Espacio variacional y cambio lingüístico en español 8498956625, 9788498956627


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Índice
Prefacio
Capítulo 1. Introducción
1. Punto de partida
2. Objetivo y metodología
3. Sobre glotónimos y variedades
4. Los fenómenos estudiados
5. Organización del volumen
Capítulo 2. Espacio variacional y cambio lingüístico
1. Espacio variacional y geografía lingüística
2. Problemas y fases del cambio lingüístico
2.1. El cambio lingüístico: problemas y fases
2.2. Fase I o fase de la innovación
2.3. Fase II o fase de la difusión
2.4. Fase III o fase de la adopción
3. Cambio lingüístico, contacto dialectal y estandarización
3.1. Contacto dialectal: el proceso de koineización
3.2. Mezcla dialectal, koineización y estandarización
3.3. Estandarización y supralocalización
4. Datos, corpus, atlas
4.1. Corpus y atlas lingüísticos
4.2. Los atlas lingüísticos como fuentes de datos
4.2.1. El Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI)
4.2.2. Los atlas regionales
4.2.3. El Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER)
4.3. Fuentes documentales: Corpus de documentos españoles anteriores a 1700 (CODEA)
Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar
1. El problema: la creación del adverbio de lugar dónde en español estándar
2. El espacio del adverbio de lugar
2.1. El adverbio de lugar en las monografías dialectales
2.2. El adverbio de lugar en el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica
2.2.1. Geografía y reconstrucción histórica
2.2.2. Distinciones semánticas en el interrogativo de lugar (ALPI)
2.2.3. Foco y creación de ánde
2.3. El adverbio de lugar en los atlas regionales
2.3.1. E ladverbio de lugar en el ALECant
2.3.2. El adverbio de lugar en el ALEANR
2.3.3. E ladverbio de lugar en el ALECMan
2.3.4. El adverbio de lugar en el ALEA
2.4. El adverbio de lugar en el COSER
2.4.1. Presentación de las variantes del adverbio de lugar en el COSER
2.4.2. Distribución dialectal del adverbio de lugar en el COSER
2.4.3. Distinciones semánticas del adverbio de lugar en el COSER
3. La historia del adverbio de lugar
3.1. Cronología del cambio
3.2. Descripción de las variantes
3.2.1. El adverbio relativo de lugar ó (y sus variantes)
3.2.2. El adverbio relativo de lugar onde
3.2.3. E ladverbio relativo de lugar do
3.2.4. El adverbio relativo de lugar donde
3.3. La formación de donde: mezcla dialectal y conflicto de normas
4. Digresión: d- como «basura» morfológica. El caso de diban
Capítulo 4. Historia y espacio de las desinencias de 2.ª persona plural
1. El problema: la creación de las desinencias de 2.ª persona plural en español estándar
2. El espacio de las desinencias de 2.ª persona plural
2.1. Las desinencias de 2.ª persona plural en las monografías dialectales
2.2. Las desinencias de 2.ª persona plural en el Atlas lingüístico de la Península Ibérica
2.2.1. Distribución geográfica de las desinencias de 2.ª persona plural en el ALPI
2.2.2. Geografía y reconstrucción lingüística
2.3. Las desinencias de 2.ª persona plural en los atlas regionales
2.3.1. Las desinencias de 2.ª persona plur al en el ALECant
2.3.2. Las desinencias de 2.ª persona plural en el ALCyL
2.3.3. L as desinencias de 2.ª persona plural en el ALEANR
2.3.4. Las desinencias de 2.ª persona plural en el ALECMan
2.3.5. Las desinencias de 2.ª persona plural en el ALEA
2.4. Las desinencias de 2.ª persona plural en el COSER
2.4.1. Clases complementarias y las desinencias de 2.ª persona plural en el COSER
2.4.2. La extensión geográfica de querís en el COSER
2.4.3. La extensión de -ís a otros tiempos verbales en el COSER
3. La historia de las desinencias de 2.ª persona plural
3.1. Cronología del cambio
3.2. Descripción de las variantes
3.2.1. Las ter minaciones largas -des
3.2.2. Las desinencias sincopadas (-áes, -ées) y monop- tongadas (-ás, -és)
3.2.3. Las desinencias diptongadas (-áis, -éis)
3.2.4. La extensión del diptongo a la terminación -stes
3.3. Las desinencias de 2.ª persona plural: ritmo del cambio y conflicto de normas
Capítulo 5. Conclusiones
1. El principio metodológico
2. La teoría del cambio lingüístico
3. La variación dialectal del español
4. La formación del español estándar
Referencias bibliográficas
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ESPACIO VARIACIONAL Y CAMBIO LINGÜÍSTICO EN ESPAÑOL

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FLORENCIO DEL BARRIO DE LA ROSA

ESPACIO VARIACIONAL Y CAMBIO LINGÜÍSTICO EN ESPAÑOL

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Visor Lingüística/22

Foto cubierta: Florencio del Barrio © Florencio del Barrio © Visor Libros, S. L. Isaac Peral, 18 - 28015 Madrid ISBN: 978-84-9895-662-7 Depósito Legal: M-35021-2018 Impreso en España

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ÍNDICE Prefacio ...............................................................................

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Capítulo 1. Introducción...................................................... 1. Punto de partida .......................................................... 2. Objetivo y metodología ............................................... 3. Sobre glotónimos y variedades ..................................... 4. Los fenómenos estudiados ........................................... 5. Organización del volumen ...........................................

17 17 19 23 25 28

Capítulo 2. Espacio variacional y cambio lingüístico.......... 1. Espacio variacional y geografía lingüística .................... 2. Problemas y fases del cambio lingüístico ...................... 2.1. El cambio lingüístico: problemas y fases ................ 2.2. Fase I o fase de la innovación ................................ 2.3. Fase II o fase de la difusión ................................... 2.4. Fase III o fase de la adopción ................................ 3. Cambio lingüístico, contacto dialectal y estandarización ... 3.1. Contacto dialectal: el proceso de koineización ....... 3.2. Mezcla dialectal, koineización y estandarización .... 3.3. Estandarización y supralocalización ....................... 4. Datos, corpus, atlas ...................................................... 4.1. Corpus y atlas lingüísticos ..................................... 4.2. Los atlas lingüísticos como fuentes de datos .......... 4.2.1. El Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) .... 4.2.2. L  os atlas regionales ........................................... 4.2.3. E  l Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER) 4.3. Fuentes documentales: Corpus de documentos españoles anteriores a 1700 (CODEA) ..........................

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar.......... 1. El problema: la creación del adverbio de lugar dónde en español estándar ..........................................................

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2. El espacio del adverbio de lugar ................................... 2.1. El adverbio de lugar en las monografías dialectales ... 2.2. El adverbio de lugar en el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica ................................................... 2.2.1. G  eografía y reconstrucción histórica ................. 2.2.2. D  istinciones semánticas en el interrogativo de lugar (ALPI) .................................................. 2.2.3. F  oco y creación de ánde ................................... 2.3. El adverbio de lugar en los atlas regionales ............ 2.3.1. E  l adverbio de lugar en el ALECant ................ 2.3.2. El adverbio de lugar en el ALEANR ............... 2.3.3. E  l adverbio de lugar en el ALECMan .............. 2.3.4. El adverbio de lugar en el ALEA ..................... 2.4. El adverbio de lugar en el COSER ......................... 2.4.1. P  resentación de las variantes del adverbio de lugar en el COSER ........................................ 2.4.2. Distribución dialectal del adverbio de lugar en el COSER ........................................................ 2.4.3. Distinciones semánticas del adverbio de lugar en el COSER ..................................................... 3. La historia del adverbio de lugar .................................. 3.1. Cronología del cambio .......................................... 3.2. Descripción de las variantes ................................... 3.2.1. E  l adverbio relativo de lugar ó (y sus variantes) .... 3.2.2. El adverbio relativo de lugar onde ..................... 3.2.3. E  l adverbio relativo de lugar do ......................... 3.2.4. El adverbio relativo de lugar donde ................... 3.3. La formación de donde: mezcla dialectal y conflicto de normas ............................................................. 4. Digresión: d- como «basura» morfológica. El caso de diban .... Capítulo 4. Historia y espacio de las desinencias de 2.ª persona plural....................................................................... 1. El problema: la creación de las desinencias de 2.ª persona plural en español estándar .................................... 2. El espacio de las desinencias de 2.ª persona plural ........ 2.1. Las desinencias de 2.ª persona plural en las monografías dialectales ........................................................ 2.2. Las desinencias de 2.ª persona plural en el Atlas lingüístico de la Península Ibérica ...........................

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Índice

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Índice

2.2.1. D  istribución geográfica de las desinencias de 2.ª persona plural en el ALPI ............................... 2.2.2. Geografía y reconstrucción lingüística ............... 2.3. Las desinencias de 2.ª persona plural en los atlas regionales .............................................................. 2.3.1. L as desinencias de 2.ª persona plural en el ALECant ...................................................... 2.3.2. L as desinencias de 2.ª persona plural en el ALCyL ......................................................... 2.3.3. L as desinencias de 2.ª persona plural en el ALEANR ...................................................... 2.3.4. L  as desinencias de 2.ª persona plural en el ALECMan .................................................... 2.3.5. L  as desinencias de 2.ª persona plural en el ALEA ............................................................ 2.4. L as desinencias de 2.ª persona plural en el COSER ................................................................. 2.4.1. C  lases complementarias y las desinencias de 2.ª persona plural en el COSER ......................... 2.4.2. L  a extensión geográfica de querís en el COSER ........................................................ 2.4.3. L  a extensión de -ís a otros tiempos verbales en el COSER .................................................... 3. La historia de las desinencias de 2.ª persona plural ....... 3.1. Cronología del cambio ........................................... 3.2. Descripción de las variantes .................................... 3.2.1. L  as terminaciones largas -des ........................... 3.2.2. Las desinencias sincopadas (-áes, -ées) y monoptongadas (-ás, -és) .. ......................................... 3.2.3. Las desinencias diptongadas (-áis, -éis) ............. 3.2.4. L a extensión del diptongo a la terminación -stes .............................................................. 3.3. Las desinencias de 2.ª persona plural: ritmo del cambio y conflicto de normas .......................................

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Capítulo 5. Conclusiones...................................................... 1. El principio metodológico ........................................... 2. La teoría del cambio lingüístico ................................... 3. La variación dialectal del español ................................. 4. La formación del español estándar ...............................

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Referencias bibliográficas .................................................

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A más cómo, menos por qué. Jorge Wagensberg

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PREFACIO En la presente monografía culmina una línea de investigación personal en la lingüística histórica del español, cuyos fundamentos han de buscarse en nuestra visión de la lengua como un conjunto ordenado de variantes. La variación constituye, pues, nuestro foco de interés. Por más que los hablantes manejen la variabilidad lingüística con espontaneidad, y a pesar de los avances que las diferentes escuelas han conseguido para entenderla, el estudio de la variación supone aún un reto para los lingüistas. No es preciso reivindicar a estas alturas la trascendencia de la variación, condición esencial de la naturaleza de una lengua y mecanismo crucial para el funcionamiento de la arquitectura diasistemática del edificio lingüístico. Nuestra intención es dar un paso hacia delante y aplicar la variación como técnica de indagación para comprender el problema que plantea una de sus consecuencias posibles: el cambio lingüístico. Con esta finalidad, nos proponemos el estudio de dos procesos de cambio característicos de la historia del español, la formación de los adverbios interrogativos y relativos de lugar y la evolución de las desinencias de 2.ª persona plural. Ambos fenómenos actúan en planos lingüísticos diferentes, la sintaxis y la morfología flexiva, pero comparten la característica de presentar variantes cuya aceptación social, expansión geográfica y rentabilidad funcional ha variado a lo largo de la historia. La investigación que subyace a este libro se ha venido plasmando en diferentes publicaciones y encuentros científicos desde, al menos, 2015. En la primavera de ese año organizamos en la Università Ca’ Foscari de Venecia unas jornadas sobre la difusión del cambio lingüístico. El objetivo del encuentro era reunir a un grupo de especialistas en esta fase del cambio y ofrecer un foro de discusión sobre la necesidad de dar a su análisis la importancia que le corresponde. En esa

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ocasión presentamos los primeros resultados de la investigación sobre las variantes dialectales de dónde en el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. Un año más tarde, de nuevo en primavera, nos surgió la oportunidad de dar una tímida materialización a nuestras reflexiones acerca de los vínculos entre variación, cambio lingüístico y estandarización gracias a la invitación del prof. Renzo Miotti a impartir un seminario en la Università degli Studi de Verona. El título del seminario fue «La estandarización del español: historia, variación, selección. Aspectos teóricos y estudios de caso». En el otoño de 2016 presentamos los resultados de la investigación sobre la historia de dónde en el «IV Congreso Internacional de Corpus Diacrónicos en Lenguas Iberorrománicas» de la Universidad de Alcalá, resultados que perfilaban los que ya habíamos tenido oportunidad de discutir en el «X Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española» que se celebró en la Universidad de Zaragoza en septiembre de 2015. Esos materiales toman de nuevo forma en el presente volumen, con mayor amplitud, y reciben, creemos, un análisis más preciso. A la puertas del verano de 2017 expusimos algunas consideraciones sobre la extensión geográfica de las desinencias de 2.ª persona plural con datos extraídos del Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER). Esos datos se amplían aquí considerablemente, en especial por lo que atañe a su parte histórica, y su tratamiento alcanza ahora mayor detalle. Para los dos estudios de caso, además de llevar a cabo el análisis cuantitativo y cualitativo, hemos incluido lo que las monografías dialectales y los atlas lingüísticos regionales aportan a la inteligibilidad de su vigencia y extensión actual. Al estar elaborados en el intervalo temporal que va del gran atlas peninsular a las nuevas investigaciones sociodialectales del COSER, los atlas de dominios más pequeños nos ayudan a completar los años de mediados del siglo XX y a esbozar una evolución en «tiempo real» de los cambios estudiados. El objetivo principal del volumen que el lector tiene en sus manos es proponer y defender un principio metodológico, el cual formulamos en la Introducción y cuya validez demostraremos en los capítulos centrales a través del análisis pormenorizado, en las dimensiones geolingüística, diastrática y diacrónica, de los dos procesos de cambio lingüístico mencionados. Cada uno de ellos, adverbios locativos y sufijos desinenciales, plantea problemas específicos en su evolución, pero ambos comparten el disponer de una amplia gama de variantes diacrónicas, geográficas y sociales. El que un mismo método pueda explicar de manera coherente el desarrollo histórico de

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Prefacio

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los dos fenómenos seleccionados prueba su validez y pone los cimientos para aplicarlo a otros procesos de cambio. El hilo histórico de los dos casos estudiados se desenvuelve de forma bien distinta en América. Esta afirmación resulta obvia para el caso de las desinencias de 2.ª personal plural, pero lo mismo podría sostenerse por lo que concierne al desarrollo y a la evolución de los adverbios interrogativos de lugar. Salvo algunas indicaciones puntuales y las referencias bibliográficas imprescindibles, el lector no encontrará un análisis de la historia de estas unidades en las variedades americanas. Somos plenamente conscientes de que un tratamiento exhaustivo de la compleja red de geolectos, registros, lenguas nacionales, contactos, momentos históricos y coyunturas normativas que solo por comodidad se engloba bajo el marbete «español de América» habría requerido un espacio del que no disponemos. Creemos que nuestro principio metodológico es perfectamente extensible a la diacronía de las variedades americanas y que los conjuntos de material lingüístico referido a la historia del español americano, cada vez más numerosos y variados, facilitan este tipo de estudio. Se cierran estas palabras preliminares con un breve párrafo de reconocimientos. Me gustaría dejar constancia aquí de mi agradecimiento hacia los responsables de la editorial Visor Libros, que aceptaron mi propuesta y la acogieron en la colección de Lingüística. Con los colegas que leyeron borradores anteriores de este libro o de alguno de los capítulos, y muy en especial, con Nacho Arroyo, compañero en Ca’ Foscari, y Jorge Leiva, de la Universidad de Málaga, he contraído una deuda de gratitud por su ayuda y su diligencia. Sus comentarios y sus correcciones han contribuido a mejorar, sin duda alguna, la versión final. Los errores y los fallos que quedan son enteramente míos. Mi padre y mi mujer me animaron a continuar; y eso he hecho. A ellos va un reconocimiento especialmente afectuoso. Para finalizar, una dedicatoria: a mis hijas, en la esperanza de que el tiempo que no les he dedicado haya merecido la pena.

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CAPÍTULO 1 INTRODUCCIÓN 1.  PUNTO DE PARTIDA Los fragmentos reproducidos en (1) están tomados de trabajos y estudios dedicados a investigar distintos fenómenos de cambio morfosintáctico en la historia del español. (1) a) Pero hay, además, en la evolución fonética del futuro, otra vacilación de singular duración en castellano: la relativa a la fijación del resultado correspondiente en los casos en los que un grupo romance ha dado varias soluciones. […] Decíamos arriba que en la vacilación entre pérdida y conservación de la protónica en los futuros y condicionales, la tendencia espontánea del idioma a la pérdida se contrapesaba con una influencia de carácter morfológico (Saralegui 1981-1983: 445). (1) b) For many speakers, -ades and -á(i)s, -edes and -é(i)s, -ides and -ís may have constituted sets of allomorphs in free variation, a situation which often indicates a change in progress (Dworking 1988a: 231). (1) c) La posición del pronombre en las estructuras de infinitivo regidas por preposición sufrió una evolución cronológica pendular o de vaivén; es decir, se pasó de la práctica habitual de la posposición pronominal al infinitivo (p. ej: por vengarse) a la de anteposición (por se vengar) y posteriormente se volvió a la primera solución (por vengarse) (Castillo Lluch 1996: 264) (1) d) Nos hallamos ante una situación en la que por una parte alcanzamos el máximo de recarga formal (resulta extraordinariamente

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antieconómico para un sistema lingüístico tener cinco formas distintas [do, ado, onde, donde, adonde] para una misma función); por otra parte se ha dado sin embargo una simplificación funcional: no hay ya distintas unidades funcionales en el sistema, todas son de uso general y ninguna de uso específico (Herrero 2002: 673-674). (1) e) Antes de este periodo los posesivos muestran una gran gama de formas. Diversos estudios han documentado en español antiguo un sistema bastante inestable de formas posesivas, expuestas abajo, que terminaron por reducirse y constituir la moderna doble serie de posesivos (Huerta 2009: 624). (1) f ) El desequilibrio que se observa en la lengua medieval entre la posibilidad estructural paradigmática de anteposición de ambos posesivos, átonos y tónicos, y el desempleo real en los textos de la serie tónica en la anteposición debió constituir una de las causas de la desaparición de la estructura artículo + posesivo de la lengua española general (Company 2009: 764) (1) g) A  sí pues, la estructura analizada [la secuencia de que con completivas], que podría haber causado la desestabilización del sistema y erigirse en un fenómeno de cambio lingüístico, supone, únicamente, un proceso de variación lingüística, cada vez más frecuente pero, que, como acabo de señalar, al quedar limitado a los estratos culturales más bajos, no ha llegado a poner en peligro, si es que puede decirse así, nuestro sistema lingüístico (Serradilla Castaño 2014: 953). (1) h) En el español medieval, especialmente en el siglo xiii, la forma latina -mente se documenta con una amplia gama de variantes morfofonémicas/gráficas: con diptongación y sin ella: miente ~ mente; con presencia de una -r- interna y sin ella: mientre ~ miente; con apócope —que es erosión fónica— y sin ella: mient, ment ~ miente, mente. Por lo tanto, se pasa de una etapa de mayor variación morfofonémica/gráfica a una etapa de invariación morfémica: solo -mente. La fijación morfológica es también una característica de la gramaticalización (Company 2014: 491).

En estos fragmentos se destacan los siguientes aspectos: las «vacilaciones» o el polimorfismo de las formas alternantes enfrentadas a la «fijación» de un estado de lengua (a); la «libre variación», que es vista necesariamente como la señal del inicio o desarrollo de un cambio

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(b); el «vaivén» que a veces se observa en las estructuras variables (c); lo «extraordinariamente antieconómico» que resulta la pluralidad de variantes (d); la «inestabilidad» que estas opciones lingüísticas alternativas conllevan para el sistema (e), hasta el punto de que pueden «poner[lo] en peligro» (g); el «desequilibrio» como una de las causas de los cambios lingüísticos (f ) y la «invariación» y la «fijación», es decir, el fin de la variación, como finalidad y consecuencia del cambio gramatical (h). Estas citas podrían multiplicarse considerablemente, ya que son frecuentes en los trabajos de lingüística histórica del español y de otras lenguas. En ellas, se refleja lo que la teoría sociolingüística reciente ha denominado «la hipótesis de Babel» (The Babelian Hypothesis) (Chambers 1995: 208). La variación es considerada como algo arbitrario, antieconómico, inestable y no funcional, que debe necesariamente culminar en el cambio lingüístico. Este tendría, por lo tanto, una motivación terapéutica y funcional. Nuestro punto de partida es de alguna manera una reacción a este modo, generalizado en los estudios de historia del español y del que los fragmentos de (1) representan una pequeña muestra, de considerar los cambios lingüísticos. No queremos únicamente enfatizar la independencia entre variación y cambio; de sobra conocido es el principio bien fundado en la sociolingüística de que no hay cambio sin variación, pero se olvida o se descuida el hecho de que la variación no implica forzosamente el cambio; es más, los procesos de cambio son solo uno de los resultados posibles en un escenario variacional. La variación no constituye un estado lingüístico extraordinario (y mucho menos: «no funcional», «antieconómico», «inestable», «arbitrario», «caótico», etc.), sino una situación habitual dentro de la comunidad de habla y con la que los hablantes conviven diariamente sin impedimentos para la comunicación, la cognición o cualquiera de las finalidades y motivaciones de uso de la lengua. Nuestra intención principal en este libro es aprovechar la variación presente en (un estado de) la lengua para, precisamente, explicar mejor los procesos de cambio que se ponen en marcha. No consideramos la variación como un obstáculo, sino como una oportunidad. 2. OBJETIVO Y METODOLOGÍA En el primer acto de la ópera wagneriana, Gurnemanz invita al joven Parsifal a los territorios del Grial y, mientras le acompaña, dice:

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«Zum Raum wird hier die Zeit». El principio que esta imagen simboliza (el tiempo convertido en espacio) se encuentra en la base de la importancia que la dialectología del español tiene para la reconstrucción histórica de las etapas de su evolución. Los estudios dialectológicos han vuelto a ocupar una posición privilegiada no ya para reavivar la atención por la variación dialectal de los fenómenos gramaticales del español actual, olvidada por el peso y prestigio que ha tenido el estudio de la norma estándar, sino también para reconstruir etapas pretéritas de la formación histórica de nuestra lengua. Recientemente, en concreto a partir de los trabajos de Fernández-Ordóñez (cf. sobre todo 2011a, así como el §4.1 del capítulo segundo del presente volumen), quien a su vez renueva una visión tradicional de la dialectología, se ha puesto de manifiesto cómo las fases históricas en el devenir del español quedan reflejadas en su actual división dialectal: la historia lingüística se convierte en espacio. En nuestro caso, no se trata de considerar solo el espacio geográfico, sino también el espacio variacional. Teniendo esto presente, nuestro objetivo consiste en aprovechar la variación lingüística para explicar el cambio lingüístico, con la convicción de que la refutación o aceptación de una construcción teórica acerca de un cambio concreto, así como las posibles explicaciones sobre las causas o motivaciones que lo producen y que llevan a los hablantes a adoptarlo, debe constituir una fase sucesiva, en la investigación en lingüística histórica, a la de la ordenación de las variantes dentro de ese espacio. Aunque insistiremos en que la variación es consustancial a la naturaleza de la lengua y examinaremos, en los límites de este libro (algunos de) los factores que condicionan la variabilidad de los fenómenos estudiados, nuestra propuesta es de método. El principio metodológico que defendemos en nuestro libro queda explicitado en (2): (2) La colocación en un espacio variacional de las variantes implicadas en un proceso de cambio debe constituir un paso metodológico previo a la formulación de hipótesis teóricas acerca de las causas y factores, internos o externos, del cambio o de una de sus fases.

El objetivo principal de este libro no es otro que demostrar la validez y necesidad del fundamento metodológico enunciado en (2), con la intención de asentar de modo explícito y firme un método de investigación en la historia de la lengua española.

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No pretendemos sostener la supremacía de factores externos, es decir, el carácter dialectal o la significación social y estilística de las formas lingüísticas, por encima de factores internos, es decir, las propiedades fonológicas o morfosintácticas de una estructura, las restricciones tipológicas de una lengua o las escalas o cadenas de gramaticalización en las que entra un determinado fenómeno (cf. Gerritsen y Stein 1992). No se trata, pues, de enfrentar causas intralingüísticas con motivaciones extralingüísticas; es más, es probable que cada una de las fases de cambio requiera un tipo de explicación diferente y el recurso a causas de distinta naturaleza (remitimos al §2 del capítulo segundo de este libro). Nos proponemos, en cambio, algo más sencillo y básico: una llamada de atención sobre la necesidad metodológica de aprovechar el ser variacional de la lengua —o, en palabras de Weinreich, Labov y Herzog (1968), «the possibility of describing orderly differentation within language»—, con el objetivo de formular hipótesis y proponer explicaciones para la comprensión de los procesos de cambio. Es bien sabido cómo el español antiguo presentaba un sistema de posesivos que distinguía, tanto en singular como plural, una forma femenina (mi boca/mis orejas, tu lengua/tus mexiellas, su mano/sus mugeres) y otra masculina (mio amigo/mios pies, to cuello/tos ojos, so logar/sos cavallos) y que esta distinción genérica desaparece en la evolución histórica y no se mantiene en la norma estándar actual. Para la explicación de este cambio, la bibliografía proponía factores internos (extensión del femenino, fonética sintáctica, tonicidad de las formas, etc.), elaborados a partir de las confusiones genéricas que transmitían los textos, mayoritariamente literarios, de los que los investigadores tomaban los datos, y que —por si fuera poco— contravenían principios generales de cambio como el que enuncia que las formas no marcadas, como el masculino, reemplazan a las marcadas, como el femenino. En nuestro trabajo (Del Barrio 2014, al que remitimos para la revisión bibliográfica y una argumentación en detalle), empezamos por ordenar las variantes en el espacio geográfico y registral y demostramos, además de la distribución dialectal de cada subsistema y los factores externos (foco geográfico, formalidad de los registros y ámbitos comunicativos) que coadyuvaban a la adopción de los posesivos mi/tu/su en el español estándar, cómo la pérdida de la distinción genérica en los posesivos no procedía de manera arbitraria y azarosa, sino que se ajustaba, tanto en las áreas occidentales (sos  mio) como en las orientales (sus  mis), a una escala gradual, según la cual la persona 3.ª plural borraba las marcas flexivas de masculino/femenino

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antes que la 1.ª singular. Se ponía de manifiesto así que la pérdida de la distinción genérica en los posesivos medievales cumplía el principio implicativo que Greenberg (1963) formula en su universal 37: «A language never has more gender categories in nonsingular numbers than in the singular». A pesar de ser uno de los cambios más estudiados y representativos de la historia del español, ningún trabajo anterior había captado en su totalidad el proceso de cambio. Nótese, y a eso vamos, cómo la colocación de las variantes en juego en el proceso de cambio de la pérdida de distinción genérica de los posesivos medievales en el interior de un espacio variacional, geográfico, primero, y discursivo y estilístico, a continuación, sacaba a la luz una cadena de cambio. En otros términos, la consideración de factores externos, previa a la formulación de una hipótesis, permitía confirmar, calibrar y afinar la intervención de factores internos (plural  singular, masculino [no marcado]  femenino [marcado]). Además, el descubrimiento de la preferencia de los ámbitos comunicativos más formales y prestigiosos, representados por la Cancillería real, por las formas mi/tu/su permitía, además, aventurar una posible explicación para la adopción de la construcción innovadora y, en última instancia, su aceptación en la norma estándar. El principio metodológico enunciado en (2) se fundamenta en los cimientos teóricos proporcionados por dos corrientes que sitúan la variación en el centro de sus programas de investigación (cf. §1 del capítulo segundo del presente volumen). Por una parte, la Lingüística de variedades alemana elabora el concepto de cadena variacional (Varietätenkette), que se basa en el concepto de diasistema de Coseriu y que proporciona el adjetivo, y no solo, a nuestra noción de espacio variacional. Por otra parte, tomamos el concepto de rasgo variable o variante de la sociolingüística laboviana y le concedemos la importancia crucial que tiene en la sociolingüística variacionista. En breve, los conceptos que encierran los calificativos de variacional y variacionista nutren nuestro modo de entender la noción de espacio variacional, ámbito fundamental donde se ordenan la heterogeneidad y variabilidad de los rasgos o unidades lingüísticas, y su contribución esencial para la comprensión del cambio lingüístico en español. La perspectiva que adoptamos en este libro se aproxima a la que Jorge Wagensberg describe en la presentación de su libro Si la naturaleza era la respuesta, ¿cuál era la respuesta? (Barcelona, 2002) como «actitud B». Esta opción no se pregunta por el porqué y para qué de las cosas, sino que lleva a reflexionar sobre el cómo. Esta actitud

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invita a observar el mundo y entender sus respuestas. Siguiendo esta perspectiva, los capítulos centrales del libro, dedicados al análisis de los fenómenos de cambio, se abrirán con el planteamiento de un problema que atañe a la evolución de los fenómenos estudiados y para el que nuestro principio metodológico resulta útil e iluminante. A continuación, describiremos, gracias a monografías dialectales, atlas dialectales del español y sus variedades y corpus históricos, los datos y su distribución en el espacio físico, así como en ámbitos sociales y estilísticos, para, por último, extraer las conclusiones teóricas que permitan explicar el cambio y, sobre todo, demostrar la validez de nuestro principio. En definitiva, observar el cómo estos fenómenos se despliegan y ordenan en un espacio variacional nos ayudará —quizá— a entender por qué cambian. 3. SOBRE GLOTÓNIMOS Y VARIEDADES Antes de continuar con la presentación de los fenómenos estudiados, conviene aclarar el empleo que en este volumen haremos de los glotónimos, es decir, de la denominación de las lenguas. Seguiremos, por lo general, la recomendación de García-Mouton (1994 [2007]) y reservamos el nombre español para designar la variedad o norma estándar, mientras que con el de castellano haremos referencia a la variedad propia de Castilla. Ahora bien, más allá de esta convención, el problema es más complejo y debe estructurarse en varios niveles. Compartimos los argumentos lingüísticos (no entramos en los ideológicos) que Moreno Cabrera (2008, 2011b) aduce para desterrar la idea de que los dialectos lo son de una lengua estándar y proponer que esta resulta, en realidad, una variedad elaborada a partir de modalidades orales y regionales. No obstante, si leemos atentamente el siguiente fragmento: (3) Antes de abordar la apasionante cuestión de la convivencia de un castellano junto a varios castellanos hay que plantear de qué variedades castellanas tratamos. En teoría se habla de un castellano, pero en realidad son muchos, y diferentes, los tipos de castellano aparentemente uniformizados por el barniz del castellano/español normativo. Y, además, hay que reconocer que, aunque convivan, lo hacen en distintos niveles: un nivel lo ocupan las hablas tradicionales castellanas —que serían las que suelen reflejar los atlas— y otro

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diferente, las adaptaciones zonales de la norma castellana «superpuesta» difundidas por la enseñanza y los medios de comunicación (García Mouton 2011a: 80).

Observaremos que se trata de, por lo menos, tres niveles, sucesivos en lo temporal, pero que se superponen en la sincronía actual. En primer lugar, el nivel histórico («las hablas tradicionales castellanas»), en el que el término castellano designa un dialecto histórico de la Península, heredero del latín y hermano de otros dialectos como el leonés y el aragonés. Leonés, aragonés, castellano, etc. se conocen en la dialectología española como dialectos históricos, denominación que correspondería a la de dialectos tradicionales (traditional dialects) de Auer (2011). El dialecto histórico castellano se despliega por el espacio peninsular de la mano de la expansión política y territorial del reino de Castilla y entra en contacto con otras variedades, gallego-portuguesas y asturleonesas por el oeste, navarroaragonesas y catalanas por el este. Sobre la base de esta variedad histórica de castellano, pero sobre todo a partir de la confluencia con otras variedades y su contribución se conforma históricamente el español estándar (Fernández-Ordóñez 2011a). Llegamos así al segundo nivel de la cita de (3): el del «castellano/español normativo». Este nivel constituye el de la variedad estándar y se correspondería con la denominación de español. En este sentido, el término español equivaldría a la «lengua-techo» (Dachsprache, roof language): «A standard language that covers a number of genetically related dialects in the same nation in which it is both the oficial written language and the one taught at school» (Auer 2005: 106). Se trata de una lengua que, basada en las variedades regionales, las supera, superponiéndose a todas ellas (cf. el concepto de supralocalización en el §3.3 del capítulo segundo). Este español se manifiesta de maneras cambiantes en las distintas regiones en las que se habla, son sus «adaptaciones zonales». Se trataría de un tercer nivel. En este sentido, el término castellano designaría la modalidad lingüística hablada en la Castilla contemporánea y que convive con una variedad normativa de español superpuesta. En este caso, sí deberíamos hablar de dialectos del español, si entendemos estos como variedades regionales de realizar la lengua común (regional dialects, Auer 2011). Estas variedades regionales tienen que ajustar cuentas, por una parte, con las modalidades históricas de ese territorio (bien con dialectos históricos, bien con modalidades antiguas del castellano) y, por otra, con la norma estándar del español. De esta manera, puede surgir lo que

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Auer (2011: 491) denomina estándares regionales (regional standards o regiolects): «New structures emerge, which are sometimes compromise forms conforming neither to the standard nor to the dialect and sometimes innovations». Podríamos hablar, así, de un español occidental vs. español oriental y de un español septentrional vs. español meridional (Fernández-Ordóñez 2015). Moreno Cabrera (2008) trata de describir el segundo nivel como el resultado de la estandarización y el tercero, en su vertiente histórica y actual, como el resultado de un proceso de koineización. En nuestra opinión, ambos procesos pertenecen a un mismo tipo, pero tienen perspectivas diferentes. El segundo nivel, el del español estándar, sería consecuencia de un proceso explícito, prescriptivo y normativo. El tercer nivel, el de los españoles regionales, resultaría de un proceso implícito, convencional y normalizador. En definitiva, se empleará el glotónimo castellano para referirnos a las variedades históricas y actuales habladas en Castilla; el término español se empleará para designar la variedad estándar o general de la lengua hablada en España y, en su caso, en América. Para las variedades regionales de esta variedad estándar, utilizaremos la denominación español seguida de un adjetivo que circunscriba el territorio del que se trata (occidental, oriental, norteño, meridional, etc.). 4. LOS FENÓMENOS ESTUDIADOS Con la finalidad de demostrar la validez y utilidad del principio metodológico que formulamos en (2) más arriba, tomamos como estudios de caso dos procesos de cambio en la historia del español. Los fenómenos estudiados son los siguientes: – La configuración histórica del adverbio de lugar, en sus funciones de interrogativo (dónde) y relativo (donde). – La historia de las desinencias de 2.ª persona plural en el español europeo peninsular: -áis, -éis, -ís. El análisis de ambos fenómenos abarca los capítulos centrales del presente volumen, los capítulos 3 y 4, respectivamente, y constituye su núcleo, pues a partir de la descripción de los datos, la argumentación teórica y, en particular, la aplicación del principio metodológico formulado en (2) intentaremos extraer conclusiones

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válidas y generalizables para el estudio de otros muchos fenómenos y casos de la historia del español. Remitimos al primer apartado de cada uno de los capítulos centrales para el estado de la cuestión y el repaso de los estudios que se han ocupado de cada fenómeno desde el punto de vista diacrónico. A partir de esta revisión bibliográfica, definiremos el problema que para la lingüística histórica del español suponen los cambios que afectan a cada uno de los fenómenos analizados. De esta manera, el resto de los capítulos trata de solucionar el problema planteado aplicando el principio metodológico que defendemos. Los fenómenos estudiados presentan algunas características comunes que los hacen buenos candidatos para alcanzar el objetivo de demostrar la utilidad de nuestro método. En primer lugar, los casos seleccionados han recibido la suficiente atención por parte de los historiadores del español como para contar con un estado de la cuestión amplio y detallado y una buena base bibliográfica, lo que nos ofrece la posibilidad de centrarnos en las cuestiones metodológicas que nos interesan ahora. A pesar de la numerosidad y calidad de los trabajos que se han ocupado de ambos fenómenos, los procesos de cambio siguen planteando preguntas y problemas y no tienen aún una explicación satisfactoria en todas sus partes. En segundo lugar, en la evolución e historia de ambos fenómenos entran en juego una amplia gama de alternativas lingüísticas o variantes. En el caso del adverbio de lugar, contamos —por citar solo las principales— con las posibilidades ó, ónde, dó, dónde o ánde, algunas de ellas con variaciones de significado. Por lo que respecta a las desinencias de la persona vosotros, tenemos, entre otras, las formas largas (-ades/-edes/ides), las formas breves con hiato (-aes/-ees), monoptongadas (-ás/és/-ís) y con diptongo (-áis/-éis). Al tratarse de cambios concluidos, podemos estudiar el proceso en todas sus fases (innovación, difusión, adopción), comprender los motivos que llevan al triunfo de una de las variantes y delimitar los espacios en los que se mantienen las opciones desechadas. Nótese que las variantes que no se aceptan en la lengua estándar (muchas de las cuales, cuando se conservan, se ven reducidas por la presión normativa o sobreviven como signos de identidad dialectal) pueden desempeñar, no obstante, un papel crucial en el impulso de los cambios exitosos. Estas variantes derrotadas son representantes de los denominados «cambios fallidos» (cf. Postma 2010; también §2 del capítulo segundo del presente volumen). La incidencia y contribución de estos «cambios fallidos» en

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el desarrollo y la difusión de los cambios que se consuman solo recientemente se ha puesto de manifiesto y todavía debe investigarse a fondo. Por esta razón, creemos que nuestro trabajo puede aportar conclusiones interesantes para la teoría del cambio lingüístico (cf. §2 de las Conclusiones). En tercer lugar, las variantes que entran en juego presentan en la actualidad una distribución en áreas dialectales, lo que nos abre una vía a la reconstrucción histórica de los focos de irradiación y del alcance territorial de cada una de las variantes. Por lo que respecta al adverbio de lugar y a diferencia de las desinencias de 2.ª persona plural, conviene subrayar que la delimitación dialectal de las variantes implicadas no ha sido una preocupación de los dialectólogos, así que muchas monografías no las mencionan o lo hacen de pasada o indirectamente. Con toda seguridad, la valoración como vulgarismos de variantes como ónde o ánde ha pesado en el hecho de que su delimitación geográfica pasara a un segundo plano. La reconstrucción histórica a partir de los datos dialectales tiene gran importancia para comprender la evolución de los fenómenos y explicar su colocación variacional; además, contribuye, sin duda, a una mayor inteligibilidad de los procesos de cambio. En cuarto lugar, se ha atribuido a los fenómenos que estudiamos un peso importante en la periodización de la historia del español, por lo que un análisis detallado de las fases cronológicas por las que atraviesa cada una de las variantes implicadas contribuirá sin duda a conocer y delimitar con mayor precisión las etapas históricas de nuestra lengua. Como es sabido, la transición entre los siglos xvi y xvii determina la evolución de los fenómenos investigados cuya suerte está ligada al establecimiento de la corte en Madrid en la segunda mitad de 1500. Este hecho nos permitirá observar cómo rasgos originarios de una determinada área geográfica superan los límites territoriales, superponiéndose a otros que, a partir de ese momento, quedan dialectal y, en ocasiones también socialmente, marcados. Ambos fenómenos pueden ilustrar, por último, la fase de la supralocalización, cuya función resulta clave en los procesos de estandarización (cf. Nevalainen 2000 y §3 del capítulo 2 del presente volumen). Como advertíamos en los Preliminares de este volumen, los fenómenos susceptibles de ser estudiados podrían multiplicarse. Los fenómenos seleccionados comparten suficientes propiedades para establecer entre ellos bases comunes en las que basar nuestra propuesta, pero, simultáneamente, ofrecen las diferencias necesarias para poner a prueba su generalización. Nuestro objetivo no es tanto investigar en

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sí mismos los procesos de cambio de las estructuras lingüísticas que hemos elegido cuanto demostrar la validez de un método. Es claro que, al final del trabajo, la aplicación de nuestro principio metodológico nos llevará a conocer mejor los procesos de cambio en los que las variantes de los adverbios de lugar y de las desinencias verbales de la persona vosotros se ven involucradas. 5. ORGANIZACIÓN DEL VOLUMEN Además de la presente Introducción, el volumen está organizado en tres grandes partes. La primera de ellas corresponde al capítulo 2. En este capítulo, exponemos los pilares teóricos que, a través del estudio y las lecturas, han configurado nuestro modo de concebir la historia de la lengua española y nuestra visión del cambio lingüístico. Estos pilares son en esencia dos y se sustentan sobre la importancia que conceden a la variación lingüística: por una parte, la Lingüística de las variedades alemana, cuya influencia en los estudios del español en época reciente es, merecidamente, enorme y, por otra, la Sociolingüística variacionista laboviana, que ha tenido y tiene egregios representantes en el hispanismo. Los principios y fundamentos de ambas corrientes reciben una reelaboración personal y se tienen presentes para explicar, en el §2 de ese capítulo, las fases y los problemas del cambio lingüístico y, en el §3, las consecuencias del contacto dialectal, la koineización y los procesos de estandarización. En el último apartado del capítulo 2 presentamos las fuentes de donde extraemos los datos que analizamos en la parte central del volumen. Los capítulos 3 y 4 componen la parte central del libro. En ellos, partiendo de una revisión de los estudios que se han ocupado de cada uno de los fenómenos seleccionados, planteamos el problema que supone el desarrollo histórico de cada uno de los fenómenos elegidos, describimos los datos y aplicamos el método defendido para proponer una explicación sobre el proceso de cambio en todas sus fases. El capítulo 3 está dedicado al adverbio de lugar y a la colocación variacional de las variantes que entran en juego en el proceso de cambio. El capítulo 4, por su parte, se ocupa de la historia, desarrollo y configuración de las desinencias verbales de la 2.ª persona plural y del espacio variacional de cada una de las formas flexivas alternantes. El volumen se cierra con una parte dedicada a las conclusiones (capítulo 5). Las conclusiones se organizan, a su vez, en cuatro apartados.

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El primero de ellos se refiere al aprovechamiento que el principio metodológico ofrece para comprender, en todas sus dimensiones, el desarrollo histórico de la arquitectura diasistemática del español (§1). En segundo lugar, se subraya su aporte —decisivo— para dar una explicación más adecuada y completa (de cada una de las fases) del cambio lingüístico, con las repercusiones que esto debería generar a la hora de establecer los periodos o las etapas históricas de nuestra lengua (§2). Además, el análisis desarrollado en la parte central del libro contribuirá, sin duda, a un mejor conocimiento de la variación dialectal del español (§3). Por último, la presente obra quiere presentar una nueva visión de los procesos de estandarización que afectan al español y a sus dialectos europeos (§4).

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CAPÍTULO 2 ESPACIO VARIACIONAL Y CAMBIO LINGÜÍSTICO

1.  ESPACIO VARIACIONAL Y GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA El concepto de espacio variacional se ha desarrollado dentro de la Lingüística de variedades1 alemana y sirve para destacar la coexistencia de variantes en un mismo espacio «geográfico y comunicativo» (Oesterreicher 2007a)2. No es necesario insistir en la relación genética entre el concepto que presentamos y el de diasistema coseriano3 (Coseriu 1981: 306-308)4. El lingüista rumano adapta los calificativos diatópico y diastrático de Flydal (1952) para describir las diferencias de naturaleza geográfica o social y a ellos añade el de diafásico para   Para conocer esta escuela, así como para introducir sus conceptos principales, puede servir de punto de partida la reseña que López Serena (2002) realiza a la versión original en alemán de Koch y Oesterreicher (2007 [1990]). 2   Para Oesterreicher, insigne representante de esta corriente, la disciplina de la Historia de la lengua española, no puede seguir siendo: «la historia de una lengua, sino de un espacio geográfico y comunicativo en el que coexisten en una forma muy variada y a veces conflictiva diferentes idiomas» (2007a: 293). 3   Esta noción había sido acuñada y desarrollada en el seno de la dialectología estructuralista (Weinreich 1954), que, como veremos, fundamenta los dos pilares teóricos sobre los que se sustenta nuestra propuesta metodológica, a saber, la del espacio variacional y la de la variable como unidad estructural. 4   «En este sentido se puede decir que una lengua histórica no es nunca un solo sistema lingüístico, sino un diasistema, un conjunto más o menos complejo de “dialectos”, “niveles” y “estilos de lengua”» (Coseriu 1981: 306). 1

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dar cuenta de las diferencias expresivas o estilísticas. A este tipo de variación, Koch y Oesterreicher (1985, 1990 [2007], 2001) añaden una cuarta dimensión hablado-escrito, que transmite la distinción entre «la lengua de la inmediatez» y «la lengua de la distancia» o, en otras palabras, entre la distancia y la inmediatez comunicativas. Los lingüistas alemanas separan, dentro de esta dimensión hablado-escrito, los aspectos mediales (fónicos o gráficos) y los aspectos concepcionales, que se asocian con las condiciones comunicativas y no con las vías materiales de transmisión del discurso. En lo concepcional —otro punto clave del espacio variacional tal y como lo teorizan Koch y Oesterreicher—, la dimensión hablado-escrito o inmediatez-distancia se efectúa en un continuo, obedeciendo a factores o parámetros de naturaleza, ellos también, gradual (carácter público de la comunicación, familiaridad de los interlocutores, implicación emotiva en lo dicho, espontaneidad, anclaje a los elementos situacionales del contexto, etc.). Para nuestros propósitos presentes, nos importa resaltar el concepto de cadena variacional5 (Varietätenkette)6. En la figura 1 se muestra la dinámica de esta cadena. El eje inmediatez-distancia, en su doble dimensión universal e idiomática, vertebra la cadena variacional. Esta dimensión acoge elementos de otras variedades: lo diatópico puede funcionar como parte del plano diastrático; lo diastrático, a su vez, puede constituir la variación estilística o diafásica, y todos estos elementos son integrados en el continuo inmediatez-distancia. Obsérvese cómo las flechas están orientadas en una única dirección, pues la dinámica variacional no puede revertirse7. En el ámbito de la inmediatez comunicativa, 5   No es el único concepto susceptible de ser calificado de variacional. Apoyándonos en Octavio de Toledo (2006), quien estudia las modificaciones textuales o «variantes de lengua» en los dos manuscritos, R y G, conservados del diálogo renacentista El Crotalón (h. 1555), hemos desarrollado y llevado a sus últimas consecuencias la noción de mapa variacional (Del Barrio 2016). 6   Sin duda, uno de los conceptos más útiles de esta escuela, bien conocida en algunos ámbitos de la lingüística hispánica. La cadena variacional o de variedades ha sido propuesta para iluminar la definición del registro coloquial (López Serena 2007) o la divergente valoración diasistemática que deben recibir algunos rasgos comunes en el español atlántico (López Serena 2013). El objetivo del presente volumen es mostrar cómo este concepto, mecanismo que hace funcionar el de espacio variacional, resulta esencial para la lingüística histórica del español (véanse también Oesterreicher 2006, 2007a, 2007b). 7   La irreversibilidad de esta dinámica es, por otra parte, bien conocida en sociolingüística («siendo posible el funcionamiento de un dialecto espacial como nivel

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Figura 1. Cadena variacional (Koch y Oesterreicher 1900 [2007]: 39)

pueden presentarse elementos fuertemente marcados en lo dialectal, bajos en su consideración diastrática y diafásica. En el polo opuesto, en el de la distancia, se encontrarían los elementos no marcados bajo estos puntos de vista: la lengua de la distancia estaría constituida así por elementos escasamente marcados dialectalmente y altamente valorados en lo social y lo registral8. o como estilo de lengua […], es impensable que un estilo pueda llegar a funcionar como nivel o que un nivel lo haga como dialecto», Moreno Fernández 1998: 92). Esta dinámica permitiría explicar, además, otro principio sociolingüístico bien establecido, a saber, que los rasgos dialectales y diastráticos constituyen propiedades caracterizadoras y esenciales que el hablante lleva consigo y que puede modular según el estilo. Si bien desde un punto de vista metodológico, la heterogeneidad de los registros estilísticos ha sido puesta en duda con clarividencia por López Serena (2007), lo que se desprende de este lugar común de la sociolingüística, así como del diagrama de la cadena variacional, es que el dialecto de una comunidad admite también diferencias sociales y puede modularse en distintos contextos de uso (algo que hemos querido subrayar en el análisis de algunos atlas regionales, cuyos cuestionarios están elaborados de tal manera que acogen o permiten vislumbrar la acomodación socioestilística). 8   Nótese que la lengua o variedad estándar se encontraría en el ámbito de la distancia, lo cual no significa, sin embargo, una asepsia o artificialidad, más bien la selección de rasgos débilmente marcados o altamente valorados (cf., en esta línea, López Serena y Méndez García de Paredes 2011; López Serena 2013). Aunque nuestra reelaboración del proceso estandarizador se estructurará a partir de los componentes conceptuales derivados de la teoría de la koineización y la mezcla dialectal (cf. §3 más abajo) y se apoyará —no puede ser de otro modo— en el análisis de hechos lingüísticos concretos (cf. los capítulos 3 y 4 del presente volumen), compartimos esta visión de la norma estándar (no necesariamente, prescriptiva) como lengua de la distancia.

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Como puede deducirse del diagrama de la cadena de variedades (figura 1), el edificio diasistemático o la arquitectura de una lengua (Coseriu 1981: 317-321) está cimentado sobre la geografía. La valoración que las diferentes variedades dialectales o regionales reciben dentro del espacio variacional de una lengua determinan su aceptación o rechazo como propias del ámbito de la distancia comunicativa9. De esta manera, el espacio variacional vincula y da sentido a la relación entre el espacio físico y el espacio sociodiscursivo o comunicativo. En definitiva, es precisamente esta asociación sobre la que asentamos la trascendencia que el concepto de espacio variacional tiene para nuestros intereses presentes. Sin embargo, en nuestra personal interpretación de este concepto, y para resaltar la relación entre la geografía y la magnitud sociolingüística, desempeña un papel crucial la geografía lingüística o geolingüística. En su clásico manual de dialectología, Chambers y Trudgill equiparan la geolingüística a una «teoría de la variación», es decir, como «un conjunto de premisas e hipótesis que surge como consecuencia de aceptar la variable como unidad estructural en el nivel gramatical» (1994: 257). Sinner (2016) reivindica la necesidad de no confundir lingüística variacional o de variedades con lingüística variacionista. Nuestra propuesta, por el contrario, estriba precisamente en la confluencia de ambas corrientes. Si aquella pone el acento en la variedad y se basa en los desarrollos de Coseriu, esta pone el acento en la variabilidad de las formas lingüísticas y surge a partir de las investigaciones de Labov (1966, 1972, 1994; cf., en español, las síntesis de López Morales 1989: 84; Moreno Fernández 1998: 17-31; Blas Arroyo 2005: 23-36). Los rasgos variables pueden considerarse, a todos los efectos, unidades estructurales. Algunos hechos lingüísticos (variable) pueden realizarse de forma alternante y equivalente de acuerdo con una gama diversa de factores (estructurales, dialectales, sociales, registrales); estas variantes están organizadas dentro del sistema lingüístico   Cf. para el español peruano Caravedo (2001) y, en general, Caravedo (2014). Los hechos variables son susceptibles de recibir valoraciones divergentes de acuerdo con la situación de variación en la que se desarrollan o, en otras palabras, de acuerdo con el espacio variacional. Por esta razón, dentro del denominado español atlántico, el seseo o la extensión de ustedes para la relación de confianza, rasgos generalizados en el español americano, reciben una valoración prestigiosa, pues no entran en conflicto con otras normas, frente a lo que sucedería con las variedades occidentales del andaluz, cuyos usos se enfrentan constantemente con las normas castellanas o septentrionales (ambos rasgos ilustran, no en vano, las propuestas de López Serena 2013 y Caravedo 2014). 9

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y estratificadas geográfica, social o estilísticamente. El sistema lingüístico es heterogéneo, pero está ordenado. En su interior, los rasgos variables están estructurados; por arriba, el conjunto de variedades forma un diasistema. Sobre esta visión analítica desarrollada por la lingüística variacionista apoyamos nuestra argumentación, para la que el constructo de la cadena variacional es crucial, en la medida en que el principio metodológico que defendemos en el presente volumen consiste precisamente en eso: situar los rasgos variables o las variantes en el espacio variacional correspondiente como requisito previo a la formulación de hipótesis o la teorización de las causas de un cambio lingüístico. Compartimos esta visión analítica con la lingüística evolutiva (1), en la medida en que consideramos que la lengua es «un conjunto de rasgos» (a linguistic pool)10. (1) a) For one thing, we can start to talk about variation and change the same way we do for other populations: a language is a population of variants moving through time, and subject to selection (Lass 1997: 377). (1) b) In the linguistic pool there is evolution by descent with modification, but the evolving entities are not languages but individual items (Nettle 1999: 6). (1) c) While interacting with one other, speakers contribute features to a pool from which they make their selections that can affect the evolutionary trajectory of a language. The features they contribute can be from the same language or dialect, or from different ones (Mufwene 2001: 18).

Sin embargo, a diferencia de esta corriente no creemos en la evolución ciega de la lengua11 que propone la aproximación biolingüística   Una visión sobre la relevancia de la noción de rasgo, definida desde un punto de vista muy diferente del nuestro, en los marcos teóricos gramaticales desarrollados a partir de los años 80 y 90 del siglo pasado se encuentra en Moreno Sandoval (2001). Como se demuestra en el libro citado, los rasgos han adquirido una importancia epistemológica y explicativa crucial en las teorías gramaticales recientes y su consideración como unidad básica del sistema lingüístico es sumamente sugerente. No podemos, sin embargo, profundizar en estos aspectos. 11   Para una crítica de la lingüística evolutiva o biolingüística y del sesgo naturalista que —encima, sin necesidad— ha tomado la teoría de la gramaticalización, cf. López Serena (2014). 10

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al estudio de las lenguas y su desarrollo, sino en la participación de los hablantes, como agentes sociales, a la hora de valorar cada uno de los rasgos individuales y de consensuar, con el resto de la comunidad, su aceptación o rechazo y su posicionamiento dentro del espacio variacional12. El aprovechamiento de ambos pilares teóricos, por una parte, el del espacio variacional elaborado a partir de la lingüística de variedades o variacional y, por otra, el de la variante (en cuanto unidad estructural) tomado de la Sociolingüística variacionista o laboviana, sustenta el peso argumentativo de nuestra propuesta metodológica y guía nuestras reflexiones sobre el cambio lingüístico (§2) y la estandarización (§3). 2. PROBLEMAS Y FASES DEL CAMBIO LINGÜÍSTICO 2.1. El cambio lingüístico: problemas y fases El cambio lingüístico ocurre cuando un elemento A se ve sustituido dentro de una comunidad de habla por un elemento B. Es un principio general de la teoría sociolingüística que el cambio lingüístico presupone una etapa de variación o coexistencia de variantes A y B; al contrario, la variación no implica necesariamente que se produzca un cambio13. El cambio lingüístico puede definirse, consecuentemente, como un proceso de sustitución de A por B. Ahora bien, esta sustitución puede describirse de dos maneras: a) el cambio mismo (2a) o b) el modo en que tal cambio ha ocurrido (2b) o, en palabras de Lass: «the manner of its implementation» (1997: 288)14.   En §2.4 más abajo explicaremos el papel de los hablantes en la fase de selección y adopción de los cambios lingüísticos; baste citar por ahora Kabatek (2005) y Caravedo (2014). 13   Sugerimos la lectura de obras de referencia como Elvira (2009, 2015), donde el lector encontrará una síntesis de las teorías más recientes sobre el cambio lingüístico, sus mecanismos y sus problemas, y Conde Silvestre (2007), que ofrece una visión de conjunto sobre el cambio desde la perspectiva de la sociolingüística histórica con ejemplos del español. Un panorama crítico sobre los problemas del cambio se encuentra en los monográficos coordinados por Kabatek y López Serena (Kabatek 2013-2014 y López Serena 2014). Nuestra concepción del cambio lingüístico se sustenta en Lass (1980, 1997), Milroy (1992) y Labov (1994, 2001, 2010). 14   El esquema de (2) es una adaptación personal de lo que Lass denomina microstory y macro-story del cambio. Estamos convencidos de lo acertado de las palabras del 12

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Capítulo 2. Espacio variacional y cambio lingüístico

(2) a) Macrocambio: A > B (2) b) Microcambio: A

>

A

>

a



>

b

>

B

A

>

B

Un problema de la lingüística histórica, como anunciábamos en el §2 de la Introducción a este libro, ha consistido siempre en el tratamiento que recibe la variación, la fase que señala, simplificándola, el recuadro de (2b). La situación de variabilidad lingüística abona necesariamente los procesos de cambio, pero al mismo tiempo pone en peligro algunos principios de la lingüística estructural. Si el sistema es una estructura homogénea y estática, ¿cómo es posible que se modifique? Y si la homogeneidad de esta estructura es esencial para la eficacia y la funcionalidad del sistema, ¿cómo se las apañan los hablantes durante los procesos de cambio? En un trabajo clásico, —en muchos aspectos— pionero y —hasta épocas recientes, sobre todo en la lingüística hispánica— poco atendido, Weinreich, Labov y Herzog (1968) plantean las preguntas anteriores. Según estos lingüistas, el problema se encuentra en la equiparación de estructura con homogeneidad y proponen, en consecuencia, que la solución estriba en «the possibility of describing orderly differentation within language» (151). No es necesario insistir (cf. §2 de la Introducción) que sobre este principio asentamos nuestro requisito metodológico y construimos la línea argumentativa que subyace a este libro y al análisis de los casos que trataremos en los capítulos 3 y 4 más adelante. Con la intención de comprender el cambio lingüístico y de obtener una descripción cabal y completa de este, Weinreich, Labov y Herzog (1968: 183-187) identifican cinco problemas en los que puede descomponerse este proceso de mutación lingüística15: lingüística británico: «We seem usually to be thinking of macro-stories when we talk about ‘change’; but the micro-stories are of enormous theoretical importance as well» (Lass 1997: 288). 15   Además del trabajo original, pueden consultarse Moreno Fernández (1998: 107-119), Blas Arroyo (2005: 249-293), Conde Silvestre (2007: 76-79) y Silva Corvalán y Enrique-Arias (2017: 267-281).

