson (2000: 380): “the more a form is used, the more its representation is strengthened, making it easier to access the next time”. Este efecto conservador de las formas más frecuentes se ha demostrado en diversos niveles del análisis, ya se trate de material léxico (Bybee 1985; Langacker 1987) o sintáctico (Givón 1979; Croft 2000; Bybee y Hopper 2001). Lo que demuestra este estudio es que ese mismo efecto opera también en el nivel de los contextos morfosintácticos, semánticos, pragmáticos y estilísticos en que se desenvuelven las variantes en el discurso. En el fondo, ello es comprensible si tenemos presente que los contextos más frecuentes “allow specific information about instances of use to be retained in representation” (Bybee 2006: 717). En consecuencia, ello explicaría que factores como la modalidad externa, la polaridad afirmativa, las oraciones activas, las personas diferentes de la primera o la comunicación más íntima y espontánea influyan positivamente en la selección de haber durante buena parte de la historia, así como en la de tener a partir del , cuando este verbo tome el relevo como verbo modal por excelencia. Por el contrario, tanto tener en los siglos y como deber a lo largo de todo el periodo analizado, se asocian preferentemente con los contextos alternativos, como variantes minoritarias que son. Y lo mismo ocurre con haber al llegar a su momento de declive en el siglo . Lo anterior permite dibujar un perfil particular para cada una de las perífrasis en la historia del español, en el que tener y haber experimentan una distribución en buena medida complementaria, tanto en las frecuencias de uso como en su condicionamiento variable. Después de haber sido haber el verbo por antonomasia en la esfera deóntica durante siglos, entra en seria decadencia en el siglo , cuando se verá confinado a contextos minoritarios e inversos a los que lo alentaron en el pasado, como la polaridad negativa, las oraciones pasivas e impersonales, los contextos modales menos prototípicamente obligativos o la comunicación más formal. Por su parte, el caso de tener es único porque, tras siglos de estancamiento en cifras muy moderadas y contextos poco recurrentes en el discurso, aparece con vigor en el , surgiendo abruptamente como la
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variante más frecuente en la mayoría de los contextos, incluidos algunos que le estuvieron vedados en el pasado. Por último, el tercer verbo en discordia, deber, muestra algunos rasgos específicos que lo alejan de la distribución complementaria recién observada. Por un lado, se postula en todo el periodo analizado como un verbo asociado preferentemente a la obligación interna, al mismo tiempo que muestra ciertos signos de debilitamiento desde el siglo en adelante. Ello explicaría por qué sus cifras se estancan en las dos últimas centurias, así como el hecho de que su selección se vea alentada, como variante minoritaria que es, en ciertos contextos marcados (oraciones negativas, sujetos explícitos y las oraciones pasivas e impersonales). Hasta aquí la historia de casi cinco siglos en el devenir de las perífrasis modales de infinitivo. Pero esa historia continúa y cabe plantearse qué ha ocurrido en la esfera deóntica en los últimos cincuenta o sesenta años, desde el momento en que concluye el periodo analizado en este capítulo, y la actualidad, etapa para la que, afortunadamente, disponemos ya de corpus orales. ¿Ha continuado el proceso de retroceso de haber de y el afianzamiento de tener que como la perífrasis no marcada de la obligación en español? ¿Qué papel desempeña en todo ello la que aquí se ha revelado como variante singular, deber? Pero también ¿hasta qué punto puede influir en la variación el hecho de contar con textos orales y no escritos, por mucho que estos últimos se acerquen al polo de la inmediatez comunicativa, como sucede con las cartas privadas? Preguntas, sin duda, interesantes, pero cuya respuesta no podemos abordar aquí, y que dejamos aparcadas para un estudio futuro.
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RESISTENCIAS AL CAMBIO EN EL SENO DE LA GRAMÁTICA: NEXOS ADVERBIALES Y PRONOMINALES EN LA EVOLUCIÓN DE LAS ORACIONES RELATIVAS DE LUGAR
1. Introducción Frente a las aproximaciones tradicionales al cambio lingüístico, que defendían el carácter abrupto de este y el completo reemplazo de unas formas por otras, hoy es un lugar común que muchos tipos de cambio, y en particular la mayoría de los sintácticos, operan casi siempre de manera gradual y durante largos periodos de tiempo, en los que unas formas compiten con otras para la disputa de determinadas esferas gramaticales. En este marco, el paradigma variacionista ha aportado en los últimos años algunas novedades teóricas y metodológicas relevantes, que han supuesto avances sustanciales en el estudio de estos procesos. A diferencia de otros modelos heurísticos, la práctica variacionista supera la investigación del cambio a través del mero análisis de frecuencias, para ahondar en lo que sucede en el interior de la gramática en diferentes momentos históricos, durante los cuales diversas variantes compiten por una misma parcela funcional (Poplack y Tagliamonte 2001; Poplack y Malvar 2007; Poplack y Dion 2009; Poplack 2011; Torres Cacoullos 2011). Como hemos visto ya en capítulos previos, la idea que subyace en esta aproximación teórica es que la estructura de tales cambios puede inferirse del análisis comparativo entre diferentes magnitudes derivadas del estudio cuantitativo de estas variantes en los entornos en que se desenvuelven y que conforman su contexto variable.
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Ahora bien, dentro de este modelo, la mayor atención se ha dispensado hacia cambios ya completados o, cuando menos, en fases muy avanzadas de su desarrollo. Por ejemplo, Poplack y sus colaboradoras han examinado la evolución de las formas del futuro del portugués brasileño (Poplack y Malvar 2007) y el francés (Poplack y Dion 2009) entre los siglos y , cotejando para ello los patrones de variación de cada una de estas lenguas. Ello ha permitido delimitar con precisión los principales hitos de un cambio drástico, por el cual las antiguas formas canónicas del futuro (en especial el futuro sintético, así como las perífrasis con haver en el portugués) han cedido casi completamente el relevo a las formas perifrásticas con el verbo ir —y en menor medida, el presente de indicativo— en la actualidad. Por nuestra parte, hemos comprobado cómo la consolidación de la perífrasis tener que + infinitivo ha seguido unos derroteros bien perfilados, que comienzan a ser significativos ya en el (Blas Arroyo, Porcar Miralles y Vellón Lahoz 2013), y que alcanzarán su máxima expresión en el siglo , cuando el cambio se acelere vertiginosamente (ver capítulo 3). En estos desenlaces muy avanzados, en ocasiones se ha focalizado el interés en las variantes ‘perdedoras’ y, en particular, en los contextos que han propiciado su mantenimiento, siquiera mínimo, como es el caso de la propia perífrasis haber de + infinitivo (Blas Arroyo y Vellón Lahoz 2015), o como ocurre con deber de + infinitivo, que, tras alcanzar su apogeo en el Siglo de Oro, conoció un notable retroceso en las centurias siguientes, manteniéndose a salvo tan solo en algunos entornos restringidos (ver capítulo 2). Menos atención se ha dispensado, sin embargo, hacia otros fenómenos de variación y cambio lingüístico que vienen operando a lo largo de extensos periodos de la historia, y en los que la evolución se produce a un ritmo mucho más lento, no exenta además de una notable resistencia. En el presente capítulo, nos ocupamos, precisamente, de uno de estos casos en la sintaxis del español: el que atañe a la alternancia entre las variantes pronominales y adverbiales en oraciones relativas de lugar. Esta puede apreciarse en los siguientes ejemplos, en los que las correspondientes oraciones de relativo están vinculadas a un mismo antecedente (carta), ora mediante el adverbio (donde), ora mediante un pronombre (que/el cual):1 (1)
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A vuestra alteza suplico se le pregunte si es assi lo por mi referido, y si bio las dichas cartas donde se contenia lo susodicho (Documentos lingüísticos de la Nueva España, 1583).
Con respecto a estos relativos, a lo largo del capítulo se utiliza el término “adverbio” para referirse propiamente al adverbio relativo donde, mientras que la designación de “pronombre” o “forma pronominal” se aplica al pronombre relativo que/el cual precedido de la preposición en.
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(2)
Tres vezes e rezibido cartas vuestras en las cuales menbias amenzando con justizia especialmente en vna en que binieron vnas memorias de plata (Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ, 1587).
(3)
Mi querido hijo Manolo, Salud es lo que os deseo a todos acabo de recibir tu carta Fecha 4 del Pasado donde tantas cosas cuentas (Una familia y un océano de por medio, 1961).
(4)
Esta es para dar contestación a tu carta que se halla en mi poder con fecha 25 del corriente en la que veo que se hallan buenos de salud que es mi placer y satisfacción (As cartas do destino, 1958).
Estos ejemplos se hallan separados por cuatro siglos, y, como en el resto de estudios que componen la presente monografía, proceden de un corpus compuesto por textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa. A partir de los materiales que nos brinda este corpus, nuestro objetivo se cifra no solo en observar cuál ha sido el ritmo al que ha progresado el empleo de los nexos relativos, sino, más importante aún, comprobar qué ha ocurrido con la gramática de estas oraciones locativas entre comienzos del siglo y la primera mitad del siglo . Para ello utilizamos de nuevo tres estadios temporales suficientemente apartados entre sí —siglos , y —, cuyos datos se someten a sendos análisis multivariantes con el fin de comparar cómo ha evolucionado el uso de las variantes adverbiales y pronominales en cada periodo. Los resultados de este trabajo muestran una lenta progresión de estas últimas en detrimento de las adverbiales desde el primer español clásico a la actualidad, lo que no impide que los nexos adverbiales sigan manteniendo un importante protagonismo en esta área de la gramática como resultado de la persistencia de ciertos condicionantes estructurales, firmemente asentados a lo largo de la historia.
2. La alternancia entre donde y los pronombres relativos (que, cual) en la gramática 2.1. Problemas en la delimitación categorial de las subordinadas con donde En la tradición gramatical, encontramos diversidad de opiniones acerca del tratamiento de estas oraciones locativas encabezadas por el adverbio donde (no así, cuando el nexo es el pronombre que, unánimemente consideradas como subordinadas adjetivas). Así, autores como Rafael Seco (1967: 106), Manuel Seco (1986: 128, 196 y 201) o Gili Gaya (1970: 309 y 312) defienden la presencia o no del antecedente para su consideración como adjetivas o adverbiales. Otros,
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sin embargo, como Alcina y Blecua (1991 [1975]: 1114-1115) o Sánchez Márquez (1982: 253 y 257), basan su propuesta en la naturaleza sintáctica del antecedente: si este es un sustantivo, estamos ante una adjetiva; si, por el contrario, se trata de un adverbio, un complemento circunstancial o este antecedente se halla elidido, será adverbial. Por su parte, el Esbozo (RAE 1973: 537) se decanta por la naturaleza morfológica del nexo, de tal manera que si este es el adverbio donde se tratará de una subordinada circunstancial: “Si digo: Esta es la casa en que nací, expreso mi pensamiento con una oración de relativo; y si sustituyo en ella el complemento en que por el adverbio donde, y digo: Esta es la casa donde nací, enuncio una subordinada circunstancial”. Aun así, no faltan autores (cf. Cortés 1986: 11; Lope Blanch 1989: 82, 85; Rascón Peñas 2005: 249-250) que se inclinan por incluir entre las adjetivas todas las encabezadas por un antecedente, sea cual sea su naturaleza. Incluso, en los últimos tiempos, dada la problemática en torno a las subordinadas encabezadas no solo por donde, sino también por adonde, cuando o como, se ha extendido la denominación de relativas libres para aludir a las relativas sin antecedente explícito, pero que “puede ser identificado gracias a los rasgos léxicos que contiene el pronombre relativo” (Brucart 1999: 449, § 7.2.4.3.). Se trata de “grupos sintácticos (nominales o preposicionales) que incorporan léxicamente el significado de su antecedente, de forma que este denota personas, cosas, tiempos, lugares o modos” (RAE/ASALE 2009: 1595, § 22.7b). Como señala Brucart (1999: 450, § 7.2.4.3.), “en todos estos casos el contenido del antecedente está tan delimitado léxicamente que en la mayor parte de las ocasiones aparece elíptico, de modo que las relativas libres son el tipo de construcción más frecuente de los adverbios relativos”. Sea como sea, para nuestro objeto de estudio nos centramos exclusivamente en las subordinadas con antecedente —y no en todas, como veremos en el apartado 3—, ya que solo en ellas puede darse la alternancia entre el adverbio relativo donde y los pronombres que y cual precedidos de preposición.
2.2. Sintaxis y semántica de donde Según la Nueva gramática de la lengua española, donde se incluye en el grupo de los adverbios relativos del español (RAE/ASALE 2009: 1596, § 22.7e), caracterizados por contar con un antecedente (explícito o implícito) y por tener función sintáctica dentro de la oración en la que se enmarcan (RAE/ASALE 2009: 1596, §22.7d). Expresa locación (también acompañado de la preposición en), si bien incluye también en su significado todos los matices del movimiento, desde el origen hasta la meta, precedido de las correspondientes preposiciones
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(a, de, desde, hacia, hasta, para, por) (Brucart 1999: 508, § 7.5.6.1.). Asimismo, con este adverbio se pueden producir desplazamientos metafóricos a otros valores, como sentidos temporales (preferentemente en el habla popular y rústica, y más abundante en América2), causales con un antecedente proposicional, etc. (Brucart 1999: 509, § 7.5.6.1.), y de los que ya encontramos ejemplos en el español medieval (Elvira 2005). Por otro lado, dada su significación primordialmente locativa, donde exige un antecedente de semántica homogénea (Brucart 1999: 508, § 7.5.6.1.; Girón Alconchel 2006a: 1504, § 14.4.3.). Este puede ser un adverbio locativo, como allí y allá (RAE/ASALE 2009: 1599, § 22.8f), pero también un sustantivo o un pronombre que exprese “lugar, recinto o un objeto cualquiera acerca del cual se enuncia en la oración subordinada una relación semejante a la que simboliza la preposición en” (Fernández Ramírez 1987: 172).3 Al respecto, señala Elvira (2005) que en el español medieval el antecedente más frecuente era el sustantivo lugar, seguido de otros como comarca, campo, casa, palacio, ciudad, cueva, tierra, etc. Algunos de estos (casa, tierra) aparecen también como antecedentes favoritos de donde en el corpus del siglo manejado en este estudio (junto con otros como parte, puerto, provincia, pueblo o isla, entre otros). Sin embargo, otros como ciudad, cámara o molino, así como diversos términos náuticos (navío, nao, carabela, flota, barco) se combinan mayoritariamente con los pronombres, lo cual no quiere decir que no lo hagan también, aunque en menor medida, con el adverbio. Por último, la gramática académica (RAE/ASALE 2009: 1600, § 22.8j) puntualiza que el antecedente puede ser también un sustantivo cuyo significado originario no es de ‘lugar’, pero que, en su contexto, adquiere metafóricamente ese sentido locativo. Es el caso en nuestro corpus de nombres como carta, cédula, batalla, barril, engaño, etc.
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Se registran sentidos causales, consecutivos y condicionales de donde en zonas de América; incluso se documenta la construcción de donde para expresar ‘deducción’ o ‘consecuencia lógica’ (RAE/ASALE 2009: 1604). Por su parte, Alcina y Blecua (1991: 1117) recogen valores condicionales con la fórmula donde no y valores finales con el verbo subordinado en subjuntivo en el Quijote. En la misma línea, Pruñonosa-Tomás (1990: 77), junto a los deícticos adverbiales (aquí, allá, etc.), incluye como antecedente de estas relativas cualquier sustantivo o sintagma nominal o pronombre que contenga un sentido de lugar.
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2.3. Sobre la alternancia de donde con el pronombre relativo En la mayoría de los contextos reseñados, los gramáticos admiten la equivalencia de donde con el que o el cual (con sus variantes de género y número) precedidos de preposición. Sin embargo, en la Edad de Oro, el artículo tiene todavía muy poco protagonismo en las relativas oblicuas con el pronombre que (Girón Alconchel 2006a), de tal manera que las combinaciones mayoritarias son las de en que y no las de en el que (y sus variantes). En el Esbozo de la RAE se registra la posibilidad de la alternancia de donde con los pronombres relativos que y cual (RAE 1973: 533), opinión compartida por Alcina y Blecua (1991: 1114, § 8.3.5.5.). Ahora bien, como aclaran PruñonosaTomás (1990: 80) y Brucart (1999: 509, § 7.5.6.1.), esta conmutación es posible si el antecedente es de categoría nominal, mientras que si este es adverbial, tal alternancia no es viable. Por su parte, Girón Alconchel (2006a: 1550, § 14.5.3.1.) recuerda que el hecho de que donde incluya también el significado del artículo, favorece que “aparezca con frecuencia a lo largo de toda la historia del español alternando con que con antecedentes no locativos, incluso con nombres animados en una clara competencia con el que”. Sin embargo, la última gramática académica matiza que, cuando el antecedente es un sustantivo reinterpretado como nombre de lugar, o cuando este expresa acción, evento o situación,4 o señala algún punto o lapso temporal, el relativo más frecuente es que o cual (RAE/ASALE 2009: 16001601, § 22.8k, § 22.8l y § 22.8m). Pese a que en la mayor parte de los estudios sobre los relativos se habla de esta alternancia entre el relativo adverbial donde y las construcciones con los pronombres relativos que o cual, lo cierto es que apenas encontramos información sobre los contextos en que se dan preferentemente unas y otras. Una excepción, como recuerda González Díaz (2009: 28), es el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, de Rufino J. Cuervo (1886-1893), en el que se clasifican los antecedentes de donde5 y se ofrecen interesantes ejemplos del español antiguo. Como indicábamos al principio de estas páginas, algunos estudios recientes han venido a subsanar parcialmente esta laguna. Para unos, ambas construcciones, con adverbio y con pronombre, son equivalentes, ya que: i) los pronombres 4 5
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En este caso, en el español americano, hay una preferencia mayor por donde (RAE/ASALE 2009: 1601, § 22.8l). Antecedentes con significación de lugar, con significación menos patente de lugar, sin significación de lugar y antecedentes que refieren un concepto anterior.
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contienen el mismo valor locativo de donde, y ii) adverbio y pronombre, además de desempeñar la función sintáctica de complemento circunstancial de lugar, aparecen indistintamente en oraciones explicativas y especificativas (Cortés 1986: 16-17).6 Para otros, sin embargo, donde y que (cual) no significan lo mismo, especialmente en el español europeo (González Díaz 2006), si bien esta autora indica que ello no es tan así en el español venezolano, donde los usos de donde se extienden a otros que se consideran más propios del pronombre. Sea como sea, estos resultados tan dispares darían cuenta de diferencias diatópicas importantes entre unas variedades y otras del español. Del escaso empleo de donde en el español peninsular actual habla, por ejemplo, Rascón Peñas (2005) en su estudio sobre los relativos en una red social baezana, donde dice hallar muy pocos empleos del adverbio, lo que a su juicio se podría explicar por la naturaleza más ‘coloquial’ de los pronombres (Rascón Peñas 2005: 379) (en el mismo sentido, véase Fernández Ramírez 1987: 244). Más complejo es todavía seguir la pista a otros recuentos en los que las cifras de unos relativos y otros se dan de manera absoluta, por lo que es imposible determinar cuál es el empleo prioritario en aquellos contextos en los que hay verdaderamente variación. Así, Herrera Santana (1994-1995) indica que en el español de Santa Cruz de Tenerife los empleos de donde se restringen a apenas un 5,1% (N = 84), frente al abrumador 88% (N = 88%) de que. Y aunque posteriormente dedica un apartado a la alternancia entre ambos, y a la incidencia de diversos factores lingüísticos y extralingüísticos, no hay cifras sobre esta parcela específica, por lo que no es posible determinar cuáles son los límites de esa variación. Y lo mismo ocurre a propósito de otros datos estadísticos sobre la frecuencia de empleo de donde y que, como los del español de México, tanto en su variedad culta (7% / 88,5%; Palacios de Sámano 1983) como en la popular (7,4% / 90,2%; Mendoza 1984), o los del habla culta de Santiago de Chile (0,8% / 94,6%; Olguín 1980-1981). Más fiables resultan para nuestro objeto de estudio los aportados por Girón Alconchel (2006a: 1548). Este autor ofrece estos porcentajes para donde en las relativas oblicuas en los siguientes tres cortes temporales: (10%), (9%) y (8%). Como contrapartida, las frecuencias de las formas pronominales alternantes (preposición + pronombre) son las siguientes: (22%), (19%) y (18%). Como se ve, estas últimas superan claramente a las adverbiales desde el siglo hasta nuestros días. Sin embargo, no es esto lo que encontramos en nuestro corpus, donde la distribución es bien diferente (ver § 5). Y aunque no es descartable que en ello
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Pese a ello, Cortés (1986: 18) advierte que donde no suele ir con antecedentes cuyos significados no sean de lugares prototípicos.
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ha podido influir la inclusión en ese trabajo de algunas alternancias adicionales a las contempladas en estas páginas,7 sospechamos que la razón principal estriba en otro hecho: la insuficiente delimitación del contexto variable impide hacer justicia a las comparaciones (§ 3).
3. Definición del contexto variable La delimitación precisa del contexto variable en que tiene lugar realmente la variación8 nos obliga a especificar con detalle cuáles son las esferas sintácticosemánticas en las que esta se desarrolla, descartando así otros contextos en los que, o bien es inexistente o resulta muy limitada.
3.1. Exclusiones Como es lógico, del análisis se han excluido los ejemplos en los que el relativo carece de un antecedente explícito, situación en la cual la variante que encontramos es únicamente el adverbio: (5)
[...] se an ydo por otras tierras a proueer a su hambre, han quedado poca mas jente de los principales q dizen q quieren morir donde sus padres murieron (Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ, 1570).
Por lo tanto, nuestra investigación se centra únicamente en las subordinadas de relativo locativas con un antecedente explícito. Sin embargo, se excluyen los casos en los que este pertenece a la categoría adverbial, puesto que los datos revelan que donde es exclusivamente el relativo seleccionado: (6)
7
8
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[...] Para esto era preciso comprar y bender allí o fuera, donde más conbenía sin omitir diligencia ni trabajo que de facto se hizo aquel poco tiempo de la paz y logramos desempeñarnos (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika, 1766).
Frente a nuestro estudio, restringido a los contenidos de ‘lugar en donde’, y en los que, por consiguiente, la variación se limita a las variantes donde y los pronombres que y cual precedidos por la preposición en, en estos trabajos se contemplan otras ideas locativas (dirección, meta...), y, por tanto, son también otras las preposiciones (a, por, con, de...) las que pueden acompañar a los pronombres (y al propio adverbio). Sobre esta cuestión, decisiva para el análisis cabal de la variación y el cambio lingüístico, véase lo dicho anteriormente en el capítulo 1, § 2.1).
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Capítulo 4
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Asimismo, cuando el elemento nuclear del antecedente es un nombre propio, la variación apenas es susceptible: la mayor frecuencia de donde con los topónimos, en palabras de Pruñonosa-Tomás (1990: 86), se debe a que en él prevalece la concepción de lugar por encima de la de género y número. De este modo, en el corpus examinado del siglo , tan solo hallamos cuatro ejemplos de uso de pronombres de relativo con un nombre propio como antecedente y, de estos, tan solo uno —el de (7)— es propiamente tal, ya que los otros están basados en procesos de complementación a partir de un nombre común, del tipo ejemplificado en (8). Únicamente en el siglo la cifra de nombres propios como antecedente aumenta, si bien esta se limita a solo tres ocurrencias, una de las cuales vemos en (9). A la vista de estas restricciones, decidimos no incluir tampoco estos antecedentes en el análisis. (7)
[...] arribaron unos a España, otros a las yslas, otras a Beruexía y el que yo yba dio a Portugal al Algarue en que nos perdimos y salimos a nado todos menos dos que se nos aogaron (Vida y fortuna del inmigrante navarro, 1556).
(8)
Darse a petición en el Consejo Real de Yndias en que se pida que por quanto en el pueblo de Tepespa y sujetos ay muchas tierras baldías que jamás se han labrado (Desde la otra orilla, 1566).
(9)
Cataluña, en la que junto a la corriente de opinión que representa l’Esquerra, corre la que representa la Lliga (Catalanófilo de Madrid, 1932).
Por último, se han descartado aquellas ocurrencias en las que el significado de la subordinada relativa no es propiamente el de ‘lugar en donde’, y en las que, a través de un mecanismo metafórico, se imponen de forma preferente otros sentidos de tipo modal, temporal, causal, condicional, etc., como se ha observado en el apartado anterior (§ 2.2.). Los ejemplos de (10) y (11) son una buena representación de estos valores con las formas pronominales. Esta vez es la variante adverbial la que ofrece mayores limitaciones, pues, aunque se han advertido desplazamientos metafóricos de donde hacia estos significados ya desde el español medieval (Elvira 2005; Herrero Ruiz de Loizaga 2005),9 estos casos son muy restringidos y de ellos apenas encontramos manifestaciones en el corpus:
9
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En efecto, con el adverbio donde se han documentado desplazamientos metafóricos a otros valores, como sentidos temporales (preferentemente en el habla popular y rústica, y más abundante en América), causales, consecutivos y condicionales, etc. (Brucart 1999: 509, § 7.5.6.1; Herrero Ruiz de Loizaga 2005: 212; RAE/ASALE 2009: 1604).
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(10)
[...] viniesen a presentar aquí ante mi XLIX lanças de los acostamientos desa çibdad, y es pasado el término, y días más en que avían de ser presentados y no son venidos (Epistolario del conde de Tendilla, 1504).
(11)
[...] al cabo de ocho días nos volvieron los contrarios vientos a poner cuarenta leguas de Cádiz con esta novedad; empezamos a navegar de nuevo ¿quién viera las apuraciones en que todos estábamos? (Vivir y morir en México, 1748).
3.2. Codificación Para el análisis cuantitativo, todas las variantes pronominales (en el que, en que, en el cual) se agrupan en una misma categoría y se oponen a las formas adverbiales (donde). Dado que nos interesa, sobre todo, ver la evolución favorable a las formas pronominales en detrimento de las adverbiales a lo largo del tiempo, consideramos las primeras como la variante de referencia (application value) en el presente estudio, y sobre ellas concentramos una atención preferente en el análisis de los resultados. Las ocurrencias finalmente seleccionadas se codifican de acuerdo con diversos factores lingüísticos y extralingüísticos, que representan otras tantas hipótesis acerca de la potencial influencia de los correspondientes contextos en la realización de la variable.10 Con respecto a los factores lingüísticos, hemos incluido tanto aquellos avalados por la bibliografía especializada como otros que, pese a no haber sido considerados hasta el momento, pensamos que podrían aportar datos relevantes para la investigación. Todos ellos se clasifican en dos grandes grupos, en virtud de dos parámetros: el antecedente, de un lado, y la oración de relativo, de otro. En lo que concierne al antecedente, se recogen los siguientes factores:11 • • • •
10 11
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Lema del antecedente Semántica: Lugar 1 / Lugar 2 / Otros Distancia al relativo: Próximos / Lejanos Función: Complemento circunstancial / Otras
Sin embargo, por coherencia expositiva con el resto de capítulos que conforman este bloque temático en la monografía, en el análisis de los resultados tan solo nos ocuparemos de la incidencia mostrada por los factores lingüísticos. Los factores seleccionados como significativos se explican y ejemplifican pormenorizadamente en el apartado de análisis de los datos (§ 5).
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• • • • • •
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Tipo de sintagma: Adyacente N. propio / Resto Categoría: Nominal / Otras Grado de determinación: Definido / Indefinido / No determinado Género: Masculino / Femenino Número: Singular / Plural Paralelismo estructural (priming effect): o presencia en el antecedente de: 1) artículo (sí / no); 2) preposición en (sí / no) o presencia en el contexto previo (25 palabras) de: 1) donde (sí / no); 2) que-cual (sí / no)
Por su parte, los factores que se refieren a la oración relativa son los que se presentan a continuación: • Tiempo/modo del verbo: Diferentes paradigmas de la conjugación • Grado de correferencialidad de los sujetos de la relativa y de la oración regente: Correferenciales / No correferenciales • Modalidad oracional: Enunciativas afirmativas / Enunciativas negativas / Otras • Grado de impersonalidad: Impersonales y pasivas / Resto • Sintaxis de la oración regente: Compuesta / Simple • Tipo sintáctico-semántico de relativa: Explicativa / Especificativa Finalmente, hemos atendido también al año en que se escribieron los textos, así como a la identidad de los escritores. De todos estos factores, el eje temporal (año) es un factor continuo, mientras que el lema del antecedente y la identidad de los escritores figuran como factores aleatorios en el análisis de regresión logística de efectos mixtos (véase § 4, a continuación). Todos los demás son factores categóricos, desde el momento en que las elecciones se producen entre categorías prefijadas, que cubren todo un ámbito referencial (masculino/femenino, singular/plural, etc.).
4. Corpus y metodología El corpus para el presente estudio está integrado por más de tres millones de palabras, escritas por 2644 individuos diferentes. La distribución por siglos se resume en la tabla 1.
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Siglo
TOTAL
Nº palabras 1 083 034 1 242 588 1 037 849 3 363 471
Nº escritores 889 1345 410 2644
Tabla 1: Dimensiones del corpus y número de escritores representados por siglos
Para dar cuenta del modo en que han actuado la variación y el cambio lingüístico en la esfera de las relativas de lugar a lo largo de la historia, llevamos a cabo tres análisis multivariantes independientes, uno por cada siglo, con el fin de evaluar el modo en que los factores reseñados han condicionado la variación en cada periodo. Para ello utilizamos esta vez el programa de regresión logística de efectos mixtos Rbrul (Johnson 2009), con el que obtenemos una relación de factores seleccionados como significativos, así como las potenciales interacciones entre sí. Además, Rbrul permite agrupar los resultados según factores individuales aleatorios, como, en este caso, el escritor o los antecedentes con que se relacionan los relativos. Además de la comparación de frecuencias y porcentajes, en el análisis de los resultados nos valemos de cuatro medios de prueba: a) la relación de factores seleccionados y no seleccionados por el modelo estadístico de regresión logística; b) la relevancia explicativa de cada factor, obtenida a través del rango correspondiente; c) la significación estadística de los diferentes contextos dentro de cada factor, medida a través de los correspondientes pesos probabilísticos o valores P.; y d) la jerarquía explicativa, o dirección del efecto, que va desde el entorno más favorecedor de una variante al más desfavorecedor (para más detalles sobre el programa, véase el capítulo 1, § 3.3).
5. Resultados y análisis Tras la delimitación del contexto variable y las exclusiones correspondientes (§ 3.1.), encontramos 2495 ocurrencias de la variable lingüística, cuya distribución por siglos aparece a continuación en la tabla 2:
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Variantes Adverbio (donde) Pronombres (que) (el que) (el cual) Total
s. N 533 336 (259) (3) (74) 869
% 62 38 (27,7) (0,3) (8)
s. N 588 444 (313) (112) (19) 944
% 53 47 (33) (12) (2)
s. N 321 361 (143) (153) (65) 682
% 47 53 (21) (22) (9)
Tabla 2: Distribución de los relativos por siglos
Como puede observarse, en el transcurso de los cuatro siglos que median entre los límites temporales del estudio, las formas pronominales han ganado terreno en detrimento de las adverbiales. Con todo, este avance puede caracterizarse como moderado, ya que del 38% en el siglo , pasamos a un 47% dos centurias más tarde, y a un 53% a mediados del . Este lento avance puede advertirse de manera más gráfica por medio de la siguiente figura, donde se aprecia cómo a mediados de la centuria pasada esta esfera de la sintaxis era todavía objeto de una notable disputa entre las variantes pronominales y adverbiales.
Gráfico 1: Evolución de la variable lingüística entre los siglos
y
(%)
Al mismo tiempo, la tabla 2 da cuenta de la evolución cambiante en el seno de las formas pronominales entre el relativo compuesto el cual —opción siempre minoritaria (especialmente en el siglo )— y las variantes con el pronombre que. Por otro lado, en el seno de estas últimas se aprecia una nítida progresión
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ascendente de las formas con artículo (en el que) en detrimento de aquellas que no lo llevan (en que), al menos desde el siglo —para este otro fenómeno de variación en el seno de las formas que, véanse Girón Alconchel (2006a) y capítulo 5—. Hasta aquí la parte más aparente (y superficial) del cambio. Pero ¿qué ocurre en el seno de la gramática? Para dar respuesta a este interrogante hemos llevado a cabo tres análisis independientes de regla variable, uno por cada centuria, con el fin de comparar cómo ha evolucionado el contexto variable en cada periodo y averiguar así cuáles son los puntos del sistema por los que ha discurrido este cambio a lo largo de la historia. En lo que sigue, presentamos un resumen de los principales resultados, desglosados por siglos.
5.1. Siglo ਘਖਉ La tabla 3 muestra los resultados del análisis multivariante llevado a cabo con los datos del siglo . Junto a los factores estructurales seleccionados como significativos por el análisis de regresión logística, figuran también otros que no lo han sido en esta centuria, pero sí en las posteriores, lo que nos permite evaluar tendencias evolutivas en el eje temporal. En lo que sigue examinamos con detenimiento cada uno de los factores condicionantes, así como el modo en que se han codificado en la presente investigación mediante algunos ejemplos representativos.
5.1.1. Semántica del antecedente Inicialmente, partimos de la hipótesis de que la idea de locación estará más íntimamente asociada al adverbio de lugar donde que a las formas pronominales que o el cual. Para evaluar esta idea, en la codificación de este factor distinguimos entre antecedentes cuya semántica es nítidamente locativa y aquellos otros en los que tal sentido vendría derivado, en todo caso, mediante un mecanismo de desplazamiento metafórico (Brucart 1999: 509). Este es el caso, por ejemplo, del sustantivo provisión en el ejemplo (14).12 Por otro lado, entre los primeros deseamos evaluar la potencial diferencia entre antecedentes cuya esencia locativa muestra algunas particularidades. Así, ejemplos como los de (12) dan cuenta de 12
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Por limitaciones de espacio, en lo que sigue tan solo ejemplificamos la variante de referencia. Ni que decir tiene que los mismos ejemplos pueden hallarse en todos los contextos aquí considerados con la variante adverbial.
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Total N
%
P. Antecedente
P. Escritor
373
10
.14
.21
Semántica (antecedente) Lugar 1 Lugar 2
216
44
.53
.53
Otros
280
72
.77
.84
63
63
Rango Función (antecedente) CC
481
18
.29
.21
Otras
388
65
.70
.79
41
58
Rango Priming (que, cual) Ausencia
591
33
.35
.31
Presencia
278
50
.65
.68
30
37
Rango Sintaxis cláusula regente Oración compuesta
685
32
.36
.30
Oración simple
184
61
.64
.70
28
40
Rango Priming (donde) Ausencia
817
40
.64
.65
Presencia
52
19
.36
.33
28
32
Rango Categoría (antecedente) Nominal
813
36
.33
.30
Otras
56
75
.66
.70
33
40
Rango Grado de impersonalidad Impersonales y pasivas
113
36
-
-
Resto
756
39
-
-
Correferenciales
247
36
-
-
No correferenciales
622
39
-
-
Correferencialidad
Con variable aleatoria (antecedente): Input: .38. Desviación: -332.068. AIC (=Akaike’s Information Criterion): 684.136. Con variable aleatoria (escritor): Input: .38. Desviación: -346.104 AIC (=Akaike’s Information Criterion): 708.208. Tabla 3: Contribución de los factores lingüísticos a la probabilidad de selección de las formas pronominales en relativas de lugar durante el siglo (análisis de regresión logística mediante Rbrul)
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referentes más prototípicamente locativos, como los que aluden a ciudades (Santander, Buenos Aires), países (España, México), accidentes geográficos (monte, río), lugares al aire libre (balsa, cuesta), etc. (en la codificación: Lugar 1). Por su parte, los similares a (13) (Lugar 2) pueden interpretarse también a menudo como ubicaciones, pero de una manera menos prototípica. A diferencia de los anteriores, estos apuntan a edificios (cabaña, cuadra) y construcciones en general (navío, almacén), realizadas por el hombre, y generalmente cubiertas, en contraste con los sustantivos del grupo anterior: (12)
[...] su yntento esquilmarla a Costa de los probes yndios y que benga a parar en despoblarse como la ysla de la mona en la qual benjendo a esta gobernaçion estube y bide (Documentos para la historia del español de Venezuela, 1538).
(13)
Estando alli llegó al puerto otra nao que benja de tierra firme en la qual benjan çiertos pasajeros del Peru (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika, 1534).
(14)
Y mandó pregonar una provision de su magestad en que mandava que todos diesen favor y ayuda a Luys Ponce de Leon y se ayuntasen con él (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika, 1526).
Tras el análisis empírico, la hipótesis se confirma, mostrando de paso una clara gradación: las soluciones pronominales son claramente mayoritarias con los antecedentes no locativos (Otros) (72%; .77), frente a la mayor escasez de estas entre los locativos. Así y todo, dentro de estos se aprecia una notable diferencia, siendo las variantes pronominales especialmente reacias a la combinación con los lugares más prototípicos (Lugar 1) (10%; .14). Por su parte, el segundo grupo de antecedentes locativos (Lugar 2) ocupa una posición intermedia (44%; .53), cercana a la neutralidad.13
5.1.2. Función del antecedente Al igual que en el factor anterior, en este caso partimos de la hipótesis de que pronombres y adverbios aparecerán distribuidos de manera desigual cuando el antecedente realice funciones sintácticas diferentes en el seno de su oración. Así,
13
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Por razones expositivas, a partir de aquí ofrecemos en el análisis tan solo los valores P. obtenidos cuando el Antecedente se ha tomado como variable aleatoria. Únicamente haremos referencia a los pesos explicativos de la variable Escritores cuando sea necesario para completar el perfil de algún factor concreto.
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los adverbios se verán especialmente favorecidos en funciones como el complemento circunstancial (CC), una de las más frecuentes entre las relativas y que aparece ejemplificada a continuación en (15). Por el contrario, los pronombres encontrarán un mejor acomodo entre las funciones no circunstanciales (Otras), como la ilustrada en (16), donde el antecedente del pronombre que desempeña la función de complemento del nombre: (15)
[...] y asi no falta p[ar]a q sea cumplido lo de arriba sino v[er] en esta casa a bas mds en la qual tengo ya trazado la viuienda de bas mds y mia (Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ, 1589).
(16)
[...] tendre todo apersibi miento caza de juan de villaseca i otros amigos que yo alli tengo y tanbien pagare el flete del navio en que vinieren (Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ, 1592).
De nuevo la hipótesis se confirma: las variantes pronominales son especialmente reluctantes a los contextos circunstanciales (18%; .29), al tiempo que aparecen de forma mucho más nítida cuando el antecedente desempeña otras funciones (65%; .70).
5.1.3. Categoría del antecedente Como se advierte en la tabla 3, en el siglo las variantes pronominales tienen uno de sus locus más privilegiados en aquellos entornos sintácticos en los que el antecedente es ocupado por una categoría diferente del sustantivo, ya se trate de un adjetivo (sustantivado) (la favorecida), ya de un pronombre que hace las veces de núcleo del correspondiente sintagma, como en (17). Estos contextos representan una proporción claramente minoritaria en el corpus (N = 56), frente a los casos, mucho más frecuentes y ejemplificados en (18), en los que el sustantivo se convierte en el antecedente del relativo (N = 813):
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(17)
[...] el qual va çierto e conçertado con el dicho oreginal e va escripto enestas quatro hojas de papel con esta en que va mi sygno (Cartas del Caribe, 1519).
(18)
[...] yréys por la costa de la ysla de yucatan santa maria de los Remedios en la qual estan en poder de çiertos caçiques prinçipales della seys christianos (Cartas del Caribe, 1519).
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5.1.4. Priming Confirmando la teoría del priming estructural, según la cual los hablantes tienden a reciclar el material lingüístico que han usado previamente (Pereira-Scherre y Naro 1992; Labov 1994), en el siglo comprobamos cómo las variantes pronominales se ven especialmente desalentadas cuando en el contexto anterior aparece la variante alternativa (donde) (19%; .36), como sucede en (19).14 Aunque se trata de nuevo de un entorno particularmente limitado en el corpus (apenas 52 casos), su relevancia es suficientemente robusta como para ser seleccionado como factor explicativo independiente por el análisis de regresión: (19)
[...] en Portugal donde nos perdimos que un sauado a media noche a pidir tierra dos oras antes del día nos echó la mar en tierra en que nos aliamos al romper del día a seys braças y como bio el piloto que no teníamos remedio no hizo sino tomar su caxa (Vida y fortuna del emigrante navarro, 1556).
Como contrapartida, se aprecia un efecto asimilatorio (50%; .65) cuando son las formas que o cual las que surgen en ese contexto previo, especialmente cuando viene a ser toda la secuencia completa (incluida la preposición) la que se repite, como en el siguiente caso: (20)
[...] ansy mysmo sabe que fue a otra entrada con el general felipe de huten en la qual tardo al pie de çinco años poco mas o menos en la qual dicha entrada quel dicho felipe de vten hizo se descubrieron mas de seteçientas leguas (Documentos para la historia del español de Venezuela, 1551).
5.1.5. Sintaxis de la cláusula regente Quizá como reacción a la complejidad sintáctica y a la pesantez creadas cuando una oración subordinada se incrusta a su vez en otra oración compuesta, las variantes pronominales parecen más reacias a aparecer en estos contextos sintácticos, de los que (21) es un ejemplo representativo. Dado que el recuento inicial de frecuencias no arroja diferencias significativas entre los entornos coordinados y subordinados, en el análisis de regresión ambos se consideran conjuntamente. Por el contrario, tales formas surgen significativamente más cuando la oración de la que depende la relativa es una oración simple, no dependiente o asociada a ninguna otra, como en (22):
14
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Para los criterios seguidos en la codificación de este factor, véase anteriormente el capítulo 3, § 4.2.6.
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(21)
[...] caualleros y escuderos que con él están, hizieron saber que los aposentastes en posadas yermas donde no tyene ropa ninguna en que duerman (Epistolario del conde de Tendilla, 1504).
(22)
Muy noble señor: En el mes de setiembre pasado escrevi a vuestra merged en una nao de un San Juan Vizcaino en la qual le envie vna nueva capitulaçion de mas bienes que doto al colegio y hospital... (Cartas privadas de Hernando Gorjón, 1542).
5.1.6. Algunas interacciones: tipo de sintagma y distancia al antecedente Como se recordará, del contexto variable en que se inserta la variación eliminamos aquellos casos en los que el núcleo del sintagma nominal que actúa como antecedente es un nombre propio, porque en ellos la solución adverbial es prácticamente categórica. Ahora bien, un análisis preliminar de los datos nos alertó acerca de la potencial influencia de algunos nombres propios que actúan como complementos preposicionales del sustantivo común, del tipo ejemplificado en (23): (23)
[...] muger del senor thesº juº rodriguez mi padrino y sobre la desbentura del asola mº de las çiudades de archidona y auila en que fueron muertos todos los xptianos dellas por los yndios de aquella tierra (Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ, 1580).
La hipótesis de partida es que estos nombres propios deberían desalentar las formas pronominales del relativo y favorecer en la misma media la presencia del relativo adverbial donde; hipótesis que un análisis preliminar parecía confirmar. Sin embargo, un estudio más detenido revela que tal influencia tan solo se manifiesta entre los nombres de lugar (Común + Propio: 6% vs. Común: 68%), pero no entre los no locativos (del tipo carta, entierro, guerra...), donde las proporciones llegan incluso a invertirse (Común + Propio: 81% vs. Común: 71%). La razón de este comportamiento tan irregular estriba en la diferente naturaleza de los nombres propios que actúan mayoritariamente como complemento en cada caso. Por un lado, la mayor parte de los complementos de antecedentes locativos son topónimos (la ciudad de Valencia, la provincia de Burgos...), y estos, en efecto, parecen contribuir a desfavorecer aún más la ya de por sí rara presencia de los pronombres con nombres de lugar, hasta alcanzar una de las frecuencias más bajas del conjunto (apenas un 6%). Por el contrario, los nombres propios que acompañan a los sustantivos no locativos incluyen mayoritariamente antropónimos (la carta de Gómez Díaz, el entierro de Pedro...), y estos no
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solo no disminuyen las frecuencias de los pronombres, sino que, en los pocos casos en que aparecen en el corpus (N = 31), la presencia de estos últimos aumenta exponencialmente (81%). En el mismo sentido cabe hablar de la influencia ejercida en esta centuria por la distancia a la que se sitúa el antecedente con respecto al relativo. Aunque, inicialmente, los casos de adyacencia parecen desalentar las formas pronominales y favorecer en la misma medida las adverbiales, lo cierto es que tal influencia tan solo opera esta vez entre los nombres no locativos (Otros). En efecto, en el seno de estos, las variantes pronominales se disparan literalmente cuando el antecedente se halla alejado del relativo (86%), como en (24): (24)
[...] no pude dejar de escribiros aunq entiendo aueis de auer reçibido las otras q os he escrito por la via de çiudad real en las quales os auisso muy largo de todo (Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ, 1595).
Por el contrario, la presencia del pronombre no se ve afectada en ninguno de los dos contextos locativos (Lugar 1 y Lugar 2) por este factor, siendo en ambos claramente inhibidora (22% en ambos contextos) y favorecedora de la variante alternativa, donde.
5.2. Siglo ਘਖਉਉਉ Como revela la tabla 4, pese al incremento en la frecuencia de empleo de las variantes pronominales con respecto al siglo (47% vs. 38%), la gramática subyacente muestra en el una notable continuidad. La mayoría de los factores seleccionados dos siglos atrás vuelven a hacerlo ahora, y, además, con la misma dirección explicativa. Con todo, se aprecian algunas diferencias dignas de mención, tanto en el peso (valores P.) de algunos factores, como en la desaparición de otros, que en el primer español moderno pierden ya su significación. Ahora bien, aun en estos casos, las diferencias frecuenciales siguen apuntando en la misma dirección que antaño.
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Total N
%
P. (Antecedente)
P. (Escritor)
Lugar 1
270
15
.30
.22
Lugar 2
270
35
.47
.44
Otros
404
76
.72
.82
42
60
Semántica (antecedente)
Rango Función (antecedente) CC
456
21
.30
.23
Otras
488
71
.69
.76
39
53
Rango Priming (que, cual) Ausencia
642
45
.42
.44
Presencia
302
51
.57
.56
15
12
Rango Sintaxis cláusula regente Compuesta
622
39
.42
.39
Simple
322
63
.57
.61
15
22
Rango Priming (donde) Ausencia
904
48
.66
-
Presencia
40
17
.34
-
Rango
32
Categoría (antecedente) Nominal
816
43
.41
-
Otras
128
69
.58
-
Rango
17
Grado de impersonalidad Impersonales y pasivas
94
52
-
-
Resto
850
46
-
-
Correferenciales
276
40
-
-
No correferenciales
668
50
-
-
Correferencialidad
Con variable aleatoria (antecedente): Input: .47. Desviación: -439.744 AIC (=Akaike’s Information Criterion): 901.487. Con variable aleatoria (escritor): Input: .47. Desviación: -429.506 AIC (=Akaike’s Information Criterion): 877.011. Tabla 4: Contribución de los factores lingüísticos a la probabilidad de selección de las formas pronominales en relativas de lugar en el siglo (análisis de regresión logística mediante Rbrul)
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5.2.1. Semántica del antecedente Este factor continúa siendo seleccionado como el más relevante de todos los estructurales y con la misma dirección explicativa que en el siglo : los antecedentes que más favorecen las variantes pronominales son los de naturaleza no locativa (76%; .72).15 Por el contrario, los antecedentes locativos las inhiben claramente, y benefician en igual medida las variantes adverbiales. Al mismo tiempo, entre estos hay de nuevo una nítida gradación entre los lugares más (Lugar 1: 15%; .30) y menos prototípicos (Lugar 2: 35%; .47), de manera que, al igual que ya ocurriera en el , son los primeros los más reticentes a su combinación con los pronombres. Ahora bien, obsérvese cómo, en relación con el español clásico, la horquilla entre los dos contextos locativos se ha estrechado considerablemente, sobre todo porque los antecedentes más prototípicamente locativos no muestran ya el mismo rechazo a los pronombres (.30) que en el pasado (.14). Por el contrario, la significación positiva de los antecedentes no locativos sigue manteniéndose en niveles muy elevados.
5.2.2. Función del antecedente Nos encontramos nuevamente ante uno de los factores más explicativos de todos los considerados en el análisis. Además, tanto la dirección explicativa como el grado de significación de los dos contextos examinados apuntan en la misma dirección que dos siglos antes. De este modo, en la tabla 4 observamos cómo la función de complemento circunstancial vuelve a ser la más desfavorable para las variantes pronominales (21%; .30), a diferencia de las demás funciones, mucho más propicias a su aparición en el discurso (71%; .69).
5.2.3. Categoría del antecedente Aunque minoritarios en el corpus (si bien no tanto como en el siglo ;N= 128), las variantes que y cual vuelven a combinar especialmente bien con los antecedentes no nominales (69%; .58), en mayor medida que con los antecedentes nominales (43%; .41). Sin embargo, conviene destacar un nuevo estrechamiento entre esas cifras, frente a lo que mostraban los mismos datos en el siglo : en el
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Por razones de espacio, obviamos la ejemplificación de unos factores cuya delimitación quedó ya suficientemente ilustrada en la sección dedicada al siglo . En lo que sigue, tan solo incluiremos ejemplos de aquellos factores que se sumen a la nómina ya reseñada.
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Capítulo 4
ni los contextos nominales son tan inhibidores de la presencia del pronombre (s. .33), ni el valor de los contextos no nominales es tan decididamente favorable a estos (s. .66). A ello hay que añadir otro dato relevante: el factor no es seleccionado como significativo cuando la variable aleatoria que se toma en consideración es la identidad de los escritores y no el lema del antecedente. Todo ello habla de una pérdida de poder explicativo de este factor en los dos momentos históricos tomados hasta ahora como referencia.
5.2.4. Priming Continúa el efecto negativo ocasionado por la presencia de donde en el contexto previo (17%; .34), que ya figuraba como un elemento condicionante en el primer español clásico. Sin embargo, el factor pierde consistencia, pues solo es seleccionado cuando se toma el antecedente como factor aleatorio. También ahora el influjo desfavorecedor de donde se compensa con el efecto positivo ejercido por la presencia de otro que (o cual) en el entorno inmediatamente anterior. Y, al igual que sucedía en el siglo , esta influencia se intensifica en los ejemplos en que se repite la secuencia entera —en (el) que, en el cual—, como en el siguiente fragmento: (25)
[...] el corvetaje es un otabo por ciento y que en esto puede aber algunas letras que padescan en que no las haceten, y el efecto en que he recebido los dos mil ducientos doblones son como espresa la memoria (Vida y fortuna del emigrante navarro, 1708).
5.2.5. Sintaxis de la cláusula regente Como ya sucediera en el siglo , los pronombres se ven propiciados en el seno de oraciones regentes que a su vez no dependen ni están asociadas a ninguna otra (63%; .57). Por el contrario, su presencia disminuye considerablemente en los casos de incrustación de la relativa en otras cláusulas (39%; .42). Ahora bien, también aquí se aprecia un debilitamiento del factor: los contextos no son ya ni tan favorecedores (.57 vs. .64), ni tan inhibidores (.42 vs. .36) como en el .
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5.2.6. Otros Por último, cabe señalar que ni la distancia del antecedente al relativo, ni el tipo de complementación, cuya relevancia advertíamos en interacción con otros factores en el español clásico (ver §5.1.6), tiene ya poder explicativo alguno en la presente centuria.
5.3. Siglo ਘਘ En la primera mitad del siglo , algunos factores muestran señales de gran fortaleza y siguen condicionando sobremanera la variación y, por ende, las posibilidades de cambio. Sin embargo, algunas cosas empiezan a cambiar significativamente. Al convertirse ya la variante pronominal en mayoritaria, y avanzar en prácticamente todos los contextos considerados —como revela la comparación de frecuencias entre la tabla 5 y las de siglos anteriores—, la variable adquiere nuevos condicionantes, no operativos hasta el momento (al menos no con la suficiente robustez), al mismo tiempo que otros desaparecen o pierden fuerza. De todo ello damos cuenta en los siguientes epígrafes.
5.3.1. Antiguos factores significativos Los mismos factores que operaron significativamente en el pasado lo hacen también ahora, con la excepción del priming de donde, que abandona el umbral de significación, si bien la escasa representación muestral de este contexto ha podido influir en los resultados. A esto se añade el hecho de que en todos los contextos se aprecia la misma dirección explicativa advertida en los últimos cuatro siglos. De este modo, sigue habiendo una inclinación muy destacada por el empleo de los pronombres cuando su antecedente es un sustantivo semánticamente no locativo (Otros) (80%; .80), frente a los locativos, mayormente inclinados a la combinación con donde. Este adverbio se asocia asimismo de forma preferente con las funciones circunstanciales del antecedente, a diferencia de las demás, que lo hacen con las variantes pronominales (66%; .58). Del mismo modo que en el pasado, estas últimas aparecen más frecuentemente en las oraciones simples, o en aquellas que no dependen o se asocian con otras (57%; .59). Por el contrario, las oraciones compuestas continúan siendo un terreno menos atractivo para ellas (49%; .41). Y lo mismo sucede con el factor categorial: los antecedentes no nominales, aparecen mucho más con los pronombres (82%; .61) que con los adverbios. Por último, la presencia de otras formas que (o cual) en el contexto previo continúa atrayendo a las variantes pronominales, tal como lo hacía ya hace cuatro siglos (62%; .57).
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Semántica Lugar 1 Lugar 2 Otros Rango Función CC Otras Rango Priming (que, cual) Ausencia Presencia Rango Sintaxis cláusula regente Compuesta Simple Rango Priming (donde) Ausencia Presencia Categoría Nominal Otras Grado de impersonalidad Impersonales y pasivas Resto Correferencialidad Correferenciales No correferenciales
P. (Antecedente)
P. (Escritor)
22 25 80
.29 .37 .80 51
.24 .32 .87 63
252 430
31 66
.42 .58 16
.41 .59 18
500 182
49 62
.43 .57 14
.39 .61 22
335 347
49 57
-
.41 .59 18
656 26
54 30
-
-
620 62
50 82
95 587
43 54
144 538
42 56
.39 .61 28 .42 .58 16 .43 .58
22 .39 .61 22 .42 .58
Total N
%
160 167 355
Con variable aleatoria (antecedente): Input: .53. Desviación: 329.124 AIC (=Akaike’s Information Criterion): 676.249. Con variable aleatoria (escritor): Input: .53. Desviación: 307.745 AIC (=Akaike’s Information Criterion): 635.49. Tabla 5: Contribución de los factores lingüísticos a la probabilidad de selección de las formas pronominales en relativas de lugar en el siglo xx (análisis de regresión logística mediante Rbrul)
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Pese a lo anterior, algunos de esos factores pierden fuerza explicativa. Así, la sintaxis de la cláusula regente y la categoría del antecedente tan solo resultan significativos con una de las variables aleatorias, frente a lo que sucede con los condicionantes más robustos. A ello hay que añadir algunos ascensos y descensos reveladores en el seno de ciertos valores probabilísticos, que estrechan la horquilla entre los contextos más y menos favorecedores. Es el caso de la función del antecedente, uno de los condicionantes más potentes a lo largo de la historia. Así, la relevancia de las funciones no circunstanciales a favor de las variantes pronominales claramente desciende en los más de cuatro siglos que median entre los extremos del presente estudio: s. : .79; s. : .76; s. : .59. Como contrapartida, las tradicionalmente desfavorecedoras funciones circunstanciales cada vez lo son menos, como revela el aumento de los valores probabilísticos en los tres periodos considerados: s. : .21; s. : .23; s. .41. La conclusión parece obvia: el factor sigue siendo un importante condicionante estructural en el , pero en considerable menor medida que en las centurias previas. El único factor que se mantiene con la misma rotundidad de antaño es la semántica del antecedente, aunque también aquí encontramos una diferencia destacada con respecto a los siglos previos. De hecho, la brecha entre los contextos más (Lugar 1) y menos prototípicamente locativos (Lugar 2), que hemos advertido en todos los periodos, se estrecha ahora notablemente: apenas un 3% en el , frente a un 34% en el y un 20% en el . En suma, en el siglo , la distinción fundamental se establece entre los antecedentes no locativos y los locativos, con independencia del grado de prototipicidad de estos.
5.3.2. Nuevos factores explicativos Como hemos apuntado más arriba, la principal novedad aportada por el siglo en este largo proceso de cambio lingüístico es la entrada en la gramática subyacente de algunos factores no seleccionados en el pasado como significativos, y que ahora, cuando el protagonismo de las variantes pronominales ha crecido, surgen como nuevos condicionantes de la variación. Por otro lado, y a diferencia también del pasado, ese avance de las formas pronominales tiene lugar en contextos discursivos particularmente recurrentes en el discurso, como sucede con las oraciones dotadas de un mayor grado de agentividad (54%; .58) —frente a las minoritarias oraciones impersonales y pasivas (43%; .42)— y los enunciados donde los sujetos de la principal y la subordinada no son correferenciales (56%; .58).
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6. Conclusiones En las páginas anteriores hemos examinado con detenimiento la evolución de las relativas de lugar a lo largo de casi cinco siglos. Mediante el empleo de un corpus compuesto íntegramente por textos de inmediatez comunicativa y la utilización del paradigma variacionista, hemos comprobado que el uso de las variantes pronominales de relativo ha ido progresando paulatinamente entre los tres hitos temporales tomados como referencia. Y ello es así no solo en términos absolutos —siglo (38%), siglo (47%), siglo (53%)—, sino también en la mayoría de los contextos lingüísticos y extralingüísticos considerados. Sin embargo, a diferencia de otros fenómenos de variación sintáctica cuyo desenlace final ha sido mucho más radical —cf. la expresión de la futuridad, las perífrasis de significación deóntica (capítulo 3), la alternancia entre deber y deber de + infinitivo (capítulo 2)—, con la victoria clara de una de las variantes —futuro perifrástico, tener que + infinitivo, deber + infinitivo, respectivamente— y el arrinconamiento de sus contrarias, en el caso que nos ocupa la progresión ha resultado bastante más lenta y moderada, y nos atrevemos a pronosticar que está lejos de resolverse. A ello ha contribuido, sin duda, una notable estabilidad de la gramática subyacente en cada periodo. No en vano, hemos tenido ocasión de comprobar la existencia de una serie de factores condicionantes sumamente persistentes en el tiempo. Así, los antecedentes semánticamente no locativos continúan siendo terreno abonado para las variantes pronominales desde el siglo , confirmando su papel en los otros dos periodos. Sin embargo, los nombres de lugar se han inclinado siempre del lado del adverbio donde. Del mismo modo, este último ha sido en todo momento la forma preferida para la sustitución de antecedentes que desempeñan funciones circunstanciales en su propia oración, mientras que el resto de funciones sintácticas se ha combinado mejor con los pronombres. Por su parte, la sintaxis de la oración regente ha mostrado también su influencia en las elecciones del relativo, siendo las variantes pronominales más favorecidas en los contextos sintácticos más simples, aquellos en los que la subordinada se incrusta en oraciones no complejas. Asimismo, la categoría del antecedente muestra idéntica dirección explicativa en los tres periodos analizados: en los contextos minoritarios en los que el antecedente no es un sustantivo, la opción preferida ha sido el uso del pronombre, muy por encima del adverbio donde. Incluso la influencia del priming estructural se mantiene durante más de cuatro siglos, advirtiéndose un análogo efecto asimilador ante la presencia de otros pronombres en el contexto previo, especialmente cuando lo que se repite es la secuencia completa (incluida la preposición). Como contrapartida, la aparición de donde en ese contexto inhibe en igual medida la selección de los pronombres.
