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MEDIEVALIA HISPANICA Fundador y director Maxim Kerkhof
Vol. 17
Consejo editorial Vicenç Beltrán (Università di Roma “La Sapienza”); Hugo Bizzarri (Université de Fribourg); Patrizia Botta (Università di Roma “La Sapienza”); Antonio Cortijo Ocaña (University of California, Santa Barbara); Michael Gerli (University of Virginia, Charlottesville); Ángel Gómez Moreno (Universidad Complutense, Madrid); Georges Martin (Université Paris-Sorbonne); Regula Rohland de Langbehn (Universidad de Buenos Aires) y Julian Weiss (King’s College, London)
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Iberoamericana
Vervuert
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Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2012 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2012 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-616-6 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-670-4 (Vervuert) e-ISBN 978-39-5487-047-9 Diseño de cubierta: Michael Ackermann The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706 Impreso en España
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PRÓLOGO camjnar por diuerssas vias, et de cercar cosas estranjas et la diuerssidat del mundo (Juan de Mandevilla)
Biografía de este libro El libro que el lector tiene ahora en sus manos es la culminación de un largo proceso de lecturas y relecturas, reflexión y elaboración, que se inició con un curso dictado en el año 1993 en la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca, Argentina) sobre las ideas geográficas en la obra de Alfonso X, repetido, con considerables ampliaciones, modificaciones y correcciones, seis años después en el Centro de Estudios Latinos de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Aspectos parciales y resultados provisorios de estas investigaciones fueron adelantados también en ponencias presentadas en varios congresos: XIX Annual Sewanee Mediaeval Colloquium (The University of the South, Sewanee, Tennessee, 1992), I Annual University of New Mexico Conference on Hispanic Culture and Society: Revising the Encounter (The University of New Mexico, Albuquerque, New Mexico, 1992), Coloquio Internacional, Quintas Jornadas Medievales (Universidad Nacional Autónoma de México, México D. F., 1994), XIX Simposio Nacional de Estudios Clásicos (Rosario, Argentina, 2006) y VII Congreso de la Asociación Argentina de Hispanistas (Mendoza, Argentina, 2007). El texto de este libro es inédito, con la excepción de un breve artículo, que adelantó algunos de los temas que se retoman, ampliados y revisados, en las páginas que siguen.1 Quede aquí constancia de nuestro profundo agradecimiento para los organizadores de aquellos cursos y congresos y para los participantes de unos y otros que nos hicieron llegar sus críticas, sugerencias y recomendaciones y también para los editores de la revista mencionada por habernos brindado la oportunidad de ofre-
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“África y los confines del mundo según la General Estoria”. Las indicaciones completas sobre todos los libros y artículos citados se encuentran en la bibliografía incluida al final de este estudio.
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cer las primicias de una ardua y larga labor que debería concluir con este libro. En realidad, no ha de ser así: en el curso de su redacción, el manuscrito inicial se fue extendiendo de tal manera que hubo necesidad de limitarlo a la forma del presente volumen. Así, por ejemplo, el tema de otro trabajo, el mito de Medea en la literatura española medieval —que debió haberse reducido a sólo una sección de un único capítulo sobre la etnografía de los confines del mundo, según el plan concebido inicialmente—, se fue ampliando cada vez más y lo que en principio parecía poder compendiarse en un número no muy elevado de páginas se convirtió finalmente en una extensa monografía (Medea en la literatura española medieval), cuya elaboración interrumpió la del presente libro durante varios años. Y ese primer proyecto de incluir en éste un capítulo dedicado a las ideas etnográficas en la España medieval debió ser abandonado también ante la cantidad de materiales que se iban acumulando incesantemente y la extensión adicional en número de páginas que ellos hubieran significado para este volumen. Queda, entonces, el análisis de la etnografía hispanomedieval para otra oportunidad y lo mismo cabe agregar ahora acerca de la imagen de Jerusalén en el corpus aquí estudiado. En efecto, en el primer plan de este libro, también un capítulo estaba consagrado a esta ciudad y, en general, a las ideas medievales sobre el centro de la οἰκουμένη (ecumene), algunas de las cuales fueron asimismo anticipadas en tres artículos ya publicados.2 Pero, al igual que con la etnografía, la incorporación de estos trabajos, también corregidos y ampliados, junto con el agregado del análisis de otras obras (el Libro de las maravillas del mundo, de Juan de Mandevilla, o las Andanças e viajes de un hidalgo español, de Pero Tafur, por ejemplo), habrían significado ampliar aún más un libro de por sí ya suficientemente extenso y voluminoso. De tal manera que la presente monografía, al menos idealmente, formaría parte de una trilogía que vendrían a completar otras dos (etnografía medieval e imagen de Jerusalén), y todas estas obras, junto con la ya publicada sobre Medea, constituirían, a su vez, una serie de trabajos dedicados, entre otros temas, a estudiar la perduración y reelaboración de las ideas geográficas y etnográficas de la Antigüedad en la España medieval.
2 “Jerusalén en la obra de Alfonso X”, “Peregrinos y cruzados a Jerusalén en la Gran Conquista de Ultramar” y “Jerusalén: de la Gran conquista de ultramar a Pero Tafur”.
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Justificación de este libro y sus posibles lectores La bibliografía consultada, con ser considerable, no es completa y no lo puede ser dada la enorme cantidad de libros y artículos dedicados al conjunto de la ecumene, a sus continentes o a sus regiones en particular y a los autores antiguos y medievales que han escrito sobre todos estos temas.3 Habría sido imposible dar cima a este proyecto si se hubiese querido agotar el repertorio de todos los trabajos dedicados a la geografía de la Antigüedad y la Edad Media, pero se ha tratado, dentro de lo posible, de tener en cuenta las autoridades más reconocidas en las muchas materias que se van a analizar en los próximos capítulos. Junto a varias ausencias en la bibliografía, inevitables en un libro de estos alcances, se notará también una enorme profusión de citas (más de ochocientas), que, sin ninguna duda, van a entorpecer y frustrar la lectura y poner a prueba repetidamente la perseverancia del paciente y estoico lector. Nos disculpamos por adelantado por lo que muchas veces, a primera vista, pudiera parecer vana y fatigosa erudición, pero hemos preferido pecar por exceso, citando a veces extensamente las opiniones de investigadores más competentes y mejor informados y sin otro fin que el de apoyar mejor los argumentos expuestos en el cuerpo de este libro. Ante el dilema, entonces, se prefirió el exceso erudito que molestara a la falta de documentación que pudiera echarse de menos. Y es que algunas notas son tan copiosas que hasta podrían considerarse como “miniantologías” de opiniones y comentarios de los estudiosos en torno de un mismo tema. En este caso, se han perseguido dos objetivos: o bien mostrar que las indecisiones o cuestiones que en el presente libro quedan sin resolver vienen respaldadas por las discrepancias que otros investigadores ya han tenido sobre un(os) problema(s) en especial, sin haber llegado ellos tampoco a un consenso más o menos general; o bien apoyar una afirmación que sí puede parecer definitiva en la unanimidad que surge de esos mismos críticos en torno de otro(s) tema(s) sobre los cuales parecen haberse despejado las dudas y consolidado los argumentos. Y se trata también de allegar directamente el testimonio de dichos autores para evitarles a los lectores la tarea de verificar sus opiniones, teniendo que procurarse por su propia cuenta los trabajos originales, no siempre de fácil ubicación o que se encuentran en revistas de reducida circulación o en bibliotecas muy especializadas. Estas últimas líneas están escritas teniendo en cuenta, sobre todo, a los estudiosos que trabajan en países, universidades y centros de investigación que no disponen de las muy completas bibliotecas que se encuentran en los Estados Unidos. Pensando ante todo en ellos, entonces, se han acumulado incesantemente las citas y multiplicado las referencias bibliográficas. 3
Para citar un solo caso, el de la isla de Tule, véase Mund-Dopchie 15-16.
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Finalmente, cabe aclarar que citar una determinada opinión no significa necesariamente estar de acuerdo con ella y que se ha procurado a veces evitar la polémica, no tanto por rehuir la confrontación de las ideas, sino porque habría sido fastidioso tener que tomar posición ante varias de ellas, alargando las citas a pie de página (algunas de por sí demasiado extensas) más de lo necesario y con riesgo de agotar la paciencia de los lectores. De la misma manera, se evita también citar las reseñas, algunas ciertamente desfavorables, a varios estudios consultados, pero cuya mención y discusión habrían también aumentado considerablemente el número de páginas de este libro. La bibliografía utilizada y los autores citados profusamente en las notas harían pensar que muy poco cabría agregar sobre las ideas geográficas en la Edad Media y que, por consiguiente, un libro como éste apenas podría ser justificado, pero en lo que concierne a España no se cuenta, que sepamos, con una visión de conjunto como la que se intenta en este libro, que reúne en una misma obra, por ejemplo, el tratamiento del Oriente en autores como Mandeville y Marco Polo en sus versiones peninsulares o que confronta las ideas geográficas de Lucano en su Farsalia con las de Alfonso X en sus estorias acerca del continente africano. No siempre es fácil determinar con toda precisión el público al que una obra como ésta se dirige o quiénes serán aquellos lectores que la leerán con toda la atención, si no la aprobación, que quisiera su autor. Pero, además de los hispanomedievalistas que compartan con éste unos mismos intereses geográficos, podría este libro ser de alguna utilidad a los clasicistas que quieran indagar en qué medida las ideas de los antiguos sobre la ecumene y sus pueblos se continúan en la Edad Media peninsular, a los estudiosos de las literaturas comparadas, interesados en ver cómo en España se tratan y reelaboran temas comunes con otros ámbitos de la Romania medieval y, en fin, a los profesores y estudiantes del medioevo castellano (y también, pero en menor medida, aragonés y catalán), quienes, aunque no directamente atraídos por estos temas, quieran tener otra visión de las literaturas peninsulares y acercarse, con una mirada global y sintética, a problemas que suelen ser tratados por separado y fragmentariamente en historias de la literatura o en los cursos universitarios. Corpus estudiado y plan del libro Como la bibliografía consultada, el corpus de obras analizadas no es exhaustivo, pero sí comprende las más representativas y de ineludible estudio; entre ellas, se encuentran obras historiográficas (las estorias de Alfonso X, la de Espanna y la General), tratados específicamente geográficos (Semeiança
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del mundo), compilaciones de carácter enciclopédico (Lucidarios españoles, Libro del tesoro, de Brunetto Latini), obras del ciclo troyano (la versión de Alfonso XI del Roman de Troie, Crónica troiana, Sumas de historia troyana de Leomarte), leyendas de Alejandro Magno (Libro de Alexandre, cuarta parte de la General Estoria), textos narrativos de ficción (Libro del Caballero Zifar), libros de viajes (Libro del conoscimiento de todos los reinos, Libro de las maravillas del mundo, de Juan de Mandevilla) y tratados sobre el Oriente (Marco Polo y La flor des histoires des parties d’Orient, de Haytón de Gorigos, ambas en versiones aragonesa y catalana). Una rápida revisión de todos estos títulos y autores hará ver que estas obras pertenecen a los siglos XIII y XIV; estos límites temporales, especialmente el segundo, no carecen de cierta arbitrariedad, pero ante materias tan extensas como éstas se imponían, con todas las fuerzas de la inevitabilidad, las fronteras cronológicas, en este caso dictadas ante todo por la necesidad de no incursionar en el siglo XV, que por sí solo merece un libro aparte y el cual debería incluir, entre otras obras: el Laberinto de Fortuna (coplas 34-53), de Juan de Mena, El Victorial, de Gutiérrez Díaz de Games, la Crónica abreviada de España, de Diego de Valera, y libros de viajes como la Embajada a Tamorlán, de Ruy González de Clavijo, o las Andanças e viajes de un hidalgo español, de Pero Tafur. Además, en cierto sentido, el siglo XV sería inseparable del XVI, en que se continúan las empresas europeas en América, África y Oriente y se multiplican las obras históricas, cosmográficas y etnográficas. Y si se hubiera querido estudiar también los diarios de viaje de Cristóbal Colón o los continuadores de Mandeville y Marco Polo, por ejemplo, ello habría implicado traspasar con mucho las fronteras geográficas y epistemológicas de la ciencia antiguo-medieval y su visión de la ecumene. Además, habría que examinar toda una problemática que por sí sola también exige tratamiento aparte, a saber: el contexto intelectual de las empresas colombinas, estudiado por Rico en un artículo que da una idea muy clara de la amplitud de todas estas cuestiones y de su complejidad y que, por supuesto, desbordarían también los límites fijados inicialmente a esta monografía.4 En efecto, abordar 4 El estudio de Rico “El Nuevo Mundo de Nebrija y Colón” trata, entre otros temas, el ambiente intelectual del humanismo (o prehumanismo, o protohumanismo) en España, las influencias del Renacimiento italiano en la península ibérica, el papel de las universidades de Bolonia y Salamanca en la recepción de los clásicos en general y de la Geografía de Claudio Tolomeo en particular, el tratado cosmográfico de Antonio de Nebrija Isagogicon cosmographiae y la relación entre éste y Colón y la participación de otras figuras como Enrique de Villena, Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, y su hijo, el cardenal Pedro González de Mendoza, Joan Margarit i Pau, Abraham Zacuto, Juan de Zúñiga, etc. Vasto campo de estudio, digno de un trabajo especial. El mismo corte cronológico propone Mund-Dopchie para su estudio de las representaciones de la isla de Tule (16). Al primer
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aquí los viajes a América o el diario de circunnavegación de Antonio Pigafetta, por citar un caso más, habría significado trascender con mucho los límites fijados inicialmente a un libro como éste, dedicado a la imago mundi medieval. También hay que anticipar que este libro no se propone tampoco el estudio especial de la cartografía, si bien en más de una oportunidad se harán referencias a los mapas medievales para ilustrar mejor alguna cuestión específica o indicar los paralelos entre los textos escritos y otras formas de representación visual. Obviamente, un estudio completo de la geografía no puede prescindir de la cartografía: somos perfectamente conscientes de la limitación que a este estudio le significa no estudiar en detalle los mapas hispanomedievales y europeos y de cómo muchos temas se habrían enriquecido con su análisis: es ésta otra ausencia que más de un lector ha de lamentar, pero si alguna disculpa cabe, es que el examen de la cartografía de los siglos medios requiere un estudio aparte, como lo demuestran los varios libros a ella consagrada y tenidos en cuenta para la redacción de varias páginas del presente trabajo. El libro consta de una introducción y seis capítulos. El primero está dedicado a las pruebas sobre la esfericidad del universo y de la Tierra y a las diferentes teorías sobre la división de la ecumene: en cuatro “partidas”, tres continentes (repartidos entre los hijos de Noé y sus descendientes) o cinco zonas (o climata) y la existencia de las antípodas. El capítulo segundo estudia el océano desde tres perspectivas, todas ellas originadas en la Antigüedad y continuadas en la Edad Media: la cosmológica, la mitológica y la geográfica. Con el tercer capítulo se inicia el examen de las cuatro “partidas” del mundo. Al Occidente pertenecen las columnas de Hércules, las islas Afortunadas, las Hespérides y el monte Atlas, también con una combinación de concepciones mitológicas y geográficas, que es una de las características más distintivas de la geografía medieval. El capítulo siguiente, dedicado al Septentrión, estudia la “idea del Norte”, con particular atención al clima y al relieve de las regiones árticas y a la ultima Thule de los autores clásicos. El capítulo quinto está consagrado al Mediodía, comenzando por las delimitaciones geográficas y los conceptos de “África” y de “Libia” en la Antigüedad y la Edad Media. De Libia en particular se han de estudiar el clima, la geografía física, la región de las Sirtes y su fauna. Al Nilo se le dedica una extensa sección, que comprende su situación geográfica, nombres y origen, fuentes y recorrido, brazos y desembocaduras,
período, correspondiente a la Antigüedad, le sigue el medieval, iniciado por san Isidoro de Sevilla, y a éste, un tercero, que comprende el Renacimiento y el siglo XVII, inaugurado por dos fechas “emblemáticas”: 1475, año en que se imprime la primera edición de la Geografía de Claudio Tolomeo, y 1492, que inaugura la “invención” de América. El último período se extiende desde el siglo XVIII hasta hoy.
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crecidas y relieve, clima y fauna de la región. Cierra el capítulo el tratamiento de la Etiopía africana, en su geomorfología, clima y zoología. El capítulo final pasa revista a la visión de Oriente: delimitaciones geográficas, geomorfología y clima, fauna y flora, la abundancia y las maravillas del continente, especialmente las zoológicas y botánicas, con algunas referencias también a las etnográficas de Juan de Mandevilla y a las “nuevas maravillas” de Marco Polo. Dada la amplitud del mundo y del corpus de textos hispanomedievales que lo describen, no podría llegarse a conclusiones que cierren este libro y le impriman un carácter más o menos definitivo. Varios temas quedan por estudiar (el del Paraíso Terrenal o el reino del preste Juan, por ejemplo) y queda también por examinar la metageografía de todas estas obras, en el sentido de las estructuras espaciales por medio de las cuales se organiza el conocimiento del mundo, según definen Lewis y Wigen.5 Y lo mismo en relación con el “lenguaje de los geógrafos” (Dainville) y los conceptos mismos utilizados por los autores clásicos y medievales, tales como “partidas”, “zonas”, “antípodas”, “Occidente”, “Septentrión”, “Mediodía”, “Oriente”, en un plano “macrogeográfico”, por llamarlo de algún modo, o “Libia”, “Etiopía”, “India”, “China”, en un nivel regional.6 Quedan pendientes, entonces, la elaboración de esa metageografía, que ayude a determinar con más precisión los marcos de referencia en que se inscriben los textos aquí estudiados (y otros también que podrían añadirse sin mayor esfuerzo), y el estudio del “discurso de la geografía”, en el mismo sentido con que se habla del “discurso de la historia”, es decir, de una “poética del discurso geográfico” que estudie sus propiedades, su léxico, sus tropos, en una palabra, su “retórica”.7
5 “Every global consideration of human affairs deploys a metageography, whether acknowledged or not. By metageography we mean the set of spatial structures through which people order their knowledge of the world: the often unconscious frameworks that organize studies of history, sociology, anthropology, economics, political science, or even natural history” (Lewis-Wigen IX; subrayado de Lewis-Wigen); véase también, para otros deslindes y precisiones conceptuales (frente a la “metahistoria” de Hayden White, por ejemplo), 207, nota 2. 6 Westrem nota la falta de un “vocabulario geográfico coherente”, aduciendo el ejemplo de la palabra mundus como caso muy ilustrativo de la polisemia de muchos términos empleados en la Europa medieval (214). Lo mismo se puede decir de las obras peninsulares estudiadas en este libro. 7 El discurso histórico ha sido objeto de numerosos estudios y a partir de diferentes perspectivas y, por lo menos desde los trabajos de investigadores como Hayden White, por ejemplo, se cuenta con instrumentos más rigurosos de análisis para comprender cómo los historiadores ejercen su oficio y escriben sus historias. Mucho menos, en cambio, sucede con los geógrafos y ¿nada? con los hispanomedievales. Adoptando como guía el modelo de White para el discurso de la historia, Jonathan M. Smith propone una “retórica geográfica” que, si
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En relación con todo lo que antecede, y como advertencia final y a tener en cuenta a lo largo de la lectura de los capítulos que forman este libro, quede constancia del carácter en su mayor parte “descriptivo”, con menos interpretaciones de las que cabría esperar y que en algunos casos podrían echarse de menos. Nuestro objetivo principal ha sido la reunión tanto de los materiales geográficos dispersos en las obras del medioevo ibérico cuanto de los problemas que plantean y los comentarios que han suscitado por parte de los investigadores, poniéndolos todos a la disposición de los estudiosos de la Edad Media peninsular. De allí que un último beneficio, quizás no el menor, de tanta cita podría ser que, a partir de ellas, algún lector encuentre la pista o el impulso para continuar profundizando en los temas que se mencionan a veces de pasada y sin detenerse mayormente en ellos: aquí se van a explorar senderos ya transitados previamente por tantos estudiosos y se tratará de abrir otros nuevos a la investigación que es, como el mundo mismo que todos estos textos describen, inagotable y que puede deparar nuevas, insospechadas e insospechables sorpresas, cuando no también alguna “maravilla”. El curioso lector, entonces, queda invitado a transitar nuevamente estos caminos, descubriéndolos otra vez e interpretándolos por su propia cuenta, o a recorrer otros muchos rumbos y derroteros, pero, eso sí, con toda la prudencia que exigen textos escritos en épocas pretéritas, con otras “mentalidades”, en otros contextos históricos, culturales y lingüísticos y con una imago mundi que en muchos respectos representa una verdadera alteridad con relación a la del mundo moderno, prudencia que hemos tratado de mantener en lo posible toda vez que se ha propuesto una interpretación a los datos ofrecidos por los textos mismos.8
bien habría que tomar con bastantes precauciones si se la quisiera extrapolar al discurso geográfico hispanomedieval, puede ser tenida en cuenta a la hora de describirlo como paso previo a aquella segunda tarea ya apuntada, el examen de las ideas metageográficas. Según Smith, el análisis del lenguaje geográfico permite, en primer lugar, descubrir los “prejuicios y preferencias retóricas inconscientes” del geógrafo y de los “múltiples públicos” a los que se dirige: esa retórica, en efecto, debe estudiarse no sólo en los contextos de producción del texto (¿quién lo escribió?), sino también en los contextos de recepción (¿quiénes lo leen?). En cuanto a la forma del discurso mismo, Smith distingue, siguiendo siempre a White, cuatro modos: geografía como romance, tragedia, comedia o ironía, en correlación con otros tantos tropos: metáfora, metonimia, sinécdoque e ironía. 8 Un poco al azar de las lecturas, y sin salirse de la bibliografía consultada para la redacción de este libro, llamados a la prudencia se encuentran, por ejemplo, en Hay: “I believe evidence can very rarely be squeezed to yield information other than what it was designed originally to convey” (“The Geographical” 136); o en Rico: “Por otra parte, el carácter del tema abordado —tan propicio a la divagación irresponsable— me ha aconsejado mantener un tono austeramente factual” (“El nuevo” 157, nota preliminar): el mismo adoptado en este libro.
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Ediciones utilizadas y normas editoriales La lista de las ediciones utilizadas para este trabajo precede a la biliografía de libros y artículos consultados. En cuanto a la transcripción de los textos, se ha respetado siempre la edición empleada, salvo en el caso de las versiones electrónicas (de la General Estoria, por ejemplo), en las cuales se ha normalizado la ortografía para facilitar su lectura: se escriben con mayúsculas los nombres propios, la c’ se transcribe como ç, se separan palabras (en el y no enel), se suprimen , GL, /, `, pero se conservan la & y la j (en njlo > Njlo, por ejemplo) y en varios casos se han suplido los signos de puntuación que faltaban. Todas estas decisiones editoriales, en las cuales no falta una cierta arbitrariedad, no tienen otro objeto que hacer más inteligible el texto, sin alterar demasiado su versión original. En el caso de la leyenda de Alejandro Magno, incorporada en la cuarta parte de la General Estoria, se cita por la edición de la Historia novelada y no por la versión electrónica. Entre corchetes ([ ]) se ha explicado el significado de palabras oscuras o ya en desuso, recurriendo a las ediciones empleadas, al Tentative Dictionary of Medieval Spanish de Kasten y Cody o al Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Corominas-Pascual, entre otros repertorios lexicográficos. Y si, sin duda, quedará mucho por hacer y estudiar sobre la geografía medieval, a pesar de la publicación de la presente obra, lo mismo puede decirse sobre las ediciones de los textos aquí empleados. Se cuenta ya con ediciones definitivas, como la de Rodríguez Temperley del Libro de las maravillas del mundo de Juan de Mandevilla;9 en otros casos, se ha avanzado considerablemente, como con la mencionada Historia novelada de Alejandro Magno, editada por González Rolán y Saquero Suárez-Somonte y acompañada del texto latino, que permite estudiar la reelaboración a que Alfonso X somete a la Historia de Preliis; pero, justamente, es ésta sólo una sección de la cuarta parte de la General Estoria. Más todavía, hace falta una edición crítica de la quinta parte de la misma estoria, que traduce la Farsalia: idealmente, una edición crítica del texto alfonsí frente al de Lucano permitiría también la compulsa de ambos y significaría un enorme avance en el estudio del “renacimiento alfonsí”, que no tiene por qué esperar al Renacimiento de dos siglos después para recoger y transmitir a la pos-
9 Sobre esta edición véase Gómez Redondo IV, 4051-56 y su conclusión: “Las notas y comentarios con que se acompaña el texto, así como los otros anexos referidos a las imágenes, los mapas y los topónimos, su glosario y los ocho índices diversos que se ofrecen, convierten, sin duda, esta edición de Rodríguez Temperley en la definitiva para acercarse al primer Mandeville que entra en la Península, guiado por las empresas políticas y los intereses económicos de las cortes aragonesas en las tierras orientales” (4056).
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teridad el rico legado de la Antigüedad romana.10 Y, finalmente, convendría reeditar con otros criterios y acompañar con estudios actualizados otras obras: La flor de las ystorias de Orient, de Haytón de Gorigos, publicada originalmente por Long, o las Sumas de historia troyana, por Rey, ambas de la década de 1930; o, por citar un caso más, pero no el último que podría mencionarse, la versión de Alfonso XI del Roman de Troie, editada por Parker en 1977 y de la cual también se carece de un texto satisfactorio, si bien D’Ambruoso ha publicado ya una propuesta preliminar como anticipo de una edición crítica de la obra completa; más aún, del códice A, el único que la contiene en su totalidad, hace falta también un facsímil que, como ha sucedido con otros textos ricamente iluminados (las Cantigas de Santa María o el Libro del Caballero Zifar, por ejemplo), ponga al alcance de los estudiosos de la literatura y del arte medievales las numerosas miniaturas que lo acompañan e ilustran. Y con relación a los estudios consultados para la redacción de este libro, se los cita por la edición empleada, no necesariamente la primera y, en lo posible, la más actualizada, si la hubiera. Agradecimientos A los agradecimientos anteriormente indicados (organizadores y participantes de cursos y congresos, editores de revistas) se suman ahora los debidos a todos los estudiosos y estudiosas de la geografía clásica y medieval. Nuestra deuda, por cierto enorme, hacia todos ellos y ellas queda registrada en las notas a pie de página y en la bibliografía final, dando así testimonio de cómo un libro como éste habría sido imposible de escribir sin el esfuerzo previo de tantos predecesores y predecesoras que han abierto el camino con sus trabajos y ediciones para un mejor estudio de la geografía medieval peninsular. Pero tampoco, y como notamos también a propósito de nuestro libro sobre Medea, habría sido posible escribir esta monografía sin tener acceso a una excelente biblioteca como la de la Universidad de Kentucky y sin el beneficio de su servicio de préstamos interbibliotecarios, de infalible eficiencia y prontitud ante los pedidos de trabajos de muchas veces difícil localización. Para la biblioteca y su personal va también nuestra profunda gratitud.
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Así piensa también Le Goff: “Encyclopédie de la nature et encyclopédie du savoir retrouvent dans un context nouveau, pour une societé nouvelle, les deux inspirations fondamentales de l’encyclopédisme antique. Mais le Moyen Age n’a cessé de faire du nouveau sous le couvert du retour à l’antique: la vraie Renaissance c’est le Moyen Age. La Renaissance encyclopédique c’est le XIIe et plus encore le XIIIe siècle” (“Pourquoi” 40).
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Debemos agradecer también muy especialmente a la Oficina del Decano de Artes y Ciencias y al Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Kentucky por la generosa ayuda financiera que ha hecho posible la publicación de esta obra. Asimismo, quede expresa constancia de nuestro profundo agradecimiento a la Editorial Iberoamericana Vervuert y a los evaluadores de nuestro manuscrito por haber aceptado la publicación de este libro. Y va igualmente, y muy en especial, para todos aquellos colegas, amigos y amigas, que nos han alentado con su palabra y su consejo a completar este proyecto, de tan larga y morosa gestación, pero no por ello desprovisto, todo lo contrario, del placer de ir descubriendo poco a poco los últimos rincones de la ecumene antiguo-medieval, siempre guiados por el impulso natural de “camjnar por diuerssas vias, et de cercar cosas estranjas et la diuerssidat del mundo”, según sentenció Juan de Mandevilla (LMM 84).11 A recorrer esos caminos, contemplar cosas extrañas y admirar la enorme variedad de nuestro mundo, guiados de la pluma de tantos autores griegos, romanos y peninsulares, quedan ahora invitados e invitadas los lectores y lectoras de las páginas que siguen. Lexington, Kentucky, diciembre de 2010
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“Et nuestra tierra es todo al contrario, car nos somos en el .VIJ°. climat qui es de la luna, et la luna es de legero moujmjento, et si es planeta de via. Et por esto eilla nos da natura et voluntat de mouuer legerament et de camjnar por diuerssas vias, et de cercar cosas estranjas et la diuerssidat del mundo, car eilla enderrodea la tierra mas [quexadament] que ninguna otra planeta” (LMM 84).
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INTRODUCCIÓN
La deuda medieval con la Antigüedad Como se verá en los capítulos que siguen, la deuda de la geografía medieval con sus precedentes clásicos es enorme, hasta el punto de que sus postulados más importantes son todos herencia de la Antigüedad;1 en el caso de Alfonso X, para citar un solo autor, la constante mención de Plinio el Viejo (23/24-79 d. de C.) es un ejemplo muy ilustrativo de dicha dependencia.2 Y esta deuda com1
“The main features of medieval geography were derived almost entirely from classical sources: the spherical earth; the division of the earth’s surface into equatorial, temperate, and cold ìáô ματαá or zones; and the three continents of Asia, Africa, and Europe, which were surrounded by the all-embracing world ocean. All the known world was located north of the equator, but the belief that there might be an inhabited southern continent beyond the equator meant that there was an intellectual niche into which Australia and Antarctica could be fitted when these were discovered many centuries later” (Phillips, “The outer” 31; véanse también Edson, The World 17-18 y Westrem 216-17). La coexistencia de teorías antiguas con nuevas fuentes de información (la Geografía de Claudio Tolomeo, por ejemplo) y los testimonios de los viajeros se continuará hasta el siglo XV: véase Phillips, The Medieval 214. Para un resumen de los problemas, autores y obras más importantes de la geografía medieval véase el artículo de Westrem incluido en el volumen Trade, Travel, and Exploration in the Middle Ages: An Encyclopedia, editado por Block Friedman et al. En esta enciclopedia, se podrán consultar numerosos artículos dedicados a la mayoría de los temas estudiados en el presente libro. Según Westrem, los conocimientos geográficos fueron transmitidos a la Edad Media principalmente a través de cuatro autores de la Tardía Antigüedad: Solino, Macrobio, Marciano Capella y Paulo Orosio (216-18), aunque el autor más leído acerca de geografía fue san Isidoro de Sevilla (219). 2 Para la difusión manuscrita de Plinio en la Edad Media véanse Buttenwieser 52-53, Munk Olsen II, 243-73 y III, 2, 110-12, Roncoroni (desde los contemporáneos de Plinio hasta el renacimiento carolingio) y Murphy 41, para la recepción de la Historia natural según las épocas: “Throughout the Middle Ages, the Natural History had done good service; to judge from the number of its medieval manuscripts, it was a popular book indeed. But succeeding revolutions in intellectual history had altered the concept of an encyclopedia beyond recognition from that of their Roman ancestor, until its digressive aesthetic was no longer appreciated. To most of its later readers, not as tolerant of playful intricacy, the Natural History was at best merely quaint, at worst unreadable”. Sobre la difusión de la Historia
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prende no sólo la visión de conjunto que los textos medievales tienen del cosmos y de la Tierra (cosmografía), sino también la consideración de temas geográficos más específicos.3 Uno de los casos más notables se relaciona con la distinción entre dos Etiopías. Cuando en el siglo XIII la Semeiança del mundo o la General Estoria alfonsí, por ejemplo, distingan la Etiopía africana de la asiática, continuarán una idea que les llega, ininterrumpidamente, desde la Odisea: al estudiar las interferencias y confusiones que se presentaban entre ambas regiones en la Antigüedad entre los siglos VIII a. de C. y VI d. de C., Schneider comienza afirmando que, indirectamente, el poema homérico está en el origen de esta tradición.4 Así ocurre también con el Septentrión: Parroni observa que una cadena ininterrumpida de autores desde la Antigüedad, pasando por toda la Edad Media y hasta los albores del mundo moderno, va transmitiendo una imagen del Norte fundada, en lo esencial, en torno de pocas variables que se repiten, sin mayores cambios y desde Homero, de centuria en centuria y de autor en autor, con tenaz persistencia. Más específicamente, a propósito de la isla de Tule, Mund-Dopchie traza la continuidad de estas imágenes hasta el siglo XX. Según De Anna, en relación también con estas tierras, predomina una continuidad en las imágenes sobre una verdadera renovación de los conocimientos geográficos y lo mismo, por citar otro caso, sucede con la India, cuya primera visión de conjunto, continuada en las épocas helenística, romana y medieval, se remonta a Ctesias de Cnidos (fl. 398 a. de C.). Más aún, como recuerda Karttunen, los estudios sobre la India a partir del siglo XVIII dependerán todavía de los autores clásicos como sus principales fuentes.5 A lo cual agrega Nippel que esta multisecular imagen del subcon-
natural en la Edad Media y después véanse también Chibnall, Healy 380-92 y Serbat 217481, con una revisión de la bibliografía. Roncoroni da la cifra de cerca de doscientos manuscritos existentes en la Edad Media de esta obra (156). 3 Lindgren le atribuye al libro segundo de la Historia natural de Plinio, en el que los capítulos geográficos van precedidos por los cosmográficos, un papel fundacional (59-60); sus conclusiones: “Et en outre nous comprenons que Pline a été le premier à résumer systématiquement ce qui sera appelé plus tard la géographie. Le livre II de l’Histoire naturelle est donc un manuel exemplaire de géographie comparable en importance de l’Almageste de Ptolémée pour l’astronomie et aux Eléments d’Euclide pour la géometrie” (60). 4 Véase Schneider 289-93. 5 Así resume este autor la perduración de unas mismas imágenes de la India, que se inician en tiempos clásicos y, con pocas modificaciones, llegan hasta la Edad Moderna: “Through Arabs, Europe learnt something of Indian science. But all this did not contribute much to the picture of India, because it was often not known to be Indian. Byzantium had at least Cosmas and even some subsequent contacts, but in the West India was and remained the country known to the ancients, a picture where the thousand years from c. 500 B.C. to 500 A.D. were contaminated into one whole without any more recent source of information.
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tinente se aplicó después a la China, a medida que los europeos se interesaban cada vez más por el Extremo Oriente.6 Los ejemplos, claro está, podrían multiplicarse a voluntad: a Heródoto se deben numerosas observaciones sobre el monte Atlas, el río Nilo o los pueblos libios, que también se repetirán en otras obras clásicas y medievales. Y a veces, contra su dictamen, pronunciado en el siglo V a. de C., de que desconoce la existencia de un río-océano que circunde toda la Tierra — οὐ γάρ τινα ἔγωγε οἶδα ποταμὸν Ὠκεανὸν ἐόντα (II, 23)— esta idea, consagrada en otros autores antiguos, persistirá tenazmente hasta los siglos medios, como lo atestiguan numerosos textos y mapas del tipo T-O. A propósito de La flor de les històries d’Orient, de Haytón de Gorigos, afirma Hauf en la geografía medieval el predominio de la Biblia, la Historia natural de Plinio o las Etimologías de san Isidoro de Sevilla (ca. 560-636) sobre la observación y la experiencia.7 La fuerza y el prestigio de las auctoritates, en These came only in the days of Marco Polo and Friar Jordanus, but even their eye-witness accounts had very little influence on the picture. Mostly it was not understood to be antiquated, that the real India, that distant, but existent country, was the same no more, if it ever had been. This picture was given more or less intact to the Renaissance and even subsequent centuries, although more attention was now given to original ancient sources as far as they had been preserved. In the dawn of Indology in the 18th century the classical authors were still the main source on India and only slowly were they superseded by Sanskrit sources. Later studies have concentrated on the classical authors and many attempts have been made to ascertain how far their accounts corresponded to the ancient Indian reality. What is spurious is often dismissed as such. But just this imaginative India has its own place in western cultural history, in art, literature and even folklore, and as such it deserves our attention” (Karttunen, “The Country” 51-52). Para esta imagen basada en lo que llama “clerical appropriations of late classical material” y el lugar que tiene Marco Polo en esta larga tradición sobre las “maravillas” y monstruos del Oriente véase también Rubiés 55-56. 6 “The observations and projections of ancient ethnography were handed down to the Middle Ages chiefly through Pliny the Elder, Solinus and Isidore of Seville; these were joined by the Romance of Alexander, which enjoyed great popularity. There was a recurrence of the phenomenon by which literary themes were rediscovered in the reality of foreign cultures. The picture of India that had been formed by Hellenism continued to be reproduced; and themes derived from ancient tradition were the ones that also determined the image of the Far East, starting from the Franciscan mission of the thirteenth century. The Mongols took the place of the Scythians, and Marco Polo, although dismissing the Pygmies as a figment of imagination, could not avoid referring to the Amazons. With the increasing European interest in Asia during the Middle Ages, elements of the traditional picture of India came to be applied to China as well” (Nippel 298). A su vez, continúa Nippel, esta imagen del Extremo Oriente condicionará la visión de los europeos del continente americano, comenzando con Cristóbal Colón. 7 Sobre la obra de san Isidoro de Sevilla véanse, ante todo, los estudios de Fontaine y también Bischoff 318-20 (difusión de su obra en España), Henderson, Sir John y los otros trabajos publicados por Díaz y Díaz. Para la procedencia bíblica de varias ideas cosmográficas y geográficas véase Westrem 218-19.
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efecto, se imponen muchas veces de tal manera sobre los escritores medievales que prevalecen sobre lo que la experiencia directa podría enseñarles o contradecir el testimonio de los clásicos o de otros sabios de la Temprana Edad Media, como san Isidoro.8 Justamente, con Plinio como una de sus fuentes para la descripción del monte Atlas, Alfonso X se ve forzado a defenderla contra las posibles objeciones de quienes no creyeran ni en la autoridad de los antiguos, ni en las “maravillas” de la región: Et estos dixieron otrossi daquel mont tantas cosas e tan estrannas que semeiarien como fabliellas a quien las oyesse, e pero non serien fabliellas mas son marauillas, ca lo dizen e affirman muy buenos et muy sabios omnes, e dan las razones uerdaderas e que dizen uerdad. (GE I 276 a 43)
Las mismas advertencias se hacen a propósito del mito de Perseo y el origen de las serpientes de Libia (GE II 1 273 b 11-280 a 50): “Et esta rrazon sy es fablilla o sy es estoria fallamos la nos por otros escriptos desta gujsa que oydes & qujere acordar en este libro de Lucano” (GE V 143V), problema que también se había mencionado en la Farsalia.9
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“The writings of an auctor contained, or possessed, auctoritas in the abstract sense of the term, with its strong connotations of veracity and sagacity. In the specific sense, an auctoritas was a quotation or an extract from the work of an auctor. Writing around 1200, Hugurio of Pisa defined an auctoritas as a sententia digna imitatione, a profound saying worth of imitation or implementation. In his Catholicon (finished 1286), the Dominican Giovanni de’Balbi of Genoa amplified this with the statement that an auctoritas is also worthy of belief: as Aristotle says, an auctoritas is a judgment of a wise man in his chosen discipline. De’Balbi used an auctoritas of Plato’s as an example. Plato says that the heavens are in motion; threfore, we should accept that this is indeed the case, because the man who is proficient and expert in his science must be believed” (Minnis 10). Chenu estudió los varios problemas ortográficos, etimológicos y semánticos que plantean los términos auctor (< augeo), actor (< ago) y autor y la relación entre el primero con la idea de auctoritas: “L’AUCTOR, ce n’est plus seulement celui qui est responsable de la composition d’un ouvrage (ACTOR), par opposition au scribe ou au simple compilateur c’est —évidemment au sens fort que nous envisageons ici— celui qui a une autorité sur laquelle on peut faire fond pour l’examen et la solution d’une question, en grammaire, en droit, en philosophie, en théologie. L’opinion de l’ ‘auteur’ est authentique, et ses dits sont en effet appelés authentica. C’est d’ailleurs ce qui va introduire une seconde équivoque, avec le nouveau mot, ou mieux la nouvelle graphie AUTHOR, que suscitait évidemment le rapprochement entre auctor et authenticus” (Chenu 83; subrayados de Chenu). 9 “non cura laborque / noster scire valet, nisi quod vulgata per orbem / fabula pro vera decepit saecula causa” (DBC IX, 621-23). Lucano, más escéptico, tiene por leyenda lo que el mundo cree que son causas verdaderas. Sobre las “fablillas”, a propósito del monte Atlas, véase Biglieri, Medea 287-98.
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Para citar tres ejemplos más, se puede recordar cómo de san Isidoro depende, en última instancia, la Semeiança del mundo, obra de principios del siglo XIII, pero que conserva las ideas del sabio hispalense y no recoge las novedades que en los conocimientos geográficos se produjeron desde la composición de las Etimologías en el siglo VII; pero los datos que transmite son de data mucho más antigua, como cuando acepta la versión de que en Asia hay serpientes capaces de engullirse bueyes y ciervos, con los cuernos incluidos (SM 61), contra lo cual, polemizando con los historiadores de la India, ya se había pronunciado Estrabón más de mil años antes (II, 1, 9).10 Tampoco Li Livres dou Tresor (década de 1260, el Libro del tesoro en su versión peninsular) de Brunetto Latini incluye las informaciones que para esas fechas ya circulaban en Europa, derivadas de los relatos de los franciscanos Juan de Piano Carpini (ca. 11801252) y Guillermo de Rubruck (¿ca. 1215?-¿ca. 1270?), enviados papales a Oriente en las décadas de 1240 y 1250, respectivamente.11 Y si todos estos pro-
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“An early and very interesting case is the anonymous Semejança del mundo (soon after 1222), which survives in three manuscripts, one (XIIIc) truncated and the others (XVc, one with an XVIIIc copy) full. It seems to have been intended as a Castilian version of the Imago mundi of Honorius (the early XIIc Honorius Inclusus?), which in turn draws heavily on the VIIc Etymologiae of St. Isidore of Seville. As the work progresses, the Castilian author relies increasingly on Isidore for his content, while preserving the structure of the Imago mundi; a small amount of the work derives from minor sources, and about 12 per cent is original (Semejança 15-16). Since Isidore’s encyclopedia incorporates a great deal of information from classical sources, the description of the world offered by the Semejança is not, as one might suppose from its date, a product of the XIIc Renaissance, but a late representation of largely classical geographical beliefs” (Deyermond, “Building” 144-45). 11 “Initially more surprising is the Florentine author Brunetto Latini, who wrote his Livres dou Tresor in France and in French in the 1260s. He devoted only a short part of his work to geography, under the revealing title of Mappamonde, a section which shows not a trace of the Asian discoveries of Carpini and Rubruck which were then becoming known in France, and is full of borrowings from Solinus, many of them innacurate” (Phillips, The Medieval 185-86). El mapamundi de Brunetto Latini, en efecto, responde a esta visión clásica y medieval de la ecumene (Deluz, Le Livre 399); por otra parte, piensa Connochie-Bourgne, Latini pudo haber tenido frente a sí un mapa cuando redactaba su obra (72). Los ejemplos podrían multiplicarse: para el discípulo de Latini, Dante Alighieri (1265-1321), contemporáneo de Marco Polo (1254-1324), la India seguía representando el extremo oriental del orbe (Schildgen 92-93); los mapamundis de Ebstorf y Hereford (siglo XIII) presentan una imagen clásica del continente asiático (Edson, The World 95); aún en el siglo XV, con los viajes de exploración de los portugueses y la difusión de la Geografía de Claudio Tolomeo, el mapamundi de Fra Mauro conserva todavía una imagen medieval del mundo (GautierDalché, “Sur l’‘originalité’” 132); y, en la misma centuria, en la edición de las Etimologías de san Isidoro de Sevilla (Augsburg, 1472), se incluye un mapa del tipo T-O, el primero en aparecer en un libro salido de la imprenta (Edson, The World 12). Precisamente, la inclusión de este mapa isidoriano en una obra del siglo XV demuestra, según Westrem, el carácter
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blemas se presentan en relación con tierras conocidas, serán aún más agudos cuando se trate de las antípodas, terrae incognitae por excelencia y en cuya descripción se imbrican teoría y experiencia, hipótesis y realidades, explicaciones filosóficas y postulados teológicos.12 ¿Son, entonces, los medievales, “geógrafos de gabinete”, según la expresión de Gautier-Dalché? En todo caso, no lo serían más que otros autores dedicados a otras disciplinas y a todos los cuales —sostiene— no se les debe pedir resultados que no pueden esperarse sino después de Galileo y Descartes.13 El proceso de incorporación de nuevos conocimientos geográficos en la Edad Media será lento y multisecular: lo estudia Phillips y a él hay que remitirse para tener una visión de conjunto, que incluye, entre otros, los siguientes problemas: la coexistencia de nuevas ideas con las heredadas de la Antigüedad y de la Biblia, la difusión, a partir del siglo XII, de traducciones al latín de textos árabes, el testimonio de los viajeros a Oriente (enviados papales, misioneros, peregrinos, cruzados, comerciantes, etc.), la difusión de Claudio Tolomeo en el siglo XV, los viajes de los españoles y portugueses en la misma centuria, etc. Estos dos últimos hechos (la traducción al latín de la Geografía en 1406-07 y la llegada de los europeos a América) obligan a una amplia reconceptualización de la imagen medieval del mundo y en nada se aprecian mejor estos cambios que en las teorías relacionadas con las antípodas.14 La imago mundi que se presentará en este libro será, inevitablemente, eurocéntrica, al menos en la mayor parte de las obras aquí analizadas.15 Lo mismo
“estático” de la geografía medieval: “While sophisticated, dependable navigational charts were being produced by at least 1200, it is suggestive that the first map of the world ever printed (in Isidore of Seville’s Etymologyes [Augsburg: Zainer, 1472]) was a simple T-O diagram, a style then many centuries old and characteristic of the schematic quality of much medieval cartography” (214). 12 Véase Hiatt 78-89; para las auctoritates con relación a la isla de Tule véase MundDopchie 85. 13 “Géographes de cabinet? Mais on ne sache pas que le Moyen Age ait toujours privilégié, dans quelque autre discipline que ce soit, le recours à l’autopsie, à l’observation directe et attentive de la réalité: d’un mot, il est vain de demander aux auteurs du Moyen Age des résultats qui ne se peuvent concevoir qu’après Galilée et Descartes” (“Un problème” 6). 14 Véase la detallada exposición de todos estos problemas en el capítulo “Scholarship and the imagination” en Phillips, The Medieval 177-99. Para las antípodas véase Hiatt 6-7 y 147-48; para la recepción e influencia de la Geografía véase Hiatt 148-59. 15 El eurocentrismo, por supuesto, no lo inauguran Alfonso X y sus contemporáneos, puesto que también en esto tienen precedentes clásicos, como el “romanocentrismo” y las constantes reafirmaciones de la supremacía de Roma por parte de Plinio: “In several passages of his geography, as in the Natural History as a whole, Pliny exhibits a blatant nationalism. His preface to the description of Italy [III, 39-41], for example, is an undisguised
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sucede con la concepción binaria del espacio en la Edad Media, con todas las limitaciones y dificultades que ésta implica, sobre todo en relación con las antípodas.16 O con la oposición, también binaria, entre Oriente y Occidente en los análisis de las visiones de Asia y su geografía (y, a veces también, su etnografía), sobre todo en las páginas dedicadas a las obras de Marco Polo y Juan de Mandevilla. Precisamente, a propósito de estos dos autores, en la colección de trabajos editados por Suzanne Conklin Akbari y Amilcare Iannucci en Marco Polo and the Encounter of East and West, se estudia esta cuestión desde varias perspectivas, para ser tenidas en cuenta después en el capítulo dedicado al Oriente.17 En todos estos casos (etnocentrismo, concepción del espacio, oposiciones binarias, etc.), no se trata, obvio es aclararlo también, de “prejuicios” por parte de quien esto escribe, sino de fidelidad a los textos comentados y a sus contenidos: se pueden analizar los textos con objetividad, pese a todo lo que puedan pensar muchos postmodernistas, y es con esta actitud que se ha
eulogy of Italy and its people. But these intermittent assertions of Roman power alone are not enough to create an overriding sense that the borders of Rome stretch to the boundaries of the world. Instead, Pliny’s choice of taxonomies to describe the world work on a more subtle level to present us with a coherent picture of a world subjected by the Roman empire” (Sorcha Carey 33). Y a veces también, la “idealización” de otros pueblos se hace a partir de categorías griegas de pensamiento, como en Heródoto, Ctesias de Cnidos u Onesícrito (Schneider 312 y 318). La obra de Ctesias (fl. 398 a. de C.), con sus ideas “racistas”, “grecocéntricas” y de superioridad cultural europea e inferioridad, inhumanidad e hibridez de los pueblos “bárbaros”, ya anticipa, según Rossi-Reder, desde tan remotos tiempos, el “discurso colonial” del mundo moderno (55-62). Para el caso de África véase el estudio de George. El “eurocentrismo” se presenta también en la cartografía medieval: “Medieval mappae mundi reflect a Eurocentric viewpoint. This historical perspective of the cartographical image was so ordered that it changed with increasing distance from Europe, and placed an Asia (and Africa) of the past —for which ancient sources were quarried— adjacent to a Europe of the present” (Scafi 128). 16 “Medieval theories of the antipodes can, for instance, easily be assimilated to a narrative that insists that the conception of space in the Middle Ages was structured around the binarisms inside / outside and here / there. The overarching binarism is that of open / closed: according to this view, it was not until the thirteenth century that the closed medieval European world started to embrace the outside and finally became able to reach there from here” (Hiatt 9-10; subrayados de Hiatt). 17 La visión del Oriente suele ser —sostiene Akbari— un “constructo medieval reductivo y esencialista” (“Introduction” 3), dominado por varias dicotomías: civilización / barbarie, sedentarios / nómadas, chinos / bárbaros (“Introduction” 17-18; véase también Bentley 23-24), cristianos / no cristianos: musulmanes, “sarracenos”, “paganos”, etc. (Strickland 34; Kinoshita 74-75). Muchas son las limitaciones de estas rígidas dicotomías, como se ve, por ejemplo, a la hora de situar a Asia central, o interior, en el conjunto geográfico y cultural que se denomina el “Este” (Whitfield).
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emprendido aquí el estudio de la geografía hispanomedieval.18 En este respecto, hay que mencionar también una de las cinco sugerencias que Cohen, desde una perspectiva postcolonial, tiene para los medievalistas: “descentrar” a Europa.19 No se trata aquí de rechazar los méritos (o negarlos) del “medievalismo postcolonial” de los estudios por él recogidos en su libro (y de otros trabajos también consagrados a este tema); al contrario, en su momento, se tendrán en cuenta los de Akbari y Burger, el primero sobre la dicotomía entre Oriente y Occidente, el segundo sobre La Fleur des histoires de la terre d’Orient. Se trata más bien, de acuerdo con el enfoque “descriptivo” de este libro, de presentar la concepción medieval de la ecumene no a partir de los (pre)juicios de los siglos XX y XXI y de las exigencias de la ciencia moderna, ni tampoco a la luz de una idea del “progreso”, inaplicable para la Edad Media. La imago mundi medieval está “centrada” en Europa occidental y aquí no se hará otra cosa que constatar objetivamente este hecho.20
18 Otra vez, Phillips puede servir de guía: “The Eurocentric view of the world which is present throughout this book has been adopted deliberately for the purpose of examining a particular set of problems, and is not meant to imply either that medieval, or indeed modern Europe, was the most important part of the world, or that in some sense the sole purpose of the existence of the rest of the world was to lie dormant until its turn came to be discovered” (The Medieval VII). Y, precisamente a propósito del etnocentrismo griego, sostiene Coleman: “I believe it appropriate, and even desirable, for us to try to make independent and reasoned moral judgments about other cultures, whether ancient or modern” (199); a lo cual agrega en nota: “I do not subscribe to the view that impartial analysis and judgment of past events and cultures is impossible. After all, some values are independent of particular contexts, unless, of course, we believe in cultural relativism, a philosophical position largely discredited...” (213, nota 41). Absolutamente de acuerdo. 19 “Decenter Europe. A postcolonial Middle Ages has no frontiers, only heterogeneous borderlands with multiple centers. This reconfigured geography includes Asia, Africa, and the Middle East not as secondary regions to be judged from a European standard, nor as ‘sources’ from which to trace influence, but as full participants in a world simultaneously larger and more fragmented —a world of intersecting, mutating, inconmmensurable times and places. The supposed margins of Europe must also be rethought, so that ‘peripheral’ geographies like Wales, Ireland, Brittany, the Midi, Catalonia become their own centers” (Cohen 7). Para las teorías postcoloniales en general y, en particular, en relación con las antípodas véase Goldie 5-8 y 37-38. 20 Para el estudio de la “imaginación geográfica” medieval desde otras perspectivas (teorías feministas, culturales, postcoloniales, etc.) véanse los estudios editados por Tomasch y Gilles. El título de la colección, Text and Territory, se refiere a la interacción recíproca de los dos procesos que Tomasch denomina “textualización de los territorios” y “territorialización de los textos” (5).
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Marco Polo y los unicornios Incluso en aquellos casos en que una geografía está fundada más sobre los testimonios oculares que sobre la autoridad de los antiguos, éstos no son completamente rechazados, como afirma Deluz a propósito de John Mandeville.21 Un caso muy claro de esta actitud es el del unicornio en los libros de Marco Polo, pero no el único que podría aducirse y que aquí se recuerda sólo a título ilustrativo y como anticipo de varios de los problemas que van a surgir a propósito de muchos otros textos estudiados en este libro. Es interesante confrontar pacientemente las diferentes versiones de un mismo pasaje para advertir las vacilaciones y matizaciones con que las distintas redacciones y traducciones de su obra describen a los “unicornios” de Sumatra: Elli ànno leofanti assai salvatichi e unicorni, che no son guari minori d’elefanti: e’ son di pelo bufali, i piedi come di lefanti; nel mezzo de la fronte ànno un corno grosso e nero. E dicovi che no fanno male co quel corno, ma co la lingua, che l’ ànno spinosa tutta quanta di spine molto grandi; lo capo ànno come di cinghiaro, la testa porta tuttavia inchinata veso la terra: sta molto volentieri tra li buoi. Ell’è molto laida bestia, né non è, come si dice di qua, ch’ella si lasci prendere a la pulcella, ma è’l contradio. (DDM 227)22
Marco Polo está frente a un animal que, al parecer, desconoce y, puesto a describirlo, emplea el procedimiento muy común entre los viajeros (él mismo lo hará también en otros pasajes) de comparar lo nuevo y diferente a partir de lo conocido y similar;23 muchas veces, el viajero de ayer y de hoy ve y encuentra lo que espera (o quiere) ver y encontrar;24 y de allí que la descripción del rinoceronte, visto 21
Véanse Deluz, Le Livre 80, Hauf, “Introducció” 51 y Parroni 356. “He [Marco Polo] also found unicorns there [Sumatra] which, from his detailed description, we can easily identify as rhinoceros, and he stressed that ‘they are not at all like those which we say let themselves be captured by virgins’”; “He [Juan de Montecorvino, segunda mitad del siglo XIII] explicitly looks for monsters and does not find them, in a more definite way than the Venetian, who dismisses unicorns here only to find them there” (Rubiés 39 y 63). 23 Como cuando, refiriéndose a los leones de Zanzíbar, dice que “no son tales como los nuestros” (LMP 56 = VMP 195-96); o en relación con las aves de Madagascar, observa que “no son semblantes a las nuestras” (LMP 56 = VMP 193); o, a propósito de unas grullas de China, nota que las otras “son assi como las nuestras” (LMP 17 = VMP 64), o que otras ponen huevos “semblantes a los nuestros” (LMP 44 = VMP 154). Lo mismo hace Mandeville al designar a los bananos o plátanos de Egipto con el nombre de “manzanas del Paraíso” (Sobecki 339); Mandevilla los denomina “pomas de paradis” o “pomas d’Adam” (LMM 20). 24 “Travelers are not necessarily good sources of geographical information, either now or then. Not all the members of a tour group or a caravan know exactly where they have been. In 22
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por primera vez en otras tierras, se base en las de otros animales que sí conocía, como elefantes, búfalos y jabalíes.25 Pero lo interesante es que, para nombrarlo, recurre a lo sabido, sí, pero textualmente, y no a la realidad misma y su vocabulario: “rinoceronte”, en efecto, es palabra ampliamente documentada, como se ve, por citar un caso, en la Historia de preliis: “insuper erat eis angustia magna, quia occurrebant eis leones, ursi et rinocerotes, tigres et pardi et pugnabant cum eis” (HNo 130).26 La General Estoria, en un pasaje de su primera parte, establece una asociación explícita entre rinoceronte y unicornio (GE I 670 b 28) y mucho antes que Alfonso X, san Isidoro de Sevilla había hecho otro tanto: Rhinoceron a Graecis vocatus. Latine interpretatur in nare cornu. Idem et monoceron, id est unicornus, eo quod unum cornu in media fronte habeat pedum quattuor ita acutum et validum ut quidquid inpetierit, aut ventilet aut perforet. (XII, II, 12)27 addition, there is the human tendency to see what we expect to see, and the late medieval travelers in Asia had to overcome their allegiance to a mass of knowledge inherited from the classical past before they could focus their eyes on what was in front of them” (Edson, The World 93). Es el caso también del supuesto canibalismo en la corte del Gran Kan, según refiere Marco Polo (LMP 18 = VMP 68), o en otros pueblos asiáticos, a veces entre familiares, de acuerdo con Mandevilla (LMM 93, 101, 103-04). Observa Guzman: “In short, the Western literary tradition and Christian society as a whole could not cut itself free of its early classical and biblical moorings; it did so very slowly and reluctantly. In a rapidly changing world, Western civilization preferred to retain its biblical and apocalyptic image of the world, because it foretold the eventual victory of good over evil —of Christianity over the unclean cannibalistic barbarian peoples who periodically disturbed the peace, order, and stability of western Europe [como las invasiones mongolas en Europa de 1240-41]. The old vision promised them not only safety and security here on earth, but eternal salvation in the afterlife” (53). 25 “Relatively few people made concerted attempts to verify natural wonders, however. Most travelers hesitated to deny flatly the reality of wonders described by authoritates like Pliny and Augustine and deeply embedded in the pictorial and intellectual tradition. Instead, they were content either to identify the wonders they knew from books with those they had observed —Marco Polo’s description of what he calls the ‘unicorn’ of Sumatra resembles nothing so much as a rhinoceros— or to assume that if they had not personally seen the Scythian lambs or islands of Cynocephali, they had not gone quite far enough East. The fact that they had witnessed many actual marvels described in the wonder literature —elephants and rhinoceroses, orangutans and black people— only made the others all the more plausible” (Daston-Park 64; subrayado de Daston-Park). 26 Obsérvese que la traducción alfonsí, por lo general tan fiel a su fuente latina, suprime la mención de leones, osos y rinocerontes: “demás que les acaesció otra angostura que salieron a ellos de tigres e de pardos, que son bestias fuertes e peligrosas, tanta muchedumbre que los de la hueste de Alexandre mester ovieron ý las manos tan bien como si fuessen omnes, e lidiaron con ellos, e pero deffendiéron-se” (HNo 169). Pero ya en la Antigüedad se había identificado al rinoceronte con el monócero ( μονόκερως ): véase Schneider 190. 27 Para este pasaje y su traducción en la General Estoria véase González Rolán 228. En este caso específico, como en toda su obra, especialmente en sus Etimologías, san Isidoro de
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No obstante, Marco Polo acude, por una parte, a una larga tradición textual y pictórica para designar a estos animales, siguiendo el dictado de las auctoritates, pero, por otra, y en otro giro no menos interesante, contradiciendo el testimonio de los bestiarios y del Fisiólogo y desconociendo la interpretación alegórica de este último a propósito del unicornio, que sólo puede ser capturado en el regazo de una virgen: Moisés, al bendecir a José, dice del monócero en el Deuteronomio: “Primogénito del toro, a él la gloria: sus cuernos, cuernos de unicornio. El monócero, o unicornio, tiene esta peculiaridad: es un animal pequeño, semejante al macho cabrío, muy fiero y con un solo cuerno en medio de la cabeza. Es tan temible, que no hay cazador que se le aproxime. ¿Cómo cazarlo, pues? Se presenta ante él una doncella casta, salta entonces al regazo de la virgen, ella lo acaricia, lo alimenta y lo lleva al palacio real. Tiene un solo cuerno, porque ya dijo el Salvador: Mi padre y yo somos uno solo. Pues suscitó en medio de nosotros el cuerno de salvación, en la casa de David, su siervo. Al bajar del cielo, saltó al regazo de la Virgen María: Dilecto como hijo de unicornio, según dice David en el salmo”. (Fisiólogo 74-75)28
Justamente, por las mismas fechas en que Marco Polo habría terminado la primera redacción de su libro (hacia 1298), la traducción peninsular del Libro Sevilla se comporta esencialmente como un “transmisor” de la cultura antigua, al igual que Macrobio, Marciano Capella, Boecio y Casiodoro: véase Colish 42-51 y también Curtius 44857, Lindgren 62 (“Il y a peu de neuf dans ce qu’il ajoute à la tradition”) y Reynolds y Wilson 84. Su obra no contiene casi nada de original, o, mejor dicho —dice Gautier-Dalché—, la originalidad isidoriana consistiría en una síntesis de sus diversas fuentes, hecha enteramente “de segunda mano” (“Sur l’ ‘originalité’” 140); sobre el papel mediador que le corresponde al sabio hispalense en la transmisión del saber antiguo véase también Mund-Dopchie 16 y 89. 28 “XXXV. DE MONOCERATON. Moyses de monoceraton in Deuteronomio dixit, benedicens Ioseph: Primitiuus tauri species eius, cornua unicornui cornua eius [Deut 33. 17]. Monoceras, hoc est unicornis, hanc naturam habet: pusillum animal est, hedo similis, acerrimum nimis, unum cornum habet in medio capite. Non potest ei uenator appropriare, propter quod ualde fortissimum est. Quomodo ergo eum uenantur? Uirginem castam proiciunt ante eum; exilit in sinun uirginis, et illa calefacit eum, et nutrit illud animal; et tollit in palatium regum. Unum cornum autem habet, propter quod dixit saluator: Ego et pater unum sumus [Ioh 10. 30]. Suscitauit enim nobis cornu salutis, in domo Dauid pueri sui [Luc 1. 69]; ueniens de caelo, uenit in utero uirginis Mariae: Dilectus sicut filius unicorniorum [Ps 21. 23], sicut Dauid in psalmo” (Physiologus 128). Para Marco Polo, la tradición pictórica del unicornio y el Fisiólogo véase Wittkower, “Marco Polo” 77: “And although his description of the animal was coloured by literary tradition —he relates as true the Chinese legend of the rhinoceros’ prickly tongue— his discrimination between the pictorial and the real ‘unicorn’ proves that his critical sense was not marred by traditional imagery”. Gerli estudia la presencia de los unicornios en la poesía cancioneril y en el contexto de la cultura cortesana de Valencia en el siglo XV.
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del tesoro de Brunetto Latini, producto de la corte de Sancho IV (1284-95), sigue la versión de que la única forma de cazar a este animal es por medio de una doncella, en cuya falda queda dormido.29 Marco Polo, en una palabra, “racionaliza” a los unicornios, junto a otras maravillas del Oriente, conservándolas para no defraudar las expectativas (u “horizonte de recepción”) de sus lectores.30 En sus versiones peninsulares, este pasaje se vierte de diversas maneras. Así, en la aragonesa de Fernández de Heredia: Et han muchos orifans [elefantes] et vnicornis assaz, lo quales son de aquesta manera: ellos son de granderia senblantes a los orifans o poco mas, et han semblantes pelos que los brufols [búfalos] et tal piet [pie] como orifant, et han vn grant cuerno en el fruent, negro; et no faze ningun mal sino vn poco con la lengua, por que la ha spinosa; et han la cabeça como puerco senglar [jabalí] et lieua la toda via baxa; et sta toda via por los almoriales [pantanos], et es muy suzia bestia et fea de veyer. (LMP 48)
Como se ve, se elimina la mención a la virgen y al modo de cazarlo. Las versiones catalanas vacilan: Et an moltz orifanys [...] poch més, e han semblant pèls queÿls brúfols e aytal peu con orifany, e ha ·I·ª gran banya en lo front, la qual és negre e no fa negun mal; mas ab la lengua fa mal, car l’à molt spinosa desús, e ab aquelles spines fa lo mal; e à lo cap con a porch senglar, e porte’l molt bays e vés terra; e sta per pantant e per aygües, e és molt sutza bèstia e leya de veser. (VMP 167)
Sobre la laguna ([...]) en el manuscrito, y en la cual debería estar escrito “unicornios”, explica Gallina: 29 “Et sabet que unicornio es tan fuerte & tan cruel que ninguno non le puede alcançar nin tomar con engaño: bien le pueden matar, mas nunca lo pueden tomar bivo. Pero los caçadores que lo quieren tomar bivo toman una donzella virgen muy fermosa & ponenla ally do el suele andar; et el por su natura, dexando toda crueldat, echase en el regaço de la donzella & aduermese muy seguro, & en esta manera le engañan los caçadores” (LT 92 a). 30 “This is because Marco Polo and Rustichello do not altogether dispense with the traditional monsters and marvels: they simply rationalize them. Hence, unicorns become rhinos, man-eating by some groups is explained as a religious practice, griffins are identified as large and aggressive birds of prey, and Pygmies become monkeys dressed up to resemble men. But the fact that unicorns, cannibals, griffins, and Pygmies are included at all indicates that the authors as well as the artists recognized that patrons would expect to read about those marvellous things that everyone knew inhabited the exotic East” (Strickland 44); véase también Harf-Lancner, “From Alexander” 245 para los unicornios y otros animales en el libro de Marco Polo; para los unicornios en general véase el estudio de South.
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Aquesta llacuna no existeix als altres manuscrits de la família K. K¹ diu: “Et ont moult d’oriflans qui ont semblables peaux de brufoux. Et ont pies aussi comme oriflans et ont une grant corne en leur front” (f. 19v). K²: “et han muchos orifans et vincorins assaz, los quales son de aquesta manera: ellos son de granderia semblantes a los orifans o poco mas...”. (f. 93r) (VMP 170, nota 9)31
Superando los límites cronológicos fijados para este libro, se puede mencionar aún otra versión más del libro de Marco Polo, la traducción de Rodrigo de Santaella (1518), en la cual se admite la existencia de los unicornios, mencionados también junto con los elefantes: “Y por esta provincia [Machay] se camina quinze jornadas por montes desiertos en que ay muchos elefantes e otros animales salvajes, porque toda la tierra es despoblada; e también se fallan unicornios” (238); el pasaje que corresponde a los de las versiones aragonesa y catalana dice así: En este reino ay monas de diversas maneras e unicornios poco menores que elefantes, que tienen la cabeça semejante al puerco, e siempre la tienen abaxada a la tierra y están de buena gana en el cieno; e tienen un cuerno en la frente, e por esto solamente se dizen unicornios.Y este cuerno es luengo e negro e la lengua d’ellos es áspera y espinosa, e con espinas luengas e gruessas. (251)32
Santaella parece sugerir (¿o lo afirma explícitamente?) que los unicornios, en realidad, no existen y que a esos animales, que en otras regiones se denominan “rinocerontes”, allí se los llama “unicornios” por el parecido que tienen con aquéllos, pero solamente por el cuerno en la frente. En otras palabras, se los llamaría así a falta de otra designación y sin que esto implique reconocer necesariamente su existencia, como lo harían los autores (¿o los copistas?) de las versiones citadas más arriba. En definitiva, cabe preguntarse si efectivamente los Marco Polos bajo cuyo nombre circulaban todos estos textos se rendían frente a las auctoritates y confirmaban la existencia de esos animales o si se trataba nada más que de un procedimiento de designación léxica que recurría al término “unicornio” a falta de otros mejores y basándose, como de costumbre, en la descripción de lo desconocido a partir de lo conocido: ese cuerno
31 La versión catalana del siglo XIV de los viajes de Marco Polo, editada por Gallina, fue escrita en papel de la segunda mitad del siglo XIV (“Introducció” 19). Se indicarán siempre entre paréntesis los pasajes paralelos de esta edición (= VMP) y se notarán sólo las variantes más significativas con respecto a la versión aragonesa. 32 También a Colón le llamó la atención la referencia a los unicornios en la versión por él consultada del libro de Marco Polo, como se ve en las apostillas que escribió al margen (edición de Gil 109, 139 y 141).
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en la frente de la realidad empírica de los rinocerontes que evoca la realidad textual de los unicornios.33 Transmisión textual y concepción tradicional del saber Esta digresión sobre Marco Polo ilustra muy bien el hecho de que, sea como fuere, para los medievales, incluso para aquéllos que fueron testigos oculares de las realidades que describían, la autoridad de las fuentes era, o solía ser, si no incontrastable (como lo era efectivamente en muchos casos), sí muy difícil de evitar.34 Es lo que observa también Mund-Dopchie, a propósito de la isla de Tule.35 Se trata, para resumirlo muy concisamente, de un conflicto siem-
33 Para los rinocerontes de la India véase Karttunen, India 168-71 y, en general, para estos animales en los autores clásicos véanse Schneider 159-64 y Toynbee 125-27. Como explica este estudioso, los rinocerontes recibieron diferentes denominaciones en la Antigüedad y no siempre se distinguieron claramente sus cinco especies, dos de África y tres de Asia, diferenciadas por la presencia de dos cuernos de desigual longitud en las primeras y de un único cuerno en las segundas. Al tipo asiático corresponden los “unicornios” de Marco Polo, el mismo descripto por Plinio en su Historia natural: “Isdem ludis et rhinoceros unius in nare cornus, qualis saepe, uisus” (VIII, 71). Sobre el “rinoceronte clásico” véase todo el estudio de Gowers, quien se centra en los africanos, divididos en dos tipos (Rhinoceros simus y Rhinoceros bicornis), diferenciados, entre otros rasgos, por las dimensiones del segundo cuerno, más pequeño en el primero (un “unicornio”) que en el segundo: “The rear horn of simus is often negligible, consisting of a mere knob so that an observer might well describe it as one-horned”; “Modern records show that the front horn of simus is on average nearly four times as long as the rear horn while in bicornis it is a little less than twice as long” (64 y 64, nota 15; véase también Toynbee 125). Para los unicornios en los autores antiguos véase también Schneider 188-90. 34 “They are bookish. They are indeed very credulous of books. They find it hard to believe that anything an old auctour has said is simply untrue. And they inherit a very heterogeneous collection of books; Judaic, Pagan, Platonic, Aristotelian, Stoical, Primitive Christian, Patristic. Or (by a different classification) chronicles, epic poems, sermons, visions, philosophical treatises, satires. Obviously their auctours will contradict one another. They will seem to do so even more often if you ignore the distinction of kinds and take your science impartially from the poets and philosophers; and this the medievals very often did in fact though they would have been well able to point out, in theory, that poets feigned. If, under these conditions, one has also a great reluctance flatly to disbelieve anything in a book, then here there is obviously both an urgent need and a glorious opportunity for sorting out and tidying up. All the apparent contradictions must be harmonised” (Lewis 11). 35 “Car ceux-ci [los autores medievales] se trouvaient confrontés à un dossier lacunaire —non exempt des contradictions—, qu’ils ne citaient pas nécessairement in extenso et qu’ils connaissaient souvent de seconde main. Ils disposaient donc face aux Auctoritates d’une marge de liberté, qu’ils ont utilisée à leur façon. La démarche la plus répandue consista à
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pre renovado entre autoridad y empirismo. Pero, como se comprueba con estas versiones y variantes de un mismo pasaje, aquella reverencia por los predecesores, según recuerda también Campbell, debe competir con la constante reelaboración y transformación a que los códices quedaban sometidos en diferentes contextos de producción y de recepción;36 con variadas intenciones autoriales y múltiples públicos y lectores, recibidos muchas veces de segunda mano, los textos se hallan en un incesante proceso de lectura y relectura, copia y recopia, traducciones no siempre fieles, con frecuentes amplificaciones y supresiones, originales y arquetipos extraviados, fuentes desconocidas o imposibles de identificar, lagunas y folios perdidos, interpolaciones y agregados, copias de copias, copias usadas como palimpsestos de otros textos, extractos y epítomes, resúmenes y compendios, glosas y malentendidos, incoherencias y contradicciones y la siempre activa participación de los amanuenses en ese proceso que Zumthor ha llamado la mouvance de los textos y que Menéndez Pidal ha explicado con el concepto de “tradicionalidad”, tanto escrita como oral.37 Los misreproduire fidèlement les sources latines auxquelles on se référait, et dans la mesure où on disposait de plusieurs témoignages, à les presenter selon un ordre cohérent” (106). 36 Los contextos de recepción no se limitan a los de los lectores medievales. La traducción peninsular del Tresor de Brunetto Latini implica ya una primera recontextualización del original, en la corte de Sancho IV (1284-95), pero entre esos otros contextos hay que incluir también aquéllos en que los comentaristas modernos insertan esas obras, las explican e interpretan. Un ejemplo bastará para hacer ver esta problemática, según Beltrami: “il Tresor non sia stato né sempre ne principalmente recepito così come l’aveva concepito l’autore, come un libro fortemente orientato, portatore di un progetto culturale che pone al centro la retorica come culmine della scienza politica” (323). En efecto, así sucede en este trabajo, en el que ninguna mención se hará de estos otros temas, aprovechando solamente, en el contexto de las ideas geográficas aquí estudiadas, sólo aquellas secciones cuyos contenidos sean pertinentes para describir la visión del mundo físico y natural de Brunetto Latini (mapamundi, fauna, flora, etc.). 37 “Knowledge was scarce, reverenced, and largely inseparable from the particular texts that transmitted it. At the same time, texts themselves were fluid: plagiarized, misquoted, mistranslated, interpolated upon, bowdlerized, epitomized, transformed, and transformable at every stage of their complex dissemination. When new knowledge did arrive it was easily enough corrupted into older images, particularly in the process of translation. Marco Polo’s information about the short days and long nights of the Russian winter had regressed into the year-round ‘Land of Perpetual Darkness’ by the time of the ‘Geographic Text’” (Campbell 140-41); “A vrai dire, modèles et variations ne constituent que les deux aspect d’un phénomène majeur, définitoire de la culture médiévale: ce que j’ai d’ailleurs appelé la ‘mouvance’ des textes. J’entends désigner par ce thème le caractère hiérarchique de la production textuelle (et peut-être, de façon plus générale encore, de toute production de discours) dans la civilisation du Moyen Age occidental. Tout text médiéval possède une généalogie, se situe à une place relativement précise, quoique mobile, dans un réseau de relations génitives et dans une procession d’engendrements” (Zumthor, “Intertextualité” 9; véase también Zumthor,
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mos procesos, por cierto, afectan la copia y transmisión de los mapas de manuscrito en manuscrito, en una fluida y compleja “intertextualidad cartográfica”, también hecha de comentarios, comentarios de comentarios y confusiones por parte de los copistas.38 A su vez, todas estas consideraciones deben integrarse en el marco más amplio de la “concepción del saber en una sociedad tradicional”, tal como lo ha demostrado Maravall en su estudio de este título. En este tipo de sociedad predomina una “tendencia a la inmovilidad”, a “conservar y transmitir lo sabido”, según una “concepción tradicional estática del saber”, que lo define como “un contenido dado que se transmite”.39 De allí la enorme influencia que ejercen las auctoritates y la constante remisión a las fuentes clásicas como repositorios de un saber establecido que, más que renovar, hay que transmitir a la posteridad. Dos fuerzas en pugna se hallan así en la base de la textualidad medieval: el respeto reverencial por la autoridad de los predecesores y las libertades que, pese a todo, se tomaban sus continuadores frente al códice que leían, copiaban y comentaban. Todo un coloquio, celebrado en Saint-Quentin-en-Yvelines (1416 de junio de 1999), estuvo consagrado al tema del auctor y auctoritates en la Edad Media, en cuyas palabras de apertura Zimmermann recapituló los problemas más importantes a considerar, entre ellos la noción de “autor” y su sumisión al peso de las autoridades y el lugar que le cupo a la “invención”, incluso Essai 65-75); “Pues asimismo, cada formador de un códice cronístico innova en su copia, poco o mucho, el texto que lee, reaccionando en su lectura y en su copia según su propia erudición historial le dicta y a veces según su íntimo sentimiento le impulsa. Podemos recoger quinientas versiones orales de un romance tradicional y no hallamos dos idénticas entre sí; podemos comparar varias docenas de códices cronísticos y no hallamos un manuscrito sin algunas variantes de importancia que lo singularicen frente a todos los demás. Otra semejanza de gran valor: todos los códices son anónimos como anónimas son todas las obras tradicionales; no se cierne sobre ellas el concepto de autor” (Menéndez Pidal, “Tradicionalidad” 140). En el caso de Marco Polo (y Mandeville), su público lector pertenecería tanto a una cultura aristocrática cuanto a la de los mercaderes y del patriciado urbano, representando en sus obras el Oriente para la cultura laica de la Europa medieval tardía (Rubiés 48). 38 Véase Hiatt 39, 42, 70, 72, 168-69 y 265. Por ejemplo, el itinerario de Peutinger (Tabula Peutingeriana), del siglo XII, es copia de otro, del siglo IV, a su vez copia de un original del siglo I (Edson, The World 14). 39 Véase Maravall 218, 219, 224 y 230. “Se trata de una concepción en la que el conocimiento de las cosas se presenta con un carácter fijo y estático, al que no se le puede añadir nada, sino repetir según los modos ya establecidos”; “Para toda sociedad tradicional, esto es, para toda sociedad que se base en una economía estática, en un derecho viejo o consuetudinario, y en una ciencia inmóvil a fuer de pretendidamente perenne, el saber no es, como hemos dicho, cuestión de investigación, sino de comunicación”; “El saber está ya hecho. Por tanto, no es cuestión averiguarlo, sino presentarlo” (Maravall, “La concepción” 225, 228 y 237).
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en aquellos textos en que menos podría esperarse, como la “escritura diplomática”, por ejemplo. Los trabajos allí leídos fueron publicados dos años después, entre ellos el ya mencionado, y al cual se volverá enseguida, de Gautier-Dalché sobre la “originalidad” de la “geografía” medieval, quien plantea también cómo, en esta “cultura de la repetición”, se enfrentan las dos tendencias tan expresivamente indicadas en el subtítulo de todo el volumen: “invención y conformismo en la escritura medieval”. Y lo mismo con la cartografía: al estudiar su historia en los siglos XIV y XV (1300-1492), Edson le da a su libro el subtítulo “la persistencia de la tradición y transformación”. Conformismo y continuidad de la tradición, invención y transformación, así se resumen las dos fuerzas contrapuestas en la redacción de los textos y la composición de los mapas. Y si toda literatura (y cartografía) es intertextual, la medieval lo es aún más, por esta concepción del saber, por ese prestigio de que disfrutaban las auctoritates y por la proximidad con que la Edad Media percibía y sentía a la Antigüedad. La Edad Media ni olvida, ni menos rompe su relación con los clásicos y prueba de esta continuidad, por si faltara, se ha de encontrar en los textos peninsulares que se estudiarán y comentarán a lo largo de este libro.40 Existencia y perduración de la geografía medieval ¿Perduran estas ideas más allá del siglo XV o caducan con el Renacimiento, los viajes colombinos y la exploración de otras tierras y el contacto de los europeos con otras sociedades de África, Asia, América y Oceanía? Para el caso de la cartografía, se ha respondido en forma negativa, ya que, si bien originada en
40 Citamos otra vez dos pasajes fundamentales, aducidos también al final de nuestro libro sobre el mito de Medea en la literatura española medieval: “Hoy es bien sabido que la Edad Media desarrolla una cultura que sólo en estrecha dependencia de los ‘antiguos’ puede explicarse. Es más, la Edad Media vive esa dependencia con un sentimiento de comunidad profundo, es decir, considerando a los antiguos implicados en la misma vida histórica, unidos los hombres de uno y otro tiempo en un mismo mundo cultural” (Maravall, “La estimación” 289); “The notion of antiquity as a distinct historical milieu, as a period that had run its course, did not exist in the Middle Ages; and this is the cause of the relative facility, so surprising to us, with which, in spite of the immense revolution created by Christianity, medieval thought found points of agreement and formulas for reconciliation with the pagan spirit. The Renaissance, on the other hand, perceived this historical distance, and had to make a conscious effort to establish harmony between two worlds separated by a lapse of centuries” (Seznec 322). En el campo de la geografía, si bien la autoridad de los antiguos también dominaba, la fidelidad hacia ellos no fue ciega y los resultados no fueron meras compilaciones (Gautier-Dalché, “Un problème” 12).
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la Antigüedad, en cierto sentido no habría sido superada hasta el siglo XVII.41 Y lo mismo podría decirse acerca de las denominaciones con que la geografía designa a diversas regiones de la ecumene, tales como “Etiopía”, “India”, “Sudán”, “Guinea”, etc.: la imprecisión con que se usaban en la Antigüedad se transmite a la Edad Media, en contraste con las claras demarcaciones políticas que estos términos poseen en la actualidad.42 En relación con la ruptura con, o la continuidad de, las concepciones (meta)geográficas más allá de los límites temporales que tradicionalmente se le fijan a la Edad Media, por un lado, podría pensarse, con Zerubavel, en la quiebra de la cosmografía clásica causada por el advenimiento de la modernidad, si bien el esquema de una ecumene tricontinental no va a desaparecer por completo hasta fines del siglo XVIII, cuando se “descubra” el estrecho de Bering y queden establecidas así la pertenencia de Alaska a América y la separación de ésta del continente euroasiático.43 Por otro lado, Lewis y Wigen creen que la influencia de los autores clásicos no se ejerce solamente en los siglos medios, ni se detiene en la así llamada “Temprana Modernidad”, sino que se prolonga también hasta hoy, cuando las ideas (meta)geográficas y etnográficas forjadas en la Antigüedad continúan aún influyendo en la concepción del mundo del presente.44 Si fuera así, este libro podría encontrar una justificación adicional para su publicación. 41 “We have seen (and we will see) that this awareness of the surface extension of space, oriented according to the cardinal points and able to be represented or drawn with a truly geometrical accuracy, is found amongst the Greeks as early as the fifth century B.C., and is greatly perfected during the third and second centuries. In its principles, this awareness developed to such an extent with the work of cartographers of the imperial era, Marinus of Tyre and Ptolemy, that it was not surpassed until the seventeenth century” (Nicolet 71). 42 Sobre estas designaciones véase Phillips, The Medieval 151, 191-92 y 236. 43 Véase Zerubavel 69 y 86: “Their readiness to relinquish the structures offered by classical cosmography was a clear testimony to Vespucci’s, Pacheco’s, and Waldseemüller’s creativity. Creativity, which almost by definition precludes the acceptance of any structure as a given, presupposes enough flexibility to forgo familiar mental structures on the realization that the reality one experiences may warrant new ones. In their effort to break away from the mental confines of medieval dogma, these intellectuals pioneers clearly embodied the distinctive spirit of the Renaissance”; sobre Alaska véase Zerubavel 65-66 y 101-05. Esta concepción de la ecumene se remonta a tiempos muy antiguos: “For Aristotle, the oikoumene encompasses the land from the Pillars of Hercules to the Far East of India. He and many others, including possibly Pythagoras before him, thought of this landmass as completely surrounded by water, a belief that would become increasingly important” (Goldie 20). 44 “It is our aim here to attempt to transcend the sic et non paradox of global divisions primarily by historicizing the categories through which we think about the world. To do this it is necessary to go back at least to the fifth century B.C.E., for just as in the case of epistemology, the foundational ideas of world geography are rooted in the debates of the ancient
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Precisamente, esta deuda de los medievales con los antiguos queda documentada en todas aquellas notas en que se transcriben los textos de las fuentes utilizadas: así, para volver a las estorias alfonsíes, se indicarán todos los casos en que hayan podido identificarse las fuentes clásicas (Lucano, Plinio), tardoantiguas (Paulo Orosio, san Isidoro de Sevilla) o medievales;45 y también, aunGreeks. This is not merely true, it is essential to note, for contemporary European and American societies; Greek geography has been to a certain extent globalized, and what were originally Western categories —such notions as Europe, Asia, and Africa— are now employed throughout the world. This was, of course, not always the case, and investigating alternative systems of global division is an essential project for a critical metageography. But to transcend Eurocentrism initially requires very close engagement with the history of European thought”; “It is no accident that the global geographical framework in use today is essentially a cartographic celebration of European power. After centuries of imperialism, the presumptuous worldview of a once-dominant metropole has become part of the intellectual furniture of the world. Even postcolonial intellectuals, bent on creating new visions for an alternative global order, find themselves stuck with a collection of parochial geohistorical categories that originated in the Eurasian Far West. Admittedly, those categories have been stretched almost beyond recognition during the past five hundred years. Forced to accommodate a world full of previously unknown lands and peoples, they have also been subjected to increasingly disciplined forms of scientific inquiry and abstract representation. But as much as the metageography of medieval Europe has been bent, broadened, and recast, it has never been completely broken. On the contrary, the very processes of discovery and conquest that forced open its narrow categories served simultaneously to shore up its self-flattering premises” (Lewis-Wigen 16 y 189). Para el caso particular de las antípodas, nota Goldie: “The significance of examining Greek and Roman understanding, beyond gaining knowledge about the era, is that it shaped what was to come on a deep and enduring level so that observations about the antipodes even today are to a great extent colored by northern and particularly Grecian and Roman outlooks. Writers after these eras consciously and unconsciously followed, responded to, and opposed ideas explored early on. That is, the early writings about the antipodes have value, often hidden value, in bringing to light how people thought and continue to think” (176, nota 2). 45 Para la relación entre la obra de Paulo Orosio y la Estoria de Espanna de Alfonso X véase el estudio de Jiménez Vicente. La presencia de san Isidoro en la obra alfonsí se ha estimado de variada forma, según los investigadores: para López Santos, “no es apenas perceptible y, en general, las referencias a la obra isidoriana son indirectas y sólo en 1270 Alfonso X recibirá un códice de las Etimologías en préstamo del prior de Nájera (424-31), como consta en el documento transcripto por Catalán” (47, nota 70). Lo mismo piensa Díaz y Díaz: “digno de nota es que el equipo de trabajo de Alfonso X no conoce ni utiliza hasta muy tarde la obra isidoriana auténtica, sino que se basa exclusivamente en el Tudense, y en Rodrigo Jiménez de Rada, hombre bien dotado, que toma como fundamento de sus historias también al obispo de Sevilla” (383). González Rolán concluye que la tesis de varios autores de que existiera en la época de Alfonso X una traducción completa de la obra isidoriana “no puede hoy en día ser mantenida” (238). Por su parte, González Cuenca, en la introducción a su edición de las etimologías romanceadas, contenidas en un manuscrito del siglo XV, admite la dificultad de “probar con argumentos de valor absoluto” que esta traducción procede
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que no hayan sido fuentes directas por ser desconocidas en la Edad Media peninsular, se aducirá asimismo el testimonio de autores como Heródoto (ca. 489-25 a. de C.), (ca. 64/63 a. de C.-21 d. de C.) o Pomponio Mela (fl. 37-42 d. de C.), cuyas ideas geográficas y etnográficas ayudarán a comprender mejor la perduración de ciertas nociones muy arraigadas en Occidente sobre el continente africano o el Oriente.46 Originalidad de la geografía medieval ¿Se puede discernir en las obras medievales una “originalidad”, que les conferiría un carácter distintivo, sobre todo frente a sus antecedentes antiguos?; más aún, ¿existió una “geografía” medieval? Ambos problemas fueron planteados, entre otros estudiosos, por Gautier-Dalché. Con respecto al primero, dada la dependencia de las auctoritates antiguas, cabe preguntarse por la “originalidad” de la geografía medieval, sobre todo a la vista de algunas “originalidades dudosas”, en relación con la forma de la Tierra, la obra de Roger Bacon o la “mutación” producida por la traducción de la Geografía de Claudio
del taller alfonsí (49); por otro lado, dadas la “voluntad de saber universal” compartida por el autor hispalense y el rey y la “voluntad de saber ‘general’” de este último, agrega: “Me resisto a pensar que no pasó por la mente del Rey Sabio la empresa de castellanizar las Etimologías cuando castellanizó productos mucho más alejados del hábitat cultural de aquella Castilla” (50). Véase también Hillgarth, “Isidorian” 933 y 971 para las opiniones de estos dos últimos estudiosos. 46 En algún momento, la General Estoria, por ejemplo, menciona a Estrabón, pero se trata de una alusión indirecta a través de la Glossa Ordinaria: “e las yentes auien nombre los amalechitas; e dize Strabo sobreste logar en la Glosa que uinien de Amalec, fijo de Ysmael, fijo de Abraham” (GE I 386 b 4; Eisenberg 214). Sobre la introducción de Estrabón en Europa occidental véase Hiatt: “Of particular significance was the introduction of the geography of Strabo to Italian humanist circles following the visit of Georgius Gemistus Pletho to Italy in 1439 as part of the Orthodox delegation to the Council of Florence, convened with the purpose of negotiating the unification of the Roman and Greek churches” (162). El desconocimiento de la obra de Estrabón en la Edad Media afectó, por ejemplo, la visión parcial e incompleta que en esta época se tuvo de la isla de Tule (Mund-Dopchie 91 y 129). La obra de Pomponio Mela, mencionada por Alfonso X en sus estorias, no se conoció en Europa antes de 1400, salvo por un grupo de humanistas italianos del siglo precedente, entre ellos Petrarca y Boccaccio (Gormley et al. 302-11, Hiatt 178, nota 27, Phillips, The Medieval 201 y Reynolds and Wilson 105-06 y 129). Para la circulación manuscrita de De chorographia durante la Edad Media véanse Gormley et al., quienes concluyen que, antes del siglo XIV, el texto fue copiado solamente en Francia (320), y Munk Olsen II, 105-06 y III, 2, 97. Pomponio Mela, cuyas fechas de nacimiento y muerte se desconocen, compuso su obra hacia el 4344 d. de C. (Silberman XIII).
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Tolomeo en el siglo XV.47 Más aún, ¿se puede hablar de una “geografía” medieval? Gautier-Dalché sostiene que entre la Antigüedad y el Renacimiento ni existió una verdadera geografía, ni se compusieron obras exclusivamente geográficas que no se escribieran bajo la forma del relato de viajes o la “coartada” del enciclopedismo, ni hubo un “lugar epistemológico” en el cual la descripción del mundo pudiera ser suficiente en sí misma.48 Hay una “geografía ausente”, según la llama Gautier-Dalché, en los relatos de viajes, como los de los misioneros a Asia, por ejemplo, en los que comprueba una “falta de interés por la constitución de un equivalente narrativo a la realidad topográfica de las regiones recorridas” y en los cuales el orden se subordina a fines ideológicos, morales y religiosos: los conocimientos geográficos no son un fin en sí mismos. Y hay también una “geografía ausente” en las “aporías de la imagen del mundo”, incluyendo la de Mandeville.49 Para este estudioso, en fin, no hay geografía antes del siglo XV.50 Pero, aunque se aceptara la propuesta de Deluz de que las primeras obras geográficas en prosa aparecieron alrededor de 1250, ¿se puede hablar de “geografía” en textos anteriores al siglo XIV? ¿Son “geográficas” las estorias de Alfonso X, las enciclopedias, las obras de ficción? No, ciertamente, aunque contengan pasajes e incluso vastas secciones consagradas a lo que hoy se consideraría como “geografía”. Como se verá después, y según Deluz, el libro de John Mandeville sería el primer tratado de geografía escrito en la Edad Media occidental y, dato interesante, como obra geográfica lo consideraron ya los
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Véase Gautier-Dalché, “Sur l’ ‘originalité’” 135-39. Para otra interpretación de la “falta de originalidad” en la cultura medieval véase Sobecki: “Their [los escritores medievales] ‘lack of originality’ and their routine invocation of past masters are expressions of their own ‘anxiety of influence’, to borrow Harold Bloom’s memorable phrase. ‘Originality’, the unorthodox, the new, the dangerous —all those are names for the Other, which poses a permanent threat to cultures still in the process of consolidating their identity. These cultures will tend towards associating the Other with danger, hostility, and inferiority, provided they are organized by a superstructural ideology such as religion, whereas stable groups with a more developed sense of identity tend towards a demythologized perception of the Other” (331). 48 Véase Gautier-Dalché, “Sur l’ ‘originalité’” 133. 49 Véase Gautier-Dalché, “Remarques” 45-50. 50 “De telles analyses peuvent se résumer dans un autre truism: il n’y a pas, avant le XVe siècle, de ‘géographie’, et le mot ne peut s’employer que par commodité. Pas plus que d’explorateurs, il n’existe de géographes au XIVe siècle” (Gautier-Dalché, “Remarques” 44). Para el lugar que a los conocimientos geográficos les correspondía en la educación medieval, como parte de la geometría o la astronomía, véase Westrem 214, quien afirma que no será hasta mediados del siglo XIX cuando esta disciplina se constituya como un saber académico independiente.
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encargados de la biblioteca de Carlos V de Francia, para quien fue copiado el manuscrito más antiguo, datado en 1371.51 Haciendo un balance del estado de la geografía en el momento en que se compone esta obra, Deluz advierte el carácter de ciencia-encrucijada (sciencecarrefour) que tenían estos conocimientos en el siglo XIV;52 se trataría, en otras palabras, de una ciencia que aún no poseía un nombre que la designara como un dominio independiente del saber, pero que aparece ya claramente perfilada en la obra de Mandeville, aunque se escriba aún bajo el signo del viaje.53 Poco a poco, en efecto, la geografía va ganando autonomía, si bien no logra independizarse completamente de la historia, disciplina que tampoco tenía siempre una existencia propia.54 Que la geografía no se constituye aún como una disciplina independiente lo confirman, ante todo, los mapamundis medievales, en los que coexisten el espacio y el tiempo junto con datos e informaciones procedentes no sólo de lo que hoy se llama geografía física, sino también de la cosmografía, la mitología, la religión, las historias bíblicas (Antiguo y Nuevo Testamento), eclesiástica y profana, la teología, la antropología, la etnografía, la zoología, la botánica, la mineralogía, etc. Ejemplos paradigmáticos son los mapas de Ebstorf y de la 51 Véase Deluz, Le Livre 286, 364 y 367; para la fecha de 1250 véase Deluz, Le Livre 127 y 132; véase también Deluz, “L’originalité” 11-13 y 17 para el lugar aparte que, como primer libro de geografía y su recepción como tal, tuvo la obra de Mandeville en la Edad Media. También para Bennett, el libro de Mandeville merece un lugar en la historia de los descubrimientos geográficos (1 y 259); su libro es una “descripción del mundo” (49) y sus conocimientos geográficos eran tan buenos como los de otros viajeros de su época (67). Para Lindgren, la carrera universitaria de la geografía debió haber comenzado en el siglo XIII (64). 52 Véase Deluz, Le Livre 98. Gautier-Dalché observa que la geografía no formaba parte de la enseñanza, ni monástica o catedralicia, ni universitaria (“Un problème” 12, nota 25). 53 “Plus que comme un livre de pèlerinage ou un livre d’histoire, c’est donc bien comme un livre d’une géographie qui ne sait pas encore dire son nom, qu’est lu Mandeville, une géographie des montagnes, des rivières certes, une géographie plus encore des peuples et de leurs coutumes, une géographie enfin et surtout du légendaire et du merveilleux”; “Géographie mise dès le début de l’ouvrage sous le signe du voyage, parcours à travers le monde, plus que récapitulation théorique de ce que l’on en connaît et débats sur les questions qu’il pose” (Deluz, Le Livre 298 y 147). La peregrinación medieval le cede el lugar a la exploración del Oriente por parte del viajero: véase Higgins 11, 133, 135 y 126: “Even more than in The Book’s survey of the biblical East, then the author here enhances the dual and (from a modern standpoint) self contradictory perspective inherited from both his underlying sources: that of the pious pilgrim along with the curious explorer”; véase también Howard 55-56. 54 Véase Deluz, Le Livre 36, 136 y 272. También Phillips indica la dependencia de la geografía medieval tanto de las historias universales, que comienzan a circular en el siglo XII, como de las enciclopedias de la siguiente centuria (The Medieval 177-78). Junto a estos datos, hay que recordar también la popularidad de Plinio, cuya “mentalidad enciclopédica premedieval, si no ya medieval” atraía tanto a los lectores de la Edad Media (Roncoroni 166).
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catedral de Hereford, ambos del siglo XIII, pero su carácter “enciclopédico” se puede apreciar asimismo en muchos de los textos hispanomedievales que se analizarán en los siguientes capítulos y en los cuales, junto a la información que hoy se consideraría “geográfica” propiamente dicha, se encuentran muchos otros datos relacionados con las esferas más diversas de la realidad y del saber.55 Así, Gautier-Dalché se pregunta, por ejemplo, si las obras de los medievales no habrían respondido a otras exigencias, cuya noción se ha perdido, correspondiendo a realidades intelectuales y culturales muy diferentes de las de la actualidad, y que, por estas razones, deben entenderse a partir del “universo de representaciones” propias de esas épocas y “mentalidades”. Hay que abandonar, por lo tanto, una idea ingenua de “progreso” (o de “evolución”) y adoptar, con modestia, el punto de vista de los medievales.56 Sobre la necesidad de aproximarse a la Edad Media (y no sólo a su “geografía”) con esta actitud, nunca se insistirá lo suficiente. En este sentido, las propuestas podrían multiplicarse, pero bastará citar una más, la de Scafi, sobre la cartografia medieval en relación con la representación del Paraíso Terrenal: al revisar la literatura sobre el tema, este autor nota en los estudiosos que lo preceden una progresión lineal que conduciría desde una geografía “ideológica”, teológica y precientífica, basada incluso en “supersticiones”, a una concepción científica, moderna, objetiva. Ingenuas representaciones de una geografía imaginaria, mitológica y 55
Para el mapamundi de Hereford como síntesis de la visión del mundo y de los conocimientos geográficos en el siglo XIII véase Edson, The World 11-32 y sus conclusiones: “The mappaemundi presented a richly satisfying world picture that summed up the knowledge and culture of the High Middle Ages in an encyclopedic form similar to the great summas of the thirteenth century, such as those by St. Thomas Aquinas and Vincent of Beauvais. Its message went far beyond the purely physical representation of space that we assume to be the function of a map today. Instead, the meaning of space was its ambitious program” (31; subrayado de Edson). 56 Véase Gautier-Dalché, “Sur l’‘originalité’” 132, 139-40 y 143. Y en otro artículo: “L’étude de ce que nous appelons la ‘géographie’ médiévale n’a guère d’intérêt s’il s’agit d’y retrouver, dans une visée naïvement progressiste, les prodromes d’une évolution qui mène à Humboldt, à Ratzel et à Vidal de la Blache, en passant par Ptoléméé et les géographes de la Renaissance. La problématique téléologique, où la marche du progrès va vers toujours plus d’‘expérience’, de prise en compte de la ‘réalité’, est pis que fausse: elle est profondément ennuyeuse. Cessons —autant qu’il est possible— de juger des productions intellectuelles des hommes du passé avec nos catégories, implicitement parées de toutes les vertus heuristiques. Tentons d’adopter leur point de vue: ni jugements faciles sur le caractère ‘symbolique’ des mappae mundi, ni félicitations intempestives adressés aux honnêtes explorateurs et à leurs témoignages ‘dignes de foi’. Soyons modestes; l’état actuel de l’historiographie n’incite pas à éprouver un sentiment de supériorité à l’égard des contemporains de Hayton, de Marino Sanudo ou de Guillaume Adam” (“Remarques” 54-55).
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legendaria, “medieval” en el peor sentido de la palabra, darían paso, a partir del Renacimiento, a un nuevo modo de concebir, describir y explicar el mundo, despejadas ya, sobre todo gracias al Siglo de las Luces (Ilustración, Enlightenment, Illuminismo, Aufklärung), las últimas sombras de una llamada “edad oscura”. Hoy, concluye Scafi, la idea de progreso ha sido criticada, cuando no rechazada, dando paso a una nueva manera de acercarse a la cartografía medieval, que no se considera ni absurda, ni irracional, ni como un estadio inferior en el desarrollo de la ciencia cartográfica, sino como un sistema alternativo de representaciones que puede y debe ser analizado en sus propios términos. Los textos que se citan en la siguiente nota son, entonces, guía para todo lo que sigue y tenerlos en cuenta servirá también para juzgar los objetivos, alcances y limitaciones del presente libro.57 Tres escollos más se presentan en el estudio de los textos a analizar: los prejuicios contra el saber medieval, la falta de una terminología unívoca y la siempre renovada y nunca resuelta cuestión de los “géneros literarios”. Con respecto al primero, hay que mencionar los varios prejuicios que han entorpecido el estudio de la geografía y la cosmografía de la Antigüedad y la Edad Media. Por ejemplo, Obrist, al analizar las teorías de los vientos en relación con la cosmología medieval, constata que entre aquellos prejuicios se encuentran la creencia en el carácter rudimentario de la ciencia antiguo-medieval y la suposición de que, con el advenimiento del cristianismo, el estudio del mundo natural por sí mismo dejó de tener interés.58
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“For thoughtful cartographers and historians of cartography today, the idea of progress —the notion that mankind has reached full maturity after passing a medieval childhood and a Renaissance adolescence— is no longer as seductive as it was once. [...] Modern historians of cartography have abandoned the simplistic vision of a linear progression to recognize that the corpus of medieval maps, which until yesterday they rejected as absurd and irrational, represents an alternative cartographical system. [...] The ‘scientific’ mapping of the Enlightenment and post-Enlightenment is no longer regarded as a neutral transfer of information from an ‘objective’ reality, but as an act of human imagination that allows the cartographer to disclose, or the map user to discern, patterns in perceived reality. [...] Maps created in medieval and Renaissance times need to be judged in terms of the world outlook of the time. To understand every age on its own terms does not mean that one has to adopt that world view oneself, only that the anachronistic arrogance of judging it from one’s personal viewpoint is to be avoided” (Scafi 28). 58 El desinterés por el estudio de la composición del mundo y de los fenómenos naturales como los vientos se debe a estos factores: “The first is a belief that Roman and, a fortiori, early-medieval physics was extremely rudimentary and therefore unworthy of attention; the second is a belief that, with the acceptance of Christianity, the physical world no longer held interest as a subject of study and was invested solely with spiritual meaning. Until recently, these widely accepted assumptions remained unchallenged” (Obrist, “Wind” 33).
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Las vacilaciones y complicaciones terminológicas complican también el estudio de la “geografía” medieval, al emplearse en forma intercambiable términos como “cosmografía” y “astronomía” y no contarse con una nomenclatura precisa que delimite con mayor o menor precisión lo que hoy se llamarían “contenidos geográficos”.59 Lo mismo cabe apuntar en lo que se refiere a lo que hoy se llaman “géneros literarios” y los riesgos que implica proyectar hacia el pasado categorías y distinciones inexistentes en la Edad Media; o aplicar terminología moderna a obras que se componían con otros presupuestos: es el caso, por citar un solo ejemplo, de las “enciclopedias”, término que los medievales no emplearon.60 A pesar de todo, cuando se trata también de la Edad Media, las palabras “geografía”, “geográfico”, etc. están ya consagradas por el uso, la comodidad o la inercia y por ello se notará que, en este libro, se emplearán en el sentido con que hoy se entienden corrientemente.61 En efecto, a lo largo de este trabajo,
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Para todos estos problemas véase también Lindgren 57-59 y 61-62. Para el enciclopedismo medieval véanse los estudios publicados por Picone y las precisiones de Cardini sobre las enciclopedias modernas (comenzando con la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert) y la Edad Media como una aetas encyclopaedica que concebía el saber como algo “coherente y orgánico” (12). Sobre la etimología, origen y aparición del vocablo “enciclopedia” véanse Le Goff, “Pourquoi” 23-25 y Picone 15-16: la palabra aparece por primera vez en francés en 1532. La Edad Media, afirma Picone, carecía de este término, pero no del concepto mismo, si bien se expresaba con otras designaciones (speculum, imago, summa, trésor, etc.). Más que de “enciclopedias” habría que hablar de “enciclopedismo”: “Il nostro scopo quindi non è solo quello di studiare le ‘enciclopedie’ medievali, le opera che si riconducono a questo macrogenere letterario; ma è anche quello di studiare l’‘enciclopedismo’, cioè la mentalità, il complesso di idee, di principi gnoseologici e costruttivi, che sta dietro ogni progetto enciclopedico” (Picone 20). Le Goff propone “espíritu enciclopédico” para designar este proceso intelectual (“Pourquoi” 24). Para una lista de las principales enciclopedias medievales que incluyen alguna sección dedicada a temas geográficos véase Westrem 215. Todo esto a tener muy en cuenta para la obra de Alfonso X, a quien no se debe ninguna “enciclopedia” propiamente dicha, pero cuya producción se basaba en una voluntad y mentalidad “enciclopédicas” que aspiraban al orden, la unidad, la coherencia, la totalidad. Lo reconoce Le Goff: “J’y ajouterai un autre grand personnage qui a joué un role très important, me semble-t-il, dans cette poussée encyclopédique: il s’agit d’Alfonso X el Sabio de Castille. Lui même auteur comme Frédéric II et incitateur du mouvement encyclopédique. Ces milieux réorganisent la production encyclopédique pour satisfaire la demande de la nouvelle société comme cela —mutatis mutandis— se passé dans le domaine économique” (“Pourquoi” 30). Entre los antiguos, Plinio representa el “enciclopedismo natural”, volcado al mundo exterior (Le Goff, “Pourquoi” 30). 61 “Geografía” y sus derivados eran voces que apenas se emplearon en latín: “The term geographia, derived from the Greek, is known in only two Latin texts, neither of which was specifically concerned with the description of the world. The alternative chorographia, again taken from the Greek and popularized in the title of Pomponius Mela’s first century 60
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todos estos términos y similares tienen una significación muy lata y carecen de mayores precisiones, que, en todo caso, de haberse intentado, podrían restringir indebidamente el corpus aquí estudiado. Si se aplicaran estrictamente estas definiciones de una ciencia rigurosamente geográfica, poco y nada habría quedado por estudiar. Sirvan, entonces, todas estas salvedades y observaciones preliminares para alertar a los lectores de que se van a emplear palabras como “geografía” y sus derivados con plena conciencia de cometer un anacronismo y un “abuso de lenguaje” (como dice Gautier-Dalché), que, en todo caso, podrían remediarse con expresiones tales como “conocimientos geográficos”, “contenidos geográficos” o “ideas geográficas”, para aludir a un conjunto de saberes dispersos y a la espera aún de una denominación que los unifique como un dominio epistemólogico unitario y autónomo.62 Con todas estas precauciones, entonces, corresponde ahora iniciar el viaje por la ecumene medieval.
work, was scarcely more widespread. Instead, descriptions of the world circulated under a variety of different titles, from the cumbersome literalism of the anonymous totius orbis diversarumque regionis situs, to Martianus Capella’s misleading use of the personified Geometria to introduce his fifth-century description of the world” (Merrills 6-7); en nota, Merrills identifica ambos textos latinos: Epistulae ad Atticum 2.4.3, de Cicerón, y Ammianus Marcellinus XXII.8.10; véanse también Lindgren 60 y Westrem 213-14. 62 Basta recorrer la bibliografía citada al final del presente estudio para comprobar que la palabra “geografía” y sus derivados son de empleo común en los títulos de varios libros y artículos, desde el publicado en 1938 por Kimble hasta hoy, y que se aplica tanto a la época clásica (Dicks, Dilke, Nicolet, Parroni, Pucci, Romm, Shaw) como a la Tardía Antigüedad (Merrils), a la Edad Media (Braude, Deluz, Hay, Kimble, Lozovsky, Stahl, Tomasch) como a la literatura hispanomedieval (Andrés-Suárez, Bonnet, Castaño Navarro, Deyermond, Harney, Rico) y al Renacimiento (Arbel); y es también concepto aceptado por muchos otros estudiosos, según se podrá ver en los pasajes que se irán citando en las notas y que incluyen, entre otros, a Sorcha Carey, Davidson, Dihle, Hiatt, Sanford (para la Antigüedad) y Akbari, Cohen, Karttunen, Larner, Lewis-Wigen, Phillips, Schildgen, Vernet (para la Edad Media).
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La esfera celeste Si bien no es objetivo de este capítulo hacer una exposición de la astronomía medieval, hay que resumir sus principales postulados y en forma muy rápida, sin otro fin que el de situar en un contexto cosmológico más amplio las teorías sobre la forma y división de la Tierra. Recogiendo varios testimonios de textos que luego se han de aducir también a propósito de otros temas, podrían enumerarse así las siguientes características del universo medieval: 1) Geocéntrico: E dizen otrosy que la tierra esta en medio de la parte del çielo ygual de vn cabo e de otro commo cosa ygual mente pesada, e asy esta en medio del çielo commo cosa pesada e ygual nin mas de vn cabo que de otro como el Nuestro Sennor peso e ordeno en medio del ayre. (SM 128) Et esta es la razon por que la tierra, que es mas grave elemento & de mas dura sustançia, es en medio puesta de todos los çercos que son enderredor della, & esta en fondon de los çielos & de [todos] los elementos. (LT 46 a)
2) Finito y cerrado: “Otrosy el mundo a esa semejança e es çerrado de toda parte del çielo, asi commo el hueuo del casco” (SM 53). 3) Esférico: “el mundo es fecho redondo que otrossi es redonda la tierra” (GE I 45 a 7). 4) Cualitativo: ca puso [Dios] en el muchas estrellas e muy claras e muy fermosas, e puso ay otrosy el sol e la luna, que son mas claras e mas luzientes entre todas las otras estrellas, e otrosy, segun que fizo el buen maestro en su obra, el Nuestro Sennor orno e conpu-
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Biglieri, Aníbal A. so el çielo poniendo ay muchos angeles e muchos arcangeles e otras siete ordenes de angeles syn estos dichos. (SM 128)
5) Ordenado armoniosa y jerárquicamente: Segun dizen los sabios, estos siete çírculos en que estan estas siete planetas, que oystes de suso, estos mismos çirculos dizen vnos sabios que son siete çielos, bueluense e andan toda via en derredor con duçe [dulce] armonia que es vn sueno muy suaue e muy duçe. (SM 131) en tal manera que la una [parte] çerque a la otra & assy las ençierra dentro en sy tan bien et tan egualmente que ellas non se tañen mas de la una parte que de la otra. (LT 45 b)
Y con no menos excesivas simplificaciones, cabría oponer, a esta cosmovisión medieval, la del mundo moderno, según la cual el universo es: 1) heliocéntrico o sin centro; 2) indefinido, infinito, sin límites, abierto y “en expansión”; 3) irreducible a una forma geométrica; 4) cuantificado, geometrizado y matematizado; 5) sin jerarquías, homogéneo e igual a sí mismo.1
1 Sobre esta concepción medieval del espacio (geocéntrico, finito, esférico, cualitativo, armónico y jerárquico) véanse, por ejemplo, Crosby 35-36, Edson and Savage-Smith 9-20 y Zumthor, La Mesure 222-23. Véase especialmente Koyré 1-27, quien describe así la oposición entre las dos cosmologías: “This scientific and philosophical revolution —it is indeed impossible to separate the philosophical from the purely scientific aspects of this process: they are interdependent and closely linked together— can be described roughly as bringing forth the destruction of the Cosmos, that is, the disappearance, from philosophically and scientifically valid concepts, of the conception of the world as a finite, closed, and hierarchically ordered whole (a whole in which the hierarchy of value determined the hierarchy and structure of being, rising from the dark, heavy and imperfect earth to the higher and higher perfection of the stars and heavenly spheres), and its replacement by an indefinite and even infinite universe which is bound together by the identity of its fundamental components and laws, and in which all these components are placed on the same level of being. This, in turn, implies the discarding by scientific thought of all considerations based upon value-concepts, such as perfection, harmony, meaning and aim, and finally the utter devalorization of being, the divorce of the world of value and the world of facts” (2). Para la distinción entre lo indefinido y lo infinito véase Guénon, Les états I y X. Sobre las ideas cosmológicas medievales véanse también Obrist, La cosmologie, Zumthor, La Mesure 219-33 y, sobre todo, la exhaustiva obra de Grant, Planets, Stars, and Orbs: The Medieval Cosmos, 12001687.
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¿Disco o esfera? Esférica es también la Tierra, por confusas que a veces puedan ser las imágenes con que se la representa.2 La versión del Roman de Troie de Alfonso XI compara a la Tierra con una “rueda” (VRT 282 = CT 598: “rroda”) y a confirmar esta idea del planeta como una superficie plana y circular contribuiría el empleo de esta imagen para recapitular una descripción del mundo análoga a la de los mapas T-O de la cartografía medieval. En efecto, la miniatura del códice correspondiente a este pasaje representa, de manera muy esquemática, un mapa de la ecumene dividida en tres partes: “La tierra es partida en tres partes. Et la una parte es llamada Asia. A la otra parte dizen Europa. A la terçera pusieron nombre Affrica” (VRT 282 = CT 597). Orientado este mapa hacia el este, según era norma de la época, están allí los tres continentes, África y Europa separados por el mar “Medio-terráneo” (o “Estrecho”), Asia y Europa por el río “Tanges” (Tanais, Don) y África y Asia por el “Nilius” (Nilo).3 Contra la opinión de que los mapas T-O y las descripciones análogas representarían a la Tierra como un disco, Simek aduce el hecho de que no suelen 2 “The concept of a spherical earth would have been known to anyone who had received a university education through such works as the textbook, De Sphaera Mundi, written by John Holywood at the university of Paris in the 1220s, which continued to be cited as late as the sixteenth century. [...] Whatever the views of the unlettered about the shape of the earth may have been, educated Europeans were not Flat-Earthers and Columbus was not making any revolutionary claims when he argued for the possibility of a westward voyage to Asia” (Phillips, “The outer” 29, nota 21). Los textos de la España medieval que se citan y comentan en esta sección lo prueban sin ninguna duda. Sobre la esfericidad de la Tierra véanse también las numerosas referencias en el libro de Cassidy The Sea Around Them: The Atlantic Ocean, A. D. 1250, en especial 15-18, 42-43 y 158-60. Y, sin embargo, aún es posible leer afirmaciones recientes como estas: “The Holy Scriptures obviously outweighed Greek science, and so the Earth became circular and flat for the medieval Christians. However, neither the scriptures nor medieval maps were entirely consistent. The scriptures in another place referred to ‘the four corners of the world’ [Cosmas Indicopleustes], and so another medieval world map was rectangular in form” (Lanman, “The medieval” 33); “L’autorité de la Bible semblait imposer l’opinion que la Terre est un disque plat: c’est là ce que soutenait Isidore de Séville, et, au VIe siècle, le géographe chrétien Cosmas Indicopleustes avait ‘prouvé’ la validité d’une telle thèse” (Zumthor, La Mesure 224; véase también 320 y 324). Sobre la Tierra (relaciones cósmicas, dimensiones, centralidad, forma e inmovilidad) véase Grant 618-73. 3 La miniatura (Ms. A, fol. 137 c) está reproducida en Crónica Troyana 35; sobre este pasaje y su fuente isidoriana véase Solalinde, “Las versiones” 161-62. De la copiosa bibliografía sobre la forma de la Tierra véanse, entre otros, Von den Brincken, “Die Kugelgestalt”, “Mundus” y Fines, 34-42 (y las páginas indicadas en el índice bajo “Kugelgestalt”); Gallez, Harley y Woodward 318-21, Jones, Lewis 140-42, Simek, “Die Kugelform”; Taylor y Woodward, “Reality” 517-19. Más indicaciones bibliográficas en Russell 79, nota 5.
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encontrarse aisladamente sino en relación con diagramas astronómicos y mapas zonales que presuponen una teoría esférica del universo.4 En tales contextos —agrega—, sería paradójico hallar mapas de la Tierra que la conciban como una superficie llana.5 No hay que olvidar tampoco, por trivial que parezca recordarlo, que, en un plano de dos dimensiones, a la esfera se la puede representar gráficamente sólo por medio de un círculo.6 4 Véase Tattersall, “Sphere” 40-41. Para una historia de la idea de la Tierra plana en el pensamiento occidental véase Russell, Inventing the Flat Earth, especialmente el segundo capítulo (“The Medieval Ball”), dedicado a la concepción esférica del planeta en la Edad Media (1326, con indicación precisa de las fuentes en 86, notas 50-53): “In the first fifteen centuries of the Christian era, —concluye Russell— five writers seem to have denied the globe, and a few others were ambiguous and uninterested in the question. But nearly unanimous scholarly opinion pronounced the earth spherical, and by the fifteenth century all doubt had disappeared” (26). Para las doctrinas más tempranas de la esfericidad de la Tierra en el pensamiento griego véase, por ejemplo, Kahn 115-18, y el siguiente resumen de Nicolet: “... it is very early (among the Pythagorians, perhaps in the fifth century B.C.), that the hypothesis of a spherical terrestrial globe was formulated, by means perhaps more philosophical than rational or empirical. But it would take a long time —until Plato (Timaeus, 63a), Aristotle (De caelo, 2.14 298a), and above all, Eudoxus of Cnidos (fl. ca. 368-365 a. de C.)— for this idea to take root and supplant other views such as the Ionians’ flat disk or Anaximander’s cylinder” (59). Pero, a pesar de la antigüedad de estas concepciones, los prejuicios persisten con increíble tenacidad: “Or, à l’exception de Lactance, personne écrivant en latin n’a jamais soutenu que la terre est plate, mais bien au contraire tous les savants médiévaux ont toujours affirmé qu’elle est sphérique, en utilisant les arguments mêmes des cosmographes de l’Antiquité, fondés sur d’évidentes observations ou des expériences de pensée simples. L’origine de ce cliché historiographique remonte au XVIIe siècle, et aux luttes contre l’aristotélisme universitaire. Il fut réactivé au siècle des Lumières at au XIXe siècle pour des raisons de polémique anti-religieuse. Je m’interrogue toujours sur sa vivacité et sa malignité: à quoi répond la force de cette image si commode d’un Moyen Âge conformist et opiniâtre dans l’erreur, au point que même des specialistes la propagent? Sans doute à une idéologie simple de la science, formée dans l’école primaire de la République, dont l’efficacité s’observe encore aujourd’hui (au moins sur ce point)” (GautierDalché, “Sur l’ ‘originalité’” 136). 5 Simek, “Die Kugelform” 362-63; véase también Harley y Woodward 342. 6 Véanse Harley y Woodward 136, Stevens 272 y Gautier-Dalché: “Elles [los mapas TO] ne disent pas que la terre était vue comme un disque plat, conception introuvable chez les auteurs du Moyen Age occidental, y compris Isidore de Séville: elles sont une grossière projection de l’œcoumène (la partie de la terre habitée) sur la surface plane de la page. Que des esprits moins cultivés y aient vu la représentation d’un disque plat, que’une lecture naïve ait été fréquente, c’est possible” (“Un problème” 9). Para los problemas de proyección y perspectiva en la cartografía medieval véanse Von den Brincken, “Mundus” 99 y Fines 5, Simek, Erde 53; Tattersall, “Sphere” 33 y Woodward, “Reality” 518-19. Russell agrega otra explicación: “One could interpret these maps [T-O] as a flat wheel or disc, but most were intended to represent only a portion of the sphere —the known world— on a flat map, just as a modern flat map of Europe or Africa is intended to represent only a part of the planet” (1718); sobre estos mapas véase también Friedman, “Cultural” 70-83.
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Si los mapas T-O no pueden alegarse como pruebas irrefutables en favor de la concepción plana de la Tierra, otro tanto cabe decir de la rueda, o rota terrarum. Bien es verdad que, a primera vista, podría pensarse que tanto ésta, como aquéllos, sugerirían visualmente una superficie circular y no un volumen esférico, en apoyo de lo cual se podría aducir la afirmación de san Isidoro de Sevilla: “Orbis a rotunditate circuli dictus, quia sicut rota est; unde brevis etiam rotella orbiculus appellatur” (XIV, II, 1), en la que orbis, rotunditas y circulus parecerían aludir inequívocamente a la figura del círculo. Para unos autores, san Isidoro habría postulado una Tierra plana y circular; para otros, ideas contradictorias.7 Pero otros trabajos sobre este tema, ampliamente debatido por los estudiosos de la geografía medieval, permiten concluir que en ningún momento de su obra, y especialmente en su De natura rerum, defendió el sabio hispalense la teoría de la Tierra como un disco.8 Por otro lado, al ocuparse de las referencias a la forma del planeta en obras francesas de los siglos XII y XIII, Tattersall nota la imprecisión con que autores como Benoît de Sainte-Maure emplean los términos rronz o roondece y de allí concluye que, al no diferenciarse con la debida claridad las ideas de esfericidad y redondez, se origina una confusión entre las representaciones del planeta como un globo o como un disco, respectivamente.9 De la lectura de varios de los textos españoles que siguen podría suponerse que, al igual que en los fran7 Véase Stevens 274; para la Tierra plana y circular véase Cassidy, “The Voyage” 599 y The Sea 63-64 y 160; para las contradicciones de san Isidoro, Lanman: “He never made quite clear whether he believed the Earth to be flat or spherical” (“The medieval” 35). 8 Comentan este pasaje de san Isidoro Von den Brincken, Fines 47 y Stevens 274, quien indica que la expresión sicut rota est se refiere a un diagrama circular del globo terrestre. Para una discusión de las ideas de san Isidoro véanse Von den Brincken, Fines 45-54, Harley y Woodward 300-02, 320 y 342, Jones 303, Lanman, “The medieval”; Phillips, The Medieval 12 y 179-80, Russell 19, Tattersall, “Sphere” 32; Woodward, “Reality” 518 y especialmente Edson, Mapping 38-50 y Stevens. Vernet ubica la obra de san Isidoro dentro de la corriente que llama “geografía popular cristiana”, continuadora de los populares y “viejos conocimientos clásicos” (“Cartografía” 161-62). 9 Véase Tattersall, “Sphere” 37-38 y 44-46. “The views of the common populace on the issue are of course barely recorded. There is some evidence from the cosmographical content of the vernacular epics and romances of the twelfth and thirteenth centuries designed for the everyday person that many thought of the earth as a disk. (Tattersall 1981, 46). But the interpretation of the word ‘round’ in these poems as either circular or spherical is fraught with confusion, and the similes of ‘apple’ and ‘ball’ —frequently used in these works— would seem to lend more credence to a common view of the earth’s sphericity, even before 1300” (Woodward, “Reality” 517). La misma ambigüedad notó Kahn en la palabra griega óôñïããýëïò (‘redondo’, ‘redondeado’, ‘circular’, ‘esférico’), que puede referirse tanto a un στρογγύλος disco plano como a una esfera (56). Para la esfericidad de la Tierra en los autores medievales véase también Westrem 218.
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ceses estudiados por Tattersall, palabras como “redondo”, “redonda” o “redondez” serían motivo también de errores y malentendidos. Pero hay que empezar por notar que muy habitualmente se hace referencia a la forma de la Tierra o bien en relación con la idea de volumen, como cuando se afirma en la General Estoria alfonsí que “el cuerpo de la tierra redondo es” (GE II 1 104 b 1), o bien, como sucede con los mapas T-O, en el contexto de observaciones astronómicas que tratan del planeta como parte de la esfera celeste: “Sabuda cosa es por razon e por natura, e los sabios assi lo mostraron por sos libros, que como el mundo es fecho redondo que otrossi es redonda la tierra” (GE I 45 a 5). La General Estoria describe también como esféricos el octavo cielo, o las estrellas fijas: “La ochaua espera, que es el çielo en que andan las estrellas que son fincadas siempre”, y los “cercos” de los siete planetas: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio y Luna (GE I 116 a 20).10 Dos obras más del siglo XIII español, compuestas en reinados y contextos culturales muy diferentes al del Rey Sabio, exponen también las ideas cosmológicas antiguo-medievales. La primera es la Semeiança del mundo, que sostiene la esfericidad de los cuerpos celestes: la Luna “ha cuerpo rredondo”, “rredonda de forma” son Mercurio, Venus, Sol y Marte, Júpiter es “de forma rredonda” y Saturno, “de rredonda forma” (SM 129-31).11 La otra obra es la versión castella-
10 “e estas siete estrellas an nombre planetas; e planeta es palabra tomada de griego e quiere dezir tanto como estrella andant en su cabo” (GE I 116 a 50); “Estas estrellas, por que son vagarosas en su curso que han de fazer, han nombre en latyn planeta, que quiere dezir tanto como estrellas erraticas e vagables” (SM 128). De la abundante bibliografía dedicada a la General Estoria véanse los estudios de Eisenberg, Fernández-Ordóñez y Rico, Alfonso, la introducción de Solalinde a su edición de la primera parte y el extenso análisis de Gómez Redondo en torno de las fechas, manuscritos, fuentes, composición, estructuras temporales, contenido de cada una de las seis partes que la componen, etc. (I, 686-796 y IV, 4011-19). Sobre el carácter “literario” de esta obra en relación con la Biblia y la mitología clásica (“extraordinaria expresividad”, “valor narrativo”, “calidad literaria”) véase Díez de Revenga. 11 Para la Semeiança del mundo en general véanse la introducción de Bull y Williams a su edición, Deyermond, “Building” 143-46 y Gómez Redondo I, 139-56: fecha de composición (1223), tradición manuscrita, fuentes (Imago Mundi de Honorius Inclusus [ca. 1100] y Etimologías de san Isidoro de Sevilla [ca. 560-636]), estructura, método expositivo, etc. Producto de la clerecía letrada y de la lectio escolar, la Semeiança es un manual universitario compuesto en el ámbito del studium generale: “Si 1223 no es una fecha errada, para ese año el studium palentino llevaba ya una década larga de funcionamiento y, justo entre 122025, obtendrá rentas especiales por medio de una bula de Honorio III; el de Salamanca había sido fundado en 1218; en uno u otro caso, la Semeiança parece un texto emergido de ese ámbito universitario y esta circunstancia la revela, sobre todo, el método expositivo que, para la presentación de los datos, se sigue y que permite comprobar que lo de ‘bervo a vervo’ puede referirse al contenido, pero no así al discurso textual que se está concibiendo
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na del Libro del tesoro de Brunetto Latini (ca. 1220-1294), que desarrolla todas estas ideas con mayor amplitud.12 Por el momento, baste con recordar algunos pasajes: el cielo es “redondo”, el cielo (“orbis”) tiene “forma & figura redonda” (LT 45 ab), “el mundo es todo redondo”, al igual que la Tierra, “toda redonda” (LT 49 b, 45 b), y los siete planetas que giran en torno de ella: Et ya oystes de suso que el mundo es todo redondo [+fr: et compassés diligemment. Et si come la terre est toute reonde] a conpas & el punto del es en fondon & en medio de la tierra que dizen abismo, & asi son conpassados los çercos de los ele-
con un rigor tan preciso” (Gómez Redondo I, 143); para esta clerecía véase también el estudio de Rico, “La clerecía”, y el de Kinkade, “Un nuevo...”, para el descubrimiento de un cuarto manuscrito y los numerosos problemas que plantea. Huelga decir que la Semeiança del mundo atribuye la creación del mundo a un acto de Dios, a quien se lo compara con un alfarero, “el buen maestro que faze el vaso e pynta en el vaso cosas muy prymas” (SM 128), siguiendo las tradiciones clásicas y bíblicas que describen a Dios como fabricator, aedificator, opifex, genitor, artifex, architectus, figulus (alfarero), etc., según lo documentó Curtius 544-46 (“God as Maker”). Para los elementos mitológicos en esta obra véase Santana Henríquez 20-29. 12 Para Brunetto Latini véanse Baldwin, Von den Brincken, Fines 96-97, Russell 16 y la introducción de Baldwin y Barrette a su edición de Li Livres dou Tresor. Para la versión castellana véanse la introducción de Baldwin a su edición del Libro del tesoro y Gómez Redondo I, 853-90: fecha, manuscritos, composición, etc. La composición de Li Livres dou Tresor de Latini, maestro de Dante, consta de dos redacciones: la del período francés (1260-67), que es la traducida al castellano, y la del florentino (hasta 1275). Esta versión peninsular, como el Lucidario, son productos de la corte de Sancho IV (1284-95) y del ámbito cultural de la escuela catedralicia de Toledo y del “molinismo” impulsado por la esposa del rey, María de Molina, que reafirman un espíritu eclesiástico, clerical y religioso, opuesto al de la obra de Alfonso X: “La corte se convierte, entonces, en asiento de un nuevo modelo cultural, con una tarea prioritaria: corregir los fundamentos científicos y suprimir la tolerancia religiosa en que Alfonso había apoyado la suya. Esto no significa la desaparición del entramado literario que el Rey Sabio había propiciado, sino ajustarlo y convertirlo al nuevo marco ideológico con el que don Sancho y doña María quieren identificarse; la afirmación del espíritu eclesiástico, por ejemplo, supondrá el rechazo del aristotelismo heterodoxo, así como la progresiva depuración de la elocuencia cortesana de que gustaba Alfonso; frente a la búsqueda del ‘saber’ triunfará ahora el cultivo de la ‘razón’, como en el Libro del tesoro se pondrá de manifiesto” (Gómez Redondo I, 861); sobre el “molinismo” véase también Gómez Redondo II, 1239-41, 1250-54 y IV, 4022-24 y, en relación con el Libro del Caballero Zifar, II, 1382-90. Por las razones aducidas por Baldwin en su introducción, no se ha intentado a lo largo de todo este libro indicar los paralelos con un original francés: “Aparte de estar basado en un original de la primera redacción (no se ve en el 685 la materia histórica de los años 1255-1267), poco podemos declarar sobre su relación con la historia textual francesa, principalmente por los defectos ya señalados de las ediciones” (VII); véase también Luna Mariscal 18. Sobre la presencia de Brunetto Latini y la difusión de su obra en España véanse también los estudios de Holloway y Magneres.
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Biglieri, Aníbal A. mentos & de las planetas & del firmamento en manera que todos son redondos, los unos de dentro, los otros de enderredor, & los çercos de dentro de los otros son menores que los otros que son sobre ellos. (LT 49 b)
La Tierra, en fin, es esférica y se halla en el centro del universo, repetirá en el siglo siguiente Mandevilla: “car Nuestro Seynnor fezo la tierra rronda en el medio logar del firmament” (LMM 157). La Tierra como una pelota; el huevo cósmico A pesar de todo, términos como “redondo”, “redonda” y “redondez” podrían prestarse a equívocos, en particular cuando se presentan asociados con la figura de la rueda. La comparación se encuentra, por ejemplo, en Mandevilla: “Et por eillas [las dos estrellas polares] torna todo el firmamjento assi como vna rrueda torna por su moyol [cubo de rueda]” (LMM 94). A corroborarlo contribuiría la etimología de “redondo”, emparentada con la de rota, proveniente del latín vulgar retundus, por disimilación del latín rotundus.13 Así, en la Semeiança del mundo, por ejemplo, cuando asevera: “E la tyerra es dycha rredonda en guysa de rrueda, onde es dicha en latyn orbys que tanto quiere dezir commo rredonda” (SM 55).14 Pero en caso de que esta afirmación pudiera sugerir una concepción plana de la Tierra, el mismo pasaje, inmediatamente, se apresura a invalidarla con otra imagen muy difundida en la Edad Media, la de la pelota: Onde si alguno estoviese suso en el ayre e catase so sy, toda la tyerra e todo lo alto de los montes e todo lo baxo de los valles menos le semejaria en conparaçion de lo al de la tyerra que sy tovyese alguno en la mano vna gran pella e posyese en ella vn dedo. (SM 55)15
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Véase Corominas-Pascual IV, 834-35. Rabano Mauro (ca. 776-856) indica que en las Sagradas Escrituras orbis designa la forma de la Tierra (Von den Brincken, Fines, 20; nota 51). “The ancient and medieval meanings of the key Latin words are ambiguous: orbis or orbis terrarum (‘orb’ or ‘orb of lands’) could mean round in the full sense or merely circular (modern languages are also ambiguous, as in the English ‘round table’). Rotundus, too, may mean spherical or merely circular: it derives from rota, a wheel. The words globus and sphaera are sharper. A globus is sometimes an undifferentiated mass —a ‘glob’— but more often a ball, sphere, or orbit. And a sphaera is a ball or globe in addition to being a perfect geometrical figure” (Russell 51, nota 17). 15 Para la imagen de la pelota en otros autores medievales véanse Harley y Woodward 321, Simek, Erde 43-44 y Tattersall, “Sphere” 43. “Pella” se emplea, por ejemplo, en los Milagros de 14
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Y, según el Lucidario, la Tierra, a su vez, se halla dentro de una pelota mayor, el globo celeste: Sepas quel mundo en que nos moramos es todo rredondo, asi como puede ser vna pellota muy rredonda, et el çielo es otrosi todo rredondo, asi como es otra pellota mayor. E esta pellota menor que es llamada mundo, e esta metido aquella mayor... (Luc. 87)
Para expresar la misma idea, el Lucidario acude también a la comparación de los cielos con casas de dimensiones cada vez más grandes, que se van encerrando una tras otra (Luc. 98).16 Y en la Semeiança del mundo, ya hacia el final del libro, el párrafo 367 (“Del çielo que ha semejança de pella”) identifica otra vez la noción de redondez con las de esfericidad y volumen y se las vuelve a representar gráficamente con la figura de una pelota: Aqueste elemento que llama la escriptura purus eter, llamanle los griegos en su lengua sphera, ha semejança de la pella con que trobejan los ninnos que es toda rredonda e igual, ca, segun dizen los filosofos, el çielo es rredondo todo en derredor e es ygual en todas partes. (SM 128)
Los editores de la Semeiança remiten a san Isidoro, quien también se había servido de la misma comparación: “sicut [et] pilae quibus ludunt infantes”
Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo (86 a y 256 c) para referirse a un alma en poder de los demonios. Corominas-Pascual explican la etimología de pella por evolución de pila > pilula > pella (IV, 466). 16 Para el Lucidario véanse la introducción de Kinkade a su edición, Gómez Redondo I, 890-913 y Montero, “El Lucidario”. Esta obra pertenece al mismo ámbito cultural del Libro del tesoro y los Castigos e documentos, la corte de Sancho IV, según quedó indicado en una nota anterior. En el Lucidario se afirma la primacía de la teología y la ortodoxia religiosa sobre las ciencias de la naturaleza, tal como lo explica Gómez Redondo: “Éste es el orden correcto: la teología (que es el saber seguro) ha de contener el arte de la ‘natura’ (el saber incierto que el discípulo fuera a buscar); esta premisa determinará la construcción interna de los epígrafes, regulará la caracterización de los personajes y conformará el ámbito estructural de la obra entera”; “En el Lucidario, el proceso es claro: el discípulo ha sido seducido por el peligroso arte de la ‘natura’ (cabría decir: por un aristotelismo heterodoxo) y el Maestro logra devolverle al camino de la verdad y convencerlo, sutilmente porque en ningún momento lo afirma, de que la teología es saber superior al de la naturaleza” (I, 900 y 907). Sobre estos mismos temas véanse los estudios de Montero, quien rechaza la dependencia del Lucidario del Elucidarium (manual para la formación de sacerdotes compuesto por Honorius Augustodunensis hacia el año 1095) y establece su relación con el Setenario de Alfonso X, en el marco de las polémicas en torno de la filosofía natural que enfrentarán a ambos monarcas, no sólo en el terreno cultural, sino también en el político.
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(XIII, V, 2). Justamente, en el Libro de Alexandre, “niño de días” llama el rey Darío a Alejandro en la carta que le envía junto con varios regalos, entre ellos un “pello con que trebejes [juegues]” (LA 781 a, 783 b).17 La respuesta no se hace esperar y en ella se expondrá el simbolismo que estos objetos tienen para su destinatario: “la pella que, es redonda, tod’l mundo figura: / —¡sepas que será mío, esto es cosa segura!—” (LA 801 ab) —replica Alejandro, consciente, aquí como tantas otras veces, de sus ambiciones de poder y dominio.18 Todavía puede recordarse otra imagen más, relacionada con la forma esférica de los globos celeste y terrestre, la del compás, según lo explica Mandevilla: “Or sea el grant compas rrepresentado por el firmamjento et el chico qui es entor el centro rrepresienta la tierra” (LMM 96); más aún, la Tierra sería una esfera perfecta, con las mismas distancias entre norte y sur que entre este y oeste: “Et pues que la tierra es rronda tanto ay de bisa [noreste] a mjdi commo de drecho orient al drecho occjdent” (LMM 97). Las dimensiones de la Tierra son otro de los temas que se trata en todas estas obras: E segun dyzen algunos, la tyerra en todo su cerco en derredor por todo el mundo ha por mesura çiento e ochenta myll estados, e son por cuento doze vegadas .M. myllaryas e. XII. (SM 55) la tierra dura enderredor veynte mill & quatroçientas & veynte & siete leguas lonbardas, maguer que los ytalianos non dizen leguas, si non millares de tierra, por que en el millar de tierra ay mill passos & en cada un passo çinco pies, & en cada un pie doze pulgadas. & la legua [+fr: franchoise] es dos tanto o tres tanto que el millar. (LT 50 a) ca la tierra es mas grande 37 atanto & un poco mas que la luna. (LT 53 b) car la tierra es muy granda et muy larga, et contiene de rrondeza et de torno environ [...] .XX M. IIIJ XX. .XXV milles segunt l’oppinion de los antiguos sauios, el dicho de los quoales yo no rreprueuo pas, mas segunt mj poco seso el me sembla salua lur gracia que ay mas. (LMM 96)
Al comienzo de la Semeiança del mundo, se asocia la imagen de la pelota con otra no menos habitual entre enciclopedistas, filósofos, teólogos y predicadores medievales: “e la semejança del mundo es a manera de pella e en seme17
Las aclaraciones entre corchetes ([ ]) para el Libro de Alexandre proceden, salvo indicación en contrario, de las notas o del glosario de la edición de Casas Rigall. 18 Véase Tattersall, “Sphere” 43.