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a) Problema de las restricciones (the constraints problem): se trata de determinar el conjunto de cambios que tienen lugar en las lenguas y los factores y condiciones, sociales y estructurales, que los hacen posibles o imposibilitan que se pongan en marcha. b) Problema de la transición (the transition problem): consiste en averiguar las fases intermedias que facilitan el paso de la estructura o unidad A a la estructura o unidad B y en cómo coexisten ambas estructuras en una situación de variación. c) Problema de la inserción (the embedding problem): se ocupa de cómo la variante que sale triunfante del proceso de cambio se inserta en la estructura lingüística, por un lado, y en la comunidad de habla, por otro. d) Problema de la evaluación (the evaluation problem): se refiere al modo en que los hablantes valoran subjetivamente cada una de las variables, lo que puede condicionar de manera definitiva el desarrollo ulterior del cambio. Se trata de los factores subjetivos y las actitudes psicosociales de los hablantes en un contexto de variación lingüística. Estos aspectos son muy difíciles de sopesar —por motivos obvios— en los procesos de cambio en épocas pasadas16 y, sin embargo, resulta crucial para comprender el porqué del cambio17. e) Problema de la actuación (the actuation problem): es uno de los problemas principales del cambio lingüístico (Milroy 1992: 164). Se intenta responder a la pregunta de por qué los factores que ponen en marcha el cambio de una unidad o estructura de una lengua o variedad actúan en un momento dado de su historia, y no lo hacen en otro momento o en otras lenguas. Se colige de lo anterior que el cambio no es un fenómeno sencillo, sino un proceso complejo en el que intervienen variados factores y problemas. El proceso de cambio lingüístico está compuesto, además, de tres fases. Cada uno de los problemas que acabamos de revisar parece afectar o agudizarse en fases diferentes. Los problemas de las 16   En nuestro caso, los comentarios metalingüísticos que los encuestadores del ALPI, por ejemplo, recogen y anotan al margen de los cuadernillos, así como la tendencia de ciertos rasgos variables a aparecer en determinados registros y tipos textuales compilados en el CODEA, nos darán algunas pistas sobre la evaluación que los hablantes y emisores del pasado tenían sobre determinados fenómenos. 17   «Thus the study of evaluation problem in linguistic change is an essential aspect of research leading to an explanation of change» (Weinreich, Labov y Herzog 1968: 165).

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restricciones, factor intralingüístico, y el de la actuación están involucrados directamente con el origen o innovación del cambio (fase I). Las cuestiones que se refieren a la transición e inserción del cambio en una estructura lingüística o social afectan, sobre todo, a su propagación o difusión (fase II). Por último, para explicar la consumación del cambio o su adopción (fase III) es esencial afrontar el problema de la evaluación. En definitiva, el cambio lingüístico inicia cuando una nueva posibilidad surgida en el acto innovador de un hablante o un rasgo variable que sobresale en el contexto de variación se extiende a través de un grupo de hablantes y adquiere relevancia social. A partir de este momento, otros grupos de hablantes que entran en contacto con el subgrupo primigenio pueden adoptar la variante innovadora o nueva, que irá perdiendo su significado social y su carácter variable y el cambio estará consumado. Cuando el proceso de cambio se desarrolla de esta manera, traza una curva característica, curva en S (cf. figura 2). Figura 2. Modelo de difusión de «curva en S»

El proceso que lleva a la adopción de una variante, nueva o innovadora, se desarrolla a una velocidad diferente en cada una de sus fases, si bien su avance sea regular e imparable (Kroch 1989; Denison

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2003)18. La nueva variante va aumentando su frecuencia a medida que va siendo adoptada por nuevos grupos sociales y afectando a nuevos contextos, registros y estructuras. A cada uno de los trazos de la curva correspondería, en nuestra opinión, una fase del proceso de cambio: el inicio de la curva señalaría la fase de la innovación; cuando la curva asciende con mayor rapidez, nos encontraríamos en la fase de la difusión; en su tramo final, la curva crece a un ritmo más pausado (fase de la adopción). Nos detendremos en cada una de estas fases que completan un cambio lingüístico. 2.2. Fase I o fase de la innovación Por lo general, se tiende a confundir la fase de innovación de una variante con el cambio lingüístico. Al realizar una innovación, el hablante puede perseguir una gran variedad de finalidades o fines (López Serena 2014: 748) y responder a diferentes tipos de motivaciones discursivas o pragmáticas (búsqueda de la eficacia, ahorro de energía, mayor expresividad, factores cognitivos, necesidades de comunicación, etc.)19, pero también sociales (adecuación a comportamientos prestigiosos, acomodación, mayor conciencia social, creatividad, etc.). En síntesis, los hablantes pueden introducir innovaciones por expresividad o por elaboración (Jacob y Kabatek 2001: ix-xi). Por ejemplo, en la modificación del orden de palabras de la anteposición a la posposición que afecta a los pronombres clíticos en el esquema (para lo hacer  para hacerlo), se ha visto la intervención de factores prosódicos, pues la secuencia con enclisis se adecuaría más al esquema acentual propio del español (Enrique-Arias 2005). La estructura innovadora para hacerlo estaría motivada por principios prosódicos generales a los que los hablantes inconscientemente tienden a adaptarse. Podría clasificarse esta como una innovación por expresividad al ser espontánea, inconsciente, más anclada al plano fónico y oral y a las necesidades de la situación   Los cambios triunfantes adoptan la forma de «curva en S» y este tipo de difusión ha recibido la máxima atención de los estudiosos (Kroch 1989; Denison 2003; Blythe y Croft 2012). Sin embargo, no es la única curva que pueden trazar los fenómenos implicados en un proceso de cambio. Para una discusión sobre la incidencia de los «cambios fallidos», Postma (2010) y Octavio de Toledo (2014a), así como §2.4 más abajo. 19   Véase Elvira (2009: 71-81). 18

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comunicativa. En el extremo contrario, la especialización de las estructuras y que la gramática normativa (NGLE §§28.6j-k)20 prescribe para la expresión, respectivamente, de la modalidad deóntica y epistémica (y que no se ha extendido en la lengua coloquial) podría incluirse dentro del grupo de innovaciones por elaboración, ya que se trataría de un fenómeno consciente, normativo, prestigioso, propio de los ámbitos de la «distancia comunicativa» y dependiente de una mayor planificación discursiva. Para concluir, conviene insistir en la no identidad del proceso de innovación con el de cambio lingüístico, pues este no se produce hasta que la innovación se extiende por la comunidad de hablantes y, sobre todo, es adoptada por ella. Sean cuales fueren las motivaciones que llevan a un hablante a introducir una novedad en su discurso, es necesario recordar que pueden no coincidir con las que impulsan al resto de la comunidad de hablantes a adoptarla (Milroy 1992). 2.3. Fase II o fase de la difusión La fase de propagación del cambio lingüístico ha sido una de las más desatendidas en los estudios de lingüística histórica, en especial por lo que concierne a la historia de la lengua española. La línea de investigación emprendida por Fernández-Ordóñez (2011a, 2012) en la localización del foco geográfico de irradiación de las variantes que conforman el español estándar y en el análisis de cómo las variedades iberorrománicas que rodean al castellano contribuyen, junto a este, a la creación de esa norma ha servido, sin duda alguna, de estímulo para cambiar la perspectiva y conceder a la difusión la importancia que se merece, no solo teórica por lo que nos puede comunicar sobre los procesos de cambio lingüístico y la variación, sino también analítica por el seguimiento de cada elemento lingüístico desde su foco innovador. (3) a) La escasa atención prestada a la difusión procede, a mi juicio, de una concepción sesgada del cambio lingüístico por la que se ha equiparado este con la fase de innovación tan solo […]; lo que 20   Para una descripción de la pérdida de la construcción preposicional, véase Girón Alconchel (2004a y 2004b). Los cruces analógicos que intervienen en la presencia o ausencia de preposición ante infinitivo (Cano Aguilar 1984; Serradilla Castaño 1997) podrían clasificarse como innovaciones por expresividad.

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importa o es relevante de cara a la explicación son las propiedades de A en un estado inicial y el cambio de dichas propiedades en un estado final en el que A se ha convertido en B o B ha reemplazado a A. Bajo esta concepción del cambio lingüístico la explicación se reduce a buscar las hipótesis que explican el paso de A a B, esto, es, son hipótesis que explican solo cómo se produce una innovación (Rodríguez Molina 2010: 1111). (3) b) El modelo de gramaticalización, centrado en la fase de innovación del cambio, necesita dotarse de otros modelos complementarios para explicar la adopción de las formas y construcciones dentro de una comunidad lingüística, y el paradigma de las tradiciones discursivas puede proporcionarle en ello ayuda inestimable. La gramática formal, que tan útiles instrumentos de análisis ha diseñado en las últimas décadas, vive generalmente de espaldas a la consideración de la variación diafásica y concepcional, lo que impide en ocasiones una valoración más depurada de algunos problemas de sintaxis (Octavio de Toledo 2014b: 303). (3) c) Si la gramaticalización ha sido motor del impulso vivido por la lingüística histórica en los últimos años y se ha convertido en el cuerpo teórico al que se acude de forma recurrente para dar cuenta de los deslizamientos significativos que parecen estar en el origen de los marcadores discursivos, hemos de prevenir sobre la necesidad de que la difusión social —plasmada obviamente en la propagación textual y eco a su vez de su extensión por el propio sistema lingüístico— se incorpore a los trabajos sobre gramaticalización (Pons Rodríguez 2014: 287).

Además de ser muestras claras de la importancia de la difusión en el proceso de cambio lingüístico21, las citas de (3) llaman la atención sobre la confusión entre innovación y cambio. La influencia que la denominada «teoría de la gramaticalización»22 ha ejercido en la disciplina   La necesidad de reivindicar su trascendencia para el estudio y análisis de los cambios lingüísticos nos impulsó a organizar una serie de conferencias sobre la difusión en la primavera de 2015 con el título de «Eses, ondas, campanas. Jornadas sobre la difusión del cambio lingüístico en español» (Università Ca’ Foscari de Venecia, 29-30 de abril de 2015). 22   Basten citar ahora los trabajos iniciales de esta corriente tan prolífica de estudios sobre el cambio gramatical, Lehmann (1995) y, especialmente, Hopper y Traugott (1993). Un inventario de los posibles cambios por gramaticalización y su universalidad se encuentra en Heine y Kuteva (2002). Para la historia del español, Company 21

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de historia de la lengua española en los primeros años del siglo XXI ha hecho que los hispanistas concentraran sus esfuerzos en las causas y motivaciones por las que surgen los cambios y las cadenas y senderos (grammaticalization paths) por los que se expandían. Desde los trabajos de Labov (1966, 2001), se acepta que los cambios lingüísticos pueden propagarse «desde abajo» o «desde arriba» (cf. también Jacob y Kabatek 2001 y las perspicaces reflexiones de Pons Rodríguez 2006). Normalmente, se ha confundido la dirección de los cambios con la clase social que los origina. La hipótesis de Labov depende, sin embargo, de la conciencia social de los hablantes: los cambios de los que los hablantes no son conscientes suelen difundirse «desde abajo», mientras que los cambios cuyo prestigio es reconocido abiertamente en una comunidad progresan «desde arriba». Es indudable que existe una correlación entre la dirección del cambio y el grupo social y de instrucción de los individuos, pero lo interesante es observar el vínculo entre el nivel de conocimiento reflexivo que tienen los hablantes de un determinado elemento o cambio y la dirección que toma el proceso de sustitución lingüística. Los cambios «desde abajo» o por expresividad que se sitúan por debajo del nivel consciente no pueden estar controlados por los hablantes y no presentan variaciones estilísticas (style shifting): suelen iniciarse en un grupo social como indicadores y se encuentran estratificados de acuerdo a factores externos (edad, región, clase social). A medida que avanzan, estos cambios pueden adquirir relevancia social y estar condicionados por variaciones discursivas o contextuales; se convierten en marcadores. Si la evaluación del resto de hablantes de una comunidad es positiva, el cambio será adoptado por los miembros más prestigiosos y aceptado en situaciones de mayor formalidad. Si, por el contrario, recibe una valoración negativa, el rasgo variable queda estigmatizado y se convierte en un estereotipo (Labov 2001: 196-197; Conde Silvestre 2007: 129-132). La sensibilidad de un cambio a variaciones de registro o estilo puede servir como señal de un cambio en progreso. Por ejemplo, en Del Barrio (2016b: 144-148) demostramos cómo la aparición del futuro de subjuntivo en el español clásico estaba distribuida con frecuencia similar en todas las tipologías registrales consideradas y no dependía de factores textuales o estilísticos. Por esta razón, concluíamos (1997, 2003) lidera esta línea de investigación, entre otros muchos (como, por ejemplo, los trabajos recogidos en Girón Alconchel y Sáez Rivera 2014). Puede consultarse el útil estado de la cuestión de Sáez Rivera (2014).

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afirmando que el inicio del cambio, esto es, la pérdida o marcación de este tiempo verbal no debía datarse a finales del siglo xvi y primeras décadas del xvii, sino con posterioridad. Sánchez-Prieto (2012) establece una interesante asociación entre los tipos de cambio y su difusión. Propone así dos modelos de difusión de los cambios: a) areal para los cambios «desde abajo» y b) registral para los cambios «desde arriba»23. Los adverbios todavía y aún muestran una clara distribución geográfica y resulta posible fijar los focos de irradiación de cada uno de ellos. El mapa de Fernández-Ordóñez (2011a: 28-29, 41) sobre la expansión del adverbio temporal todavía, desde el occidente de Castilla hacia el este, ilustraría el modelo areal. En el caso de los cambios que se expanden de arriba abajo, no es fácil circunscribir el territorio originario desde el que se difunden. Un buen ejemplo de esto se encuentra en el mapa de los sufijos apreciativos que presenta y explica Fernández-Ordóñez (2011a: 26-27, 39). Frente a otros diminutivos limitados geográficamente, como -ete en el este, -ico en la franja oriental, -illo en la parte suroriental, -uco en Cantabria o -ino y sus hermanos en las zonas gallego-portuguesas, el sufijo estándar -ito se documenta en enclaves dispersos y aislados. A su carácter de cultismo y a su transmisión por vía escrita achaca Fernández-Ordóñez este efecto de discontinuidad geográfica y la imposibilidad de detectar su foco de irradiación. Uno de nuestros objetivos consiste, sin duda, en la unión de ambos modelos, el areal y el registral, sin olvidar las jerarquías lingüísticas tan bien establecidas en la tipología lingüística desde Greenberg (1963). Para ello nos basamos en la direccionalidad de la cadena variacional (§1 más arriba), con el convencimiento de que los rasgos evaluados y admitidos o no en una escala estilística están arraigados, en última instancia, en el espacio físico. A partir de ahí, y si son valorados positivamente por el resto de la comunidad, pueden colocarse por encima de la variación diatópica y pasar a formar parte de una norma estándar o supranacional (cf. §3 para el concepto de supralocalización).   «(1) Los cambios que se producen de abajo a arriba en la escala social son sensibles al factor geográfico, pues no parece que un cambio empiece al unísono y se desarrolle con la misma cadencia y reglas internas en todos los ámbitos regionales. (2) Los cambios que se producen de arriba a abajo, es decir, los que empiezan en las capas culturalmente altas, que se suelen difundir, al menos inicialmente, a través de la escritura, no responden al factor geográfico» (Sánchez-Prieto 2012: 30-31). 23

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2.4. Fase III o fase de la adopción Un cambio no es tal si no llega a la fase final y es adoptado por todos los miembros de una comunidad. En esta fase, como vimos, desempeña un papel crucial y decisivo la evaluación que los hablantes realizan acerca del cambio corriente. La valoración de los hablantes está supeditada a la percepción24 que tienen de las variantes en juego dentro de un contexto de variación. En una situación de diversidad lingüística y lectal y de multiplicidad de formas sinónimas, los hablantes activan su percepción y reconocen los rasgos propios y los ajenos. Según la valoración de las características lingüísticas de los demás, el hablante puede decidir hacerlas suyas y adoptarlas. Una vez que el hablante introduce en su competencia los rasgos de otra variedad o de otro grupo de hablantes pierde la capacidad de percibirlo y es cuando puede afirmarse que el cambio lingüístico ha cumplido toda su trayectoria (4): (4) Curiosamente cuanto mayor cantidad de rasgos se reconozcan en la variedad ajena y sean adoptados en la propia variedad, de modo intencional o no, lo que en un principio se percibía como prominente se convierte en neutral desde el punto de vista perceptivo, siempre que se haya logrado integrar en la propia variedad del hablante. Este es el recorrido que siguen los procesos de variación que dan como resultado el cambio lingüístico: cuando el hablante ha dejado de percibir el fenómeno como extraño y no lo puede autoobservar en su propio discurso, este ha ocasionado un cambio en su variedad (Caravedo 2014: 305).

Este enfoque sociocognitivo o cognoscitivo que explica la percepción de los hablantes permite afrontar la dimensión subjetiva de la evaluación y con gran acierto ha sido denominado «teoría de la elección» (Moreno Fernández 2012). Ahora bien, estos estudios han subrayado la naturaleza arbitraria y selectiva de la percepción (Caravedo 2009 y 2010). Resulta interesante observar cómo la percepción puede concentrarse en todo un conjunto, sea este una lengua diferente o una variedad interna de la propia lengua, o focalizar un rasgo que, por alguna razón, se reconoce como prominente. Esta visión analítica   La relevancia de la percepción ha sido subrayada por la sociolingüística cognitiva (véase, en español, Caravedo 2014 y Moreno Fernández 2012). 24

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es la que nos interesa aquí y la que puede ayudarnos a entender la fase de la adopción del cambio. Ahora bien, no todos los procesos de cambio llegan a su fin o, en otras palabras, dibujan una curva en S. Existen numerosos cambios que no tienen éxito y a los que hasta hace poco se les ha prestado escasa atención. Sin embargo, estos «cambios fallidos» (Postma 2010) resultan de enorme interés teórico en dos niveles. En primer lugar, nos dan una información inestimable sobre los factores estructurales que inciden en los cambios exitosos e incluso parecen alimentarlos (Octavio de Toledo 2014a)25. En segundo lugar, ponen de manifiesto los conflictos de normas (Milroy 1992)26. En su trabajo sobre la evolución del esquema sino es, Octavio de Toledo (2008) demuestra cómo la gramaticalización de los subtipos de valores adversativos de este nexo, exclusivos (no son pobres, sino es ricos) y aditivos (no son solo ricos, sino es millonarios), está supeditada al proceso de gramaticalización de los valores exceptivos (no tienen agua, sino es algunos pozos) y brota únicamente después de un aumento de las frecuencias de este último. Su retroceso está asimismo condicionado por el decrecimiento del proceso gramaticalizador que lo puso en marcha. El gráfico 1 (tomado de Octavio de Toledo 2008: 896; cf. también 2014a: 935-936) muestra cómo las curvas de ambos cambios siguen cursos paralelos, aunque se basen en frecuencias desiguales. La evolución del esquema sino es adversativo ilustra cómo la atención a la fase de difusión de los cambios aclara la interrelación de estructuras cercanas.

25   «Los casos del [artículo + completiva] y de sino es parecen sugerir que las variaciones de frecuencia en un punto del continuo pueden motivar tanto extensiones como retracciones en puntos ulteriores de ese continuo. Parecen existir, así, patrones de difusión característicos de aquellas gramaticalizaciones que entran en relación de dependencia con un proceso previo de frecuencia alternante. Tales patrones podrían quizá relacionarse con tipos concretos de gramaticalización» (Octavio de Toledo 2014a: 935). 26   «The potential for change is therefore always present in variation, and may appear as a progressively greater or lesser favouring by the speech community of particular variants from among the variants that are available in the community at some particular time: to that extent change can be said to consist of change in community norms» (Milroy 1992: 123).

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Gráfico 1. Difusión de sino es exceptivo (sino es 1) y adversativo (sino es 2) (Octavio de Toledo 2008) (frecuencias normalizadas)

Por lo que respecta a los aspectos normativos, el gráfico 2 expone la competición entre las variantes de los sufijos adverbializadores -mente y -miente (Del Barrio 2016a)27. Se observa cómo ambos sufijos se van expandiendo a ritmos similares hasta mediados del siglo xiv, cuando sus destinos se separan. A pesar de que sus frecuencias difieren, el aumento de -mente arrastra a la variante diptongada. El desarrollo de ambas variantes pone en evidencia, en nuestra interpretación, un conflicto normativo que no se resuelve hasta finales del siglo xiv, cuando se produce un cambio en las normas consuetudinarias28.

  Por comodidad no incluimos en el gráfico la tercera opción, -m(i)entre, pues, en caída libre desde la segunda década del siglo xiii, no tiene interés para nuestros objetivos actuales. 28   «Linguistic change, therefore, is a change in agreement on norms of usage» (Milroy 1992: 91). 27

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Gráfico 2. Difusión de los sufijos adverbiales -mente vs. -miente (porcentajes)

Las líneas evolutivas de sino es y de -miente trazan otro tipo de curva, distinta a la curva en S de los cambios que terminan triunfando (como la que dibuja, por ejemplo, el sufijo -mente); se trata de una «curva en campana» («intuitively, successful changes are S-curves and failed changes are bell-shaped curves», Postma 2010: 282). Importa, en definitiva, saber interpretar qué tipo de vínculos se establecen entre los cambios que triunfan y los que se quedan por el camino. 3. CAMBIO LINGÜÍSTICO, CONTACTO DIALECTAL Y ESTANDARIZACIÓN 3.1. Contacto dialectal: el proceso de koineización Al igual que sucede en todas las lenguas29, la historia de la lengua española no debe observarse como un proceso lineal, unidimensional   «The history of any language is therefore not a history of one ‘variety’, but it is a multidimensional history» (Milroy 1992: 2). 29

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y monolítico, producto de la expansión social y territorial de un dialecto, el castellano, y de su enriquecimiento y elaboración. En el proceso de formación del español estándar concurren rasgos de distintas variedades geográficas. Este punto de vista ha sido defendido explícitamente por Fernández-Ordóñez (2011, véase también Fernández-Ordóñez 2001 y 2012) y puede complementarse con los estudios que a partir de los trabajos del dialectólogo inglés Trudgill (1986) han aplicado el concepto de koineización a la historia del español (Penny 2000 [2004]; Tuten 2003). El concepto de koineización puede definirse como la creación de una nueva modalidad o variedad lingüística a partir de la mezcla dialectal que tiene lugar cuando dos variedades cercanas entran en contacto (Trudgill 1986; Penny 2000 [2004]; Kerswill 2003; Tuten 2003). Las variedades pueden entrar en contacto al encontrarse contiguas o bien como consecuencia de movimientos demográficos. Sea como fuere, durante el periodo de contacto dialectal, los hablantes tienden a acomodar su manera de hablar de acuerdo con la de los hablantes de otra comunidad lingüística, adaptando o modificando aquellos rasgos que considera más relevantes. La noción de relevancia (salience) resulta esencial en el proceso de mezcla dialectal y desempeña un papel crucial en la formación de la nueva modalidad (Trudgill 1986: 11-12, 43, ss.) y, en general, como ya subrayamos en §2.4 más arriba, para la inteligibilidad del cambio lingüístico, en concreto en la fase final, la de adopción. Los hablantes alteran los rasgos lingüísticos de los que son conscientes y que resultan más perceptibles. La mezcla dialectal que da pie a un proceso de koineización conlleva la reducción de las variantes en competición, a través de los procesos de nivelación (levelling) y simplificación (simplification). El primero de estos fenómenos se refiere a la disminución o pérdida de las variantes que entran en contacto. Se eliminan las variantes minoritarias o marcadas de alguna manera. Como efecto de la nivelación de variantes marcadas, explica Penny (2000 [2004]), el ensordecimiento de las sibilantes del español antiguo o la pérdida de /h/. La nivelación podría resolverse también a favor de una variante común o de una forma intermedia entre ambas variedades (interdialecto; Trudgill 1986: 61; Penny 2000 [2004]: 76). El proceso de simplificación hace referencia a la reducción de las irregularidades y, en general, a la preferencia por la variante más simple, sea esta mayoritaria o no. Por medio de este proceso simplificador, aclara Penny (2000 [2004]) la pérdida de la doble auxiliaridad con haber y ser o la eliminación de numerosas

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formas de los pretéritos fuertes (andude, aprise, crove, destruxe, escrise, estude, mise, nasque, plogue, prise, rise, visque, etc.). Una vez concluido el proceso de koineización, la variación desaparece o, cuando menos, se reduce. Sin embargo, es posible que sobrevivan algunas de las viejas variantes que se encontraban en competición y a las que los hablantes no conceden el suficiente prestigio para ocupar un sitio en el dialecto recién formado. Estas variantes puede ser recolocadas o reasignadas mediante un proceso de reasignación (reallocation) (Trudgill 1986: 121-126; Penny 2000 [2004]: 97; Tuten 2003: 91)30, por lo que las variantes adquieren nuevas funciones lingüísticas, sociales o estilísticas. En efecto, como subraya Trudgill (1986: 125), la mezcla de variedades se encuentra en la base de las distinciones socioestilísticas, lo que puede vincularse con la cadena variacional presentada en §1.1 más arriba. El proceso de reasignación supone una de las consecuencias más interesantes de la mezcla dialectal, al poner en evidencia la naturaleza semiótica de la variación (Company 2013) y el modo en que los hablantes y las instituciones lingüísticas hacen frente a la inevitable variabilidad de la lengua (remitimos al §3.2 para nuestra propuesta de definir el fenómeno de la estandarización aplicando este concepto). La especialización de la forma larga del verbo haber (habemos) para la expresión de la existencia de un grupo de individuos, entre los que se incluye el hablante (los que habemos no cabemos), puede considerase un caso de reasignación de la variante no triunfadora (habemos vs. hemos) (Castillo Lluch y Octavio de Toledo 2016). Los sufijos derivacionales son también una fuente importante de ejemplos para explicar este proceso de reubicación, ya que la «rivalidad sufijal» (Zacarías 2010) suele ser habitual en este campo, lo que da lugar a diferencias diatópicas (competencia en México frente a competición en el dialecto peninsular) o sociales (como la preferencia de los jóvenes por la formación de nombres de agente mediante -ero como maquinero frente a -ista como maquinista, estudiados en Romero Gualda en 1981), entre otras. 30   «Even after koinezation, however, some variants left over from the original mixture. Where this occurs, reallocation may occur, such that variants originally from different regional dialects may in the new dialect become social-class dialect variants, stylistic variants, areal variants, or, in the case of phonology, allophonic variants» (Trudgill 1986: 126); «[r]eallocation occurs when more than one competing variant survives but each with a different function (social, stylistic, geographical, phonological) or meaning» (Tuten 2003: 91).

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Los sucesivos movimientos de población que se produjeron durante la Reconquista de la Península Ibérica desde el siglo viii, así como la capitalidad de Madrid en 1561, ponen en contacto a distintos grupos lingüísticos y ocasionan distintas fases de mezcla dialectal (Penny 2000 [2004]: 89; Tuten 2003)31. De esta manera, se fijan tres fases niveladoras. La primera de ellas, a partir de Burgos (siglos ix-xi), se produce en el valle del Duero. La segunda en los siglos xii-xiii a partir de la reconquista de Toledo y durante la repoblación del valle del Tajo. La última es la fase sevillana (xiv-xv) y tiene lugar con la repoblación del valle del Guadalquivir. Estas tres fases niveladoras, junto a la mezcla de población que sigue al nombramiento de Madrid como capital, habrían contribuido a la configuración del español estándar como una variedad simplificada y homogénea, donde la variación y complejidad dialectales quedan en un segundo plano. A pesar de la importancia que el proceso de koineización tiene para explicar los procesos de cambio lingüístico, sobre todo desde una perspectiva externa, así como la configuración del estándar moderno, surgen algunos problemas en su aplicación a la historia del español. Dos de los principales han sido puestos de relieve por Fernández-Ordóñez (2011a: 73-74, n. 87). En primer lugar, esta autora destaca que este tipo de estudios siguen sin reconstruir el foco geográfico de los cambios ni sus etapas de difusión. En segundo lugar, no contemplan la posibilidad de que la nivelación se haya efectuado a favor de rasgos o variantes no castellanas, procedentes de otras variedades, occidentales u orientales, asturleonesas o navarroaragonesas, o incluso de otras lenguas peninsulares (portugués, catalán). En este volumen, intentamos conjugar algunas de las útiles herramientas definidas dentro del marco teórico que alumbra el concepto de koineización como resultado del contacto dialectal con las ineludibles advertencias de Fernández-Ordóñez (2011a), que soportan una parte del principio metodológico defendido en el presente libro32.   «El español es el resultado de repetidas fases de mezcla dialectal», afirma Penny (2004 [2000]: 89). La aplicación del concepto de koineización al estudio de la historia del español peninsular es reciente y novedosa frente a la importancia epistemológica que ha tenido para explicar la formación del español americano (Granda 1994: 13-48). 32   «Pero mientras que el comportamiento de la lengua de Castilla no se confronte sistemáticamente con el de otras variedades peninsulares o se distinga en el análisis entre las varias zonas del antiguo reino, en distintos periodos cronológicos, no será posible determinar cuál fue el origen de los cambios ni los factores que intervinieron en su avance» (Fernández-Ordóñez 2011a: 74, n. 87). 31

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3.2. Mezcla dialectal, koineización y estandarización Acabamos de notar cómo algunos autores atribuyen las características de homogeneidad y uniformidad de la lengua española al considerarla el resultado de un proceso histórico de koineización, estrechamente vinculado a las vicisitudes territoriales y políticas de los reinos peninsulares medievales. Nuestro objetivo en este apartado es aplicar las nociones surgidas en el marco de la teoría de la koinezación o la mezcla de dialectos para elaborar nuestra propuesta de definición del proceso de estandarización. En épocas recientes se ha intentado separar los conceptos de koineización y de estandarización33, a pesar de las características comunes de ambos procesos. Moreno Cabrera (2011a) define estas nociones de acuerdo con su carácter unificador de las diferencias dialectales, pero los opone por considerar que el proceso de koineización es un «proceso natural de convergencia», mientras que el de estandarización supondría uno «artificial de planificación»34. En el trabajo de López Serena y Méndez García de Paredes (2011), se critica la asociación de los adjetivos «natural» y «artificial» con connotaciones positivas o peyorativas y proponen que tanto el proceso de koineización como el estandarizador son intrínsecos a la naturaleza humana35. Estas autoras basan la distinción entre uno y otro proceso en la «intervención» de algún tipo de institución o actor externo36. 33   «There exists long-standing confusion between the terms koine and standard and a tendency to conflate or integrate the processes of koineization and standardization. This is not surprising, as there are, indeed, similarities between the two processes» (Tuten 2003: 84). Veáse también Amorós Negre (2014: 187). 34   En la misma línea: «la lengua estándar no es una lengua natural, sino una construcción artificial que no cumple el requisito fundamental [i.e. la adaptación a las circunstancias comunicativas] que caracteriza a las lenguas humanas como construcciones naturales» (Moreno Cabrera 2008: 52). 35   «No creemos que la elaboración lingüística que conduce a los procesos de estandarización o que las circunstancias comunicativas que requieren el empleo de variedades estándares sean ajenas a la naturaleza humana o menos propias de ella que la comunicación prototípicamente inmediata (y por ende ligada a variedades no estándares). En todo caso, cabría establecer un continuo entre cambios sin intervención de autoridad alguna y cambios dirigidos por algún tipo de política o planificación lingüística» (López Serena y Méndez García de Paredes 2011: 33). 36   Conviene recordar que Kerswill (2003) resalta el papel del individuo como agente del cambio en los procesos de koineización: «[…], the individual-as-agent-of-change approach is particularly relevant in the case of koineization, because this is a process which starts with the first generation of incomers adapting their speech to the other speakers they encounter».

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Nuestra propuesta consiste en la consideración del proceso de creación de una variedad estándar como el resultado de un mecanismo intencionado y planificado de reasignación de variantes (reallocation). Resulta habitual y corriente que la lengua estándar se identifique con una variedad dialectal, que se selecciona, se codifica y se normaliza37. En el caso de la lengua española, esta variedad se identifica con el castellano. Esta visión del estándar que parte de una variedad en bloque puede denominarse «visión sintética». Nuestra propuesta se basa en una «visión analítica» de la lengua —en este caso— estándar. Si una variedad lingüística puede definirse como un «conjunto homogéneo de rasgos»38 y una lengua es un «conjunto de variedades» o diasistema, cuyo funcionamiento se guía por la cadena variacional descrita en §1 más arriba, se infiere que una lengua es un «conjunto de rasgos». Esta visión analítica la compartimos —como también expusimos en ese apartado— con la lingüística evolutiva o biolingüística, pero diferimos de ella por colocar en el centro de la escena comunicativa a los hablantes como agentes racionales. Para los lingüistas que se encuadran en esta corriente teórica naturalista, los rasgos variables o variantes se hallan en competición y este estado se resuelve por la selección de una de las variantes en virtud de su capacidad de adaptarse a las exigencias comunicativas del entorno. En nuestra opinión, la selección de una variante sobre otras se lleva a cabo por los hablantes de manera natural o, mejor, convencional. Los hablantes se ponen de acuerdo tácita o explícitamente en adoptar una de las variantes en competición guiados por factores que poco o nada tienen que ver con la funcionalidad u optimidad (optimality) de la variante en cuestión, sino por factores extralingüísticos, que tienen que ver con las actitudes   «Si observamos las lenguas estándar, […], todas tienen su origen en una variedad social/regional que se ha seleccionado (debido a razones extralingüísticas) de una multitud de otras variedades en competencia […]. Así, puede decirse que cada lengua procede de un dialecto, más que lo contrario» (Penny 2004 [2000]: 37-38). El excelente recorrido que Amorós (2009) hace por las definiciones de lengua estándar y sus problemas nos eximen aquí de profundizar en el estado de la cuestión. Las fases desarrolladas por Haugen (1966) (selección, codificación, implantación, elaboración) siguen siendo válidas para vertebrar y comprender el proceso estandarizador de una lengua. 38   «Una variedad es un conjunto de patrones lingüísticos lo suficientemente homogéneo como para ser analizado mediante técnicas lingüísticas de descripción sincrónica; tal conjunto estaría formado por un repertorio de elementos suficientemente extenso y podría operar en todos los contextos normales de comunicación» (Moreno Fernández 1998: 86). 37

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psicosociales, la valoración subjetiva o la consideración de algún tipo de prestigio que los hablantes tienen respecto a ella. La selección de la variante no acaba necesariamente con el estado de variación en el que coexisten las variantes, de tal manera que pueden ocurrir cuatro tipo de situaciones (cf. esquema 1). Esquema 1. Variación y selección de variantes Situación 0 Variante A



Variante A

Variante B



Variante B

Variante A



Ø

Variante B



Variante B

Variante A



Variante Aa

Variante B



Variante Bb

Variante A



Variante A+

Variante B



Variante B-

Situación 1

Situación 2

Situación 3

La primera situación (situación 0) hace referencia a la continuidad de la variación39, es decir, cuando la variación se mantiene a lo largo del tiempo dentro de una comunidad de habla. La denominamos situación 0, pues, podría considerarse la situación más habitual, neutral y común, frente a la opinión generalizada de que la variación es una situación excepcional y caótica. La segunda de estas situaciones esquematizadas (Situación 1) haría referencia al proceso de cambio40 39   «There remains, as always, the actuation problem. Why here and now? The beginnings of change are as mysterious as ever. Why not here and not now? Endings are equally difficult to understand. The obverse of the actuation problem is continuation. If change has already begun and is not coming to an end, it is continuing. [...], it seems reasonable to attack the actuation problem through its counterpart, the continuation problem» (Labov 2001: 466). 40   «Linguistic change is to be understood more broadly as changes in consensus on norms of usage in a speech community. During the process there will some disagreement or conflict on norms at some levels in the community, but if a change is ever ‘completed’, then it will be possible to say that some community of speakers agrees that what was formerly A is now B» (Milroy 1992: 17).

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(cf. también §2 más arriba). Las situaciones 2 y 3, por su parte, tienen en cuenta la capitalización y reasignación de las variantes. El concepto de capitalización, esquematizado en la situación 241, tiene que ver con la reutilización de las variantes para otras finalidades o funciones que no poseían originalmente. Este concepto está íntimamente relacionado con el concepto de exaptación (exaptation) (Lass 1990, 1997; Narrog 2007; Elvira 2009, entre otros)42, que consiste en la nueva explotación de material superficial o no funcional. Nos interesa ahora porque las variantes que sobreviven a una situación de mezcla dialectal pueden recibir nuevas funciones lingüísticas, bien fonéticas, como alófonos de un fonema (única posibilidad prevista por Trudgill 1986), bien gramaticales (cf. Castilla Lluch y Octavio de Toledo 2016, por ejemplo, para el caso de habemos, ya comentado arriba). De esta manera, la variante A puede especializarse para el significado a, mientras que la variante B expresaría el significado b. Esquema 2. Capitalización y reasignación planificada de variantes Variante Aa (auxiliar) Variante A



Variante A+ (hemos)



Variante B- (habemos)



(hemos)

Variante Ab (léxico) Variante Ba (auxiliar)

Variante B (habemos)

 Variante Bb (léxico)

Nótese que a lo largo de la historia ambas variantes A y B pueden designar los dos significados o funciones. Así, por ejemplo, por lo que respecta a la 1.ª pers. pl. del presente de indicativo del verbo haber, tanto la forma larga (habemos) como la forma reducida (hemos) presentaban significados gramaticales, como auxiliar (significado

41   «Use of the term ‘capitalization’ is an attempt to label the historical process by which a linguistic feature which already exists in a language comes to be substantially exploited for wider purposes, sometimes simply making overt distinctions which were previously covert, but sometimes apparently creating new expressive possibilities» (Pountain 1995: 295). 42   En el §4 del capítulo 3 aplicamos este concepto para explicar el origen de d- en el adverbio de lugar dónde.

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a) o léxicos (posesión, existencia) (significado b)43. Ambas variantes con la polisemia que llevan aparejada entran en competición como consecuencia de la mezcla dialectal. En esta competición los hablantes salvan ambas variantes, la forma larga y la forma reducida de la persona nosotros del verbo haber, pero especializan cada una de ellas para la expresión de un significado: hemos únicamente como auxiliar (variante Aa en nuestro esquema) y habemos con significado léxico (variante Bb de nuestra situación 2). La última de las situaciones (situación 3) representaría el fenómeno de la reasignación44, por el cual las variantes que se mantienen una vez transcurrido el periodo de contacto dialectal se reasignan o recolocan en distintos puntos del espacio variacional, más o menos alejadas de los polos de la formalidad o informalidad, o del espacio geográfico. De esta manera, la definición de estandarización podría reformularse como un proceso planificado de reasignación o recolocación de las variantes en el espacio variacional. Obsérvese (Esquema 2) que la reasignación planificada puede afectar no solo a una de las variantes, sino también a una de las funciones o significados que contiene. En definitiva, la reasignación de variantes puede llevarse a cabo como resultado de la koineización y efectuarse de manera tácita y convencional, normal; los hablantes reordenan el espacio variacional después de que este haya sido trastocado por el contacto de variedades cercanas. Esta conducta lingüística debe ser en algún grado consciente (frente a la afirmación de Amorós Negre 2014: 116, con la que estamos solo parcialmente de acuerdo), pues de otra forma los hablantes no podrían percibir qué variantes deberían ser modificadas y en qué dirección hacerlo. Puede ocurrir también que una institución o una autoridad aproveche las variantes que se encuentran en juego o sobreviven a la mezcla dialectal para reasignarlas a lugares variacionales distintos, de acuerdo con una intención planificadora, prescriptiva y normativa. Puede ocurrir que dos variantes geográficas —variante A (-áis) y variante B (-ás)— pasen a la lengua estándar de distintas comunidades 43   Remitimos a Castillo Lluch y Octavio de Toledo (2016) y también a Rodríguez Molina (2012). 44   «Sin embargo, en las situaciones modernas de contacto dialectal (Trudgill 1986: 110-26) se observa que, incluso después de que tal koineización haya tenido lugar, puede quedar algún resto de formas en competencia. Estas variantes sobrevivientes, que fueron traídas al principio por los hablantes de distintas regiones, son a menudo reasignadas, esto es, dejan de ser variantes geográficas y pasan a asociarse con diferencias de clase social, o con diferencias de registro» (Penny 2004 [2000]: 97).

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de habla. Puede ocurrir también que la variedad estándar no acepte la variante B, a pesar de su especialización semántica (p.ej., habemos en el español peninsular), o que, en una búsqueda de mayor eficiencia comunicativa, acoja y aproveche uno de sus significados posibles (dónde [ubicación] vs. adónde [dirección]). Ambos escenarios de reasignación de variantes, no programada o planificada, tendría una naturaleza normativa común, pero el primero constituiría una «norma implícita», mientras que el segundo crearía una «norma explícita». El término de «norma implícita» se enlaza con el de «estándar implícito o empiríco» de Amorós Negre, que se fundaría en «el grado de aceptación o el estatus que se les otorga a los fenómenos lingüísticos en las diversas áreas» (2014: 210)45. Por su parte, la «norma explícita» se relaciona con la variedad estándar, planificada y codificada (Amorós Negre 2014: 177)46. Puede establecerse también una correlación entre «norma implícita»-«norma explícita» y norma endoglósica (endoglossic standard)-norma exoglósica (exoglossic standard) de Auer (2005, 2011). La norma endoglósica es la que rige los estándares regionales (regiolects o regional standards) y tiene una función identificadora y prestigio encubierto. Este tipo de norma explicaría el mantenimiento de rasgos dialectales dentro de una comunidad de habla y la no influencia de la norma prescriptiva suprarregional. Puede darse el caso de que los rasgos dialectales, bien regionales o bien históricos, traspasen las barreras de la variedad estándar, no dialectal, de estas comunidades. Se trataría de lo que Auer (2011) denomina desestandarización (destandardization); se produciría una «convergencia hacia abajo» (downward convergence): los rasgos dialectales o subestándares aparecen en la variedad estándar supralocal. Podría combinarse este tipo de análisis con otro en el que la lengua estándar no se ha extendido por todo el territorio que debería cubrir la lengua o variedad estándar nacional; más que de desestandarización, debería hablarse de no estandarización de un territorio. Así, por ejemplo, las encuestas del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) mostrarían el mantenimiento de variedades dialectales anteriores a la Guerra Civil, a los movimientos de población que esta puso en marcha y al acceso mayoritario a la educación. En el extremo contrario, y más habitual en la sociedad contemporánea, se produciría la «convergencia hacia arriba» (upward convergence), 45   Se correspondería con el estándar lingüístico o language standard de Joseph (1987, apud Amorós Negre 2014: 131). 46   Equivaldría al estándar o standard language de Joseph (1987, apud Amorós Negre 2014: 131).

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por la que los rasgos estándares se extienden por una comunidad de habla regional. Se trataría del fenómeno de la desdialectalización (Fernández-Ordóñez 2011a; García Mouton 2011a; Heap y Pato 2012). La norma exoglósica o explícita, propia del estándar nacional y codificado, penetra en una comunidad y borra los rasgos dialectalmente marcados. Aunque autores como Amorós Negre (2014) relacionan la noción de koiné y koineización con una «convergencia dialectal natural y espontánea» y la de estándar con una «actividad de planificación lingüística», que consideramos correcta, al menos en lo general, nosotros hemos querido emplear el concepto de reasignación para explicar también la estandarización, pues las autoridades e instituciones lingüísticas se las tienen que ver, en última instancia, con la variación lingüística. Ahora bien, conviene subrayar que aunque la reasignación de las variantes no niveladas en una situación de contacto dialectal se produzca de forma espontánea y convencional (mejor que «natural») en la comunidad de habla o bien sea el resultado de una planificación efectuada por una autoridad lingüística, los hablantes, como agentes o actores, deben colocarse siempre en el centro de la escena. La visión de la lengua (y también de su estándar) como «un conjunto de rasgos» sustenta la necesidad metodológica de examinar qué valoración reciben cada uno de estos rasgos en un momento histórico o, en otras palabras, qué lugar ocupan en el espacio variacional, para poder determinar qué factores pueden conducir, por un lado, a su adopción en la lengua estándar o su destierro de ella o, por otro, a su mantenimiento en algunas variedades o áreas, mantenimiento que se verá favorecido por «normas implícitas», internas a una comunidad de habla. La extensión de esta visión analítica al estudio de la conformación del español estándar, no entendida como trasvase y enriquecimiento de una única variedad (la castellana central), sino como la construcción y adopción de rasgos procedentes de distintas variedades, nos ha sido posible gracias a la reelaboración, presentada en este apartado, del concepto de reasignación o recolocación de las variantes sobrantes en un proceso de contacto dialectal. 3.3. Estandarización y supralocalización En el apartado §2.3, que versa sobre la difusión de los cambios, explicamos la relación que se establece entre los tipos de cambio, «desde abajo» y «desde arriba», y los modelos de difusión, areal o

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geográfica y registral o socioestilística (Sánchez-Prieto 2012: 30-31). Resulta posible, por lo tanto, identificar un foco geográfico de irradiación para el primer tipo de cambios, mientras que en el segundo tipo su distribución discontinua no permite circunscribir el área inicial de su expansión (Fernández-Ordóñez 2011a: 26-29). El concepto de supralocalización está relacionado con los fenómenos de koineización que se producen en situaciones de contacto dialectal y nos permite eludir la visión monolítica y en bloque de la estandarización (lo que, en otras palabras, hemos denominado «visión sintética» en §3.2 más arriba). De esta manera, es posible establecer el foco geográfico de los elementos lingüísticos que imponiéndose a otros rasgos dialectales pasan a formar parte de la norma o variedad estándar del español47. Esta noción emerge y se elabora para explicar la conformación histórica del inglés (Nevalainen 2000; Nevalainen y Raumolin-Braunberg 2003; Conde Silvestre 2007: 326-327). En relación con esta lengua, la importancia política, social y económica que adquiere Londres durante los siglos xvi y xvii, atrajo a personas de todas las regiones y de todos los estratos sociales y profesionales. Gracias a esta migración interna, el aumento demográfico hizo que hacia 1700 el 10 % de la población de Inglaterra se concentrara en su capital (Nevalainen y Raumolin-Braunberg 2003: 38-39). Esta concentración de inmigrantes produce el contacto de variedades dialectales, lo que otorga a la ciudad de Londres y, en concreto, a la corte un papel fundamental en el filtro y difusión de rasgos dialectales, así como en la creación de la norma supralocal (Nevalainen y Raumolin-Braunberg 2003: 181-183). En el caso de nuestra lengua, el establecimiento de la corte en Madrid en 1561 hace que la futura capital del reino reciba un gran número de inmigrantes procedentes de todas las regiones, especialmente castellanas y leonesas (Moreno Fernández 2005: 141), y aumente su población. Madrid se convierte a finales del siglo xvi y, con más fuerza aún, durante el xvii en el lugar donde confluyen variantes lingüísticas originarias de regiones distintas. Al carácter supradialectal o supralocal de la lengua estándar se recurre con frecuencia para su caracterización en sociolingüística (Demonte 2003; Amorós Negre 2009). Esta variedad, en efecto, «no se 47   «My argument is based on the notion that, viewed as supralocalisation, language standardisation becomes regionally observable: it is possible to investigate where the components of national norms originated and at what rate they were diffused» (Nevalainen 2000: 329-330).

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corresponde con el habla de un territorio en particular» (Amorós Negre 2009: 45) y no porque abarque todos los dialectos, sino porque se impone a todos ellos, superándolos. Ahora bien, el concepto de supralocalización impele al rastreo territorial (y, también, social) de los cambios que acaban constituyendo esa norma. Este concepto se armoniza bien con las reivindicaciones recientes de Fernández-Ordóñez (2011a, 2012) acerca de la necesidad de fijar el foco y el origen, así como la evolución y expansión, de los componentes lingüísticos que terminan configurando el estándar español, y sustenta la visión sintética que adoptamos en este volumen. Al mismo tiempo, esta tarea sacará a la luz los rincones regionales o diastráticos en los que van quedando relegadas las formas vernáculas que el estándar rechaza. En definitiva, creemos que todos los cambios lingüísticos, los que se desplazan de arriba abajo o en el sentido inverso, así como los que entran a formar parte de la lengua estándar, tienen un origen geográfico que es posible y necesario fijar para comprender su difusión y su contribución al proceso estandarizador. Se confirma —estamos convencidos— la dirección en la que se mueve la cadena variacional (cf. la figura 1 en §1 más arriba). Es cierto que algunos de estos cambios se expanden sin solución de continuidad; otros, los que tienen carácter supralocal y son acogidos por la norma estándar, parecen avanzar a saltos. En detectar estos patrones de difusión nos concentraremos en las partes centrales del libro. 4. DATOS, CORPUS, ATLAS 4.1. Corpus y atlas lingüísticos En los últimos años, resulta imposible concebir el estudio de cualquier aspecto de la historia de la lengua española sin recurrir a los cada vez más numerosos corpus electrónicos que están a disposición del investigador48. Los corpus pueden definirse como un conjunto de textos o documentos ordenados según algún tipo de criterio. La metodología que aplicamos en el presente estudio debe mucho a los principios de la denominada «lingüística de corpus», pues toma como fuentes 48   Para una puesta al día sobre los corpus lingüísticos disponibles en ámbito iberorrománico, así como sobre sus problemas y aprovechamiento, remitimos a Parodi (2008), Rojo (2015), así como a los trabajos recogidos en Kabatek (2016).

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de datos conjuntos textuales, históricos y diacrónicos o dialectales y sincrónicos. Para ser exactos, nuestro modo de proceder requiere la matización terminológica que distingue Kabatek (2016: 3) y debería, más bien, considerarse un estudio de «lingüística con corpus». Los problemas que debe afrontar el investigador que recurre al corpus se acrecientan cuando se trata de estudiar la evolución histórica de las estructuras gramaticales de una lengua. La lingüística diacrónica, en efecto, debe ajustar cuentas con la casualidad, pues hasta nosotros ha llegado únicamente un subconjunto de textos, documentos y obras que se han conservado por puro azar, lo que convierte a cualquier reconstrucción histórica de estados de lengua pasados en un tentativo49. La conservación casual de los textos afecta directamente a la cuestión de la representatividad del corpus (Kabatek 2013). Esta cuestión se refiere al grado en que los condicionamientos de la variación (dialectales, diastráticos, genéricos, registrales, etc.) se manifiestan o pueden manifestarse en el repertorio de textos recogidos. En relación con lo anterior, otro de los problemas con los que se enfrenta la lingüística de corpus y que, por lo tanto, debe tener en cuenta el investigador como requisito metodológico concierne a la cuestión de saber en qué medida es posible controlar los factores de variación, tanto internos como, sobre todo, contextuales y discursivos dentro del texto y, simultáneamente, garantizar la posibilidad de establecer comparaciones razonables. Se trata de lo que Enrique-Arias (2012: especialmente, 96-103) denomina «paradoja de la comparabilidad», en cuanto que, para asegurar la comparabilidad de los textos que lo componen, un corpus debe ser, al mismo tiempo, heterogéneo, desde el punto de vista cronológico, dialectal y discursivo, y homogéneo, pues cada subconjunto debe permitir la comparación con otros subconjuntos. Hasta aquí hemos mencionado alguno de los problemas que presentan los corpus convencionales. Para obtener los datos de nuestra investigación y analizarlos, recurrimos como otra fuente principal a los atlas lingüísticos, tanto nacionales como el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) como regionales o de «pequeños dominios». La dialectología ha demostrado cómo el espacio se convierte en 49   «El corpus se limita a una colección de producciones casuales de lengua: nos ofrece una ventana que permite acceder a una parte de esta, pero no al todo, y deja, por tanto, abierta la especulación acerca de lo que no se puede ver» (Kabatek 2016: 4).

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historia50 (Catalán 1971 [1989]; Fernández-Ordóñez 2011a; García Mouton 2011a); por esta razón, los datos de los atlas lingüísticos no solo tendrán la función de delimitar y establecer las fronteras lingüísticas de los fenómenos estudiados, sino que también serán tratados, analizados y cuantificados como si se tratara de datos extraídos de un corpus, en la medida en que los atlas, más allá del geográfico, nos permiten controlar factores de variación (sintácticos, diastráticos o comunicativos). En definitiva, las encuestas dialectales son «producciones lingüísticas» y se compilan formando un «conjunto de textos»; más aún, los atlas que, como el Atlas lingüístico y etnográfico de Castilla-La Mancha (ALECMan) y el Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER), han sido elaborados aplicando una metodología sociolingüística. 4.2. Los atlas lingüísticos como fuentes de datos 4.2.1. El Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) El Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) es un atlas de «gran dominio» y supranacional, ya que refleja el estado lingüístico de la Península Ibérica. La historia del ALPI está marcada tristemente por el estallido, en el verano de 1936, de la guerra civil española, lo que hizo que la publicación de sus materiales se retrasara más de treinta años ([Navarro Tomás] 1962; también Navarro Tomás, 1975; Catalán 1964 [1989]; Heap 2002, 2012). El ALPI fue ideado en 1914 por Ramón Menéndez Pidal, quien encargó la realización a su discípulo Tomás Navarro Tomás. Las encuestas se iniciaron en 1931. Cuando estalló la Guerra Civil se habían concluido las encuestas en Castilla, Galicia y casi todas las localidades de habla catalana y se habían iniciado en Portugal, donde se completaron entre 1953 y 1954. Durante los años de la contienda española, Navarro Tomás se hizo cargo de los materiales, que viajaron con él de Madrid a Valencia, de Valencia a Barcelona y de allí a Nueva York, donde en 1951 los recogen Sanchis Guarner y Rodríguez Castellano para entregarlos al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El CSIC se ocupó de su publicación, pero las dificultades económicas y la magnitud de la empresa   «La historia lingüística de un territorio está escrita en sus áreas dialectales» (Fernández-Ordóñez 2011a: 24). 50

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hicieron que solo un volumen viera la luz. Se trata de un volumen que cartografía materiales de fonética ([Navarro Tomás] 1962). Se estimó que la publicación de todos los materiales habría ocupado, por lo menos, unos diez volúmenes. Hoy en día, la publicación en la red de los cuestionarios ha permitido un acceso rápido a todos estos datos (Heap 2002, 2012)51. La red de encuestas cubrió 527 localidades, «pueblos pequeños» preferentemente, y se dividió la península en tres grandes zonas lingüísticas. En la zona castellana se encuestaron 276 localidades, de las que se encargaron Aurelio Espinosa, hijo, y Lorenzo Rodríguez Castellano. La zona catalano-valenciana tenía 96 puntos y en ella se incluyeron también Andorra, el Rosellón francés y las Islas Baleares (que quedaban fuera del territorio peninsular). De estos puntos se ocuparon Manuel Sanchis Guarner y Francisco de B. Moll. Los encuestadores de la zona gallego-portuguesa fueron Aníbal Otero, gallego, y Rodrigo de Sa Nogueira, portugués, sustituido finalmente por Armando Nobre de Guzmão y F. Lindley Cintra, quienes completaron las encuestas en los años 50. En la introducción al único volumen publicado, se reconoce que «la red de las localidades estudiadas es poco simétrica, puesto que es más tupida en las zonas de intensa diversidad dialectal, como Asturias, que en regiones de mayor nivelación lingüística, como el centro de Castilla». Se ha puesto en evidencia, en efecto, que el ALPI estaba preocupado por los dialectos históricos y por la diversidad dialectal del andaluz (García Mouton 2011a). Sin embargo, Catalán (1964 [1989]) subrayaba cómo la riqueza de los materiales del ALPI permitían entrever la diversidad dialectal dentro de los territorios castellanos52. Los cuestionarios estaban marcados metodológicamente por los intereses de Navarro Tomás, la fonética y la geografía lingüística (García Mouton 2011b). Se repartían en dos cuadernos: el Cuaderno I,   Hasta septiembre de 2017 los cuestionarios en formato .pdf y .jpg estaban disponibles en un servidor de la Western University (Ontario, Canadá) en la dirección http://westernlinguistics.ca/alpi y al cuidado del prof. David Heap. En Heap (2002), el profesor canadiense relata su empeño por recuperar los materiales dispersos del ALPI. Hoy en día un proyecto del CSIC coordinado por García Mouton (García Mouton 2010 y García Mouton, Heap y Perea 2012) se ocupa del cartografiado de los materiales (www.alpi.csic.es). 52   «El máximo interés del ALPI reside, sin duda alguna, en que por vez primera nos ofrece una visión panorámica del gran desconocido entre los dominios lingüísticos de la Romania: el castellano» (Catalán 1989 [1964]: 236). 51

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que se ocupaba de fonética y morfosintaxis y constaba de 411 preguntas; el Cuaderno II, desdoblado en E y G, que se concentraba en preguntas de léxico y etnografía. A pesar del interés de Navarro Tomás por la fonética, sobresale el interés del ALPI para las cuestiones de morfosintaxis, que no se contaban entre los temas favoritos de la geolingüística tradicional (Heap 2002: 13)53. En definitiva, si bien en el momento de su publicación los materiales del ALPI pueden considerarse en cierta medida históricos, este Atlas alcanza su objetivo de ofrecer «una visión panorámica» de la situación de las hablas rurales de la península anterior a los movimientos de migración interna que tuvieron lugar, por motivos económicos y sociales, durante la posguerra y que conllevaron la nivelación de las divergencias dialectales, tanto por el contacto entre variedades geográficas y sociales diferentes como por el acceso a la educación. Su estudio resulta, por lo tanto, un eslabón imprescindible para conocer la historia lingüística difuminada por la estandarización y la continuidad de las modalidades geográficas históricas y las más modernas. 4.2.2. Los atlas regionales Los atlas regionales o «de dominio mínimo» sirven de complemento a los nacionales, pues permiten estudiar con mayor profundidad zonas dialectales a las que los grandes atlas, cuyo objetivo es ofrecer una visión de conjunto, no pueden dedicar la atención necesaria. Gracias a los esfuerzos de Manuel Alvar, el dominio castellano cuenta con importantes atlas regionales, que se realizaron a partir de los años 60 y que han tenido continuación en otros, como el de Castilla-La Mancha, de mediados de los años 90. La metodología común a todos ellos permite la comparación entre ellos y el ALPI (García Mouton 1996). Para nuestros propósitos, los atlas regionales no solo actuarán de contrapunto al gran atlas de las variedades peninsulares, sino que al estar realizados —por lo general— en un período temporal equivalente al de una   En efecto, su empleo en este ámbito ha sido fructífero en épocas recientes. Además de los 32 mapas que para fenómenos fundamentalmente gramaticales presenta y analiza Fernández-Ordóñez (2011a), se podrían citar muchos otros trabajos que basándose únicamente en materiales del ALPI se concentran en el análisis gramatical de rasgos dialectales (por ejemplo, Heap 2008; De Benito 2010; Enrique-Arias 2011; Fernández-Ordóñez 2016; Lara Bermejo 2018, entre otros). 53

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generación a partir de la elaboración del ALPI hacen posible el estudio de cambio lingüísticos «en tiempo real»54. El primer atlas regional que presentaremos55 es el Atlas lingüístico y etnográfico de Cantabria (ALECant) (véase Alvar 1977 y 1995), que recoge en dos volúmenes 1260 mapas. Su publicación vio la luz en 1995. El cuestionario contenía más de 3000 preguntas de léxico, fonética, morfología y sintaxis y las encuestas se realizaron entre los años 1976 y 1978 por tres encuestadores (M. Alvar, J. A. Mayoral y C. Alvar). El ALECant abarca 55 lugares56. Un dominio necesariamente más amplio abarca el Atlas lingüístico y etnográfico de Aragón, Navarra y La Rioja (ALEANR) (Alvar 1979: 7-9), proyectado a partir de 1952 y publicado en doce tomos entre 1979 y 1983. El germen de este atlas se encuentra en el proyecto del Atlas de Aragón y se extiende hasta incluir los territorios de Navarra y La Rioja. El cuestionario comprende 2568 preguntas, que se ocupan de léxico, fonética y fonología, morfología (nominal y verbal) y sintaxis, cuyas respuestas se cartografían en 1758 mapas. Encuesta 164 puntos de las zonas principales (21 enclaves en La Rioja, 36 en Navarra, 41 en Huesca, 30 en Zaragoza y 36 en Teruel), además de algunos puntos de las provincias colindantes (Burgos, Álava, Guadalajara, Cuenca, Soria, Valencia y Castellón). El ALEANR ha contribuido de manera fundamental al conocimiento de los rasgos dialectales y a la situación de las modalidades lingüísticas de este territorio (Castañer y Enguita 1989). Para nuestros intereses, nos valemos de los tomos xi y xii. En nuestro recorrido geográfico de norte a sur, el siguiente atlas de pequeño dominio es el Atlas lingüístico (y etnográfico) de Castilla-La   Para los conceptos de «tiempo real» y «tiempo aparente», que traeremos de nuevo a colación al presentar el COSER, baste citar por ahora Labov (1994: 73-112), Chambers (1995: 193-194) y Bailey (2003). 55   Seguiremos una ordenación geográfica, y no temporal, de los atlas, de norte a sur y de oeste a este. Para referirnos a los enclaves emplearemos el código y la denominación tal y como aparece en el atlas en cuestión. 56  El Atlas lingüístico de Castilla y León (ALCyL) no nos será de gran utilidad, pues su cuestionario no recoge ninguna pregunta relevante para los fenómenos que tomamos como prueba para nuestros objetivos. El ALCyL se publicó en 1999, más de 20 años después del inicio de los trabajos de encuesta que se fueron completando allá donde faltaban antes de su publicación definitiva. Rastrea 212 localidades de Castilla y León y ofrece 819 mapas en 3 volúmenes. Desafortunadamente, ni siquiera el mapa 106 (No empujéis), el único susceptible de comparación con los otros atlas, es utilizable, pues no presenta ninguna variación de interés para los propósitos del capítulo 4. 54

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Mancha (ALECMan) (García Mouton 1996: 74-74, García Mouton y Moreno Fernández 1988, 1994). En el ALECMan se sigue de cerca la metodología empleada en el ALEANR y, muy en particular, el ALEA, pero además se introducen innovaciones que acercan el atlas manchego a los corpus sociolingüísticos (elección de informantes de ambos sexos, preguntas indirectas y abiertas, entrevistas sociolingüísticas, inclusión de las capitales de provincia, etc.) (García Mouton y Moreno Fernández 1993). La red de encuestas, que se realizaron entre 1988 y 1989, cubre 161 puntos, distribuidos por provincias de la siguiente manera: Albacete (25), Ciudad Real (29), Cuenca (32), Guadalajara (33) y Toledo (42) y los cuestionarios comprenden más de 3000 preguntas. Los mapas, así como otros materiales de interés, están accesibles en red (www.linguas.net/alecman/). El Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (ALEA) (García Mouton 1996: 70-71; Alvar 1997) fue el primer atlas regional de los coordinados por M. Alvar en ver la luz de la publicación. Se publicó en 6 volúmenes entre 1961 y 1973. Las encuestas se llevaron a cabo en los años cincuenta del siglo xx en más de 200 enclaves de las provincias andaluzas, repartidos del siguiente modo: Huelva (24), Sevilla (31), Córdoba (25), Cádiz (17), Jaén (31), Málaga (26), Granada (46) y Almería (30). 4.2.3. El Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER) El COSER constituye un verdadero corpus dialectal (Fernández-Ordóñez 2007, 2009, 2011b; De Benito, Pueyo y Fernández-Ordóñez 2016)57. Continúa los objetivos de los atlas tradicionales, a los que pretende, no reemplazar, sino complementar. El tipo de informantes es el mismo (hablantes rurales, mayores, baja escolarización, escasa movilidad, etc.), pero la metodología combina los procedimientos tradicionales con la entrevista sociolingüística (conversaciones semidirigidas, temas cercanos al informante, informantes de ambos sexos). El equipo del COSER ha realizado campañas de encuesta desde 1990 hasta la actualidad (nos consta la última encuesta en Palma de Mallorca en la primavera de 2017). Ha encuestado 1124 enclaves de 44 provincias españolas. Se ofrece la transcripción de 147 57   Los trabajos que han tomado datos del COSER para su investigación dialectal son numerosos (y se encuentran en la página electrónica del Corpus); baste citar ahora trabajos como Pato (2004, 2012, 2015), Heap y Pato (2012) y Pato y O’Neill (2013).