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Con todo, en muchos de estos factores observamos también una pérdida de poder explicativo con el paso del tiempo, que se acentúa en el siglo . Diversos medios de prueba lo atestiguan. Y así, o bien el factor deja de ser seleccionado con alguna de las variables aleatorias manejadas en el análisis (antecedente, identidad del escritor); o bien el rango de los factores se estrecha con respecto al pasado como consecuencia de una disminución de los valores P. entre los factores favorecedores y el correspondiente aumento entre los tradicionalmente inhibidores. Si estos perfiles de debilitamiento se consolidan en el futuro pueden abrir una senda para la continuidad del cambio favorable a las formas pronominales, que, de este modo, irían invadiendo territorios tradicionalmente asociados al adverbio. A ello se suma el descubrimiento en la última centuria, una vez que la variante se ha convertido (por poco) en mayoritaria, de nuevos factores condicionantes que no operaron en el pasado. Sin embargo, algunos nubarrones se ciernen sobre este cambio. En primer lugar, cabe destacar la gran robustez y persistencia de la semántica del antecedente, el más sólido, con diferencia, y que se mantiene prácticamente incólume desde el español clásico al contemporáneo. Ello induce a pensar que el cambio puede que siga su curso entre los sustantivos no locativos, pero es más difícil que termine afectando a los locativos. Incluso, entre estos últimos, la distinción entre dos tipos de referentes en función del grado de prototipicidad con que expresan la circunstancia locativa (Lugar 1 y Lugar 2), que había actuado en el pasado, se estrecha hasta casi desaparecer en el siglo . Sesenta años después ¿qué ha cambiado en todo esto? La respuesta a este interrogante es, paradójicamente, una tarea todavía pendiente, y ello pese a disponer ya de corpus orales suficientemente amplios y representativos. En todo caso, confiemos en que en un futuro cercano estos nos ayuden a seguir la evolución de esta interesante (y moderadamente cambiante) área de la sintaxis.
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C
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¿GRAMATICALIZACIÓN EN MARCHA?: SOBRE EL ESTATUS DE EL QUE COMO RELATIVO COMPUESTO EN LA HISTORIA DEL ESPAÑOL
1. Introducción Como recuerda Elvira (2015: 93), el concepto de gramaticalización se ha empleado en los últimos tiempos con notable profusión para explicar procesos evolutivos muy diferentes, algunos de los cuales tan solo tienen en común la incorporación de novedades en cualquier nivel de la gramática. Ello ha hecho que, pese a su antigüedad, algunos críticos hayan puesto en entredicho la propia noción, que han calificado como difusa y con límites poco precisos con respecto a otros cambios en el nivel gramatical (Joseph 2011). En las lenguas romances, el concepto se ha aplicado al estudio de fenómenos de cambio ya consolidados o en fases muy avanzadas. Así ocurre, por ejemplo, con la evolución del demostrativo ILLE y la aparición de la categoría del artículo en diversas lenguas; o la transformación de las perífrasis con HABEO desde el latín al futuro morfológico romance, y la gramaticalización posterior de la perífrasis ir a + infinitivo con idénticos valores temporales —y la reclusión progresiva del morfológico a la esfera modal—, muy adelantada ya en algunas variedades del español (Pérez Saldanya 2003; Company Company 2004; Garachana 2016). Sin embargo, no es tanto lo que conocemos acerca de otros procesos evolutivos, cuya progresión ha sido mucho más lenta, pero que, en esencia, podrían reflejar desenlaces estructuralmente similares. En estas páginas nos ocuparemos de uno de esos procesos, el que afecta a las variantes con artículo del relativo que (el que) en relativas oblicuas con antecedente
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(la casa en la que nací), y que, desde hace siglos, compiten con las más tradicionales, sin artículo (la casa en que nací), para hacerse un hueco en la sintaxis de estas oraciones. Si por gramaticalización entendemos no solo la evolución que lleva a una pieza léxica a asumir funciones gramaticales o discursivas, sino también aquella por la que unidades ya gramaticales desarrollan nuevos papeles en la gramática (Bybee 2006: 719-721; Elvira 2015: 93), cabría pensar que la extensión de las variantes con el artículo a costa de aquellas que no lo llevan encaja bien en este paradigma heurístico. Desde luego, esto es lo que ha ocurrido ya en el pasado con otro relativo, cual, gramaticalizado completamente ya desde finales del siglo , hasta el punto de que, desde entonces, tan solo aparece en combinación con el artículo (el cual, la cual...). En el caso de el cual no cabe duda, pues, de que estamos ante la existencia de un relativo compuesto y así se ha ‘gramatizado’ (Auroux 1994) en los textos normativos. Pero, ¿qué decir de el que? ¿Es también un relativo compuesto, como defienden diversos autores, al menos desde las observaciones de Bello en el siglo (1988: 106, § 325)? o ¿puede interpretarse más bien como una mera variante del relativo que, que en el discurso aparece unas veces precedido del artículo mientras que otras no, aunque bajo diferentes condicionantes? Y, sobre todo, ¿cómo decidir entre una opción y otra? Si optamos de entrada por la primera posibilidad interpretativa —la gramaticalización del relativo compuesto el que— hay que reconocer, como hace Girón Alconchel (2006a: 1485), que el proceso que nos ocupa tan solo puede caracterizarse como parcial o, utilizando una metáfora habitual en la bibliografía sociolingüista, “en marcha” (in progress), ya que la evolución hasta llegar a un relativo compuesto no se ha completado ni mucho menos, como demuestra la prolongada competencia entre formas con artículo y sin artículo en relativas oblicuas a lo largo de la historia. Los siguientes son algunos ejemplos representativos, extraídos de diversos textos epistolares de los siglos y . Como se verá, el entorno lingüístico en todos ellos es muy similar, como lo es también el antecedente al que las relativas van ligadas, el sustantivo ciudad:
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(1)
[...] Si lo tienes a bien puedes proporcionar embarque para estta ziud[a]d en la que te proporcionaré acomodo con benttajas del que tien[e]s (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika, 1789).
(2)
[...] Ni en una ciudad tan grande como ésta en que he tenido los empleos que son públicos... (Correspondencia de emigrantes guipuzcoanos y navarros, 1732).
(3)
[...] Participo a Vds he llegado con toda felicidad a esta ciu[da]d en la que el s[eñ]or provisor ha hospedado en casa de su sobrino (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika,1808).
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(4)
[...] deví en México partticulares atenciones no sólo del s[eño]r virrey [...] sino a todas las demás personas de primera clase y desttinción de aquella hermosa ciudad, en que reciví obsequio y aprecio singular (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika,1801).
Ahora bien, ¿cuáles son los argumentos que nos permitirían concluir que el que es, efectivamente, un relativo compuesto, y que su extensión obedece a un caso de gramaticalización en marcha? Para dar respuesta a este interrogante, en el presente capítulo emprendemos una nueva incursión en el variacionismo comparativo, que en los últimos años ha aportado algunas novedades relevantes a los estudios del cambio lingüístico en general, y a los de gramaticalización en particular (Poplack 2011; Torres Cacoullos 2011). Los objetivos, pues, del presente estudio se cifran en dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿cuáles son las principales vías de penetración de la variante el que en las relativas oblicuas con antecedente en tres periodos históricos diferentes (siglos , y )?1 ¿Existen muestras de continuidad en ese proceso evolutivo, o, por el contrario, el cambio opera de manera abrupta entre unas épocas y otras? Y en relación con todo ello: ¿hay pruebas de un proceso de gramaticalización en marcha, por el que las formas con el artículo (el que) se van generalizando a costa de la más tradicional, sin artículo?
2. La variable lingüística La convivencia actual de las formas con y sin artículo en las cláusulas de relativo oblicuas con antecedente explícito, es, en opinión de Brucart (1999: 496) “uno de los fenómenos más complejos de la gramática española”, y está sometido “a un considerable margen de variación diatópica e incluso idiolectal”, pese a que, desde el punto de vista normativo, algunos autores, como Gómez Torrego (1989: 125-136), recomienden hoy la construcción con artículo, sobre todo en la lengua hablada.
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La elección de estas relativas oblicuas obedece a que, en opinión de algunos autores (vid. Girón Alconchel 2006a: 1568), representan el eslabón intermedio entre “la frase el que, formada por un artículo-pronombre antecedente y que, y el relativo compuesto (RC) el que”, además de permitir la variación en contextos más amplios (por ejemplo, las especificativas, vedadas en otros entornos sintácticos). Por otro lado, dentro de estas elegimos las encabezadas por la preposición en, por ser, con mucho, las más numerosas en el discurso, y, por tanto, aquellas en las que se pueden analizar con más nitidez las tendencias evolutivas en este proceso de variación y cambio lingüístico secular.
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Lapesa (2000: 388 y ss.) considera que el origen de la construcción formada por el artículo y el relativo se localiza en la correlación del pronombre anafórico latino IS + relativo, y su posterior sustitución por ILLE QUI, con la consecuente transformación del paradigma de los demostrativos en el latín vulgar. Un primer problema surge a la hora de determinar la categoría del elemento que antecede al relativo: ¿se trata de un pronombre demostrativo o, por el contrario, de un artículo con función actualizadora respecto al relativo? La cuestión es relevante porque de ella se desprenden implicaciones acerca de la naturaleza de la construcción resultante, lo que, a su vez, permite interpretar algunos de los fenómenos analizados en este capítulo. Por una parte, algunos autores (Gili Gaya 1970: 304, § 231; Girón Alconchel 2006a: 1495) recogen la opinión de la gramática académica (RAE 1931), y señalan que en estas distribuciones el artículo conserva el valor pronominal etimológico. Así, Bosque y Moreno (1990: 44), tras analizar el caso de lo, sitúan el resto de artículos como “variantes pronominales”. En similares términos, Briz y Prunyonosa (1987: 104-105) defienden que el artículo en estas construcciones actúa como “nucli i antecedent alhora de la proposició relativa”, lo que prueba “la concurrencia amb els pronons demostratius”. Para la mayor parte de los estudiosos, sin embargo, asistimos aquí a un proceso de gramaticalización por el que “el pronombre originario se ha convertido en nuevo artículo y, consecuentemente, ha perdido su tonicidad” (Hernández Alonso 1984: 479). Se trataría, por tanto, de un “proceso de fosilización” (Marcos Marín 1980: 237) de la forma artículo + relativo hasta su conversión en un relativo compuesto, a imitación de la forma cual,2 “cuyo artículo obligatorio se ha ido propagando en el español moderno a la forma que” (Lope Blanch 1998: 575). En esta evolución, antes que con el pronombre que, la historia de la lengua muestra combinaciones con otros relativos —el cuyo, el por quien, el donde, etc.— y secuencias —artículo+ preposición+ relativo—, documentadas hasta el siglo , y que, de acuerdo con los partidarios de la gramaticalización, suponen un estadio intermedio, “un pronombre demostrativo que ha iniciado su viaje hacia el artículo, pero que sigue siendo pronombre” (Girón Alconchel 2006b: 767).3 Ahora bien, perdidos estos usos, y limitados a las combinaciones
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Por lo que se refiere al origen de cual, Elvira (1985: 308-309) lo sitúa en una de las correlaciones posibles con la forma heredada de QUALIS, concretamente el esquema correlativo tal cosa...qual, con la pérdida del elemento tal, y la transformación del sustantivo en antecedente, lo que convierte al relativo “en un especificador que, retroactivamente, delimita la referencia del antecedente” (1985: 309), por lo que equivaldría a la fórmula el que. En nuestro corpus, hemos encontrado un ejemplo de esta estructura en el siglo : “Ginovi a escrito en respuesta a la en que le avise se hallava [...] (Al recibo de esta, 1790).
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del artículo con que, asistimos al nacimiento de “un nuevo relativo, en el que el artículo, perdiendo su estatuto de antecedente, se incorporó al nexo como simple marca de género y número” (Eberenz 2000: 368). En consecuencia, el nuevo relativo compuesto, similar al ya comentado el cual, posee una marca de variación morfológica, con el artículo convertido en mero “afijo de concordancia” (Girón Alconchel 2006b: 768), lo que la Nueva gramática de la lengua española (2009) parece aceptar, pese a considerar que tal relativo compuesto no forma un paradigma morfológico, sino que habría que incluirlo en “los grupos pronominales construidos sintácticamente” (RAE/ASALE 2009: 3294, § 44.1 i).4 Ahora bien, si ello es así, ¿por qué tras siglos de férrea competencia no se ha completado el proceso, y las soluciones con y sin artículo siguen conviviendo a día de hoy, a diferencia de lo ocurrido con el cual? Antes de intentar una respuesta a este interrogante mediante el estudio variacionista que emprendemos en estas páginas, cabe plantearse si ambas estructuras son semánticamente equivalentes o, por el contrario, es posible encontrar diferencias entre unas y otras. Para Alarcos (1994: 108, § 146), por ejemplo, no cabe duda de que se trata de construcciones sinónimas, puesto que “el artículo no añade ningún valor significativo; solo sirve para evitar la confusión que podría producirse entre el relativo y la conjunción que cuando van precedidos de preposición”. Y en términos parecidos se muestran otros autores, que ven en la alternancia un fenómeno puramente sintáctico, que no afecta en nada a la estructura del enunciado (cf. García García 1990: 56; Trujillo 1990: 27-28). Con todo, no han faltado en la bibliografía quienes han visto en la alternancia una influencia decisiva de algunos factores condicionantes, que justificarían la progresiva extensión de las formas con artículo en detrimento de las simples, o viceversa, el mantenimiento de esta última, con relativo vigor todavía, en el español actual. Así, Brucart (1999: 494-495) señala que el mantenimiento en la lengua actual de la forma sin artículo (en que) viene favorecido por la naturaleza definida del antecedente, aunque reconoce como posible que esta restricción “no haya sido general en todas las épocas”. Al mismo tiempo, este autor indica que la variación no alcanza a la polaridad negativa (en el mismo sentido, véase también Santana Marrero 2004).5 Asimismo, diversos autores han puesto en relación este hecho de variación con otros factores adicionales, como el carácter 4
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Dado que en las relativas no oblicuas (“está el padre, el que te dije el otro día”), en el primer elemento parecen coexistir de manera más manifiesta los valores morfosintácticos de pronombre y artículo, algunos autores restringen la consideración de relativo compuesto para el que tan solo a las relativas oblicuas (Brucart 1999: § 7.5.1). Ahora bien, como recuerda Girón Alconchel (2006a: 1499), no es difícil encontrar ejemplos de lo contrario: “Llega un momento en la vida en que nada tiene importancia...”.
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semántico del antecedente (humano/no humano) (Porto Dapena 1997: 24-25), el tipo de relativa (López García 1994: I, 440-442), la función del pronombre relativo (Martínez García 1989: 154), el tipo de determinación del antecedente (Santana Marrero 2004) o de todo el SN (Balbachán 2011), o razones estilísticas (Rivero 1991: 73-75), etc. (para otros condicionantes desde la gramática cognitiva, véase también Delbecque 2011). Particular interés tienen para nuestro objeto de estudio los trabajos que se han detenido en la evolución del fenómeno en la diacronía. A este respecto, algunos lingüistas han señalado que la extensión del relativo precedido de artículo en las subordinadas oblicuas no se produjo de una manera evidente hasta el siglo , pese a que algunos documentan testimonios anteriores con las preposiciones monosilábicas a, con, de, en y por. Eberenz (2000: 368), por ejemplo, aporta alguna muestra del siglo , y reconoce que “el fenómeno dista todavía de la gramaticalización alcanzada posteriormente” (para otros ejemplos similares en los siglos y , véanse Keniston 1937: § 15.158, § 15.228; Lapesa 2000: 398; y Girón Alconchel 2006a: 1525 y ss.). Ya en textos americanos del , Guzmán Riverón (2012: 184-187) encuentra 79 ocurrencias de en el que, lo que supone un 9% del total de estas oraciones, frente a las 775 restantes (91%) de la forma simple. Asimismo, esta autora comenta “alguna particularidad” de los usos del artículo, como la relativa mayor asociación con algunas tradiciones discursivas (relaciones geográficas), el valor locativo del antecedente y el alejamiento del relativo con respeto al antecedente. Todos estos son factores analizados también por Girón Alconchel (2006a: 1484 y ss.), aunque a partir de un corpus mucho más amplio de textos escritos cercanos a la norma culta del español peninsular, entre mediados del siglo y comienzos de la presente centuria. Tras señalar que “la frecuencia de el que ha aumentado notablemente desde el siglo y ”, este autor destaca cuáles son los factores que contribuyen más al uso paulatino del —en su opinión— RC en las cláusulas de relativo oblicuas: el tipo de relativa (explicativas), la función del relativo (no circunstanciales) y algunas propiedades sintáctico-discursivas del antecedente (posición no inmediata, expansión sintáctica y carácter no definido). Ahora bien, pese a la relevancia de estas aproximaciones a la cuestión sintáctica que nos atañe, hay que destacar que en su inmensa mayoría parten de recuentos basados en una estadística demasiado simple y descriptiva, que apenas va más allá del recuento de frecuencias absolutas y porcentajes. Además, estos cómputos pueden inducir a error sin un mínimo aparato inferencial que los sustente, especialmente si las muestras no son suficientemente amplias y representativas. Por otro lado, afirmar que tal o cual factor están asociados a una determinada forma no significa necesariamente que en ese contexto tal forma sea mayoritaria;
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de hecho, puede ocurrir todo lo contrario. Por poner un ejemplo: en el análisis que realiza Girón Alconchel (2006a: 1529) sobre los textos del , este autor señala que “[e]l tipo de relativa deja claro que el que es ampliamente preferido en las explicativas (81%), mientras que en las especificativas lo es que (82%), con la misma distancia de 63 puntos porcentuales entre ambos relativos en uno y otro esquema” (la cursiva es nuestra). Sin embargo, una revisión más detallada de estas frecuencias revela que, si bien lo segundo es verdad, lo primero no. De hecho, hay bastantes más relativas explicativas construidas con que (81) que con el que (26), con independencia de que las proporciones relativas de cada variante cambien radicalmente en ese contexto. Por último, este proceder basa sus conclusiones en una estadística univariante, en la que cada factor se analiza aisladamente, sin posibilidad de conocer, pues, cuál es la significación real de cada uno cuando se estudia en combinación con los demás, descartando así posibles interacciones o relaciones de colinealidad entre unos y otros. Una metodología alternativa, basada en los principios y la metodología de la sociolingüística comparativa, nos servirá como guía en el análisis de los datos.
3. El paradigma variacionista en el estudio de la gramaticalización En el presente trabajo se analiza el funcionamiento de las formas alternantes al comienzo de las relativas oblicuas con antecedente expreso entre los siglos y , periodo en el que se concentra el grueso de la variación que nos ocupa. Como veremos, de este análisis se desprende que tales formas no han funcionado nunca como manifestaciones de variación libre o idiosincrásica, sino que, por el contrario, representan la consecuencia de una variabilidad determinada regularmente por diversos factores. Al igual que en las investigaciones anteriores sobre otros fenómenos de variación (capítulos 2 a 4), partimos también aquí del principio de la neutralización funcional en el discurso, esto es, de la existencia de formas que, más allá de diferencias potenciales en el sistema lingüístico, pueden ser utilizadas por los hablantes para expresar similares contenidos referenciales o funcionales (Sankoff 1988). En la teoría de la gramaticalización, esta variabilidad inherente se corresponde grosso modo con el concepto de estratificación (layering), esto es, la capacidad de diferentes construcciones para representar “similar or even identical functions” (Hopper 1991: 22-24), en un proceso mediante el cual nuevos estratos (layers) emergen sin desplazar a los más antiguos dentro de un mismo dominio funcional. Ello implica que la gramaticalización de una forma no puede aislarse de lo que sucede con aquellas que le disputan ese dominio lingüístico. Como subraya Poplack (2011: 176): “grammaticalization is usually
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construed—and studied—as the set of changes involved in the association of one form with a new (presumably more grammatical) meaning or function, downplaying, or even ignoring, the role of other layers coexisting in that context” (la cursiva es nuestra). Lo anterior nos conduce directamente al segundo principio fundamental del variacionismo, el de responsabilidad ante los datos (accountability) (Labov 1972), según el cual la investigación debe centrarse no solo en las formas objeto de estudio, sino también en aquellas que podrían surgir en idénticos contextos. Ahora bien, como señalábamos en otro momento (capítulo 1, § 2.1), el estudio sistemático de la variación requiere no solo el examen de las formas alternantes, sino también de los contextos en que estas pueden neutralizarse en el discurso. Así las cosas, el análisis no toma exactamente las formas lingüísticas como punto de partida, sino más bien el contexto variable, es decir, el ámbito de referencia en el que aquellas pueden alternar (Torres Cacoullos 2011: 151). Al revisar la distribución de las variantes en los diferentes contextos, estaremos en condiciones de saber no solo qué formas se utilizan preferentemente en tales o cuales entornos, sino también la naturaleza de estos, interpretados heurísticamente bajo la forma de factores condicionantes. En definitiva, la idea fundamental no es, pues, dar cuenta exclusivamente de la forma gramaticalizada, sino comparar el contexto en que se desenvuelve esta con el de las variantes alternativas, y hacerlo además en un eje diacrónico tan extenso como sea posible. Esta delimitación del contexto variable nos obliga a precisar con detalle cuáles son las esferas sintáctico-semánticas en las que la variación tiene lugar, descartando así otros contextos en los que esta, o bien es inexistente, o resulta muy limitada. En el caso que nos ocupa se trata del ámbito de referencia de las oraciones relativas oblicuas con antecedente nominal —o equivalente funcional— por las razones esgrimidas anteriormente (véase §2). A partir de estos principios, la teoría variacionista considera que es posible diagnosticar tanto la existencia como el grado en que ha tenido lugar la gramaticalización entre dos puntos de un eje diacrónico. Para ello, es necesario comparar diversas magnitudes cuantitativas derivadas de la distribución de las variantes en los diferentes contextos en que coexisten. En el caso que nos ocupa, llevamos a cabo tres análisis multivariantes independientes, uno por cada siglo ( , y ), con el fin de evaluar el modo en que los factores reseñados han condicionado la variación en cada periodo. Como en los capítulos anteriores, además de la comparación de frecuencias y porcentajes, en el análisis de los resultados nos valemos de cuatro medios de prueba: a) la relación de factores seleccionados y no seleccionados por el estadístico de regresión logística; b) la relevancia explicativa de cada factor, obtenida a
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través del rango correspondiente; c) la significación estadística de los diferentes contextos dentro de cada factor, medida a través de los correspondientes pesos probabilísticos o valores P.; y d) la jerarquía explicativa, o dirección del efecto, que va desde el entorno más favorecedor de una variante al más inhibidor. Tras comparar estos índices se obtiene una muestra clarificadora del papel que cada variante —y en nuestro caso, especialmente la forma el que— ha desempeñado en el transcurso del cambio y la influencia del contexto variable en cada periodo. En consecuencia, la aproximación variacionista a la gramaticalización no está relacionada únicamente con un incremento en la frecuencia de las formas supuestamente gramaticalizadas, sino también —y sobre todo— con la existencia de cambios significativos en su condicionamiento variable a lo largo del tiempo. Mediante el análisis de regla variable en diferentes puntos del eje temporal es posible obtener una radiografía del modo en que ese condicionamiento ha afectado a la variable lingüística en cada periodo. En palabras de Poplack (2011: 215): [to] trace not only the rise and fal1 of variant forms but also their entry points into the system the trajectory of their functions, which is of particular interest to gramaticalization theorists. In its capacity to transcend frequencies to reveal the patterns of variability and change, this is perhaps where VT has the most to offer.
4. Metodología Para el análisis cuantitativo se consideran conjuntamente las ocurrencias de la variante mayoritaria (relativas oblicuas introducidas por en que) y las de la mucho más minoritaria (encabezadas por el relativo compuesto en el cual), y se oponen a las ocurrencias con artículo (en el que), considerada en este trabajo como variante de referencia (application value).6 Una vez localizados los ejemplos, y realizadas las correspondientes exclusiones, estos se han codificado a partir de diversos factores lingüísticos y extralingüísticos. Los factores lingüísticos, a los que nos referiremos en exclusiva
6
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En determinados contextos, estas variantes pueden alternar con otras, como quien. Sin embargo, este pronombre aparece con antecedentes animados, y preferentemente humanos (Brucart 1999: 502 y ss., § 7.5.3), contexto que en nuestro corpus apenas cuenta con dos o tres ocurrencias en cada siglo, por lo que ha sido descartado del análisis. Más posibilidades de alternancia se producen con el relativo adverbial donde, pero de nuevo estas se limitan básicamente a los contextos locativos (para este caso específico, véase el capítulo 4 de esta monografía), siendo mucho más anecdóticas en otros valores semánticos.
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en este capítulo,7 pueden clasificarse en dos grandes grupos: los que implican directamente al antecedente y los que inciden en la propia oración de relativo. Como otras veces, ofrecemos aquí una lista de todos los factores considerados inicialmente, reservando su explicación y ejemplificación más detalladas para un apartado posterior (ver § 5).8 Los primeros, que, como señalábamos, afectan al antecedente, son estos: • • • • • • • • •
Lema Distancia: Adyacente / Intermedio/ Lejano Presencia del artículo definido: Sí / No Grado de determinación: No determinados / Indefinidos / Definidos Género: Femenino / Masculino Número: Singular / Plural Función: Complemento circunstancial / Otras Categoría: Nominal / Otras Tipo de referente: Concreto / Abstracto
El segundo tipo de factores lingüísticos atañe a la oración relativa, y se cifra en los predictores siguientes: • Grado de correferencialidad de los sujetos (oración regente / oración relativa): Correferenciales / No correferenciales • Modalidad oracional: Enunciativa afirmativa / Enunciativa negativa / Otras • Sintaxis del sujeto: Explícito / Omitido • Sintaxis oracional: Independientes y principales / Subordinadas / Coordinadas • Tiempo/modo del verbo: Presente de indicativo / Pasado (perfecto e imperfecto) de indicativo / Futuro de indicativo / Otros 7 8
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Para la significación de los factores extralingüísticos, derivada del análisis estadístico conjunto con los lingüísticos, véase más adelante el capítulo 8. En las tablas del apartado 5, algunos de estos factores aparecen reagrupados con el fin de facilitar el análisis de regresión, sobre todo cuando los datos frecuenciales correspondientes son muy similares (y diferentes a los de otros factores) o cuando el número de ocurrencias de ciertos contextos es tan reducido que puede poner en riesgo el propio análisis multivariante. Asimismo, en ocasiones presentamos la significación combinada de algunos grupos de factores (factor groups) cuando el poder explicativo de tales combinaciones es más relevante estadísticamente que el obtenido por separado por cada uno de ellos.
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• • • •
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Sentido de la relativa: Locativo / Otros Función del relativo: Circunstanciales / Otras Grado de agentividad: Impersonales y pasivas / Resto Tipo de relativa: Explicativa / Especificativa
Como se puede observar, estos factores son categorialmente diversos. La mayoría son de carácter gramatical (género, número, función y categoría del antecedente, tipo de cláusula relativa, función del pronombre relativo, sintaxis del sujeto, etc.), pero otros poseen también un componente semántico (tipo de referente del antecedente, clase de oración relativa, modalidad oracional, grado de agentividad...) y hasta discursivo (distancia del antecedente, presencia del artículo definido en el antecedente). Algunos de ellos han sido considerados ya en estudios previos, aunque desde una perspectiva “univariante”. Sin embargo, hasta donde sabemos, es la primera vez que se lleva a cabo una interpretación conjunta de sus efectos. De hecho, y como veremos más adelante (sección 5), hay ocasiones en las que la incidencia de un determinado factor puede ser acelerada, contrarrestada o simplemente neutralizada por otros. En estos casos, solo un análisis multivariante puede desentrañar su verdadero poder explicativo. Por otra parte, el diagnóstico acerca de la existencia (o no) de gramaticalización (o el grado alcanzado por esta entre dos puntos en el eje temporal) estará relacionado con un aumento significativo en las frecuencias generales de la variante (gramaticalizada), pero también, y especialmente, con un debilitamiento o, mejor aún, la desaparición de los condicionantes del pasado. Por ejemplo, si la variante el que se ha gramaticalizado y convertido en un relativo compuesto, en parecido sentido a el cual, se esperaría que los factores que gobiernan la variación en el siglo (por ejemplo, el tipo y contenido de la cláusula relativa o la presencia de un artículo definido en el antecedente, véase 5.1) lo harán significativamente menos o, incluso, habrán cancelado su relevancia explicativa dos siglos más tarde. Estos datos serían una prueba objetiva, más allá de las intuiciones del analista o de las observaciones basadas en el simple recuento de frecuencias, de que la gramática interna de la variante gramaticalizada ha cambiado realmente y que las funciones que realiza son cualitativamente diferentes en diferentes periodos. Con el objetivo de conocer cómo los factores señalados han influido en la variabilidad de las relativas oblicuas a lo largo del tiempo, desarrollamos tres análisis de regresión de efectos mixtos independientes mediante el programa Rbrul , y ). (Johnson 2009),9 uno por cada siglo ( 9
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Sobre las características de este programa, véase lo dicho anteriormente en los capítulos 1 (§3.3) y 4 (§4).
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Finalmente, por lo que al corpus utilizado para la presente investigación se refiere, este se halla compuesto por más de tres millones de palabras, escritas por 2518 individuos diferentes, cifra, con todo, algo desequilibrada en su distribución por siglos, como puede comprobarse en la tabla 1. Siglo
TOTAL
Nº palabras
Escritores
1 242 588
1345
1 013 610
763
1 037 849
410
3 294 047
2518
Tabla 1: Dimensiones del corpus y número de escritores representados por siglos
5. Resultados Una vez codificados todos los ejemplos, encontramos 2134 ocurrencias de la variable, cuya distribución por siglos aparece a continuación en la tabla 2, y de manera más gráfica en la figura 1. Siglo Variantes
Siglo
Siglo
N
%
N
%
N
%
En que
601
80
539
73
379
59
En el/la... que
127
17
178
24
186
29
En el/la... cuales
26
3
17
3
72
12
Total
754
743
637
Tabla 2: Distribución de las variantes por siglos
Como puede apreciarse, en los doscientos cincuenta años que separan los extremos temporales del presente estudio, la variante el que ha ganado terreno en detrimento de la forma sin artículo. Adicionalmente, se comprueba un avance menor de la variante con el artículo compuesto (el cual), desde cifras prácticamente anecdóticas en los siglos y (3%) a una proporción algo mayor en la primera mitad del (12%). Sea como sea, para facilitar el análisis multi-
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variante englobamos estas formas junto con las de la variante mayoritaria y las oponemos a la que aquí nos interesa. Pese a la progresión de el que, esta puede caracterizarse como moderada, como se aprecia de manera más gráfica en la siguiente figura:
Gráfico 1: Evolución de las variantes entre los siglos
y
(%)
Esto por lo que se refiere a los usos globales de las variantes, pero, si queremos saber qué sucede en el interior de la gramática necesitamos el auxilio de análisis multivariantes como los reseñados más arriba. De este modo, comprobamos la evolución del contexto variable a lo largo del tiempo y discernimos cuáles son los puntos del sistema más proclives al cambio y cuáles, por el contrario, los más resistentes. Los resultados de este estudio se resumen a continuación en los apartados 5.1 a 5.3, en los que repasamos los datos correspondientes a los siglos , y , respectivamente.
5.1 Siglo ਘਖਉਉਉ Los resultados del análisis multivariante correspondiente a los datos del siglo se recogen en la tabla 3. En ellos, la forma el que alcanza porcentajes globales del 17%, cifras algo superiores a las descritas por Girón Alconchel (2006a) (10%) y Guzmán Riverón (2012) (9%) en textos (mayoritariamente) españoles en el primer caso y americanos en el segundo. En todo caso, Girón Alconchel da cuenta en estos cómputos de las combinaciones con todas las preposiciones, si bien señala que no hay diferencias entre unas y otras (2006a: 1528).
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A continuación, presentamos la relación de los factores condicionantes en la selección de la variante el que en las relativas oblicuas, así como algunos ejemplos característicos. TOTAL N
%
P. (Antecedente)
P. (Escritor)
Explicativa
551
21
.64
.65
Especificativa
203
4
.36
.35
28
30
Tipo de relativa
Rango Sentido de la relativa Locativo
400
26
.64
.65
Otros
354
7
.36
.34
28
31
.63
.65
Rango Distancia + priming Distante + art.
60
37
Adyacente + art.
258
6
.33
.32
Otros
436
20
.54
.54
30
32
Rango Grado de determinación Determinado
632
18
.58
.59
No determinado
122
11
.42
.41
16
18
Rango Paradigma verbal Futuro ind.
31
35
.67
.68
Presente ind.
395
18
.50
.51
Pasado ind.
249
17
.46
.46
Otros
194
11
.37
.35
30
33
Rango
Con el Antecedente como variable aleatoria: desviación -576.904; AIC (Akaike’s Information Criterion): 596.904; Input: .17 Con el Escritor como variable aleatoria: desviación: -460.454; AIC (Akaike’s Information Criterion): 596.086; Input: .17 Tabla 3: Factores seleccionados como significativos en la elección de el que en las relativas oblicuas (siglo )
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El fenómeno de variación se halla fuertemente condicionado en el siglo por el tipo de relativa. Así, la variante el que aparece claramente favorecida en las oraciones explicativas (21%; .64),10 como las de (5), aquellas que forman grupo fónico propio,11 ya que su función no radica en delimitar la extensión semántica del antecedente, sino tan solo en aportar información adicional acerca de este (Brucart 1999: 408-417). Como el lector podrá apreciar, ello no significa —como a veces se intuye en algunos recuentos que encontramos en la bibliografía previa— que la variante sea mayoritaria en este contexto; más bien, observamos todo lo contrario: un 79% de las explicativas se construyen sin el que. Lo que el análisis de regresión logística proporciona es, pues, una lectura relativa del factor: dentro de la condición minoritaria que en esta centuria tiene la variante de referencia, esta es especialmente favorecida en el contexto sintáctico de las relativas explicativas.12 Y a mucha distancia, hay que añadir, del grupo de las especificativas o restrictivas, como las de (6), de las que tan solo un 4% (.36) se construye con dicha forma: (5)
[...] paseo grandemente por las tardes, saliendo al anochecer [...] andando hora y media o dos horas por las calles, en las que siempre encuentro muchas señoras llenas de misericordia... (Correspondencia extraoficial de Ignacio de Heredia con Manuel de Roda, 1773).
(6)
Sea como fuere estos hermanos de Ángel Carvallo apreciarían sobre manera, que vm. procure liquidar quanto antes lo que le corresponde en lo que dejo su hermano y remitirlo a Cádiz a don Eduardo y a don Jacobo Gough de aquel comercio en el que son matriculados... (Correspondencia canarioamericana, 1795).
Un segundo parámetro condicionante es la naturaleza semántica expresada por las oraciones relativas. En el corpus, las relativas presentan diversos valores, que hemos agrupado en tres apartados, según el significado predominante en cada uno de ellos. Así, fragmentos como el de (7) muestran un claro sentido temporal, a diferencia de (8), en el que este sentido es nítidamente locativo. Por último,
10
11 12
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Como en otras ocasiones, y por motivos expositivos y de espacio, a partir de aquí se mostrarán únicamente los valores P. resultantes de cada factor cuando se considera el Antecedente como variable aleatoria. Tan solo se tomará en cuenta la variable Escritores cuando lo requiera algún factor concreto. Aun así, cabe subrayar que los valores de ambos son casi siempre muy similares. En la escritura académica aparecen delimitadas entre comas, pero no es así en muchos ejemplos extraídos de las cartas, donde las normas de puntuación no siguen criterios estándares, especialmente entre los estratos socioculturales bajos. Sobre este aspecto relacionado con la interpretación de los datos cuantitativos, véase lo dicho anteriormente en § 2.
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hemos creado un tercer grupo con aquellos enunciados que exhiben otros sentidos (modales, causales, consecutivos, etc.). El ejemplo de (9) es una muestra representativa de este último. (7)
[...] fuimos al navío, donde nos habíamos de embarcar, en donde estuvimos tres días, en los que yo no comí tan sólo un bocado (Vivir y morir en México, 1748).
(8)
Si llegava a salvamento una fragata Americana en la que tengo echo embarque de algunos frutos... (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika, 1791).
(9)
[...] cuio exemplo deve consolar a Vm y unir su conformidad con aquella para tolerar con paciencia los naturales sentimientos de la pérdida de un padre en la que acompañamos a Vm (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika, 1775).
Un primer análisis de frecuencias indica que existe una clara sobrerrepresentación de los valores locativos (N = 400) frente a los demás. Además, las proporciones de el que en esos otros contextos semánticos son muy similares entre sí (cercanas al 6-7%). Estos porcentajes se sitúan claramente por debajo de la media global, y a considerable distancia de los valores locativos, que lo hacen por encima (26%). En el análisis de regresión, el contraste entre este último y los otros dos (reunidos para el análisis multivariante bajo el rótulo de ‘Otros’) es seleccionado como significativo: el que tiene en los contextos semánticamente especiales uno de los principales puntos de penetración en el sistema (.64), a diferencia de los demás sentidos, cuya contribución es mucho más desfavorable (.36). La presencia del artículo definido en el antecedente13 y la distancia14 de este con respecto al relativo se configuran también como explicativos, pero no actúan independientemente, sino en tándem. En relación con este último, Bello (1988: § 1076) había advertido ya que el alejamiento del antecedente favorece 13 14
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Mediante este factor se evalúa un posible condicionante cognitivo, como es el potencial paralelismo estructural (priming effect) que la presencia del artículo en el antecedente puede ejercer sobre su duplicación más adelante junto al relativo (‘el barco en el que estábamos’). Inicialmente, codificamos todas las ocurrencias de la variable en tres contextos. Los Adyacentes se componen de aquellos casos en los que el antecedente se coloca directamente al lado del relativo —‘la carta en (la) que dicen...’—. Por su parte, los contextos Intermedios son aquellos en los que una frase adjetival o preposicional se interpone entre ambas categorías —‘la carta del banco en (la) que dicen...—. Por último, en el grupo de contextos Distantes se incluyen los ejemplos restantes, en los que el antecedente y el pronombre relativo se hallan separados por un material lingüístico aún mayor —‘la carta del banco que escribió el director en la que dicen...’—.
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la presencia de los relativos compuestos para marcar de manera más diáfana la concordancia. Por su parte, Girón Alconchel (2006a: 1530) sostiene también que en esta centuria las posiciones alejadas favorecen la presencia del RC, al igual que otros factores como la expansión del antecedente, lo que, en la práctica, supone insistir en el distanciamiento, pues implica espaciar la ubicación del relativo respecto a su antecedente (en el mismo sentido, véase Cortés 1986: 19; Porto Dapena 1997: 24-25; Santana Marrero 2004: 71; Guzmán Riverón 2012: 187). Nuestros datos, sin embargo, apuntan a una interacción entre este factor y la presencia del artículo en el antecedente.15 De este modo, la adyacencia del antecedente tan solo es significativa (y negativa) cuando este último aparece con el artículo definido. Este contexto, como el ejemplificado en (10), desfavorece especialmente la variante el que (6%; .33). Por el contrario, la presencia de ese mismo artículo en antecedentes distantes, como en (11), dispara las ocurrencias de la variante hasta límites poco habituales en este periodo (37%; .63). Entre ambos extremos se sitúan las demás combinaciones —un ejemplo en (12)—, que ejercen una influencia cercana a la neutralidad (20%; .54). (10)
... había hecho una gran ramada toda colgada y cubierta de damascos donde tenía puestas las mesas en las que se sirvió una abundante y esquisita comida (Un epistolario virreinal, 1790)
(11)
... acabó con mucho lucimiento el curso de artes en la ciudad de Querétaro, en el que sacó el primer lugar (Al recibo de esta, 1771)
(12)
... con el motiuo de auer venido de dicha Hauana estos dos nauíos de guerra, nombrados El Fuerte y La Galga, en los que remito quinientos pesos a entregar a D. Miguel de Lauaqui (Correspondencia de emigrantes guipuzcoanos y navarros, 1749)
En suma, la copia del artículo tiene lugar sobre todo cuando el antecedente definido está suficientemente lejos como para que deba ser rescatado por el hablante. Por el contrario, cuando antecedente y relativo se hallan juntos, esa presión no solo no existe, sino que, al contrario, se convierte en un importante parámetro inhibidor. Otro de los factores seleccionados por el programa de regresión atiende al grado de determinación. Así, en ejemplos como el de (13), observamos cómo el
15
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Tras la comparación de las frecuencias obtenidas en primera instancia, limitamos el análisis de regresión a las tres agrupaciones siguientes, fruto de la combinación de los dos predictores mencionados (priming y distancia): 1) Distante + artículo; 2) Adyacente + artículo; 3) Todas las combinaciones restantes (‘Otros’ en la codificación).
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sustantivo cartas aparece sin determinación alguna, justo lo contrario que aviso en (14), donde el nombre va precedido de un determinante indefinido, y compañía en (15), que lo hace con un determinante definido: (13)
[...] En estte mismo correo he recivído cartas de Espafia en las que solicittan para la defensa de vn maiorazgo y barios vínculos (Cartas desde la otra orilla, 1790).
(14)
Ahora tengo noticia que a llegado un aviso a Veracruz en el que é rreziuido varias cartas (Correspondencia de emigrantes guipuzcoanos y navarros, 1732).
(15)
[...] mientras se berifiquen las cobranzas de sus haveres, que son de alguna consideración, podrá estar bien hallado en mi compañía, en la que creo sacará algún partido decente (Die private Korrespondenz spanischer Emigranten aus Amerika, 1788).
En efecto, el factor se revela significativo, aunque con uno de los rangos explicativos más bajos y en un sentido distinto al que habíamos presumido inicialmente. Sea como fuere, los dos análisis de regresión coinciden en destacar que la presencia de el que se ve favorecida en los entornos determinados (18%; .58) y desfavorecida en los no determinados (11%; .42). Sin embargo, no hay apenas diferencias entre contextos definidos (18%) e indefinidos (17%). Finalmente, observamos también una correlación significativa con el tiempo del verbo de la relativa. Al igual que hemos visto en otros fenómenos de variación y cambio en la historia del español (Blas Arroyo y Vellón Lahoz 2015), un contexto restringido como el representado por el futuro de indicativo representa una vía de entrada de una variante novedosa como el que (35%; .67), frente a lo que sucede con las formas del subjuntivo y, en general, los paradigmas menos frecuentes de la conjugación, cuya influencia es claramente conservadora (11%; .37). Por su parte, los contextos mayoritarios, representados por el presente de indicativo (18%; .50) y las formas del pasado (17%; .46) se sitúan en posiciones cercanas a la neutralidad.
5.2 Siglo ਘਉਘ En el siglo (tabla 4), la diferencia entre subordinadas explicativas y especificativas continúa siendo el factor más relevante de todos los considerados en el análisis, y, además, con la misma dirección explicativa que vimos en el (tabla 3). De este modo, las oraciones que más alientan las variantes pronominales
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son, con diferencia, las explicativas (43%; .77).16 Por el contrario, las relativas especificativas siguen representando un importante freno para el avance de la variante el que (3%; .23). Comparando las magnitudes de cada periodo se aprecia cómo la relevancia del factor se incrementa con respecto al siglo anterior. Así, las explicativas doblan la frecuencia de la variante (s. : 21%; s. : 43%), al tiempo que las especificativa apenas se mueven (s. : 4%; s. : 3%), lo que extrema los valores probabilísticos (Explicativa: .77; Especificativa: .23) con respecto al periodo ilustrado (Explicativa: .64; Especificativa: .36). No ocurre así, por el contrario, en relación con la semántica del antecedente. Aunque el factor continúa siendo seleccionado como el segundo más relevante del estudio, y comprobamos un avance porcentual en los dos contextos considerados (locativos/otros), este es de menor magnitud, lo que deja las significaciones de ambos en proporciones idénticas a las del periodo anterior. Sea como sea, y al igual que entonces, en el siglo , el sentido locativo de la subordinada beneficia la aparición de el que (36%; .64), al contrario que el resto de valores (modales, temporales...), que desalientan claramente esta forma (9%; .36). Otro elemento de continuidad con respecto al pasado se aprecia en la particular asociación de las variantes con ciertos paradigmas verbales. De este modo, el futuro de indicativo en la subordinada continúa siendo el contexto más vinculado a la presencia de el que (47%; .73), al tiempo que las formas del subjuntivo y otras más esporádicas en el discurso la inhiben en la misma medida (11%; .33). Por su parte, los tiempos de la conjugación más recurrentes, como el presente (22%; .41) y las formas del pasado de indicativo (29%; .52) se sitúan en posiciones intermedias. La interacción entre la distancia del antecedente y la presencia del artículo definido en este último también es seleccionada como explicativa, pero esta vez sometida a una parcial reestructuración de los contextos. La adyacencia de un antecedente con artículo continúa teniendo un importante efecto disimilatorio, con cifras muy reducidas de el que, y prácticamente idénticas a las del periodo anterior (7%; .34); a diferencia de esos mismos entornos adyacentes sin artículo, cuya contribución a la selección de la variante se sitúa en números cercanos a la neutralidad (23%; .51). En el extremo opuesto, sin embargo, no hay diferencia ya entre los contextos distantes en función de si el antecedente va precedido o no por el artículo: en ambos casos, el factor dispara las apariciones de la variante novedosa hasta límites muy superiores a los de la media del periodo (46%; .65).
16
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Dado que en el apartado anterior estos factores ya quedaron suficientemente representados mediante ejemplos significativos, por motivos de espacio, no se reproducen ahora nuevas muestras de ellos.
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N
%
P. (Antecedente)
P. (Escritor)
Explicativa
393
43
.77
.80
Especificativa
341
3
.23
.20
54
60
Tipo de relativa
Rango Sentido de la relativa Locativo
414
36
.64
.69
Otros
320
9
.36
.31
28
28
.34
.35
Rango Distancia + priming Distante + art.
295
7
Adyacente + art.
205
23
.51
.49
Otros
234
46
.65
.65
31
30
Rango Paradigma verbal Futuro ind.
19
47
.73
-
Presente ind.
350
22
.41
-
Pasado ind.
278
29
.52
-
Otros
87
11
.33
-
Rango
40
Sintaxis del sujeto Nulo
488
28
.59
.60
Explícito
246
16
.41
.40
18
20
Rango
Con el Antecedente como variable aleatoria: desviación -263.21; AIC (Akaike’s Information Criterion): 552.42; Input: .24. Con el Escritor como variable aleatoria: desviación: -254.418; AIC (Akaike’s Information Criterion): 528.835; Input: .24. Tabla 4: Factores seleccionados como significativos en la elección de el que en las relativas oblicuas (siglo )
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Capítulo 5
Las dos principales novedades con respecto al siglo estriban en la pérdida de significación del tipo de determinación —aunque las diferencias frecuenciales apuntan en un sentido que se consolidará en el siglo (ver § 5.3)— y la aparición de un nuevo factor condicionante que no operaba en el pasado. Se trata de la sintaxis del sujeto de la subordinada, donde se contemplan dos posibilidades: la elisión, opción mayoritaria en una lengua de sujeto nulo como el español (N = 488), como en (16), y la expresión (N = 246), como en (17). (16)
[...] estuve anoche en casa de Pedro Gil donde dieron una carta tuya, en la que Ø dices estás buena y en Buñol (Cartas de Sorolla a su mujer, 1895).
(17)
No quiero detenerme en decirte el sentimiento que nos causó su temprana muerte, y mucho más en un tiempo en el que florecían todos sus negocios (Cartas de emigrantes escritas desde Cuba, 1817).
Sea por el carácter mayoritario de la primera o por la mayor simplicidad cognitiva que entrañan los contextos elididos, lo cierto es que, en el siglo , la omisión del sujeto se asocia favorablemente con las formas del relativo con el artículo (28%; .59), frente a las mayores restricciones que impone el contexto alternativo (16%; .41). Con todo, se trata del factor menos relevante de todos los considerados, como se desprende de su escaso rango (18), a lo que se une el hecho de tener los días contados, pues desaparecerá del cuadro de factores explicativos en la centuria siguiente.
5.3 Siglo ਘਘ En las seis primeras décadas del siglo , algunas restricciones estructurales muestran señales de gran fortaleza y continúan determinando sobremanera la variación y, por ende, las posibilidades de cambio. Sin embargo, algunas cosas empiezan a ser de otra manera. Al avanzar en muchos de los contextos considerados, la variable adquiere nuevos condicionantes, no operativos hasta el momento (al menos no con la suficiente robustez), al mismo tiempo que otros desaparecen o pierden fuerza (tabla 5).
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N
%
P. (Antecedente)
P. (Escritor)
Explicativa
338
46
.68
.69
Especificativa
299
10
.32
.31
36
38
Tipo de relativa
Rango Sentido de la relativa Locativo
334
45
.66
.67
Otros
303
12
.34
.33
32
34
Rango Artículo (antecedente) Sí
299
15
.38
.39
No
338
41
.62
.61
24
22
.49
.46
Rango Grado de determinación No determinado
71
25
Indefinido
164
47
.62
.64
Definido
402
22
.38
.40
24
24
Range Género Femenino
326
40
.58
.59
Masculino
311
18
.42
.41
16
18
Rango Función (antecedente) C. Circunstancial
180
16
.40
-
Otras
457
34
.59
-
Rango
19
Función (relativo) C. Circunstancial
620
29
.33
.31
Otras
17
47
.67
.68
34
37
Rango
Con el Antecedente como variable aleatoria: desviación: -285.697; AIC (Akaike’s Information Criterion): 587.623; Input: .29. Con el Escritor como variable aleatoria: desviación: -284.377; AIC (Akaike’s Information Criterion): 584.754; Input: .29 Tabla 5: Factores seleccionados como significativos en la elección de el que en las relativas oblicuas (siglo xx)
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Capítulo 5
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Algunos de los factores que intervinieron significativamente en el pasado para explicar la variación lo hacen también ahora, y además con la misma dirección explicativa. Así, continúa apreciándose un avance claro de las soluciones de que precedido de artículo entre las subordinadas explicativas, que siguen escalando posiciones hasta alcanzar ya prácticamente la mitad de las elecciones de la variable (46%). Aun así, el valor probabilístico de este contexto desciende respecto al siglo anterior (.68), al avanzar también la variante, siquiera moderadamente, entre las relativas especificativas. Aunque los índices frecuenciales en el seno de estas siguen siendo poco destacados en términos absolutos (10%; .32), aumentan significativamente con respecto a las centurias anteriores, en las que su presencia era prácticamente anecdótica (en torno al 3% / 4%). De la misma manera, se aprecia una persistencia en el tiempo con respecto a la semántica de la oración relativa, de modo que la variante novedosa sigue progresando a buen ritmo entre las oraciones locativas (45%; .66), a costa de los demás sentidos (12%; .34), donde el avance es menor. Ahora bien, junto a estas manifestaciones de continuidad y persistencia, la variable comienza a encontrar nuevas restricciones estructurales en su lento discurrir por el eje temporal. Algunos son la consecuencia de una reestructuración de otros que funcionaron en el pasado, pero con una configuración distinta a la actual. Así, la influencia del artículo definido con el antecedente se consolida por primera vez en este siglo como factor independiente, sin interacción con otros. Si en los periodos anteriores la presencia del artículo tan solo restringía significativamente la selección de el que en los contextos adyacentes, ahora lo hace en toda posición. De este modo, la aparición del artículo se consolida como un entorno poco favorable a su repetición en el relativo (15%; .38). Como contrapartida, en los enunciados en los que el artículo no aparece en el antecedente —y con independencia de la posición de este— la variante progresa claramente (41%; .62). Otras veces los nuevos condicionantes vienen a consolidar diferencias que ya apuntaban en el pasado, pero no con la suficiente fortaleza. Así, ya en el siglo empezaba a despuntar una diferencia llamativa entre los contextos definidos e indefinidos en el seno del antecedente. Mientras que la variante innovadora apenas crecía en los primeros, lo hacía considerablemente entre los segundos. Pues bien, este movimiento en el seno de la gramática gana fuerza en el paso al siglo , hasta el punto de revelarse como un nuevo factor condicionante (definidos: 22%; .38; indefinidos: 47%; .62).17
17
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Por su parte, los no determinados, minoritarios en el corpus con respecto a los otros dos (n = 71), se mantienen en posiciones cercanas a la neutralidad (25%; .49).
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En el mismo sentido cabe hablar del género y la función del antecedente, factores que se añaden en este siglo a la nómina de aquellos que regulan significativamente la variación. En relación con el primero, ya en siglos anteriores habíamos observado la particular querencia de las combinaciones de el que con antecedentes femeninos, pero solo ahora alcanzan esas diferencias (40%; .58) con el masculino (18%; .42) la suficiente entidad explicativa. Ello es así incluso cuando sacamos del análisis el antecedente carta, el más frecuente en el corpus, a mucha distancia de los demás. Este reanálisis arroja unos resultados prácticamente idénticos, lo que confirma la relevancia del género como factor independiente. Por lo que se refiere a la función del antecedente en su propia oración, en el advertíamos ya una pequeña diferencia favorable a las soluciones con el que entre las funciones no circunstanciales, como las de (18), diferencia que se ensancha considerablemente ahora (34%; .59). Por el contrario, la función de complemento circunstancial, como en (19), continúa siendo terreno minado para el avance de la variante, situándose en niveles similares a los de dos siglos atrás (16%; .40). (18)
Y otra vez un bombardeo terrible en el que he pasado más miedo que en el primero (Epistolario amoroso, 1939).
(19)
Estamos en unas horas difíciles en las que necesito no perder (Una pasión imposible, 1940).
Distinto es el caso, para finalizar, de la función sintáctica desempeñada por el relativo, cuya configuración cambia radicalmente con respecto al pasado. Al igual que en el factor anterior, la función circunstancial es hostil a las soluciones innovadoras (29%; .33), a diferencia de las demás funciones sintácticas (47%; .67).
6. Análisis y discusión En las páginas anteriores hemos tenido ocasión de certificar el avance de la forma el que en subordinadas oblicuas entre comienzos del siglo y la primera mitad del . Sin embargo, esta progresión se ha producido a un ritmo lento y objetivamente solo puede calificarse como moderada. De este modo, a mediados del siglo , las formas del relativo sin artículo continuaban siendo la variante mayoritaria, situación que parece haber cambiado radicalmente a partir de ese momento, a juzgar por las frecuencias muy superiores que encontramos en otros recuentos que incluyen periodos más recientes (Girón Alconchel 2006a: 1539, § 14.5.2.2).
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Capítulo 5
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Sea como sea, el avance de el que no se ha producido solo en términos globales, sino también en la mayoría de los contextos considerados. Ahora bien, existen algunas excepciones significativas a esta tendencia en ciertos entornos que se han demostrado especialmente adversos a lo largo de la historia. Así, tanto la función circunstancial del antecedente (s. : 16%; s. : 20%; s. : 16%), como la presencia del artículo definido (s. : 16%; s. : 20%; s. : 16%) han inhibido la selección el que en proporciones muy parecidas en los tres periodos, un freno que todavía es más extremo cuando ese antecedente figura en posición adyacente respecto al relativo (s. : 6%; s. : 7%; s. : 9%). Junto a estos, los tres análisis de regresión independientes realizados muestran otros elementos de continuidad en el tránsito de unos periodos a otros. Por un lado, se encuentra el hecho de que un número significativo de factores estructurales (v. gr. número, categoría y tipo de referente del antecedente, grado de agentividad, modalidad oracional y correferencialidad de los sujetos de la relativa, así como la sintaxis de la cláusula regente) no son seleccionados en ningún siglo, por lo que no cabe considerar su influencia en la variación, al menos a la luz de la muestra disponible. Más elocuente es, sin embargo, encontrar una serie de condicionantes, que son seleccionados de manera sistemática y con la misma dirección explicativa. De estos, el más importante es el tipo de oración relativa, de manera que la extensión de el que se ha producido sobre todo en el terreno de las explicativas Así, entre el siglo (21%) y el (43%), la frecuencia de la variante en estas se multiplica por dos, progresión que continúa en el , aunque ahora ya a un ritmo más moderado (46%). Por el contrario, las especificativas continúan siendo un terreno hostil para la variante, pese a su tímido avance en la última centuria (s. : 4%; s. : 4%; s. : 10%). En segundo lugar en orden de importancia, la variación y el cambio en las relativas oblicuas están relacionados con su contenido semántico, de manera que en los tres siglos el que se beneficia de los contextos locativos (s. : 26%; s. : 36%; s. : 45%), mientras que en los no locativos (temporales, modales, etc.) el ascenso es mucho más moderado (s. : 7%; s. : 9%; s. : 12%). Durante extensos periodos, algunos factores actúan en tándem, como sucede con la distancia del antecedente con respecto al relativo y la presencia del artículo definido. Ninguno de los dos muestra una contribución independiente durante los siglos y , pero sí cuando interactúan. El resultado de esa interacción fluctúa, sin embargo, entre unas épocas y otras, de tal manera que, si en todo momento la aparición del artículo en posición adyacente representa uno de los puntos más adversos para la variante innovadora, ello no es así en posiciones más alejadas. En el siglo , el alejamiento del antecedente favorece el que con independencia de la presencia o no de artículo; no así en el , cuando
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la ausencia del determinante lleva las frecuencias de la variante hasta límites inusuales (50%). Asimismo, al tiempo que se expande el empleo de el que, en la gramática interna aparecen nuevos condicionantes en el siglo que no operaron significativamente en el pasado. Con todo, en la mayoría de los casos lo que se produce es una consolidación de diferencias que ya apuntaban de manera más tímida en la historia. Este es el caso, por ejemplo, de la determinación, ligada al factor que analizábamos en el párrafo anterior. Y así comprobamos que los antecedentes que en el —pero también en el , aunque por debajo del umbral de significación estadística— favorecen más la variante innovadora son los indefinidos, con proporciones (47%) que contrastan radicalmente con los definidos (22%), en especial el artículo, como hemos visto. Y el hecho de que estos últimos sean frecuencialmente mucho más habituales en el discurso que los primeros (al menos en el corpus aquí analizado) ha podido contribuir a que las ocurrencias de la variante el que no hayan alcanzado niveles más elevados. En otro orden de cosas, una secular atracción de esta variante por los antecedentes femeninos se consolida como factor significativo en el , cuando duplica los casos con respecto a los antecedentes masculinos (40% / 18%). Y lo mismo sucede en el plano funcional: tanto en el antecedente como en el propio relativo, el que aparece beneficiada en las funciones no circunstanciales, mientras que estas favorecen más la forma sin artículo. Como contrapartida a lo anterior, dos factores que fueron operativos en el pasado dejan de serlo ahora. Uno de ellos es el tiempo del verbo de la relativa. Tanto en el siglo (35%) como en el (47%) se aprecia una inclinación especial por el que en las relativas construidas con el verbo en futuro de indicativo. Por el contrario, encontramos las formas del subjuntivo en el extremo opuesto, esto es, como un entorno especialmente desfavorable para la variante (11%). Entre ambos puntos se encuentran las conjugaciones verbales más recurrentes en el discurso, como el presente y pasado de indicativo, con contribuciones más cercanas a la neutralidad en ambos periodos. Sin embargo, en el las diferencias entre estos contextos verbales se estrechan considerablemente: el futuro pierde completamente el protagonismo que tuvo en el pasado, al tiempo que las formas del subjuntivo se acercan frecuencialmente al resto hasta casi igualarse. Finalmente, en el siglo asistimos también a la neutralización de un factor que tuvo su importancia durante el periodo decimonónico: el sujeto de la relativa. Con todo, es revelador que los tres periodos analizados coincidan en la mayor presencia de la variante el que en relativas sin sujeto explícito que cuando este último se halla presente.