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janca de hueuo, pero es departido por sus elementos”, comparación que el texto desarrolla de esta manera: e asy commo el hueuo es çerrado de casco, e dentro çerca del casco es ençerrada el aluura, desy açerca del aluura es la yema e en medio de la yema yaze otro poquillo, asi commo gota de sangre cuajada. Otrosy el mundo a esa semejança e es çerrado de toda parte del çielo, asi commo el hueuo del casco, e dentro del çielo es ençerrado purus eter, que es aquel elemento que nos llamamos fuego, ansi commo el albura es açerca del casco, e desende el ayre çerca del fuego, segun la yema es açerca del aluura, e desende es çercada la tierra del ayre, ansy commo la gota bermeja que es en medio de la yema. (SM 53)
La imagen del huevo cósmico, basada en la teoría antiguo-medieval de los cuatro elementos y muy difundida en la Edad Media, como lo demuestra Dronke, vincula cada uno de éstos con una parte del universo. Obsérvese que en el diagrama no se menciona el agua, anomalía que se corrigió con otro esquema que establece las siguientes correspondencias: fuego = cáscara, aire = fárfara, agua = clara y tierra = yema.19 El Libro del tesoro incluye asimismo la imagen del huevo en el contexto de la teoría de los elementos, a la que se consagra todo el capítulo 104, “Commo
19 Para todos estos problemas y para los antecedentes clásicos y difusión de la imagen del huevo cósmico entre los autores medievales véanse Simek, “Die Kugelform” 368-69 y Erde 32-35; Tattersall, “Sphere” 32, 34 y 39 y muy especialmente Dronke 79-99 (con numerosas referencias bibliográficas) y 154-66 (para los textos). Dronke estudia los testimonios de Marco Terencio Varrón, Casiodoro, Marciano Capella, Escoto Erígena, Remigio de Auxerre, Macrobio, Rufino, comentarios a Boecio y en particular las obras de Milo (88-94), Abelardo (94-96) e Hildegarde de Bingen (96-99), estos tres del siglo XII. “Both among the ancient Latin texts that transmitted the image to the Middle Ages, and among the medieval texts themselves, we find a spectrum of uses that ranges from the merest suspicion of a similitudo, among authors who in fact believed the universe to be round not oval, to a heady cosmological fabula, sustained and rich in evocative meanings. Such a spectrum is perhaps not altogether surprising if we consider the kinds of writers from whom our testimonies come: in Latin antiquity, grammarian and novelist, theologian and encyclopedist; in the Middle Ages we can add to these, metaphysician and geographer, historian, visionary, and popular preacher” (Dronke 79-80). Sobre el huevo cosmogónico (difusión, simbolismo y ritual) véase también Eliade, Traité 353-55. Sobre Honorius véase Von den Brincken, Fines 69-71. De la relación entre el corazón, la caverna iniciática, la esfera y el “huevo cósmico” trata Guénon: el “huevo del mundo” ocupa un lugar central en el cosmos y posee en germen todo lo que éste contendrá en el estado de la manifestación (“La Caverne” 231). Para la imagen de la manzana véanse Von den Brincken, “Die Kugelgestalt” 84; Harley y Woodward 321, Simek, “Die Kugelform” 367-68 y Erde 42-43; Tattersall, “Sphere” 34 y 43 y Woodward, “Reality” 517.
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son establesçidos los quatro helementos”; pero, en este caso, se recurre a ella para explicar también tres ideas estrechamente vinculadas entre sí, la esfericidad y finitud del universo y la armonía y trabazón entre sus partes, postulados básicos de la cosmología medieval: Por estas razones que oystes, & por otras muchas, conviene asy commo por fuerça que el çielo que es dicho orbis oviesse forma & figura redonda, assy que todas las cosas que son ençerradas de dentro del fuessen en el establesçidas & metidas en el redondamente, en tal manera que la una çerque a la otra & assy las ençierra dentro en sy tan bien et tan egualmente que ellas non se tañen mas de la una parte que de la otra. Et por ende podedes vos entender que la tierra es toda redonda et asy son todos los otros elementos que se tienen los unos con los otros [+fr: en ceste mainiere], por que quando alguna cosa es cerrada dentro en otra, conviene que aquella que ençierra tenga aquella que es çerrada, et la que es ençerrada sostenga aquella que ençierra. Et esto podedes assi entender: que sy el blanco del huevo que çerca la yema non la toviesse ençerrada en sy, cayrie la yema sobrel casco; & si la yema non sostoviesse el blanco, caydrie a fondon del casco. (LT 45 b)20
Pruebas de la esfericidad del universo y de la Tierra Pero Brunetto Latini no se limita axiomáticamente a atribuir forma esférica al cosmos, sino que ha de procurar demostrarla en el ya mencionado capítulo 104 y también en el 112, “Del dia et de la noche & de la calentura & del frio” (LT 45-46 y 52), con una serie de argumentos tanto astronómicos como empíricos, que se encuentran también en otras obras del mismo siglo y del siguiente: antes, en la General Estoria alfonsí, contemporáneamente en el Lucidario y, a casi una centuria de la traducción del Tesoro, en un largo pasaje de la versión aragonesa de los Travels de John Mandeville dedicado a probar la esfericidad de la Tierra (LMM 93-97): 1) Nada puede incluir tantas cosas como lo redondo: “Et aun non ha ninguna otra forma que podiese tantas cosas coger en sy commo la redonda”. De la misma manera, un tonel de esa forma será aquel que pueda contener la mayor cantidad de vino (LT 45 b). 2) Ningún cuerpo puede moverse y volver al punto de partida como los redondos o esféricos: “Et el çielo [fr: et le firmament] sienpre conviene que se 20 “Rejetant l’image biblique des cieux ‘tendus comme une tente’ [Salmo 104 (103): 2: ‘Extendens caelum sicut pellem’], abri précaire d’un peuple de nomades, les clercs du XIIe siècle, dans leur civilisation du courtil, du cloître, de la ville murée, privilégient une autre image, celle de l’œuf” (Deluz, Le Livre 105).
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mueva & se torne, & si non fuesse redondo quando se torna non vernie a aquel punto onde se movio primero” (LT 45 b). 3) Sólo una esfera situada en el centro del globo celeste puede equidistar de todos los puntos de este último: “Et por esto ha mester que la tierra sea redonda, ca sy ella fuese de otra forma serie mas çerca del çielo en un lugar que en otro” (LT 46 a). Que sólo un cuerpo esférico dentro de otro puede ser equidistante de este último en todas las direcciones fue también la teoría de san Isidoro de Sevilla, a pesar de que los diagramas de las cinco zonas en varios manuscritos de sus obras podrían hacer pensar en una concepción plana de la Tierra por parte del autor hispalense.21 4) Si una persona emprendiese un viaje alrededor de la Tierra, terminaría por regresar al punto de partida: Et aun paresçe por otra razon que la tierra sea redonda, que si en ella non oviese enbargo alguno por que onbre dexase de yr por ella, sienpre yria en derredor della fasta que se tornaria en aquel lugar onde se partiera. (LT 46 b)22 porque yo digo ciertament que hombre podria aderrodear toda la tierra del mundo assi bien por dejuso [debajo, abajo] como por desuso [arriba], et rretornar condecabo [otra vez] en su tierra... (LMM 94)
La esfericidad del planeta queda comprobada empíricamente por el viaje alrededor del mundo de un hombre del cual Mandevilla oyó hablar en su niñez (LMM 95). Como indica Deluz, Mandeville (y Mandevilla en la traducción aragonesa) van más allá de los relatos de peregrinación de sus predecesores y contemporáneos, puesto que, junto a las pruebas de la esfericidad del planeta, plantea también la posibilidad de su circunnavegación, sin desconocer tampoco los peligros que implicaría tal empresa.23
21
Véase Edson, Mapping 42. También esta identificación de lo redondo con lo esférico se ve, por citar un caso más, en la Historia de las Indias de Bartolomé de Las Casas (1474-1566), donde se lee: “Como toda el agua y la tierra del mundo constituyen una esfera y, por consiguiente, sea redondo, consideró Cristóbal Colón ser posible rodearse de Oriente a Occidente...” (Russell 96, nota 152; el texto, en Las Casas I, 36). 23 Véanse Deluz, Le Livre 34, “L’originalité” 14-16 y Goldie 69; para los peligros de la navegación en torno de la Tierra véase el texto de Mandeville aducido por Deluz (Le Livre 189), que dice así en su versión aragonesa: “Et maguera que esto seria cosa possible que hombre podria assi enujronar todo el mundo, de mil l’uno no rredre[ç]aria [enderezaría] pas assi drecho por rretornar en su tierra, car por la grandor de la tierra et de la mar hombre podria tomar et yr mil et mil otras vias que ninguna no adre[ç]aria perfectamente vers las partidas do el mouria” (LMM 96). Para estos temas véase también Bennett 36-37, 231-36 y 258-59. 22
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5) Y si dos personas lo hicieran en direcciones contrarias, acabarían encontrándose en el otro extremo del planeta: Et si dos onbres de un lugar & en un dia [& en un ora & un movimiento moviesen] & fuese el uno a oriente & el otro a oçidente, encontrarse yan de la otra parte de la tierra derechamente contra aquel lugar donde se partieron. (LT 46 b)24
6) Solamente postulando un cuerpo esférico cabe explicar la alternancia de días y noches: Et por esso devedes creer que es sienpre dia & noche, ca quando el sol es sobre nos es dia & lunbre a nos & non puede alunbrar de la otra parte de la tierra. & quando alunbra alla non puede alunbrar aca por la tierra que es entre nos & ellos, que non dexa passar la luz de la otra parte. Ca el nuestro oçidente es oriente de aquellos que estan contra los nuestros pies, et el nuestro oriente es a ellos oçidente, por que conviene que sienpre sea dia & noche, que quando nos avemos dia es a ellos noche. (LT 52 a)
Este último razonamiento se halla también en el Lucidario para explicar el mismo fenómeno: a la pregunta del discípulo (“por que rrazon alunbra la luna e las otras estrellas de noche e non alunbran de dia”) el maestro contesta del siguiente modo: E esta pellota menor que es llamada mundo, e esta metido en aquella mayor, e quand el sol anda sobre esta vna faz de la tierra en que nos moramos, es a nos de dia, e a los otros que moran en la otra faz de la tierra, es noche; e quando anda sobre la otra faz de la tierra, es a ellos de dia, e a [nos] de noche, e por eso quando el sol se pone de nos e haparesçe a la otra faz de la tierra, finca la luna e las estrellas sin claridad. (Luc. 87)25
Y en Mandevilla: Car nuestra tierra es en la baxa partida de la tierra vers occident, et la tierra Prestre Johan es en la baxa partida vers orient, et han alla el dia quando nos auemos la noche, et assi al contrario, eillos han la noche quando nos auemos el dia, car la tie-
24
Véase el gráfico en Harley y Woodward 321 (fig. 18.27). Y un barco que se aleja de la costa acabará por ocultarse a la vista del observador, según ya había postulado Plinio: para ésta y otras pruebas de la esfericidad de la Tierra véase su Historia natural, II, 161-66 y 171-81 (véase Healy 150-52). También la Semeiança del mundo trata de la alternancia de días y noches (SM 130) y, por su parte, el Lucidario se refiere a la “rredondeza de la tierra” en la discusión de los eclipses (Luc. 99). 25
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rra et la mar son de forma rronda, et lo que puya al un costado hombre desciende al otro costado. (LMM 95) 26
7) En fin, a todas estas pruebas pueden agregarse dos más: una, también del Lucidario, según la cual la esfericidad de la Tierra no solamente da cuenta de la sucesión de los días y las noches, sino también de que no sean “tan grandes en vna tierra como en otra”. Las causas de este fenómeno deben buscarse tanto en el “andar del sol” cuanto en la “rredondeza de la tierra que es llamado mundo en que viuimos” (Luc. 225-26).27 8) Otra prueba se encuentra en la traducción alfonsí de la Farsalia de Lucano y se refiere a la visibilidad o invisibilidad del Sol, según las regiones que vaya iluminando a lo largo de su recorrido diario: Desque fueron espedidos los vnos de los otros començose yr Ponpeo & Cornelia con el & tanto se tardaron en el espedjr & en el entrar de la naue que auja el sol pasado del medio dia adelante asy commo que se fazia contra la tarde. De gujsa que njn le veyen ya todos los que morauan sobre la tierra njn todas aquellas gentes que djzen que moran so ella & estos son los antipodes. (GE V 110v)28
26
Para el contexto histórico y cultural en que escribe Mandeville, ténganse en cuenta las siguientes afirmaciones de Deluz: “La rotondité de la terre n’est pas mise en cause. La figure de la pomme se substitue à celle, plus ambiguë, de la roue utilisée par Isidore. Les preuves de cette rotondité sont données, soit celles d’Aristote par la différence de visibilité des étoiles selon la latitude et du lever du soleil selon la longitude; soit celles d’al-Farghânî, par la différence de visibilité des éclipses selon la longitude et surtout par la perception d’objets de plus en plus lointains à mesure que l’on s’élève. On voit ces démonstrations passer du savant traité De philosophia mundi de Guillaume de Conches au manuel sur la sphère de Sacrobosco, avant d’être exposées en ‘roman’ par Gossouin de Metz dans son Image du Monde... et en français dans nos livres d’écoliers jusqu’à ce que les en détrônent les images péremptoires des photos prises par satellite” (Le Livre 112). Sobre la Tierra en Mandeville como “una esfera simétrica, circunnavegable, habitable en todas sus partes y centrada en Jerusalén” véase Higgins 132-39. 27 También Beda (672/73-735) había explicado la desigual extensión de los días a causa de la forma esférica de la Tierra: véanse Harley y Woodward 320, Jones 301; Simek, “Die Kugelform” 366 y Woodward, “Reality” 518-19. Para Beda y las pruebas de la esfericidad del planeta en Aristóteles véase también Russell 20 y 24. Sobre la esfericidad de la Tierra y la medida de su circunferencia en los autores medievales véase Phillips, “The outer” 28-30 y The Medieval 4-5, 190, 204 y 223. 28 “Iam pelago medios Titan demissus ad ignes / nec quibus abscondit nec si quibus exerit orbem / totus era” (DBC VIII, 159-61).
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Cuatro partidas, tres continentes En los textos del corpus aquí estudiado se adoptan varios criterios para la división de la Tierra: cuatro partes, tres continentes o cinco zonas climáticas. Así, la Estoria de Espanna, al referirse a los cuatro “emperios que sennorearon el mundo” —Babilonia (Nino), Roma (Julio César), Macedonia (Alejandro Magno) y Cartago (Dido) (EE 15 b 6 = Paulo Orosio II, 1, 5)—, lo divide en cuatro partes: Oriente, Occidente, Septentrión y Mediodía, respectivamente, división también presente en la General Estoria II 1 281 a 26 y, por citar un caso más, en la Crónica de Albelda: “Oriens”, “Occidens”, “Septentrio” y “Meridies” (10).29 Otros textos alfonsíes podrían aducirse también: así, en el pasaje correspondiente al sueño de Jacob, se mencionan las “quatro partes del mundo” (GE I 178 a 28), traduciendo libremente el Génesis;30 y, con más detenimiento, y siguiendo otra vez a Paulo Orosio, al tratar “De los quatro principales regnos del mundo” (GE I 79 b 46).31 En fin, con otras pautas, ni geográficas ni históricas, la Historia de la donzella Teodor propone otra división de la Tierra en cuatro partes: E mas crio nuestro señor dios en sus altos cielos los siete cielos. & compuso las quatuor partes del mundo. La primera parte es la nobleza de todas las mares: & la segunda es la nobleza de la tierra: & la tercera es lo nobleza de todas las criaturas: & la quarta es los diablos por que las gentes los aborrezcan. (40-41)
También la versión del Roman de Troie (VRT 281 = CT 597) adoptará la misma división cuatripartita, pero, muy poco después, lo hará según otros criterios: Sabet que la tierra toda esta entre el mar Oçeano, commo uos yo ya dixe. et son quatro diuisiones, commo de ssuso he contado. Mas otra diuision ay, et dezir uos he qual. La tierra es partida en tres partes. Et la una parte es llamada Asia. A la otra parte dizen Europa. A la terçera pusieron nombre Affrica. (VRT 282 = CT 597)32
29
La Crónica sigue a la Cosmographia Iulii Caesaris: “Iulio Caesare et Marco Antoni[n]o consulibus omnis orbis peragratus est per sapientissimos et electos viros quattuor: Nicodemo orientis, Didymo occidentalis, Theudoto septemtrionalis, Polyclito meridiani” (21). 30 “Eritque semen tuum quasi pulvis terrae: dilataberis ad occidentem, et orientem, et septentrionem, et meridiem: et benedicentur in te et in semine tuo cunctae tribus terrae” (Génesis 28: 14). 31 Sobre los cuatro imperios en Paulo Orosio véase Merrills 67-68. Sobre este tema y la translatio imperii véase Rico, Alfonso 111-13. Solalinde recoge también otros textos medievales relacionados con las cuatro partes del mundo (“Fuentes” 3, nota 1). 32 Como se indicó al principio de este capítulo, la miniatura que ilustra este pasaje muestra a la Tierra según la concepción tripartita de los mapas T-O: rodeada por el océano y dividida en
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Es ésta la división que predomina en la geografía y cartografía medievales: en efecto, en centenares de mapas conservados se representa un orbe formado por tres continentes, siguiendo el tipo denominado T-O, si bien algunos estudiosos no están de acuerdo con el dictamen de la gran mayoría de que estas representaciones del mundo sean efectivamente mapas.33 Y lo mismo con la idea de “continente”, que si se emplea aquí para designar estas divisiones de la Tierra, es porque se ha impuesto de tal manera que parece muy difícil descartarla; no obstante, hay que tener en cuenta las objeciones de Braude, que no los considera como tales, sino más bien como “regiones” de una sola y única ecutres continentes. Pero esta figura se encuentra, a su vez, inscripta en un cuadrado y enmarcada por la representación de los vientos en forma de criaturas aladas con rostro humano o animal, alusión a los vientos de los cuatro ángulos del universo a que se refiere el Apocalipsis 7: 1: “Post haec vidi quatuor angelos stantes super quatuor angulos terrae, tenentes quator ventos terrae, ne flarent super terram, neque super mare, neque in ullam arborem”; véase Harley y Woodward 336. Varios otros pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento también aluden a los vientos y a una Tierra representada en forma angular o esquinada: véanse las indicaciones en Von den Brincken, “Die Kugelgestalt” 80, nota 13, y Fines 15 y 19. Sobre los vientos en la cosmología medieval véase Obrist, “Wind”. Pero nada de esto confirma la tan difundida, y errónea, teoría de que los medievales concibieron a la Tierra como un disco plano, como en la Topographia Christiana de Cosmas Indicopleustes (siglo VI d. de C.) (Harley y Woodward 260-63, Jones 304-06 y Russell 33-35). 33 El carácter de “mapas” atribuido a las representaciones del mundo según el esquema T-O ha sido cuestionado por varios autores: “These illustrations are not maps in the modern sense of the term, that is, they do not purport to represent an objective geographical-spatial reality; rather, they convey a religiously inspired iconic image. They should not be called TO Maps but Cross and Orb Icons” (Braude 114-15); “It is a good question whether in its simplest form the T-O should be called a map at all. It seems to have been used as a symbol, a shorthand reference, functioning in manuscripts like illuminated initials, to guide the reader to the desired chapter. However, as the T-O became elaborated, with the addition of cardinal directions, the winds (four, eight, or twelve), the bodies of water which form the boundaries between the continents, it evolved into something like a map” (Edson, Mapping 4; véase también 47); “Les mappemondes les plus simples, où un T s’inscrit dans un cercle, sont de purs idéogrammes, qui ont pour seul objet de signifier la repartition des trois continents” (Gautier-Dalché, “Un problème” 9); “The encounter with a medieval T-O map always involves surprise. There is very little that is map-like about it. At first glance it appears to convey little or no geographical information, although it was the most common form of medieval world map. Of 1106 world maps made between AD 700 and AD 1500 and which have survived, 660, or about 60 %, were of this type. T-O maps appeared in several rather closely related variant forms and sometimes as little paintings of scenes. In all cases, the same question arises —what was the map intended to show? It clearly did not convey geographic information. Instead, it was intended to show a Christian world drawn in accordance with Christian doctrines” (Lanman, “The medieval” 32). Las letras T y O corresponderían a las palabras “Orbis Terrae” (Cassidy, The Sea 72). Para estos mapas en relación con Jerusalén véase Scafi 89-94.
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mene, algo que las estorias alfonsíes y otras obras aquí estudiadas corroborarían con designaciones como “partes”, “partidas”, “particiones”, etc.;34 lo interesante es que, al referirse a las migraciones de los descendientes de los hijos de Noé, Alfonso X apuntaría a esta misma idea, señalando cómo tales desplazamientos de un “continente” a otro podían tener lugar por tierra y no cruzando necesariamente mares. La ecumene es, en efecto, una sola masa continental: ... e daqui nos semeia que nos dan a entender estas razones que se pueden andar por pie e por tierra dunas en otras estas tres partes del mundo: Europa a Asia, e Asia a Europa por los montes Rifeos; Asia a Affrica, e Affrica a Asia por los manantiales o manaderos de la fuent Nigris, de que fablo Plinio e otros muchos dond lo tomo el. (GE I 59 a 19)35
La geografía y la historia bíblica se superponen para darle al mundo una unidad no sólo geográfica, sino también genealógica (Noé y su descendencia) y espiritual (la redención de la humanidad por Cristo).36 Esta división tripartita, corriente ya en la Antigüedad, pero no aceptada con unanimidad, es la que 34 “All of this begins to be self-evident if we stop to realize that the notion of the division of the world into three and more continents, according to the Oxford English Dictionary, did not exist before the seventeenth century. The terms Asia, Africa (Libya in the older classical usage), and Europe existed centuries earlier, but they did not always mean what they mean today. They were regions of one world, not separate continents. A glance at a medieval map will demonstrate how closely each was linked to the others” (Braude 109); “In contemporary usage, continents are understood to be large, continuous, discrete masses of land, ideally separated by expanses of water. Although of ancient origin, this convention is both historically unstable and surprisingly unexamined; the required size and the requisite degree of physical separation have never been defined” (Lewis-Wigen 31; véase también 29: “contiguous nature of the land in question”). Precisamente, el mapa del tipo T-O representaría, en forma esquemática, la “nostalgia de la unidad cósmica”: “Lu comme une inscription, il déclare Terrarum Orbis, et forme un idéogramme signifiant la totalité de l’espace et du temps concédés à l’homme par son Créateur” (Zumthor, La Mesure 326). 35 Sobre la fuente Nigris como origen del Nilo véase Plinio VIII, 32; pero en V, 44 la considera como un curso de agua y en V, 52 (= GE I 112 b 41) reconoce las dudas sobre la localización precisa del nacimiento de aquel río. Véase una lista de los “otros muchos” a que alude el texto en GE I 112 b 24. 36 “Medieval world maps, or mappaemundi, depict the world as simultaneously whole and divided. It is whole because the known world is linked genealogically, due to mankind’s common descent from Shem, Ham, and Japheth, whose names appear on mappaemundi next to or even in place of the names of the three continents. Further, it is whole because the world is linked spiritually, due to mankind’s collective redemption by Christ. Such unity is manifest in the Ebstorf mappamundi, where the head, hands, and feet of Jesus appear at the margins of the known world, affirming the coterminousness of the body of Christ and the earth itself” (Akbari, “From Due” 20).
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postulan también la mayoría de los textos españoles de la Edad Media.37 Y es asimismo la división que ya habían adoptado los Padres de la Iglesia y difundida más tarde, entre otros, por san Isidoro de Sevilla en sus Etimologías y De natura rerum: más de seiscientos sesenta ejemplos catalogados por Destombes atestiguan la amplia divulgación y popularidad del esquema isidoriano.38 Es interesante notar que a esta cruz en los mapas del tipo T-O aluden los siguientes versos del Libro de Alexandre: Qui asmar’ [sopesare] cuémo yazen los mares, de quál guisa —la una que comedia, la otra que quartiza—,
37 “Terrarum orbis uniuersus in tres diuiditur partes, Europam, Asiam, Africam. Origo ab occasu solis et Gaditano freto, qua inrumpens oceanus Atlanticus in maria interiora diffunditur. Hinc intranti dextera Africa est, laeua Europa, inter has Asia. Termini amnes Tanais et Nilus” (Plinio III, 3). Esta opinión no careció, ya en el mundo clásico, de sus detractores: para las críticas de Heródoto (II, 16; IV, 45) y de Estrabón (I, 4, 7) a la división de la ecumene en tres partes y el cuestionamiento de este último de los ríos Nilo y Tanais como límites entre ellas véase Lewis-Wigen 22-23; para el mar Rojo como límite más apropiado entre África y Asia véase 23 y 27. Para una división en dos continentes entre los griegos véase Hay, Europe 2-3; siglos después, Paulo Orosio recogerá también las opiniones divergentes entre los antiguos (“Maiores nostri”), entre una distribución del mundo en tres partes o en dos, Asia y, juntas, África y Europa (I, 2, 1 y 85; véase Merrils 66 y 74-77); san Isidoro de Sevilla adopta la misma tripartición, pero concede que si se dividiera el orbe en Oriente y Occidente, Asia correspondería al primero y Europa y África al segundo (XIV, II, 3). Para la etimología de “Europa” véase Coleman 210, nota 25. Para la literatura española medieval véase McMullan 69-70. Relaño define así a la ecumene: “a mental continuum of inhabitable space not fragmented into continents” (1; véase también 7 y 75: “a continuous undivided space”). Y Zumthor la delimita de la siguiente manera: “La représentation antique se limite à la zone habitée, l’œcumène —en gros, de l’Islande au Sahara et de l’Irlande à l’Iran—, à laquelle on prête généralement un plan circulaire et qu’entoure un Fleuve Océan infranchissable” (La Mesure 319-20). 38 “Divisus est autem trifarie: e quibus una pars Asia, altera Europa, tertia Africa nuncupatur” (Etim. XIV, II, 1). Sobre el “mito de los continentes” véase todo el libro de LewisWigen (21-25 para los antecedentes clásicos y las construcciones medievales y renacentistas). Sobre los mapas T-O afirman Lewis-Wigen: “Here the tripartite worldview of the Greeks was retained, but transposed into an abstract cosmographical model, abandoning all pretense to spatial accuracy. The famous ‘T-O’ maps of the medieval period, representing the earth in the form of a cross, reflect the age’s profoundly theological view of space. The cross symbol (represented as a T within the circle of the world) designated the bodies of water that supposedly divided Europe, Asia, and Africa; these landmasses in a sense served as the background on which the sacred symbol was inscribed. The Nile remained, in most cases, the dividing line between Africa and Asia. Classical precedence joined here with theological necessity, converting an empirical distorsion into an expression of profound cosmographical order” (24); véase también Relaño 11.
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Biglieri, Aníbal A. verá que tien’ la cruz essa figura misma, on’ devién los incrédulos prender la mala çisma. (LA 280)39
Pero, en definitiva, la idea de los tres continentes se impondrá en la Edad Media, en parte gracias a la autoridad de san Agustín, Paulo Orosio y san Isidoro de Sevilla.40 No obstante, y a juzgar por varios pasajes de la General Estoria, al tratar “De los terminos de las tres partes de la tierra” (GE I 45-46), esta triple distribución no habría encontrado completa y unánime aceptación, proponiéndose, en cambio, otras alternativas: África formaba parte de Europa “e non tercera parte del mundo por si” (GE I 45 b 8);41 Egipto y Etiopía constituían, juntas pero separadas del resto, una cuarta región (GE I 46 a 7); África estaba separada de Etiopía por el Nilo (GE I 113 a 37); Egipto, siguiendo a Orosio, “yaze en la partida de medio dia, e es la quarta parte del mundo” (GE II 1 114 a 22).42 Y en algún momento, la Estoria de Espanna les asignará a Europa y a
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“La una que comedia: el trazo horizontal de la T, constituido por mares y ríos variables según los autores (vid. 276-294), en donde comedia ‘divide en dos partes iguales’, de comediar, y esta voz de comedio. La otra que quartiza: el Mediterráneo, en donde quartiza ‘divide en quatro partes’ —voz empleada impropiamente, al considerarse sólo tres continentes—, de quartizar, que se remonta a quarto” (nota de Casas Rigall). Otros comentarios: “El mapa, que acompaña varios manuscritos de la Alexandreis [de Gautier de Châtillon], se reproduce literalmente en los versos del Alexandre, con su orientación al este, división tripartita del mundo, Asia siendo la mayor y ocupando la parte superior, Europa y África compartiendo el medio círculo inferior, divididas por una cruz (enfatizada en 280c) formada por los mares” (Pinet 1325); “The Alexandreis I, 402-05, contains the germ of this cruciform map, but the Spanish poet refers more specifically to the so-called T-O maps of the world...” (Willis, The Relationship 71; véase también Deyermond, “Building” 147). Sobre la relación entre ambas obras véase también Fraker, The Libro... 145-79. Véase también LA 2509 c (“los braços son la cruz del Rëy Omnipotent”) y Rico, El pequeño, figura 4. Para la cartografía en los manuscritos de Gautier de Châtillon véase el estudio de Destombes, con reproducción del mapamundi del Ms. Lat. 11334, folio 1, de la Biblioteca Nacional de París (siglo XIII); véase la descripción de este mapa, con transcripción y traducción de sus leyendas, en Chekin 57-58. Para un texto escandinavo véase Simek, “Skandinavische” 169. Véanse asimismo Harley y Woodward 300-02, 320 y 343 y McMullan, quien también adelantó ya algunos datos sobre todos estos temas: aquí se amplían con otros textos. 40 Véase Leyser 26-27. 41 Este texto amplifica a Lucano: “Tertia pars rerum Libye, si credere famae / cuncta velis; at, si ventos caelumque sequaris, / pars erit Europae. nec enim plus litora Nili / quam Scythicus Tanais primis a Gadibus absunt, / unde Europa fugit Libyen et litora flexu / Oceano fecere locum; sed maior in unam / orbis abit Asiam. nam communiter istae / effundant Zephyrum, Boreae latus illa sinistrum / contingens dextrumque Noti discedit in ortus / Eurum sola tenens” (DBC IX, 411-20); véase también Paulo Orosio I, 2, 85. 42 Más exactamente, Paulo Orosio afirma que África comienza en el límite con Egipto: “Africae principium est a finibus Aegypti” (I, 2, 8); véase también lo que este mismo autor
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África una cuarta parte de la Tierra a cada una, agregando que esta última es “la mayor quarta” (EE 492 b 49, 493 a 3). A todas estas vacilaciones y dudas contribuyen dos textos más de la General Estoria. El primero, con una yuxtaposición, frecuente en la obra alfonsí, de mitología, geografía e historia bíblica, dice así: Cventan unas de las estorias que Epapho, fijo de Juppiter e de la reyna Yo —el que fizo la cibdat de Menphis en Egipto—, caso con la reyna Casiota, et fizo en ella una fija a que llamaron Libia; e finco el reyno de Menphis en esta despues de dias de Epapho. Et segunt que eran aun estonces las yentes pocas e las pueblas, el mayor poder que a aquella sazon auie en toda Affrica era el de aquella reyna Libia; et por ende, dizen que pusieron nonbre della a aquella tercera parte de la tierra. Despues desto dixieron Affrica a aquella tercera part de la tierra, por que es tierra muy uiçiosa en muchos lugares della. Otros cuentan aun quel dixieron Affrica de Affer, que tomo y una grant tierra e la poblo; et Affer fue fijo de Abraham e de Cetura, que fue la mugier con que caso ell despues que murio Sarra. Mas primera mientre a toda Affrica dixieron Libia, pero una tierra ouo y appartada a que dixieron sienpre Libia; et en esta ouo el mayor tiemplo de Juppiter, e o mas lle onrrauan e aorauan todos los gentiles en figura de carnero. (GE II 1 280 a 14)43
Y en la quinta parte de la General Estoria se incluye un extenso pasaje sobre Libia y las razones por las cuales se la debe considerar, junto con Europa, una sola unidad continental: Libia es la terçera parte de las cosas del mundo sy creer quisieremos a lo que dizen. Mas qujen catare los quatro vientos & el çielo fallara que Libia parte es de Europa. Ca las rriberas del Njlo fasta las primeras gades de Espanna que son en Cadjz non ha mas que del rrio Thanays que nasçe en los montes Rrinfeos o Yporboreos que son en la cabeça de septentrion en derecho del Carro [Osa Mayor] & se parte Europa de Libia de aquellos gades de Espanna. Et fezieron las rriberas de Europa logar
afirma de África como una parte del mundo, sus límites y su extensión en I, 2, 83-85; para éste y otros autores medievales y para la tradición cartográfica derivada de Paulo Orosio véase Relaño 16 y 76-78, respectivamente. Para la introducción geográfica de Paulo Orosio a su Historiarum adversus paganos véanse Higgins 3 y Merrills 64-99: Paulo Orosio sitúa la historia bajo el signo de la geografía. Heródoto también pensó que el delta del Nilo constituía una cuarta parte, entre Libia (África) y Asia (II, 16) y Pomponio Mela consideraba al Nilo como el límite oriental de África: “Africa ab orientis parte Nilo terminata” (I, 4, 20). 43 El texto bíblico a que se refiere la estoria es el siguiente: “Abraham vero aliam duxit uxorem nomine Ceturam: quae peperit ei Zamran et Iecsan, et Madam, et Madian, et Iesboc, et Sue. Iecsan quoque genuit Saba et Dadan. Filii Dadan fuerunt Assurim, et Latusim, et Loomin. At vero ex Madian ortus est Epha, et Opher, et Henoch, et Abida, et Eldaa: omnes hi filii Ceturae” (Génesis 25: 1-4). Como se ve, Opher [Affer] no es hijo, sino nieto de Abraham.
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Biglieri, Aníbal A. al mar ocçeano con su tortura & sus senos que fezieron de vnos logares en otros. Mas con todo esto apartose la mayor parte de la tierra a Asia sola. Ca maguer que estas dos Libias & Europa ayan comunal mente el hauono alça Asia el senjestro costado del çierço & desçende el diestro del abrego en oriente. Et destos dos vientos el çierço & el abrego tenje a Asia Europa & Africa & mas que ellos & ha en su cabo todo el solano que nasçe en oriente & de Libia lo que tierra abastada es todo desçende contra ocçidente. (GE V 137v-138r)44
Pero, en definitiva, tres es el número de los continentes aceptados por las estorias alfonsíes (GE I 46 a 14, 59 a 22; HNo 165 = 126), el Libro de Alexandre (LA 279 ab), el Libro del Caballero Zifar (LCZ 447-48) y el resto de las obras, con las salvedades y excepciones que se notarán más adelante. En lo que sí hay unanimidad es que tres afluentes del océano que todo lo ciñe sirven de límites entre los tres continentes: Et assi por la uenida destos rrios amos et de aquel mar Estrecho es la tierra partida en tres partes. Ca non por otro monte njn por otra sierra. (VRT 282 = CT 598) La materia nos manda por fuerça de razón; avemos nós a fer una desputaçión: cuémo se parte’el mundo por triple partiçión, cuémo faze la mar en todas división. El que partió el mundo fízolo tres partidas; son por braços de mar todas tres divididas. (LA 276-277 b)45 44 Sobre los cuatro vientos y su función cósmica véase Obrist: “However, the four major winds also appear in the opposite role of guarantor of cosmic order, by being associated with the cardinal axes, the other winds being reduced to the subordinate position of potential troublemakers. Pictorial representations of winds constitute a main source of information on the view of winds as maintaining the stability of the cosmos, while textual evidence, ancient and medieval, of some sustained kind is scarce for the period preceding the twelfth century” (“Wind” 38). Como quedó indicado en una nota anterior, los cuatro vientos están representados en los ángulos de una de las miniaturas del Ms. A (fol. 137 c) de la versión del Roman de Troie de Alfonso XI, circunscribiendo la imagen del mundo dividido en tres continentes (reproducida en Crónica Troyana 35). 45 Para la descripción del mundo (y su función narrativa) que se inicia con estas estrofas (y concluye en la 293) véanse Andrés-Suárez 66-67 y Janin 67-70. Sobre la geografía del Libro de Alexandre véanse también Deyermond, “Building” 146-54 y Michael, “Ciencia” 26. Basándose en esta obra, se lee en El Victorial: “E allí miró [Alejandro en su vuelo aéreo] la tierra, e las yslas, cómo yazen çercadas de mar, e cómo es la tierra partida en tres partes, e cómo la una tiene tanto como las [otras] dos, e aun más” (180); véase Beltrán, “Alejandro” 29. Para la cuestión de los límites geográficos en general en la Edad Media, para estos textos y para el resto de este libro, téngase en cuenta el estudio de Hay, “The Geographical”,
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El mar Mediterráneo —también llamado “Estrecho” en la versión del Roman de Troie (VRT 282 = CT 598) y “grant mar” en el Libro del tesoro (LT 58 b)— es el “mar que ua por medio de la tierra” (EE 492 b 35) y se extiende desde allí (“medio de la tierra”: GE I 45 b 33) hasta el confín occidental de Europa, donde se junta con el océano (EE 5 a 30) y en donde se encuentran “Caliz” y “Cepta” (GE I 45 b 29), la primera llamada también “ysla dErcules” (EE 5 a 29). La Semeiança del mundo ofrecerá una de las descripciones más detalladas, con indicación del origen de los nombres con que se lo conoce, su recorrido y su función demarcatoria: La otra mar que dizen la mar Mediterraneo por que corre por medio de la tierra, e dizenle otrosy la Gran Mar por tal rrazon que los otros mares que son todos menores e mas pequennos en rrespeto desta mar; e esta mar comiença en oçidente, e sale de la mar que çerca toda la tierra en derredor, que dezimos el mar Oçeano, e va derecha mente fazia la plaga que dizen meredies, e desy adelante va fazia la plaga de setentrion; e segun que oystes, otrosy esta mar misma que dizen Mediterrano por rrazon que corre por medio de la tierra e comiença de oçidente fasta cabo de oriente; e esta mar departe la tierra en tres partes que dizen por nonbre: Asya e Ehuropa e Africa. (SM 112)46
En la Antigüedad y en la Edad Media, el Don, bautizado “Tanais” por los geógrafos griegos, servía de “mojón” entre Asia y Europa; así lo afirman las estorias alfonsíes en más de una oportunidad: Europa comiença en un rio que a nombre Thanays, e de la una parte la cerca el mar Mediterraneo, e de la otra el mar Oceano. Este rio Thanais nace en los montes Ripheos y es moion entre Asia y Europa. (EE 5 a 51) los del rio Tanais dalli o nace en la cabeça de los montes Rifeos et parte a Europa dAsia. (EE 78 b 46)
que plantea, entre otros, los siguientes problemas: a) las diferentes clases de límites: psicológicos, eclesiásticos, políticos, etc.; b) para la inmensa mayoría de los medievales, el horizonte geográfico, el de la vida diaria, quedaba circunscripto al lugar de residencia y sus alrededores; c) la vaguedad e imprecisión de las fronteras entre naciones, regiones, jurisdicciones, etc. y también dentro de cada uno de estos dominios (“Europa” o “Cristiandad”, por ejemplo). 46 Plaga < latín plaga: ‘región’, ‘zona’; “e plaga tanto quiere dezir commo encontrada o commo partida” (SM 55). Descripciones similares se encuentran en VRT 282 (= CT 598) y LA 278 d.
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Biglieri, Aníbal A. los del rrio Tanays do nasçe de la cabeça de los montes Rrifeos & se parte ay Europa de Asia. (GE V 29v)47
y el Libro de Alexandre: Thanais es de Çiçia e de Bactra mojón: Thanais las departe e faze división; Europa e Asia ý fazen partiçión. Agüa es cabdal [principal]: non le saben fondón. (LA 1914)
Nace en el extremo norte, en los montes Rifeos, y desemboca en diferentes sitios según la fuente que se consulte: las proximidades de Constantinopla (GE I 45 b 16), la laguna Meótida (el mar de Azov: EE 217 b 20), el “braço de san Jorge”, en el Bósforo (LT 58 b), el Mediterráneo (VRT 282 = CT 598) o el “Pontus” (SM 120). La Semeiança del mundo agregará una noticia sobre el origen de los nombres “Tanais” y “Rifeos”: el primero proviene “del nonbre de vn rrey que dixeron don Tano, que fue rrey de vnas gentes que han nonbre zatas” (SM 120); el segundo, del griego, “porque todo sienpre fyeren grandes vientos en estos montes” (SM 102).48 Y en cuanto a su localización, la General Estoria los sitúa en el extremo norte, bajo la constelación de la Osa Mayor o Carro: “los montes Rrinfeos o Yporboreos que son en la cabeça de septentrion en derecho del Carro” (GE V 138r).49 El Nilo, “otra agua dulçe de las mayores que en el mundo ha” (VRT 282 = CT 598), tiene su nacimiento, según estas obras, en una sierra situada al Medio47 Estos dos últimos pasajes traducen el mismo texto de la Farsalia, en el que se enumeran los pueblos que acudieron en apoyo de Pompeyo contra Julio César: “qua vertice lapsus / Riphaeo Tanais diversi nomina mundi / imposuit ripis Asiaeque et terminus idem / Europae, mediae dirimens confinia terrae” (DBC III, 272-75). Todavía puede agregarse un pasaje más: “Et Neptuno & Jupiter solued vos las njeues de los montes Rrifeos que parten a Asya & a Europa en septentrion & adozjd las aquj” (GE V 38r), que amplifica a Lucano: “Riphaeas huc solve nives” (DBC IV, 118). 48 “Tanais was derived from Tanus, the name of the first king of the Scythians” (Lanman, “The medieval” 33); “The name ‘Rhipaean’ first occurs in Alcman, a lyric poet of the ῥιπή?], ‘gust of wind’” seventh century B.C., and is evidently derived from Greek rhipe [?é (Dilke, “Geographical” 348). Sobre el origen literario de este “mito geográfico”, basado en la Argonáutica del Pseudo-Orfeo (siglo IV a. de C.), su transmisión a la Edad Media y la improbable identificación de los montes Rifeos con los Urales véase Ramsay 223-27. 49 En muchos textos antiguos y medievales, los montes Rifeos se localizan también en el extremo norte de Eurasia, sin más precisiones: “probably an amalgamation of rumours related to what are now known as the Carpatian, Caucasus and Altai ranges”, según McGhee (The Last 22), “an unidentifiable range often referred to in Greek sources, vaguely located in the north-east, north or northwest”, en opinión de Davidson (23).
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día y, según la General Estoria, remitiéndose a Plinio y Lucano, en los “manaderos de la fuent Nigris” (GE I 45 b 38, 59 a 25); desagua en la “mar de Alexandria” (LT 58 b, SM 57) o en el “mar Bermeio” (o “Rubro” = Rojo; GE I 46 a 17, SM 57). Ya se estudiará con mayor detenimiento el Nilo en el capítulo quinto; por ahora hay que recordar también que, entre los autores antiguos, este río podía servir de límite entre África y Asia. De esta manera, Etiopía, que ocupaba la margen oriental del Nilo, pasaba a formar, con Arabia e India, una sola masa continental, favoreciendo así no sólo su identificación con esta última, sino también muchas confusiones e interferencias entre ambas.50 En otros casos, el límite entre África y Asia podría constituirlo el mar Rojo o golfo arábigo (sinus Arabicus). Como puede comprobarse, todos los textos analizados se muestran conformes a la hora de señalar los linderos entre los tres continentes, pero no así cuando se trata de precisar el trayecto de dos de sus límites, los ríos Don y Nilo, límites cuya validez comenzó a cuestionarse con los avances de los conocimientos geográficos.51 Menos disensión se observa en lo que concierne a la superficie de cada una de las tres partes: Asia, equivalente en extensión a África y Europa reunidas, ocupa la mitad de la Tierra, según la versión del Roman de Troie (VRT 282 = CT 597, EE 493 a 1);52 este parecer no fue unánimemente aceptado, sin embargo, puesto que “algunos dizen que [Asia] es mayor”, es decir, que ocupa más de la mitad del mundo (GE I 45 a 21), vacilación que se registra asimismo en la Semeiança del mundo (SM 55 y 101). Sea como fuere, de las tres partidas, Asia es más extensa que las otras dos, la “mayor” (EE 5 a 8, LA 277 c), “la primera & la mayor” (LT 58 b): Las tres partes del mundo yazién bien devisadas: Asïa a las otras aviélas engañadas;
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Para este tema véase Schneider 437-40. “If continents were to be meaningful geographical divisions of human geography, rather than mere reflections of an ordained cosmic plan, the Nile and the Don obviously formed inappropriate boundaries. Scholars thus gradually came to select the Red Sea and the Gulf and Isthmus of Suez as the African-Asian divide. Similarly, by the sixteenth century, geographers began to realize that Europe and Asia were not separated by a narrow isthmus, that the Don River did not originate anywhere near the Arctic Sea, and that the Sea of Azov was smaller than had previously been imagined. While the old view was remarkably persistent, a new boundary for these two continents was eventually required as well” (LewisWigen 27). 52 Comentando un texto de san Isidoro de Sevilla en el mismo sentido, afirma Lanman: “Reflecting more chance than knowledge, the estimate was not far off; by modern measurements, Asia is about 1.1 times as large as Europe and Africa combined” (“The medieval” 34). 51
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Biglieri, Aníbal A. Europa e África yazién muy renconadas: deviendo seer fijas, semejavan anadas [alnadas, hijastras]. (LA 2578)53
En fin, Europa es más pequeña que África (VRT 282 = CT 598) y el continente asiático, más caluroso que los otros dos (LA 277 d). Como se ha visto, las ideas maestras de la geografía medieval provienen todas de la Antigüedad, como la concepción esférica del mundo y la división de la superficie terrestre en zonas o en tres continentes abrazados por el océano.54 Pero, a propósito de éstos, la General Estoria recogerá también de la Antigüedad otra tradición, “mitológica” esta vez, y no “científica” como la de Heródoto, Estrabón, Plinio o Pomponio Mela, según la cual las tres cabezas de Cerbero corresponden a las tres partes de la Tierra y sus tres gargantas a las “mayores leyes, que son estas tres: la de los christianos, la de los iudios, la de los moros” (GE II 1 227 a 29). Noé y su descendencia Con respecto a la tripartición de la Tierra, hay que mencionar ahora otro aspecto no menos importante, la relación entre la exégesis bíblica y la tradición geográfica medieval.55 La división en tres continentes se vincula en la historia sagrada con la de los hijos de Noé y las partes del mundo que les correspondieron a ellos y a sus descendencias: Asia a Sem, África a Cam (Ham) y Europa a Jafet (GE I 39 b 13, 46 b 12, EE 5 a 16, LT 21 b, LCZ 448, SHT 66).56 Y lo
53 “2578bc. Pues, según era usual en los mapas de T en O y ya ha señalado el poeta (27879 y 283), a Asia le correspondía un semicírculo del disco, mientras que Europa y África se repartían la otra mitad” (nota de Casas Rigall). Véase también Von den Brincken, Fines, 180. La mayor extensión de Asia con relación al resto de la ecumene fue ya indicada por Estrabón (XVII, 3, 1). Esta mayor extensión de Asia, junto con la orientación hacia el norte de los mapamundis medievales y la ubicación del Paraíso Terrenal en el extremo este, son todos factores que contribuyen a la “primacía” del Oriente en la cartografía medieval: véase Akbari, “From Due” 20-21. 54 Véase Phillips, “The outer” 31. 55 Sobre Jafet y Europa véase Hay, Europe 7-15. Para la relación entre tradición geográfica y exégesis bíblica véase Lozovsky 35-67. Esta mezcla de información clásica y bíblica en un mismo texto se encuentra, por ejemplo, en las leyendas del mapa del mundo de uno de los manuscritos de De natura rerum de san Isidoro de Sevilla; la que corresponde a Europa, según la transcripción de Edson, dice así: “Dicta ab europa filia agenoris regis libie uxore iovis ubi filii iaphet visi sunt terram tenere de cuius origine sunt gentes quindecim et habent civitates CXX. Regio Septentrionalis” (Mapping 44-45). 56 Para el Libro del Caballero Zifar véase Castaño Navarro 3.
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mismo en el Diálogo de Epicteto y el emperador Adriano: “Sení, Caýn e Jafet, los quales departieron toda la tierra. Sení tomó contra oriente, Caýn tomó contra medio día, Jafet tomó contra Aquilón açadiente. Et así departieron en tres partes toda la tierra que aquestas son: Asia, África, Europa” (54).57 En el campo de la etnografía medieval se podría ver con más atención en qué medida la descendencia de Noé y la maldición de éste a Cam y su descendencia influyen decisivamente en lo que Braude llama “la construcción de las identidades étnicas y geográficas en los períodos medieval y moderno”. Por el momento, hay que notar tres problemas: las discrepancias entre los autores medievales sobre las regiones que les correspondieron a los tres hijos, las edades de éstos y la existencia de un cuarto hijo de Noé. A diferencia de los textos citados anteriormente, el Libro de las maravillas del mundo de Mandevilla, fiel al manuscrito de París de los Travels, recoge una tradición diferente en cuanto a la distribución del mundo entre la descendencia de Noé, invirtiendo los continentes que les correspondieron a los dos hermanos mayores: Estos .IIJ. hermanos possedescieron toda la tierra. Este Cam por su crueldat priso la mas grant partida et la mellor, la partida oriental qui es clamada Assya, et Sem priso Affrika, et Jaffet priso Europa. Et por esto es la tierra deuisada en .IIJ. partidas. (LMM 114)58
57
Génesis 9: 18-19: “Erant ergo filii Noe, qui egressi sunt de arca, Sem, Cham et Iapheth: porro Cham ipse est pater Chanaan. Tres isti filii sunt Noe: et ab his disseminatum est omne genus hominum super universam terram”; 10: 5: “Ab his divisae sunt insulae gentium in regionibus suis, unusquisque secundum linguam suam et familias suas in nationibus suis”; 10: 32: “Hae familiae Noe iuxta populos et nationes suas. Ab his divisae sunt gentes in terra post diluvium”. Comentan Lewis-Wigen: “The continental scheme was reinforced in late antiquity when early Christian writers mapped onto it the story of Noah’s successors. [...] This new theological conception had the merit of explaining the larger size of the Asian landmass by reference to Shem’s primogeniture. It also infused the Greeks’ tripartite division of the world with religious significance. This sacralized continental model would persist with little alteration until the early modern period” (23); para esta superposición del Génesis sobre la división clásica de la ecumene en tres continentes véase también Edson, Mapping 15. Erróneamente, la Estoria de Espanna afirmará que los hijos de Noé “salieron de la torre de Babilonia” (EE 492 b 40, 493 a 25). 58 A propósito de este pasaje en el manuscrito de París, observa Braude: “The Paris Manuscript described Ham as heir to Asia, Shem to Africa, and Japhet to Europe. Ham is considered the father of the Khan and his Mongol followers, Shem the ancestor of the Saracens, and Japhet the progenitor of the Europeans and ‘the people of Israel!’. This passage, to reiterate, was one of the most widely disseminated late medieval-early modern views of the Sons of Noah”; “There is no question that Ham-Asia, Shem-Africa, and the Japhetic ancestry of Israel represented the original late-fourteenth and early fifteenth-century versions of
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Una repartición diferente a la que luego predominará en la Edad Media ya se había presentado en el comienzo mismo de esta tradición exegética, con Flavio Josefo, como observa Braude; según este estudioso, lo seguirán san Jerónimo y san Isidoro de Sevilla y sólo será con Alcuino (732-804) que se impondrá la versión de un continente para cada hijo.59 En los mapas T-O de manuscritos de la obra de san Isidoro de Sevilla, las leyendas varían (“Jafet”, “Sem”, “Cam”; “Europa”, “Asia”, “África”) pero se mantiene la repartición más o menos consagrada: Jafet-Europa, Sem-Asia, Cam-África.60 En cuanto a las edades de los hijos de Noé, se observan también discrepancias entre las versiones peninsulares. Si bien el Génesis llama explícitamente a Cham “filius suus minor” (9: 24), el orden en que los enumera el texto bíblico the manuscripts themselves as well as the main tradition of Mandeville as a whole” (116 y 119). La traducción aragonesa, el Libro de las maravillas del mundo de Juan de Mandevilla, dice así: “Et de la generation de Sem son venjdos los moros, et de la generation de Jaffet son venidos los pueblos d’Isrrael et nos et los otros que fincamos en Europa. Esta es l’oppinion que algunos serianos et samaritanos han et que eillos me auian dado a entender ante que yo fuesse a Jndia, que por esta rrazon eill hera clamado Cam. Mas quando yo fu en Jndia yo trobe todo otrament, maguera verdat es que los tartaros et aquellos que fincan en la grant Assia descendieron de Cam, mas l’emperador de Cathay no se clama pas Cam [sino Can]” (LMM 114-15; véanse las indicaciones a este pasaje en la edición de Rodríguez Temperley 193, nota 243). Para el papel que le cupo a la obra de Mandeville en la difusión de estas ideas véase Braude 115-20; para esta atribución de los continentes en Mandeville véanse también Akbari, “From Due” 22, Deluz; Le Livre 176-77 y Higgins 162-63 y 171-72. El hecho de que a Cam, a pesar de haber sido maldecido por su padre, le toque la mayor parte del mundo (“la mas grant partida et la mellor”) llamó la atención de Martín Lutero en sus comentarios sobre el Génesis (Braude 131, Freedman, Images 103). 59 “The first to do so was the Hellenized Jew Flavius Josephus (37?-100), who eschewed the simple linkage we know today. In the midst of a long, careful, and detailed exposition, he listed the specific lands that Noah’s descendants acquired, noting in passing that the Japhetic descent had territory in Europe and Asia, whereas Ham’s offspring spread into Africa and Asia, and only Shem was limited to one region. In effect, Josephus’s designations were that Japhet was Eurasian, Ham Afrasian, and Shem Asian. The more learned and precise Christian commentators followed his lead” (Braude 111). En su Historia scholastica (escrita entre 1169 y 1175), Pedro Coméstor (†1178/79), seguirá los pasos de Alcuino: “Hi tres disseminati sunt in tribus partibus orbis secundum Alcuinum. Sem Asiam, Cham Africam, Japheth Europam sortitus est” (1087 d), si bien recoge también el testimonio de Flavio Josefo; para Coméstor y su relación con estos dos autores véase Braude 113; para san Jerónimo, san Isidoro de Sevilla y Alcuino véase Braude 111-12 y para Pedro Coméstor, su vida y su obra véanse, entre otros, Daly y Morey, con indicaciones bibliográficas. Migne reproduce la edición de la Historia scholastica publicada por E. Navarro en Madrid, en 1699; para las versiones portuguesas, castellanas (General Estoria) y catalanas de la Historia véase Morey 9, notas 10 y 11. 60 Véase Braude 115. Lo mismo sucede en los mapas reproducidos por Chekin, especialmente los de las páginas 373 a 384.
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haría pensar que Sem era el mayor, Cam, el mediano y Jafet, el menor, respectivamente, y es así como se los presenta en el Libro de Alexandre 1241 c (en ese orden, sin más especificaciones), Libro del tesoro 21 b (sólo se indica que Sem es el hermano mayor), Sumas de historia troyana 66-67 (con mención de Sem como el mayor y de Jafet como el menor) y con referencia completa a los tres, en General Estoria I 49 a 14: “el mayor Sem, e el mediano Cam e el menor Japhet” (GE I 49 a 41, b 10 y b 20) y en Estoria de Espanna 5 a 16: “Sem, ell hermano mayor”, “Cam, ell hermano mediano” y “Japhet, ell hermano menor”. Una versión más se encuentra en el Libro del Caballero Zifar, que hace de Jafet, Sem y Cam los hermanos mayor, mediano y menor, respectivamente, coincidiendo con el Génesis en cuanto a Cam, pero invirtiendo el orden de sus dos hermanos mayores (LCZ 448).61 Aunque el relato bíblico sólo menciona a estos tres hijos, la General Estoria recoge la tradición de que Noé, después del Diluvio, tuvo otro más, “Yoniton” o “Yonton” (“Yonito” en el texto alfonsí), a quien ya no podía corresponderle una parte de la Tierra, como a sus tres hermanos mayores (GE I 39 b 19, 59 b 19), debiendo contentarse con habitar en una región del Extremo Oriente “de muy grandes terminos allende una tierra a que dixieron despues Ethan” (GE I 39 b 30): “Et la tierra tiene de Ethan fasta la mar, e pusieron le nombre Elios Cora, que quiere dezir tanto como tierra o regno o termino del sol” (GE I 39 b 34); “e es esta tierra de Ethan en la partida de orient como Espanna en la partida de occident” (GE I 59 b 33). A propósito de esta leyenda, cuyos orígenes, difusión y transmisión textual estudia Gero, es interesante observar también que su desaparición se debió a la introducción de las Biblias impresas en el siglo XV, un ejemplo más, según Braude, de la “indeterminación oral” que afectaba la transmisión y difusión de las Sagradas Escrituras durante la Edad Media.62 La fuente de esta leyenda del cuarto hijo de Noé en la General Estoria es la ya mencionada Historia scholastica de Pedro Coméstor, el “maestre Pedro”, a quien se menciona varias veces: Quare vero primus coeperit dominari ostendit, agens de quodam filio Noe, de quo non egit Moyses, sic dicens: Centesimo anno tertiae chiliadis natus est Noe filius in simi-
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Con relación a Cam, nota Pedro Coméstor que a éste, el segundo hijo de Noé, lo llama el Génesis “filius suus minor”, problema que resuelve de la siguiente manera: “Evigilans Noe, cum didicisset quod fecerat filius suus minor, ait: Maledictus Chanaan puer servus erit fratribus suis. Sed quaeritur quomodo Cham dicitur minor filius, cum esset medius natu? Potest dici minor, id est indignior; vel forte minor statura. Vel de Japheth dicitur, qui cum minor esset, tamen prudentior fuit Cham majore” (1087 ab). Para la geografía del Libro del Caballero Zifar y sus fuentes árabes véanse los estudios de Castaño Navarro, Harney y Walker 36-39. 62 Véanse Braude 107 y Morey 6-7.
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Biglieri, Aníbal A. litudinem ejus, et dixit eum Jonithum. Trecentesimo anno dedit Noe donationes filio suo Jonitho, et dimisit eum in terram Ethan, et intravit eam Jonithus usque ad mare orientis, quod dicitur Elioschora, id est solis regio [“tierra o regno o termino del sol”], hic accepit a Domino donum sapientiae, et invenit astronomiam. (1088 b)63
Las Sumas de historia troyana también tratan de este cuarto hijo de Noé, a quien llaman “Yonico”: “E a este fijo Yonico mando Noe que poblase con su hermano mayor Sem. E poblo este en Asia aquella parte que llaman Edon [“in terram Ethan”], commo quier que a Sem sea dada la puebla de Asia” (SHT 67). Yonico estaba en posesión de las “çiençias de las siete artes, especialmente la astrología” (SHT 67), saber que le transmite a Nimrod (“Menbrot” en SHT 68), continuando una tradición que se remonta al Libro de la cueva de los tesoros, compuesto en siríaco, probablemente en el siglo VI d. de C., y continuada en otras posteriores.64 En el Libro del tesoro se sitúa la morada de este cuarto hijo de Noé en la “tierra Quetriana”, en las proximidades del río Éufrates, y a quien, como en otros textos estudiados por Gero, se le atribuye la invención de la astronomía: “& fue el primero onbre que fallo estronomia & que ordeno la sçiençia del movimiento de las estrellas” (LT 21 b): “invenit astronomiam”, había dicho ya Pedro Coméstor.65 63 Para la presencia de Pedro Coméstor en la península ibérica y su relación con la General Estoria en particular véase Rico, Alfonso 47-64. Rico concluye que la Historia scholastica no es “fuente estructural” de la General Estoria, ni ésta es una “Biblia historial”, sino una “crónica universal”, cuyo “esqueleto”, “punto de partida” y “esquema fundamental” son los Cánones crónicos de Eusebio-Jerónimo: Eusebio de Cesarea (ca. 263-330/40), compuso los Chronicorum canonum hacia el 303 y san Jerónimo (347-420), los tradujo y completó en 380-81. Para Daly, la Historia scholastica participa de ambas características: “His interpolation of pagan incidents chronologically parallel to Scriptural events from Genesis through the gospels resulted in a ‘world history’ as well as a literal Biblical commentary” (70). Pedro Coméstor es el “Pietro Mangiadore” del paraíso de Dante (XII, 134). 64 Para las Sumas de historia troyana véase Gómez Redondo II, 1632-49: manuscritos, autoría, contextualización y “medievalización”, composición, estructura y contenido narrativo, etc. Para el Libro de la cueva de los tesoros véase Gero: “The Book of the Cave of Treasures, composed in Syriac, perhaps as late as the sixth century, though quite possibly on the basis of an earlier, fourth-century account of biblical history, presents the fourth son of Noah, the wise Yonton as the teacher of oracular wisdom to Nimrod, the giant king. The knowledge imparted is specifically described as legitimate astronomy [una de las artes liberales en las Sumas], in contrast to the reprehensible art of the Chaldean magicians, which is a demonic imitation of the wisdom of Nimrod. The role of Yonton is clear enough, and he is seemingly assumed to be a known figure; at any rate no account is given of how and why he went to the East, where he then encountered Nimrod” (323-24). 65 Como inventor de la astronomía figura en las versiones griegas y latinas (Gero 324, nota 19, y 325, nota 29).
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Cinco zonas Otra imago mundi se encuentra en el tipo de cartas geográficas denominadas “mapas zonales”, procedente del comentario de Macrobio al Somnium Scipionis de Cicerón, aunque existen también precedentes en Grecia.66 En esta categoría se incluyen aquellos mapas tripartitos pertenecientes a la anterior, pero que no sólo representan a la Tierra con sus tres continentes, sino también con el hemisferio sur y, además, dividida en cinco zonas climáticas (climata), siguiendo los paralelos: la región ecuatorial (o perusta, atravesada por el mar océano) y las polares (frigidas) son inhabitables a causa del extremo calor de la primera y del excesivo frío de las otras dos (SHT 67).67 Solamente son habitables las zonas templadas: la del hemisferio norte corresponde al mundo conocido de los tres continentes de la geografía antigua y medieval y la del sur, a las antípodas.68
66 El texto pertinente de Cicerón dice así: “Cernis autem eandem terram quasi quibusdam redimitam et circumdatam cingulis e quibus duos maxime inter se diuersos et caeli uerticibus ipsis ex utraque parte subnixos obriguisse pruina uides, medium autem illum et maximum solis ardore torreri. Duo sunt habitabiles, quorum australis ille, in quo qui insistunt aduersa uobis urgent uestigia, nihil ad uestrum genus; hic autem alter subiectus aquiloni, quem incolitis, cerne quam tenui uos parte contingat. Omnis enim terra quae colitur a uobis, angustata uerticibus, lateribus latior, parua quaedam insula est circumfusa illo mari quod Atlanticum, quod magnum, quem Oceanum appellatis in terris, qui tamen tanto nomine quam sit paruus uides” (VI, 20). “The zonal map presents in pictorial form the ancient Greek thesis, attributed to Parmenides, c. 515 BC, that the globe is divided into five zones: two frigid at opposite poles, two temperate, and one torrid zone at the equator” (Edson, Mapping 6-7). Sobre estos mapas, Macrobio y la división de la Tierra en cinco zonas véanse Edson, Mapping 6-7, Friedman, “Cultural” 84-87, Harley y Woodward 296, 300 y 35354, Relaño 27, Scafi 165-70, Schneider 462-67; Stahl, “Astronomy” y su introducción a la edición del comentario de Macrobio de Cicerón y Stevens 270. Para el comentario de Macrobio véase también Obrist, La cosmologie 171-94 y para el tema de las antípodas en esta obra véase Hiatt 44-52 y 68-75. Entre los libros pertenecientes al monasterio de Santa María de Nájera que conservaba Alfonso X con el fin de copiarlos, se incluía el “comento de Ciceron sobre el sueño de Scipion” (Rubio García 547). 67 Véase Tattersall, “Sphere” 35. En latín, perustus significa ‘tórrido’, ‘quemado por el sol’ (< peruro: ‘quemar’, ‘abrasar’, ‘consumir con el fuego’): es la “zona de la çinta quemada” de las Sumas de historia troyana (SHT 66). 68 Estas ideas se encuentran ya, entre otros autores clásicos, en Estrabón (II, 2, 2-3, XVII, 2, 1), Virgilio (Geórgicas I, 233-39), Ovidio (Metamorfosis I, 45-51) y Plinio (II, 68). Sobre la teoría de los climata en la Historia natural véase Murphy 42-44. Para las cinco zonas en la obra de san Isidoro de Sevilla véanse Dicks 252 y Fontaine, Isidore (1983) II, 486-89 y para las literaturas española y francesa medievales véanse McMullan 66-69 y Tattersall, “Terra” 248-49, respectivamente.
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´ ) denota una franja de tierra, de unos cuaEn la geografía griega, clima (κλιμα trocientos estadios de ancho;69 más específicamente, se refiere a una región delimitada en el sentido de la latitud geográfica y en la cual existen condiciones climáticas semejantes (el clima, en el sentido actual de la palabra), pero incluyendo también la flora y la fauna, todo ello sin cambios apreciables o significativos. Son regiones contiguas y no líneas, concepto éste designado en griego con el término ´ , por lo tanto, corresponde a lo que el latín ´ “paralelo” (παραλληλος ). Un κλιμα ´ , que designaba también como zona (‘ceñidor’, ‘cinturón’, ‘faja’), del griego ζωνη ´ denota todo lo que puede rodear algo, como un cinturón (< ζωννυμι : ‘ceñir’, ‘circundar’, ‘rodear’, ‘cercar’). En latín, se tienen también cingulum (‘cinturón’, ‘ceñidor’, ‘faja’, ‘zona’) y cingulus (‘zona terrestre’);70 en el español alfonsí, “cintas” y “zonas” son sinónimos también en GE I 115 a 43: “zonas o çintas de las estrellas e del cielo” y lo mismo en GE V 160v, traduciendo a Lucano: “stellarum caelique plagis superisque” (DBC X, 186). Este último pasaje alude a una concepción astronómica de los climata, entendidos ahora como regiones del mundo habitado bajo la influencia de un planeta o constelación: geografía y astronomía eran dos ciencias interdependientes en el mundo clásico.71 Así, las zonas frígidas corresponden a Saturno: “A la planeta de Saturno cayo como en partida la parte del yelo e la cinta de la nieue, e estas son las dos zonas que yazen postremeras de las otras tres de amas partes” (GE I 116 b 42). Y en la quinta parte: “Et otrosy faze en las cosas de la tierra a la planeta de Saturno cayo commo en partyda la parte del yelo & la
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Véase Dicks 248, 250 y 252, nota 1. Contra la opinión de otros estudiosos, Dicks sostiene que la teoría de los climata fue formulada por Hiparco y no por Eudoxus de Cnidos (fl. ca. 368-365 a. de C.) o Eratóstenes (ca. 275-194 a. de C.). Hiparco hizo sus observaciones astronómicas entre los años 161 y 126 a. de C. (véase Harley y Woodward 164-67). “The ´ (literally = ‘inclination’, ‘slope’, from κλινω ´ ) derives from the conception of word κλιμα the gradually increasing slope of the polar axis of the celestial sphere to the horizon, as the observer moves farther away from the equator” (Dicks 249). Para la época de Claudio Tolomeo (ca. 90-168 d. de C.), esta palabra, perdido ya su sentido original, tendrá el más general ´ significa también de “región”, en relación con la latitud terrestre (Dicks 249-50). Κλιμα “dirección”, con referencia a cada uno de los cuatro puntos cardinales (Dicks 250). Sobre la ´ véase también Vedrenne 70-74. terminología medieval y la evolución del término κλιμα 70 Véase Hiatt 45. 71 Véase Dicks 253. “Greek geographical science had a strong astronomical component from the beginning. Climate determined; and climate’s ancient meaning was ‘the slope of the sky.’ By Ptolemy’s time the word klimata referred to the terrestrial latitude, a measure that could be determined from the elevation of the sun. One heavenly body, the sun, had a pronounced influence on the earth and its inhabitants. People’s temperatures and capabilities differed depending on the latitudinal belt in which they lived. Cold regions (north) and warm regions (south) displayed contrasting personalities” (Tuan 97).
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çinta de la njeue. Et estas son las dos sonas que yazen postrimeras de las otras tres de amas partes” (GE V 161v-162r).72 De las obras aquí consideradas, la Semeiança del mundo es la que más se aproxima a esta configuración: 3. De las partes del mundo, commo se departen. E deuedes saber que la tierra es departida en çinco partes; e en las dos partes postrymeras non mora ninguno, por la gran fuerça del fryo que ay faze e por que nunca ay fiere el sol, e en la otra terçera parte non mora ninguno por la gran calentura del sol que faze ay. Toda esta partida es sobre la que pasa el sol. E en las otras dos partydas que son tenpradas por calentura e por frio, moran los omnes. E aquesta partida en que moramos, que dize la escritura zona, departela el mar Mediterrano en tres partes; e la vna ha nonbre Asya, e la otra ha nonbre Ehuropa, e la otra terçera ha nonbre Africa. (SM 55)
En otro pasaje se completará esta descripción con la referencia al océano, que no solamente circunda toda la Tierra, como en los mapas tripartitos T-O, sino que también fluye a lo largo de la zona ecuatorial, dividiéndola en dos: Allende desta tierra de Etiopia [...] es el mar que dizen Oçeano que çerca toda la tierra en derredor, e desta parte de Etiopia fyerue esta mar por la gran calentura del sol, que ende faze, asi commo el caldero fyerue sobre el fuego. (SM 93)73
Es difícil encontrar otros textos que ofrezcan una imagen tan completa de la Tierra como la Semeiança del mundo o la General Estoria, en aquel pasaje en que, dirigiéndose a Tesalia, hacia el final del canto séptimo, le dice Lucano: Et njn sufriese esta tierra omnes en sy njn sol que la escalentase. mas tierra maldita yoguieses desierta cubierta de yelo & descubierta de moradores & tierra que non sopiesen los omnes commo las tres çintas [zonas, climata] do non bjue njnguna cosa. [...] en las dos antel grant frio [frigidas] & en la otra ante la grant calentura
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Estos pasajes traducen, amplificando, a Lucano: “frigida Saturno glacies et zona nivalis / cessit” (DBC X, 205-06). 73 Y, ya en vísperas de los viajes colombinos, el Laberinto de Fortuna de Juan de Mena presentará la misma división en cinco zonas: “De allí se veía el espérico çentro / e las çinco zonas, con todo el austral, / brumal, aquilón, e la equinoçial, / con la que solstiçia contiene de dentro” (97-98): véanse Lida de Malkiel, Juan de Mena 35 y 38 y McMullan 67-68. Pero la concepción antiguo-medieval de los climata ya había sido abandonada por Mandeville en el siglo anterior: véase Deluz, Le Livre XV, 34, 186-87 y 366.
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Biglieri, Aníbal A. [perusta] sy tu non primera mas avn sola oujeses sofrida la nemjga desta batalla. (GE V 106r)74
Por lo general, los demás textos se limitan a señalar la inhabitabilidad de la región tórrida y de las cercanas a los polos: así, la versión del Roman de Troie se refiere al frío “tant grande e tant mortal” de la faja septentrional, en la que, por estar “mucho alongada del sol”, es imposible que crezcan hierbas o árboles o que viva el ser humano. Igualmente inhóspita será la zona ecuatorial, debido a la mayor proximidad al curso del Sol y al excesivo calor a que éste la somete (VRT 283 = CT 598-99). Indicaciones análogas se hallarán en el Libro del tesoro: la partida del Mediodía, por su cercanía a la carrera del Sol, es “más caliente que ninguna otra” y por su “grant calentura”, abundan allí las tierras desoladas; inversamente, las regiones apartadas del sol sufren del “grant frio & grandes noches” (LT 52 ab). Las Sumas de historia troyana coinciden con todas estas opiniones: en África se sitúa la “zona de la çinta quemada” (SHT 66), sojuzgada por la “grand calentura del sol” y tan desierta como Europa, víctima, por el contrario, de la “grand friura del avstro” (SHT 67). Pero se agrega luego que esta tercera parte de la Tierra sólo estuvo despoblada “al comienço del mundo”, cuando el ser humano, menos ingenioso y “sutil”, no había aún encontrado los medios adecuados para protegerse de los rigores de ambos extremos climáticos (SHT 67-68).75 Y cuando Pompeyo expresa su deseo de alejar la guerra civil que lo enfrenta a Julio César lo más posible de Roma, tiene en mente como extremos del orbe los fríos de Escitia, en el norte, y los calores de la zona tórrida, en el sur: mas por alongar de la nuestra Rroma las batallas & los dannos dellas pasare yo la postrimera tierra de Sçiçia que es en cabo de setentrion desy a las tierras ardientes de la plaga de medio dia. (GE V 79r)76
El Septentrión y el Mediodía como extremos norte y sur del orbe son una constante en la Farsalia (y en su traducción alfonsí), según se ve en las pala74 “ac, velut impatiens hominum vel solis iniqui / limite vel glacie, nuda atque ignota iaceres, / si non prima nefas belli sed sola tulisses” (DBC VII, 866-68). 75 En este contexto, es extraña la afirmación de que la isla de Ibernia [Irlanda] “es fuera de las siete climas” (LCTR 22). 76 “dum bella relegem, / extremum Scythici transcendam frigoris orbem / ardentesque plagas” (DBC VI, 324-26); los “hielos del Ártico” y las “nieves de Escitia” de Lucano (DBC I, 252 y VI, 478-79) corresponden al “frio exe de sententrion” (GE V 5r) y a la “Sçiçia elada” (GE V 82r) de Alfonso X, respectivamente. Y, muchos siglos después, Cervantes, en Las dos doncellas: “en los remotos y abrasados desiertos de Libia o en los solos y apartados de la helada Escitia” (219).
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bras que Lucano le dirige a Nerón, en su apoteosis: “mas non escojas çeja ty en el firmamjento de la parte de septentrion njn en la otra parte del caliente ex del abrego contrario a septentrion se entuesta con ardor” (GE V 2r);77 o en el discurso de Léntulo en el Senado romano: “nam vel Hyperboreae plaustrum glaciale sub Ursae / vel plaga qua torrens claususque vaporibus axis / nec patitur noctes nec iniquos crescere soles” (DBC V, 23-25), pasaje que los redactores de la General Estoria traducen laboriosamente así: el elador del exe de la ossa de septentrion qujer en la parte del mundo que arde & quema & esta el exe çercado de los vassos de las calenturas & esta a la parte de medio do es la natura del çerco del çielo que njn dexa cresçer los dias njn las noches. mas fazelos ally eguales & de ally comjença a desegualar. (GE V 54v)
Las antípodas Finalmente, queda por examinar una última división de la Tierra, la que corresponde a los mapas denominados “cuatripartitos”. Se trata de una representación cartográfica intermedia, que participa al mismo tiempo de los mapas del tipo T-O y zonal: del primero adopta la repartición del hemisferio norte en tres continentes y, con el segundo, postula la presencia de un cuarto, situado en el hemisferio sur, a veces, pero no siempre, separado por el mar océano, y, cuando no deshabitado (terra inhabitabilis), morada de los antípodas.78 Para san Isidoro de Sevilla, este cuarto continente era terra incognita a causa de la zona tórrida que lo separa de las otras tres partes: “Extra tres autem partes orbis quarta pars trans Oceanum interior est in meridie, quae solis ardore incognita nobis est; in cuius finibus Antipodes fabulose inhabitare produntur” (XIV, V, 17).79 77
“sed neque in Arctoo sedem tibi legeris orbe / nec polus aversi calidus qua vergitur Austri” (DBC I, 53-54). 78 Para los mapas cuatripartitos véase Harley y Woodward 296 y 357 y para la representación del cuarto continente en la cartografía medieval véase Von den Brincken, Fines 194202. Sobre las antípodas y el cuarto continente son imprescindibles los estudios de Goldie, Hiatt y Moretti, los tres con abundantes referencias bibliográficas; véanse también Cassidy, The Sea, Relaño 23-28, Russell 14 y 19-20 y Wittkower, “Marvels” 60-61. Referencias a las antípodas en las literaturas española y francesa medievales se encuentran en McMullan 6869 y Tattersall, “Terra” 252-53, respectivamente, y para los siglos XV y XVI, en FernándezArmesto 248-50, Flint, The Imaginative 32-36 y Zerubavel 79-80. 79 Hiatt indica así las dificultades de lectura que presenta este pasaje: “It is not clear, for example, how Isidore’s phrase ‘quarta pars trans Oceanum interior est in meridie’ should be understood: does this mean that the fourth part of the world is across the Ocean [and] deeper,
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El Libro del tesoro acepta la tripartición en Asia, África y Europa (LT 58 b), pero no desconoce la existencia de un cuarto continente poblado por seres humanos: & deste vuestro oçidente fasta [el punto que es encima de la cabeça de] aquellos que son de yusso de nos & tienen derechamente los sus pies contra los nuestros a otrossi ha noventa grados, & otros tantos fasta su oçidente que es el nuestro oriente. [...] & cuando [el sol] alunbra alla non puede alunbrar aca por la tierra que es entre nos & ellos, que non dexa passar la luz de la otra parte. Ca el nuestro oçidente es oriente de aquellos que estan contra los nuestros pies, et el nuestro oriente es a ellos oçidente, por que conviene que sienpre sea dia & noche, que quando nos avemos dia es a ellos noche. (LT 52 a)80
Este pasaje sugiere, por lo menos, dos ideas: la de que las antípodas se encuentran en extremos opuestos, tal como lo indica la alternancia de días y noches, y la de que eran tierras habitadas: el discurso geográfico o espacial se convierte en discurso antropológico.81 Pero no las localiza, ni se agregan más precisiones sobre sus moradores. Este pasaje es asimismo muy representativo de las ideas que tanto de las regiones como de sus presuntos habitantes tenían los autores medievales, según los estudia Goldie. En efecto, la existencia de las antípodas, su localización, su (in)habitabilidad y la imposibilidad de llegar al hemisferio sur atravesando la zona tórrida, sometida a los rigores climáticos de un sol ardiente y de extremas temperaturas, se relacionan estrechamente en el pensamiento geográfico y cosmográfico con las “zonas” del planeta.82 Pero no sólo se debate la existencia de estas regiones y su habitabilidad, sino también la i. e. further in the south —or inland in the south? Or should ‘interior’ be understood as a descriptor for ‘Oceanum’ (the least grammatically satisfying option)? If so, what ‘interior ocean’ did Isidore have in mind?” (85); para este pasaje véase también Goldie 43 y para san Isidoro y las antípodas véase Hiatt 78-82. Sobre la zona tórrida como barrera física y climática y evidencia científica de la inhabitabilidad de las antípodas véase Goldie 49-50. 80 Véase Moretti 103. 81 Sobre la conversión de un tipo de discurso en otro véase Goldie 3-4 y 8-9: la discusión del lugar da paso a la de su habitabilidad. 82 Son éstos algunos de los temas que estudia Goldie en su libro; para la Antigüedad y la Edad Media véanse 20-25 y 39-48 (place), 25-30 y 48-58 (habitation) y 30-35 y 58-70 (communication). Véanse Moretti 20-31 y Vallejo Girvés 337-40 para las fuentes clásicas y cristianas. Sobre la (in)habitabilidad de las antípodas véase también Hiatt 6 y 59-60. La creencia en una zona tórrida que impediría la comunicación entre los hemisferios norte y sur se prolongará hasta el siglo XV (Relaño 27). Pero véase, en este mismo siglo, la opinión de Antonio de Nebrija sobre la existencia de las antípodas, cruzado el ecuador años antes de la publicación de su tratado cosmográfico, el Isagogicon cosmographiae, compuesto entre 1487 y 1490 (Rico, “El nuevo” 175).
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de sus habitantes, los antípodas, quienes, incomunicados del resto de la ecumene, ni descenderían de Noé y sus tres hijos (ni, en última instancia, de Adán y Eva), negando de esta manera la unidad del género humano, ni tampoco les sería posible recibir el mensaje evangélico, contraviniendo así la misión encomendada por Cristo a los apóstoles de predicar a todas las naciones de la Tierra. Hay que recordar aquí la carta que, a propósito de Virgilio de Salzburgo, el papa Zacarías I le envió en el año 748 al arzobispo Bonifacio de Mainz, en la cual negaba la existencia de las antípodas y sus habitantes.83 A lo largo de un desarrollo especulativo ya milenario, se entrecruzan un sinfín de corrientes, enfoques y actitudes, en lo cual Moretti insiste varias veces, al indicar cómo en los textos de un corpus tan vasto se imbrican ciencia, geografía, cosmología, filosofía, erudición, religión, teología, doctrina, mito, leyenda, folclore, ficción, política, etc. Y entre tantas referencias a las (y los) antípodas, no podrían faltar los errores etimológicos, como el de la General Estoria, cuando afirma: “Et llaman los asy [antípodas] por que andan de los pies contra nos. Ca el griego anty dize por contra & pos por nos” (GE V 110v).84 Tampoco faltan las confusiones geográficas, como en el Libro del conoscimiento de todos los reinos:
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“Erant ergo filii Noe, qui egressi sunt de arca, Sem, Cham et Iapheth: porro Cham ipse est pater Chanaan. Tres isti filii sunt Noe: et ab his disseminatum est omne genus hominum super universam terram” (Génesis 9: 18-19); “euntes ergo docete omnes gentes” (San Mateo 28: 19); “Euntes in mundum universum praedicate Evangelium omni creaturae” (San Marcos 16: 15); “et eritis mihi testes in Ierusalem, et in omni Iudaea, et Samaria, et usque ad ultimum terrae” (Hechos de los Apóstoles 1: 8). En el contexto de las tradiciones clásicas (Heródoto, Ctesias de Cnidos, Lucrecio, Cicerón, Plinio, Solinus) y cristiana (Lactancio, san Agustín, Beda, san Isidoro de Sevilla), véase el análisis de Flint de la carta del papa Zacarías en “Monsters” 65-76; sobre este documento y la oposición de la Iglesia a la existencia de las antípodas véanse también John Carey, Cassidy, The Sea 85, nota 7; Deyermond, “El Alejandro” 17; Goldie 182, nota 30; Hiatt 82-83, Jones 306-07, Moretti 83-85, Phillips, The Medieval 11; Russell 19-20 y David Williams 119. 84 Comenta Almazan sobre el grado de conocimiento de la lengua griega por parte de los traductores de este pasaje: “Dann und wann bringen die Übersetzer Definitionen für Wörter griechischen Ursprungs, aber ihre Kenntnisse dieser Sprache scheinen nicht sehr überzeugend, etwa wenn sie in 110 d sagen, dass das Wort ‘antipodes’ von anty = contra und pos = nos kommt” (63). “In the ancient and medieval world the term ‘antipodes’ may mean lands on the opposite side of the planet or, more commonly, human inhabitants of lands on the other side of the planet. Several varieties of view on the antipodes existed, some placing them in the southern hemisphere, others in the northern hemisphere opposite the known world” (Russell 20; subrayado de Russell); para la palabra “antípodas” y su etimología véanse también Goldie 1, 17 y 5758 (para san Isidoro de Sevilla), Hiatt 3 y Romm, The Edges 129, nota 17. Véase Moretti 15, 17, 30, 32, 33, 85 y 89 para la convergencia en el tema de las antípodas y sus habitantes de numerosas tradiciones científicas, filosóficas, religiosas, etc. Para la relación entre los antípodas y las
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Biglieri, Aníbal A. E deste mar [mar Meridional] fasta el Polo Antartico es una grand tierra que es la deçima parte de la faz de la tierra, e quando el sol es en Tropico de Capricornio pasa el sol sobre las cabeças de los pobladores, a los quales llaman los sabios antipodas. Et son gentes negras quemadas de la grand calentura del sol, pero que es tierra en que son muchas aguas que salen del Polo Antartico. Et llaman los sabios a esta tierra Trapovana, et confina con la ysla de Java et llega fasta el poniente, pero que traviesa por medio de un braço del mar grande que çircunrrodea toda la tierra et metese en el Mar de India. E sabed que en la ysla de Java et Trapovana son quarenta et çinco regiones muy grandes, et lo mas destas tierras es deshabitado por la muy grand calentura del sol, pero que en lo que es poblado cojen mucha pimienta et muchas otras espeçias. (LCTR 72, 74)85
Llaman la atención varios errores en este pasaje, errores que no pueden atribuirse al carácter imaginario del viaje, porque, en realidad, ninguno de los otros autores tampoco llegó a las antípodas, sino quizás a una confusa lectura de las fuentes: ¿por qué, por ejemplo, las antípodas corresponden a la “décima” parte de la Tierra? El trópico de Capricornio corresponde, en efecto, al hemis“razas monstruosas” véase todo el artículo de Flint, “Monsters and the Antipodes”. La mención más antigua se remontaría a una tradición derivada de Anaximandro (610-547/545 a. de C.): véanse Kahn 56 y 84-85 y Vernant 175-76. 85 Sobre el Libro del conoscimiento de todos los reinos véanse la introducción de Marino a su edición (manuscritos, fuentes, fecha de composición —después de 1378 y antes de 1402—, autoría, heráldica, literatura de viajes, etc.), Beltrán, “Los libros” 123-31; Bonnet 207 (“el libro puede fecharse hacia el 1350”), 207-09 (recepción del Libro por la crítica), 20913 (fuentes y su relación con la cartografía) y 216-20 (descripción de las islas Canarias); Edson, The World 109-12 y Gómez Redondo II, 1824-28 y IV, 4049-50, con indicación de otras ediciones y proponiendo que debió haberse concluido hacia 1390. El manuscrito Z del Libro fue editado en forma facsimilar por María Jesús Lacarra, María del Carmen Lacarra Ducay y Alberto Montaner, con transcripción, estudios e índices de los editores. Para la datación de la obra véanse las varias hipótesis examinadas por Lacarra, quien, en definitiva, se inclina también por aceptar una “génesis tardía, hacia 1390” (“El Libro” 84); véase también Lacarra, “Un nuevo...”. Para los “viajes imaginarios” en la Edad Media véase Richard 34-36. Larner describe así la relación entre este libro y los de Mandeville y Marco Polo: “The influence of Marco Polo, working through either the Catalan Atlas or some other map dependent upon the Atlas, is shown too, though much more weakly, in The Book of Knowledge of all Kingdoms and Lordships which was probably drawn up in the last two decades of the fourteenth century. In this work the author, writing in Spanish in order to instruct the reader in geographical learning, pretends to be a Franciscan friar who has made a journey through the world. It had, one could say, the same purpose and form as Mandeville’s book. Yet it was produced with infinitely less elaboration and art, for it consists of no more than a compilation of names read off the map. None the less we are given here, though in a very confusing manner, the various place names of a journey from Arabia to Java and the Empire of Cathay” (Marco Polo 136). Para Gautier-Dalché, el libro representa, por la ficción del viaje, la unificación del mundo por el comercio (“Remarques” 51).
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ferio sur, pero las grandes temperaturas del sol y su efecto sobre el color de la piel no son características de las regiones subecuatoriales y de sus habitantes, sino, respectivamente, de la zona tórrida, ecuatorial (o perusta = ‘quemada’) y de los llamados “etíopes” de la geografía antiguo-medieval. De todos los textos aquí estudiados, el Libro del conoscimiento es el único en identificar esta zona con la isla de Taprobana, que en la geografía y cartografía antiguas correspondía a Ceilán, la actual Sri Lanka. Tampoco se entiende por qué esta isla “llega fasta el poniente”. En todo caso, y aunque se acepte que esta isla se situaba (como lo sugiere el autor de esta obra) a la misma latitud que la zona tórrida, a sus habitantes no cabría llamarlos “antípodas”, porque el habitat de éstos correspondía más bien a la zona templada del hemisferio sur, a menos que el concepto de las antípodas no se entienda solamente en el sentido norte-sur, sino también este-oeste, como se indica poco después. Esta es, para citar un solo ejemplo, la geografía del mapa de la edición del In somnium Scipionis expositio de Macrobio (Brescia, 1485): Taprobana, en el extremo oriental y al sur de la India, se encuentra en el “alvevs oceani” que divide en dos a la zona tórrida, tropical o perusta; al sur de ésta, se encuentra la zona tenperata antipodvm nobis incognita. Por su parte, erróneamente, el Libro del tesoro sitúa a esta isla en el mar Rojo: “Et aun ay en India una otra ysla que es [+: llamada] Aprovana, & es dentro en la mar Bermeja” (LT 61 b).86 Todos estos textos no son sino ejemplos que podrían añadirse a la larga lista de obras que en la Antigüedad y en la Edad Media se refieren a la situación geográfica de las antípodas: las analiza Goldie, quien da cuenta de una gran variedad de propuestas, entre otras, las de que son opuestas a Inglaterra, o se encuentran en el hemisferio norte (India y España son antípodas entre sí), o en el hemisferio sur, o en la zona templada, o son imposibles de localizar.87 86 Véase Harley y Woodward 300. Marino recuerda que, para Jiménez de la Espada, editor del Libro del conoscimiento de todos los reinos, Taprobana correspondía a Australia, y que Markham, su traductor al inglés, nota que con este nombre se designaba en la Edad Media a Sri Lanka o a Sumatra (74, nota 183); para Taprobana = Ceilán (hoy Sri Lanka) véanse Gil 90-92, Gregor 19 y Harley y Woodward 182, 198 y 270. Marino piensa que las antípodas, en el otro extremo de la Tierra, se identificaban con la zona tórrida y que los antípodas eran negros por los efectos del sol (LIV). Para otro comentario de este pasaje véase Hiatt 105-06 y para la relación de Taprobana con las antípodas véase también Hiatt 171-72. Que Taprobana era una isla y no otro mundo quedó comprobado por Alejandro Magno, según dice Plinio: “Taprobanen alterum orben terrarum esse diu existimatum est Antichthonum appellatione: ut insulam esse liqueret Alexandri Magni aetas resque praestitere” (VI, 81); para la geografía y etnografía de esta isla en la Historia natural (VI, 81-91) véase Murphy 105-08 y 110-13. 87 Véanse, entre las muchas referencias indicadas en su estudio, Goldie 2, 20, 23, 38 y 48 y en general, 20-25 y 39-48.
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Y, más o menos contemporáneo al Libro del conoscimiento, el de las maravillas del mundo de Mandevilla también afirma la existencia de las antípodas, en esa extensa sección dedicada a la esfericidad del universo y de la Tierra, de la cual recuérdense ahora los siguientes pasajes: Et aqueillos que fincan dejus nos somos pie contra pie, car todas las partidas de mar et de tierra han lur opposito habitables o trespassables et d’aca et d’ailla. (LMM 94) Mas esto no podria ser, mas que nos podriamos caher de la tierra do somos enta [hacia] el cielo, car assi que nos sembla que eillos son dejus [debajo, abajo] nos, nos assi les sembla que nos somos dejus eillos. (LMM 95-96) Et verdad es, car yo lo he mesurado a l’astralabio que aqueillos que fincan en la partida de bisa [noreste] son pies contra pies a los otros de la partida contra meidia. (LMM 97)88
Mandevilla (y antes, Mandeville) afirma la habitabilidad de las regiones antípodas, uno de los grandes temas debatidos por los autores antiguos y medievales y sobre los cuales registra Goldie un gran abanico de soluciones. Y no sólo se discute sobre la posibilidad o imposibilidad de habitar allí, sino también sobre la naturaleza de sus moradores, opuestos o inversos, “opuestos analógicamente”, opuestos e iguales, similares, mejores o peores con relación a los europeos, “monstruosos”, etc.89 Pero nótese que los textos del corpus hispanomedieval aquí estudiado no dan mayores precisiones sobre los antípodas (capítulo de la “etnografía medieval” que no se habría escrito), como tampoco las ofrecieron sobre la ubicación geográfica de las antípodas. En cuanto al aspecto político (por llamarlo de alguna manera), al que se refiere el tratamiento más interesante del tema de las antípodas entre los textos aquí seleccionados, hay que mencionar ante todo al Libro de Alexandre.90 La 88 Para las antípodas en relación con Mandeville véanse Deluz, Le Livre 47, 121, 125, 149, 182-83, 314, 322 y 351, Goldie 67-69 y Hiatt 103-04. 89 Véase especialmente Goldie 25-30 y 48-58. 90 Véase Deyermond, “Building” 150-51 y “El Alejandro” 16-23. Para explicar las semejanzas en el Libro de Alexandre y el canto XXVI del “Infierno”, Deyermond postula una fuente común, el Alexandreis de Gautier de Châtillon, que Dante conoció a través de Brunetto Latini (“El Alejandro” 27-29; véase también la nota de Casas Rigall a los versos 2293 cd del Libro de Alexandre). Sobre Ulises y las antípodas en la Divina comedia véase Hiatt 127-30. Para la dimensión política del tema de las antípodas en relación con las conquistas militares de Alejandro Magno y sus designios de poder mundial véase Moretti 11, 30, 90, 94-96 y 55: “Il mito imperiale della conquista universale, già diffuso in ambiente orientale e iranico, trova nella cultura classica la sua più compiuta rappresentazione nelle leggende che
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geografía del libro (a la que se ha de volver en próximos capítulos) constituye por sí sola un tema aparte en el conjunto de las obras estudiadas; por ahora, bastará aducir los pasajes más pertinentes, en el contexto de las crecientes ambiciones de Alejandro Magno por dominar toda la Tierra y sin participar, por no ser objeto de este libro, en las controversias sobre la personalidad misma del conquistador y los motivos que lo llevaron a poner en práctica sus planes de hegemonía mundial.91 Conocidas son las aspiraciones de Alejandro por dominar desde una región determinada (LA 304) hasta la totalidad del mundo, como, joven todavía, se lo anuncia a su padre: “faré que tod’l mundo me aya a servir” (LA 163 c) y como muchas veces lo ha de reiterar en el curso de su vida.92 ¿Qué imago mundi se halla en el Libro? ¿Y qué imagen de Alejandro se diseña en esta obra? Figura muy compleja, sin duda, es la del guerrero macedónico, cuya vida y hazañas militares fueron objeto de tantos relatos, a lo largo de tantas centurias y en contextos históricos, geográficos, religiosos, culturales y lingüísticos tan variados. Por el momento, puede citarse esta semblanza de Brunetto Latini en su Libro del tesoro:
circondavano la spedizione di Alessandro in Oriente. Soprattutto vi contribuì l’episodio leggendario del suo desiderio di proseguire il suo viaggio ancora oltre, fino e al di là dei limiti del mondo: e nel personaggio di Alessandro l’esplorazione geografica già si fondeva inscindibilmente con la conquista militare”. Para las antípodas en relación con la expansión del Imperio romano y el recuerdo de Alejandro en los autores latinos véase Romm, The Edges 133-40. 91 Los designios de Alejandro de expansión militar y territorial, en efecto, han sido interpretados de muy diversas maneras. Para Brownlee, por ejemplo, ejemplifican el carácter ambivalente y la dualidad de la naturaleza del personaje, que sería, simultáneamente, un héroe pagano triunfante y un cristiano “fallido”, según una oposición entre valores antiguos y medievales que funcionaría a lo largo de toda la obra; para Andrés-Suárez (62-63), Willis (“Mester” 219-20) y Rico, mueven a Alejandro “el ansia de fama bélica, caballeresca, y el ansia de conocimiento” (El pequeño 51): ambas motivaciones son complementarias y a la segunda obedecerían sus deseos de saber y de exploración de los secretos de la naturaleza; lo mismo piensa Aerts: las campañas militares de Alejandro tuvieron como objeto destruir el poder persa y explorar el mundo para él desconocido (31-33). Esta ansia de saber se debería a la influencia del maestro sobre su discípulo, quien “atan grand philosopho como el grand Aristotil era, que ninguna cosa quel non fuesse asconduda” (GE I 555 b 23). Para la caracterización de Alejandro Magno véase también Marcos Marín 29-37. 92 Para las ambiciones de Alejandro Magno y sus motivaciones (liberación de Grecia del dominio persa, conquista del mundo, exploración del reino natural, adhesión a ideales caballerescos y ansia de fama póstuma) véase Michael, The Treatment 50-60. Para el tema de Alejandro y los límites extremos del mundo en la cartografía medieval véase Lecoq 76-80.
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Biglieri, Aníbal A. Et sabet que fue Alexandre fijo del rey Felipo de Maçedonia, pero que su madre Olinpias, por enxalçar [el linaje de] su fijo, dixo que le avia conçebido de un Dios que yoguiera con ella en semejança de dragon. Et en verdat tanto fue el de su grant nobleza que podrie onbre cuidar que fue fijo de algund dios: que andido señoreando por todo el el mundo, et avié sus maestros que avien nonbre Aristotil & Calistepo; & el era vençedor sobre todas las gentes, & era vençido por vino & por luxuria; & el vençio doze nasçiones de barbaria & treze de Greçia, et al fyn morio con poçonia quel dieron sus privados falsamente. (LT 24 b)
Se perfilan aquí varios de los motivos más frecuentes en la biografía de Alejandro: sus orígenes misteriosos, la nobleza de su carácter, el prestigio de sus maestros y su dominio de tantos reinos, pero también su figura demasiado humana, presa de los vicios y muerto trágicamente a manos de sus servidores. En cuanto a la representación del mundo, a éste, dividido en tres partes (LA 276-93), se lo reproduce en el “paño terçero” de la tienda (LA 2576-87) y se adopta luego en la representación del ser humano como un microcosmos análogo al macrocosmos (LA 2508-13).93 Al proclamar sus ansias de dominio, Alejandro también tiene en mente una repartición en tres continentes: “¡Assí me dexe Dios mi voluntat complir, / a Asia sobjudgar, África conquerir, [...]!, ¡Desent assí me dexe a España passar...!” (LA 1786-87) y lo mismo hará al planear su itinerario de conquistas: de Asia pasará a África y de allí a Europa, comenzando en España y concluyendo el periplo triunfal en su Grecia nativa: “ordenar toda Asia, la que avié ganada, [...] Troçir luego ad África, conquerir essas gentes, [...] Desque oviesse África en su poder tornada, / entrar a Ëuropa, toda la mar passada, [...] tornarse pora Greçia con voluntat muy sana” (LA 2460 c-63).94
93 Para un análisis de estos tres pasajes véanse los estudios de Janin sobre las descripciones y de Pinet sobre las cartografías del Libro de Alexandre: LA 276-94: Janin 67-69, Pinet 1323-25; LA 2504-14: Janin 72-74, Pinet 1327-30; LA 2576-87: Janin 74-76, Pinet 1330-33; agréguense LA 1791-1803: Janin 70-71 y LA 96-98: Pinet 1321-22. Janin observa que tales descripciones no sirven de “simples adornos” o “meros ornamentos”, sino que desempeñan una función en el contexto de significación de toda la obra (65 y 79), algo que también, para LA 2508-14, afirmaron Andrés-Suárez (68-69) y Rico (El pequeño 59). Sobre todo este episodio en general véase Cacho Blecua, “La tienda” (129-30 para el mapamundi). Para la idea del microcosmos en el Libro de Alexandre véase Rico, El pequeño 50-59. 94 “El héroe se define desde un primer momento por su continua expansion territorial y por un deseo sin límites de poseer física y mentalmente el mundo, lo que explica su descenso a las profundidades del océano y su ascenso a los aires. El mapamundi refleja su máxima
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Hasta aquí la visión geográfica del libro corresponde a la tripartita de los mapas T-O; pero la insaciable ambición de Alejandro por apoderarse de nuevas tierras, lejos de contentarse con los límites que le imponía el mundo entonces conocido, habrá de empujarlo más allá, a surcar mares ignotos (LA 2297-2303), a descender al fondo de éstos para descubrir sus secretos (LA 2306-15; HNo 211 = 172), a ascender hacia el cielo (HNo 210-11 = 170, 172) y a querer someter a los habitantes de las antípodas, como se lo advierte proféticamente uno de los escitas: ¡Si toviesses la mano diestra en Orïente, la siniestra en cabo de todo Oçidente, todo lo ál yoguiesse en el to cosimente [a tu merced], tú no seriés pagado, segund mío ençïente [a mi juicio]! ¡Quando oviesses los pueblos todos sobjudgados, iriés çercar los mares, conquerir los pescados; quebrantar los Infiernos, que yazen sofondados; conquerir los antípodes, que non sabes ón’ son nados! (LA 1919-20)95
El escita da por supuesta la posibilidad de entrar en contacto con estos pueblos, cuestión también ampliamente debatida en la Antigüedad y en la Edad Media. Y como se vio a propósito de la localización y la (in)habitabilidad de las antípodas, cuando se plantea la posibilidad de comunicarse con los antípodas, las opiniones se distribuyen también en una amplia gama de propuestas: o es imposible por la interposición del océano o de la zona tórrida (la “cinta quemada”), o por hallarse completamente aislados, o bien se puede llegar a esas regiones, circunnavegando la Tierra, o incluso recibir en Europa la visita de algunos de sus habitantes, etc.96 Pero el tema, como los otros dos, tampoco da lugar a mayores desarrollos por parte de los autores peninsulares. Más adelante, será el mismo Alejandro quien, al exponer en su discurso sus planes de dominación mundial, mencionará el sometimiento de aquellos pueblos como culminación de sus empresas, no sin dejar de expresar sus dudas sobre su existencia: Con todos vós a una queriéndome seguir, buscaré los antípodes: quiérolos conquerir.
ambición, su máxima soberbia y su máxima gloria, elementos que no podían faltar en el interior de la tienda” (Cacho Blecua, “La tienda” 130). 95 Para los viajes submarino y aéreo de Alejandro véase, por ejemplo, Stoneman 111-20; para los mapamundis medievales véase Lecoq 82-83. 96 Véase Goldie 30-35 y 58-70.
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Biglieri, Aníbal A. Éstos son so la tierra, como oyemos dezir, mas yo non lo afirmo, ca cuido de mentir. (LA 2293)97
Pero la condena a Alejandro y sus desmedidas ambiciones (matanzas en Asia, intentos de llegar a los extremos del mundo y descubrir las fuentes del Nilo, sin reparar en obstáculos), a su hybris, viene de mucho más lejos, ya que, entre otros, fue Lucano quien se pronunció en términos inequívocos. Lo traduce Alfonso X de la siguiente manera: Et cogiose con su fado que le leuaua & passo a Asia & andudo por los pueblos della por do qujso matando gentes sin cuenta & astragando toda la tierra & paso su espada por todas las gentes & enturujo los rrios que njn viera njn sopiera a Eufrates con la sangre de los de Persia a Gange con la de los de Jndia commo majamjento fadado por mal de las tuerras & rrayo que feriese egual mente todos los pueblos & el commo estrella tortiçera & mala a las gentes gujsaua sus flotas para entrar en el mar ocçeano & prouar de pasar le a la otra parte do es el cabo del mundo. Et njn lo pudo contrallar fuego njn agua las arenas de Libia njn los peligros dellas ally do era el tenplo de aquel a qujen ellas dizen Amon que era Jupiter & le adorauan y todos que todo lo el non pasase. Et ally fue el en aquel tenplo de Hamon & esto a medio dia que es vna de las quatro partes del mundo. Et andado esto pues que corrio a Asia de Oriente fasta medio dia asmaua commo pasase en ocçidente & çercase los exes del mundo & escodrinnase la fuente del Njlo fasta que la fallase & beujese della. (GE V 156v-157r)98
Para concluir, hay que recordar las palabras de un soldado del ejército de Catón, quien llega a aventurar que tan lejos se encuentran de Roma que incluso podrían haber llegado a las antípodas: “Et agora por auentura ya esta Rroma mjsma so los mjs pies ca es Africa la mas alta tierra del mundo. Et puede seer que seamos nos ya con los pueblos a que los sabios llamaron antipodes” (GE V 149v).99 97 En las Historias de Paulo Orosio, Alejandro fija los límites de su Imperio en el océano y el Extremo Oriente: “Post haec Indiam petit, ut Oceano ultimoque Oriente finiret imperium” (III, 19, 1). Para los planes de conquista mundial de Alejandro véase Michael, The Treatment 50-54 y 147. Para el Roman d’Alexandre véase Tattersall, “Terra” 250-51 y para el Alexandreis de Gautier de Châtillon véase Hiatt 113-15. 98 “perque Asiae populos fatis urguentibus actus / humana cum strage ruit gladiumque per omnis / exegit gentes, ignotos miscuit amnes / Persarum Euphraten, Indorum sanguine Gangen, / terrarum fatale malum fulmenque quod omnis / percuteret pariter populos et sidus iniquum / gentibus. Oceano classes inferre parabat / exteriore mari. non illi flamma nec undae / nec sterilis Libye nec Syrticus obstitit Hammon. / isset in occasus mundi devexa secutus / ambissetque polos Nilumque a fonte bibisset” (DBC X, 30-40). 99 “nunc forsitan ipsa est / sub pedibus iam Roma meis” (DBC IX, 877-78): la traducción añade la mención de las antípodas. Para el tema de las antípodas en relación con las ambiciones políticas (especialmente de Alejandro Magno) en Lucano véase Hiatt 14-15 y 28-29.
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CAPÍTULO II
EL OCÉANO
Cosmología y mitología del océano Cuando se trata del océano, y al igual que con la forma y división de la Tierra, se continuarán en España las concepciones geográficas de la Antigüedad y de la Temprana Edad Media en su vertiente “científica”, aunque no falten referencias a las tradiciones mitológicas y cosmológicas de los griegos, que se remontan a los poemas homéricos y hesiódicos. Para el estudio del océano en particular y de la ecumene en general en los textos antiguos y medievales, podría tenerse en cuenta, por ejemplo, la distinción propuesta por Relaño entre tres tipos de “horizontes”: “geográfico”, “legendario” y “mítico”.1 En la Teogonía (133) es hijo del Cielo (Ouranos) y de la Tierra (Gaia), mientras que en la cosmogonía de la Ilíada, se lo considera “origen de todos los dioses” ( θεῶν γένεσιν ) y de “todos los seres” (XIV, 201 y 245-46), es decir, anterior a la generación de las deidades olímpicas. Virgilio también lo llamó “pater rerum” (Geórgicas IV, 382).2 Al tratar la genealogía del océano, en relación con Atlas, la General Estoria sigue más bien una versión de tipo hesiódico de la cosmogonía, postulando para él y para
1
“The first, centred in Christianity, would embrace the more or less known lands. The second sphere would encompass more distant countries of which only indirect or very imperfect information was available. And the third domain, purely mythical, was inferred aside from reality as a logical corollary underlying the medieval principles of stratified space” (Relaño 75); en la tradición cartográfica de origen catalán, los horizontes “míticos” se van convirtiendo progresivamente en “legendarios” y éstos, en “geográficos” (Relaño 106). Para la representación del océano en la cartografía medieval véase Relaño 117-25 y sobre las percepciones del océano en la Antigüedad y en la Edad Media véase, entre otros, Cunliffe, Facing 1-18. También Mund-Dopchie distingue una doble representación, mítica y geográfica, para el océano entre los antiguos y los medievales (65-67). 2 Estos dos aspectos del océano coexisten también en la literatura latina: “Dans la littérature latine, l’Océan est considéré sous deux aspects essentiels: celui d’un dieu et celui d’une entité géographique. Ces deux conceptions sont d’ailleurs étroitement mêlées, du fait
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Te¹thýs ( Τηθύς ) un origen y principio anterior, es decir, sin hacer de ellos la pareja primordial y causa de todas las realidades, como en la concepción homérica: Celio [Caelus, Coelus < Οὐρανός ] otrossi fizo a Occeano e a la grand Thetis. Et a este Occeano e a esta Thetis llamaron sus gentiles dioses de la mar, e aun dizen en el latin occeano por la grand mar e Thetis por agua. (GE I 279 b 5)
Al océano, y con más detalles, se referirá la General Estoria al narrar la metamorfosis de Calisto, uniendo cosmología y mitología. Océano y Te¹thýs son, en efecto, deidades marinas, casi tan antiguas como el elemento del agua: [Juno] descendio dalli luego a la mar a la cana Thetis e a Occeano el uieio, fascas [casi] amos hermanos, e marido e mugier, e fascas antigos como lo era ell helemento dell agua, dond ellos eran poderosos, e sabidores de natura della, e sennores e dioses segund sus gentiles; e eran estos dos Occeano e Thetis tan onrrada cosa que muchas uezes se mouien por ellos los otros dioses a fazer quant ellos querien e demandauan. (GE I 600 b 9)3
que le Dieu Océan n’est que la personnification d’une force de la nature et possède une légende très développée” (Paulian, “Le thème” 53); para otras referencias al océano en la obra de Ovidio véase Paulian, “Ovide” 57-59 y, en general, todo este artículo para las alusiones en este poeta al océano Atlántico. Sobre la dualidad del océano (y de su esposa Te¹thýs), concebido como una entidad fluvial o como una personalidad con rasgos antropomórficos, véase Rudhardt 54-58, 65-67 y 105-06. Para la mitología del océano, las fuentes clásicas y bibliografía adicional véase, ante todo, el estudio de Rudhardt y los artículos de Paulian, además de Cunliffe, Facing 2-4, Ramin 17-25 y Romm, The Edges 12-13 y 20-26; para el tema del mar en la poesía latina véase Hodnett. Para el agua como fuente de toda existencia, incluyendo la humana, y las cosmogonías acuáticas véase Eliade, Traité 168-72; sobre las aguas primordiales como origen de todo lo existente véase también Rudhardt 9, 12-18 y 49, nota 3, y 113 para otras tradiciones no griegas. 3 Para este pasaje en las Metamorfosis de Ovidio véase Paulian, “Ovide” 61-62, quien interpreta el adjetivo canus (“blanco”) para referirse a Te¹thýs (Fasti II, 191, Metamorfosis II, 509) como alusión a la espuma que blanquea las olas (“Ovide” 63, nota 4); en la versión alfonsí, “cana” (“canosa”), en asociación con “uieio” para describir a su esposo, se referiría más bien a la antigüedad de ambos, casi como la del agua. Sobre la naturaleza divina de esta pareja se insiste en otros pasajes de este relato: “dioses de la mar” los llama la General Estoria (I 601 a 6, 21, b 2, 13, 602 a 17) y así también se refiere a ellos Ovidio: “Di maris” (Metamorfosis II, 531), carácter sagrado que la Teogonía de Hesíodo ya les había atribuido al océano y a su descendencia (Rudhardt 28). En la cosmogonía de tipo “homérico”, la pareja océano y Te¹thýs constituye la primera de las cuatro generaciones divinas: le suceden el Cielo y la Tierra (Ouranos-Gaia), Cronos y Rea y Zeus y Hera (Rudhardt 43).
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el rey Celio [Caelus, Coelus < Οὐρανός ], fijo del rey Orion, fizo a Occeano e a la grand Thetis; Occeano et la grand Thetis, amos hermanos, casaron en uno, e ouieron fijos e fijas muchos dellos. Esse rey Celio, padre de Occeano e de Thetis, fizo a Saturno, rey de Lombardia e de Ytalia. (GE I 601 b 16)4
En relación con el océano, hay que mencionar la historia de Peleo y Thétis y el fruto de esta relación, Aquiles, a la cual la General Estoria le dedicará tres capítulos (GE II 2, DXLIV-DXLVI, 126 a 22-127 b 15). De los varios aspectos del mito, los que ahora interesan más son aquéllos que se refieren al océano como el último confín del orbe, allí donde la diosa Thétis encantó a Aquiles para procurar salvarlo de la muerte vaticinada en un sueño y que Proteo interpretó como el destino que a su hijo le aguardaba en la guerra de Troya (GE II 2 126 a 39, 127 b 26 y 128 a 9). Thétis es una de las Nereidas, es decir, una deidad marina (GE II 2 126 a 36) y también lo es Proteo, de quien el texto alfonsí presenta una semblanza cristiana y pagana al mismo tiempo: “E a aquel obispo Proteo tenien sus gentiles por santo e por su dios de la mar, segunt sus creençias que ellos auien” (GE II 2 126 b 9).5 El texto alfonsí sigue ahora la Aquileida de Estacio, en un pasaje que merece ser citado en toda su extensión: La deesa Tetis, seyendo muy quexada por aquello que el obispo [Proteo] le dixera de su fiio, tomolo e fuese con el para aquel lugar do se auie de fazer el encantamento. E de aquel lugar cuenta asi Estaçio en el libro de Achilles: que a so el ex del firmamento contra cabo de medio dia vnos lugares que son los mas apartados que ha en toda aquella parte del firmamiento. E diz que son lugares que omne del mundo non supiera nin fallara fasta alli, por maestria que supiese, synon por las maestrias de los sabios a que llaman magos. E diz que aquestos fallaron aquellos lugares de so 4 “Phorco fue hermano del rey Saturno e de Thitano, et estos e otros hermanos muchos que auien fueron hijos del rey Celio, fijo de Orion, e eran todos gigantes e omnes entendudos e de grant poder” (GE II 1 273 b 14). Al referirse a la numerosa descendencia del océano, la Teogonía de Hesíodo da la cifra de tres mil Oceánides (346-66); sobre éstas véase Rudhardt 68-69 y 102-05. Para las diferencias entre las cosmogonías hesiódica y “homérica” en relación con el océano véase Rudhardt 52-53 y 109: el “sistema homérico” sigue una teogonía preexistente y diferente de la de Hesíodo. Para el Océano y Te¹thýs como la pareja primordial y principio generador ( γένεσις ) de todas las realidades (incluyendo a los dioses) en las cosmogonías de tipo “homérico” véase además Rudhardt 35-38 y 66-67; para Te¹thýs véase 58-66. 5 Τηθύς (Te¹thýs), hermana y esposa del Océano = Thetis en la General Estoria; Θέτις (Thétis), esposa de Peleo y madre de Aquiles = Tetis en la General Estoria. Para una interpretación cosmogónica del mito de Proteo véase Rudhardt 21-24. Sobre la figura de Aquiles en la General Estoria véase el estudio de Cuesta Torre, “Aquiles”. Para la relación entre el Oeste, la muerte y algunas islas del Atlántico véase Cassidy, “Other” 35-36.
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Biglieri, Aníbal A. el ex por sus encantamientos. E diz el abtor otrosi que es cosa prouada que aquellos mares de alli son los mares de la poridad de la natura; e en las postrimeras riberas del mar Occeano, do se acaba el elemento de las aguas, e de la parte de allende es aquel mar tibio alli. E dize Milesio el filosofo que aquel mar es alli caliente por razon de las estrellas que an el su coso de pasar por alli, que son ellas de caliente natura e caleçen alli al agua tanto que quando ellas passan, que fierue el agua. (GE II 2 126 b 35)6
Este texto no deja de plantear ciertos problemas de interpretación. Por ejemplo, la expresión “cabo de medio dia”, ¿se refiere al extremo sur de la Tierra, como lo deja entender la palabra “cabo”, que denota aquí un extremo o confín espacial o geográfico? Pero más adelante, cuando se alude a la temperatura del agua en esas “postrimeras riberas”, la General Estoria se refiere más bien al extremo occidente, allí donde los astros tienen su ocaso, lectura que confirmaría el texto de Estacio, aunque éste tampoco carezca de sus propias dificultades: Hos abolere metus magici iubet ordine sacri Carpathius uates puerumque sub axe peracto Secretis lustrare fretis, ubi litora summa Oceani et genitor tepet inlabentibus astris Pontus. (I, 135-39)
6
Véanse más referencias al eje del firmamento a partir de GE I 604 a 51. Sobre Tales de Mileto (VII-VI a. de C.): “Dize otrossi esse esponedor que aquello por que la Menor Ossa a nombre Phenice, que se deue esto catar que ouo ella aquel nombre segund era llamado aquel que la primero figuro en el cielo, e este fue un sabio a que dixieron Melesio Tales, que fue de Philoseo, e esto es de Mileo, que era una çibdad de Phenicia que auie assi nombre; e este Milesio Tales figuro pero que otra estrella era en el cielo la Menor Ossa, e por que era el de Fenicia dixieron a la Menor Ossa Phenice e Phenicea, ca a la Mayor Ossa los griegos la auien ya figurada” (GE I 604 a 25); “El quarto anno de la trasmigracion de Babilonna quando fue Nabuchodonosor a Egypto por destroyr la & hermar la oscurescio el sol. & auie estonces en la cibdad de Milesia un sabio que llamauan Tales & por sobre nombre milesio del nombre dessa cibdad que dizien Milesia. & era este el mas cumplido maestre del saber de las estrellas que sabien a aquella sazon. Ca assi como cuentan Eusebio & Sigiberto et don Lucas obispo de Tuy era muy agudo & muy sabio en los iuyzios de las estrellas & affirman que este Tales milesio lo dixo luengo tiempo antes como auie el sol a oscurescer aquel anno” (GE IV 31r). Paulian recoge varios pasajes de la poesía latina sobre la relación entre el océano y la salida y puesta de los astros (“Le thème” 54); para las referencias en la poesía de Ovidio al océano Atlántico como el lugar en que se sumerge el sol, al final del día, véase su artículo “Ovide” 59-61. El Libro del conoscimiento de todos los reinos llama al Atlántico “Mar Oçidental” y también “Mar de Poniente” (LCTR 4).
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En su edición de la Aquileida, Dilke sostiene que sub axe peracto —el “eje” del texto alfonsí— podría referirse al fin del curso del Sol, en el oeste, lectura que corroboraría la alusión a los astros que caen en el océano, recalentándolo: “et genitor tepet inlabentibus astris Pontus”.7 Pero si la localización del sitio donde la diosa iba a realizar su encantamiento se presta a las dudas, hay dos aspectos de esa región sobre los cuales la General Estoria no pudo haber sido más explícita. Por un lado, se trata de los últimos confines de la Tierra: “los mas apartados que ha en toda aquella parte del firmamiento”, “las postrimeras riberas del mar Occeano, do se acaba el elemento de las aguas”;8 por otro, insiste en que la región, vedada a los seres humanos, sólo es accesible a los “sabios” o “magos” por medio de sus “encantamientos”. En esos “mares de la poridat de la natura” tienen lugar sacrificios como aquéllos con los que Thétis intentará proteger a su hijo de la muerte vaticinada por Proteo. Quienes pudieran llegar al “ex del firmamiento” y ofrecer esos sacrificios a los dioses “alinpiauan sus cuerpos e sus sentidos, por do desuiauan de sonnar los fuertes suennos e las grieues visiones que suennan los omnes de noche muchas vezes” (GE II 2 127 a 18): es el poder catártico, purificador y regenerador de Océano y Te¹thýs. En el caso de Aquiles se trata, más aún, de hacerlo inmortal, sumergiéndolo en las aguas del río Estigia.9 Y será también en el extremo Occidente, pero ahora no en el mar, sino en suelo firme, donde la diosa ocultará a su hijo para impedir que participe en la contienda troyana: la más “alongada e mas encubierta e segura” de todas las tierras es el Algarve, en Portugal (GE II 2 127 b 29, VRT 292 = CT 611) y hacia allí, hacia la “postremeria de Espanna de parte de oçidente”, se dirigen Odiseo y Diomedes para encontrarlo y llevárselo consigo a Grecia y luego a Troya (GE II 2 128 a 42), donde se cumplirá, pese a todo, el sueño de su madre y la profecía de Proteo (GE II 2 164 a 26). Las referencias al Algarve y a España como confín del mundo y tierra del poniente son frecuentes en la obra alfonsí.10 7
Véanse los comentarios de Dilke a sub axe peracto e inlabentibus astris, en particular su interpretación de la primera expresión como referencia al fin del curso solar y a cuyo comienzo en el este se refiere Estacio en otros textos con la expresión sub axe primo (95). En la Aquileida medieval se lee sub axe probato (136), que el editor, Clogan, explica así: “axem probatum vocat extremas partes mundi remotissimas...”. Y en sus notas a la edición de la Aquileida, Méheust concuerda en que sub axe primo y sub axe peracto designan al este y al oeste, respectivamente (80). Sobre la puesta del sol en el océano en la literatura latina véanse los textos reunidos por Paulian, “Paysages” 24. 8 Sobre la identidad del Océano y Te¹thýs con los límites de la Tierra véase Rudhardt 63 y 120. 9 Véase Rudhardt 83-89, 93-94 y 98-100. 10 “Et reynaua el [Atlas] entonces en las postremeras tierras de los algarbes de Europa e de Affrica, e era sennor de toda la mar o se pone el sol” (GE II 1 281 b 3); “este rey Athlas
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El texto alfonsí va a añadir un aspecto más: en el sueño premonitorio de la diosa, ésta se ve a sí misma conduciendo a su hijo a los Infiernos (GE II 2 126 a 46), y allí es donde, efectivamente, tendrán lugar los sacrificios: “E luego que alli llego, fizo sus oraçiones e sus sacrifiçios; e vio las aguas quales le dixera Proteo, e eran de los infiernos” (GE II 2 127 a 42).11 Hay que notar en el relato alfonsí la relación entre el océano y el eje del cielo, a la que también se hace referencia en las Sumas de historia troyana cuando se alude a “los encantamentos de Tetis en las virtuosas aguas do las fuentes del exe del çielo” (SHT 246). A estos extremos también llega Alejandro, según lo narra la General Estoria: Levantósse d’allí Alexandre con su huest e llegó a los cabos de la tierra, al mar Occéano, allí ó son los cielos cardenales, hascas los quicios del andamio del cielo —e dieron los sabios a aquellos cielos este nombre cardenales por que en el latín cardines dizen por quicios e buélve-se allí el uno de los quiciales del firmamiento—, e allí son los gisonas e los sivos que pobló allí Ercules e los conquistó estonces Alexandre. (HNo 208 = GE IV 229v-230r)12
[...] mando fazer una grand huerta en un logar muy uicioso en el Algarbe de Affrica” (GE I 280 a 14). Con diversas expresiones se refieren también Lucano y Alfonso X a Hispania = España como último confín del Occidente: “Hesperium mundi [...] ad axem” (DBC III, 359) = “espannol exe que es la postrimeria del mundo” (GE V 30v); “extremaque mundi” (DBC III, 454) = “postrimera tierra del mundo” (GE V 32r); “extremis terrarum” (DBC IV, 1) = “las Espannas que son las postrimeras tierras del mundo de parte de ocçidente” (GE V 35r = EE 69 b 24); “ultima mundi” (DBC IV, 147) = “Espanna la de ocçidente” (GE V 38v); “extremique orbis Hiberi” (DBC VII, 541) = “los espannoles de la postrimera parte del mundo” (GE V 99v). 11 Para la comunicación directa entre el océano y las aguas subterráneas que conducen al reino infernal y al mundo de los muertos véase Rudhardt 77-79, 85 y 89-93. La relación entre mares e Infiernos también se encuentra en varias versiones del Libro de la escala, como en la de san Pedro Pascual († 1300), incluida en su tratado Sobre la secta mahometana: “En esta tierra en que nos estamos dize Mahomat que a siete mares, e la suma destos mares son catorze; e sobre la cabeça del infierno a un mar, que le dizen mar de los mares, porque es muy grande, e, si no fuese por la gran agua que a en el, quemaria el fuego del infierno todas las cosas del mundo” (Cerulli 293). En África sitúa el Libro del tesoro el “río del Infierno”, creencia que atribuye a los “ereges descreydos” (LT 65 a). 12 Cardo = ‘quicio’, ‘eje’, ‘polo’. La versión latina dice así: “Deinde amoto exercitu venit in finibus terre ad mare Oceanum in quo sunt cardines celi et ibi Gessonas Sibosque quos Hercules condidit subegit” (HNo 168); y, antes, en Paulo Orosio: “Exim Alexander ad amnem Agesinem pergit, per hunc in Oceanum deuehitur: ibi Gesonas Sibosque, quos Hercules condidit, oppressit” (III, 19, 6). “What was Alexander’s purpose with the easternmost parts of his conquests? Was he completing his empire by adding to it the eastern end of the ï?êïõì?íç, or was he pursuing a dream, an idea of what the empire of Darius and Xerxes had οἰκουμένη,
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¿Podría decirse que las ambiciones desmedidas de Alejandro, su hybris, lo llevan a querer invadir el dominio reservado a los dioses? De todas maneras, lo importante por el momento son las ideas arriba indicadas, a saber, la de un océano omnipresente que, además de constituir el límite extremo de la Tierra, es también el dominio de lo preternatural.13 Geografía del océano Junto a esta concepción mítica del océano como ser divino, presencia cósmica, miembro de la pareja cosmogónica primordial y origen de toda realidad, se encuentra también, y ya en la Antigüedad griega, la idea del océano como una entidad fluvial, un río, es decir, como una realidad geográfica. Esta correspondería al “horizonte geográfico” postulado por Relaño, si bien en los textos que lo describen se puede observar una relación, a veces inseparable, con los horizontes “legendarios” y “míticos”. Así, por ejemplo, ya se ha notado que en la mitología se le atribuyen al océano la primacía temporal y la infinitud espacial, características también observadas en las tradiciones geográficas del mundo clásico, cuando, por ejemplo, Estrabón lo concibe como el ámbito de la infinitud y la desolación (I, 1, 8), Pomponio Mela como “ingens infinitumque pelagus” (III, 1, 1) y Plinio se admira de su inmensidad: “Inproba et infinita debet esse tam uastae molis possessio” (II, 68).14 También indefinida, si no infinita, era la
been long ago? It is hard to say”; “He was not merely reconquering the Achaemenian empire, he wanted to emulate and surpass the Achaemenids. Probably his ultimate goal was indeed the Eastern Ocean or at least something comparable, an easily defensible natural boundary. This goes well with the increasing attempts to deify Alexander, which occurred during the Indian campaign. It was no longer Cyrus, Darius or some legendary Near Eastern monarch that Alexander was emulating, it was the gods themselves. It was at this point that the Indian campaigns of Heracles and Dionysus were invented” (Karttunen, India 57-58 y 69). Desde otra perspectiva, el océano, como límite del orbe, adquirirá en Paulo Orosio una nueva significación religiosa, esta vez como demarcación última de un quinto imperio universal y cristiano (Merrills 68-69). 13 Todavía en el siglo XVI, Antonio Pigafetta (ca. 1480/91-ca. 1534) afirmaba que en el océano se veían “grandes y terribles cosas” (37). 14 Carson resume así la visión del océano entre los griegos: “To the ancient Greeks the ocean was an endless stream that flowed forever around the border of the world, ceaselessly turning upon itself like a wheel, the end of the earth, the beginning of heaven. This ocean was boundless; it was infinite. If a person were to venture far out upon it —were such a course thinkable— he would pass through gathering darkness and obscuring fog and would come at last to a dreadful and chaotic blending of sea and sky, a place where whirlpools and yawning abysses waited to draw the traveler down into a dark world from which there was no return” (243).
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extensión del océano para los medievales y hasta el punto de que la tierra firme apenas podía compararse con él: “Tenié el mar en medio a la tierra çercada: / contra la mar, la tierra non semejava nada” según se representa gráficamente en el mapamundi de la tienda de Alejandro Magno (LA 2577 ab).15 A estos rasgos se les puede agregar el hecho de que el volumen del océano permanece constante, a pesar de que en él confluyen todos los ríos de la Tierra (SM 114), idea que la General Estoria asociará con la esfericidad del planeta y con su origen y su fin: et departen que el cuerpo de la tierra redondo es, e mayor mientre aquello que esta della cubierto de las aguas de la mar Occeano, et dent a otro tiempo descrube aquellas tierras e crube otras, et dizen que del comienço del mundo a aca fue esto, e assi sera en quanto el mundo durare, ca dizen que las aguas del mar nunqua minguan nin estan quedas, e cuemo quier que el mar cresca e descresca toda uia cutiana mientre, pero las sus aguas nunqua son nin mas nin menos en un hora que en otra. (GE II 1 104 b 1)
“Oçeano llaman los griegos e los latynos a la mar que çerca toda la tierra en derredor o por que corre mucha ayna”, sostiene la Semeiança del mundo (SM 112), con lo cual concuerdan otros textos del medioevo español: el océano es el “grand mar”, el “mar mayor”, “el cerco del mar Occeano que cerca toda la tierra” (EE 175 a 30, 492 b 32 y 108 a 39), “la grand mar que cerca toda la tierra” ~ (GE I 45 a 27 = EE 5 a 24), el mar “grande, que ten a terra no seo / e cerca todo o mundo” (CSM 364, 8-9), “el grand mar que çerca todos los otros mares et todas las tierras en derredor que es llamado Oçeano” (VRT 281 = CT 596). Otros textos se pueden aducir aún sin mucha dificultad.16 Es, entonces, una inmensa y continua corriente fluvial que no sólo abarca todas las tierras y todos los mares, sino que asimismo retorna incesantemente a sus fuentes (si es que se puede hablar de ellas), refluyendo sobre sí mismo y alimentándose constante15
Para la etimología de Ὀκεανός y el empleo de este término por los geógrafos griegos véase Rudhardt 26 y 80-83; “quant à l’extension océanique, elle est déconcertante, car l’homme du Moyen Age la considérait comme indéfinie, sinon infinie, même s’il n’en fréquenta longtemps qu’une frange littorale limitée” (Mollat 9). Otras referencias a la inmensidad del océano se incluyen en Paulian, “Paysages” 25; Gautier-Dalché reúne varios textos medievales sobre el océano, en relación con su infinitud y su condición “desértica” (“Est enim desertum et, sicut aiunt, est ibi finis mundi”) y con la imposibilidad de navegarlo y de habitarlo (“Comment” 229, notas 15-18). 16 Véanse también SM 57, 87, 89, 93, 95 y 113; GE I 45 b 13, 59 b 32, 118 b 17 (= GE V 163v = DBC X, 255: “terras alligat omnes”), 384 b 14, GE II 1 82 a 17, 83 b 27; GE IV 249r (“ell occeano que es la grand mar que cerca toda la tierra”) y 249v (“el mar occeano que es el grand mar que cerca toda la tierra”), EE 216 a 8, etc. Para estas ideas en la geografía y cartografía islámicas véase Relaño 121.
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mente de su propio caudal, según ya lo denotaba uno de los varios epítetos con que lo describió Hesíodo.17 Así lo representó éste plásticamente en la orla del escudo de Hércules y Homero hizo lo mismo en el de Aquiles y así se verá también con la O de los mapas T-O de la cartografía medieval.18 El Libro del tesoro, por su parte, añadirá otros datos: el mar océano no solamente rodea toda la Tierra, sino que, además, todos los otros mares, ríos y fuentes, como “brazos” o tributarios suyos, en él se originan y a él retornan (LT 58 b y 46 b); en esto coinciden el Lucidario (Luc. 88) y la Semeiança del mundo (SM 55, 112, 113 y 114), recogiendo todos una idea ya presente en la Ilíada (XXI, 195-97) y en Plinio (II, 68).19 Y es por ello que las crecidas del océano serán la causa de las inundaciones del Nilo, según Alfonso X (GE I 118 b 15 = GE V 163v = DBC X, 255-57), en opinión que ya en la Antigüedad había rechazado Heródoto (II, 21 y 23). Y, como también lo había afirmado Plinio (II, 68), se trata en definitiva de un solo y único mar y a pesar de los diferentes nombres que reciba según las regiones que bañe, según dijo san Isidoro de Sevilla y confirmará Brunetto Latini: mar de Arabia, de Persia, de India, etc. (LT 65 b).20 En conclusión, el océano, inmenso e infinito, evoca la noción del origen o arkhé ( ἀρχή ) absoluto, es decir, del fundamento y principio anterior, incausado, incondicionado, indeterminado e indiferenciado de toda realidad de los mitos 17 En la Teogonía (776) se lo llama ἀψόρροος (apsórroos) (Rudhardt 27 y 75); es la corriente más grande y más exterior ( μέγιστον καί ἐξωτάτω ), que fluye en un círculo, según también lo señaló Platón (Fedón 112 e); sobre las fuentes del océano véase Rudhardt 75-76. 18 Escudo de Hércules 314-15, Ilíada, XVIII, 607-08 (Rudhardt 73-74). En los mapas medievales, el trazo vertical de la T figura el Mediterráneo y el horizontal, en sus mitades izquierda y derecha, los ríos Don y Nilo, respectivamente. En la Antigüedad, ya Heródoto había expresado sus dudas sobre el océano que fluye alrededor del mundo (II, 21, 23; IV, 8, 36): no hay un mar más “allá de Europa” (III, 115); véanse Jaeger, Paideia 157 y Ramin 20. San Isidoro de Sevilla describe así al océano, proponiendo de paso explicar su etimología: “DE OCEANO. Oceanum Graeci et Latini ideo nominant eo quod in circuli modum ambiat orbem. (Sive a celeritate, eo quod ocius [‘más velozmente’] currat). Item quia ut caelum purpureo colore nitet: oceanus quasi κυάνεος [‘de color azul oscuro’]. Iste est qui oras terrarum amplectitur, alternisque aestibus accedit atque recedit; respirantibus enim in profundum ventis aut revomit maria, aut resorbet. Quique a proximis regionibus diversa vocabula sumpsit: ut Gallicus, Germanicus, Scythicus, Caspius, Hyrcanus, Athlanticus, Gaditanus. Nam Gaditanum fretum a Gadibus dictum, ubi primum ab Oceano maris Magni limen aperitur; unde et Hercules cum Gadibus pervenisset, columnas ibi posiut, sperans illic esse orbis terrarum finem” (XIII, XV, 1-2). 19 Para la Ilíada véase Rudhardt 68. 20 “... la Mar de Arabia & despues la Mar [+fr: de Perse, et puis la mer] de India & despues la Mar de Ystania & de Caspa & de Scita & de Alemaña & de Gales, que es de Inglatierra, & de Athenas & de Libia & de Egipto” (LT 65 b).
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cosmogónicos griegos y del ápeiron del pensamiento presocrático;21 se presenta asimismo como el ámbito de lo misterioso, lo maravilloso y lo sagrado, inspirando sentimientos de reverencia, de temor, de repulsión, y es también el dominio de los dioses y de los héroes como Aquiles, hijo de Thétis, y de Hércules.22 Y es allí donde se encuentran las islas “paradisíacas” de la mitología griega, las de los Bienaventurados y de las Hespérides.23 Para concluir, puede recordarse aquel pasaje de Lucano, que, al comienzo casi de su poema, enumera las naciones que los romanos podrían haber conquistado si no hubieran derramado su sangre en la guerra civil, enumeración 21
Para el agua primordial y el océano como arkhé en las cosmogonías griegas véase Rudhardt 15-16, 21, 37-38 y 116-22: “Océanos [en la Ilíada] est à la fois l’origine des dieux et celle de toutes les réalités dont les dieux sont les principes. Il paraît donc bien difficile d’admettre qu’il soit lui-même issu d’une entité plus ancienne. Dans la mesure où l’on tiendrait absolument à conserver cette hypothèse, il faudrait du moins reconnaître qu’une telle entité n’a pas été le pouvoir générateur dont les choses devaient procédér. Ce rôle fut essentiellement, à l’origine des temps, celui d’Océanos” (37). Con la infinitud del océano se ha relacionado el ápeiron de Anaximandro: véanse, entre otros, Mund-Dopchie 54 y 66, Romm, The Edges 10-11, 16 y 22-24 y Seligman 130-48. Según éste, el océano es un antecedente del ἄπειρον en tanto que, siendo el origen de todo y sin tener ni comienzo ni fin, es tambien increado y eterno; el océano del mito es un “símbolo preconceptual” de la concepción metafísica del filósofo milesio: “Still, I consider Okeanos the most highly developed antecedent of Anaximander’s philosophical arché, and the connection between the two as most helpful in throwing light on the origination of metaphysical ideas in general” (143, nota 1). Pero ya en Homero, según Jaeger, coexistirían mito y teología natural: “When the Iliad refers to Oceanus as the origin and source of all the gods [XIV, 201], this has a theogonical ring; but when in another verse he is described as the origin and source of all things [XIV, 245-46], this seems like nothing more than a transparent way of expressing in mythical guise the comparatively matter-of-fact conception that everything arose from water” (The Theology 10; véase también 20 y Jaeger, Paideia 151). 22 A los peligros del mar les dedica la General Estoria dos capítulos (GE II 1, LXXXVLXXXVI, 103 b 14-105 b 19); véase Paulian, “Paysages” 25-26. En el capítulo primero de su obra, Corbin estudia también muchos otros rasgos del océano; entre ellos: es el dominio de lo inimaginable y lo incognoscible y del desorden propio del caos primordial que precede a la civilización; el océano es asimismo el resto del Diluvio, que no fue sino el retorno al caos, como lo demuestra el fondo del mar, abismo caótico, lleno de cavernas y de debris. Corbin analiza también la importancia y ambivalencia de las costas, los peligros de las zonas límites, los males y azotes que provienen del mar y los barcos como lugares maléficos (1-18). Una visión del mar muy semejante se encuentra en Mandeville: “La fleuve enclôt parfois des îles, il est vu comme limite, frontière, et surtout chemin parcouru, évalué en journées; alors que la mer, si elle est aussi frontière et chemin où vont les navires, n’est cependant pas parcourue, elle est danger, et altérité, et, au contraire du fleuve, on ne peut en sonder les ‘profondeurs’” (Deluz, Le Livre 141; subrayados de Deluz). Sobre el tema de España y el océano hacia finales de la Edad Media véase Ladero Quesada, “L’Espagne”. 23 Para estos temas véase también Kinkade, “Mito” 216-19.
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que los comprende dentro de los cuatro puntos cardinales y que incluye sus rasgos más característicos: O quanto de tierra & de la mar pudiera seer ganado por esta sangre que los çibdadanos de Rroma esparzieron donde viene el sol [este]. Et do la noche asconde las estrellas [oeste] & do fierue la tierra de calentura [sur] & do la elada que non sabe que es verano estrinne la mar de Çiçia con frio de yelo & la yela [norte] esto es de oriente a ocçidente & de medio dia a setentrion vos finca de ganar & parar mejor que non esta parado el jnperio. (GE V 1V)24
En los capítulos que siguen se estudiarán por separado cada una de estas regiones, comprendiendo una ecumene cuyos extremos quedaban determinados por la China y las islas Afortunadas, de este a oeste, y por la isla de Thule y los últimos confines de Etiopía, de norte a sur. El mundo se dividía en tres continentes, pero las partidas a estudiar serán cuatro, según las direcciones cardinales: el Occidente, que esconde los astros durante la noche; el Septentrión, que congela los mares; el Mediodía, que se abrasa en los calores de la zona tórrida; el Oriente, donde nace el Sol.25
24 “heu, quantum terrae potuit pelagique parari / hoc quem civiles hauserunt sanguine dextrae, / unde venit Titan et Nox ubi sidera condit / quaque dies medius flagrantibus aestuat oris / et qua bruma rigens ac nescia vere remitti / astringit Scythicum glaciali frigore pontum!” (DBC I, 13-18). 25 Así describe Rubio Tovar los confines de la ecumene: “Las costas más occidentales limitaban con un océano misterioso e innavegable. El norte era la zona de las tinieblas y el mar helado. Se sabía de inmensas estepas en Oriente, por donde siglos atrás habían llegado las hordas bárbaras. El sur parecía más franqueable, si bien era territorio musulmán y limitaba con el desierto” (16-17); y Deluz: “Si l’on examine les documents du XIIe siècle, cartes ou écrits, on voit apparaître l’image d’un oekoumène enfermé par la barrière de l’Océan, renforcée encore par la muraille des îles qui l’encerclent. De tous côtés, l’exploration est interdite: au Nord, par la ‘mer Bétée’, à l’Ouest par la mer infinie, au Sud, par les déserts brûlés et l’océan bouillant sous l’ardeur du soleil, à l’Est par le mur du Paradis perdu. On est dans un monde de l’interdit, de l’innatteignable” (“L’originalité” 15). Por su parte, MundDopchie establece estos límites: la isla de Tule, al norte, las Canarias, al oeste, el país de los garamantes, al sur, y la región de los seres (chinos), al este (70). Para el campo de los “estudios oceánicos” véanse los estudios recogidos en PMLA 125 (2010) 657-737.