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entrevistas, que son las que analizamos en la presente investigación. Las entrevistas tienen una duración similar, que ronda de media los 75 minutos, lo que ha hecho innecesario cualquier tipo de corrección normalizadora sobre las ocurrencias absolutas de los fenómenos. El COSER permite medir tres tipos de distancia (Fernández-Ordóñez 2007, 2009, 2011b). En primer lugar, la distancia física o geográfica entre los puntos de encuesta. En segundo lugar, y entre otras posibilidades (variedad urbana-variedad rural, distintos cronolectos, etc.), gracias a este corpus es posible medir la distancia social entre hombres y mujeres. Así, Pato (2012: 113) comprueba cómo la sustitución del subjuntivo por formas indicativas (Si tendría dinero, lo compraría) está promovida por las mujeres y no los hombres. Esto indica que las mujeres tienden a adaptar su modo de hablar hacia las formas estándares, siempre y cuando su nivel educativo se lo permita. Al llevar a cabo campañas de encuesta en las mismas zonas (e incluso en los mismos puntos) que los atlas tradicionales (ALPI), el COSER hace viable un tercer tipo de investigación, la del cambio lingüístico en tiempo real (Labov 1994: 73-112; Chambers 1995: 193-194; Bailey 2003)58. Es lo que la directora del COSER denomina distancia cronológica. En nuestro caso, la comparación de tres tipos de atlas lingüísticos, el ALPI, atlas regionales (si bien estos realizados en distintas épocas del siglo xx, desde los años 50 hasta finales de los 90) y el COSER, nos brinda un panorama —cuando el cuestionario de los atlas lo permite— de la situación del cambio en tres fases cronológicas distintas: inicios del siglo xx, segunda mitad de este siglo y principios del xxi. Otra ventaja de la metodología del COSER es que permite acceder a gran cantidad de datos, gracias a las entrevistas. Esto pone a disposición del investigador material suficiente para el estudio de la variación gramatical, nivel poco atendido por la dialectología tradicional e imposible de cuantificar y valorar en su justo peso en los atlas tradicionales. Con la acogida de los dialectos por parte de la tipología   A pesar de los problemas que la comparación de encuestas realizadas en los mismos enclaves conlleva (muestreo de la población, movilidad social, movimientos migratorios, acceso al estándar lingüístico, tipo de encuesta, metodología, etc.) (Bailey 2003: 323), las ventajas superan con creces estas dificultades. En palabras de Fernández-Ordóñez: «pese a las diferencias existentes entre la metodología del cuestionario propia de los atlas y de la entrevista sociolingüística empleada para el COSER, lo cierto es que el contraste entre los datos de los atlas lingüísticos del español peninsular y las entrevistas del COSER permite investigar cambios en tiempo real: el transcurrido desde comienzos del siglo xx hasta los comienzos del siglo xxi» (2007: 32). 58

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lingüística, estos datos resultan de gran transcendencia para observar el desarrollo de las innovaciones a través de las estructuras lingüísticas (escalas). De enorme interés teórico son las escalas implicativas. Con datos de las variedades iberromances, Fernández-Ordóñez (2009: 4347, 2011b: 187-192) afina la jerarquía de concordancia (agreement hierarchy, Corbett 2006, apud Fernández-Ordóñez 2009, 2011b) por lo que respecta a la concordancia de adjetivos y pronombres con los nombres de materia («neutro de materia»). Esta investigadora demuestra cómo las variedades del asturiano central frente a las orientales, cántabras y castellanas difieren en la extensión de la concordancia. Podríamos concluir que el COSER permite determinar, además, una cuarta dimensión: la distancia tipológica. Por último, conviene destacar cómo las normas de transcripción de las entrevistas del COSER no emplean el alfabeto fonético como los atlas tradicionales, pero reflejan fenómenos fonológicos subestándares y señalan con signos distintivos las interrupciones y autocorrecciones de los informantes59. Esta decisión pone en evidencia la conciencia sociolingüística de los hablantes. En (5), las normas permiten observar la autocorrección del hablante en el empleo del interrogativo vernáculo ónde a favor del estándar (5a) o la hipercorrección de la hablante de (5b) al modificar la forma correcta decís a favor de la desinencia -éis, incorrecta en este caso (dicéis), motivada seguramente por su empleo extendido de desinencias en -ís (sabís, tenís): (5) a) Andar… pa… on- | de donde pa aquí, pa adelante a donde sea ha ido (Córdoba, 1514- Santaella, H). (5)  b) Ah…, ah, porque igual me de- | dicéis en la televisión que una mujer hacía esto, hacía lo otro (Navarra, 3228-Mélida, M).

4.3. Fuentes documentales: Corpus de documentos españoles anteriores a 1700 (CODEA) La lingüística histórica está obligada a construirse sus hipótesis y verificarlas sobre un conjunto de textos que han llegado hasta nosotros por azar. En el caso de los textos literarios, fuente primordial de 59   Para esto y otros criterios de transcripción, así como la resolución de los problemas que los fenómenos vernáculos suponen para la lematización del corpus, véase De Benito, Pueyo y Fernández-Ordóñez (2016).

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los estudios diacrónicos hasta época recientes, los testimonios conservados coinciden solo en casos excepcionales con el original o con copias cercanas a este. Las modificaciones introducidas por los copistas durante el proceso de copia hacen que la lengua de estos testimonios no refleje el estado lingüístico del original sino el del momento histórico en que se produce el trasvase60. La manera de solventar este problema, intrínseco en la transmisión de los textos antiguos hasta nuestros días, consiste en la construcción de un corpus controlado filológicamente. El Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1700 (CODEA)61 pone a disposición del investigador, desde una perspectiva interdisciplinar y con la posibilidad de un triple acceso (facsimilar, paleográfico y crítico), 2500 documentos archivísticos, en el estado actual (1400 en la versión anterior), desde los orígenes del romance en la península (Sánchez-Prieto et al. 2009, Sánchez-Prieto 2012a). Este corpus cumple los requisitos de comparabilidad y heterogeneidad expuestos en Enrique-Arias (2012) y además puede considerarse un corpus representativo (Kabatek 2013) de la lengua de uso de épocas pasadas. El CODEA es un corpus de documentos archivísticos, con una concepción laxa del tipo «documento» (Sánchez-Prieto 2012b). Se trata de documentos oficiales extraídos de distintos archivos nacionales, provinciales y municipales (Archivo Histórico Nacional de Madrid, Archivo General de Simancas, Archivo Municipal de Toledo, Archivo Municipal de Guadalajara, Archivo Municipal de Alcalá de Henares, etc.). Contra el lugar común de que los documentos notariales, por su naturaleza formularia y protocolaria, resultan escasamente válidos para el estudio lingüístico, las ventajas superan con creces estos inconvenientes. En primer lugar, hay amplias partes de texto libre62, que permiten el estudio de la lengua de uso. Ade60   Para estos problemas, véanse Fernández-Ordóñez (2001, 2002, 2006), Montejo García (2005) y Rodríguez Molina y Octavio de Toledo (2017). 61   En la actualidad, el corpus se encuentra en la versión CODEA+ 2015, que ha ampliado el arco cronológico de los documentos hasta 1800, si bien se han reforzado también las etapas anteriores. En el presente trabajo nos hemos basado en los documentos de la versión 2011, aunque recurrimos a las herramientas cartográficas que la nueva versión ha desarrollado y ofrece en abierto. Remitimos a la página del proyecto para más información (www.corpuscodea.es). 62   «Es conocida la idea de que los documentos tienen un valor escaso para la historia de la lengua por su carácter fuertemente convencional, estereotipo que se aplica sobre todo al documento público, en el sentido en el que se usa el

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más, y más importante aún, esta tipología de documentos permite el control de parámetros textuales como la datación precisa, el lugar de emisión o aspectos diastráticos cuales el ámbito socioestilístico o el tipo de documento (cf., sobre estos factores, Herring, Reenen y Schøsler 2000). De sobra conocido resulta la incidencia de cada uno de estos parámetros en la variación lingüística que presenta un testimonio textual. No es necesario enfatizar la utilidad y trascendencia que un conjunto textual con las características del CODEA supone para nuestros objetivos: la colocación de las variantes implicadas en el proceso de cambio dentro de un espacio variacional exige el control de las dimensiones que determinan o condicionan tal variación63. El primer parámetro, el cronológico, resulta fundamental para trazar la historia de una lengua sobre documentación fiable. La escrupulosidad filológica con que han sido editados los textos64 y la posibilidad fidedigna de fechar los documentos, cuya naturaleza impone una datación precisa, o bien de realizar una hipótesis basada en circunstancias concretas, convierten a estos documentos en testimonios sobre los que se puede datar la evolución o cronología de un cambio. Esto nos permitirá el establecimiento de cronologías bien definidas para cada uno de los cambios que estudiamos (enviamos al término en diplomática. Sin embargo, el manejo de amplios fondos de esta tipología demuestra que, más allá de la parte protocolaria, estas fuentes deparan sorpresas al investigador atento […] en ciertos aspectos, como el de la historia de la escritura, pero también en la sintaxis, resultan imprescindibles para conocer los procesos evolutivos» (Sánchez-Prieto et al. 2009: 27). Contra el empleo de estos documentos, puede verse Lapesa (1981). 63   Estamos convencidos de que el CODEA soluciona el problema puesto en evidencia por Caravedo (2005) sobre «el carácter aleatorio o intuitivo de la observación» a la que, por fuerza, está obligado el historiador de una lengua: «el investigador se confronta con la imposibilidad de reconstruir todas las condiciones de variación que llevaron a determinados resultados: cuenta con eslabones sueltos que no pueden encadenarse […]. [Este carácter aleatorio de los datos transmitidos] no quita que si se tiene la fortuna de descubrir testimonios lo suficientemente recurrentes, representativos, adecuadamente enmarcados desde el punto de vista del contexto social sobre un fenómeno determinado, la aplicación de criterios de mensurabilidad cuantitativa permitirá una comprensión e interpretación fiable de los datos» (140). Creemos que la fortuna nos ha sido favorable al poner a nuestra disposición los documentos del CODEA. 64   Para los criterios de edición, que se adaptan de los establecidos en la red CHARTA, remitimos a www.corpuscodea.es.

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lector a los apartados §3.1 de los capítulos 3 y 4 del libro). Además del interés histórico y lingüístico de esta posibilidad, las consecuencias de basar un proceso de cambio sobre testimonios fiables son —por lo menos— tres: a) permite el establecimiento de períodos históricos de una lengua, que podrían definirse, al igual que los dialectos, como conjuntos de isócronas (cf. isoglosas), es decir, aquellas etapas que concitan un mayor número de cambios constituirían un periodo histórico en la evolución interna de la lengua (las citas y la discusión quedan aplazadas por el momento al §2 del capítulo 5); b) es posible comprobar la lucha entre las variantes y el conflicto de normas que se produce en el proceso de mutación lingüística; por último, c) se deja vislumbrar el relegamiento o la obsolescencia de las variantes, que pueden quedar restringidas a ciertos ámbitos geográficos o sociodiscursivos. Para el establecimiento de la cronología de los cambios, dividiremos las etapas de los documentos del CODEA en cortes de 40 años. La decisión de dividir el espectro temporal en estos períodos se debe al principio bien asentado en la lingüística histórica de que los cambios tienen lugar en la transmisión de la lengua de generación en generación (Chambers 1995: 185-206). Si una generación abarca un lapso temporal que oscila de los 25 a los 50 años, creemos que cortes de cuatro décadas pueden reflejar mejor la evolución lingüística. Así, el corpus queda distribuido en doce cortes cronológicos, desde 1221 hasta 1700. En el cuadro 1 se muestran los periodos estudiados y el volumen textual de cada uno de ellos65. Si tenemos en cuenta las 37.097 palabras de documentos sin fecha, manejamos un corpus de más de un millón de formas (1.019.968).

  El número de palabras nos servirá para normalizar las frecuencias (frecuencia normalizada). Esta normalización se lleva a cabo como precaución metodológica necesaria para obviar el distinto volumen documental que, por diversos motivos, tiene cada uno de los cortes cronológicos. La normalización se ajustará a las 10.000 palabras y para ello se realizará la siguiente operación: (nº de casos o frecuencia absoluta x 10.000 palabras)/número de palabras real. De esta manera, se procede sobre el supuesto de que cada período contiene el mismo número de palabras (10.000) (Biber, Conrad y Reppen 1998: 263-264). Clarividente resulta la explicación de Octavio de Toledo (2016) acerca de los distintos tipos de frecuencias para llevar a cabo la comparación diacrónica de sucesivos estados de lengua. 65

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Cuadro 1. Cortes cronológicos del CODEA

Fase

Años

Nº palabras

i

1221-1260

67.129

ii

1261-1300

134.096

iii

1301-1340

89.378

iv

1341-1380

89.924

v

1381-1420

137.120

vi

1421-1460

75.979

vii

1461-1500

97.974

viii

1501-1540

120.494

ix

1541-1580

60.108

x

1581-1620

46.214

xi

1621-1660

43.091

xii

1661-1700

21.364

El factor geográfico se muestra especialmente relevante en la variación lingüística de los documentos y producciones discursivas en épocas antiguas (así como —obviamente— en cualquier etapa histórica en la que la fuerza de la estandarización es dispar o no llega a todos los estamentos sociales). Los documentos del CODEA explicitan la data tópica del documento que permite identificar el lugar en el que fue elaborado (lugar de emisión). Este factor es crucial para nuestros propósitos por tres conjuntos de motivos. En primera instancia, desde el punto de vista metodológico que adoptamos aquí, permite el seguimiento de la continuidad o, por el contrario, las modificaciones en la distribución territorial de un fenómeno con respecto a los atlas del siglo xx y xxi. Por lo tanto, salvo el salto —no pequeño— de los siglos xviii y xix, es posible trazar los límites geográficos de un fenómeno ayer y hoy. Por otra parte, hemos ya mostrado cómo el espacio variacional puede ser proyección del espacio físico o, al menos, está enraizado en él como punto de partida. En relación con esto, podemos localizar el foco originario de un fenómeno y comprobar cómo la lengua estándar acoge elementos de variado origen geográfico. Además, el recorrido, así como el foco, geográfico de un fenómeno puede contribuir a explicar una de las fases fundamentales del cambio (cf. §2 más arriba), la de la adopción. Si los hablantes de un área geográfica gozan de prestigio en un momento histórico por motivos políticos, socioeconómicos o culturales, se explicará mejor, de un lado, por qué

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un rasgo característico (del dialecto) de estos hablantes se adopta en una comunidad diversa a la original. De otro lado, si aceptamos la hipótesis (presentada en §2.3 más arriba) de que los cambios «desde abajo» se distribuyen arealmente, será fundamental controlar el parámetro geográfico; del mismo modo, este parámetro sigue siendo esencial para explicar los cambios «desde arriba», pues, aunque se difundan a través de una escala socioestilística, el origen de su prestigio abierto y explícito debe localizarse en el espacio físico, como ya hemos mencionado. En última instancia, la localización geográfica de las variantes contribuye a conocer su historia y a verificar o rechazar las hipótesis que la bibliografía ha presentado para explicarla. Así, por ejemplo, Pato (2009), basándose en los documentos del CODEA, dilucida los problemas sobre el origen y evolución del pronombre indefinido alguien, subrayando la cercanía de Castilla con los ámbitos gallegoportugués y leonés, donde la innovación se produce con anterioridad. La influencia del geolecto resulta crucial para comprender la evolución de las formas largas y breves de los demostrativos aqueste vs. este (Enrique-Arias 2012)66. Para nuestros propósitos, clasificaremos los documentos en cuatro áreas principales: León (Asturias, León, Zamora, Salamanca, Extremadura leonesa: Cáceres y Badajoz), Castilla Norte (Cantabria, provincias del País Vasco, Palencia, Valladolid, Burgos, Soria, Segovia y Ávila), Navarra-Aragón (Navarra, La Rioja, Zaragoza, Huesca y Teruel) y Castilla Sur (Guadalajara, Toledo, Cuenca, Ciudad Real, Madrid, Murcia, Jaén, Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz, Málaga, Granada y Almería) (cf. también Rodríguez Molina 2010). Cuadro 2. Número de palabras según ámbito de emisión y área geográfica de los documentos León

Castilla Norte

Navarra-Aragón

Castilla Sur

Cancilleresco

12.153

117.646

11.251

110.122

Jurídico

11.476

12.392

10.472

35.186

Municipal

2.950

10.576

4.562

43.868

Eclesiástico

86.171

61.381

104.188

34.575

Particular

46.005

50.485

75.192

44.795

66   La localización geográfica de los documentos, junto con la potente herramienta cartográfica de la nueva versión del CODEA+ 2015, que permite la proyección a mapa de los datos, hace posible la configuración de un atlas dialectal histórico del español.

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En cuanto al parámetro socioestilístico, el empleo de documentación notarial permite conocer los aspectos del contexto social en que se produce y transmite. Una primera división entre el documento público, necesariamente más formal y cercano a los ámbitos de distancia comunicativa (Koch y Oesterreicher 1985, 1990 [2007], así como §1 más arriba), y el documento privado, más abierto, por otra parte, a la introducción de dialectalismos (Sánchez-Prieto et al. 2009: 30), ofrecería una clasificación según el grado de publicidad, elaboración o formalidad de un texto. Estos textos de ámbito privado, como las cartas personales, las actas de compraventa y donación, los testamentos, etc., ofrecen la única posibilidad de aproximarnos a un estilo de lengua menos formal y, en la medida de lo posible y con las necesarias precauciones, coloquial o concepcionalmente oral. Los documentos del CODEA pueden distribuirse en una escala registral de más a menos formalidad según los ámbitos de emisión de los mismos: cancillerescos > jurídicos > municipales > eclesiásticos o monásticos > particulares (cf. Sánchez-Prieto 2012a: 11). El análisis de la correlación preferencial de ciertos fenómenos lingüísticos por uno de estos ámbitos de emisión puede ayudarnos a solventar el «problema de la evaluación» en etapas pretéritas (cf. §2.1 más arriba). La colocación de las variantes en esta escala registral, por más que resulte apriorística, contribuirá, sobre todo en correlación con el factor geográfico, a comprender mejor las fases del cambio lingüístico. El número de palabras por cada ámbito de emisión de los documentos y por áreas geográficas se sintetizan en el cuadro 2. En definitiva, los documentos del CODEA nos permitirán enlazar la variación espacial con los aspectos diastráticos deducibles de sus ámbitos de emisión, de modo que se puede fijar el foco geográfico de las innovaciones lingüísticas y determinar la vía de entrada de estas, así como las tipologías textuales que las acogen y las difunden.

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CAPÍTULO 3 HISTORIA Y ESPACIO DEL ADVERBIO DE LUGAR

1. EL PROBLEMA: LA CREACIÓN DEL ADVERBIO DE LUGAR DÓNDE EN ESPAÑOL ESTÁNDAR Como es sabido, el latín clásico poseía cuatro adverbios interrogativos de lugar para expresar distintos valores semánticos: ubi ‘lugar en donde’, quo ‘lugar a donde’, qua ‘lugar por donde’ y unde ‘lugar de donde’ (Bassols 1992: II, §35; Ernout y Thomas 1951 [1993]: §128). Este sistema se articulaba en torno a, por un lado, la ausencia o presencia de movimiento y la dirección del movimiento, por otro. Las lenguas romances desarrollarán sus adverbios locativos extendiendo a todas las funciones uno de ellos, de modo que tendremos «lenguas-ubi» (el francés où o el italiano estándar1 dove constituyen buenos ejemplos de este tipo de lenguas) y «lenguas-unde» (este grupo queda representado por el portugués onde y el catalán estándar on).   No así los dialectos de la península itálica que se reparten entre variedades ubi, como el friuliano (úla, dúla), el veneciano (indove), el toscano (indove, indó, ndó), el de los Abruzos (nda) o el napolitano (addove, addó), y variedades unde, como el calabrés (undi), el siciliano (unni), el piemontés (anté), el ligur (dunde) o el lombardo (indont). Para los interrogativos de lugar en las variedades dialectales de Italia, pueden consultarse los apartados correspondientes de Rohlfs (1954: III, §912) y Benincà (1997: 135-136). Interesante resulta el análisis sintáctico propuesto por Munaro y Poletto (2013) para estas formas dialectales. De gran utilidad, y más allá de las fronteras italianas, consideramos los apéndices elaborados por Stolz, Levkovych y Urdze (2017). 1

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De las variantes históricas a que da pie el paradigma latino, el español estándar ha configurado el sistema de adverbios relativos e interrogativos de lugar alrededor de la partícula donde, así como su correlato tónico dónde2. Según la bibliografía, en el proceso histórico de creación del adverbio estándar se ve involucradas, de un modo u otro, todas las variantes existentes desde la época de orígenes hasta el español clásico. Los directos herederos iberorrománicos de los relativos-interrogativos latinos ubi y unde, respectivamente, o y onde, inician una serie de fases de debilitamiento y refuerzo en las que ambos adverbios se influyen recíprocamente. Las citas recogidas en (1) representan a la perfección este tipo de explicación para el cambio lingüístico que nos ocupa: (1) a) Por tanto podemos aceptar que ya al menos desde el xiii está empezando a darse un desplazamiento de onde hacia los usos estáticos (sin abandonar la indicación de la procedencia), que se hace ya fuerte en el xiv. La adopción de los nuevos valores probablemente se vio favorecida por la existencia de una forma enfática donde formada por de + onde […] (Herrero 2005: 190). (1) b) Se tiende a generalizar o, pero con la preposición de indicando claramente el origen: de o > do, forma que, con este significado, alterna con onde [...]. El doble empleo de do y el debilitamiento semántico de onde producen el doble empleo de este […]. La preposición de vuelve a encargarse de marcar origen: de onde > donde, pero en la segunda mitad del xv ya no se siente el matiz, como prueban sus usos sin el significado de procedencia (Espinosa 2010: 383). (1) c) En el español antiguo se usó la forma o (lat. ubi ‘en donde’) para situar el suceso o el estado de cosas denotado por la oración principal. Equivalía a ‘en el lugar en que’. A partir de este adverbio se creó do (de + o), con el significado de origen (‘lugar de donde’). Sin embargo, esta forma pasó a significar ‘lugar en donde’. Este mismo cambio de significado sufrió ond(e) (lat. unde ‘de donde’), a partir del cual se creó la forma dond(e) (de + onde). Esta última perdió a su vez el significado de origen y acabó convirtiéndose en el adverbio utilizado para expresar ubicación (NGLE §22.8a).   Para las propiedades sintácticas de estos adverbios en cuanto relativos e interrogativos, se remite al lector a Brucart (1999: §7.5.6.1) y NGLE (§§22.8 y 22.15). 2

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(1) d) The recurrent element is the voiced denti-alveolar plosive /d/, which can be identified easily as the reduced form of the ablative preposition de ‘from’ in front of a vowel-initial complement. Each and every spatial interrogative of Source is expressed by a construction which involves an ablative preposition, be it synchronically or diachronically. It follows from this observation that the successors of Latin unde ‘whence’ are no longer sufficient to function as spatial interrogatives of Source on their own (Stolz, Levkovych y Urdze 2017: 223).

En el fragmento de (1a), Herrero Ruiz de Loizaga explica la pérdida del valor ablativo del adverbio onde empujado por la forma innovadora (donde). Se trataría, por lo tanto, de un mecanismo de «cadena de propulsión» (push chain), en el sentido de que la creación de donde, que resultaría de la amalgama de de y onde, empujaría a la forma inicial (onde) a la conquista de nuevos valores, en este caso los de ubicación. Mecanismo similar propone este autor para dar cuenta de los desplazamientos que se producen en la pareja o y do, neoformación esta última que ocuparía el lugar de onde (Herrero 2005: 186-204; también Herrero 2002). La cita de (1b) muestra aún mejor el tipo de explicación propuesto para este cambio. Los continuos procesos de debilitamiento-refuerzo, que se intentan esquematizar en el cuadro 1, se irían sucediendo hasta conformar el adverbio dónde del español estándar actual. Cada ciclo jalona las etapas de la historia de los adverbios locativos en la historia del español. En el castellano preliterario, las funciones de ‘ubicación’ y ‘origen’ se reparten entre o y onde. La creación de do con valor ablativo y su desplazamiento hacia la estatividad se produce en el paso de los siglos xii al xiii. En el siglo xiv tiene lugar la adquisición del significado estático del adverbio onde, que convive con o y do. La centuria siguiente es testigo del nacimiento de donde ‘de donde’, que extiende sus funciones al campo de la estatividad en el siglo xvi, periodo en el que se produce la sinonimia de las variantes onde, do y donde para el rasgo de ubicación y de las variantes onde, do, donde y el recién formado de donde para el de origen3. Como se lee   Esta cronología se basa en Herrero (2002, 2005: 186-204) y, en particular, Espinosa (2010: 383), que la esquematiza en su cuadro 5. De ella se hacen eco manuales recientes de gramática histórica como Cano Aguilar (1988: 172), Penny (1993: 132) o Torrens (2007: 96-97). En §3.1 más abajo presentaremos nuestra propuesta acerca de la cronología de estos cambios. 3

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en la cita (1c), la motivación del refuerzo se replica en la NGLE, lo que demuestra que se trata de la explicación generalmente aceptada. Esta misma explicación también se ha aplicado a otras lenguas y se da por buena también en la lingüística tipológica (1d), donde se propone la preposición de como génesis del segmento fónico inicial de los interrogativos espaciales ablativos (como donde en español)4. Esquema 1. «Ciclo de Jespersen» en el adverbio de lugar ‘Ubicación’

‘Origen’

o Refuerzo formal o

do

o

onde Debilitamiento semántico

onde

onde

onde

donde

Refuerzo formal Debilitamiento semántico donde

donde Refuerzo formal

donde

de donde

En definitiva, el estado de la cuestión sobre la historia y la formación histórica de los adverbios interrogativos y relativos del español acepta como motivación del conjunto de cambios implicados en este proceso el ciclo debilitamiento-refuerzo-debilitamiento. Esta serie de fases puede ilustrar el denominado «ciclo de Jespersen» (Jespersen 1917). El gran historiador de la lengua inglesa y lingüista danés nota que por lo que concierne el modo de expresar la negación en las lenguas del mundo parecen reproducirse las mismas

  La presencia generalizada en una amplia muestra de lenguas y variedades romances del fonema /d/ como inicio de los interrogativos que preguntan por el origen del movimiento, como bien exponen Stolz, Levkovych y Urdze (2017), no puede deberse al azar. Sin embargo, más abajo y, específicamente, en §4 esbozaremos una nueva posible explicación sobre el origen de d-. 4

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fases de debilitamiento-refuerzo5 y lo ejemplifica, entre otros muchos casos, con lo ocurrido en la historia del francés (je ne dis  je ne dis pas  je dis pas) o del inglés (ic ne secge  I ne seye not  I say not). En el esquema 1 intentamos representar este ciclo en la evolución de nuestros adverbios. El refuerzo formal de o (de + o) daría lugar a la forma do para expresar la procedencia del movimiento, lo que empujaría onde al espacio semántico de la ubicación, con un consecuente debilitamiento semántico. La función ablativa se reforzaría materialmente con la adición de de (de + onde  donde), que ‒otra vez‒ entraría en una fase de debilitamiento, lo que haría necesario el recurso a la preposición de (de + donde  de donde). Por mucho que esta explicación nos resulte fascinante, cabe, desde nuestro punto de vista, objetar algunos problemas. Por ejemplo, se pasa por alto el hecho de que desde el siglo xvi la construcción de donde no se ha debilitado, modificando su significado de origen hacia el de ubicación y por lo tanto no ha necesitado refuerzo formal alguno. Es más, parece que en el siglo xx se está reforzando el adverbio de ubicación donde en alternancia con en donde (NGLE, §22.8o y, para el interrogativo, §22.15f ). Esto indica que el «ciclo de Jespersen», aunque pueda emplearse para explicar alguna propiedad pragmática, no puede explicar el cambio que nos ocupa. Otro problema estriba en que la explicación es lineal y plana, sin tener en cuenta, por ejemplo, la pervivencia hasta los siglos xx y xxi de variantes arcaicas como o, do y onde. En relación con esto, se presenta el obstáculo principal. No se deslindan las variedades, ni horizontales o geográficas ni verticales o estilísticas, y se da por sentado que estas fases cíclicas afectan a todas las variantes y ocurren, a la vez o indistintamente, en todos los lectos. Por este motivo, este capítulo se plantea como objetivo el de colocar en un espacio de variación las variantes implicadas. 5   «The history of negative expressions in various languages makes us witness the following curious fluctuation: the original negative adverb is first weakened, then found insufficient and therefore strengthened, generally through some additional word, and this in its turn may be felt as the negative proper and may then in course of time be subject to the same development as the original word» (Jespersen 1917: 4). Para la validez actual de este tipo de cambio cíclico, véase Van der Auwera (2009), quien, considerando «the fact that other domains of grammar [respecto al de la negación] have new constructions oust old constructions does not predetermine the outcome of the competition between the old neneg and the new neneg… pasneg», señala que «part of the explanation will have to do with dialect and register variation and competition between dialects and registers» (43).

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2. EL ESPACIO DEL ADVERBIO DE LUGAR 2.1. El adverbio de lugar en las monografías dialectales Las variantes de los interrogativos y relativos de lugar no siempre han merecido la atención de los dialectólogos. Frente al privilegio del que ha gozado el giro ¿úla?, resultado de la combinación del adverbio locativo y un pronombre enclítico de objeto, otras variantes —como enseguida comprobaremos— no han tenido el mismo protagonismo en la caracterización de las variedades iberorromances. En los apartados correspondientes, la NGLE (§22.8b) ya señala el carácter de marca geográfica de variantes como onde y ande y sus interrogativos equivalentes. La forma onde la circunscribe al noroeste de la península ibérica (2a), mientras que su pareja ande sería un vulgarismo del español americano y andaluz (2b)6. Además de esta localización superficial y aproximada, que matizaremos en los apartados siguientes, la última Gramática académica destaca, por encima de otros rasgos, la condición popular y rural de estas variantes (2c): (2) a) La variante onde pervive en el habla rural de muchas áreas hispanohablantes, desprovista a veces de su valor inicial de origen. La lengua escrita la refleja ocasionalmente […]. Esta misma forma ha pervivido, también como dialectalismo, en el noroeste de España, por influencia del gallego, el asturiano y el leonés (NGLE 1597-1598). (2) b) La variante dialectal ande, procedente de la unión de la preposición a y la forma onde, se registra de forma esporádica en algunas zonas del español andino, el antillano (en particular el dominicano), el rioplatense y también —con frecuencia algo mayor— en el habla coloquial y popular de Andalucía (España) (NGLE 1598). (2) c) Son variantes desprestigiadas hoy onde y ande (NGLE 1598).

Sin duda alguna, la consideración de onde y ande como vulgarismos ha desviado la atención de los especialistas hacia rasgos 6   Para América, entre otros, Kany (1945: 364, 389) moteja onde, aonde y ande de «rustic and colloquial» («but also urban in Bolivia») y Robe (1960: 146) destaca la alternancia del general onde con ande en el español rural de Panamá. La variante onde la encuentra Herrera Lima (1988) en el habla popular de Ciudad de México.

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y elementos más arraigados en el territorio geolingüístico. En los apartados que siguen, con la revisión de las monografías y los tratados dialectológicos y con el apoyo de los atlas lingüísticos, realizaremos una más precisa circunscripción geográfica de nuestras variantes. Por el momento, las citas de (2), extraídas de la NGLE, y el olvido de los dialectólogos ponen de manifiesto —una vez más— el ascenso en la «cadena variacional» (cf. §1 del capítulo 2 del presente volumen) de estos elementos, que han dejado de percibirse como diatópicamente marcados en beneficio de la infravaloración diastrática que conllevan. Iniciamos nuestro repaso a los tratados y monografías con la variante más antigua y más occidental7. Como anunciábamos, la construcción ¿úlu? (y sus variantes) ha servido para caracterizar diversas zonas del asturleonés. Como propio de algunas zonas asturleonesas, emparentadas, gracias precisamente a esta construcción (¿ú la leña?, ¿úla?), con el gallego y el portugués, lo documenta Zamora Vicente (1967: 210). Para este dialectólogo, este «giro» es continuador del adverbio interrogativo literario dó (¿dó los mis amores, dólos?). También califica, sin embargo, de «corrientes» los adverbios ó (y ónde) en el aragonés (275). A su vez, García de Diego (1978) describe u («que puede usarse solo o con pronombres enclíticos»), ou, du, dou como «adverbios especiales» del ámbito asturiano. Borrego Nieto (1996: 155) menciona los «interrogativos con refuerzo» como aúlu como característica de las zonas más dialectales y limitadas del leonés. Echenique Elizondo y Sánchez Méndez (2005: 393) recurren al adverbio ú («con frecuencia acompañado de un pronombre átono de tercera persona en frases en las que el verbo está elidido por sobreentenderse: la xente, ¿úlo? ‘La gente, ¿dónde está?’» (2005: 393) para describir morfosintácticamente los bables. Algunas monografías dialectales emplean las variantes ó y ónde (y sus alternativas, cuando las hay) para representar el habla de territorios más limitados. En las monografías consultadas, ambas variantes 7   En efecto, el adverbio ó y su variante ú se identifican con el occidente peninsular: «este o interrogativo vivió y vive, en el occidente, y emigró a las Islas Canarias que aún lo conserva tímidamente» (Alvar y Pottier 1983: 330). En Canarias se conservaba en el norte de la isla de La Palma, pero también se registraba en Lanzarote y Tenerife (Alvar no presta atención a los interrogativos espaciales en su monografía de 1959, sobre el español hablado en Tenerife). Sobre la presencia de esta expresión en Canarias, véase Granda (1968: n. 38).

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suelen compartir el espacio geográfico, si bien la primera de estas variantes resulta más circunscrita. En el concejo asturiano de Somiedo, Cano González (1978: 204) documenta el conjunto de variantes ánde, ónde, áu, ú y óu con función locativa, mientras que cita dónde, dú, dóu, dáu y dánde para los valores de origen. No menciona el giro ¿úlo?, pero da indicaciones sobre la función de la preposición pa en la expresión del destino (pánde, páu). En el concejo de Lena, Neira (1955: 64 y 66) documenta los adverbios «simples» ú (‘dónde’) y el polisémico ónde (‘donde, adonde, de donde’), que forma también los adverbios «compuestos» aonde, paonde, peronde, y, como propio de esta zona, ofrece el paradigma de pronombres interrogativos: úlu, úla, úlo, úlas, úlos (74). También Rodríguez Castellano (1952) destaca ú («casi siempre unido al pronombre») como característico del concejo vecino de Aller; tacha onde, sin embargo, de «vulgarismo» del castellano. Para el concejo de Cabrales, Álvarez Fernández-Cañedo (1963: 65) daba como propios los adverbios de lugar ondi (‘donde’) y u (‘donde’), pero este «tan solo como interrogativo de lugar». En la parte leonesa de los Picos de Europa, el municipio de Oseja de Sajambre queda caracterizado por partículas como ú y unde (‘a donde’) (Fernández González 1959: 68). Para el valle del Pas, Penny (1969: §151) documenta ó (¿ó vas?) y ónde. En la montaña de Santander, en general, García Lomas (1949) menciona ó y ¿úlos? como expresiones propias de los «pasiegos». Para la parroquia de Sisterna, a pocos kilómetros de la frontera con la provincia de Lugo, Fernández (1960) nada dice acerca de ó o de alguna de sus variantes; como adverbio de lugar, localiza, en cambio, úndi ‘donde, en donde, adonde’ («También se oye mucho [¿]p’undi vas? ‘[¿] adónde vas?’», 67)8. Fernández González (1981: 145-147, 154) ofrece un sistema de adverbios «ancareses»: onde para ‘donde’ y donde para ‘de donde’; además, incluye un sistema de interrogativos: ¿ónde?, ¿dónde?, ¿a ónde?. En las comarcas leonesas de Babia y Laciana, Álvarez (1949: 260) admitía que el sistema de partículas se presentaba «igual que en castellano, pero que por su fonética dialectal se hacen un poco extrañas» y consigna únicamente testimonios de ónde (¿Ónde vas, chacha? – Onde vaya, p. 261)9. Tampoco parece penetrar la heredera de ubi en la zona central de León, según la monografía de Alonso Garrote (1947), quien, 8   No emplea el adverbio de lugar González Ferrero (1986) para describir el habla de Flores de Aliste. 9   Los interrogativos de lugar no merecen la atención de Casado Lobato (1948) en su caracterización del habla de la Cabrera Alta.

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en cambio, sí anota el adverbio ónde («Onde indica procedencia o lugar, y equivale al castellano dónde», p. 91). Lo mismo ocurre hacia el este de la provincia. En la cuenca del río Esla, Millán Urdiales (1966: 178) solo documenta las formas ónde y aónde10. En las variantes onde, ondi y ande, la heredera de unde baja, por el oeste, hasta los arribes del Duero, tal y como lo registra Llorente, si bien los mete en el saco de «los dialectalismos corrientes en casi todas las regiones» (1947: 156). En el extremo sudoriental de la provincia de Salamanca, en la frontera con Ávila, Sánchez Sevilla localizaba, en las primeras décadas del siglo xx, la forma aóle en Cespedosa de Tormes: «también se conserva el uso del pronombre interrogativo o < do con enclítico; fue expresión usual hasta el siglo xvi en Castilla; […]. En Asturias se usa ¿úlo? y en Cespedosa ¿aóle?, ¿aóla?, ¿aólo? = ¿adónde [está] él, ella, ello?» (1928: 246). Ejemplifica con ánde (¿ánde vais?, p. 254) la contracción de a + o (§18). Cummins (1974: 101) cita ándi («de gran vitalidad») para el habla de Coria, así como Montero Curiel (1997: §5.4), quien también documenta ondi (‘adonde’) en Madroñera. En la parte extremeña de la Sierra de Gredos, Flores del Manzano (1992: 131) identifica ondi como forma dialectal11. La forma ónde aparece en Andalucía. Rodríguez Castellano (1948: 575) ilustra con esta forma la pérdida de d- inicial en el habla de la localidad cordobesa de Cabra, «si no se trata de una forma etimológica»; en sus notas morfológicas para esta misma zona consigna el dialectólogo el sistema onde, aonde y ande, resultado de la contracción de a + onde (Rodríguez Castellano 1952: 401). Para las variedades orientales del español, las monografías no suelen tener en cuenta los elementos que nos interesan. Alvar menciona onde y o (‘donde’), adverbio que se encuentra «tanto en la documentación antigua (desde el siglo xiii), como en las hablas pirenaicas (Campo de Jaca)» (1953: 249). En el Campo de Jaca, este autor consideraba generalizado o, mientras que localizaba onde en algunas zonas, como Castiello, en el centro de la Jacetania (Alvar 1948: 113)12. Para el valle de Bielsa, Badía Margarit (1950: 164) señalaba la presencia de 10   Merece la pena notar el comentario que el dialectólogo hace de esta forma: «es corriente ónde por ‘dónde’; aónde por ‘adónde’, que en pronunciación más descuidada o rápida y en boca infantil se convierte en ande». 11   Para la caracterización dialectal del extremeño Zamora Vicente (1943a), Álvarez Martínez (1996) o Montero Curiel (2006) no tienen en cuenta el interrogativo de lugar. 12   Para el valle del Esca, este mismo autor afirma: «las partículas son las castellanas, y se desconocen aragonesismos típicos (en)ta y sus compuestos» (1956-1957: 15).

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adverbios interrogativos como ánde y án para ‘donde’13. La presencia de ambos adverbios en el habla belsetana, zona de transición lingüística entre variedades castellanas, altoaragonesas y catalanas (Martín Zorraquino y Enguita 2000: 71; Echenique y Sánchez Méndez 2005: 163-165), puede darnos una clave para entender la formación de ande por contacto lingüístico14. En la ribera baja del río Alcanadre, en el sur de la provincia de Huesca, Barrios Chela (1978) lematiza, en la sección de léxico, la forma ande (= ‘adonde’). También Ena Bordonaba (1976) documenta ande y diande (‘¿de dónde?’) como propios del habla de Moyuela (Zaragoza), pero los califica de «vulgarismos» (113). Esta autora ofrece implícitamente una explicación sobre la formación de la variante ande al servirse de ella para ilustrar dos fenómenos fonéticos del habla de esta zona, a saber: 1) la pérdida de -d- (101) y 2) la supresión vocálica posterior a la ruptura del hiato: adonde > aonde > ande (99). Para la Puebla de Híjar, Monge (1951) documenta, sin más comentario, ande ‘donde’ (§33). Ya en el Maestrazgo turolense, Laguna Campos (2009: 258) señala ande para ‘dónde’ y ‘adónde’15. García de Diego (1918 [1990])16 no trata explícitamente esta forma (ni ninguna otra de los interrogativos espaciales) en su caracterización del aragonés. Hernando Cuadrado (2009: 175) recoge las variantes ande, aonde y onde como «partículas» del habla popular manchega. En el habla de la Serranía de Cuenca, Calero (1981) propone como ejemplo del proceso fonético de pérdida de d no intervocálica el paso de donde a onde (40), si bien como adverbios de lugar constata: ande (‘adonde’) y aónde (‘adonde’, cuyo uso, sin embargo, ilustra con el ejemplo: ¿aónde están las cabras?, p. 55). Para el habla de Cartagena,   «En combinación con preposiciones, da otras formas: dan < de an, tan < ta an (ej.: ¿an yéras? ‘¿dónde estabas?’; ¿dan viéns? ‘¿de dónde vienes?’; ¿tan vas? ‘¿adónde vas?’)» (Badía Margarit 1950: 131). En su comparación de los dialectos pirenaicos, Rohlfs (1985) da como formas propias de Hecho el adverbio dó y de dó, de Bielsa, aón y de Benasque, agón. 14   No considera, por desgracia, los interrogativos espaciales Haensch (1960) en la caracterización de las hablas ribagorzanas. 15   No mencionan estas formas Lázaro Carreter (1945) para el habla de Magallón, en la parte noroccidental de la Provincia de Zaragoza. Tampoco las señalan las monografías que se ocupan de Castilla-La Mancha (Moreno Fernández 1996), ni siquiera las que se ocupan de las provincias más orientales (Zamora Vicente 1943b). 16   En su manual de Dialectología, señala propios del aragonés los adverbios locativos como ande ‘adonde’, onde ‘donde’, do ‘donde’ y donde («con el sentido original de ‘de donde’: donde viens? ‘¿de dónde vienes?’» 1978: 270). 13

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representante del dialecto murciano, García Cotorruelo (1959: §67) documenta ande («forma vulgar por ‘adonde, donde’ (< a + de + onde < uˇ n d e): d’ande, p’ande», 115), pero también onde («más que tratarse del arcaísmo, parece aféresis de donde», 115, cf. además §22) y aónde (¿d’aónde vienes?). En castellano, la existencia de formas como onde y ande se han asociado con el ámbito rural y, como vulgarismos, reciben una baja calificación (cf. las palabras de Hernández Alonso 1996: 209-210, quien además analiza estos adverbios como formas «sincopadas o apocopadas»). Sin valoración alguna, la consigna González Ollé (1964: 39): «ande es la forma habitual de donde, adonde». La Bureba puede servir de claro representante del castellano oriental. En resumen, las monografías esbozan, basándose en las formas que adquiere el interrogativo de lugar, una división entre variedades occidentales, influidas por las modalidades asturleonesas, y orientales, influidas por el aragonés y el catalán, tomando como rasgo las formas que el adverbio espacial adopta en cada una de estas zonas (el adverbio ó restringido, principalmente, a las zonas asturianas, onde más extendido por occidente y ande por la parte oriental). 2.2. El adverbio de lugar en el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica 2.2.1. Geografía y reconstrucción histórica Como dijimos en §4 del capítulo 2, al presentar los atlas dialectales, la distribución de un fenómeno lingüístico a través del espacio geográfico permite su reconstrucción histórica. En efecto, la disposición en el mapa 1 de las variantes del adverbio dónde recopiladas en el ALPI puede indicar la expansión de cada una de ellas en momentos cronológicos sucesivos. El cuestionario del proyecto del Atlas lingüístico nacional de la península ibérica comprende tres preguntas que nos interesan para extraer las opciones posibles del interrogativo de lugar en las primeras décadas del siglo xx. Las preguntas están contenidas en el Cuaderno I de la encuesta (páginas 21 y 30) y son las siguientes: 308 La pelota, ¿dónde está?, 312 ¿Dónde vacían el cántaro? y 410 ¿Adónde camináis? Estas preguntas, además de su interés por lo que concierne a la geografía de las variantes, ofrecen al investigador la posibilidad de estudiar la diferenciación semántica entre la ubicación o localización de un estado y el destino o dirección del movimiento. Ninguno de los Atlas regionales

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posteriores, que analizaremos en §2.3, dejan contrastar la expresión de estos rasgos semánticos en el interrogativo de lugar. Por este motivo, las preguntas del ALPI tienen una doble relevancia, dialectal y teórica (para esta cuestión, remitimos al §2.2.2 más abajo). Mapa 1. La pelota ˛dónde está? (ALPI)

El despliegue de las variantes del interrogativo de lugar para la expresión de la localización muestra (mapa 1)17: 1) el retroceso de las   Para la elaboración de este mapa consideramos la primera respuesta dada por el informante, en el caso de que se ofrezcan más. Bajo una única forma, se unifican las variaciones de timbre vocálico (ónde ~ únde, an ~ on ~ un, ó ~ óu ~ ú, etc.), la presencia de consonantes finales (on ~ ond ~ ont) o epentéticas (avon ~ agon, anónde) y se pasan por alto —en esta fase— las preposiciones prefijadas o las prótesis vocálicas (dónde ~ adónde, ónde ~ aónde ~ enónde, dó ~ endó, etc.). Como instrumento cartográfico, hemos empleado el programa ArcView GIS 3.1. Cartografiamos la pregunta 308. Hemos descartado la pregunta 312, que nos servirá de punto de comparación, ya que el verbo vaciar no deja adscribir con seguridad el complemento locativo a una de los dos categorías semánticas, ubicación o destino, que nos resultan relevantes ahora. 17

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herederas de ubi (a saber: ó y sus variantes y dó) a la vertiente norte de la cordillera Cantábrica y a los Pirineos, lo que demuestra una antigua conexión cántabro-pirenaica; 2) la expansión de los herederos de unde por toda la península ibérica; por lo que respecta a las áreas castellanas, nos concentraremos en la heredera más antigua ónde y en la —con gran probabilidad— más reciente, ánde y 3) una repartición geográfica del elemento estándar dónde en núcleos aislados, aunque con una evidente conexión con la zona de ónde. En los años 30 del siglo xx, los adverbios ó y dó aparecían —claramente en retroceso— en los enclaves asturianos ubicados entre las cuencas del Narcea y el Nalón, los enclaves pasiegos y, bajo la forma prefijada endó, en los enclaves altoaragoneses. El enclave asturiano más occidental es Busmente (304), luego los enclaves de la cuenca del Narcea: Pola de Somiedo (308), Santa Eulalia (306), Soto de la Barca (307), y del Nalón: Malveda (316), Villanueva de Teberga (390), La Mata (310), Santiago del Monte (311) y San Martín de Podes (312). En el Valle del Pas, se mantiene en Resconorio (411), Vega de Pas (407) y Bustantegua (408). En el Alto Aragón, se conserva dó en los enclaves jacetanos de Ansó (605) y Borau (606). Según el ALPI, la construcción ¿úla? (La pelota, ¿úla?) caracteriza la zona central y oriental de los bables asturianos, desde los enclaves de la cuenca del Nalón (Malveda, La Mata y Santiago de Podes), donde comparte territorio con el adverbio ó, hasta el río Sella, cuyo curso remonta en las localidades de Nozaleda (318), Sames (320) y Pintueles (319). Esta construcción enlaza los bables asturianos con el gallego-portugués y encuentra refugio en los cursos fluviales. En la cuenca del Sil-Miño se localiza en Rubiá (147), Pontáreas (137), Arbo (138), Tuy (138) y Rosal (140). En las rías del área costera de Pontevedra, el giro se refugia, de norte a sur, en los enclaves de A Golada (128), Bandeira (129) y Vilanova de Arosa (131), a lo largo del río Ulla, y de Cerdedo (133) y Meaño (132), en el curso del Lérez. En el sistema Verdugo-Oitavén, aparece en Fornelos de Montes (135) y también en el río Miñor (Nigrán, 136). En el sur de la provincia de Orense, se encuentra en las cuencas de los ríos Limia (Rairiz de Veiga, 148 y Entrino, 150) y del Támega (Oimbra, 151), que fluyen hacia el norte de Portugal. Desde el municipio de A Gudiña, sureste de Orense, la construcción penetra en la comarca de Sanabria, llegando, en su extremo más oriental, hasta Cubo de Benavente (339) y descendiendo hasta el campo de Aliste por la frontera portuguesa, en los enclaves de Villarino tras la Sierra (346) y Losacio de Alba (346).

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El mapa 2 muestra la extensión del giro en el ALPI (Se cartografía la construcción, aun cuando no sea la primera opción del informante). Mapa 2. Enclaves de «La pelota, ¿úla?» en el ALPI

Aunque el adverbio «reforzado» está normativizado en la actualidad según la gramática asturiana (Llingua 232-233)18, se comprueba cómo aparece en estrecho contacto con el dominio gallego y queda relegado a las zonas más marginales del dominio asturleonés (Borrego Nieto 1996: 155). En efecto, los Montes de León en el noroeste y los Picos de Europa por el noreste frenan su difusión. Por otra parte, llama la atención el refugio que esta construcción encuentra en los cursos fluviales (Sella, Nalón, las rías pontevedresas, Sil, Miño, Limia o Támega). A pesar de que los hablantes conceden algún tipo de valoración prestigiosa a esta construcción y de que se convierte en signo de identidad frente al dominio del castellano, como demuestra su gramatización, muchos de los informantes expresan, a través de apreciaciones o «marcas» metalingüísticas (Borrego Nieto 1981: 321-335)   Norma elaborada, en lo general, sobre los bables centrales (Echenique Elizondo y Sánchez Méndez 2005: 379-383). 18

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que los encuestadores anotan en los márgenes de los cuadernillos, la valoración que les supone el giro ¿úlo?. Los comentarios metalingüísticos de los informantes nos aclaran en qué situación se encontraba la construcción en las primeras décadas del siglo xx y explican su desaparición de los atlas más modernos. Estos comentarios conciernen a: a) el carácter anticuado: «menos corriente» dicen los informantes de A Golada, Bandeira, Vilanova de Arosa, Fornelos de Montes, Pontáreas o Tuy19; de «más antiguo» se califica, sin embargo, en Cerdedo; b) la inadecuación en ciertas situaciones: en Meaño, se emplea con «los pequeños»; c) el desprestigio: el informante de Celeiros, en Orense, la rechaza directamente; d) o la marginalidad, que hace que los encuestadores solo tomen nota de la construcción al volapié. Por esta razón, no se cartografía en los enclaves coruñeses de Miño (102) y Boimorto (111), donde se considera anticuada, o en los enclaves leoneses de La Cabrera, como Castroquilame (333), y de Los Picos de Europa, como Cofiñal (331) y Pio (332). La construcción con pronombre enclítico convive con el adverbio ó solo en las zonas del bable occidental. En el resto de enclaves, ¿úlo? comparte el espacio funcional con ónde, lo que demuestra la extensión del heredero de unde al ámbito de la estatividad. La extensión de ónde representaría la segunda estratificación histórica de los interrogativos espaciales. Según el ALPI (mapa 1), este adverbio permanece, en la zona oriental del castellano, en núcleos aislados: – Huesca (Loarre, 610)20. – Palencia (Villaconancio, 417). – Soria (Vinuesa, 442 y Muro de Ágreda, 444)21. – Ciudad Real (El Viso del Marqués, 480). – Albacete (Peñas de San Pedro, 486). – Almería (Suflí, 554 y Fiñana, 553)22.   Para los encuestados de Nigrán y Rosal, el giro resulta, en cambio, «más corriente». 20   En este punto, documentamos la forma nónde. 21   Aparece la forma «prefijada» aónde. En el segundo enclave, el informante ofrece ánde como alternativa. 22   Constatamos la forma con prótesis de a-. 19

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Las cuatro provincias gallegas (así como la zona portuguesa) son por completo territorio de ónde. Salvo las áreas de ubi, todos los enclaves asturianos presentan ónde. Son territorio de ónde los puntos a lo largo del Navia (Salgueiras, 300; As Campas, 301; Freal, 302; Boal, 303; Cuantas, 323). También es exclusivo en la zona central de Asturias (Llantones, 313; Cenera, 314; Felechosa, 315) y alterna con ó o ú en Navelgas (305), Soto de la Barca (307) y Cimalavilla (317). También en alternancia se encuentra en los enclaves del Sella (Pintueles, 319; Sames, 320; Nozaleda, 318)23. Los enclaves asturianos más orientales (Los Carriles, 321; Cimiano, 322), los nueve puntos de Cantabria (fuera del Valle del Pas) y el único punto de Vizcaya (Beci, 428) muestran la continuidad de ónde a través de la vertiente norte de la cordillera Cantábrica. Los trece puntos que el ALPI documenta en la provincia de León arrojan ónde, con la excepción elocuente de Ponte de Rey (324), en El Bierzo leonés. Los enclaves de Folledo (329), Pontedo (330) y, más abajo, Calzada del Coto (336) presentan, sola o en alternancia, la variante con prótesis de a-. Ambas variantes alternan en Zamora: ónde es general en Sanabria (San Ciprián de Sanabria, 337; San Martín de Castañeda, 338; Padornelo, 340; Hermisende, 341) y en su continuación por el norte de la provincia (Cubo de Benavente, 339; Otero de Bodas, 342). Por el contrario, la forma con prótesis vocálica baja paralela a la frontera con Portugal (Mahide, 343; Losacio de Alba, 346; Fariza, 347; en Villarino tras la Sierra, 345 encontramos ánde) y ocupa de lleno la parte zamorana de Tierra de Campos (Villfáfila, 344) y La Guareña (El Pego, 348). Esta forma aónde desciende por Salamanca y Ávila (los cinco enclaves abulenses la presenta, salvo Grajos, 450). Los enclaves salmantinos fronterizos con Portugal tienden a arrojar ánde (así lo hacen Villarino de los Aires, 349; Hinojosa de Duero, 352; Retortillo, 353, pero no Aldea del Obispo, 354). En Extremadura, los enclaves fronterizos o cercanos a la frontera portuguesa (salvo aquellos donde los informantes actualizan la forma estándar, cf. más abajo) presentan aonde: – Cáceres: Eljas (362), Ceclavín (364)24, pero Aliseda (366) da ánde.   De los veinticuatro enclaves asturianos, solo registramos un caso de ánde, lo que dificulta considerar esta variante como propia del habla popular de Asturias (Stolz, Levkovych y Urdze 2017). 24   Con una forma anónde, que no sabemos analizar (bien con epéntesis de -n-, bien con un prefijo en- alterado). 23

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– Badajoz: Albuquerque (368), Talavera la Real (369), Almendral (371), Fuente del Maestre (372), Valle de Santa Ana (374), pero Valencia del Mombuey (376) da ánde25. Desde Madroñera (Cáceres, 367) hasta Calera de León (Badajoz, 377) se localiza, sin embargo, en exclusiva el adverbio simple ónde, dominio que sigue por los Pedroches cordobeses (Belálcazar, 500; Pedroche, 501; Fuenteovejuna, 502). En el sur cordobés y toda la provincia de Sevilla se registra aónde. La isoglosa de ánde divide la Andalucía oriental, mientras que en la occidental la presencia de la variante innovadora es esporádica. Está presente en los enclaves fronterizos de Huelva (Paymogo, 518; Alosno, 519) y en las localidades gaditanas de El Bosque (532) y Alcalá de los Gazules (534), que junto a las malagueñas de Cuevas del Becerro (538) y Alhaurín el Grande (544), parecen bordear, formando un arco, la Serranía de Ronda. El territorio de ánde ocupa la franja oriental de zona castellana incluida en las encuestas del ALPI. Esta forma ocupa por completo las zonas más castellanizadas de Huesca, desde el Somontano aragonés hasta Los Monegros, dejando al este las hablas de transición y catalanas (Martín Zorraquino y Enguita 2000); todos los enclaves de Zaragoza y Teruel (salvo los catalanohablantes de Maella, 620; Valljunquera, 633 y Aguaviva, 634). Por el oeste, ocupa Navarra, La Rioja (salvo los núcleos aislados de dónde, cf. más abajo), Burgos, Soria (excepto en los puntos aislados de ónde ya vistos), Guadalajara26, Cuenca, Albacete y Ciudad Real (salvo lo ya dicho sobre ónde), así como en las zonas castellanohablantes de Castellón, Valencia y Alicante, hasta llegar a Murcia y Almería (sin contar los núcles de ónde ya comentados). Penetra en Toledo por Los Yébenes y, a través de los valles del Tajo y el Tiétar, enlaza con el norte de Cáceres (Pinofranqueado, 361) y el sur de Ávila (Grajos, 450) y Salamanca (Serradilla del Arroyo, 355; Fuenteguinaldo, 357; Valdefuentes de Sangustín, 359 y El Payo, 358). El despliegue salteado del interrogativo estándar dónde en los enclaves rastreados por las encuestas del ALPI recuerda el del sufijo diminutivo -ito que sirve a Fernández-Ordóñez (2011a) para confirmar la hipótesis de su carácter culto y de su transmisión escrita. Fuera del 25   En el enclave de Ahillones (375), en el extremo sureste de Badajoz, también se registra ánde. 26   En la Serranía de Guadalajara (Galve de Sorbe, 459), alterna con aónde.