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7. Para concluir: ¿se ha gramaticalizado el que como un relativo compuesto? Como hemos visto, diversos autores defienden el carácter de el que como un relativo compuesto, de la misma manera que la gramática reconoce para el cual. Sin embargo, quienes piensan así consideran que este estatus es el fruto de una gramaticalización en marcha, todavía no completada, como revela la secular alternancia, todavía hoy viva, entre las formas de que con artículo y sin artículo. Esta gramaticalización constituiría el último hito de un largo proceso que, iniciado en el latín, habría llevado a la transformación en artículos de algunos demostrativos, y más adelante, en el contexto que nos ocupa, a su evolución como un simple marcador de concordancia. Mediante la aplicación del método variacionista, y la comparación de los patrones de variación a lo largo de los últimos tres siglos, en esta investigación hemos querido poner a prueba esta teoría y comprobar si, en el periodo estudiado, existen pruebas suficientes que la avalen. Como recuerdan los teóricos de la gramaticalización, un incremento en las frecuencias tanto absolutas como relativas (en relación con las demás variantes) es un factor indispensable de esta (Bybee 2003). La variante el que cumple ese requisito, y hoy sabemos que representa una solución mayoritaria, al menos en el español peninsular (Blas Arroyo, en prensa, Vellón y Moya 2017). Sin embargo, durante los doscientos sesenta años que hemos analizado en estas páginas, ese incremento fue mucho más moderado en el tiempo, con ascensos tenues de una centuria a otra. Por otro lado, los incrementos frecuenciales de la forma sometida al proceso de gramaticalización van acompañados también de algunos cambios significativos en la gramática subyacente. Estos se atienen a diversos principios entre los que aquí nos interesan dos principalmente: el principio de retención o persistencia y el de generalización (Hopper 1991). El primero implica que la expresión gramaticalizada conserva rasgos antiguos de la construcción en ese proceso. En nuestro caso, hemos comprobado cómo la variante el que ha estado fuertemente asociada en todo momento a diversos contornos sintácticos, como las oraciones explicativas y los contenidos locativos, los dos principales factores condicionantes en todo el proceso de cambio. Del mismo modo, las oraciones especificativas y los valores no locativos han persistido en el tiempo como factores fuertemente inhibidores, con escasas variaciones entre unos periodos y otros. Ahora bien, precisamente este hecho pone en duda el segundo principio, el de generalización, más importante si cabe que el anterior para explicar los casos de gramaticalización. Según este, en las expresiones gramaticalizadas van perdiendo importancia antiguos rasgos que operaron en el pasado, debilitándose en
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consecuencia su relevancia explicativa. Sin embargo, en nuestro caso ese debilitamiento no se produce, como revelan los rangos explicativos alcanzados por estos en cada periodo. Ello significa que, a mediados del , el tipo de relativa y el contenido de esta seguían condicionando sobremanera la variación. Es verdad que algunos condicionantes que operaron en el pasado pierden fuerza hasta desaparecer, como ocurre con el paradigma verbal de la subordinada —operativo en los siglos y , pero ya no en el — o la presencia o ausencia del sujeto en la cláusula de relativo, presente entre los factores significativos en el . Sin embargo, esta generalización afecta en el primer caso a formas muy restringidas, como el futuro (en el lado favorecedor) o el modo subjuntivo (en el inhibidor), muy minoritarias en todo momento con respecto a las de presente y pasado de indicativo. Y en el segundo, su relevancia es no solo moderada (la más moderada de todo el siglo) sino también flor de un día, ya que ni está presente antes ni después del periodo decimonónico. Lo que sí ocurre en el es que, al crecer tímidamente los usos de el que, surgen en el contexto variable nuevos factores condicionantes que, en algunos casos, vienen incluso a consolidar tendencias que ya apuntaban tímidamente en el pasado, como la particular asociación de el que con antecedentes femeninos, indefinidos o con funciones no circunstanciales, ya visible, aunque con menos fuerza, en los periodos anteriores. En definitiva, al menos en el largo periodo analizado en estas páginas y a partir del corpus examinado, el proceso de gramaticalización de el que como un relativo compuesto no presenta, en el mejor de los casos, un estadio tan avanzado como el que se ha indicado en la bibliografía previa (§ 2). Si bien es cierto que el artículo ha completado la transformación que le ha llevado a vaciar su contenido pronominal para devenir en una marca con valor morfológico, todavía estamos lejos de una estructura fosilizada como la de el cual. Además, algunos datos derivados de corpus contemporáneos muestran que todavía existen muchos contextos en los que no solo que y el que siguen alternando, sino que, además, lo hacen bajo restricciones estructurales similares (grado de adyacencia, de determinación, tipo de cláusula relativa, etc.). Una diferencia importante, eso sí, es que, en nuestros días, la variante con el artículo (el que) es claramente más frecuente que la simple (que), al contrario que en el pasado (Vellón Lahoz y Moya Isach 2017; Blas Arroyo, en prensa).
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LA DIFUSIÓN SOCIAL DE LOS CAMBIOS: ASPECTOS SOCIALES Y ESTILÍSTICOS
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C
6
CAMBIOS DESDE ABAJO EN LA HISTORIA DE LA LENGUA: LA DISTRIBUCIÓN SOCIOLECTAL DE DEBER DE + INFINITIVO EN EL ESPAÑOL CLÁSICO
1. Introducción Como hemos visto en un capítulo anterior (§ 2), los ejemplos (1) al (4), extraídos de diversos periodos en el corpus que sirve como sustento a la presente investigación, ilustran uno de los fenómenos de variación sintáctica más antiguos en la historia del español: la alternancia entre las perífrasis modales deber y deber de + infinitivo.
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(1)
[...] señora mia ¶ la ultima de vm de de hebrero resçibi y con ella el alegria e consuelo que devo resçivir siendo de aquella a quien en esta bida mas amo (Cartas de particulares en Indias, 1568).
(2)
[...] y bien pudiera ello ser de q llebaran preso mas en llegando al rio de sebilla no se que hiziera q la persona q no tiene omra no debiera de naser... (Cartas de particulares en Indias, 1573).
(3)
En su lugar debe nombrarse Alcalde a D. Evaristo Piquer, concejal CONSERVADOR, porque con la actual autoridad el triunfo de Escrig es indudable (Epistolario de Navarro Reverter con Cirilo Amorós, 1883).
(4)
[...] te remito diez onzas de oro para que te avilites para el viage, pues por el pasage no deves de tener cuidado que yo pagaré en esta lo que fuere (La emigración en tinta y papel, 1816).
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Con relación a este fenómeno, diversos estudios han demostrado que la variante sin preposición (deber + infinitivo) ha sido claramente mayoritaria a lo largo de los siglos (Yllera 1980; Balasch 2008, 2012 y capítulo 2 de este libro). A pesar de ello, y como vimos anteriormente, la variante prepositiva tuvo en el Siglo de Oro una vitalidad nada desdeñable, representando en conjunto más de un tercio de todas las ocurrencias de la variable. Más aún, a partir de la segunda mitad del siglo se aprecia un incremento notable en los usos de deber de, que se estabilizaron, aunque con una ligera tendencia a la baja, durante buena parte del . Este descenso se hizo especialmente brusco con el cambio de siglo, con una tendencia que duraría hasta bien entrado el siglo . Aun así, estas cifras parecen haber remontado significativamente a finales de esta última centuria y los comienzos de la presente, como se desprende de algunos estudios emprendidos recientemente en diversas comunidades de habla españolas, como Las Palmas de Gran Canaria (Samper et al. 1998-1999), Valencia (Gómez Molina 2009), Madrid (Gómez Manzano 1992), Granada (Manjón 2017) o Castellón (Blas Arroyo 2010, 2011).1 En este panorama diacrónico, resulta, pues, especialmente interesante lo ocurrido en el periodo clásico, en el que, como vimos, la variante prepositiva amplía sus usos, sobre todo en determinados entornos lingüísticos (capítulo 2). Así ocurre con ciertos contextos gramaticales y semántico-pragmáticos, como los significados conjeturales propios de la modalidad epistémica, las formas del pasado simple, las oraciones negativas y los enunciados intensificados contextualmente, todos ellos recogidos en los ejemplos de (5) a (8), respectivamente:
1
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(5)
[...] que cierto ha dado a imaginar y a sospechar que os debe de entretener algún contento y por mejor decir acomodo (Desde la otra orilla, 1610).
(6)
[...] y asina avn en el q bino pongo duda q no biene porqllos debieron de benir tan tarde a sebilla porq la fecha destas de vm son a de setiembre... (Cartas de particulares en Indias, 1587).
(7)
[...] en llegando al rio de sebilla no se q hiziera, que la persona que no tiene omrra no debiera de naser (Cartas de particulares en Indias, 1573).
(8)
[...] que debian de baler las dhas barras más de cuatro mil y quinientos ducados de castilla los cuales emplee en muchas mercadurias... (Cartas de particulares en Indias, 1590).
La variante deber de + infinitivo pervive también en el español americano, si bien en esas hablas aparece sobre todo en textos formales (legales, políticos, administrativos, etc.), siendo mucho menos habitual en la lengua oral espontánea.
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Capítulo 6
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En el presente capítulo profundizaremos en este cambio, mediante el análisis de otros factores, de naturaleza estilística y social esta vez, con el objeto de ofrecer una imagen más acabada de este. En relación con los primeros, nos interesa comprobar la potencial incidencia de ciertos parámetros relacionados con el nivel de formalidad de los textos, como la temática desarrollada en ellos o el grado de relación entre los interlocutores. Por lo que se refiere a los segundos, nuestro propósito es investigar factores extralingüísticos como el periodo histórico, la procedencia geográfica de los autores, y —siempre que la información biográfica lo permita— algunas variables clásicas en los estudios sociolingüísticos, como el sexo, el estatus social y la edad de esos autores. Como veremos, los resultados de este estudio apuntan a que, a lo largo del siglo , pero especialmente a partir de su segunda mitad y buena parte del , la perífrasis prepositiva se vio alentada en contextos estilísticos donde primaba la espontaneidad y la estrechez en las relaciones entre los interlocutores, y, desde el punto de vista dialectal y sociológico, por miembros de las comunidades de habla norteñas, en especial hombres, jóvenes y procedentes de estratos sociales medio-bajos, con particular incidencia en el cruce entre algunos de esos grupos. Todo ello sugiere la existencia en el Siglo de Oro de un cambio desde abajo,2 que alcanzó proporciones considerables en un lapso de tiempo relativamente breve, pero cuyos caracteres estructurales y sociales llevaban en su interior la semilla de su no menos rápido declive.
2. Corpus y metodología Los resultados que analizamos en este capítulo se obtienen tras el mismo análisis de regresión logística del que dábamos cuenta en el capítulo 2 a propósito del corpus del Siglo de Oro. Por razones expositivas, en aquella ocasión centramos exclusivamente nuestro interés en los factores estructurales, que complementamos ahora con los datos correspondientes a la matriz socioestilística. Como se recordará (capítulo 2, § 3), el corpus utilizado para la ocasión está compuesto por textos de inmediatez comunicativa, principalmente cartas privadas escritas en los siglos y . En total contamos con cerca de un millón y medio de palabras, de las que un 56% (N = 842 658) corresponden al siglo y el 44% restante al (N = 644 298).
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Para las principales implicaciones teóricas del concepto de cambio desde abajo en la sociolingüística, veáse anteriormente el capítulo 1 (§ 2.3).
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Por otro lado, y de conformidad con el principio de accountability (Labov 1972), se seleccionaron todas las ocurrencias de la variable, recogiendo mediante el auxilio del programa WordSmith 6.0 todos los ejemplos de las dos variantes sometidas a estudio. Para el análisis de regresión mediante Goldvarb X (Sankoff, Tagliamonte y Smith 2012), tomamos como referencia la variante prepositiva, deber de + infinitivo (VP). A continuación, y tras realizar las exclusiones oportunas, todas las ocurrencias válidas de la variable se codificaron conforme a una serie de factores lingüísticos y extralingüísticos, los primeros de los cuales fueron analizados ya en el capítulo 2. Por lo que a los segundos se refiere, el objeto de interés en esta sección, pueden clasificarse en dos grupos: a) Estilísticos: tenor (cartas familiares o íntimas/resto de cartas/textos autobiográficos) —ver más detalles en § 3.3—. b) Extralingüísticos: a) siglo ( , ); b) periodo (1.ª mitad/2.ª mitad de cada siglo); c) región (regiones norteñas, regiones centro-meridionales); d) sexo (hombres/mujeres); e) edad (jóvenes/adultos); y f) estamento social (alto/intermedio/bajo) —para la justificación de estos grupos, de acuerdo con parámetros historicistas, véase § 3.4—. A efectos expositivos, analizamos en primer lugar los resultados diacrónicos generales (§ 3.1), a los que seguirá el examen detallado de los factores dialectales (§ 3.2), estilísticos (§ 3.3) y extralingüísticos (§ 3.4), para concluir con una síntesis de los principales hallazgos que se desprenden de la investigación (§ 4).
3. Resultados y análisis 3.1. Resultados generales y evolución histórica de la variable en el español clásico Como vimos en el capítulo 2, el total de ocurrencias de la variable asciende a 547 casos, de los que un 68% corresponde a la VS, frente a un 32% para la VP. Estos resultados confirman que la perífrasis sin preposición es claramente mayoritaria, no solo en términos absolutos, sino también en la mayoría de los contextos analizados. Aun así, la variante prepositiva goza en la Edad de Oro de una importante vitalidad, que incluso parece incrementarse en el siglo , cuando las ocurrencias totales de la perífrasis ascienden a un nada desdeñable 37% del total, superando en casi diez puntos las cifras que encontramos en el subcorpus de la centuria anterior (28%).
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P.
%
N/∑
-
[28]
[90/322]
-
[37]
[83/225]
Siglo
Periodo 1.ª mitad
.36
13
20/157
Resto
.61
39
153/390
Rango
25
Región Norteñas
.61
48
65/135
Centro-meridionales
.44
27
81/296
Rango
17 43
101/237
Tenor Cartas familiares/privadas
.63
Otras cartas
.32
11
20/182
Textos autobiográficos
.50
39
50/128
Rango
31
No convergence at iteration= 6 Log likelihood=-259.147. Signification= 0.008 Tabla 1: Contribución de los factores temporales, dialectales y estilísticos a la selección de la perífrasis deber de + infinitivo en un corpus de los siglos y (Goldvarb X)3
Sin embargo, el análisis de regresión logística no selecciona el siglo como factor significativo (tabla 1), y ello porque un estudio más detenido de los datos muestra diferencias temporales destacadas en el . Como se puede apreciar en el gráfico 1, la verdadera eclosión de la variante prepositiva tiene lugar a partir de la segunda mitad del , en la que prácticamente se cuadruplica su frecuencia de uso (42%) en relación con la primera parte (13%). Estas cifras se estabilizan a lo largo de la centuria siguiente, aunque con una leve tendencia a la baja en las últimas décadas, que se acentuará drásticamente, como vimos, a partir del siglo (capítulo 2, § 4.1). De hecho, un reanálisis de los datos, en el que se considera la influencia aislada del primer periodo del frente al resto de etapas áureas,
3
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No se incluyen en esta tabla los factores sociales, ya que para su análisis limitamos el corpus a aquellos textos de los que existe constancia de que fueron escritos de puño y letra por sus autores, o bien dictados directamente a un escribano en presencia de los anteriores (véase más adelante § 3.4).
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recibe ahora el aval de significación estadística y apunta a la existencia de un importante cambio favorable a la perífrasis deber de + infinitivo a partir de 1550. Como recuerda Conde-Silvestre (2007), la realización de estudios en tiempo real en el marco de la sociolingilistica histórica puede ayudarnos a observar el ritmo de difusión que alcanzaron los cambios en el pasado. En el caso de deber de, el gráfico 1 nos muestra cómo entre la 1.ª y la 2.ª mitad del siglo , se advierte una característica curva en S, cuya rotundidad recuerda la de otros cambios enérgicos descritos en la bibliografía sociolingüística (new and vigorous changes), y que se difunden con fuerza y rapidez en la matriz social (Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003). Como se puede observar, durante la Edad Media, y a juzgar por los datos que ha analizado Balasch (2012) en textos de los siglos al , la presencia de VP es mínima (1%). No obstante, la variante despierta a comienzos del , en lo que parece una fase incipiente del cambio (por debajo del 15%), para acelerarse contundentemente hacia el final de la centuria, cuando supera ya el 40%. Sin embargo, a diferencia de otros procesos de cambio de este mismo tipo atestiguados en la lingüística diacrónica y que han terminado consolidándose en un periodo relativamente corto de tiempo,4 en nuestro caso, la variante novedosa se estabiliza durante buena parte del , si bien en las últimas décadas de este siglo se aprecia ya un significativo descenso, que se acelerará bruscamente en la siguiente centuria.
3.2. Variación dialectal El factor geográfico es seleccionado como significativo por el análisis de regresión, y sus resultados sugieren que la VP fue más característica de las regiones septentrionales (desde Madrid hacia el norte), siendo estas las únicas donde la presencia de deber de prácticamente iguala (48%) a la de deber (52%). Obsérvese, además (gráfico 2), cómo en estas variedades norteñas, VP era ya vigorosa en la primera mitad del siglo (42%), aunque incrementará sus usos todavía más en la segunda mitad de la centuria (51%), para ir perdiendo fuerza a partir de entonces.5 4
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Para el español, este es el caso, por ejemplo, de la ampliación de usos de la variante -ra en detrimento de la -se para la expresión del imperfecto y pluscuamperfecto de subjuntivo en el español de América. A caballo entre los siglos y , este cambio se consolidó con fuerza en regiones como Uruguay (Ramírez Luengo 2001) y Texas (Martínez 2001), cuyos textos muestran un vuelco abrupto entre las ocurrencias de cada forma, en un corto periodo de apenas 60-70 años. Este mismo perfil se ha documentado también en variables lingüísticas de otras lenguas, como atestigua, por ejemplo, la rápida extensión de la variante -(e)s como morfema de la tercera persona singular del presente de indicativo en inglés (Ogura y Wang 1996). Con todo, no hemos incluido en estas regiones ejemplos de algunas zonas bilingües, en las que el castellano convive con otra lengua romance, por las posibles consecuencias que el contacto de lenguas hubiera podido tener en la evolución de las perífrasis castellanas. En
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Gráfico 1: Frecuencias de deber de en diferentes periodos de la historia del español (fuentes: siglos - : Balasch (2012); resto: ver capítulo 2)
Gráfico 2: Distribución de las frecuencias de uso de deber de en diferentes áreas dialectales durante cuatro periodos históricos del español clásico (%)
catalán, por ejemplo, las perífrasis con deure (siempre sin preposición) tan solo poseen valor epistémico, de tal manera que los actuales usos obligativos (y prepositivos) se consideran castellanismos sintácticos (Badia 1983; Cabanes Fitor 1996). En todo caso, para el periodo analizado, las ocurrencias de la variable en estas regiones bilingües son muy escasas (tan solo tres para los territorios del ámbito lingüístico catalán, y seis más para Galicia).
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Por lo que se refiere a los escritores procedentes de las regiones centro-meridionales españolas (los territorios de las actuales comunidades de Castilla-La Mancha, Extremadura, Canarias, Murcia y Andalucía), el gráfico muestra una evolución muy similar, aunque a partir de cifras considerablemente menores en todo momento. A comienzos del , VP posee una vitalidad muy reducida (8%), para ascender bruscamente en su segunda mitad (34%), e ir perdiendo vitalidad a partir de ese momento, en una senda de decadencia que se generalizará en la centuria siguiente. A la vista de estos datos, parece que en el impulso que experimentó esta perífrasis modal en el periodo clásico pudo tener mucho que ver la influencia de las hablas norteñas. A este respecto, es revelador que el periodo culminante en la difusión de deber de coincida con el traslado de la corte desde Valladolid a Madrid en tiempos de Felipe II (1562) (Domínguez Ortiz 2004), es decir, durante las últimas décadas del siglo , en las que, como hemos visto, la curva en S alcanza una notable intensidad. Sin embargo, cien años más tarde, y en un proceso que irá a más en siglos venideros, la variante retrocede como consecuencia, quizá, de un proceso de simplificación y koineización como el que ha permitido explicar otros fenómenos bien conocidos de la historia del español, como el ensordecimiento de las sibilantes como paso previo a la reestructuración del sistema fonológico en la lengua moderna (Penny 2000a y 2000b; Moreno Fernández 2005; Conde- Silvestre 2007). En este sentido, el final de la Reconquista y la mayor movilidad de los individuos y su desplazamiento hacia el sur, con la consiguiente coexistencia de hablantes de extracción social y origen geográfico muy diferentes, podría justificar procesos como los mencionados, en los que parece tener todas las de ganar la variante cognitivamente menos marcada (deber), en detrimento de la que nos ocupa en estas páginas. Por lo demás, parece lógico que esta evolución finalmente desfavorable para deber de se acelerara en aquellas regiones (centro-meridionales) donde la variante prepositiva nunca llegó a alcanzar los niveles de difusión que tuvo en el norte peninsular. En este sentido, sería interesante cotejar los datos de nuestra investigación, que, como se recordará, se ciñe a las hablas españolas, con los de otras variedades americanas, en las que tales procesos de homogeneización dialectal tuvieron un mayor peso. Si nuestras suposiciones son ciertas, el arrinconamiento de VP en esas hablas transatlánticas habría alcanzado niveles mayores que en España, lo que a juzgar por los resultados obtenidos en estudios sobre las hablas actuales (Samper et al. 1998-1999; Galué et al. 2004) resulta inicialmente una hipótesis plausible. Ahora bien, del catálogo de ocurrencias de la variable clasificadas como centromeridionales hemos dejado deliberadamente fuera aquellos fragmentos correspondientes a cartas remitidas desde o hacia Sevilla y Cádiz (gráfico 2). Dejando al margen los periodos inicial —en el que los datos son muy parcos: tan solo seis
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ejemplos, repartidos a partes iguales entre las dos variantes— y final (sin datos), en el gráfico se aprecia una curva similar a la descrita anteriormente para los periodos centrales, en los que sí disponemos de cifras más representativas. Sin embargo, llama la atención que el punto más elevado (2.ª mitad del ) exhiba magnitudes tan altas (54%), más próximas a las que veíamos en las regiones del norte (51%), y a considerable distancia de las centro-meridionales (34%). ¿Cómo explicar este hecho, aparentemente contradictorio con lo que llevamos dicho? A nuestro modo de ver, estos desequilibrios pueden estar relacionados con el papel singular que estas dos ciudades desempeñaron en el comercio y la inmigración con América, un proceso histórico que está en el origen de una buena parte de los textos que componen el corpus. Y es que muchos colonos, así como sus familiares, tenían que pasar largos periodos de tiempo en estas urbes para resolver trámites burocráticos antes de poder zarpar finalmente para América (Fernández Alcaide 2009: 53), por lo que en muchos casos nos encontramos ante la imposibilidad de conocer el origen real tanto del remitente como de su destinatario. De hecho, un análisis comparativo entre, por un lado, las cartas relacionadas con la inmigración, y los demás textos (resto de cartas y obras autobiográficas), escritos esta vez sin ningún género de dudas por gentes de procedencia andaluza, ofrecen un perfil distribucional muy diferente. Así, las cifras obtenidas por estos últimos en el periodo clásico son casi la mitad (33%) que las relacionadas con la inmigración (52%), lo que nos da una idea acerca de la necesidad de tomar estos datos con precaución. En resumen, la construcción prepositiva parece una variante notablemente extendida en el norte peninsular, cuyos usos se irradian a otros territorios peninsulares, quizá como consecuencia de la influencia ejercida por la nueva corte madrileña. Ello ocurriría, sobre todo, a partir de la segunda mitad del , estabilizándose a continuación, para iniciar un lento declive que culminará con una completa debacle a comienzos del siglo .
3.3. El eje estilístico de la variación Para la configuración de este eje consideramos la temática principal de las cartas que componen el corpus y el tipo de relaciones que se derivan entre los interlocutores. A este respecto, entre los materiales de la correspondencia encontramos textos de diferente naturaleza: a) Cartas sobre asuntos públicos y/u oficiales: entre estas se encuentran, por ejemplo, cartas enviadas al rey y a otros cargos públicos y eclesiásticos
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por parte de conquistadores, soldados, religiosos, etc. con el fin de dar cuenta de la labor colonizadora y evangelizadora emprendida en América. Con todo, hay también epistolarios de este tipo cuyo punto de partida y destino era el territorio español (el caso, por ejemplo, del Epistolario del conde de Tendilla). b) Cartas comerciales y de negocios: correspondencia cuyo objeto principal era exponer los avatares económicos (pleitos, relación de cuentas...) de algunas personas con negocios a uno y otro lado del Atlántico. c) Cartas de emigrantes: agrupamos en este apartado diferentes tipos de cartas privadas, escritas por emigrantes en América, como las denominadas cartas de llamada (Otte 1987; Fernández Alcaide 2009; Stangl 2012), en las que el miembro de una familia que había emigrado a América reclamaba a sus familiares que cruzaran el océano para reunirse con él. En el mismo sentido, incluimos aquí otras cartas de contenido privado que posteriormente serían utilizadas en pleitos judiciales por las personas que las recibieron (Martínez Martínez 2007). d) Cartas familiares o privadas en contextos no migratorios. Dado que las cartas del apartado c) son en su inmensa mayoría de contenido familiar y privado, en el proceso de codificación las agrupamos junto con las del apartado d), como Cartas familiares, y las oponemos a un segundo bloque, integrado por la correspondencia de carácter oficial o comercial, en la que se ventilan intereses preferentemente no privados ni íntimos (Otras cartas en la codificación). Por último, enfrentamos a estos dos bloques los textos no epistolares, en los que no hay un destinatario definido y cuyo grado de dialogicidad es, por tanto, menor, si bien pueden contener también importantes muestras de afectividad, especialmente en ciertas tradiciones discursivas como autobiografías, memorias, diarios, etc. Analizado estadísticamente, el factor se revela como altamente significativo, y de acuerdo con el siguiente perfil: a) Las cartas familiares favorecen claramente la VP, con un grado de significación elevada (43%; .63). b) Por el contrario, en el segundo grupo de cartas, de carácter menos íntimo, deber de tan solo representa el 11% de los casos, lo que se asocia con un peso explicativo nítidamente desfavorecedor (.32). c) Por último, en una posición intermedia se sitúan los textos autobiográficos, cuya contribución queda en niveles neutros (39%; .50).
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De lo anterior parece inferirse que los parámetros de espontaneidad y dialogicidad se hallan relacionados con este fenómeno de variación: aquellos textos que se sitúan en las posiciones más adelantadas en ambos ejes, como es el caso de las cartas de contenido familiar o íntimo, son las más propicias para la selección de la variante prepositiva. Por el contrario, aquellas que se sitúan en posiciones mucho más bajas (cartas oficiales o comerciales) resultan considerablemente menos favorables para VP. En la bibliografía encontramos algunos casos similares descritos desde la sociolingüística histórica. Así, Nevalainen y Raumolin-Brunberg (1996) han comprobado a partir de los materiales del Helsinki Corpus of English Texts cómo la difusión del pronombre personal its como posesivo en la historia de la lengua inglesa tuvo un locus inicial especialmente favorable en los textos más cercanos a la lengua espontánea y coloquial (cartas privadas, comedias, diarios o libros de viajes, etc.), frente a las obras de carácter oficial, donde las ocurrencias del cambio empezaron siendo mucho más escasas. Ahora bien, ¿cómo discurrió esta difusión de deber de por la matriz lingüística? Para comprobarlo, procedemos a la tabulación cruzada de este factor estilístico con los más significativos de orden estructural, analizados en el capítulo 2. Los principales resultados de este análisis se resumen a continuación. Por lo que a la oposición modal epistémico-deóntica se refiere, los datos muestran cómo la ya reseñada asociación entre la modalidad epistémica y la variante prepositiva es mucho más acusada en las cartas familiares (74%) y en los textos autobiográficos (69%) que en las cartas de temática menos privadas, donde apenas alcanza un 19%. En cuanto a la incidencia de la modalidad oracional, recordemos cómo era sobre todo en las oraciones de polaridad negativa donde la VP aparecía más favorecida (capítulo 2, § 4.1.2). Pues bien, tras el cruce con el factor estilístico, observamos algunos matices de interés. Así, la incidencia de la modalidad negativa se advierte con claridad en las cartas familiares (66% vs. 37% entre las afirmativas). Sin embargo, la diferencia aparece más neutralizada entre las cartas de temática no familiar (17%/10%). Un perfil similar se aprecia, por último, en la interacción con la modalización contextual. Como se recordará, consideramos como contextos modalizados aquellos en los que la variable lingüística aparece rodeada en el entorno próximo por recursos expresivos que suponen un incremento formal destinado a la intensificación bien del enunciado, bien de la enunciación (capítulo 2, § 4.1.3). Cuando cruzamos estos datos con la temática de los textos nos encontramos de nuevo con que el factor de la intensificación —el más favorable a VP— se activa especialmente en las cartas de contenido más privado y familiar. Estos cruces entre el tenor de los textos y los principales factores lingüísticos que intervienen en la variación sugieren una estrecha correlación: los factores
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más marcados en la esfera de la modalización (epistémicos, oraciones negativas y enunciados modalizados contextualmente) adquieren una significación considerablemente mayor en aquellos textos que se caracterizan por una mayor implicación emocional del autor en su texto. Por el contrario, esta significación se atenúa conforme descendemos en la escala de espontaneidad del acto comunicativo. En la mayoría de estos cruces se comprueba cómo los textos más neutros, menos personales, aparecen por debajo en el empleo de la VP. Por el contrario, en las cartas más íntimas y personales, y con cierta frecuencia también, en los textos autobiográficos, la influencia conjunta con los entornos más modalizados dispara los usos de la perífrasis prepositiva. Llegados a este punto, cabe preguntarse por el modo en que estas variantes se desenvuelven en el seno de la comunidad. Para comprobarlo, analizamos a continuación la potencial influencia de diversos factores sociales, habituales en la investigación sociolingüística, aunque necesitados de una cierta reconsideración hermenéutica en el estudio de etapas pasadas de la historia (Bergs 2005). Por otro lado, los datos de este tipo en textos antiguos son a menudo fragmentarios, y aunque se haya avanzado mucho en las últimas décadas en este terreno, no siempre es posible disponer de la información sociológica relevante. Por ello, en lo que sigue realizamos un nuevo análisis de regresión, aunque esta vez considerando solo aquellos textos sobre los que existe constancia de que, o bien fueron escritos inequívocamente por el remitente de una carta o texto autobiográfico, o bien, aunque fueran redactados por escribanos —práctica habitual en la época— lo hicieron en presencia del remitente o autor, quien habría dictado su contenido. De este modo, dejamos fuera de la codificación los textos de los que no existe tal constancia, así como las copias realizadas con posterioridad por personas que no participaron en el acto original de la comunicación. Los resultados de este nuevo análisis se exponen en la tabla 2.
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P.
%
N/∑
1.ª mitad
.25
6
5/86
Resto
.63
37
81/218
Rango
37
Periodo
Región Norteñas
.60
44
49/111
Centro-meridionales
.41
19
24/126
Rango
19
Tenor Cartas familiares/privadas
.64
36
27/74
Otras cartas
.17
7
7/105
Textos autobiográficos
.73
43
50/117
Rango
56
Sexo Hombre
.54
30
82/275
Mujer
.18
14
4/29
Alto
-
[20]
[30/149]
Intermedio
-
[64]
[43/67]
Bajo
-
[54]
[40/74]
Jóvenes
-
[46]
[36/79]
Adultos
-
[22]
[37/169]
Estamento social
Edad
No convergence at iteration: 7 Log likelihood= -153.042 Significance: 0.001 Tabla 2: Contribución de los factores extralingüísticos a la selección de la perífrasis deber de + infinitivo en diversos corpus epistolares de los siglos y (NB: Solo textos autógrafos o dictados en presencia del autor)
Como cabía esperar, las muestras de la variable se reducen significativamente en este segundo análisis, hasta un total de 304 ocurrencias. Pese a ello, el porcentaje global obtenido por VP (29%) es similar al que veíamos en la muestra completa (32%). Además, es revelador comprobar cómo el perfil de las diferencias reseñadas en los apartados anteriores se mantiene ahora con notable paralelismo. De nuevo, las frecuencias de VP el segundo periodo (1550-1699) (37%) supe-
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ran ampliamente a las de la primera mitad del (14%). Del mismo modo, se observa que el cambio favorable a la VP se acelera rápidamente en la segunda mitad del (42%), desde unas cifras mucho más anecdóticas en la primera (6%). Por otro lado, el perfil dialectal, si bien pierde el aval de la significación estadística, quizá como consecuencia de las restricciones muestrales, presenta el mismo trazo distribucional comentado anteriormente, con un incremento de las frecuencias de deber de en las regiones norteñas (44%), con porcentajes que doblan los obtenidos por las áreas centro-meridionales (19%). Finalmente, el eje estilístico mantiene también el grueso de las conclusiones explicadas más arriba. Así, la temática de los textos vuelve a surgir como un factor altamente significativo, con las cartas no familiares como uno de los entornos más desfavorecedores de la VP (.17), justo lo contrario que las cartas de temática familiar y doméstica (.64) y los textos autobiográficos (.73). Estos datos son interesantes porque permiten corroborar el principio de generalización en sociolingüística, o lo que es lo mismo, la capacidad de validar unos datos empíricos sobre un fenómeno como resultado de su observación repetida. Asimismo, nos hacen reflexionar acerca de la influencia que los escribanos y otros intermediarios pudieron ejercer sobre las variedades lingüísticas ajenas. Si la huella de estos pudo ser determinante en el ámbito de la variación fónica o gráfica, quizá no lo fuera tanto en otras esferas como la sintaxis o el léxico, como ha recordado Bergs (2005) tras su estudio sobre las cartas privadas que los miembros de la familia Paston escribieron entre los siglos y . Como destaca este autor, la morfosintaxis de los diferentes autores difería significativamente, incluso aunque las cartas fueran dictadas a un mismo escribano. En este mismo sentido, nuestro estudio demuestra que la diferencia explicativa entre los distintos contextos considerados se mantiene no solo entre los textos autógrafos o dictados, sino también entre obras cuya traslación al papel no está clara o ha corrido a cargo de intermediarios ajenos al acto comunicativo original. Con todo, estudios adicionales de este tipo serían necesarios para alcanzar conclusiones más sólidas en torno a esta cuestión (en este mismo sentido, véase también Pahta y Jucker 2011).
3.4. Factores sociológicos Por lo que a los factores sociológicos se refiere, hay que reconocer que a los problemas habituales a los que se enfrenta la sociolingüística hay que añadir ahora otros de considerable entidad. En efecto, el investigador no solo tiene que lidiar con categorías sociales no siempre fáciles de delimitar, sino que, además, debe hacerlo en momentos históricos pasados, en los que estas pueden no corresponderse exactamente con las actuales. Como ha destacado Bergs (2012),
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la sociolingüística histórica no debe incurrir en anacronismos y dar a priori por asumidas clasificaciones hoy frecuentes en la disciplina, como las clases sociales o los diferentes grupos generacionales, por mencionar solo algunas de las más comunes. Para evitarlo, las categorías empleadas deben ser acordes con la estructura social del periodo analizado, algo para lo que resulta indispensable acudir a las fuentes históricas, pero también al propio contenido de unos textos que, como las cartas privadas o las memorias y diarios estudiados aquí, aportan informaciones muy valiosas acerca del tipo de relaciones sociales que imperaron en la época. Como recuerda Nevalainen (1999: 510), el desfase actual entre las nociones de sexo y género, que ha ocupado a sociólogos y sociolingüistas contemporáneos durante las últimas décadas, pudo ser considerablemente menor en épocas pasadas, como consecuencia de la imposición a las mujeres de roles sociales mucho más estrictos que los actuales. Sea como sea, la investigación sobre este factor social en la historia de una lengua puede llegar a convertirse en una pesadilla desde el punto de vista metodológico (Bergs 2012: 89; Kielkiewicz-Janowiak 2012: 307 y ss.). La escasez de muestras escritas a cargo de mujeres en periodos tan remotos como el Siglo de Oro, debido a las diferencias culturales que hacían que, en el mejor de los casos, aquellas supieran leer, pero no necesariamente escribir (y ni siquiera lo primero entre los estamentos más populares), supone un considerable problema de representatividad en las investigaciones de sociolingüística histórica. En nuestro caso, ello es así también, dado que las ocurrencias del bloque femenino apenas sobrepasan el 10% de los datos. Quizá por ello, el programa estadístico no selecciona este factor como significativo, pese a que se ve a las mujeres como desfavorecedores de la variante prepositiva (14%; 18), frente a los hombres, cuyas cifras están más próximas a la media (30%; .54). Inicialmente, los datos de nuestra investigación no coinciden con los de otros estudios. Así, tras la revisión llevada a cabo por Nevalainen y Raumolin-Brunberg (2003: 130) acerca del papel de hombres y mujeres en la difusión de algunos cambios que afectaron al inglés durante las dinastías Tudor y Estuardo, estas autoras concluyen que el factor generolectal comienza a operar significativamente en la matriz social a partir del momento en que los cambios han superado las fases iniciales, situándose ya en proporciones más avanzadas de la curva en S (entre el 15 y el 40%). Además, señalan que las mujeres muestran “female advantage in language change regardless of the social embedding of the process”. Más aún, en línea con lo defendido por Milroy y Milroy (1993), en torno a la prioridad del género sobre el estatus social en la explicación del cambio lingüístico, Nevalainen y Raumolin-Brunberg defienden “that gender overrides rank in Tudor and Stuart England” (cf. Palander-Collin 1999; Raumolin-Brunberg 2006; Nurmi, Nevala y Palander-Collin 2009).
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En nuestro caso, los datos sobre el habla femenina son escasos, como hemos visto, y además repartidos de forma muy desequilibrada entre los diferentes periodos contemplados en el estudio. Ahora bien, no deja de ser elocuente que, en la segunda mitad del siglo , en la que se concentra el grueso de las ocurrencias femeninas y en la que, como se recordará, se produce el verdadero punto de inflexión en la difusión de deber de, las mujeres muestran un empleo muy reducido de VP, al tiempo que los hombres llegan a alcanzar la nada despreciable cifra del 42%. ¿Qué razones podrían explicar este retraso de las mujeres en la difusión de esta variante? A nuestro modo de ver, este hecho podría venir explicado en buena medida por la fuerte dependencia del factor género con respecto a la estratificación social de la época. No hay que olvidar que, sociológicamente, las muestras de habla femenina de las que disponemos en el corpus proceden en su mayoría de los miembros de la nobleza y el clero, algunas de cuyas representantes llegaron a ser conspicuas escritoras de cartas. Por supuesto, no faltan tampoco testimonios femeninos en epistolarios escritos por gentes menos relevantes socialmente, pero en la tabulación cruzada entre los dos factores se observa que, al menos para esta variable, todas las ocurrencias femeninas corresponden a personas pertenecientes a los estratos más elevados de una sociedad fuertemente estamental como la española en el Siglo de Oro. Así las cosas, la variable género no puede analizarse aquí sino en interacción con otros factores sociales, como el estamento social, para comprobar el modo en que la variación y el cambio pudieron estar condicionados por parámetros como los derechos legales, el acceso a la educación o la movilidad social, bien diferentes para hombres y mujeres en la España de la Edad de Oro (Elliot 1998). A partir de la estructura social característica de esa España, distinguimos tres grupos sociales, que se corresponden con otros tantos estamentos de la época.6 En la cúspide nos encontramos con los representantes de la alta aristocracia, propietarios de los principales títulos nobiliarios de la época (duques, condes, marqueses, barones...) e investidos de un enorme poder político, económico y social, por sus estrechas relaciones con la monarquía (Fernández Álvarez 2004). 6
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Sobre la necesidad de adaptar las categorías sociales al contexto histórico sin caer en anacronismos, véanse las advertencias del historiador social Peter Burke (1992). Estas han sido asumidas recientemente por algunos representantes destacados de la sociolingüística histórica, quienes suelen eludir la noción de clase social en sus estudios sobre etapas anteriores a la Revolución industrial, sustituyéndola por otras como rango social (Social rank) u orden social (Social order) (cf. Nevalainen 1996, Conde-Silvestre y Hernandez-Campoy 2004). Para una discusión sobre las ventajas e inconvenientes de diferentes modelos para la estratificación social en Gran Bretaña en periodos anteriores al siglo , véanse Nevalainen y RaumolinBrunberg (2003) y Conde-Silvestre y Hernández-Campoy (2005).
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Asimismo, incluimos en este grupo a la élite de la jerarquía eclesiástica (obispos, arzobispos, cardenales, altos funcionarios de la Inquisición, superiores de los monasterios y conventos, etc.), que en la España de los siglos y procedía casi siempre de familias de la nobleza alta. Un segundo estamento, difícilmente homologable a las actuales clases medias, es el integrado por una nómina variada de miembros del clero y la nobleza baja, de raigambre rural casi siempre, y cuya fortuna iría disminuyendo con el paso del tiempo.7 A estos se añaden los representantes de una creciente burguesía urbana (bachilleres, licenciados, médicos, escribanos, mercaderes, maestros, etc.), siempre en desventaja con respecto a la aristocracia y el clero, por su obligación de pagar impuestos, de la que los primeros quedaban exentos, con consecuencias desastrosas para la economía española. Por último, en el estamento más bajo se encuentran los representantes del pueblo llano, destinados al desarrollo de profesiones manuales, como campesinos, panaderos, carpinteros, torneros, toneleros, albañiles, herreros, y un largo etcétera, muchos de los cuales probaron fortuna en tierras americanas, desde las que escribían a sus familiares para dar noticias o pedir la reunificación familiar (Fernández Alcaide 2009; Stangl 2012). Además de los diferentes derechos y obligaciones de cada estamento, heredados muchas veces de generación en generación —aunque tampoco faltaron ejemplos significativos de ascenso (el caso de los conquistadores) y descenso social (la nobleza baja)— los representantes de esos grupos diferían también en las capacidades de acceso a la educación. De este modo, por ejemplo, las competencias escritas quedaban reservadas sobre todo al primer estamento, si bien muchas mujeres de la nobleza tan solo accedían a la capacidad de leer (generalmente, libros piadosos), pero menos a la escritura, cuya técnica, en el mejor de los casos, podían desarrollar de manera rudimentaria. Lógicamente, encontramos también casos que no responden a este esquema, como los incluidos en este corpus, pero estos constituían la excepción más que la regla. La aptitud para leer y escribir estaba también al alcance de algunos títulos y ocupaciones representativos del estamento intermedio (monjes, frailes, médicos, licenciados, escribanos, etc.), pero de forma menos generalizada que en el estrato anterior, por lo que no pocos necesitaban del auxilio de intermediarios para poner por escrito sus ideas y afectos. Y esto último todavía fue más la norma entre los miembros del pueblo llano, salvando algunas excepciones, que también las hubo, por parte de quienes hicieron de la necesidad virtud, aprendiendo los rudimentos de la escritura para trasladar noticias y sentimientos a miles de kilómetros de distancia (Fernández Alcaide 2009: 41-62). 7
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No así en el caso de algunos conquistadores y aventureros, que probaron fortuna en América, a veces, con notable éxito.
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Aunque el factor no es seleccionado como significativo a la luz de la muestra disponible son elocuentes las diferencias frecuenciales entre los diferentes estamentos, especialmente las que median entre el estamento social más alto y los otros dos. Mientras que el primero destaca por usos de la variante prepositiva claramente por debajo de la media, tanto el pueblo llano como el grupo intermedio lo hacen notablemente por encima. A la vista de esta distribución, parece que en la extensión de la variante prepositiva desempeñan un papel relevante los miembros de los estratos medios y bajos de la sociedad, cuyas cifras triplican las halladas en la élite social. Todo ello podría estar apuntando a un cambio desde abajo, similar al que pudo producirse con el ensordecimiento de las sibilantes en el siglo , por cierto, difundido también en primera instancia en las regiones septentrionales (Penny 2000b: 42, 119; Conde-Silvestre 2007: 300-302). De hecho, el cruce entre estos dos factores, cuyos datos presentamos en el gráfico 3, muestra cómo es en el estamento más alto donde las diferencias dialectales tienen menos relevancia, con valores próximos entre sí, aunque ligeramente más elevados en el norte (21%) que en las regiones del centro/sur (16%). Por el contrario, obsérvese cómo, en el resto de la pirámide social, estas diferencias se agrandan sobremanera, hasta el punto de que las ocurrencias de deber de en el norte (56%) duplican las centro-meriodionales (28%).
Gráfico 3: Distribución de las ocurrencias de deber de por región y estamento (%)
En otro orden de cosas, estamos ahora en mejores condiciones para comparar el comportamiento de hombres y mujeres en torno a esta variable, aunque tengamos que limitar este análisis a un sector de la población, el correspondiente
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al estamento más elevado, pues no disponemos prácticamente de ocurrencias femeninas en los otros dos. Advertido esto, llama la atención que, pese a las importantes diferencias muestrales entre ambos grupos (Hombres: 121 ocurrencias; Mujeres: 29 ocurrencias), lo que dificulta las inferencias estadísticas, los porcentajes obtenidos por hombres (18%) y mujeres (14%) de las élites sociales son muy similares. En definitiva, las diferencias generolectales que apuntábamos al principio de esta sección podrían ser en el fondo de otra naturaleza. El hecho de que estas prácticamente se neutralicen en el único grupo social del que tenemos una muestra representativa —aunque también, sumamente desequilibrada— lleva a pensar que las distancias encontradas entre hombres y mujeres obedecen principalmente a la sobrerrepresentación masculina en el corpus. Sea como sea, nociones como las de prestigio lingüístico o estigmatización se encuentran íntimamente asociadas a las ideas de normativización y corrección, que, o bien pueden resultar anacrónicas, o bien operar en un sentido diferente al que hoy damos a estos conceptos. Y es que, pese a las diferencias sociales que, a la vista está, se aprecian en el periodo clásico en el uso de la variante prepositiva, no parece que dejaran mucha huella en la reflexión normativa del español, al menos por lo que se deduce de su práctica ausencia en gramáticas y diccionarios (para más detalles, véase el capítulo 11). A este respecto, es significativo que las pocas referencias a este fenómeno de variación que hemos encontrado aparezcan en boca de algunos autores de gramáticas y demás textos para la enseñanza del español a extranjeros, y prácticamente ninguna entre los españoles, frente a lo que sucedía con otras variantes vernáculas de la época (Gauger 2004: 683 y ss.). Como contrapartida, más prometedoras parecen las diferencias relacionadas con la edad. Para la configuración de este factor hemos realizado una interpretación de carácter émico, antes que cronológico (Chambers 2009), dadas las severas dificultades que encontramos para acceder a la edad exacta de muchos informantes en el momento de escribir sus cartas y textos autobiográficos. De este modo, hemos acudido para la presente ocasión a una clasificación binaria, en la que los hablantes quedan clasificados en dos grupos, en función del momento vivencial que atravesaban en la etapa correspondiente a la redacción de sus textos. Para ello, nos hemos servido tanto de lo que se dice en el interior de estos como —en especial, en el caso de las cartas— de informaciones indirectas, relacionadas con el acto de la comunicación. Así, por ejemplo, un inmigrante que reconoce llevar poco tiempo en América, y que se dirige por escrito a sus padres, que quedaron en España, es previsible que fuera joven todavía. Por el contrario, el padre que se dirige a su hijo en América se incluye, para lo que aquí nos interesa, como un miembro adulto de la sociedad. Del mismo modo, y con independencia de su edad cronológica, la experiencia vital de aquel emigrante que escribe desde el virreinato de la Nueva España a la mujer y cuatro hijos que dejó en Extremadura
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para que se reúnan con él tras varios años de separación, nos lleva también a catalogarlo dentro de este segundo grupo. Por desgracia, este factor no es tampoco ajeno a las limitaciones metodológicas que hemos advertido en la configuración de otras variables sociales, por lo que hemos dejado sin codificar aquellas ocurrencias de individuos para los cuales, ni los datos directos, ni los indirectos, permitían una asignación razonable. Ni que decir tiene que la interpretación de lo que significan periodos como la juventud y la madurez difiere entre el Siglo de Oro y la actualidad, por lo que, en este caso, tan solo pretenden establecer dos estadios vivenciales diferentes en la evolución de las personas. Al final, los ejemplos disponibles se reducen a 248 casos, de los que el 32% corresponden a individuos situados en la primera etapa, frente al 68% restante, vinculados a las edades más avanzadas. Como se puede observar en la tabla 2, los escritores más jóvenes duplican (46%) a los segundos (22%) en el empleo de la variante prepositiva. Además, estas diferencias se observan tanto en los estamentos más elevados de la sociedad como en los más bajos (gráfico 4), si bien es en estos últimos donde la distancia entre los subgrupos correspondientes resulta más abrupta (52% vs. 18%).
Gráfico 4: Distribución de la variante deber de + infinitivo tras el cruce entre los factores edad y estratificación social (%)
Otro dato de interés lo ofrece la tabulación cruzada con el origen dialectal de los autores. A este respecto, recordemos cómo la extensión de VP alcanzaba una especial vitalidad en las regiones septentrionales. Pues bien, ahora estamos en condiciones de comprobar cómo ese vigor fue particularmente intenso entre los jóvenes norteños, único subgrupo en el que las realizaciones de la variante
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prepositiva (54%) llegan a superar las de la construcción alternativa, y a distancia de las generaciones más adultas (37%). Con todo, también en las regiones del sur, los jóvenes (29%) doblan prácticamente los usos de deber de con respecto a los mayores (17%), un dato que está en consonancia con la tradicional adopción por parte de los primeros de las innovaciones lingüísticas de manera más rápida e intensa (Tagliamonte 2012: 43-55) (gráfico 5).
Gráfico 5: Distribución de la variante deber de + infinitivo tras el cruce entre los factores edad y región (%)
4. Conclusiones De los datos analizados en las páginas anteriores, se deduce que el cambio favorable a la extensión de deber de + infinitivo en los siglos y , sin paralelo en la historia de la lengua española, tiene como protagonistas más destacados a los siguientes grupos: los miembros de las comunidades de habla norteñas, los estamentos medios y bajos, los hombres y las generaciones más jóvenes. Aunque las ocurrencias de la variante en el cruce entre algunos de estos factores son muestralmente insuficientes (especialmente en el caso de las mujeres), lo que dificulta la comparación estadística, la interacción entre estos factores arroja algunas regularidades dignas de mención. Así, se puede apreciar cómo en algunos de estos subgrupos (hombres-jóvenes; hombres-norteños; jóvenes-estamento bajo; estamento bajo-norteños) la variante prepositiva se aproxima o incluso llega a superar a la no prepositiva, mayoritaria en el conjunto de la sociedad.
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Diacrónicamente, el cambio avanza tímidamente desde el comienzo del siglo , pero es sobre todo en la segunda mitad de esta centuria cuando alcanza su punto culminante, especialmente en las regiones del norte. A partir de ese momento se estabiliza durante buena parte del siglo , si bien con el discurrir del siglo entra en un proceso de lento declive, que se acelerará drásticamente en el . Nos hallamos, pues, ante un cambio singular, que avanza a gran velocidad en un periodo relativamente corto de tiempo, a instancias, sobre todo, de ciertos grupos sociales como los reseñados más arriba, pero que, lejos de consolidar sus posiciones, las irá perdiendo, al principio lentamente, para precipitarse en los siglos posteriores. En otro orden de cosas, el análisis del eje estilístico nos ha permitido completar la semblanza de este cambio en el español clásico, al comprobar, por ejemplo, que los usos de la perífrasis prepositiva se intensifican en los textos más familiares y privados, donde median relaciones más estrechas entre los interlocutores. Este hecho interactúa al mismo tiempo con algunos factores en la frontera entre lo meramente estructural y lo estilístico que hemos analizado en el capítulo 2. Si allí advertíamos que la variante prepositiva es significativamente más utilizada en los contextos modalizados (epistémicos, intensificados, polaridad negativa) que en los no modalizados, en esta ocasión hemos podido ver cómo ello es especialmente así en los textos donde priman las temáticas más íntimas y espontáneas. ¿Cómo explicar esta correlación entre el eje estilístico y algunos contextos lingüísticamente modalizados? ¿Por qué la preposición aparece más frecuentemente en estos contextos, no solo tomados aisladamente, sino también, y especialmente, cuando se combinan entre sí? A nuestro juicio, la respuesta a estas cuestiones obedece al hecho de que unos y otros circulan en torno al propio concepto de modalización, esto es, a las actitudes, y en particular, a la afectividad que el hablante aporta a sus mensajes. Probablemente, los hablantes interpretan la preposición como un recurso expresivo que permite poner más efectivamente de relieve sus ideas, intenciones y deseos, y ningún contexto mejor para hacerlo que las cartas donde priman la afectividad y el sentimiento, frente a aquellas otras cuyo contenido y tono son necesariamente más fríos y distantes. Este mismo perfil socioestilístico se ha podido comprobar también en un estudio sobre esta misma variable en un corpus de habla oral contemporáneo (Blas Arroyo 2010, 2011), lo que pone de manifiesto que, tanto en el Siglo de Oro como quinientos años más tarde, en la actualidad, el empleo de deber de posee un carácter icónico, vinculado a la modalización textual. Sin embargo, esta iconicidad aparece desigualmente distribuida en la matriz dialectal y social. Su extensión arranca con fuerza en las regiones del norte
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peninsular, desde las que se desplaza progresivamente al resto. Ahora bien, a diferencia de otros rasgos lingüísticos que mostraron un desenlace similar, impulsados quizá por el mayor prestigio de unas hablas difundidas a partir de mediados del desde la nueva capital del reino, Madrid, el perfil social del nuevo cambio, realmente vigoroso en aquel tiempo, parece encerrar en su seno la misma semilla del fracaso. En este sentido, la especial “visibilidad” de este recurso (similar, por ejemplo, a la que se observa en fenómenos también estigmatizados como el dequeísmo), que es empleado en los contextos más familiares y coloquiales, pero, sobre todo, por parte de sectores sociales con escasa influencia social, fue quizá una de las causas de que, ya a comienzos del siglo , la variante prepositiva perdiera todo el protagonismo en favor de su eterna competidora. Y, por si todo ello fuera poco, deber de tuvo además la “desgracia” de activarse en mayor medida en aquellos contextos lingüísticos más minoritarios. Y así, hemos visto cómo tanto la modalidad epistémica, como la negación o los recursos de intensificación contextual son mucho menos recurrentes en el discurso que sus opuestos deónticos, afirmativos y no intensificados (ver capítulo 2). Otra razón, esta vez estructural, que explicaría la brusca reversión de un cambio lingüístico que llegó a tener un considerable vigor en el español clásico.
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VARIABLES SOCIOLINGÜÍSTICAS EN EL ESPAÑOL MEDIO: UN MARCADOR EN LA SINTAXIS DE LOS SIGLOS DE ORO
1. Introducción Es sabido que, en la sintaxis del español, ciertos verbos permiten que las subordinadas completivas que introducen eludan la obligación de utilizar el nexo que, a pesar de que el verbo de estas aparezca flexionado (Leonetti 1999: 2086). Aun así, tal posibilidad se considera hoy un fenómeno poco común, restringido preferentemente a algunos registros formales de la lengua escrita, y característico sobre todo de verbos de voluntad, temor y deseo (RAE/ASALE 2009: 3230). Además, y como destacan Lamiroy y Delbecque (1999: 2006), de quienes tomamos prestados los ejemplos (1) a (3), la ausencia del nexo se produce en estos casos cuando el verbo de la subordinada aparece en subjuntivo, el sujeto de esta no se halla explícito, y el verbo regente, por su propio significado léxico, encierra una idea temporal prospectiva:
1
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(1)
Nos rogó (que) la acogiésemos por esa noche.
(2)
Temí (que) se dejasen atrapar.
(3)
Una señora esperaba (que) se le concediera pensión por ser nieta legítima de José Manuel Díaz.1
A diferencia de estos ejemplos, en los que el significado referencial con y sin enlace parece idéntico, la elisión de la conjunción en contextos negativos con verbos de duda o temor
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Asimismo, existen también hoy algunos casos de omisión con el indicativo de verbos que denotan pensamiento y juicio pero, como recuerda la gramática académica (RAE/ASALE 2009: 3231-3232), estos son todavía más escasos y solo pueden aparecer en subordinadas, nunca en oraciones principales. Compárese, a este respecto, entre (4) y (5): (4)
‘Es una jugada que se pensó Ø sería inofensiva’.
(5)
‘*Se pensó Ø sería inofensiva’.
En claro contraste con la lengua actual, las restricciones en el enlace entre la cláusula principal y la subordinada debieron de ser considerablemente más laxas en el español de la Edad de Oro, a juzgar por lo que sucede en las oraciones estudiadas en el presente estudio, en las que se observa una acusada variación entre la presencia y ausencia de la conjunción que en predicados doxásticos introducidos por el verbo creer. En un estudio variacionista anterior (Blas Arroyo y Porcar Miralles 2018), comprobamos, en efecto, cómo lejos de tratarse de un fenómeno aislado y esporádico, la elisión del nexo fue una variante muy extendida en el español clásico, con cifras globales que llegaron a competir de cerca con la variante estándar, asociada al empleo de la conjunción. En ese trabajo, nos detuvimos en la incidencia de factores exclusivamente lingüísticos, de naturaleza gramatical, semántica y discursiva. El análisis detallado del contexto variable en que tenía lugar la variación reveló que la extensión de la variante elidida se producía de una manera especialmente favorable en ciertos entornos, como aquellos en los que el verbo creer (preferentemente en presente de indicativo y primera persona) y el verbo de la subordinada (en especial cuando va en futuro de indicativo y alude a la tercera persona) aparecen en posición adyacente, como muestra el fragmento (6). Por el contrario, los ejemplos de elisión son menores en los contextos opuestos, así como en enunciados, como los de (7), en los que el hablante/escritor encorseta su discurso en secuencias de intensificación formular características del registro epistolar: (6)
[...] y como pedro de ançures sea escrivano lo mismo porque con sus ofiçios no [1.ª p.s.] creo Ø [3.ª p.p.] yran a españa tan presto como quisieran (Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ, 1578).
puede aportar además un sentido diferente: el de la negación expletiva (Sánchez López 1999: 2628). Compárese, a este respecto, entre las dos oraciones siguientes: “Temo que no venga mi madre” ≠ Temo Ø no venga mi madre (y nos pille aquí, jugando a las cartas). El temor en el segundo caso es, conocido el contexto situacional, el de un contenido proposicional afirmado.