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Capítulo III
EL OCCIDENTE Nox ubi sidera condit (DBC I, 15) do la noche asconde las estrellas (GE V 1v)
Las columnas de Hércules La historia de Hércules y sus andanzas en los confines occidentales del mundo antiguo-medieval ilustra, quizás mejor que los otros temas a estudiarse en este capítulo, las estrechas relaciones entre varios relatos mitológicos —las Hespérides, Atlas, Hércules— y permite comprobar también en qué medida en las obras del medioevo español, como ya había sucedido en la Antigüedad, se imbrican indisolublemente mitología y geografía.1 Así, por ejemplo, en el siguiente pasaje del Libro del tesoro: Et aqui [España] fenesçe la tierra, segund que los antiguos provaron; & dan testimonio dello las tierras de Carpa & de Albina o fizo Hercoles sus pilares quando vençio toda la tierra, ally do la nuestra mar sale de la Mar Oçeana & passa por los dos montes o son las dos yslas de Gades & los mojones de Ercules, en manera que dexan las mares & toda la tierra de Africa a diestro, et España & toda la tierra de Europa a siniestro, do non ay mas ocho mill passos de largo & quinze mill de luengo, & non a cabo fasta las partidas de Asia, & que se ayunta con la Mar Oçeana. (LT 64 a)
1 Sobre el mito de Hércules en general véase Galinsky; sobre Hércules, el océano, sus trabajos y columnas véanse Cunliffe, Facing 2-5, Dion 41-44 y Flint, The Imaginative 81 y 89. Sobre las columnas, su cambiante lugar de emplazamiento según los avances marítimos en el Atlántico durante los siglos XIV y XV y su representación en la cartografía véanse el artículo de Randles y Relaño 149-50. En la Antigüedad, Estrabón ya había tratado varios de estos temas (III, 5, 5). Y en la Edad Media, san Isidoro de Sevilla: “Nam Gaditanum fretum a Gadibus dictum, ubi primum ab Oceano maris Magni limen aperitur; unde et Hercules cum Gadibus pervenisset, columnas ibi posiut, sperans illic esse orbis terrarum finem” (XIII, XV, 2). Para la representación de las columnas en las monedas véase Lanman, “The Pillars”.
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Pero para una mejor aproximación a todos estos problemas puede servir el siguiente capítulo de las Sumas de historia troyana, en el cual se ve aún más claramente la relación entre historias míticas, datos geográficos e interpretación alegórica: Título XLVIIJ.-
Commo Hercoles robo las maçanas de oro de la huerta del rey Atalante.
Despues que Hercoles ovo asosegado con los egiçianos oyo dezir commo en el oceano de Africa, en el monte Atalante, eran las tres duennas Esperidas, fijas del rey Atalante, que abian la huerta de los arboles que lleuauan las maçanas de oro. E tomole voluntad de allegar alla e ver e andar las postrimeras partidas del mundo. E fue alla e peleo con el rey Atalante e cobro las tres sus fijas e tomo la huerta que guardaua el grant dragon que nunca dormia e lleuo de ally las maçanas de oro. Los abtores dixeron deste rey Atalante e destas sus fijas que en las postrimeras partidas de Africa reynaua este rey Atalante. E fue este vno de los tres hermanos que dixeron los gentiles que fueron los mayores sabidores de las artes liberales. E estas sus fijas salieron tan grandes maestras en ellas que non conoçieron mejoria alguna al padre. E vyno ally Hercoles e aprendio del e dellas algunas cosas que fasta alli a el eran ascondidas. E estas eran las maçanas de oro de la huerta del rey Atalante que Hercoles leuo de las duennas Asperidas, fasta los saberes que dellas aprendio. E por ende quedo aquel monte el nonbre de aquel rey Atalante, e asi lo llaman avn oy; e es aquel que esta encima de Çeuta, allende del estrecho de Gibraltar en Africa. (SHT 135-36)
Dada la íntima trabazón de todos estos aspectos, no siempre resulta fácil separarlos en el análisis; no obstante, de todas las múltiples facetas del mito de Hércules, interesan aquí solamente aquéllas que se refieren a las ideas geográficas que en él se incorporan, dejando sin estudiar varios temas que no guardan una relación tan directa con el asunto central de este capítulo.2 2 Sobre Hércules en la obra de Alfonso X véanse Cárdenas, “The Myth”, para los procedimientos narrativos y fecha de ambas obras, criterios compilatorios (“estoria aunada”, “estoria departida”), paralelos entre Alfonso y Espan y entre Alfonso y Hércules; Fernández Ordóñez 64-66 (criterios de compilación), 76-82 (comparación entre las dos versiones) y 119-38 (fuentes de Alfonso X) y Rubio Álvarez, quien estudia las diferencias entre las versiones del mito en la Estoria de Espanna y la General Estoria y edita el texto de esta última relacionada con la estancia de Hércules en la península. Ninguno de estos trabajos se centra en los aspectos geográficos del mito. Entre los aspectos mitológicos, quedan aquí sin considerar, en primer lugar, los trabajos que debe cumplir por orden de Euristeo y a los que se refieren la General Estoria (II 2 5 b 11) y la Estoria de Espanna (8 a 6). En relación con las tierras del extremo Occidente, las hazañas de Hércules que reciben preferente atención en las obras alfonsíes son las siguientes: a) Hércules y Atlas: GE II 2 28 b 46, 31 b 9, EE 8 a 50;
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Del análisis de varias obras de la Edad Media española que se ocupan de Hércules se desprende un relato bastante unitario de sus andanzas y una común imagen geográfica de los extremos occidentales de Europa.3 Los varios textos aquí recogidos concuerdan en que los trabajos llevan al héroe a ese último confín de la ecumene donde se encuentra una isla —dos, según el Libro del tesoro— con el nombre de “Gades Hércules” (GE II 2 32 a 7, SHT 136, SM 97), denominación que deriva del latín gades, interpretado como ‘términos’ (GE II 2 32 a 9), ‘pilares’ (GE II 2 34 b 46) o ‘mojones’ (GE I 210 a 11, EE 8 b 13, SM 97, SHT 137). Estos pilares, la General Estoria lo repite varias veces, sirven de señales de hasta dónde llegó Hércules y están allí en recuerdo y conmemoración de sus hazañas (GE II 2 30 a 17, 31 b 26, 36 a 38, 37 a 8, Plinio V, 2). Varias veces se mencionan también una torre, o unos pilares de piedra, con la imagen del héroe (GE II 2 32 a 20; EE 8 b 7, 9 a 20; SHT 137). Geográficamente, las Sumas de historia troyana no se cansan de repetir que estos trabajos de Hércules tienen lugar en las “postrimeras partidas” del mundo, de África o de Europa (SHT 136-37). Otras obras añadirán más precisiones: la isla de Gades “departe” Europa de África (SM 97) y es la “Caliz” a la que Alfonso X llamará “llaues e cerradura de las tierras de Espanna” (GE II 2 32 a 12). En un mapa T-O se la puede visualizar en el punto de intersección del círculo del océano con el brazo de la T que representa al Mediterráneo: es la isla “o entra el mar Mediterraneo en el mar Oceano” (EE 8 b 4), en el lugar de confluencia de esas dos masas de agua: “E otrosi alli lidian sienpre las aguas, que nunca quedan las que salen del mar Ocçeano con las que entran del Mar de Medio de la Tierra” (GE II 2 32 a 13).4 En esta parte de España, lo afirma la Semeiança del mundo, se halla el finis terrae, “en la parte del mar de oçidente que dizen Oçeano que çerca toda la tieb) Hércules y las Hespérides: GE II 2 30 a 37, EE 8 a 40; c) Hércules y Anteo: GE I 305 a 5, GE II 2 29 a 15; d) Hércules y Gerión: GE II 2 32 a 34, EE 9 b 1. A los tres, o cuatro, Hércules se refieren la General Estoria (GE I 306 a 5) y la Estoria de Espanna (EE 7 b 3); las interpretaciones alegóricas tratan de a) manzanas de oro = artes liberales, dragón = estudio: GE II 2 30 b 19; b) sostener el cielo sobre los hombros = saber astrológico de Hércules: GE II 2 5 b 33, 31 b 4, EE 8 a 41. 3 La General Estoria reseña el periplo occidental de Hércules en II 2 5 b 36. 4 Así narra Pomponio Mela la creación del estrecho de Gibraltar por Hércules, separando una cadena montañosa continua que impedía el contacto del océano con el Mediterráneo: “Deinde est mons praealtus, ei quem ex aduerso Hispania adtollit obiectus: hunc Abilam, illum Calpen uocant, Columnas Herculis utrumque. Addit fama nominis fabulam, Herculem ipsum iunctos olim perpetuo iugo diremisse colles, atque ita exclusum antea mole montium oceanum ad quae nunc inundat admissum” (I, 5, 27). La General Estoria describe a las Calpes como “el logar de las postrimeras montannas del cabo de Africa de la parte de ocçidente” (GE V 37r).
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rra en derredor” (SM 89). Son esas “postrimeras partidas” a que se refieren también otras obras medievales y que, si geográficamente representan un límite espacial, desde el punto de vista histórico-mitológico marcan una frontera ontológica cuya transgresión les está permitida a los dioses y héroes, pero no a los mortales. Sobre este tema hay que volver a la relación entre Hércules y sus columnas con Alejandro Magno y sus ambiciones de dominio mundial y a las páginas que a este tema le dedica Romm. Según este estudioso, las columnas constituyen un pasaje o barrera entre un mundo “interior” y otro “exterior” y evocan en la imaginación griega un non plus ultra que no debe traspasarse. Como límites de la condición humana misma, ir más allá de ellas es privilegio que sólo queda reservado a los dioses o a figuras mitológicas como Hércules, en que se unen lo humano y lo divino.5 El único mortal que quiso atreverse a semejante transgresión fue Alejandro y de ello dan fe otra vez las obras de la España medieval. El Libro de Alexandre menciona, a propósito de Hércules, los mojones que planta en Occidente (LA 2570 d), pero no es sólo en esta obra, sino en otras también donde se establecerá una conexión explícita entre el héroe y el conquistador macedonio (LA 15 d, 27, 238 a). La General Estoria, por ejemplo, narra lo sucedido en el templo de Apolo: E otro día vino él [Alejandro] a aquel tiemplo d’Apollo e fizo ý sus sacrificios, e llamó’l luego el ydolo de Apollo e dixo: “Hércules”. Respondió’l Alexandre: “O Apollo, Ercules me llamas, pues la mi vertud pereció, ca Hércules ya non es”. (HNo 75)6
En otro momento, Alejandro y su hueste ponen sitio a una peña en que se habían refugiado muchos pueblos de la India, a los que combatió y puso bajo su dominio, impulsado por su deseo de “sobrar allí los fechos de Ercules” (HNo 179).7 Y cuando Alejandro alcanza los últimos confines de la Tierra, según se narra en un pasaje citado páginas atrás, se repite la asociación con 5
Véase para todo esto Romm, The Edges 17-18, quien aduce varios textos de Píndaro, en los cuales las columnas sirven para señalar los límites de las proezas de los atletas celebrados en sus odas. Hay que recordar también a la diosa Thétis y a su hijo Aquiles, como se vio páginas atrás. 6 “Altera autem die venit Alexander ad templum Apollinis et fecit ibi victimas, statimque vocavit eum Apollo dicens: ‘Hercule!’ Cui Alexander respondit: ‘O Apollo, me vocasti Herculem. Ergo perierunt responsa tua” (HNo 64). Para la difusión del culto de Apolo en los tres continentes de la ecumene véase la General Estoria II 1 96 b 8. Sobre Hércules (y Dioniso) en la India véanse Estrabón XV, 1, 7-9 y 58 y Karttunen, India 59, 95-96, 98-99 y 210-19. El Libro de Alexandre asocia varias veces a Dioniso/Baco con la India: “Aquí naçió don Bacus, un cuerpo venturado, / que conquistó a India, ond’es oy adorado” (LA 239 ab); véanse también LA 256 cd y 1169 a. 7 “volensque facta Herculis superare” (HNo 136).
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Hércules: “e allí son los gisonas e los sivos que pobló allí Ercules e los conquistó estonces Alexandre” (HNo 208).8 La Estoria de Espanna, por su parte, no sólo relaciona a Hércules con Alejandro, sino también con Julio César. Al referirse a las campañas de este último en la península, se narra cómo se traslado a Cádiz, ciudad en la que encontró “un grand templo que fizieran los gentiles por onra de Hercules” (EE 9 a 32), y entre las imágenes que allí se hallaban, estaba una de Alejandro en la que se lo pintaba pequeño y feo, lo cual mueve a Julio César a pensar que, siendo él grande y hermoso, haría “tan grandes fechos o mayores” (EE 9 a 42). Un sueño le confirmará sus ambiciones: según el astrólogo que se lo interpreta, Julio César, en efecto, se convertirá en señor de todo el mundo (EE 9 a 47).9 Las islas Afortunadas Cuando los textos españoles medievales se refieren a las islas que se encuentran en el océano, lo hacen también siguiendo la visión de la Antigüedad, en la que coexistían lado a lado las tradiciones mitológicas y las geográficas. La Estoria de Espanna, por ejemplo, da noticia de esas islas, entre ellas Inglaterra, Irlanda y Tule (EE 5 a 55), y la Semeiança del mundo, además de éstas, incluye otras a las que describe con rasgos maravillosos y extraordinarios, como las islas de las Gorgonas o de las Hespérides, o la de Gades, o bien aquellas otras a las que les atribuye una condición que podría llamarse “paradisíaca”. En este segundo grupo, se encuentra la isla llamada “Pardita” (“Perdida”), a la que llegó san Brandán, que es “muy rrica e muy abastada de todas las cosas del mundo, e es muy viçiosa sobre todas las tierras del mundo” (SM 97).10 Pero, de todas estas islas, pocas poseen una tradición tan antigua como las de los Bienaventurados, o Afortunadas (Fortunatae Insulae), situadas en el Atlán-
8 “ibi Gesonas Sibosque quos Hercules condidit subegit” (HNo 168); “ibi Gesonas Sibosque, quos Hercules condidit, oppressit” (Paulo Orosio III, 19, 6). 9 Sobre las fuentes de este pasaje (Suetonio, Divus Iulius, VII y Vicente Bellovacense, Speculum historiale, VII, 36), concluye Solalinde: “Me inclino a suponer que ambos pasajes derivan de algún comentario a Lucano, pues no es el único caso en que en las obras alfonsinas se atribuye a un escritor lo que los redactores hallan en las márgenes de sus códices” (“Una fuente” 237). Hércules, Alejandro y Julio César aparecen también estrechamente asociados en la carta que Jaime Ferrer le envió a Colón en nombre de la reina Isabel la Católica en agosto de 1495 (Flint, The Imaginative 212-13). 10 Véase Fernández-Armesto 157. Sobre los viajes de san Brandán y de otros navegantes irlandeses en el Atlántico norte véanse Cassidy, “Other” 36-38, Cunliffe, Facing 12-13; Fagan, The Little 9; Lamb, Climate, History 173-74 y Marcus 16-23.
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tico, hacia los confines más occidentales de la Tierra.11 Por esta razón, se prefiere estudiarlas ahora, aunque también pudieron haberse analizado en el capítulo precedente. En los textos comentados aquí, todo el conocimiento del océano se deriva de fuentes antiguas y medievales, sin que pueda advertirse en ellos ninguna alusión a viajes o expediciones en el Atlántico. Los antecedentes clásicos son numerosos y, como en otros casos, los primeros se encuentran en Hesíodo, quien en Los trabajos y los días (168-69) hace de estas islas la morada de los semidioses, éstos alejados de todo contacto con los humanos y aquéllas situadas en los extremos del mundo ( ἐς πέιρατα γαίης ). No es necesario enumerar y comentar ahora todos los precedentes clásicos de este tema, sobre el cual la bibliografía es muy copiosa, puesto que la sección que a estas islas les dedica la Semeiança del mundo procede de san Isidoro de Sevilla, pero sí hay que recordar algunos rasgos de las islas que la obra española y las Etimologías reciben de la Antigüedad.12 He aquí la descripción: E otrosy otras yslas ay en el mar Oçeano que dizen Fortunante; tanto quiere dezir este nonbre como tierras bien aventuradas, e este buen nonbre an e demuestran que son abondadas e llenas de todos bienes, e asy es que por los grandes bienes e por el gran deleyte desta tierra pensaron los gentiles e los poetas que era en esta tierra el
11
Para el Atlántico en la Edad Media, y en particular el conocimiento que de él se tenía a mediados del siglo XIII, véase el libro de Cassidy The Sea Around Them: The Atlantic Ocean, A. D. 1250: “Our knowledge of the exploits of the men who sailed the seas usually is based upon what other men recorded. In each century the scholar derived his knowledge of the Atlantic Ocean from earlier writers and added to it from his own experience and that of his contemporaries. His view of the ocean was modified by his concept of the world. Such a cosmography might be based upon the teachings of earlier theorists or upon his own excursions into the realm of pure thought” (15); véase Carson 243-49. Sobre el Atlántico en la Edad Media véase también Zumthor, La Mesure 248-57; para las islas Afortunadas, 251. Para una historia de este océano véase asimismo el libro de Outhwaite. 12 De la extensa bibliografía sobre las islas Afortunadas véanse los siguientes estudios, que recogen y comentan las fuentes antiguas: Álvarez Delgado, Cunliffe, Facing 10-11, Fernández Armesto 154 (Plinio), García y Bellido 47-57 (con traducción de varios textos), Gómez Espelosín 159-65, Moretti 105 (y las antípodas), Patch 16-17, Paulian, “Paysages” 28-29, Sanders, Schmitt (Plinio) y Vallejo Girvés 316-21; véase especialmente Lovejoy y Boas, que reúnen los textos griegos y latinos, los traducen y comentan (292-303). Numerosas y constantes referencias a estas islas y a las obras que tratan de ellas en la Antigüedad y en la Edad Media se encuentran también en todo el libro de Cassidy mencionado en la nota anterior. Para los testimonios árabes véase Vernet, “Textos árabes” 206-07, 208 y 211-13 y para la cartografía, Edson, Mapping 129. Sobre las islas de los Bienaventurados en la mitología guaraní véase Eliade, “Paradise” 274-75; sobre este tema véase también Baritz 631-32.
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parayso; e segura mente heraron, e que pues abasto ay avia de tanto bien en estas yslas, segun dize Sant Ysidro. Son a syniestro de la tierra de Mauritania çerca de oçidente, e estas yslas son departidas por el mar que corre entre medias. (SM 97)13
Lo primero que hay que notar es que san Isidoro de Sevilla, y su traductor, refutan el error de los antiguos, que confundieron estas islas con el Paraíso Terrenal, en el Oriente, precisamente el que se comete en el Libro del Caballero Zifar: “E el parayso terreñal onde estos rios salen, dizenles las Yslas Bienauenturadas” (LCZ 400).14 Varios rasgos de esta descripción corresponden a los que ya se encuentran en los textos clásicos: el completo aislamiento e inaccesibilidad de estas tierras, en virtud de la lejanía y su condición insular, apartadas en los confines occidentales del mundo, la fertilidad del suelo, la abundancia de las cosechas, la riqueza de frutos y de bienes que crecen espontáneamente. La Semeiança del mundo pudo haber agregado la suavidad del clima, comparable al de una eterna primavera, sin noches, ni inviernos, ni lluvias, acariciado por las brisas del céfiro y al abrigo por igual de los extremos calores de la zona perusta y de los rigurosos fríos, hielos y nevadas del Septentrión, y los prados floridos y de dulces fragancias, sin animales salvajes; en fin, en esa edad de oro, la vida despreocupada y deleitosa de sus habitantes, dichosamente entregados al deporte o a la música, en paz, sin guerras, sin trabajos y sin sufrimientos. Esta opinión, sin embargo, no era unánime, ya que, por ejemplo, no la compartía Plinio.15 ¿Se 13 “Fortunatarum insulae vocabulo suo significant omnia ferre bona, quasi felices et beatae fructuum ubertate. Sua enim aptae natura pretiosarum poma silvarum parturiunt; fortuitis vitibus iuga collium vestiuntur; ad herbarum vicem messis et holus vulgo est. Vnde gentilium error et saecularium carmina poetarum propter soli fecunditatem easdem esse Paradisum putaverunt. Sitae sunt autem in Oceano contra laevam Mauretaniae, occiduo proximae, et inter se interiecto mari discretae” (Etim. XIV, VI, 8). Paulo Orosio también las había situado, junto con el monte Atlas, en el extremo occidental de África: “Vltimus autem finis eius est mons Athlans et insulae quas Fortunatas uocant” (I, 2, 11). 14 Véase Harney, “The Geography” 210, para el Libro del Caballero Zifar, y Scafi 48, para san Isidoro de Sevilla. 15 Los testimonios más antiguos referidos a los Campos Elíseos y a las islas de los Bienaventurados se hallan en Homero, Odisea IV, 561-69 (a quien cita Estrabón I, 1, 4-5 y II, 2, 13), Hesíodo, Los trabajos y los días 156-73 y Píndaro, Olímpica II, 123-49 y Trenos, fragmento 1; los estudia Gelinne, junto con los orígenes del mito y la descripción del “paraíso” terrestre de los griegos y sus habitantes. Sobre los Campos Elíseos en relación con el océano, la inmortalidad y la virtud regeneradora de las aguas primordiales véase Rudhardt 87-88 y 91; sobre el agua como fuente de vida, renovación, fertilidad e inmortalidad véase también Eliade, Traité 172-74; para la mitología acuática de los griegos, 179-82. De los muchos otros textos que podrían aducirse, recuérdense el Epodo XVI, 41-66, de Horacio (véanse los comentarios de Hulme 175, Romm, The Edges 162-64 y Schmitt 373), o la descripción de
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trata de una “utopía medieval” más?, ¿o sigue perdurando hasta el presente, en que todavía ejerce una poderosa e irresistible atracción la idea de insularidad, con todo lo que ésta conlleva: aislamiento, carácter único de las sociedades que habitan algunas islas, utopías políticas con ellas asociadas y su carácter “edénico”, etc.?16 Pero, en los confines del orbe, lo maravilloso podía coexistir con lo terrible: así, las islas de las Gorgonas, que la Semeiança del mundo, como antes san Isidoro de Sevilla, localiza también en el océano y cerca del monte Atlas, estaban habitadas por unas mujeres que, por sus pecados, sufrieron un horrible castigo: “los cabellos que avian muy fermosos e muy rrubios mudaronse en culebras e todos sus cuerpos fueron adesora cobiertos de culebras” (SM 97). Plinio las había descripto de cuerpos hirsutos y a los hombres dotados de extraordinaria velocidad.17
Pomponio Mela (III, 10, 102). Para estos autores clásicos, y otros más, véase asimismo Baritz 619-22. Para este tema de las “delicias de la vida” en las descripciones de islas en otros textos medievales véase Salvador Miguel 52-55. Muy otra, en cambio, habría sido la realidad de las islas Canarias, con las que se ha identificado a las Fortunatae Insulae: “The reality of life in the ‘Fortunate Islands’, beneath the civilised airs and chivalric graces affected by early colonisers, was nasty, brutish and short” (Fernández-Armesto 183); ya lo había anticipado Plinio: “There is surely little in this description [VI, 37] which would lead one to identify the Fortunate Islands with Elysium or with any other place in which the life of the Golden Age survived. With the exception of the abundance of fruit trees, most of the details are repulsive —fog, snow, monstrous dogs, and decaying marine animals. Pliny’s account, while retaining the eulogistic name of the islands, omits their utopian features” (Lovejoy y Boas 296-97). 16 “No pocos estudiosos, en el afán por encontrar indicios del género, sugieren llamar ‘utopías medievales’ a construcciones semánticas tan heterogéneas como el Paraíso Terrenal, la Arcadia, el País de Jauja, Cucaña o la Antilia. En líneas generales, estos relatos comparten los temas de la abundancia de comida, del clima templado y benigno, de la satisfacción de deseos o de la armonía del hombre con la naturaleza, y a menudo, todo esto deriva en la posibilidad que significa para el hombre vivir sin trabajar. Como todos sabemos, esto implica, para el cristianismo, un problema religioso o moral (‘ganarás el pan con el sudor de tu frente’), y para la organización social medieval, una amenaza de desintegración” (Rodríguez Temperley XLIV); para el Libro de las maravillas del mundo de Juan de Mandevilla y el género de la utopía véase Rodríguez Temperley XLIII-XLIX. Sobre la visión de las islas en la actualidad y sus condiciones supuestamente “paradisíacas” véase el artículo de Dodds y Royle y, en general, los estudios recogidos por estos autores en el volumen del Journal of Historical Geography. 17 Plinio (VI, 36) y Pomponio Mela (III, 9, 99) hacen de las islas Górgadas (insulae Gorgades) morada en otros tiempos de las Gorgonas (Schmitt 379 y 391); para este estudioso, siguiendo a Pomponio Mela, corresponden a las islas orientales de las Afortunadas (Canarias: 363, 365 y 371). También allí las sitúa san Isidoro: “Gorgades insulae Oceani obversae promontorio, quod vocatur Hesperu Ceras [cabo Juby], quas incoluerunt Gorgones feminae
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Las Hespérides En la Teogonía, las Gorgonas habitan en los extremos del orbe y hacia la región de la Noche, donde también lo hacen las Hespérides (274-76). A estas últimas ya se había referido Hesíodo en un pasaje anterior y en ambos lo hace con la misma expresión: “más allá del glorioso océano” (215).18 Pero también el poeta griego, a quien seguirá Virgilio (Eneida IV, 480-86), las ubica hacia los extremos de la Tierra (518: πείρασιν ἐν γαίης), relacionándolas con Atlas, como en la Semeiança del mundo, en la misma región que las Gorgonas y dicho monte: E estas yslas son de partes de tierra de Mauritania, e son so el monte que dizen Atalante; e segun que cuentan los actores en sus fablas, aquy son los huertos do son los arboles que lieuan las maçanas de oro, e es ay vn dragon muy grande syn mesura e muy espantable e es tal que nunca duerme, e este dragon guarda estas maçanas que non llegue ay ningun ome. (SM 97)19
En otros casos, los textos españoles medievales, como se verá, las desplazan al continente africano mismo. Tampoco hay unanimidad en cuanto a la etimología del nombre; la Semeiança del mundo sostiene que se deriva del de una de sus ciudades, “Esperide” (SM 97), mientras que la General Estoria lo relaciona con la genealogía de los dioses:
aliti pernicitate, hirsuto et aspero corpore; et ex his insulae cognominatae. Distant autem a continenti terra bidui navigatione” (XIV, VI, 9); el cabo Juby es el punto de la costa africana más próximo a las Canarias. Por su parte, Álvarez Delgado propone identificarlas con las islas Bijagós, situadas más al sur y frente a la actual Guinea Bissau (36, 49 y 58). Véase también el Liber monstrorum I, 38. Para las islas como lugares propicios para las maravillas véase también el artículo de Soriano, quien estudia este tema con relación a Inglaterra en El Victorial de Gutierre Díaz de Games, de principios del siglo XV. Y para esta ambivalencia de la naturaleza y sus habitantes en los confines del mundo (islas de los Bienaventurados, las Hespérides, los hiperbóreos frente al país de los cimerios, gorgonas y dragones, por ejemplo) véase Mund-Dopchie 64-65. 18 Pomponio Mela las sitúa en el Atlántico, en la zona tórrida: “Exustis insulae adpositae sunt quas Hesperidas tenuisse memoratur” (III, 10, 100); para otras localizaciones véase Rudhardt 75, nota 4. Sobre las Hespérides véanse Cunliffe, Facing 2, Gómez Espelosín 16569, Patch 17, Ramin 85-90 y Rudhardt 88-89. 19 “Hesperidum insulae vocatae a civitate Hesperide, quae fuit in fines Mauretaniae. Sunt enim ultra Gorgadas sitae sub Athlanteum litus in intimos maris sinus; in quarum hortis fingunt fabulae draconem pervigilem aurea mala servantem” (Etim. XIV, VI, 10). La relación entre las Hespérides y el monte Atlas se encuentra también en el Hipólito de Eurípides (742-47).
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Pero de las esperiadas fallamos en el Libro de las generaçiones de los gentiles que fueron fiias de Espero, fiio de Jappeco, fiio de Titano el gigante; e que por ende les dixeron esperidas del nonbre de su padre. E del nonbre deste Espero que llamaron Esperia a la postrimera tierra de Africa de parte de oçidente en el comienço de la noche, que por aquel Espero le dixeron este nonbre, e de otra guisa la llamauan Venus. (GE II 2 31 a 6)
Sobre la etimología de “Esperia” con que se designa a España y al occidente africano, Alfonso X insiste en que proviene del nombre de la estrella “Espero”, y no al revés (GE II 2 31 a 20, 34 b 21), como también ya se había dicho en la primera parte (GE I 51 a 14, 58 a 16) y en la Estoria de Espanna (EE 6 b 2). Y la misma Semeiança del mundo concuerda con esta segunda interpretación: “ha nonbre Esperia por vna estrella que es en nuestro cabo que es en oçidente que dizen, segun el latyn, esperus” (SM 89), como también lo hacen las Sumas de historia troyana (SHT 137). Estas son las “postremeras partidas de occidente”, la “postremera tierra del mundo” (GE I 58 a 4, 29), fin de Europa, tierras del ocaso y de la noche.20 Como queda dicho, ya Hesíodo había relacionado las Hespérides con Atlas, tradición recogida por la General Estoria, que, a su vez, las vincula con los trabajos de Hércules y los pilares que llevan su nombre. Estos cuatro elementos se hallan íntimamente imbricados en los relatos alfonsíes, en todos los cuales se combinan otra vez las tradiciones mitológicas y geográficas heredadas de la Antigüedad, tal como puede comprobarse en el pasaje que se cita a continuación, referido a las Hespérides —cuyo nombre común procede “de la tierra Esperia do morauan en Africa” (GE II 2 30 a 44)—, hijas del rey Atlas y dueñas del jardín recordado en el texto de la Semeiança del mundo transcripto más arriba: E fueron fiias del rey Atalant el grande, que fue muy sabio en todo el saber de las estrellas; e eran ellas sabias otrosi en todos los saberes commo el. E asi dixeron los sabios dellas que auian huertas con arboles de oro que les leuauan mançanas de oro, e vn dragon que gelas guardaua. E Ercules, maguer que sienpre andaua en lides e en trabajosos peligros, sienpre era muy entendido e muy sabio; e sienpre se trabajaua de los saberes e auie grand sabor dellos; e sienpre aprendie por do quier que andaua si fallaua de quien. (GE II 2 30 a 46)
20 Sobre España como tierra del poniente en la poesía de Ovidio véase Paulian, “Ovide” 63-64. “The west was thought to hide this land of happiness and also to be ‘the natural goal of man’s last journey.’ Both hapiness and death, in ancient thought, formed the dialectic of the west, which the Egyptian legend of Isis implied” (Baritz 620; véase Lewis-Wigen 79). En su Historia general y natural de las Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo identificó América con las Hespérides (Greenblatt 62); para esta cuestión véase Gerbi 271-74.
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Et dizen los autores de los gentiles que que [sic] auie huna huerta en que tenie hunos fructos que auien los ramos doro, e leuauan las fructas e las foias todas de oro. (GE II 1 281 b 11) Athlas, quando esta prophecia oyo, cerco aquella huerta de montes e dotra cerca muy fuerte, e metio en ella un dragon muy fuerte que guardasse a ella e a aquellos aruoles. (GE II 1 282 a 20)
A estos pasajes, la obra alfonsí los interpretará después en forma alegórica, según la cual las manzanas de oro y el dragón vencido por Hércules, representan, respectivamente, los saberes y el estudio (GE II 2 30 b 19, 40); de manera más detallada, la huerta corresponde al dominio de Atlas, los árboles, manzanas y hojas de oro, a las rentas, y el brazo de mar que rodea el reino, al dragón (GE II 1 283 b 34). Poco después, se desarrollarán las siguientes “semeianças”: la filosofía está representada por la huerta, las siete artes liberales, por los árboles, las manzanas y las hojas de oro, y el entendimiento, por el dragón (GE II 1 284 a 13).21 Finalmente, hay que citar otra tradición que ubica a las Hespérides en la región de las Sirtes, en la actual Libia. Se recoge en la Farsalia y la repite Alfonso X en la versión del poema de Lucano en la quinta parte de la General Estoria, en un extenso pasaje en el cual se asocian el dios Tritón, el lago de este nombre, la diosa Palas, las referencias al clima y el Leteo, río del Hades: Et a esta laguna ama Triton que dixeron otrosy los gentiles que era dios de los mares & pudo esto seer el otro que dixeron Neptuno fijo de Saturno. Et otrosy llama Palas commo primera tierra que ella tanxo quando primero vjno ca esta tierra de Libia es la que mas esta çerca el çielo & prueualo la calentura mjsma. Et tanto esta queda el agua en aquella laguna Triton que se cato y Pallas & vio en ella la su cara & nunca la auje visto avn en al & desçendiendo del çielo en derecho della. Et veyendose y llego & puso las plantas en la rribera & posso. Et por bien querençia que tomo de aquella agua amo la laguna por ende & llamola Tritonja del nonbre della que auje Triton por nonbre commo es dicho. Et asy commo djzen pasa çerca esta laguna callando el rrio del jnfierno que djzen Lete. Et es el agua del de natura que el que della beue que olujda quanto sabe.
Y a continuación, el relato sigue refiriéndose al jardín con los mismos datos con que las estorias alfonsíes lo describen en el extremo occidental del mundo, incluyendo la alusión a esa improbable selva en los arenosos desiertos de Libia:
21
Para estos pasajes véase Biglieri, Medea 292-94. Modernamente, Eliade ve en las manzanas el símbolo de la realidad absoluta, del poder sagrado y la inmortalidad, de difícil acceso por hallarse en el “centro” y estar custodiadas por un monstruo (Traité 253 y 325-26).
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Et otrosy es ally el huerto de las duennas espirades en que auje mançanos de oro que leuauan fojas & mançanas de oro. Et guardaualo vn dragon que nunca durmje fasta que vjno y Hercoles & adormjo al dragon por su saber & leuo ende los mançanos todos con su fruta & sus fojas & finco pobre el huerto & dessamado & que mengua su fama buena que por que non ha agora en sy aquellos fruteros njn aquellas frutas tan preçiadas que creen los omnes que las nunca ouo y tanto es ya aluenne el tienpo de quando aquello fue. Et faze por ende a los poetas dezjr las verdades por que non sean los omnes enartados en creer lo commo lo fueron los primeros. Et fue aquella salua dorada & pasada por aquellas rriquezas del oro & amarillos naçien ally los rramos commo lo eran los sus fruteros. Et eran guarda de aquella selua rreluziente la conpanna de las virgines fijas del rrey Atalante & con ellas la serpiente que dexjmos que nunca durmje fasta que la adormjo Hercoles commo es dicho. Et tomo ende todas aquellas rriquezas & leuolas a Greçia al rey Euristeo. (GE V 136r-v)22
Geografía de las islas No podría concluirse esta sección sin un breve excursus sobre la identificación de las islas Afortunadas y de las Hespérides con la realidad geográfica actual. Varios han sido los intentos de localizarlas con precisión en el Atlántico, entre ellos los de Álvarez Delgado y Schmitt, a partir de una misma fuente, la Historia natural de Plinio (VI, 37), pero llegando a conclusiones divergentes. No es necesario seguir el análisis de ambos estudiosos en todos sus detalles, ni 22 “Hanc, ut fama, deus quem toto litore pontus / audit ventosa perflantem marmora concha, / hanc et Pallas amat, patrio quae vertice nata / terrarum primam Libyen (nam proxima caelo est, / ut probat ipse calor) / tetigit, stagnique quieta / vultus vidit aqua posuitque in margine plantas / et se dilecta Tritonida dixit ab unda. / quam iuxta Lethon tacitus praelabitur amnis, / infernis, ut fama, trahens oblivia venis, / atque, insopiti quondam tutela draconis, / Hesperidum pauper spoliatis frondibus hortus. / invidus, annoso qui famam derogat aevo, / qui vates ad vera vocat. fuit aurea silva / divitiisque graves et fulvo germine rami / virgineusque chorus, nitidi custodia luci, / et numquam somno damnatus lumina serpens / robora complexus rutilo curvata metallo. / abstulit arboribus pretium nemorique laborem / Alcides, passusque inopes sine pondere ramos / retulit Argolico fulgentia poma tyranno” (DBC IX, 348-67). Para esta cuestión véase Aumont, “Caton” 307-09, quien remite a Plinio (V, 5) y a Estrabón (XVII, 3, 20) para la localización del lago Tritón cerca del Leteo y del Jardín de las Hespérides, todo en las proximidades de Berenice, la actual Bengazi (Libia). Véase asimismo Pichon 37, en el contexto de los errores geográficos de la Farsalia. Hay que notar también la presencia de una colonia griega llamada Euespérides, fundada en el siglo VI (o VII) a. de C., en Cirenaica occidental, cerca de la antigua Berenice. Para la historia del lugar, excavaciones arqueológicas, origen de sus pobladores, etc. y resumen del estado de las investigaciones véase el estudio de Gill. Colonizada por griegos provenientes de la isla de Thera (Santorini), en Cirenaica se siguió hablando griego hasta las invasiones islámicas (Goodchild, “Mapping” 143).
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adentrarse tampoco en el intrincado razonamiento histórico y geográfico en que se fundan sus deducciones, sino presentar los resultados en sus líneas más importantes y pertinentes. Hay que empezar por notar los muchos obstáculos que se alzan a la hora de establecer las equivalencias geográficas entre las realidades insulares allende el estrecho de Gibraltar y los datos del mito y la ciencia transmitidos por la Antigüedad a la Edad Media, de los cuales dos, por lo menos, merecen ahora especial mención: por un lado, el problema de las fuentes, y no sólo de las conservadas hasta hoy, sino también de las que el mismo Plinio utilizó, o pudo haber utilizado, en la redacción de su obra; por otro, la aplicación de los mismos nombres a diferentes islas, primero, en esas fuentes antiguas, y después, en la lectura que de ellas hacen los estudiosos contemporáneos.23 A pesar de todo, y de las diferencias entre tantos testimonios discrepantes, se puede concluir que, en general, las islas Afortunadas y/o de las Hespérides se identifican con el archipiélago de las Canarias.24 También puede
23
Fuentes de Plinio: “información verbal contempóranea” y textos anteriores, entre ellos los de Juba II (rey de Numidia partir del 25 a. de C., con toda seguridad el “rey Juba” mencionado en GE I 112 b 49), Estacio Seboso, Polibio, Cornelio Nepote, Jenofonte de Lámpsaco, Hanón (Álvarez Delgado 27 y 34); véase también el análisis de Schmitt de las fuentes empleadas por Plinio, según su opinión, el único autor que informa con precisión sobre las islas Canarias (374), parecer que comparte Fernández-Armesto: las referencias del autor romano son las únicas convincentes en la literatura antigua (154). Schmitt postula que Plinio conoció un texto de Juba, pero no un informe anterior al de éste, de Polibio, que el rey debió haber leído en los archivos secretos del emperador (375); Polibio, a su vez, pudo haber seguido los pasos del general cartaginés Hanón (siglo VI a. de C.) en su periplo por la región (378); a éste se refiere Plinio (V, 8: véase Healy 53); véanse Cunliffe, Facing 89-90 y Snowden 106 y las indicaciones bibliográficas en 282, nota 27. 24 En una apostilla a la Imago Mundi de Pierre d’Ailly consigna Colón: “De situ Fortunate insule; nunc dicitur Canarie” (Hulme 175; véase Flint, The Imaginative 53, nota 27, 84, nota 8, y 168, nota 35). Otras fuentes identifican las islas Afortunadas con Madeira y Porto Santo (Álvarez Delgado 38). Véase también Gelinne 231-31 y 237 para otras fuentes clásicas y medievales (Estrabón, Plutarco, Pomponio Mela, Marciano Capella) y la localización de estas islas en las Canarias o en Madeira; para la cartografía véase Relaño 95-96. En los mapas de Claudio Tolomeo, las Canarias se sitúan en el extremo oeste, más exactamente en el primer meridiano: en los cálculos de la longitud todo quedaba al este del archipiélago (Cassidy, The Sea 39, Harley y Woodward 184, 190, 276 y 505, Hulme 175 y Mund-Dopchie 70); en las Tablas de Toledo del cordobés al-Zarkali (siglo XI), el primer meridiano correspondía también a estas islas (Harley y Woodward 323). Sobre la identificación de las Afortunadas con las islas de san Brandán y su ubicación en la cartografía medieval véase asimismo Baritz 627 y para las islas Canarias en el mapa catalán de Abraham Cresques (ca. 1375) véase Sanders, quien sugiere la posibilidad de que Plinio y Plutarco habrían situado a las islas Afortunadas más cerca de las Azores que de las Canarias y conjetura que en ese mapa podría encontrarse una alusión al continente americano: “The ‘Fortunate Islands’ could even have represented some dim notion of the Americas; there certainly are hints of
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apreciarse una coincidencia en la división de las islas en dos grupos: uno oriental, más próximo a las costas africanas, integrado por las actuales Lanzarote, Fuerteventura y otros islotes mayores (las actuales Alegranza, Graciosa y Lobos), y uno central y/u occidental, al que pertenecen Gran Canaria, Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.25 Pero los desacuerdos comienzan en el momento de distribuir estas islas entre las Afortunadas y las Hespérides. Basándose en las fuentes estudiadas por Álvarez Delgado y Schmitt y en la interpretación que ambos investigadores hacen de ellas, se puede resumir esta cuestión de la siguiente manera: con el nombre de islas Afortunadas se ha designado a las islas orientales, también llamadas Purpurarias y Atlánticas (a), a las occidentales (b) o a todo el archipiélago, denominado a veces de las Hespérides (c).26 El nombre de Hespérides, por su parte, se ha aplicado también de forma diversa según los autores: o bien correspondió primero al conjunto oriental de las Canarias y después, con los progresos de la navegación, a todo el archipiélago (a), o bien designó solamente a las islas occidentales, llamadas igualmente Afortunadas (b).27 Una última observación cabe hacer sobre la conquista y colonización de las Canarias: las primeras empresas europeas en el archipiélago tendrán lugar en el siglo XIV, es decir, bastante después de la redacción de las obras aquí estudiadas.28 Las fuentes utilizadas en el corpus alfonsí y en las otras obras arriba anathis in the Catalan map” (33). Para las Canarias en los portulanos véanse Harley y Woodward 378, 410 y 448 y Hiatt 179, nota 46. Todavía en 1612, Ruy Díaz de Guzmán, en La Argentina, recuerda que las Canarias “antiguamente se dijeron Fortunadas” (27). 25 A este conjunto oriental corresponden las Purpurarias de Plinio-Juba (Álvarez Delgado 37 y 43). También deslinda Schmitt este grupo oriental, al que pertenecen Lanzarote = Pluvialia y Fuerteventura = Capraria (367-68), del occidental, formado por Gran Canaria = Planaria y Tenerife = Convallis, y a los cuales se les añadiría un tercero, integrado por La Palma, La Gomera y El Hierro, es decir, las islas más occidentales, desconocidas por los viajeros antiguos (371-73 y 387). Álvarez Delgado establece otras equivalencias: Lanzarote = Convallis y Fuerteventura = Planaria (54 y 55); véanse las correspondencias que indica Álvarez Delgado entre las islas y los textos de Plinio-Juba, Claudio Tolomeo y el padre Alonso de Espinosa (41) y compáreselas con las del mapa de Schmitt (365). Forman el archipiélago otras islas más, como Roque del Este y Roque del Infierno o del Oeste. Por último, hay que notar la asociación de las islas británicas con las Afortunadas y las Hespérides en la literatura inglesa, estudiada por Bennett (“Britain”). 26 a) Álvarez Delgado 38, 52 y 55; b) Álvarez Delgado 47; c) Álvarez Delgado 51. 27 a) Álvarez Delgado 50, 56 y 59; b) Álvarez Delgado 52, Schmitt 363-64. También se identificó a las Hespérides con las islas Azores (Álvarez Delgado 49, Fernández-Armesto 154). 28 La mayor proximidad de los españoles a las islas en el reinado de Alfonso X tuvo lugar en setiembre de 1260, durante la expedición contra Salé, próxima a Rabat, en la costa atlántica de Marruecos (O’Callaghan, The Learned 172-74 y Reconquest 118-19 y 210); la
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lizadas siguen siendo los textos de la Antigüedad Clásica, en sus dos vertientes, mitológica y geográfica, en una red intertextual muy compleja, cuyos antecedentes más lejanos se remontan a la Grecia arcaica. Faltan todavía varias décadas para las informaciones basadas en la experiencia directa de lo que se ha llamado el “Mediterráneo Atlántico” y para la aparición de las Canarias en la cartografía bajomedieval: todo ello será resultado de las expediciones y viajes que se sucederán a lo largo de los siglos XIV y XV, desde la primera visita al archipiélago a cargo del genovés Lanzarotto (o Lancelotto) Malocello, probablemente hacia 1336, hasta su incorporación a la corona de Castilla en 1479 y su dominación definitiva por los españoles durante el reinado de los Reyes Católicos, ya casi entrado el siglo XVI.29 Por todo esto, es de particular interés el periplo imaginario que por estas islas del Atlántico habría realizado el narrador del Libro del conoscimiento de todos los reinos, en el cual se enumeran por vez primera las islas del archipiélago canario: Canarias: Sobi en un leño con unos moros et llegamos a la primera isla, que dizen Gresa [Graciosa], et apres della es la isla de Lançarote, et dizen le asi porque las gentes desta
misión de la flota enviada por el Rey Sabio no era la exploración del océano más allá del litoral africano; al contrario, la empresa, como parte de las campañas en África y concebida como una cruzada contra el rey de Túnez (Ballesteros Beretta 261), perseguía objetivos militares, entre ellos impedir las incursiones musulmanas a través del estrecho de Gibraltar (Martín Buenadicha 226). 29 Para una síntesis de la historia de las islas Canarias consúltense, entre otros, Aznar Vallejo, Viajes 52-56 y “The Conquests”, Bentley 179-81, Chaunu 104-07, FernándezArmesto (especialmente 153-59: exploración; 159-66: cartografía), Ladero Quesada, La formación 439-65 y Phillips, The Medieval 149-50, 215 y 225-26 y “The outer” 61-62; en todos estos trabajos se encontrará bibliografía más especializada. De Malocello —cuyo viaje Chaunu adelanta al año 1312 (105)— deriva el nombre de la isla de Lanzarote (Aznar Vallejo, “The Conquests” 134, Fernández-Armesto 154-55 y Ladero Quesada, La formación 442); con el tratado de Alcáçovas-Toledo (1479) concluye la guerra de sucesión por el trono de Castilla y se resuelven las disputas con Portugal por las Canarias (Fernández-Armesto 192 y Ladero Quesada, La formación 447-48); las últimas conquistas en el archipiélago, las de La Palma y Tenerife, no se completarán hasta 1492 y 1496, respectivamente (Aznar Vallejo, “The Conquests” 150-51, Fernández-Armesto 205 y 210-12 y Ladero Quesada, La formación 455). Las pretensiones de España sobre las Canarias tienen antecedentes lejanos: “In the early fourteenth century Alfonso XI of Castile (1312-50), repeating the language of the canonist Álvaro Pelayo, laid claim to the Canary Islands because, as part of Africa, the Islands were said to have once been subject to Gothic dominion. In the fifteenth century Alfonso de Cartagena made much the same argument” (O’Callaghan, Reconquest 4; véase también 214-15 y “Castile” 290-91, 301-03 y 307-08).
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isla mataron a un ginoves que dezian Lançarote. Dende fuy a otra isla que dizen Vezimarin [Vesci marini en el mapa de Dulcert, la actual isla de Lobos] et a otra que dizen Rachan [El Roque], et dende a otra que dizen Alegrança [Alegranza], et otra que dizen Vegimar [Vezimarin], et otra que dizen Forte Ventura [Fuerteventura], et otra que dizen Canaria [Gran Canaria]. Et fuy a otra que dizen Tenerefiz [Tenerife], et a otra que dizen la Isla del Infierno [Tenerife], et fuy a otra que dizen Gomera [La Gomera], et a otra que dizen la Isla del Ferro [El Hierro], et a otra que dizen Aragavia [Palma],
Madeira: et a otra que dizen Salvaje [Selvagens], et a otra que dizen la Isla Desierta, et a otra que dizen Lecmane, et a otra el Puerto Santo,
Azores: et a otra la Isla del Lobo, et a otra la Isla de las Cabras, et a otra la Isla del Brasil, et a otra la Colunbaria, et a otra la Isla de la Ventura, et a otra la Isla de Sant Jorge, et a otra la Ysla de los Conejos, et a otra la Isla de los Cuervos Marines. Et en tal manera que son veynte et çinco yslas. Et de todas estas yslas non eran pobladas de gentes mas de las tres que son Canaria et Lançarote et Forte Ventura. (LCTR 48, 50)30
Como indica Marino, después de las Canarias, el viajero continúa hacia el norte, rumbo primero a las islas Madeira (“Lecname” es una variante del italiano legname, madera) y luego hacia las Azores (LCTR 50, nota 130). Lo más
30 Para las islas Canarias en el Libro del conoscimiento de todos los reinos véase Bonnet 216-20. Las identificaciones indicadas entre corchetes ([ ]) pertenecen a Marino en su edición del Libro (LCTR 50, nota 130); véanse también Bonnet 218-19 y el Índice toponímico de la edición de Lacarra et al. La identificación de “Aragavia” con Palma se da solamente en el Libro y el nombre “Tenerife” aparece también por primera vez en esta obra (Bonnet 21819). El archipiélago de las Azores comprende tres grupos: oriental (São Miguel y Santa María), central (Terceira, Graciosa, São Jorge, Pico y Faial) y occidental (Flores y Corvo). Con respecto a estas islas véanse las siguientes indicaciones en el Índice toponímico de la edición de Lacarra et al.: “Brasil: ‘Isla legendaria que aparece en varios mapas medievales del Atlántico norte, Brazil en el Atlas de 1375. Podría quizá relacionarse con Terceira, una de las Azores. Los navegantes portugueses transfirieron posteriormente el nombre a Brasil’” (208); “Colunbaria: ‘Flores, en el archipiélago de las Azores. En el Atlas de 1375, Li Colubi’” (214); “Ventura: ‘Faial, del archipiélago de las Azores. En el Atlas de 1375, Ínsula de la Ventura’” (251); “Cuervos Marines: ‘Corvo, en el archipiélago de las Azores. En el Atlas de 1375, ínsula de Corvi Marini’” (215). El resto de las islas no ofrece problemas de identificación. Sobre estas islas en relación con el Libro del conoscimiento de todos los reinos véase también Phillips, The Medieval 149-50.
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importante es, según Marino, que en este texto se enumeren por primera vez todas las islas, y con gran precisión, y que también aparezca por primera vez el nombre “Tenerife”, que en mapas italianos y mallorquines de la época recibía el nombre de “Ínsula del Infierno”, también registrado en el texto, refiriéndose así a la misma isla con ambas denominaciones. El monte Atlas La Semeiança del mundo nota en las islas Hespérides la presencia de lo maravilloso en la forma de ovejas que “han la lana mucho alua e muy preçiosa a maravylla, e esta lana es muy preçiada que fazen purpuras muy preçiadas della” (SM 97). Pero, como recuerda Gómez Espelosín, no todo es idílico en ese jardín, pues junto a las manzanas de oro, allí mora también aquel dragón —ya mencionado en la Teogonía de Hesíodo (333-35)— que representa lo “terrorífico”.31 Las mismas características se encontrarán en los textos referidos al monte Atlas, en los que también, como en todos los analizados en lo que va de este capítulo, las tradiciones mitológicas y geográficas se relacionan tan estrechamente que a veces, aunque sea posible diferenciarlas, no se las puede separar del todo.32 En el tratamiento del monte Atlas, una de las cuatro partes en las que puede dividirse el continente africano (las otras tres son las regiones del Nilo, Libia y Etiopía) y a la que la General Estoria le dedica una extensa sección (GE I, capítulos XXI-XXXI, 274 b 35-280 a 36), hay que distinguir, por lo menos, cuatro grandes temas: los orígenes del mito, la localización geográfica del monte, su altura —en la que coexisten mitología, geografía y alegoría— y el carácter extraño y maravilloso tanto de su relieve, clima, fauna y flora como de las
31
“Esto significaría que el país de las Hespérides, lejos de constituir sin más un mundo paradisíaco a la manera de los anteriormente comentados [el Olimpo, los Campos Elíseos, las islas de los Bienaventurados], se concibe dentro de la imaginación hesiódica como un espacio ambiguo de características liminares en el que se mezclan por igual los elementos terroríficos y maravillosos. Su situación en el ocaso, hacia la noche, y su proximidad a la morada de las Gorgonas apuntan más bien hacia los aspectos inquietantes de un universo de características excepcionales separado del todo del mundo de los hombres” (Gómez Espelosín 166). 32 Una vez más se encuentra aquí una estrecha relación entre los tres horizontes (“geográfico”, “legendario” y “mítico”) propuestos por Relaño para la geografía africana; para la región del Atlas en la cartografía medieval véase Relaño 96-97. Para el tema de la montaña, en relación principalmente con la literatura francesa medieval, véanse los estudios publicados por Thomasset y James-Raoul.
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sociedades humanas que lo habitan.33 Plinio recuerda la expresión, proverbial entre los griegos, de que África siempre trae novedades —“unde etiam uulgare Graeciae dictum: semper aliquid noui Africam adferre” (VIII, 42 = GE II 1 273 b 35: “Affrica siempre suele dar alguna cosa estranna”)— y, por cierto, la región del Atlas no los va a desmentir. De este mito trata Ovidio en las Metamorfosis (IV, 631-62), del que hay que recordar, en primer lugar, las circunstancias en que se produce su transformación: no pudiéndolo derrotar, Perseo blande en frente de él la cabeza de Medusa, haciendo que Atlas se convierta en una montaña de las mismas dimensiones que tenía como ser humano. El texto alfonsí sigue los detalles de la metamorfosis ovidiana al afirmar que el monte se asemejaba a las espaldas de Atlas (GE I 275 a 44) y con más detenimiento cuando vierte así la narración del poeta latino: Desque esto ouo dicho Persseo a Athlas, tomo la cabesça de Medusa por los cabellos, e torno el la cara a otra part porque la non uiesse, e mostro la a Athlas. Athlas non sabie que cosa era aquello nin lo auie oydo, e catola; e assi como la uio, luego all ora se fizo mont mayor que los otros montes segunt que el era de cuerpo mayor que los otros onbres. La barua e los cabellos, dizen los autores ques fizieron selua; los hombros e las manos collados en ella; lo que era cabeça antes fincos assi por alteza e por cabesça en somo del mont; los huessos se tornaron piedras. (GE II 1 283 a 7)34
La inclusión del relato alfonsí en este capítulo se debe a que la región del Atlas, como las islas de los Bienaventurados y de las Hespérides, se encuentra también en los extremos occidentales de la ecumene: así lo sostuvieron en la Antigüedad Hesíodo (Teogonía 518), Virgilio (Eneida IV, 480-83 y VI, 795-
33
Nótese cómo en la obra alfonsí se anticipan ya dos, o tres, modelos descriptivos de la especulación moderna: “R. Lonis (1981) [“Les Trois approaches de l’Ethiopien par l’opinion gréco-Romaine” Ktema 6 (1981)] has suggested that the Greek description of Africa could be reduced to three main approaches: a mythic representation, from the time of Homer to sixth-century art; an anthropological reflection, from the mid fifth century in iconographic data and from the Hellenistic period in literary texts; finally, the representation of the African as the unknown Other to be feared. I would tend, personally, to conceptualize only two models: the mythic and the anthropological” (Mudimbe 24). Sobre esta región, las fuentes clásicas, orígenes y transformaciones del mito, etimología del nombre y geografía de Atlas véase Ramin 27-39. 34 “ait laeuaque a parte Medusae / ipse retro uersus squalentia protulit ora. / quantus erat, mons factus Atlas; nam barba comaeque / in siluas abeunt, iuga sunt umerique manusque, / quod caput ante fuit, summo est in monte cacumen, / ossa lapis fiunt” (IV, 655-60).
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97) y Ovidio (Metamorfosis IV, 632-33) y en la Edad Media española, la Semeiança del mundo (SM 95), el Libro del tesoro (LT 64 b) y, por supuesto, la General Estoria en más de un pasaje: e es este mont en tierra de Mauritanna la deyuso, en fondon de Affrica en occident, non aluen del grand mar. (GE I 112 b 51) e de la part dallend, como descende contra las riberas del mar Occeano, a quien pusieron nombre otrossi desse mont ell mar Athlantico. (GE I 275 a 35) Et reynaua el entonces en las postremeras tierras de los algarbes de Europa e de Affrica, e era sennor de toda la mar o se pone el sol. (GE II 1 281 b 3)
Con respecto a su altitud es, de todos los aspectos del monte Atlas, como mejor se puede comprobar la íntima trabazón entre geografía, mitología y alegoría. La geografía actual lo identifica con el monte Toubqal, situado al sudoeste de Marruecos, la máxima elevación de todo el sistema, con una altura de más de cuatro mil metros, que había impresionado ya a autores antiguos como Heródoto (IV, 184) y Plinio: “E mediis hunc harenis in caelum attolli prodidere...” (V, 6), a quien traduce así Alfonso X: e los sabios que fablaron del en los escriptos departen ques leuanta este mont de medio de las arenas, e ua suso en alto que semeia que contiende con el çielo, ca dizen que mas alto es que las nuues. (GE I 275 a 31; véase también GE I 277 b 55)
Y en el Libro del tesoro: “Et en aquella tierra es un monte que dizen Atlante [+fr: enmi les harenes] que llega çerca de las nuves & dura fasta la mar Ocçiana” (LT 64 b).35 En lo que concierne a la mitología del monte, el relato ovidiano explica que éste se expande por la disposición de los dioses hasta convertirlo en soporte del cielo; en la versión alfonsí: Empos esto, maguer que aquel mont era alto de todas partes, despues desso crescio mucho e se alço tanto, que dize aqui el autor que assi lo establescieron los sus dio-
35 El topos de la altura que supera a las nubes y toca el cielo es muy común: así describe también Pomponio Mela al Atlas (III, 10, 101); Brunetto Latini, al monte Athos: “mas alto que las nuves” (LT 63 a); el Cantar de mío Cid, al robledo de Corpes: “los montes son altos, las ramas pujan con las núes” (2698); o Colón, a las montañas de las islas, en el diario de su primer viaje: “montañas altíssimas que pareçe que llegan al cielo” (20 de diciembre: 378), “montañas altíssimas, que pareçen llegar al çielo” (21 de diciembre: 381).
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ses, que todo el cielo con quantas estrellas en el ha, poso en aquel mont e folgo y. (GE II 1 283 a 21)36
Geografía y mitología son objeto finalmente de una interpretación alegórica, y no sólo en las obras de Alfonso X, sino también en la Semeiança del mundo: E otrosy deuedes saber que en Africa fue vn rrey que dixeron don Atalas e fue hermano de don Prometeo, e de aquel tomo el monte nonbre Atalante, por que, segun dizen vnos sabios, ençima deste monte estudo el rrey don Atalante que dixeron quando escryuio la çiençia que dizen astrologia, onde dizen los filosofos que don Atalante sostiene el çielo en sus onbros, por que a ensennamiento de los otros escryuio la astrologia, que es çiençia de vn ordenamiento de las estrellas, e de aqui tomo nonbre este monte de Africa que dizen Atalante; e este monte, por la gran altura que ha, ha semejança que el sostiene el çielo e las estrellas. (SM 95)
Pero, otra vez, en varios pasajes de la General Estoria, se desarrollarán con más amplitud todos estos temas, y ya desde el principio mismo de la larga sección que le dedica al monte, donde ese sostener el cielo sobre los hombros se interpreta como alegoría de sus vastos saberes astrológicos (GE I 274 b 52), como lo van a confirmar otros pasajes (GE II 1 284 a 15, b 13, 285 a 20, GE II 2 31 b 11) y especialmente II 1 285 a 37: E por que sopo Athlas toda la estrolomia e las naturas de todas las estrellas estudiando alli, e cresciera sienpre en el saber, dixieron que cresciera aquel mont toda uia, et que tod el cielo con sus estrellas posaran en esse mont e folgara y.
El cuarto aspecto del monte, y de todos sin duda el más interesante para comprender la morfología de los extremos del mundo antiguo-medieval, se refiere a esta región como el ámbito de lo extraño y maravilloso, a lo cual la General Estoria alude en los títulos de los capítulos XXII (“De las cosas e de las marauillas dell mont Athlant”), XXIII (“De las marauillas del mont Athlant”) y XXVIII (“De las marauillas que dize aun del mont Athlant el princep Paulino de Roma”) y varias veces también en el texto: del monte “cuentan los omnes muchas marauillas” (GE I 275 a 30, b 19), de las que no sólo oirán y leerán los romanos, sino que también tendrán experiencia directa con motivo de las campañas militares emprendidas en el norte del continente (GE I 277 b 14) y a las cuales se refiere así Alfonso X: 36 Y en Ovidio: “tum partes altus in omnes / creuit in immensum (sic, di, statuistis) et omne / cum tot sideribus caelum requieuit in illo” (IV, 660-62). Sobre las montañas y su simbolismo y como morada de los dioses y lugar de encuentro entre el Cielo y la Tierra véase Eliade, Traité 94-96.
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Fallamos que las primeras batallas que los romanos fiizeron en tierra de las Mauritannas de Affrica, que fueron fechas con el emperador Claudio que lidio con Liberto Aedemon de Affrica, que querie uengar al rey Tholomeo a quien matara Gayo Julio Cesar. E fueron uencidos los barbaros en aquella batalla, e fuyendo ellos fueron los romanos empos ellos fasta que llegaron a aquel monte Athlant. (GE I 277 4)37
Lo “extraño” del monte (GE I 275 a 16) es una cualidad que no excluye nada: ni la tierra, de cuyas “estrannezas” ya se había ocupado Plinio (GE I 275 a 22), ni sus habitantes, “yentes estrannas” (GE I 275 b 49), ni sus “bestias fieras” (GE I 276 b 23). Y tan extraordinario y singular puede parecer el monte que la General Estoria siente necesario defender, contra las previsibles objeciones de incrédulos y escépticos, la veracidad de todo cuando se afirma acerca de su geografía: Et estos dixieron otrossi daquel mont tantas cosas e tan estrannas que semeiarien como fabliellas a quien las oyesse, e pero non serien fabliellas mas son marauillas, ca lo dizen e affirman muy buenos et muy sabios omnes, e dan las razones uerdaderas e que dizen uerdad. (GE I 276 a 43)
Al dominio de lo inaccesible y maravilloso pertenece, en primer lugar, el Jardín de las Hespérides, con cuya descripción concluye, precisamente, esta larga sección consagrada al monte Atlas: Et diz otrossi Ouidio en el su Libro mayor, o fabla de las maneras de los mudamientos de las cosas, que tan rico era este rey Athlas que fizo fazer un grand aruol como maçano, con sus foias e con sus frutas como maçanas, todo doro, e que mando fazer una grand huerta en un logar muy uicioso en el Algarbe de Affrica, e çerco la de muro muy alto e muy fuert, e puso alli aquel aruol derecho como si el se ouiesse nasçido por si en la tierra, e metio y una serpiente biua muy grand a marauilla que guardasse aquel maçano e aquella huerta, e diz que omne del mundo que se non osaua alla llegar. (GE I 280 a 11)38
En términos generales, la geografía del monte Atlas se caracteriza por los extremos y contrastes de su relieve y clima y por lo desconocido y salvaje de su fauna y vegetación. Por un lado, la feracidad del monte recuerda la de las regiones “paradisíacas”, bendecidas con la abundancia de sus frutos: 37 Las Mauritanias son la Tingitana y la Caesariensis, creadas por Claudio en la década del 40 d. de C.. Para el monte Atlas en la Historia natural véase Sorcha Carey 38-39, quien indica cómo Plinio sugiere un progreso simultáneo entre el conocimiento del monte y los avances militares de los romanos; para este tema véase también Healy 48-49 y, en general, para la descripción de esta región, Healy 12-13 y 16-17. 38 Para la relación entre Hércules y las Hespérides véase Ramin 115-19.
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Dell otra parte que cata a Affrica este mont, departen que es lleno de aruoles e muy tenebregoso por la grand espessedumbre de la muchedumbre dessos aruoles, e que es todo montanna, e nascen y muchas fuentes grandes e buenas quel riegan todo, e fazen se y fructos de todas naturas, cuyos aruoles se nascen ellos por si; e son tantas las frutas que en tod ell anno non fallesce abondo dellas a los que alli moran, cada uno de qual natura se paga. (GE I 275 b 3)39
Por otro lado, siempre siguiendo a Plinio (V, 15), se encontrarán también “grandes desiertos, e todos yermos a todo cabo” (GE I 275 b 31), resultado del intenso calor del “fuego del sol” (GE I 278 b 12), que produce desiertos de polvo negro y “pennas negras como quemadas e muy altas” (GE I 278 a 30). Son regiones de clima implacable, que no conocen ni el invierno, ni las lluvias, nevadas y heladas que lo acompañan (GE I 278 a 45) y en las que casi es imposible la morada humana: “E que todos aquellos logares eran yermos, ca tanto era alli el poder del sol e el feruor de la su calentura que ninguno non pudie y morar” (GE I 278 a 31). La flora del monte no escapa tampoco a lo maravilloso, en especial sus árboles: altos marauillosa mientre, e todos sin nudo, e radios, e auien las foias tales como cipres si non que dauan mas fuerte olor, e eran todos cubiertos de lana atal que diz que si ouiesse quien la labrar, que se farien dend pannos tales como de seda. (GE I 278 a 8)40
Se crían también allí ciertas plantas de raras propiedades medicinales, que tanto ayudan a conservar la “claridad del uiso” como a curar las mordeduras de culebras y serpientes (GE I 278 b 46). 39 Véase Plinio V, 6. La abundancia y prosperidad de las tierras del extremo occidental de la ecumene atrajo también a los hijos de Túbal: “Los fijos de Thubal, pues que andudieron muchas tierras buscando logares buenos de puebla, e llegaron a las postremeras partidas de occidente, e uieron buenas tierras e buenos montes, e buenas aguas, e buenos assentamientos, e fincaron alli; e por lo que oyen dezir que acahesciera del diluuio, assentaron se luego en los montes de Aspa a que llaman los montes Pireneos” (GE I 58 a 1). Túbal, quinto hijo de Jafet y nieto de Noé (Génesis 10: 2), y su pueblo, de “donde uinieron los espannoles”, terminaron por establecerse primero en los Pirineos y luego en el valle del Ebro (EE 6 a 36). 40 Véase Plinio V, 14. Para la “lana vegetal” en los autores clásicos véase Schneider 202204; véase también Schneider 205 para la creencia entre los romanos de que la seda provenía de las hojas de un árbol, es decir, sin distinguir entre la planta del algodón y el “árbol de seda”. Para el lugar que ocupa Plinio en la historia de la botánica véanse Chibnall 68 y Healy 68-69 y el estudio de Morton sobre los libros de la Historia natural dedicados a las plantas (XII-XXVII). Para el continente africano véanse XIII, 56-89: Egipto; XIII, 90: Etiopía; XIII, 91-103: monte Atlas; XIII, 111: Cirenaica; XIII, 112-13: Cartago.
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El mundo animal es el reino de lo salvaje y lo “extraño”: lo pueblan “bestias fieras saluaies”, “bestias fieras estrannas” (GE I 276 a 54, b 23), “bestias saluajes” (GE I 278 a 51), entre las cuales mención especial merecen los elefantes, las serpientes, los cocodrilos y los hipopótamos (GE I 277 a 13, VRT 283 = CT 599, Plinio V, 10).41 La altura no es el único rasgo de la geografía del monte Atlas que evoca lo extraño y lo sobrenatural, ni los textos antes comentados tampoco son los únicos en que la General Estoria sigue de cerca al autor latino. Para resumir, concluir y comprender cabalmente la naturaleza de esta región, hay que citar por extenso el capítulo XXIII: XXIII.
De las marauillas del mont Athlant.
Dizen mas aun de las marauillas deste mont: que entre dia non paresce alli omne ninguno, e que todas las cosas estan quedas e callando, que non suena ninguna. E segund cuenta Plinio, los que alla uan e se llegan al mont et entran en aquel logar, diz que les semeia que esta alli callando todo como en orden de religion, e que otro espanto de otra cosa ninguna non les uiene alli si non un pauor que les toma quando se paran de la parte de la tierra de los desiertos, en que era este monte, que ueen aluenne muy grandes desiertos, e todos yermos a todo cabo. Et aun otro pauor diz que ay otrossi, e esto es que se les faze grand pauor de parte del çielo, de la alteza del mont dalli a arriba, dond esta alto sobre las nuues; ca tan alto ua el, segund cuenta Plinio, que açerca del cerco de la luna sube e tiene la cabeça. Demas dizen aun otros que fablan del, que desque comiença a uenir la noche e se ua faziendo oscuro, que a los que estan aca fuera que les parescen por ello fuegos tantos, que toda la tierra e ell aer relumbra dellos aderredor, tan grand es la su lumbre, e que andan estonces por el compannas dunos omnes a que llaman egipanos las gentes dalla, e Plinio, e los otros departidores de las tierras e que cuentan de las yentes estrannas. E parecen y otrossi compannas de los satiros, de quien uos fablaremos adelant en la estoria del libro Exodo, e son estos tantos que semeia que tod el mont es lleno dellos, e uan faziendo danças, e grandes alegrias e muchos trebeios; e dizen 41
Sobre la presencia de elefantes en el continente africano (y en Siria) y en contra del origen indio de estos animales y de la derivación de ἐλέφας del sánscrito véase Karttunen, India 24 y 104-05. Para los elefantes en general, animales comunes a la India y a Etiopía, véanse los libros de Scullard y Toynbee, además de Schneider 153-59. Para la representación de un elefante africano en una de las miniaturas de las Cantigas de Santa María 29 véanse Keller, “The Depiction” 250-51 y Kinkade y Keller 60; para la de varios elefantes, uno de ellos en combate contra un león, en ilustraciones del Calila e Dimna, véase Keller y Kinkade 44 y 49. La lucha entre un elefante y un león se puede ver también en otra miniatura de un manuscrito árabe de esta obra (Kalila wa Dimna 24). Beagon (124-58), Bodson y Vegetti estudian la zoología en la Historia natural de Plinio (VIII-XI, XXVIII-XXXII); véase también Chibnall 70.
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que suenan y cantos de bozinas, e de annafiles, e de atamores, e de campaniellas e de otros estrumentos tantos que serien muchos de contar. (GE I 275 b 160)42
Hay que notar aquí otra vez la deuda de Alfonso X con Plinio y advertir que esta zona de extremos geográficos y climáticos, de flora desconocida y fauna salvaje, lo es también de lo prodigioso y sobrenatural. Lo maravilloso, que ya se anuncia en el título del capítulo, se manifiesta en el sobrecogedor cuadro de una montaña de cumbres inalcanzables y en el profundo recogimiento y silencio de la región, en la pavorosa vastedad de sus desiertos y altura de su monte, en los fuegos nocturnos con que relumbra la tierra y en las “yentes extrannas” que la pueblan. Lo maravilloso es una de las características más definitorias de la geografía y etnografía de los confines del mundo, no tanto de las regiones septentrionales, pero sí de las occidentales, como se ha visto en este capítulo, y también meridionales y orientales, según se verá más tarde.
42
“Incolarum neminem interdiu cerni; silere omnia alio quam solitudinum horrore: subire tactiam religionem animos propius accedentium praeterque horrorem elati super nubila atque in uicina lunaris circuli. Eundem noctibus micare crebris ignibus, Aegipanum Satyrorumque lasciuia inpleri, tibiarum ac fistulae cantu tympanorumque et cymbalorum sonitu strepere. Haec celebrati auctores prodidere praeter Herculi et Perseo laborata ibi. Spatium ad eum inmensum incertumque” (Plinio V, 7); véase también el comentario de Gómez Espelosín a este pasaje (169); para una descripción similar véase Pomponio Mela III, 9, 95. Sobre la visión de África en la obra de Plinio véase Mudimbe 72 y 76-79.
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CAPÍTULO IV
EL SEPTENTRIÓN et qua bruma rigens ac nescia vere remitti / astringit Scythicum glaciali frigore pontum! (DBC I, 17-18) do la elada que non sabe que es verano estrinne la mar de Çiçia con frio de yelo & la yela. (GE V 1v)
La “idea del Norte” La región norte de la ecumene es, sin duda, la más problemática de todas. En primer lugar, porque sus límites y superficie, que nunca se definieron con demasiada precisión, varían según las épocas y los autores, al compás tanto de la expansión y contracción de las fronteras del Imperio romano y de los conocimientos geográficos que la primera favorece y dificulta la segunda, como de los intercambios comerciales y culturales más o menos sostenidos que se vayan estableciendo o interrumpiendo entre el sur y el norte del continente.1 En segundo lugar, y no menos decisivo, es el hecho de que el concepto mismo del “Septentrión” sea entendido no tanto en términos estrictamente geográficos, sino más bién antropológicos y culturales y que, por lo tanto, no se pueda hablar de un cri1 Para Chevallier, el Norte comprende: “northwest Gaul (including the province of Belgium), the Britannic Isles, Lower Germany, and the Scandinavian peninsula” (341); Vaughan adopta una definición muy flexible del Ártico: “As to the Arctic, it is by no means rigidly defined here as the area north of the Arctic Circle or 66° 32´ latitude, nor in terms of land covered by snow in winter or sea by ice, nor even as the area of tundra north of the tree line. Rather, the term has been used in the loosest possible sense, and attention simply directed to the furthest northern fringes of the world then known to Europeans” (313); “The Arctic Circle was first so named by the Greeks. They it was who first noticed that as they went nortward the circles that girdle the stars became larger and that all had their fixed orbits about a fixed point —a pole in the heavens. In addition they noted that there were some stars that were always visible and some that came and went with the seasons. These two groups could be separated by drawing a circle through the constellation of the Great Bear —Arktos. The circle of Arktos runs parallel with the equator at 66° 32´ North, holding, like a great bowl, six million square miles of land and water” (Mirsky 3).
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terio uniforme a lo largo de los siglos. El Norte no queda claramente definido por invariables paralelos que lo limiten con más o menos exactitud: más que una región, es, para decirlo con palabras de Davidson, una “idea”.2 La Edad Media conserva, en lo esencial, la imagen que le transmite el mundo clásico de la zona frigida norte, uno de los cinco climata de la geografía antigua, según se vio antes. Esto se debe, ante todo, a las circunstancias por las que, a partir del siglo III d. de C. atravesará el Occidente europeo, entre ellas el repliegue del limes del Imperio romano y la disminución de los contactos culturales y de las relaciones comerciales con el Norte. Poco o ninguno va a ser, entonces, el aporte personal y original que podrán hacer los autores medievales al conocimiento de esta parte del continente y de allí que, si se aceptan los términos en que plantea De Anna la percepción de dichas tierras, habría que pensar más en una continuidad de las “imágenes” que en una renovación de los “conocimientos” etnogeográficos; bien es verdad que lo mismo podría decirse de las otras regiones, pero en lo que concierne a ésta en particular, el problema es más agudo porque, de todos los confines de la ecumene, el Septentrión será el menos conocido en forma directa por los autores clásicos y medievales.3 2 Ártico < latín arcti¾cus < griego ἀρκτικός < ἀρκτός : ‘oso’, en referencia a las constelaciones de la Osas Mayor y Menor (Corominas-Pascual I, 365); Septentrión: ‘siete estrellas de la Osa Menor’ < forma arcaica trio, -onis: ‘buey de labrar’ (Corominas-Pascual V, 245). “L’uso del termine Settentrione non implica dunque una precisa delimitazione geografica e come tale è da intenderse quella parte dell’ecumene che ha agli occhi dei Greci e dei Latini caratteristiche etnografiche e climatiche completamente diverse, dovremmo meglio dire opposte, rispetto al mondo e all’ambiente umano mediterraneo. Più che un valore geografico tale definizione riveste quindi una valenza antropologica dato che i popoli e le terre del Nord sono sentiti como facenti parte di un alter orbis” (De Anna 82). Para la concepción etnogeográfica de la región septentrional en la Antigüedad véanse, en primer lugar, el libro de De Anna (especialmente 17-86) y los estudios de Chevallier, Davidson 21-66; Dilke, “Geographical” y McGhee, The Last, 20-33; para la Edad Media, los de Parroni y Vaughan y Zumthor, La Mesure 234-35. Para el Septentrión en la cartografía medieval véanse, entre otros, Cassidy, The Sea 135-43; McGhee, The Last 24-25 y Vaughan 336, quien concluye así: “Maps, thus, only serve to confirm the general ignorance about the Arctic which, in spite of contacts with it, prevailed in medieval Europe” (336). 3 Para la herencia clásica en la Edad Media véase De Anna 81-86; este legado no va a ser completo, sin embargo, ya que obras tan importantes para determinar el perfil de la región, como la Germania de Tácito, por ejemplo, no serán recuperadas hasta el siglo XVI. Sobre la visión del historiador romano de la región y pueblos septentrionales véanse De Anna 37-61 y Romm, The Edges 140-42 y 144-49. Sobre los factores que contribuyeron a la formación de la “imagen” en los autores clásicos en detrimento del “conocimiento” del norte véase De Anna 12-13. Y, en fin, hay que recordar las palabras de Merrills, que pueden aplicarse también a la Edad Media: “Within late Antiquity, as in the classical period, geographical information was only as authoritative as its source” (99). Pero no todos los autores habrían aceptado las ideas recibidas sobre el norte (Tule rodeada completamente de hielo, alternancia de
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Guerras externas y conflictos internos, pestilencias y epidemias, crisis políticas y económicas, inseguridad en los caminos y disminución de las comunicaciones con el Septentrión, éstas serán las causas más destacadas del proceso que De Anna denomina “decadencia de los conocimientos etnogeográficos en la tardía latinidad”.4 Y aún en el año 2010, se ha podido afirmar que el océano Ártico es el menos conocido de todos los espacios marítimos.5 Para las fechas en que los textos de la Edad Media peninsular se ocupan del Septentrión ya se ha impuesto, en forma que se diría irrevocable y que dura probablemente hasta la actualidad, no solamente una “imagen” muy definida de las regiones árticas, según quiere De Anna, sino también, para decirlo ahora con las ya recordadas palabras de Davidson, una “idea del Norte”, articulada en torno de pocas variables y transmitida de siglo en siglo y de obra en obra con singular insistencia y tenacidad. Y esto sucede hasta tal punto que podría incluso afirmarse que de todos los confines del orbe, el Septentrión es el que presenta una imagen menos variada y más uniforme que las de otras regiones; como se verá enseguida, todos los textos coinciden en describir a esta zona como lo hacen la General Estoria y, antes, la Farsalia: “do la elada que non sabe que es verano estrinne la mar de Çiçia con frio de yelo & la yela” (GE V 1v). El hielo es su elemento más representativo y, casi se diría también, emblemático.6
seis meses de luz solar y seis de oscuridad): véase Phillips, The Medieval 13, a propósito de Dicuil y su De Mensura Orbis Terrae (ca. 825): “Dicuil’s testimony shows both that a critical faculty could exist alongside the most traditional information, and also that, despite the confusion which had overtaken the western part of the Roman world since the fifth century, contact between widely separated areas was still possible”. Para el Ártico y la región escandinava en relación con Mandeville véase Deluz, Le Livre 316-18. 4 Véase De Anna 65-69. 5 “While the Arctic coastlines gradually became visible thanks to the treks of the British and the Russians (and the Arctic coastal people on whom they depended), the interior of the Arctic Ocean remained the least understood maritime space on the planet, as it sill does today” (Craciun 693). 6 Para las más variadas percepciones e ideas del norte véase Davidson 7-20; a propósito de ese hielo al que se refirieron Lucano y Alfonso X, comenta Davidson: “Apart from its treasures, the north has also always been a place of marvels and wonders, of which the first, perhaps, is ice itself” (57); y antes, Mirsky: “The marvelous, the inconceivable, the strange world undreamed of by dwellers to the south is the ice that in a multitude of forms and noises challenges the intruder who wanders there. It is new, it is baffling. It is a white, silent shroud that on a sudden changes and thunders and charges. It is a thing alive with moods, treacherous with whims” (6). Y más recientemente, Fagan: “Icebergs move haphazardly across the northern seas. Pack ice floes undulate in broken rows in the endless ocean swell. Far to the north, a ribbon of gray-white light shimmers above the horizon, the ice-blink of solid pack ice, the frontier of the Arctic world. To sail near the pack is to skirt the barrier between a familiar universe and oblivion. A brilliant clarity of land and sky fills you with keen awareness, with fear of the
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Pero, sin embargo, no siempre fue así, porque ya en la Antigüedad misma, y bastante antes de que Lucano escribiera su poema, coexisten, representadas por Homero y Píndaro, dos visiones opuestas de este Septentrión.7 La del poeta tebano se religa con tradiciones muy antiguas que hacen del Norte la morada de los hiperbóreos, según la describe en la décima Pítica: este pueblo vive consagrado al culto y a los sacrificios en honor de Apolo y al disfrute de los festines presididos por las Musas, con coros de doncellas entregadas a la danza, la música y el canto, en una vida feliz y paradisíaca en la que no existen las enfermedades, la vejez, el trabajo y las luchas.8 Los hiperbóreos habitan, como también lo recuerdan Pomponio Mela y Plinio, más allá del aquilón y de los montes Rifeos, bajo el mismo polo celeste: no puede concebirse, entonces, región más extrema del orbe.9 Píndaro no hace ninguna referencia al clima de estas regiones, pero cabe pensar que no sería, ciertamente, el del país de los cimerios de Homero. Porque es, en efecto, la región habitada por estos últimos la que
unknown. For as long as Europeans can remember, the frozen bastions of the north have hovered on the margins of their world, a fearsome, unknown realm nurturing fantastic tales of terrible beasts and grotesque landscapes” (The Little 4). 7 “Two opposing ideas of north repeat (and contradict each other) from European antiquity to the time of the nineteenth-century Arctic explorers: that the north is a place of darkness and dearth, the seat of evil. Or, conversely, that it is a place of austere felicity where virtuous peoples live behind the north wind and are happy”; “The Cimmerians alternate with the Hyperboreans —the people of the endless night of the northern winter, the people of the perpetual light of the northern summer, live alternately in the geography of the ancient mind” (Davidson 21 y 26). Para la relación entre los hiperbóreos y el Septentrión véanse Davidson 23-25 y McGhee, The Last 22-23, 28-29 y 31. 8 “Pero ni en naves ni a pie caminando podrías hallar / el extraño camino a la reunión de los hiperbóreos. / Entre ellos un día Perseo yantó, el guía de pueblos, / cuando al entrar en sus casas / encontrolos haciendo hecatombes famosas de asnos / al dios. En sus festines constantemente / y en sus alabanzas sobre todo Apolo / se goza, y ríe mirando el desmán erecto de las bestias. / La Musa tampoco está alejada / de sus costumbres, pues por todas partes con sus danzas se mueven / coros de vírgenes, y suenan voces de liras y ruidos de flautas, / y con lauro de oro trenzan sus cabellos / y banquetean alegres. / Ni enfermedades ni vejez destructora se mezcla / en su sacro linaje, y sin trabajos ni luchas / habitan ellos y escapan / de aquella que el derecho defiende, de Némesis” (Olímpica X, 29-44); sobre los hiperbóreos véanse también Heródoto (IV, 32-36), Pomponio Mela (III, 5, 36-37) y Plinio (IV, 89-91: véase Murphy 118-22). 9 “In Asiatico litore primi Hyperborei super aquilonem Riphaeosque montes sub ipso siderum cardine iacent” (Pomponio Mela III, 5, 36; Dilke, “Geographical” 348). Recuérdese el texto citado en otro capítulo, a propósito de la localización geográfica de los montes Rifeos: “los montes Rrinfeos o Yporboreos que son en la cabeça de septentrion en derecho del Carro [Osa Mayor]” (GE V 138r). Cuando la General Estoria encuentra en la Historia de preliis la expresión “in partibus aquilonis”, la traduce por “a tierra de aguilón, que es la partida de semptetrión don nasce el viento cierco” (HNo 114 = 147).
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corresponde mejor a una imagen muy difundida de la zona ártica y que se ha de ir transmitiendo de texto en texto y a lo largo de los siglos. Clima y tiempo La sección que sigue a ésta será la primera dedicada al clima de una de las cuatro partes de la ecumene antiguo-medieval. Sin embargo, antes de estudiar la visión del Septentrión, hay que hacer previamente algunas puntualizaciones a tener en cuenta también para lo que, en sucesivos capítulos, se vaya notando a propósito de las condiciones climáticas del Mediodía y el Oriente. Si bien excede los propósitos del presente libro, y, sobre todo, la competencia de quien lo escribe, hacer un estudio paleoclimatológico de la Antigüedad y la Edad Media para determinar hasta qué punto las obras del medioevo peninsular y sus fuentes clásicas se corresponden con las realidades de sus épocas, cuando ello sea posible y pertinente, se aducirán los resultados de la ciencia contemporánea para interpretar los pasajes comentados en un contexto más general, sea para confirmar lo que dicen los textos medievales, sea para corregirlos: así, por ejemplo, sucederá con los climas del Sahara, a propósito de las campañas de Catón en África, o del continente euroasiático, cuando Marco Polo emprende su viaje hacia el Extremo Oriente. Para el clima, puede adoptarse la sucinta definición de Lamb: es la experiencia total del tiempo en un lugar y en un lapso determinado de tiempo.10 Por supuesto, no cabe esperar de ninguno de estos textos una teoría e historia del clima que puedan compararse a las de la climatología actual, pero sí hay que notar algunos pasajes con una idea muy clara de que se trata de un fenómeno complejo, como resultado de la acción conjunta o contrapuesta de varios factores.11 Así, por ejemplo, Lamb inicia el tratamiento de cómo funciona el clima 10
“By climate we mean the total experience of the weather at any place over some speκλιμα originally referred to a zone of the cific period of time”; “The Classical Greek word êëéìá Earth between two specific latitudes, being associated with the inclination of the sun; and hence it came to be associated with the warmth and weather conditions prevailing there. This association was still embodied in the word ‘clime’ when first used in English in the sixteenth century and for long after. It was commonly used to refer not only to the prevailing climate as we mean it but to the terrestrial environment, vegetation, etc., that goes with that” (Lamb, Climate, History 8). 11 Para los instrumentos y fuentes de información de que se sirve la paleoclimatología actual véanse Fagan, The Little 58-59 y 102-03 y Lamb, Climate, History 74-107 (“How we can reconstruct the past record of climate”). Otras indicaciones bibliográficas sobre el clima en la Edad Media en general, y en particular entre los años 750 y 950, se encuentran en McCormick et al.
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afirmando que, en un plano muy básico, el tiempo y el clima son una consecuencia de los efectos del calentamiento y el enfriamiento de la superficie de la Tierra y de la circulación de la atmósfera y el océano.12 Y, precisamente a propósito de los inviernos en la península ibérica, la General Estoria describe así el clima en la región de Lérida, siguiendo el relato de Lucano sobre los enfrentamientos que, durante la guerra civil entre Julio César y Pompeyo, tuvieron lugar en Hispania: El çesar llego a lidiar en el cabo de la otonnada & en la entrada del jnujerno. Et tornose entonçes el tienpo tal en que el ayre non anda çertero & por natura. Ca a las vezes yela mucho ademas. A las vezes vienen los vientos agujlones que son de la parte del viento çierço que ha otrosy por natura de elar mucho & aprietase con ellos la elada suso en el monte & detiene las lluujas suso en las nuues. Et con el grant frio della quajanse alla las aguas & fazen se njeues. Et el anno en que esto contesçe caen ende tantas dellas que cubren los montes & los oteros & los llanos de los valles. Et sobre esto vienen a las vezes las eladas muy grandes tanto que queman las njeues las montannas & las eladas los canpos. Et asy duran ally fasta que venga la fuerça de la calentura del sol que lo tuelga [quita]. Et tal fue commo este segunt Lucano cuenta el tenporal que el çesar & los suyos oujeron ally de muchas njeues & muchas eladas todo el jnujerno. (GE V 36rv)
La estoria alfonsí nota cómo convergen en el clima varios factores, prácticamente todos los mencionados por Lamb: el calentamiento de la superficie terrestre por la “calentura del Sol” y su enfriamiento debido al efecto de las heladas y nevadas; la circulación atmosférica por la acción de los vientos aquilones que soplan del norte y producen un descenso en las temperaturas;13 la acción de estos mismos vientos que retienen las lluvias en las nubes; y, en fin, los cambios en el clima, si así hay que interpretar la expresión “el ayre non anda çertero & por natura”.14 Y adviértase cómo aquí también la descripción se 12
“Weather and climate are produced by the effects of heating and cooling of the surface of the Earth and the circulation of the atmosphere and oceans” (Lamb, Climate, History 23). 13 En una nota anterior quedó registrada la traducción de la General Estoria de la expresión “in partibus aquilonis” (Historia de preliis) por “a tierra de aguilón, que es la partida de semptetrión do nasce el viento cierco” (HNo 114 = 147). Para las teorías medievales sobre el origen de los vientos véase Obrist, “Wind” 35-38. 14 “variis incertus motibus aer” (DBC IV, 49) = “el clima inestable con sus cambiantes alternativas” (traducción de Herrero Llorente); “el clima inseguro con sus cambiantes vaivenes” (traducción de Holgado Redondo). Para una explicación técnica de todos estos factores véase, en general, Lamb, Climate, History 23-51 (“How Climate Works”), con particular atención a la circulación, efectos y variaciones de los vientos, los cambios estacionales y de las temperaturas y el régimen de lluvias; para el clima en la región ártica durante la Edad Media véase Lamb, Climate, History 187-94.
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organiza a partir de las parejas cálido/frío y seco/húmedo, teniendo al Sol como el factor más decisivo en la regulación del clima.15 La Farsalia había dicho: Hactenus armorum discrimina: cetera bello fata dedit variis incertus motibus aer. pigro bruma gelu siccisque Aquilonibus haerens aethere constricto pluvias in nube tenebat. urebant montana nives camposque iacentes non duraturae conspecto sole pruinae, atque omnis propior merenti sidera caelo aruerat tellus hiberno dura sereno. (DBC IV, 48-55)
Nótese cómo la versión alfonsí amplifica, como es su costumbre, el texto de Lucano; pero, al contrario, la Estoria de Espanna, mucho más concisamente, había traducido este mismo pasaje de la siguiente manera: “Et en ell yuierno lo dexaron por el muy mal tiempo que ouieron de muchas eladas et muy grandes nieues” (EE 71 a 49).16 Pero, en estos textos, ¿se trata de clima o de meteorología?, ¿de fenómenos de más o menos larga duración o limitados en el tiempo? Vedrenne, justamente a propósito de la Edad Media, distingue entre “tiempo” y “clima”, distinción que también habrá que recordar en los próximos capítulos cuando se trate de las otras partidas del mundo. En sustancia, el clima corresponde a un fenómeno global, de más o menos larga duración y dominante en una región determinada y, en ausencia de aparatos de medición y métodos cuantitativos y estadísticos, observado en la Edad Media a partir de impresiones subjetivas y por sus efectos; el tiempo se circunscribe a un lugar dado y en un período más corto (un día, unas horas) y es observable empíricamente y sin necesidad de instrumentos especiales o de teorías o sistemas previos, abstractos y generales;17 así 15
Véase Schneider 467-68 y para el clima en general, 467-71. Sobre estas dos formas de traducir una misma fuente (más abreviadamente en una obra que en la otra) véanse las observaciones de Almazan (43-45) sobre los capítulos 96 y 98 de la Estoria de Espanna, comparados con los textos correspondientes de la General Estoria: lo mismo podría decirse del capítulo 97, al que pertenece el pasaje citado en el texto. 17 “L’étude du climat sous-entend une prise en compte de la durée et une perception plus globale du monde. L’homme peut exploiter ce macro-phénomène aux évolutions très lentes. Aussi, pendant long-temps, s’est-on surtout intéressé aux effets et aux modifications possibles du climat. Le chauffage des maisons, puis la climatisation ont totalement modifié le rapport de l’homme à son environnement. Le climatisme médical a su exploiter le séjour sous d’autres cieux comme moyen thérapeutique. À l’inverse, l’homme n’a guère de prise sur des phénomènes météorologiques courtes, aussi sont-ils davantage étudiés par eux-mêmes, pour l’effet 16
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se ve, por citar, entre tantos otros, dos casos y a título ilustrativo, en los siguientes pasajes de la versión de Alfonso XI del Roman de Troie, en los cuales no queda ninguna duda de que se habla del “tiempo que hace”, sin consideraciones climáticas: Aquella noche soffrieron los de la hueste muy grand coyta et muy grand trabaio en su real. ca la noche fue muy escura. et fizo truenos et relampagos. et viento muy fuerte. et llouio muy rrezia miente. Et des que salieron de sus tierras, nunca tant grand coyta soffrieron. En aquella noche fueron muchas tiendas et muchos tendeiones rrotos et derribados. Et la tempestat duro fasta que el dia veno. Et despues que el dia llego, fue el tiempo tanto manso et tanto claro. et tant bueno, que meior non podria. (VRT 137 [véase la transcripción de D’Ambruoso 54-55] = CT 392) Otro dia en la mannana començo el dia oscuro et ventosiento por vna grand ventisca buelta con nieue que fiziera. Mas pues que el sol se fue leuantando, fue sse tirando la nieue; et fizo el tiempo muy claro et muy bueno. (VRT 148 = CT 405)18
En cuanto a los textos de Alfonso X citados más arriba, ¿podría decirse que el pasaje de la General Estoria describe el clima de la región en general, con sus características recurrentes a lo largo del tiempo (“Et el anno en que esto contesçe...”), y que el de la Estoria de Espanna se limita solamente a las condiciones meteorológicas (al “tiempo que hace”) de aquella estación y de aquel año en que tuvieron lugar los hechos narrados (“Et en ell yuierno...”)? Geografía y clima del Septentrión Para los antiguos, el criterio más importante para definir a una región como “nórdica” no es ni la latitud, ni la longitud, sino su clima;19 y así, si África, por estar sometida implacablemente a los rigores del “fuego del sol” y del “feruor de la su calentura” (GE I 278 b 12, a 33), desconoce los extremos opuestos del qu’ils vont avoir sur les cultures ou pour leur dimensions parfois spectaculaire”; “Dans le cas de la météorologie, ces qualités caractériseront une journée, un vent; dans le cas de la climatologie, une région sur la longue durée” (Vedrenne 69 y 77). 18 Para Mandeville véase Deluz, Le Livre 153: “D’après l’étude du vocabulaire et des notions, la climatologie est la plus mal lotie. Rappelons d’ailleurs que, pour Mandeville comme pour ses contemporains, le mot climat renvoie uniquement aux grandes divisions de la terre habitée, sinon, il parle du ‘temps’ ou des ‘saisons’. Son discours à leur propos est essentiellement celui de l’expérience, du temps qui’il ‘fait” (verbe le plus fréquemment associé aux notations climatiques)”. 19 Véase De Anna 83.
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invierno, y si las islas Afortunadas y de las Hespérides y la morada de los hiperbóreos gozaban de una eterna primavera, la zona ártica se caracterizará por todo lo contrario, siguiendo aquella imagen trazada con pocos, pero indelebles rasgos en la Odisea. Según De Anna, a Homero se deben las primeras noticias reales del Septentrión en el mundo clásico, ese Norte envuelto en una prolongada penumbra, como en el país de los cimerios: Entonces arribamos a los confines del Océano, de profunda corriente. Allí están el pueblo y la ciudad de los Cimerios, entre nieblas y nubes, sin que jamás el sol resplandeciente los ilumine con sus rayos, ni cuando sube al estrellado cielo, ni al declinar del cielo a la tierra, pues una nube perniciosa se extiende sobre los míseros mortales. (Odisea XI, 13-19)20
Y hay que preguntarse si el Libro del tesoro se refiere a esta región cuando dice: “& de otra parte que cata faza septentrion nasçen vientos & luvias. & alli es tierra de Çitis [Escitia] o es el Monte de Çimera onde sale grant fumo de noche” (LT 60 b). Frente a la de Píndaro, entonces, una visión opuesta y más o menos constante del Norte se irá constituyendo en torno de cuatro temas que se repiten en las obras aquí estudiadas: los intensos fríos, los mares congelados, las interminables noches invernales y la ausencia de vida animal y vegetal. La imagen o “idea del Norte” se basa, ante todo, en estas características y prácticamente no hay descripción de la zona ártica que no las incluya. Mención especial merece el capítulo 386 de la Estoria de Espanna, con el que se inicia la historia de los godos (“Aquí comiença la estoria de los godos et cuenta de que yentes fueron et de quales tierran salieron”) y en el que aparecen tratadas ya todas estas cuestiones. En el Septentrión se encuentra la isla de Escancia: “Scancia et otras yslas que son en cabo de Europa, a parte de septentrion, an sos lenguages” (GE I 61 a 48) —“a que llaman Nuruega”, según se puntualiza en EE 5 b 4—, y de la que provienen, entre otros pueblos, los godos, visigodos y ostrogodos; siguiendo a Pomponio Mela, a quien se cita expresamente, se sitúa a esta isla en el golfo de Codano (EE 216 a 8), que corresponde al Báltico meridional.21 La misma está rodeada por un mar que se congela al norte: 20 Véase De Anna 17-18. Los cimerios de Heródoto eran oriundos del norte del mar Negro: véanse las indicaciones textuales y los comentarios de Harmatta (118-21). 21 Para la geografía antigua, la península escandinava era una gran isla en el mar Báltico, el golfo de Codano (sinus Codanus), a la que se refieren, entre otros, Pomponio Mela (III, 3, 31 y 6, 54) y Plinio (IV, 13): para estos textos y para la lectura “Scandza” (Jordanes, Getica III, 16) véanse Gautier-Dalché, “Comment” 222 y Parroni 355; para Pomponio Mela y Claudio Tolomeo véase también Dilke, “Geographical” 348-49. Se consideraba al golfo de Codano
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Et tienela cercada desta part de contra occidente a esta ysla muy grand pielago, et de la parte de septentrion cercala la grand mar que se non anda nin passan nauios ningunos por ella, et este es mar elado. (EE 216 a 22)22
Entre los aliados de Pompeyo en su lucha contra Julio César, se contaron los escitas, de flechas envenenadas, provenientes de los ríos y mares helados: Alli llegaron los pueblos de Scicia los que el rio Bactros encierra daquella par con el mar que se yela y de frio, e los de las grandes seluas de Yrcania. (EE 78 b 39) Aquj troxeron las sus saetas los andariegos pueblos de Sçiçia los que el rrio Bractos ençierra de aquella parte con el mar que se yela de frio & los de las grandes seluas de Yrcanja. (GE V 29v)23
Es el mar que la General Estoria describirá en otro momento como “cosa perezosa, e esto es que se non mueue, e aun diz que esta quaiado del frio que es alli grant ademas” (GE II 1 84 a 9), inmovilidad que no se corresponde con la realidad de estos mares, con los constantes desplazamientos de icebergs y témpanos de hielo.24 La Semeiança del mundo explica este fenómeno por la naturaleza del agua, de la que nace el frío (así como del fuego nace el calor), sobre todo en las “postrymeras partidas” del océano, en las que, por falta de la acción solar, el mar está constantemente helado y “cuajado” (SM 113-14); y en el Libro del conoscimiento de todos los reinos: “Et el mar [‘de Alemaña’] deste golfo es toda quajada et elada de los muy grandes frios de la trasmontana [norte, estrella polar]”, “Este golfo el mas tiempo es todo elado et quajado de los grandes frios que y faze” (LCTR 16 y 106). Los hielos del norte serán la contrapartida del mar que, en el extremo meridional del mundo, hierve como un caldero sobre el fuego (SM 93).25
como parte del océano septentrional y la isla de Escancia correspondía al sur de la actual Suecia: Escandinavia no será reconocida como península hasta el siglo XVI (De Anna 33-35). 22 Para varios casos de navíos aprisionados en las masas flotantes de hielo de los mares árticos, a veces por años, véase Gosnell 196-202. 23 Ambos pasajes traducen a Lucano: “tinxere sagittas / errantes Scythiae populi, quos gurgite Bactros / includit gelido vastisque Hyrcania silvis” (DBC III, 266-68). 24 “ice extending unbroken to the horizon, ice jammed into high pressure-ridges, ice, ice, ice nagged by shrill winds, moved by inexorable currents, frantically seeking an outlet” (Mirsky 8); “Almost all Arctic sea ice is deformed in some way or other because, except where it’s attached to land or grounded to the bed, it’s always on the move, being propelled this way and that by winds and currents and tides and the Coriolis effect (mostly winds)” (Gosnell 191). 25 Pomponio Mela nota los inviernos perpetuos, fríos rigurosos y hielos eternos de la región escita (III, 5, 36), lo mismo que Plinio, salvo que para éste, dichas condiciones climáticas, junto
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A tan extremas condiciones climáticas se les suman las largas noches invernales, tema en el que insisten varios textos, en esto también deudores de las tradiciones geográficas de la Antigüedad: son éstas las características más definitorias del Ártico registradas por los autores medievales;26 así lo afirma la General Estoria con respecto a la “isla” de Tebas: ... como ua contra la parte de septemtrion e dend adelant, que non esclaresçe bien el dia, tanto que diz aun que fascas [casi] non ay dia, ca non luze dalli a alla el, e mayor mientre en el yuierno quando ua mas baxo contra la parte de medio dia. (GE II 1 84 a 2)
Lo mismo puede leerse en el Libro del tesoro: en el Septentrión, tanto el día como la noche pueden durar cerca de medio año (LT 53 a); y, con más pormenor, en la Estoria de Espanna, en el capítulo ya citado, referido a los godos: et otrossi en el mes de junio et en los otros meses de cerca ell en que ua el sol mas alto sobre la tierra, dura y quarenta dias et quarenta noches que numqua annochesce; e en el mes de diziembre et en los otros cerca ell en que ua mas baxo, diez dias dura que no amanesçe. (EE 216 a 40)
con una permanente oscuridad, se encuentran no sólo en esta zona frigida septentrional sino también en la austral (II, 68). Esta referencia al mar congelado en la General Estoria y otra que se cita poco después en el texto se hacen en relación con la “isla” de Tebas, error geográfico que Lida de Malkiel atribuye a una mala lectura de las Etimologías de san Isidoro de Sevilla (“La General” 136, nota 15). Lo que caracteriza a estos mares septentrionales no es tanto que se congelen a causa de los fríos, sino que ello suceda durante períodos tan prolongados de tiempo, pero no completamente, según observa Gosnell: “In the Arctic, sea-ice extent is less at its maximum than in the Antarctic but more at its minimum; half the sea ice lasts more than a year. (In winter it covers almost 5.5 million square miles, in summer over 2.5 million.)”; “About a fifth of the area in the Arctic Basin is unfrozen in summer; in winter about half of one percent is” (185-86 y 191). Hay que notar asimismo que la superficie cubierta por los hielos árticos fluctúa también, según las condiciones climáticas: durante los siglos XI y XII raramente se vería hielo al sur de la latitud 65° N, pero, a partir del XIII, se puede observar una creciente extensión del hielo en dirección sur, del océano Ártico hacia el Atlántico norte (Lamb, Climate: Present II 438, 451 y 453 y Fagan, The Little XVI y 28). 26 “None of these early authors really has any knowledge of the Arctic beyond a vague notion that it is extremely cold and some idea of summer continuous daylight and winter darkness”; “Of these phenomena, the best known were the cold and the unequal lengths of the day in summer and winter” (Vaughan 324 y 328); “From remotest antiquity to the present, as this book will demonstrate, and in almost every part of the world, two central ideas of north —endless dark and endless day— alternate and intertwine in patterns that are unending and self-replicating” (Davidson 50). Al “sol de medianoche” se refirió Estrabón (II, 1, 18; II, 5, 43).
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Y asimismo en el Lucidario, con la alternancia de seis meses de día y otros tantos de noche: e a la parte que llaman setentrion, es mayor la noche que en otra tierra e menor hel dia; e a esta parte son los dias e las tierras muy frias; entre estas ay vna que llaman Nouerga [sic] e otras tierras que son muy frias; e [alla] contra el cabo de Nouerga, contra setentrion, ay vna tierra que quando comiença[n] [a cresçer] las noches, llegan cresçiendo seys meses que dura la noche; e otrosi, quando comiençan a cresçer los dias, llegan cresciendo a seys meses, e es como te agora dire. En los seys mezes que se fazen vn dia, quando es dia en las otras tierras, es alla dia auro e lunbroso; e desque es en las otras tierras es noche, es alli el dia, despues que el sol es puesto, entre el dia e la noche; e otrosi, el tienpo que dura la noche seys meses, quando por las otras tierras es noche, es alla noche lobrega; e quando por las otras tierras es dia, alla, es asi como entre las noche e la mannana quando amanesçe. (Luc. 225-26)27
Y otro tanto en el Libro del conoscimiento de todos los reinos: Et sabed que de Noruega adelante contra la trasmontana [norte, estrella polar] es tierra desabitada en que faze el año todo un dia et una noche, seys meses dura el dia et otros seys meses la noche. (LCTR 16) En estas sierras veen la estrella del norte [estrella polar] en el medio çielo, et faze todo el año un dia seys meses dura el dia, et seys meses dura la noche. (LCTR 106)28
Fríos extremos, mares helados, prolongadas noches invernales: como consecuencia, en fin, de todos estos factores derivados de la latitud y del clima septentrionales, se nota la ausencia de vegetación y de vida animal, lo cual tampoco coincide completamente con la realidad de estas regiones:
27 Sobre las observaciones de Piteas (siglo IV a. de C.) acerca de las noches árticas véanse De Anna 24, Cunliffe, Facing 91, Harley y Woodward 151 y Romm, The Edges 209-10; véanse también Aujac, “L’île” (1988) 329 y (1989) 182-84, Chevallier 341-42 y 344, nota 22, Lamb, Climate: Present II, 255 y Climate, History 156-57, McGhee, The Last 23 y Vaughan 314. Antes de Piteas, habría tenido lugar otro viaje en el Atlántico norte por parte del fenicio Himilcon, en el siglo VI a. de C. (De Anna 23, Carson 244-45 y Cunliffe, Facing 5 y 90-91). Para los viajes de los fenicios en el Atlántico véase Cunliffe, Facing 297-302 y de los romanos en el noroeste europeo, Dilke, Greek 137-38. 28 Un día de seis meses y una noche de igual duración se encontraban también en la región de los hiperbóreos, según Pomponio Mela: “ubi sol non cotidie ut nobis sed primum uerno aequinoctio exortus, autumnali demum occidit; ideo sex mensibus dies et totidem aliis nox usque continua est” (III, 5, 36).
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Et tan grand es la friura de la partida daquella tierra de Scançia, que numqua fallan y abeias por que las non dexa y criar el grand frio que las mata. (EE 216 a 37) e por rrazon que los rrayos del sol non pueden alcançar en aquella tierra asi como ha las otras tierras, por ende es alla tan fria que non puede y biuir omne nin otra animalia ninguna ante la grant friura e sobeja que es en aquella tierra. (Luc. 226) Ca entre Septemtrion et la mar es contra aquella parte do esta la estrella del mar a que dizen el ex, son muchas tierras que non son pobladas. njn lo fueron nunca, njn seran. Ca tant grande et tant mortal es alli el frio, que no ha en el mundo cosa que alli pudiesse beuir. njn puede y naçer njn creçer yerba njn arbol njn otra cosa. Et esto es por que aquella tierra es mucho alongada del sol, et non puede del reçebir calentura. (VRT 282-83 = CT 598)29
De todo esto dan cuenta los mismos escitas, o godos, en su carta al rey de Egipto: Los de septemtrion somos yentes pobres, ca la tierra con la friura que ay tanta ademas non nos cria tantas cosas nin tan a abondo como las otras tierras tempradas; [...] nin yremos a otra tierra daqui adelant que mas e meior temprada non sea que esta. (GE II 1 114 b 40)30
En esta tierra “tan mala e tan pobre” (GE II 1 116 b 21), “non era tierra de grand plantia ni abondada de las cosas” (EE 216 b 40), vivían los turingos, “yente que fazien pobre uida” (EE 216 b 4). De ella tendrán que emigrar los godos a Escitia.31
29 Véase, por ejemplo, Mirsky: “But the dominion of the ice is not complete. Even in the most northerly of Arctic lands there is a flora of amazing variety. Neither the long period of cold nor the four months of sunlessness can discourage the vigorous plant life, and vegetation exists wherever roots can establish themselves. Several hundreds of species of flowering plants alone have been counted, including many of the common ones found in our meadows —buttercups, dandelions, poppies, bluebells; there are various grasses and ferns and many berry-bearing bushes. There butterflies dance and bees drone, and there man is found” (4-5): como se ve, en partes de estas regiones crece la flora, se hallan abejas y habita el ser humano. 30 La General Estoria identifica a los godos con los escitas: “Et segunt fallamos por los libros de las estorias e por las cronicas, estos scitas fueron los godos, e morauan en septemtrion en la ysla de Escança, assi cuemo cuentan las Estorias” (GE II 1 114 b 10). 31 Hielo y desolación es lo que reina en Europa, al norte de Germania: “Restat ergo pelagus, sed reliqua lateris eiusdem adsiduo gelu durantur et ideo deserta sunt” (Pomponio Mela III, 5, 45).
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Esterilidad del Septentrión frente a la fertilidad de la zona templada: es ésta una oposición clave para entender la geografía antiguo-medieval y, en particular, cómo se concebían las sociedades de una y otra región.32 La etnografía está íntimamente asociada con las concepciones geográficas, postulándose una estrecha correlación entre las características de las tierras extremas del mundo y el temperamento colectivo y la historia de los pueblos que las habitaban: geografía física y geografía humana están inseparablemente vinculadas entre sí. De allí que, en regiones tan inhóspitas, vivan pueblos que la estoria alfonsí describe con estas palabras: “E estas yentes eran mayores que las otras de cuerpos et de coraçones, et lidiauan cruelmientre cuemo bestias saluages” (EE 216 b 9).33 Y en la carta ya mencionada de los escitas al rey de Egipto, la pobreza del lugar no puede impedirles, sin embargo, la posibilidad de derrotar militarmente a enemigos más ricos y poderosos (GE II 1 115 a 17), lo que, en efecto, sucede, según narra el capítulo siguiente de la estoria. Y, en fin, esta pobreza es tanta, que las mujeres de los escitas, abandonadas ellas y sus hijos por sus maridos durante muchos años de campañas militares en Asia, los obligan a retornar a su lugar de origen: “ca la tierra era tan mala e tan pobre que la mugier por ninguna guisa non se podie mantener sin ell ayuda del uaron, onde se ouieron estonçes con esta quexa a tornar a ellas” (GE II 1 116 b 20). La ultima Thule En el océano septentrional, en la región del cierzo, además de la isla de Escancia, se encuentran otras, como Inglaterra (la Bretaña mayor de los antiguos) e Ibernia (la actual Irlanda) y, sobre todo, Tule: estos datos de la Estoria de Espanna coinciden con los de otras obras del corpus aquí estudiado (EE 5 a 55).34 32 La superioridad de las regiones templadas, ricas y abundantes en toda clase de bienes, se puede ver, entre tantos otros textos, en los elogios de España del Poema de Fernán González (145-51) y de la Estoria de Espanna (311 a 49). 33 Para el determinismo geográfico de los autores clásicos y medievales con relación a los pueblos septentrionales véase De Anna 39, 52-54 (Tácito), 71 (Amiano Marcelino) y, en general, 84-86. 34 Para las referencias en la poesía de Ovidio a Gran Bretaña véase Paulian, “Ovide” 63. El cierzo es el viento frío y seco, que sopla del norte y del noroeste. Para las islas del noroeste véase Gautier-Dalché, “Comment” 221-24 y para Tule y el “horizonte atlántico”, Romm, The Edges 156-71. Sobre esta isla véanse también Aujac y Parroni 356 y sobre todo el exhaustivo libro de Monique Mund-Dopchie, quien estudia las representaciones de Tule desde la Antigüedad hasta la actualidad: para las fuentes antiguas y el corpus medieval véase 87-91. De la Edad Media peninsular, sólo menciona el Libro del conoscimiento de todos los reinos (89 y 91, nota 17). Para Irlanda véase Parroni 352-54. Para Bretaña e Irlanda, tierras marginales en el
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Con respecto a la isla de Tule, se han planteado varios problemas, desde el origen del nombre, su localización e identificación hasta su misma existencia. “Tule” derivaría de una palabra céltica que significa ‘el Otro Mundo’.35 La ubicación geográfica y su latitud varían según los autores antiguos;36 y lo mismo se puede decir acerca de la longitud: que estas islas septentrionales, todas “de parte de cierzo” en cuanto a la latitud, no estaban a la misma longitud lo sugiere la Estoria de Espanna cuando señala que están “las unas contra occident e las otras contra orient” (EE 5 b 5).37
extremo Occidente y habitadas por monstruos, y las “maravillas del Oeste” en la obra de Gerald of Wales (1145-1223) véanse Rubiés 42-44 y el estudio de Mittman. Irlanda era una etapa en el viaje del alma después de la muerte hacia el Purgatorio y de allí el simbolismo del santuario de Lough Derg, en el noroeste de esta isla, la más noroccidental de Europa (Turner y Turner 112-13). 35 “a word of Celtic origin, the traditional designation of the Other World, following a polar conception of origin common to all Indo-Europeans” (Chevallier 344, nota 31); sobre el origen celta del topónimo véase también Mund-Dopchie 327. Para Tule en relación con los nombres y representaciones simbólicas de los centros espirituales tradicionales véase Guénon, Le Roi 82-87 y “Atlantide” 38; sobre Guénon véase Mund-Dopchie 355-57. 36 De Harley y Woodward provienen todos los datos que siguen y que se pueden reunir y resumir de la siguiente manera: a) Piteas de Massalia (Marseilles) (siglo IV a. de C.): Tule se sitúa en el paralelo 66º N, allí donde el trópico (celeste) de verano coincide con el círculo ártico (celeste), es decir, en el círculo polar ártico [150-51, con bibliografía en 150, nota 12; Aujac, “L’île” (1988) 336 y Mund-Dopchie 28 y 80]; b) Eratóstenes (ca. 275-194 a. de C.) y quizás Posidonio (ca. 135-51/50 a. de C.): concuerdan con Piteas (174 y 179); c) Polibio (ca. 200-118 a. de C.) y Estrabón (ca. 64/63 a. de C. - 21 d. de C.): contra Piteas y Eratóstenes, el límite norte del mundo habitado pasa por el paralelo de Ierne (Irlanda) (54º N), al sur del círculo polar ártico [162 y 174; Aujac, “L’île” (1988) 336 y 339]; d) Marino de Tiro (fl. 100 d. de C.): el paralelo de Tule se encuentra a 63º N (179; Mund-Dopchie 34); e) Claudio Tolomeo (ca. 90-168 d. de C.): el límite septentrional del mundo habitado pasaba por el paralelo 64,5º N; Tule se encontraba a la latitud 63º N, más allá de la cual se extendía la terra incognita [182, 184 y 194; Dilke, “Geographical” 348 y Aujac, “L’île” (1989) 186]. En cuanto a la longitud, Tule estaba al noroeste de Bretaña pero no en el mismo meridiano [Aujac, “L’île” (1989) 183 y 186]. Para la integración de Tule en el “orbe escandinavo” por parte de Pomponio Mela y Plinio véase Mund-Dopchie 35-36 y 42-45. Para los artistas y políticos canadienses, según Davidson, el Norte comienza a los 60° N (12). 37 Sobre la falta de métodos precisos para calcular la longitud véase Hay: “but alas not by all and even for those who were scientifically aware of the shape of the earth, no means were available for calculating longitude save by wild guesses, though latitude could be fairly accurately determined by shadows thrown by sticks, the length of day and so on”; “Latitude might be roughly established, the points of the compass were established and could be checked from compasses; true, longitudes remained undetermined by accurate measurement until the improved chronometers of the eighteenth century, which makes the huge voyages undertaken before then quite astonishing examples of the seamanship available” (“The Geographical” 138 y 142); véanse también Gautier-Dalché, “Un problème” 11-12, Phillips, The
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Controvertida fue sin duda la identificación de Tule, sobre la cual se han propuesto muchas y muy variadas hipótesis: Noruega, Suecia, una región meridional, central o septentrional, Groenlandia, Heligolandia, las islas Faroë o las Shetland, la actual Islandia, etc.38 Y si bien en la Antigüedad no faltaron quienes, como Estrabón, negaron que Tule existiese, la opinión de éste se encontraba en una exigua minoría.39 Medieval 5 y 220-22 y Rico, “El nuevo” 157 y 180. En el siglo XIII, Roger Bacon había propuesto la idea de un mapa basado en una cuadrícula de latitudes y longitudes, pero no se ha conservado ninguno (Edson, The World 18). 38 Véanse las referencias bibliográficas en De Anna 24, nota 33, y 68, nota 189, y McGhee, The Last 23-24, Mund-Dopchie 24 y 35, Romm, The Edges 157, nota 82, y Whitaker 159-60. Para Tule = Islandia véanse Gautier-Dalché, “Comment” 228, Harley y Woodward 150, Lamb, Climate: Present II, 255 y Climate, History 156, Parroni 356, Phillips, The Medieval 155 y Vaughan 314; Mund-Dopchie desecha la identificación de Tule con las islas Shetland y Faroë y con Escandinavia y se inclina también por Islandia (113-20). Para Claudio Tolomeo, Tule correspondía a las islas Shetland (Dilke, “Geographical” 348 y Harley y Woodward 194 y 197); una de estas islas, la más extensa (Mainland), habría sido la Tule observada en la expedición de Agrícola (40-93 d. de C.) en el año 83 d. de C., durante la circunnavegación de Bretaña [De Anna 39, nota 78, y 61, nota 171; Aujac, “L’île” (1988) 340 y (1989) 186, Harley y Woodward 178 y Romm, The Edges 148]. Además del estudio de Mund-Dopchie, una lista exhaustiva de obras y autores relacionadas con Tule se puede encontrar en el libro de Cassidy, quien se refiere sucesivamente a Piteas, Virgilio, Séneca, Estrabón, Plinio, Cleomedes, Tácito, Pomponio Mela, Claudio Tolomeo, Claudiano, Paulo Orosio, Jordanes, Procopio, Archias, Solinus, san Agustín, un geógrafo anónimo de Ravena, san Isidoro de Sevilla, Beda, el rey Alfredo, Dicuil, Adam de Bremen, Geoffrey de Monmouth, el Tractatus Excerptionium (¿de Hugo de San Víctor?), De Imagine Mundi, Lambert de Saint-Omer, Giraldus Cambrensis y Vicente de Beauvais (“The Voyage”); son también constantes las menciones de Tule a lo largo de todo su libro The Sea Around Them: The Atlantic Ocean, A. D. 1250. De sus análisis se desprende que Tule fue identificada con las islas Faroë y Shetlands, con Islandia o con Noruega y que se la situó, con respecto al continente europeo, en el círculo ártico, bajo la estrella polar, al norte, al este, al noroeste, al noreste, al sur, al oeste del océano Atlántico o de Gibraltar e incluso cerca de la India (sobre esta última ubicación véase Gregor 18-19). Y hasta se habría llegado a postular la existencia de dos Tules, una al norte de Gran Bretaña y otra frente a las costas de España (The Sea 62 y 168). Sobre estas otras Tules véase también Mund-Dopchie 92, 102 y 130, en relación con una isla próxima a la India, locus amoenus y tierra tropical de eterna primavera. En su estudio sobre la navegación y conquista del Atlántico norte, Marcus sostiene que no hay evidencia firme de que Islandia fuera conocida por los griegos y no cree tampoco que los restos arqueológicos encontrados en la isla prueben que los romanos desembarcaron en ella (2425): Islandia habría sido descubierta por los irlandeses en el año 795 (27); véase también Cunliffe, Facing 503-05. Y para el posible viaje de Colón a Islandia en 1477 (vía Inglaterra) véase Phillips, The Medieval XXXII-XXXIII. 39 Contra Piteas, a quien Estrabón considera un hombre mentiroso —y en grado superlativo: ἀνήρ ψευδίστατος (I, 4, 3)—, y para quien Tule era la isla más septentrional, arguye el geógrafo griego que ninguna fuente autorizaba a su predecesor a postular la existencia de una
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En relación con la geografía de Tule, hay que notar, en primer lugar, su situación extrema, que no se ponía en duda, cualesquiera que fueren su latitud, longitud e identificación. Localizada en los confines septentrionales de la ecumene, más allá de Bretaña y del mar de Noruega, esta isla es la “postremera” de todas, en el “fondo de septentrion” (LT 64 b, SM 95): es la ultima Thule de Virgilio (Geórgicas I, 30), de Séneca y de Plinio (IV, 16).40 Se ve aquí, una vez más y como sucede asimismo con las otras tierras de los últimos límites del orbe, la oposición entre centro y periferia en que se articulaba la imago mundi antiguo-medieval.41 Tule, como todo el Septentrión, conoce también las desiguales jornadas, con días y noches de seis meses, los mares congelados y la falta de asentamientos humanos. Sobre las primeras, coinciden otra vez la Semeiança del mundo y el Libro del tesoro: isla de ese nombre (II, 5, 8; véase Merrills 95-96); véanse Jaime Alvar 93, Aujac, “L’île” (1989) 183 y 186; Cassidy, The Sea 32, Harley y Woodward 151, Mund-Dopchie 28-29 y Nicolet 59-60; opinión mucho más favorable que la de Estrabón sobre Piteas se encuentra en Cunliffe, Facing 91-93: “What emerges from the fragments is that Pytheas was a keen and accurate observer who made a number of measurements important to science. He recorded, for example, the lengthening of the day as his journey proceeded northwards, he took the height of the sun from which it was possible for Hipparkhos to calculate latitudes, and he noted that there was no star at the exact pole. These are no mean contributions to science and have suggested to some that the purpose of his expedition was essentially scientific. It is more likely, however, that he was simply a skilled mariner practising the normal procedures of his trade” (91); véase también su libro dedicado a Piteas. Ninguno de sus textos se ha conservado. Para una revisión de las opiniones sobre Piteas en la Antigüedad, con una discusión y evaluación de los testimonios de Estrabón, Polibio, Eratóstenes y Plinio, entre otros, véase el estudio de Whitaker y Mund-Dopchie 23-25. 40 Famosa fue la profecía de Séneca en su Medea: “uenient annis saecula seris, / quibus Oceanus uincula rerum / laxet et ingens pateat tellus / Tethysque nouos detegat orbes / nec sit terris ultima Thule” (375-79). Para otras referencias a Tule en la literatura latina véase Mund-Dopchie 67-71. Para Tule y otras islas del Septentrión en la cartografía antigua véase Harley y Woodward 153 (Dicearco, siglo III a. de C.: fig. 9.2), 172 (Dionisio Periegetes, 124 d. de C.: fig. 10.8), 175 (Estrabón, ca. 64/63 a. de C.-21 d. de C.: fig. 10.9) y 184 (Claudio Tolomeo, ca. 90-168 d. de C.: fig. 11.3): salvo en el mapa de Estrabón, en los otros tres se observa, en efecto, la posición de la isla de Tule en el extremo norte de la Tierra; para Tule en el mapa de Claudio Tolomeo véase también Aujac, “L’île” (1989) 186-89. Pero todavía Tule puede encontrarse más allá, como en otro mapa (ca. 1130) que la representa fuera del océano, en un espacio apenas comprensible, según observa Friedman (“Cultural” 71-72). 41 “Le trait le plus porteur du point de vue de l’imaginaire des Anciens demeure néanmoins le caractère ‘ultime’ de Thulé, qui introduisait ipso facto celle-ci dans l’ensemble des ἐσχατιαί , confins ou périphérie de la terre. Or l’opposition centre/périphérie est tout à la fois pertinente au plan global de l’anthropologie et déterminante dans la représentation mythique de la terre: car elle se fonde sur la perception contrastée d’un centre connu, vécu au quotidien, et d’un lointain inaccessible et légendaire, dans lequel on projette ses attentes et ses peurs, ses rêves et ses cauchemars” (Mund-Dopchie 62).
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e en esta tierra faze en los seys meses sienpre todo dia e en los otros todo sienpre noche; e allende desta ysla non faze dia nunca. (SM 95) & es ansi en fondo de septentrión que [+fr: en esté] quando el sol entra en el signo de Cançer, es ya grande el dia & la noche es tan pequeña que semeja nada, et en ynvierno, quando el sol entra en Capricornio, quando es la muy grant noche, es el dia atan pequeño que non ay ningunt espaçio entre el levantar del sol & el poner. (LT 64 b)42
Y también sobre el mar congelado: “Et ally es la mar elada” (LT 64 b), “e de alli adelante es la mar cuajada toda” (SM 95). A este mar, quieto y perezoso, ya se habían referido también Plinio: mare concretum (IV, 16) y Tácito: pigrum ac prope inmotum (Germania 45) y también san Isidoro de Sevilla, en relación con Tule: “Vnde et pigrum et concretum est eius mare” (XIV, VI, 4).43 Todas estas descripciones plantean varios problemas semánticos, según los estudia Mund-Dopchie y que pueden resumirse de la siguiente manera: concretus (congelatus, en otros textos) designa a los mares helados y piger alude a la ausencia de movimiento del agua por falta de vientos.44 En los textos hispanomedievales citados páginas atrás en este mismo capítulo, podría decirse que a esta segunda caracterización corresponderían las aguas “perezosas” e inmóviles y a la primera, los mares helados y “cuajados” por el frío (GE II 1 84 a 9, SM 113-14, LCTR 16 y 106). Y en condiciones climáticas tan adversas no es de extrañar, por ejemplo, la imposibilidad de toda habitación humana, como sucede en las islas Orcadas, tan remotas como Tule, en donde “non mora y ninguno” (LT 64 b).45 Con Tule, las Orcadas y las otras islas situadas en el Ártico se alcanzan límites no sólo geográficos, sino también antropológicos y hasta podría decirse 42 Son numerosos los autores antiguos y medievales que registraron este fenómeno: véanse las indicaciones pertinentes en Gautier-Dalché, “Comment” 225; Mund-Dopchie 33, 38, 95, 105, 110-12, etc. y Parroni 356. Así, Plinio: “in qua solstitio nullas esse noctes indicavimus, cancri signum sole transeunte, nullosque contra per brumam dies; hoc quidam senis mensibus continuis fieri arbitrantur” (IV, 16); y san Isidoro de Sevilla: “Thyle ultima insula Oceani inter septentrionalem et occidentalem plagam ultra Brittaniam, a sole nomen habens, quia in ea aestivum solstitium sol facit, et nullus ultra eam dies est” (XIV, VI, 4). 43 Véanse las referencias a la Germania y a otros pasajes semejantes en autores antiguos y medievales en De Anna 34, nota 59, y 39, nota 78; Cassidy, The Sea 33-35, 106-07, 116, nota 11, y 125, nota 43; Chevallier 344, nota 23; Gautier-Dalché, “Comment” 220-21; Romm, The Edges 148, nota 64, y Vaughan 323. 44 Véase Mund-Dopchie 39-50, 81, 97, 112 y 123-25. 45 Pero confróntese esta visión del Ártico con el informe de Piteas: “An unexplained part of the report is the mention that the island [Tule] had inhabitants, who lived on the wild berries and honey and some evidently wild grass grain, which they threshed in barns because of the continual rains” (Lamb, Climate, History 156-57); recuérdense dos pasajes arriba citados, de la Estoria de Espanna y de la versión de Alfonso XI del Roman de Troie, en los que se afirmaba
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también ontológicos. Como en el extremo oeste, en el último Septentrión, existe una región vedada a los seres humanos, en este caso por el extremo clima de la zona frigida. Dicha frontera está marcada por ese océano que allí no refluye sobre sí mismo como en Occidente, sino que se inmoviliza en la eterna solidez de los hielos nórdicos.46 En fin, en esta región liminar se situaría el archipiélago de las Orcadas, de las cuales trece están habitadas y veinte no: así lo indicaron san Isidoro de Sevilla y la Semeiança del mundo (SM 95) y, mucho antes, Paulo Orosio, con el agregado de que más allá de ellas se extiende el infinito océano.47 ¿Cómo resumir, en pocas palabras, esta “idea del Norte” según los autores medievales? A lo largo de las páginas de Davidson se van apuntando los rasgos más definitorios del Septentrión, variados según las épocas, pero que en los textos aquí analizados se reducen a un grupo relativamente exiguo de invariantes: ante todo, el hielo y esos mares congelados que impiden todo tráfico marítimo; la nieve y la interminable blancura de esas vastas y remotas soledades; el intenso frío de una región de noches invernales y lóbregas y de pálidos días, crepusculares y oscuros, envueltos en brumas y nieblas penumbrosas; tierras de los últimos confines del orbe, aisladas, solitarias y desiertas, de penuria y escasez, sin vegetación, ni vida animal, donde o no existen los asentamientos humanos o éstos se caracterizan por formas de vida bárbaras y rudimentarias. Es, finalmente, la tierra de la liminaridad por excelencia, estudiada también por Davidson, en sus más variadas manifestaciones y como lugar de intersección de varias oposiciones: el día / la noche, la civilización / la ausencia de humanidad, lo natural / lo misterioso y extraño, seres humanos / monstruos, este mundo / el otro, los vivos / los muertos, etc.48 que, debido a los intensos fríos, en esas latitudes no se criaban las abejas (EE 216 a 38), ni crecían hierbas, ni árboles (VRT 283 = CT 598). Sobre la (in)habitabilidad de la isla, sus moradores y las condiciones en que vivían véase Mund-Dopchie 55-57, 81 y 96. 46 Para la relación entre Tule, el “más allá” y los mitos grecorromanos, célticos y egipcios sobre el país de los muertos véase Mund-Dopchie 61-62. 47 Pomponio Mela: “Vltra Caspium sinum quidnam esset ambiguum aliquamdiu fuit, idemne Oceanus an tellus infesta frigoribus sine ambitu ac sine fine proiecta” (III, 5, 44); san Isidoro: “Orcades insulae Oceani intra Britanniam positae numero triginta tres, quarum viginti desertae sunt, tredecim coluntur” (XIV, VI, 5); Paulo Orosio: “A tergo autem unde oceano infinito patet Orcadas insulas habet quarum XX desertae sunt, XIII coluntur” (I, 2, 78); la misma idea expresa seguidamente a propósito de la distancia que separa a Tule de las otras islas: “Deinde insula Thyle quae per infinitum a ceteris separata” (I, 2, 79). Para las islas del Atlántico norte en la obra de Paulo Orosio véase Merrill 92-97 y para Tule en particular, 95-97. 48 Véase Davidson 27, 29-32, 47-48, 59, 62, etc. Para los empleos “míticos” de Tule véase Mund-Dopchie 71-77; para Tule como tierra de “maravillas” en los autores antiguos y medievales véase Mund-Dopchie 75-77, 101 y 120-25.
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CAPÍTULO V
EL MEDIODÍA quaque dies medius flagrantibus aestuat oris. (DBC I, 16) do fierue la tierra de calentura. (GE V 1v)
África, Libia Si se quieren describir los confines meridionales, hay que comenzar por determinar, primero, qué regiones corresponden a esta parte del mundo para dar cuenta, después, de su geografía y relieve. De esto último, al menos en lo que concierne a lo que hoy se llama el África subsahariana, se puede discernir un cierto consenso entre los autores clásicos y medievales en cuanto a sus características geomorfológicas: extensos desiertos, en su mayor parte deshabitados, altas temperaturas y extremos climáticos. Pero cuando se intentan precisar los límites y determinar qué quedaba comprendido en este continente (llamado también “Libia” o “Etiopía”, según los casos), se tropieza con mayores dificultades, como se vio en un capítulo anterior: si bien, en general, se acepta la tripartición geográfica y bíblica de la ecumene (GE I 46 a 14, 59 a 22; LA 279 ab, etc.), también en las obras alfonsíes se mencionan otras subdivisiones, según las cuales o África formaba parte de Europa (GE I 45 b 8), o a cada uno de estos continentes le correspondía una cuarta parte de la Tierra (EE 492 b 49, 493 a 3), o Etiopía y Egipto, o éste por sí solo, constituían una cuarta región (GE I 46 a 7; GE II 1 114 a 22), o África estaba separada de Etiopía por el Nilo: “e parte a Affrica de Ethiopia” (GE I 113 a 37). Tampoco faltan las confusiones, cuando no graves errores: así, cuando el Libro del tesoro sitúa a Babilonia en Egipto, junto con El Cairo y Alexandría (LT 58 b). Intentan precisar sus límites el Libro del tesoro y el Libro del Caballero Zifar de la siguiente manera: & sabet que Africa toda comiença desde la Mar Ocçeana fasta los mojones de Hercules & de aqui torna faza Tunis & faza Bugia & fasta la çiudat de Çepta & faza Sardeña & faza la tierra que es Sezilia. (LT 64 b)
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E el otro terçio de Africa, comiença de Alexandria con vna partida de la prouinçia de Egipto, e tiene en luengo desde la çibdat de Barca, que es en la parte de oriente, fasta Tanjat-ally-adia, que es en la parte de poniente, e dizenle en ladino Maritana, e tiene en ancho desde la mar fasta los arenales que se tienen con las tierras de los etiopes; e son grandes arenales e grandes sierras, e van de poniente fasta oriente. (LCZ 449)1
En cuanto a las regiones del continente, el Libro del tesoro, por ejemplo, sugiere, sin claras delimitaciones geográficas, Libia (incluyendo el monte Atlas), las tres Mauritanias, Egipto y Numidia (LT 64 b). Pocas líneas después, Brunetto Latini distingue, con mucha vaguedad, “dos partidas”, una que parecería corresponder en parte a las Sirtes y la otra, a los desiertos de Etiopía (LT 65 a). Pero, a propósito de África, considerada como una unidad geográfica que incluía a Egipto, ya Estrabón había dejado constancia de las dificultades que implicaba el trazado de límites más o menos claros de las partes que la formaban, como Etiopía, Libia o la región próxima a Egipto, y mucho menos de la que bordeaba el océano (XVII, 3, 23); pero este libro, el último de su Geografía, divide al continente en Egipto, Etiopía y Libia, división que, grosso modo, se impondría después. En este capítulo, se distinguen, en términos muy amplios, cuatro regiones diferentes, cada una dominada por características geomorfológicas propias: la del monte Atlas, estudiada en el capítulo tercero, como parte del Occidente del mundo; Libia; el río Nilo, con su delta y sus afluentes y las zonas sometidas a su influencia; y lo que la geografía antigua denominaba con bastante imprecisión “Etiopía” (y “etíopes”), imprecisión que, para ambos términos, se continuó en la Edad Media. Los límites de Egipto quedan así establecidos por la General Estoria: “Et Egipto segura es [de la] vna parte por las Sirtes que son los peligros de las arenas de Libia de la otra parte por el agua del Njlo que va muy grande & muy yrada por siete braços” (GE V 117r). Estas delimitaciones, sin embargo, son más o menos tentativas y, por cierto, no las únicas.2 Pero de lo que no cabe duda es que esta región meridional de la ecumene es la opuesta a la del Septentrión, según Paulo Orosio y su
1 Según Harney, este pasaje se basa en la Descripción del Norte de África del geógrafo hispano-árabe Abu ‘Ubayd al-Bakrī: véase el cotejo entre ambos textos y el problema de las influencias árabes en el Libro del Caballero Zifar en “The Geography” 214-15. “Tanjat-allyadia” corresponde a Tánger (Walker 37). 2 Para otra propuesta véase, por ejemplo, la de Relaño: entre el Mediterráneo, al norte, y el océano, al sur, el continente se puede dividir en tres regiones correspondientes a otros tantos “horizontes”: al “geográfico” pertenece la costa fértil, al “legendario”, el desierto arenoso, y al “mítico”, las tierras desconocidas y habitadas por criaturas monstruosas; sirven de límites, entre los dos primeros, una cadena de montañas o zonas áridas, y entre el segundo y el tercero, el Nilo oriental (79-82). Relaño sostiene también que, hasta el siglo XIII, los tres
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continuador Alfonso X: “tierra de medio dia e tierra de septemtrion son tierras et lugares tan departidos ell uno dell otro” (GE II 1 114 a 26).3 Lucano y Alfonso X El estudio de Libia en la obra de Alfonso X es inseparable del de Lucano (39-65 d. de C.), cuya pervivencia en la Edad Media española es uno de los muchos temas que aún aguarda un estudio de conjunto que coteje primero la Farsalia y sus traducciones alfonsíes y estudie luego los numerosos problemas que la recepción del poema latino le plantea a las concepciones histórica e historiográfica del Rey Sabio. No faltan, por cierto, estudios parciales y hasta de conjunto, como el de Almazan, pero aun así queda muy lejos de haberse dicho la última palabra sobre estas cuestiones. También, aunque no llegara a Alfonso X la noticia de las Historias de Heródoto y de otros geógrafos y etnógrafos de la Antigüedad, habrá que tenerlos en cuenta para completar la visión de la geografía y de los pueblos libios. Antes de pasar al análisis de Libia en Alfonso X y su deuda con Lucano, conviene trazar en términos muy generales el contexto en que se debería emprender tal estudio. La Farsalia fue un texto muy leído en la Edad Media y en popularidad sólo le cedió el primer puesto a la Eneida virgiliana: no por nada, Dante le otorgó un lugar preeminente entre los poetas de la Antigüedad, junto a Homero, Horacio y Ovidio.4 Gracias a los estudios de, entre otros, Buttenwieser, Jennings, Marti, Mountford, Munk Olsen y Sanford, se conoce la enorme difusión de Lucano y de la cual son testimonio tanto los numerosos manuscritos conservados como los accessus, marginalia, florilegia, vocabularios, comentarios, resúmenes, glosas, rúbricas, notas, citas, palabras subrayadas, mapas, planos, etc. de sucesivas generaciones de lectores y a lo largo de varias centurias: miles de citas de Lucano se encuentran en centenares de autores, como afirma Sanford.5 Su influencia, en efecto, se observa en los más
componentes de lo que llama el “rompecabezas africano” (“the African Puzzle”), Affrica pars, las antípodas y Etiopía, se consideraban como entidades separadas y sin relación entre ellas (5 y 215). Recuérdese también la distinción de Vasunia entre tres Egiptos, de la historia, del mito y de la tragedia griega (73). 3 “... meridiem et septentrionem, diuisas paene toto caelo ac pelago plagas” (Paulo Orosio I, 14, 1). 4 Véanse Crosland 32 y 41 y Sanford, “Lucan” 257 y “Quotations” 1. “Quelli è Omero poeta sovrano; / l’altro è Orazio satiro che vene; / Ovidio è il terzo, e l’ultimo Lucano” (“Infierno” IV, 88-90). Para la geografía de Dante véase Schildgen 19-44. 5 Sanford, “Quotations” 1. El problema de los manuscritos comienza muy pronto, en época romana, con la existencia de “ediciones piratas” de la Farsalia (Sanford, “Lucan”
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variados medios culturales, épocas, géneros y autores: en historiadores del siglo XII y en escuelas catedralicias como las de Chartres y Orleans (Haskins); en la épica francesa y en Dante (Crosland); en el África de Petrarca (Bruère), etc.6 Y para el caso de Alfonso X, hay que notar también que las traducciones de Lucano, como las de tantos otros autores clásicos, contribuyeron decisivamente en la forja de la prosa castellana.7 En la obra de Alfonso X, la Farsalia fue aprovechada extensamente para la historia romana en la Estoria de Espanna y en la General Estoria, y en esta última también para las descripciones geográficas del continente africano.8 Además, por si hiciera falta una prueba documental, que el equipo alfonsí dis244). Sanford examinó más de ciento cincuenta manuscritos, además de numerosos florilegia y comentarios (“The Manuscripts” 278); “Quotations in independent works are supplemented by the many marked passages, ranging from single verses to selections a hundred lines or more in length, found in manuscripts of Lucan, as of other favorite authors, and by many similar but rarely identical selections in numerous florilegia. In these three sources I have found some 3870 lines (of the 8060 in the whole poem) either quoted or marked for special notice, and a very large number with only a single citation or notation” (Sanford, “Quotations” 2). Véase también Buttenwieser 52 para la difusión manuscrita de Lucano y Mountford 34-36 y 60-77 para las citas de Lucano en glosarios latino-medievales; para los mapas en varios manuscritos de la Farsalia véanse Edson, Mapping 21-24 y Stevens 271-72. 6 Véanse Haskins 101 (escuela de Chartres), 103 (escuela de Orleans), 113 (florilegia), 114 (glosas) y 149 y 226 (historiadores) y los estudios de Crosland y Bruère. Wilson edita el fragmento de un manuscrito con un comentario a la Farsalia, muy probablemente escrito por un maestro de escuela en Italia y en el siglo XIV. Bibliografía (manuales, ediciones, manuscritos y tradición manuscrita, vitae, accessus, comentarios), incipit y explicit y un exhaustivo catálogo de manuscritos y fragmentos de Lucano se encuentra en Munk Olsen II,16-83, con addenda et corrigenda en III, 2, 91-96: nótense, para España, los manuscritos del Escorial (II, 33-34), Madrid (II, 45-46 y III, 93), Segovia (III, 95) y Tortosa (II, 66). 7 “Es ist das grosse Verdienst des alfonsinischen Werkes, der klassischen Welt, den Werken der Schriftsteller des Altertums, Ausdruck verliehen und somit eine literarische Prosa geschaffen zu haben, die die Grundlage für das Gebäude kastilischer Prosa bildet, und die unauslöschliche Spuren hinterlassen hat”; “Die Lucan-Übersetzung beweist, dass die alfonsinischen Kompilatoren mit einem bewundernswerten Talent und einer künstlerischen Handhabung des Kastilischen die gehobene poetische Sprache Lucans in den Strom der werdenden spanischen Prosa einzuleiten wussten” (Almazan 11 y 125). Hay que recordar también que Séneca (4 a. de C.-64 d. de C.), tío de Lucano, dedicó una de sus Naturales Quaestiones (IVa) al río Nilo, como se verá en la sección correspondiente. 8 Sobre la geografía en la Farsalia véanse Pichon 4-10 (sobre África en particular, 3442) y el libro de Santa Pucci. Pichon no les concede demasiado valor a los conocimientos geográficos de Lucano: confusas y heteróclitas enumeraciones de pueblos (4) y nociones vagas e inciertas acerca de su localización (8) son algunos de los errores de la Farsalia, atribuibles a una geografía aprendida en las escuelas, de un carácter “plus anecdotique que scientifique” (5). Para la geografía de la General Estoria en relación con la Farsalia véase Almazan 101-09 (traducción de nombres geográficos y errores).