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enclave portugués de Vimioso (Bragança), el interrogativo estándar destaca por aparecer en zonas bilingües. En contacto con el gallego, se localiza en los municipios de Ordes (La Coruña, 110) y Muras (Lugo, 115) y en el enclave leonés de Ponte de Rey (324); en área vascófona, se encuentra en el Valle de Goñi (Navarra, Goñi, 600) y, en contigüidad con el vascuence, en La Rioja Alta (San Millán de la Cogolla, 433), y, en contacto con el catalán, se halla en Teresa de Cofrentes (Valencia, 776). El adverbio estándar aparece también en localidades fronterizas con el portugués, como Valverde del Fresno (360) y Ferrera de Alcántara (365), en Cáceres, o Valverde del Camino (520), en Huelva27. La presencia del locativo estándar en estos enclaves bilingües o fronterizos explica cómo el contacto con otras modalidades lingüísticas activa la «percepción» (Caravedo 2014) de los hablantes, que recurren en estos casos a la opción estándar. En la misma línea, hay que entender la aparición de dónde en los enclaves vallisoletanos de Tierra de Campos, Villavicencio de los Caballeros (435) y San Cebrián de Mazote (436). Se trata del límite oriental del ámbito leonés. La isoglosa de ónde y ánde dividía Castilla en dos; de un lado, las zonas de influencia occidental (noroeste de Palencia, este de Salamanca, gran parte de Ávila y Segovia) y, de otro, las de influencia oriental (este de Palencia, Burgos, Soria y parte oriental de Segovia). Los enclaves occidentales de la provincia de Valladolid reaccionan ante una variante que consideran excesivamente leonesa y optan por la variante con d- inicial. Esta variante dónde, igualmente occidental —como notamos, está presente en la zona gallego-portuguesa— sirve en lo inmediato como elemento de diferenciación con la directa heredera de unde. Se trata, sin duda, de un ejemplo más de la «tozuda» autoafirmación de las variedades castellanas frente a las más occidentales28. La aparición de la alternativa estándar en estos 27   Sobre la frontera gallega-portuguesa más meridional, escribe Gargallo Gil: «en cambio, la frontera constitutiva del gallego (y del portugués más septentrional), que discurre desde el Cantábrico por tierra de entre ríos (Eo/Navia) hacia el sur, alcanza una cota mucho más meridional, tanto como la del primitivo romance nacido del latín: de la Gallaecia romana; es decir, hasta la demarcación del Duero. Por debajo del Duero, y coincidiendo casi en todo su trazado con la divisoria entre Portugal y España, continúa la frontera consecutiva de aquel bloque gallego-portugués, resueltamente hacia el sur, hasta alcanzar la desembocadura del río Guadiana, junto a la localidad onubense de Ayamonte» (1999: 14). 28   Como «an act of stubborn over-assertion» califica Malkiel (1989) la elección castellana de los incoativos en -ezco (así como de los temas de presente del tipo tengo),

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enclaves demuestra, además, la profundidad social que ha alcanzado esta forma en el occidente castellano. A falta de explicar el desarrollo histórico de los adverbios locativos (cf. §3 más abajo), podemos adelantar que dónde aparece pronto en el centro norte peninsular y como marca de formalidad; su empleo por parte de los informantes del ALPI significa que esta variante ha recorrido toda la escala social «desde arriba» hasta implantarse en las clases más rurales y menos alfabetizadas. Creemos, en definitiva, que la aparición esporádica de la opción estándar en los enclaves bilingües o fronterizos se debe a una motivación diferente a la que impulsa su empleo en el occidente de Valladolid. En aquellos, el contacto con otras lenguas y modalidades activa la conciencia lingüística de los hablantes, que optan por la variante estándar. En estos, la variante estaba ya presente desde antiguo, como veremos, y la concienciación metalingüística —de ser cierta nuestra hipótesis— se habría producido, en estas comunidades de habla, con siglos de anterioridad. Si seguimos el razonamiento de Malkiel (1989), podría haber tenido lugar «during the late medieval period», cuando se produce la bifurcación de las alternativas con o sin epéntesis velar en los temas verbales que son el objeto de su estudio. Conviene, en cualquier caso, llamar la atención sobre la existencia que dónde tiene, según los datos del atlas peninsular, en la zona gallego-portuguesa. En esta zona, predomina también la variante adónde con valor de ubicación. De norte a sur: Moledo (Viana do Castelo, 202), Fafe (Braga, 210), Vilarinho de Samardã (Vila Real, 219), Lagoaça (Braga, 228), São Romão (Guarda, 234), Lavos y Chainça (Coimbra, 246 y 247), Almargem (Lisboa, 274) y Moita (Setubal, 276)29. Se comprueba, por lo tanto, la necesidad de tener una panorámica iberorrománcia para explicar la creación del español estándar. frente al portugués. Son muchos los trabajos que el gran filólogo dedica a la asertividad castellana frente al portugués; el que citamos trata un caso de inserción consonántica (la epéntesis de velar en el tema de presente de estos verbos), similar al fenómeno que nos ocupa: la adición o prótesis de una d- inicial. 29   El valor estativo de adónde (y adonde) caracteriza los textos literarios del Siglo de Oro español («En la lengua antigua, especialmente en el español clásico, se atestiguan usos de este relativo [adonde] en alternancia con donde para expresar ubicación. Esta pauta se considera ya arcaica», NGLE §22.8r). Cabe decir que a pesar de los esfuerzos prescriptivos de la gramática portuguesa, la distinción onde = ‘o lugar em que’ y aonde = ‘o lugar a que’ no se respeta ni siquiera entre los hablantes más cultos (Cunha y Cintra 2001: 352). El diccionario de la Academia das Ciêcias de Lisboa tacha de «popular» el empleo locativo de aonde y adonde (Academia s.v.).

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2.2.2. Distinciones semánticas en el interrogativo de lugar (ALPI) La pregunta 410 del cuestionario del ALPI (¿Adónde camináis?, mapa 3)30 permite indagar en la diferenciación semántica entre los valores de estatividad y dirección en el interrogativo dónde. La lingüística tipológica se ha interesado recientemente por las posibles diferencias semánticas que se establecen en el paradigma de los interrogativos de lugar y en el sincretismo que admiten estos adverbios (Stolz, Levkovych y Urdze 2017). Esta investigación ha establecido, a partir de una amplia gama de lenguas diversas, cinco patrones semánticos en el sistema de interrogativos espaciales (esquema 2) y propone una tendencia preferencial de cambio del Patrón I al Patrón II. Cuadro 1. Patrones semánticos en la organización tipológica de los interrogativos espaciales (Stolz, Levkovych y Urdze 2017: 212) Patrón I:

Ubicación ≠ Dirección ≠ Origen

Patrón II:

(Ubicación = Dirección) ≠ Origen

Patrón III:

Ubicación ≠ (Dirección = Origen)

Patrón IV:

(Ubicación = Origen) ≠ Dirección

Patrón V:

(Ubicación = Dirección = Origen)

Como vimos en §1, a partir del sistema de locativos latino y una vez desechadas las formas qua (movimiento a través de) y quo (dirección), las lenguas romances han reconfigurado el paradigma extendiendo bien ubi, bien unde, para las funciones semánticas de dirección. Mientras que el español estándar se ajustaría al Patrón I, como prescribe la gramática normativa (dónde ‘lugar en donde’, adónde ‘lugar a donde’ y de dónde ‘lugar de donde’, DPD s.v. dónde y adónde), las variedades rurales recogidas en el ALPI muestran un comportamiento disimilar. Como pone de manifiesto el mapa 3, la zona más extensa es la de no distinción entre ubicación y destino del movimiento. Dentro de esta área, sobresalen, de este a oeste, los enclaves catalanohablantes, las variedades dialectales que emplean ánde para la ubicación y, en menor medida, las zonas de ónde. Estas variedades no establecen 30   Para la elaboración del mapa 3 tenemos en cuenta la primera respuesta de los informantes. Cuando el interrogativo presenta la misma forma en la pregunta 308 (Mapa 1) y 410, consideramos que no hay distinción semántica.

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ninguna distinción semántica entre la locación y el destino del movimiento. En estas zonas se ha completado el Patrón II. Mapa 3. ¿Adónde camináis? (ALPI)

Para expresar la relación espacial de dirección del movimiento, muchos de los enclaves recurren al empleo de preposiciones: 1) El empleo de para caracteriza los enclaves del noroeste, desde la zona gallego-portuguesa hacia oriente, entrando por la zona del Bierzo leonés. En combinación con el adverbio ónde, esta preposición origina diversas amalgamas: praónde en Sismundi (100, La Coruña), prónde en Devesa (117, Lugo), pradónde en Muras (115,

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Lugo), paónde en Malveda (316, Asturias), pónde en Lillo de Bierzo (325, León) o, fuera de esta área, padónde en Navas del Marqués (453, Ávila). En Asturias, se emplea para con el adverbio ó (paó) en Santiago del Monte (311, Asturias). 2) La preposición a, relacionante adlativo del español, bordea el área de empleo de la preposición para. Se emplea esta preposición en los enclaves asturianos, leoneses y zamoranos, en el de Campanario (370, Badajoz), en los del norte de Córdoba, en los onubenses de Alosno y Valverde del Camino (519 y 520) y en el gaditano de Chiclana de la Frontera (533). Sobresale también la combinación aónde en los enclaves cántabros de Valle de Cabuérniga (400), Yermo (401), Balbacienta (403), Tudanca (406) y La Costana (410). Esporádicamente, aparece en Soria (Yanguas, 443), Guadalajara (Renera, 458 y Galve de Sorbe, 459) y norte de Toledo, así como en Granada (Zújar, 547 y Orce, 548) y Almería (Taberno, 555). 3) En el extremo nororiental, la preposición enta (o alguna de sus variantes) singulariza las hablas altopirenaicas de Ansó (605: entadó), Borau (606: tadó), Bielsa (608: taon), Loarre (610) con un más occidental taónde, y Alquézar (611) con un más oriental tánde. 4) En contadas, pero significativas, ocasiones los informantes utilizan directamente la forma dónde, para expresar la dirección. Además de los enclaves de Porto (Vila do Conde, 212 y Santo Tirso, 213), se emplea en Valladolid (Villavicencio de los Caballeros, 435), Soria (Muro de Ágreda, 444) y Albacete (Peñas de San Pedro, 486). Dentro de los enclaves que recurren a un adverbio simple, destaca el cántabro de Resconorio (cf. también §2.3.1 más abajo), donde la variación ó y ónde es funcional para la distinción entre la expresión de la estatividad y la dirección. Por lo que respecta a ánde, el cuadro 231 recoge los enclaves occidentales y orientales, donde los informantes actualizan esta forma para expresar el destino o la dirección del movimiento. Las localidades de este cuadro se caracterizan, por una parte, por el empleo de aónde para la ubicación de un estado y, por otra parte, por colindar físicamente con puntos de ánde. De esta manera, se pone de manifiesto cómo ánde va conquistando espacio funcional (destino > ubicación) 31   No incluimos en el cuadro el enclave de Torla (607) en el Alto Pirineo oscense; sobre la relevancia de esta zona en la creación de ánde, cf. §2.2.3 más abajo. Tampoco consideramos el enclave valenciano de Teresa de Cofrentes (776).

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y geográfico. Las localidades del cuadro 2 representarían un estadio anterior de la expansión de ánde. Cuadro 2. Enclaves de ánde [destino] Enclaves occidentales

Enclaves orientales

Salamanca: Linares de Riofrío (356). Badajoz: Albuquerque (368), Talavera de Real (369), Almendral (371). Huelva: Cortegana (517). Sevilla: Castillo de las Guardas (523), Constantina (524), Lebrija (531). Cádiz: El Bosque (532).

Córdoba: Doña Mencía (507). Sevilla: Fuentes de Andalucía (527), El Coronil (529), Saucejo (530). Málaga: Peñarrubia (537), Cuevas de San Marcos (538), Parauta (539), Olías (542). Granada: Zafarraya (544), Montefrío (545), Darro (546). Almería: Fiñana (553).

El cuadro 3 sintetiza los casos de sincretismo que se registran en los enclaves rastreados por las encuestas del ALPI. Como puede observarse, en todos los interrogativos se tiende al sincretismo (ubicación = destino), en modo particular en el caso de ánde. En más del 90% de los casos, los enclaves que emplean ánde para denotar el lugar en que se sitúa un estado de cosas recurren también a este adverbio para expresar la dirección del movimiento. Este porcentaje desciende a algo más de la mitad de los casos por lo que respecta a aónde (53,4%) y a un 38,8% en los enclaves de ónde, en los que se encarga la expresión del movimiento a una preposición (en particular, a). De esta forma, la tendencia hacia el sincretismo en la expresión de las relaciones espaciales en las variedades castellanas del ALPI se actualiza de acuerdo con la siguiente escala: ónde > aónde > ánde. Cuadro 3. Sincretismo ubicación-destino en el ALPI Destino Ubicación

ánde

aónde

ónde

+ preposición32

ánde

101 (91 %)

8 (7,2 %)

-

2 (1,8 %)

aónde

20 (34,5 %)

31 (53,4 %)

1 (1,7 %)

6 (10,3 %)

ónde

4 (8,2 %)

16 (32,6 %)

19 (38,8 %)

10 (20,4 %)

La forma estándar y normativa (en este caso: adónde) aparece en núcleos aislados del dominio gallego y en el enclave fronterizo de   Ha de entenderse preposición diferente de a.

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Valverde del Fresno (360, Cáceres). También aparece, en perfecto reparto funcional32con dónde, en Goñi (600, Navarra)33, San Millán de la Cogolla (433, La Rioja) y San Cebrián de Mazote (436, Valladolid). A estos núcleos hay que añadir La Toba (460, Guadalajara). No son pocas las ocasiones en las que la solicitud de una precisión semántica (¿adónde? vs. ¿dónde?) por parte del encuestador pone en marcha una mayor conciencia sociolingüística en la mente del informante. Esto se transmite a través de las anotaciones que colocan al margen los encuestadores del ALPI. Consideran la combinación aónde más apropiada para dirigirse a desconocidos y ancianos los informantes de Brañosera (413, Palencia), Pedro Muñoz (478, Ciudad Real), Belalcázar (500, Córdoba), Melegís (550, Granada), Marmolejo y Mengíbar (508 y 511, Jaén), Cuevas del Becerro, Peñarrubia y Olías (536, 537, 542, Málaga), que son zonas de ánde, así como los informantes de Calzada del Coto (336, León), Vega de Pas, Bustantegua34 y Resconorio (407, 408 y 411, Cantabria), Padornelo (340, Zamora), Alosno y Villablanca (519 y 521, Huelva)35, que son territorios en los que prevalece ónde. En otras zonas, en los contextos de «distancia comunicativa», se prefiere adónde, como en Miera (402, Cantabria) o en La Pinilla de Caravaca (562, Murcia), así como en zonas de La Coruña (Zas, 106 y Labacolla, 112). Incluso en territorios de empleo abundante de ánde se opta por dónde cuando la formalidad lo exige: Blancas (630, Teruel), Ademuz y Tuéjar (763 y 764, Valencia) o Langayo (437, Valladolid). Sin embargo, no siempre los hablantes cuya forma vernácula es ánde se doblegan ante la forma estándar, sino que parecen regirse por una norma regional (o «endoglósica», cf. §3 en el capítulo 1 del presente libro). Así, en Yanguas (443, Soria) el informante aclara que aónde se emplea con los niños y el de La Toba (460, Guadalajara) da preferencia a ánde con el tratamiento de ustedes (¿Ánde van ustedes?). Con estos El informante de este punto nos informa, gracias a un comentario anotado por el encuestador, del reemplazo de ánde («antes») por la forma estándar. 34 En concreto, este informante considera más apropiado la fórmula ca ónde. Vega de Pas y Bustantegua son zonas de ó extensivo, al igual que San Martín de Podes (312, Asturias), donde se da la opción de aónde para los ancianos. En Valle de Cabuérniga (400, Cantabria), por el contrario, se prefiere ónde a aónde para la formalidad que imponen los desconocidos. 35 El informante de Valverde del Camino (520, Huelva) aclara que ánde se emplea con amigos. 33

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comentarios, se pone en evidencia la mayor conciencia lingüística que impone la precisión semántica del movimiento, así como una mayor conciencia sociolingüística de los informantes. Ante el hecho percibido, los informantes no siempre modulan su discurso hacia la forma oficial ([a]dónde), sino que pueden guiarse por normas regionales que manifiestan el prestigio de ciertas fórmulas vernáculas en el habla de una comunidad (cf. para mayor discusión §2.3.3 más abajo). 2.2.3. Foco y creación de ánde Las monografías dialectales ilustraban con ánde procesos fonéticos típicos de las variedades dialectales. Ena Bordonaba (1976: 99-101) ejemplificaba así la pérdida de la -d- (adonde > aonde) y la supresión vocálica consecuente (aonde > ande). Por su parte, Sánchez Sevilla (1928: 246) consideraba ánde el resultado de la contracción vocálica de la secuencia ao. La creación de esta forma subestándar ha recibido la misma explicación en los trabajos especializados. Para Herrero (2002: 666), ánde sería el resultado de la contracción a + ónde36. En este apartado, tenemos el propósito de localizar el foco de irradiación de la forma innovadora ánde y, de paso, proponer un análisis alternativo para la creación de esta variante. De acuerdo con el mapa 1 del ALPI, el interrogativo ánde presenta una gran intensidad en las zonas aragonesas limítrofes con el catalán. En efecto, esta forma se encuentra en la zona pirenaica de Huesca, bajo los enclaves de Torla (607) y Bielsa (608), valle en el que Badía Margarit (1950) localizaba en alternancia ánde y án, y desciende a lo largo de las zonas aragonesas transicionales con el catalán, desde Alquézar (611), Peralta de Alcofea (616) y Belver de Cinca (617), en Huesca, hasta Alloza (632), Mosqueruela (639) y La Puebla de Valverde (638), en Teruel. Por estas localidades, el adverbio subestándar ánde discurre en paralelo con puntos de habla catalana. En los enclaves oscenses de La Pobla de Roda (612) y San Esteve de Llitera (614), en el zaragozano de Maella (629) y en los turolenses de Valljunquera (633) y Aguaviva

36   Más que a una contracción o reducción vocálica, el pasaje ao > a podría imputarse a algún tipo de disimilación, en cuanto la reducción de la secuencia ao produce en español o (por ejemplo, zanahoria > zanoria, ahora > ora) y no *a (NGLEf, §§8.12b-c).

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(634)37, el ALPI registra la variante aon para el interrogativo38. Las variantes catalanoaragonesas an y aon entran, sin duda, en contacto con un antiguo sustrato ónde y provocan la creación de la nueva forma. Podemos aventurar que las variedades del Alto Aragón con ónde se encuentran en contacto con modalidades aragonesas y catalanas con an y aon; de esta situación de mezcla lingüística emerge una forma innovadora, intermedia, ánde. Consideramos, por lo tanto, que el motor principal de esta innovación se debe al contacto lingüístico que se produce en la vertiente sur de los Pirineos. La bibliografía sobre el contacto lingüístico es vastísima39. Desde la teoría de la gramaticalización, se ha considerado en los últimos años el contacto de lenguas como un factor externo al cambio (Heine y Kuteva 2003, 2005; este aspecto lo retomaremos en §3.3 más abajo y se enlaza con el concepto de koineización presentado en el capítulo 2). El contacto suele considerarse como inductor del cambio, que es lo que parece suceder en el panorama que estamos describiendo (Para el contacto como inhibidor de cambio o retención de arcaísmos en este tipo de situaciones, véase, en cambio, Granda 1994 y Enrique-Arias 2014). No es necesario enfatizar el hecho de que en estos territorios concurren todas las condiciones favorables a la creación de formas mixtas: 1) se trata de un contacto mantenido y estable en el tiempo, 2) las variedades en contacto se hallan cercanas genética y tipológicamente, 3) las actitudes hacia las lenguas en contacto son positivas y, por último, 4) el elemento mixto resultante sirve de seña identificadora de la variedad oriental del castellano frente a la central ([d]ónde). Estas condiciones, junto al hecho de que los interrogativos, a pesar de ser palabras funcionales, pueden considerarse como piezas léxicas, hacen posible la transferencia estructural (Thomason 2001: 7071), desde las variedades catalanoaragonesas. Debido a la semejanza fonológica de las opciones en juego (an, aon, ónde), la forma innovadora ánde podría analizarse como un «cruce» o blend, en la terminología de Heine y Kuteva (2003: 537-538, 2005: 244).   El análisis de los mapas 1449 y 1740 del ALEANR nos permitirá mostrar con mayor claridad las localidades donde se produce el contacto (cf. §2.3.2 más abajo). 38 En otros puntos de habla catalana de Huesca, se documenta la forma epentética agon en Benasque (609), an en Benabarre (613) y la estándar on en Fonz (615). 39 Baste citar aquí las obras clásicas de Weinreich (1953), Thomason y Kaufman (1988), Thomason (2001) y la personal propuesta de Kabatek (2000). Sobre las condiciones que determinan la tipología del contacto, véase Bravo-García (2016: en especial, 32-33). Un buen estado de la cuestión sobre estos aspectos se encuentra en Silva-Corvalán y Enrique-Arias (2017: 299-363). 37

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Nuestra hipótesis no contradice la explicación tradicional: la secuencia vocálica ao se contrae o, mejor, se disimila (NGLEf, §8.12c). Esta explicación, de carácter interno, se aceleraría por el contacto lingüístico. La forma ánde se encuentra en zonas limítrofes con variantes que contienen la secuencia ao-. No solo las variedades catalanoaragonesas que acabamos de mencionar, sino también en las zonas centrales y orientales de Andalucía (en las que la presencia de ánde es más intensa), e incluso en los enclaves más occidentales de Salamanca, Badajoz y Huelva, en los que las zonas de ánde y aónde se encuentran limítrofes. El contacto de variedades y las tendencias internas de la lengua, por lo que se refiere a la disimilación de ao-, explican, por causación múltiple (Malkiel 1967), la formación del adverbio vernáculo. En el caso que hemos tratado en este apartado, y siempre que nuestra hipótesis sea correcta, la situación de contacto de lenguas no funciona como baluarte de una forman arcaica o en retroceso, sino que, por el contrario, acelera procesos internos de la lengua, originando un elemento innovador: ánde. Creemos que gracias a la colocación de las variantes en un mapa físico hemos podido identificar una situación de contacto dialectal que nos ha llevado a una explicación más completa acerca del origen de esta forma vernácula. 2.3. El adverbio de lugar en los atlas regionales 2.3.1. El adverbio de lugar en el ALECant El cuestionario del ALECant nos ofrece tres preguntas que se ocupan del adverbio interrogativo dónde. Se trata de la pregunta sobre la morfología del interrogativo dónde (mapa 1033) y de las que inquieren sobre su sintaxis: ¿Dónde (vas)? (mapa 1228) y ¿A dónde (vais)? (mapa 1229). Nuestro mapa 4 recoge la variante más frecuente del interrogativo dada para cada una de las preguntas. El mapa nos informa de la sustitución de las variantes más dialectales que el ALPI, en cambio, registraba unos cuarenta años antes. El adverbio ó ha desaparecido por completo de las comarcas del Valle del Pas. En la mayor parte de estas localidades, ha sido reemplazado por la variante estándar. En enclaves pasiegos del ALECant se documenta ónde: Pandillo (S406), Castillo Pedroso (S404) y Villasuso (S301). Esta variante se mantiene en las comarcas del Saja-Nansa, en el occidente de Cantabria, en la del Besaya en el centro y en dos enclaves de

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Mapa 4. Variantes de dónde en el ALECant

la del Asón-Agüera (La Cavada, S211 y Matienzo, S213) hasta llegar a Noja (S201), en su límite más oriental. En definitiva, el ALECant pone de manifiesto la sustitución de la variante más dialectal (ó), probablemente ya en retroceso en los años del atlas nacional, en beneficio de la variante estándar, lo que certifica la desdialectalización de esta zona40. La variante vernácula que se mantiene en la franja media de la región y, sin duda, protegida por los valles es ónde41. Las preguntas del ALECant no permiten establecer distinciones semánticas entre los interrogativos, ya que todas ellas inquieren por la dirección del movimiento. Resulta interesante, sin embargo, subrayar En la capital, Santander, se consigna dónde en el mapa 1033 (única respuesta cartografiada). 41 En los enclaves merididonales de Olea (S502), limítrofe con Palencia, y La Población del Yuso (S409), cercano a Las Merindades burgalesas, los encuestadores anotan la variante ánde, oída en la conversación, lo que da indicios de la extensión de la variante innovadora. 40

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el divergente comportamiento de cada adverbio por lo que respecta a su aparición con la preposición a. De las 162 respuestas (cancelada ahora la única respuesta dada en Santander), la aparición de ónde sin refuerzo preposicional dobla, en frecuencia, a la variante con preposición (18,5% vs. 9,9%). En cuanto a la variante estándar, los porcentajes favorecen el uso preposicional (adónde), sin llegar a una diferencia tan abrumadora (+ 9,8 puntos) como en la pareja dialectal (cuadro 4). Cuadro 4. Empleo del interrogativo para la expresión del destino + prep. a

- prep. a

ónde

16 (9,9%)

30 (18,5%)

dónde

66 (40,7%)

50 (30,9%)

Del cuadro 4 se pueden extraer dos conclusiones. En primer lugar, la distinción semántica entre ubicación y destino del movimiento se debe más a una presión normativa y estandarizadora que a una jerarquía lingüística o a factores internos. La preferencia por el uso simple de ónde para designar la dirección del movimiento influye también en el empleo de dónde sin preposición, por lo que se produce una interrelación entre norma implícita y norma explícita. En segundo lugar, se demuestra una vez más que la denotación del destino pone en marcha un cambio morfoléxico, responsable —como mencionamos en §2.2.2 más arriba— del desarrollo de la innovación que supone la variante subestándar ánde. 2.3.2. El adverbio de lugar en el ALEANR En el cuestionario del ALEANR tres preguntas documentan las variantes de (a)dónde. Se trata del mapa 1449, en el que se cartografían las variantes morfológicas del adverbio adónde, y del mapa 1740, que localiza las respuestas dadas a la pregunta ¿Dónde vacían el cántaro? (pregunta que coincide con la 312 del ALPI y que nosotros no hemos trasladado al mapa 1 más arriba, al no poder asegurar su función semántica). En este mapa se anotan, cuando difieren, las opciones ofrecidas a la pregunta ¿A dónde vais?. El mapa 5 cartografía las variantes del interrogativo espacial en los enclaves aragoneses del ALEANR42. 42 Para la elaboración de este mapa, se tiene en cuenta la opción más frecuente en los mapas 1449 y 1740 (incluida la respuesta a ¿A dónde vais?) del ALEANR. Siempre se considera la primera opción.

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Mapa 5. Variantes de dónde en Aragón (ALEANR)

El mapa nos muestra, en primer lugar, cómo las variantes más arcaicas (dó y ónde) se conservan en algunos núcleos aislados. La primera de ellas se halla replegada en tres enclaves de Huesca: dos de ellos al norte del río Aragón (Ansó, Hu 101; Hecho, Hu 102); el tercero en La Hoya (Agüero, Hu 112). Esta variante está siendo reemplazada por el adverbio estándar (Sallent de Gállego, Hu 100; Bruto, Hu 106; Aínsa, Hu 206). Lo mismo ocurre en las zonas norteñas navarras de la Montaña o de la Merindad sangüesa, donde en los enclaves vascófonos se registra (además de significativos cruces

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con el euskera) únicamente dónde43. El mapa 4 presenta también otros núcleos aislados de dónde, en modo relevante en las localidades circundantes o cercanas a Teruel (Montalbán, Te 300; Estercuel, Te 206; Masegoso, Te 500; Cedrillas, Te 307; Alcalá, Te 406; Puertomingalbo, Te 600). En puntos aislados, también se encuentra ónde: Salvatierra de Esca (Z 200), Bailo (Hu 101), Bolea (Hu 300), en el norte de Aragón, que parecen tener continuidad con los enclaves navarros de Salinas de Oro (Na 303) y Añorbe (Na 305)44. En el sur de Teruel, ónde se documenta en Visiedo (Te 302).454647 Cuadro 5. Enclaves limítrofes de ánde y a(o)n en Aragón ánde Fanlo (Hu 203) Laspuña (Hu 204) Aínsa (Hu 206)46 Laguarta (Hu 111) Huesca (Hu 301) Pozán de Vero (Hu 405) Pueyo (Hu 407), Santalecina (Hu 600), Chalamera (Hu 601) Candasnos (Hu 603) Caspe (Z 605) Alcañiz (Te 201) Alloza (Te 203) Estercuel (Te 206)47, Bordón (Te 401), Mas de las Matas (Te 400)

a(o)n45 Bielsa (Hu 200) Gistaín (Hu 202), Benasque (Hu 201) Campo (Hu 207), Noales (Hu 205) Sataliestra (Hu 400), Puebla de Roda (Hu 401), Arén (Hu 402) Angués (Hu 302) Puebla de Castro (Hu 403), Tolva (Hu 404), Azanuy (Hu 406) Albelda (Hu 408) Fraga (Hu 602) Fayón (Z 606) Calaceite (Te 202) La Codoñera (Te 204), Valderrobres (Te 205) Peñarroya de Tastavíns (Te 207)

43 Zudaire (Na 302), Ciordia (Na 105), Arbizu (Na 104), Golzueta (Na 101), Vera de Bidasoa (Na 100), Arcos (Na 103), Lezcároz (Na 200), Egozcue (Na 202), Espinal (Na 201), Erro (Na 203), Garayoa (Na 204), Ochagavía (Na 205), Roncal (Na 206), sustitución que sigue en las Cinco Villas de Aragón (Sos del Rey Católico, Z 100, Uncastillo, Z 101) y las localidades navarras circunvecinas (Javier, Na 403, Caseda, Na 404). La variante estándar aparece también en los enclaves de La Ribera navarra (Berbinzana, Na 308, Caparroso, Na 501, Arguedas, Na 601). 44 En La Rioja, ónde se registra en Tovía (Lo 303), San Román (Lo 305) y Cervera del Río Alhama (Lo 605). 45 Son los puntos marcados con cruces en el mapa 5. 46 Se registra ánde como respuesta a la pregunta ¿Dónde vacían el cántaro? 47 Se registra ánde como respuesta a la pregunta ¿Dónde vacían el cántaro?

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Resulta significativa, sin embargo, la intensidad con la que ánde corre en paralelo a la frontera catalanoaragonesa. Este contacto lingüístico, sostenido en el tiempo y extendido en la sociedad (Martín Zorraquino y Fort Cañellas 1996: 302-303), explica —en nuestra opinión— la formación de ánde como cruce léxico entre la variante antigua ónde y las catalanoaragonesas an y aon. En el curso fluvial del río Cinca, en definitiva, se sitúa el foco originario de la forma vernácula más reciente del adverbio interrogativo. La extensión de ánde es casi total en los enclaves de Huesca, Zaragoza y el centro y norte de Teruel, así como en numerosos puntos de Navarra. Esta variante (subestándar) se documenta también en las capitales de provincia, Huesca y Pamplona, lo que sin duda impulsa la creación de una norma endoglósica que fomenta su prestigio encubierto. Llaman la atención también los cruces o préstamos directos que se producen al sur de los Pirineos navarros entre el antiguo ónde y el interrogativo euskera non (caso inesivo) o nora(t) (caso adlativo). Esto explica la aparición del euskera norat como opción a adónde en Vera de Bidasoa (Na 100) y los cruces o blends como nónda en Lezcároz (Na 200) o Erro (Na 203). Estos cruces con el vascuence en Navarra refuerzan nuestra hipótesis de que la forma innovadora ánde surge de resultas del contacto de lenguas, ancestral en las zonas del Alto Pirineo, lugar de transición también lingüística. Las preguntas del ALEANR no permiten establecer ninguna diferencia en la funcionalidad de las variantes del interrogativo de lugar. 2.3.3. El adverbio de lugar en el ALECMan La parte dedicada al ALECMan en el §4 del capítulo 2 subrayaba la combinación de aspectos geolingüísticos con el marco sociolingüístico, así como la introducción de innovaciones metodológicas que permitieran descubrir la variación diastrática. La pregunta que atañe al interrogativo espacial (¿A dónde vais?) se modula según los destinatarios a los que se dirige el enunciado (niños, ancianos, amigos, desconocidos) y sus resultados se cartografían en sendos mapas (SIN-54, SIN-55, SIN-56, SIN-57). El mapa 6 muestra la variación geográfica expuesta en el mapa SIN-56 (¿A dónde vais? a amigos) del ALECMan.

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Mapa 6. ¿A dónde vais? (a amigos) (ALECMan)

El mapa evidencia la continuidad de la variante ánde por el oriente de Guadalajara, Cuenca y centro y noreste de Albacete. Destacan también los núcleos de ánde en el oeste y el sur de Ciudad Real, anticipando la intensidad que esta variante cobra en Jaén. Destacan los territorios de ánde que circundan Madrid (Valdepeñas de la Sierra, GU 311; Casar de Talamanca, GU 315; Mondéjar, GU 507; Huete, CU 109; Saelices, CU 313; Carranque, TO 201; Méntrida, TO 203; Almorox, TO 104), lo que demuestra la influencia mutua entre los municipios manchegos y el habla de la capital. Cabe pensar que los

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inmigrantes manchegos a la capital llevan consigo la variante ánde, que pasa de ser un rasgo dialectal sensible a la variación diastrática y estilística (marcador) a convertirse en un estereotipo lingüístico, estigmatizado en los niveles de lengua más elevados y formales y elemento paródico para remedar el habla vulgar sin que necesariamente se identifique con una región precisa. La capital catapulta, con su presencia en el ámbito público y su influencia en los medios de comunicación, el rasgo ánde por encima de sus señas de identidad regionales. En este sentido, puede decirse que se produce un fenómeno semejante a la estandarización, pero con consecuencias opuestas. El interrogativo ónde caracteriza amplias zonas de Castilla-La Mancha. En primer lugar, la franja que va desde la sierra norte de Guadalajara (Alcolea del Pinar, GU 110; Cogolludo, GU 309; Abádanes, GU 310) hasta la Serranía de Cuenca (Arcos de la Sierra, CU 203; Reíllo, GU 407). En segundo lugar, está extendido por el corazón de La Mancha (Las Pedroñeras, CU 507; Tomelloso, CR 202). Por último, el interrogativo ónde se encuentra en el noreste de Toledo (Cedillo del Condad, TO 409; Yepes, TO 412; Cobeja, TO 413) y en los enclaves occidentales de la provincia (Talavera de la Reina, TO 301; Valdevedeja, TO 307), limítrofes con Extremadura. Las zonas de ónde en Castilla La Nueva están rodeadas, salvo la franja que une de norte a sur las serranías de Guadalajara y Cuenca, por amplias áreas de dónde, que aparece en la región de La Mancha (salvo el área ya comentada) y la provincia de Toledo. Al incluir distintos tipos de interlocutor, el ALECMan replica el cuestionario del ALEA (cf. §2.3.4 más abajo); de esta manera, se persigue investigar la interacción entre la alternancia formal y los factores del contexto comunicativo, en este caso, el interlocutor o, más técnicamente, la audiencia (cf. Bell 1984 apud Moreno Fernández 1998: 94-100). Los cuatro posibles destinatarios de la pregunta ¿adónde vais? permiten una correspondencia con distintos grados de intimidad o conocimiento y exigirían la adaptación, por parte del hablante, a usos, consecuentemente, más o menos formales. Creemos legítimo considerar que los niños reflejarían la mayor flexibilidad y relajamiento en el uso de variantes estándares, seguidos por los amigos (que suponemos ocupan una posición intermedia); en el extremo opuesto se situarían los ancianos, hacia los que se adoptarían los rasgos más respetuosos, y, por último, los desconocidos48. Estos 48 Afirman Koch y Oesterreicher que «el desconocimiento de los interlocutores» potencia el empleo de «medios lingüísticos» considerados prestigiosos, es decir, ligados a su concepto de distancia comunicativa (Koch y Oesterreicher 1990 [2007]: 41-42).

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exigirían una máxima atención a la forma elegida, al tratarse de personas con las que el hablante no presenta ningún lazo de familiaridad o confianza. De alguna manera, la recogida de estos materiales en los cuestionarios del ALECMan (y el ALEA) abre un portillo a la variación situacional ligada a la geolectal. La hipótesis de que el grado de confianza con los interlocutores o audiencia influya en la elección de las formas variables se veía confirmada por los comentarios metalingüísticos que los encuestadores del ALPI anotaban en los márgenes de los cuadernillos (cf. §2.2 más arriba). Además, la atención hacia este tipo de acomodación comunicativa no solo tiene valor en sí misma, al resaltar la variación en el interior de la comunidad de habla regional, sino que echa luz sobre la vinculación de las normas de esa comunidad con las variables del estándar y la aceptación que esas normas encuentran verdaderamente dentro del dialecto. En la siguiente lista, se exponen, en orden decreciente, los promedios de empleo de la forma estándar en las cuatro preguntas: – Toledo – Ciudad Real – Albacete – Cuenca – Guadalajara

59,9% 54,5% 50% 42% 36,5%

En virtud de estos usos, notamos cómo las provincias manchegas más orientales (Guadalajara, Cuenca y Albacete, sin duda en su parte más influida por Valencia y Murcia, al este) seleccionan el interrogativo vernáculo (principalmente, ánde). Por el contrario, los informantes de las provincias más occidentales, Ciudad Real y, sintomáticamente, Toledo, recurren en porcentajes nada desdeñables al adverbio estándar. La forma estándar, cuyo promedio de uso acabamos de comentar, parece sensible a la relación de confianza o familiaridad impuesta por el interlocutor. El gráfico 1 muestra cómo la adecuación al estándar varía según la audiencia49. En todas las provincias (salvo en Toledo, donde desciende con respecto a los ancianos), el diferencial a favor de la forma (a)dónde aumenta cuando la pregunta se dirige a desconocidos. El gráfico toma como índice las diferencias porcentuales entre el empleo de la forma vernácula y la estándar. A modo de ilustración, en Ciudad Real el 7,1 % de los enclaves registran una forma dialectal para dirigirse a desconocidos frente al 92,9 % de adverbio estándar. Entre ambas frecuencias, hay un diferencial positivo de casi 86 puntos a favor del adverbio normativo. 49

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Gráfico 1. Uso de la variante estándar en función del interlocutor

Sin embargo, este aumento no se produce con la misma intensidad en todos los enclaves. En las provincias más cercanas a Toledo (Cuenca y, especialmente, Ciudad Real), la frecuencia de uso de la forma estándar crece progresivamente según aumenta el grado de formalidad requerido por la audiencia no conocida y distante. En los enclaves de Guadalajara y de Albacete el uso del vernáculo se mantiene más estable y no se valora negativamente ni siquiera en los contextos que imponen mayor formalidad. Notamos que en aquellas provincias, más cercanas y abiertas a la norma toledana, el uso de (a) dónde vs. ónde o ánde se correlaciona con el factor interlocutor y sus informantes muestran una mayor conciencia estilística respecto a esta variante. En otras palabras. En Toledo, Ciudad Real y Cuenca, el interrogativo espacial se ha convertido en un marcador y es sensible a las variaciones contextuales; en las provincias de Guadalajara y Albacete, por el contrario, sería un indicador, una marca diastrática insensible a la acomodación estilística. En estas provincias, la forma vernácula (ánde, principalmente) se ha constituido en norma implícita, aceptada por los miembros de la comunidad. Por esta razón, podemos aventurar que tardará más tiempo en ser sustituida completamente por la variante estándar. 2.3.4. El adverbio de lugar en el ALEA El cuestionario del ALEA incluye una pregunta para elicitar el adverbio interrogativo de lugar ¿Adónde vais?, modulada en función

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de cuatro grupos posibles de destinatario: niños (mapa 1872), amigos (mapa 1873), ancianos o abuelos (mapa 1874) y desconocidos (mapa 1875). Estas distinciones permiten establecer variaciones en el uso de las alternativas gramaticales para dónde según una escala de formalidad. En el mapa 7 elaboramos el mapa 1873 del atlas regional: la pregunta ¿adónde vais? dirigida a amigos, pues consideramos que estos representan un grado de formalidad media, al no exigir el respeto que merecen los ancianos o la atención de los desconocidos. Mapa 7. ¿Adónde vais (a amigos) (ALEA)

En el mapa destaca la conservación de ónde principalmente en la depresión del Guadalquivir, desde los pies de la Sierra de Cazorla hasta las marismas, en especial las cuencas del Guadalete-Barbate en Cádiz y del Odiel-Tinto en Huelva. Por la margen izquierda, sigue el cauce del Genil y por la margen derecha desciende, desde Sierra Morena, por la red fluvial de Rivera de Huelva y de Huesna, confluyendo

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por el oeste con las zonas de ónde en la cuenca del Odiel. El adverbio estándar está en íntimo contacto con estas zonas. Este adverbio adquiere la forma con preposición aónde, de manera sobresaliente en todas las provincias. Estos enclaves, señalados por cruces en el mapa, cercan los territorios de ánde. Esta distribución refuerza la creación de ánde por contacto con variantes de secuencia inicial ao-. No obstante, la intensidad de ánde en el noreste de Jaén y el norte de Almería constatan la continuidad con variedades orientales. En la época de las encuestas del ALEA la alfabetización y la educación no estaban tan extendidas como en los años 90 del siglo xx, en que se realizaron las encuestas del ALECMan. Por este motivo, los resultados en la variación estilística del interrogativo espacial no son del todo comparables. No obstante, la modulación de la pregunta ¿adónde vais? según el interlocutor (niños, amigos, ancianos, desconocidos) muestra la valoración y aceptación de las formas más dialectales en los enclaves andaluces de los años 1950-1960. En el siguiente listado, se expone, para los cuatro mapas, el promedio (mucho inferior a los ofrecidos por las encuestas del ALECMan, ya comentados en la sección anterior) de uso de la forma estándar en detrimento de la forma autóctona (ánde u ónde). – Huelva

16,7%

– Almería

9,2%

– Córdoba

-32%

– Cádiz

-33,8%

– Málaga

-36,5%

– Sevilla

-42,7%

– Jaén

-47,6%

– Granada

-54,9%

El cuadro 6 recoge los puntos diferenciales de empleo de la forma estándar en función del interlocutor, lo que deja ver su extensión en las diferentes comunidades de cada provincia andaluza.

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar

Cuadro 6. Diferencial en el empleo de forma vernácula vs. forma estándar según el interlocutor (ALEA) Almería

Niños

Amigos

Ancianos

Desconocidos

-6,7%

13,3%

6,7%

23,3%

Huelva

25%

0%

25%

16,7%

Cádiz

-52,9%

-41,2%

-17,6%

-23,5%

-20%

-36%

-36%

-36%

Córdoba Málaga

-30,8%

-38,5%

-38,5%

-38,5%

Sevilla

-48,4%

-41,9%

-41,9%

-38,7%

Granada

-65,2%

-60,9%

-43,5%

-50%

-29%

-61,3%

-48,4%

-51,6%

Jaén

2.4. El adverbio de lugar en el COSER 2.4.1. Presentación de las variantes del adverbio de lugar en el COSER En las encuestas del COSER han desaparecido ya las variantes más antiguas: ó y dó. La primera de ellas, que se conservaba, aunque ya en retroceso, en los enclaves asturianos y pasiegos del ALPI (sin contar las zonas gallego-portuguesas o en contacto con ellas), había dejado de existir en el ALECant. La segunda, propia de las áreas altopirenaicas aragonesas del ALPI, se mantenía, una generación después, en las encuestas del ALEANR. En los inicios del siglo xxi también esta variante se ha borrado del mapa del COSER. En el corpus del español rural se documentan únicamente las variantes ánde (3)50, ónde (4) y dónde (5). Todas ellas muestran un comportamiento sintáctico semejante. Pueden funcionar como interrogativos, en preguntas directas (ejemplos de a) e indirectas (ejemplos de b), relativos, con antecedente (ejemplos de c) y sin él (ejemplos de d), y preposiciones51 (ejemplos de e). 50 Respetamos las convenciones de los transcriptores del COSER (De Benito, Pueyo y Fernández-Ordóñez 2016: 79-81), con la única salvedad de que, cuando es interrogativo, tildamos el adverbio si ellos no lo hacen.

El uso preposicional del interrogativo-relativo ha sido adscrito al «habla coloquial» (DPD s.v. donde; Brucart 1999: 510; NGLE §22.8u), especialmente de América, si bien la extensión de este uso en las variedades españolas de la Península invitaría a relativizar el «especialmente». El uso preposicional de estos adverbios ya había sido descrito por Cuervo en sus apuntaciones (Cuervo 1939: §458) y resulta de 51

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(3) a) Vale, dice, “¿ánde vais | ánde estáis, […]?” (Albacete, 0204-Barrax, varón). (3) b) El abuelo se ha ido… No sé ánde estará. Así es que… (Albacete, 0211-Higueruela, mujer). (3) c) No, pero era en el baile ande más se juntaba la gente (Badajoz, 0723-Orellana de la Sierra, mujer). (3) d) Eso… y esa la han hecho ande estaba el horno y ande estaban las gorrineras (Albacete, 0214-Liétor, varón). (3) e) Yo, yo voy por ejemplo, ande el hijo, a Bilbao (Navarra, 3214-Leitza, mujer). (4) a) ¿A ónde que te has criado tú? (Granada, 1834-Los Tablones (Órgiva), mujer). (3) b) Yo no sé ónde los tienen (Burgos, 0939-Quintana de los Prados (Espinosa), varón). (3) c) Y en un sitio onde no hubiera mucha corriente porque si no te lo llevaba (Asturias, 0506-Alea-Linares (Ribadesella), mujer). (3) d) Pues recogía con un canasto, pues onde cagaba el borrico pues recogerlo (Madrid, 2914-Sieteiglesias (Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias), varón). (3) e) Muchos se marchan en viaje de novios o bien onde un familiar que tienen en Madrid (Cantabria, 1232-Vega de Pas, varón). (5) a) ¿ De adónde venís? (Castellón, 1307-Jérica, mujer). (3) b) Esa cogías la bola y desde aquí, la tirabas a ver dónde llegaba (Cuenca, 1634-Valeria (Las Valeras), varón). (3) c) Es que entonces este que era un pueblo agrícola, donde había tres o cuatro mil bestias entre mulas, caballos, borricos, pues… (Jaén, 2301-Arjona, varón). (3) d) En mi casa que estábamos nueve o siete y aquello lo molías a donde querías, pero como no había bastante,.. (Álava, 0103-Elburgo/ Burgelu, varón). (3) e) ¿Ves?, en el colegio en el castillo, digamos, donde las monjas, pues… (Badajoz, 0728-Valencia del Ventoso, mujer).

Cabe destacar que solo dónde y ónde aparecen en construcciones inespecíficas formando un compuesto con -quiera (6). No podemos aducir razón alguna por la que ánde no admita este elemento: las interrelaciones que tienen lugar entre las categorías de los adverbios, las preposiciones y las conjunciones (Espinosa Elorza 2014, 2016). Un análisis actual y sugerente de este uso, así como de otras propiedades de donde, se encuentra en Fábregas (2016).

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(6) a) Dondequiera que caiga, aquel sitio es el mío (Cuenca, 1636-Villaconejos de Trabaque, varón). (3) b) Trabajar a obrero que vayas adondequiera que vayas, pero entonces (Huesca, 2222-Oliván (Biescas), varón). (3) c) Pues, llevarse toa la comía que pille y comérsela [HS:E2 Sí.] aonde quiera que van es a comé (Málaga, 3002-La Atalaya (Villanueva de Algaidas), mujer). (3) d) Aondequiera que iba (Toledo, 4214-La Nava de Ricomalillo, mujer).

2.4.2. Distribución dialectal del adverbio de lugar en el COSER En general, el mapa 8 pone de manifiesto la desdialectalización52 (Heap y Pato 2012 y lo dicho en el §3 del capítulo 1) de las variedades del español rural por lo que atañe a los adverbios de lugar. Más allá de la completa extinción de las variantes más arcaicas (ó y dó), incluso en sus baluartes cántabros y pirenaicos, destaca cómo los adverbios más dialectales están siendo eliminados ante el avance imparable de la forma estándar dónde. El adverbio normativo se documenta en exclusividad o casi ha desplazado a las formas vernáculas en las siguientes áreas: 1) Zonas bilingües o en estrecho contacto con el vasco. En las provincias vascas: Álava (0103-Elburgo/Burgelu53 [6]54, 0106-Leza [16], 0107-Luzuriaga (San Millán/Donemiliaga) [7], 0109-Menagarai (Ayala) [5]), así como en el condado de Treviño (0934-Pedruzo (Condado de Treviño), Burgos [10]); Guipúzcoa (2001-Aginaga (Usurbil) [3], 2004-Gabiria [3]), Vizcaya (4501-Aulesti [15], 4503-Ermua [10], 4504-Errigoiti [3], 4506-Gordexola [4]55, 4508-Lekeitio 52 Para la elaboración del mapa 8 se tiene en cuenta la forma mayoritaria o, en su caso, única del adverbio. En el cuadro 7 se exponen los enclaves donde se localiza otra variante, además de la mayoritaria. En este apartado se analizan exclusivamente los valores de ubicación. Para otras distinciones semánticas y su distribución, remitimos a §2.4.3 más abajo. 53 Se registra un caso de ónde. 54 Entre corchetes se proporcionarán las ocurrencias absolutas del adverbio en cuestión localizadas en las entrevistas transcritas para cada enclave. Cuando hay dos cifras, la primera de ellas se refiere siempre al adverbio estándar (dónde). 55 En este enclave del occidente de la provincia, se localizan dos casos de ónde, lo que muestra la continuidad con Cantabria.

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[15]). En Navarra (3203-Azcona (Valle de Yerri) [3], 3209-Etxauri [5], 3214-Leitza [9], 3222-Miranda de Arga [1]56, 3228-Mélida) y La Rioja (2501-Ausejo [43], 2506-Huércanos [1], 2512-Néstares [10], 2515-Sajazarra [7]). 2) Zonas estandarizadas. La uniformidad impuesta por la escolarización se hace evidente en los enclaves oscenses (2206-Banastón (Aínsa-Sobrarbe) [7], 2207-Bandaliés (Loporzano) [12], 2222-Oliván (Biescas) [8], 2229-Tramaced [4])57; sin rastro de formas dialectales se encuentra Urriés (Zaragoza, 4720 [1]). En estos territorios, en los que dó se amparaba y en los que hemos localizado el foco originario de la innovación ánde, no quedan huellas de los adverbios dialectales. También se hallan fuertemente estandarizados los territorios asturleoneses, que en la actualidad están bajo la administración de la Comunidad Autónoma de Castilla y León: León (2606-Cifuentes de Rueda (Gradefes) [5], con un caso de ánde; 2614-Lorenzana (Cuadros) [14], con dos ocurrencias de ánde; 2627-Santa Colomba de Curueño [4], 2644-Lucillo [11]); Zamora (4602-Cotanes del Monte [15], 4611-Villalba de la Lampreana [1], 4613-Villamor de los Escuderos [5], 4617-Mahide [1]), Salamanca (3601-Alaraz [4]58, 3610-Palencia de Negrilla [24], 3611-Peralejos de Abajo [3], 3614-Puebla de Yeltes [23]), así como el occidente de Ávila (0607-El Barco de Ávila [5]). También en los territorios de la Extremadura leonesa prevalece la forma estándar, así en Cáceres (1012-Jarandilla de la Vera [9], 1014-Moraleja [3], 1015-Navalmoral de la Mata [33], 1020-Talaván [6]59) y en Badajoz (0716-La Garrovilla [4], 0726-San Francisco de Olivenza (Olivenza) [2]60, 0728-Valencia del Ventoso [21]). En los enclaves orientales, cercanos a Ciudad Real, prevalece ánde; así en Campo Lugar (Cáceres, 1023 [1/3]) y Orellana de la Sierra (Badajoz, 0723 [14/1]). 3) Territorios de Castilla. Además de aparecer en los enclaves que parecen circunscribir su foco originario, es decir, el occidente Se encuentra también un caso de ánde. La extinción de dó en los valles de Ansó y Hecho, al norte del río Aragón, bastiones del adverbio, ha de suponerse, ya que la amplia red de encuestas del COSER no los rastrea. Sin embargo, el COSER no los documenta, como vemos, en valles y territorios colindantes, donde ya el ALEANR no los registraba, por lo que no es arriesgado constatar la desaparición de dó de las hablas rurales vivas. 58 La forma estándar comparte territorio con ánde ([3]). 59 En este enclave central hay un caso de ónde. 60 Un caso de ónde. 56 57

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de Valladolid (4421-Villalba de Loma [8], 4403-Casasola de Arión [3]), la forma estándar se ha extendido al centro y oriente de esta provincia (4401-Arrabal de Portillo (Portillo) [2], 4407-Cigales [3], 4417-Rábano [3], 4419-Velascálvaro [2]). Salvo en el enclave de La Montaña palentina de Muñeca (Guardo) (Palencia, 3412), que con un caso aislado de ánde parece proteger la isoglosa oriental de esta variante, la forma estándar se ha expandido desde Cantabria hasta Segovia. En Cantabria es exclusivo en Castillo de Valdelomar (Valderredible) (1205) [13], Ledantes (Vega de Liébana) (1212) [3], el Portillo (Solórzano) (1219) [5], Silió (Molledo) (1228) [6] y convive con ónde en Vega de Pas (1232) [1/3]. Convive con ánde y ónde en Astudillo (3402, Palencia) [7/4/1] y solo con ánde en Santervás de la Vega (3423) [14/1]; en el resto de la provincia, dónde tiene la supremacía (3414-Olmos de Ojeda [12], 3426-Valle de Cerrato [3]), así como en Ávila (0609-Madrigal de las Altas Torres [4], 0614-Narros del Puerto [4]) y Segovia (3710-Anaya [8]). Sin embargo, en algunos enclaves de estas provincias, el adverbio normativo convive con ánde: 0604-Burgohondo (Ávila) [2/1] y 3707-Muñoveros [7/1] y 3712-Santiuste de San Juan Bautista [7/1] (Segovia). Por el este, la forma normativa ha reemplazado a ánde, en Burgos61 (0924-La Horra [6], 0959-Villaverde-Mogina [17]) y en Soria62 (3901-Almajano [9], 3923-Aguaviva de la Vega (Almaluez) [4], 3924-Beratón [4]. Más al oriente ha sustituido a ánde en Almonacid de la Cuba (4706, Zaragoza [1]) y Alcalá de la Selva (4102, Teruel [2])63. 4) Andalucía. La forma estándar ha sustituido o desplazado las variantes vernáculas en los enclaves andaluces de los que disponemos de transcripción: Almería (0403-Aulago (Gérgal) [6], 0404-Bacares [5]64); Jaén (2301-Arjona [10]65, 2303-Cabra del Santo Cristo [9], 2314-Los Pascuales (La Puerta de Segura) [2], 2321-Santo Tomé [2]), Granada (1834-Los Tablones (Órgiva) [9]66), Córdoba (1514-Santaella [3]), En esta provincia convive con ánde solo en Humada (0922 [14/1]) y con ónde en Las Merindades (0939-Quintana de los Prados (Espinosa) [4/2]). 62 Al sur de esta provincia, limítrofe con Guadalajara, convive con ánde en Tarancueña (Retortillo de Soria) (3916) [2/2]. 63 En la Sierra de Albarracín (4108-Bronchales) convive con ónde ([1/2]). 64 En el primer enclave almeriense documentamos cinco casos de ánde y otros tantos de ónde; en el segundo, uno de ánde y dos de ónde. 65 Un caso de ónde. 66 Las formas vernáculas en este enclave son: ónde [6] y ánde [1]. 61

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Málaga (3001-Antequera [4] y el enclave limítrofe con Córdoba al norte de 3002-La Atalaya (Villanueva de Algaidas), donde el adverbio normativo convive con la forma vernácula ónde: [7/4]), Sevilla (3801-Casariche [7] y 3806-Almadén de la Plata, donde también aparece ónde: [6/1]), Cádiz (1107-Espera [4] y 1116-San José de Malcocinado (Medina-Sidonia) [8]) y Huelva (2106-Chucena [7], 2107-Cortelazor [7], donde convive con ánde [2] y ónde [1], 2122-Zufre [19], con una escasa presencia de ánde [1]). En estas áreas, el contacto con lenguas diversas del español (en modo muy especial, el vasco o euskera), la cercanía a zonas en las que donde formaba parte de las normas comunitarias desde antiguo o una fuerte dialectalización anterior han provocado la sustitución, casi total, de las formas vernáculas ónde y, en menor medida (como ahora confirmaremos), ánde en beneficio del adverbio normativo. Por lo que a las formas subestándares se refiere, la situación difiere para ónde y ánde. Ante una general desdialectalización y estandarización, la primera está siendo rápidamente desplazada (proceso sin duda favorecido por la semejanza genético-formal con el interrogativo-relativo estándar); la segunda resiste en amplios territorios del oriente peninsular, en exclusiva o haciendo frente a dónde. Se constata un intenso mantenimiento del interrogativo-relativo vernáculo ónde, siempre en copresencia con dónde, en los enclaves asturianos de 0506-Alea-Linares (Ribadesella) [5/6], 0509-Fechaladrona-Villoria (Laviana) [6/1] y 0528-Grullos (Candamo) [4/4], así como en el enclave pasiego de Vega de Pas ([1/3]). Aparece también, aisladamente, en Moraleja de Cuéllar (Olombrada) (3706, Segovia) y Bronchales (4108, Teruel, en convivencia con dónde: [1/2]). Frente a ónde, la forma ánde sigue con intensidad especial en los enclaves zaragozanos, en exclusiva como en 4714-Mesones de Isuela [2] o covariando con dónde ([6/8]), y albaceteños, si bien en todos ellos junto al adverbio normativo (0204-Barrax [4/5], 0211-Higueruela [4/5], 0214-Liétor [1/9] y 0222-Povedilla [3/13]). Salvo en el enclave de 2712-Torregrossa (Lérida), en el que el adverbio estándar es exclusivo ([6]), se constata que en las localidades catalanohablantes o en contacto con el catalán la forma dialectal ánde, aun compartiendo territorio con dónde, tiene fuerte presencia:

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar

Cuadro 7. Coexistencia de variantes en el COSER67 Presencia de ónde

Presencia de ánde

0103-Elburgo/Burgelu (Álava)

0604-Burgohondo (Ávila)

0310-Salinas (Alicante)

0922-Humada (Burgos)

0404-Bacares (Almería)+

1307-Jérica (Castellón)

0506-Alea-Linares (Ribadesella) (Asturias)

1634-Valeria (Las Valeras) (Cuenca)

0509-Fechaladrona-Villoria (Laviana) (Asturias)

1636-Villaconejos de Trabaque (Cuenca)

0528-Grullos (Candamo) (Asturias)

2107-Cortelazor (Huelva)*

0726-San Francisco de O. (Olivenza) (Badajoz)

2122-Zufre (Huelva)

0939-Quintana de los Prados (Espinosa) (Bu)

2606-Cifuentes de Rueda (Gradefes) (León)

1020-Talaván (Cáceres)

2614-Lorenzana (Cuadros) (León)

1834-Los Tablones (Órgiva) (Granada)+

2907-Humanes de Madrid (Madrid)*

1907-Cubillejo del Sitio (M. de Aragón) (Guadaljara)

2914-Sieteiglesias (Lozoyuela-Navas) (Madrid)*

2301-Arjona (Jaén)

3107-Fuente del Pino (Jumilla) (Murcia)

2910-Manzanares el Real (Madrid)+

3402-Astudillo (Palencia)*

3002-La Atalaya (Villanueva de Algaidas) (Málaga)

3423-Santervás de la Vega (Palencia)

3806-Almadén de la Plata (Sevilla)

3601-Alaraz (Salamanca)

4506-Gordexola (Vizcaya)

3707-Muñoveros (Segovia)

Presencia de dónde

3712-Santiuste de San Juan Bautista (Segovia)

0204-Barrax (Albacete)

4206-Caleruela (Toledo)

0211-Higueruela (Albacete)

4214-La Nava de Ricomalillo (Toledo)*

0214-Liétor (Albacete)

4218-Los Navalmorales (Toledo)

0222-Povedilla (Albacete)

4227-Pulgar (Toledo)

0723-Orellana de la Sierra (Badajoz)

4230-Tembleque (Toledo)

1023-Campo Lugar (Cáceres)

4301-Mas de los Mudos (Castielfabib) (Valencia)*

1232-Vega de Pas (Cantabria)

4310-Enguera (Valencia)

1401-Aldea del Rey (Ciudad Real) 3222-Miranda de Arga (Navarra) 3916-Tarancueña (Retortillo de Soria) (Soria) 4108-Bronchales (Teruel) 4117-Fuentes Claras (Teruel) 4318-Pedralba (Valencia) 4719-San Mateo de Gállego (Zaragoza) 67

La cruz (+) informa de la coaparición de ánde con ónde, mientras que el asterisco (*) advierte de la presencia de esta última variante en los enclaves de ánde. 67

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Mapa 8. Variantes de dónde (COSER)

Castellón (1307-Jérica [13/2], 1308-Lucena del Cid [0/5]) y Valencia (4301-Mas de los Mudos (Castielfabib) [2/1], 4310-Enguera [10/2]68, 4318-Pedralba [7/3]). También es territorio de ánde el único enclave murciano (3107-Fuente del Pino (Jumilla) [3/2]). En el enclave alicantino de Salinas, la forma estándar ([10]) convive, en cambio, con ónde ([3]). Hacia el centro peninsular, ánde está presente en las provincias manchegas; su presencia es fuerte y única en La Alcarria (1902-Canredondo, Guadalajara [7]); también en Cuenca (1603-Belmonte [2]), si bien en estos enclaves la compañía de dónde es aplastante (1634-Valeria (Las Valeras) [4/2] y 1636-Villaconejos de Trabaque [23/4]). Junto a dónde se localiza, además, en Ciudad Real (1401-Aldea del Rey [1/2]), en contacto con los enclaves extremeños ya comentados, y en Toledo (4206-Caleruela 68

En este enclave del sur del levante valenciano, registramos además un caso de

ónde.