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(7)
185 [...] Yo creo y confío Ø no lleuará vuestra merced la menor parte de tan buena obra (Cartas desde la otra orilla, 1565).
Este último resultado nos llevó ya a plantear algunas dudas acerca de ciertas hipótesis halladas en la bibliografía previa sobre el carácter básicamente artificial y fruto más bien de las veleidades estilísticas de algunos autores. De ser ciertas estas hipótesis, la ausencia del nexo subordinante sería, pues, más la consecuencia de esa deliberada voluntad de estilo que un rasgo habitual en el habla espontánea de la época. Para poner a prueba estas ideas, en el presente capítulo se analizan algunos factores socioestilísticos, además del eje temporal, con el objeto de comprobar el perfil evolutivo de este fenómeno a lo largo de los Siglos de Oro. Intentamos, pues, dar respuesta a los interrogantes que planteamos y quedaron pendientes en aquel estudio: “¿se trata de una variable estable? o, por el contrario ¿muestra algún tipo de evolución?; ¿cabe imaginar la existencia de diferencias significativas entre cartas de diferente tenor o en las que aparecen implicadas relaciones jerárquicas diversas entre remitentes y destinatarios? Y por último, aunque no por ello menos relevante: si aceptamos que la variación diafásica es un reflejo de una variación más profunda en el plano social: ¿son esperables diferencias diastráticas entre grupos de diferente extracción social?” (Blas Arroyo y Porcar Miralles 2018: 546). Antes de mostrar los principales resultados del análisis variacionista (§ 5), creemos conveniente atender, siquiera de forma sucinta, a la evolución y conformación histórica de esta estructura sintáctica que complementa transitivamente, con o sin nexo, un verbo de entendimiento (§ 2). Igualmente, dedicamos un apartado a la delimitación de la variable lingüística (§ 3) y a los principales detalles del corpus y la metodología empleados en el estudio (§ 4). Como veremos, los resultados del estudio nos llevan a interpretar la variable lingüística como un marcador sociolingüístico en el español clásico, dada su sensibilidad tanto a la variación estilística como social. Por otro lado, la evolución de las elisiones exhibe un característico patrón curvilíneo, que da cuenta de un brusco ascenso en la difusión de la variante a partir del segundo tercio del siglo , que alcanzó su clímax en la frontera entre las dos centurias, para decaer progresivamente a partir de la segunda mitad del siglo (§ 6).
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2. Estado de la cuestión En la bibliografía, se ha dejado constancia del hecho sintáctico que nos ocupa, tanto en la Edad Media (Sanchís Calvo 1991: 544; Serradilla 1997: 215; García Cornejo 2006: 234-235), como, sobre todo, en los Siglos de Oro (Keniston 1937: § 42.5; Cano Aguilar 1984: 234; Bravo 1987: 108; Martínez Ortega 1999: 169 y ss.; Folgar 1997: 380; Herrero Ruiz de Loizaga 2005: 96-97). Aun así, se ha considerado escasa la atención recibida en la lingüística histórica (Girón Alconchel 2004: 879; Octavio de Toledo y Huerta 2011: 267, n. 43).
2.1. Latín y herencia romance Sin duda, uno de los cambios sistemáticos más determinantes en el tránsito del latín al romance fue la extensión de las construcciones con nexo introductor de una cláusula con verbo en forma personal para marcar la subordinación. Esta evolución es la que afecta a la estructura sintáctica que nos ocupa. La construcción regida por verbos de opinión, declaración o percepción más habitual en la lengua latina presentaba un infinitivo con sujeto en acusativo (AcI): narrat hostem venire. Sus límites con otras completivas introducidas por quod o ut no eran muy precisos, si bien tanto la semántica del verbo regente como de la partícula determinaban el uso preferente de una u otra construcción al menos en la lengua clásica. La oración que encabezaba ut se regía habitualmente por verbos de sentido volitivo: rogo ut venias. Por su parte, quod complementaba verbos con cierto contenido factitivo, que enfatizaba la propia partícula (originariamente acusativo neutro del relativo: “el hecho de que”: gaudeo quod te interpellavit (Bassols de Climent 1956; Väänänen 1968: 254-255). Fue esta última construcción la que inició un proceso de conmutación con las estructuras AcI. Los resultados en las lenguas romances son claro testimonio de que, en la lengua de origen, la construcción con nexo ganó popularidad —también con verbos declarativos—, sobre la de infinitivo. En opinión de Roca Alamá (2000), este predominio se produciría en época tardía (a partir del siglo ), y casi de forma paralela en la lengua coloquial y el latín escrito de los autores cristianos, hecho por el que se ha postulado como una explicación al fenómeno la influencia del griego a través de las traducciones bíblicas. Sin desestimar este factor, para la autora, el desarrollo interno del latín favorecía la imposición de las estructuras con quod, a partir de aspectos lingüísticos ya rastreables en la lengua literaria. En concreto: la progresiva ampliación del significado de la conjunción (lo que llevo a quod, por una parte, a asumir también los valores contextuales de quoniam o quia y, por otra, a perder su sentido factitivo); la extensión de la estructura conjuncional con
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verbos declarativos por analogía con la que presentan otros verbos; y, finalmente, la preferencia hacia construcciones cuyo verbo está en forma personal, que comunica, con precisión, tiempo y modo, frente a la mayor ambigüedad del infinitivo. En todo caso, el periodo de alternancia fue largo y la sustitución definitiva de una estructura por otra se produce ya en las lenguas romances.
2.2. Evolución hasta el periodo clásico En el romance, la subsistencia del AcI se produjo en estructuras sintácticas causativas —Quando querie a dentro entrar ariedro la fazien tornar, VSME, 70v— y con verbos de percepción —veriedes [...] arrancarse las estacas e acostarse los tendales, Cid, 2400— (Cano Aguilar 1977; Carrera de la Red 1982; Fernández Lagunilla 1992), pero la completiva de objeto directo de verbos de lengua y entendimiento asentó la estructura conjuntiva mediante el nexo romance universal que. No faltan ejemplos en los que la partícula podía ser interpretada como un relativo, dada la presencia de un elemento nominal al que remite como antecedente. Sin embargo, abundan aquellos otros, especialmente con verbos transitivos como creer, contar, dezir, mandar, en los que la cláusula que introduce que solo puede ser interpretada como una subordinada de objeto: (8)
Bien podemos contar que nada non perdemos (Apol, 344d).
(9)
[...] e bien creemos que lo farán desfaser (Cortés Alcalá 1348, p. 30).
(10)
Et a esto vos demando que respondades (PCG, II, p. 508).
(11)
[...] aquel que dize que labra la heredat deue dar fiador (Fueros Castiella, p. 47).2
Esta estructura patrimonial ha tenido continuidad hasta el español actual, si bien presenta una variante en su composición sintáctica: aquella que afecta a la elisión del nexo conjuntivo. Ahora bien, en un estudio sobre la construcción decir + cláusula completiva que utiliza como corpus un conjunto de textos literarios de los siglos a , Folgar (1997) ha señalado el carácter mayoritario de que como nexo introductor: Sí conviene advertir que esta conjunción puede ir elidida en ciertas ocasiones (sobre todo si el verbo regido va colocado inmediatamente después del regente y si no hay
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Ejemplos citados en Serradilla (1997: 204-205).
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correferencialidad en los sujetos de estos dos verbos) sin que esto implique ninguna modificación en la estructura sintáctica (Folgar 1997: 380).3
De hecho, con anterioridad al siglo , el autor solo recoge un ejemplo de ausencia del nexo en Sumas de historia troyana (primera mitad del ): (12)
[...] en aquella altura que vos avemos dicho Ø asentaron los griegos (Sumas, 200, 5).
Otros dos ejemplos, muy citados en otros estudios, se documentan también en el Cantar de Mio Cid: (13)
Digades al conde Ø non lo tenga a mal (977) (Menéndez Pidal 1908: 194.6).
(14)
Les podedes decir Ø Dios nos valio (831) (Menéndez Pidal 1908: 194.6).
Para los escasos testimonios medievales encontrados se han propuesto diversas explicaciones. Según García Cornejo (2006), por ejemplo, la supresión sería una alternativa construccional para evitar la acumulación de nexos, especialmente cuando se dan dos o más proposiciones coordinadas, como ocurre en el siguiente fragmento:4 (15)
Ordenamos quel alcalde de la justiçia vaya cada día a librar los pleitos a su abdiençia a la Quadra, segunt lo han acostumbrado fasta aquí, e Ø sea diliginte e Ø guarde el dicho ordenamiento (3r).5
La omisión del nexo podría obedecer, por otra parte, a la analogía con otras estructuras completivas de verbos volitivos más subjuntivo en los que esta variante sintáctica era más frecuente. Ya en el latín vulgar de la Península Ibérica se generalizó la supresión de la conjunción —primero ut, más tarde quid— con los predicados de voluntad que regían la completiva en subjuntivo, de modo que volo mihi respondeas sustituyó a lo que en otros sitios era volo quid mihi respondeas y en el latín clásico había sido volo ut mihi respondeas (Girón Alconchel 2004: 879).
3 4 5
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Está admitiendo, en definitiva, aun sin utilizar la terminología variacionista, que se trataría de dos variantes de una misma variable sintáctica. Como hace notar Octavio de Toledo y Huerta (2011: 266), esta tendencia a eliminar la duplicación innecesaria del nexo se afianzaría como esquema sintáctico en la prosa más elaborada a mediados del . Ejemplo citado por García Cornejo (2006: 235).
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En estos casos, la posposición de la subordinada y la presencia del modo subjuntivo aseguraban ya suficientemente la dependencia sintáctica, por lo que la presencia del nexo, como marca añadida de subordinación, podía resultar redundante (Raible 1983: 279). En el mismo sentido, se pronuncia Serradilla (1997: 215) quien añade, además, que “[e]ste uso es particularmente frecuente en el lenguaje jurídico”: (16)
E que le pedimos Ø por merçed notifique... (Acuerd. Concejo, 1482: 189).
(17)
Suplicando a sus Alteza Ø mande rreuocar la merçed... (Acuerd. Concejo, 1481: 73).
Así pues, la variante con elisión sería “una posibilidad histórica en el idioma” (Pons-Rodríguez 2008: 140), aunque sin especial relevancia hasta el periodo clásico. La verdadera novedad del periodo áureo supone la extensión del fenómeno, que alcanza, además, al verbo de la completiva en indicativo. Este hecho, como veremos, se confirma ampliamente en nuestro estudio. Dada la posibilidad de la estructura en el sistema, otros factores añadidos a los ya citados podrían haber contribuido a su expansión. Pons-Rodríguez (2008) ha apuntado uno interesante, relacionado con el resurgir de la completiva AcI, por latinismo, en los siglos y —Creí esta palabra poderse decir del prudentíssimo, manánimo e vigente cavallero Íñigo López de Mendoza, Mena, Coronación (en Pons-Rodríguez 2008: 127)—. En este último siglo, señala la autora, crecía también progresivamente la supresión de que como nexo en las cláusulas flexivas. En su opinión, aunque no parezca haber entre ambos fenómenos una vinculación causal, pueden relacionarse de algún modo: [...] el desarrollo en determinados géneros discursivos del castellano de subordinadas completivas de infinitivo con sujeto propio en las que la presencia de que, marca típica de subordinación, no era obligatoria, pudo abrir el paso para que en esos mismos géneros discursivos se prescindiera de que en subordinadas de verbo conjugado (Pons-Rodríguez 2008: 141).
En consecuencia, las dos construcciones, aún con sus diferencias,6 actuaron contra la aparición de que en la frase, y ello, como dice la autora, “quizá porque su presencia estaba ligada a tradiciones discursivas concepcionalmente menos escriturales” (Pons-Rodríguez 2008: 141).
6
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En su opinión, ambas intervienen, en sentido inverso, sobre el nivel de incrustación de la subordinada en la principal. La cláusula de infinitivo romance, con sujeto propio en nominativo, dotaba de una mayor autonomía sintáctica a la estructura AcI. La completiva sin que la perdía.
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2.3. La estructura sin nexo en la lengua de los Siglos de Oro De lo visto en el apartado anterior se deduce que la estructura sin nexo con verbos dicendi y sentiendi, tras perder prevalencia la de infinitivo, se asentó en diversos registros. Algunos autores han sugerido que ello habría sido especialmente frecuente en tradiciones discursivas más formales. A la anterior consideración de Serradilla (1997: 215), añadimos ahora la de Carrasco, quien en el estudio sobre un documento jurídico del siglo (Filipinas) solo constata un ejemplo sin nexo (desta causa conviene se haga diligencia...) “posiblemente debido al elevado registro en el que se enmarca la petición” (Carrasco 2009: 1214). Por su parte, Martínez Ortega (1999: 169-171) confirma la existencia de numerosos casos de omisión en el lenguaje jurídico-administrativo de los Siglos de Oro (aunque, curiosamente, ninguno con el verbo creer). Girón Alconchel alude asimismo a la extensión en el de la completiva sin nexo, si bien —puntualiza— “tanto en el lenguaje jurídico-administrativo como en el literario” (2004: 880). Del mismo modo, para Benot, “la supresión del que está autorizada por nuestros más insignes escritores” (1910: 321) y cita ejemplos de Cervantes, Calderón, Quevedo o Tirso. Finalmente, con dezir y modo indicativo, Folgar registra cuatro ejemplos en las Moradas de Santa Teresa, y, haciéndose eco de la opinión de Keniston, apunta que “la elisión debe interpretarse como un recurso estilístico que implica una desviación deliberadamente buscada por el escritor” (Keniston 1937: 380). Este autor va más allá y puntualiza que en ningún caso representa Santa Teresa el uso popular, puesto que la omisión es infrecuente en un autor como Lope de Rueda. En sus palabras: “More probably it is the reflection of her personal indifference to the exact forms of expression, for careful writers, like Diego Hurtado de Mendoza or Luis de León, almost never omit que” (Keniston 1937: 676). Octavio de Toledo y Huerta (2011: 264268), por su parte, incide en la predilección de la autora por la supresión del nexo,7 particularmente con parecer y verbos de entendimiento, pero va más allá, pues considera que propugnaba un rasgo de estilo propio que, a su vez, era defendido por no pocos letrados de su tiempo, como Valdés. Al menos, ello da a entender el cuantificador y el adverbio temporal incluidos en la citada frase de su Diálogo: “Avisaríale más que no curasse de un que superfluo que muchos ponen tan continuamente...”. Valdés se muestra decidido partidario de un esquema sintáctico sencillo, en el que la adyacencia de los predicados convierte
7
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Como demuestra el autor, en la comparación entre los dos autógrafos de Camino de perfección (Escurialense y Vallisoletano), la elisión de que con dos predicados contiguos es una de las intervenciones más frecuentes de Santa Teresa (sobre esta cuestión, véase también más adelante el capítulo 10).
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el nexo en material lingüístico prescindible para marcar la dependencia. Y no sería arriesgado pensar que estuviera promoviendo, al mismo tiempo, una norma escrita más cercana a la oralidad. Sea como sea, de algunos testimonios disponibles cabría deducir que la extensión de la variante omitida en la lengua escrita habría sido más limitada que la del nexo que. Las gramáticas del siglo refuerzan la opinión de que la construcción patrimonial, y más frecuente, sería aquella que cuenta con partícula. Correas (1626) la defiende, calificando de novedad o descuido la oración en que se elide que. Otros gramáticos, como Jiménez Patón (1614) o Villar (1651), igualmente insisten en que ciertos verbos deben complementarse con una oración que introduce que, si bien —añaden—, por considerar esta estructura más propia de nuestra lengua que la que lleva infinitivo: “Con Entiendo, Pienso y Digo no se juntan infinitivos sino esta conjunción .Que. y con indicativo...” (Jimenez Patón 1614: 19). Todo lo expuesto dibuja un panorama en el que la alternancia se producía sin duda, y la supresión, sin ser mayoritaria, se caracteriza como un rasgo estilístico más propio de unos registros escritos que de otros y también de algunos autores. No obstante, como ya adelantamos en la introducción, el estudio de un corpus basado en tradiciones discursivas más cercanas a la inmediatez comunicativa nos lleva a un conocimiento más aproximado de su vigencia en el habla común, así como a determinar con mayor precisión qué contextos lingüísticos y extralingüísticos pudieron favorecer su supresión. En lo que sigue, nos ocupamos específicamente de aquellos que afectan a la matriz social y estilística de la variación.
3. Delimitación de la variable lingüística Como ya se ha dicho, limitamos nuestro estudio a la estructura sintáctica que presenta el verbo de entendimiento creer en la oración principal y una cláusula subordinada con el verbo en forma personal, introducida o no por el nexo que. Quiere esto decir que otras estructuras diferentes en cuanto a la forma, pero afines en cuanto al significado, y que han tenido su vigencia desde los orígenes del idioma, no son aquí consideradas. El motivo principal es su nula o escasa incidencia en los textos que componen el corpus de estudio de la presente investigación y ello porque, como se ha señalado, “el español del Siglo de Oro tendía a manifestar una única forma subordinante, indicadora de rección, en las oraciones completivas” (Cano Aguilar 1985: 88). Confirmamos, en primer lugar, que apenas tiene relevancia la construcción con infinitivo, pues tan solo hemos constatado cuatro ejemplos, como los de (18) y (19), entre casi ochocientas ocurrencias de la variable:
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(18)
Para hazer lo que hazemos Creo ser ynPosible y a este efecto no dire aqui nada dello (Documentos para la historia del español de Venezuela, 1561).
(19)
[...] el cambio no es tan largo q no dexo de creer no ver llegado a ojos de vmd (Cartas de particulares en Indias del siglo ਘਖਉ, 1572).
Otro tipo de completivas sería el de aquellas que representan la llamada transitividad preposicional. No hemos registrado ningún ejemplo en el que una preposición preceda al que completivo dependiente de creer, un verbo poco dado, aun en época medieval, a este régimen indirecto: (20)
A todos los otros que por so conseio se querien creer de que ellos auien recebido grandes dannos e recibrien cada dia (PCG, I: 45, en Serradilla 2010: 149).
Un último apunte sobre la delimitación de la variable sintáctica viene determinado por la propia semántica del verbo creer. Como es sabido, este representa el archilexema de los denominados predicados doxásticos, mediante los cuales un sujeto se manifiesta con bastante confianza sobre el valor veritativo de un evento o estado de cosas, que es el que constituye el contenido de la completiva.8 En general, la construcción prototípica es la de verbo regente más complemento directo,9 si bien se apuntan otras dos que implican una colocación parentética —medial o final— del verbo —‘Juan ha dejado su empleo, creo’— o incluso en otra oración tras pausa —‘Juan ha dejado su empleo. Eso creo’ (Comesaña 2002)—. En ambos casos, como vemos, la situación periférica del predicado y la puntuación desempeñan un papel determinante para interpretar estos enunciados como parentéticos. Sin restar importancia a este aspecto, creemos que su consideración aquí afecta poco o nada a los resultados obtenidos, ya que observamos en nuestro corpus un comportamiento muy homogéneo en cuanto al tipo de construcción. El verbo regido se halla inmediatamente o muy cerca del regente, aun sin nexo, lo que dificulta la adscripción de los ejemplos al tipo parentético. Cabría pensar que algunos ejemplos sin nexo de los considerados en nuestro cómputo podrían ser ambiguos, pero ante la duda no nos ha quedado más remedio que recurrir al criterio de la puntuación para eliminar esta posible ambigüedad. Por otro lado, son muy escasos ejemplos como los de (21) y (22) y, aún en ellos, nada nos asegura que los signos de puntuación no hayan sido colocados a posteriori por el editor: 8 9
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Para una completa revisión de los aspectos que atañen a la sintaxis, semántica y funciones pragmáticas de este tipo de predicados puede consultarse el estudio de González Ruiz (2014). “La construcción con subordinada de objeto destaca, precisamente, la perspectiva subjetiva: señala que la manera de ver un evento o evaluar un estado de cosas incumbe al sujeto conceptualizador” (Lamiroy y Delbecque 1999: 2000).
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(21)
[...] ha estado algo tibio en las cosas que han pretendido conseguir aquí en su tiempo y, creo, ha tenido causas concernientes para ello (Memoria manuscrita del siglo ਘਖਉ, 1571).
(22)
[...] y en el talle y traje muy recoletas, y creo, son hijas de caballeros, según entendí (Epistolario de Luisa de Carvajal y Mendoza, 1601).
Concluimos, así, que los datos del estudio se ciñen a la variable prototípica, en la que el verbo creer rige a continuación una subordinada sustantiva, que en ocasiones se introduce mediante el nexo que, al tiempo que, en otras, se omite.
4. Corpus y metodología El conjunto de obras reunidas para este estudio supera los dos millones de palabras, con un reparto equilibrado entre los dos siglos (siglo : 1 011 245 palabras; siglo : 1 051 432 palabras). En total, el corpus da voz a más de mil doscientos individuos, si bien el número de estos es significativamente mayor en el siglo (867) que en el (372). A los factores estructurales considerados en otro lugar (Blas Arroyo y Porcar Miralles 2018) (factores 1 a 4 en la tabla 1) añadimos en el presente estudio algunos de naturaleza extralingüística, con la finalidad, ya expuesta, de evaluar el perfil socioestilístico y la evolución cronológica del fenómeno durante los siglos y . Se trata de los siguientes (factores 5 a 10):10 a) b) c) d) e) f) g)
La esfera temática principal de los escritos El grado de solidaridad entre los interlocutores El estatus social de los escritores El sexo La procedencia dialectal El contexto migratorio (o no) en que se escribieron los textos El eje temporal (año)
Finalmente, para el análisis cuantitativo acudimos de nuevo a los medios de prueba que proporciona un programa de regresión logística de efectos mixtos como Rbrul (Johnson 2009).
10
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Para la justificación de estos, véanse más adelante los apartados correspondientes de § 5.
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5. Resultados y análisis 5.1. Resultados globales El número de ocurrencias totales de la variable asciende a 726, distribuidas de la siguiente manera: presencia del nexo: N = 378 (53%) / ausencia: N = 338 (47%). De los 1239 escritores que tienen voz en el corpus, tan solo hemos encontrado ejemplos de la variable lingüística en 347 (28%). Es esta una proporción pequeña, pero representativa si se tiene en cuenta la propia esencia de la variación sintáctica, mucho menos recurrente en el discurso que la que tiene lugar en el nivel fónico (Blas Arroyo 2005: 56-57; Tagliamonte 2012: 206-207). Asimismo, hay que considerar el hecho de que las manifestaciones de habla de muchos escritores apenas exceden la extensión de una breve carta. Ello hace que, en la mayoría de las ocasiones, las ocurrencias de cada hablante no vayan más allá de dos o tres ejemplos —a veces ni siquiera eso—, siendo excepcionales los autores con cifras más elevadas. Con todo, hay una excepción llamativa: la correspondencia privada que mantiene el rey Felipe II con sus hijas. Aunque en la muestra analizada tan solo se ha tenido en cuenta una selección aleatoria de 13 de esas cartas, el monarca es responsable de 64 ejemplos de la variable, de los cuales 62 pertenecen a la variante estándar, y tan solo dos a la vernácula.11 El desequilibrio muestral con respecto a los demás informantes es tan elevado que podría afectar a la representatividad de los datos, no solo en términos generales, sino también en el de algunos grupos sociales que estudiaremos más adelante (ver § 5.3). Así las cosas, y para evitar ese potencial sesgo, en el presente capítulo hemos eliminado las ocurrencias del monarca español. Los resultados de la presente investigación confirman las conclusiones apuntadas anteriormente: lejos de tratarse de un fenómeno esporádico y asociado a veleidades estilísticas, la ausencia del nexo en completivas con creer fue especialmente frecuente en los dominios de uso más coloquiales y espontáneos. Además, el fenómeno conoció una notable extensión dialectal, tanto en el español peninsular como en el americano. Por último, el perfil diacrónico de la variable apunta a la existencia en los Siglos de Oro de diversas etapas de un cambio lingüístico impulsadas en sucesivos periodos por sectores sociales diferentes. De todo ello damos cuenta más pormenorizadamente en el siguiente apartado, cuyos datos cuantitativos aparecen en la tabla 1.
11
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En este trabajo, entendemos el concepto de variante vernácula como forma subestándar que compite con otra u otras en las que reside un mayor prestigio dentro de la comunidad lingüística.
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1. Tiempo/modo Presente indicativo Resto Rango 2. Intensificación Intensificados Neutros Rango 3. Tiempo/modo (v. completiva) Futuro indicativo Otros Presente indicativo Condicional Rango 4. Polaridad Afirmativa + Afirmativa Afirmativa + Negativa Resto Rango 5. Esfera temática Privada No Rango 6. Grado de solidaridad Privados-Iguales Privados-Resto No privados-Resto No privados-Superiores Rango 7. Estatus Privados-Otras Privados-Élites No privados-Otros No privados-Élites Rango 8. Contexto migratorio Sí (América) No 9. Sexo Hombres Mujeres 10. Región Norteñas Centro-meridionales
N
%
TOTAL N
P. (Escritores)
P. (v. completiva)
318 20
53 16
601 125
.73 .27 46
.68 .31 37
19 319
27 49
71 655
.34 .66 32
.36 .63 27
170 173 81 9
58 45 35 30
294 173 229 30
.62 .51 .39 .47 23
.60 .55 .40 .43 20
279 34 25
51 35 30
547 97 82
.61 .46 .42 19
.61 .47 .42 19
296 42
51 28
579 147
.59 .41 18
.61 .39 22
173 119 39 7
56 45 32 19
308 261 121 36
.71 .63 .50 .19 52
.70 .61 .49 .22 48
262 34 25 17
52 43 36 22
500 79 69 78
.64 .59 .45 .21 43
.64 .53 .48 .34 30
[248] [90]
[48] [41]
[509] [217]
-
-
[289 [49]
[47] [45]
[616] [108]
-
-
[112] [215]
[42] [51]
[267] [420]
-
-
Con escritores como variable aleatoria: Desviación: 628.786; AIC (Akaike’s Information Criterion): 864.554. Input. .47 Con verbos de la completiva como variable aleatoria: Desviación: 846.753; AIC (Akaike’s Information Criterion): 895.915. Input. 47 Tabla 1: Contribución de los factores lingüísticos y extralingüísticos en la selección de la ausencia de nexo en completivas con el verbo creer (NB: Entre corchetes figuran las cifras de los factores independientes no seleccionados por el programa de regresión)
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Los datos de la tabla 1 muestran la preminencia de los factores lingüísticos para explicar la variación, pero dan cuenta al mismo tiempo de una difusión irregular del fenómeno de la elisión en la matriz socioestilística. En los apartados siguientes realizamos un análisis detallado de esa distribución.
5.2. Distribución dialectal de la variable Como revelan las cifras de la tabla 1, la supresión del nexo en completivas con creer muestra una importante difusión dialectal por toda la geografía española. En el corpus disponemos de muestras de habla procedentes de más de una docena de regiones diferentes, aunque con una representación más destacada de aquellas cuyo peso en las migraciones a América tuvo un mayor protagonismo durante los primeros siglos.12 Así, destacan los ejemplos de Castilla la Vieja (N = 149), Andalucía (N = 115), Castilla la Nueva (N = 112), Extremadura (N = 105), Navarra/País Vasco (N = 49), siendo más esporádicas y peor repartidas las de otras zonas. Para facilitar el análisis cuantitativo agrupamos todas las ocurrencias de la variable en dos grandes zonas dialectales, que se corresponden con otras tantas áreas relevantes en la distribución geolectal del español clásico (Lapesa 1981): a) regiones norteñas, entendiendo por tales las situadas al norte de Madrid, recién estrenada como capital del reino, y cuya influencia como puente u origen de novedades lingüísticos sería cada vez más frecuente (Moreno Fernández 2005); y b) centro-meridionales (incluidas las modalidades canarias, aunque estas se encuentran muy mal representadas, con apenas dos ejemplos en el corpus), que comprenden los territorios repoblados desde finales de la Edad Media, y donde tuvieron lugar los principales cambios estructurales del español (Lapesa 1981; Cano Aguilar 1988). El análisis de frecuencias arroja una leve tendencia más favorable a la elisión del nexo en estas hablas meridionales (51%), que en las septentrionales (42%). Sin embargo, a la luz de la muestra disponible estas diferencias no son significativas estadísticamente, por lo que no podemos descartar que sean debidas al azar o a otros condicionantes que se nos escapan. Tampoco resultan estadísticamente significativas las diferencias relacionadas con otro factor geolectal considerado en el estudio, relacionado esta vez con la movilidad geográfica y social de los individuos. Se trata del factor migratorio, con el que pretendemos medir la potencial incidencia en la variación de los
12
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En 39 de estas muestras no sabemos la procedencia de los escritores, por lo que son obviadas en el análisis de este factor.
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movimientos poblacionales que ocurrieron de forma masiva en la España de los Siglos de Oro, y que tuvieron al inmenso continente americano como destino de más de medio millón de españoles (Rueda 2000). En este sentido, deseábamos comprobar la hipótesis según la cual la elisión del nexo sería más frecuente en la pluma de aquellos españoles que escribieron sus cartas y memorias desde América, en contextos de intenso contacto con individuos de otras procedencias, y, por tanto, en un entorno más favorable para la adopción de soluciones simplificadoras como las que se han comprobado a propósito de otros fenómenos de variación (Penny 2000b). Por el contrario, la presencia del nexo subordinante estaría más favorecida por quienes se quedaron a este lado del océano, en sus regiones de origen. La distribución muestral se halla mal repartida, con una sobrerrepresentación de textos escritos en América (70%), frente a los elaborados desde España (30%). Ello podría explicar, al menos parcialmente, que la hipótesis no se vea refrendada por el análisis de regresión, y ello pese a que el análisis de frecuencias muestra una mayor incidencia de la ausencia de nexo en los contextos migratorios (48%) que en los no migratorios (41%). Sea como sea, y con independencia de que ante una muestra mayor tales diferencias pudieran confirmarse y alcanzar umbrales de significación mayores, lo que revelan nuestros datos es que la elisión del nexo subordinante tuvo una notable extensión en todos los territorios hispanohablantes.
5.3. Factores estilísticos y sociales Frente a esta relativa homogeneidad dialectal, en lo que sigue comprobaremos cómo la variación que nos ocupa gira principalmente en torno al eje estilístico, tanto aisladamente como en interacción con otros factores comunicativos y sociales. Entre esos factores adquiere un especial protagonismo la esfera temática sobre la que gira la comunicación, factor que es seleccionado como significativo por el análisis de regresión, tanto cuando se toma a los escritores como variable aleatoria como cuando ese lugar lo ocupa el verbo de la completiva. Para confeccionar este factor hemos considerado inicialmente textos que se pueden agrupar en las siguientes categorías:13 a) Cartas de carácter público, oficial, comercial y de negocios. b) Cartas de carácter privado o familiar. 13
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Véase una descripción más extensa de este tipo de documentos en el capítulo 6, § 3.3.
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Como indicábamos, el factor es seleccionado y con una clara dirección explicativa: los textos donde se tratan preferentemente asuntos familiares o íntimos estimulan la variante elidida (P. escritores: .59; P. verbos: .61), mientras que esta se ve significativamente menos favorecida en los demás (P. escritores: .41; P. verbos: .39). Estos resultados desmienten, en suma, la pretendida asociación de la ausencia de nexo con ciertas tendencias estilísticas que habrían caracterizado a algunos escritores en los Siglos de Oro (§ 2.3). Por el contrario, ponen de manifiesto que la variante elidida estaba íntimamente asociada a la temática de los textos, de manera que cuanto más privada era esta, más probabilidades había de encontrarla. Con todo, no es este el único dato que avala tal interpretación. De hecho, el cruce entre este factor y otros de naturaleza extralingüística deja pocas dudas acerca del perfil preferentemente coloquial que debió de tener la elisión del nexo subordinante en las completivas dependientes de creer. Uno de esos factores es el que hemos denominado grado de solidaridad. Con este medimos la interacción entre la temática principal de los textos, que, como hemos visto, oscila entre lo más y lo menos privado, y el grado de relación entre los interlocutores en un periodo donde las distancias sociales e interpersonales tenían particular relevancia. En este sentido, la comunicación podía producirse entre: a) iguales (esposos, hermanos, primos, miembros de la nobleza o el clero con similar estatus...); b) inferior y superior (hijo-padre, clérigo-obispo conquistador-rey, etc.); c) superior e inferior (los casos anteriores, pero con los papeles invertidos, etc.); d) ninguno de estos, en los ejemplos (escasos) encontrados en memorias, diarios, etc. Tras el cruce entre ambos factores y la revisión provisional de las frecuencias obtenidas, hallamos una distribución reveladora entre los siguientes grupos (ordenados de mayor a menor): • Correspondencia entre iguales sobre asuntos privados, preferentemente familiares • Correspondencia privada en situaciones de desigualdad entre los interlocutores • Textos de naturaleza no privada en situaciones de igualdad o inferioridad
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• Textos de naturaleza no privada por parte de individuos que ocupan una posición de superioridad. En el análisis multivariante, estas diferencias aparecen entre las más significativas del estudio, como puede verse en la tabla 1 y de forma gráfica en el siguiente cuadro (gráfico 1). En él se aprecia una clara estratificación lineal entre los diferentes grupos, que resulta especialmente abrupta en el tránsito al último de ellos:
Gráfico 1: Valores probabilísticos asociados al grado de solidaridad en la selección de la variante elidida en el corpus (NB: Valores P. asociados a la variable aleatoria “Escritores”; para las cifras correspondientes a la otra variable aleatoria, véase la tabla 1)14
En definitiva, la asociación entre el grado de solidaridad y la ausencia del subordinante parece nítida: cuando los valores de este eje son altos (porque median asuntos familiares y, además, lo hacen entre iguales), los hablantes eliden el nexo en mayor medida. Como contrapartida, cuando nos situamos en valores opuestos, la elisión es más esporádica, resultando casi anecdótica en la comunicación sobre asuntos no privados en la dirección que va desde un superior a un inferior.
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Este mismo criterio expositivo se aplicará a los siguientes gráficos.
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Ahora bien, no es el grado de solidaridad el único factor que muestra relevancia explicativa. A este se suma el estatus social de los autores,15 que hemos medido inicialmente —y siempre que la información estuviera disponible—, a partir de la clasificación de aquellos en tres grupos diferentes. Estos, como ya señalamos en el capítulo anterior (§ 3.4), se corresponden con la rígida organización estamental de España en el periodo estudiado (Elliot 1998; Fernández Álvarez 2004; Fernández Alcaide 2009): a) alta aristocracia y élites de la jerarquía eclesiástica; b) miembros del clero y la nobleza baja, así como representantes de una creciente burguesía urbana; y c) representantes del pueblo llano, destinados al desarrollo de profesiones manuales. Estos últimos tuvieron una importante presencia en tierras americanas, siendo frecuente la práctica epistolar con sus familias con el fin de dar noticias sobre su estado o pedir la reunificación familiar. Un análisis de frecuencias preliminar nos permitió comprobar que el grado de elisión era llamativamente similar en grandes sectores de la población, aunque con una excepción: las élites sociales. Mientras que entre estas la omisión del nexo apenas alcanzaba el 34% en términos globales,16 en el resto de la pirámide social este porcentaje ascendía hasta el 50%, con escasas diferencias entre unos subgrupos y otros. Pese a lo anterior, el análisis de regresión no arroja el estatus social como un factor significativo de manera independiente. Y no lo hace, porque está íntimamente asociado al eje estilístico, y en particular a la esfera temática en que tiene lugar la comunicación. De ahí que para el análisis estadístico hayamos considerado las siguientes cuatro combinaciones: • • • •
15
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Textos privados a cargo de las élites Textos privados a cargo de representantes de otros grupos sociales Textos de naturaleza no privada escritos por las élites Textos de naturaleza no privada redactados por individuos pertenecientes a los demás grupos estamentales
No ocurre así con el sexo o género, cuyas diferencias son mínimas (47%; n = 616; Mujeres: 45%; n = 108). En todo caso, la consideración de este factor en épocas tan tempranas como las analizadas en el presente estudio cuenta con considerables problemas metodológicos, como el fuerte desequilibrio muestral entre hombres y mujeres. En nuestro caso, ello es también así, dado que las ocurrencias de la variable lingüística a cargo de mujeres apenas alcanzan el 15% de todos los datos. Y de ellas, una buena parte corresponde a las élites sociales. Estas cifras hubieran descendido todavía algunos enteros más de haber incluido los 64 ejemplos de Felipe II, que, como se recordará, decidimos excluir por los motivos esgrimidos más arriba (ver § 5.1).
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El análisis de regresión muestra ahora esta combinación como robustamente significativa y apunta a que el continuo estilístico afecta a toda la sociedad, pero la diferencia entre unos contextos (privados) y otros (no privados) es considerablemente mayor entre las élites que en el resto de la sociedad. De este modo, y como puede apreciarse claramente en el gráfico 2, la elisión del nexo en los textos privados y no privados exhibe diferencias especialmente elevadas en la cúspide social. Por el contrario, las que tienen lugar en los demás grupos sociales, con ser también evidentes, no resultan tan elevadas.
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Gráfico 2: Valores probabilísticos asociados al cruce entre el estatus social y la esfera temática en la selección de la variante elidida en el corpus
En resumen, el mayor grado de espontaneidad característico de la comunicación privada favorece ampliamente la elisión en toda la sociedad, aunque esta es menor en los grupos sociales más elevados. Por el contrario, estas diferencias son mucho más importantes en el extremo opuesto del continuo estilístico, donde la formalidad inherente a los textos de naturaleza no privada inhibe la variante vernácula con especial intensidad entre los representantes de las élites sociales. Estos resultados cobran ahora especial interés a la luz de lo observado en un estudio anterior (Blas Arroyo y Porcar Miralles 2018), en el que ya tuvimos ocasión de comprobar cómo la elisión del nexo era significativamente más baja en los contextos de intensificación formular que caracterizan a algunas cartas, en particular las de carácter más formal (ver tabla 1).
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[...] este testigo cree y tiene por cierto que al dicho Sancho Briseño se le dieron algunos indios (Documentos para la historia del español de Venezuela, 1558).
Así, en fragmentos como los de (7), anteriormente, o (23) ahora, es posible encontrar secuencias estereotipadas (colocaciones, frases hechas, etc.) cuya formulación contrasta con la espontaneidad que caracteriza a las epístolas más personales, y en las que la omisión del enlace subordinante aparece claramente menguada (P. escritores .34; P. verbos .36). Pues bien, este es el momento en que descubrimos que esa minoración se produce sobre todo entre los representantes de las élites, en considerable mayor medida que en el resto de la pirámide social.
5.4. La evolución cronológica del fenómeno en el español clásico A diferencia de los factores examinados hasta el momento, considerados por el análisis de regresión como fijos o categóricos (sexo, estatus, esfera...) y aleatorios (escritores, verbo de la completiva), el eje temporal es un factor continuo, y como tal se ha analizado mediante la herramienta de Rbrul. De este modo, cada ocurrencia de la variable aparece codificada con el año en que se redactó. Como predictor independiente, el factor no es seleccionado por el programa de regresión, aunque a ello ha podido contribuir una representación irregular de los ejemplos disponibles, significativamente mayor en las etapas centrales que en las más periféricas y con algunas lagunas en ciertos años. Así, de los doscientos años que comprende el periodo analizado en el presente estudio, tenemos muestras de habla correspondientes a solo 128 de ellos. Por otro lado, los casos disponibles para cada año son muy variables, con años en los que se concentra más de una veintena de ejemplos (1574, 1585, 1601, 1657...), frente a otros que apenas superan la unidad (1530, 1535, 1558, 1612...), todo lo cual hace difícil advertir la posible existencia de patrones evolutivos en la difusión del fenómeno. No ocurre así, sin embargo, cuando agrupamos los datos por periodos más amplios en los que se revelan ciertas regularidades distribucionales, que sugieren la existencia efectiva de cambios en la difusión de las elisiones y, además, con diversos puntos de inflexión importantes. Así, tras la revisión inicial de los resultados por décadas, consideramos finalmente cinco etapas. Las cuatro primeras abarcan una extensión idéntica de 35 años (1501-1535; 1536-1570; 1571-1605; 1606-1640), siendo la última más amplia (1641-1699), dada la desigual distribución muestral en su interior. Los resultados de este análisis se pueden ver el gráfico 3:
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Gráfico 3: Evolución de los usos de la variante vernácula en el español del Siglo de Oro por periodos (%)
Como se puede apreciar, a lo largo del siglo se desarrolla un importante incremento en la frecuencia de uso de la variante elidida, que, de cifras moderadas, aunque ya representativas en el primer tercio de la centuria (26%), avanza considerablemente en el segundo tercio (42%), para terminar a comienzos del siglo con su momento culminante, cuando las proporciones de la elisión llegan a superar incluso (56%) a las de la variante estándar. Ahora bien, esta vitalidad, que todavía se mantiene durante otros cincuenta años (49%), comienza declinar en la última parte de la centuria, hasta alcanzar cifras tan solo levemente superiores a las del comienzo del periodo clásico (32%). Lamentablemente, el estudio no incluye datos del siglo , por lo que no podemos completar la evolución del fenómeno. Sin embargo, una revisión superficial de un corpus compuesto igualmente por textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa de esta centuria, sugiere que las elisiones, aunque evidentes todavía en el registro epistolar, continuaron perdiendo fuerza en el periodo ilustrado. De vuelta al español clásico, cabe preguntarse: ¿cómo y por qué se producen estos vaivenes, que configuran el característico patrón curvilíneo que acabamos de comentar? En definitiva ¿en qué grupos sociales tienen lugar los principales puntos de inflexión descritos? Para dar respuesta a estos interrogantes, sometemos los datos a un reanálisis en el que combinamos el estatus con el eje temporal, distinguiendo a este respecto entre periodos centrales —aquellos en los que se concentra la eclosión del fenómeno (1536-1640 aproximadamente)— y periodos periféricos (primera y última
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etapas), en los que este se diluye a favor de la variante estándar. Los resultados de este análisis se pueden ver en el gráfico 4, donde se exhiben los pesos probabilísticos de cada una de las combinaciones:
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Gráfico 4: Valores probabilísticos asociados al cruce entre el estatus social y el eje temporal en la selección de la variante elidida en el corpus
Estos datos nos ayudan a completar la información sociolectal y diacrónica del fenómeno analizado en estas páginas. Así, aunque es evidente que el cambio favorable a la variante elidida afectó a toda la sociedad, como se desprende del desfase existente entre los periodos centrales y periféricos, este fue significativamente mayor en las clases altas. O dicho de otra manera: durante el periodo de máxima difusión del fenómeno, entre la segunda mitad del y las primeras décadas del , las élites sociales se incorporaron (P .58) al empleo de una variante que anteriormente habían evitado (P. 29), a diferencia del resto de la sociedad, que siempre estuvo en la vanguardia del fenómeno, tanto en los periodos centrales (P. 64) como en los periféricos (P .50). Ahora bien, de la misma manera que la variante vernácula se difunde desde abajo hacia arriba, mediante la incorporación de las élites a lo que inicialmente se configura como un cambio desde abajo, son estas mismas élites las encargadas de ponerle coto en la última fase. Estos movimientos en contra, a cargo de las capas altas de la sociedad —a veces, a instancias de los guardianes de la norma— han sido descritos con frecuencia en la sociolingüística contemporánea (Labov 2007: 347; Tagliamonte 2012: 55 y ss.), pero son muchos menos los datos disponibles para épocas pretéritas. El nuestro, sin embargo, parece ser uno
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Capítulo 7
de estos desenlaces, como revelan los datos del gráfico 5, en el que se comparan las frecuencias de realización de cada variante en las diferentes etapas en que quedó dividido el eje temporal:
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Gráfico 5: Evolución de los usos de la variante vernácula en diferentes etapas del español clásico por estamentos sociales (%)
Como puede apreciarse, el patrón distribucional curvilíneo al que nos referíamos anteriormente se observa en los dos grupos sociales analizados. Sin embargo, la curva es mucho más pronunciada en las élites sociales, las cuales, tras un uso prácticamente anecdótico de la variante elidida en el primer tercio del siglo (5%), se incorporan bruscamente a su empleo en las etapas intermedias (46%), para descender también abruptamente en el periodo final (26%). Este perfil distribucional contrasta, sin embargo, con el del resto de la sociedad, donde los vaivenes entre unas fases y otras son mucho menos acusados. Con todo, es revelador que, aunque de manera mucho menos evidente que en las clases elevadas, estos sectores sociales disminuyan también el empleo de la variante vernácula hacia el final del siglo , arrastrados probablemente por nuevas corrientes de prestigio sociolingüístico que proscribían las elisiones del nexo subordinante.
6. Final: el fenómeno de la elisión como marcador sociolingüístico En el presente estudio hemos comprobado que la supresión del nexo subordinante en subordinadas completivas dependientes de predicados doxásticos tuvo una difusión especialmente intensa en el español clásico. En el corpus analizado, la
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omisión de que alcanza cifras cercanas al 50%, disputando de cerca la primacía a la variante estándar. Los resultados de nuestro estudio se suman a los ya obtenidos en un trabajo anterior, en el que advertimos que la variante vernácula era especialmente sensible a determinados condicionantes lingüísticos (grado de adyacencia entre los verbos regente y regido; combinaciones de tiempo y persona de cada uno de los verbos; polaridad afirmativa). Del mismo modo, habíamos visto cómo las elisiones eran especialmente refractarias a los que allí denominábamos contextos de intensificación formular, relativamente frecuentes en textos epistolares. Estos datos dan cuenta sobradamente de la amplia extensión que adquirió el fenómeno en el español de los siglos de Oro, hecho que contradice el carácter minoritario que se le había atribuido en la bibliografía. A ello puede no ser ajena la propia naturaleza del corpus de inmediatez comunicativa manejado en esta investigación, que contrasta con las tradiciones discursivas más ‘elaboradas’ que han protagonizado tradicionalmente los estudios diacrónicos.17 Esta extensión del fenómeno resultó bastante homogénea dialectalmente, al no haber encontrado grandes diferencias —y en cualquier caso, no significativas estadísticamente— en torno a factores como la procedencia geográfica de los hablantes o el contexto migratorio en que escribieron sus textos. Del mismo modo, el fenómeno aparece en proporciones muy similares tanto en el habla masculina como en la femenina, aunque los desequilibrios muestrales en el seno de este factor nos impiden ir más lejos en la interpretación de los datos. Ahora bien, más importante que lo anterior es la confirmación en estas páginas de la influencia determinante en la variación de ciertos factores socioestilísticos, como la esfera comunicativa, el grado de solidaridad o el estatus social de los hablantes. De este modo, hemos comprobado que la comunicación de asuntos familiares e íntimos, preferentemente entre iguales, favorece las elisiones, mientras que lo contrario sucede con los textos de naturaleza menos privada. Por otra parte, estas diferencias entre los contextos más y menos privados, aunque evidentes para el conjunto de la comunidad, son significativamente mayores en las élites sociales, cuyos representantes oscilan en mayor medida entre unas variantes y otras que el resto de la sociedad.
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A este respecto, en capítulos anteriores habíamos subrayado ya que algunas diferencias significativas destacadas entre nuestros estudios y otros recuentos previos en diversos fenómenos de variación sintáctica, podrían estar asociadas, al menos parcialmente, a otras tantas diferencias en la concepción escrituraria de los textos que sirven como base al análisis (ver capítulos 2 y 3).
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Este perfil socioestilístico acerca el fenómeno de la elisión a los modernos marcadores sociolingüísticos (Labov 1972: 346-347; Blas Arroyo 2005: 138-143; Tagliamonte 2012: 27-30). Aunque no exentos de cierta polémica, en especial por sus límites con otras variables (Cheshire 1982: 159; Cameron 2000: 253), es habitual considerar los marcadores como variables sociolingüísticas más desarrolladas que los indicadores, ya que, a diferencia de estos, resultan sensibles a la variación socioestilística, lo que explica que sean portadores de una mayor significación social. Por ello, un marcador suele ser una variable que caracteriza a toda una comunidad de habla, y de ahí que no sea extraño encontrarlo en mayor o menor grado en el habla de la mayoría de sus miembros (Moreno Fernández 1998: 77). Estos suelen mostrar cierto grado de conciencia lingüística acerca de esa significación social,18 lo que se demuestra, por ejemplo, en la disminución frecuencial de las variantes no estándares conforme aumenta el grado de formalidad en el habla. Por otro lado, dado que el continuo estilístico presupone otro en el eje sociolectal (Bell 1984: 152), las variantes más informales o vernáculas suelen aparecer con más frecuencia en el habla de los individuos pertenecientes a los niveles sociales bajos, mientras que lo contrario sucede con las variantes más formales y estándares, asociadas en mayor medida al habla de los sociolectos elevados. Las características anteriores se dan cita en el fenómeno estudiado en este capítulo. Aunque la menor recurrencia de las variables sintácticas en el discurso las hace menos candidatas a convertirse en marcadores sociolingüísticos que las variables fonológicas, lo cierto es que no faltan ejemplos en la bibliografía sociolingüística donde ello es así (un resumen en Cheshire, Kerswill y Williams 2005: 139). En nuestro caso, comprobamos cómo la elisión del nexo: a) representa un fenómeno ciertamente extendido en el conjunto de la sociedad; b) muestra una notable homogeneidad dialectal; c) presenta variaciones significativas relacionadas con el eje estilístico, asociado aquí con la temática y el grado de solidaridad entre los interlocutores; y d) es igualmente sensible a la jerarquización social, de tal manera que, en igualdad de condiciones, las élites sociales se sitúan por debajo del resto de la sociedad en la realización de la variante vernácula. Ahora bien, a diferencia de otros marcadores sociolingüísticos, que se caracterizan por una relativa estabilidad,19 en el espacio temporal analizado en el presente
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López Morales (1992) ha defendido que los miembros de una comunidad pueden incluso tomar conciencia de la existencia de marcadores antes de que estos adquieran verdadera significación social. Así ocurre, por ejemplo, en español con la variable (-s) en la coda silábica de numerosas comunidades del español meridional y atlántico, a juicio de muchos, el ejemplo más paradigmático de marcador sociolingüístico en el mundo hispánico (Blas Arroyo 2005: 139).
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estudio se aprecian algunas tendencias de cambio sugestivas. Así, hemos visto cómo a partir del segundo tercio del siglo , y hasta las primeras décadas de la siguiente centuria, la solución elidida conoce un éxito sin precedentes, hasta alcanzar cifras que no solo doblan las obtenidas a comienzos del periodo clásico, sino que incluso llegan a disputar la primacía a la variante estándar. En ese tiempo, la difusión del cambio tiene lugar preferentemente desde los contextos más familiares y espontáneos a los más formales, y desde los sectores sociales medios y bajos hacia las élites sociales, o, lo que es lo mismo, apunta hacia un cambio desde abajo (Labov 2007: 346). Hay que destacar que estos cambios no solo comienzan en tales estratos sociales, sino que al mismo tiempo lo hacen, por lo general, de manera inconsciente, al menos en las primeras etapas, lo que no es difícil de imaginar en los textos más íntimos. Durante ese periodo de casi un siglo, las clases sociales elevadas se irán incorporando progresivamente al cambio, extendiendo el uso de las elisiones desde cifras prácticamente anecdóticas a comienzos del , a otras mucho más nutridas, especialmente en los contextos más espontáneos. Ahora bien, es revelador que incluso en estos —y con más razón todavía en los entornos no privados—, las elisiones se sitúen siempre por debajo de las realizaciones con el nexo que. Por ello no resulta extraño que, a partir de mediados del siglo , sean estas mismas élites sociales las que se pongan a la vanguardia de un nuevo cambio, esta vez ‘desde arriba’, para estigmatizar aquello que una vez tuvo un notable éxito, pero que, por su origen, carecía del necesario prestigio sociolingüístico. No en vano, un rasgo común a los marcadores es que pueden pasar a vincularse conscientemente con el habla de ciertos grupos sociales poco prestigiosos, y algo de eso debió de haber en este repliegue —esta vez parece que claramente consciente—, liderado por los estratos más altos de la sociedad. ¿Podría haber sido este el principio del fin para una variante vernácula tan notoria durante el español clásico? Es difícil responder con rotundidad a esta pregunta, fundamentalmente porque para ello habría que completar el cuadro con un análisis exhaustivo de las siguientes centurias, lo que está fuera del alcance de esta investigación. Sin embargo, tanto algunos análisis preliminares sobre materiales del siglo , como la propia evolución del fenómeno en tiempos más recientes, donde ha quedado como un hecho lingüístico residual, hacen pensar que la respuesta bien podría ser afirmativa.
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ESTABILIDAD Y CAMBIO EN LA MATRIZ SOCIOLINGÜÍSTICA DE LA VARIACIÓN: SOBRE DOS FENÓMENOS DE ALTERNANCIA EN EL SENO DE LAS SUBORDINADAS RELATIVAS A LO LARGO DEL TIEMPO
1. Introducción Señalábamos más arriba que la lingüística ha mostrado tradicionalmente una clara inclinación por el estudio de cambios lingüísticos ya completados, o al menos en fases muy avanzadas de su desarrollo. Por el contrario, ha sido menor la atención dispensada hacia otros fenómenos evolutivos, cuyo avance a lo largo del eje de la diacronía ha resultado mucho más arduo durante extensos periodos de la historia. Los dos fenómenos de variación y cambio que se producen en el interior de las oraciones de relativo y a los que nos referíamos en capítulos anteriores de este libro (capítulos 4 y 5), cumplen justamente con este perfil. Durante los casi cinco siglos que median entre el primer español clásico y la primera mitad del siglo , tanto la difusión de las variantes pronominales (que) en detrimento de las adverbiales (donde) en el seno de las oraciones locativas (la ciudad en que/donde...) como —más incluso— la inserción del artículo junto al pronombre (en el que) en las relativas oblicuas, han tenido que superar numerosos obstáculos para hacerse un hueco en sus respectivas áreas funcionales. En páginas anteriores, hemos visto cómo en el trabajoso devenir de las variantes novedosas en ambos fenómenos de variación ha tenido una gran responsabilidad la considerable estabilidad en el tiempo de ciertos condicionantes estructurales,
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cuya hostilidad hacia estas formas innovadoras ha sido permanente. Así, el carácter más prototípicamente locativo de los antecedentes ha jugado históricamente en contra de las formas pronominales (la isla en la que...) y a favor de sus contrarias adverbiales (la isla donde...). Y lo mismo sucede con la función sintáctica desempeñada por ese antecedente: las funciones circunstanciales han contribuido siempre a la resistencia de donde. Incluso más relevantes han sido las restricciones impuestas por el tipo de oración relativa a la difusión del artículo en el seno de las subordinadas oblicuas, de modo que las oraciones especificativas han sido durante mucho tiempo un verdadero escollo para el triunfo de esa variante. Ahora bien, ¿cómo han afectado estas restricciones a la difusión social de ambos fenómenos en la historia del español? ¿Lo han hecho de manera uniforme? o, por el contrario ¿se aprecian diferencias significativas entre unos periodos y otros? Para dar respuesta a estos interrogantes, en lo que sigue analizamos los resultados correspondientes a la matriz socioestilística de la variación, cuya vertiente estructural examinamos en dos capítulos previos (capítulos 4 y 5). Tras el examen contrastivo de tres análisis de regla variable independientes en otros tantos puntos del eje temporal, se comprueba que los cambios, además de moderados, van acompañados de una notable estabilidad en los condicionamientos extralingüísticos. De esta manera, junto a factores irrelevantes en todo momento, nos encontramos con otros que tuvieron alguna relevancia explicativa, aunque generalmente de forma tímida, de ahí que las diferencias encontradas, al menos con el corpus disponible, no hayan alcanzado en algunos casos el umbral de significación estadística suficiente. Sin embargo, estos condicionantes extralingüísticos, que apuntan de nuevo en su origen a procesos tímidos de cambio desde abajo —la inserción del artículo en las relativa oblicuas—, pero también en la dirección contraria —el incremento de los nexos pronominales en detrimento de los adverbiales en las subordinadas locativas—, tienden a neutralizarse en la primera mitad del siglo , preludiando quizá la difusión universal de las variantes novedosas en tiempos más recientes. El presente capítulo se estructura como sigue. En el apartado 2 recordamos al lector los aspectos más destacados de la variación que afectan a las subordinadas locativas, cuyo origen y discusión gramatical planteábamos en otro momento (capítulo 4, § 2). Y lo mismo hacemos más adelante en el apartado 5, a propósito, esta vez, de la segunda variable lingüística. Por su parte, los apartados 3 y 6 recuerdan brevemente el corpus y la metodología manejados en cada uno de los estudios. Como se recordará, para la investigación del primer fenómeno realizamos análisis multivariantes en tres siglos diferentes: , y . El mismo número se da en el examen de la segunda variable lingüística, si bien ahora contamos con corpus correspondientes a las tres últimas centurias en la historia del
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Capítulo 8
español, comenzando por el siglo , primero en el que la variación adquiere proporciones significativas, y continuando por el y . La presentación y análisis de los resultados se ofrece en los apartados 4 y 7, para cada una de las variables, respectivamente. Finalmente, en el apartado 8 sintetizamos las principales conclusiones derivadas del estudio.
2. Variación en el seno de las oraciones de relativo: nexos pronominales y adverbiales en cláusulas locativas Como hemos advertido en un capítulo anterior (capítulo 4), el fenómeno de variación ilustrado en los ejemplos (1) a (4), esto es la alternancia entre adverbios y pronombres en subordinadas locativas de relativo con antecedente expreso, posee una larga tradición en español. Los dos primeros corresponden a un corpus epistolar del siglo , y en ellos vemos el uso de donde y que (precedido de preposición), respectivamente. Exactamente los mismos que en (3) y (4), aunque esta vez se hayan extraído de un corpus oral compilado en los primeros años del presente siglo : (1)
[...] e debajo de la casa fuerte q hyzo el g. Valdivia En Vn llano grande y bueno fuera de montaña y çerca el rrio de arauco sitio donde El agua y la yerva y lena avya para diez mil onbres (Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica, 1579).
(2)
[...] a Merçed en las primeras cartas, que no avia querido rezebirlas ni que Su Magestad hizo merced porque no daban sitio en que las tuviese (Cartas privadas de Hernando Gorjón, 1542).
(3)
[...] y aquí en donde:: - vamos, en la: en la zona donde vivimos, ee:: los institutos o::- vamos, las universidades están mejor acondicionadas, pero los institutos... (Macrocorpus sociolingüístico de Castellón y sus comarcas [MCSCS] 388, 2005).
(4)
[...] aquí: en cuanto se termina la naranja en esta zona en que vivo yo en cuanto se termina la naranja qué pasa?// pues el mal aumenta!// qué hacemos?/ les decimos que no vengan? (MCSCS 380, 2005).
