En torno al sustantivo y adjetivo en el español actual : aspectos cognitivos, semánticos y (morfo) sintácticos y lexicogenéticos 849510783X, 9788495107831

Este libro de varios artículos dedicados al sustantivo y al adjetivo, presenta un panorama heterogéneo e enfoques y anál

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Índice
Prólogo
Acerca de la estructura semántica del sintagma nominal. Ramón Trujillo
¿Cómo se clasificarían los sustantivos y los adjetivos en una perspectiva cognitivo-actancial?. Bernard Pottier
Cognición y significación: ¿un proceso único?. Luis Fernando Lara
Economía y complejidad de las relaciones entre sustantivo y adjetivo en el sintagma nominal. Gerda Haßler
La estructura [el Nabstracto de que + completiva]: variación formal y funcional. Nicole Delbecque
El sustantivo y el adjetivo en la misma construcción sintáctica. Kjær Jensen
Análisis de los sustantivos y adjetivos presentes en el léxico activo-funcional del escolar cubano: el diccionario escolar ilustrado. Eloína Miyares Bermúdez
Criterios de organización, estructuras de pensamiento y frases nominales. Pablo Jiménez
A propósito de complementos adnominales: una muestra del habla de la ciudad de México. Elizabeth Luna Traill
La selección modal después de los núcleos sintácticos con estereotipos negativos. Wiaczesiaw Nowikow
Léxico y comprensión lectora. Minerva Rosas Villarroel
Procedimientos de incorporación conceptual en verbos de desplazamiento en español. José Luis Cifuentes Honrubia
A propósito de ciertas nominalizaciones del español. Dolores García Padrón
¿Qué les pasa a los significados al sustantivarse verbos?. Gerd Wotjak
Nombres predicativos como argumentos lexicalizados. Carlos Subirats Rüggeberg
Clases de nombres propios. Ángel López García
Nombre propio y formación de palabras. María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, M. Rosa Bayà & Elisenda Bernai
Sustantivo y adjetivo en la construcción de la imagen de la mujer en la letra del tango argentino. Elena M. Rojas Mayer
Empleos fraseológicos del sustantivo y adjetivo como palabras tabú. Mario García-Page
Gradación de adjetivos y sustantivación: reflexiones sobre la estructura del sintagma adjetival en español. Eberhard Gärtner
Criterios iniciales y primeros resultados en elaboración de un lexicón de los adjetivos calificativos en español. Valerio Báez San José & María Pilar Garcés Gómez
Configuración e interpretación de los adjetivos del español: un enfoque minimalista. Violeta Demonte
Sobre el concepto de adjetivo argumental, con especial referencia al español. Luis Santos Río
El orden AS / SA: la solución está en el conflicto. Ramón Almela Pérez
Ubicación del adjetivo dentro del sintagma nominal (SN): datos y condicionamientos semánticos. Tomás Labrador Gutiérrez
Adjetivos intensificadores: adjetivos funcionales y fimcionalizaciones de los adjetivos léxicos. Kazumi Koike
La neología adjetival en el español actual. Lubomír Barios
Estructura argumental y formación de adjetivos: los derivados en -oso / -osa. Mercé Lorente Casafont
Los adjetivos formados con el sufijo -oso: estudio basado en las definiciones lexicográficas. Victoria Alsina & Janet DeCesaris
La formación de adjetivos en -able / -ible. Ofelia Dúo de Brottier
Observaciones sobre la potencia textual de los adjetivos acabados en - ble. Claudia Polzin
El léxico cromático y la conceptualización mediante el prototipo. Marek Baran
Adjetivos de dimensión: sentido figurado para personas. José María Becerra Hiraldo
El adjetivo alemán formado de sustantivo + participio de presente y sus equivalencias en español: análisis funcional. Katja Ide
Rasgos semánticos a nivel nominal. Martina Emsel
Los adverbios en -mente orientados hacia el sujeto. Susana Azpiazu Torres
Adverbio modificador de sustantivo. Silvia Beatriz Kaul de Marlangeón
Colocación de cuantifícadores adverbiales de adjetivos y de sustantivos. Alejandra Vigueras Ávila
Algunas consideraciones acerca de grupos nominales con adverbial. Monika Gräfe
Particularidades tipológicas del pronombre personal español. Eugeen Roegiest
Semántica de los determinantes: fóricos textuales no demostrativos. Eva Lavric
Consideraciones sobre la suerte de la declinación nominal latina en el romance castellano. Janusz Pawlik
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En torno al sustantivo y adjetivo en el español actual : aspectos cognitivos, semánticos y (morfo) sintácticos y lexicogenéticos
 849510783X, 9788495107831

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EDIT000041__PUB0214425/FV

Gerd Wotjak (eds.) En torno al sustantivo y adjetivo en el español actual

LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA Vol. 11

DIRECTORES:

Gerd Wotjak y Eberhard Gärtner Centro de Investigación Iberoamericana Universidad de Leipzig María Teresa Fuentes de Morán Universidad de Salamanca

CONSEJO DE REDACCIÓN:

Valerio Báez San José; Ignacio Bosque; Henriqueta Costa Campos; Ataliba T. de Castilho; Ivo Castro; Violeta Demonte; Luis Fernando Lara; Lucia Maria Pinheiro Lobato; Elena M. Rojas Mayer; Rosa Virginia Matos e Silva; Ramón Trujillo; Mário Vilela

Gerd Wotjak (ed.)

En torno al sustantivo y adjetivo en el español actual A sp ectos cogn itivos, sem ánticos, (m orfo)sin tácticos y lex ico gen ético s

Vervuert • Iberoamericana • 2000

D ie Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme

En torno al sustantivo y adjetivo en el español actual : Aspectos cognitivos, semánticos, (morfo)sintácticos y lexicogenéticos / Gerd Wotjak (ed.) - Frankfurt am Main : Vervuert; Madrid : Iberoamericana, 2000 (Lingüística Iberoamericana ; Vol. 11) ISBN 3-89354-781-9 (Vervuert) ISBN 978-84-95107-83-1 (Iberoamericana) Depósito Legal: Z-2897-2000 © Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 2000 © Iberoamericana, Madrid 2000 Reservados todos los derechos Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro. Impreso en España por PUBLIDISA

ÍNDICE GERD WOTJAK: Prólogo RAMÓN TRUJILLO: Acerca de la estructura semántica del sintagma nominal BERNARD POTTIER: ¿Cómo se clasificarían los sustantivos y los adjetivos en una perspectiva cognitivo-actancial? LUIS FERNANDO LARA: Cognición y significación: ¿un proceso único? GERDA HASSLER: Economía y complejidad de las relaciones entre sustantivo y adjetivo en el sintagma nominal NICOLE DELBECQUE: La estructura [el Nabstracto de que + completiva]: variación formal y funcional KJJER JENSEN: El sustantivo y el adjetivo en la misma construcción sintáctica ELOÍNA MIYARES BERMÚDEZ: Análisis de los sustantivos y adjetivos presentes en el léxico activo-funcional del escolar cubano: el diccionario escolar ilustrado PABLO JIMÉNEZ: Criterios de organización, estructuras de pensamiento y frases nominales ELIZABETH LUNA TRAILL: A propósito de complementos adnominales: una muestra del habla de la ciudad de México* WIACZESLAW NOWIKOW: La selección modal después de los núcleos sintácticos con estereotipos negativos MINERVA ROSAS VILLARROEL: Léxico y comprensión lectora JOSÉ LUIS CIFUENTES HONRUBIA: Procedimientos de incorporación conceptual en verbos de desplazamiento en español DOLORES GARCÍA PADRÓN: A propósito de ciertas nominalizaciones del español GERD WOTJAK: ¿Qué les pasa a los significados al sustantivarse verbos? CARLOS SUBIRATS RÜGGEBERG: Nombres predicativos como argumentos lexicalizados ÁNGEL LÓPEZ GARCÍA: Clases de nombres propios

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MARÍA TERESA CABRÉ, JANET DECESARIS, MARÍA ROSA BAYÄ & ELISENDA BERNAL: Nombre propio y formación de palabras ELENA M. ROJAS MAYER: Sustantivo y adjetivo en la construcción de la imagen de la mujer en la letra del tango argentino MARIO GARCÍA-PAGE: Empleos fraseológicos del sustantivo y adjetivo como palabras tabú EBERHARD GÄRTNER: Gradación de adjetivos y sustantivación: reflexiones sobre la estructura del sintagma adjetival en español VALERIO BÁEZ SAN JOSÉ & MARÍA PILAR GARCÉS GÓMEZ: Criterios iniciales y primeros resultados en elaboración de un lexicón de los adjetivos calificativos en español VIOLETA DEMONTE: Configuración e interpretación de los adjetivos del español: un enfoque minimalista LUIS SANTOS RÍO: Sobre el concepto de adjetivo argumental, con especial referencia al español RAMÓN ALMELA PÉREZ: El orden AS / SA: la solución está en el conflicto* TOMÁS LABRADOR GUTIÉRREZ: Ubicación del adjetivo dentro del sintagma nominal (SN): datos y condicionamientos semánticos KAZUMI KOIKE: Adjetivos intensificadores: adjetivos funcionales y fimcionalizaciones de los adjetivos léxicos LUBOMÍR BARTOS: La neología adjetival en el español actual MERCÉ LORENTE CASAFONT: Estructura argumental y formación de adjetivos: los derivados en -oso / -osa VICTORIA ALSINA & JANET DECESARIS: Los adjetivos formados con el sufijo -oso: estudio basado en las definiciones lexicográficas OFELIA DUO DE BROTTIER: La formación de adjetivos en -able / -ible CLAUDIA POLZIN: Observaciones sobre la potencia textual de los adjetivos acabados en - ble MAREK BARAN: El léxico cromático y la conceptualización mediante el prototipo* JOSE MARÍA BECERRA HIRALDO: Adjetivos de dimensión: sentido figurado para personas*

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KATJA IDE: El adjetivo alemán formado de sustantivo + participio de presente y sus equivalencias en español: análisis funcional MARTINA EMSEL: Rasgos semánticos a nivel nominal SUSANA AZPIAZU TORRES: Los adverbios en -mente orientados hacia el sujeto y la llamada función de predicativo en español SILVIA BEATRIZ KAUL DE MARLANGEÓN: Adverbio modificador de sustantivo ALEJANDRA VIGUERAS ÁVILA: Colocación de cuantifícadores adverbiales de adjetivos y de sustantivos MONIKA GRÄFE: Algunas consideraciones acerca de grupos nominales con adverbial EUGEEN ROEGIEST: Particularidades tipológicas del pronombre personal español EVA LAVRIC: Semántica de los determinantes: fóricos textuales no demostrativos JANUSZ PAWLIK: Consideraciones sobre la suerte de la declinación nominal latina en el romance castellano Esta comunicación no pudo presentarse en el coloquio por razones personales.

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PRÓLOGO Los Coloquios Internacionales de Lingüística Hispánica, realizados esta vez ya en su quinta edición, han podido contar, una vez más, con una participación importante, no sólo desde el punto de vista cuantitativo. Nos han honrado con su presencia figuras tan destacadas como Bemard Pottier y Ramón Trujillo así como renombrados lingüistas y representantes de distintos paradigmas de investigación como Valerio Báez San José, María Teresa Cabré, Nicole Delbecque, Violeta Demonte, Luis Femando Lara, Ángel López García y Elena Rojas Mayer, por sólo mencionar algunos de ellos. Han acudido colegas de Argentina, Austria, Bélgica, Chequia, Chile, Cuba, Dinamarca, España, Fran­ cia, Japón, México, Polonia y Alemania cuyas meritorias reflexiones podemos ofrecer, en este tomo, al público interesado en cuestiones relacionadas fundamentalmente con el análisis del sustantivo y del adjetivo en el español actual. Y todo ello gracias al apoyo brindado generosamente por parte de la editorial Vervuert en la publicación del presente tomo. Siguiendo la tradición de nuestros coloquios temáticos (en 1988, se dedicó espe­ cialmente al verbo; en 1993, al verbo y al adverbio) nos hemos centrado esta vez en el grupo nominal, sin por ello dejar de lado los estudios de otras categorías morfosintácticas. Nos ha sorprendido la buena acogida del tema propuesto, como se refleja en los 43 artículos aquí recogidos y que atestiguan el interés que suscita la descripción del sustanti­ vo y del adjetivo, tanto por separado como en su combinatoria sintagmática, y donde se manifiestan enfoques del funcionalismo de Praga, de S.C. Dik, del generativismo (mini­ malismo) de Chomsky o de la teoría de valencias en sentido amplio. Los trabajos presentados confirman fehacientemente la importancia comunicativa y designativa de los sustantivos y/o grupos nominales como portadores de slots (palabras que abren casillas vacías para su entorno) y como fillers (= unidades léxicas (UL) que llenan, dado el caso, las casillas vacías de los verbos), garantizando junto con y hasta sin los verbos la referencialización de estados de cosa, sucesos, eventos, acciones, procesos, etc., es decir, la instauración de escenas y escenarios (= configuraciones cognitivas alma­ cenadas del conocimiento enciclopédico compartido). Este aporte designativo y comunicativo del sustantivo a la constitución del sentido comunicativo e ilocutivo-discursivo del texto/enunciado había sido descuidado un poco con el impacto y “boom” de los análisis centrados primordialmente en los verbos, fenó­ meno que se reflejaba también en nuestros coloquios anteriores y en las actas publicadas posteriormente (Wotjak, G. / Veiga, A. (eds.) (1990): La descripción del verbo en el es­ pañol actual, Anexo 32a Verba, Santiago de Compostela; Endruschat, A. / Vilela, M. / Wotjak, G. (eds.) (1994): Verbo e estruturas frásicas, Univ., O Porto; Wotjak, G. (ed.) (1996): En torno al adverbio y los circunstantes, Narr, Tubinga y Wotjak, G. (ed.) (1996): El verbo: Aspectos morfosintácticos, sociolingüísticos y lexicogenéticos, Lin­ güística Iberoamericana 1, Vervuert, Francfort). La preferencia por el verbo se está manifestando, además, también en publicaciones sobre valencias (cfr. la bibliografía especializada Valenzbibliographie, publicada por H. Schumacher et al. en 1988 y que reúne más de 2300 artículos) o sobre lo que el colega y amigo Leocadio Martín Mingorance (cuya muerte prematura hemos conmemorado en un

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pequeño homenaje al igual que la de la colega Lone Schack Rasmussen, otra participante fiel de nuestros coloquios) había denominado lexicología funcional (cfr. el número IX de Alfinge, Univ. de Córdoba, 1997; Wotjak, G. (ed.) (1997): Functional Lexicology / Lexi­ cología funcional, Peter Lang Verlag, Francfort; el nr. 36 (abril 1998) de la Revista Ca­ naria de Estudios Ingleses, Universidad, La Laguna; así como Marín Rubiales, A. (ed.) (1998): Leocadio Martín Mingorance: El Modelo lexemático-funcional, Serie monográ­ fica: Lingüística, Universidad de Granada). No podemos asegurar que en nuestro coloquio realmente hayamos logrado nuestra intención de entablar una comunicación mutuamente provechosa que trascendiera los distintos paradigmas y metodologías; hasta el momento continúa bastante heterogéneo el panorama de enfoques y análisis aunque, sin embargo, se dejan entrever ciertas coinci­ dencias estimulantes en lo que a posiciones de principio y preferencias de metodología se refiere. Mencionaremos, por un lado, la creciente influencia de aspectos semánticocognitivos que se pudieron observar en descripciones tanto de combinatoria sintagmática como de formación de palabras y donde parece reforzarse la convicción de que la llama­ da estructura argumental ocupa un lugar destacado y que lo semántico predetermina, hasta cierto grado, lo sintáctico. Por otro lado, se observa un mayor interés por aspectos comunicativo-discursivos para cuyo estudio se recurre a varios niveles de abstracción. Podemos comprobar un auge de descripciones empíricas que contrastan positivamente con la orientación teórico-deductiva y el uso selectivo e ilustrativo de ejemplos esporádi­ cos; encontraremos, no obstante, también artículos -como los de Bemard Pottier, Ramón Trujillo, Luis Femando Lara, Valerio Báez San José, Violeta Demonte, Ángel López García, Nicole Delbecque, etc.- que enfocan problemas teóricos fundamentales aportan­ do criterios novedosos y/o controvertidos que merecen mayor atención, como, por ejem­ plo, el concepto muy estricto del significado lingüístico en Trujillo. Este último nos obli­ ga a ubicar la inmensa mayoría de las descripciones semánticas, realizadas estos últimos años con mayor frecuencia y profundidad, no en la lengua, sino en la norma, en el nivel del llamado código simbólico, que abarca elementos de la cultura y conceptualización del mundo de las cosas -por suerte en gran medida coincidentes entre hablantes de un mismo idioma- y con ello fenómenos que, en sentido estricto, habían dejado de ser objeto de estudio de la lingüística, según Trujillo. Creo que una postura media, menos rigurosa y excluyente, optaría por acceder a estos significados simbólico-socioculturales considera­ dos también entes lingüísticos o, por lo menos, porque fueran estudiados por parte de los lingüistas. Al excluir de la lingüística los fenómenos del código simbólico dejaríamos buena parte del campo de una semántica del idioma en manos ajenas, por ejemplo, de la psicolingüística, de la psicología cognitiva o del cognitivismo propiamente. Hecho que no se­ ría tan problemático si estas disciplinas pudiesen realmente acceder de manera más segu­ ra y directa a estos tipos de significados léxicos (normativo-simbólicos) y a otros almace­ nados en la black box de nuestra mente. No comparto la ilusión de que el cognitivismo o la psicolingüística puedan llegar a esclarecer totalmente los complejos fenómenos se­ mánticos; temo que no pueda haber una semética extralingüística colindante con una se­ mántica lingüística (semología por analogía a la pareja fonética-fonología) que pueda lograr el análisis de estos significados lingüísticos, ni siquiera de los “significados sim­ bólicos”, independientemente de la lengua, tal y como ha sido posible en la fonética. Nos parece, además, que una descripción de los significados simbólicos si se desvincula de la estrecha e indisoluble relación con los significados lingüísticos de Trujillo descuidaría

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por completo, casi automáticamente, estos últimos. Con esto, desde luego, no negamos la utilidad de análisis cognitivos ni psicolingüísticos, todo lo contrario. Nos llevaría demasiado lejos querer resumir aquí el contenido de los artículos que hemos incluido en esta publicación. No ha resultado nada fácil realizar una presentación que respete convenientemente criterios de orden temático y de contenido, si bien la coin­ cidencia de fenómenos estudiados (por ejemplo los adjetivos en -oso y -ble, el orden li­ near de varios adjetivos que acompañan a un sustantivo, procesos de sustantivación a partir de verbos) ha facilitado parcialmente el agrupar ciertos artículos donde no hemos seguido un orden alfabético, más fácil, pero aún más arbitrario. Para asegurar una mínima sistematización de las comunicaciones presentadas he­ mos establecido grosso modo tres grupos y para cada grupo y subgrupos hemos intentado ubicar al inicio artículos de mayor grado teórico. Obviamente habríamos podido selec­ cionar otros criterios de presentación y haber integrado así algunos artículos en otro de los grupos o subgrupos que, a continuación, mencionaremos. En el grupo A y encabezando el libro, después de comunicaciones de una gran en­ vergadura teórico-metodológica (cf. Trujillo, Pottier, Lara), hemos reunido los artículos dedicados al sustantivo, sus características comunicativo-semánticas, cognitivas y sin­ tácticas (Delbecque, Jensen, Jiménez, Miyares, Nowikow, Rosas), aspectos de su forma­ ción y transcategorización (Cifuentes, García Padrón, Wotjak) así como su combinatoria con adjetivos en el grupo nominal (Haßler, Luna Traili, Subirats, Rojas, García-Page, Gärtner) y hasta subgrupos específicos del sustantivo como los nombres propios (López García, Cabré et al). En el grupo B y con difícil delimitación del primer grupo se presentan artículos que se centran más o totalmente en el adjetivo; empezando con las aportaciones de Báez San José & Garcés Gómez, Demonte y Santos Río, donde predominan aspectos teóricometodológicos y se reflejan enfoques divergentes que dejan entrever no obstante coinci­ dencias, presentamos con los artículos de Almela, Labrador y Koike aspectos de ubica­ ción y función (funcionalización) de los adjetivos, seguidos por varias contribuciones que tratan la formación de adjetivos (Bartos, Lorente, Alsina / DeCesaris, Duo de Brottier, Polzin en -oso y -ble; Ide y Emsel que recurren a otros modelos de formación) así como los artículos de Baran y Becerra que destacan aspectos propiamente semánticos (o prag­ máticos). En el grupo C se recogen los artículos de Azpiazu, Vigueras, Kaul de Marlangeón y Gräfe que tematizan distintos aspectos del semantismo y uso sintáctico de los adver­ bios; les siguen, con las contribuciones de Roegiest y Lavric, descripciones de los pro­ nombres personales y de los determinantes, y el artículo de Pawlik sobre la suerte de la declinación nominal latina, única aportación esta última realizada desde una perspectiva diacrònica, entre tantos artículos centrados en el español actual en sus variedades argenti­ na, chilena, cubana, mexicana y peninsular. Esperando que los artículos recogidos en este tomo contribuyan a fomentar los es­ tudios en este campo del español, invitamos al interesado lector a hacemos llegar sus co­ mentarios o bien a entrar en diálogo directo con los autores cuyas direcciones hemos in­ cluido al final de la obra.

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Esta publicación no hubiese sido posible sin las valiosas aportaciones de los auto­ res, la generosa oferta de la editorial o el trabajo constante y profesional de Andreas Hellfayer quien se ha responsabilizado de la confección del layout. A todos ellos va diri­ gido nuestro más sincero agradecimiento y la invitación a participar en nuestro próximo congreso que tendrá lugar en el año 2003.

Leipzig, en otoño de 1999

Gerd Wotjak

ACERCA DE LA ESTRUCTURA SEMÁNTICA DEL SINTAGMA NOMINAL Ramón Trujillo

1. £1 significado del nombre: el ejemplo de los continuos y discontinuos Llamaremos nombre -en español- a cualquier palabra que rija, o pueda regir, la persona de un verbo, el género de un adjetivo, o el número de uno o de otro. No existe una pro­ piedad nominal “simbólica” en sentido estricto1. En realidad, es la sintaxis la que decide, ya que no podemos hablar de contenidos sustantivos, adjetivos o verbales2 más que a tra­ vés de marcas sintácticas; se manifiesten éstas morfológicamente o no. Pese a la creencia general, ¿hay nombres simbólicos realmente? ¿No son primero nombres y luego simbólicos? La diferencia entre blanco y blancura, ¿es simbólica o es idiomàtica3? ¿Puede, en fin, haber palabras que sólo sean simbólicas? ¿Existe lo “simbó­ lico puro”, es decir, esas cosas que llamamos “sustancia de contenido”, “denotación”, “significado”, “referente”, etc.? ¿En qué consiste, por ejemplo, lo simbólico en la palabra casa: es algo que se pueda separar del género o del número gramaticales que esta palabra sí posee? En cambio, parece evidente que la “materia simbólica” si se puede clasificar y subdividir, y, así, se habla de sustantivos concretos y abstractos, continuos y discontinuos, contables y no contables. ¿Pero hay “sustancias” concretas y abstractas como tales sus­ tancias? ¿Se trata de objetos culturales, o, simplemente, de formas a priori de la percep­ ción? ¿Son “continuos” en todas las lenguas nuestros “contenidos4 continuos” ‘hierro’ o ‘agua’, o “discontinuos” ‘libro’ u ‘hombre’, aunque, lingüísticamente, pueden tratarse hierro y agua como discontinuos - “moldea un hierro”, “le falta un agua”-, al tiempo que libro y hombre puedan pensarse como continuos - “no quiere apuntes; quiere librc>\ “querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera es locura”? ¿Es un rasgo antropoló­ gico el de que, por ejemplo, sólo podamos captar la realidad, bien en forma de objetos 1 Es decir, que contenga o represente la “realidad” externa al lenguaje, o una parte de ella. Ese tipo de representaciones es, en la práctica, el objetivo del diccionario. El nombre simbólico se distingue por­ que establece un referente, concreto o abstracto, fuera de la lengua misma; en el ámbito de lo real. 2 Muro, por ejemplo, es sustantivo en el muro; verbo, en yo muro, y adjetivo, en terreno murable. 3 La contraposición entre simbólico e idiomàtico es radical. Lo que sucede es que “lo simbólico” no existe -n o se conoce o no se presenta- más que como forma idiomàtica. Lo que separa blanco de blancura es sólo idiomàtico: la diferencia gramatical que existe entre adjetivo y nombre. 4 Entrecomillo “contenidos” porque ese es el nombre de nada: cuando hablamos de “contenidos” nos referimos siempre a expresiones, a textos, imaginando que existen entes reales fuera de ellos, o, peor aún, que esas expresiones o textos existen como representación de esos entes metafisicos, ya que “lo físico” es lo único verifícable, es decir la palabra o el texto, y no lo que imaginamos que éstos simbo­ lizan. No olvidemos que el referente, la “cosa”, es lo único imaginado: el referente, por ejemplo de esta silla, no es una cosa concreta ni siquiera en una situación de habla dada, sino lo que el que habla o el que escucha imaginen. El referente es siempre un objeto mental que no tiene existencia más que como contrapartida de la palabra o del texto.

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no de significados- discontinuos y, por tanto, previsiblemente infinitos en número -si­ llas, árboles, libros-, o bien en forma de objetos únicos, aunque compuestos por infinidad de “partículas”? ¿Tiene esto que ver con la “creencia” en la contraposición entre “formas definidas” -las mesas, por ejemplo, son definibles por ciertos datos físicos más o menos constantes- y “formas no definidas” -el agua no parece definible por un cierto aspecto físico regular, de la misma manera que le sucede a eso que designamos con la palabra igualdadl Curiosamente, estas “formas definidas”, que son puras abstracciones en forma de clases de cosas, no constituyen, evidentemente, “entidades determinadas” en la práctica, si no se produce la identificación de algún ejemplar concreto de la especie en cuestión (así, por ejemplo, de mesa se dirá que sólo designa la especie, pero no el individuo con­ creto, como en una mesa, esa mesa). Las “formas no definidas”, por el contrario, como no se conciben en forma de individuos separados ni separables, están, en la práctica, ab­ solutamente determinadas, al no existir otros individuos -otras “entidades”- de la misma especie. Es muy posible que se trate de un universal de la percepción, según se refieran, bien a objetos fácilmente identificables por su forma física más o menos constante, como pasa con los discontinuos -Le. mediante conceptos formados por propiedades “visibles”, bien a objetos que no cumplan esa condición, es decir, que, aunque puedan reducirse a conceptos, sus propiedades distintivas no sean fácilmente visibles, como pasa con el vino o con la igualdad, que, al parecer, percibimos como continuos. No obstante, palabras co­ mo sol, que designan objetos únicos, pero con “forma determinada”, físicamente incon­ fundible, presentan los mismos efectos de sentido que los abstractos, continuos o “de materia”, en situaciones en que la visión cultural -antropológica- entra en conflicto con la determinación o la cuantifícación (en mucho sol, sol es referencialmente continuo5, y en salió el sol -o en las estrellas son otros tantos soles- referencialmente discontinuo). Todo esto no tiene nada que ver con el “uso clasificador” o “genérico”, por un lado, ni con el “uso referencial”, por otro, de los nombres, entendidos en este segundo caso como “entidades individuales” o, si se quiere, como “los referentes de las expresiones en una situación concreta de habla”. Creo que el ser continuo o discontinuo, que son nocio­ nes del ámbito de “lo simbólico”, sólo afecta a la interpretación de los nombres simbóli­ cos, en función de la deixis de que sean objeto, ya que no hay que olvidar algo tan ele­ mental como que en todo nombre hay deixis, porque si no fuera así, tampoco habría nombre, ni adjetivo ni verbo: he empezado diciendo que no existe la sustancia simbólica como tal, es decir, en sí misma, sino como el objeto de la determinación, es decir, de los signos gramaticales propiamente dichos o de los significados sintácticos. Ahora bien: si los llamados “nombres” no pueden tener más que esa naturaleza simbólica que se transforma en referente -real o mental- en cada acto de habla, difícil será que a la condición de continuos o de discontinuos pueda atribuirse naturaleza gra­ matical, ya que es de la gramática, en sentido estricto, de la que depende la visión conti­ nua o discontinua del ser de las cosas, con independencia de que esas cosas, como tales cosas, las hayamos incluido en alguna de las dos clases en que dividimos la “materia simbolizable”. Acabamos de ver cómo el “discontinuo” hombre se interpreta como una “entidad individual”, en el hombre venía muy cansado, o como una “noción genérica”, en 5 No me parece acertado afirmar, como hacen muchos, que, en casos como éste, cambia el significado. Lo que cambia, en realidad, es la organización gramatical de la percepción del referente, que es algo bien distinto.

Acerca de la estructura semántica del sintagma nominal

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el hombre es mortal, con independencia de que pueda aparecer sin determinante, como en el ejemplo de Manrique querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera es locura. En estos usos “genéricos” con y sin artículo, hay una diferencia, que no es la del inglés, pero que conviene analizar: el artículo significa la pertenencia a una serie existente, y, de ahí, su carácter anafórico: el hombre será un elemento de la serie “aludida”; hombre, un elemento “no seriado”. Parece ser ésta la razón de que no se use normalmente en la posi­ ción de sujeto indeterminado preverbal: “hombre es mortal, como cualquier ser vivo”, “animal es sentimiento, hombre, razón”, “zamuro nace blanco”. El hombre de “el hombre es mortal” es denotativamente “genérico”, pero, al mismo tiempo, “determinado como miembro de una serie”. En cambio, el hombre de “querer hombre vivir cuando Dios quie­ re que muera...” es también denotativamente genérico, pero no determinado como miem­ bro de una serie, sino, simplemente, como nombre, mediante el género y el número. En ninguno de los dos casos es (el) hombre “entidad individual”, es decir, “referencialmente determinado”. Una cosa es la determinación en sí misma y otra, la determinación referencial, que no es más que una aplicación textual de la primera.

2. ¿Qué es el sintagma nominal? Y, llegados a esto, encontramos que no puede haber sintagmas de “núcleo simbólico”, sustancial o referencial, ni sirve de nada definir eso que llamamos “sintagma nominal” como “la unidad formada por un nombre [entiéndase ‘nombre simbólico’, claro está] más todos los elementos que inciden sobre él, como determinantes, adjetivos, cláusulas de relativo, sintagmas preposicionales”, etc., porque el nombre escueto no existe. Aquel ca­ ballero de “nunca fuera caballero...” no es un nombre escueto; no es un nombre sin de­ terminación gramatical. Lo que sucede es que posee una determinación diferente de la que tendría en {el, ese, un, cada} caballero, o, simplemente, en caballeros; pero no es un nombre sin determinación, es decir, sin ningún indicio de deixis “situativa”, porque, en tal caso, no tendría un lugar en el universo del discurso, ni sería siquiera un nombre. Ya lo he dicho: no existen los “contenidos simbólicos”, sino los referentes simbólicos de los signos gramaticales. Algo ha de tener ese caballero “pelado” para que sea nombre, que no es una “categoría de lo reaF\ sino de la gramática. Por ahí hay que empezar.

3. ¿Pertenece lo simbólico a la gramática? Pero si seguimos el criterio que sugiero, haremos desaparecer de la gramática todo lo “simbólico”; es decir, los llamados tradicionalmente sustantivos, adjetivos y verbos, para quedamos tan sólo con elementos “singulares” -no con clases- de índole exclusivamente gramatical, como los “demostrativos”6 el, este, suyo, los cuantificadores como mucho, uno, alguno, o los “morfemas” de género, persona, número, tiempo, etc., que son, todos ellos, elementos que no forman una categoría7, sino que son, uno a uno, “singularidades” 6 Que, según el diccionario académico, son los pronombres “con que material o intelectualmente se demuestran o señalan personas, animales o cosas. Son esencialmente tres: este ese y aqueF\ Y, aun­ que sean “esencialmente” tres, ¿quién podría afirmar que, con la, ella o suyo, no se demuestran o se­ ñalan también “personas, animales o cosas”?

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7 Empleo aquí categoría en el sentido de categoría gramatical, en oposición al concepto de clase gené­ rica o de clasificador. Pero una categoría gramatical no está formada por elementos simbólicos parti­ culares, sino por propiedades exclusivamente gramaticales, que pueden no resultar físicam ente visibles

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gramaticales. Pero si no hay “sustantivos simbólicos” -impensables en la gramática-, ¿cómo podremos hablar de sintagmas nominales que se definan a partir de núcleos de naturaleza simbólica y cómo explicar sintagmas como “ella”, “tú mismo”, “los de aquí”, “el de ayer”, “unos con otros”, “nos ningunearon todos”8, etc., sin que nos veamos obli­ gados a la tarea imposible de hacer “visibles” ciertos objetos imaginarios “invisibles”? Porque un sintagma nominal tan indiscutible como “los de aquí”, aparte de no contener ningún elemento simbólico, sino sólo puntos inmateriales del espacio del universo del discurso, no esconde nada, pese a los que creen en la existencia de nombres simbólicos en la estructura profunda. Es muy importante, para empezar, dejar claro que no existen objetos “invisibles” en ningún texto, sino en la interpretación de un texto, que es algo muy diferente. Si sabemos de verdad qué es el significado y cuál el papel de la semántica en la estructura de una lengua, no tendremos dificultad en comprender que una expresión como “los de aquí” tiene la misma plenitud semántica -el mismo significado gramatical- que “los hombres de aquí”, y, sobre todo, que la diferencia entre ambas secuencias -de las que la segunda podría ser una de las infinitas interpretaciones válidas de la primera- no consiste “en la gramática”, sino en la naturaleza de la imagen que se produce en la mente del oyente, de acuerdo con las infinitas circunstancias “reales” en que la primera secuencia puede ser emitida, y de acuerdo, sobre todo, con los hábitos interpretativos de una colectividad de­ terminada. El problema es que esas “circunstancias reales” no pueden inventariarse, ni predecirse, ni representarse mediante ningún modelo gramatical eficaz, por lo que han de ser desechadas. ‘Los hombres de aquí’ es una de las infinitas interpretaciones posibles de “los de aquí”, pero no una secuencia gramaticalmente diferente, más que si tomamos en consideración las “cosas” -de las que los lingüistas no sabemos nada en tanto que lin­ güista- en lugar de las palabras.

4. £1 referente o la individualización del objeto Por ello, quizá no haya más remedio que separar lo “referencial” de lo propiamente se­ mántico o “idiomàtico”, entendiendo que lo que yo llamo “idiomàtico” es lo que pertene­ ce de manera exclusiva a cada lengua particular, lo que no puede reducirse ni a defini­ ciones, ni a paráfrasis, ni a explicaciones que vayan más allá de las palabras concretas de cada texto; el dispositivo, en fin, que hace posible el mecanismo del pensamiento y de la comunicación. Pero, al margen de este dispositivo básico, está el mundo de las “cosas” o de la “realidad”-, que es el objeto más frecuente de nuestra acción y lo que la mente del hombre ha considerado siempre -en su separación esencial-, como lo que está “más allá”; como “lo que existe por sí mismo”. La lengua es, sin duda, otra cosa, y otra cosa es la contrapartida de esta cosa. Cuando nos situamos en la otra cosa -en el lenguaje-, echamos en falta esta cosa: la “realidad”, que es nuestra fe más arraigada; el único santo en que todos creemos. La mente no puede conformarse con que “los de aquí” no sea, al en el plano morfológico, ni estar vinculados a contenidos simbólicos de cualquier tipo. El nombre no representa una clase compuesta por un determinado conjunto de unidades singulares, sino por unas propiedades gramaticales, como la rección genérica del adjetivo o la personal del verbo. Esas propie­ dades no pertenecen a “lo real”, a las cosas representadas, sino a la gramática. 8 “Nos ningunearon todos” es también un sintagma en el que el “sustantivo” todos rige, a través de la persona gramatical, los morfemas verbales de ningunearon, cuya parte “no verbal” es el cuantifícador ninguno, cuya naturaleza es únicamente gramatical, como lo es la de todos los signos no simbólicos, sean demostrativos o no.

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mismo tiempo, esta cosa, es decir, algo que se puede materializar como “realidad”, o, si se quiere, como “algo que no sea lenguaje”. Pues aunque debiera parecer absurdo, nadie estará dispuesto a admitir que “los de aquí” no es más que lo que es. Y, sin embargo, ni es, ni puede ser, más que lo que es: el “más ” lo ponemos nosotros. Sentimos la necesidad imperiosa de poner ese enunciado “aquí” y “ahora”, en una zona, creada por el lenguaje, que consideramos como la “realidad” y en la que no se hallan más que las cosas que existen “de verdad”, y no otras de naturaleza ideal o imaginaria, como acaso puedan pa­ recemos las palabras9. Esta necesidad es, además, puramente lingüística. Poner algo “aquí”, “donde” estoy “yo”, “en este momento”; conocer su “cantidad” o su “extensión”, etc., son exigencias perentorias de nuestra mente (o de nuestra “mente-lenguaje”): y no es casualidad que esas exigencias se reduzcan a las “palabras puras”, entre las que están tanto aquí, yo, este, que, donde, ayer, mañana, tres, mucho, etc., como los signos inferiores a la palabra, esto es, los prefijos, los elementos morfológicos, etc. Es, sin embargo, secundario -al menos en relación con una lengua- “lo que se pone” en aquí o en yo; o lo que se cuenta o se mide; o la distancia que se establece entre lo que se pone y el que habla, etc. La gramática “po­ ne” el esquema y, luego, las unidades simbólicas “lo rellenan”, como vimos que sucedía con “los de aquí”, que es un sintagma nominal cuyo pilar fundamental es los y no el “re­ lleno simbólico” que cualquiera pueda ponerle y que en nada altera las reglas del juego gramatical. Todo lo dicho explica la concepción generalizada del sintagma nominal en tomo a un nombre obligatoriamente simbólico, que si no está patente, se hallará elíptico o, en el peor de los casos, en la “estructura profunda”, que es donde se suponen presentes todos los elementos necesarios para la interpretación simbólica, es decir, para la interpretación de una secuencia como representación de un hecho o de un proceso no lingüístico. Y digo que ha de tratarse de un nombre obligatoriamente simbólico, porque si el núcleo nominal no fuera simbólico -sino como, por ejemplo, el los de “los de aquí”-, no sería posible asignarle interpretación alguna a la secuencia (es decir, asignarle referente). De ahí, que, en el análisis de expresiones como “los de aquí” o “la guapa”, suela recurrirse al ingenuo “truco” de los nombres simbólicos subyacentes, sin los cuales no se les podría “asignar interpretación” a tales secuencias: se trata de modelos que reducen la semántica a mera interpretación. La idea de estructura profunda no está, pues, relacionada con el verdadero mecanismo gramatical, sino con el plano de la representación de objetos extraidiomáticos, sean éstos cosas materiales o conceptuales o juicios sobre esas cosas. El fundamento de gran parte de las descripciones gramaticales de todo tipo se en­ cuentra, por lo general, en el plano de la interpretación, que es el plano del que interpreta; no el plano de los fenómenos. Y, de ahí, que, por ejemplo, la ambigüedad se resuelva atribuyendo a una secuencia dada tantas descripciones estructurales como realidades dife­ rentes puedan resultar representadas en el plano de la interpretación. Pero tal explicación de la ambigüedad, sin embargo, sólo sería admisible si el criterio de análisis se basara en “lo representado”, es decir, en los criterios de clasificación de lo real. Una explicación fundamentada, como es de rigor, en “los hechos”, demuestra que el conjunto de las inter­ pretaciones posibles de una forma no genera otro conjunto paralelo de formas diferen­ 9 Naturalmente, las palabras no sólo no son objetos imaginarios, sino que acaso sean los únicos objetos “reales” a los que nuestra mente tenga acceso intelectual directo. Nuestra fe absoluta en la “realidad” como absoluto nace también de un hecho idiomàtico: la palabra sólo es comprensible como “una cosa diferente”. Significar no es más que exigir ‘ser otra cosa’.

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tes, sino el conjunto infinito de sus variantes semánticas, expresadas siempre a través del discutible recurso al truco de las paráfrasis. Pero la existencia de contradicciones “lógi­ cas” entre esas variantes no nos autoriza tampoco a separar lo que no es separable10, sino que nos obliga a aceptar la “validez simultánea” del conjunto de las interpretaciones11. El referente es el resultado de la individualización de la palabra, pero no es el objeto real individualizado12, porque tal objeto no existe más que en nuestra mente: el referente no tiene existencia propia, ya que no existe sino como contrapartida de una expresión lingüística. El proceso de determinación da vida a las palabras creando referentes, es de­ cir, haciendo posibles sus representaciones mentales a través del sistema de significados gramaticales o deícticos -i.e. “no simbólicos”- de cada lengua. Porque no hay palabras determinadas e indeterminadas en sentido estricto, ya que toda palabra, por el hecho de serlo, es la categorización de una materia simbólica que carece de existencia idiomàtica previa. Los gramáticos hablan de “nombres escuetos”, para referirse a todo nombre sim­ bólico que no vaya acompañado de lo que suele llamarse determinante, categoría en la que entran artículos, demostrativos, etc., mientras se olvidan cosas menos visibles, pero no menos importantes, sin las que esos “nombres” no serían nombres. Es cierto que, en “no tiene libro”, libro es un nombre no acompañado de determinantes, al menos “físi­ cos”; pero me parecería grave afirmar que ahí no hay determinación alguna. ¿Cuál es entonces la misión de los “elementos” gramaticales que hacen que una cierta materia ig­ nota se convierta, no ya en sustancia simbólica, sino en sustancia simbólica determinada como nombre, con género gramatical, por ejemplo, sin contar con otras cuestiones como la de la función sintáctica, etc.?

5. Nombres simbólicos y nombres gramaticales Creo que lo que se lleva dicho -si no está errado- permitiría plantear el problema de la determinación del nombre de una manera nueva. Por ello, debemos de tener en cuenta a) 10 Es decir, a separar las variantes, de la unidad de la que son variantes, ya que toda variación lo es de alguna cosa que no varía. 11 Hay que partir del hecho de que la “contradicción” lingüística o semántica no existe. Decir, por ejem­ plo, que hay ambigüedad, en “bebí agua del grifo”, supone que se desconoce a) la existencia de es­ tructuras sintácticas “mixtas”, que significan la latencia simultánea de dos o más descripciones es­ tructurales en cierto sentido contradictorias; b) que las interpretaciones no tienen por qué excluirse mutuamente, ya que la exclusión no es un hecho, sino una interpretación m ás: en el ejemplo, puedo entender legítimamente ‘agua del grifo’, ‘bebí del grifo’ o ‘bebí agua del grifo del grifo’); c) que la ambigüedad no existe más que en el plano, imaginario y abstracto, de la lengua escrita: en la hablada, son otros factores, como la entonación, por ejemplo, los que se encargan de que se entienda la primera, la segunda, o la “mixta”; d) que la ambigüedad no sólo no es un problema de sintaxis, sino que ni si­ quiera es un problema: el significado es siempre “pleno”, tanto cuando se excluye un sentido a favor de otro, como cuando se mezclan varios, quebrando esa lógica doméstica del “sentido común”, como sucede en el ámbito del chiste, donde la “contradicción-ambigüedad” constituye, justamente, la esen­ cia del significado. 12 Hay que acabar con esa idea primitiva de que la “actualización” consiste en la materialización concreta de una expresión en un contexto o en una situación dados. La actualización es sólo la “puesta a punto” de una expresión en el discurso, sea con referente “físico”, con referente “conceptual”, o, simplemente, con referente “lingüístico”, es decir, con un referente que no sean más que palabras. Y que no se me diga que eso sólo vale para el lenguaje “poético” -una conclusión que no revela más que una inmensa ignorancia filológica-, porque, en sentido estricto, no hay más que lenguaje “poético”: el instrumento del pensamiento, de la invención y de la creación.

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que no se puede hablar del nombre sin distinguir los simbólicos -casa, árbol, agua- de los no simbólicos -yo, este, mucho-, b) que no se puede negar la condición de nombres a elementos como yo, este, mucho, etc., alegando que, en primer lugar, muchos de ellos funcionan también -o sólo- como adjetivos o adverbios; o que, en segundo lugar, estas palabras no tienen contenido en sí mismas, porque no serían comprensibles si no aludie­ ran a “entidades individuales” concretas; c) que no existe ningún nombre simbólico sin determinación gramatical alguna, ya que, como mínimo y sin que sean necesarias marcas físicas, posee en exclusiva el género que rige las formas genéricas del adjetivo o del de­ terminante, y la persona que rige, también en exclusiva, las formas personales del verbo. La primera cuestión, que plantea la distinción entre nombres simbólicos, como me­ sa o silla, y nombres no simbólicos, como yo o que, es esencial desde el punto de vista semántico, porque separa, en relación con cualquier lengua natural, lo que es organiza­ ción y visión cultural del mundo, de lo que es puro mecanismo lingüístico. Y no significa esto que mesa o silla no tengan que ver con ese mecanismo lingüístico, puesto que com­ portan signos -en general morfológicamente invisibles, pero sintácticamente comproba­ bles- como el género o el número gramaticales, que también son determinantes, si bien no en ese sentido “adjetivo” que suele dársele a esta denominación técnica. Quiero, por ello, que quede claro aquí, de una vez para siempre, que los llamados “determinantes” no son adjetivos13, en primer lugar, porque no incrementan el contenido de ningún “nom­ bre”: en “aquella blanca casa mía”, blanca “incrementa” el contenido de casa, formando con éste una sola unidad de representación, en tanto que ni aquella ni mía entran en la formación de esa representación semántica nominal, sino que se limitan a “situar” ese conjunto blanca casa, marcando uno una relación espacio-temporal, y, otro, la relación con la primera persona gramatical, que significa el origen de la palabra. Y no son tampoco, en segundo lugar, adjetivos los determinantes, porque todos ellos carecen de categoría, mientras que el nombre, el adjetivo o el verbo son categorías semánticas puras, con absoluta independencia de las palabras concretas que puedan in­ cluirse en ellas ocasionalmente. Cada determinante es una partícula concreta y semánti­ camente independiente, con sus peculiaridades propias y exclusivas, distintas de las de cualquier otro14. Una categoría, en cambio, está formada sólo por propiedades gramati­ cales constantes e invariables; no por elementos lingüísticos concretos y diferentes entre sí, esto es, por singularidades. El sustantivo no es mesa, casa o árbol: éstos, por el con­ trario, son, o pueden ser, sustantivos, esto es, funcionar o ser “de esa manera”. La catego­ ría del determinante no existe. Considerar que el, este, mi, etc., forman una categoría se­ ría ignorar que las propiedades gramaticales y semánticas de estos signos son propias y exclusivas de cada uno de ellos, y no las propiedades generales, constantes e invariables de una categoría gramatical verdadera. La idea de “subcategorización” y, en general, la búsqueda de propiedades gramaticales en el léxico -considerado con poco acierto como parte de la gramática15- ha destruido la noción genuina de categoría. La unidad semánti­ 13 Muchos de ellos pueden desempeñar varias funciones, como las de nombre, adjetivo o adverbio, sin ser ninguna de estas cosas. Y alguno hay, como alguien o nadie, que sólo pueden “ser sustantivos”. 14 Una especie de categoría de un solo miembro. 15 El papel de la gramática consiste en asignarle categoría, o categorías, pero no en analizar los referentes simbólicos, descomponiéndolos en propiedades tan fantásticas como subjetivas, entre las que se en­ cuentran las de abstractos y concretos, continuos y discontinuos, contables y no contables y todas aquellas otras que se puedan derivar de nuestro análisis de las cosas, y no del de las lenguas, sin dar­ nos cuenta, además, de que esas propiedades léxicas, que son las que atribuimos a las cosas, se “alte­ ran” o “modifican” sólo en función de los puntos de vista de la gramática. No hay sustantivos conti­

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ca inquebrantable que la constituía, se ve ahora fragmentada por la diversidad infinita de los referentes léxicos que pueden incluirse en ella: el significado simbólico invade el do­ minio de la gramática y la hace perderse en un mare mágnum donde no existe nada que se sostenga por sí mismo. Las categorías sirven para organizar el mundo de lo existente o de lo pensado, en tanto que los llamados “determinantes” son los signos gramaticales encargados de orga­ nizar y hacer posible el discurso, estableciendo el punto de origen de la palabra, las divi­ siones pensables del espacio-tiempo, la cantidad o la extensión, los tipos de relación entre signos, etc. Cada uno de esos determinantes, entre los que habría que incluir los “atómi­ cos”, como el género, el número o la persona, es un elemento único, no catalogable como elemento de una clase. Es evidente que, sin ellos, no habría discurso, pero de la misma manera que tampoco lo habría sin boca. Se trata de una propiedad banal: el hecho gene­ ral de su carácter imprescindible en la construcción del discurso no puede definirlos co­ mo categoría. Ni siquiera los lingüistas tenemos claro el concepto. La influencia de la lingüística generativa ha difundido el término ampliamente, pero siempre usado en su relación con lo que estamos llamando “nombre simbólico”. Para el común de los colegas, los determinantes integran una “clase” de morfemas gramaticales, dependientes en géne­ ro y número del nombre determinado, como se supone que sucede con el artículo, el de­ mostrativo, el relativo, el indefinido, etc. Y, aunque parezca imposible, dentro de la teoría generativa se opina exactamente de la misma manera: el determinante es un constituyente obligatorio del sintagma nominal, es decir, de un sintagma cuyo núcleo ha de ser por fuerza un nombre simbólico. La noción de “sintagma nominal” se ha mantenido, pues, en el terreno del significado léxico, sin salir de él y sin que la gramática se haya atrevido a decir esta boca es mía. Si, en fin, quisiésemos constituir una categoría con las unidades gramaticales de la determinación, esa categoría no podría ser otra que la del NOMBRE, ya que son sólo ellos los que confieren la condición de sintagma nominal a cualquier sustan­ cia que haya de ser representada como tal.

6. Los “nombres determinantes" carecen de distribución categorial En cuanto al punto b), y una vez aclarado que el nombre no es una categoría de contenido simbólico16, porque las tales no existen, pretendíamos sentar el principio de que la condi­ ción del nombre habría de corresponder, en todo caso, a elementos que no dependiesen de la naturaleza de “lo representado”, como sucede con yo, este, mucho, etc. Para ello, tendríamos que demostrar, primero, que el hecho de que muchos de estos “determinan­ tes” funcionen también como adjetivos o adverbios -e, incluso, bastantes veces sólo en alguna de esas dos funciones- no constituye un verdadero obstáculo; sin contar con que, segundo, de tales palabras -los determinantes o pronombres- se dice que no tienen con­ tenido en sí mismas, lo cual, de ser cierto, las eliminaría del catálogo de los elementos de una lengua cualquiera. Efectivamente. Sabemos que la noción de “nombre” se ha relacionado casi siempre con la del “contenido simbólico”, de manera que casa será “nombre” porque designa una nuos y discontinuos, sino interpretaciones diferentes desde la perspectiva invariable de la gramática, que no permite, naturalmente, entender el plural de árbol de la misma manera que el de agua, sin que para ello haya que inventar dos “subcategorías” como discontinuo y continuo, respectivamente. 16 Lo que no significa que cada nombre concreto no se halle relacionado con alguna carga simbólica, siempre imposible de desentrañar en su totalidad, para el conjunto de sus usos particulares.

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cosa -que puede ser concreta o abstracta-, en tanto que hermosa ha de ser “adjetivo”, porque designa accidente -sea éste una cualidad (bella) o una referencia (madrileño)11. Sin embargo, esto no es exactamente así: la lingüística generativa, por ejemplo, considera al determinante como un constituyente obligatorio del sintagma nominal; pero no como sintagma nominal él mismo, sino como constituyente de una entidad que tiene un funda­ mento exclusivamente ontológico18, es decir, basado en lo existente -en el referente-; es decir, en lo que es -¡como si las palabras no existieran por sí mismas! El determinante aparece concebido así como una “parte” del sintagma nominal -eso sí, una parte necesa­ ria-, pero sin existencia “real” propia, ya que cuando se presenta “solo” -como en LA guapa o en LOS de aquí- se explica como el resultado de la elisión de un “nombre” que se halla en la estructura profunda. El truco de la “elisión” permite mantener -contra la mis­ ma evidencia si fuera necesario- el “dogma de fe” de que el sintagma nominal está constituido, al menos, por determinante y nombre, constituyentes que, por definición, no pueden faltar más que “en apariencia”. En realidad, cuando hablan de “nombre” quieren decir ‘materia simbólica’, es decir, la expresión -como realidad concreta- del ente; de la sustancia de la que se puede predicar algo. Y es en la predicación lógica, justamente, donde está lo discutible de toda esta cuestión: nos dirán que, en “él llegó”, llegó no se predica “realmente” de él -del que sólo podría predicarse que es un pronombre-, sino de la “esencia” del nombre subyacente, que podría estar explícito, como, por ejemplo, en “el hijo llegó”. Pero ésa sería una explicación hecha desde una lógica frívola que ignorase que la “lógica”, en un sentido no trivial, no puede ser más que una parte de la teoría del len­ guaje; de su forma y de sus límites. ¿Por qué él no puede ser un sintagma nominal “de verdad”, sino un mero representante de otro sintagma “real”; esto es, con referentel ¿Por qué el la de la negra, en “tiene la negra”, ha de ser el determinante de un sintagma nomi­ nal cuyo nombre nuclear está elidido19, o, simplemente, ser un adjetivo sustantivado, es decir, con significado referencial propio? ¿Por qué se dice, sin referente simbólico, “el que a hierro mata...”, con una cláusula adjetiva que determina a ese el, núcleo gramatical -no referencial20- del sintagma? ¿Es que buscamos la estructura gramatical de los hechos 17 Suelen distinguirse los adjetivos, según sean referenciales o no, en la creencia de que la condición adjetiva de bella es distinta que la de madrileño, que -d icen - no significa cualidad, sino referencia, como lo haría un complemento preposicional -d e Madrid. Ante tales disparates -ante tal ceguera idiomàtica-, se tiene la impresión de que el estudio del lenguaje ha caído en las manos, más rudas que filológicas, del antihumanismo cientificista americano. De M adrid y madrileño “pueden” tener el mismo referente, pero nunca el mismo significado; nunca el mismo modus significandi. Sólo un ma­ gro racionalismo de base referencial o un conductismo estrecho al que interesa el comportamiento de “los más” mientras desprecia e ignora el de “los menos” puede avalar puntos de vista tan apartados de la verdad como éstos. 18 El diccionario académico define ontológico a través de ontologia, que es la “parte de la metafísica, que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales”, es decir, de las cosas que existen, como la casa o la igualdad, o los conceptos que representan su ser trascendente; no de las palabras, que no serían más que simples trasuntos de las entidades que componen el ser. 19 Y no digamos nada de los que dicen, en casos como éste, que se trata de “expresiones fijadas” que, por ello, no pueden analizarse. No puede hablarse en serio de “lo fijado”, en tiene la negra, porque tal conclusión se debe a que no se sabe qué referente poner tras el artículo, en tanto que se piensa que, en la guapa, sí está claro el referente. Pero si preguntamos cuál es ese referente tan claro, nos dirán que muchacha, niña, mujer, etc., con lo que nos encontramos que no sólo no está claro el supuesto refe­ rente, sino que éste no juega ningún papel esencial en la estructura gramatical -pues da igual uno que otro-, sino todo lo más en la interpretación de una frase concreta y en una situación también concreta. 20 Núcleo gramatical no es núcleo referencial.

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idiomáticos, o sólo la estructura cultural de sus hipotéticas interpretaciones? En la casa, por ejemplo, ¿por qué es casa el nombre “determinado” y la el no-sé-qué determinante, si no es porque casa es el símbolo, no de un ente, sino de algo considerado como ente, y la sólo un no-sé-qué sobre cuya naturaleza no acaban de ponerse de acuerdo los gramáticos -un “artículo”, que sería una categoría de un solo miembro, un adjetivo, un demostrativo, un actualizador-, simplemente porque no es posible asignarle un referente, físico o con­ ceptual? Y, sin embargo, si examino una expresión como “la casa está en el valle”, me encuentro con que el único elemento que aporta la información gramatical que necesita casa para ser sujeto es la, en tanto que casa, que no contiene más información gramatical que la que le permite ser incluida en una categoría, se limita a desarrollar o a completar la información idiomàtica -la de la- que es lo único que hace de este conjunto un sintagma nominal. ¿Dónde está, pues, “lo nominal”: en el “ente” imaginado tras casa, o en ese la, tras el que no hay que imaginar nada y que habría servido igualmente y sin la menor alte­ ración de “lo gramatical”, para mesa, pared, ley, rosa, etc.? O, dicho de otra manera, ¿en qué se diferencian DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA GRAMÁTICA, QUE ES EL QUE AQUÍ NOS OCUPA, la casa, la mesa, la pared, la ley, la rosa, si no es, en realidad, en tener todos la, en lugar de esta, una, otra, etc., y no, por supuesto, en los referentes de cada uno? ¿Qué es lo “verdaderamente sustantivo”: el imprescindible LA, o esos intercambiables, y en sí mismos innecesarios, casa, mesa, pared, etc.? De no ser esto así, ¿en qué consistiría la categoría del nombre? ¿En una lista de signos simbólicos? ¿O es que el nombre no es una categoría gramatical, sino léxica?

7. El significado léxico no pertenece a la gramática, sino a la Weltanschauung En cuanto al hecho de que, por otra parte, muchas de estas unidades gramaticales no “ocupen” nunca “posiciones nominales”, o lo hagan esporádicamente, no parece que su­ ponga ninguna dificultad para defender su carácter de elementos “sustantivos”; es decir, de constituir los principios básicos del sintagma nominal, ya que lo que define a éste no es la distribución -funcionar como nombres, adjetivos o adverbios, o como modificado­ res morfológicos-, sino el ser los constituyentes semánticos básicos del sintagma, en oposición a las referencias simbólicas21, que no tienen nada que ver con la construcción del enunciado, sino con su interpretación: la “construcción” se hace sólo con los ele­ mentos no simbólicos. Debe dejarse bien claro que, cuando los elementos simbólicos tie­ nen que ver con la construcción, no es por razones gramaticales, sino por exigencias que nacen de las relaciones culturales entre el referente y nuestra experiencia particular o co­ lectiva de las cosas. Si, por ejemplo, nos planteamos como problema gramatical el que se pueda decir “tomo café”, pero no “detesto café” -cosa que está por ver-, correremos el riesgo de trasladar a la sintaxis reglas que sólo tienen que ver con distinciones culturales que representamos, individualizadas, como los significados de palabras concretas y no como los de las funciones gramaticales: detestar significa un objeto directo ‘totalizado’, es decir, ‘determinado’ o ‘mostrado’, como si contuviera un determinante de esta clase;

21 Sé que son muchos los que piensan que lo simbólico es lo semántico, confundiendo así, como siempre, significado y referente, o, si se quiere, lengua y cultura. No debemos olvidar nunca que lengua no es cultura, como tampoco es cultura la nariz o el pie.

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ornar, en cambio, no22: “detesto EL (café)” -» “LO detesto”; o “-¿Tomas café? -No, LO detesto.”, frente a “-¿Tomas café? -No tomo.” (“no LO tomo” se habría referido a “tomo EL café”). Se trata, como digo, del significado de cada palabra, sea nombre, adjetivo o verbo, pues no podemos negar la existencia del significado léxico, que está formado por el conjunto de las VISIONES PARTICULARES DE LOS REFERENTES CULTURALES. Lo que yo niego es que tenga que ver con la gramática en sentido estricto. Si digo que el artículo o el plural, por ejemplo, son “entidades sustantivas”, pretendo destacar el hecho de que estos signos de naturaleza no referencial son la base semántica de todo el idioma. Luego, está la experiencia de las cosas, a la que nos referimos a través de las “palabras”, que son realmente formas de intuición, razón por la cual su definición no resulta nunca entera­ mente posible. El ejemplo más claro será siempre el diccionario, que sólo ha conseguido mostrar el fracaso de cualquier intento de definir el significado de las palabras, que no tiene más remedio que reducir a “acepciones”, es decir, a una selección, exhaustivamente imposible, de descripciones de los acontecimientos o de los “tipos de acontecimientos” que pueden ser simbolizados por cada palabra23. El que los determinantes se hayan quedado, en fin, como algo secundario o adjetivo en la teoría gramatical se debe a la creencia tradicional de que tales elementos carecen de significado en sí mismos. Se trata de una vieja y lamentable confusión entre significado e interpretación. Pero no olviden ustedes que UN SIGNO O UN TEXTO APORTAN SIEMPRE UN SIGNIFICADO, PERO n u n c a UNA INTERPRETACIÓN. Cuando la interpretación “se pasa” a la gramática, se confunde lo que es el texto con lo que se supone que piensa el individuo, reducido, por lo general, a los estereotipos socializados que fabrica el poder económico, político, social, etc., para controlar el pensamiento. Las formas del estado moderno tien­ den a suprimir toda interpretación individual y a sustituirla por esquemas de “interpreta­ ción socializada”. De la misma manera que la Iglesia, en los países católicos, ha contro­ lado la lectura de la Biblia, por medio de “interpretaciones autorizadas”, para evitar así un acceso al significado de los textos que podría resultar peligroso para el mantenimiento y desarrollo de su poder, actúan los gramáticos y los lexicógrafos, en su cruzada contra la libertad de pensamiento y de interpretación. Por eso me parece grave esa introducción subrepticia de la interpretación en la gramática y en el diccionario, con independencia, claro está, del hecho absolutamente objetivo de que la interpretación no pertenece a la gramática. A lo más que puede llegar el gramático es a intentar explicar por qué se pro­ duce tal interpretación o tal otra, y, sobre todo, qué significaríamos si modificásemos ca­ da uno de los estereotipos normativos. Pero, si imitando a la Iglesia, nos desentendemos del significado de las estructuras gramaticales y del de los textos e imponemos por la fuerza la manera en que estos han de interpretarse, terminaremos en aquel mundo feliz, que tan proféticamente nos pintó Huxley, impidiendo que vuelva a nacer un Cervantes,

22 La “totalización” del objeto -que significa detestar- se expresa normalmente con un “demostrativo”, como el, lo, mi, y raramente con cuantificadores, que restringirían la “totalización”: detesto poco café, algún café, etc. Algo semejante sucede con el significado totalizador del objeto de las reflexivas tran­ sitivas, como en me tomo el café, pero no me tomo café, etc. Sobre estos ejemplos volveremos al final de estas páginas. 23 En varias ocasiones he tratado de los problemas de la definición lexicográfica y de su incompatibilidad radical con el significado de las palabras. Cfr. “Diccionario y semántica científica”, en: Panorama der lexikalischen Semantik, Gunter Narr Verlag, Tübingen, 1995, pp. 681-696; “Comentar un texto”, en: Co­ mentario lingüístico de textos, Universidad de Málaga, Analecta Malacitana, Anexo VIII, pp. 225-244; “Semántica y gramática: sobre la capacidad sintáctica del diccionario”, en: Actas del Congreso de la So­ ciedad Española de Lingüística. XXAniversario, Madrid, 1991, pp. 112-130.

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un Dante, un Shakespeare o un Goethe, o condenándolos, si nacieran, a campos de con­ centración controlados por una brigada social de lingüistas, o mejor, de sociolingüistas.

8. Se confunde significado con interpretación Como venía diciendo, la confusión del significado con la interpretación ha llevado a esa idea absurda de que los determinantes “no tienen significado”. El error es incomprensible porque lo que no tiene ninguna palabra es interpretación, sea determinante o no: la in­ terpretación es sólo un acto individual -ya que cuando es colectivo no es interpretación, sino manipulación-: la, por ejemplo, que es determinante en cualquiera de sus usos, tiene significado -¿quién podría dudarlo?-, pero acepta infinitas interpretaciones, de acuerdo con las circunstancias de su uso; y lo mismo sucede con cualquier palabra o texto: “tiene cabeza”, por ejemplo, no se interpreta de la misma manera referido a una viga, a un alfi­ ler, a un ajo, a un ratón, o a la inteligencia de una persona, a pesar de que cabeza significa siempre lo mismo en todos los casos. ¿Habría que concluir que cabeza es un determi­ nante, porque sólo “significa” lo que se ponga en su lugar? El significado es indepen­ diente de la situación, en tanto que la interpretación depende de ella. Si no fuera así, de­ beríamos volver a la vieja idea bloomfieldiana de que el significado de una palabra es la situación en que aparece, con lo que la gramática se reduciría a un inventario de situacio­ nes. Ahora bien: si la gramática ha de reducirse a un inventario de situaciones, lo que re­ sultará entonces inmutable o invariable no va a ser ya el significado, sino la situación. De esta manera, los “modelos de situación” consagrarían como significados a cada una de las formas socializadas de la conducta. Quedan, suprimidos así en aras de una interpretación oficializada, el significado, la libre interpretación, el pensamiento, la literatura, el libre albedrío. Y, así, volveríamos al paraíso conductista americano, con lingüistas antifilológicos, a los que no les interesa la literatura, ni el arte, ni el pensamiento.