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar

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[5/1], 4214-La Nava de Ricomalillo [8/8], 4218-Los Navalmorales [12/2], 4227-Pulgar [4/2] y 4230-Tembleque [8/1]). Esta forma vernácula se encuentra en los enclaves madrileños69: 2910-Manzanares el Real [16/1]70, 2914-Sieteiglesias (Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias) [3/6] y 2907-Humanes de Madrid [38/2]; en todos ellos, salvo el segundo mencionado, la aparición del adverbio normativo resulta abrumadora. En definitiva, la presencia de ánde pervive con relativa intensidad —aunque el avance de la estandarización no se detiene— en las variedades orientales, desde el sur de Navarra hasta Albacete, y con las localidades manchegas (crucial se nos antoja su aparición en Madrid) como últimos bastiones. La presencia de este adverbio en La Montaña palentina señala una antigua isoglosa, que dejaban trazar las encuestas del ALPI, ya soterrada por la alfabetización y el acceso a una norma suprarregional. 2.4.3. Distinciones semánticas del adverbio de lugar en el COSER En las entrevistas del COSER el adverbio interrogativo-relativo de lugar presenta tres distinciones semánticas principales71. Designa, mayoritariamente, la ubicación y la dirección del movimiento o su término, pero también sobresale en función ablativa. Estas diferenciaciones semánticas se sintetizan en el cuadro 8.

Con la excepción del enclave más meridional de esta comunidad, 2915-Valdilecha, enclave que sigue la norma prescriptiva. 70 Con cinco casos de ónde. También se documenta un caso en el enclave siguiente. 71 Se documenta un caso interesante de valor consecutivo: «luego lo haré, donde hasta luego» (Cuenca, 1636-Villaconejo de Trabaque, varón). 69

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Dónde

Ónde

Ubicación

Sin preposición

158 [93,5%]

956 [81,6%]

24 [37,5%]

Con preposición

11 [6,5%]

216 [18,4%]

40 [62,5%]

Total:

169 [100%]

1172 [100%]

64 [100%]

Sin preposición

82 [97,6%]

163 [52,8%]

6 [17,1%]

Con preposición

2 [2,4%]

146 [47,2%]

29 [82,9%]

Total:

84 [100%]

309 [100 %]

35 [100%]

Sin preposición

2 [18,2%]

21 [17,6%]

1 [14,3%]

Con preposición

9 [81,8%]

98 [82,4%]

6 [85,7%]

Total:

11 [100%]

119 [100%]

7 [100%]

Origen

Ánde

Dirección

Cuadro 8. Distinciones semánticas de los adverbios de lugar en el COSER

En el empleo de preposiciones para la expresión de la locación con el adverbio dónde, destacan dos hechos. En primer lugar, se emplea la preposición en con el adverbio locativo (7) (cf. un análisis sintáctico de esta construcción en Fábregas 2016). Nótese que se reforzaría, según el «ciclo de Jespersen» (cf. §1 más arriba), el valor de ubicación. Desde un punto de vista geográfico, este refuerzo, que ocurre 19 veces en el COSER, aparece siete de ellas en enclaves en contacto con el vasco (Álava, Guipúzcoa, Navarra, La Rioja, norte de Burgos). (7) a) Antes na, antes en los pueblos había, mia, en donde, allí en los pueblos lo más que tenían seis, y en muchos diez y doce (Álava, 0107-Luzuriaga (San Millán/Donemiliaga), mujer). (7) b) Igual aparecían en donde menos pensabas (Burgos, 0959-Villaverde-Mogina, mujer). (7) c) A esta les bordaron, ¿en dónde, en Entrena? (La Rioja, 2512-Néstares, mujer). (7) d) sin mover, allá, en donde había mucha sal, o sea, en el cajón con sal gorda, sí (Navarra, 3214-Leitza, mujer).

En segundo lugar, destaca el empleo de adónde (transcrito a veces separado) para la expresión de la ubicación (Tienes que estar adonde… Si puede ser, adonde esté la familia, a orillas de la familia, Toledo, 4227-Pulgar, varón). Aunque el empleo de esta construcción es mayoritario cuando se expresa destino (121 casos de un total de 146), se observa, de acuerdo con los datos del cuadro 8,

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar

que la preposición no es necesaria para indicar la dirección o el término del movimiento, pues en más de la mitad de las ocasiones se emplea el adverbio desnudo. Esto nos lleva a una paradoja. Por una parte, encontramos que adónde designa la ubicación de un estado de cosas en el 22,7 % de las ocasiones (49/216). Por otra, nos enfrentamos al hecho de que en más del 50 % de las ocurrencias de dónde direccional no aparece preposición alguna (Había allí una alqueta, donde iban las muchachas a lavar cuando…, Cáceres, 1015-Navalmoral de la Mata, mujer). Aunque el análisis del prefijo a- de adónde como preposición72 está generalizado, creemos que podría tratarse de una prótesis vocálica sin implicación semántica73. Cuadro 9. Enclaves de adónde (ubicación) en el COSER Enclaves occidentales:

Enclaves orientales:

Elburgo/Burgelu (Álava), Alea-Linares (Ribadesella) (Asturias), Burgohondo (Ávila), Valencia del Ventoso (Badajoz), Humada (Burgos), Porzuna (C. Real), Cortelazor y Zufre (Huelva), Lucillo (León), Humanes y Manzanes el Real (Madrid), Valle de Cerrato y Santervás de la Vega (Palencia), Palencia de Negrilla y Peralejos de Abajo (Salamanca), Muñoveros (Segovia), La Nava de Ricomalillo, Los Navalmorales, Pulgar, Tembleque (Toledo), Casasola de Arión (Valladolid), Villamor de los Escuderos (Zamora)

Barrax, Povedilla (Albacete), Bacares (Almería), Jérica (Castellón), Cardenete, Villaconejos de Trabaque (Cuenca), Los Tablones (Órgiva) (Granada), Alboreca (Sigüenza) (Guadalajara), Arjona (Jaén), Antequera (Málaga), Fuente del Pino (Jumilla) (Murcia), Fuentes Claras (Teruel), Enguera (Valencia)

Análisis del que se hace eco la NGLE (§22.8r): «al incorporar la preposición a en su estructura morfológica, el relativo adonde (compuesto de a + donde) expresa la dirección de un movimiento, pero también su término. En la lengua antigua, especialmente en el español clásico, se atestiguan usos de este relativo en alternancia con donde para expresar ubicación. Esta pauta se considera ya arcaica» (1603). Además, el DPD (s.v. adonde, 2) censura el empleo de adonde para la estatividad. Company y Espinosa (2014: 151-153) revisan los posibles orígenes (atque, preposición a, presión analógica con otros adverbios, etc.) de la vocal inicial a- en adverbios de lugar deícticos aquí y demostrativos aqueste. Véase también la aparición de a- como «refuerzo» preposicional de algunos adverbios (demás ~ además), tal y como lo analiza Elvira (2016). Ninguno de estos autores contempla la posibilidad de que se trate de una prótesis vocálica sin valor semántico. 73 Dejamos para una futura investigación la relación entre esta a- de adónde y los verbos «prefijados» o con prótesis vocálica como apechar, abajar, atapar, amontar, etc., procedimiento «derivativo» descrito en muchas monografías dialectales (p.ej., Sánchez Sevilla 1928: 161, García Lomas 1949: LXI, Fernández González 1981: 48, Calero 1981: 34, Herrero Ingelmo 1996: 291, entre otras). Una de las escasas referencias que se han ocupado de esta cuestión se encuentra en Sánchez-Prieto (1992). 72

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La distribución geográfica del empleo de adónde inesivo puede arrojar algo de luz a este problema. Las 49 apariciones se despliegan en 35 enclaves del COSER (cuadro 9), de los cuales 22 se encuentran en el occidente o centro-norte peninsular, mientras que los restantes se encuentran en las provincias orientales. La diferencia es, por lo tanto, favorable al oeste peninsular. Destacan, además, los diez enclaves manchegos (además de los dos madrileños) en los que se da este fenómeno74. Sea como fuere, estos datos dejan entrever una distribución geográfica del fenómeno y abren la puerta a la consideración no semántica de la vocal a- inicial. Podemos aducir un argumento más a favor de esta interpretación. El adverbio ónde aparece prefijado (aónde) con función inesiva en 36 ocasiones, de las 40 que aparece con una preposición en esta función (8). Se documenta con esta forma y esta función en nueve enclaves de Álava, Asturias, Cáceres, Madrid, Sevilla, Toledo y Vizcaya (oeste y norte) y en siete de Granada, Alicante, Almería, Granada, Jaén, Málaga y Teruel (este). Destaca de nuevo su intensidad en Andalucía (ocurre en seis de sus ocho provincias) y en el norte y oeste peninsular. (8) a) Lo primero para dormir y después comer aonde pinta (Álava, 0103-El Burgo/Burguelu, varón) (8) b) Y ahora colchones ¿aónde, aónde hay colchones de lana? (Asturias, 0528-Grullos (Candamo), varón) (8) c) Lo tengo yo, y yo no sé ni aónde, ¿eh? Ya… (Cáceres, 1020-Talaván, mujer).

El adverbio ánde expresa la localización de un estado de cosas sin necesidad de preposiciones (El convento ande está la pa-… la patrona, que es esta, la Virgen del Carmen, Albacete, 0214-Liétor, mujer), a no ser que especifique el lugar por el que tiene lugar el movimiento (Y los pasan por ahí por ande habís venío vosotros, pa abajo,…, Albacete, 0214-Liétor, M; entonces lo echaban en ande podían, en bolsas…, Albacete, 0211-Higueruela, mujer)75. Como rasgo gramatical de las hablas de Castilla La Nueva, Moreno Fernández (1996: 223) describe la frecuencia con que ocurren derivaciones verbales con a-: atopar, ajubilar, agastar, arrecordar, etc. Este hecho podría aportar una prueba indirecta de que ambos fenómenos, la prefijación verbal y el «refuerzo» adverbial con a-, están interrelacionados. 75 Único ejemplo de ánde con la preposición en, que puede tener valor direccional al indicar el término del movimiento. 74

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar

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En cuanto a la función adlativa, destaca el uso de ánde sin modulación preposicional, salvo en dos ocasiones con para. Ya hemos analizado el uso de donde sin preposición para la expresión del destino del movimiento. Con preposición, a resulta la más empleada (121/146): Me gusta que to’l mundo vaya a donde le dé la gana (Granada, 1834Los Tablones (Órgiva), mujer); y cuando, digo: “Voy a levantarme”; “Pero, pero si son las cinco, ¿a dónde vas ahora?” (Alicante, 0310-Las Salinas, varón); y ya hasta que te contestan no sabes adónde vas ni | y luego qué fechas poco más o menos quieres ir y…, (Huesca, 2206-Banastón (Aínsa-Sobrarbe), mujer). A continuación, se emplea pa(ra): Y después la tapan pa donde cada uno donde la [...] quiere llevar (León, 2614-Lorenzana (Cuadros), mujer); ¿Pa dónde? (Cáceres, 1020-Talaván, mujer); pa la era arriba, era igual que un poblao, pa ahí pa donde está ahora (Zamora, 4611-Villalba de la Lampreana, mujer). Cabe subrayar que la adición de pa(ra) se documenta en diecisiete enclaves, de los cuales nueve se encuentran en provincias occidentales. Por último, hay un caso de hacia: Tú ves hacia donde veas luz… (Guadalajara, 1902-Canredondo, mujer). Las formas ónde y dónde exhiben un comportamiento opuesto en la expresión de la semántica adlativa. La primera de ellas recurre a la preposición a (ejemplos en 9) en veinte de sus apariciones con preposición (29 en total; pa(ra) en las otras nueve), mientras que la segunda prefiere —como ya hemos comentado— la construcción directa (163/309) frente a seis ocurrencias de ónde adlativo. (9) a) N  o sé aónde van, a matar (Cantabria, 1232-Vega de Pas, varón). (8) b) ¿A ónde vais? Si los padres son capitalistas (Asturias, 0528-Grullos (Candamo), varón). (8) c) En Andalucía es muy bonita aonde quiera que vayas (Málaga, 3002-La Atalaya (Villanueva de Algaidas), mujer). (8) d) Y sí voy a Valencia, Valencia y si voy a Alicante, Alicante, y si voy a onde vaya, yo siempre soy de Salinas (Alicante, 0310-Las Salinas, varón). (8) e) ¿Y aónde vais a ir hoy, pues, a la tarde? (Álava, 0107-Luzuriaga (San Millán/Donemiliaga), mujer).

Para la función ablativa, se emplea la construcción preposicional: de en todos los casos de ánde y ónde con preposición (10a-c); de en 96/98 ocurrencias con dónde (10e) (otras dos de desde). Nótese que la preposición de y el adverbio ónde (10b-c) no se funden en una

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forma hipotética d(e)ónde. Esto pone en duda —creemos— la explicación generalmente aceptada acerca de la formación de dónde (de + ónde). Cabe destacar la combinación de la preposición de con la construcción aónde (10d) y adónde (10f ), donde el supuesto prefijo preposicional de dirección (a-) se une a la preposición de procedencia. Esta combinación puede ser aún más compleja: (10g). Estas combinaciones hacen dudar del valor semántico que para los hablantes de estas localidades tiene el giro adónde (o, en su caso, pa dónde). En todo caso, se reforzaría así la conclusión de que el sendero del cambio semántico recorre la escala destino > ubicación (Stolz, Levkovych y Urdze 2017). (10) a) ¿De ánde sois vosotras? (Albacete, 0211-Higueruela, varón). (10) b) ¿Pues de ónde son ustedes) (Palencia, 3402-Astudillo, varón). (10) c) Oscura, pero esta no sé de ónde es, ¿eh? (Asturias, 0506-Alea-Linares (Ribadesella), mujer). (10) d) ¿De aónde sois? (Teruel, 4108-Bronchales, mujer). (10) e) ¿De dónde, de dónde venís vosotros ahora? (Badajoz, 0728-Valencia del Ventoso, mujer). (10) f ) “¿De adónde venís?” (Castellón, 1307-Jérica, mujer). (10) g) ¿De pa dónde venís, de qué pueblo venís? (Salamanca, 3614-Puebla de Yeltes, mujer).

Para la expresión del origen o la procedencia, la interpretación no siempre resulta evidente e inequívoca en los casos de construcción directa de ánde (2 casos; 11a-b), ónde (1 caso; 11c) y dónde (21 casos; 11d-g). Por lo que respecta a esta última forma, con valor ablativo la documentamos en quince enclaves, once de los cuales localizados en la parte noroccidental de la península. Se trata de los siguientes: 0103-Elburgo/Burgelu (Álava); 0509-Fechaladrona-Villoria (Laviana) (Asturias); 0723-Orellana de la Sierra (Badajoz); 0728-Valencia del Ventoso (Badajoz); 0922-Humada (Burgos); 0934-Pedruzo (Condado de Treviño) (Burgos); 0959-Villaverde-Mogina (Burgos); 2501-Ausejo (La Rioja); 2614-Lorenzana (Cuadros) (León); 4407-Cigales (Valladolid); 3423-Santervás de la Vega (Palencia). Esta distribución puede ser sintomática de la retención de un arcaico valor ablativo de dónde (y ónde), claramente en retroceso, pero todavía vivo o documentable en este puñado de enclaves. En construcción directa —cabe señalar—, las tres variantes analizadas muestran porcentajes semejantes para la denotación del origen o procedencia.

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(11) a) se ponía enfrente de, de, del chorro ande podía salir la sangre (Segovia, 3707-Muñoveros, varón). (11) b) Porque era merina, y la | ande se hacían los colchones era churra (Segovia, 3707-Muñoveros, varón). (11) c) ¿Ónde han venío, [A-Inn] por esos pueblos? (La Rioja, 2515-Sajazarra, mujer). (11) d) Bueno, en la que más grande he estado es donde sois vosotros (Álava, 0103-Elburgo/Burgelu, mujer). (11) e) Que digo yo, dónde podrá venir esta agua, un agua buenísima, el agua ye muy buena (Asturias, 0509-Fechaladrona-Villoria (Laviana), mujer). (11) f ) Esa de la tienda, que se las traen de ahí de Madrigalejos, o donde sea, las flores (Badajoz, 0723-Orellana de la Sierra, mujer). (11) g) ¿Dónde venís? ¿De Madrid? (Palencia, 3423-Santervás de la Vega, varón).

El análisis de las distinciones semánticas de cada una de las variantes estudiadas, si dejamos de lado por ahora las construcciones preposicionales, parece confirmar un proceso de cambio que se actualiza según la siguiente escala: origen > destino > ubicación. Parece confirmarse también la influencia de aónde en la creación de ánde, factor concomitante con nuestra hipótesis del contacto lingüístico (§2.2). 3. LA HISTORIA DEL ADVERBIO DE LUGAR 3.1. Cronología del cambio De las variantes analizadas hasta ahora76, la forma ánde no está presente en nuestra documentación histórica, lo que certifica su creación reciente y su carácter innovador. Las otras variantes no presentan una evolución lineal a lo largo de los cortes cronológicos; sus curvas de cambio revelan cómo se influyen mutuamente, entran en conflicto normativo o se alimentan entre ellas.

76

No tenemos en cuenta dos casos de on en documentos navarros de 1238 y

1320.

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Gráfico 2. Diacronía de los adverbios de lugar en el CODEA

La variante más antigua es ó (y sus alomorfos como ú), que cae en picado desde el siglo xiii, con ligeros repuntes a comienzos de los siglos xv y xvi. La línea descendente de ó forma parte de la mitad de una curva «en campana» o de un cambio fallido (cf. §2 del capítulo segundo). A partir de 1580, la variante ó no se considera una forma digna de aparecer por escrito. Esta forma está en el origen del adverbio dó, cuyas frecuencias, durante todo el siglo xv (ya desde finales del siglo xiv), son abrumadoras, lo que confirma su prestigio en la lengua escrita, prestigio que la ha hecho durar hasta la actualidad bajo la forma de la locución adverbial por doquier. En nuestros documentos no se localiza hasta el período 1301-1340. El gráfico muestra a las claras cómo las líneas de ónde (también ond) y dónde corren en paralelo hasta el siglo xv. A comienzos de este siglo, se certifica la decadencia definitiva del primer adverbio y la subida, ya imparable, del segundo. La trayectoria del adverbio dónde, que entrará a formar parte del estándar del español, traza una curva en S, lenta hasta el siglo xv, rápida hasta finales del siglo xvi, y de nuevo lenta, pero imparable, a partir de la segunda década del siglo xvii. El recorrido de este adverbio está vinculado, por una parte, a la forma ónde, que se encuentra en la base material del futuro interrogativo-relativo estándar; por otra

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parte, a dó. Aquel queda tocado de muerte a partir de los inicios del cuatrocientos y se repliega, poco a poco, a las variedades del ámbito de la inmediatez comunicativa. Este, en cambio, entra en un conflicto de normas con dónde. Desde el siglo xiv hasta el xvi impera la forma dó, con el clímax en el corte 1381-1420; ya en declive vuelve a repuntar en las décadas a caballo entre los siglos xvi y xvii. En nuestra opinión, la forma dónde se ve estimulada por los adverbios dó y ónde; en efecto, la primera fase de declive de estos dos adverbios, la de mitad del siglo xv, coincide con el despegue de aquel. La mezcla y el cruce de ambas variantes en un mismo espacio geográfico (el centro peninsular, como veremos en breve) promueven el desarrollo de dónde. Como expusimos en §3 del capítulo segundo y ya hemos aventurado para la formación de ánde, la mezcla dialectal da lugar a variados procesos de cambio (nivelación, simplificación, cruces, etc.), fomentados, en ocasiones, por la cercanía o semejanza de las variantes en contacto. Nuestra hipótesis sobre la formación del adverbio locativo estándar estriba, en última instancia, en que en el contexto de contacto dialectal se estimula la forma dónde porque su materialidad acomuna las de dó y ónde (véase Kuteva 2008 para los flecos de la gramaticalización por contacto). El gráfico 2 pone de relieve que la historia de los elementos morfosintácticos no sigue un curso lineal. El trazado en S de la difusión de los cambios no es nítido y, en cualquier caso, es solo uno de los posibles. Sin embargo, las líneas del gráfico relacionan de manera sintomática unas con otras y dejan entrever conflictos normativos o convergencias y divergencias entre ellas. En los apartados siguientes detallaremos la historia y las propiedades de cada una de las variantes del adverbio locativo que documentamos en el CODEA. Conviene advertir que, frente a los cuestionarios de los atlas, en los que se preguntaba por la forma del interrogativo, en los documentos notariales que manejamos abunda la función relativa de estos adverbios y solo en escasas ocasiones podemos registrar casos del interrogativo en preguntas indirectas. 3.2. Descripción de las variantes 3.2.1. El adverbio relativo de lugar ó (y sus variantes) La heredera directa del latín ubi, sin duda la variante más arcaica de las estudiadas, se cuenta en 156 ocasiones y su significado principal

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es el de ubicación (12). En 22 casos se combina con la preposición por y en tres con la preposición hasta. (12) a) ... que las casas avant dichas ajades, posidescades e herededes por vender, por empeñar e por dar allá ó quisiéredes e por far todas vuestras voluntades por todos tiempos,... (CODEA-827, 1231, Monasterio de Piedra (Zaragoza), Eclesiástico). (12) b) Estas herdades vos damos con todo so juro e toda sua entegridad ú quier que nós las ayamos que nos a nós pertenezcan, ... (CODEA-1419,1241, León, Eclesiástico). (12) c) Dada en Valladolid, a treze días del mes de marzo de mil y quinientos y sesenta años. Va sobre raído ó diz “alcaldes ordinarios” (CODEA-29, 1560, Valladolid, Cancilleresco). Mapa 9. Geografía de ó (1221-1340)

Los mapas 9-10 muestran la distribución geográfica de ó (y su variante principal ú) en dos periodos cronológicos, el inicial (1221-1340) y el final (1461-1540). Desde las primeras décadas del siglo xiii hasta los años cuarenta del siglo xiv, la variante se extiende por todo el norte peninsular, si bien su presencia es esporádica en el oriente y nula en el

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reino de Aragón. El mapa 10 expone la distribución de ó entre 1461 y 1540, etapa en la que ó tiene un ligero repunte. Se certifica, de nuevo, el carácter noroccidental de esta variante, que se ha extendido, de norte a sur, hasta la Andalucía occidental (puntos de Córdoba, Sevilla, Cádiz). Su presencia es fuerte desde el norte de la cordillera Cantábrica hasta el centro de Castilla y los alrededores de Madrid. Mapa 10. Geografía de ó (1461-1540)

Ahora bien, no en todas las áreas donde se identifica esta variante recibe la misma valoración. Si atendemos a su marcación registral (gráfico 3), observamos cómo: 1) no aparece en documentos navarro-aragoneses de ámbito cancilleresco; 2) su reparto sociodiscursivo es homogéneo en ambas Castillas, con cierto prestigio en la meridional (en la que se incluyen los documentos de Madrid y Toledo); 3) mientras la aparición de esta variante en los documentos emitidos por la Cancillería real en la franja occidental se encuentra en línea con el resto de las áreas, destaca la abundante presencia en documentos de carácter particular (2,6 formas por cada 10 000 palabras). Consideramos que este dato revela cómo ya en etapas históricas ó va a quedar relegada a contextos de familiaridad e in-

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formalidad, donde sobrevive hasta comienzos del siglo xx, como certificaba el ALPI. Mientras en el resto de territorios esta variante goza de relativo prestigio, en el área leonesa se repliega al ámbito de la inmediatez comunicativa (cf. §1 del segundo capítulo). Sin duda alguna, la coexistencia, en esta área, con la variante ónde, que goza de una mayor valoración, hace que los hablantes sientan una predilección socioestilística por esta en detrimento de la variante más arcaica. Gráfico 3. Marcación socioestilística de ó en el CODEA

3.2.2. El adverbio relativo de lugar onde El adverbio onde (< unde) resulta el más interesante y complejo, por su diversificación funcional y semántica. Concurre en 189 ocasiones en nuestro corpus histórico, con apócope en 39 de ellas y con la preposición por en nueve. Este adverbio puede designar el origen (13a-b), presenta funciones textuales de causa-consecuencia (13c) e indica también la localización de una acción o estado de cosas (13d-e).

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar

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(13) a) Yo Lope Ruiz, sobredicho escrivano público en Madrit por nuestro señor el rey, vi la dicha carta onde este traslado fue sacado e lo concerté con ella (CODEA-140, 1353, Talavera de la Reina (Toledo), Municipal). (13) b) ... don Alfonso que venció la batalla de Mérida, e del rey don Ferrando su fijo, e de los otros reyes onde nós venimos, los mejores e de los que ellos... (CODEA-7, 1295, Valladolid, Cancilleresco). (13) c) Onde a ruego e a pedimiento de los dichos Ferrando Alfonso e Gonzalo Ferrández, por nombre del concejo de la dicha Guadalfajara su parte, e [...], esta carta fiz escrivir para del concejo de la dicha Guadalfajara sobre la dicha razón, e só ende testigo (CODEA-11, 1399, Matarrubia (Guadalajara), Municipal). (13) d) ... en tanto vos meto e apodero por esta carta assí como si estudiéssemos en ello de pies o en logar onde lo oviéssemos a ojo. (CODEA-89, 1297, Ávila, Particular). (13) e) ... fallamos que avié de tornar la puerta a la otra parte tras cuestas e d’essa parte onde avié a tornar la puerta fasta la otra parte ó la tenié agora avié a derribar toda la casa... (CODEA-256, 1242, sin lugar, Eclesiástico).

El cambio semántico por el que atraviesa onde se expone en el cuadro 10. Su despliegue semántico se agrupa en tres grandes valores. En primer lugar, designa el origen. Este valor escasea ya a partir del siglo xv y no alcanza el final de la Edad Media. El valor ilativo, en segundo lugar, obtiene el porcentaje más alto en la segunda mitad del siglo xiii. Más de un tercio de las apariciones de onde como nexo ilativo se hallan en documentos del área navarroaragonesa. Podemos afirmar que este significado es una evolución directa a partir del valor ablativo del latín unde (cf. fr. dont), que alcanza el estadio más avanzado de gramaticalización, con la función textual de conector (Traugott 1982), en este territorio. Por último, el valor inesivo llega hasta finales del siglo xvi (en efecto, pervive hasta nuestros días como revelaba el COSER, cf. §2.4 más arriba). Hasta las primeras décadas del siglo xv esta función no supera al valor ablativo. El cuadro 10 permite trazar una evolución divergente del adverbio onde a partir de su significado ablativo. Por una parte, da lugar a funciones de conexión textual (evolución que procede directamente desde el latín). Por otra, pierde su matiz ablativo y se emplea únicamente con el valor inesivo que sobrevive hasta el COSER.

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Cuadro 10. Evolución semántica de ond(e) Origen

Ilativo

Ubicación

1221-1260

5/94 (5%)

5/51 (10%)

1/32 (3%)

1261-1300

14/94 (15%)

22/51 (43%)

2/32 (6%)

1301-1340

27/94 (29%)

7/51 (14%)

4/32 (13%)

1341-1380

16/94 (17%)

6/51 (12%)

1/32 (3%)

1381-1420

30/94 (32%)

5/51 (10%)

14/32 (44%)

1421-1460

2/94 (2%)

4/51 (8%)

6/32 (19%)

1461-1500



2/51 (4%)

2/32 (6%)

1501-1580





2/32 (6%)

En su momento de máximo esplendor, el periodo 1341-1420, este adverbio tiene una fuerte presencia en el norte y centro peninsular, alrededor de Madrid, y, por el oeste, en la Extremadura leonesa hasta llegar a Sevilla (mapa 11). Solo dos ejemplos aparecen en el oriente peninsular. Se trata de un documento de 1396 localizado en Calatayud (Zaragoza). Mapa 11. Geografía de ond(e)

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar

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Más relevante resulta la información que nos transmite el mapa 12, que expone la localización de los valores semánticos de ubicación de ó (cuadros blancos) y onde (círculos blancos) y de origen de este último (círculos negros). Durante los siglos xiii y xiv onde con valor ablativo se localiza de manera particular en la franja occidental de la península y es ahí donde se opone al valor locativo de ó. En estas áreas, creemos, la oposición funcional ó (ubicación)/onde (origen) tuvo una mayor rentabilidad; a medida que nos alejamos de esta franja y a medida que avanza el tiempo, la oposición se diluye y ambos adverbios terminarán compitiendo por la expresión del valor inesivo. Mapa 12. Distribución de los valores semánticos de ond(e) (siglos xiii-xiv)

La procedencia por provincias de los ejemplos de onde (origen) se sintetiza en el cuadro 11. Nótese que los primeros casos de los siglos xiii y xiv proceden, en su mayoría, de documentos emitidos en las provincias de Asturias, León, Salamanca y Cáceres.

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Cuadro 11. Procedencia de los ejemplos de onde (origen) Año

Provincia

Año

Provincia

Año

Provincia

1239

León

1314

Guadalajara (x4)

1380

Valladolid

1251

Salamanca

1326

Burgos (x3)

1381

Álava

1253

León

1337

Jaén

1386

Madrid (x7)

1274

Sevilla (x2)

1340

Sevilla

1394

Cáceres

1276

León

1342

Valladolid

1396

Zaragoza (x2)

1283

Valladolid

1346

Zamora

1399

Toledo

1288

Álava (x2)

1347

Toledo (x2)

1401

Valladolid

1291

Toledo

1350

Sevilla (x2)

1406

Valladolid

1293

Valladolid (x2)

1351

Valladolid

1408

Guadalajara (x5)

1294 1295 1296 1301

Segovia? Valladolid (x2) Navarra Salamanca (x12)

1353 1357 1361 1363

Toledo (x2) Cáceres Sevilla (x2) Sevilla

1408 1408 1412 1417

Madrid (x2) Valladolid (x2) Valladolid (x2) Burgos (x2)

1304

Salamanca (x2)

1368

Toledo

1420

Valladolid (x3)

1307

Valladolid (x2)

1372

Toledo

1422

Toledo (x2)

1308

Asturias

Por lo que respecta a la marcación diastrática de onde (gráfico 4), las áreas occidental y oriental muestran un comportamiento inverso. En los documentos navarroaragoneses la variante onde escasea tanto con valor inesivo como con valor de origen. En cambio, en el área leonesa, el adverbio onde ablativo abunda, sin divergencias relevantes en la escala registral (2,5/10.000 en documentos cancillerescos y 2,8/10.000 en los particulares). En esta área el adverbio ó desempeña —fundamentalmente— la función locativa, razón por la que las ocurrencias de onde (ubicación) son casi nulas. Castilla, tanto norteña como meridional, parece predeterminar la consideración prestigiosa de onde ablativo. Los documentos cancillerescos castellanos arrojan frecuencias abrumadoras de la función ablativa de onde. En los documentos del polo más elevado de la escala registral, tal y como pueden clasificarse los documentos del CODEA (cf. §4.3 del capítulo segundo), aparecen, para la Castilla norteña, 2,2 casos de este valor por 10.000 palabras, y para la meridional, 2,8, frente a casos prácticamente nulos o casi nulos en documentos particulares. El adverbio donde va a heredar y continuar este valor ablativo en los documentos de la Cancillería castellana, desde finales del siglo xiii hasta los últimos ejemplos de la segunda mitad del siglo xvii.

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Gráfico 4. Marcación socioestilística de onde en el CODEA

En definitiva, mientras las modalidades más cercanas a la inmediatez comunicativa pierden o tienden a difuminar la polisemia funcional de onde (ubicación y origen) en beneficio de un significado único locativo, el que pervive fundamentalmente en los siglos xx y xxi, como ponían de manifiesto las respuestas del ALPI, los atlas regionales y el COSER (cf. §§2.2-2.4 más arriba) la lengua de la distancia explota el rasgo ablativo de onde. Esto nos permite matizar algunas de las conclusiones sobre la variación estilística a las que llega Kroch (1978: 30-32)77 (cf. también §2 del capítulo segundo). El valor ablativo de onde, en declive en los documentos particulares (salvo en los leoneses), como se ve en el gráfico 4, se mantiene en los documentos cancillerescos, no solo por el estatuto social y prestigioso de las formas arcaicas, sino por una necesidad comunicativa. El mayor grado de planificación textual, la cohesión más trenzada y el deseo desambiguador empujan 77 «Thus, we can conclude from Mahl’s experiment that concern for social status, not concern for communication, is what maintains the prestige dialect» (Kroch 1978: 32)

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a los funcionarios de la administración real a recurrir a este valor (arcaico) de onde. Necesidades comunicativas, así como el prestigio explícito que la Cancillería le confiere, permiten que el valor ablativo de onde perviva. 3.2.3. El adverbio relativo de lugar do Documentamos la forma do del relativo de lugar en 196 ocasiones. El significado principal es el de ubicación (14a-b); se localiza un único caso con valor ablativo (14c). Se certifica, por lo tanto, que en la lengua de uso el significado de origen o procedencia es residual. Este adverbio se combina con preposición en más de cien casos. Además de combinarse con preposiciones varias (13 casos), destaca el empleo de a para expresar la localización (solo tres de los 83 casos de esta secuencia se emplean con valor adlativo; 14d). Con la finalidad de designar el lugar en el que se ubica una acción o un estado de cosas, el uso de la preposición a (14e) contrasta con el refuerzo de en (14f ), que aparece en trece ocasiones. (14) a) ..., dius obligación de todos nuestros bienes muebles e seyentes, avidos e por aver, do quiere que sean o serán (CODEA-765, 1375, Teruel, Eclesiástico). (14) b) ..., e en caso do vós o los vuestros las ditas viñas querredes vender, siades tenidos fazerlo a saber al prior e mairales... (CODEA-986, 1379, Jaca (Huesca), Particular). (14) c) ... y ansimismo vuestra alteza me probeyó a mí y al dicho Fabián Gómez por escrivano de número del dicho concejo, do resulta que quanto al número que dize no hizo la relación que deviera,... (CODEA-1169, 1526, Granada, Municipal). (14) d) Por ende todo omne que de buena ventura es se deve membrar de aquel regno a do an de ir, e... (CODEA-309, 1363, Sevilla, Cancilleresco). (14) e) ... la heredat e bienes raízes qu’el dicho cabildo avía e tenía en fondón del dicho lugar de Hervás que es a do dizen el Orellar,... (CODEA-555, 1377, Béjar (Salamanca), Eclesiástico). (14) f ) ... aquí esto escreví, e con letras sobreescritas en la XXII línea, en do se líe “e queremos que ... (CODEA-775, 1345, Calatayud (Zaragoza), Eclesiástico).

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Capítulo 3. Historia y espacio del adverbio de lugar

Cuadro 12. Localización por provincias de en do y a do (ubicación) en do

a do

Año

Provincia

Año

Provincia

Año

Provincia

1345

Zaragoza

1369

Salamanca

1461

Palencia (x4)

1378

Teruel

1369

Burgos (x2)

1471

Cantabria (x4)

1385

Huesca (x2)

1377

Salamanca

1473

Palencia (x2)

1405

Zaragoza (x2)

1389

Cantabria (x2)

1474

León (x2)

1417

Navarra (x2)

1390

Cantabria (x2)

1479

León (x2)

1442

La Rioja (x2)

1397

Zamora (x2)

1489

Burgos (x2)

1529

Zaragoza (x2)

1406

La Rioja (x2)

1490

Burgos (x2)

 

1414

Valladolid (x2)

1500

Cantabria (x26)

 

1420

Valladolid (x4)

1501

León (x2)

 

1424

Zamora (x2)

1525

Valladolid (x8)

 

1428

Zamora (x2)

1526

Toledo (x2)

1461

Salamanca (x2)

 

 

Mapa 13. Geografía de do (1301-1341)

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La distinción entre las secuencias a do y en do tiene una distribución geográfica clara (cuadro 12). La construcción reforzada la documentamos en las provincias del oriente peninsular, mientras que el esquema a do aparece en el centro y occidente. El mapa 13 constata la proveniencia oriental de este adverbio y su expansión hacia el centro peninsular en el siglo xiv. Los enclaves oscenses, sin duda, circunscriben el foco originario de esta forma y evocan una antigua conexión con la otra heredera de ubi, ó, a lo largo de la cordillera Cantábrica. En el siglo xvi (mapa 14) el adverbio do sigue siendo propio de variedades orientales, pero impone su presencia en la capital y sus alrededores. La presencia de esta forma en la capital le da el impulso necesario para aguantar el crecimiento de donde en los años a caballo entre los siglos xvi y xvii, así como el prestigio para su traslado a la lengua literaria. Mapa 14. Geografía de do (1501-1580)

La distribución de do en los ámbitos registrales que permite vislumbrar el CODEA (gráfico 5) pone de manifiesto tres hechos. En primer lugar, se ve cómo esta variante tiene una fuerte huella de «oralidad concepcional» en el área navarroaragonesa (así lo certifican sus

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8,2 casos de apariciones en documentos particulares). Esto no es óbice, sin embargo, para que se produzca el siguiente hecho: se adopta en documentos cancillerescos castellanos tanto del norte como del sur en proporciones nada desdeñables. La impronta aragonesa parece bastar para conferir a esta forma el prestigio necesario para que la Cancillería castellana la acoja en el siglo xiv y, más adelante, la corte la mantenga y la propague como marca de formalidad elevada. Sin embargo, el adverbio do no conquista los ámbitos privados. En último lugar, esta forma tampoco parece difundirse significativamente en el área leonesa. Gráfico 5. Marcación socioestilística de do en el CODEA

Del análisis de la distribución geográfica y socioestilística de do y de los otros adverbios, podemos concluir que el registro cancilleresco adopta dos formas de procedencia oriental do y occidental onde y realiza un reparto funcional de sus usos: la primera se emplea para la función inesiva; la segunda se adopta para la expresión del origen, con lo que se consigue además una trabazón textual más fuerte y cohesionada. Los hablantes del centro peninsular hacen propia la

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forma do cuya impronta aragonesa le otorga suficiente prestigio para su empleo abierto y público; por el contrario, con el adverbio onde será su función ablativa, y no tanto su forma, la que cobre la estima de los funcionarios de la Cancillería, función que continuará bajo las vestiduras de donde. 3.2.4. El adverbio relativo de lugar donde Documentamos 325 casos del adverbio donde, cien de los cuales se combinan con preposición: a (43), por (30), de (20), en (2) y otras (5). El significado mayoritario es el de ubicación (193). Son minoritarios, por su parte, los ejemplos con función ablativa (16) y adlativa (14). Aparecen dos casos con valor de nexo consecutivo (cf. 15d). La expresión de la localización estática (15a) puede ser transmitida por la construcción adonde (15b) o con el refuerzo en (15c). La preposición a designa el destino del movimiento solo en once casos; en el resto (32), expresa ausencia de movimiento. Por el contrario, no es necesaria la preposición para la función adlativa (15e). (15) a) .... se juntaron en la villa de la Rambla donde esta cibdad acordó de embiar sus procuradores para que si allí se tratase del servicio de vuestra alteza... (CODEA-1383, 1521, Écija (Sevilla), Municipal). (15) b) .... y porque de presente no se pudo bisitar la raya qu’está desde la pressa Argenta hasta el dicho puerto, adonde fue hecha relación al dicho señor corregidor que... (CODEA-1480, 1549, Alcalá de Henares (Madrid), Municipal). (15) c) [...] no coman dentro de dicho convento estos religiosos por los inconvenientes que se siguen, sino en la contadoría en donde comen los que por mandado de vuestra alteza asisten a la elección de comendadora,... (CODEA-1164, 1654, Salamanca, Eclesiástico). (15) d) Donde, otorgo e coñosco que vendo a vós Velasco Velásquez, arcidiano de Ávila, todo cuanto algo e cuanto heredamiento yo é. (CODEA-105, 1301, Ávila, Particular). (15) e) Por ende los reyes e príncipes se deven membrar de aquel regno donde an de ir a dar razón ant’el señor Dios de los regnos que les son encomendados en este mundo e… (CODEA-0443, 1457, Burgos, Cancilleresco).

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(15) f ) Con aquellos derechos que las otras eglesias de nuestros regnos que son de nuestro padronado fueron otorgadas a los reyes donde nós venimos e las nós avemos e posseemos (CODEA-0139, Santa María del Paular (Madrid), 1348, Cancilleresco). (15) g) De la dicha eglesia, diziendo que si lo ý fallárades que lo levárades preso e que lo echárades en logar donde nunca saliera, e… (CODEA-0133, 1350, Sevilla, Cancilleresco).

El valor de origen (15f-g) se registra en documentos procedentes de las provincias de Álava (1521), Valladolid (1282, 1380 [2], 1412), Guadalajara (1285), Madrid (1348, 1622 [2], 1661 [2], 1668 [2]), x 7), Toledo (1430, 1525), y Sevilla (1350). El significado de origen o procedencia de donde, aunque marginal, está circunscrito al centro y norte peninsular y aparece mayoritariamente en documentos de la Cancillería (15/16). En este territorio, en concreto en enclaves de Álava, Asturias, Burgos, La Rioja, León, Palencia y Valladolid, el COSER registraba la pervivencia del valor ablativo de donde (cf. §2.4.3 más arriba). Esto puede indicar la pervivencia de este valor, ahora sin la estima de la variedad abiertamente prestigiosa, en las modalidades rurales del siglo xxi. Mapa 15. Geografía de donde (1301-1380)

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El mapa 15 pone de manifiesto la vinculación de donde con la parte central de la península en el siglo xiv. En esta etapa, su aparición en los enclaves de Toro (Zamora), Valladolid, Medina del Campo (Valladolid) y Ávila subraya su conexión con el occidente. Recuérdese que en el occidente de la provincia de Valladolid el ALPI localizaba dónde como única forma del interrogativo de lugar (cf. §2.2 más arriba). El mapa 15 certifica que esta ha sido desde, al menos, el siglo xiv la variante vernácula de esta área, área en la que podemos focalizar el origen de la difusión de la forma estándar actual. El mapa 16 muestra la expansión de donde desde la corte, hacia el norte y el nordeste, y hacia Andalucía. Es fácil comprobar cómo el futuro interrogativo-relativo estándar sigue las vías de comunicación que conectan la capital con las zonas periféricas. Mapa 16. Geografía de donde (1501-1580)

Por lo que respecta a su marcación social y estilística (gráfico 6), queda claro que donde cuenta con el favor de la Cancillería castellana, en especial, a partir de la fijación de la capital en Madrid, así como de otros registros igualmente prestigiosos como el jurídico. No sobresale, sin embargo, por una especial marcación en los documentos

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leoneses y no parece penetrar en el área navarroaragonesa (si bien su frecuencia en los documentos particulares de esta área se ajusta a las de otras zonas). El gráfico 6 confirma, por lo tanto, la difusión «desde arriba» del adverbio interrogativo-relativo donde. Valiéndonos del cuadro de la cadena variacional presentado en el §1 del capítulo segundo, podemos afirmar que el adverbio donde va escalando por el edificio diasistemático, a partir de sus orígenes en la Castilla central (Valladolid, Madrid) y adquiriendo las marcas de prestigio que le otorga su empleo en la corte y en los documentos cancillerescos, hasta instalarse como forma estándar y elaborada de la distancia comunicativa del español. Gráfico 6. Marcación socioestilística de donde en el CODEA

3.3. La formación de donde: mezcla dialectal y conflicto de normas En el apartado anterior hemos demostrado que la colocación de las variantes dentro de un espacio variacional, primero geográfico, luego socioestilístico, ilumina el proceso de cambio lingüístico. Los documentos del CODEA, por su fiabilidad cronológica, así como por

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la posibilidad que ofrecen de localizarlos en la diatopía y de adscribirlos a un ámbito de emisión o registral, suponen una herramienta incomparable para esos fines. Las variantes históricas del adverbio interrogativo-relativo de lugar son ó, onde, do y donde. A cada una de ellas les corresponde un periodo (§3.1 más arriba) y un espacio. La forma estándar donde se asocia con la heredera de unde (onde) y tiene una clara impronta occidental. Sin embargo, su formación y desarrollo se ven favorecidos por el encuentro en el centro peninsular de dos variantes en contacto, una occidental (onde) y otra oriental (do). La documentación del CODEA nos permite situar temporalmente el contacto de ambas variantes. En el corte 1381-1420 este contacto es particularmente intenso en el eje que va desde el mar Cantábrico hasta Toledo (mapa 17), en una línea que cruza de norte a sur el centro peninsular. Mapa 17. Mezcla de variantes do (rombos negros) y onde (círculos blancos) (1381-1420)

Estas dos variantes de procedencia dialectal diversa hallan en el adverbio donde una forma alternativa que las acomuna y une, sin entrar ahora en el debate de que su origen se deba a —como quiere la bibliografía— la coalescencia de la preposición de con el adverbio onde o al

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efecto de una acreción fonotáctica d-onde (cf. §4 más abajo, donde intentaremos ofrecer una prueba, aunque indirecta, de esta posibilidad). Sea como fuere, el cruce que los hablantes encuentran en donde, que absorbe el prestigio de do y la función ablativa de onde, se impondrá como forma común y estándar y se difundirá desde el centro peninsular, soterrando las diferencias entre las variedades geolectales del español. De esta manera, la difusión de donde es la consecuencia de la «supralocalización» (cf. lo expuesto en el §3 del capítulo segundo) de un rasgo lingüístico arraigado, desde el siglo xiv, en la meseta central y cuyo foco geográfico debe colocarse en el occidente de Castilla, en la zona donde los rasgos leoneses y los castellanos confluyen. Sin embargo, esta superación de las isoglosas no se produce sin un conflicto normativo que dura todo el siglo xvi y que solo en las primeras décadas del siglo xvii vence donde. Si confrontamos los mapas 14 y 16, observaremos que do y donde coexisten entre 1501 y 1580 en los centros políticos y económicos más importantes. Su coexistencia es significativa en Valladolid, Madrid y Toledo. Esta convivencia de normas se irradia, por el norte, hasta Bilbao, Burgos y Segovia; por el nordeste, a lo largo del corredor del Henares y por la cuenca del Jalón, hasta Zaragoza; por el sur, hasta Trujillo (Cáceres) y las provincias andaluzas (Córdoba, Sevilla y Granada). 4. DIGRESIÓN: D- COMO «BASURA» MORFOLÓGICA. EL CASO DE DIBAN En el §1 del presente capítulo repasamos las propuestas de la bibliografía para explicar la formación del adverbio locativo del español estándar dónde. Tanto los historiadores de la lengua española como los romanistas y tipólogos parecen estar de acuerdo en explicar la d- inicial de dónde (y sus cognados o equivalentes en otras lenguas) como la contracción de la preposición de que se adjuntaría al adverbio simple onde con el objetivo de reforzar materialmente el significado ablativo o de origen de su étimo latino (unde). Creemos, sin embargo, que este segmento dental d- podría tener otro origen, no necesariamente vinculado a la preposición de. Somos conscientes de que la elegancia teórica de la propuesta, así como la coherencia de los argumentos aducidos por la bibliografía con los datos de diferentes lenguas, resultan difíciles de rebatir. Por esta razón, nuestro objetivo en este último apartado consiste simplemente en esbozar una nueva hipótesis, que

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puede incluso ser complementaria con la propuesta generalizada, y aportar una prueba indirecta a favor de ella. Para ello, recurrimos al concepto de «basura» morfológica (junk)78 (Lass 1990, 1997: 309316), cuya definición sería el material no funcional o no significativo que resulta de la evolución morfológica de las lenguas. Este material inútil puede utilizarse de nuevo o reciclarse con nuevas finalidades funcionales. Esta reutilización funcional de formas no funcionales se conoce como exaptación (exaptation)79. Los lingüistas han concedido excesivo peso a la naturaleza semiótica de las unidades lingüísticas80. Consideramos que una de las ventajas teóricas del concepto de «basura» morfológica, como lo ha propuesto Lass, consiste en reivindicar la capacidad de los sistemas lingüísticos de dar cabida en su interior a elementos no funcionales sin perder por ello un ápice de su funcionalidad81. Es más, el material reciclado, además de emplearse con nuevos fines funcionales (refuncionalización, capitalización), puede adquirir una función sociolingüística identitaria (función que no resulta, sin embargo, imprescindible para Lass 1990: 100, n. 13). Normalmente este concepto se aplica al ámbito de la morfología. La evolución de las desinencias casuales en la historia de las lenguas ilustra a la perfección el mecanismo de la exaptación (véanse Lass 1990; Smith 2011; también Pountain 2006). Para su posible empleo en el campo de la sintaxis, véase Castillo Lluch y Octavio de Toledo (2016). 79 El concepto de «basura» morfológica ha sido criticado en varios sentidos. En primer lugar, porque pone en duda la naturaleza semiótica de la lengua en cuanto sistema de signos (Vincent 1995). En segundo lugar, porque el fenómeno de la exaptación se considera «trivial» desde un punto de vista teórico, ya que se ajustaría a demasiados tipos de cambio lingüístico y, por lo tanto, no serviría para explicar ninguno de ellos (De Cuypere 2005). La explotación de material obsoleto con nuevos fines funcionales ha sido bautizado con diferentes nombres: regramaticalización (Greenberg 1991), renovación funcional (Brinton y Stein 1995), capitalización (Pountain 1995), refuncionalización (Smith 2011), etc. Para Lass, el proceso de exaptación es imprevisible, arbitrario e idiosincrásico; frente a estas propiedades, Narrog (2007) explica cómo lenguas diferentes recurren a mecanismos similares y demuestra el carácter regular y sistemático de este proceso. Para una explicación de estos conceptos en español, puede consultarse Elvira (2009). 80 En el §3 del capítulo segundo hemos explicado la relevancia que la «naturaleza semiótica» de la variación (Company 2013), así como alguno de los conceptos mencionados en la nota anterior, tienen para los hablantes con el fin de convivir con formas distintas de decir lo mismo e igualmente para las autoridades lingüísticas a la hora de codificar una norma estándar. Remitimos al lector a ese apartado. 81 «There is no necessity for sign systems or individual signs to display what is usually called ‘integrity’: semiotic systems are full of noise and redundancy and junk, and this non-functional, non-semiotic debris is crucial for change, and may indeed be the main thing that makes it possible» (Lass 1997: 310). 78

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Nuestra propuesta consiste en asociar el segmento d- de dónde con formas dialectales como dir (‘ir’). Estas formas han sido descritas en las monografías dialectales como casos de prótesis consonántica82, si bien no es extraño encontrarlas en pacífica coexistencia con ejemplos del fenómeno contrario, la aféresis de d- (por ejemplo, icir ‘decir’, icía ‘decía’). Además de su interés en poner de manifiesto esta tendencia silábica de las variedades castellanas, las monografías dialectales nos permiten delimitar el área geográfica en que se produce. La d protética puede afectar al infinitivo del verbo ir (dir), al gerundio (diendo) y participio (dío), a todas las formas del imperfecto (diba, díbamos, dibais, diban) y, en menor medida, del futuro (diré, dirás, diremos, diréis, dirán). Estas formas del verbo ir con d- protética han sido documentadas en el habla de Lena (Neira 1955: 58)83, del alto Aller (Rodríguez Castellano 1952: 150), Cabrales (Álvarez 1963: 61), el valle del Pas (Penny 1969: 124-125, 128) y, en general, la Montaña santanderina (García Lomas 1949: lxiv), el habla de Ancares (Fernández González 1981: 48, 129; también dalgún), Oseja de Sajambre (Fernández González 1959: 63)84, la Cabrera Alta (Casado Lobato 1948: 78), la Maragatería leonesa (Alonso Garrote 1947: 86), las tierras de Aliste (González Ferrero 1986: §7.3-2a), la comarca salmantina de la Ribera (Llorente 1947: 146), en Cespedosa de Tormes (Sánchez Sevilla 1928: 154), Coria y sus cercanías (Cummins 1974: 98; también dambos)85, así como Mérida y sus cercanías (Zamora Vicente 1943a: 42; también dambos: «con dambas manos», 44). Ninguna de las monografías de las variedades orientales localiza estas 82 Esta prótesis consonántica afecta, además de al verbo ir, a otros elementos como los indefinidos ambos (dambos) o algún (dalgún), adverbios como antes (dantes) o arriba (darriba), etc. Todos estos elementos pertenecen a categorías gramaticales diversas, pero poseen en común el inicio vocálico. De esta forma, podría considerarse la adición del segmento dental d- como un «reforzamiento» de la sílaba inicial (Granda 1966). Aunque en su monografía sobre la estructura silábica Granda no estudia este tipo de casos, en cuanto no se trata de un reforzamiento de la consonante inicial (que no existe), la adición de d- podría entenderse como consecuencia de la tendencia hacia un tipo de sílaba C V. 83 Fernández (1960) no menciona dir, pero sí da el adverbio darriba como propio del habla de Sisterna. Tampoco Cano González (1978) para el habla de Somiedo, aunque sí registra las formas dalgún y daquién (‘alguien’) para los indefinidos. 84 No encontramos ninguna mención a este fenómeno en Álvarez (1949) para las comarcas leonesas de Babia y Laciana. 85 Montero Curiel (1997) no menciona dir, pero sí dambos como ejemplo de prótesis de d- (§2.12.43).

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formas. Pueden verse Haensch (1960) para las hablas ribagorzanas, Alvar (1948) para el Campo de Jaca, Alvar (56-57) para el valle del Esca, Badía Margarit (1950) para el de Bielsa, Barrios Chela (1978) para el bajo Alcanadre, Lázaro Carreter (1945) para Magallón, Ena Bordonaba (1976) para Moyuela o Monge (1951) para la Puebla de Híjar, Laguna Campos (2009) para el Maestrazgo turolense. Hacia el oeste no dice nada González Ollé (1964) para la Bureba burgalesa; hacia el sur, callan Zamora Vicente (1943b) para Albacete y García Cotorruelo (1959) para el campo de Cartagena. En cambio, Calero (1981: 40-41) constata dir en la Serranía de Cuenca. En la actualidad, el COSER registra estas formas únicamente en el enclave asturiano de Fechaladrona-Villoria (Laviana)86 (16): (16) a) Y  ... de toas maneras yo […] que yo me acuerdo, ¡bueno!,

de dir al monte, vi-| bastante lejos, al, al ganao a catar las vaques,… (16) b) Pero non compensaba porque casi todo el mundo tenía una casa donde si no hay un coche hay tres, y el que tenía coche, diba en coche y no... esperaba pa la línea y ahora no la tenemos… (16) c) Ahora tenemos que dir con alguien, con el que tenga coche o…, o el que pueda dir andando va andando, yo non puedo dir andando… En definitiva, gracias a la descripción del fenómeno en las monografías dialectales y a su última y reciente documentación en el COSER, constatamos que las formas protéticas del verbo ir (dir), así como de otros elementos (dalgún, dambos, dantes, darriba), están localizadas y bien arraigadas en el norte y occidente de la península, desde Cantabria y Asturias hasta la Extremadura leonesa. Si tenemos en cuenta que el adverbio dónde siempre ha sido la forma vernácula en el occidente de la provincia de Valladolid, como mostraba el mapa 1 del ALPI, y que en esta zona se observan ejemplos desde el siglo xiii (cf. mapa 15 más arriba), no consideramos arriesgado proponer que la consonante dental inicial d- pueda asociarse con la prótesis consonántica que hemos descrito en este apartado y no —necesariamente— con la contracción de 86 También se localiza un caso de diba frente a 52 ocurrencias del imperfecto de ir sin d- (iba, ibas, iban o íbamos) en Barrax (Albacete) (0204), lo que demuestra que este fenómeno puede ser espontáneo en el habla rural.