Los quinientos años que median entre unos ejemplos y otros no impiden que en todos los casos compartan varios rasgos en común. Así, además de haber sido entresacados de textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa —escritos, en un caso, como las cartas privadas; orales y conversacionales, en el otro—, en los fragmentos transcritos observamos la presencia de unos mismos
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antecedentes y la expresión clara en todos de idéntico sentido locativo, la ubicación. En consecuencia, la posibilidad de que en esos mismos contextos pueda aparecer en unos casos el adverbio donde o el pronombre que (o el compuesto el/ la cual) demostraría que ambas formas representan dos variantes de una misma variable sintáctica. Ahora bien, pese a que las oraciones de relativo han suscitado un notable interés en la lingüística española (Pruñonosa-Tomás 1990; Porto Dapena 1997; Brucart 1999; Osuna 2005; RAE/ASALE 2009; entre otros), no es mucho lo que sabemos acerca de este fenómeno concreto de variación: ni sobre los factores que potencialmente lo condicionan en diversas sincronías, ni sobre las tendencias evolutivas que se advierten en su desarrollo a lo largo de los siglos.1 Es cierto que, en los últimos años, se han realizado algunas incursiones meritorias en este terreno (Cortés 1986; Herrera Santana 1994-1995; Rascón Peñas 2005; González 2006 y 2009; Girón Alconchel 2006a), que han venido a paliar esta importante laguna en los estudios gramaticales del español. Incluso, algunas de ellas han ido más allá de la simple descripción del fenómeno y han indagado en los contextos que justificarían el empleo de unas y otras formas. Sin embargo, aproximaciones como estas, salvado el indudable mérito que poseen por haber estado entre las primeras que han terciado empíricamente con este hecho de variación, plantean al mismo tiempo algunos problemas de cierta entidad. Quizá no esté entre los más importantes la remisión todavía a una estadística excesivamente elemental y meramente descriptiva, en la que las diferencias entre unas formas y otras se fían a meras distancias frecuenciales, que pueden inducir a error, especialmente si se trata de muestras de población reducidas. Por otro lado, afirmar que tal o cual factor favorece o desfavorece una determinada forma no significa necesariamente que en ese contexto sea mayoritaria, como hemos visto en esta misma monografía a propósito de la perífrasis deber de + infinitivo (capítulo 2), siempre minoritaria con respecto a su competidora más simple (deber + infinitivo). Aun así, el principal problema que plantea esta manera de aproximarse a la variación es de orden cualitativo. Y es que en ella no hay una definición clara de los límites en los que tal variación tiene lugar (the envelope of variation). Como vimos, ello significa que algunos de los contextos en los que se mide la variabilidad inherente entre adverbios y pronombres en las subordinadas de relativo no son los más adecuados, ya que en ellos no hay variación propiamente dicha, o si la hay, esta es mínima. Así, es sabido que no es posible la alternancia en el seno de las relativas sin antecedente —estuvimos donde nací /* estuvimos en (el) que nací—, y que esta es prácticamente inexistente en aquellas en las que, existiendo 1
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Para un repaso sobre la alternancia en la tradición gramatical española, véase anteriormente el capítulo 4 § 2.
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tal antecedente, este es un adverbio —vive ahí, donde está el coche aparcado / * vive ahí, en (el) que está el coche aparcado— y poco frecuente también con nombres propios —estuvimos en Barcelona, donde pasamos unos días / ¿? estuvimos en Barcelona, en (la) que pasamos unos días—. En estos contextos, la forma única, o prácticamente única, es donde. Como contrapartida, el adverbio es mucho más raro en relativas no locativas, en las que el sentido despliega metafóricamente circunstancias diversas que van desde lo modal a lo temporal, pasando por la expresión de la consecuencia, etc.2 Tras la definición precisa del contexto variable y la limitación del estudio a los entornos locativos donde el antecedente está expreso, en el capítulo 4 revisamos ya los factores estructurales que explican la variación a lo largo de los últimos cinco siglos, con paradas en tres hitos temporales suficientemente alejados entre sí (siglos , y ) como para permitir el análisis contrastivo entre unos periodos y otros. Y así, tuvimos ocasión de comprobar que el uso de las variantes pronominales ha ido progresando paulatinamente entre el primer español clásico y el español del siglo a costa de las formas adverbiales, aunque de una manera lenta y no sin resistencia. A este resultado no es ajena una notable estabilidad en la gramática subyacente, de manera que, con independencia de los incrementos —en (el) que— o disminuciones frecuenciales —donde— entre unas épocas y otras, las fuerzas estructurales que condicionan la variación siguen haciéndolo en muchos casos con la misma dirección explicativa en todos los periodos, bien es cierto que con una cierta disminución de su fortaleza en algunos contextos. Ahora bien, ¿qué ocurre en la matriz socioestilística de la variación? ¿Se aprecia la misma estabilidad que en el eje estructural? O, por el contrario, ¿hay cambios significativos en el peso o la dirección explicativa de estos condicionantes? Y, de confirmarse estos últimos, ¿estamos en presencia de cambios bruscos? o más bien ¿estos son suaves y sostenidos en el tiempo? En lo que sigue analizamos los datos extraídos de tres análisis de regla variable independientes, uno por cada siglo.
3. Corpus y metodología Como se recordará, el corpus para el análisis de esta variable está compuesto por textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa, principalmente cartas privadas, de los siglos , y . El conjunto textual supera los tres millones de palabras, con una distribución equilibrada en las magnitudes de cada
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Para la revisión precisa del contexto variable y las exclusiones correspondientes, véase anteriormente el capítulo 4, § 3.
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centuria, aunque no así en el número de escritores a los que se da voz, siendo este considerablemente mayor en el Siglo de las Luces (para más detalles, véase el capítulo 4, § 4). Como es preceptivo, los resultados proceden del mismo análisis de regresión de cuya matriz lingüística dábamos cuenta anteriormente y que completamos aquí con la revisión de los siguientes factores estilísticos y sociales: • Sexo: Hombres / Mujeres • Estatus: dada la diferente configuración de la sociedad española en cada siglo utilizamos diferentes agrupaciones: a) Siglo : Élites / Resto; b) Siglo : Alto / Medio / Bajo; c) Siglo : Alto / Medio-alto / Medio / Bajo • Grado de relación: Distante / Íntima o familiar • Origen del autor: hay escritores procedentes de 15 regiones españolas. Para facilitar el análisis, estas se agrupan en dos áreas dialectales, que han operado a lo largo de los siglos en la historia del español: Regiones peninsulares norteñas / Regiones peninsulares centro-meridionales / Canarias3 • Contexto migratorio: Textos escritos desde América / desde España • Año • Escritor • Antecedente De estos, el factor temporal (Año) es continuo, las variables Escritor y Antecedente aleatorias,4 siendo el resto factores categóricos (para la justificación de estos conceptos, véase el capítulo 4, § 3). En lo que sigue ofrecemos los datos desglosados por siglos y obtenidos mediante el programa de regresión logística de efectos mixtos Rbrul (Johnson 2009). Para el análisis contrastivo, tomamos como referencia las variantes pronominales.
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En el siglo no disponemos de datos para el grupo “Canarias”, por lo que tan solo se evalúan los otros dos. Por razones de espacio, en las tablas siguientes mostramos solo los datos correspondientes a la variable Antecedente. Advertimos, sin embargo, que los obtenidos con la variable Escritor son muy similares, tanto en las cifras obtenidas como en la dirección explicativa que revelan.
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4. Resultados y análisis De las 2495 ocurrencias de la variable lingüística encontradas en el corpus, 869 corresponden al siglo , 944 al siglo y las 682 restantes al siglo . Por otro lado, la distribución porcentual de las dos variantes a lo largo de este tiempo puede apreciarse gráficamente en la siguiente figura.5
Gráfico 1: Distribución de los nexos relativos por siglos (%)
Como se observa en el gráfico 1, a lo largo del tiempo, las formas pronominales han ido avanzando en detrimento de las adverbiales. Sin embargo, este avance tan solo puede describirse como moderado, ya que del 38% en el siglo , pasamos a un 47% dos centurias más tarde, y a un 53% a mediados del . Por otro lado, ¿cómo se realiza esta distribución entre diferentes grupos sociales y contextos comunicativos en cada periodo? ¿Hay muestras de continuidad o, más bien, de cambio en el condicionamiento variable que ejercen estos factores? En lo que sigue, resumimos los resultados obtenidos para cada siglo tras el análisis de regresión, como paso previo para su estudio contrastivo, del que esperamos obtener una radiografía precisa de los principales entresijos de este desenlace lingüístico.
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Para otros detalles sobre esta distribución, véase anteriormente la tabla 2 (capítulo 4, § 5).
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4.1. Siglo ਘਖਉ La tabla 1 muestra las medidas principales correspondientes a los factores extralingüísticos considerados en el primer español clásico. Total N
%
P.
Hombres
811
39
-
Mujeres
58
29
-
Alto
342
46
-
Resto
527
34
-
Distante
312
45
-
Familiar/Íntima
511
33
-
Sexo
Estatus
Tenor
Estatus-tenor Alto-Distante
213
51
.61
Resto
656
32
.39
Rango
22
Contexto migratorio Sí
754
38
-
No
115
42
-
Norteñas
282
41
-
Meridionales Año continuous logodds
526
37
-
Región
-1 0.011
Tabla 1: Distribución de los factores extralingüísticos en la selección 6 de las formas pronominales en relativas de lugar del siglo
6
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Dado el carácter demasiado fragmentario e incompleto del factor generacional en esta centuria, no se toma en consideración para el análisis de los resultados.
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Capítulo 8
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Una comparación entre esta tabla y aquella en la que dábamos cuenta anteriormente de los factores lingüísticos (cap. 4, § 5.1), muestra que las variables extralingüísticas resultan menos relevantes a la hora de explicar la variación, un hecho relativamente habitual en los estudios de variación sintáctica, especialmente en aquellos de los que no hay una conciencia clara acerca de su significación social. Sin embargo, un análisis detenido de ciertas intersecciones ofrece algunos datos sugestivos durante este periodo. Como se advierte en la tabla 1, ni el origen de los escritores ni el contexto migratorio (o no) en que escribieron sus cartas parece determinante a la hora de explicar la variación, con diferencias entre los respectivos grupos particularmente reducidas. Algo mayores, aunque tampoco significativas, son las que se aprecian entre hombres (39%) y mujeres (29%), aunque no es descartable que a ello puede contribuir el número reducido de ocurrencias a cargo de estas últimas, que, en un corpus escrito abrumadoramente por hombres, apenas alcanzan los 58 ejemplos (frente a los 811 de los hombres). En todo caso, con los datos disponibles, lo que sí se puede afirmar es que la mujer no se mantiene al margen de las preferencias por donde, que es general en la sociedad, y lo será todavía más a partir de la segunda mitad del siglo , como vimos más arriba (cap. 4, § 5.1). Sin embargo, la ausencia prácticamente de ejemplos femeninos (N = 6) en la primera mitad del siglo impide evaluar las tendencias generolectales en este sentido. Más reveladores son los datos relativos al estatus de los escritores. Para la configuración de este factor en una sociedad fuertemente jerarquizada como la española en el siglo , hemos dividido el espectro social en dos estratos (Elliott 1998; Fernández Álvarez 2004). Por un lado, consideramos dentro del nivel sociocultural alto a la cúspide social, integrada por los representantes de la aristocracia y la jerarquía eclesiástica, investidos de un enorme poder político, económico y social, por sus estrechas relaciones con la monarquía. Junto a estos, incluimos también en este grupo a individuos representantes de una tímida burguesía urbana (licenciados, médicos, escribanos, mercaderes, etc.), siempre en desventaja con respecto a la aristocracia y al clero, pero cuya formación cultural los situaba claramente por encima del resto de la sociedad, compuesta por profesiones manuales, como campesinos, panaderos, torneros, toneleros, albañiles, carpinteros, herreros, y un largo etcétera, muchos de los cuales probaron fortuna en tierras americanas (en la codificación: Resto). El análisis de frecuencias muestra una preferencia mayor por los pronombres en los estratos altos (46%) que en los bajos (34%). Tomado aisladamente, y a la luz del corpus manejado, el factor no alcanza el umbral de significación estadística suficiente, pero sí lo hace cuando se combina con el tenor de los escritos.
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Sociolingüística histórica del español
Ya la revisión inicial de las frecuencias mostraba una inclinación especial por las formas pronominales en las cartas en que median relaciones más distantes (cartas profesionales, de un superior a un inferior, etc.) (45%), por encima de las epístolas donde se ventilan asuntos familiares o íntimos (33%). Sin embargo, el cruce con el estatus social de esos escritores revela que el verdadero comportamiento diferenciado se produce en las cartas distantes escritas por los miembros del grupo social alto, contexto especialmente atractivo para las soluciones pronominales, pero no así en las cartas familiares de estos últimos, cuya actuación apenas difiere de la del resto de la sociedad, como se puede apreciar en el gráfico 2.
Gráfico 2: Tabulación cruzada entre los factores Estatus y Tenor en la selección de las variantes pronominales del siglo (%)
Un reanálisis a partir de estas combinaciones confirma ese comportamiento diferencial del primer grupo (Alto-Distante) (51%; .61) con respecto al segundo (Resto de combinaciones) (32%; .39). Parece, en suma, que en el siglo la difusión de las formas pronominales en las relativas de lugar se asocia principalmente con los entornos más formales y a instancias de las élites sociales. Finalmente, el factor temporal, que, recuérdese, consideramos como una variable continua en el análisis de regresión logística de efectos mixtos, se revela también significativo. Los logaritmos obtenidos en ambas regresiones (Antecedente y Escritor) son negativos, lo que indica que nos encontramos ante una evolución cronológica desfavorable a las variantes pronominales a lo largo de la centuria. Y, en efecto, como se puede comprobar en el gráfico 3, donde agrupamos los porcentajes obtenidos por estas variantes en periodos de dos décadas, se aprecia
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Capítulo 8
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un primer momento de estabilidad en las primeras seis décadas, al que sigue una significativa disminución en las postrimerías del siglo. Es en este último periodo cuando las formas adverbiales adquirieron un significativo incremento en prácticamente todos los contextos analizados, lo que, unido a otros datos de la matriz socioestilística, sugiere la existencia de un posible cambio desde abajo, por el que las soluciones adverbiales se difundieron con rapidez en detrimento de las pronominales.
Gráfico 3: Evolución de las formas pronominales a lo largo del siglo (datos agrupados por periodos de dos décadas) (%)
Este cambio desde abajo, similar al que se ha advertido para la explicación de algunos fenómenos en la diacronía del español, como el ensordecimiento de las sibilantes en el siglo (Penny 2000b) o como el que en estas misma páginas hemos visto a propósito de las variantes prepositivas de las perífrasis con deber (capítulo 6) o la elisión del nexo que en subordinadas dependientes de predicados doxásticos (capítulo 7), se asienta para el caso que nos ocupa, en dos datos significativos: a) una clara evolución ascendente de las soluciones adverbiales en la segunda mitad del siglo; y b) una inclinación destacada por esta variante entre los estratos populares y los contextos más informales.
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Sociolingüística histórica del español
4.2. Siglo ਘਖਉਉਉ Total N
%
P.
Hombres
916
50
-
Mujeres
28
47
-
Alto
309
47
-
Medio
141
42
-
Bajo
286
43
-
Distante
208
60
.62
Familiar/Íntima
569
48
.44
Sexo
Estatus
Tenor
Rango
18
Contexto migratorio Sí
740
46
-
No
204
51
-
Norteñas
427
52
-
Meridionales
291
29
-
Canarias
110
68
-
Jóvenes
289
34
.38
Adultos
418
49
.60
Región
Rango Edad
Rango
22
Tabla 2: Distribución de los factores extralingüísticos en la selección de las formas pronominales en relativas de lugar del siglo
En el plano estilístico y socal, los datos del siglo muestran más diferencias con respecto a las advertidas en el siglo , pero también algunas coincidencias dignas de mención. Una de las más destacadas es la mínima presencia de muestras de habla femeninas, aun por debajo de las disponibles en el corpus del español clásico (N = 28). Ello impide realizar una valoración objetiva acerca de la existencia de potenciales diferencias generolectales, más allá de la constatación
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Capítulo 8
221
de unos índices porcentuales prácticamente idénticos. Por el contrario, el estatus social no introduce diferencias significativas esta vez, aunque conviene retener el dato de la mayor presencia de las variantes pronominales entre los representantes del grupo social más elevado, un hecho que ya advertíamos en el y que, como veremos, se consolida en el . El contexto migratorio tampoco discrimina a los escritores que escribían a uno y otro lado del océano, por lo que, dos siglos más tarde, siguen sin advertirse fenómenos de nivelación y simplificación en las hablas americanas que, al menos en relación con esta variable lingüística, presentan índices elevados de continuidad con las variedades europeas. No parece ocurrir así, por el contrario, en el seno de estas últimas, donde el análisis de frecuencias muestra una llamativa diferencia entre las regiones norteñas y meridionales, siendo las primeras aparentemente más proclives al empleo de las variantes pronominales (N = 427; 52%) que las segundas (N = 291; 29%). Sin embargo, pese a esas diferencias, el factor no resulta seleccionado como significativo, lo que, sumado al hecho de que las hablas canarias (N = 110; 68%) exhiben un comportamiento completamente diferenciado del resto de dialectos meridionales, nos lleva a pensar que, en el fondo, las distancias porcentuales podrían obedecer a motivos diferentes. En el lado de las divergencias, cabe destacar la falta de significación del eje temporal, un reflejo de que, a diferencia del siglo , en el se aprecia una notable estabilidad de la variable a lo largo de toda la centuria, que comienza con valores del 44% en las dos primeras décadas y concluye con apenas un 3% más (47%) en las dos últimas. Por el contrario, las diferencias de tenor que apuntaban ya en el Siglo de Oro se consolidan ahora, traspasando el umbral de significación estadística, y haciendo de este factor estilístico uno de los de mayor poder explicativo. En efecto, como revelan las cifras de la tabla 2, son las cartas donde median relaciones y/o asuntos más distantes entre los interlocutores las más proclives al empleo del pronombre (60%; .62), frente a las epístolas más íntimas o familiares (48%; .44). Estos datos ofrecen la imagen de unas formas que, en el siglo , pudieron ser vistas como más formales y prestigiosas que las correspondientes adverbiales. Este perfil sociolingüístico debió de mostrar además una considerable estabilidad a lo largo de la centuria, no solo por la ya reseñada ausencia de significación del eje temporal, sino también por el comportamiento, también sumamente estable en el tiempo, de los grupos de edad en que hemos clasificado la muestra. Los datos biográficos disponibles en los textos del nos han permitido al menos una interpretación binaria del factor, basada en un criterio émico, no cronológico, dadas las dificultades para establecer la edad exacta de los remitentes cuando escribieron sus textos. De este modo, los escritores quedan clasificados en dos
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Sociolingüística histórica del español
grupos, en función del instante vivencial en que se encontraban cuando redactaron sus textos. Esta información se ha obtenido a partir del estudio del contenido de los documentos, así como de cualquier referencia indirecta relacionada con el acto comunicativo (para más detalles acerca de la confección de este factor, véase el capítulo 6 § 3.4). Como puede apreciarse en la tabla 2, los mayores índices pronominales corresponden a las generaciones más adultas (49%; .60), con cifras que superan significativamente las de los grupos de edad más jóvenes (34%; .38). Por otro lado, estas diferencias se mantuvieron prácticamente uniformes a lo largo de la centuria, como revela el gráfico 4. En él se observa claramente cómo, salvo en el periodo 2, las diferencias entre los grupos generacionales se conservan inalteradas, aunque se estrechan hacia el final del siglo.
Gráfico 4: Distribución de las variantes pronominales por grupos de edad a lo largo del siglo (datos agrupados por periodos de dos décadas) (%)
En definitiva, el cuadro socioestilístico que muestra el fenómeno analizado en estas páginas es el de una variable sintáctica considerablemente estable en el siglo . La variante pronominal parece exhibir un mayor prestigio sociolingüístico que la alternativa adverbial, dado su mayor empleo en los contextos comunicativos de mayor distancia comunicativa, así como entre las élites sociales y los grupos de más edad, todos ellos afectados en mayor medida por las presiones del prestigio lingüístico (Labov 2001; Chambers 2009; Tagliamonte 2012; Ash 2013).
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Capítulo 8
4.3. Siglo ਘਘ Total N
%
P.
Hombres
621
53
-
Mujeres
61
52
-
Alto
288
59
-
Medio-alto
117
58
-
Medio
62
55
-
Bajo
215
41
-
Resto
467
58
.57
Bajo
215
41
.43
Sexo
Estatus
Estatus agrup.
Rango
14
Tenor Distante
125
68
.60
Familiar/Íntima
506
53
.47
Rango
13
Edad Jóvenes
321
47
-
Adultos
354
58
-
Tabla 3: Distribución de los factores extralingüísticos en la selección de las formas pronominales en relativas de lugar del siglo (c. 1960)7
Algunos datos de la tabla 3, correspondientes a la primera mitad del siglo , muestran una cierta continuidad con lo visto en el pasado. Así, en el plano muestral destaca nuevamente la escasa representación del habla femenina. Si bien esta asciende algo con respecto a los siglos anteriores (N = 61), continúa siendo muy minoritaria con respecto a la masculina (N = 621). En todo caso, de la misma manera que antaño, no observamos diferencias frecuenciales entre un grupo
7
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Dada la escasez de datos proporcionados por los contextos migratorios entre los materiales disponibles del siglo , este factor no se ha tomado en consideración esta vez, a diferencia de las centurias previas.
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Sociolingüística histórica del español
y otro (52% vs. 53%, respectivamente), aunque de nuevo la considerable irregularidad muestral entre ambos impide ir más lejos en la obtención de conclusiones en torno a este factor generolectal. Más interés poseen, por el contrario, las diferencias diastráticas. Como se puede apreciar en la tabla 3, el comportamiento de los tres primeros grupos sociales en que dividimos la muestra es muy similar entre sí (en torno al 57%), y tan solo diferente del advertido en las clases más populares (41%), entre las que destaca una disminución clara de las variantes pronominales. De hecho, este descenso adquiere significación estadística cuando en un reanálisis oponemos este grupo (41%; .43) al resto de la pirámide social (58%; .57), confirmando así un hecho que ya advertíamos en el pasado, pero que solo ahora adquiere una relevancia explicativa independiente: las variantes pronominales son menos características de los estratos bajos de la sociedad. A este mismo perfil, más formal, de las variantes pronominales contribuye un segundo factor que ya apuntaba en los siglos anteriores: en las cartas donde prima una mayor distancia comunicativa, bien por los temas desarrollados, bien por la distancia jerárquica entre los interlocutores, existe una significativa mayor presencia de pronombres (68%; .60) que en aquellas donde el tenor es más íntimo o familiar (53%; .47). Estos resultados, tanto en el eje sociolectal como en el estilístico, vendrían a contradecir las conclusiones de algunos autores (cf. Fernández Ramírez 1987: 244; Rascón Peñas 2005: 379), para quienes los pronombres poseen un carácter más ‘coloquial’ que el adverbio donde. Al menos por lo que a largos periodos de la historia del español se refiere, la situación parece más bien la contraria. Por último, un tercer elemento de continuidad con respecto al pasado —aunque no avalado esta vez por el análisis de regresión—, lo representa la edad. Y es que, como se puede apreciar en el gráfico 5, al igual que en el , en la primera mitad del siglo los individuos más adultos, los más condicionados generalmente por las presiones del prestigio sociolingüístico (Tagliamonte 2012: 43 y ss.), superan a los más jóvenes en las realizaciones pronominales. Sin embargo, conviene subrayar que ello es así en las cuatro primeras décadas del siglo, mientras que las diferencias se neutralizan hasta desaparecer en el último periodo, lo que quizá sea un reflejo de la existencia de cambios significativos en el perfil socioestilístico de la variable a mediados de esta centuria.
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Capítulo 8
Gráfico 5: Distribución de las variantes pronominales por grupos de edad a lo largo del siglo (datos agrupados por periodos de dos décadas) (%)
5. Variación en el seno de las relativa oblicuas: en que / en el que Al igual que el fenómeno analizado en los párrafos anteriores, el que examinamos en esta sección afecta también a las subordinadas relativas, y presenta igualmente una notable antigüedad en la historia del español, como puede comprobarse en los siguientes fragmentos. Los de (5) y (6) corresponden a sendos ejemplos del género epistolar del siglo a cargo de individuos que escribieron cartas personales desde diferentes lugares de América a sus allegados en España. Por su parte, los de (7) y (8) pertenecen a muestras de habla oral del Macrocorpus sociolingüístico del español hablado en Castellón, a comienzos de la presente centuria:
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(5)
Y así espero, que des este gusto de venir, pues no faltará ocasión en que lo hagas, como te tengo prevenido, sirviendo a alguna señora o familia que venga, que es muy posible venga alguna, pues acá lo pasaremos bien (Cartas desde América, 1763).
(6)
Embiaré a v.m. dentro de quatro meses los títulos de capitán y juntamente los cocos, que por no estar acauados de guarnecer no ban en esta ocasión, en la que hirán con la plata de v.m. (Una visión de la América, 1735).
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Sociolingüística histórica del español
(7)
[...] ee:: te acuerdas de alguna ocasión en que::↑ bueno, lo que te comenté la otra vez, que si te habías visto en una situación así tan comprometida o de vergüenza que como que hubieses querido que se te tragara la tierra (MCSCS, 2005).
(8)
Pues:: sí/ la verdad es que he tenido alguna ocasión en la que:: (he) esta(d) o un poco cerca de la muerte, sí (MCSCS, 2005).
En los cuatro fragmentos, separados por casi tres siglos de distancia, asistimos a la alternancia entre las formas del pronombre relativo con y sin el artículo previo, en oraciones relativas oblicuas encabezadas por la preposición en. Con todo, un análisis cuantitativo de ambos corpus muestra una distribución completamente distinta de las dos variantes en cada periodo histórico. Así, de las 19 ocurrencias de relativas oblicuas que tienen como antecedente ocasión, tan solo una aparece con el artículo en el Siglo de las Luces —el transcrito en (6)—; a comienzos de la centuria actual, sin embargo, las tornas se invierten: en el Macrocorpus sociolingüístico del español hablado en Castellón encontramos diez ejemplos del mismo tipo, y, de estos, ocho aparecen con el artículo, mientras que tan solo dos lo hacen sin él. Estas cifras no son meramente anecdóticas, sino que hablan de un cambio en profundidad en este paradigma gramatical en el transcurso de los últimos siglos. Sin embargo —y a diferencia esta vez del fenómeno analizado en el apartado anterior—, la historia de este cambio no va mucho más atrás del siglo . Aunque en la bibliografía encontramos ejemplos de esta alternancia ya desde el periodo medieval, estos son escasos y poco representativos (Keniston 1937: § 15.158, § 15.228; Lapesa 2000: 398; Eberenz 2000: 368). Nosotros mismos, en recuentos efectuados en dos corpus epistolares de los siglos y , que superan el millón de registros cada uno, apenas hemos hallado dos y cinco ejemplos respectivamente, lo que representa cifras insignificantes, como puede apreciarse en el gráfico 6. En el español clásico, la variante sin artículo es prácticamente categórica, seguida a mucha distancia por las formas con el relativo compuesto el cual/la cual/los cuales/las cuales. Sin embargo, en el corpus del siglo observamos dos hechos destacados: a) al tiempo que la variante mayoritaria se mantiene todavía con notable vigor, comprobamos cómo las formas del relativo compuesto decaen significativamente; y b) es en esta centuria cuando se inicia el verdadero despertar de la variante en la que al relativo que le antecede el artículo determinado, y que en los tiempos actuales se ha convertido ya en preferente.8 8
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Aunque diversos trabajos sobre el español actual han destacado también ese estado de cosas, con una preeminencia del relativo precedido por artículo (Brucart 1999, Vellón y Moya 2017, Blas Arroyo en prensa), algunas investigaciones empíricas arrojan cifras que hablan
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Capítulo 8
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Nuestro objetivo en estas páginas es analizar con detalle esa evolución, dando cuenta, en concreto, del modo en que la construcción con artículo, en el que (y sus variantes formales: en la que, en los que, etc.), se ha difundido en la matriz estilística y social en tres periodos consecutivos: los siglos , y la primera mitad del . El análisis comparativo de los resultados correspondientes nos ofrecerá una imagen más nítida de esa evolución.
Gráfico 6: Evolución de las variantes en relativas oblicuas a partir de textos cercanos al polo de inmediatez comunicativa (siglos - ) (%)
6. Corpus El corpus para esta investigación se halla compuesto por un conjunto textual de más de tres millones de palabras, distribuidas de manera equilibrada entre los diferentes siglos. La muestra correspondiente al siglo es idéntica a la utilizada en el análisis del fenómeno anterior (§ 4), y asciende a 1 242 588 palabras, distribuidas en textos escritos por 1345 autores diferentes. Lo mismo sucede con el corpus del , para el que disponemos de 1 037 849 palabras, salidas de la
de diferencias dialectales y sociolectales potencialmente relevantes en el mundo hispánico. Así, en el estudio de Santana Marrero (2004) sobre el Macrocorpus de la norma lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico, la pervivencia de la fórmula en que es muy alta y supera ampliamente los usos de la variante con artículo (75,89% frente al 24,10%, respectivamente).
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Sociolingüística histórica del español
pluma de 410 individuos de diversa condición social. Por último, la muestra del siglo consta de 1 013 610 palabras, a cargo de 763 autores diferentes. Junto a los factores lingüísticos que analizábamos en otro lugar (capítulo 5), la codificación de las 2134 ocurrencias de la variable se completó con una serie de factores extralingüísticos, de cuya potencial incidencia sobre la variación nos ocuparemos en las páginas siguientes. Estos son similares a los apuntados más arriba (§ 3), aunque con alguna pequeña modificación en su interior, dadas las peculiaridades de la muestra disponible para uno y otro fenómeno. Para el que aquí nos ocupa, se trata de los siguientes: • • • • • • •
Sexo (Hombres / Mujeres); Estatus: Alto / Medio / Bajo. Origen del autor: Regiones norteñas / Regiones centro-meridionales; Contexto migratorio: Textos escritos desde América / desde España; Año; Escritor; Antecedente.
Para el análisis de regresión logística de efectos mixtos mediante Rbrul (Johnson 2009) tomamos como variante de referencia el que, al tiempo que consideramos nuevamente como factor continuo el tiempo (Año) y como variables aleatorias la identidad de cada Escritor y el Antecedente del relativo.
7. Resultados y análisis Las 2134 ocurrencias de la variable encontradas tienen ahora una distribución más proporcional que la advertida en § 4: siglo (754), siglo (743), siglo (637). Por otro lado, la distribución porcentual de las tres variantes iniciales y su evolución a través del tiempo puede verse en el gráfico 7:9
9
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Para más detalles sobre esta distribución, véase anteriormente la tabla 2, capítulo 5, § 5.
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Capítulo 8
Gráfico 7: Evolución de las variantes entre los siglos
y
(%)
Como se puede apreciar, en dos siglos y medio, la variante en el que fue ganando terreno a costa de las demás, pero lo hizo de una manera muy tímida, y a considerable distancia todavía de las cifras con que abríamos el siglo (53%), y de las que dábamos cuenta anteriormente en el gráfico 6. En suma, nos encontramos ante un cambio aparentemente más moderado que el advertido previamente a propósito de los nexos introductorios en relativas de lugar § 4). ¿Tiene algo que ver en ello la configuración socioestilística de la variación en los tres periodos? Veamos a continuación lo que sugieren los resultados obtenidos para cada siglo, con el fin de alcanzar una visión más nítida de la difusión social de este cambio.
7.1. Siglo ਘਖਉਉਉ Como se puede advertir en la tabla 4, de todos los factores extralingüísticos considerados en el siglo , tan solo el eje diacrónico aparece seleccionado como significativo de manera independiente.
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Sociolingüística histórica del español
N
%
P.
Hombres
725
17
-
Mujeres
29
7
-
Alto
232
12
-
Medio
281
17
-
Bajo
207
21
-
Distante
316
16
-
Familiar/Íntima
350
19
-
Sexo
Estatus
Tenor
Contexto migratorio Sí
564
18
-
No
190
12
-
Jóvenes
169
22
-
Adultos
353
15
-
Norteñas
397
19
-
Centro-meridionales
192
19
-
Edad
Región
Año
+1 0.118
Tabla 4: Distribución de los factores extralingüísticos en la selección de las formas con artículo en relativas oblicuas del siglo
En relación con este último, un examen detallado de las frecuencias, agrupadas por décadas, como el que se observa en el gráfico 8, permite advertir la presencia de diversos momentos en la difusión de la variante innovadora. Así, en la figura se aprecia cómo, a comienzos de esta centuria, la variante tiene un uso muy limitado (3%), con proporciones casi análogas a las que se daban en el siglo (ver gráfico 6). Sin embargo, en la segunda y tercera década se distingue un claro movimiento ascendente (9%), que irá progresando a comienzos del segundo tercio (14%), y se disparará al final de ese periodo (27%).10 Sin embargo, desde
10
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Girón Alconchel (2006a: 1528) advierte también un incremento de el que hacia la mitad de la centuria.
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Capítulo 8
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ese momento, el avance del fenómeno se ralentiza, con unas distribuciones más estables en las postrimerías del siglo (en torno al 20%).
Gráfico 8: Evolución de los usos de el que por décadas durante el siglo
(%)
Los estudios en tiempo real de la sociolingüística histórica contribuyen a evaluar el grado de progresión y difusión de los cambios lingüísticos. En nuestro caso, el gráfico 8 muestra cómo, tras una primera mitad del siglo en la que el empleo de esta variante exhibe una distribución lineal sostenida pero moderada —en lo que parece una fase incipiente del cambio (por debajo del 15%)—, este se acelera notablemente hacia 1750, cuando las frecuencias se duplican con respecto a la década anterior. En esta segunda fase, alcanzamos ya la característica curva en S de los cambios nuevos y enérgicos (new and vigorous changes), que se difunden con fuerza en la matriz social, llegando a alcanzar cifras nada despreciables (entre el 15% y el 35%) (Labov 1994: 79-83; Nevalainen y Raumolin-Brunberg 1996: 55). No en vano, de las cifras exiguas al comienzo de la centuria nos situamos casi en un 30% en el plazo de apenas 50-60 años. Sin embargo, a diferencia de otros procesos de cambio morfosintácticos, y que han terminado consolidándose en un periodo corto de tiempo (ver capítulo 6, nota 4), en nuestro caso, la variante novedosa parece perder fuelle en la última parte del , aunque ya con cifras que superan claramente las de comienzos de siglo.11
11
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Este hecho ha sido destacado también por Girón Alconchel (2006a: 1572), quien habla de una posible reacción academicista, basada en los textos clásicos del , a instancias de la recién creada Real Academia Española.
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Sociolingüística histórica del español
En el plano social, ni el sexo, ni el contexto migratorio o el origen de los escritores establecen diferencias entre unos grupos y otros, ni de manera independiente, ni en el cruce con otros. Tampoco, lo hace el contexto comunicativo, de manera que el tenor de los escritos, medido a partir de la distancia entre los interlocutores y/o la temática desarrollada, es insensible a la variación, a diferencia de lo que advertíamos anteriormente en § 4.2. Más interés poseen, sin embargo, otros dos parámetros sociales, como son el estatus social y la edad, sobre todo porque sus todavía tímidas diferencias frecuenciales apuntan en una dirección que se consolidará en centurias posteriores. En el caso de la edad, y tal como revela el gráfico 9, el comportamiento de los dos grupos considerados es bastante estable a lo largo del siglo: en todos los periodos en que se ha dividido el eje temporal, salvo uno, las generaciones más jóvenes aventajan a las más adultas. Dado que normalmente estas últimas suelen reaccionar más tarde a los cambios que afectan a las variables lingüísticas (Cukor-Avila y Bailey 2013; Tagliamonte 2012), cabe pensar en la existencia de diferencias en el prestigio sociolingüístico de las variantes ya en este siglo.
Gráfico 9: Distribución de el que por grupos de edad en el siglo pados por periodos de dos décadas) (%)
(datos agru-
A esta impresión contribuye también la distribución sociolectal observada. Aunque las diferencias entre unos grupos y otros no sean de suficiente entidad como para ser validadas estadísticamente, en la distribución de la variante novedosa se aprecia una característica distribución lineal, en la que su empleo parece asociarse al estatus de los escritores: baja (21%), intermedia (17%), alta (12%).
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Capítulo 8
Por otro lado, el cruce con la edad muestra algunos resultados interesantes que apuntan hacia los inicios de un posible cambio desde abajo (Labov 2007: 346), alentado por las clases bajas, y dentro de estas, en especial, por los jóvenes.12 Como se aprecia en el gráfico 10, la variante vernácula es liderada por las clases subalternas, en especial por los jóvenes (26%). Por otro lado, este cambio parece contagiar antes a los jóvenes de las clases acomodadas (18%) que a los mayores de esa misma condición (12%).
Gráfico 10: Distribución de el que por estatus y grupos de edad en el siglo (%)
De estos resultados parece desprenderse que, durante la última parte del siglo , pudieron existir presiones en contra de la variante con artículo, una forma vernácula que había despertado de un largo letargo en la primera mitad de la centuria entre los sectores menos privilegiados, y principalmente a instancias de las generaciones más jóvenes. Esta evolución sería, pues, frenada más adelante por un movimiento contrario, favorable al regreso a la vieja ortodoxia del pronombre sin artículo. Y como muchos cambios de este tipo (Labov 2007: 347; Tagliamonte 2012: 55 y ss.), parece que pudo ser liderado por los estratos superiores, en un movimiento pendular que acabaría afectando a todo el espectro social, pero en menor medida a las clases populares, cuyos miembros (sobre todo, los más jóvenes) seguirían más vinculados a una variante innovadora que previamente habían contribuido a difundir. 12
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Para facilitar los cálculos, agrupamos aquí los valores de los dos estratos sociales más cercanos entre sí (alta y media) y los oponemos a los de la clase baja.
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7.2. Siglo ਘਉਘ Como ya ocurriera en el periodo anterior, los datos del siglo muestran el eje temporal como significativo, lo que es una prueba de que el cambio sigue su curso (ver tabla 5). Sin embargo, su distribución a lo largo de la centuria es muy irregular, y tan solo se aprecian movimientos decididamente favorables al incremento de usos de la variante innovadora en las dos últimas décadas, cuando alcanza cifras superiores a la media (31%). N
%
P.
Hombres
598
26
-
Mujeres
136
16
-
Sexo
Estatus Alto
213
14
.27
Medio
408
25
.55
Bajo
113
39
.69
Rango
38
Tenor Distante
204
16
-
Familiar/Íntima
262
24
-
Sí
162
29
-
No
572
23
-
Jóvenes
271
28
-
Adultos
426
23
-
Norteñas
407
27
-
Centro-meridionales
235
23
-
Contexto migratorio
Edad
Región
Año
+1 0.175
Tabla 5: Distribución de los factores extralingüísticos en la selección de las formas con artículo en relativas oblicuas del siglo
Por lo demás, el cruce con el factor generacional, como el que muestra el gráfico 11, permite observar otros hechos interesantes. Uno de ellos es la distribución curvilínea que se aprecia en los dos cortes etarios en que hemos clasificado a
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los miembros de la muestra. Esta distribución da cuenta de ese movimiento no lineal de la variante, quizá como reflejo de la existencia de vaivenes en el prestigio sociolingüístico de esta con respecto a la tradicional en que. Por otro lado, se aprecia de nuevo cómo, salvo en un corte temporal, en todos los demás, las cohortes más jóvenes superan a las más adultas en la selección de la variante novedosa. Por último, es también revelador que, en el último periodo, las líneas de ambos grupos apunten en la misma dirección, es decir, hacia la consolidación de la variante con artículo.
Gráfico 11: Distribución de el que por grupos edad en diversos cortes temporales del siglo (datos agrupados por periodos de dos décadas) (%)
Por lo que se refiere al factor diastrático, este no solo continúa las tendencias frecuenciales ya intuidas en el pasado, sino que, además, las consolida notablemente. Como se aprecia en la tabla 5, la variable muestra de nuevo una distribución lineal claramente asociada al estatus de los escritores. De esta manera, las élites sociales parecen ser las más reacias al empleo de la variante novedosa (14%; .27), seguidas por los estratos intermedios (25%; .55). Por el contrario, el que se extiende preferentemente entre las clases subalternas (39%; .69), un hecho que ya observábamos en el siglo anterior, pero esta vez de una manera mucho más clara y robusta estadísticamente. Al mismo tiempo, el cruce con la edad, ilustrado en el siguiente gráfico, muestra cómo el movimiento favorable a la variante novedosa es de nuevo especialmente intenso entre los más jóvenes de las clases populares, grupo que sitúa con frecuencias claramente por encima de la media (45%).
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Gráfico 12: Distribución de el que por estatus social y edad en el siglo
(%)
Hay que destacar, finalmente, la no selección del resto de factores, que también fueron descartados en el siglo .
7.3. Siglo ਘਘ Al menos en el periodo analizado en estas páginas, que, como se recordará, abarca las seis primeras décadas del siglo , la variable parece haber entrado en una etapa de estabilización, como se desprende de diversos resultados que podemos ver en la tabla 6. Y ello con independencia de unas frecuencias de uso que, de forma general, superan moderadamente las del siglo anterior, lo que implica que la evolución favorable a la variante el que parece continuar su curso.
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Capítulo 8
N
%
P.
Hombres
583
29
-
Mujeres
54
30
-
Alto
294
26
-
Medio
201
28
-
Bajo
142
38
-
Distante
360
30
-
Familiar/Íntima
257
29
-
Jóvenes
272
29
-
Adultos
357
29
-
Norteñas
553
29
-
Centro-meridionales
69
27
Sexo
Estatus
Tenor
Edad
Región
Año
-
Tabla 6: Distribución de los factores extralingüísticos en la selección de las formas con artículo en relativas oblicuas del siglo
Como se puede advertir, ninguno de los factores extralingüísticos es seleccionado esta vez como significativo por el programa de regresión. A este respecto, es también revelador que, frente a lo que sucede en los siglos previos, en este periodo el eje temporal no deja huella alguna. Asimismo, es elocuente la neutralización completa de las diferencias generacionales, que, en el siglo , desaparecen por completo. La distribución de frecuencias en el plano sociolectal muestra también algunas diferencias con las épocas previas. Aunque ciertamente la variante novedosa aparece de nuevo más representada en los estratos bajos (38%), la brecha entre estos y los medios (28%) y altos (26%) se estrecha notablemente con respecto a la centuria anterior, y más aún la existente entre estos dos últimos. En consecuencia, parece que la variante comienza a extenderse de manera más decidida por todo el espectro social, una extensión que es especialmente llamativa entre las clases altas, las más reacias antaño a la difusión de la forma novedosa.
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Por último, continúan sin mostrar apenas diferencias los factores relacionados con el sexo, la distancia comunicativa (tenor) y el origen de los escritores.
8. Conclusiones En las páginas anteriores hemos examinado con detenimiento la evolución experimentada por dos fenómenos de variación en el seno de las oraciones de relativo a lo largo de casi cinco siglos. La principal conclusión que de este análisis se deriva es que, a diferencia de otros fenómenos de cambio sintáctico cuyo desenlace fue mucho más rápido y abrupto a partir de un determinado momento —el declive de la perífrasis deber de desde el siglo en adelante (capítulo 6) o la eclosión de tener que + infinitivo a comienzos del siglo (capítulo 3)—, las variantes consideradas en estas páginas muestran un progreso mucho más lento y moderado, al que no es ajena una notable estabilidad en el condicionamiento variable. Y ello tanto en el plano estructural, como vimos en otro momento (capítulos 4 y 5), como en la matriz socioestilística de la variación. Por lo que a esta última se refiere, la variación favorable en el tiempo a las formas pronominales (principalmente que) en detrimento de las adverbiales (donde), en la introducción de subordinadas relativas de lugar, muestra, en efecto, un perfil sociolingüístico bastante estable, que además va consolidándose con el tiempo. Según este, las formas pronominales parecen haber gozado siempre de un plus de formalidad y prestigio, como se deriva de su uso preferente en los contextos comunicativos más distantes, así como en el habla de las élites sociales (frente a la mayor asociación del adverbio con las clases bajas) y las generaciones adultas (en este caso, al menos desde el siglo ), grupos todos ellos generalmente más concernidos por la presión de las normas estándares. Un perfil, en definitiva, que sumado a otros condicionamientos estructurales todavía más exigentes —y persistentes— a lo largo de la historia —como la semántica o la función sintáctica del antecedente (cap. 4)— justificarían una evolución moderada como la advertida aquí. En el mismo sentido cabe hablar del segundo fenómeno estudiado: la difusión de las variantes pronominales precedidas de artículo (en el que), frente a las simples (en que) en la formación de las relativas oblicuas. El cambio favorable a las primeras, que en la actualidad parecen constituir ya la norma en el español contemporáneo —aunque los datos disponibles no sean del todo definitivos—, experimenta una evolución muy sostenida y limitada en los tres últimos siglos. Aunque en este caso nuestro recorrido comienza por el Siglo de las Luces, por ser este el primero en el que la variación adquiere proporciones suficientes, lo cierto es que la progresión de la secuencia artículo + que.
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Capítulo 8
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A ello ha contribuido la notable persistencia de algunos condicionantes lingüísticos —v. gr. la sintaxis y semántica de oración relativa, con algunos entornos todavía hostiles para la variante novedosa, como las oraciones especificativas o los contenidos no locativos—, pero también la irrelevancia de algunos factores extralingüísticos o la estabilidad en el tiempo mostrada por otros. Si empezamos por los primeros, cabe recordar, por ejemplo, que ni el sexo,13 ni el origen dialectal de los informantes, ni el hecho de escribir desde España o desde América, generan apenas diferencias en la realización de la variable. Más interesantes resultan, por el contrario, las diferencias entre los dos grupos etarios en que hemos dividido las correspondientes muestras a partir de un criterio émico y vivencial. En este sentido, es sistemática la mayor inclinación por el que entre los jóvenes durante la mayor parte de los siglos y , lo que, unido a la significación del eje temporal en ambos periodos, nos lleva a pensar en la existencia de actitudes diferentes acerca de este fenómeno de variación y cambio lingüístico entre diversos sectores de la población. De este modo, es posible inferir que, al tiempo que las generaciones más adultas se mantenían casi siempre más fieles a la variante tradicional (en que), las cohortes más jóvenes debieron de impulsar las todavía incipientes soluciones con el artículo. A este perfil sociolingüístico contribuye también la selección como factor significativo en algunos periodos del estatus social. Aunque solo lo es cabalmente en el siglo , en todos los demás se aprecia la misma dirección explicativa: la variante el que está sistemáticamente más asociada a los estratos más populares, al tiempo que la variante sin artículo aparece mayoritariamente en las élites sociales, y en menor media, en las clases medias. Con todo, la mayoría de estas diferencias se neutralizan en el siglo , confirmando así una difusión más equilibrada de la variante novedosa por todo el espectro social y estilístico, y asegurando así una notable estabilización de la variable lingüística en esta centuria.
13
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Recuérdese, en todo caso, que la escasa relevancia muestral femenina puede haber introducido alguna disfunción en la interpretación de los datos.
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C
9
LA RELEVANCIA DEL CONTACTO DE LENGUAS COMO FACTOR CONDICIONANTE EN UN PROCESO DE CAMBIO LINGÜÍSTICO: LA EVOLUCIÓN DE HABER DE + INFINITIVO EN DIVERSAS ÁREAS DIALECTALES ESPAÑOLAS
1. Introducción En páginas anteriores, hemos comprobado cómo la vieja alternancia entre las perífrasis haber de y tener que + infinitivo, ejemplificada en (1) al (4), ha venido actuando en la esfera de la modalidad durante siglos, en un proceso de cambio lingüístico que, tras el dominio claro de la primera durante buena parte de la historia del español, ha terminado decantándose nítidamente a favor de la segunda:
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(1)
[...] el portador de esta le dirá a usted lo que hay en el particular, y ese le dará el norte ande para ese caballero, y le enterará de todo lo que ha de hazer (La emigración en tinta y papel, 1817).
(2)
A Blas no tienes que acerle ninguna rropa porque aquí de nada sirbe (La emigración en tinta y papel, 1816).
(3)
Y yo al oír estas oraciones encima de lo mío hacía llorar [...] llorar porque seré incapaz de pagar las obligaciones devidas á mis queridos papás, pero he de ir haciendo medios poco a poco para siquiera no darles disgustos... (Cartas desde América, 1950).
(4)
Ahora se quiere enviar a Valencia para dedicarme a lo mismo, pero mi renuncia de lo de aquí tendría que hacerla allí de no plantearse la propaganda
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como es debido, por lo que para ir a Valencia exijo condiciones mínimas de eficacia (Dramas de refugiados, 1946).
Como hemos visto en el capítulo 3, a mediados del los usos de haber de habían experimentado ya una disminución muy importante con respecto a los de centurias anteriores. Este declive es particularmente acusado con respecto al español clásico, pero incluso también con relación al siglo , cuando la perífrasis conserva todavía una vitalidad considerable (Blas Arroyo, Porcar Miralles y Vellón Lahoz 2013). Además, esta pérdida de protagonismo de la perífrasis dominante desde el periodo medieval se produce en prácticamente todos los contextos lingüísticos, con el resultado de que su competidora, tener que —y en menor medida, deber (de)—, se convierte en prioritaria en casi todos ellos. Ahora bien, pese al ocaso de haber de, un análisis detallado del contexto variable nos ha permitido comprobar la existencia de algunos puntos en la gramática que todavía le son favorables le son favorables y anticipan el arrinconamiento de haber de en la lengua actual hacia los contextos más formales de la lengua escrita, del que se ha hecho eco la bibliografía en repetidas ocasiones (Seco 1986; Gómez Torrego 1989, 1999; Hernández García 1998; Fernández de Castro 1999; Sinner 2003; Martínez Díaz 2002, 2003, 2008; García Fernández 2006, 2012; Hernández Díaz 2006; López Izquierdo 2008). En esa misma bibliografía encontramos también la referencia a destacados contrastes en la realización de la perífrasis desde el punto de vista diatópico. A este respecto, por ejemplo, se ha llamado la atención acerca de la potencial influencia del contacto de lenguas en esta área de las perífrasis de infinitivo en regiones como Cataluña o Galicia, en las que el español convive desde hace siglos con otra lengua romance, cuyos paradigmas muestran algunas diferencias significativas con los del español (Álvarez Cáccamo 1983; Wesch 1997; Álvarez et al. 1998; Hernández García 1998; Rojo 1974, 2004; Martínez Díaz 2003, 2008; Blas Arroyo 2004; Sinner 2003, 2004; Sinner y Wesch 2008). Pese a ello, los datos acerca de esta posible influencia son, en general, escasos y fragmentarios, pero, sobre todo, no atienden a una revisión exhaustiva del contexto variable en la que todos los factores potencialmente implicados se consideran al mismo tiempo y no de manera aislada. Los objetivos de esta investigación se cifran, justamente, en el análisis sistemático de ese contexto variable, con la finalidad de dilucidar cuál puede ser el alcance preciso de ese contacto de lenguas secular en la realización de las perífrasis de infinitivo. Mediante el concurso de un corpus de inmediatez comunicativa, en el que disponemos de muestras representativas de varias áreas dialectales del español peninsular, en estas páginas nos proponemos dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿existen diferencias en la realización de las perífrasis, y en
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Capítulo 9
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particular de la variante en retroceso haber de, entre unas regiones y otras en los dos últimos siglos? Y en caso afirmativo: ¿cuál es la entidad de tales diferencias? ¿Se traducen en meras diferencias de grado, o, por el contrario, esconden en su seno divergencias de más calado? Antes de dar respuesta a estas preguntas mediante el correspondiente análisis empírico, basado en los métodos del variacionismo comparatista (§ 4), en el siguiente apartado (§ 2) repasamos los principales puntos de contacto y conflicto estructural de las perífrasis en las diferentes lenguas implicadas.1 Más adelante, en §3, resumimos los detalles metodológicos más destacados de la investigación, para concluir con algunas reflexiones acerca del papel real de la convergencia lingüística en este fenómeno de variación (§ 5).
2. Las perífrasis de infinitivo en algunas lenguas romances peninsulares: puntos de contacto y de conflicto estructural en diversas situaciones de contacto de lenguas El origen de las perífrasis modales de obligación arranca de las correspondientes construcciones latinas con los verbos debeo y habeo, a las que más tarde se sumaron otras con el verbo teneo, dados los vínculos semánticos y funcionales con habeo. Las perífrasis con habere no precisaban de nexo de unión entre sus elementos en latín clásico, pero tanto en el periodo tardío de esta lengua, como más tarde en protorromance, aparecieron ya algunas preposiciones, a fin de matizar su sentido modal y diferenciarlo así de la mera temporalidad futura, que se estaba gestando a partir de la gramaticalización de la antigua perífrasis (Gili Gaya 1970: 112). Según Yllera (1980: 100-101), las perífrasis con haber tenían un valor modal amplio en los orígenes del castellano, e indicaban tanto la necesidad como la obligación en sentido general, así como diversos matices más precisos (obligación moral, necesidad atenuada, obligación basada en ley o costumbre, etc.), en algunos de los cuales llegó a alternar con deber. Por su parte, Lapesa (2000: 882) se hace eco también de estos matices obligativos, a los que añade otros, con un valor básicamente prospectivo (no modal), así como algunos más esporádicos, de naturaleza pleonástica, donde ni la obligación ni la futuridad parecían tener un papel determinante (‘Cuemo lo mandó mio Çid, assi lo an todos ha far’ = lo 1
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Para el alcance de la noción de punto de conflicto estructural (conflict site), clave en el modelo comparatista, y que da cuenta del modo en que formas lingüísticas determinadas difieren funcional o estructuralmente en diversas lenguas o variedades, véase Poplack y Meechan (1998: 132).
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hacen). Sin embargo, al final de la época medieval, estos últimos habrían desaparecido ya, quedando la perífrasis durante siglos como expresión dominante para la enunciación de contenidos obligativos, y en menor medida también, futuros. Por otro lado, la irrupción de tener como verbo auxiliar en distribuciones análogas a las de haber se ha relacionado con el proceso de gramaticalización y neutralización semántica de ambos verbos en la esfera de la posesión, que habría tenido lugar a partir de la Edad Media. A este respecto, Hernández Díaz (2006) advierte que fueron múltiples los factores (semánticos, pero también sintácticos y pragmáticos) que determinaron el cambio lingüístico entre los siglos al . Sin duda, contribuyó a este desgaste de haber su generalización como auxiliar en la formación de tiempos compuestos y su extensión como verbo existencial e impersonal. Ya Seifert (1930: 237) subrayaba las dificultades de un debilitado haber para mantener sus usos cuando otro verbo, tener, con una semántica afín, apuntaba hacia una posición más sólida. Sea como fuere, lo cierto es que, como también sucedió en otras lenguas romances (dialectos suditálicos, portugués, gallego, astur-leonés, incluso, aunque más esporádicamente, en catalán; vid más abajo), a partir de la Baja Edad Media terminaron consolidándose en castellano las perífrasis obligativas con el auxiliar tener, así como, en menor medida, otros usos modales y temporales (en este último caso, principalmente con la variante tener de; vid. Blas Arroyo y González 2014b). Se ha observado que el de tener que es un caso singular entre las perífrasis personales de infinitivo, por cuanto se trata de la única construcción en la que el nexo no es prepositivo (Pountain 2001). Por su parte, Olbertz (1998: 250) recuerda que en torno a esta combinación se configuran dos tipos de estructuras sintácticas, como las de (5) y (6), si bien tan solo en la segunda puede hablarse propiamente de verdadera perífrasis, aunque en el origen de esta haya podido tener un papel destacado la primera (Gutiérrez Ordóñez 1980; Gómez Torrego 1989; Olbertz 1998; Pountain 2001; Sinner 2003): (5)
[...] diles que pienso en ellos y que tengo muchas ganas de que podamos charlar. Tengo tantas cosas que deciros (Dramas de refugiados, 1940).
(6)
Pues tengo que haceros esta advertencia: ya que tenéis tanto tiempo libre, ¿por qué no lo empleáis leyendo, escribiendo y haciendo cuentas? (Francia no nos llamó, 1939).
Dos de las lenguas romances que comparten perífrasis modales de infinitivo con el castellano son el gallego y el astur-leonés. A propósito de la primera, Rojo (1974) señala que las construcciones con haber (posibles con las preposiciones de y a, aunque esta última de manera más aislada) tienen como valor
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fundamental la expresión de la futuridad, especialmente en presente e imperfecto de indicativo, formas en las que esta expresión perifrástica llega a superar incluso a otras variantes prospectivas, como el futuro morfológico (en el mismo sentido, vid. Álvarez Cáccamo 1983; Kabatek 1996; Álvarez et al. 1998). Ahora bien, como señala Sinner (2003: 2001), en ocasiones resulta difícil distinguir el matiz temporal futuro de la mera obligatoriedad, ya que se trata de nociones a menudo ligadas. De hecho, para Álvarez et al. (1998: 406) “pódese dicir que nuns casos prima a temporalidade, e noutros a obrigatoriedade”. Asimismo, estos autores dan cuenta de la existencia de matices epistémicos con la perífrasis, que también apreciamos en castellano: “Ese rapaz ha de andar polos quince años”. Pese a ello, en un estudio sobre actitudes lingüísticas, Kabatek (1996: 136) ha visto cómo los gallegohablantes dominantes mostraban un mayor rechazo a los valores modales, no temporales, que los hablantes más influidos por el castellano. Esta huella temporal del haber de gallego se deja sentir, al decir de algunos investigadores, en el español hablado en esa comunidad, si bien los datos disponibles resultan, por lo general, fragmentarios (Iglesias Feijó 1969; Rojo 1974: 83, 2004: 1095; García González 1976; Seco 1986: 214). Por su parte, tras el análisis de diversas entrevistas realizadas en Santiago de Compostela, Sinner (2003) señala que el valor futuro en esa muestra gallega es poco representativo, pese a lo cual llega a aparecer en alguna ocasión, a diferencia de los grupos de control (madrileños y catalanes), en los que nunca lo hace. Frente a estas, las perífrasis con tener del gallego caen de lleno en la esfera de la modalidad deóntica (Rojo 1974: 70), mostrándose en este sentido mucho más próximas a las correspondientes castellanas. La distribución semántica de estas perífrasis es similar en otra lengua romance noroccidental como el astur-leonés. Así, la Academia de la Llingua Asturiana (2001) recuerda la alternancia optativa de las perífrasis con haber con las preposiciones a y de para la expresión, bien de la futuridad, bien de la obligación, incluso con usos específicos cercanos a los del gallego (Kabatek 1996: 136), como el futuro de inminencia (“en tal peligru vi qu’hubi morrer”). Y de las combinaciones con tener (también con los enlaces alternantes de y que, como en gallego) se destaca su empleo obligativo, en el que tampoco falta “un claru matiz de futuro”. Distinto es, sin embargo, el panorama que ofrece el catalán. Aunque en el periodo medieval no faltan en esta lengua algunos ejemplos de tenir de + infinitivo, que alternan en la esfera de la modalidad con los más habituales de haver de y haver a, estos desaparecerán pronto, de manera que los usos mucho más recientes de tenir que + infinitivo han sido denunciados por la normativa, que los considera como un flagrante castellanismo sintáctico. Así, Badia (1985: 391) recordaba que, entre otras interferencias en esta área de la modalidad, “son frecuentes
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otros castellanismos en construcción obligativa: se traduce el castellano ‘tengo que decir’ por tinc que dir [n.a.], en vez de haig (o he) de dir, o cal que jo digui” (en el mismo sentido, vid. Marvà 1983; Payrató 1985). Esta ausencia de tener que en el paradigma perifrástico del catalán se ha intuido como responsable de la hiperrepresentación de haber de en el castellano de Cataluña y demás regiones del ámbito lingüístico catalán con respecto a otras áreas peninsulares (Wesch 1997; Hernández García 1998; Sinner 2003, 2004; Blas Arroyo 2004; Martínez Díaz 2003, 2008; Sinner y Wesch 2008). Sin embargo, los resultados empíricos de esta presencia están lejos de ser unánimes, y varían entre unos estudios y otros. De este modo, por ejemplo, Sinner (2003) advierte que, en el paso de la lengua escrita a un corpus de entrevistas orales, los promedios de uso de haber de se desploman desde un elevado 43,3% a un mucho más raquítico 4%. Por su parte, Martínez Díaz (2008) eleva estas frecuencias hasta un 17% (n = 9) en el Corpus del español conversacional de Barcelona y su área metropolitana, si bien estas contrastan también con las mucho más elevadas de tener que (83%; n = 43). Sin embargo, otros autores como Wesch (1997: 173174) y Hernández (1998: 578) incrementan estas cifras en otros corpus orales. Por lo demás, el uso de haber de en Cataluña podría tener en la actualidad un nada desdeñable componente identitario, o, cuando menos, ser el corolario de algunos desenlaces destacados de política lingüística en los últimos años, como nos recuerda Martínez Díaz (2003: 690) en esta cita: “la frecuencia de uso de la perífrasis ‘haber de + infinitivo’ en el español de Cataluña no actúa del mismo modo en todos los informantes. El conocimiento de la variedad normativizada de la lengua catalana interfiere en la subvariedad del español pero, fundamentalmente, en aquellos hablantes que han sido escolarizados en lengua catalana o bien que han aprendido el catalán en la escuela” (para otros fenómenos del mismo tenor en estas regiones peninsulares, véanse Vann 2002; Blas Arroyo 2008, 2019). En resumen, de lo visto en los párrafos anteriores se desprende que las diferentes lenguas romances peninsulares presentan diversos puntos de contacto, pero también de conflicto estructural, en el paradigma de las perífrasis modales de infinitivo, lo que podría justificar diferencias en el uso que se hace de estas en el español de diversas áreas dialectales. Así, mientras que todas las lenguas presentan perífrasis de infinitivo con el verbo haber, no sucede lo mismo con tener, ausente en la gramática del catalán, salvo en empleos que obedecen a un claro calco sintáctico del castellano. Además, los usos de haber en las lenguas noroccidentales, como el gallego y el astur-leonés, presentan, ciertamente, valores obligativos, pero estos resultan menos representativos que los de naturaleza prospectiva, compartidos también por el español y el catalán, aunque en menor medida.