9. Sintagma nominal es determinación; no sustancia nominal “subyacente” Pero si sostengo, por último, el carácter primario de los determinantes, o deícticos, en la constitución del sintagma nominal y, por tanto, en su descripción, es porque, como afir­ maba más arriba, en el punto c), “no existe ningún nombre simbólico sin determinación gramatical alguna, ya que, como mínimo y sin que sean necesarias marcas físicas, posee en exclusiva EL GÉNERO, que rige las formas genéricas del adjetivo o del determinante, y LA PERSONA, que rige, también en exclusiva, las formas personales del verbo”. Unidades nucleares nominales de sintagma son yo, este, mi, cada, mucho, más, otro, etc., sin que importe que funcionen como nombres, adjetivos o adverbios, pues, como se ha visto, no son elementos incluibles en tales categorías distribucionales; y, por supuesto, sin que im­ porte tampoco que sean elementos morfológicos, como el género, que puede incluso no ser más que sintáctico: ¿dónde están, si no es en la sintaxis, las marcas que hacen que Méjico exija la forma adjetiva lindo y que rija un verbo en tercera persona, Méjico existe1 Los gramáticos suelen recurrir a “elementos subyacentes”, que no son otra cosa que las paráfrasis con que pretendemos explicar lo que creemos que quiere decir una expresión lingüística cualquiera; y no, por desgracia, lo que dice. No HAY ELEMENTOS SUBYACENTES, de la misma manera que no hay fantasmas. Y, si los fantasmas aparecen, lo hacen con vestimentas normales, porque, en el fondo, no son más que vanos intentos de explicar verbalmente construcciones, también verbales, mediante nuevas construccio­

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nes que sólo pueden hacerse con palabras, y que, como tales, no son ni pueden ser subya­ centes. Cualquier persona que esté en su sano juicio se preguntará cómo puede explicarse una construcción verbal mediante otra construcción verbal; es decir, cómo y en qué cir­ cunstancias la frase x puede considerarse “igual” a la frase y , en contra del principio de identidad. El hablante nativo de una lengua entiende todas sus construcciones: si en­ cuentra algún problema, éste no tendrá que ver con la gramática, sino con cuestiones re­ lativas a la interpretación, que, efectivamente, pueden ser muy complejas y que ese ha­ blante nativo no tiene por qué conocer. Porque entender un enunciado no es conocer una interpretación suya, entre las infinitas posibles, sino intuirlo, es decir, captar directamente su naturaleza idiomàtica, con independencia de que se sea o no capaz de asignarle un re­ ferente o interpretación. No hay que olvidar que la competencia lingüística es una cosa y la competencia cultural, otra. Ustedes me dirán que la gramática ha recurrido siempre a elementos subyacentes y, en efecto, ésa ha sido una falta grave que ya va siendo hora de corregir. Pero, ¿por qué los elementos subyacentes? ¿Por qué yo o tú han de sustituir a nombres o a personas? ¿Por qué los ha de representar a libros en “ayer trajeron unos libros y los hojeé”? ¿Por qué, en fin -y esto ya es alta metafísica-, que ha de significar o sustituir casa, en “com­ pró una casa que tenía ventanas verdes”, y ser, además, el elemento que “marca” la es­ tructura “subyacente” -y verdadera- de la oración, bajo la forma de la “suma” de com­ pró una casa y de la casa tenía ventanas verdes, donde que sería una especie de operador que indicara la incrustación de la segunda en la primera, y actuara, además, como sujeto de la otra? No niego que, en cierto tipo elemental de lógica, “compró una casa que tenía ventanas verdes” se analice como la suma de ‘compró una casa’ y ‘la casa tenía ventanas verdes’: niego, sin embargo, que con tal lógica24 se pueda representar la estructura de esa oración compuesta o representar su “formación real”. Se trata, sin duda, de un modelo de análisis; no de un análisis verdadero: lo que no parece adecuado es tratar de explicar los hechos del lenguaje con trucos construidos con esa elementalidad dramáticamente zafia. Es evidente que muchos fenómenos lingüísticos complejos requieren explicaciones que podríamos llamar “metafóricas”, puesto que consisten en suponer cosas que no hay, para explicar, de esa manera, “lo que sí hay”, sin pretender que la explicación sustituya lo explicado. Al que no hable la lengua española quizá haya que empezar por explicarle que, por ejemplo, en “lo guapa que es ella”, lo guapa que significa cuán guapa, PERO SE ERRARÍA GRAVEMENTE SI TAL EQUIVALENCIA “ METAFÓRICA” SE DIERA POR BUENA. El problema del recurso a lo subyacente consiste en que, luego, se pueda llegar a tomar a la primera paráfrasis que se nos ocurra como si en verdad fuera la forma o el modelo real de una estructura gramatical cualquiera. Personalmente, considero nefastas las explicaciones parafrásticas porque siempre son mentira y la mentira nunca podrá ser la base de un ra­ zonamiento científico sano. Mentiría, por ejemplo, si dijera que, en “Juan es más inteli­ gente que Pedro”, hay una coordinación de sujetos y que “que Pedro” es ‘que Pedro es inteligente’, donde se han “elidido los elementos repetidos”: mentiría -digo- porque no es posible en español la construcción “Juan es más inteligente que Pedro es inteligente”; mentiría, porque “Juan es más inteligente que Pedro” no quiere decir eso: hablando en términos estrictamente semántico-gramaticales, es decir, eliminando todo el “relleno simbólico”, significa solamente ‘es más que’, donde el sintagma de más se “cierra” con el de que, en la correlación más... que: más {inteligente, guapo, astuto, trabajador...} que 24 Una lógica que no pueda explicar o representar los hechos lingüísticos “como son” es una caricatura, ya que todos sus postulados se formularán necesariamente desde el lenguaje mismo.

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{Pedro, tú, mi hermano, el notario...}. Volvemos a nuestro punto de partida: los signos que constituyen la estructura gramatical sensu stricto son más y que: lo demás es “relleno simbólico”, o léxico, que sólo puede plantear problemas de coherencia pragmática -en el plano de la experiencia de las cosas-; pero nunca de coherencia gramatical. La razón, en fin, de que cada día se recurra más a “lo subyacente” está en que eso que llamamos “sentido común” no puede explicar -es decir, formular en términos diferentes de los del original- ninguna construcción idiomàtica; pero no porque nos falte inteligencia, sino porque no es posible: no es posible, en efecto, aunque las construcciones gramaticales, o los significados de las palabras o textos, sólo suelen explicarse mediante paráfrasis; pero la paráfrasis no es una explicación, sino un truco -un mal truco-, mediante el que se sus­ tituye una cosa por otra diferente, pretendiendo que son iguales. Prefiero la explicación ingenua del campesino, al que cuando pregunto qué es roque, por ejemplo, me contesta, sin duda sabiamente, “un roque es un roque”. ¿Qué otra cosa se podría decir que no fuera una pretenciosa necedad?

10. Los llamados nombres desnudos o escuetos Pero, si todo esto es así, ¿para que plantearse la cuestión de los bare nouns como un pro­ blema gramatical, si no es más que un efecto de la casuística léxica, por definición infi­ nita, formada por los sentidos de todas las posibilidades de uso del sintagma nominal, sus dificultades y contradicciones referenciales, sus matices contextúales, etc.? Basta con hojear el libro El sustantivo sin determinación, que ha editado Ignacio Bosque hace un par de años, para llegar a la conclusión de que, más allá de lo puramente gramatical, no hay, en este terreno, más que casos particulares o, quizá mejor, “tipos de casos particula­ res” (cfr. Bosque, I. (ed.) (1996): El sustantivo sin determinación. La ausencia de deter­ minante en la lengua española, Visor Libros, Madrid). En lo que sigue, utilizaré funda­ mentalmente ejemplos tomados del excelente trabajo de Ignacio Bosque “Por qué deter­ minados sustantivos no son sustantivos determinados. Repaso y balance”, que sirve de introducción al citado El sustantivo sin determinación (pp. 13-119). Para empezar, y como ha quedado dicho, los nombres sin determinación no existen y no debe considerarse como tales a los que aparecen sin alguno de los llamados “deter­ minantes”, pues el simple hecho de ser sustantivo constituye el primero y más importante grado de la determinación nominal, mediante dos rasgos semánticos inconfundibles: el género, a través del que establece la forma genérica de los adjetivos y determinantes, que carecen semánticamente de él, y la persona, que rige las formas verbales que se le subor­ dinan como predicados superficiales. Ahora bien: como quiera que el determinante se considera, en diversa medida, como un constituyente obligatorio del sintagma nominal, siempre ha llamado la atención de los gramáticos la aparición de nombres desprovistos de determinante alguno, si bien es verdad que tal posibilidad presenta limitaciones im­ portantes. El trabajo de Bosque, ya citado, y las observaciones que se incluyen en su aná­ lisis introductorio muestran, de una parte, los hechos y algunas de sus clasificaciones po­ sibles, y, de otra, las diversas interpretaciones de los lingüistas. Yo no pretendo entrar ahora en tan intrincado laberinto, sino aprovecharme de él para comentar algunas de las ideas que he ido exponiendo a lo largo de las páginas que preceden. He hablado del sin­ tagma nominal, con la pretensión de convencerles a ustedes de que los “verdaderos” nombres no son los nombres simbólicos, sino los nombres gramaticales, una parte de los cuales suelen llamarse “determinantes” o “pronombres”. He querido señalar cómo el nombre simbólico sólo es nombre en función de esos nombres gramaticales, de los que

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depende el que su sustancia denotativa se interprete de una manera o de otra. Por eso, entre esos sustantivos básicos, no he tenido más remedio que incluir el género, el número y la persona, aunque su papel determinante, en especial en el caso del plural, ha sido cui­ dadosamente examinado, como podrá comprobar quien examine el trabajo citado del pro­ fesor Bosque. Pero es, justamente, en el examen de ese libro, donde uno se plantea algunas cues­ tiones que tienen que ver con la naturaleza general del sintagma nominal, en relación con la infinita casuística que resulta de la organización gramatical, como nombres, de las “realidades” denotadas. En mi modestísima opinión, como ya he dicho, los sustantivos básicos a los que corresponde la constitución del sintagma nominal se reducen a los lla­ mados “determinantes”, tanto demostrativos como cuantificadores, y a las propiedades semánticas conocidas como género, número y persona25.

11. Determinación gramatical y experiencia del referente Se pregunta uno, pongamos por caso, por qué se dice “sale humo por la puerta”, pero no “sale niño por la puerta”, y volvemos así, de nuevo, a la cuestión de los nombres conti­ nuos y discontinuos con que empezábamos estas reflexiones a propósito de los aspectos “simbólicos” del significado. ¿Por qué sí el “escueto” humo y no el “escueto” niñol He­ mos señalado más arriba cómo conceptos tales que ‘continuo’ o ‘discontinuo’ no constitu­ yen propiedades gramaticales, sino, todo lo más, unos “apriori” de la experiencia: vemos lo “visible constante” -el libro, la casa, el árbol- bajo la forma de clases abstractas, en tanto que no lo hacemos con lo “visible variable” -el agua, el hierro, el aire-, ni con lo “invisible” -la igualdad, el entendimiento, la alegría26-. Pero no es ésta cuestión gramati­ cal, sin duda, porque los discontinuos -ya se ha dicho- se pueden interpretar como conti­ nuos o viceversa27, con las consecuencias estilístico-denotativas que sean. Denotativa­ mente, en efecto, los continuos -sentidos como objetos únicos- implican un grado de “determinación subjetiva” perfectamente comprensible, por lo que su libertad para apare­ cer sin determinante es, sin duda, mayor: de ahí, la diferencia entre humo y niño, en mis ejemplos: se trata del punto de vista del referente. No estoy seguro, por ello, de que no puedan decirse cosas como quiero libro, o guardé lámpara (citados por Bosque, op. cit., p. 17). ¿Quién tiene autoridad idiomàtica para demostrarme que es imposible “con todo me quedé y hasta lámpara guardé”? Y, en cuanto a “quiero libro”, no puede decirse que sea imposible, sino improbable, como ya se ha visto (“no quiere apuntes; quiere libro”). “Salía hombre de la casa”, frente a “salían hombres...”, significaría hombre como “sus­ tancia única e indivisa”, es decir, como “nombre continuo”; como si fuera un líquido o un gas: no es que “no se pueda decir”, sino que, si se dice, produce ese efecto estilísticodenotativo. 25 Y digo “propiedades” porque suelen presentarse como simples rasgos semánticos, a veces con más frecuencia que como objetos morfológicos. ¿Dónde está la persona en este, si no es en este ES mío, por ejemplo, o el género en costumbre, sino en unA buenA costumbre ? 26 Es decir, que distinguimos, como cosas diferentes, los objetos dotados de “formas definidas o más o menos constantes”, como el árbol, la casa, el coche, etc., de los que carecen de forma definida y cons­ tante, como sucede con el agua, el vino, el humo, o con todos los tradicionalmente llamados “abstrac­ tos”, que, obviamente, carecen de referentes con forma física. 27 Sin que, en mi opinión, haya que hablar de “recategorización”, porque, en realidad, no hay cambio de categoría, sino cambio en la “perspectiva determinativa” de la misma categoría. La categoría aquí es el nombre, no la condición de continuo, que pertenece a la sustancia, o realidad cultural, denotada.

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Y así entra, de camino, el plural, diferente, como “determinador”, del singular28. Pe­ ro una cosa es el número gramatical y otra la naturaleza que se atribuye, no al significa­ do, sino al referente, diferente en “compro hierro” y en “compro hierros”. Señala Bosque que quizá exista alguna relación entre la naturaleza “acumulativa” de los continuos y el hecho de que “puedan actuar como argumentos y predicados”: quiero leche, las vacas dan leche. Los discontinuos, por el contrario, necesitan del plural para adquirir un cierto grado de individualización. “Los nombres comunes discontinuos no denotan individuos y no poseen, por tanto, las propiedades que se esperan de las entidades arguméntales. Defi­ nen “clases” o “especies” [...] y no denotan entidades sino a través del determinante con el que se construyen” (Bosque, op. cit., p. 18). Los continuos, por el contrario, serían “entidades” por sí mismos pues “denotan individuos”, de lo que parece deducirse que no se pueden separar del referente, en el sentido de que señalan siempre “objeto identifica­ do”. Es cierto que en “cantó el gallo”, gallo, con artículo, puede denotar individuo29, esto es, “entidad argumentar, pero sucede lo mismo en “este es gallo”, donde gallo -o galli­ na- es significado, sin determinante alguno, como entidad argumental también -algo así como estar incluido en la “sustancia” ‘todo lo gallo del universo’. ¿Qué diferencia hay, desde este punto de vista, entre “esto es leche” y “esto es gallo”? Es evidente que si leche es continuo, también lo es, al menos en este ejemplo, gallo: gallo denota aquí “entidad” y no “definición de clase o especie”30. Hablaba Cervantes de aquel que, pintando un gallo, escribía “este es gallo” (Quijote, II, 3), para que no lo confundiesen con una zorra, signi­ ficando así gallo como una sustancia continua, pues ya se ha dicho que lo continuo o lo discontinuo no se corresponde con el ser de las cosas, sino con los hábitos interpretativos de una comunidad idiomàtica. Porque gallo no es, “de por sí”, clasificador o denotador de “entidad”. “Este es gallo” es igual que “esta es leche”: gallo y leche funcionan aquí como “entidades” que denotan “la totalidad indivisa” de sus referentes y son, por tanto, predicados. Y, lo mismo que con gallo, sucede con aquel famoso caballero de “nunca fuera caballero de damas tan bien servido...”, que, sin necesidad de poseer esa “naturale­ za acumulativa” de los continuos, que les permite actuar “como argumentos y predica­ dos”, funciona como argumento, sin precisar de mayor determinación, como si fuera un simple continuo.

28 “Se ha observado repetidamente -afirma Bosque, op. cit., p. 19- que, cualquiera que sea la aportación del rasgo léxico que define la clase de los sustantivos continuos, es similar a la que aporta el plural en los discontinuos”. 29 El artículo no tiene por qué denotar individuo, como es sabido. Si en “cantó el gallo” denota indivi­ duo, la causa habrá que buscarla en la “determinación” de cantó, pues no sucedería lo mismo con “el gallo canta”. 30 Es muy probable que esta afirmación no la comprendan los que sólo son capaces de entender gallo como una clase lógica de seres y no como lo que es: como un ser idiomàtico singular. Esa es la dife­ rencia que existe entre un punto de vista lógico y un punto de vista semántico.

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12. Gramática y léxico 12.1.

Lo léxico en las reflexivas

No se puede hacer gramática sobre la base del contenido léxico, ni atribuirle propiedades gramaticales a los rasgos que imaginamos31 como componentes del significado descripti­ vo o simbólico del léxico, porque éste ni está formado por el conglomerado de unos ras­ gos que sólo pertenecen a su interpretación “socializada” -la norma de Coseriu-, ni es algo analizable en partes, ya que sólo tenemos de la palabra una intuición no definible. No podemos suponer que una base léxica cualquiera esté compuesta por tales o cuales “argumentos” o que carezca de tales o cuales otros, porque corremos el riesgo de cons­ truir reglas gramaticales que no son más que tipos de comportamiento derivados de algu­ na concepción cultural del referente. Se sorprende el gramático, por ejemplo, de que las reflexivas con objeto directo y, de rechazo, con un se “ético”, pidan ese complemento directo con determinante “exter­ no”, de manera que se dirá “bebió vino”, pero “se bebió el vino”, igual que “se comió el queso”, “se afeitó la barba”, “se trajo el libro”, “se miró la mano”, “se encontró la carte­ ra”, etc. Sólo cuando la acepción reflexiva es referencialmente muy diferente de la no reflexiva, puede suceder que se use un objeto directo “interno”, como en “se pone abri­ go”, “se da masaje (en la rodilla)”, etc. Para empezar, sin embargo, no creo que pueda hablarse de un se “dativo”, diferente de otro o de otros, porque todas las reflexivas po­ seen el mismo significado gramatical; las diferencias son léxicas y, por tanto, infinita­ mente diversas. Pero es el significado gramatical el que orienta los elementos simbólicos, de acuerdo con su naturaleza “real”, y el significado gramatical de la reflexiva, que es un sintagma formado por una persona sujeto que rige a esa misma persona como objeto di­ recto32, a través de un verbo, es siempre el de la ‘totalización del proceso’33. Los predica­ dos reflexivos del español significan siempre el origen y el fin del proceso. De ahí que puedan resultar chocantes -pero no imposibles- “él se afeitó un poco de barba” o “él se comió algo de queso”, porque aquí el significado gramatical entra en conflicto con la ex­ periencia habitual en la aprehensión de los referentes: estamos significando como proce­ sos totalizados hechos que no tienen, en la experiencia, ese sentido totalizador. Lo que no puede perderse nunca de vista es que la variedad de las reflexivas es léxica y no gramati­ cal: o es el significado del verbo (“se lava”/“se va”), o es la presencia o no de sujeto léxi­ co (“Juan se bebe con frecuencia”/“aquí se bebe con frecuencia”), o es la concordancia con el objeto (“se sancionaron las leyes”/“se sancionó al culpable”), o es el tener objeto léxico además del reflexivo (“ayer Juan se bebió”/“ayer Juan se bebió todo el vino”). A eso se reduce todo: el papel del gramático consiste, no en desgranar una casuística léxica infinita, sino en explicar, desde su estructura gramatical invariable, todas las reflexivas

31 Todos los rasgos que integran las definiciones de los contenidos léxicos son imaginarios, por lo que nunca encontraremos dos personas que coincidan de manera absoluta en lo referente al contenido de las definiciones de los diccionarios. 32 No creo que pueda hablarse en serio de un se “dativo” o de otro tipo. Dejando de lado ficciones lógico-gramaticales y referenciales, parece disparatado afirmar que los se de “se afeita” y de “se afeita la barba” sean cosas distintas, siendo, en ambos casos, idéntico el significado gramatical. 33 No hay que olvidar que el “proceso reflexivo” está constituido sólo por un verbo regido y determina­ do, simultáneamente, por una misma persona gramatical, de manera que el “sujeto externo” queda fue­ ra de él. El sujeto o, en su caso, el objeto “externo” son secundarios. Así decimos, por ejemplo, “se vende piso”, destacando la indiferencia hacia la determinación de ese sujeto “externo”.

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concretas como casos particulares, y no como reglas generales, como ahora se hace, mezclando lo simbólico con lo gramatical.

12.2. La gramática está capacitada para modificar los referentes léxicos Así, por ejemplo, Bosque da como agramatical, o de dudosa gramaticalidad, Juan se bebió un poco de leche -op. cit., p. 31-, señalando que “otro tipo de análisis podría basar esos contrastes en las propiedades aspectuales de estos dativos, más concretamente en su natu­ raleza perfectiva o perfectivizadora”. ¿Por qué “dativos” -m e pregunto yo-, por qué “perfectivos”? Si no me equivoco, todas las reflejas son, como he dicho ya, “totalizado­ ras”, es decir que significan procesos completos34: “se toma la leche”, “se afeita la cara”, “se lava” -que no quiere decir ‘todo el cuerpo’, sino que el lavar se entiende en toda su plenitud-, “se va”, “se vende piso” -y no necesariamente el piso-, “se levanta”. Natural­ mente, la totalización puede ser también significada por procedimientos léxicos, como sucede en estos ejemplos que cita Bosque (op. cit., p. 32): “Juan {bebió/*apuró35} vino” y “John {drank/*drank up} wine”. Léxica o gramaticalmente, se trata de verbos -apurar y to drink up- que significan el proceso del principio al fin, como se ve muy bien en ejem­ plos que toman un claro sentido initivo, como en “se muere”, “se duerme”, “se acatarra”, etc. Se dice sólo “se come la chuleta”, pero “se pone la bufanda/bufanda” (porque los referentes de ponerse bufanda y de ponerse LA bufanda son distintos). Detrás de estas diferencias, sólo hay cuestiones culturales en la creación e invención del referente, que, por desgracia, algunos tienden a ver como “lo que realmente existe”, como un verdadero absoluto. Entre ponerse bufanda y tomarse la leche no hay más que diferencias en la concepción cultural del referente, porque siempre es ‘poner plenamente’ o ‘tomar plena­ mente’: la diferencia consiste en que, con artículo, se significa cada acto separadamente y, sin él, el hábito, dando a bufanda un “sentido continuo”. No se debe al supuesto “dati­ vo ético” el significado de totalización o de “perfección”, sino, simplemente, a la estruc­ tura reflexiva: tengo recogida, de una hablante culta, la expresión “aquí está tu primo to­ mándose agua”, significándose así la plenitud semántica del proceso, no sólo sin deter­ minante, sino sin necesidad de él. Y tampoco hay obstáculo en las “impersonales”: tan totalizador es el predicado de se vive bien, sin sujeto “externo”, como el de él se vive bien, aunque a esta última expresión no le faltará gramático que, imitando a aquellos otros cuya lengua nativa no es el español, la condene con ese asterisco tonto que anuncia las propiedades sintácticas futuras de las lenguas: basta con que a ese gramático no le “suene”. La gramática no puede decimos que él se vive bien no está construida según las “reglas”, porque esa “regla” que aquí se viola sólo se relaciona con las interpretaciones habituales y actuales del contenido léxico de vivir y no con sus posibilidades combinato­ rias “totales”, que no son computables. Él se vive bien se construye sobre el mismo mo­ delo semántico-sintáctico que él se encuentra bien: lo que sucede es que encontrar tiene ese uso -no ese significado- bien establecido en el seno de la comunidad hablante, en tanto que no sucede lo mismo con vivir, que habitualmente se refiere a un proceso “visto desde fuera” y que, en mi ejemplo, significaría la percepción de la propia vida desde esa perspectiva global de las reflexivas a la que me acabo de referir. El hecho de que estemos 34 Se entiende, como es natural, semánticamente completos, y no, por supuesto, completos en la realidad extraidiomática. 35 Apurar significa “léxicamente” la totalización, como se hace gramaticalmente en español con se, y en el caso del ejemplo inglés, también gramaticalmente con up, una de esas preposiciones-adverbios de la lengua inglesa.

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habituados a sentir el vivir como un “estado” que se observa en el sujeto, y no como un proceso que se genera y desarrolla totalmente en él, hace que esta expresión nos parezca no sólo extravagante, sino acaso incoherente. Pero esa incoherencia sólo tiene que ver con las interpretaciones habituales de vivir y no con su significado, que es otra cosa: el hecho -simplemente- de sentirlo como “vivir la vida”, que es un ejemplo tradicional del acusativo interno, explica con no poca claridad lo que se significa con el uso reflejo de ese verbo. La “potencia” de la gramática no consiste, precisamente, en otra cosa que en hacer posibles los distintos modelos que tiene una lengua para significar -o, quizá mejor, para interpretar- el mundo simbólico, y no, como suele creerse, en someter a los usuarios a los caprichos establecidos en ese mundo simbólico, que es el de la interpretación histórica de la experiencia, elaborada unas veces espontáneamente y otras con el propósito de estable­ cer diferencias sociales, como las que establecemos entre el “buen hablar” y el “mal ha­ blar”. No olvidemos que para eso están las Academias de las lenguas. Vivir, por ejemplo, no es sólo lo que se ha interpretado hasta la fecha como tal -lo que va del nacimiento a la muerte, pongamos por caso-, sino todo lo que la sintaxis del español permita interpretar en el futuro - ‘ponerse a ello’ o ‘entregarse a ello’-: “él se lo vive” no está tan lejos de “él se vive”, es decir ‘él toma el vivir como objeto total de su existencia’. Yo no hago profe­ cías, pero sí sé que esto se puede decir.

12.3. Las “ambigüedades” Al examinar la diferencia entre los plurales “escuetos” y los plurales determinados por al­ gún cuantificador, al hilo de las opiniones de ciertos lingüistas, comenta Bosque («op. cit., p. 26), basándose en los ejemplos (a) no asistieron muchos profesores y (b) no asistieron profesores, que (a) es ambigua, al contrario que (b), porque en el primer caso “podemos interpretar muchos dentro o fuera del ámbito de no. En el segundo caso, la oración equi­ valdrá a muchos profesores no asistieron', en el primero equivaldrá a asistieron pocos profesores. Frente a estas posibilidades bien conocidas, no existe ninguna ambigüedad en el significado de (b)”. Pero no me parecen exactas estas observaciones: para empezar, “no asistieron muchos profesores” no es equivalente de “muchos profesores no asistie­ ron”, ya que si bien es cierto que todo texto es igual a sí mismo, no lo es el que sea equi­ valente de otro, pues la “equivalencia” no es una propiedad semántica de las palabras o de los textos, sino un punto de vista de quien los interpreta. Técnicamente hablando, na­ da tiene que ver “no asistieron muchos profesores” con una expresión parafrástica como “asistieron pocos profesores”, a la que, puestos a tomamos todo en broma, podríamos añadir otras como “asistieron no muchos profesores”, “no muchos profesores asistieron”, etc. Hablar, en lingüística, de “equivalencia”, significa partir de una concepción que re­ duce el lenguaje a simple medio de comunicación36. No hay que olvidar que el lenguaje es, además y sobre todo, lenguaje; es decir, pensamiento. Si ignoramos esto nos salimos de lo que es la condición humana. En cuanto a la “ambigüedad”, digo lo mismo de siempre: todo enunciado es ambi­ guo como enunciado, es decir, en su relación lengua-realidad; pero no en su relación con el significado, que es “lo que se dice”; no “lo que se quiere decir”. Con “no asistieron

36 Paradójicamente, el lenguaje suele ser un medio de incomunicación, es decir, de falseamiento, cons­ ciente o inconsciente, de cualquier información.

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muchos profesores” se relacionan, como acabamos de ver, varias interpretaciones que pueden no “querer decir” lo mismo. Para empezar, no es lo mismo no muchos que mu­ chos no, ya que, en la primera combinación, no afecta a muchos, mientras que, en la se­ gunda, no afecta a asistieron. Si decimos muchos profesores no asistieron (es decir, mu­ chos no asistieron), afirmamos el alto número de los no asistentes; si decimos no asistie­ ron muchos profesores (semejante, pero no igual, a no muchos), sólo restringimos el ám­ bito de muchos. No veo, con todo, la ambigüedad, ya que es imposible confundir “no asistieron muchos profesores” con “muchos profesores [es decir, ‘muchos de entre los profesores’] no asistieron”. La interpretación de ‘no muchos’ o de ‘muchos no’ como ‘pocos’ es ingenua. Y vuelvo a lo de siempre: se habla de “ambigüedad” sólo cuando hay la posibilidad de dos o más referentes definidos como distintos, pero no de dos o más valores lingüísticos cuando éstos no se diferencian en el plano del referente. Es el mismo problema de los sinónimos, cuyas diferencias no son referenciales, sino puramente lin­ güísticas. Por eso no parece ambiguo “no asistieron profesores”, expresión que parece decir una cosa única - y no varias simultáneas, como sucede con los textos calificados de ambiguos-, pese a que, con ella, se pueden querer decir cosas tan diferentes como ‘na­ die’, ‘no profesores, sino alumnos’, ‘profesores que no merecen llamarse así’, etc. La ambigüedad tiene que ver con la interpretación, que es una actividad “no-definible” y no algo que pueda tratarse a la ligera.

12.3.1. Ambigüedades en el contraste plural escueto/cuantificador externo En relación con el plural como cuantificador y sus diferencias con los demás cuantificadores, opina Brenda Laca que hay que destacar las diferencias que se dan en la interpre­ tación de las “conjunciones de predicados”, puesto que, con cuantificadores expresos, “las conjunciones de predicados se interpretan como una propiedad compuesta, que de­ nota la intersección de los predicados en cuestión”. Si decimos, por ejemplo, “tres estu­ diantes llegaron tarde y se fueron temprano”, se entenderá que los mismos tres estudian­ tes fueron los que llegaron y los que se fueron. Por el contrario, según Laca (cfr. “Acerca de la semántica de los plurales escuetos en español”, en: Bosque, op. cit., p. 256), en los ejemplos (a) “ayer lavé y planché {varias/algunas/tres/unas} camisas” y (b) “ayer lavé y planché camisas”, (b) permite la interpretación de que las camisas planchadas pudieran no ser las mismas que las lavadas, porque, según esta autora, “el plural camisas no designa un grupo constante de individuos”, y de ahí se deriva su naturaleza no cuantificativa. Y me pregunto yo: ¿en qué sentido los plurales algunas, varias, unas camisas “designan un grupo constante de individuos”? ¿No sería mejor decir que, al contrario que el “plural gramatical”, significan diversos modos de extensión indefinida? El plural significa ‘más de uno’, con lo que la clase se “fragmenta”, individualizándose en miembros diferencia­ dos: los cuantificadores algún, varios, uno, por el contrario, significan “modificaciones de la extensión”; sea la extensión de “lo uno”, sea la de la pluralidad. Singular y plural significan cantidad, no extensión; algún, varios, uno significan extensión, no cantidad. Como hablante nativo tengo que decir que, en (a), puede suceder exactamente lo mismo que en (b): por un lado, alguien lavó cualquier cosa; por otro, planchó algunas camisas. Es evi­ dente que la cuantificación del plural no es delimitadora -no se refiere a la extensión-, y se diferencia, por ello, de la de algunas, varias, tres, unas. Pero esto no explica gran cosa: “ayer lavé y planché tres camisas” es expresión que también podría interpretarse como ‘ayer lavé cualquier cosa y planché tres camisas’. “Con los PPEE -afirma Laca-, la con­ junción de predicados parece ser equivalente a la conjunción de proposiciones. Tal equi­

Acerca de la estructura semántica del sintagma nominal

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valencia no se da jamás en el caso de las expresiones explícitamente cuantificadas”. Es evidente que no es igual el morfema de número que cada uno de los diversos cuantificadores, tan diferentes entre sí semánticamente: no es lo mismo la cuantificación “extensional” de algunos, unos, varios que la “no extensional” del plural: eso es cierto, pero no justifica las afirmaciones de Laca acerca de los ejemplos comentados. Si tales diferencias se han de fundamentar en los ejemplos citados, será tiempo perdido, porque la “conjun­ ción de predicados” es aquí más o menos equivalente a la “conjunción de proposiciones”. No se puede transformar en regla o en propiedad gramatical lo que sucede, por razones culturales o de experiencia, según se usen unos elementos léxicos u otros. Volviendo, en fin, al ejemplo “tres estudiantes llegaron tarde y se fueron temprano”, decía Laca, como se recordará, que se entiende que los mismos tres estudiantes fueron los que llegaron y los que se fueron, y ahí está, justamente, el error, ya que lo mismo sucede­ ría, sin determinante, con “anoche llegaron estudiantes tarde y se fueron temprano”: se sigue entendiendo -y esta vez por razones gramaticales-, que los que llegaron tarde son los mismos que se fueron temprano, pues hay un mismo sujeto para los dos predicados. Según Laca (loe. cit.), “tres estudiantes llegaron tarde y se fueron temprano” puede ser falsa en una situación en la que “tres estudiantes llegaron tarde y tres estudiantes se fue­ ron temprano” es verdadera. “Puede ser falsa” -piensa uno-, pero no necesariamente: todo puede depender, bien de la situación, desde el momento en que falta un determi­ nante anafórico - “tres estudiantes llegaron tarde y los tres se fueron temprano”-; bien de la misma cuestión gramatical, ya que “ahora hay dos sujetos”: tres estudiantes y tres es­ tudiantes, que, pese a las apariencias, no son el mismo sujeto. Y, cambiando de ejemplo, es evidente que no han de entenderse por fuerza los mismos gallos en “a las cuatro cantan gallos y a las cinco vuelven a cantar gallos”: hay que admitir, sin embargo, que aumenta la probabilidad de entender los mismos en “a las cuatro cantan gallos y a las cinco vuel­ ven a cantar los {esos, los mismos} gallos”. El que se entiendan, en fin, sólo los mismos no parece darse más que en “a las cuatro cantan (unos) gallos y a las cinco vuelven a cantar”, porque ahora gallos o unos gallos es el único sujeto de los verbos coordinados, como pasaba en “anoche llegaron (tres) estudiantes y se fueron temprano”. Y volviendo a los ejemplos iniciales - “ayer lavé y planché camisas” y “ayer lavé y planché varias... camisas”-, se interpretará espontáneamente camisas como objeto directo único de los dos verbos coordinados, si el contexto lo permite; pero no en caso contrario: “ayer fregué y planché (varias...) camisas”.

13. La construcción del referente Hemos examinado ejemplos de sintagmas nominales de naturaleza aparentemente diver­ sa, desde el sintagma sin contenido simbólico -bajo la forma de sustantivos gramaticales puros, como yo, este, ella, cada, uno, más, o de combinaciones de ellos, como todos ellos, unos pocos, cada uno, los unos, etc - hasta los diversos tipos de sintagmas que po­ seen, además, contenido simbólico. Y hemos señalado, además, que la naturaleza de los no simbólicos no se define por la distribución, como sucede con los elementos simbóli­ cos, categorizados como nombres, adjetivos o verbos: por ello no ha de extrañar que, en­ tre ellos, haya muchos que no aparecen nunca -o que sólo lo hacen a veces- en “posición sustantiva”, como es el caso de cada o de sendos, siempre “adjetivos” desde este punto de vista superficial o “no semántico”; o del género o del número, que ni siquiera son “clases de palabras”.

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Ramón Trujillo

Pero el tema de esta charla no ha sido otro que el de destacar el hecho de que el llamado sintagma nominal no existe más que como resultado de factores estrictamente gramaticales; no léxicos. Y hemos tratado de mostrar con algunos ejemplos, ciertamente escasos, que mucho de lo que parece regla o excepción gramatical no es más que el re­ sultado de convenciones culturales que, aunque se representan con la lengua, no forman parte de su estructura propiamente dicha. Sé que se me dirá que el significado léxico también pertenece a las lenguas y yo diré que nunca lo he negado: lo que sucede es que el significado léxico -al que yo llamaría creador referencial, creo que sin equivocarme-, en lugar de servir a la construcción del enunciado, sirve a la construcción del referente. Si yo digo “este libro rojo”, este no pinta ni describe nada a lo que podamos atribuir algún tipo existencia, imaginaria o no. Pero tanto libro como rojo, que sólo son palabras -es decir, significados puros sin más-, tienen una propiedad de la que carece este, que es la de instituir -o crear, si se prefiere-, objetos que sentimos como dotados de existencia propia y que son externos al lenguaje mismo. Y no sólo “objetos” en sentido físico, sino, simplemente, “objetos externos”, entes físicos o mentales que consideramos como exis­ tentes fuera del lenguaje propiamente dicho: si hablo de “las ideas modernas”, es evi­ dente que las no describirá nada “externo” al lenguaje, pero sí lo harán tanto ideas como modernas, con no ser objetos físicos, sino entes mentales a los que atribuimos existencia independiente en “la realidad”. Ahora bien: si relaciono este con entes de mi experiencia que considero reales, sólo conseguiré establecer la “posición” de un referente en un enunciado gramatical; pero si relaciono libro -la palabra libro, se entiende- con cualquier objeto de experiencia, lo que consigo es que ese objeto “sea libro”, es decir, que ese objeto sea tautológicamente libro (que el objeto en cuestión sea “igual a” libro): lo de menos es que la palabra libro coinci­ da con la definición de un diccionario, porque “algo es libro sólo si yo lo hago libró”. Por eso podemos hablar del libro de la vida, del libro de la naturaleza, de que fulano es un libro abierto, etc., etc. Sé que se me dirá que esos son “usos figurados”, pero ¿qué son los usos figurados -estén “registrados” o no-, sino la demostración incontrovertible de que cualquier cosa, concreta o abstracta, sólo puede convertirse en materia cognoscible, cuando toma la forma -es decir, el significado- de una palabra o de un texto cualquiera? El léxico crea los referentes en cuya existencia creemos; la gramática nos permite pensar con ellos o acerca de ellos; es decir, construir con ellos. Simplificando, la gramática construye el enunciado; el léxico, el referente. Esa es, justamente, la razón de que el léxico no pueda dictar normas a la gramática, porque si yo cambio el referente al que pueda aludir este, por ejemplo, no altero las pro­ piedades de ese referente; pero si, por el contrario, cambio el referente más habitual de libro, para “acercarlo”, en “el libro de la vida”, al significado de vida, lo que hago enton­ ces en realidad es transformar la naturaleza de ese referente, y no, como piensan inge­ nuamente algunos, sustituirlo por el de vida. Cuando, al menos en apariencia, se cambia una palabra por otra, no es la palabra lo que se cambia, sino la naturaleza del referente. En “el libro de la vida” no cambia libro de significado: lo que sucede es que ahora tiene un referente diferente del que tendría en “el libro de la alumna”: un referente que se rela­ ciona con el significado del sintagma de la vida. La metáfora no es otra cosa que la crea­ ción de nuevos referentes para significados ya dados. Esa es la razón por la que siempre he sostenido que no se puede hablar de dos es­ tructuras gramaticales diferentes en “la niña se bañó” y en “la casa se vendió”, ya que las indudables diferencias de interpretación son eso, diferencias de interpretación debidas al diverso contenido simbólico de los sujetos y no, por supuesto, a ninguna causa gramati­

Acerca de la estructura semántica del sintagma nominal

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cal. La interpretación ‘activo-pasiva’ de la primera y la ‘pasiva’ de la segunda no son he­ chos gramaticales y ni siquiera de lengua, ya que, en realidad, se trata de interpretacio­ nes gramaticales idénticas de acontecimientos no gramaticales diferentes. La diferencia está en las cosas representadas, es decir, en los fenómenos “externos al lenguaje”, que ahora se verán como una misma cosa, o de una misma manera, porque la gramática mo­ dificará y organizará las perspectivas de lo que entendemos como real. “La casa se ven­ dió” no es una oración pasiva “igual” a “la casa fue vendida”, sino una oración reflexiva gramaticalmente igual a “la niña se bañó”: dos procesos, que sólo son diferentes como procesos, se igualan como significados. Es lo mismo que hemos visto que sucede con “el libro de la alumna” y “el libro de la vida”, donde se significan como ‘libro’ dos cosas que son diferentes en tanto que tales cosas, pero no en tanto que hechos lingüísticos. Y hemos visto también ejemplos como los de Laca (“tres estudiantes llegaron tarde y se fueron temprano”, “lavé y planché algunas camisas” y “lavé y planché camisas”), en los que las interpretaciones “relativamente diferentes” que se pueden rastrear no se deben a propiedades gramaticales de los “plurales escuetos”, en oposición a las de los “determi­ nados”, sino al conocimiento particular de las cosas y a los hábitos culturales que se rela­ cionan con determinados actos, o, simplemente, a cuestiones estrictas de gramática. Y así ocurre siempre que se trate de significados simbólicos. Comenta Bosque (op. cit., p. 86) que se ha hablado de verbos que “pueden tener” PPEE como objetos “supuestamente pre­ sentados antes”, como en el caso de (a) “Juan leía los libros” -ciertos libros-, frente a verbos que requieren objetos referidos a una “clase de elementos”, como sucede en el ejemplo (b) “Juan detestaba los libros” -es decir, todos los libros. Y así es, en efecto: leer no significa necesariamente la “totalidad” de su objeto, es decir, la clase lógica que lo abarca, en tanto que detestar sí denota esa “totalidad” objetiva, y, de ahí, esa distribución de los dos sentidos que admite el artículo del español. El hecho de que detestar designe “totalidades” o, simplemente, determinaciones precisas es la causa de que pida ciertos determinantes y de que no suela construirse sin ellos (detesta LOS libros/TUS li­ bros/ALGUNOS libros!LOS detesta), y, en esto, recuerda las construcciones totalizadoras de reflexivas con objeto directo: “él se toma el/un/ese café” y “él detesta el/un/ese café”, aunque, con detestar, puede “chocar” ese un, que, sin embargo, es perfectamente posible. Pero, como decíamos antes, el léxico -al contrario de los “sustantivos” gramaticalescrea, altera o modifica la percepción del referente como tal, ya que es, como diría G. Steiner (cfr. Steiner, G. (1991): Presencias reales ¿Hay algo en lo que decimos?, Edicio­ nes Destino, Barcelona, p. 121 y (1996): “La gran tautología”, en: Pasión intacta, Edi­ ciones Siruela, Madrid, pp. 409-426.), “tautológico”: la palabra se hace igual al referente o se hace referente, como sucede con la música. Es cierto que un verbo “totalizador” no se construye con objeto escueto, ni siquiera siendo éste continuo, pero no es menos cierto que, si lo hiciera, no se infringiría ninguna regla gramatical, sino un hábito cultural: ¿quién podrá decir que no son posibles “detesto café a estas horas”, o “sólo me tomo café por las mañanas”? ¿Que son “agramaticales” porque se viola tal o cual regla léxica? Pero si las supuestas “reglas léxicas” no están para construir el enunciado, sino para dotar de un significado determinado a los referentes. Si digo “detesto café”, no incumplo regla alguna, sino QUE SIGNIFICO CAFÉ COMO DETERMINADO Y TOTALIZADO A LA VEZ37, en contra de los hábitos hoy en boga. En eso y no en otra cosa consiste la infinita capacidad creativa del lenguaje: no en esa tontería matemática de que, al no existir la oración más larga, siempre podré añadir un nuevo elemento, hasta el infinito, porque esas oraciones

37 Algo así como “detesto tomar café”, por ejemplo.

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“largas”, ya que no infinitas, son siempre necedades, es decir, lo contrario de creaciones. La capacidad creativa infinita de las lenguas consiste en la capacidad, ciertamente ilimi­ tada, de modificar los referentes y para eso está la gramática, que actúa sobre los signifi­ cados léxicos. El problema más llamativo de los modelos modernos de gramática con­ siste en su excesiva limitación a los usos socializados, es decir, a normas demasiado res­ trictivas y contrarias no sólo a la creación, sino al cambio lingüístico.

¿CÓMO SE CLASIFICARÍAN LOS SUSTANTIVOS Y LOS ADJETIVOS EN UNA PERSPECTIVA COGNITIVO-ACTANCIAL ? Bernard Pottier

Según el programa de este simposio, se trata de completar las descripciones del potencial comunicativo de las unidades léxicas, en particular el sustantivo y el adjetivo, siguiendo el modelo de los estudios ya realizados sobre el verbo.

1. Primera observación teórica La supremacía del verbo en la construcción de las oraciones ofrece grandes ventajas pe­ dagógicas, porque nuestro saber de lengua sugiere en seguida los posibles actantes, desde los necesarios hasta los semánticamente opcionales. Tomemos el ejemplo de una de los acepciones de disponer, ilustrada en el ejemplo siguiente: “Juan | disponía | de dos aviones privados | para su uso particular”. NEC NEC OPC El módulo actancial nuclear está formado por el conjunto de los actantes necesarios, y AVIÓN, en este caso. El módulo actancial extenso incluye los demás actantes usuales pragmáticamente ( p a r a s u USO PARTICULAR).

JUAN

Ahora, si tenemos en cuenta el aspecto cognitivo, debemos considerar las circuns­ tancias en las que se desarrolla el mensaje. Si, por mi profesión, la empresa me permite utilizar un avión para mis viajes, la re­ lación fundamental se establece entre YO y EL AVIÓN, es decir entre dos entidades del mundo que poseen rasgos actanciales latentes o virtuales. Yo orienta hacia ^POTENCIALIDAD, +HUMANO...; AVIÓN hacia /continente/, /rapidez/, /desplazamiento/.... En cuanto quiero informar sobre dicha relación, elijo dos lexemas nominales, por ejemplo YO y AVIÓN (en vez de JET o AERONAVE, etc.). A partir de ahí, tengo que expre­ sar un comportamiento relacional que muchas veces, pero no siempre, saldrá como ver­ bo. En resumidas cuentas, aparecen por lo menos, tres niveles en el recorrido onomasiológico:

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Bernard Pottier

1) El nivel conceptual

E1

E2

M-------------------- ►

C

yo

2) La semiotización léxica

avión disponer

3) Las realizaciones discursivas

“(yo) dispongo de dos aviones”, “tengo dos aviones a mi disposición”, “ponen a mi disposición dos aviones”, “hay dos aviones disponibles para mí”, etc...

Sería excepcional que un hablante eligiera un lexema como el que aparece en ofrecer, oferta, ofrecimiento, sin tener ya alguna idea de los actantes que le motivan a hablar. El caso límite sería el de una genericidad intencional como en: “A mí, siempre me ha gustado regalar”. La primera conclusión es la siguiente. El lingüista que estudia un TEXTO prefiere consi­ derar el verbo como el organizador de la escena descrita, según una interpretación sema­ siológica. Pero el lingüista que trata de observar las operaciones cognitivas parte de las entidades (reales o imaginarias) y ve cómo se relacionan, gracias a un lexema que PUEDE ser un verbo.

2. Segunda observación teórica No se debería hablar de “rección verbal”, ya que lo que rige a los actantes son las propie­ dades del LEXEMA del verbo, y no el verbo en cuanto categoría formal sintáctica. En el módulo transitivo a/go+ 0y

m e jo r a r

a íg o .

alguien+

se dan dos actantes en relación jerarquizada de potencialidad. Consideremos el adjetivo mejor. No se puede decir: “Este melocotón es mejor” sin presuponer: “... que ese otro” o

“... que esa pera”. Es decir que mejor implica dos participantes del mismo modo que mejorar implica dos estados. Lo mismo pasa con mejorable o la mejora.

¿Cómo se clasificarían los sustantivos y los adjetivos en una perspectiva...?

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De modo que la base del estudio del léxico debe ser el lexema, verdadero actor se­ mántico de la combinatoria. Luego, las manipulaciones sintáctico-oracionales pueden conservar, restringir o extender esas potencialidades. En el mismo periódico del mismo día, se lee: “descienden un 25 por ciento los casos de sida en España”, “sigue la tendencia descendiente del año anterior”, “esta cifra representa un descenso del 25 por ciento respeto a 1997”. Descender, descendiente, descenso son semiotizaciones idénticas en cuanto al lexema, y variadas en cuanto a la clase sintáctica. Afirmamos que el módulo actancial es el mismo para: destruir / destrucción / destruible, comparar / comparación / comparable, amenazar / amenaza / amenazador, etc... O sea: compar(a)Rección lexémica

Sb

Vb

Adj

-ción

-ar

-ble

3. Las redes de conexiones La red actancial en sus aspectos formales, semánticos y pragmáticos. a) La red formal tiene como base el lexema y por eso se considera el conjunto de los derivados. Veamos lo que pasa con cárcel. Así reza el diccionario: “Edificio y local destinado para la custodia y seguridad de los presos”. De modo que la cárcel aparece como un local o LOCATIVO (y es verdad que “en la cárc er es la combinatoria más frecuente) y con una finalidad particular (para). El evento que se relaciona con cárcel, si se conserva el mismo lexema, puede expresarse con un verbo: encarcelar / excarcelar, desencarcelar o un sustantivo: encarcelación, encarcelamiento / excarcelación (no tengo ejemplo del siempre posible °excarcelamiento o °desencarcelación)

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Bemard Pottier

o un adjetivo: excarcelable (pero no encontré °encarcelablé). Esta lista formal sólo permite explotar una pequeña parte del tema de la cárcel, co­ mo los movimientos del condenado relativos a ese local: ingresar o entrar en la cárcel

permanecer en la cárcel

salir de la cárcel

lo encarcelan

lo mantienen en la cárcel

lo excarcelan

b) La red semántica consideraría el fenómeno de la parasinonimia en todos los sectores relacionados directamente con el tema. Se trata del módulo actancial, mencionado antes. Entre los sucesos relatados por la prensa, leemos: “El instigador de la huelga del camión fue condenado a seis años de cárcel por secuestro por la Sección Primera de la Audiencia Nacional”. La cronología real es la siguiente: (1) “el instigador secuestra a alguien” (1) HACE que (2) “la justicia condene al instigador” (3) especificaciones: ESP / TPO cárcel 6 años La polisemiosis léxica es la selección de una denominación entre muchas teóricamente posibles, y realizadas en los textos aquí examinados: el instigador de la huelga N! Juan Miguel Abellanal Sales, seis años de cárcel l\l seis años de prisión mayor, secuestro N! detención ilegal, etc... Se podría hablar de un módulo temático: alguien* AGE -----------------►

condenCOnaen

alguien" PAC -----------------►

porque CAU

Dara

ESP: cárcel TPO: años

De ahí se sacan todas las opciones útiles para la adecuada formulación del mensaje, como “los condenados no ingresarán en prisión hasta septiembre”, “he estado encarcelado en esta casa”, “habían encarcelado a un intelectual muy conocido”, “¡que sea condenado a muerte!”, “¿por qué condenarse a esta soledad?”, etc...

¿Cómo se clasificarían los sustantivos y los adjetivos en una perspectiva...?

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c) En cuanto a la red pragmática, se abriría al entorno sociocultural, hasta enciclopédico, del tema. Los conceptos de custodia y seguridad que aparecen en la definición del dic­ cionario entran en esta red, así como la puerta de la cárcel, o los barrotes de las celdas. El francés dice justamente: “être aimable comme une porte de prisori\ que vale como “ser un oso” en su comportamiento, y “derrière les barreaux” como metonimia de “en prisión”. Pues en la misma lengua se encuentran huellas de las asociaciones simbólicas. Esta red es la que más varía en el tiempo.

4.

Verbo y sustantivo

Después de afirmar que la verdadera base léxica es el lexema y no el verbo, el sustantivo o el adjetivo, quiero sugerir cierto paralelismo entre las clasificaciones verbales, en espe­ cial los aspectos, y las clasificaciones nominales. Al aspecto global o aorístico del verbo corresponde la discontinuidad del sustantivo. Perforar y martillo se refieren a dos representaciones mentales autónomas en cuanto a su extensión. No se alude a un antes o a un después. Son de la forma | 1. Al aspecto im­ perfectivo del verbo corresponde el sustantivo continuo, sin limites: caminar y nieve son conceptos ilimitados, en los que no aparecen las nociones de comienzo o fin. Del mismo modo reflexionar y sabiduría. Son de la forma -------La misma multiplicidad interna aparece en el verbo centellear o en el sustantivo muchedumbre, en figura ||||||||| Claro está que aquí nos situamos al nivel de las aprehensiones conceptuales, con la relación de homología. También el aspecto de posterioridad, o post-evento, se encuentra en las clases del verbo o del sustantivo. Así se oponen:

T

POST-EVENTO

pez diputado vive aquí (está vivo)

pescado ex-diputado vivía aquí (o se mudó o ha muerto)

EVENTO ACTUAL

y en muchas lenguas un mismo morfema se aplica a la clase nominal y a la clase verbal (p. ej. el guaraní).

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Bemard Pottier

La oposición entre lo genérico y lo específico se realiza en: GEN.

ESPEC.

yo no fumo el Museo del Hombre (fuera de cualquier determinación)

Juan está fumando este hombre me fastidia

La misma morfología del español nos enseña que la cuantificación vale para varias clases sintácticas: “Mucha tolerancia ayuda mucho”. La modalidad también se actualiza en cualquier clase de palabra: realizable: que se puede realizar, temprano: antes del tiempo previsto. Una gramática concepto-lingüística debería presentar las grandes categorías cognitivas, como determinación, temporalización, aspectualización, cuantificación, modalización, etc..., y seguirlas a través de todas las clases formales de la lengua. La diferencia en el tratamiento, es decir la gramaticalización mas o menos integrada en la morfología, indi­ caría la especificidad de tal o cual clase. La sustantivación de un proceso no siempre es posible: A se refugió A fue condenado

A es un refugiado A es un condenado

A fue atacado A se enfrió

*A es un atacado *A es un enfriado

pero no

Es en principio un problema aspectual. En atacar, el post-evento no conserva el nuevo estado del experimentador. Se dice sigue refugiado, sigue condenado, pero no sigue ata­ cado con la misma visión: pasa a iterativo. Pero en el caso de enfriarse no hay esta res­ tricción semántica: enfriado está en el sistema, pero no en la norma actual. Hay un paso intermedio posible, con el desdoblamiento del verbo en “auxiliar + sustantivo”: “A confronta B con C”, “A hace una confrontación entre B y C”, y luego: “la confrontación entre B y C (por parte de A)” o

“la confrontación de B con C”. Del mismo modo hay un paralelismo entre: “se golpea en los ojos”, “le da un golpe en la espalda” y con más matices hacia la abstracción: “A decidió hablarle”, “A estaba forjando la decisión de hablarle”,

¿Cómo se clasificarían los sustantivos y los adjetivos en una perspectiva...?

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“A tomó decisiones”, “A lo hizo con decisión \ Estos últimos ejemplos, y otros muchos, los saqué de la Concordancia de Obras teatrales que estableció Hiroto Ueda (Tokyo, 1991).

5. Sobre el sustantivo En muchas lenguas del mundo se distinguen los nombres alienables e inalienables. En principio no aparece esta diferencia en español. Sin embargo existen sustantivos que im­ plican un soporte, un poseedor. Sea la palabra destino. De los 50 ejemplos que aparecen en la Concordancia ya citada de Hiroto Ueda, notamos la repartición siguiente: • • • •

1 caso de destino como ‘punto de llegada’, 26 casos de Destino con mayúscula, siendo ésta la marca de la no relación con un individuo particular, 17 casos presentan un posesivo, y 6 un complemento con de: “su destino, un destino de mujer”

Así que destino sería un sustantivo monoactancial, y decisión un biactancial. Por la misma razón semántica, el sustantivo huella viene siempre acompañado de la mención de lo que deja esta marca: “la huella de sus botas”, “las huellas dactilares”, “la huella que quedaba de lo sucedido”, “las huellas de la edad”. Hablé hace muchos años de la “predisposición casual” de los sustantivos, con ejemplos de lenguas que expresan ciertos tipos de afinidad, como el locativo del latín (ruri, domi) o el agentivo románico (Dios, Carlos, fr. on). En español, lo que encontraríamos sería una afinidad combinatoria entre un lexema y un relator. Con barandilla, de las 34 citas de Ueda, 22 van con una preposición localizadora (contra, en, por, sobre, a, desde). Es el caso prototípico de la palabra. Algunos sustantivos son semánticamente incompletos y hacen pensar en los auxilia­ res verbales, como soler o deber que necesariamente se aplican a un predicado. Sería el caso de montón. Es imposible decir: “*Tráeme un montón” sin especificar de que se trata, por ejemplo: “Tráeme un montón de folletos”, “Ya que hay folletos, tráeme un montón”. Otro tipo de clasificador sería carácter, en un contexto como: “Es un problema de carácter económico”. En términos semánticos, la auxiliaridad es siempre una incompletud.

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Bemard Pottier

6. Sobre el adjetivo Veamos ahora el caso de los adjetivos. La tradición distingue los adjetivos calificativos: “la decisión arbitraria” y los adjetivos relaciónales: “la decisión judiciaF (o “del juez”). Pero pensamos que incluso en arbitraria se puede reconstruir un actante, el autor del jui­ cio modal acerca de la decisión. Frente a la calificación objetiva de “la primera deci­ sión”, existe la calificación subjetiva, la que asume explícitamente el enunciador. Se ve que los adjetivos modales implican siempre un actante que aprecia la califica­ ción. Un problema que es interesante, difícil, nuevo, lo es “para alguien”. En los textos encontramos la marca de esa subjetividad: “así la noche os será más agradable”. Al lado de “es una chica muy agradable” se lee “la chica me fue agradable desde el primer momento”. Se trata de un benefactivo. A veces se especifica el campo de aplicación: “duro de entender”, “útil de conocer”, “fácil de comprobar”, “es un hombre muy largo en dar”. El término de “módulo actancial” se puede aplicar a los adjetivos que necesitan una complementación, generalmente, pero no necesariamente, expresada en el texto: “ansioso por encontrar una solución”, “apto para todo, para mayores”, “incapaz de contener su excitación”, “acostumbrado a no estar solo”. Me atrevería a colocar en este apartado el caso de la oposición entre ser y estar. Ser sería monoactancial (propiedad inherente) y estar biactancial (propiedad relativa a algo exter­ no). Véanse estos ejemplos sacados de Ueda: “Juan es orgulloso” frente a “Ya puedes estar orgulloso de ella”, “hay para estar orgulloso”.

¿Cómo se clasificarían los sustantivos y los adjetivos en una perspectiva...?

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Es mi viejo esquema de hace cincuenta años: 2

1

--------------------------SER “ser es uno” (independencia)

endocéntrica

ESTAR ‘hay que ser dos’ (dependencia)

exocéntrica

M----------------

‘estoy cansado’

Vivir es cansado’ (le cansa a uno)

Un mismo adjetivo puede funcionar en las dos direcciones diatéticas: y como cansado resulta en general de alguna actividad, será usual la explicitación del motivo en la relación endocéntrica: “cansado de jugar”, “cansado de ellas”. También es significativa la afinidad del adjetivo con el verbo. El caso más conocido es el del participio pasado: “Juan despertó a María”, “María está despierta”. Pero hay adjetivos que equivalen a subordinadas con verbo: “fotografías que le pueden comprometer a uno”, “fotografías comprometedoras”. En “los dirigentes opositores serbios”, opositores vale por “que se oponen a X”. La “conflictiva localidad de Chiapaneca” es la que “genera conflictos”. “Ser muy traicione­ ro” e incluso “ser muy cafetero” implican actividad, etc...

7. Algunos textos Pasemos ahora a estudiar algunos textos concretos. Consideremos: “Un hombre mata a otro ante docenas de testigos y ni siquiera conseguimos una descripción fiable del agresor”. Hay dos verbos, cinco sustantivos y un adjetivo. Se ve en seguida que la clase sin­ táctica no desempeña ningún papel esencial en la comprensión de la escena. La primera parte de la oración se podría expresar de otra forma: “un hombre está frente a otro”, “un hombre se enfrenta con otro”, “al lado de ellos están doce personas que ven la escena”.

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Testigo es un sincretismo, el ortónimo integrante de la versión analítica citada. Luego descripción supone //alguien describir) algo//, agresor: //alguien agred(ir) a alguien// y fiable implica //alguien fiarse en algo//. Así que volvemos a lo que dijimos antes: cada lexema, como tal, lleva en sí una serie de participantes latentes, actualizables. Cada lexema tiene su módulo, y por eso las oracio­ nes sin verbo, como en los titulares, sugieren combinaciones de actantes tan ricas como en el caso de los verbos. O sea: “el prodigioso poder arrasador de la televisión”. Prodigioso es una modalidad axiológica emitida por el autor del mensaje. Poder supone acción de A+ sobre ET. Arrasador especifica este tipo de poder. Televisión alude a la gente (B ) que mira las imágenes (A+). Es como decir, ahora con más verbos: “Las imágenes actúan sobre los telespectadores casi aniquilándolos, de un modo que califico de prodigioso”. Actuar, aniquilar (por arrasar), calificar son ejemplos de semiotización posibles, a partir de un esquema conceptual único. En: “Una patética demostración de pésimo talante democrático”, el lexema del sustantivo, demostra- actualiza mentalmente //alguien demostr(ar) algo//, y ese algo es un talante, virtualmente con connotación valorativa, lo mismo que demo­ crático en este contexto pragmático. Pero hay una inversión de valores cuando se califica el talante de pésimo y esto se transmite a la latencia axiológica de patético que adquiere de este modo un valor negativo, por lo que se llama la isosemia discursiva. Se podría ha­ ber dicho, por ejemplo: “Demostró su talante democrático pésimamente y eso fue patético”. Resulta necesario estudiar los tipos de equivalencia entre una construcción verbal y una construcción nominal. El modelo general es: A consumir drogas: el consumo de drogas por A el consumir drogas: el consumo de drogas y con más extensión: “Le agradezco que tuviera paciencia conmigo” y “Reciba mis agradecimientos por la paciencia que tuvo conmigo”. Creo que mi conclusión está clara. Los mismos criterios de analisis que han sido utiliza­ dos en el estudio del verbo, pueden, -yo diría deben- aplicarse en el caso del sustantivo y del adjetivo, ya que el motor de la potencialidad combinatoria es el lexema, y no la clase sintáctica de la lengua considerada. El arte de hablar consiste en el dominio de las mani­ pulaciones que le permiten al hablante encontrar siempre formas nuevas y originales para la construcción mental que ha organizado. La sintaxis revela opciones semánticas, y és­ tas, a su vez, concretizan en una lengua los mecanismos cognitivos activados por el ha­ blante.

COGNICIÓN Y SIGNIFICACIÓN: ¿UN PROCESO ÚNICO? Luis Fernando Lara

0. La evolución actual de los intereses de la semántica y, en general, de la lingüística ha­ cia los procesos de la cognición humana es un resultado lógico de la crítica y la supera­ ción de momentos anteriores de nuestra ciencia. Si ya Chomsky había situado la lingüís­ tica dentro de una psicología general muy al comienzo de sus propias investigaciones, las cuestiones que proponen, por un lado, el estudio de la adquisición de la lengua materna y, por el otro, la recuperación del interés por lo significado, después de la clausura estructuralista, resaltan la necesidad de relacionar lingüística y psicología, o teoría del lenguaje y teoría empírica del conocimiento. La relación, sin embargo, no es sencilla1. Está plagada de dificultades y el trabajo debe comenzar por plantearlas claramente. Aquí me propongo examinar algunas de esas dificultades, con el objetivo de ensayar una respuesta2.