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ponía de manuscritos de Lucano lo confirman los recibos del rey de, entre otros, un códice de la Farsalia, pedido en préstamo al cabildo de la colegiata de Albelda, en 1270.9 El poema de Lucano ha suscitado numerosos problemas, algunos de los cuales no conciernen directamente al tema de este capítulo, pero que también conviene señalar. Así, por ejemplo, entre los temas que más atrajeron la atención de los comentaristas medievales se incluyen el valor didáctico de la historia y su propósito ejemplar y moral, los males de la guerra civil, el carácter de sus protagonistas (Julio César, Pompeyo, Catón, etc.), la intervención de los dioses en el acontecer humano, las relaciones de Lucano con Nerón, el estilo de la obra, etc.10 En primer lugar, el carácter de la obra y su clasificación: ¿fue Lucano historiador, poeta, retórico u orador?, ¿es la Farsalia historia, poesía, retórica, oratoria o una combinación de estos géneros?11 Sea como fuere, lo cierto es que
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Véanse Menéndez Pidal, “La Crónica” 148 (donde se imprime erróneamente “Ávila” por “Albelda”) y “La Primera” 856-57 y Herrero Llorente, “Influencia” 697-98; transcriben el documento Catalán (47, nota 70) y Rubio García (546). Concluye Fraker: “there cannot be the slightest doubt that the Alfonsine versions of Lucan came directly from a Latin text” (The Scope 133, nota 4). El inventario de libros de Gonzalo García Gudiel, cuando fue nombrado obispo de Cuenca en 1273, incluye un libro de Lucano (Rubio García 540). Sobre el plan de la traducción alfonsí, la transmisión de los manuscritos latinos y la versión de la Farsalia utilizada por Alfonso X véase Almazan 29-33. Después de comparar la versión de Lucano en los capítulos 6, 79, 90-100, 102, 104 y 106 de la Estoria de Espanna con los pasajes correspondientes de la General Estoria (37-46), concluye Almazan con la hipótesis de que una primera traducción del códice de Albelda probablemente sirvió como modelo para las traducciones de ambas obras alfonsíes: “Die zahlreichen Unterschiede zwischen den beiden Übersetzungen auf der einen, und Lucan auf der anderen Seite, zeigen, dass beide Werke eine frühere Übersetzung als Vorlage benutzt haben müssen. Der Codex des ‘Bellum Ciuile’ wurde 1270 vom Domkapitel Albelda für die Zusammenstellung der ‘Cronica’ ausgeliehen. Wahrscheinlich wurde der Codex zunächst übersetzt. Diese erste Übersetzung diente als Grundlage für die ‘Cronica’ und auch —bei ständigem Vergleich mit dem lateinischen Original— für die ‘Estoria’” (46). Otras indicaciones sobre la relación entre la estoria alfonsí y el poema latino se pueden ver en Eisenberg 218 y 225. 10 Para todos estos problemas véanse, entre otros, los estudios de Grimal, Jennings, Marti y Sanford. 11 Para este tema véanse Almazan 25-27, Marti 246-50 y Sanford, “Lucan”. Grimal le reconoce también su condición de filósofo: “Il y fut certainement aidé par sa conviction stoïcienne que le devenir historique n’était pas quelconque, qu’il était intelligible et, par conséquent, en soi, matière dejà poétique. Lucain fut, croyons-nous, poète parce qu’il était philosophe, et c’est cette double qualité qui lui permet d’être, aussi, un historien, au sens où nous l’entendons aujourd’hui” (55); sobre Lucano como filósofo véase también Crosland 35-39. Y cuando Rutz reseña las investigaciones sobre Lucano, las agrupa según se haya concebido a la Farsalia como un poema épico, retórico, filosófico, político, histórico o didáctico. Ya
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Alfonso X y sus colaboradores consideraron al poema latino como un texto histórico (otro tanto harán con la épica vernacular) y como tal se cuenta entre las fuentes más aprovechadas por aquéllos para la parte correspondiente a las guerras civiles en la Estoria de Espanna y los tiempos de Julio César en la General Estoria.12 Y lo mismo se puede decir acerca de las digresiones científicas y geográficas de la Farsalia, recogidas y citadas por los comentaristas medievales y por Alfonso X con la misma autoridad que le concedían, por ejemplo, a la Historia natural de Plinio.13 De estos dos autores, en efecto, procede la mayor cantidad de información que la General Estoria ofrece sobre el norte de África y, en general, sobre la geografía del continente, si bien no faltan, por cierto, ecos de otras autoridades como Pomponio Mela, Paulo Orosio y san Isidoro de Sevilla. Y esto presenta ya un primer problema de historia, de geografía y de etnografía (hasta donde se pueda hablar de una etnografía propiamente dicha en la Edad Media), porque la General Estoria, compuesta en la segunda mitad del siglo XIII, sigue ofreciendo una visión pliniana, lucaniana y, en general, clásica, de las realidades norteafricanas.14 El conocimiento directo del continente en la Edad Media se limitaba a las
Pichon había observado: “Elle est en même temps une œuvre d’histoire, une œuvre de pensée, une œuvre d’art; elle contient des faits précis et une doctrine morale sous une forme poétique” (I). 12 “The naïve reader may find it hard to think of the Pharsalia as a body of information about the civil war, and yet that is the way many medieval scholars regarded it” (Fraker, The Scope 138-39); observaciones similares había hecho también Crosland: “It is as history that the Pharsalia was utilised by writers on ancient history in general” (32). Hasta el momento, el estudio de conjunto más amplio y detallado de las estorias alfonsíes en relación con el poema latino es la citada obra de Almazan. Estudian también esta relación entre la Farsalia y la Estoria de Espanna García Yebra y Solalinde, “Una fuente” (sobre este artículo véase Gómez Pérez 408-10); sobre las traducciones alfonsíes y descripción de los códices véase el estudio de Herrero Llorente, “Influencia”. 13 “Scientific compilations in general quoted Lucan’s authority often enough to justify contemporary historians in resting content with his conclusions on geography, meteorology, zoology and the like, however unsatisfactory they may seem to us” (Sanford, “Quotations” 11; véase también Crosland 51). 14 Sobre el efecto de Plinio en la geografía medieval comenta Chibnall: “Whilst serving to familiarize his readers with the work and ideas of many earlier thinkers he did not provide a basis for carrying scientific investigation much further, particularly when the authors he cited became inaccessible. This was, indeed, not his purpose. It meant, however, that though his book helped to transmit a substantial part of the knowledge of the ancient world to the early Middle Ages it did so by preserving, and sometimes even fossilizing, rather than advancing it. Significant advance came only when the more analytical works that Pliny had consulted, and others based on them and written slightly later, like those of Claudius Ptolemy, became available in their entirety” (58). Para la visión de África en la Historia natural
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zonas costeras del Mediterráneo, mientras que su interior permaneció prácticamente desconocido hasta los viajes de los portugueses en el siglo XV.15 Delimitaciones geográficas En primer lugar, hay que considerar las regiones en que se subdividía el continente africano: en términos muy generales, podría decirse que en la obra alfonsí, como siempre deudora de sus fuentes clásicas, se distinguían, por lo menos, véase Healy 11-17, quien enumera las fuentes de Plinio, pero apunta la posibilidad de que haya tenido también un conocimiento directo del continente, si es que sirvió allí como procurator: “Notwithstanding such sources, to which Pliny is widely indebted, his own knowledge of Africa, familiarity with African languages, and vividly descriptive accounts of many aspects of that province, its resources, and everyday life, support the proposition that he may well have held a procuratorship there”; “Pliny’s account of Africa relies heavily on secondary sources, some of them contemporary; only once is there evidence of his being an eye-witness, but this is no decisive argument against his having held a procuratorship in Africa. However, it must be admitted that the supporting evidence is, in the main, circumstancial” (11-12 y 17). Véase XVII, 41 como posible prueba de haber estado Plinio en África (“uidimus”); Reynolds se inclina por la afirmativa (8). 15 Así resume Phillips el conocimiento de los medievales de África: “Compared with the richness and complexity of Europe’s relations with Asia, knowledge of Africa in the medieval period was limited to a few relatively small areas along the fringes of the continent. There is ample evidence that Europeans, especially from Italy and the Iberian peninsula, were familiar with the coast of North Africa from the eleventh century, and with Egypt in particular well before that. But beyond this coastal zone the interior of Africa was unknown, and almost totally unheard of by Europeans, while there was no conception of the vast southwards extension of the continent until this was revealed by the Portuguese voyages in the closing decades of the fifteenth century. Knowledge of East Africa was probably very slight before the late fourteenth century, although it is difficult to draw firm conclusions on this because of the ambiguity of many of the apparent references to Ethiopia and adjoining regions. Some information about the Indian Ocean was adquired by the European merchants and missionaries who sailed upon it in the thirteenth and fourteenth centuries, but there is no evidence of any systematic understanding of its patterns of trade or of the methods of navigation employed there before the end of the fifteenth century, when the Portuguese gained information from such sources as their agent Pero da Covilhã, who was sent out in 1487, and from Vasco da Gama’s Indian Ocean pilot. By the late fourteenth century European navigators had gained some first hand experience of the Atlantic coastline of Morocco, and for an indeterminate distance to the south, but it was in the waters adjoining this part of Africa that discoveries of real and lasting importance had been made: the Canary Islands, and probably also the Madeira group and the Azores” (The Medieval 135). Es en este contexto histórico, con estas limitaciones geográficas y en estrecha dependencia de las auctoritates antiguas y medievales que se forja la visión de África en la obra de Alfonso X y de otros autores y traductores hispanomedievales.
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cuatro: el Atlas, Egipto, Libia y Etiopía, denominaciones no siempre precisas en cuanto a sus límites, sobre todo estas dos últimas, tal como se indicó al principio de este capítulo. Pero es claro que en las obras medievales se pueden encontrar referencias a realidades geográficas y etnográficas que hoy se podrían localizar con más precisión en otras regiones africanas: el Sahara, las sabanas de NigerChad, el África subsahariana, Nubia, África occidental, central, meridional u oriental, etc.16 Es el caso, por ejemplo, del nombre “Etiopía” con que se designaba todo el territorio al sur del desierto del Sahara y que se extendía hasta los últimos confines meridionales de la ecumene, la “zona perusta” de los antiguos o “zona de la cinta quemada” de los textos medievales. Por su parte, “Libia” designaba en la Farsalia diferentes realidades geográficas; en primer lugar, se refería a todo el continente, como se sugiere en DBC VI, 817: “Europam, miseri, Libyamque Asiamque timete”, que la versión alfonsí traduce así: “temed a Europa & a Asia & Africa (GE V 87v);17 o como se afirma en otro pasaje de la estoria: “E Affrica a otrossi nombre Libia, e Libia por toda la tierra e por la tierra de las arenas apartada mientre” (GE I 46 b 8). En segundo lugar, se entendía por tal la zona comprendida entre el macizo del Atlas y el río Nilo, es decir, la región que actualmente se reparte entre Argelia, Túnez, Libia y Egipto, si bien hacia el sur se podría extender, también grosso modo, a lo que hoy son el Sahara occidental, Mauritania, Mali, Niger, Chad, Sudán y Eritrea, lo que parecería sugerir el Libro del tesoro cuando dice, sin más precisiones, que Libia “es una tierra de Africa o es la region de Mauritaña o son los moros” (LT 64 b).18 Una tercera acepción del vocablo comprendería, en términos más restringidos, la franja colonizada por los romanos, la Libia “de miesses rica e avondada” (LA 1795 a), región más productiva que los áridos desiertos que se extendían hacia el interior del continente; más todavía, Lucano 16 Sobre el nombre “Sahara” véase Salama: “Terra incognita, the great desert, was not even given a name. Not until the Arabs came was the term ‘Sahara’ applied to that vast region which was like an enormous basin. The Greeks, and later on the Romans, spoke only of Inner Libya, a very vague geographical expression signifying what lay beyond the North African territories, or Inner Ethiopia, a zone still farther south which derived its name from the dark skins of its inhabitants” (513). 17 Sobre esta división en tres continentes en Lucano véase Pichon 36. 18 “The Romans themselves used the name ‘Libya’ either in a general sense, to describe the whole of North Africa, or in an administrative sense, as an oficial name for the regions between Alexandria and Cyrenaica” (Goodchild, “Mapping” 142). En su estudio de los pueblos libios autóctonos vecinos a Egipto y Cirenaica, Colin establece como límites de su dominio el valle del Nilo, al este, y el Authamalax (actual Bu Sceefa), al oeste (13). Para la geografía del Sahara (clima, geología, flora, fauna, arqueología, etnografía, etc.) véase, por ejemplo, la colección de trabajos editados por Cloudsley-Thompson y su introducción al volumen (1-15).
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llega a afirmar que esa Libia era más fértil que las islas de Cerdeña y Sicilia, que abastecían de granos a Roma;19 traduce así la General Estoria, contradiciendo a su fuente, omitiendo la referencia a las lluvias y agregando datos geográficos equivocados que no se encuentran en Lucano: Et son ally dos yslas muy plantias & llenas de mucho pan ademas asy que en toda Ytalia non ha tierras en que mas pan aya njn que mas cunpla a Rroma que aquellas dos yslas njn Libia onde ha tanto pan que lo non pueden coger el anno que anda en çierço & queda el abrego non es mas abondada dello que aquellas dos yslas la vna de la mar Tirreno la otra del mar Adriatico. (GE V 26v)20
Completa la imprecisión de todos estos datos el hecho de que las fronteras meridionales distan mucho de ser precisas en los textos alfonsíes, como ya lo fue en su tiempo ese limes del Imperio romano, que habría que concebir no tanto como una línea claramente demarcada, sino como una zona de contactos y encuentros, conflictos y desencuentros entre pueblos y culturas.21 No faltaron, sin embargo, pasajes en los que se intenta una cierta delimitación de los territorios, como, por ejemplo, cuando Lucano establece las fronteras de Numidia bajo el rey Juba, partidario de Pompeyo en las guerras civiles: 19
“There were evidently considerable similarities to the climate of our own times, except for the continuance of a somewhat moister regime in north Africa and the Near East. This, no doubt, aided for a long while by residual soil moisture and vegetation from an earlier time, made possible the extensive African croplands, the granary of the Roman empire, and the thriving settlements at places like Petra [en la actual Jordania] that have since been conquered by the Syrian and Jordanian desert” (Lamb, Climate, History 157-58); “Extensive areas, however, were still cultivated or provided good pasture until about 2000 years ago. Indeed, the region provided for the granaries of the Roman Empire until its decline at the start of the Christian Era and remains of such cities as Sabratha, Leptis Magna, Apollonia and Cyrene are evidence of this in Libya today” (Lambert 206). Para las condiciones climáticas reinantes en el Imperio romano véase Lamb, Climate, History 156-59. 20 “utraque frugiferis est insula nobilis arvis, / nec prius Hesperiam longuinquis messibus ullae / nec Romana magis complerunt horrea terrae. / ubere vix glaebae superat, cessantibus Austris / cum medium nubes Borea cogente sub axem / effusis magnun Libye tulit imbribus annum” (DBC III, 65-70). 21 Sobre este limes véanse Law 201 y Mahjoubi 468 y 472-74.Y aunque aplicada a otras realidades, podría recordarse ahora esta concepción de las fronteras: “We would prefer to regard frontiers more broadly and neutrally, defining them as geographic zones of interaction between two or more distinctive cultures. [...] Frontiers, in short, are places where cultures contend with one another and with their physical environment to produce a dynamic that is unique to time and place. As such, frontiers represent both place and process, linked inextricably” (Weber and Rausch XIV); justamente así describe Mahjoubi esta frontera en el siglo IV d. de C.: “much more into a zone of trade and cultural contacts than a line of separation between the Roman provinces and the independent part of the country which had remained Berber” (472).
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Ca tenje el su sennorio de ocçidente de Africa commo parten los mojones de Athlas fasta el tenplo de Jupiter commo que es en cabo de las arenas peligrosas contra medio dia. Et fasta la tierra del desierto que se non puede morar de feruor & se acaba en el ocçeano que es la grant mar. (GE V 50r)22
El texto no es del todo claro, pero aun así se pueden discernir las zonas extremas del reino: al oeste, el Atlas, y al este y al sur, el templo de Júpter Amón, lindando con el desierto, hacia las orillas del océano meridional. Libia El pasaje más extenso sobre Libia se halla en los folios 138r-151v de la quinta parte de la General Estoria, que corresponden a los versos 294-949 del libro noveno de De bello civili.23 La sección, ciertamente, es muy dilatada y no sólo por serlo también en la fuente latina, sino porque Alfonso X la amplifica en más de una ocasión y a veces le agrega aún más digresiones a las que ya existían en aquélla. Más aún, varias características del estilo y composición de Lucano pasan, amplificadas y exageradas, al texto alfonsí, como se verá enseguida.24 Otro pasaje, más breve, pero importante por la información etnográfi-
22 En cuanto a la mención del océano, habría una contradicción en este pasaje, ya que si el extremo occidental era el monte Atlas, mal podrían haberse extendido los dominios de Juba más allá de esta barrera montañosa y hasta las orillas mismas del Atlántico, a menos que al borde mismo de éste se situara al monte, como lo hicieron, además de Lucano, Estrabón y Virgilio (Pichon 8-9). En su edición de Lucano, Holgado Redondo interpreta esta expresión como “el mar al norte de Mauritania” (204, nota 355), pero el texto alfonsí no deja ninguna duda de que se trata del Atlántico, al que constantemente se lo llama también “gran mar”. Lucano decía así: “non fusior ulli / terra fuit domino: qua sunt longissima, regna / cardine ab occiduo vicinus Gadibus Atlans / terminat, a medio confinis Syrtibus Hammon; / at, qua lata iacet, vasti plaga fervida regni / distinet Oceanum zonaeque exusta calentis” (DBC IV, 670-75); sobre este pasaje, los problemas que plantea (límites vagos, desorden en la enumeración de los pueblos) y cómo podrían resolverse véase Pichon 35-36. 23 Para este pasaje en Lucano véase el estudio de Aumont, “Caton en Libye”. Para las expediciones arqueológicas llevadas a cabo en la Libia romana (Tripolitania y Cirenaica) véanse, por ejemplo, los informes de Goodchild y de Goodchild y Ward Perkins. 24 No es propósito de estas páginas ofrecer un análisis comparativo entre Lucano y Alfonso X, tema que por sí solo requeriría un estudio especial. Una primera aproximación al problema se encuentra en el libro de Almazan. Pero se podrá notar que pasan a la traducción de la General Estoria varios rasgos del estilo y composición de la Farsalia, notados por Aumont a propósito de las campañas de Catón en Libia: tendencia a la hipérbole, a lo dramático y lo patético, junto con el gusto por la erudición y las digresiones mitológicas, geográficas, históricas y (pseudo)científicas; véase también Almazan 27-28.
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ca que contiene sobre los pueblos norteafricanos, se encuentra en los folios 50rv, que traducen también a la Farsalia (DBC IV, 670-86). ¿A qué realidades norteafricanas se refiere la General Estoria? Primero, habría que ver cómo estaba dividida administrativamente esta región en la obra de Alfonso X. Los problemas se remontan a la Historia natural y más específicamente al libro V, secciones 29-30, pasaje sobre el cual se ha planteado un largo debate entre los estudiosos de las fuentes de que se sirvió Plinio para su descripción del África romana. Este problema fue estudiado exhaustivamente por Shaw y gira, en definitiva, en torno de la fecha de las fuentes plinianas: ¿se remontan a tiempos de Julio César o de Augusto? Retomando los análisis de Leo Teutsch, Shaw confirma, con nuevos argumentos, que la fuente de Plinio no fue una lista oficial de finales del principado de Augusto, sino que data de los años 46-44 a. de C., compilada por alguien asociado con las campañas militares de Julio César en África. El texto de Plinio, por lo tanto, refleja la situación correspondiente a las fechas en que se estaba constituyendo una nueva provincia del Imperio y no a la época en que escribió su obra. Y lo mismo, mutatis mutandis, se puede decir de Alfonso X, porque, aunque escriba en el siglo XIII, las divisiones que reconoce para esta región no registran las subsecuentes reorganizaciones administrativas que fueron teniendo lugar desde los tiempos de Augusto hasta las postrimerías mismas del Imperio.25 En efecto, la General Estoria, por ejemplo, menciona solamente las dos Mauritanias, establecidas en la década del 40 d. de C. por el emperador Claudio: la Mauretania Tingitana, en el extremo noroccidental del actual Marruecos, y la Mauretania Caesariensis, la franja noroccidental de la actual Argelia, lindando con el Mediterráneo y entre la Tingitana y lo que hoy corresponde al noreste de ese país. El Libro del tesoro menciona tres: “& Mauritañas son tres, una do fue la çibdat de Suthin & el otra do fue Cesaria, [+fr: la tierce ou est la cités] de Dangui. & Mauritaña fenesçe en la alta mar de Egipto; & comença la de Libia” (LT 64 b).26 No se refleja así, por ejemplo, la existencia jurídica de Africa proconsularis, de Numidia (ca. 40 d. de C.) y de Cirenaica (anexada en 25 La provincia romana de África se estableció en el año 146 a. de C., con la destrucción de Cartago, y se completa con la anexión de Mauretania en el 40 d. de C. (Law 191); para los datos que se indican luego en el texto véanse las indicaciones de Law (mapas en 193, 200 y 207) y Mahjoubi (mapas en 467 y 473). 26 “Finally, Claudius decided, at the end of + 42, to organize the two provinces of Mauretania: Caesariensis to the east and Tingitana to the west, separated by the Mulucha (Moulouya). Like Numidia, both Mauretanian provinces came directly under the authority of the emperor. They were governed by ordinary equestrian procurators, one of whom resided at Iol-Caesarea, and the other probably at Volubilis, where they commanded auxiliary troops and at the same time were invested with certain civil and military powers” (Mahjoubi 471).
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el 74 a de C.), ni tampoco las reformas de tiempos de Diocleciano (284-305 d. de C.);27 y no se hace referencia tampoco a la llegada de los vándalos (429 d. de C.), de los bizantinos (ca. 533) y de los árabes, establecidos en Egipto un siglo después (639 d. de C.): para ello hay que acudir a la Estoria de Espanna, que, al compás del relato de la caída del Imperio y la invasión de los godos en la península ibérica, va indicando en forma intermitente y en capítulos discontinuos lo que estaba sucediendo en África del norte. Al problema de las fuentes se le añade el de la terminología alfonsí, que no es siempre clara, ni coherente: “en Libia & en otros logares de Africa” sugiere una distinción de ambas (GE V 142v), si bien en otros momentos parecería identificarse a la primera con todo el continente, como cuando se la llama “la postrimera tierra del mundo & mas alongada de todas las otras contra la orilla de la tierra” (GE V 139v = DBC IX, 474-75), o cuando, en alusión a la caída del Sol en el océano, se extiende la denominación de Libia hasta el extremo occidente de África: “Et en los postrimeros termjnos de Libia do la tierra ferujente rresçibe al mar ocçeano callente por el sol...” (GE V 143r).28 Y en otro pasaje, en que un soldado de Catón se dirige a un dios, se identificaría a Libia con todo el continente, cuyos límites son, al norte, las Sirtes, y al sur, la zona tórrida, y entre ambos extremos, nada sino serpientes: Et partiendo tu esta tierra & parando de la vna parte la çinta quemada & quema de la otra parte las Sirtes en que yaze dubda de vida a que y acaesçe posiste entre estas dos cosas en medio de la carrera estas muertes destos vestiglos. (GE V 149r)29
Aquí hay que mencionar otra vez un texto aducido páginas atrás, en el cual un soldado de Catón, creyendo encontrarse tan lejos de Roma, piensa que han llegado hasta las antípodas: “Et agora por auentura ya esta Rroma mjsma so los mjs pies ca es Africa la mas alta tierra del mundo. Et puede seer que seamos
27 La Mauretania Sitifensis se desprende de la Caesariensis y varias provincias sufren ulteriores subdivisiones: Africa Proconsularis se divide en Zeugitana, Byzacium y Tripolitania; Numidia, en Numidia Cirtensis y Numidia Militana; Cirenaica, en Libia Exterior y Libia Interior. 28 “finibus extremis Libyes, ubi fervida tellus / accipit Oceanum demisso sole calentem” (DBC IX, 624-25). 29 “hinc torrente plaga, dubiis hinc Syrtibus orbem / abrumpens medio posuisti limite mortes” (DBC IX, 861-62); para Lucano, se trata de la muerte en general, para Alfonso X, de la causada por las serpientes. Plinio ya había indicado que los griegos llamaban Libia a toda África: “Africam Graeci Libyam appellauere et mare ante eam Libycum” (V, 1). Sobre la geografía de África en la Historia natural véase el estudio de Shaw, con revisión de la bibliografía anterior. Para el Libro del tesoro, Libia era parte de África (LT 64 b).
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nos ya con los pueblos a que los sabios llamaron antipodes” (GE V 149v).30 Y tanto estaría Libia situada al mediodía de la Tierra que desde ella se vería la estrella “antártica”, contrapartida, en el hemisferio sur, de la trasmontana en el norte y por las cuales gira todo el orbe —dice Mandevilla— como una rueda en torno de su cubo: “Et empues so yo ydo vers las partidas meridionales et es vers midia, et he trobado que vers l’alta Libia hombre vee l’estreilla antartiqua” (LMM 94). Más todavía, cuanto más continuaba hacia el sur, más alta se encontraba la estrella. Antes de emprender la lectura de las páginas siguientes sobre la geografía física de Libia (algunas veces también sobre la etnografía de sus pueblos autóctonos), queda el lector advertido de que a lo largo de los textos aducidos y de los comentarios que los han de acompañar, se podrá ir notando cómo las descripciones se van articulando en torno de varias polaridades, contrastes y simetrías. Por el momento, hay que mencionar las rúbricas más importantes y abarcadoras bajo las cuales se van distribuyendo los términos de las oposiciones: climáticas, geomorfológicas (hidrográficas, fitogeográficas), antropológicas (económicas, sociales), etc. Dentro de cada una de estas polaridades, se podrán discernir otras más, hasta completarse un cuadro que, bajo la mirada y la pluma del etnógrafo, se va configurando en base a lo que se ha llamado la “retórica”, o el “discurso”, o la “etnografía” de la “alteridad”, la “construcción del Otro” (pueblos no europeos, “razas plinianas”), etc. En Heródoto y sus sucesores, la oposición entre griegos y bárbaros, por ejemplo, va a determinar en gran medida el discurso etnográfico en la Antigüedad y la Edad Media, pero la geografía fisica de todos ellos va a estar estructurada también según este método de contrastes, oposiciones y simetrías. Clima de Libia Al ir analizando la Farsalia y la General Estoria, hay que tener siempre presente qué corresponde a las fuentes clásicas y al topos literario y preguntarse asimismo en qué medida todos estos datos reflejan las realidades de entonces y hasta qué punto son confirmados o refutados por las investigaciones modernas. Si bien excede a los objetivos y límites de este capítulo hacer una reseña exhaustiva del tema, algunas notas preliminares ayudarán a comprender
30
“nunc forsitan ipsa est / sub pedibus iam Roma meis” (DBC IX, 877-78): la traducción añade la mención de las antípodas. Colin estudia el término Λίβυς (y otros emparentados con éste), utilizado como antropónimo o nombre étnico (141-59).
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mejor el sentido de los textos lucanianos y alfonsíes. En ellos, las condiciones climáticas reciben preferente atención y por éstas, entonces, hay que comenzar: en apretadísima síntesis, la etapa final de desecación del Sahara, región de unos 9.100.000 km², tiene lugar durante la Época Clásica, si bien las fases temporales de este proceso no pueden demarcarse con precisión, ni éste alcanzó a todas las regiones por igual. Con respecto a las primeras, la transformación del Sahara en un desierto (< árabe: ‘desierto’) comienza hacia el año 5000 a. de C., cuando la sabana empieza a convertirse en estepa y ésta en una zona semidesértica, proceso que se va acentuando con el andar de los siglos y no sólo por causas climáticas.31 En relación con las zonas afectadas, esta desertificación se hizo sentir menos en valles y en zonas montañosas, donde se conservó un nivel de humedad que favoreció la implantación de asentamientos humanos y la supervivencia de una fauna salvaje; Mauny distingue así tres “microclimas”:
31 “From about 5000 BC, the Sahara began slowly to change into desert, a development which is probably connected with the general increase in temperatures in the northern hemisphere which led to the melting of the glaciers of Northern Europe. [...] However if, as has just been said, the principal cause of dessication was climatic —the decreasing amounts of rainfall, and therefore the conversion into desert of the less well-watered regions and a general lowering of the water table— other factors were also at work: one of the most important of these was that, at the same time the ecological balance of the vegetation was being degraded, it was being ruthlessly exploited by the large herds of grazing animals whose appearance has already been noted. Centuries of over-grazing, of trampling of the vegetation, of bush fires and of the cutting down of trees, gradually converted the savanna into a grass steppe and the grass steppe into semi-desert, and as the Saharan pastures became exhausted, this misuse of the environment was extended over further to the south” (Mauny 272-75); la aridez creciente del clima alcanza su estado actual hacia el 2000 a. de C. (Colin 219, Rzòska 105 y 107); para Fagan, este proceso se inicia después del 4000 a. de C. (The Long 152, 154 y 162). Para todos estos temas, consúltense también los estudios de Shaw sobre el clima del Sahara en tiempos prehistóricos y durante el dominio romano en África; véanse algunas de sus conclusiones: “Indeed, the evidence suggests a rather continuous degradation in environmental conditions reaching a terminal stage at the end of the third millenium when the hydrological effects of run-off were no longer measurable different from those of the present day”; “The deterioration in environmental conditions appears to have reached a level by the proto-historic period (2000-1000 B.C.) when the measurable elements of the environment were not significantly different from those of the present day. The most economical hypothesis, therefore, seems to be a continuous and uninterrupted deterioration in climate following the close of the Pluvial, which produced a maximum effect on the environment by the end of the third millenium” (“Climate... in the Sahara” 137 y 145); “... the Roman achievement, not only in North Africa, took place under climatic conditions that were more like those of the present than those of medieval times” (“Climate... Roman North Africa” 395); véanse también Collins, The Nile 12-13 y 127-30 y Fagan, The Long 152-53 (en relación con el valle del Nilo) y McGhee, “Archaeological” 166-67. Sobre el clima en el Sahara véanse también el estudio de G. Smith y Lamb, Climate, History 122-24.
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zonas completamente desérticas (el desierto de Libia), zonas secas y zonas semiáridas, en las cuales eran posibles la vida nómada y hasta la sedentaria.32 Desde el punto de vista climático, el Sahara es el resultado de la combinación de la acción del sol, altas temperaturas, baja humedad y carencia de lluvias: así resume sucintamente un investigador moderno las características del desierto y así también lo habían indicado las fuentes antiguas y medievales estudiadas en esta sección.33 En efecto, como introducción a los análisis más detallados de las páginas siguientes sobre las características de Libia, podría recordarse la arenga de Catón el Joven (Marcus Porcius Cato Uticensis, Cato Minor, 95-46 a. de C.) a sus soldados, una vez a salvo en tierra firme, adonde los había arrojado una tempestad en el mar, y, destruidas sus naves en el naufragio, sin otra opción que continuar sus campañas militares por los desiertos de las Sirtes. Catón les advierte sobre los trabajos y penurias que les esperan, los exhorta a demostrar las virtudes romanas, a rechazar los deleites y a morir si es necesario por la libertad y les anticipa lúcidamente los rasgos más característicos de la región, vastas soledades, ardor del sol, falta de agua y abundancia de reptiles: nos ymos contra canpos manneros [estériles] & contra los logares del mundo que yazen quemados ally do fiere el sol apoderado ademas & do non manan fuentes njn ay aguas synon en pocos logares njn los pueden fallar sy non a malas penas & do los canpos secos buellen de serpientes mortales carrera dura & estos son los desiertos de Libia. (GE V 137r)34
32
“Paleoclimatically, the Sahara is known to have reached the final phase of its desiccation in the era we are considering. But we have to qualify. Patches of resistance —mainly the mountainous regions and the great valleys— still preserved enough humidity for the life there to be far more intense than it is in our time. The Ahaggar, the Fezzan, the Tibesti and the northern Sahara still had a fairly high level of habitability” (Salama 519); véase también Mauny 276. Que África no era un continente completamente desértico, arenoso, infértil, tórrido y poblado por una fauna salvaje lo había afirmado Pomponio Mela: “Quantum incolitur eximie fertilis, uerum quod pleraque eius inculta et, aut harenis sterilibus obducta, aut ob sitim caeli terrarumque deserta sunt, aut infestantur multo ac malefico genere animalium, uasta est magis quam frequens” (I, 4, 21). Esta región fértil es, sin duda, la colonizada por los romanos. Para la función de las montañas como delimitadoras de los “microclimas” véase Vedrenne 81. 33 “Climatically the Sahara is the classic example of the world’s hot deserts by reason of the combination of its maximum percentage of possible sunshine hours, high temperature, low humidity and lack of rainfall” (G. Smith 17). 34 “vadimus in campos steriles exustaque mundi, / qua nimius Titan et rarae in fontibus undae, / siccaque letiferis squalent serpentibus arva” (DBC IX, 382-84). Nótense ya algunas constantes en las traducciones alfonsíes en este pasaje y en muchos otros que se han de citar más adelante: el recurso a la amplificatio y la supresión de alusiones mitológicas, por ejemplo.
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Y poco después, promete ser él el primero en enfrentarse con esas tierras de relieve, temperaturas y fauna tan hostiles: este tenga mejor carrera & vaya a sennor a Sesto Ponpeo o al Çesar & sol que yo entre primero en las arenas & ponga primero los mjs pies en el poluo ardiente a ossadas me fiera [la] calentura de ssol & venga contra mj la serpiente llena de venjno. (GE V 137v)35
“Serpiente, sed, ardor, las arenas todo es dulçe de sofrir”, así concluye Catón su arenga (GE V 137v), con palabras en las que resuena la doctrina estoica de Lucano: “serpens, sitis, ardor, harenae / dulcia virtuti” (DBC IX, 402-03). Pero ya en el primer canto de la Farsalia, el centurión Lelio le pide a Julio César que los lleve, si fuera necesario, a Escitia, a las orillas nada hospitalarias de las Sirtes y a las arenas ardientes de Libia: “duc age per Scythiae populos, per inhospita Syrtis / litora, per calidas Libyae sitientis harenas” (DBC I, 367-68), versos que así vierte la General Estoria: “ffe que deues faz asy lieuanos por los pueblos de Çiçia & por las rriberas que dizen Sierte en la mar do van pocos o njngunnos & por las arenas de la sseca Libia que arden & segujr te hemos & a todo yremos” (GE V 7r). Es la “seca Libia”, ese desierto en el cual el proceso de desecación arriba mencionado se manifiesta en sus formas más duras y extremas. El ardor del sol, ante todo. Desde el punto de vista de la teoría de los climata estudiada en el capítulo primero, Libia pertenece a la zona de la “cinta quemada”, o “cinta seca”, como también se la llama en esta sección de la estoria alfonsí —Libia “es en la çinta seca” (GE V 140r)— y por esa tierra de polvos, sol y fuego van a marchar los ejércitos de Catón. Lo repite la estoria otras veces: “Ya yuan Caton & su hueste por el fuego mas espesso & por la çinta quemada” (GE V 143r);36 y en palabras de los mismos protagonistas de estas campañas: “& plogo nos de yr por la çinta quemada & por el ex ardiente ante que los caualleros del sol” (GE V 149r), confundiendo “caballos” (< equus) con “caballeros” (< eques) del original: “ire libet qua zona rubens atque axis inustus / solis equis” (DBC IX, 852-53). Y, como en Etiopía y en Egipto, el clima es el propio de esta “cinta quemada”, o zona perusta, de las regiones ecuatoriales y meridionales de la ecumene. Las referencias a “los canpos de Libia que arden con el feruor del sol” (GE V 4v) son constantes;37 y a cada paso se repiten las menciones del gran “ardor del 35
“dum primus harenas / ingrediar primusque gradus in pulvere ponam, / me calor aetherius feriat, mihi plena veneno / occurrat serpens” (DBC IX, 394-97). 36 “Iam spissior ignis” (DBC IX, 604). 37 “squalentibus arvis / aestiferae Libyes” (DBC I, 205-06), “Libyae squalentibus arvis” (DBC V, 39), sin traducir en GE V 54v.
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sol” (GE V 140r, 146v) y de los “fuegos del sol” (GE V 149v) y lo mismo acerca de la inhabitabilidad de esos territorios: “la tierra del desierto que se non puede morar de feruor” (GE V 50r). Nada se le opone en Libia, ni siquiera la vegetación y el agua: “Otrosy en este logar desta selua pero que ay arboles & yerua & agua njnguna cosa non es contraria al sol que non faga ally grant calentura quando va por medio dia...” (GE V 141r).38 Toda Libia sufre de estos extremos climáticos: “ca esta tierra de Libia es la que mas esta çerca el çielo & prueualo la calentura mjsma” (GE V 136v);39 y, por supuesto también, de los rigores sofocantes del sol no se libran ciudades, como Cirene, a orillas del Mediterráneo, en la Cirenaica romana: “la çibdat Çirene es muy caliente ca muy grant poder ha y el sol...”, añade la General Estoria en su traducción de Lucano (GE V 149v).40 Las Sirtes En la geografía libia, mención aparte merecen las Sirtes, que tampoco quedan a salvo del calor de África: “Et quanta tierra yaze aderredor de las Sirtes toda yaze so el mayor feruor que el sol ha en njnguno otro logar de todo el mundo njn ay que tan vezino sea del ayre quemado” (GE V 138r).41 A propósi-
38 “hic quoque nil obstat Phoebo, cum cardine summo / stat librata dies; truncum vix protegit arbor” (DBC IX, 528-29). 39 “(nam proxima caelo est, / ut probat ipse calor)” (DBC IX, 351-52). 40 Datos sobre las temperaturas en el Sahara se encuentran en Cloudsley-Thompson, “Introduction” 3, Larmuth 59-60 y G. Smith 23-25: las medias anuales superan los 30° centígrados, pero se pueden experimentar registros superiores a los 50° e incluso entre 60° y 70° al mediodía. 41 “at, quaecumque vagam Syrtim complectitur ora / sub nimio proiecta die, / vicina perusti / aetheris” (DBC IX, 431-33). En la geografía antigua dos eran las Sirtes: Syrtis Minor y Syrtis Maior ( μικρὰ Σύρτις y μεγάλη Σύρτις en Estrabón XVII, 3, 17 y 20), hoy los golfos de Gabes (Túnez) y de Sidra (Libia), respectivamente; véase Mastino 17-18, quien ofrece las siguientes precisiones: “La Piccola Sirte (oggi anche Golfo di Gabés) si estendeva da Thenae o da Tapso fino all’isola Μῆνιγξ , oggi Gerba (cf. Pol.[ibio] 1, 39, 2). La Grande Sirte (oggi Golfo di Sidra ovvero Djun el Kebrit) dal Capo Cefalo ( Κεφαλαί ovvero Τρικέρων ἄκρον , oggi Ras Zarrùg) presso Lepcis Magna, arrivava fino al Capo Boreion (Βόρειον ἄκρον, ἀκρωτήριον , oggi Ras Tajunes) presso Berenice-Bengasi” (18). En la General Estoria, la exacta denominación de esta región varía según los pasajes: sólo en los textos citados en este trabajo se encuentran Sirte (11v, 138v), Sirtes (29v, 117r, 135r, 136v, 137r, 138r, 138v, 146r, 147r, 149r, 168v; EE 68 a 28) y Siertes (8v, 65r), con alternancia a veces en un mismo folio de dos formas: Sirte y Sirtes (138v) y Sirtes y Siertes (8v). En el siglo XV, Juan Rodríguez del Padrón, en su Siervo libre de amor, acuña una forma más, Sierta (M[alkiel] 510).
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to de las Sirtes, la Farsalia inserta una extensa explicación sobre su relieve y los efectos del sol y del clima sobre el mar (DBC IX, 304-18), pasaje que traduce la General Estoria, tan afecta, como su fuente, a estos excursos geográficos.42 El relato se remonta a la creación del mundo y a la no bien definida naturaleza de la región, indecisa entre la tierra y el mar, ni tan baja como para ser sumergida por éste, ni tan alta como para impedirlo: Et departe el abtor [Lucano] en este logar que cosas son estas Sirtes & djze asy que quando dios o aquella natura por do el obro en las cosas dio la primera fegura al mundo que dexo aquel logar de aquestos peligros a que llaman Sirtes en latin en dubda sy seria tierra o sy mar. Ca djz que njn abaxo ally la tierra de todo en todo por que entrasen las aguas & la tomasen & fuese mar njn las alço otrosy tanto por que se pueda la tierra defender de la mar que la non entre a tienpos. (GE V 135r = DBC IX, 304-06)43
Siguiendo otra teoría, Lucano y Alfonso X explican a continuación la geografía y el clima de las Sirtes como resultado de un combate entre el mar, por el que al principio se podía navegar, y el sol, que lo va secando, en ese clima que, lo recuerda el relato alfonsí otra vez, es el propio de la “cinta quemada”, la zona perusta de Lucano: Et segunt djzen estas Sirtes era en el comjenço tierra & que la entraua en la mar tanto que se podie nauear commo el alta mar. Mas que vjno el sol muy rrabdo [rapidus Titan] & muy ardiente que es en esta natura muy vezino de ally & que fartando en aquel mar los rrayos que seco dende aquellas aguas de la mar que yazen muy vezinas de la çinta quemada. Et la mar que lidia avn agora con el sol [Phoebus] ally
42 Sobre las Sirtes en los autores latinos de la época augustea véase todo el artículo de Mastino, quien describe a esta región así: “Il termine Syrtis, in genere connotato negativamente, indica lunghi tratti di costa bassa, sabbiosa ed uniforme, battuta dallo scirocco o dall’austro, venti che causano terribili tempeste di sabbia; la navigazione di cabotaggio è pericolosa per la presenza di bassifondi, di correnti e di maree, che, specie nella Piccola Sirte ove le isobate sono più distanziate a causa della minore pendenza, provocano una violenta risacca anche al largo ed a distanza di chilometri dal litorale; i flutti trasportano grandi massi e mucchi di sabbia, modificando improvvisamente l’aspetto dei luoghi e l’andamento dei fondali, formando anche lontano dalla costa vasti banchi di sabbia e secche, sulle quali le navi a vela, trascinate dal moto ondoso più que dal vento, rischiano di sbattere e di insabbiarsi con la bassa marea, senza che i marinai riescano a vedere la terraferma, bassa sulla linea dell’orizzonte” (Mastino 18-19). Sobre el origen (¿griego?, ¿semítico?) del topónimo Syrtes véase Mastino 16-17. 43 Mientras Lucano se refiere solamente a la naturaleza —“Syrtes vel, primam mundo natura figuram / cum daret” (304-05)— Alfonso X agrega “dios”.
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el sol por sacar ende a la mar & secar el lugar & al mar por entrar le & tener le poblado de las sus aguas. (GE V 135r = DBC IX, 311-15)44
Otros pasajes sobre las Sirtes también merecen citarse. Así, por ejemplo, de esta naturaleza ambigua de toda la región participan asimismo unas serpientes anfibias: “Otrosy ay otra natura destas serpientes aspios que le dizen chersidros & estas fallan las en tierra en el agua & muchas en las Sirtes & dubdan los omnes en qual dello nasçe” (GE V 146r).45 En otros pasajes de sus obras, Lucano y Alfonso X se refieren también a los bajíos de las Sirtes: “vadosis Syrtibus” (DBC V, 484-85) se traduce por “los vados de las sus Siertes que son logares peligrosos” (GE V 65r). Una curiosa referencia a las Sirtes hace también la Estoria de Espanna, pero omite la General Estoria, en las traducciones de ambas obras alfonsíes de aquel pasaje de la Farsalia que enumera los pueblos que lucharon a favor de Julio César en su guerra contra Pompeyo. Dice Lucano: “quaque iacet litus dubium quod terra fretumque / vindicat alternis vicibus, cum funditur ingens / Oceanus vel cum refugis se fluctibus aufert” (DBC I, 409-11) y traduce la estoria: “E otrossi los de las riberas del otro mar que cubre la tierra a tiempos e leuanta ende los pueblos, et la descubre a tiempos et pueblan la de cabo, e dizen que estas son las Sirtes” (EE 68 a 24): ambos textos aluden a las mareas, pero el segundo agrega de su propia cosecha la mención de las Sirtes. La General Estoria, en cambio, vierte el mismo pasaje de la siguiente manera, sin alusión a las Sirtes: “Et los de aquella otra rribera de la mar que se descubre a tienpos & finca tierra do pueblan omnes & moran & se descubren de agua a otros tienpos & se faze mar de cabo segunt el cresçer & el descreçer de las Aguas del mar ocçeano...” (GE V 7v); y a continuación sigue traduciendo los versos de Lucano en que se inquieren las causas de las mareas 44 Alfonso X continúa explicando que las Sirtes serán completamente desecadas cuando llegue el fin del mundo: “En pos desto que despues que venjere la dannosa fin del mundo que lo secara todo esto & lo al que llegara ally tanto los rrayos del sol que fincaran aquellas Sirtes secas de todo en todo. Et que quando aquellos logares de las Sirtes fincaren secos de todo en todo que viene muy çerca la fin del mundo & que pocas aguas andan ya y. Et que muy grandes & anchos termjnos ha dexados ya ally la mar & lo que y viene avn que se ha de perder desta guissa de todo en todo para fallesçiendo en cada anno lo suyo & menguando & secando por sus mesuras” (GE V 135r-v), pasaje que reinterpreta y amplifica considerablemente a Lucano, que había dicho: “ubi damnosum radios admoverit aevum, / tellus Syrtis erit; nam iam brevis unda superne / innatat et late periturum deficit aequor” (DBC IX, 31618). El Libro del tesoro es notoriamente impreciso y vago en su geografía de África, por lo cual no podría identificarse sin más “la mar de Libia”: “& Mauritaña fenesçe en la alta mar de Egipto; & comença la de Libia, que es grant maravilla, ca es muy mas [alta] que la tierra, pero que tienese en su madre en guisa que non cae nin corre en la tierra” (LT 64 b). 45 “natus et ambiguae coleret qui Syrtidos arva / chersydros” (DBC IX, 710-11).
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(DBC I, 412-19), pasaje que se suprime en la Estoria de Espanna. Bajíos y mareas eran también las principales características del hoy golfo de Sidra para Estrabón y Pomponio Mela y es muy probable que a estas causas se debiera el naufragio de parte de la flota de Catón.46 A estas Sirtes parecería referirse Brunetto Latini en el siguiente pasaje: tierras en que ninguno non puede morar por que las ondas del mar cresçen en su ora & despues descreçen [+fr: si perilleusement ke nef n’i aroient nul pooir d’aler por diversitet des flos ke vienent] desygualmente. Et en esta manera dura toda la tierra de Africa entre Egipto & la Mar de España, sienpre en cuesta de nuestra mar. (LT 65 a)
Todo en las Sirtes es hostil: “per inhospita Syrtis / litora” (DBC I, 367-68), dice Lucano, “por las rriberas que dizen Sierte en la mar do van pocos o njngunnos”, traduce Alfonso X (GE V 7r); “la dubdossa Sirte mortal” de éste (GE V 11v) corresponde a la “dubiam Syrtim” de aquél (DBC I, 686); en fin, “las Sirtes de barbaria que son de gentes trabajosas & logares muy peligrosos” de la General Estoria (GE V 168v) amplifica la “Syrtis barbara” de la Farsalia (DBC X, 477).47 Por esas Sirtes, es decir, a lo largo de la costa mediterránea (y no por el desierto de Libia, más hacia el interior del continente), van a marchar los romanos en su travesía desde Cirenaica hasta Lepcis Magna y donde, tal como les había anticipado Catón a sus soldados, sufrirán la acción combinada del sol y de los vientos: “Et otrosy pues que vjno el ardor del sol & se apodero del ayre a qujen el viento auje traydo en aquella tormenta & se ençendio el dia paresçio les el fuego el mas espeso del mundo” (GE V 140r).48
46 Estrabón XVII, 3, 20 y Pomponio Mela: “Syrtis sinus est centum fere milia passuum qua mare accipit patens, trecenta qua cingit; uerum inportuosus atque atrox et ob uadorum frequentium breuia, magisque etiam ob alternos motus pelagi affluentis ac refluentis infestus” (I, 7, 35). 47 Sobre el carácter desértico e inhospitalario del hinterland del golfo de Sidra véase Mastino 20-21, quien recoge una larga lista de adjetivos con que los autores latinos calificaban a esta región, entre otros: inhospita, barbara, aspera, deserta, saevae, horrenda, incertus, etc. (24-25). 48 “utque calor solvit quem torserat aera ventus, / incensusque dies” (DBC IX, 498-99); la traducción alfonsí añade por su cuenta el siguiente pasaje, de confusa redacción y sentido no del todo claro: “& la çinta quemada que allende esta commo tiene de medio dia adelante los dioses non fezieron njnguna otra a los omnes & oujeron a yr por y”. “As to what caused the movement of air (and of exhalations), a multitude of theories was put forth, with the sun as the overall efficient cause, but with the planets playing a role as well. In the Stoic physical tradition, winds were said to be caused by a force inherent to air” (Obrist, “Wind” 36).
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Diversidad climática de Libia Libia es, en suma, estéril: así la llama Lucano, “sterilis Libye” (DBC X, 38), expresión que, muy sintomáticamente, traduce Alfonso X por “las arenas de Libia” (GE V 156v); y así la describe la Semeiança del mundo: “Arida es dicha tierra seca donde non ay agua ninguna, e tierra que todo sienpre quema, segun que es la tyerra de Lybia” (SM 55). Pero no toda la región así lo era, ni tampoco todo en ella eran esos vastos y ardientes arenales. En efecto, en otros pasajes, la General Estoria, más de acuerdo con las realidades geográficas de entonces, sugiere que Libia era también una región de amplitudes térmicas y variaciones climáticas. Así, en relación con las serpientes y el frío que sentían de noche y que les congelaba el veneno, tornándolas inofensivas, o con referencia a las cerastas, que, contrariamente a todas las otras, cambiaban la piel en el invierno: Et aquellas culebras que eran por ally avien frio de noche & sentien la calentura de la hueste & venjen y en quanto avien frio njn mordien njn fazien mal, mas yazien se ally entre la rropa & los caualleros. Et desque se escalentauan sy a morder o ferir aujen de ally adelante lo fazien que antes aterida tenjen la peçonna & non podien. (GE V 148v-149r)49
Más aún, en su estudio de la Farsalia, observa Aumont una contradicción entre un clima más templado y las penurias que van a sufrir Catón y su ejército en su marcha hacia Lepcis Magna; y lo mismo en la General Estoria: como en Lucano, precede al discurso de Catón sobre lo que les espera a sus hombres una relación sobre otras condiciones climáticas en la región de las Sirtes. En primer lugar, el mismo invierno, que les impide hacerse otra vez a la mar, y luego la decisión de esperar hasta que la estación de las lluvias los abasteciera del agua tan necesaria para la travesía y pudieran emprenderla con temperaturas más benignas, sin los extremos del calor o del frío: Pero por que era entonçes el tienpo del jnujerno & sy se metiesen a la mar por que les serie el jnujerno tanta tormenta que podrien y peligrar. Et sy saliesen otrossy a asentarse en la tierra por que los aquexarie de sed la grant calentura del sol sy lluujas les non acorriesen ffallo por mejor de fincar aquel poco de tienpo ally. Et fizo amontonar dentro en las Sirtes vn grant otero de tierra & ally esperauan auer lluuja
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“calidoque vapore / alliciunt gelidas nocturno frigore pestes, / innocuosque diu rictus torpente veneno / inter membra fovent” (DBC IX, 843-46); “Las tales son de natura qual non ha otra serpiente. Ca las otras mudan los cueros en los otros tienpos & estas solas en el tienpo del jnujerno quando las mayores eladas” (GE V 146r); sobre estas serpientes véanse Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 114, nota 13, y Cazzaniga 36-37.
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para quando menester fuese mas que en la tierra. Et esto serie fasta que llegase tienpo que njn les feziese el sol mal camjno njn otrosy el frio grande & oujese su carrera tenprada. (GE V 137r)50
El largo relato de las campañas de Catón concluye con la llegada a Lepcis Magna — “Lepte” en la General Estoria, también llamada Neápolis (Estrabón XVII, 3, 18)—, al comienzo del invierno, y con la decisión del ejército de acampar en la ciudad durante esa estación (GE V 151v = DBC IX, 948-49). Todas estas matizaciones describen otras realidades de la geografía física del norte de África, más específicamente, de las zonas semiáridas a las que se refiró Mauny y en las cuales era posible una vida sedentaria y la fundación de ciudades como Cirene o Lepcis Magna: ya Estrabón había indicado que, a lo largo de la costa mediterránea, se encontraban zonas fértiles, junto a otras desérticas y carentes de agua.51 A ellas, sin duda, se refiere Alfonso X cuando escribe: “Despues desto dixieron Affrica a aquella tercera part de la tierra, por que es tierra muy uiçiosa en muchos lugares della” (GE II 1 280 a 27). Las variaciones térmicas, la mención del invierno y de los fríos de las noches, la alusión a las lluvias y, en general, a un clima más morigerado, todo esto apunta no al Sahara, ni, más específicamente, al desierto de Libia y sus extremos climáticos, sino más bien al norte, a esa franja semiárida del litoral mediterráneo, donde se establece más firmemente el dominio romano: por allí, bordeando las Sirtes, y no hacia el sur, marchará el ejército de Catón. En fin, éste describe muy bien el desierto de Libia con su calor, arenas y serpientes, aunque no pase por esas latitudes el itinerario que los lleve, a lo largo de la costa del golfo, desde Berenice hasta Lepcis Magna.52
50 “hoc eadem suadebat hiemps quae clauserat aequor; / et spes imber erat nimios metuentibus ignes, / ut neque sole viam nec duro frigore saevam / inde polo Libyes, hinc bruma temepret annus” (DBC IX, 374-77). 51 Estrabón XVII, 3, 1, 4 y 11; este autor había ponderado también la riqueza del territorio en que se hallaba la ciudad de Cirene (XVII, 3, 21). Por su parte, el hinterland de Lepcis Magna en época romana era una región muy apta para el cultivo intensivo de los olivos, como lo atestiguan los restos de prensas para la producción de aceite encontrados en la zona (Goodchild, “Roman” 164, Goodchild y Ward Perkins 84 y 88). Goodchild también distingue cuatro regiones a lo largo de la costa de las Sirtes, entre Misurata (al este de Lepcis Magna) y Bengazi (Berenice), cuyas diferencias están marcadas por el relieve, las zonas de pastoreo y la abundancia o escasez de agua (“Mapping” 145). 52 Véase el itinerario de Catón y su ejército en el mapa de Aumont, “Caton” 303. Goodchild y Ward Perkins, por ejemplo, observan que el verdadero desierto libio comienza en la región de Bei el-Chebir (83), es decir, más al sur de la ruta seguida por los romanos hacia Lepcis Magna.
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Geografía física de Libia Esas arenas, uno de los resultados del proceso de desecación arriba apuntado, son uno de los rasgos más definitorios de la geomorfología de la región, como se repite a cada paso en la estoria alfonsí y también en otras obras analizadas en este libro: son los “grandes arenales” del Libro del Caballero Zifar (LCZ 449), los mismos que, como se vio en otro capítulo, encontró Alejandro Magno en su periplo africano. En esta región que describe el Libro de Alexandre, ni nieva, ni llueve, ni cae el rocío, ni se encuentran ríos, ni depósitos de agua, ni hay vegetación: son “yermos” que el calor del sol, la arena y el polvo convierten en un verdadero horno (LA 1178-79). Son los arenales que también mencionaron Lucano: “per calidas Libyae sitientis harenas” (DBC I, 368), y Alfonso X: “por las arenas de la sseca Libia que arden” (GE V 7r); son también las “Libycas harenas” (DBC II, 417) del primero o, simplemente, las “arenas” del segundo (GE V 20r). Sobre estas características volverá Alfonso X con incansable insistencia, como cuando recuerda que con el nombre de Libia se denominaba a todo el continente: “E Affrica a otrossi nombre Libia, e Libia por toda la tierra e por la tierra de las arenas apartada mientre” (GE I 46 b 8), o cuando narra con todo pormenor lo sucedido a otro ejército, esta vez al romano de Catón. Dos meses anduvieron éste y sus fuerzas por aquellas “tierras desiertas” y “aquellas arenas” (GE V 151r) hasta llegar a zonas más fértiles, comprobando primero en carne propia (literalmente hablando, a causa de las serpientes) las características geomorfológicas de Libia, que la General Estoria resume así: “tanto es llana la tierra & sin todas estas cosas”. ¿De qué carece la región que permita juicio tan categórico? La narración (recuérdese: se describe, en realidad, el desierto de Libia y no la franja costera de las Sirtes) lo especifica en dos pasajes, que incluyen montes, peñascos, selvas y cuevas, en fin, nada que pueda proteger a los romanos y a los habitantes de la región de la fuerza incontrastable de los vientos que azotan aquellos interminables mares de polvo y arena. Los pasajes son harto elocuentes: Ca desque se leuanta [el ábrego] njn quebranta tierra de Libia en montes que pare contra el ca los non ay njn le faze tornar atras con pennedos [peñascos] ca non son en toda aquella tierra njn se desfaze el en el ayre con tormenta que faga & que despues njn se mete por seluas do estorue el su correr ca las non cria aquella tierra njn cansa en rreboluer rrobres de antigos tienpos ca los non ay njn estorua ally otra cosa njnguna tanto es llana la tierra & sin todas estas cosas. (GE V 138v-139r)53
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“non montibus ortum / adversis frangit Libye scopulisque repulsum / dissipat et liquidas e turbine solvit in auras, / ne ruit in silvas annosaque robora torquens / lassatur” (DBC IX, 449-53).
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Et sy Libia fuese tierra dura & se toujese vno con al commo otros & oujese en sy cueuas de pennas en que se rrepresase el abrego & se ençerrase farie tremer las tierras & mouerie el mundo de su lugar. (GE V 139r)54
Uno de los pasajes más extensos y mejor logrados de esta parte del relato alfonsí está dedicado al ábrego (auster en Lucano y Plinio) y a sus efectos devastadores en Libia. Folio tras folio se detallan con vívidos detalles la furia incontenida e incontenible de este viento y las consecuencias que tiene para los asentamientos humanos y la marcha de Catón y sus hombres. La narración comienza hacia finales del folio 138v (“Et mando & fizo...”) y concluye a principios del 140r, cuando la relación de los vientos continúe con la de los padecimientos sufridos por los romanos por la acción combinada del ábrego y el fuego del sol: Et otrosy pues que vjno el ardor del sol & se apodero del ayre a qujen el viento auje traydo en aquella tormenta & se ençendio el dia paresçio les el fuego el mas espeso del mundo & la çinta quemada que allende esta commo tiene de medio dia adelante los dioses non fezieron njnguna otra a los omnes & oujeron a yr por y. (GE V 140r)55
Las poblaciones locales quedaban expuestas a la fuerza destructora de los elementos, como los nasamones y los garamantes, que veían sus casas arrasadas y volando por los aires, en términos no menos vívidos: Et ally pone toda su fuerça & faze todas sus crueldades & vee el pobre nasamon los rreynos de su tierra arrancados del viento & andar suso en el ayre bolando. Et en esto se vee otrosy el pueblo de los garamates vezinos de los nasamones & las casas derribadas por çimjentos deste viento. Et lo que el grant viento huuja tomar del fuego commo çentella o fumo non lo alça mas alto que el poluo & las casas andan ally por el ayre. Et quando se puede alçar el fumo grande & espesso & escureçer el ayre por do va tanto se alça ally el poluo & escuresçe otrosy el ayre. (GE V 139r)56
54 “concuteret terras orbemque a sede moveret, / si solida Libye compage et pondere duro / clauderet exesis Austrum scopulosa cavernis” (DBC IX, 466-68). Referencias a estos vientos se encuentran en Heródoto III, 26; Plinio II, 44 y Pomponio Mela I, 8, 39: es el ghibli, o siroco, viento caliente del sur que sopla del Sahara (Colin 170, nota 598). 55 La estoria amplifica a Lucano: “utque calor solvit quem torserat aera ventus, / incensusque dies” (DBC IX, 498-99). 56 “regna videt pauper Nasamon errantia vento / discussasque domos, volitantque a culmine raptae / detecto Garamante casae. Non altius ignis / rapta vehit; quantumque licet consurgere fumo / et violare diem, tantus tenet aera pulvis” (DBC IX, 458-62).
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Et fue contado de aquella tenpestad del abrego que derribo muros en otras tierras & leuo dellos grandes cantos de vnos logares & fizo grandes dannos. Et fue esto por maraujlla en las tierras do conteçio & en las que lo oyeron. Et en Libia los que nunca vieron casas vieron el destroymiento dellas por el ayre... (GE V 139v)57
Pero es a los romanos a quienes el relato les dedica más espacio, en esa larga lista de los suplicios a que se vieron expuestos y a cuál peor, porque las tempestades de arena son más de temer que las del mar: Et mando [Catón] & fizo yr el su esfuerço & la mançebia que yua con el por ally segura de los vientos & non aujen que temer dellos ca non andauan en naues. Mas non se temjendo de njngunas tenpestades en la tierra en aquella tenpestad se vieron ally que en la mar en la su guisa do oujeron muy grant mjedo. Ca en la rribera en seco tomo ally la sirte el abrego mas cruelmente que en la mar & mayor danno faze aquel viento en la plazene de la tierra que non en la del agua. (GE V 138v)58
Folio tras folio, el relato se demora en los tormentos que allí les esperaban a Catón y sus huestes: las tormentas de polvo, que no encuentran ni obstáculos naturales, ni barreras humanas en su camino;59 el viento, que sopla con tanta fuerza y velocidad que no podían mantenerse en pie, les arrebataba los yelmos y hacía saltar por el aire lanzas, escudos y soldados;60 aquella violencia de los 57 “[saxa tulit penitus discussis proruta muris / effudtique procul miranda sorte malorum: / qui nullas videre domos videre ruinas]” (DBC IX, 490-92). Los nasamones (o mesamones) habitaban al sureste de Syrtis Maior, en regiones arenosas: “... in ora Syrtis Nasamones, quos antea Mesammones Grai appellauere ab argumento loci, medios inter harenas sitos” (Plinio V, 33); véase la nota de Desanges 369-71. 58 “Hac ire Catonem / dura iubet virtus. illic secura iuventus / ventorum nullasque timens tellure procellas / aequoreos est passa metus. nam litore sicco, / quam pelago, Syrtis violentius excipit Austrum, / et terrae magis ille nocens” (DBC IX, 444-49). Sobre este episodio en Lucano véase Aumont, “Caton” 317-18. 59 “Et toda Libia se le abre & le paresçe cada que se el leuanta & viene. Et andando el por libre & sin todo estoruo por toda aquella tierra cunple toda su yra commo el qujere por todas las arenas. Et venjendo el tan yrado & tan cruel maguer que tuerta & se rrebuelua a las vezes a vnas partes & a otras non leuanta njn aduze nuue njnguna que con agua venga tanto es poluo que rrebuelue consigo. Et leuanta en esse poluo muy grant parte de la tierra & alçala sobre el ayre & pero que se alla alça nunca se alla desfaze njn queda alla mas sienpre se abaxa de ally a la tierra & en la tierra se rebuelue” (GE V 139r) = “patet omne solum, liberque meatu / Aeoliam rabiem totis exercet harenis, / et non imbriferam contorto pulvere nubem / in flexum violentus agit: pars plurima terrae / tollitur et numquam resoluto vertice pendet” (DBC IX, 453-57). 60 “Et desque Caton & aquella conpanna de los rromanos fueron ally en aquel logar & leuantose otrosy este viento & cometiolos avn mas de rrezio que solie tanto que njngunt cauallero non podie estar en pie ca venje la fortaleza del viento & sacauale de so los pies las
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elementos contra la cual sólo podían defenderse arrojándose a tierra y aferrándose a ella como pudieran y que, junto con sus caballos, constantemente los amenazaba con sepultarlos bajo montes de arena que los inmovilizaban por completo;61 durante este tiempo, tanta era la arena levantada por los vientos que no podían divisarse los caminos y debían guiarse por las estrellas, como si estuvieran en pleno mar, si bien en esas latitudes no todas las constelaciones eran visibles.62 Y nada puede ser más elocuente de lo implacable y cruel de ese
arenas en que estaua & faziele abaxar & fincar las manos en tierra” (GE V 139r) = “tum quoque Romanum solito violentior agmen / aggreditur, nullisque potest consistere miles / instabilis, raptis etiam quas calcat, harenis” (DBC IX, 463-65); “Et tan grande & tan fuerte venje el espiritu de viento que leuaua de las cabeças a los caualleros los yelmos los escudos de los braços & las lanças de las manos & alçauan lo susso & leuaua lo por el ayre a la otra parte & por que el yua fasta que lo dexaua ya caer. Et djzen en este logar que la maraujlla & la estranneza de la echada destas armas que fue por ventura en la postrimera tierra del mundo & mas alongada de todas las otras contra la orilla de la tierra. Et veyendo las gentes de ally caer armas del çielo & aujen mjedo & cuydauan que los dioses las echauan. Et ellas eran aquellas que el viento leuara de los rromanos” (GE V 139r-v) = “galeas et scuta virorum / pilaque contorsit violento spiritus actu / intentusque tulit magni per inania caeli. / illud in extrema forsan longeque remota / prodigium tellure fuit, delapsaque caelo / arma timent gentes hominumque erepta lacertis / a superis demissa putant” (DBC IX, 471-77). 61 “Et rrebolujendo el abrego la tierra desta gujsa ouo aquella mançebia de Rroma que yuan en la hueste de Caton echarse en tierra ante el poder del viento & avn aujen mjedo que de ally los tomarie & los leuarie & apretauan asy lo que cubrien que gelo non leuase el viento. Et echauan las manos por tener se a ella & non se asegurauan en el su pesso dellos solos mas premjense quanto podien & apegauanse a ella & pero que ellos aduro se podrien defender del abre avn con esto maguer anparauanse del que los non leuaua. Mas ponjeles de suso grandes montones de arena & cobrielos della de gujsa que el cauallo aduro se podrie alçar de la tierra. Et sy se parauan en pie sy en vn logar estauan tan grande les creçia aderredor el otero del poluo que non se podien dende mouer” (GE V 139v) = “sic orbem torquente Noto Romana iuventus / procubuit timuitque rapi; constrinxit amictus / inseruitque manus terrae nec pondere solo / sed nisu iacuit, vix sic immobilis Austro; / qui super ingentis cumulos involvit harenae / atque operit tellure viros. vix tollere miles / membra valet multo congestu pulveris haerens. / alligat et stantis affusae magnus harenae / agger, et immoti terra surgente tenentur” (DBC IX, 481-89). 62 “ençerraronse las carreras por aquel poluo de gujsa que njngunos departimjentos de camjno non veyen por la tierra njn sabien donde yr sinon en quanto se gujauan por estrellas commo sy fuesen sobre mar & era les vna grant pena que non veyen de ally todas las estrellas” (GE V 139v) = “Iamque iter omne latet nec sunt discrimina terrae: / [ulla nisi aetheriae medio velut aequore flammae] / sideribus novere viam; nec sidera tota / ostendit Libycae finitor circulus orae, / multaque devexo terrarum margine celat” (DBC IX, 493-97); “Et njn sabien las conpannas qual era la carrera njn quanto les fincaua por andar della njn aujen otro gujamjento sinon el cielo & las estrellas” (GE V 149r) = “nec quae mensura viarum / quisve modus, norunt caelo duce” (DBC IX, 846-47). A este modo de viajar, guiándose por las estrellas como si fuera de noche, a las arenas y a las serpientes en los desiertos de Libia se
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clima que nunca cambia y esas arenas indiferentes a la sucesión temporal y al paso de los años: “Et sy al mouer de las arenas se non mueuen njn saben quando se comjença el anno njn quando se demedia njn quando se acaba”. Es una tierra “de natura perezosa” (GE V 138v).63 Pero hay que notar la curiosa paradoja de estos arenales, que se mantienen estables tanto en la superficie, al no ofrecer las arenas movedizas ninguna resistencia contra el viento, como en las profundidades del suelo que las subyace, por no estar sometido éste a la acción de esos mismos vientos. Por razones exactamente opuestas es una naturaleza, en verdad, perezosa: mas por que es tan ligera & se a de turujar [agitar] en aquellas arenas que son otrosy tan ligeras de mouer por que non contralla ella al viento en njgunt logar finca queda & esta firme la parte de yuso en los abismos por que fuye la de somo en poluo. Ca sy la de somo se pudiese tener & contrallar al viento de gujsa que pudiese el prender en ella toda la mourie de los abismos & mudarie de su lugar. (GE V 139r)64
Falta de agua y vegetación Pero, por si fueran pocas, estas penurias no fueron las únicas que debieron sufrir los romanos. Como se vio también páginas atrás, a Libia no la riega el Nilo, debido a las montañas que le cierran el paso y le impiden desbordarse como en la planicie de Menfis: “Et aquellos pennedos [peñascos] e estos montes le desuian que non riege a Libia” (GE I 120 b 13 = GE V 165r). Para Loupiac, los versos correspondientes a este pasaje en la Farsalia (DBC X, 327-28) expresan una vez más su visión de Libia como una región excepcional, inhumana y hostil, “une terre du feu, du sable et des serpents”.65 Y, en efecto, fuego, arenas y serpientes son emblemas, respectivamente, del clima, del relieve y de la fauna de esta Libia que no disfruta de las inundaciones del río y de la fertilirefirió Plinio: “Et terra autem siderum obseruatione ad eam per deserta harenis perque serpentes iter est” (V, 26). La falta de visibilidad en pleno día durante estas tormentas de polvo y arena está corroborada por testimonios actuales (Cloudsley-Thompson, “Introduction” 3-4 y G. Smith 18 y 28-29); sobre los vientos véase también Larmuth 60-62 y Fagan: “The Sahara is a world of sand and rock, with only small areas of permanent vegetation. Hot, dustfilled winds blow constantly over an often featureless landscape, whose scenery, especially in the rocky Eastern Desert between the Nile and the Red Sea, can be spectacular” (The Long 148). 63 “orbis et immotis annum non sentit harenis” (DBC IX, 437). 64 “sed, quia mobilibus facilis turbatur harenis, / nusquam luctando stabilis manet, imaque tellus / stat, quia summa fugit” (DBC IX, 469-71). 65 Véase Loupiac 157.
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dad que ellas hacen posible en Egipto. La carencia de agua es también un leitmotif en los relatos de Lucano y Alfonso X: en esta “seca Libia” (GE V 11v = DBC I, 687; “arida” en DBC III, 294), la tierra es “muy caliente & mannera [estéril] de agua” (GE V 147r) y la única que se puede obtener proviene de las pocas fuentes y no menos escasas lluvias debidas al viento del norte (el aquilón) y con las cuales podrían combatir la sed que les causaría “la grant calentura del sol” (GE V 137r = DBC IX, 375): “Et avn en esta Libia que non ay fuentes que manen & lluujas muy pocas que les vienen del viento agujlon que alcança y pocas vezes” (GE V 138r). Es, en fin, en palabras del Libro de Alexandre, “la tierra de Amón, de pluvia muy menguada” (LA 1795 b), o de Mandevilla, tierra “muy seca tierra et poco fructuosa, car ella es mucho calient” (LMM 18).66 Y otra vez en consonancia con las realidades geográficas, serán los oasis el único alivio en medio de tantos arenales.67 En uno de ellos, en el sitio donde se hallaba emplazado el templo de Júpiter Amón, brota el agua, crece la vegetación y el polvo de las arenas se convierte en tierra sólida y consistente: Et en Libia non ha fuentes njn monte njn arboles synon en aquel logar solo do es aquel tenplo de Jupiter Amon. Et aquella fuente es la rrazon por que arboles & selua ha en aquel logar & la rrazon por que fuente naçe ally es esta que ay tierra que se tiene vna con otra commo en las otras tierras aca fuera de las arenas. Et a la tierra que se asy ayunta vna con otra & se faze terron o çesped llamalo el abtor las podredunbres de la tierra & que ayunta ally la natura dellas con aquella agua las arenas ya domadas & fechas mas en natura de tierra que de arena donde se fazen venas por ella a que se acogen las aguas & venjendo de vnas en otras toman fuerça de salljr & naçen. Et asy es ally en aquella selua de la fuente de Amon de Libia & asy es en las otras tierras por do fuentes nasçen. Ca en las arenas que de los abismos se leuantan natural mente njn se fazen aquellas venas njn pueden y nasçer aguas. (GE V 141r)68 66 Sobre las lluvias en el Sahara véanse Cloudsley-Thompson, “Introduction” 3 y G. Smith 27-28. 67 Sobre los oasis en Libia y las comunicaciones y formas de vida que hacían posible (sedentarismo, construcción de viviendas, cultivos) véanse Colin 115-19 y 223 y Salama 526; para los oasis saharianos en general véase el estudio de Allan. Según Estrabón, los egipcios llamaban “oasis” a lugares habitados y rodeados por extensos desiertos, como las islas en el mar (XVII, 1, 5). 68 “solus nemus abstulit Hammon. / silvarum fons causa loco, qui putria terrae / alligat et domitas unda conectit harenas” (DBC IX, 525-27). Sobre el templo de Amón en la Farsalia véanse Aumont, “Caton” 315-17 y Schneider 129-31. “De Cam fallamos e dezimos asi: que passo a Affrica, e unos dizen que finco e poblo o es agora la cibdat de Marruecos, otros dizen que en Cartago la de Dido, otros que en la cibdat de Vthica, otros ya que en las arenas o fue despues el tiemplo de Amon, que es Jupiter, de quien diremos adelante como fue la mayor cosa de Affrica” (GE I 60 a 46).
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No es coincidencia, entonces, que la General Estoria sitúe una “selva” allí donde se alzaba también ese templo de Júpiter Amón y que su presencia, en medio de los desiertos arenosos, deba atribuirse verdaderamente a las divinidades locales: “Et aquella selua de aquel logar do es aquel tenplo de Amon selua sola verde & fermosa & non ha otra en toda Libia muestra que en aquellos logares son los dioses de Africa” (GE V 141r).69 Finalmente, hay que recordar también la relación de Alejandro Magno y el dios Amón, una constante en la cuarta parte de la General Estoria: E empós esto passando la mar dexó [Alejandro] los romanos e fuésse pora Affrica, e mandó a sus cavalleros entrar con él en los navíos et que fuessen e recodiessen todos a la ysla que dizién “Permitida” pora aconsejar-se allí con el dios Amón e demandar-le respuesta de su fazienda, e era esta ysla ó estava el ýdolo del so dios Amón en tierra de Libia en las arenas de Affrica. (HNo 77)70
A los incontables padecimientos sufridos por el ejército de Catón en ese inmenso mar de arena, como se vio antes, se les sumó esa sed que los atormentaba constantemente y cuyos efectos se relatan asimismo con extraordinaria vividez: “Et tanto fue grande la calentura que todo el humo de los cuerpos de las cosas fallesçie & ellos tanto sudauan que todos corrien agua & secauanseles de sed las bocas” (GE V 140r).71 Justamente, la actitud de Catón con respecto a la provisión de agua pone de relieve una vez más las virtudes que Lucano no se cansa de atribuirle: uno de los soldados recoge en su yelmo agua mezclada con polvo y tierra y cuando se la ofrecen a Catón, la vierte sin beberla para no gozar de ningún privilegio especial ante sus hombres (GE V 140r = DBC IX, 500-10). 69
“esse locis superos testatur silva per omnem / sola virens Libyen” (DBC IX, 522-23). “Et inde sulcato pelago perrexit ad Africam et subiugavit eam. Exiensque de Africa precepit militibus suis ut ingrederentur cum eo naves et irent ad Pharanitidam insulam ad consulendum deum Ammonem” (HNo 66). Alejandro inicia sus cartas con la fórmula: “Alexandre rey de los reys, fijo del dios Amón e de la reyna Olimpias” (HNo 139), que traduce: “Rex regum Alexander filius dei regis Ammonis et regine Olimpiadis” (HNo 110) y lo mismo en HNo 155 = 120, 161 = 124, 165 = 126, 193 = 146, 194 = 148 y 199 = 154. Otras referencias al dios Amón en HNo 53 = 48, 55 = 48, 101 = 82, 141 = 110, 200 = 156 y 210 = 170. Para la visita de Alejandro al oráculo de Amón, en 332/331 a. de C., véase Stoneman 2, 54-55 y 151; a ella se refirió también Estrabón (XVII, 1, 43). Para Alejandro y la cartografía medieval en relación con esta visita al límite geográfico de lo humano véase Lecoq 79 y 8491. La combinación de los cultos de Zeus-Júpiter y de Amón es un caso muy ilustrativo de los “sincretismos religiosos” de la época helenística y, en general, de los contactos e intercambios culturales entre civilizaciones que tuvieron lugar en tiempos premodernos (Bentley 54). Según Lucano, Amón era venerado por indios, árabes y etíopes, otro ejemplo más de las confusiones entre India y Etiopía del mundo clásico: véase Schneider 332. 71 “manant sudoribus artus, / arent ora siti” (DBC IX, 499-500). 70
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En otra oportunidad, al llegar a una fuente de agua (DBC IX, 591-93), dispondrá que todos la beban antes que él: “el era el que postrimero beuje”, afirma la estoria como su habitual costumbre (GE V 142v = DBC IX, 591: “ultimus haustor aquae”). Pero no siempre; cuando llegan a un oasis en el cual también las serpientes apagaban su sed, ordenó, por única vez, que se le diese primero de esa agua para que, en caso de estar envenenada, fuese él el primero en morir y no sus soldados: Et pues que les dixo esto llego la fuente & mando que le diesen de aquella agua & beujo primero. Et en todas las arenas de Libia aquella fuente sola fue de que el demandase primero a beuer por que sy alguno oujese a morir por el agua que fuese peçonnada que en el se prouase primero & se guardasen los otros. (GE V 143r)72
Completa la aridez de Libia la casi total ausencia de vegetación, imposible por la falta de agua y la omnipresencia de las arenas. Como lo comprueban Catón y sus hombres, es una región casi sin árboles (si bien hay robles en Mauretania): Et seyendo aquellas tierras llenas de tantos peligros commo auemos dicho njn folgauan de dia njn de noche Caton njn su hueste tanto aujan que veer en guardar se njn sabien donde se asentar quando posar querien njn aujen y foja de arboles ca se non fazien ally njn yerua njn paja donde feziesen camas. Et metiense a auentura & echauanse en la tierra a tal. (GE V 148v)73
Sólo comenzarán a experimentar el tan ansiado alivio a tantas privaciones cuando la naturaleza, al aproximarse a la ciudad de Lepcis Magna, les proporcione dos signos inequívocos de un cambio en el paisaje y comprueben que las arenas se van transformando en un terreno más firme y que allí crecen árboles, ralos, pero árboles al fin (GE V 151r = DBC IX, 942-45): el desierto africano, para alivio de todos, quedó atrás y, como se aludió anteriormente, están ahora en el litoral mediterráneo, en esa zona semiárida donde los cambios climáticos, el régimen de lluvias, la variación de las estaciones y las temperaturas más templadas favorecían una civilización urbana y sedentaria. Fitogeográficamente, han pasado del desierto a una región de vegetación herbácea.74 72
“dixit, dubiumque venenum / hausit; et in tota Libyae fons unus harena / ille fuit de quo primus sibi posceret undam” (DBC IX, 616-18). De la misma manera procedió Alejandro Magno en la India (LA 2152-54). 73 “Sic nec clara dies nec nox dabat atra quietem / suspecta miseris in qua tellure iacebant. / nam neque congestae struxere cubilia frondes / nec culmis crevere tori, sed corpora fatis / expositi volvuntur humo” (DBC IX, 839-43). 74 Para la geología y los suelos del Sahara consúltense los estudios de Mitchell y M. Williams. Si los datos actuales se pueden extrapolar hacia el pasado, se puede decir que, a medida que los
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Lo que Catón y sus hombres (en la Farsalia y la General Estoria) dejan atrás es esa tierra poco fértil y seca, como Estrabón había ya descripto la región interior, más allá de las Sirtes y Cirenaica: Libia, en efecto, era zona de sol, arenas y vientos, carente de ríos, de fuentes de agua y de vegetación, región desértica e infértil en la cual no es posible cultivar nada.75 Esta imagen recurre constantemente en las descripciones alfonsíes y contrasta con la de Egipto y las crecidas del Nilo: Et Egipto segura es de la vna parte por las Sirtes que son los peligros de las arenas de Libia de la otra parte por el agua del Njlo que va muy grande & muy yrada por siete braços & es la su tierra conplida & abastada de los bienes que los rriegos de aquellos rrios crian en ella & njn es menguado de mucha mercaduria & mucha nobleza njn de muy buen ayre faze tan grande es la feuza que ella tiene en el Njlo solo. (GE V 117r)76
El contraste con Libia no puede ser mayor: “es aquella tierra de Libia mannera [estéril] & las heredades della non plantias para njngunt buen fruto” (GE V 145r);77 en el caso de las Sirtes, la infertilidad se explica por el abandono de la naturaleza de sí misma, que deja a esta región con un relieve ambiguo, ni completamente tierra, ni tampoco mar: Et desta gujssa desanparo & dexo mal ordenada la natura esta parte desy & la non partio para njngunos vsos njn pro de las cosas. Ca non se anda en guisa que los omnes se aprouechen ende njn se crian otrosy njngunas cosas que omne sepa que grant pro fagan. (GE V 135r)78
Pero no todo en tierras africanas es así; en efecto, en un pasaje de la General Estoria comentado más adelante en la sección dedicada al Nilo y a su recorrido, se encuentra una descripción que permite reconstruir, en términos generales, la geografía física del noroeste del continente de la siguiente manera: hay, en primer lugar, reservas de agua, más precisamente en la región del romanos se aproximaban a Lepcis Magna, se iban internando en zonas de precipitaciones pluviales anuales cada vez más elevadas: véase el mapa en Goodchild, “Roman” 165. 75 Para el texto de Estrabón (XVII, 3, 23) véase Colin 12. 76 “Syrtibus hinc Libycis tuta est Aegyptos, at inde / gurgite septeno rapidus mare summovet amnis. / terra suis contenta bonis, non indiga mercis / aut Iovis: in solo tota est fiducia Nilo” (DBC VIII, 444-47). 77 “illa tamen sterilis tellus fecundaque nulli / arva bono” (DBC IX, 696-97). 78 Esta vez la traducción alfonsí se refiere solamente a la naturaleza, sin incluir la palabra “dios”, como en un pasaje anterior: “sic male deseruit nullosque exegit in usus / hanc partem partem natura sui” (DBC IX, 310-11).
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monte Atlas, donde se encuentra el lago “Nullidom” y de cuyo régimen de lluvias depende el caudal del río; la descripción sugiere así un clima más húmedo, con precipitaciones suficientes para la formación de lagos y fuentes de agua. La estoria distingue después una región desértica, “la tierra de las arenas”, de otra que no lo es, “la Mauritanna de Cesarea, que non es tierra arenosa” (GE I 113 a 14, 19): son dos ecosistemas y dos “microclimas” diferentes. Y en sus incursiones en África, Alejandro llegará a un sitio llamado Taphosiri, en el que se encontraban doce ríos, que desembocaban en el mar y hacían posibles los asentamientos humanos: “e avié en aquel logar quinze villas, e avié ý dolze ríos de que entrava cada uno d’ellos por sí en la mar” (HNo 77).79 Fauna: las serpientes “E por esto cuenta Plinio que dizie el prouerbio de los griegos: Affrica siempre nos da alguna cosa marauillosa” (GE I 555 a 38): este pasaje, recordado por Alfonso X en el contexto de la fauna africana, no podría ser más apto para describir las serpientes de Libia.80 Ya se notó su escasez de ríos y fuentes y cuánta fue la sed sufrida por los romanos de Catón en su cruce por aquellos interminables arenales. Y como si todo esto no hubiera bastado para hacerles la travesía tan penosa, allí estaban las serpientes, dueñas, al igual que las arenas, de esa región tan hostil a los humanos, como se lo reprocha un soldado a uno de los dioses: “Et esta tierra que tantos vestiglos engendra & cria tolliste la tu a los omnes ca non pueden y morar & distela a las serpientes” (GE V 149r).81 Y tanto dominan la geografía de Libia, que estos animales se encuentran justamente en los pocos oasis en que los romanos podrían haber encontrado el agua que les habría aliviado los tormentos de las arenas, el polvo y el fuego del sol:
79 “... in quo erant ville quindecim et habebant flumina duodecim que cursu suo ingrediebantur in mare” (HNo 66). 80 Véanse Plinio VIII, 42 y también GE II 1 273 b 35: “Affrica siempre suele dar alguna cosa estranna”. Toynbee resume así la estima en que se tenía a las serpientes en el mundo clásico: “Snakes, at any rate the non-poisonous varieties, were in the main of good repute in the pagan Graeco-Roman world, in contrast to the evil character ascribed to them in general in Jewish and Christian literature and thought. They were prized as zoological exhibits, kept as pets, regarded as representing the beneficent spirits of the dead, associated with deities of healing and fertility and with the ‘saving’ gods and goddesses of the mystery cults; they had apotropaic and prophetic qualities; and their decorative potential was fully recognized by craftsmen” (223). 81 “tot monstra ferentem / gentibus ablatum dederas serpentibus orbem” (DBC IX, 855-56).
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& non fallauan y agua synon muy luenne. Et fallaron vna fuente en medio de las conpanna de serpientes que adur cabien en el logar. Et estauan en las orillas della las serpientes aspios muertos de sed por beuer & en medio del agua las serpientes dipsades beujendo & non se podiendo fartar tanto son ellas de seca natura. (GE V 143r)82
La estoria explica en otro momento que el habitat natural de estas serpientes es el de la “cinta quemada”: “Otrosy esta culebra dipsades non podie matar por su natura sin tierra caliente & sin aguas commo que lo entendiese llegose a las tierras de la çinta quemada por que se ayudase el ardor dellas contra su enemjgo a quien ella feriese” (GE V 147r). Pero estas serpientes son parte de un extenso catálogo que la General Estoria, traduciendo y amplificando la Farsalia, incluirá folios después. La lista es larga y muchos son también los detalles sobre cada una de ellas: la enumeración comienza en la última línea del folio 145r y se extenderá hasta mediado el 146v (= DBC IX, 700-33).83 Esta prolongada digresión explica el origen griego o latino del nombre de algunas especies, enumera sus características físicas y anatómicas y el color de la piel, describe las formas de silbar y de arrastrarse (y aun de volar), especifica el habitat y las costumbres, distingue las maneras de atacar y los efectos de las mordeduras y de la ponzoña en las víctimas, etc. Estos últimos se describen en ocasiones con crudo realismo: Et todas estas serpientes de que auemos aquj dicho matan con sus peçonnas cada vna de su gujsa las vnas secando los humores en los cuerpos de las cosas a qujen muerden, las otras acresçiendo, las otras faziendo las salljr de los cuerpos, las otras faziendo el cuero salljr & caer a mjenbros & matan de tantas maneras de quantas ha conplisiones en las cosas & avn de mas. (GE V 146v)84 82 “et unda / rarior. Inventus mediis fons unus harenis / largus aquae, sed quem serpentum turba tenebat / vix capiente loco; stabant in margine siccae / aspides, in mediis sitiebant dipsades undis” (DBC IX, 606-10). 83 Para este episodio en la Farsalia véase el estudio de Aumont, “Sur ‘l’épisode des reptiles’”, con revisión de la bibliografía sobre el tema; para las fuentes de Lucano véanse también Pichon 40-42 (quien ya notó numerosos paralelos con la Theriaká de Nicandro de Colofón, a través de la obra de Aemilius Licinius Macer) y Cazzaniga, Colin 206-07, Kebric, Morford 126 y Radicke 476. Para las serpientes y sus diversas clases véanse también los capítulos 137 a 144 del Libro del tesoro, que incluyen una introducción general y un tratamiento especial del “aspide”, la “anfimenia”, el “basalisco”, el “dragón”, la “çitales”, la “vipra” y el “lagarto” (LT 72 a-74 a); véase también el capítulo XIII del Fisiólogo. 84 Tampoco, a propósito de todo este episodio, se intenta una comparación entre la Farsalia y la General Estoria, si bien hay que observar otra vez que en esta última se repiten varios de los rasgos de la estética “barroca” que Aumont y otros estudiosos encuentran en Lucano: hipérbole, gusto por lo macabro y lo horrible y por los detalles repulsivos y violentos, etc. Y también
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Pero si extenso es el catálogo, más todavía lo será el relato que le sigue, en el cual se refieren casos específicos de soldados atacados por estas serpientes. Algunas de ellas son las mismas que Dante encuentra en el Infierno: Noi discendemmo il ponte da la testa dove s’aggiugne con l’ottava ripa; e poi mi fu la bolgia manifesta: e vidivi entro terribile stipa di serpenti, e di sì diversa mena, che la memoria il sangue ancor mi scipa. Più non si vanti Libia con su rena; ché se chelidri, iaculi e faree produce, e cencri con anfisibena, né tante pestilenzie, né sì ree mostrò già mai con tutta l’Etiopia, né con ciò che di sopra al Mar Rosso èe. (“Infierno” XXIV, 79-90)
Pero, para los romanos, los suplicios no quedan relegados en el círculo infernal, sino que serán terribles padecimientos sufridos aún en esta vida y a los cuales, durante varios folios, desde el final de 146v hasta casi concluir el 148v (= DBC IX, 734-836), la General Estoria les dedica una narración, minuciosa y demorada, de la forma en que sucumbieron ocho de ellos: “maraujllas mayores avn que esta fezieron ally estas pestilençias de Libia”, dice el relato después de la tercera muerte (GE V 148r = DBC IX, 805: “Sed maiora parant Libycae spectacula pestes”), y, en efecto, asombra y espanta el lento, terrible y doloroso fin al que estos animales someten a sus víctimas. Ellas son: Aulo (Aulus), mordido por una “dípsada”, se abre las venas para tratar de apagar con su propia sangre la sed y el ardor que no podía saciar con el agua salada proveniente de las arenas de las Sirtes;85 Sabelo (Sabellus) es atacado por una culebra habría que comprobar hasta qué punto Alfonso X sigue a su fuente en lo que concierne a la precisión científica de todo el pasaje: características de los reptiles, transferencia de rasgos de una especie a otra, síntomas y heridas causadas por las mordeduras y picaduras, rapidez o lentitud del efecto de los venenos, etc. 85 “Ally son las dipsades estas han natura que el omne que fieren que le toma tan grant sed que sy todo le metiesen en agua & le entrase vn rrio por la boca non gela amatarie & muere de sed” (GE V 146r) = “torrida dipsas” (DBC IX, 718); “Et fue corriendo [Aulo] a vnas & a otras partes buscando agua que beujese tanto era la sed & el ardor que auje asy que avn que le metiesen todo en el Tanays o en el Rruedano [Ródano] o en el Paduo [Po] non dexarie de arder todo. Et sy beujese todo el Njlo quando va grande non perderie la sed tanta era la sequedat del venjno que tenje en la corada” (GE V 147r) = “ille vel in Tanain misus Rhodanumque Padumque / arderet Nilumque bibens per rura vagantem” (DBC IX, 751-52); véanse Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 114, nota 14; Cazzaniga 34-35 y 38 y Morford 128:
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“sepe” y su cuerpo se desintegra hasta dejar los huesos al descubierto;86 Nasidio (Nasidius) es víctima de una serpiente “préster”, que, al contrario de las anteriores, causan un edema (o hinchazón) tal en el cuerpo, que éste se transforma en una pelota a punto de reventar;87 Tulo (Tullus) sufre la mordedura de una “hemorroo” y tiene una hemorragia (“sudaba sangre”) por la boca, la nariz y las orejas, que convierte todo su cuerpo en una llaga;88 Levo (Laevus) atraviesa a otra serpiente “de la tierra del Nilo” (“áspid”) con su lanza, pero por el asta sube el veneno que le causa la muerte;89 Paulo (Paulus) acaba sus días por
“Aulus, the standard-bearer, is the first to die, victim of a dipsas (737-60): his sufferings are treated with much hyperbole, but he dies in the end with the courage of a Stoic, opening his veins to drink his own blood. He would have failed in his agony had Cato not been present: thanks to him Aulus died master of his fate”. Pero no sólo este soldado, sino todos ellos habrían encarnado con su conducta el fundamento estoico de toda la obra: “In jedem Fall manifestiert sich in diesen Exempeln erneut die stoische Grundlage der Pharsalia” (Radicke 476). 86 “Ally son las serpientes sepes & estas sepes son tan enpeçonnadas que al que muerden por mjenbros le desatan todo & asy cae a pedaços fasta que muere” (GE V 146r-v) = “ossaque dissolvens cum corpore tabificus seps” (DBC IX, 723); véanse Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 107 y 117, nota 28, y Cazzaniga 38 y 41. 87 “Ally son las serpientes presteres & estas andan sienpre boca abiertas con grant cobdiçia de morder cada que fallasen aqui” (GE V 146r) = “oraque distendens avidus fumantia prester” (DBC IX, 722); “Et es la natura destas culebras presteres contraria a la de las serpientes sepes ca las sepes tuellen el cuerpo a que enpeçonnan menguandole fasta que le desfazen & las presteres fazenle finchar & que creçen fasta que matan otrosy, mas non que desfagan el cuerpo, onde las vnas matan menguando & las otras cresçiendo” (GE V 147v-148r) = “Ecce, subit facies leto diversa fluenti” (DBC IX, 789); véanse Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 107 y 115, nota 16, y Cazzaniga 33-34. “Et aquel que a nonbre preste anda sienpre la boca abierta, & quando aprieta alguno con los dientes, fincha tanto que muera, & podreçe luego todo” (LT 72 b). 88 “Et estas serpientes emorreos dize Lucano que han esta natura que al que muerden que le faze la su peçonna salljr la sangre por las orejas & por las narizes & por todos los poros del cuerpo commo el sudor quando suda el omne & nunca queda de salljr la sangre fasta que es toda yda” (GE V 145v) = “sanguis erant lacrimae; quaecumque foramina novit / umor, ab his largus manat cruor; ora redundant / et patulae nares; sudor rubet; omnia plenis / membra fluunt venis; totum est pro vulnere corpus” (DBC IX, 811-14); véanse Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 107 y 114, nota 15, y Cazzaniga 41. En estos cuatro primeros casos, las víctimas mueren a causa de los venenos hemorrágicos: “les venins hémorragiques qui détruisent le revêtement interne des parois des vaisseaux sanguins” —explica Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 105; véase Cazzaniga 39-40. Entre las clases de áspides, menciona Brunetto Latini el “marroy”, que “faze al onbre salir tanta de sangre de quel a mordido, que muere” (LT 72 b). 89 “Ca djzen los departidores desta rrazon que estas serpientes aspios que tomar se pueden & leuar se de vnas tierras a otras sy las non ferieren. Et ellas por sy andan por las arenas rrojas & vienen fasta el Njlo mas non pasan dende aca” (GE V 145v) = “ipsa caloris egens gelidum non transit in orbem / sponte sua, Niloque tenus metitur harenas” (DBC IX, 70405). Que el soldado atravesó la serpiente con su lanza es añadido de Alfonso X.
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una “yácula” que salta desde un árbol y lo mata con el golpe;90 Murro (Murrus), como Levo, traspasa a un “basilisco” y, al subir la ponzoña por el asta, puede salvar su vida amputando, con su espada, la mano con la que empuñaba la lanza.91 Después de todo esto, no sorprende que, cuando los romanos llegan a Lepcis Magna, no tengan en nada a los leones que salen a atacarlos (GE V 151v = DBC IX, 947). Finalmente, el Libro del tesoro de Brunetto Latini incluye también las siguientes especies: “áspid”: “mata el onbre de set” (LT 72 b); “prialis”: “faze al onbre tanto dormir de quel a mordido quel faze morir” (LT 72 b); “anfimenia”, de dos cabezas, una de ellas en la cola (LT 72 b); “basilisco”, el “rey de las serpientes”, a los cuales, a pesar de su ferocidad, pudo vencer Alejandro Magno, recurriendo a un ingenioso recurso (LT 72 a-73 b);92 “dragón”, “la mayor serpiente que todas las otras”, vive en Etiopía e India (LT 73 a); “çitales”, una serpiente “que anda mucho de vagar” (LA 73 a); “vipra”, la más 90
“Ally son las serpientes jaculos & en latin djzen jaculo [jaculum] por dardo o por cosa atal que alançe omne mucho con la mano. Et dieron ende nonbre a estas serpientes por que buelan a trechos & van muy yradas commo dardo” (GE V 146r) = “iaculique volucres” (DBC IX, 720); véanse Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 116, nota 24, y Cazzaniga 38, quien advierte la contradicción en Lucano entre la muerte de Aulo, en medio de un desierto carente de toda vegetación, y la de Paulo, víctima de una serpiente que se arroja desde un árbol: “Et en pos esta vna serpiente de las que auemos dicho que auje nonbre jaculos estaua en vn tronco de vn arbol que oujera ally” (GE V 148v); Lucano había aclarado que se trataba de un árbol seco: “Ecce, procul saevus sterili se robore trunci / torsit et immisit (iaculum vocat Africa) serpens” (DBC IX, 822-23). 91 “Et ally rreyna el basalisco en aquella arena vazia do toda otra anjmalia njnguna non podrie y beujr que la non matase el” (GE V 146v) = “sibilaque effundens cunctas terrentia pestes, / ante venena nocens, late sibi summovet omne / vulgus et in vacua regnat basiliscus harena” (DBC IX, 724-26); véanse Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 113, nota 9, y Almazan 57. Para el basilisco, “rey de las serpientes”, véase también el Libro del tesoro (LT 72 b-73 a). Levo y Murro mueren por la acción de los venenos neurotóxicos: “les venins neuro-toxiques, agissant sur les cellules du bulbe rachidien et sur les ganglions spinaux du système nerveux central” (Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 105-06). La General Estoria, por incomprensión de la fuente, agrega a esta lista de víctimas una más, atacada por un “escorpión”: “vn cauallero de aquellos que dezien Orion tanto que murio ende” (GE V 148v), pero Lucano, en realidad, a propósito de la muerte de Murro, estaba evocando el mito del gigante Orión (también muerto a causa de la mordedura de un escorpión) y ambos signos del Zodíaco: Orión y Escorpión (DBC IX, 833-36). Así describen a este animal Alfonso X y Lucano: “El escorpion ha vnos nudos malos & alça la cola & fiere della...” (GE V 148v) = “ille minax nodis et recto verbere saevus” (DBC IX, 835); véase Aumont, “Sur ‘l’épisode’” 115, nota 18. Para los escorpiones del Sahara véase Cloudsley-Thompson, “Arachnids” 176-87. 92 “Et sabet que Alexandre, quando fallo los basaliscos, fizo fazer muy grandes redomas de vidrio en que cabrie un onbre, en guisa que veye el basalisco & el basalisco non a el; & asy los fizo matar, & fue su hueste librada dellos” (LT 73 a).
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“fiera” y cruel de todas (LT 73 b); “lagarto” y “salamandra”, cuyo veneno es “mas fuerte que ninguna de las otras” (LT 73 b).93 Geografía y mitología Como en otras regiones de la ecumene estudiadas a lo largo de estas páginas, cuando se trata de Libia se aúnan también geografía, mitología e interpretación alegórica, en este caso, para explicar los orígenes de las serpientes que pueblan los desiertos africanos y del templo de Júpiter Amón. Con respecto a éste, ya se vio que en muy pocos sitios de la geografía de Libia y casi nunca en su travesía, pudieron encontrar Catón y sus hombres un respiro al relieve de la primera y un descanso a los suplicios de la segunda. Uno de ellos fue el oasis del templo de Júpiter Amón, en tierra de los garamantes, cuya historia detalla la General Estoria en otro de los excursos a que fueron tan afectos Lucano (DBC IX, 511-86) y no menos los redactores alfonsíes. Más aún, en este caso, la estoria incluso intercala el relato de Baco, que no se halla en la Farsalia, y según el cual el dios y su cortejo pasan a África y, como los romanos después, en aquellos desiertos comienzan también a padecer los tormentos de la sed. El dios ruega a su padre que los socorra y éste se les aparece en figura de carnero. El animal se interna en un monte, lo siguen, encuentran una fuente de agua en el sitio en que lo pierden de vista y, entendiendo que aquél era en realidad Júpiter, formaron una imagen en semejanza de carnero y construyeron un templo en su honor, al que llamaron “Júpiter el de las arenas”, haciendo derivar Amón del griego amonja (más bien, ἄμμος ), ‘arena’: “Aquj venjeron los de Libia de Amon que es Jupiter el de las arenas de Africa” (GE V 29v), el “corniger Hammon” de Lucano (DBC III, 292).94 Narra la estoria alfonsí: Et fezieron luego en aquel logar mesmo vn tenplo noble a onrra del & mandaronle fazer vna ymagen de carnero & pusieronle ally que lo adorasen ellos & todos los que ally venjesen a oraçion. Et fue esta fegura que le pusieron ally para adorar le por estas dos rrazones, la vna porque les paresçiera en tal, la otra por que aquel logar do les aparesçiera que era en las arenas. Et por que dizen en le griego amonja por arena dexaron todos los otros nonbres de Jupiter a que son muchos por las tierras llamaron le Amon por ally. (GE V 140v)95
93
Para estos dos últimos véase también el capítulo XLV del Fisiólogo. “‘dux’que ‘gregis’ dixit ‘fit Iuppiter, unde recuruis / nunc quoque formatus Libys est cum cornibus / Ammon’” (Metamorfosis V, 327-29). 95 Para la relación de este pasaje en Lucano con las Metamorfosis de Ovidio véase Almazan 94. Véase también este otro pasaje: “Mas primera mientre a toda Affrica dixieron Libia, 94
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Sólo en ese lugar se ha de hallar el agua y la flora que faltan en tantas otras regiones de Libia y solamente allí también la arena que se desmenuza en polvo fino se convertirá en tierra densa y compacta.96 En el caso de las serpientes, precede al catálogo un largo excursus dedicado a narrar el mito de Perseo y Medusa.97 Desde fines del folio 143r hasta el final del 145r (= DBC, IX, 624-99), la General Estoria unirá en un solo relato mitológico los temas más definitorios de la geografía de Libia, que el paciente y no menos estoico lector ya habrá anticipado: arenas, sol, polvo y serpientes. En sustancia, la narración alfonsí refiere lo siguiente: el rey Forco reinaba en una región de África que carecía de montes y otros medios de protección contra el rigor del sol y en la cual abundaban las piedras en que se convertían todas las cosas sobre las cuales su hija y heredera del reino, Medusa, posaba la mirada. Nada escapaba a este poder: aves y animales, incluyedo las culebras que nacían de sus cabellos, y hasta el mismo rey Atlante, metamorfoseado en una montaña. A instigación de su hermana Palas Atenea, Perseo se dirige al encuentro de Medusa, le corta la cabeza y sale volando hacia Europa.98 Del largo relato alfonsí hay que retener ahora aquellos aspectos que más directamente se relacionan con el tema de esta sección. En primer lugar, la prohibición de Palas a Perseo de volar sobre Europa, so pena de convertir a sus habitantes en piedras y tornar estéril a todo el continente, estableciendo de esta manera un contraste explícito entre la fertilidad de éste y la esterilidad de Libia, pero una tierra ouo y appartada a que dixieron sienpre Libia; et en esta ouo el mayor tiemplo de Juppiter, e o mas lle onrrauan e aorauan todos los gentiles en figura de carnero” (GE II 1 280 a 34). 96 La General Estoria continúa con una digresión sobre los signos del Zodíaco (= DBC IX, 531-43) y con el diálogo entre Catón y uno de sus soldados, éste, exhortándolo a consultar el oráculo de Júpiter, aquél, negándose a querer averiguar cómo terminará la guerra civil y qué futuro les espera a él, a sus hombres y al mismo Julio César (= DBC IX, 549-86). En la respuesta de Catón no falta la referencia a la geografía de Libia: “Et este dios a quien me lo tu mandas aquj demanda sinon escogio estas arenas manneras [estériles] do se apartase por que lo dixese a pocos & metio la verdat en este poluo” (GE V 142r) = “sterilesne elegit harenas / ut caneret paucis, mersitque hoc pulvere verum” (DBC IX, 576-77). 97 El mito de Perseo y Medusa se narra en General Estoria II 1, capítulos CLXII- CLXIV (276 a 5-280 a 5). Para otra perspectiva del mito de Perseo véase Cárdenas, “Alfonso X’s”, quien estudia dos apropiaciones distintas del relato ovidiano por parte del Rey Sabio: la histórica, en relación con los mitos de Júpiter y Hércules (véase también Montero, “A Possible” 4 y 11), y la científica, con respecto a la astronomía, las constelaciones y su influencia en los asuntos humanos. 98 Véanse Almazan 93-94 y Cazzaniga 30-31. En una versión diferente del mito, estudiada en otro capítulo y en relación con Atlas, éste es transformado en monte cuando Perseo le muestra la cabeza de Medusa (GE II 1 283 a 7 = Ovidio, Metamorfosis IV, 655-60). Sobre el culto de Perseo en Egipto véase el relato de Heródoto (II, 91).
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respectivamente, entre la zona templada y la zona perusta de la geografía antigua y medieval: Et entendiendo esto Palas su hermana non touo por bien esta pasada & dixole que las tierras de Europa eran muy plantias & llenas de muchos frutos que sy y pasase con su Medusa que las dannarie. Et mandole que lo non feziese njn qujsiese buscar tan grant danno a los pueblos de ally que tenjen [tan] buenas tierras & biujen y tantos dellos & se perderien por Medusa. Ca andando el bolando por el ayre & seyendo tan grant cuerpo commo el & faziendo tan grant vista que serien todos tornados en piedras & perder seye la gente & los omnes buenos en ellas & fincarie la tierra llena de malas serpientes. (GE V 145r)99
No pudiendo desobedecer las órdenes de su hermana, Perseo se marcha a Libia con la cabeza de Medusa y de la sangre que de ella iba cayendo en la arena, ayudada por la acción del sol, van a nacer las serpientes, cuyo catálogo se inicia inmediatamente después: es aquella tierra de Libia mannera [estéril] & las heredades della non plantias para njngunt buen fruto. Et cayeron los destellos [de la sangre] de la cabeça de Medusa por aquellas tierras leuandola Perseo por el ayre & enprennaronse dellos las arenas. Et vjno de suso el calor del sol & ayudo a los rruçios [rociada] de aquellos destellos & coxolos en el poluo de la arena & nasçieron de ally serpientes muchas estrannas & de maneras departidas commo oyredes agora aquj. (GE V 145r)100 99 Más concisamente, había dicho Lucano: “ille quidem pensabat iter propiusque secabat / aera, si medias Europae scinderet urbes: / Pallas frugiferas iussit non laedere terras / et parci populis” (DBC IX, 685-88). En la geografía de Libia correspondiente a esta sección del relato, la General Estoria no siempre entiende las lecturas de la fuente latina: por ejemplo, cuando se dice “Et fuese el [Perseo] a ella la çibdat de Bybisa en cabo de tierra de Libia” (GE V 144v), la traducción inventa una ciudad allí donde el original se había referido a los confines de Libia: “terraeque in fine Libyssae” (DBC IX, 666). 100 “illa tamen sterilis tellus fecundaque nulli / arva bono virus stillantis tabe Medusae / concipiunt dirosque fero de sanguine rores / quos calor adiuvit putrique incoxit harenae” (DBC IX, 696-99). Otro problema que plantea esta larga sección del relato alfonsí es el de sus fuentes. El texto cita a Lucano y a Ovidio y también remite a la segunda parte de la General Estoria: “lo auemos ya todo departido conplida mente ante desto en la segunda parte desta general estoria” (GE V 143v). El mito de Forco, Medusa, sus hermanas y Perseo se narra en GE II 1 273 b 11-280 a 5, con numerosas variantes y seguido de las interpretaciones alegóricas que faltan en la quinta parte. De esta segunda, hay que recordar: a) la descripción del reino de Forco, al pie del monte Atlas y a orillas del océano (273 b 19); b) el problema (apuntado ya en la “Introducción” a este libro) de si se trata de una “fablilla” (275 b 34) y que también se plantea en GE V 143v: “Et esta rrazon sy es fablilla o sy es estoria fallamos la nos por otros escriptos desta gujsa que oydes & qujere acordar en este libro de Lucano”, problema que también se había mencionado en DBC IX, 621-23; c) la mención de
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Este relato había sido anticipado en la segunda parte de la estoria alfonsí: Et demientre que passaua Persseo sobre las arenas por tierra de Libia, que es en essa part, yuan otrossi cayendo gotas de sangre de la cabesça de Medusa, e tornaron se dellas en cauallos con alas [Pegaso], e de las otras nasçieron sierpes. (GE II 1 277 b 17)101
El río Nilo: situación geográfica y nombres Algunas de las referencias al Nilo, hechas en capítulos anteriores y casi siempre al pasar, hay que recordar ahora antes de estudiar en detalle la geografía del río y de la región que atraviesa en su curso. Una de las corrientes fluviales más importantes en la Antigüedad y en la Edad Media, el Nilo servía, junto con el Mediterráneo y el Tanais (Don), de límite entre los tres continentes de la ecumene. Pero en otros textos, o bien África estaba separada de Etiopía por el Nilo (GE I 113 a 37), o Egipto constituía una entidad aparte, “en la partida de medio dia, e es la quarta parte del mundo” (GE II 1 114 a 24), o Egipto y Etiopía, juntos, formaban una cuarta región (GE I 46 a 7) y el Nilo hacía las veces de límite entre “Ethiopia la meior” y Egipto (GE I 307 b 30). Sobre la división de Egipto en dos partes y sus límites, dice Mandevilla: En Egipto ý ha dos partidas: la alta, que es enta [hacia] Ethiopia, et la menor, que es enta Arabia. [...] Et ha Egipto enta orient la Roya mar [mar Rojo] qui dura ata la cibdat de Coston. Et enta occident es la tierra [de Libia] que es muy seca tierra et poco otras fuentes: Estacio y Virgilio (276 a 9); d) la descripción de los hombres y animales convertidos en piedras (276 b 11); e) el origen de las culebras de Libia, con remisión a la Farsalia (277 b 17); f) la interpretación alegórica de estos animales (279 b 10). 101 La relación con Lucano se hace explícita pocas líneas después: “Et cuenta el Libro de las prouincias en el capitulo de Affrica, o fabla desta tierra de Libia, que en aquellos desiertos della se crian las serpientes a que nos dezimos basiliscos e otras de tantas naturas, segunt diz Lucano en la razon de quando Caton fue alla despues de la muerte de Ponpeyo el grant, que non an cuenta” (GE II 1 277 b 29); el Libro de las prouincias son los capítulos XIV y XV de las Etimologías de san Isidoro de Sevilla (Solalinde, “Fuentes” 1-11); para este problema véanse también Lida de Malkiel, “La General” 119-20 y López Santos 428-29. Capítulos después, Alfonso X explica alegóricamente este episodio del mito de Perseo: “Et por dar a entender esto dixieron los gentiles que las gotas de sangre que cayen de Medusa, que se tornaron en culueuras; e que enlennaron tierra de Libia por dar a entender que, assi como las culuebras andan rastrando de los uientres por la tierra, assi aquellas gorgones ponien toda su femencia e todo su estudio en las cosas terrennales: et esto es en seer souerbias e otras malas costumbres que auien ellas en si, e en que fazien caer a los omnes por su poder, e por so fermosura grant que auien, et por maldat de sus cuerpos, ca los mas sabios todos fallamos que las llaman malas mugieres de sus cuerpos” (GE II 1 279 b 11).
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fructuosa, car eilla es mucho calient. Et es la tierra clamada Fuch. Et enta medio dia es Ethiopia, et enta bise [noroeste] es el desierto qui dura ata Asyria, et assi es la tierra fuert de todas partes. (LMM 18)
Y tan importante es este río en las concepciones geográficas antiguas y medievales que en algunas ocasiones, en la cartografía anterior al siglo XII y a veces también posterior, el Nilo corresponde al centro del orbe, compitiendo con las islas Cícladas o con ciudades como Jerusalén, Constantinopla, Meroë o Siene, por ejemplo.102 Más aún, se lo llegará a describir como “ombligo” del mundo, con los mismos términos con que la General Estoria se refiere también a Jerusalén y Judea: Ca fallaras que sabios ouo y que dixieron e dexaron lo escripto que el Nilo ombligo era del mundo, que assi como las animalias yazen en los uientres de las madres se gouiernan por los onbligos ca nin comen nin beuen estonçes por otro logar, ca si lo fiziessen aurien a morir, e esto non es. E que el Nilo ombligo es del mundo, que mantienen en los humores yl atiempra en los feruores. (GE I 117 b 37 = GE V 162v)103
En la Antigüedad, Heródoto sostuvo que el delta del Nilo, entre Asia y Libia (o África), formaba una cuarta parte del mundo (II, 16), pero en los textos aquí estudiados, los límites que lo separan de Etiopía son tan vagos y tan variados que es prácticamente imposible trazar una frontera clara y precisa entre ambas regiones;104 por otro lado, el Nilo, en parte de su recorrido, atraviesa el África subsahariana denominada “Etiopía” en los autores antiguos y medievales, por todo lo cual la región bañada por este río merece una sección especial, aunque no constituya siempre, estrictamente hablando, una tierra de los confines meri-
102 Sobre la centralidad del Nilo, comparable a la de Delfos en la tradición griega, véase Vasunia 106-07. Indicaciones sobre los autores clásicos que escribieron sobre Egipto y el Nilo se encuentran en Arbel 105-06 y Shavit 81 y 100, nota 17. Para el Nilo en la cartografía véase Guadalupi 30-53. 103 Este pasaje no se encuentra en la Farsalia de Lucano: es añadido de Alfonso X. “E en medio desta tierra de Judea, yaze la çibdad de Iherusalem. Sobre la razon desta cibdad de Iherusalem dize el Libro de las Prouincias [libros XIV y XV de las las Etimologías] que tal es aquella cibdad como ombligo de toda la tierra como es en el cuerpo de la animalia el su ombligo, ca assy yaze Iherusalem en medio de la tierra como ell ombligo esta en medio del cuerpo de la cosa” (GE I 428 b 50). La fuente de este pasaje se encuentra en las Etimologías XIV, III, 19-23. Para Jerusalén como centro simbólico y ombligo del mundo véase Biglieri, “Jerusalén” 44-52. 104 Para los límites geográficos y naturales de Egipto en Heródoto véase Vasunia 90-91. Egipto ocupa una posición intermedia entre África (o Libia) y Asia, y el Nilo, a su vez, fluye a lo largo del centro del país, dividiéndolo en dos partes (Heródoto II, 17).
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dionales de la Tierra: no lo es, ciertamente, en su desembocadura en el Mediterráneo, pero sí en cuanto, según algunas teorías, sus fuentes se encontrarían en el sur del continente africano, es decir, en los extremos de la ecumene; así se verá páginas adelante, en aquellos pasajes en los que la Farsalia y la estoria alfonsí sostengan que el Nilo es el único río que atraviesa el ecuador y fluye en ambos hemisferios, en el meridional, donde nace, y en el septentrional, donde desemboca. Por el momento, hay que recordar las palabras que Pompeyo le dirige a uno de sus hijos, exhortándolo a ir hasta los “cabos del mundo”, entre los cuales el Nilo marcaba uno de los límites del Imperio romano, condición que compartía con otros accidentes geográficos, como ríos (el Éufrates), mares (el Negro), montes (Rifeos) y regiones (Escitia): Et que mueuas todas las gentes del rrio Eufrates & las del Njlo por do anda de todo en todo la fama del mj nonbre & por cuyas çibdades es publicado el sennorio de Rroma por el mj acabdellamjento & de lo que yo fize & vengan los de Siçillia & los faros & los sus rreynos & el rrey Tjgrant que es mjo & el rrey Farnaz & los de amas las Armenjas & los de Ponto & los de los montes Rrifeos & los de Siçia que son los godos & los de la laguna Meotida. (GE V 23v)105
La General Estoria le dedica al Nilo una extensa sección (GE I 112 b 21120 b 27). Desde el punto de vista geográfico, esta descripción del río presenta numerosos problemas, ya que, en más de una oportunidad, se pueden advertir o diferencias y aun contradicciones entre los pasajes de la estoria, o imprecisiones que tornan difícil formarse una imagen clara tanto de la región sometida a su influencia como de la hidrografía de África. Sin duda, todos estos problemas se deben, en gran medida, a la diversidad de las fuentes consultadas por los redactores alfonsíes, a sus discrepancias y a la frecuente imposibilidad de conciliarlas en un sistema único y coherente. Las enumera Alfonso X: “Del Nilo como nasce, e de los logares o paresce e poro passa, fablaron muchos sabios
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La identificación entre godos y escitas corre por cuenta de los traductores alfonsíes. “mundi iubeo temptare recessus: / Euphraten Nilumque move, quo nominis usque / nostri fama venit, quas est vulgata per urbes / post me Roma ducem. sparsos per rura colonos / redde mari Cilicas; Pharios hinc concute reges / Tigranemque meum; nec Pharnacis arma relinquas / admoneo nec tu populos utraque vagantis / Armenia Pontique feras per litora gentis / Riphaeasque manus et quos tenet aequore denso / pigra palus Scythici patiens Maeotia plaustri / et —quid plura moror? totos mea, nate, per ortus / bella feres totoque urbes agitabis in orbe / perdomitas; omnes redeant in castra triumphi” (DBC II, 632-44). Escitia evoca siempre la idea de lo lejano, ya (casi) en los extremos del mundo: “las tierras apartadas de Çiçia”, las llama Alfonso X (GE V 112r = DBC VIII, 216). Para el Nilo como confín del Imperio romano o de la Tierra en la poesía latina véase Mendell 7 y 11.
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assi como Aristotil, e Tholomeo, e Plinio, Eratesten, e Homero, e Themosten, e Artemidoro, e Esidoro, e Muciano, e Lucano e Paulo Orosio” (GE I 112 b 24).106 De todas estas fuentes, las más importantes son la Historia natural de Plinio y la extensa explicación sobre el Nilo que Acoreo le da a Julio César en el canto décimo de la Farsalia de Lucano, poema que se incluye también en la quinta parte de la General Estoria; más precisamente, en toda esta sección de la primera parte, siete de los diez capítulos que la componen derivan del poeta latino.107 En todos estos capítulos no siempre es fácil localizar las fuentes del Nilo, ni trazar con exactitud su recorrido, ni menos aún precisar su longitud;108 tampoco se pueden determinar los sitios de las cataratas que interrumpen su curso y el lugar de su(s) desembocadura(s), ni hacerse una idea bien definida de su geología, de los brazos que lo forman y los afluentes en que se ramifica, del clima y el régimen de lluvias, de la flora y fauna de las regiones que atraviesa
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Sobre el Nilo en la obra de Paulo Orosio véase Merrils 79-87. GE I 114 a 35-120 b 27 corresponde a DBC X, 176-331. Los capítulos de esta sección que se refieren al Nilo, traduciendo a Lucano, son: X, XIII, XIV, XV y XVI; IX y XI, también, pero sin contener información sobre el río. Los capítulos VII y VIII derivan de Plinio en su mayor parte y también de Paulo Orosio y el XII es añadido de Alfonso X. Que Alfonso X interrumpa a Plinio en este pasaje con los comentarios de Lucano ilustra, según Eisenberg, las “prácticas editoriales” bastante “enigmáticas” del Rey Sabio (225). Este pasaje de la primera parte se repite también en la quinta (GE V 160r-165v) y entre ambas versiones del texto latino de la obra alfonsí no se registran muchas variantes de significación, pero cuando se encuentren, se indicarán entre corchetes ([ ]); como ya se ha hecho hasta aquí, se citarán los pasajes de la primera parte, entre paréntesis se remitirá a los folios correspondientes de la quinta y en notas a pie de página se encontrarán los textos paralelos de De bello civili. Sobre este pasaje y las relaciones entre las dos versiones alfonsíes véanse Catalán 63 y Fernández-Ordóñez 91-92. Para el Nilo en la Farsalia véanse Pucci 124-3 y todo el estudio de Barrenechea, “the first attempt to bring these and other aspects —a change in Caesar’s character, the significance of the rhetorical topos of the Nile, the conflicts involving the veracity ot the vates in the poem, and the nature of the digression itself— together into a coherent reading of the episode” (260). Para los modelos literarios en que se basa el relato lucaniano y la representación de Acoreo véase Barrenechea 268-69 y 273-76, respectivamente. Sobre el tema de los ríos en Lucano (y en otros autores latinos) véase el estudio de Mendell, quien se refiere al Nilo varias veces, pero sin dedicarle a este pasaje del libro décimo un tratamiento especial. 108 Sobre la longitud del Nilo se han propuesto varias cifras: 4.238 millas (Collins, The Nile 1 y 11), 6.694 kilómetros (Bonneau 11) o 6.397 kilómetros o 6.671 kilómetros, según otros cálculos, etc. La superficie total de la cuenca del Nilo se calcula en 3.400.000 km² o en 2.867.600 km², también según los autores que se tengan en cuenta. De acuerdo con su longitud, y según Estrabón (XV, 1, 35), le corresponde al Nilo el cuarto lugar, después del Ganges, el Indo y el Ister (Danubio). La superficie de tierra cultivable gracias a las crecidas del río, entre Asuán y el delta, se estima en 18.250 km2 (Reader 193). 107
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y de las sociedades humanas favorecidas por su influencia.109 Y a la hora de describirlo, la diversidad de nombres del Nilo agrega dificultades adicionales. Citando a Paulo Orosio, la General Estoria registra varias denominaciones; así, el lago en que el río nace recibe los nombres de “Nulliden”, “Clara”, “Nungiris” o “Nebul” (GE I 113 b 50), variaciones que se atribuyen a las siguientes razones: Et este camiamiento de los nombres non sabemos si fue por el departimiento de los lenguages daquellas tierras, o si por el mudamiento de los tiempos en que ouieron primero aquellos logares otros nombres que non han agora. (GE I 114 a 3)110
Poco después se precisa que este río recibe el nombre “Nilo” en tierras de Egipto cuando, después de formar varios brazos y lagunas, “entra alli en una madre” y, como una sola corriente fluvial, desemboca en el mar (presumiblemente el Mediterráneo, a menos que se aluda al mar Rojo): “e que dalli adelant a nombre Nilo e cae unado en el mar, assi como es dicho suso” (GE I 114 a 21).111 Situándolo también en el occidente africano, el Libro del conoscimiento de todos los reinos lo identifica con el “Rio del Oro que dizen Nilo”, si bien, como se especificará poco después, el río del Oro es uno de los dos brazos en que se divide el Nilo (LCTR 54).112
109 Para hacerle justicia a Alfonso X, las dificultades en su versión comienzan con el mismo texto de Lucano que le sirve de fuente, como lo detalló Gareth Williams: “Acoreus responds with a suitably serpentine account in three main sections, the first (199-218) describing astral and planetary influences on the Nile; the second (219-67) refutes various theories of the Nile’s flood; and, after a (none too) subtly pointed digression on reckless leaders who sought to uncover the Nile’s secrets before Caesar (268-85), the third (285-311) describes the Nile’s course and traces its flow ‘through both hemispheres’ (301) to its obscure source in the southern hemisphere (hic quaeritur ortus, 301). In its way Acoreus’ entire speech is as elusive as the river that it describes, [...]” (231). 110 Plinio también se refirió a los otros nombres del Nilo: “sic quoque etiamnum Giris ante nominatus per aliquot milia, et in totum Homero Aegyptus aliisque Triton” (V, 54). Sobre este tema véase Wainwright 104. La diversidad no afecta solamente al nombre del río: toda la región bañada por el Nilo se caracteriza por una enorme variedad geográfica, humana, animal y vegetal (Collins, The Nile 5-8). 111 Véase también el siguiente pasaje: “e a estas aguas, de mientre que uan assi departidas llaman les estos nombres que auemos dichos, e desque se ayuntan todo en uno dizen les el Nilo, e non antes, maguer que todos sean una agua” (GE I 113 b 13); “... nec ante Nilus quam se totum aquis rursus concordibus iunxit” (Plinio V, 54). 112 “Another legendary element found at the southern extremity of some charts was the supposed western branch of the Nile. Shown as flowing into the sea below Bojador, it was sometimes (on the Carignano map [siglo XIV], por example) dubbed the River of Gold” (Harley y Woodward 413). En otros casos, los geógrafos árabes estudiados por Levtzion
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Origen y fuentes del Nilo El origen del río se remonta a una época posterior al Diluvio. Toda la explicación de la General Estoria no se halla, claro está, en Lucano; las palabras que allí pronuncia Acoreo se reemplazan en la traducción alfonsí con una versión cristianizada, según la cual las aguas se dividen en dos grupos: las que datan de la creación del mundo y a las cuales Dios “ayuntolas e establescio las so cierto poder e ciertos logares donde non pueden passar nin se desuiar” y las que, después del Diluvio, no fueron creadas por Dios, sino que se crearon “o por auenimiento o por natura” y de las cuales nace el Nilo.113 Vale la pena citar ambos pasajes en toda su extensión, para facilitar su comprensión y contraste: Et Cesar, asi asmaron muchos de la fuente del Nilo e del su nascer [GE V: & del su creçer] mas si yo tamanno poder he de departir tamanna contienda como es esta del nascimiento del Nilo, segund yo asmo, despues del diluuio mouieron se las uenas de las tierras, e firieron se en uno, e nascieron ende unas aguas que non fueran ante del diluuio, e estas non las faziendo Dios mas criando se ellas o por auenimineto o por natura. Las otras aguas que dante del diluuio fueron e en el, estas se comiençan estonces con toda la fechura del mundo, e fueron recabdadas e puestas en sus logares çiertos en el ayuntamiento que fue estonces de la tierra, que fuera suelta en el diluuio, e estas aguas que de luego fueron tomo Aquel que crio las cosas e las fizo, e ayuntolas e establescio las so cierto poder e ciertos logares donde non pueden passar nin se desuiar; e daquellas que se criaron o fueron criadas despues del diluuio, nasce el Nilo. (GE I 118 b 34 = GE V 163v)
La explicación dada por el poeta latino distingue también dos clases de aguas: por un lado, las que manan como consecuencia de los terremotos y sin la intervención de un dios y, por otro, las que comienzan con el universo mismo (incluido el Nilo, al contrario de la teoría alfonsí) y a las cuales el creador somete a su propia ley. En palabras de Lucano: ast ego, si tantam ius est mihi solvere litem, quasdam, Caesar, aquas post mundi sera peracti saecula concussis terrarum erumpere venis non id agente deo, quasdam compage sub ipsa
identificaron al Nilo, o algunos de sus afluentes, con los ríos Senegal (72), Juba, en Somalia (74), o Níger (72 y 75). 113 Para las explicaciones de Acoreo en la Farsalia sobre las fuentes del Nilo véase Barrenechea 276-78.
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Biglieri, Aníbal A. cum toto coepisse reor, quas ille creator atque opifex rerum certo sub iure coercet. (DBC X, 262-67)114
Uno de los problemas más importantes con respecto al Nilo, y que suscitó gran interés ya en la Antigüedad y hasta el siglo XIX, es el de localizar sus fuentes.115 En el período patrístico se situaban en el Extremo Oriente: el Nilo (identificado con el Gihon: FYO 173-74), uno de los cuatro ríos que nacían en el Paraíso Terrenal, llegaba a África, en las proximidades del mar Rojo, a través del océano o de un curso subterráneo.116 Pero, como se verá más adelante, ya
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Sobre el origen del Nilo véase Collins: “The Nile was born 160 million years ago, when the continents drifted apart, leaving the oceans and aulacogens, or rifts, to mark the separation of wandering tectonic plates. [...] The modern Nile emerged following the retreat of the glaciers eighteen thousand years ago, during the late Paleolithic period” (The Nile 12). Lucano asocia a los ríos Nilo, Ganges y Po: “trahitur Gangesque Padusque / per tacitum mundi: tunc omnia flumina Nilus / uno fonte vomens non uno gurgite perfert” [DBC X, 25254 (véase Schneider 40)]. Trabajosamente, la General Estoria traduce: “Et entonçes menguan el rrio Ganges & el rrio Paduo & se cogen callando & esto es sin todo rroydo aquellas cueuas de la poridat del mundo. Et entonçe rresçibe en sy el Njlo en aquellos forados de la tierra aguas de todos los rrios que en el mundo son & traelas consigo & echalas por vna fuente commo qujer que sean muchos los manaderos della mas de sy non los lieua por vn cabze ca siete son los logares por do el corre alongados los vnos de los otros & muy grandes” (GE V 163r-v). Para Séneca, en sus Naturales Quaestiones, el ciclo de las crecidas del Nilo es parte de un ciclo más vasto que incluye al Diluvio (Gareth Williams 236). 115 Véase Collins, The Nile 8. Para otras supuestas localizaciones y presuntos “descubrimientos” del Nilo véanse Levtzion 73-74, Pankhurst 33 y Zumthor, La Mesure 246. Para la comparación del Nilo con los ríos de la India y su origen oriental véase Schneider 35-40. 116 “Et fluvius egrediebatur de loco voluptatis ad irrigandum paradisum, qui inde dividitur in quatuor capita. Nomen uni Phison: ipse est qui circuit omnem terram Hevilath, ubi nascitur aurum, et aurum terrae illius optimum est, ibi invenitur bdellium, et lapis onychinus. Et nomen fluvii secundi Gehon, ipse est qui circumit omnem terram Aethiopiae. Nomen vero fluminis tertii, Tigris: ipse vadit contra Assyrios. Fluvius autem quartus, ipse est Euphrates” (Génesis 2: 10-14 = LCTR 62); véanse Arbel 109 y Relaño 53 y 82. También Lucano había aludido al Nilo en Oriente: “primos me ducis in ortus, / qua mare Lagei mutatur gurgite Nili” (DBC I, 683-84), traducido así por Alfonso X: “Aduzes me a los primeros nasçimjentos ally o el Njlo demuda el color de la mar en tierra del rrey Lago o entra en el” (GE V 11r). Sobre el origen oriental del Nilo y su identificación con el Gihon véase Schneider 54-55. El Libro del conoscimiento de todos los reinos sitúa también al Paraíso Terrenal en África, en las sierras del “Polo Antártico”: para este tema y los cuatro ríos que nacen de él véanse los pasajes de LCTR 60, 62 y 64; para el Paraíso en África véanse Relaño 54-55 y 136 y Scafi 218-30 y, en general, para las fuentes, recorridos y desembocadura del Nilo en la geografía y cartografía antiguas y medievales y los numerosos problemas que plantean véanse Relaño 15, 23, 53, 77-78, 82-84, 104-105 y 197-98 y Romm, The Edges 149-56. Numerosas indicaciones sobre el río Nilo en relación con la cartografía y el Paraíso Terrenal, donde, identificado con el Gihon, se hallaría su origen, se encuentran en el estudio de Scafi:
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antes Lucano, al referirse a los “seres” (pueblo del extremo oriental de Asia e identificado generalmente con los chinos), señala que ellos eran los primeros en verlo y que también, como tantos otros, buscaban su origen (DBC X, 292). Los datos geográficos suelen ser bastante confusos, pero aun así pueden discernirse ciertas concordancias entre los diversos testimonios medievales. Dice el Libro del Caballero Zifar: e Gigon [Gihon] es el rio que dizen Nirojanda, e va por tierra de oriente, e escondese so tierra, e nasçe del mont Atlant, a que dizen en ebrayco Reblantar Mar, e despues sumese en la tierra, et desy sale e çerca toda la tierra Ethiopia, e corre por Egipto, e alli se parte por seys logares, e cae en el mar que es çerca de Alexandria. (LCZ 400)
Pero, pocas líneas más adelante, se identifica al Nilo con el Fisón y se traza el siguiente curso: E sabios antigos dizen que Fison es el rio que llaman Nilo, a que dizen en arauigo al-Nil e en ebrayco Nilos. E dizen que en el tienpo antigo se solia somir e perder so tierra, e fazia toda la tierra tremedal, de guisa que non podia ninguno por ella andar, e Josepe mano este rio en madre e guaresçio a Nilo e a la tierra, asy que segunt dizen que esta es la mas plantiosa tierra del mundo. (LCZ 400)117
El Libro del conoscimiento de todos los reinos sigue esta tradición: Et llegamos al Rio del Oro de que ya conté de suso, que se parte del Nilo, el qual nasçe de las altas sierras del polo Antartico do dizen que es el Paraisso Terrenal, et atraviesa toda Nubia, et toda Etiopia, et a la sallida de Etiopia partese en dos braços. (LCTR 56)
Y Mandevilla: “Babilonia esta asse[n]tada sobre la rriuera de Gyon, otrament se clama Nil, que viene de Paradiso Terrenal” (LMM 17), “Et l’otra rribera ha nombre Nil o Gion, qui va por Ethiopia et por Egipto” (LMM 158). Como se verá después, a propósito de los intentos de descubrir las fuentes del Nilo por parte de se mencionarán en adelante las referencias más pertinentes para el presente trabajo. Para los cuatro ríos del Paraíso Terrenal, sus nombres, recorridos y representaciones cartográficas a lo largo de las épocas, desde la Tardía Antigüedad hasta finales del siglo XX, véase todo el exhaustivo estudio de Scafi. 117 Para la identificación del Nilo con el Fisón en la geografía árabe y su influencia en el Libro del Caballero Zifar véase Harney, “The Geography” 212; para el Nilo en los geógrafos árabes véase 218, nota 15, y para los cuatro ríos del Paraíso véase 210 y 215-16 y también Castaño Navarro 2-3.