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¿En qué grado pueden condicionar estas diferencias estructurales los empleos de las perífrasis haber de y tener que + infinitivo en las diferentes áreas dialectales del español? ¿Cómo han evolucionado estos factores a lo largo de los dos últimos siglos? Para dar respuesta a estos interrogantes llevamos a cabo la presente investigación, cuyos principales detalles metodológicos resumimos a continuación
3. Corpus y metodología Para el siglo , el corpus consta de 2045 textos diferentes, integrados en su mayoría por cartas privadas, aunque también disponemos de diversos textos autobiográficos (libros de cuentas, memorias, diarios, etc.). El conjunto, que da voz a 332 locutores diferentes, se cifra en 695 090 palabras. Por su parte, los datos del se basan en los materiales proporcionados por 1389 textos del mismo tenor, escritos por 252 autores, lo que supone un corpus total de 490 014 palabras. Mediante un programa de concordancias (WordSmith 6.0), se seleccionaron todas las ocurrencias de las dos variantes en el corpus, y se codificaron de acuerdo con diversos factores de naturaleza lingüística, estilística y social (para una revisión de estos, véase el capítulo 3, § 3). Por razones de espacio, en el apartado siguiente nos ocuparemos solo de aquellos factores seleccionados como significativos por el programa de regresión logística Goldvarb X. Como es lógico, para el análisis, tomamos como referencia la variante haber de, lo que no impide que, en ocasiones, desviemos también nuestra atención hacia la variante alternativa (tener que), en clara expansión durante el proceso de cambio lingüístico descrito en estas páginas.2
2
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Sin embargo, a diferencia de lo visto en el capítulo 3, en la presente ocasión no consideramos como tercera variante los casos de deber (de) + infinitivo, ya que esta no participa en ningún caso de los usos temporales, no modales, habituales en la historia de haber de y —en menor medida— tener que/de. Como contrapartida, los valores epistémicos, habituales con esta perífrasis (§ 4.3), resultan significativamente menos frecuentes en las otras dos, al menos en el periodo comprendido en el presente estudio. Como se recordará, ello hizo que en el examen de los tres verbos modales (deber, haber y tener) restringiéramos el análisis a los mayoritarios contenidos deónticos. Por el contrario, esos empleos conjeturales, aunque minoritarios, sí son contemplados aquí.
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4. Resultados y análisis 4.1. Datos generales El número total de perífrasis asciende a 1326, aunque muy irregularmente distribuidas, ya que un 78% (n = 1044) corresponde a las seis primeras décadas del siglo , mientras que solo el 22% restante se han extraído del (n = 282). El hecho de que el corpus de esta última centuria tenga una extensión significativamente menor (en torno a 200 000 palabras) no justifica por sí solo un desfase para el que, sin embargo, no hemos encontramos una explicación plausible. De estas perífrasis, 342 (29,2%) corresponden a haber de, frente a 831 (70,8%) de tener que.3 Sin embargo, esta distribución varía también notablemente en el eje diacrónico, como se aprecia en el gráfico 1, donde se da cuenta de los usos de la primera en cuatro periodos diferentes de ese continuo temporal: siglo : 1.ª y 2.ª mitad; siglo : 1.º tercio, 2.º tercio.
Gráfico 1: Frecuencias de uso de haber de + infinitivo en cuatro periodos diferentes (%)
3
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Dentro de este grupo incluimos también 15 ocurrencias de las perífrasis con tener que utilizan la preposición de como enlace (tener de + infinitivo). Pese a su notable vitalidad en épocas pasadas (Yllera 1980; Blas Arroyo y González 2014b), en el español moderno esa perífrasis ha quedado prácticamente relegada a usos dialectales muy limitados.
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Aunque en menor grado, las diferencias frecuenciales se aprecian también en el plano diatópico, un hecho que podemos evaluar a partir de la procedencia dialectal diversa de los textos incluidos en el corpus. Para nuestros actuales intereses, el corpus quedó dividido en los siguientes grupos: a) textos escritos por individuos procedentes de comunidades monolingües españolas, en las que el castellano representa la única lengua de uso común; b) textos procedentes de regiones bilingües, donde el español coexiste desde hace siglos con otra lengua, lo que condiciona no pocos usos lingüísticos como característicamente interferenciales (Blas Arroyo 2004, 2008; Rojo 2004; Sinner 2004). Con todo, dentro de estas últimas áreas hemos aislado dos de forma independiente, con el fin de analizar más cabalmente la potencial influencia del contacto de lenguas en el fenómeno de variación que nos ocupa. A este respecto, distinguimos entre: b.1) variedades del ámbito lingüístico catalán (las actuales comunidades autónomas de Cataluña, Comunidad Valenciana e Islas Baleares, si bien en el corpus no contamos con testimonios de esta última), cuya lengua autóctona comparte usos modales de haber de con el castellano, pero carece de una segunda perífrasis alternante (tener que), como no sea como el fruto de un castellanismo sintáctico recurrente (tenir que), censurado por la gramática normativa; b.2) regiones bilingües noroccidentales, en concreto Galicia y Asturias, cuyas lenguas, también de origen romance, disponen en su repertorio verbal de ambas formas perifrásticas, aunque con ciertos valores semánticos idiosincrásicos no siempre coincidentes con los del castellano (§ 2). Los resultados iniciales del análisis acerca de esta distribución dialectal muestran lo siguiente: a) conforme a lo esperable, las regiones del ámbito lingüístico catalán exhiben un mayor uso de la perífrasis común a ambas lenguas, haber de (N = 158; 41%), que las monolingües (N = 101; 30%). Dado que en los hábitos expresivos de los catalanohablantes existe tan solo una perífrasis en este dominio gramatical, parece lógico que cuando se expresan en la otra lengua de la comunidad acudan a esa construcción verbal en mayor medida que los hablantes de las regiones monolingües; b) ahora bien, lo anterior no se cumple en las demás zonas bilingües. De hecho, ocurre exactamente lo contrario, situándose las comarcas gallegas y asturianas como las regiones donde haber de cosecha menos empleos en términos absolutos (18%; N = 83);
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c) al igual que en los datos generales reseñados más arriba, se aprecian también aquí grandes diferencias en el eje temporal. Así, mientras que en el siglo — especialmente, en su primera mitad, periodo en el que las muestras son más homogéneas— el comportamiento general de los tres grupos dialectales es prácticamente idéntico (en torno al 60%), las diferencias se ensanchan conforme avanza el , cuando haber de pierde cada vez más protagonismo a favor de tener que.
Gráfico 2: Frecuencias de uso de haber de + infinitivo por periodos y región (%) (NB: No hay datos disponibles para el grupo catalán en la 1ª mitad del siglo , ni para el gallego-asturiano en el segundo periodo de ese mismo siglo)
Como puede advertirse en el gráfico 2, esa pérdida de protagonismo es especialmente intensa en el grupo monolingüe, donde la selección de la variante desciende bruscamente desde frecuencias superiores al 60% en todo el siglo al 9% a mediados de la centuria siguiente. Este descenso resulta también significativo en las áreas bilingües noroccidentales, cuyo perfil distribucional se aleja así completamente de la evolución, mucho más moderada, que experimentan las comarcas del ámbito lingüístico catalán.
4.2. Usos temporales de la perífrasis Una hipótesis inicial para explicar el comportamiento poco esperable del grupo bilingüe gallego-asturiano nos lleva a considerar la potencial influencia de algunos usos futuros. Y es que, junto a los contenidos modales, en el corpus encontramos otros en los que las perífrasis o bien carecen por completo de significados
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modales o bien estos se encuentran tan diluidos que resulta difícil distinguirlos claramente de unos valores prospectivos mucho más nítidos. Cierto es que en la propia significación modal se halla implícito muchas veces un sentido temporal, dado que la mayoría de estas perífrasis posee un valor aspectual ingresivo o incoativo que, por su propia naturaleza, se dirige hacia la futuridad. Sin embargo, en ocasiones, como las ejemplificadas a continuación, el hablante aparca lo estrictamente modal, y en sus enunciados no parece pretender otra cosa que la mera formulación de hechos que sitúa en un futuro más o menos alejado del momento de la enunciación: (7)
[...] y esperando ocasión oportuna para pagarle esta deuda de gratitud. Vamos, que se ha de alegrar con la nueva que va a oír (Cartas de San Enrique de Ossó, 1866).
(8)
Tú, María, no te muevas de ahí mientras no vaya yo; si no, no he de ir a verte aunque estés en Pamplona (Once cartas de mi padre desde el frente, 1936).
Conviene recordar en este punto que en castellano antiguo y clásico estos valores futuros tuvieron una relativa importancia. Así, según algunos recuentos basados en textos literarios de diversas épocas, la perífrasis haber de + infinitivo pasó de emplearse con valor de futuro en un 17% en los Entremeses cervantinos y un 18% en las comedias de Lope de Vega, a tan solo un 1% en el teatro de la segunda mitad del siglo (Sáez-Godoy 1968). Por lo demás, algunos autores han llamado la atención sobre el hecho de que tales valores perviven en mayor medida en las hablas americanas que en las europeas (Kany 1969; Steel 1982; De Bruyne 1993; Westmoreland 1997). Los significados prospectivos no modales aparecen también, aunque de forma más ocasional, en las perífrasis con tener, y más concretamente, en aquellas que se sirven de la preposición de como enlace entre el auxiliar y el verbo principal (Yllera 1980; Blas Arroyo y González 2014b). Sin embargo, nuestros datos muestran que, al menos en las dos últimas centurias, existe una asociación prácticamente categórica del futuro con haber de, quedando fuera de esta esfera semántica las perífrasis con tener. Ahora bien, como vimos más arriba (§ 2), los usos futuros de las perífrasis que utilizan el verbo haber no son privativos del español. De hecho, resultan especialmente característicos de otras lenguas romances, como el portugués europeo (no así del brasileño, donde se consideran anticuadas), así como de diversas lenguas peninsulares, tales como el gallego y el asturiano-leonés. Así las cosas, de ser relevante en este punto la influencia del contacto de lenguas esperaríamos aquí una diferencia en los usos de haber de favorable a las hablas noroccidentales sobre los otros dos grupos, tanto monolingües, como
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—más aún— bilingües. Sin embargo, los resultados no avalan esta diferenciación dialectal, dado que el reparto de los empleos temporales se realiza de forma prácticamente categórica en los tres grupos: Monolingües (100%; N = 33), Gallego-asturiano (97%; N = 28) y Catalán (92%; N = 34). Donde sí se aprecian estas diferencias de manera significativa es, de nuevo, en el eje diacrónico. Así, estos valores meramente prospectivos pasan de una representación nada desdeñable en el siglo (21%) a apenas un 5% en el , aunque significativamente, de nuevo, con diferencias muy pequeñas entre los tres grupos: Monolingües ( : 20,5%; : 4,5%), Gallego-asturiano ( : 23%; : 5,3%) y Catalán ( : 23,8%; : 5,5%).
4.3. Variación en la esfera de la modalidad Descartado, pues, el uso dispar de la perífrasis con valor futuro (no modal) entre las diferentes regiones españolas, nos interesa analizar ahora sus diversos empleos modales, los cuales representan el 91% de todas las ocurrencias de la variable. Algunos de estos usos, como los ejemplificados en (9) y (10), sirven para la expresión de contenidos epistémicos, relacionados con las nociones de probabilidad o conjetura, y neutralizables, eventualmente, con otras perífrasis modales de infinitivo, como las que emplean el auxiliar deber (Gómez Torrego 1999: 3353): (9)
[...] conque sale por consecuencia que mi ermana havia de tener oculto lo que menos ese caudal (Muestra documental del castellano norteño, 1802).
(10)
[...] el cartero leía las cartas y no faltaban más que tres sin haber aparecido la tuya aún, aunque no perdía la confianza de que tenía que estar allí por ser ya hoy jueves (Once cartas de mi padre desde el frente, 1936).
Con todo, el nivel de representatividad de estos matices modales es bajo (5%), tanto para haber de (N = 42) como, más aún, para tener que (n = 22), con cifras alejadas de las obtenidas por deber (de) + infinitivo, que, para las mismas fechas abordadas en el presente estudio, triplican (n = 212) las que se obtienen aquí. Más bajo es todavía el grado de representatividad de estas construcciones verbales para la expresión de matices expresivos diversos, tales como la sorpresa, la indignación, la evidencia, etc., que, mediante el concurso de las perífrasis, adquieren un particular énfasis (Gómez Torrego 1999: 3356). Es el caso, por ejemplo, de (11), donde el autor de una carta escribe a su destinatario acerca de la contradicción que supondría actuar ahora de una manera distinta a como lo hizo en el pasado. O en (12), donde el remitente de otra epístola se dirige a un
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sobrino para subrayar las razones de su cariño hacia él. Pese a ello, los ejemplos hallados de estos matices se reducen a 13 ocurrencias para haber de, frente a apenas 4 para tener que: (11)
Si yo acusé de dicha falta ¿cómo he de presentar descargos? (Carta de contestación de D. Emilio José Butrón, 1895)
(12)
[...] para mí eres mucho más que un sobrino pero porque te ayudé a criar, te tuve muchas veces en mis brazos y entonces cómo no tengo que tenerte cariño (As cartas do destino, 1958)
La escasez de empleos epistémicos y expresivos de las perífrasis contrasta con la considerable mayor proliferación de contenidos deónticos, relacionados con las nociones de obligación o necesidad, en los que se concentra el grueso de los usos perifrásticos que aquí nos interesan (85%; N = 1117). Y es en este apartado donde, a primera vista, las diferencias entre las áreas diseñadas en el corpus se adivinan con mayor claridad: las regiones del ámbito lingüístico catalán (34%) duplican los porcentajes de haber de de las áreas monolingües (18%) y hasta triplican (10%) los índices obtenidos en los territorios bilingües noroccidentales. Ahora bien, ¿cuál es la entidad de estas diferencias? ¿Se detienen en el mero plano de las distancias frecuenciales o, por el contrario, encierran divergencias de mayor entidad? O dicho de otra manera ¿es la gramática subyacente a este fenómeno de variación diferente en alguna(s) de estas áreas dialectales? Para dar respuesta a estos interrogantes, en lo que sigue ofrecemos los resultados de tres análisis de regresión logística independientes para cada una de estas áreas. Los resultados de estos análisis, en los que se considera la potencial incidencia en la variación de diversos factores lingüísticos, estilísticos y sociales cuando todos se consideran al mismo tiempo, aparecen en la tabla 1.4 Como veremos, pese a las mencionadas diferencias frecuenciales, existe un notable grado de congruencia entre los resultados de los tres grupos, lo que confirmaría que, salvo excepciones —también reveladoras, como veremos—, la variación y el cambio lingüístico en todos ellos se ven condicionados por factores similares.
4
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Conviene insistir en este punto en el hecho de que tanto la tabla como el análisis subsiguiente están referidos exclusivamente a las ocurrencias de la variable en los contextos modales, descartando así los valores más nítidamente futuros en los que, como hemos visto, apenas hay variación ya en el periodo analizado en el estudio.
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33
Rango
.94 73
Necesidad Otros Rango .65 .27 38
.47 .92 45
Presente indicativo Resto Rango Grado de impersonalización Activas Pasivas-impersonales Rango
Paradigma verbal
.47 .52
Oblig. externa
.21
Oblig. interna
Valores modales
.43 .67
Resto (v. dinámicos)
.68
V. movimiento
.35
V. lengua
79
20
15
27
60
25
18
13
31
11
34
18
10
53
53
.32
%
11/14
57/288
18/118
50/184
16/27
16/63
29/165
6/45
25/82
6/52
14/41
22/126
20/211
48/91
N/∑
Monolingües
.85
P.
V. estativos
Modo de acción
Rango
Siglo
Factores
43
.88
.45
43
.45
.88
51
.88
.37
.43
.53
47
.40
.26
.73
.60
29
.44
.73
P.
76.7
38.5
22
48
71
31
33
42
40
18
44
41
33
48
%
23/30
135/351
36/159
88/185
12/17
24/78
62/188
25/59
50/125
9/51
24/55
51/123
92/277
32/67
N/∑
Biling-Catalán
n.s
-
-
16
.40
.56
54
.95
.44
.41
.67
44
.39
.30
.74
.60
40
.47
.87
P.
-
-
9
15
62
9
7
18
8
7
21
17
11
45
%
3/4
53/425
15/161
40/267
13/21
8/87
18/242
12/68
14/175
4/53
11/54
26/146
46/408
9/20
N/∑
Biling-Noroccidental
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n.s
Otras Rango
23
Resto Rango
n.s.
Medio Alto Rango
n.s.
Adultos Rango
[25]
[28]
[16]
[44]
[21]
[9]
38
14
[19]
45/180
.01 11 -94.130
40/143
22/138
32/73
21/103
11/122
40/105
28/193
23/121
.59
54
.65
.11
33
.60
.35
.21
60
.73
.13
21
.38
38
74/194
111/252
13/74
108/278
11/32
5/33
115/226
9/118
56/157
.01 13 -125.599
44
17
39
34
15
51
8
33
.66
.01 13 -111.090
n.s
-
-
36
.79
.73
.38
n.s
-
-
30
.29
[10]
[14]
24
23
8
[26]
[11]
6
19
45/246
9/93
42/311
7/29
22/93
23/293
14/53
41/375
10/182
Tabla 1: Tres análisis de regresión logística independientes para la selección de la perífrasis haber de + infinitivo en contextos modales en tres áreas dialectales (Goldvarb X)
Significance: Convergence at iteration: Log likelihood =
-
Jóvenes
Edad
-
Bajo
Nivel sociocultural
.42 .65
Cartas íntimas
Estilo
-
Subordinadas
Tipo de cláusula Capítulo 9
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Sociolingüística histórica del español
4.4. Matices modales Como hemos señalado, los empleos más frecuentes de haber de y tener que tienen lugar en la esfera de la modalidad deóntica, cuyos matices diversos se han intentado delimitar en diversas ocasiones, en una tarea no exenta de dificultades (Keniston 1937; Yllera 1980; Olbertz 1998; Gómez Torrego 1989, 1999; Fernández de Castro 1999; García Fernández 2006, 2012; López Izquierdo 2008; Martínez Díaz 2008). Por nuestra parte, en un intento por huir en la medida de lo posible de un exceso de subjetivismo, hemos situado los contenidos deónticos en diferentes puntos de un eje imaginario en el que se combinan dos parámetros que encontramos de manera recurrente en esa bibliografía; a saber: a) el grado de obligación/necesidad impuesta; b) el agente que impone dicha obligación o necesidad. Como resultado del cruce entre ambos parámetros, nos encontramos con los siguientes valores principales:5 • Necesidad u obligación subjetiva (interna). Asistimos en estos casos a deberes fundamentados en el convencimiento interior, o en la determinación o intención de alguien por motivos religiosos, éticos, filosóficos, de gratitud, respeto, o de cualquier otro tipo, etc. Se basa, pues, en las convicciones subjetivas o en el deseo de un individuo, de tal manera que la necesidad de su cumplimiento es sentida sobre todo por este último, lo que acerca estas perífrasis a las de carácter volitivo (Roca Pons 1980: 73; Yllera 1980: 114). Los de (13) y (14) son dos ejemplos representativos: (13)
[...] pero es necesario consolarse porque es una carrera que todos tenemos que pasar... (Historias de América, 1817).
(14)
Creo que la política de ahora no ha de ser de engaños ni es cuestión de forjarnos vanas ilusiones que después la realidad de los hechos ha de desvanecer (Un catalanófilo de Madrid, 1930).
• Obligación de agente orientado o externa. Los contenidos de obligación, necesidad ineludible o conveniencia imperativa y coactiva, son de carácter externo al agente de la acción descrita por el verbo. Se trata de enunciados directivos, entre los que distinguimos diversos matices posibles, como: a) la obligación impuesta por norma, acuerdo, convención social, código legal,
5
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Véase también al respecto lo dicho anteriormente en el capítulo 3 (§ 4.2.2).
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Capítulo 9
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etc.; b) el mandato u orden externa para obligar a realizar una acción; c) la obligación impuesta por las circunstancias externas, ajenas, en consecuencia, a la voluntad del sujeto; y d) la inevitabilidad, donde la idea proyectada hacia un futuro se tiñe de tal seguridad por parte del hablante que su realización se considera necesaria e inapelable. Los siguientes son algunos ejemplos ilustrativos de cada uno de estos valores: (15)
[...] para el efecto tendrás que entenderte con el comandante general de marina (Historias de América, 1817).
(16)
Si llegamos a tener dichos escritos, al instante se han de imprimir (Epistolario José de Azara, 1800).
(17)
[...] pues si te hallases aquí no te faltaría nada a la vera de tu hermano que tiene que servirse de gente extraña, pudiendo estar juntos (Cartas de emigrantes escritas desde Cuba, 1821).
(18)
Sofia siempre la misma con un Lujo enorme y Paboneándose por trabajar y por alla. Candido y la mujer por aquí rrecojiendo la cosecha aprovechado hasta los Botones del suelo sin pensar que han de morirse (Una familia y un océano de por medio, 1960).
• Necesidad o conveniencia, considerada por el hablante o el sujeto del enunciado, y, por consiguiente, con un poder coerctivo menor que el expresado en los ejemplos previos. Así, frente a (17), donde el remitente se lamenta por la obligación de contratar a gente desconocida, en (19) y (20) los autores expresan su convicción acerca de la conveniencia o necesidad de que ocurra cierto estado de cosas: (19)
Allí mismo escribí otro volumen que titulo “Cinco hombres”, impresiones sobre Pablo Iglesias, Jaime Vera, Tomás Meabe, Largo Caballero y Julián Besteiro. Son a la vez crítica de un libro de cada uno de ellos. He de completarlo con algo más de lectura (Dramas de refugiados, 1946).
(20)
[...] y si no se puede trabajar en el campo que es donde tiene que salir la riqueza del país, estamos de más, apaga y vámonos (Cartas desde América, 1866).
El análisis de este factor modal se completa con un último grupo (Otros) en el que concentramos el resto de valores modales no deónticos (epistémicos y expresivos), a los que nos referíamos más arriba (§ 4.3).
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Como se observa en la tabla 1, la modalidad es seleccionada como significativa por los tres grupos dialectales. En cabeza de los contextos favorables a haber de se sitúan los matices modales no deónticos, con pesos explicativos muy elevados en los tres casos, lo que da cuenta de un eventual proceso de gramaticalización, por el cual, la otrora perífrasis estrella en la esfera de la modalidad deóntica, parece recluirse cada vez más en la expresión de contenidos periféricos en todas las hablas peninsulares. Del mismo modo, en las tres áreas dialectales asoma una reticencia común a la selección de esta perífrasis en los contextos de obligación externa y necesidad o conveniencia. Por el contrario, se aprecian algunas diferencias en el seno de la obligación interna, claramente desfavorable a haber de en el grupo monolingüe (.21), pero más alentadora para la perífrasis en el contexto noroccidental (.67) y, en menor medida, catalán (.53).
4.5. Modo de acción verbal En trabajos anteriores hemos destacado la relevancia de este factor en el seno de algunas perífrasis modales de infinitivo en diversos momentos de la historia del español (Blas Arroyo, Porcar Miralles y Vellón Lahoz 2013; Blas Arroyo y González 2014b; Blas Arroyo y Porcar Miralles 2014; Blas Arroyo y Vellón Lahoz 2015). Esta misma relevancia se advierte ahora en la alternancia entre haber de y tener que durante los siglos y , periodo en el que aparece nuevamente como significativo en los tres grupos dialectales considerados. Asimismo, en los tres grupos, hay una coincidencia plena en torno a los verbos principales que más (des)favorecen cada variante. Así, son los verbos de lengua los contextos más favorables a la selección de la perífrasis haber de, con pesos probabilísticos coincidentes en las tres áreas dialectales. En esta esfera, es posible advertir una cierta lexicalización, especialmente visible en los datos correspondientes al siglo , hasta el punto de que muchos de los verbos principales más frecuentes que acompañan a haber de lo hacen, justamente, con tales verbos dicendi. De mayor a menor frecuencia de aparición en el corpus, este es el caso de decir, saber, confesar, reconocer, expresar, escribir, agradecer y juzgar. Particularmente significativo es el caso de decir, sobre todo en empleos de naturaleza ‘fática’ (Gómez Manzano 1992: 160; Gómez Torrego 1999: 3354) como los de (21), frecuentes en el género epistolar. (21)
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Por lo que a nuestro querido y llorado José María se refiere, he de decirles que lo he tenido muy presente en la Santa Misa (Cartas de un requeté, 1937).
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En el presente estudio comprobamos cómo esta lexicalización, que se ha relacionado con la pérdida de productividad de una variante en retroceso en etapas avanzadas de cambio lingüístico (Poplack y Dion 2009; Elsig 2009: 19), se distribuye de manera muy regular desde el punto de vista dialectal, como se deduce del elevado peso probabilístico que adquiere dicho factor en las tres áreas analizadas (Monolingües: .68; Catalán: .73; Noroccidental: .74). Y lo mismo cabe decir, en el extremo opuesto, de los verbos de movimiento, con mucho, los verbos que menos se combinan con el auxiliar haber (y como contrapartida, más lo hacen con tener). Por último, las zonas bilingües se alían en la asociación favorable de haber de con los verbos estativos (con .60 en ambas, aunque con diferencias frecuenciales destacadas entre ellas), dejando desmarcadas esta vez a las regiones monolingües (.35), que, por el contrario, abanderan los usos de la perífrasis con el resto de verbos dinámicos (.67).
4.6. Tiempo y modo verbales Nos encontramos ante un nuevo factor significativo, tanto en el conjunto de la muestra, como en todas y cada una de las áreas dialectales analizadas. Lo primero que cabe observar a propósito de este factor sintáctico es la importante desproporción muestral que ofrecen los diferentes paradigmas de la conjugación, con el presente de indicativo como forma hiperrepresentada en todos los grupos (con porcentajes superiores al 60%), seguido, ya a considerable distancia, por el imperfecto de indicativo (con valores cercanos al 10%), el futuro simple (7%) y, más atrás todavía, por el resto de las formas verbales. Del conjunto de formas de la conjugación, tan solo un 5% (N = 62) corresponde al modo subjuntivo, porcentaje similar al de aquellas perífrasis en las que el verbo auxiliar aparece ocupado por una forma no personal (infinitivo y gerundio; no hay ejemplos de participio). El resto son formas del indicativo. Para facilitar el análisis de regresión hemos reducido estos paradigmas a tan solo dos, los integrados de un lado por la forma mayoritaria en el discurso, el presente de indicativo, y, de otro, por el resto de las formas verbales, mucho más ocasionales en su asociación con las perífrasis. Los resultados del análisis multivariante vuelven a mostrar notables dosis de congruencia, revelando que nos hallamos ante uno de los factores más reveladores para explicar la variación en todas las áreas dialectales. Al mismo tiempo descubrimos algunas regularidades significativas en su interior. Así, el presente de indicativo ejerce en todas las áreas una influencia positiva sobre la selección de haber de, si bien esta es especialmente destacada en el grupo catalán (.88).
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Del mismo modo, hay una robusta coincidencia en la influencia negativa que sobre la perífrasis ejercen los paradigmas minoritarios incluidos en la categoría de Otros, con valores mucho más bajos en todos los casos. Con todo, un análisis más exhaustivo de los tiempos de esta categoría revela un comportamiento diferenciado del grupo catalán en alguno de sus paradigmas, principalmente el futuro. Así, mientras que en los otros dos grupos dialectales las formas de este tiempo muestran un rechazo claro a la selección de haber de (Monol.: 6%; Noroccid.: 12%), lo contrario sucede en las hablas catalanas, en las que el futuro de indicativo se sitúa como uno de los entornos verbales más proclives al empleo de la perífrasis en retroceso (55%).
4.7. Otros factores lingüísticos En este grupo incluimos otros factores cuya significación estadística ha sido avalada por el análisis de regresión en dos de los grupos dialectales, pero descartada en un tercero. Aun así, las diferencias frecuenciales en el seno de este último son del mismo tenor que las observadas en los otros dos, por lo que no es descartable que en el resultado hayan podido influir algunas insuficiencias o irregularidades muestrales. Este último es, sin duda, el caso de un factor semántico como el grado de (im) personalidad de la perífrasis, con el que ponemos a prueba la hipótesis acerca de la existencia de un factor deagetivante común en las perífrasis con haber. Así, en opinión de Stengaard (2003: 1149): “por medio de las perífrasis con aver, el sujeto de la acción expresada por el infinitivo o pierde su posible papel de sujeto-agente, o se refuerza el papel de sujeto-receptor o paciente implicado por la acción verbal en cuestión”. Este efecto de significado se relaciona con la propia semántica del verbo haber, que denotaría una posesión no agentiva o receptiva, en la que el sujeto no ejerce control sobre lo poseído, a diferencia, del verbo con el que compite, tener (Seifert 1930). Desde una óptica cognitiva, Garachana (1997) explica esta oposición en términos de prototipicidad de la posesión, según la cual haber experimentó un vaciado semántico (control figurado de lo poseído) que no alcanzó a tener. Y en otro estudio (Garachana y Rosenmeyer 2011), concluye que la agentividad del sujeto es mayor en las construcciones con tener que que en las perífrasis con haber de. Para evaluar esta idea hemos dividido la muestra en dos grupos, representados por a) las oraciones activas y b) las oraciones pasivas (analíticas y reflejas) e impersonales, respectivamente. Si en la consideración del tiempo verbal hablamos de la hiperrepresentación del presente sobre las demás formas, en este caso el desequilibrio muestral es todavía mayor, ya que las oraciones activas
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representan en torno al 90% en todos los grupos. Pese a ello, los datos del análisis muestran que el factor resulta significativo en al menos dos de las áreas dialectales —monolingües y catalanas— y, en ambas, con una distribución idéntica. De este modo, observamos cómo son las oraciones pasivas e impersonales, aquellas en las que el agente de la acción se halla camuflado, las más favorables a haber de, con pesos probabilísticos cercanos a la unidad. Y aunque el análisis de regresión haya descartado en esta ocasión la significación estadística del factor en el grupo bilingüe noroccidental, este mismo perfil distribucional se aprecia en su seno, como se desprende del análisis de frecuencias (Activas: 13%; Pasivas-impersonales: 75%).6 Algo similar advertimos en el análisis de un nuevo factor sintáctico, como es la distinción entre el tipo de cláusula en que aparece la perífrasis, y a partir del cual diferenciamos entre contextos subordinados y no subordinados. Se ha dicho que la subordinación representa un locus estructural poco propicio para los procesos de cambio lingüístico (Tarallo 1989; Matsuda 1993), lo que nos lleva a plantear cuál pueda ser su papel aquí. Los resultados del análisis avalan en buena medida esta hipótesis, como se desprende de una distribución de frecuencias que en todos los casos siguen un mismo patrón: las cláusulas subordinadas muestran una mayor alianza con la variante en retroceso, haber de, que las no subordinadas. Y por si ello fuera poco, esta distribución es seleccionada como significativa por el análisis de regresión en dos de las tres áreas dialectales (catalanas y noroccidentales), y, además, con valores probabilísticos y rangos prácticamente idénticos.
4.8. Factores extralingüísticos En el eje diacrónico, confirmamos la significación estadística de las diferencias frecuenciales obtenidas en los siglos y , a las que nos referíamos más arriba (§ 4.1). En las tres áreas dialectales, el paso de una centuria a otra se corresponde con un desplome generalizado, tanto de las frecuencias de haber de como de los valores probabilísticos asociados. Ahora bien, el rango de este factor es mayor en las áreas monolingües (53) y noroccidentales (40) que en las comarcas del ámbito lingüístico catalán (rango 29), un dato que confirma de nuevo la mayor retención de la variante en esta área dialectal. Junto al eje temporal, dentro de este apartado analizamos la incidencia de diversos factores de naturaleza estilística y social. Como otras veces, para la delimitación 6
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No es descartable que la eliminación del factor obedezca esta vez a la ínfima representación del grupo de pasivas e impersonales, de las que tan solo contamos con cuatro ocurrencias en el grupo noroccidental.
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de los primeros nos hemos servido de la combinación de dos parámetros iniciales, como son: 1) la temática principal de los textos, distinguiendo a este respecto entre muestras de habla de naturaleza más o menos íntima; y 2) el grado de relación entre los interlocutores. El resultado de tal combinación ofrece un continuo estilístico en el que distinguimos dos puntos suficientemente alejados entre sí como para permitir una comparación fiable: a) Cartas de contenido familiar o íntimo entre personas a las que unen estrechos lazos de convivencia, ya sea de origen familiar (en la mayoría de los casos), ya de amistad, amor, etc. b) Cartas en las que prima una temática no familiar, y en las que, además, existe una clara distancia entre los interlocutores en los ejes de la intimidad o la solidaridad. También se incluyen en este apartado los textos de carácter autobiográfico (memorias, diarios, declaraciones judiciales...), en los que falta la interactividad que caracteriza la correspondencia epistolar del primer grupo. Para el fenómeno que nos ocupa, esta diferenciación estilística resulta significativa en las áreas monolingües (rango 23), si bien todavía lo es más en las regiones del ámbito lingüístico catalán, con una relevancia explicativa que triplica la del grupo anterior (rango 60). Sea como sea, en ambos casos se manifiesta un perfil distribucional idéntico: la menor selección de haber de tiene lugar en el seno de las cartas más íntimas y familiares, frente a las cartas más formales y distantes y los textos autobiográficos. Las mismas diferencias entre estos últimos (26%) y las cartas íntimas (11%) se aprecian, también, en el grupo bilingüe noroccidental, si bien en este caso no cuentan con el suficiente aval de significación estadística.7 Este resultado se compadece en buena medida con el destino al que, a partir de la segunda mitad del siglo , ha quedado relegada a la perífrasis con haber, confinada en la mayoría de las ocasiones a usos formales de la lengua escrita, frente al carácter más coloquial y cotidiano de tener que, un perfil este último del serían reflejo los textos más próximos a la inmediatez comunicativa, esto es, las cartas privadas e íntimas. Frente a estas, en las que prima una mayor espontaneidad en su concepción y ejecución, las cartas distantes o formales se caracterizan justo por lo contrario, y de ahí su mayor asociación con haber de. Y lo mismo cabe decir de los textos memorialísticos, en los que, pese al desarrollo de temáticas que incluso pueden llegar a ser de naturaleza íntima, falta el componente interactivo que singulariza a las cartas, por no hablar de la posibilidad de que algún día
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Las ocurrencias de la variable en este grupo son muy escasas, lo que ha podido tener consecuencias en la falta de significación del factor.
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puedan ver la luz y ser leídos por otras personas, lo que necesariamente debería afectar al grado de atención que está en la base de la diferenciación estilística (Labov 1972). De los factores sociales considerados, dos revelan algún grado de significación estadística: el nivel sociocultural y la edad. De acuerdo con las clasificaciones más habituales en la práctica sociolingüística (Blas Arroyo 2005; Conde-Silvestre 2007; Tagliamonte 2012; Bergs 2012), en el presente estudio hemos segmentado la pirámide social en tres grupos, que caracterizamos como bajo, medio y alto, respectivamente. La relevancia de esta diferenciación sociolectal queda confirmada por el análisis de regresión en los dos grupos dialectales bilingües, y, además, con un rango muy similar. Si a ello añadimos un perfil frecuencial prácticamente idéntico en el grupo monolingüe, con los estratos más bajos en la vanguardia del cambio hacia el empleo de tener que, y la mayor conservación de haber de entre los niveles socioculturales más altos, podemos confirmar no solo que nos hallamos ante un factor explicativo destacado, sino también ante un posible cambio desde abajo. Además del impulso por parte de los sectores sociales menos favorecidos a las nuevas variantes, entre las características de estos cambios desde abajo figura también el ser abanderados a menudo por las generaciones jóvenes (Labov 2001; Chambers 2009, Tagliamonte 2012), un hecho que también se confirma aquí. Como otras veces, para la configuración de este factor en el presente estudio hemos realizado una interpretación de carácter émico, antes que cronológico (Chambers 2009), debido a las dificultades para acceder a la edad exacta de muchos informantes en el momento de la escritura. De este modo, hemos acudido a una clasificación binaria, en la que los hablantes quedan clasificados en dos grupos en función del momento vivencial por el que atravesaban en el momento de redactar sus textos. Para ello, nos hemos servido tanto de lo que se dice en el interior de esos textos, o de informaciones biográficas disponibles por otras vías (prólogos, biografías, etc.). Configurada así la muestra desde el punto de vista genolectal, el análisis cuantitativo muestra un patrón idéntico en dos de las tres áreas dialectales (no así, esta vez, en el área noroccidental, donde las diferencias entre los grupos son mínimas). Así, tanto en las regiones monolingües como en las del ámbito lingüístico catalán son los hablantes más adultos quienes muestran una mayor resistencia al abandono de haber de. Los jóvenes, por el contrario, lideran el cambio favorable a la variante alternativa, tener que. Aun así, el factor solo es seleccionado como significativo en el área catalana —y, además, con un rango elevado (54)—, un dato al que sin duda contribuye la elevada proporción de usos de haber de entre los más adultos, con cifras que alcanzan prácticamente el 50% en el periodo
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comprendido en el estudio. Estas son todavía más elevadas en el siglo (77%), aunque nada desdeñables tampoco en el (44%), situándose este grupo generacional a notable distancia de las correspondientes en otras regiones españolas. Por último, el perfil de cambio desde abajo en las áreas del ámbito lingüístico catalán se ve refrendado tras el cruce entre los factores sociocultural y generacional. Aunque las diferencias muestrales entre algunos subgrupos dificulten esta vez el establecimiento de correlaciones más precisas, es revelador que, en todas y cada una de las intersecciones, sean los jóvenes quienes lideren el cambio favorable a tener que, pero también que este cambio sea especialmente abrupto en las clases sociales más bajas, entre las que no encontramos ninguna ocurrencia de la variante tradicional, haber de (vid. gráfico 3).
Gráfico 3: Frecuencias de uso de la perífrasis haber de + infinitivo en las áreas del ámbito lingüístico catalán por generaciones y niveles socioculturales (%)
5. Para concluir: el alcance de la convergencia lingüística Durante el siglo , la perífrasis personal de infinitivo haber de + infinitivo, claramente dominante a lo largo de la historia del español, perdió gran parte de sus usos tradicionales a favor de tener que. El estudio diacrónico emprendido en esta investigación confirma este extremo, y no deja lugar a dudas acerca de la aceleración de este cambio en la primera mitad de esa centuria. Ahora bien, un repaso a la bibliografía alerta acerca de la posibilidad de que el condicionamiento variable de este fenómeno de cambio lingüístico pudiera
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haber tenido un sino distinto en diferentes regiones dialectales. Y ello, fundamentalmente, por la potencial influencia del contacto entre el español y otras lenguas romances, con las que el primero convive desde hace siglos. De hecho, una revisión de las gramáticas de estas lenguas muestra la existencia de puntos estructurales de conflicto con el castellano que podrían condicionar los usos de las perífrasis en estas comunidades bilingües. Así, las combinaciones con tener que están ausentes en la gramática del catalán, al contrario que en español, gallego o astur-leonés. Sin embargo, catalán y español coinciden en los usos mayoritariamente obligativos de haber, mientras que en gallego y astur-leonés estos son de naturaleza preferentemente prospectiva, si bien en no pocas ocasiones —también en español y catalán— resulte difícil deslindar lo meramente temporal de lo modal. Para medir el alcance de estas diferencias estructurales y su potencial incidencia en los usos de las perífrasis, hemos llevado a cambio una investigación variacionista a partir de tres muestras independientes, correspondientes a textos escritos en otras tantas áreas dialectales (zonas monolingües, ámbito lingüístico catalán y ámbito lingüístico noroccidental). Los resultados de este estudio comparatista muestran que la influencia del contacto de lenguas sobre la variable analizada es más compleja de lo que un simple análisis descriptivo pudiera hacer creer. Por un lado, los datos empíricos parecen confirmar la existencia de una cierta convergencia lingüística en los hábitos expresivos de los locutores procedentes de las comunidades bilingües. Como es sabido, la noción de convergencia aparece en la lingüística de contacto para dar cuenta de un proceso diacrónico como consecuencia del cual dos lenguas sometidas a un contacto intenso estrechan su distancia estructural en un determinado paradigma de la gramática (Muysken 2000). Como resultado de este proceso, los hablantes bilingües de una comunidad muestran un comportamiento lingüístico diferenciado de las correspondientes variedades monolingües, si bien otros desenlaces estructurales o funcionales son también posibles (Sánchez 2003; Bullock y Toribio 2004). A pesar de la existencia de una importante heterogeneidad conceptual en la interpretación de esta noción teórica, en esta investigación partimos de la consideración de la convergencia como “the enhancement of inherent structural similarities found between two linguistic system” (Bullock y Toribio 2004: 91), a la que se ve abocada una variedad concreta de una lengua como consecuencia del contacto intenso con otra lengua. Ahora bien, como recuerdan Poplack et al. (2012: 205), para confirmar la influencia del contacto en un fenómeno de cambio lingüístico no basta con la mera constatación de estos usos divergentes. Además, es empíricamente necesario demostrar otros hechos, como que a) se trata, efectivamente, de un cambio y no de otro desenlace lingüístico; b) no se halla en las variedades vernáculas previas al contacto lingüístico; c) tampoco está presente en dialectos
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ajenos al bilingüismo social; d) se comporta de una manera similar a la que encontramos en la otra lengua de la comunidad; y e) difiere de manera significativa de los patrones de variación advertidos en otras variedades de la misma lengua. Aunque el presente estudio no permite dar cuenta de todos estos extremos, hay que reconocer que los resultados obtenidos avalan la complejidad a la que nos referíamos más arriba. Por un lado, los datos confirman, ciertamente, algunos de estos extremos en la expresión de la modalidad verbal, aunque no así en la esfera —más ocasional— de la futuridad, donde los tres grupos dialectales se comportan de una manera prácticamente idéntica. Así, el significativo mayor uso de haber de + infinitivo entre los hablantes del ámbito lingüístico catalán encontraría una explicación plausible en la economía lingüística, que llevaría a muchos hablantes catalanes al empleo de aquella perífrasis que es común a las dos lenguas de la comunidad, español y catalán, lengua esta última donde, además, se trata de la única forma patrimonial disponible. Y esta misma caracterización de la convergencia como una estrategia de optimización bilingüe (Muysken 2002) se deriva, en sentido inverso, de los escasos usos detectados de esta perífrasis en las áreas bilingües noroccidentales: si en gallego o astur-leonés los empleos más idiosincrásicos de haber de corresponden al ámbito de la futuridad, parece lógico esperar también que, para la expresión de la modalidad, mucho más frecuente en el corpus, los hablantes acudan a la otra perífrasis, tener que, que es común con el castellano, y con la que, además, comparte similares matices semánticos. Con todo, hay que destacar que estas diferencias se limitan principalmente al siglo , ya que, en la centuria anterior, el panorama es muy similar en las tres regiones. Ello tiene también consecuencias teóricas destacadas, dado que revelaría que la influencia del contacto de lenguas se activa sobre todo en las etapas más avanzadas del cambio lingüístico, aquellas en las que una de las variantes muestra ya especiales signos de debilidad, como en este caso ocurre con haber de. Si, durante siglos, esta ha sido la perífrasis dominante en el español peninsular, con usos dialectales similares en las diferentes regiones, estas comienzan a mostrar comportamientos diferentes justo en el momento en que haber de se retira bruscamente de la competición en favor de su competidora (tener que), para refugiarse en los registros formales de la lengua escrita. En ese momento, la convergencia de lenguas parece actuar en dos sentidos: a) agudizando el desgaste de la variante en retirada, cuyos usos difieren en las dos lenguas en contacto; b) preservando esta en mayor medida que en las demás regiones, dada la similitud formal y semántica de la perífrasis en los dos sistemas gramaticales y la ausencia de una variante alternativa.
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El primero parece el desenlace de las regiones bilingües noroccidentales, mientras que la influencia conservadora del segundo caracterizaría a las áreas del ámbito lingüístico catalán. Esta hipótesis se vería refrendada —al menos, por lo que a estas últimas áreas se refiere— por el descubrimiento de similares procesos de convergencia en otras esferas de la gramática. Así, en otro lugar hemos visto cómo los empleos significativamente más frecuentes en estas regiones de variantes como la [-d-] en palabras terminadas en -ado (cantado vs. cantao), el futuro morfológico (cantaré vs. voy a cantar) o la variante sin artículo en relativas oblicuas (la casa en que vivo vs. la casa en la que vivo) sometidas a intenso desgaste en otros dominios dialectales del español, podrían encontrar también su justificación en la influencia protectora del contacto de lenguas (Blas Arroyo 2007). Ahora bien, un análisis más profundo manifiesta que las diferencias señaladas, aun significativas y plausiblemente explicadas por la influencia del contacto de lenguas, no afectan en lo esencial a la gramática que subyace en el proceso de variación y cambio lingüístico descrito. De hecho, un estudio sistemático del contexto variable en que se desenvuelven las perífrasis muestra cómo los condicionantes de ese proceso son sustancialmente similares en todas las regiones. Así ocurre, por ejemplo, con el modo de acción verbal, los valores modales y el tiempo y modo verbales, factores todos ellos seleccionados como significativos por el análisis multivariante en todas las áreas dialectales analizadas. Incluso en otros casos —grado de (im)personalización semántica, tipo de cláusula, tenor, nivel sociocultural, edad—, aun sin rebasar el umbral de significación estadística en algunas áreas dialectales (desenlace al que pueden no ser ajenos algunos problemas de representación muestral), las diferencias frecuenciales entre los diferentes grupos muestran casi siempre un perfil distribucional idéntico. Pese a esas coincidencias, que hablan, pues, de una gramática subyacente esencialmente común, del análisis empírico se desprenden también algunas diferencias dignas de mención. Así, pese a que los rangos explicativos son, en líneas generales, bastante parejos entre los tres grupos dialectales, ocasionalmente nos encontramos también con algunas excepciones significativas. Este es el caso, por ejemplo, de las diferencias en el eje estilístico, cuya jerarquía explicativa en el grupo catalán duplica prácticamente la advertida en las áreas monolingües. En sentido contrario, el factor diacrónico obtiene un rango sensiblemente mayor en estas últimas, lo que revela, como vimos, un mayor desplome en su seno de las perífrasis con haber en el tránsito desde el siglo al . Por otra parte, algunas diferencias parciales alcanzan también al peso probabilístico de determinados factores particulares, donde nuevamente sobresale el comportamiento singular del grupo catalán, en el que se adivina el mismo sentido preservador de la variante en retroceso al que anteriormente hacíamos referencia. Así ocurre, por
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ejemplo, con el cariz favorable a haber de entre los verbos estativos y el futuro de indicativo, dos de los contextos lingüísticos tradicionalmente más favorables a la perífrasis, cuyo sentido desaparece, sin embargo, en el resto de áreas peninsulares. En resumen, tanto los principios y métodos del variacionismo comparatista como el empleo de un corpus textual cercano al polo de la inmediatez comunicativa nos han permitido confirmar la influencia del contacto de lenguas en el proceso de cambio lingüístico que ha afectado a la perífrasis modal haber de + infinitivo a lo largo de las dos últimas centurias. Ahora bien, esta influencia es moderada y en poco afecta a la gramática subyacente de este fenómeno de variación y cambio en las diferentes áreas dialectales analizadas, que, en lo esencial, se comportan de una manera similar; un hecho, por lo demás, al que seguramente no sea ajena la proximidad estructural entre las diferentes lenguas romances implicadas en el contacto.
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PERFILES IDIOLECTALES ANTE LA VARIACIÓN Y EL CAMBIO LINGÜÍSTICO EN EL ESPAÑOL CLÁSICO
1. Introducción En un mundo como el presente, que bascula entre el individualismo y los localismos más extremos, en el que las tendencias centrífugas de la globalización están encontrando más resistencia de la esperada y, donde en palabras de Edwards (2009: 22-23) “la gente necesita anclajes sociales para compensar la pérdida de las relaciones íntimas más antiguas y limitadas de la familia y la aldea”, no es raro que el estudio de la identidad se haya convertido en un verdadero mantra de las ciencias humanas y sociales. Y si la identidad social es un sentimiento bipolar, de pertenencia y diferenciación al mismo tiempo, por el que los individuos se ven diferentes a unos y semejantes a otros (Tajfel y Forgas 1981), qué mejor medio que el lenguaje para dar cuenta de él. Por otro lado, esa identidad sociolingüística no solo es el reflejo de determinadas categorías (la procedencia geográfica o dialectal, el género, la condición social, etc.), sino a menudo también el resultado de una actitud consciente por parte de los hablantes, quienes, en el curso de las interacciones verbales “construyen” voluntariamente tales identidades (Cerulo 1997; Dannenberg 2002; Kiesling 2013). Ahora bien, al abordar la identidad sociolingüística, en la bibliografía especializada encontramos casi siempre algunas limitaciones sospechosas, de tal modo que aquella parece restringida a los miembros de determinados grupos sociales, pero no tanto de otros. Por ceñir la discusión a la esfera de la variación y el cambio lingüístico, el objeto de este libro, las cuestiones identitarias suelen mostrar
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también un sesgo considerable. Si tomamos en consideración, por ejemplo, el factor de la edad, una revisión de esa bibliografía nos demuestra que la construcción lingüística de la identidad parece básicamente el privilegio de los más jóvenes. A ellos les está permitido innovar, y hasta romper los estadios previos de lengua, aunque cuando ya no son tan jóvenes, no es infrecuente verlos de vuelta al redil de lo “sociolingüísticamente correcto”, disminuyendo considerablemente el empleo de variantes vernáculas, en lo que se ha dado en llamar fenómenos de age grading (Labov 1994; Sankoff 2006; Sankoff y Blondeau 2007 y capítulo 1, § 2.2.3). Sea como sea, al menos desde los postulados de Lenneberg (1967), existe un principio de adquisición según el cual, pasado el umbral de la adolescencia (que Labov sitúa en torno a los 17 años), tanto las frecuencias de uso como la gramática interna de la variación individual quedan básicamente fosilizadas para el resto de la vida. Ciertamente, este principio general cuenta con algunas excepciones, como sucede con el léxico, o con determinadas expresiones formulares y estrategias discursivas, cuya incorporación en etapas de la madurez no resulta inusual. Sin embargo, fuera de estos niveles, más superficiales, y de las veleidades de algunos hablantes, se considera que el modo en que estos reaccionan ante la variación y el cambio lingüístico en otros más profundos, como el fónico o el morfosintáctico, se estabiliza en buena medida a partir de la entrada en la edad adulta. De este modo, la lengua evolucionaría característicamente a través de lo que se conoce como cambios generacionales: cada nueva generación joven va más a allá en la realización de una determinada variante hasta el momento en que se consuma el cambio o —si no hay suerte— este se retrotrae en una dirección contraria (Labov 1994, 2001; Raumolin-Brunberg 1996; Nevalainen y RaumolinBrunberg 2003; Tagliamonte 2012; Cukor-Avila y Bailey 2013 y capítulo 1 § 2.2.2). En la sociolingüística se considera que un gráfico como el siguiente, que resume los resultados del estudio de Chapman (1983) sobre el yeísmo en Covarrubias (Burgos), es un reflejo perfecto, en tiempo aparente (Sankoff 2006; Cukor-Avila y Bailey 2013), del cambio que en torno a esta variable se está produciendo en esta población castellana. Como se puede apreciar, hay una distribución lineal muy clara entre los cuatro grupos etarios considerados, con un salto brusco entre los intermedios, lo que sugiere que el cambio favorable a la variante deslateralizada se ha acelerado rápidamente a partir de la generación nacida en la posguerra española.
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Gráfico 1: Distribución de las variantes deslateralizadas y la edad en Covarrubias (Chapman 1983)
Lógicamente, para confirmar la existencia y compleción de ese cambio, hubiera sido necesaria la realización de un estudio posterior, 15 o 20 años más tarde. En este caso, la prolongación de la línea que aparece en el gráfico 1 hubiera permitido confirmar, esta vez en tiempo real (Cedergren 1987; Trudgill 1988; Paunonen 1996; Sankoff, Blondeau y Charity 2001; Cukor-Avila y Bailey 2013), que tal cambio no solo se estaba produciendo, sino que, además, ya se había completado. Claro que no es la única posibilidad, ya que un descenso de esa última parte de la recta por parte de las generaciones más jóvenes nos hubiera indicado que el cambio podría estar comenzando a revertirse, al menos temporalmente. Esto por lo que se refiere al nivel comunitario. Sin embargo, si atendemos al plano idiolectal, la aplicación de este modelo del cambio generacional al habla de los individuos se puede resumir en esta otra figura (gráfico 2). Imaginemos que tomamos como referencia a una informante hipotética del estudio de Chapman, a quien llamaremos María, y a quien realizamos un estudio longitudinal cada diez años.
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Gráfico 2: Distribución de las variantes deslateralizadas a lo largo de la vida de María (1930-) tras el umbral de la adolescencia en tres modelos hipotéticos: a) estabilidad; b) incremento; c) disminución
La primera es la línea que correspondería al modelo del cambio generacional: nacida en torno al año 1930, a los 10 años aproximadamente, María tendría una frecuencia de yeísmo similar a la de sus padres, si bien, ya entrada en la adolescencia, esas cifras se verían incrementadas significativamente hasta alcanzar un porcentaje cercano al 40%, a distancia, pues, del comportamiento más conservador de la generación previa. Sin embargo, llegado este punto, María mantendría grosso modo esas mismas proporciones en los momentos sucesivos de ese estudio longitudinal. Sin embargo, algunos estudios recientes han visto que desenlaces como los que apuntan la segunda y tercera línea del gráfico no son tan inusuales como se había pensado inicialmente. O dicho en otras palabras, que los cambios en niveles profundos del análisis lingüístico también son posibles en las edades adultas (Boberg 2004; Nahkola y Saanilahti 2004; Sankoff 2005; Raumolin-Brunberg 2005, 2009; Sankoff y Blondeau 2007, entre otros). Ahora bien, de ser ello cierto, ¿cuán profundos pueden llegar a ser esos cambios? ¿A qué tipo de variables pueden afectar? ¿Y quiénes son sus agentes? A estas y otras cuestiones similares queremos dar respuesta en este capítulo, donde presentamos los principales resultados de un estudio sobre el comportamiento de una veintena de individuos en torno a diversas variables sometidas a procesos de variación y cambio lingüístico en el español clásico.
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2. Objetivos Más concretamente, los objetivos de la presente investigación se cifran en los siguientes párrafos: 1. Comprobar el perfil variacionista de una muestra de escritores de los siglos y ante determinados fenómenos de variación y cambio lingüístico analizados previamente: ¿son estos individuos “hijos de su tiempo” (lingüísticamente hablando)? o, por el contrario, ¿su comportamiento se aleja —y en qué grado— de los patrones de variación de la época en que vivieron? Y si se trata de esto último ¿fueron líderes de los cambios lingüísticos que les tocó vivir? o ¿cabría calificarlos más bien como conservadores, reacios, pues, a las tendencias de cambio por entonces imperantes? 2. Averiguar si estos papeles se repiten en todos los fenómenos lingüísticos de variación y cambio analizados o tan solo en algunos de ellos. 3. Examinar los patrones distribucionales en diversos momentos de la vida de estos hablantes-escritores: ¿se caracterizan por la estabilidad que presume el cambio generacional? O, por el contrario ¿es posible advertir algunas tendencias evolutivas a lo largo de la existencia? 4. Revisar la intensidad y la dirección de los cambios lingüísticos en la edad adulta. Como vimos en otro momento (capítulo 1 § 2.2.4) para la realización de este tipo de estudios, la sociolingüística se ha servido en los últimos tiempos de dos clases de investigaciones longitudinales. Por un lado, encontramos los denominados “estudios de panel” (panel studies), en los que el investigador se enfrenta en diferentes momentos a una muestra compuesta por los mismos individuos (Sankoff 2006; Sankoff y Blondeau 2007; Sundgren 2009; Gregersen, Maegaard y Pharao 2009). Sin embargo, las dificultades para mantener inalteradas estas muestras con el paso del tiempo hacen más versátiles los ‘estudios de tendencia’ (trend studies), integrados por grupos sociales (y no necesariamente individuos) similares en momentos sucesivos (Fowler 1986; Trudgill 1988; Cedergren 1987; Labov 1994; Cukor-Avila 2002; Sankoff, Blondeau y Charity 2001). Lógicamente, para estadios de lengua de los que no quedan testimonios orales, las posibilidades de emprender esta clase de investigaciones se ven cortadas de raíz. Sin embargo, en los últimos años, la sociolingüística histórica ha realizado algunas aportaciones relevantes a este paradigma de los estudios diacrónicos mediante el análisis de textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa (Arnaud 1998; Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003; Raumolin-Brunberg 2005, 2006, 2009; Beal 2007).