1. El problema Cada disciplina científica define sus objetos de estudio de acuerdo con sus intereses y con los instrumentos de que dispone para investigarlos. Saussure decía que es la ciencia la que crea el objeto. Es verdad, en cuanto que no hay “objetos en sí” que se nos presenten con total evidencia a nuestra experiencia. Cuando el neurofisiólogo se pregunta qué es el lenguaje, lo hace desde el punto de vista de sus estudios sobre el cerebro y mediante los pocos instrumentos con los que puede investigar la actividad cerebral humana. Las medi­ das de potenciales evocados o las tomografías muestran reacciones de la corteza cerebral medibles en unidades eléctricas por unidades de tiempo y se puede observar con ellas trazas de las reacciones y predominios de ciertas zonas cerebrales que corresponden a los reactivos verbales considerados. El lenguaje, entonces, es diferente para el neurofisiólogo de lo que es para el lingüista. El reactivo verbal, que para el lingüista es un signo, sólo tiene una correspondencia cortical inidentificable en términos únicamente neurofisiológi1

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Ronald Langacker (1988), a quien se debe parte del interés cognoscitivista, parece tender a verla así: el adjetivo “simply” aparece constantemente: “the grammar of a language simply provides its speakers with an inventory of symbolic resources” (p. 5); “there is nothing inhe­ rently mysterious about conceptualization: it is simply cognitive processing (neurological ac­ tivity)” (p. 6 ); allí mismo “an established concept is simply a ‘cognitive routine “linear or­ dering... is simply one dimension of phonological structure” (p. 26) o de otra manera: “I take it that the cognitive reality of linguistic units (and their activation in language use) is selfevident and uncontroversiar (p. 15); “grammar... is nothing more than patterns for successi­ vely combining symbolic expressions...” (p. 25); etc. (yo subrayo). Agradezco a mi colega Rebeca Barriga sus comentarios al primer borrador de este artículo y sus sugerencias bibliográficas.

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eos. Es decir, el neurólogo sólo sabe que investiga las reacciones cerebrales al lenguaje porque ha tomado un signo lingüístico como reactivo. Lo mismo se puede decir en cuanto al psicólogo experimental. Las acciones de una persona como reacción a un signo lingüístico sólo se identifican como reacciones al lenguaje porque el reactivo ha sido un signo. En ambos casos, la identidad del signo no se define en esas disciplinas, sino que éste se toma como elemento dado, con un valor heurístico para la interpretación de las reacciones o de la conducta. De ahí que el primer problema que uno enfrenta cuando se interesa por la dimensión o la calidad cognoscitiva del lenguaje es establecer con cuidado las diferentes concepciones de las ciencias que intervienen en esa dimensión. Para esta­ blecerlas de manera común, lo que hay que construir previamente es un discurso con­ mensurable entre todas las disciplinas que intervienen. Tal discurso no es precisamente de definiciones arbitrarias, nominales o axiomáticas de lo que cada disciplina puede en­ tender acerca de un fenómeno, pues el efecto inmediato es la inconmensurabilidad de los diferentes discursos a los que dan lugar. Más bien, lo que hay que hacer es mostrar fenó­ menos (el famoso zeigen de Wittgenstein), elaborar los argumentos con que cada disci­ plina afirma reconocerlos e identificarlos, y después construir el objeto común de estu­ dio3. La relación entre cognición y significación, los dos puntos centrales de la psicología del conocimiento o de la teoría empírica del conocimiento y de la lingüística está por eso lejos de ser evidente; decir que hay una relación entre cognición y significación es una perogrullada si no es posible establecer en qué consiste esa relación, en términos acepta­ bles tanto para la psicología de la cognición como para la lingüística.

2. El objeto de la lingüistica Puesto que es evidente que tanto la psicología como la neurología dependen de un reco­ nocimiento previo del signo lingüístico para enderezar sus propias investigaciones, hay que comenzar, entonces, por identificar el fenómeno que es nuestro objeto de conoci­ miento: la manifestación verbal se nos presenta siempre con una materialidad específica (sonido o trazos en una superficie), que imaginamos como una concreción o quizás una síntesis de acontecimientos que ocurren en la cabeza. La idea que se le puede ocurrir a cualquier lego cuando comienza a reflexionar acerca de esos acontecimientos que locali­ za en la cabeza es que el fenómeno verbal se organiza y se completa precisamente allí, filo y ontogenéticamente antes de su manifestación, por lo que la expresión verbal es so­ lamente un medio secundario y deleznable de manifestación. La idea es tan antigua como los primeros documentos que conocemos en la historia de la reflexión occidental sobre el lenguaje: no es otra cosa lo que subyace a la afirma­ ción de San Agustín, en el siglo IX, de que la vox es signo de una dictio situada en el es­ píritu y previamente formada en él, en relación con una res\ Es semejante lo que afirma Langacker (1988: 7): “In choosing a particular expression or construction, a speaker construes the conceived situation in a certain way, i.e. he selects one particular image” 3

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Entre paréntesis, la falta de claridad sobre este proceso de construcción de un discurso con­ mensurable entre distintas disciplinas es la principal causa por la que muchas investigaciones “interdisciplinarias” terminan siendo “multidisciplinarias”, y cada participante en ellas termi­ na encasillándose en su propio discurso, aislado y muchas veces peleado con sus colegas. Cf. Lara 1997a.

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(yo subrayo). Tampoco es otra cosa lo que afirma la propuesta chomskyana de la “es­ tructura profunda” (ese “deus ex machina” del formalismo) anterior a toda manifestación, ni el esfuerzo de la desaparecida “semántica generativa” por encontrar una “lógica natu­ ral” en la base de la estructura profunda. Que sea una idea común, fácilmente imaginable, no la convierte en una proposición científica. La proposición se vuelve científica cuando se problematiza una idea común y se analizan sus implicaciones. Lo primero que hay que señalar en cuanto a ella es que deja la definición del len­ guaje más allá de su manifestación material, en un ámbito al que la lingüística no puede entrar en cuanto lingüística, sino solamente suponiendo que hay una “estructura profun­ da”, una “imagen mental”, una “idea” o un “concepto” de lo significado, cuya determina­ ción correspondería a una psicología lógicamente previa o incluso, como le parece “evi­ dente” a Langacker, a una neurología. Pero ya hemos visto que tanto una como la otra no solamente dependen de la presencia previa del signo lingüístico como dato heurístico, sino que además el signo es inidentificable por ellas. Por el contrario, la constitución del objeto de la lingüística, afirmaban claramente Saussure y Hjelmslev, comienza por definir la especificidad del fenómeno verbal; no sólo eso: es la lingüística la única que puede hacerlo en términos fenoménicos y con el grado de objetividad que nos ofrece el hecho mismo de hablar y de reflexionar, como humanos, acerca de ese hecho. Pero la definición de la especificidad del fenómeno verbal se logra reconociendo que, más allá de toda especulación o sentido común, es precisamente un acontecimiento material, como es el signo lingüístico, el que nos depara una inicial defi­ nición de nuestro objeto: reconocer en el significante la sustancia de su expresión es fijar el punto de partida empírico de la constitución científica del signo lingüístico. La lin­ güística se legitima en la existencia objetiva del fenómeno que llamamos signo desde Saussure. El estudio inicial de la sustancia de la expresión conduce al descubrimiento de sus invariantes y a la abstracción lingüística de la forma que subyace a la sustancia. El proce­ dimiento es, por eso, empírico e inductivo, desde el punto de vista de la observación y la descripción a que da lugar, pero abstractivo, desde el punto de vista de la constitución del objeto de estudio. La forma de la expresión así descubierta es un resultado teórico, pero sobre el mismo fenómeno material de partida. Es el carácter fenoménico primario de la fonética -pues es la que analiza la sustancia de la expresión- lo que legitima la investiga­ ción fonológica y explica las aproximaciones teóricas de Trubetzkoy y de las contempo­ ráneas teorías de los rasgos estructurales, a la manera de Chomsky y Halle, de los estratos de representación, de la fonología suprasegmental y del resto de las exploraciones de la fonología contemporánea. Si hay algo que ya demuestran estas investigaciones es que el significante del signo lingüístico está lejos de haber sido suficientemente explicado y que su complejidad involucra la supuesta discreción perceptual del fonema con los efectos acústicos y articulatorios de la linealidad del signo. Aunque el estudio del significante no se haya terminado, lo que hay que resaltar en este punto es que la linealidad del signo y la existencia del significante como unidad fe­ noménicamente discreta forman parte de la constitución empírica del objeto de la lin­ güística. Dicho de otra manera: que es la lingüística la única que reconoce esa especifici­ dad del significante y sus complejidades sustanciales y formales, cuyos correlatos cog­ noscitivos y neurológicos deben ser objeto de investigación, pero a los cuales no se les

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puede atribuir a priori ni un isomorfísmo con la sustancia de la expresión, ni ninguna po­ sible “auto-evidencia”. Si ahora pasamos al plano del significado, el reconocimiento de todo hablante y de todo lingüista de que el significante se reconoce porque significa algo (lo que Saussure explicaba con la analogía de la hoja) termina por dar al signo su constitución objetiva. Lo que interesa para la lingüística es que el punto de partida es el fenómeno material del sig­ no, no la cosa significada, no la idea, no el concepto, no la “imagen” mental de la cosa, no los procesos neurofisiológicos relacionados con él. Qué cosa, qué experiencia de la realidad o qué acción se signifique con el signo es cuestión de una ontología, de una lógi­ ca o de una semántica filosófica; para que lo sean de la lingüística hay que pasar por el signo y la significación. Los planteamientos chomskyano y langackeriano han invertido la cuestión y con ello han diluido, el primero, la especificidad del signo lingüístico en un formalismo en donde la significación solamente tiene valor heurístico, a la manera de Bloomfield, y, el segundo, en una cognición de carácter especulativo -puesto que no se basa en las investigaciones experimentales de la psicología del conocimiento o de la psi­ cología cognitiva- metaforizada en una “imaginería” cuyo valor explicativo no supera el nivel del dibujo didáctico. Sin duda el signo lingüístico tiene un determinante aspecto cognoscitivo en su for­ mación y en su transmisión verbal; sin duda tiene correlatos neurofisiológicos. Lo que no conviene es emborronarlos todos juntos.

3. Cognición y significación Si lo que buscamos es investigar cómo es posible la significación verbal o, lo que es lo mismo, cómo se dan los procesos intelectuales por los cuales reconocemos e identifica­ mos entidades de nuestra experiencia, cómo se manifiestan en cada lengua y cuál es el carácter intrínseco de las lenguas que las hace servir al conocimiento y a la comunicación de la experiencia, hay que poner entre paréntesis la descripción lingüística -el ergon de Humboldt, la lengua de Saussure- (el primer nivel de evidencia fenoménica en el que percibimos el signo) y pasar a la exploración de la actividad significativa humana -la energeia, o la competencia de Chomsky-, para problematizar ahora la misma constitu­ ción del signo en la percepción y en la cognición. Las investigaciones psicológicas sobre el desarrollo de la inteligencia, particular­ mente las que dieron lugar a la teoría de Jean Piaget, demuestran que hay actividad cog­ noscitiva e inteligente desde varios meses antes de la aparición de los primeros signos lingüísticos en el niño. Con una admirable economía de postulados, Piaget sostiene que son dos los mecanismos psicológicos con los que se desarrolla el conocimiento: la asi­ milación por el organismo humano de los estímulos del medio, y la acomodación de las variaciones en los estímulos del medio al organismo (1969: 6 ). Cada proceso de acomodación, que modifica las características de la respuesta al medio, da lugar a esquemas de conocimiento que, por cierto, Piaget se cuida de no defi­ nir, ni mucho menos de metaforizar con palabras como “imágenes”, “representaciones”, etc.5 Los procesos de asimilación y acomodamiento comienzan desde los primeros mo­ 5

Resulta claro que la noción de esquema forma parte de los postulados no analizados de la teoría piagetiana y que, en consecuencia, es la misma que entendemos en la palabra ordinaria “esquema”.

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mentos de vida del niño y se producen a partir de los reflejos con los que nuestra herencia biológica nos provee para sobrevivir (algo muy diferente de la suposición chomskyana de que la gramática ya está previamente incorporada en la impronta biológica). Piaget, como sabemos, propone que la inteligencia se va desarrollando por estadios. A partir del terce­ ro, llamado de las “reacciones circulares secundarias”, que se produce hacia los tres o cuatro meses de edad, observa Piaget que los esquemas de conocimiento desarrollados en los dos estadios anteriores llevan a disociar las acciones -que ejecuta el niño para mante­ ner un resultado interesante (segundo estadio)-, del resultado mismo, lo que lo conduce a la primera aparición de una intencionalidad y al primer momento de independencia de los objetos participantes en sus acciones en relación con esas mismas acciones6. Si entiendo bien la explicación de Piaget (1969: 115 y ss.) y si tomamos como ejemplo la producción de sonidos con la boca, el reflejo del mamar da lugar a la acción de los labios y su ejercitamiento; posteriormente, tales acciones revelan la producción de sonidos, que el niño encuentra interesante reproducir; el niño además imita sonidos que escucha y movi­ mientos de los labios de los que lo rodean. Llega un momento en que el sonido se inde­ pendiza de la acción y gana identidad por sí mismo. A reserva de verificar esta hipótesis en estudios de adquisición de la lengua materna, tiendo a pensar que ese es el momento de aparición de los primeros proyectos de signo lingüístico en el ser humano. Pues tal como se disocia el movimiento de los labios de la pura reproducción de sonidos, también se puede pensar que el manejo de los sonidos con una intención forma parte de las prime­ ras disociaciones de signos, como invariantes significantes y significados de las acciones complejas e indiferenciadas en que se le aparecían antes. Es decir, el signo lingüístico se construye a partir de esquemas cognoscitivos que se desarrollan antes y no, por cierto, con una especificidad que los singularice, como le gusta proponer a Chomsky en relación con la gramática. Pero el fundamento cognoscitivo del signo lingüístico no lo disuelve en cognición pura, sino que sólo establece las condiciones de posibilidad de la formación del signo, tal como se nos presenta7. Si esta hipótesis se puede verificar, me parece que ya puede empezar a esbozarse la relación entre cognición y significación: la cognición precede a la significación, pero a partir del momento en que aparece el signo, la significación precisa y desarrolla la cogni­ ción8. Hay que notar que en esta forma de pensar los fenómenos, los “objetos en sí” no juegan ningún papel. La vieja idea de la semántica y de lo que Bemard Harrison (1972) llama “teoría empiricista del lenguaje”, que consiste en postular que el niño aprende, aun a esa edad, a nombrar, a poner una etiqueta a las cosas, cuya existencia distinta y objetiva se da por sentada, se ve radicalmente rebatida por una teoría como la que se puede elabo­ rar a partir de Piaget. Igualmente, la creencia tradicional de que los signos sólo nombran objetos (los categoremas de la lógica medieval) se ve superada por la hipótesis de que la significación es un lento y permanente proceso de diferenciación de acciones complejas de cada ser humano, durante el cual los objetos se van constituyendo cognoscitivamente, 6 7

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Algo semejante afirma M.A.K. Halliday (1982). Hay que señalar que Piaget no parece haber problematizado la constitución cognoscitiva del signo lingüístico, al cual concebía solamente como representación de un contenido concep­ tual; sin embargo, su teoría da lugar a un desarrollo coherente con ella de la formación del signo. Cf. por ejemplo Hermine Sinclair (1982). De ninguna manera pretendo establecer un predominio de las capacidades verbales del ser humano sobre el desarrollo de su conocimiento. Sin duda que la matemática, la música, las artes plásticas son formas de conocimiento independientes de la lengua. Pero para explicarlas y educar a las personas en ellas es la lengua uno de los medios principales.

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gracias a los esquemas de acomodamiento y a la contribución de esas unidades perceptuales discretas que son los signos. Es común en los estudios de adquisición de la lengua materna considerar que una vez que el niño se apodera de un signo, un sustantivo, por ejemplo, tiende a utilizarlo pa­ ra nombrar muchos objetos o muchas acciones complejas semejantes al objeto que nom­ bra. Llaman a este proceso sobregeneralización9. En uno de los primeros estudios que se hicieron de la adquisición de la lengua española, Margit Frenk (1967) observa lo que ha­ ce su pequeño hijo con la palabra “plan”: un día, su hermana mayor se va a una fiesta y el hermanito se tiene que quedar en casa con su madre; él insiste en ir a la fiesta, pero no es posible permitírselo; su madre, para contentarlo, lo pone en su regazo, lo abraza y le “propone un plan”: hacer tal y cual cosa que le interesa al niño. Tiempo después, el niño insiste en usar la palabra “plan” para significar una situación amorosa entre su madre y él. Se diría que el niño sobregeneralizó la palabra. Pero considerado a partir de la teoría de Piaget y de mis propias observaciones e interpretaciones10, hay que entender este fe­ nómeno característico de la adquisición de la lengua como una primera indistinción de los componentes de la acción verbal en que participó el niño: la acción fue compleja: el enojo por no tratarlo como a su hermana mayor, el consuelo que le daba su madre, el pe­ queño soborno que constituía el “plan”, etc. La palabra “plan” formaba parte de la acción total y no tenía una función denominadora inicial. El niño, ya en edad de disociar signos de las acciones en que se aprenden, disocia la palabra pero no diferencia suficientemente los elementos de la acción a la que correspondía. Por lo tanto, no sobregeneralizó el sig­ nificado de “plan” a otra experiencia (la situación amorosa entre él y su madre), sino que evidenció una indiferenciación, característica de los procesos de adaptación que teoriza Piaget. Hablar de “sobregeneralización” en estos casos no es sino una asunción implícita de las “teorías empiricistas del lenguaje”, según las cuales la primera función de la lengua es nombrar objetos y acciones. Como si el primer aprendizaje de una palabra llevara con­ sigo la distinción de su referente y a partir de él se generalizara (por cierto, no es otra co­ sa la idea de la metáfora como desviación de un sentido recto de las palabras). Por el contrario, siguiendo a Piaget y mi interpretación, hay que considerar que la significación empieza por no distinguir la complejidad de las acciones verbales en las que se habla, y que el signo, tal como lo concebimos los adultos, es resultado de una larga cadena de distinciones. Pero esas distinciones no se dan como efecto puro de los esquemas cognos­ citivos prelingüísticos, sino como resultado de la participación del signo de los adultos que rodean al niño en la disociación, primero, del signo mismo y en la diferenciación después, del significado del signo en relación con una parte de la acción verbal corres­ pondiente: aquella en la que interesa nombrar algo. El significado, en consecuencia, es un resultado de un proceso de significación que tiene un cuño social insoslayable. Dicho de otra manera: es precisamente el signo, tal como se entiende en la comunidad lingüística,

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Entiendo que Susan Ervin Tripp fue de los primeros lingüistas que hablaron de sobregenerali­ zación (1974). Ervin Tripp se refiere con ello a lo que la tradición terminológica lingüística llama analogía y que consiste, entre otros fenómenos, en la extrapolación de reglas estructu­ rales a todos los miembros de un paradigma, como sucede particularmente con las conjuga­ ciones verbales, con la formación de plurales, etc. En cambio, Eve Clark (1973) “sobregeneraliza” la noción a la semántica al considerar que el fenómeno tantas veces observado por lin­ güistas y padres de familia, que consiste, por ejemplo, en llamar perro a todo cuadrúpedo pe­ queño que se le presente al niño en cierto momento de su desarrollo, es también un caso de sobregeneralización. En parte comenzadas en el capítulo cinco de mi Teoría del diccionario monolingüe (1997).

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con la discreción que le reconocemos en el análisis fenoménico descriptivo, el que va delimitando los elementos de una acción o de un objeto incluido en ella que resultan per­ tinentes para el entendimiento social. La significación se logra, entonces, por el signo y no únicamente por los procesos cognoscitivos que desarrolla el ser humano en indepen­ dencia del signo. El signo es, entonces, el que crea la idea o el concepto; no un simple vehículo material de la referencia. Si de la enseñanza de los estudios de adquisición de la lengua materna pasamos ahora al tema central de mi pregunta, podremos suponer, al menos, que significación y cognición no son el mismo proceso; que si bien la cognición es condición de posibilidad de la significación, la significación, determinada por la participación de la lengua de los adultos o, en general, por la lengua de la comunidad, añade una diferencia cualitativa a los procesos cognoscitivos, que hace preferible sostener que cognición y significación son dos modalidades interrelacionadas de la inteligencia humana. Los efectos epistemológicos de estas hipótesis son varios: se elimina la concepción agustiniana del signo lingüístico (de la cual su última versión fue la de Ogden y Ri­ chards) y, en general, de las “teorías empiricistas del lenguaje”; desaparece la justifica­ ción para seguir sosteniendo que las “imágenes mentales” de los objetos, sus “representa­ ciones” mentales, sus “conceptos” existen independientemente de los signos que los ma­ nifiestan; se niega la posibilidad de una concepción solipsista del lenguaje, que dé una función circunstancial o accidental a la acción social en que se habla y se aprende la len­ gua, y lo considere un fenómeno primariamente individual; se justifica la necesidad de que tanto las teorías neurofisiológicas como las psicológicas asuman la definición lin­ güística del signo; se explica por qué la lingüística no puede subordinarse a la psicología; y se abre el camino a una teoría pragmática y críticamente cognoscitivista de la significa­ ción y la semántica.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS CLARK, E. (1973): “What’s in a Word? On the Child’s Acquistion of Semantics in his First Language”, en: MOORE, T.E. (ed.): Cognitive Development and the Acquisition of Langua­ ge, Academic Press, New York, pp. 65-110. ERVIN TRIPP, S. (1974): “Imitation and Structural Change in Children’s Language”, en: LENNEBERG, E. (ed.): New Directions in the Study of Language, MIT Press, Cambridge, pp. 163-190. FRENK, M. (1967): “Sobre polisemia y homonimia infantiles”, en: FLASCHE, H. (ed.): Litterae Hispanae et Lusitanae, Max Hueber Verlag, München, pp. 153-171. HALLIDAY, M.A.K. (1982): “Aprendiendo a conferir significado”, en: LENNEBERG, E.H. / LENNEBERG, E. (eds.): Fundamentos del desarrollo del lenguaje, Alianza Editorial, Ma­ drid, pp. 239-267. HARRISON, B. (1972): Meaning and Structure: An Essay on the Philosophy of Language, Har­ per and Row, New York. LANGACKER, R. (1988): “An Overview of Cognitive Grammar”, en: RUDZKA-OSTYN, B. (ed.): Topics in Cognitive Linguistics, John Benjamins Publ. Co., Amsterdam, pp. 2-47. LARA, L.F. (1997a): “Por una nueva teoría del signo”, en: BARRIGA VILLANUEVA, R. / MARTÍN BUTRAGUEÑO, P. (eds.): Varia lingüística y literaria, El Colegio de México, México, Vol. I, pp. 211-222. LARA, L.F. (1997b): Teoría del diccionario monolingüe, El Colegio de México, México.

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ECONOMÍA Y COMPLEJIDAD DE LAS RELACIONES ENTRE SUSTANTIVO Y ADJETIVO EN EL SINTAGMA NOMINAL Gerda Haßler

1. Creatividad y complejidad Establecemos la hipótesis de trabajo que la escala de las relaciones semánticas entre sus­ tantivo y adjetivo en el sintagma nominal es muy extensa. Incluye la solidaridad semánti­ ca y el empleo casual de cierto sustantivo y cierto adjetivo en un contexto concreto, la creación de nuevos lexemas complejos y la combinación inesperada de dos palabras, la explicación de un rasgo semántico del sustantivo mediante el adjetivo y la incompatibili­ dad sistemática entre los dos, neutralizada en el contexto. Todas estas relaciones pueden ser descritas en términos de economía y complejidad. Discutimos estas dos nociones en la perspectiva de una lingüística textual con base cognitiva. Para los generativistas no hay problema en absoluto en utilizar oraciones irreales’, incluso algunas tan irreales, pero tan posibles como ideas verdes incoloras duermen fu ­ riosamente. No se trata de hacer simplemente un catálogo de lo posible, lo menos posible y lo imposible, sino de establecer los principios que permiten decir y entender como ‘normales’ determinadas oraciones y rechazar como ‘anormales’ otras. La gramática ge­ nerativa, en su modelo estándar, había procedido a una reducción del objeto de estudio. La parte central de esta reducción del objeto es la hipótesis de la existencia de una facul­ tad autónoma e innata del lenguaje. Es posible no aceptar esa hipótesis fundamental y oponer otra teoría que, sin embargo, siga conteniendo un principio psicológico cognitivo de base. Según esta lingüística cognitiva, elaborada por Lakoff y Langacker, somos capa­ ces de hablar, no en virtud de una facultad, un órgano mental autónomo, sino haciendo uso de las capacidades cognitivas generales y teniendo en cuenta el entorno en el que se desenvuelve la actividad humana. Por otra parte, la teoría minimalista (Chomsky 1992; 1995) reduce la facultad del lenguaje a unos principios abstractos tan esenciales que qui­ zá hagan perder sentido a toda esta discusión. Se trata de principios combinatorios res­ ponsables solamente de las estructuras que pueden adoptar las oraciones en cualquier lengua humana imaginable. Su diferencia con los principios cognitivos generales podría difuminarse. Por otro lado, lo que se conseguía evitando la idealización era hacer una simple descripción de la realidad. Precisamente si intentamos acatar la complejidad del lenguaje, una parte considerable de los estudios de la lingüística textual parecen haberse limitado a repetir cosas sabidas desde hace siglos. Sin embargo, la relación entre la creatividad lin­ güística y la complejidad se puede estudiar en los textos. Dice en este contexto Enrique Bernárdez: “El estudio científico de los textos es posible, por tanto, si no resulta factible el estudio científico de los ‘procesos creativos’. Podemos considerar que estos son proce­ sos complejos (objetos complejos), de modo que existiría una equivalencia creatividad / complejidad.” (Bernárdez 1995: 61). Podemos seguir la hipótesis de que la creatividad

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del lenguaje, y los textos como productos de esa creatividad, son una consecuencia de su complejidad. Rechazamos entonces las razones que se aducen para la imposibilidad de estudio científico del uso del lenguaje que no son sino una manifestación del tradicional rechazo científico de la complejidad.

2. La predictabilidad de las relaciones entre el sustantivo y el adjetivo Las estructuras sintácticas como objetos abstractos, independientes de su uso en contex­ tos determinados, pueden considerarse en estado de equilibrio. Son estructuras dotadas de estabilidad estructural que corresponde a la economía del sistema. En el momento en que tenemos en cuenta la interacción con el contexto, que se da en toda situación de uso del lenguaje, ese equilibrio o estabilidad propia de las estructuras sintácticas desaparece de­ jando lugar a la complejidad. De este modo, la relación entre adjetivo y sustantivo en el texto posee las características ‘indeterminación’ e ‘impredictabilidad’ porque es un sis­ tema en interacción con el medio. Existen, sin embargo, tipos de texto, incluyendo for­ mas de interacción verbal conversacional que presentan un grado muy bajo de creatividad y, en consecuencia, un alto grado de estabilidad y predictabilidad (cf. Bernárdez 1995: 68-69). Tomamos como modelo para el análisis de la predictabilidad de las relaciones entre sustantivo y adjetivo en el sintagma nominal las Redes de Transición Ampliadas (cf. Bernárdez 1995: 74). Beaugrande y Dressler (1981: 50) definen esta red de transición ampliada como una configuración de ‘nodos’, en este caso ‘estados gramaticales’, co­ nectados por ‘enlaces’, en este caso ‘dependencias gramaticales’. Para moverse de un nodo a otro, el procesador realiza una transición a través de un enlace. Esta operación exige la identificación del enlace como perteneciente a un repertorio de tipos de depen­ dencia, p. ej. sujeto a verbo o modificador a núcleo. La transición puede aumentarse con cualquier clase de operación de búsqueda o acceso, por ejemplo la especificación de la categoría exacta a la que pertenece el nodo siguiente. Veamos el proceso de comprensión de una oración, como (1)

Una mañana fría, a principios de otoño, el tren lo llevó hasta aquella hermosa ciudad sureña.

Podemos considerar las redes de transición aumentadas como formalismos que especifi­ can las vías que se ofrecen a una persona que debe realizar una acción compleja, dividida en subacciones más simples (cf. Bernárdez 1995: 75). En el caso de la oración el tren lo llevó hasta aquella hermosa ciudad sureña al escuchar la primera palabra, el, se abren varias vías de continuación; es decir el puede ir seguido por determinadas palabras, pero no por otras (por ejemplo, sería imposible *el bicicleta). De estas posibilidades, unas se­ rán más probables que otras. Por razones de economía, el mecanismo mental de análisis del hablante se dirigirá hacia la vía mas probable: un sustantivo (S). Además, la presencia de el restringirá las posibilidades de esta clase de sustantivos: si empieza por una conso­ nante deberá ser singular y de género masculino. Otras posibilidades, con diferentes gra­ dos de probabilidad serán: (a) un adjetivo (el primer/último tren), (b) un adverbio (el ya mencionado tren), (c) un verbo (en el caso de la lengua hablada, el pronombre homófo­ no: él llegó a aquella hermosa ciudad sureña, su hermano no.) En la enunciación com­ pleta, la probabilidad de cierto adjetivo depende también de características semánticas. En el caso del complemento circunstancial, no es probable el adjetivo último (Una ma-

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ñaña fría, a principios de otoño, el último tren lo llevó hasta aquella hermosa ciudad sureña.). Si no se confirma la expectativa se vuelve a empezar por la vía que tenga una mayor probabilidad entre las restantes, y así sucesivamente hasta que se identifica la se­ gunda palabra. En nuestro caso, el procesador queda satisfecho con la vía inicial y pasa a un nuevo estado en el que se abren nuevas vías para palabras que sigan el conjunto /el tren!. La cantidad de posibles vías es ahora mucho mayor: (a) un adjetivo (el tren mati­ nal/rápido) (b) un sintagma verbal (el tren llegó), (c) un adverbio (el tren ya lleno), (d) un pronombre (como en nuestro caso: el tren lo llevó), (e) una preposición (el tren de Madrid), (f) una conjunción (el tren y el coche). El sustantivo identificado aporta también restricciones semánticas a la elección de algunos elementos, de modo que se bloquearían continuaciones, entre otras adjetivales, como *el tren poético (mamífero, riguroso...). Cada palabra abre posibles vías, a la vez que restringe las posibilidades: de un lado, en virtud de la diferente probabilidad de cada una; de otro, y fundamentalmente, por las ca­ racterísticas semánticas de la palabra y del conjunto de palabras identificado. El hablante tiene un conocimiento de esas relaciones semánticas sintagmáticas y además es capaz de ir uniendo las palabras que forman unidades. En el lenguaje podemos encontrar formas estables de poca complejidad situacional, o estados transitorios de gran economía estructural. Es posible establecer una interesante analogía entre los prototipos de la semántica con base cognitiva y la estabilidad estructu­ ral. La prototipicidad es una magnitud fundamental para entender muchos aspectos del procesamiento textual, pues existe una relación inversa entre prototipicidad y variación. Mientras más prototípico sea un tipo de texto, un sintagma, o -en nuestro caso- una rela­ ción entre sustantivo y adjetivo, tanto menos encontramos variaciones. Utilizando un es­ quema propuesto en Bernárdez (1995: 206) podemos constatar que la prototipicidad de­ pende en primer lugar de la frecuencia de una relación sintagmática. Cuanto más fre­ cuentemente se realice, con más probabilidad se automatiza. Pero depende también de otra cualidad: las relaciones son más difícilmente automatizables cuanto más complejas sean.

VARIACIÓN = (COMPLEJIDAD* FRECUENCIA6)'3

Este esquema nos proporciona una predicción cualitativa acerca de la mayor o menor probabilidad de existencia de variación. Establecida esta hipótesis, se impone su verificación y, para ello, un corpus que in­ cluye las definiciones en el Diccionario de María Moliner y una serie de cuentos conta­

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Gerda Haßler

dos por hablantes de diferentes proveniencias sociales, profesionales y geográficas (Pro­ yecto Sherezade: http://www.princeton. edu/Aenriquef/int/editorial.html). Utilizamos las definiciones del Diccionario de uso como testimonios de un uso muy reflexivo de la len­ gua en el cual el uso de cierto adjetivo no es casual. Al contrario, los cuentos son de auto­ res no profesionales, cibemarradores nacidos en España o Latinoamérica. La cantidad y variedad del material comprueba que el género del cuento goza de una espléndida vitali­ dad en el mundo de lengua española. Las historias de Borges, de García Márquez, de Fuentes, han influido en gran medida a muchos de los narradores que se declaran ávidos lectores de estos autores. El cine, la ciencia ficción y los grandes clásicos de la literatura española son otras influencias muy poderosas en los cibemarradores. De estos textos ex­ traje las formas documentadas para asignar o no a cada una de ellas las características sintagmáticas. Nos limitamos al uso en sintagmas nominales, eliminando el uso predica­ tivo del adjetivo simple como atributo.

3. Complejidad y prototipicidad de las relaciones entre el adjetivo y el sustantivo: el ejemplo verde Empecemos por el adjetivo verde, ya mencionado en ejemplos destacados, y analicemos sus ocurrencias en el Diccionario de uso. En este análisis no nos limitamos a la entrada verde misma, sino que tuvimos en cuenta el corpus de las definiciones, es decir el uso del adjetivo verde en definiciones y ejemplos de otras palabras. No es sorprendente que el uso más frecuente del adjetivo verde se hace con el sustantivo color. (2)

COLOR: +frecuencia +prototipicidad / -complejidad carbonato de cobre terroso, de color •=> verde claro una luz alternativamente roja y verde variedad que conserva color «=> verde aun de madura árbol conifero cupresáceo, de tronco recto y ramas erguidas pegadas a él que forman un follaje muy apretado de color ■=> verde oscuro

El adjetivo verde aparece en los ejemplos mencionados con su más alta prototipicidad que corresponde a una complejidad mínima y no favorece la variación. No es fácil susti­ tuir el adjetivo por otro, que no se encuentre con el dado en el texto en relaciones de hiponimía. En el caso de verde, se pueden imaginar aumentaciones de intensidad o de ma­ teria portadora del color. Se particulariza agregándole en aposición el nombre de alguna cosa de este color: => V e r d e CLARO,

V erd e

OLIVA, O

V erd e

MAR, => V e r d e ESMERALDA.

También es frecuente el uso de verde con objetos o seres que tienen un grado bajo de madurez o de edad, se utiliza por oposición a maduro, se aplica a los frutos que no han alcanzado la sazón conveniente para ser comidos, y por eso no toman el color rojo o ama­ rillo que, generalmente, llegan a tener. Pero un sintagma como fruta verde no necesaria­ mente está relacionado con un color prototípico: se encuentra también con referencia a una fruta amarilla o roja, pero no madura. En este caso la complejidad aumenta conside­ rablemente, los rasgos ‘maduro’ y ‘de otro color que verde’ relacionados por su isosemía en el uso prototípico, entran en conflicto y pueden producir variación. En lugar de verde se puede utilizar agrio, cerollo, crudo, suche, teniente, tierno, zarazo. Este campo se­

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mántico presenta intersecciones y posibilidades de sustitución, en vez del campo de las denominaciones de colores que es un continuo, pero claramente partido entre los lexemas correspondientes. (3)

MADUREZ: ±prototipicidad +frecuencia -^complejidad ^ +variación una manzana ■=> verde ‘Ese proyecto está todavía *=> verde’

La complejidad semántica en otros usos de verde se reduce por la estabilidad de la rela­ ción con ciertos sustantivos que se exigen en el grupo nominal. Se aplica, por oposición a “seco”, a las plantas que conservan savia, a la leña recién cortada, que conserva todavía la humedad del árbol vivo, y a las legumbres que se cogen para comerlas: (4)

NO SECO: +prototipicidad +frecuencia -complejidad + -variación judías, habas verdes guisantes *=> verdes

En estos casos la frecuencia relativa a las ocurrencias del sustantivo es grande, la com­ plejidad reducida, y no se conoce mucha variación. Veremos brevemente algunos usos que los diccionarios llaman figurados. Ya vimos que verde se aplica a algo que está en sus comienzos. El proceso de maduración puede referirse a objetos que no son orgánicos y les falta mucho para llegar a ser útil, dar prove­ cho o estar sólidamente establecido: (5)

“FIGURADO”: -prototipicidad +complejidad ‘Ese proyecto está todavía ■=> verde’ (un proyecto verde)

El rasgo de la edad avanzada con su prototípica madurez puede entrar en conflicto directo con el uso de verde en el ejemplo ‘Un viejo [Una viuda] ■=>verde’ Se aplica a las personas que tienen inclinaciones galantes impropias de su edad. También, a las cosas inconvenientes o escabrosas; y a las personas aficionadas a ellas: ‘Chiste [Historieta]

verde’

La complejidad de tales sintagmas nominales es obvia: se relacionan conceptos opuestos en la experiencia de los hablantes y se refiere a un objeto, una persona contradictoria, pero determinada. Esta complejidad semántica exige cierta estabilidad estructural que reduce las posibilidades combinatorias. La economía de los sustantivos susceptibles de admitir esta relación compleja reduce la complejidad de conjunto. En otro caso el uso de verde se explica por su relación intertextual: LIBRO ^ verde, PICO «=> verde Son expresiones basadas en la fábula de la zorra y las uvas con que uno se refiere a una persona que pretende renunciar deliberadamente a cierta cosa que en realidad no puede conseguir. Estas expresiones no tienen alta frecuencia, su complejidad está aumentada por relaciones intertextuales o sus resultados lexicalizados. La prototipicidad del uso de verde parece mínima. Por lo tanto, la relación entre el sustantivo y el adjetivo es muy es­ table. Se constituye en la referencia intertextual de un sintagma casi fijo que no admite variación.

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Surge en este contexto un problema fundamental de la semántica. Es que tenemos que situar fuera del texto algo que no es ni el texto ni la palabra, sino que ni siquiera po­ demos identificar con la misma precisión inequívoca con que identificamos ese texto. Como dice Ramón Trujillo, “el error proviene de haberse considerado tradicionalmente a las palabras y a los textos como sustitutos abstractos de las cosas y no como cosas reales ellos mismos, que es lo que en verdad son” (Trujillo 1996: 22). Si no se tiene en cuenta la relación entre un texto y sus posibles referentes, pueden surgir conflictos en la mente del receptor. En este contexto se sitúa también una explica­ ción de las relaciones entre sustantivo y adjetivo. Trujillo utiliza un ejemplo que contiene el adjetivo verde: “Es esencial no olvidar que el verde y el viento de ‘verde viento’ no son ni el color verde ni las corrientes de aire de nuestra experiencia cotidiana, sino tan sólo dos palabras, es decir, dos significados o formas semánticas. Sólo podrían relacio­ narse unívocamente con las cosas externas al idioma si los usáramos convencionalmente, es decir, como símbolos de ellas” (Trujillo 1996: 31). De esta manera los conceptos de metáfora y de imagen corresponden a conflictos entre el texto y el referente. La metáfora “no implica ni una traslación de significados, ni una neutralización o cambio de éstos” (Trujillo 1996: 32). Tales maneras de pensar se fundan siempre en la confusión entre texto y referente.

4. Complejidad de las relaciones entre sustantivo y adjetivo en el texto: un corpus de cuentos modernos Según nuestra opinión, sintaxis y semántica no son niveles completamente independien­ tes. La sintaxis no es mera combinatoria de categorías, sino la forma de un significado de rango superior no identificable con la combinatoria de los significados parciales de los morfemas, como sostiene el generativismo clásico. La sintaxis tampoco es una estructura gnoseológica o lógica -postulado de la semántica generativa- sino un estrato intralingüístico definible dentro de cada lengua particular. Según esta hipótesis, las unidades lingüís­ ticas con idéntica combinatoria sintáctica presentarán una homogeneidad semántica y, por el contrario, la distinta combinatoria sintagmática corresponderá a distinto significa­ do. De un punto de vista sintáctico, en el grupo nominal se podría distinguir entre adjeti­ vos no predicativos antepuestos, adjetivos no predicativos pospuestos y adjetivos no pre­ dicativos antepuestos y pospuestos. Se considera que el adjetivo antepuesto revela una intención explicativa, descriptiva, de la realidad sugerida por el sustantivo, y que el pos­ puesto restringe la referencia propia del sustantivo. En la blanca nieve no se designa a ningún tipo de nieve que se oponga a otro que no sea blanco. El adjetivo blanca no au­ menta la complejidad semántica o referencial del grupo nominal, sino que simplemente se describe la nieve como es. En cambio, al decir la pared blanca denotamos una reali­ dad particular opuesta a otras posibles (Alarcos Llorach 1994: 82). Pero la posición no es el único criterio que señala la complejidad de las relaciones entre sustantivo y adjetivo. Destacan también acumulaciones de adjetivos, repeticiones de adjetivos o sus morfemas constituyentes o características diasistemáticas que, en el texto, aumentan la complejidad de las relaciones. Veremos algunos ejemplos de esta escala de complejidad en nuestro corpus. El potencial sintácticamente más obvio que tiene el adjetivo para aumentar la com­ plejidad de las relaciones semánticas es la adjunción explícita de una valencia semántica:

Economía y complejidad de las relaciones entre sustantivo y adjetivo..,

(6 )

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Tomó su copón lleno de vino y levantó su brazo en alto. (En el capítulo uno...1) Inmediatamente se sirvieron grandes panes, ensaladas y unos platones llenísimos de spaghetti. (En el capítulo uno...)

En los cuentos de nuestros cibemarradores se pueden constatar relaciones entre sustanti­ vos y adjetivos que son triviales y evidentes. Se extrae un rasgo ya presente en el sustan­ tivo y se denomina por un adjetivo o se da el grado de una cualidad que no se necesita en la enunciación concreta: (7)

+prototipicidad, +predictabilidad / -complejidad Todos los que esperaban en la Sala de Justicia sabían que él había asesi­ nado a su mejor amigo [...]. (La espera2) Pensaron, primero el sargento encargado del caso y después el propio juez, que el hecho se había producido por efectos del alcohol y alusiones larvadas a la honradez sexual de Purita, lo que a ojos de algunos atenua­ ría la posible pena. (La espera) Acabó la última copa, y se marchó a entregarse al cuartelillo de la Guardia Civil, como lo había leído tantas veces en los periódicos: después de cometer el horrendo crimen el asesino se entregó volunta­ riamente en el cuartel de la Guardia Civil”, sólo que ahora él era el pro­ tagonista y este no era un sucio crimen de amor y celos, y aunque para él hubiera pasado el tiempo de las frases. (La espera) [...] le habían dicho en la Academia que tenía que cuidar la honorabilidad del Cuerpo y eso estaba hasta en los más pequeños detalles. (La espera) Encontró alojamiento en una pintoresca residencial. (Lluvia3) Pero el verdadero show comienza cuando voy a revelar mi rollo. (Bi­ cho4) No puedo soportarlo; corro cinco cuadras sin parar hasta la iglesia y cai­ go de rodillas sobre las duras tablas. (Bicho)

En estos casos es frecuente la anteposición, pero se pueden también constatar adjetivos pospuestos de alta predictabilidad, o adjetivos antepuestos y pospuestos en sus relaciones prototípicas con sustantivos en la misma oración: En la soledad de la celda Juan sonrió ante esta idea nueva. (La espera) De pronto, los goterones aislados se convirtieron en una copiosa lluvia. (Lluvia) Algunos dicen que parezco turista en mi propia tierra [...]. (Bicho) [...] desde lejanas tierras vengo a visitar a mi patria chica [...]. (Bicho) 1 El autor, Domingo Luiggi, nacido en Puerto Rico y residente actual de la ciudad de Filadelfía, se de­ sempeña como psicólogo clínico en la actualidad. 2 El autor de ‘La espera’, Rodolfo Mateos, nació en la meseta castellana hace ya más de 40 años. Vivió su primera infancia en la Sierra de Gredos y su adolescencia y juventud en Andalucía en donde apren­ dió el gusto por la libertad sin adjetivos. Estudió Letras en la Universidad de Granada en una época en la que era más importante la lucha política que el estudio de teorías lingüísticas o literarias. 3 El autor, Manuel Alarcón, nacido en Chile, es ingeniero electrónico y está avecindado actualmente en Viña del Mar. Su afición a escribir cuentos surgió en la adolescencia; sin embargo sólo ahora, a los 48 años, se ha convertido en una actividad constante. 4 La autora es Maritza Campos Rebolledo, México.

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Por otro lado se pueden observar fenómenos de alta complejidad en los sintagmas nomi­ nales utilizados en los cuentos. En el caso de ( 8 ) el narrador adjunta otro adjetivo sinóni­ mo que signaliza un rechazo del hecho, y además de la acumulación de valoraciones ne­ gativas se da una explicación metalingüística: ( 8 ) -prototipicidad, -predictabilidad / -i-complejidad [...] y el pueblo entero consideraba aquel crimen un hecho odioso, exe­ crable, según expresión que últimamente se había impuesto [...]. (La es­ pera) Destaca en este ejemplo el paso al nivel metalingüístico que no se puede constatar en muchos textos. Es frecuente, sin embargo, la acumulación de adjetivos pospuestos que se pueden relacionar con otros elementos calificativos y explicativos en la misma posición sintáctica: (9)

Con el Ramadán también llegaron los carritos de las ciruelas y de las almendras verdes. Me recordaban los años de la infancia, el sabor de la fruta robada, los albaricoques gordos, duros, a los que nunca dába­ mos tiempo a madurar, y las carreras nerviosas, entre carcajadas y miedo, cuando éramos sorprendidos y el viejo vecino loco nos perseguía gritándonos “¡Sinvergüenzas, hijos de puta!” (Ciruelas y almendras ver­ des5)

Paralelismos sintácticos pueden dar más fuerza a la acumulación de calificativos adjeti­ vales: (10) Sus ojos me recorren palmo a palmo. Se detienen en mis manos engarfiadas y tensas, las uñas largas. Se fijan en mis pechos marchitos, en mi piel acartonada, en mi pelo sin vida. (Desde la vitrina6) Se constatan también repeticiones al nivel morfológico que aumentan el potencial de re­ laciones en el uso de la lengua. Este aumento de la complejidad formal ocurre en el uso de adjetivos relaciónales formados con el mismo sufijo: (11) Al resplandor azulado que venía del suelo los testigos luminosos del panel de mandos simulaban un cielo estrellado. (Caída libre7) El uso textual de relaciones estereotipadas entre adjetivos y sustantivos puede crear el fondo sobre que se destaca una relación no predictable en la parte remática de la enuncia­ ción: (12) Me arrodillo en una capilla y en la banca de enfrente, un viejito reza en voz alta recordándome un medievo oscuro y supersticioso. Un joven estudiante de arquitectura, muy estirado, da unas conferencias sobre el estilo churrigueresco de los altares. (Bicho)

5 Jesús Meana, nacido en Madrid, pero “exiliado-emigrante” en Estados Unidos, es profesor de español en Atlanta, Georgia, desde la última invasión de Panamá. Profesor por accidente, periodista por título, escritor fracasado, padre y esposo por vocación, granjero amateur, bebedor profesional y soñador ruti­ nario. 6 Cecilia López Ridaura es mexicana, nieta de refugiados españoles de la guerra civil. Estudia letras hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México y está haciendo su tesis sobre literatura sefardí. 7 Marisa Pérez y Pérez, andaluza.

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En los ejemplos mencionados hasta ahora ya se manifiestan diferentes grados de prototipicidad y de predictabilidad del uso de cierto adjetivo. Se pueden aducir además relacio­ nes textuales entre sustantivos y adjetivos incompatibles en el sistema semántico. Un ejemplo es el uso de dos adjetivos con el sustantivo sol, uno de los cuales es usual y el otro establece un contraste con el significado prototípico: (13) Pronto escampó y el manto de nubes se rasgó, dejando entrever un sol brillante y frío. (Lluvia) Se utilizan de manera semejante adjetivos contradictorios con el mismo sustantivo: (14) Recordó la cálida sensación fría del cuchillo en su mano. (La espera) En este caso la relación opositiva crea complejidad, pero se trata de una oposición habi­ tual que utiliza rasgos simples de la misma dimensión del campo lexical: La complejidad de la relación calificativa crece también con la fuerza marcadora de la forma del adjetivo. Un adjetivo de poca frencuencia puede destacar incluso en anteposición: (15) [...] como quizás en atávica madrugada les enseñaron que tenía que ser [...]. (Colón8) Se aumenta la complejidad con el uso de formas derivadas del adjetivo o con la repeti­ ción de cierto rasgo semántico en palabras sinónimas, pero más ‘sabias’ o de terminolo­ gías científicas: (16) La lluvia arreció violentamente, convirtiéndose en una cortina blan­ quecina, que caía con un sonido violento y sostenido. (Lluvia) Ahora estaban convertidas en dos masas informes, en las cuáles apenas se distinguían unas protuberancias amorfas, que habían sido sus de­ dos. (Lluvia)

5. Complejidad de las relaciones entre sustantivo y adjetivo y creación de nuevos lexemas Los cambios en la escala de relaciones semánticas entre sustantivos y adjetivos son tam­ bién importantes para la comprensión de la semántica diacrònica. Cuando se habla de cambio semántico no queda suficientemente claro si se trata de cambios de referente, de cambios de uso, o de cambios de significado. El referente es la ‘cosa’ como el concepto, es decir su imagen lógica y que nada tiene que ver con el valor semántico de la palabra. Una considerable parte de palabras no se usa sino con referentes conceptuales, como su­ cede con palabras tales como sutil, igualdad, tristeza, que utiliza como ejemplos Trujillo. “No conocemos, en realidad, el ‘ser’ de las cosas como tales, sino su ‘ser’ idiomàtico. La operación del conocimiento se desarrolla en planos diferentes: en primera instancia, po­ demos conocer la ‘cosa’ como objeto único [...], a partir de una intuición verbal [...]. En segundo lugar, puede suceder que reduzcamos la ‘cosa’ a una abstracción, considerando que esa cosa ‘es igual’ a otras y dándole, además, un nombre que la identifique: si lla­ mamos viento a un sinfín de acontecimientos meteorológicos diferentes es porque la so­ ciedad ha procedido a simplificar el proceso del conocimiento, inventando algo que no existe, pero que manejamos ‘como si’ existiera (Trujillo 1996: 303)

Antonio Bou, Puerto Rico.

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Hemos visto que relaciones inesperadas, no prototípicas que aparecen con cierta frecuencia tienen tendencia a estabilizar la relación referencial que tiene el conjunto. (17) +complejidad -prototipicidad / -variación libro verde, ideas fijas, sentido común, cara dura, gran corazón, cuerpo legislativo, hermano político, paso doble, Agua regia (‘Substancia quí­ mica, mezcla de una parte de ácido nítrico con cuatro de clorhídrico, más fuerte que los ácidos simples, que ataca al oro’) En los casos mencionados ya no se trata de relaciones sintagmáticas de rango combinato­ rio cuyas estructuras se organicen con criterios de solidaridad textual entre unidades lexemáticas de diferente paradigma. Se integra como tal en el sistema léxico y establece sus propias ocurrencias y relaciones prototípicas. En la red de transición se reduce la complejidad de las relaciones semánticas entre el sustantivo y el adjetivo en el conjunto que se reconoce como elemento con su propio lugar y economía en el sistema y conduce a su propia ampliación. Los conjuntos de sustantivo y adjetivo integrados en el sistema léxico que se utili­ zan en nuestro corpus de cuentos no son muy originales. Son lexemas complejos que se conocen desde hace tiempo y que tienen sus referentes estables, por ejemplo revolución industrial y trabajo doméstico. La referencia de este último ya está lejos del significado del sustantivo doméstica: (18) Los enseres caseros, después de un siglo, rebasaban en minúsculo, due­ ños y señores, metas importantes de la revolución industrial. Se liberan las domésticas del trabajo doméstico. (Cocodrilos, Antonio Bou, Puerto Rico) ¿Cuáles son las perspectivas de una semántica textual en términos de economía y com­ plejidad? En la Introducción a la lingüística del texto de Enrique Bernárdez (1982: 238 y ss.) se encuentra una analogía útil para el estudio del lenguaje. Hace referencia a la lin­ güística del texto como ‘ecología’ de la lingüística. La analogía puede establecerse sobre la base de la consideración del lenguaje como sistema complejo, dinámico y abierto. En el lenguaje no se trata solamente de numerosos subsistemas, sino que abarca también al lenguaje como herramienta (Bernárdez 1995: 138) para conseguir algo, como medio de cooperación social etc. Los sistemas ecológicos son también complejos, dinámicos y abiertos, y muchos de los problemas epistemológicos y metodológicos que plantea su estudio son semejantes a los que ofrece una lingüística del texto.

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LA ESTRUCTURA [EL N a b s t r a c t o DE QUE + COMPLETIVA]: VARIACIÓN FORMAL Y FUNCIONAL Nicole Delbecque

1. Introducción Acerca de la complementación oracional dentro del sintagma nominal surgen numerosas preguntas que motivarían sendos microanálisis, entre otras: ¿cuáles son los nombres sus­ ceptibles de regir una completiva?, ¿cuáles son los más frecuentes?, ¿en qué condiciones pueden variar el grado de determinación y el número del nombre?, ¿puede darse cual­ quier tipo de predicación en la completiva?, ¿hasta qué punto predomina la forma verbal flexiva?, ¿en qué condiciones compite con el infinitivo o con un nombre deverbal?, y un largo etcétera. Dentro del presente marco, sin embargo, no me parece oportuno tomar el camino de tal estudio pormenorizado, ya que entre los muchos árboles podría resultar difícil ver el bosque. Por eso, dejo las pinceladas de miniaturista para el trabajo de taller, y me limito aquí a trazar los grandes rasgos del panorama tal como se me aparece de momento. Huelga decir que se trata de una visión provisional y que no pretendo esbozar más que unas pistas de reflexión sobre la estructura [(el) Nabstracto de que + completiva], su lugar en la gramática, y, finalmente, su razón de ser. Para hacerlo me baso en dos tipos de información: en primer lugar, me rijo por los datos que contiene el corpus automatizado del que dispongo y por las intuiciones de ha­ blantes nativos acerca de posibles variaciones de construcción y de contexto. El corpus se compone, por un lado, de textos de prosa expositiva, en mayoría ensayísticos, y, por otro lado, de muestras de habla culta1. En segundo lugar, tomo como punto de partida para la discusión el estudio que M. Leonetti (1993) ha dedicado a la cuestión y me inspiro tam­ bién en el análisis más amplio que J. Lüdtke (1984; 1998) hace de los “interpretadores”.

2. ¿Dos “estructuras” o dos “lecturas”? Empiezo por presentar la tesis defendida por M. Leonetti (1993). En su visión, un ejem­ plo como ( 1 ) admite dos análisis: bien como estructura argumental, bien como estructura apositiva. La distinción entre completivas arguméntales y completivas apositivas se ins­ pira en la teoría de Grimshaw (1990). La idea es que las completivas arguméntales están seleccionadas por el nombre y completan su significación de la misma forma en que lo harían con un verbo, mientras que las completivas apositivas identifican el referente del 1 Además de los textos reunidos en De Kock et a l (1991; 1992), contiene artículos de periódico de M. de Unamuno publicados entre 1931 y 1936, así como una serie de escritos políticos de J. Ortega y Gasset del período 1922-1933. Las muestras de habla oral provienen de encuestas efectuadas dentro del marco del PILEI en Bogotá, Buenos Aires, Caracas, Madrid, México D.F., San Juan de Puerto Ri­ co y Santiago de Chile. Las referencias exactas de las fuentes figuran al final del estudio.

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sintagma nominal que las precede. Para Leonetti (1993), reformulaciones del tipo (2) cuentan como indicios de una estructura argumental. Las del tipo (3), en cambio, revela­ rían una estructura apositiva. (1) (2)

(3)

(4) (5)

El temor de que los impuestos aumenten es comprensible, (tomado de Leonetti 1993: 13) a. El temor a que los impuestos aumenten es comprensible. (Leonetti 1993:13) b. #Cierto temor de que aumenten los impuestos es comprensible. c. #E1 temor de eso es comprensible. d. #De que aumenten los impuestos, entiendo muy bien el temor. a. El temor que los impuestos aumenten es comprensible. b. El temor, que los impuestos aumenten, es comprensible. c. Lo que es un temor generalizado es que aumenten los impuestos. a. Lo que temen muchos es que aumenten los impuestos. b. Muchos observadores temen que aumenten los impuestos. a. ?Es comprensible cierto temor de que aumenten los impuestos. b. #Es comprensible el temor de eso. c. Entiendo muy bien el temor de que aumenten los impuestos.

Para comprobar el valor criteriológico de los indicios avanzados, he acudido a informan­ tes. De esta consulta resulta lo siguiente. Leonetti (1993: 13) afirma que cuando la prepo­ sición es distinta de de (como en (2 a)) sólo puede tratarse de una estructura argumental. Sin embargo, mis informantes -todos de origen castellano- aceptan las oraciones dadas bajo (3) no sólo como reformulación de (1), sino también como reformulación de (2a). Además, les parece indiferente que en (3a) se inserte la preposición a o de. Asimismo admiten pausa entre el nombre y la completiva (3b) sin que esto les parezca entrañar una lectura distinta de la que obtienen con las formulaciones de (2). Y, finalmente, si bien es cierto que la construcción de puesta en relieve (3c) separa la noción de temor de la even­ tualidad denotada por la completiva, no piensan que lo haga de otra forma que la misma construcción con el verbo temer (4a), en cuyo caso no parece haber duda acerca del valor argumental de la completiva (4b). Por otra parte, los enunciados (2b): con otro determi­ nante que el artículo definido, (2 c): con sustitución de la completiva por un demostrativo neutro, así como (2 d): con extracción de la completiva, suelen ser tachados de raros, ex­ traños, incluso dudosos, lo cual he indicado mediante el signo #. Sin embargo, son preci­ samente las operaciones que Leonetti (1993) aduce como indicios de la estructura argu­ mental del sintagma nominal. Variaciones lineales apenas consiguen mejorar el panora­ ma. En efecto, al poner el sintagma nominal (SN) en posición remática, es lógico -por lo que sabemos de la estructura informacional de la oración- que el cambio de determinante se vuelva más aceptable (5a); sin embargo, a falta de mayor contexto, la pronominalización de la completiva sigue acarreando la misma cuestionabilidad, sea cual sea el orden (2c-5b); y el que (5c) sea gramatical no es relevante aquí, ya que la modificación lineal devuelve la completiva a su posición no marcada y anula el propio criterio de la extrac­ ción. Estas reacciones me llevan a pensar que en el interior de los sintagmas nominales la distinción entre argumento y aposición quizá no sea tan categórica como los gramáticos posiblemente quisiéramos. La situación podría ser comparable a la que se da en ciertos textos con construcciones relativas susceptibles de recibir tanto una lectura de tipo res­ trictivo como de tipo no restrictivo sin que las diferencias de interpretación sean siempre fáciles de rastrear en el contexto. Es significativo al respecto que Leonetti no establezca

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listas separadas de nombres susceptibles de construirse de una y/u otra manera. También llama la atención el hecho de que son relativamente pocos los que incorpora en su propio comentario. Tampoco es muy explícito en cuanto al análisis que convendría dar para otros nombres, como los que figuran en varias de las obras a las que remite, e.o. Borrego et al (1985: 40), Bosque (1990: 26), Fernández Ramírez (1986: 334) o Porto Dapena (1991: 100 y 112). De la descripción ofrecida por Leonetti (1993) me parece poder deducir que la ma­ yoría de los nombres que menciona son compatibles con ambas estructuras; son los nom­ bres reunidos en (6 ). Del comentario así como de los ejemplos que ofrece, infiero que con la docena de nombres reproducidos en (7) la estructura es sólo argumental, mientras que con los que figuran en (8 ) no puede ser más que apositiva. (6 )

(7) (8 )

afirmación, amenaza, conclusión, consecuencia, convicción, creencia, decisión, deseo, explicación, justificación, miedo, objeción, objetivo, promesa, prohibición, prueba, recurso, resultado, solución, temor, ven­ taja causa, conciencia, conveniencia, culpa, importancia, intención, intento, manía, necesidad, posibilidad, pretensión, razón, seguridad asunto, circunstancia, conjetura, excusa, fenómeno, hecho, hipótesis, idea, noticia, rumor, teoría, tontería

La indeterminación que caracteriza un ejemplo como (1), sugiere que con nombres tan polivalentes como los citados en (6 ), la distinción entre estructura argumental y apositiva necesita apoyarse en indicios contextúales para manifestarse abiertamente. Cuando el SN forma parte de un enunciado corto y aislado, su estructura parece volverse opaca. Ade­ más de ser mínimo el contexto del ejemplo ( 1 ), se trata de una construcción también mí­ nimamente restringida semánticamente. Por un lado, el predicado es comprensible no impone restricciones sobre el tipo de sujeto; por otro lado, el nombre temor puede referir­ se tanto a un estado de cosas como a un concepto abstracto2. Incluso con contexto añadi­ do, no es seguro que desaparezca la vaguedad y, por ende, la doble opción. Esta situación sugiere que las más de las veces la cuestión de saber si la completiva es de tipo argumental o de tipo apositivo no se puede decidir a base del solo nombre, sino que será función del contexto más amplio en que se inserta el SN. Pero, ¿cuál es, enton­ ces, el nivel en que se decide el análisis?

3. De la polisemia del léxico nominal El caso de temor no es una excepción. Pareja infradeterminación semántica parece ca­ racterizar a muchos de los nombres que entran en la estructura [(el) Nabstracto de que + completiva]. Piénsese tan sólo en la ambigüedad inherente a nombres como descubri­ miento, peligro, posibilidad, prueba o, también, creencia, deseo, ilusión, miedo, etc.: pueden conceptualizarse como evento o estado de cosas -es decir, una entidad de segun­ 2 Mientras personas, animales y objetos físicos discretos son entidades “de primer orden”, Lyons (1991: 170) considera que son “de segundo orden” entidades que se refieren a eventos, situaciones o estados de cosas que ocurren o existen en el mundo físico, y que son “de tercer orden” las que carecen de ubi­ cación espaciotemporal; estos objetos “intensionales” (p. ej., proposiciones, conceptos individuales) no pueden ser designados deícticamente, contrariamente a las entidades de los primeros dos órdenes; en cambio, sí van sometidas a juicio (verdadero/falso).

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do orden- o como concepto abstracto o proposición -es decir, una entidad de tercer or­ den. Incluso parecen ser muchos los que pueden cubrir tres niveles de conceptualización, remitiendo a un evento (2o orden), a una proposición (3 o orden) y a la representación de un acto de habla (4o orden), por ejemplo, afirmación, amenaza, concesión, conclusión, objeción, protesta, etc. 3 Debido a esta fluctuación, queda claro que no puede existir total correspondencia entre la configuración semántica de los verbos y el microsistema de esos nombres que, siguiendo a Lüdtke (1984; 1998), llamaré de aquí en adelante “interpreta­ dores”. A diferencia de los verbos correspondientes, tales nombres no se limitan a imponer un perfil “nominal” a la completiva, sino que, además, desvinculan su contenido de toda contingencia espaciotemporal para “inmovilizarlo” -por así decirlo- dentro de una cate­ goría “preestablecida”. De ahí emerge una imagen estática que parece incuestionable, compárese la estructura [la necesidad de que + completiva] (9a) con [necesitar que + completiva] (9b). Mientras que en (9b) asistimos a la puesta en escena de un proceso que afecta a la entidad sujeto ( Venezuela), la aserción formulada en (9a) se nos presenta como incuestionable y absoluta, situada por encima de toda contingencia al prescindir de todo dinamismo temporal. Contrariamente al verbo (necesitar), el nombre (necesidad) vincula el acceso al contenido de la completiva al punto de vista del enunciador que asume la responsabilidad de su categorización como una necesidad. Dicho sea de paso, por mucho que la estructura [Nabstracto de que + completiva] oriente la perspectiva sobre el conteni­ do de la completiva, no restringe el acceso a las relaciones espaciotemporales presentes en la completiva. En esto se distingue de los casos en que la completiva lleva la forma de una construcción infinitiva (9c). Y el grado mayor de ‘despersonalización’, ‘desmodalización’, ‘destemporalización’ y ‘desaspectualización’ se obtiene en casos como (9d), donde aparece un nombre deverbal como complemento de necesidad. Ni que decir tiene que sería interesante proceder a un estudio profundizado de los contextos en que apare­ cen estas formulaciones alternativas para entender mejor la función discursiva de cada una de ellas. (9)

a. De ahí la necesidad de que la crítica sustituya a la beata admiración. (Lázaro Carreter) b. Venezuela necesita que se apacigüe la intolerancia. (R. Gallegos) c. No es la primera vez que me encuentro ante la necesidad de proyectar la atención de un grupo de alumnos sobre determinados aspectos de la lengua. (Fernández Ramírez) d. Sólo en esta necesidad de recreación coincide el lenguaje de estos poetas inspirados, libres, rigurosos. (J. Guillén)

Pero centrémonos, por el momento, en la subordinada flexionada dentro del SN y volva­ mos a la propuesta de Leonetti (1993). Se apoya en una serie de ejemplos contrastados para mostrar la distinción entre estructura argumental y estructura apositiva. Los que ilustran la estructura argumental vienen reproducidos aquí en ( 1 0 ), los que ilustran la es­ tructura apositiva en ( 1 1 ). (10) a. [La solución de / a que no haya aparcamiento] no puede ser la grúa. b. [La explicación de que suspendas siempre] es que no te preocupas por entender cabalmente la asignatura. 3 El acto de habla, que corresponde a un objeto metalingüístico no asimilable ni a un evento ni a una proposición, se puede clasificar como una entidad de cuarto orden. Sobre la noción de entidad de cuarto orden, véase Dik (1989: 50).