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la preposición de. Se trataría de valorizar un elemento surgido por razones fonotácticas (refuerzo de la sílaba, elusión del inicio vocálico onde > donde, etc.) con la finalidad de distanciarse de las variedades dialectales vecinas donde vs. onde. La funcionalidad de d- no sería, por lo tanto, reforzar un significado debilitado de origen o procedencia, sino la de servir de seña identificadora frente a las variedades de impronta leonesa. El hecho de que para la autoafirmación se haya recurrido a un rasgo leonés como es la d- protética de dir (Lapesa 1981: §122.8) se explica por la necesidad acuciante de evitar la adopción de la pieza léxica onde. Nuestra propuesta presupone un principio poco asentado en la lingüística histórica, a saber, que los sistemas lingüísticos pueden mantener su funcionalidad acogiendo en su interior elementos no funcionales o inútiles, en otras palabras, «basura» morfológica. Este material no funcional desde una perspectiva intraligüística sí puede serlo, en cambio, con otros propósitos de tipo social y estilístico. La distribución geográfica de las formas de dir y de otros elementos con prótesis y su confrontación con los focos de aparición e irradiación de las variantes del adverbio locativo onde y donde nos han permitido esbozar otra posible explicación para el origen de la d-, explicación que podría ser complementaria con la que se ofrece en la bibliografía al uso. Nótese, para finalizar, que una explicación de esta naturaleza podría iluminar el origen de adonde (con valor de ubicación) y de otros adverbios con a- (Elvira 2016), que los hablantes, la gramática normativa y los agentes estandarizadores, llevados precisamente por la necesidad de motivar la variación y darle un sentido, han codificado y repartido en significados o grupos categoriales separados y autónomos (ubicación/destino, determinantes/adverbios, por mencionar los más comunes).

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CAPÍTULO 4 HISTORIA Y ESPACIO DE LAS DESINENCIAS DE 2.ª PERSONA PLURAL

1. EL PROBLEMA: LA CREACIÓN DE LAS DESINENCIAS DE 2.ª PERSONA PLURAL EN ESPAÑOL ESTÁNDAR Uno de los cambios más significativos y característicos de la historia de la lengua española es la evolución de las desinencias verbales latinas de la 2.ª persona plural activa -ātis, -ētis, -ītis (Pisani 1948: §§432-434, 468) hasta los morfemas flexivos del español estándar peninsular -áis, -éis, -ís, a través de las terminaciones largas -ades, -edes, -ides características del español antiguo. En línea con las vocales sufijales del infinitivo (-ar, -er, -ir), cada una de estas desinencias, tanto las modernas como las antiguas, permiten distinguir tres clases verbales, «conjugaciones» o «clases flexivas»1 en español. El cambio que nos ocupa ha recibido la atención de los hispanistas, que le han dedicado profundos y sugestivos estudios, aunque con conclusiones atinadas en desigual medida2, y encuentra un lugar La noción de clase flexiva hace referencia a: «un conjunto de morfemas léxicos cuyos miembros seleccionan el mismo conjunto de realizaciones flexivas» (Alcoba 1999: 4923; véase también Elvira 1998: especialmente, 88-89 y más abajo en este apartado). 2 Por orden cronológico: Cuervo (1893), Malkiel (1949), Lapesa (1970 [2000]), Manczak (1976), Blaylock (1986), Dworkin (1988a, 1988b), Rini (1996, 1999) y Bustos Gisbert (2007) con un detallado estado de la cuestión. 1

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destacado en los manuales de historia del español3. A pesar del interés que la diacronía de estas desinencias ha suscitado y la dedicación de los historiadores, muchos siguen siendo los problemas que no se han aclarado suficientemente, y entre estos se incluyen algunos de los supuestos más asentados. Bustos Gisbert (2007: 173) plantea cuatro preguntas que, según él, siguen sin respuesta satisfactoria y que hacen referencia a los aspectos que se enuncian a continuación: 1) los motivos de la pérdida de la -d-; 2) la cronología de esta pérdida; 3) la disparidad cronológica entre las formas llanas o paroxítonas (cantades) y las esdrújulas o proparoxítonas (cantávades) y, por último, 4) la relación entre esta pérdida y el voseo americano. En el presente capítulo, limitaremos el problema a la creación de las desinencias en las formas llanas en el español peninsular, pero consideramos que la aplicación del principio metodológico que defendemos en este libro y que enunciamos en §2 del primer capítulo puede ayudar a iluminar los problemas colaterales, en particular, por lo que se refiere a la cronología del cambio, la extensión de las desinencias a los tiempos verbales proparoxítonos y, en particular, al pretérito perfecto simple (cantastes) y, de alguna manera, entender mejor la génesis del voseo flexivo americano. (1) a) Scholars who have studied the evolution of -Vdes have overlooked one additional problem of wider significance: does the reduction of-Vdes involve a phonological or morphological change?… It may be not be insignificant that the earliest instances of the loss of -d- < -t- in Spanish occur within the system of verbal suffixes. A few Romanists have operated with the notion that some sound changes can, in theory, be produced by morphological conditions. A pattern or alternation limited at the outset to a specific morphological subclass (say, the verbal paradigm) may, in the long run diffuse by analogy, under the right circumstances, to nouns and adjectives (Dworkin 1988a: 150). (1) b) Estas formas [las del presente de indicativo y de subjuntivo y del futuro] empezaron a perder la /d/ ya al final del siglo xiv, Véanse Menéndez Pidal (1940: §107.1), Hanssen (1913: §198), García de Diego (1951: 223-224), Lapesa (1981: §96.1-2), Alvar y Pottier (1983: §132.5), Cano Aguilar (1988: 216-217), Lloyd (1987: 570-574), Penny (1993: 155-157), Echenique-Elizondo y Sánchez Méndez (2000: 176), García-Macho y Penny (2001: 26-28) y Eberenz (2004: 620-621). 3

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primero en el caso de -edes, donde el hiato resultante /ée/ (temées) o se asimiló en /é/ o se disimiló en /éi/ (temedes > temées > temés o teméis, cantedes > cantées > cantés/cantéis, cantaredes > cantarées/cantaréis). Casi en seguida, y por imitación, estos cambios se extendieron a las demás desinencias paraxítonas […] (García-Macho y Penny 2001: 26). (1) c) It has also been determined here, however, that although the loss of /-d-/ from -ades and -edes constitutes a case of lexical diffusion from one of these morphemes to the other (as does indeed the spread of the loss of /-d-/ in each of these four suffixes [esto es: -ades, -edes, -odes, -ides] from one lexical item to another), the suffixes -ides and -odes underwent morphological reductions independent of the diffusion process set in motion by the reduction of -edes to -és in the future and auxiliary aver (Rini 1999: 144). (1) d) La pérdida de /d/ en las palabras de los dos primeros grupos dio lugar a secuencias de dos vocales (p.ej., cantades > cantaes, cantávades > cantávaes), secuencias que se resolvieron de dos formas [omito nota]. Así, antes del descubrimiento de América, el español peninsular mostraba parejas en competencia de tipo cantáis (en las que /áe/ se redujo a una única sílaba mediante la formación de una semiconsonante /áe/ > [ái̭]) y cantás (en la que /áe/ se redujo a una única sílaba mediante la asimilación (/ áe/ > /á/) (Penny 2000 [2004]: 238). (1) e) En la primera mitad del siglo xvi la conjugación ofrecía muchas inseguridades. Coexistían amáis, tenéis, sois, con amás, tenés, sos, que pronto quedaron relegados por vulgares y desaparecieron, tanto en España como en las zonas de América más influidas por las cortes virreinales, hacia 1560-1570 (Lapesa 1981: 393). (1) f ) Por ejemplo, para el presente de subjuntivo se emplean las formas amí(s), temái(s), partái(s). Estas últimas conservan el diptongo -ái-, pero en la 1.ª conjugación -éi- se reduce a -í-. La misma reducción del diptongo se produce en el presente de indicativo de la 2.ª conjugación. Se muestran a continuación las variantes morfológicas agrupadas por los temas de la conjugación, según las alteraciones que presentan: diptongación original (amáis, teméis) […] y simplificación del diptongo o monoptongación (amás, temés/temís). En este último caso, el diptongo -ái- sufre una reducción sistemática por elisión de la

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semivocal. En cambio, el diptongo -éi- se reduce por este mismo fenómeno (temés), o bien por traslado de acento y elisión de la vocal (temís) (NGLE, §4.7c).

Las citas de (1) ponen de manifiesto las incógnitas que deben aún resolverse por lo que respecta a las desinencias de la persona vosotros del tema de presente. El fragmento de (1a) Steven Dworkin sienta las bases teóricas que van a repetirse en las monografías más recientes, como las de Rini (1996, 19994) acerca del problema de la creación de las desinencias de 2.ª persona plural en los tiempos paroxítonos. Según el hispanista estadounidense, la pérdida de -d- está condicionada por la morfología, al iniciarse en el paradigma verbal y extenderse desde ahí a otras categorías léxicas. Este supuesto ha sido criticado —crítica que compartimos— por Bustos Gisbert (2007)5 y es contrario al análisis que recogen la mayor parte de manuales de gramática histórica, en los que el punto de partida del cambio morfológico consiste en el resultado de una evolución fonética (pérdida de d), en particular, en el contexto homovocálico -edes. Esta pérdida se extiende al resto de formas (1b) o bien se produce, en algunos casos, de manera independiente, sobre todo, en las terminaciones -ides y -odes (1c). La síncopa de la d intervocálica genera la incómoda situación del hiato, que puede resolverse de dos maneras, como se lee en la cita (1d), que llevarían al mismo tipo de resultado, una secuencia homosilábica, pero con soluciones divergentes: el diptongo cantáis o la forma contracta cantás. La elección entre una u otra de estas variantes se debería a motivos de prestigio (1e)6. Nótese que el prestigio del que parece gozar la desinencia diptongada en los tiempos graves y que una vez implantada sirve de sustento morfológico para la distinción entre las segundas personas del singular (tenías, amabas, eras, pudiesses, etc.) 4 «A phonological change that was actuated by morphological, or morphosyntactic factors» (Rini 1999: 114). 5 «Tal interpretación [la de Dworkin 1988a] suscita, sin embargo, no pocas preguntas. En primer lugar, su propia base teórica; es decir, que haya procesos que van del componente morfológico al fonológico. Resulta difícil concebir qué tipo de “analogía” y cuáles son las circunstancias específicas que generan esa difusión léxica» (Bustos Gisbert 2007: 180). 6 Signo de esta asociación entre las formas contractas (cantás) y los estratos más bajos de la sociedad sería el que algunos de los primeros ejemplos documentados por Dworkin (1988b) se encuentran en boca de personajes como la Trotaconventos del Libro de Buen Amor o la Muerte en la Dança general de la muerte.

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y el plural en los esdrújulos (teníais, amabais, erais, pudiesseis, etc.) (Lapesa 1970 [2000]: 695-696) no acompaña la suerte de la desinencia -steis para el perfecto simple y, por lo que dejan translucir las primeras gramáticas que las consignan, tampoco las de esos tiempos7. Merece la pena observar cómo la NGLE recurre a procesos de tipo exclusivamente fonético para explicar las diversas variantes del voseo (1f ): reducción del diptongo por supresión vocálica -ái -> -á-, por asimilación -éi- > -é- o por reducción, previo desplazamiento acentual -éi- > -eí- > -í-. En ningún momento, se plantea la génesis de estas variantes como retención de rasgos presentes en las modalidades de español trasplantadas a los territorios americanos. Esquema 1. Nivelaciones sucesivas en las desinencias de 2.ª persona plural -edes  futuro

-edes  pres. ind. (2.ª conj.)

-edes  pres. subj. (1.ª conj.)

-ades pres. ind. (1.ª conj.)

Por lo general, las monografías dedicadas al cambio -ades, -edes, -ides > -áis, -éis, -ís ofrecen un proceso lineal y plano, lleno —eso sí— de cruces e interferencias mutuas de cada una de las terminaciones. En el esquema 1 se representa, tomando como punto de partida las conclusiones de Rini (1999), la cadena de nivelaciones que pone en marcha la pérdida de -d-. Esta pérdida se produciría en primer lugar, según Rini, en las terminaciones de futuro. Desde este punto, se expandiría al presente de indicativo, a través de la influencia crucial de avedes, tenedes y los auxiliares (podedes, queredes, devedes). Desde el presente de indicativo se produciría la nivelación analógica con el Para Correas, el diptongo en -steis es «rrezebido i común en algunas tierras entre xentes sin letras» y para Tejeda (1619) las formas innovadoras cantabais «nolas husa el Español cortisano sino el villano» (apud Girón Alconchel 1996: 291-292). Cabe subrayar la ausencia de cantasteis en la gramática de Tejeda (1619), como subraya Girón Alconchel (1996), que sí consignaba las desinencias diptongadas en los tiempos proparoxítonos. 7

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presente de subjuntivo de los verbos de la 1.ª conjugación (amedes) y, por último, al indicativo de estos verbos. Las terminaciones -ides y, en particular, -odes no se verían afectadas por esta cadena analógica, sino que coincidirían con ellos de manera independiente8. La expansión analógica del cambio morfofonológico de una clase a otra, que para Dworkin y Rini se trata de un caso de «difusión léxica», explicaría los desfases en la cronología relativa de cada una de estas etapas. A pesar de que ya Dworkin, en sus trabajos de 1988, apuntaba que las obras del aragonés Juan Fernández de Heredia mostraban «the first noteworthy concentration of the short stressed second plural endings, with examples from all three conjugation classes» (1988b: 226), ningún trabajo hasta la fecha ha considerado el factor diatópico como posible causa de los desfases cronológicos que presentaban los manuscritos e impresos de las obras literarias en la evolución de las terminaciones de 2.ª persona plural. Los diferentes grados de desarrollo de las desinencias de la persona vosotros podrían estar geográficamente condicionados9 y deberse, en última instancia, a normas en competición. Recientemente, Álvarez Rodríguez (2002-2004) ha demostrado, a través del análisis de los morfos flexivos de 2.ª persona plural de los temas de presente y futuro en el Tucídides herediano (a. 1396), cómo la reducción de las terminaciones -Vdes tiene su foco innovador en Aragón. El cuadro 1 sintetiza los datos del recuento de este autor, organizados por desinencia y tiempo verbal. De este cuadro se pueden extraer varias conclusiones. La primera y la segunda las compartimos con el autor: 1) «Reticencia del uso de -aes en el subjuntivo» (1034), 2) «todo parece indicar que el movimiento reductorio se inició en el presente de indicativo, después se extendió al futuro, y solo más tarde alcanzó al presente de subjuntivo» (1035), lo que demuestra cómo son las categorías gramaticales menos marcadas (indicativo) las que influyen en las más marcadas (subjuntivo) (Bustos Gisbert 2007: 183). Nosotros aportamos las siguientes: 3) la pérdida de -d- parece ocurrir simultáneamente en todas las terminaciones -ades, -edes, -ides

«One therefore concludes that the reduction of sodes > soys cannot have been part of the overall diffusion process initiated by the reduction of avedes and -edes in the future indicative» (Rini 1999: 139). 9 Véase el peso que el factor diatópico adquiere en Rodríguez Molina (2012) para explicar la reducción avedes > habéis, directamente relacionada con nuestros intereses. 8

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y sodes10; 4) la presencia de -aes permite aventurar la existencia de -ees11, aunque no pasara a la escritura, lo cual hace perder fuerza, en nuestra opinión, al análisis del autor acerca del surgimiento de -éis por «analogía con las formas más tardías en -áis». Tanto -aes como un (no improbable) -ées explicarían la formación de la variante diptongada. 5) La exclusividad de -ís12 como forma reducida de la terminación -ides puede explicarse por evolución fonética y no creemos que se deba recurrir, como hace el autor, a la analogía queredes > querés  partides > partís (Álvarez Rodríguez 2002-2004: 1036).13 Cuadro 1. Variantes de los sufijos latinos en el Tucídides de Heredia presente ind.

-ātis (133)

futuro

presente subj.



-ades

23



23

-aes

32



3113

-ás

0



2

-edes

53

43

19

-és

106

47

1

-ides

10





-ís

2





sodes

5





soes

26





-ētis (269)

-ītis (12)

-utis (31)

10 Es probable incluso, según la afirmación que el autor hace en la nota 8 («Las terminaciones de las segundas personas del plural en el resto de los tiempos conservan, salvo en algún caso el futuro de subjuntivo, su vocal postónica interna y la /d/ subsiguiente», 1033), que la pérdida no tarde en afectar tampoco a los tiempos proparoxítonos, iniciando por los que compartían la terminación -edes (amáredes). 11 «[T]he rare, but attested, hiatal -ees, [es] the intermediate stage in the development of -edes > -és» (Rini 1996: 4). 12 La mayor parte de los trabajos reconoce que -ís es la única reducción posible de -ides: «no hubo *-ies, solo -ís» (Cano Aguilar 1988: 216), «any view that claims that -ides first reduced to *-íes is also weakened by the fact that no attestation for such a form appears anywhere» (Rini 1999: 134). 13 2.ª y 3.ª conjugaciones.

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Si aplicamos el principio metodológico, expuesto en §2 del primer capítulo, es decir, si rastreamos las variantes implicadas en el proceso histórico de creación de las desinencias de 2.ª persona plural (terminaciones largas con -d-, soluciones heterosilábicas, formas contractas o con diptongo) en un mapa físico, lo cual de por sí podría tener importantes consecuencias, dada la falta generalizada hasta épocas recientes de consideración del factor diatópico en este cambio (cf. §§2-3 más abajo), y en un espacio registral, cosa que un corpus heterogéneo y comparable como el CODEA nos permite (cf. §3), podremos afinar las hipótesis que explican las causas de la innovación, así como su foco de irradiación y los factores que llevan a la creación del paradigma estándar por lo que atañe a las desinencias de 2.ª persona plural. 2. EL ESPACIO DE LAS DESINENCIAS DE 2.ª PERSONA PLURAL 2.1. L  as desinencias de 2.ª persona plural en las monografías dialectales A diferencia del adverbio de lugar, cuyo tratamiento, superficial y esporádico, en las monografías dialectales describimos en §2.1 del capítulo anterior, las desinencias de 2.ª persona plural han recibido mayor atención como rasgo para delimitar geográficamente las variedades lingüísticas en la España peninsular. En líneas generales, las formas largas, conservadoras de la -d-, caracterizan las variedades noroccidentales, mientras que las formas en -ís para la segunda conjugación parecen ser propias de las variedades orientales. Esta desinencia se analiza como el resultado de la asimilación del diptongo -éi- a -í(-éis > -ís). Así explica, por ejemplo, la NGLE (§§4.7c-h) las variantes flexivas de diferentes formas verbales del español voseante (vos tenís, vos temís, vos amís, vos amarís, etc.). En este apartado, repasaremos la información que nos ofrecen los tratados sobre los dialectos peninsulares, siempre que se ocupen de las desinencias de la persona vosotros. En este repaso tendremos en cuenta en qué zonas se documentan, qué factores (fonéticos, morfológicos, de contacto) alegan para explicarlas y qué relación puede existir con otros tiempos verbales, en concreto, con el pretérito perfecto simple (amasteis), pues como vimos en §1 más arriba la extensión del diptongo a

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este tiempo, en especial, supone uno de los problemas del cambio que estudiamos. Iniciamos nuestro recorrido por las monografías que describen las variedades asturleonesas, de norte a este y hacia el sur. En Somiedo, Cano González (1978: 137) anota la terminación -des, pero las califica de «rasgo arcaizante» que desaparece «en las zonas más castellanizadas o en los hablantes más cultos». Para el perfecto simple señala las formas pasastis, cumiestis, xubiestis «con reducción del diptongo» (138). Para el concejo de Lena, Neira (1955: 53-64) expone los paradigmas verbales con diptongo para la 2.ª personal plural, pero muestra la vacilación de las desinencias en las personas del perfecto simple: comiesteis~comiestes, atribuyéndola a factores contextuales, diafásicos y, en última instancia, fonéticos: «la persona VOS presenta vacilación: dormiesteis, comiesteis en la pronunciación lenta; comiestes, durmiestes en la pronunciación descuidada» (59-60). Tampoco documentaba la forma larga Rodríguez-Castellano en los pueblos del alto Aller14 (1952: §99), pero sí, en cambio, -stes, como arcaísmo, en el perfecto (142-143). Sin embargo, Álvarez (1963: 56-57) afirma que, en el concejo de Cabrales, «la persona VOS conserva la -d- intervocálica con bastante persistencia en las conjugaciones -ar, -er», si bien las formas largas (-ades, -edes, -ides) conviven con otras sincopadas (-aes) o reducidas (-ás, -és, -ís), pero sin diptongo. Este proceso de reducción pone en marcha mecanismos analógicos por los que las formas de 2.ª persona plural de los verbos en -er se ven atraídas por los de la 3.ª conjugación en -ir: comís por coméis (56). Según este dialectólogo, las formas reducidas de la 1.ª conjugación serían menos frecuentes. Esta afirmación, junto a la aparición de formas analógicas como comís, puede apuntar al locus inicial del proceso diacrónico de síncopa de -den la flexión de persona. Para los perfectos, Álvarez Fernández-Cañedo registraba las formas sin diptongo: -estes, -iestes (§69). Al sur, en las estribaciones leonesas de los Picos de Europa, en el valle de Sajambre, Fernández González (1959) afirma que «es también frecuente o[í]r en la segunda conjugación, para la persona Vosotros, la desinencia -is (por eis)» y no encuentra «rastros de la conservación de -ades, -edes» (61). Para el perfecto, anotaba solo la variante sin diptongo -stes (63). En los valles pasiegos, Penny (1969: §128 y §135) registra, para el presente de indicativo, formas en -ís para verbos en -er (así cogís como «Ni siquiera se conserva la arcaica -des < t i s, tan corriente en el bable occidental» (Rodríguez-Castellano 1952: 141). 14

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salís), así como, en la dirección opuesta, formas en -éis para verbos en -ir (así saléis como cogéis). Este resultado parece estar circunscrito a dos poblaciones del corazón de los valles, Selaya y San Roque de Riomiera, donde se escuchan «esporádicamente» en convivencia con las primeras. Para el hispanista inglés, «la terminación [-í:s] de los verbos en -er es […] producto de una asimilación y no de una sustitución por la terminación característica de los verbos en -ir» (122). Las formas del perfecto siguen sin presentar diptongo. De pasada apunta García Lomas (1949: lxv) vinieris por viniereis para Cantabria, en general. En la frontera entre Galicia y León15, en Sisterna, Fernández (1960: §101) documenta la conservación de las desinencias con -d- (sodis, tinedis, punedis, cantadis, rumpedis, xubidis)16, así como las desinencias de perfecto sin diptongo y con -i- (-stis). En las sierras de Ancares, las desinencias con -des y con diptongo alternan: chegades y chegáis. Para el perfecto, se registra la particular desinencia, palatalizada pero con diptongo, -chéis (< -stis) (Fernández González 1981: 124). En las comarcas de Laciana y Babia, se mantiene la forma antigua en -des, si bien «todas estas formas con -d- intervocálica luchan con las posteriores ái, éi, áis, éis, de uso más general» (Álvarez 1949: 248). La desinencia del perfecto es -stis. En las tierras de la Maragatería, perviven «formas castellanas [¡!] antiguas de los verbos» (sodes, andades, andábades, andáredes, etc.) y las desinencias del perfecto sin diptongo (andastes, andastis)17 (Alonso Garrote 1947: 85-89). Hacia el sur, en la sierra de la Cabrera Alta, Casado Lobato (1948: §§57-64) atestiguaba la presencia de las terminaciones -ades, -edes, -ides. Las formas en -edes (tenedes) conviven con las monoptongadas en -és (tenés) y aparecen, por efectos de la analogía, comís : coméis, o, «por ultracorrección», venéis por venís. En el perfecto el sufijo flexivo es -stes (§§67-69). Hacia el este, en Villacidayo, el diptongo sigue sin penetrar en las desinencias del perfecto, siempre en -stis (Millán Urdiales 1966: 174)18. En la comarca La desinencias del perfecto en -stes, -stis y, en particular, la conservación de la -d- en la desinencia de vosotros sirven para caracterizar las zonas más dialectales del leonés (Borrego Nieto 1996: 146-147). 16 «Las [desinencias] de la segunda persona de plural de varios tiempos conservan la d intervocálica» (Fernández 1960: 59). 17 «Es rarísimo encontrar la final -steis en el habla vulgar» (Alonso Garrote 1949: 83). 18 Este autor subraya la escasa relevancia que tienen estas desinencias para los hablantes: «este fenómeno es general, y a diferencia de los otros, los hablantes no tienen conciencia de él, es decir, de si hay forma correcta o incorrecta» (Millán Urdiales 1966: 173). Esta falta de perceptibilidad puede contribuir al mantenimiento, frente a 15

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zamorana de Aliste, las desinencias sin diptongo del perfecto (-stis, -stes) se conservan, mientras los «arcaísmos» con -d- (por ejemplo, sodes) parecen en retroceso, según González Ferrero (1981: 194-195). Las modalidades dialectales de los arribes del Duero parecen encontrarse en un estadio intermedio en la pérdida de -d- en la 2.ª persona plural del presente de indicativo: «en Pereña encontramos es. en la pers. VOS de ind. de los verbos de la 1.ª conj., y en la pers. VOS de subj. de la 2.ª y 3.ª conj., la vocal etimológica de la desinencia ATĬS > ades > aes: amáes, cayáes, digáes, matáes, etc.» (Llorente 1947: 142). Por lo que respecta al perfecto, se atestiguan las formas -stis y -sti (matestis, lleguesti) que se analizan como resultado de la «contracción» del diptongo (149-150). En Cespedosa de Tormes, el perfecto conservaba la terminación -stis (Sánchez Sevilla 1928: §62), pero en los presentes se producían cruces analógicos y lo que el dialectólogo analiza como fenómenos de ultracorrección entre los verbos de la 2.ª conjugación (comís) y los de la 3.ª (venéis)19, que afectan incluso a las formas subjuntivas de los verbos de la 1.ª: no peguís, no dis guerra (§59). En Extremadura20, Montero Curiel (1997) y Lumera Guerrero (1992) caracterizan el habla de las comarcas cacereñas de Madroñera y Plasencia, respectivamente, a través del uso de los afijos -stes, -stis del perfecto. Para el habla de los alrededores de Mérida, sin embargo, Zamora Vicente (1943a) no considera meritorio mencionar las desinencias del pretérito de Mérida, pero sí subraya lo que él califica de «analogía vulgar», esto es, la extensión de -ís a los verbos de la 2.ª conjugación (tenís, debís). Por lo que respecta a las variedades orientales, los desarrollos diacrónicos del aragonés (-TIS > -ts > -z) (Alvar 1953: 221) persisten en los territorios más dialectales, por ejemplo, en el campo de Jaca (Alvar 1948: §49), el valle de Bielsa (Badía 1950: §94) o Ribagorza (Haensch 1960: la expansión del diptongo (-áis, -éis) que parece haberse completado en las formas del presente, según las indicaciones indirectas que al respecto ofrece esta monografía. 19 «La segunda persona de plural del presente de indicativo de los verbos en er termina ordinariamente en ís, no en éis, por analogía con los verbos en ir; ejemplo: comís, traís, cogís, corrís; en cambio, alguna vez, por ultracorrección, se oyen finales en éis de los en ir, venéis» (Sánchez Sevilla 1928: 162). 20 No se recurre a las desinencias flexivas de los presentes e imperfectos para la caracterización del extremeño en las monografías generales (Álvarez Martínez 1996; Montero Curiel 2006). Tampoco Cummins (1974) contempla los afijos flexivos en su caracterización dialectal del habla de la comarca de Coria, ni Flores del Manzano (1992) para las modalidades extremeñas de la sierra de Gredos.

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§112), así como en los Pirineos (Rohlfs 1985). La expansión de -ís caracteriza las variedades orientales del español (Fernández-Ordóñez 2015), en su conjunto y también en territorios más limitados. En la ribera del Alcanadre se dan «cambios» en las desinencias -éis por -ís para todos los tiempos verbales (tenís, vendrís, hacís, comís), donde se incluirían también las de los perfectos: llegastis, comistis, subistis (Barrios Chela 1978: 340). En el valle del Esca, Alvar (1956-1957: 15-16) registraba, sin embargo, la expansión de -éis a los verbos de la 3.ª (midéis) y de -steis para el indefinido. Nos enteramos, sin embargo, de que las desinencias -ís están extendidas en el centro de la provincia de Zaragoza (rirís ‘reiréis’, ristis ‘reísteis’, etc.) (Ena Bordonaba 1976: 110-111). Las formas de 2.ª conjugación en -ís, resultado de la acción «analógica» con los verbos de la 3.ª, alcanzan el sur de Zaragoza, así como la falta de diptongo en las desinencias del perfecto (Lázaro Carreter 1945: 11)21. En la Puebla de Híjar, se documentan las formas habís (Monge 1951: §26) y en el maestrazgo turolense, se registran tanto las formas verbales de 3.ª conjugación con -éis (midéis) como las de 2.ª con -ís (habís, habrís), así como las desinencias del perfecto sin diptongo (distis o distes por disteis), como atestigua Laguna Campos (2009: 258), quien los califica de «terminaciones vulgares» y «vulgarismos», sin entrar en los factores que las originan. Desde Aragón, las desinencias -ís, para el presente, y -stis, para el perfecto, se extienden hacia el sur, penetrando en Castilla-La Mancha (Hernando Cuadrado 2009: 175)22, sobre todo en sus provincias más orientales (Calero 1981: 51 para la Serranía de Cuenca y Zamora Vicente 1943b: 240 para Albacete23) 21 «La segunda persona del plural del perfecto en las conjugaciones 2.ª y 3.ª, hace siempre -istis: subistis, oístis. Los verbos de la 2.ª hacen su persona VOS. del presente de indicativo, analógica con los de la 3.ª: hacís, léis» (Lázaro Carreter 1945: 11). 22 Para este autor, la dirección puede ser doble (querís o venéis) y, en cualquier caso, aduce solo factores fonéticos, también para explicar la creación de -stis: «en la segunda persona del plural del presente de indicativo de los verbos de la segunda conjugación, el diptongo ei se reduce a i (querís, sabís, tenís), mientras que en la segunda persona del plural de algunos verbos de la tercera conjugación se desarrolla el diptongo ei, con la vocal temática i, que adquiere carácter de semivocal, y la vocal e, que actúa como núcleo silábico: venéis […], y la segunda del plural monoptonga ei en i (sembraistis, bebistis, salistis)» (Hernando Cuadrado 2009: 175). También Moreno Fernández aduce motivos fonéticos (cambio de a por e) para explicar formas con cogíeis (imperfecto) o vendríeis (condicional) (1996: 224). 23 El cambio -ís por -éis (cogís, tenís, sabís), según el eminente dialectólogo, «alcanza en ocasiones a los verbos en -ar: presentís».

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y, hacia el este, baja hasta Cartagena y su comarca, como atestigua García Cotorruelo (1959: §56.3), para quien formas como tenís, cogís, comís (presente de indicatico) o andís (presente de subjuntivo) se forman por «analogía con los [verbos] de la 3.ª conjugación» (109). No obstante, tanto en Alicante (Domene 2010: 230) como en Murcia (García Cotorruelo 1959: 109) se encuentran casos en la dirección contraria (venéis), que se atribuyen a la «ultracorrección». En el norte de la meseta central, no se toman en consideración las desinencias de la 2.ª persona plural para caracterizar el castellano (Hernández Alonso 1996). En su caracterización del habla de la Bureba burgalesa, González Ollé (1964: §4.6), por una parte, menciona la nivelación24 que se da en la forma vosotros de los verbos en -ir (partéis) y, por otra, señala como «de uso general» la forma habís (‘habéis’). Nada dice el hispanista navarro sobre los afijos flexivos del perfecto simple. En breve, este recorrido pone de manifiesto las siguientes conclusiones. En primer lugar, las formas largas, «arcaicas», -ades, -edes, -ides perviven en la parte noroccidental de la península, en concreto en las zonas más dialectales de Asturias, León y Zamora, en clara relación con las variantes sincopadas atestiguadas en la Ribera salmantina (-aes). En segundo lugar, la extensión de la desinencia -ís a los verbos de la 2.ª conjugación (comís, habís, querís, sabís, tenís) se describe como un fenómeno de reducción fonética o asimilación (-éis > -ís) y se encuentra en distintas áreas, lo que puede indicar que está causado por la velocidad y expresividad de la lengua hablada. Sin embargo, esta extensión parece tener una mayor consistencia en la parte oriental, desde el sur de Huesca hasta Albacete y Murcia. Por el contrario, el empleo de la desinencia -éis con verbos de la 3.ª conjugación (partéis) se suele explicar como resultado de la «ultracorrección» y muestra, en principio, una gran dispersión geográfica, si bien está presente en zonas occidentales y centrales del norte peninsular (Cabrera leonesa, Cespedosa de Tormes, valles pasiegos, Bureba burgalesa, etc.). Por último, se constata la ausencia generalizada en todas las variedades del diptongo en los afijos del perfecto simple (-stes y, sobre todo, -stis).

«En la tercera conjugación tiene a unificarse el paradigma del siguiente modo: parto, partes, parte, patemos, partéis, parten» (González Ollé 1964: 36). 24

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2.2. L  as desinencias de 2.ª persona plural en el Atlas lingüístico de la Península Ibérica 2.2.1. Distribución geográfica de las desinencias de 2.ª persona plural en el ALPI Uno de los principios teóricos que asumimos en el presente volumen consiste en la relación entre la expansión geográfica de un fenómeno lingüístico y su desarrollo histórico (cf. §1 del capítulo segundo). Al igual que sucedía con las variantes del adverbio interrogativo de lugar (¿dónde?) (cf. §2 del capítulo anterior), la distribución geográfica de (las variantes de) las desinencias de 2.ª persona plural del presente de indicativo ilumina la evolución histórica de estas unidades y deja entrever el foco originario del cambio lingüístico que ahora estudiamos. La reconstrucción histórica —hemos visto— no solo permite establecer el foco originario de un proceso de mutación lingüística, lo cual ya sería de por sí revelador para comprender las etapas primeras del proceso y, en especial, aventurar posibles causas para su adopción o rechazo, sino también, y esta es la tesis sustancial de este libro, nos da indicios fundados para proponer una hipótesis explicativa de la innovación o refrendar una de las existentes en la bibliografía sobre el tema. En los mapas 1 y 2 de los que se presentan en este capítulo se cartografían las preguntas 343 ¿Os queréis callar? (cuaderno I, página 24) y 411 Lo queréis para vosotros (cuaderno I, página 30), así como la 315 ¿Cuándo salís de viaje? (cuaderno I, página 21). Las dos primeras nos servirán para estudiar las desinencias de los verbos de la 2.ª conjugación (querer) y se representan en el mapa 125. La pregunta 315 recibe representación geográfica en el mapa 2 y nos ayuda a comprender lo que

Para su elaboración hemos tenido en cuenta la primera respuesta a ambas preguntas, en caso de coincidencia. En ocasiones, las segundas opciones pueden servir para inclinar la balanza hacia una u otra forma. Por ejemplo, en el enclave pacense de Valencia de Mombuey (376), el informante ofrece, en primera instancia, querís para la pregunta 343 y, como alternativa, queréis; esta forma es la única respuesta para la pregunta 411, por lo que en el mapa se cartografía la desinencia en -éis. En caso de igualdad, tendemos hacia la forma estándar. Esto sucede, a modo de ejemplo, en el enclave de Castillo de Villamalefa (755, Castellón), donde se responde con queréis a la pregunta 343 y con querís a la 411. En el mapa se refleja la desinencia en -éis. En el comentario al mapa 1, analizaremos los casos de respuestas alternativas. 25

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ocurre en los verbos de la 3.ª conjugación26. A diferencia de los atlas regionales posteriores, el ALPI no incluye en sus cuestionarios ninguna pregunta para elicitar estas desinencias en los tiempos del pretérito indefinido. Acerca de la 2.ª conjugación, el mapa 1 permite extraer algunas conclusiones: 1) la pervivencia y extensión de las desinencias largas -edes, así como el monoptongo (-és) en los territorios gallegos, pero también en la zona occidental y oriental de Asturias y en puntos de León y Zamora; 2) la fuerte impronta oriental de la terminación en -ís, desde las variedades altoaragonesas hasta el norte de Córdoba; y 3) la extensión de la forma estándar en las variedades occidentales y meridionales, así como su presencia en áreas bilingües o en situación de contacto lingüístico. Mapa 1. ¿Os queréis callar? / Lo queréis para vosotros (ALPI)

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Siendo una sola la pregunta, cartografiamos la primera respuesta.

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Empezamos con el comentario a las desinencias de la 2.ª conjugación, representadas en el ALPI por el verbo querer de las preguntas que cartografiamos, porque el estado de la cuestión, de manera convincente, ha concluido que la reducción de las desinencias en -des inicia con los verbos de esta clase flexiva27. Esto nos lleva a considerar que los territorios donde se conserva -edes dan testimonio del estrato más antiguo del cambio que consideramos. Las formas largas (queredes) se mantenían en los años 30 del siglo pasado, época en que se recopilan las encuestas del ALPI, además de en los territorios gallegos y la mitad norte de Portugal, en las zonas gallego-asturianas de Asturias entre el río Eo y la cuenca del Navia: Salgueiras (300), As Campas (301), Freal (303), Boal (303), Busmente (304) y Cuantas (323), así como en zonas del bable occidental, en la cuenca del Narcea, y también en Santa Eulalia (306) o Pola de Somiedo (308), donde convive con la estándar queréis. En el extremo más oriental de Asturias, se registra en Cimiano (322). La forma larga se localiza también en enclaves leoneses, zamoranos y extremeños, fronterizos o cercanos, respectivamente, con el gallego (Páramo de Sil, 326, donde convive con la estándar) y con el portugués (San Martín de Castañeda, 338; Villarino tras la Sierra, 345, así como en Ferrera de Alcántara, 365 en Cáceres). El segundo estrato histórico emerge en las áreas donde queredes convive con la forma reducida querés. La forma monoptongada aparece en los enclaves asturianos centrales de San Martín de Podes (312), donde convive con la forma estándar, y de Felechosa (315) y en los enclaves orientales, al este del Sella, de Sames (320) y Los Carriles (321). También aparece en la vertiente leonesa de la cordillera Cantábrica (Torrebarrio, 328). La estrecha relación entre la forma en -des y la reducida en -és queda demostrada por la convivencia de ambas en enclaves leoneses como Lucillo (334) y zamoranos como Cubo de Benavente (339) y Hermisende (341). El mapa 1 expone la enorme zona ocupada por la variante estándar queréis. En nuestra opinión, la extensión de la desinencia -éis 27 «The history of Spanish also supports the hypothesis that the suffix -edes may have been the first to undergo reduction» (Dworkin 1988b: 232); «[b]ut what is truly significant and most relevant to the present study, is the fact that in the earliest examples, -edes was reduced to monophthongal -és, not dipthongal -éis» (Rini 1996: 5); «the primary factor responsible for its initial reduction was the high frequency with which this suffix [esto es: -edes] occurred, together with its relation to avedes, also of considerably high frequency» (Rini 1999: 122).

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hace referencia a un tercera fase en la difusión del cambio -des > -éis; sobre esta área se introduce como una cuña la fase más reciente, la de la difusión de querís. La coincidencia con la forma normativa hace que sus límites vernáculos queden difuminados en el siguiente sentido. Por una parte, la desinencia estándar -éis se va a sobreponer a variantes vernáculas, como lo demuestran, en primer lugar, su extensión por territorios asturianos y leoneses, de norte a sur por la franja occidental, donde se impone a las variantes más antiguas (-edes, -és) o convive próxima a ellas y, en segundo lugar, su aparición en territorios bilingües: es exclusiva en los territorios de lengua vasca o de contacto con ella, tanto en las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, como en el norte de Navarra, y se presenta en compañía de las desinencias propias del gallego en los enclaves coruñeses de Bayo (106) y Corcubión (108) u orensanos de Rubiá (147) y del catalán en Valencia: Marinas (766), Caudete de las Fuentes (767), Pedralba (768) y Godelleta (771). Por otra parte, el carácter normativo de queréis no permite delimitar los territorios que tiene esta forma como vernácula. Para ayudarnos en esta tarea, habrá que fijar las isoglosas castellanas de querís vs. queréis y, a continuación, comparar las áreas que comparten la desinencia estándar (queréis) con la analógica (saléis) (cf. mapa 2). Delimitamos la variante querís, cuya extensión representa la fase más reciente de las involucradas en el cambio -des > -éis. El territorio de querís ocupa la zona oriental del castellano. Esta desinencia se extiende desde los enclaves pirenaicos de Huesca (Ansó, 605; Borau, 606; Torla, 607; Bielsa, 608 y Benasque, 609), recorriendo, en su descenso, la cuenca del Cinca hacia el sur y el norte de la comarca de Ribagorza (La Pobla de Roda, 612) y dejando al este las zonas transicionales y de habla catalana (Martín Zorraquino y Enguita 2000). En esta provincia, se encuentra un enclave de queréis, Loarre (610), excepción que puede darnos la clave para entender el paso de queredes a queréis. La desinencia en -ís para los verbos de la 2.ª conjugación ocupa también los territorios de Zaragoza (en Sos del Rey Católico, 618, convive con queréis) y de Teruel (salvo, claro está, los de habla catalana). Esta forma es general en los enclaves de Soria, Guadalajara28 y Ciudad Real (salvo el enclave de Viso del Marqués, 480)29. 28 No hemos podido consultar los cuadernillos del ALPI correspondientes a la provincia de Cuenca. Para la extensión de esta desinencia en esta provincia remitimos a § 2.3.4 más abajo. 29 En el de Pedro Muñoz (478) convive con queréis.

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En el ALPI los límites de la forma querís son los siguientes. Por el oeste, no tiene una fuerte presencia en Navarra, donde se documenta únicamente en Arguedas (602) en convivencia con la forma estándar; sí la tiene, en cambio, en la provincia de Burgos, donde ocupa toda la parte oriental de la provincia (salvo las localidades de Villalba de Losa, 420; Vallarta de Bureba, 423 y Treviño, 424). Dentro de esta provincia no llega a los enclaves occidentales de Sotresgudo, 421; Pampliega, 425 y Hontomín, 422, donde aparece solo como alternativa. Estos puntos forman la frontera occidental de querís, creando una barrera de protección que hace que la forma no penetre en Palencia. Sin embargo, por el norte de la provincia de Burgos (Manzanedo, Castrobarto), la forma alcanza los enclaves pasiegos de Vega de Pas (407) y Veguilla (409), enclave este último donde solo aparece como segunda opción. La frontera occidental de esta variante la forman también las localidades de Langayo (437) en el oriente de Valladolid y Barbolla (440) en la parte nororiental de Segovia. Por el este, la forma llega hasta los enclaves occidentales de Castellón (Castillo de Villamalefa, 755; Ademuz, 756; Teresa de Begís, 759) y Valencia (Tuéjar, 764; Teresa de Cofrentes, 776). Hacia el sur llega, a través de las provincias orientales de Castilla-La Mancha, hasta el norte de Albacete, donde los enclaves de Higueruela (485) y Peñas de San Pedro (486), en los que querís comparte territorio con queréis, dibujan su límite meridional, y se registra, también, en el oeste (Lagartera, 463) y sur (Sevilleja de la Jara, 466)30 de Toledo. Se detiene en el noreste de la provincia de Córdoba (Pedroche, 501 y Villaviciosa, 503). Un núcleo aislado de querís se localiza en el centro de la provincia de Jaén (Pegalajar, 514). Es cierto, no obstante, que la forma querís aparece esporádica y de manera separada en otros puntos del ALPI (por ejemplo, en los salmantinos de Gejuelo del Barro, 350; Campo de Peñaranda, 35131; Retortillo, 353 o Valdefuentes de Sangustín, 359; en Tierra de Campos, Villavicencio de los Caballeros, 435, o en el pacense de Valencia de Mombuey, 376), lo cual podría indicar que se trata, en efecto, de una reducción del diptongo (-éis > -ís) debida a las características de la lengua oral. El mapa 1 pone de manifiesto, también, que esta variante se extiende por un territorio compacto y con isoglosas bien delimitadas. En efecto, se expande desde los Pirineos de Huesca hasta Albacete y llega hasta las variedades más orientales del castellano, sin penetrar en los territorios centrales y occidentales. 30 31

En este enclave es la segunda opción en ambas preguntas. Querís es la única forma que las encuestas del ALPI recogen en este enclave.

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Además de delimitar la geografía de querís, la comparación con los límites de saléis pueden arrojar algo de luz a la evolución histórica de las desinencias de 2.ª persona plural del presente y ayudará a establecer los focos de irradiación de las innovaciones, pero sobre todo a fijar las distintas fases de la difusión de los afijos flexivos del español estándar. En la época de las encuestas del ALPI, la forma salides se mantenía, además de en la zona gallega, en la frontera gallego-asturiana (Salgueiras, 300; As Campas, 301; Freal, 302; Boal, 303 y Cuantas, 323)32. En Pola de Somiedo (308) se registra salidis. La forma larga se localiza también en enclaves leoneses (Páramo de Sil, 326 y Lillo de Bierzo, 325), zamoranos (San Ciprián de Castañeda, 337; San Martín de Castañeda, 338; Cubo de Benavente, 33933 y Villarino tras la Sierra, 345) y cacereños (Pinofranqueado, 361; Eljas, 362; Ceclavín, 364 y Aliseda, 366). Estos enclaves se caracterizan por su condición de fronterizos con el gallego-portugués (Gargallo Gil 1999)34. La forma contracta salís se documenta en el resto de enclaves asturianos, desde la cuenca derecha del Narcea hasta los enclaves orientales de Asturias y, atravesando el río Deva, penetra en Cantabria, donde predomina, salvo en los puntos fronterizos con Vizcaya, como Balbacienta (403), donde se registra saléis. Nótese que en el enclave de Cimiano (322) se atestigua salíes. Salís desciende hacia el sur y ocupa todos los enclaves centrales de las provincias de León35, Zamora, Salamanca (salvo saléis en El Pego, 348), Cáceres y Badajoz (salvo saléis en el occidental de Talavera la Real, 369 y en el más meridional de Calera de León, 377). La misma forma material (salís) caracteriza los enclaves más orientales del ALPI, fronterizos con el catalán. Desde los estribaciones meridionales de los Pirineos hasta el norte de la provincia de Albacete, se extiende la forma salís. Los enclaves de salís en Ciudad Real y norte de Córdoba conectan con los occidentales de Badajoz. 32 En los enclaves de Busmente (304), Navelgas (305) y Santa Eulalia (306) se consigna la forma idis. 33 En este enclave convive con la forma (¿estándar?) salís. 34 En los enclaves zamoranos de Padornelo (340) y Hermisende (341) y los cacereños de Valverde del Fresno (360) y Ferrera de Alcántara (365) aparecen directamente formas del verbo sair. 35 En el enclave leonés de Calzada del Coto (336), en la parte más occidental de Tierra de Campos, se registra saléis.

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Mapa 2. ¿Cuándo salís de viaje? (ALPI)

En la franja occidental, desde Asturias hasta el sur de Badajoz, la forma reducida salís representa un estrato histórico antiguo, es decir, una fase de evolución sucesiva a la representada por la forma larga salides y coincidente con la síncopa queredes > querés. Cabe preguntarse si, en los enclaves orientales, desde Huesca hasta el norte de Córdoba, la forma salís puede adscribirse a la misma fase evolutiva o se trata de un desarrollo posterior, contemporáneo, de la reducción queréis > querís. En varios enclaves del Alto Aragón y en tres enclaves de Teruel, los informantes emplean el futuro. Por lo tanto, encontramos el tema de futuro, pero difieren las desinencias: en los enclaves pirenaicos36 36

En el de Ansó (605) se da salís.

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de Borau (606), Torla (607) y Bielsa (608) los informantes consignan saldrés, forma que aparece también en San Esteve de Llitera (614), mientras que en Benasque (609) y Fonz (615) la desinencia es -éis sin o con epéntesis. En los enclaves turolenses de Segura de los Baños (631), Bronchales (635) y Alfambra (636) aparece, en cambio, -ís (saldrís). Esta última solución nos indica, creemos, que, a pesar de la coincidencia material, la forma oriental salís es posterior a la que se atestigua en los enclaves occidentales y representa, en efecto, una fase evolutiva posterior, coincidente con la reducción queréis > querís. Una fase intermedia en la formación histórica de las desinencias de 2.ª persona plural está constituida por los territorios de saléis. En las monografías dialectales, es habitual el análisis de esta forma como resultado de una «ultracorrección» o un «cruce» (cf. §2.1 más arriba). Sin embargo, la consistencia de las isoglosas de saléis demuestra que se trata de una forma dialectal, que se extiende por un territorio compacto desde el norte del castellano hasta el sur, territorio partido por zonas de la forma (estándar) salís. Las isoglosas de saléis complementan a las ya descritas de querís. La forma saléis ocupa todos los enclaves navarros (salvo el más oriental de Arguedas, 602, que, por otra parte, arrojaba un caso de querís) y La Rioja, así como los de las provincias vascas representados en el ALPI, desde donde penetra por las Merindades castellanas y llega, por el norte de Burgos y Palencia, hasta Tierra de Campos. La continuidad entre estas zonas del norte de Castilla con las de Ávila, Segovia y Toledo queda interrumpida por la presencia sobrepuesta del salís de la norma estándar. De nuevo, la forma vernácula saléis ocupa todas las provincias andaluzas, salvo: 1) los enclaves del norte de Córdoba ya descritos (en el de Pedroche, se documentaba también querís), 2) áreas léxicas de ir en Huelva y Cádiz y 3) núcleos de salís (¿estándar?) de Jaén (Pegalajar, 514) y Granada (Darro, 546 y Güéjar de la Sierra, 549). La forma saléis ocupa la mitad oriental y meridional de Albacete (Higueruela, 485; Peñas de San Pedro, 486) y conecta, hacia el oeste, con el sur de Ciudad Real (El Viso del Marqués, 480) y, hacia el sudeste, a través de los enclaves de Letur (488) y Agramón (489), con Murcia, donde la forma saléis es predominante y convive en algunos puntos con salís (creemos que estándar) (Abanilla, 566 y Cabo de Palos, 570). Esta forma aparece en los enclaves castellonenses de Azuébar (760) y valencianos de Marinas (766) y Godelleta (771), enclaves levantinos a los que no alcanzaba querís. Los territorios de querís y saléis delimitados por los mapas 1 y 2 encajan como piezas de un rompecabezas. En línea general, los enclaves

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que presentan una de estas formas repelen sistemáticamente la otra. De esto se puede deducir, a nuestro modo de ver, que estos territorios representan capas cronológicas superpuestas, la de saléis, más antigua; la de querís, más reciente. Consideramos, además, que en la misma forma material salís confluyen tres fenómenos. En primer lugar, representa un resultado arcaico, sucesivo a la reducción de salides, y sería la forma paralela de querés; sería la forma vernácula de las variedades occidentales del español. En segundo lugar, resulta de la reducción del diptongo -éis (> -ís) y, en cuanto tal, acompañaría a querís; sería la forma vernácula de las variedades orientales. Por último, constituiría la forma estándar y, en virtud de esto, se sobrepondría a todas las variantes vernáculas. El carácter estándar de esta forma queda demostrado también por su aparición en territorios bilingües, como Bayo (106) y Corcubión (108) en La Coruña, Navia de Suarna (122), Meixente (123) y Pedrafita de Cebreiro (124) en Lugo, Meaño (132) en Pontevedra, por lo que respecta al gallego, o como Castillo de Villamalefa (755), Ademuz (756) y Teresa de Begís (759) en Castellón y Teresa de Cofrentes (776) en Valencia, por lo que respecta al catalán. La forma salís aparece en el centro peninsular, conectando las variedades occidentales (en Valladolid: Villavicencio de los Caballeros, 435, donde convive con saléis, y San Cebrián de Mazote, 436, y en Palencia: Santa Cecilia del Alcor, 416 y Villaconancio, 417) con las orientales (en Burgos: Villanueva de Gumiel, 427 y en Valladolid: Langayo, 437). De esta forma, se crea un corredor entre variantes vernáculas en el que se sobrepone una forma estándar. 2.2.2. Geografía y reconstrucción lingüística Las formas innovadoras en la expresión de la 2.ª persona plural por lo que se refiere al presente de indicativo son querís para los verbos de la 2.ª conjugación (frente al estándar queréis) y saléis para los de la 3.ª (frente al estándar salís). Los numerosos estudios que se han ocupado de la evolución de las desinencias de la 2.ª persona plural han dado por supuesto, con independencia del tipo de factores, fonéticos o morfológicos, a los que atribuyen el motor del cambio, una evolución lineal en la creación de los sufijos flexivos y, claro está, no han considerado la distribución en el espacio (geográfico) de las formas subestándares (a no ser las conservadoras de la -d-). En nuestra opinión, los mapas 1 y 2 muestran, al menos, tres estadios sucesivos en la

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creación de las formas: en primer lugar, la extensión de la desinencia diptongada -éis, más amplia para los verbos de la 2.ª conjugación (querer), más limitada para los de la 3.ª (salir); en segundo lugar, la difusión de -ís para los verbos de la 3.ª (salís) y, en tercer lugar, para los verbos de la 2.ª (querís). Consideramos que la creación de la variante diptongada en -éis tiene lugar en la fase más antigua, como ha demostrado y dado por sentado la bibliografía (en especial, los estudios de Dworkin 1988a, 1988b y Rini 1996, 1999). La terminación -edes se reduce a -ées y a partir de aquí se abren dos posibilidades: 1) la reducción del hiato por asimilación: -és o 2) la conversión del hiato en diptongo, con la cerrazón de la segunda vocal: -éis. Esta desinencia se extiende a las 2.as personas del plural del presente en todas las conjugaciones, tanto los de la 2.ª (queréis) como los de la 3.ª (saléis). La distribución compacta de saléis desde el norte peninsular (oriente de Cantabria, País Vasco, gran parte de Navarra, La Rioja, Castilla del norte) hasta la mitad meridional (occidente de La Mancha y todas las provincias de Andalucía) demuestra que no se trata de una forma de creación esporádica y espontánea, por «ultracorrección» como afirmaban las monografías dialectales que la mencionaban, sino de un rasgo dialectal y vernáculo. El territorio de saléis queda roto, además de núcleos de salís en enclaves de la Andalucía oriental, por dos corredores de la forma estándar: el primero, al norte, en la zona central de Castilla, enclaves meridionales de Palencia y del centro-norte de Valladolid; el segundo en los enclaves de La Mancha baja. Estos corredores se caracterizan por estar en estrecho contacto con las desinencias -ís, oriental y occidental. El primero conecta los enclaves del sur de Burgos y de Soria con los leoneses; el segundo, los del norte de Albacete con los del sur de Cáceres y los nororientales de Badajoz. Para situar el foco de la creación de las desinencias en -éis, consideramos muy valiosos los testimonios de los enclaves del Pirineo aragonés. En los enclaves de Borau (606), Torla (607), Bielsa (608) y Benasque (600) (junto con los de San Esteve de Llitera, 614, y Fonz, 615), se documentan en el ALPI las formas saldrés, salreís y saldréis que confirman la influencia del verbo aver (véase especialmente Rini 1999) en la pérdida de -d- en las terminaciones del futuro de la 2.ª persona plural () y las dos soluciones posibles para resolver las vocales en hiato: 1) la asimilación: -ées > -és y 2) el cierre de la segunda vocal y consiguiente formación del diptongo: -ées > -éis.

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Es bien sabido que la tendencia antihiática es un fenómeno generalizado en español (NGLEf §§8.9j y 8.12a-m). Además, esta tendencia tiene una especial relevancia en las hablas del Alto Aragón (véase, en particular, Buesa Oliver 1948). Para las hablas prepirenaicas de Ayerbe, Buesa Oliver estudia y documenta distintas posibilidades para resolver secuencias vocálicas en hiato. La secuencia de dos vocales iguales, en nuestro caso, -ee- puede desarrollar dos soluciones antihiáticas: 1) Reducción de las dos vocales en una (-ee- > -e-): creéis > creís, creen > cren, pue(d)en > puén (Buesa Oliver 1948: §69)37. 2) Diferenciación de las dos vocales por el cierre de la vocal átona (-ée- > -éi-): crees > créis38. La multiplicidad de formas que arrojan los enclaves pirenaicos de Huesca y la trascendencia que las soluciones antihiáticas, en concreto la opción por la diptongación, adquieren en las hablas de estas comarcas permiten fijar, en nuestra opinión, el foco de creación de la desinencia -éis en el extremo nororiental de la península. De este modo, la desinencia -éis se convierte en la desinencia de 2.ª persona plural (frente a -áis) para los verbos de la 2.ª y 3.ª conjugaciones. Una vez más se certifica el carácter de clases complementarias de estas dos conjugaciones, como mostramos en §1 más arriba. La continuidad de la forma saléis por la vertiente navarra de los Pirineos hace que se extienda por el territorio vasco y desde ahí penetre en el área norteña de Castilla, área desde la que la innovación se expande hacia el sur. La desinencia -éis se va a generalizar para los verbos de la 2.ª (queréis) y 3.ª (saléis) en la franja central del español, pero entra en conflicto con la evolución fonética regular de salides > salís. En breve: la desinencia -éis se crea en el oriente peninsular, pero se difundirá por el centro, de norte a sur. Todos los estudios que revisamos en §1 concuerdan en aceptar que la solución en -ís es la única atestiguada en la documentación Nótese que esta misma tendencia aclararía las formas reducidas querés de los enclaves asturianos, sobre todo los orientales, de Sames, Los Carriles, Felechosa, etc. 38 Esta misma solución podría aplicarse para el desarrollo de las desinencias de 2.ª persona plural en los verbos de la 1.ª conjugación: amades > amaes > amáis, por la misma tendencia antihiática que explicaría casos como caes > cáis, traes > tráis, propios de la zona de Ayerbe (Buesa Oliver 1948: §§36-37). 37

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histórica y que formas como *-íes deben considerarse exclusivamente hipotéticas. La solución salís se debe a un desarrollo fonético común, pero independiente, de las variedades occidentales y orientales (en particular al sur del Somontano aragonés y al oeste del Cinca). Los puntos de salís en la franja occidental, incluida La Montaña cántabra, así como los de la franja oriental, testimonian el mismo proceso de reducción fonética. Dos aspectos, sin embargo, señalan que la reducción tuvo lugar antes en el oriente peninsular. En primer lugar, el mantenimiento de la forma larga salides en enclaves occidentales de León, Zamora y Cáceres, si bien en retroceso y claramente influidos por el contacto con el gallego. En segundo lugar, la mayor extensión de -ís en los enclaves orientales, que se extiende tanto a las formas del futuro (saldrís) que aparecen en algunos enclaves de Huesca y Teruel (Peralta de Alcofea, 616; Segura de los Baños, 631; Bronchales, 635; Villarluengo, 636), como, y sobre todo, a los verbos de la 2.ª conjugación (querís). En este sentido, la innovación querís representa la última fase en la evolución de las desinencias de 2.ª personal plural y es consecuencia de la «notable dependencia» que la 2.ª conjugación tiene de la 3.ª (Elvira 1998: 166). No creemos que se trate de una reducción fonética del diptongo -éis > -ís, aunque algunos desarrollos esporádicos en los regiolectos del español en el siglo xxi podrían sustentar esta hipótesis (cf. §2.4 más abajo), que en cualquier caso no sería incompatible, sino más bien el resultado de la extensión analógica de las desinencias de la 3.ª conjugación. El foco de querís se encuentra en los enclaves aragoneses, desde los que se extiende por toda la franja oriental. La confluencia de salís en el corredor central de Castilla del norte puede explicar la creación del sistema flexivo del español estándar por lo que respecta a los afijos de 2.ª persona plural. Téngase en cuenta que en el enclave más oriental de la provincia de Valladolid (Langayo, 437) conviven querís y salís, lo que sin duda abre las puertas a las formas de salís procedentes de occidente. La presencia en el centro peninsular de dos alternativas para la expresión de la 2.ª persona plural, una central castellana (saléis) y otra lateral (salís), ofrece una oportunidad ineludible para mantener separadas en la lengua estándar las conjugaciones 2.ª y 3.ª sobre la base de la vocal temática. En definitiva, la mezcla de resultados dialectales en el centro peninsular proporciona los elementos para una «capitalización» (cf. §3 del primer capítulo) de la variación.