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3. El corpus Como se puede ver en la tabla 1, el corpus está compuesto por una muestra del género epistolar de diecinueve individuos de los Siglos de Oro. Once de ellos escribieron sus cartas total o mayoritariamente en el siglo , mientras que los ocho restantes lo hicieron en el siglo (véase la relación completa en el anexo). Las columnas de cada tabla dan cuenta, respectivamente, de los siguientes datos: 1) identidad del escritor, 2) datos biográficos, 3) periodo del que se conservan las cartas, 4) edad de los escritores cuando las escribieron, 5) sexo, 6) estatus social o profesión, 7) región de procedencia y 8) número de palabras. En relación con este último dato, se puede comprobar la existencia de algunas variaciones importantes en la magnitud de los respectivos subcorpus, que oscilan entre las más de doscientas mil palabras del epistolario de Santa Teresa de Jesús, a las poco más de veinticinco mil conservadas del humanista castellano Hernán Núñez de Guzmán (El Pinciano). Y lo mismo sucede en el siglo , si bien aquí el corpus más reducido supera las cuarenta y cinco mil palabras (Diego de Vargas). En conjunto, la muestra del es un poco mayor (1 077 661) que la del (845 981), lo que tampoco es de extrañar, si tenemos en cuenta que el primero consta de tres autores más que el segundo. Desde el punto de vista social, hay que destacar que tan solo tres escritoras son mujeres (Santa Teresa de Jesús, Luisa de Carvajal y Mendoza y Sor María Ágreda), hecho nada infrecuente en corpus históricos, y que no es más que el reflejo del papel minoritario de la mujer en la esfera de las letras hasta tiempos más recientes. Por otro lado, y también como cabía esperar, la inmensa mayoría de los escritores perteneció en algún momento a la élite social o cultural de la época, si bien el punto de partida de algunos (y, en algunos casos, también de llegada) fue distinto. Así, junto a reyes (Felipe II, Felipe IV) y representantes de la aristocracia y el alto clero (Diego Hurtado de Mendoza, Diego de Silva y Mendoza, Luisa de Carvajal y Mendoza, Gaspar de Ávalos), encontramos a otros miembros de la iglesia española con distintos empleos y orígenes. Este es el caso, por ejemplo, de Hernando de Zafra, quien llegó a desempeñar el cargo de secretario de los Reyes Católicos, a pesar de su origen humilde. Asimismo, contamos en el corpus con las cartas de otros religiosos, que más adelante serán conocidos como predicadores (fray Luis de Granada), escritores (San Juan de Ávila, Sor María Ágreda, Santa Teresa de Jesús) o incluso antropólogos (el caso del jesuita José de Acosta). Asimismo, están presentes diversos militares, que desempeñaron un papel destacado en la conquista y gobierno de las Américas (Hernán Cortés, Pedro de Valdivia y Diego de Vargas). Finalmente, el corpus se completa con una muestra de humanistas y escritores insignes del Siglo de Oro español, como el mencionado Núñez de Guzmán (El Pinciano) o los poetas Luis de Góngora, Félix Lope de Vega y Francisco de Quevedo.
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Capítulo 10
Región
N.º de palabras
Extremadura
68 579
Castilla
25 502
Conquistador
Extremadura
224 542
43-53 Hombre
Religioso/ obispo
Andalucía
40 556
1545-1552
48-55 Hombre
Conquistador
Extremadura
59 523
1500-1569
1538-1569
38-69 Hombre
Religioso/ escritor
CastillaLa Mancha
84 244
1503-1575
1539-1571
36-68 Hombre
Alta nobleza
Andalucía
96 178
1504-1588
1538-1588
34-80 Hombre
Andalucía
82 927
Santa Teresa
1515-1582
1561-1582
46-67
Castilla
243 100
Felipe II José de Acosta Góngora Lope de Vega Diego de Silva Luisa de Carvajal Quevedo Sor María de Ágreda Felipe IV Diego de Vargas
1527-1598
1578-1596
51-69 Hombre
Castilla
54 499
1539-1600
1569-1592
30-53 Hombre
Castilla
98 011
1561-1627
1613-1626
52-65 Hombre
Religioso/ escritor Religiosa/ escritora Rey Religioso/ antropólogo Escritor
Andalucía
58 598
1562-1635
1604-1633
42-71 Hombre
Escritor
Madrid
61 513
1564-1630
1584-1630
20-66 Hombre
Madrid
208 213
1566-1614
1598-1613
32-47
Extremadura
200 360
1580-1645
1609-1645
29-65 Hombre
Madrid
108 000
1602-1665
1630-1664
28-62
Castilla
93 525
1605-1665
1644-1661
39-56 Hombre
Alta nobleza/ político Alta nobleza/ escritora Escritor Religiosa/ escritora Rey
Castilla
69 886
1643-1704
1675-1706
32-63 Hombre
Gobernador
Madrid
45 886
Autor Hernando de Zafra El Pinciano Hernán Cortés Gaspar de Ávalos Pedro de Valdivia San Juan de Ávila Hurtado de Mendoza Fray Luis de Granada
Datos biográficos
Periodo cartas
1444-1508
1488-1508
44-64 Hombre
1475-1553
1524-1547
49-72 Hombre
Secretario RR. CC. Humanista
1485-1547
1519-1538
34-53 Hombre
1485-1545
1528-1538
1497-1553
Edad
Sexo
Mujer
Mujer
Mujer
Estatus
Tabla 1: Datos biográficos correspondientes a los sujetos de la muestra (siglos y )
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La misma diversidad se produce en el plano dialectal, si bien la mayoría de los autores procede de tres áreas geográficas peninsulares: Castilla (incluida la capital, Madrid), Extremadura y Andalucía. Finalmente, y por lo que se refiere a la edad, cabe decir que en todos los casos los escritores habían sobrepasado ya el umbral de la adolescencia en el momento de iniciar su correspondencia (al menos, la disponible en este corpus), siendo los más jóvenes aquellos cuyas cartas empezaron a redactarse entre los 20 y los 30 años. Así ocurre con Diego de Silva y Mendoza (20), Sor María Ágreda (28), Quevedo (29), José de Acosta (30), Diego de Vargas (32) o fray Luis de Granada (34). En el extremo opuesto se sitúan, por el contrario, otros escritores que habían superado ya la cincuentena, como Felipe II (51) o Góngora (52). El resto sitúa el comienzo de sus epístolas en la cuarentena. En cuanto a la duración de la correspondencia, las diferencias son también considerables. Así, las cartas de algunos escritores se prolongan durante más de 20 (Hernando de Zafra, el Pinciano, Santa Teresa de Jesús, Lope de Vega) e incluso 30 años (San Juan de Ávila, Diego Hurtado de Mendoza, fray Luis de Granada, Diego de Silva y Mendoza, Quevedo, Diego de Vargas). Con todo, no siempre en estos casos el material es suficiente como para establecer más cortes temporales. De ahí que, en función de los datos disponibles (incluidos el número de cartas y el de ocurrencias de las variables lingüísticas) y los periodos de escritura de las cartas, hayamos procedido a establecer dos o tres momentos diferentes en la evolución de los escritores.
4. Metodología Todos los textos han sido digitalizados, convertidos a formato texto y sometidos posteriormente a un programa de concordancias (WordSmith 6.0). Mediante este, y tras la realización del correspondiente filtro manual, se obtuvieron todas las ocurrencias de tres variables gramaticales del español, analizadas previamente desde una óptica variacionista. De acuerdo con el principio de responsabilidad ante los datos (accountability) (Labov 1972), se seleccionaron todas las ocurrencias de la variable, y no solo las variantes de referencias (application value), siguiendo para ello los criterios que se indican más abajo.
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Capítulo 10
4.1. Las variables lingüísticas 4.1.1. Ausencia/presencia de la conjunción que en completivas dependientes de predicados doxásticos (creer) En el capítulo 8 hemos visto cómo, lejos de tratarse de un fenómeno aislado y esporádico, la elisión del nexo que en enunciados como los de (1) fue una variante muy extendida en el español clásico, con cifras globales que llegaron a competir de cerca con la forma estándar, asociada al empleo de la conjunción, como en (2). (1)
También creo Ø llevará comisión de si el Turco no quisiere venir en más fáciles condiciones de paz que las que ahora pide... (Diego Hurtado de Mendoza, Cartas, 1539).
(2)
[...] aunque ellos creen que antes los procurará traer en alguna necesidad para forzarlos a que costreñidos se vengan a declarar enemigos de S. M (Diego Hurtado de Mendoza, Cartas, 1539).
Por otro lado, el análisis variacionista reveló que la extensión de la variante elidida se producía de una manera especialmente favorable en ciertos entornos, como aquellos en los que el verbo creer (preferentemente en presente de indicativo y primera persona) y el verbo de la subordinada (en especial, cuando va en futuro de indicativo y alude a la tercera persona) aparecen en posición adyacente, como demuestra el fragmento (1). Por el contrario, los ejemplos de elisión son significativamente menores en los contextos inversos, así como en enunciados, en los que el hablante/escritor encorseta su discurso en secuencias de intensificación formular características del registro epistolar oficial (‘creo y confío Ø no licuará vuestra merced la menor parte de tan buena obra’). Por otro lado, diversos factores extralingüísticos revelaron también que la variable pudo haber funcionado como un marcador sociolingüístico en el español de los Siglos de Oro, dada su sensibilidad tanto a la variación estilística como social. Así, comprobamos que la comunicación de asuntos familiares e íntimos, preferentemente entre iguales, favorecía las elisiones, mientras que lo contrario sucedía con los textos de naturaleza menos privada. Por otra parte, estas diferencias entre los contextos más o menos personales, aunque evidentes para el conjunto de la comunidad, eran significativamente mayores entre las élites sociales. En cuanto a la cronología, la evolución de las elisiones exhibía un característico patrón curvilíneo, con un brusco ascenso en la difusión de la variante elidida a partir del segundo tercio del siglo , que alcanzaba su cima en la frontera entre las dos centurias, para decaer progresivamente a partir del segundo tercio
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del . Ello da cuenta de la posible sucesión de dos tipos de cambio: desde abajo, inicialmente, y a instancias de los estratos medio-bajos de la sociedad, y desde arriba, como reacción posterior hacia una variante que había alcanzado una amplia difusión social, y con las élites sociales esta vez como principales protagonistas.
4.1.2. Presencia/ausencia de la preposición DE en perífrasis modales con el verbo deber Al igual que en otros momentos de la historia del español, la variante no prepositiva —un ejemplo en (3)— ocupa una posición predominante en el Siglo de Oro, no solo en términos absolutos, sino también en la mayoría de los contextos lingüísticos y extralingüísticos analizados. Aun así, durante el periodo clásico, la forma prepositiva (4) conoce una vitalidad singular, sin parangón desde entonces, con usos que se incrementan significativamente a partir de la segunda mitad del siglo y alcanzan su cenit de nuevo en el tránsito entre ambas centurias, para descender progresivamente hacia el final del , preludiando con ello un largo periodo de oscuridad para la perífrasis durante los dos siglos y medio siguientes (ver capítulo 2): (3)
[...] porque no entendí aquellas cosas y V.E. no advirtió dellas, que, con la distancia del lugar, allá se deben haber escrito otras, como por ella se echa de ver (Lope de Vega, Cartas, 1615).
(4)
[...] he pasado el día razonablemente viendo entrar por la puerta de Bisagra tantas diferencias, que, como para todos no debe de haber coches ni mulas, es cosa ridícula ver tantas damas en pollinos con sombreros emplumados y rebociños con oro (Lope de Vega, Cartas, 1615).
Esta vitalidad se ve reforzada además en algunos contextos lingüísticos, bien aisladamente (contextos epistémicos, enunciados modalizados —especialmente, enfáticos—, oraciones negativas), bien en interacción con otros. De paso, el hecho de que estos entornos sean minoritarios en el discurso con respecto a otros alternativos (contextos deónticos, enunciados no modalizados, oraciones afirmativas), o la especial ‘visibilidad’ de la forma prepositiva, podrían haber coadyuvado a la desventaja secular de esta perífrasis frente a su competidora. Por otro lado, desde un punto de vista sociolectal, hemos comprobado también que la variante deber de predomina en los contextos caracterizados por una mayor espontaneidad y proximidad entre los interlocutores, así como entre los hablantes de las regiones del norte peninsular, especialmente hombres, jóvenes y
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Capítulo 10
pertenecientes a los estratos bajos o medio-bajos, todo lo cual sugiere también la existencia en la época de un cambio desde abajo favorable a la variante, que alcanzó unas dimensiones considerables en un tiempo relativamente corto, pero que se truncaría bruscamente, hasta desaparecer en la dirección contraria (ver capítulo 6).
4.1.3. Alternancia entre adverbio (donde) y pronombre (que/cual) como nexo introductorio en oraciones de relativo locativas Al menos en el primer español clásico,1 los usos del adverbio donde en las locativas de relativo con antecedente (5) son claramente mayoritarios con respecto a los del pronombre que (6) —y no digamos el cual, muy minoritario (7)—, y, además, con una clara tendencia ascendente conforme avanza la centuria: (5)
Y cada cosa de estas fue para mí materia de mucha edificación y consolación, especialmente con la carta que escribe, donde refiere lo que el padre fray Nicolás Factor dijo de nuestro santo fray Luis (fray Luis de Granada, Epistolario, 1584).
(6)
Y antes de la promulgación de ella fui a mostrarla al Duque este domingo pasado, 29 de enero y, acabándosela de leer, entregó una [carta] de V. M. en que mandaba ir a esa ciudad (fray Luis de Granada, Epistolario, 1581).
(7)
[...] pareciéndole que por la devoción que V. E. tenía con mis libros, no le pesaría con esta carta, en la cual no trato de quitar un tan justo dolor como el que se recibe de tal apartamiento (fray Luis de Granada, Epistolario, 1583).
Del análisis de regresión logística de efectos mixtos realizado (capítulos 4 y 7), se desprende una preeminencia de los factores lingüísticos para explicar la variación, en especial los relacionados con la sintaxis y la semántica del antecedente, bien aisladamente, bien en interacción. Los factores extralingüísticos resultan menos explicativos, de tal manera que ni el sexo, ni el contexto migratorio ofrecen apenas diferencias entre los correspondientes grupos. Distinto es, sin embargo, el caso del estatus social y el tenor de las interacciones epistolares, cuya combinación arroja resultados elocuentes. Sin embargo, estos se limitan a la primera mitad de la centuria, no así a la segunda, cuando las diferencias entre unos grupos y otros tienden a neutralizarse. Estos resultados sugieren que las 1
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Para esta variable no disponemos de datos del siglo las ocurrencias del .
, por lo que su análisis se limitará a
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clases privilegiadas podrían haber acabado asimilándose a un antiguo cambio desde abajo, característico de los estilos más informales y probablemente iniciado —como en los fenómenos anteriores— en los sectores populares.
4.2. Análisis cuantitativo Para el análisis cuantitativo hemos seleccionado las ocurrencias de cada escritor y periodo —según el criterio esbozado más arriba— en relación con las siguientes variantes dentro de cada variable lingüística: • Ausencia de nexo en completivas con verbos doxásticos (‘creo Ø no vendrá’) • Presencia de la preposición de en perífrasis modales con el verbo deber (‘deben de hacerlo’) • Selección del adverbio donde en relativas locativas con antecedente expreso (‘la casa donde nació’) La selección de estas como variantes de referencia (application value) obedece al perfil sociolingüístico advertido más arriba, según el cual se trata en todos los casos de variantes aparentemente menos prestigiosas, dada su especial vinculación con los sectores más populares y los contextos menos formales. Asimismo, en todas ellas se aprecian movimientos de cambio (a favor o en contra) durante el periodo analizado. El análisis estadístico está basado, por un lado, en una estadística descriptiva, con la distinción entre frecuencias absolutas y su traducción a los correspondientes porcentajes sobre el total. En relación con estas, hay que destacar que la ocurrencia de las variables fluctúa mucho entre unas y otras —las cifras de las variables 1 y 3 son considerablemente mayores que las de la variable 2 (más minoritaria en discurso)—, así como entre autores (lo cual no siempre depende, como hemos visto, del volumen de palabras disponible). Finalmente, para evaluar la asociación estadística entre la variable dependiente y las independientes hemos llevado a cabo la prueba de chi-cuadrado. De este modo, tan solo hemos avalado la significación de las diferencias cuando el valor de p es ≤ 0,05, habitual en las ciencias humanas y sociales.2
2
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Para una mejor comprensión de los valores p, véase Nuzzo (2014).
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5. Resultados y análisis 5.1. ¿Son los escritores hijos (lingüísticos) de su tiempo? 5.1.1. Variable 1: creer Ø La tabla 2 muestra las frecuencias absolutas y relativas de la variante vernácula entre los miembros de la muestra de los siglos y . Junto al nombre de cada escritor en la primera columna, en las cuatro siguientes figuran estos datos: 1) algunos datos biográficos de cada autor; 2) las frecuencias absolutas y porcentajes sobre el total alcanzados por la variante vernácula en cada uno de los corpus epistolares; 3) el periodo en que fueron escritas las cartas; y 4) el porcentaje medio que la variante muestra en ese periodo, a la luz de los resultados obtenidos en los estudios variacionistas ya mencionados (ver capítulo 7) —para el contenido de las dos últimas columnas, véase más abajo—. Si tomamos inicialmente los datos de la tabla 2 correspondientes al siglo , observamos notables diferencias entre los promedios de cada autor y los característicos del momento en que fueron escritas las cartas. Así, tan solo hay coincidencia prácticamente en los autores con los que se abre (Hernando de Zafra) y se cierra (José de Acosta) la centuria. Ambos muestran frecuencias de realización que están en consonancia con la habitual en la época: muy escasas al comienzo de la centuria (5%
1461
>5%
1475-1553
4% (1/22)
1524-1547
25%-40%
1492
>5%
1485-1547
13% (34/266)
1519-1538
25%-35%
1502
>5%
1485-1545
4% (1/25)
1528-1538
30%-40%
1502
>5%
1497-1553
66% (8/12)
1545-1552
35%-55%
1514
5%-10%
1500-1569
27% (18/66)
1538-1569
35%-55%
1517
5%-10%
1503-1575
6% (5/88)
1539-1548
35%-45%
1520
5%-10%
1504-1588
9% (3/34)
1538-1574
35%-55%
1521
5%-10%
1515-1582 70% (270/385) 1561-1582
46-67
1532
30%
1527-1598
8% (30/352)
1578-1596
51-69
1544
45%-55%
1539-1600
47% (14/31)
1569-1580
30-53
1556
50%-55%
1561-1627
17% (9/54)
1613-1626
50%-45%
1578
50%-55%
1562-1635
10% (6/58)
1609-1629
50-45%
1579
50%-55%
1564-1630
7% (3/44)
1584-1625
55%-45%
1581
50%-55%
1566-1614 54% (175/323) 1598-1613
50%-45%
1583
50%-55%
1580-1645
49% (31/63)
1609-1645
50%-35%
1595
50%
1602-1665
42% (22/52)
1631-1664
45%-25%
1619
45%
1605-1665
33% (17/52)
1644-1661
35%-25%
1622
45%
1643-1704
12% (1/8)
1686-1706
20%-10%
1660
25%
Tabla 2: Frecuencias de uso de la variante creer Ø entre los sujetos de la muestra y promedios de uso en diferentes periodos
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Capítulo 10
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Observamos, en efecto, cómo los casos de coincidencia relativa entre las realizaciones idiolectales y las características de la época en que los escritores entraron en la edad adulta son ahora mucho mayores (Hernando de Zafra, El Pinciano, Gaspar de Ávalos, Diego Hurtado de Mendoza, fray Luis de Granada y José de Acosta). Por el contrario, ninguno de los escritores restantes, salvo Felipe II, pasa ahora por conservador, esto es, por ir detrás de las tendencias de la época. Si acaso, alguno destaca por lo contrario, como sucede con Hernán Cortés, San Juan de Ávila, y los ya mencionados, Pedro de Valdivia y Santa Teresa, quienes llevan las realizaciones de la variante subestándar más allá de lo habitual en el momento en que concluían sus respectivos periodos de juventud. Los datos del siglo difieren, sin embargo, en algunos puntos. Ciertamente, hay escritores cuyo comportamiento en torno a la variable es el propio tanto de la época en que se incorporaron a la edad adulta como de los tiempos, posteriores, en que escribieron sus cartas. Este es el caso de las dos mujeres del corpus, Luisa de Carvajal y sor María Jesús de Ágreda, así como el de Francisco de Quevedo. Sin embargo, otros se sitúan claramente por detrás, como ocurre con Góngora, Lope de Vega y Diego de Silva. Por el contrario, ninguno de los escritores se muestra ahora en la avanzadilla de la variante. ¿Por qué? Probablemente, porque, ya en el siglo , la inclinación hacia las elisiones del nexo había decaído notablemente entre las élites sociales y culturales, iniciando así un movimiento de repliegue en la dirección opuesta, que iba a arrinconar a la otrora variante de moda. Al respecto, es revelador comprobar cómo dos miembros de esta élite, el rey Felipe IV y el gobernador de Santa Fe, Diego de Vargas, ajustan sus frecuencias de uso al periodo en que escribieron las cartas (ya claramente desfavorable a la variante vernácula) y no al momento en que abandonaron la adolescencia.
5.1.2. Variable 2: deber de + infinitivo El perfil de esta variable es diferente, y no solo por unos porcentajes considerablemente más bajos que los obtenidos en las otras dos variables. Como se puede comprobar en la tabla 3, son pocos los escritores que siguen las distribuciones características de la época, situándose la mayoría en los extremos, bien en la vanguardia, bien (sobre todo) en el polo conservador, contrario al empleo de la variante prepositiva.
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Autor Hernando de Zafra Pinciano Hernán Cortés Gaspar de Ávalos Pedro de Valdivia San Juan de Ávila Hurtado Mendoza Fray Luis de Granada Santa Teresa Felipe II José de Acosta Góngora Lope de Vega Diego de Silva Luisa de Carvajal Quevedo Sor María Ágreda Felipe IV Diego de Vargas
Sociolingüística histórica del español
Umbral Deber de Deber de (% periodo) (17 años) (% umbral)
Datos biográficos
Deber de % (N/∑)
Periodo cartas
1444-1508
19% (14/73)
1488-1508
5%-7%
1461
>5%
1475-1553
0% (0/10)
1524-1547
14%-30%
1492
>5%
1485-1547
22% (18/80)
1519-1538
14%-30%
1502
5%-7%
1485-1545
3% (2/59)
1528-1538
14%-30%
1502
5%-7%
1497-1553
n.d. (3/4)*
1545-1552
14%-30%
1514
7%-13%
1500-1569
6% (4/67)
1538-1569
14%-30%
1517
7%-13%
1503-1575
3% (2/67)
1539-1548
14%-30%
1520
7%-13%
1504-1588
3% (1/28)
1538-1574
14%-30%
1521
7%-13%
1515-1582
10% (18/174)
1561-1582
31%-42%
1532
14%-30%
1527-1598
29% (29/100)
1578-1596
31%-42%
1544
14%-30%
1539-1600
22% (9/40)
1569-1580
31%-42%
1556
31%-42%
1561-1627
67% (16/24)
1613-1626
42%-37%
1578
31%-42%
1562-1635
73% (31/43)
1609-1629
42%-37%
1579
31%-42%
1564-1630
14% (14/98)
1584-1625
42%-37%
1581
31%-42%
1566-1614
13% (22/169)
1598-1613
42%-37%
1583
31%-42%
1580-1645
19% (15/79)
1609-1645
42%-37%
1595
40%-42%
1602-1665
47% (8/17)
1631-1664
37%-25%
1619
42%-37%
1605-1665
41% (9/22)
1644-1661
37%-25%
1622
42%-37%
1643-1704
3% (1/31)
1686-1706
25%-8%
1660
35%-25%
Tabla 3: Frecuencias de uso de la variante deber de + infinitivo entre los sujetos de la muestra y promedios de uso en diferentes periodos
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En el siglo , son mayoría quienes muestran frecuencias de deber de menores que la media en la época, tanto si tomamos como referencia el umbral de entrada en la primera edad adulta, como si lo hacemos con respecto al momento en que se escribieron las cartas (Gaspar de Ávalos, San Juan de Ávila, Diego Hurtado de Mendoza, fray Luis de Granada, Santa Teresa de Jesús, José de Acosta). Tan solo el monarca Felipe II (29%) parece seguir las distribuciones propias de su época juvenil. Sin embargo, en los primeros momentos del siglo, hay tres autores que contradicen este perfil, y parecen abanderar el cambio —todavía tímido— favorable a deber de. De este modo, tanto Hernando de Zafra (19%) como Hernán Cortés (22%)3 llevan las realizaciones de la variante hasta cifras poco comunes en el momento de su juventud, aunque ya mucho más corrientes cuando empezaron a escribir sus cartas, en plena madurez. Sin embargo, los datos del siglo presentan ciertas singularidades, que reflejan, de nuevo, algunos cambios significativos en la evaluación social de la variable. Por ejemplo, al principio de la centuria, escritores como Góngora (67%) y Lope de Vega (73%) llevan al límite la preferencia por las variantes prepositivas, con cifras que se sitúan muy por delante de las que imperaban en los dos momentos tomados como referencia. No obstante, algunos coetáneos, como su gran antagonista en la esfera literaria, Francisco de Quevedo (19%) o los miembros de la alta nobleza Diego de Silva y Mendoza (14%) y Luisa de Carvajal (13%) ofrecen realizaciones de la variante claramente conservadoras para la época. Tan solo el monarca, Felipe IV (41%), y su interlocutora, la monja sor María Jesús de Ágreda (47%), parecen fieles a los patrones distribucionales del final de su juventud, que, sin embargo, ya en la época en que escriben las cartas quedan algo desfasados, pues las realizaciones de deber de habían descendido ya significativamente con respecto al comienzo de la centuria. Como vimos (capítulo 6), este movimiento contrario a la variante prepositiva seguiría su curso durante la última parte del siglo, apoyado en reacciones tan contrarias como la demostrada por el gobernador de Santa Fe, Diego de Vargas (3%), quien apenas hace uso de esta forma en las cartas a su familia, preludiando la debacle que sufrirá la variante en las centurias siguientes.
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Contamos con muy pocos datos de su homólogo y paisano, Pedro de Valdivia, conquistador de Chile, y de quien apenas disponemos más que de cuatro ocurrencias de la variable en todo su corpus epistolar. Con todo, quizá sea revelador comprobar que tres de esas ocurrencias corresponden a la variante prepositiva, en sintonía, pues, con un perfil innovador que manifiesta en las demás variables (para más detalles sobre este, véase más adelante § 5.2 y 5.3).
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5.1.3. Variable 3: donde Como indicamos más arriba, para esta variable tan solo disponemos de datos previos correspondientes al siglo , razón por la cual limitamos aquí su análisis a los autores de esta centuria. Autor Hernando de Zafra Pinciano Hernán Cortés Gaspar de Ávalos Pedro de Valdivia San Juan de Ávila Hurtado Mendoza Fray Luis Granada Sant Teresa Felipe II José de Acosta
Umbral Donde (% periodo) (17 años)
Datos biográficos
Donde % (N/∑)
Periodo cartas
Donde (% umbral)
1444-1508
60% (39/65)
1488-1508
c. 50%
1461
n.d.
1475-1553
38% (14/37)
1524-1547
45%-54%
1492
c. 50%
1485-1547
64% (290/451)
1519-1538
45%-54%
1502
c. 50%
1485-1545
28% (22/79)
1528-1538
45%-54%
1502
c. 50%
1497-1553
78% (58/75)
1545-1552
45%-54%
1514
c. 50%
1500-1569
43% (30/70)
1538-1569
45%-54%
1517
c. 50%
1503-1575
35% (35/100)
1539-1548
45%-54%
1520
c. 50%
1504-1588
50% (49/99)
1538-1574
50%-65%
1521
c. 50%
1515-1582
14% (9/65)
1561-1582
50%-65%
1532
50%-54%
1527-1598
43% (26/61)
1578-1596
65%-70%
1544
50%-54%
1539-1600
68% (105/153)
1569-1580
65%-70%
1556
50%-54%
Tabla 4: Frecuencias de uso de la variante donde en relativas locativas entre los sujetos de la muestra y promedios de uso en diferentes periodos
Como se puede apreciar en la tabla 4, se trata de la variable más fluctuante en lo que a los perfiles idiolectales se refiere. A diferencia de las anteriores, donde predominan los contemporizadores (creer Ø) o conservadores (deber de), en el presente caso vemos actuaciones de todo tipo, que van de un extremo a otro del espectro variacional. Así, junto a escritores que llevan las realizaciones de la variante adverbial (donde) hasta límites claramente superiores a la media de
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la época en cualquiera de los momentos tomados como referencia4 —el caso de los conquistadores Hernán Cortés (64%) y Pedro Valdivia (78%)—,5 nos encontramos también con otros que se sitúan en el lado opuesto. De este modo, por ejemplo, un coetáneo de Hernán Cortés como el cardenal Gaspar de Ávalos, prefiere claramente las soluciones pronominales —en (el) que/cual— a las adverbiales con donde (28%). De la misma manera, son conservadores para su época El Pinciano (38%), Diego Hurtado de Mendoza (35%), pero, sobre todo, Santa Teresa (14%), la misma que llevaba las elisiones de que con predicados doxásticos hasta proporciones altísimas, como vimos anteriormente. Entre ambos extremos, nos topamos con otros autores que convergen con las tendencias de la época que les tocó vivir, como San Juan de Ávila (43%) y fray Luis de Granada (50%). Y especial atención merece el jesuita José de Acosta (68%), cuyas elevadas realizaciones de la variante adverbial coinciden con su máxima difusión a finales de la centuria.
5.2. Líderes, conservadores e in-betweens De lo visto hasta el momento, se deduce la existencia de diferentes perfiles de variación idiolectal en relación con los fenómenos de variación y cambio lingüístico estudiados, y cuyo resumen aparece en la tabla 5. Como se puede apreciar, una clara mayoría (12 de los 19 escritores) puede calificarse como conservadora, respondiendo así a los patrones de variación característicos de las élites sociales, generalmente más reacias a la aceptación de variantes vernáculas. En el siglo , este es el caso de personalidades como El Pinciano, Gaspar de Ávalos, Diego Hurtado de Mendoza, fray Luis de Granada, Dan Juan de Ávila, Felipe II y José Acosta. Y también en el , como demuestran los ejemplos de Diego de Silva, Quevedo, Luisa de Carvajal, sor María Jesús Ágreda, Felipe IV y Diego de Vargas.
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Como hemos visto más arriba (capítulo 7), las realizaciones de la variable lingüística permanecieron muy estables durante las primeras seis décadas del siglo, no habiendo, pues, grandes diferencias entre los dos periodos tomados como referencia en el presente estudio (final de la adolescencia y momento de escritura de las cartas). También Hernando de Zafra (60%) muestra cifras más elevadas que la media correspondiente al momento en que escribió sus cartas, si bien no disponemos de otros datos para comparar esa media al final del periodo de su juventud.
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Siglo Conservadores
Gaspar de Ávalos
Siglo Diego de Silva
Diego Hurtado de Mendoza
Quevedo
Fray Luis de Granada
Luisa de Carvajal
Felipe II
Sor María Ágreda
José de Acosta
Felipe IV
San Juan de Ávila
Diego de Vargas
El Pinciano In-betweens Líderes
Hernando de Zafra (deber de)
Góngora (deber de)
Santa Teresa (creer Ø)
Lope de Vega (deber de)
Hernán Cortés Pedro de Valdivia
Tabla 5: Perfil variacionista de los sujetos de la muestra en relación con los patrones de cambio lingüístico analizados (NB: Entre paréntesis figuran las variantes vernáculas impulsadas por los catalogados como In-betweens)
Más raros son, por el contrario, los escritores que manifiestan un comportamiento más avanzado que el propio de la época en que vivieron. Y más todavía cuando esa actuación se confirma en todas las variables lingüísticas estudiadas. Sin embargo, es lo que hemos visto a propósito de dos individuos unidos por algunos rasgos comunes, como Hernán Cortés y Pedro de Valdivia, destacados militares y conquistadores de la primera mitad del siglo , y procedentes de una extracción social (baja nobleza) y geográfica (Extremadura) similar. En las tres variables analizadas, ambos abanderan el empleo de las variantes vernáculas en proporciones superiores a las que imperaban al final de su juventud, e incluso, ocasionalmente también en el momento de escribir sus cartas, ya en plena madurez (el caso de Pedro de Valdivia). Entre los dos extremos reseñados se sitúan algunos representantes de lo que algunos sociolingüistas han denominado in-betweens (Eckert 2000; Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003; Nevalainen et al. 2011). En una adaptación parcial de esta categoría,6 en este trabajo llamaremos in-beteewns —a falta de un
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Para los autores mencionados, los informantes in-betweens serían aquellos que se sitúan en una posición intermedia, porque no son ni conservadores ni líderes. Es decir, responden a un perfil que aquí hemos considerado como conformista o convergente con las tendencias imperantes en la época. Nuestra concepción es, pues, algo distinta, ya que prevé la posibilidad de un comportamiento variable en torno a unos y otros fenómenos de variación.
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equivalente español satisfactorio, que, reconocemos, no hemos acertado a encontrar— a aquellos individuos que convergen con las tendencias de variación más comunes en su época en algunos fenómenos, lo cual no les impide situarse, bien en la retaguardia, bien en la avanzadilla de otros. Así, lo hemos comprobado, por ejemplo, a propósito de escritores como Góngora y Lope de Vega (no así Quevedo), quienes muestran realizaciones muy destacadas de la perífrasis verbal deber de + infinitivo, al mismo tiempo que no manifiestan entusiasmo alguno —más bien lo contrario—, por la elisión del nexo en las subordinadas dependientes del verbo creer. Y lo mismo cabe decir de Hernando de Zafra o la propia Santa Teresa de Jesús en el . El caso de esta última es paradigmático: como vimos, la santa abulense tiene en la elisión de que uno de los rasgos estilísticos más singulares, con proporciones de uso que superan ampliamente los característicos tanto en el momento de su juventud como posteriormente, a partir de 1561 (ya con 46 años), cuando comienzan a circular sus cartas. Sin embargo, su comportamiento en torno a las otras dos variantes vernáculas (deber de y donde) es mucho más conservador, con frecuencias de uso claramente por debajo de las coetáneas.
5.3. Entre la estabilidad y la variación en la edad adulta Los datos que hemos reseñado hasta el momento nos proporcionan una imagen estática de la variación idiolectal en torno a determinados fenómenos lingüísticos. Como se recordará, en los cálculos se toman en consideración las proporciones globales de uso de las variantes vernáculas de cada escritor, y se comparan con las detectadas en estudios previos en dos momentos diferentes: a) la incorporación de este a la primera edad adulta; b) el periodo contemporáneo al momento de escritura de las cartas. Ahora bien, ello no nos dice nada acerca de la potencial evolución de los idiolectos en torno a un determinado fenómeno a lo largo de la madurez. Como hemos visto más arriba, según la teoría del cambio generacional, ello no sería posible, lo que se podría aplicar a cualquiera de los perfiles advertidos más arriba, ya sean conservadores, líderes o in-betweens. Sin embargo, los resultados de nuestro estudio revelan un panorama más complejo cuando comparamos las proporciones de las variantes vernáculas en diferentes momentos de la edad adulta. Ciertamente, el patrón de la estabilidad que prevé la teoría del cambio generacional se cumple en una mayoría de escritores. Así, de los 19 miembros de la muestra, la mitad aproximadamente (9) no
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manifiesta diferencias significativas entre los diferentes puntos en que hemos dividido su producción epistolar. Especialmente llamativos son, a este respecto, los ejemplos de Hernando de Zafra, El Pinciano, fray Luis de Granada, Diego Hurtado de Mendoza y Felipe II en el siglo , cuyas proporciones revelan movimientos casi planos en los tres periodos analizados. En el gráfico 3 puede verse con claridad este perfil inmovilista en la producción epistolar de Hurtado de Mendoza.7
Gráfico 3: Evolución de los usos de Diego Hurtado de Mendoza (siglo en diferentes periodos de su producción epistolar
)
Igualmente planos son los perfiles que ofrecen otros representantes del . Por ejemplo, Felipe IV es a esta centuria lo que su abuelo Felipe II fue al : tanto en un caso como en otro las frecuencias de uso de los fenómenos analizados se ‘congelan’ prácticamente a lo largo de las edades adultas de ambos monarcas. Y en parecido sentido cabe hablar de escritores como Góngora, aristócratas como Diego de Silva o representantes del clero como la abadesa sor María Jesús de Ágreda. Sin embargo, el resto de escritores da muestras de variación significativa entre unos periodos y otros, aunque en proporciones diferentes.
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Y lo mismo sucede con las cartas de Hernando de Zafra, El Pinciano y fray Luis de Granada. En algunos de ellos, las diferencias entre los tiempos respectivos son algo mayores, pero no superan el umbral de significación estadística.
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Gráfico 4: Evolución de los usos de Felipe IV (siglo periodos de su producción epistolar
) en diferentes
La mayoría de este grupo produce cambios, a favor o en contra de una determinada variante vernácula a lo largo de los años, pero ofrece patrones de estabilidad en las otras. Este es el caso de algunos representantes de la iglesia en el siglo , como Gaspar de Ávalos, San Juan de Ávila o Santa Teresa. El primero muestra un aumento significativo de las realizaciones de la variante donde en el último periodo de sus cartas (35%) con respecto al anterior (14%) (p. 0,04),8 en el sentido que apunta la evolución de esta variable lingüística a lo largo de esta centuria. Sin embargo, tanto las ocurrencias de creer Ø como las de la perífrasis deber de son prácticamente anecdóticas o inexistentes en ambas etapas. Por otro lado, los tres periodos en que hemos dividido la producción epistolar de San Juan de Ávila permiten advertir un perfil variacional más complejo. Al igual que Gaspar de Ávalos, el asceta abulense parece dejarse atraer por la forma donde, especialmente en el último periodo (1559-1569), en el que duplica esas realizaciones (58%) con respecto a los dos momentos previos —(25%) y (25%) (p. 0,021)—. Por el contrario, las ocurrencias de la perífrasis deber de son mucho más escasas en todo momento (12%, 0%, 3%) y en ningún caso resultan significativas estadísticamente (p. 0,23). Más complejo es, sin embargo, el caso de la variante creer Ø, en la que se aprecia un patrón curvilíneo difícil de interpretar, con diferencias (38%, 11%, 38%) que se sitúan en el umbral de significación (p.
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A partir de aquí, se ofrece la significación estadística obtenida tras la comparación de los promedios mediante una prueba de chi-cuadrado. Tan solo se ha avalado esta cuando el valor p. de las diferencias ha resultado ser igual o inferior a 0.05, límite habitual en las ciencias humanas y sociales.
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0,05) y que quizá reflejen un modelo de age grading (ver cap. 1, § 2.2.3) en la producción del santo español. Por último, Santa Teresa muestra una sólida estabilidad a lo largo de su madurez en las realizaciones de la variante creer Ø (ver gráfico 5), con cifras muy elevadas en todo momento, y prácticamente idénticas en los tres periodos de su producción epistolar (70%, 71%, 70%) (p. 0,81). El mismo patrón plano ofrece respecto a las ocurrencias de donde, solo que esta vez en proporciones particularmente bajas, y a distancia de las más habituales en la época (16%, 13%; p. 0,65).9 Por el contrario, las cifras, igualmente reducidas de la perífrasis deber de, muestran una evolución cada vez más contraria a la variante vernácula por parte de la escritora abulense (18%, 7%; p. 0,024).10
Gráfico 5: Evolución de los usos de Santa Teresa de Jesús (siglo periodos de su producción epistolar
) en diferentes
Similar comportamiento vale para otros tres autores del siglo : los escritores Lope de Vega y Quevedo, y el gobernador de Santa Fe (Nuevo México), Diego de Vargas. El primero de ellos prácticamente duplica las realizaciones de la variante donde en el segundo periodo analizado (63%) con respecto al primero (39%) (p. 0,02). Sin embargo, las diferencias halladas en las otras dos variables son escasas y en ningún caso significativas. En el caso de Quevedo, la evolución favorable a las formas creer Ø (28%, 30%, 56%) se advierte especialmente en la última etapa, si bien en este caso tales diferencias no alcanzan un umbral de significación
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Los datos en esta ocasión se limitan a los dos últimos periodos, dada la inexistencia de ocurrencias de la variable en el primero. De nuevo, en esta ocasión, no disponemos de datos en el primer periodo.
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confiable (p. 0,16). Por el contrario, las diferencias en las otras dos variables son más reducidas y mucho más alejadas de ese umbral. Por último, del gobernador Vargas disponemos de muy pocos datos en el caso de la variable creer, con apenas ocho ocurrencias en total, aunque de estas solo una corresponde a la variante vernácula, lo que revela el alejamiento de una forma que, ya a finales del siglo , debió de verse como estigmatizada y, por lo tanto, claramente en retroceso. Este mismo perfil, solo que esta vez con un volumen de ocurrencias considerablemente mayor (N = 31), se aprecia en relación con la perífrasis deber de, que en las postrimerías de la centuria había perdido ya buena parte de la vitalidad que mostró décadas atrás. En las cartas de Diego de Vargas apenas encontramos una ocurrencia de esta forma (3%), frente a 30 (97%) de la variante no prepositiva. Sin embargo, en este arrinconamiento de las formas vernáculas, Diego de Vargas sí exhibe diferencias significativas en el caso de las relativas. Y así, en el segundo periodo de su producción epistolar (30%), las realizaciones de donde descienden a más de la mitad con respecto al periodo inicial (66%) (p. 0,00). Más avanzado es el caso que revelan otros dos autores, Pedro de Valdivia (siglo ) y Luisa de Carvajal (siglo ). Ambos muestran diferencias significativas entre los periodos en que hemos dividido su producción epistolar con respecto a dos de las variables lingüísticas analizadas. Sin embargo, el perfil sociolingüístico de ambos resulta muy diferente. Así, Luisa de Carvajal y Mendoza, nacida en el seno de una familia noble extremeña, muestra una evolución desfavorable a las variantes vernáculas con el correr de los años: creer Ø (62%, 49%; p. 0,03) y deber de (22%, 10%; p. 0,04). También las ocurrencias de donde disminuyen en el segundo periodo (45%) con respecto al primero (56%), si bien estas son ahora de menor calado y no alcanzan el umbral de significación necesario (p. 0,09). Con todo, es revelador que esta mujer, perteneciente a la nobleza española, muestre siempre un comportamiento conservador con respecto a las formas vernáculas. Todo lo contrario, justamente, de lo que apreciamos en el caso del militar y conquistador, Pedro de Valdivia, también extremeño, aunque oriundo de una familia de hidalgos bastante menos acomodada. Aunque no poseemos prácticamente datos de la variable deber (de),11 lo que nos impide caracterizar su evolución, no ocurre lo mismo con las otras dos. En ambos casos, Valdivia exhibe un incremento significativo en el uso de las formas vernáculas tanto de creer Ø (50%, 83%; p. 0,02) como de donde (47%, 87%; p. 0,00) en los dos periodos en que hemos dividido su producción epistolar.
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Como vimos anteriormente, apenas cuatro ocurrencias en total, aunque de ellas tres corresponden a la forma prepositiva.
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Finalmente, el último grupo es el compuesto por dos autores del siglo : Hernán Cortés y José de Acosta. Al igual que en el caso de Luisa de Carvajal, el jesuita y antropólogo castellano, José de Acosta, exhibe una evolución descendente en el empleo de todas las variantes vernáculas, con amplias diferencias entre los periodos considerados en el análisis. Así ocurre tanto con las formas creer Ø (66%, 31%; p. 0,04) como con la perífrasis deber de (36%, 17%; p. 0,09) y las ocurrencias de donde en las oraciones relativas (83%, 57%; p. 0,00) (gráfico 6).
Gráfico 6: Evolución de los usos de José Acosta (siglo de su producción epistolar
) en diferentes periodos
El caso de Hernán Cortés es, sin embargo, más complejo, como revelan los patrones de estratificación sociolingüística que se advierten en el gráfico 7. En el caso de la variante creer Ø, vemos cómo Cortés se incorpora progresivamente a la difusión de esta forma vernácula que caracteriza las primeras décadas del siglo (6%, 14%, 26%; p. 0.00). Sin embargo, el comportamiento con respecto a las otras dos variables resulta más conservador, especialmente en el caso de la perífrasis deber de: en esta, de un 42% en el primer periodo, pasamos a apenas un 4% en el segundo, con un ligero repunte (13%) en el último, pero a mucha distancia ya de las frecuencias del primer momento (p. 0,04). Finalmente, este perfil curvilíneo se aprecia también con respecto a la variante donde, aunque con frecuencias considerablemente más elevadas para todos los periodos (63%, 70%, 51%; p. 0,04).
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Gráfico 7: Evolución de los usos de Hernán Cortés (siglo en diferentes periodos de su producción epistolar
)
6. Conclusiones Los resultados obtenidos en el presente estudio muestran una nada desdeñable variabilidad entre los perfiles sociolingüísticos de individuos que, por lo demás, pertenecieron a las élites sociales y culturales de los Siglos de Oro en España. A partir de un corpus compuesto por cartas, en su mayoría privadas, escritas por 19 autores diferentes (11 correspondientes al siglo y ocho al ), hemos tenido ocasión de comprobar cómo, en relación con las tendencias de cambio imperantes en cada momento histórico, estos autores se dividen en tres grupos. Una mayoría corresponde a hablantes conservadores, cuyo comportamiento en relación con las variantes vernáculas es siempre receloso, y cuyas realizaciones se sitúan siempre por debajo de la media en cada etapa histórica. Frente a estos se sitúan otros, de naturaleza más conformista y contemporizadora, dada su tendencia a seguir los patrones distribucionales característicos de cada momento. Este último suele corresponder a la etapa en que el hablante accedió a la primera edad adulta, pero no faltan casos en los que tal convergencia se realiza con respecto a los modelos de variación imperantes en el periodo de escritura de las cartas, bien entrada ya la madurez. Por último, encontramos algunos (pocos) individuos que se caracterizan por una actuación innovadora, por su apoyo a las soluciones vernáculas novedosas. Claro que la división anterior no tiene por qué mantenerse en todos los casos y para todas las variables lingüísticas analizadas. Ciertamente, hay autores que
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se sitúan siempre por detrás en las realizaciones vernáculas, y estos conservadores ‘recalcitrantes’ son mayoría en el corpus, como demuestran los ejemplos de Gaspar de Ávalos, Diego Hurtado de Mendoza, fray Luis de Granada, Felipe II y José de Acosta, en el siglo , y nada menos que seis de los ocho representantes del : Diego de Silva y Mendoza, Luisa de Carvajal, Quevedo, sor María Jesús de Ágreda, Felipe IV y Diego de Vargas. Por el contrario, los líderes genuinos de los cambios, aquellos que van siempre un paso por delante de los demás en el impulso a las variantes vernáculas son una clara minoría, y en nuestro caso se reducen a dos representantes del estamento militar, Hernán Cortés y Pedro de Valdivia, ambos procedentes de familias de la nobleza baja y cuya procelosa existencia discurrió en buena parte asociada a la conquista de inmensos territorios en América. Cabe especular con la posibilidad de que esa experiencia, propicia al contacto dialectal y a los procesos de koineización y simplificación, pudiera haber tenido alguna influencia en este perfil sociolingüístico común (Penny 2000b; Tuten 2003; Kerswill 2013), aunque no tengamos pruebas definitivas de que ello fuera así. Ahora bien, entre ambos extremos no faltan los ejemplos de individuos que siguen los patrones de variación característicos de la época o se muestran conservadores en el empleo de determinadas variantes vernáculas, lo que, sin embargo, no impide que estén en la avanzadilla de otros. Estos hablantes (in-betweens) llevan en ocasiones a extremos muy avanzados el empleo de algunas formas vernáculas, como hemos visto que hacía Santa Teresa con las elisiones de que en las subordinadas completivas dependientes de creer, o Góngora y Lope de Vega con las variantes preposicionales de la perífrasis verbal deber + infinitivo, cuyas cifras superan con creces la media de la época. Otro resultado destacado de nuestro estudio, con implicaciones potencialmente relevantes, es que la teoría del cambio generacional, por la cual, una vez superado el umbral de la adolescencia, la gramática interna de los idiolectos se mantiene grosso modo estable durante el resto de la vida de los individuos, no siempre se cumple. Ciertamente, para una mayoría de la muestra este perfil de estabilidad representa la norma, lo que se refleja en patrones distribucionales prácticamente planos o con diferencias escasas entre diferentes momentos, y en ningún caso significativas estadísticamente. Sin embargo, para otros autores las cosas no son de la misma manera. La mayor parte de los integrantes de este segundo grupo exhibe cambios que consideramos leves, porque, si bien las diferencias estadísticas entre cada etapa resultan significativas, estas no son pronunciadas; pero también (y sobre todo) porque afectan a solo una de las variables analizadas, mientras que con las otras su comportamiento es o conservador (en la mayoría de los casos) o conformista.
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A este respecto, hemos visto cómo tanto en el siglo (Gaspar de Ávalos, San Juan de Ávila, Santa Teresa) como en el (Lope de Vega, Quevedo, Diego de Vargas) diversos autores muestran en algún periodo un aumento o una disminución significativa con respecto a otros momentos de su vida en el empleo de las variantes vernáculas. Cuatro de esos seis autores (Gaspar de Ávalos, San Juan de Ávila, Lope de Vega y Diego de Vargas) coinciden en el incremento de la variante donde en las oraciones relativas de lugar, lo cual quizá no sea casual, si tenemos presente que, de las tres variables analizadas, es probablemente aquella de la que existió una menor conciencia social, como se deprende del hecho de ser la menos afectada por condicionantes de tipo extralingüístico. No ocurre así, por el contrario, en el caso de deber de, donde la visibilidad de la preposición ha jugado casi siempre en contra de las posibilidades con que ha contado esta perífrasis, frente a la más simple variante no prepositiva (deber). Ello explicaría que no haya ni un solo ejemplo en este grupo de hablantes que suponga un incremento de las frecuencias de uso de deber de conforme pasan los años; pero sí de lo contrario, como revela el caso de Santa Teresa. Por último, y aunque en franca minoría con respecto a los representantes de los grupos anteriores, no faltan tampoco los ejemplos de evoluciones más avanzadas, que afectan a dos y hasta tres de las variables estudiadas. Esto ocurre, sobre todo, con autores del siglo , como Hernán Cortés, Pedro de Valdivia, José de Acosta, pero también con alguno más aislado del , como Luisa de Carvajal y Mendoza. Estos cambios longitudinales, que se advierten a lo largo de toda la etapa de madurez de los escritores, pueden ser favorables a las variantes vernáculas, pero también claramente contrarios. Esto último sucede, por ejemplo, con la actuación lingüística del jesuita José de Acosta y la aristócrata Luisa de Carvajal, cuyos cambios longitudinales acentuaron el conservadurismo del que siempre hicieron gala, rebajando progresivamente el nivel de empleo de las variantes vernáculas e incrementando, consiguientemente, el de las formas estándares. Frente a estos, se sitúa el conquistador Pedro de Valdivia, siempre dispuesto a apostar por las formas más novedosas. Y entre ambos extremos, tenemos el ejemplo de Hernán Cortés, cuyos cambios a lo largo de la vida favorecieron en algún caso la variante vernácula (creer Ø), pero no en otros (deber de y donde). Por otro lado, de lo visto hasta aquí se desprende que los ejemplos de variación a lo largo de la madurez no son privativos de ninguno de los perfiles sociolingüísticos advertidos. De ahí que contemos con combinaciones diferentes. De un lado se encuentran aquellos idiolectos caracterizados por un comportamiento conservador, reacio al empleo de las formas vernáculas, y que, además, se mantuvieron prácticamente estables a lo largo de su vida (Diego Hurtado de Mendoza, fray Luis de Granada, Felipe II, Diego de Mendoza, sor María de Jesús Ágreda, Felipe IV). Sin embargo, dentro del bando conservador no faltan tampoco los
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escritores que, conforme iban pasando los años, acentuaban al mismo tiempo esas tendencias contrarias a lo vernáculo, con cambios significativos entre unos periodos y otros (José de Acosta y Luisa de Carvajal). Por otro lado, algunos de los in-betweens que hemos visto, aquellos que se caracterizan por impulsar alguna variante vernácula al tiempo que se muestran conservadores o contemporizadores en otras, no siempre lo fueron como consecuencia de cambios longitudinales a lo largo de la vida. Y así, hemos tenido ocasión de comprobar cómo las realizaciones muy elevadas de creer Ø por parte de Santa Teresa acompañaron toda su vida a la religiosa española, sin apenas variaciones entre unos periodos y otros. En conclusión, la identidad sociolingüística de los individuos es el resultado complejo de una amalgama diversa de factores no siempre fáciles de identificar, en especial cuando se refiere a hablantes que vivieron siglos atrás. Sin embargo, los resultados de esta investigación avalan el interés por profundizar en el estudio de la variación idiolectal, empresa en la que tan solo recientemente se ha empezado a implicar la sociolingüística como merece (Tagliamonte y D’Arcy 2007, 2009; Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003; Nevalainen et al. 2011). Por lo demás, un análisis exhaustivo de esa variación tendría que dar cuenta también de los factores que condicionan la gramática interna. ¿Van siempre de la mano los cambios frecuenciales de aquellos que afectan a esa gramática interna? o ¿no necesariamente?, como han visto, por ejemplo, Tagliamonte y D’Arcy 2007. Son preguntas, en todo caso, cuya respuesta nos vemos obligados a aparcar para un estudio futuro.
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DEBER / DEBER DE + INFINITIVO: ENTRE LA TRADICIÓN GRAMATICAL Y LA REALIDAD DEL HABLA
1. Introducción Como hemos visto en los capítulos 2 y 6 de esta monografía, la Real Academia Española establecía ya en su Diccionario de Autoridades (1726-1739) una nítida regla funcional para la diferenciación entre dos construcciones modales que llevaban siglos alternando, con aparente anarquía, en la sintaxis del español: deber y deber de + infinitivo. Para la Academia, solo la última parecía merecer la consideración de construcción perifrástica1 —“se usa tambien algunas veces como auxiliar ù determinante”—, y de ella se establecía su equivalencia con “los adverbios Acaso ù Quizá; y así se dice: Debe de entenderse assi, Debe de hacer frio, Debieron de salir a pelear” (RAE 1990: III, 30-31). Desde entonces, y hasta tiempos recientes, la gramática normativa española ha defendido con brío la necesidad de distinguir formalmente entre esos valores epistémicos, relacionados con la expresión de la probabilidad, la suposición o la conjetura, y otros de carácter deóntico, vinculados a los contenidos de obligación o necesidad, y
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No terciamos aquí en una antigua polémica, acerca esta vez del carácter perifrástico o no de las combinaciones con el verbo deber + infinitivo, dado que la solución a este problema, por destacado que sea desde el punto de vista gramatical, no contradice un ápice la demostrada alternancia que a lo largo de la historia tiene lugar entre las construcciones con preposición y sin preposición. Valga con recordar que, en relación con este tema, se enfrentan gramáticos como Gili Gaya (1970) —quien excluía deber + infinitivo del catálogo de perífrasis— y otros lingüistas que, más recientemente, han avalado su interpretación perifrástica, amparándose para ello en diversos criterios sintácticos (para una revisión de estos, véanse Gómez Torrego 1999; Fernández de Castro 1999, García Fernández 2006, entre otros).
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para los que las autoridades académicas reservaban el mismo verbo deber, pero esta vez sin el auxilio de la preposición. Aunque sin mencionar explícitamente la distinción, el Diccionario de Autoridades definía el verbo deber como: “Estar obligado à pagar, satisfacer y cumplir la deuda, la obligación, el contráto: y à no decir ni hacer lo que no es justo ni decente”. Y un poco más adelante ilustraba estos valores con el siguiente ejemplo, en el que el verbo aparecía directamente acompañado de un infinitivo: “Tú, que todas las cosas, como suprémo Emperadór, debes mirar, à solo Daphne miras”. Los fragmentos (1) y (2), escritos en la misma centuria en que se redactó la obra académica por un emigrante navarro en América, ilustran tal propuesta de diferenciación. Obsérvese cómo en (1), el autor de la carta (Juan Martín de Astiz), originario de Pamplona, se dirige a un vecino de esa misma localidad (Francisco de Lisazoain) para solicitar directrices acerca del destino de una determinada cantidad de dinero, y en particular si esta había de entregarse (por tanto, era preceptivo que fuera así) a la viuda de su hermano. Por el contrario, unas líneas más arriba, el mismo remitente formulaba en (2) una conjetura (“así debía de combenir”) para explicar la razón de que ese mismo dinero no hubiera llegado ya a su destino: (1)
Sobre cuio punto se ha de serbir v.m. de darme su dictamen en primera ocasión, si en llegando dichos quinientos pesos de la Abana [...] si el líquido de los citados quinientos pesos se deberán entregar a la viuda de dicho mi ermano o la forma que mejor le parezca a v.m. para su distribución (Una visión de la América del ਘਖਉਉਉ, 1748).
(2)
[...] y están detenidos en La Habana por desgracia de la guerra, como v.m. saue, no logró el que llegaran a su poder para disfrutarlos, que así debía de combenir (Una visión de la América del ਘਖਉਉਉ, 1748).
Ahora bien, pese a la insistencia en estas prescripciones, en los últimos tiempos, aunque también de forma más aislada en los siglos previos, se ha insistido en la idea de que la regla que nos ocupa es uno de los ejemplos más palmarios de distancia entre lo que afirman las autoridades académicas, por un lado, y el uso real, por otro. Lo cierto es que los empleos “anómalos” entre ambas perífrasis, esto es, deber + infinitivo para lo epistémico, como en (3) y (4), y deber de para lo deóntico, como en (5) y (6), se han documentado a lo largo de toda la historia de la lengua, tanto en textos escritos (Yllera 1980; Hernández Alonso 1984; Fernández de Castro 1999; Balasch 2008, 2012; capítulos 2 y 6), como en corpus orales contemporáneos (Valádez 1969; Gómez Manzano 1992; Troya 1998; Samper et al. 1998-1999; Fairclough 2000; Galué et al. 2004; Gómez Molina 2009; Blas Arroyo 2010, 2011):
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(3)
[...] ya estoy cansado ansi de le esperar como de escribir pareseme que de deve ser tan flojo que no es para pasar aca o que es tan bisiozo que no se le da coza alguna por sus padres (Cartas de particulares en Indias, 1572).
(4)
Y: entonces la— los párvulos sí que acuerdo [...] debíamos ser lo menos cincuenta o sesenta en aquella clase de párvulos (MCSCS 18, 2001).
(5)
[...] y paréceme ques carta que todos los del Consejo la debrían de ver (En el nombre del hijo, 1524).
(6)
[...] si tú tienes un hijo con otra persona y trabajan las dos personas, pienso que deben de cuidar los dos, la pareja, de su hijo ¿no? (MCSCS 129, 2001).
