Villas tardoantiguas en el Mediterráneo occidental (Anejos de Archivo Español de Arqueología) (Spanish Edition) 8400084667, 9788400084660

En este anejo de Archivo Español de Arqueología se presentan varios trabajos sobre las villas tardoantiguas en la Hispan

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SUMARIO
VILLAE EN EL PAISAJE RURAL DE HISPANIA ROMANA
DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA
VILLAS EN HISPANIA DURANTE LA ANTIGÜEDAD
TARDÍA
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Villas tardoantiguas en el Mediterráneo occidental (Anejos de Archivo Español de Arqueología) (Spanish Edition)
 8400084667, 9788400084660

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ANEJOS DE ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA XXXIX

Villas Tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental

ANEJOS SERIE

DE

AESPA

PUBLICADA POR EL INSTITUTO DE

HISTORIA

Directora: Dra. M.a Paz García-Bellido, Instituto de Historia, CSIC. Madrid Consejo de redacción: Prof. Dr. Javier Arce, Instituto de Historia, CSIC, Madrid; Prof. Dr. Manuel Bendala, Universidad Autónoma de Madrid; † Dr. Xavier Dupré, Esc. Esp. Hist. y Arqueología, CSIC, Roma; Dra. Guadalupe López Monteagudo, Instituto de Historia, CSIC, Madrid; Dr. Pedro Mateos, Instituto de Arqueología de Mérida, J. Ext., CCMM. y CSIC; Prof. Dr. Manuel Molinos, Universidad de Jaén; Prof. Dr. Ángel Morillo, Universidad de León; Dra. Almudena Orejas, Instituto de Historia, CSIC, Madrid; Prof. Dr. Francisco Pina Polo, Universidad de Zaragoza; Prof. Dr. Joaquín Ruiz de Arbulo, Universidad de Tarragona. Consejo asesor: Dr. Michel Amandry, Bibliothèque Nationale de France, Paris; Dr. Xavier Aquilué, Conjunto Monumental de Ampurias, Girona; Prof. Dr. Gian Pietro Brogiolo, Università di Padova, Italia; Prof. Dr. Francisco Burillo, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Teruel; Prof. Dr. Monique Clavel-Lévêque, Université Franche-Comté, Besançon; Prof.a Dra. Teresa Chapa, Universidad Complutense de Madrid; Prof. Dr. Adolfo Domínguez Monedero, Universidad Autónoma de Madrid; Prof. Dr. Carlos Fabião, Universidade de Lisboa; Prof.a Dra. Carmen Fernández Ochoa, Universidad Autónoma de Madrid; Dr. Pierre Moret, Casa de Velázquez, Madrid; Prof. Dr. Domingo Plácido, Universidad Complutense de Madrid; Prof. Dr. Sebastián Ramallo, Universidad de Murcia; Prof.a Dra. Isabel Rodà, Universidad Autónoma de Barcelona; Dr. Th. G. Schattner, Instituto Arqueológico Alemán, Madrid; Prof. Dr. Armin Stylow, München Universität. Secretario: Dr. Luis Caballero, Instituto de Historia, CSIC, Madrid.

ALEXANDRA CHAVARRÍA JAVIER ARCE GIAN PIETRO BROGIOLO (editores)

Villas Tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Instituto de Historia Departamento de Historia Antigua y Arqueología

MADRID, 2006

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningún medio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, informático, de grabación o fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.

Imagen de cubierta: Ricostruzione tridimensionale computerizzata della cenatio, con il pavimento della parte centrale del vano coperto dall’acqua (pág. 240).

Catálogo general de publicaciones oficiales: www.publicaciones.administracion.es

MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA

CSIC

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

UNIVERSITÀ DI PADOVA

© Consejo Superior de Investigaciones Científicas © Alexandra Chavarría, Javier Arce y Gian Pietro Brogiolo NIPO: 653-06-098-8 ISBN: 84-00-08466-7 Depósito Legal: M. 50.536-2006 Impreso en España

Imprenta TARAVILLA. Mesón de Paños, 6. 28013 MADRID

Anejos de AEspA XXXIX, 2006, pág. 7

SUMARIO

JAVIER ARCE: Villae en el paisaje rural de Hispania romana durante la Antigüedad tardía .....................................................................................

9

ALEXANDRA CHAVARRÍA ARNAU: Villas en Hispania durante la Antigüedad tardía ..........................................................................................................

17

LUCIA ROMIZZI: Le ville tardo-antiche in Italia ............................................

37

CARLA SFAMENI: Committenza e Funzioni delle ville «residenziali» tardoantiche tra fonti archeologiche e fonti letterarie ...................................

61

KIM BOWES: Building Sacred Landscapes: Villas and Cult ........................

73

VIRGINIA GARCÍA-ENTERO: Los balnea de las villae tardoantiguas en Hispania. ..........................................................................................................

97

JOSÉ IGNACIO MARTÍNEZ MELÓN: El vocabulario de los asentamientos rurales (siglos I-IX d.C.): Evolución de la terminología........................

113

PERE CASTANYER y JOAQUÍM TREMOLEDA: La villa de Vilauba. De la Antigüedad tardía hasta el abandono final ...................................................

133

RUBÍ SANZ y BLANCA GAMO: La villa romana de Balazote (Albacete): reflexiones para una revisión ...................................................................

153

R. CASTELO, C. BANGO, A. LÓPEZ Y M. AGUADO: El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo). Un ejemplo de villa bajoimperial en la provincia de la Lusitania ................................................................................................

173

ENRIQUE CERRILLO MARTÍN

CÁCERES: La villa romana de Monroy .........

197

FÉLIX TEICHNER: De lo romano a lo árabe. La transición del sur de la provincia de Lusitania a al-Gharb al-Andalus: nuevas investigaciones en los yacimientos de Milreu y Cerro da Vila ........................................

207

GIULIANO VOLPE, GIULIANO DE FELICE y MARIA TURCHIANO: La villa tardoantica di Faragola (Ascoli Satriano) in Apulia ............................

221

GIAN PIETRO BROGIOLO: La fine delle ville: dieci anni dopo .......................

253

DE

Anejos de AEspA XXXIX, 2006, pág. 9 a 15

VILLAE EN EL PAISAJE RURAL DE HISPANIA ROMANA DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA POR

JAVIER ARCE Université de Lille-3

RESUMEN Se presentan una serie de reflexiones sobre diversos problemas relacionados con el tema de las villas tardoantiguas en Hispania como la terminología, sus características arquitectónicas o el porqué de su abandono.

SUMMARY This essay provides an overview on late antique villas in Hispania particularly on the vocabulary, architectonical features and the end of the villas. PALABRAS CLAVE: Hispania, villae, terminología, transformaciones. KEY WORDS: Hispania, villae, terminology, transformations.

El paisaje de la Península Ibérica en la Antigüedad Tardía está constituido, a partir del siglo IV y hasta el VIII, por numerosas ciudades, muchas de ellas todavía pujantes centros económicos o administrativos 1. El sistema viario romano favorecía y unía las comunicaciones entre los distintos núcleos urbanos, permitiendo la rapidez de los traslados y la circulación de las ideas, de las embajadas, el transporte de los funcionarios, de los ejércitos y de las mercancías. Junto a las ciudades, el otro componente esencial del 1 Este trabajo está concebido como una introducción general al presente volumen dedicado a las villae en Occidente. Por ello presenta una serie de reflexiones sobre diversos problemas relacionados con el tema sin pretensiones de exhaustividad. Una primera aproximación al tema en J. Arce, Otium et negotium: the great estates. 4th-7th century, en L. Webster y M. Brown (eds.), The Transformation of the Roman World, AD 400-900, Londres, 1997, 19-32. Sobre las ciudades de Hispania en época tardía se puede consultar (entre la variada bibliografía existente): J. Arce, El último siglo de la España Romana, 284-409 A.D., Madrid, 1982; Idem, Bárbaros y romanos en Hispania, 400-507 A.D., Madrid, 2005; M. Kulikowski, Late Roman Spain and Its Cities, Baltimore, London, 2004, con mi reseña (en prensa) en Journal of Roman Archeology (2006).

paisaje eran las villae, de igual modo interrelacionadas entre sí y que lo estaban a su vez con las ciudades (Fig. 1) 2. Toda una serie de núcleos de habitación de diversas funciones completaban este panorama. La identificación de estos núcleos ofrece en primer lugar un problema de nomenclatura y vocabulario. 1.

UNA NOMENCLATURA POLISÉMICA

En el Digesto (50, 16, 211) encontramos una aclaración genérica sobre qué es lo que se denominaba villa: Fundi appellatione omne aedificium et omnis ager continetur. Sed in usu urbana aedificia, aedes, rustica villae dicuntur. Locus vero sine aedificio in urbe, area, rure autem, ager appellantur; idemque ager cum aedificio, fundus dicitur 3. Es decir: « En la denominación fundus (propiedad) se incluyen cada edificio y el terreno. Pero en el uso corriente los edificios urbanos se llaman aedes, y los edificios rurales villae. Ahora bien, un lugar sin edificios en la ciudad se denomina area; en el campo, sin embargo, se llama campo (ager). Y de igual modo, un campo con un edificio se denomina fundus». Como subraya P. Gros en su excelente discusión sobre la terminología de la villa, ésta engloba todas las construcciones (aedificia) situadas en una propiedad fundiaria (fundus) y se opone radicalmente a los términos aedes o domus, ya que villa no se concibe más que fuera de la ciudad 4. Ahora bien en los textos contemporáneos o posteriores a la cronología en la que nos movemos aquí, reina más bien la ambigüedad, sobre todo cuando se trata de definir o identificar uno de los muchos establecimientos rurales en el paisaje. Ausonio, por ejemplo (Carmina III, 1), llama a su 2 M. C. Fernández. Castro, Villas romanas en Hispania, Madrid, 1982. 3 Digesta Iustiniani Augusti, P. Krüger, Th. Mommsen (eds.), Berlín, 1963. 4 P. Gros, L’Architecture Romaine, vol. 2, París, 2001, 265 y ss.

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JAVIER ARCE

residencia campestre, villula (redisset ad patriam, villulam, quam pater reliquerat), pero la describe más adelante como de 200 yugadas de tierra, una viña de 100 yugadas y unos prados de 50 con bosques de extensión más del doble que los prados, la viña y el campo 5; pero en el verso 17 del mismo poema se refiere a ella como ager. El uso del diminutivo, por tanto, no tiene nada que ver con el tamaño o extensión de la propiedad 6. Mucho más tarde la Historia Wambae denomina el lugar donde murió del rey Recesvinto como villula 7, aunque probablemente era una villa regia 8. Villula parece significar dominio agrícola, en el sentido originario de villa, y es in tercambiable con ella, tal y como se demuestra en la vida de Fructuoso de Braga 9. Un ejemplo especialmente problemático es el término castellum. En la carta de Consencio a Agustín (escrita hacia el 420) 10, el término significa, sin duda alguna para mi, villa. En la epistula se habla en tres ocasiones de castellum: una, en referencia al de la madre de Severus (a quien los bárbaros habían robado los libros mágicos priscilianistas) y las otras dos en referencia al castellum Severi, su propia villa: III) Severus...post obitum matris castellum in quo consistebat expeteret (Epist. 11* 2) («Severo deseaba ver, tras el fallecimiento de su madre, la villa en que ella habitaba») (otros traducen castellum por localidad). III) «Severo había querido llevarse los códices que había recibido de su madre a su villa para leerlos y examinarlos allí con tranquilidad» (Severus secum ad castellum suum exportare (codices) voluisset, ut illic eos potissimun vacanti animo legeret vel probaret) (Epist. 11* 3). III) «El portador de la carta (portitor) se dirigió primero a la villa (castellum) de Severo, que estaba algo más distante» (prius ad castellum Severi quod spatio itineris longiore distabat (Epist. 11* 4) Ausonio, Opera, R.P.H. Green (ed.), Oxford, 1999. Sobre villula ver A. Isla, Villa, villula, castellum. Problemas de terminología rural en época visigoda, Arqueología y territorio medieval, 8, 2001, 9-20. 7 Julián de Toledo, Historia Wambae III, 37-39 en Sancti Iuliani Toletanae Sedis Episcopi Opera, CXV, Pars I, Brepols, 1976. 8 Sobre todo este tema ver las excelentes páginas de C. Martin, La géographie du pouvoir dans l’Espagne visigothique, Lille, 2003, 37 y ss. 9 Observaciones de Martin, cit (n. 8) en 37. El texto en J. Campos, San Leandro, S. Isidoro, San Fructoso, Madrid, 1971, 129-162. 10 Epistula 11*. Augustinus, Santi Aurelii Augustini opera. Epistulae ex duobus codicibus nuper in lucem prolatae, J. Divjak (ed.), CSEL, LXXXVIII, Viena, 1981. 5 6

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No cabe duda de que castellum es aquí villa y probablemente villa fortificada, propiedad de la madre de Severo en un caso y de Severo mismo en los otros dos. Y éste es el sentido que tiene también en algunos pasajes de Hydacio. La identificación villa/castellum se deduce también del famoso texto de este autor sobre el sometimiento de los Hispanos a los bárbaros en el 409. El pasaje dice: Spani per civitates et castella residui a plagis barbarorum per provincias dominantium se subiciunt servituti («los hispanos de las ciudades y de las villae que sobrevivieron a los desastres ocasionados por los bárbaros se sometieron de buen grado a su servidumbre» 11. Burgess traduce castella como «forts» y Tranoy como «villes fotifiés» 12, y considera que el texto se refiere sólo al territorio galaico, identificando castella con los castros antiguos de época céltica prerromana que permitirían ser reutilizados como zonas de refugio para los habitantes del Noroeste. Creo que los castella no son los castra prerromanos porque, además, Hydacio no se está refiriendo al territorio galaico, sino que habla de todas las provincias de Hispania (per provincias), y por tanto esta presentando nítidamente los dos tipos de habitat de Hispania en su época, civitates et castella, o sea ciudades y villae ¿o es que todos los hispanos vivían en castella en el sentido de localidades fortificadas? Éste era el vocabulario de Hydacio hacia los años 470 cuando termino su Chronica y esta era su percepción del paisaje en el que, por otro lado y además, cabían acepciones como castellum (en el sentido de localidad fortificada), en otras ocasiones, castrum, con el mismo significado, y villa 13. Este ejemplo de Hydacio sirve para demostrar la ambigüedad de las fuentes por lo que refiere a la terminología ya que usan unas veces unos términos y otras otros sin que por fuerza tengan siempre el mismo significado y no permiten en modo alguno la solución reduccionista de convertir el paisaje rural tardío de Hispania constituido como unos habitats en alturas fortificadas (castella), a las que se oponen las civitates, que, por cierto, eran en general recintos amurallados perfectamente apropiados para defenderse, precisamente contra los eventuales ataques de los bárbaros que no eran hábiles en los asaltos a las ciudades fortificadas. Este mismo problema y este mismo vocabulario se encuentra más adelante en Juan de Bíclaro, por 11 Hydacio 41 (The Chronicle of Hydatius and the Consularia Constantinopolitana. Two contemporary accounts of the final years of the Roman Empire, Burgess, R.W. (ed.), Oxford, 1993). 12 Burgess, ad.loc; A. Tranoy (editor y traductor), Chronique, 218-219, París, 1974. 13 Sobre esto cf. Arce, 2005, cit (n. 1), 234 ss.

VILLAE EN EL PAISAJE RURAL DE HISPANIA ROMANA

ejemplo. Cuando habla de la toma de Orospeda por parte de Leovigildo dice 14: Leovigildus rex Orospedam ingreditur et civitates atque castella eiusdem provinciae occupat; y poco más adelante, hablando de Hermenegildo 15: Hermenegildus alias civitates atque castella secum contra patrem rebellare facit, y lo mismo a propósito de la toma de Corduba: multasque urbes et castella 16. No es posible que todo el paisaje se haya reducido a castella et civitates. Aquí el cronista utiliza de forma mecánica y genérica el vocabulario y, como hemos visto, ya desde Hydacio la asociación de ambos vocablos tiene una larga tradición historiográfica. Castella son los edificios, castra, vici, pagi, loca, villae, villulae y también los propios castella incluidos, que conforman el mundo rural que se oponen a las civitates o a las urbes. Esta interpretación viene casi exigida por el contexto. Existen otros lugares, otros núcleos menos frecuentemente citados, como por ejemplo los diversoria, especie de albergues en los caminos, que en ocasiones pueden confundirse con las stationes que jalonan las vías y que son lugares de reposo nocturno, de refugio en caso de mal tiempo, de cambio de caballerías, de reparación de carros y carruajes. Una ley de Egica del 702 17 los menciona cuando dice que los fugitivos se encuentran por todas partes, en la civitas, en el castellum, en el vicus, en la villa, en el diversorium. Y existe además otro término que se encuentra en textos jurídicos, o concilios o en el corpus legislativo, que se denomina simplemente locus. C. Martin ha llamado la atención sobre este término concluyendo que, locus Bannonicus, locus de Prato, son topónimos que designan ciertamente un conglomerado de habitación más o menos concentrada, o un habitat rural dependiente de un centro más importante 18. La precisión que en ocasiones aparece en los textos de denominarlos locus fisci demuestra que estamos en presencia de una explotación que pertenece al fisco 19. Aparentemente Isidoro es muy aclaratorio ya que explica el significado de los términos con detalle. Isidoro dice que vici et castella et pagi hi sunt qui 14 Juan de Biclaro, 160, 2 (año 577) (Juan de Biclaro, Obispo de Gerona. Su vida y su obra, Campos, J. (ed.), Madrid, 1960, 77-100). 15 Juan de Biclaro, 192-193 (año 579). 16 Juan de Biclaro, 77-78 (año 572). 17 Leges Visigothorum IX, 1, 21 18 Martin 2003, cit. (n. 8), 33 y ss. 19 S. Castellanos, The political Nature of taxation in Visigothic Spain, Early Mediaeval Europe, 12, 2003, 201-228. I. Martín Viso, Comunidades, poderes locales y tributación en el centro de la Península Ibérica: algunas hipótesis a partir del análisis de las pizarras «visigodas», Antiquité Tardive (en prensa).