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2.3. Las desinencias de 2.ª personal plural en los atlas regionales 2.3.1. Las desinencias de 2.ª persona plural en el ALECant El cuestionario del ALECant pone a disposición dos preguntas que permiten recuperar las desinencias de 2.ª persona plural del presente de indicativo. Se trata de las preguntas cartografiadas en los mapas 1124 «Desinencias de la 2.ª pers.pl.pres. indicativo (conj. -ER)» y 1125 «Desinencias de la 2.ª pers.pl.pres. indicativo (conj. -IR)». Nuestro mapa 3 refleja, en síntesis39, las variantes innovadoras para cada conjugación, es decir, la desinencia -éis (p.ej., saléis) para los verbos en -ir y la desinencia en -ís (p.ej., olís) para los verbos en -er. Mapa 3. Desinencias de 2.ª persona plural en el ALECant

El mapa cartografía la presencia de la forma vernácula, en convivencia o no con la estándar. 39

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El mapa ilustra la extensión de las formas estándares para cada una de las conjugaciones, pero muestra también un mayor despliegue de formas vernáculas. Por lo que respecta a la desinencia -éis para los verbos de la 3.ª conjugación, su extensión es mayor de la proyectada por el ALPI. Aparece en los enclaves de Helguera (S103) y Herra de Ibio (S106), en el centro-norte de la provincia, en enclaves orientales como Noja (S201) y Castro Urdiales (S2017). La presencia de formas como saléis en este enclave tiene una especial relevancia por su contacto con los territorios vascófonos, donde, por lo que deja ver el ALPI (cf. mapa 2 más arriba), se extiende la desinencia -éis. Destaca la extensión que saléis alcanza en el valle de Campoo: Olea (S502), Población de Yuso (S409), Aldea de Ebro (S503) y Villaescusa de Ebro (S600). La concentración de saléis en la región del alto Ebro tiene una especial relevancia, al tratarse de un territorio en contacto tanto con los territorios vascos (no, en vano, aparece también esta forma en el enclave pasiego de San Pedro de Romeral, S408)40 como con el norte de Castilla. En cuanto a las desinencias de -ís para verbos de la 2.ª conjugación, además de algunos puntos esporádicos en el oriente de la provincia (La Cavada, S211; San Miguel de Aras, S212) y en el valle del Pas (Pandillo, S406), se destaca la concentración en la región occidental, más influida por el asturleonés: San Vicente de la Barquera (S101), Celis (S105), Soverado (S309) y Salceda (S312). Cuadro 1. Correlación entre desinencia y clase flexiva Conj. -IR Conj. -ER

-ís

-éis

-éis

38 (69,1 %)

10 (18,2%)

-ís

7 (12,7 %)



El cuadro 1 pone de manifiesto la correlación que se produce entre la desinencia y la clase flexiva o conjugación verbal41. La combinación -éis para los verbos de la 2.ª conjugación (conj. -ER) e -ís para García Lomas (1949) subrayaba cómo los pastores trashumantes llevaban los rasgos dialectales de influencia euskera hasta el corazón de los valles pasiegos. 41 De los diez enclaves con el sistema flexivo -éis (2.ª conj.)/-éis (3.ª conj.), ocho muestran la alternancia con la variante estándar -ís (3.ª conj.). En el polo opuesto, de los siete enclaves con desinencia exclusiva -ís (2.ª conj./3.ª conj.), seis alternan la forma vernácula con la estándar -éis (2.ª conj.). 40

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los de la 3.ª (conj. -IR) representa el sistema estándar y está presente en 38 enclaves del ALECant, siendo la opción mayoritaria (69,1 %). Los sistemas vernáculos no arrojan porcentajes elevados: la extensión de -éis para ambas conjugaciones está representada por poco más del 18 % de los enclaves, mientras que el empleo exclusivo de -ís obtiene un 12,7 %. A pesar de ser minoritarias, estas correlaciones materializan una escala implicativa: los hablantes que emplean -éis para la 3.ª conjugación también aplican esta desinencia para los de 2.ª; en contrapartida, los hablantes que usan -ís para los verbos de la 2.ª conjugación también flexionan con esta forma los verbos en -IR. Ningún enclave ofrece una situación en la que se emplee -ís para los verbos de la 2.ª y -éis para los de la tercera. Del análisis de los datos que ofrece el ALECant se pueden obtener dos conclusiones. En primer lugar, la desinencia -éis para expresar la persona vosotros de los verbos de la 3.ª conjugación (saléis) están más extendidos en Cantabria de lo que dejaba ver el ALPI unas décadas antes y el espacio que ocupa justifica la conexión entre el norte peninsular, a través de la cordillera Cantábrica, con el norte y centro de Castilla. En segundo lugar, queda claro que la extensión de este sufijo para los verbos en -IR, así como de -ís para los verbos en -ER, no se debe al azar o a factores idiolectales, como, p.ej., la hipercorrección, sino que obedece a una organización sistemática de los paradigmas verbales, organización que sigue una misma línea (la indistinción en la expresión de la 2.ª persona plural en los verbos de ambas conjugaciones), aunque se materializa en formas divergentes (a favor bien de -éis, bien de -ís). 2.3.2. Las desinencias de 2.ª persona plural en el ALCyL Por desgracia, ninguno de los mapas del atlas de la comunidad autónoma de Castilla y León representa los morfemas flexivos de la persona vosotros. No obstante, una de las secciones finales denominada «discrepancias en la conjugación» (ALCyL, 917-918) deja entrever la extensión de las desinencias -ís para los verbos de la 2.ª conjugación y la de -éis para los de la 3.ª, además de la conservación de las terminaciones largas en la comarca leonesa de Omaña (La Utrera, Le302), donde se consignan ponedes, sodes y venides. La nivelación entre las conjugaciones -ER e -IR se produce a favor de -ís en enclaves de la provincia de Soria, en los que se registran las

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formas cogís (Blacos, So301)42 y hacís (Cortos, So203). La presencia de este sufijo muestra una particular intensidad en la parte oriental de la provincia y en las tierras del Jalón, donde se documentan hacís, habís, olís y traís (Castejón del Campo, So401; Almazán So405; Ciruela, So500; Liceras, So501; Almaluez, So604; Medinacieli, So605; Barahona, So606), así como las formas del futuro saldrís, pondrís, abrís o trairís. Este sufijo también se documenta en el extremo oriental de Segovia (Montejo de la Vega, Sg200; Languilla, Sg202; Navares de las Cuevas, Sg203; Arevalillo de Cega, Sg402). La flexión en -éis para los verbos de la conjugación en -IR aparece con especial intensidad en Burgos (venéis se registra en los Montes de Oca43; saléis desde Las Merindades44 hasta la Ribera del Duero45), en Segovia (Languilla, Sg202; Navalmanzano, Sg301; Cantalejo, Sg401; Pradenilla, Sg403; La Mata-Santiuste de Pedraza, Sg404) y el norte de Ávila (Madrigal de las Altas Torres, Av100; Cautiveros, Av101). 2.3.3. Las desinencias de 2.ª persona plural en el ALEANR El mapa 1615 del ALEANR cartografía «las desinencias de la persona vosotros del presente de indicativo» en los enclaves de Aragón, Navarra y La Rioja, incluidos en las encuestas. Sintetiza en una sola lámina las desinencias de las tres conjugaciones -ar, -er, -ir (amén de la conjugación en -re en algunos puntos)46. Nuestro mapa 4 toma en cuenta las opciones flexivas para los verbos en -er: -éis e -ís en los enclaves aragoneses del ALEANR47. En el mapa se marcan con aspas negras las desinencias en -éz, propias de las hablas pirenaicas (en otros enclaves, Ansó, Hu101; Echo, Hu102; Aragüés del Puerto, 42 Fuera de esta área, cogís se recoge también en la Tierra de Campos vallisoletana (Villafrechós, Va103), lo que puede ser índice de un desarrollo espontáneo. 43 Ros (Bu301) y Villanasur-Río de Oca (Bu404). 44 Aforados de Moneo (Bu202). 45 Moradillo de Roa (Bu505) y Huerta del Rey (Bu605). 46 Se trata de los enclaves de transición que siguen: Tolva (Hu404), Azanuy (Hu406), Albelda (Hu408), Fraga (Hu602), Fayón (Z606), La Codoñera (Te204) y Valderrobres (Te205). 47 Para la elaboración de este mapa se tiene en cuenta únicamente las opciones desinenciales para los verbos de la 2.ª conjugación. Solo en tres enclaves se ofrecen dos alternativas: -éis~-ís en Bolea (Hu300) y Tronchón (Te403) y -éis~-éz en Fanlo (Hu203); en los tres se cartografía la variante no castellana.

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Hu104; Benasque, Hu201; Gistaín, Hu202; Fanlo, Hu203; Campo, Hu207)48 y con aspas blancas el morfo -éu, que se extiende a lo largo de la franja de transición: Noales (Hu205), Arén (Hu403), Tolva (Hu404), Albelda (Hu408), Fraga (Hu602), Fayón (Z606), Calaceite (Te202), La Codoñera (Te204), Peñarroya (Te207), por citar algunos. En cuanto a las desinencias castellanas, llama la atención la ausencia de -éis para los verbos de la 3.ª conjugación (saléis) en todo el mapa. Si recordamos los resultados que arrojaba el ALPI (cf. mapa 2, más arriba), esta ausencia resulta previsible; menos lo es la inexistencia de saléis en los enclaves navarros y riojanos del ALEANR, dada la extensión que esta forma vernácula alcanzaba en los tiempos del ALPI. Si atendemos a las encuestas del ALEANR, esta ausencia indicaría el reemplazo total de la forma vernácula saléis por la estándar en el arco temporal de, aproximadamente, una generación que separa las encuestas del ALPI de las que nos ocupan ahora. Por lo que respecta a la expansión del morfema -ís para la persona vosotros de los verbos de la 2.ª conjugación (querís), el mapa 4 permite extraer dos conclusiones principales: 1) la expansión de esta forma vernácula en todo el territorio central de Aragón y 2) la desdialectalización de los valles pirenaicos, que adoptan la forma estándar, a diferencia de lo que ocurría en tiempos del ALPI. En lo que concierne a este fenómeno de desdialectalización, que se materializa en un retroceso de las desinencias -ís para los verbos en -ER, subrayamos su total sustitución por las formas estándares en los valles pirenaicos de Aragón. No presentan formas como querís ninguno de los enclaves de la Jacetania, el Alto Gállego ni Sobrarbe representados en el ALEANR. Este retroceso también tiene lugar –como decíamos– en los valles pirenaicos de Navarra (salvo Artieda, Na400, que da -ís para la segunda). La expansión de la forma estándar penetra en el somontano, siguiendo el valle del Cinca, hasta el enclave de Candasnos (Hu603), expansión cortada por el corredor que une los enclaves de -ís de Santalecina (Hu600) y Chalamera (Hu601) con el territorio central de la provincia de Zaragoza, a través de la comarca de los Monegros. El sufijo estándar ocupa, en la parte oriental de la provincia de Zaragoza, un área compacta en el Campo de Borja (Fuendejalón, Z304; Calcena, Z305) y la Ribera Alta (Alagón, Z303), así como todos los enclaves Véase Badía Margarit (1950: §94) para el valle de Bielsa, donde, sin embargo, el ALEANR ofrece la desinencia del español estándar. 48

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Mapa 4. Desinencias de 2.ª persona plural en el ALEANR

de las Cinco Villas, desde Salvatierra de Esca (Z200) y Sos del Rey Católico (Z100) hasta Ardisa (Z202) y Uncastillo (Z101). También se nota la difusión de la flexión estándar en el corredor de los enclaves turolenses del centro y norte de la provincia: Visiedo (Te302), Montalbán (Te300), Estercuel (Te206), Bordón (Te401), corredor que atraviesa de este a oeste el territorio de querís, dejando al norte el bajo Aragón y al sur, el Maestrazgo y la comarca de Teruel. El estándar -éis se registra en el enclave de Iglesuela del Cid (Te405), punto clave del Maestrazgo, en el extremo opuesto, en la parte más occidental de la sierra de Albarracín (Noguera, Te306) y en un punto aislado del norte de la provincia (Forreruela, Te101).

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La flexión querís o, lo que es lo mismo, la nivelación en beneficio de -ís de los paradigmas de 2.ª persona plural de los verbos de la 2.ª y la 3.ª conjugaciones, ocupa un territorio extenso y compacto en Aragón49, desde el Prepirineo hasta el sur de Teruel. En esta área central se mantiene con fuerza la variante dialectal. Con especial intensidad, se mantiene en los enclaves de la Hoya de Huesca y, en su continuación, hacia los Pirineos, por la Sierra de Guara, al noreste de la capital. También aparece, de norte a sur, sin solución de continuidad, en algunos enclaves occidentales de Ribagorza (Puebla de Castro, Hu403) y del Somontano, en las riberas del Cinca (Pozán de Vero, Hu405), hasta enlazar, a través de los Monegros, con la parte centromeridional de Huesca. La conjugación vernácula de los verbos en -ER está generalizada en la provincia de Zaragoza, desde el extremo noroccidental, entre la meseta castellana y el valle del Ebro (Tarazona, Z302) y el área meridional de las Cinco Villas (Ejea de los Caballeros, Z300; Las Pedrosas, Z400) y los Monegros (Leciñena, Z401; Bujaraloz, Z601), ocupando toda la ribera del Ebro (Zuera, Z402; Osera del Ebro, Z600; Velilla de Ebro, Z603; Caspe, Z605), así como en las comarcas y campos meridionales: Calatayud (Bijuesca, Z500; Sabiñán, Z502; Ateca, Z503; Olvés, Z505; Alconchel, Z506), Valdelajón (La Almunia de Doña Godina, Z501), Cariñena (Paniza, Z504; Muel, Z602), Belchite (Codo, Z604; Moyuela, Z607) y Daroca (Used, Z507). Por último, la desinencia -ís para -ER ocupa las comarcas de Teruel, las noroccidentales del Jiloca (Nogueras, Te100; Bello, Te103; Barrachina, Te104; Torrijo del Campo, Te301), las Cuencas Mineras, sobre todo en el norte (Muniesa, Te102; Aliaga, Te402) y el Bajo Aragón (Híjar, Te200; Alcañiz, Te201; Alloza, Te203; Valderrobres, Te205) y con especial intensidad las centrales, desde la parte oriental de la sierra de Albarracín (Masegoso, Te500), Teruel y su comarca (Villar del Saz, Te303; Santa Eulalia del Campo, Te304; Alfambra, Te305; Cedrillas, Te307; Puebla de Valverde, Te501; Riodeba, Te502; Manzanera, Te503; Arcos de las Salinas, Te504; Olba, Te601) hasta la parte occidental del Maestrazgo (Fortanete, Te404; Alcalá, Te406; Puertomingalbo, Te600). Obsérvese que las capitales de las provincias (Huesca, Zaragoza y Teruel) quedan localizadas en las comarcas y áreas donde la presencia de querís es más fuerte; estas capitales irradian y refuerzan 49 También la documenta el ALEANR en algunos enclaves de La Rioja, a lo largo del Ebro (Casalarreina, Lo100; San Asensio, Lo 101; Tormantos, Lo102; Alesanco, Lo300; Valgañón, Lo302; Galilea, Lo401; Canales, Lo500; Cornago, Lo604).

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Capítulo 4. Historia y espacio de las desinencias de 2.ª persona plural

la norma regional (o regiolectal, cf. §3 del capítulo introductorio a este volumen, así como Auer 2005 y 2011). Una de las hipótesis defendidas en los estudios diacrónicos sobre la creación de los sufijos flexivos de 2.ª persona plural consiste en la influencia analógica del presente de subjuntivo sobre el de indicativo (Rini 1996), a partir de la terminación -ades de los verbos de la 1.ª conjugación. Esta hipótesis ha sido puesta en cuarentena por Bustos Gisbert (2007), al considerar improbable que la categoría marcada (subjuntivo) pueda ejercer presión sobre la no marcada (indicativo). El ALEANR presenta en el mapa 1632 las desinencias vosotros para el presente de subjuntivo de la conjugación -AR (cantéis).50 Cuadro 2. Extensión de -ís al presente de subjuntivo (conj. -AR)50 subjuntivo indicativo

-éis

-ís

-éis

69 (48,9 %)

8 (5,7 %)

-ís

10 (7,1 %)

54 (38,3 %)

En el cuadro 2 sintetizamos la combinación de las desinencias en los tiempos verbales del presente de indicativo y subjuntivo. De este cuadro, destacamos que la mitad de las combinaciones (48,9 %) corresponden al sistema estándar -éis (indicativo)/-éis (subjuntivo); en segundo lugar, sobresale el emparejamiento vernácula -ís (indicativo)/-ís (subjuntivo) (38,3 %); en tercer lugar, pero con porcentajes muy inferiores (7,1 %), se encuentra la correlación -ís (indicativo)/-éis (subjuntivo). Esta pareja señalaría una sustitución progresiva y gradual de la desinencia de subjuntivo por la de indicativo e iría en la dirección tipológica previsible: indicativo  subjuntivo. Por último, se atestigua una combinación inesperada, en cuanto se dirige en la dirección +marcado  -marcado. El par -éis (indicativo)/-ís (subjuntivo) se documenta en ocho enclaves, tres de ellos de la zona noroccidental de Zaragoza (Alagón, Fuendejalón, Calcena) y cinco en la En el cuadro no se incluyen los enclaves transicionales con desinencias en uno o en ambos tiempos verbales de las desinencias -éz, -éu, etc. No se computan los dos casos de la combinación -éis (indicativo)/ -áis (subjuntivo) que ocurre en dos enclaves navarros (Carcastillo y Arguedas). La extensión de -áis para la expresión flexiva de vosotros para el subjuntivo (y, en ocasiones, el futuro) merece ser investigada en otra ocasión. Los enclaves y, en consecuencia, las combinaciones posibles resultan, al final, 141. 50

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provincia de Teruel: uno en la parte noroccidental (Forreruela), otro en el Albarracín (Noguera) y tres en el Bajo Aragón (Visiedo, Montalbán y Estercuel). Todos ellos se encuentran en territorio donde querís (indicativo) está generalizado y presenta un fuerte arraigo en la norma regional. Esto hace suponer que los casos de -éis (indicativo) se deben a una norma sobrepuesta y apuntan hacia una mayor perceptibilidad dialectal de las desinencias vernáculas en el modo indicativo que en el subjuntivo. Creemos, por lo tanto, que a estos pocos casos (que no llegan al 6 %) subyace una sistema -ís (indicativo)/-ís (subjuntivo). El cuadro 2 no deja establecer claramente una escala implicativa, como la siguiente: -éis (indicativo)/-éis (subjuntivo)  -ís (indicativo)/-éis (subjuntivo)  -ís (indicativo)/-ís (subjuntivo) (aunque se pueda considerar esta hipótesis sobre la base de los datos presentados), pero pone en evidencia dos sistemas flexivos: uno estándar, generalizado en Navarra, La Rioja y en los valles y enclaves desdialectalizados o estandarizados de Aragón (-éis/-éis) y otro dialectal o vernáculo (-ís/-ís), común en los territorios centrales de esta región (sur de Huesca, Zaragoza y Teruel), salvo puntos aislados. Para terminar conviene destacar la amplia extensión de -ís para las desinencias del futuro de indicativo (mapa 1626 del ALEANR) con especial relevancia y fuerza en el ángulo meridional de Huesca, en todos los enclaves al sur de la comarca zaragozana de las Cinco Villas51 y en todos los enclaves turolenses (salvo los catalanes o los mencionados en nota). 2.3.4. Las desinencias de 2.ª persona plural en el ALECMan Nuestro mapa 5 representa el despliegue del sufijo flexivo -ís para la persona vosotros de la 2.ª conjugación en las provincias manchegas y sintetiza el mapa GRA-90 del ALECMan sobre las desinencias del verbo cogéis52. Como puede observarse, la forma estándar está exten51 Salvo los enclaves de Mallén (Z301), Tarazona (Z302), Calcena (Z305), Paniza (Z504), Osera (Z600) y Moyuela (Z607), donde se documenta -áis, desinencia que se registra en Aberuela de Tubo (Hu304) y puntos de Teruel (Híjar, Te200; Alcañiz, Te201; Estercuel, Te206 y Montalbán, Te300). El morfo -áis para la flexión del futuro se encuentra significativamente difundido en los enclaves navarros y riojanos. 52 El ALECMan pone a disposición del investigador varios mapas sobre la flexión verbal de persona y número. Por lo que se refiere al morfo -éis para el tiempo de presente de indicativo, podrían ser de interés también los mapas GRA-115 (agradecéis) y GRA-

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dida por todo el territorio natural de La Mancha, así como por todas las comarcas de Toledo53 y la zona central y occidental de Ciudad Real54, lo que confirma el carácter oriental de este rasgo. Mapa 5. Desinencias de 2.ª persona plural en el ALECMan

129 (oléis). Para la extensión de -ís a los verbos de la primera conjugación, nos será útil el contraste con el mapa GRA-137 (jugáis). Sobre las desinencias del presente de subjuntivo, analizaremos en el cuadro 3 más abajo el mapa GRA-113 (aflojéis); pueden interesar igualmente los mapas GRA-123 (entreguéis), GRA-126 (freguéis) y GRA-143 (vaciéis); sobre las de futuro, que no comentamos por el momento, pueden consultarse los mapas GRA-160 (pondréis) y GRA-158 (traeréis). Nos concentramos en los mapas GRA-90 y GRA-113, porque a diferencia del resto ofrecen más respuestas respecto a los puntos de encuesta. No eludiremos, si lo consideramos necesario, la referencia al resto de verbos. 53 Salvo precisamente en el enclave manchego de Quintanar de la Orden (TO606), punto en el que se atestigua igualmente agradecís y olís. 54 Salvo en los enclaves norteños de Malagón (CR104) y en puntos del Campo de Calatrava (Torralba de Calatrava, CR405; Aldea del Rey, CR506) y del valle de Alcudia (Luciana, CR305), donde también se registran agradecís y olís. La presencia, aunque aislada y en claro retroceso, de -ís en estos enclaves, junto a la extensión de querís que el ALPI dejaba entrever en estas comarcas ciudadrealeñas (cf. mapa 1 más arriba), hacen pensar en una extensión más amplia en épocas antiguas.

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Es rara, sin embargo, la desinencia -éis para los verbos de la 3.ª conjugación (mapa GRA-79 «os reís»)55, que se registra en puntos aislados e inconexos de la nueva Castilla (La Toba, GU113, en el norte de Guadalajara; Villamalea, AB207 y Molinicos, AB503, en, respectivamente, el noreste y sudoeste de Albacete; Nombela, TO106, Polán, TO312, y Cuerva, TO504, en Toledo, así como Navalpino, CR103, Alcolea de Calatrava, CR309 y Almuradiel, CR611, en Ciudad Real). Salvo en los puntos occidentales de Toledo y Ciudad Real, con una presencia ligeramente más elevada de riéis, en el resto de casos no puede establecerse ninguna sistematicidad. La forma vernácula cogís se documenta con fuerte intensidad en las siguientes zonas y comarcas, de norte a sur: – En la serranía norte y la parte oriental de Guadalajara (salvo en el área más cercana a Madrid y en torno a la capital de la provincia), así como en Tierra de Molina y en toda La Alcarria, especialmente en la conquense . En estas zonas se consignan también agradecís y olís. Está ausente esta desinencia en una zona limítrofe con Soria por el norte y desde ahí en un corredor que atraviesa el centro de la provincia hacia el este. – Está presente en el norte de la Serranía de Cuenca (Arcos de la Sierra, CU203; Valdemorillo de la Sierra, CU405). – La Manchuela conquense (Minglanilla, Cu608) y albaceteña (Villamalea, AB207; Alcalá del Júcar, AB208; Motillejar, AB211), siguiendo el curso del Júcar. En este territorio se registran también casos de agradecís y, con menor frecuencia, olís. – El sufijo -ís desciende, a través de los Llanos de Albacete (Chinchilla de Montearagón, AB405), hasta los campos de Hellín (Tobarra, AB409; Hellín, AB600), dejando al este el corredor de Almansa, donde no se registra cogís (y tampoco olís, pero sí agradecís en el enclave de Corral Rubio, AB407) y conectando hacia el oeste con otro territorio compacto de -ís, el campo de Montiel. – El campo de Montiel concentra puntos geográficos de cogís: Balazote (AB306), El Bonillo (AB307), Masegoso (AB308) y Salobre (AB311)56, al norte de la sierra de Alcaraz, Villahermosa (CR408), 55 Es el único mapa del ALECMan que permite vislumbrar la extensión de -éis para los verbos de la tercera en los años 90 del siglo xx en las regiones manchegas. 56 De los recorridos por el ALECMan resulta este enclave albaceteño el que mayor extensión de -ís presenta, pues flexiona así el presente de indicativo (cogís, agradecís,

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(CR606), Montiel (CR608), Villamanrique (CR610), Torrenueva (CR605), territorio donde también se atestiguan agradecís y, en menor medida, olís. En definitiva, la provincia de Guadalajara, la comarca natural de La Alcarria, las Manchuelas, los Llanos de Albacete (que unen el norte con el sur) y el Campo de Montiel conforman territorios compactos de -ís para los verbos en -ER y resisten aún a la estandarización y la extensión de -éis. La extensión de -ís para el presente de subjuntivo (aflojís, entreguís, freguís)57 alcanza, con especial intensidad, los mismos territorios que el indicativo.58 Cuadro 3. Extensión de -ís al presente de subjuntivo (conj. -AR)58 subjuntivo indicativo

-éis

-ís

-éis

124 (77%)



-ís

18 (11,2%)

19 (11,8%)

Comparando la extensión de -ís en el presente de indicativo (cogís) y en el de subjuntivo (aflojís), obtenemos que la combinación estándar -éis (indicativo)/-éis (subjuntivo) es la más frecuente en los enclaves manchegos, mientras que tanto el cruce intermedio -ís (indicativo)/-éis (subjuntivo) como el vernáculo -ís (indicativo)/-ís (subjuntivo) arrojan porcentajes semejantes. No se documenta el emparejamiento -éis (indicativo)/-ís (subjuntivo). La extensión de -ís al presente de subjuntivo, bien atestiguada en el ALECMan, no se produce, sin embargo, en el futuro de indicativo (mapas GRA-158 y GRA-160, salvo en un único enclave ya mencionado) y tampoco a los verbos de la 1.ª conjugación (mapa GRA-137). En el primer caso, sorprende el amplio despliegue de pondráis y traeráis, tanto en los territorios de -ís (norte de Guadalajara, La Alcarria, olís), el de subjuntivo (freguís) y, más revelador de la intensidad de esta extensión, del futuro (pondrís, traerís). Para el futuro, como se comentará en breve, el morfo -ís es excepcional en las regiones manchegas. 57 En el caso del verbo vaciar (mapa GRA-143), la forma vacís se documenta solo en algunos puntos del Campo de Montiel. 58 Los enclaves analizados son 162, de los cuales uno de ellos (Herencia, CR203) presenta la pareja -éis (indicativo)/-áis (subjuntivo). No tenemos en cuenta este dato para el cálculo de los porcentajes del cuadro 3.

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la ribera del Júcar, el Campo de Montiel) como en los de -éis (provincia de Toledo y zona noroccidental de Ciudad Real). La extensión de -áis para el paradigma de futuro no presenta continuidad con la zona aragonesa. En el segundo caso, no se constata el empleo de -ís para los verbos en -AR en las encuestas del ALECMan. Se testimonian algunos puntos de juguéis en Guadalajara (Abádanes, Maranchón, Loranca de Tajuña, Alcocer), Cuenca (Mota del Cuervo), Toledo (Villacañas) o Albacete (Casas de Juan Núñez). La ausencia de esta desinencia en los futuros y en los presentes de la primera conjugación puede indicar una barrera gramatical en la expansión e intensidad con que se da -ís en la franja oriental, en especial en Aragón. 2.3.5. Las desinencias de 2.ª persona plural en el ALEA El ALEA incluye varios mapas que representan las formas flexivas de las categorías verbales de persona y número, en varios tiempos verbales59; para nuestro mapa 6 englobamos los resultados de los mapas 1773 para los sufijos flexivos (-ís) de los verbos de la 2.ª conjugación (escoger) y 1776 para la extensión de -éis a los verbos de la tercera (salir). El fondo rayado representa los territorios de saléis, mientras que el punteado marca las zonas de escogís; en gris, se reflejan las desinencias del estándar y en blanco, los casos de sustitución de la persona vosotros por ustedes60. La extensión de -ís como alomorfo de la 2.ª persona plural del presente de los verbos en -ER se limita a algunos puntos del norte de Huelva y de Córdoba y, con una frecuencia ligeramente superior, en zonas de Jaén y de Granada. Se encuentra en el enclave onubense de Encinasola (H100), entre la frontera portuguesa y las serranías del sur de Badajoz y en Los Pedroches cordobeses (Santa Eufemia, Co100 y Villanueva de Córdoba, Co202), continuación de su presencia al norte y con Sierra Morena como frontera natural. Los enclaves nororientales de Jaén continúan el territorio natural de -ís en el campo de Por lo que se refiere exclusivamente a la persona vosotros del presente de indicativo, los mapas son el 1773 (escoger), 1776 (salir), 1777 (reír), 1778 (venir), 1779 (decir), 1780 (haber), 1781 (agradecer) y 1785 (pedir). 60 Para esta sustitución, característica del andaluz occidental, puede consultarse el mapa 2 de Alvar (1996: 247), el mapa 6.3 de Moreno Fernández (2009: 165), Penny (2000 [2004]: 222-223) y, recientemente, Lara (2012). 59

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Mapa 6. Desinencias de 2.ª persona plural en el ALEA

Montiel y la sierra de Alcaraz (Villarrodrigo, J200; Villacarrillo, J204; La Iruela, J401; Santiago de la Espada, J400), al norte de la sierra de Cazorla. El enclave más meridional es Torres (J307). En Granada se localiza en las localidades alpujarreñas situadas en ambos extremos del Puerto de la Ragua, que atraviesa la parte oriental de Sierra Nevada (Ferreira, Gr409, al norte, y Mairena, Gr600, al sur). En lo que concierne a la variante saléis, esto es, la extensión de -éis para los verbos de la 3.ª conjugación, el mapa deja ver su amplio despliegue: todos los enclaves de Huelva (salvo el septentrional de Encinasola, que ofrece salís, en línea con escogís), Sevilla, Cádiz, sur de Córdoba y oeste de Málaga —excepto obviamente aquellos donde se produce la sustitución vosotros por ustedes—, por lo que respecta a la Andalucía occidental. En la Andalucía oriental la forma saléis está extendida por todos los enclaves de Jaén y Granada (a excepción de un corredor que conecta la sierra de Cazorla con las

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Alpujarras granadinas y el poniente almeriense). La flexión vernácula de los verbos en -IR se extiende también por puntos de la costa granadina (Almuñécar, Gr514; Lújar, Gr513; Albuñol, Gr604) y por los almerienses del centro y norte (salvo tres que presentan el paradigma estándar). Cuadro 4. Correlación entre desinencia y clase flexiva Conj. -IR Conj. -ER

-ís

-éis

-éis

36 (19,8%)

136 (74,7%)

-ís

10 (5,5%)



Desde las encuestas del ALPI, Andalucía es la única región, junto con Cantabria, que mantiene con significativa fuerza en las décadas centrales del siglo xx, la exclusividad desinencial de -éis para los verbos tanto de la segunda como de la tercera conjugación. El cuadro 4 destaca la extensión del sincretismo en beneficio de -éis para la flexión de la persona vosotros en Andalucía, pues casi tres cuartos de los enclaves encuestados61 la presenta (en el ALECant no llegaba a un quinto), mientras que la nivelación a favor de -ís arroja un escaso 5,5 % (frente a un casi 13 % en Cantabria). El sistema estándar, mayoritario en los enclaves cántabros, no alcanza el 20 % en Andalucía. En nuestra opinión, la pervivencia e intensidad de saléis es consecuencia de la retención de un arcaísmo castellano en tierras andaluzas, a las que apenas llega la innovación oriental de -ís (tanto para los verbos en -IR como para los verbos en -ER), que, con fuerte presencia en el campo de Montiel manchego, no rebasa la sierra Morena, por el oeste, y, apenas, la de Cazorla, por el este. El gráfico 1 muestra la extensión del sincretismo de la persona vosotros de la 2.ª y 3.ª conjugaciones en beneficio de -éis en las provincias andaluzas, según las encuestas del ALEA62. En total, los mapas del 61 De los 230 puntos de encuesta del ALEA, 48 presentan la sustitución de ustedes por vosotros en ambos mapas (1773 y 1776) o en uno de ellos; por esta razón, los hemos excluido del cómputo en el cuadro 4. El número total de enclaves que presentan flexión de 2.ª persona plural para los verbos modelo escoger y salir equivale a 182. 62 El gráfico tiene en cuenta únicamente los enclaves que mantienen vosotros y suma todas las ocurrencias de -éis y de -ís para los verbos de la 3.ª conjugación cartografiadas en los mapas del ALEA (mapa 1776: salir, mapa 1777: reír, mapa 1778: venir, mapa 1779: decir, mapa 1785: pedir). En la enumeración siguiente se ofrecen

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atlas regional ofrecen, para la persona vosotros, 615 formas flexionadas mediante el morfo -éis frente a 292 ocurrencias de -ís, lo que supone un 67,8 % de uso del primer sufijo para toda la región. Las provincias más occidentales superan esta media con creces (Málaga: +32,2 puntos, Sevilla: +27,9, Huelva: +11,6)63, mientras que las orientales no alcanzan ese promedio. La distancia es especialmente significativa en Almería (-7,1 puntos) y Granada (-22,1), con una propensión mayor hacia la distribución desinencial estándar -éis (conj. -ER)/-ís (conj. -IR). Gráfico 1. Extensión de -éis (%) para los verbos -IR según el ALEA

En definitiva, a mediados del siglo xx, época de las encuestas del ALEA, las formas saléis encontraban una amplia difusión en Andalucía, de manera significativa en las provincias centroccidentales (Málaga y Sevilla). La extensión de estas formas debe analizarse, en nuestra las frecuencias absolutas de -éis en primer lugar y en el orden de los mapas: Huelva (14/1, 8/3, 11/3, 7/3, 10/3), Sevilla (17/0, 9/2, 16/1, 12/0, 12/0), Córdoba (16/6, 13/6, 18/6, 14/7, 14/7), Cádiz (7/1, 1/4, 9/2, 3/2, 2/2), Jaén (22/9, 19/12, 23/8, 21/10, 21/10), Málaga (21/0, 18/0, 24/0, 17/0, 20/0), Granada (26/20, 12/34, 29/17, 18/28, 20/26) y Almería (22/8, 13/17, 20/10, 18/12, 18/12). 63 La excepción es Cádiz, que se encuentra a algo más de un punto porcentual de la ratio andaluza y muy alejada de los porcentajes que la rodean. Esta alteración puede achacarse a las mínimas ocurrencias de desinencias de 2.ª persona plural, a causa de la extensión de ustedes (Lara 2012) en esta provincia.

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opinión, como la pervivencia de un estrato histórico antiguo, arcaico (que enlaza de alguna manera con los enclaves cántabros) y, en cualquier caso, previo al alcance, por una parte, de una norma estándar, supralocal e impuesta desde arriba, -éis/-ís y, por otra, a la difusión del sincretismo innovador en beneficio de -ís, que se frena (al menos, por lo que nos dicen los mapas del ALEA) en las sierras septentrionales, frontera natural de Andalucía con la meseta central. Cuadro 5. Marcadores comunes de las conjugaciones 2.ª y 3.ª Presente indicativo (2.ª pers. sing.)

-AR

-ER

-IR

amas

comes

vives

Presente indicativo (3.ª pers. sing.)

ama

come

vive

Presente indicativo (3.ª pers. pl.)

aman

comen

viven

Presente subjuntivo (1.ª pers. sing.)

ame

coma

viva

Presente subjuntivo (2.ª pers. sing.)

ames

comas

vivas

Presente subjuntivo (3.ª pers. sing.)

ame

coma

viva

Presente subjuntivo (1.ª pers. pl.)

amemos

comamos

vivamos

Presente subjuntivo (2.ª pers. pl.)

améis

comáis

viváis

Presente subjuntivo (3.ª pers. pl.)

amen

coman

vivan

Pret. perf. simple (2.ª pers. sing.)

amaste

comiste

viviste

Pret. perf. simple (1.ª pers. pl.)

amamos

comimos

vivimos

Imperfecto

amaba

comía

vivía

Imperfecto subjuntivo (2.ª pers. pl.)

amarais

comierais

vivierais

Imperfecto subjuntivo (2.ª pers. pl.)

amaseis

comieseis

vivieseis

Futuro subjuntivo (2.ª pers. pl.)

amareis

comiereis

viviereis

Participio

amado

comido

vivido

Derivación

amable

comible

vivible

2.4. Las desinencias de 2.ª personal plural en el COSER 2.4.1. Clases complementarias y las desinencias de 2.ª persona plural en el COSER La expansión del sufijo -éis para la expresión de la persona vosotros en los verbos de la 3.ª conjugación resulta del mismo proceso, aunque en direcciones opuestas y con materializaciones formales

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divergentes, que subyace a la difusión de -ís para los verbos en -ER. Se trataría en ambos casos del efecto de un proceso de «extensión analógica» (Elvira 1998: 150-215)64, según el cual un sufijo o marcador flexivo propio de una clase paradigmática (conjugación) pasa a ocupar el lugar de otro caracterizador de un paradigma diferente. Según nuestra hipótesis, en un primer momento, el marcador -éis, propio de la clase verbal en -ER, «amplía su ámbito de uso» para flexionar el contenido gramatical de 2.ª persona plural de los verbos en -IR. Visto el vasto y claro despliegue de saléis en los tiempos del ALPI (cf. mapa 2, más arriba), no consideramos que su aparición se deba a la «ultracorrección» de los hablantes, pues el carácter esporádico de este factor no aclararía las áreas geográficas que el morfo -éis conquista en el ALPI. Se trataría más bien del trasvase morfológico de dos conjugaciones históricamente relacionadas65 y sincrónicamente complementarias66. El cuadro 5 muestra algunos de los marcadores comunes entre las conjugaciones 2.ª (comer) y 3.ª (vivir) frente a la 1.ª, mejor diferenciada. Ambas conjugaciones comparten desinencias de número y persona, alomorfias (imperfecto) y también procesos derivativos. Esta complementariedad adquiere una especial relevancia en los dos presentes, tanto de indicativo como de subjuntivo. De esta manera, la distinción entre la 2.ª y la 3.ª conjugación se difuminaría, al compartir un gran número de marcas flexivas. Elvira achaca esta comunidad de morfos flexivos al carácter inestable y cerrado de la 2.ª conjugación67, lo que la convertiría en una «clase dominada». Esto explicaría la expansión de -ís a los verbos de la 2.ª conjugación (cf. mapa 1 más arriba y §2.4.2 más abajo), con formas resultantes como querís o habís, pero dejaría sin explicar, más allá de ser una 64 «Proceso mediante el cual determinados modelos o procedimientos de flexión amplían su ámbito de uso, provocando eventualmente el retroceso de otros» (Elvira 1998: 150). 65 Muestra de ellos son los múltiples intercambios de verbos entre las conjugaciones -er e -ir (Elvira 1998: 157-166). 66 Elvira define las «clases complementarias» como paradigmas que «tienen un núcleo flexivo peculiar y uno o más marcadores comunes» (1998: 154). Sobre las «clases de flexión» verbales y la relación entre las conjugaciones 2.ª y 3.ª, véase también Alcoba (1999: 4930-4931, 4937-4939). 67 Conjugación que describe como «un conglomerado de flexiones peculiares, normalmente irregulares, apoyadas por una amplia frecuencia de uso y con una notable dependencia flexiva de la tercera conjugación» (Elvira 1998: 166).

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muestra más de la interconexión entre ambas clases verbales, la expansión de -éis. De acuerdo con nuestra hipótesis, la expansión de -éis en el ALPI es consecuencia de la «productividad»68 que esta marca flexiva adquiere en las primeras etapas del desarrollo de las desinencias de la 2.ª persona plural. En las primeras etapas, esta desinencia va a estar «disponible» (available, cf. Bauer 2001) para la expresión del contenido gramatical de número y persona (2.ª personal plural) y de ahí se va a extender a los verbos en -ER e -IR. La alta productividad del morfo -éis en el primer periodo de la creación de estas desinencias va a ir decayendo a lo largo de los siglos: de la expansión de -éis en los años del ALPI (véase §2.2 más arriba) llegamos a su conservación residual en los años 50-60 del siglo xx en algunos puntos de Cantabria y Andalucía (véanse §§2.3.1 y 2.3.5). En el siglo xxi, según las encuestas del COSER, solo uno de los dos únicos casos subestándares de -éis (2a) flexiona un verbo de la 3.ª conjugación (decir) y se localiza en un enclave de su territorio histórico (Mélida, Navarra). El otro ejemplo se refiere a la flexión del presente de subjuntivo del verbo tener (tenguéis) (cf. 2b) y puede deberse a un cruce o a una expansión del sufijo que —esta vez sí— nos atreveríamos a calificar de «ultracorrecta». Revelador resulta el empleo de -éis para el verbo ser en lugar de la forma estándar sois, que se registra dos veces en el enclave oscense de Bandaliés-Loporzano, en el Prepirineo aragonés (cf. 2c). El testimonio de estas unidades, aunque residual en el COSER, puede ser clave para entender el foco de creación primigenio de -éis y su difusión, extrema, para la expresión del morfema de 2.ª persona plural, pues alcanzaría los verbos en -IR y el verbo ser, creando así una oposición flexiva -áis (verbos en -AR) vs. -éis (resto de paradigmas). (2) a) Ah…, ah, porque igual me de- | dicéis en la televisión que una mujer hacía esto, hacía lo otro (Navarra, 3228-Mélida, mujer). (2) b) ¿Y uno blanco? Uno blanquito | pa que le tenguéis… (Madrid, 2907-Humanes de Madrid, varón). Por lo general, la noción de «productividad» se ha aplicado a la formación de palabras, es decir, a la morfología derivativa (Bauer 2001); sin embargo, este concepto puede aplicarse a la morfología flexiva en cuanto tanto un componente (el derivativo) como otro (el flexivo) ponen en práctica «procesos morfológicos». Para las (difuminadas) diferencias entre flexión y derivación, puede consultarse Bauer (2004). 68

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(2) c) ¿De Huesca seis vosotras? (Huesca, 2207-Bandaliés (Loporzano), mujer).

En cualquier caso, el COSER muestra la situación en claro retroceso o, más abiertamente, la práctica desaparición de -éis como «opción flexiva» (Elvira 1998) de los verbos en -IR. El amplio despliegue que en otras etapas conoció este morfo y que pone en evidencia la dirección de la clase dominante/dominada 2.ª conjugación  3.ª conjugación ha sido sustituido en las muestras del COSER por el dominio de la desinencia de la 3.ª conjugación (-ís). Es cierto que se certifica la práctica defunción de formas como saléis o dicéis en la actualidad, pero su (única) aparición nos permite matizar la afirmación generalizada de la supremacía de la tercera sobre la segunda conjugación, pues aquella se va a ir imponiendo a lo largo del tiempo. Se ofrece, eso sí, un argumento más para reforzar el carácter complementario de ambas conjugaciones, cuya manifestación extrema es, como estamos viendo, el uso del morfo desinencial de vosotros propio de la 2.ª conjugación para la tercera (generalización de -éis), y viceversa (generalización de -ís). De esta generalización, es decir, la difusión de querís, en el siglo xxi, según su presencia en los enclaves del COSER, nos ocuparemos en el siguiente epígrafe. 2.4.2. La extensión geográfica de querís en el COSER En su trabajo sobre los dialectos del español, Fernández-Ordóñez (2015) menciona la tendencia de la variedad oriental a asimilar los elementos del diptongo -éi (-éj > -í > -í), tendencia «que se refleja en la morfología verbal de la segunda persona del plural (querís, sabís, comprarís)». En este apartado, vamos a exponer los límites geográficos que esta desinencia «reducida» alcanza según las encuestas del COSER. La intensidad de la desinencia -ís en los territorios de la franja oriental y su extensión a otros tiempos verbales (presente de subjuntivo, futuro, etc.) hacen pensar en una nivelación de tipo analógico, si bien el origen fonético de la innovación parece quedar fuera de duda. Los casos de (3) atestiguan la difusión de la desinencia -ís para los verbos de la 2.ª conjugación, tanto por lo que se refiere a su alcance geográfico como por lo que atañe a las categorías verbales. Vemos que este morfo aparece en verbos con función o significado léxico (3a-e): sabís, querís, hacís, tenís, comprendís; semiauxiliares (3b, f): podís hacerlo,

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tenís que ver; y, por supuesto, el auxiliar haber (3g-i): habís (y su acortamiento: bís). (3) a) En el | durante el embarazo tuve la acetona, vosotros toavia sois muy jóvenes y a lo mejor no lo sabís, pero lo habréis oído (Ciudad Real, 1401-Aldea del Rey, mujer). (3) b) To lo que querís podís hacerlo y lo diré en cualquier sitio (Huesca, 2207-Bandaliés (Loporzano), mujer). (3) c) Los masaba a mano, que ahora se les digo a mis hijos que hacer chorizos como los hacís ahora, no es hacer chorizos (Soria, 3924-Beratón, mujer). (3) d) Entonces, entonces las mujeres no teníais el valor que tenís ahora, […], o sea, ahora, eh, tenís ya el valor como los hombres y algunas y, y a lo mejor… (Teruel, 4108-Bronchales, varón). (3) e) ¿Me comprendís lo que quiero decir? (Cuenca, 1636-Villaconejos de Trabaque, varón). (3) f ) Todo eso se echa. Pero que si…, las tenís que ver cómo se hacen. Aunque las explique no… (Navarra, 3228-Mélida, mujer). (3) g) Desde donde se ha… ¿habís visto una charca al venir? (Guadalajara, 1902-Canredondo, mujer). (3) h) Me ponía en el… pa sujetales, ¿lo habís visto eso?, ¿habís visto hacer la matanza? (Soria, 3924-Beratón, mujer). (3) i) Porque si bís cogío sin pasar el, el Gallégo, a la derecha, habís ido a La Paúl (Zaragoza, 4719-San Mateo de Gállego, varón).

El mapa 7 muestra la fuerte presencia de -ís (conj. -ER) en toda la franja oriental. En esta franja, la desinencia se despliega de norte a sur. Está presente en el somontano oscense, es decir, en la parte central de la provincia (2229-Tramaced; 2207-Bandaliés [Loporzano]), pero no en los enclaves pirenaicos del COSER en esta provincia (2222-Oliván [Biescas]; 2206-Banastón [Aínsa-Sobrarbe]). La forma cobra especial intensidad en la provincia de Zaragoza: se documenta en todas las muestras del COSER, desde Urriés (4720), Mesones de Isuela (4714) y San Mateo de Gállego (4719), en la zona central, hasta el campo de Belchite (4706-Almonacid de la Cuba). Como puede notarse, la forma -ís tiene una intensidad significativa en las comarcas del centro de Aragón. Desde estos territorios, penetra, hacia el oeste, por la zona meridional (Merindad de Tudela: 3228-Mélida) de Navarra, y de ahí llega a La Rioja alta y media (2506-Huércanos y 2501-Ausejo) y llega hasta el centro de la provincia

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(2512-Nestares). En la comunidad de Navarra está ausente de la montaña navarra (no se documenta en los enclaves vascófonos 3209-Etxauri ni en 3214-Leitza), así como de las merindades (está ausente del Valle de Yerri, 3203-Azcona, y de la cuenca del Arga, 3222-Miranda de Arga). Mapa 7. Desinencias de 2.ª persona plural en el COSER

La ausencia de la desinencia -ís de los valles pirenaicos aragoneses (donde el ALPI localizaba unidades como saldréis) y navarros (con fuerte presencia de saléis en el atlas nacional) adquiere –creemos– especial relevancia por lo que se refiere a la fijación del foco originario del morfo -éis. El fundamento de esta hipótesis se encuentra, en primer lugar, en la fuerte desdialectalización o estandarización de estas zonas y, en segundo lugar, por la coincidencia entre formas vernáculas como queréis con la solución estándar para los verbos en -ER; ambas causas frenarían la expansión de formas como querís, contrarias tanto a la preponderancia de -éis como a la norma prescriptiva. Desde el centro de Aragón se extiende

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también hacia el sur. Está presente con fuerza en los enclaves turolenses69: Perales de Alfambra (4128) en la parte central, en la Sierra de Albarracín (4108-Bronchales) y en la zona suroriental (4102-Alcalá de la Selva), así como en el oriente de Soria, en el Moncayo (3824-Beratón) y al norte del campo de Gómara (3901-Almajano)70. El morfo desinencial -ís entra en Guadalajara, donde aparece en la Sierra de Sigüenza (1901-Alboreca [Sigüenza]) y La Alcarria (1902-Canredondo y 1921-Yebra)71, también en la conquense (1636-Villaconejos de Trabaque). También tiene una fuerte presencia en la serranía de Cuenca (1607-Cardenete) y en las Valeras (1634-Valeria). Más allá de su aparición en el enclave más oriental de Toledo (4230-Tembleque), donde se documenta en diez ocasiones el auxiliar habís, las transcripciones del COSER no permiten certificar la presencia de estas formas en La Mancha, si bien está ausente de Argamasilla de Alba en Ciudad Real. Sí se testimonia, y con intensidad, en las comarcas centrales de esta provincia: Montes del Guadiana (1414-Malagón y 1417-Porzuna) y Campo de Calatrava (1401-Aldea del Rey). La presencia del sufijo vernáculo -ís está presente en la sierra de Segura, tanto al norte de Jaén (2314-Los Pascuales-La Puerta de Segura) como en la parte albaceteña (0204-Barrax y 0222-Povedilla). En Albacete la desinencia se extiende hasta el campo de Hellín (0214-Liétor) y por el norte hasta el enclave nororiental de Higueruela (0211), lo que sugiere que la continuidad que mostraba el ALPI en esta zona se ha interrumpido en épocas recientes (véase también el mapa 5 del ALECMan más arriba). La presencia esporádica de -ís en enclaves de León (2627-Santa Colomba de Curueño), donde se documenta un caso de corrís, y de Valladolid (4403-Casasola de Arión), donde se cuentan cinco apariciones de habís en función de auxiliar, puede probar el origen fonético (monoptongación de -éis a -ís) de esta innovación. Sin prejuicio de la influencia de esta explicación, la intensidad con que se produce la difusión de -ís en los enclaves orientales que deja analizar el COSER hace insuficiente la explicación fonética. No se registra, sin embargo, en el de Fuentes Claras (4117). Está ausente en la parte centro-meridional (3916-Tarancueña [Retortillo de Soria] y 3923-Aguaviva de la Vega [Almaluez]). 71 No se documenta, precisamente, en la tierra de Molina, enclave de Cubillejo del Sitio (1907), en torno a Molina de Aragón, ausencia que sorprende debido a la influencia aragonesa de esta parte (Moreno Fernández 1996: 229). 69 70

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Gráfico 2. Densidad de -ís (%) por provincias en el COSER

El gráfico 2 pone de manifiesto la fuerte presencia de -ís en los enclaves zaragozanos y en los de su entorno aragonés (Huesca y Teruel) y territorial (Soria y Guadalajara). La densidad de -ís para la expresión del morfema de 2.ª persona plural es mucho menor a medida que se desciende, ya a partir de Cuenca, o se viaja hacia el oeste, p.ej., Navarra (6 %) y La Rioja (2 %)72.

72 Los porcentajes se han calculado a partir de la suma por provincia de todas las ocurrencias del morfo -ís en los enclaves en que se registra en relación con todas las formas verbales de 2.ª persona plural del presente de indicativo de los verbos en -ER (incluido, eso sí, el auxiliar habís). Esto implica la convivencia de desinencias en un mismo enclave: «Pero entonces los novios no hacían lo que hacís hoy, que hoy hay muchos besos y eso, ¿sabes?» (Guadalajara, 1921-Yebra, mujer) frente a «yo sí que, sí, yo sí queréis que os cuente más cosas de mi, de mi» (Guadalajara, 1921-Yebra, varón) o incluso en un mismo hablante: «Aer que ¿o no habéis oído comentarios que a unas les dan más que a otras, ¿no habís oído comentarios?» (Ciudad Real, 1417-Porzuna, varón) y «¿habís venido de Zaragoza? […] De Tudela a aquí por dónde habéis venido» (Zaragoza, 4719-San Mateo de Gállego, varón).

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Cuadro 6. Apariciones de -ís en el COSER por tipo de verbo Provincia

Auxiliar

Semiauxiliar

Léxico

Zaragoza

habís (x36)

querís (x3), habís, podís (x2)

sabís (x4), hacís, querís, cogís (x2), tenís, vis

Guadalajara

habís (x7)

querís, podís

tenís (x4), querís, sabís (x3), vis, querís, hacís (x6)

Teruel

habís (x3)

habís, querís, podís

vis, sabís (x7), querís (x4), tenís (x2), conocís

Huesca

habís

podís, tenís

entendís (x2), querís (x2), tenís, conocís

Soria

habís (x5)

Albacete

habís (x10)

Jaén

querís, sabís (x7), vis tenís (x3), querís (x3)

vis (x2), sabís (x6), querís (x2), tenís (x2)

querís (x2)

Toledo

habís

Ciudad Real

habís

querís (x2)

sabís, querís, vis, tenís (x2)

Navarra

tenís

sabís

Cuenca

querís, podís (x2)

conocís, tenís, sabís, comprendís

La Rioja

habís (x2)

hacís

La mayor densidad de -ís para la expresión de 2.ª persona plural va acompañada por una mayor extensión de la desinencia por tipo de verbo (cuadro 6). Hemos clasificado los verbos según su significado o función en: 1) auxiliar (como p.ej. ¿es que no habís llegao?), 2) semiauxiliares o núcleos verbales de una perífrasis (como p.ej. mucho habís de correr o eso es lo mejor que podís hacer) y 3) léxico (como p.ej. y ya vis una casota chiquitita arriba o creo que me entendís). La mayoría de las ocurrencias (token-frequency) de -ís aparecen en el auxiliar haber, seguido por verbos frecuentes como tener, querer y poder tanto en su función como semiauxiliares (si que lo querís veder, os lo enseño) como cuando presentan significado léxico (es que no lo querís). Entre los verbos con significado léxico, destacan también los de significado muy general como hacer, saber o ver. El uso de -ís con verbos de significado más preciso como coger, conocer, comprender y entender tiene una presencia relevante en las tres provincias aragonesas (Zaragoza, Huesca y Teruel), lo que de nuevo es índice de la profundidad e intensidad del sufijo vernáculo y confirma estos territorios como el foco de la innovación.

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2.4.3. La extensión -ís a otros tiempos verbales en el COSER Además de emplearse en la flexión de la 2.ª persona plural del presente de indicativo, el morfo -ís se extiende también a otros tiempos verbales como el presente de subjuntivo (4) y, en particular, el futuro, simple (5a-f )73 o compuesto (5g: habrís). El uso de -ís para la flexión de otros tiempos verbales se produce, de nuevo, con mayor frecuencia en las áreas de mayor intensidad de formas como querís, habís o sabís. Como apoyo a esta afirmación, nótese que los ejemplos de subjuntivo y futuro recogidos en (4) y (5) se localizan, principalmente, en Zaragoza, donde —como se indicaba en el gráfico 2 más arriba— la densidad de -ís alcanzaba el 67,5 % de las desinencias de 2.ª persona plural de los verbos en -ER. (4) a) Bueno así que… cuando estís en vuestra | en vuestro tierra, eh, allí diréis (Soria, 3901-Almajano, mujer). (4) b) A no ser que me preguntís otra cosa más (Zaragoza, 4706-Almonacid de la Cuba, varón). (4) c) Que tengáis suerte en lo que trabajís (Zaragoza, 4714-Mesones de Isuela, mujer). (5) a) digo: “Voy a haceros todas estas grasas jabón, pa si me muero que… el jabón lo gastarís y si no esto lo tirarís” (Soria, 3924-Beratón, mujer). (5) b) … juego muy tradicional, que no lo conocerís […] lo sabrís. Tabas, jugar a las tabas, también lo sacaron en las fiestas (Teruel, 4128-Perales de Alfambra, varón). Merecería estudiar el ámbito flexivo de -áis para el futuro. Esta extensión analógica se registra en territorios donde -ís no ha sustituido a -éis en los verbos de la segunda e incluso es este sufijo el que se ha difundido, es decir, son territorios tradicionales de saléis. En el COSER se documenta en Madrid: «Y la cama era un calentador, que no sé si l’habráis visto vosotras alguna vez, el calentador era una cosa como…» (2915-Valdilecha), Málaga: «nací en la guerra, en los años de la guerra, que eso, ya sabéis, lo habráis sentío que se pasó muy mal, muy mal,…» y «Unión Europea pues les da... eso es en Bruselas, que eso lo sabráis, ¿no?» (3002-La Atalaya), Soria (en enclaves centrales): «Luego ya la mujer tenía que echar la placenta, eso si lo sabráis, que sale después (3916-Tarancueña) o «antes de haber estas residencias, que bien lo sabráis, pues…» (3923-Aguaviva de la Vega). El empleo de -áis para los futuros de los verbos en -ER parece, de alguna manera, complementario al empleo extensivo de -ís. Cf., no obstante, «… y decía: “Ya lo, lo veráis, que les dais to lo que querís, ya lo, lo veráis”» (Zaragoza, 4714-Mesones de Isuela, mujer). 73

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(5) c) Además, ya lo oirís vosotros (Teruel, 4128-Perales de Alfambra, varón). (5) d) Y verís, verís las torres y to, to lo que pueda | que se pueda ver por allí (Zaragoza, 4706-Almonacid de la Cuba, varón). (5) e) Pero que po’l arco no podrís entrar seguramente, porque… l’han prohibido (Zaragoza, 4706-Almonacid de la Cuba, varón). (5) f ) Allí echarís buen trago de vino (Zaragoza, 4720-Urriés, mujer). (5) g) … hasta vienen de Illueca, de ese pueblo, no sé si lo habrís oído,… (Zaragoza, 4714-Mesones de Isuela, mujer).