Para muchos, estas “confusiones” son la consecuencia del desconocimiento de gran parte de los usuarios de la lengua acerca de una norma que, pese a todo, tiene un notable valor funcional. Ello, por no hablar de otros factores sociocognitivos, como la mayor tendencia a estigmatizar aquellas construcciones en las que interviene la preposición, debido a su mayor visibilidad,2 o al mismo atentado contra la economía del lenguaje que supone su empleo. Para otros, sin embargo, tal confusión no existe en realidad, ya que no se puede confundir algo que en la práctica nunca se ha diferenciado. Así, en palabras de Demonte (2001: 93): “intentar establecer valores normativos sobre una confusión que arranca de ocho siglos atrás y que parece mantener la perífrasis con de solo por la presión de la escuela puede llegar a ser una empresa imposible”. En definitiva, las opiniones sobre este fenómeno de variabilidad sintáctica han oscilado en la normativa española entre estos dos extremos, aparentemente irreconciliables. Ahora bien, ¿qué hay de cierto en cada una de ellas? Y sobre todo ¿agotan por sí solas el debate en torno a esta cuestión sintáctica? A nuestro modo de ver, la polémica en torno a los usos de ambas perífrasis parte de presupuestos erróneos, ya que ambas construcciones ciertamente no se han hallado nunca en el uso real en distribución complementaria, como querían la Academia y sus seguidores, pero tampoco exactamente en variación libre, como han postulado sus críticos. En la práctica, diversos factores explican, por un lado, el carácter siempre minoritario de deber de con respecto a su “rival”, pero, por otro, también, la existencia a lo largo del tiempo de ciertas regularidades en la distribución de la variante prepositiva.
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Un hecho que explicaría también otros fenómenos sintácticos similares, como la estigmatización de la preposición de en las variantes (de)queístas.
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Para profundizar en esta hipótesis, en las páginas siguientes realizamos un doble estudio. En primer lugar, llevamos a cabo un repaso exhaustivo de la tradición gramatical española entre los siglos y la actualidad, con el fin de comprobar cómo ha evolucionado el discurso normativo en torno a este fenómeno de variabilidad. Comprobaremos, por ejemplo, cómo en los primeros siglos las referencias a este hecho son escasas, aunque las pocas disponibles ponen en duda la distinción funcional. Por el contrario, la nítida separación entre los valores de ambas perífrasis se acentúa tras la intervención de la RAE, especialmente a partir del siglo , cuando menudean las censuras hacia los “infractores”. Con todo, no faltan tampoco en este tiempo las críticas a este afán diferenciador, aunque estas se acentuarán sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo . Como complemento a este análisis normativo, a continuación contrastaremos estas ideas con los datos empíricos obtenidos en diversos estudios variacionistas que hemos llevado a cabo recientemente en distintos cortes temporales del español, a partir de corpus orales (Blas Arroyo 2010, 2011) y escritos (ver capítulos 2 y 6). Como veremos, de este análisis se desprenden algunos hechos relevantes y, en ocasiones, aparentemente contradictorios. Por un lado, nos encontramos con que la vieja oposición modal epistémico-deóntica actúa en buena parte de la historia del español, si bien en un sentido algo diferente al previsto. Lejos de influir en el uso, parece que sea la propia Real Academia quien se deje arrastrar en sus prescripciones por empleos fuertemente asentados en el español clásico, sin que ello signifique —y aquí reside uno de los errores de las aproximaciones meramente descriptivas— que las dos perífrasis no puedan ser —como de hecho son— perfectamente intercambiables en el discurso; o lo que es lo mismo, sin que ello impida la consideración de la alternancia como un caso prototípico de variable sintáctica, en cuyo análisis debe acudirse al contexto variable como un todo, y mediante el concurso de las herramientas metodológicas adecuadas. Como hemos comprobado, este análisis variacionista demuestra que, junto a la oposición semántica epistémico-deóntica, existen otros factores que han contribuido a moldear la distribución de las variantes a lo largo de la historia, algunos de los cuales se han mantenido, además, con notable persistencia en el tiempo.
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2. Deber y deber de en el periodo clásico3 Lo primero que cabe destacar en esta etapa es que, a diferencia de lo que sucede a partir del , y especialmente tras la actuación de la Real Academia Española en el Diccionario de Autoridades (1726-1739), en el periodo clásico no parece existir una clara conciencia acerca de este fenómeno de variación y de los posibles factores que pudieran estar detrás de él. Aunque algunos autores dan cuenta en sus trabajos de la existencia de variación en el seno de los verbos auxiliares que participan en las perífrasis modales (deber, haber, tener), poco o nada se dice a propósito del fenómeno que nos ocupa. Así, en algunos diccionarios bilingües, como el Dictionarium ex hispaniense in latinum sermonen de Nebrija (1495?), el gramático sevillano establece la equivalencia entre deber y haber en la entrada correspondiente a este último verbo (“aver o dever, debeo, es, habeo, es”). Lo mismo ocurre unos años más tarde en el Vocabulista aráuigo en lengua castellana de fray Pedro de Alcalá, publicado en 1505, donde el clérigo español muestra asimismo el paralelismo de sentidos entre ambas formas verbales y las correspondientes traducciones al árabe (“auer o deuer, mááy, quinmááy, mááq”). Sin embargo, no hay ejemplos en ninguna de las dos obras acerca del uso de ambos verbos seguidos de infinitivo. No es el caso, sin embargo, del Dictionario español (1636) del francés Pierre Seguin, quien en la entrada correspondiente al vocablo deber establece la equivalencia con el francés deuoir, que ilustra con un ejemplo perifrástico en el que coinciden las gramáticas de ambas lenguas (“deuer, debuoir, ou deuoir; deuo, dois; io deuo hazer, ie doits fer”). Aunque no mucho más informativas, algo más interesantes resultan los datos que proporcionan algunas gramáticas de la época, especialmente a cargo de diversos autores extranjeros, cuyos textos estaban destinados a la enseñanza del español en diferentes países europeos. Así, en su influyente Institvtiones in lingvam hispanicam ad modvm faciles, qvales ante hac nunquam visae (1614), Henrich Doergangk señala la equivalencia entre la perífrasis latina debere + infinitivo y las correspondientes del castellano, no solo con deber, sino también con haber y tener.4 Y por lo que se refiere al primero, parece establecer una equiparación semántica entre sus combinaciones directas con infinitivo y aquellas en las que media la preposición de. De este modo, los casos que ilustran deber de incluyen
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Sobre la historia evolutiva de estas variantes en el tránsito entre el latín y el castellano medieval, remitimos al capítulo 2, § 2. En su Tesoro de la lengua castellana o española (1611), el lexicógrafo español Sebastián de Covarrubias, se limita a destacar el étimo latino y los sentidos que de este se derivan “tener que cumplir una deuda, o obligación” (1611: 314). Nada se dice, sin embargo, acerca de posibles usos perifrásticos o de su potencial equivalencia con otras perífrasis.
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tanto valores epistémicos (“deue de ser ahi”) como otros decididamente deónticos (“los subditos deuen de dar obediencia y tributo al rey”), aunque tampoco falten algunos más ambiguos fuera de todo contexto (“deue de dezir la verdad”). A continuación, Doergangk apunta que deber se puede construir directamente con infinitivo, sin mediación de la preposición, lo que, a su juicio, viene avalado por “fecundum exempla que apud bonos ingenies autores”. Aun así, hay que llamar la atención sobre el hecho de que los dos ejemplos que se añaden tienen únicamente sentido obligativo (“tanto mayor deue ser su agradecimiento y humildad para con Dios”, “cuyos ejemplos deue vn buen rey aborrecer por ser tan abominables”). Tanto la gramática castellana de Doergangk como otras escritas en la época por diversos autores extranjeros siguieron el modelo de la Grammaire espagnolle expliquée en Francois (1597) de César Oudin, en la que encontramos también algunas observaciones prometedoras para nuestro objeto de estudio. Así, al referirse a la preposición de, Oudin destaca lo siguiente: [...] I ay mis au premier rank cette particule de, de laquelle ie diray en passant qu’elle est tres commune parmi les espagnols qu’elle se trouve devant tous les infinitifs apres ces verbes: deue, tiene, ha, comme, deue de ser allí, deue de dezir la verdad, tiene de hazer, ha de llamar, haura de llorar, amd autres infinitives.
Como puede apreciase, dos de los ejemplos de Doergangk proceden directamente de la Grammaire de Oudin, y en ellos parece asentarse la hipótesis que apuntábamos más arriba acerca de su empleo tanto con valores obligativos como conjeturales, al menos por lo que a la perífrasis con preposición se refiere. De hecho, aunque el ejemplo de “deue de dezir la verdad” resulta ambiguo, en otro pasaje de la Grammaire se aporta un claro enunciado deóntico: “los soldados deben de dar obediencia a su capitán”, cuya traducción al francés no incluye, obviamente, la preposición: “les soldats doivent obeir”. Aunque las referencias explícitas a este caso de variación son, como vemos, escasas, otros pasajes de esos textos nos proporcionan a veces informaciones indirectas relevantes. No carecen de interés, por ejemplo, los usos que realizan de estas perífrasis algunos gramáticos ingleses, como Richard Stepney, quien en su The Spanish School-Master (1591) sugería que cierta obra “deuia de ser mas estimada i de lleuar mayor auctoridad i grandeza” (las cursivas son nuestras), haciendo uso de la perífrasis prepositiva con un claro valor obligativo. Claro que ante esta aparente “equivalencia” alguien podría objetar la existencia de un dominio incompleto de la gramática castellana por parte de un autor que, al fin y al cabo, no poseía un conocimiento nativo de esta lengua. Algo que, de seguir con este razonamiento, no ocurriría con gramáticos españoles, en buena lógica
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mucho mejor conocedores de su lengua. Así, al abordar ciertos verbos que en el español clásico realizan síncopa en algunos tiempos, Correas (1626) recuerda el caso de deber (debria), del que indica su sentido (“por tener obligazion”), junto a un ejemplo representativo “debria ya bastar con él”. Como contrapartida, en otro momento, ese mismo verbo auxiliar se emplea con preposición con un valor conjetural, próximo, pues, a los usos defendidos un siglo más tarde por la Real Academia Española. De este modo, al explicar el sentido aproximativo del verbo haber en algunos contextos impersonales, Correas realiza un comentario en el que se aprecia claramente el valor epistémico de la perífrasis con deber de que aquí nos ocupa: [...] Desta manera se dirá, por las demás personas terzeras: habrá un año, habrá diez años; esta persona habla como de tiempo presente, i no determina, con zerteza, como debe de haber poco más o menos (la cursiva es nuestra).
Ahora bien, tampoco faltan citas en la obra de este gramático en las que la variante prepositiva aparece adornada con valores obligativos, similares a los que advertíamos en el texto de Stepney. Por ejemplo, al describir algunos triptongos del castellano, Correas señala que “la de en medio [se refiere a la vocal] debe de ser una de las tres mayores, a, e, o, i tener allí el señorío del Triptongo, i mas voz”. En resumen, de los datos reseñados hasta el momento parece derivarse que, al menos en los siglos y , no existe una conciencia clara acerca de la potencial diferenciación semántica y funcional entre las dos perífrasis. Ni deber + infinitivo es la forma exclusiva de los contenidos deónticos, ni deber de parece serlo tampoco de los epistémicos. ¿Cambia este panorama en las dos centurias siguientes y, en especial, a partir de la intervención normativizadora de la Real Academia? ¿Qué criterios y actitudes adoptan gramáticos y lexicógrafos ante un hecho de variación que, no por regulado, deja de ofrecer continuas muestras de “confusión”? Y por último, aunque no por ello menos relevante: ¿han seguido los usuarios de la lengua mayoritariamente estas prescripciones?
3. Los siglos
y
: una historia de ‘distinciones’ y censuras
En la bibliografía lingüística es corriente remontar la norma acerca del uso de las dos perífrasis a la publicación del Diccionario de Autoridades (1726-1739) por parte de la Real Academia Española. En todo caso, y como recuerda Fernández de Castro (1999: 1973), el Diccionario de Autoridades no señalaba explícitamente la distinción modal, si bien introducía algunos ejemplos en los que esta parecía inferirse claramente:
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[...] Se usa también algunas veces como verbo auxiliar u determinante, y equivale a los adverbios Acaso u Quizá: y assí se dice Debe de entenderse assí, Debe de hacer frío, Debieron de salir a pelear.
Ahora bien, obsérvese cómo en la entrada no se alude explícitamente a la preposición, aparte del hecho de que, fuera de todo contexto, al menos dos de los tres ejemplos resultan ambiguos (“debieron de salir a pelear” y “debe de entenderse assí”), ya que podrían tener también una lectura deóntica. En la práctica, no sería hasta la edición de 1791 del Diccionario académico cuando se haría explícita la necesidad de emplear la preposición para los contenidos conjeturales: “Se usa con la partícula de para indicar la persuasión que alguno está por los antecedentes que tiene de que ha sucedido, sucede, o está por suceder alguna cosa”. A partir de este momento, y hasta tiempos muy recientes, la Academia apenas ha variado su redacción acerca de esta regla en las diferentes ediciones del Diccionario, llegando a repetir incluso los mismos ejemplos —ambiguos en algunos casos, como hemos visto— que se utilizaron la primera vez. Solo tan recientemente como 1983 (20.ª edición) cambiará esa redacción, aunque para remarcar la misma diferenciación funcional y semántica, en la que, sin embargo, se deja ya solo el ejemplo más claramente epistémico: “Se usa con la partícula de más un infinitivo para denotar la posibilidad o probabilidad de un hecho. Ej.: ‘Debe de hacer frío’”. Ahora bien, no deja de ser significativo que, a partir de ese momento y hasta fechas muy cercanas en el tiempo, en las nuevas reimpresiones del Diccionario, se ha producido un verdadero ir y venir de entradas que rescatan ejemplos y definiciones previas, enmendando las inmediatamente anteriores.5 Fueran o no claros los preceptos del Diccionario de Autoridades, lo cierto es que, incluso antes de que la Real Academia hiciera explícito el criterio de distinguir los valores probabilísticos y obligativos mediante el empleo o no de la preposición, ya otros autores de la época se hacían eco de algunas de estas reglas. Así, Benito Martínez Gómez, en su Gramática de la lengua castellana reducida a breves reglas (1769), insistía en el valor conjetural de deber de, con dos ejemplos cuyas paráfrasis no dejaban lugar a dudas: “Debe de estar allí (Parece que está allí); Debe de haber estado en Roma (Parece que ha estado en Roma)”. Bien es verdad que nada añadía acerca de los usos sin preposición, sugiriendo quizá con ello el valor no auxiliar de las construcciones directas con el infinitivo. Quien sí lo hacía, sin embargo, era Terreros y Pando (1768-1788), quien en su Diccionario
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Así, en 1984 la Academia recupera la definición y ejemplos de las ediciones anteriores a 1983, pero cinco años más tarde vuelve a los de esta última, para regresar de nuevo a los antiguos en 1992.
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castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en tres lenguas, francesa, latina e italiana dedicaba dos entradas a deber, una para los valores en los que el verbo seguido de infinitivo expresa la necesidad de que ocurran las cosas (“todos debemos morir”), y otra para la conveniencia de que se hagan de un modo determinado (“usted debe entender eso)”. Sin embargo, y a diferencia de Martínez Gómez, esta vez el silencio se imponía acerca de estas mismas combinaciones con el auxilio de la preposición. Con todo, será ya en el siglo cuando se despierte entre gramáticos y lexicógrafos una verdadera conciencia lingüística acerca de la oposición entre las dos construcciones, acompañada de frecuentes admoniciones normativas en las que se censuran unas “confusiones” que, a juzgar por la insistencia de aquellas, debían de ser frecuentes. Los ejemplos se multiplican, aunque aquí, y por razones de espacio, solo reseñaremos algunos de los más significativos. Entre estos figuran las opiniones de Andrés Bello (1847), con ejemplos que remiten al español clásico: “Empléase a menudo el verbo deber como auxiliar en formas compuestas...: ‘Poco menos de un cuarto de legua debíamos de haber andado’, dice Cervantes: esto es, habíamos de haber andado, discurro qua habíamos andado”. Y a continuación subraya que “la ausencia o presencia de la preposición hace variar mucho el sentido: ‘Él debe de pensar que le engañan’, significa ‘es probable que piense’; ‘Debéis pensar en lo que os importa, i no perder el tiempo en frivolidades’, quiere decir que vuestra obligacion es hacerlo así”.
Asimismo, el lingüista venezolano destaca también la idea que abordamos en el capítulo 3, según la cual deber (de) entra en alternancia con otras perífrasis modales, como haber de, y no solo en los usos obligativos, sino también en los epistémicos. En relación con estos últimos, por ejemplo, Bello indica que deber de es equivalente a haber de en algunos tiempos verbales, ya que “como envuelven una relación de posterioridad son susceptibles de sentido metafórico en que con esta relación se da un tono raciocinativo o conjetural a la sentencia” (1988: 170). Así, el ejemplo propuesto para haber de (“Él hubo de estar entonces ausente”) bien podría parafrasearse por la perífrasis prepositiva con deber (“El debió de estar entonces ausente”). Otro autor que establece esta equivalencia con deber de en similares términos es Vicente Salvá. Así, al referirse en su Gramática de la lengua castellana según ahora se habla (1852) a los usos auxiliares de haber de, el gramático valenciano señalaba:
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[...] El preterito absoluto de este verbo, rigiendo a otro en infinitivo por medio de la preposicion de, equivale a los determinantes deber de, ó ser regular que: Hubo de propagarse en aquel tiempo la ilustracion, es decir, reqularmente se propagaria” (Salvá 1852: 206).
Como apuntábamos más arriba, el frecuente desfase entre las recomendaciones normativas y el uso real llevó a no pocos puristas a censurar las “confusiones” en sus escritos. En ocasiones, como en la siguiente cita de Alcalá Galiano, se utilizaban las palabras más duras para denunciar un supuesto galicismo que llevaba a los “corruptores” del idioma a emplear deber sin preposición para la expresión de la conjetura: Il a dû arriver aujourd’hui se dice en francés para expresar la probable llegada de un hombre en un día dado. Ha debido llegar hoy es como dicen los escritores galicistas nuestros contemporáneos traduciendo palabra por palabra. Y en haciéndolo así pierde uno de sus primores nuestra lengua [...] Todo esto desaparece diciendo ha debido llegar esta mañana, como hoy estilan decir los corruptores del idioma (citado en Baralt 1855: 612-613).
Por su parte, la Real Academia Española reprobaba también como “viciosa” la inserción de la preposición de en contextos no epistémicos a partir de la edición de la Gramática de 1870. Y anteriormente el propio Salvá, al que nos referíamos más arriba, añadía su particular grano de arena a estas denuncias, criticando a aquellos lingüistas que, como Martínez de Noboa, habían avalado la equivalencia entre las dos perífrasis con deber. Efectivamente, aunque poco representativos en el discurso normativo decimonónico, Martínez de Noboa pertenece a una pequeña nómina de autores que postula sin ambages la equiparación entre deber y deber de + infinitivo. De hecho, en la conjugación de este verbo, que incluye en su Nueva gramática de la lengua castellana según los principios de la filosofía gramatical (1839), Martínez de Noboa apostilla en nota a pie de página que “También se usa este verbo sin la partícula de, v. gr. ‘Debo partir, quedando el mismo sentido’” (1839: 129; la cursiva es nuestra). Y en otro momento, al referirse a las preposiciones, establece una oposición entre aquellas que se pueden insertar o no (aparentemente, pues, a voluntad), y otras que nunca pueden prescindir de ella: La preposicion de (i tal vez alguna otra) en ciertos verbos es indiferente suprimirla o no. v. g. ‘dignarse aceptar o de aceptar un obsequio; deber hacer o de hacer una cosa, pero hai otros en que nunca se suprime, v. g. acaba de llegar’ (la cursiva es nuestra).
Más tarde, un observador siempre agudo, como Rufino José Cuervo (18861893), recordaba también que, por analogía con otras perífrasis obligativas,
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deber admitió desde siempre las preposiciones a o de, aunque a partir del siglo preferentemente la segunda de ellas. Y concluía con una hipótesis acerca de cuál pudo ser el proceso de gramaticalización experimentado por la perífrasis prepositiva: “arraigado el uso de deber de en el sentido de haber de para indicar necesidad, se extendió la analogía a los casos en que éste denota inducción, conjetura, duda” (Cuervo 1994: 808). De ser ello cierto, deber de habría comenzado, pues, con la expresión de valores deónticos, y solo más tarde habría extendido su uso para cubrir el campo de lo probable, justo como había ocurrido con haber de.6 Pese a ello, el lingüista colombiano era firme partidario de mantener las distinciones normativas que se habían difundido desde la Península, por su innegable valor funcional: Los gramáticos asientan la diferencia entre “Juan debe estar agradecido” (tiene obligación) y “Juan debe de estar agradecido” (es probable que esté). Aunque el uso no siempre ha observado esta delicadeza, que no se funda por otra parte en el valor de los términos, es patente la tendencia á distinguir las dos construcciones, y se debe sin duda contribuir á apoyarla en el sentido en que lo dicen los preceptistas. El lenguaje, con discreta economía, diferencia las construcciones dobles, ó arrumba por inútil alguna de ellas (Cuervo 1994: 807-808).
Tenía razón Cuervo cuando apuntaba que el uso no siempre había respetado estas sutilezas, aunque probablemente se quedaba corto a juzgar por las “confusiones” en que incurrían los propios gramáticos y lexicógrafos en sus obras. A este respecto, es revelador que los valores obligativos inherentes a tantas normas y prescripciones como pueblan gramáticas y diccionarios lleven aparejados, en no pocos casos, el uso de la preposición. Ciertamente, no es extraño encontrar numerosos casos de este tipo de “confusiones” en autores que, como Martínez Noboa, aceptaban la equivalencia entre las dos construcciones verbales (v. gr. “la tilde deberá de ir en algunas palabras...”). Sin embargo, lo es menos en aquellos que han hecho bandera de la diferenciación. Valgan como ilustración de lo que decimos los siguientes ejemplos, extraídos de la Gramática razonada de la lengua española de Salleras (1876), y en los que hallamos muestras de todas las combinaciones posibles: a) usos de deber de con valor deóntico “el sujeto Juan [en ‘Juan da limosna a los pobres], dando el objeto limosna, debe de producir una utilidad a los pobres, luego pobres es el complemento mediato”;
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Para una interpretación contemporánea acerca de las razones por las que deber seleccionó la preposición de en una nueva estructura con la que no parecía establecer límites significativos, véase Martínez Díaz y Vila Pujol (2012).
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b) empleos de deber sin preposición para expresar la suposición: “es de suponer que los adjetivos destinados á expresar las cualidades accidentes mas comunes y en que primero debió fijarse la atencion del hombre por el mayor interes que pudieron ofrecerle...”; c) ejemplos que se ajustan a la norma académica, como este uso canónico de la variante prepositiva: “mas lejos de ser asi, el lenguaje de Adan y Eva debió de tener mas de especifico é instintivo que de individual y reflexivo”.
4. Los siglos
y
: ¿diferenciación o equivalencia?
A partir del siglo , pero especialmente durante su segunda mitad y los comienzos de la presente centuria, han venido compitiendo diversas actitudes hacia este fenómeno de variación entre los gramáticos y demás instancias normativas preocupadas por la “salud” del idioma. Por un lado, se encuentra la de aquellos que apuestan por mantener la distinción funcional entre las dos perífrasis, y censuran en mayor o menor medida los usos indiferenciados. En cabeza de este sector ha estado, como es lógico, la Real Academia, quien tanto en la Gramática de 1931, como en no pocas ediciones del Diccionario ha considerado “viciosa la interposición de la preposición de” con valores no epistémicos. En 1973, el Esbozo académico reconocía la confusión entre las dos construcciones, tanto en el uso corriente actual como en épocas pasadas, pero seguía apostando por conservar la oposición. Una recomendación que ha sido asumida por otras instituciones normativizadoras, como los modernos manuales de estilo —El País, ABC, Telemadrid, TVE, Agencia EFE, Ministerio para las Administraciones Públicas, etc.— que tratan sin excepción este fenómeno dentro de los capítulos dedicados a comentar y censurar los errores y usos anómalos más comunes en el empleo de la lengua española, sobre todo en el ámbito de los medios de comunicación. Así, tanto en radio como en televisión o prensa escrita no es extraño ver a profesores y lingüistas lanzando sus dardos a los profesionales del periodismo, como este de Lázaro Carreter (1997: 563), en el que criticaba a “esa pléyade de locutores para quienes es lo mismo debe ir solo que debe de ir solo”.7 Más recientemente, en la Nueva gramática de la lengua española, las Academias de la lengua española (2009) han sido más flexibles y aceptan la existencia de numerosas excepciones a esta regla general, de tal manera que el uso de deber 7
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Véanse en el mismo sentido, favorable a mantener la distinción funcional entre las dos perífrasis, los trabajos de Rafael Seco (1967: 172-173); Manuel Seco (1986: 136); Martínez de Souza (1996: 183); Arroyo y Garrido (1997: 100); Cascón (1999); Celdrán (2006); Aleza (2011: 90), entre otros.
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+ infinitivo para expresar conjetura se encuentra hoy “sumamente extendido, incluso entre escritores de prestigio” y también “en textos antiguos”. Por su parte, deber de + infinitivo con valor obligativo se documenta asimismo en obras “clásicas y contemporáneas”, pese a lo cual en este caso se “recomienda” no emplear la preposición. La diferente actitud hacia estas dos “confusiones” aparece también en el Diccionario Panhispánico de Dudas, el cual marca los ejemplos prepositivos con valor deóntico con el signo que caracteriza a las formas incorrectas y poco aconsejables. Por el contrario, los enunciados sin preposición con sentido conjetural se consideran ya aceptables a partir de la publicación de esta obra en 2005 (Aleza 2011: 90).8 Gómez Torrego (1989, 1999) ha terciado también en diversas ocasiones en torno a esta cuestión que, a su juicio, viene en buena parte derivada del hecho de que “pocos hablantes conocen la diferencia entre estas dos construcciones perifrásticas, por lo que suelen emplearlas indistintamente”, pese a lo cual invita a “hacer un esfuerzo para mantener esta diferencia, pues así se evitará incurrir en posibles ambigüedades”. Aun así, un poco más adelante este mismo autor matiza que “en la lengua oral (¡nunca en la escrita!) se puede permitir la omisión de la preposición de en los casos de posibilidad. No se justifica, por el contrario, intercalar de en los casos de obligación” (1989: 188-189; la cursiva es nuestra). Como podemos ver por estas y otras citas similares (Alcina y Blecua 1991; Slager 2004), incluso quienes abogan por mantener nítida la distinción como un recurso funcional óptimo para deshacer ambigüedades, reconocen la frecuente confusión que se produce en el habla. Pese a ello, en las últimas décadas se han sumado al debate diversos autores que niegan la mayor, esto es, que las dos perífrasis hayan tenido un valor distinto para los hablantes en ningún momento de la historia del español. Recordábamos al principio el estudio de Yllera (1980), quien sostenía esta tesis ya para un periodo tan remoto como el castellano medieval, una opinión compartida también por Hernández (1984: 386-387). Del mismo modo, Díez de Revenga e Igualada (1989-1990: 125) consideran que la especialización de deber de + infinitivo con el significado de probabilidad no tiene sentido desde el punto de vista diacrónico, pues “debere era capaz de expresar en latín un significado de futuro potencial tan alejado del valor de obligación como próximo al de probabilidad”. Para el periodo clásico, Corominas y Pascual (1991: 429) insisten también en esta idea de artificialidad de la distinción
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En esto, el DPD parece seguir el criterio de otro conocido diccionario del mismo tipo a cargo de Manuel Seco. En su edición de 1997 (s.v. deber), este autor veía “recomendable” la distinción, aunque “también se considera, en la práctica, admisible el uso de deber con el sentido de probabilidad; se considera vulgar, en cambio, el uso de deber de con el sentido de obligación (la cursiva es nuestra).
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al subrayar que: “La construction deber de, que se halla también en el portugués antiguo, en el Siglo de Oro denota indiferentemente obligación o bien deducción o conjetura” (la cursiva es nuestra). Y en el mismo sentido, Alarcos (1994: 264) destaca que los usos de las dos perífrasis “nunca han estado bien diferenciados”. A partir de argumentos como los anteriores, Fernández de Castro (1999: 175) se pregunta: “¿tiene sentido hablar de ‘confusión’ entre dos cosas que en realidad nunca han sido distintas?”. Una pregunta de contenido más bien retórico, pues, un poco más adelante, este autor resume la larga tradición en torno a esta polémica como la “historia ‘externa’ de una frustración, la de pretender distinguir algo que los hablantes apenas quisieron —ni quieren— expresar diferenciadamente”. Y concluye con una cita que nos parece clave para la resolución de este problema y que, de ser cierta, explicaría ese “fracaso”: “Hay razones ‘internas’ por las que el español se negó siempre a aprovechar la oportunidad que le brindaban los gramáticos de popularizar la tantas veces sutilísima distinción entre lo epistémico y lo dinámico” (p. 176). Aunque Fernández de Castro (1999) no es muy explícito al respecto de estas razones “internas”, lo cierto es que en los últimos años diversos autores han puesto a prueba estas hipótesis a partir de la investigación empírica sobre corpus orales extraídos de diversas comunidades de habla del mundo hispánico. En estos trabajos, además de comprobar la preeminencia casi total de la perífrasis sin preposición sobre la variante prepositiva, los investigadores han coincidido en que las prescripciones normativas no se cumplen prácticamente en ningún lugar, ya que tanto una como otra perífrasis sirven para la expresión de contenidos deónticos y epistémicos. Asimismo, algunos de estos autores en busca de otros potenciales factores que expliquen la variación han concluido que nos enfrentamos ante un hecho difícilmente justificable cuando no, ante un ejemplo notorio de variación libre. Así, en un estudio contrastivo entre estas perífrasis y sus equivalentes en holandés, Maeseneer (1998) reconoce ser “consciente de que a veces las preferencias por una u otra construcción no siempre se pueden explicar y/o dependen del idiolecto”. De ahí que “sería útil encontrar alguna orientación al respecto en las obras que tratan las perífrasis [aunque] desafortunadamente todavía no he estudiado el tema en el corpus del que dispongo”. Por su parte, Gómez Manzano (1992: 162), en su estudio sobre el habla culta de Madrid, sostiene que “el análisis de estos casos no nos ha permitido descubrir ninguna razón o norma para saber cuándo es más frecuente el uso con preposición o sin ella. Hay un claro predominio de los casos sin preposición, pero podemos hablar de variación libre en cuanto al empleo de una u otra, ya sea para expresar la obligatoriedad ya sea para expresar la hipótesis o probabilidad” (las cursivas son nuestras). Y a partir de estos y otros datos similares, Demonte (2001: 93) concluye que “es evidente que estamos ante un caso canónico de variación, de opción libre del hablante
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entre dos formas para expresar un mismo significado” (la cursiva es nuestra). Ahora bien, ¿es ello cierto? ¿Es la alternancia entre nuestras dos perífrasis un caso de variación libre, en el que los hablantes —incluidos algunos gramáticos— utilizan indistintamente cualquiera de las dos variantes, sin distinción aparente entre ambas? Antes de responder a esta pregunta, veamos qué se ha dicho en la tradición gramatical española acerca de otros posibles factores condicionantes al margen de la sempiterna oposición modal epistémico-deóntica.
5. ¿Otros factores para la diferenciación? A pesar del peso abusivo de esta diferenciación semántica en el debate sobre los usos de deber / deber de + infinitivo, no sería del todo justo afirmar que en esta tradición no se han puesto nunca de relieve otros condicionamientos estructurales (y no estructurales) para explicar el fenómeno de variación que nos ocupa. Entre estos se encuentran, por ejemplo, las diferencias entre los registros oral y escrito, la incidencia de diversos niveles de lengua (popular, culta),9 la potencial influencia de otras lenguas,10 las diferencias socioculturales (las confusiones serían mayores en los sociolectos bajos y medios11 que en los altos), las divergencias dialectales entre el español de América, (en cuyas variedades, y salvo excepciones, deber de aparece todavía más debilitado), y el español peninsular, donde en los últimos tiempos parece estar produciéndose un cierto renacer de la forma prepositiva, etc. Con todo, muchas de estas referencias resultan meramente intuitivas y poco sistemáticas, especialmente aquellas que afectan a factores de orden lingüístico, al margen de la oposición epistémico-deóntica. Pese a ello, aquí y allá encontramos en gramáticas y diccionarios observaciones de interés, ya explícitas, ya derivadas indirectamente de lo que sus autores escriben en sus textos. Así, a mediados del siglo , el valenciano Vicente Salvá (1852), defensor, como veíamos, de la
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Autores como Marsá (1984) y Gómez Torrego (1999) advierten que se produce únicamente en el habla corriente (tanto oral como escrita), mientras que otros textos normativos la amplían al lenguaje hablado en general (Hernández Alonso 1984; RAE 1973; Fente y Fernández 1988; Fernández et al. 1986). Por otro lado, ya hemos visto cómo la Real Academia (2009) admitía recientemente que la “confusión” tiene lugar también en obras de autores literarios prestigiosos, tanto actuales como pasados (en relación con esto último, véanse los numerosos testimonios recopilados por Martínez Amador (1985). Este es el caso, por ejemplo, del francés (recuérdese la cita anterior de Alcalá Galiano), el catalán (especialmente en el uso de deber + infinitivo con valor epistémico) o el gallego (para los usos prepositivos de obligación). Entre estos, por ejemplo, no serían inusuales los fenómenos de ultracorrección —como el (de)queísmo—, lo que podría explicar algunos empleos deónticos de deber de (Gómez Torrego 1999: 3348).
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distinción funcional entre las dos perífrasis, cifraba esta no tanto en la tradicional oposición entre contenidos probabilísticos y obligativos, cuanto en la existente entre los primeros y la expresión de una precisión por parte del hablante. En palabras del propio Salvá (1852: 248): [...] si el determinante es deber y lo sigue esta preposicion, se indica probabilidad, v. g. Debia de ir á verle; Debia de haber fiesta, es decir, Probablemente iria verle; Era regular que hubiese fiesta; [por el contrario] cuando las frases Debia ir á verle; Debia haber fiesta [van] sin la preposición de, indican una precisión de que suceda una cosa.
Este matiz sobre deber + infinitivo, por lo demás poco preciso, era compartido en la época por otros autores, como el lexicógrafo Joaquín Domínguez, en cuyo Diccionario Nacional (1847) —autocalificado por el propio Domínguez como “el más completo de los léxicos publicados hasta el día”— se podía leer, junto a las acepciones del verbo recogidas por el Diccionario académico, esta otra: [...] Hallarse en el caso, en la precision de hacer una cosa. En esta acepcion se usa como neutro, y va siempre seguido de otro verbo. V gr. El esclavo debe aspirar constantemente a sacudir el ignominioso yugo que lo deprime.
Otro factor al que se ha acudido en algún momento para explicar la perífrasis prepositiva es la presencia en el contexto circundante de recursos de énfasis o intensificación. Así, en un intento por interpretar fenómenos como el dequeísmo o la variante prepositiva que aquí nos ocupa, Náñez (1984: 242) defendía hace unos años que “al quedar la frase más llena con de (debe de + infinitivo) indirectamente resulta más expresiva y adecuada para la expresión de la obligación”. En el mismo sentido se manifiesta Gómez Torrego (1999: 3348), quien, al hablar de los usos deónticos de deber de, ofrece como hipótesis que “pueda deberse a un fenómeno de ultracorrección o a un fenómeno de énfasis” (la cursiva es nuestra). Por su parte, Fernández de Castro (1999: 175), valedor, como vimos, de la equivalencia entre las dos variantes, aporta ejemplos en los que se comprueba cómo, lejos de ser de una marca indispensable para la expresión de contenidos conjeturales, en no pocas ocasiones sirve para “subrayar la rotundidad de un precepto o mandato”. Este autor ilustra su afirmación con fragmentos del lenguaje jurídico-administrativo, como los siguientes ejemplos extraídos de un decretoley, en los que lo deóntico se convierte en norma de obligado cumplimiento: [...] el fideicomisario se debe de comprometer y lo hará por medio de stipulationes a que las deudas de la herencia no terminen pesando sobre el fiduciario, [...]. La sustitución fideicomisaria presenta dos variantes. En la primera [...] el fiduciario debe de conservar la herencia [...] que se le dejó, para que [...] pase al fideicomisario (ejemplos extraídos de Fernández de Castro 1999: 178).
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Las opiniones de Bello (1847) en torno a este hecho de variación, a las que nos referíamos ya anteriormente, nos sirven también para introducir en el debate algunas restricciones de uso relacionadas con tiempos y paradigmas de la conjugación diferentes. Así, el gramático venezolano indicaba que los valores de deber de con valor epistémico tienen lugar “a menudo [...] en formas compuestas equivalentes a las anteriores [se refiere a las formas probabilísticas con el verbo auxiliar haber de]. ‘Poco menos de un cuarto de legua debíamos de haber andado’, dice Cervantes; esto es, habíamos de haber andado. Con la precisión “a menudo”, Bello parece sugerir la influencia positiva sobre el empleo de la preposición de las formas compuestas del verbo principal, frente a las simples. Si esta intuición fuera cierta, estaríamos ante uno de los factores que explicarían la desventaja frecuencial de la variante prepositiva con respecto a la no prepositiva, pues no en vano las perífrasis con infinitivo simple son mucho más numerosas en el discurso que las compuestas. Por las mismas fechas, la propia Real Academia, en su edición de la Gramática 1854, afirmaba que el valor epistémico de deber de tiene lugar solo “en indicativo y con exclusión del pluscuamperfecto” (p. 62), y añadía algunos ejemplos representativos que incluían el presente, el pasado simple, el imperfecto, el pretérito perfecto e, incluso, el futuro, (debera de ser muy larga la navegacion) aunque este último no parece muy acertado. De hecho, en la reedición de esa Gramática (1858: 62) cuatro años más tarde, la Academia enmendaba el error y, precisando aún más, señalaba que: “Deber seguido de la preposicion de significa duda, pero solo en los tiempos que indican estos ejemplos: debe de estar trascordado; debia de pensarlo asi cuando lo dijo; debió de recibir alguna mala nueva”. De este modo, la Academia limitaba todavía más los valores de suposición o conjetura de la perífrasis prepositiva a las formas del presente, el imperfecto y el pasado simple, dejando de lado el resto. Por su parte, Matte Bon (1992) y Maeseneer (1998) han destacado mucho más recientemente que el matiz obligativo de “deber” (sin preposición) en pretérito indefinido (debió) es “bastante literario y artificial, ya que en ese tiempo se expresa casi siempre probabilidad” (Maeseneer 1998: 49), lo que sugiere, de paso, que este tiempo podría favorecer los usos prepositivos. Este hecho se confirma, por ejemplo, en nuestros estudios sobre el español de otras épocas (véase el capítulo 2), donde las formas del pasado simple representan uno de los locus estructurales más sólidos para la variante prepositiva, con valores significativos especialmente elevados para el español clásico (P. 85), pero incluso también posteriormente (P. 74), cuando las frecuencias de deber de descendieron vertiginosamente en todos los contextos. Interés presentan también algunas hipótesis que relacionan el empleo de la preposición con valores de iconicidad y/o evidencialidad. En efecto, algunos
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autores han puesto a prueba las tesis que defendiera Erica García (1986: 53) en su conocida interpretación sobre el (de)queísmo, y que, para lo que aquí nos interesa, implica justificar la extensión de la perífrasis sin preposición por el mayor esfuerzo cognitivo que supondría insertar un elemento que no hacerlo. Por otro lado, al igual que en el (de)queísmo, se supone que la preposición implica una relación menos directa e inmediata entre las diferentes partes del enunciado, lo que avalaría los usos epistémicos de la variante prepositiva por el grado relativo de inseguridad que expresa el hablante (Samper et al. 1998-1999; Gómez Molina 2009). Por último, la mayor perceptibilidad de esa preposición conduce a su estigmatización en mayor medida que su omisión, un hecho que, de ser cierto, contribuiría a explicar por qué los empleos de deber de en contextos deónticos continúan siendo censurados hoy por las autoridades normativas, las mismas que, sin embargo, aceptan como un hecho consumado —y por tanto, tolerable— la extensión de deber + infinitivo para la suposición y la conjetura. Por último, no han faltado tampoco en este debate algunas observaciones acerca de fenómenos de fonética sintáctica, que explicarían la mayor o menor frecuencia de las variantes. Así, Gómez Torrego (1999) incluye entre las razones para la desaparición de la de el hecho de que esta preposición desaparece en muchos contextos intervocálicos en español, y acompaña su argumento de un ejemplo —debe (d)e haber poca gente— en el que (¿significativamente?) el verbo auxiliar termina en la misma vocal que la preposición. Los datos de Samper et al. (1988-1989) sobre el habla culta de algunas ciudades del mundo hispánico parecen confirmar esta idea, ya que la presencia de la preposición es más frecuente justamente cuando el verbo auxiliar acaba en consonante; de ahí que, por ejemplo, la primera (debemos) y la tercera persona (deben) del plural son las que presentan porcentajes más elevados de deber de en esas hablas. Estos y otros datos similares han servido a los más pesimistas para concluir con una cita que en los últimos tiempos se ha convertido prácticamente en un lugar común en torno al fenómeno de variación que nos ocupa: “Nos encontramos, pues, ante una distinción propugnada por la RAE que, al parecer, ni se ha visto ni se ve refrendada en el uso real de los hablantes” (Samper et al. 1998-1999: 1062; la cursiva es nuestra).
6. Fundamentos de un falso de debate y posibilidades de resolución Como apuntábamos más arriba, el debate en torno al empleo de las perífrasis modales en las que interviene el verbo deber ha partido casi siempre de premisas equívocas, tanto por parte de quienes han querido ver en la distinción entre ambas construcciones una nítida capacidad funcional, como por la de aquellos que,
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a partir de los numerosos casos de “confusión” a lo largo de la historia, han subrayado que, en el fondo, las dos sirven para expresar lo mismo y, por tanto, son equivalentes. Y es que los problemas que plantea este falso debate son diversos. Como ha subrayado Balasch (2008), sorprende la escasa atención que se ha prestado a los patrones evolutivos de esa aparente “confusión” entre las dos perífrasis, y más concretamente al grado en que diversos factores —y no solo la oposición epistémico- deóntica— han podido influir históricamente en la distribución de las dos variantes. Lo cierto es que tan solo muy recientemente han comenzado a publicarse investigaciones basadas en corpus orales contemporáneos, en las que se aborda de forma sistemática el contexto variable que envuelve a este fenómeno de variación, o lo que es lo mismo, la influencia de diferentes contextos lingüísticos, pero también estilísticos y sociales, en la distribución de las variantes. Contextos que, además, deben considerarse al mismo tiempo, con el objeto de determinar la relevancia independiente de cada uno o la posible interacción entre algunos de ellos. A este respecto, recordemos, por ejemplo, cómo en un estudio variacionista sobre un corpus de habla oral castellonense, hemos tenido ocasión de comprobar que, en la alternancia entre deber y deber de, no resulta significativa estadísticamente la oposición entre los contenidos obligativos y conjeturales. Tanto en unos como en otros, el uso de la variante prepositiva es claramente minoritario con respecto a la no prepositiva, que monopoliza en buena medida los usos de las perífrasis modales con deber (Blas Arroyo 2010, 2011). Ahora bien, sería un error concluir de ahí, no ya que los hablantes castellonenses no siguen los preceptos normativos en el uso de estas combinaciones verbales, sino que estos son irreales porque tales hablantes emplean ambas “indistintamente”. Y ello por varias razones. En primer lugar, hay que tener en cuenta que, pese a no entrar en los límites del umbral de significación que confiere el programa de regresión logística, lo cierto es que, en Castellón, los empleos epistémicos de la variante prepositiva, como los de (7), superan en varios puntos a los deónticos, como en (8). Tales diferencias pueden apreciarse en el gráfico 1.
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(7)
[...] y la época que: umm/ que nosotros estábamos allí debían de haber pues el doble de niños de los que cabían realmente en aquel colegio (MCSCS 18).
(8)
[...] lo que pasa es que hay aspectos de la universidad que no están muy bien organizados/ por ejemplo, la asignatura < DC > que en realidad trata de < de objetos > trata el tema de la programación < orientada > de objetos que todo programador debería de conocer (MCSCS 24).
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Gráfico 1: Distribución de la perífrasis deber de + infinitivo según la oposición modal epistémico-deóntica en el MCSCS (%) (Fuente: Blas Arroyo 2011)
Por otro lado, si comparamos estas diferencias con las arrojadas en otros estudios recientes en diversas comunidades hispánicas (tabla 1) advertimos que son del mismo tenor: la perífrasis prepositiva es casi siempre más frecuente en la expresión de la probabilidad y la conjetura que de la obligación.12 DEÓNTICO
EPISTÉMICO
Deber
Deber de
Deber
Deber de
%
%
(N)
%
%
N
Castellón
79,6
20,4
245
74,9
25,1
167
Valencia
72,7
27,3
165
53,1
46,9
96
68
32
78
67,1
32,9
67
81
19
21
40
60
10
82
18
302
59
41
216
Madrid (1992) Madrid (Norma culta) México
Tabla 1: Distribución de la perífrasis deber de + infinitivo de acuerdo con los valores modales epistémico-deónticos en varias ciudades del mundo hispánico (%) (Fuentes: Castellón, Blas Arroyo 2011; Valencia, Gómez Molina 2009—; Madrid, —G.M.— Gómez Manzano 1992; Madrid —habla culta), Samper et al. 1998-1999; México, Valádez 1969)
12
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Otros estudios ofrecen también cifras similares, pero los datos disponibles son tan escasos y poco representativos (menos de diez ocurrencias), que hemos preferido dejarlos fuera del cuadro.
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Con todo, más revelador es el hecho de que tales diferencias, aunque ya no significativas estadísticamente en muchos casos en los albores del siglo , siguen un patrón similar al que se observábamos en el capítulo 2, donde reseñamos los resultados obtenidos en un corpus de inmediatez comunicativa entre los siglos y . Como se recordará, la oposición modal como factor condicionante adquirió su punto álgido en el siglo , pero a partir de ese momento fue perdiendo fuerza, para llegar a nuestros días ya mucho más debilitada y reducida a meras diferencias frecuenciales, que no llegan a alcanzar, como antaño, niveles de significación suficientes. Una conclusión que podría derivarse de todo ello es que, pese a las aparentes “confusiones” detectadas en toda época, la oposición epistémico-deóntica en la que se basó la Real Academia Española para regular el uso diferenciado de dos construcciones verbales, tuvo un cierto fundamento empírico. No en vano, nuestros datos correspondientes a los Siglos de Oro muestran que tanto en el (56%) como, más aún, en el (64%), la variante prepositiva llegó a superar en usos epistémicos, como los de (9) y (10), a la variante no prepositiva, pese a que esta era también portadora habitual de tales valores modales, como demuestran los ejemplos (11) y (12). (9)
A muchos dias que de Razon avia de aver sabido nueva del de que se presume pues tal nueva del hasta oy no se sabe que deve de tener o estar en alguna o estrema neçesidad de socorro (Textos del Caribe, 1519).
(10)
Quedo bueno, a Dios gracias; tú debes de estarlo porque si estuvieras mala ya yo lo hubiera sentido en mi corazón (El hilo que une, 1677).
(11)
[...] se cree que alguno dellos deve ser nicuesa capitan quel catolico Rey don fernando de gloriosa memoria mando yr a tierra fyrme (Textos del Caribe, 1519).
(12)
Así que, por amor de Dios, acuérdese de su madre y de sus pocos recursos que su padre le dejó, y le sigue dejando desde hace veintisiete años, pues el año pasado le escribió y le advirtió que está con pocos recursos, y no debe tener donde ganar (El hilo que une, 1618).
Concluir a partir de este último dato, esto es, que deber + infinitivo se emplea con profusión en los contextos probabilísticos y que, por tanto, tanto da una perífrasis como otra, es olvidar que la lengua pone a disposición de los usuarios diversas formas alternantes para la expresión de los mismos contenidos en el discurso, sin que ello signifique que tal alternancia sea anárquica o imprevisible, como podría parecer a simple vista. Por el contrario, el estudio sistemático del
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contexto variable pone de relieve que unas formas aparecen más o menos (des) favorecidas en ciertos contextos. Por lo demás, y aquí radica otro de los errores que están en el origen de esta falsa polémica, sostener lo anterior nada tiene que ver con la frecuencia de uso de cada variante, como puede apreciarse claramente en la tabla 2, donde se comprueba el carácter siempre minoritario de la forma prepositiva con respecto a la no prepositiva, tanto en los contextos deónticos como en los epistémicos (con la excepción, en este último caso, de los Siglos de Oro). Sin embargo, ello no significa que, incluso en un siglo tan “negativo” para deber de como el , no podamos afirmar de nuevo la influencia positiva de la modalidad epistémica en la selección de esta variante. De hecho, aunque en este periodo los empleos prepositivos descienden drásticamente con respecto al periodo clásico (apenas un 4% del total, frente al 28% y 37% de los siglos y , respectivamente), se aprecia nuevamente una diferencia destacada entre los usos epistémicos (un 23% de estos lo hacen con la preposición) y los deónticos (apenas un 3%).13 El resultado, como vimos, es que la modalidad epistémica continuó siendo seleccionada como un factor determinante en la elección de deber de + infinitivo. Ahora bien, ello no impide que la variante no prepositiva (deber + infinitivo) sea claramente mayoritaria para la expresión de esta modalidad (77%), contraviniendo, pues, los preceptos académicos recién estrenados. DEÓNTICO
(1.ª mitad)
EPISTÉMICO
Deber
Deber de
Deber
Deber de
%
%
%
%
84
16
44
56
96
4
36
64
97
3
77
23
94
6
79
21
94
6
85
15
Tabla 2: Distribución (%) de las variantes deber y deber de + infinitivo por valores modales y periodos históricos (siglos al )
13
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Tal como apuntábamos en otro lugar (ver capítulo 2), en el descenso brusco de la variante prepositiva durante el siglo con respecto a los índices del español clásico, pudo influir la paralela disminución en el discurso analizado de los entornos epistémicos.
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Por otro lado, este análisis permite detectar otros factores significativos al margen de la mencionada oposición modal, que, como hemos visto, ha monopolizado el debate en torno a estas perífrasis desde hace varios siglos. De hecho, el estudio diacrónico nos ha permitido advertir que en la variación se hallan implicados otros parámetros relacionados con la modalidad, tanto en el plano de la enunciación como en el plano del enunciado. Por lo que se refiere al primero, por ejemplo, hemos comprobado que las oraciones negativas representan uno de los contextos que más favorecen el empleo de la perífrasis prepositiva en diversos cortes de la historia del español, como ilustra a continuación el gráfico 2. Obsérvese cómo en todos y cada uno de los periodos que median entre los siglos y , la polaridad negativa aparece sistemáticamente más asociada a esta variante que la afirmativa.
Gráfico 2: Distribución (%) de la variante deber de + infinitivo en función de la modalidad oracional (siglos al )
Aunque, hasta donde llega nuestro conocimiento, los gramáticos no han dicho nada acerca de la potencial incidencia de este factor, lo cierto es que, en ocasiones, algunos de sus ejemplos ilustran indirectamente esa influencia. Así, en una reciente aproximación, entre descriptiva y normativa, a este hecho de variación, en la que se acude a varios fragmentos orales y escritos correspondientes al habla de la ciudad de Valencia (Aleza 2011), es revelador que los dos empleados para dar cuenta del uso de deber de (por cierto, en ningún caso ajustados a la norma, por los valores obligativos que encierran) correspondan a oraciones negativas:
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(13)
Aunque el tema de la lengua es muy importante para los valencianos, eso no debe de servir de cortina de humo para los políticos (registro escrito)
(14)
[...] pienso que no debería de ser obligado/ eel- el hacer el servicio militar// (registro oral)
En la práctica, la negación es un recurso que puede utilizarse para el refuerzo expresivo, de ahí que no pueda sorprender tampoco que la modalización en el enunciado, o lo que hemos dado en llamar modalización contextual, esté también detrás de no pocos empleos de la preposición. Así, tanto en el momento actual como en estadios anteriores de lengua, la aparición en el contexto inmediato de recursos de intensificación de los contenidos, como en (15) y (16), incide positivamente en el uso de deber de, un hecho que habían intuido ya algunos gramáticos, como recordábamos más arriba (§ 5). Por el contrario, aquellos enunciados que calificamos como neutros, por la ausencia de tales recursos formales en el entorno inmediato a la variable (ejemplos 17 y 18), muestran una tendencia sistemática a utilizar menos la variante prepositiva, como puede apreciarse en el gráfico 3.
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(15)
[...] y nunca despues q Sali desa tierra e bisto ninguna [carta] de vmd salvo una y otra de mi tio jhoan Aguado [...] que debe de haber mas de çinco años, y estoy con pesadumbre... (Cartas de particulares en Indias, 1599)
(16)
[...] ¿y alguna vez no has sentido tanta, tanta vergüenza que has sentido que la tierra debía de tragarte? (MCSCS 220, 2001).
(17)
En lo de la guarda del canpo paresçe bien la orden que teneys y asy lo deveys continuar con más lo que os paresçiere (Desde la otra orilla, 1504).
(18)
[...] pues yo pienso que debería dejar de trabajar [una madre] los meses que se necesita mucho a una madre, los primeros meses, a lo mejor hasta un año (MCSCS 129).
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Capítulo 11
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Gráfico 3: Distribución (%) de la variante deber de + infinitivo en función de la modalización contextual (siglos al )
7. Conclusiones Como anunciábamos al comienzo de estas páginas, la variabilidad entre las perífrasis modales deber y deber de + infinitivo ha sido analizada por la tradición gramatical española bajo dos prismas antagónicos. El estudio sistemático del discurso normativo durante los últimos cinco siglos nos ha permitido comprobar cómo, a partir del siglo , y en especial a instancias de la influencia que desde entonces tendrá la Real Academia Española en materia de normativización lingüística, se establece una rígida dicotomía funcional, por la que a cada construcción verbal le corresponde un nítido valor semántico: epistémico para deber de, y deóntico para deber. Ahora bien, el escaso cumplimiento en la realidad de esta regla —al menos en las tradiciones discursivas menos formales—, tanto en el español clásico como, más aún, desde el siglo en adelante, cuando la variante prepositiva pierde gran parte del protagonismo que tuvo en los Siglos de Oro, ha llevado a otros lingüistas a negar la diferenciación entre ambas, y a establecer este fenómeno como un caso prototípico de variación libre, motivado por razones puramente azarosas e imposibles de predecir. Sin embargo, los datos extraídos de diversas investigaciones empíricas, tanto en corpus de habla oral contemporáneos como de textos escritos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa escritos en los últimos cinco siglos, ponen en duda ambas aproximaciones. Ciertamente, deber de no es privativa de los contenidos epistémicos, ya que deber aparece también con idéntico valor, y a partir
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del siglo con mucha más frecuencia que la primera. Y a la inversa: deber + infinitivo no es la única seleccionada por los hablantes para la expresión de la obligación, la necesidad o el mandato, ámbitos semánticos en los que también interviene la variante prepositiva (aunque, de nuevo, mucho menos en términos absolutos). Lo anterior, sin embargo, no implica que la selección de ambas perífrasis sea anárquica. Como hemos tenido ocasión de comprobar, en la variación intervienen diversos factores, cuyo perfil distribucional se mantiene a lo largo de la historia del español. Así, la oposición modal epistémico-deóntica aparece de manera recurrente como un factor decisivo en la selección de la variante prepositiva, siempre minoritaria con respecto a la no prepositiva. A lo largo de los siglos, deber de aparece alentada por los contextos conjeturales, mientras que los obligativos minan su elección entre los hablantes. Ni que decir tiene que deber es posible —y dominante— en ambas esferas semánticas, pero entre las dos lo es más en la deóntica que en la epistémica. Así las cosas, la pregunta acerca de la influencia de las prescripciones académicas sobre el uso real en esta cuestión sintáctica, que últimamente se ha respondido casi siempre con un no rotundo, no parece ser el interrogante más adecuado. Más bien, los datos parecen indicar justo lo contrario, esto es, que es la Real Academia Española la que, en los albores del siglo , se deja guiar por una regla variable (ni mucho menos categórica), que existió en el habla durante el periodo clásico, y no al revés. Sin embargo, para desgracia de la institución y de sus seguidores, la lengua viva, que circula, por lo general, por derroteros escasamente academicistas, llevó paradójicamente a la variante prepositiva ante un largo vía crucis durante los siglos venideros, hasta hacerla desaparecer prácticamente en algunos entornos. Durante ese tiempo, la oposición modal seguirá condicionando la selección de deber de, aunque con una fuerza explicativa cada vez menor, pero permitiendo en el fondo que una variante “moribunda” pudiera sobrevivir tímidamente en los siempre favorables contextos epistémicos. Con todo, estos no serán los únicos. Como hemos visto, el estudio variacionista nos ha permitido advertir que, junto a la mencionada oposición modal, otros factores relacionados con la modalización en su sentido amplio, como la polaridad negativa o la intensificación discursiva, están también detrás de la vitalidad de la variante prepositiva en algunos periodos (español clásico) y de su supervivencia en épocas posteriores.
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SOBRE LOS AUTORES
José Luis Blas Arroyo (orcid.org/0000-0002-6700-0668) es catedrático de Universidad en el área de Lengua Española de la Universitat Jaume I, donde dirige el grupo de investigación Sociolingüística. Sus principales líneas de investigación están dedicadas al estudio de la variación y el cambio lingüístico en español desde una perspectiva sociolingüística, así como a diversas esferas de la sociopragmática y el contacto de lenguas. De ellas ha dado cuenta en diversos libros y más de un centenar de artículos publicados en monografías y revistas internacionales. Margarita Porcar Miralles es profesora titular de Lengua Española en la Universitat Jaume I. Su investigación se ha desarrollado en el ámbito de la Sintaxis Histórica del español y el Análisis del Discurso, en el que destacan sus publicaciones sobre la evolución de las estructuras sintácticas y los procesos de gramaticalización de marcadores discursivos. Actualmente, trabaja en diversos proyectos de investigación en sociolingüística histórica, centrados en la influencia del contexto variable en los procesos de cambio lingüístico. Mónica Velando Casanova (orcid.org/0000-0001-8138-6555) es profesora titular de Universidad, en el área de Lengua Española del Departamento de Filologia i Cultures Europees de la Universitat Jaume I, y forma parte del grupo de investigación “Sociolingüística”. Sus publicaciones abordan, principalmente, la evolución de la norma morfosintáctica del español a través de las obras académicas y de los corpus textuales de diferentes épocas. Asimismo, en el ámbito de la sociolingüística histórica, sus trabajos se centran en fenómenos de variación y cambio en el seno de las oraciones de relativo. Fco. Javier Vellón Lahoz (orcid.org/0000-0002-7752-2793) es profesor titular de Universidad, adscrito al área de Lengua Española del Departamento de Filologia i Cultures Europees de la Universitat Jaume I. Pertenece a los grupos de investigación consolidados “Sociolingüística” y “Lenguas y Culturas Europeas y Nuevos Lenguajes Literarios y Audiovisuales”. En el ámbito de la sociolingüística histórica, ha publicado diversos trabajos centrados en la diacronía de las perífrasis modales, las cláusulas de relativo y los adverbios locativos temporales.
Arroyo.indb 367
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