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Alejandro Magno, Sesostris y Cambises, se las situará en “Ethiopia por los cabos de la tierra”, o en “occidente e a la postremeria del mundo daquella part”, o en oriente, “a la tierra de los pueblos dalli que uiuen mucho”, respectivamente.118 Explica la General Estoria: “Mas Plinio cuenta desta otra guisa: que las fuentes donde nasce este rio Nilo non las sabe ningun omne cierta mientre” (GE I 112 b 41) = “Nilus incertis ortus fontibus” (V, 51), en lo cual concuerda el Libro del tesoro: “dizen muchos que non se puede fallar lugar do nasçe” (LT 59 b);119 así se insistirá varias veces en la sección traducida por Alfonso X del poema de Lucano, como se puede ver tanto en el pedido de Julio César como en la larga respuesta de Acoreo: E dize Julio Çesar a Acoreo: “Mas maguer que tamanna uirtud deste saber aya yo, e la tenga en el mio coraçon pora querer ordenar el sieglo, e tamanno sea el amor que yo he de mostrar la uerdad e dexar la escripta, pero non a cosa ninguna que yo mas quisiera connosçer que saber las razones del rio Nilo que estan ascondudas a los omnes e aun a sabios, que por tantos sieglos como son passados que las non sabe ninguno cierta mente; e que sepa yo la cabeça e la fuente del o es e o se comiença, lo que nunca fue sabudo de quantos yo se fastal dia de oy que yo pudiesse saber qui lo sabie si tu non lo sabes. (GE I 115 b 17 = GE V 160v-161r)120 ¿E quien podrie mostrar las razones de la fuente del Nilo o a la cabeça nin del su crescer? Grieue cosa es. (GE I 117 b 33 = GE V 162v)121 118
GE I 119 a 18, 23 y 32 = GE V 164r = “Alexander [...] / misitque per ultima terrae / Aethiopum lectos” (DBC X, 272-74); “venit ad occasus mundique extrema Sesostris” (276); “in ortus / Cambyses longi populos pervenit ad aevi” (279-80), referencia esta última a la longevidad de los etíopes, que habitaban en África y no en “Oriente”, y contra quienes Cambises envió una expedición, según ya había referido Heródoto (III, 17, 21). En algún lugar de Etiopía había situado también Pomponio Mela las fuentes del Nilo: “In horum finibus fons est quem Nili esse aliqua credibile est; Nunc ab incolis dicitur, et uideri potest non alio nomine adpellari sed a barbaro ore corruptus” (III, 9, 96). También se consideró al Nilo como una extensión de los cuatro ríos del Paraíso y en un mapa T-O de un manuscrito de san Isidoro de Sevilla (siglo X), el río tiene dos fuentes, una en el Paraíso y la otra en África (Harley y Woodward 330). 119 Para Plinio véanse Sorcha Carey 37-38 y Murphy 143-44. 120 Alfonso X amplifica considerablemente a su fuente: “sed, cum tanta meo vivat sub pectore virtus, / tantus amor veri, nihil est quod noscere malim / quam fluvii causas per saecula tanta latentis / ignotumque caput” (DBC X, 188-91). En realidad, el escepticismo de Lucano sobre la posibilidad de conocer dónde nace el Nilo aparece ya al comienzo mismo de su poema (DBC I, 20). Para la versión alfonsí de la General Estoria comparada con Lucano véase Almazan 55. Sobre las revelaciones de Acoreo a Julio César véanse Bonneau 14041, Radicke 499 y Romm, The Edges 153-54. 121 “quis causas reddere possit?” (DBC X, 237).Tampoco sabían ni Heródoto, ni los griegos (Heródoto IV, 53), ni nadie, dónde se encontraban las fuentes del Nilo; sobre ello, el historiador
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A pesar de todo, se mencionan como fuentes los “manaderos de la fuent Nigris” (GE I 45 b 38, 59 a 25), o el monte Atlas y el lago “Nullidom”, en la Mauretania Tingitana; en otro pasaje, a Juba le atribuye Alfonso X, siguiendo a Plinio, el haber encontrado las fuentes del Nilo: E muchos buscaron por saber cierta mientre el logar o nasce, e el qui mas dend fallo fue el rey Juba; et dize este rey que en un mont que a nombre Athlant —e es est mont en tierra de Mauritanna la deyuso, en fondon de Africa en occident, non aluen del grand mar—, que nasce una fuent, e que faze y luego un grand estanco, e llaman le Nullidom. (GE I 112 b 47)122
También se propuso como fuente del Nilo a las nieves de Etiopía, “creencia vana” esta última y a cuya refutación le dedica la estoria un largo pasaje, basada, sobre todo, en razones geográficas y climáticas; en primer lugar, ni Etiopía está en el Septentrión, ni las temperaturas y el cierzo, viento seco y frío que sopla del norte, hielan las aguas de sus ríos: E en este logar, sobresta razon de la fuente del Nilo, fallamos que ouieron unos de los ancianos una creencia uana: que el crescer de la fuente del Nilo, dond el sale por las tierras e riega las heredades, que aquel cresçer quel uiene de las nieues de Ethiopia. Mas esto non es nada ca nin es septentrion en aquellos montes de Ethiopia nin ninguna de las ossas del, Ençe e Çinosura [GE V: eliçe en canosura], nin la mayor nin la menor que esfrien e fagan las nieues e los yelos, nin el uiento cierço que yele otrossi non es alli. (GE I 117 a 29 = GE V 162r)123
griego no puede ser más categórico: “οὐδεὶς αὐτοῦ οἶδε τὰς πεγάς” (II, 32); “περὶ “ðåñ?δὲ ä?τῶν ô?í ôï? τοῦ Νείλουðåã?ùí πεγέωνï?äå?ò οὐδεὶς?÷åé ἔχει ë?ãåéí” λέγειν” (II, 34). A la “boca del Nilo asconduda” también se refieÍå?ëïõ re Acoreo en otro pasaje (GE I 117 a 14) = “bocas del Njlo ascondidas” (GE V 162r) = “subdita Nili / ora latent” (DBC X, 213-14). Para su localización en el extremo meridional de África (“por los cabos de la tierra”) véase Relaño 23 y 82. 122 “ut Iuba rex potuit exquirere, in monte inferioris Mauretaniae non procul oceano habet lacu protinus stagnante, quem vocant Niliden” (Plinio V, 51). En el mismo lago sitúa san Isidoro de Sevilla las fuentes del río: “Apparet autem in Nilide lacu, de quo in meridiem versus excipitur Aegypto, ubi Aquilonis flatibus repercussus aquis retroluctantibus intumescit, et inundationem Aegypti facit” (XIII, XXI, 7). Estrabón ya había registrado las opiniones de varios autores, que quedan sin identificar (ôéí?ò), (τινὲς), según los cuales las fuentes del Nilo se (Μαυρουσία),, el actual Marruecos (XVII, 3, 4). encontraban en Maurusía (Ìáõñïõóßá) 123 “Vana fides veterum, Nilo, quod crescat in arva, / Aethiopum prodesse nives. non Arctos in illis / montibus aut Boreas” (DBC X, 219-21). El texto alfonsí presenta una lectura muy confusa, allí donde Lucano, más concisamente, se había referido a la constelación de la Osa y al viento del norte, el bóreas. A la Osa Menor se la conoce también con el nombre de “Cinosura”. A la “tierra de Cinosura” se alude también en EE 78 b 16 = DBC III, 219 (véase Almazan 103). Justamente, la Helena de Eurípides comienza afirmando que el río se
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La teoría que aquí se rechaza es la que después defenderá el Libro del tesoro: Et quando ay grandes aguas en Malejetaña o a grandes nieves que corren & que caen en aquel lago, luego cresçe el Nilo & entra por tierra de Egipto. (LT 59 a)
Al contrario, toda la región sufre de la “grand calentura del sol” y los efectos del ábrego, como lo prueba el color negro de la piel de los etíopes (GE I 117 a 29 = GE V 162r): E Çesar, desto puedes auer tu por testigo el color mismo del pueblo que mora en Ethiopia, cuya sangre es quemada de la grand calentura del sol, que a alli el poder del su feruor e de los bahos del abrego, que es entre los uientos el mas caliente, donde an los omnes dalli el color muy negro. (GE I 117 a 41 = GE V 162r)124
Pero, en definitiva, le insiste Acoreo a Julio César, todo intento se verá frustrado y ninguna nación podrá proclamar como suyo al río Nilo: Et fabliella mintrosa non oso fablar de la tu fuente ¡o tu, Nilo! O que quier que te ueen los sabios e las yentes preguntan de ti; e esta gloria de saber el tu fecho non acaescio aun a ninguna yente que la aya, nin que essa yente se falle aun que sea alegre por seer tu el su Nilo que por ella sepa el su nascimiento. (GE I 119 a 48 = GE V 164r)125
Y si bien Acoreo procede inmediatamente después a indicarle el recorrido del río, interrumpirá su explicación para referirse a la imposibilidad de encontrar su origen: E la poridad de la tu cabeça dond la comienças e la as, non lo mostro la natura a ninguno fasta nos, e alongo los sus senos dond tu esto lieuas por que lo non sopiesse omne ninguno, e mas quiso ques marauillassen los omnes de los tus nascmientos que non que los sopiessen. (GE I 119 b 26 = GE V 164v)126
alimenta de las nieves y no de las lluvias enviadas por Zeus (1-3). Para el origen del Nilo en las nieves de Etiopía y su deshielo véase Vasunia 260 y 276. 124 “testis tibi sole perusti / ipse color populi calidique vaporibus Austri” (DBC X, 221-22). Todos estos argumentos en contra del origen del Nilo en las nieves (clima de la región, carencia de lluvias, color de la piel de los habitantes) fueron ya esgrimidos por Heródoto (II, 22). 125 “non fabula mendax / ausa loqui de fonte tuo est. ubicumque videris, / quaereris, et nulli contingit gloria genti / ut Nilo sit laeta suo” (DBC X, 282-85). 126 “arcanum natura caput non prodidit ulli, / nec licuit populis parvum te, Nile, videre, / amovitque sinus et gentes maluit ortus / mirari quam nosse tuos” (DBC X, 295-98).
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Pero en la vasta obra del Rey Sabio se encuentra otra versión sobre las fuentes del Nilo, según la cual éstas se hallarían en los montes de la Luna, en el África subecuatorial. Así se afirma varias veces en el Lapidario, en relación con las piedras llamadas “aguquiryaz”, “del algodon” y “margul”, todas ellas originadas en el “monte de la luna alli do nasce el Nilo” (Lapidario 18, 25 y 32). Las imprecisiones geográficas que pueden encontrarse en todos los textos aquí estudiados se hacen ver con claridad sobre todo en ese relato de un viaje imaginario que es el Libro del conoscimiento de todos los reinos, como puede comprobarse en muchos pasajes, entre ellos los que se refieren a las fuentes del Nilo.127 En particular, cabe preguntarse hasta qué punto esta obra las asocia con los mencionados montes de la Luna: Et en este reynado Gotonie son unos montes mucho altos, que dizen que non son otros tan altos en el mundo. Et dizenles los Montes de la Luna. Otros les dizen los Montes del Oro. Et nasçen destos montes çinco rrios, los mayores del mundo, et van todos caer en el Rio del Oro, et esta es su figura. (LCTR 58)128
Allí se encuentran seis montes, cuyos nombres indica el Libro, en ese reino de “Gotonie” al que le sirven de límites el “Rio del Oro” (¿al norte?), el “Mar Oçiano” (al oeste: el Atlántico) y un golfo que “entra en el Mar Ocçidental quinze jornadas” (¿al oeste, al sur?, ¿el golfo de Guinea?).129 Si bien no cabe duda de que se está en plena zona ecuatorial, en tierra en su mayor parte “desabitada por la muy grand calentura et por que es toda arenas muertas” (LCTR 58), no quedan completamente claros ni las fronteras precisas de la región (¿cuál es su lími-
127 “Scholars who most recently have considered the Libro del conoscimiento generally accept that it is a pseudo-travel book which does not describe an authentic voyage throughout the world as it was known in the mid-fourteenth century. Rather, it is instead a geographical ‘novel’ composed probably with the aid of a portolan chart or mappamundi”; “While it is possible that the anonymous author really did travel to some of these places at one or more points in his life, the ratio of real travel to invented journey seems to be quite small. The book can be therefore best described today as a geographical ‘novel’, and not an authentic travel book” (Marino XVI y XXVII). 128 En dos notas a este pasaje, la editora del Libro indica que, según Jiménez de la Espada, “Gotonie” designaba una región del África ecuatorial y las montañas correspondían a los montes Kilimanjaro (alrededor de 5.900 m, en Tanzania) y Kenia (véase también Relaño 198) y que el término “figura” se relaciona con el dibujo en dos manuscritos (N y R) de cinco ríos que nacen en una montaña y desembocan en otro río; sobre la doble denominación de estos montes véase Relaño 104-05. 129 Para este pasaje y su relación con el mapa Catalán-Estense (Mappamondo Catalano Estense, ca. 1450-60) véase Relaño 104-05; pocos párrafos después, se menciona un “golfo que faze y el Mar Oçiano”, presumiblemente el golfo de Guinea (LCTR 60 y nota 150).
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te oriental, por ejemplo?), ni si el Nilo es uno de esos cinco ríos mencionados en el texto y representados en las miniaturas de dos manuscritos.130 De todas maneras, lo que el Libro refiere a continuación permitiría suponer que sí lo es: Sabet que esta tierra de que ya contamos como quyer que es tierra muy caliente pero es tierra muy abondada de muchos datiles et muchos camellos. Et rribera deste rrio Nilo crian los grandes marfiles, et de aquy lievan los mercadores los dientes et los huesos dellos. Et rribera deste rrio cogen el oro en los formigueros, et cogen el alanbar [ámbar], et por esso esta tierrra es muy rrica. (LCTR 58)131
Si, en efecto, las fuentes del Nilo se localizan en los montes de la Luna, el Lapidario y el Libro del conoscimiento de todos los reinos seguirían una tradición geográfica y cartográfica, estudiada en detalle por Relaño, que se remonta a la Antigüedad, con Aristóteles, y culmina en la obra de Claudio Tolomeo, para quien el río se origina en dos lagos alimentados por las corrientes que provienen de dichos montes.132 Como indica Relaño, se han propuesto diversas teorías sobre su localización (Etiopía, África central, en las proximidades del golfo de Guinea o del cabo de Buena Esperanza, etc.), pero, eso sí, siempre al sur del ecuador, confirmándose así que el Nilo nacería en los confines meridionales de la ecumene antiguo-medieval.133
130
Sobre la figura de estos montes en el manuscrito Z del Libro del conoscimiento de todos los reinos véase Lacarra Ducay 36-37: “El ilustrador ha dibujado y coloreado ocho montañas de color verde y forma redondeada, dispuestas en dos filas, de cinco de las cuales manan otras tantas corrientes de agua que desembocan en un ancho río de color azul. En el manuscrito de la Universidad de Salamanca (ms. R, 21r), al igual que sucede en el ejemplar de la Biblioteca Nacional de Madrid (ms. N, 34v), los dibujos, de similares características y trazos gruesos, muestran cinco colinas con sus correspondientes ríos que desembocan en uno mayor que las rodea”. 131 Es interesante observar que en este pasaje se denomina a los elefantes como “marfiles”: véase Gil 25, nota 1, para la identificación entre e-re-pa (‘marfil’ en las tablillas micénicas) y eléphas, palabra ésta que en Homero quiere decir ‘marfil’ y no ‘elefante’; véase también Gil 97. 132 Una teoría sobre las fuentes del Nilo, recogida por Heródoto, las situaba en dos montañas, de las cuales fluía el río en dos corrientes, o contracorrientes, una hacia el norte, Egipto, y otra hacia el sur, Etiopía (II, 28); sobre este pasaje de las Historias véase el estudio de Wainwright. Para los geógrafos árabes que siguen a Tolomeo véase Levtzion 71; según Bonneau, los autores árabes comienzan a considerar a estos montes como fuentes del Nilo a partir del año 830 d. de C., aproximadamente (167, nota 5). Véase también Schneider 55. 133 Para estos montes véanse Romm, The Edges 181 y todo el capítulo que a ellos les dedica Relaño, en particular a las teorías sobre su identificación, cambiante ubicación, significación cosmológica, relación con el Paraíso Terrenal y representación en la cartografía
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Un poco de historia En la General Estoria, predomina el discurso geográfico, con muchas menos referencias a la etnografía de la región del Nilo y menos aún a su historia.134 Con respecto a esta última, los datos más importantes se refieren precisamente a tres intentos de descubrir las fuentes del Nilo, en otros tantos períodos de la historia de Egipto, el faraónico (Sesostris), el persa (Cambises) y el greco-macedónico (Alejandro Magno). En un extenso pasaje, la estoria relata cómo todos fueron vencidos por la naturaleza, que celosamente esconde “este saber” (GE I 119 a 2). El primero fue el faraón: Sesostris, rey de Egipto, uino a occidente e a la postremeria del mundo daquella part, otrossi sobresta razon, e leuo los carros desta Pharo de Egipto en ceruices de reyes, tan poderoso fue; mas pero ante beuio los uuestros rios al Rodano e a Pado [Po], que beuiesse el Nilo de la su fuente, fascas [casi] que la sopiesse. (GE I 119 a 22 = GE V 164r)135
En cuanto al soberano persa, su expedición terminó en un completo desastre: Cambises, rey de Persia, con antoiança e mas con desseo desto, uino a orient a la tierra de los pueblos dalli que uiuen mucho, pora aprender alli el fecho del Nilo e tanto andido en pos ello, e por tierras estrannas e agenas, quel fallescio la uianda de los siglos XV y XVI (197-204); véase también Collins, The Nile 5 y 32-34 para una descripción de esta región: los Lunae Montes son los montes Ruwenzori, en el suroeste de Uganda, lindando con la República del Congo, pero Crawford niega que se los pueda identificar con estos y otros montes, como el Kilimanjaro o el Kenia (18; véase también 24). Según Eudoxus de Cnidos (fl. ca. 368-365 a. de C.), el hecho de que el caudal del Nilo crezca en el verano y disminuya en el invierno prueba que sus fuentes se encuentran en el hemisferio sur, donde las estaciones están invertidas (Romm, The Edges 150). Los antiguos egipcios ya consideraron que el curso “normal” de todo río, incluido el Nilo, era de sur a norte (Shavit 80). 134 Para las relaciones entre los discursos geográfico e histórico en la historiografía de la Tardía Antigüedad véase Merrills 1-34. 135 “venit ad occasus mundique extrema Sesostris / et Pharios currus regum cervicibus egit; / ante tamen vestros amnes, Rhodanumque Padumque, / quam Nilum de fonte bibit” (Σέσωστρις) a Ram(DBC X, 276-79; véase Murphy 141). Los griegos llamaron Sesostris (ÓÝóùóôñéò) sés II (Dinastía XIX, siglo XIV a. de C.); para Sesostris en las Historias de Heródoto (II, 10211 y 137) y en otros autores antiguos véanse Schneider 123-25 y Vasunia 77-79 (con indicaciones bibliográficas en 78, nota 6); según este autor, el relato de Heródoto se habría basado en tradiciones relacionadas no con uno, sino con varios faraones egipcios. El término “Pharo” de la General Estoria no es un nombre propio, sino que se refiere al título de faraón, como en Heródoto, quien menciona como sucesor de Sesostris a su hijo Pheros (II, 111), probablemente también un título y no una persona (The History 179, nota 40).
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assi que ouo a tornar a comer las otras bestias e desi los cauallos; e en cabo tornose sin el saber dello. (GE I 119 a 30 = GE V 164r)136
También Alejandro Magno envió una expedición de etíopes con el fin de localizar las fuentes del Nilo, pero no obstante su poder, sus intentos fracasaron, al llegar sus enviados a un punto más allá del cual no pudieron pasar por el extremo calor en esos confines del continente: Alexandre, que fue el muy alto de los reyes, a quien la prouincia Menphis de Egipto aora, ouo enuidia del Nilo de non poder el, qui era como sennor de todo el mundo, saber el su fecho del su nascimiento e el su acabamiento, e enuio de los sabidores e escollechos escodrinnadores de Ethiopia por los cabos de la tierra; e quando uinieron a la citara [GE V: çinta] uermeia del ex del firmamento ouieron a quedar alli, que non pudieron passar, e uieron alli el Nilo e fallaron le caliente. (GE I 119 a 10 = GE V 164r)137
Y Julio César tiene tanto interés en descubrir el origen del Nilo que hasta está dispuesto a abandonar la guerra civil en favor de este saber: 136 “vaesanus in ortus / Cambyses longi populos pervenit ad aevi, / defectusque epulis et pastus caede suorum / ignoto te, Nile, redit” (DBC X, 279-82); nótese la omisión de Alfonso X al canibalismo de Cambises. Con éste (muerto en 522 a. de C.) comienza el primero de los dos períodos de dominación persa en Egipto (525-404 a. de C.); el segundo comprende los años 343-332 a. de C.. Cambises, “rey de Persia”, fue el único que tuvo el título de faraón (Vasunia 21-23 y 85-87). En las versiones de Heródoto (III, 26) y Estrabón (XVII, 1, 54), el ejército de Cambises fue sepultado bajo las arenas por la acción del viento del sur. Estrabón nota también que en Menfis vio esfinges casi completamente sepultadas por las arenas, de lo cual deduce los peligros a que se exponen todos aquellos que sean sorprendidos por una tormenta de arena (XVII, 1, 32). 137 “summus Alexander regum, quem Memphis adorat, / invidit Nilo, misitque per ultima terrae / Aethiopum lectos: illos rubicunda perusti / zona poli tenuit; Nilum videre calentem” (DBC X, 272-75); entre otros signos de la ambición desmedida de Alejandro, Lucano menciona su deseo de ir a beber hasta las mismas fuentes del Nilo: “Nilumque a fonte bibisset” (DBC X, 40); traduce Alfonso X: “& escodrinnase la fuente del Njlo fasta que la fallase & beujese della” (GE V 157r); y en el Libro de Alexandre: “Saber el Sol dó naçe, e Nilo de dó mana” (LA 2270 a). Al período de dominación persa en Egipto le sucede el griego (33230 a. de C.), inaugurado por Alejandro Magno, quien funda Alejandría, descripta extensamente por Estrabón (XVII, 1, 6-10) y visitada muchos siglos después por el viajero del Libro del conoscimiento de todos los reinos, quien la llama “noble çibdat et rrica” (LCTR 40); Mandevilla la califica de “muy bella cibdat et muy noble” (LMM 24). Véanse Romm, The Edges 151-52 y Vasunia 248-82 (268-72 para Alejandría y 275-82 para las fuentes del Nilo). Para el relato de la fundación de Alejandría y las varias ciudades que también llevaron este nombre véanse las referencias en la cuarta parte de la General Estoria (HNo 79 = 68, 179 = 136 y 222 = 190), el Libro del tesoro de Brunetto Latini (LT 60 b) y el Libro de las maravillas del mundo de Mandevilla (LMM 132). Para la cartografía medieval véase Lecoq 83-84.
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e tu [Acoreo] que eres buen uaron, e tan sancto e tan sabio, que tengo que lo sabes tu, muestra me por que aya yo por ti cierta esperança de ueer e de saber las fuentes del Nilo; e por aprender esto dexare por ende esta batalla ciubdadana en que ando, que me serie muy fuerte cosa e muy grieue de dexar la dotra guisa. (GE I 115 b 32 = GE V 161r)138
Pero la misma suerte les aguardará a los romanos, según le vaticina Acoreo a Julio César: E ¡o tu, romano! esta cobdicia que tu as de querer saber el fecho del Nilo, essa misma ouieron los reyes de Egipto, cuya tierra este rio anda, e los de Persia e los de Macedonia de Grecia, e todos los de las edades que fueron ante de nos quisieran dexar el saber deste fecho a los que auiemos a uenir despues, mas uence aun la natura del asconder se este saber. (GE I 119 a 2 = GE V 163v-164r)139
En fin, ya la sibila de Cumas les había advertido a los romanos, en guerra civil, de no llegar a las bocas y orillas del Nilo: Et tierra de Njlo dannossa auje de ser al fecho de la çibdadana batalla de Rroma & fue lo con rrazon & meresçiolo Rroma. Ca sebilla la que los escriptos dizen cumana lo dixo por su profeçia a los rromanos que se guardasen ende & ellos non pararon y mjentes & non se guardaron & la profeçia fue tal. Caualleria rromana njn de Ytalia non tengan los puertos de Pelusio njn las rriberas del Njlo que cresçe en el estio. (GE V 127r)140
138
“spes sit mihi certa videndi / Niliacos fontes, bellum civile relinquam” (DBC X, 191-92). “Quae tibi noscendi Nilum, Romane, cupido est, / et Phariis Persisque fuit Macetumque tyrannis, / nullaque non aetas voluit conferre futuris / notitiam; sed vincit adhuc natura latendi” (DBC X, 268-71). Acoreo advierte lo señalado por Barrenechea: la búsqueda del conocimiento por parte de Julio César está asociada en tandem con sus campañas y ambiciones militares (264, 267, 268 y 281-82). Para los paralelos entre Alejandro Magno y Julio César en Lucano y la expedición enviada por Nerón en pos de las fuentes del Nilo véase Romm, The Edges 152-56; sobre la exploración del Nilo por orden de Nerón en el año 61 d. de C. —y a la que se refieren Séneca (NQ VI 8. 3) y Plinio (VI, 181)— véanse también Barrenechea 267-68, Collins, The Nile 53 y 84, Harley y Woodward 253 y Gareth Williams 230. Egipto pertenecerá al Imperio romano entre los años 30 a. de C. y 395 d. de C.; el período bizantino se extenderá hasta el 640 d. de C., año en que se inicia la dominación musulmana. 140 “Noxia civili tellus Aegyptia fato, / haud equidem immerito Cumanae carmine vatis / cautum, ne Nili Pelusia tangeret ora / Hesperius miles ripasque aestate tumentis” (DBC VIII, 823-26). 139
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Hoy se sabe que el Nilo se origina en dos ríos cuyas fuentes se encuentran en los montes Kikizi y Bigugu, en Burundi y Ruanda, respectivamente.141 Recorrido del Nilo En la geografía antigua y medieval, pocos problemas pueden ser más complicados que trazar con precisión el recorrido del río Nilo. El Libro del tesoro, por ejemplo, plantea entre otros, el siguiente problema: ¿a qué se llama propiamente Egipto?142 Podría deducirse que es una región que se extiende desde el extremo occidente, en las proximidades del Atlántico, hacia el este, dejando Etiopía al sur. Y en cuanto al recorrido del río, el texto informa que fluye subterráneamente de Occidente (cabría agregar: la Mauretania Tingitana, actual Marruecos) hacia Oriente, reapareciendo en Cesarea, la Mauretania Caesariensis, región bañada por el mar Mediterráneo y que corresponde al oeste de Argelia. Lo que no se comprende muy bien es la mención del Tigris (a menos que la Etiopía sea aquí la oriental o asiática) y mucho menos que este río sea el que separe a África de Etiopía —“& el rio de Tygre que engendra Alun & departe aquella tierra de Africa & aquella de Ethiopia” (LT 65 a)— o a Asia de África: Et sabet que Egipto es una tierra que es contra medio dia & estiendese escontra oriente, & tras ella esta Ethyopia; e de suso corre el flumen del Nillo, ca esto es en Egipto que comiença de yuso del mar occiano o faze un lago que es llamado Nilides & a todas cosas semejantes a aquellas que son en el flumen del Nilo. [...] Et por esso dizen que este flumen viene de aquel lago, mas las aguas deste lago entran por la tierra & corren por las venas & por las cuevas de la tierra fasta que aparesçen en Cesaria, o se muestran todos en uno en el primero lago. & alli se entran [+fr: de rechief] so la tierra & van por muy luengas tierras que non salen fuera fasta la tierra de Ethyopia, do salen & fazen un rio que ha nonbre Tigris, & deste oyredes que parte Asia de Africa. & a la porçima partesse el en siete & vase todo derechamente contra medio dia al Mar de Egipto [fr: et en ist uns fleuves ki baigne et arose toute la terre d’Egypte] & non ha derechamente en aquella tierra otros rios nin lluvias. (LT 58 b)
141
Véase Collins, The Nile 27-29 para más precisiones geográficas e hidrográficas; el Nilo Azul se origina en la fuente Sakala, en la actual Etiopía (Collins, The Nile 88). 142 Problema ya planteado por Estrabón: autores más antiguos lo limitaron a la región bañada por el Nilo, desde Siene hasta el Mediterráneo, mientras que otros lo extendieron hacia el este y hacia el oeste del río (XVII, 1, 5).
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Poco después, se postula que el Nilo nace de uno de los siete brazos del Tigris: “& este rio es de Egipto, que dizen muchos que non se puede fallar lugar do nasçe fasta en aquel logar o Tigris se parte en siete & que Nilo comiença” (LT 59 a).143 La sección de la General Estoria consagrada al Nilo comienza indicando su recorrido, a partir de su desembocadura en el mar Rojo (Bermejo): E diz este Paulo Orosio que semeia que sale de la ribera o se comiença el mar Bermeio; e a aquel logar llaman le los griegos Mosilie Nemporio; e de alli diz que ua contra occident, e passa por muchas tierras, e faze en medio de si una ysla que a nombre Meroe; desi corre escontra septentrion, e dalli torna a medio dia, e por la razon del referimiento que faze alli o torna, sale de madre a los tiempos sennalados del anno, e riega todos los llanos de Egipto. (GE I 112 b 29)144
Es decir, el Nilo “parece nacer” (“uidetur emergere”) en las costas del mar Rojo y de allí sigue un curso primero en dirección oeste, tuerce luego hacia el norte y después hacia el sur, atravesando Egipto y sometiéndolo a su benéfica influencia. Más complicada es la descripción de su trayecto pocos párrafos después, siguiendo ahora también a Plinio en su Historia natural. Tentativamente, se podría reconstruir así: las fuentes del Nilo se encontrarían en el extremo occidental de África, en la región del monte Atlas, “en tierra de Mauritanna la deyuso, en fondon de Affrica en occident, non aluen del gran mar”
143 Sobre el recorrido del Tigris véanse otras precisiones del Libro del tesoro en 60 a y 65 a; “Et l’otra ha nombre Tigris, qui corre por [Asyria] et por Armenia la grant” (LMM 158); “Los otros dos rios, que han nonbre Triguis e Eufatres, pasan por otra grant montaña e corren por la parte oriental de Seria [Siria], e pasan por medio de Armenia, e bueluense amos ados contra la villa que ha nonbre Abaçia, e dizenles estonçes las Aguas Mistas, ca corren mas fuertes que todas las aguas mistas del mundo. E despues que han andado mucho en vno, caen en el mar Oçiano” (LCZ 400; véase también LCZ 390). Para el Tigris en la Historia natural de Plinio (VI, 126-30) véase Murphy 144-45. 144 El pasaje correspondiente de Paulo Orosio dice así: “qui de litore incipientis maris Rubri uidetur emergere, in loco qui dicitur Mossylon emporium, deinde diu ad occasum profluens, faciens insulam nomine Meroen in medio sui, nouissime ad septentrionem inflexus, tempestiuis auctus incrementis plana Aegypti rigat” (I, 2, 28). Nótese que la expresión “dalli torna a medio dia” es agregado alfonsí. Mossylon fue un centro comercial en la costa del golfo de Adén (Paulo Orosio I, 19, nota 30). Para el recorrido del río en Pomponio Mela véase I, 9, 50-51. La asociación del Nilo con el Bermejo se establece también en el Libro del tesoro: “Su camino es para Arabia, que se tiene con la Mar Vermeja” (LT 59 b). Sobre el recorrido del Nilo véase Collins, The Nile 1-5 y los capítulos 2 a 7, dedicados cada uno a una sección del río, desde sus fuentes en África ecuatorial hasta su desembocadura en el Mediterráneo. Para el curso del río entre los geógrafos árabes y la existencia de dos y tres “Nilos” véase el estudio de Levtzion.
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(GE I 112 b 51, SM 57).145 Allí se sitúa una fuente, que forma después un gran lago de nombre “Nullidom” y de cuyo régimen de lluvias depende el caudal del río: “de la manera que nieua e llueue en tierra de Mauritanna, o es aquella fuent, que dessa guisa cresçe o mingua el Nilo” (GE I 113 a 12); continúa la estoria: “e desque sale dalli e llega a la tierra de las arenas” (GE I 113 a 14), siguiendo después un recorrido que lo lleva “a la otra Mauritanna de Cesarea, que non es tierra arenosa” (GE I 113 a 19).146 Continúa la General Estoria: “e despues que sale dalli e llega a las otras arenas que son allende Mauritanna, contra Ethiopia, ascondese de cabo e ua ascusa ueynte dias andadura, fasta que uiene a tierra de Ethiopia, e alli se muestra de cabo” (GE I 113 a 25). Es decir, el Nilo sigue un curso que lo lleva del extremo noroccidental del continente (Mauretania Tingitana) en dirección este, atravesando el África subsahariana, y luego hacia el sur, fluyendo subterráneamente, para servir de límite entre la Mauretania Caesariensis y Etiopía.147 145
“Tingitana Mavretania ultima est Africae. Haec habet ab oriente flumen Maluam, a septentrione mare Nostrum usque ad fretum Gaditanum quod inter Habennae et Calpis duo contraria sibi promunturia coartatur, ab occidente Athlantem montem et oceanum Athlanticum, sub africo Hesperium montem, a meridie gentes Autololum, quas nunc Galaules uocant, usque ad oceanum Hesperium contingentes” (Paulo Orosio I, 2, 94). 146 La principal dificultad de todos estos pasajes (y no es la única) se deriva de la distinción entre dos Mauritanias: la primera mencionada, en el extremo noroccidental y a orillas del océano (en el actual Marruecos), corresponde a la Mauretania Tingitana de los romanos; de allí llega el Nilo a “tierras arenosas”, las del Sahara (presumiblemente todavía en esta Mauritania), para dirigirse a la otra, que no es desértica y que el texto identifica con la Mauretania Caesariensis, hoy la franja noroccidental de Argelia, lindando con el Mediterráneo y entre la Tingitana y Numidia (hoy, noreste de Argelia y Túnez). Ahora bien, Caesarea (antes llamada Iol: Plinio V, 20; Estrabón XVII, 3, 12: el cambio de nombre se debió a Juba), en la costa del Mediterráneo (y al oeste del emplazamiento de la actual capital argelina), era una ciudad situada todavía en la provincia Caesariensis y no en la Tingitana, como lo sugeriría la afirmación “de la cibdad Çesarea, que es tierra dessa Mauritanna” (GE I 113 a 5), en alusión a la Mauritania occidental, la “deyuso” (o Tingitana), mencionada líneas atrás, lectura que se corroboraría con lo afirmado poco después: “e desque sale dalli [...] llega a la otra Mauritanna de Cesarea”. Sobre la Mauretania Caesariensis —y la Sitifensis, creada por Diocleciano (284-305 d. de C.)— véase también Paulo Orosio I, 2, 93. 147 El texto de Plinio correspondiente a todos estos pasajes dice así: “in monte inferioris Mauretaniae non procul oceano habet lacu protinus stagnante, quem vocant Niliden. [...] praeterea observatum est, prout in Mauretania nives imbresve satiaverint, ita Nilum increscere. Ex hoc lacu profusus indignatur fluere per harenosa et squalentia, conditque se aliquot dierum itinere, [...] iterum harenis receptus conditur rursus xx dierum desertis ad proximos Aethiopas” (V, 51-52); para este pasaje véase Murphy 143-44. También Heródoto habría sido el primero en indicar que el Nilo fluía desde el occidente y las tierras del poniente en dirección hacia el este (II, 31): lo siguen, además de Plinio, Solino, Pomponio Mela (III, 9, 97), Paulo Orosio y san Isidoro de Sevilla (XIII, XXI, 7): véase Relaño 82. Si la descripción
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La General Estoria depende aquí, ante todo, de Paulo Orosio, que, como se ve en los pasajes citados en las notas, había postulado dos orígenes distintos para el Nilo, en los extremos oriental y occidental del continente africano.148 Y, siempre deudor de su fuente, Alfonso X también recoge las dos teorías sin considerarlas incompatibles entre sí.149 del recorrido en el texto no quedara clara, podría recurrirse a Scafi, en relación con Plinio y otros autores: “... the Nile rose in Lower Mauritania, flowed in an easterly direction, was engulfed by the sands of the Sahara, reappeared as the Niger, again sunk into the earth and finally came to light once more near the Great Lake of Debaya as the Nile itself” (244, nota 40). En el caso de Heródoto, el origen del Nilo en el noroeste de África y su recorrido en el sentido de los paralelos invalida la teoría de que las crecidas tienen origen en las nieves de Etiopía, en el sur del continente (Foucart 91-94). 148 “Orosius’ account, by contrast, proposes two separate origins for the great river. One is located in the Ethiopian Red Sea littoral. A second, described in rather more depth, is associated with the Atlas Mountains in the westernmost part of Africa” (Merrills 79; para los antecedentes de esta teoría en la Antigüedad véase Merrills 82); “Orosius’s description of the river is systematic in structure. He describes two different Nilotic sources in turn and goes on to trace the streams that sprang from each. One watercourse is followed from its origins in the Ethiopian littoral, close to the Emporium of Mossylon, as far as Meroe and the Egyptian plains. A second is then identified, running to Meroe from the Atlas Mountains in the far west. The short section is concluded with a description of the eventual confluence of the two streams” (Merrills 81; para las fuentes de Paulo Orosio véase Merrills 83-84). 149 La importancia y novedad de Paulo Orosio fue subrayada por Merrills en varios pasajes: “Viewed in isolation, Orosius’ parallel assertions that the Nile rose in Ethiopia and in the Atlas Mountains are largely unremarkable. In each case, the writer adhered to well-established argument and his debts are scarcely difficult to discern. What is unique is that the two solutions to the problem of the Nile’s course are presented in tandem by Orosius and equal emphasis is placed upon each. Earlier geographers had certainly recognized the existence of different theories regarding its course, and often expressed considerable misgivings regarding the feasibility of tracing the river with any confidence. Yet no writer before Orosius had suggested that these doubts might be solved by the presentation of a composite image of the river, and by the simple supposition that two entirely different, and apparently mutually exclusive, solutions to the enigma of the Nile could both be correct. Orosius’ image is made still more striking by the simple fact that his was the first description of the Nile to be executed without recourse to the topos of ignorance regarding its upper reaches”; “Orosius built his descriptions of the Nile upon the strongest intellectual foundations. It thus seems all the more remarkable that in the crucial suggestion that the Nile was a river of two sources, he deviated from both of the traditions available to him”; “It comes as something of a surprise to find that Orosius, long dismissed as a derivative geographical writer, could have argued that the Nile was a river with two distinct streams independently of all precedent. The surprise is accentuated still further with the recognition that his astute observation was certainly not based upon any great original sources of information regarding the river”; “The nature of Orosius’ sources makes it certain that the writer was aware of his own originality in the presentation of the Nile. [...] The fact that the historian not only included two apparently contradictory theories regarding the river, but added a paragraph of his own composition explaining how the
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Un recorrido más o menos semejante, también de oeste a este y de sur a norte, se halla en la Semeiança del mundo: e Gion, que llaman Nilo, es en tierra de oryente por vista de ome, e nasçe çerca de la tierra que dizen Atalante, e desdende sumese en tierra e va so tyerra fasta que cae en la rribera del Mar Rrubro; e desi este mismo rrio çerca toda Etiopia e corre por Egito, e ally se departe por rriberas fasta que entra en la Gran Mar çerca de Alixandria. (SM 57)
Pasaje que podría leerse así: el Nilo nace en la región del monte Atlas (“Atalante”), fluye subterráneamente (“sumese en tierra e va so tyerra”) y llega hasta las orillas del mar Rojo (“cae en la rribera del Mar Rrubro”), expresión que puede interpretarse como que el río desagua en este mar, o más bien que llega hasta sus proximidades, pero sin desembocar en él; fluyendo de oeste a este, el Nilo sirve primero de límite entre Etiopía, a la que “rodea” (“çerca toda Etiopia”), al sur, y Egipto, al norte; tuerce luego en dirección norte, atravesando Egipto (“corre por Egito”), ¿forma después un delta?, ¿se divide en varios brazos? (“se departe por rriberas”) y desemboca en el Mediterráneo (“entra en la Gran Mar çerca de Alixandria”).150 Pero no todos los pasajes intentan fijar el curso del río a lo largo de la totalidad de su recorrido y algunas veces se contentan con mencionar algunos de sus accidentes, sin precisar tampoco en qué sentido se mueve la descripción (norte-sur, sur-norte, este-oeste, oeste-este, etc.); de allí que a veces sea prácticamente imposible intentar visualizar la trayectoria del Nilo o proyectarla en un mapa del continente.151 Es el caso de un tercer pasaje, que comienza precisamente con la admisión de las discrepancias entre los autores cuando se trata
streams converged demonstrates that the approach was a deliberate one” (81-82, 84, 85 y 86). Recuérdese que el río tiene, en efecto, dos orígenes y que en las proximidades de Khartum (Sudán), donde confluyen los Nilos Blanco y Azul, se convierte en una sola corriente fluvial. 150 En una tradición geográfica que se remonta a Heródoto, este río fluía primero de oeste a este, con Libia y Etiopía al norte y al sur, respectivamente, para luego torcer en dirección sur-norte, pasando por Egipto y desembocando en el Mediterráneo: véase, por ejemplo, el mapa del mundo según Heródoto en Hartog 34, o en la edición de las Historias de Grene 294-95; para la cartografía medieval véase Relaño 83-84. 151 Problemas análogos se encuentran en los geógrafos árabes de la Edad Media estudiados por Levtzion: “The Nile of Bilad al-sudan was in fact a creation of the Arab geographers, who gathered pieces of information from traders and travelers and put them together. They made one long river out of several rivers that flow in the region immediately south of the Sahara, between the Atlantic Ocean and the Nile itself. These rivers are the Senegal, the Niger, the Shari, Bahr al-Arab, and Bahr al-Ghazal. Some of these rivers flow from west to east and others from east to west” (74).
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de trazar el curso del río: sobre Paulo Orosio afirma que “dize el que en algunos logares corre dotra guisa que non dixieron los otros sabios”.152 En esta versión, el Nilo nace en un lago de nombre “Nulliden” (“Nullidom” en un pasaje anterior = “Nuchul”), o “Clara” (= “¿Dara?”), o “Nongiris”, o “Nebul” (GE I 113 b 51), de allí se dirige “fasta las tierras de unas yentes que han nombre libiogiptas” (GE I 114 a 11), sin duda en el Alto Egipto, para llegar después a las proximidades del mar Rojo (GE I 114 a 19).153 El pasaje más extenso de toda esta sección de la General Estoria es aquél en que Acoreo, quien tanto insiste en la imposibilidad de averiguar dónde se encuentran las fuentes del Nilo, le revelará a Julio César su recorrido: Mas dire yo los tus rios, e abrire yo la razon del tu nascimiento, e es esto que quiere dezir el comienço della como es e como se acaba en aquella manera en que Dios, encobridor de las tus aguas, te me dio a saber. Leuantas te tu de medio del ex del firmamento, e osas e atreueste alçar las tus aguas sobre las riberas contral Cancro quando el es en el mayor poder del su ardor, e uas contral cierço derecho con tus aguas e el tu cosso da consigo en medio del Carro [Osa Mayor]; e torciendo dalli uienes a occidente, e dalli tornas a orient. E a las uezes descubres te en Arauia, a las uezes en las arenas de Libia, mostrando te a los pueblos destas tierras faziendo les mucho dalgo e mucho bien, ca te non podrien alli escusar nin uenir sin ti, e estas son las primeras yentes que te ueen; pero aqui en este logar desta razon demudan otrossi los pueblos de los Seres, que son los de orient del tu nascimiento, e fieres tu los campos de los de Ethiopia como agua como agena, e non sabe el mundo a qual de las tierras del te de. (GE I 119 b 1 = GE V 164r-v)154
152 “E Paulo Orosio cuenta deste Nilo todas las cosas que dixieron los otros sabios fueras ende estas dos: la una quel camia el los nombres, la otra en el correr, ca dize el que en algunos logares corre dotra guisa que non dixieron los otros sabios” (GE I 113 b 44). 153 “Hunc aliqui auctores ferunt haud procul ab Athlante habere fontem et continuo harenis mergi, inde interiecto breui spatio uastissimo lacu exundare atque hinc oceano tenus orientem uersus per Aethiopica deserta prolabi rursusque inflexum ad sinistram ad Aegyptum descendere. Quod quidem uerum est esse huiusmodi fluuium magnum qui tali ortu talique cursu sit et re uera omnia Nili monstra gignat; quem utique prope fontem barbari Dara nominant, ceteri uero accolae Nuchul uocant; sed hic in regione gentium, quae Libyoaegyptiae uocantur, haud procul ab illo fluuio quem a litore maris Rubri prorumpere diximus inmenso lacu acceptus absumitur, nisi forte occultu meatu in alueum eiuis, qui ab oriente descendit, eructat” (Paulo Orosio I, 2, 29-33); véase Relaño 83. 154 “tua flumina prodam, / qua deus undarum celator, Nile, tuarum / te mihi nosse dedit. medio consurgis ab axe / ausus in ardentem ripas attollere Cancrum; / in Borean is rectus aquis mediumque Booten, / rursus in occasus flexu torqueris et ortus, / nunc Arabum populis, Libycis nunc aequus harenis, / teque vident primi, quaerunt tamen hi quoque, Seres, / Aethiopumque feris alieno gurgite campos, / et te terrarum nescit cui debeat orbis” (DBC X, 285-94).
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Con Lucano a la vista, se puede así reconstruir el trayecto del Nilo: nace en la zona ecuatorial (“medio del ex del firmamento”) y se dirige hacia el Septentrión (hacia el bóreas en Lucano, viento del norte) y en su recorrido tuerce unas veces hacia occidente y otras hacia oriente, regando ambas regiones, Libia y Arabia, y beneficiándolas con sus aguas: el “no podrían venir sin ti” se cambiará en GE V a “no podrían vivir sin ti” (164v). Los textos de Lucano y Alfonso X presentan dos dificultades: en primer lugar, la referencia a Arabia, por la cual ¿habría que entender toda la región comprendida entre el mar Rojo y el Nilo?; la segunda concierne a la mención de los árabes y los libios como los primeros pueblos que lo ven, traduciendo mal a Lucano, quien había dicho que eran los seres los primeros pueblos en hacerlo (“teque vident primi, [...] Seres”), y contradiciéndose luego con “pero aqui en este logar desta razon demudan otrossi los pueblos de los Seres, que son los de orient del tu nascimiento”. Recordando que con este término se designaba a los pueblos del Oriente, como los chinos, se postula así una fuente asiática para el río, sugiriendo, de paso, la extraordinaria longitud de su curso.155 Lucano continúa aquí las interferencias y confusiones entre Etiopía e India, estudiadas por Schneider, y Alfonso no hace sino perpetuarlas.156 Aquí interrumpe Acoreo su relación, con el fin de recordarle a su interlocutor, una vez más, que las fuentes del río permanecen desconocidas a los humanos (GE I 119 b 26 = GE V 164v = DBC X, 295-98), para retomar luego el tema que le ocupa. Pocos párrafos después, se despejarán las dudas en cuanto a la trayectoria del Nilo, cuando Acoreo afirme que su curso es de sur a norte, que es el único río que atraviesa los dos hemisferios y que en el meridional se hallan sus fuentes y en el septentrional, su desembocadura: Et a ti solo es otorgado e dado de la natura de andar por amos los exes del firmamento —e estos son: el uno el de septentrion, el otro el de medio dia—; e aqui [sur] es demandado e buscado el nascimiento de las tus aguas e alli [norte] el acabamiento dellas. (GE I 119 b 37 = GE V 164v)157 155 En la Farsalia, los tres pasajes en que se menciona a los “seres” (y a los que remite su editor en su Index nominum: I, 19 y X, 142 y 292) aluden a un pueblo en el extremo este de Asia, los “chinos”, según los traductores de Lucano. Los romanos designaban con este nombre a los chinos: véase Murphy 108-10 para Plinio (VI, 88). En la Estoria de Espanna, este pueblo habitaba al este de los escitas: “Et tiene esta tierra de Sciçia de parte de orient los pueblos seres” (EE 217 b 11). Sobre los diferentes pueblos así denominados en las fuentes clásicas, entre ellas la Farsalia, y en relación con la India y Etiopía, véase Schneider 66-68. Para el recorrido del Nilo en Séneca véase NQ IVa 2. 3-5. 156 Para Lucano, sus confusiones y “efectos literarios” véase Schneider 332-34, quien conjetura que la fuente de la Farsalia pudo haber sido Pausanias. 157 “solique vagari / concessum per utrosque polos. hic quaeritur ortus, / illic finis aquae” (DBC X, 300-02).
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A continuación, se precisarán otros hitos en el recorrido del río: “E yendo adelante el Nilo, nasciendo ya en Egipto, cerca con la su agua, que lieua ya alli grand, la cibdad de Meroe que es poblada de los negros” (GE I 119 b 47 = GE V 164v).158 Y después, sin disminuir el volumen de su caudal, el Nilo se dirige hacia la zona tórrida, “las tierras del sol”, atravesando regiones desérticas, arenosas y deshabitadas y alternando su curso entre el ímpetu de sus aguas que fluyen en una sola corriente y el desborde de éstas en las orillas: Enpos esso, non suffriendo el Nilo el danno de las sus aguas, uasse e adelantasse contra las tierras del sol, e anda luengo tiempo como qui entendiesse mesurando las arenas manneras [estériles], por ques non cria nada y; e uas daqui adelante yrado, a las uezes collechas [cosechadas] las fuerças de las sus aguas en un rio, a las uezes uagaroso e esparziendo e tendiendo el agua por la ribera ligera pora recebir la. (GE I 120 a 8 = GE V 164v-165r)159
En el siguiente tramo, el Nilo fluye en una sola corriente, sirve de límite con Arabia (la región situada entre el Nilo y el mar Rojo), sigue atravesando los desiertos de Egipto y llega hasta las proximidades de ese mar: E cogiendo las de cabo dalli adelante torna las al calze de la madre de los logares poro uan partidas en muchas partes; et esto es alli o los puertos del regno de Philac parten los terminos de Egipto con los pueblos de Arauia. Enpos esto, yendo el dalli adelante taiando por los desiertos, ua blando e manso fasta o llegan los mercaderos, que se parte el nuestro mar del mar Uermeio, que es tan grand pielago e tan sannudo e tan forçador de las cosas. ¿Quien cuydarie, o podrie creer, que tan manso yrie? (GE I 120 a 18 = GE V 165r)160
La pregunta con que concluye el párrafo anterior da paso a una descripción del río en todo el empuje de su corriente y a una referencia a los saltos de agua 158
“late tibi gurgite rupto / ambitur nigris Meroe fecunda colonis” (DBC X, 302-03). “inde plagas Phoebi damnum non passus aquarum / praeveheris sterilesque diu metiris harenas, / nunc omnes unum vires collectus in amnem, / nunc vagus et spargens facilem tibi cedere ripam” (DBC X, 307-10). 160 “rursus multifidas revocat piger alveus undas, / qua dirimunt Arabum populis Aegyptia rura / regni claustra Philae. mox te deserta secantem, / qua iungunt nostrum Rubro commercia ponto, / mollis lapsus agit. quis te tam lene fluentem / moturum totas violenti gurgitis iras, / Nile, putet?” (DBC X, 311-17). File es una isla en el Nilo, al norte de la primera catarata: la describen Estrabón (XVII, 1, 49) y Séneca (NQ IVa 2. 3), si bien este último la confunde con la Meroë etiópica (Gareth Williams 232). A todos estos autores antiguos y medievales que intentaron determinar el recorrido del Nilo, puede agregarse Estrabón, quien, por ejemplo, notó, no del todo incorrectamente, que un tramo del curso adopta la figura de una И?, es decir, una N invertida (XVII, 1, 2). 159
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que interrrumpen su recorrido. Pero no es ésta la primera vez que la estoria alfonsí alude a las cataratas del Nilo; páginas atrás, la primera referencia las describe así, en toda la imponencia de las rocas que se le interponen a su paso y la fuerza y estrépito de las caídas: e dalli adelante yazen en la postremeria la madre poro el ua unas pennas muchas e muy grandes, e duran luenga tierra, e estoruan le que non puede correr, e ua firiendo por ellas faziendo muy grand roydo, e quebrantando se todo tanto que dizen que a dos leguas del, que non osa morar muger prennada, ca pierden las criaturas antel espanto del grand roydo del. (GE I 113 b 22)161
La segunda descripción expresa una gran admiración por la fuerza de la naturaleza y la pujanza del río, a cuyo ímpetu no hay obstáculos ni rocas que puedan oponerse, y por las alturas que alcanza la espuma del agua en su caída: Mas maguer pues que las quebrantadas de las sus carreras e las aberturas de las sus deprunadas [GE V: primadas] reciben en si los sus cossos [GE V: las sus cosas], e ua el tan grande, e tan apoderado e tan yrado que desdenna las otras fortalezas e non sufre a ninguna penna, quan fuerte quiere que sea, que a la su fuerça se tenga en ningun logar. Estonces con la su espuma combate el las estrellas: tan alta la enuia; e todas las cosas triemen ante las sus ondas, e tornase espumoso el su rio [GE V: & blanco] de la espuma maguer que lo [GE V: non] fagan las sus ondas, ca esto es con mucho marmol que arranca que a en los montes dalli e lo lieua. (GE I 120 a 31 = GE V 165r)162 161
“novissimo catarracte inter occursantis scopulos non fluere inmenso fragore creditur sed ruere” (Plinio V, 54); véase también la descripción de Séneca en NQ IVa 2. 4-5. Seis son las cataratas del Nilo: véase Collins, The Nile 3, 105, 111, 112 y 117-19. A ellas se refiere Heródoto (II, 29) y ¿también Mandevilla en el siguiente pasaje?: “Egipto es vna fuert tierra, car ý ha muchos malos puertos por causa de las grandes peynnas que ý son fuertes a passar” (LMM 18). 162 Además de las variantes indicadas en la cita, hay otra que merece especial mención. En GE I se lee: “Entonces con la su espuma combate el las estrellas: tan alta la enuia; e todas las cosas triemen ante las sus ondas”, mientras que GE V dice: “entonçe con la su espuma conbate tan fuerte & tan de rrezio que todas las cosas trimen ante las sus ondas”, omitiendo en esta segunda versión la hipérbole de la primera (y de Lucano) sobre la altura de la espuma. El texto latino decía así: “sed, cum lapsus abrupta viarum / excepere tuos et praecipites cataractae / ac nusquam vetitis ullas obsistere cautes / indignaris aquis, spuma tunc astra lacessis, / cuncta fremunt undis, ac multo murmure montis / spumeus invitis canescit fluctibus amnis” (DBC X, 317-22); en este pasaje, encuentra Loupiac un ejemplo más de la violencia que Lucano le atribuye al agua como una característica intrínseca de este elemento (89). Otra lección bastante curiosa de la General Estoria se debe a un error de interpretación del “multo murmure”: mientras que en Lucano la expresión alude al estruendo de las cataratas, en Alfonso X el murmur se convierte en marmor y de allí el “mármol” de ambas lecturas. Pero, además, el texto de GE I
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En medio del Nilo, se halla la isla de Abatos, la primera en experimentar la fuerza y el estruendo de la corriente al estrellarse en las rocas, formando la primera catarata: Dalli adelante ua a la ysla de Abaron, a la que la nuestra antiguedat llamo onrrada, tierra poderosa e que siente e sufre los primeros roydos del Nilo, como el logar que los [GE V: commo el logar que llego &] a e los oye primero que otro logar, e sienten los [GE V: lo] los pennedos [peñascos] que estan primeros. (GE I 120 a 45 = GE V 165r)163
No sólo la naturaleza sufre la fuerza del río; los humanos también, como le sucedió al ejército de Nabucodonosor en Libia: Otros cuentan aun en este logar esta razon desta guisa & dizen que estando el alli que crescio mucho el Nilo & que se perdieron y estonces muchos de su companna de Nabuchodonosor & que temiendo de perder y mas que se suffrio fasta que se torno ell agua a so logar en la madre del rio. (GE IV 44r)164
Es allí, en ese lugar llamado las “venas del Nilo”, más precisamente en los escollos que se interponen a su corriente, donde se aprecia primero la crecida del río y —agrega Alfonso X— lo hace con tanto fragor que incluso a la distancia de dos o tres leguas el sobresalto que puede inspirar en las mujeres embarazadas puede hacerles perder las criaturas: et plogo a los sabidores de la natura desta razon, de dezir a estos pennedos [peñascos] uenas del rio Nilo, por que ellos son [GE V: los primeros &] los qui primera mientre
contendría una contradicción, al afirmar que el río se torna espumoso “a pesar” (“maguer”) de su agua, expresión que carece de sentido a menos que, como lo hace GE V, se le añada un “no”, con lo cual la interpretación sería así: el río se vuelve espumoso (y también “blanco”), pero no a causa del agua, sino del “mármol” que, con su enorme fuerza, va arrancando de los lugares por donde pasa. Ambos agregados están exigidos por la previa interpretación de marmor en lugar de murmur. Esta interpretación presupone, por supuesto, que la redacción de la primera parte de la estoria precede a la de la quinta. Contrasta con la descripción alfonsí la que ofrece Collins: “The cataracts are modest rapids, navigable in high water, that cannot compare to the majesty of the Kabarega Falls on the Victoria Nile or Tisisat Falls on the Blue Nile. But they have helped define the history of this vast region, known to those who come from the north as the Corridor to Africa” (The Nile 105). 163 Sobre la primera catarata en las Naturales Quaestiones de Séneca véase Gareth Williams 232-33. 164 “hinc, Abaton quam nostra vocat veneranda vetustas, / terra potens primos sentit percussa tumultus / et scopuli” (DBC X, 323-25). La primera catarata quedó sumergida por la primera represa de Asuán, construida en el año 1902 (Collins, The Nile 9).
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dan descubierta e ciertas sennales del primero miedo daquellos roydos del Nilo, que uiene nueuo con el primero comienço de la uenida dellos; ca dicho lo auemos ya que fasta dos e aun tres leguas del Nilo en esta sazon [GE V: por esta rrazon] ninguna muger prennada non osa morar, ca por el espanto e el miedo que y toman daquel roydo e sueno an de mouer e pierden sus criaturas. (GE I 120 a 51 = GE V 165r)165
A partir de esta isla, explica concisamente Lucano, la naturaleza ha erigido montañas que, encerrándolo, le impiden al Nilo regar a Libia; la General Estoria lo traduce con más palabras y menos precisión y con una redacción que haría pensar, primero, que es a la inversa, o sea, que el río desbordado circunda los montes y se derrama libremente en las llanuras y que, después, esas peñas y montes, en efecto, le cierran el paso de Libia: De la ysla de Abaron adelante, tanto cresce la su natura que cerconda los montes de toda aquella tierra con las sus ondas, que andan uagas por todos los lanos [GE V: llanos] que tienen cubiertos. Et aquellos pennedos [peñascos] e estos montes le desuian que non riege a Libia. (GE I 120 b 9 = GE V 165r)166
Pero las ambigüedades se disipan inmediatamente, cuando se afirma que el río, encajonado entre esos montes y amansado y silenciado por ellos, fluye a lo largo de un profundo valle hasta llegar a Menfis, cuyos llanos son los primeros en recibir el beneficio de sus inundaciones. Acoreo pone fin a su larga relación del Nilo notando (más claramente en Lucano que en Alfonso X) que la provincia de Menfis no les opone orillas, es decir, límites a sus crecidas: et yaziendo la su agua entre essos montes en el ual que se faze alli muy fondo, requedan [paran, represan] la aquellos pennedos [peñascos], e para se e esta alli manssa. Et aquellos pennedos e del logar daquel requedamiento adelante, la primera tierra e los campos e las heredades que al Nilo reciben e se del riegan, son los de la prouincia de tierras de Menphis, e esta prouincia uieda al Nilo la desmesura del crescer el da riberas entre que quepa e uaya. (GE I 120 b 15 = GE V 165r-v)167
165 “placuit fluvii quos dicere venas, / quod manifesta novi primum dant signa tumoris” (DBC X, 325-26). Es añadido de Alfonso X la referencia al efecto que el ruido ensordecedor de la corriente puede tener en las mujeres; el “ca dicho lo auemos ya” remite a un pasaje anterior, ya citado (GE I 113 b 26). 166 “hinc montes natura vagis circumdedit undis, / qui Libyae te, Nile, negent” (DBC X, 327-28). 167 “quos inter in alta / it convalle tacens iam moribus unda receptis. / prima tibi campos permittit apertaque Memphis / rura modumque vetat crescendi ponere ripas” (DBC X, 32831); para esta sección del recorrido del Nilo, a partir de la isla de Abatos, véase también Séneca, NQ IVa 2. 7-8.
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Y con estas palabras concluye la sección dedicada al Nilo en las obras de Lucano y Alfonso X. Finalmente, pueden agregarse algunos datos más. La estoria alfonsí indica en otro lugar, refiriéndose a Menfis, que “era esta çibdat asentada çerca el logar do el Njlo començaua su creçiente” (GE V 118r).168 En esta ciudad había un “nilómetro” (νειλομέτριον), (íåéëïìÝôñéïí), que medía las crecidas del río (DBC VIII, 477-78). Explica su funcionamiento Estrabón (XVII, 1, 48) y lo describe así La flor de las ystorias de Orient: Encara los habitadores de Egipto tienen vna colona de marmol en medio del rio de Nill en vna chica ysla que es deuant la çiudat de Mesor [¿Meroë?], et han fecho senyales en aquella colona, et quando el rio es creçido tanto como puede, ellos guardan en aquellos senyales et segunt que la agua sera cresçida, ellos sabran si auran abundançia o fretura aquel anyo, et sobre aquesto ellos meten preçio a las coses. (FYO 174-75)169 168 “custos Nili crescentis” (DBC VIII, 477). Así fue fundada esta ciudad: “Cventan unas de las estorias que Epapho, fijo de Juppiter e de la reyna Yo —el que fizo la cibdat de Menphis en Egipto—, caso con la reyna Casiota, et fizo en ella una fija a que llamaron Libia” (GE II 1 280 a 14). 169 La flor de las ystorias de Orient es una traducción al aragonés de la Fleur des histoires des parties d’Orient, escrita en francés por Haytón de Gorigos. Nacido entre 1230-1245 y muerto en 1314 o 1315, fue sobrino del rey Haytón I de Armenia, monje premostratense en Chipre y partidario de una cruzada para la reconquista de Tierra Santa. Entregó su obra al papa Clemente V en 1308, de la cual se conservan dieciséis manuscritos franceses, treinta y uno latinos, además de traducciones a varias lenguas, incluyendo el español: todos estos datos se encuentran en Cacho Blecua, El Gran Maestre 150-56, en la introducción de Hauf a la versión catalana, La flor de les històries d’Orient —que llega hasta el capítulo XLIV del libro tercero (FHO 160), correspondiente al XLV del texto aragonés (FYO 151)— y en su artículo “Texto y contexto”. Los pasajes paralelos del catalán, que no presentan mayores variantes, se indicarán en cada caso entre paréntesis (= FHO): “La versió catalana que publiquem coincideix, per regla general, gairebé mot per mot amb el text de la versió aragonesa deguda a la curiositat i mecenatge del gran mestre de l’orde de Sant Joan de Jerusalem, fray Juan Fernández de Heredia”; “Cal remarcar que els estudiosos i editors de l’obra aragonesa deguda a la iniciativa del gran mestre, es decanten a creure que la versió catalana corresponent al text aragonès que publiquen és, generalment, la més antiga, i, en això, el text de la F no seria cap excepció” (Hauf 39 y 40 = Hauf i Valls 135). La introducción de Hauf se divide en tres partes: 1) contexto histórico en que se redacta la versión original de Haytón de Gorigos y se la traduce a diversas lenguas, incursiones mongolas en Asia y en Europa, posible conversión al cristianismo de los mongoles, propuestas de alianza militar de éstos con los reinos cristianos y en contra de los musulmanes, misiones diplomáticas de franciscanos y dominicos ad tartaros, planes de cruzada, apoyados por Haytón, para reconquistar los Santos Lugares, etc. (5-33 = Hauf i Valls 115-131); 2) autor, manuscritos, redacción y traducciones al latín, catalán y aragonés, Haytón de Gorigos, Raimundo Lulio y el proyecto de cruzada (34-51 = Hauf i Valls 131-42); 3) composición, contenido, estilo y rasgos lingüísticos de La flor de les històries d’Orient, su relación con el Atlas catalán de 1375 (51-71 = Hauf
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Hay que recordar ahora otros dos pasajes —uno de ellos continuación de otro citado más atrás (GE I 113 b 22)— que no proceden de Lucano, sino de Plinio, y en los cuales se afirma que, contra lo sostenido en otro momento, la corriente del Nilo es mucho más torrentosa y veloz cuando va entre montañas: “e desque salle de las yslas ençierra se entre unos montes, e en ningun logar non ua tan yrado nin corre tan apriessa como por alli, fasta que llega a un logar de Ethiopia que ha nombre Catadupia” (GE I 113 b 17);170 y que, pasada ya la primera catarata, se remansa y pierde fuerza después, al salir al llano: “Et desque sale daquellos pennascales es ya la fuerça de las aguas quebrantada, e finca el como canssado, e ua ell agua muy manssa” (GE I 113 b 32).171 Brazos y desembocaduras del Nilo Con respecto a los brazos en que se divide el Nilo, la General Estoria distingue tres: el río “Astapo” (Nilo Blanco), “que quiere dezir segund el language daquella tierra tanto como agua que corre de tiniebras” (GE I 113 a 52), el “Astabores” (Atbara), o “ramo de agua que uiene de oscuridad” (GE I 113 b 8), y el “Astusapes” (Nilo Azul), “que dize tanto como agua del lago” (GE I 113 b 10); el segundo “corre de la siniestra parte” y el tercero “ua de la diestra parte”.172 Información que se confirmará páginas más adelante, con otros añadidos: i Valls 143-54). Sobre Haytón véase también Rodríguez Temperley LXXVII-LXXVIII. Burger estudia la activa intervención que le tocó a Haytón en la política de Armenia, la Cilicia armenia y Chipre, sus actividades diplomáticas en la corte papal, las posibles motivaciones políticas que, en parte, lo llevaron a escribir su obra, etc. Para Fernández de Heredia (¿1310/15?-1396) y su tiempo véanse los estudios editados por Egido y Enguita y para su obra en el contexto de los intereses expansionistas de la Corona de Aragón véase Rodríguez Temperley LXXX-LXXXVII. Para la etapa de la vida de Fernández de Heredia en Avignon (1351-67) y su interés por las historias griegas véanse los estudios de Luttrell. Y para una lista de las obras de Fernández de Heredia, su localización, procedencia, contenido, manuscritos y ediciones véanse Cacho Blecua, El Gran Maestre 70-71 y Marín Pina y Montaner Frutos 222-26. 170 “subinde insulis impactus, totidem incitatus inritamentis, postremo inclusus montibus, nec aliunde torrentior, vectus aquis properantibus ad locum Aethiopicum qui Catadupi vocatur” (Plinio V, 54). 171 “postea lenis et confractis aquis domitaque violentia, aliquid et spatio fessus” (Plinio V, 54). Para la oposición y lucha entre ríos y montañas, una constante en la geografía pliniana, véase Murphy 148-51. 172 “medios Aethiopas secat cognominatus Astapus, quod illarum gentium lingua significat aquam e tenebris profluentem. [...] circa clarissimam earum Meroen Astobores laevo alveo dictus, hoc est ramus aquae venientis e tenebris, dextra vero Astusapes, quod lateris
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et estonces recibe en si el Nilo, en aquellos forados de la tierra, aguas de todos los rios que en el mundo son, e trae las consigo, e echa las por una fuente, como quier que sean muchos los manaderos della. Mas desi non las lieua por un calze, ca siete son los logares poro el corre, alongados los unos de los otros e muy grandes, pero los tres dellos muy mayores que los otros, segund cuenta el Plinio; e diz que an estos nombres que aqui seen: Astapo, Astobores e Astusapes. (GE I 118 a 53 = GE V 163r-v)173
En la cuarta parte de la General Estoria se vuelve sobre el tema: & las entradas de Egypto eran pocas & ciertas por los tres braços del Nilo que la cercan toda. Astapo de parte de Ethiopia a orient & Astusapes de parte de Affrica a occident & Astobores que ua por medio della fasta ques ayuntan con estos otros dos en cabo de Egypto & cayen en la mar. (GE IV 14r)
Como en los pasajes anteriores, bien se indica que tres son los brazos principales (“los tres dellos muy mayores que los otros, segund cuenta el Plinio”), de cuya confluencia se forma el Nilo, excepto que en este último texto de la General Estoria se invierte su situación geográfica: el Astapo, o Nilo Blanco, nace “a occidente”; el Astusapes, o Nilo Azul, es el que fluye “de parte de Ethiopia a orient” y el Astabores, o Atbara, no es el que iría “por medio della” (África), ya que, puestos los tres ríos en relación entre sí, el que corre por el medio es el Nilo Azul.174 De todas maneras, el texto indica correctamente que estos tres ríos formarán el Nilo: hay que agregar ahora que los Nilos Blanco y Azul confluyen en las proximidades de Khartum (en el actual Sudán) y que el Atbara se les une más al norte, en el trayecto que media entre Meroë y la quinta catarata. No hay unanimidad en lo que concierne al número de brazos del Nilo: en otros pasajes se dice que fluye por siete: “va muy grande & muy yrada por siete braços” (GE V 117r = DBC VIII, 445; NQ IVa 2. 12: “per septena ostia in mare emittitur”), “Et por aquj pasa el vno de los siete braços del Njlo” (GE V 117v = DBC VIII, 465-66); siete son también en el Libro del tesoro (LT 59 a) y lo significationem adicit” (Plinio V, 53). En Estrabón: ?óôáüñá ? óô?ðïõò,Ἀστασόβας ?óôáóüâáò (XVII, Ἀσταβόρας,ò,Ἀστάπους, 1, 2; 2, 2); su editor, Jones, los identifica, respectivamente, con los ríos Atbara (o Bahr alAswad: Collins, The Nile 108-10), Bahr el-Abiad (Bahr al-Abyad = Nilo Blanco: Collins, The Nile 65) y Bahr el-Asrek (Bahr al-Azraq = Nilo Azul: Collins, The Nile 90). 173 Para este pasaje véase Almazan 92. La idea de un delta se sugiere también en Lucano: “tunc omnia flumina Nilus / uno fonte vomens non uno gurgite perfert” (DBC X, 253-54). 174 Sobre el Nilo Azul véanse Collins, The Nile 88-104 y Van Donzel, quien conjetura que el primer europeo en llegar a las fuentes de este río fue el padre Pero Páez, en abril de 1618 (125).
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mismo en la Gran conquista de ultramar, si bien este número queda sujeto a dudas: E aquel río pártese en quatro partes: el primer braço, de hazia Suria, passa entre dos cibdades de la marisma, e dizen a la una Tamis e a la otra Fa[ra]mia; e el segundo braço passa por Damiata, e el III váse para Asturion, e el quarto entra en la mar, a quatro millas de Alixandría, por un lugar que dizen Ra[si]t. E el que hizo esta ystoria en latín preguntó [a] algunos sabios si el Nilo se partió en más partes, mas no falló ninguno que más le dixiesse. Mas los sabios antiguos dizen, e aun fallamos en las escripturas, que entra en la mar por siete braços; e no sabe por qué lo dixeron, salvo si corría en otro tiempo por otros lugares, o si lo dizen porque quando cresce el río con las grandes avenidas, corre por muchos lugares, e bien puede ser que estonces entra en la mar por siete partes, e aun por más. (GCU III, 362-63)
Seis son los brazos según el Libro del Caballero Zifar (LCZ 400); dos, según el Libro del conoscimiento de todos los reinos, como se vio en un pasaje anterior: el Nilo nace en el sur del continente africano (en “las altas sierras del polo Antartico do dizen que es el Paraisso Terrenal”) y de allí sigue un curso que lo lleva a través de Nubia y Etiopía, a partir de la cual se bifurca en dos corrientes, una hacia el norte y el Mediterráneo, la otra hacia el oeste y el Atlántico: “El uno va contra el desierto de Egipto por Damieta. El otro braço mayor viene al poniente et metese en la Mar Oçidental, et dizenle el Rio del Oro” (LCTR 56). En cuanto a la desembocadura, la General Estoria recoge otra vez versiones discrepantes: en un pasaje se indica que “sale de la ribera o se comiença el mar Bermeio” (GE, 112 b 30, SM 57), “E es dalli adelante el Nilo, e cae unado en el mar Bermeio, parte a Asia e a Affrica” (GE I 46 a 16); en otro, que el Nilo, o uno de sus tres brazos, desemboca en el Mediterráneo, “çerca la uilla que a nombre Damiata, que es en Egipto otrossi” (GE I 113 b 41), refiriéndose al brazo más oriental del delta y a la actual Damietta, respectivamente.175 Sin 175
Cinco “bocas” tiene el Nilo, según Heródoto (II, 10), siete dignas de mención, según Estrabón (XVII, 1, 4), muchas, según Plinio: “multis quamvis faucibus in Aegyptium mare [Mediterráneo] se evomat” (V, 54). Damieta, ciudad visitada por el viajero del Libro del conoscimiento de todos los reinos: “Et tomé camino contra el poniente et vine a Damianta, una noble çibdat, et çerca la toda el flumen Nilus” (LCTR 38); “Damiete solia estar muy fuert cibdat, mas eilla fue .IJ. vezes ganada de los christianos. Et por esto abatieron los moros los muros a tierra et las fortalezas, et fizieron vna otra cibdat mas lueint de la mar que eillos claman la Nueua Damiete, assi ninguno non finca en la viella Damiette” (LMM 18); “En el regno de Egipto ha dos puertos de mar, el vno es Alexandria et el otro es Damiata. [...] La çiudat de Damiata es çerca del rio de Nil, et fue antiguament bien murada, mas ella fue presa dos vegadas por los cristianos, vna vegada por el rey de Iherusalem et por otros cristianos de
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duda que también al Mediterráneo se refieren otros pasajes cuando afirman que el Nilo “entra por el llano de Egipto [...] e despues ua derecha ment al mar” (GE I 113 b 35), o que “cae unado en el mar” (GE I 114 a 27): es el “mar de Alexandria” de otros textos españoles medievales (LT 58 b, SM 57). ¿Y también al Mediterráneo se referiría Alfonso X cuando indica que el color del Nilo cambia a partir de su desembocadura?: Aduzes me a los primeros nasçimjentos ally o el nj(n) lo demuda el color de la mar en tierra del rrey Lago o entra en el. Yo connosco aquel que yazie tronco & destorpado & laydo en la arena del rrio. Aquj departe otrosy la glosa que do el Njlo entra en la mar que el agua de la mar es de vn color & la del Njlo de otro. Ca ally es el mar Bermejo & el agua del Njlo es del color que las otras aguas dulçes & tinta mucha a color verde. Et en aquel logar do se ayunta con la mar pierde la mar su color & finca el color del Njlo en el agua de la mar & es en cabo de Egipto de la parte de medio dia. (GE V 11r)
Dos problemas plantea este pasaje y la glosa que lo comenta: en primer lugar, haría pensar que el Nilo desemboca en el mar Rojo, habida cuenta del color “bermejo” allí mencionado; el otro se relaciona con la ubicación geográfica de Egipto, ya que si bien esta región pertenece al sur de la ecumene, al Mediodía, la expresión “en cabo” suele referirse a los últimos confines del mundo; en otras palabras, el río desemboca, ciertamente, en el extremo de Egipto, pero en el norte y no en el sur. En cuanto al delta, la Gran conquista de ultramar nota el contraste entre esta región y todas las otras que no reciben el influjo benéfico del río: “E de la otra parte, do el río no corre, es la tierra quemada del sol, tan caliente es allí; assí que ninguna cosa no puede allí nacer” (GCU III, 365); por otra parte, la zona del delta, rica por su agricultura: Más abaxo, hazia la mar, hallan que fizo el río grandes vegas e grandes campos, e por aquello hay más tierra de lavor que en ninguna otra parte de Egipto; ca del castillo que dizen Folques, que es de la parte de Suria, hasta la cibdad de Alixandría, que es la postrera del reyno hazia Libia, hay bien cien millas o más de tierra de lavor, de mucho pan a maravilla. (GCU III, 364)176
Orient, et la otra por el rey de Françia, mosen Sant Loys. Et por aquesto los moros la derrocaron et la han trasportada luent de la mar et del rio, et no yde han fecho mur ni fuerça, et claman aquella villa Damiata la Nueua, et Damiat la uiella es de todo deshabitada” (FYO 175-76). La ciudad fue ocupada entre 1218 y 1221 por los europeos durante la quinta cruzada (Riley-Smith 178-80). 176 Sobre el delta del Nilo véase Collins, The Nile 5 y 122-40.
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Para concluir esta sección, y recapitulando ahora lo que los autores antiguos y medievales dicen sobre el nombre, la(s) fuente(s), el recorrido, los brazos y la desembocadura, hay que preguntarse si tenían conciencia de la unidad geográfica del Nilo.177 No, ciertamente, del río en su totalidad, desde sus fuentes en el África ecuatorial hasta su desembocadura, pero sí la tenían, no obstante los distintos brazos en que pueda dividirse, en cuanto a su recorrido por tierras de Egipto. Así lo sostiene la General Estoria, autorizándose con Paulo Orosio: Pero tan bien este sabio, como todos los otros, acuerdan en vno que este rio, despues que faze braços e lagunas muchas de que se riega toda aquella tierra de Egipto, que entra alli en una madre, e que dalli adelant a nombre Nilo, e cae unado en el mar, assi como es dicho suso. (GE I 114 a 21)
En fin, concepciones muy semejantes sobre la unidad geográfica y natural del valle, concebido como una entidad ecológica, territorial e histórica, con una identidad definida y que comprende sólo a Egipto y Sudán y con exclusión de otras regiones de la cuenca del Nilo, llegan hasta el siglo XX y se hacen presentes también en geógrafos egipcios contemporáneos, como Sulayman Huzayyin.178 Geografía y clima de la región Variada es también la geomorfología de las regiones cruzadas por el Nilo: por lo general se trata de llanuras y desiertos, si bien en algunos casos se distingue entre tierras arenosas, como éstos, y planicies fértiles, como aquéllas. La mención de las arenas aparece constantemente asociada no sólo con Egipto, sino también con Libia o con Etiopía; por ejemplo, en los siguientes pasajes: “cubre los llanos de Egipto & faze estanco de las arenas” (GE V 20r); “Synon despues en la arena del Njlo que es de Egipto” (GE V 65r); “Et Egipto segura es de la vna parte por las Sirtes que son los peligros de las arenas de Libia” (GE V 117r); “arenas de las tierras del Njlo” (GE V 126v); “vayan [las aguas del Nilo] por las arenas de Ethiopia” (GE V 127r). A los desiertos se los menciona varias veces: “anda muy luenga tierra por desiertos e por tierras tan calientes” (GE I 112 b 44), “logares desiertos e malos” (GE I 113 a 17), las arenas que son “allende Mauritanna, contra Ethiopia” (GE I 113 a 26), pasajes todos que con177
Sobre esta compleja cuestión de la “unidad hidrológica” del Nilo y sus implicaciones “hidropolíticas” véanse las observaciones de Collins, “In Search” 253 y 255 y The Nile 46, 143, 165 y 168 y el estudio de Gershoni. 178 Para las ideas de este geógrafo véase el estudio de Gershoni, especialmente 205-06, sobre la geografía física del valle del Nilo.
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cuerdan con los dedicados a Etiopía y en los que se verá cómo predominan en el relieve subsahariano las zonas áridas y yermas.179 Es el mismo paisaje que se describirá en la cuarta parte de la General Estoria, al referirse a la historia de Nabucodonosor II (604-562 a. de C.), en el que se reúnen los temas ya vistos de la influencia bienhechora del Nilo, en contraposición a la fauna y a las temperaturas propias de las regiones desérticas: & entro Nabuchodonosor tierra de Egypto. [...] & despues desto finco tierra de Egypto como yerma quarenta annos segund cuenta la estoria de Alguaziph. & diz que crescieron y muchas serpientes & muchas uiuoras & muchas culuebras otras de guisa que omne non podie andar por la tierra antellas quel non matassen si non las unas las otras ca lo uno por los omnes que fincauan y muy pocos & en muy pocos logares & estaua todo como yermo. Lo al por las calenturas que a y. & los temperos de las aguas del Nilo fazes la tierra muy luxuriosa & muy criadora de todas animalias de muchas naturas & muy estrannas. (GE IV 30r)180
La flor de las ystorias de Orient describe a Egipto “assi como vna ysla”, rodeada, con la excepción del “mar de Greçia”, de “desierto et de arena”: al oriente, lo separan de Siria siete jornadas, “et es todo arena”; hacia occidente, quince jornadas de desierto median entre Egipto y Berbería; en dirección del sur, doce jornadas, “todo desierto et arena”, conducen a Nubia (FYO 173). Con relación a esta obra, hay que observar, parentéticamente, el lugar especial que tiene entre todos los textos geográficos de la Edad Media, ya que, como quedó indicado en una nota anterior, lo que movió a Haytón de Gorigos a escribirla fue el proyecto de cruzada a Tierra Santa. El editor de la versión catalana reconoce la deuda del original francés con las tradiciones geográficas antiguas y medievales derivadas, entre otros, de Plinio y san Isidoro de Sevilla, pero nota también que, junto a La flor des histoires des parties d’Orient (y sus traducciones a otras lenguas), comenzarán a difundirse otras obras de viajeros a Oriente (peregrinos, misioneros, cruzados, mercaderes, embajadores, aventureros, mercenarios), que ofrecerán descripciones basadas en la experiencia personal de las tierras orientales.181 Egipto ocupará un 179 En Plinio: “per deserta et ardentia et inmenso longitudinis spatio ambulans”, “per harenosa et squalentia” (V, 51-52). “Egypt was part of the Sahara Desert before it began to get humid (since 7000 B.C.) and then dried up (around 2000 B.C.), and it was its link with the rest of the continent” (Shavit 102, nota 31); véase también Collins, The Nile 129. 180 Modernamente, Collins describe también los desiertos próximos al Nilo como regiones de piedras, rocas, arenales y vientos y tempestades de arena (The Nile 10, 111, 118, 191, etc.). 181 Para la dependencia de los autores clásicos y la difusión de otras obras relacionadas con el Oriente véase Hauf 51-55 (= Hauf i Valls 143-45). Para la relación entre estos mercaderes, misioneros y viajeros medievales y el desarrollo de la cartografía véase Edson, The World 90-113.
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lugar preeminente en las reflexiones de Haytón de Gorigos, debido a su ubicación estratégica y a su importancia militar en los planes de reconquista de Jerusalén.182 A los desiertos de Egipto a los que se refiere La flor de las ystorias de Orient, la estoria alfonsí también les contrapone la tierra que no es “arenosa” (GE I 113 a 20), más específicamente, los “llanos” regados por las crecidas del Nilo (GE I 112 b 39): e desque entra por el llano de Egipto parte y ya quantas yslas que han otros nonbres que non solien auer, e despues ua derecha ment al mar, pero antes faze muchos lagos e muchas lagunas con que se riega todo el llano de Egipto. (GE I 113 b 35).
Tres aspectos más merecen citarse: los lagos que, junto con las cataratas, se van formando en su trayectoria, los tramos en que fluye bajo tierra y las cavernas subterráneas. A los primeros se alude en varios pasajes: el lago que forma al reaparecer en la superficie, en la Mauretania Caesariensis, dejadas atrás las arenas de la Tingitana (GE I 113 a 21); el que sería su fuente, llamado “Nullidon”, “Clara”, “Nongiris” o “Nebul” (GE I 113 b 51); el lago “tan grand que es sin mesura”, en tierras de los libiogiptas (GE I 114 a 12); los “grandes lagos”, que hacen posibles los asentamientos humanos (GE I 113 a 37), o los que se forman en Egipto: e desque entra por el llano de Egipto parte y ya quantas yslas que han otros nonbres que non solien auer, e despues ua derecha ment al mar, pero antes faze muchos lagos e muchas lagunas con que se riega todo el llano de Egipto. (GE I 113 b 35)
En varios tramos, el río fluye subterráneamente, alternando trayectos de recorrido bajo y sobre la superficie: bajo ésta, en la “tierra de las arenas”, sobre ésta, en la Mauretania Caesariensis (“que non es tierra arenosa”), hasta llegar a las “otras arenas que son allende Mauritanna”, en que vuelve a esconderse durante un trayecto de veinte jornadas, para reaparecer en Etiopía;183 o cuando
182 “Es descriu la riquesa d’Egipte, la geografia y accidents d’interès estratègic (rius, ports, etc.), fortificacions, tràfic mercantil i productes, parant especial esment en aquells importats de fora, como el ferro, la fusta i els esclaus, sense els quals el soldà no podria subsistir” (Hauf 36-37 = Hauf i Valls 133). Haytón de Gorigos piensa que el bloqueo marítimo de Egipto haría difícil el abastecimiento de Siria y permitiría la organización de una expedición cristiana con destino a Tierra Santa; véase Phillips, The Medieval 130. 183 El texto va marcando puntualmente esta alternancia entre fluir sobre y bajo la superficie: “sale”, “sumesse”, “sale”, “ascondese de cabo”, “se muestra de cabo”, “corre sobre tierra e non se asconde” (GE I 113 a 15, 18, 21, 27, 29 y 36, respectivamente).
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non corre fueras ende si ua so tierra por logares quel non pueden ueer los omnes, e entra ascondida mente en la madre daquel rio que auemos dicho que sale de la ribera del mar Bermeio, ca este lago postrimero en que el Nilo se asconde non es muy luenne de aquel rio. (GE I 114 a 15)
Y en el Libro de las maravillas del mundo de Mandevilla: Esta rriuera viene corriendo de Paradiso por medio de los desiertos de Jndia; depues se fonde en tierra et corre luengo tiempo et grant espacio dejus tierra, depues saille fuera dejus vna montaynna que se clama Aloth que es entre Jndia et Ethiopia [a] .v. meses de jornadas de l’entrada de Ethiopia. Depues eilla rredorea Ethiopia et Moretaigne et va todo al luengo de la tierra de Egipto ata la cibdat de Alexandria et a la fin de Egipto et ailli se ajunta con la mar. (LMM 17-18)
En la geografía de la región, en fin, no faltan tampoco las cavernas, a las cuales también Alfonso X les presta detenida atención, amplificando otra vez a Lucano: Otros ay que cueydan que la tierra respira, et a entressi unas aberturas grandes fechas como a arcos, e son estas como unas cueuas que uan luengas de las unas partes de la tierra a las otras, —e dizen le en el nuestro latin cauernas e quier dezir tanto como cauas o cueuas que son fechas por natura en las entradas [GE V: entrannas] de la tierra—; e que por aqui enuia la tierra sus respiramientos e andan las aguas, et daqui andan [GE V: nasçen] los uientos que corren la faz de la tierra e el ayre, e dalli las aguas e se acogen y otrossi e dond se leuanta la minguant e la crescient de la mar; et que por unos logares destos tales destas cueuas, que son dentro en el cuerpo de la tierra, cuentan lo que esto dizen que ua de todo en todo el agua con un correr que lleua callado o callando. (GE I 118 a 21 = GE V 163r)184
En una descripción como ésta, que aspira, con todas sus dificultades de lectura e interpretación, a ofrecer una visión lo más completa posible del Nilo, no podían faltar las referencias al clima de las regiones por las que pasa y, desde el principio mismo de esta sección de la General Estoria, también a su influencia bienhechora en esas zonas tórridas y desérticas: “anda muy luenga tierra por desiertos e por tierras tan calientes que se encendrien e ardrien, ssi por el non fuesse” (GE I 112 b 44). Pero no todo es yermo, sin embargo, puesto que el caudal del río depende del régimen de lluvias de la región en que se halla su
184 “sunt qui spiramina terris / esse putent magnosque cavae compagis hiatus” (DBC X, 247-48).
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nacimiento: “de la manera que nieua e llueue en tierra de Mauritanna, o es aquella fuente, que dessa guisa cresçe o mingua el Nilo” (GE I 113 a 12).185 Las crecidas del Nilo La influencia del Nilo en el clima se debe, ante todo, a las crecidas con que riega Egipto: en varios pasajes, se detiene Alfonso X a reseñar las inundaciones y sus efectos en la región, “faziendo les mucho dalgo e mucho bien” (GE I 119 b 17), cuando “sale de madre a los tiempos sennalados del anno, e riega todos los llanos de Egipto” (GE I 112 b 39); y también en el Libro del Caballero Zifar: “asy que segunt dizen que esta es la mas plantiosa tierra del mundo; ca este rio sale de madre dos vezes en el año e riega toda la tierra” (LCZ 400).186
185 Las precipitaciones compensan otro fenómeno hidrológico opuesto, la evaporación y enorme pérdida de agua causada por el calor reinante a lo largo de todo el recorrido del Nilo, desde sus fuentes en el África ecuatorial hasta su desembocadura en el Mediterráneo: sobre ello insiste Collins en numerosas ocasiones (“In Search” 247, 253 y 256; The Nile 2, 9, 10, 35, 36, 66, 87, 154, 164, 178, 193, 201, 219 y 231). 186 “certis tamen diebus auctu magno per totam spatiatus Aegyptum fecundus innatat terrae” (Plinio V, 54). El pasaje completo de Alfonso X dice: “E a las uezes descubres te en Arauia, a las uezes en las arenas de Libia, mostrando te a los pueblos destas tierras faziendo les mucho dalgo e mucho bien, ca te non podrien alli escusar nin uenir sin ti” (GE I 119 b 14); esta versión será enmendada en GE V de la siguiente manera: “ca te podrian ally escusar njn beujr syn ty” (164v), omitiendo el “non” de GE I y enfatizando el poder del Nilo, reemplazando el “uenir” por “vivir”. A partir de “mostrando...”, todo el texto es añadido de Alfonso X a Lucano. Con respecto a este último, debe recordarse que su tío Séneca dedicó una de sus Naturales Quaestiones (la IVa) a las inundaciones del Nilo: para la relación entre ambos véase Gareth Williams 232. Los pasajes paralelos de esta obra se indicarán en cada caso para facilitar la confrontación de esos textos con los de su sobrino. Séneca visitó Egipto en 30-31 d. de C. (Bonneau 137, nota 2, Faider 85 y Gareth Williams 230), prefectura del Imperio romano en la que tenía intereses económicos (Faider 83 y 86). Para la sección que Séneca dedica al Nilo en sus Naturales Quaestiones véase todo el estudio de Gareth Williams. Séneca no figura en la lista de las fuentes enumeradas por Alfonso X en un pasaje aducido páginas atrás: “Del Nilo como nasce, e de los logares o paresce e poro passa, fablaron muchos sabios assi como Aristotil, e Tholomeo, e Plinio, Eratesten, e Homero, e Themosten, e Artemidoro, e Esidoro, e Muciano, e Lucano e Paulo Orosio” (GE I 112 b 24). Más aún, no puede concluirse con certeza que Alfonso X haya tenido acceso directo a las Naturales Quaestiones, a juzgar por las conclusiones de Blüher: “... incluso del siglo XIII se encuentran hoy en las bibliotecas españolas pocos manuscritos con obras auténticas de Séneca”; “en el reinado de Alfonso el Sabio (1252-1284) había ciertamente en la biblioteca de palacio obras de Séneca, mas desgraciadamente no disponemos de ningún inventario de aquella importante biblioteca. No obstante, basándonos en citas de Séneca en obras tales como las Siete Partidas, que se publicaron bajo la dirección de Alfonso el Sabio, podemos
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El tema es, sin duda, muy vasto, como lo atestiguan las casi cuatrocientas cincuenta páginas de texto y casi setenta de bibliografía y los copiosos índices del exhaustivo estudio que le dedica Bonneau; es, además, muy complejo porque convergen en él los aportes de varias disciplinas.187 “El regno de Egipto es muyt rico et delectable”: así comienza el capítulo que le dedica La flor de las ystorias de Orient (FYO 173; véase también 167); ello se debe, por supuesto, al río Nilo, como se indica poco después: “Aquesti rio de Nill es muy prouechoso, car el riega todas las tierras et las encontradas [regiones] por do el passa, et faze seyr las tierras plantiuosas et habundantes de todos bienes” (FYO 174). El valle es, en efecto, tierra de abundancia: “La tierra de Egipto ha grant habundançia de çucre [azúcar] et de todos bienes. [...] Carneros, cabrones, et gallinas et otras viandas han assaz” (FYO 176).188 Esto depende del hecho climático más decisivo, las inundaciones del río, que hacen posible la agricultura y la vida de sus habitantes;189 Heródoto lo resumió en frase que se haría inevitable recordar:
suponer que se usó en ellas un códice de Séneca en la biblioteca real” (53-54 y 60-61); páginas después, afirma Blüher que las Naturales Quaestiones se contaban entre las pocas obras de Séneca que “se manejaban en España a fines del siglo XIII” (65); véanse otras precisiones en Biglieri, Medea 176, nota 48. Para las bibliotecas contemporáneas a Alfonso X véase también el estudio de Rubio García: un libro de las epístolas de Séneca y un “libriello chiquiello de Séneca”, por ejemplo, se encontraban en los fondos de la biblioteca de don Sancho de Aragón, arzobispo de Toledo (1266-75), hermano de la reina doña Violante, esposa de Alfonso X (535). Para las inundaciones del Nilo véase el exhaustivo estudio de Bonneau, dividido en tres partes: “Les descriptions de la crue et ses effets” (29-131), “Les explications de la crue proposeés par les Anciens” (135-214) y “La culte de la crue” (217-450). 187 “Étudier sous tous ses aspects un si vaste sujet amène à traiter de problèmes touchant à la fois à la géographie, à l’histoire des idées, l’histoire religieuse, l’histoire économique et politique, l’histoire du droit avec la juridiction des eaux, l’histoire littéraire par l’étude chronologique des écrivains qui ont parlé, en grec et en latin, des inondations du Nil, l’histoire de l’art dans le développement des représentations de la crue ou du dieu de la crue...” (Bonneau 5). 188 Aun afirmando la fertilidad y riqueza de bienes naturales de Egipto, La flor de las ystorias de Orient presenta una imagen más matizada, enumerando también aquello que no abunda o de que se carece por completo en el valle: “Vino han poco, mas aquel que si faze es fuert bueno et bien olient. Los moros no osan beuer vino, car vedado les es en su ley. [...] mas han pocos buyes et comen carne de camello. [...] Las cosas que no se troban en Egipto et que los egiçianos no podrien auer si hombre no les ne portava de otra tierra son: suffre [azufre], figuos [higos], fusta [madera] et pegua [?], et los esclauos con los quales ellos fortifican su huest; et de aquestas cosas han ellos tan grant menester que sin aquellas no podrien durar” (FYO 176). 189 En sentido estricto, lo que comúnmente se llaman “inundaciones” del Nilo (en expresión que, por consagrada y difícil de desterrar, se empleará también aquí) no son de ningún modo fenómenos extraordinarios en su régimen anual y de allí que, en vez de denominarlos de esa manera o con otros sinónimos (“crecidas”, “desbordamientos”, “avenidas”, “riadas”, etc.), habría que recurrir a términos más precisos. Bonneau propone “hautes eaux”: “Son
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Egipto es un “don del Nilo” (ä?ñïí ôï?τοῦ ðïôá ìï?)(II, 5).190 Lucano retoma esta (δῶρον ποταμοῦ) idea, al afirmar que tanta es la influencia benéfica del Nilo que la tierra no necesita para su prosperidad ni del comercio y ni siquiera de Júpiter: “terra suis contenta bonis, non indiga mercis / aut Iovis: in solo tota est fiducia Nilo” (DBC VIII, 44647).191 Y Alfonso X, en la versión de este pasaje de su fuente: & es la su tierra conplida & abastada de los bienes que los rriegos de aquellos rrios crian en ella & njn es menguado de mucha mercaduria & mucha nobleza njn de muy buen ayre faze tan grande es la feuza que ella tiene en el Njlo solo. (GE V 117r)192
Las referencias a las inundaciones abundan: a) “Et non es menor que el Njlo sinon en quanto puja el Njlo & salle & cubre los llanos de Egipto & faze estanco de las arenas” (GE V 20r); b) “mas este rrio Eufrates cresçe & esparzese por los canpos commo el rrio Njlo & faze toda la tierra muy plantia” (GE V 29r); c) “Omne desauenturado qual feuza del nuestro rreyno te aduxo aca non vees el nuestro pueblo commo non es de armas mas que es avn aduro para cauar las mouedizas heredades de Egipto quando fincan mouedizas tirandose el Njlo de suso” (GE V 119v); d) “Et sy beujese [una víctima de la mordedura de una ser-
rythme formé de deux extrêmes, la crue et l’étiage, n’est pas, en soi, original; ce qui est, pour les cours d’eau européens un état exceptionnel, la crue, est pour le fleuve d’Égypte un état régulier, annuel, prévu, de sorte que, bien que la différence entre l’étiage et le maximum de la crue soit importante, le Nil est un fleuve à régime régulier; aussi devrait-on parler, à son sujet, plutôt de ‘hautes eaux’ que de crues” (Bonneau 11); para el vocabulario griego y latino relacionado con las inundaciones véase Bonneau 58-62. Como indica Bonneau, Séneca había observado ya que las crecidas, durante cuatro meses y en forma constante, no son un accidente repentino, sino un fenómeno regular del Nilo (166); el texto dice: “Nilus autem per menses quattuor liquitur, et illi aequalis accessio est” (NQ IVa 2. 21); es un fenómeno también gradual: “per gradus crescit” (NQ IVa 2. 25). En los textos medievales se encuentran “salir de madre”, “crescencia”, “avenidas”, “regadíos”, etc. 190 La expresión de Heródoto será retomada por otros autores antiguos, como Platón, Heliodoro, Estrabón, Diodoro Sículo, Lucrecio, Ovidio o Filón de Alejandría: véanse las indicaciones de Shavit (81 y 100, notas 17 y 18). Para las crecidas en Estrabón véase XVII, 1, 3-4. 191 Estos versos se encuentran en el mapa Theatrum Orbis Terrarum de Ortelius (1592), reproducido en Guadalupi 44. Séneca, por su parte, sostuvo que Egipto le debe al Nilo no sólo su fertilidad sino también su existencia misma: “debetque illi Aegyptus non tantum fertilitatem terrarum, sed ipsas” (NQ IVa 2. 10). 192 Y según Heródoto, gracias a los efectos del Nilo, la agricultura requería muy poco trabajo de los campesinos egipcios (II, 14; véase Lloyd 429). Véase también Pomponio Mela I, 9, 52.
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piente] todo el Njlo quando va grande non perderie la sed tanta era la sequedat del venjno que tenje en la corada” (GE V 147r).193 En otra parte de la General Estoria, se alude también a la fertilidad de Egipto debida al Nilo: & assi como auemos dicho en muchos logares tierra de Egypto non a otras aguas dond se mantenga si non las de la crescencia de Nilo que cresce & riega toda Egypto & cria much abondadamientre los fructos dond se mantienen los omnes si non muy pocas. (GE IV 8v)
En un valle rodeado de desiertos, sin agua y con muy pocas lluvias en el mejor de los casos, la dependencia de sus habitantes de las crecidas del río es prácticamente total, como también lo expresa Mandevilla en su Libro de las maravillas del mundo: Egipto es luenga tierra et estrecha, car non puede examplar enta [hacia] los desiertos por falta de agoa. Et es esta tierra assentada toda al luengo d’este rrio, car de tanto como aqueilla los puede seruir al luengo por rregadio o otrament, en tanto como el rregadio se puede estender et espandir por meatat de la tierra, tanto es aqueilla tierra ampla, car non plueue puint o bien poco en aqueilla tierra, ni eillos no han puint de agoa en aqueilla tierra sino que sea de aqueilla rriuera. (LMM 18)194
O como lo afirma la Gran conquista de ultramar: La tierra de Egipto comarca de la una parte con la tierra de Etiopía, e está entre dos peñas del desierto; e por estas dos peñas es la tierra tan seca e tan salvage, que yervas de ninguna manera no pueden crescer sino en los lugares que riegan con el río del Nilo, donde viene e cresce e es muy abastada la cibdad de Alcayre de pan e de vino. (GCU III, 364)195
193 a) “non minor hic Nilo, si non per plana iacentis / Aegypti Libycas Nilus stagnaret harenas” (DBC II, 416-17); b) “sed sparsus in agros / fertilis Euphrates Phariae vice fungitur undae” (DBC III, 259-60); c) “populum non cernis inermem / arvaque vix refugo fodientem mollia Nilo?” (DBC VIII, 525-26); d) “ille vel in Tanain missus Rhodanumque Padumque / arderet Nilumque bibens per rura vagantem” (DBC IX, 751-52). 194 Para la visión de Egipto en Mandeville véase Higgins 96-103. 195 La ciudad de El Cairo fue fundada por el general Jawhar, poco después de la conquista de Egipto por los fatimíes, en el año 969 (Collins, The Nile 125). Véanse las referencias a esta ciudad en La flor de las ystorias de Orient (FYO 173) y en el Libro de las maravillas del mundo (LMM 12 y 18).
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Poco llueve, en efecto, en Egipto: “vna vez en el verano, estonces es la tierra toda plena de sorces” (LMM 20); “en aquellas partidas no plueue ni nieua, assi que apenas conoçe hombre el estiu ni el yuierno” (FYO 174). Y, más específicamente, la ciudad de Alejandría depende completamente del río: “mas eillos no han puint de agoa por beuer si eilla non viene por caynnos del rrio de Nil qui es en lures pozos. Et qui lis tirasse aqueilla agoa, eillos non podrian durar” (LMM 18-19). Esta constatación adquiere una significación estratégica en La flor de las ystorias de Orient, cuyo autor dedica el cuarto libro de su obra al “pasaje” a Tierra Santa para recuperar Jerusalén del poder musulmán: La agua que beuen en Alexandria viene por canyos del rio de Nill, de la qual ellos implen [llenan] sus sisternas, et han assaz en su çiudat. Otra agua no han de que pudiessen beuir; et si hombre les pudie tirar el agua que viene por los canyos, ellos passarien grant fretura et no podrien durar luengament; en otra manera fuert cosa seria de tomar Alexandria por fuerça. (FYO 175)196
Más aún, por esta ciudad, según la Gran conquista de ultramar, pasaría la frontera entre Egipto y su fértil delta y Libia, con sus desiertos tórridos y estériles: Dize la ystoria que Alixandría es la postrera cibdad de toda la tierra de Egipto, e de parte de ocidente está hazia Libia. E de la segunda parte de la cibdad son las tierras muy buenas de lavor e muy fértiles; e de la tercera parte no ay sino desiertos, que son tan quemados del calor del sol, que ninguna cosa no puede allí crecer. (GCU III, 370)197
196
Se elogia así la calidad del agua potable proveniente del río: “La agua del rio de Nill es sana a beuer; mas quando hombre la prende del rio, ella es fuert calient, mas hombre la mete en vaxiellos de tierra, et torno clara et frida et sana” (FYO 175). 197 En todos estos pasajes se anticipa la “tiranía de la dependencia” estudiada por Collins: “The waters gave life in flood and death in drought, dominating the daily routines, seasonal rhythms, structures and methods of governance, and supplications for salvation by those in upper Egypt, the Sudan, the upper Nile, and the Lake Plateau. The Nile flood, awaited and worshiped by those who depend on it, is decided by forces beyond their control, and whether it gives or denies the waters is the tyranny of dependency” (The Nile 13). Que la fecundidad del valle depende del limo, a tal punto de darle el nombre al país, fue ya notado en la Antigüedad por Heródoto (II, 12) y en la Edad Media por san Isidoro de Sevilla: “Hic apud Aegyptios Nilus vocatur propter limum quem trahit, qui efficit fecunditatem; unde et Nilus dictus est, quasi íÝáí νέαν ?ë?í ἰλύν [‘nuevo limo’]: nam antea Nilus Latine Melo dicebatur” ?ëïò a partir de ?ëý (XIII, XXI, 7); véase Bonneau 115 para la etimología de Íå ἰλύς,, ‘limo’, Νεῖλος ‘fango’, ‘cieno’; concurre Collins: “Egyptian civilizations from dynastic to modern have prospered for five thousand years thanks to the Nile waters, and especially to this Ethiopian silt. The dynastic Egyptians called it the black land, or kmt, which was also their name for Egypt in the Nile Valley” (The Nile 123); véanse también Bonneau 116, nota 1, y Shavit 81. Para una opinión contraria sobre la influencia del limo en la fertilidad de las tierras véase
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Y en las imprecaciones que Lucano le dirige a Egipto, se incluye la de un Nilo que torne su curso a su origen y no fluya, dejando los campos estériles y privados de las lluvias del invierno, y que toda la tierra se convierta en un arenal como los de Etiopía. Más complicada y no siempre fiel es la versión de Alfonso X: torne el Njlo las sus aguas al logar donde nasçe & ally este en el çerco de aquella tierra en el monte catadura que non veya otro logar & dexe de yr por las tierras por do suele & enbie las sus aguas & sueltense & vayan por las arenas de Ethiopia & finquen las heredades de Egipto manneras [estériles] por mengua de los tenperos [temporales] del verano. (GE V 127r)198
Esta situación podría darse en la realidad, tal como lo admite La flor de las ystorias de Orient, algo sin duda ventajoso para los cristianos que quisieran llevar adelante el “pasaje” a Tierra Santa para recobrarla del dominio de los infieles: Jten a los enemigos podria esdeuenir [suceder] otra aduerssitat, esto es, quando el rio de Nill no creçe tanto que pueda regar la tierra, assi como es menester, car la ora los moros de Egipto aurien fretura et fambre. (FYO 183)
Pero también podía suceder lo contrario, ya que las crecidas excesivas podían anegar los llanos e impedir su cultivo: “si crevit super debitum, nocuit”, sentenció Séneca (NQ IVa 2. 9) y así, por ejemplo, lo observan el Libro del tesoro y Mandevilla: pero que dizen los de Egipto que el año en que el Nillo cresçe en alto mas diziocho pies que non ay tantos panes por la grant humidat de las aguas que yazen luengamente sobre la tierra. Et quando cresçe menos de catorze pies, non se pueden regar las tierras asi commo han mester, & por esso acaesçe mengua de pan & viene fanBonneau 24-25 y 115-17. A propósito de Etiopía, recuérdese que de esta región proviene el ochenta y cuatro por ciento del caudal de agua que recibe Egipto (Collins, The Nile 145, 170, 214 y 232); sobre el problema del “control” del Nilo por parte de Etiopía véanse los estudios de Van Donzel y Pankhurst. 198 Más concisamente en Lucano: “vertat aquas Nilus quo nascitur orbe retentus, / et steriles egeant hibernis imbribus agri, / totaque in Aethiopum putres solvaris harenas” (DBC VIII, 828-30). Y entre las maldiciones contra Egipto de uno de los hijos de Pompeyo, se incluye la de despoblar la tierra de campesinos que pudieran beneficiarse de las crecidas del Nilo: “estas otras penas fare a la tierra hermar la he toda de gujsa que non aya y el Njlo para qujen crezca” (GE V 131v) = “has mihi poenas / terra dabit: linquam vacuos cultoribus agros, / nec, Nilus cui crescat, erit” (DBC IX, 161-63). Compárense todos estos textos con Isaías 19: 4-10. La fertilidad o esterilidad de Egipto —lo había dicho Séneca también— dependía de la presencia o ausencia de las crecidas del río (NQ IVa 2. 2).
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bre en la tierra. Et quando cresçe diez & seys & açerca de aquello, estonçe a grant abondamiento de pan & de todos los bienes [en aquella tierra]. (LT 59 a) Si faze en l’ora grandes domages a los bienes de sobre la tierra, car en l’ora non pueden labrar las tierras por la grant humor, et por esto ha caro tiempo en la tierra. (LMM 17)
O bien el río podría ser tan caudaloso en sus inundaciones que hiciera aumentar el número de sus brazos, según se dice en un pasaje citado páginas atrás: E el que hizo esta ystoria en latín preguntó [a] algunos sabios si el Nilo se partió en más partes, mas no falló ninguno que más le dixiesse. Mas los sabios antiguos dizen, e aun fallamos en las escripturas, que entra en la mar por siete braços; e no sabe por qué lo dixeron, salvo si corría en otro tiempo por otros lugares, o si lo dizen porque quando cresce el río con las grandes avenidas, corre por muchos lugares, e bien puede ser que estonces entra en la mar por siete partes, e aun por más. (GCU III, 362-63)
Pero la imagen que prefiere recordar la Gran conquista de ultramar es la de los habitantes de Alejandría que almacenan el agua de las crecidas y cuyas huertas los abastecen con la abundancia de los frutos de la tierra: E el río passa apartado de la villa bien cinco millas o seys, pero quando crece, que sube por las riberas, sale un gran braço que va por la villa; e estonces las gentes tienen abiertos sus algibes muy grandes e muy limpios e toman tanta de aquella agua, que les dura todo el año. E ay caños so tierra por do las acequias del río vienen a las huertas de fuera para regarlas, donde han muchas frutas e mucha ortaliza. (GCU III, 372)199
Por último, hay que mencionar también la importancia que tenía la ciudad de Menfis por su ubicación geográfica y por la función reguladora de la irrigación confiada a los filósofos que allí vivían; la Farsalia y la General Estoria
199 Poco después, la Gran conquista de ultramar vuelve sobre las huertas que rodeaban la ciudad de Alejandría: “E al derredor de la villa avía grande axarafe e muy buenas huertas, que eran todas llenas de árboles e de frutales de muchas maneras, e avía debaxo los árboles muchas buenas yervas muy preciadas, de que hazían muy buenos letuarios; e aquellas yervas olían tan bien, que era maravilla, assí que aquel lugar parecía un paraýso” (GCU III, 373); pero estas huertas serán inmediatamente taladas y destruidas para construir, con la madera de los árboles, las máquinas de guerra necesarias para llevar adelante el sitio de la ciudad. Ajarafe: ‘lugar plantado de árboles’ (Corominas-Pascual I, 93-94, para las varias etimologías propuestas y los variados significados del término).
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recogen así una referencia muy interesante al sistema de distribución de las aguas del Nilo que databa de la época de los faraones: Et auja en esta çibdat mas filosofos que en toda la otra tierra de Egipto & ponjan les ally los pueblos de la tierra por que era esta çibdat asentada çerca el logar do el Njlo començaua su creçiente. Et que los filosofos de ally commo varones derecheros que guardasen las aguas por que oujesen en cada tierra su derecho dellas. Demas que viesen ellos & mesurasen segunt quanta quantia sallian las aguas. Ca vienen y annos en que sallen mas & annos en que menos. (GE V 118r)200
Además de las frecuentes referencias a la llanura regada por el río, la General Estoria se detiene en este tema con bastantes detalles en otros pasajes de toda la sección consagrada al Nilo, en especial con relación a las varias teorías propuestas para explicar las inundaciones y su influencia en el clima y fertilidad de la región. En su extenso estudio, Bonneau analiza sucesivamente las siguientes causas que en la Antigüedad se atribuyeron a las inundaciones del Nilo: el relieve (1415, 15-16), los factores meteorológicos (16-20), el océano (143-50), los vientos etesios (151-59), el derretimiento de las nieves (15 y 161-69), las corrientes subterráneas (171-86), la acción del sol (187-93) y las lluvias ecuatoriales (1620 y 195-208).201 Algunas de estas causas se encuentran en la General Estoria: el océano, los efectos del sol sobre éste, las mareas, el derretirse de las nieves, los vientos y las lluvias. 1) Como todos los ríos, el Nilo también es tributario del océano que cerca completamente toda la Tierra y en el cual tienen origen y fin todos los mares, fuentes y corrientes fluviales. De allí que, según esta teoría, en el océano no 200
“custos Nili crescentis” (DBC VIII, 477). “Even as early as the predynastic period, the inundation of the Egyptian floodplain was not a haphazard affair except during years of uncontrollable floods. Techniques of irrigation were first used in upper Egypt and spread downstream to the delta. Over the years the Egyptians developed an intricate system of canals and regulators to distribute water from the river evenly to each basin” (Collins, The Nile 133). Sobre la fundación de Menfis y su relación con el Nilo véase Heródoto II, 99; para la construcción de canales bajo el farón Sesostris (Ramsés II) véase Heródoto II, 10809; pero este sistema de riego dataría de épocas anteriores (Lloyd 422 y 429). A este sistema se refieren Séneca (NQ IVa 2. 8) y la Gran conquista de ultramar: “E los sabios antiguos dizen que Josep, que fue el más sabio almoxarife de Egipto, paró mientes cómo aquellas tierras havían estado yermas e secas desde el comienço del mundo, e estonces con muy grande trabajo fizo a lugares quebrantar e abrir las riberas e fazer acequias, para levar el agua fasta aquellas tierras; e assimesmo hizo alçar a lugares las riberas por guardar el agua, e levarla para do fuesse menester” (GCU III, 365); almojarife: ‘recaudador de contribuciones’ (Corominas-Pascual I, 200). 201 Para las explicaciones de este fenómeno en Séneca véase NQ IVa 2. 17-30.
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solamente se encuentra el origen del río, sino que a él se debe atribuir también la causa de sus inundaciones, si bien su influencia beneficiosa sólo se producirá una vez que, en su largo recorrido, el Nilo purifique las aguas, desalinizándolas y haciéndolas aptas para la bebida y el riego: Aun asmaron otros al del crescer del Nilo, e dizen assi: que en la sazon que el mar Occeano, que tiene todas las tierras cercadas, cresce mas que en los otros tiempos del anno, que estonces toma el Nilo grandes poderes de las aguas de la mar, e sale yrado, e andando por luengo trecho por las cueuas de la tierra, alimpia de lo salado aquellas aguas que tomo e tales las mana despues sobre tierra, dulces e buenas para beuer e por criar las cosas. (GE I 118 b 15 = GE V 163v)202
Causa de los desbordes puede atribuirse, por ejemplo, a la acción de las mareas: estonçes el Nilo abre la su fuente e mana, e como cresce la mar en los crescimientos de la luna, e sale el Nilo como ge lo mande Mercurio, e cresce e cubre las tierras e tiempra las, dond an en tierras de Egipto todo de quanto se mantienen, e non coge las aguas nin las torna a la madre ante que la noche non aya las oras eguales con el dia. (GE I 117 a 20 = GE V 162r)203
2) En relación también con el océano, Lucano y Alfonso X ofrecen aún otra explicación, atribuyendo a la acción del sol sobre éste el aumento del nivel de las aguas y su posterior retorno al Nilo: Sobresto creemos otrossi que el sol e el ex, que se gouiernan e se mantienen del mar Occeano [GE V: Et quando los braços del cancro rrojo tannen al oçeano], estonces le tira el sol asi e tan apriessa como quil roba; e con la priessa con que le lieua alça202 Otra vez, la estoria alfonsí recurre a la amplificatio de la fuente, que, más brevemente, había dicho: “rumor ab Oceano, qui terras alligat omnes, / exundante procul violentum erumpere Nilum / aequoreosque sales longo mitescere tractu” (DBC X, 255-57). Sobre el origen del Nilo en el océano véase la opinión de Heródoto en II, 21 y Foucart 87-88. Para el océano como origen de las crecidas del Nilo véase Bonneau 143-50. 203 “tunc Nilus fonte soluto, / exit ut Oceanus lunaribus incrementis, / iussus adest, auctusque suos non ante coartat / quam nox aestivas a sole receperit horas” (DBC X, 215-18). En la cuarta parte de la General Estoria se menciona el culto que a la luna le profesaban las judías en Egipto en relación con las crecidas del río: “A la Luna por que ueyen al Nilo de cuyo tempero se mantenie su tierra. crescer mas & descrecer & el minguar de la Luna. & llamauan la deessa del cielo por que cuedauan que lo fazie ella” (GE IV 31v). Pomponio Mela propone varias teorías sobre el origen de las crecidas: nieves derretidas por las altas temperaturas, la acción del sol, la fuerza de los vientos etesios (I, 9, 53). Sobre las mareas en el océano y sus causas (el “alma del mundo”, la influencia de la luna) véase el Libro del tesoro 65 b.
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se y mas del agua que el aer non puede consumir, e dizen que esto que uiene y de mas que lo reçiben las noches, e mudan lo en rucio [GE V: rroçio] e tornan lo en el Nilo. (GE I 118 b 26 = GE V 163v)204
Dicho de otra manera, cuando el Sol se encuentra en el signo de Cáncer, es decir, en el verano, absorbe (“le tira”) el océano (del que se mantienen el cielo y el sol), haciendo subir (“alçase”) más agua de la que puede recibir la atmósfera (“mas del agua que el aer non puede consumir”), exceso éste que vuelve al Nilo durante las noches en forma de “rocío”. 3) Como en el caso del océano, al atribuirse las crecidas al derretimiento de las nieves, se unifican también en una misma explicación el origen del río con la causa de sus inundaciones. Como se vio antes, según una teoría, las fuentes del Nilo se hallarían en el occidente africano, más precisamente, en la región del monte Atlas, “en tierra de Mauritanna la deyuso, en fondon de Affrica en occident, non aluen del gran mar” (GE I 112 b 51, SM 57). Se encuentra allí una fuente que forma después el lago “Nullidom” y de cuyas nevadas y régimen de lluvias va a depender el caudal del río: “de la manera que nieua e llueue en tierra de Mauritanna, o es aquella fuent, que dessa guisa cresçe o mingua el Nilo” (GE I 113 a 12).205 Con relación a las nieves, hay que citar ahora otro pasaje de la General Estoria, aducido también páginas atrás, a propósito del supuesto origen del Nilo en las nieves de Etiopía, y en el cual se rechazaba esta explicación con argumentos geográficos y climáticos: Etiopía no se encuentra en el Septentrión (como tampoco Mauritania y el monte Atlas) y las temperaturas y el cierzo, viento seco y frío del norte, no hielan las aguas de sus ríos. Dice la estoria: E en este logar, sobresta razon de la fuente del Nilo, fallamos que ouieron unos de los ancianos una creencia uana: que el crescer de la fuente del Nilo, dond el sale por las tierras e riega las heredades, que aquel cresçer quel uiene de las nieues de Ethiopia. Mas esto non es nada ca nin es septentrion en aquellos montes de Ethiopia nin ninguna de las ossas del, Ençe e Çinosura [GE V: eliçe en canosura], nin la mayor nin la menor que esfrien e fagan las nieues e los yelos, nin el uiento cierço que yele otrossi non es alli. (GE I 117 a 29 = GE V 162r)206
204 “nec non Oceano pasci Phoebumque polosque / credimus: hunc, calidi tetigit cum bracchia Cancri, / sol rapit atque undae plus quam quod digerat aer / tollitur; hoc noctes referunt Niloque profundunt” (DBC X, 258-61); véase Bonneau 187. 205 Véase Bonneau 147-48. 206 “Vana fides veterum, Nilo, quod crescat in arva, / Aethiopum prodesse nives. non Arctos in illis / montibus aut Boreas” (DBC X, 219-21). Como se indicó en su momento, la traducción alfonsí presenta una lectura muy confusa, contrariamente a Lucano, quien, con
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Hoy se sabe, en efecto, que el derretimiento de las nieves no tiene ninguna influencia en las inundaciones del Nilo, ni en la alimentación de sus afluentes.207 4) Nótese que en la expresión ya citada: “de la manera que nieua e llueue en tierra de Mauritanna, o es aquella fuent, que dessa guisa cresçe o mingua el Nilo”, se atribuyen la crecida y el estiaje del Nilo no sólo a las nieves (teoría que la misma estoria refuta), sino también a las lluvias, que sí son la verdadera causa del aumento del caudal del río.208 Pero las realidades climáticas, meteorológicas e hidrológicas del Nilo son bastante más complejas, como se puede ver en otro pasaje de la General Estoria, en el cual se establece una estrecha relación entre clima, vientos, inundaciones y lluvias:
más concisión, se había referido a la constelación de la Osa Menor (Cinosura) y al viento del norte, el bóreas. Lucano imita aquí a su tío Séneca (Bonneau 166-67). El clima, la falta de lluvias y el color negro de la piel de los habitantes de la región fueron también argumentos empleados por Heródoto para refutar el origen del Nilo en las nieves etíopes (II, 22; véanse Bonneau 164 y Foucart 90-94). Y lo mismo Lucano, quien dice inmediatamente después: “testis tibi sole perusti / ipse color populi calidique vaporibus Austri” (DBC X, 221-22) y Alfonso X: “E Çesar, —sigue explicando Acoreo— desto puedes auer tu por testigo el color mismo del pueblo que mora en Ethiopia, cuya sangre es quemada de la grand calentura del sol, que a alli el poder del su feruor e de los bahos del abrego, que es entre los uientos el mas caliente, donde an los omnes dalli el color muy negro” (GE I 117 a 41 = GE V fol. 162r). Séneca había recurrido también a los mismos argumentos (NQ IVa 2. 17-21). Para el origen del río en esas nieves y su deshielo véase también Vasunia 260 y 276. 207 Véanse el análisis del problema en Bonneau 161-69 y las siguientes explicaciones: “La fonte des neiges, à laquelle certains géographes de l’antiquité attribuèrent la crue du Nil, ne joue aucun rôle. On ne connaît pas bien le lieu de l’optimum pluvial dans les monts d’Éthiopie; on le situe aux environs de 3.500 m d’altitude. Au niveau de l’Équateur, le coefficient de nivosité ne varie guère d’une saison à l’autre; seule, l’influence des vents chauds peut augmenter la fonte des neiges. Si la source du Nil, que l’on situe sur les pentes neigeuses du Rouenzori, à 3.000 m d’altitude, est effectivement alimentée en partie par la fonte des neiges par écrasement, c’est dans une proportion très faible, qui ne joue aucun rôle dans la formation de la crue, la température étant sensiblement constante, et il en est de même pour l’alimentation des affluents du Nil” (Bonneau 15). Téngase en cuenta, además, que a lo largo de más de dos mil kilómetros de su recorrido, no existe ningún monte suficientemente elevado como para recibir nevadas, incluso en el invierno (Bonneau 161); o que la contribución de las nieves al caudal del Nilo es mínima, del dos por ciento durante la crecida (165, nota 2). Los egipcios, por otra parte, no creyeron nunca que las inundaciones se debieran al derretirse de las nieves (Bonneau 197). 208 Sostiene Bonneau: “... la simplicité du régime du fleuve montre la prépondérance écrasante d’un seul mode d’alimentation, la pluie; elle est en somme l’unique facteur de la crue” (16).
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Otrossi la uanidad de algunos de los ancianos dixieron que los uientos cierços lo fazien esto, e que ellos eran razon por que las aguas del Nilo crescen daquella guisa por el uentear dellos, que a tiempos establecidos [GE V: & vnados en el anno & dias otrosy estableçidos] en que non andan, e uiene en el ayre el su poder de salir e uentear a luengo tiempo, o por que echan e segudan los nublos e la nuues del cielo de la parte de occident, como caye tras el abrego, e fazen [GE V: traen] por fuerça a las luuias que se acoian a este rio; e por que los poderes destos uientos fieren muchas uezes a las otras aguas, e esto fazen ellos estonces tan cutiana mientre que las fazen por fuerça fincar en la tierra, e an ellas [GE V: ellos] con su muchedumbre a ronper las riberas del Nilo. E por la tardança que toma el estonces en su correr por esta razon, e de la otra parte por el mar, que uiene contra el yl estorua a el estonces a bollir por estas fuerças, e uiene con tan grand poder de aguas como oydes dezir, que non cabe por los calzes de las madres, e sale por los campos e riega toda la tierra. (GE I 117 b 52 = GE V 162v-163r)209
Se proponen aquí otras dos teorías sobre la causa de las inundaciones, pero para comprender mejor la no muy clara, y amplificada, redacción alfonsí hay que acudir a la explicación de Lucano acerca de la acción de los vientos etesios sobre el Nilo.210 Según una teoría, éstos soplan en dirección opuesta a la de la
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Sobre la acción de los vientos etesios (vientos del noroeste, que soplan desde el Mediterráneo durante el verano, atraídos por la zona de bajas presiones del interior de África) véase Bonneau 151-59. En resumen, la fuerza contraria de los vientos impide que el río fluya hacia el Mediterráneo, deteniéndolo y obligándolo a desbordarse: “repoussant les flots du Nil, ils leur font obstacle, les empêchent de s’écouler dans la Méditerranée et forcent ainsi le fleuve à déborder dans la campagne” (Bonneau 151). Que la causa de las lluvias e inundaciones del Nilo se debe a la acción de los vientos etesios fue ya postulado por los griegos, comenzando por los presocráticos (Vasunia 276-77), a los que se opone Heródoto en II, 20 (véase Foucart 87 y 89). Sobre la relación entre precipitaciones e inundaciones del Nilo en los tratadistas del Renacimiento véase Arbel 113-15. Hay que recordar asimismo que las lluvias del verano pueden compensar las pérdidas en el volumen del Nilo causadas por la evaporación propia del clima tórrido (Collins, The Nile 9); y no olvidar tampoco que durante los siglos de dominación griega y romana, Egipto se benefició de abundantes lluvias, fertilizando el litoral mediterráneo, aumentando la superficie de tierras cultivables y activando el comercio a lo largo de las rutas de las caravanas transaharianas (Collins, The Nile 20 y 134). La casi total ausencia de lluvias en Egipto tiene una consecuencia interesante, según Mandevilla: “Et por esto que no ý plueue puint en aqueilla tierra antes es el ayre puro et limpio por esto ý ha ailli de buenos astrologos, car eillos non troban ninguna nuble qui los empasche [incomode]” (LMM 18). 210 “Zephyros quoque vana vetustas / his ascripsit aquis, quorum stata tempora flatus / continuique dies et in aera longa potestas, / vel quod ab occiduo depellunt nubila caelo / trans Noton et fluvio cogunt incumbere nimbos, / vel quod aquas totiens rumpentis litora Nili / adsiduo feriunt coguntque resistere fluctu; /ille mora cursus adversique obice ponti / aestuat in campos” (DBC X, 239-47). Lucano llama erróneamente “céfiros” (vientos que
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corriente, empujando a las nubes hacia el sur y forzando a las lluvias a caer sobre el río: se reconoce así la decisiva influencia que los vientos tienen en la formación de las precipitaciones pluviales;211 según otra, al llegar a las desembocaduras, las corrientes del río se detienen bajo la resistencia que les ofrece el mar, el cual, sometido a la acción de los vientos, actúa a manera de barrera y, ejerciendo una presión contraria, le impide al Nilo seguir su curso y desaguar en el Mediterráneo, causando también así, como en el primer caso, el desborde de las aguas.212 Normalmente, el caudal de los ríos aumenta al principio del verano, cuando se producen los primeros deshielos, y disminuye en el otoño, según le sigue explicando Acoreo a Julio César: Et sobresto pon tu que toda cabeça de rio, qual quier que sea, que por elada o nieue [GE V: anda o viene] que se suelua, da mucha agua, que non incha nin cresçe si non desque entra el uerano, ca estonçes se comiençan a deslizar las nieues e los yelos, que el poder del frio tiene elados. (GE I 117 a 48 = GE V 162r-v)213
Pero el régimen del Nilo no es el mismo que el de los otros ríos, ya que “cresçe en el estio” (GE V 127r = DBC VIII, 826), es decir, sus inundaciones tienen lugar más avanzado el año, cuando se sufran más altas temperaturas y se haga necesario su influjo benéfico sobre la región y las sociedades humanas que la habitan.214 Se
soplan del oeste) a los etesios (Bonneau 155); el cierzo, mencionado en la traducción alfonsí, es un viento del norte, como son los etesios (Estrabón XVII, 1, 7). Para estas teorías véase también Séneca, NQ IVa 2. 22-26. 211 “D’autre part, pour ceux qui reconnaissaient les pluies comme facteur essentiel du gonflement du Nil et qui étudiaient la formation des précipitations au sud du cours du fleuve, les vents étésiens jouaient un rôle important: c’étaient eux qui poussant les nuages vers le sud, amenaient les pluies aux lieux d’où venaient les flots de l’inondation” (Bonneau 156). 212 Para Plinio las explicaciones más probables son las que atribuyen las crecidas del Nilo a la acción de los vientos o de las lluvias durante el verano, debidas éstas a esos mismos vientos etesios: “Causas huius incrementi varias prodidere, sed maxime probabiles etesiarum eo tempore ex adverso flantium repercussum, ultra in ora acto mari, aut imbres Aethiopiae aestivos iisdem etesiis nubila illo ferentibus e reliquo orbe” (V, 55). 213 “adde quod omne caput fluvii, quodcumque soluta / praecipitat glacies, ingresso vere tumescit / prima tabe nivis” (DBC X, 223-25). Es éste el problema que estudia Séneca en sus Naturales Quaestiones: “quid ita Nilus aestivis mensibus abundet” (IVa 1. 1): para las cuatro teorías que Séneca examina sobre por qué el Nilo crece en el verano véase Gareth Williams 240-42. 214 Para los textos que siguen, ténganse en cuenta las observaciones de Collins a propósito del régimen de las inundaciones del Nilo: durante milenios, el río comienza a crecer en junio y nunca antes del 17 de mayo o después del 6 de julio (The Nile 14 y 132), las crecidas tienen lugar desde junio a octubre (131; son los “cuatro meses” que indicó Séneca: “per
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trata, por lo tanto, no sólo de averiguar por qué el río crece, sino también por qué lo hace en el verano. Continúa Acoreo: mas el Nilo nin leuanta tan altas las sus aguas nin las cresce ante que nos nasca la estrella Can [en el solsticio de verano], nin llega la su agua a las riberas ante que el dia non sea egual de la noche; e esto es en el mes de setiembre quando el sol entra en el signo de la Libra; et por estas razones que dichas son nin sabe el Nilo de las leyes de las otras aguas, nin cresçe en yuierno e quando ua el sol muy alongado estonces non a la su agua del el officio que las otras aguas an; et quando ua el cielo desatemprado, en medio de los grandes feruores del sol, estonçes sale el Nilo e trae la mucha agua, e esto es sola citara [GE V: çinta] de medio dia, que arde tanto que quema; e esto se faze por que el fuego [GE V: ex] del firmamento non se encienda, e encienda el las tierras e las queme; et acorre desta guisa el Nilo al mundo. [...] asi lo manda la natura poderosa, e desta guisa es meester al mundo que corra el Nilo. (GE I 117 a 55 = GE V 162v)215
menses quattuor liquitur”), se retiran entre enero y julio (142 y 144, “In Search” 246) y se hacen las cosechas en abril y mayo (132); para la fecha de las inundaciones entre los autores griegos y latinos véase Bonneau 42-45. Para las inundaciones a lo largo de la historia de Egipto véase en general todo el primer capítulo de Collins, “The Tyranny of Dependency” (11-26). 215 “Nilus neque suscitat undas / ante Canis radios nec ripis alligat amnem / ante parem nocti Libra sub iudice Phoebum. / inde etiam leges aliarum nescit aquarum, / nec tumet hibernus, cum longe sole remoto / officiis caret unda suis: dare iussus iniquo / temperiem caelo mediis aestatibus exit / sub torrente plaga, neu terras dissipet ignis [...] sic iussit natura parens discurrere Nilum, / sic opus est mundo” (DBC X, 225-32, 238-39; NQ IVa 1. 2); según Loupiac, en los versos de Lucano, la acción del Nilo adquiere una significación cósmica: “Le Nil apparaît donc en sauveur de l’univers menacé par le feu excessif du plein été. C’est tout un équilibre du monde qui se trouve ainsi menacé, iniquo caelo, et que le Nil reçoit l’ordre de rétablir (iussus). Lucain semble bien faire appel ici à la notion d’une sorte de providence naturelle qui veille à la conservation de l’univers (X, 238-230)” (149); más aún, a propósito de Libia, no beneficiada por las aguas del Nilo y “tierra de fuego, de arenas y de serpientes”, nota este estudioso la adhesión del poeta latino a las ideas estoicas sobre la armonía del cosmos: “La nature apparaît donc traversée de tensions entre des forces opposées. De l’équilibre de ces tensions résulte l’harmonie du monde, conformément à la pensée stoïcienne. Ainsi la fécondité de la terre, condition même de l’existence des hommes, dépend de l’équilibre entre le feu et l’eau, entre le sec et l’humide. Mais si le grand Pontife Acorée affirme avec une foi tranquille que la Natura parens a confié au Nil cette fonction équilibrante, Lucain, lui, nous montre plus souvent un monde défiguré par la rupture de l’équilibre et livré aux excès des forces primitives” (158-59). Otras referencias a las inundaciones del Nilo se encuentran en GE I 113 b 40 (= Plinio V, 54), 114 a 25, 117 a 33 = GE V 162r (influencia de los planetas y de las mareas) y 118 a 21 = GE V 163r (vientos y lluvias). “It needs to be kept in mind, when Alexander’s invasions are considered, that the Nile was a
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Y en otros pasajes, al referirse a las inundaciones estivales en la región de Meroë, la estoria insiste una vez más en el régimen especial del Nilo, puntualizando que en esa estación se produce el estiaje de otros ríos, que se comportan a la inversa, reduciendo su caudal en el verano: Et otrossi, nin descubre el, nin libra de las sus aguas las tierras, nin las coge a la madre fasta que el sol non uenga a la otonnada, e se abaxe, e crescan las sonbras en la cibdad de Meroe. (GE I 117 b 25 = GE V 162v) e estonces [en el verano] minguan el rio Ganges e el rio Pado [Po] e se cogen callando, esto es sin todo roydo, a aquellas cueuas de la poridad del mundo. (GE I 118 a 49 = GE V 163r)216
Y la misma idea se expresa en otro momento del diálogo entre Julio César y Acoreo, cuando éste, haciendo referencia a los solsticios de verano (21 de junio) e invierno (21 de diciembre), insiste en el régimen inverso del Nilo, que no crece cuando lo hacen los otros ríos, en el invierno, sino en un invierno “ageno”, es decir fuera de la estación normal: “E el tu poder es de sallir en las estadas [estancias, paradas] del sol, que son el una el mes de deziembre, el otra en el mes de junio, e crescer en el yuierno ageno, ca non es tuyo, e adozir los tus atempramientos” (GE I 119 b 32 = GE V 164v). La “estadas” de diciembre y de junio corresponden a los signos de Capricornio y Cáncer, respectivamente (GE I 116 b 37 = GE V 161v). El Nilo, en efecto, crece en el verano y sólo puede dejar de hacerlo, por ejemplo, en el contexto de los trastornos del orden cósmico operados por las hechiceras de Tesalia: “& al Njlo donde va ayusso tornar contra arriba & estoruar de rregar la tierra” (GE V 82r).217 Desde Heródoto, por lo menos, la cuestión atrajo la atención de los antiguos. El historiador narra que fracasaron todos sus intentos de averiguar la naturaleza del Nilo y su comportamiento contrario al de los otros ríos, precisando que las crecientes tienen lugar durante cien días, comenzando en el solsticio de verano y disminuyendo su volumen en el invierno hasta el siguiente subject of discussion among several Greek writers, including the pre-Socratic philosophers and Aristotle. A particular concern of these writers was to explain why the river flooded in summer and not in winter; it was often believed that the sources of the Nile in southern Egypt and Ethiopia held the key to the solution” (Vasunia 275): el debate continuó en época romana y se prolongó hasta la Edad Media, como se ve aquí, por ejemplo, en el diálogo entre Acoreo y Julio César en Lucano y en su traductor español. Para la geografía en el Renacimiento véase Arbel 113-15. 216 “nec campos liberat undis / donec in autumnum declinet Phoebus et umbras / extendat Meroe”, “trahitur Gangesque Padusque / per tacitum mundi” (DBC X, 235-37 y 252-53). 217 “Nilum non extulit aestas” (DBC VI, 474).
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solsticio, el 21 de diciembre (II, 19), en lo cual coincide Plinio (V, 57); y él mismo explica sus propias teorías poco después (II, 24-25). Según Foucart, Heródoto habría planteado la cuestión correctamente, invirtiendo sus términos: el problema no es por qué el Nilo crece en el verano (su nivel en esta estación sería el “normal”), sino por qué disminuye su caudal en el invierno.218 En relación con estos temas, se pueden citar tres textos más. El primero se encuentra en el Libro del tesoro: Et esto se entiende asi: quando el sol entra en el sygno de Cançer diez dias por andar de junio, aquel rio comiença a cresçer sienpre fasta que comença entrar en el sygno de Leo [julio]; & [fr: quant li solaus entre ou Lion et est dedans] [cresçe tanto &] a en si grant fuerça tres dias antes de las calendas de agosto fasta onze dias andados [de agosto] que sale fuera de madre a todas partes & arrasa toda la tierra, & esto mentre el sol esta en Leon; & quando entra en Virgo [agosto] comiença a descreçer toda via mas, fasta que entra el sol en Libra [setiembre], & quel dia & la noche son eguales en setienbre, & estonçe tornase el rio en su madre & cogese en si. (LT 59 a)
El segundo, en Mandevilla, quien describe así el régimen del Nilo: Aqueilla rriuera de Nil todos los aynnos, quoando el sol entra en el signo de cancro [junio], eilla comiença a crescer, et cresce cada dia en tanto qu’el sol esta en cancro o en el signo del leon [julio], et cresce en tal manera que eilla es alguna vez tan grant que eilla ha alguna vez.XX. cobdos de fondo o mas. [...] Et quoando el sol entra en el signo de virgo [agosto] en l’ora comien[ç]a la rriuera a decrescer poco a poco, assi que quoando el sol es entrado en el signo de libra [setiembre], en l’ora eilla entra de dentro sus rribas [riberas]. (LMM 17)219
El último, en La flor de las ystorias de Orient: El rio de Nill creçe vna vegada en el anyo, et comiença a creçer mediant agosto, et va creçiendo entro a la fiesta de Sant Miguel [29 de setiembre]. Et quando es creçido tanto como puede, la gent de la tierra dexan correr las aguas por las çequias et
218 “consurgere in ipsis / ius tibi solstitiis, aliena crescere bruma / atque hiemes afferre tuas” (DBC X, 298-300). Foucart incluye una lista de autores y obras dedicados a esta cuestión (84, nota 3); véase especialmente Foucart 94-100 y, para el estiaje del Nilo, Bonneau 111-27. 219 Para san Alberto Magno, en su Summa de creaturis (1246), las inundaciones del Nilo, cuando el sol está en el signo de Cáncer (verano en el hemisferio norte), confirmarían que el Paraíso Terrenal (en el cual se origina este río), se encuentra en el hemisferio sur, cuya estación lluviosa explica la abundancia de su corriente y sus desbordamientos, opinión que no fue aceptada por todos: véase Scafi 179-81 y 196.
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por los lugares ordenados, et riegan todas las encontradas [regiones] et esta el agua sobre la tierra .XL. dias. Apres la tierra desseca, et la gent siembran et plantan, et todos bienes creçen en aquella tierra, por aquel abeuramiento [< abeurar: embeber, empapar, dar de beber] tan solament, car en aquellas partidas no plueue ni nieua, assi que apenas conoçe hombre el estiu ni el yuierno. (FYO 174)
Fauna nilótica Pocas son, en cambio, las menciones de la fauna del Nilo.220 Ya se citó un pasaje de la cuarta parte de la General Estoria en el cual se describe a los desiertos de Egipto como tierras de muchas serpientes, víboras y culebras (GE IV 30r), fauna que, se verá después, es la propia también de Etiopía.221 En esa misma parte de la estoria alfonsí, en relación con la presencia de Alejandro Magno en Egipto, se mencionan las “serpientes aspios e otras serpientes de los ríos, a que llaman las serpientes effiómacos” (HNo 79). El texto añade que, gracias a su fundador, Alejandría se verá libre de estos animales.222 La General Estoria menciona también a las “ofitas” de Tebas: “Otra serpiente ay que le dizen ofites & esta es otrosy fecha a manchas & las manchas pequennas & fallan las estas serpientes en tierra de la çibdat de Tebas la de Egipto” (GE V 146r). Según la traducción alfonsí, con estas serpientes también se encontrarán Catón y su ejército en su travesía por el desierto de Libia. Pero, en realidad, se trata de una mala lectura del texto de Lucano: “pluribus ille notis variatam tinguitur alvum / quam parvis pictus maculis Thebanus ophites” (DBC IX, 713-14). En efecto, la “ofita no es una clase de reptiles”, sino un tipo de mármol jaspeado de Tebas, es decir, con vetas o listas irregulares, con el cual la Farsalia está comparando a las serpientes “cencros” por las manchas que tienen en el vientre.223 Entre las aves, se cuentan las grullas, en tierras de los bistones, que en el invierno emigraban a Egipto desde el río Estrimón, en Tracia, según refiere por lo menos tres veces Lucano: “la rribera del rrio Estrimon que cria las aues bistonjas & las enbia al Njlo” (GE V 28v), y dos cantos más adelante: “... commo se esparzen las gruas del rrio Estrimol & el dese quando lo yelan las grandes eladas del jnujerno & non pueden ellas y beuer & vanse para el Njlo que fallan y en jnujerno lo que han de menester” (GE V 69v). 220
Para la fauna de Egipto véase Estrabón XVII, 1, 40 y 2, 4-5. Sobre las serpientes de Egipto véase Heródoto II, 74-75. 222 “genus aspidum et de fluminibus serpentes qui dicuntur ophiomachi” (HNo 68). Para Alejandro, Alejandría y las serpientes véase Stoneman 53-59. 223 Véanse las notas de Herrero Llorente (III, 78, nota 74) y de Holgado Redondo (396, nota 807) a sus traducciones de Lucano. 221
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Y en el canto séptimo, se alude otra vez a las grullas que dejan los inviernos de Tracia por el Nilo: “Et las gruas que suelen foyr de Traçia con el frio del jnujerno & yr se a las calenturas de Africa a tierra de Libia” (GE V 105v).224 Al ibis, ave migratoria de Egipto, se referirá Brunetto Latini con interesantes detalles como estos: En la ribera de Nillo naçe una manera de aves que semejan çigueñas, & a nonbre yvos; & non quieron comer si non peçezillos pequeños & [+: huevos de] serpientes & otras bestias muertas que son çerca de la ribera, ca el agua non osan meter los pies por que non saben nadar. (LT 80 a)
Mandevilla las menciona: “Cerca aqueilla rriuera [del Nilo] ay aues muchas et cigueynnas que eillos claman ‘ybes’” (LMM 18).225 Entre las aves de Egipto se encuentra también el pelícano, al que Brunetto Latini le dedica un capitulillo en el que refiere la extraña costumbre que tienen de matarse entre ellos (LT 81 b). Otros animales se encuentran en el Nilo, como el coral, cuya descripción también incluye Latini en su libro (LT 69 b-70 a), y los cocodrilos, animales sumamente peligrosos, cuya clasificación zoológica se presta a discrepancias; así, según el Libro del tesoro, se incluyen entre las serpientes: & sabet que la cocatriz, maguer que nasçe en el agua & bive en el rio de Nillo, non es pescado, ante es serpiente muy mala, ca mata los onbres que puede ferir, si con estiercol de buey non guaresçe. (LT 70 a)
Mientras que en La flor de las ystorias de Orient, se los compara con los dragones: Et en todas cosas el rio de Nill puede seyer loado sobre todos los otros, sino que tiene vna manera de bestias qui son como dragones, et comen ombres et cauallos dentro de la agua et en la ribera, quando los conssiguen; et aquellas bestias han nombre cocatrix. (FYO 174)
Y junto a los cocodrilos se hallan peces de diversas clases:
224 Los tres pasajes de la General Estoria corresponden, respectivamente, a los siguientes de la Farsalia: “Strymon tepido committere Nilo / Bistonias consuetus aves” (DBC III, 199); “Strymona sic gelidum bruma pellente relinquunt / poturae te, Nile, grues” (DBC V, 711-12); “vos, quae Nilo mutare soletis / Threicias hiemes, ad mollem serius Austrum / istis, aves” (DBC VII, 832-34). 225 Sobre esta ave véanse Heródoto II, 75-76; Estrabón XVII, 2, 4 y Plinio X, 134 y también Bodson, “La zoologie” 113-14.