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nulla dignitate civitatis ornantur («las aldeas, los castella y los villorios están desprovistos de toda dignidad propia de la ciudad») añadiendo que son meras aglomeraciones de personas que, por su tamaño, dependen (adtribuuntur) de las ciudades 20. Isidoro no menciona expresamente las villae (o las villulae) y me pregunto si el término no está incluido en castellum. En cualquier caso lo interesante del texto es que Isidoro demuestra que todos estos centros rurales dependían de las ciudades para su administración, economía, defensa y otros menesteres. El autor de las Etymologías continua diciendo que los vici están constituidos solamente por casas o son solamente calles y no poseen murallas, y concluye señalando que castra era un término usado por los antiguos para designar una ciudad (oppidum) situada en lugares elevados y castellum es el diminutivo (diminutivum) de castrum. En fin, los pagi, señala Isidoro, son lugares apropiados para las viviendas de quienes habitan los campos 21. El problema del texto de Isidoro es que no sabemos con certeza cuándo esta hablando de su propia época o cuándo esta utilizando términos antiguos ya en desuso en su tiempo. Si lo tomamos a la letra, castrum es una denominación antigua no usada en su tiempo, mientras que castellum es una villa situada en alto y por eso es más pequeña que un castrum. Lo que si parece deducirse también es que las aglomeraciones rurales no estaban fortificadas porque son sólo las ciudades, y esa es su característica, las que tienen murallas. Este panorama rural no es exclusivo ni de Hispania ni del periodo tardoantiguo, sino que lo encontramos como normal en otras regiones o provincias y en otras épocas. Diversidad de establecimientos rurales la encontramos en las regiones del Oriente romano según demuestran documentos diversos tales como el senatus consultum del 39 a.C. en el que se conceden privilegios a los habitantes de Plarasa y Afrodisias, mencionado «campos, localidades, edificios, aldeas, posesiones, lugares fortificados, zonas de pasto etc.» 22. En la lex Antonia de Termessensibus se habla de res, loci, agri, aedificia como los lugares de habitat rural 23. Toda esta disquisición terminológica, que no es exhaustiva, demuestra, por un lado la gran variedad de establecimientos rurales que la arqueología debe detectar y que no forzosamente merecen el califi20 Isidoro, Etymologiae XV, 1 y 2, estudiado en Martin 2003, cit. (n. 8), 34 y ss. 21 Isidoro, Etymologiae XV, 2, 12. 22 J. M. Reynolds, Aphrodisias and Rome, Doc. 8, 58-59 citado en St. Mitchell, Anatolia, Land, Men and Gods in Asia Minor, vol. I, 1993, 177. 23 Inscriptiones Latinae Selectae, 38.

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cativo de villa, y por otro, la necesidad de la prospección arqueológica sistemática que es el único método para poder individualizar los problemas del paisaje rural a fin de poder comprender la dinámica de su evolución, de sus relaciones, de las diferentes modos de explotación y de población y establecimientos, todo ello teniendo en cuenta siempre, aunque no de forma rígida, la terminología conocida por los textos que, como hemos visto, es ambigua, ambivalente y polisémica. Por citar un ejemplo mencionaré Valdetorres de Jarama, en las cercanías de Madrid (Fig. 2) 24. Un edificio de planta octogonal con un peristilo central alrededor del cual se abren habitaciones rectangulares en ocasiones subdivididas en otras más pequeñas y que ha sido interpretado como una villa romana. En este caso tendríamos una villa de planta sorprendente y a la que faltarían algunos elementos importantes (y yo diría esenciales): balnea, sistemas de calefacción, salas de representación, por no hablar de algún resto de pavimento que en Valdetorres parece que no existió. Es cierto que se podría pensar que el edificio estuvo inacabado y no fue nunca utilizado, pero en este caso no se entiende la presencia de otros elementos hallados en la excavación: estatuas, cerámicas, marfiles etc. Valdetorres tiene, en cambio, muchas posibilidades de ser un diversorium, o albergue rural o, en todo caso, una de las muchas mutationes o stationes que había en los caminos y vías, sin excluir que fuera, como señale ya hace años, un macellum rural. Resulta curioso y significativo que son muy pocos los establecimientos de este tipo identificados en la Península Ibérica y, sin embargo, debieron de existir en abundancia. En fin, para la época que nos ocupa, a partir especialmente del siglo V, otro establecimiento que esta ausente de representación en el registro arqueológico es el monasterium, bien aislado, bien incluido o reutilizando las estructuras de una villa romana anterior. 2.

VILLAE: DIVERSIDAD Y SINGULARIDAD DE VIDA

Es bien conocido que muchas de las villae documentadas en España han sido estudiadas principalmente en sus aspectos decorativos (mosaicos, objetos diversos) y mucho menos en su verdadera 24 Valdetorres: J. Arce, L. Caballero, M.A. Elvira, Valdetorres de Jarama, Madrid, 1979; Eid., El edificio octogonal de Valdetorres de Jarama (Madrid), en R. Teja, C. Pérez (eds.), La Hispania de Teodosio. Actas del Congreso Internacional, Segovia-Coca 1995, Junta de Castilla y León-Universidad SEK, vol. 2, Segovia, 1997, 321-337

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función, la explotación agrícola, su extensión y dimensiones y limites, y sólo recientemente se ha estudiado el problema de sus transformaciones y definitiva extinción en su caso 25. El gran mérito de Maria Cruz Fernández Castro fue el de estudiar su tipología arquitectónica, por lo que disponemos de un buen repertorio de las múltiples y variadas planimetrías de las villae de Hispania y de su originalidad de concepción y adaptación a los modelos transplantados de Italia 26. Esta variedad de modelos y de soluciones arquitectónicas para las villae a veces ha impresionado excesivamente a los excavadores que las han identificado (al menos algunas de ellas) con palacios imperiales. Pero no hay ningún fundamento sólido para hacer tales afirmaciones o identificaciones. Hay que tener en cuenta que los propietarios rivalizaban entre sí intentando ofrecer soluciones suntuosas, espectaculares y a veces extravagantes para sus mansiones con el fin de impresionar a sus colegas, visitantes, huéspedes y población local. Aquí puede estar el origen de la espectacularidad de algunas de las villae de Hispania (Cercadilla, Pedrosa, Centcelles, el Ruedo, Carranque). De la misma manera que en la escultura pública de las ciudades se trataba de imitar los modelos metropolitanos, de Roma o de Constantinopla, lo mismo ocurría a la hora de construirse una residencia 27. Este hecho ha sido puesto de relieve oportunamente por P. Gros que menciona a este propósito los casos de Cicerón que en su villa de Tusculum trataba de emular el gymnasium que Crasso tenía en el mismo lugar (De oratore II, 9, 10) y de otros personajes 28. Nos sentimos a veces muy rápidamente impresionados por los materiales de construcción ricos y lujosos que hacen exclamar sin dilación a los arqueólogos que «el propietario pertenecería a las más altas esferas de la administración», cuando se trata, en muchos casos, de mera ostentación. Por ejemplo, en Carranque. Junto a objetos de mármol y de marfil, están en Carranque los mosaicos, que no son precisamente de una alta calidad artística (más bien al contrario) y que, en principio, no se corresponden por tanto a ese mundo refinado que el propietario debería, supuestamente, haber desplegado en la decoración de sus suelos. En 25 A. Chavarría Arnau, Villas in Hispania during the fourth and fifth centuries, en K. Bowes, M. Kulikowski (eds.), Hispania in the Late Antiquity. Current Perspectives (The Medieval an Early Modern Iberian World), Leiden-Boston-Köln, 2005, 518-555. 26 Fernández Castro 1982, cit (n. 2). 27 R.R.R. Smith, Late Antique Portraits in a Public Context: Honorific Statuary at Aphrodisias in Caria, A.D. 300600, JRS, LXXXIX, 1999, 155-189. 28 Gros 2001, cit (n. 4), 291.

VILLAE EN EL PAISAJE RURAL DE HISPANIA ROMANA

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Fig. 1. Distribución de las principales villae romanas documentadas en Hispania (de Fernández Castro, 1982). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, pág. 9 a 15

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este mismo sentido Pedrosa de la Vega supera con mucho el despliegue del lujo en todos los detalles, arquitectónicos y decorativos 29. Pero el problema de las villae no esta en sus formas arquitectónicas o en sus mosaicos. La villa es un centro de producción y venta, en ocasiones, aunque pueda ser también otras veces lugar de otium. Y aquí es donde nos falta documentación y estudios sistemáticos. No conocemos las extensiones de las propiedades ni hasta donde llegaban sus territorios dependientes y por lo tanto bien poco podemos saber de su potencialidad económica 30. La presencia de mosaicos de caza ha hecho pensar siempre en unos propietarios dedicados a este deporte aristocrático, siempre dispuestos a atrapar un conejo o un jabalí. Pero frente a ello hay que pensar que los propietarios eran normalmente absentistas, que dejaban encargada la explotación de sus propiedades a los conductores y a los colonos y, por otro lado, que en la mayoría de los casos las escenas de los mosaicos son de repertorio o meramente simbólicas y alusivas. De hecho la vida en el campo, en la villa, era completamente diferente de la de la ciudad. Y ello se notaba también en la alimentación y en los modos de vivir cotidianamente. St. Mitchell menciona un interesante pasaje del médico Galeno en el que se habla de la gran diferencia entre la alimentación de la ciudad (Pérgamo en este caso) y el campo: «una vez cuando yo era joven me lance a la aventura yendo al campo con dos amigos de mi misma edad y nos encontramos entre un grupo de campesinos que acababan de comer. Las mujeres estaban a punto de hacer pan, ya que ellos no lo tienen, y una de ellas echo algo de trigo en un recipiente para que se cociese. Le echo la sal y nos lo ofreció. Nosotros aceptamos ya que habíamos caminado mucho y estábamos hambrientos. Comimos mucho, pero inmediatamente sentido una pesadez de estómago insoportable como si hubieramos comido barro. Al día siguiente teníamos una indigestión monumental de forma que no podíamos comer nada más absolutamente... Pregunté a los del lugar qué sentían ellos cuando comían este trigo cocido y ellos contestaron que lo comían con frecuencia y que efectivamente era indigesto y pesado...» 31.

vida de una región de la Pars Orientis del Imperio no hay motivo para pensar que no ilustra bien sobre las condiciones de vida en la villa cualquiera, muy diferentes a las de la ciudad 32. De hecho los buenos productos o lo mejor de la recolección que producía la villa, iban a parar a la ciudad o a otros mercados, mientras que los naturales del lugar debían conformarse con lo sobrante. Otro aspecto importante de la vida en la villa son los peligros que conlleva. Temor a los asaltos de bandidos o grupos de desesperados (y no exclusivamente los bárbaros). Existe un verdadero miedo al campo expresado perfectamente en la frase de Symmaco: intuta est latrociniis suburbanitas, atque ideo praestat macerari otio civitatis, quam pericula ruris incidere (Ep. 2,22, a. 382), es decir, los territorios cercanos a las ciudades están llenos de ladrones y es mejor pasarse la vida dedicado al ocio en la ciudad que exponerse a los peligros en el campo. Y no debemos excluir la existencia de villae fortificadas 33. Ahora bien, estos peligros no son la causa del abandono de las villae; en todo caso son la causa del abandono por parte de sus propietarios que prefieren alternar su vida entre ciudad y campo, como expresamente declara Ausonio. Hablando de propietarios hay que decir que prácticamente no conocemos los nombres de los que poseían las villae de Hispania en el periodo que nos ocupa. En algunos casos parece que se representan ellos mismos en los retratos de los mosaicos, pero no sabemos con certeza dónde estaban las propiedades de los miembros de la familia de Honorio y Teodosio a comienzos del siglo V ni quiénes fueron los propietarios de Carranque, Centcelles, Pedrosa o cualquier otra villa. Muy probablemente eran los curiales de las ciudades quienes poseían villae situadas en las cercanías de las mismas o los hombres ricos e influyentes de la ciudad (como es el caso del servus mencionado en la carta de Consencio a Augustín que tenía una villa suburbana en Tarraco, y ese debió de ser el caso de los propietarios de Centcelles o de Cercadilla).

Aunque este texto se refiere a las condiciones de Pedrosa: P. de Palol, La villa romana de la Olmeda de Pedrosa de la Vega (Palencia), Palencia, 1986. 30 Sobre la organización de las propiedades tardoantiguas resultan reveladores la donación y el posterior testamento de Vicente: P.C. Díaz, El testamento de Vicente: propietarios y dependientes en la Hispania del s. VI, en M.J. Hidalgo, D. Pérez y M.J. Gervás, Romanización y reconquista en la Península Ibérica: nuevas perspectivas, Salamanca, 1998, 257270. Ahora nueva edición y comentario en S. Corcoran, The Donation and Will of Vicent of Huesca: Latin text and English Translation, Antiquité Tardive, 11, 2003, 215-221. 31 Galeno: Corpus Medicorum Graecorum, 5, 4, 2, 227 y Mitchell 1993, cit. (n. 22), 168. 29

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32 No estoy deacuerdo en que las condiciones de vida en la Pars orientis no tienen nada que ver con las del occidente y no se pueden comparar (A. Chavarría, en este volumen nota 5). Las comunidades rurales con condiciones geográficas y climáticas semejantes (y la Anatolia lo es, por ejemplo) tienen comportamientos y economías semejantes. El problema está en que disponemos de mucha más documentación para Oriente que para Occidente. 33 Sobre estos problemas cf. R. Mac Mullen, Roman Social Relations, Yale, 1974, p. 1 ss (para las condiciones de vida de las poblaciones rurales y los peligros del campo) e Id., Enemies of the Roman Order, Harvard, 1967; ver igualmente B. Shaw, Bandits in the Roman Empire, Past and present, 105, 1984, 3-52 (en particular 9-10).

VILLAE EN EL PAISAJE RURAL DE HISPANIA ROMANA

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Fig. 2. Yacimiento romano de Valdetorres del Jarama (Arce, Caballero, Elvira, 1997).

3.

ABANDONO DE LAS UILLAE: NO DECADENCIA, SINO CAMBIO CULTURAL

Para el problema del abandono de las villae se han ofrecido diversas interpretaciones y causas 34. Lo primero que hay que establecer es cuándo se produce ese abandono. No en todas al mismo tiempo, unas se abandonan antes, otras después, en el V o en el VI, o perduran hasta el VIII. ¿Hubo verdaderamente abandono de las villae o simplemente hubo transformación de sus funciones y de sus espacios que representan otros modos de vida? Los restos de la cultura clásica ¿fueron erradicados por los «bárbaros» o fueron los habitantes mismos de la Hispania tardía quie34 Cfr. el artículo de A. Chavarría Arnau en este volumen. La misma autora ha analizado el problema en relación a otras zonas del Imperio en A. Chavarría Arnau, Considerazioni sulla fine delle ville in Occidente, Archeologia Medievale, 31, 2004, 7-19. Un primer análisis preliminar a distintos aspectos relacionados con el final de las villas en G. Ripoll y J. Arce, The Trasformation and End of the Roman Villae in the West (Fourth-Seventh Centuries). Problems and Perspectives), in G.P. Brogiolo, N. Gauthier, N. Christie (eds.), Towns and their Territories between Late Antiquity and the Early Middle Ages, TRW 9, Leiden-Boston-Köln, 2000, 63-114 (traducción castellana: Transformación y final de las villas en Occidente (ss. IV-VII). Problemas y perspectivas, Arqueología y Territorio Medieval, 8, 2001, 21-54).

nes rechazaron unos esquemas culturales que se habían convertido en algo irrelevante? 35. Algunos investigadores se preguntan ¿dónde fueron a parar los propietarios a partir del siglo V? Los potentes, possesores y honestiores mencionados en la carta de Hilario en el año 465 (Ep. 13) significa que todavía estaban allí los propietarios. Pero hay que observar que los propietarios no residían en sus villae más que de forma esporádica, sino que habitaban en las ciudades o incluso en otras provincias. Los coloni, servi y agricultores mencionados como integrantes del ejército privado de Dídimo y Veriniano siguieron trabajando y viviendo en las villae y en los distintos emplazamientos rurales aunque sus dueños murieron ejecitados en Ravena. Ellos fueron los que transformaron las villae porque el ideal clásico de vida representado en la villa romana, con sus salas de recepción, balnea, triclinia, stibadia, mosaicos, esculturas, pinturas, no entraba en su agenda cultural. Y hubo igualmente otro factor determinante: la Iglesia y su permanente y progresiva invasión del territorio. 35 W. Bowden, Epirus Vetus, The Archaeology of a Late Antique Province, Londres, 2003, 196 y T. Lewit, «Vanishing Villas?»: What happened to élite rural habitation in the West in the 5th -6th c?, JRA, 2002, 260-274.

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VILLAS EN HISPANIA DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA 1 POR

ALEXANDRA CHAVARRÍA ARNAU Università degli Studi di Padova

RESUMEN El presente trabajo analiza las caraterísticas y evolución de las villas tardoantiguas en Hispania desde su monumentalización en el siglo IV hasta su abandono, prestando particular atención a las sucesivas fases de cambios arquitectónicos y funcionales que experimentaron estos conjuntos y a la interpretación de estas transformaciones.

SUMMARY This article examines the characteristics of the late-antique villas of Hispania from the development of monumental features in the fourth century to the progressive deterioration that occurred into the sixth century as a consequence of the functional and architectonic transformations that residential sectors experienced.as PALABRAS CLAVE: villas, antigüedad tardía, arquitectura, cambios funcionales, transformaciones. KEY WORDS: Villas, late antiquity, architecture, functional changes, transformations.

El siglo IV constituye el período de máximo auge de la arquitectura residencial rural en la pars occidentis del Imperio romano. En áreas como Britannia, la Gallia, Italia e Hispania se construyeron grandes residencias rurales reflejo del poder de sus propietarios y de la extensión y riqueza de sus tierras. Por otra parte, y siempre dentro del mismo ámbito geográfico, otros edificios sufrieron alteraciones en su estructura arquitectónica y algunas habitaciones perdieron su función residencial original para pasar a albergar nuevas actividades con frecuencia de carácter productivo. En Hispania estos cambios funcionales se detectan a partir de finales del siglo III y de modo más 1 El presente artículo constituye una síntesis de mi Tesis Doctoral títulada «Las transformaciones arquitectónicas y funcionales de las uillae en Hispania durante la antigüedad tardía», dirigida por la Dra. G. Ripoll y defendida ante un tribunal en la Universidad de Barcelona el 10.1.2003. Una versión revisada y actualizada de esta tesis será publicada próximamente como El final de las uillae en Hispania (siglos IV al VIII), BAT 7, Brepols, Turnhout, 2006.

general durante el siglo IV en los establecimientos rurales situados en las áreas del levante y sur peninsular, mientras que en el interior de la Península las villas conservaron su carácter residencial hasta bien entrado el siglo V. A partir de mediados del siglo V, también estas residencias empezaron a experimentar transformaciones consistentes en la instalación de elementos característicos de formas de habitación mucho más rudimentarias, con frecuencia asociadas a un uso funerario del espacio o a instalaciones de culto. En las últimas décadas el estudio del periodo tardoantiguo ha experimentado un espectacular avance y ha dejado de ser visto bajo la percepción catastrofista predominante hasta los años 1980 y es ahora analizado a través de una nueva óptica mucho más positiva y rica, marcada por el término transformación. El progreso experimentado por las técnicas de investigación arqueológica y la multiplicación de las excavaciones, ha proporcionado una enorme masa de nueva y precisa documentación arqueológica que ha permitido rechazar el concepto tradicional de un mundo rural tardoantiguo en crisis y decadencia. La documentación arqueológica ha puesto de manifiesto cómo el punto de vista tradicional de un mundo urbano devastado por las invasiones bárbaras y un territorio dominado por los grandes latifundios revertidos hacia una economía autárquica 2 es absolutamente insostenible 3. Todo ello ha propiciado una nueva valoración de los materiales y una nueva visión de la evolución de las villas y de las transforma2 En España cfr. básicamente del trabajo de J.-G. Gorges, Les villas hispano-romaines. Inventaire et problématique archéologiques, París, 1979, pp. 42-48 sumergido en las líneas interpretativas en boga en ese momento. 3 Una revisión sistemática de los postulados tradicionales referidos al poblamiento y la economía rural en C. R. Whittaker y P. Garnsey, Rural Life in the Later Roman Empire, en The Cambridge Ancient History, XIII/2, Cambridge, 1998, pp. 277-311. Para Hispania véanse las útiles reflexiones de P. C. Díaz, City and Territory in Hispania in Late Antiquity, en G. P. Brogiolo, N. Gauthier y N. Christie (eds.), Towns and their Territories between Late Antiquity and the early Middle Ages, TRW 9, Leiden-Boston-Köln, 2000, pp. 3-35.