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c. [La prueba de que hay una relación predicativa] es la concordancia. d. [La ventaja de que no llueva] es que no tengo ocasión de perder el pa­ raguas. e. [La justificación de que la matrícula suba] es que han aumentado los gastos. f. [El objetivo de que se publique mañana] es darle la máxima difusión. (11) a. [La solución de que los vehículos circulen en días alternos] no me gusta. b. [La explicación de que el verbo rige una cláusula reducida] no me convence. c. [La prueba de que hay concordancia] no resulta relevante en este caso. d. Con esto obtendríamos [la ventaja de que el gasto será menor]. e. [La justificación de que los gastos han aumentado] me parece ridicula. f. [El objetivo de que la inflación baje dos puntos] es inalcanzable. (ejemplos de Leonetti 1993: 7-8)

4. De las nociones “argumento” y “aposición” 4.1.

Límites de la analogía con el argumento del verbo

Antes de proceder a un análisis más detenido, conviene recordar que la transposición de la noción de “estructura argumentar del ámbito del verbo al del nombre procede de un razonamiento por analogía. Por reveladora que sea esta transposición, no se puede olvidar que la analogía con la relación entre el verbo y el argumento oracional no puede ser más que parcial. A menudo no hay equivalencia semántica entre el verbo y el nombre: piénse­ se en ejemplos como consecuencia-conseguir, experiencia-experimentar, impresiónimpresionar, recurso-recurrir, razón-razonar, resultado-resultar, ventaja-aventajar. In­ cluso al haber equivalencia, el alcance del nombre deverbal es, por definición, mucho más amplio que el del verbo, puesto que, como ya he sugerido, el nombre es susceptible de abarcar varios niveles conceptuales a la vez, a saber, el del evento o estado de cosas (2o orden), el de la proposición (3o orden) y el de la representación de un acto de habla (4o orden). En cambio, de por sí el verbo no puede representar una proposición, sólo puede introducirla, y es su argumento el que la representa. Es el caso de los verbos lla­ mados “de actitud proposicional” (comprobar, concluir, considerar, constatar, creer, dudar, esperar, intuir, pensar, ver, recordar, sospechar, suponer, etc.) y de otros que expresan un proceso mental, como los verbos de voluntad (ansiar, decidir, desear, exigir, prohibir, querer). Y también hay que mencionar aparte los verbos que se refieren a un acto de habla (aconsejar, afirmar, amonestar, anunciar, confirmar, declarar, explicar, objetar, pretextar, prometer, proponer), susceptibles de introducir tanto la representación del acto de habla como el contenido proposicional de éste. Además, en algunos casos no resulta claro si es el nombre el que tiene raíz verbal o si la derivación se hace en sentido contrario (causa-causar, condición-condicionar, cues­ tión-cuestionar, culpa-culpar, evidencia-evidenciar, objeción-objetar, posibilidadposibilitar, solución-solucionar, etc.). Por más señas, sólo un subgrupo de los nombres morfológicamente relacionados con verba dicendi, sentiendi, voliendi y facendi que se­ leccionan una completiva como objeto directo, se construyen, a su vez, con completiva; así, por ejemplo, no he encontrado contrapartida nominal de la construcción con comple­ tiva para los verbos admirar, agradecer, agregar, aguantar, añadir, condenar, confesar,

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discutir, imaginar, murmurar, notar, oír, perdonar, preferir, repetir, saber, soñar. Fi­ nalmente, existen nombres que entran en la estructura [N de que + completiva] para los que no existe verbo correspondiente, por ejemplo: circunstancia, coyuntura, factor, lema, leyenda, manía, miedo, objeto, objetivo, refrán. En vista de todo esto, conviene ser pru­ dente a la hora de generalizar el empleo de los términos argumento y argumental.

4.2. Dos perspectivas sobre ia relación apositiva Por otra parte, con respecto a la tradición gramatical, tampoco encuentro tan obvia la ca­ lificación de apositivas para las completivas consideradas no arguméntales. Leonetti (1993: 8 ) arguye que en un ejemplo como (lia ) “la subordinada que los vehículos circu­ len en días alternos identifica la entidad a la que se refiere el SN la solución”. Según mi entendimiento, se plantea aquí un problema que es más que terminológico. Me parece difícil hablar de “identificación”, a menos que se defina “identificar” como ‘dar al con­ cepto de “solución” una aplicación específica’. De hecho, si algo llega a identificarse, es la imagen que el enunciador quiere dar de un contenido proposicional. Significa que la relación de “identificación” -si la hay- iría en sentido contrario: a saber, que es el nom­ bre solución el que “identifica” la conceptualización que el hablante asigna al contenido proposicional de la subordinada. Aun si admitimos que se pueda hablar de “entidad” y de “referencia” en el caso de estos nombres abstractos, no podemos perder de vista que lo que se maneja aquí son con­ ceptos de valor y concreción variables, susceptibles de ser atribuidos a una variedad de situaciones, estados de cosa y contenidos proposicionales, o sea, que no se trata en abso­ luto de categorizaciones fijas ni estables. Sin embargo, en virtud del principio de ¿conici­ dad que rige la progresión lineal -iconicidad reforzada por el empleo del determinante definido-, estos conceptos se nos presentan como la única categoría posible o imaginable para caracterizar el contenido de la completiva que sigue. Así, la perspectiva que nos da a ver la estructura [Nabstracto de que + completiva] es la de lo que podríamos llamar una precategorización. Resulta, pues, que lo ’’apuesto” conceptualmente no se encuentra en la completiva sino en el nombre. Otra vez, si cabe hablar de “identificación” aquí, lo que se identifica es el contenido proposicional y no el nombre categorizador. O sea, que nos encontramos exactamente con la situación opuesta a la que caracteriza las aposiciones en sentido tradicional. En efecto, allí es el término llamado “apositivo” el que aporta la categorización, como ocurre en (12). Bien es cierto que se dan casos de inversión, como (13a), donde el nombre que indica la función, cargo u oficio, precede al nombre propio en vez de seguirlo. Pero con­ viene distinguir entre la forma de expresión abierta y la forma encubierta del contenido. En términos de referencialidad no cabe duda de que la inversión de los términos no quita que siga siendo al nombre propio (González) -y no al nombre del (ex-)oficio (ex­ presidente)- al que incumbe el poder de identificar el referente4. 4 Conste que para entender el enunciado el presidente cambia cada siete años no hace falta que conoz­ camos el nombre y apellido del presidente de Francia. Lo único que se presupone es que alguien de­ sempeñe esa función. Al afirmar que el presidente cambia cada siete años, es evidente que no quere­ mos decir que el comportamiento de Jacques Chirac cambie cada siete años (como sabemos, su com­ portamiento varía cada dos por tres). Lo que tenemos en mente es la función. Se elige un nuevo presi­ dente, pero nada impide que la misma persona se elija una segunda vez. En caso de reelección no cambia la persona, sino sólo la función.

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Volvemos a encontrar este mismo tipo de relación predicativa “invertida” en es­ tructuras del tipo (14). De ahí que no sea de extrañar que Leonetti (1993: 15) invoque precisamente esta estructura al motivar la exclusión de determinantes indefinidos en la estructura que llama apositiva. (12) a. El señor González, ex presidente de Gobierno, actuó de intermediario, b. En mi casa, que es bastanta vieja, quedan muchas cosas por arreglar. (13) a. El ex presidente de Gobierno, F. González, actuó de intermediario, b. {el / *un} ex-presidente González (14) a. {la / *una} ciudad de Madrid (Leonetti 1993: 15) b. {el / *un} río Amazonas (ibídem) (15) Es ofensivo para los americanos ese bajo rumor de que la decadencia de Europa los va a aupar a ellos, y no su propio esfuerzo. (Salinas) Pero vemos que, mutatis mutandis, en (15) bajo rumor califica que la decadencia de Eu­ ropa los va a aupar, de la misma manera que en (14) ciudad califica Madrid o, en (12a) y (13), ex-presidente califica González. Al respecto, Lüdtke (1998) observa acertada­ mente que la función clasificadora, que él califica de “interpretadora”, no queda limitada a entidades de orden superior, sino que hay nombres que pueden funcionar como inter­ pretadores de OBJETOS en el discurso, es decir, de nombres que designan entidades físicas discretas (p. ej. personas, animales, cosas) que son, en condiciones normales, relativa­ mente constantes en sus propiedades perceptuales ( I o orden). Los nombres que Lüdtke (1998) presenta como “interpretadores de objetos”, pertenecen típicamente a la clase de los nomina adiecta. Se trata de nombres geográficos (ciudad, río, provincia, región, etc.) y de nombres agentivos que designan funciones, oficios o aficiones (presidente, pintor, profesor, vendedor, etc.). Además, en su monografía de 1984, Lüdtke muestra que la parte del léxico nominal susceptible de servir de “interpretador” abarca más de 300 nombres. El subgrupo que se aplica a entidades concretas no representa más que una pequeña minoría. La gran mayo­ ría se relacionan con entidades de orden superior. Pero la estructura conceptual es la misma. En la estructura [Nabstracto de que + completiva], la completiva aparece como la explicitación inmediata del ámbito del interpretador. Pero no es más que una de las con­ figuraciones posibles. Las más de las veces, el interpretandum no va contenido en una construcción sintácticamente bien delimitada, sino que tiene contornos más vagos en el discurso: nombres abstractos como accidente, asunto, caso, circunstancia, ejemplo, he­ cho, historia, suceso, (hipó)tesis pueden abarcar un contenido que se extiende sobre va­ rias oraciones. Algunos (como accidente, ejemplo, suceso) incluso parecen difícilmente compatibles con la estructura sintáctica estudiada aquí. Relativa restrictividad, por un lado, relativa productividad, por otro, se presentan como las dos caras de la misma medalla. Ambos fenómenos radican en el hecho de que el molde oracional de la completiva -abstracción hecha de la preposición- es el mismo que si se tratara de una subordinada sustantiva que ocupa una posición argumental con un predicado verbal. La presión que emana de la estructura sintáctica va hasta donde lo per­ mita la estructura semántica del nombre. Aunque quedan incompatibilidades que expli­ can que ciertos nombres resisten ese reajuste por acomodación a un perfil predicativo más “verbal”, puede pensarse que, de manera general, es a través del propio formato co­ mo se ve reforzado el parecido estructural -noción invocada por muchos gramáticos- con nombres que, aunque sea de forma encubierta, recuerden algún tanto la estructura se­ mántica de predicados verbales emparentados de forma más o menos directa (disposi­

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ción-disponer, mérito-merecer, propósito-proponer; embajada-enviar, realidad-realizar, sentido-significar). De ahí puede resultar un vínculo más fuerte, más cohesivo entre in­ terpretador e interpretandum, pero esto no significa que sea automáticamente posible proyectar en esta relación interna al SN la misma dependencia que la que existe entre el verbo y su (primer) argumento (interno).

4.3. Relación predicativa variable entre Ninterpretador “apuesto” y “argumento” proposicional Bien es cierto que la diferencia a la que Leonetti (1993) apunta en términos de “estructu­ ra” tiene pertinencia gramatical. Pero me parece que la propuesta de desdoblar el análisis del SN al nivel de la ESTRUCTURA “profunda” de la lengua como sistema no deja de ser un deus ex machina que hace abstracción de las condiciones en que surgen las dos posi­ bles interpretaciones. Además, como hemos visto en (1), no hay necesariamente diferen­ cias formales sino que, al contrario, las dos lecturas se realizan por lo general mediante una sola y misma forma. Estamos ante una situación en que hay unidad de forma con ambivalencia de interpretación. Esto requiere una aclaración funcional-cognitiva basada en el uso. Significa que hay que tomar en cuenta la extensión del fenómeno así como la intencionalidad del enunciador al advertir que pueden existir grados distintos de cohesión entre el contenido de la completiva y la categoría nominal que orienta su lectura. En la estructura calificada de apositiva por Leonetti (1993), la mano del enunciador quizá se manifieste más claramente que en la estructura llamada argumental. De esta última se desprende una imagen más objetivada: es como si no hubiera nada de contingente ni ar­ bitrario en la intervención del enunciador, como si el estatuto del contenido proposicional se fijara con arreglo a pautas intersubjetivas, si no lógicas por lo menos objetivables. Así, la hipótesis de trabajo viene a ser la siguiente: el denominador común a todas las estructuras del tipo [Nabstracto de que + completiva] es la existencia de una relación predicativa. En casos como (15), esta relación es del tipo '[que + completiva] ES UNA INSTANCIA DE [ N ] \ Esta relación de ecuación es parecida a la encontrada en (13)-(14), del tipo ‘[Npropio] es [un Nde-fimción]’: en efecto, la subestructura [que + completiva] repre­ senta el elemento IDENTIFICADO, o sea, que ocupa el mismo rango que Madrid, González, o Amazonas; con respecto a este identificador, el Nabstracto funciona como los términos ciudad, presidente, y río, es decir, como elemento i d e n t i f i c a d o r , c l a s i f i c a d o r o INTERPRETADOR, según se prefiera. Resulta pues que es la completiva -mal llamada “apositiva”- la que lleva todo el peso de la referenciación en el discurso, mientras que el nombre abstracto no ‘actualiza’, sino que categoriza, clasifica y, por la misma ocasión, interpreta el contenido de la completiva. Queda por ver si la relación predicativa subya­ cente a las estructuras calificadas de “arguméntales” por Leonetti (1993) es igual de transparente, o si en lugar del signo ecuativo [=] hay que prever otro(s) operador(es) lógico(s).

5. Verificación empírica De lo que precede se desprende que el cometido de la verificación empírica de la tesis de Leonetti (1993) debe ser distinto según que se trate del amplio grupo intermedio de los nombres declarados aptos para entrar en las dos estructuras (6 ), o de los grupos asociados sólo con una de las estructuras, sea la argumental (7), sea la apositiva ( 8 ). Para el grupo

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considerado ambivalente, o “híbrido”, conviene averiguar cuál es el impacto del contexto inmediato en el análisis de la estructura del SN. Pero sería circular proceder a la aplica­ ción de los tests criteriológicos, ya que cualquiera que sea el resultado -positivo o nega­ tivo-, siempre quedaría la escapatoria de achacarlo a la posibilidad de pasar de una lectu­ ra argumental a una lectura apositiva, y viceversa (5.1.). Lógicamente, sin embargo, estos tests sí deberían funcionar unívocamente con los nombres presentados como univalentes (5.2.).

5.1. £1 papel del contexto Para analizar el papel del contexto en la determinación del valor de la completiva convie­ ne volver a los ejemplos ( 1 0 ) y ( 1 1 ), que reproduzco otra vez aquí con la intención de mostrar que los enunciados reunidos en ( 1 0 ), considerados arguméntales, son sistemáti­ camente más complejos que los de (11), considerados apositivos. Quisiera argüir que la diferencia de contextualización tiene efectos para la interpretación de la relación predica­ tiva que existe a nivel del SN [Nabstracto de que + completiva], pero que no es suficiente motivo para considerar que se trata de dos estructuras sintácticas distintas. En el lenguaje no es una excepción, sino que es, al contrario, más bien la regla, que una misma estructu­ ra sirva para expresar una variedad de relaciones lógicas e inferenciales. (10) a. [La solución de / a que no haya aparcamiento] no puede ser la grúa. b. [La explicación de que suspendas siempre] es que no te preocupas por entender cabalmente la asignatura. c. [La prueba de que hay una relación predicativa] es la concordancia. d. [La ventaja de que no llueva] es que no tengo ocasión de perder el pa­ raguas. e. [La justificación de que la matrícula suba] es que han aumentado los gastos. f. [El objetivo de que se publique mañana] es darle la máxima difusión. (11) a. [La solución de que los vehículos circulen en días alternos] no me gusta. b. [La explicación de que el verbo rige una cláusula reducida] no me convence. c. [La prueba de que hay concordancia] no resulta relevante en este caso. d. Con esto obtendríamos [la ventaja de que el gasto será menor]. e. [La justificación de que los gastos han aumentado] me parece ridicula. f. [El objetivo de que la inflación baje dos puntos] es inalcanzable. (ejemplos de Leonetti 1993: 7-8) Al descomponer y articular explícitamente las relaciones que establecemos entre los constituyentes de cada uno de esos enunciados para darles un sentido coherente, podemos observar que para los enunciados de ( 1 0 ) la parte de lo no dicho -y, por ende, también el trabajo inferencial- es sistemáticamente mayor que para los enunciados de (11). Recor­ demos que sólo los primeros son considerados como arguméntales por Leonetti (1993). Detengámonos un momento en éstos. Llama la atención que los enunciados de (10) están construidos a base del verbo co­ pulativo ser, sin que aparezca jamás un atributo adjetival (contrariamente a (lle-f)). La estructura [el SN de que + completiva] aparece invariablemente como primer miembro, y el segundo miembro viene en forma de SN (10a, 10c), de infinitivo (lOf) o de subordina­

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da sustantiva (10b, lOd, lOe). Así queda asegurado que la cabeza nominal de la estructura que nos interesa ya entra en una relación atributiva, superordinada a la completiva que depende de ella. Bajo el supuesto de que esta relación principal puede considerarse como una clara relación de equiparación, o sea, de equivalencia directa5, la consecuencia es que esto obliga a dar una interpretación distinta del primer miembro con respecto al conteni­ do de la completiva6. Aquí entran en juego una serie de mecanismos inferenciales que apelan tanto a nuestro conocimiento del mundo como a nuestras capacidades lógicodeductivas. Las sucesivas reformulaciones, dadas en (16)-(18), hacen aparecer esencial­ mente dos tipos de relación implicaíiva: en los enunciados (b) y (e) aparecen variantes de la relación de implicación proactiva de causa a efecto: involuntaria en (b), pero volunta­ ria en (e), ya que se evoca una situación como motivo para una decisión; en cambio, en los enunciados (a), (c), (d) y (f) se presenta la perspectiva opuesta y nos encontramos con una relación de presuposición: en (a) se remonta de la solución al problema, en (c) del síntoma (la ’’parte”) al fenómeno subyacente (el “todo”), y en (d) y en (f) del efecto a la causa. (16) a. La grúa no resuelve {el hecho de / el problema de / *0} que no haya aparcamiento. b. Tu despreocupación {explica / tiene como resultado} {el hecho de / 0 } que suspendas siempre. c. La concordancia {prueba / es síntoma de} {*el hecho de / 0} que hay una relación predicativa. d. Que no pierda el paraguas lo {*aventaja / favorece / es consecuencia de} {el hecho de / *0 } que no llueva. e. El aumento de los gastos (justifica / motiva / entraña} {el hecho de / 0 } que la matrícula suba. f. La máxima difusión {resultará de / provendrá de} {el hecho de / *0} que se publique mañana. (17) a. La {solución / respuesta} {por el / del / al} {hecho / problema} de que no haya aparcamiento no {está / consiste} en que venga la grúa sino en que los vehículos circulen en días altemos, (cf. (lia)) b. La {explicación /razón} {por el / del} {hecho / problema} de que sus­ pendas siempre está en que no te preocupas por entender cabalmente la asignatura. c. La {prueba / marca abierta} {por el / del} hecho de que hay una rela­ ción predicativa está en la concordancia. d. La {ventaja / consecuencia positiva} del hecho de que no llueva está en que no tengo ocasión de perder el paraguas. e. {La justificación / el motivo} por el hecho de que la matrícula suba está en que han aumentado los gastos. f. El {objetivo / efecto buscado} del hecho que se publique mañana es darle la máxima difusión.

5 El que en (10a) y (10b) la ecuación sea de signo negativo, ‘la grúa * la s o l u c i ó n no influye en el razonamiento ya que implica ‘una alternativa a la grúa = la solución\ 6 Esto supone que se haya suspendido momentáneamente la interpretación. En caso de que el procesa­ miento haya seguido la pista errónea hasta tropezar con la construcción atributiva, cabría hablar de reinterpretación.

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(18) a. {*La solución / el problema} es que no haya aparcamiento; la solu­ ción no es la grúa vs. La solución es que los vehículos circulen en días alternos, (cf. 1 1 a) b. {*La explicación / el problema} es que suspendas siempre; la explica­ ción es que no te preocupas por entender. c. La prueba es {* que hay una relación predicativa / que hay concor­ dancia}. d. La ventaja es {* que no llueva / que no tengo ocasión de perder el pa­ raguas}. e. La justificación es {*que la matrícula sube / que han aumentado los gastos}. f. El objetivo es {*que se publique mañana / darle la máxima difusión}. Estas tres reformulaciones de (10) muestran que se trata de enunciados intrincados. Son poco corrientes incluso en los registros más sofisticados. Por un lado, queda implícita la naturaleza de la relación lógica que se establece entre el Nabstracto y el contenido de la completiva. Por otro lado, se da por incuestionable que el contenido de la completiva viene relacionado de forma natural con el concepto nominal elegido. Hasta tal punto es así, que esta misma relación sirve de base para la aserción principal. En (16), esta aser­ ción encabeza el enunciado; en (17), se explicitan los términos de la relación implícita subyacente; y en (18), se muestra que los enunciados tampoco carecen de relación predi­ cativa ecuativa pero, al nivel de la estructura del SN, esta ecuación pone en juego el tér­ mino implícito de la relación implicativa -el término explícito (solución, explicación, prueba, ventaja, justificación, objetivo) siendo rellenado a nivel de la principal. Conclusión: para entender estos enunciados atribuimos sucesivamente dos valores distintos a los conceptos nominales empleados: el valor prima facie, cognitivamente pre­ eminente, viene saturado por la construcción predicativa principal; esto tiene como coro­ lario que hay que acudir a un valor implicativo para que la completiva tenga sentido. Si no conseguimos proceder a la inferencia correcta (implicación pro o retroactiva), resulta imposible hacer compatibles los dos contenidos que se le atribuyen sucesivamente. Huel­ ga decir que este procesamiento estriba crucialmente en nuestra experiencia del mundo. Adviértase, por último, que este tipo de enunciados tiene una parte argumentativa oculta: si bien se presenta explícitamente el punto de vista del enunciador, tiene un alcan­ ce mayor del que aparenta: reúne en su visión dos contenidos proposicionales, y esto lo hace dando por supuesta la relación lógica que, precisamente, permite abarcarlos de una vez. Lo cual fácilmente pasa desapercibido. Nada de esto ocurre con los enunciados de (11), caracterizados por la así llamada estructura “apositiva”. Ahora no hace falta pasar por ningún proceso de reajuste. Es el valor expreso del Ninterpretador el que categoriza el contenido de la completiva. Podemos decir que aquí “se juega limpio”. En efecto, asistimos a una argumentación abiertamente dialógica. Por un lado, el enunciador se hace el eco de una interpretación existente para un determinado contenido proposicional. Por otro lado, explícita su propio punto de vista con respecto a esta categorización que origina fuera de él. En vez de dar simplemente por supuesta la ecuación puesta en escena -como ocurre en ( 1 2 )-, también es posible hacer hincapié en la confrontación de dos visiones opuestas. Según que se anteponga la visión individual del enunciador o la que le es ajena, se obtiene, por supuesto, un enfoque dis­ tinto. Así, en (19), se empieza por atribuir la ecuación en cuestión a un espacio mental genérico, de vago contorno comunitario e institucional, para destacar después la reacción

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personal y abrir paso a una argumentación a favor de esta última. En (20), en cambio, la toma de posición es inmediata y se orienta la argumentación hacia la crítica de la opinión no compartida por el enunciador. (19) a. Se propone como solución que los vehículos circulen en días alternos. Pero esta solución no me gusta. b. Se aduce como explicación que el verbo rige una cláusula reducida. Pero esta explicación no me convence. c. Se da como prueba que hay concordancia. Pero esta prueba no resulta relevante en este caso. d. Se invoca como ventaja que el gasto será menor. Tal vez obtendría­ mos esta ventaja. e. Se da como justificación que los gastos han aumentado. Pero esta jus­ tificación me parece ridicula. d. Se propone como objetivo que la inflación baje dos puntos. Pero este objetivo es inalcanzable. (20) a. No me gusta la solución que consiste en que los vehículos circulen en días alternos. b. No me convence la explicación que consiste (en decir) que el verbo rige una cláusula reducida. c. No resulta relevante la prueba de que hay concordancia. d. Con esto obtendríamos la ventaja de que el gasto será menor. (= 8 d) e. Me parece ridicula la justificación de que los gastos han aumentado. d. Es inalcanzable el objetivo de que la inflación baje dos puntos. Frente a estas dos reformulaciones, la formulación de (11) es más envolvente, menos ta­ jante. Por la preeminencia de la parte expositiva sobre la parte reactiva, la bipolaridad del enunciado no parece participar de la misma tendencia polarizadora. Así, da la impresión de ser menos insalvable la distancia que media entre los dos conceptualizadores, el conceptualizador implícito (posiblemente institucional) y el propio enunciador7. De esta comparación entre las estructuras utilizadas en (10) y (11) se desprende que la distinción entre argumento y aposición, o sea, entre actante y adjunto no depende del nombre sino que se decide a nivel de la oración de la que el SN forma parte.

5.2. El alcance de los tests sintácticos A continuación se someten a la prueba del corpus los tests sintácticos aducidos por Leonetti (1993). Como ya dicho, la comprobación se atiene a los nombres presentados como emblemáticos de la estructura argumental o de la estructura apositiva. Como criterios distintivos, Leonetti (1993) aduce los siguientes: omisibilidad vs. variabilidad de la pre­ posición (2 1 a-2 2 a), paráfrasis como aposición no restrictiva (2 1 b-2 2 b), variabilidad del determinante del sintagma nominal (2 1 c-2 2 c), semiparáfrasis predicativa (2 1 d-2 2 d), sustituibilidad de la completiva por un demostrativo (2 1 e-2 2 e), tematización por extracción (2 1 f-2 2 f), selección del modo (cf. infra). (21) a. [La solución {de / a / *0} que no haya aparcamiento] no puede ser la grúa. (Leonetti (1993: 7)) 7 Nótese, sin embargo, que incluso en ( lid ), donde no aparece ningún término de polaridad negativa, el condicional parece inducir sólo un acuerdo parcial entre la visión de los dos enunciadores.

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b. ?La solución, que no haya aparcamiento, no puede ser la grúa. (Ibíd.: 12) c. Una solución de no haya aparcamiento no puede ser la grúa. (Ibíd.: 14) d. ?Lo que es una solución es que no haya aparcamiento. (Ibíd.: 17) e. La solución de aquello no puede ser la grúa. (Ibíd.: 18) f. De que no haya aparcamiento, te voy a decir cuál es la causa. (Ibíd.: 19)8 (22) a. [La solución {de / *a / 0} que los vehículos circulen en días altemos] no me gusta. (Leonetti (1993: 7)) b. La solución, que los vehículos circulen en días altemos, no me gusta. (Ibíd.: 12) c. ?Una solución de que los vehículos circulen en días altemos no me gusta. (Ibíd.: 14) d. Lo que es una solución es que los vehículos circulen en días altemos. (Ibíd.: 17) e. *La solución de aquello no me gusta. (Ibíd.: 18) f. * De que las multas sean mayores (,) no me gusta la solución. (Ibíd.: 19)9

Pasamos revista primero a los indicios que corresponden a la estructura argumental (5.2.1.), luego a los que corresponden a la apositiva (5.2.2.).

5.2.1. Indicios de la estructura “argumental” En el corpus consultado no hay ningún ejemplo de culpa, importancia, intento y manía construidos con completiva. Hay un solo ejemplo con intención y con pretensión, y dos con pretensión. Significa que la verificación queda esencialmente limitada a los nombres que quedan, a saber, causa, conciencia, necesidad, posibilidad, razón y seguridad.

5.2.1.1. Construcción no preposicional La posibilidad de omitir la preposición es el criterio al que Leonetti (1993: 11) atribuye menos importancia. Recuerda que en español medieval la preposición no parecía necesa­ ria y reconoce que hasta en la actualidad la situación es fluctuante. Habla al respecto de “una situación de inseguridad y mezcla de unas estructuras con otras” (ibídem). Ahora bien, si realmente resultan tan fáciles de asimilar una a otra las dos estructuras en la mente de los hablantes nativos, esta fluctuación bien podría poner en tela de juicio la ne­ cesidad postulada por el gramático de distinguirlas. El corpus contiene, en efecto, varios casos del tipo (23) o (24). La ausencia de pre­ posición podría atribuirse a condiciones de empleo particulares: en (23) el nombre entra en la formación de un enlace conjuntivo léxicamente compuesto, en (24) el verbo sentir funciona como verbo “soporte”. Sin embargo, también se dan casos como (25), sobre 8 A la luz de lo que precede (5.1.), podemos considerar como muy revelador el hecho de que el autor haya sustituido solución por causa, sin siquiera mencionarlo. Ilustra la existencia del deslizamiento semántico-inferencial invocado arriba. 9 Adviértase que, esta vez, ha cambiado la completiva entera. La transformación “literal” habría sido: *De que los vehículos circulen en días alternos no me gusta la solución.

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todo en el habla oral, donde la ausencia de preposición puede relacionarse con ninguno de estos dos fenómenos. (23) a. Pues yo no cogí Historia Social porque..., por la misma razón que no cogí Arte, ¿comprendes? (MADR) b. Indiano y enriquecido en las Indias significó para los españoles de la Península, judío, por las mismas razones que toda actividad de tipo eco­ nómico o cultural acabó por significar judaismo, según demostré en De la Edad Conflictiva. (Castro) (24) ¿Siente la necesidad que [sic] esto se refleje también, a través de una ca­ pa... de... de que... -como te diré yo- que esto vaya a la universidad, que haya un área distinta? (STG) (25) a. ése es el que tiene que cargar con todo eso y esa es la razón que tú ves, como tú me dijiste, que hay tantos puertorriqueños que están casados con una esposa en una casa, y ahí no viven, no viven, viven... en otro sitio. (SJ) b. Si es de mundo adentro no cabe duda que ha... será atemporal, muchas veces, que habrá desdoblamiento de personalidad en muchos personajes, que habrá el nujo [sic] de conciencia que no se puede esto... pues este... esto... envolver en un tiempo determinado y... y habrán otras técnicas, como el realismo mágico, como la retrospección, o la acción del doble plano. (SJ)

5.2.1.2. V ariabilidad d e la preposición

La posibilidad de acudir a otra preposición no se realiza más que con los nombres razón y causa. Se trata de las preposiciones por (26) y para (27). Por lo que sabemos de estas preposiciones (Delbecque 1995), queda claro que explicitan el tipo de relación lógica entre el nombre y la completiva -relación que no se puede inferir tal cual de la preposi­ ción de (cf. el apartado 2 arriba). La presencia de términos evaluativos (de negación (26a), comparación (26b) o modalidad (27)) parece favorecer el empleo de la preposición para.10 En contextos plenamente afirmativos, en cambio, se acude a la preposición por, pero entonces la subordinada toma la forma de una relativa (28-29)11. Sea como sea, to­ das estas variaciones parecen ligadas al tipo de estructura oracional de la que el SN forma parte. (26) a. NO hay razón para que ahora lo acepte. (Ortega)

10 Adviértase que con completiva no flexionada la variación a nivel de la preposición no sólo es más frecuente, sino que también se da con mayor variedad de nombres. Por ejemplo: (i) En cierto sentido, es fácil admitir que el habla crece, al tiempo que la lengua se estructura, en proporción directa a la necesidad de cada individuo para nombrar más cosas o hacerlo con mayor precisión, o para expresar más ideas o más sutiles y complejos pensamientos, y decrece, a la par que la lengua se anquilosa, en función de la no necesidad del individuo de nombrar, de decir algo a los demás. (Cela) (ii) Entonces en esa forma no tiene necesidad de sacarse los anteojos. También es una posibilidad para evitar los [...], ¿no? (BA) 11 De no ser así la construcción dejaría de ser adnominal ya que se confundiría con la subordinada adver­ bial de causa: ésa no es la verdadera causa {p o r la cu al / Aporque} le gusta.

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b. Por tanto, si el Régimen la aceptó obligado, razón DE MÁS para que al terminar se hubiese, con leal entereza, con natural efusión, abrazado al pueblo y le hubiese dicho: Hemos padecido una incalculable desdicha. (Ortega) (27) Por principio, yo preferiría no ¿no?; pero... si es alguien que yo distingo mucho y que han habido [sic] causas RAZONABLES para que la... ella o... él... él o ella haya buscado el alero de otro amor, creo que yo no le pon­ dría problemas. (STG) (28) a. no es un neófito, eh... la principal razónpor loque lo hace, es porque es muy politiquero, más nada. (CAR) b. Este es un colegio bilingüe, y la razón por la cual enviamos a estas niñas a... al Canadá fue precisamente para ayudarle a Susana a que aprendiera inglés. (BOG) (29) ¿Así que vos pensás que no - que ésa no es laverdadera causa por la cual a Carlos le gusta [...]? (BA)

5.2.1.3. Im po sib ilid a d d e p a ra fra sea r com o aposición no restrictiva

En la gran mayoría de los casos la completiva no aparece entre pausas, o, por lo menos, no hay señal de pausa12. Pero también hay casos con pausa, sin que esto entrañe una lec­ tura “apositiva” de la completiva. La reformulación prevista por Leonetti (1993: 12) es la que figura en (30a). Pero en vez de considerar que tal formulación “carece de sentido” en la lectura “argumentar, me parece más bien que, con la debida entonación, se da como inciso que representa un af­ terthought. Puede corresponder, por ejemplo, al deseo de recordar cuál es exactamente el planteamiento considerado. Es lo que ocurre en (30b). Aunque no se den exactamente en el mismo formato que (30), ejemplos como los de (31) y (32) ilustran que la unidad formal entre la cabeza nominal y la completiva pue­ de verse perturbada de varias maneras. Puede intercalarse un complemento preposicional entre el nombre y la completiva (31a), puede aparecer una pausa tras la conjunción que (31b). Incluso puede dejar de manifestarse la dependencia del nombre: sea por la ausen­ cia de la preposición (32a), sea por la ausencia completa de nexo conjuntivo (32b). Todas estas posiblidades parecen tributarias de modalizaciones al nivel del propio determinante del nombre. (30) a. ILa prueba, que hay una relación predicativa, es la concordancia. (Leonetti 1993: 12) b. Yo... yo creo que una de las razones, que se gradúan más tarde los jó­ venes hoy, es que, como hay muchísimas más carreras, el escoger les cuesta mucho trabajo. (CAR) (31) a. Desgraciadamente todo el mundo examina cómo se viste, todo el mundo examina lo que come, pero nadie examina cómo habla. Así que crea conciencia en el niño, de que la lengua es, quizás, el instrumento... más preciso y más precioso que tiene a su haber. (SJ)

12 Como Leonetti (1993) me rijo por la presencia de una coma en los textos escritos. En las transcripcio­ nes los puntos suspensivos indican la presencia de una pausa suspensiva en el flujo de la palabra.

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b. Pero... e... yo creo que siempre es importante tener conciencia de que... la civilización es un intercambio... este... la civilización te da co­ sas, pero te quita cosas... (CAR) (32) a. Hay, pues, que recurrir a la otra posibilidad: que esas tres clases abs­ tractas hubiesen logrado desde Madrid derramar su influjo sobre el om­ nímodo ruralismo de España. (Ortega) b. No pretendo, claro está, negar la influencia diferenciadora de galos e iberos en el desarrollo de Francia y España; lo que niego es que sea ella la decisiva. Y no lo es por una razón sencilla. Ha habido naciones que se formaron por fusión de varios elementos en un mismo plano. (Ortega)

5.2.1.4. Variabilidad del determinante del sintagma nominal El que aparezca otro determinante que el artículo definido parece condicionado por el nivel de organización sintáctica jerárquicamente superior al propio SN. En efecto, cuando el nombre va en plural o no lleva determinante, parece entrar las más de las veces en una construcción con verbo soporte en la que el nombre entra a formar parte de un predicado verbal compuesto (33). Otra posibilidad es que el SN esté relegado al rango de inciso (34). (33) a. Ahora con... con la reforma se pretende cambiar un poco el sistema y darle al alumno más posibilidades de que no sea... no se encuentre en­ frentado solamente a la química, a la matemática y a la física. (STG) b. El juicio reprobatorio es unánime en los escritores de Hispanoamérica que tienen conciencia de que ha de echarse raíces en la propia tierra y no zarcillos en el aire. (Martínez) c. Usted, a través de lo que escribe, ¿trata también de... de... de buscar esa libertad o de que la gente tome conciencia de... de que no hay o que no existe libertad? (STG) (34) A los veinte años se tiene la impresión -a menudo dolorosísima y mu­ chas veces causa de que se malogren obras de hondos y lentos cimien­ tos- de que la vida útil del hombre es, como decía el clásico, ‘apenas un breve y fugaz vuelo’. (Unamuno)

5.2.1.5. Imposibilidad de la paráfrasis predicativa El corpus no presenta ningún caso de paráfrasis predicativa del tipo ilustrado en (2Id). Sin embargo, no es raro encontrar otros tipos de predicación (30b, 35-36), sin que se acuda para esto a una subordinada relativa (37)13. (35) a. La razón es que, como Quevedo, escribo de esa peste del mundo, no como médico, sino como enfermo. (Unamuno) b. Eso no tiene importancia. Importancia es que ese año se hizo y cuatro se ganaron... quince a dieciséis mil millones en un solo año. (CAR)

13 En posición de sujeto es más frecuente la completiva no flexionada: Necesidad urgente de Europa es, así termine la guerra, atar en corto los desenfrenos y desboques del nacionalismo, estupendo sembra­ dor de estragos. (Salinas)

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(36) a. Por dos grandes razones: la primera es que probablemente, cuanto se ha llamado «idealismo» era una forma falsa, hipócrita, cuando menos manca, de la espiritualidad; la segunda es que [...]. (Ortega) b. Y es una necesidad que nosotros en este momento, pues nos preocu­ pemos. (BOG) (37) La ciencia a alto nivel, como se llama, es muy bonita, pero yo creo que en este momento nosotros tenemos una realidad o una necesidad inme­ diata, que es solucionar problemas bien concretos. (STG)

5.2.1.6. Sustituibilidad de la completiva por un demostrativo Aunque en principio es posible sustituir la completiva por un pronombre neutro, no ocu­ rre más que en muy contados casos en el corpus, y la sustitución no se hace mediante un pronombre demostrativo sino por el pronombre personal neutro (37)14. Además, se tiende a acudir a otra preposición que de (38b). (38) a. Sería ilusorio que yo pretendiera ahora razonar debidamente por qué pienso que el hombre y la sociedad española son de tal modo y no de otro. El menor intento de ello consumiría demasiadas columnas y pági­ nas del periódico. (Ortega) b. Yo tiendo a rechazar lo de “pueltorrico”, porque no me suena bien, aunque creo explicarme la razón histórica... la razón histórica para ello. (SJ)

5.2.1.7. Tematización por extracción La tematización por extracción es otra posibilidad más bien teórica. La formulación re­ producida bajo (2 1 f) es, además, de dudosa aceptabilidad según mis informantes. En cambio, lo que sí se encuentra, son casos de extracción desde dentro de la com­ pletiva, sobre todo con el predicado compuesto tener conciencia (39). (39) a. Y quien tenga conciencia de lo difícil que es descubrir la realidad en materia pública, no puede menos de mirar con respeto intelectual a este monstruo del viejo Estado español. (Ortega) b. Tienen una conciencia [de... del] del deber que tienen ante el estu­ diante de presentarle [en un término de...] en términos más académicos, cuál es el mundo artístico en que... [se está viviendo...] en que vive el país ¿no? (SJ)

5.2.1.8. Selección del modo Bajo el supuesto de que el modo de la completiva va regido por el nombre, esperamos encontrar indicativo en la completiva que depende de causa, conciencia, razón y seguri­

14 Sí puede aparecer un pronombre masculino o femenino como anáfora de un nombre que encubre un contenido proposicional (como parálisis en el ejemplo siguiente): Otra cosa significaría quebrantar mi parálisis política. La razón de ésta procuraré explicarla bien a fondo. (Ortega)

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dad, y subjuntivo en la que depende de necesidad y posibilidad. Sin embargo, la realidad es más matizada. En los primeros casos también puede aparecer el subjuntivo. Corresponde con la falta de aserción, y suele coincidir con la presencia de un término modalizador en la prin­ cipal (40). Pero no parece ser condición necesaria (41a) ni suficiente (41b). En la medida que la presencia de algún modalizador dentro de la propia subordinada sea capaz de en­ trañar un cambio de modo -como parece ocurrir en (41)-, significa que hay que abando­ nar la idea de que la rección modal dependa sólo del nombre o, más allá del nombre, de la construcción principal de la que forma parte. Ni que decir tiene que esto pone en tela de juicio la propia noción de estructura “argumentar para los nombres en cuestión. (40) a. [...] y es la causa principal de que nuestro Renacimiento sea a veces tan mal entendido en el extranjero. (Alonso) b. Si la dificultad instrumental es la primera razón de que se ignore tanto a Lezama, las circunstancias de nuestro subdesarrollo político e histórico son la segunda. (Cortázar) c. No, no, no; sino simplemente, porque... no había razón de que ellas... se cogieran ese año, que era el mejor año... (CAR) (41) a. Decía yo que democracia es algo más que el pueblo de la calle, porque uno de los valores que encuentro en ese proyecto de Constitución, una de las causas de que todavía la opinión pública NO sienta hacia é l el respeto y el entusiasmo consiguiente, que a mi juicio, merece, es que suena en él por vez primera la voluntad clara de [...]. (Ortega) b. uno nunca tiene la seguridad de que - SI yo tengo razón me van a dar la razón. (BA) Inversamente, tras necesidad sólo se encuentra el subjuntivo. Pero el que tras posibilidad siga siendo posible asertar el contenido de la completiva se ve reflejado en el empleo del indicativo (42). En este caso parece difícil mantener la lectura “argumentar prevista por Leonetti (1993). (42) a.[...] y había ot... la posibilidad en esa época de que nos conocíamos todos y salíamos, eh... teníamos muchas reuniones. (BOG) b. Pensando en eso y pensando en la posibilidad de que se me hacía mu­ cho más fácil pasar de el Departamento de Instrucción a la Universidad, pues yo acepté. (SJ)

5.2.1.9. Balance De los hechos reseñados en este apartado se desprende que las correlaciones examinadas distan de ser absolutas. Hasta en los casos en que se cumplen las tendencias supuesta­ mente reveladoras de una lectura “argumentar no es del todo cierto que esta lectura implicativa sea la más apropiada. En (43), por ejemplo, es hasta tal punto ambigua la orien­ tación actancial del verbo preparar que el nombre posibilidad bien puede interpretarse como eventualidad, en cuyo caso se obtiene una lectura “ecuativa”, o sea “apositiva” en la terminología de Leonetti (1993). (43) El título general de la reforma que propugnamos es la organización de España en un pueblo de trabajadores. Hay que preparar la pronta posibi­

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lidad de que la ciudadanía política de cada español implique ineludible­ mente su condición de trabajador. (Ortega) (43 a) Hay que {preparar / estar preparados para} la {posibilidad / eventuali­ dad} de que la ciudadanía política de cada español implique su condición de trabajador. (43b) Hay que {preparar la posibilidad de que / hacer posible que} la ciuda­ danía política de cada español implique su condición de trabajador. Veamos ahora si los indicios aducidos como criteriológicos del otro tipo de estructura resultan algo más convincentes.

5.2.2. Indicios de la estructura “apositiva” De los doce nombres retenidos como emblemátios de la estructura “apositiva” sólo dos entran con cierta frecuencia en la estructura [Nabstracto de que + completiva]: hecho e idea. En cambio, no hay ninguna ocurrencia de conjetura, hipótesis, tontería, una sola de asunto, excusa y teoría, dos de fenómeno y rumor, tres de circunstancia, y cuatro nada más de noticia.

5.2.2.1. No om isib ilid ad de la preposición

El criterio de la “no omisibilidad” parece más bien de inspiración prescriptiva que des­ criptiva, ya que el corpus presenta varios contraejemplos. La ausencia de preposición es usual en autores como Goytisolo (44a-b) y Lezama Lima (44c). O sea, que no se trata de un relajamiento atribuible a la oralidad (45). (44) a. El hecho que al leer una novela, la comunicación no se establezca en­ tre un locutor y un auditor [...] ocasiona que [...]. (Goytisolo) b. El salto inductivo que sienta las bases de la poética se funda en el he­ cho evidente que la descripción de un texto no es nunca completa [...]. (Goytisolo) c. Que el buen hombre que había tenido ese sueño lo merecía, lo revela el hecho que donó la mitad de la mina de plata [...]. (Lezama Lima) (45) a. [...] lo impondrían las fuerzas de la política como se impuso en Espa­ ña el hecho que se constituyera un gran imperio [...]. (SJ) b. [...] tú sabes que una vez que sale de la cárcel, el hecho que tenga un antecedente penal, no puede trabajar en ningún sitio. (STG) c. Ahora, dime una cosa, este... no... no... oíste más... la noticia que fuera un poco más profunda. (CAR) d. Dime, ¿tú ves algo significativo en este hecho que se haya en Francia nacionalizado? (STG)

5.2.2.2. In va ria b ilid a d d e la preposición

Es cierto que no se usa más que la preposición de.

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5.2.2.3. Posibilidad de parafrasear como aposición no restrictiva Aunque, prototípicamente, no aparece señal de pausa, el habla oral contiene varios ejem­ plos con pausa. Pero no es necesario que la pausa coincida con la ausencia de preposición ((22b-46a) vs. (46b)). También puede aparecer un inciso entre el nombre y la completiva (46c). Ahora bien, al tratarse de casos marginales, es dudoso que aquí tenga un alcance mayor del que tiene la pausa o la intercalación de material con los nombres de seña opuesta (cf. 5.2.1.3). (46) a. Uno de los primeros ministros del gobierno del general López Contreras, T.P., fue quien dio la idea... que la Municipalidad no permitiera edific... edificios nuevos sin que tuvieran... dos cosas necesarias. (CAR) b. [...] son actividades extracurriculares por el hecho, de que no son en el salón de clase pero son actividades educativas, culturales, etcétera. (SJ) c. Pero se da la circunstancia, curiosa, pero vamos es que en esta Facul­ tad son así, que ahora nos han puesto un nuevo horario. (MADR)

5.2.2.4. Invariabilidad del determinante No es cierto que el artículo definido singular sea el único determinante posible. El corpus contiene varios ejemplos con adjetivo demostrativo (47). También se dan casos de plural (48)15. Y ni siquiera quedan excluidos el artículo indefinido (49a) y el adjetivo posesivo (49b). Estos datos arrojan serias dudas sobre la pertinencia de este criterio. (47) a. Lo que ahora conviene destacar para nuestro fin, es este hecho de que es tradicional lo que se hace y se piensa en común [...]. (Caro Baroja) b. [...] y me acuerdo que dieron becas, pero... todavía no estaba esta idea de que había que ayudar al que necesitaba. (SJ) c. [...] pensaban que todos somos iguales, o sea, que esa idea de que la América es una unidad [...]. (STG) d. [...] en la mayoría de la gente que estudia, e... este asunto de... de que es tener el título, por tener el título, como una patente de corso [...]. (CAR) e. También viene el famoso fenómeno aquel de que es difícil entenderles. (BOG) (48) a. También... tengo noticias de que... los muchachos se escapan de la casa, porque quieren ir a .. . aventuras... (CAR) b. No, pero es que hasta a mí me han llegado los rumores de que tenía un genio fuertísimo. (MEX) (49) a. Ha trascendido un hecho de que usted sabe muy bien en este momento qué es lo que está sucediendo, ya no es una cosa que yo pueda taparla ni trancarla, porque esto ya es sabido por todas las personas que están en­ vueltas, ¿ves? (BOG) b. [...] es una de mis objeciones a esa rama del estructuralismo: su idea de que los géneros literarios no existen, de que la noción del texto debe

15 El plural también es posible con completiva no flexionada. Entonces, el nombre introduce dos o más infinitivos coordinados: probablemente tenían esas ideas de... alcanzar la posición, y de ese... desde ese punto... erradicar una serie de problemas.(CAR)

La estructura [el Nabstracto de que + completiva]: variación formal y funcional

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confundir a la de poema, drama y novela, no me convence [...]. (Vargas Llosa)

5.2.2.5. P aráfrasis p re d ica tiv a

La paráfrasis predicativa más frecuente es del tipo [el {hecho / asunto / caso / etc.} es que + completiva]. Por lo visto, la fórmula [lo que es un N es que] (22d) no surge a me­ nos de haber sido explicitada. (50) a. Bueno, el hecho es que este caballero se mejoró y yo lo perdí de vista. (STG) b. La idea es que el estudiante se familiarice con ella. (SJ)

5.2.2.6. Insu stitu ibilidad de la com pletiva p o r un dem ostrativo

En principio, la lectura “apositiva” no admite que se sustituya el contenido de la comple­ tiva por un demostrativo neutro (22e). Sin embargo, el caso (51) parece contener un con­ traejemplo. (51) No, un tipo que ab... mango... eso yo... para eso yo no sirvo realmente ¿no? Bueno, pero supónete que un tipo con... con idea de eso [...] para eso. Una mentalidad empresaria. (BA)

5.2.2.7. Im po sib ilid a d de tem atizar p o r extracción

Ausente ya cuando era teóricamente posible (5.2.1.7.), la tematización por extracción tampoco aparece ahora. Adviértase, sin embargo, que es posible la extracción del sujeto de la completiva cuando ésta lleva forma no flexiva (52). (52) El hecho de tener una casa mejor es el hecho de tener, de habitar una ca­ sa mejor, más higiénica, más... todo eso es sentido de superación: ellos se están superando, de un rancho quieren tener una casa buena; es tener, pe­ ro es superarse también, el... hecho de leer, de cultura también... es el he­ cho de ellos también llenarse un poco, ellos también. (CAR)

5.2.2.8. N o selección d el m odo

Con hecho se da mas a menudo el subjuntivo que el indicativo, con idea ocurre al revés16. Todo lleva a pensar que la selección del modo se decide a nivel del discurso más amplio. Para demostrarlo, convendría analizar fragmentos más largos de los que el presente espa­ cio permite insertar.

16 La proporción es de 34 casos de indicativo por 41 de subjuntivo para hecho, y de 8 casos de subjunti­ vo por 29 de indicativo para idea.

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5.2.2.9. Balance Resulta que en estos casos las variaciones discursivas no son fundamentalmente diferen­ tes de las observadas en el subapartado anterior (5.2.1.). Esto corrobora la idea de que a nivel de la organización sintagmática no cabe hablar de estructuras distintas. Los casos reseñados en 5.2.1. y 5.2.2. participan del mismo fenómeno de sustitución catafórica in­ terpretativa. Incluso con el nombre hecho ocurre que la relación con la completiva no sea de simple ecuación sino que participe de las relaciones implicativas típicas de la así lla­ mada “estructura argumentar. Esto se ilustra en (53). Que se opte por hecho (53a) o por razón (53b), es cierto que el tono cambiará. Puede volverse más objetivo o más subjetivo según el nombre elegido (respectivamente hecho o razón), pero esta opción léxica no tiene repercusiones sobre el tipo de la relación predicativa en que entra la completiva. La estabilidad de la configuración semántica global del enunciado puede comprobarse al intercambiar las secuencias [por el hecho que] y [por la sencilla razón de que]11. Lo mismo se observa a veces con el nombre idea: en (54a), por ejemplo, idea puede susti­ tuirse por posibilidad, un nombre de la otra serie (cf. (7)), sin que esto tenga un impacto sensible en la interpretación de la relación predicativa (54b). (53) a. El período actual, se lamentaba no hace mucho un crítico, ocupa un lugar único en la historia de la literatura por el hecho que, cuando el au­ tor emprende una obra, ésta surge en medio de una serie de disciplinas, cada vez más precisas y elaboradas, sobre la actividad narrativa o poéti­ ca. (Goytisolo) b. Al escritor, al artista, hay que dejarlo en paz. Por la sencilla razón de que él tiene ya movida, desde que nace, su propia guerra dentro, y ha de atenderla. (Goytisolo) (54) a. Como dicen ahora [...] es algún sector que - está especulando un poco con la idea de que - sa... se va a morir a corto plazo y entonces acá los partidarios - van a empezar a... aglutinarse otra vez. (BA) b. Como dicen ahora [...] es algún sector que - está especulando un poco con la posibilidad de que - sa... se va a morir a corto plazo y entonces acá los partidarios - van a empezar a... aglutinarse otra vez.

6. Reflexiones finales No se han analizado aquí más que unos pocos de los nombres susceptibles de entrar en la estructura [(el) Nabstracto de que + completiva]. Entre los otros muchos que convendría someter a examen, figura la pequeña muestra recogida en (55). (55) advertencia, agravante, ambición, anhelo, ansia, aviso, axioma, caso, castigo, casualidad, circunstancia, comprensión, condición, confirma­ ción, conciencia, confianza, consecuencia, consejo, convencimiento, convicción, costumbre, criterio, cuestión, declaración, demostración, descubrimiento, deseo, despropósito, diferencia, dificultad, duda, efecto, esperanza, eventualidad, evidencia, factor, fatalidad, fin, finalidad, for­ ma, fórmula, ilusión, impresión, insinuación, juicio, leyenda, motivo, ob­ servación, opinión, orden, paradoja, peligro, petición, percepción, pre-

17 Como diferencia puede aducirse, por supuesto, que la factividad hace incuestionable la causa aducida.

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cepto, precisión, prejuicio, premisa, principio, privilegio, problema, pro­ verbio, recomendación, reconocimiento, reflexión, refrán, regla, repro­ che, revelación, satisfacción, sensación, sentencia, sentido, sentimiento, señal, símbolo, sospecha, sugestión, suposición, supuesto, teorema, tesis Así, por ejemplo, queda por averiguar si también suelen llevar aparejado un modificador adjetival del tipo ilustrado en (56-57). Cabe insistir en que epítetos como claro, determi­ nante, evidente, incontrovertible, indudable, mero, obvio, principal, sencillo, simple, ver­ dadero -y otros parecidos que apoyan la validación por el enunciador de la categorización elegida- no quedan limitados a nombres como causa, razón, conclusión y otros in­ ductores de una lectura implicativa (56), sino que en el discurso también acompañan a menudo nombres como asunto, caso, hecho, idea y otros que suelen entrar en una simple relación de ecuación (57). (56) a. Y, sin embargo, no había romanonistas políticos, stricto sensu, sí per­ sonales, por la sencilla razón de que el romanonismo no era una doctrina política. (Pérez de Ayala) b. Este carácter de superación, de confluencia de elementos contrapues­ tos, de síntesis, produce ese resultado maravilloso que es el Siglo de Oro y es la causa principal de que nuestro Renacimiento sea a veces tan mal entendido en el extranjero. (Alonso) (57) a. [...] pero siempre salta a los ojos el hecho evidente de que en nuestro pasado la anormalidad ha sido lo normal. (Ortega) b. El hecho incontrovertible de que Lezama parezca decidido a no escri­ bir jamás correctamente un nombre propio inglés [...]. (Cortázar) Asimismo, no es necesario que el nombre implique otra proposición para que entre a formar parte de predicados complejos formados a base de un verbo soporte como dar, hacer, sentir o tener (58). O sea, que el uso de tal construcción tampoco permite diferen­ ciar entre los nombres listados en (8 ) y los de (7). (58) a. Pero antes se tenía la idea de que el que tenía un empleo en el gobier­ no era gente decente y culta. (BOG) b. Hacía el mismo salto del trampolín, y tuvimos nosotros después la no­ ticia de que en uno [sic] de esas exhibiciones había perecido, porque la... el automóvil no le había respondido. (BOG) Finalmente, a la intercambiabilidad de nombres como idea y posibilidad, o razón y hecho -evocada en 5.2.2.9 - puede añadirse aún otro indicio del carácter fluctuante y subjetivo, o sea, eminentemente interpretativo, de la categorización realizada mediante la construc­ ción [(el) Nabstracto de que + completiva]. En efecto, cuando aparecen dos nombres yux­ tapuestos, como en (59), es como si el enunciador invitara al lector/interlocutor a buscar con él la noción más adecuada. Por raro que sea, este fenómeno de coordinación se da tanto con nombres de orientación supuestamente idéntica (necesidad y conveniencia en (59a)) como con nombres de orientación supuestamente divergente (idea e intención en (59b)). (59) a. [...] ni me ha llamado para insinuarme, apenas, la necesidad o la con­ veniencia de que antes de aceptar la candidatura de mi partido me enten­ diera con ellos, siquiera un poco. (Gallegos)

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b. Llamo, en sentido estricto, “política madrileñista” o “madrileñismo político” a la idea e intención de organizar el Estado español suponiendo que [...]. (Ortega) Por lo que se ha podido examinar hasta aquí, resulta difícilmente aceptable la idea según la cual la estructura [(el) Nabstracto de que + completiva] tendría que escindirse en dos. Por un lado, hemos visto que incluso nombres que tienen en el léxico una contrapartida ver­ bal ( el tonto (sust.)” (Gutiérrez 1989: 87). Viggo Brandal describe las semejanzas y las diferencias así: “Les noms communs se divisent habituellement, comme on le sait, en substantifs et en adjectifs; les substantifs se rapprochent des noms propres, comme désignant spéciale­ ment la substance (R); les adjectifs se rapprochent des adverbes comme accentuant la qualité (d).” (Brandal 1928: 252). A. Sechehaye: Le substantif “représente les idées que l’esprit conçoit dans la catégorie de l’entité” (Sechehaye 1950: 102). De estas definicio­ nes, las de Salvador Gutiérrez, Viggo Brandal y A. Sechehaye son las que mejor dejan entrever la diferencia entre ( 1 ) y (2 ). En este artículo la significación lingüística (la semántica) es entendida como ins­ trucciones dadas al interlocutor para que efectúe su interpretación. Este enfoque es pare­ cido al de otros muchos (Davies / Isard 1972; Winograd 1976; Sperber / Wilson 1986; Blakemore 1987; Harder 1990). Según estos investigadores lo esencial es el proceso de

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interpretación y no el tradicional énfasis en el producto. Es una semántica instructiva, porque la significación consiste principalmente en lo que el interlocutor debe hacer de acuerdo con las instrucciones del hablante. Siguiendo las instrucciones dadas en el texto, el interlocutor elaborará la interpretación que es el producto de una comunicación. (Des­ de el punto de vista del hablante, entender palabras léxicas es saber aplicarlas en casos concretos.) La significación, según esta teoría, tiene poco que ver con las referencias en el sentido tradicional, porque no se hace la siguiente pregunta: ¿Cuál es el referente de esta palabra? Con las palabras de Brandal: “... car la langue n’est que notre système de signes ou les symboles d’un monde, non la copie ou l’image des choses en elles-mêmes” (Brondal 1928: 244). Para entender la significación hay que combinar el enfoque cognitivo y el enfoque comunicativo porque como la lengua no puede existir sin funcionar entre hablante e interlocutor, tampoco existiría sin la contribución de los recursos cognitivos de ambos. Para poder hablar de lo que pasa en la cabeza del hablante y del interlocutor, po­ demos utilizar el concepto de “modelo mental” (Johnson-Laird 1983; Kamp / Reyle 1993; Fauconnier 1985; Dinsmore 1991), suponiendo que al comunicar sobre el mundo tal como es o tal como nos lo imaginamos, nos servimos no de reglas lógicas sino fun­ damentalmente de modelos que se relacionan con el mundo de varias maneras.

1. El sentido léxico Tradicionalmente se decía que la significación de las palabras se podría describir cum­ pliendo con las condiciones necesarias y suficientes (Hjelmslev 1953). Esas definiciones sirven para describir si algo se ajusta rigurosamente o no a un concepto, pero no nos ayu­ dan a explicar las significaciones de ( 1 ) y (2 ). Para explicar cómo nos comunicamos en una lengua natural y cómo se constituye la significación de una palabra léxica nos basaremos en la teoría del prototipo, definido co­ mo: el mejor ejemplo de un concepto, lo que más se parece al concepto (Rosch / Mervis 1975; Rosch et al. 1976). Hablando de prototipo no se puede decidir tan claramente si algo está dentro o fuera de la significación de una palabra, pero el prototipo tiene varias ventajas al explicar las fases de una comunicación. A pesar de que la teoría de los proto­ tipos es problemática en muchos aspectos (Kleiber 1995), se utilizará en lo que sigue ya que su enfoque, en la medida de este artículo, parece aceptable además de fecundo. Los tipos son imprescindibles para la lengua, porque sin ellos no podemos comunicar, ya que si toda entidad fuera entendida como única, totalmente distinta de cualquier otra cosa, sería imposible hablar de ella; por el contrario, el tipo permite abarcar entidades aisladas. Los tipos son comunes a todos los hablantes de una comunidad lingüística, los cuales pueden suscitar estos tipos cuando están comunicándose. Palabras como feo, finca, fumar tienen su potencial significativo gracias a la formación de estos tipos, y eso nos permite comunicar, hablar de lo relevante para cada uno de estos tipos. También es eso lo que permite que se hagan diccionarios de una lengua natural: listas de las palabras con sus significaciones colectivas formadas como tipos. Los hablantes pueden suscitar tipos, co­ dificados en palabras, para que otros entiendan sus mensajes. En este sentido, encanto encantador indican el mismo tipo con el mismo potencial significativo. Pero de hecho, las palabras no significan lo mismo para todos los hablantes y para explicar eso hay que distinguir entre dos conceptos, el concepto colectivo ya mencionado y otro individual. Mi concepto de coche puede ser distinto del del lector. Yo puedo usar la palabra coche para comunicarle que tengo el concepto coche, pero no será mi concepto de coche el que reci­ ba el lector. Será el concepto del lector, su propio concepto, el que le sale, provocado por

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mi uso de la palabra coche. Las palabras, que son colectivas, conllevan abiertamente un potencial significativo como seres sociales. Los conceptos individuales conllevan su sig­ nificación de una manera privada, inaccesible a otros; conllevan significación cognitiva. Los elementos de información que uno ya tiene en la cabeza son conceptos. Puede haber pocos elementos de información en el concepto de un hablante, y en el concepto de otro hablante puede haber muchísimos elementos. Por ejemplo, un niño pequeño tiene un concepto pobre de vino, tal vez sólo el color y el olor, y un entendido en vinos tiene un concepto muy complejo de vino. Sin embargo el niño y el entendido en vino pueden co­ municarse perfectamente hablando de vino, sin tener los mismos conceptos. Y eso es lo que ocurre con frecuencia. Tenemos las mismas palabras pero no los mismos conceptos, y nos entendemos pero no con exactitud. Eso también explica por qué un concepto puede cambiar durante la vida de una persona, y también explica por qué una palabra puede cambiar de significado a lo largo del tiempo. En la comunicación, la significación léxica sirve como un canal de transmisión de un concepto a otro, pero la significación de lo que oímos o leemos proviene de la significación cognitiva de nuestros propios conceptos (Thrane 1997). Al lingüista le resulta imprescindible prestar atención al modo en que es­ tán formados nuestros conceptos.