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e crian se y [en la fuente “Nullidom”] unos peces que an nombre los unos alaltetes, los otros coraçinos, los otros siluros. Et dizen otrosi que alli nascen e uiuen las cocadrizes, onde diz que los de la cibdad Çesarea, que es en tierra dessa Mauritanna, tomaron alli una cocadriz e pusieron la en un su tiemplo, que dizien Beseo, e que y esta aun agora por prueua ques alli crian las cocadrizes. (GE I 112 b 55)226
Los hipopótamos forman parte también de la fauna nilótica, descriptos de la siguiente manera por Brunetto Latini: Ypotama es un pescado que es llamado cavallo del agua, por que nasçe en el rio del Nillo. & su espinazo & sus bozes & sus gritos son asy commo de cavallo, & a las uñas fendidas commo buey, & diente commo javaly; & a la cola retorçida [+fr: et manguë blés de champ] por que va atras por miedo de los onbres. (LT 71 b)227
La presencia de unos mismos animales en las dos Mauritanias sirve de criterio para considerar a ese río como el mismo Nilo, como una unidad hidrográfica: e crian se y [Mauretania Caesariensis] aquellas animalias mismas e aquellas cosas que en el primero, e por esso tienen los omnes que toda aquella agua es del Nilo. (GE I 113 a 21)228
Es la misma corriente que sigue hasta Etiopía, con una fauna semejante, y que recibirá allí un segundo nombre, “Nigris”: e moran y [Etiopía] omnes, e sale dalli una fuent tal como otra que ha en Ethiopia que llaman Nigris; e crian se en aquella fuent Nigris de Ethiopia aquellas animalias, e essas yeruas mismas e todas aquellas cosas que en el Nilo. E dalli adelant corre sobre tierra e non se asconde, e parte a Affrica de Ethiopia, e faze grandes lagos, donde se mantienen los omnes daquella tierra e fallan y todas las cosas que dixiemos que se crian en los otros lagos del Nilo. E del logar dond comiença a correr 226 “ibi pisces reperiuntur alabetae, coracini, siluri; crocodilus quoque inde ob argumentum hoc Caesareae in Iseo dictatus ab eo spectatur hodie” (Plinio V, 51). Sobre los cocodrilos de Egipto véanse Heródoto II, 68-70 y Estrabón XVII, 1, 28, con relación a Arsínoe, ciudad llamada también “de los cocodrilos”, donde se los veneraba (véase también 1, 47); para los cocodrilos entre los clásicos véase Schneider 165-67. A ellos se refiere también la General Estoria a propósito de Alejandro Magno (HNo 79). 227 Para los hipopótamos, “animal nilótico por excelencia”, véanse Plinio VIII, 95; Schneider 164-65 y Toynbee 128-30. 228 “mox alio lacu maiore in Caesariensis Mauretaniae gente Masaesylum erumpit et hominum coetus veluti circumspicit, iisdem animalium argumentis” (Plinio V, 52; véase Estrabón XVII, 3, 4). Sobre la diversidad de la fauna y la flora en toda la cuenca del Nilo véase Collins, The Nile 7-8.
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sobre tierra, que se non asconde despues, fastal logar o ua asi unado, llaman le Nigris; e es ya alli el agua del muy grand ademas e despues faze dessi alli tres partes, que cada una dellas es rio por si. (GE I 113 a 30)229
Las dos Etiopías Cuando los textos españoles mencionan “dos Etiopías”, no hacen sino prolongar una tradición geográfica y etnográfica que, en esto también, se remonta a los griegos. En efecto, como se adelantó en la introducción, Homero da noticia de dos ramas de este pueblo en la Odisea; dos versos de este poema bastan, entonces, para convertirse en lo que podría considerarse como uno de los “textos fundacionales” de la geografía antiguo-medieval: Mas entonces había ido Posidón al lejano pueblo de los etíopes, los cuales son los postreros de los hombres y forman dos grupos que habitan uno hacia el ocaso y otro hacia el orto de Hiperión, para asistir a una hecatombe de toros y corderos. (Od. I, 22-24)230
En varios pasajes de sus Historias, Heródoto distingue también dos grupos de etíopes: los occidentales, o de Libia (?ê Ëéâýçò), y los orientales, o “del (ἐκ ô?ò τῆς Λιβύης), sol” (ἀπ᾽ (?ð?ἡλίου), ëßõ), estos últimos llamados también “los etíopes de Asia” (Αἰθίοπες οἱï?ἐκ τῆς ?óßçò: Ἀσίης: III, 94, VII, 70); poco después, diferencia a los que (Á?èßïðåò ?ô?ò vivían cerca de Egipto, súbditos de los persas, de los etíopes de larga vida (III, 97);231 entre los romanos, Plinio, siguiendo a Homero, también distingue a los etíopes orientales y occidentales: “uerissima opinione eorum qui desertis Africae duas Aethiopias superponunt, et ante omnis Homeri qui bipertitos tradit Aethiopas, ad orientem occasumque uersos” (V, 43);232 y también san Isidoro
229 “atque ubi iterum sensit hominem, prosilit fonte, ut verisimile est, illo quem Nigrum vocavere. inde Africam ab Aethiopia dispescens, etiamsi non protinus populis, feris tamen et beluis frequens silvarumque opifex” (Plinio V, 52-53). Para la fauna del Nilo en las Naturales Quaestiones de Séneca véase Gareth Williams 233-34. 230 Traducción de Segalá y Estalella: “?ëë’ ôçë?è’ ἐόντας, ??íôáò, // “Ἀλλ’?ὁ ì?í μὲνÁ?èßïðáò Αἰθίοπαςìåôåêßáèå μετεκίαθε τηλόθ’ Á?èßïðáò, ôï?διχθὰ äé÷è?δεδαίαται, äåäáßáôáé, ?ó÷áôïé ?äñ?í, äõóïìÝíïõὙπερίονος, ?ðåñ?ïíïò, ï? ä?ἀνιόντος”; ?íéüíôïò”; Αἰθίοπας, τοὶ ἔσχατοι ἀνδρῶν, / οἱ/ ï? μὲνì?íδυσομένου οἱ δ᾿ para Homero véase Schneider 16 (había dos clases de etíopes: los “míticos” y los “reales”) y 289-93. Una extensa discusión de Homero y de otros autores a propósito de las dos Etiopías se halla en Estrabón I, 2, 24-28. En general, para este tema véase el exhaustivo estudio de Schneider sobre las interferencias y confusiones que en el mundo antiguo (siglos VIII a. de C.-VI d. de C.) se daban entre India y Etiopía. 231 Para Heródoto y los etíopes véanse Karttunen, “The Ethnography” 466-67 y Schneider 20 y 305-08. 232 Véase Schneider 329-31.
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de Sevilla: “Duae sunt autem Aethiopiae: una circa ortum solis, altera circa occasum in Mauretania” (XIV, V, 16).233 Además de esta distinción, por así decir longitudinal, entre etíopes de Oriente y Occidente, Heródoto también los sitúa según la latitud: en tres capítulos se detiene, con cierta extensión, en los que moraban al sur de Egipto, en [μητρόπολις] de Sudán, y cuya ciudad más grande era Meroë, “metrópolis [ìçôñüðïëéò] todos los etíopes” (II, 29), como lo dirá también Alfonso X: “E segund cuenta Plinio, esta es la mas noble cibdad de amas las Ethiopias, e la mayor e la mas fuert de prender” (GE I 310 b 43);234 en otros pasajes, Heródoto los desplaza decididamente hacia el extremo meridional: los libios habitan en el norte, los etíopes en el sur (IV, 197), más específicamente, en la costa del mar meridional (III, 17). En otro momento, afirma que Etiopía, en las riberas del océano y en el confín sudoccidental de la ecumene, es la postrimera de las tierras habitadas y lo mismo hará Virgilio.235 Es el extremo sur de la tierra habitable, que corresponde al paralelo 12° N y al país de la canela, según Eratóstenes y Estrabón.236 233 Sobre las fuentes empleadas por Plinio para Etiopía véase Healy 45; véase también Schneider 21; para san Isidoro de Sevilla véase Hiatt 80; según Schneider, la fuente de este pasaje de las Etimologías es muy probablemente el comentario de Servio a la Eneida IV, 481 (22). El pasaje completo de Virgilio dice así: “Oceani finem iuxta solemque cadentem / ultimus Aethiopum locus est, ubi maximus Atlas / axem umero torquet stellis ardentibus aptum” (Eneida IV, 480-82). Y el comentario de Servio: “AETHIOPVM Aethiopia duae sunt, una circa ortum solis, altera circa occasum in Mauritania, quam nunc dicit” (102). 234 Uno de los tres períodos en que se divide la historia del reino independiente de Etiopía, al sur de Egipto, se denomina meroítico (542 a. de C.-339/350 d. de C.); en el siglo VI a. de C., estos etíopes, los mejor conocidos por los griegos y romanos, establecieron la capital en Meroë, entre la quinta y la sexta cataratas, a unas ciento cincuenta millas al norte de Khartum, hoy Sudán (Snowden 113-15). 235 “?Αἰθιοπίη Á?èéïð?çχώρη ÷þñçἐσχάτη ?ó÷Üôç ô?íοἰκεομένων” ï ?êåïìÝíùí”(Heródoto III, 114). Para Virgilio y la con“ἡ τῶν fusión entre India y Etiopía véase Schneider 326-29. Véanse Dihle, “Der fruchtbare” 50, nota 6, y “The conception” 90, Gómez Espelosín 192-97, Mudimbe 26-27, Ramin 75-80, Snowden 101-20 y Wittkower, “Marvels” 47 y 197, nota 13, para éstos y otros textos, las varias localizaciones de Etiopía y los etíopes y los diversos pueblos a los que se conocía con este nombre entre los autores antiguos y medievales. Mudimbe sostiene que, en el siglo I d. de C., África estaba dividida en tres partes, Egipto, Libia y Etiopía, y que esta última correspondía a las regiones al sur del Sahara. Para Friedman, los límites geográficos de Etiopía, situados en África, en India, o en las dos, eran tan vagos que constituían menos una entidad cartográfica que literaria (The Monstrous 15). Para Arbel, “Etiopía” designaba, en los autores medievales, a toda la región transahariana (117, nota 23). 236 Para el mapa del mundo habitado a partir de Estrabón véase Harley y Woodward 175. En la región del mar Rojo sitúa el Libro del tesoro la tierra de la canela: “& en aquella tierra nasçe el ençiensso & el almastiga [almáciga, resina odorífera del lentisco] & ela canela & una ave que llaman fenis” (LT 59 b). Existía un consenso general sobre este paralelo como el límite sur del mundo habitado, al contrario de lo que sucedía para el límite septentrional,
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Las confusiones terminológicas comienzan en la Antigüedad, donde el concepto mismo de Etiopía estaba mal definido y peor circunscripto espacialmente. Además, no era un concepto geográfico, ni topográfico, ni histórico, sino etnográfico, puesto que el término Á?èéïðßá Αἰθιοπία se relaciona con la intensa acción del sol y, más específicamente, con sus efectos sobre la piel humana. Concepto tan general podía aplicarse, por lo tanto, a diferentes regiones, sin consideración a su localización precisa, y a sociedades humanas que tuvieran características similares. En efecto, serán etíopes todos los individuos cuya piel sea de color negro, debido a las radiaciones solares, más precisamente, los de “rostro quemado”, según la etimología propuesta: Αἰθίοψ Á?èßïø proviene del verbo á?èù, αἴθω, ‘quemar’ y ?ø, ὤψ, ‘rostro’. Estas similitudes raciales favorecían la identificación de regiones con pueblos semejantes, como era el caso, para los antiguos, de la Etiopía africana y del subcontinente indio.237 Además de todo esto, las denominaciones medievales eran también, por lo general, bastante vagas (a lo que contribuían las distintas lenguas en que se expresaban) y en casi ningún caso podría identificárselas más o menos exactamente con las mismas regiones de hoy: Etiopía, justamente, es una de ellas, como se vio también, por ejemplo, a propósito de Libia y se verá más tarde cuando se trate de la India.238 En un resumen muy conciso, siguiendo a Schneider y sin hacerle justicia a sus análisis, ni a la complejidad del problema, ni al número de textos que lo crean: el término “Etiopía”, que a primera vista comprendería la región al sur de Egipto, sobre el Nilo y más allá de la primera catarata, se extendía, sin embargo, mucho más hacia el oriente, en una continuidad geográfica, continental, marítima, climática y étnica, interrumpida sólo por el mar Rojo (el golfo Arábigo de los antiguos) y el golfo Pérsico, a lo largo de la costa meridional del océano Índico y desde el Levante hasta el Poniente. Gracias a esta contigüidad (y hasta unidad) entre la India, al este, la península de Arabia, al sur, y Etiopía (y a veces también Libia y Egipto), al oeste, los etíopes “nilóticos” se identificaban con los indios, o “etíopes orientales”, y a Etiopía con la India. Y con el nombre de “indios” se designaba a veces también a los habitantes de la región del Nilo.239 acerca del cual las opiniones divergían bastante [Aujac, “L’île” (1988) 338]. Sobre la canela véase Karttunen, India 20-21. 237 Para el concepto de Etiopía en la Antigüedad véase Schneider 429-32. 238 “On the other hand, what may appear to us as well-defined geographical regions or countries were frequently very inexact in medieval usage. ‘Ethiopia’ or ‘Sudan’ or ‘Guinea’, all of which have a context today as the names of African states, originally all meant more or less the same thing, ‘the land of the black people’ to the south of the Sahara desert, each being expressed in a different language, Greek, Arabic, or Berber” (Phillips, “The outer” 30). 239 Véase Schneider 15-35 para un análisis detallado de las fuentes clásicas.
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A lo largo de las muchas páginas que Schneider le dedica a la cuestión, se puede seguir la continuidad de estas interferencias y confusiones entre India y Etiopía a través de los siglos y entre obras tan numerosas como diversas. En síntesis, Homero es el iniciador indirecto del problema, continuado por sus sucesores y herederos: Heródoto “seculariza” el mito de los etíopes orientales y trata la bipartición fuera de todo contexto mítico y poético; Ctesias de Cnidos se convertirá después en el origen directo de muchas confusiones; los compañeros de las campañas de Alejandro Magno le darán un fundamento racional a esta identificación; en el mundo romano, con Virgilio entrarán los indios (y los “seres”) en la poesía latina y con Plinio se fortalecerá esta confusión, sobre todo a propósito de las razas “monstruosas” (o “plinianas”). Varios textos medievales continuarán estas ideas. Decididamente oriental es la Etiopía del Libro de Alexandre, tierra del sol naciente y a la que Alejandro quiere dirigirse: Quando a toda su guisa ovieron sojornado, por ir a Eçiopía era todo fablado, veer dó el Sol naçe, do nunca fue poblado, mas vínole en tanto un messaje cuitado. (LA 1184)
En cambio, la Semeiança del mundo distingue asimismo una Etiopía oriental de una occidental: E deuedes saber que son dos Etiopias, la vna es en oriente en que ay vna çibdat a que dizen Saba donde fue rreyna Austre que vino a Jerusalen a oyr la sapiençia de Salamon, e la otra Etiopia es en oçidente a do son vnas gentes a que dizen gramantes. (SM 93)
Alfonso X también menciona “amas las Ethiopias” (GE I 311 a 2), pero sitúa a las dos en África, aunque cite a Homero (a través de Plinio), quien, ya se vio, las considera como pertenecientes a dos continentes: Et muchos sabios que fablaron de los assentamientos de todas las tierras e fizieron sus departimientos entrellas, dizen que dos son las Ethiopias sobre los desiertos de Affrica; e Omero, que fue muy grand sabio entre todos los griegos, affirma que uerdadera mientre dos son las Ethiopias. (GE I 311 a 17)
Poco después, se precisa que a ambas regiones las separa el río Nigris, de características muy semejantes al Nilo: “e ua esse rio entre los desiertos que
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dixiemos e parte amas las Ethiopias” (GE I 311 a 39).240 A su vez, a “Ethiopia la meior” y a Egipto les sirve de límite el Nilo, el cual, según sugiere el texto, fluiría de oeste a este, ya que esta Etiopía está al sur, “de yuso” (< latín deorsum: ‘abajo’, ‘hacia abajo’): “Los de Ethiopia la meior, que es la de yuso de Egipto, son uezinos de los egipcianos, de guisa que non los departe al si non el Nilo, e este es termino entrellos assi como cuenta Plinio” (GE I 307 b 30). Al referirse a las guerras entre etíopes y egipcios (acaudillados por Moisés), la estoria alfonsí corrobora estos datos: “e passaron [los etíopes] el Nilo ante que los egipcianos se huuiassen apercebir nin guisar se de lo que ouiessen mester; e dieron luego con sigo en Egipto” (GE I 308 a 6). Y páginas después: e echo [Moisés] los [etíopes] de toda Egipto; e esobresso fue empos ellos, e passo el Nilo con su hueste tras ellos, e entro en Ethiopia lidiando et conquiriendo fasta que ueno a una cibdad que auie estonces nombre Saba; e era esta cabesça del regno de Ethiopia, o los reys fazien en aquella tierra la su morada mayor. (GE I 310 a 47)241
Y, más adelante, se mencionan “unos montes que yazien entre Ethiopia e Egipto” (GE I 308 b 44).
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“e que alli se fazie un rio que nasce, assi como uos contamos del Nilo, e que a essa misma natura que el. Ca fablan essos sabios ende e departen que tales cannaueras mismas, e tales juncos fallara qui lo catare en la ribera del como en la del Nilo misma mientre, e essas mismas animalias se fazen en el, e otrossi en essos mismos tiempos comiença a crescer que el; e llaman le Nigris, e nasçe entre dos yentes de las Ethiopias que an nombre, los unos talareos e los otros eocalicas, cerca un grand castillo que a entre amas estas yentes” (GE I 311 a 26); en Plinio: “Nigri fluuio eadem natura quae Nilo. Calamum ac papyrum et easdem gignit animantes isdemque temporibus augescit” (V, 44). Pero en otro pasaje de la General Estoria, se afirma que Etiopía estaba dividida en dos por el río “Astapo” (el Nilo Blanco): “El un rio destos tres entra por Ethiopia e parte la por medio, e llamanle a aquel rio Astapo, que quiere dezir segund el lenguaje daquella tierra tanto como agua que corre de tiniebras” (GE I 113 a 50). Para otras indicaciones sobre ambas Etiopías en la Edad Media véase Deluz, Le Livre 117. 241 En la edición de las Historias de Grene (y de A. D. Godley, London: Harvard University Press, 1982, vol. II), se incluye un mapa del mundo según Heródoto (440 a. de C.), en el cual el río Nilo nace en el occidente africano, fluye primero de oeste a este y luego tuerce en dirección noreste, pasando por Meroë (GE I 310 b 28: “la çercaua el Nilo”), hasta llegar a Siene, lugar a partir del cual corre de sur a norte hasta desembocar en el Mediterráneo. Según Plinio, el río Nigris separaba a África de Etiopía (V, 30).
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La Etiopía africana: geomorfología y clima A qué correspondía la Etiopía africana es imposible de precisar con exactitud.242 Del siguiente pasaje, cabría conjeturar que se extendía desde Mauritania, en el norte, hasta las orillas del océano, en el sur, lo que no corresponde con la afirmación hecha en otro pasaje, según el cual Etiopía se encuentra al sur de Egipto (Mauritania se halla al oeste, según lo confirman la General Estoria y el Libro del Caballero Zifar) y separada de éste por el Nilo: e es este mont [Atlas] en tierra de Mauritanna la deyuso, en fondon de Affrica en occident, non aluen del grand mar. (GE I 112 b 51) e llega [el Nilo] a las otras arenas que son allende Mauritanna, contra [hacia] Ethiopia. (GE I 113 a 25) Los negros de las Ethiopias comiençan en cabo de la tierra de la Mauritania daquella part, e tienen dalli e de un rio que a nombre Agnimeth, assi como ua fasta la ribera de la grand mar, a que llaman Farusta en aquella tierra. (GE I 311 a 7) E el otro terçio de Africa, comiença de Alexandria con vna partida de la prouinçia de Egipto, e tiene en luengo desde la çibdat de Barca, que es en la parte de oriente, fasta Tanjat-ally-adia [Tánger], que es en la parte de poniente, e dizenle en ladino Maritana, e tiene en ancho desde la mar fasta los arenales que se tienen con las tierras de los etiopes; e son grandes arenales e grandes sierras, e van de poniente fasta oriente. (LCZ 449)243
Los desiertos de Etiopía se extienden, según el Libro del tesoro, hasta el océano, si bien no se indica si se trata del Atlántico o del que corresponde, en el extremo meridional de la ecumene, al de la zona perusta: “& de la otra parte faza medio dia son los desiertos de Ethiopia faza la Mar Occeana” (LT 65 a). Más acuerdo existe en cuanto a sus características geomorfológicas, en su mayor parte áreas desérticas y por lo general deshabitadas, sometidas a los 242 “In sum, Ethiopia was somehow conceived of in the late Middle Ages as a sort of sociological space signifying all territories beyond the Islamic world. It was the land south of the Sahara and Egypt, a world unknown to the Ancients. More than a real space, it was a symbolical one where legends like that of Prester John were the only means at hand to organize and attain geographical knowledge” (Relaño 58); la confusión terminológica y la multiplicidad de las clasificaciones de Etiopía (“oriental”, “occidental”, “baja”, “alta”) se prolongará hasta el siglo XVI (Relaño 62-63). 243 Para África en el Libro del Caballero Zifar véase Sampson. Mauritania es la región “o son los moros” y estaba dividida en tres partes (LT 64 b).
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rigores del sol y las altas temperaturas propias de las zonas tórridas. Más aún, si hay una palabra que domina en todas las descripciones que se hacen de ellas en el corpus analizado no es otra que “desierto”. En la General Estoria, y en el capítulo que precede al de las “razas plinianas”, se insiste en la extensión de los mismos y/o en su falta de habitantes o en el carácter monstruoso de estas sociedades: “muy grandes desiertos, en que non mora ninguna yent”, “dos son las Ethiopias sobre los desiertos de Affrica”, “desiertos daquellas tierras”, atravesados por el Nigris, “e ua esse rio entre los desiertos”, en cuyas orillas, y en los desiertos, se encontraban varias de las razas monstruosas, “en la ribera deste rio en los desiertos” (GE I 311 a 16, 20, 25, 39 y 46, respectivamente). Otros pasajes podrían agregarse sin demasiada búsqueda. Más allá de Etiopía, hacia los confines meridionales del mundo, se encuentra una región que la Semeiança del mundo describe así: Allende desta tierra de Etiopia son desiertos muy grandes e montannas muy fieras, e son logares atales a do non mora ningun ome, nin sigue por dos maneras: lo vno por la calentura del sol que ay faze muy grande, e lo otro que ay muy grand muchedunbre de serpientes; e desy luego es el mar que dizen Oçeano que çerca toda la tierra en derredor, e desta parte de Etiopia fyerue esta mar por la gran calentura del sol, que ende faze, asi commo el caldero fyerue sobre el fuego. (SM 93)244
Se encuentran aquí, reunidos, los rasgos más definitorios del África meridional según la geografía de la Antigüedad y de la Edad Media: tierras desérticas y deshabitadas, fauna salvaje y extremos climáticos. Y lo mismo en otros textos: “Et allende destas gentes [etíopes y garamantes] son los muy grandes desiertos, & non mora y niguno fasta en Aravia” (LT 65 b). El África del norte es también de “grandes arenales e grandes sierras” (LCZ 449): es la “Libia” con que se encuentra Alejandro, región de “yermos” (LA 1169 c), arenas y tierras secas y sin aguas; poco después, la descripción del Libro de Alexandre recoge igualmente todos los temas normalmente asociados con esta parte del mundo, con su ausencia de inviernos, carencia de agua y de vegetación, arenales, polvo y clima caluroso: Nunca cayén ý nieves, nin pluvia nin roçío, nin fallavan allí fuentes, nin çisterna nin río; de toda cosa verde era logar vazío —¡creo que pora mí non serié muy sanío!—. 244
Otra descripción del océano en la zona tórrida: “E otrosy ay otra partida desta mar misma que se departe por medio de la tierra, e esta partida fierve todo sienpre, e nunca queda de fervir por que le pasa el sol toda via de suso” (SM 114).
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Biglieri, Aníbal A. Quando el Sol escalienta, cuemo es todo arena, non sofririé en forno omne más fuerte pena. Demás, quando el polvo las sus algaras mena, non serié mayor pena do canta la serena. (LA 1178-79)245
Y, en fin, hay que recordar también que comparten este relieve otras regiones de África, como los desiertos del monte Atlas, estudiado en el tercer capítulo: hay también allí “muy grandes desiertos, e todos yermos a todo cabo” (GE I 275 b 31), de polvo negro y “pennas negras como quemadas e muy altas” (GE I 278 a 30). Los desiertos son el resultado de la acción solar, según se lee en el Libro del tesoro: Et por que la su carrera [del sol] es çerca de aquella partida que nos llamamos medio dia, por esso es aquella tierra mas caliente que ninguna otra; en aquel partido ay mucha tierra desierta que non mora y ninguno, por la fuerça de la grant calentura. (LT 52 a)
Poco después se afirma que en el Mediodía “ay grant tierra desierta [& despoblada] por el açercamiento del sol que es en aquel logar” (LT 53 a) y en relación con Etiopía, esta misma obra dirá que “toda la tierra que cata contra medio dia es sin fuentes & con pocas aguas & pobre tierra”, relación entre relieve, clima y ausencia de población humana que se repetirá a menudo en otras obras, si bien a continuación afirma la existencia de otra región más fértil: “& aquella que es en derecho medio dia es abondada & llena de todos bienes” (LT 65 a). El Lucidario sostiene que, más allá de donde habitan los “moros negros”, “non pueden viuir ningunos omnes por rrazon de la grant calentura del sol” (Luc. 226), y lo confirma la versión de Alfonso XI del Roman de Troie: Otra parte y ha que esta entre el mar [océano] et Meridie, et es otrossi despoblada. Ca la calentura es y tan grande et tant sobeia por el sol, que esta mucho allegado, que omne del mundo non puede y morar. (VRT 283 = CT 598-99) 245 “1179c Probablemente, ‘Además, cuando se mueven las dunas’, en donde algaras debe de tener la acepción ‘cuevas, fondos’ (< ár. ALGAR) —y no ‘tropas’ (cfr. 774a), aunque metafóricamente tampoco disuena— a partir de alusión de la Alexandreis (III, 379) a las Syrtes, dos mortíferos bajíos de la costa norteafricana. Mena: ‘llueva, mueve’, presente de menar (< MENARE)” (nota de Casas Rigall). ¿Alude este pasaje al viaje de Alejandro al oasis de Siwa (o Siuah), hoy en el noroeste de Egipto, cerca del límite con Libia, donde se encontraba el oráculo de Zeus Amón?: véase Vasunia 272-75. Deshabitada era también, según el Libro de Alexandre, la Etiopía oriental, según se vio en un pasaje citado páginas atrás: “do nunca fue poblado” (LA 1184 c).
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En varios de los pasajes ya citados anteriormente, se hacía referencia al clima africano, y no sólo al de la región subsahariana, sino también al de las franjas norte y occidental del continente, con imágenes bien expresivas para encarecer los rigores que lo azotaban: el caldero de la Semeiança del mundo o el horno del Libro de Alexandre. Es un clima sin inviernos, sin nieves y sin lluvias, dominado por el “fuego del sol” (GE I 278 b 12) y el “feruor de la su calentura” (GE I 278 a 33), según refiere la General Estoria del monte Atlas. El Libro del conoscimiento de todos los reinos describe también la región al sur de Marruecos y a lo largo de la costa atlántica como “tierra yerma” y de “playas arenosas que non son abitadas de omes” (LCTR 48). Y si hay una fórmula que se repite constantemente para caracterizar al clima de África es, precisamente, la de “la (muy) (grand) calentura del sol”.246 Los extremos se acentúan a medida que uno se aproxima hacia el sur, hacia las orillas del océano, hacia “la ribera de la grand mar, a que llaman Farusta en aquella tierra” (GE I 311 a 11): es la zona perusta a la que se hizo mención en el primer capítulo (< latín perustus: ‘tórrido’, ‘quemado por el sol’), la “zona de la çinta quemada” de las Sumas de historia troyana (SHT 66).247 A estos “cabos de la tierra” envió Alejandro Magno una expedición en pos de las fuentes del Nilo, empresa que fracasó debido al calor de la región: “e quando uinieron a la citara [GE V: çinta] uermeia del ex del firmamento ouieron a quedar alli, que non pudieron passar, e uieron alli el Nilo e fallaron le caliente” (GE I 119 a 18 = GE V 164r).248 En este confín del mundo, el océano es todo lo opuesto de aquel mar que, en el extremo norte, parece inmóvil y está helado (“cuajado”) por el frío (GE II 1 84 a 9, SM 113-14, LCTR 16, 106); es el océano que, debido al hervor de sus aguas, hace imposibles la comunicación con las antípodas y la circunnavegación del continente africano.249 En esta oposición entre ambos océanos, se ve muy claramente, y no es ésta la única vez que ello sucede, la tendencia de la geografía medieval al “esquematismo” indicado por Vedrenne, que se manifiesta de varias maneras: en la
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Véanse también Luc. 226 y 304-05, SM 55 y 93, SHT 67, LCTR 74; también en Asia hay desiertos deshabitados por “la grant calentura del sol” (LT 61 b). A este factor atribuye Paulo Orosio que África sea en gran parte desconocida y deshabitada (I, 2, 86). Sobre el clima de Etiopía según los autores antiguos véase Schneider 43-44 y 47. 247 Hacia el extremo occidental de África, más alla de los atlantes, describe Heródoto una región desértica y carente de agua, animales, lluvias, vegetación y humedad (IV, 185). 248 “illos [lectos] rubicunda perusti / zona polui tenuit; Nilum videre calentem” (DBC X, 274-75). 249 Véase Relaño para otras causas aducidas por los autores medievales para explicar los obstáculos a la navegación en esas latitudes: por ejemplo, el proceso altas temperaturas evaporación del agua salinidad densidad y solidificación del mar (128).
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oposición según el eje norte-sur, mucho más frecuente, sobre todo en lo que se refiere al clima, que el de este-oeste; en una predilección por los “esquemas”, no desprovistos de significaciones simbólicas; en un discurso científico basado en la noción de “equilibrio climático”, de zonas frías frente a cálidas y de zonas templadas que resultan de la conjunción de ambas; en la preferencia por las “simetrías” basadas no tanto en la observación empírica como en “construcciones mentales” que dependen de presupuestos filosóficos y sistemas abstractos que no guardan relación necesaria con una realidad vivida.250 Zoología etíope En cuanto a los asentamientos humanos, si bien Alfonso X caracteriza estos desiertos de Etiopía como “yermos” (GE I 311 a 43), en el capítulo siguiente, dedicado a las “razas plinianas” y a sus “estrannas fechuras e costumbres”, afirma que “morauan en los desiertos de las Ethiopias” (GE I 311 b 1): “En los desiertos de las Ethiopias morauan estonces, e aun agora por uentura, los athlantas...”, así comienza el capítulo, en el que no faltan referencias a las características físicas y a la fauna de la región: el sol, por cuya vida temen los “athlantas”, y las cuevas de los “trogloditas” y las serpientes de que se alimentan. A todas estas características hay que agregar también la fauna africana. Alfonso X la describe así, en términos generales y siguiendo a Plinio: Et assi commo diz Plinio sobre razon de Affrica en el XVIJ° capitulo del ochauo libro de la Natural Estoria, que suelen dezir los griegos una palaura de aquella tierra e es esta: “Affrica siempre suele dar alguna cosa estranna”; et dixieron esto sobre la razon de las animalias estrannas e de departidas naturas que uienen a beuer a lugares sennalados, de que non podien fazer al por las aguas que a muy pocas e en ralos logares en aquella tierra, et ayuntaron se alli unas con otras, e nascien daquellos ayuntamientos fijos muy estrannos. (GE II 1 273 b 31)251
Se mencionó anteriormente a “unos montes que yazien entre Ethiopia e Egipto” (GE I 308 b 44), región a la cual se le ha de dedicar una extensa descripción en el capítulo XXXVII (Del mal de los egipcianos contra Moysen). Era 250 Véase Vedrenne 85 (oposiciones norte-sur, este-oeste), 77, 82 y 86 (“esquematismo”), 78 (“equilibrio”), 82 (“simetría”) y 87 (“construcciones mentales”). 251 “Africa haec maxime spectat, inopia aquarum ad paucos amnis congregantibus se feris. Ideo multiformes ibi animalium partus, uarie feminis cuiusque generis mares aut ui aut uoluptate miscente: unde etiam uulgare Graeciae dictum: semper aliquid noui Africam adferre” (Plinio VIII, 42).
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tierra de “montannas, e logares muy asperos e muy fuertes de passar sin carrera” (309 a 21), pero aún más peligrosa e inhospitalaria por las “bestias fieras” (308 b 47) que la poblaban: “todos llenos de culuebras, e de serpientes, e de dragones e de otras bestias malas tantas quantas non criara la natura en ninguna otra tierra del mundo” (309 a 25). También la Semeiança del mundo apuntó que en Etiopía “ay muy grand muchedunbre de serpientes” (SM 93) y la versión de Alfonso XI del Roman de Troie se refirió asimismo a las “muchas bestias estrannas et espantosas et muchas serpientes et otras anjmalias pauorosas” (VRT 283 = CT 599); pero será la estoria alfonsí quien le dedicará a esta fauna excepcional una descripción más detallada: Et las unas daquellas bestias saluaies dalli eran fieras e fuertes a grand marauilla, de guisa que ante la grandez sola dellas se espantauan los omnes, e fuyen e se perdien; las otras llenas de uenino e de poçon mortal; las otras auien el uiso empoçonnado, tanto que con aquel solo matauan las cosas; las otras grandes hunnas [uñas] e fuertes; las otras los dientes, e muchas otras llenas de respiramiento de mala natura e armadas de cuernos, assi que todas estas matauan los omnes con el mal que en ellas auie; de manera que si el omne por alli acaesciesse depassar por errança o por algun auenimiento, e guaresciesse de las unas, non guarescrie de las otras. Et por esto toda aquella tierra, maguer que era muy grand, estaua toda yerma ca omne ninguno non osaua alla acostar pora morar, nin fablar y, nin aun atrauessar por alli; e aun cuenta ende mas Josepho, que alli se crian unos bestiglos que buelan, e descenden bolando, e matan a los omnes en tierra, si pueden con ellos, e si non alçanse en el aer, e desi, debaten se, e fieren en ellos, e bolando muchas uezes, e debatiendo se, e firiendo los matan los daquella guisa. (GE I 309 a 32)
Detalles más curiosos sobre esta fauna se encontrarán en el capítulo siguiente (XXXVIII. De la sabiduria de Moysen contra las serpientes de Egipto), en el que se narra con todo pormenor cómo Moisés se sirvió de las cigüeñas para atacar y deshacerse de las serpientes y, de paso también, de los etíopes. En resumen, narra la estoria que había en Egipto una clase de serpientes venenosas, más pequeñas que las otras, pero no por ello menos mortíferas a los animales y a los humanos. Existían también allí, y en gran número, unas cigüeñas —“a que llaman ybes o ybices” (GE I 309 b 31)—, enemigas mortales de las serpientes y a quienes éstas temían más que a cualquier otra especie animal. Moisés hizo construir unas jaulas de juncos, cañaveras y mimbres, en las cuales encerró a las cigüeñas; llevadas en carros, las soltaron en los lugares en que habitaban las serpientes, entre las cuales causaron gran mortandad. Las que pudieron sobrevivir al ataque, en cambio, huyeron de las cigüeñas, provocando grandes daños en el ejército etíope.
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Otras referencias a la zoología africana se pueden hallar en el Libro del tesoro. Una de las dos clases en que Brunetto Latini agrupa a los asnos se halla en África: son los asnos monteses (“onagre”), de naturaleza salvaje —“son muy rezios, en guisa que los non pueden domar” (LT 84 b)—, a diferencia de los “de casa”, que son mansos; en Etiopía se encuentran la hiena, que se ayunta con las leonas y engendran un animal híbrido, la “cacota”, que imita las voces humanas y cuya extraña anatomía se describe así: “& en su boca non a enzia nin diente commo otra bestia, ante a un diente todo entero que tiene toda la boca & lo encierra commo una bolsa” (LT 90 b);252 la “paranda”, otro animal híbrido, es grande como un buey y tiene cabeza y cuernos de ciervo y color de oso (LT 91 b); y el simio, de curiosas costumbres, entre ellas la capacidad de imitar a los humanos, de reaccionar con alegría o melancolía según las fases de la luna y de parir siempre dos vástagos y con una preferencia por uno en menoscabo del otro: “ama mucho al uno & quiere mal al otro” (LT 91 b). Al terminar este capítulo, hay que preguntarse qué visión de conjunto surge de todos estos textos sobre la fauna de las cuatro regiones estudiadas en el tercero y en éste que ahora concluye. En general, las características del reino animal se anticiparon ya en los pasajes relacionados con el monte Atlas, poblado de bestias fieras, salvajes y extrañas, como lo indica asiduamente la General Estoria. La ferocidad es uno de los rasgos comunes a la mayor parte de estos animales, comenzando con las serpientes de las Sirtes, según las vívidas descripciones de Lucano y Alfonso X. Precisamente, lo que abundan en las otras dos regiones, la nilótica y la etiópica, son las serpientes, término muy amplio que incluye toda clase de reptiles, como las culebras y los dragones, animales todos extraños, espantosos, pavorosos, venenosos, mortíferos. La fauna es, ciertamente, muy extraña y a ello contribuye, ante todo, la hibridez de varias especies. Es el caso, por ejemplo, de los cocodrilos del Nilo, que el Libro del tesoro los considera como serpientes y La flor de las ystorias de Orient compara con dragones. O los hipopótamos, cuya anatomía, según Brunetto Latini, reúne elementos del caballo, el buey y el jabalí. De Etiopía, el Libro del tesoro enumera también la cacota, producto de la unión de las hienas con las leonas, y la paranda, tan grande como un buey, con cabeza y cuernos de ciervo y color de oso. En esta zoología predomina el enfoque descriptivo, que acentúa no sólo la peligrosidad de los animales en relación con los humanos, sino también el espectáculo de una naturaleza en perpetua lucha entre sus especies, tales como la batalla que se entabla entre serpientes y cigüeñas, de cuya rivalidad se apro252 “Acies ei perpetua, in utraque parte oris nullis gingiuis, dente continuo: ne contrario occursu hebetetur, capsarum modo includitur” (Plinio VIII, 107).
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vecha Moisés en su enfrentamiento con los etíopes;253 o, caso más extraño aún, los pelícanos, que se atacan entre ellos, según refiere Brunetto Latini: Pelicano es una ave en Egipto, do dizen los antiguos que fieren los fijos a los padres de las alas en los rostros fasta que los ensañan & los matan. Et quando los vee la madre muertos, llora & faze muy grant duelo tres dias, & a la ençima llagasse con su pico en el costado & esparze su sangre sobre sus fijos, asi que por razon de la sangre los torna bivos a vida. & dizen algunos que nasçen amorteçidos, & que los guaresçen sus padres con su sangre. (LT 81 b)
Hasta aquí, una zoología de tipo descriptivo. Pero, continúa Latini inmediatamente después: “mas commo quier que sea, Santa Yglesia da testimonio dello, do Nuestro Señor dize: yo so fecho pelicano por semejanza”. La fuente de este pasaje es el Fisiólogo, que refiere las mismas costumbres entre estos animales y desarrolla después la interpretación alegórica: David, en el salmo centésimo primo, dice: “Me he asemejado al pelícano en la soledad”. El Fisiólogo dice del pelícano que ama mucho a sus hijos. Engendrados éstos, cuando crecen comienzan a golpear en el rostro a sus padres, y los padres, a su vez, hacen lo mismo. Pero los padres luego se compadecen, los lloran durante tres días, condoliéndose de aquellos a quienes mataron. Al tercer día la madre, hiriéndose el pecho, rocía con su sangre los cadáveres de los polluelos y aquella sangre los rescata de la muerte. Así también Nuestro Señor increpa [por boca] de Isaías diciendo: “Engendré hijos, los exalté, y ellos me despreciaron”. El Hacedor de todas las criaturas nos engendró y nosotros lo golpeamos. ¿Cómo pudimos hacerlo? Sirviendo antes a la criatura que al Creador. Pero, alzándose hasta la cruz, los impíos hirieron y abrieron su costado, y de él manó sangre y agua, [rescate] para la vida eterna. Sangre, por lo cual dijo: Tomando el cáliz dio gracias. Agua por el bautismo de penitencia, según las palabras: Me abandonaron sin motivo a mí, que soy la fuente del agua de la vida, etc. Bien arguye, pues, el Fisiólogo acerca del pelícano. (Fisiólogo 43-44)254 253
Según Séneca, la naturaleza, en la región nilótica, es escenario de estas luchas, entre delfines y cocodrilos y entre éstos y los nativos (NQ IVa 2. 13-15). 254 “VI. DE PELICANO. Dauid in psalmo centesimo primo dicit: Similis factus sum pelicano in solitudine [Ps 101. 7]. Phisiologus dicit de pelicano quia amator est filiorum nimis; si autem generuit natos et paruuli increuerint, incipiunt percutere parentes suos in faciem; parentes autem colaphizantes eos occident; deinde misericordia moti parentes tribus diebus flent eos, lugentes quos occiderunt; et tertia die mater eorum percutiens costam suam destillat suum sanguinem super eorum corpora mortua (id est pullorum): ipse sanguis suscitas eos de morte. Sic et dominus noster increpat per Esaiam dicens: Filios generaui et exaltaui, ipsi autem spreuerunt me [Esai 1. 2]. Genuit nos factor omnis creature: percussimus eum. Quomodo percussimus eum? quoniam seruiuimos potius creature quam creatori [cf. Rom 1. 25]. Ascendens
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Acto seguido, concluye Latini: & sabet que los pelicanos son de dos maneras, los unos de ribera, que comen pescados, & los otros de monte, que comen serpientes & lagartos & otras bestias veninosas. (LT 81 b)
Interesante convergencia de enfoques en este pasaje: comienza con una descripción de los pelícanos y sus extrañas costumbres, continúa con una interpretación alegórica y concluye con un esbozo de clasificación “científica”, basada en dos criterios: habitat (ribera versus monte) y dieta (animales acuáticos versus terrestres). Mirabilia, alegoría y taxonomía se dan cita así en tan breve pasaje, recogiendo al mismo tiempo la tradición que le venía del Fisiólogo, anotando lo extraño de una fauna africana, exótica, y proponiendo una ordenación de los pelícanos; en otras palabras, maridando una zoología extraña, el respeto por la autoridad de los “antiguos” y de la Iglesia y el enfoque “científico” de la naturaleza. Al menos en este pasaje, la naturaleza no se constituye como un dominio independiente del orden sobrenatural, sino como un conjunto de signos y vestigia que remiten a los invisibilia Dei: los fenónemos naturales no son fines en sí mismos, sino símbolos y alegorías de las verdades eternas. Brunetto Latini se comporta aquí como un “enciclopedista” medieval, no pudiéndose librar de las tendencias moralizadoras y alegóricas que distinguen a este enciclopedismo del “moderno”, científico y atento solamente al mundo exterior, físico, natural, fenoménico.255
autem in altitudinem crucis, percusserunt impii latus, et aperuerunt eius costam; et exiit sanguis et aqua [cf. Ioh 19. 34] in uitam eternam [cf. Ioh 6. 55] —sanguis propter quod dixit: Accipiens calicem gratias egit [Matt 26. 27, Luc 22. 17], aqua autem propter baptismum penitentie [Marc 1. 4., Luc 3. 3], qui dixit: Me derenliquerunt fontem aque uite gratis, et cetera [Hier 2. 13]. Bene ergo Phisiologus arguit de pelicano” (Physiologus 106-07). 255 Véase Le Goff: “Je pense que nos avons là [con el Fisiólogo] une des limites à laquelle n’échappera pas le XIIIe siècle, si innovateur qu’il soit. En effet, une des limites de l’encyclopédisme médiéval c’est de ne pas être arrivé à se débarrasser de la visée moralisatrice et allégorique. Et c’est en cela qu’il n’est pas moderne. Il n’y aura d’encyclopédisme moderne que lorsque on se sera débarrassé de cette effervescence symbolique” (“Pourquoi” 32). Para Le Goff, el “siglo XIII” comienza entre 1160 y 1180 y termina entre 1260 y 1280 (“Pourquoi” 34): el Tresor se escribe justamente en la década de 1260. A propósito del pelícano, Coates indica cómo los cambios intelectuales relacionados con el Renacimiento del siglo XII van reemplazando la tradición alegórica con un enfoque más “naturalista” de entender la realidad, proceso que, sin embargo, fue gradual y durante el cual coexistieron las innovaciones con la tradición (60-61): el ejemplo de Brunetto Latini así lo confirma.
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CAPÍTULO VI
EL ORIENTE unde venit Titan (DBC I, 15) donde viene el sol (GE V 1v)
Delimitaciones geográficas Como han indicado, entre otros estudiosos, Dihle, Gregor, Karttunen y Schneider, el primer problema que se presenta en el estudio del Oriente es el de las ideas mismas de “Asia” y de la “India” propuestas por las fuentes griegas y romanas. En la Edad Media, la terminología es casi siempre muy vaga, como lo son también las demarcaciones geográficas: Mandevilla, por ejemplo, menciona “Asia la menor” (LMM 36), “la grant Assia” (LMM 115) y “Asya la mayor” (LMM 131), ambas sin identificación precisa, y “Asya la profonda”, donde se encuentra Catay (LMM 131).1 En términos muy generales, se divide a Asia en dos partes: “la Mayor” corresponde a las regiones más orientales del continente: “E aquella tierra es la mas postrimera tierra poblada que sea contra oriente, e ally se acaba Asia la Mayor contra la parte de çierço [viento del norte]” (LCZ 447); sus límites quedarían fijados así: “E el terçio de Asia es partido en dos partes: la vna es a la parte de oriente, e comiença del rio de Eufatres fasta fondon de España, e dizenle la Asia la Mayor” (LCZ 448). El Éufrates separa a esta Asia de “la Menor”. La flor de las ystorias de Orient distingue también dos partes, divididas por el mar Caspio, “que se stiende de la montanya de Quoqas entro ha la fin del regno de Perssia, et parte se toda la tierra de Asia en dos partes. Aquella 1 Así explica Phillips el origen del nombre “Catay”: “In 1218 he [Gengis Kan] destroyed the empire of the Kara Khitai, in the vicinity of Lake Balkhash, which had recently come under the rule of Küchlüg, the former chief of the Naimans and an old enemy of Genghis Khan. The Khitai ceased to exist as a people but their name lived on as ‘Cathay’, the term applied by Europeans to China in the medieval period, and still used in the Russian language today” (The Medieval 61; véase también 245).
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partida que es deues orient es clamada Asia la Pregona, et la otra partida que es deues ocçident es clamada Asia la Mayor” (FYO 57 = FHO 80); “La vna partida es dicha Asia la Pregona, et la otra Asia la Mayor” (FYO 153), delimitadas por el monte Cochas: “Et de aquella montanya de Cochas [Quoqas] no puede hombre passar de Asia la Pregona en Asia la Mayor...” (FYO 96 = FHO 111).2 Este monte —el Cochins del Libro de las maravillas del mundo (LMM 132)— se encuentra en Comania, en el sur de Rusia. Originalmente circunscripta a la cuenca del Indo, la India de los autores clásicos no corresponde al país que hoy se denomina así, sino al noroeste, más precisamente, Peshawar, Cachemira, Punjab y Sindh, es decir, regiones que hoy se reparten entre India, parte de Afganistán y Pakistán, escenarios de las campañas de Alejandro Magno (329-326 a. de C.). La derivación del nombre del subcontinente del río Indo fue propuesta por el Libro del Caballero Zifar: E segunt dizen los sabios antigos, que quando puso nonbre Noe a las mares e a los rios, puso nonbre âquel rio Yndias, e por el nonbre quel puso posieron nonbre a aquellos que fincaron poblar allende, de indios, e posieron nonbre a la prouinçia do es el pueblo, India, por el nonbre de los pobladores. (LCZ 96)
El Indo era uno de los tres grandes ríos de la India, según Brunetto Latini: “& ally son los mayores tres rios que sean: Ganges & Indus & Ypanus, el muy noble rio que detovo Alexandre que non passo, segunt que muestran los mojones que el fizo çerca del ribera” (LT 61 a).3 2 En el aparato crítico de la edición de Long correspondiente a este pasaje, “Pregona” corresponde al francés Profunde y al latín Profunda (FYO 96). 3 “The Syrian merchants of Parthian Mesopotamia probably introduced for a second time the Indian name of India and of the river Indus into Western languages. Our word India, denoting nowadays the subcontinent in general, goes back to the Old Persian hind, hinduš as do the Greek ?íäßá, Ἰνδία, the Hebrew hoddu, Aramaic henda. The name of Sindh, having by-passed Persia and kept its original s at the beginning of the word, is now used to denote only the region of the Indus” (Dihle, “The Conception” 89, nota 2); véase también Schneider 25 y 309, nota 104: al Punjab correspondería la India de Ctesias de Cnidos. “Indus incolis Sindus appellatus” (Plinio VI, 71); “Indessen besteht für die Begleiter Alexanders Indien aus dem Gebiet von Peshawar, aus dem Punjab und aus Sindh” (Dihle, “Der fruchtbare” 51-52); “It was not India proper, but the Northwestern country, now belonging mostly to Pakistan, which had been an Achaemenian possession in the fifth century and was the field of Alexander’s campaigns in India. This was the country dealt with in early ethnography as well as the histories of Alexander and their accounts of India. The very word India, being derived from the Indus, was still often used to signify only this country” (Karttunen, India 7); “India vocata ab Indo flumine, quo ex parte occidentali clauditur” (Etim. XIV, III, 5); sobre el Indo véase además Gregor 18. Para India en los autores griegos y romanos véase también Lach I, 5-12
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Más exactamente, Dihle distingue en los textos de los siglos III y IV a. de C. tres conceptos diferentes de la India: la región de los dos grandes ríos (el Indo y el Ganges), la perteneciente al dominio de los partos o a los comienzos del Imperio sasánida y una tercera, dividida en tres partes: la norte, lindando con los partos, la sur, conectada con Etiopía, y la oriental, en el confín del mundo habitado.4 En estrecha relación con lo que antecede, hay que notar la imprecisión de los límites geográficos, en primer lugar en lo que concierne a las partes y divisiones internas en que se dividía a la India;5 y lo mismo sucedía en relación con [“India in the Greek Tradition (600-100 B.C.)”] y 12-19 [“The Expanding Horizon of the Graeco-Roman World (26 B.C-A.D. 300)”]. Para la extensión de la India, sus varios nombres y su identificación con Etiopía véase Schneider 23-35 y 432-37. Para la India y China en la Antigüedad Clásica y la Edad Media occidental véase en general la introducción de Gil; para las campañas de Alejandro en Oriente véase también Gil 32-42. El número de estudios consagrados a Alejandro Magno (julio de 356-10 de junio de 323 a. de C.) es inmenso: véase últimamente el libro de Stoneman, con bibliografía puesta al día; para Alejandro en la India véase Stoneman 67-90; un dato interesante sobre Alejandro lo aporta Schneider: marchó a la India con un ejemplar de la Ilíada establecido por Calístenes, sobrino de Aristóteles (289). Para las ilustraciones de dos manuscritos medievales de la historia de Alejandro véase Harf-Lancner, “From Alexander” 237-44. 4 Véanse Dihle, “The Conception” 90, Gil 94-95 y Le Goff, “L’Occident” 291 para más precisiones. Para los ríos Indo y Ganges véanse las descripciones de Estrabón (XV, 1, 13 y 35) y Plinio (VI, 65 y 71-72). El tercero corresponde al Adapis (Hidaspes) del Libro de Alexandre (LA 1987 b), el actual Jelem (Jhelum, Jhylum), en Pakistán, y afluente del Indo (véase Lecoq 77). Sobre los historiadores de la India y de Alejandro véase la crítica a todos ellos de Estrabón, quien los considera “mentirosos” (øåõäïëüãïé, (ψευδολόγοι, II, 1, 9); sobre Estrabón y la India véase Lach I, 13-14. Para el topos de la India como confín oriental del mundo véase Curtius 160-61. 5 “In the case of Asia, the term ‘India’ was very imprecise. A distinction between ‘India Major’ and “India Minor’ had already been made in classical writings, but from about the twelfth century no less than three different usages of ‘India’ were current: ‘Nearer’ or ‘Lesser’ India (roughly the northern part of the subcontinent of India as it is now understood); ‘Farther’ or ‘Greater’ India (which referred to the southern part of India and also to the regions farther to the east which would now be called South-East Asia and Indonesia); and finally ‘Middle’ India, which was often applied to Ethiopia, with all the further imprecision associated with that expression. ‘Middle’ India should probably be understood as meaning ‘Intermediate’ India or ‘on the way’ to India proper. Although the modern analogy of ‘Near,’ ‘Middle” and ‘Far’ East may help us to appreciate these different forms of ‘India,’ there is no doubt that ambiguity is inherent in any medieval writings that refer to India. It is equally significant that the classical and medieval varieties of ‘India’ prepared the way for the multitude of ‘Indies’ and ‘Indians’ that European observers conjured into being in the fifteenth and sixteenth centuries. As late as the eighteenth century, ‘Indians’ were still being found as European navigators explored the mysterious island of the Pacific” (Phillips, “The outer” 30-31; véase también The Medieval 192). Los nombres proliferan en las fuentes antiguas,
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las fronteras externas, tanto hacia el oeste, donde no hubo una demarcación definida entre India e Irán, como hacia el norte, constituido por regiones desconocidas para los autores griegos. En cuanto al este, India ocupaba el extremo oriental de la ecumene, según lo habían dicho ya Heródoto y Ctesias de Cnidos (fl. 398 a. de C.): más allá, sólo se encuentran desiertos de arena.6 Todos estos problemas se trasladan a los textos medievales. Tres Indias son también las que deslinda, con harta vaguedad, el Libro del Caballero Zifar: E dizen las estorias antiguas que tres Yndias son: la vna comarca con la tierra de los negros, e la otra comarca con la tierra de Cadia, e la otra comarca con la rigion de las tinieblas. Mas la Yndia primera que poblaron los gentiles es la que comarca con la tierra de los negros, e desta Yndia fue el Cauallero Zifar onde fue el rey Tared, que fue ende rey. (LCZ 95)7
En La flor de las ystorias de Orient se mencionan “India la Menor”, que designa una región limítrofe con el reino de los medos (FYO 60 = FHO 83), e “India la Mayor”, de “tierras desiertas et despobladas” (FYO 104 = FHO 116). Para Marco Polo, “India la Menor” es la provincia de Habetis o Abisinia (LMP 57= VMP 197) e “India la mayor” corresponde a la provincia de Mahabar, o sea la costa de Coromandel, en el sudeste de la India y sobre el golfo de Bengala como en la lista de denominaciones recogidas por Schneider: “Inde”, “Grand Inde”, “Petite Inde”, “Inde Ultérieure”, “Inde Citérieure”, “Inde Intérieure”, “Inde Extrême”, “Indiens dits Heureux”, “Inde Tripartite”, “Indiens Premiers et Indiens Seconds” (24-25). 6 Heródoto III, 98 y 106 y Ctesias de Cnidos F 45, 4; para los límites de la India según Estrabón véase XV, 1, 11. Véanse también Bercovici 225, Karttunen, India 7, 89, 157-60 y 231 y Lach I, 6-7. Sobre Ctesias de Cnidos como antecedente del “discurso colonial” véase Rossi-Reder 55-62 y Schneider 308-16, con respecto a la identificación entre India y Etiopía. Para las campañas de Alejandro en el entonces considerado extremo este de la ecumene véase Karttunen, India 57-59. Sobre los límites de la India véase también Gregor 11-12 y sobre las tres Indias, 15-16. Dichos límites fueron establecidos así: “Sed unde plane constent gentes, Hemodi montes adsurgunt Indorumque gens incipit, non Eoo tantum mari adiacens, verum et meridiano quod Indicum appellauimus. [...] usque ad Indum amnem, qui est ab occidente finis Indiae” (Plinio VI, 56); “In his finibus India est quae habet ab occidente flumen Indum quod Rubro mari accipitur; a septentrione montem Caucasum; reliqua ut dixi Eoo et Indico oceano terminatur” (Paulo Orosio I, 2, 15); “Haec a meridiano mari porrecta usque ad ortum Solis, et a septentrione usque ad montem Caucasum pervenit” (san Isidoro de Sevilla, XIV, III, 5); “India, que dura desde las montañas de Media fasta la mar de mediodia” (LT 61 a). 7 Este pasaje corroboraría el “realismo” de la obra, ya que, según González, establece “detalladas coordenadas geográficas e históricas” por lo cual “ni el espacio ni el tiempo de las estorias es tan fantástico y tan remoto” (74). Para la India en el Libro del Caballero Zifar véanse Castaño Navarro 2 y para sus divisiones y relaciones con los apóstoles, Harney, “The Geography” 209 y 213.
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(LMP 49 = VMP 174); pero, ante la vastedad del subcontinente, confiesa la imposibilidad de delimitarlo con precisión: Et otras cosas no hi ha que fagan a contar, car assaz uos auemos dicho de aquestas dos islas de India, es a saber, de Siamba entro ha Moriçi —que hi ha VIII regnos et clama se la India menor— et de la India mayor, que es Mahabar entro a Cascuniaran. Empero nenguno no puede de cierto comtar de todas las Indias —que mucho serie grant cosa— car segunt que auemos oydo dezir ha sauios mercaderos de aquestas encontradas [regiones] que ellos troban segunt lur mapa mundi, que en estas partes d’India ya XII mil DCC yslas entre grandes et chicas que son habitadas. (LMP 57 = VMP 196-97)8
Finalmente, debe considerarse qué imagen de la India llega, desde la Antigüedad, a la Edad Media española, porque de “imagen”, más que de realidades, se trata en las obras aquí estudiadas. Y no sólo en ellas: en la Edad Media en general, se encuentra más bien una imagen de la India (Indienbild) que una relación basada en la observación directa de la geografía del subcontinente, como lo observa Gregor desde el comienzo mismo de su libro.9 Hay que preguntarse,
8 La versión catalana omite “islas” y escribe “marinés” (‘marineros’) en vez de “mercaderos”. A las imprecisiones geográficas contribuyen las dificultades que se presentan a la hora de identificar los topónimos: en su edición, Nitti registra, para Siamba, Champa, en la costa occidental de Indochina o en el centro o sur de Annam; Moriçi es Telingana, al norte de Madrás; Mahabar es la costa de Coromandel; Cascuniaran es Mekran o Kij-Makran. En este libro se mantendrán los nombres y las transliteraciones de la edición de Nitti, indicando entre paréntesis las correspondencias entre los topónimos. Los problemas que presentaba la falta de un sistema de transliteración de lenguas no occidentales al latín o a lenguas vernaculares, junto con los errores debidos a la transmisión manuscrita, afectaron en general a todos los géneros y tipos de discurso medievales (Westrem 215-16). La difusión de la obra de Marco Polo no podía ser la excepción. Para la toponimia en persa de Il Milione y los problemas que se presentan en la identificación de ciertos lugares del libro véase Larner, Marco Polo 59 y 73; a las dificultades que presenta en relación con nombres de personas, lugares y objetos se refiere también Huang 263-64. A propósito de Marco Polo véanse también las siguientes indicaciones de Larner: “Asia, itself very often called simply ‘India’, was frequently subdivided into three parts, sometimes ‘Lower’, ‘Middle’ and ‘Upper India’, sometimes ‘Lesser’, ‘First’, ‘Greater India’, and so on. These terms signified different things to different authors, but normally comprised first Egypt with the Ethiopian Kingdom, second lands to the east including today’s subcontinent of India, imagined then as projecting hardly at all into the Indian Ocean but with the vast island of ‘Taprobana’ [Sri Lanka] lying off it, and finally ‘the lands beyond the Ganges’ (in which from the fourteenth century China came to be included)” (Marco Polo 9). 9 “Es wird hier nicht um ‘Indien’ selbst, sondern um ein ‘Indienbild’ gehen; wir werden uns nicht etwa mit indischer Geschichte oder mit den Verhältnissen dieses Landes im Mittelalter zu befassen haben, sondern eine indirekte Schau, die Betrachtung eines gleichsam von
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entonces, cuándo y cómo se va forjando esa imagen que la Antigüedad les va a legar a los siglos medios y sobre la cual se puede observar un consenso entre varios estudiosos, como Dihle, Gregor, Karttunen, Lach, Schneider, Whittaker, por ejemplo; sus conclusiones podrían resumirse, al menos en sus líneas más generales y sin adentrarse en todos los detalles de esta problemática, de la siguiente manera: en primer lugar, Karttunen señala que las campañas de Alejandro Magno (336-323 a. de C.) marcaron muy claramente un momento decisivo, entre un “antes” y un “después”, en el progreso del conocimiento que los griegos tuvieron de la India;10 esta imagen, consolidada en el período helenístico, es la que, en lo esencial, se transmitirá hasta bien entrada la Edad Media, con el único agregado del Paraíso Terrenal, situado en el Oriente.11 Para Whittaker, la imagen de la India entre los romanos también había quedado “congelada” en
einem Spiegel zurückgeworfenen Bildes soll unsere Aufgabe sein. Diesen Spiegel bildet das Denken und die Vorstellungskraft des mittelalterlichen Abendlandes” (Gregor 5). Esta obra —“the only general survey of the medieval idea of India”, según Karttunen (“The Country” 48, nota 17)— contiene en un apéndice una lista de las fuentes medievales, incluyendo, en algunos casos, traducciones de los textos pertinentes (93-99); sobre las fuentes véase también 8-9. Sobre la visión medieval de Asia véase asimismo Lach I, 20-30 [“The Medieval View of Asia (300-1300)”]. 10 Karttunen, India 89-94, 109, 118, 145, nota 26, y 158; véase también Karttunen, “The Country” 48-52, Lach I, 7-9 y Romm, “Belief” 130. “Certainly, it was the dominating part Alexander played in any kind of literary tradition that prevented his India from being transformed into the India of contemporary reality. His Indian expedition excited people’s imagination more than any other of his achievements, and, moreover, it was due to those accounts that India became the country of the most ancient philosophy. India’s literary dignity entirely depended on Alexander and his campaign, and that is why later information, arising from increasing commercial intercourse and utilized by scientists, was never admitted into the literary tradition. Moreover, early Hellenistic India was protected by Eratosthenes’ authority, whose geography was to influence both science and literature, since it comprehended ethnographical description and mathematical research” (Dihle, “The Conception” 94). También Jaime Alvar estudia en su artículo la influencia decisiva que las expediciones militares de Alejandro Magno tuvieron en el conocimiento de Oriente y en el desarrollo de las técnicas militares. Hay que agregar el testimonio de Plinio, quien subraya el ansia de conocimiento del reino animal por parte de Alejandro y la información que le hizo llegar a su maestro Aristóteles para que éste pudiera componer su obra en cincuenta volúmenes: “Alexandro Magno rege inflammato cupidine animalium naturas noscendi, delegataque hac commentatione Aristoteli, summo in omni doctrina uiro” (VIII, 44). Debe recordarse también que Alejandro Magno fue contemporáneo de aquel otro explorador de las regiones árticas, Piteas de Massalia [Aujac, “L’île” (1988) 329]. 11 “The impact of Alexander’s pothos [ðüèïò, [πόθος, ‘deseo de algo alejado o ausente’] on later writers was immense; the main lines of European knowledge of India and the east were fixed for nearly 2,000 years by what he discovered and his historians recorded” (Stoneman 69); “The medieval picture of India came from many sources.What was more or less real
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tiempos helenísticos, más precisamente en el siglo III a. de C.12 En la Edad Media, la dominación musulmana en el Cercano Oriente va a conspirar contra un conocimiento directo de la India (y, en general, de Asia), por lo cual no cabe esperar que en los textos de la España medieval pueda encontrarse una imagen del continente que refleje las realidades contemporáneas. Todos estos factores prolongan la dependencia de los autores clásicos por parte de los escritores medievales, que conservan de esta manera la imagen recibida de un Oriente en el que, gracias a su superficie, riqueza y clima, todo era posible.13 India era, como lo confirmarán luego los textos medievales, una región de la ecumene de una enorme diversidad étnica, cultural y lingüística y de una superficie y extensión tan desmesuradas que podía extenderse hasta la Etiopía occidental o africana. Y, por lo mismo, podía suscitar en los europeos, como dice Bercovici, una vasta gama de actitudes, que van del “temor”, asociado con los “mitos”, a la
information was mostly from Pliny, often through the agency of Solinus. The geographers of late antiquity contributed their share, mostly by selecting from the more detailed information of their predecessors. The only new feature in their India was its situation next to the Garden of Eden. The Ganges had been identified with the Phison, one of the rivers of Eden, by Josephus and later the idea became universal in Christian geography. Paradise itself was situated either in easternmost Asia or next to Taprobane [Sri Lanka], which actually was sometimes considered the eastern end of the world” (Karttunen, “The Country” 48-49). Sobre el Paraíso Terrenal véanse Gregor 12-14 y todo el libro de Scafi. 12 “In all the four hundred years of Roman-Indian relations, it was as though the clock had stopped in the third century B.C., where the hands had been set by Hellenistic historians and geographers —the followers of Alexander the Great, Megasthenes the Seleucid ambassador who is said to have gone to the court of Chandragupta, and the geographer of Alexandria, Eratosthenes” (Whittaker 15); coincide con esta afirmación Dihle, “The Conception” 91, 94: “So we may conclude that —according to the standards of literary tradition in the time of the Roman empire— India was to all intents and purposes the country Alexander subjugated and Megasthenes lived in, and nothing else” y 96-97: “... the image of India in the literary and philosophic tradition had been definitively shaped in the Early Hellenistic period”. Para la visión de la India y del Oriente en general en la poesía latina véase el artículo de André (dos Etiopías, fuentes del Nilo, etc.). 13 “Der Zusammenbruch der Reichseinheit und das ihm folgende Erstarken des Islam, der sich des vorderen Orients bemächtigte, unterbanden alle Voraussetzungen für einen weiteren Verkehr zwischen dem europäischen Raum und Südasien. Der schreibende Mönch, der gelehrte Abt, sie waren in ihrem Wissen über diesen Teil der Erde auf das angewiesen, was die antiken Autoren erzählten. Und von diesen oft kuriosen Berichten angeregt, wurde in ihrer Vorstellung Indien zum Wunderland schlechthin, in dem dank seiner Größe, seines Reichtums und des fruchtbaren Klimas alles möglich war, was sich auf dieser Welt denken läßt” (Gregor 5); para las rutas hacia la India en la Antigüedad véase Gregor 19-22. Para la India en el período correspondiente, desde el punto de vista cronológico, a los textos que se estudian en este capítulo véase, por ejemplo, Asher y Talbot 25-52 (“The expansion of Turkic power, 1180-1350”), con el establecimiento y expansión del Sultanato de Delhi.
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“curiosidad”, basada en un espíritu “científico”, y de la “tentación” al “rechazo” o de la “admiración” a la “repulsión”.14 En esta multisecular transmisión de conocimientos, varios estudiosos le han asignado a Plinio un lugar especial: Dihle piensa que en la Historia natural se combinan fuentes helenísticas —siguiendo casi enteramente a Megástenes (ca. 303 a. de C.) y Eratóstenes (ca. 275-194 a. de C.)— con informaciones contemporáneas;15 Gregor compara la obra de Plinio con un “puente” entre Grecia y Roma y entre Grecia y la Edad Media; para Karttunen, esta última se basa sobre todo en Solinus (fl. ca. 230/240 d. de C.); Le Goff atribuye a la “autoridad científica” de Plinio la difundida imagen de un Oriente repleto de maravillas; Whittaker nota cómo en el autor romano se mezclan miracula y monstruos de la época helenística con informaciones actuales sobre los vientos, las rutas de navegación a la India o el valor del coral, a medio camino entre los poetas y autores helenísticos, por un lado, y los escritos técnicos o científicos derivados de la experiencia práctica de navegantes o comerciantes, por otro.16 Pero en lo que concierne a la visión alfonsí de la India, por ejemplo, el relato de las campañas de Alejandro Magno se deriva del original latino de la Historia de Preliis (Recensión J²) del arcipreste León de Nápoles (siglo X).17 En esta redac-
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“Par conséquent, l’Inde appartient aux domaines du mythe et de la science qui se côtoient et s’ interpénètrent au 13ème S. Il semble que l’on puis se définir deux attitudes à la fois contradictoires et complémentaires: l’Occident a peur de l’inconnu, mais la curiosité le pousse toujours vers l’étranger. C’est la peur que va développer le recours constant aux mythes, alors que la curiosité conduira les esprits à une vision plus ‘scientifique’ de la réalité” (Bercovici 226; subrayados de Bercovici). 15 Para las fuentes utilizadas por Plinio sobre la India y Taprobana véase Healy 43-45. Sobre Plinio y la ciencia geográfica durante la época imperial véase Dihle, “Plinius”. 16 Dihle, “The Conception” 93, Gregor 6, Karttunen, “The Country” 48, Le Goff, “L’Occident” 285, Whittaker 15-16. El conocimiento de la India depende, entonces, de la realidad vivida por los viajeros y misioneros y del “mundo de los libros” de las culturas griega y latina (Bercovici 225). 17 Para la Historia de Preliis, la novela del Pseudo Calístenes, sus recensiones y traducciones, la historia del arcipreste León, la recensión J² y su traducción española véase la introducción de González Rolán y Saquero Suárez-Somonte a su edición de La historia novelada de Alejandro Magno (9-34); para la leyenda de Alejandro en las Españas cristiana y musulmana véase Stoneman 157, 193, 208 y 242. Para Alejandro en la literatura latina de la Baja Antigüedad véase el trabajo de Callu y para la novela de Alejandro en la Edad Media véanse Gil 61-62 (para la India “como escenario de novela” véase 100-04), Gregor 24-32 y 44-47 (sin mención de la versión alfonsí), Harf-Lancner, “Alexandre”; Lecoq 63-68, Lida de Makiel, “La leyenda”, especialmente 176, nota 9, y 177-97; López Estrada 10-12, Marcos Marín 13-21, Punzi y Santana Henríquez 17 (Libro de los doce sabios). Para Alejandro en la Divina comedia y en otras obras medievales véase Schildgen 95-99. De la vasta bibliografía consagrada al Alejandro medieval véanse (la lista no es exhaustiva, ni mucho menos) los
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ción no se advierte ninguna influencia apreciable de Plinio (cuya obra, como se ha visto en los capítulos precedentes, fue muy aprovechada en otras partes de la General Estoria), ni tampoco de Paulo Orosio, quien, por cierto, le dedica a la geografía del subcontinente muy pocas líneas. Y lo mismo sucede con otras obras de la España medieval que se ocupan de Asia y de la India.18 En la literatura española medieval, la visión del Oriente, y en especial de lo que en la Edad Media se designaba como la “India”, se encuentra en la narración de las conquistas de Alejandro Magno contenida en el Libro de Alexandre y en la cuarta parte de la General Estoria, en obras de carácter enciclopédico, como la Semeiança del mundo y el Libro del tesoro de Brunetto Latini, y en la literatura de viajes, como las versiones aragonesa y catalana del libro de Marco Polo y la aragonesa de los Travels de John Mandeville.19
estudios publicados por Harf-Lancner, Kappler y Suard, los volúmenes editados por Aerts, Hermans y Visser, por Maddox y Sturm-Maddox (para la Francia medieval) y por Noble, Polak e Isoz, además de Casas Rigall, “Introducción” 9-13 (con bibliografía adicional en 89110) y Gosman, para la literatura francesa del siglo XII. Sobre la imagen de Alejandro en los mapamundis medievales de los siglos XII y XIII véase el estudio de Lecoq. Para la relación entre el Libro de Alexandre y sus fuentes principales (Alexandreis de Gautier de Châtillon, Roman d’Alexandre, Historia de Preliis) y parciales véase Arizaleta 58-80 y Casas Rigall, “Introducción”13-17. Stoneman 199-216 (siglos XII-XV) resume así la extensa difusión y extraordinaria variedad de formas de la leyenda y la imposibilidad de abarcarlas en su totalidad: “The legendary material is vast and a lifetime would not be sufficient to explore it completely, or even to acquire the languages in which it is purveyed, which range from Icelandic to Malay and from Spanish to Mongolian, as well as the core texts in Greek, Latin, Syriac, Armenian, Hebrew, Persian and Arabic. (Fortunately, almost all the versions have been translated into at least one modern language). The picture that emerges is of an Alexander who is able to absorb the colour of the world around him (from jihadist Islam to crusader Christianity) and to be a bearer of meaning for pagan philosophers and Jews to boot. The religious categories are not accidental. This Alexander faces questions —how to live, why we die— which will never have a final answer. He can speak for Everyman” (3). 18 Las semejanzas entre el relato alfonsí y la obra de Plinio se indicarán en cada caso y en cuanto a Paulo Orosio, su descripción de la India se limita a lo siguiente: “In his finibus India est quae habet ab occidente flumen Indum quod Rubro mari accipitur, a septentrione montem Caucasum; reliqua ut dixi Eoo et Indico oceano terminatur. Haec habet gentes XLIIII, absque insula Taprobane quae habet decem ciuitates et absque reliquis insulis habitabilibus plurimis” (I, 2, 15-16). 19 Sobre Marco Polo véase Lach I, 34-38. A estas obras se les pueden agregar otras, El Victorial de Gutierre Díaz de Games, de principios del siglo XV, por ejemplo. El capítulo segundo, “El segundo fue Alexandre Almaçedón: cómo vençió a Darío, rey de Media e de Persia, e a Poro” (176-82), se basa en el Libro de Alexandre y su “modelo biográfico”: véanse Beltrán, “Alejandro” e “Introducción” 103-04 y Marcos Marín 23. Casas Rigall edita tres pasajes del Libro de Alexandre en El Victorial (“Excerpts”) y Severin y Sharrer estudian y editan otros fragmentos de una obra en prosa perdida del siglo XV sobre Alejandro Magno.
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De Mandeville a Mandevilla Mención aparte merecen estas dos últimas obras, porque en ambas la visión del continente asiático no se limita a la India, sino que abarca otras regiones, sobre todo las que se extienden hacia el norte y al este, ya hacia los límites orientales del mundo, incluyendo Tíbet, Mongolia, Catay (norte de China) y los dominios del Gran Kan y del preste Juan, como se verá más adelante.20 Con respecto a Mandeville, su obra, en cuanto a su forma y contenido, representa una novedad de tal importancia en Europa (y en España, gracias a la traducción aragonesa) que merece un excursus sobre los principales problemas que plantea su libro. ¿Fueron sus viajes reales o imaginarios?, ¿es su libro el testimonio de un viajero que efectivamente recorrió Egipto, Tierra Santa, el Oriente, o es su relato el resultado de una amalgama de fuentes escritas, confeccionada en su estudio, obra en definitiva “deshonesta” y salida de las manos de un “plagiario” y un “impostor”?21 Es éste uno de los problemas que más se ha debatido en relación con los Travels pero, por supuesto, no el único: su imago mundi, el género literario de su libro, el autor mismo y su identidad y la situación de su obra en el desarrollo de los conocimientos geográficos, entre otras muchas cuestiones, han sido objeto de examen y controversia entre los lectores y estudiosos a lo largo de varios siglos y ya desde la primera difusión de sus manuscritos. Sería imposible, e innecesario, reseñar exhaustivamente todas estas cuestiones y menos aún recorrer la vasta bibliografía dedicada a Mandeville, pero sí al menos hay que tener en cuenta varias de ellas para situar mejor a la versión aragonesa en el contexto más amplio de la tradición y transmisión textual europea de la obra y calibrar mejor no sólo en qué medida el Libro de las maravillas del mundo, tal como se conserva en el manuscrito escurialense M-III-7, representa también una novedad en las letras ibéricas, sino también determinar qué lugar ocupa en el corpus de textos geográficos, históricos, enciclopédicos y literarios estudiados en este libro. Como queda apuntado, imposible es ocuparse de toda la bibliografía y de los múltiples problemas que suscita el texto de Mandeville; pero, para ofrecer al menos un tratamiento 20 Para la visión de Catay en los siglos XII y XIII véase Lach I, 30-48 [“The Revelation of Cathay (1240-1350)”]. 21 Para Mandeville como supuesto “plagiario” véanse Bennett 2, 4 y 49 y Higgins 12-13 y la condena de Gil: “Al igual que la moneda mala suplanta a la buena, las relaciones de Marco Polo y fray Odorico de Pordenone, tan leídas e influyentes, se vieron desbancadas por una excelente superchería. En efecto, no otra cosa sino un descarado plagio de Marco Polo, de Guillermo de Rubruc y sobre todo de Odorico de Pordenone fue el amenísimo libro de Juan de Mandeville, en cuyo relato se dieron cita todas las fábulas habidas y por haber y a cuya autoridad prestaron máximo e inmediato crédito sus contemporáneos” (117).
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que, aunque mínimamente, ayude a leer y situar mejor la versión de Fernández de Heredia hay que recurrir, ante todo, a los estudios de Bennett, Deluz y Higgins y, para los fines más específicos de este resumen, al estudio preliminar de Rodríguez Temperley a su edición del Libro de las maravillas del mundo, guía ésta principal e imprescindible para los párrafos que siguen. Y entre los varios temas que plantean Mandeville, y Mandevilla, hay que referirse a la imagen del mundo de su libro, al tipo de discurso en que se lo ha incluido y al lugar que le cabe como autor (¿de transición?) entre la Edad Media y la modernidad.22 El orbe de Mandeville, sostiene Deluz, es un monde élargi: Ainsi se précisent peu à peu les contours d’une géographie à la fois proche et éloignée de la nôtre. Se dessine aussi une image du monde, inspirée de celles des prédécesseurs et contemporains, mais marquée de traits originaux. Un tel renouvellement ne saurait surprendre en ce milieu du XIVe siècle où, depuis le grand ébranlement de l’irruption mongole et les émerveillements des voyageurs parcourant l’Asie à partir des années 1250, l’idée s’imposait avec une force grandissante que le monde était plus vaste qu’on ne le pensait, la Chrétienté n’en occupant qu’une bien modeste
22 De los Travels de John Mandeville, escrito en anglonormando en 1356/1357, se conservan doscientos cincuenta manuscritos, repartidos en tres redacciones, insular (o anglonormanda), de Lieja y continental (o de París), a la cual pertenece la versión aragonesa. El manuscrito más antiguo de la redacción continental data de 1371, mientras que el único de los Travels conservado en España, el escurialense M-III-7, se fecha en el último tercio del siglo XIV: véanse el estudio preliminar de Rodríguez Temperley a su edición (texto y contexto, autor, tradición manuscrita, etc.) y Gómez Redondo II, 1831-33; las aclaraciones lingüísticas al texto de Mandevilla, indicadas entre corchetes ([ ]), proceden del glosario de esta edición. Y, salvo indicación en contrario, todas las identificaciones entre los topónimos del Libro de las maravillas del mundo y sus correspondencias modernas se basan también en la edición de Rodríguez Temperley. La bibliografía sobre los Travels es muy extensa, pero para John Mandeville y Juan de Mandevilla ténganse en cuenta, por lo menos, las siguientes referencias bibliográficas: a) manuscritos y difusión manuscrita: Bennett 263-334, Deluz, Le Livre 3, 20, 25-30, 271-78, 370-82 y 416-19 y “L’originalité” 16-18; Higgins 6-7, Rodríguez Temperley LXXII-LXXIV y LXXXVIII-XCII y Seymour, Sir John 3-5 y 38-49; b) ediciones: Bennett 335-85, Deluz, Le Livre 278-82 y 420-21; Entwistle 254, Rodríguez Temperley CXIII-CXXIV y Seymour, Sir John 50-56; c) fuentes: Bennett 16, 20-38; Deluz, Le Livre 39-72 y 428-92; Higgins 9-10, Rodríguez Temperley XIX-XX (con indicaciones bibliográficas en XX, nota 12) y Seymour, Sir John 8-10 y 18-20; d) recepción y difusión en España: Bennett 220, 241-42 y 383-85; Deluz, Le Livre 272, 275, 277, 279, 281, 301, 309 y 319; Entwistle, Pérez Bosch 321, Rodríguez Temperley LXXV-LXXX y Röhl 174-78; e) Mandevilla en los estudios literarios peninsulares: Rodríguez Temperley XX-XXIV. Röhl resume así la filiación de los Mandevillas peninsulares: la traducción aragonesa pertenece en su mayor parte a la redacción continental, los extractos en catalán, a un modelo insular y los textos castellanos (en versiones impresas del siglo XVI), a una combinación de ambas versiones, la continental en la primera parte, la insular en la segunda (175).
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partie et toutes sortes d’autres peuples et d’autres cultures restant à découvrir. Alors se posaient avec une acuité nouvelle les questions de l’étendue des terres habitées, de l’existence d’Antipodes, des possiblités de’aller au delà des bornes du monde, colonnes d’Hercule et ‘bornes Artus’” (Deluz, Le Livre XV).
Extenso párrafo, pero que hay que citar porque aquí se enumeran varios de los temas a tener en cuenta para los análisis del Mandeville aragonés: la proximidad y lejanía de su geografía con relación a la del mundo actual; su originalidad; el “ensanche” (élargissement) del mundo por obra de las invasiones mongolas y los viajes que tienen lugar a partir de las mismas fechas en que Alfonso X asciende al trono de Castilla, pero que no influyen en su obra; la existencia de otros pueblos, sobre todo en Oriente, de los que muy poco se sabía en tiempos del Rey Sabio y de los cuales la imagen que se conservaba no provenía de testigos oculares, sino de las auctoritates antiguas (Plinio, por ejemplo) y de obras medievales (las leyendas de Alejandro Magno, por citar un solo caso); la renovación, sobre otras bases y presupuestos, sobre todo a partir de las experiencias de los viajeros que efectivamente recorrieron esas regiones, de viejos problemas como la extensión y habitabilidad de la ecumene y la existencia de las antípodas, entre otros.23 El mundo, en efecto, es más vasto de lo que solía creerse y no se centra ya en el Mediterráneo, ni, por lo tanto, es ya exclusivamente eurocéntrico, según lo postulaba la ecumene antiguo-medieval, a la que todavía se adhería, por ejemplo, Brunetto Latini.24 Pero este “ensanchamiento” del orbe no es sólo espacial, sino que traza también un nuevo aspecto de la humanidad: los antiguos ni han visto, ni dicho todo, ni su geografía humana tiene la riqueza de Mandeville y otros autores, beneficiarios éstos de los progresos de la geografía en el siglo XIV.25 ¿Viajó efectivamente John Mandeville, o Jehan de Mandeville, quienquiera que fuese el portador de estos nombres?, ¿existió realmente una persona así lla-
23
Para el contexto histórico en que escribe Mandeville véase Bennett 17-20 y 69-72. Sobre su libro puede verse también Edson, The World 104-09. Sobre los avances mongoles en Europa en los siglos XIII y XIV véase también Lach I, 30-32. 24 Véase Deluz, Le Livre 109, 170 y 123-24. Para este monde élargi a partir del siglo XIII véanse más precisiones en Deluz, Le Livre 114-21. El despliegue de este mundo, en gran parte “nuevo” para la Europa medieval, obliga a conocer otras culturas y lenguas, uno de los varios motivos por los cuales Mandeville habría incluido varios alfabetos en su libro (Rodríguez Temperley LIX); para este tema véase también el artículo de Kupfer. Para Higgins, esta ampliación del horizonte geográfico constituye la principal innovación de Mandeville, en lo cual se le anticipó el autor del Libro del conoscimiento de todos los reinos (124 y 284, nota 1). 25 Véase Deluz, Le Livre 262, 363, 316 y 144.
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mada?26 Interrogantes que aquí sólo cabe recordar, sin ánimo, por supuesto, de resolverlos, porque frente a este espinoso y arduo problema se tiene toda la gama de respuestas imaginables: desde quienes niegan la existencia misma de Mandeville y la realización de sus viajes hasta los que se inclinan a pensar que el autor de los Travels recorrió, si no todas, al menos algunas regiones de las que trata en su libro. De este parecer son Bennett y Deluz.27 Cuando de John Mandeville se trata, todo, o casi todo, queda sujeto a debate, no sólo la identidad del autor y el carácter imaginario o real de sus viajes, sino también el género literario al que pertenecería su obra, por tantos motivos tan singular, si no única, en la Edad Media europea e ibérica. Determinar el carácter del libro depende en gran medida de si en sus páginas quedan, o no, registrados los pasos de alguien que haya recorrido en persona los lugares men26
Para la identidad de John Mandeville véanse, entre otros, Bennett 3-5 y 89-216; Deluz, Le Livre 20-24; Higgins 51-53, Larner, “Plucking”; Lemarchand, Manuel Cuenca 22-23, Phillips, The Medieval 198-99; Rodríguez Temperley LXV-LXXII (con una reseña de las más variadas hipótesis sobre el autor del libro y su nacionalidad) y Seymour, Sir John 13 y 11-15 y “More Thoughts”. Recientemente, se ocupó también de este problema Michael J. Bennett, quien defiende la tesis de que la obra fue escrita originalmente en anglo-francés y en Inglaterra. 27 Véase Bennett 24, 54, 56 y 68 sobre la posibilidad de que Mandeville haya viajado efectivamente y recogido in situ algunos materiales para su libro; contra esta hipótesis véase Seymour, Sir John 1 y 16-17. Para todos estos temas véase también Deluz, Le Livre: Mandeville no existió (17), ni viajó (XIII); el estudio de las fuentes arroja dudas sobre la realidad de sus viajes (14) y el libro habría sido escrito basándose únicamente en fuentes librescas (365). A este problema le dedica Deluz considerable atención en su estudio: para más de un pasaje, Mandeville fue “su propia fuente” y, como “testigo ocular”, critica alguna vez sus fuentes, menciona por primera vez costumbres o lugares que serán retomados por viajeros posteriores y registra testimonios de una tradición oral recogidos en los lugares mismos, como Egipto o Siria: véase 59-62 (“La mémoire du témoin”) y 185, nota 68, 217, 219, 338, 341, 343 y 345-52; véase también 147: “‘Or orrez en nom de Dieu le glorieux, Qui veult aler oultre mer, il puet aler par pluseurs chemins’ [ed. M. Letts 231]. Ainsi s’ouvre, après le prologue, le premier chapitre du Livre, annonçant une oeuvre faite avant tout sur le terrain, le bâton à la main et non dans le refuge de quelque ‘librairie’”. Faltando los primeros folios del manuscrito escurialense, Rodríguez Temperley transcribe 1r-8v del Ms. BNP, Fonds Nouv. Acq. 10723 y 2v-7r de la edición de Valencia (Jorge Costilla, 1521), en los cuales se lee así el pasaje aducido por Deluz: “Or erres en nom de Dieu qui veult aler oultremer Il puet [aler] par plusieurs chemins et par mer et par terre selon les parties dont il mouuera dont li plusieurs tournent tous a vne fin”; “En el nombre dios todo poderoso. quien quiere yr a vltra mar: puede yr por muchos caminos: o por mar: o por tierra segun las partidas donde el estuuiere” (207). También Manuel Cuenca (23-24) y Rodríguez Temperley (LXII, LXIV y LXV) tratan del carácter “ficticio” del libro; esta última recoge las sugerencias de Deluz de que algunas “leyendas” pudieron haber sido recogidas en el lugar por Mandeville mismo (XXIX, XXV, XXVII, XXVIII, XXIX y XXXI). Sobre la posible dependencia de Mandeville de un mapamundi véase Pérez Bosch 317 y 319.
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cionados, como lo hará Pero Tafur en el siglo siguiente. Si la respuesta fuera afirmativa, quedarían menos dudas de que se trata de un libro de viajes, basado en las experiencias reales de un viajero no menos real.28 Pero las vacilaciones a la hora de clasificarlo en las bibliotecas europeas abundan: ¿roman, relato de peregrinación, relato de viaje?;29 ¿crea Mandeville un nuevo tipo de narración, como piensa Bennett?30 Siendo tan variadas las posibilidades genéricas (“relato de peregrinación” o “de viaje”, “itinerario”, “libro de maravillas”, “gesta”), la respuesta habría que buscarla en la obra misma;31 y de allí concluye Deluz que el Libro, en esto también, se encuentra en una encrucijada genérica, en una transición que abarca no solamente la forma y estructura de la obra, sino también su contenido y orientación.32 Y esta encrucijada de textos y géneros se complica más todavía si se tiene en cuenta que en los libros de Mandeville y Mandevilla coexisten muchos registros discursivos, entre ellos, el piadoso, el científico, el antropológico, el didáctico o moralizante, la aventura, la leyenda, el milagro, las vidas de santos, el acontecimiento histórico, la descripción geo-
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“La principale différence entre Mandeville et ses prédécesseurs réside dans la place première réservée, non à la seule culture livresque, mais à l’expérience, aux récits des voyageurs, signe des temps, dans una société qui a vu s’ouvrir devant elle au-delà des routes traditionnelles vers les rives orientales de la Méditerranée, les chemins jusque là inexplorés de l’immense Asie” (Deluz, Le Livre 59); el libro de Mandeville es una síntesis entre “cultura libresca” y “experiencia de los viajeros” (Deluz, “L’originalité” 13-14); “Mandeville was trying to write a new kind of work, a summa of travel lore which combined the authority of learned books and guidebooks with the eyewitness manner of pilgrim and travel writers; combined the pilgrimage to the Holy Land with the missionary or mercantile voyage into the Orient; and combined the curious and vicarious intentions of some such works with the thoughtful and devotional intentions of others” (Howard 58). Mandeville puede ser considerado, según Campbell, el “padre de la literatura moderna de viajes” (149). Libro de ficción lo considera Larner: “What is here instead is a cheerful, exotic travel-fiction with lots of marvels and good stories, plus public-spirited, efortless uplift. [...] Here is a work of escapism, which flourishes on unreality. It is just the thing to take one’s mind off the Hundred Years’ war, if only for a few hours” (“Plucking” 144). Por esta razón —continúa Larner— Mandeville, aunque pudo haber conocido el libro de Marco Polo, no lo tiene en cuenta, ya que hay en éste una tendencia a disminuir lo maravilloso y presentar lo real. 29 Véase Deluz, Le Livre 288, 290 y 294. 30 Véase Deluz, Le Livre 351; por su parte, opina Bennett: “Mandeville is neither a plagiarist nor a ‘forger’, but the creator of a romance of travel, a field in which he holds his place with the best” (53). 31 Véase Deluz, Le Livre 31-37. 32 “Ainsi, tant par le langage que par la composition, l’oeuvre de Mandeville semble se situer à mi-chemin entre les récits de voyage et de pèlerinage, qu’elle reprend, mais en s’en écartant de façon notable, et les Images du Monde qu’elle tente de renouveler” (Deluz, Le Livre 36).
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gráfica y urbanística...33 Y, en fin, especial mención también merece el libro en su relación con el saber enciclopédico medieval.34 Como quedó apuntado en la introducción, a propósito de John Mandeville, Deluz planteó el problema de la existencia de una “geografía”, proponiendo que su libro habría sido el primer tratado geográfico compuesto en el Occidente medieval, si bien esta ciencia carecía de un nombre que la identificara como un dominio epistemológico independiente, pero claramente postulado ya en esta obra. Y al carácter geográfico de este libro (y del de Mandevilla) contribuyen también otros dos rasgos notados por Deluz: la ausencia de un “yo” en la mayor parte del libro o, lo que es lo mismo, las escasas referencias al autornarrador a lo largo de sus páginas;35 y el empleo de un vocabulario geográfico, con las nociones que éste implica, su nomenclatura y los conocimientos que supone.36 En fin, la obra de Mandeville aspira a la autonomía y a sintetizar una geografía “teórica” y otra “vivida”.37 33
Esta lista de registros, propia de los libros de viajes (“encrucijada de textos”), se encuentra en Rodríguez Temperley XVI: prácticamente todos ellos se hallan en el Libro de las maravillas del mundo. “Los libros de viajes se inscriben dentro de la misma condición en tanto mezcla de discursos, lo cual los hace participar de las características de cada uno sin llegar a pertenecer en su integridad a alguno de ellos. Por ello es que la clasificación del género se hace tan difícil, ya que en muchos casos no es posible afirmar que se trata exclusivamente de una peregrinación, o de un tratado geográfico, o de un relato de viaje, o de una enciclopedia popular, aunque lo son en cierta forma, en la medida en que comparten elementos con cada uno de estos registros” (Rodríguez Temperley XVII). 34 Para la relación entre las enciclopedias con los relatos de peregrinaciones a Tierra Santa y los libros de viajes véase Rodríguez Temperley XLIX-LIV. 35 “Dès lors, le titre de Voyages était-il bien adéquat pour un tel ouvrage? Il ne s’est imposé que tardivement à ce que Mandeville avait simplement appelé ‘livret’. En fait, mises à part quelques rares incises, l’auteur est absent d’un oeuvre où le ‘je’ des récits de voyage utilisés disparaît, de même que les journées, le calendrier de l’itinéraire. N’était-on pas plutôt ici devant une description de la terre, une géographie?” (Deluz, Le Livre XIV); véase Deluz, Le Livre 4-6 para las referencias a sí mismo que Mandeville incluye en su relato. En otros casos, Deluz nota una “despersonalización” de las fuentes empleadas por Mandeville, cuyo discurso no es ya el de un misionero o un peregrino, sino el de un geógrafo (Le Livre 84). Siendo su discurso científico “impersonal” y “objetivo”, se puede dudar en llamar a su libro “de viaje” cuando incluye pasajes en los cuales Mandeville reescribe a su fuente pasando de “lo anecdótico a lo científico”, esto es, de relatos personalizados y datados a formas impersonales e intemporales (Deluz, Le Livre 34-35 y 81). 36 Véase Deluz, Le Livre 98; para un estudio del lenguaje geográfico de Mandeville véase Deluz, Le Livre 127-32 y el anexo II (383-98). 37 “Au total, on peut donc dire que le vocabulaire de sire Jean, dans sa nature, comme dans sa répartition, tant dans le genre des mots que dans les domaines qu’il couvre, occupe une sorte de position moyenne. [...] On a vu dans le détail qu’il se range parfois parmi les encyclopédistes, plus souvent parmi les voyageurs, à la recherche sans doute d’une synthèse, d’un point
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Con todos estos presupuestos, aquí reseñados en apretadísima síntesis, se puede apreciar mejor el puesto que le corresponde a Mandeville en el desarrollo de las ciencias y del saber medievales. En esto, como en todo lo que precede, la guía de Deluz sigue siendo indispensable. En ningún sentido es fácil encasillar a Mandeville y mucho menos de una manera que lo deje al abrigo de la controversia, sobre todo si se insiste en considerarlo solamente o como un autor “medieval”, o “moderno”, o de “transición” entre dos épocas históricas. Las mismas vacilaciones que a veces se notan en Deluz, una vez reunidas y confrontadas varias observaciones dispersas a lo largo de su estudio, atestiguan lo problemático que resulta describir el mundo de Mandeville, perfilar el contexto cultural y científico en que compuso su libro, diseñar la imago mundi que allí propone y calibrar el carácter mismo de su discurso y su vocabulario. El mundo de Mandeville es el del siglo XIII y comienzos del XIV, es decir, de una época en que cronológicamente quedan comprendidas la mayoría de las obras estudiadas en este libro. Más precisamente, sostiene Deluz, es un mundo que abarca el Mediterráneo oriental, el Próximo Oriente, Asia y las “islas de la India”, con exclusión de Europa occidental y el continente africano (exceptuado Egipto); ya no es, por lo tanto, un mundo eurocéntrico como el del Libro del tesoro de Latini, pero tampoco es el de la circunnavegación de África, anunciada en el Libro del conoscimiento de todos los reinos, si bien se lo describe con ayuda de una toponimia en gran parte “moderna”.38 El libro de Mandeville sólo podría haber sido escrito en el contexto de los avances hechos por la geografía durante el siglo XIV: un orbe mejor conocido, más precisión en las localizaciones, considerables progresos en geografía humana (sobre todo en los dominios político y económico), una mayor apreciación de la riqueza y belleza del mundo y una mirada sobre éste más optimista y más atenta, de todos estos rasgos participa el libro de Mandeville.39 En la imago mundi de Mandeville (y Mandevilla) se combinan dos visiones, una “tradicional” y otra “renovada”: a la primera, junto a “audaces innovaciones”, corresponde un “arcaísmo”, presente en esas montañas de enormes altitud’équilibre entre géographie théorique et géographie vécue, à la recherche aussi d’une géographie qui prendrait son autonomie par rapport au ‘monde’ sans en être tout à fait séparée” (Deluz, Le Livre 134); sobre estas dos vertientes de la geografía medieval (la “teórica”, de las “imágenes del mundo”, y la “vivida”, de los relatos de viaje o de peregrinación) véase también Deluz, Le Livre 101. 38 Así se presenta, en sus líneas más generales, el mundo de Mandeville; para más precisiones véase Deluz, Le Livre 170; para las diferencias entre Mandeville y el Libro del conoscimiento de todos los reinos véase Deluz, Le Livre 36: en este último, África es más importante y su autor se adhiere en su relato a un itinerario; véase también Deluz, Le Livre 206. 39 Véase Deluz, Le Livre 144.
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des, en las rutas trazadas hacia Jerusalén, en el papel salvífico y escatológico de esta ciudad, en el Paraíso Terrenal cerrado y prohibido para siempre;40 la segunda, como quedó indicado en un pasaje de Deluz aducido páginas atrás, se debe tanto a las invasiones mongolas como a los relatos de los viajeros que comienzan a recorrer el Oriente en la segunda mitad del siglo XIII; y a ella contribuye asimismo el haber “resquebrajado” la concepción antigua de los climata.41 El vocabulario geográfico de Mandeville, al que se aludió párrafos atrás, participa también de este carácter bifronte de su libro, todo lo cual dificulta bastante la tarea de quien aspire a una caracterización nítida de obra tan singular. Por un lado, afirma Deluz, allí se ofrece la última imagen del mundo antiguo que la Edad Media les transmite a los tiempos modernos;42 pero, por otro, Mandeville es también “precursor” de una nueva geografía y “pionero” cuando trata de la circunnavegación del planeta;43 pero, ¿se lo puede considerar como un “prehumanista” y a su mapamundi como “profético” de lo que será confirmado por los descubrimientos del siglo XV?;44 el éxito y la permanencia de Mandeville, ¿no se deberían a ser su obra el nexo entre la Edad Media y la Modernidad?45 Temas todos que el lector de las páginas que siguen deberá tener muy en cuenta cuando se trate de la traducción aragonesa de Fernández de Heredia. Y, last but not least, y gracias a la edición del Libro de las maravillas del mundo de Rodríguez Temperley, hay que incorporar definitivamente a Mandevilla al canon de las literaturas ibéricas y concederle el puesto que le corresponde con pleno derecho en la historia de España; Bennett defiende con 40
Véase Deluz, Le Livre 269 y 365. Véase Deluz, Le Livre XV, 34, 186-87 y 366. Para la relación de la imago mundi de Mandeville con las de sus predecesores del siglo XIII véase Deluz, Le Livre 35-36 (más precisiones en 102-08). Bennett afirma que Mandeville ciertamente leyó a Marco Polo (21 y 38). Y no sólo lo leyó, sino que también lo “corrigió” y “amplió”: “It may also offer them [a los lectores] a critical response to Polo’s prior and widely circulated Divisament, which is conspicuously absent from the list of The Book’s sources. If, as some critics have argued, The Book can be read as extending pious pilgrimage in the direction of Polo’s curious exploration, it can likewise be regarded as placing the marvelous East depicted by Polo (and others) under the sign of Christian History —and the two views need not be mutually exclusive” (Higgins 12-13); más precisiones sobre la relación entre ambos libros en Higgins 5152 y 63. 42 Véase Deluz, Le Livre 313. 43 Véase Deluz, Le Livre 143 y 187. 44 Véase Deluz, Le Livre 164, 322 y 359. 45 “Le Livre de Mandeville ferait alors le lien, serait le not missing link, entre les Images du Monde des XIIe et XIIIe siècles et les Cosmographies et Théâtres du Monde des XVIe et XVIIe siècles. Et ceci rendrait compte de son succès durable” (Deluz, Le Livre 367). “Texto de avanzada” lo llama Rodríguez Temperley, en el cual se da una “interesante tensión generada por la puja entre ideas embrionariamente modernas y arraigadamente medievales” (XIX). 41
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sólidos argumentos la reivindicación de Mandeville para las letras inglesas y ahora hay que hacer lo mismo con Mandevilla para las peninsulares.46 Todos estos textos, como tantos otros que, más brevemente, también describen la región (y como todos aquéllos que se ocupan del Occidente, Septentrión y Mediodía), dependen de las fuentes antiguas y medievales, según se indicará en las notas a pie de página. Y como a propósito de las otras regiones de la ecumene estudiadas en los capítulos anteriores, también cuando se trata de Asia, las obras abarcan no sólo su geografía, sino también su etnografía, aspectos ambos que no siempre pueden deslindarse dada la aceptación que el determinismo geográfico tenía entre los autores medievales, que hace depender a las sociedades humanas de factores externos como el clima o el relieve de la región. No obstante, y según el plan prefijado para este libro, se ha de estudiar aquí la geografía del Oriente en su clima, geomorfología, fauna y flora. Las referencias a la etnografía en los libros de Mandevilla y Marco Polo, que se irán recogiendo aquí y allá a lo largo de este capítulo, servirán de transición hacia otra fase de este proyecto, anunciado en el prólogo: el estudio especial de la etnografía de la ecumene hispanomedieval. Y, finalmente, y antes de entrar en las descripciones del Oriente en los textos hispanomedievales, hay que apuntar otro tema que, para el caso de la península ibérica, merece un estudio especial, pero que, al menos, debe quedar indicado aquí como punto de partida para futuras investigaciones: se trata del “orientalismo” (en el sentido de Said y de otros partidarios de las teorías postcoloniales) que se desprende de los textos hispanomedievales relacionados con el continente asiático, sus pueblos, civilizaciones y culturas. Schwab considera Il Milione como el “primer clásico del orientalismo occidental” y Said lo incluye, junto con Mandeville, entre otros, como una de las obras que, en un contexto histórico mucho más amplio, configuran esa imagen del Oriente como el espacio complementario y opuesto del Occidente.47 Esta dicotomía, 46
Véase Bennett 9, 19 y 259: “Certainly Mandeville belongs to the history of the exploration of the world. But he belongs also to literature; it is in the comparison of his book with the chief masterpieces of English literature that his quality and influence appear. In that company, the Travels reveals itself as a rich and varied piece of imaginative writing, containing elements which anticipate some of the greatest flights of the imagination in English, indeed in European, literature and anticipates them in no fumbling or unworthy fashion”. 47 “It was Marco Polo who became his [el Gran Kan] foreign agent, creating his unparalleled fame in the Western world with his travel memoirs, Il Milione, that were to become a first classic of Western Orientalism. His tales abound in phantasms of an Oriental exoticism replete with picturesque imaginary creatures lifted from well-known fairy-tales —humans with dog’s heads, evil spirits, and monsters. At the same time, he became an ethnographer of sorts, recording foreign customs and cultural objects, from the use of Chinese coal to exotic spices, precious stones, and paper money at the Khan’s empire” (Schwab 5); “Consider how
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como queda dicho, puede ser analizada a partir de los textos que se van a citar y comentar en el resto de este capítulo, y de otros también que podrían aducirse, sea a favor o en contra de ese “orientalismo medieval”. Akbari, por ejemplo, postula la necesidad de superar la oposición entre el Asia oriental y la Europa occidental, entre “nosotros” y “ellos” o entre “buenos cristianos” y “malos paganos”, dicotomía que se consolida en el siglo XIV y se formula en parte en argumentos climáticos: Europa fría versus Asia calurosa.48 Burger encuentra en la obra de Haytón de Gorigos la configuración de un mundo cultural más complejo, el del métissage de la diáspora armenia de Cilicia, precariamente situada entre la Europa cristiana, el Egipto y el Imperio mongol islámicos y en un mundo en el cual ningún país, raza o religión tenía asegurada la victoria militar o la supremacía cultural. Haytón mismo se ubica ente Asia y Europa, instalado en ambos mundos, pero sin identificarse completamente con ninguno: en su caso, no funcionan las oposiciones binarias.49
the Orient, and in particular the Near Orient, became known in the West as its great complementary opposite since antiquity. There were the Bible and the rise of Christianity; there were travelers like Marco Polo who charted the trade routes and patterned a regulated system of commercial exchange, and after him Lodovico di Varthema and Pietro della Valle; there were fabulists like Mandeville; there were the redoutable conquering Eastern movements, principally Islam, of course; there were the militant pilgrims, chiefly the Crusaders. Altogether an internally structured archive is built up from the literature that belongs to these experiences. Out of this comes a restricted number of typical encapsulations: the journey, the history, the fable, the stereotype, the polemical confrontation. These are the lenses through which the Orient is experienced, and they shape the language, perception, and form of the encounter between East and West” (Said 58); véase Beltrán, “Una mirada” 421-22. Para las ideas de Said en relación con China y Marco Polo véanse Akbari, “From Due” 1920 e “Introduction” 7-8, Whitfield 250 y 260, nota 1, y Zhang, quien piensa, correctamente, que las propuestas de Orientalism no son válidas para todo tiempo y lugar y que la visión de Marco Polo del encuentro entre el Este y el Oeste no se basa en el “modelo orientalista” de conflicto y dominación (284-85). Más sobre este tema y la pertinencia de las teorías postcolonialistas en relación con Mandeville en Fleck 383, nota 12. 48 Véase Akbary, “From Due” 20 y 27-31. 49 Véase Burger 72, 75, 77 y 78. Los estudios de Akbari y de Burger están incluidos en la colección editada por Cohen en el contexto de las relaciones entre las teorías postcoloniales y los medievalismos contemporáneos. Es más, según Burger, La Fleur des histoires de la terre d’Orient se anticiparía al colonialismo europeo moderno: “For the text’s interventions into European discourses of the crusade do not simply manifest the colonial stereotype, but rather mark an innovative crosscultural negotiation in advance of modern European colonialism, and in excess of medieval European attempts at cultural hegemony” (72).
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Marco Polo en España También Marco Polo (1254-1324), su libro (1298) y sus versiones catalana y aragonesa, merecen un tratamiento aparte. En primer lugar, porque, a diferencia de Mandevilla y no obstante la tradición manuscrita que media entre el original y la versión de Fernández de Heredia (basada en una versión catalana), conserva el testimonio de un viajero que realmente visitó el Oriente, en un largo y prolongado periplo iniciado en el año 1271.50 En segundo lugar, se tendría también con el Libro de Marco Polo el primer texto de geografía en las literaturas ibéricas, si se está de acuerdo con Larner en que Il Milione, gracias ante todo a la participación de Rustichello de Pisa en su redacción, constituye también la primera obra de este carácter en la Edad Media cristiana;51 Marco 50
“No extraña que el gran maestre de la Orden de San Juan se dejara seducir por la narración que, a finales del siglo XIII, Rustichello de Pisa escribe sobre el asendereado viaje que llevara a Marco Polo ante Kublai Kan; regresado a Venecia, en 1295, después de veinticinco años de ausencia, Marco Polo cayó prisionero de los genoveses y entretuvo las largas jornadas de encierro refiriendo sus aventuras a su compañero de celda, ese Rustichello, que era muy aficionado a la materia caballeresca, y que consideró temerario perder las preciosas informaciones que le habían sido confiadas; hacia 1298 estaría terminada la primera redacción de Il Milione, difundiéndose de forma extrordinaria, pues se conservan más de 150 manuscritos del libro” (Gómez Redondo II, 1829); véanse también López Estrada 12-13 y Nitti II. La versión aragonesa pertenece a una famila de manuscritos que presentan una versión abreviada del libro de Marco Polo en francés, catalán y aragonés, derivados los tres de un arquetipo catalán perdido —compuesto probablemente durante el reinado de Pedro IV el Ceremonioso (1336-87)—, basado, a su vez, en un texto franco-italiano también perdido (Nitti V-XV; véanse también Cacho Blecua, El Gran Maestre 71 y Gallina 16-17); la traducción aragonesa se conserva en el manuscrito escurialense Z.I.2, del último cuarto del siglo XIV, que incluye también, entre otras obras, la versión aragonesa de La flor de las ystorias de Orient. Sobre la lengua del Libro de Marco Polo (grafías, fonética y morfosintaxis) véase el estudio de Buesa Oliver y Castañer Martín. Para la difusión de Marco Polo en la península ibérica véanse también las indicaciones en Larner 114, 146, 160, 165-66 y 171. Ya a fines del siglo XIV, la popularidad de John Mandeville eclipsa a la de Marco Polo: véase Larner, Marco Polo 106 y 180. Para el viaje de Marco Polo a China véanse, entre tantos otros, los resúmenes y análisis de Abu-Lughod 163-67, Edson, The World 98-101 y Phillips, The Medieval 105-112. 51 “What the modern reader is not looking for, but what he gets, is a work of geography, which Rustichello has tried very hard to place within the transitions, formulas, dialogue and general rhetorical traditions of chivalric literature”; “Much of the raw material which Marco brought back with him would have been immensely tedious to anyone but the academic geographer, and in the West at that time academic geographers did not exist. The information from the itineraries and maps, those records of town after town, characterised simply by a laconic sentence would, by themselves, have caused the Book to die. What preserved it was the skill with which Rustichello breaks up this simple information with other tales which Marco has brought back: stories of marvels which were sometimes true, sometimes false,
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Polo fue también, según Bennett, el primer europeo que escribió sobre China, pero con las limitaciones impuestas por la visión de un mercader medieval.52
and sometimes deliberately falsified by Rustichello in order to secure an audience for his collaborator”; “The Book has to be thought of, judged, as a geography and neither a work of anthropology nor a travelogue”; “Yet the Book, though in some ways a sport, is still a landmark in the history of geography and as such an enlargement of the human spirit, a merveille” (Larner, Marco Polo 57, 90-91, 97 y 182; subrayado de Larner; véase también Larner, “Plucking” 135-37). “The tale is a jumbled one, told not in chronological but in geographic atlas form. It describes his various itineraries, town-by-town, desert-by-desert” (Abu-Lughod 29). Sobre la “retórica de lo maravilloso” que el libro debe a la intervención de Rustichello de Pisa véase también Daston-Park 33. Otros aspectos del libro tratados por Larner en Marco Polo and the Discovery of the World a tener en cuenta en la lectura y análisis de la versión aragonesa: la geografía de Marco Polo es de un carácter corográfico y antropológico (77; para las tradiciones corográficas en Europa y China anteriores a Marco Polo véase 84-85); Marco Polo compone un tratado geográfico, a diferencia de Odorico de Pordenone, que escribe un diario de viaje (129); este carácter geográfico del libro fue luego confirmado a fines de la Edad Media (116 y 167); para Campbell, el de Marco Polo no es un libro narrativo sino una descriptio (94); para González Echevarría, fue “el primer libro de viajes escrito en romance dentro de la Romania” (55); según Phillips, uno de los propósitos del libro fue proporcionar “entretenimiento” a sus lectores (The Medieval 193); según Deluz, Mandeville es el autor por excelencia de la literatura medieval de viajes: lo confirman los cerca de doscientos cincuenta manuscritos de los Travels frente a los ciento cuarenta y tres que se conservan de Marco Polo (Le Livre 271). Sobre el “nuevo género” inaugurado por Marco Polo y basado en las “observaciones personales de un observador laico” véase también Rubiés 45-47. 52 Véase Bennett 19. Sobre Marco Polo como mercader y su visión del Oriente coinciden varios críticos: “Nor is he [Mandeville] to be compared to Marco Polo, for Polo, as his most recent editors point out, was not writing a narrative of his travels, but a description of the world. He takes up China, province by province, and city by city, giving for each the location, size, government, religion, currency, taxes, measures, products, and the things which a merchant might want to know. His descriptions are informative catalogues, always expressed in general terms, never in pictorial detail” (Bennett 48-49); “In the real world of a merchant it is the quotidian that matters. Marco Polo describes political and military structures, imports, exports, and mediums of exchange, religious customs, the protocols of marriage and burial, birds, beasts and countryside, the layout and architecture of cities. The phenomenal world is the only one we see here. Even when dealing with topics that might lead into metaphysical realms, Marco’s eye is focused on the outward, public surface of things: on religious rites, not religious ideas, the outcome of battles, not the war of ideologies, the behaviour of a nation, not its mythology”; “Marco is a merchant, and therefore he witnesses with the eye of a merchant, as Egeria had with the eye of a nun” (Campbell 91 y 93; pero véase también 103: “The book is neither geography nor a merely mercantile itinerary”); “Com a mercader, Marco Polo admira el paper moneda, desconegut aleshores a Occident, que a la Xina tenia el mateix valor que l’or i que hom acceptava y despenia així como si fos or” (Gallina 13); “No es de extrañar: en el siglo XIII d.C. llegó a su culmen la ciudad-estado italiana, con el florecer del mercantilismo y de la economía monetaria y, por ende, del Derecho: los socios gerentes (procertantes) recorrieron el universo mundo buscando nuevos mercados para sus socios sedentarios (stantes), los
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Más aún, se ha llegado a afirmar que la concepción misma del tiempo cíclico que tiene Marco Polo se debe a su profesión de comerciante.53 Y, como se ha dicho más de una vez, con Marco Polo y su libro se habría iniciado el “verdadero” conocimiento de Asia por parte de los europeos (para quienes el Oriente había sido hasta entonces una tierra de “leyenda”, “fantasía” y “misterio”), a la vez que les revela la existencia misma de tierras aún no conocidas.54 En este sentido, hay que recordar brevemente dos pasajes citados capitalistas de Génova, Venecia, Florencia, Pisa y Siena. Entre todos ellos adquirió fama inmortal Marco Polo, que legó a Europa una descripción muy precisa y ajustada de su viaje a China y su regreso a través de Malasia y la India, aunque también él, para justificar su relato, tuvo que admitir un puñado de fábulas que dio por ciertas sin más averiguación, mostrándose más candoroso —o más pillo— que Guillermo de Rubruc” (Gil 111); “Hemos hablado antes del realismo descriptivo como forma de conocimiento y descripción y esto condiciona el punto de vista hasta convertirlo en una visión realista del mundo, que es precisamente uno de los mejores logros de la obra. Esta distinta visión de la realidad no puede ser un hecho aislado sino que está en estrecha relación con la condición de comerciante de su autor que recrea de esa manera su propia concepción burguesa del mundo que valoraba hechos y cosas diferentes de las de los demás estamentos” (González Echevarría 71); “In this sense it is often as a man trained as a merchant who deals with other merchant communities that he approaches these themes in India”; “He must be seen not as a European in Asia who later reports to his own people, but rather as a man whose unique contribution —a merchant’s account of human diversity— was based on a considerable experience of sharing stories as well as circumstances with a wide range of oriental peoples”; “He was still, essentially, a practical man, a merchant who had had the unusual opportunity of travelling far into the East and of entering the service of a foreign prince” (Rubiés 61-62, 77 y 81). En fin, véase el artículo de Vicentini para la relación entre el libro de Marco Polo, la mentalidad mercantil y los portulanos del siglo XIV, conexión que también sugiere Gosman: “His story has no didactic programme (as in Plano de Carpini’s account) nor critical comments. It should rather be considered as a concrete proof of his observations. Venetians were merchants, and therefore Marco’s thinking was —if I may use the metaphor— as practical as the portulans used by navigators” (“Marco Polo’s” 83). 53 “In Marco Polo’s mercantile geography, locations are relative, each city contributing both to the supply of the market and to the demand for goods. Time is not teleological but cyclical, organized about the day-to-day exigencies of exchange, and patterned around the weekly, monthly, and seasonal cycles of the market itself” (Akbari, “Currents” 123). 54 Véase, por ejemplo, Vicentini: “Marco Polo è da sempre considerato colui che ha aperto le porte alla conoscenza della vera Asia, il continente il cui carattere era stato relegato ai margini della leggenda, della fantasia, del mistero: un favoloso regno delle meraviglie, qualificato in tal modo sin dai primordi e il cui carattere fantastico era stato accentuato dalle vicende asiatiche di Alessandro Magno. Il libro di Marco Polo costituisce lo straordinario punto de partenza delle conoscenze europee dell’Asia” (145). Y también las precisiones de Freedman: “There are many things that Marco Polo, whose trip occupied the last decades of the thirteenth century, was the first to report: the extent of China and its many cities, the existence of Japan, Burma, Indochina, and Indonesia. He was the first European known to have visited India since the ancient era and the first to describe China beyond the vague fables of the peaceful silk weavers far to the east” (Out of the East 174).
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en otro capítulo a propósito de los “seres”, término con que se designaba a un pueblo que habitaba en el extremo oriental de la ecumene.55 En el Oriente los situaba Acoreo, en su explicación a Julio César sobre las fuentes del Nilo (GE I 119 b 21 = GE V 164v = DBC X 292), y según la Estoria de Espanna, vivían al este de los escitas (EE 217 b 11). A este pueblo se lo ha dentificado más de una vez con los chinos. Testimonio de un viajero a partir de experiencias efectivamente vividas en Oriente, primer libro de geografía, visión “realista” de un mercader veneciano, perspectiva “moderna” de otras civilizaciones, todo esto haría pensar que el libro de Marco Polo atraería más por ser el relato de un viaje que un catálogo de las “maravillas” (supuestamente) encontradas en Oriente. Y, sin embargo, lo sucedido con los títulos de esta obra y sus continuadores desmentiría esta primera suposición. En efecto, como notan Daston-Park, el título del original fue cambiado ya en su traducción latina para reflejar ese interés al parecer no desaparecido por lo maravilloso;56 en sus versiones ibéricas, sin embargo, ha de conservar un título más bien “neutro”: “Aqui comiença el libro de Marco Polo, ciudadano de Venecia” es la oración que encabeza la traducción aragonesa; en la catalana, se encuentra el mismo título en un grupo de manuscritos, mientras que en otro, el libro comienza así: “Ací comensa lo Libre de eas províncies e de les encontrades qui són desotz la seyoria del gran emperador del Catay, lo qual ha la seyoria del Gamballech, e seyor dels tartres, axí con ho reconta micer March Pollo, ciutadà noble de Venècia”. Pero en la versión de Rodrigo de Santaella, en su edición de 1518, se lee todavía: “El libro del famoso Marco Paulo veneciano de las cosas maravillosas que vido en las partes Orientales”.57 No todo es verídico, sin embargo, en Il Milione, sus traducciones, adaptaciones y continuaciones.58 Pero sea como fuere, su libro no sólo abre para el 55 Para las fuentes clásicas véase Dihle, “Serer” 202-04 y, en general, todo el artículo para los seres y los chinos en la Antigüedad. 56 “Some of these, like Mandeville’s Travels and the book of Marco Polo, were in turn translated into Latin. Indeed, as a sign of the growing appetite for wonders, earlier books with no reference to wonders in their titles were renamed to underscore the marvels they contained. One example was Polo’s originally rather prosaically titled Devisament dou Monde (Description of the World), repackaged in Latin as Liber Milionis de magnis mirabilibus mundi (“Million’s” Book of the Great Wonders of the World); the author’s nickname reflected his reputation for exaggeration” (Daston-Park 25). Para la relación entre Marco Polo y la tradición pictórica en general de las maravillas del Oriente véanse los estudios de Harf-Lancner, “From Alexander” 244-57; Strickland y Wittkower, “Marco Polo and the Pictorial Tradition of the Marvels of the East” y “China” 148-52, y Zhang 285-87. 57 Véase la edición de Gil 169. 58 Véase Spence: “Purporting to describe the travels that Marco Polo took through Asia between 1271 and 1295, and concentrating especially on the period from 1275 to 1292 when
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Occidente nuevos, vastos y hasta ese entonces desconocidos horizontes, sino que también va a ejercer una notable influencia en la Europa de finales del medioevo, pero con una visión que también se ha considerado “moderna” de la civilización.59 Y, finalmente, porque si bien la concepción de “lo maravilloso” en Marco Polo no excluye al mundo natural, es, más que nada, la de lo “maravilloso-etnográfico” o “cultural”.60 Justamente por esto, su libro pudo parecer increíble a sus lectores contemporáneos.61 Polo lived and worked in China as an agent for the Mongol ruler of China, Kublai Khan, the book is a combination of verifiable fact, random information posing as statistics, exaggeration, make believe, gullible acceptance of unsubstantiated stories, and a certain amount of outright fabrication. The same is true of other works written before and afterwards, but what matters to us about Polo’s text is that it was the first such work by a Westerner to claim to look at China from the inside, and the force of the narrative description was strong enough to imprint itself in Western minds down to our own time” (1). 59 “It is no exaggeration to say that never before or since has one man given such an immense body of new geographical knowledge to the West”; “Yet from that experience he had retrieved something which would guarantee his fame: he could bestow on Europe an amazing gift, a geographical treatise of a vast extent and complexity, an unparalleleld opening of horizons”; “In this the two [Marco Polo y Rustichello] together had presented to the West, had, one could say, created, a new world, a myriad and unparalleled asemblage of new names, places, peoples, as well as their resources, customs, religions”; “With no academic training such as that enjoyed by the friars Rubruck and Giovanni di Pian di Carpine, without their motive for composition, and with no easily identifiable self-interest at stake, he opened vast horizons for the West, and gave to Europe a work which was to be a powerful element in its discovery of the world in the centuries which followed” (Larner, Marco Polo 1, 105 y 183). Sobre la visión “moderna” de Marco Polo véase Gallina: “Podem afirmar que en la seva obra és tota la Xina i una gran part de l’India i de les altres terres asiàtiques que passen davant els nostres ulls, amb els pobles, els recursos econòmics, la flora, la fauna, la religió, els costums, les guerres i tots els aspectes de la vida que poden interessar-nos per a llur coneixença, segons una concepció, no pas medieval, sinó moderna, de la civilizació” (13). Sobre Colón y su relación con Marco Polo véase Larner, Marco Polo 95, 117, 140, 143-44, 151-60 y 175. Para la tradición manuscrita de Il Milione véase Larner, Marco Polo 3-5, 46, 58, 106-07, 109 y 184-86. 60 “Above all the Divisament dou monde stood, even in versions translated and summarized, as a potential model for further accounts in which marvels were no longer traditional marvels, but rather new observations of natural and human diversity” (Rubiés 57). “Etnografías imaginarias” las llama Schwab: “Ignoring the boundaries between the factual and the imagined, between observation and fabulation, reality and myth, history and fairy tale, the memoires [Il Milione] may well be considered a founding text of the genre of imaginary ethnographies” (6; subrayado de Schwab). Etnografías que contienen también elementos de idealización de las sociedades, una constante en este tipo de obras, según lo sugiere Gil: “El griego [Megástenes], sugestionado por sus propias vivencias, presentó la India como un estado ideal: lo mismo había hecho Hecateo de Abdera en su descripción de Egipto, y lo mismo harán Marco Polo y Odorico de Pordenone al cantar las maravillas de la China”; “y uno y otro [Odorico de Pordenone y Marco Polo], significativamente, transmitieron una
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En fin, para concluir estas observaciones, debe recordarse también que, al fin y al cabo, el viaje de Marco Polo no fue sino uno más de los muchos emprendidos por misioneros, diplomáticos, mercaderes, peregrinos, cruzados, etc. a tierras orientales, salvo que, en su caso (como en el de algunos enviados papales a los mongoles), quedó registrado en un libro de amplia difusión y que supo manter el interés y atracción en siglos posteriores, trasponiendo incluso los umbrales de la Edad Media. Pero, asimismo, hay que tener en cuenta que su viaje forma parte de un período histórico mucho más vasto y prolongado, que incluye, entre otros procesos, las cruzadas y las peregrinaciones a Tierra Santa, el crecimiento económico de Europa y el desarrollo del comercio internacional, la pax mongolica y el intenso intercambio cultural que ésta hace posible, etc.62 Estos fenómenos, cuyas consecuencias duran hasta el presente, son causa y efecto de la expansión de Europa, que será medieval primero y global después y en la cual papel prominente le cupo a un lector muy atento del mercader veneciano, Cristóbal Colón. Este proceso, estudiado, entre otros, por Phillips en The Medieval Expansion of Europe, implica, por supuesto, importantes contactos e intercambios culturales en tiempos premodernos, varios de cuyos resultados perduran también hasta el día de hoy. En efecto, en el período que Bentley llama “la época de los imperios nómadas”, se produce una intensificación de los encuentros y contactos entre civilizaciones, ahora más estrechamente integradas que en el pasado, en gran parte gracias a la posibilidad que se tenía de emprender viajes de larga distancia como el que los Polo emprendieron en Venecia en 1271 y que, a través de Mesopotamia, Persia y Asia central, los condujo finalmente a la corte del Gran Kan Kubilai (1260-94) cuatro años después.63 visión idealizada de China, el paraíso del misionero y del comerciante, y se desentendieron de los abstrusos problemas teóricos que tanto habían apasionado a los griegos para interesarse por una más prosaica y lucrativa realidad” (36 y 110-11). 61 “Insofar as his contemporaries were concerned, Marco’s story was unbelievable not because it was too extravagant in speaking of fabulous creatures or supernatural beings, but because it presented such a plausible picture of China under the rule of Kublai Khan as a civilized and prosperous society beyond the boundaries of medieval Christendom” (Zhang 282). Recuérdese, como lo hace Zhang, que las invasiones mongolas en Europa tuvieron lugar en 1240-41, apenas tres décadas antes del viaje de Marco Polo a China, iniciado en 1271. 62 Para las condiciones creadas para el comercio con Europa favorecidas por el Imperio mongol véase Kinoshita 77-81, quien llega a afirmar: “The Mongol empire to which Tabriz [actual Irán] belonged was in many ways a merchant’s paradise” (78). Para el impacto que tuvo en la cartografía medieval véase Scafi 201-02. 63 Según Bentley, tres factores, entre otros, hicieron posible esta mayor integración política y económica de Eurasia: la constitución de vastos imperios transregionales por sociedades
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Geomorfología de Oriente Hechas estas observaciones preliminares sobre Mandeville, Mandevilla, Marco Polo y sus continuadores ibéricos, puede iniciarse ahora el estudio del Oriente en estas obras y en otras del corpus hispanomedieval, comenzando por el relieve. Si se tuviera que resumir en una fórmula, no por menos usada (y abusada), menos cierta, se diría que Asia es, sobre todo, una tierra de contrastes. Así lo comprueba, por ejemplo, Gengis Kan: Assi como se cuenta en las istorias de los tartaros, despues que Canguiscan huuo passado la montanya de Belican, el trobo aguas amarguas et la tierra desierta, et sufrio grant fretura [frío] et desayre el et toda su gent, entro a tanto que fueron venidos en vna buena tierra et trobaron tierras plantiuosas et habundantes de todos bienes. (FYO 93)64
Es, por ejemplo, un continente de estepas y vastos y áridos desiertos, que se extienden a lo largo y a lo ancho de la geografía asiática, según se ve en La flor de las ystorias de Orient, cuando informa que rodean a Catay, a Comania o a India (FYO 53, 56 y 58-59 = FHO 76, 79 y 81);65 y también en la versión aragonesa del Libro de Marco Polo, que comienza, justamente, haciendo referencia al desierto de Gobi, en Mongolia:
nómadas (como el de los mongoles, que se extendía desde Manchuria hasta la actual Rusia), el desarrollo de los intercambios comerciales a larga distancia por tierra y en el océano Índico y el crecimiento del poder político y económico de Europa occidental (111-15). 64 “Despuys que Canguis hac passada la muntanya de Bellican, ell trobà aygües amargues e la terra deserta, e soferrí gran fretura e desayra, ell e sa gent, entró tant que foren venguts en una bona terra on trobaren terres plantivoses e abundants de tots béns” (FHO 108). Lamentablemente, la edición de La flor de las ystorias de Orient de Long carece de una lista de topónimos que permita identificar los sitios mencionados en el texto. En algunos casos, sin embargo, se puede suplir esta falta acudiendo a la edición del Libro de las maravillas del mundo de Rodríguez Temperley. “Belican, Belgian”, por ejemplo, es el monte “Belian, Beliam” de Mandevilla (LMM 117), el actual Baljuna, al este del lago Baikal (Hauf 59 = Hauf i Valls 148 y edición de Rodríguez Temperley 242), hecho confirmado por la visión que allí tuvo Gengis Kan, narrada en los tres textos (LMM 117, FYO 92-93 y FHO 107-08). Lo mismo en cuanto al vocabulario: no habiendo un glosario en la edición de Long, hay que acudir a las de Nitti y Rodríguez Temperley para precisar el significado de varias palabras. 65 “Comania” corresponde a “Comanja” en el Libro de las maravillas del mundo (LMM 132), al sur de Rusia y al norte del mar Caspio (edición de Rodríguez Temperley 245).
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[Aqui comiença el Libro de Marco Polo, ciudadano de Venecia] Primerament quando hombre caualga XXX iornadas del grant desierto qui se clama el desierto del Lobo [Gobi], troba hombre vna grant çiudat que se clama la ciudat del Lobo; et aquel desierto dura de trauiesso XXX iornadas et de luengo vn anyo. Et conuiene que hombre lieue con si todo quanto le faze menester, car no se troba res de que pueda beuir. (LMP 7 = VMP 28)66 Et ende aquesta çiudat [Esmagin = Kara-Khoto, Mongolia exterior] prende hombre vianda pora XL iornadas, car desque hombre parte por la cueua auant va hombre XL iornadas por desierto, que no hi ha nenguna habitaçion sino en algunas aualladas [valles] que se troban de erbajes, en do estan muchas bestias saluages et hay grandes bosques de pino. (LMP 10 = VMP 40-41)67
Y también en otros textos del mismo siglo y del anterior y en relación con otras regiones del continente asiático: Empós esto movió Alexandre d’allí con su huest e tornósse por las Puertas Caspias, e fue d’allí contra Yndia e començó a entrar por essa tierra de India, e desí yr por los logares por ó el sol va más ardient e por tierra desierta muy ancha e muy grand e otrossí por ríos sin agua e por collados llenos de socarrenas [huecos, concavidades]. (HNo 149)68 & la mayor partida de aquella tierra es desierta, que non mora y ninguno por la grant calentura del sol. (LT 61 b)
66 Sobre el Libro de Marco Polo véanse Cacho Blecua, El Gran Maestre 156-58, Gómez Redondo II, 1829-31 y IV, 4051 y la introducción de Nitti a su edición de la obra. En las identificaciones de los nombres propios, de regiones, topónimos, etc. no siempre concuerdan los editores. Nitti registra dichas identificaciones y cuando aquéllos no coinciden, indica las diferentes versiones. Para “Lobo” se ha propuesto, además de Gobi, el desierto de Lob-nor. 67 El texto catalán omite “grandes”. “Barren, empty, sparsely populated by scattered tribes of nomadic herders, weeks of travel with no local resources to draw on, vast desert expanses —such are the medieval descriptions of this forbidding terrain. Thus, Marco Polo’s journey eastward from Kerman [actual Irán] takes him through desolate stretches until he reaches the city of Kuh-banan, then through another desert that takes eight days to cross, and later across another vast barren desert, inhabited by only infrequently encountered nomads” (Abu-Lughod 154; véase también 165-66). 68 “Deinde amoto exercitu reversus et per Portas Caspias et cepit ingredi Indiam. Et ingressus est in eam et cepit ire per ardentissimum solem e per terram desertam et spatiosam et per flumina inaquosa e per colles cavernosos” (HNo 116). A los desiertos de la India se refiere también Mandevilla, en especial a los de India “la menor” (LMM 133 y 135).
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E al otro cabo desta Asia la Menor es el anno e desierto; e entre la tierra de Africa e el desierto ay vnas syerras quel dizen Gameldaron, e tienense con aquellas sierras vnos arenales que son de arena menuda commo poluo; e con anchura del desierto mueuense los vientos e alçan aquel poluo de vn lugar e echanlo en otro, e a las vezes se faze grant mota, que semeja que ally fue sienpre. E a cabo deste desierto andudieron los fijos de Ysrrael quarenta años, fasta que llego el plazo que Dios quiso, que entraron en la tierra de Cananea e poblose la tierra de Sen, fijo de Noe, que es Asya la Mayor contra poniente, de fijos de Ysrrael, e poblose la tierra de Arabia, que es en la prouinçia de Meca, e los otros morauan en tierra de Cananea, que es en la prouinçia de Jherusalem. (LCZ 448-49)69
Y junto a desiertos ardientes como éste, que recuerdan a los de África, se encuentran también aquellos otros, oscuros y de intensos fríos, que evocan los climas septentrionales: Alexandre el grand, pues que ovo paradas so el so señorío las tierras que oyestes en el capítulo ante d’esto, movió d’allí de cabo con su hueste, e entró en un logar desierto e frío e tan oscuro, que los cavalleros, assí como yvan ayuntados, a dur se podién coñoscer unos a otros; e andudieron por aquella tierra oscura siete días. (HNo 181)70
Y lo mismo cuando se estudia la hidrografía del Oriente, de agudos contrastes también y de indudable variedad. Hay ríos que se congelan, sometidos a las bajas temperaturas nocturnas, como es el caso del Tigris: e andidieron fasta que vinieron al río a que dizen Tigre, e quando llegaron falláronolo quajado. [...] E diz la estoria que este río, de que vos aquí dixiemos, que tan bien en verano como en yvierno que toda la noche está quajado; e en la mañana quando calece el sol que se desyela e va muy irado —e por esso’l dixieron Tigre, por que semeja en ello a la bestia tigre que corre otrossí muy irada e mucho, tanto que alcança al cavallo muy corredor e pássa’l—; e quiquier que entrasse en aquel río de día quando corre, diz que’l arranca el agua e que’l mete so sí, como qui’l sorve e que’l mata. (HNo 103)71
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Gameldaron se deriva de jabal = ‘montaña’ (Walker 37). “Deinde amoto exercitu ingressus est locum desertum, frigidum atque obscurum, ut pene agnoscerentur inter se milites. Et exinde amublantes iter dierum septem...” (HNo 136). 71 “Et cum perrexissent ambo ad fluvium qui dicitur Tigris, invenerunt eum coagulatum. [...] Iste enim fluvius de quo superius diximus hiemali et vernali tempore tota nocte permanet coagulatus; mane vero cum incaluerit sol, dissolvitur et efficit se nimis rapidissimum, et quisquis ibi ingressus fuerit, rapit et absorbet eum” (HNo 84). 70
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Otras referencias sobre los fríos se encuentran en los siguientes pasajes: “Alexandre en todo esto llegó al río sobredicho e falló’l quajado e passó’l, mas ante que saliesse del río le cayó allí muerto el so cavallo, e deslizó-se ell río e levó’l” (HNo 109); “E Darío fuyendo llegó al río Tigre e falló’l quajado e passó, [...] E diz la estoria que quebró aquel ora el yelo e vino el agua a desora, e que los cogió en sí como qui los sorve, a los de Alexandre que ý alcançó e a los otros, e que los metió so sí e los levó” (HNo 131-33); “Et gela [el Tigris] assi fuerment que sobre la glace [hielo] ha hombre combatido muchas vezes a huest, a cauallo et a pie a mas de .C. mil personnas” (LMM 132).72 En relación con el río “Etill” (“Ecill” en la versión catalana), La flor de las ystorias de Orient dice que “se yela cascun anyo; et algunas vegadas esta todo el anyo yelado en tal manera que hombres et bestias hi passan desuso, assi como farian por tierra” (FYO 56 = FHO 79).73 Pero no siempre es así: La ora Haloon [Halaon en LMM 118] aplego su huest et vino contra sus enemigos et fue grant la batalla sobre vn rio helado entre la gent de Aloon et la gent de Barca. Et por el grant peso de las bestias et de los hombres el yelo se crebo, et negaronse [se ahogaron] hi mas de .XXX. mil hombres de vna part et de otra. (FYO 114-15 = FHO 130-31)
Frío es también el río Cidno, que corre por la ciudad de Tarso y que “descendié de las sierras, e venié estonces el agua muy clara e muy fría” (HNo 115);74 tan frío que casi le causa la muerte a Alejandro Magno, en cuyas aguas había decidido bañarse;75 pero de los ríos de Asia, el Indo será el más frío (LA 288 d). Hay también ríos caudalosos (LA 1435 ab), como, por ejemplo, el Éufrates, “un agua de grant guisa, fascas [casi] semeja mar” (LA 821 b), y el Atexin,
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“Alexander autem venit ad fluvium supradictum invenitque eum coagulatum et transiit; et antequam de fluvio exiret, mortuus est caballus eius et dissolutus est fluvius et tulit eum” (HNo 88); “Veniens autem Darius ad ipsum fluvium et invenit eum coagulatum et transiit [...] et statim rupta est glacies eius et absorbuit eos” (HNo 104). “Cuajar” < latín coagulare (Corominas-Pascual II, 256). Según el Libro del Caballero Zifar, el Tigris atraviesa “Asya la Mayor” (LCZ 390). 73 Basándose en la Historia Mongolorum del franciscano Juan de Piano Carpini, Hauf identifica el río “Etill” con el Volga (FHO 163, nota 119-23). 74 “in Cidnum fluvium perfrigidum” (HNo 92). 75 Este episodio lo narra también el Libro de Alexandre (LA 884-87) y se representa en una de las ilustraciones del manuscrito O, reproducida en las ediciones de Cañas (593) y Casas Rigall (859) y en el artículo de Ross, “Alexandre”; véanse Ross, “Alexandre” 84-85 y también Ross, Alexander 72.