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Fig. 1. Mapa de Hispania con la localización de las villas citadas en el texto.

ciones que éstas experimentaron durante la antigüedad tardía 4. El objeto del presente artículo es el análisis de las villas tardoantiguas hispánicas prestando especial atención a las transformaciones arquitectónicas y funcionales que experimentaron los sectores residenciales de estos edificios entre los siglos III y VII, proponiendo una clasificación tipológica y cronológica para estos cambios, así como la formulación de una hipótesis que explique por qué se produjeron 4 Un estado de la cuestión sobre las principales problemáticas con bibliografía exhaustiva en G. Ripoll y J. Arce, The Transformation and End of Roman Villae in the West (Fourth-Seventh Centuries). Problems and Perspectives, en G. P. Brogiolo, N. Gauthier y N. Christie (eds.), Towns and their Territories between Late Antiquity and the Early Middle Ages, TRW 9, Leiden-Boston-Köln, 2000, pp. 63-114. (traducción castellana: Transformación y final de las villas en Occidente (ss. IV-VII). Problemas y perspectivas, Arqueología y Territorio Medieval, 8, 2001, pp. 21-54). El primer trabajo que trató de manera detallada el problema en la Península Ibérica fue mi A. Chavarría, Transformaciones arquitectónicas de los establecimientos rurales en el nordeste de la Tarraconensis durante la antigüedad tardía, Butlletí de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi, Barcelona, 1996, pp. 165-202.

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dichas transformaciones y a qué obedeció la extinción de las villas. CARACTERÍSTICAS DEL TERRITORIO Y EVOLUCIÓN DE LAS VILLAS EN HISPANIA El paisaje rural romano en su parte occidental 5 estaba caracterizado, según la documentación textual y particularmente los itinerarios, la legislación civil y conciliar, por la presencia de distintas formas de hábitat tanto de tipo aglomerado (uici, castella y 5 En la pars orientalis el territorio parece, a juzgar por la documentación arqueológica, organizado en modo distinto, con un predominio de las aglomeraciones de hábitat campesinas sobre las villas. No está claro sin embargo si estas aglomeraciones representan un tipo de propiedad trabajada por un campesinado independiente o un menor interés de las aristocracias urbanas (grandes propietarios) por la vida in rure. Véase sobre estas cuestiones el análisis comparativo realizado en A. Chavarría y T. Lewit, Recent Research on late antique countryside: a bibliographical essay, en W. Bowden y L. Lavan (eds.), Recent Research on Late Antique Countryside, LAA 2, Leiden, 2004, pp. 3-51 con bibliografía exhaustiva.

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pagi) y disperso (uillae, casae, tuguria) además de edificios vinculados a la red viaria como mansiones, stationes y mutationes. En la Península Ibérica tanto las fuentes como algunos hallazgos fortuitos parecen abogar por una presencia significativa de hábitats agrupados, al menos en algunas áreas como el valle del Duero y todo el sector norte de la Península, aglomeraciones que parecen adquirir una creciente vitalidad durante la antigüedad tardía 6. La documentación arqueológica relativa a este tipo de hábitat es desafortunadamente muy fragmentaria por lo que resulta difícil precisar su cronología y evolución, analizar sus características formales y el status social de sus habitantes así como la vinculación que existiría entre éstas y otras formas de poblamiento y explotación del territorio mejor conocidas como las villas que parecen configurarse como el elemento más significativo del paisaje rural en la Hispania tardoantigua (fig. 1). El origen de las villas hispánicas se sitúa en época republicana aunque su verdadera difusión se produce a partir de la primera mitad del siglo I coincidiendo con la fundación de las ciudades en cuyo territorio se ubican. Aunque estas primeros establecimientos rurales son, por lo general, mal conocidos, parece que se trataba mayoritariamente de instalaciones con una vocación rústica y estaban dotadas de sectores residenciales modestos. Entre los siglos II y III estas villas experimentan reformas importantes consistentes en la construcción de un sector residencial bien diferenciado dotado de programas decorativos y de estructuras termales. El siglo III constituye, en lo que respecta al análisis del territorio y su poblamiento, una época de difícil estudio. Muchos investigadores se refieren a este período en términos de crisis y estancamiento de la actividad económica. Se produciría una reducción drástica de los materiales cerámicos y de la actividad edilicia como en Els Ametllers (Tossa de Mar, Girona) o Darró (Vilanova i la Geltrú, Barcelona) siendo escasas o nulas las reformas que se realizan en los edificios. Algunos yacimientos como Vilauba (Camós, Girona) o Torre de Palma (Monforte, Portugal) parecen incluso ser abandonados de modo temporal. En España estos abandonos han sido interpretados tradicionalmente como consecuencia de las invasiones francas y francoalemanas que habrían devastado a lo largo de la segunda mitad del siglo III 6 Según se intuía ya del estudio de C. García Merino, Población y poblamiento en la Hispania romana: el Conventus Cluniensis, Valladolid, 1975. Un interesante análisis regional en F. Pérez Losada, Entre a cidade e a aldea. Estudio arqueohistórico dos ‚aglomerados secundarios‘ romanos en Galicia, Brigantium, 13, La Coruña, 2002.

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amplias áreas del nordeste peninsular 7. Sin embargo, en la actualidad, la hipótesis de la destrucción generalizada de villas en la 2ª mitad del siglo III puede ser matizada y se ha demostrado que en muchos edificios los elementos que se consideraban evidencias de aquellas destrucciones (estratos de cenizas y transformaciones arquitectónicas) son posteriores y no pueden relacionarse con las invasiones del siglo III. Quizás una excepción sea la villa de Els Munts (Altafulla, Tarragona) donde las últimas excavaciones han documentado la destrucción de parte del sector residencial por un incendio. Su cronología se ha podido situar, gracias a material cerámico y numismático, en los años 255-260 8, coincidiendo pues con las noticias dadas por los historiadores sobre el paso de las tribus francas por el ager tarraconensis (año 260-264). Ahora bien, no existe ningún elemento —aparte de la coincidencia cronológica— que vincule a la destrucción con los bárbaros. Además se señala que el conjunto de sestercios podría ser coetáneo de otro conjunto procedente de la misma uilla con una fecha de cierre del 266 lo que excluiría completamente alguna relación con las invasiones. LAS VILLAS TARDOANTIGUAS Del mismo modo que sucede en otras zonas del Imperio, el siglo IV constituye el período de máximo esplendor de la arquitectura residencial rural en Hispania. Aunque es posible documentar este proceso en toda la Península este desarrollo es particularmente evidente en el interior de la misma: en el valle medio y alto del Ebro, en la zona de la Meseta (valles del Duero y Tajo) y también en la Lusitania, de modo muy significativo en los territorios de Augusta Emerita y de Pax Iulia. Los sectores residenciales de las villas situadas en estas zonas fueron objeto de importantes reformas, destacando en todos ellos el cuidado prestado a las zonas dedicadas a la representación pública del propietario como los peristilos, los comedores, las salas de recepción y los conjuntos termales, espacios que se dotaron de formas arquitectónicas monumentales y de ricos programas decorativos (figs. 2 y 3). 7 Entre las muchas villas supuestamente destruidas se pueden citar Els Ametllers, Torre Llauder, Darró, Els Munts, Torre-la-Cruz, El Romeral, Liédena, Los Quintanares en Ríoseco de Soria, La Olmeda o Dueñas (Gorges, 1979, cit. (n. 2), p. 46-47). 8 El conjunto de monedas se analiza en T. Marot y E. Riu, Conjunt monetari de la vil·la dels Munts, en A. Pladevall y P. de Palol (eds.), Del romà al romànic, Història, Art i Cultura de la Tarraconense Mediterrània entre els segles IV i X, Fundacio Enciclopèdia Catalana, Barcelona, 1999, p. 341.

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Fig. 2. Planimetría de las principales villas tardoantiguas citadas en el texto (1). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 17 a 35

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Fig. 3. Planimetría de las principales villas tardoantiguas citadas en el texto (2). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 17 a 35

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Sin querer realizar un análisis exhaustivo de las características de estas residencias hispánicas 9, cabe señalar su gran monumentalidad, sobre todo de aquellas situadas en el interior de la Península. Generalmente se articulaban a partir de un peristilo de forma cuadrangular como en las villas de La Olmeda (Saldaña, Palencia), Torre de Palma (Monforte, Portugal), El Ruedo (Almedinilla, Córdoba); rectangular como los peristilos de Cuevas de Soria (Soria), Aguilafuente (Santa Lucía, Segovia), o incluso circular u octogonal en las villas de Rabaçal (Penela, Portugal) Valdetorres del Jarama (Madrid) o Baños de la Reina (Alicante). A estos peristilos se abren las principales estancias de la residencia. En muchas ocasiones es posible identificar la presencia de varias estancias de representación dentro de un mismo edificio: un comedor monumental situado en el lado del peristilo opuesto a la entrada de la residencia, y un salón de recepción en uno de los lados menores, con frecuencia el lado este. Tal disposición es particularmente evidente en villas como Cuevas de Soria (Soria) y en Carranque (Toledo). En los Quintanares (Soria) triclinio y sala de recepción presiden dos peristilos distintos. Los sectores termales se suelen ubicar en la zona meridional u occidental del edificio localización que cabe vincular con la necesidad de aprovechar en cada momento del día las mejores condiciones lumínicas y de insolación de estos espacios 10. Estancias de recepción y comedores se caracterizaban por la complejidad arquitectónica de sus formas con presencia de salas absidiadas e incluso polilobuladas. Actualmente el incremento de las salas absidiadas en las residencias romanas (otrora relacionadas sistemáticamente con la presencia de espacios de culto cristianos) se interpreta unanimamente en conexión con la aparición de un nuevo tipo de mueble de forma semicircular denominado sigma o stibadium, estructura que substituyó a las tradicionales camas rectangulares (klinai) que se situaban a tres de los cuatro lados de los comedores 11. En re9 He analizado estos aspectos en A. Chavarría, Villas in Hispania during the fourth and fifth centuries, en K. Bowes y M. Kulikowski (eds.), Hispania in the Late Antique World: Twenty-First Century Approaches, Brill, Leiden-BostonKöln, 518-555. 10 Análisis de los balnea rurales en V. García Entero, Los balnea de las uillae hispanorromanas (provincia Tarraconense), Monografías de Arquitectura Romana, 5, Serie Termas, 1, Madrid, 2001. Para las fases tardoantigüas véase Y. Thébert, Thermes romains d’Afrique du Nord et leur contexte Mediterranéen, BEFAR 315, Roma, 2003, en particular para los balnea tardoantiguos pp. 421-433 y V. García Entero, en este mismo volumen. 11 Origen, características y ejemplos de stibadia en É. Morvillez, Sur les installations de lits de table en sigma dans l’architecture domestique du Haut-Empire et Bas-Empire, Pallas, 44, 1996, pp. 119-158 y N. Duval, Le lit semi-circu-

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Fig. 4. Base del stibadium documentado en la villa de El Ruedo (Vaquerizo y Noguera, 1997, p. 62).

lación a estos muebles cabe destacar la presencia en la villa de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba) de uno de los pocos stibadia en obra documentados en todo el Imperio (fig. 4) 12 y la existencia en las villas de San Julián de Valmuza (Salamanca), Daragoleja (Granada), Fuente Álamo (Puente Genil, Córdoba) y Prado (Valladolid) (fig. 5) de pavimentos musivos que reproducen el lugar destinado a la ubicación de este mueble que adquiere gran popularidad entre las clases aristocráticas durante la antigüedad tardía. Las estancias de recepción, los comedores, los conjuntos termales y los peristilos estaban dotados además de complejos programas decorativos de los que se conservan principalmente los pavimentos musivos y las esculturas. Los programas iconográficos de los mosaicos tardoantiguos hispánicos han recibido la atención de numerosos especialistas aunque no está de más señalar de nuevo la extraordinaria cantidad y variedad de representaciones figuradas tanto de carácter mitológico como de escenas vinculadas a los juegos circenses o a la caza 13. En cuanto a la decoración escultórica los propietarios hispánicos no se diferencian de los aristócratas tardoantiguos de otras provincias como la Gallia o Italia por su amor a coleccionar estatuas de distintas épocas y temáticas. Una de las colecciones más nolaire de repas: une invention d’Hélagabale? (Hel. 25, 1. 2-3), en G. Bonabente y K. Rosen (eds.), Historiae Augustae, Colloquium Bonnense, Bari, 1997, pp. 129-152. 12 Análisis detallado de la estructura en D. Vaquerizo y J. M. Noguera, La villa de El Ruedo, Almedinilla (Córdoba). Decoración escultórica e interpretación, Murcia, 1997, pp. 60-77, y también ahora en la villa de Faragola, vid. Volpe, de Felice, Turchiano en este volumen. 13 M. Guardia Pons, Los mosaicos de la Antigüedad tardía en Hispania. Estudios de Iconografía, Barcelona, 1992; I. Morand, Idéologie, culture et spiritualité chez les propriétaires ruraux de l’Hispanie romaine, París, 1994 y J. Lancha, Mosaïque et culture dans l’Occident romain Ier-IVe s., L’Erma di Bretschneider, Biblioteca Archaeologica 20, Roma, 1997.

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Fig. 5. Dibujos de los mosaicos de las uillae de Fuente Álamo, San Julián de Valmuza, Prado y Daragoleja con sector gallonado en la cabecera que señala la ubicación del stibadium. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 17 a 35

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tables documentadas por el momento en la Península Ibérica es la de la villa de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba), con esculturas fechadas en el siglo I y II d. C., pero que habrían sido recopiladas por el propietario de la villa tardoantigua para decorar el peristilo, la piscina central y el triclinio 14. En Valdetorres del Jarama (Madrid) la importante colección de esculturas de temática mitológica que sus investigadores han fechado entre el reinado de Adriano y el siglo III podría tratarse, en realidad, de piezas de época tardía procedentes de los activos talleres de Afrodisias y fecharse en el siglo IV 15. De un estilo muy similar a las piezas de Afrodisias son dos bustos (uno masculino y otro femenino) hallados en Becerril de Campos (Palencia) y procedentes posiblemente de una villa todavia no excavada. Un análisis reciente las sitúa en el siglo II pero es posible, teniendo en cuenta el estilo de las piezas, que se trate, en realidad, de esculturas de época tardoantigua 16. Dentro de este fenómeno del «coleccionismo de estatuas» cabe recordar también la colección de bustos de emperadores procedente de Milreu (Estói) donde aparecieron numerosas piezas (se habla de 7 bustos 17) de personajes de la esfera imperial como Agripina, Adriano y Galieno. El fenómeno del coleccionismo de estatuas, además de ser un medio (como los mosaicos) para evidenciar la propia cultura y vinculación con el Imperio, podría revelar la práctica de la compra de estatuas otrora situadas en contextos públicos que habrían caído en desuso 18. A día de hoy no es posible asegurar si a esta monumentalización de los edificios residenciales correspondió una contemporánea expansión de las instalaciones dedicadas a producción puesto que en pocos yacimientos se han excavado las partes rusticae de estas villas y, en el caso de que se conozcan, raramente se establecen cronologías precisas para su construcción y secuencia evolutiva. En cuanto a su cronología si bien en muchos yacimientos se proponen dataciones amplias comprendidas entre finales del siglo III y el siglo IV, algunos edificios objeto de intervenciones o estudios recienVaquerizo y Noguera, 1997, cit. (n. 12). 15 Como han subrayado N. Hannestadt, Tradition in Late Antique Sculpture. Conservation, Modernization, Production, Aarhus, 1994, p. 127 y M. Bergmann, Chiragan, Aphrodisias, Konstantinopel. Zur mythologischen Skulptur der Spätantike, Palilia 7, DAI Rom, Roma, 1999, p. 21. 16 M. del Amo y de la Era, Dos retratos romanos del Museo de Palencia, Estudios y Catálogos, 5, Junta de Castilla León, Palencia, 1996. 17 M. L. Estácio da Veiga, Arqueologia romana do Algarve, Lisboa, 1971, pp. 198-199. 18 B. Caseau, Sacred Landscapes, en G.W. Bowersock, P. Brown y O. Grabar (eds.), Interpreting Late Antiquity. Essays in the postclassical World, Cambridge-MassachussetsLondon, 2001, pp. 21-59. 14

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tes como en La Olmeda (Saldaña, Palencia), Carranque (Toledo) o Cardeñajimeno (Burgos) permiten precisar cómo la monumentalización de algunos conjuntos tuvo lugar a partir de la segunda mitad del siglo IV. Esta cronología se ajusta bien al conocimiento que hoy en día se tiene del período tardoantiguo que ve la monumentalización de las villas no como consecuencia de la crisis de las ciudades y de una supuesta ruralización de la sociedad, sino como reflejo de un momento de bonanza económica e implicación de las aristocracias hispánicas en la administración del Imperio, que culminará, a finales de siglo, con el acceso de Teodosio y sus sucesores al mando del Imperio. La documentación arqueológica revela además cómo muchas villas conservaron un uso de carácter residencial hasta bien entrado el siglo V. Eso es al menos lo que se desprende del análisis de los pavimentos musivos de algunos edificios ubicados en los valles del Ebro y sus afluentes entre los que destacan las villas de El Romeral (Lleida), Estada (Huesca), El Ramalete (Castejón, Navarra), Rienda (Artieda, Navarra) 19, o en villas del valle del Duero como en Baños de Valdearados (Burgos) donde los estudios más recientes permiten fechar la instalación de sus mosaicos a mediados del siglo V 20 o en Navatejera cuya su monumentalización se fecha en pleno siglo V 21. Otro testimonio de la vitalidad de zona de la Tarraconensis durante la antigüedad tardía son las llamadas «necrópolis del Duero». Estas necrópolis (en algunos casos con varios centenares de tumbas) se caracterizan por la presencia de unos depósitos funerarios muy homogéneos entre los que destacan vasos de TSHT, vidrios, recipientes metálicos, collares, broches de cinturón, herramientas de uso agrícola, cuchillos y puntas de lanza. Después del largo debate del siglo pasado en relación a la identificación de los inhumados existe consenso hoy en día en considerar estos conjuntos como necrópolis de población campesina 22 posiblemente dependientes de grandes 19 D. Fernández Galiano, Mosaicos romanos del Convento Caesaraugustano, Zaragoza, 1987 y C. Balmelle, Quelques remarques à propos du décor en mosaïque de la uilla de Rienda, près d’Artieda de Aragón (prov. de Saragosse), Spania. Estudis d’Antiguitat Tardana oferts en homenatge al professor Pere de Palol i Salellas, Barcelona, 1996, pp. 51-58. 20 G. López Monteagudo, R. Navarro Sáez, P. de Palol Salellas, Corpus de Mosaicos de España, XII, Mosaicos romanos de Burgos, Madrid, 1998, pp. 13-70. 21 F. M. Hernández, C. Benéitez González, Relectura arqueológica de la villa romana de Navatejera (León), Numantia, 6, 1996, pp. 112. 22 A. Fuentes Domínguez, La necrópolis tardo-romana de Albalate de las Nogueras y el problema de las denominadas ‘necrópolis del Duero’, Cuenca, 1989, con bibliografía precedente.