2. Sustantivos como signos de entidades Los sustantivos significan tipos, pero en general no nos interesa hablar de tipos, en gene­ ral nos interesa hablar de entidades particulares. ¿Cómo resolver este problema? Pode­ mos suponer que un sustantivo tiene un significado no descriptivo que coexiste con el contenido descriptivo, cf. las definiciones de Brandal y Sechehaye. El contenido semán­ tico de la forma, de la expresión “sustantivo” puede ser “algo que es o que puede ser con­ cebido como una entidad”. Un sustantivo indica no solamente su contenido descriptivo, sino también algo que “conlleva” el contenido descriptivo (Harder 1990). Gracias a “eso que conlleva el contenido descriptivo”, “algo que indica una entidad” (Gutiérrez 1989) podemos utilizar el sustantivo para indicar algo que concretiza el tipo, y eso es lo que normalmente hace el sustantivo: el sustantivo coche suscita un tipo y algo que ejemplifi­ ca el tipo. El adjetivo azul también suscita un tipo, pero no indica una entidad que repre­ senta el tipo. Igualmente un verbo como jugar en la oración Juan juega con Pedro des­ cribe a los dos chicos, pero el sustantivo juego indica algo que ejemplifica el tipo. Igual­ mente encanto indica algo que tiene la cualidad de ser encantador, mientras que encanta­ dor sólo indica la cualidad en sí misma, la cualidad que se aplica a otra cosa (cf. la defi­ nición de Alarcos). No hay una clara distinción descriptiva entre llamar a algo peligroso y llamarlo un peligro, pero la manera de concebir los contenidos es distinta. Los sustanti­ vos no pasan sus cualidades a cosas designadas por otras palabras. Los sustantivos usan sus cualidades para designar una entidad que las concretiza. Este análisis no dice nada de cómo es el mundo, sino sólo de la manera en que lo concebimos hablándo de él. “Desde el punto de vista lingüístico da igual que los objetos en cuestión sean reales o sólo imagi­ nados, personales o impersonales, concretos o abstractos.” (Brandal 1928: 69, mi traduc­ ción del danés). “Il n’est besoin que d’une espèce de points ou d’atomes logiques qui puissent servir d’objet à nos pensées.” (Ibid. 244). Al hablar del sustantivo juego, el ha­ blante no supone que exista un referente en el mundo. Habla de algo que se puede conce­ bir como una entidad. Podemos decir que un sustantivo indica “una entidad o algo con­ cebido como una entidad”.

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3. Los sustantivos, los modelos mentales y la referencia En un analisis tradicional un sustantivo (o un sintagma nominal) suscita algunas veces un referente, otras veces no, pero las gramáticas no especifican en qué circunstancias suscita un referente y en cuáles no. Como vemos en (3) y (4) no todos los sustantivos (o sintag­ mas nominales) suscitan referentes del discurso. (3) (4)

Juan no verá un gato en el tejado. Juan vio un gato en el tejado.

La explicación más sencilla sería decir que en ambos casos (3) y (4) la semántica del sustantivo (o sintagma nominal) da instrucciones al interlocutor de concebir una ejemplificación del tipo gato y nada más. En el discurso, un sustantivo indeterminado (o un sin­ tagma nominal indeterminado) introduce una entidad para posterior referencia y no se puede hablar de referencia en el sentido de que se presupone una entidad en algún mun­ do. Este punto de vista tiene la ventaja de que el efecto semántico que tiene una expre­ sión lingüística por conllevar significación es siempre el mismo. En este caso, un sustan­ tivo indeterminado (o un sintagma nominal indeterminado) indica siempre un posible referente y nada más (el caso de un sustantivo determinado es distinto, el artículo p. ej. indica identificación y relevancia).

4. Conclusiones Según lo que precede, el sustantivo marido en (5) indica no un tipo, sino un caso con­ creto de este tipo. Igualmente el atributo, el sustantivo ingeniero en (5) indica que se trata de un ejemplar del tipo ingeniero. (5)

El marido es ingeniero

Pero como el atributo sirve para caracterizar la entidad indicada por el sujeto {marido), se usa el potencial semántico de una manera particular. En la interpretación definitiva de (5) resulta redundante la entidad designada por el atributo (que aisladamente se interpreta como una entidad que conlleva cualidades). En la oración hay una redundancia de enti­ dad. En resumidas cuentas: al interlocutor se le da instrucciones de que primero debe concebir una entidad indicada por el sujeto en (5) y (1). Más tarde recibe la instrucción de concebir otra entidad, es decir, un ejemplar del tipo designado por el atributo. Siendo atributo, éste se ve obligado a indicar sólo una cualidad. En lugar de dos entidades tene­ mos en la última interpretación una sola entidad. Si nos encontramos con un adjetivo como atributo (2 ) existe en la oración una sola entidad, la entidad indicada por el sujeto, y por eso el resultado es que ( 1 ) y (2 ) vienen a significar más o menos lo mismo: (1) (2)

Este niño es un encanto. Este niño es encantador.

Pero el hecho de que en oraciones como (5) y (1) el atributo pase por la fase de ser con­ cebido como “algo con cualidades” supone una independencia semántica parecida a la que existe en oraciones como El marido es mi abogado en la que el atributo mi abogado indica una entidad determinada. Las oraciones (6 )-(8 ) indican que el hablante piensa en un modelo o universo que presenta varias entidades (es decir varios peligros, etc.): peligro latente, peligro inmedia­

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to, peligro social, peligro político, peligro económico, etc. Al contrario, (2) y (9)-(12) indican que el hablante sólo quiere destacar una cualidad del sujeto, y nada más. Puede tratarse de una cualidad entre otras ( 1 0 ) o una cualidad graduada ( 1 1 ) y ( 1 2 ). (6 ) (7)

(8 ) (9) (10)

(11)

(12)

La gente es un encanto, desde el director, Luis Melgar, hasta mis compa­ ñeros. (Tiempo, 22 de enero de 1990, pp. 108-109) Mucho se habla de los productos que vienen de Oriente, pero los pro­ ductos de Estados Unidos y del sur de Europa, especialmente de Italia y Grecia, son un peligro latente, aunque no inmediato. (Tiempo, 22 de oc­ tubre de 1990, p. 123) Eso demuestra que somos un peligro (Tiempo, 25 de junio de 1990, p. 90) Reconozco que conmigo son encantadores. (Tiempo, 13 de agosto de 1990, pp. 127-128) Esta chica es fantástica -me dice el fotógrafo- porque es natural y en­ cantadora, y fotogénica por los cuatro costados, y, además se hace cóm­ plice tuyo y trabaja contigo, no para ti o contra ti. (Cambio 16, 20 de agosto de 1990, pp. 80-83) José Luis Aranguren es tan sabio, tan entrañable y tan encantador como mandan los cánones del viejo filósofo. (Cambio 16, 15 de octubre de 1990, pp. 118-123) Bueno, fuera del escenario soy muy peligroso porque la mujer es el ser depositario del romanticismo y yo de eso sé un rato. (Cambio 16, 15 de octubre de 1990, p. 137)

El sujeto parece imponer una restricción: si el sujeto es una persona, un animal o una co­ sa (first-order entities según John Lyons) hay opción entre sustantivo y adjetivo como atributo. Si el sujeto es de otro tipo, por ejemplo un infinitivo, sólo el adjetivo puede ser atributo. Los hispanohablantes rechazan más o menos enérgicamente una oración como Es un peligro ser enemigo de EE. UU. pero admiten Es peligroso ser enemigo de EE. UU. Los ejemplos del corpus utilizado parecen confirmar esta hipótesis.

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Revue Internatio­

ANÁLISIS DE LOS SUSTANTIVOS Y ADJETIVOS PRESENTES EN EL LÉXICO ACTIVOFUNCIONAL DEL ESCOLAR CUBANO: EL DICCIONARIO ESCOLAR ILUSTRADO Eloína Miyares Bermúdez

Resultados generales del Léxico activo-funcional del escolar cubano Esta ponencia expresa algunos aspectos del resultado de la investigación Estudio del vo­ cabulario activo-funcional del escolar cubano que tuvo la finalidad de conocer el léxico de los educandos cubanos, así como el uso que hacen éstos de las palabras, especialmente las comprendidas en la esfera conceptual -sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios- sin dejar de analizar también las otras clases de palabras y las frases y lexías complejas pre­ sentes en el vocabulario de los niños. Los estudios de lexicología cobran cada vez mayor importancia porque se ha tenido en cuenta que mientras más palabras conozca una persona, ésta posee un universo con­ ceptual más extenso; como consecuencia, puede comprender mejor el mundo que le ro­ dea. De ahí que, por ser el nivel lexical el más activo en cuanto a movilidad de los ele­ mentos que lo componen, la mayoría de los estudios lingüísticos se dirige hacia este as­ pecto. Clasificar las palabras por su frecuencia de uso es una operación que interesa mu­ cho a la pedagogía de las lenguas, lo que está relacionado con la extensión de los domi­ nios de la Lingüística Aplicada hacia la programación de la traducción automática, con­ fección de glosarios, etc. De acuerdo con lo anterior, los resultados cuantitativos de los estudios del léxico se han ido perfeccionando y son muy importantes y actuales.

Elementos generales del estudio del vocabulario de los escolares El estudio del vocabulario de los escolares cubanos nos puede llevar a precisar la fisono­ mía de la modalidad del español utilizado en Cuba. La riqueza de la muestra (7000 com­ posiciones) nos ha permitido la descripción cuantitativa y cualitativa del léxico de los niños según su grado de escolaridad y, por ende, su edad, dato que en Cuba es homogé­ neo, pues la graduación escolar es bastante exacta: en 2do grado las edades oscilan entre 7 y 8 años, en 3er grado entre 8 y 9 años, 4to 9 y 10 años, 5t0 10 y 11 años y en 6 t0 grado en­ tre 1 1 y 1 2 años. Se procesó mediante la computación el vocabulario activo de los escolares cubanos de 2 d 0 a 6 t0 grado, tanto del sector urbano como del sector rural, teniendo en cuenta am­ bos sexos, lo que dio como resultado un corpus de 700000 palabras, de las cuales son diferentes 25693 en general. Cabe aclarar que los mismos adjetivos calificativos aparecen

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antepuestos y pospuestos para estudios estilísticos posteriores; es decir, estas palabras aparecen repetidas en el listado general, que por eso aparece con 26250 palabras. Se pudo conocer que el número de palabras empleadas en los diferentes grados es adecuado y que su incremento es apreciable según vemos a continuación: 2 do

3ro

410

5to

6 t0

6 349

7 855

10 721

14 506

16 781

Total de palabras diferentes por grados (sin contar con los nombres propios) Hemos clasificado el léxico constituido por esas 25693 palabras diferentes, en léxico ge­ neral del nivel primario que incluye todas las palabras señaladas; léxico común que está formado por las 2559 palabras que han aparecido en todos los grados con distintas fre­ cuencias. Aquí hemos tenido en cuenta la distribución de palabras por grados. El léxico fundamental lo hemos restringido a aquellas palabras con 20 o más de frecuencia que aparecieron en los cinco grados y que en total fueron 313. Estas palabras son aquellas cuyo rango de dispersión se acerca al promedio general de frecuencia de cada una de ellas. En los análisis cuantitativos realizados pudimos observar que existe una pequeña di­ ferencia entre el promedio de palabras, tanto orales como escritas, de los niños del sector urbano y el rural, con la excepción de 2 do grado donde hubo un equilibrio en los usos lé­ xicos de ambos sexos. 3 ro 410 2 d° 5t 0 6 t0 Sector urbano

97

134

144

174

190

Sector rural

100

104

136

132

158

Promedio general de palabras empleadas por cada niño en los diferentes grados 2



%

Sustantivos 2436 41.91

3ro

%

4to

%

5to

2798 39.22 3694 37.47 4565

% 33.91

6

to

%

5040 32.59

Verbos 2390 41.12 2963 41.53 4115 41.74 5956 44.25 6907 44.66 Adjetivos

695

11.96

940

13.18

1524

15.46 2148

15.96 2607

16.86

Adverbios

155

2.67

240

3.36

281

2.85

425

3.16

483

3.12

Pronombres

70

1 .2 0

74

1.04

84

0.85

90

0.67

1 0 1

0.65

Preposicio­ nes

13

0 .2 2

2 1

0.29

36

0.37

8 8

0.65

96

0.62

Conjuncio­ nes

14

0.24

17

0.24

19

0.19

35

0.26

40

0.26

Artículos

5

0.09

5

0.07

5

0.05

5

0.04

5

0.03

Interjeccio­ nes

5

0.09

1 0

0.14

8

0.08

1 0

0.07

18

0 .1 2

Análisis de los sustantivos y adjetivos presentes en el léxico activo-funcional... 2

Contraccio­ nes

do

%

3ro

% 0.03

4*0

%

5t 0

0 .0 2

2

2

0.03

Lexías com­ plejas, fechas

23

0.40

54

0.76

83

0.84

Siglas

4

0.07

1 0

0.14

8

0.08

1 0 0

7159

1 0 0

9902

1 0 0

Totales 5832

2

2

117

% 0 .0 1

6 t0

2

89

% 0 .0 1

0.87

132

0.85

2 0

0.15

35

0.23

1355

1 0 0

1

1558

1 0 0

6

Clases de palabras y otras formas lexicales, frecuencia y porcentaje en relación con el total

Análisis de los sustantivos y adjetivos presentes en el léxico activofuncional del escolar cubano Las diferencias en el uso de las clases de palabras entre los escolares del primer ciclo (hasta 4t0 grado) y el segundo ciclo (5t0 y 6 t0 grados), están relacionados con el desarrollo del lenguaje en el niño, el medio social y la enseñanza de la lengua en las escuelas. En el estudio del sustantivo se destacan los aspectos siguientes: Los sustantivos propios fueron numerosos y la clasificación responde a sustantivos propios (nombres de personas, animales, etc.), nombres geográficos y nombres de juegos infantiles. Estos resultados pueden servir para estudios onomásticos y otros relacionados con este aspecto del vocabulario escolar. Los antropónimos (nombres de personas) son con frecuencia nombres tradicionales: María, Pedro, Ana, José; otros son creados como Adeibis, Dalinsy, Oyeleis, etc., estos últimos no indican por sí solos el sexo de los que los llevan. Algunos siguen las influen­ cias inglesa o francesa: Antony, Betty, William, Janette, Lisette, etc. La cultura de los escolares se manifiesta al nombrar héroes, mártires o personalida­ des tanto cubanas como internacionales: José Martí, Antonio Maceo, Ernesto Che Gueva­ ra; Alberto Juantorena, Alicia Alonso, Alejo Carpentier, Agatha Christie, Yuri Gagarin, etc. En los topónimos hemos deslindado los que se refieren a los objetos topográficos que se encuentran en Cuba y de los que denominan los de otros países. En este trabajo sólo nos vamos a referir a los topónimos cubanos, los cuales los he­ mos clasificado según su procedencia y estructura, o sea: de origen español, indígena, africano o híbrido, a lo que añadimos si son simples, compuestos o lexías complejas.

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A continuación algunos ejemplos: Hidrónimos

Río Cauto

Origen español

Lexía Compleja

Litónimos

Juraguá (Playa)

Origen indígena

Lexía Simple

Orónimos

Sierra Maestra

Origen español

Lexía Compleja

Urbanónimos

Alamar (Reparto)

Origen español

Lexía Compuesta

Ecónimos

Santiago de Cuba

Origen español

Lexía Compleja

Agrónimos

Hongolosongo (Ba­ rrio rural)

Origen africano

Lexía Simple

Espeleolónimos

Cueva de Bellamar

Origen español

Lexía Compleja

Pragmatopónimos

Las Camariocas (Fábrica)

Origen español

Lexía Compleja

Los sustantivos comunes, desde el punto de vista formal, están formados por el lexema y los formantes constitutivos y facultativos (presencia de afijos). Son más sencillos en se­ gundo y tercer grados debido al nivel de desarrollo de la psiquis de esos niños; en los grados superiores aumentó considerablemente el número de sustantivos derivados y compuestos, lo que demuestra la incidencia de la escuela en la aprehensión de los recur­ sos que posee la lengua para formar palabras cada vez más complejas. Por su estructura tenemos en cuenta los sustantivos primitivos, derivados y com­ puestos. Entre los sustantivos derivados sobresalen aquellos que se forman con los sufijos -or (proyector, planificador), -dad (actividad, comunidad), -ero (machetero, pelote­ ro), -ción (educación, persecución, presentación). En los grados superiores hay mayor uso de formantes facultativos, las familias de palabras son más amplias: carro, carreta, carretera, carretones, carretillas. A partir del 2o ciclo (5t 0 y 6 t0 grados) se usaron más eficientemente los recursos morfológicos; aparecen colectivos con el sufijo -al: cocal, guayabal y con el sufijo -erío/a: lomerío, cristalería. Entre los sustantivos compuestos predominan, sobre todo en los grados superiores, los prefijados (desayuno, policlínico) y los yuxtapuestos (durofrío, baloncesto). Desde el punto de vista semántico, hemos podido apreciar que los sinónimos y an­ tónimos empleados por los estudiantes crecen paulatinamente en el empleo de los sustan­ tivos. Entre los sinónimos se incluyen las distintas variantes regionales que están presen­ tes en las composiciones como chirimoya-anón; mamey-zapote; col-repollo; platanitoguineo; anoncillo-mamoncillo; chicharrita-mariquita; chatino-tostón; cubo-balde; plu­ ma-pila; armario-escaparate, etc. En el caso de los antónimos, los alumnos del primer ciclo sólo utilizaron recursos léxicos para formar éstos; sin embargo en el segundo ciclo se valieron, además, de prefi­ jos con significación positiva o negativa, lo que evidencia mayor dominio de la lengua materna. También en el caso de los antónimos se organizaron microsistemas entre los que se encuentran amigo-enemigo, adición-sustracción. Aparecen, además, las relaciones de gradación en cuanto a las oposiciones semánticas, ejemplo calor /fresco /frío.

Análisis de los sustantivos y adjetivos presentes en el léxico activo-funcional..,

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Debemos destacar que los sustantivos empleados en los primeros grados se refieren sólo a aspectos de su interés o cuestiones por las que sienten gran afectividad. A partir del cuarto grado los niños expresan ya palabras que se alejan de su interés afectivo inmediato como acoplamiento, antigüedad, búsqueda, meningococo, entre otras. Es interesante conocer el elevado número de sustantivos relacionados con la fami­ lia, la escuela, los animales y los alimentos, los que se agruparon alrededor de un sustan­ tivo núcleo de acuerdo con criterios paradigmáticos de asociación, cuestión que se co­ rresponde con el desarrollo psicológico de estas edades. Por ejemplo, el campo asociativo que tiene como núcleo el sustantivo escuela es uno de los más significativos debido a que es una de las palabras de más alta frecuencia en todos los grados. Campo léxico La familia (Aparecerán con mayúsculas las palabras pertenecientes al vocabulario fundamental y con minúsculas las que pertenecen al común y al general.): MAMÁ (madre mami mima mimi) NIÑO PAPÁ (padre papi) HERMANO ABUELO TÍA PRIMO HERMANA FAMILIA ABUELO TÍO

Frecuencia 2381 168 75 4 1

1720 1717 1087 45 796 661 576 566 525 496 492 404

PRIMA niña HIJO hija padrastro madrastra sobrino sobrina bisabuela cuñada medio hermano hermanastra hermanastros primo hermano bisabuelos cuñado suegra

Frecuencia 333 261 185 46 31 15 11

5 4 3 1 1 1 1 1 1 1

Análisis de los adjetivos usados por los escolares cubanos El adjetivo presentó características muy peculiares en el vocabulario de nuestros escola­ res. Como se conoce esta es la parte de la oración que posee mayor afinidad con el sus­ tantivo porque su origen es común y semánticamente entre ambos hay puntos de contac­ to. Sin embargo, funcionalmente existe una verdadera distinción de carácter lingüístico, ya que el papel diferente desempeñado por cada uno en el contexto, los separa. La mayor parte de los especialistas define el adjetivo como palabra que sirve para calificar o deter­ minar el sustantivo.

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Los adjetivos con mayor número de ocurrencias fueron entre los determinativos mi con 10599 y un con 9649; y entre los calificativos bonito con 1252, lindo con 1506 y grande con 1287 de frecuencia.

Determinativos El total de adjetivos determinativos presentes en el vocabulario común de los estudiantes es sólo de 81, incluyendo en esta cifra las diversas variantes que presenta cada uno de ellos, aunque por grados ésta es superior. Como es lógico el número de adjetivos de este tipo es mucho menor que el de cali­ ficativos, porque ellos constituyen un inventario cerrado dentro del sistema de la lengua, pero su frecuencia de uso es elevada por ser vocablos de alto rendimiento funcional, por lo que en la relación de las 1 0 0 palabras más utilizadas en cada grado aparecen algunos determinativos como mi, mis, un, una, muchas y su, y algunas de estas alcanzaron ci­ fras elevadísimas como es el caso de mi y un con 10599 y 9649 ocurrencias respectiva­ mente. El determinativo mi en 2do y 3er grados tuvo una frecuencia muy superior respecto a 4t0, 5t0 y 6 to. Esto es algo que llama la atención, pues como se conoce en los niveles infe­ riores el volumen del vocabulario es mucho más reducido; pero consideramos que estos resultados están determinados por factores de carácter psicológico, puesto que los niños de estas edades por ser más egocentristas emplean en su lenguaje palabras que se relacio­ nan estrechamente con su mundo interior; por esta razón, con frecuencia observamos ex­ presiones tales como: mi mamá, mi escuela, mi papá, mi juguete, mi casa, etc. En los grados superiores, sin embargo, el determinativo que alcanzó mayor número de ocurrencias fue un, pues en estas edades el vocabulario se ha ampliado considerable­ mente, en correspondencia con el desarrollo psicológico, y se observa la tendencia a na­ rrar vivencias; aparece este determinativo en expresiones tales como: un día mi papá trajo un saco de maíz... (4t0 grado, Santiago de Cuba, rural); ...u n día mi tío me llevó en un caballo que es un animal que sirve de transporte... (5togrado, Pinar del Río, rural);... El me dio un pedazo de pan con mantequilla y un vasito de leche... (6 t0 grado, Ciudad de La Habana, urbano). El empleo de ciertos determinativos en los textos de estos escolares en ocasiones ha posibilitado la fluidez en la expresión, evitando la monotonía y la redundancia, cuestión que contribuye a la comunicación, pues los demostrativos y posesivos como proformas puras han facilitado la sustitución de elementos ya aparecidos en el texto. En el caso de los primeros, además, se han establecido distinciones de tipo deíctico, y con los segundos se ha logrado sustituir al poseedor. Véanse algunos ejemplos: ... Mis juegos preferidos son algunos muy divertidos como la pelota. También me gustan otros como el voleibol. Ese yo lo juego mucho en la escuela... (4t0 grado, masculi­ no, urbano, escrita). ... Él en su hogar conoció las más elevadas ideas. Allí estudió e hizo suyo el rico caudal de la obra martiana... (6 to grado, Camagüey, femenino, rural, escrita) Otro detalle de interés en el uso de esta clase de palabras es la presencia de diversos tipos de determinativos en el vocabulario de estos estudiantes, algunos con amplia fre­ cuencia aparte de los ya señalados, como el demostrativo ese (1262), el posesivo su

Análisis de los sustantivos y adjetivos presentes en el léxico activo-funcional..,

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(2135), el cuantitativo muchas (295) y los de mayor variedad: los numerales, quienes estuvieron representados además en los cardinales; con cifras más reducidas aparecieron ordinales, múltiplos y partitivos. Los indefinidos fueron empleados aceptablemente; entre ellos se destacó algunos con 262 ocurrencias y sus otras variantes también se aproxima­ ron a esta cifra. El estudio de los adjetivos nos permitió observar la progresión en el uso de esta ca­ tegoría, especialmente en los adjetivos calificativos, los cuales presentan un empleo ade­ cuado tanto en los antepuestos como los pospuestos, aunque con sus particularidades en cada caso. En segundo y tercer grado aparecieron mayoritariamente los adjetivos calificativos pospuestos por el uso frecuente de la sintaxis regular en estos escolares de acuerdo con el desarrollo en el dominio del idioma que han podido lograr en esos grados, ejemplo: Fue un paseo inolvidable y emocionante (3er grado). El león es un mamífero carnicero (2do grado). En ocasiones se observa la presencia de adjetivos calificativos antepuestos de acuerdo con la intención de destacar esas cualidades en la descripción, la cual puede con­ siderarse como un valor estilístico. Ejemplos: Vi a los graciosos monos en el parque zoológico. (2do grado) En el jardín de mi escuela hay lindas flores. (3er grado) Fuimos a la finca de mi abuelo, allí monté un hermoso caballo. (3er grado) En los grados superiores hay cierta tendencia a utilizar varios calificativos antepuestos en la narración. Ejemplos: Me gustan desde los innumerables y coloridos peces del mar, hasta los enormes animales de la selva. (4t 0 grado) Caminamos por la verde y bella pradera. (4t 0 grado) Emprendimos un largo, pero agradable viaje. (5t0 grado) Un aspecto que nos resultó muy interesante es el hecho de que en segundo grado se mani­ festó una marcada tendencia a la utilización de adjetivos calificativos que desde el punto de vista psicológico tienen mayor aceptación entre los niños porque semánticamente dan idea de algo bueno como son: bello, bonito, disciplinado, agradable, dulce, alegre, etc., y, en muchos casos, el número de frecuencia es elevado. Sin embargo, aquellos ad­ jetivos que semánticamente llevan implícito un sentido negativo fueron empleados en número y frecuencia reducidos, a tal punto que al intentar establecer parejas de oposicio­ nes antonímicas con adjetivos que presentaban tales matices, los pares opuestos eran re­ ducidos y con una diferencia muy notable en cuanto a frecuencia. Véanse algunos ejem­ plos: bonito (245) / feo (5), bueno (212) / malo (9), alegre (36) / triste (3), etc. Como la prefijación y sufijación son recursos morfológicos muy presentes en el lenguaje de nuestros escolares queremos ofrecer algunas valoraciones al respecto. La prefijación podemos decir que presentó una evolución positiva en su empleo, pues de 7 y 12 adjetivos prefijados localizados en segundo y tercer grados respectiva­ mente, el número fue ascendiendo de un nivel a otro, así en cuarto aparecieron 42 adjeti­ vos constituidos por este recurso y en quinto y sexto 104 y 135 respectivamente.

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Los prefijos utilizados fueron: a-, des-, contra-, en-, entre-, in-, ínter-, extra-, multi, pre-, re-, ultra-, uni-, anti-, auto-, pan-, poli-, tele-, neo-, semi-, equi- y geo-. Como se observa, es abundante la cantidad de prefijos presentes en su vocabulario, incluso aparecen algunos cuyo uso es poco frecuente, tales como ultra-, neo-, equi-, uni-, etc., aunque éstos sólo se presentaron en cuarto, quinto y sexto y con baja frecuencia en adjetivos como ultravioletas (3), equilátero (1), neocolonial (2). La sufijación es un recurso morfológico que se manifiesta profusamente en todos los grados y los escolares mostraron predilección por algunos que, según nos parece, contribuyen a que la expresión sea más concisa y directa o tienen mucho arraigo en nuestra lengua por ser de gran rendimiento semántico, ya que a través de los mismos se expresan variadas cualidades. Entre los sufijos que más se emplean se encuentran -ado, -ido, -oso, -able, -ico, -al e -ista, y muchos de los vocablos portadores éstos presentaron elevada frecuencia: pasa­ da (828), preferido (423), hermoso (819), nacional (118), amable (62), heroico (48), intemacionalista (56). Es curioso observar en el vocabulario de estos estudiantes la presencia de algunos sufijos cuyo matiz semántico sirve para caracterizar personas y animales, como ocurre con -udo en vocablos como barbudo, peludo, guatacudo, lanudo, llegando incluso a utilizarse en lugar de barrigón, o sustituyendo a una palabra compuesta, como se obser­ va en el calificativo puntudo (Un animalito con orejas puntudas), en lugar de puntia­ gudas. Estos adjetivos se localizaron en el vocabulario de alumnos de quinto y sexto gra­ dos; lo cual prueba que estos estudiantes aún no han asimilado algunas estructuras de la lengua y debe continuar trabajándose en este sentido; pues también se observó el empleo inusual de otros sufijos. Veamos algunos ejemplos: Esa es una fecha muy significante, (por significativa) (3er grado) Vemos una chicharra así negrosa. (por negruzca) (4to grado) Sentía una alegría desbordable. (por desbordante) (5t0 grado) La posibilidad de disfrutar los días conmemorables de todo el mundo, (por conmemorativo) (4t 0 grado) Querían llegar a las alfombrosas nubes, (por alfombradas) (5t 0 grado) Nos tomaron como unos admirantes de ese lugar, (por admiradores) (6 to gra­ do) Como puede verse los adjetivos significante, negrosa, desbordante, conmemorables, alfombrosas y admirantes, de acuerdo con el contexto en que se localizan, portan sufi­ jos que no son los que aprueba la norma. Consideramos que los cambios se han produci­ do por distintas causas, como pueden ser la analogía con el significante de otras palabras como memorable, o la fuerte tendencia al uso de sufijo como -osa y -ante, en detri­ mento de otros como -ivo, -or y -uzeo. No obstante, en todos estos casos el significado no varía, pero pensamos que estos empleos inusuales de algunos morfemas pudieran ser una tendencia que hay que seguir. La sinonimia es un recurso muy importante en el vocabulario de los niños porque ofrece una serie de posibilidades expresivas que deben ser bien aprovechadas por el maestro para lograr el dominio de un repertorio de palabras mucho más amplio, lo que contribuirá a evitar la redundancia y la monotonía en su lengua oral y escrita. Comoquiera que la sinonimia total es muy poco frecuente, al enfocar esta cuestión en el presente trabajo lo hacemos en un sentido amplio, por lo que para analizar los adje­

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tivos sinónimos empleados por los alumnos seleccionamos todos aquellos calificativos que establecían con otros asociaciones motivadas por una semejanza en los significados. Desde el punto de vista del análisis de texto podemos decir que por la forma en que estos estudiantes emplean la sinonimia, ésta cumple el principio de la “idea referencial”, pues en ocasiones en un mismo contexto oracional aparecen dos adjetivos sinónimos cu­ yo empleo diferenciado evidencia la intención del hablante de evitar la repetición, a la vez que lograr la comunicación, así ocurre en los siguientes ejemplos:... Allí fueron per­ sonas deseosas de ayudar y dijeron que si los necesitaban irían ansiosos de dar su aporte... (5t0 grado, Santiago de Cuba, rural); ... vi un bello perico con variados colores que lo hacían ver precioso... (6 t0 grado, Granma, urbano).

El Diccionario Escolar Ilustrado La inminente necesidad de ofrecer a nuestros niños un diccionario asequible que corres­ pondiera a sus necesidades de comprensión del significado de las palabras y, en general, a un mejor conocimiento de la lengua española, nos propulsó a emprender un conjunto de actividades con la finalidad de elaborar un diccionario escolar sobre la base de una in­ vestigación científica. Mediante la obligada revisión bibliográfica acerca de los estudios lexicográficos realizados en Cuba, conocimos que comenzaron en el siglo XVIII y de esa época a acá no hallamos ningún indicio de que se hubiera intentado algún diccionario de este tipo para los niños cubanos. De inmediato, comenzamos una investigación nacional sobre el vocabulario activo de los niños, hembras y varones de 2 do a 6 to grados de los sectores urbano y rural, para poder contar con palabras no sólo utilizadas en los medios urbanos, sino también las que están presentes en el habla de nuestros campesinos, entre las que aparecerían, seguramente, aquellas relacionadas con el suelo, los cultivos, nom­ bres de plantas y animales, etc., que enriquecerían el léxico en general. Recogimos, con la valiosa ayuda del Ministerio de Educación, 5800 composiciones escritas y 1200 expo­ siciones orales, de temas diversos. Se codificaron más de medio millón de palabras desde el punto de vista gramatical (funcional) y luego las composiciones codificadas por el equipo de lingüistas fueron procesadas en las computadoras mediante el Sistema de Computación VEC (Vocabulario del Escolar Cubano), realizado en el lenguaje de bases de datos FOXPLUS, que además de proporcionar la frecuencia de cada palabra, posibilitó un análisis exhaustivo de todo el léxico por grado, provincias y sectores. Actualmente el equipo de Lingüística Computacional del Centro confeccionó un tagger que permite la codificación automática de grandes corpus de palabras. Entre los objetivos del Diccionario está lograr la familiarización de los educandos con el uso del mismo, de ahí que las letras tengan un tamaño adecuado, las definiciones, generalmente descriptivas, sean sencillas y claras para propiciar la comprensión del signi­ ficado de las palabras, las que siempre aparecerán en oraciones mediante las cuales pue­ dan precisar su significado y función. Cabe aclarar que las palabras presentes en las defi­ niciones y oraciones son, en su gran mayoría, del vocabulario de los niños de esos gra­ dos. Del total de palabras recogidas en 2do, 3ro y 4t 0 grados, cuyo corpus fue 78857 en se­ gundo grado, 92693 en tercero y 126578 en cuarto grado, realizamos el estudio de las 6349, 7855 y 10721 palabras diferentes de estos grados respectivamente, con vistas a se­ leccionar aquellas que conformarían el Diccionario Escolar Ilustrado, a las cuales aña­ dimos las palabras de los libros de texto y de revistas infantiles que los niños deban co­

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nocer para ayudar a su formación científica y a una mejor interpretación de la realidad que los rodea. Se tuvieron en cuenta principios psicológicos, educativos y éticos, los que están presentes en las definiciones y en las oraciones que sirven de ejemplo, las cuales son ase­ quibles a los niños de acuerdo con su edad y grado. En todos los casos evitamos las remi­ siones de un término a otro, cuestión engorrosa que puede interrumpir la relación de los educandos con el diccionario. Fueron estudiadas las diferencias diatópicas del léxico, debido a que hay un grupo no muy numeroso de objetos que reciben diferentes denomi­ naciones en algunas regiones del país. Si estos términos -o sólo uno de ellos- aparecen en el vocabulario activo de los escolares, se les ha dado entrada y se hace la aclaración sobre la forma presente en otra región del país. Por ejemplo las palabras zapote, guineo y armario que aparecieron en el léxico de algunas provincias de la región oriental, tienen sus variantes en otras provincias que son mamey, plátano fruta y escaparate, respecti­ vamente. En estos casos se dio entrada a las dos variantes con la aclaración necesaria y la ilustración está en la que apareció con mayor frecuencia. Para las definiciones relaciona­ das con las Ciencias Naturales, hemos contado con especialistas que nos han asesorado para poder ofrecer informaciones seguras desde el punto de vista científico. Todas las palabras que aparecen dentro de las definiciones son cortas, no exceden de doce letras, esto lo hemos tenido en cuenta en todos los casos para facilitar la lectura por parte de los niños de los primeros grados. Los problemas de homonimia y polisemia se han conjuga­ do en el Diccionario mediante acepciones enumeradas de acuerdo con el uso más exten­ dido. Una cuestión que tuvimos en cuenta es que el Diccionario Escolar propenda a lo­ grar una buena ortografía para lo cual hemos resaltado en rojo aquellas letras de cada pa­ labra que puedan ser motivo de error ortográfico. Esta obra pretende proporcionar a los niños de los primeros grados de primaria un medio para conocer un poco más su idioma y despertarles el interés por el aprendizaje de los usos lingüísticos correctos.

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CRITERIOS DE ORGANIZACIÓN, ESTRUCTURAS DE PENSAMIENTO Y FRASES NOMINALES Pablo Jiménez

El presente trabajo, se enmarca dentro del ámbito de la Comprensión Lectora. Sus objeti­ vos son delimitar el concepto “comprensión”, entregar otros conceptos que objetiven el manejo de un texto y que ayuden a su total entendimiento. En términos específicos, el estudio se circunscribe a textos de no ficción. Diversas experiencias nos permiten entender por comprensión la capacidad de un sujeto de relacionar explicativamente conceptos en apariencia disímiles en una sola tota­ lidad, una única estructura de pensamiento significativa. Los diversos conceptos ocupan un orden dado de acuerdo a cierto criterio organizador que autoriza que los objetos, con­ ceptos, elementos, etc. puedan ordenarse de esa y no de otra forma. Decimos “explicati­ vamente” por cuanto cada concepto explica, amplía, refuerza, delimita los otros concep­ tos que necesariamente pertenecen a su universo del conocimiento; es en esta forma en la que además la comprensión es significativa: así como la palabra “significa” un referente, del mismo modo una comprensión acabada significa un referente de nivel superior mu­ cho más complejo que el de una palabra aislada. La estructura que estos conceptos y sus relaciones adquieren en un texto dado es lo que hemos llamado estructura de pensa­ miento. Esta estructura es típica de cada texto y responde a la forma en que el autor lo concibió. Esta definición también ha considerado lo que de Beaugrande y Dressler (1988: 4) denominan “mundo textual”, cuyos componentes son mutuamente accesibles y rele­ vantes. Los componentes de este mundo, según estos autores, son “la configuración de conceptos y relaciones que subyacen al texto de superficie... Un concepto se define co­ mo una configuración de conocimiento (contenido cognitivo) que puede recuperarse o activarse con más o menos unidad y consistencia en la mente... Las relaciones son los eslabones entre los conceptos que aparecen juntos en un mundo textual:...”. Toda esta red de conceptos y relaciones la denominamos estructura de pensa­ miento de un texto y es la que el lector exitoso construye y representa mentalmente cada vez que comprende un texto. Es necesario entonces, identificar los conceptos y sus rela­ ciones para establecer dicha estructura. Un concepto clave para estos efectos es identificar los Núcleos de Información (NI en adelante) que están presentes en todo texto. Intuitivamente, estos núcleos son centros (conceptos) alrededor de los cuales se reúne, se integra u organiza la información que les pertenece, porque así lo dispuso el autor en su texto. Ellos se relacionan (McKoon / Ratcliff 1995: 109) con la accesibilidad de todos los conceptos y sucesos de un texto: “La preeminencia es un término que hemos usado para describir la accesibilidad de un con­ cepto o suceso en el modelo de discurso de un texto (...) que contiene todos los concep­ tos y sucesos del texto...” Para estos autores, las conexiones de topicalidad y aquellas

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entre conceptos, la posición sintáctico-semántica, la asociatividad y la repetición de ar­ gumentos determinan la accesibilidad. Consideremos el siguiente párrafo (párrafo 1) a modo de ejemplo: Para Vigotski, el lenguaje es un instrumento para regular y controlar los inter­ cambios comunicativos. Es decir, la función primaria del lenguaje es la comu­ nicación, el intercambio social (Vigotski 1977). El lenguaje es un útil privile­ giado que permite la toma de conciencia mediante la comunicación y las rela­ ciones sociales. (Triado / Foms 1992: 17-19) Para acceder a los NI prestamos atención a la posición sintáctica y a la preeminencia se­ mántica. De este modo las FRASES NOMINALES 1 (FNb en adelante) que teórica­ mente anteceden y rigen a la Frase Verbal pasan a constituirse en eficaces marcadores de estos núcleos. Estas FNj difieren de las Frases Nominales 2 (FN2 en adelante) que siguen a las Frases Verbales y constituyen los complementos. Así, en este caso, las FNjS de este texto son (para cada una indicaremos los conectores, en paréntesis cuadrados, que indican el fin de una oración y el inicio de la siguiente): (1 ) (2 ) (3) (4)

el lenguaje [.] la función primaria del lenguaje [.] el lenguaje [que] (un útil)

No cabe duda cuál es el NI para este párrafo. Nótese que la posición sintáctica (FNj) y la preeminencia semántica (Información Dada) permiten fácilmente y con toda seguridad y objetividad identificar este NI para este párrafo. Nótese también, que la repetición ha sido un aspecto importante en la identificación del NI. Aclaremos otros aspectos importantes: el primero es que hemos redispuesto el párrafo, de modo tal que todas aquellas FNs mar­ cadas por preposición, aun cuando aparezcan en primera posición, no son FNjS. Muy por el contrario, ellas son FN2s en aposición y ocupan este lugar por constituirse en Foco de Información. En segundo lugar que la oración (4) es dependiente de (3) marcada por el relativizante “que” y la FNj aparece entre paréntesis redondo (muestra información im­ plícita que es necesario explicitar para construir los NI) ya que es remplazada por este pronombre. Tercero, que la información dada o conocida está contenida en las FNjS y que las FN2s contienen la información nueva. Finalmente, se ha logrado sintetizar un pá­ rrafo entero en un NI (el concepto “el lenguaje”) y probablemente sus propiedades, par­ tes, funciones o procesos. De hecho, ha sido posible liberarse de la noción párrafo y se ha utilizado una síntesis de las proposiciones de un concepto. Asimismo, es factible esperar que exista más de un NI en un párrafo. Sin embargo, es necesario especificar una situación particular en la construcción/ identificación de los NIs. Debe aclararse que en este nivel pueden aparecer construccio­ nes tales como “Es difícil afirmar que...” o “Resulta aventurado decir que...” e incluso “Pensamos que...”. Las muestras indican que en estos casos se trata de un tipo de moda­ lidad introducida por el autor y que por ejemplo, en el caso de “Pensamos” su correspon­ diente FN! (nosotros) no cuenta para los efectos de construir los NI. Lo que sí importa es la FN2 en la que se introduce la información nueva delimitada por este tipo de modalidad.

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Los párrafos que siguen a este párrafo 1 consideran los siguientes NIs: Párrafo 2 Vigotski

Párrafo 3 el lenguaje

Vigotski

(el lenguaje) [que]

todas las fun­ (función mental interna) ciones psicoin­ telectivas supe­ riores

Párrafo 4 la relación entre pensamiento y lenguaje (la relación en­ tre pensamiento y lenguaje)

Párrafo 5 (relación pen­ samiento len­ guaje) progresos (de esta relación) la existencia de una fase prelingüística del de­ sarrollo del pen­ samiento de los niños

Párrafo 6 la función social del lenguaje el descubri­ miento más im­ portante las dos curvas de desarrollo, la del pensamiento y la del lenguaje

Notemos que este cuadro cuyo único fin ha sido mostrar las FNjS de los párrafos si­ guientes nos permite ahora visualizar los siguientes aspectos: (1) (2) (3) (4)

La continuidad del tema. Los distintos NIs para cada párrafo (muchos tienen más de un NI). Las conexiones de topicalidad, antes mencionadas, y las diversas rela­ ciones que se establecen entre los distintos NI. Las relaciones de jerarquía (secuencia, importancia, inclusión) que el autor impone en ellos.

Es importante insistir en que sólo se ha trabajado con las FNjS y sin embargo, se puede afirmar que un NI de mayor jerarquía lo constituye Vigotski (es su teoría la que se dis­ cute) que de éste depende otro NI constituido por el lenguaje y dentro de éste ciertos atri­ butos. Gráficamente esto se representa así: Vigotski 1— Lenguaje 1— Funciones psicointelectivas (función mental interna, función social) 1------ relación pensamiento, lenguaje

Este acercamiento permite entonces construir la estructura de pensamiento del texto co­ mo se muestra arriba. Así, los seis párrafos originales crean esta estructura de pensa­ miento sintetizada en sus conceptos nucleares e indicando paralelamente el desarrollo de las ideas (pensamiento) del autor. Como lo habíamos establecido antes, se han aislado los conceptos más importantes para el autor y se visualiza además el desarrollo y avance de su pensamiento desde un aspecto amplio, como Vigostki, hasta detalles de importancia de la teoría de este autor que se analiza en esos párrafos. Debemos indicar también que gra­ cias a este constructo los conceptos de coherencia y cohesión se hacen explícitos y for­ man parte de la estructura de pensamiento. Toda esta estructuración se ha realizado ex­ clusivamente en término de las FNjs; sólo resta ahora expandir cada uno de estos NI para identificar sus atributos, información que se encuentra contenida en las FN 2 s. Pero por el momento no nos preocuparemos de ellas. La base para este constructo se halla, además de lo ya expuesto (Townsend 1987: 233), en la integración temática y en las pistas morfémicas que ayudan a la integración local de proposiciones relacionadas. Así, para un lector exitoso, los conectores (y, o que,

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pero, cuando, etc.) le indican que debe moverse a la próxima cláusula para relacionar lo ya conocido con la información nueva contenida en la cláusula que se inicia a continua­ ción. Esta estructura de pensamiento refleja bastante bien lo que Fauconnier (1997: 1) de­ fine como construcción de significado referido a “operaciones mentales complejas de alto nivel que se aplican en todos los dominios al pensar, actuar o comunicarse”. Para este autor, la estructura de pensamiento que presentamos arriba, es el resultado de diver­ sos procesos que finalizan con este tipo de configuración: “Una expresión E de una len­ gua no tiene significado en sí; más bien, tiene un potencial de significado, y es sólo den­ tro de un discurso completo y en contexto, que el significado realmente se producirá. El desenvolvimiento del discurso pone en juego construcciones cognitivas complejas. Éstas incluyen el establecimiento de dominios (contenidos) mutuamente ligados por conectores; esto se realiza sobre la base de pistas lingüísticas, contextúales y situacionales”. (Fauconnier 1997: 37-38) Desde esta perspectiva, el significado se genera “cuando la información gramatical contenida en una expresión se aplica a una configuración cognitiva existente, lo que pro­ duce nuevas configuraciones posibles compatibles con la información. Una de estas con­ figuraciones conducirá a una nueva etapa en la construcción que subyace al discurso”. (Fauconnier 1997: 38) Por esto, la estructura que presentáramos arriba, se va creando paulatinamente de modo que cada configuración sea coherente con la anterior y con la que continúa. Cual­ quier configuración que contradiga la anterior crea conflictos de significado, dificulta la construcción de la estructura de pensamiento y, en consecuencia, impide la comprensión. Del mismo modo, un mal desarrollo del discurso impone dificultades para la construc­ ción de nuestra estructura de pensamiento. Circunstancialmente, el texto que elegimos totalmente al azar contenía un error que significó una tarea de reconstrucción del significado (de la comprensión) involucrando precisamente las configuraciones cognitivas mencionadas. Nos referimos al párrafo 2 (sic): Vigotski estudió los procesos mentales del niño como producto de su interco­ municación con el medio, cómo la adquisición de experiencias transmitidas por el lenguaje llega a la fundamental conclusión de que el desarrollo mental humano tiene su fuente en la comunicación verbal entre el niño y el adulto. (Triado/Foms 1992: 18) La solución para lograr comprender este párrafo es sólo parcial ya que a todas luces falta información que explique (ayude a formar la estructura de pensamiento) las relaciones entre el estudio de Vigotski, el lenguaje como producto de la intercomunicación y la ad­ quisición de experiencias. No es posible inferir el nexo ausente con la información entre­ gada, lo que demuestra que no es problema de información implícita sino simplemente de un error del texto. Por otro lado, la expresión “los procesos mentales del niño como pro­ ducto de...” contiene todos los criterios necesarios para generar significado y organizar la información. La proposición es que hay una X que produce, que gesta Y: es decir, que “la intercomunicación con el medio” gesta, produce “los procesos mentales del niño” y que éste es el estudio de Vigotski. Sin embargo, el problema se presenta en la frase siguiente “cómo la adquisición de experiencias transmitidas por el lenguaje”. La configuración cognitiva que manejamos al

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respecto obliga a pensar que frente a dicha expresión esperamos una construcción del tipo “cómo X afecta Y” pero ocurre que “Y” no es posible distinguirlo en este texto. Una posibilidad pudiera ser “llega”, pero es imposible que dentro de estas configuraciones algo inanimado (la adquisición de experiencias) pueda “llegar a la conclusión funda­ mental”. Dado que esta configuración cognitiva no es posible, la estructura fracasa y no existe significado ni comprensión. En términos reales, esta información se pierde al no poder relacionarse con el resto de la estructura. No ocurre lo mismo con el resto de este texto, o sea, con “llega a la fundamental conclusión de que...”, en que la única posible FNj que domina a esta frase verbal es “Vigotski” dada la posición sintáctica y la preeminencia semántica de que goza este nombre propio, razón por la cual optamos por considerar que a lo menos dos de estas FNjS co­ rresponden a este nombre propio y por derecho se constituyen en uno de los dos NI de este párrafo. El interés de mostrar este análisis es ejemplificar: ( 1 ) cómo la información gramatical de una expresión se relaciona con confi­ guraciones cognitivas existentes para producir nuevas configuraciones compatibles con la información ya elaborada, (2 ) cómo se produce realmente el significado (la comprensión) en un discur­ so completo y en contexto, es decir, el valor de la “compatibilidad de la información” que relaciona elementos aparentemente disímiles, (3) el uso obligatorio de construcciones y procesos cognitivos complejos pa­ ra la comprensión de los textos. Éstos incluyen dominios (contenidos) mutuamente ligados, utilizando pistas lingüísticas, contextúales y situacionales, (4) operaciones mentales complejas para construir el significado y por ende para lograr la comprensión y (5) que en todos estos procedimientos existen procesos lógicos que permiten comprobar la eficacia de la configuración cognitiva y de la estructura en construcción. Otro concepto de gran importancia es el de “criterio” que ya se ha deslizado en dos oportunidades y se ha identificado como aquello que “autoriza cierta organización” y, por otro lado, como “los rasgos necesarios para generar significados y organizar la informa­ ción”. El criterio organizador es la relación que se establece entre los conceptos y entre ellos y sus partes, en función de dichos rasgos o valencias que permiten que las partes se ensamblen en un todo coherente. Estos criterios permiten que parte de las dificultades de comprensión se resuelvan cuando recurrimos a la estructura semántica de la palabra, por ejemplo. Así, “cómo” resulta incomprensible ya que uno de los elementos de su estructura está ausente y no logramos establecer las relaciones adecuadas. En el hecho, esta palabra que se ha constituido en un criterio organizador, es un eslabón entre información que la precede y la sigue; dado que uno de los extremos de esta relación está ausente, no es po­ sible reunir esa información de forma significativa. Esta estructura semántica nos acerca a los postulados semánticos usados tanto en semántica como en lógica. Lo que importa de estos postulados semánticos para los efectos de este trabajo -sin entrar en detalles técnicos- es la capacidad que tienen para permitirle al lector ya sea in­ ferir o implicar información implícita, o para cohesionar la información; en síntesis, para

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relacionar datos cuando no existe en el texto la relación concreta. Así entonces (van Dijk 1986: 111), de una oración como “Pedro envió una carta a su tía” se pueden inferir dos proposiciones: 1) ‘Pedro tiene una tía’, cuyo valor veritativo puede verse afectado por la falsedad o inadecuación de la oración y 2) ‘Una tía de y es un ser humano femenino x, tal que x es la hermana de uno de los padres de y’. En este caso, el valor veritativo no de­ pende de la oración: se mantiene en general porque es un postulado de significado de la lengua. Por esto mismo, la estructura de la palabra “conclusión” en el párrafo 2 nos exige buscar las premisas para que la conclusión sea coherente. En otras palabras, el concepto “conclusión” que maneja un lector exitoso se constituye en un criterio organizador que por definición necesita estipular claramente las premisas que permiten una conclusión. Además de estos aspectos, existen otros rasgos que permiten establecer distintos criterios para relacionar u organizar la información. Por ejemplo, en el párrafo 1, el crite­ rio preponderante es el de definición, por cuanto frente a un concepto (el lenguaje) las otras FNs corresponden a características de ese concepto. El otro aspecto importante de estos criterios es que exigen toda una configuración de elementos de su propio dominio. Por esto, el criterio “definición” necesita obligatoriamente mencionar un concepto y lue­ go su “igualación” con ya sea características, propiedades, partes o procesos que hacen ese concepto. Asimismo, este criterio está marcado sintácticamente por la cópula verbal “es”. Junto a esta marca verbal, se da necesariamente -y esto es conocido y usado por el lector- la función o fuerza “organizante” de este criterio. Si para Sharples et al. (1993: 153) “la intensión de una expresión... contiene un índice que la une con individuos parti­ culares en mundos particulares”, en nuestro caso, el criterio de organización contiene uno o varios índices (igualdad en el caso de la definición) que le permiten relacionar un con­ cepto dado con individuos particulares y que el autor determina que en ese mundo le pertenecen. En el caso particular del párrafo 1 debemos comprender que ”el lenguaje” es igua­ lado a tres individuos: “instrumento”, “comunicación”, “útil”. Asimismo, en virtud de dos de estos elementos -instrumento y útil- no es extraño que, por la constitución se­ mántica de estos substantivos, esperemos la finalidad, o el propósito que se les asignará: un instrumento siempre hace algo, es un intermediario entre una fuerza y un producto. Por esta razón, la finalidad queda marcada ya sea por la preposición y los infinitivos co­ rrespondientes “para regular y controlar” o por el modal “permite”. Nótese, entonces, que en este texto el autor ha utilizado dos criterios que nos autori­ zan a organizar la información en términos de una definición y su finalidad. Además, el autor cierra el párrafo con otro criterio -la conclusión- que debe de alguna manera incluir todos los aspectos más relevantes mencionados anteriormente. Esto explica la repetición (sinonimia) que marca en este texto intercambios comunicativos : comunicación : inter­ cambio social: relaciones sociales; regular : controlar : toma de conciencia. Por otro lado, al revisar los NI ya identificados para el párrafo 3, encontramos que dos de ellos corresponden a Vigotski y se refieren a cómo éste establece la relación de producto entre procesos mentales e intercomunicación con el medio en el desarrollo mental del niño. Nótese que la frase “intercomunicación con el medio” relaciona el párra­ fo 2 y 3. El otro NI de este párrafo nos remite a estos procesos mentales, ahora llamados “funciones psicointelectivas superiores”. El fundamento para esta inferencia lo da la frase

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“Así pues” entendida como “en consecuencia”, y dado que las autoras mencionan que estas funciones se dan dos veces, es fácil establecer la doble función con sus respectivas características. Este proceso permite identificar la estructura de pensamiento simplificada, para este pá­ rrafo:

Desde otra perspectiva, los criterios organizadores se constituyen en punto de partida pa­ ra identificar la información nueva y organizaría junto a la información dada que ya ha sido estructurada. Así entonces, ellos no sólo permiten inferir información implícita, sino que además organizan y relacionan información dada y nueva constituyéndose en ele­ mentos marcados, vale decir, su aparición determina un conjunto de propiedades que permiten realizar estas funciones. Sin embargo, su distribución en el texto es no marcada y su identificación presenta un grado extra de dificultad en su comprensión. De esta forma, se ha dado cuenta de las relaciones (criterios organizadores) que el autor estableció en un párrafo entre los distintos conceptos (NI) y entre los conceptos y sus propiedades. Nótese asimismo que la noción párrafo en este nivel de análisis, ya no sirve salvo como portador de significados que deben encontrar sentido y posición como parte y como totalidad. Igualmente, la unidad párrafo desaparece, especialmente cuando leemos textos mayores, debiendo aparecer en su lugar la correspondiente estructura de pensamiento. Para concluir, un producto importante de las estructuras de pensamiento es la sínte­ sis que con ellas se logra ya que la información redundante o repetida no se considera, salvo para establecer otras relaciones. Junto a la síntesis, también se logra una mayor re­ cuperación de la información, ya que casi no es necesario recordarla: se reconstruye si­ guiendo el patrón (lógico) de la estructura de pensamiento. Debe notarse también, que algunas de las propiedades clasificadas como atributo de un NI en un momento dado, pueden a su vez constituirse en un NI de los datos que vienen a continuación. Esto se lo­ gra por los mismos mecanismos usados para identificar el NI original en nuestro ejemplo.

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Además, la repetición nos permite mantener la continuidad del tópico del discurso. La diferencia -como ya se hizo notar- está en que el párrafo 2 habla de... “las funciones psicointelectivas superiores” y previamente en el mismo párrafo se habla de procesos men­ tales y en el primero de funciones. Por otro lado, se debe indicar que estos criterios organizadores tienen gran inciden­ cia en el grado de dificultad que presentan los textos, por las siguientes razones. La pri­ mera es que es casi obligatorio identificar estos criterios, como única forma de organizar la información. La segunda es que a mayor cantidad de ellos, mayor la dificultad, por todas las adecuaciones que el lector debe hacer para organizar la información. Otra razón es que se puede encontrar una gran cantidad de ellos en un mismo párrafo y el lector exitoso debe estar atento a dichos cambios de criterio para no perder la comprensión. También es característico de estos criterios que generalmente no se indiquen explícita­ mente, es decir, el autor no siempre indica que va a definir, clasificar, concluir o ejempli­ ficar aspectos de su tópico; es tarea del lector identificar estos criterios organizadores. En último término, nótese que estos criterios son cambiantes y también determinan el orden que el autor se da en un texto. De este modo, hemos intentado acercamos a un sistema de producción o un sistema experto (Sharpies et al 1993: 213) en tanto “Los expertos humanos simplemente no apli­ can su conocimiento a los problemas; ellos también pueden explicar exactamente por qué tomaron esa decisión o llegaron a esa conclusión en particular.” Este tipo de sistema pue­ de hacerse “razonar hacia delante, a partir de evidencia inicial hacia una conclusión, o hacia atrás, desde una hipótesis hasta el descubrimiento del tipo correcto de evidencia que apoyará esa hipótesis o por una combinación de los dos”.

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A PROPÓSITO DE COMPLEMENTOS ADNOMINALES: UNA MUESTRA DEL HABLA DE LA CIUDAD DE MÉXICO Elizabeth Luna Traill

0. Sin duda lleva razón Victoria Escandell cuando señala que, en nuestras gramáticas, se ofrece una caracterización de las estructuras denominadas genéricamente “complementos del nombre” que suele reducirse a una lista de las preposiciones que las encabezan, y a enumerar los muchos y muy variados significados que pueden aportar1. El trabajo de Es­ candell, titulado precisamente Los complementos del nombre, está dedicado a “tratar de sistematizar dichos “complementos del nombre” introducidos por preposición, y a anali­ zar sus diferencias de comportamiento” (1995: 15). Pero, desafortunadamente, dicha in­ vestigación, muy interesante por cierto, trata, de hecho, en forma exclusiva de los com­ plementos introducidos por la preposición de, sumándose así a varios otros que se han ocupado del tema (véase, p. ej., Alarcos Llorach 1978; Lapesa 1962; Val Alvaro 1981; Gutiérrez Ordóñez 1978; Leonetti / Escandell Vidal 1991). Seguimos, pues, ayunos de un estudio que se ocupe de manera profunda, y quizá exclusiva, de los complementos prece­ didos por otras preposiciones. Tal vez, el interés de los estudiosos por sistematizar los complementos introducidos por de obedezca al carácter mismo de este elemento de enla­ ce, pues se trata de la preposición “no marcada” del español; aquélla que es capaz de subsumir parte del contenido de las demás2. Quizá sea interesante destacar, además, el hecho de que nuestras gramáticas se va­ len en muy pocas ocasiones, para ejemplificar fenómenos generales relacionados con los complementos del nombre, de otra preposición introductora que no sea de, salvo, natu­ ralmente, que estén describiendo usos específicos de alguna de ellas en particular. Estas pocas páginas no pretenden, de ninguna manera, llenar siquiera en algo el va­ cío existente en nuestras obras gramaticales. La intención es más que modesta: brindar a quienes se interesen en el tema un pequeño corpus de habla mexicana que pudiera servir de base para identificar, de un modo más coherente y sistemático, los principios rectores de los llamados por la gramática tradicional “complementos adnominales” introducidos por diferentes preposiciones, salvo de. 1. El corpus es resultado del análisis de 28 muestras de media hora de grabación ca­ da una, del material publicado en el volumen El habla culta de la ciudad de México. Materiales para su estudio (México, UNAM, 1971). Estas encuestas están hechas de 1 Ya señalaba Salvador Gutiérrez Ordóñez, años antes, que “el sintagma nominal es una de las cuestiones menos debatidas y, tal vez, menos conocidas de la lingüística tradicional” (1978). 2 “Las gramáticas del español suelen recoger la falta de autonomía semántica de esta preposición. El Esbozo (GRAE 1973: 440-441) señala trece usos diferentes para esta unidad, algunos tan poco relacionados como ‘propiedad’ y ‘tiempo en que sucede una cosa’. Para Alcina / Blecua (1975: 835), “la preposición de sólo alcanza su plenitud de significado cuando, además de la palabra que introduce, se considera la palabra con la que se relaciona: el segmento Ide toros/ no marca por sí mismo la relación que será una en tarde de toros y otra en hablando de toros”, cf. Ma. Lluísa Hemanz y José Ma. Brucart (1987: 39, nota 23).

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acuerdo con los principios metodológicos del Proyecto de estudio coordinado del habla culta de las principales ciudades de Hispanoamérica y de la Península Ibérica y, por lo tanto, los informantes reúnen las siguientes características: son hispanohablantes, nacidos en la ciudad de México, en donde deben haber residido cuando menos las tres cuartas partes de su vida; su edad va de los 25 a los 80 años; hijos de padres cuya lengua materna sea el español y pertenecientes, ya por estudios, ya por entorno social, al nivel de habla culta. Por lo que se refiere a las encuestas, 18 son entrevistas con un solo informante (seis de ellas son secretas, es decir, fueron hechas sin que el encuestado advirtiera que estaba siendo grabado) y 10 son diálogo entre dos informantes. 2. Señala Rodolfo Lenz que “al lado de la preposición de, el castellano admite entre dos substantivos cualesquiera otras preposiciones” (1935: § 487). Sin embargo, del in­ ventario de 19 que suelen ofrecer las gramáticas, solamente documenté 9, que son, en orden decreciente de frecuencia, las siguientes: EN, 34; A, 33; CON, 32; PARA, 28; POR, 13; SOBRE, 9; HACIA, 7; SIN, 6; ENTRE, 2. Dada la alta incidencia de aparición de la preposición para, llama la atención que Manuel Seco (1972: párrafo 7.4) no la in­ cluya entre las preposiciones que considera más importantes, a saber, de, a, en y con. 3. La estructura que nos ocupa se organiza en tomo a dos tipos de constituyentes: el núcleo y el complemento; designado éste último como sintagma proposicional o preposi­ tivo, frase prepositiva, incremento prepositivo del nombre, complemento determinativo, complemento de transposición, complemento translativo, complemento de inversión, complemento nominal, complemento adnominal o, más sencillamente, complemento del nombre3. Ya Lenz señalaba que los sustantivos verbales -que funcionan como núcleo- ad­ miten casi siempre todas las preposiciones que pueden acompañar al verbo correspon­ diente: “mi salida de la casa”, “su vuelta a la patria”, “mi permanencia en el campo du­ rante los meses de verano, desde diciembre hasta marzo”, etc. (cf. La oración, § 322). Por su parte, Salvador Fernández Ramírez distinguía entre nombres relativos “que pos­ tulan un complemento preposicional” (es decir, aquellos que seleccionan complementos) tales como ascensión a, miedo a/de, ataque a, conversación con, y no relativos, que son los que no seleccionan complemento, como cereza, toalla o gente (1986, § 78). “La idea que subyace a la propuesta de Fernández Ramírez”, señala acertadamente Escandell, “es la idea de régimen, tal y como se entiende habitualmente en el ámbito verbal: habla [Fer­ nández Ramírez] expresamente del régimen de los nombres que derivan de verbos, y se refiere también a la selección argumental en términos de implicación del complemento con el término regente” (Escandell 1995: 25). En el mismo sentido, lo señala Gutiérrez Araus cuando dice que cualquier preposición “tiene la potencialidad de usarse a menudo en relación a unos regímenes preposicionales semejantes a los que aparecen en el área verbal: dedicarse a —> la dedicación a; ir a —>la ida a; discutir sobre —>la discusión sobre, etc.” (1992). Por su parte, Alcina y Blecua (1975: 7.8.5) comentan: “el uso de otras preposiciones [no sólo de\ se explica por el influjo en el ánimo del hablante de las construcciones más frecuentes de base verbal, es decir, de los elementos prepositivos en tomo al verbo [...] el sustantivo postula para su incremento, la misma preposición que exige cuando se realiza como verbo: llegó a casa ->la llegada a casa”. Dentro del enfo­ que generativo, Hemanz y Brucart manejan argumentos similares en el capítulo que de­ dican a la diferenciación de las oraciones de relativo y las completivas, al señalar que éstas últimas, al ir precedidas obligatoriamente de preposición, tienen una distribución 3 Para un comentario sobre estas diversas denominaciones, véase Sánchez Márquez (1972: § 192).