Una mención aparte merecen las terminaciones del pretérito perfecto simple en -stis (o, menos frecuente, -stes). Como apuntábamos en el §1 del presente capítulo, al plantear el problema que supone la creación de las desinencias para la expresión del morfema de 2.ª persona plural, la bibliografía se ha preocupado por explicar la extensión de estos diptongos flexivos a las formas esdrújulas (amábades, amássedes, amárades, amáredes, etc.), pero, en mucha menor medida, a la terminación del pasado simple (-stes), hasta el punto de que Girón Alconchel (1996: 292) considera que se trata de una forma «desatendida». En el COSER se localizan las formas fuistis, fuistes, salistis, marchastis y recibistis en Guadalajara (1902-Canredondo) y terminastis en León (2606-Cifuentes de Rueda). Como se ve, la terminación sin diptongo aparece de manera muy esporádica en el corpus de donde tomamos estos datos y no lo hace exclusivamente en los territorios de querís o habís, sino de manera más general. Por escasa que sea esta terminación sin diptongo para el pretérito perfecto simple, nos indica que el diptongo -éis no está del todo extendido para la expresión de la 2.ª persona plural y que las formas etimológicas se conservan en algunas áreas (en el siglo xxi —insistimos— muy limitadas). En definitiva, este puñado de pasados en -stes nos informa de lo lento del proceso de difusión del diptongo -éis para la flexión de la persona vosotros. Los atlas regionales reflejan la situación de las terminaciones para la 2.ª persona plural del pretérito perfecto simple a las que el diptongo se ha extendido de modo muy limitado. No sobrepasa el 30 % en los territorios con mayor presencia de -steis. El gráfico 3 muestra la extensión de -steis en los enclaves del ALECant (29,1 %)74, a los que 74 Se tiene en cuenta el mapa 1133, «Desinencias de la 2.ª pers. pl. indefinido de indicativo (conj. -er, -ir)». Se contabilizan entre las formas diptongadas los cinco enclaves que la ofrecen en alternativa a la etimológica. De los 55 enclaves, once arrojan

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siguen las localidades del ALEANR con un 13,2 %75. La presencia del diptongo es aún menor en los enclaves andaluces del ALEA (8,5 %)76 y prácticamente nula en las localidades manchegas (3,6 %)77. Nótese que el atlas regional más reciente (el ALECMan de los años 90 del siglo pasado) es el que menos apariciones de -steis arroja. Gráfico 3. Extensión de -steis en el COSER

Los datos del gráfico 3 demuestran la superflua implantación de la terminación estándar -steis para la expresión del morfema de persona vosotros en el perfecto de las variedades vernáculas de la segunda mitad del siglo xx. Esto indicaría que, independientemente de -steis en exclusiva y 39 muestran la forma etimológica (con una discreta presencia de -stes/-stis). 75 Mapa 1624 «Desinencias de la persona vosotros del pretérito indefinido». Se contabilizan con la terminación con diptongo los dos casos donde ambas terminaciones conviven. De los 68 enclaves que nos permiten controlar este sufijo, 59 ofrecen -stis (en menor medida, -stes) y solo siete -steis. 76 Se considera el mapa 1795 (Desinencia de 2.ª pers. pl. perfecto absoluto de venir). Dejando de lado los enclaves de ustedes, 140 enclaves prefieren vinistis (en cinco ocasiones con vinistes) frente a trece con vinisteis. 77 Se cuentan los resultados de los que informa el mapa GRA-94 (cogisteis) del ALECMan: cogistis (106/111), cogistes (1/111) y cogisteis (4/111).

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cuándo se impusiera el morfo -éis en la terminación del perfecto, el diptongo desinencial no alcanzó las modalidades subestándares hasta bien entrado el siglo pasado. La pervivencia (limitada y escasa) de la terminación etimológica en el COSER probaría la lenta difusión del diptongo para el morfema de 2.ª persona plural y señalaría que el proceso de cambio iniciado en el español clásico está llegando a su fin en las primeras décadas del siglo xxi. 3. LA HISTORIA DE LAS DESINENCIAS DE 2.ª PERSONA PLURAL 3.1. Cronología del cambio Las desinencias del español estándar actual comparten soluciones con diptongo (-áis para la primera conjugación, -éis para la segunda) con formas reducidas (-ís para la tercera). Esto muestra, ya a primera vista, una disparidad en la creación de los morfos para la expresión del paradigma horizontal de 2.ª persona plural. Ninguna de las dos soluciones se debe exclusivamente a los contextos fonéticos en los que se originan (-ātis y -ētis vs. -ītis); la acción divergente en el tiempo y en el espacio de la extensión analógica también motiva esta diferencia. Si nuestra hipótesis es correcta, en un primer momento y en ciertas áreas las desinencias adoptadas para la 2.ª y 3.ª conjugaciones se decantarían hacia el sufijo -éis y, en un segundo momento y en un mayor número de territorios no necesariamente contiguos, hacia -ís, con lo que la lengua estándar optaría por una solución intermedia: -éis para la segunda, -ís para la tercera. Sea como fuere, y por las reservas que estas diferencias imponen, hemos preferido dejar fuera para la elaboración del gráfico 4 las formas desinenciales en -ís, pues deberíamos incluirlas, por un lado, junto con las formas reducidas 1, es decir, las monoptogadas; por otro, en cambio, merecerían contabilizarse con las diptongadas (formas reducidas 2), pues han pasado a formar parte de la opción flexiva estándar. Hemos puesto el primer límite cronológico en las cuatro décadas centrales del siglo xiv (1341-1380), en cuanto esta ha sido la fecha en la que la bibliografía (Dworkin 1988b) documenta los primeros casos de reducción de la terminación -des. Hemos mantenido en 1700 el final de nuestro arco temporal, si bien somos conscientes de que los vaivenes que la curva del cambio muestra al final del periodo considerado

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pueden deberse a una cada vez menor presencia de las desinencias de vos(otros), al decaer este tratamiento de cortesía en competencia con vuestra merced (> usted) a medida que nos acercamos al siglo xvii (De Jonge y Nieuwenhujsen 2009). En el gráfico se agrupan las formas largas con -des (marcadas con ■), para las tres terminaciones, tanto llanas (seades, dexedes, recebides) como esdrújulas (oviérades, tuviéredes), para sodes y para la forma sincopada -rdes (fezierdes). Con un aspa (×) se representa la evolución de los efectos del primer proceso reductor al que da lugar la síncopa de -d-: formas con hiato (maravillaes, querees) y con asimilación (livrás, mandarés). Por último, se muestra la evolución de los diptongos desinenciales (indicados con l), efecto secundario de la reducción de -des, tanto para las formas llanas (moráis, avéis) como para las esdrújulas (comprabais, hallaréis) y sois. Tanto en el gráfico como, en general, en la descripción de las variantes (cf. §3.2 más abajo), no consideraremos las terminaciones en -z, que se constatan fundamentalmente en documentos localizados en Navarra. Esta terminación aparece en formas del presente de indicativo (devez, diz) y de subjuntivo (siaz, paguez), ya en una fecha tan atrasada como 1357 (Pamplona, CODEA-0936). Llama la atención, además, el temprano registro de tiempos verbales esdrújulos con la terminación reducida. Este patrón aparece no solo en documentos navarros (fallisez ‘hallaseis’, avissez ‘hubieseis’)78, sino también en documentos de Muniesa (Teruel) en 1392 y 1406 con sendos testimonios de avíaz79. Esta forma es especialmente relevante, pues, aunque con desinencia navarroaragonesa -z, sería un testimonio muy temprano de reducción de -des en un patrón esdrújulo (1392), y casi contemporáneo a los resultados acortados en las formas llanas.

«E si per aventura fusa cosa que fallisez de les dites labós en tot lo dit temps o en algún dels, que vós mis un bon home labrador e nós un altre, si ad aquels ben vist era que vós avíssez fallut que vós siaz tengut per convinent a dar e pagar de pena dos solz de carlins blancs petiz» (CODEA-0982, 1358, Navarra, Eclesiástico). 79 «[…], los cuales vós otros aviaz a dar e a pagar a mí por razón de unas casas que yo a vós vendié e vós de mí comprastes…» (CODEA-0800, 1392, Muniesa (Teruel), Particular); «[…], los cuales vós aviaz a dar e a pagar a mí por razón de la part e suert e dreito de unas casas que yo a vós vendié e vós de mí conprastes» (CODEA-0822, 1406, Muniesa (Teruel), Particular). 78

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Gráfico 4. Diacronía de las desinencias de 2.ª persona plural en el CODEA

Las terminaciones largas son abrumadoramente frecuentes (con más de 70 formas por 10.000 palabras) en las primeras franjas cronológicas analizadas hasta la mitad del siglo xv (1421-1460). A partir de la segunda mitad de este siglo, las desinencias etimológicas caen en picado y su desaparición resulta ya irremediable, aunque se produce con gradualidad y lentitud. Esta caída se ralentiza en el siglo xvi y parece encontrar un nicho registral para mantenerse en las últimas décadas del siglo xvii. La caída de -des coincide con el despegue de los diptongos desinenciales. De hecho, parece producirse un breve conflicto normativo en las décadas a caballo entre los siglos xiv y xv, anterior al desplome de -des y al lanzamiento de los sufijos diptongados. No es arriesgado imputar la caída de -áis y -éis a mediados del siglo xvi (1541-1580) con la desaparición del vos de cortesía y su sustitución por vuestra merced, tratamiento que impone la concordancia de 3.ª persona singular. El repunte que muestra en la fase final del marco cronológico observado, a partir de 1621, confirmaría su implantación en la norma estándar del español. Las formas hiáticas (-áes, -ées) y su monoptongación (-ás, -és) tienen una presencia en el corpus, muy escasa, tanto por lo que respecta a su difusión en el tiempo (no sobrepasan la mitad del siglo xvi)

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como, sobre todo, por lo que respecta a su peso textual (con un promedio de una desinencia por cada 10.000 palabras en sus dos siglos de existencia). Aunque no están incluidas en el gráfico, cabe destacar que las desinencias -ís de los verbos en -IR se comportan diacrónicamente como las formas diptongadas (-áis, -éis), con un tímido inicio y con un volumen textual muy bajo (con un promedio de 0,4 formas por 10.000 palabras en los casi cuatrocientos años analizados), pero con una curva muy similar en su desarrollo histórico. 3.2. Descripción de las variantes 3.2.1. Las terminaciones largas -des Las terminaciones etimológicas -ades, -edes e -ides son las más frecuentes por número de palabras en el corpus de documentos notariales analizados (contamos 3212 apariciones, a las que hay que sumar 43 casos de sodes y 281 de -rdes). La terminación -ades se da con verbos de la 1.ª conjugación en presente de indicativo (comprades, estades, dades, declarades, embiades, fallades, plegades, tomades, tornades, tratades) y en formas proparoxítonas, en particular, en imperfecto de indicativo (alienávades, cessávades, dexávades, estábades, guardábades, lavrávades, nombrábades, pagávades, usábades), pero también de subjuntivo (echárades, fallárades, nombrárades, usárades) y condicional (estaríades, pagaríades), con verbos de la 2.ª para el presente de subjuntivo (atrevades, ayades, bevades, cayades, cojades, crescades, debades, defendades, devades, fagades, mantegades, perdades, podades, possidades, sepades, tengades, etc.) y para los tiempos proparoxítonos (avíades, devíades, érades, faríades, fazíades, oviérades, podríades, etc.), así como con verbos de la 3.ª (formas llanas: acudades, bivades, consintades, cumplades, destruyades, digades, recibades, vayades o vengades y esdrújulas: complíades, decíades, pedíades o servíades). Llamamos la atención sobre la presencia de la terminación -adis (possidadis) en un documento de Albarracín (Teruel) fechado en 1458. La terminación -edes aparece para flexionar el presente de indicativo de los verbos de la 2.ª conjugación (agradecedes, avedes, devedes, hacedes, perdedes, podedes, queredes, tenedes, vendedes, etc.), el presente de subjuntivo de los verbos en -AR (dedes, dexedes, entredes, paguedes, pobledes, roguedes, tomedes, usedes, etc.) y, especialmente, el futuro de indicativo de todas las conjugaciones: avredes, concluiredes, daredes, diredes, mandaredes,

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ordenaredes, podredes, ternedes, seredes o vendredes. La terminación -edes aparece también con formas verbales esdrújulas (imperfecto de subjuntivo: compliésedes, conociésedes, diésedes, dixésedes, fiziésedes, pagásedes, recebiésedes, truxiésedes, tuviésedes, viniésedes, etc.; futuro de subjuntivo: cesáredes, cumpliéredes, escriviéredes, falleciéredes, llegáredes, oviéredes, pobláredes, pudiéredes, quisiéredes, recibiéredes, sembráredes, toviéredes, viéredes, etc.). Se subraya la presencia de esta terminación para el imperfecto de indicativo de los verbos en -ER e -IR (avíedes, bivíedes, teníedes, fazíedes, vendíedes). Cabe destacar el empleo de -edes para el presente del verbo venir (binedes) en otro documento turolense de Rubielos de Mora con fecha de 1375. La terminación -ides se emplea únicamente para flexionar el presente de indicativo de los verbos en -IR (cumplides, dezides, partides o recebides).80 Cuadro 7. Conservación de -des según el patrón acentual80

1341-1380 1381-1420 1421-1460 1461-1500 1501-1540 1541-1580 1581-1620 1621-1660 1661-1700

80

Llanas

-ADES

-EDES

263 (90,7%)

189 (79,1%)

Esdrújulas

27 (9,3%)

50 (20,9%)

Llanas

434 (91%)

315 (81,6%)

Esdrújulas

43 (9%)

71 (18,4%)

Llanas

278 (94,2%)

206 (81,7%)

Esdrújulas

17 (5,8%)

46 (18,3%)

Llanas

302 (96,2%)

189 (76,5%)

Esdrújulas

12 (3,8%)

58 (23,5%)

Llanas

176 (87,6%)

52 (35,9%)

Esdrújulas

25 (12,4%)

93 (64,1%)

Llanas

53 (72,6%)

10 (11,4%)

Esdrújulas

20 (27,4%)

78 (88,6%)

Llanas

7 (29,2%)

9 (10,7%)

Esdrújulas

17 (70,8%)

75 (89,3%)

Llanas

4 (66,7%)



Esdrújulas

2 (33,3%)

26 (100%)

Llanas

2 (28,6%)



Esdrújulas

5 (71,4%)

7 (100%)

Se dan frecuencias correlativas para cada periodo (Octavio de Toledo 2016).

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Capítulo 4. Historia y espacio de las desinencias de 2.ª persona plural

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Como puede observarse en el cuadro 7, las terminaciones largas sobreviven a lo largo del periodo estudiado en las formas verbales con patrón acentual proparoxítono, sobre todo en el caso de -edes. Estos datos permiten extraer algunas conclusiones. En primer lugar, la extensión del diptongo desinencial parece cumplirse antes en -edes (como ya había establecido la bibliografía sobre el tema, cf. Dworkin 1988a y 1988b; Rini 1996 y 1999) en las formas llanas. En la primera mitad del siglo xvi, las formas esdrújulas en -edes superan a las llanas. En el caso de -ades, este sorpasso no tiene lugar hasta casi un siglo después, es decir, hasta las primeras décadas del siglo xvii. Esto demuestra, en segundo lugar, que las formas -ades tardan más tiempo en recibir el diptongo flexivo y, además, que cada una de las terminaciones proceden de forma no necesariamente dependiente. Por último, los datos del cuadro ponen de manifiesto que desde el corte de 1581 la terminación -des es más frecuente con el patrón acentual esdrújulo que con el grave (70,8 % para -ades y 89,3 % para -edes). Esta evolución confirmaría el desfase, por lo que se refiere a la adopción del sufijo diptongado, entre las formas esdrújulas y las llanas. Este desfase se produciría, al menos, en algunas variedades o geolectos históricos. Gráfico 5. Marcación socioestilística de -des en el CODEA

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En efecto, podemos afirmar que la forma larga del morfema de 2.ª persona plural recibe una distinta valoración socioestilística, por lo que dejan entrever los documentos del CODEA. El gráfico 5 destaca que las terminaciones largas para la expresión del morfema de 2.ª persona plural encuentran refugio en la Cancillería castellana (en especial, la norteña) y leonesa. De aquí podemos suponer que las desinencias en -des quedaban relegadas a los ámbitos de la distancia comunicativa (Koch y Oesterreicher 1990 [2007]). Además, se ve cómo su aparición ponderada en los documentos cancillerescos emitidos en las provincias navarras y aragonesas es muy baja en comparación con lo que ocurre con otra tipología de documentos, sobre todo los de ámbito privado. Por lo que se refiere a la terminación -rdes81, resultado de la síncopa vocálica, esta forma tiene una presencia discreta, pero constante, en las fases temporales estudiadas desde 1341 hasta 1540 y apenas alcanza la mitad del siglo xvi (se registran cuatro casos: tres en un documento de Málaga de 1542 y uno, el último, en una provisión real dada en Madrid en 1553). Esta extensión temporal demuestra que la terminación del futuro de subjuntivo se mantiene activa durante los siglos xiv y xv. También sus límites geográficos muestran un amplio despliegue territorial, como pone de manifiesto el mapa 8 para el siglo xv (14211500). La forma aparece en la Castilla norteña (Cantabria, Aguilar de Campoo, Burgos) y La Rioja Alta (Nájera, Cañas), pero con especial intensidad se atestigua en la Castilla central (Valladolid, Segovia) y en territorio leonés, desde León, Zamora, Salamanca, Ávila, hasta la Extremadura leonesa y el occidente de Andalucía (occidente de Córdoba, Jerez de la Frontera, Sevilla y Málaga). Cabe subrayar su presencia en el centro peninsular, aparece en documentos de San Martín de Valdeiglesias, Madrid, Alcalá de Henares, Talavera de la Reina, Toledo y Ocaña. La presencia de -rdes en la franja oriental del castellano es reducida: documentamos una aparición en Rubielos de Mora (Teruel), siete en Molina de Aragón (Guadalajara), otra al noreste de Cuenca (Huete) y una última en Jaén. En definitiva, la terminación -rdes está extendida hasta el siglo xvi por la parte norte y occidental de Castilla y su presencia en la corte la mantiene todavía como forma no Esta terminación sincopada para el futuro de subjuntivo ha sido empleada, como rasgo lingüístico caracterizador, para delimitar fronteras dialectales en el castellano del siglo xiii (Moral del Hoyo 2015). Esta autora demuestra la mayor presencia de -rdes en el castellano norteño como puente conector entre los extremos leonés y navarroaragonés y no desciende hasta el centro de Burgos. 81

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Mapa 8. Geografía de -rdes (1421-1500)

del todo exenta de prestigio, lo que explica su empleo en documentos cancillerescos, sobre todo los que se emiten en los territorios del antiguo reino de León, si bien lo va perdiendo en Castilla, sobre todo, en Madrid y Toledo82. 3.2.2. Las desinencias sincopadas (-áes, -ées) y monoptongadas (-ás, -és) La síncopa de -d- en las terminaciones largas -ades y -edes implica la creación de tres soluciones posibles: 1) la creación de un hiato (-áes, -ées), 2) la asimilación vocálica (-ás, -és, -ís) y 3) la diptongación (-áis, -éis). Estas dos últimas fases no deben producirse necesariamente de manera sucesiva, sino que pueden tener lugar simultáneamente. Resulta obvio que la primera fase (hiato) debe ser anterior a las fases 2) y 82 La terminación -rdes se registra, contraponiendo el ámbito cancilleresco al privado por regiones, con las siguientes frecuencias ponderadas por 10 000 palabras en los documentos del CODEA: León (8,2 vs. 7,4), Castilla Norte (3,2 vs. 6,3) y Castilla Sur (2,3 vs. 5,1).

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3), de manera que la evolución fonética (pérdida de -d-) daría lugar a dos posibles alternativas, igualmente válidas desde un punto de vista funcional y lingüístico: desinencias asimiladas (opción a en el esquema 1) o diptongadas (opción b del esquema). Esquema 1. Soluciones alternativas a la síncopa de -d- en las desinencias latín

terminación larga

hiato a) asimilación > -ás, -és (-ís)

-ātis, -ētis, -ītis >

-ades, -edes, -ides >

-áes, -ées b) diptongación > -áis, -éis

La evolución de -ides parece no atravesar la fase del hiato, pues el elemento *-íes no se registra en los textos de ninguna época («total lack of attestations in *-íes»)83 y evolucionaría directamente hacia la forma reducida -ís. Ahora bien, esta evolución lineal pasa por alto la extensión dialectal que alcanza -éis en las primeras décadas del siglo xx, atestiguada por el ALPI (cf. mapa 2 en §2.2 más arriba), y también el hecho de que el despliegue de -ís (querís) que muestran el ALPI y los atlas regionales para la franja oriental se debe a una evolución posterior, que confluye con los resultados de -ides > -ís. En este apartado agrupamos los sufijos con hiato (-áes, -ées) con los asimilados (-ás, -és)84 con la denominación «formas reducidas 1» (cf. gráfico 4 más arriba). En el CODEA documentamos diez ocurrencias de las desinencias con hiato -ées (4) y -áes (6). Las tres primeras documentaciones de -ées (querées y devées [x2]) se registran en dos cartas de compraventa localizadas en Calatayud (Zaragoza) en 1353 (CODEA-629) y 1360 (CODEA-756). Sin duda alguna, se trata de los ejemplos más antiguos de reducción de -d- documentados en los textos85. Los casos de -áes se atestiguan en documentos de la segunda mitad del siglo xv localizados en Navarra (1449), Polán (Toledo) (1473), Palencia (1482) y Medina del Campo (Valladolid)86 y se 83 «Finally, any view that claims that -ides first reduced to *-íes is also weakened by the fact that no attestation of such a form appears anywhere» (Rini 1999: 134-135) 84 Sobre -ís, véase más abajo. 85 El cuarto ejemplo de -ées se encuentra en un documento palentino de 1482 (CODEA-325) y se materializa en el presente de subjuntivo del verbo dar (dées). 86 Se trata, respectivamente, de los documentos CODEA-994, CODEA-262, CODEA-325 y CODEA-394.

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Capítulo 4. Historia y espacio de las desinencias de 2.ª persona plural

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encarnan en el presente de indicativo de dar (dáes), mandar (mandáes) y maravillar (maravilláes) y de subjuntivo de hacer (fagáes). En cuanto a las variantes asimiladas (-ás, -és), registramos 47 ocurrencias, de las cuales las primeras de ellas, anteriores a la mitad del siglo xv (1450), se localizan en documentos de Huesca (1388), Zaragoza (1382, 1404, 1405 y 1409) y Teruel (1422). Los primeros ejemplos aparecen en cartas de compraventa y son de la forma -és: avés, querrés (x10), mandarés (x3), ordenarés (x3), así como un caso de podrés en un documento judicial de Guadalajara (1436). Como se ve, de estas 19 primeras apariciones, solo dos aparecen en el presente de indicativo (livrás y avés) y el resto en el futuro. Esto confirma la fijación del locus del cambio en el futuro de indicativo, así como su conexión con avedes, algo que ya había anticipado la bibliografía87. La mayor parte de las terminaciones en -és (42 en total) se producen en el futuro de indicativo (18/42, 43 %)88. En frecuencia siguen las formas verbales del presente de subjuntivo (15/42, 36 %), todas ellas en documentos posteriores a 1450: conformés (1452, sin lugar), prediqués (1482, Palencia), gocés (x2), lebés, pagués (x4), nombrés (1501 y 1502, Vega de Espinareda, León), pagués (x2) (1503, Madrid y 1510, Talavera, Ávila), guardés (1513, Valladolid), mandés (1525, Toledo) y comprés (1525, Guadalajara). Por último, aparece también en presente de indicativo de los verbos en -ER (9/42, 21 %); además del primer caso de avés, se usa para la flexión de sabés (x2) (1450, Aguilar de Campoo, Palencia), avés (1475, Ávila), avés, tenés y hazés (1512, Oropesa, Toledo), avés (1513, Alcalá de Henares, Madrid) y traés (1520, Valladolid). Aunque por frecuencia parece prevalecer el empleo de -és para la flexión del presente de subjuntivo, son más antiguos los casos del indicativo, lo cual permitiría aventurar la cadena de difusión: futuro > presente de indicativo > presente de subjuntivo (frente a lo que propone Álvarez Rodríguez 2002-2004: 1035; cf. §3.2.3 más abajo). La forma -ás se documenta por primera vez en una compraventa localizada en Jaca (Huesca) en 1388; se trata del presente de indicativo del verbo librar (livrás). Hasta un siglo después no se localiza «The primary factor responsible for its initial reduction was the high frequency with which this suffix [i.e. -edes] occurred [en el futuro], together with its relation to avedes, also of considerably high frequency» (Rini 1999: 122). 88 Además de los ya mencionados, tenemos un acordarés posterior en el occidente de Toledo (Oropesa, 1512). 87

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mandás en un documento toledano (1481) y obligás en Guadalajara (1525). En Vega de Espinareda (1501, León) se documentan los dos casos de presente de subjuntivo con esta terminación (tengás y perdás). Gráfico 6. Marcación socioestilística de -ás y -és en el CODEA

A pesar de la extensión geográfica de estos sufijos asimilados, que pueden ser resultado tanto de una difusión areal como de un proceso fonético esporádico común, es fácil establecer el foco de la innovación en las comarcas meridionales de Aragón (comarca de Calatayud y Teruel). Este primer proceso antihiático de reducción se produce, en definitiva, en Aragón y desde ahí se expande hacia el oeste (norte de Castilla) y el sur (Guadalajara). El gráfico 6 manifiesta el carácter «desde abajo» de este cambio lingüístico, pues en todas las áreas es más frecuente en los documentos del ámbito particular (por 10.000 palabras, 2,3 casos en documentación aragonesas y 0,9 y 0,8 en ambas Castillas). Dada la naturaleza fonética del cambio (-ades > -áes > -ás/-edes > -ées > -és), no sorprende que estas desinencias asimiladas se concentren en los registros más cercanos a la oralidad. En conclusión, podemos fijar en el oriente peninsular (su origen aragonés ya había sido sugerido por Álvarez Rodríguez 2002-2004, y ahora lo confirmamos con nuevos datos) y en la oralidad concepcional la innovación que supone la reducción del hiato en una vocal única (-ás, -és).

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Capítulo 4. Historia y espacio de las desinencias de 2.ª persona plural

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El sufijo flexivo -ís se documenta tempranamente en una carta de arrendamiento dada en Pamplona (Navarra) en 1357. Aparte de este primer ejemplo (sobrevivís), los restantes 27 casos se registran después de 1450. En documentos particulares, se localizan dos casos de dezís en Aguilar de Campoo (1450), uno de requerís y otro de dezís en Polán (1473, Toledo) y uno de servís en una relación genovesa de 1590. Este sufijo tiene buena acogida en la Cancillería castellana a partir de la segunda mitad del siglo xv (escrivís-1458, sin lugar; dezís-1496, Valladolid) y sobre todo en el xvi: cumplís y diminuís (1503, Madrid y Alcalá de Henares), pedís (x7) y dezís (1521, Vitoria, Álava), dezís (1523, Valladolid), servís (1594, San Lorenzo del Escorial, Madrid y 1643, Zaragoza). En otros ámbitos aparece en Guadalajara (1466, incurrís), Toledo (1492, recebís y pedís), Salamanca (1505, dezís), Medina de Rioseco (Valladolid) (1520, dezís) y Madrid (1626, pedís). Cabe destacar un caso de avís en un documento sobre las alcabalas de Alcalá de Henares (1564)89. Nótese que tanto geográficamente como registralmente el desarrollo de -ís no se amolda a las líneas marcadas por -ás y -és vistas anteriormente. Este marcador flexivo aparece más tardíamente (mediados de 1400), en el norte de Castilla y con una muy buena acogida en la Cancillería. 3.2.3. Las desinencias diptongadas (-áis, -éis) Los primeros ejemplos de diptongo desinencial en el CODEA se localizan en el enclave turolense de Rubielos de Mora en una carta de compraventa fechada en 1417. Aparece tanto -áis para el presente de subjuntivo de los verbos de la 1.ª conjugación (seáis, podáis [x4], fagáis) como -éis para flexionar el futuro (avréis [x2]), compraréis, dessepararéis, querréis, obriréis), el presente de indicativo de haber (avéis) y de subjuntivo de escomenzar (escomencéis). Este breve recuento de los diptongos desinenciales nos permite concluir que -áis aparece fuertemente ligado al presente de subjuntivo de los verbos en -ER y que se confirma la preponderancia del futuro de indicativo como punto de partida para la reducción de -edes y la expansión de -éis. La fijación en los territorios meridionales de Teruel del primer foco de los diptongos desinenciales ofrece ya un resultado importante, que se amplifica al constatar que en el mismo documento aparecen las 89

Se trata del documento CODEA-1042.

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dos únicas muestras de diptongo (-áis) en esquema acentual proparoxítono en todo el período considerado: compravais y avíais90. En su nota de 2007, Bustos Gisbert no se mostraba satisfecho con que la bibliografía y los manuales generales dieran por sentado el desfase cronológico en la adopción del diptongo en los tiempos verbales graves (amades) y los esdrújulos (amábades). Es cierto, por una parte, que los tiempos verbales con este patrón acentual tardan más en adaptar el diptongo desinencial (como hemos puesto de manifiesto en el cuadro 7 más arriba), pero ‒como acabamos de destacar‒ también lo es que en ciertos territorios las formas proparoxítonas ya habían adoptado el diptongo, si bien tímidamente, a principios del siglo xv. No es hasta casi dos siglos más tarde cuando encontramos el siguiente caso de diptongo con acentuación esdrújula; se trata del futuro de subjuntivo de hallar (hallareis) en un auto judicial dado en Alcalá de Henares (Madrid) en 1596 (documento CODEA-992). Cuadro 8. Empleo de -áis según modo verbal (frecuencias correlativas) presente de subjuntivo

presente de indicativo

1461-1500

16 (84%)

3 (16%)

1501-1540

117 (82%)

25 (18%)

1541-1580

116 (90%)

13 (10%)

1581-1620

39 (93%)

3 (7%)

1621-1660

17 (94%)

1 (6%)

1661-1700

22 (96%)

1 (4%)

Los primeros seis casos de -áis en el período de 1381-1420 pertenecen al presente de subjuntivo; los tres que se registran en el período siguiente (1421-1460) son todos de indicativo: estáis (x2) y deseáis. A partir de este momento, hay una preponderancia del presente de subjuntivo como se observa en el cuadro 8. A pesar de ser el modo marcado, el subjuntivo va siempre por delante en lo que se refiere al empleo flexivo del diptongo.

90 Nótese que estos dos casos de imperfecto de indicativo se adelantan en setenta años a la forma sabíais encontrada por Eberenz y De la Torre (2003: 172) en una declaración ante el tribunal inquisitorial hecha en Segovia en 1489.

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Capítulo 4. Historia y espacio de las desinencias de 2.ª persona plural

Cuadro 9. Empleo de -éis según modo verbal (frecuencias correlativas) futuro

pres. indicativo

pres. subjuntivo

1381-1420

6 (75%)

1 (12,5%)

1 (12,5%)

1421-1460



5 (71%)

2 (29%)

1461-1500

15 (30%)

19 (38%)

16 (32%)

1501-1540

16 (13%)

51 (41%)

58 (46%)

1541-1580

10 (10%)

31 (30%)

62 (60%)

1581-1620

31 (37%)

26 (31%)

27 (32%)

1621-1660

2 (8%)

11 (42%)

13 (50%)

1661-1700

11 (55%)

4 (20%)

5 (25%)

Por lo que respecta al diptongo -éis, no resulta fácil discernir un tiempo a partir del cual esta desinencia se difunde a los otros paradigmas verbales (cuadro 9). Si bien parece que la extensión tiene origen en el futuro (75 % de los casos en el corte 1381-1420), los porcentajes se van equilibrando en la segunda mitad del siglo xv (alrededor del 30 % para cada tiempo) y, a partir de ahí, no predomina ninguno de los paradigmas temporales. Si confiamos en lo que muestran los datos, podríamos concluir que la extensión del diptongo -éis no sigue claramente una escala implicativa (futuro > presente de indicativo > presente de subjuntivo), sino que afecta a la terminación -edes > -ées por igual, independientemente de factores morfológicos. Ahora bien, los cuadros 8 y 9 permiten confirmar que los diptongos desinenciales -áis y -éis parecen evolucionar y extenderse, en lo sustancial, de manera independiente y autónoma. Para completar esta afirmación, conviene echar un vistazo a la extensión del diptongo para la flexión de la persona vosotros del verbo ser. Los primeros casos de sois se testimonian —de nuevo— en la zona meridional de Teruel (Teruel, 1428; Rubielos de Mora, 1445; Albarracín, 1458)91. Si bien cabe situar la innovación en esta zona aragonesa, su verdadera difusión tendrá lugar desde el centro peninsular en el siglo xvi: 19/27 casos de sois aparecen en documentos madrileños desde 1510 hasta 1668. Los tres diptongos que nos ocupan parecen originarse en el mismo foco geográfico, el sur de la actual provincia de Teruel; su desarrollo y su difusión a través de los paradigmas verbales parecen seguir vías independientes. 91

En 1448 se registra un caso de sois en una carta real dada en Madrigal (Toledo).

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Gráfico 7. Marcación socioestilística de -áis, -éis y -ois en el CODEA

A diferencia de las formas asimiladas, marcadas diastráticamente por su cercanía a los ámbitos privados, los diptongos desinenciales de las formas verbales paroxítonas encuentran una buena acogida en los documentos cancillerescos (gráfico 7). El espectro registral más amplio lo muestran los documentos aragoneses y de la Castilla meridional, área en la que se incluyen los enclaves de Guadalajara y Andalucía, pero también el centro peninsular con Madrid y Toledo como núcleos más importantes. El gráfico 7 da un indicio de la adopción de los diptongos desinenciales en la norma estándar del español. Estos diptongos, así como las formas reducidas en hiato (-áes, -ées) o por asimilación (-ás, -és), se originan en el oriente peninsular, pero a diferencia de estas opciones, adquieren el prestigio necesario para formar parte de la norma cancilleresca y así difundirse desde el centro, fundamentalmente, desde Madrid y Toledo a partir del siglo xvi. Es probable que esta valoración elevada desde el punto social explique que sean las formas del presente de subjuntivo las que hagan de avanzadilla en la expansión de -áis: la marcación lingüística iría de la mano de una marcación social.

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3.2.4. La extensión del diptongo a la terminación -stes Solo siete de los casi trescientos (281) casos del morfema de 2.ª persona plural del pretérito perfecto simple presentan el diptongo -eis. El primero de estos ejemplos (firmesteis) se localiza en Aguilar de Campoo (1461), en un documento de compraventa, pero hasta finales del siglo xvi y principios del xvii no aparecen los otros seis casos y lo hacen en documentos cancillerescos de Lisboa (1592: hisisteis, servisteis), San Lorenzo de El Escorial (1597: informasteis), Alcalá de Henares (1618: proveísteis, mandasteis), así como en una provisión real dada en Toledo en 1625 (llevasteis)92. El ámbito en el que aparecen estas formas, el cancilleresco, hace dudar de la apreciación de Correas, al afirmar que el diptongo en estas formas es «rrezebido i común en algunas tierras entre xente sin letras» (apud Girón Alconchel 1996: 292). Más bien al contrario, la difusión de la terminación -steis se produce desde los registros más elevados y desde el centro peninsular, si bien su temprana presencia en la montaña palentina en la segunda mitad del siglo xv puede confirmar su adscripción a los estratos más populares. Bien pudiera ser esta forma -steis índice de la extensión de -éis como morfo de 2.ª persona plural, que se extiende a las formas etimológicas en -stes «desde abajo». La conservación de las formas etimológicas sin diptongo (-stes, -stis) que se produce en las variedades vernáculas atestiguadas en los atlas regionales y, más recientemente, el COSER (cf. §2.4.3 y, en especial, el gráfico 3 más arriba) demostraría la lenta penetración del diptongo a los ámbitos más cercanos a la oralidad. 3.3. L  as desinencias de 2.ª persona plural: ritmo del cambio y conflicto de normas Los trabajos monográficos de Dworkin (1988a y 1988b) y Rini (1996 y 1999) insisten en el carácter morfológico del cambio que nos ocupa, aceptando el desfase cronológico en la aparición del diptongo en las formas verbales esdrújulas, y explicando su desarrollo como resultado de un proceso de «difusión léxica». En nuestra opinión, no se produce una difusión gradual, sino un cambio en las costumbres Se trata, respectivamente, de los documentos CODEA-1186, CODEA-1083, CODEA-1087, CODEA-2198 y CODEA-206. 92

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normativas de una comunidad, que aceptan y adoptan los usos propios de otra que consideran prestigiosa. Los datos que pone a nuestra disposición el CODEA nos permite fijar el núcleo inicial del proceso reductor de las terminaciones largas con -d- en el oriente peninsular (confirmando así las conclusiones de Álvarez Rodríguez 2002-2004 y Rodríguez Molina 2012). Este proceso reductor da lugar a las desinencias -áes y -ées y, a partir de aquí, el problema de las soluciones hiáticas se resuelve de dos maneras posibles, que podrían constituir fases sucesivas de un mismo proceso: -áes, -ées > -ás, -és > -áis, -éis o bien soluciones simultáneas (-ás, -és vs. -áis, -éis). Por lo tanto, a partir del hiato, ambas explicaciones fonéticas, asimilación o diptongación (Buesa Oliver 1948), son posibles. Las fechas de los testimonios apoyan la primera hipótesis, puesto que en los años 80 del siglo xiv ya tenemos avés, querrés o livrás, mientras que hasta 1417 no hemos localizado los primeros diptongos desinenciales. Ahora bien, la fuerza con la que se presenta deja aventurar que se trata de otra solución alternativa al problema que suponen las terminaciones -áes y -ées. Es más, las formas asimiladas están en la base del voseo verbal americano, lo cual hace pensar en desarrollos paralelos de -ás, -és, por un lado, y -áis, -éis, por otro. Por otra parte, consideramos que las desinencias -áis y -éis (y también sois) representan una misma solución (el diptongo) a un mismo problema (el hiato) y que además son coincidentes en el tiempo, si bien es posible pensar en una reducción anterior de -edes. Sea como fuere, ambos sufijos diptongados se independizan en su extensión. Los documentos del CODEA solo nos dejan ver tres casos de diptongo desinencial con tiempos de acentuación proparoxítono, pero se nos antojan de una relevancia crucial, pues dos de ellos (comprabais, avíais) se testimonian en una fecha tempranísima: 1417, y además en la misma zona donde se constatan, por vez primera en el corpus y con intensidad especial, estas desinencias para los esquemas paroxítonos. Recuérdese que en esta misma zona (sur de Teruel) habíamos encontrado casos de formas esdrújulas reducidas a favor de -z (avíaz) a caballo entre los siglos xiv y xv. Hasta 1596 no volvemos a encontrar el diptongo con tiempos proparoxítonos, en el centro peninsular; en la misma época en la que se comienza a generalizar la terminación -steis, que documentamos más de un siglo antes en el norte de Palencia. Creemos que el fundamento de este cambio se encuentra en un proceso fonético, la pérdida de -d-; la extensión analógica y, sobre todo, el prestigio que van adquiriendo las desinencias diptongadas

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hacen el resto. No se trata, pues, de un caso de «difusión léxica», sino de un conflicto normativo, que se va resolviendo a lo largo del siglo xvi en el centro peninsular, pero que todavía a finales del siglo siguiente no está del todo resuelto.

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CAPÍTULO 5 CONCLUSIONES

1. EL PRINCIPIO METODOLÓGICO En este libro hemos planteado los cambios lingüísticos que jalonan y caracterizan la historia del español como problemas que deben ser resueltos. En efecto, iniciábamos el volumen con la denominada «hipótesis de Babel», según la cual la variación lingüística y la existencia de formas alternativas de decir lo mismo o variantes, en vez de observarse como el estado natural de una lengua, se considera como una situación extraordinaria, antieconómica, inestable y escasamente funcional. Esta anomalía lingüística se soluciona gracias al cambio lingüístico, que es visto como un tratamiento terapéutico y no como uno de los posibles resultados de la variación. Las citas recogidas en (1) en la Introducción a este libro dan una idea de lo extendida que esta opinión se encuentra en la lingüística histórica del español. Al considerar la variación lingüística un estado propio, natural y además estructurado de una lengua, nuestra principal motivación ha sido la de aprovecharla en tanto en cuanto puede explicar los procesos de cambio. El objetivo primero del libro ha sido, por lo tanto, asentar un principio de método en la disciplina de historia del español: la colocación de las variantes en un espacio físico y, en particular, variacional debe ser un paso previo a la explicación del cambio lingüístico analizado y a la formulación de hipótesis teóricas acerca de sus causas, sean estas del tipo que sean, funcionales o internas, sociales o externas. El principio que nos guía implica, por supuesto, dar un giro a la perspectiva con la que se ha estudiado la historia del español. No

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ponemos el foco en uno de los posibles resultados de la variación lingüística, esto es, el cambio, sino que nos concentramos en el estado variable o, con las palabras de los funcionalistas praguenses (Daneš y Vachek 1964), la «sincronía dinámica», y lo aprovechamos para obtener respuestas teóricas: la descripción de cómo se colocan las variantes en el espacio variacional puede contribuir, sin duda, a explicar por qué tiene lugar un cambio lingüístico. El concepto de espacio variacional, como lo entendemos, está enraizado en dos corrientes lingüísticas que han cobrado en la actualidad un lugar eminente (amén de merecido) en la lingüística española. En primer lugar, nuestro concepto se hermana, en lo nocional y también en lo terminológico, con las propuestas de la Lingüística de variedades alemanas y, en efecto, como expusimos en el §1 del capítulo 2, podía definirse, en primera instancia, como un espacio «geográfico y comunicativo». En segundo lugar, nuestra propuesta quiere poner el acento, no tanto en la variedad, cuanto en los rasgos que conforman esa variedad y la estructuran y, en este sentido, ha sido fundamental nuestro modo de entender la sociolingüística laboviana: el sistema lingüístico está compuesto por variedades (diasistema) formadas por rasgos variables que están estructurados. Para nosotros, los rasgos se corresponden con formas materiales de una lengua, que además de sus propiedades morfosintácticas y semánticas son objeto de valoración por parte de los hablantes. Para poner a prueba nuestro principio metodológico, lo hemos aplicado en los capítulos centrales del libro al análisis de dos cambios que caracterizan la diacronía y las etapas antiguas del español y que, a pesar de haber recibido una considerable atención por parte de los historiadores de nuestra lengua, no han obtenido una explicación del todo satisfactoria. Los fenómenos seleccionados han sido, por una parte, los adverbios interrogativo-relativos de lugar y la creación del estándar dónde y, por otra parte, las desinencias verbales de 2.ª persona plural y su desarrollo en el español peninsular. Cada uno de estos cambios plantea problemas que han sido tratados en profundidad y con detalle en las secciones iniciales de los capítulos 3 y 4. La variación que los adverbios de lugar presentaban en las fases medievales y clásicas del español ha permitido a los lingüistas históricos de nuestra lengua la formulación de teorías sugerentes y muy atractivas. Los derivados iberorromances de ubi y unde latinos y su evolución parecían ajustarse perfectamente al ciclo de debilitamiento-refuerzo-debilitamiento que puso de manifiesto el lingüista danés

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Jespersen (1917) («ciclo de Jespersen»): ó  dó, entonces ónde  dónde y, seguidamente, dónde  de dónde. La colocación de estas variantes en un espacio geográfico, gracias a las monografías y los atlas dialectales, así como cronológico y registral, gracias al corpus CODEA, ha demostrado que a cada una de estas variantes le correspondía un propio lugar físico y variacional. La confluencia de estos espacios da origen a luchas normativas y a la creación de formas mixtas (do, donde). La formación de las desinencias personales de vosotros también está llena de problemas que no terminan de encontrar solución. Seguramente tampoco nosotros hemos sabido responder a todas las preguntas. Sin embargo, el colocar en el espacio variacional las variantes que nacen a partir de las terminaciones latinas -ātis, -ētis, -ītis confirma que tanto en la diacronía como en la sincronía que describen los atlas dialectales de los siglos xx y xxi a las variantes del morfema flexivo de 2.ª persona plural (sustancialmente, -ades, -edes, -ides/-ás, -és, -ís/-áes, -ées/-áis, -éis) les corresponden áreas y registros propios. Creemos que la extensión del sufijo flexivo -éis para los verbos de la 3.ª conjugación (un fenómeno desaparecido en el COSER, pero aún amplio y compacto en el ALPI) puede contribuir a comprender la evolución histórica de estas desinencias en sus primeras fases, las más antiguas en el proceso de cambio, anteriores a la generalización de una norma estándar. De nuevo, la ordenación de las variantes históricas en el espacio registral que deja vislumbrar el CODEA ayuda a explicar los motivos de la adopción, en el español estándar peninsular, de los sufijos con diptongo desinencial (-áis, -éis), además de poner de manifiesto las peculiaridades del morfo -ís. 2. LA TEORÍA DEL CAMBIO LINGÜÍSTICO En el apartado 2 del segundo capítulo hemos presentado nuestra visión del cambio lingüístico. Hemos subrayado la necesidad de estudiar los microcambios que se producen en un proceso amplio y global de cambio lingüístico, en el que las variantes desechadas, más allá de disminuir su frecuencia, pueden encontrar acomodo en variedades, geolectos o registros, además de adquirir nuevas propiedades funcionales diferentes de las que poseían originariamente. Esto demuestra —una vez más— que el proceso de cambio lingüístico es complejo y debe descomponerse en fases. Esta complejidad concierne tanto a la

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manera en que se implanta como a los problemas que conciernen a cada una de sus fases. La bibliografía más actual en lingüística histórica, como manifiestan las citas recogidas en (3) de ese apartado y tomadas de estudios recientes de Rodríguez Molina (2010), Octavio de Toledo (2014b) o Pons Rodríguez (2014), ha subrayado la necesidad de desviar la atención de la fase de la innovación y atender a la de difusión del cambio. No obstante, no puede olvidarse tampoco la tercera fase del cambio, la de la adopción: si un cambio no alcanza esta fase, es decir, no es adoptado por los miembros de una comunidad de habla, no puede considerarse tal. Al adoptar un método por el que se ordenen las variantes del proceso dentro de un territorio geográfico y de acuerdo con parámetros socioestilísticos, resulta más fácil explicar el porqué del triunfo o la adopción de una variante, en detrimento de otras que deben calificarse de igualmente funcionales u óptimas para el funcionamiento tanto del sistema lingüístico como de la comunicación. La evolución de las desinencias verbales de vosotros ilustra bien la insuficiencia de considerar factores funcionales para explicar la adopción de estos cambios. En efecto, la pérdida de -d- en las terminaciones largas (-ades, -edes, -ides) deja en contacto dos vocales (en concreto, -áes, -ées), secuencia en hiato que supone un problema. Este problema tiene dos soluciones alternativas e igualmente válidas desde un punto de vista funcional, a saber: la solución asimilada (-ás, -és) y la diptongada (-áis, -éis). Por lo tanto, el triunfo de esta solución en el español estándar europeo no puede justificarse por causas internas al sistema. La adopción de una variante por encima de otra en el estándar prestigioso debería explicarse, en cambio, por la valoración positiva que esta adquiere entre los miembros de una comunidad lingüística. Los ámbitos de emisión en los que el CODEA clasifica los documentos que forman el corpus establecen una escala socioestilística (cancillerescos, jurídicos, municipales, eclesiásticos, particulares) (cf. Sánchez-Prieto 2012a, así como nuestra exposición en §4.3 del capítulo 2). La mayor presencia de una variante dada en uno de estos ámbitos puede apuntar a la consideración que de ella tienen los hablantes de una determinada época, y de ahí se pueden deducir —al menos como una primera hipótesis— las razones que empujan a los hablantes a adoptarla o rechazarla. Así, los motivos que llevan a acoger dónde en la norma española estándar no deben buscarse en sus propiedades internas o en sus ventajas funcionales y comunicativas, sino en el prestigio que adquiere este interrogativo-relativo en el

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ámbito cancilleresco (cf. gráfico 5 en el §3.2.4 del capítulo 3). Lo mismo puede afirmarse por lo que respecta a los sufijos diptongados -áis, -éis, -ois para la expresión de la 2.ª persona plural (cf. gráfico 7 del §3.2.3 del capítulo cuarto). La difusión del cambio se inicia a partir de un foco geográfico. Es una tarea de la lingüística histórica fijar ese foco originario para comprender el proceso transformador, así como la formación de la lengua estándar (Fernández-Ordóñez 2011a). Los capítulos 3 y 4 fijan los focos de irradiación de las formas estándares, por lo que se refiere a los fenómenos estudiados. Por una parte, el adverbio locativo dónde se forma en la parte centro-occidental de la Península, desde donde se expandirá y pasará a formar parte de la norma nacional. Por otra parte, los primeros testimonios de la pérdida de -d- en las desinencias de 2.ª persona plural se localizan en las zonas orientales de la Península, en las actuales provincias de Huesca, Zaragoza y Teruel; en enclaves turolenses también se atestiguan los primeros ejemplos de -áis y -éis. Hemos confirmado y afinado así las hipótesis de trabajos anteriores (p.ej., Álvarez Rodríguez 20022004) acerca del foco oriental de irradiación de la innovación que afecta a estas desinencias. La confirmación de las hipótesis de trabajos anteriores no sería un resultado menor de nuestro libro. Los capítulos centrales fijan el foco de difusión de las formas estándares, pero también el de las formas subestándares e innovadoras como el adverbio interrogativo ánde o la desinencia -ís para los verbos de la 2.ª conjugación. La cronología propuesta para la evolución de los casos estudiados en las secciones 3.1 de los dos capítulos centrales reclama la necesidad de tener en cuenta otro tipo de curva por lo que se refiere a la difusión de los cambios. Si en la figura 2 del primer capítulo representábamos la famosa «curva en S», que dibujan los cambios victoriosos, en muchas partes del libro hemos destacado la trascendencia de considerar las curvas «en campana», que dibujan los cambios fallidos (cf. §2.4 del capítulo segundo). La relevancia, crucial, de estas curvas para entender el proceso de cambio ha sido puesta en evidencia recientemente por Postma (2010) y aplicada al español en trabajos como los de Octavio de Toledo (p.ej., 2016). Ahora bien, si se observa un periodo de tiempo más amplio, se nota cómo las curvas de cambio que dibujan los fenómenos se parecen a una montaña rusa, es decir, un conjunto de fases sucesivas en las que las variantes aumentan o disminuyen su frecuencia (cf. Nevalainen 2015). Para las curvas y la

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cronología de los fenómenos seleccionados, remitimos a los gráficos 2 y 4, respectivamente, de los capítulos tercero y cuarto. Por una parte, esta forma de observar los cambios tendrá repercusiones a la hora de fijar la periodización de una lengua (Eberenz 1991, 2009). No solo confirma la necesidad de considerar una evolución no lineal de la lengua española, sino que también nos advierte contra cualquier tentación de trasladar valoraciones diafásicas y sociolingüísticas actuales a (las variedades de) la lengua de épocas pasadas, pues la aceptación social de una forma se ha ido modificando a lo largo de los siglos, como bien demuestran los picos y las curvas en los cortes cronológicos de la parte histórica de nuestro libro. Por otra, este tipo de curvas incide en el modo de estudiar la difusión de los cambios. En este sentido, las líneas que crea el desarrollo cronológico de las variantes implicadas en los casos de cambio seleccionados muestran cómo se influyen unas a otras y cómo su frecuencia puede variar en distintas épocas. Creemos que este tipo de curvas confirman la visión del cambio lingüístico en cuanto conflicto de normas (Milroy 1992). El principio metodológico defendido en el presente volumen se ha demostrado válido para explicar o iluminar las fases de adopción y difusión de un cambio, pero nuestro método prueba su eficacia al contribuir a confirmar, refutar o reformular las hipótesis teóricas propuestas para explicar un cambio lingüístico. La explicación aceptada y habitual de la formación de dónde se basa en el ciclo de debilitamiento-refuerzo-debilitamiento de los valores semánticos de ónde, en particular. El mapa 12 del §3.2.2 del tercer capítulo cartografiaba los enclaves donde ó con valor de ubicación y ónde con significado de origen se encontraban. Este mapa resaltaba que la oposición funcional entre estas formas estaba limitada en los siglos xiii y xiv a los geolectos de la franja occidental de la península. Esta circunstancia reduce el poder explicativo de las teorías propuestas por la bibliografía e invita a replantear el problema desde otro punto de vista. Además, con la ayuda de las monografías dialectales, hemos sugerido o añadido otro elemento más para aclarar la posible procedencia del segmento inicial d- (cf. §4 del capítulo 3). Por lo que respecta a las desinencias de 2.ª persona plural, el capítulo 4 ha confirmado, por una parte, que el inicio del cambio se produce en la terminación -edes, pero no ha sido posible establecer ninguna escala implicativa entre los tiempos verbales afectados (futuro, presente de indicativo de la 2.ª conjugación, presente de subjuntivo de los verbos en -AR). El hecho de que estos tiempos se vean afectados por igual, así como la autonomía con la

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que parece evolucionar la desinencia -áis, refuerza, por otra parte, la hipótesis de que el inicio del cambio sea fonético y no morfológico, como han querido concluir algunos de los trabajos más importantes sobre este cambio (en concreto, Dworkin 1988a y 1988b y Rini 1996 y 1999). En definitiva, empezar por colocar las variantes implicadas en un proceso de cambio dentro de un espacio variacional se ha demostrado como un método válido y eficaz para explicar las tres fases que componen el cambio lingüístico. 3. LA VARIACIÓN DIALECTAL DEL ESPAÑOL Una de las dificultades a la hora de delimitar las fronteras dialectales del español consiste en la nómina de rasgos que deben incluirse (Fernández-Ordóñez 2015). Los dos fenómenos estudiados han permitido sacar a la luz nuevos elementos que contribuirán a la caracterización dialectal del español peninsular. Por una parte, en los subapartados que se incluyen dentro del §2.2 del capítulo 3 presentamos el mapa 1 con la distribución dialectal de las variantes del interrogativo locativo (ónde, dónde, ó, dó, ánde) que se recogen en las encuestas del ALPI. Este mapa establece una línea divisoria, de norte a sur, que ahonda en la distinción de variedades occidentales y orientales del español por lo que respecta a las variantes ónde y ánde. El mapa 8, con las variantes del interrogativo en el COSER (cf. §2.4.2 del mismo capítulo), confirma la impronta oriental de ánde. Consideramos que estos adverbios merecen un lugar en el conglomerado de rasgos que pueden servir para caracterizar las variedades regionales del español europeo. Las desinencias de los verbos de la 2.ª conjugación en -ís puede ser otro rasgo —este mejor conocido— útil en la caracterización de esta variedad (remitimos a los mapas 1 de §2.2.1 y 7 de §2.4.2 del capítulo 4, así como a los mapas de los atlas regionales presentados en ese capítulo). Los mapas y los datos presentados en los capítulos 3 y 4 permiten caracterizar dialectalmente las variedades del castellano. Para ello hemos tenido en cuenta la información que nos ofrecían las monografías dialectales, los atlas nacionales como el ALPI y el COSER, y regionales como el ALECant, el ALCyL, el ALEANR, el ALECMan y el ALEA. Hemos iniciado con el análisis de estas fuentes de datos de acuerdo con la idea, revitalizada y desarrollada recientemente gracias

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a los trabajos de Fernández-Ordóñez (sobre todo, 2011a), de que las fases históricas del español dejan su huella en la división dialectal de hoy. De alguna manera, en los capítulos centrales del libro, hemos empezado describiendo el presente para explicar el pasado. Hemos tratado los atlas lingüísticos y las monografías dialectales como si fueran corpus o conjuntos textuales. De hecho, en la medida de lo posible, hemos intentado cuantificar los datos que nos ofrecían y relacionarlos con los parámetros, lingüísticos o diastráticos, que nos dejaban entrever. El aprovechamiento de las marcas o apreciaciones metalingüísticas que recogían los encuestadores del ALPI, la metodología sociolingüística de atlas regionales como el ALECMan, las entrevistas del COSER o, sencillamente, la tipología de preguntas de los atlas más tradicionales han permitido sacar a la luz lo que Auer (2011) denomina —como vimos en §3 de la Introducción— estándares regionales o regiolectos. La existencia de una norma implícita o endoglósica regula el uso y la pervivencia, dentro de una comunidad de habla, de fenómenos lingüísticos que no se aceptan en la norma prescriptiva, explícita y exoglósica. Así, hemos puesto en evidencia en las secciones §2.3 de los capítulos centrales la aceptación que rasgos vernáculos adquieren en determinados territorios y su extensión a todos los contextos de uso. Es lo que ocurre, en modo particular, con la forma vernácula ánde en las provincias orientales de Castilla-La Mancha, por ejemplo. Como acabamos de mencionar, el empleo de los atlas lingüísticos permite reconstruir la historia de un fenómeno a partir de su distribución geográfica. La consulta y el análisis de tres tipologías de atlas dialectales, compilados en tres periodos históricos diferentes (años 30 del siglo xx, años 50-60 de este siglo, principios del siglo xxi), abre una ventana a la evolución lingüística de los fenómenos en «tiempo real». Los mapas de los apartados 2 de los capítulos centrales tienen su continuación en los de los apartados 3. Los mapas 9-16 del capítulo 3 delinean la distribución geográfica de las variantes del adverbio interrogativo-relativo de lugar en distintos momentos históricos entre los siglos xiii y xvi. El mapa 8 del capítulo 4, así como algunos cuadros y comentarios del mismo capítulo, esboza la dialectología histórica de las terminaciones verbales de 2.ª persona plural. La elaboración de estos mapas históricos ha sido posible gracias a las herramientas cartográficas que el CODEA pone a disposición del investigador y con ellos se configura un atlas dialectal histórico por lo que se refiere a los fenómenos analizados.

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Capítulo 5. Conclusiones

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4. LA FORMACIÓN DEL ESPAÑOL ESTÁNDAR En el apartado §3 del segundo capítulo, hemos definido la lengua estándar aplicando las nociones teóricas de las propuestas derivadas del estudio de los procesos de mezcla dialectal y koineización, en concreto, el concepto de reasignación cuando este proceso es puesto en marcha por una autoridad lingüística que aprovecha las variantes que sobreviven a la mezcla de variedades con una intención planificadora y normativa. Creemos que los rasgos estándares, abiertamente prestigiosos y difundidos desde los ámbitos sociales más formales y elevados (es decir, «desde arriba») tienen también un foco de irradiación geográfico, que es posible y útil identificar. Estos rasgos, que en algunas comunidades son vernáculos, adquieren un carácter suprarregional y se imponen a otros que quedan subyugados. Por este motivo, hemos considerado oportuno y provechoso aplicar el concepto de supralocalización a la historia del español. Este término se ha empleado para explicar la formación de la norma estándar del inglés, como hemos explicado en §3.3 del capítulo segundo, pero puede ser aprovechado para el español. Hemos mostrado cómo la extensión de las formas estándares de los fenómenos lingüísticos analizados, el adverbio dónde como interrogativo-relativo y los sufijos desinenciales para el morfema de 2.ª persona plural, se produce desde el centro peninsular (centro de Castilla, Madrid, Toledo). Nuestro análisis invita a seguir profundizando en el papel que la Corte castellana y la fijación de la capitalidad en Madrid en la segunda mitad del siglo xvi desempeñan en la formación de la norma estándar del español peninsular. Consideramos que el concepto de supralocalización que hemos empleado en este volumen constituye un instrumento teórico adecuado para describir ese proceso estandarizador.

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