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propiedades, como los conjuntos localizados junto a la villa de La Olmeda (Saldaña, Palencia) o la de Cabriana (Álava-Burgos) 23. Los materiales documentados en las tumbas permiten vincular a estos individuos con la agricultura y la caza sin descartar que, como relatan los textos, en momentos de peligro se constituyesen en milicias armadas al servicio del dominus de las propiedades en las que vivían 24. Como el ejército que en el año 408 los hermanos Dídimo y Veriniano y sus primos Teodosiolo y Lagodio formaron para combatir contra el usurpador Constantino III. Resulta interesante constatar como una parte importante de las villas (que, como hemos visto, fueron dotadas de pavimentos musivos en pleno siglo V) se encuentran en el valle del Ebro y Duero, zona que según algunos investigadores podría haber permanecido bajo control romano tras la instalación de suevos, vándalos y alanos en la primera mitad del siglo V 25 y donde los textos se ubican a los últimos propietarios hispanorromanos 26. LAS TRANSFORMACIONES ARQUITECTÓNICAS Y FUNCIONALES DE LAS VILLAS A partir de la segunda mitad del siglo V resulta difícil detectar la presencia de una aristocracia pro23 J. A. Abásolo, J. Cortés y F. Pérez Rodríguez-Aragón, La necrópolis norte de la Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia), Palencia, 1997 y I. Filloy, Testimonios en torno al mundo de las creencias en época romana en el territorio alavés, Isturitz, 9, 1997, p. 765-795. Véase sobre el tema de las necrópolis de las uillae tardoantiguas: A. Chavarría, Villae y necrópolis en Hispania durante la antigüedad tardía, Bulletin de l’Association pour l’Antiquité tardive, 10, 2001, pp. 44-57. 24 Análisis del episodio en A. Balil, Un emperador en la Hispania del s. V, AEspA, XXXVII, núm. 109-110, 1964, p. 186. 25 Según J. Arce, Los gobernadores de la Diocesis Hispaniarum (ss. IV-V d. C.) y la continuidad de las estructuras administrativas romanas en la Península Ibérica, AnTard, 7, 1999, pp. 73-83 e Íd., The enigmatic fifth century in Hispania: some historical problems, en H.W. Goetz, J. Jarnut, W. Pohl, (eds.), Regna und gentes The Relationship between Late Antique and Early Medieval Peoples and Kingdoms in the Transformation of the Roman World, TRW 13, BostonLeiden-Köln, 2003, pp. 139-142 quien defiende que la instalación se llevó a cabo tras un pacto con la administración romana. 26 Entre estas fuentes destacar la Chronica Caesaraugustana y más tarde Isidoro de Sevilla donde se recuerda cómo cuando los visigodos intentaron hacerse con el control de Hispania (circa 470) tuvieron que vencer la resistencia de los propietarios de la Tarraconensis (Isidoro, Historia Gothorum 34. La Chronica se refiere exactamente a dos rebeliones: la de Burdunelus en el 496/7 y la de Petrus en el 506 posiblemente propietarios locales que, a juzgar por otros episodios similares, se enfrentarían al enemigo con sus propios ejércitos (Chronicorum Caesaraugustanorum Reliquae, MGH, auct. ant., IX, t. II, p. 221-223).

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pietaria en las residencias rurales hispánicas. Los materiales cerámicos documentados son cada vez más escasos, sobretodo las piezas de importación, y se reducen, a partir de los siglos VI y VII, a cerámicas de producción local 27. Algunos estudiosos se han referido a la continuidad de las villas hasta los siglos VII u VIII basándose en la presencia de materiales con esta cronología avanzada. Ahora bien, es importante señalar cómo, a partir de mediados del siglo V, los indicios de nuevas inversiones en los edificios son muy reducidos y que, bien al contrario, se detectan generalmente elementos que abogan más por la ruptura que por la pervivencia de un sistema de vida aristocrático en las villas. Desde finales del siglo III (levante y sur peninsular) y a partir de mediados del V o del VI (zona central de la Península y Lusitania) se producen cambios que afectaron la estructura y el carácter de estos edificios. Estos cambios provocaron la inutilización de los elementos que hasta entonces habían caracterizado los espacios residenciales (mosaicos, sistemas de calefacción) y su substitución por elementos vinculables a actividades de tipo artesanal y por nuevas estructuras arquitectónicas relacionables con formas de hábitat mucho más modestas a las precedentes. En otras ocasiones los edificios residenciales son ocupados por áreas funerarias a veces relacionados con la construcción de un edificio de culto cristiano. Estas reformas responden, sin duda, a un cambio en la función original dada a estos edificios, que dejan de ser utilizados como residencia del propietario para convertirse en partes rústicas o lugares de habitación más modestos entre otras posibilidades. Esta interpretación permite organizar las reformas en distintas categorías, establecidas según el cambio de función al que fueron dirigidas: 1. reutilización de una villa como espacio productivo, 2. reutilización de una villa como espacio habitacional, 3. inserción de sepulturas en una villa ó 4. reutilización de parte de una villa como edificio de culto cristiano 28. No se trata de categorías cerradas e in27 Para los materiales procedentes de villas del levante como Baños de la Reina o Torre-la-Cruz cfr. S. Gutiérrez Lloret, Algunas consideraciones sobre la cultura material de las épocas visigodas y emiral en el territorio de Tudmir, en L. Caballero Zoreda y P. Mateos (eds.), Visigodos y Omeyas. Un debate entre la Antigüedad tardía y la alta Edad Media, Anejos de AEspA, 2000, pp. 95-116. 28 Por falta de espacio no voy a tratar aquí el problema de las iglesias rurales conectadas a villas. Véase a este respecto G.P. Brogiolo y A. Chavarría, Chiese e insediamenti tra V e VI secolo: Italia settentrionale, Gallia meridionale e Hispania, en G. P. Brogiolo (ed.), Chiese e insediamenti nelle campagne tra V e VI secolo, 9 Seminario sul tardo antico e l’alto medioevo, Garlate 26-28 settembre 2002, Mantua, 2003, pp. 9-37 y G. Ripoll y A. Chavarría, Arquitectura religiosa en Hispania (ss. IV-VIII). En torno a algunos nuevos

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dependientes entre sí sino que en muchos edificios se producen con frecuencia varias de estas transformaciones al mismo tiempo o de manera sucesiva. INSTALACIÓN DE ESTRUCTURAS PRODUCTIVAS EN ESPACIOS RESIDENCIALES Este fenómeno se produce con mayor intensidad en las áreas del levante y sur de la Península Ibérica y principalmente en zonas próximas a la costa. El cambio de función es particularmente evidente cuando se produce en las estancias más significativas de las residencias como triclinios, salas de recepción, peristilos y corredores, puesto que las nuevas instalaciones productivas se construyen directamente sobre los pavimentos musivos. También muy obvias son las reformas practicadas en los conjuntos termales ya que generalmente implican la anulación de los sistemas de calefacción por hipocausto. A veces se eliminan las pilae y el pavimento superior y se reutiliza el pavimento inferior como nivel de circulación o se rellena el espacio donde circulaba el aire caliente con materiales y se repavimenta la habitación en cuestión con suelos de opus signinum. En ocasiones se produce la reutilización de las piscinas de estas instalaciones termales que se dotan de nuevos revestimientos hidráulicos o son compartimentadas en espacios menores. En algunos yacimientos se puede intuir qué tipo de producto se elaboraba en estas instalaciones. En Torre Llauder (Mataró, Barcelona) (fig. 6) es bastante posible que, la instalación de 18 dolia y la construcción de tres depósitos en varias habitaciones pavimentadas con mosaico y en la galería del peristilo, deban ser relacionadas con una producción de vino, aunque no se ha documentado la prensa 29. El mismo tipo de producto se elaboraba posiblemente en el balneum de Can Sans (Sant Andreu de Llavaneres, Barcelona) 30 (fig. 7) y en las termas de Sant Amanç de Viladés (Rajadell, Barcelona) donde se hallazgos, Hortus Artium Medievalium, 9, 2003, pp. 95-112. Así como el capítulo del volumen El final de las uillae en Hispania (siglos IV-VIII) (cit. 1) reservado a este tema. 29 J.F. Clariana y M. Prevosti, Un exemple de ruralització a l’antiguitat tardana: la vil·la de Torre Llauder, en III RACH (Maó, 1988), Barcelona, 1994, p. 117-126. Un estudio exhaustivo sobre las transformaciones de las villas del nordeste de la Tarraconensis en Chavarría, cit. (n. 4) y A. Chavarría, El territorium de Tarraco durante la antigüedad tardía, Arqueología y territorio medieval, 8, 2001, pp. 55-76. 30 M. Ribas, La villa romana de Can Sans en San Andreu de Llavaneres, Museu, II, 1949, pp. 52-56; M. Prevosti, Cronologia i poblament a l’area rural d’Iluro, Mataró, 1981, pp. 504-512; J. Noé, Estudi dels fragments de premsa romana trobats al veinat de Can Sans de Llavaneres, Laietania, 2-3, 1983, pp. 224-227. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 17 a 35

Fig. 6. Sector residencial de la villa de Torre Llauder durante la fase tardoantigua (en trama las zonas donde se instalan estructuras productivas) (Clariana y Prevosti, 1988, p. 16).

obstruyeron las puertas de comunicación entre varias habitaciones, se alzaron los niveles de circulación y se instaló un torculus conectado a un depósito de decantación 31. La prensa construida sobre un mosaico en la villa de Monte do Meio (Beja, Portugal) se relaciona con la producción de aceite 32 así como el torcularium de Vilauba (Camós, Girona), aunque en este último caso la escasez de vestigios paleobotánicos vinculables a las aceitunas y una gran abundancia de restos relacionables con la producción de mosto podrían abogar más bien por una producción de vino 33. Algunas villas donde se reutilizaron los conjuntos termales —Baños de la Reina en Alicante 34 o Torreblanca del Sol en Marbella (fig. 8) 35— pudieron ser reconvertidas en industrias para la producción de conservas de pescado. En Sabinillas (Manilva) dentro del depósito construido sobre el pavimento musivo de una de las estancias del sector residencial se recogieron «multitud de 31 A. Martínez, Vil·la de Sant Amanç, en A. Pladevall y P. de Palol (eds.), Del romà al romànic, Història, Art i Cultura de la Tarraconense Mediterrània entre els segles IV i X, Fundacio Enciclopèdia Catalana, Barcelona, 1999, pp. 141-142. 32 Gorges, 1979, cit. (n. 2), p. 472; MªC. Fernández Castro, Fábricas de aceite en el campo hispano-romano, en Producción y comercio de aceite en la Antigüedad, Madrid, 1983, p. 586. 33 P. Castanyer i Masoliver y J. Tremoleda i Trilla, La vil·la romana de Vilauba. Un exemple de l’ocupació romana del territori a la comarca de l’Estany, Gerona, 1999, p. 369. 34 J. M. Abascal, R. Cebrián y F. Sala, El vicus romano de ‘Baños de la Reina’ (Calpe, Alicante), en A. Ribera (coord.), Los orígenes del Cristianismo en Valencia y su entorno, Valencia, 2000, pp. 49-21. 35 R. Puertas Tricas, Las termas romanas de Torreblanca del Sol (Fuengirola) y su perduración hasta el siglo VIII, Mainaké, XIII-XIV, 1991-92, pp. 204-249.

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Fig. 7. A. Planimetría de la villa de Can Sans. (en trama las áreas donde se han documentado indicios de una reutilización productiva) (Ribas, 1949); B. Reconstrucción del torcularium (Noé, 1983, p. 226).

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Fig. 8. Torreblanca del Sol. A. Fase 1 (altoimperio)/ B. Fase 2 (antigüedad tardía). Zona de necrópolis en el sector oeste (Puertas Tricas, 1991-92, A. p. 244 y B. p. 247).

moluscos e incluso en su fondo una capa formada por una arcilla muy fina en la que había pequeñísimos cantos rodados de playa y abundantes restos de moluscos triturados y espinas de pescados» 36. En el caso de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba) la presencia de varios hornos y de nuevas canalizaciones en el sector residencial podría hacer pensar en la instalación de una industria metalúrgica 37. 36 C. Posac Mon y P. Rodríguez Oliva, La villa romana de Sabinillas (Manilva), Mainaké, 1, 1979, p. 136. 37 Vaquerizo y Noguera, 1997, cit. (n. 12).

En algunas ocasiones se fijan dataciones bastante precisas para el inicio de las transformaciones. En Torreblanca del Sol se sitúan a partir de mediados del siglo III, en Vilauba a partir del siglo IV, en Torre Llauder en la segunda mitad del siglo IV o ya durante el V, en Baños de la Reina finales del siglo IV inicios del V, mientras que en El Ruedo serían posteriores a mediados o finales del siglo V. Por lo general, sin embargo, se proponen cronologías amplias situadas entre el siglo IV y el VI. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 17 a 35

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Fig. 9. Villa de Tinto. Planimetría del yacimiento. En trama las áreas donde se han documentado indicios de una reutilización habitacional (Barroso et alii, 2001, fig. 9, p. 136 con modificaciones de Chavarría).

No se trata de un fenómeno específico de las villas hispánicas. En edificios de otras áreas del sector occidental del Imperio se observa también la inserción de elementos productivos en estancias de uso residencial, principalmente salas de representación, termas, galerías y peristilos. En algunas villas del norte de la Gallia se ha documentado la instalación de hornos para el secado de cereales en espacios que anteriormente habían tenido un uso residencial 38. En la villa de Labastide de Armagnac (Aquitania) 39, en Liffolle-Grand (Vosgues) 40 o en la villa de Calle (Basilicata) 41 se construyen hornos para la producción de cerámica en pleno sector residencial. La reutilización de la pars urbana de la villa de San Giusto (Puglia) para instalar una industria dedicada a la producción de vino se fecha probablemente en el siglo V 42. Son sólo algunos ejemplos de 38 P. Van Ossel, Établissements ruraux de l’Antiquité tardive dans le nord de la Gaule, LI Supplément à Gallia, París, 1992, pp. 259-264 (Newel); pp. 273-276 (Weitersbach) y pp. 275-280 (Weilar-la Tour). En los tres casos se proporciona una cronología para la reutilización situada entre finales del siglo III y finales del IV. 39 C. Balmelle, Les demeures aristocratiques d’Aquitaine. Société et culture de l’Antiquité tardive dans le Sud-Ouest de la Gaule, Aquitania, suppl. 10, Bordeaux, 2001, pp. 358-359. 40 A. Ferdière, L’artisanat gallo-romain entre ville et campagne (histoire et archéologie): position historique du problème, méthodologie, historiographie, en M. Polfer (dir.), Artisanat et productions artisanales en milieu rural dans les provinces du nord-ouest de l’Empire romain, Montagnac, 1999, p. 11. 41 H. di Giuseppe, Insediamenti rurali della Basilicata interna tra la romanizzazzione e l’età tardoantica: materiali per una tipologia, en M. Pani (ed.), Epigrafia e territorio, politica e società. Temi di antichità romane, IV, Bari, 1996, pp. 221-222. 42 G. Volpe (ed.), San Giusto. La villa, le ecclesiae. Primi resultati dagli scavi nel sito rurale di San Giusto (Lucera): 1995-1997, Bari, 1998, pp. 49-66.

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un fenómeno, todavía poco estudiado de manera específica en estas zonas, pero que parece análogo al documentado en la Península Ibérica, tanto por sus características como por su cronología situada principalmente entre finales del siglo III y el V 43. REUTILIZACIÓN HABITACIONAL Esta reutilización comporta la definitiva desarticulación planimétrica de las villas que ven sus espacios más característicos (balnea, aulas de recepción, galerías, etc.) obliterados, compartimentados, ocupados por hogares o substituidos por nuevas estructuras construidas con técnicas mucho más rudimentarias y con materiales peribles, fundamentalmente la madera y el adobe. Estas reformas suelen estar acompañadas con la presencia de hogares y silos de almacenamiento. En la uilla de El Val (Alcalá de Henares) 44 se instala, con posterioridad al siglo IV (datación del mosaico), una cabaña de madera de 14 × 9 m en una de las estancias de recepción del sector residencial. Se documentó además la presencia de un hogar y de un horno. Sitúan la cronología de la reocupación en 43 A. Chavarría, Considerazioni sulla fine delle ville in Occidente, Archeologia Medievale, XXXI, 2004, pp. 7-19 con numerosos ejemplos y aparato bibliografico. 44 S. Rascón Marqués, A. Méndez Madariaga, P. Díaz del Río Español, La reocupación del mosaico del auriga victorioso en la villa romana de El Val (Alcalá de Henares). Un estudio de microespacio, Arqueología, Paleontología y Etnografía, 1, Madrid, 1991, pp. 181-200. No queda claro con que criterios establecen la reconstrucción propuesta con los muros de la villa en alzado puesto que las fotografías de excavación revelan cómo estos estaban completamente arrasados.

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el siglo V a partir de un fragmento imitación de TSCD y una punta de lanza 45. Un proceso similar se produjo en cercano yacimiento de Tinto (Pinto, Madrid) (Fig. 9) donde, tras un incendio que fechan a inicios del siglo V, se documenta la reocupación de los edificios que configuraban este establecimiento. Se han identificado varias cabañas (una en el sector residencial y otra en una torre de almacenamiento) asociadas a muros de compartimentación, hogares, silos y basureros 46. En el edificio residencial de la villa de La Torrecilla (Getafe, Madrid) (fig. 10), se documentas a partir del siglo V la redistribución y compartimentación de los antiguos ámbitos dando lugar a nuevas unidades espaciales. Los muros de compartimentación se construyen sin cimentación y sobre niveles de derrumbe. Se instala un horno y se abren silos de almacenamiento. Resulta curioso cómo toda la zona sur del edificio (la que ha sido excavada) se reutiliza completamente a excepción del aula de recepción que permaneció inalterada no habiéndose documentado en su pavimento ningún silo, muro, hogar o agujero de poste. Durante esta fase, que abarca hasta el siglo VII, «la villa está definitivamente abandonada como residencia señorial, pero no como estructura relacionada con la explotación agraria» 47. La reocupación se relaciona con la necrópolis de El Jardincillo, situada a unos 200 m de la pars urbana donde se descubrieron 16 tumbas fechables entre los siglos V y VII contemporáneas por tanto a la fase 3 (ss. V-VII) de la villa 48. Y no se trata de casos aislados aunque generalmente las referencias que se dan sobre este fenómeno son tan vagas que es imposible precisar el alcance de las reformas e intentar reconstruir el tipo de hábitat que se instala en las villas. Es decir, si se trató de de una reutilización residual de aprovechamiento de los espacios todavía existentes, si se construyeron nuevos hábitats (¿en piedra, técnica mixta, madera?), si se trató de uno o dos nuevos hábitats o de una aglomeración más extensa. Así, en la uilla de El Romeral (Albesa, Lérida), se hace referencia a «niveles superpuestos, muros unos encima de otros, pavimentos destruidos por otros nuevos superpues45 S. Rascón Marqués, A. Méndez Madariaga, P. Díaz del Río Español, 1991, cit. (n. 44), p. 188-193 y 198. 46 R. Barroso et alii, Los yacimientos de Tinto Juan de la Cruz (Pinto, Madrid). Observaciones en torno al tema de las «necrópolis del Duero» y el asentamiento visigodo en la Península Ibérica, Estudios de Prehistoria y Arqueología Madrileña, 11, 2001, pp. 162- 204. 47 M.ª C. Blasco y M.ª R. Lucas, El yacimiento romano de La Torrecilla: de uilla a tugurium, Madrid, 2000, p. 377. 48 M. A. Priego, Excavación en la necrópolis de El Jardincillo (Getafe, Madrid), Revista Biblioteca, Archivo y Museo del Ayuntamiento de Madrid, 718, 1980, pp. 101-203.