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propia del sintagma nominal (la idea del fin del mundo; el miedo a los aviones). “Una diferencia fundamental entre oraciones de relativo y las completivas es que sólo estas últimas tienen carácter de argumento [...]. Así, las posibilidades de complementación de un nombre por medio de una oración completiva están limitadas a los casos de sustanti­ vos que subcategorizan un argumento interno. Casi siempre se trata de nombres que re­ presentan actividad psicológica o intelectual. Muchos de ellos aparecen relacionados con un verbo (temor, intención, prueba, demostración...). [...] Nótese que sustantivos como mesa, libro o casa no admiten esta clase de subordinadas, porque no subcategorizan ar­ gumentos internos” (La sintaxis, p. 159)4. En mi corpus, son precisamente los sustantivos núcleos deverbales los más fre­ cuentes: 64 frente a sólo 38 de los no deverbales. Vale la pena destacar, además, que los complementos introducidos por las preposiciones a, por y entre únicamente tienen como núcleo sustantivos deverbales; en y sobre presentan en mayor número este tipo de nú­ cleos: en, 13 deverbales y 6 no deverbales; sobre, 7 y 2. Con para ambos tipos de sus­ tantivos núcleos aparecen en proporción equilibrada: 9 deverbales, 10 no deverbales; mientras que en el complemento, introducido por la preposición con prevalece el núcleo no deverbal: 9 deverbales frente a 17 no deverbales, y, por fin, en los 7 casos de la prepo­ sición sin, el núcleo es siempre no deverbal. Claramente son deverbales aquellos sustantivos que el DRAE (1992) define como ‘acción y efecto de...’ o ‘acto de...’. He aquí algunos ejemplos: (1)

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“Es la adaptación al matrimonio” adaptación (‘acción y efecto de adaptar o adaptarse’) adaptarse a; “Empezaron a hacer comparaciones con mujeres” comparaciones (‘acción y efecto de comparar’) —>comparar con', “A las once de la mañana, trabajo en el campo; en la tarde, deportes” trabajo (‘acción y efecto de trabajar’) trabajar en; “Es un boleto de entrada para una función que se desconoce” entrada (‘acción de entrar en alguna parte’) —>entrari; “Llegó a tal punto de enloquecimiento por el señor que...” enloquecimiento (‘acción y efecto de enloquecer’) —>enloquecer por6; “... inculcándoles confianza hacia los padres” confianza (‘De confiar’) —>confiar (la GRAE registra “confianza en”);

4 “Una de las líneas de investigación que se ha revelado más fructífera en la última década es la que explora el profundo paralelismo entre la estructura interna de los sintagmas nominales y de las oraciones. Como consecuencia de ello, se han puesto de relieve similitudes importantes, que inducen a reconsiderar la mane­ ra clásica de tratar algunos hechos sintácticos” (Escandell 1995: 7). 5 En el caso del verbo entrar, la Gramática de la Academia, en su “Lista de palabras que se construyen con preposición”, no registra la preposición para (cf. GRAE 1962: 230). 6 En su ya citada lista de palabras que se construyen con preposición, la Academia, sólo registra “enloquecer de" (DRAE 1962: 230).

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“Había desarrollado una gran influencia sobre mi papá” influencia (‘acción y efecto de influir’) influir (la GRAE registra “influir en”).

Considero también como sustantivos deverbales, los casos en que la relación entre sus­ tantivo y verbo es muy nítida, aunque el DRAE (1992) no remita, en el caso del sustanti­ vo, a una definición verbal; en cambio, al definir el verbo se vale del sustantivo corres­ pondiente7. Así, por ejemplo, el verbo interesar(se) tiene como una de sus acepciones ‘adquirir o mostrar interés por alguien o algo’. Véase el testimonio de mi corpus: (8)

“[Deben] enfocar su interés en la carrera”

donde es indudable la relación con el verbo interesarse. Por cierto que la Gramática de la Academia, en su lista de palabras que se construyen con preposición, incluye interesarse en. Otros sustantivos semejantes serían: control, respeto, relación, gusto, miedo, etc.8 Cuando el núcleo es un sustantivo no deverbal no aparecen, como ya señalé, com­ plementos introducidos por las preposiciones a, por y entre9. A continuación ofrezco ejemplos de complementos adnominales con sustantivos nucleares no deverbales10: (9) (10) (11) (12) (13) (14)

“Llevaban diccionarios en españoT\ “Terminé el posgrado en psiquiatría”, “Están vendiendo cosméticos para los ojos”, “Hay una calzada con puros ahuehuetes”, “Hice una tesis sobre debilidad m entar, “Traigo una camisa sin botones”.

4. No son pocas las ocasiones en que se ha señalado que verbo y adjetivo comparten ras­ gos selectivos muy similares; más aún tiene un status muy especial, el participio: “un verbo lo menos verbo posible”, como afirmara Molho, y lo más cercano a un adjetivo,

7 “Existen sustantivos que no poseen un verbo lexical izado de su misma raíz, pero cuyo comportamiento en nada se diferencia de los llamados deverbales. Ej.: miedo” (Gutiérrez Ordóñez 1992: 146, nota 15). 8 Otros sustantivos nucleares deverbales que registré y que “rigen” la misma preposición del verbo son: én­ fasis (enfatizar en), preparación (preparar en), afición (aficionarse a), dedicación (dedicarse a), protec­ ción (proteger a), atención (atender a), salida (salir a), solicitud (solicitar a), viaje (viajar a ), trato (tratar con), convivencia (convivir con), compromiso (comprometerse con), plática (platicar con). Registro el sustantivo trabajo tanto con la preposición en (“trabajo en el campo”) como con la preposición con (“tra­ bajo con niños”). 9 No me ocupo aquí de las construcciones de carácter lexicalizado, tales como “no sabe la o por lo redondo”, “hablan de cosas por el estilo”, “... gazpacho a la andaluza”. Como bien señala Ramón Trujillo no debe confundirse entre lo que corresponde a la gramática y lo que es propio del léxico, así los casos como ja c ­ tarse de, atreverse a o bien a hurtadillas, a las maduras, de cabeza, “[están] caracterizados por la pérdida de la función preposicional en cuanto tal”... “En uno y otro caso se trata de esquemas de norma fijados históricamente, en los que es imposible un análisis sincrónico de las preposiciones: sólo cabe el análisis como totalidad. Como esquemas, incluso, estos sintagmas pueden resultar productivos y dar lugar a forma­ ciones nuevas analógicas. Pero esto no corresponde ya al nivel de las preposiciones, sino al de las lexías así formadas, en tanto que elementos de valor funcional único. Conviene, por tanto, distinguir metodológica­ mente los casos en que la preposición ‘es elegida’ e indica el valor de la relación, de estos otros en que a lo sumo es un mero índice hipotáctico, pues aunque históricamente siempre pueda justificarse un uso preposi­ cional, sincrónicamente no ocurre así” (1971: 257). 10 Interesante es un ejemplo como “cada muchacho tenía que llevar su cuaderno con su lápiz”, en el que me parece que con tiene un valor coordinante y no prepositivo. A estos casos se refiere Gutiérrez Araus en el apartado dedicado a “La preposición como conector” en el que señala la alternancia con/y: (1992: 66-69).

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agregaría yo11. Por ello, he querido conjuntar en este cuarto inciso los ejemplos en las que estas dos categorías, adjetivo y participio, fungen como núcleos: (15) (16) (17) (18) (19) (20)

“He visto películas filmadas en Alemania”, “[Es] un maestro muy competente en esa materia”, “Era más fácil para todos”, “Hizo chales bordados con estambres de colores”, “Vive ajeno a su problemática”, “[era] un muestreo aplicado a las auditorías”.

5. En este último inciso, pondremos nuestra atención en el “término” del complemento o por mejor decir en el propio complemento adnominal. Como era de esperarse, puesto que ahí reside la vitalidad de estos complementos del nombre (y por otro lado, se contravendría el principio de economía de la lengua), son muy pocos los casos, apenas 14, en los que puede aparecer un adjetivo sustituto. Obsér­ vense los ejemplos siguientes (evidentemente la equivalencia de sentido no siempre es total, máxime que no se trabaja con preposiciones vacías)12: (21) (22) (23) (24)

¿qué hará un torero con reumasl - reumático, son gente con dinero - adinerada, [había] un señor con su cabeza blanca - canoso, [estuvieron] gentes muy jóvenes; gentes con experiencia - experimenta­ das, (25) protección a la infancia - infantil, (26) empecé a ir a los sanatorios para enfermos mentales - psiquiátricos, (27) la decadencia en el cine - cinematográfica.

6. Este brevísimo e incompleto panorama sobre los complementos del nombre en un corpus del habla culta de la ciudad de México cumplirá su cometido solamente si logra des­ pertar en algún estudioso el interés por ahondar en un tema tan poco sistematizado en nuestras obras gramaticales13.

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LA SELECCIÓN MODAL DESPUÉS DE LOS NÚCLEOS SINTÁCTICOS CON ESTE­ REOTIPOS NEGATIVOS Wiaczesiaw Nowikow

Hace unos años señalaba I. Bosque (1990: 19) que son los núcleos sintácticos y no exclu­ sivamente los verbos, los que desempeñan el papel de los selectores del modo en las cláusulas subordinadas. En efecto, los núcleos sintácticos al funcionar como selectores modales transcategoriales, pueden ser (a) verbales (me alegro de que nos paguen), (b) nominales (la alegría de que nos paguen), o (c) adjetivales (alegre de que nos paguen). Es verdad que la atención de los gramáticos se centra en el papel rector del verbo, lo que, por otro lado, no debe extrañamos, si tomamos en consideración que el fenómeno de rección suele ser vinculado precisamente con este elemento gramatical. De acuerdo con dicho planteamiento la selección modal consiste en la relación entre el núcleo rector y el núcleo regido. En otras palabras, esta última sería el molde sintáctico de aquella primera desde el punto de vista de las dependencias entre los elementos que conforman el esquema. Sin embargo, si admitimos que no sólo el verbo, sino también otras partes de la oración son capaces de funcionar como selectores modales transcatego­ riales la explicación sintáctica resulta insuficiente. Es evidente que, sintácticamente, la selección del modo puede ser interpretada en términos de una relación entre dos núcleos. No obstante, el hecho de que éstos puedan ser verbales, nominales o adjetivales nos hace suponer que dichos núcleos deben compartir el mismo componente semántico. Así, en los ejemplos citados supra, es, al parecer, la característica de [+ alegría] la que provoca la aparición del modo SUBJ en la subordinada. Si, en cambio, sustituyéramos aquella por el componente semántico del tipo [+ verdad], formando parte éste de cualquier selector mo­ dal en construcción afirmativa (p. ej. es verdad que nos pagan), la selección del modo ya no sería la misma, mientras que la relación sensu stricto sintagmática no sufriría cambio alguno. Por otro lado, es obvio que la subordinación expresada por el IND es menos fija que la que se ve establecida mediante el SUBJ, es decir, mientras que nos pagan es to­ talmente aceptable como secuencia autónoma, no pasa lo mismo con nos paguen que en contextos de independencia resulta incluso agramatical. Creemos que precisamente en estos términos es posible hablar del SUBJ como modo de subordinación o de coherencia modal atenuada, tal como lo hace A. López García (1990: 131-133). Sin embargo, el semantismo del núcleo regente no siempre resulta eficaz a la hora de explicar las posibles causas de la alternancia modal que se da en el núcleo regido. P. ej. M. Gross (1978: 58-60) hace años advertía que la selección del modo en la cláusula subordinada podía estar en relación con las características semánticas del agente de la acción. Así, el verbo francés expliquer no admite el SUBJ cuando el agente es activo: Max explique à Lue qu’ Ève n’ a / *ait pas pu venir.

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Pero si este último no es activo, el empleo del SUBJ se hace posible: Sa grimace explique à Lue qu’ Ève n’ a / ait pas pu venir. Al mismo tiempo, el verbo montrer, muy próximo a expliquer tanto por su significado como por el comportamiento sintáctico, no admite el SUBJ en la cláusula regida: Sa grimace montre à Lue qu’ Ève n’ a / *ait pas pu venir. En opinión de M. Gross (1978: 64), las regularidades sintáctico-semánticas de la selec­ ción modal habría que buscarlas en los fenómenos relacionados con la productividad lé­ xica que afectan a algunos lexemas en el transcurso de su evolución. De modo que la ex­ plicación tendría que tener su dimensión diacrònica. Por su parte, I. Bosque (1990: 47) observa que el empleo del modo puede ser condi­ cionado por el significado confirmativo de algunas partículas. Así, el mismo verbo com­ prender que, en principio, admite en el predicado regido tanto IND como SUBJ: Comprendo que necesitas / necesites tiempo, hace imposible el uso de este último modo cuando el núcleo rector va acompañado por el llamado operador discursivo ya: Ya comprendo que necesitas / *necesites tiempo. Los ejemplos de M. Gross y I. Bosque citados supra demuestran con claridad que el semantismo del predicado regente no es el único factor que condiciona la selección del mo­ do en la cláusula subordinada. En realidad, en muchos casos, para explicar la alternancia modal del tipo IND / SUBJ, tendríamos que tomar en consideración la existencia de va­ rios parámetros cuyas características pudieran ser sincréticas. Esto quiere decir que la interpretación de la selección doble debería tener en cuenta los parámetros sintácticosemánticos, semántico-pragmáticos, pragmático-informativos, etc. Como el tema es muy vasto, nos limitamos a examinar uno de sus aspectos particulares. Según hemos señalado supra, los núcleos sintácticos que desempeñan el papel de selectores modales transcategoriales pueden ser tanto nominales (la alegría de que nos paguen) como verbales (me alegro de que nos paguen). En estas circunstancias sería ló­ gico preguntar: ¿depende la selección del modo en el predicado subordinado del tipo de la oración utilizada en el núcleo rector? En otras palabras, ¿es posible que el sustantivo y el verbo con el mismo componente semántico dominante exijan modos distintos en el núcleo sintáctico de la cláusula regida? Al parecer, la respuesta tendría que ser positiva al menos por lo que respecta a los selectores modales de ciertos tipos. Lo demuestran, p. ej., los cálculos de G. DeMello (1996) realizados a partir del corpus procedente de doce ciudades, todas ellas, a excep­ ción de Madrid y Sevilla, hispanoamericanas. Según dichas estadísticas, después de las expresiones de reacción personal (sorpresa / sorprender, alegría / alegrarse), con los sustantivos, el empleo del IND es dos veces más frecuente que el uso del SUBJ, mientras que con los verbos, las frecuencias de los modos en los núcleos regidos son casi iguales. Así, tras el verbo sorprender el autor (1996: 371) documentó tres empleos de cada uno de los dos modos, mientras que después del sustantivo sorpresa registró once casos del IND y ninguno del SUBJ (p. ej., De pronto se lleva uno la sorpresa de que el carro está in­ tacto, p. 375). Por supuesto, los datos de G. DeMello se ven muy marcados diatópicamente y, como advierte el propio autor (1996: 369), son mucho más representativos para el español americano, siendo en la variante peninsular más normativo y frecuente el uso

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del IND. Sin embargo, incluso en esta última variedad no faltarían casos que confirmasen las observaciones de G. DeMello. He aquí un ejemplo documentado en el conocido estu­ dio de A. Manteca Alonso-Cortés (1981: 49): Lo sorprendente es que, desde un punto de vista transformativo, la cate­ goría tiempo se comporta como un constituyente, pues las transforma­ ciones... ¿Cómo explica G. DeMello el empleo considerablemente más frecuente del IND después de los sustantivos en función del selector modal? En primer lugar, parte de una base se­ mántica más amplia al subrayar que se trata de los llamados verbos factivos cuya propie­ dad inherente consiste en la presentación de los hechos cuya realización al menos se pre­ supone pragmáticamente, lo que, teóricamente, debería contribuir a la aparición del IND. No obstante, según advierte T. Givón (1994: 304-310), los predicados de reacción perso­ nal son no sólo factivos, sino al mismo tiempo valorativos (véase también, Nowikow 1996). De modo que en la modalidad epistémica de algunas lenguas puede prevalecer el componente factivo acompañado del uso del IND (p. ej., inglés), mientras que en otros idiomas el rasgo dominante es el de valoración, siendo el modo habitual el SUBJ (véase, el caso del español peninsular). La explicación más directa propuesta por G. DeMello (1996: 374) es de índole sin­ táctica. El IND se utiliza más frecuentemente con sustantivos que con verbos por la si­ guiente razón: la relación entre el sustantivo y la cláusula que lo modifica es más bien la de aposición y no la de subordinación. Con verbos, el caso es distinto, puesto que se da la relación de subordinación propiamente dicha que, como tal, contribuye al empleo del SUBJ. En este sentido, no debe extrañar, como lo señala el mismo G. DeMello (1996: 375-377), el porcentaje muy alto del IND después de las expresiones seguidas por de que, que es el caso de los sustantivos. Las cláusulas introducidas por de que son, según el au­ tor (1996: 382), semánticamente más independientes, lo que, en principio, favorece el uso del IND. No obstante, y tal como se suele ocurrir con el SUBJ, las soluciones válidas para unos casos no lo son, o lo son nada más que de manera parcial, para otros. Con este mo­ tivo, quisiéramos comentar la alternancia modal que se da después de los núcleos sintác­ ticos con estereotipos negativos, refiriéndonos, en particular, a los selectores transcategoriales que inluyen lexemas verbales del tipo dudar y lexemas nominales del tipo duda. En concreto, nos interesaría el comportamiento de los modos IND y SUBJ en el predicado regido con referencia a partes de la oración empleadas en el núcleo rector. Los conceptos de estereotipos positivo y negativo pueden ser aplicados a toda una serie de lexemas cuyo significado incluye componentes positivo o negativo. Por otro la­ do, dichas nociones rebasan los límites de lo que se suele llamar significado denotativo y forman parte de la conciencia lingüística del hablante. De modo que el estereotipo, al partir de una característica interna, se convierte en una propiedad con proyección externa que está en relación con las asociaciones y las evaluaciones subjetivas del hablante (sobre el concepto de estereotipo en lingüística no -discreta véase, p. ej., Moure 1996). En español, igual que en otras lenguas, existe, p. ej., un grupo de verbos matizados de proyección positiva. Lo son, entre otros, creer, decir, afirmar, saber. Por otra parte, hay un grupo de verbos de semantismo contrario que facilita la aparición de estereotipos negativos. Nos referimos a lexemas tales como dudar, negar, ignorar. Siendo antónimos

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parciales, los verbos con estereotipos negativos (VEN) equivalen a los verbos con este­ reotipos positivos (VEP), utilizados éstos con la partícula no antepuesta, es decir: dudar = no creer negar = decir que no ignorar = no saber Tradicionalmente, se admite que los VEP empleados sin NEG exigen de forma casi au­ tomática el uso del IND en el núcleo regido, p. ej.: Creo / digo / sé que nos pagan, mientras que los VEN condicionan en tales distribuciones el empleo habitual del SUBJ: Dudo / niego / ignoro que nos paguen. En cambio, cuando los VEP van precedidos por la NEG en la cláusula regida aparece normalmente el SUBJ: No creo / digo que nos paguen, aunque la inevitabilidad de este último modo se hace ya más problemática en el caso de decir, mientras que saber suele construirse con si seguido por el IND: No sé si nos pagan. Por su parte, los VEN en contextos de NEG se combinan, en principio, con el IND, de modo que: No dudo / niego / ignoro que nos pagan. Sin embargo, en la práctica, la reciprocidad en la alternancia modal entre los predicados de los núcleos regidos se ve considerablemente limitada. Esto quiere decir, p. ej., que la NEG antepuesta a los VEN no exige automática y obligatoriamente el empleo del IND: Los jugadores del Madrid no dudan que vayan a ganar el campeonato, y, al revés, la ausencia de la NEG delante de los VEP no condiciona el uso inevitable del IND: Algunos de mis amigos creen que haya fantasmas. Todo esto nos permitiría sacar dos conclusiones: -

el IND es más regular después de los VEP creer, decir, saber que des­ pués de NEG + VEN dudar, negar, ignorar, el SUBJ es más habitual después de NEG + VEN dudar, negar, ignorar que después del VEP creer, siendo este modo prácticamente imposible cuando en el núcleo rector se emplean los VEP decir, empleado como verbo de comunicación, y saber.

En efecto, en varios estudios (véanse, p. ej. Blücher 1979: 29; Fernández Álvarez 1992: 43; González Calvo 1995: 118) se admiten los modelos del tipo: Dudo que tenga / tiene razón, No dudo que tiene / tenga razón, señalando los autores la posibilidad de neutralización modal en esta distribución. Sin en­ trar en el problema de neutralización, es de notar que la probabilidad de sustitución del modo en el núcleo regido aumenta cuando el VEN, utilizado en función del regente, va

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precededido por la NEG (véase p. ej. Borrego / Asencio / Prieto 1992: 48). En otras pala­ bras, es más probable el empleo del SUBJ por el IND en la distribución No dudo que tiene / tenga razón que la sustitución del SUBJ por el IND en la construcción Dudo que tenga / tiene razón. Ahora bien, como es sabido, la alternancia modal en la cláusula regida puede producirse con cambio de significado o sin modificación de éste. P.ej. en el estudio de J.A. Porto Dapena (1991: 137-138) el esquema no dudar que + IND / SUBJ aparece en el capítulo dedicado a usos alternantes de los modos sin cambio de significado, siendo el único ejemplo el ya clásico No dudo que tiene/tenga razón. No obstante, la situación cambia cuando dicho autor comenta el empleo de los mo­ dos después de las expresiones que contienen el sustantivo duda (1991: 95, 96, 100), puesto que todos los ejemplos citados se ven incluidos en los usos exclusivos del indica­ tivo (1991: 93-102): No admite duda que las fiestas de este año han sido mejores que las del año pasado; Que estamos en lo cierto no ofrece ninguna duda; No hay duda (de) que los socialistas ganarán las elecciones; No cabe duda (de) que Miguelito se ha portado bien; No hay duda de que este documento es auténtico; No tenemos la más mínima duda de que ese hombre es inocente. En efecto, en estas oraciones el uso del SUBJ no parece ser aceptable aunque los lexemas dudar y duda demuestran una afinidad semántica evidente. Sin embargo, la admisión de la posibilidad de alternancia modal siendo el núcleo seleccionador verbal, no significa que dicha alternancia se produzca automáticamente cuando el selector está representado por un elemento nominal. Mutatis mutandis, el modelo bimodal con verbo actuando co­ mo regente: No dudo que tiene / tenga razón, no implica la selección doble en contextos del núcleo rector con sustantivo, es decir el esquema es unimodal: No cabe (hay, admite, ofrece; tenemos) duda de que tiene razón. Aparentemente, es una falta de consecuencia, ya que, recordemos una vez más, dudar y duda comparten la misma característica semántica: el rasgo de dubitatividad. ¿Cuál podría ser la explicación de esta ausencia del paralelismo en el comporta­ miento modal de los predicados regidos por los selectores semánticamente tan emparen­ tados? En nuestra opinión, los factores que determinan dicha diferencia son los siguien­ tes: 1) No podemos descartar la motivación formulada por G. DeMello (supra), es decir otro tipo de relación sintáctica entre las cláusulas, aunque nosotros preferiríamos hablar en este caso más bien de otro tipo de cohesión sintáctica. En efecto, la cohesión entre las proposiciones regente y regida establecida por el núcleo nominal no es tan directa o fija y, por decirlo así, es más atenuada. En cambio, cuando la función del núcleo sintáctico la desempeña el verbo, el grado de cohesión sintáctica es mayor al ser la dependencia del núcleo regido de su homólogo rector más directa (recordemos que en realidad se trata de

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lo que se llama valencia o rección verbal). El carácter menos “directo” de la cohesión sintáctica del tipo nominal se ve confirmado por el uso común de la preposición de en posposición al sustantivo y anteposición respecto a la secuencia regida. 2) Las estructuras predicativas de las cláusulas regentes con sustantivos y verbos, respectivamente, no son idénticas desde el punto de vista semántico. Si en el núcleo rec­ tor la idea verbal se expresa mediante el verbo dudar en forma personal, la predicación se ve fuertemente modalizada. Esto ocurre incluso cuando dicho verbo está precedido por la NEG, siendo este último operador modal incapaz de neutralizar por completo el compo­ nente dubitativo del significado denotativo de dudar. En los ejemplos de J.Á. Porto Dapena con núcleos nominales (supra), al lado del sustantivo duda aparecen los verbos mo­ dalmente mucho más neutrales (hay, cabe, ofrece, etc.) que, acompañados de la NEG, restringen la proyección modal dubitativa del sustantivo duda. Con motivo a la estructura predicativo-argumentativa, es de notar que puede haber factores adicionales coadyuvantes, tales como, p. ej., la topicalización de la cláusula regi­ da en uno de los ejemplos citados supra (Que estamos en lo cierto no ofrece ninguna du­ da). Sin embargo, el papel de este factor no es decisivo, porque el esquema unimodal con IND se conforma también en otros casos, es decir cuando la topicalización no se da. De manera semejante podríamos suponer la influencia de la expresión léxica no te­ nemos la más mínima duda en la selección del modo en la subordinada (véase, uno de los ejemplos citados supra). No obstante, la aparición de estos reforzamientos léxicos tiene un carácter facultativo y no determina el empleo del IND en la cláusula regida. 3) La proyección externa del verbo dudar, al parecer, se realiza con mayor intensi­ dad que la del sustantivo duda, lo que quiere decir que el estereotipo negativo del primer elemento es más persistente que el del segundo. Con esto queremos señalar que la con­ ciencia lingüística del hablante asocia el verbo dudar a la expresión de la NEG de una manera más consecuente y eficaz que lo hace con el sustantivo duda. El hecho no debe extrañar, porque es el verbo el que marca la postura del hablante, es decir, la personaliza y la modaliza. De modo que el componente negativo queda estereotipado mejor a través del verbo que mediante el sustantivo. Como consecuencia, la NEG se cancela más fácil­ mente con los elementos nominales que con los verbales. La partícula negativa no no consigue cancelarla del todo cuando el núcleo selector está expresado por el verbo dudar, dado el fuerte estereotipo negativo de éste. De ahí, como hemos apuntado, la posibilidad del empleo del SUBJ en la cláusula regida incluso cuando el núcleo rector es NEG + du­ dar. Para terminar, señalemos una vez más que los motivos de la selección modal no siempre hay que buscarlos en el semantismo del selector transcategorial, sea éste verbo, sustantivo o adjetivo. Pues, incluso si el componente semántico básico es idéntico, el comportamiento modal en el núcleo regido puede ser diferente debido a la influencia de los factores relacionados con el grado de la cohesión sintáctica, con las características particulares de la estructura predicativa y con los estereotipos semántico-pragmáticos que emanan de distintas partes de la oración y persisten en la conciencia lingüística de los hablantes.

La selección modal después de los núcleos sintácticos con estereotipos negativos

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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LÉXICO Y COMPRENSIÓN LECTORA Minerva Rosas Villarroel

El componente más simple y, a la vez, el más importante en cualquier curso de lengua es el vocabulario. En una sociedad en que cada vez se lee menos, la pobreza léxica se ha ido extendiendo de tal forma que una de las razones más importantes que explican el fracaso escolar es la incapacidad de nuestros alumnos para comprender cualquier texto en su len­ gua materna, sea de la naturaleza que sea. Se afirma que una manera de aumentar el vocabulario es por medio de la lectura. Al seleccionar textos relativos a la Economía, la Bioética, la contaminación, los deportes, las drogas, etc., estamos ayudando a nuestros alumnos a desarrollar un conocimiento básico de estos vocabularios temáticos ya que para que sean capaces de integrarse plenamente en la sociedad en la que viven deben estar preparados para comprender textos atingentes a estos temas. En los últimos años se ha dado mucha importancia al papel de la teoría de los es­ quemas en la comprensión de lectura. De acuerdo a esta teoría, la mayor parte del cono­ cimiento está agrupado en estructuras de información que representan los conceptos ge­ néricos almacenados en la memoria (Anderson 1994). De ahí que entre los esquemas que los lectores manejan estén, por un lado, el conocimiento previo relativo al contenido te­ mático del texto y, por el otro, el conocimiento relacionado con la organización retórica de diferentes tipos de textos (Meyer / Freedle 1984; Pearson / Camperell 1994; Grabe 1995 y Moore 1995). Van Dijk y Kintsch (1983) usan el término superestructuras esquemáticas para re­ ferirse a la manera cómo los autores organizan las ideas en un texto. Dentro de estas superestructuras tenemos, entre otras, el texto narrativo, el texto argumentativo y el texto expositivo. Este último corresponde a los tipos de textos que deben leer nuestros estu­ diantes para extraer información. Slater y Graves (1990) lo han definido como un texto en prosa en el cual el autor presenta información y que es explicativo cuando el autor incluye las explicaciones necesarias para permitir que los lectores entiendan la informa­ ción presentada. Además, es directivo, en tanto el autor compromete activamente a los lectores en un diálogo esclarecedor e indica lo que es y lo que no es importante. La supe­ restructura del texto expositivo ha sido estudiada bajo diferentes nombres: estructuras retóricas, patrones de organización o estructuras textuales. Estos patrones de organiza­ ción son los siguientes: orden cronológico, listado, comparación / contraste, causa / efecto y problema / solución (Meyer / Freedle 1984; Horowitz 1987; Taylor 1992; Moore 1995). Así, cuando leemos un texto, hay dos aspectos muy importantes que debemos con­ siderar para comprenderlo: el contenido y cómo está organizado ese contenido. El prime­ ro tiene que ver con el tema o área específica del conocimiento y el segundo con la es­ tructura del texto (Arzola 1996). Por esta razón, diversos autores postulan que la estructura del texto influye en la comprensión. Según Moore (1995), la adquisición de esquemas sobre la estructura tex­

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tual es necesaria para entender y recordar lo que leemos. Estos esquemas capacitan al lector o escritor para interrelacionar las proposiciones a nivel micro y generar la macroestructura o meollo de un texto (van Dijk 1980; van Dijk / Kintsch 1983; Horowitz 1987; Pearson / Camperell 1994; Greene / Ackerman 1995). Si unimos ambos elementos, contenido y organización del texto, el lector puede al­ canzar una comprensión más exitosa del texto que procesa. Grow (1996) señala que los lectores interpretan pistas verbales y no verbales mientras leen, por ejemplo, dibujos, grá­ ficos, cuadros, símbolos, tipografía, etc. De este modo, van configurando en su mente diversas estructuras que tienen cierta correspondencia con las estructuras que se presen­ tan en el texto. Una manera de visualizar estas estructuras es por medio de los organiza­ dores gráficos que son diagramas o representaciones visuales que ilustran las expresio­ nes verbales. Además, ayudan a los estudiantes a desarrollar el pensamiento inductivo y deductivo, a descubrir y cuestionar las relaciones que se establecen entre los objetos, por ejemplo, entre las categorías, entre las partes de un todo, o entre las secuencias de un suceso (Jones / Pierce / Hunter 1989; Hyerle 1991; Clarke 1991; Paradiso 1996). Cre­ emos que son un marco de referencia para estudiar el vocabulario en contexto, encon­ trar el significado de las palabras desconocidas y mejorar la retención de la informa­ ción. Asimismo, los organizadores gráficos pueden ser aplicados a los diferentes tipos de estructura textual pertenecientes al texto expositivo, incidiendo en una mejor compren­ sión del léxico y en una evocación más exacta del contenido leído. Muchos investigadores han demostrado que la instrucción sobre la estructura tex­ tual mejora la comprensión, razón por la cual Grabe (1995) destaca tres líneas principa­ les de investigación: (a) la primera tiene relación con el efecto que tiene la instrucción di­ recta sobre la adquisición de conciencia acerca de la estructura textual, o sea, específica­ mente se le indica al estudiante la estructura de la descripción o la organización de un texto problema / solución; (b) una segunda línea se desprende de la instrucción en estrategias de lectura en general. Estos enfoques consideran la estructura de la cohesión, la identifica­ ción de la idea principal, los resúmenes y técnicas de estudio (por ejemplo, anotar el punto principal en el margen, subrayar los puntos principales, etc.); (c) la tercera desa­ rrolla la conciencia del estudiante sobre la estructura textual por medio de organizadores gráficos más generales, mapas semánticos, diagramas arbóreos y resúmenes jerárquicos. Con respecto a esta última, que es la que nos interesa, Paradiso (1996) y Arzola (1996) afirman que los diagramas pueden usarse para mejorar la comprensión de los textos ya que los lectores se involucran activamente en el proceso de comprensión del léxico y por lo tanto de su contenido. Los profesores pueden introducir diversos tipos de organizadores gráficos para ayu­ dar a los estudiantes a organizar el vocabulario y, por ende, la información, y a practicar diferentes tipos de pensamiento inductivo o deductivo. Aprender a pensar sobre cualquier asignatura requiere aplicar en forma flexible estrategias de pensamiento inductivas y de­ ductivas, tratando de adaptarlas a problemas y contenidos específicos. Clarke (1991) afirma que las diferentes áreas tienen patrones de organización distintos. Para tener éxito en ciertas áreas, como literatura y filosofía e historia, los estudiantes deben desarrollar la habilidad de pensar inductivamente: reunir datos, identificar relaciones entre ellos y sacar conclusiones apoyados por hechos. En cambio, en otras áreas como Matemáticas y Cien­ cias Físicas, el éxito depende del pensamiento deductivo: seleccionar o desarrollar una regla o procedimiento para después aplicarla a una situación particular.

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1. Organizadores para desarrollar el pensamiento inductivo Ayudan a los estudiantes a organizar los hechos y a buscar relaciones significativas entre ellos. Entre éstos, se encuentran el orden cronológico y la comparación / contraste; el or­ den cronológico ayuda a los estudiantes a identificar influencias fundamentales, sucesos cronológicos, y a seguir el desarrollo de temas importantes. La matriz comparación / contraste agrupa similitudes y diferencias, apoyando los esfuerzos de los estudiantes para crear categorías y conceptos.

2. Organizadores para desarrollar el pensamiento deductivo Podemos mencionar el listado, causa / efecto y problema / solución. El listado organiza y aplica la información relacionada con un concepto central, regla o procedimiento. Si los estudiantes están estudiando un tema, concepto, o idea abstracta, por ejemplo, un mapa conceptual puede ayudarlos a relacionar el concepto con ejemplos específicos. Los mapas causales o “mapas en cadenas”, pueden ayudar a los estudiantes a representar relaciones de causa y efecto entre hechos o ideas. Las cadenas paralelas pueden representar causas simultáneas o relaciones complejas causales. Los mapas de cadenas causales son útiles para hacer predicciones basadas en hechos o planificar una secuencia de sucesos. Tam­ bién, los marcos para el pensamiento deductivo ayudan a los estudiantes a relacionar las reglas generales con situaciones más específicas, a desarrollar soluciones para los pro­ blemas o a generar nuevas ideas (Clarke 1991). A continuación, se exponen una serie de gráficos que pueden ser útiles para enseñar el vocabulario de los textos expositivos; por esta razón, se enfatizan sólo los que ayudan a organizar la información y el vocabulario correspondientes a las cinco estructuras retó­ ricas del texto expositivo: orden cronológico, listado, comparación / contraste, causa / efecto y problema / solución.

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1.1. Pensamiento inductivo 1.1.1. Orden cronológico: Cuando hay una serie de sucesos, ayuda a ubicar el desarrollo del tema.

Cuadro 1 Las frases nominales Febrero de 1997, Julio de 1997, etc. ayudan a los estudiantes a ubicar la serie de sucesos que desarrollan el tema, en este caso la secuencia de clonacio­ nes realizadas por los científicos (ver anexo).

1.1.2. Comparación / contraste: Al agrupar similitudes y diferencias, los estudiantes pien­ san inductivamente, creando categorías y conceptos. Periodismo

Historia

Pasado

Inmediato

Lejano

Verdad

Efímera

Duradera

Decisión

Cotidiana

Proyectiva

Cuadro 2 Para comparar el periodismo y la historia, hay que localizar las distintas maneras que tie­ nen estas dos disciplinas de averiguar y difundir la verdad de los hechos pasados. Las categorías corresponden a sustantivos y, una vez establecidas, es más fácil encontrar los adjetivos que las califican (ver anexo).

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2.2. Pensamiento deductivo 2.2.1. Listado: Organiza y aplica información con relación a un concepto central.

Cuadro 3 Si los estudiantes ubican el concepto central, gases de efecto invernadero, deducen que los ejemplos contenidos en él son sustantivos o frases nominales que dependen de este concepto central, aunque no sepan sus significados (ver anexo).

2.2.2. Listado: Relaciona un concepto con ejemplos específicos

Cuadro 4 En este tipo de listado es necesario ubicar la generalización que explica los ejemplos es­ pecíficos. Las actividades humanas han causado una elevación de la concentración de gases invernadero, esta frase nominal explica y enumera cuáles son los tipos de activida­ des y cuál es la relación jerárquica entre ellas (ver anexo).

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2.2.3. Causa / efecto: Los mapas causales o “mapas en cadenas” ayudan a los estudiantes a representar relaciones de causa y efecto entre hechos o ideas.

Cuadro 5 Las relaciones causales están dadas por las frases nominales imagen atractiva y bron­ ceada, abuso del sol, lesiones por quemaduras que producen dos efectos envejeci­ miento prem aturo de la piel y cáncer cutáneo (ver anexo). Nótese que las frases nomi­ nales van guiando las relaciones de causa y efecto entre las ideas.

2.2.4. Problema / solución: Ayuda a los estudiantes a desarrollar soluciones para los pro­ blemas o a generar nuevas ideas.

Problema

Soluciones

Elevación considerable de la temperatura 1. Reorganizar nuestra producción industrial 2. Quemar menos combustibles en nuestros automóviles 3. Construir diques para contener una eventual elevación de las aguas

Cuadro 6 Analicemos este último gráfico que tiene la estructura retórica problema / solución. En el texto (ver anexo) no aparece explícita la palabra problema, dice “los climatólogos han lanzado serias advertencias sobre una elevación considerable de la temperatura”; la frase nominal “serias advertencias” señala el problema: “una elevación considerable de la tem­ peratura”. Las soluciones tampoco aparecen explícitas, “... mientras no se demuestre lo contrario, debemos actuar como si fuera a producirse lo peor...”. Lo peor introduce las tres soluciones enumeradas. De nuevo, las frases nominales dan las pistas para ubicar el resto de la estructura retórica del párrafo.

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En los gráficos que ilustran las estructuras de causa / efecto y de listado, sólo en­ contramos frases nominales, lo cual ratifica el alto contenido semántico que las caracteri­ za. Los organizadores gráficos demuestran ser, así, herramientas útiles para relacionar el vocabulario nuevo con las palabras y conceptos conocidos. Al mismo tiempo, desarro­ llan la conciencia metacognitiva de los estudiantes respecto a su proceso de aprendizaje por cuanto los alumnos deben relacionar los conceptos, hacer asociaciones con su cono­ cimiento previo, inferir significados, etc. cuando preparan el vocabulario que van a escri­ bir en los gráficos. Para concluir, creemos que el uso de organizadores gráficos aumenta la compren­ sión lectora, la retención de información y las estrategias para deducir palabras descono­ cidas en contexto. En general los gráficos que desarrollan el pensamiento inductivo, orden cronológico y comparación/contraste, resultan ser más fáciles que los gráficos que desarrollan el pen­ samiento deductivo. Hemos observado que el listado, que implica ubicar generalizaciones y superordinados, presenta mayores dificultades puesto que la generalización determina las relacio­ nes de contigüidad entre los elementos. Además, en algunos textos las generalizaciones no están totalmente explícitas. En cambio, es más fácil ubicar los elementos de los otros organizadores gráficos que desarrollan el pensamiento deductivo, tales como causas, con­ secuencias, problemas y soluciones. Por último, y de acuerdo a nuestra experiencia, los organizadores gráficos demues­ tran ser herramientas útiles para: • • • • • •

activar el conocimiento previo, organizar el vocabulario en relación con el tema, establecer relaciones entre los elementos, jerarquizar la información semánticamente, sintetizar información usando palabras de contenido (sustantivos, adjeti­ vos, frases nominales), desarrollar el pensamiento inductivo y deductivo.

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ANEXO

Texto Cuadro 1 Cuando el 25 de febrero “Dolly” fue presentada en sociedad en el Instituto Roslin, cerca de Edimburgo, el mundo científico se enorgulleció. Ese mismo mes de febrero nació en la empresa ABS Global Inc., de Wisconsin, EE.UU., el ternero “Gene”, el primer vacuno producido con células no derivadas del em­ brión. El proceso permitía producir un número infinito de copias del mismo bovino con una célula única con ciertas características deseables. En un período de seis años, se anunció, esta tecnología de clonación podría ser introducida en la industria de cría de ga­ nado. En julio nació en Inglaterra la oveja “Polly”, clonada partiendo de una célula fetal que contenía un gen humano, sobre cuya procedencia no se informó. De esta manera, los científicos ya podían reproducir cientos de ovejas idénticas y capaces de fabricar proteí­ nas humanas o sangre para uso médico. El experimento esperaba que aportase hormonas y otros productos biológicos para tratar enfermedades y producir órganos útiles para transplantes con menor posibilidad de rechazo. Pero los restantes animales fueron tan anormalmente grandes, que se puso en peligro la investigación al morir los siguientes ejemplares. Antes de que esta técnica se utilice en un proyecto comercial a gran escala se tendrían que eliminar las dificultades. Sin embargo, asombran la velocidad y las implicancias de estos trabajos. Tras “Do­ lly” todos creyeron que el próximo paso tardaría más de cinco años, pero cada vez más los experimentos científicos se acercan a los seres humanos. La ingeniería genética se vislumbra en el horizonte. Solamente en agosto, es decir, seis meses después de “Dolly”, ABS, especializada en la inseminación artificial de ganado, pudo clonar un toro Holstein, lo cual le permitirá emplear esta tecnología para fines farmacéuticos y para producir leche y carne. Este mes, esta misma empresa clonó un becerro a partir de células madres extraídas del feto de una vaca. Esta técnica es superior a “Dolly” para producir animales manipula­ dos genéticamente. La meta, por ahora, parece ser producir animales cuyos órganos puedan usarse en los trasplantes a seres humanos, sin temor al rechazo. Los científicos ya pueden hacer crecer células en el laboratorio, combinarlas con los genes, seleccionar las escasas células que los aceptaron y fabricar clones a contar de éstas. (Adaptado de El Mercurio, 28 de diciembre de 1997)

Texto Cuadro 2 El periodismo y la historia persiguen igual objetivo: averiguar y difundir la verdad de los hechos pasados. Sus respectivas maneras de hacerlo -de alcanzar ese objetivo- son, es cierto, distintas. El periodismo se dirige al pasado inmediato, es decir la noticia, para aprehender su verdad y divulgarla de un modo también inmediato. La historia enfoca un pasado más lejano, para conocerlo y hacerlo saber reposadamente. La verdad del perio­ dismo puede ser efímera -quizás mañana la modifiquen nuevos antecedentes-, al paso de

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que la verdad de la historia es duradera o aspira a serlo. No significa ello superioridad de una disciplina sobre otra. El periodismo facilita, a través del conocimiento instantáneo que proporciona, las decisiones cotidianas de los hombres, para que ellas sean mejores por ser mejor informadas. Y a través de la historia, los mismos hombres miran hacia el futuro de mayor plazo, y lo planifican a la luz de los errores y aciertos colectivos del pretérito.

Texto Cuadro 3 y Cuadro 4 Cada vez es más urgente saber de qué modo las actividades humanas pueden modificar la atmósfera de la tierra. Actualmente, parece admitirse que la composición atmosférica cambia, especialmente con la emisión masiva de gases de efecto invernadero. Vapor de agua, gas carbónico, monóxido de carbono, metano, clorofluorocarburos, óxidos de ni­ trógeno y ozono son los comúnmente llamados “gases de efecto invernadero”. Bajo esta expresión se agrupan los gases que dejan pasar la radiación solar incidente, pero que ab­ sorben las radiaciones infrarrojas de gran longitud de onda devueltas por la superficie de la Tierra, impidiéndoles así escapar hacia el espacio. Algunos de estos gases están pre­ sentes naturalmente en la atmósfera y el efecto invernadero que generan ha permitido que en nuestro planeta se desarrollara la vida. No obstante, las actividades humanas han cau­ sado una elevación de las concentraciones de gases de efecto invernadero, al tiempo que han creado nuevas especies (como por ejemplo, los clorofluorocarburos). En efecto, la combustión de carburantes fósiles, utilizados tanto por la industria como por las calefac­ ciones urbanas y el transporte, lo mismo que la destrucción de los bosques y los cambios en las prácticas agrícolas, liberan cantidades nada despreciables de estos gases de efecto invernadero.

Texto Cuadro 5 Una ojeada al escaparate de una farmacia o a una revista nos bastará para convencemos, si es que hacía falta, que la piel es el órgano privilegiado de la manifestación de uno mismo. Todo está previsto para que el juego de la luz sobre nuestra piel revele una ima­ gen atractiva y la belleza actualmente tiene que ser bronceada. Cada vez más, miles de ciudadanos aprovechan el mínimo momento de respiro para exponer una superficie cada vez mayor de su piel a los rayos del sol. Pero el exceso de radiación luminosa sobre un tejido vivo no deja de tener consecuencias. Todos hemos pasado alguna vez por la dolorosa experiencia de una quemadura de sol, resultado de una intoxicación aguda por foto­ nes luminosos. La intoxicación crónica por fotones no es menos peligrosa. Insidiosa­ mente, las lesiones se van sumando unas a otras, lo que provoca un envejecimiento acele­ rado de la piel, al cual se asocia, a través de mecanismos poco conocidos, un aumento del riesgo de tumores cutáneos. Los científicos han demostrado que los rayos ultravioletas (UV) se encuentran entre los principales responsables del cáncer cutáneo.

Texto Cuadro 6 Los climatólogos han lanzado serias advertencias sobre una elevación considerable de la temperatura. Podría ocurrir que los hombres, de tanto quemar combustibles fósiles, des­

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truir los bosques y desarrollar industrias contaminantes, estuvieran degradando peligro­ samente la atmósfera. Es perfectamente posible que el calentamiento se intensifique y que las condiciones de existencia de la humanidad se deterioren muy gravemente. Mien­ tras no se demuestre lo contrario, debemos actuar como si fuera a producirse lo peor; re­ organizar nuestra producción industrial a fin de reducir los desprendimientos de gases de efecto invernadero, quemar menos combustibles en nuestros automóviles, construir di­ ques para contener una eventual elevación del nivel de las aguas, etc. Al menos nos ha­ bremos comportado de un modo responsable. Si el calentamiento no se produce, sólo tendremos que lamentar haber hecho demasiadas inversiones en una lucha sin objeto.

PROCEDIMIENTOS DE INCORPORACIÓN CONCEPTUAL EN VERBOS DE DESPLAZAMIENTO EN ESPAÑOL* José Luis Cifuentes Honrubia

1. Incorporación El esquema de los distintos elementos de la organización conceptual del movimiento de Talmy (1985: 62) puede sufrir distintos procesos de lexicalizaciones, que afectan al verbo en tanto amalgama de los rasgos conceptualmente diferenciados. Talmy aislaba concep­ tualmente los elementos figura, movimiento, dirección, base y manera / causa, pero estos elementos pueden ser expresados lingüísticamente en forma de amalgama verbal1. El concepto de amalgama de Talmy creo que puede tener una enorme semejanza con el fenómeno de la incorporación, descrito entre otros por Mardirussian (1975), Dik (1980), Mithun (1984), Lazard (1984), Baker (1988), Wotjak (1990) o Moreno Cabrera (1991). La incorporación es un mecanismo mediante el que un sustantivo, que cumple una determinada función respecto de un verbo, se convierte en un modificador de ese verbo, obteniéndose un nuevo verbo complejo con un argumento menos que el verbo original, es decir, se trata de la integración de sustantivos en el cuerpo sígnico, en el formativo de verbos, por lo que podríamos entenderlo como un procedimiento de formación de pala­ bras, como ha establecido Baker (1988: 78). No obstante, las amalgamas o incorporacio­ nes direccionales que vamos a intentar demostrar en el análisis de la lengua española, no sólo afectan a contenidos nominales, sino a una variada posibilidad combinatoria. Los tipos de incorporaciones fundamentales que se han establecido han sido dos: la incorporación morfológica, en la que el nombre se convierte en un morfema del verbo en el que se integra plenamente morfológica y fonéticamente2, y la incorporación sintáctica, en la que el nombre pasa a formar una unidad sintagmática con el verbo pero sigue con­ servando su autonomía morfológica, aunque pierde las características sintácticas típicas de su antigua función, poniéndose de ejemplo habitual de lenguas con este tipo de incor­ poración casos como el inglés o el español (buscar piso, atrapar un resfriado, arder de odio). Aunque Moreno Cabrera no ejemplifica la incorporación morfológica en español, entiendo (como también han puesto de manifiesto Wotjak (1990) y Vera Luján (1987)) Agradezco a la Subdirección General de Formación y Promoción del Conocimiento, del Ministerio de Educación y Cultura, la ayuda prestada a través del proyecto de investigación PB95-0692, que ha hecho posible este trabajo. 1 Este aspecto también ha sido señalado por Jackendoff (1983: 183) al comentar cómo algunos verbos pue­ den lexicalizar varios de los elementos constitutivos del desplazamiento. 2 Las lenguas que representan este fenómeno ya fueron denominadas por Humboldt “incorporantes”, como el nahua, esquimal o chucoto (Moreno Cabrera 1991: 494).

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que ésta es posible, fundamentalmente bajo el mecanismo de un desarrollo a partir del sustantivo base de la verbalización. En el modelo generativista la incorporación se define como un proceso que motiva que una palabra independiente semánticamente se convierta en un elemento integrado en el interior de otra unidad lingüística, resultado de la aplicación de la regla muévase a (Baker 1988: 51), mediante la cual el sustantivo se desplaza desde su posición temática hacia el item léxico del verbo, y, según el Principio de Proyección, este tipo de despla­ zamiento no puede alterar ni destruir la estructura temática del enunciado, por lo que siempre el elemento nominal deja de manera permanente una huella que encabeza un objeto que recibe un papel temático del verbo y satisface las necesidades de subcategorización del verbo. Evidentemente esto no supone hacer equivaler la estructura incorporada sintética con la posible paráfrasis analítica, pero tanto el modelo generativista como el cognitivo coinciden en entender las dos posibilidades como resultado de una correspon­ dencia con una estructura o nivel conceptual previo, y como esa regla de correspondencia ha operado de distinta forma en la realización sintética y en la realización analítica, no debe extrañar en que puedan diferir semántica y sintácticamente (Dik 1980: 42-50). Así pues, las amalgamas de Talmy, al igual que las incorporaciones, debemos verlas en ese paso de la estructura conceptual a la estructura sintáctico-semántica, paso que puede acarrear que algunos de los elementos individualizados conceptualmente se mani­ fiesten lingüísticamente condensados o amalgamados en una sola forma. Dentro del conjunto de amalgamas que Talmy señala, y que podemos aplicar a los verbos de despla­ zamiento en español, debemos mencionar diversos tipos.

2. Movimiento + manera / causa Este tipo de amalgama supone que el verbo exprese tanto el hecho del desplazamiento como su manera o su causa, pudiéndolo hacer en ambos casos de forma transitiva o in­ transitiva (Talmy 1985: 62-69, Cifuentes / Llopis 1998). Juan rodó el bidón hasta el sótano. El niño gateó hasta el salón. Podemos aislar algunos subtipos dentro de esta categoría. Así, debemos mencionar un primer grupo a), que es el formado por aquellos verbos en los que se expresa el despla­ zamiento y la manera como el agente hace el camino según el agente, es decir, según el agente se desplace y lo haga moviéndose de una determinada manera (gatear, andar, co­ rretear, caracolear, rodar, resbalarse). Para ser más exactos debiéramos decir según la figura, no según el agente, pues aunque los ejemplos transitivos son pocos, en estos ca­ sos, como agente y figura son distintos, el desplazamiento lo hace la figura, no obligada­ mente el sujeto agente, que es quien causa el desplazamiento, b) La manera puede venir implicada por algún elemento dado como determinante del verbo, en el sentido de solida­ ridad léxica de Coseriu (1981: 143-161) (bucear-agua, volar-aire). En realidad este sub­ tipo es, en cierta manera, una subespecificación del resto, en el sentido de que el ele­ mento determinante especifica el camino implicado (bucear), instrumento (remolcar), o el medio del que se sirve el agente para hacer el camino (galopar), lo que ocurre es que estos elementos no se transparentan de una manera clara, normalmente por razones de su formación etimológica (vid. corpus al respecto), c) La manera del desplazamiento tam­ bién puede venir dada por el instrumento o medio de que se sirve el agente para efectuar

Procedimientos de incorporación conceptual en verbos de desplazamiento en español

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el desplazamiento {patinar, carretear). El medio de desplazamiento puede venir evocado en su totalidad, como en los ejemplos anteriores, o por alguna de sus partes constitutivas {remar: remo como metonimia de barca; pedalear: pedal como metonimia de bicicleta)3. Característica determinante de este subtipo es que el verbo está desarrollado a partir del instrumento que sirve como medio para expresar la manera: ( RESULTADO); en este contexto se pueden plantear dudas (reforzadas por el plural) sobre si en (5) se ha actualizado una lectura eventiva tal y como se da indudablemente en (4). (4) (5)

La traducción de este libro le ha costado a mi amigo varios meses de trabajo. Las traducciones de libros alemanes al árabe y al japonés suelen reque­ rir mayores esfuerzos por parte de los traductores.

En oraciones como las en (6) y (7) el cotexto apunta a que se procedería a una interpreta­ ción discursiva donde pasa al transfondo la lectura eventiva (= windowing en el sentido de Talmy; backgrounding en el sentido de Longacre 1985 o landmark en el de Langacker 1990) dando lugar a una lectura argumental resultativa (foregrounding según Longacre; saliency en el sentido de Fillmore 1976; trajector en el sentido de Langacker). (6) (7)

La traducción de Borges le ha costado a mi amigo sólo 25 marcos. Ha borrado la traducción grabada en su disquete.

2.6.1.Al comparar los significados semémicos de traducción con traducir, nos enfrenta­ mos con la calamidad de que para ambos sirve virtualmente la misma microestructura con una configuración nuclear que abarca los mismos slots arguméntales, pero con actantificaciones distintas, como puede apreciarse en (8); pero al mismo tiempo debería reflejarse la ambivalencia de focalizaciones o mejor dicho de énfasis (cfr. para esto Kunze 1991; 1993) que sólo se da en el semema del sustantivo con sus actualizaciones cotextuales alosemémicas subsiguientes como lectura eventiva o lectura resultativa y sus­ tancial. (8)

traducir / traducción con lectura eventiva: argl = AGENTE actantificado como sujeto (verbo) o prep.l + sustanti­ vo; prep. 1 = por (si no se actantifica arg2 también aparece de) arg2 = OBJETO AFECTADO / TEMA actantificado como complemento directo(cá) en el verbo / prep.2 + sustantivo; prep.2 = de en el sustantivo

Con la sustantivación en lectura no eventiva sino sustancial se está efectuando una trans­ posición semántica importante: el arg2 = TEMA / OBJETO AFECTADO pasa a ser iden­ tificado con el resultado material del proceso traductor: la traducción = texto traducido. El co-partícipe admitido e introducido por la misma preposición de, en este caso, se refie­ re al argumento TEMA (= texto original o bien al autor de este texto original); el argu­

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mentó definido como AGENTE (traductor) suele actantificarse con traducción por medio de la preposición por, cuando el arg2 aparece actantificado, se suele utilitar de. Una explicación detallada, que sobrepasa los límites de este trabajo, debería recurrir a una descripción pormenorizada de la microestructura semémica compleja del verbo traducir, que posibilitaría, a través de la coactivación del conocimiento enciclopédico compartido, la integración de otros co-partícipes y la correcta interpretación de las UL que aparecen en las oraciones (9)-(l 1). No siempre nos ayudan los verbos como recursos importantes para el “diagnóstico”; Couto 1997 ha discutido la posibilidad de si, tal vez, también puedan aprovecharse para fines esclarecedores complementos o adjuntos circunstanciales, p. ej.: en tres semanas. No nos parecen tan convincentes los ejemplos aducidos en (9) y (10) - que, con su signi­ ficado de duración explícita, favorecen una lectura eventiva (9) y deberían rechazar cate­ góricamente cualquier lectura sustancial argumental (10 = resultativa). (9)

Pedro ha traducido este libro en tres semanas. La traducción de este li­ bro por Pedro en tres semanas me parece poco probable (construcción algo forzada, pero aceptable). (10) *Pedro ha comprado la traducción en tres semanas. Pensamos que, en cuanto a fuerza descriptiva y “diagnóstica”, predominan los verbos combinados con traducción, como lo parece insinuar (11). (11) La traducción de Pedro (argl = AGENTE) estuvo durante (*en) tres se­ manas sobre el escritorio del editor. Puede ser de interés observar el comportamiento del infinitivo sustantivado confrontado con las sustantivaciones deverbativas arriba mencionadas (véase 12); parece que para la sustantivación del infinitivo nunca se dará otra lectura (véase 13) que la eventiva, here­ dada sin modificación semántica, pero con ciertas divergencias en cuanto a su potencial actancial: argl = AGENTE, act. como sujeto con el verbo conjugado, pero con prep. (= por) + sustantivo en el caso de la sustantivación del infinitivo como en (12); arg2 = OBJETO AFECTADO / TEMA actantificado en el verbo al igual que en el infinitivo sustantivado como cd. Con otras palabras, se puede comprobar una mayor coincidencia del potencial actancial entre verbo conjugado e infinitivo sustantivado que en el caso de las sustantivaciones deverbativas con sufijos; el verbo se impone más en todos los sentidos en el infinitivo que en las otras sustantivaciones donde, en casos seleccionados, pueden modificarse los significados de los sustantivos (de forma que tengan lectura eventiva + otra sustancial o incluso que sólo pueda darse una lectura sustancial). (12) El traducir este libro (*por Pedro) en tres semanas ha causado sorpresa. (Construcción algo reforzada, pero tolerada)* (13) *El traducir (de Pedro) lo compré hace unos días. 2.6.2. No podemos confiar en que todos los sustantivos mencionados en el Diccionario inverso de I. Bosque / M. Pérez Fernández, que terminan en -ción, sean derivaciones de un verbo base; podemos encontrar también sustantivos en -ción que no se corresponden Agradecemos esta información como la corrección del texto a Cecilia López Roig.

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de forma directa al verbo análogo (p. ej., dicción que tiene además una lectura exclusiva modal) o que no han sido derivados de un verbo como emoción, confección (que admite una lectura eventiva también), convención, polución, etc. 3. En lugar de mencionar y comentar otros ejemplos (podrían verse los 49 sustanti­ vos deverbativos reunidos en la lista adjunta), quisiéramos destacar las posibles combina­ ciones que se dan entre la lectura A y B, incluyendo sus respectivas subclases. Para faci­ litar la sinopsis nos hemos limitado a los casos únicamente de los subgrupos B 1 y B2 (sin mencionar B3-B5) y sólo nos interesan aquí los casos “ambivalentes” de lectura A más lectura B y no de subclases dentro de una sola lectura procedimental = A o de una lectura no procedimental = B. No nos parece casual que vayan disminuyendo las probabilidades de apariencia con el aumento de las lecturas admitidas en la UL al respecto. Lecturas binarias (a-d): (a) Al + B1 {absorción, compra, dibujo, toma, traducción); (b) Al + B2 (llamamiento); (c) A2 + B1 (sin ejemplo); (d) A2 + B2 (imatrícula). Lecturas triples (e-h): (e) Al + B1 + B2 ((contribución, documentación, respuesta, suministro); (f) A2 + B1 + B2 (sin ejemplo); (g) Al + A2 + B1 ( sujeto/actantificación LOC1 = lugar de partida que se encuentra fuera de LOC3 = > (pls;pl=de) LOC2 = lugar por el que se pasa (generalmente puerta)==> (p2s;p2=por/0) LOC3 = lugar circunscrito (rodeado de muros) al que x pretende acceder ==> (p3s;p3=a/en) Representación gráfica (que, a veces, mejor se presta para indicar fenómenos cognitivoespaciales - véase Pottier 1974 siguiendo Guillaume): x [locutor]==[=>x]) Ejemplos (y secuencias actanciales):

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suj suj suj suj suj

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+ LOC2 + LOC3: Pedro entró por la puerta lateral al patio. + LOC1 + LOC3: Pedro, de la cocina, entró al patio. + LOC2: Pedro entró por la puerta lateral. + LOC3: Pedro entró al patio. + 0: Pedro entró.

acción de ENTRAR - focalización global de la acción, que admite, sin embargo, la actantifícación simultánea o alternativa de los argumentos AGENTE==>de + filler/persona; LOC2==>por + puerta y LOC3==>a + filler focalización del argumento LOC2=LOCPath que entrada2 con lectura B4/local: se interpreta como lugar por el cual se ENTRA al lugar LOC3 (cuarto/sala/jardín); en este caso sólo se admite la actantifícación de LO C3=>de + filler, mientras que se encuentran bloqueadas las actantifícaciones de los otros tres argumentos implicados en el significado: AGENTE/x así como LOC 1=LOCSource y LOC2=LOCPath entrada3 con lectura B5/teleologica: algo que sirve para poder entrar al cine, teatro, etc.

entrada 1 con lectura Al:

La descripción de salir / salida arrojaría un resultado similar, con la sola diferencia de que no se da la correspondiente lectura B5 y que con salidal y salida2 se designan direc­ ciones “opuestas” del desplazamiento. Con entrar se designa un movimiento hacia dentro de un espacio circunscrito; véase la representación gráfica siguiente: x LOC 1==[=LOCPath=]=[=>X LOC3/LOCGoal], mientras que con salir se designa un movimiento donde el arg x/AGENTE abandona un lugar / espacio circunscrito LOCl/LOCSource: [x LOCSource=] [=LOCPath=]==>LOC3. Obsérvese que para ambos verbos puede coincidir concretamente el LOCPath, es decir, lo que para unos es la entrada constituye para otros la salida, ambas en lectura B4=local y en dependencia de donde se ubica el locutor, al interior o al exterior del lugar circuns­ crito. 4. Resumiendo, diríamos que no hemos podido esclarecer, desde luego, todos los fenómenos observables en el plano del contenido, en las medioestructuras y entre microestructuras de verbos y sustantivos así como tampoco entre distintos significados de un mismo sustantivo deverbativo polisémico. En no pocos casos los sustantivos deverbativos han conservado la semántica del verbo, pero le han añadido otro significado no procedimental más, ampliando así su potencial designativo-referencial-semántico. En estos cambios se suelen poder deslindar determinados mecanismos o moldes sememogenésicos. Vale la pena analizar la forma canóniga que pueden tomar estas transposiciones se­ mánticas circunscritas en una semántica dinámica y procedimental, que dedica su interés igualmente a investigar los complejos fenómenos de metonimia, metáfora y sinestesia. Puede servir el conocimiento de estos módulos generadores de nuevos significados de

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guía y directorio al usuario de la lengua en cuestión en su afán de ampliar sistemática­ mente la gama de designaciones por medio de neosemantismos. Les servirán a los ha­ blantes también para interpretar lo que sustantivos derverbativos formados ad hoc o existentes ya de forma lexicalizada aportan al sentido comunicativo del texto o discurso. Para poder destacar e identificar cuál de las lecturas múltiples de estos sustantivos es la adecuada en el contexto discursivo dado, podemos recurrir a verbos “diagnósticos” los que nos informan generalmente de forma satisfactoria si tenemos que preferir una lectura procedimental (lo cual sólo es factible con sustantivos “reverbalizables” que se han men­ cionado en 3.1. y 3.3.) o cuando tenemos que excluir la lectura eventiva, como los sus­ tantivos recogidos en 3.2., que no presentan una lectura procedimental (accional o no) posible y no son reverbalizables. En algunos casos hemos podido observar también una restricción del significado, una especialización y concreción (p. ej.: matrícula en España, mientras que en Cuba, donde se dice chapa, se restringe matrícula al acto de matricularse en un centro educativo). No hemos podido comprobar si todos los slots arguméntales de los verbos base se han legado in toto y sin modificaciones semánticas a los sustantivos deverbativos en su lectura procedimental; para esto se requieren descripciones más pormenorizadas que no se han podido realizar en este trabajo. Parece haber argumentos de peso, sin embargo, para admitir tal hipótesis como altamente probable. Obviamente esta situación ya no será la misma en el caso de que se hayan desarro­ llado y lexicalizado / sememizado lecturas no procedimentales al sustantivarse verbos y, al menos en algunos casos, no podemos excluir que tal objetivo haya dado lugar a seme­ jantes sustantivaciones. Estamos mayoritariamente ante focalizaciones de argumentos de la configuración nuclear del verbo base, pero tampoco podemos excluir que se hayan focalizado/sememizado co-partícipes de la configuración cognitiva coactivada por el semema verbal, que no se han sememizado como argumentos (p. ej., modificadores), o, tal vez, incluso elementos que no forman parte directamente de esta configuración cognitiva correlativa del semema verbal.