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“una agua cabdal” (LA 1602 b), ambos en la Persia antigua;76 el Tanais, que dividía a Asia de Europa (LA 1914 d); el Hidaspes (Adapis), en la India, “verano e ivierno nunca le fallan vado; / en ancho e en fondo, es grant desmesurado” (LA 1987 cd); el Etill, “la mayor flumaria que hombre sapia en el mundo” (FYO 56 = FHO 79); o los ríos de la China mencionados por Marco Polo: el Caramoran (Hwang-Ho) “es muy grant et amplo et fondo et viene de la tierra de Preste Iohan; ha de amplo mas de vna legua et es tan fondo que naues hi podrien nauegar” (LMP 36 = VMP 128: “grans naus”); el Qanil o Ciuacunfuy (Yangtze, China) “es tanto amplo et fondo que semella mar, car ha damplo bien X millas et de luengo bien C iornadas” (LMP 41 = VMP 145: “·VIII· o ·X· miles”) y en algunos lugares “es tan plano que ensembla vn grant mar” (LMP 27 = VMP 101); o el que atraviesa la ciudad de Tungun (actual Min-ho, capital de Fo-ien), de una legua de ancho (LMP 44 = VMP 155).77 Pero hay otros ríos, en la India, que, todo lo contrario, son secos como consecuencia de los intensos calores: “por los logares por ó el sol va más ardient e por tierra desierta muy ancha e muy grand e otrossi por ríos sin agua” (HNo 149).78 O bien hay ríos de aguas calientes, como el de “aguas caldas” que Alejandro y su ejército encuentran después de deambular siete días por un desierto frío y oscuro (HNo 181).79 Más característicos de la geografía asiática son, sin embargo, los ríos anchos y profundos, de espesa vegetación y de pueblos extraños, como los que encuentran Alejandro y sus hombres, aproximándose ya a los confines de la Tierra y a las orillas del océano: Empós esto movió d’allí Alexandre e vino a un río muy grand, e avié d’alto en el agua veynte estadios, que son dos millas e media, e era la ribera d’esse río llena de cañaveras muy luengas e muy gordas. (HNo 207)80
76 Otra es, o era, la realidad geográfica, a juzgar por la nota de Casas Rigall a LA 1602 b: “Atexin: el río Araxes, actual Bend-Emir, que en realidad tiene un modesto cauce”. 77 Marco Polo describe estos ríos, ante todo, por el papel que tienen en las actividades mercantiles y en los intercambios comerciales de China con el resto del mundo (Akbari, “Currents” 118-22). 78 “per ardentissimum solem e per terram desertam et spatiosam et per flumina inaquosa” (HNo 116). Sobre los ríos de la India véase Estrabón XV, 1, 26-27. 79 “venerunt ad flumen calidum” (HNo 136). 80 “Et exinde amoto exercitu venit ad quendam fluvium maximum cuius latitudo erat quasi stadia viginti, id est miliaria duo et dimidium, eratque ripa ipsius fluminis plena ex arundinibus habentes altitudinem et grossitudinem maximam” (HNo 168). La longitud del στάδιον) depende del repertorio lexicográfico que se consulte: 600 pies estadio (< griego óôÜäéïí) griegos, o 625 pies romanos, o 1/8 de una milla romana, o 226 varas (una vara = 853 mm y 9 décimas en Castilla), etc. Los ríos de la India eran de una admirable inmensidad, según Plinio: “Amnium mira uastitas” (VI, 60). Sobre las cañaveras véase el Lucidario 301-02: “e las
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Yazién a todas partes, por todas las riberas, montes grandes e fieros de fieras cañas veras; crïavan muchas bestias de diversas maneras, con quien ovieron muchas faziendas cabdelleras. (LA 2165)
No es la primera vez, sin embargo, que, junto a un río de la India, los conquistadores encontraron espesos cañaverales, donde reina también la desmesura: “E otro día llegaron a un río, que avié las riberas llenas de cañaveras e de espadañas, e las cañaveras eran tan gordas como grandes pinos, e avién en alto sessaenta pies” (HNo 167).81 Pero no todos los ríos son de geografía amenazante: hay que recordar, por ejemplo, el “río d’agua muy dulce, e la claridad d’ella era como d’oro”, que fluye bajo el palacio de la reina Cliophil Candacis (HNo 203).82 En fin, en la General Estoria se mencionan otros ríos, pero sin precisiones que ayuden a formarse una idea de la geografía de Oriente: el Gránico, en Persia (HNo 97 = HNo 80: “Granicus”), el Éufrates (HNo 218 = 182), o el Tangen (Ganges), “al que la escriptura llama Fisón” (HNo 192).83 Y por lo que toca a los lagos, el Caspio no es un mar, sino un lago, el más grande del mundo, enseña Mandevilla: “Et comoquiere que hombre la clame mar, no es pas mar nj no toca a otra mar, ante es vn laco el mas grant del mundo” (LMM 137).84 Concuerda La flor de las ystorias de Orient: “Aquesta
canaueras nunca nasçen en logar seco sinon en rribera de agua [o en lugar do] es la tierra humida que les abonde de dia e de noche” (302). 81 “Alio namque die venerunt ad fluvium cuius ripe erant plene ex calamis tam grossis quasi pinus erantque alte pedes sexaginta” (HNo 128). Gigantescas cañas (êÜëáìïò) (κάλαμος) y bambués fueron descriptos ya por Ctesias de Cnidos en su Indica (F 45, 14) y por Plinio en su Historia natural: véase Karttunen, India 188-89. 82 “Subtus ipsum palatium currebat fluvius dulcissimus et erat claritas illius quasi aurum” (HNo 160). Sobre esta reina véanse Schneider 346 y Stoneman 134-36; para la cartografía medieval, Lecoq 71-72. 83 “Et exinde amoto exercitu venit ad fluvium magnum Gangen quem Phison sacra scriptura commemorat” (HNo 144). “... el primer rrio ha nombre Phison Engangues, et todo vno, et corre por medio India o Sinlat, [...] Et l’otro ha nombre Eufrate, qui corre por Meda, por Persia et por Armenja” (LMM 158; véanse también LMM 133, LT 60 a y LCZ 400). La identificación entre ambos ríos se remonta a Flavio Josefo (Karttunen, India 17); véase también Gregor 16-17. Pero el Libro del Caballero Zifar identifica al Fisón con el río Nilo (LCZ 400). En La flor de las ystorias de Orient, el Fisón, además de ser uno de los cuatro ríos que salen del Paraíso (FYO 59 = FHO 82 y 165, nota 205), era uno de los límites de Persia (FYO 60 = FHO 82; véase también FYO 75, 101 y 109 = FHO 94, 115 y 126). Sobre los ríos del Paraíso Terrenal hay que remitirse otra vez al libro de Scafi. 84 Sobre el mar Caspio en la geografía medieval y en Mandeville véanse Deluz, Le Livre 111, 115 y 120 y Hiatt 50 y 69. El padre Guillermo de Rubruck (1253) fue el primero que,
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Mar Caspis no es semblant a la Mar de Greçia ni a la Mar Ocçiana, antes es assi como estanyo [estanque], mas por la su grandeza es clamada mar, por que aquesti es el mayor istanyo del mundo” (FYO 56-57 = FHO 80). En cuanto a las montañas, lo más frecuente es que se note su altura: es el caso, entre tantísimos otros, de una en el reino de Comania, al sur de Rusia, Coquas, en La flor de las ystorias de Orient (“Cochins”, en el Libro de las maravillas del mundo y “Coques”, en La flor de les històries d’Orient), “que es muyt grant et alta” (FYO 56 = FHO 79), “qui es vno de los mas altos montes del mundo” (LMM 132). La estoria alfonsí menciona, por ejemplo, las de Persia (HNo 103 = 84), sin agregar mayores precisiones. Pero cuando se refiere a las montañas de la India, se las asocia invariablemente con las ideas de altura, enorme extensión, aspereza, majestuosidad y maravilla: D’allí vino Alexandre a una peña alta a grand maravilla e muy aspera, do se acogieron muchos pueblos ant’el miedo d’él. E queriendo Alexandre sobrar allí los fechos de Ercules combatió aquella peña muy derrezio e prisó-la, mas con grand trabajo e con grand peligro, e metió so el so señorio todas las yentes d’essa peña, ca avié en somo d’ella grand tierra e muy ancha e muchos ríos e montes e heredades de pan e de pastos e muchos pueblos, e era toda peña tajada aderredor. (HNo 179)85
“Una peña alta a grand maravilla”: a partir de aquí, obsérvese en cuántos de los textos aducidos en las páginas que siguen aparece la palabra “maravilla” asociada con la descripción de la naturaleza de la India en particular y del Oriente en general. Más adelante, en pasaje que recuerda al monte Atlas, se refiere que Alejandro llegó a “unos montes tan altos que atiñíen a las nuves e avién nombre las ‘Dídalas’” (HNo 202).86 Y también en las proximidades del mar Rojo: Empós esto todo levantósse d’allí Alexandre con su huest et vino al mar Bermejo e fincó ý sus tiendas. E avié alli un mont que era tan alto que los omnes non osavan ý
basado en su experiencia personal y contra la opinión de san Isidoro de Sevilla y otros autores antiguos y medievales, afirmó que el Caspio es un mar interior (el mar de “Caspa”, de Brunetto Latini, LT 65 b) y no un golfo en el norte del océano (Edson, The World 28-29 y 94; Gautier Dalché, “Remarques” 50; Larner, Marco Polo 25; Phillips, The Medieval 73, 184 y 188-89 y Scafi 201-02). 85 “Exinde amoto exercitu venit ad saxum mire asperitatis et altitudinis in quo multitudo populi confugerat. Cognovit Herculem ab expugnotiene eiusdem saxi terremotu prohibitum esse. Tunc Alexander nimio zelo accensus volensque facta Herculis superare cum magno labore et periculo superavit illud et omnes gentes illius loci subegit” (HNo 136). 86 “venerunt ad Didalos montes altos, pertingentes usque ad nubes” (HNo 158).
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subir, e quando llego allí Alexandre e lo vio, subió en él, e quando fue en somo, semejó’l que estava cercal cielo. (HNo 210)87
A todas estas características geográficas, hay que agregarles las numerosas islas que forman parte del Catay y de la India. A las primeras se refiere La flor de las ystorias de Orient, libro que comienza, precisamente, así: “El regno de Cathay es tenido por el mas noble regno et por el mas rico que sea en el mundo, et es en la ribera de la Mar Ocçiana. Et han tantas yslas en la mar que hombre nonde puede saber el nombre” (FYO 51).88 “Et hay islas assaz”, dice más adelante a propósito de la India (FYO 58 = FHO 81), dato que se ampliará en el Libro de las maravillas del mundo: “Et en Jndia et environ Jndia ay mas de .VM. islas habitables buenas et grandes sin aquellas qui son jnhabitables et sin otras chicas” (LMM 84).89 Mandevilla divide la India en tres partes, siguiendo criterios climáticos, pero a estas tres Indias les agrega otra más, la “alta India” (LMM 136), de la cual es emperador el preste Juan (LMM 126), “India” que también comprende una multitud de islas, cuyo origen explica así el Libro de las maravillas del mundo: Aquel rrey Prestre Johan tiene muy grant tierra et ha muchas buenas cibdades et buenas villas en su rregno et muy de diuersas yslas grandes et largas. Car esta tierra de Jndia es toda diuisada por yslas por causa de las grandes rriberas que vienen de Paradiso que deuisan la tierra en muchas partidas. Et assi en la mar ay muchas yslas. [...] Preste Johan ha dejus eill muchos rreyes, muchas yslas et muchas diuerssas gentes. (LMM 139)90
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“Deinde amoto exercitu venit ad mare Rubrum et castra metatus est ibi. Eratque ibi mons excelsus valde in quo ascendit Alexander et visum est ei quasi esset in celo” (HNo 170). La subida a este monte incita a Alejandro a querer alcanzar el cielo, para lo cual se embarca en un carro tirado por grifos (LA 2496-2507; véase Willis, The Debt 39-41). 88 “Lo regne de Catay és tengut per lo pus noble regna e per lo pus rich qui sia en lo món; e és en la ribera de la mar Occeana, e à·y tantes illas en la mar, que no·n pot hom saber lo nombre” (FHO 75). Pasajes que confirman la opinión de Burger: “La Fleur des histories emphasizes for its European audience the plenitudinous variety of Asia’s geographic, linguistic, ethnic, religious, and cultural diversity” (77). 89 Las islas son tierras de abundancia, de extraña fauna, de lo crudo, de la desnudez, de la licencia en las costumbres, del silencio, de la ausencia de viviendas; son un mundo “extraño” y aparte, pero no separado y aislado, sino reintegrado en la ecumene: así lo considera Mandeville, según Deluz (Le Livre 262-64). 90 A las características indicadas en la nota anterior, agréguese que las islas en Mandeville son también el dominio privilegiado de lo maravilloso: “L’île apparait monde clos (enclore), parfois mesuré (mesures), mais mal localisé. Elle est monde lointain, étrange (alterité), et lieu par excellence des merveilles” (Deluz, Le Livre 141; subrayados de Deluz); para otros aspectos de las islas en Mandeville véase también Deluz, Le Livre 144, 259, 298-99, 329 y 333-34. Sobre esta India del preste Juan en Mandeville véase Deluz, Le Livre 184-85.
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Los mares tampoco escapan a la condición de lo maravilloso, notada a propósito de aquella “peña alta a grand maravilla”, por ejemplo, como lo señala Mandevilla acerca del mar de Silla (Ceilán, Sri Lanka): Et seppades que en esta tierra et en las otras yslas alderredor la mar es assi alta que sembla que ella cuelgue de las nubles et qu’ella deua cubrir toda la tierra. Yo no se como eilla se puede asi tener sino que de la gracia de Dios qui la sostiene assi que es assi bien alta vers Libia, et por esto diso Dauid: “Mirabiles elationes maris”. (LMM 103)91
Brunetto Latini apunta otra “maravilla”: Et sabet que en la partida de India cresçe este mar & descreçe muy maravillosamente & faze muy grandes ondas, & esto es por que la fuerça de la calentura lo sostiene & asi va descendiendo como sobiendo, et por que en aquella tierra ay muy grant conmplimiento de rios et de fuentes. (LT 65 b)92
Y entre las muchas maravillas que Mandevilla enumera en el reino del preste Juan se halla un mar de arena, con el mismo oleaje que los de agua y con peces no menos sabrosos: Et si ay en su tierra muchas maraueillas, car alli es la mar arenosa qui es toda de arena et de grauella [arena, grava] sin gota d’agoa. Et va et viene a grandes hondas assi como faze l’otra mar, et ninguna vez nj en ninguna sazon no se tiene queda nj 91 Rodríguez Temperley remite al Salmo 93: 4 para la cita de Mandevilla (192, nota 232). El Libro del tesoro había dicho algo semejante del mar de Libia: “& Mauritaña fenesçe en la alta mar de Egipto; & comiença la de Libia, que es grant maravilla, ca es muy mas [alta] que la tierra, pero que tienese en su madre en guisa que non cae nin corre en la tierra” (LT 64 b); este paralelo con Brunetto Latini, a propósito de la altura del mar, fue indicado por Rodríguez Temperley (192, nota 231); véanse también Bennett 68 y Deluz, Le Livre 149 y 221 (maravillas y milagros en Mandeville). Se ha observado que hay en Mandeville dos islas de Ceilán, las que llama “Sille” (“Silla” en Mandevilla) y “Taprobane”, “desdoblamiento” que también se halla en el globo de Behaim, pero no en Marco Polo, ni en las ediciones de Claudio Tolomeo del siglo XV (Deluz, Le Livre 184 y 315). 92 Brunetto Latini continúa con esta digresión sobre las causas de las mareas: “& desto es grant dubda entre los sabios, por que acaesçe que la Mar Oçeana faze tan grandes ondas & cresçe y descreçe. & esto esto [sic] acaesçe dos vezes entre dia & noche sin fallesçer. & algunos dizen que el mundo a alma [+: que es] de quatro elementos, & por esso conviene que aya espiryto, & dizen que aquel espiryto que a sus carreras en fondon del mar por o respira [fr: ausi com l’en fait par les narilles] fuera [+fr: et ens] & faze las aguas del mar salir a suso & tornar atras segunt su spiritu va afuera & torna a dentro. Mas los estrologos dizen que es por la luna, ca veemos las ondas cresçer & menguar segund la creçençia [+: & la descreçençia] de la luna de siete en siete dias en que la luna faze sus quatro torneamientos en veynte & ocho dias por las quatro carreras del su çerco que oystes contar de suso” (LT 65 b).
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pazible. Et no puede hombre passar aquella mar nj por nauio nj otrament, et por esto no puede hombre saber quoal tierra ay vltra aquella mar. Et comoquiere que no ý aya point d’agoa, maguera hombre ý falla de buenos pescados a las rribas d’otra manera et d’otra fai[ç]on que no son en l’otra mar, et son de buena sabor et diliciosos a comer. (LMM 140)93
Extraña geografía la de estas tierras. Continúa Mandevilla con la relación de un río nacido en el Paraíso, cargado de piedras preciosas y que desemboca en este mar arenoso: Et a.IIJ. jornadas luein d’aquella mar ay grandes montaynnas de las quoales salle un rrio que viene de Paradiso, et es todo de piedras preciosas sin agoa, et corre contra val por medio el desierto a grandes hondas assi como faze la mar arenosa, et se fiere en aquella mar et alli se pierde. Et este rrio corre assi .IIJ. vezes la semana et en trahe de grossas piedras de rroquas qui trahen grant rruido, et luego que son entradas en la mar arenosa no parescen mas et son todas perdidas. Et estos.IIJ. dias qu’ella corre ninguno no osaria entrar, mas en los otros dias hombre ý entra bien. (LMM 140)
Clima de Oriente Si hay un denominador común en la imagen de la India ofrecida en el Libro de Alexandre y en la estoria alfonsí, es el de concebirla ante todo como una región de extremos y de lo extraño, maravilloso y sobrenatural. El clima, por ejemplo. Como se vio párrafos atrás, Juan de Mandevilla adopta la división tripartita de la India, según las diferencias climáticas entre regiones calurosas, templadas y frías: Et es Jndia deuisada principalment en .IIJ. partidas: la mayor, qui es tierra muy calient; et Jndia la menor, que es tierra atrempada, et la tercia partida, que es deuers septemtrion, qui es muy fria tierra, si es que por fina fredura et continua gelada l’agoa deuiene christal. (LMM 81)94
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Sobre este pasaje en Mandeville véase Deluz, Le Livre 51, 65-66 y 157. En otro pasaje, Mandevilla alude a los “desiertos de Jndia la menor” (LMM 135) y el Libro de Alexandre, a las “dos Indias menores con la otra mayor” (LA 1191 a): “La India ‘mayor’ es el Indostán; las ‘menores’ se corresponden con Indochina —la ‘India Menor’ en sentido estricto— y la zona comprendida entre Irán y Abisinia —la ‘India Meridia’—” (nota de Casas Rigall). Para el clima y el desierto en la obra de Mandeville véase Deluz, Le Livre 137-38, 143 y 153: Mandeville se refiere al “tiempo” y no al “clima”, según las distinciones analizadas en el capítulo dedicado al Septentrión. Sobre el clima caluroso de la India en los autores antiguos véase Schneider 42-43. 94
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Según la General Estoria, se encuentran en la India los mismos extremos que oponían, en el conjunto de toda la ecumene, al norte y al sur, replicando, en menor escala, si así pudiera decirse, los mismos contrastes climáticos, con los extremados fríos del Septentrión y los no menos rigurosos calores del Mediodía. Asia es tierra de inviernos, estación que Alejandro pasa en los palacios de Jerjes, construidos en las proximidades del río Tigris (HNo 133 = 104; 135, agregado de la General Estoria), y también de veranos ardientes: “tierras calientes” son las de Darío (LA 773 d) y las del reino de Cornil (Quilon, en la costa de Travancore, extremo suroeste de la India), en las que hace tanto calor que “hombre no lo puede sofrir” (LMP 52 = VMP 181). Y lo mismo en el reino de Comania, en cuya extensión (“vno de los mayores regnos que sean en el mundo”) coexisten regiones de uno y otro extremo climático: Aquesta tierra es malament habitada por el grant destemprament de la tierra; car algunas encontradas [regiones] ay tan fridas que hombres ni bestias no y pueden beuir, et otras encontradas ay que son tan calientes en estiu [estío] que ninguno no y puede durar por la grant calor et por las moscas que hi son. (FYO 55)95
Aunque La flor de las ystorias de Orient y el Libro de las maravillas del mundo presentan en ocasiones una imagen semejante de los países descriptos, no es el caso de este reino, puesto que Mandevilla omite las referencias a los calores del verano, haciendo de Comania un territorio sometido solamente a los rigurosos fríos de las estepas: Este es vno de los mas grandes rregnos del mundo mas no es pas habitable, car a l’una de las partidas deuers bisa [noreste] faze assi grant frio que ninguno non puede durar, et si ay tantas de moscas que hombre non sabe quoal part tornar. En esta tierra ay pocos arboles trayentes fructo nj otros. (LMM 132)96
Pero cuando las hay, las variaciones térmicas y estacionales pueden determinar el lugar de habitación de los pueblos, como los tártaros, según refiere Marco Polo:
95 “Aquesta terra és malament habitada per lo gran destrempament de la terra, car algunes ancontrades hi ha tant fredes que hòmens ni bísties no·y poden viure, per la gran fredor, e altres encontrades hi ha qui són tant caldes en stiu que nagú no·y pot durar, per la gran calor e per les mosques que hi són” (FHO 79). 96 El país de los cumanos se encontraba al sur de Rusia y al norte del mar Caspio (edición de Rodríguez Temperley 245).
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Los tartres stan volenterosament en lugares planos en do son herbages et riberas de aguas, en lugares calientes por los grandes fridos que faze en el yuierno, et en el stiu [estío] stan en las montanyas por las grandes calores que faze. (LMP 12 = VMP 50: “grans erbatges”)
En las siguientes descripciones de la India, las del Libro de Alexandre y de la estoria alfonsí (citada ésta en parte páginas atrás), se observan los mismos elementos climáticos y geomorfológicos notados en el capítulo anterior para Etiopía, a saber, sol abrasador, vastos desiertos y falta de agua: Empós esto movió Alexandre d’allí con su huest e tornósse por las Puertas Caspias, e fue d’allí contra Yndia e començó a entrar por essa tierra de India, e desí yr por los logares por ó el sol va más ardient e por tierra desierta muy ancha e muy grand e otrossí por ríos sin agua e por collados llenos de socarrenas [huecos, concavidades]. (HNo 149)97 Luenga era la vía: avié muchas jornadas; seca e peligrosa, avié malas passadas. (LA 2147 ab) Quando fueron andando, cuitolos la fervor; de la tierra, el polvo; del çielo, el calor: siquiere los vassallos, siquiere el señor, bevrién agua de río de müy buen amor. (LA 2149)
En esas tierras, Alejandro Magno encuentra ríos de aguas tan amargas (LA 2164) que los animales se negaban a beber y “se perdién de sed” —“los ganados non se podién ya tener de non caer a tierra con la gran sed” (HNo 167)—, mientras que la hueste debe recurrir a medidas extremas para saciarla: E essos cavalleros de Alexandre otrossí con la grand sed, los unos lamién el fierro por perdel-la e perdién-la quanto que era, los otros bevién el olio, los otros vinién a atamaño arrequexamiento que bevién las sus horinas mismas. (HNo, 167, 169)98
97 “Deinde amoto exercitu reversus et per Portas Caspias et cepit ingredi Indiam. Et ingressus est in eam et cepit ire per ardentissimum solem e per terram desertam et spatiosam et per flumina inaquosa e per colles cavernosos” (HNo 116); según Ctesias de Cnidos, el calor es tan intenso en la India que los habitantes mueren sofocados y el Sol parece ser allí diez veces más grande (äåêáðëáóßùí) (δεκαπλασίων) que en otras regiones (F 45, 12). 98 “Angustiabatur Alexander plurimum et omnis eius exercitus non tantum pro se ipsis quantum pro ipsis iumentis que deficiebant ex ipsa siti. [...] Ipsa vero pecora non poterant se continere pre nimis siti; milites vero eius alii lingebant ferrum, alii bibebant oleum, alii autem ad talem necessitatem veniebant, quo etiam urinam suam bibebant” (HNo 128).
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Biglieri, Aníbal A. Los omnes, con la cueita lamién en las espadas; otros bevién sin grado las orinas botadas. Andavan los mesquinos con las lenguas sacadas: ¡nunca fueron en el mundo gentes tan aquexadas! (LA 2151)
Si en algo insiste el Libro de Alexandre en todo este pasaje (LA 2147-83), es en la carencia de agua que sufrían los griegos en esa fase de sus campañas en Oriente: en todas esas tierras nadie “pudiesse un baso d’agua limpia fallar” (LA 2148 d) y tanta era la sed que los torturaba que, con tal de apagarla, los soldados estaban dispuestos a precipitarse en la fuente infestada de serpientes (LA 2157-58). Todos estos padecimientos recuerdan a los que el ejército romano sufrió igualmente en los desiertos arenosos de Libia, reseñados en el capítulo anterior: así, por ejemplo, cuando un soldado de Catón le ofrece un poco de agua recogida en su yelmo, éste la derrama sin beberla, no queriendo disfrutar de ningún tratamiento especial ante su hueste (GE V 140r = DBC IX, 500-10); y lo mismo hace Alejandro, ante el placer, admiración y respeto de sus hombres (LA 2152-54).99 Ciertamente, faltan aquí las lluvias que mitiguen los ardores del verano, como en la región de las costas de Coromandel, en el sudeste de la India y sobre el golfo de Bengala: “En aquestas tierras faze tan grant calor que hombre no hi pudie beuir si no que hi pluuie en iunyo, en iulio et en agosto, et aquesto refresca mucho la tierra” (LMP 51 = VMP 176).100 También recuerdan los sufrimientos de Catón los fuertes vientos que la hueste macedónica encuentra esta vez en las selvas de la India: E acerca de la onzena ora levantósse el viento huero, que es el de la parte de medio día, e començó a ferir tan fuerte, que todas las tiendas e los tendales d’ellas derribava a tierra. [...] e non fue tal nin tan atemprada la fuerça d’él, ca tomava los escudos e las lanças e dava con ello a media legua, e aun las lorigas que son pesadas mudava de un logar a otro e los omnes non osavan andar nin enfestar nin seer, si non yazer acostados a tierra, ca los tomava ell viento e leváva-los de un logar a otro como a las otras cosas que eran más pesadas que ellos, e quebrantáva-los de mala guisa e assí que aun algunos de los más gruessos e mayores vientres que murieron por ello, mas duró poco aquella ferida de viento. (HNo 187)101 99
Un episodio semejante se lee en El Victorial (307-08), por influencia directa del Libro de Alexandre: véase Beltrán, “Alejandro” 31-32. 100 Sobre este pasaje en Marco Polo véase Metzler 79. 101 “Circa vero horam undecimam tanta virtus Euri venti flare cepit, quod omnes tendas et papiliones de ipsis castris ad terram deiecit. [...] Cum autem cecidisset ipse ventus, continuo ceperunt milites eius recolligare omnia que ipse ventus disperserat” (HNo 140); la versión alfonsí amplifica aquí, contra la tendencia más general a lo largo de toda la estoria de ceñirse a su fuente.
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En el Libro de las maravillas del mundo son frecuentes también las referencias a los extremos calores, como el que azota a varias islas del golfo Pérsico, según refieren Mandevilla y también Marco Polo. En la de Orines (Ormuz) los excesivos calores tienen sorprendentes consecuencias para los órganos sexuales de los hombres, con no menos ingeniosas soluciones: Mas faze tan grant calor en aquella jsla, et por la grand destreza de la calor los perpendiculos de l’ombre et los collones sallen fuera del cuerpo del hombre ata media camba por la gran disolucion del cuerpo. Mas las gentes de la tierra et aquellos qui saben la natura se fazen ligar bien cerradament et lo fazen vntar de vngujento rrestrentiuo et rrefugeratiuo por los rretenir en el cuerpo o otrament eillos no podrian biuir. (LMM 84-85)102
Y tanto es el calor de la isla de Orines que sus habitantes deben pasar gran parte del día desnudos en el agua: En aquella tierra et en Ethiopa et en otras tierras muchas las gentes jazen todos nudos en las rribas de las agoas, hombres et mugeres todos emsemble, de ora de tercia ata baxa nona, et jazen todos dentro en l’agoa sino que la cara por la grant calor que ý faze que apenas non lo puede ninguno endurar. Et si no han las mugeres point de vergoynna de los hombres, mas jazen priuadament cerca a cerca, tanto que la calor sea abaxada. (LMM 85)103
De la isla de Quis (Ghes o Kem, en el golfo Pérsico) dice el viajero veneciano: “et faze grant calor en lur tierra, assi que lures casas son fechas por orden et han vn artificio que les faze viento, que en otra manera no podrian veuir” (LMP 60 = VMP 205).104 En Chana (Thana, puerto antiguo de la isla de Salsette, sobre la costa de Malabar), las altas temperaturas impiden que los muertos sean enterrados: “Et en esta ysla nj en muchas otras no entierra hombre njngun hombre muerto, car la calor ý es assi granda que en vn poco de tiempo la carne es toda consumjda ata el hueso”. (LMM 87). En las islas del océano Índico, los habitantes “uan todos esnudos por la grant calor” (FYO 58 = FHO 81) y lo mismo en la isla de Lamori (al noroeste de Sumatra), donde “faze grant calentura et est la costumbre tal, que los hombres et las mugeres van todos nudos, et s’escarnecen quando eillos veen algunos estranios qui son vestidos” (LMM 92). 102
Para este pasaje en Mandeville véase Bennett 31-32. Para este pasaje en Mandeville véase Metzler 81. En la ruta marítima hacia la India se encuentran otras islas en las que también reinan altas temperaturas, o “grant calentura” (LMM 87). 104 Para este pasaje en Marco Polo y su referencia a los “ventiladores” véase Metzler 90. 103
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El clima tendrá también una influencia decisiva en las campañas militares. En Siria, por ejemplo, los tártaros deben desistir de la guerra “por la grant calor del stiu [estío]”, “por la calor que fazia” (FYO 140 = FHO 151), debiendo esperar la llegada del invierno para reanudar las operaciones.105 El hecho es importante, habida cuenta del interés que el autor de La flor de las ystorias de Orient manifiesta en la recuperación de Tierra Santa para los cristianos: “los tartres no podrien aturar [durar] en aquellas encontradas [regiones] por la grant calor que hide faze en el tiempo del estiu [estío]” (FYO 190).106 En la India, tierra de contrastes, los ejércitos de Alejandro sufrirán asimismo estos otros extremos, con terribles consecuencias. Así sucede en un desierto frío y oscuro, ya mencionado al principio de este capítulo: Alexandre el grand, pues que ovo paradas so el so señorío las tierras que oyestes en el capítulo ante d’esto, movió d’allí de cabo con su hueste, e entró en un logar desierto e frío e tan oscuro, que los cavalleros, assí como yvan ayuntados, a dur se podién coñoscer unos a otros; e andudieron por aquella tierra oscura siete días. (HNo 181)107
Más extensa es la descripción en otro pasaje de la General Estoria de las variadas condiciones climáticas y sus efectos en las huestes conquistadoras. Nieves y grandes fríos: Ordenadas sus cosas de toda la huest movió d’allí Alexandre, e vinieron a un val muy grand e fincaron allí sus tiendas, e posó ý Alexandre con su huest. E ante que llegasse al val, falló Alexandre en la carrera uno de sos cavalleros, que era ya de días muy aquexado de nieves, e yazié en tierra por morir-se ya del grand frío, e descendió el mismo de la bestia en que yva e mandó dar otra bestia, e él mismo lo alçó con sus manos e en sus braços e púso’l en ella e tróxo’l a la huest, e mandó luego pensar d’él e fazer-le quatro fogueras aluén d’él, porque oviesse la calentura atemprada, e recombró [se recobró] el cavallero e viscó. E començó estonces a crecer allí mucho el frío caer grandes nieves; e mandó otrossí Alexandre contra esto fazer muchos fuegos e muy grandes por toda la huest e aun fuera d’ella aderredor. E sobr’esto, porque sobrepujava aún la nieb mucho a demás, temié-se Alexandre que
105 En el reino de Carbanda, región que era, además, “seca et desierta”, sólo se podía entrar seis meses al año, durante el invierno (FYO 154 = FHO 119). 106 Páginas más adelante, el autor de La flor de las ystorias de Orient, refiriéndose al “pasaje general” hacia los Santos Lugares, aconseja que los peregrinos hagan escala en Chipre hasta el final del verano, para evitar las enfermedades que en esta estación podrían aquejarlos en Armenia (FYO 194). Sobre la poca extensión que Haytón le dedica a este tema véase Burger 72. 107 “Deinde amoto exercitu ingressus est locum desertum, frigidum atque obscurum, ut pene agnoscerentur inter se milites. Et exinde ambulantes iter dierum septem...” (HNo 136).
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creciere tanto que crubririé ý las tiendas e la huest e que se perderién ý los omnes, e mandó a sos cavalleros que saliessen e andudiessen por toda la hueste sobre la nieb con sus omnes e la acoceassen toda, e ellos fiziéron-lo assí, de guisa que la nieb enoyo les fizo, mas non otro daño ninguno; demás que los ayudavan a abaxal-la los fuegos que avién fechos grandes e muchos cada tienda por toda la huest. Pero diz la estoria que morieron allí con el frío e con el quebranto d’aquella nieb quiñientos cavalleros, e que los mandó luego Alexandre soterrar allí.
Nubes, lluvias, nublados, fuegos, cielos claros: Empós esta nieb vino una muy grand lluvia, que acaesció por salvar a los d’aquella huest de Alexandre, e quedaron las nieves. Entre tod esto sobrevino con essa lluvia un nublo muy grand e oscuro, de guisa que tres días duró que non ovieron sol claro ni’l vieron por aquellas nuves tan oscuras que estavan entr’el sol e ellos. E en cabo d’esto començaron a caer del cielo nuves, que ardién como fachas, e tan ardientes eran, que semejava que todo el campo ardié de las sus llamas. E fizo allí luego Alexandre sus sacrificios grandes a sos dioses, e con tod esso aoró el dios e escampó, e tornáronsse el aer o el cielo claros e serenos. (HNo 187, 189)108
De estas adversidades climáticas, y de otras muchas también, les dará cuenta Alejandro en sus cartas a su madre Olimpia y a su maestro Aristóteles: E d’allí envió Alexandre sus cartas a la reyna Olimpias su madre e a Aristotil su maestro, en que les envió dezir de las batallas que fiziera con el rey Poro e de las angosturas que passaran él e su huest en el tiempo del ynvierno e otrossí en el tiempo del estivo en India, e de muchas contiendas e lides que ovo con bestias fieras e con otras maravillas e serpientes en las tierras de India. (HNo 214-15)109 108
“Et amoto exercitu venerunt in quandam vallem maximam et castra metatus est ibi. Et antequam veniret in ipsam vallem, invenit in itinere unum ex militibus suis etate confectum nimisque a viribus consumptum et statim per semetipsum descendens de equo elevavit eum et ad castra adduxit et calefaciens eum refecit. Tunc precepit Alexander accendi focos plurimos cepitque magnum frigus accrescere et ceperunt cadere nives maiores lana. Continuo precepit militibus suis ut calcarent eas pedibus suis, quia timebat ne accresceret ipsa nix. Adiuvabant enim eos multum ipsi foci quos accensos habebant; sed tamen mortui sunt quingenti milites ex ipsa nive quos iussit Alexander sepeliri. Deinde venit maxima pluvia que fuit causa salutis illorum, et ipse nives cessaverunt. Inter hec supervenit cum ipsa pluvia nubes maxima et obscura, ita ut tres dies sine claro sole essent eo quod nubes obscura pendebat super eos. Et ceperunt cadere de celo ardentes nubes sicut facule, ita ut totus campus arderet de incendio illarum. Statimque Alexander fecit dii suis victimas, et eo orante continuo serenitas celo reddita est” (HNo 140, 142). “Niebla escura” y “fiera pluvia” sufren también los griegos, según el Libro de Alexandre (LA 2037 a, 2046 a). 109 “Interea Alexander scripsit epistolam Olimpiadi matri sue et Aristotili preceptori suo de preliis que fecit cum Poro rege Indorum, seu et de angustiis hiemalibus et estivis que passus est
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Pero también puede reinar en la India un equilibrio climático, alejado de ambos extremos, como les explica Alejandro a sus soldados al referirse a “la yguança de los dias e de las noches que se faze en este tiempo en el otoño en que agora somos” (HNo 187).110 Muy distinto, y mucho más benigno, es el clima de la India según el Libro del tesoro: E despues de aquella tierra es India, que dura desde las montañas de Media fasta la mar de mediodia & alli es el ayre tan bueno que a dos veranos en el año & dos tienpos en que cogen pan, & en lugar de invierno ay un viento que es tan bueno y tenplado. (LT 61 a)
Y lo mismo el lugar en que está emplazada la ciudad de Babilonia: “Yaze en logar sano, comarca muy temprada: / nin la cueita verano nin faz’ la envernada” (LA 1461 ab), o el sitio en que se asentaba el palacio del rey Poro: “verano e ivierno era logar temprado” (LA 2120 d). Y, en fin, de la variedad de climas según las estaciones, informa Mandevilla a propósito de los dominios del Gran Kan, al noreste de la India, en la actual China: Item en verano finca l’emperador en vna cibdat qui es vers bisa [noreste] que ha nombre Sadux, et allj faze asaz frio.Et en yuierno eill finca en la cibdat de Camahalech qui es muy calient tierra, mas la tierra do eill finca mas comunament es a Cayde alla o Jong, qui es buena tierra et es asaz bien atemprada segunt la tierra d’alla, mas adaquellos d’esta tierra semblaria muy calient. (LMM 123)111
Al concluir esta sección, podrían agruparse y releerse en conjunto los pasajes del Libro de Marco Polo relacionados con el clima de Asia. Su testimonio sería más importante que el de los otros textos por provenir de un viajero que efectivamente estuvo en Oriente y que, al paso de su relato, va registrando las condiciones climáticas de las regiones visitadas. Tratándose de la traducción aragonesa y de la catalana que le sirve de fuente (versiones abreviadas del libro original de Marco Polo), no serán muchas las referencias directas, pero aun así vale la pena releerlas para discernir si en ellas se puede rastrear una cierta imagen del clima de su época y determinar hasta qué punto Marco Polo tuvo una
in India, necnon et de multis certaminibus que habuit cum bestiis et monstris et serpentibus in eadem India” (HNo 178). 110 “... pro autumnali equinoctio accidit quod nunc factum est” (HNo 140). 111 Sadux = Shangtu, a trescientos kilómetros al noroeste de Pekín; Camahalech = Pekín, Beijing; Cayde = “Tatu en mongol, hoy Pekín”; Jong = “Yen-king, nombre chino de Khanba-lig, hoy Pekín”.
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idea más o menos clara de su “funcionamiento”. Lo estudió Marcello en el original de Marco Polo, en el marco de las condiciones “particularmente desfavorables” del siglo XIII en Asia y de la “Edad de Hielo” que se inicia a mediados de esa centuria o en la siguiente; en lo que se refiere a China en particular, Marcello recuerda que de los siglos XI al XV los inviernos fueron muy rigurosos.112 Lo registra el Marco Polo aragonés al referirse a los cambios climáticos y estacionales que rigen los movimientos de los mongoles, según se vio en un pasaje citado páginas atrás: Los tartres stan volenterosament en lugares planos en do son herbages et riberas de aguas, en lugares calientes por los grandes fridos que faze en el yuierno, et en el stiu [estío] stan en las montanyas por las grandes calores que faze. (LMP 12 = VMP 50: “grans erbatges”)
Pero lo que es de notar, sin embargo, es que la versión aragonesa, en las pocas referencias que hace al clima del continente, insiste, más que en los fríos, en las altas temperaturas reinantes en varias regiones: en la de Cornil, en el sudoeste de la India, en donde los calores son inaguantables (LMP 52 = VMP 181); en el sudoeste de la India, en las costas de Coromandel, sobre el golfo bengalí, Marco Polo nota que las condiciones de habitabilidad en zonas tan calurosas son sólo posibles por el efecto morigerador de las lluvias del verano (LMP 51 = VMP 176); y en una isla del golfo Pérsico, sus habitantes combaten el calor con casas y artificios que producen viento y hacen posibles los asentamientos humanos (LMP 60 = VMP 205).113
112 “... sono proprio I dati relativi alle piante cresciute in ambiente umido che indicano un deciso peggioramento delle condizioni-ambiente dopo il 1270 sino al 1310, e questa sofferenza pare debba ritenersi dovuta ad una diminuita disponibilità di acqua per gelo e neve” (262). Ya en los siglos XI y XII se produjo un enfriamiento en el clima de China, con nevadas y heladas en los inviernos (Lamb, Climate, History 171). La “Edad de Hielo” en Europa y el hemisferio norte se inicia alrededor del año 1300 y se prolonga hasta mediados del siglo XIX (Fagan, The Little 49). Lamb ofrece más indicaciones: el período cálido de la Alta Edad Media se extiende desde 1100 hasta 1300, sobre todo a partir de 1150 (Climate: Present II, 429, 435 y 440 y Climate, History 172) y está bien atestiguado hasta la década de 1280 y probablemente también hasta alrededores de 1310 (Climate: Present II, 430 y Climate, History 181). Las fechas son, por supuesto, relativas, pero podría decirse que el viaje de Marco Polo tuvo lugar en una época que, con mucha imprecisión y no sin riesgo de error, sería de “transición” entre el período templado, o cálido, de la Edad Media y la “Edad de Hielo”, que comienza en el siglo XIV. 113 Así describe Gallina estos artificios: “Torres de rajoles [ladrillos], dividides a l’interior en compartiments tubulars, pels quals passa l’aire a les estances subterrànies” (VMP 205, nota 3). Marco Polo tampoco habría insistido demasiado en su libro sobre las dificultades encontradas
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Zoología “Praecipue India Aethiopumque tractus miraculis scatent”, afirmó Plinio (VII, 21), en frase que bien describe la fauna india: lo grande, lo desproporcionado, lo híbrido son algunas de las características más definitorias del reino animal en esta región, comenzando con las serpientes, según dice la Semeiança del mundo: “E entre las otras serpientes e bestias fyeras que ende ay muchas e de mill guissas” (SM 61), en lo que coinciden pasajes citados poco antes sobre la “grand muchedumbre de serpientes e de bestias fieras” que habitan los vastos, áridos y ardientes desiertos de la India (HNo 167), fauna y geografía que no pueden menos que relacionarse con las serpientes y arenales que otro ejército, el de Catón, padeció en Libia.114 Serpientes extrañas abundan en varias regiones de Asia, como éstas de la India, pese a la opinión contraria de Estrabón, emitida más de un milenio antes (II, 1, 9): “E en esta tierra ay otrosy serpientes e bestias tan fieras que se tragan los çieruos byuos, e nadan a las vegadas en la mar que dizen Oçeano” (SM 61); o estas otras de Arabia: Et por dezir verdat, en Arabia ay una manera de serpientes blancas que llaman serenas, que corren tan fuerte que dizen muchos que buelan; & el mordido dellas es atan cruel que, sy alguno muerden, conviene que muera ante que sienta dolor ninguno. (LT 71 b)
O como las que Alejandro va enfrentando a medida que sus huestes se internan en el continente, como en las Puertas Caspias, cuyos habitantes les advierten: que se apercibiessen todos e se guarneciessen, ca desque fuesse de noche vernién a ellos tantas de serpientes que criavan aquella tierra e de tantas naturas que los enpoçonarién e los matarién, si desapercebidos estudiessen e d’ellas se non guardassen. (HNo 147)115
durante su viaje, entre ellas las debidas al “mal tiempo” (Gosman, “Marco Polo’s” 74). Para el estudio del clima en la literatura medieval, a partir sobre todo de Marco Polo, Odorico de Pordenone y John Mandeville, véase el estudio de Metzler. 114 Estrabón indicó también que los animales de la India, tanto terrestres como acuáticos, eran más grandes que los de otras regiones del mundo (XV, 1, 22); de las serpientes de la India da noticia Ctesios de Cnidos (F 45, 33; F 45l); para la fauna en los autores medievales véanse Gregor 56-70 y Le Goff, “L’Occident” 293. 115 “et dictum est ei ab hominibus loci illius ut muniret se ipse exercitus noctis tempore a diversis serpentibus quos gignit eadem Caspia” (HNo 114). Para los estudios de zoología de Oriente, a la zaga de las expediciones de Alejandro Magno, véase Jaime Alvar 87-88.
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Et luego que viene el verano, vienen todas serpientes de aquella tierra a aquel logar por que non puede ninguno pasar [aquel lugar de los puertos de Caspa si non en invierno]. (LT 60 b)
o las que encontrarán en los desiertos asiáticos: e era esto en el mes de agosto, e començósse de yr por la tierra árida e por los logares de las arenas que eran sin agua et muy calientes e do avié grand muchedumbre de serpientes e de bestias fieras. (HNo 167)116
A lo que corresponden las “sirpientes raviosas e bestias entecadas” del Libro de Alexandre (LA 2147 c): Fallaron en comedio muchas malas sirpientes, unas con aguijones, otras con malos dientes; unas vinién bolando; otras, sobre sus vientres. ¡Danávanle al rëy muchas de las sus gentes! (LA 2155)
Serpientes que también encontrarán en una fuente y de cuyo hostigamiento se salvarán los griegos acudiendo a un extraño recurso: cumpliendo órdenes de Alejandro, para ahuyentarlas, se desnudan todos sus hombres (LA 2161), lo cual corroboran el Libro del tesoro: “an miedo de onbre desnudo” (LT 72 a) y el Fisiólogo: “si uiderit hominem nudum, timet eum” (111).117 Brunetto Latini narra otro recurso de Alejandro para defenderse de los basiliscos: Et sabet que Alexandre, quando fallo los basaliscos, fizo fazer muy grandes redomas de vidrio en que cabrie un onbre, en guisa que veye el basalisco & el basalisco non a el; & asy los fizo matar, & fue su hueste librada dellos. (LT 73 a)
Lo mismo en la región del mar Rojo:
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“et mense Augusto cepit ire per ardentissimum solem et per loca arenosa et inaquosa ubi erat multitudo serpentium et ferarum et beluarum” (HNo 128). A los extremos climáticos de la India se refirió Heródoto en III, 104. También las huestes de Alejandro tuvieron que soportar, antes, un intenso calor en Cilicia (Asia Menor): “El mes era de julio, un tiempo escalentado, / quando en el León ave el Sol su grado. / Avié a lo de menos quinze días andado / —según esto, pareçe que era bien mediado—. // El tiempo era fuerte e el Sol muy fervient’: / ¡querié de calentura morir toda la gent’! / Çiliçia, sobre todas, avié aire calient’, / ca el ardor del Sol la quexa fierament’” (LA 881-82). 117 Para este pasaje en el Libro de Alexandre y el Fisiólogo véase Lugones, Los bestiarios 219-25; por su parte, Bly y Deyermond lo interpretan también en el contexto del uso de la figura en la obra (174-76).
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E avié allí unas serpientes muy grandes otrossí, que avién cuernos como carneros grandes con que firién a los cavalleros e los matavan luego; mas pero mataron d’ellas los cavalleros de Macedonia la mayor parte. (HNo 211-12)118
o en Babilonia: “e fallaron allí unas serpientes que fazién muy grand espanto e muy crueles, e avié cada una d’ellas dos cabeças, e luzién-les los ojos como candela” (HNo 214).119 Más extrañas aún son otras serpientes de la India: Empós esto movió d’alli un día Alexandre con su huest, e vino a un valle que falló lleno de grandes serpientes, que avién en las cabeças grandes esmeraldas; e diz que les avinié por esta natura, por que se criavan en esse valle e vivién de laser [laserpicio, especie de una planta herbácea, o su jugo] e de pimienta blanca. E lidiavan entressí cada año estas serpientes, et murién ý muchas d’ellas, e allí ó ellas lidiavan e fincavan muertas, fallavan ý después los omnes aquellas esmeraldas. (HNo 206)120
Y cuando La flor de las ystorias de Orient, en los pocos pasajes en que lo hace, recuerde el periplo de Alejandro Magno en Asia, lo primero que hará es mencionar esta fauna: “Deues septentrion por lueng es el grant desierto de India, alla do el emperador Alexandre trobo tan grant diuerssitat de serpientes et de bestias, assi como se contiene en sus istorias” (FYO 58 = FHO 80-81). Como en otros aspectos concernientes a la geografía de Asia, y tal como se comprobará en las páginas que siguen, el Libro de las maravillas del mundo se diferencia de todas las demás obras en varios aspectos: incluye animales no mencionados en las otras, los describe a veces con minuciosidad, llegando incluso a medirlos, los sitúa no solamente en su habitat natural, sino también en ámbitos palaciegos, etc.; en suma, el libro de Mandevilla es, de todos los textos del medioevo español, el que ofrece una visión más amplia, más completa y más detallada de la fauna del continente. Ejemplo claro de esto son las descripciones de las serpientes de la India y de los cocodrilos de Taprobane (Sri Lanka). Casi no hay texto que omita a ambas especies, pero tampoco ninguno describe a las primeras con los detalles y precisiones de Mandevilla en cuanto a sus variedades, colores, dimensiones y medidas: 118 “Erantque ibi serpentes mire magnitudinis, habentes cornua in capite sicut magni arietes cum quibus feriebant milites Alexandri, et statim moriebantur. Sed tamen interfecerunt Macedones ex ipsis maximam partem” (HNo 174). 119 “in qua invenerunt serpentes mire magnitudinis atque horridos et nimis sevissimos, habentes duo capita quorum oculi lucebant ut lucerna” (HNo 176). 120 “Altera autem die amoto exercitu pervenit ad quandam vallem que erat plena ex magnis serpentibus et habebant in capite maximos smaragdos. Ipsi namque serpentes vivunt de lasare et pipere albo quem gignit ipsa valllis et singulis annis pugnant inter se et multi ex ipsis moriuntur” (HNo 166).
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Ay assi bien alli serpientes grandes et grosas de .VJ xx. piedes de luengo, et ay muchas d’otras diuerssas colores: rrayades, vermeillas, verdes, amariellas, jndias, negras et todas tecelladas [moteadas]. Et son de .IIIJ. bra[ç]as o de .V. de luengo, et d’otras ay que son crespas sobre la cabe[ç]a. Et van sobre los piedes quasi todas drechas, et son bien de .IIIJ. brazas en gros o mas et habitan siempre en cauas de las rroquas et han siempre la boca obierta de que siempre degota venjno. (LMM 150)
Con respecto a los cocodrilos, en otros capítulos se han citado textos con mención de ellos en la región del monte Atlas o del río Nilo, pero siempre de pasada y sin el pormenor con que el Libro de las maravillas del mundo va refiriéndose al color, anatomía, medidas, forma de desplazarse, habitat, dieta: Aquellos cocodriellos son serpientes jaunes [amarillas] rrayados, et han .IIIJ. piedes et cortas gambas et grandes vnglas [uñas], el en ý a de .V. b[r]a[ç]as de luengo de .VJ. et de .X., et quando eillos van por logar arenoso sembla que han rrastrado vn grant arbol por medio l’arena. (LMM 102) En esta tierra et en toda Jndia ay grant faison de cocodrillos, et es vna manera de luenga serpient si commo yo he dicho de [ç]aga et de noche eillos habitan en agoas et de dia son sobre tierra en rroquas et en cauados. Et no comen point en todo l’iujerno, mas jazen en lur forado assi como fazen las serpientes. Esta serpient mata las gentes et los come en plorando, et quando eill come ell muda las bariellas [mandíbulas] de suso et non pas las de juso, et si no ha point de lengoa. (LMM 150)121
Tan característicos de la India como las serpientes son también los elefantes, blancos u oscuros, que habitaban en los desiertos del subcontinente (LMM 155).122 Estos animales se empleaban en batalla, como lo hacía, por ejemplo, el rey de Calanoth (Indochina, noroeste de Cochinchina):
121 Sobre estas características anatómicas de los cocodrilos véase la edición de Rodríguez Temperley 198, nota 281. En Asia registra Brunetto Latini “tres yslas en que nasçen las cocatriçes en que ay en luengo veynte pies” (LT 61 b); descripción más detallada de estos animales, coincidiendo en gran parte con Mandevilla, se encuentra también en el capítulo 131 (LT 69 b-70 a). Para los cocodrilos asiáticos véase Schneider 166-67. 122 Para la distinción entre elefantes indios y africanos véase Scullard 23-24 y para los elefantes de la India en los autores medievales véase Gregor 58-61. Brunetto Latini ofrece información detallada sobre estos animales: dimensiones, anatomía, domesticación, empleo en la guerra, costumbres, reproducción, sangre, falta de articulaciones, etc. (LT, capítulo 187, 89 a - 90 a); véase asimismo el capítulo XX del Fisiólogo. Para los elefantes véanse también Jaime Alvar 88-89 y Toynbee 32-54 y para estos animales en los mapamundis de la Edad Media en relación con Alejandro Magno véase Lecoq 75-76.
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Car en caso que eill auria guerra a algun otro rrey d’entor el faria puyar gentes en los castiellos sobre los oriphantes por conbatir a sus aduerssarios. Et assi lo fazen los otros rreyes d’estas marcas, car la manera de guerrear pardalla no es pas semblable a l’ordenan[ç]a d’aca. Et claman alla los oliphantes “vaquas”. (LMM 100)
También la General Estoria registra el empleo de los elefantes en la guerra, como la que Alejandro tuvo que librar contra el rey Poro: Leuda muchas vezes el rey Poro aquella carta del rey Alexandre, fue porende muy irado el rey Poro e ayuntó grand muchedumre de sos cavalleros e muchos elefantes con que solién yr en huest e lidiar essos indianos, e salió luego Poro muy bien guisado contra Alexandre; ca era la huest muy grand a demás e de omnes fuertes, e sin cavalleros e omnes a pie levava ý catorze mil e ochocientas carretas e quatrocientos elefantes, que levavan señas torres e en cada torre treynta omnes armados pora lidiar. (HNo 157)123
El Libro de Alexandre ofrecerá, dispersos a lo largo de toda la narración, más detalles sobre los elefantes en el campo de batalla. Así sucedió frente a los ejércitos de Darío, en Persia (LA 1297 c), pero, sobre todo, contra los de Poro, en la India.124 También sus elefantes eran numerosos, más de trescientos (LA 1981 b), y de enormes dimensiones, a juzgar por los siguientes adjetivos y 123 “Relecta igitur Porus hac epistola iratus est valde et congregata multitudine militum suorum atque elephantum cum quibus Indi pugnare soliti eran exierunt obviam Alexandro. Erat enim exercitus Pori magnus valde et fortis habebatque milia octingentas quadrigas omnes falcatas absque equitibus et peditibus et quadringentos elephantes qui portabant turres in dorso ubi stabant per unanquamque turrim triginita homines armati ad pugnandum” (HNo 120). Para todo lo que sigue, ténganse en cuenta, como mínimo, estos datos históricos: “La puerta de este poderío fue la conquista del Imperio persa, gobernado a la sazón por Darío III Codomano, al cual los griegos pagaban tributo. El 334 a. J.C. fueron derrotados por primera vez los persas, en el río Gránico. Alejandro, que trataba de reproducir las hazañas de los griegos en Troya, cuyas ruinas había visitado tras desembarcar en Asia, aprovechó también el apoyo de las colonias mercantiles griegas en Asia Menor para asegurarse un respaldo económico en la zona. El 333, en Issos, derrota de nuevo a los persas, esta vez con el propio Darío al frente, cuya familia queda prisionera”; “El 327 a. J.C. empezó la campaña de la India, en la que derrotó al rey Poro, en combate personal, junto al río Hidaspes, el 326” (Marcos Marín 12 y 13); exposición más pormenorizada de las campañas de Alejandro en Oriente se puede ver en Andrés-Suárez 63-66. 124 A la participación de estos animales en la guerra se había referido también Ctesias de Cnidos (F 45, 7; F 45b: véase Scullard 33-36); para este tema véase también Karttunen, India 51-52, 156 y 227. El Victorial ofrece también un resumen de las batallas entre Alejandro y Poro (179); véase Beltrán, “Alejandro” 29. Para el empleo de elefantes en la guerra véase especialmente Scullard 64-76, con las siguientes puntualizaciones: a) Darío enfrentó a Alejandro con un ejército que contaba con quince elefantes (64); b) compárense las cifras
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comparaciones: “grandes” (LA 287 c), “grant” (LA 1352 b), “fiero” (LA 2050 b), el del rey era “mayor que un durmón [embarcación larga]” (LA 2025 b).125 También esta obra se referirá con más pormenor a la manera en que estos animales entraban en combate, con torres de madera —“engeños para lançar & castillos para lidiar” (LT 89 b)— sobre sus lomos (LA 1352): Cuemo era la bestia mortalmente ferida, fue luego mano a mano en tierra abatida. Cayó el filesteo con toda su bastida [castillo sobre el elefante]: ¡semejava la cabeça ant’ que fues’ levantado! (1354)126
dadas por la General Estoria (y la Historia de preliis) con las indicadas por Scullard para las fuerzas de que disponía Poro para la batalla del río Hidaspes, a saber: infantería: 50.000; caballería: 3.000/4.000; carros de combate: 300 y elefantes: 200; c) ¿los empleó también Alejandro en su ejército, como después lo hicieron los monarcas helenísticos? Scullard se inclina por la negativa, afirmando que Alejandro usó elefantes como animales de carga y de transporte y en ciertas actividades “paramilitares” y ceremoniales, pero que fueron sus sucesores los primeros griegos que emplearon esos animales en la guerra (75 y 236). 125 Con respecto a las dimensiones de los elefantes, Plinio recoge la opinión de Onesícrito según la cual los de Taprobana (Sri Lanka) eran más grandes y más belicosos que los de la India (VI, 81); para este dato y para el error, común en la Antigüedad, de que los elefantes de la India eran más grandes y más fuertes que los de África, como también pensaba Plinio (VIII, 27), véanse Dihle, “Der fruchtbare” 60 y Schneider 154-57; al contrario, dice éste, los elefantes africanos son más grandes que los asiáticos (156). Pero el debate continuó hasta el siglo XX y, según Scullard (60-63), la opinión de los autores antiguos era, en cierto modo, correcta: “Thus if we may suppose that the ancients did not handle the massive African elephants, which were only revealed in the course of the last century [siglo XIX], but drew upon the smaller animals from Eritrea and North-West Africa, then the communis opinio of antiquity that they were smaller than the Indian elephant may be once again accepted” (63). Los elefantes de Taprobana tenían un lugar especial en la fauna de la isla: “& de la otra parte son los elefantes & otras bestias salvajes” (LT 61 b); “Et si ay muchas bestias saluages, specialment oriphantes” (LMM 102); elefantes se encuentran también en los dominios del Gran Kan (LMM 122). Para Brunetto Latini, el elefante “es una bestia, la mayor que ninguna sepa” (LT 89 a) y es con estos animales que comienza Plinio su estudio del reino animal (VIII, 1-32). Pero no lo hace solamente porque el elefante sea el animal más grande (“Maximum est elephans...”), sino porque es el que más se acerca al ser humano por sus sentimientos, inteligencia y virtudes, como la probidad, la prudencia y la equidad: véanse Beagon 139-40, Scullard 209-18 y Vegetti 118. 126 Véase el análisis de Lugones para esta comparación (Los bestiarios 133-35 y 140-42). Así se refiere Plinio a estas torres y a la importancia que tenían en las guerras de Oriente: “Domiti militant et turres armatorum in dorsis ferunt, magnaque ex parte Orientis bella conficiunt: prosternunt acies, proterunt armatos” (VIII, 27).
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Biglieri, Aníbal A. El elefant’es bestia de muy grant valentía; sobr’él arman engeños de muy grant carpentería, castiellos en que puede ir grant cavallería, al menos treinta omens o demás —¡non mintría!—. (LA 1976)
La misma costumbre registra Marco Polo en la India: Assi que fizieron aparellar sus gentes, et huuieron mas de II mil orifantes et sobre cascuno fizieron fer vn castiello de fusta [madera] en que stauan pora combatir de XII en XV hombres darmas. (LMP 31 = VMP 113)
y entre los guerreros de la isla de Zanzíbar: No han cauallos, mas combaten se sobre camellos et orifantes, sobre los quales fazen castiellos bien apparellados, en los quales van de XVI en XX con paueses [escudos], con lanças et muchas piedras; los escudos son de cuero, et otras armas no han. Et sabet que la batalla de los orifantes es muy fuert; e quando han de entrar en batalla, dan les a comer et ha beuer del millor beurage que ellos han —tanto como ende pueden beuer— por tal que sean mas ardidos. (LMP 57 = VMP 196: “cuir bullit”)127
¿Qué hay de cierto y qué de inexacto en todas estas referencias al uso de estos “castillos” montados en los lomos de los elefantes? Scullard sostiene que Poro no los empleó en la batalla del Hidaspes contra los griegos y que su uso no está firmemente atestiguado antes del año 300 a. de C.128 En cuanto al número de soldados que luchaban desde lo alto de cada “castillo” (turris, θωράκιον, πύργος), èùñÜêéïí, ðýñ ãïò), véanse las diferentes cifras indicadas en los pasajes que acaban de citarse: de doce a quince o de dieciséis a veinte, según las versiones aragonesa y catalana del libro de Marco Polo; treinta, según el Libro de Alexandre y la General Estoria, cifra ésta que se acerca más a la de un pasaje 127
Sobre estas torres-castillos, Marco Polo, los relatos medievales de Alejandro Magno y la tradición pictórica véase Wittkower, “Marco Polo” 86. En cuanto a Zanzíbar y la costa oriental de África, lo más probable es que Marco Polo no haya estado nunca allí, según piensa Phillips: “The narrative of Marco Polo’s travels, for example, contains references to islands which can be identified as Zanzibar and possibly Madagascar, although Mogadishu in Somaliland on the African mainland seems more likely. There is no suggestion that Marco Polo had actually been to either of these places, about which he could easily have heard while he was in Iran. He also described a Christian kingdom in East Africa which again he had not visited, but which is clearly identifiable from the context as Ethiopia” (The Medieval 142). 128 Véanse Scullard 240-42 y Toynbee 32.
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bíblico aducido por un editor del Libro, Cañas, quien, en su comentario al verso 1975 c, remite a I Macabeos 6: 37. He aquí el texto de este versículo: “Sed et turres ligneae super eos firmae protegentes super singulas bestias: et super eas machinae: et super singulas viri virtutis triginta duo, qui pugnabant desuper: et Indus magister bestiae”.129 Pero ya Estrabón, como en otros pasajes concernientes a la India y específicamente también en la sección que les dedica a los elefantes (XV, 1, 42-43), se aproxima más a la realidad, reduciendo considerablemente el número de arqueros montados en cada animal: eran tres, además del guía (XV, 1, 52). Del mismo parecer es Scullard.130 Y con abundante información, el Libro de Alexandre se detiene asimismo en las tácticas empleadas por los griegos para combatirlos y la hueste de Poro para defenderse: poniendo éste los elefantes en corro y rechazándolos aquéllos, como en la narración alfonsí, con imágenes de estaño llenas de brasas encendidas —“ymagenes de cobre llenas de carvones ardientes” (LT 89 b)—, ahuyentándolos con puercos —siguiendo a Plinio: “Idem minimi suis stridore terrentur” (VIII, 27)—, atacándolos con hachas (LA 2061-71) o hiriéndolos en el costado, donde eran más vulnerables (LA 1353 cd). Estas dos últimas tácticas fueron efectivamente usadas por los macedonios en la batalla del Hidaspes.131 Pero si en esta ocasión la hueste de los griegos tuvo que enfrentarse con un contingente de disciplinados elefantes, en otra tuvo que hacerlo con una enorme manada procedente de una de las selvas de la India: E andando empós esto Alexandre e su huest vinieron a las postremeras selvas de India, e posó Alexandre con su huest allí en la ribera de un río que dizién Buemar. E cerca la onzena ora començaron a salir d’essas selvas grand muchedumbre de elefantes e venir sobre la huest. (HNo 183)132
129 Véase el relato completo en 6: 34-38. Para este pasaje y para el texto bíblico véase también Lugones, Los bestiarios 142-44. 130 “These towers scarcely each contained 32 soldiers, as the unemended text of Maccabees records, while the ten to 16 men which Philostratus (II, 6) attributes to a tower may also safely be dismissed, at any rate for normal practice: two or three seems a more likely number” (Scullard 243-44); tres o cinco, incluyendo al guía o rector (Toynbee 34 y 37). 131 Véase Willis, The Relationship 49. Sobre el uso de cimitarras y hachas véase Scullard 247. El Libro de Alexandre menciona “destrales agudos e buenos segurones” (LA 2071 b). “Destrales: ‘hachas pequeñas manejadas con una sola mano’ (< DEXTRALIS), a diferencia de los segurones, que se blandían a dos manos” (nota de Casas Rigall). Para los cerdos véase Scullard 248. 132 “Et ambulantes venerunt ad ultimas silvas Indie et castra metatus est iuxta fluvium qui dicebatur Buemar. Circa vero undeciman horam ceperunt exire de ipsis silvis multitudo elephantorum et venire super eos” (HNo 138). En este caso, como en el anterior, los griegos tuvieron que apelar a su ingenio para vencer a estos animales: en el primero, con unas imágenes de
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Además de ser animales de combate o de vivir en libertad en las selvas de la India, los elefantes podían convertirse también en regalos, como los trescientos que le envió a Alejandro, entre otros obsequios, Cliofil Candacis (HNo 200 = 156), o ser motivo de ornamento, como los esculpidos en las columnas de la cámara de esta reina (HNo 203 = 160). Pero, pese a todo, los elefantes no podían sustraerse a esa lucha entre las especies que caracteriza el reino animal en este continente (y en los otros también), como lo prueba la constante enemistad con las serpientes, atestiguada por Plinio (VIII, 33-34) y recogida por Brunetto Latini: “& la madre çeva el fijo, & el padre esta sienpre asechando por miedo del dragon que es su enemigo, con codiçia de la sangre” (LT 89 b).133 Los puercos tienen también un lugar prominente en la fauna asiática y, como los elefantes, serán también empleados en el campo de batalla. Así sucede frente a los perros traídos por los albanos para luchar junto a ellos: E troxieron aquellos d’Albania consigo unos canes muy grandes e muy fuertes que se fazién en essa tierra de Albania, e eran tran grandes e tan fuertes que non avié bestia salvaje tan grand nin tan fuerte, que ellos la non mantassen de qualquier natura que fuesse. (HNo 147)134
La táctica de batalla de los albanos consistía en lanzar al ataque a estos perros con el fin de agotar primero a los enemigos para derrotarlos luego más fácilmente. Pero esta vez, Alejandro se defenderá con armas similares: alambre, llenas de carbones encendidos y transportadas por carros, y en el segundo, con unos puercos cuyos gruñidos los hacen huir. Los elefantes —observó Plinio— siempre van en manada y son de todos los animales los que menos vagan solos: “cum gregatim semper ambulent, minime ex omnibus soliuagi” (VIII, 23). 133 Para Plinio véanse Beagon 152, Scullard 216-18 y Vegetti 121. El Libro de Alexandre contiene también un excursus (LA 1977-80) sobre la supuesta carencia de articulaciones de los elefantes, lo cual les impediría doblar las rodillas y acostarse en el suelo, obligándolos a dormir apoyados en los árboles y conviertiéndose así en presa fácil de los cazadores: véanse los estudios de Berzunza y Hatto (93-96) para los autores que tratan este tema y su transmisión desde la Antigüedad hasta la Edad Media. A la lista de autores enumerados por Berzunza hay que añadir a Brunetto Latini (LT 89 b); véanse también el Fisiólogo 62 y las observaciones de Gil (78-79), Lugones (Los bestiarios 135-40), Michael (The Treatment 272-73) y Willis (The Relationship 72). Bly y Deyermond interpretan este pasaje a la luz del bestiario y de la tipología, según la cual el elefante sirve de figura de Alejandro (171-73). 134 “Habebant autem secum canes magnos et fortes quos gignit eadem Albania qui superant omne genus ferarum” (HNo 114). En la primera parte de la General Estoria, en el capítulo titulado De la nobleza e de la ualentia de los canes de Albana, se narra una anécdota entre el rey de esa tierra y Alejandro Magno, en la cual se prueba la ferocidad de estos perros, capaces de vencer a leones y elefantes desdeñando la lucha contra enemigos más pequeños, como osos, puercos monteses o cebras (GE I 561 b 25).
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mandó luego a sus principes e a toda la huest que levassen puercos, donde toviesse cada uno el suyo en las azes, e que pues que viniessen los enemigos, que ellos que firiessen a los puercos e que les fiziessen dar gruñidos, e estonces, quando los albanos echassen los canes, que soltasen ellos los puercos; e fue assí fecho. (HNo 149)135
La contienda termina otra vez con la victoria de Alejandro: mientras se libraba el combate entre puercos y canes, sus hombres acometían a los albanos, causándoles muchas bajas y obligándolos a rendirse. Y, como quedó apuntado en una nota anterior, los griegos también se defenderán contra una manada de elefantes con puercos que los asustan con sus gruñidos y los ponen en fuga: E fizo [Alejandro] adozir puercos e fazer-les dar gruñidos, donde se espantassen los elefantes, ca la cosa del mundo de que los elefantes mayor miedo an e se espantan, los gruñidos de los puercos son; e fue assí fecho. (HNo 183)136
Y “puercos muy grandes otrossí, que avién los colmiellos luengos d’un cobdo” (HNo 173 = 132), acompañados de unos hombres salvajes, se contarán entre los muchos animales que atacaron el campamento griego junto a un lago de agua dulce. Entre los animales de Oriente se cuentan muchas otras especies. Alejandro menciona los camellos que tenía en Antioquía (HNo 113 = 90), o los que, junto con los mulos, emplea en sus luchas contra Darío: Estonces mandó Alexandre a sus cavalleros que tajassen ramos de los árvoles e arrancassen yervas e que las atassen en los pies de los cavallos e de los camellos e de los mulos que eran en essa hueste, e esta sabiduría fizo fazer con sotileza del su entendimiento por que quando aquello fuesse arrastrando con los pies de las bestias que farién mayor polvo e, que quando los viessen de los muy altos montes los de Persia, que espavoreciessen ende asmando qué muchedumbre de huestes levantavan aquel polvo. (HNo 129)137
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“statim precepit militibus suis et cuncto exercitui ut omnes singulatim tenerent porcos, et ubi per partes utreque convenirent hostes percuterent singulos ipsos porcos, ut striderent, et siciactarent eos ante impsos canes. Factumque est” (HNo 114). 136 “Nan cum audissent ipsi elephantes stridorem porcorum et sonitum buccinarum, ceperunt fugere” (HNo 138). 137 “Tunc precepit militibus suis Alexander ut inciderent ramos arborum atque evellerent herbas et ligarent eas in pedibus equorum et camelorum et mulorum qui erant in ipso exercitu; hoc enim ingenium proinde fecit Alexander, ut maiorem pulverem facerent et ut videntes eum Perses ab excelsis montibus obstupescerent de multitudine hostium” (HNo 102). El Victorial resume así la guerra entre Alejandro Magno y Darío: “Fízole Darío muchas artes de guerra: abrojos de fierro enponçoñados, hechados so la tierra, elefantes con castillos de
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Variados son los contingentes de animales que acosan tanto y en tan diversas partes de la India al ejército macedónico, pero igualmente diversa y no menos numerosa será la fauna que lo acompaña como parte de su impedimenta: e aduzié allí Alexandre consigo mill camellos e quatrocientas carretas de las falcadas que trayén el so thesoro; e vinién ý con él mil e dozientos e veynte cavalleros, e cient mil mulos e camellos e dromedarios muchos a demás, que trayén pan e cevada e las otras cosas de la huest; e bueys e vacas e de los otros ganados menudos e puercos pora comer, tanto que non ý avié cuenta. (HNo 167)138
Entre otros muchos animales de la India, hay que mencionar también a los leones: así, por ejemplo, al que venció el can albano (HNo 149 = 116; GE I 561 b 25), o los leones blancos (HNo 171 = 132) contra los que lucha el ejército de Alejandro, según se vio ya.139 O a los hipopótamos, como el que encuentran en la “siniestra parte de India”, al entrar en un pantano: e assí como entraron por él, él e su huest, salió luego ende a ellos una bestia que semejava ypótamo —e es el ypótamo cavallo de la mar—, e avié los pechos cuemo cocadriz e el espinazo como sierra e los dientes muy fuertes e en su andar tardinera como galápago. (HNo 181)140
madera donde venían gentes que peleavan, basiliscos que matan los honbres con la vista, gentes ynnumerables. Todas estas cosas vençió Alexandre” (178-79); véase Beltrán, “Alejandro” 29. 138 “Habebat autem secum Alexander mille elephantes qui portabant aurum eius et quadringentas quadrigas falcatas et mille ducentas bigas, equites vero erant centum milia, pedites trecenta milia; muli, cameli, dromede multitudo plurima portantes annonam et causam ipsius exercitus: boves vero et vacce et pecora seu porci erant ei ad comedendum innumerabiles” (HNo 128): nótense las libertades que se permite la traducción alfonsí, contra la acostumbrada literalidad con que suele romancear la fuente latina. La fidelidad de la General Estoria a su fuente fue indicada ya por Punzi: “una delle più fedeli traduzioni dell’opera” (354), “assoluta fedeltà con cui il testo latino viene tradotto” (357), “assoluta fedeltà” (363). Para los camellos y dromedarios véase el capítulo 180 del Libro del tesoro, quien los describe así: “& son fuertes, & an pies tales que non pueden ser desgastados por camino que fagan. Et los grandes son muy buenos para levar muy grand carga; et los otros pequeños que son llamados dromedarios son muy buenos para andar ayna muy grant camino, pero que los unos & los otros son muy grandes enemigos de los cavallos” (LT 85 b - 86 a). Un dromedario aparece representado en una de las miniaturas de la Cantiga de Santa María 29 (Keller, “The Depiction” 251 y Kinkade y Keller 60) y varios camellos, en ilustraciones del Calila e Dimna (Keller y Kinkade, Iconography 44-45) y en Kalila wa Dimna 25. 139 Sobre los leones en general véase el capítulo 174 del Libro del tesoro de Brunetto Latini (LT 83 a - 84 a), que trata, entre otros temas, de las clases en que se divide, enemigos en el reino animal, enfermedades, relaciones con los humanos, dieta, reproducción, etc.
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o los que devoran a los soldados que nadan en un río: e aviendo ellos ya nadada la quarta parte del río, salieron a ellos de so el agua unos que se criavan en esse río e que bivién ý, e dizién-les los ypótamos, e echaron las bocas en ellos e comiéron-los luego todos. (HNo 169)141
O los tigres y leopardos que los atacan en otra oportunidad: demás que les acaesció otra angostura que salieron a ellos de tigres e de pardos, que son bestias fuertes e peligrosas, tanta muchedumbre que los de la hueste de Alexandre mester ovieron ý las manos tan bien como si fuessen omnes, e lidiaron con ellos, e pero deffendiéron-se. (HNo 169)142
En fin, a la fauna asiática se le pueden agregar aún otros animales mencionados en el Libro del tesoro: las cigüeñas que allí emigran al comenzar el invierno (LT 79 b); el andelu, “una bestia muy grande”, con “muy grandes cuernos en manera de segur [hacha], con que tajan & quebrantan [las grandes xaras &] los grandes arboles”, que vive en la región del río Éufrates (LT 84 a); o una clase de buey llamado “bonatrio” (LT 84 b). Cuando de la zoología de Asia se trata, el Libro de Marco Polo no le va en zaga al de Mandevilla y, como éste, registra una gran variedad de animales a lo
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“Per quam [paludem] cum Alexander et eius exercitus transire voluisset, continuo exivit exinde bestia similis ypotamo; pectus habebat sicut cocodrillus et in dorso habebat sicut serra, dentes vero habebat fortisisimos, in accessu erat tarda ut testudo” (HNo 138). Sobre los hipopótamos de la India véanse Estrabón XV, 1, 13 y 45 y las descripciones de Mandevilla (LMM 138) que se citarán más adelante y de Brunetto Latini, quien lo considera originario del Nilo y cuya descripción se vio en la sección correspondiente a este río (LT 71 b). Pero, como explica Schneider, los hipopótamos no se encontraban en la India, error que se remonta al testimonio de Onesícrito (participante en las campañas de Alejandro Magno), resultado de la asimilación entre India y Etiopía, estudiada en el capítulo quinto a propósito de las “dos Etiopías”: “Les prétendus hippopotames indiens résultent donc le plus souvent d’une assimilation de l’Inde et de l’Éthiopie un peu trop poussée. Seuls les hippopotames des vies romancées d’Alexandre échappent à ce schéma. Les soldats macédoniens sont attaqués par ces animaux lors de leur marche vers la région dite Prasiakê. Mais peut-on les considérer comme indiens? La géographie un peu floue de ces textes ne nous l’assure pas” (165; véase también 318-19). 141 “Iam vero quartam partem fluminis tranataverant, et subito surgentes belue de ipso flumine que dicuntur ypotami et devoraverunt eos” (HNo 130). 142 “insuper erat eis angustia magna, quia occurrebant eis leones, ursi et rinocerotes, tigres et pardi et pugnabant cum eis” (HNo 130): omite Alfonso X la mención explícita de leones, osos y rinocerontes. Para los tigres, originarios de Hircania más que de otras tierras, véase el capítulo 196 del Libro del tesoro (LT 91 b - 92 a) y para los tigres, Gregor 62-63.
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largo y a lo ancho del continente. A las especies mencionadas en los párrafos precedentes y a las que se aludirá después, hay que agregarles ahora otras muchas. A ellas las puede enumerar en un plano muy general, o bien apuntar su existencia, sin agregar más detalles, o, en fin, puede ofrecer una descripción más minuciosa de algunos animales. En diversas regiones de Asia se nota así la presencia de “diversas” o de “muchas bestias” (LMP 32, 54 = VMP 118, 187), de “bestias salvajes” (LMP 23, 26, 53, 56 = VMP 88, 100, 184, 193) o de “bestias terribles” (LMP 27 = VMP 103). En otros pasajes, Marco Polo se limita a enumerarlas; sin agotar la lista, y en diferentes regiones de Asia, se encuentran a largo de las páginas de su libro gusanos de seda (LMP 26, 43 = VMP 98, 151), papagayos (LMP 52 = VMP 181), ovejas (“motons”, LMP 54 = VMP 187), bueyes (LMP 32, 33, 54 = VMP 118, 119, 187), camellos (LMP 10, 16, 56 = VMP 40, 62, 193), lobos (LMP 23 = VMP 88), leones (LMP 23, 27, 52: “negros et verdes”, 56 = VMP 88, 103, 181, 193), leopardos (LMP 23, 56 = VMP 88, 193), osos (LMP 27, 56 = VMP 103, 193), búfalos (“brufols”, LMP 33, 54 = VMP 121, 187), elefantes (LMP 23, 32, 46, 47, 48, 56, 57 = VMP 88, 118, 162, 163, 167, 195, 196), ballenas (LMP 57 = VMP 196)...143 De otros animales se hallan descripciones de variado detallismo, como unos monos de la India, que “han tal carne como hombre” (LMP 53 = VMP 184), o de Sumatra, “de diuersos colores” (LMP 48 = VMP 167); leones de Zanzíbar, que “no son tales como los nuestros” (LMP 56 = VMP 195-96); ovejas y cabras de esta misma isla, que “son todos blancos et han la cabeça negra” (LMP 57 = VMP 196). Más detalles se ofrecen a propósito de los bueyes de Singui (provincia de variadas identificaciones, en China): Et ay buyes saluages muyt grandes et bellos a ueer —car son pelosos et lures pelos han bien III palmos de luengo et son blancos et negros— mas no los pueden tomar sino quando son chichos. Et crian los con los domesticos, et son mas fuertes que los domesticos. (LMP 15 = VMP 59)
O de los animales que producen el almizcle, en esta misma provincia: En aquesta prouincia ha asaz de aquellas bestias en que se troba lalmesech [almizcle], et es el mas fino que sea; la qual bestia es assi grant como vn çieruo, et ha grant coha [cola] et muy grossa, et no ha banyas [cuernos], et ha IIII dientes de yuso et dos de suso. Et troba le el almesech al hombligo en semblant de boca, et esta entre el cuero et la carne, et gitan [expulsan] la de fuera con el cuero et con todo. (LMP 15; VMP 59-60: “IIII· dentz, ·II· daval e ·II· damont”) 143 A los “brufols” deben corresponder, con toda seguridad, los “bufles saluages” de La flor de las ystorias de Orient (FYO 57 = FHO 80).
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O de los leones de otras regiones, con indicación de su peligrosidad: Et en aquesta prouinçia ya tantos de leones por los caminos que es vn grant periglo, assi que nenguno de noche no osa dormir de fuera de poblado. (LMP 34 = VMP 122-23) grandes leones que hi (Quenlilfu, Kien-ning fu) fazen grant dapnage. (LMP 44 = VMP 154)
Mención especial, y asidua, reciben en el Libro de Marco Polo todo género de aves. Partiendo de Canzzanfu o Caziamfu (Shan-si), hay “muchas aves” (LMP 26 = VMP 98), muchas también en la isla de Machidescatar (Madagascar), que “no son semblantes a las nuestras” (LMP 56 = VMP 193), y “otras maneras de auzells [aves]”, entre los tártaros (LMP 23 = VMP 88). Marco Polo nota también lo mismo a propósito de otras clases, en la provincia de Singui (China): “et ay de otras aues que han muy bellos plumages, de las quales nosotros no hemos nenguna” (LMP 15 = VMP 60). “Muchos faisanes” se hallan en Catay, o norte de China (LMP 25 = VMP 97), pero en este caso, como en otros, Marco Polo no se contenta con rápidas alusiones y prefiere demorarse en pormenores descriptivos: los faisanes de Singui “son assi grandes como pagos [pavos reales], et lur coha [cola] ha bien X palmos de luengo” (LMP 15 = VMP 60). Véanse otras descripciones más extensas, como la de las grullas de la provincia de Tendut (tierra de tártaros, allende el río Amarillo) o de las gallinas de Quenlilfu (Kien-ning fu): Et hia de diuerssas caças, et entre las otras cosas hia V maneras de gruas: las vnas son todas negras como cueruo et son muy grandes, las otras son blancas et han las alas obradas como coha [cola] de pahon [pavo real] [VMP: e resplendex axí con or] et han la cabeça negra et vermella et el cuello negro et blanco et son mayores que nengunas de las otras. Las otras son assi como las nuestras. Las otras son chicas et han las orellas plumas luengas, negras et vermellas. La quinta manera son grisas et vermellas et vermella han la cabeça. (LMP 16-17 = VMP 64) Et hay vnas gallinas muy stranyas que no han pluma, mas han pelo como de gato, todas negras, et lures hueuos son semblantes a los nuestros, et han buena carne saborosa. (LMP 44 = VMP 154)144
Mención aparte le merecen las aves de cetrería: los azores “negros et muyt bien bolantes” de Sumatra (LMP 48 = VMP 167); los halcones y gerifaltes 144
Sobre estas gallinas véase Moule 54-60.
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(“girifaus”), entre los tártaros, además de las águilas (LMP 15, 23 = VMP 58, 88), los “falcones laneros et sacres muyt buenos” de la ciudad de Esmagin (Kara-Khoto, Mongolia exterior) (LMP 10 = VMP 40) o los “falcones pelegrinos”, también entre los tártaros, pero ya en grandes montañas situadas —dice Marco Polo— en los confines de la ecumene, en el océano. Allí se encuentra también otra especie de aves que el viajero describe así: Et al cabo destas XL iornadas [VMP: per aquest pla] se troba la mar occeana, et dentro la mar ya grandes montanyas en do se troban nidos de falcones pelegrinos et vna manera de auzells [aves] que han nombre bagorcho, que son como perdizes, de que se paçen los falcons. Aquestos auzells han los piedes como papagay et la coha [cola] como golondrina, et bolan muy fuert. (LMP 15 = VMP: 58)145
En el terreno ya de lo “maravilloso”, Marco Polo menciona los unicornios (LMP 32, 54 = VMP 116, 187) y los grifos (LMP 56 = VMP 194), como se verá más tarde. Muchas veces, estos animales se caracterizaban por sus dimensiones y ferocidad, como los “grandes cannes” de la provincia de (Kien-ning fu) (LMP 44 = VMP 154) o como se vio ya con los perros de los albanos: Desque ovo Alexandre fecha su abenencia e firmada su postura ent’él e los albanos, presentáron-le ý luego los albanos un can muy fuerte e de maravillosa fuerça, ca aduxieron luego allí un león ant’él, e echáron-le el can e venció el can al león, e desí echáron-le un elefant e venció-ló otrossi ante Alexandre et ante toda su huest, e aún dizen algunos que los mató. (HNo 149)146
Es el caso también de las “sierpes muyt grandes et veninosas” de las costas de Malabar (LMP 53 = VMP 185) y más aún de las culebras y serpientes que Marco Polo encuentra en la provincia de Cayrum (en Yun-nan): Et aqui se troba muchas culuebras et sierpes qui han mas de x piedes de luengo et dos de grosseria, et han dos camas [piernas] cerca la cabeça. Et prenden las assi: por la grant calor que faze stan dius [bajo] tierra, et en la noche a frescor et ende sallen ha pazer, et comen todas las bestias que troban; et quando son fartas van a beuer por los ríos que troban, et van muyt quedas, por lo grant peso que lieuan. (LMP 29 = VMP 107) 145
“badorch: probablement es tracta de la ‘perdrix saxatilis’” (VMP 59, nota 4). “Mox autem oblatus est ei Albanus canis maximus mire fortitudinis qui presente Alexandro et eius exercitu superavit leonem et elephantem” (HNo 116). Narra esta anécdota Plinio en su Historia natural (VIII, 149-50). Para la ferocidad de estos perros véanse también Ctesias de Cnidos F 45, 10 y Estrabón XV, 1, 31. 146
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Y lo mismo descubrirán las huestes griegas en su periplo asiático, a propósito de otros animales, como cuando acampan junto a un lago de agua dulce, que pronto tendrán que compartir, a la caída de la noche, con otro ejército, esta vez de una fauna variada, peligrosa, enorme y extraña, procedente de los montes y desiertos a los que se aludió a propósito del relieve asiático: Mandó otrossí Alexandre encender muchas fogueras, e luego que començó la luna a luzir, començaron a venir escurpiones a desora a bever en aquel estanco, como solién; empós aquellos, vinieron serpientes e dragones de muy grandes cuerpos e de colores departidos, e toda essa tierra retiñién de los silvos dellos; e salién de los montes d’essos disiertos e vinién a bever d’aquel agua dulce, ca non fallavan otra en aquellos desiertos. E avién aquellos dragones crestas en las cabeças, e aduzién los pechos altos e las bocas abiertas, e era mortal el ensaneldamiento [ensaneldo: aliento, respiración, resuello, hálito] d’ellos, e salié-les de los ojos venino como centellas. (HNo 171)147
Ante el espanto de sus hombres, Alejandro, después de arengarlos brevemente, procede a atacar a los dragones y serpientes y, seguido de aquéllos, animados por su ejemplo, obtienen la victoria, pero no sin experimentar bastantes bajas. Les esperan, sin embargo, otros enemigos: Empós esta batalla passada de las serpientes e de los dragones vinieron grandes manadas de cancros, que salién del cañaveral d’aquel estanco ó las cañaveras non fueran cortadas, e eran aquellos cancros grandes a maravilla, e avién los espinazos e los cueros d’ellos duros como cocadriz. (HNo 171)148
Pero con la derrota de estos cangrejos gigantes no se acaban las tribulaciones del ejército:
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“Tunc precepit Alexander accendi focos plurimos. Cumque luna lucere inciperet, subito ceperunt venire scorpiones ad bibendum in ipso stagno. Deinde ceperunt venire serpentes et dracones mire magnitudinis et de diversis coloribus, et tota ipsa terra resonabat ex sibilis eorum; exierant enim ex ipsis montibus et veniebant ad bibendum ex ipsa aqua. Ipsi denique dracones habebant cristas in capite et adducebant ipsa pectora erecta, ora aperta; flatus eorum erat mortalis et de oculis eorum scintillabat venenum” (HNo 130). Para los dragones de la India véase Gregor 68-70. Brunetto Latini incluye en su bestiario una descripción de este animal, “la mayor serpiente de todas las otras” y oriunda de India y Etiopía (LT 73 a). Véase Stoneman 74-76. Al analizar todos estos pasajes de las campañas de Alejandro, hay que recordar que gran parte de esta fauna era originaria de Egipto y Libia y no de la India (Schneider 347). 148 “Deinde exierunt cancri ex ipso arundineto mire magnitudinis qui habebant dorsa dura sicut cocodrilli” (HNo 132).
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En tod esto llegó el tiempo a la quarta parte de la noche, e empós aquellas maravillas todas vinieron sobr’ellos leones blancos mayores que toros, e bramavan segund los sos bramidos grandes que ellos an natura de fazer, e desí movién las cervices engrameándo-las [sacudiéndolas, meneándolas], e arremetién-se a los omnes e los cavalleros recibíen-los en los benablos e matávan-los d’aquella guisa. Empós esto vinieron puercos muy grandes otrossí, que avién los colmiellos luengos d’un cobdo, e con aquellos puercos vinién mezclados unos omnes salvages, maslos e fembras, e avié cada uno d’ellos seys manos, e corrién en uno con los puercos sobre los de la huest; e los cavalleros recibién-los en los venablos, como a los leones, e d’esta guisa los matavan. (HNo 171, 173)149 Desent’ sallieron puercos de los cañaverales que avién los colmiellos mayores que cobdales. `A diestro e siniestro davan colpes mortales: dañaron más de treinta de príncipes cabdales. (LA 2168) A buelta de los puercos salleron otros bravos: avién, como conejos, de yus’ tierra sus caños; avié cadauno d’ellos tres parejos de manos —por tales dizen mostros los buenos escrivanos—. (LA 2170)
Les sigue un animal no menos terrible, enorme y mortal para los conquistadores: Empós esto vino sobr’ellos una bestia grand a maravilla, e era más fuert que el elefant, e avié la cabeza negra e en ella tres cuernos; e diziénle a essa bestia en el lenguaje de India Odentetiranno, que quiere dezir tanto como el princep aborrecient. (HNo 173)150 149
“Iam venerat quinta vigilia noctis, et subito venerunt super eos albi leones maiores sicut tauri et cum magna murmuratione concutiebant cervices suas, et facto impetu contra eos recipiebant illos milites in venabulis suis et sic interficiebant eos. Post hec ceperunt venire porci mire magnitudinis, habentes dentes per longum cubitum unum, et erant mixti inter eos homines agrestes, masculi et femine, habentes per singulos sex manus, et occurrebant super eos una cum porcis. Milites autem recipiebant eos in venabulis suis et interficiebant eos” (HNo 132). Ctesias de Cnidos había negado que se criaran puercos (ὗς) (?ò) en la India (F 45, 27, F 45kβ, kγ, kδ); Aristóteles, quien no lo considera digno de confianza (ï?ê ?îéἀξιόπιστος), üðéóôïò), (οὐκ?íὢν lo contradijo en su Historia de los animales (F 45kα). Para los puercos entre los autores clásicos véase Schneider 175-77 y 311. Mandevilla nota su ausencia entre los tártaros: “Item eillos han muy grant multitud de bestias de todas maneras sino que de puercos, car eillos non en crian ninguno” (LMM 127). 150 “Deinde venit super eos bestia mire magnitudinis, fortior elephanto, et erat similis caballo, caput habebat nigrum et in fronte eius erant tria cornua armata; nominabatur autem ipsa bestia seundum Indicam linguam Odontetiranno” (HNo 132); la traducción alfonsí omite la comparación con el caballo y agrega la traducción del nombre del animal.
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Pero de una bestia vos quiero fer emiente, mayor que elefant’ e muy más valiente. Era de raíz mala e de mala simiente; venié bever al río, quand el día caliente. Semejava cavallo en toda su fechura; avié la tiesta negra como mora madura; en medio de la fruent’, en la encrespadura, tenié tales tres cuernos que era grant pavura. (LA 2180-81)
Otra vez vencen Alejandro y sus hombres, de los cuales mueren veintisiete y quedan heridos cincuenta y dos, en la General Estoria, y veinticinco y cincuenta, respectivamente, en el Libro de Alexandre. Pero los esperan todavía otros adversarios: Empós esto todo salieron d’esse cañaveral unos mures tan grandes como raposas e comién los cuerpos de los muertos, e quantas animalias de la huest mordién, de guisa las empoçoñavan que luego morién, mas pero non tenién daño a ningún omne los muessos d’ellos por que dend muriessen. Empós esto aún vinieron murciegos tan grandes como grandes palomas torcaças, e avién los dientes como los omnes, e firién en las fazes a los de la huest e llagávan-los mal, como que a los unos levavan las narizes, e a los otros las orejas. E otrossi pareciendo ya el alva vinieron unas aves grandes, tamañas como butres, e eran de color bermejo e los pies otrossí bermejos, los picos avién negros; e estas aves non nuzieron a la huest, ca descendieron e posaron aderredor del estanco e enllenaron toda la ribera d’él, et entraron en el agua e començaron a sacar enguiellas e otros peces e comiénlos. (HNo 173)151 Dieron salto en ellos unos mures granados. Eran los maleditos suzios e enconados, tamaños como vulpes, los dientes regañados: ¡los que predién en carne luego eran livrados! (LA 2166) ¡vinieron de murçiégos mucho grandes nuvadas, avezillas sin pluma fierament’entecadas!
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“Deinde exierunt ex ipso arundineto sorices maiores quam vulpes et comedebant corpora mortuorum; et quotquot de animalibus mordebant, statim moriebantur, hominibus vero nullomodo nocebat morsus eorum, ut exinde morerentur. Volabant ibi etiam verspertiliones maiores columbis, dentes eorum sicut dentes hominum, feriebantque in facies eorum et plagabant eos; ad alios tollerabant nares, ad alios aures. Appropinquante autem luce venerunt aves magne ut vultures que habebant colorem rubicundum, pedes et rostra habebant nigra; et non nocuerunt eis, sed impleverunt totam ripam ipsius stagni et ceperunt exite abstrahere pisces et anguillas et comedebant eos” (HNo 132).
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Biglieri, Aníbal A. Podién seer tan grandes com’ unos gallarones; [sisones] alçavan e primién bïen como falcones; davan grandes feridas, ca avién aguijones: ¡entrávales la ravia bien a los coraçones! (LA 2176 c-2177)152
Y como contra las serpientes, también el ejército de Alejandro deberá recurrir a ingeniosos medios para combatir contra estos animales, esta vez incendiando los cañaverales de los cuales provenían las moscas y los murciélagos (LA 2174-78). A medida que avanza el relato, no puede evitarse la impresión de que las maravillas que encuentra Alejandro en la India se van multiplicando cada vez más. Todo allí es desmesurado, como en el relato de la General Estoria, donde la naturaleza que encuentra junto a un río “muy grande” y profundo incluye “cañaveras muy luengas e muy gordas”, “espongias alvas e de color de porpola grandes a maravilla e conchas de la mar otrossí muy grandes”; “unos gusanos que sacavan d’esse río, que avién en gordo más que podrié seer una coxa de pierna de omne —e por ventura podrié seer que fuessen camarones—”; “hongos bermejos muy grandes a maravilla”; “morenas [peces] que sacavan de la mar que avién más acerca, e pesava una d’aquellas morenas dozientas e cinquaenta libres” (HNo 207).153 Y para confirmar lo desmesurado de la fauna asiática, allí estarán las hormigas gigantes que el ejército tendrá que enfrentar después de luchar contra los cinocéfalos: Empós esto vistas estas maravillas, vino el rey Alexandre con su huest en aquellas tierras a un río, e passó’l e fincó sus tiendas allend d’él e posó ý. E salieron allí de 152 “This night of terrors sees the entire panoply of the Indian wonders ranged against Alexander’s troops, many of whom are wounded or killed as a result. It is as if Pliny’s wonder-catalogue in the seventh book of the Natural History had been brough terrifyingly to life, and Alexander set down in the midst of its chaotic diversity. The connection to Pliny becomes even more striking, in fact, when we take account of the setting for this zoological Walpurgisnacht: beside a watering hole, ancient science’s primary locus, as we have seen, for the generation of new animal forms” (Romm, “Alexander” 25). 153 “arundinibus habentes altitudinem et grossitudinem maximam”; “spongias albas et purpureas mire magnitudinis et conchas marinas capientes per singulas duos vel tres sextarios”; “vermes quos de ipso flumine trahebant, quorum grossitudo erat plus de una coxa hominis”; “fungos rubicundos maximos valde”; “murenas quas trahebant ex ipso Oceano qui erat illis vicinus, pensantes ipse murene per singulas libras ducentas quinquaginta” (HNo 168); sobre las morenas véase el Libro del tesoro (LT 69 b). Los pueblos que habitaban esa región compartían los mismos rasgos: las mujeres tenían los cabellos tan largos que les llegaban a los pies, eran blancas “como la nieve”, tenían diez pies de alto y “los dientes como de can”. Enormes gusanos que habitan en el río Indo menciona también Ctesias de Cnidos: véase Karttunen, India 190.
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su tierra unas formigas tan grandes como cadiellos [perros, cachorros de león], e avién seys pies cada una d’ellas, e eran como las lagostas de la mar, e avién dientes como canes e el color negro. E estas formigas en su salida mataron muchas de las animalias de la huest; estas son las formigas que sacan el oro de so tierra e sácanlofuera al sol, e quando fallan omne o otra animalia cómen-la e rróen-la, e toda la noche e fasta la quinta ora del día están so tierra e cavan el oro, e de la quinta ora del día fasta que se pone el sol están sobre tierra. (HNo 212)154
Son las mismas hormigas que Mandevilla sitúa en dos islas fabulosas del océano Índico, Orilla y Argicta, “grandes como perros, asi que las gentes no osan acercar d’aquellas montaynnas car los fremiz los assaldrian, si no pueden point auer d’aquel oro sino es por muy gran engenjo” (LMM 156); a estas islas se refiere también Brunetto Latini: “Et ay fuera de India dos yslas que an nonbre Erilla & Argita, do ha tanto metal que cuedan muchos que toda la tierra es oro & plata” (LT 61 a).155 Por su parte, Mandevilla menciona a menudo la misma fauna que en otras obras, los dragones, serpientes y otros animales venenosos de los montes Caspios (LMM 137), por ejemplo, o los leones y bestias salvajes de la isla de Chana, pero les añade “los rratos [ratas] tan grandes como aqui los perros, et los prenden a los grandes mastines, car los gatos no los podrian prender” (LMM 87);156 en Silla (Ceilán, Sri Lanka), nota la presencia de “leones todos blancos et assi grandes como buyes et d’otras diuersas bestias muchas. Et ay aues que
154 “Et exinde amoto exercitu venit ad quendam fluvium et transmeans illum castra metatus es tibi. Subito exierunt desubtus terra formice catulorum magnitudine, habentes pedes sex et cintras quasi locuste marine et dentes maiores quam canes, colorem nigrum. Tunc in exitu suo desub terra interfecerunt multitudinem ex animalibus de ipso exercitu. Iste formice fodiunt aureum desub terra et proferunt ad lucem. Que cum hominem vel aliud animal invenerunt devorant. Sunt enim velocissime in cursu, ut putes eas volare. Et hec tota nocte usque ad horam quintam diei sub terra sunt et aurum fodiunt, ab hora eutem quinta usque ad occasum solis sunt super terram” (HNo 174). Sobre las hormigas que extraen el oro de la tierra véanse Estrabón XV, 1, 44 y 69; Gregor 64-65; Karttunen, India 79, 87, 90, 231 y en particular 171-76 (origen y diversas teorías propuestas para explicar su existencia), Schneider 181-84 y Whittaker 9-10. La abundancia del oro en la India es un tema recurrente en Heródoto (III, 98, 102, 104 y 106) y en Ctesias de Cnidos (F 45, 9 y 26 y F 45 h). 155 Mandevilla incluirá a continuación una larga explicación de la manera cómo los hombres pueden apoderarse de ese oro; sobre estas hormigas véase la edición de Rodríguez Temperley XXXII y 199, nota 294. Brunetto Latini también se ocupa de ellas, “tan grandes como canes”, y de la forma cómo los hombres se adueñaban del oro (LT 90 a). Para Latini, eran originarias de una isla de Etiopía; para el Libro del conoscimiento de todos los reinos, de las orillas del río Nilo (LCTR 58). 156 Chana = Thana, puerto antiguo de la isla de Salsette, sobre la costa de Malabar (edición de Rodríguez Temperley).
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no son point daquent mar” (LMM 103), junto a serpientes, cocodrilos y dragones (LMM 102), pero también agrega que en un lago de esta isla, además de los dos primeros, hay “grosas sanguissuelas” y “ansares [ánsares, gansos salvajes] saluages qui han dos cabe[ç]as” (LMM 103). En la ciudad de Latori (Cantón) anota también la existencia de ánsares y serpientes: En esta tierra todas las aues son dos vezes mayores que aqui; ally ay anssaras blancas et vermeillas entor el cuello et han vna grossa boca sobre la cabe[ç]a et son .ij. vezes mas grandes que las nuestras. [...] Et ay grant faizon de grandes serpientes. (LMM 106)
Todos estos animales son de cuerpos enormes, pero cuando de dimensiones se trata, quizás nada más sorprendente que los caracoles de Calanoth (Indochina, noroeste de Cochinchina): “Ay assi bien grandes caracoles que son assi grandes que muchas personnas se podrian albergar en lures cascas assi como en vna casa chica” (LMM 100); de algo semejante da noticia la Semeiança del mundo: “En el mar de tierra de Yndia ay otrosy vnos pescados que an en lugar de escamas muy fuertes conchas, e fazen dellas los omnes buenas casas, asi commo de buena piedra” (SM 63).157 La lista de animales en el inventario zoológico del Libro de las maravillas del mundo es larga; agréguense, por ejemplo, los gusanos gigantes de esta misma isla: “gros vierbenes blancos qui han negra cabe[ç]a que son assi gros commo la cabe[ç]a de vn hombre, et algunos son menores de la fai[ç]on de vierbenes que hombre trueba en fusta [madera] podrida” (LMM 101); los “babuins, simios, marmotas et d’otras diuersas bestias” de Cassaie (Hangzhou, en China) (LMM 107); o los papagayos de los dominios del preste Juan, que hablan como si fuesen humanos (LMM 141).158 Pero ninguna lista es más extensa que el largo pasaje que el Libro de las maravillas del mundo le dedica a la fauna de la India. Junto a las serpientes y sus variedades, mencionadas párrafos atrás, o a los puercos, a los que se alude también en otras obras —“Et si ay puercos saluages de muchas colores et assi grandes como son aqui grandes buyes [bueyes], et son todos trecelados [moteados] en guisa d’un jouen falcon” (LMM 150)— se alinearán otras especies: 157 Plinio registra algo semejante en la isla de Taprobana (Sri Lanka), en la cual los pescadores construían sus casas con la caparazón de tortugas gigantes: “Esse et in piscatu uoluptatem, testudinum maxime, quarum superficie familias habitantium contegi: tanta reperiri magnitudine” (VI, 91; véase Murphy 107). 158 Los papagayos de Babilonia son “unas aves senadas / que vençen a los omnes de seso a las vegadas” (LA 1499 ab); véase también el capítulo 168 del Libro del tesoro, que recoge la versión de los “indianos” de que esta ave solamente se encuentra en la India (LT 81 b-82 a).
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Jirafas: Alli ay assi muchos oraffles [jirafas], eillos los claman girfaux [...], et han bien el cuello de .XX. cobdos de luengo et ha la croppa [grupa, ancas] et el cuerno d’un cieruo; ella goardaria bien por sobre vna casa. (LMM 150)159
Camaleones: Et si ay assi bien en esta tierra muchos de cameliones, et son chicas besteletas como cherones [cabras] saluages, et va siempre la boca obierta porque eilla biue de l’aire, et no come nj beue souuent et cambia et muda souent su color, car vna vez la vee hombre d’una color et otra vez d’otro. Et se puede cambiar en todas colores que eilla quiere sino que en vermeilla et en blanca. (LMM 150)160
Erizos y leones: Et ay heri[ç]ones assi grandes como son aqui puercos saluages, et leones todos blancos. (LMM 150-51)
Caballos de combate: Et si ay otras bestias assi grandes o mas como grandes destiers que eillos claman “heraus” et en otra part eillos los claman “odouches”, qui han la cabe[ç]a bien negra et .IIJ. luengos cuernos en el fruent tallantes como vna espada, et el cuerpo es fauel [de color leonado], et es muy felona [terrible, cruel, violenta] bestia et alcan[ç]a et mata los oriffantes [elefantes]. (LMM 151)
Animales híbridos: Enc[o]ra ay otras bestias muy malas et muy crudeles qui no son pas mas grandes que vn ver [jabalí], et han la cabe[ç]a como sanglar [jabalí] et han .VJ. piedes, et a cada pie dos hunglas [uñas, garras] largas et tallantes, et han el cuerpo como ver o varraco [verraco, cerdo padre] et la coa [cola] como lion. (LMM 151)
159
En una de las miniaturas de la Cantiga de Santa María 29 aparece representada una jirafa: véanse Keller, “The Depiction” 251 y Kinkade y Keller 59. Para las jirafas en los autores antiguos véase Schneider 151-52. 160 Para el camaleón véase la edición de Rodríguez Temperley 198, nota 282, y el capítulo 185 del Libro del tesoro, que lo considera originario de Asia, lo describe comparando su anatomía con la de otros animales (lagartos, tortugas y cocodrilos) y coincide con Mandevilla en cuanto a su dieta (”non come nin beve ninguna cosa, ante bive del ayre”) y en que cambia a todos los colores, excepto el rojo y el blanco (LT 87 b -88 a).
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Murciélagos: Et ay murciegos assi grandes como cuervos. (LMM 151)
Ánsares: et ay anssares [ánsares, gansos salvajes] vermeillas .IIJ. tanto mas grandes que las nuestras de pardaca, et han la cabe[ç]a, el cuello et la petrina [pecho] toda negra. (LMM 151)
Aves: Et muchas otras maneras de bestias ay en esta tierra et otra part alli entor, et muy de diuersas aues dont seria muy luenga cosa a rrecontar. (LMM 151)
La cita es larga, pero imprescindible para apreciar directamente cómo caracteriza Mandevilla los animales de la India. Lo que más se repite es que casi todos ellos son de grandes dimensiones, algunos comparados con los que él conoce: serpientes, ratas, leones, sanguijuelas, aves, puercos, erizos, caballos de combate, murciélagos y ánsares; de muchos de ellos se especifican sus colores (serpientes, leones, ánsares, puercos, camaleones y caballos); de otros, se dan las medidas precisas de largo y grosor (serpientes) o de la longitud del cuello (jirafas); de otros, en fin, se anotan sus extrañas características, como aquellos ánsares de dos cabezas. Si se releen todos los pasajes aducidos en esta sección, se podrá comprobar cómo en los relatos de Alfonso X y de Mandevilla, sobre todo, aparecen casi invariablemente asociadas las ideas de grandeza y ferocidad. En efecto, los animales, algunos “grandes a maravilla” y/o de “maravillosa fuerza”, espantan también por la fiereza de su aspecto y anatomía. Lo mismo sucede en la Semeiança del mundo a propósito de la fauna de la India. Varios animales allí incluidos son también de tamaño enorme: el cale tiene cuernos de dos brazas de largo (SM 61); el cuerno del monócero (unicornio) alcanza los cuatro pies (SM 63); las anguillas (anguilas) del Ganges miden trescientos pies (SM 63); otra especie tiene dos brazos de seis brazas de largo cada uno (SM 63). Contribuyen a la fiereza de estos animales varios rasgos de su anatomía: la çenchocrota tiene “vnnas coruas” y “en medio del espinazo ha un foyo sellar que es en guisa de silla, e en lugar de dientes ha vn gran hueso muy fuerte e muy agudo a maravilla” (SM 61); la mantigora “ha en la boca tres ordenes de dientes” (SM 61); hay bueyes de tres cuernos (SM 63) y animales de extraordinaria rapidez, como la mantigora, que “corre mas que aue puede bolar” (SM 63, LT 91 a).
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Otros espantan con los sonidos que emiten: la çenchocrota relincha como los caballos, pero tiene también voz humana (SM 61) y la mantígora silba como una serpiente y “da bozes de muchas maneras” (SM 63), además de tener “muy mala catadura” y “los ojos verdes e bueltos en sangre” y alimentarse de carne humana (SM 61, LT 91 a). La ferocidad queda aún mejor indicada en los siguientes pasajes: el cale es una bestia “negra e muy espantable, e lidia dentro en el agua tan fuerte commo fuera” (SM 61); otros animales —sin duda, cangrejos gigantes: “son a manera del syno que dizen cançer”— son tan fuertes “que prenden con estos braços los elefantes e metenlos consigo en el agua” (SM 63); todavía más se puede apreciar esta ferocidad en el monócero (μονόκερως), (ìïíüêåñù ò), o unicornio, a cuya hibridez (descripta ya por Plinio) se le agregan estos rasgos: e ha en medio de la fruente vn cuerno tan luengo quanto espaçio de quatro pies, e este cuerno es agudo syn cuento, asi que fiere e taja toda cosa que falla delante con el; e esta bestia es muy fuerte syn mesura, e da bramydos que seria gran cosa de contar tan aluenne lo oyen, e tan fuerte es esta bestia que, sy por aventura es presa, non ay arte nin sabiduria en este mundo por que se pueda domar. (SM 63) Et en medio de la cabeça tiene un cuerno non mas, que echa gran claridat, & que a bien quatro pies en luengo; & es atan fuerte & atan agudo que pasa muy ligeramente que quier en que fiere. Et sabet que unicornio es tan fuerte & tan cruel que ninguno non le puede alcançar nin tomar con engaño: bien le pueden matar, mas nunca lo pueden tomar bivo. (LT 92 a) ellos son de granderia senblantes a los orifans [elefantes] o poco mas, et han semblantes pelos que los brufols [búfalos] et tal piet [pie] como orifant, et han vn grant cuerno en el fruent, negro; et no faze ningun mal sino vn poco con la lengua, por que la ha spinosa; et han la cabeça como puerco senglar [jabalí] et lieua la toda via baxa; et sta toda via por los almoriales [pantanos], et es muy suzia bestia et fea de veyer. (LMP 48 = VMP 167)161
“Bestias salvajes”, que tanto abundan en Asia, son también uno de los obstáculos que impiden el acceso al Paraíso Terrenal, en el extremo oriental del continente (LMM 158).
161
“Asperrimam autem feram monocerotem, reliquo corpore equo similem, capite ceruo, pedibus elephanto, caudo apro, mugitu graui, uno cornu nigro media fronte cubitorum duum eminente. Hanc feram uiuam negant capi” (Plinio VIII, 76): cuerpo de caballo, cabeza de ciervo, patas de elefante, cola de jabalí, difícilmente se pueda concebir un animal más híbrido que éste.
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Fauna extraña y maravillosa A medida que las huestes griegas se van internando en la India, los animales (y las sociedades humanas también) van adquiriendo características cada vez más extrañas: Empós esto movió d’allí Alexandre con su huest, e vino a un logar en que falló unas bestias que avién en el pie dos uñas como puerco, mas que avién essas uñas cada una tres pies en ancho e que firién con ellas a los cavalleros de Alexandre. E dizen otrossí que avién essas bestias las cabeças como de puerco, la cola como de león e que andavan con essas bestias grifos mezclados, que vinién muy apriessa e con una grand ligereza e que tomavan a los cavalleros de Alexandre e que los matavan. (HNo 206-07)162
En tierra de los gimnosofistas, donde los aguardan otras maravillas, se encontrarán con aves como éstas: Otrossí avié en esse campo mismo unas aves muy mansas, assí que non fuyén del omne; e si se alguno llegava a ellas e las querié tañer, salié luego d’ellas un fuego e quemava a aquel que iva a ellas. (HNo 192)163
En la Casa del Sol, hallarán el ave fénix:
162 “Deinde amoto exercitu venit in quendam locum in que erant bestie que habebant ungulas duas in pede sicut porci, et erant ipse ungule late pedes tres cum quibus feriebant milites Alexandri. Similiter habebant ipse bestie caput sicut porcus, caudam sicut leo, erantque mixti inter eas grifes qui cum magna velocitate feriebant in facies militum” (HNo 166). Recuérdese que Alejandro, en la región del mar Rojo, quiso ascender al cielo en un carro tirado por grifos; para estos animales en la India véanse Ctesias de Cnidos F 45, 26 y F 45 h, Gregor 63-64, Karttunen, India 65, 231 y especialmente 177-80 y Schneider 191-93. Véase también más adelante la larga descripción de Mandevilla de los grifos de Bactria, en el norte de Afganistán (LMM 138-39). Para este grifo y su simbolismo en la Divina comedia véase Schildgen 116. Tardiola edita tres obras relacionadas con las maravillas del Oriente (De rebus in Oriente mirabilibus, Epistola Alexandri Macedonis ad Aristotelem magistrum suum de itinere suo et de situ Indiae y Epistola presbiteri Iohannis) precedidas de una introducción sobre los principales autores y textos y seguidas de las traducciones al italiano. 163 “Et erant similiter in ipso campo aves mitissime. Qui autem volebant eas tangere, exiebat ignis ex eis et incendebat eos” (HNo 144). Las aves podían tener una función ornamental, como las de oro puro posadas en árboles del mismo metal, entre otras imágenes que se hallaban en las puertas del palacio del rey Poro (HNo 161 = 122), si bien el texto latino no indica explícitamente, como la General Estoria, que los pájaros también fueran de oro puro.
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E andando más por essa selva, otrossí vieron un árvol alto, además, que nin tenié fojas nin fructo, e seyé en él una muy grand ave que avié crestas que semejavan las del pavón, e crestas otrossí en las quixadas e cercal cuello resplandor d’oro, e en la postremería d’ella tal como pórpola, e en la cola péñolas como rosas e entremedias vistanidia como de color de cera. Dixo estonces allí el viejo a Alexandre: “Aquesta ave, que síe en aquel árvol de que tú te maravillas, es la ave fenix”. (HNo 198)164 Falló el aveziella que Fenis es llamada —sola es en el siglo: nunca será doblada—: ella mesma se quema deque es medïada [de mediana edad]; de la çenisa muerta naçe otra vegada. Quando se siente vieja, aguisa su calera [horno], ençiérrase e quémase dentro en la foguera. Finca el gusanill como grano de pera; cría como de nuevo: esto es cosa vera. (LA 2475-76)165
Y en otro palacio, el de Jerjes, había aves que podían predecir la salud o la muerte de los enfermos: unas aves como palomas blancas que veyén del omne enfermo, si avié de morir d’aquella enfermedad o non, e percibién-lo los omnes d’esta guisa: que si las aves catavan a la faz al enfermo, que sanava, e si no’l querién catar, era cosa cierta que de tod en todo murié. (HNo 214)166
164 “Deinde ambulantes per ipsam silvam viderunt inter ipsam silvam unam arborem excelsam nimis que nec folia nec fructus habebat, et sedebat in ea avis magna que habebat in capite cristam similem pavonis et fauces cristatas, circa collum fulgure aureo, postera parte purpurea, extra caudam roseis pennis in qua erat ceruleus nitor. Cumque vidisset eam Alexander, miratus est valde in figura eius. Respondit eis senex dicens: ‘Hec avis quam admiramini ipsa est avis fenix’” (HNo 152). A este pasaje de la cuarta parte de la General Estoria había remitido éste de la segunda: “Et alli moraua otrossi ell aue a que dizen Ffenix que uiue los quinientos annos, cuemo diz aquella Estoria [del grant Alexandre]; e algunos de los philosophos fablan de la natura della, e cuemo estaua en aruol sin foias e tan grand que nol podien deuisar el somo, e la uio estar alli el rey Alexandre” (GE II 1 91 a 3). Véase también el capítulo 162 del Libro del tesoro, con detalles concordantes a los del Libro de Alexandre (LT 80 ab), y el IX del Fisiólogo. 165 Para el ave fénix en los autores clásicos véase Schneider 193-95 y para las distintas concepciones de este animal en la Edad Media, Lugones, Los bestiarios 157-65 y “El Ave”. 166 “Erantque in eodem palatio aves magne et albe ut columbe que previdebant de homine infirmo si viviturus esset an moriturus, id et si respiciebant in faciem egroti, convalescebat ipse egrotus; si autem nolebant aspicere in faciem eius, certissime moriebatur” (HNo 176).
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Y como sucede con otros animales, las aves pueden también convertirse en regalos, como las trescientas “psintamos” que la reina Cliofil Candacis le mandó a Alejandro en jaulas de oro (HNo 200 = 156: psithacos). En Babilonia, además de las serpientes bicéfalas mencionadas páginas atrás, se encuentran, entre otras maravillas, esta vez unos animales pequeños “como simios, e avié cada una d’ellas ocho ojos e ál tantos pies, e dos cuernos en la cabeça, con que firién” (HNo 214).167 El reino animal participa invariablemente de lo maravilloso, en lo cual difícil sería encontrar una obra que supere al libro de Mandevilla. Lo prueban, por ejemplo, los pasajes dedicados al cordero vegetal de Cadisla (región de Asia central, de difícil localización) o a los peces de la isla de Calanoth (Indochina, noroeste de Cochinchina). El primero nace de una fruta: Alli crece vna manera de fruita assi como calaba[ç]as, mas son mas grossas, et quando eillas son maduras eillos las fienden por medio et trueban dentro vna bestiola en carne et en hu[e]so et en sangre, assi como vn chico cordero sin lana, assi que hombre come el fruito et la bestia. Et es bien gran marauella d’este fructo et si es grant obra de natura, et no ostant que yo lis disi que no lo tenia pas a grant marauella, car assi bien auia arboles en nuestra tierra qui trahen fructo qui deuiene aue volant, et son estas aues buenas para comer et los qui cahen en tierra madurant luego. Et d’esto se maraueillan eillos en aquella tierra. (LMM 136)168
Los peces se arrojan en las orillas y permanecen allí tres días para rendir homenaje al rey, según la explicación dada por los habitantes de la isla: Et encora ay vna grant marauella en aquella ysla que no es en ninguna otra part en el mundo, car todas las maneras de pescados de la mar vienen vna vez l’aynno l’uno empues l’otro et se echan a la rriba d’aquella ysla assi que hombre non vee en la mar sino pescado, et alli fincan .IIJ. dias et en prende cada uno tantos como quiere. (LMM 100)169
167 “Et erant ibi humiles bestiole quasi simie, habentes oculos octonos et totidem pedes, cornua in capite duo cum quibus feriebant sive hominem sive aliud animal” (HNo 176, 178). 168 Para este “cordero” y el hecho de que Mandevilla no se asombre ante esta maravilla véase la edición de Rodríguez Temperley 195-96, notas 264 y 265. 169 Para este pasaje en Mandeville véanse Bennett 36; Deluz, Le Livre 220 y 251 y Higgins 148-49; para Mandevilla véase Rodríguez Temperley XXX. Otra “maravilla” en relación con los peces registra Brunetto Latini: “& corren [todas las cosas] en tal manera de por medio del lago que los pescados del uno [el río Tigris] non entran en el otro [el lago Aretusa], & corren tan fuerte & tan rezio por el lago que es maravilla & su color es departida de la color del lago” (LT 60 a).
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Pero en el libro de Mandevilla, los animales no se encuentran únicamente en su habitat natural, es decir, en selvas, desiertos, llanuras, ríos y lagos, sino también en los palacios del Gran Kan, en donde también se les atribuyen rasgos maravillosos. En los estanques de sus palacios se encuentran muchedumbres de aves: Et en sus estancas ay tantas anssaras saluages [ánsares, gansos salvajes], anades [patos, gansos], signos [cisnes] et de gar[ç]as que es sin nombre. Et alderredor d’estas estanques et fosados es el grant gardin todo pleno de bestias saluages. (LMM 110)170
Hay animales que participan de las ceremonias de vasallaje del Gran Kan: Et fazen venir deuant l’emperador leones priuados et otras bestias, aguillas, aztores [azores] et otras maneras de aues et pescados et serpientes por le fazer rreuerencia, car eillos dizen que toda creatura deue obedescer a eill et le fazer rreuerencia. (LMM 122)
Enorme diversidad de aves de cetrería y de animales salvajes: Et de mo[ç]os qui goardan aues, aztores, girefaux [gerifaltes], gauilanes, falcones gentiles, laneres [halcones] et sacres, papagayes qui fablan et auez cantantes, et assi bien bestias saluages et .XM.o mas oriffantes [elefantes] et otras diuerssas bestias, rrabices [ariscas, sin domesticar], ximios, marmoz [marmotas] et otras diuersidades. (LMM 122)
“Falcones peligrines, et esmarles [mirlos; mirles en FHO], et otros auzelles [pájaros]” se hallan en las islas del mar Caspio (FYO 57 = FHO 80);171 papagayos, en la India (FYO 59 = FHO 81), y faisanes, en “Asia la Mayor” (FYO 155). Como se ve por todo lo que precede, lo extraño de la fauna asiática se manifiesta de muchas formas, pero de todas ellas quizás la más llamativa y característica sea la hibridez, como en esos animales ya mencionados, en los cuales coexisten la anatomía del jabalí, el verraco y el león (LMM 151), o aquellos otros que presentan asimismo rasgos fabulosos. Así, por ejemplo, los hipopótamos y los grifos de Bakeria (Bactria, al norte de Afganistán): En esta tierra ay muchas de ypotames, et son bestias qui conuersan algunas vezes en tierra et algunas vezes en l’agoa et son medio hombre et media bestia et comen las gentes quando eillos las pueden auer. (LMM 138)
170
Para los ánades y ánsares y los cisnes véanse los capítulos 153 y 161 del Libro del tesoro, respectivamente (LT 77 b y 80 a). 171 Corominas-Pascual registran la voz catalana esmerla y la aragonesa esmarle (II, 730).
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En esta tierra ay mas de griffones que otra part. Algunas gentes dizen que eillos han el cuerpo de medio leon por de [ç]aga et medio aguila por delant, et dizen verdat, car eillos son de tal fai[ç]on. Mas vn griffo ha el cuerpo mas grant et mas fuert que .VIIJ. leones de los leones de pardaca, et mas de grant grandor et de fuer[ç]a que .C. aguilas, car eill lieua bien a su nido en volando vn grant cauallo et l’ombre desuso si lo trueba a punto, o .IJ. buyes ligados ensemble assi como hombre los liega adarar. El ha las vnglas [uñas] de los piedes deuant assi grandas et assi lue[n]gas como cuernos de buy o de vaqua, car hombre en faze ta[ç]as por beuer assi como faze hombre de cuernos de bugalos, et de las plumas de los costados de sus alas fazen grandes arcos et fuertes por tirar sahetas. (LMM 138-39)
Algo muy semejante refiere Marco Polo de los grifos de Madagascar: Alla se troban las aues que nos clamamos grius, los quales se toman en vn cierto tiempo del anyo; et es semblant daguila, mas es tan grant que dizen los caçadores que quando es affamado [tiene hambre], osa tomar vn orifant et se lo puya en el aire, et quando lo suelta, crieba se todo, et apres viene el griuf et come lo que le faze menester. Et dizen encara que sus alas han de luengo bien XXX passas et las plumas de los cabos de las alas han bien XII passos de luengo. (LMP 56 = VMP 194)172
Junto a estos animales y a otros ya mencionados de la General Estoria, se podrían citar aún otros casos del Libro del tesoro y de la Semeiança del mundo, obra ésta que insiste repetidamente en la naturaleza híbrida de la zoología asiática, con seres de llamativa y extraña anatomía, en los cuales se reúnen las características de varias especies. Como en el caso de África, hay que recapitular brevemente todo lo dicho sobre la fauna asiática y preguntarse también si es posible desprender de todas las referencias al mundo animal una imagen más o menos clara e indagar si existen, o no, criterios coherentes que permitan una visión global del problema. Varios rasgos más o menos constantes han quedado indicados ya, como la variedad, ferocidad e hibridez de varias especies y lo extraño y maravilloso de muchas de ellas, especialmente las que fue encontrando Alejandro Magno en sus campañas militares. Quedaron apuntadas también la diversidad zoológica y las indicaciones que a menudo hace Marco Polo para notar las diferencias con la fauna europea, como asimismo las descripciones más o menos detalladas que Mandevilla ofrece de algunos animales, por ejemplo. En general, puede
172 Véanse Harf-Lancner, “From Alexander” 245 y Wittkower, “Marco Polo” 77-79, para este animal en la tradición pictórica medieval, y “Roc”, para sus orígenes en la India, su transmisión a Persia y al mundo árabe y su representación en un grabado del pintor holandés Johannes Stradanus (siglo XVI).
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decirse que se trata de un discurso descriptivo, aunque no falten aquí y allá intentos de clasificación, según una taxonomía más o menos vacilante, como la propuesta por Marco Polo a propósito de las grullas de Quenlilfu (Kien-ning fu), agrupadas en cinco clases, según sus colores y dimensiones. Pero el “espectáculo” (el término tiene sabor pliniano) de la Naturaleza se da ante todo en la lucha entre las diversas especies de animales, por un lado, y, por otro, entre éstos y los hombres. De lo segundo, ¿qué fueron las campañas de Alejandro sino un continuo batallar contra una naturaleza hostil, agresiva, feroz? Casi no hubo especie que no haya enfrentado a sus ejércitos y no pocas víctimas se contaron entre sus soldados, hostigados sin cesar por toda clase de mirabilia. Pero la Naturaleza se caracteriza ante todo por una constante y no menos implacable lucha entre los animales: entre aquellas serpientes con esmeraldas en sus cabezas, que “lidiavan entressí cada año”, con gran mortandad entre ellas; entre los perros o los elefantes contra los puercos; entre los cangrejos y los elefantes; entre éstos y las serpientes; entre los dromedarios y los caballos; o entre los perros albanos contra los leones y los elefantes, etc. Al concluir con esta sección, la última de este libro dedicada al análisis de la fauna según los autores peninsulares, ¿se podría resumir de alguna manera más o menos concisa la concepción del mundo animal en todos los textos estudiados? Quizás no, habida cuenta de la variedad del corpus analizado, de los géneros y tipos de discursos que lo componen, de las fuentes en que se basan y las auctoritates que siguen y de la extraordinaria diversidad de especies que pueblan el vasto y ancho mundo de la ecumene de los siglos medios. Pero, con los estudios de Beagon, Salisbury y Vegetti a la vista, se podrían indicar algunos aspectos ausentes en la zoología hispanomedieval. No se aprecian, por ejemplo, varios de los temas de la Historia natural pliniana estudiados por Beagon, entre otros: una concepción teleológica, según la cual los animales están al servicio de los humanos; la cuestión de la “psicología” de los animales; las jerarquías entre éstos, de acuerdo con un cuadro taxonómico coherente, etc. Sí, en cambio, se halla presente el problema de la crueldad en la naturaleza (las luchas entre las especies) y la concepción de ésta como spectaculum. No hay tampoco un tratamiento sistemático de los varios problemas planteados por Salisbury en su estudio sobre los animales en la Edad Media: los animales como propiedad o como comida y su sexualidad, los animales como modelos de conducta para los humanos y éstos como animales y, en definitiva, qué es un animal y qué es ser humano. Por su parte, Vegetti contrapone a Plinio y Aristóteles, para indicar que en el autor latino falta una taxonomía racional, como la propuesta por el filósofo griego. A Plinio le interesan,
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sobre todo, los “animales vivos”, lo maravilloso de la Naturaleza, el “desorden taxonómico”, etc.173 Estas impresiones estarían corroboradas por las críticas que a la Historia natural también le hacen Bodson y Capponi. Para éste, predomina en Plinio una tendencia técnico-práctica, no lee directamente a Aristóteles, carece de método, de criterios de clasificación y de un vocabulario técnico apropiado, no distingue entre géneros y especies, se sirve de manuales o de tratados de adivinación, etc. Según Bodson, se trata de una compilación mediocre, libresca, sin orden, ni sentido crítico, plena de errores y fábulas descabelladas. Pero, por otra parte, no es esto lo que se habría propuesto Plinio (ni tampoco los autores medievales), sino solamente describir y no explicar y, de paso, enriquecer el inventario de la fauna con animales no registrados por Aristóteles, sobre todo de Germania y de la región alpina.174 A la vista de todas estas críticas, podría decirse que, en términos muy generales y sin descontar las excepciones, la zoología hispanomedieval tendría mucho de pliniana. Flora En general, en el relato alfonsí se hallan menos referencias a la flora que a la fauna, pero no por ello dejarán de describirse las “maravillas” en este reino también; tampoco faltan en el Libro de Alexandre, la Semeiança del mundo o el Libro de las maravillas del mundo, en los cuales hay descripciones que no contienen elementos designados explícitamente como “maravillosos” pero que, sin embargo, se acercan a lo “paradisíaco”; es el caso de los árboles de Babilonia (LA 1464) o de la vegetación de la isla de Milstorach (región cercana a la fortaleza de Alamut, sobre la ribera sur del mar Caspio), donde existía “el mas bel gardin que hombre podiesse veer, do auia arboles portantes todas maneras de 173
Los fundamentos últimos de la zoología de la Historia natural —propone Vegetti— habría que buscarlos en la experiencia muy romana del circo y los desfiles triunfales, más específicamente, en la concepción de la naturaleza entera como un circo inmenso y variado: “Plinio immagina la natura intera come un circo immenso e variegato, in cui si rappresenta ogni varietà possibile di spettacolo per tuta la distesa dello spazio e dei tempi. Di fronte ad una tale natura, il circo appare come un microcosmo, una replica frammentaria e artificiale ma fedele dello spetacolo del mondo” (122-23). 174 “Avec ses defauts, mais aussi ses traits positifs, la NH marque une étape decisive pour la conservation et la transmission des connaissances, des traditions et des idées antiques sur le monde animal, et pour l’orientation ultérieure des ouvrages sur la même question. C’est à ce titre que Pline l’Ancien prend place dans l’histoire de la zoologie occidentale” (Bodson, “La zoologie” 116). Otra vez Plinio como “puente” entre épocas y transmisor del saber antiguo a los siglos medios.
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fruitas que hombre podria ninguna part trobar. Et ý auia fecho plantar todas yerbas et arboles bien odorantes qui trahen bellas flores” (LMM 143). Como se vio en la sección dedicada a la geomorfología del Oriente, si bien son muchas y extensas las zonas desérticas y sin vegetación, el continente no carece de selvas (como las que encontró el ejército macedónico en su marcha hacia la India), ni de bosques, ni de fértiles llanuras, aptas para el pastoreo, según lo indica varias veces Marco Polo, de todos los autores aquí considerados el que quizás insista más en este aspecto de la fitogeografía asiática. En la provincia de Tangut (Kan-sou y Ning-hia) hay “muchos bellos herbages” (LMP 9 = VMP 38: “grans erbatges”); más allá de Esmagin (Kara-Khoto, Mongolia exterior) le esperan al viajero cuarenta jornadas de travesía por el desierto, sólo interrumpido por valles aptos para el pastoreo “en do estan muchas bestias saluages et hay grandes bosques de pino” (LMP 10 = VMP 41: “boschs de pins”); la provincia de Mangui, en el sur de China, cuenta con “grandes praderias” (LMP 25 = VMP 95), la de Aniu (Tunking o Annam) tiene “buenas pasturas” (LMP 33 = VMP 121) y lo mismo en las provincias de Cumchuz (sin identificación precisa, pero en China), donde hay “muchas bestias saluages por los grandes bosques que hi son” (LMP 26 = VMP 99); de Acalech (atravesada por el río Han), en cuyas montañas “han grandes boscages en do stan de diuerssas maneras de bestias saluages, [VMP: e leons] et han de las bestias de que se faze el almesech [almizcle]” (LMP 26 = VMP 100); y de Mien (Birmania), que tiene “grandes boscages, en do ya muchos orifantes [elefantes] et vnicornis et dotras diuerssas bestias, et no ha hi habitadores ni perssona nenguna” (LMP 32 = VMP 116). En la isla de Siamba (Champa, Indochina), además de muchos elefantes, se encuentran “grandes buscages, et la mayor part de lures arbores son banuz [ébano]” (LMP 47 = VMP 163) y en la de Madagascar “han grandes boscages en que ha sandil bermello [sándalo rojo] et mucha ambra [ámbar]” (LMP 56; véase también LMP 49 = VMP 193, 171). Y, en fin, las islas del archipiélago de Tupangu (Japón) son “plenas darbores et han tan nobles olores que la menor es semblante a ligunaloe” (LMP 46 = VMP 161).175 Y es de particular interés también la relación que La flor de las ystorias de Orient hace del reino de Turquestán, de pocas aglomeraciones urbanas, y cuyos habitantes se dedicaban a las actividades pastoriles, llevando una vida nómada:
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Sobre Japón en el libro de Marco Polo véase Larner, Marco Polo 63: “To my knowledge, outside Marco’s Book there is, before the sixteenth century, no record at all of the existence of Japan to be found in Central Asia, Western Asia or Europe”; para el conocimiento de Japón en la Edad Media véanse Abulafia 24-27 y Larner, Marco Polo 14850 (Japón en la cartografía).
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En aquell regno ha pocas buenas çiudades, mas hay grandes planuras, et hay buenas pasturas. Aquella gent quasi son todos pastures, et habitan en tiendas et en tales cosas que liugerament las porten de vn lugar en otro. (FYO 54)
pasaje paralelo al de La flor de les històries d’Orient: En aquell regna ha poques de bones ciutats, mas ha·y grans planures e ha·y bones pastures. Aquella gent són quays [tots] pastors, e habiten en tendes e en talls casses que laugerament les porten d’un loch en altre. (FHO 77-78)176
y a este otro de Mandevilla: En esta tierra de Turquesten ay pocas de buenas cibdades. [...] Ý a grandes pasturages et pocos trigos, et por esto son eillos pastores et jazen en tiendas et beuen ceruessa fecha de millo [mijo]. (LMM 131)
En la Antigüedad, Estrabón ya había aludido a los “extraños” o “extraordinarios” árboles (äÝíäñá ðáñÜäïîá) que crecen en la India (XV, 1, 21);177 los (δένδρα παράδοξα) hay de hojas perennes: “& todos los arboles que nasçen [en Yndia] nunca son syn foja” (LT 61 b), o de enormes dimensiones, como el olmo viejo de Alejandro Magno, cuyo tronco no alcanzaban a abrazar diez hombres (LA 2232), o de no menos increíbles alturas, como en la India, donde “las fayas e los arboles que son en los montes pujan de alto suso con las nubes” (SM 59). En el palacio del rey Poro, por ejemplo, se hallaban imágenes de árboles de oro puro (HNo 161 = 122, LA 2132) o viñas del mismo metal (LA 2126-31 b), pero en tierra de los seres encontrarán árboles reales “que crían en las fojas uno como lana, e cogié-lo aquella yente e fazién ende vestidos” (HNo 175);178 en realidad, se trata aquí del cultivo del algodón, al que también aluden Marco Polo (LMP 33 = VMP 119), cuando recuerda su abundancia en la isla de Scoyra (Socotra, en el océano Índico) (LMP 55 = VMP 191), y Mandevilla:
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“Turquestán” es la “gran Turquía” de Marco Polo (FHO 162, nota 72). Para los árboles de la India véase también Plinio XII, 17-32 y para la flora en los autores medievales véase Gregor 70-76. Sobre los estudios de botánica impulsados por las campañas de Alejandro Magno en Oriente véase Jaime Alvar 86-87. 178 “Erantque ibi arbores que emittebant folia velut lana, que ipsa gens colligebat et vestimenta sibi exinde faciebant” (HNo 134); véanse Heródoto III, 106, Estrabón XV, 1, 20 y Plinio VI, 54; este pasaje de la estoria alfonsí recuerda otro, citado en la sección dedicada al monte Atlas, en el cual se hace relación de unos árboles “todos cubiertos de lana atal que diz que si ouiesse quien la labrar, que se farien dend pannos tales como de seda” (GE I 278 a 12). Para el palacio de Poro y los seres en la cartografía medieval véase Lecoq 70-71. 177
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En esta tierra [India] et en muchas otras pardailla et plus entaca hombre mete en obra la simjent de coton et la siembran todos los aynnos, si en crescen arboles chicos qui trahen coton. Et assi fazen cad’aynno, si en ý a por todo grant habundancia. (LMM 150)179
O los árboles que Alejandro también encuentra en su periplo asiático, una vez dejada la tierra de los gimnosofistas, en un relato en que coexisten lo maravilloso, lo desmesurado y lo sobrenatural: Saliendo Alexandre con su huest d’aquella tierra de los gimnosophites vino a un campo en que avié unos árvoles tan altos que era a grand maravilla a demás, e avién tal natura que nascién en la mañana con el sol a primora, e salién essora de su tierra e en salir e yr suso en alto duravan fasta la sesta ora del día, e d’essa ora sesta del día otrossí conmençavan a descender e meter-se so tierra, e quando vinié el ora en que se ponié el sol, eran todos acabados de seer entrados todos so tierra. E estos árvoles levavan un fructo que davan muy buen olor. E Alexandre, luego que vio aquellos árvoles cómo crecién, maravilló-se ende mucho, e non era sin guisa, ca mucho era cosa maravillosa de assí crecer a día e assí descrecer, e quando cató el fructo que nascié en essos árvoles pareció’l muy fermoso, e mandó a un so cavallero que llegasse e tomasse d’aquellas maçanas e’l aduxié’s d’ellas. E el cavallero llegó, e assí como echó la mano en una d’aquellas maçanas pora coger-la e adozirla a Alexandre, tomó’l luego al ora el demonio e echó’l muerto. E luego al ora oyeron del cielo una voz que les dixo assí: “Guardat-vos non se llegue ninguno de vos a estos árvoles más de quando agora ydes llegados, que qualquier que a estos árvoles se allegue luego cadrá muerto”. (HNo 192)180
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También en Bakeria (Bactria, al norte de Afganistán) se cultivaba el algodón: “En aquella tierra ay arboles qui trahen lana como oueillas de que hombre faze paynno[s] por vestir” (LMM 138). Para la “lana vegetal” y el cultivo del algodón véase Schneider 202-04. 180 “Deinde amoto exercitu venit in campum in quo eran arbores mire celsitudinis que cum sole oriebantur et cum sole occidebant, id est ab hora diei prima exiebant desubtus terram et crescebant usque ad horam sextam; ab hora autem sexta usque ad occasum solis descendebant subtus terram. Iste enim arbores ferebant fructus odoriferos. Et statim ut vidi eas Alexander precepit cuidam militi suo ut tolleret ex fructibus ipsarum et adduceret ei. Ille vero abiit, ut tolleret ex fructu earum, statimque percussit eum spiritus malignus et mortuus est. Et continuo audierunt vocem de celo precipientem illis ut ne unus quidem accederet propius ad ipsas arbores, quia quisquis ad eas propius accesserit, statim morietur” (HNo 144). En esta orden de Alejandro a uno de sus hombres, tal como se narra el hecho en la Epistola Alexandri ad Aristotelem, ve Romm a un héroe que no sólo es un conquistador, sino también un “campeón de la ciencia experimental”, quien, deseoso de ver nuevas tierras, desconoce las advertencias y portentos que podrían disuadirlo y, frente a las novedades, se dedica a investigarlas, a experimentar o a recoger muestras para su estudio (“Alexander” 23).