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Fig. 10. Villa de la Torrecilla (fase 3) (Blasco Bosqued y Lucas Pellicer, 2000, fase 3, lám. XII, p. 378).

tos o por muros que los atraviesan» en varias partes del edificio, fechados entre los siglos V y el VII 49. En Catarroja (Valencia) se alude al reaprovechamientos de las estructuras durante la antigüedad tardía por parte de «familias visigodas» 50. En Torre-laCruz (Alicante), S. Gutiérrez señala la presencia de reformas arquitectónicas (tabiques sobre algunos mosaicos) vinculables a materiales cerámicos del siglo VI 51. De la villa de los Quintanares (Soria) se dice que «Finalmente, abandonada, fue refugio de gentes que se albergaron pobremente en sus muros» 52. En La Olmeda (Saldaña, Palencia) se mencionan reutilizaciones posteriores de algunos espacios y concretamente de «unos muros muy bastos y malos colocados encima del pavimento de la cacería» en el ángulo noroeste del gran salón de recepción 53. En Prado (Valladolid) se documenta una ocupación «de carácter poco estable» de la uilla con posterioridad a su abandono como residencia, reocupación que se refleja en la presencia de hoyos basureros y amontonamientos de escombros con material cerámico tardío 54. Similar fenómeno se produce aparentemente en La Cocosa donde se hace referencia a la documentación de «edificios» de planta cua49 L. Diez Coronel y R. Pita Mercé, Informe sobre la 2ª campaña de excavación de la villa de ‘El Romeral’ en Albesa (Lérida), NAH, XIV-XV, 1969-70, p. 183 50 M.ª P. García Gelabert y M. García Díez, La villa romana de Catarroja, Revista de Arqueología, 1997, p. 53. 51 S. Gutiérrez Lloret, 2000, cit. (n. 27), pp. 105-109. 52 Ortego, T., La villa romana de ‘Los Quintanares’ en el término de Rioseco (Soria), en Segovia y la Arqueología Romana, Barcelona, 1977, p. 292. 53 P. de Palol y J. Cortés, La villa romana de La Olmeda. Pedrosa de la Vega (Palencia), Acta Arqueológica Hispánica, 7, 1974, p. 19, lámn. L. 54 M. Sánchez Simón, Villa de Prado (Valladolid). Consideraciones sobre la planta y su cronología, en Hispania de Teodosio 1997, vol. 2, Segovia, 1997, pp. 725-726.

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drangular, con muros construidos en piedra y tierra a veces reutilizando restos de pavimentos de testaceum rotos y pavimentos prevalentemente de tierra. J. de C. Serra Ráfols se pregunta si «¿Podría tratarse de un uicus agrupado en torno a la capilla cuando ésta venía a ejercer funciones parroquiales, como lo demuestra su baptisterio?» 55. En Murias de Beloño (Cenero, Gijón) se alude a una posible reutilización de las termas en época tardía como «refugio o vivienda temporal» 56. En zonas como Britannia, Italia o la Gallia, las referencias a este tipo de construcciones realizadas con materiales peribles (a veces técnica mixta) en relación a antiguos establecimientos rurales romanos son también una constante 57. REUTILIZACIÓN FUNERARIA A pesar de que el uso de edificios rurales como espacio funerario es una práctica rara con anterioridad al periodo tardoantiguo y que se documenta en un amplio número de edificios, los arqueólogos, salvo contadas excepciones 58, le han prestado poca atención (a menos que estuviera relacionado con un edificio de culto) y se han limitado, al máximo, a constatar su existencia sin precisar las características más elementales de las tumbas (número, tipología, orientación, presencia de depósitos, relación con las estructuras arquitectónicas) y mucho menos dar una explicación para este uso. La existencia de sectores de una uilla ocupados por sepulturas permite sin embargo plantear interesantes cuestiones en relación con la ocupación de los establecimientos rurales durante la antigüedad tardía. Por lo general las sepulturas son mal conocidas porque fueron destruidas por los trabajos agrícolas o bien porque se han documentado en modo deficiente por encontrarse en niveles tardíos posteriores «al período de esplendor de las villas». Ello dificulta determinar la cronología de las inhumaciones 55 J. de C. Serra Ràfols La villa romana de La Dehesa de la Cocosa, Badajoz, 1952, p. 145. 56 F. Jordá Cerda, Las Murias de Beloño (Cenero, Gijón). Una villa romana en Asturias, Oviedo, 1957, pp. 35-36. 57 Cfr. Chavarría, cit. (n. 43). Algunas reflexiones sobre el fenómeno en R. Francovich y R. Hodges, Villa to Village, London, 2003, particularmente pp. 31-60. 58 Entre los estudios más significativos cabe citar el capítulo que le dedica J. Percival en su The Roman Villa, London, 1976, p. 183-199 o el reciente estudio de F. di Gennaro y J. Griesbach, Le sepolture all’interno delle ville con particolare riferimento al territorio di Roma, en Suburbium. Il suburbio di Roma dalla crisi delle ville a Gregorio Magno, P. Pergola, R. Santangeli Valenzani, R. Volpe (ed.), Roma, 2003, pp. 123-166.

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porque generalmente las sepulturas no contienen ni ajuares ni depósitos funerarios y porque la tipología de estas tumbas abarca una cronología muy amplia. Debido a esto en pocas ocasiones es posible realizar apreciaciones sobre la vinculación existente entre la utilización funeraria y la actividad normal del edificio donde se han descubierto. Tradicionalmente se juzga que las inhumaciones, sobre todo cuando se trata de un número significativo de individuos, se introducen en establecimientos abandonados, aunque es muy posible que tal presunción sea erronea y que convivan en extrecha proximidad zonas de hábitat y áreas funerarias. Vista la fuerte tradición de los romanos por separar el mundo de los vivos del mundo de los muertos, la invasión o proximidad de las tumbas al espacio habitativo —sancionado por la legislación desde los tiempos de las XII tablas— puede considerarse como un gran cambio en el sistema de valores de la población, que deja de ver a los muertos como un elemento contaminante. En la Península esta ocupación del espacio construido por parte de tumbas se presenta tanto de manera puntual, es decir, la presencia de una o varias tumbas en zonas aisladas de una villa todavía en funcionamiento como sucede en Vilauba (Camós, Gerona), en sectores rústicos de los establecimientos como en Can Peixau (Badalona, Barcelona) 59 o en edificios altoimperiales que habían quedado abandonados como en La Sevillana (Esparragosa de Lares, Badajoz) 60, como en forma de necrópolis más extensas que ocupan sectores o la práctica totalidad del edificio residencial como en Aguilafuente (Santa Lucía, Segovia) 61 o Baños de la Reina (Alicante) 62 (fig. 11). En ocasiones, el análisis de los depósitos funerarios revela como los inhumados podrían vincularse a grupos visigodos (Aguilafuente), aunque otras veces todo apunta a que se trata de población hispanorromana (Baños de la Reina). En la Gallaecia el fenómeno de las necrópolis instaladas sobre edificios rurales romanos es muy significativo y se relaciona también con la supuesta existencia de edificios de culto dada la existencia de 59 P. Padrós y A. Chavarría, Món funerari a la Laietania, en A. Pladevall y P. de Palol (eds.), Del romà al romànic, Història, Art i Cultura de la Tarraconense Mediterrània entre els segles IV i X, Fundació Enciclopèdia Catalana, Barcelona, 1999, pp. 281-283 con más ejemplos. 60 A. Aguilar Sáenz y P. Guichard, Villas romaines d’Estrémadure. doña Maria, La Sevillana et leur environnement, Madrid, 1993. 61 M.ª R. Lucas y P. Viñas, Tecnología de la fíbula trilaminar de la necópolis visigoda de Aquilafuente (Segovia), Trabajos de Prehistoria, XXXIV, 1977, pp. 389-404. 62 Abascal, Cebrián y Sala, 2000, cit. (n. 34).

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INTERPRETACIÓN DE LAS TRANSFORMACIONES

Fig. 11. Reutilización funeraria del edificio residencial de la villa de Baños de la Reina (Alicante) (Abascal, Cebrián y Sala, 2000, p. 53).

iglesias medievales superpuestas a las tumbas como sucede en la villa de San Julián de Moraime (Mugia, La Coruña) 63. Al mismo tiempo se insinúa una posible vinculación con el asentamiento de poblaciones bárbaras. Sin embargo, resulta muy complejo establecer la secuencia cronológica existente entre uilla-necrópolis y edificio de culto. Es decir, si las sepulturas se instalan debido a la existencia de un edificio de culto o si el edificio se construye con relación a sepulturas preexistentes. Por otro lado la identificación étnica de los inhumados se establece a partir de muy pocos elementos y, además, discutibles. M. Chamoso Lamas, Excavaciones arqueológicas en San Julián de Moraime (Mugia-La Coruña), NAH, 4, 1976, pp. 336-349. Una situación similar se detecta en Adro Vello (Pontevedra). Cfr. J. Carro Otero, Adro Vello (San Vicenzo do Grove, Pontevedra), Arqueoloxia I. Informes 2, Santiago de Compostela, 1991, pp. 93-99. 63

La interpretación de las transformaciones analizadas se sitúa hoy en día en el centro de un vivo debate 64. De ella depende no sólo saber qué sucedió con las villas tardoantiguas sino también comprender fundamentales transformaciones relativas a la organización y explotación de la propiedad rural, la instalación de los pueblos bárbaros y el devenir de las élites tardoantiguas. Del análisis de los yacimientos hispánicos podemos concluir que existen dos fases bien diferenciadas en el proceso de transformación. Una primera fase se inicia en el siglo III y afecta a establecimientos rurales situados prevalentemente en áreas del levante y sur peninsular. En amplios sectores de estos edificios se observa una substitución de la función residencial original por una nueva función de tipo básicamente productivo evidenciada en la inserción de instalaciones destinadas a producción como prensas, lagares, hornos o pavimentos de opus signinum en antiguos espacios residenciales. La segunda fase se documenta sobretodo en los siglos VI y VII y afecta a villas monumentales ubicadas en el interior de la Península y Lusitania. Las transformaciones implican una degradación progresiva de las condiciones de vida en los edificios que ven sus espacios ocupados por silos, hogares, muros de compartimentación, estructuras habitativas construidas en materiales peribles (cabañas) y, en ocasiones, sepulturas. Para la primera fase tanto las características como la cronología generales del fenómeno, unidas al análisis de la documentación textual relativa a las características de la propiedad rural tardoantigua y su evolución, hacen muy posible poder interpretar el cambio de función de gran parte de las villas aquí analizadas como consecuencia directa del proceso de concentración de la propiedad rural que se produce a lo largo de la antigüedad tardía. A pesar de que arqueológicamente resulta casi imposible verificar cambios en las dimensiones de las propiedades rurales, algunos textos, como ha señalado D. Vera, apoyarían esta interpretación 65. Higinio menciona a possessores que adquieren varios campos conservando sólo algunas de las villas en funcionamiento y abandonando las otras: Praetera solent quidam complu64 Cfr. en último lugar G. P. Brogiolo, A. Chavarría, M. Valentí (eds.), Dopo la fine delle ville: evoluzione nelle campagne dal VI al IX secolo, 11 Seminario sul Tardo Antico e l’Alto Medioevo (Gavi, 2004), Mantua, 2005. 65 D. Vera, Schiavitù rurale e colonato nell’Italia imperiale, en Scienze dell’antichità. Storia archeologia antropologia, 6-7, Roma, 1992-93, p. 299.

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rium fundorum continuorum domini, ut fere fit, I duos aut tres agros uni uillae contribuere et terminos qui finebant singulos agros relinquere: desertisque uillis ceteris praeter ea(m)cui contributi sunt, uicini non contenti suis finibus tollunt terminos quibus inter fundos unius domini fines obserua(n)tur sibi defendunt 66. Por su parte Plinio, en un conocido pasaje donde relata la adquisición de una nueva propiedad, se refiere a la conveniencia de administrar varios fundi mediante una única uilla: Sollicitat primum ipsa pulchritudo iungendi, deinde, quod non minus utile quam uoluptuosum, posse utraque eadem opera, eodem uiatico inuisere, sub eodem procuratore ac paene isdem actoribus habere, unam uillam colere et ornare, alteram tantum tueri 67. Esta concentración de propiedades implicaría pues dos fenómenos diametralmente distintos pero complementarios: por una parte la monumentalización de las villas que los propietarios decidieron potenciar como centros de sus propiedades y residencias de ocio, y por otro lado el progresivo abandono de algunos de los edificios y su reutilización por parte de la población campesina dependiente de la propiedad para llevar a cabo actividades rústicas y como espacio habitativo. La explicación de la segunda fase de reutilizaciones es más compleja. Hasta el momento se han propuesto distintas interpretaciones que inciden bien sobre los cambios políticos, bien sobre aspectos de carácter económico o sobre transformaciones de tipo ideológico y cultural. Una hipótesis reciente, propuesta por A. Azkárate y J. A. Quirós, considera que este tipo de transformaciones se debió a la reocupación de los edificios por parte de una nueva clase de pequeños propietarios «libres» surgidos tras la crisis del sistema de las villas. Gracias a la desarticulación de las estructuras públicas romanas y a la instalación de los reinos bárbaros estos campesinos «no tuvieron que pagar más impuestos y tampoco estuvieron sujetos en su conjunto a rentas de carácter señorial durante este período, lo que favoreció una mayor autonomía organizativa de los procesos productivos y de las formas de ocupación del espacio» 68. A día de hoy, sin 66 Higinio, 93. Th. Hyginius. Corpus Agrimensorum Romanorum V, O. Behrends et alii (trad.), COST Action G, Paysages antiques et structures rurales, Coopération européenne dans le domaine de la recherche scientifique et technique, EUR 19234, 2000. 67 Plinio, Epistolae 3, 19, 2 (The Letters of Pliny. A Historical and Social Commentary, A. N. Sherwin-White (ed. y trad.) Loeb, Oxford, 1966). 68 A. Azkarate y J. A. Quirós, Arquitectura doméstica altomedieval en la Península Ibérica. Reflexiones a partir de las excavaciones arqueológicas de la catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz (País Vasco), Archeologia Medievale, XXVIII, 2001, p. 55. Esta interpretación deriva directamen-

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embargo, para la Península Ibérica no existe ninguna evidencia que apoye este tipo de «edad de oro» de las comunidades campesinas. Los textos de los siglos VI y VII (concilios, legislación o pizarras visigodas fundamentalmente) se refieren con frecuencia, al pago de rentas e impuestos y existen en algunos textos (como las VSPE) alusiones a la existencia, en esta época, de propiedades de dimensiones notables trabajadas probablemente por agricultores dependientes 69. Más plausible me parece la explicación, propuesta por estos mismos especialistas, que vincula la substitución de la piedra por la madera o los materiales pobres en la arquitectura residencial a las transformaciones experimentadas por las estructuras productivas y de organización del artesanado y que provocaron la reducción del comercio y de la extracción y producción de materiales constructivos lo que habría llevado a una simplificación de los ciclos productivos y una disminución en la especialización del artesanado 70. Otros investigadores juzgan, en cambio, que las mutaciones que experimentan las villas no fueron provocados por un cambio en las personas que las ocuparon (bárbaros o campesinos libres) o a un empobrecimiento de los propietarios sino que más bien se habrían debido a una transformación interna del mundo rural y de las personas que lo habitaban. Es decir que seguía existiendo una aristocracia propietaria que habitaba en las villas pero que habían cambiado la arquitectura de piedra, los mosaicos, las pinturas o los conjuntos termales (en definitiva los elementos característicos del mundo romano) por nuevas formas de vida menos ostentosas y sin duda menos visibles al registro arqueológico. T. Lewit, una de las primeras investigadoras en analizar estas transformaciones, propuso un resurgimento de formas de hábitat indígenas consecuencia del final de te del llamado «modelo caótico» propuesto por M. Valenti (M. Valenti, La Toscana tra VI e IX secolo. Città e campagna tra fine dell’età tardoantica ed altomedioevo, en G. P. Brogiolo (ed.), La fine delle ville romane: transformazioni nelle campagne tra tarda antichità e Altomedioevo, 1º Convegno Archeologico del Garda (Gardone Riviera (Brescia) 1995), Mantua, 1996, p. 97) a partir de las reflexiones de C. Wickham sobre la transformación del poblamiento rural en la Toscana: C. Wickham, L’Italia e l’alto medioevo, Archeologia Medievale, 15, 1988, pp. 105-124. Aunque en su última monografía el mismo Wickham se muestra más cauto sobre la extensión geográfica en la que se pudo desarrollar este modelo, cfr. C. Wickham, Framing the Early Middle Ages. Europe and the Mediterranean, 400-800, Oxford, 2005. 69 A. Chavarría, Monasterios, villas y campesinos: la trágica historia del abad Nancto, en P. Chevalier, G. Ripoll y C. Balmelle (eds.), Studiola Infimae Antiquitatis. Melanges N. Duval II, BAT 5, Paris, 2004, pp. 113-125. 70 Azkarate y Quirós, cit. (n. 68), p. 52-53.