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¿Qué les pasa a los significados al sustantivarse verbos?

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172

Gerd Wotjak

ANEXO: LISTA D E SUSTANTIVOS

sustantivos

Al

A2

+ + + +

4+ +

-

-

-

B1 B2

B3

B4

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-

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4-

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4-

+ 4-

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4+

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+ +

+

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4-

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?

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+

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+

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+

+ 44-

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-

-

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4-

+

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-

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4-

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-

-

-

-

-

absorción aislamiento anuncio aparcamiento aporte blasfemia cocción comida comportamiento compra condecoración conquista

+ + +

contribución

+

delegación desfile dibujo documentación entrada entrega envío fascinación ilustración inauguración indicación insistencia integración interés lanzamiento liberación llamamiento manifestación matrícula oferta parqueo reconsideración reformulación regalo regateo repetición respuesta salida

+ + + + + 4+ -

+ + 4+ 4-

+ 444-

4-

-

-

4?

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+ +

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-

44-

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-

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4?

44-

+

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+

+

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?

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+

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?

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+ 4+ +

+

4+

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+ -

+ +

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4-

+

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-

-

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+ + + +

-

-

-

-

-

4-

+

-

-

+

-

-

-

4-

B5

observaciones AGENTE y PACIENTE

puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural 4- AGENTE y PACIENTE, plu­ ral puede utilizarse en plural; im­ puesto 4- puede utilizarse en plural 4- puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural puede untilizarse en plural puede utilizarse en plural B3=sólo plural (finanzas)

puede utilizarse en plural 4- puede utilizarse en plural el plural es menos frecuente puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural

puede utilizarse en plural

puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural

¿Qué les pasa a los significados al sustantivarse verbos?

sustantivos satisfacción separación solicitud sorteo suministro toma traducción validación

Al

A2

+

+ +

-

-

+ + + + +

B1 B2

B3

B4

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+ + +

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-

-

B5

observaciones

puede utilizarse en plural puede utilizarse en plural Bl = en medicina puede utilizarse en plural

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NOMBRES PREDICATIVOS COMO ARGUMENTOS LEXICALIZADOS1 Carlos Subirats Rüggeberg

1. Locuciones verbales: características generales Las locuciones verbales, como p. ej., caer en gracia en Eva le cayó en gracia a su jefe, darse cuenta en Max se dio cuenta de que había cometido un error, etc., son predicados compuestos, que están constituidos por más de una forma simple. Las locuciones verba­ les están integradas por un núcleo, que es morfológicamente un verbo, y por uno o más argumentos lexicalizados pertenecientes a dicho núcleo. El núcleo verbal y sus argu­ mentos lexicalizados forman la locución en tanto que predicado compuesto. En general, las locuciones, ya sean estas verbales, nominales, adjetivas, etc., se caracterizan por el hecho de que sus propiedades léxicas, tanto sintácticas como semánticas, no son el resul­ tado de la suma de las correspondientes propiedades de sus componentes. La partición del léxico de locuciones verbales en clases de dependencia se realiza en función de sus argumentos ‘libres’ no lexicalizados. En efecto, el requerimiento argumental de las locuciones verbales -al igual que en el caso de cualquier otro predicado compuesto- se determina dejando al margen los argumentos lexicalizados, ya que estos últimos determinan únicamente las características de su estructura interna: lo que se in­ tenta determinar son clases de dependencia y no tipologías de locuciones basadas en cla­ ses distribucionales de palabras. Así p. ej., una caracterización de las propiedades de de­ pendencia de las locuciones verbales, que tuviera en cuenta tanto los argumentos ‘libres’ como los lexicalizados, trataría: (a) perder los estribos, en (1) Max perdió los estribos, o hacer la vista gorda en (2) La policía de aduanas hizo la vista gorda, como predicados de dos argumentos Pnn9 (b) subir la sangre a la cabeza o atacar los nervios, en (3) A Sara, se le su­ bió la sangre a la cabeza, (4) Que digan estas estupideces me ataca los nervios, como predicados de tres argumentos Pnnn y Ppnn respectivamente, (c) sacar las castañas del fuego en (5) Max les saca las castañas del fuego, como un predicado de cuatro argumentos Pnnnn. Sin embargo, la caracterización del requerimiento argumental de las locuciones verbales, que acabamos de proponer en (a), (b) y (c), mezcla los argumentos lexicalizados, que, en realidad, forman parte de la estructura interna de la locución verbal, con sus argumentos ‘libres’, que son los que constituyen su requerimiento argumental como predicado. Asi­ mismo, la mezcla de argumentos ‘libres’ y lexicalizados altera las características genera­ 1 Este trabajo se ha desarrollado en el marco del proyecto de investigación Análisis léxico y sintáctico auto­ máticos de la lengua española. Desarrollo y aplicaciones del Sistema de Diccionarios y Gramáticas Elec­ trónicos del Español (TIC96-804), que está financiado por el Ministerio de Educación de España.

176

Carlos Subirats Rtiggeberg

les de las propiedades de dependencia de los predicados en español. Así p. ej., en español no hay predicados de más de tres argumentos, pero si mezclamos los argumentos ‘libres’ y los lexicalizados de las locuciones encontramos predicados, como p. ej. sacar las cas­ tañas del fuego en (5), que tendrían más de tres argumentos. La determinación de las propiedades de dependencia de las locuciones de (a), (b) y (c), partiendo únicamente de sus argumentos ‘libres’, permite dar su caracterización precisa como predicados: (a)

perder los estribos, hacer la vista gorda y subir la sangre a la cabeza son predicados Pn, ya que su requerimiento argumental incluye única­ mente un solo argumento ‘libre’, p. ej., Max en (1), la policía de aduanas en (2) o Sara en (3); (b) sacar las castañas del fuego es un predicado Pnn, ya que admiten dos ar­ gumentos, p. ej., Max y les en (5); (c) atacar los nervios es un predicado de segundo nivel Ppn, ya que admite dos argumentos, p. ej., el predicado decir y me en (4).

La caracterización de las locuciones verbales en función del número de argumentos lexi­ calizados, de los marcadores de dichos argumentos, de la clase distribucional de palabras a las que pertenecen, etc., tiene un interés ancilar en la sintaxis léxica, en la medida en que no permite dar una caracterización precisa de sus propiedades de dependencia. Sin embargo, la determinación de las partes conexas de una locución, es decir, de los grupos de palabras inseparables que integran una locución verbal, sí tiene interés, ya que consti­ tuye una información básica para la detección automática de locuciones verbales, par­ tiendo de la información de una gramática electrónica. Así p. ej., en adorar el santo por la peana, poner las cartas boca arriba o tomar por el pito del sereno en Pepe adora el santo por la peana, Max puso las cartas boca arriba o Sara toma a su jefe por el pito del sereno, los grupos el santo por la peana, las cartas boca arriba o por el pito del sereno de las mencionadas locuciones constituyen sus partes conexas. La detección del núcleo verbal junto con sus partes conexas permite identificar automáticamente la existencia de una locución verbal.

2. Nombres predicativos como argumentos lexicalizados de locuciones verbales Hay una clase de locuciones verbales en español, cuyo argumento lexicalizado es un nombre predicativo, que, a pesar de formar parte de la locución, sigue manteniendo sus propiedades léxicas, como p. ej., su requerimiento argumental, su posibilidad de reduc­ ción del verbo de soporte, etc. Así p. ej., en las locuciones verbales caber la posibilidad en (6 ) Cabe la posibilidad de que se reproduzcan, caer en la tentación en (7) Sara cayó en la tentación de hacerlo, etc., posibilidad y tentación son nombres predicativos, que constituyen argumentos lexicalizados de dichas locuciones. En consecuencia, de que se reproduzcan en (6 ) o de hacerlo en (7) no son argumentos de las correspondientes locu­ ciones propiamente dichas, sino que son argumentos de los predicados Pp posibilidad y tentación respectivamente, y, en consecuencia, dichos argumentos se pueden derivar transformacionalmente. Por tanto, caber la posibilidad no es un predicado de un argu­ mento Pp, sino una locución verbal [Npred V]LocV, cuyo requerimiento argumental es nu­ lo, dado que el complemento adjunto de que se reproduzcan de (6 ), no es un argumento de la locución, sino un argumento del Npred posibilidad; asimismo, caer en la tentación

Nombres predicativos como argumentos lexicalizados

177

no es una locución verbal de dos argumentos Pnp, sino una locución Pn, cuya proyección lineal es N¡ [V Npred]LocV, y su argumento lexicalizado, tentación, es un nombre predica­ tivo Ppi cuyo adjunto de hacerlo en (7) no constituye un argumento de la locución, ya que se puede derivar transformacionalmente: (6 ’) Cabe una posibilidad; que se reproduzcan es una posibilidad. [Reí] —> Cabe una posibilidad, que es que se reproduzcan. [Red Vsop] —> Cabe la posibilidad de que se reproduzcan. (7’) Sara cayó en una tentación; hacerlo era una tentación. [Reí] -> Sara cayó en una tentación, que era hacerlo. [Red Vsop] —>Sara cayó en la tentación de hacerlo. Las transformaciones que intervienen en la derivación del complemento adjunto de los nombres predicativos lexicalizados posibilidad y tentación de las locuciones caber la posibilidad o caer en la tentación son las mismas que las que se utilizan en el análisis por reducción de los grupos nominales derivados de construcciones de relativo, p. ej.: un llamamiento; el presidente hizo un llamamiento a la población, [Reí] -> un llamamiento, que el presidente hizo a la población, [Red Vsop] —> el llamamiento del presidente a la población, y, por tanto, no hay ningún proceso ad hoc en las derivaciones de (6 ’) y (7’). El análisis que proponemos de las locuciones verbales con nombres predicativos lexicalizados per­ mite descomponer y, por tanto, analizar sus propiedades léxicas, evitando así la redun­ dancia que supondría duplicar su especificación en la entrada correspondiente a la locu­ ción verbal y en la entrada correspondiente al nombre predicativo que forma parte de di­ cha locución. En efecto, un análisis que no incorpore el concepto de nombre predicativo ( 1 ) considera erróneamente caber la posibilidad o caer en la tentación como predicados de segundo nivel de uno y de dos argumentos respectivamente, (2 ) duplica la especifica­ ción de las propiedades léxicas de la locución con toda la redundancia que ello entraña, -como hemos señalado anteriormente-, ya que parte de las propiedades formales de la locución están condicionadas por el nombre predicativo y (3) pierde el nivel de generali­ zación del análisis por descomposición que proponemos. En el marco de este análisis, caber la posibilidad es una locución, cuyo requerimiento argumental está determinado por el requerimiento argumental del predicado Pp posibilidad y no por el de la locución propiamente dicha. A su vez, caer en la tentación es una locución, en la que el Npred lexicalizado admite adjuntos derivados, en función de las características del requeri­ miento argumental de dicho Npred y no de la locución. El análisis que proponemos permite integrar la sintaxis de los nombres predicativos con la de los predicados verbales simples y compuestos, ya que las locuciones verbales con nombres predicativos se pueden considerar como un caso de lexicalización, que es comparable al de los predicados verbales que tienen nombres predicativos como argu­ mentos. En efecto, la diferencia fundamental entre los nombres predicativos que forman parte de locuciones y los que constituyen argumentos de predicados verbales reside en el hecho de que los nombres predicativos de las locuciones no son derivables transforma­ cionalmente, porque su fijación idiomàtica en la locución constituye un hecho léxico, mientras que los nombres predicativos que son argumentos de predicados verbales se pueden derivar transformacionalmente, porque su conversión en argumentos es un hecho sintáctico.

Carlos Subirats Rüggeberg

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Las locuciones verbales que incorporan nombres predicativos como argumentos lexicalizados no constituyen una clase homogénea. Por ello, vamos a analizar algunas de sus características, centrándonos en aquellas que nos permiten determinar hasta qué punto los nombres predicativos que forman parte de locuciones verbales mantienen sus propiedades léxicas, con objeto de determinar cuáles son aquellas propiedades de una locución verbal, que no están inducidas por el nombre predicativo. Obsérvese, en primer lugar, que no todas las locuciones que admiten nombres predicativos como argumentos lexicalizados comparten las mismas propiedades con respecto a la relativización de dicho nombre predicativo. Así p. ej., correr un riesgo o hacerse una ilusión son predicados Pm cuya proyección lineal es N¡ [V Npred] LocV\ en dichas locuciones, ilusión y riesgo son nombres predicativos, que admiten la incorporación de su primer argumento como un complemento adjunto derivado, mediante una relativización y su posterior reducción:

(8 )

Corremos un riesgo; que no nos devuelvan el dinero es un riesgo. [Reí] —» Corremos un riesgo, que es que no nos devuelvan el dinero. [Red Vsop] -> Corremos el riesgo de que no nos devuelvan el dinero.

(9)

Max se hizo una ilusión; que Eva volvería era una ilusión. [Reí] -» Max se hizo una ilusión, que era que Eva volvería. [Red Vsop] —» Max se hizo la ilusión de que Eva volvería.

Pero obsérvese que el grupo formado por el nombre predicativo riesgo en (8 ) junto con su complemento adjunto derivado admiten la relativización múltiple, al igual que cuando dichos grupos son argumentos de un predicado verbal ordinario: el riesgo, que corre Max de que no le devuelvan el dinero, el riesgo de que no le devuelvan el dinero, que Max corre. Por el contrario, en (9), sólo es posible relativizar ilusión, pero no ilusión junto con su complemento adjunto derivado: la ilusión, que Max se hizo de que Eva volvería, ?*la ilusión de que Eva volvería, que Max se hizo, a pesar de que el Npred ilusión y su complemento adjunto admiten la relativización múl­ tiple, p. ej., la ilusión, que tenían de que Eva volvería, la ilusión de que Eva volvería, que tenían. Las diferencias entre correr un riesgo y hacerse una ilusión en relación con la relativización ponen de manifiesto que no todas las locuciones verbales con nombres predicativos como argumentos lexicalizados admiten la relativización múltiple. Asimis­ mo, las locuciones verbales como hacerse una ilusión ponen de manifiesto que los Npred lexicalizados que forman parte de una locución pueden ver alteradas algunas de sus pro­ piedades formales, lo cual complica el estudio sintáctico de las locuciones verbales de las que forman parte. Obsérvese que, en algunos casos, la relativización del Npred da como resultado oraciones muy dudosas. Así p. ej., llegar a la conclusión, que es una locución verbal P„, cuya proyección lineal es N¡ [V Npred]LocV: Max llegó a una conclusión; que eran unos miserables es una conclusión, [Reí] -» Max llegó a una conclusión, que es que eran unos miserables, [Red Vsop] -* Max llegó a la conclusión de que eran unos miserables, admite de forma dudosa la relativización independiente del Npred y no admite la relativi­ zación del Npred junto a su adjunto derivado:

Nombres predicativos como argumentos lexicalizados

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?la conclusión, a la que Max llegó, de que eran unos miserables, ?*la conclusión de que eran unos miserables, a la que llegó Max. En otros casos, como p. ej., en la locución sacar la conclusión, en la que conclusión es un nombre predicativo, como se puede observar en la siguiente derivación, Max sacó una conclusión; que habían cometido un error es una conclu­ sión, [Reí] —» Max sacó una conclusión, que es que habían cometido un error, [Red Vsop] -> Max sacó la conclusión de que habían cometido un error, la relativización resulta imposible: ?*la conclusión de que habían cometido un error, que Max sacó, ?*la conclusión, que Max sacó, de que habían cometido un error. En el caso de ciertas locuciones con nombres predicativos lexicalizados, es difícil preci­ sar la aceptabilidad de las oraciones de relativo. Así, p. ej., molestia en tomarse una mo­ lestia es un Npred y, en consecuencia, los complementos con de de molestia se pueden derivar transformacionalmente: Max se tomó una molestia; hacerlo es una molestia. [Reí] —> Max se tomó una molestia, que es hacerlo. [Red Vsop] -» Max se tomó la molestia de hacerlo. Sin embargo, la relativización de molestia o de molestia de hacerlo resultan dudosas: ?la molestia, que Max se tomó, de hacerlo, ?la molestia de hacerlo, que Max se tomó. Obsérvese que voz en correr la voz, en (10), pie en dar pie, en (11), o culpa en tener la culpa, en ( 1 2 ), no son nombres predicativos, sino argumentos lexicalizados de la locu­ ción, (10) Ha corrido la voz de que han dado un golpe de estado, (11) Su actitud dio pie a que se hicieran todo tipo de comentarios, (12) Supermán tiene la culpa de que haya ocurrido esta desgracia, y los complementos adnominales de dichos argumentos no se pueden derivar transforma­ cionalmente, p. ej., Ha corrido la voz; *que han dado un golpe de estado es la voz, Su actitud dio pie; *que se hicieran todo tipo de comentarios es un pie, Supermán tiene la culpa; *que haya ocurrido esta desgracia es la culpa. Correr la voz en (10) es un predi­ cado Pp9 cuya proyección lineal es [V N]LocV de que Ph dar pie en (11) es un predicado Ppp, cuya proyección es que P¡ [VN]LocVa que P2, y tener la culpa en (12) es un Pnp, cuya proyección es N¡ [V N]LocV de que P2. Nótese que voz y pie en (10) y (11) respectiva­ mente no admiten su relativización, pero culpa en ( 1 2 ) sí la admite: *la voz, que ha corrido, de que han dado un golpe de estado, *la voz de que han dado un golpe de estado, que ha corrido, *el pie, que su actitud dio, a que se hicieran todo tipo de comentarios, *el pie a que se hicieran todo tipo de comentarios, que su actitud dio, la culpa, que Supermán tiene, de que haya ocurrido esta desgracia, *la culpa de que haya ocurrido esta desgracia, que Supermán tiene,

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Carlos Subirats Rüggeberg

A la luz de los ejemplos que hemos analizado en este apartado, no podemos establecer una implicación entre la presencia de un Npred o un N lexicalizados, como argumentos de una locución verbal, y la posibilidad o imposibilidad de que se pueda relativizar dicho argumento, ya que tanto los Npred como los N admiten o no la relativización, en función de propiedades que están léxicamente condicionadas por la locución verbal.

3. Grupos preposicionales predicativos, cuya parte conexa coincide con un nombre predicativo Los grupos preposicionales predicativos GPpred en español no lexicalizan nombres pre­ dicativos tal como lo hacen las locuciones verbales que hemos analizado anteriormente. En efecto, la coincidencia entre los núcleos nominales de ciertos grupos preposicionales predicativos y los nombres predicativos es meramente morfofonológica, y, por tanto, no se traduce -como en el caso de las locuciones verbales- en la inducción de propiedades formales analizables componencialmente. Analicemos de forma comparativa la situación que se plantea en relación con el Npred favor, cuando aparece como un nombre predica­ tivo lexicalizado en una locución verbal o como una forma lexicalizada de un GPpred, que coincide morfofonológicamente con dicho Npred. La locución hacer un favor, en Pepe le hizo un favor, es un predicado Pnn, cuya proyección lineal es [V Npred]LocV a N2, en la que el predicado nominal Ppfavor admite un adjunto derivado, en función de las características de su requerimiento argumental: Pepe me hizo un favor; no hablar más de nacionalismo fue un favor. [Reí] —>Pepe me hizo un favor, que fue no hablar más de nacionalismo. [Red Vsop] —> Pepe me hizo el favor de no hablar más de nacionalismo. Por el contrario, la forma favor del grupo preposicional predicativo estar a favor, en To­ dos están a favor de que les dejen en libertad, no constituye un Npred dentro de dicho GPpred, sino que es una forma lexicalizada, que simplemente mantiene una coincidencia morfofonológica con el Npred favor; prueba de ello es que el segundo argumento oracio­ nal de estar a favor no se puede derivar transformacionalmente mediante una relativiza­ ción y una reducción -tal como hemos hecho anteriormente en el caso de hacer un fa ­ vor-, p. ej., Max está a favor; que nombren a Eva rectora es un favor —> *Max está a favor, que es que nombren a Eva rectora. Por tanto, estar a favor es un predicado Pnp, cuya proyección lineal es N¡ estar GPpred de que P2, donde el GPpred a favor, constitu­ ye -a diferencia de hacer un favor- un grupo conexo inanalizable componencialmente. La lexicalización del determinante cero y del número singular de favor, p. ej., *Todos están (a un, al) favor de que les dejen en libertad, *Todos están a (unos, los) favores de que les dejen en libertad, confirman el análisis de favor como una forma lexicalizada, que pertenece al grupo conexo a favor. Asimismo, el núcleo nominal condiciones del GPpred estar en condiciones, p. ej., (13) España no está en condiciones de cumplir los criterios de convergencia, coincide morfofonológicamente con el Npred condición, que es un Pp, p. ej., Cumplir los criterios de convergencia es la condición; sin embargo, con­ diciones en estar en condiciones no funciona como un Npred, sino como una forma lexi­ calizada, como podemos comprobar, a partir de la imposibilidad de derivar transforma­ cionalmente el complemento adnominal de (13): España no está en condiciones; cumplir los criterios de convergencia son las condiciones -> *España no está en condiciones, que son cumplir los criterios de convergencia. En consecuencia, en condiciones -al igual

Nombres predicativos como argumentos lexicalizados

181

que a favor- constituye un predicado conexo, que no es analizable componencialmente. En otros casos, la verificación de que el núcleo nominal de un grupo preposicional predi­ cativo, que coincide morfofonológicamente con un Npred, es una forma lexicalizada, no se basa en la imposibilidad de derivar transformacionalmente su complemento adnomi­ nal, como hemos hecho anteriormente, sino que se basa en la imposibilidad de que dicha forma lexicalizada tenga el complemento adnominal que determinaría su requerimiento argumental, si realmente fuera un Npred. Así, peligro en estar en peligro, p. ej., La len­ gua española está en peligro, coincide morfofonológicamente con el nombre predicativo peligro, que es un Pp, p. ej., Desaparecer de Internet es un peligro; sin embargo, como sea que, en dicho GPpred, peligro es un argumento lexicalizado y no un Npred, no ad­ mite un argumento oracional como complemento adnominal, tal como debería suceder si realmente fuera un Npred: La lengua española está en peligro; desaparecer de Internet es un peligro. [Reí] —> *La lengua española está en peligro, que es desaparecer de In­ ternet. [Red Vsop] -> ???La lengua española está en peligro de desaparecer de Internet La lexicalización del determinante cero y del singular de peligro en estar en peligro muestran el carácter conexo de en peligro, p. ej., ???La lengua española está en (un, el) peligro, *La lengua española está en (unos, los) peligros. En gran parte de los complementos adnominales de los grupos preposicionales pre­ dicativos, no surgen los problemas que hemos analizado en relación con estar a favor, estar en condiciones o estar en peligro, ya que los nombres, que integran el núcleo no­ minal de los GPpred que admiten un complemento adnominal, no siempre coinciden con un nombre predicativo. Así p. ej., coronilla en estar hasta la coronilla, p. ej., Max está hasta la coronilla de sus cacicadas, coincide con un argumento N, que carece de reque­ rimiento argumental, y, por tanto, la derivación transformational del segundo argumento de estar hasta la coronilla resulta evidentemente imposible, p. ej., Max está hasta la co­ ronilla; *sus cacicadas son una coronilla. Asimismo, punto en estar a punto, p. ej., Es­ tuve a punto de cometer una estupidez coincide con un argumento N y, por tanto, la deri­ vación transformational del segundo argumento oracional de estar a punto queda exclui­ da de entrada, p. ej., Estuve a punto; *cometer una estupidez fue un punto. En conse­ cuencia, hasta la coronilla en estar hasta la coronilla o a punto en estar a punto consti­ tuyen partes conexas de estos predicados y, desde el punto de vista sintáctico, carece de sentido analizarlas componencialmente. En los casos, en los que el predicado está formado por una locución prepositiva predicativa, como p. ej., estar en contra de, en Estamos en contra de que no hayan nom­ brado a Eva, no se puede ni plantear la posibilidad de una derivación transformational del segundo argumento oracional, ya que una locución prepositiva no admite ni la relativización, ni la reducción del verbo de soporte, precisamente por tratarse de una preposi­ ción. Por supuesto, no todos los predicados compuestos, formados por el núcleo verbal estar seguido de un grupo preposicional, constituyen construcciones predicativas en las que estar es un verbo de soporte; así p. ej., estar por ver en Esta por ver si van a ser realmente capaces de resolver el problema, es una locución verbal y no un GPpred, ya que no admite la elisión del verbo estar, mediante la reducción de la oración de relativo, p. ej., eso, que está todavía por ver ???eso, todavía por ver.

182

Carlos Subirais Rüggeberg

En resumen, los grupos preposicionales predicativos, cuyo núcleo nominal coincide con un nombre predicativo, no admiten un análisis componencial -análogo al que hemos realizado en el caso de locuciones verbales con nombres predicativos lexicalizados-, ya que dichos núcleos, -cuyos determinantes y cuyo núcleo están lexicalizados y, por tanto, son invariables-, no poseen las propiedades léxicas de los nombres predicativos con los que mantienen una mera coincidencia morfofonológica. Por tanto, la preposición y el grupo nominal que integran un GPpred forman un grupo conexo inanalizable. En conse­ cuencia, la posibilidad de lexicalizar nombres predicativos, que siguen manteniendo gran parte de su propiedades léxicas como predicados, parece ser una propiedad formal exclu­ siva de determinadas locuciones verbales en español.

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CLASES DE NOMBRES PROPIOS Ángel López García

El nombre propio es una categoría que ha gozado de escaso predicamento entre los gra­ máticos, en contraste con la fascinación que siempre ejerció sobre los lógicos. No es este el lugar de ocupamos de la cuestión: he dedicado a ella otro trabajo (López García 1985) y en él se establece toda una serie de propiedades gramaticales específicas del nombre propio en español, con lo cual se demuestra que el nombre propio constituye un objeto de estudio de la ciencia gramatical tan digno y pertinente como cualquier otro. Aquí quisiera ocuparme del paso siguiente que prevé la metodología gramatical, a saber de la cuestión de cuáles son las clases de nombres propios, si las hay, y de qué criterios deben aplicarse para establecerlas. Cada vez que se plantea la cuestión de la subcategorización, el gramático está tenta­ do de aplicar, de forma más o menos explícita, el método distribucional. En Lingüística la forma pesa mucho y el significado debe subrogarse a ella. Con más razón en el caso del nombre propio, donde su significado o es puramente ocasional o coincide con la de­ notación, según puntos de vista expuestos en numerosas ocasiones por los estudiosos (Kleiber 1981). El problema es que, según ponen de manifiesto las susodichas propieda­ des gramaticales del nombre propio, se trata de una palabra que funciona como una ex­ presión, y la expresión, como entidad superior de la gramática, es ajena a los entornos distribucionales. Así, sucede que: -Los nombres propios siguen reglas fonológicas especiales que contradicen abier­ tamente las habituales en cada idioma. P. ej., mientras que el español repugna todos los grupos consonánticos finales de palabra y la mayor parte de los iniciales, reduciéndolos a una consonante simple en los préstamos {pudding como [pudín], standing como [estándin], etc.), no actúa de esta manera en el caso de los topónimos, de forma que Bucarest, la capital de Rumania, se realiza fonéticamente como [bukarést], Popocatepetl, el conocido volcán de Méjico, es [popokatepétl] y así sucesivamente. Algo parecido cabe decir de las siglas, las cuales incluyen secuencias fonemáticas imposibles en un sustantivo común o en cualquier otro tipo de palabra: en español no cabe el grupo inicial /ks-/, ni la conso­ nante final /-k/, pero el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, abreviado en C.S.I.C., se puede pronunciar de acuerdo con la secuencia fonológica /ksík/. Sin embar­ go, lo notable es que esta “insensibilidad fonológica” de los nombres propios hacia el sistema de la lengua no puede ser atribuida simplemente a un deseo de conservar el halo exótico extranjerizante que los caracteriza; prueba de ello es que, cuando el préstamo se emplea como radical de formaciones derivadas, es decir, cuando deja de sentirse como nombre propio, su patrón fónico pasa a ser el habitual en el idioma. Así, la misma perso­ na que se esfuerza por pronunciar Shakespeare como [shékspi?r] no duda en hablar de los dramas [sespiriános] y la que pronuncia Saussure con vocal mixta [ü] anuncia a conti­ nuación que va a tratar de las dicotomías [sosiriánas]. Algo parecido ocurre con las si­ glas: cuando se transforman en acrónimos, esto es, cuando cada sílaba cobra vida inde­ pendiente y se relaciona con morfemas normales de la lengua, su pronunciación pasa a ser la habitual ( THOMSON: no compre un televisor color sin thom -i.e. [tón]- ni son). Si­

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Ángel López García

milarmente, desde el punto de vista fonológico, la expresión incorpora rasgos suprasegmentales que no se dan en las demás unidades de la Gramática. Cada expresión tiene una curva entonativa peculiar (cadencia, anticadencia, suspensión, etc.) que no resulta de la suma ni de la combinación de las unidades fonológicas que caracterizan a palabras, frases y oraciones -fonemas, tonemas, sílabas-, sino que se adjunta al enunciado en cuanto tal. -Se ha señalado muchas veces la singularidad representada por los nombres propios en lo relativo a los morfemas de género y número, según evidencia la concordancia. Frente a Juan es alto / Juana es alta y don Trinidad es bueno / doña Trinidad es buena, los nombres propios femeninos terminados en -o toman el diminutivo -ito, propio del masculino (casa > casita, mano > manita, pero Amparo > Amparitó). Más graves son las disfunciones generadas por los topónimos: alternan le recibió todo Sevilla con toda Sevi­ lla salió a recibirle y, al lado de la infeliz Bilbao (Galdós), se registra Niza estará esplén­ dido (Baroja); medio vacila (medio / media Valencia) y también lo hacen un y mismo (un / una Segovia, en Zaragoza mismo / misma). Por lo que respecta al número, también se registran desviaciones del patrón normal en los sustantivos. Es sintomático el hecho, ad­ vertido por Coseriu (1967), de que la concordancia de los falsos nombres propios no va­ cile nunca (Las Vegas es / *son una ciudad, tiene goyas falsos / *falso, los Napoleones de medio pelo pierden / *pierde todas las batallas, las Teresas celebran / *celebra hoy su onomástica), mientras que la de los nombres propios auténticos lo haga con frecuencia. Así, decimos las Azores son un archipiélago perteneciente a Portugal y las Azores es un archipiélago perteneciente a Portugal, los Pirineos son una cadena montañosa que se­ para España de Francia y los Pirineos es una cadena montañosa que separa España de Francia, etc. En estricto paralelismo con lo anterior, las expresiones se caracterizan, des­ de el punto de vista morfológico, porque les resultan ajenas las relaciones concordanciales propias de frases y oraciones. En Si tuviera tiempo, te daré clase mañana tenemos una sola expresión compuesta con concordancia de tiempos entre la condicionante y la condicionada. En ¡Si hubiera tenido tiempo! Te daré clase mañana no hay una expresión sino dos, según revela no sólo la cadencia del primer miembro sino sobre todo la falta de concordancia entre los tiempos verbales respectivos de cada uno. -Desde el punto de vista sintáctico, llama la atención la indiferencia del nombre propio hacia el artículo. Echando mano de los conocidos ejemplos de Alarcos (1970), se documentan, o nombres propios sin artículo, el jilguero canta, pero MARIA canta; llegó la noche, pero llegó MARZO; fueron a la ciudad, pero fueron a BARCELONA, o nombres pro­ pios siempre con él, el Tajo, el Pisuerga, el Ródano, Las Landas, Los Pirineos, Los Urales, etc., al tiempo que algunos se usan indiferentemente con o sin artículo, China-La China, Perú-El Perú, Estados Unidos-Los Estados Unidos, Coruña - La Coruña, etc. Los ejemplos hablan por sí solos: el nombre propio es la única subclase de nombres que re­ sulta indiferente a las variaciones de la determinación, precisamente porque incorpora un determinante implícito. Pero de esta propiedad, que podría ser considerada un rasgo se­ mántico, se siguen importantes consecuencias sintácticas. Por ejemplo, cuando el nombre propio es modificado por una oración de relativo, sólo admite las cláusulas explicativas, que no ayudan a determinarlo, nunca las especificativas, pues estando determinado de por sí, resulta incompatible con una secuencia destinada a determinarlo a su vez: Felipe II, que fue rey de España, mandó construir el Escorial, pero *Felipe II que fue rey de Espa­ ña mandó construir el Escorial. En el caso de los sustantivos comunes sucede que los determinados admiten los dos tipos (el amigo, que ya conoces, no vendrá hoy o el amigo que ya conoces no vendrá hoy) y los indeterminados rechazan la cláusula explicativa, justo al contrario que los nombres propios, pues necesitan determinarse antes de recibir la

Clases de nombres propios

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modificación de una apéndice explicativo (vino un chico que no conocía frente a *vino un chico, que no conocía). Como conclusión podemos afirmar que, desde el punto de vista sintáctico, los nombres propios se caracterizan por rechazar cualquier tipo de com­ plemento y admitir tan sólo adjuntos apositivos. Y esto mismo es lo que marca sintácti­ camente a la expresión, la cual se caracteriza por su independencia, porque no contrae relaciones dependenciales con ningún otro elemento de su entorno. Así, en la secuencia de estilo indirecto le dijo que volviese tenemos una sola expresión compleja, pues que volviese es el objeto directo de dijo. En cambio, en le dijo: ¡vuelve!, la expresión ¡vuelve! es independiente de dijo y, en sentido estricto, no está regida por dicho verbo. ¿Qué sentido debemos atribuir a los peculiares comportamientos fonológicos, mor­ fológicos y sintácticos del nombre propio, que este comparte con la expresión? Aunque un nombre propio no es una expresión y, por ello, puede figurar legítimamente en el dic­ cionario mental que cada hablante lleva incorporado, se trata de un nombre ya determi­ nado, de un nombre que lleva incorporada la necesidad de anclarlo situacionalmente y que apunta directamente hacia su punto de anclaje real. Frente a la oración, una expresión sólo existe en tanto que se comunica, en tanto que se realiza en un acto de habla concreto. Igualmente, el nombre propio, que es una palabra-expresión, sólo existe en la medida en que se sitúa por relación a un referente de un acto de habla concreto. Ello plantea la conveniencia metodológica de subclasificar los nombres propios conforme al sistema de ejes situacionales que regula nuestra captación verbal del mundo. En otro lugar me he ocupado de esta cuestión (López García 1994: § 14.1, 1996: § 16.1.6), advirtiendo que la nómina de pronombres relativos, interrogativos y exclamati­ vos no es arbitraria. El hecho de que prácticamente todos los idiomas tengan equivalentes para quién, qué, cómo, dónde, cuándo, cuánto y cuál, demuestra que estas preguntas, los l o c i de la Retórica clásica y, al mismo tiempo, las w - del periodismo, son las preguntas que el ser humano se formula a propósito de cualquier expresión mediante la cual con­ vertimos un fragmento del mundo en lenguaje. Estas preguntas hacen relación a: -dos ejes escalares de naturaleza deíctica, el del espacio (dónde: L) y el del tiempo (cuándo: T); -un eje vectorial relativo al individuo (eje I), con tres posiciones progresivamente más alejadas del centro deíctico, la de las personas (quién: I,), la de las cosas (qué: I2) y la de las cualidades (cómo: I3); -dos cuantores no deícticos, uno de naturaleza cuantitativa que marca la pluralidad (cuánto: P) y otro de naturaleza cualitativa que permite la discriminación (cuál: D). Como se puede ver, este sistema de ejes es una reelaboración y ampliación del que fuera establecido hace más de medio siglo por Bühler (Bühler 1934: § 7). A partir de estas distinciones metodológicas elementales, es posible subclasificar los nombres propios atendiendo a la dimensión en la que sitúan preferentemente su denotatum:

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T: fechas

Ángel López García

L: topónimos

P: siglas de organizaciones

D: personas del diálogo

(de persona) - l2 (marcas) - - 13 (artes y ciencias)

Merece la pena hacer algunas consideraciones sobre este esquema. Se da por sentado que los nombres propios son designaciones de las personas (Juan, María, Martínez) y de al­ gunos animales (Rocinante) y, en efecto, así es: los nombres propios personales constitu­ yen el prototipo de la categoría, pues están asignados a Ib la posición más próxima al centro deíctico. Sin embargo, hay otros tipos más periféricos, algunos de los cuales ya fueron ad­ vertidos por los gramáticos descriptivos del español (Romero 1989: § 5.1.1). Por lo pronto, los topónimos, es decir, los nombres propios que tienen que ver con el lugar o eje L (Valencia, España, los Pirineos) y que han sido incluidos siempre dentro de la catego­ ría por los gramáticos. Modernamente, empero, ha aparecido una subclase de nombres propios que designan cosas (I2) y que no suele figurar en los tratados, la de las marcas comerciales: Seat, Nestlé, El Aguila, Macintosh, designan respectivamente una marca de automóviles, de chocolates, de cervezas y de ordenadores que se reconoce como diferente de cualquier otra de su especie sólo a cuenta del nombre, exactamente igual que Isabel o Luis (por supuesto que tráeme el Seat individualiza, pero en el mismo sentido en que lo hace pídeselo a Isabel). ¿Y qué decir de las fechas?: 3-7-50 designa un cierto periodo temporal del eje T de forma inequívoca, lo mismo que 25-12-76 o 6-10-96, ya que la única posibilidad de va­ riación está determinada por la lectura de dichos guarismos en calendarios diferentes (el año 711 no es lo mismo para los cristianos que para los musulmanes), pero esto es nue­ vamente equivalente al hecho de que Mérida designa la ciudad de Extremadura o la del Yucatán y no puede aplicarse a ambas simultáneamente. Un tipo muy particular de nombres propios son las siglas, no sólo por razones fo­ nológicas, sino también porque suelen referirse (sobre todo las que terminan en -S.A.) a

Clases de nombres propios

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organizaciones colectivas afectas al cuantor P: O.N.U., O.T.A.N. o C.E.E. designan un conjunto de países tomados como grupo indiviso, C.S.I.C. es el conjunto de los organis­ mos de investigación del Estado español, y así sucesivamente. Por supuesto que los lí­ mites con las denominaciones individualizadas son difusos: para algunas personas GESTISA (Gestión Inmobiliaria Sociedad Anónima) será interpretado como un grupo, para otras, como una entidad indivisa: no obstante también sucede que algunos entienden ciu­ dad como un agregado de edificios, es decir, como colectivo, y otros como término sin­ gular. Los nombres de las personas del diálogo (yo para el hablante, tú para el oyente, etc.) han sido considerados tradicionalmente pronombres. Sin embargo, existía una vieja insa­ tisfacción de los gramáticos a propósito de estas etiquetas, pues, evidentemente, yo jamás sustituye a un nombre (no se puede decir *entré Felipe Gutiérrez, pero ya no se acorda­ ban de yo/mí sobre el modelo entró Felipe Gutiérrez, pero ya no se acordaban de él), sino más bien al contrario (yo me llamo Felipe Gutiérrez). Ello ha llevado a E. Alarcos (1994: cap. IV) a rechazar la tipificación tradicional y a denominarlos “sustantivos per­ sonales”, es decir, sustantivos que designan las personas del diálogo. Sin embargo, Alar­ cos no se pronuncia sobre si debemos considerarlos comunes o propios. Por nuestra parte parece claro que no pueden ser otra cosa que nombres propios. María designa a una de­ terminada mujer sin describirla cuando los demás se dirigen a ella, pero cuando es ella quien habla de sí misma dirá yo, término que tampoco la describe como, p. ej., lo habría hecho la mujer alta del abrigo verde. En cualquier caso es de notar que estos nombres propios sólo se emplean en español por razones enfáticas o contrastivas, es decir, aso­ ciándolos al cuantor de discriminación: todos se van a bailar, pero yo no puedo salir hoy. Una última cuestión es la de qué tipo de nombre propio cabe postular para la posi­ ción I3. Mientras que el nombre propio se origina prototípicamente en Ib la posición I3 representa el máximo alejamiento de la misma, el dominio de las cualidades y de las ma­ neras. Parece que la encaman los nombres de artes, ciencias y movimientos intelectuales en general: el Barroco, la Física, la Lingüística, el Comunismo. Obsérvese que su com­ portamiento con el artículo es similar al de otros nombres propios: la mayoría de estos términos exigen el determinante (el / *0 Dadaísmo es uno de los movimientos vanguar­ distas más importantes del siglo XX), algunos admiten indistintamente su presencia y su ausencia (en la / * 0 Lingüística abundan los términos enrevesados) y, como títulos, lo repugnan (Química de 4o Curso, no la Química de 4 o Curso, en la portada de un libro), pero en cualquier caso se trata de un elemento redundante. Pese a la prototipicidad de los nombres propios de persona, hay un aspecto sobre el que merece la pena reflexionar. En principio, que fuera de los actos de habla, Cervantes denote a una persona concreta y Miguel pueda aplicarse a millares, no se contradice con la definición que hemos dado del nombre propio, pero deja sin explicar esta variabilidad denotativa. Los nombres propios, al incorporar la determinación, se hallan más próximos al origen deíctico 0 que cualquier otro nombre, ya se trate de sustantivos o de adjetivos. Sin embargo, esta cercanía no supone la concepción del origen deíctico 0 como término ad quem. En el proceso de especificación progresiva que lleva del adjetivo al sustantivo y de este al nombre propio (Pottier 1992: 199-201), puede ocurrir que el nombre propio rebase el umbral deíctico 0 y que venga a caer en una zona negativa del espacio de coor­ denadas: Miguel » > 0 « < Cervantes « < escritor « < grande ............. 0.................................................+

-

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Ángel López García

El adjetivo grande está menos especificado que el sustantivo escritor y este, a su vez, lo está menos que el nombre propio Cervantes. Pero cuando continuamos el proceso de es­ pecificación, podemos “pasamos de rosca” y especificar con tanta intensidad que el nombre propio, típico del ámbito familiar, Miguel, sea compartido por otras muchas fa­ milias que también sintieron la tentación de bautizar a sus hijos con dicho nombre. El resultado es un nombre propio sobredeterminado que deja de tener connotaciones y se convierte en una mera etiqueta. Es algo parecido a lo que sucede cuando sazonamos una comida: primero es completamente insípida, luego está algo sosa, luego alcanza su justo punto; mas si nos pasamos, el resultado será un plato salado, el cual, desde el punto de vista gustativo, es mucho peor que un plato soso, pues ya no se puede comer, sólo tiene apariencia de comida, que es lo que le ocurre al nombre-etiqueta Miguel. El uso lingüístico no se siente cómodo con estos nombres propios sobredeterminados y ha desarrollado diversos procedimientos para volver a situarlos en el cuadrante po­ sitivo del espacio de coordenadas deícticas. Lo más común es adjuntarles un nombre de­ terminado que “tira de ellos”, de manera parecida a como un número negativo se vuelve positivo adjuntándole un número positivo de mayor valor absoluto (p. ej., -3+5=+2). Así se llega a “frases nominales propias” como Juan Pérez Salvatierra, Valencia de Alcánta­ ra, 341 antes de Cristo, María la del molino, etc., en las que tendríamos algo parecido a lo siguiente: Miguel » > 0 « < Cervantes « < escritor « < grande ................. 0 ................................................................ + > » » » » 0 » > M i g u e l Sánchez



Es como si echásemos agua a la sopa salada: pese a haber rebasado elpunto de sal, la adición de un ingrediente que tiene la cualidad contraria puederestituir, hasta cierto punto, la situación previa. Otro desplazamiento notable, propio de las sociedades modernas y que también ha llegado a la sociedad hispánica, es el de las marcas visibles. Entiendo por tal (López Gar­ cía 1998) la costumbre de llevar prendas con la marca, icònica o verbal, retadoramente manifiesta en la manga (Armani...), en el pecho (Fred Perrys) o en otros lugares. Evi­ dentemente se trata de nombres propios de I2, pues son marcas, pero de nombres despla­ zados hacia Ib dado que su misión es identificar al portador por su clase social o nivel adquisitivo. También aquí cabe la sobredeterminación. Es lo que sucede con las marcas visibles impostadas, es decir, con lemas comerciales que no guardan relación alguna con el so­ porte en el que están grabados, p. ej., White Horse o Winston en la camiseta de personas que no beben ni fuman, Universidad de Zaragoza en la de estudiantes que nunca visita­ ron esa ciudad, etc. Estas marcas impostadas apenas aspiran a identificar, como tampoco lo hacen socialmente los nombres de pila, sólo connotan: una veinteañera española pre­ fiere llamarse Vanessa o Esther, nombres que tienen un halo de modernidad, mejor que Primitiva o Ascensión, y cuando lleva una camiseta con un lema como la tierra se muere, sálvala, está proclamando inequívocamente sus convicciones.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALARCOS, E. (1970): “El artículo en español”, en: Estudios de gram ática funcional del español, Gredos, Madrid, pp. 166-178.

Clases de nombres propios

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NOMBRE PROPIO Y FORMACIÓN DE PALABRAS María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, M. Rosa Bayà & Elisenda Bernai

0. Introducción Aunque las gramáticas suelen recoger las diferencias de comportamiento morfosintáctico entre el nombre propio y el nombre común, pocas veces se han explorado los recursos de formación de palabras en los que intervienen los nombres propios. A pesar de que las derivaciones posibles en castellano y en catalán a partir de un nombre propio son más limitadas que con otros tipos de radicales, se puede comprobar que la formación de pala­ bras a partir de estos nombres es muy habitual. Para nosotros, las preguntas clave son: ¿en qué condiciones es posible la formación de palabras a partir de un nombre propio? y ¿cuáles son los procesos que participan en estas formaciones? En otras palabras, si las derivaciones posibles son limitadas, debe ser posible identificar las restricciones operati­ vas y, por consiguiente, será posible predecir, en menor o mayor grado, qué tipo de nom­ bre propio tiende a entrar en los procesos derivativos o de composición y qué tipo de formaciones predominan. En este trabajo partimos de los datos procedentes de dos tipos de fuentes: un corpus lexicográfico y un corpus neológico de prensa periódica, para intentar delimitar las rela­ ciones existentes entre el nombre propio y la morfología derivativa, paso previo para contestar las preguntas que nos hemos planteado. Nuestra expectativa es que los dos tipos de fuentes proporcionarán datos diferentes, pero en cierta medida complementarios: así, las formas basadas en los nombres de persona del mundo político, deportivo y/o artístico, que los lexicógrafos consideran demasiado pasajeras o demasiado enciclopédicas para ser incluidas en un diccionario general, pueden encontrarse en el corpus neológico; en cam­ bio, figuras literarias o históricas aparecen más frecuentemente en los diccionarios (Schweickard 1995). Por otra parte, es posible que el abanico de sufijos encontrados en los diccionarios sea mayor al que se encuentra en el corpus neológico, porque algunos sufijos han dejado de ser productivos, pero a la vez también es posible que un afijo con una presencia importante en el corpus neológico tenga una representación pobre en el corpus lexicográfico. La comparación de los datos procedentes de los dos córpora nos puede dar una idea de la productividad de ciertos procesos de formación (cf. Baayen / Lieber 1991), y sobre todo pueden proporcionamos datos sobre las tendencias espontá­ neas de la lengua, más allá de las formas presentes en los diccionarios.

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María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, María Rosa Bayá & Elisenda Bemal

1. Metodología En este estudio nos centramos, básicamente, en antropónimos y topónimos, es decir, en nombres propios derivados de nombres de personas, reales o ficticias, y en nombres de ciudad, región, país o continente, y dejamos para otros trabajos otros tipos de nombres propios, como Renacimiento, Renaixenga, Modernismo o Tramuntana. Aunque el estu­ dio de los gentilicios no es el propósito principal de nuestra investigación, en el corpus lexicográfico hemos incluido, de manera separada, los datos significativos en cuanto a su formación porque en neología los topónimos adquieren un protagonismo importante, ya que dan lugar a formaciones derivadas diversas. Para hacer un estudio sistemático de las palabras derivadas de nombres propios, partimos de la versión en CD-ROM de dos diccionarios: para el castellano, el Dicciona­ rio de la lengua española de la Real Academia Española (DRAE), y para el catalán, el Diccionari de la llengua catalana (Hiperdiccionarí) de Enciclopedia Catalana. Sin em­ bargo, a diferencia de lo que esperábamos, la constitución del corpus a partir de un dic­ cionario general informatizado conlleva una dificultad elevada, porque no existe ninguna función de búsqueda que identifique un nombre propio en la definición1. Por lo tanto, hemos tenido que basar las búsquedas automáticas en nuestros conocimientos del com­ portamiento de algunos sufijos, y en los procesos de formación de palabras en los que interviene el nombre propio mencionados por otros lingüistas (cf. Rainer 1993); es decir, en gran parte nos hemos basado en nuestros conocimientos morfológicos y enciclopédi­ cos. Aunque el corpus lexicográfico constituido no es exhaustivo, consideramos que las palabras que contiene, 388 procedentes del Hiperdiccionarí para el catalán y 304 del DRAE para el castellano, son suficientes para observar las tendencias morfológicas. El corpus neológico se ha formado a partir de los datos del año 1997 del Observatori de Neologia de la Universität Pompeu Fabra, proyecto de investigación creado en el año 1988 que analiza el fenómeno de la aparición de palabras nuevas en el uso a través de la observación de la prensa de amplia difusión en catalán y en castellano. Se han recopilado 570 palabras para el catalán, y 670 para el castellano (cf. Observatori de Neologia, en pren­ sa). A continuación, presentamos el análisis de los dos córpora que nos permitirá al final del trabajo responder a las cuestiones iniciales a propósito de los tipos de nombres pro­ pios que participan en procesos de formación de palabras y de los recursos disponibles.

1 Se podría pensar, por ejemplo, en buscar en la definición palabras que empiezan con mayúscula, pero este tipo de búsqueda no está disponible, y tampoco se habrían identificado todos los nombres propios ya que en muchos casos no están incluidos en la definición.

Nombre propio y formación de palabras

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2. Presentación de los datos 2.1.

El corpus lexicográfico

El corpus lexicográfico que analizamos está representado en los siguientes cuadros, don­ de indicamos el modo de formación de las palabras, tanto para el catalán como el espa­ ñol, junto a las categorías resultantes y el número de palabras documentadas (entre pa­ réntesis indicamos el número de gentilicios documentados con cada afijo)2.

Modo formación -ismo -iano -ista -ico -ino -esco

Categ. resultados N

-ita -ano

N, A A, N

-ense

N, A

-ia -izar -ario -eño -eo -mente -isa comp. culta

Español Ejemplos

Núm. for­ maciones 75 67 (+53) 48 24 21 (+84)

N V N, A A N, A Adv N

dantismo, luteranismo euclidiano, calderoniano tomista, averroísta tolemaico, borbónico alfonsino, vicentino goyesco, sanchopances­ co cainita, husita copernicano, carmelita­ no cluniense, premostratense camelia, hortensia gongorizar, pasterizar trinitario, berengario enriqueño, velazqueño maniqueo, hercúleo platónicamente clarisa

N

saxófono, cervantófilo

4

N, A N, A A, N N, A A

18 17 7 (+175) 5(+235)

2

4 4 3 (+ 1 2 0 ) 2 2 1

2 El número de gentilicios no se ha sumado al de las otras palabras del corpus, en las cuales nos centraremos en este trabajo, porque al comparar el corpus lexicográfico con el neológico desvirtuaría la productividad de cada afijo. Por otra parte, en los cuadros no aparecen aquellos sufijos que, cuando toman como base un nombre propio, sólo forman gentilicios, tales como Esp.: -és (142), -án (2), -ol (2), -ero (11); Cat.: -es (128), -ol (4), -eny (14), -any (1), -er (50).

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María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, María Rosa Bayà & Elisenda Bernal

Catalán Ejemplos

Núm. for­ maciones

-isme -ista -iá -á -ic -í -esc -ita -ada -ia -itzar -ene -ari -eu -issa -ment

Categ. resulta­ dos N N, A N, A N, A A, N N, A A N, A N N V N, A N, A N N Adv

wagnerisme, castrisme lui-lista, narcisista erasmià, lulTià dominicà, franciscà salomònic, homèric colombi, manueli dantesc, versallesc goethita, jesuíta carlinada, jeremiada magnòlia, llatzèria pasteuritzar, merceritzar cistercenc, cluniacenc mercedari, trinitari maniqueu clarissa mefistofelicament

94 90 76 (+74) 32 (+100) 26 (+24) 19(+104)

comp. culta

N

sausòfon, voltàmetre

Modo formación

11 1 0

5 4 3 3 (+72) 2 1 1 1

1 0

Si las comparamos por categorías, se comprueba que las palabras formadas a partir de nombres propios son, mayoritariamente, nombres y adjetivos (así como algunos verbos y adverbios) por sufijación, y residualmente, por composición culta:

Esp. Cat.

N 141 125

A V Adv. 2 140 4 1 169 3

En ambas lenguas es posible establecer, además, tres grupos de sufijos según su produc­ tividad: • •



los sufijos muy productivos, que coinciden en ambas lenguas: -iano / -iá, -ismo / -isme e -ista\ los sufijos medianamente productivos, que abarcan una franja muy amplia de formaciones (sufijos que aparecen de 5 a 32 ocurrencias), como -ico / -ic, -ino / -í, -esco / -esc, etc.; los sufijos improductivos, con ocurrencias iguales o inferiores a 4, que no coinciden exactamente en las dos lenguas, como -eño, -eo; -eu, -issa.

Nombre propio y formación de palabras

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2.2. El corpus neológico En los siguientes cuadros está representado el corpus neológico en catalán y en castella­ no, procedente de los datos de 1997 del Observatori de Neologia:

Español Modo formación -ista -iano -ismo -ero -esco -izar -ización

Categ. resultados N, A A N A A V N

-azo -ólogo -ina -ense

N N N A

•dependen­ cia

N

-manía -edad / -idad -filia -ino -ente

N N N A N/A

Ejemplos

Núm. for­ maciones

chiraquista, roquista parkeriano, bocacciano anguitismo, porciolismo felipero, peperò, pecero felipesco, gargantuesco heideggerizar, olanizar pigmalización, zairización olbiolazo, pascualazo monacólogo, pujólogo pedrojotaína, copeína graciense, hollywoodiense sabonisdependencia

219 163 93 18

mitterrandmanía britaniedad, sicilianeidad mexicanofilia gongorino convergente

1 2 8 8

5 3 3 3 2

2 2

1 1 1

Catalán Modo formación -iá -ista -isme -mania -ització

Categ. resultados A N, A N N N

Ejemplos

Núm. for­ maciones

planià, camerià, serratiá fujimorista, guerrista lermisme, barcelonisme aznarmania, blairmania cantabrització, dalinització

167 137 75 16 15

196

María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, María Rosa Bayà & Elisenda Bernal

Catalán Modo formación -ic -í “-ero” -itzar

Categ. resultados A A A V

-esc -er

A A

-ada -ant, -ent “-ismo”

N A N

-itat -crácia “-ano” “-azo” -ari -età -ejar -òleg -ing -itis

N N A N A N V N N N

Ejemplos

Núm. for­ maciones

gal lileic, abrahámic antijacobí, capitoli peperò, psuquero sicilianitzar-se, libanitzar buñuelesc, cantinflesc port-aventurer, matalasser caputxinada, fuj imorada convergent, durrutejant alicantinismo, leridanismo dominicanitat kohlocràcia joseantoniano caracazo comunitari moleta triciclejar kremlinóleg zapláning madonnitis

9 8

7 6

6

5 3 3 2

2 1 1 1 1 1 1 1 1 1

Como se puede observar, los datos de una y otra lengua son bastante parecidos. Compa­ rándolos por categorías, se comprueba que los neologismos formados a partir de nombres propios son, mayoritariamente, nombres y adjetivos:

N A V Loe. Esp. 306 354 9 1 Cat. 230 330 9 1

Nombre propio y formación de palabras

197

En ambos casos es posible, como hemos hecho para el corpus lexicográfico, establecer tres grupos de sufijos según su productividad: •

los sufijos muy productivos, que coinciden en ambas lenguas: -iano / -iá, -ismo / -isme e -ista; • los sufijos medianamente productivos, que abarcan una franja muy amplia de formaciones (sufijos que aparecen de 5 a 18 ocurrencias). En esta franja, el catalán presenta una mayor dispersión de sufijos, debido a la incorpora­ ción de la composición a la manera culta (como -manía) y al sufijo -ero, tomado directamente del castellano; • los sufijos improductivos, con ocurrencias iguales o inferiores a 3, que no coinciden en las dos lenguas, como -filia, -ino; -ing, etc.

3. Caracterización por modo de formación A continuación, nos centraremos en el estudio comparativo de los modos de formación más frecuentes en función de los recursos empleados y la categoría gramatical resultante.

3.1.

Sobre la prefijación

Los derivados de nombres propios por prefijación difieren notablemente en los dos corpus, tanto desde el punto de vista de la productividad como desde el punto de vista for­ mal. Así, en el corpus lexicográfico la prefijación es poco frecuente y, además, aparece siempre como un proceso posterior a la sufijación. Los prefijos documentados son neoneoplatonismo, neolamarckiá), anti- (antiparkinsoniá) y pre- (prerrafaelitismo, precolombi). En cambio, en el corpus neológico, a diferencia del lexicográfico, la prefijación es bastante productiva y se observa una mayor diversidad de prefijos, que coinciden en am­ bas lenguas con una frecuencia similar. Además, estos prefijos se pueden adjuntar a una palabra derivada ya por sufijación (premarxista) o bien directamente a un nombre propio (ianti-PP). Los prefijos documentados son los siguientes:

antiexprepost- / posneoproextraintra-

Catalán 35

Español 39

6

11

4 16 4

2 1 0

9

1

8

2

-

1

-

198

María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, María Rosa Bayá & Elisenda Bemal

El prefijo más productivo en neología es, sin duda, anti-, que no aparece más que en una lexicalización del diccionario (cat. antiparkinsoniá). Este prefijo se adjunta a tres tipos de bases distintas: • • •

a nombres propios: anti-Anguita, anti-Barga; a nombres propios sufijados con -ismo / -isme: antifelipismo, antiatlantisme; a adjetivos derivados de nombres propios con o sin sufijo: anticastrista, antipujolista, antirus, antiwindsor.

Esta casuística del prefijo anti- se mantiene en mayor o menor medida en el resto de los prefijos: •

el prefijo post- ¡ pos- se adjunta a nombres propios: post-Arzallus, y a nombres derivados por sufijación: pospujolismo, poslecorbusieriano; postielsinisme, posthomeinisme; • el prefijo pre- se adjunta sólo a nombres derivados por sufijación: premarxista, prechomskyano; pre-fabriá, pre-copemicá; • el prefijo pro- se adjunta a nombres propios: pro-Mobutu, a nombres deri­ vados por sufijación: prozapatista, y a gentilicios: promoscovita, prorus; • el prefijo ex- se adjunta a nombres propios: ex-Banesto, ex Mondragón, y a nombres derivados por sufijación: ex maoísta, exmadridista. Por otro lado, queremos destacar que el significado de los prefijos que se eligen en este tipo de formaciones giran alrededor de tres nociones semánticas: la temporal (que abarca los prefijos ex-, neo-, post- /pos- y pre-), la locativa (que incluye los prefijos intra- y ex­ tra-) y la posición ideológica de “ser partidario/detractor de” (que incluye los prefijos anti- y pro-, relacionados a su vez con los formantes sufijados -fobia y -filia, y en cierto modo, también -manía). 3.2. Sobre la sufijación La sufijación es el proceso más productivo de formación de palabras a partir de nombres propios y es significativo destacar que los sufijos más productivos coinciden en los dos corpus y en las dos lenguas: (1 )

sufijos nominales: -ismo / -isme, -ista; sufijos adjetivales: -iano / -iá.

Dado que la sufijación da lugar a una gran diversidad de palabras, a continuación analiza­ remos los corpus en función de la categoría gramatical resultante.

3.2.1.

Nombres

Los sufijos que forman exclusivamente nombres son, por un lado, -ismo / -isme y -ada (sólo en catalán), que aparecen en los dos corpus y, por otro, -ia, que aparece sólo en el corpus lexicográfico. A éstos podemos añadir para ambas lenguas el sufijo -ista, que es fácilmente adjetivable. Con los sufijos -ismo / -isme se designan doctrinas, sistemas, partidos, etc., mientras que con -ista se designa a las personas que profesan estas doctrinas, los partidarios de

Nombre propio y formación de palabras

199

estos sistemas, etc. Ahora bien, en el corpus lexicográfico hay que destacar que no siem­ pre el seguidor de una doctrina sufijada con -ismo nominaliza con el sufijo -ista (como por ejemplo: aristotelisme - *aristotelista - aristotélic), sin que aparentemente este hecho sea debido a razones morfofonológicas3. En el corpus neológico, sin embargo, la corres­ pondencia es mucho mayor: en más de la mitad de los casos documentados en ambas lenguas aparecen tanto el nombre en -ismo / -isme como su correspondiente en -ista, he­ cho que nos hace suponer que el nivel de regularidad en la formación de derivados es mucho mayor que en el corpus lexicográfico. Por su parte, el sufijo -ia, que sólo aparece en el corpus lexicográfico, ha dado lugar en las dos lenguas a algunos nombres de flor, como gardenia, magnolia, etc. En estas palabras ya no se reconoce a las personas que les dieron nombre (los botánicos A. Garden y P. Magnol, respectivamente) porque están totalmente lexicalizadas. Este fenómeno -de pérdida del referente de la base- no se da en el corpus neológico, puesto que las palabras neológicas son siempre transparentes. Finalmente, el corpus de neología presenta también algunas peculiaridades que no se dan en el lexicográfico. En primer lugar, observamos nombres deverbales con los su­ fijos -ente, -ización; -ent / -ant, -ització4. (2)

Esp.: norieguización, convergente (del partido Convergencia i Unió) Cat.: dalinització, durrutejant

Por otro lado, en el corpus de neología del catalán se han detectado diversas formaciones con sufijos nominales propios del castellano: caracazo, joseantoniano, pepero, leridanismo, aunque cabe la posibilidad de que se trate de neologismos expresivos, que el autor mantiene en castellano voluntaria y conscientemente.

3.2.2. Adjetivos Los sufijos -iano / -iá son los más frecuentes en la formación de adjetivos en los dos corpus contrastados. Se da la circunstancia de que este sufijo sólo se adjunta a nombres pro­ pios (Seco 1991: 212; Fabra 1956: § 146), y da lugar generalmente a adjetivos relació­ nales. Este sufijo parece tener preferencia por nombres terminados en consonante, espe­ cialmente, en consonantes nasales y laterales: (3)

Esp.: cicerón + iano, dalton + iano, cesar + iano, becquer + iano, mendel + iano; Cat.: parkinson + iá, constantín + iá, neper + iá, wagner + iá, hegel + iá.

Por otro lado, la aparición de los sufijos -ano / -á parece estar condicionada contextualmente con los sufijos anteriores: cuando en la última sílaba de la base aparece una yod el sufijo toma la forma -ano5: 3 Este fenómeno explica que el número de palabras del corpus sufíjadas en -isme e -ista no coincidan. En el caso del español, el desajuste numérico entre los derivados en -ismo y los derivados en -ista puede ser de­ bido a un criterio intrínseco del diccionario, que parece no incluir los derivados predictibles de -ismo, al igual que no incluye los adverbios en -mente o los participios ’’cuando su significado corresponde total­ mente a los adjetivos o verbos respectivos” (DRAE 1992: vii). 4 Queremos puntualizar que contabilizamos como sufijo -ización / -ització y no -ción / -ció, debido a que no hay correspondencia entre los verbos sufijados en -izar / -itzar y sus respectivas nominalizaciones, excepto en dos casos del catalán: libanitzar - libanització y estalinitzar - estalinització.