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Especies de árboles que crecen y mueren en un día se mencionan también entre las maravillas del reino del preste Juan: Item vltra este rrio mas auant en los desiertos ay vn grant plano arenoso, et entre las montaynnas et este plano todos dias al sol sallient comjen[ç]an a crescer arboletes chicos, et crescen ata medio dia et trahen fructo, mas ninguno no osa prender d’aquel fructo car es cosa fadada. Et empues medio dia eillos descrecen et entran en tierra asi que al sol en tierra eillos no parescen mas, et assi fazen eillos todos dias et es vna grant marauella. (LMM 140-41)181
Más maravillosos serán los árboles del Sol y de la Luna, que tenían la de predecir el futuro, y que Alejandro encuentra en la Casa del Sol. El árbol del Sol comienza por responder en la lengua de la India y concluye con la de Grecia y el de la Luna, a la inversa, y cuando Alejandro les pregunta si algún día regresaría a Macedonia, el del Sol le contesta que no sucederá así, pese a que llegará a dominar todo el mundo, y el de la Luna le vaticina que morirá envenenado (HNo 197-99 = 150, 152, 154; LA 2482-94).182 A estos árboles, con mención explícita de Alejandro, se referirá también Mandevilla, agregando que tenían la virtud de prolongar la vida en cuatrocientos o quinientos años a quienes los guardaban y se alimentaban de sus frutos y su bálsamo (LMM 155).183 Para llegar a estos árboles, Alejandro debe andar por una selva igualmente maravillosa: Alexandre pues que entró en el mont, començó a andar por essa selva que estava encerrada de dentro del mayor lavor d’allí, e eran essos árvoles d’essa selva tales, que semejavan a laurero e a oliva, e corrién d’ellos a grand abondo encienso e bálsamo, e avién essos árvoles cient pies en alto. (HNo 197-98)184 181
Para Mandeville véase Deluz, Le Livre 221. Adelantándose a lo que la General Estoria narrará en su cuarta parte, en la segunda se anticipa así el encuentro de Alejandro con estos árboles: “e cuenta la Estoria del grant Alexandre que a esto uino Alexandre quando andaua conquiriendo Asia, e aqui eran los aruoles a que dizien del Sol o fablauan los spiritos uisiblemientre, e fablaron alli al rey Alexandre yl dixieron toda su fazienda cuemo auie a seer dell fastal cabo de su uida, assi como lo contaremos conplida mientre en la estoria de Alexandre en so logar e en so tiempo” (GE II 1 90 b 33). 183 Véase Rodríguez Temperley XXXII. 184 “Igitur ceperunt ambulare per ipsam silvam que erat inclusa intra maius edificium, erantque ipse arbores ex ipsa silva similes lauro et olive ex quibus currebant largissime thus et opobalsamum, et erant ipse arbores alte pedes centum” (HNo 152). El episodio de estos árboles lo narra también El Victorial (180-81). Para Alejandro y estos árboles en los mapamundis medievales véase Lecoq 81-82. En el mapa de Vercelli (ca. 1191-1218), estos árboles oraculares se sitúan en el extremo oriental de Asia, es decir, en los últimos confines del mundo (Scafi 134). 182
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Páginas atrás se mencionaron los montes “Dídalas”, cuya altura parecía acercarlos a las nubes (HNo 202 = 158); pues bien, todo en ellos, y en particular los árboles, participan también de lo gigantesco: e avié en essos montes árvoles muy altos que semejavan cedros e tenién unos fructos muy grandes. Quando vio [Alejandro] estos árvoles e essos logares, maravillósse mucho, ca vio ý otrossí vides con rrazimos tan grandes, que un omne non podrié levar uno; e avié ý otrossí nogales que tenién nuezes grandes como aquel fructo a que en España, en el regno de Toledo e en otros lugares, dizen sandías; e en essos árvoles avié dragones e muchos simios. (HNo 202)185
Otras selvas de la India son tan imponentes como algunos de sus ríos o montañas: en las “postremeras selvas”, en las riberas de un río, el campamento de Alejandro se ve atacado por una “gran muchedumbre de elefantes” (HNo 183 = 138); en esas mismas selvas se encontrarán con un pueblo de mujeres de grandes cuerpos, largas barbas, cabezas planas, vestidas de pieles y buenas “corredoras de monte”, que se ayudaban de “bestias fieras”, y no de perros, en la caza: otro ejemplo de la correlación entre habitat selvático y pueblos “salvajes”; más adelante, y en otra selva de la India, encontrarán también mujeres muy hermosas, de cabellos largos, con pies de caballos y cuerpos de siete pies de altura (HNo 185 = 140). Y, finalmente, en las riberas del Fisón (Ganges), había una “selva muy espessa de árvoles”, de cuyas frutas se alimentaba un pueblo de personas de grandes cuerpos y vestidos de pieles (HNo 195 = 150). Otras clases de árboles se encuentran también en el Oriente de Mandevilla y Marco Polo. En la isla de Talamassy, hay árboles que producen harina (con la que se elabora una clase de pan), otros que tienen miel dulce, otros, vino, y otros, veneno.186 Y también en el reino de Fachfur (Fansur, costa occidental de Sumatra): et han arbores muyt grossos et grandes, los quales han la scorça [corteza] prima, et quando los crieban [abren], troban de dentro postrida blanca como farina et cullen 185 “et arbores excelsas nimis, stantes in eisdem montibus, similes cedri, portantes poma grandia. Qui cum vidisset eas Alexander, mirabatur valde. Videbat etiam ibi vites habentes botros uvarum maximos valde quas portare poterat vix unus homo, et nuces ferentes fructus sic maiores sicut pepones. Et erant in ipsis arboribus dracones et simie multe” (HNo 158, 160). 186 Talamassy = Bandjermasin, antiguo reino de Borneo. Mandevilla incluso se detiene en explicar: “Et si vos plaze saber como la farina se faze de los arboles, yo vos dire. Hombre plaga [corta] l’arbol de vna segur [hacha] alderredor, assi que la corte[ç]a se departe d’entor et estonz salle fuera vna licor espessa la quoal eillos meten al sol et leisan sequar. Si deuiene farina bella et blanca, et la miel, el vjno et el venjno son sacados de los otros arboles por aquella mesma manera et puestos en vaxiellos por goardar” (LMM 99).
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la et fazen ende bell pan blanco. Et yo, Marco Polo, fuy en aquesta çiudat et hi stuui algunos dias, en los quales non comia otro pan sino desti. (LMP 48-49 = VMP 169)
Y en un lago de esta misma isla se hallan otros árboles de grandes dimensiones y de ocultos tesoros: En este laco crescen arondinas [cañas] et son [rrobres] qu’[e]llos claman “caby” qui han .XXX. toises o bra[ç]as de luengo o mas. Et d’estas rrobres faze hombre de bellas casas. Et ay otros rrobres qui no son pas assi luengos qui crescen cerca la rriba et han assi luengas rraizes que eillas durant .IIIJ. arpentes o mas que son enujron peonadas de vynna. Et en los nudos d’estas rraizes hombre falla de piedras preciosas qui han muy grandes uirtudes, car qui en trahe vna sobre si, fierro ni azero no lo puede plagar [cortar] nj sacar sangre. (LMM 99)187
No será éste el único lago con tal vegetación: en uno que se encuentra en la isla Silla (Ceilán, Sri Lanka) crecen “muchas arondinas [cañas] et de grandes glagoz [juncales]” (LMM 103). Cañas enormes se hallan también en la provincia de Letabech (Tíbet), según informa Marco Polo: “Et troban si las mas grossas canyas et luengas del mundo, las quales han de grosseria del vn nudo al otro tres palmos” (LMP 27 = VMP 102).188
187 Para darse una idea de la altura de estos árboles téngase en cuenta: “toises [o braças]: s.f. Toesa (antigua medida de longitud francesa, equivalente a un metro y 946 milímetros (DRAE). Fr. toise”; “peonadas: s.f.: Medida agraria usada en algunas provincias y equivalente a tres áreas y ochocientas cuatro miliáreas (DRAE)” (edición de Rodríguez Temperley 301 y 292). 188 En la versión catalana: “E trobent-s’i les plus grosses canes del món e les pus longues, e han de gros ·III· palms e ·XV· passes de lonch; e an ·IIII· palms de la·I· nou entrò en l’autre”. El Libro de Marco Polo continúa con un curioso uso que los tibetanos hacen de estas cañas: “Et si no fuesse aquestas grossas canyas que hombre troba por los caminos, ninguno no hi osarie passar, por las muchas bestias saluages que hi ha, speçialment leones et onssos et otras terribles bestias. Et a la tardi, como hombre s’es atendado [acampar] —car pocos hostales side troban— faze cullir de aquellas canyas grosas, las mas verdes que se troban, et meten las en grant fuego que hombre faze primero de lenya seca. Et quando aquella canya ha stado vna pieça al fuego, comiença a scorchar se [descortezarse], et apres sclata [revienta] et faze tan grant roydo que todas las bestias saluages que lo huyen [oyen] fuyen. Et aquesti roydo huye nombre de bien X leguas. Et con aquesta manera scapan las gentes que van por aquesti camino. Et digo vos que a qui no fuesse husado de aquesti esclafido [estallido] perdrie el seso et el oyr” (LMP 27 = VMP 103).
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El “discurso de la abundancia” Si hay un rasgo que se repite a menudo y que sirve muy bien para caracterizar a los pueblos y la naturaleza del continente, es el de las incontables “muchedumbres”. De naciones y ciudades, en primer lugar, y tantas que sería imposible enumerarlas a todas, como había dicho Plinio: “Gentes ei urbesque innumerae, si quis omnes persequi uelit”; y lo mismo con las montañas: “Par labos sit montes enumerare” (VI, 58 y 60). Mandevilla cuenta más de cinco mil islas habitables de la India (LMM 84) y más de cinco mil más allá de la India (LMM 95). “Villas sin nombre” hay en el Imperio del Gran Kan (LMM 125) y tantos pueblos encuentra Mandevilla en sus dominios que a un europeo le sería imposible de creer de no haberlas visto con sus propios ojos (LMM 113). Y lo mismo con los ejércitos: la “grant multitud de enemigos” contra los que combaten los cruzados (FYO 82 = FHO 99); las huestes del preste Juan y su “innumerable exercitu” (LMP 11 = VMP 47, manuscrito K2) o las del ya citado Gran Kan Kubilai (LMP 18, 19 = VMP 72, 73); las fuerzas del emperador persa Darío (HNo 91= 74) o del rey de la India (HNo 157 = 120, LA 1982). Abundan en muchos otros pasajes las referencias a la “gran muchedumbre” de ejércitos de griegos, persas, indios, albanos o, incluso, cinocéfalos;189 pero la plétora y profusión no sólo será de hombres, sino también, como en el ejército de Poro, de animales y lo mismo en esos desiertos de la India, “sin agua et muy calientes e do avié grand muchedumbre de serpientes e de bestias fieras” (HNo 167);190 o de tigres y leopardos: demás que les acaesció otra angostura que salieron a ellos de tigres e de pardos, que son bestias fuertes e peligrosas, tanta muchedumbre que los de la hueste de Alexandre mester ovieron ý las manos tan bien como si fuessen omnes, e lidiaron con ellos, e pero deffendiéron-se. (HNo 169)191
La diversidad y profusión de especies animales salta a la vista y también su muchedumbre sin número, como en el Valle Peligroso, según relata Mandevilla:
189 Véanse, por ejemplo: HNo 97 = 80; 99 = 82; 101 = 82; 129 = 102; 131 = 102; 147 = 114; 159 = 122; 195 = 150; 209 = 170; 212 = 174. 190 “per loca arenosa et inaquosa ubi erat multitudo serpentium et ferarum et beluarum” (HNo 128). 191 “insuper erat eis angustia magna, quia occurrebant eis leones, ursi et rinocerotes, tigres et pardi et pugnabant cum eis” (HNo 130).
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Car alli auia tan grant multitud de bestias et no veyamos que vers o puercos negros et d’otras maneras qui corrian entre nuestras cambas [piernas] et nos fazian caher vna vez enta [hacia] [ç]agua [detrás], otra a dientes, agora de l’un costado, agora del otro et tal vez que la cabe[ç]a yua enta yuso assi como en vn barranco. (LMM 146)192
o en los desiertos de los árboles del Sol y de la Luna: la grant multitudo de las bestias saluages, de los grandes dragones et de las grandes serpientes que matan et destruyen quanto trueban. En esta tierra ay de los oriphantes [elefantes] blancos et bis [oscuros] sin nombre, et de los vnjcornjos et d’otras bestias que yo he deuant deuisadas et d’otras muy espantables et feas. (LMM 155)
Y, para el caso de Persia, la abundancia lo será asimismo de oro, según se lo hace saber Darío a Alejandro —“en Perssia tanto oro á que vence la claridad del sol” (HNo 91)— y que éste no pondrá en duda: E nos por cierto creamos que nos dize esta carta verdad en alguna cosa, e, esto es, que la creamos de la muchedumbre del oro que diz que ay en Perssia, e porende vos conorto e vos esfuerço que lidiemos como cavalleros muy derrezio con ellos, e ganaremos toda aquella muchedumbre del oro que an. (HNo 91, 93)193
El Libro de Alexandre alude también a los viñedos y las mieses de “tierras de los medos” (LA 30 d); a los cien mil talentos de oro que Darío se propone enviarle a Alejandro (LA 1264 b); cómo era fácil distinguirlo en el combate de entre la multitud de sus huestes: “la resplandor del oro esso lo acusava” (LA 1384 b); y cómo sus soldados eran “sobra bien adobados de oro e d’argente” (LA 1386 d).194 Muchedumbre de piedras preciosas hay también en la Babilonia del Libro de Alexandre, en ese lapidario que incluye una larga lista con más de treinta clases diferentes (LA 1468-92).195 Y en la India de la Semeiança del mundo, “muy preçiadas e nobles”, junto al bálsamo y al marfil (SM 63); en fin, en
192 Para el Valle Peligroso en Mandeville véanse Bennett 46-47, Deluz, Le Livre 157, 221 y 237 y Higgins 204, 206-24; para Mandevilla véase Rodríguez Temperley XXXI. 193 “tantum enim aurum requiescit in Persida, quod vincit claritatem solis” (HNo 74), “Nos itaque credamus ut in aliquo veritatem dicat hec epistola, id est de multitudine auri et non in vacuum, quia multitudo auri illorum compellit nos pugnare cum illis” (HNo 76). 194 Para el oro de Persia véase Stoneman 44-48 y para las campañas de Alejandro Magno y su representación en la tradición persa véase Stoneman 27-48. 195 La fuente de este pasaje se encuentra en san Isidoro de Sevilla, XVI, IV-XV, como ya lo indicó Michael (The Treatment 262); véase también López Santos 422-23.
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“Asia la Mayor”, hacia oriente, se encuentran finos zafiros (LCZ 401 y 447). También en este aspecto, las referencias a las piedras preciosas en el Libro de Marco Polo son constantes y se las encuentra a lo largo y a lo ancho de la geografía oriental: a las perlas se alude varias veces (LMP 23, 33, 44, 47 = VMP 87, 120, 156, 163) y figuran en forma prominente en los adornos del soberano de Mahabar (costa de Coromandel, en el sudeste de la India y sobre el golfo de Bengala) (LMP 50 = VMP 175). Entre las piedras preciosas, están aquéllas con las que se hace el “fino azur” (LMP 16 = VMP 62) o las que aseguran la inmortalidad a sus poseedores, dato que Marco Polo precede con un prudente (y “herodoteo”) “segunt se dize”: “han piedras preciossas que la perssona que la tiene no podra morir iamas” (LMP 46 = VMP 161).196 La mayor variedad la registra Marco Polo en la isla de Ceilán (Sri Lanka), donde se encuentran “muchos rubins, stopaçis, çafiris, diamans et muchas de otras piedras preçiosas” (LMP 49 = VMP 173).197 Y lo mismo en La flor de las ystorias de Orient: En aquellas yslas se troban piedras preçiosas et las buenas speçias, et aquí ay vna ysla que es nombrada Colar, do son trobados los buenos robins [rubíes] et los buenos çaffires. Et el rey de aquella ysla ha el mayor robin et el millor que sea en el mundo, et quando el senyor de aquella isla deue seyer coronado en rey, el lieua aquel robin et lo mete en su trasoro. (FYO 58)198
A propósito de Heródoto, Hartog sostiene la relación entre cantidad y medida, por un lado, y las “maravillas” o “curiosidades”, por otro: cuanto más grandes sean las medidas y los números más elevados, más grande será también el θαυμάζο: ‘admirar’, ‘asomtho¹ma (θῶμα: (è?ìá : ‘motivo de asombro o admiración’ < èáõìÜæï: 196 Otras variantes notadas en la edición de Gallina: “F, menys exageradament, diu: ‘... ne poroit morir por fer’ (pàg. 166), i K1, semblantment: ‘ne puet morir de male mort’ (f. 19r)” (VMP 162, nota 8). 197 Poco después, se explica de qué manera los hombres de la isla pescan las perlas en el golfo que la separa de tierra firme: encantando a los peces que pudieran impedírselo (LMP 50 = VMP 174-75). 198 Para “Colar” = “Celan” véase el aparato crítico en la edición de Long (FYO 58). “e en aquelles illes se troben pedres precioses e les bones spècies. E aquí ha una illa qui s’apella Celar, hon són trobats les bons rubins e los bons saffirs, e lo rey de aquella illa ha lo major robís e lo millor que sia en lo món; e com lo senyor d’aquella illa deu ésser corronat en rey, ell port aquell robís e·ll met en son tresor” (FHO 81 y 164, nota 177). Para las piedras preciosas en la Divina comedia (zafiros, esmeraldas, rubíes, perlas, topacios) véase Schildgen 121-31; para Dante, todas ellas son metáforas o símbolos de los bienaventurados, según una visión del Oriente que no es mimética, sino alegórica: “A study of Dante’s geography and the role of the East within it clearly demonstrates that Europe is the space of his political anxiety and anguish, while the ‘Orient’ functioned as a metaphor for ‘wonders’ that reveal God’s creative grandeur and incommensurability” (Schildgen 1).
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brarse’, ‘sorprenderse’).199 Y lo mismo puede afirmarse de la etnografía medieval, en la cual lo maravilloso se asocia muy frecuentemente con lo numeroso y lo abundante. Porque los “mitos de la abundancia” eran parte constitutiva de la “imaginación medieval”, que hacía de Asia, vista con ojos europeos, la tierra no sólo de las muchedumbres humanas y naturales, sino también de lo enorme y gigantesco, lo desmesurado y desproporcionado, lo exuberante y fabuloso.200 Y lo es, asimismo, de riquezas al parecer inagotables; así lo resumen el Libro del Caballero Zifar y la Semeiança del mundo: Asia “la mayor” es “muy viçiosa tierra e muy rica” (LCZ 390); “En tierra de Yndia ay otrosy grandes elefantes e mucho marfil e mucho balsamo e muchas piedras preçiosas, [...] Et ya oystes de suso de tierra de Yndia commo era rrica por oro e por plata e por piedras preçiosas e por çibdades e por castillos e por villas” (SM 63).201 No por
199 “Mais le plus souvent, dans les Histoires, le tho¹ma s’exprime selon la quantité et la mesure: il ne s’apprécie plus par rapport à une échelle du tho¹ma (du moins extraordinaire au plus extraordinaire), mais se transcrit directement en nombres et en mesures; comme si le nombre et la mesure constituaient l’être du tho¹ma: plus les mesures sont grandes et le nombre élevé, plus le tho¹ma est grande: comme si l’échelle du tho¹ma, implicite et partagée par le narrateur et son public, lui paraissant trop vague ou sujette à caution, il avait rabattu cette échelle sur celle, immédiatement disponible et plus sûre, des nombres” (Hartog 246). 200 “Myths of abundance were built into the medieval European imagination. India in the Alexander legends was full of marvels but also of inexhaustible riches. The wealth of King Solomon in the Bible came from gold mines in the land of ‘Ophir.’ All the Bible says is that Ophir is a three-year sea voyage from Israel, and medieval commentators and geographers attempted to identify its location in various distant corners of the world. The king of ‘the Three Indias’, Prester John, epitomized medieval faith in the riches of the East and confidence, or at least hope, that these could be mobilized to rescue Christendom” (Freedman, Out of the East 143); “Junto con riqueza infinita en metales preciosos se proyectaron sobre la India las quimeras de siempre, pues de la mejor tierra del mundo sólo cabía esperar una abundancia superlativa: árboles monumentales, monstruos terribles, hombres justísimos y longevos, en suma el mundo al revés tan característico de los extremos (los hiperbóreos, al N, o los etíopes, al S)” (Gil 32; véase también 50-51). La imagen de una “India paradisíaca” se encuentra también en Dión de Prusa (siglo II d. de C.): véase el resumen en Gil 56. 201 Sobre la fertilidad de la India véase Schneider, para quien esta idea, tan arraigada en la geografía antigua y continuada en la Edad Media, debe mucho a la influencia de Megástenes (ca. 303 a. de C.): “Mégasthène devait donner un remarquable développement à ce thème, devenu un lieu commun pour l’Inde. L’ambassadeur des Séleucides signale des arbres fruitiers abondants et variés, la fertilité des plaines, de nombreuses espèces d’animaux remarquables par leur taille (äéáöüñùí (διαφόρωνôï?ò τοῖς ìåãÝèåóé), μεγέθεσι), des recoltes bisannuelles. Les allusions postérieures à la fertilité de l’Inde rappellent généralement cet exposé, non sans lui donner parfois quelque amplification littéraire. Les Anciens n’ignorent pas que certaines parties de l’Inde, intérieures ou océaniques, ressemblent à d’arides déserts. Mais l’Inde, considerée dans son ensemble, passe presque toujours pour un pays favorisé par son climat, où s’unissent la chaleur fécondante du soleil et l’humidité, fluviale, pluviale ou atmosphérique” (46).
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nada el Libro de Alexandre y el Libro de las maravillas del mundo comienzan también su relación de Asia y de la India haciendo referencia a la abundancia de la primera y a los diamantes de la segunda, respectivamente: Aún, de sí misma,—ave bondat estraña: ave mucho buen río, mucha buena montaña; de panes e de vino, non ha tierra calaña [igual, semejante]; ¡El bien que d’ella dizen non es sinon fazaña! (LA 282)
Es la improbable visión panorámica del Oriente que tiene Alejandro Magno desde una montaña, en la cual se anticipa ya el topos de la abundancia, en ciudades, montañas, valles, ríos, poblaciones, fauna, frutos: Vío muchas çibdades, todas bien assentadas; montañas muy fermosas e también vallejadas [valles], muchas buenas riberas e todas bien pobladas, de fuentes e de prados todas bien abastadas [abastecidas, abundantes]. Semejól que de caças nuncaa tan buenas vío, nin tan buena de fruta nin de tanto buen río. (LA 303-04 b)
Abundan también las alusiones al esplendor del Imperio persa: esta “bondat” que vio Alejandro no tiene “nin cabo nin mesura” (LA 307 b); Persia es “rica tierra e sobra grant aver” (LA 788 b) y sus habitantes “traen grandes riquezas, tesoros sobejanos” (LA 1344 a); en Persépolis, encuentra Alejandro “averes muy granados, / ropas de grant valía, tesoros condesados [guardados]” (LA 1605 ab). Por su parte, el Libro de las maravillas del mundo comienza su visión de la India con una larga descripción de los diamantes, que tanto abundan en su “tercia partida”, la situada hacia el norte. Más de dos páginas en la edición de Rodríguez Temperley les dedica Mandevilla, de los cuales explica con todo pormenor su origen y lugares donde se encuentran, color y dureza, tamaños, formas y medidas, virtudes y beneficios para los humanos, cómo reconocer los auténticos de los falsos, etc. (LMM 81-84). Este largo pasaje, por cierto, adelanta una de las características del libro que lo distinguen del resto de las obras aquí analizadas: el detalle con que se describen la geografía y la etnografía de Asia y la impresión, en Mandevilla más que en otros autores, con excepción de Marco Polo, de que este continente supera a todos los demás de la ecumene por sus riquezas y fertilidad, por la enormidad de su naturaleza y el esplendor de sus civilizaciones, por los prodigios y maravillas que a cada paso asombran y sorprenden al viajero que lo contempla todo con ojos europeos. Así, para
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empezar, con los mismos diamantes: por cierto que éstos se encuentran también en Arabia, Chipre y Macedonia, pero —aclara Mandevilla— “los meiores et los mas preciosos son en Jndia” (LMM 81).202 Esta imagen de un Oriente repleto de riquezas de todo orden se halla a cada paso en el Libro de Marco Polo. Por el momento hay que recordar aquellos pasajes que se refieren a las islas de Ianue (Java o Borneo), con su gran variedad de especias y abundancia de oro y perlas (LMP 47 = VMP 163-64), o de Lathac (no identificada con precisión, pero en el sudeste asiático), en la que “hay mucho bresil [palo de Brasil] domestico et en grand quantidat, et hay mucho oro” (LMP 47; véase también LMP 49 = VMP 164-65, 173).203 Hay que citar aquí otros pasajes que mencionan la seda, abundante en el señorío de Singui, en China (LMP 34-35, 43 = VMP 124, 128), y utilizada para la confección de la ropa (LMP 16, 61 = VMP 63, 206) y, sobre todo, los que con tanta frecuencia en las páginas del libro se refieren al oro y la plata.204 En algunas sociedades hasta la ropa se hace de oro (LMP 16, 61 = VMP 63, 206) y lo mismo los adornos (LMP 30 = VMP 110), que pueden ser también de plata, perlas y piedras preciosas (LMP 33 = VMP 120-21). Ambos metales se encuentran en abundancia: la plata, en Ydifia (lugar no identificado), “en do hi ha grant mena [mina] de argent et sende faze mucho” (LMP 16 = VMP 63); el oro, en Japón: “Et han mucho oro a mariuilla” (LMP 45 = VMP 159), o en la ciudad de Cayrum (en Yun-nan): Et aqui se troba assaz oro de payola [polvo de oro] por los rios que hi son; et otro si sende troba —por las montanyas— pus gros que de payola, assi que ellos han mucho oro, car ellos dan por vi pesos dargent vn peso de oro. (LMP 29 = VMP 107)205
202
Para los diamantes véanse también los capítulos XXIV y XLVII del Fisiólogo y el Libro de Alexandre 1471 ab y 1486 cd, versos analizados por Lugones (Los bestiarios 116-21). “Finos diamantes” se encuentran también en Tarsia (FYO 54 = FHO 77). Sobre los diamantes y sus propiedades en Mandeville y Mandevilla véanse Bennett 31 y Deluz, Le Livre 175 y 225, y Rodríguez Temperley XXX, respectivamente. Para el caso de la India, nota Bercovici una serie de antítesis, que oponen la riqueza y abundancia del subcontinente (representada, por ejemplo, por las piedras preciosas) con la pobreza de otras regiones, alejadas de los “beneficios de la civilización” (226-29). Y lo mismo podría decirse de África, continente en cuya geografía dominan los desiertos y arenales y la escasez de vegetación y de agua, pero en la que también abundan las piedras preciosas: “Es de piedras preçiosas África bien poblada” (LA 1796 a). 203 “Brasil” corresponde, en Marco Polo, a Sumatra (Hiatt 208). 204 Para la seda de la China véase Gil 68-70 y 138 y para los autores clásicos, Schneider 204-06. 205 La abundancia de oro permite que, como sucede en la provincia de Fondeda (Zardandan, Yung-ch’ang), se acuñe moneda con este metal: “Lur moneda es toda de oro, et assi
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El viajero en Oriente podría sorprenderse y maravillarse de su exuberancia y esplendor, pero, en un recorrido inverso, muestras de sus riquezas llegaban también al Imperio romano o a la España medieval, causando, puede suponerse, las mismas impresiones de admiración y asombro, al menos a juzgar por dos ejemplos aducidos en la Estoria de Espanna alfonsí. El primero se refiere a la fama de piadoso del emperador Antonino Pío (138-61 d. de C.), que había llegado hasta los confines más remotos del mundo, allí donde moraban “gentes extrañas”: E por ende las gentes estrannas, assi cuemo los de India et los bactrianos et los yrcanos, quando sopieron la grand piedat et la grand iusticia de tan noble emperador, enuiaronle sus mandaderos con grandes presentes et con muchas joyas, et con pleytes et omenaies de seer sos uassallos et aguardar so sennorio. (EE 149 b 37)
Siglos más tarde —sigue narrando Alfonso X—, le llegarán al Cid Campeador muchos otros regalos, esta vez de parte del soberano persa: Cuenta la estoria que oyendo el grand soldan de Persia todos aquestos nobles fechos que el Çid Ruy Diaz auie acabados, ouo tan grant sabor de auer su amor con tan noble omne, et enbiol sus mandaderos et sus presentes muy nobles et de muchas nobles joyas en oro et en plata et en piedras preciosas et en nobles pannos de seda et en otras muchas cosas, assi como en animalias estrannas de las que non ay en esta nuestra tierra; et enbiol vna libra de mirra et de balsamo —que es vnguento con que balsaman et mirran los cuerpos de los omnes onrrados quando mueren, et con este precioso vnguento fue vngido et balsamado el noble cuerpo del Çid Ruy Diaz quando fue muerto, assy como la estoria uos lo contara adelante. (EE 628 a 6)206 Desi fueron passando antel Çid todas aquellas animalias estrannas que traye [el pariente del Sultán], et las bestias cargadas con todas aquellas nobles cosas et joyas que dichas son. (EE 628 b 26)
Es fácil imaginar la recepción que debieron haber tenido en Valencia los embajadores persas ante semejante desfile y ostentación de riquezas, porque, si bien se mira, no faltaba allí nada para confirmar en esos observadores europemismo despienden porcellanas. Et han tanto oro que por v pesos dargent dan vno de oro, car no han argent; assi que los mercaderos hi aduzen argent et lieuan oro” (LMP 30 = VMP 110). Para el tema del papel moneda en el libro de Marco Polo véase Akbari, “Currents” 125-29 y Huang 268-70 y 276-77. 206 Así fue enterrado también el cuerpo de la esposa del emperador persa: “fue luego balsamado de preçioso ungüento” (LA 1238 b); lo mismo, el de Darío (LA 1804 ab) y, antes, durante la guerra de Troya, el de Patroclo (LA 650 b).
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os la imagen de aquel Oriente lejano, extraño, “exótico”: joyas y piedras preciosas, oro y plata, paños y animales nunca vistos, especias y ungüentos... La lista de regalos incluía asimismo un juego de ajedrez “de los nobles que fueron en el mundo” (EE 628 a 23). Y, en efecto, el Cid y su compañía no debieron menos que experimentar el mismo asombro ante tanta riqueza; más aún, como le sucederá a Mandevilla en el Oriente, no podrán menos que “maravillarse” cuando los persas comiencen a vaciar las arcas y poner su precioso contenido ante la mirada del Campeador: Et el Çid quando vio atan estrannas cosas et tan nobles, fue marauillado, et non era sin guysa, ca tanto era que non auie quil pudiesse poner precio; et con grant sabor que ouo, començossele a reyr el coraçon et tomar grant alegria en sy. (EE 629 a 5)207
Pero mucho más se habrían maravillado si hubieran podido viajar al mismo Oriente y visitado palacios como el del rey Poro, del cual dice Alejandro que “nunca viera tan estraña riqueza” (LA 2142 b), o ciudades como Babilonia, de clima templado y aguas sanas, baños y fuentes perennes, de árboles muy beneficiosos para la salud y florestas abundantes en animales de caza, de extraordinaria abundancia de panes y vinos, peces y aves, especias y piedras preciosas, de hermosa e imponente arquitectura y activo comercio con África y Europa, una ciudad en la que nada faltaba y todo crecía, edénicamente, en muchedumbre y plenitud (LA 1460-1533).208 207 Para el relato de una embajada del rey de Egipto ante Alfonso X con numerosos regalos, incluyendo animales exóticos y desconocidos en la corte castellana, véanse Keller, “The Depiction” 252-53 y Kinkade y Keller 53-60; ambos artículos estudian la representación de varios animales en una de las miniaturas de la Cantiga de santa María 29, incluyendo varias aves, peces y animales terrestres; véase también Keller y Cash 23. 208 La hipérbole puede ir acompañada de inexactitudes geográficas, como cuando se afirma, por ejemplo, que atraviesan la ciudad dos ríos, y no uno, el Éufrates (LA 1465 b), hecho notado por Cañas en su edición y Andrés-Suárez en su artículo, quien enumera también otros varios errores geográficos en la obra (61-62). Para esta descripción de Babilonia véanse Andrés-Suárez 65-66 y Michael, The Treatment 261-63, quien estudia su relación temática con el resto de la narración, y Willis, The Relationship 54-55 y The Debt 24-31, para las fuentes de este pasaje. Otras indicaciones bibliográficas sobre este texto se encontrarán en la nota de Casas Rigall a las estrofas 1460-1533. Según Brownlee, Babilonia representa el fracaso de Alejandro en términos cristianos, frente a Troya, que representa su ejemplaridad heroica (264): “For while it [Babilonia] constitutes the greatest achievement of Alexander’s conquests, it is simultaneously one of the most highly charged emblems of failure in the Christian faith. The bivalent iconography of Babylon is explicitly treated by the LAX-poet. In v. 1460 he begins a lengthy account of the edenic qualities of this city, which continues until v. 1503. At this point, however, the narrator explains the Tower of Babel and its construction, commenting that ‘Babilon confusio es en latin clamada’ (1522). Babylon,
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Estos son textos de ficción y podrían dejarse de lado, pero ¿qué decir frente al testimonio de un testigo ocular como Marco Polo, en cuyo libro se encuentran relatos como éste, en Siamfui (Siang-yang-fu), sobre el Quanil (Yangtze): Et el dicho Marco Polo vino vna vegada en aquesta çiudat et vido hi XXXIIII vaxiellos [barcos] —quales yendo, quales tornando— cargados de muchas speçierias et de drapos [telas] de oro et de seda, de perlas, de piedras preçiosas, de mucho çucre [azúcar] et de otras muchas cosas et vitualias que deue auer en las otras ciudades que stan sobre aquesti rio, que son bien cc, menos de villas et de castiellos, que no pueden venir menos de las cosas que van et vienen por aquesti rio. (LMP 41-42 = VMP 145-46)209
En este emporio comercial, centro de un activo comercio marítimo, Marco Polo presencia la llegada y partida de barcos repletos de especias, telas, piedras preciosas, azúcar y supone lo mismo para las otras doscientas ciudades emplazadas a lo largo del río. Y junto a estas riquezas que se hallaban a vista de todos, se encuentran las que el Gran Kan despliega con profusión, especialmente en los suntuosos festines que tienen lugar en sus palacios, con su vajilla de oro y plata y en tan gran cantidad que —dice Marco Polo— “nenguno no lo creyerie si no lo vidies” (LMP 22 = VMP 85).210 Y lo mismo con los regalos que le llegan de todas las provincias de su Imperio: Et aquel dia le son enuiados presentes de todas sus prouinçias et encara de algunas otras, los quales presentes son oro, perlas, et piedras preçiosas, las quales son de tan grant valor que hombre no lo puede estimar. Assi mismo le son enuiados en aquel dia cauallos et yeguas, palaffrenes et horifantes [elefantes] bin V mil que son todos cubiertos de draps [telas], et cascuno de aquestos aduze vn cofre pleno de vaxiella dargent et doro. (LMP 23 = VMP 86-87)
Asia era un continente de prodigiosa fecundidad: recuérdese, por ejemplo, aquella región a la que llega Alejandro que era “grand tierra e muy ancha e muchos ríos e montes e heredades de pan e de pastos e muchos pueblos” (HNo 179), texto que la estoria agrega por su propia cuenta al capítulo 91 de la Historia de preliis (HNo 136); o las bondades de Persia, ya mencionada, con que el mismo Alejandro incita a sus ejércitos: “¡Si sopiéssedes essas tierras quántas
then is both an earthly paradise and the embodiment of sin at one and the same time” (267); sobre este tema véase también Andrés-Suárez 69-70. 209 Sobre esta ciudad véase Moule 70-78. 210 Para los palacios del Gran Kan en Mandeville véase Bennett 42-44.
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han de bondades, / veriedes que mal feches porque tanto tardades” (LA 260 ab). Es la abundancia a que también se refiere en su carta al rey Poro: “e que de todos los bienes que seer pudiessen es tierra de India muy abondada e plantía de toda dulcedumbre” (HNo 155).211 Y lo mismo con otras partes no menos fértiles de Asia, según se ve en el Libro de las maravillas del mundo: Botengo (antiguo reino de Sumatra) es “muy buena ysla et muy planturosa” (LMM 97); Manti (sur de la China) es “en Jndia la mayor et es la meillor tierra et la mas beilla et la mas delictable et la mas planturosa de todos bienes que sea en poder d’ombre” (LMM 105); en Cassaie (Hangzhou, en China) “la tierra es assi buena et assi planturosa” (LMM 107); Riboth (Tíbet) “es assi bien buena tierra et muy planturosa de trigos, de vjnos et d’otros bienes” (LMM 160); en fin, pocas tierras pueden ser más fértiles que la isla de Taprobana (Ceilán, Sri Lanka), según lo hace ver la siguiente descripción: Deuers las partidas orientales de la tierra Prestre Johan ay vna grant ysla et buen rregno que claman Taprobane, qui es muy noble tierra et muy fructuosa, et el rrey muy rrico et fazen siempre rrey por election, mas toda uez eillos obedescen a Prestre Johan. En esta tierra ay .IJ. veranos et [.IJ.] yujernos, et ý siembran et cullen los trigos dos vezes l’aynno. Et en todas sazones de l’aynno son los jardines verdes et floridos. (LMM 156)212
En la sección que Deluz le dedica a la “belleza del mundo” en la obra de Mandeville, mención aparte merecen los jardines, como estos de Taprobana: lugares por excelencia de lo hermoso, cerrados y protegidos de los elementos, se dan cita allí las bellezas de la naturaleza y de la cultura y todo en ellos mueve al goce de los sentidos, que es como Mandeville invita a sus lectores a disfrutar de los “esplendores de la creación”.213 Y si se releen todos, o casi todos, los pasajes citados en páginas anteriores se podrá comprobar que, en efecto, todo en la India participa, y en grado superlativo, 211
“et omnia bona atque dulcedo effluerent in India” (HNo 120). Estrabón se refirió al reino de Poro como ðïëë? è? (XV, 1, 29). πολλὴêá? καὶ?ãá ἀγαθἡ 212 Recuérdese lo indicado en una nota anterior sobre la “duplicación” de Ceilán en Mandeville, en cuya obra dos islas, “Taprobane” y “Sille” (“Silla” en Mandevilla), llevan este mismo nombre (Deluz, Le Livre 184 y 315). Que la monarquía no era hereditaria sino electiva fue ya indicado por Plinio (VI, 89; véase Murphy 106). En esta descripción de Mandevilla se hallan ecos de las islas de los Bienaventurados, como antes en Plinio: “In this respect Taprobane [en la Historia natural] actually does conform to that commonplace of ethnography, the distant Island of the Blessed where life is long, the weather evenly tempered, and the earth sends up crops unsown” (Murphy 107-08). 213 Véase Deluz, Le Livre 226-27.
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de lo “grande”, lo “alto” y lo “mejor”, uno de los tópoi sobre la periferia de la ecumene de la etnografía griega, según Karttunen.214 Más precisamente, dice este estudioso, el discurso de la abundancia con relación a la India se remonta a Ctesias de Cnidos;215 para Whittaker, esta imagen de extraordinaria fertilidad y de enormes y exóticos animales se deriva de una construcción etnográfica de los romanos (aplicada también, por ejemplo, a los germanos por Tácito), basada en la “retórica de la identidad y de la alteridad” y al servicio de la crítica de la “pureza perdida” por los occidentales: India le sirve así de espejo a la sociedad romana.216
214 “Typical references are the exceptional happiness, wisdom and righteousness of the remote peoples, the extraordinary size and miraculous characteristics of plants and animals, the intense heat of the sun, great rivers and heavy rains or total dryness, the extraordinary fertility of the soil, and so on. In many respects this means that the golden age still prevails on the peripheries, though the centre of the οἰκουμένη ï?êïõì? íç lives under the hardships of the iron age” (India 122-23). 215 Comenta Karttunen: “On the other hand, however, this short account [en Persica] of India as a beautiful country with many rivers, giving two crops a year, breeding many strong elephants and yielding great amounts of gold, silver, iron and copper as well as numerous precious stones, could very well be from Ctesias. It contains nothing which he could not have written, and many points we meet again among the fragments of the Indica” (85). Karttunen se refiere al fragmento 1b 16, 2, sobre la expedición de la reina de Asiria Semíramis (Estrabón XV, 1, 5-6) a la India; he aquí el texto: “Πυνθανομένη δὲ τὸ τῶν Ἰνδῶν ἔθνος μέγιστον ì?ãéóôïí êáô? ô?í ï?êïõì?íçí ðëåßóôçí ôå êá? êáëëßóôçí ÷þñáí í?ìåóèáé,διενοεῖτο äéåíïå?ôï εἶναι τῶνå?íáé κατὰô?í τὴν οἰκουμένην καὶ êá? πλείστην τε καὶ καλλίστην χώραν νέμεσθαι, óôñáôå?åéí εἰς å?òτὴν ô?íἸνδικήν, ?íäéêÞí, ἧς ?òἐβασίλευε ?âáóßëåõåμὲν ì?í Σταβροβάτης ÓôáâñïâÜôçò κατ᾽ êáô?ἐκείνους ?êåßíïõòτοὺς ôï?òχρόνους, ÷ñüíïõò, στρατεύειν στρατιωντῶνä? δ᾽ εἶχεν πλῆθος˙ ?ð?ñ÷ïí ὑπῆρχονä? δ᾽ á?ô? αὐτῷ êá? καὶ ἐλέφαντες óôñáôéùíô?í å?÷åí ἀναρίθμητον ?íáñßèìçôïí ðë?èïòÿ ?ë?öáíôåò πολλοὶ ðïëëï? καθ᾽ êáè? ?ðåñâïë?í, ëáìðñ?ò êåêïó íïé ôï?ò å?ò ô?íεἰς ðüëåìïí êáôáðë καταπληκτικοῖς”; en la versión franὑπερβολήν, λαμπρῶς κεκοσμημένοι τοῖς τὸν πόλεμον cesa de Lenfant: “Apprenant que le peuple indien était le plus grand de la terre et qu’il habitait un pays fort étendu et fort beau, elle [Semíramis] se proposait de faire campagne contre l’Inde, sur laquelle régnait en ce temps-là Stabrobatès et qui disposait d’une foule innombrable de soldats. Le roi disposait aussi d’éléphants excessivement nombreux, magnifiquement parés des ornements qui sèment l’effroi à la guerre”. Sobre Semíramis y Ctesias de Cnidos véanse Schneider 125-27 y Stoneman 140-43 y 69-70, respectivamente; sobre Ctesias, también Gil 32 y Romm, “Belief”, quien evalúa así su obra: “In a sense, therefore, Ktesias could be considered a scientific fraud or a hoaxer who tries to pass his own inventions off as truth by making use of whatever authoritative media (newspapers, documents, technical language) he can effectively manipulate. However, this solution to the problem of credibility was viable for only a limited period of time. The distant location of the Indika could serve as a shield against credibility challenges only so long as that distance remained inaccessible, or uninvestigatable, to its audience; once India, like other distant lands, became open to travel and exploration on a broad scale, no author could hope to situate fantastic narratives and descriptions there, and still pass them off as the truth” (129-30). Breve semblanza de Semíramis se encuentra en el Libro del tesoro de Brunetto Latini (LT 23 b). Por su parte, su discípulo Dante Alighieri (“Infierno” XV, 97: “Lo mio maestro”), la condena al Infierno (V, 52-60) y al mismo Latini, también (XV, 32). 216 Véase Whittaker 7-8.
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Esta misma imagen de tierras fecundas y feraces se presenta en la Geografía de Estrabón (XV, 1, 20) y en la Historia natural de Plinio;217 y se continuará en la Edad Media con san Isidoro de Sevilla: tierra de montes inaccesibles e ilustres ríos y de vientos bienhechores en el invierno (el favonio, o céfiro, los etesios), de muchos pueblos y ciudades y de hombres inmensos y de color, de fauna variada (monócero, o unicornio, loros), incluyendo ingentes elefantes, grifos y dragones, de ébano y de árboles de hojas perennes, la India es, ante todo, la tierra de la fecundidad y la opulencia: fértil, con dos cosechas al año y rica en especias (canela, pimienta, cañas aromáticas), metales (oro y plata), marfil (LA 1795 d) y piedras preciosas (berilo, diamantes, carbunclos, perlas, entre otras).218 El tema de las dos cosechas anuales se repite varias veces: en India “sembran dos vegadas e cogen otras tantas” (LA 287 d); en Taprobana (Sri Lanka), “siembran et cullen los trigos dos vezes l’aynno” (LMM 156); en Babilonia, “vendimian en el año la segunda vegada” (LA 1494 d). Son todas estas expresiones del “discurso de la abundancia”, designación que procede de Ortega, a propósito de los cronistas de América, empezando con Cristóbal Colón. Los paralelos con estas otras Indias son, por cierto, muy llamativos: abundancia de
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“itaque aduerso eius uenti [el favonio] adflatu iuuari Indiam salubremque fieri haud dubia ratione docuit. Alia illi caeli facies, alii siderum ortus; binae aestates in anno, binae messes, media inter illas hieme etesiarum flatu, nostra uero bruma lenes ibi aurae, mare nauigabile” (VI, 57-58). Para las teorías de Posidonio (ca.135-50 a. de C.) sobre las causas de la mayor fertilidad de la India (mayor humedad y su relación con el curso del Sol) y la comparación entre ésta con Egipto/Etiopía en los autores clásicos véase el artículo de Dihle, “Der fruchtbare Osten”. 218 “India vocata ab Indo flumine, quo ex parte occidentali clauditur. Haec a meridiano mari porrecta usque ad ortum Solis, et a septentrione usque ad montem Caucasum pervenit; habens gentes multas et oppida, insulam quoque Taprobanen gemmis et elephantis refertam, Chrysam et Argyren auro argentoque fecundas, Tilen quoque arboribus foliam numquam carentem. Habet et fluvios Gangen et Indum et Hypanem inlustrantes Indos. Terra Indiae Favonii spiritu saluberrima in anno bis metit fruges: vice hiemis Etesias patitur. Gignit autem tincti coloris homines, elephantos ingentes, monoceron bestiam, psittacum avem, ebenum quoque lignum, et cinnamum et piper et calamum aromaticum. Mittit et ebur, lapides quoque pretiosos: beryllos, chrysoprasos et adamantem, carbunculos, lychnites, margaritas et uniones, quibus nobilium feminarum ardet ambitio. Ibi sunt et montes aurei, quos adire propter dracones et gryphas et inmensorum hominum monstra inpossibile est” (Etim. XIV, III, 5-7). Sobre este pasaje véanse Gregor 53 y 93 (para las piedras preciosas, 76-84) y Stoneman 81-82; también para este texto y otros de san Isidoro relacionados con el Oriente véase Gil 97-99. Para las especias de la India véase Estrabón XV, 1, 22; Paulo Orosio afirma que son cuarenta y cuatro los pueblos de la India y diez las ciudades de Taprobana (I, 2, 16). Esta imagen de la India se continuará en numerosas enciclopedias medievales: véase la lista de autores y obras en Le Goff, “L’Occident” 287-88.
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frutos y bienes de la tierra, desmesura de sus dimensiones (granadas más grandes que botijas, por ejemplo), fecundidad hasta lo monstruoso, etc.219 Pero el término mismo, “abundancia”, y sus derivados se encuentran ya en las obras de los siglos XIII y XIV aquí estudiadas; más precisamente, a este campo léxico de la “abundancia” pertenecen, entre otros, los lexemas “abondo”, “abondamiento”, “abondado(s)”, “abondada(s)”, “abondadamientre”, con los cuales se describen varias de las regiones del mundo consideradas en los capítulos precedentes.220 Recuérdense, en una rápida revisión, algunos pasajes ya aducidos en páginas anteriores: las islas Afortunadas eran “abondadas e llenas de todos bienes” (SM 97); en el monte Atlas “son tantas las frutas que en tod ell anno non fallesce abondo dellas a los que alli moran, cada uno de qual natura se paga” (GE I 275 b 11); en África se encuentran una “tierra muy abondada de muchos datiles et muchos camellos” (LCTR 58) y otra, sin identificar con precisión, “que es en derecho medio dia es abondada & llena de todos bienes” (LT 65 a); “Libia era de miesses rica e avondada” (LA 1795 a); en Egipto, el Nilo “cria much abondadamientre los fructos dond se mantienen los omnes” (GE IV 8v), “Et quando cresçe [el Nilo] diez & seys [pies] & açerca de aquello, eston219 Recuérdense las uvas que menciona Mandevilla: “Et si ay viynnas qui trahen assi grandes vuas, dont vn fuert hombre auria asaz a fazer de traher vn solo sarmjento de vna con su grapa [racimo]” (LMM 136); o las “vides con rrazimos tan grandes, que un omne non podrié levar uno; e avié ý otrossí nogales que tenién nuezes grandes como aquel fructo a que en España, en el regno de Toledo e en otros lugares, dizen sandías” (HNo 202). Dice Ortega: “Por otra parte, Colón reproduce, intensificándolo, el tópico del locus amoenus; pero, reveladoramente, lo hace inscribiéndolo dentro de otro tópico, el del lugar abundante. Si el primero confirma al discurso clásico, el segundo (desde la literatura viajera y los repertorios de Cucaña) introduce en el mismo un exceso inquieto. El primero nombra, el segundo re-nombra; el primero figura, el otro hiperboliza. El lugar ameno es representable desde las leyes de la perspectiva, el lugar de la abundancia sólo lo es desde la nueva emblemática de la hibridez” (41); en nota, agrega Ortega: “Lo que aquí llamamos el tópico del lugar abundante tendrá un desarrollo, más bien, a partir del descubrimiento y los libros de viaje. Sin duda se remonta al bosque de la novela caballeresca, las islas y tierras ignotas de los exploradores medievales, y la iconografía popular y legendaria del país de Cocaña” (50, nota 12; para el país de Cucaña véase Patch 170-71). A todos estos precedentes medievales hay que sumarles las obras analizadas en este capítulo. Para la abundancia de las frutas, yerbas, hortalizas, plantas, mieses y ganados en el Inca Garcilaso de la Vega véase Ortega 42-48. La conexión entre la visión del Oriente en la Edad Media y la de América en los tiempos modernos la indica también Michael (“De situ” 513). 220 “Un campo léxico es un conjunto de lexemas unidos por un valor léxico común (valor del campo)” (Coseriu 135); “Un campo léxico es, desde el punto de vista estructural, un paradigma léxico que resulta de la repartición de un contenido léxico continuo entre diferentes unidades dadas en la lengua como palabras y que se oponen de manera inmediata unas a otras, por medio de rasgos distintivos mínimos”; “Toda unidad dada en la lengua como palabra es un lexema” (Coseriu 135).
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çe a grant abondamiento de pan & de todos los bienes” (LT 59 a); “Aquesti rio de Nill es muy prouechoso, car el riega todas las tierras et las encontradas [regiones] por do el passa, et faze seyr las tierras plantiuosas et habundantes de todos bienes” (FYO 174); “La tierra de Egipto ha grant habundançia de çucre [azúcar] et de todos bienes” (FYO 176); en Taprobana (Sri Lanka) “ay onbres que an abondamiento de piedras preçiosas” (LT 61 b); Alejandro encuentra que en la India “a grand abondo encienso e bálsamo” (HNo 198 = 152). Aún a todos estos pasajes se les pueden agregar varios otros, del Libro de Alexandre: “En Asia yaz’Asiria, tierra muy abondada” (LA 289 a); “avondo de diversos venados” hay en el locus amoenus, en medio de las huestes de Darío (LA 940 c); las de Alejandro se enriquecen con el botín de las guerras contra los persas: “Cuemo avién las gentes fecha fiera ganançia, / trayén oro e plata a fiera abondançia” (LA 1892 ab); las bodas de Alejandro con la hija del emperador Darío, Roxana, fueron “ricas e avondadas” (LA 1958 a) —como lo habían sido también las de Thétis y Peleo: “Todos avién avondo, en paz e sin contienda” (LA 335 c)—, “Avié grant avondança de carnes e de pescados, / de toros e de vacas, e de muchos venados” (LA 1959 ab); el palacio del rey Poro era “avondado de caça, siquiere de venado” (LA 2120 b); en otro lugar, encuentra Alejandro “grant avondo de venado montino” (LA 2477 c); pero de todas las descripciones de este libro, ninguna será más elocuente que la de Babilonia: “avondada de ríos e de mar” (LA 1460 d); “De todas las bondades es sobra abondada: / ¡de los bienes del sieglo allí non mengua nada!” (LA 1461 c); “avié grant abondança por todas las riberas” (LA 1466 c); de piedras preciosas “son assí las gentes de todas abondadas” (LA 1492 b); “De panes e de vinos es villa avondada” (LA 1494 a); de animales de caza “otros omnes en el sieglo non son tan avondados” (LA 1496 d).221 La India, en efecto, era “muy abondada e plantía de toda dulcedumbre” (HNo 155 = 120); pero no sólo ella, sino también todo el Oriente, como se ve sobre todo en los libros traducidos por orden de Fernández de Heredia, el Libro de las maravillas del mundo, el Libro de Marco Polo y La flor de las ystorias de Orient. De las numerosas referencias de Mandevilla, recuérdense las 221 En Europa, París “de toda clerezía avié grant abondançia” y el Ródano era “río de abondançia” (LA 2582 b, d). Y en contraposición a todas estas tierras de la ecumene, hay que recordar también varias descripciones del Septentrión: “Los de septemtrion somos yentes pobres, ca la tierra con la friura que ay tanta ademas non nos cria tantas cosas nin tan a abondo como las otras tierras tempradas; [...] nin yremos a otra tierra daqui adelant que mas e meior temprada non sea que esta” (GE II 1 114 b 40); en esta región “tan mala e tan pobre” (GE II 1 116 b 21), “non era tierra de grand plantia ni abondada de las cosas” (EE 216 b 40), habitaban los turingos, “yente que fazien pobre uida” (EE 216 b 4). Sobre las descripciones en el Libro de Alexandre véase Fraker, The Libro 54-56.
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siguientes: en la isla de Chana, cuyo rey guerreó contra Alejandro Magno, “ay grant habunda[n]cia de trigo et de vjno” (LMM 85); la isla de Lamori es “muy habundant de trigo, de carnes et de pescados, d’oro et de plata et d’otros bienes et cosas quoalesquiere” (LMM 93); Calanoth tiene “grant habundancia de bienes” (LMM 99); Chilonfode es “muy bella cibdat et muy habundant de todos bienes” (LMM 108); Armenia es “vna noble tierra et habundant de bienes” (LMM 133); en la isla de Milstorach “ay muy grant habunda[n]cia de bienes” (LMM 143); en una isla, próxima ya a un estado paradisíaco, “las rriberas son de leche et de miel et do viuen en gozo et en habunda[n]cia de bienes sin labor et sin dolor” (LMM 149); en la India hay “grant habundancia” de algodón (LMM 150); en el reino del preste Juan la “grant habundancia” es, entre otras cosas, de piedras preciosas (LMM 155);222 en la isla de Cayssan “ay grant habundancia de bienes, rriquezas et todas maneras d’especias, et de grandes boscages todos de castaynnas” (LMM 159). De todos los pasajes hasta aquí aducidos de Mandevilla reléanse estos dos: Manti (sur de la China) es “en Jndia la mayor et es la meillor tierra et la mas beilla et la mas delictable et la mas planturosa de todos bienes que sea en poder d’ombre” (LMM 105); Chilonfode es “muy bella cibdat et muy habundant de todos bienes” (LMM 108). En ambos se advierte también la asociación, tan frecuente en Mandeville y estudiada por Deluz, entre la fertilidad de las tierras y la riqueza de sus ciudades con la belleza del mundo: “beau”, “bon”, “noble”, “delittable”, “fort”, “fructueux”, “riche”, “plantureux”, con estos adjetivos se describen las tierras orientales, en las cuales aparecen continuamente asociadas la belleza y la fecundidad.223 Y esas piedras preciosas, tan coloridas y luminosas y que también abundan en el Oriente, contribuyen igualmente a esa belleza del mundo y al regalo de los sentidos a que constantemente invita Mandeville a sus lectores. Y lo mismo en Mandevilla.224 A la abundancia de Oriente, como es de esperarse, también se refiere Marco Polo varias veces. Por ahora hay que mencionar la abundancia de víveres, cosas, mercaderías, bienes y animales en varias ciudades de China (LMP 33, 35, 40, 41, 43, 44 y 45 = VMP 121, 126, 142, 144, 151, 155, 156).
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Estas piedras preciosas formaban parte de las “maravillas” que Mandevilla enumera en el reino del preste Juan: “En la tierra Prestre Johan ay muchas diuerssas cosas et muchas piedras preciosas asi grandas et assi largas que hombre faze vaxiella, plates, escudiellas, ta[ç]as et muchas d’otras maraueillas qui seria luenga cosa a meter en escripto” (LMM 140). En las orillas del Fisón-Ganges también “ay muchas piedras preciosas et mucho lignum aloes et mucha grauella [arena, grava] d’oro” (LMM 158). 223 Véase Deluz, Le Livre 223-30 (“La beauté du monde”). 224 Para las piedras preciosas véase Deluz, Le Livre 228-29.
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En cuanto a La flor de las ystorias de Orient, la abundancia se nota también de un extremo a otro del continente. De oeste a este: en Armenia hay “grant abundançia de pex”(FYO 62 = FHO 84); en Turquía, “grant abundançia de vino, et de trigo, et de fruytas, et ay de buenas bestias, et buenos cauallos” (FYO 67 = FHO 88); en Torsot (Tarso, en Turquía), hay también “grant habundançia de aguas et de pasturas pora sus cauallos” (FYO 195);225 Egipto y Siria “han buena anyada de habundançia de trigos et de otros bienes” (FYO 182); en las proximidades de Hames —“que es en el medio lugar del regno de Siria”— se encuentran “vnas praderias do auia habundançia de yerba” (FYO 132, 133 = FHO 145) y en la ciudad misma, una vez conquistada por los armenios y los tártaros, encuentran los vencedores “grandes riquezas, et grant habundançia de viandas et de bestiar” (FYO 143 = FHO 154); Turquestán y Persia la menor son regiones “bonas et habundantes de todos bienes” (FYO 102 = FHO 115); en el mar Caspio “hay grant habundançia de buenos pexes” (FYO 57 = FHO 80); Mesopotamia cuenta con “grandes planuras, habuntantes et delectables; et ay dos montanyas luengas do ay grant habundançia de fruytas et todos bienes” (FYO 66 = FHO 87); en India se alimentan de “aroz, miio [mijo], leche, et manteca, datiles, et otras fruytas, de las quales ellos han grant abundancia” (FYO 59 = FHO 82); una vez traspuesto el monte Belican (actual Baljuna, al este del lago Baikal), encuentra Gengis Kan “tierras plantiuosas et habundantes de todos bienes” (FYO 93 = FHO 108); y, en fin, Catay “ha muy grant habundançia de riquezas” (FYO 151). Como se ve, nada falta en el Oriente: praderas, aguas, metales, piedras preciosas, animales de caza, aves, peces, algodón, cereales, panes, carnes, vinos, frutas, especias y un muy largo etcétera que comprende, como se dice repetidamente en varios textos, “todos bienes”. Mención aparte merecen las especias, cuya abundancia y variedad se destaca a menudo. Así, por ejemplo, en la región de Cadisla: “En esta tierra en otras la entor crescen muchos arboles qui trahen clauos de girofle et nuezes muscadas et grossas nuezes d’India, canela et otras especias” (LMM 136);226 o en la isla de Jana (Java):
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Agréguense los metales: “El regno de Turquia es muy grant, et ha muy ricas menas [minas] de argent [plata], et de arambre [bronce, cobre], et de fierro, et de alum [alumbre], asaç et buenos” (FYO 67 = FHO 88). 226 Chana = Thana, puerto antiguo de la isla de Salsette, sobre la costa de Malabar; Lamori = reino al noroeste de Sumatra; Calanoth = Indochina, noroeste de Cochinchina; Chilonfode = Nankín; Milstorach = región cercana a la fortaleza de Alamut, sobre la ribera sur del mar Caspio; Cayssan = isla sin identificar; Cadisla = región de Asia central, difícil de localizar.
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Alli crescen todas especias mas habundament que en otra part, asi como gengibre, clauos de girofle, canella, noixs muscadas, zedoe et mastic. [...] Muchas d’otras especias et muchos d’otros bienes ý crecen en aquella ysla, car de todos bienes ay habundacia sino de vjno, et si ay oro et plata a grant faison. (LMM 98)227
Abundan también las especias en Babilonia: allí son las espeçias: el puro garengal, canela e gengibre, clavos e çetüal, ençens’ e çinamomo, bálsamo que más val’, girofe e nuez moscada e nardo natural. (LA 1463)228
Las especias orientales reciben también preferente atención por parte de Marco Polo, quien anota su existencia en los más variados lugares de la geografía asiática (desde Tíbet hasta las islas del sudeste) y registra cómo al puerto de Zarchon (T’swan-chau) llegaban muchas naves procedentes de la India, cargadas de perlas, piedras preciosas y “de todas maneras de speçias sin nombre” (LMP 44 = VMP 156). La lista es larga y variada: gengibre (LMP 28, 53 = VMP 105, 184), clavo (“girofre”, LMP 28, 49 = VMP 105, 171), canela (LMP 28 = VMP 105), “espliguo”, “guarangal”, azúcar (LMP 33 = VMP 119) y nuez moscada (LMP 49 = VMP 171), entre otras muchas.229 En cuanto a la pimienta, san Isidoro de Sevilla la menciona junto con otras especias típicas de la India (XIV, III, 6); en la General Estoria, se refiere la extraña clase de serpientes que tenían en la cabeza grandes esmeraldas y que vivían de la pimienta blanca (HNo 206 = 166); la Semeiança del mundo explica que ésta se torna negra debido a los fuegos que los hombres prenden bajo los árboles para ahuyentar a las serpientes (SM 59); en el Libro del tesoro se afirma que la pimienta nace “en aquella parte de la tierra o se llevanta el sol” (LT 61 b); el Libro del conoscimiento de todos los reinos la menciona de pasada, con la indi-
227 Mandevilla, como Marco Polo antes de él (LMP 47 = VMP 163), hace de la isla de Java la fuente más importante de las especias, información errónea, ya que la producción de pimienta se concentraba en Sumatra y la de nuez moscada y clavo de olor, en las Molucas (Freedman, Out of the East 174-75 y 182). Sobre el “giroflé” (especia de clavo) véase la descripción en la edición de Rodríguez Temperley 283: “zedoe: s.f. (zedoaria). ‘Planta mui parecida al gengibre, y casi con sus mismas virtudes, pero no tan aguda’ (Aut)”; “mastic: s.m. Almáciga, resina odorífera del lenisco (K)” (edición de Rodríguez Temperley 303 y 288). 228 “Garengal: galanga, planta asiática de la familia del jengibre”; “clavos: clavo, capullo seco de la flor del clavero”; “çetual: cedoaria, raíz de una planta asiática similar al jengibre”; “ençens: incienso”; “çinamono: aquí ‘mirra’” (notas de Casas Rigall). 229 Para las especias en la Edad Media y en la “imaginación medieval” véase en general el libro de Paul Freedman, Out of the East: Spices and the Medieval Imagination.
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cación de que en las islas de Java y Taprobana (Sri Lanka) abunda junto con “muchas otras especias” (LCTR 72); Marco Polo se refiere a la pimienta que crece en Cornil (Quilon, en la costa de Travancore, extremo suroeste de la India) y en Elui, en la costa de Malabar (LMP 52, 53 = VMP 181, 185).230 Y como sucede con otros temas, Mandevilla le dedica a la pimienta un tratamiento especial, en esto también más extendido y detallado que en las otras obras aquí estudiadas. La pimienta también abunda en India “la mayor”, pero más la negra que la blanca: “no ay tan grant habunda[n]cia de blanco como de negro” (LMM 88). La larga relación que hace el Libro de las maravillas del mundo incluye datos sobre las tres clases de pimienta (“peure luengo”, “peure negro”, “peure blanco”), la forma de crecer, de evitar el acoso de las serpientes y culebras para facilitar la cosecha, de secarla al sol, etc. (LMM 87-88).231 Maravillas, magia, milagros y realidad No hay, pues, regiones más “abondadas” y con más “muchedumbres” que las de Oriente. Pero es también tierra de “maravillas”;232 así se lee tantas veces en las obras aquí estudiadas y en cuyas páginas el verbo “maravillarse” y sus derivados se emplean muy a menudo para expresar las ideas de sorpresa, perplejidad, admiración, estupefacción o asombro ante lo inesperado, lo desusado, lo singular, lo insólito, lo raro, lo admirable y lo extraño.233 Históricamente, 230
Para la pimienta en Marco Polo véase Freedman, Out of the East 138. Para la pimienta de la India véase Gregor 72-73; para Mandeville véanse Bennett 3435 y Deluz, Le Livre 225 y para Marco Polo, Larner, Marco Polo 71. 232 “L’Orient, c’est le grand réservoir du merveilleux, l’Orient, c’est le grand horizon onirique et magique des hommes de l’Occident médiéval, parce que c’est le vrai étranger, et parce qu’il a joué ce rôle, si l’on peut dire, depuis toujours pour les Grecs et les Romains au moins. Tout vient de l’Orient, le bon et le mauvais, les merveilles et les hérésies, et les hommes de l’Occident en sont finalement extrêmement conscients avec parfois des conséquences assez étonnantes” (Le Goff, “Le merveilleux” 36-37; subrayado de Le Goff); “Cette interprétation de l’espace est complétée par la représentation traditionnelle de l’Orient, des merveilles de l’Inde, qui oscille entre rêve et cauchemar. Rêve de luxes et de richesses infinis; cauchemar des déserts sans fin où l’armée [de Alejandro] endure les pires souffrances” (Harf-Lancner, “Alexandre” 18). Para este tema véase también todo el capítulo titulado “Wonder” en el libro de Bynum (37-74). 233 Para los problemas de etimología véase Le Goff, “Le merveilleux” 18-19. “Maravilla” es un “descendiente semiculto del lat. mîrab?l?a, mīrabĭlĭa, del adjetivo mirabilis ‘extraño, notable’, plural neutro ya muy empleado en textos vulgares...” (Corominas-Pascual IV, 84); “Sp. maravilla, Fr. merveille, OProv. meravelha, It. meraviglia all go back to (pl.) MIRABILIA ‘wondrous things or happenings’ through a —culturally justifiable— semilearned channel, namely as the folk-religious term of early Christiany par excellence” (M[alkiel] 509). Más precisiones aún se encuentran en el artículo de Brea (48-51). 231
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este fenómeno habría comenzado, en el Occidente medieval, hacia finales del siglo XII.234 Las mismas reacciones se han apuntado a propósito del continente africano, pero no con la misma amplitud, frecuencia e intensidad que en relación con el Oriente. Podría citarse aquí otra vez el pasaje de la General Estoria que narra las tormentas de arena padecidas por los romanos en los desiertos libios: Et tan grande & tan fuerte venje el espiritu de viento que leuaua de las cabeças a los caualleros los yelmos los escudos de los braços & las lanças de las manos & alçauan lo susso & leuaua lo por el ayre a la otra parte & por que el yua fasta que lo dexaua ya caer. Et djzen en este logar que la maraujlla & la estranneza de la echada destas armas que fue por ventura en la postrimera tierra del mundo & mas alongada de todas las otras contra la orilla de la tierra. (GE V139r-v = DBC IX, 471-75)
Las maravillas y extrañezas suceden en los últimos confines de la ecumene, pero en ninguno se darán con tanta profusión y magnitud como en el Oriente. Pero, más precisamente, ¿en qué consiste “lo maravilloso”?; ¿se puede delimitar claramente este campo semántico (o léxico) frente a otras categorías como, por ejemplo, “lo milagroso” o “lo fantástico”? Abundante es la bibliografía consagrada a todos estos temas y no cabe ahora recorrerla exhaustivamente, pero sí hay que detenerse un momento en varias propuestas de deslindes conceptuales, hechos a partir del estudio de obras medievales, para ver de qué manera podrían contribuir a una mejor comprensión de las maravillas del Oriente en la literatura peninsular y permitir una cierta sistematización de los pasajes que se van citar en las páginas que siguen. Punto de partida para todos estos análisis puede ser, por ejemplo, el estudio de Le Goff sobre lo maravilloso en el Occidente medieval. Y, precisamente, el primer problema con que se enfrenta es el del vocabulario y del campo semántico de “lo maravilloso”; el segundo, y no el último, es el de distinguir cuidadosamente el sentido que el término tenía para los medievales y para los lectores modernos, entre ellos los historiadores y los estudiosos de la literatura.235 A 234 “After all, much recent work has demonstrated that the period from about 1180 to 1320 saw a great increase in stories of marvels, monsters, miracles, and ghosts; and the characterization of medieval Europe as ‘awash in wonders’ has been employed by many of our century’s greatest scholars” (Bynum 38). Para este tema en la obra de Dante Alighieri (12651321), en relación con las “maravillas de Oriente”, véase Schildgen 110-34. 235 Así comienza el artículo de Le Goff: “Il faut aborder le problème du merveilleux dans une civilisation, dans une société, à un niveau qui, sans être le plus fondamental, est primordial, celui du vocabulaire. Je crois que l’on ne peut pais faire d’étude sérieuse sans repérer le champ sémantique du merveilleux. Comme toujours dans les sciences historiques, nous devons confronter le vocabulaire dont nous nous servons avec le vocabulaire des sociétés
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propósito de estos últimos, se corre el riesgo, en primer lugar, de aplicarles a los textos de la Edad Media categorías que les habrían sido ajenas;236 la capacidad de “maravillarse” depende, entre otros factores —lo recuerda Bynum— de la perspectiva particular del observador; en este sentido, es muy ilustrativa la siguiente anécdota de El Libro del conoscimiento de todos los reinos: “Et llevaron nos a todos ante su rrey et maravillose mucho de nos, et de nuestra fabla, et de nuestras costumbres” (LCTR 56). Así refiere el narrador la reacción del rey de una isla frente a la costa occidental de África para quien eran motivo de asombro esos “otros”, europeos venidos de tierras desconocidas y de lengua y hábitos tan distintos a los que, sin duda, consideraría como los “normales” en sus dominios. La maravilla para unos es “lo real de los otros”.237 historiques que nous étudions. Le terme me paraît bien choisi par les possibilités de comparaison qu’il offre. Il s’agit d’une part de savoir ce que nous entendons par merveilleux et d’autre part de repérer comment les hommes du Moyen Âge entendaient et exprimaient ce que nous appelons aujourd’hui merveilleux” (“Le merveilleux” 17-18). Para el campo semántico de wonder y the wonderful véase Bynum 57-59. A propósito de Marco Polo, afirma Larner: “The sense of wonder with which such pages would be examined by someone of Marco’s own day is incomparably greater than that which any reader today —fortified by and to a great extent dependent upon notes, maps and commentaries by learned Orientalists— can hope to experience” (Marco Polo 73). 236 Como lo advierten Jaime Alvar y García Gual, entre otros: “Lo imaginario y lo real en el helenismo no están sometidos a la dicotomía que la férrea racionalidad nos impone a sus observadores. La continuidad entre fantasía y realidad alimenta espíritus intrépidos dispuestos a vivir lo imaginado y a transmitir esa experiencia” (Jaime Alvar 91); “Hay en el Libro [de Alexandre] una búsqueda de lo prodigioso que es, sin duda, uno de los atractivos del texto, aunque bien puede ser que nuestro sentido de lo fantástico y lo fabuloso no coincida con el que tenía un lector o autor medieval. Así, por ejemplo, el viaje submarino de Alejandro, metido en su bola de cristal (y acompañado, como corresponde a su dignidad real, de dos fieles criados) le parece al narrador increíble, y lo cuenta echando sobre su fuente escrita toda la responsabilidad del episodio (cf. estrofa 2305), mientras que el episodio, a continuación, de la entrada de la Naturaleza en los infiernos y su entrevista allí con Belcebú no suscita su asombro” (García Gual 36); sobre esa estrofa y las dudas que expresa el autor acerca de la verosimilitud de lo que va a contar véanse también Corfis, “Libro” 483-84, Marcos Marín 35 y Michael, “De situ” 509 y “Fantasía” 290-91. El texto en cuestión dice así: “Una fazaña suelen las gentes retraer; / non yaze en escripto: es malo de creer. / Si es verdat o non, yo non he ý qué fer, / maguer non la quïero en olvido poner” (LA 2305). Michael observa asimismo que el Libro de Alexandre procede con más cautela que la General Estoria a la hora de incorporar los relatos más “legendarios” heredados de las fuentes medievales para la historia de Alejandro Magno (“De situ” 509). Sobre la ciencia y la fantasía en el Libro de Alexandre véase también Michael, “Ciencia”. 237 “Medieval theorists, I shall argue, understood wonder (admiratio) as cognitive, nonappropriative, perspectival, and particular. Not merely a physiological response, wonder was a recognition of the singularity and significance of the thing encountered. Only that which is really different from the knower can trigger wonder; yet wonder will always be in
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Un segundo problema es también el de perderse, casi inevitablemente, en una maraña léxica, hecha de numerosos términos y conceptos cuya intensión y extensión son bastante vagos y que lo más a menudo se superponen sin poder deslindarse con un mínimo de claridad y precisión.238 Observe el lector, a partir de aquí, cómo varios estudiosos emplean los términos “milagroso”, “fantástico”, “maravilloso”, “fabuloso”, etc. en forma intercambiable; así, por ejemplo, en su estudio sobre las Cantigas de santa María, Brea emplea “milagros”, “prodigios”, “maravillas”, “hechos sobrenaturales”, “hecho fantástico” a veces indistintamente, pero, en honor a la verdad, la superposición de significados y la coexistencia de términos, incluso en un mismo verso, se remontan al mismo Alfonso X: véanse los ejemplos aducidos por Brea, de los cuales el más interesante sería: “Desto direi un miragre de gran maravill’estranna” (CSM 175, 5).239 La lista que sigue se ha hecho sin salirse de la bibliografía consultada y citada en las notas de esta sección, por lo cual no sería difícil ampliarla con más términos procedentes de otros trabajos. Limitándose, entonces, a los estudios tenidos en cuenta aquí y ante la variedad de vocablos empleados en ellos, o bien hay que resignarse a esta multiplicidad, o bien se podría intentar reorganizarlos y reordenarlos según “rasgos distintivos” que puedan también determinarse con precisión. Para lo primero, no habría otra opción; para lo segundo, la empresa no sería fácil. De allí que, por el momento, lo más prudente sería enumerar todos los términos encontrados en orden alfabético. Junto a lo “maravilloso”, se hallan, entonces, “lo admirable”, “lo exótico”, “lo extraño”, “lo a context and from a particular point of view” (Bynum 39; véase también 72-73). “La merveille est ‘le réel de l’autre’” (Badel 11). Páginas atrás, se citó un pasaje relativo a los habitantes de la isla de Lamori (al noroeste de Sumatra), donde “faze grant calentura et est la costumbre tal, que los hombres et las mugeres van todos nudos, et s’escarnecen quando eillos veen algunos estranios qui son vestidos” (LMM 92): “lo(s) otro(s)”, los “extraños”, no son solamente objeto de admiración, sino también de burla. En el Cercano Oriente medieval, Europa representaba al “Otro” para los musulmanes (Fleck 389). 238 La intensión (o “connotación”) de un concepto corresponde al conjunto de las propiedades y relaciones subsumidas bajo ese concepto; la extensión (o “denotación”) es su dominio de aplicabilidad, o sea el conjunto de todos los objetos a los que dicho concepto se puede aplicar: véase Bunge 84-85 y, en general, 84-92. 239 Otros ejemplos: “Efectivamente, en el episodio del milagroso rescate de Grima, los fenómenos fantásticos se deben a la intervención de Dios y se toman por fantásticos, aunque explicables: fantásticos en cuanto que infringen las leyes de este mundo, explicables en cuanto que este infringimiento lo hace Dios” (González 96-97); “La tradición occidental de la literatura fabulosa, maravillosa o fantástica...”, “... materias maravillosas, fabulosas o fantásticas”; del Libro de Alexandre, Michael se refiere a los episodios “extraños”, “maravillosos”, “mitológicos”, “fabulosos” o “fantásticos” (Michael, “Fantasía” 283, 287 y 288); para las diferencias entre “maravilla” y “fantasía” véase Michael, “Fantasía” 293 y entre miracula y mirabilia, Bynum 40-41 y 48-49.
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extraordinario”, “lo fabuloso”, “lo fantasioso”, “lo fantástico”, “lo imaginario”, “lo inverosímil”, “lo legendario”, “lo llamativo”, “lo milagroso”, “lo misterioso”, “lo mítico”, “lo mitológico”, “lo monstruoso”, “lo novelesco”, “lo prodigioso”, “lo raro”, “lo sobrenatural”.240 Y si se recuerdan las definiciones de Coseriu de campos léxicos mencionadas páginas atrás, habría que preguntarse si en esta lista se puede discernir un “valor léxico común”, si todas estas palabras se presentan como un contenido semántico “continuo” y si se las puede agrupar en “subcampos léxicos”. A pesar de las dificultades terminológicas, de las confusiones semánticas, de los límites borrosos entre los significados de las palabras y de su uso no siempre coherente, no han faltado intentos de sistematización del vocabulario, como los de Le Goff, Michael y Corfis. Para el estudioso francés, lo sobrenatural occidental se reparte en tres dominios: mirabilis, magicus y miraculosus, que corresponden, respectivamente, a “lo maravilloso” de orígenes precristianos, lo sobrenatural maléfico y satánico y lo “maravilloso cristiano”;241 para Michael, se pueden delimitar cinco categorías: el milagro propiamente dicho, la magia y lo maravilloso o “extraño”, que corresponderían a la clasificación de Le Goff, y a las que agrega dos más: la transustanciación operada por el sacerdote en la misa y los fenómenos de prestidigitación; a partir del Libro del Caballero Zifar, Corfis distingue lo fantástico/maravilloso de lo cristiano/misterioso. En el siguiente cuadro se establecen las correspondencias (no siempre exactas) entre estas propuestas y en las notas se incluyen las definiciones de cada una de estas categorías, para ser tenidas en cuenta en el resto de esta sección sobre las maravillas del Oriente:
240 Para Cuesta Torre, lo sobrenatural en la leyenda del Caballero del Cisne, incluida en la Gran conquista de ultramar, se manifiesta de cuatro maneras: “prodigios”, “juicios de Dios”, “visiones o apariciones angélicas y sueños proféticos” y “hechos naturales aunque sorprendentes, en los que puede insinuarse la intervención de la providencia” (“Lo sobrenatural” 357); sobre lo “maravilloso cristiano” en esta leyenda véase también el estudio de Nasif. 241 Véase también Le Goff, “Pourquoi” 38, para quien lo “maravilloso cristiano” tiene tres fuentes: el milagro proviene de Dios, la magia, de Satán, y la maravilla, de la naturaleza (38). Tiene en cuenta estas categorías García Piqueras en su estudio sobre los elementos maravillosos en La Fazienda de Ultramar. Para los milagros en la Edad Media véase, entre otros, el libro de Ward, en particular el primer capítulo, dedicado a la teoría de los milagros (3-19).
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Las ideas geográficas y la imagen del mundo Le Goff lo maravilloso242 lo mágico245 lo milagroso247
Michael lo maravilloso243 lo mágico246 lo milagroso248 la transustanciación250 la prestidigitación251
Corfis lo fantástico/maravilloso244 lo cristiano/misterioso249
242 “Mirabilis. C’est notre merveilleux avec ses origines préchrétiennes” (Le Goff, “Le merveilleux” 22); véase también Soriano 353. 243 “El tercer tipo de maravilla va implícito en el segundo requisito de un milagro: una cosa que no sea en contra de la naturaleza pero que de todos modos haga que la gente se maraville de ella, así como un monstruo, una mujer barbuda, o cualquier tipo de flora o fauna extraña; todas estas manifestaciones eran hechos reales” (Michael, “De situ” 511). 244 “The two marvelous episodes [el del Caballero Atrevido y el de las islas Dotadas] present a world of wonder and astonishment that cause the protagonist and reader to accept new laws of reality” (Corfis, “The Fantastic” 84). 245 “Magicus. Le terme en soi pourrait être neutre pour les hommes de l’Occident médiéval, puisque théoriquement on reconnaissait l’existence d’une magie noire qui était du côté du Diable, mais aussi d’une magie blanche qui était licite. En fait le terme magicus, et ce qu’il recouvre, très rapidement a balancé du côté du mal, du côté de Satan. Magicus, c’est le surnaturel maléfique, le surnaturel satanique” (Le Goff, “Le merveilleux” 22). 246 “Los juristas alfonsíes contraponen al milagro una maravilla hecha por ‘los encantadores’: ‘por engaño’, dice uno de los Mss. [de la Primera partida], ‘por arte’, dice otro; de lo cual podemos suponer que se trata del arte de magia. Este es el segundo tipo de maravilla, que ellos probablemente consideraban falsa, o irreal, o incluso diabólica” (Michael, “De situ” 511). 247 “Miraculosus. Le surnaturel proprement chrétien, ce que l’on pourrait justement appeler le merveilleux chrétien, c’est ce qui relève du miraculosus, mais le miracle, le miraculum, ne me paraît être qu’un élément, et je dirais un élément assez restreint du vaste domaine du merveilleux. Le miraculosus, non seulement n’était qu’une partie du merveilleux, mais il avait tendance à le faire s’évanouir. Il fallait pour l’Église, qui repoussait peu à peu une grande parti du merveilleux dans le domaine de la superstition, dégager le miraculeux du merveilleux” (Le Goff, “Le merveilleux” 22). Para la función ejemplar y didáctica de lo “maravilloso cristiano” (apariciones, milagros, castigos, premoniciones y revelaciones) en la cuentística homilética castellana de la Edad Media véase el estudio de Haro Cortés. 248 “Los compiladores jurídicos de Alfonso el Sabio tuvieron una visión muy clara de los cinco tipos de cosas que se pueden considerar maravillosas, y en La primera partida, tít. 4, ley 124, nos proporcionan una definición de lo que constituye un milagro. De esta explicación podemos deducir que no es suficiente que la gente se maraville de un acontecimiento real o aparente para que se considere milagroso. Tal acontecimiento debe cumplir cuatro requisitos: (I) que venga del poder de Dios, (II) que sea en contra de la naturaleza, (III) que venga por santidad o bondad en el que lo haga o en él por quien sea hecho, y (IV) que se haga en confirmación de la fe. Así es que sólo uno de los cinco tipos de maravilla es el milagro, que para los creyentes es un hecho real” (Michael, “De situ” 510-11). 249 “Cavallero Zifar weaves both fantastic/marvelous and Christian/mysterious elements into its narrative. The main supernatural episodes —Grima’s rescue, the Cavallero Atrevido
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Para una primera aproximación al tema, podría partirse del episodio del rescate de Grima en el Libro del Caballero Zifar (LCZ 142-48), en el que se puede apreciar muy bien la distinción entre mirabilis, magicus y miraculosus. A lo largo del relato no faltan las ocasiones para “maravillarse”, como cuando Grima, sola en el barco (todos los tripulantes han muerto), advierte la presencia de un niño encima de la vela: “E marauillose commo se podie tener tan pequeño niño encima de aquella vela” (LCZ 144). Pero no hay lugar al asombro cuando Grima descubre que ese niño es Jesucristo, por cuya ayuda e intercesión va a arribar a buen puerto. Y cuando llega allí y el rey, la reina y los demás habitantes de la ciudad vean la nave fondeada, sin anclas, y averigüen lo sucedido, “lo maravilloso” dará lugar a “lo milagroso”: e marauillaronse mucho, de guisa que entraron muchos en bateles e fueron alla a saber que era. E llegaron a la naue e vieron en commo non tenia ancoras, e touieron que era miraglo de Dios, asy commo lo era, e non se atreuia ninguno de sobir en la naue. (LCZ 145)
Quedan aquí deslindados, a pesar de su parentesco etimológico, “lo maravilloso” de “lo milagroso”, claro ejemplo de cómo el primero desaparece en favor del segundo, que lo absorbe, por así decir, en “lo maravilloso cristiano”
and Islas Dotadas— divide into two categories. The Christian mysterious on the one hand and the marvelous on the other. Although all demonstrate Christian principles, the Grima episode teaches of works of faith in this world while the other two teach through example in a strange and different environment” (Corfis, “The Fantastic” 84). La misma distinción había propuesto González entre “lo milagroso” (y “fantástico”) del primer episodio y “lo maravilloso” de los otros dos (95-96). “Fantásticos” también son estos dos últimos para Harney (“The Geography” 210). Walker describe a los tres alternativamente como “sobrenaturales”, “maravillosos” o “fantásticos” (87-98). Para la geografía de las islas Dotadas véase también Castaño Navarro 4-5. 250 “El cuarto tipo de maravilla se cumple ‘por fuerza de palabras’, como hace el sacerdote en la misa cuando el pan y el vino se transmutan maravillosamente en el cuerpo de Jesucristo. Este tipo es también un hecho real para los creyentes —el misterio del cristianismo—, y constituye una variante del milagro” (Michael, “De situ” 511). Recuérdense a este propósito las palabras de don Juan Manuel en su Libro del cauallero et del escudero: “Cada vno destos son muy buenos, en que puede [omne] fazer muncho bien en este mundo et saluar el alma, pero segun el mi flaco saber, tengo que el mas alto estado es el clerigo missa cantano, por que en este puso Dios tamanno poder, que por virtud de las palabras que el dize, torna la hostia, que es pan, en verdadero cuerpo de Ihesu Christo, et el vino, en su sangre verdadera” (I, 44). 251 “El quinto tipo no es más que un tipo de prestidigitación, en que los hombres, por ganar dinero, dan la impresión de cambiar una cosa por otra; así que es falso o irreal” (Michael, “De situ” 511).
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propiamente dicho, como lo llama Le Goff.252 Pero el relato se torna aún más interesante cuando el rey de Orbin lo distingue también de “lo demoníaco”: E quando llegaron [el rey y otros hombres] a la naue marauillaronse de commo estaua queda, non teniendo ancoras ningunas, e dudaron los que yuan alla, e dixieron al rey: “Señor, non te auentures a cosa que non sabes que es”. E el rey era muy buen cristiano e dixoles asy: “Amigos, non es este fecho del diablo, ca el diablo non ha poder de retener los vientos e las cosas que se han a mouer por ellos; mas esto puede ser fecho por el poder de Dios que fizo todas las cosas e las ha a su mandado. E porende quiero me auenturar a lo de Dios, en el su nonbre, e ponerme he en la su merçed”. (LCZ 146) E el rey alço los oios e vido vna criatura muy fermosa ençima de la vela, asi commo ome que santigua, e el entendio que era el fijo de Dios, e finco los ynojos e adorolo, e dende adelante non paresçio aquella criatura. (LCZ 147)253
Al tratar de las maravillas de Oriente, la inmensa mayoría de los pasajes que se van a analizar queda comprendida dentro de la primera clase. No faltan, empero, muestras de las otras dos; así, por ejemplo, de la magia se trata en un pasaje relacionado con los juglares de la corte del Gran Kan Kubilai: Et empues ý vienen juglares et encantadores qui fazen muchas maraueillas, car eillos fazen venir en l’aire el sol et la luna por semblan[ç]a por li fazer rreuerencia, qui dan assi grant claredat que apenas l’uno vee l’otro. [...] Et tantas fazen de diuerssas cosas que es grant maruella a veer. (LMM 122)254
252 “Y la propia denominación de milagro nos pone en contacto inmediatamente con el concepto de ‘prodigio’ o ‘maravilla’, puesto que, aunque las ‘maravillas’ de la evolución lingüística presenten hoy resultados aparentemente bien diferenciados, milagro y maravilla tienen un origen común: el verbo latino MIRARI ‘asombrarse’, ‘mirar con asombro o admiración’, a su vez derivado del adj. MIRUS ‘asombroso, extraño, maravilloso’” (Brea 48-49). Para las maravillas y milagros en Mandeville véase Deluz, Le Livre 220-23. 253 Para todo este episodio véase el estudio de Burke (“Symbolic”), quien lo analiza en relación con los milagros marianos y con los símbolos y las metáforas náuticas de la liturgia cristiana y de los sermones. Este relato alegórico, centrado en torno del poder mediador de la Virgen y del socorro que presta a los marineros (plano literal) y a los humanos en general (plano alegórico), se relaciona también con la Fiesta de la Virgen (15 de agosto) y la doctrina de su asunción en cuerpo y alma al Paraíso: Grima llega al puerto de Galán “en la fiesta de Santa María, mediado agosto” (LCZ 145); véanse también Burke, History 48, 59 y 61-62 y Corfis, quien lo considera como una manifestación de “lo cristiano/misterioso” (“The Fantastic” 73-75). La intervención de la Virgen en ayuda de los peligros en el mar es tema de varias cantigas alfonsíes, como la 36, 112, 313 y 339 (Brea 52). 254 Para este pasaje en el libro de Mandeville véase Steinicke 107.
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Se está aquí en el terreno de lo mágico, en el sentido definido por Le Goff y Michael: actividades son éstas que, a los ojos de un cristiano, se aproximan, si no identifican, con la “magia negra”, con lo satánico, con la obra de “encantadores”, según dice expresamente Mandevilla y a los cuales se menciona en la definición alfonsí. Al referirse a los milagros, un manuscrito de la Primera partida dice: “que venga por poder de Dios et non por arte”; otro amplía: “que venga por poder de Dios et non por enganyo, asi como los encantadores que facen semeiar las cosas dotra guisa que non son”. (I, IV, 124). Es interesante cómo a los juglares se los podría considerar vehículos de “lo mágico”. En el contexto de la aventura del Caballero Atrevido (que Corfis considera como muestra de “lo fantástico/maravilloso” en el Libro del Caballero Zifar), se los presenta así al concluir un festín: E desque ouieron comido, leuantaron las mesas muy toste [pronto], e ally fueron llegados muy grant gente de joglares; e los vnos tanien estrumentos, e los otros saltauan, e los otros tunbauan, e los otros subian por los rayos del sol a la feniestras de los palaçios que eran mucho altos, e desçendian por ellos bien asy como sy desçendiesen por cuerdas, e non se fazian mal ninguno. “Señora”, dixo el cauallero, “que es esto por que aquellos omes suben tan ligeramente por el rayo del sol e desçienden?”. “Çertas”, dixo ella, “ellos saben sus encantamentos para fazer estas cosas atales”. (LCZ 243)255
También Marco Polo relata hechos de magia y, en un caso al menos, la asocia explícitamente con lo satánico. Comienza su relato anticipando el carácter “maravilloso” de lo que va a narrar: “Mas, antes que uos diga de aquesta grant çiudat [Siendi, Shangtu, residencia de verano del Gran Kan] et de su fecho, vos dire vna cosa muy marauillosa” (LMP 18 = VMP 68). Y continúa refiriendo con cierto pormenor las actividades a que se entregan los adivinos y encantadores de la corte del soberano asiático: Sabet que todas vegadas quel senyor se vol, ha muchos adeuinos con el et encantadores; et quando el senyor es en algun lugar que faga mal tiempo et scuro, ellos fazen que iamas sobre lur senyor no plueue, antes hi fazen fer bel tiempo. Et aquestos maestros son clamados sauios et tan grandes maestros que de aquestas malas artes que dan a entender a las gentes que aquello fazen por santedat que es en las gentes. Et sabet que ellos han tal husança: quando vn hombre es iustiçiado a muert, de continent que la sentencia es dada, lo matan et lo comen todo; mas hombre que muera de su muert, no lo comerien por res [nada]. (LMP 18 = VMP 68)
255 Para este episodio (LCZ 241-51) véase Corfis, “The Fantastic” 75-77; para el de las islas Dotadas (LCZ 409-29) véase 78-83.
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Además de coincidir con el léxico alfonsí (“encantadores”, “arte”), convergen en este pasaje varios rasgos propios de una civilización “exótica”: los adivinos y magos que tienen el poder de controlar las fuerzas naturales para satisfacer al déspota y evitarle los inconvenientes de la lluvia y el mal tiempo; el engaño “que facen los hombres por maestria de una cosa otra con entencion de ganar hi algo”, para decirlo con las palabras de Alfonso X (Primera partida, I, IV, 124); el carácter “bárbaro” de una sociedad en la que se practica el canibalismo.256 Continúa con la narración de lo que sucede cuando el soberano se halla en la mesa, más elevado en su asiento que el resto de los comensales, como corresponde a su condición, rodeado de la abundancia, en este caso de las bebidas, y acompañado de encantadores entregados, ahora sí Marco Polo no puede ser más claro, a las artes diabólicas: Et quando lur senyor es a taula [mesa], sta tan alto como VIII cobdos. Et en medio de la cambra [sala] sta vna taula plena de copas muy bellas en que ha de diuerssos beurages [bebidas], las quales copas fazen venir por si mismas deuant el senyor et toma daquel que mas le plaze et apres tornan las copas en lur lugar et implen las. Et assi mismo fazen otras muchas marauillas por la art diabolical. (LMP 18 = VMP 68-69)257
En el contexto histórico y religioso de la Edad Media, los milagros no deberían causar sorpresa, ya que se trata de hechos normales y reales para los creyentes, que observan la realidad con los ojos de la fe.258 Pero aun así, ante un milagro de Dios, por cuya intervención las aguas del mar se retiraron para dejar paso al ejército, Gengis Kan y los suyos “mucho se marauillaron, et fizieron graçias a Nuestro Senyor” (FYO 93 = FHO 108).259 Más habitual es que se registren los mila256 Dicho sea parentéticamente, no sería éste el único caso de control del tiempo por parte de los magos: también en la isla de Scoyra (Socotra, en el océano Índico) hay “encantadores qui por lur art fazen fer bel tiempo; et quando tornan, aduzen [llevan] les ioyas de las que demandan. Et por larçebispe lur ni por ren no se quieren estar de aquesta mala art” (LMP 55 = VMP 192). “Encantadores” había también en otras partes del Oriente: en la provincia de Daumangui (Mangui, sur de China), por ejemplo (LMP 37 = VMP 130). Para la práctica del canibalismo entre los mongoles según las fuentes latinas del siglo XIII véase el estudio de Guzman. 257 Véase Daston-Park 93 y Steinicke 102 para este pasaje en Il Milione en el contexto de las “maravillas artificiales” del Oriente. 258 Para este tema en las Cantigas de Santa María véase Brea 56-57 y 60-61. 259 A propósito de lo maravilloso en La flor des histoires des parties d’Orient de Haytón de Gorigos, observa Cacho Blecua: “Posiblemente se trata de una de las mejores descripciones de su época, de la que destacaré la escasa concesión a lo maravilloso, explicado en clave milagrosa. En ese mismo registro debemos entender alusiones bien conocidas en la tradición como la predicación de Santo Tomás en tierras de India, los ríos del paraíso terrenal, el arca de Noé situada en la más alta montaña de Armenia, si bien el origen tarso de los reyes Magos
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gros sin comentarios, como lo hace Marco Polo: “Et aqui [en la ciudad de Sarcon = T’swan-chau] ha muchas riquezas et reliquias, et el ne porto a la caua en do Dios mostro muchos miraglos” (LMP 44 = VMP 155-56: “portà a le Tana, hon Déus”). Más interesante aún es la relación que hace de la visita de fray Odorich (es decir, Odorico de Pordenone) a un monasterio de la ciudad de Quinsay (Hang-chau fu). Allí se le pide a uno de los monjes que le muestre “alguna cosa marauillosa que pueda comptar en su tierra” (LMP 39 = VMP 139) y para complacerlo, se lo conduce a un jardín al cual, al sonido de una campanilla, acuden varios animales para comer, quienes se marchan, una vez satisfecha su hambre: Et quando fray Odoricho vido esto, començo se a redir, diziendo: “¿son aquestas las marauillas que deuies mostrar?” Et el monge le dixo: “Tu no sabes aquesto que quiere dezir. Aquestas bestuelas son animas de ricos hombres que son soterrados en aquesti monesterio, et vienen a tomar aquesta vianda por amor de Dios”. (LMP 3940 = VMP 140)
Y para que no quede ninguna duda de la verosimilitud de lo relatado, agrega: “Todo aquesto que yo, Marco Polo, uos he comptado [VMP: e mostrat] de la ciudat de Quinssay es verdat, car yo hi stuue vn mes por fechos del grant chan” (LMP 40 = VMP 140).260 Hay también un pasaje muy significativo en la General Estoria cuando, en medio de uno de los combates de Alejandro Magno contra tantos enemigos y tan extraños, el relato hace un alto para explicar la causa de tantas maravillas y la relación entre la fauna y los elementos, pasaje que no se halla en la Historia de preliis, que la General Estoria añade por su propia cuenta y que constituye una muestra muy singular de lo “maravilloso cristiano”, aunque no “milagroso”: Mostráron-se aquella noche al grand Alexandre cerca aquel estanco muchas de las maravillas, que nuestro señor Dios tenié encubiertas en los elementos del agua e de la tierra e del aer. Del agua como lo de los ypótamos, de la tierra como lo de las ser-
resulta inusual. Tampoco podían faltar las referencias a Alejandro Magno, pero se limitan a meras alusiones como, por ejemplo, a las serpientes de la India, o a una simple mención de la puerta de hierro mandada construir por el macedonio” (El Gran Maestre 152). Lo mismo puede decirse de la traducción aragonesa de Fernández de Heredia. 260 Aquí es oportuno citar otra vez a Le Goff: “Quand Marco Polo fait le récit de ses expériences orientales, en mêlant le faux au vrai, mais en disant malgré tout du vrai, l’Occident, qui avait considéré justement le monde oriental comme le réservoir des merveilles vraies, quand quelqu’un vient lui dire: ‘J’y suis allé, j’ai vu ça’, paradoxalement ne le croit pas. Les hommes du bas Moyen Âge ont vu dans le récit de Marco Polo un tissu de fables, d’inventions et on l’appelé Le Livre des merveilles, au sens, cette fois-ci, des mirages comme si les Occidentaux n’avaient pu croire à la réalité terrestre des merveilles de l’Orient” (“Le merveilleux” 37).
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pientes e de los dragones et de las otras bestias d’ella, del aer como lo de los murciegos e de las otras aves por mostrar las sus maravillas al princep que él suffriera nascer por ordenamiento de estrellas, e mostró’l aquella noche allí todas las otras cosas peligrosas en que lid e muerte avié, si non los omnes con quien avié ya Alexandre lidiado e vençudo muchas vezes. Don sepades que non ovo en este mundo cosa que pora lit fuesse, con quien Alexandre non lidiasse, e que todos los non venciesse con quantos se tomava. E porende nuestro señor Dios mostró’l aquella noche allí aquellas maravillas, por mostrar otrossí e provar qué quisiera el que en punto nasciesse Alexandre, que venciesse a todas las cosas del mundo con que se tomasse, e que el so poder de Dios en todas cosas es egualmente tan muy poderoso que non ay más mester. (HNo 173, 175)
Y lo mismo en el Libro de las maravillas del mundo: “Yo no se como eilla se puede asi tener sino que de la gracia de Dios qui la sostiene assi que es assi bien alta vers Libia” (LMM 103) —dice Mandevilla sobre la altura del mar en torno de la isla Silla (Ceilán, Sri Lanka). Y otro tanto, a propósito del fenómeno de los peces que se echan en la orilla del mar de Calanoth (Indochina, noroeste de Cochinchina) para homenajear al rey de la isla: Et assi todos los pescados se rrienden a eill en faziendo homage como al mas excellent et al mas amado de Dios assi como eillos dizen.Yo non se la rrazon por que es, Dios lo sabe, mas esta cosa me sembla a mas grant marauella que cosa que yo veyesse nunqua. Car natura feze muchas de diuersas cosas et muchas marauellas, mas esta maraueilla no es pas de natura, ante es de todo contra natura que los pescados qui han todo el mundo aderrodear a lur bandon [permiso, libertad, licencia] se vienen rrender a la muert de lur propria natura et sin constrenin[ç]a ninguna. Et por esto so yo cierto que esto non puede ser sin grant signiffication. (LMM 100)261
Son hechos que van en contra de las leyes naturales, pero no llegan a ser milagros, porque si bien corresponden al concepto estipulado en la Primera partida alfonsí (“Miraglo tanto quiere decir como obra de Dios maravillosa que es sobre la natura usada de cada dia; et por ende acaesce pocas veces”), sólo satisface uno de los cuatro requisitos: “que sea contra natura, ca de otra guisa non se maravillarien los homes dél” (I, IV, 124). 261
“He [Mandeville] had a concept of nature as orderly; that is, of natural law as we understand it. A marvel is something ‘against kind,’ as he remarks of the Dead Sea where (according to tradition) iron floats and feathers sink. The fish that come up onto the land are acting ‘against kind,’ and so it must be a miracle. The theory that God is revealed in nature, and in the observation of natural law, was by no means unorthodox in the Middle Ages. The conflict between religion and natural science was as yet undreamed of” (Bennett 76). Sobre la “devoción” (palabra clave en Mandeville) demostrada por estos peces y su significación en el conjunto de los Travels véase Sobecki 337-38.
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“Lo real”, “lo maravilloso” y “lo fantástico” Finalmente, “lo real”, es decir, aquello de lo cual no hay razón de sorprenderse y menos de maravillarse. No hay que maravillarse ante estados de ánimo explicables perfectamente por la magnitud de las circunstancias que les dan origen: el “espanto” de Grima, por ejemplo, no era “maravilla”, ya que dos meses había navegado sola en el barco en el que la habían secuestrado (LCZ 144). Marco Polo anota que “no es marauilla” que el señor de Guambalech (Khanbaligh, hoy Beijing) posea un “gran tesoro”, habida cuenta de que sus súbditos le pagan todos los servicios y tributos en oro, plata y piedras preciosas (LMP 24 = VMP 89-90). En el Libro de Alexandre, para citar otros ejemplos, no hay para qué maravillarse ante lo previsible o profetizado (LA 1163, 1536), o frente a estados de ánimo, actitudes o hechos perfectamente explicables por razones psicológicas (LA 626, 796, 1452, 1739), o al observar un eclipse, cuyas verdaderas causas se desconocen (LA 1225).262 Tampoco cabría maravillarse ante las aves mecánicas del palacio de Poro, posadas en un árbol de oro (LA 2132-36), y cuyo aparente canto se entiende racionalmente cuando se sabe que es producido por la acción de unos fuelles ocultos a la vista del observador: A la raíz del árvol, bien a quinze estados, vinién unos cañones que yazién soterrados: eran de cobre duro por en esso lavrados; todos eran en el árbol metidos e soldados. (LA 2135)263
Menos motivo aún hay de maravillarse frente a lo cotidiano, a lo que se ve y se comprueba a diario, a lo que tiene una explicación natural, como acontece con la producción del vidrio: La virtut del cristal todos nós la sabemos; cuemo salle d’el fuego cutiano lo veemos, mas nós por maravilla esto non lo tenemos, por quanto cada día en uso lo avemos. (LA 1490)264 262 Para los eclipses y, en general, la astronomía en el Libro de Alexandre véase el estudio de García López. Para el eclipse en El Victorial (423-25) véase Beltrán, “Alejandro” 32-33. 263 Para este pasaje, textos paralelos, fabricación de autómatas y otros instrumentos mecánicos en la Antigüedad, el Oriente y la España musulmana véase todo el artículo de Michael, “Automata”; véase también Michael, “Fantasía” 290 y “Ciencia” 26-27. Estos pájaros pertenecen a una clase de “lo maravilloso” propuesta por Michael: la de todo lo que es exótico pero real (“De situ” 513). En la Edad Media —sostiene Stoneman— “no place was complete without such golden plants and automata” (47); otros datos, en López 488; sobre los autómatas y otras maravillas en general véase también el artículo de Carlos Alvar.
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Y, en fin, tampoco habría que maravillarse ante una fauna que, si bien “extraña”, no difiere demasiado de aquélla que le es familiar al viajero europeo. Es el caso, por ejemplo, de unas gallinas de Quenlilfu (Kien-ning fu), a las que se hizo referencia antes: Et hay vnas gallinas muy stranyas que no han pluma, mas han pelo como de gato, todas negras, et lures hueuos son semblantes a los nuestros, et han buena carne saborosa. (LMP 44 = VMP 154)
A veces se intenta deslindar, en un solo relato, entre aquello de lo que debe y no debe “maravillarse”, basándose en la experiencia ocular del narrador. Así sucede cuando el autor de La flor de las ystorias de Orient relata la elección del Can de los tártaros: Apres aquesto, los tartaros fizieron vn sitio en medio dellos et stendieron vn fieltro; et los .VII. capitanes de las .VII. generaçiones lo leuaron con el trapo, et lo metieron en el sitio et nombraronlo Can; et genollaron se [se arrodillaron] faziendole todos honor et reuerençia, como a su senyor. De aquella soplenidat [solemnidad] que los tartaros fizieron a su senyor en aquell tiempo, ninguno no se deue marauillar, car por ventura non lo sabien millor fer, o no auien mas bell trapo do fiziessen posar su senyor. Mas de aquesto que no han quesido camiar su primer husage, se podria hombre marauillar, que han conquistadas tierras et regnos et encara tenien lur primer costumbre, quando querien esleyr [elegir] su senyor. (FYO 88)265
No hay lugar para maravillarse si se piensa que los tártaros no conocían otras costumbres, pero sí de que mantengan la forma de elegir a su soberano cuando se considera que, habiendo conquistado tantas otras tierras, no introducen ningún cambio: “Ni por senyoria ni por riqueza que ellos ayan conquistada, non han quesido camear su primero usage” —concluye el relato (FYO 89).266
264
Véase Michael, “Automata” 278 y “Ciencia” 27. “Aprés açò los tartres faheren un siti al mig loch d’ells, e steseren un feltre sobra la terra, e feren seure sobre lo feltre Canguis, e los .VII. capitans de les .VII. nasions lo lavaren ab lo drap e meteren-lo sobre lo siti, e anomanaren-lo can e, agonollant-se, fehien-li tots honor e raverència com a lur senyor. De aquella solempnitat que los tartres fahe[re]n en aquell temps a lur senyor nagú no se’n deu marvellar, car per ventura no·u sabien mils fer e no havien pus bell drap hon fessen seure lur senyor; mas de assò no han vulgut cambiar lur primer ussatge. Se poria hom ben mervellar, que han conquistades terres e regnes, e encara tenen lur primer custum quant volen elegir lur senyor” (FHO 103-04). 266 “Ne per senyoria ne per riquesa que ells ajen conquistada, no han vulgut cambiar lur primer ussatge” (FHO 104). 265
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Si se excluye lo “milagroso” (o lo “cristiano/misterioso”), lo “mágico” y “lo real”, la abrumadora mayoría de los pasajes relacionados con las maravillas del Oriente pertenecen a la categoría de lo “maravilloso” (o lo “fantástico/ maravilloso”), concepto de una amplitud tal que abarca prácticamente todos los otros incluidos en la lista propuesta párrafos atrás, desde “lo admirable” hasta “lo prodigioso”. ¿Qué es, entonces, lo que mueve a “maravillarse”? Como se ha visto en las páginas precedentes y se verá luego en las que siguen, es todo aquello que contraviene (aunque no siempre) el orden natural, o que no se ha visto antes, o que no puede explicarse, al menos para el observador que contempla esas realidades con otros ojos y desde otros presupuestos. Así sucede, por ejemplo, cuando el viajero observa costumbres “exóticas”, “raras” o “extrañas”: Assi que en el anyo de mil CCLXXXV yo, Marco, fue en aquesta ysla [Siamba, Champa, Indochina], et vi hi muchas marauillas et entre las otras si hi ha tal husage: que nenguna donzella no se osa maridar entro [hasta] aquel rey la ha vista; et si le plaze, toma la por muller et si no, da le de lo suyo [VMP: de son tresor] pora maridar la. Et sabet que aquesti rey auie CCCXXVI infantes, de los quales ya auie el [VMP: ·CL·] hombres darmas. (LMP 46-47 = VMP 162-63)
En el Libro de Alexandre, y sin agotar la lista de ejemplos, pueden recordarse varios pasajes en que los personajes se “maravillan” ante los más diversos hechos, objetos y conductas, ante “lo llamativo” y fuera de lo ordinario: una respuesta (LA 144-45, 2215), la velocidad de unas naves en el mar (LA 264), algo que sucedió o no sucedió en un combate (LA 1394, 1426, 2099, 2229), una obra de arte (LA 1239), la hermosura de una persona (LA 357), las riquezas de un palacio (LA 2141) o las ruinas de Troya (LA 322), etc.267 También los comportamientos pueden maravillar: a los varios casos que se pueden encontrar en el libro (LA 362, 846, 1210, 1255, 1721), pueden sumarse estos otros de La flor de las ystorias de Orient, cuando sucede algo contrario a lo esperado: “Quando el rey de Erminia [Armenia] torno de la disconfitura et no trobo Magodamar, el fue muyt marauillado” (FYO 125);268 o cuando las apa267
Las digresiones en el Libro de Alexandre sobre las maravillas de Oriente son así evaluadas por Michael: “These digressions not only serve to relieve the reader’s possible learned information, but also they bring to the composition the variety and ornamentation found in the music, painting and architecture of the period” (The Treatment 273). Sirven también para completar la visión de un continente en el cual lo maravilloso abarcaba tanto el dominio de la naturaleza como el de sus civilizaciones. 268 Sin referencia al maravillarse del rey, en la versión catalana: “Quan el rei d’Armènia va tornar, després de derrotar els enemics, i no trobà Mongodomar, es va descoratjar molt” (FHO 139).
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riencias exteriores de una persona, en este caso el soberano de los tártaros, no harían esperar la extraordinaria generosidad con que comparte con sus hombres el botín ganado en las conquistas militares: Todo el romanient dio francament, et marauilla era como en assi chico coraçon auie tan grant copia de virtudes; car entre .XXX. mil. caualleros no podrie hombre trobar qui huuies mas chica perssona, ni de pus laia fayçion [forma]. (FYO 137 = FHO 149)
El río Cidno era tan hermoso “que era maravella” (LA 884 b); el real de Babilonia era “fecho a maravellas” (LA 1528 a);269 de dos torres del palacio de Damien (Mien, en Birmania) “se dieron grant marauilla” (LMP 32 = VMP 118); y hasta el Gran Kan Kubilai no puede sustraerse a la curiosidad de averiguar las maravillas que se encuentran en sus vastos dominios: Et sabet quel grant chan enuia cercar por las yslas que son a mig iorn [sur], por tal que pudies saber quales hi habitan et las marauillas que hi son; et assi ge lo comptaron como aqui es scripto, et aduxieron le vna dient de puerco senglar que peso XIIII oropesos. (LMP 56 = VMP 194)
Los problemas comienzan cuando se introduce la categoría de “lo fantástico”, no siempre bien definida y deslindada de las otras.270 A partir de ésta, Corfis ha estudiado “lo fantástico” en el Libro de Alexandre y el Libro del Caballero Zifar. Del primero examina la exploración submarina (LA 2306-23) y la expedición aérea de Alejandro (LA 2496-2514), aventuras ambas que corresponden a lo “fantástico”, entendido esto como un mundo gobernado por reglas y leyes diferentes de las que rigen en el de los humanos o en el cual la tecnología empleada supera, en este caso, a la medieval, criterios éstos que habrá que tener en cuenta para los análisis que siguen.271 En relación con tres episodios
269
Para Núñez González, la descripción de Babilonia en el Libro de Alexandre implica una “intrusión de lo fantástico”, con “unos elementos que casi podrían ser considerados como mágicos” (1236-37). 270 Para la distinción entre “maravilloso” y “fantástico” a partir de Todorov en el contexto de la literatura medieval véase Michael, “De situ” 511-12. Sobre la no aplicabilidad de las teorías de Todorov a la poesía medieval véanse Michael, “Fantasía” 292 y Zumthor: “Le fantastique que nous attribuons au roman médiéval est le nôtre” (Essai 138); véase también Bynum 204, nota 6, con indicaciones bibliográficas. 271 Pero es debatible que se pueda hablar de“ciencia-ficción medieval” en el Libro de Alexandre, como propone Corfis: “The scenes from Alexandre to be examined here are the exploration of the skies and sea as examples of medieval science fiction. As will be seen in these episodes, the fantastic elements reside in the corpus of knowledge to which the text refers. That is to say in the sciences of technology of the textual world that is at odds with
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del Libro del Caballero Zifar, Corfis deslinda, como quedó dicho, entre “lo cristiano/misterioso” (el rescate de Grima) y “lo fantástico/maravilloso” (las aventuras del Caballero Atrevido y de las islas Dotadas). Que Asia es el continente de lo maravilloso también lo reitera La flor de las ystorias de Orient a propósito de Catay: “Et uerdaderament hombre veye uenir de aquella tierra tantas cosas estranyas et marauellosas, et de sotil obrage, que bien sembla que ellos sean las pus sotiles gentes del mundo, de art de obrar de manos” (FYO 52 = FHO 76); o del reino de Iorgie (Georgia), esta vez corroborado por el testimonio personal del autor: “En aquell regno de Iorgie pareçe vna grant marauilla, la qual yo no osaria contar, si no la huuies yo uista. Et por que yo fuy alla et la vi, la oso contar” (FYO 63 = FHO 85). Lo que sigue es el relato de una región en la que reina una gran oscuridad y en la cual se oyen voces humanas, cantos de gallos y relinchos de caballos. Esta narración se encuentra también en el Libro de las maravillas del mundo, con la diferencia de que Mandevilla no se respalda en una experiencia personal (si, como suele afirmarse, Mandeville no emprendió los viajes que refiere en su obra), si bien concuerda, en líneas generales, en atribuir la oscuridad de la región a un milagro de Dios, como castigo de un emperador persa que perseguía a los cristianos (LMM 134). Marco Polo varias veces alude a las maravillas orientales; es más, no hay que pasar del párrafo inicial de su libro para encontrarse con la primera de ellas, en el desierto del Lobo (Gobi, en Mongolia): “Et trobasse vna tal marauilla: que si alguno se atura [detiene] vn poco de entre los otros, oyra vozes que lo clamaran por su nombre” (LMP 7 = VMP 28). ¿Es éste un fenómeno “fantástico”? No, según la nota de Gallina al texto catalán: “Es tracta d’un aspecte del fenomen del miratge, comú a tots els deserts” (VMP 32, nota 5). Y lo mismo a propósito de la India: “Agora uos comptare de los fechos de India et de las grandes marauillas que alla son” (LMP 45 = VMP 157); de la isla de Seylán (Ceilán, Sri Lanka), que es “de las marauillosas yslas del mundo de su grant, et dura II mil CCCC leguas” (LMP 49 = VMP 173); del palacio del emperador de Japón, rozando ya con “lo fabuloso”: Et dire uos grandes marauellas del palaçio del senyor; car primerament es todo de fulla [hoja] grossa de oro fino, assi como nos cobrimos nuestras yglesias de plomo assi mismo es el palaçio, todas las cambras [salas] empaymentadas de losas de oro; et hay muchas perlas et grossas [...] et valen mas que las blancas, et ha muchas piedras preciosas et tantas riquezas que serien marauellas a comtar. (LMP 46 = VMP 159-60)272 the scientific and technological limits of the reader’s world. What the reader believes to be impossible is possible in the text” (“Libro” 478; véase también 480, 482 y 483). “Aventuras fantásticas” son también estas dos, según Marcos Marín (19 y 21). 272 Según La flor de las ystorias de Orient “las mas grossas et bellas perlas” se encontraban en el reino de los medos (FYO 61 = FHO 83). Los techos de oro de los templos de
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Por su parte, la estoria alfonsí se refiere muy a menudo también a las maravillas de Asia, especialmente en relación con el continuo batallar de los soldados macedónicos; es como si en esas tierras los ejércitos deban ser siempre como la hueste de Darío, “grant e maravillosa” (LA 1292 b) y como si la única forma de guerrear sólo fuera posible cumpliendo hazañas igualmente maravillosas, en el sentido no de que sean necesariamente imposibles o completamente “inverosímiles”. Son dignas de admiración, sin duda, pero ¿se entra ya en el terreno de “lo extraordinario”, “lo prodigioso” o “lo novelesco”?: los soldados de Alejandro “lidiavan todos a maravilla” (HNo 119 = 94: “viriliter pugnando”), “e fue grand maravilla: en dizinueve días cutianos cada día duró esta batalla entr’ellos” (HNo 159 = 122: “per continuos viginti dies”), es decir, entre las fuerzas de Alejandro y las del rey Poro. También en La flor de las ystorias de Orient se refiere al soberano tártaro, “que de su mano fazie marauellas” en el campo de batalla, poniendo en fuga a sus enemigos (FYO 135 = FHO 147). En la Edad Media española se continúa así una tradición geográfica y etnográfica que se remonta a la Grecia clásica, pero fortalecida por el prestigio de que disfrutaba Plinio, con su tendencia a poblar los extremos de la ecumene con toda clase de maravillas.273 Las hay también en África, como la “fuente
Japón tendrán una interesante posterioridad: fueron mencionados por Martín Alonso Pinzón, el capitán de la Pinta, con el fin de convencer a los marineros a embarcarse con él en el primer viaje de Colón a las Indias Occidentales (Freedman, Out of the East 142-43). 273 Véase Karttunen, India 74-75, 125-26 y 233: “In early Greek sources everything is seen and interpreted in Greek light, and a knowledge of the early tradition of ethnographic writing is therefore indispensable. India is the fabulous country at the eastern end of the world, where all kinds of marvels are seen. In many respects it is the ethnographic theory which defines its characteristics. On the other hand, it is still real information about India which has been given a Greek garb, and in a careful analysis it can still be shown as such”. En el afianzamiento y transmisión a la Edad Media de esta visión de la India y del Oriente le cupo a Plinio un papel decisivo: “Mais Pline l’ancien avait accueilli dans son Historia naturalis toutes les fables concernant l’Inde et avait donné pour des siècles sa sanction d’‘autorité scientifique’ à la croyance d’un monde indien regorgeant de merveilles. Surtout, plus que Pline, un de ces auteurs de digests qui inaugurent au Bas-Empire la culture médiévale, C. Iulius Solinus va être avec ses médiocres Collectanea rerum memorabilium, écrites pendant ce naufrage du IIIe siècle d’où émergent les premières épaves de la culture gréco-romaine, le grand inspirateur des divagations médiévales sur l’océan Indien et son environnement. Son autorité fut encore renforcée par l’usage qu’en fit l’un des premiers rhéteurs chrétiens au début du Ve siècle, Martinus Capella, le grand maître, jusqu’au XIIe siècle, de l’Occident médiéval en matière d’arts liberaux” (Le Goff, “L’Occident” 285-86). En la obra de Ctesios de Cnidos encuentra Michael “el verdadero origen de las maravillas del Oriente que entran en la tradición fabulosa de Alejandro Magno y sus supuestas cartas a Aristóteles, los bestiarios medievales, y los dibujos en los mapas de los cartógrafos” (“Fantasía” 284). Y si la tradición
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maravillosa”, en tierra de los garamantes, cuyas “aguas son y de dia atan frias que ninguno non las puede sofrir & de noche son muy calientes & manan por un mesmo lugar” (LT 65 a). Pero en ninguna región del mundo se podrán encontrar tantas como en Asia. Piénsese en la India, donde lo maravilloso se manifiesta ante todo en la naturaleza: “De otras maravillas e peligros que acaescieron a Alexandre en aquellos desiertos, que ovo a lidiar con las bestias fieras”, dice el título del capítulo LIII de la General Estoria (HNo 169); “De otras maravillas que se mostraron a Alexandre en la otra possada da delant”, “Empós esto vistas estas maravillas” agrega la estoria (HNo 212), esta vez en relación con los cinocéfalos. En un pasaje aducido páginas atrás, se refería a las “muchas contiendas e lides que ovo con bestias fieras e con otras maravillas e serpientes en las tierras de India” (HNo 215), agregando otra vez la alusión a las maravillas: “de multis certaminibus que habuit cum bestiis et monstris et serpentibus in eadem India” (HNo 178). Como ya se vio, por ejemplo, lucha con los cangrejos que atacan a la hueste, “grandes a maravilla” (HNo 171 = 132: “mire magnitudinis”); poco después, se enfrentan con el Odentetiranno, asimismo una “bestia grand a maravilla” (HNo 173 = 132: “mire magnitudinis”). Y hay también árboles “tan altos que era a grand maravilla” (HNo 192 = 144: “mire celsitudinis”).274 “Empós estas batallas e conquistas e maravillas que aparecieron a Alexandre, vino a tierra de Babiloña con su huest...” (HNo 214) es la fórmula que quizás resuma mejor el periplo de la hueste en tierras orientales, expresión que la estoria alfonsí otra vez añade a su fuente latina: “Et inde amoto exercitu venit in terram Babilonie...” (176). Y, en efecto, las campañas militares de los mace-
sobre las maravillas de Oriente se remonta, con Ctesios, hasta fines del siglo V a. de C., también se va a continuar más allá del siglo XIV, límite temporal fijado para este libro: así, por ejemplo, en la primera parte de la Crónica abreviada de España (1479/81) de Diego de Valera, basada en el Liber de natura rerum de Tomás de Cantimpré (1237/40): véase el estudio de López-Ríos. Para la visión del Oriente en la Antigüedad y en la Edad Media véase también Said 56-58. 274 Así estima Le Goff la importancia del Alejandro medieval en la propagación, durante la Edad Media, de esta imagen de una India plena de maravillas: “Il faut faire une place à part, dans cette littérature de fiction, à un ensemble romanesque qui, en s’amalgamant le thème des merveilles de l’Inde, lui conféra un prestige extraordinaire. L’Alexandre médiéval, héros légendaire, à qui fut consacré un des cycles romanesques favoris du public occidental, s’annexa, par un coup de pouce donné à l’histoire, le vaste domaine de l’Inde prodigieuse. Les aventures, les exploits qu’on y prêtra au roi explorateur, curieux de tout, qui sondait les profondeurs de la terre, des foréts, des mers et des cieux, donnaient une dimension romanesque au mythe indien. Avec lui la science-fiction médiévale, le merveilleux géographique, la tératologie pittoresque débouchaient sur l’aventure, s’ordonnaient en une quête de merveilles et de monstres” (“L’Occident” 286-87).
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dónicos no fueron otra cosa que un continuo batallar, conquistar y maravillarse ante los pueblos, la fauna y la vegetación, sobre todo en la India. Y tantas son las maravillas que presencia Alejandro en Asia que en algún momento de sus conquistas prefiere guardar silencio sobre ellas ante la seguridad de que no habrían de creerle: “e sobr’esto diz la estoria que vio allí Alexandre aún otras cosas muy maravillosas, que les nunqua quiso dezir a ninguno, por que eran cosas que las non creerién los omnes” (HNo 211).275 Y, en fin, como colofón a su vida pasada en gran parte en la contemplación o el enfrentamiento con lo maravilloso, a su muerte tienen lugar varios portentos, según lo anuncia el título del capítulo XCV: “De las maravillas que parescieron a la muerte de Alexandre” (HNo 219); entre otros: “Mientre este testamiento que oyestes escrivié el so notario ante Alexandre, fiziéron-se a desora truenos e relampagos de grand maravilla, e tremió toda Babiloña” (HNo 219);276 “e era muy gran el lloro e el llanto en aquel logar, tanto que semejava trueno, e aún más cuenta la estoria que entristeció el sol e que falleció” (HNo 220).277 Relato similar se halla en el Libro de Alexandre: las estrellas combaten entre sí (LA 2604), con lo cual concluye así una vida que también se había iniciado bajo signos y portentos que alteran el curso normal de la naturaleza (LA 8-10) y con vaticinios sobre sus conquistas en la India: “¡Este niño conquerrá las indïanas gentes!” (LA 13 b). El Oriente es la tierra de “lo exótico”, “lo extraño”, “lo extraordinario”, “lo fabuloso”, “lo fantástico”, “lo misterioso”, “lo monstruoso”: con todos estos términos, y otros más, se refieren los estudiosos a la imagen del continente asiático transmitida en las obras clásicas y medievales, así como, siglos más tarde, sucederá con las que describan a las otras Indias, las Occidentales. Al tratar de lo maravilloso, habría también que considerar, siguiendo otra vez a Le Goff, si lo “verdadero maravilloso” consiste no tanto en “superar” a la naturaleza como en ir “en contra” de ella y de sus leyes. En otras palabras, las magnitudes de las cosas podrán ser todo lo enormes y “maravillosas” que se quiera, pero las cantidades que las expresan no implican todavía un “cambio 275 “Vidit ibi et alias ammirabiles causas quas alicui dicere noluit pro eo quod essent hominibus incredibilia” (HNo 172). 276 “Igitur quando hoc testamentum scribebatur ante Alexandrum, subito facta sunt tonitrua et fulgura horribilia contremuique tota Babilonia” (HNo 186). 277 “Igitur ingens fletus ac ploratus magnus erat in eo loco quasi tonitruum. Credo equidem quia non solum homines ploraverunt ibi pro tam magno imperatore, sed etiam sol contristatus est et conversus est in eclipsim” (HNo 186, 188). Al estudio de los últimos días de la vida de Alejandro Magno en diferentes tradiciones históricas y literarias están dedicados los trabajos editados por Aerts, Hermans y Visser; para la General Estoria IV véase la contribución de Jonxis-Henkemans.
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cualitativo” en la naturaleza de esas realidades.278 Las secciones dedicadas al relieve, la fauna y la flora del Oriente suministraron abundantes ejemplos: reléanse otra vez para recordar cuán “grandes” son casi todos los animales de la fauna asiática, entre ellos, enumerados en orden alfabético y sin agotar la lista, ánsares, aves de variadas clases, caballos, cangrejos, caracoles, dragones, erizos, gusanos, hormigas, jirafas, leones, murciélagos, peces, perros, puercos, ratas, sanguijuelas, serpientes.279 De los reinos vegetal y mineral, hay que recordar, también sin ánimo de exhaustividad, árboles de distintas clases, cañaveras, conchas, esponjas, hongos, nueces y vides. “En la tierra de Armenia ha grandes montanyas et grandes planos et amplos et grandes rios”, dice La flor de las ystorias de Orient (FYO 62 = FHO 84). Pero no sólo allí, porque en todo lugar del continente, la naturaleza comparte estas características: las selvas son espesas, las tierras, vastas, los ríos, profundos, los soles, muy ardientes, los fríos, muy intensos; nada, en una palabra, se sustrae a lo extremo, lo muy grande, lo muy extenso, lo muy alto, lo muy profundo, lo muy abundante. Pero aún se estaría en un mundo “real” y “normal”. Lo “maravilloso” se instalaría a partir del momento en que comienzan a violarse las leyes del mundo natural, en lo cual consiste, en parte, “lo fantástico”, según algunas definiciones del término. En la fauna se incluirían, entre otros, ánsares bicéfalos, el ave fénix, papagayos de habla humana o un cordero vegetal, pero más particularmente toda esa zoología “imaginaria” y “fabulosa”, como la de los grifos y unicornios, o toda esa fauna híbrida, con esas criaturas de “extraña” o “monstruosa” anatomía, en la cual, en un solo animal, convergen cuerpo, cabeza, orejas, patas y cola de varias especies diferentes.280
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“Une grand partie du domaine du merveilleux a consisté en un élargissement, une déformation du monde normal, du monde naturel. Les géants, les nains, les adjonctions d’un ou de plusieurs organes, ne sont pas habituels mais, au fond, ‘naturels’; de même l’être fabuleux et mythique, et à la limite, les Mischwesen, avec ces formes extrêmes que l’on trouve chez Bosch, qui deviennent insupportables, qui ne son plus seulement un mélange d’homme et d’animal, mais qui se terminent par des objets. Dans la mesure où cela n’existe pas mais pourrait exister, ce n’est qu’un premier niveau du merveilleux; il me semble que dans le ‘vrai’ merveilleux, il y a véritablement quelque chose qui ne se contente pas de dépasser la nature mais qui est contre l’ordre de la nature. Déjà l’outrance, l’extravagance font franchir la frontière du quantitatif au qualitatif” (Le Goff, “Le merveilleux” 35-36). Para Michael, las maravillas de tipo “monstruoso” no van contra la naturaleza, pero la deforman o exageran (“De situ” 513). 279 En cuanto a la fauna, observa Heródoto que, con la sola excepción de los caballos, las aves y los cuadrúpedos de la India son más grandes que en otras tierras (III, 106). 280 Para el enorme interés que tuvo la Edad Media por los seres híbridos (animales, “razas plinianas”, etc.) véase Salisbury 138-59.
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La botánica oriental presenta también casos muy interesantes, especialmente cuando se trata de los árboles oraculares del Sol y de la Luna, que le predicen a Alejandro Magno su futuro y que, según Mandevilla, podían alargar la vida en centenares de años a quienes los guardaran y comieran sus frutos y su bálsamo. Más “maravillosos” son aquellos otros árboles que el mismo Alejandro había encontrado después de dejar el país de los gimnosofistas, en un relato en el cual, como quedó indicado en su lugar, se dan cita lo enorme y gigantesco, lo sobrenatural y maléfico. Estos árboles eran “tan altos que era a grand maravilla”, pero en esto no consistía “lo maravilloso”, puesto que esta categoría no se expresaría sólo en términos cuantitativos, por “des-mesuradas” que sean sus magnitudes, sino cuando se dan esos “saltos cualitativos”, como el ritmo de su crecimiento, que modifican profundamente la naturaleza de las cosas. Véase otra vez todo el pasaje: e avién tal natura que nascién en la mañana con el sol a primora, e salién essora de su tierra e en salir e yr suso en alto duravan fasta la sesta ora del día, e d’essa ora sesta del día otrossí conmençavan a descender e meter-se so tierra, e quando vinié el ora en que se ponié el sol, eran todos acabados de seer entrados todos so tierra. E estos árvoles levavan un fructo que davan muy buen olor. E Alexandre, luego que vio aquellos árvoles cómo crecién, maravilló-se ende mucho, e non era sin guisa, ca mucho era cosa maravillosa de assí crecer a día e assí descrecer, e quando cató el fructo que nascié en essos árvoles pareció’l muy fermoso, e mandó a un so cavallero que llegasse e tomasse d’aquellas maçanas e’l aduxié’s d’ellas. E el cavallero llegó, e assí como echó la mano en una d’aquellas maçanas pora coger-la e adozirla a Alexandre, tomó’l luego al ora el demonio e echó’l muerto. E luego al ora oyeron del cielo una voz que les dixo assí: “Guardat-vos non se llegue ninguno de vos a estos árvoles más de quando agora ydes llegados, que qualquier que a estos árvoles se allegue luego cadrá muerto”. (HNo 192)
Todo aquí es “fantástico” y “maravilloso”, especialmente, lo que aquí interesa más, ese nacer, crecer, decrecer y morir en el término de un solo día. También en su momento se adujo este pasaje del Libro de las maravillas del mundo: Item vltra este rrio mas auant en los desiertos ay vn grant plano arenoso, et entre las montaynnas et este plano todos dias al sol sallient comjen[ç]an a crescer arboletes chicos, et crescen ata medio dia et trahen fructo, mas ninguno no osa prender d’aquel fructo car es cosa fadada. Et empues medio dia eillos descrecen et entran en tierra asi que al sol en tierra eillos no parescen mas, et assi fazen eillos todos dias et es vna grant marauella. (LMM 140-41)
Es interesante observar un texto muy semejante en el Libro del Caballero Zifar, justamente en el contexto de las aventuras del Caballero Atrevido, uno
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de los episodios “fantásticos” de la obra, según quedó apuntado páginas atrás. Vale la pena citar el pasaje en toda su extensión: E desy venieronse para el palaçio mayor e asentaronse en vn estrado, e venieron ante ellos muchos trasechadores que plantauan los arboles en medio del palaçio, e luego nasçian e cresçian e floreçian e leuauan fruto, del qual fruto cogian las donzellas e trayan en los baçines al cauallero e a la dueña. E tenia el cauallero que aquella fruta era la mas fermosa del mndo e mas sabrosa. “Ay Nuestro Señor! —dixo el cauallero— que estrañas cosas ha en esta tierra mas que en la nuestra!”. “Çertas — dixo la dueña— e avn mas estrañas veredes, ca todos los arboles desta tierra e las yeruas nasçen e floresçen e dan fruto nueuo de cada dia, e las otras reses paren a syete dias”. “Commo señora —dixo el cauallero— pues sy vos ençinta sodes, a syete dias abredes fruto?” “Çertas —dixo ella— verdat es”. “Bendita sea tal tierra! —dixo el cauallero— que tan ayna lieua e tan abondada es en todas cosas”. Asy pasaron su tienpo muy viçiosamente fasta los syete dias, que encaesçio [parió] la dueña de su fijo. E fasta los otros syete dias fue çerca tan grande commo su padre. “Agora —dixo el cauallero— veo que todas las cosas cresçen aquí adesora; mas marauillome por que lo faze Dios en esta tierra mas que en la nuestra”. (LCZ 244)
Como sucedió antes con el pasaje del rescate de Grima, aquí también la narración da lugar a varios deslindes y distinciones muy interesantes. El Caballero Atrevido se encuentra, ciertamente, en tierra donde tienen lugar “extrañas cosas”, sobre todo en esos ritmos de crecimiento en los reinos vegetal, animal y humano, en los cuales todo se produce “a deshora”: los árboles aquí también (como los de Alfonso X y Mandevilla) nacen y mueren en el lapso de una jornada y dan frutos muy sabrosos, mientras que los animales y las mujeres dan a luz a los siete días apenas de quedar embarazadas. Es un mundo, nótese también, en el que reina la abundancia y cuyas diferencias con el suyo advierte el Caballero Atrevido no una, sino dos veces en el transcurso de su conversación con la señora del lago. Pero este mundo “extraño” y “fantástico”, en definitiva, también depende de la voluntad divina: lo “maravilloso cristiano” se impone aquí también y el Caballero Atrevido no se maravilla de que las cosas sean allí como son en ese mundo, a diferencia del suyo, sino de por qué Dios, en el misterio de su obrar, lo dispone así: en definitiva, es el triunfo de “lo cristiano/misterioso” que irrumpe, se instala y prevalece en pleno episodio “fantástico”.281 281 Corfis comenta así parte de este pasaje: “The dichotomy of the real world (‘la nuestra’) and the fantastic world (‘esta tierra’) is ever maintained. The world into which the knight enters is beyond reality and belief” (“The Fantastic” 76). La dicotomía, ciertamente, existe, pero aunque el Caballero Atrevido se halle lejos de “su” mundo, no lo está de “su” creencia: justamente, es su fe en el obrar misterioso de Dios la que le permite explicarse la existencia de ese mundo en el que ocurren tantas “cosas extrañas”. Walker, por su parte,
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Al cabo de un prólogo, una introducción y seis capítulos, lo que ahora menos necesitan los lectores es una extensa conclusión que cierre este libro. Y es que, si bien es hora de finalizarlo, con muy pocas palabras, no puede concluir. Al contrario: a lo largo de sus páginas se han ido planteando problemas, sugiriendo temas, suscitando interrogantes, muchos de los cuales merecerían un tratamiento más detenido que el recibido hasta aquí. Las investigaciones, entonces, no sólo no terminan, sino que deben continuar: quedaron ya indicadas varias cuestiones todavía por analizar, como el centro de la ecumene medieval, representado, aunque no exclusivamente, por la ciudad de Jerusalén y que no lo fue sólo en un sentido estrictamente geográfico (como se ve en tantos mapas, sobre todo los del tipo T-O), sino también religioso y espiritual. Justamente, como también quedó apuntado en el prólogo, el estudio detallado de la cartografía hispanomedieval requiere un libro aparte, que sólo podrá escribirse tras el examen no sólo de los materiales ya publicados, sino también después de una larga, laboriosa y paciente investigación en bibliotecas y archivos en donde, sin duda, ha de encontrarse un buen número de manuscritos inéditos con mapas y cartas geográficas. La etnografía hispanomedieval, prescindiendo ahora de si existió o no una disciplina de este nombre, o, si se prefiere, las “ideas etnográficas”, serían también dignas de otro trabajo. Y, en fin, repitiendo también lo indicado al principio, la “retórica” o “discurso de la geografía”, y de la etnografía, aguardan un examen no menos detenido. Y también las ideas metageográficas como el etnocentrismo, el eurocentrismo, el determinismo geográfico y la teoría de las regiones en las obras de la España medieval, por citar las más importantes, pero no las únicas.282
observa: “The truly fantastic elements are few. The most remarkable feature is the speeding up of time in the lake kingdom to such an extent that plants, animals and human beings reach maturity in seven days; but even this does not depend on any mechanical or magical aids” (91). Es cierto, pero esa realidad depende de los designios misteriosos de Dios. 282 Véase Lewis-Wigen 194-200 para la propuesta de diez principios de una “metageografía crítica”.
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Este libro, entonces, lejos de concluir, exige una continuación con el tratamiento de todas estas cuestiones, además de otras que fácilmente podrían identificarse en el transcurso de la lectura que ahora llega a su fin. Se esboza aquí todo un programa de investigaciones futuras al que este autor quisiera consagrarse en los próximos años pero que sólo puede llevarse a cabo con la labor y la cooperación solidaria de muchos otros estudiosos de la España medieval. Recordando una vez más las palabras de Juan de Mandevilla en el epígrafe con que se inició este libro, quedan todavía por caminar diversas vías y estudiar aún más la diversidad del mundo, con todas sus cosas extrañas: los senderos a recorrer son muchos y quizás no sean pocas las maravillas que a su vera aguardan al curioso y atento viajero.
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ÍNDICE
PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Biografía de este libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Justificación de este libro y sus posibles lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Corpus estudiado y plan del libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ediciones utilizadas y normas editoriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
5 5 7 8 13 14
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La deuda medieval con la Antigüedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marco Polo y los unicornios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Transmisión textual y concepción tradicional del saber . . . . . . . . . . . . . . . Existencia y perduración de la geografía medieval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Originalidad de la geografía medieval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
17 17 25 30 33 36
CAPÍTULO I. FORMA Y DIVISIÓN DE LA TIERRA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La esfera celeste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Disco o esfera? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La Tierra como una pelota; el huevo cósmico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pruebas de la esfericidad del universo y de la Tierra . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuatro partidas, tres continentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Noé y su descendencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cinco zonas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las antípodas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
43 43 45 50 54 58 68 73 77
CAPITULO II. EL OCEÁNO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cosmología y mitología del océano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Geografía del océano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
87 87 93
CAPÍTULO III. EL OCCIDENTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las columnas de Hércules . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las islas Afortunadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
99 99 103
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Las Hespérides . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Geografía de las islas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El monte Atlas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
107 110 115
CAPÍTULO IV. EL SEPTENTRIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La “idea del Norte” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Clima y tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Geografía y clima del Septentrión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La ultima Thule . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
123 123 127 130 136
CAPÍTULO V. EL MEDIODÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . África, Libia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Lucano y Alfonso X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Delimitaciones geográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Libia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Clima de Libia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las Sirtes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Diversidad climática de Libia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Geografía física de Libia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Falta de agua y vegetación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fauna: las serpientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Geografía y mitología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El río Nilo: situación geográfica y nombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Origen y fuentes del Nilo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un poco de historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Recorrido del Nilo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Brazos y desembocaduras del Nilo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Geografía y clima de la región . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las crecidas del Nilo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fauna nilótica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las dos Etiopías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La Etiopía africana: geomorfología y clima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Zoología etíope . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
143 143 145 149 152 155 159 163 165 169 174 179 182 187 195 198 210 214 218 234 237 242 246
CAPÍTULO VI. EL ORIENTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Delimitaciones geográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De Mandeville a Mandevilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marco Polo en España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Geomorfología de Oriente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Clima de Oriente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Las ideas geográficas y la imagen del mundo
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Zoología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fauna extraña y maravillosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Flora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El “discurso de la abundancia” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Maravillas, magia, milagros y realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . “Lo real”, “lo maravilloso” y “lo fantástico” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
294 318 324 331 348 360
PALABRAS FINALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ediciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estudios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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