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la dominación romana: «We can understand this (refiriéndose a la emergencia en formas de hábitat y cultura material pre-romanas) as a preference for styles which, although they may have been technologically inferior, were more culturally satisfying. In other words, they reflected social and religious customs more closely, and represented links with a native past in a way the Roman styles did not» 71. Según esta propuesta las villas seguían habitadas por individuos de similar status al de sus sucesores pero que —debido a la presencia de nuevos valores sociales y culturales introducidos por las poblaciones bárbaras (minoritarias numéricamente pero dominantes desde el punto de vista político), por una creciente militarización de la sociedad y por el cristianismo— vivían en modo más austero respecto a sus predecesores de los siglos IV y V invirtiendo el surplus producido por sus propiedades en otras formas de ostentación social principalmente los edificios de culto cristianos y en las ceremonias funerarias 72. Un testimonio que podría apoyar esta interpretación es Sidonio Apolinar. En una epístola fechable a mediados del siglo V 73 Sidonio describe la profunda impresión que le causaron las austeras condiciones de vida de un todavía importante ex miembro de la administración. Maximo (así se llamaba el individuo) habitaba en una villa sobriamente decorada, comía de modo frugal y su aspecto (simples vestimentas y larga barba) le llevan a preguntarse si Maximus se habría convertido en un monje, en un clérigo o en un penitente (de tribus… ordinibus, monachum ageret an clericum paenitemve?). Otros pasajes de la obra del mismo Sidonio parecen indicar también significativos cambios en el modo de vida de los habitantes. En su descripción de la villa de Avitacus subraya por ejemplo la inexistencia de mármoles exóticos y la preferencia de otros elementos que aportan a su casa «el frescor del pais»: Sed 71 T. Lewit, Agricultural Production in the Roman Economy, A.D. 200-400, BAR I.S. 568, Oxford, 1991, reeditado como Villas, Farms and the Late Roman Rural Economy 3rd to 5th c. AD), 2004, p. 46. Esta investigadora ha vuelto a tratar estas cuestiones en Vanishing Villas: What happened to rural settlement in the West in the 5th and 6th centuries A.D.?, Journal of Roman Archaeology, 16, pp. 260-275 donde concluye que «The Roman style of life had become «socially irrelevant» (p. 268). En la misma línea: P. van Ossel y P. Ouzoulias, La mutation des campagnes de la Gaule du Nord entre le milieu du IIIe siècle et le milieu du Ve siècle. Où en est-on?, en M. Lodewijckx. (ed.), Belgian Archaeology in a European Setting II, Lovaina, p. 235 quienes insisten en una militarización de las aristocracias. 72 C. La Rocca, La trasformazione del territorio in Occidente, XLV Stt. St. CISAM, Spoleto, 1998, p. 278 se refiere a una «redefiniciónde los status symbols». 73 Epistola IV, 24. (Sidonius Apollinaris, Carmina et Epistulae, MGH, auct. ant., Berlin, 1887, pp. 1-264).

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etsi nullo peregrinarum cautium rigore ditamur, habent tamen tuguria seu mapalia mea ciuicum frigus 74. Más llamativa si cabe es la revelación que proporciona en su descripción de las propiedades de Ferreolus y Apollinaris en las que, a pesar de la magnificencia de la arquitectura, la riqueza de las bibliotecas o la copiosidad de los alimentos, en ninguna de las dos residencias era posible utilizar el balneum (balneas habebat in opere uterque hospes, in usu neuter) por lo que Sidonio utiliza una estructura provisional construida junto a un curso de agua 75. Efectivamente de estos textos se desprende que las villas, al menos hasta mediados del siglo V, seguían ocupadas por individuos de status elevado pero que se conformaban con vivir en un modo ciertamente más modesto que sus predecesores. La interpretación política señala la llegada de poblaciones bárbaras como principal desencadenante de la crisis del sistema de organización y explotación del territorio de época romana. Basándose en los informes de las excavaciones de los años 1960 y 1970 J.-G. Gorges interpretaba la desaparición de las villas a partir del siglo V como consecuencia directa de las invasiones de suevos, alanos y vándalos y del posterior asentamiento visigodo 76. En la misma línea F. Clariana y M. Prevosti interpretaban los cambios que documentaron en Torre Llauder en relación a un posible asentamiento de población visigoda —«Potser la vil·la ja va caure en mans visigodes al començament del segle V, quan, en virtud del foedus del 416, molts visigods van rebre terres a la Tarraconense. Molts més possiblement, si va caure en mans visigodes, això hauria esdevingut a partir del regnat d’Euric (466-484), que fou el primer monarca visigot que exercí un poder cada cop més fort sobre la península Ibérica, que provoca una forta inmigració visigoda cap al país» 77— al tiempo que juzgaban que que las transformaciones reflejaban «una crisis tanto económica como cultural de sus habitantes». También en las villas de El Val o Tinto se vinculan a «grupos germánicos que vivían sobre el terreno quizás en gran medida del saqueo y que utilizan sistemas de vida importados del norte de limes (…) gentes de vida seminómada que tan sólo viven algún tiempo en El Val y que habría que relacionar con las invasiones de inicios del siglo V» 78. Epistola II, 2, 7. Epistola II, 9, 8. Interesante análisis del pasaje en J. Percival, Desperately Seeking Sidonius: the Realities of Life in Fifth-Century Gaul, Latomus, 56. 2, 1997, pp. 279-292. 76 Gorges, cit. (n. 2). 77 Aunque ningún elemento permite pensar en ocupantes no hispanorromanos Clariana y Prevosti, cit. (n. 29), p. 125. 74

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En ambos casos tanto la cronología (establecida a partir de elementos escasos y discutibles) y la identificación de los ocupantes de las villas reocupadas como militares resultan sin embargo forzados y discutibles. La documentación arqueológica más reciente relativa a las villas contradice los relatos apocalípticos de autores como Hidacio sobre el carácter destructor de las invasiones puesto que en la mayoría de villas no existen estratos de incendio o destrucción fechables en el siglo V. Sin embargo no puede ser casual el hecho de que la crisis y desaparición de las villas se produzca a lo largo del siglo V e inicios del VI cuando sabemos que tuvo lugar el asentamiento definitivo de estas poblaciones dentro de las fronteras del Imperio y el nacimiento de los primeros reinos bárbaros. La substitución del poder romano por el de estos individuos en Hispania debió de tener consecuencias importantes, no tanto por la existencia de destrucciones y razias, sino por los cambios que ocasionó en la administración, en la composición de las élites y en la estructura de la propiedad rural. Es muy posible que se produjesen enormes mutaciones en el modo en que se explotaban las propiedades como consecuencia de la desarticulación de la red comercial con una tendencia hacia la regionalización del comercio y muy probablemente también una reducción en el volumen de producción, lo que causó un progresivo empobrecimiento de las aristocracias propietarias 79. Estos cambios pudieron provocar también transformaciones significativas en las estrategias económicas de los propietarios y en la explotación del medio. Análisis polínicos realizados en diversas zonas de la Península Ibérica, entre ellas el litoral catalán (territorio de Emporiae, Barcino y Tarraco) 80, Sistema Central, alrededores de Mérida 78 Rascón, Méndez Madariaga y del Río Español, 1991, cit. (n. 43), p. 197. 79 El empobrecimiento de las aristocracias altomedievales ha sido subrayado entre otros por C. Wickham en relación sobretodo a las élites longobardas («Aristocratic Power in Eighth-Century Lombard Italy», en A. Callander (ed.), After Rome’s Fall. Narrators and Sources of Early Medieval History. Essays presented to Walter Goffart, Toronto, 1998, pp. 153-170). Sobre la regionalización del comercio mediterráneo cfr. R. Hodges y W. Bowden (eds.), The Sixth Century. Production, Distribution and Demand, TRW 3, Brill, Leiden-Boston-Colonia, 1998. 80 S. Riera, Evolució del paisatge vegetal holocé al Pla de Barcelona a partir de les dades pol.líniques, Barcelona, 1995; J.M.ª Palet, Estudi territorial del Pla de Barcelona. Estructuració i evolució del territori entre l’època iberoromana i l’altmedieval, Barcelona, 1997 y J.M.ª Gurt Esparraguera y J.M.ª Palet Martínez, Structuration du territoire dans le nord-est de l’Hispanie pendant l’Antiquité tardive: transformation du paysage et dynamique du peuplement, en

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y la comarca de la Armuña en Salamanca 81, han revelado cómo entre el siglo V y el VII se produjo una intensificación de la deforestación (a veces a causa de incendios) y una degradación del medio vegetal, debido a un gran desarrollo de la ganadería extensiva y el pastoreo que se convirtieron en la principal actividad económica de estas zonas en detrimento de la agricultura. Es muy posible que otro de los factores relevantes que dio lugar a esta segunda fase de transformaciones fuera también el proceso de concentración de propiedades. La acumulación masiva de fundi en manos de la Iglesia y de las élites visigodas pudo haber provocado el abandono masivo de muchos edificios rurales y su reocupación por parte de las comunidades campesinas, ya fueran de origen hispanorromano como de aquellas poblaciones visigodas que, como confirman las necrópolis, se asientan en la Meseta. Cabe preguntarse sin embargo dónde vivirían estos grandes propietarios de los siglos VI y VII puesto que al día de hoy sus residencias son invisibles al registro arqueológico. En nuestro país (y exceptuando el discutido yacimiento de Pla de Nadal 82) no se ha documentado ninguna residencia rural que mantenga un nivel residencial remotamente similar al de las villas de los siglos IV y V más allá de inicios del siglo VI. Recientemente J.Mª Gurt ha argumentado que se produjo un abandono generalizado del campo y que tanto campesinos como propietarios habitaban en los núcleos urbanos 83. Pero la documentación arqueológica como hemos visto no apoya la hipótesis de un territorio abandonado. Las villas fueron reutilizadas como base de nuevas formas de ocupación, a veces compuestas de numerosas unidades habitativas y las necrópolis, tanto aquellas de tipo visigodo como los cementerios ubicados en relación a los edificios de culto rurales, abogan más bien por una continuidad en la ocupación del campo. Por otro P. Ouzoulias et alii, Les campagnes de la Gaule à la fin de l’Antiquité, Actes du IVe colloque de l’association AGER (Montpellier 11-14 mars 1998), Antibes, 2001, pp. 304-329. 81 E Ariño, S. Riera y J. Rodríguez, De Roma al medioevo. Estructuras de hábitat y evolución del paisaje vegetal en el territorio de Salamanca, Zephyrus, 55, 2002, pp. 291-297 (con bibliografia relativa a otras zonas de la Península). 82 E. Juan e I. Pastor, Los visigodos en Valencia. Pla de Nadal: ¿Una villa aúlica?, BArqM, 3, 1989, p. 137-179. La discusión más reciente sobre la cronología de este edificio en L. Caballero Zoreda, Un canal de transmisión de lo clásico en la alta edad media española. Arquitectura y escultura de influjo omeya en la Península Ibérica entre mediados del siglo VIII e inicios del siglo X, Al-Qantara. Revista de Estudios Árabes, vol. XV (1994), pp. 321-348 y vol. XVI (1995), fasc. 1, pp. 107-123; especialmente vol. XV p. 337-338 y Gutiérrez Lloret, 2000, cit. (n. 27), pp. 102-105.

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lado, además, el análisis de los contextos urbanos muestra, a excepción de los complejos episcopales (mal conocidos), un panorama muy similar al documentado en el territorio, esto es, ausencia de nuevas construcciones significativas, reformas de carácter puntual dirigidas a una compartimentación de los espacios habitativos, a la reutilización de los mismos para actividades de carácter artesanal y enrarecimiento de los productos de prestigio vinculables a una posible demanda por parte de las aristocracias urbanas 84. Las élites urbanas aparecen tan invisibles como aquellas rurales. El abandono de las villas por parte de los propietarios podría ser debida a cambios importantes en los patrones de asentamiento en el territorio que habrían dado lugar a un traslado de parte de la población de los establecimientos rurales dispersos a aglomeraciones más extensas en llano y en altura. A pesar de no existir ningún análisis de conjunto sobre este tipo de aglomeraciones en la Península Ibérica, las noticias publicadas relativas a estos hábitats parecen indicar que, al igual que en otras áreas del Imperio como Italia o el sureste de la Gallia, durante la antigüedad tardía se produce una importante revitalización de los mismos especialmente en la zona norte de Hispania. Puig Rom (Gerona), El Bovalar (Lleida), Tedeja (Burgos), Monte Cildá (Palencia), Yecla de Yeltes (Salamanca), Merchanas (Salamanca) y un largo etcétera de yacimientos podrían ser una muestra de la revitalización de este tipo de hábitat de época tardía 85. Los análisis reali83 «Esta concentración de población en los núcleos urbanos es a la vez causa y efecto de la desertización del territorio» (J.M.ª Gurt, Transformaciones en el tejido de las ciudades hispanas durante la antigüedad tardía: dinámicas urbanas, Zephyrus, 53-54, 2001-2002, p. 467). 84 El ejemplo más significativo es el del recientemente excavado barrio de Morerías en Mérida (M. Alba, Sobre el ámbito doméstico de época visigoda en Mérida, Mérida. Excavaciones Arqueológicas, 1997. Memoria, Mérida, 1999, pp. 387-418). 85 P. de Palol y A. Pladevall (eds.), Del romà al romànic. Història, Art i Cultura de la Tarraconense Mediterrània entre els segles IV i X, Fundacio Enciclopèdia Catalana, Barcelona, 1999, pp. 158-159 (Puig-Rom), pp. 145-146 (El Bovalar) y J. A. Lecanda y A. L. Palomino, Dos modelos de ocupación del territorio en época visigoda en la provincia de Burgos: la

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zados en estos poblados no son todavía lo suficientemente precisos para poder afinar la cronología de ocupación o identificar el status social de sus habitantes que permita referirse a la presencia de una aristocracia más o menos importante. Cabe subrayar sin embargo que, aunque la arqueología muestra una tendencia efectiva hacia la concentración del poblamiento, los nucleos instalados sobre las villas y algunos asentamientos de nueva formación como el recien excavado conjunto de Vilaclara en el nordeste de la Tarraconensis 86 o los establecimientos rurales dispersos de época visigoda documentados en la comarca de la Armuña 87 evidencian la pervivencia también de un hábitat disperso hasta, como mínimo, inicios del siglo VIII. En conclusión se puede decir que el final de las villas fue lento y debe ser entendido dentro del proceso de transformación de las estructuras políticas, económicas, sociales e ideológicas que se producen en Hispania durante la antigüedad tardía. Aunque es difícil proponer una única interpretación para los cambios analizados es indudable que la desintegración de las estructuras administrativas y económicas del Imperio provocaron, a partir del siglo V, un empobrecimiento generalizado de las élites romanas cuyas propiedades fueron gradualmente absorbidas por la Iglesia y por las nuevas élites bárbaras. Las nuevas condiciones económicas, sociales y políticas existentes en época visigoda favorecieron nuevas formas de explotación del territorio y nuevos tipos de asentamiento dando lugar a la extinción del sistema de las villas. región montañesa septentrional y la comarca ribereña del Duero, Actas del V Congreso de Arqueología Medieval Española (Valladolid, 1999), 2001, pp. 37-48 (Tedeja); M.A. García Guinea, J. González J. A. Echegaray, Excavaciones en Monte Cilda, Olleros de Pisuerga (Palencia). Campañas de 1963-65, EAE, 61, Madrid, 1966 (Monte Cildá). 86 J. Enrich, J. Enrich y L. Pedraza, Vilaclara de Castellfollit del Boix (El Bages). Un assentament rural de l’antiguitat tardana, 1995. Sus investigadores denominan las estructuras como «poblado» aunque parece tratarse de un conjunto bastante reducido con tres unidades habitativas e instalaciones rústicas para la producción de aceite o vino todo ello datable en el siglo VII. 87 Ariño, Riera y Rodríguez, 2002, cit. (n. 81), pp. 291297.

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LE VILLE TARDO-ANTICHE IN ITALIA POR

LUCIA ROMIZZI Università degli Studi di Perugia

RESUMEN Estudio de las características generales de la villa romana en Italia durante la tardo-antigüedad, con especial referencia a los aspectos tipológicos, planimétricos y arquitectónicos, y a su relación con la villa medio-imperial y con la arquitectura de los palacios coetáneos. Se presta especial atención al analisis de los ambientes de representación (salas absidiales y trichorae) y a la relación entre la decoración y el uso de cada ambiente. A modo de apéndice se expone un catálogo de las villas monumentales (siglos III-V d.C.), que incluye complejos poco conocidos.

SUMMARY A study on generaI features of late Roman villas in Italy, with special reference to typological, architectural and planimetric aspects and to their connections with middle-imperial villas and coeval palaces. Reception rooms, such as apsed aulae, trichorae, and the relationship between room decoration and function are particular1y analysed. The Appendix consists of a Catalogue of monumental Italian villas (III-V century A.D.) which includes some not much known complexes. PALABRAS CLAVE: Villa, palacio, arquitectura privada, antigüedad tardía. KEY WORDS: Villa, palace, private architecture, late antiquity.

Gli studi sull’architettura privata romana condotti nell’ultimo trentennio hanno riservato una notevole attenzione al tema della villa, sia residenziale che produttiva 1, con particolare riferimento ai complessi databili tra il II sec. a.C. ed il II sec. d.C. Per la Tarda Antichità l’interesse si è focalizzato su tre edifici dotati di uno straordinario apparato musivo (Desenzano, Patti Marina e Piazza Armerina), che hanno assunto nella letteratura scientifica una valenza esemplare; al contrario, è stato trascurato il potenziale informativo dei numerosi impianti coevi indagati, 1 Tra le sintesi sulle ville romane: Mansuelli, 1958; Cagiano de Azevedo, 1966; Mac Kay, 1975; Percival, 1976; Carandini, 1989; Mielsch, 1990; Romizzi, 2001. Per i miei studi sulla villa tardo-antica mi sono stati di fondamentale utilità i consigli dei Professori G. P. Brogiolo, M. Torelli, A. Augenti, F. Ghedini e A. Chavarría Arnau. * Nel testo sono utilizzate le seguenti abbreviazioni: cat. = Catalogo (con riferimento al Catalogo di ville in Appendice); largh. = larghezza; m = metri. ** Il testo è stato chiuso nell’aprile 2004.

contraddistinti peraltro dall’adozione di soluzioni planimetriche ed architettoniche assai varie. In questo contributo si cerca quindi di ricostruire i caratteri generali della villa residenziale tardo-antica nella dioecesis Italiciana, attraverso l’analisi comparativa di un campione più ampio di quello tradizionalmente usato, comprendente sia alcune ville di IV-V sec. d.C. di recente scoperta sia le ristrutturazioni tardoantiche di impianti edificati nella prima o media età imperiale 2. Alla valutazione degli elementi di continuità con la tradizione residenziale precedente e all’inquadramento tipologico della villa tardo-antica, segue uno studio planimetrico dei settori che la costituiscono e dei suoi ambienti di rappresentanza; conclude l’articolo un tentativo di chiarire la valenza semantica della villa nella Tarda Antichità. 1.