200

María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, María Rosa Bayá & Elisenda Bemal

(4)

horado + ano kant *+ ano

horado kant

*+ iano + iano

Los sufijos -ico / -ic, -ino / -i, -esco / -esc o -ense / -ene son otros sufijos característicos de la formación de adjetivos relaciónales, y algunos de ellos son específicos de la forma­ ción de gentilicios. Sin embargo, en el corpus de nombres propios no topónimos no pre­ sentan una productividad muy elevada, especialmente si se comparan con los sufijos -iano / -iá. La aparición de uno de estos sufijos y no de otros no parece estar motivada fonotácticamente, ni tampoco morfosemánticamente, ya que las palabras que los contie­ nen presentan siempre el mismo significado, como comprobamos a continuación: (5)

Esp.:

Cat.:

-ico -> borbónico: Perteneciente o relativo a los Borbones -ino -» colombino: Perteneciente o relativo a Cristóbal Colón o a su familia. -esco —> celestinesco: Perteneciente o relativo a la Celestina. -ic —» sáfic: Relatiu o pertanyen a Safo, a la seva poesía. -i —» garibaldí: Relatiu o pertanyent a Garibaldi. -esc -» floralesc: Relatiu o pertanyent ais Jocs Floráis. -ene —>• cistercenc: Relatiu o pertanyent a l’orde del Cister.

Sobre el sufijo -esco / -esc se puede añadir que, como ya señala Rainer (1993), parece tener un sentido despectivo, por lo que en muchos casos, se reserva a los nombres de au­ tores que se apartan de la “norma clásica”, como quevedesco o valleinclanesco, y podría ser ésta la causa de su escasa productividad, aunque esta característica no se observa en todas las palabras documentadas, como goyesco o ariadnagilesco.

3.2.3. Verbos y adverbios Por lo que respecta a formaciones no nominales, en el corpus lexicográfico sólo aparecen derivados verbales con los sufijos -izar / -itzar, mientras que en el neológico también apa-rece el sufijo -ejar (cat.). (6 )

Esp.: pasterizar, draculizar Cat.: merceritzar, libanitzar, triciclejar

La escasa presencia de adverbios en el diccionario no debe interpretarse como significa­ tiva, ya que es posible formar adverbios a partir de la forma femenina del adjetivo de manera totalmente regular, y por esta razón sólo se recogen aquellos casos en los que el significado del adverbio no es deducible del adjetivo: así, mefistofelicament es definido como “amb perfidia diabólica”.

5 Este fenómeno puede ser explicado de diferentes maneras según los autores: para Corbin (1991), -ano e iano no serían dos sufijos distintos, sino que se trataría de una truncación de tipo fonológico por la super­ posición de dos cadenas fónicas idénticas, mientras que Rainer (1993) considera que son dos sufijos distri­ buidos contextualmente por las características fonotácticas de la base, según el modelo de organización pa­ radigmática de las categorías morfológicas de van Marle (1986). En este trabajo no entraremos en la discu­ sión de si se trata de un sólo sufijo o de dos sufijos distintos; sin embargo, sí constatamos que cuando apa­ rece el sufijo -iano no aparece -ano y que ambos tienen un significado idéntico.

Nombre propio y formación de palabras

201

3.3. Sobre la composición culta La composición a la manera culta también presenta diferencias de productividad y de forma en los dos corpus. En el corpus lexicográfico, si bien la formación de compuestos cultos no es muy frecuente, queremos destacar el predominio de los compuestos con las formas sufijadas -metro / -metre (voltímetro; galvanómetre) y -fono / -fon (saxófono; sarrusófon), aunque también aparecen otras formas sufijadas, como -filo ( -» -* ->

ser un N milosevic gonella rasputín ciará

Por otro lado, constatamos que también es posible crear derivados a partir de reducciones del nombre propio: así, de la sigla CEE, se toma Comunitat para crear el adjetivo comunitari (y de ahí, intracomunitari, extracomunitari, intercomunitari, etc.), que no obstante, tiene el referente en CEE, y no sólo en Comunitat. Finalmente, observamos también algunos casos puntuales de sintagmación a partir de nombres propios: a la santfeliuenca (cat.) y alo Rambo (esp.).

4. Caracterización por la semántica del resultado En este apartado nos centraremos en la caracterización semántica de las formaciones es­ tudiadas predominantes. (a) Doctrinas y seguidores de doctrinas o movimientos político-sociales o cultura­ les. En este grupo incluimos palabras que, en el corpus lexicográfico, se refieren a ideó­ logos, políticos o filósofos que dan nombre a la corriente o doctrina que profesan, así 6 Este uso también aparece en los diccionarios, cuando su significado está totalmente lexicalizado: moisés, quijote, celestina; judes, barrabás, adonis.

202

María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, María Rosa Bayá & Elisenda Bemal

como a sus seguidores y adeptos, mientras que en el neológico predominan deportistas, actores y políticos. Los sufijos que intervienen en estas formaciones son -ismo / -isme, para el nombre del movimiento, e -ista, para el nombre de los seguidores del movimiento y el adjetivo relacional correspondiente. El sufijo -iano / -iá también aparece frecuente­ mente y, en menor número de casos, encontramos -ino / - í, -ico /-ic, -eo / -eu o -ita. (8 )

a. Corpus lexicográfico Esp.: peronista, maoista; volteriano, horaciano; alfonsino, alejandrino; aristotélico, homérico; sadismo, donjuanismo, confucianismo Cat.: erasmista, carlista; cartesiá, luiliá; garibaldí, carlí; maniqueu; platónic; satanisme, platonisme, peronisme, petrarquisme b. Corpus neológico Esp.: chiraquista, blasquista; nerudiano, dylaniano (de Bob Dylan); antigongorino; prometeico, carpántico (de Carpanta, personaje de cómic español); anguitismo (de Julio Anguita), ferrarismo (de la marca de au­ tomóviles Ferrari) Cat.: estonianista (de los Rolling Stones),felipista (de Felipe González); jamesbondiá, grouchiá; byrónic, matussalémic; reaganisme, almodovarisme

(b) Relativo o propio de un personaje -real o de ficción-, un estilo, etc. En este grupo incluimos una serie de adjetivos relaciónales que no suelen nominalizarse, aunque sí ad­ miten el uso predicativo. El sufijo más frecuente es -esco / -esc. Así como en el grupo anterior encontrábamos nombres propios de todos los ámbitos, pero especialmente del socio-político, en éste predominan los personajes literarios, los artistas y determinados estilos artísticos, etc. (9)

Esp.: sanchopancesco, quevedesco; tintinesco, sinatresco Cat.: dantesc, quixotesc, giottesc; buñuelesc, victorhuguesc

En el corpus lexicográfico encontramos frecuentemente que los adjetivos de este grupo no sólo se refieren a un personaje o a un artista, sino que hacen hincapié en algún rasgo característico del personaje en cuestión: el carácter terrorífico del infierno de Dante, el carácter fantasioso del Quijote, etc. Esta característica ha permitido que, en algunos ca­ sos, el adjetivo relacional se convierta en un adjetivo calificativo con el valor de la ca­ racterística del personaje o del estilo que recogía el adjetivo relacional. Así, por ejemplo, dantesco / dantesc, además de indicar que es ‘propio de Dante’, es un adjetivo calificati­ vo que significa ‘terrorífico’: una visión dantesca; hercúleo / herculi, además de indicar que es ‘propio de Hércules’, tiene el valor de ‘forzudo’: un hombre hercúleo; sádico / sádic, además de indicar que es ‘relativo al marqués de Sade’, significa ‘que se complace con el sufrimiento de los demás’: una mujer sádica. Lo mismo puede aplicarse a una de­ cisión salomónica, un amor platónico, una situación kajkiana, etc. En el corpus neológico, por su parte, el fenómeno descrito anteriormente no se da en ningún caso y los adjetivos de este grupo presentan exclusivamente un valor relacio­ nal. Este hecho se puede explicar porque probablemente, para poder adquirir un signifi­ cado calificativo, es necesario que el adjetivo relacional se lexicalice en la lengua. La neología espontánea, por el contrario, tiende a ser mucho más transparente. (c) Nombres comunes creados por antonomasia. En este grupo encontramos dos ti­ pos de nombres propios. En el corpus lexicográfico se trata, entre otros (cf. nota 6 ), de nombres propios de científicos, que se han convertido en nombres comunes para designar

Nombre propio y formación de palabras

203

los objetos o descubrimientos que se les atribuye. A partir de ahí, han servido también de base de derivación. (10) H. Hertz -» hertz (unidad de frecuencia) -> ondas hertzianas / hercianas M. Faraday —» farad (unidad de capacidad eléctrica) —»faradímetre En cambio, en el corpus neológico estos nombres propios que han pasado a ser nombres comunes no designan ningún objeto, sino que, a través de un proceso de metaforización (Jonasson 1992), les es conferido un contenido descriptivo que sirve como prototipo de una determinada característica. En estos casos, es imprescindible que el referente sea compartido por los hablantes para asegurar su correcta interpretación. (11) Milosevic —> ser un milosevic Rasputín -» ser un rasputín (d) Órdenes religiosas y miembros de estas órdenes. Incluimos este último grupo de pa­ labras porque son muy frecuentes en el corpus lexicográfico, aunque los datos neológicos muestren que estos casos ya no son productivos. La base corresponde generalmente al nombre de la persona que fundó la orden en cuestión, pero en ocasiones encontramos bases que son topónimos (el emplazamiento de un monasterio, por ejemplo) o que se re­ fieren a figuras sagradas. Frecuentemente, en el caso de los fundadores de órdenes, el nombre del fundador se mantiene en latín. Los sufijos utilizados en estos casos son muy variados, con predominio de -ano / -á, pero también aparecen -iano / -iá, -ino / -í, -ario / -ari, -ita o -ense / -ene. (12) a. Base fundador: dominica (del latín Dominicus); franciscano, francisca (del latín Franciscus); teresiana (Teresa); agustiniano, augustiniá (del latín Augustus > Augustinianus); basiliá (Basili); benedictino, benedictí (del latín Benedictus > Benedictinus) b. Base toponímica y otras: mercedari (Mercé); cistercenc (Cister, mo­ nasterio de Citeaux); carmelita (monte Carmelo); trinitari (Trinitat); je ­ suíta (Jesús) 4.1. Notas sobre el cambio semántico A partir de los datos analizados se pueden observar algunas características del cambio semántico que experimenta el nombre propio al entrar en la formación de palabras. Este cambio suele consistir en una pérdida de rasgos de su referencia a la vez que comporta la adquisición de un significado, que permite que sea tratado como nombre común. Los ras­ gos específicos que se mantienen como parte del significado determinan en menor o ma­ yor grado el sufijo que se escoge, así que cuando se refieren a una ideología, se elige el sufijo -ismo / -isme, mientras que en el caso de los adjetivos relaciónales, en cambio, hay varios sufijos que parecen desempeñar la misma relación semántica. Una vez que el nombre propio ha perdido su referencia exclusiva, y algunos de los rasgos se han considerado suficientemente significativos como para llegar a formar el significado del nuevo nombre común, puede servir de base para derivaciones posteriores. La fase como nombre común parece ser necesaria para la creación de ciertas derivaciones del ámbito científico, como en Hertz —> hertz -» hertziá, pero no es así en el caso de la mayoría de los adjetivos relaciónales, que provienen de los ámbitos político y artístico: cervantino deriva de Cervantes, sin que exista Cervantes como nombre común.

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María Teresa Cabré, Janet DeCesaris, María Rosa Bayá & Elisenda Bemal

Por otra parte, cabe hacer constar que los adjetivos relaciónales demuestran dos ti­ pos de relación diferenciables: una puramente relacional, semánticamente muy transpa­ rente y muy parecida a la establecida por los gentilicios, en que el adjetivo denota proce­ dencia u origen, y otra en que el adjetivo sólo reúne la selección de rasgos que hayan da­ do relevancia o prestigio al nombre propio. Por este motivo, expresiones como una mira­ da cervantina o una decisión goyesca son poco aceptables, ya que las características por las que son conocidos Cervantes y Goya son las referentes a su vida artística. Además, en algunos casos en los que el adjetivo relacional se lexicaliza, es posible encontrar dos sig­ nificados distintos: una acepción semánticamente transparente, uso relacional propia­ mente dicho (idantesco ‘relativo a Dante’), y otra no predictible sin conocimientos enci­ clopédicos (idantesco ‘terrorífico’).

5. A modo de conclusión A continuación, y a la luz de los datos de los dos corpus, presentamos las principales conclusiones que se derivan del análisis realizado, con el fin de intentar responder a las preguntas que nos planteábamos al inicio de este trabajo: ¿en qué condiciones es posible la formación de palabras a partir de un nombre propio? y ¿cuáles son los procesos em­ pleados que participan en estas formaciones? En relación a la primera pregunta, no parece posible limitar el tipo de nombre pro­ pio que pueda servir como base de una derivación: hay nombres propios de todo tipo, tanto de origen nativo como de origen extranjero que no se ajustan a la fonética del cas­ tellano o catalán. En principio, cualquier nombre propio puede formar derivados, y si este nombre alude a un personaje del ámbito político, deportivo o artístico, que se considere modelo o ejemplo de una característica determinada, es altamente probable que los for­ me, ello no obstante, las palabras formadas a partir de nombres propios no entran necesa­ riamente en los diccionarios. La razón que explica esta selección es la misma que expo­ nemos para las formas prefijadas. Nadie duda de que hubo un período en la historia re­ ciente de España en que formaciones como felipismo o guerrista fueron frecuentes en la prensa (recordamos, la fuente del corpus neológico) e incluso en el uso habitual de mu­ chos hablantes. Pero estas formaciones podrían resultar ser pasajeras porque en otro mo­ mento histórico sus bases ya no sirvan como modelos, y el lexicógrafo tiene que ser pru­ dente en el momento de adjudicarles espacio en su diccionario. En cuanto a la segunda cuestión, se ha visto que los dos córpora proporcionan in­ formaciones distintas. Aunque la sufijación es el proceso de formación de palabras más frecuente en los dos córpora, hay que preguntarse a qué se debe la relativa escasez de formas prefijadas en los diccionarios y su relativa abundancia en la prensa contemporá­ nea. Creemos que entran en juego varios factores. Al analizar las bases a las que se ad­ juntan los prefijos en el corpus neológico, muy pocas se han alejado lo suficiente de su referencia como para que puedan considerarse candidatas a su inclusión en un diccionario general. Es evidente que en una palabra como anticastrista, castro no sólo se refiere a las características de la persona Fidel Castro sino por encima de todo a su significación polí­ tica. Ahora bien, la pregunta clave para el lexicógrafo es ¿será suficientemente generali­ zado el uso de castrista durante un período dado como para incluirlo en un diccionario general? Un diccionario general es una obra fundamentalmente encarada a la descodifi­ cación, de manera que no se incluyen las palabras compuestas, e incluso derivadas, cuyo significado es del todo previsible. Ya en la tradición gramatical descriptiva, representada,

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por ejemplo, por Fabra (1956), se consideraba la prefijación como más cercana a la com­ posición, y a la composición culta, que a la derivación propiamente dicha, probablemente porque se percibe un mayor contenido léxico en el prefijo, que contrasta con un conteni­ do más gramatical, más ligado a la función, del sufijo: compárese la semántica de los pre­ fijos mayoritarios en el corpus neológico (anti-, ex-, pre-, etc.) con los sufijos -ismo / isme o -iano / -iá. En el contexto de la lexicografía general, estos prefijos no forman pa­ labras que no se puedan descifrar con toda facilidad, y por lo tanto no necesariamente tienen que incluirse en un diccionario general. En definitiva, la práctica lexicográfica es una de las razones que da cuenta de la diferencia observada en los dos corpora, pero qui­ zá no sea la única. Aunque muchas de las formas prefijadas del corpus contienen una ba­ se posiblemente efímera en el contexto histórico, en el corpus lexicográfico tampoco se encuentran formas del tipo pre-Colón o pos-Cervantes, para las que este mismo argu­ mento no tendría validez. Tal vez estamos delante de un cambio del papel del sustantivo no derivado, en el que va ganando más protagonismo y va ocupando funciones que ante­ riormente sólo desempeñaban los derivados, probablemente por influencia del inglés. En otros estudios se ha detectado un aumento del uso de nombres con función adjetival, co­ mo por ejemplo en la composición del tipo piso muestra o programa marc. El uso del nombre propio como base de una prefijación, sin sufijación previa, podría ser otro ejem­ plo de esta expansión del papel del nombre no derivado. Este punto, como otros relacio­ nados con el tema, merece más estudio.

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Gramática esencial del español, Espasa Calpe, Madrid.

SUSTANTIVO Y ADJETIVO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE LA MUJER EN LA LETRA DEL TANGO ARGENTINO Elena M. Rojas Mayer

1. Introducción Los últimos años del siglo XIX, en la Argentina, muestran la silueta de una comunidad marcada por la pluralidad de lenguas y culturas, en gran parte responsable de los cambios demográficos, sociales y económicos, que determinan la variación de la fisonomía de Buenos Aires, la cual comenzaba a delinearse como ciudad cosmopolita. Con esta tendencia se inicia el siglo XX, dentro de un panorama sociocultural com­ plejo, en el cual sobresalen las diferencias en la repartición de la riqueza, las que, a su vez, produjeron marcadas diferenciaciones entre los inmigrantes y los grandes señores porteños. Los arrabales se transforman entonces en resumidero de malhechores extranje­ ros, muchos de los cuales habían llegado por barco al puerto de Buenos Aires y se queda­ ron en la zona de Barracas, la Boca, San Telmo, colmando los conventillos que servían de cobijo a familias enteras que luchaban en su mayoría por subsistir y algunas hasta por alcanzar un mejor nivel social. Así se alcanza la segunda década del año 1900, en la que encontramos participando ya a diversos personajes arrabaleros que forman parte, de algún modo, de la sociedad argentina. Poco a poco va estructurándose un sistema oculto, un sistema que parece cu­ bierto por una vergüenza que va creciendo al tiempo que se desarrolla el orgullo argenti­ no, alimentado con distintos motivos. A este ambiente contradictorio pertenecen casi todos los personajes que intervienen en la letra de los tangos argentinos1, los cuales desnudan su alma por un momento a tra­ vés de ella, para mostrar los diversos juegos de oposiciones que se dan entre la pobreza la riqueza, la belleza - la fealdad, el extranjero - el criollo, etc. El escenario es siempre el de los suburbios porteños, donde primero se destaca el compadrito (‘chulo, rufián’) y luego el hijo de inmigrantes, con sentimiento de extranjero desarraigado y triste. Sus vidas están vinculadas al cafetín, al cabaret, al hipódromo y, por supuesto, a la cana, ‘la cárcel’, donde iban a parar los que renegaban de la ley. En la mayoría de los tangos tienen protagonismo tanto hombres como mujeres, aunque muchas veces no se los muestra en pareja, sino que se implica dicha relación en situaciones de necesidad, amor o despecho, de alguna manera expresadas por los repre­ sentantes de uno u otro sexo. La marca de la desgracia se hace notar en la letra que se hizo voz en el Buenos Aires de principios de siglo al referirse a los personajes de arrabal.

1 La primera letra de tango cantada, según José Gobello (1997), habría sido la correspondiente a La Morocha, de Angel Villoldo, el 25 de diciembre de 1905.

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2. La creación de los personajes De ambos tipos de personaje -femenino y masculino-, en esta oportunidad nos interesa estudiar la figura femenina, ya que se encuentra menos investigada y es posiblemente uno de los personajes más dúctiles y definidos en este panorama. La apreciación se realiza desde tres perspectivas: de la del hombre, de la mujer y desde la del autor de la composi­ ción poética. Teniendo en cuenta que lo más importante para que un texto sea coherente es la creación adecuada de su significación, mediante recursos gramaticales pertinentes, dire­ mos que en ello tiene prioridad representativa el nombre, como unidad semántica y gra­ matical de gran riqueza expresiva. De aquí que nuestro propósito en este trabajo sea ob­ servar la construcción de la imagen de la mujer a través del comportamiento de sustanti­ vos2 y adjetivos, elementos complementarios entre sí, que ocupan un importante lugar en los textos tanguísticos. Observaremos, por lo tanto, cómo se denomina a la mujer, cómo se dirige el hom­ bre a ella, cómo la alaba y la humilla, cómo la trata según el juego interior de su pasión. Comenta Silvia Kaul (1994: 7), que “Para el protagonista masculino del tango, el amor es casi un castigo o un engaño que lo conduce al fracaso...” La alternancia del dolor y de la autoestima femenina se advierte en las relaciones interactivas a través del uso de sustantivos y adjetivos reveladores de su intimidad, tanto cuando habla el hombre como cuando lo hace la mujer. Pero también es importante ob­ servar cómo se manifiestan estos valores en las situaciones referenciales de los tangos de distintas épocas3.

2.1.

Los nombres propios

Es interesante iniciar la apreciación de los distintos aspectos que vamos a considerar, a partir de los nombres propios4 que se utilizan en los textos consultados, los cuales a veces aparecen como fórmulas de tratamiento directas y otras referenciales, ya que éstos se transforman en prototipos equipolentes5, al identificarse en algunos tangos, desde la postura masculina, a Estercita, Mireya, Malena, Mariquita, María, extrañamente Nica­ nora, como Garabita (‘muchachita’), Milonga o Milonguita (‘cantante de cabaret’). 2 Dice Roca Pons (1970: 102) que “es innegable la relación del sustantivo con la realidad expresada. Así, el sustantivo expresa fundamentalmente objetos y cosas, y sólo secundariamente cualidades y ac­ ciones.” 3 Si bien se han consultado varias antologías de tangos, este estudio se ha realizado sobre la edición de José Gobello (1997): Letras de tango, de Contursi-Manzi-Santos Discépolo-Ferrer Blázquez y otros, publicadas por Nuevo Siglo, dentro de la Biblioteca de la Cultura Argentina, de modo que las referen­ cias se harán sobre este volumen. 4 Según M.V. Romero Gualda (1985: 104-105), “El nombre propio, y concretamente el antropònimo o nombre de persona es un elemento indispensable en la sociedad humana. Los detalles de asignación de nombre al recién nacido varían en las distintas civilizaciones, pero no hay duda de que una cuestión de relevancia sociológica como la poseída por el nombre propio no puede dejar de tener repercusión en la esfera del lenguaje.” 5 Oposiciones equipolentes son, según Coseriu, aquellas en que los miembros son lógicamente equiva­ lentes; no pueden considerarse ni como dos grados de una propiedad ni como la negación o la afirma­ ción de una propiedad.

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Malena es, sin duda, una de las más recordadas figuras argentinas del tango y a ella se hace referencia en: “Malena canta el tango como ninguna/ y en cada verso pone su corazón,/ A yuyo de suburbio su voz perfuma./ Malena tiene pena de bandoneón.” (p. 237) Margarita y su caracterización como tuberculosa, de acuerdo con la frecuente enferme­ dad de la época, nos lleva a asociar el nombre con el personaje de Alejandro Dumas en La Dama de las Camelias: “La tomaste tristemente, la besaste como loca,/ y entre aquellos pobres pétalos una mancha apareció./ Era sangre que vertías! ¡Oh mi pobre Margarita!/ En signos de agonía...” (p. 212)

3. La metaforización de los sustantivos comunes Diversos sustantivos adquieren valor metafórico6, muchas veces definido por el contexto. El sustantivo milonga, de composición musical de ritmo vivo y marcado, en compás de dos por cuatro, da -como ya vimos- su nombre a la mujer aficionada al baile, a la pros­ tituta, a la mujer de cabaret, a veces llamada con los derivados milonguera o milonguita, como sobrenombre, por lo que pasa de funcionar como un nombre común, a la tomar la función de un nombre propio. Por ej., en el tango “Pobre Milonga”, leemos: “¡Milonguera! Lo quiso tu suerte/ y siempre pa todos milonga serás. ¡Pobre MilongaM Para todos sos un cuerpo que se vende,/ frágil muñeca sin corazón...” (p. 71) La misma letra de tango nos advierte acerca de la relación del sobrenombre con el nom­ bre, en la identificación de los personajes, mediante el juego de sustantivos y adjetivos del lunfardo: “Te acordás, Milonguital...,/ Estercita, hoy te llaman Milonguita,/ flor de noche y de placer,/ flor de lujo y cabaret.” (p. 54) O: “Mariquita!, viejita milonga/ que pasa las noches/ bailando gotán./ Su cara es fulera/ 6 Lakoff, G. / Johnson, M. (1980: 39) dicen: “Para la mayoría de la gente, la metáfora es un recurso de la imaginación poética, y los ademanes retóricos una cuestión de lenguaje extraordinario más que or­ dinario. Es más, la metáfora se contempla característicamente como un rasgo solo del lenguaje, cosa de palabras más que de pensamiento o acción. Por esta razón, la mayoría de la gente piensa que puede arreglárselas perfectamente sin metáforas.”

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y mistonga/ y algún viejo amigo/ la saca a bailar.” (p. 108) O dedicado a cualquier mujer de cabaret: “Milonguerita linda, papusa y breva,/ con ojos picarescos de pippermint,/ de parla afranchutada, pinta maleva/ y boca pecadora color carmín.” (p. 125) En algunas ocasiones las metáforas que pasan a actuar como nombres propios tienen cierto valor poético, pese a intervenir en el texto con el valor de fórmulas de tratamiento, como en el siguiente caso: “Melenita de Oro, tus labios me han engañado,/ esos tus labios pintados/, rojos como un corazón.” (p. 63)

3.1.

La influencia extranjera

La oleada inmigratoria se evidencia a través de las fórmulas de tratamiento y de los atributivos que se emplean, haciendo uso de gentilicios o de nombres extranjeros. Respecto de los gentilicios, encontramos referencias a la galleguiía, la uruguayita Lucía, la francesita, y varios nombres franceses: Gricel, Griseta, Claudinette, Margó, como la mujer clásica del tango argentino. Por ejemplo, con Margó tenemos: “Su nombre era Margó, llevaba boina azul y en su pecho colgaba una cruz.” (p. 245). Cada una de estas mujeres aparece descrita más o menos detalladamente. Respecto del primer gentilicio leemos: “GalleguitaJ la divina,/ la que a la playa argentina/ llegó una tarde de abril, sin más prendas/ ni tesoros que tus negros ojos moros y tu cuerpito gentil, (p. 73). Cabellos negros, los ojos azules, muy rojos los labios tenía la Uruguayita Lucía” (p. 197) Para referirse a una francesa, además de llamársela “francesita”, encontramos en el tango “Muñeca brava”, la fórmula habitual de respeto para las señoras: “Che, madam, que parlás en francés/ y tirás el dinero a dos manos/, que cenás con champán bien frappé/ y en el tango enredás tu ilusión.” (p. 147)

4. La intertextualidad y sus posibilidades de construcción sintáctica Se observan numerosos juegos de intertextualidad que permiten percibir una burla acerca de la admiración del argentino hacia Francia, meta de sueños inalcanzables. Por ejemplo,

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cuando se dice, mediante construcciones nominales de sustantivo / adjetivo + sustantivo término de preposición (a veces nombre propio o sustantivo común) que Griseta es: “Mezcla rara de Museta y de Mimí/ con caricias de Rodolfo y de Schaunard, era la flor de París/ que un sueño de novela trajo al arrabal...” Igualmente pueden aparecer otras construcciones nominales como proposiciones subor­ dinadas sustantivas o adjetivas que acompañan una invocación directa por medio de una fórmula de tratamiento gentilicia, acompañada de varios atributivos: “Francesita,/ que trajiste, pizpireta, sentimental y coqueta, la poesía del quartier.” (fr.: barrio, poesía popular) (p. 76) O, en clara referencia a la inmigrante francesa (o quizá española), se dice también: “Muñeca, muñequita que hablás con zeta/ y que con gracia pasta batís michéj que con tus aspavientos de pandereta/ sos la milonguerita de más chiqué...” Realmente los nombres propios son fundamentales en la letra del tango, ya que mediante ellos se hacen alusiones a óperas como La Bohéme y Manon1. Griseta, por ejemplo, se remite, claramente, al personaje de La dama de las camelias de Dumas: Armando Duval, el amante de Margarita Gauthier: “... soñaba con Des Grieux,/ quería ser Manon,”

y “tu poema de griseta (fr. grissette, ‘obrera coqueta’)/ ¿sólo una estrofa tendría: la silenciosa agonía/ de Margarita Gauthier?, sin hallar a su Duval...” Finaliza el texto con los siguientes versos que ridiculizaban las novelas francesas que terminaban del mismo modo: “pobrecita, se durmió,/ lo mismo que Mimí,/ lo mismo que Manon.” (p. 76) No obstante la abundancia de referencias a las mujeres extranjeras, en este crisol de razas aparece también la representante criolla, por lo que leemos, por ejemplo: “CrioHita de mi pueblo,/ pebeta de mi barrio,/ la golondrina un día su vuelo detendrá.” (p.

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En cuanto a las fórmulas de tratamiento, en función referencial, observamos que cuando el hombre se refiere a la mujer, antepone el artículo a los nombres propios, como p. ej.: “Hablé a la Juana para un chotis,” o del pronombre posesivo mi en el trato directo: 7 Manon, ópera de Puccini (1842-1912), quien se inspira en la novela Manon Lescaut (1731), del abate Prévost.

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“cuando el estribo quiera agarrar,/ vos, mi Juanita, me has de calmar.” (Justicia criolla, p. 19)

5. Los atributos en la construcción de la imagen femenina A pesar de que no es frecuente en la letra de tango el uso de los adjetivos atributivos, ob­ viamente están de todos modos presentes y ayudan a visualizar la imagen de la mujer, idealmente rubia, en la letra de tango, mientras predomina la morena en la realidad ar­ gentina. “Tu cabellera rubia caía entre las flores pintadas del percal, y había en tu ojeras la inconfundible huella que hablaba de tu mal.” (p. 259) De manera similar, otorgando belleza al dolor, se refiere a este tipo de mujer en: “En la almohada, como a una mancha rubia, tu ausente cabecita creo besar/ y mis ojos te ven (¿ya no te acuerdas?) más alegre y más rubia que el champague” (p. 63) En el caso de “La morocha”, advertimos los rasgos sobresaliente de la mujer, poniendo en sus labios la siguiente presentación: “Soy la morocha argentina, la que no siente pesares y alegre pasa la vida... Soy la gentil compañera del noble gaucho porteño, la que conserva el cariño para su dueño.” (p. 21). Sin embargo, cuando es el hombre el que habla de la mujer, su gusto no siempre se muestra muy definido. Pues si bien aparece como admirador del tipo argentino en algu­ nas ocasiones, en otras no se advierte su preferencia por ella: “sus negros ojazos reían contentos de dicha y amor” (p. 106) y “Tengo una morocha en calle Suipacha que es una muchacha así cornil fó y en calle Esmeralda afilo a una chica ¡qué cosa más rica!, como ella no hay dos.” En realidad, cuando es el hombre el que define las características de la mujer, se dan especialmente dos posibilidades: que lo haga subjetivamente, con afecto, o que lo haga objetiva y genéricamente. En el primer caso, los sustantivos y adjetivos se tiñen de afec­ tividad, con abundancia de diminutivos y la mujer es “queridita, muñequita”, “mi encantito, mi piba querida” (p. 54), “mi amorcito, mocosita” (p. 110). Cuando el hombre habla con cierta admiración hacia la mujer, igualmente emplea originales comparaciones: “Re­ cuerdo que eras más linda que una guinda y un pelpa de cien” (p. 53), o “la alegre figura de una ragazzina, más brava y ardiente que el ron y que el gin” (p. 98). En otras ocasiones en que el hombre cumple el papel de emisor ante la mujer, los sustantivos y adjetivos dan lugar a una construcción en la que se pone en evidencia la compasión o el desprecio masculino y le llama “pobre percanta”, “chorra”, “vampiresa”, “juguete de ocasión”. En este caso no solo son los sustantivos, sino también los adjetivos, los elementos que proporcionan la carga despreciativa: “Hoy tenés el mate lleno de infe­ lices ilusiones. Mientras tanto, que tus triunfos, pobres triunfos pasajeros..”, “Y mañana, cuando seas descolado mueble viejo...” (Mano a mano, p. 69) O: “¡Pobre Milongal Tu tristeza y tu dolor nadie comprende... ¡Pobre Milonga! Para todos sos un cuerpo que se vende,

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frágil muñeca sin corazón... / Sin embargo, por las noches, en las casas de pensión, interrumpen el silencio tus sollozos de dolor...” (p. 72)8 Muchas veces, el hombre evoca contrastando cómo es la mujer en el momento presente del tango y como fue antes. En el siguiente caso: “Vos, aquella muchachita a quien ella (la madre), santamente/ educó tan calladita, tan humilde y tan formal... / Te han cambiado, pobre piba, Te engrupieron tontamente, bullanguera mascarita de un mistongo carnaval.” (p. 85) O:

“... una bataclana con las ojeras muy pintadas de azular, flaca y lunga, un vestidito de bananas y una tirita sujetado al estofao.” (pp. 158-159) A la mujer anciana se la recuerda casi siempre con respeto: “la madrecita buena” (p. 89), “viejita santa” (p. 88), pero también es “tu vieja, la finda” (p. 85). Cuando la mujer habla de sí misma ante su hombre, unas veces se muestra compa­ siva, como en “Tu nena se muere de pena y afán”, o con dolor en: “Loca me llaman mis amigos/ que solo son testigos de mi liviano amor./ Yo tengo con alegrías/ que disfrazar mi tristeza/ y que hacer de mi cabeza las pesadillas huir” (p. 61), y hasta demuestra su sentimiento de hastío al compañero que no la trata bien. Por ej.: “Piantá de aquí, no vuelvas en tu vida/ Ya me tenés bien requeteamurada/ No puedo más pasarla sin comida, ni oirte así decir tanta pavada.” (p. 118) Otras veces, la mujer, con orgullo y seguridad, resalta sus cualidades y sentimientos: “Yo soy la morocha de mirar ardiente” (p. 21), o muestra similar actitud en: “Soy milonguera, me gusta el tango... La milonga es mi vida. El tango en mí se hizo carne” (p. 39), en que se toma al tango como la más honda satisfacción de la mujer, según puede advertirse claramente en: “Soy la pebeta más rechiflada/ que en el suburbio pasó la vida... / Soy el orgullo del barrio entero,/ tengo una efe que es mi ilusión,/ pues soy criolla, soy milonguera,/ quiero a mi hombre de corazón.”

8 Véase Kaul de Marlangeón (op. cit., pp. 28-29) cómo aparece también el hombre de tango, irrespetuo­ so e insultante, como cuando dice, p. ej.: “¿No manyás, che, pelandruna, que te vende muy de lejos/ esa piel de zorro viejo/ más pelada que Alvear?” (Pinta Brava)

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6. Conclusión Como conclusión, diremos que en la letra de tango se logra definir, con rasgos nítidos, no solo cuál era el prototipo de la argentina del arrabal porteño de principios de siglo, con su sensibilidad y comportamiento especiales, sino que, por este medio permite apreciar toda la sociedad porteña de esa época. Es decir que esta perspectiva de la mujer milonguera ofrece una estampa de la realidad argentina recordada en la actualidad con simpatía. Y a esa realidad pertenece el lunfardo que si bien se ha difundido en todo el país, caracteriza especialmente a Buenos Aires.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BENEDETTI, H.A. (1998): Las mejores letras de tango, Seix Barral, Buenos Aires. COSERIU, E. (1977): El hombre y su lenguaje, Gredos, Madrid. GOBELLO, J. (1997): Letras de tango, de Contursi-Manzi-Santos Discépolo-Ferrer Blázquez y otros, en la Biblioteca de la Cultura Argentina, Nuevo Siglo, Buenos Aires. KAUL DE MARLANGEON, S. (1994): “La fuerza de la cortesía-descortesía y sus estrategias en el discurso tanguero de la década del 20”, en: RASAL N° 5, SAL-LINT, Tucumán, pp. 5-33. LAKOFF, G. / JOHNSON, M. (1980): Metáforas de la vida cotidiana, Cátedra, Madrid. ROCA PONS, J. (1970): Introducción a la gramática, Vergara, Barcelona. ROMERO GUALDA, M.V. (1994): El español en los medios de comunicación, Arco/Libros, Madrid.

EMPLEOS FRASEOLÓGICOS DEL SUSTANTIVO Y ADJETIVO COMO PALABRAS TABÚ Mario García-Page

1. Es un hecho observable que un conjunto importante de unidades fraseológicas contiene una palabra que social, cultural o psicológicamente es tildada por la comunidad lingüísti­ ca como tabú. Aunque son diversas las caracterizaciones sobre el fenómeno del tabú y no coincidentes las clasificaciones de las unidades gramaticales que lo connotan en relación con los campos asociativos a que puedan pertenecer, emplearemos el término en un sen­ tido general aplicado sólo a aquellas unidades léxicas que hacen referencia a las partes del cuerpo humano socialmente “prohibidas” y, en menor medida, a ciertos vocablos ca­ racterizados familiarmente como palabras malsonantes. Junto con el verbo, el sustantivo y el adjetivo son, por su naturaleza semántica, las categorías gramaticales que representan el mayor número de palabras tabú no sólo en la lengua estándar, sino también en el código fraseológico. Nuestro trabajo queda, pues, acotado entre estas dos coordenadas: la fraseología de las categorías léxicas sustantivo y adjetivo referidas a las partes pudendas y erógenas del cuerpo humano o usadas como voces malsonantes. Nos centraremos de manera especial en las estructuras fraseológicas de que pueden formar parte. 2. La palabra tabú puede ser una mera variante léxica de una serie de signos que conforman un paradigma; estos otros signos pueden ser también palabras tabú o no. In­ cluso, algunas alternativas tabú son sinónimos en la lengua ordinaria y, como tales, fun­ cionan en la fraseología. 2.1. Es lo que ocurre, p. ej., en la expresión fija [pronproclítico] importar un + N o no [pronproclítico] importar un + N ( con modalidad negativa), ya que el hueco N puede ser cubierto por voces relativas a la agricultura u horticultura con el significado de ‘poco valor’, como bledo o comino, así como por otras relativas a la esfera del sexo -huevo o pito, p. ej.-; estas últimas admiten variantes sinonímicas como cojón o carajo. Existen, además, otros términos que, aunque denotan productos agrícolas, connotan también el órgano sexual masculino o femenino - pepino, pimiento, rábano, higo. Se emplean tam­ bién otros signos no adscribibles a ninguno de estos campos, como leche, ya plenamente desvinculado del área de la alimentación o producción ganadera y asociado, en cambio, al tabú dentro del conjunto no definido de términos “malsonantes” (cfr. ¡Como te dé una leche, te vas a enterar!). Una particularidad de esta construcción es que no todas las va­ riantes indicadas se preservan cuando el núcleo N se expande con la estructura tres / un par de / tres pares de + N (generalmente, no son posibles otros múltiplos: ?cuatro pares / ?cinco pares...): me importa un par de cojones / huevos / leches / *pepinos / *cominos...\ se mantienen casi todos los términos directamente referidos a los órganos sexuales (aun­ que me importa un par de *carajos / *pitos), pero se suprimen los relativos a la agricultu­ ra. El que se conserve leche quizás se deba al valor estereotípico de comodín que se le concede ampliamente no sólo en el código fraseológico. Sin embargo, aparece una nueva

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variante -narices- muy comúnmente asociada con las voces tabú: me importa un par de narices. Los constreñimientos son mayores cuando, dentro de la estructura más simple, el indefinido un y el núcleo N se construyen con morfología de plural; la única variante permitida es precisamente narices: me importa unas narices / *unos huevos / *unas le­ ches... En singular, en cambio, no es posible: Me importa un pito / *una nariz. El hueco N de la expresión fija ser tonto del + N se rellena con la palabra tabú culo como alternativa léxica, entre otras posibles pertenecientes a un inventario más reducido, de capirote, bote e higo. El valor elativizador del SP {del + N) modificador del adjetivo (‘muy tonto’) permite a aquél formar parte de un grupo de estructuras fraseológicas enfá­ ticas de estructura diversa: (ser) la mar de tonto / más tonto que mandado hacer de en­ cargo/tonto a más no poder / un rato tonto / tonto a base de bien. Lo curioso es que, en todas estas, el núcleo tonto puede conmutarse por otro término, sinónimo o no, aunque tonto sea la palabra predilecta -la mar de tonto / idiota / bolo / imbécil / bobo, tonto / idiota / bolo / imbécil / bobo a más no poder...-, mientras que en aquella estructura la posibilidad de conmutación léxica no está permitida: ser tonto / *idiota / *bobo del capi­ rote o ser tonto / *imbécil / *bolo del culo. La casilla libre del fraseolexema verbal tener mala + N {o estar de mala + N) es, igualmente, cubierto por palabras tabú -leche, hostia, follada- y eufemísticas -café- co­ mo por voces estereotípicas de dicho fraseolexema - sombra, ralea, uva. 2.2. La palabra tabú puede constituir una variante interna o secundaria de una ex­ presión fija. El fraseolexema verbal mandar [a alg. / algo] a tomar por culo no es más que una posible realización de la construcción, que tiene como pauta el siguiente esque­ ma: mandar [a alg. / algo] a + SN, que no es sino la variante formal de mandar [a alg. / algo] a + Oinf. Con la estructura SN, son posibles, a su vez, dos tipos de configuraciones: el núcleo del sintagma en expansión mínima o sin complemento -mandar [a alg. / algo] a paseo / la mierda / el cuerno / el carajo / la porra / ?el infierno/ la Conchinchina- y el núcleo con proyecciones o modificadores - mandar [a alg. / algo] a + artículo + quinto + pino / demonio / infierno / cono / puñeta o al Congo Belga. Con la estructura Oinf; también existen tres variantes configuracionales según tres clases de núcleos predicativos -tomar, freír y hacer-, tales verbos seleccionan sus propios complementos: mandar a tomar + por culo / saco (o el eufemismo perifrástico -de culo- por donde amargan los pepinos) o tomar + viento (fresco), mandar a freír espárragos / morcillas / monas, man­ dar a hacer puñetas / gárgaras. Las variantes secundarias no pueden intercambiarse; su elección está prefijada de antemano: *mandar a freír puñetas, *mandar a hacer monas, *mandar a tomar espárragos. En esta expresión fija, en resumen, aparecen varias pala­ bras tabú referentes al ámbito sexual -culo, carajo, coño- como variantes léxicas de otros signos “neutros” en relación con el fenómeno del tabú y también de voces social­ mente consideradas tabú adscribibles a otras esferas - puñetas, mierda, demonio. En general, todas las variantes sintagmáticas y léxicas señaladas son compartidas por una construcción formalmente análoga que tiene por núcleo predicativo al verbo ir pronominalizado, de modo singular cuando es utilizado en expresiones optativas o de mandato: vete a tomar por culo, que se vaya a hacer puñetas, etc. Ahora bien, si presenta otra configuración morfológica y tiene el significado de ‘malograrse, echarse a perder’ aplicado exclusivamente a acciones o proyectos, puede aparecer otra variante léxica prototípica: garete', v. gr.: Con el nuevo modelo de declara­ ción de la renta, se han ido al garete / a l a mierda / a tomar por culo nuestros planes de desgravación fiscal. Esta variante raramente aparece en las estructuras anteriores que son

Empleos fraseológicos del sustantivo y adjetivo como palabras tabú

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aplicables igualmente a individuos [+ hum] y su valor semántico es muy distinto (fór­ mulas enfáticas con significado de ‘rechazo, desprecio’): ?Manda a ese tío al garete / ? Vete al garete. 2.3. Frente a estas expresiones fijas y otras que se irán citando, hay fraseologismos que no toleran ningún tipo de conmutación léxica -p. ej., ¡ni de coña! (cf. *¡ni de cono!) o a huevo (cf. *a cojóri)- o el paradigma de variantes es muy reducido -p. ej., de cojones / narices / *huevos- , tomar [a alg.] por el coño / chocho de la Bernarda o venir cagando leches / hostias / Apollas / *cojones... 3. La palabra tabú como variante léxica puede formar parte de una estructura fija que ha venido en llamarse esquema fraseológico con casilla libre. Así, la casilla vacía N2 del esquema qué N¡ ni qué N2 puede ser ocupada por palabras tabú asociables a dis­ tintas esferas, como cojones, pollas, puñetas, leches, hostias..., que alternan con otras expresiones exclusivas de dicho esquema: ocho cuartos, niño muerto, gaitas. Las citadas palabras tabú no son sustituibles por otras palabras tabú, sinonímicas o no (huevos, cataplines...), que sí lo eran en otras expresiones fijas: Qué árboles ni qué cojones / puñetas / ocho cuartos / gaitas / *huevos / *cataplines... Si N2 aparece en singular -determinado, normalmente, por el cambio morfológico sufrido en N¡-, las restricciones aumentan con­ siderablemente; ya no son posibles todas las voces enumeradas: Qué árbol ni qué leche / hostia / polla / puñeta / ocho cuartos / niño muerto / *cojón / *gaita / *huevo / *cataplín. También las limitaciones sobre la selección de variantes son mayores si el esquema presenta la variante ni N¡ ni N2: Ni árboles ni leches / hostias / *cojones / Apollas / *puñetas / *ocho cuartos / *niño muerto / *gaitas. No obstante, hay que tener en cuenta que, en ambos esquemas fraseológicos, siem­ pre existe otra posibilidad de conmutación léxica en la casilla libre N2. Ésta puede estar ocupada por una palabra que tiene la misma raíz de N¡ y que se conforma como su antó­ nimo morfológico mediante el mero cambio del morfo de género, real o supuesto (siem­ pre basado en la oposición -o / -a), que modifica a N¡: Qué árboles ni qué árbolas / cojo­ nes / ocho cuartos...; Ni árboles ni árbolas / leches / hostias... 4. La palabra tabú puede concurrir en diversas clases de frases elativas. 4.1. Una de las estructuras fraseológicas más representativas de la superlación es la comparativa estereotipada en cualquiera de sus modalidades - de igualdad o desigual­ dad. Así, la palabra tabú representa tan sólo una variante léxica más en la comparativa que sirve para indicar ‘que se trabaja mucho’: trabajar como una muía / borrico / burro / enano / esclavo / cabrón... Es sabido que en otras lenguas -incluso, de la misma familia románica- esta misma expresión fija selecciona otra suerte de variantes léxicas; tal dispa­ ridad no es más que una manifestación de la elección idiosincrática de cada comunidad lingüística, determinada por sus peculiaridades históricas, culturales, sociales, etc. Como ocurre con otras expresiones fijas, puede haber una estructura comparativa cuyo núcleo sintáctico y semántico esté representado por una palabra tabú que no permite compartir su lugar con ningún otro signo. Es el caso, por ejemplo, de la frase elativa ser más puta que las gallinas, construcción que se resiente gramaticalmente (en el código fraseológico) si se sustituye el adjetivo puta, núcleo de la comparación, por otra unidad léxica; incluso, no parece posible ni siquiera un sustituto sinónimo o un eufemismo: más ?guarra / ?zorra / *prostituta / *mujer pública que las gallinas. El rechazo sistemático del eufemismo se explica fácilmente por la incongruencia entre el énfasis de la estructura que se logra con la palabra tabú y la atenuación que determina el eufemismo. La elección

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única puede entenderse como una clase especial de solidaridad léxica; la presencia de que las gallinas implica la exclusiva comparecencia de la voz puta. Tal fenómeno no es un hecho aislado; se pueden aducir otras estructuras comparati­ vas -y también no comparativas- de esta naturaleza: que Calleja —> tener más cuento, que el TBO —>tener más visto, como una tapia —>tan sordo, etc. Esa relación de impli­ cación lingüística existe en el contexto tener más ... que el caballo de Espartero; si bien, ahora la voz preferida, cojones, tolera su sustitución por un sinónimo, huevos (y, si acaso, pelotas), mas no por todos los significantes acuñados para tal designación -a menos que haya consciencia en la manipulación y se opte por un término acaso menos marcado ne­ gativamente-: tener más cojones / huevos / ?cataplines / ?güitos / ?bolas que el caballo de Espartero. 4.2. Otro tipo de frase elativa con carácter recurrente es la que presenta la estructura simple de un SP -muchas veces, con núcleo no expandido-, según el esquema de + SN (o de + N): de ordago, de abuten, de campeonato, de padre y muy señor mío, de tres palmos de narices... A esta estructura se acomodan ciertos SP que contienen sustantivos y adjetivos tabú: de puta madre, de cojones, de tres pares de cojones... En general, se constituyen en variantes de un mismo paradigma, pero pueden surgir fuertes restricciones en relación con el término que superlativizan. P. ej., en el contexto pasarlo + SPenfát ‘dis­ frutar o divertirse mucho’, son posibles, entre los citados, de abuten, de puta madre, de cojones y, en menor medida, de campeonato, de ordago y si acaso de padre y muy señor mío, pero no *de tres pares de cojones, *de tres palmos de narices. Inversamente, hay otros contextos en los que estos últimos aparecen de forma casi exclusiva; p. ej., como complemento del sustantivo frío dentro del SV hacer un frío + compl., donde alternan, no obstante, con otros modificadores solidarios con dicho sustantivo: hace un frío de co­ jones / de tres pares de cojones / que pela / que muerde / *de puta madre / *de ordago... Podría concluirse que ciertos SSPP elativizan contenidos positivos [+ cualidad] {de puta madre) y otros, contenidos negativos [+ cantidad] {de tres pares de cojones); si bien al­ gunos -como de cojones- puede expresar los dos valores superlativos (véase infra: idiomaticidad múltiple). Curiosamente, el elativo de puta pena puede también concurrir en ese contexto, pe­ ro con significado contrario: pasarlo de puta pena es ‘pasarlo muy mal’. En este sentido, al margen de los otros SSPP, podría suponerse que de puta madre y de puta pena son sinónimos intrafraseológicos; podría, incluso, pensarse que constituyen una serie del tipo época de vacas flacas / gordas, tener buena / mala f e , etc., en los que se determina una relación binaria de opósitos. De hecho, tienen un comportamiento similar ante ciertas pruebas. Por ejemplo, la conmutación del adjetivo por otra unidad léxica -sea o no tabúno está permitida en ninguno de los dos sintagmas: *de zorra pena / madre, *de gran pena / madre. O, por ejemplo, dicho adjetivo tolera la modificación sufijal: de putísima pena / madre, o su complementación adverbial: de muy puta pena / madre. Sin embargo, a pesar de las semejanzas formales, existe una diferencia de comportamiento ante otra prueba que invita a considerarlos como unidades fraseológicas autónomas. Esa diferencia consiste en la posibilidad de elusión por 0 de la palabra tabú puta cuando modifica a pe­ na, frente a la obligatoriedad de aparecer explícita cuando modifica a madre: de puta / 0 pena - de puta / *0 madre. 4.3. La locución adverbial con la estructura SP según el esquema a todo + TVes, sin duda, una construcción que dispone de uno de los paradigmas de elementos conmutables más extensos para rellenar un hueco léxico. Entre las numerosas alternativas que pueden

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ocupar dicha casilla -gas, trapo, pastilla, paleta, tren, meter, correr, prisa..-, se en­ cuentran las palabras tabú leche y hostia, también empleadas con el valor estereotípico de comodín. 4.4. La palabra tabú descojonarse es una variante léxica de otros verbos con los que forma un inventario cerrado dentro de la estructura V + de risa: morirse / partirse / tron­ charse / descoyuntarse / descuajaringarse / deste[o]rnillarse de risa. Si es el núcleo no­ minal el que tolera su conmutación -sueño, miedo, asco...-, el paradigma de verbos hi­ perbólicos ya no funciona y sólo se mantiene la solidaridad con morirse: morirse / *troncharse de miedo, morirse / *descojonarse de asco, etc. Adviértase que es el cambio de sustantivo -y no de verbo- lo que determina el cambio semántico del sintagma: Los verbos establecen una relación de equivalencia semántica con el valor de formas hiper­ bólicas. 5. Dentro de una estructura comparativa, pueden aparecer, conformando el núcleo nominal del segundo término de comparación, ciertas palabras tabú con el mero valor de muletilla o fórmula de relleno. Se ha perdido la posible motivación semántica que sus­ tenta la relación de comparación; no se compara nada. A cambio, el segundo constitu­ yente consigue -o conserva- un valor de elemento enfático: Tú eres más inútil que la hostia / el copón / la leche. Podría pensarse que un enunciado como más blanco que la leche admite en algún contexto una lectura denotativa sin perder el valor colateral de énfasis, en tanto que existe un núcleo semántico común que permite establecer la relación de comparación lecheblanco, como también existiría en cal-blanco, nieve-blanco, etc. (v. gr.: “una de las posi­ bles características físicas de la leche es su blancura”). Y habría razón en pensarlo. En cambio, no podría argumentarse esa explicación en comparativas como Te has puesto más rojo que la leche, Eres más tonto que la leche, etc. El hecho de que puedan coapare­ cer elementos no comparables (leche-tontez) -incluso, incongruentes (rojo-leche)- es una prueba evidente de que, aun habiendo una estructura sintáctica de comparación, no existe una auténtica relación semántica de comparación. Las señaladas fórmulas de relleno pueden alternar -a veces con ciertas restricciones contextúales- con otras expresiones bien no tan marcadas socialmente: que mandado ha­ cer de encargo, que un tonto, que yo qué sé, bien igualmente reprobadas por la comuni­ dad de habla: que la madre que te parió. Sin embargo, no consienten su conmutación por otros términos tabú: *que el cojón, *que la polla, etc., excepto en el caso de que el SN artículo + Nsing transforme su estructura en mis + Npi, estando éste representado por vo­ ces como cojones, huevos y quizás ninguno más; v. gr.: Tú eres más inútil que mis cojones / Vos cojones. El núcleo nominal del segundo término de comparación de esta última alternativa a veces se complementa con modificaciones más o menos ocasionales y pere­ cederas, más o menos fijadas y fosilizadas, y no faltas de ingenio o gracia: Tú eres más inútil que mis cojones, que llevan treinta años juntos y aún no se han dicho “hola ”. Una característica formal, sintáctica, de estas construcciones comparativas elativas con comportamiento de muletilla, frente a la inmensa mayoría de las otras, es la obligato­ riedad de configurarse mediante la fórmula de superioridad, esto es, con el morfema dis­ continuo más... que; cp. *Tú eres tan inútil como la leche / mandado hacer de encargo. 6 . La palabra tabú representa a veces un mero parásito lingüístico en cuanto que no desempeña ninguna función sintáctica en la oración ni coopera en la gramaticalidad del enunciado, ni siquiera como fórmula de relleno. Se incrusta en la oración de modo simi­

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lar al vocativo: se impone como una isla gramatical delimitada por pausas y destacada fónicamente por su entonación diferente: No sé qué, coño, he hecho con el carnet, que no lo encuentro ahora o Dime de una vez qué, hostias, haces aquí. Por lo común, aparece vinculado con estructuras exclamativas o interrogativas que denotan ‘enfado, malestar, reprensión...’ del enunciador. Concurren con frecuencia otros tabú, como cojones, pollas, puñetas y leches o diablos, demonio... (cp. ?huevos / *pelotas / *pichas), a veces con cierta terapia eufemística - leñe, coña, coñe. La expresión fija hacerse un lío -o colocación con verbo soporte (= liarse) con po­ sibilidad de modificación sintáctica (un verdadero / auténtico / gran... lío)- se incre­ menta con el sintagma la picha, que se intercala obligatoriamente entre el verbo y el ob­ jeto directo; en este caso, la palabra tabú no admite sustitución léxica ni siquiera por su sinónimo más próximo -polla-: hacerse la picha / Apolla un lío. Comoquiera que hacer­ se un lío no admite una interpretación como construcción media en la que un lío fuera el sujeto gramatical, no cabe, al parecer, otra posibilidad que asignar a dicho sintagma la categoría de parásito gramatical en el sentido que se ha indicado. 7. En ciertas construcciones, la palabra tabú es un incremento opcional enfático. Tiene un carácter opcional en el sentido de que su ausencia no supone la agramaticalidad de la frase; pero no es un parásito lingüístico sin función sintáctica: Si aparece, desempe­ ña -como adjetivo- una función sintagmática como adyacente nominal. Tampoco es, propiamente, un elemento superfluo, ya que aporta énfasis a la frase: no moverse ni una 0 / puta mosca, no haber ni un 0 / puto alma (o ni una 0 / puta rata), no dar ni 0 / puto golpe, no jalarse ni una 0 / puta rosca, poner [a alg.] de patitas en la 0 / puta / puñetera calle, no hacer ni 0 / puto / puñetero caso, no decir ni una 0 / puta / puñetera / maldita palabra... Este tipo de incremento léxico se produce con mayor frecuencia en enunciados de modalidad negativa; suele establecerse una relación solidaria con el signo de negación enfática ni, que, a su vez, es activado por no, en tanto que elementos conformantes de una correlación polar (cp. no moverse ni / ?0 una puta mosca, no dar ni / * 0 puto golpe...). También es recurrente en frases elativas con la estructura SP congelada de + N o de + un + N: de 0 / puta pena, de una 0 / puta /puñetera vez. El adjetivo tabú más empleado es, como se observa, puto -a veces con carácter exclusivo- y alterna normalmente con pu­ ñetero. No obstante, la lista de variantes es más extensa en otras expresiones fijas: no tener ni puta / puñetera / zorra / pajolera / pijotera idea (además de la menor / la más remota / la más mínima), quedarse (o estar o no tener) sin un puto / puñetero / maldito / cochino / jodido / mísero / miserable / ?asqueroso duro. Estas dos últimas expresiones desarrollan sus propias variantes, que no son conmutables por otros signos ni trasladables a otros fraseologismos: pajolera y pitotera establecen relaciones de solidaridad léxica muy estrecha con idea dentro de la estructura señalada; cochino y mísero, con duro y algún otro término de la unidad monetaria (peseta, etc.). 7.1. El incremento léxico puede no ser una palabra tabú, sino, por el contrario, que sea ésta el núcleo nominal que recibe un modificador opcional enfático. Así, la construc­ ción fija estar hasta los cojones [de alg. / algo] admite un complemento adjetivo con valor de énfasis -mismos- y sólo ese: estar hasta los mismos / *propios / *dos / *particulares cojones; si bien, dicho modificador admite sufijación apreciativa de super­ lación a modo de refuerzo enfático: estar hasta los mismísimos cojones. El núcleo nomi­ nal del SP forma un paradigma bastante amplio con otros signos -tabú o no- conmuta­ bles: narices, huevos, tetas, güitos, cataplines, pelotas, polla, gorro, moño, coño, pirri, coco, pelos (o pelos del moño)... Es posible también la alternativa ahí o aquí, que, pre­ servando su valor deíctico, suelen emplearse acompañados de los gestos correspondientes

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(la mano es desplazada hacia la parte superior de la cabeza o bien se coloca sobre el ór­ gano sexual). En (ser) un hijo de puta ocurre algo similar: el incremento léxico no corresponde a la palabra tabú, sino a su modificador: (ser) un hijo de la gran / grandísima puta (debe llevar antepuesto el artículo). Este incremento ha favorecido la creación analógica de una variante eufemística: (ser) un hijo de la Gran Bretaña. 7.2. A veces, el incremento que se añade a una expresión fija determina cambios estructurales más complejos. P. ej., el fraseologismo exclamativo con valor pragmático de negación enfática ¡Y una polla! se “alarga” con un segundo miembro rimante superfluo -como una olla-, con función similar a una muletilla. Con el nuevo constituyente, la construcción presenta una estructura bimembre próxima al enunciado paremiológico prototípico. Esta suerte de “fórmula rimada” con el mismo segundo miembro no es posi­ ble con otras variantes: *¡Y unos cojones / unas narices, como una olla!, aunque, sobre dicho patrón, la creatividad pudiera foijar otros paralelismos rítmicos (imagínese, p. ej., ¡Yunos cojones, como camiones / esportones!). 7.3. A veces, la incrementación léxica presenta un cierto carácter recursivo. Así, el fraseolexema verbal tener cojones o huevos -con el sentido de ‘tener mal genio’ o ‘ser muy testarudo’- puede recibir un modificador participial: colocados o plantados. Si esto ocurre, la locución cambia su fisonomía morfológica de acuerdo con el esquema: tener los cojones colocados o tener colocados los cojones; es decir, el sustantivo tabú lleva artículo, y colocados, como predicativo, puede gozar de cierta libertad posicional. Y, bajo esta nueva configuración, colocados puede ser, a su vez, modificado por otro incre­ mento léxico, el adverbio bien, el cual, a su vez, puede ser complementado por otro mo­ dificador adverbial; v. gr.: tener los cojones [muy [bien [colocados]]]. Es también usual, como variante léxica de colocados, el adjetivo cuadrados (tener los cojones cuadrados; cp. tener la mente cuadriculada)', pero dicho adjetivo no permite desarrollar un ciclo de adyacencia de tal naturaleza, presumiblemente por la incapacidad del término cuadrado para recibir modificación semántica alguna (cfr. *muy cuadrado, *bastante romboidal, *poco redondo). Un fenómeno de recursividad semejante se produce si cojones seleccio­ na el numeral dos, el cual suele ir combinado con el adjetivo enfático buenos’, tener dos buenos cojones. Ahora bien, si éste recibe un modificador adverbial (muy), raramente aparecerá el numeral: ?tener dos muy buenos cojones. Esta misma expresión puede recibir también otras clases de incremento léxico: te­ ner muchos cojones o tener los cojones muy grandes. Puede, incluso, aparecer la palabra tabú precedida de un enfático y quedar truncada la construcción -tener unos cojones...-, acaso sobreentendiendo un complemento superlativizador del tipo así de grandes (acom­ pañado generalmente de un gesto hecho con las manos indicando gran tamaño) o el cita­ do como el caballo de Espartero. 1.4. Cabe tener en cuenta que toda esta suerte de modificaciones que tolera el sus­ tantivo cojones no aparecen normalmente si la misma expresión -tener cojones- no sig­ nifica ‘testarudez’ o ‘mal carácter’. Así, tener cojones, cuando significa ‘valentía, osadía’ -p. ej., A que no tienes cojones para decirme a mí eso-, no consiente el complemento adjetival colocados o grandes. Si lo llevara, podría tratarse de un empleo anómalo por analogía con su homónimo. Tener cojones tiene además otro valor como muletilla en ex­ presiones exclamativas del tipo ¡Tiene cojones la cosa/ (= ¡Tócate los cojones!, ¡Cojo­ nes!, ¡Manda cojones!); como modalizador discursivo de apertura suele encabezar enun­ ciados con valor de ‘sorpresa o asombro’, ‘queja’, ‘disconformidad’, ‘importunidad’...

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Adviértase que, ahora, el verbo tener puede admitir como argumento externo de sujeto un sustantivo de cosa, frente a las construcciones anteriores en las que requiere obligatoria­ mente un sustantivo de persona. Esta expresión fija admite variantes léxicas nominales en cualquiera de sus acep­ ciones: tener cojones / huevos / narices / ?pelotas. Existen otras expresiones fijas de idiomaticidad múltiple que desarrollan un para­ digma de variantes muy restringido. Es el caso, p. ej., de estar en pelotas (‘desnudo’ / ‘sin dinero’), en el que el sustantivo pelotas sólo parece admitir su sustitución por bolas; otros sustantivos sinónimos son radicalmente repelidos: estar en pelotas / bolas / *huevos / *cojones / *güitos / *cataplines. Cabe indicar que el SP en pelotas, cuando comple­ menta al verbo pescar (‘sorprender’), sufre un desplazamiento semántico hacia el signifi­ cado ‘desprevenido’. Aquélla puede admitir el sinónimo interfraseológico estar a pelo y una variante exclusiva cueros (que, a su vez, admite incrementación léxica: vivos) y ésta, la variante léxica bragas; cp.: estar en pelotas / bolas / cueros (vivos) / ?bragas - pescar [a alg.] en pelotas / bolas / bragas / *cueros (vivos). 8 . Frente a las construcciones anteriores que, a pesar del carácter fijado del inventa­ rio de sus componentes, toleran ser modificadas por un incremento léxico, hay otras que sufren un proceso contrario: su acortamiento. La abreviatura fraseológica puede mani­ festarse en su grado más extremo simplificando la palabra tabú a la letra inicial, tal como ocurre en mandar [a alg. / algo] a la m. (por mierda) o no tener n. p. i. (por ni puta idea) - que podrían describirse, respectivamente, como variantes secundarias de mandar a la mierda y no tener ni puta idea. Pueden aparecer deletreadas: a la eme y enepei, siguiendo un procedimiento análogo al de la acronimia. Eso mismo ocurre con la expresión excla­ mativa ¡ajo y agua!, fórmula apocopada de ¡a joderse y aguantarse!’, si bien, el meca­ nismo es aquí más parecido al de la sigla (cp. los hipocorísticos del tipo Bienve (< Bien­ venido), Bibi (