LE FONTI DI ISPIRAZIONE ARCHITETTONICA

Per la comprensione della villa tardo-antica, occorre esaminare brevemente gli edifici che hanno rappresentato per essa, più che un modello, una fonte di ispirazione architettonica ed ideologica: le ville medio-imperiali, in particolare Villa Adriana a Tivoli 3 ed i complessi che nel corso del II sec. d.C. hanno radicalmente trasformato la fisionomia del Suburbio 4. 2 Oggetto di questo studio sono le ville monumentali concepite come dimore aristocratiche, di cui si presenta un campione particolarmente significativo; sulla distinzione tra ville residenziali e produttive, netta dal Medio Impero: Ellis, 2000, 13-14, 22-23; Romizzi, 2001, 29-32. Altri complessi con fasi tardo-antiche, esplorati parzialmente e di difficile lettura, sono recensiti in Romizzi, 2003. Tra gli studi che hanno analizzato le ville romane e la loro evoluzione nel contesto territoriale fino alla Tarda Antichità: Wilson, 1990 (Sicilia); Cambi, 1993, 230-243 (Etruria) e 243-254 (Puglia); Di Giuseppe, 1996 (Basilicata); Amendolea, Fedeli Bernardini, 1998 e Di Gennaro, et alii, 2002 (Lazio); De Franceschini, 1998 (Venezie ed Istria); Volpe, 1998 e 1999 (Puglia); Accardo, 2000 (Calabria); Gualtieri, 2003, 253-262 (Basilicata); Soren, Soren, 1999, e Guerrini, et alii, 2003 (Umbria). Per l’area gardesana: Brogiolo, 1991 e 1997; Roffia, 2001. 3 De Franceschini, 1994. 4 Sulle ville medio-imperiali: Mielsch, 1990, 71-84.Tra le residenze dei dintorni di Roma ispirate al modello di Villa

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La villa medio-imperiale presenta infatti quali caratteri costanti l’estensione su un’ampia superficie, una planimetria articolata in più padiglioni ciascuno con una specifica funzione (di rappresentanza, residenziale, termale, di servizio etc.), un ricchissimo apparato decorativo e la tendenza ad un progressivo allontanamento della pars urbana dalla pars rustica. Ai vari padiglioni, fra cui spiccava per lusso e monumentalità quello di rappresentanza gravitante sul peristilio, erano inframezzati enormi giardini organizzati secondo i principi dell’ars topiaria e abbelliti da ninfei, in un’armonica fusione tra spazio architettonico ed ambiente naturale ispirata agli Horti urbani tardo-repubblicani e protoimperiali 5. Nell’ambito degli esempi noti, Villa Adriana rappresenta forse quello di maggiore pregnanza ideologica: la maestosa residenza tiburtina, che fonde a livello planimetrico lo schema della dimora a peristilio con le formule a nuclei edilizi proprie dell’architettura neroniana-flavia, non è concepita solo come una villa d’otium ma è un palazzo tout court, il centro del potere da cui Adriano governa l’impero. Questa nuova visione della dimora extra-urbana influenzerà la villa della Tarda Antichità che, pur mutuando da quella medio-imperiale (talvolta con radicali modifiche) parte dei suoi caratteri planimetrici e strutturali, presenta una forte originalità in quanto costituisce la traduzione architettonica di una realtà socio-politica, economica e ideologica nuova. La villa tardo-antica quindi non rappresenta semplicemente l’esito dell’evoluzione di un tipo edilizio tradizionale, ma è comprensibile, come vedremo, soltanto in rapporto ad una delle più significative espressioni dell’architettura residenziale di alto livello 6: il palazzo 7. 2. GENESI, CARATTERI GENERALI E MODALITÀ DI TRASFORMAZIONE La genesi della villa tardo-antica ed il suo ruolo-cardine nella strutturazione di un territorio si inquadra, nell’ambito delle profonde trasformazioni Adriana, la villa dei Quintili (Paris 2000) e quella dei Settebassi (Lupu, 1937; Coarelli, 1993, 148-154) risalgono ai decenni centrali del II sec. d.C., mentre la villa precedente quella di Massenzio (cat. 14) si data all’età antonina. Sulle trasformazioni del Suburbio tra Medio e Tardo-Impero: Coarelli, 1986; Spera, 1999; Suburbium, 2003. 5 Horti Romani, 1997. 6 Sull’edilizia privata tardo-antica: Becatti, 1948 (Ostia); Guidobaldi, 1986 e 2000 (Roma); Baldini Lippolis, 2001. 7 Il rapporto tra villa e palazzo è discusso nelle conclusioni. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

che interessano il rapporto tra città e campagna nella Tarda Antichità 8. La dimora signorile rurale infatti viene a costituire – in una chiara prospettiva anti-urbana – il centro gestionale dei patrimoni terrieri formatisi in seguito al declino della piccola e media proprietà, come esito del processo di concentrazione della terra nelle mani di pochi, ricchissimi possessores. Questo fenomeno, innescatosi alla fine del II sec. d.C., comporta anche la progressiva diminuzione del numero delle ville, diffuse invece in modo capillare nella penisola tra la Tarda Repubblica e la prima età imperiale. Le ville note, spesso collocate su pendio per ragioni di salubrità 9 e di controllo del territorio, sono quindi collegate ad un fundus di estensione variabile che assicurava loro l’autosufficienza economica 10, sia che fossero poste a breve distanza dal mare (cat. 1, 5, 8, 11) o da un lago (cat. 4) oppure prospicienti fertili vallate interne (cat. 2-3). La stretta relazione di tali dimore con il territorio è inoltre sottolineata dalla loro ubicazione presso arterie-chiave della viabilità terrestre e/o per aquam, che agevolavano il trasporto delle merci. Le ville tardo-antiche, per lo più di imponenti dimensioni, sono costruite talora a fundamentis 11, ma più spesso sono il frutto dell’ampliamento o della ristrutturazione di edifici residenziali precedenti, con radicali modifiche nella disposizione, nella struttura e nei percorsi di fruizione degli ambienti 12. La trasformazione di epoca tardo-antica di un impianto preesistente è organizzata secondo precise direttrici: in primo luogo la monumentalizzazione e l’ampliamento dimensionale del complesso, poi l’enfatizzazione del suo settore di rappresentanza, dotato di un percorso ‘cerimoniale’ coronato da un sontuoso vano di ricevimento (sala basilicale o trichora). Altri elementi quasi costanti sono l’allestimento di un lussuoso apparato decorativo, l’inserimento (o il restauro) del quartiere termale e l’allontanamento della pars rustica dai settori di rappresentanza. Brogiolo, 1996; Vera, 1999b. Palladio 1, 3-4; 1, 7; 1, 15. La disposizione su basis o su terrazze parallele non è propria della villa tardo-antica 10 Sulle forme dei proventi che i potentiores traevano dallo sfruttamento dei fundi (agricoltura, allevamento, attività artigianale e commercio), si veda come termine di paragone l’analisi di Balmelle, 2001, 54-81. 11 Se alcune ville sono costruite ex novo nella Tarda Antichità (cat. 7, 10), altre sono invece edificate sul sito di un insediamento o di una villa precedente rasa al suolo per la costruzione del nuovo impianto (cat. 3, 5, 8-9, 11). 12 Molte ville con una fase medio-imperiale sono vistosamente ristrutturate nella Tarda Antichità (1-2, 4, 6, 12-13), talvolta in due distinte fasi costruttive (cat. 2, 4, 7, 15), mentre altre sono restaurate senza considerevoli modifiche. 8 9

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2.1.

Distribuzione geografica e cronologica

La villa tardo-antica è conosciuta da un numero di testimonianze in continuo aumento, distribuite in modo abbastanza disomogeneo su tutta la penisola italiana. Oltre ai giganteschi complessi del Suburbio (cat. 12-14), veri e propri palazzi di periferia, si segnalano ad esempio due importanti attestazioni nei pressi di Milano (cat. 4, 7), alcuni impianti centroitalici (cat. 2-3) 13, ed un gruppo cospicuo di esempi in Italia meridionale (cat. 1, 6, 10-11, 15) e in Sicilia (cat. 5, 8-9). Se all’età dei Severi risalgono le prime trasformazioni tardo-antiche di alcune ville (cat. 2, 12), la ‘crisi’ dei decenni centrali del III sec. d.C. determina una stasi edilizia (che non equivale tuttavia ad un abbandono degli impianti) 14, seguita da una vigorosa ripresa dell’attività costruttiva sotto i Tetrarchi (cat. 3, 11, 14). Il notevole sviluppo dell’architettura residenziale in età costantiniana porta alla costruzione di nuovi sontuosi impianti (cat. 8-9, 12), all’imponente ristrutturazione di ville esistenti (cat. 4, 13) e alla realizzazione di interventi edilizi in alcune ville già trasformate nel III sec. d.C. Al periodo compreso tra il 350 ed il 400 d.C. risale la fase tardo-antica di due complessi lucani (cat. 6, 15) e la costruzione di nuovi edifici (cat. 5, 7) 15, mentre nel corso del V sec. d.C. all’edificazione ex novo di ville (cat. 10) si preferisce la ristrutturazione di quelle già esistenti (cat. 1, 7, 15), con interventi databili fino alla fine del secolo (cat. 4, 15). 2.2.

Inquadramento tipologico

Nonostante la varietà di soluzioni planimetriche adottate, è possibile ricondurre gli esempi di villa tardo-antica noti a due filoni tipologici: la villa a padiglioni e la villa fortificata. Al tipo della villa a padiglioni 16, che mutua numerosi elementi dalla vil13 Altri complessi significativi sono in corso di indagine a Cecina (Donati, 2001) e a Tarquinia (Aoyagi, 1995 e 1997). 14 Mielsch, 1990, 85-86 (crisi edilizia). Cfr. Vera, 1999. 15 Sulle ville di Baia e di Roma nella seconda metà del IV secolo: Simmaco, MGH.AA VI.1, 1883, XLX s., LX s.; D’Arms, 1970, 226-229. 16 Le ville a padiglioni sono costituite da più nuclei edilizi diversamente orientati, il principale dei quali costituito solitamente da un monumentale corpo di fabbrica gravitante su un peristilio. Sul tipo, noto dal I sec. a.C. ma diffuso soprattutto dalla prima età imperiale: Romizzi, 2001, 102-111, dove si dimostra come la villa a peristilio sia costituita da un unico edificio all’interno del quale sono giustapposti settori ufficiali, abitativi, produttivi e servili, mentre la villa a padiglioni prevede la ripartizione delle varie funzioni in corpi di fabbrica diversificati, talvolta anche assai distanti topograficamente.

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la medio-imperiale, appartiene la maggior parte degli impianti indagati (cat. 4, 7-9, 12, 14, forse 5), connotati da una distribuzione degli spazi attuata prevalentemente in senso orizzontale. Questi complessi infatti, estesi su un’ampia superficie (da 2000 mq a 24 ettari) in parte occupata da prati e giardini 17, sono costituiti da più nuclei edilizi diversamente orientati, raccordati da ambulationes e corti porticate e dotati ciascuno di una specifica destinazione funzionale. Il padiglione principale e più lussuosamente decorato è quello di rappresentanza, articolato attorno ad un peristilio su cui si apre almeno un ambiente di ricevimento a pianta basilicale o trichora, che può concludere un percorso ‘cerimoniale’ talvolta assiale. Gli ambienti residenziali privati costituiscono un settore a sé, adiacente o facilmente accessibile dal settore ‘pubblico’. Altri padiglioni possono essere occupati da un secondo quartiere di ricevimento, da impianti termali e da quartieri servili o produttivi. Peculiare della Tarda Antichità è invece la villa fortificata 18, la cui genesi si spiega almeno in parte con le esigenze difensive conseguenti all’insicurezza che caratterizza le campagne nei secoli finali dell’Impero Romano. Il tipo, ispirato alla grandiosa residenza fortificata di Diocleziano a Spalato (m 215 × 180) 19, è esemplificato da dimore prive di una corte centrale, con un’organizzazione degli spazi verticale che prevede la collocazione al piano superiore degli ambienti ‘nobili’ (residenziali e di rappresentanza) e al pianoterra dei vani servili e produttivi, secondo una prassi nota anche nell’edilizia successiva. Al tipo sono significativamente riferibili le residenze più recenti esaminate (cat. 10; 15, dove il carattere fortificato è ribadito dalla presenza di torri angolari) 20, ed i corpi centrali di due ville a padiglioni (cat. 6, 14) concepiti strutturalmente come fortificati 21 e destinati ad ospitare gli spazi di ricevimento. Se le ville periferiche (cat. 6, 10, 15) sono più tarde del Palazzo salonitano, il complesso di Massenzio (cat. 14) è invece quasi coevo. Non casualmente inoltre, per designare il corpo principale della villa tardo-romana con il settore di rappresentanza, le fonti 22 mutuano dal lessico miliPalladio 1, 8, 2. Sulla villa fortificata: Duval 1985. 19 Wilkes, 1986; De Albentiis, 1990, 239-244, fig. 45. 20 Altri esempi di praetoria sono forse i complessi lucani di Malvaccaro (Gualtieri, 2003, 245) e S. Gilio (idem, 261). 21 Il carattere fortificato della Villa di Massenzio è sottolineato dalla sequenza di feritoie nella parte inferiore del suo prospetto sull’Appia, sormontata da un porticato, con un’articolazione analoga a quella del Palazzo di Diocleziano a Spalato (Wilkes, 1986). E’ probabile che avesse un aspetto turriforme il vestibolo ottagono della villa di Desenzano. 22 Palladio 1. Cfr. Vera, 1995 e 1999. 17 18

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3.

ORGANIZZAZIONE PLANIMETRICA DEI SETTORI

tare il termine praetorium 23, indicando con esso un edificio di immediata percezione visiva situato rispetto alle strutture dello stesso complesso residenziale in posizione più elevata 24, non tanto per ragioni panoramiche quanto per l’esigenza di controllare dall’alto il territorio circostante. Le ville fortificate, pur essendo poco documentate archeologicamente in Italia, sono uno dei soggetti prediletti dei mosaici del ciclo del latifondo (III-V sec. d.C.) 25, espressione di quella tendenza avviata nella Tarda Antichità verso una rappresentazione realistica della villa, caratterizzata dalla selezione e dalla riproduzione degli elementi costitutivi più pregnanti di significato. Tra essi la cinta muraria, talvolta dotata di torri angolari 26, è una chiara allusione al carattere difensivo e al regime di autosufficienza dell’edificio ma anche all’idea di urbanitas, mentre la monumentalità dell’ingresso, enfatizzata anche nei complessi indagati (cat. 4, 6, 9, 12, 14-15), è legata con il momento cerimoniale dell’adventus domini. Altri elementi caratteristici delle ville riprodotte su mosaico sono il loggiato ad arcate e l’articolazione a padiglioni, fra i quali spicca un imponente corpo centrale, il praetorium appunto, con la sala di ricevimento principale. La modalità di rappresentazione della villa tardo-antica, resa come un organismo architettonico compatto e fortificato, se permette di cogliere l’idea che si aveva di essa nell’immaginario collettivo contemporaneo, è però in parte svincolata dalla sua dimensione architettonica reale, poiché, come si è visto, molte ville note sono organizzate a padiglioni. Infine, la compenetrazione tra realtà architettonica ed ambiente naturale propria della villa a padiglioni medio-imperiale si attenua in quella tardo-antica per venir meno quasi completamente nella villa fortificata, concepita per una fruizione esclusiva dello spazio interno della dimora. Il carattere ‘chiuso’ dei praetoria è infatti ribadito anche ideologicamente dalla loro potenziale natura di entità autarchiche dalla funzione anti-urbana.

Il settore di rappresentanza costituisce il fulcro attorno al quale ruota la vita della villa nella TardaAntichità, lo scenario prestigioso al quale il dominus affida la sua volontà di rappresentazione. Negli esempi meglio noti (Desenzano: cat. 4; Patti Marina: cat. 8; Piazza Armerina: cat. 9), databili alla prima metà del IV sec. d.C., esso è centrato su una sequenza spaziale costituita nella sua forma-base da tre elementi costitutivi: un vestibolo, un peristilio ed un lussuoso ambiente di ricevimento situato in posizione enfatica, assiale (la basilica a Piazza Armerina e la sala a triconco a Desenzano) o fuori asse (l’aula absidata a Patti Marina). Nel caso di una coesistenza tra due sale di rappresentanza (cioè la sala basilicale e l’aula trichora), l’una corona il percorso di rappresentanza, mentre l’altra si apre sullo stesso percorso (cat. 8) o in un padiglione adiacente con accesso proprio (la posteriore sala absidata: cat. 4; la coeva aula trichora: cat. 9). A Ruoti (cat. 15) la sala basilicale non è inserita in un percorso monumentale ma costituisce un organismo architettonico indipendente, dotato di una portineria. Altrove (cat. 7,

Il termine praetorium dal I sec. d.C. talvolta indica la residenza urbana o extra-urbana dell’imperatore (Stazio, Silvae 1, 3, 25; Giovenale 1, 75 e 19, 161; Svetonio, Aug. 72, 5; Cal. 37, 4; Tib. 39); si veda Buck, 1983; Scagliarini, et alii 1990, 257. 24 Palladio 1, 8: loco aliquatenus erectiore et sicciore quam cetera, … ut laeto fruatur aspectu. 25 Sulle rappresentazioni di ville fortificate nella Tarda Antichità: Grassigli, 2001, 134-139. Su posizioni dissimili, con specifico riferimento alla documentazione musiva africana: Duval, 1985. 26 Ausonio, Mosella 318-340 (330: ostentans altam…turrim) e Sidonio, Epistulae 2, 2, 11; 2, 9, 1.

27 In mancanza di specifici apprestamenti (macine, torcularia per olio e vino) o di scorie di lavorazione del metallo, è difficile identificare e distinguere gli spazi produttivi da quelli di servizio (cat. 3), spesso non indagati. I settori rustici, destinati all’immagazzinamento e alla trasformazione dei prodotti agricoli (Palladio 1, 18-20) e alle attività artigianali, sono collocati a una certa distanza dal corpo centrale della dimora (cat. 6) oppure al pianterreno delle ville fortificate (cat. 15). I vani di servizio riconosciuti sono adiacenti al settore di rappresentanza (cat. 4-5, 7, 12, 14) o agli appartamenti residenziali (cat. 6, 8-9, 11, 15), talvolta al pianoterra delle ville fortificate (cat. 10, 15). 28 Palladio 1, 8, 3. La disposizione su basis o su terrazze parallele, peculiare delle ville precedenti, non sembra nota.

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La villa tardo-antica è costituita da quartieri di diversa funzione, bene distinguibili nel tipo a padiglioni e leggibili in modo più frammentario nelle ville fortificate. Se le strutture dei settori di ricevimento, residenziali e termali sono di più agevole comprensione, in quanto in origine più monumentali, al contrario i quartieri produttivi e di servizio, spesso realizzati in materiali deperibili e separati topograficamente dalla pars urbana, sono difficilmente individuabili e classificabili 27. Se l’orientamento degli edifici è legato alla conformazione del suolo, la fronte del corpo principale generalmente si dispone da Est a Ovest ed è rivolta a Sud 28. 3.1.

Il settore di rappresentanza

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13) alle sale di ricevimento principali si affiancano lussuosi ambienti di rappresentanza o di soggiorno (oeci), a pianta rettangolare, aperti sul peristilio del percorso ‘pubblico’. La presenza di un vano di rappresentanza è indizio dell’esistenza di un settore di ricevimento (cat. 5, 7-8, 13), anche la dove esso non sia leggibile (cat. 2, 6, 10-11). Tutti gli spazi di rappresentanza della villa si spiegano in rapporto alle attività ‘ufficiali’ del possessor: se il vestibolo, legato al cerimoniale di adventus domini, anticipa la magnificenza dell’interno della dimora ed il peristilio che disimpegna gli spazi ne ribadisce l’estensione ed il lusso, l’aula basilicale si configura come lo spazio ‘politico’ della dimora e la sala trichora come il luogo deputato ad un’attività collettiva di pregnante coesione sociale: il banchetto. I primi due elementi costitutivi del percorso di rappresentanza della villa tardo-antica sono il vestibolo e il peristilio (o la corte porticata), che con le loro imponenti dimensioni e con la loro decorazione intendono suggerire all’ospite il potere del dominus, che farà la sua ‘epifania’ solo al termine del percorso. Se maestosi vestiboli sono noti sia nella villa a padiglioni che in quella fortificata, il peristilio è invece significativamente assente in quest’ultima. Nelle ville di IV-V sec. d.C. sono noti vestiboli rettangolari (cat. 6), ottagonali (cat. 4) o a pianta centrale (cat. 12, 15), con le pareti animate da nicchie e rivestite di marmi, che svolgono la funzione di ingresso monumentale al complesso (cat. 4, 6, 12, 14) o al suo quartiere di ricevimento (cat. 9). I peristili che disimpegnano per lo più gli ambienti aperti sul settore di rappresentanza, possono essere quadrati (Centocelle: m 37,5 × 37,5; Eloro: m 23,7 × 23,7), rettangolari (Desenzano: m 18,6 × 17,2; Patti Marina: m 33,5 × 25; Piazza Armerina: m 40 × 18) o ottagoni (Palazzo Pignano: lato m 12). I loro portici sono di solito ornati con mosaici di buona qualità, mentre lo spazio scoperto centrale era occupato da viridaria abbelliti da fontane e da un ricco arredo scultoreo. Talvolta il percorso di rappresentanza è ampliato con l’inserimento di atrii, biabsidati o a forcipe (Desenzano: m 10,1 × 5,8; Piazza Armerina: m 66 × 5 29) oppure rettangolari (Centocelle: dimensioni non determinabili; Villa di Massenzio: m 28,90 × 9,65), antistanti le sale di ricevimento. Il carattere autocratico della società tardo-antica, dove, in seguito al tracollo del governo civico locale sotto il peso dell’amministrazione centrale, il do29 Sull’atrio biabsidato di Colombarone, di recente scoperta: Trovabene, 1998.

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minus affida la legittimazione del suo potere ad alcuni momenti cerimoniali di grande impatto emotivo finalizzati all’acquisizione del controllo dei clientes, determina la reintroduzione nelle dimore signorili di ambienti specializzati 30 per il ricevimento: la sala basilicale per le udienze, che aggiornano il rituale tardo-repubblicano della salutatio, e l’aula trichora, funzionale allo svolgimento di fastosi banchetti. Questi due tipi di ambienti, spesso coesistenti 31, sono strettamente connessi con il percorso ‘ufficiale’ della villa e appunto legati a due rilevanti eventi sociali che il possessor mutua dal cerimoniale di corte. L’aula basilicale, spesso riscaldata e leggermente sopraelevata rispetto agli ambienti circostanti, così da suggerire l’idea di un percorso ascensionale, è presente in quasi tutte le ville esaminate, per lo più nella versione con abside sul lato di fondo (cat. 2, 410, 14-15); la sua duplicazione all’interno di uno stesso complesso è di solito frutto di un’unica fase progettuale (cat. 7, 10, 14). La funzione di rappresentanza di questo monumentale ambiente, utilizzato dal dominus per il ricevimento dei clientes, soprattutto nelle ville dove la connotazione palatina sembra più spiccata, ne spiega le notevoli dimensioni 32 e la presenza di una sontuosa decorazione pavimentale (cat. 2, 7-9) e parietale (cat. 14). Se inoltre per le aule basilicali di ville prive della sala trichora è stato ipotizzato un utilizzo secondario come sale tricliniare (cat. 5), gli ambienti absidati di altri edifici (cat. 4, 8) sono stati interpretati come cappelle di culto privato, legate alla diffusione del Cristianesimo nelle élites tardo-romane. La presenza della sala basilicale nelle ville 33, rara nella prima metà del III sec. d.C. (cat. 2, 12), è attestata in particolare nella prima metà del IV secolo (cat. 6, 8-9, 13Ellis, 2000, 69, 170-172. L’associazione tra sala basilicale e aula trichora (cat. 4, 6, 8-9) è nota anche nel Palazzo di Teodorico a Ravenna: Manzelli, 2000, 142-149. Se la villa era dotata di un unico ambiente di rappresentanza, esso poteva essere polifunzionale ed essere destinato sia al ricevimento che ai banchetti di rappresentanza (Rossiter, 1991, 202). 32 Le aule basilicali più ampie sono nelle ville del Suburbio (villa di Massenzio-prima aula: m 33,10 × 19,45; seconda aula: m 41,50 × 11; villa dei Gordiani: tre basilicae centenariae di m 29,80 × 16,30) e a Piazza Armerina (basilica centenaria di m 29,8 × 16,30). Più piccole sono le aule delle ville di Desenzano (largh. m 13,7), Oppido Lucano (circa m 20 × 12), Portigliola (prima aula: m 18 × 10; seconda aula: lungh. m 16), Ruoti (aula di terza fase: circa 16 × 10; aula di quarta fase: circa m 16 × 10), Palazzo Pignano (circa m 12 × 6), Eloro (m 6,4 × 6) e Patti Marina (m 6 × 4,5). 33 L’archetipo delle aule absidate inserite nelle ville va cercato nelle sale di ricevimento ufficiale dei palazzi imperiali, come quella basilicale adiacente l’Aula Regia della Domus Flavia sul Palatino (De Albentiis, 1990, 235-239, fig. 44). 30 31

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14) 34, ma anche in seguito (cat. 5, 7) fino ai tardi esempi di V sec. d.C. (cat. 4, 10, 15). La sala trichora (a triconco o a trifolium), con funzione di monumentale triclinio, è invece costituita da uno spazio centrale rettangolare o quadrato, coperto con volta a crociera (cat. 4, 8) o con tetto a quattro falde (cat. 9), che presenta sui tre lati absidi semicircolari (cat. 4) nei quali erano collocati gli stibadia 35. Le partizioni architettoniche della sala sono spesso rimarcate dalla distribuzione spaziale della sontuosa decorazione pavimentale, a mosaico o in opus sectile. Questo tipo di ambiente, meno noto della sala basilicale ma attestazione di una grande perizia costruttiva 36, era di solito accessibile dal peristilio del percorso di rappresentanza (cat. 4, 8), pur costituendo talvolta un padiglione autonomo (cat. 9, forse 6). La sala trichora, inserita talvolta nelle ville di I e II sec. d.C. 37, conosce la sua massima diffusione tra l’età di Diocleziano e quella di Costantino soprattutto nelle ville a padiglioni 38 ed è nota fino alla fine del V sec. d.C. (Palazzo di Teodorico a Ravenna) 39. 3.2.

Gli appartamenti residenziali

La disposizione planimetrica degli appartamenti privati, destinati ad una più o meno ristretta fruizione esterna, è nota essenzialmente dai complessi di 34 Nell’Italia tardo-antica aule absidate sono note in altre ville (Malvaccaro: Gualtieri, 2003, 245; San Nicola di Melfi: Nava, 2001), in complessi palatini (Palatium Sessorianum: Guidobaldi, 1999), in alcune domus di Roma (Guidobaldi, 1986 e 2000). Un esempio dell’inizio del VI sec. d.C. è a Meldola: Maioli, 1996. 35 La funzione della sala è stata molto discussa, anche se l’ipotesi più convincente è proposta da Duval, 1978, 29-62, che la interpreta come triclinium legato allo stibadium. Sul banchetto nella Tarda Antichità e sul suo ruolo sociale: Lavin, 1962; Bek, 1983; Dunbabin, 1991 e 1996; Ellis, 1991 e 1997. Solo la sala trilobata della villa di Porto Saturo (cat. 11), sempre con funzione di triclinio, è inserita in un quartiere termale e non in un settore di rappresentanza. 36 Le dimensioni della sala trichora, di solito più piccola dell’aula absidata, sono variabili: m 24 × 19 (Piazza Armerina), m 16 × 12 (Patti Marina), m 13,6 × 11,5 (Desenzano), circa m 10 × 8 (Oppido Lucano), dimensioni non determinabili (Porto Saturo). Di recente rinvenimento è la trichora della villa di Tarquinia: Aoyagi, 1995. 37 Ad esempio l’Edificio a Tre Esedre di Villa Adriana (forse un atrio: De Franceschini, 1994, 498-504), ed il coevo padiglione a pianta trilobata della villa di Anzio (Romizzi, 2001, 133-135, tav. 3). Cfr. Stazio, Silvae 1, 3, 58. 38 La trichora è nota ad esempio in due domus di Roma, rispettivamente a Largo Argentina (Guidobaldi, 1996, 175181) e in via Lanza (Guidobaldi, 2000, 134-136, fig. 1, n. 5). 39 Sul palazzo, ispirato al prestigioso tipo edilizio della villa, costituito da una serie di ambienti gravitanti su un peristilio e caratterizzato dall’associazione sala absidata-aula trichora: Duval, 1978, 32-39; Manzelli, 2000, 142-149.

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Desenzano (cat. 4) e Piazza Armerina (cat. 9), dove l’identificazione funzionale degli ambienti è possibile sulla base della decorazione musiva. Qui i settori di residenza sono composti da gruppi di lussuosi vani, aperti su piccole corti e caratterizzati dalla coppia minima cubicolo-triclinio. Se all’interno di uno stesso complesso sono presenti più appartamenti residenziali, sulla base del loro orientamento e dell’eventuale presenza di un impianto termico, è possibile distinguerli in estivi ed invernali. I quartieri abitativi sono di solito adiacenti al settore di rappresentanza (cat. 4, 8-9, 13), tranne nelle ville fortificate (cat. 10, 15), in cui erano collocati ai piani superiori. Nel caso di Piazza Armerina 40 i due appartamenti disposti ai lati della sala basilicale erano forse pertinenti rispettivamente al dominus e al filius familiae, mentre nella serie di cubicula posti sui lati del peristilio del percorso di rappresentanza e dotati di un’unica coenatio si è riconosciuto un quartiere di hospitalia. Se, per analogia con Piazza Armerina, a Patti Marina (cat. 8) sembrano identificabili due appartamenti nella coppia di vani disposti ai lati dell’aula absidata nel lato di fondo del peristilio, non è possibile invece ricostruire l’assetto planimetrico degli ambienti residenziali individuati in altre ville (cat. 1-3, 5-6, 11). 3.3.

Il quartiere termale

Il settore termale, individuato in numerose ville tardo-antiche, è spesso coevo alla loro costruzione (tranne dove si ristruttura un impianto balneare già esistente: cat. 6, 14) ed è situato in un padiglione con orientamento proprio, adiacente all’edificio centrale con il settore di rappresentanza (cat. 4, 8-9, 12). A volte esso, non previsto nel progetto originario della villa tardo-antica, viene aggiunto in seguito, quando è addossato o inserito nell’edificio preesistente (cat. 13, 15). L’approvvigionamento idrico è assicurato da un acquedotto privato (cat. 6, 9, 15). L’assetto planimetrico del quartiere, caratterizzato dalla presenza di vani a pianta centrale, absidata, poligonale o mistilinea 41, prevede spesso una successione canonica (non sempre completa: cat. 13) degli ambienti termali (apodyterium, frigidarium, tepidarium, calidarium: cat. 9, 15), talvolta anche duplicati (cat. 9, 11). Altre volte i vani sono distri40 Cfr. bibliografia a Cat. 9; Torelli, 1988; Coarelli, Torelli, 1992, 288-290. 41 Sono noti frigidaria circolari (cat. 1), ottagoni (cat. 9) o rettangolari (cat. 8; con abside: cat. 15), tepidaria absidati (cat. 9, 15) e calidaria circolari (cat. 10), ottagoni (cat. 1) e rettangolari (cat. 9, 11; con abside: cat. 9, 15).

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buiti in modo irregolare e sono collegati da un sistema di vani minori (cat. 1, 10-11). Raramente sono noti monumentali vestiboli di ingresso (cat. 12), natationes (cat. 11) ed aule a trifolium con destinazione tricliniare (cat. 11). Assai ricchi infine sono i rivestimenti pavimentali e parietali (cat. 1, 6, 9-11, 12, 15). 4. LA DECORAZIONE DEGLI SPAZI La villa della Tarda Antichità, come quella d’otium dei secoli precedenti, si contraddistingue per la ricchezza ed il livello qualitativo del suo apparato decorativo, immobile (mosaici, rivestimenti in opus sectile, pitture parietali, stucchi) e mobile (sculture, arredi bronzei), purtroppo in gran parte perduto. In pochi casi è quindi possibile verificare la corrispondenza tra la funzione di un ambiente e la sua decorazione 42, allestita secondo una volontà programmatica, almeno nel caso dei mosaici figurati frutto di accurati studi iconologici (cat. 4-5, 9, 14). La maggior parte dei tessellati noti, bianco-neri o policromi, ornati con schemi geometrici, vegetalizzati o figurati, sono stati rinvenuti nel settore di rappresentanza dell’edificio (soprattutto nelle sale basilicali e trichorae), negli appartamenti privati e nel quartiere termale, mentre sono quasi assenti negli ambienti di servizio e di produzione, dotati di pavimenti in cocciopesto, a commesso laterizio o in semplice battuto. I temi dei mosaici figurati, ampiamente analizzati (cat. 4-5, 8-9), rientrano nel ventaglio di soggetti prediletti dalle élites tardo-antiche: il dominus e la vita in villa (cat. 9, forse 4), la caccia (cat. 4-5, 9), il mare e la pesca (cat. 1, 9), i ludi (cat. 4, 9) ed il mito, con particolare riferimento all’epos omerico (cat. 5, 9), al vivace mondo dionisiaco (cat. 4-5), al potere della musica (Arione, Orfeo) e alla sfera di Eros (cat. 4, 9). Come gli episodi mitici, centrati per lo più su figure esemplari per il dominus (Ercole e Ulisse: cat. 9), compaiono nei settori di rappresentanza, così per gli altri temi è possibile individuare una corrispondenza con specifici ambienti: i soggetti erotici sono prediletti nei cubicula, i temi connessi con il ludus negli spazi residenziali, la musica nelle biblioteche e le scene marine nelle terme. Frequenti sono le rappresentazioni di protomi di animali entro cornice, in particolare nelle gallerie porticate dei peristili (cat. 4, 9). Se purtroppo possiamo ricavare scarne informazioni dai frustuli di pitture parietali e di stucchi decorati, i rivestimenti pavi42 Sul rapporto tra funzione e decorazione degli ambienti: Ellis, 2000, 140-143. Sui percorsi di fruizione degli spazi: Wallace-Hadrill, 1994, 30-31.

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mentali o parietali a tarsie marmoree bicrome o policrome erano riservati agli ambienti di rappresentanza (sala absidata: cat. 4-5, 9) ma non esclusivamente (cat. 2-3, 6, 14). Lacunose sono le nostre conoscenze relative ai cicli scultorei (cat. 2, 4, 9) 43, allestiti in parte riutilizzando con gusto collezionistico le statue della fase precedente della villa (cat. 4, 9, 13-14), e composti da sculture raffiguranti divinità (Apollo, Dioniso, Eros, Iside, Venere), eroi (Ercole) o personificazioni (Fortuna), e da ritratti di privati e di imperatori. 5.

CONCLUSIONI: VILLA COME PALAZZO, VILLA COME CITTÀ

Alla fine di questo breve excursus è possibile proporre qualche riflessione sulla valenza semantica della villa tardo-antica, entità residenziale extraurbana contraddistinta da un regime di autosufficienza amministrativa ed economica 44. In primo luogo occorre rilevare che la villa della Tarda Antichità, anche se legata a quella medio-imperiale, è concepita a livello architettonico e ideologico come un palazzo 45, nel quale il dominus amministra i suoi possedimenti in modo analogo al signore di una piccola reggia 46. Il carattere palatino della villa è ribadito dalla disposizione planimetrica a padiglioni, il cui archetipo è di ascendenza ellenistica 47, e dalla presenza degli stessi elementi strutturali dei coevi palazzi imperiali di Roma e delle capitali tetrarchiche 48. Se la distinzione tra palazzo e villa è quindi essenzialmente nella collocazione topografica (urbana vs. extra-urbana) e nella funzione (governo dell’impero vs. amministrazione del fundus) più che nell’architettura, il differente grado di ricchezza delle ville è direttamente legato al potere del dominus. Altri elementi contribuiscono a sfumare quest’interpretazione: nell’immaginario collettivo tardo-antico, di cui i documenti musivi costituiscono il ri43 Sui tipi di sculture inserite nelle ville fino al III sec. d.C., cfr. Neudecker, 1988, 31-74, 91-104. 44 Sulla difficoltà di proporre una definizione univoca della villa tardo-romana: Carandini, 1994; Volpe, 1996. 45 La sovrapposizione planimetrica e ideologica tra villa e palazzo è quasi completa nei complessi del Suburbio (cat. 12-14), veri e propri palazzi di periferia, talvolta dotati di tipi monumentali (circhi, mausolei), spesso presenti nelle dimore imperiali di Roma e delle capitali provinciali. 46 Due interessanti studi relativi ai proprietari delle ville, che sono sempre di difficile identificazione: Bruun, 2003; Chioffi, 2003. 47 Sul palazzo ellenistico come archetipo della villa romana: Romizzi, 2001, 41-49. 48 Sui palazzi: Swoboda, 1969; Papi, 1999; Ellis, 2000, 5962.

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flesso più immediato, la villa sembra concepita come un microcosmo racchiuso entro una cinta muraria, che non allude solo al carattere difensivo dell’impianto ma anche al suo aspetto pseudo-urbano. In una prospettiva interpretativa secondo cui la dimora signorile di campagna non è solo il centro amministrativo di un fundus ma una struttura polifunzionale, comprendente spazi destinati all’otium intellettuale (diaetae, oeci, biblioteche), alla vita politica e sociale (sale di ricevimento, triclinia), alla cura del corpo (terme), la villa si configura come la città del dominus ed assume una valenza antitetica alla città intesa come sede del potere centrale 49. Il carattere anti-urbano della villa è del resto evidente anche negli edifici del tipo fortificato, la cui comparsa è conseguente alla crisi della struttura politica centrale, incarnata appunto dalla città, che prima deteneva un ruolo fondamentale nella gestione e nella difesa del territorio 50. La villa fortificata, che attesta la ferma volontà dei possessores a sostituirsi al potere centrale all’interno dei loro latifundia, è l’esito di un lungo processo di trasformazione nei caratteri dell’insediamento rurale 51, che porterà al fenomeno dell’incastellamento. Dopo il tracollo del sistema delle ville, le dimore signorili di campagna, sono (parzialmente) frequentate ancora per alcuni decenni e conoscono numerose forme di riutilizzo (residenziale e/o funerario, cultuale o produttivo) 52, che sottolineano il prestigioso ruolo di landscape markers che queste strutture rivestono anche dopo l’abbandono, nei secoli di Transizione al pieno Medioevo. APPENDICE: CATALOGO 53 1. Casignana (Rc): contrada Palazzi Di un complesso residenziale esteso su 15 ettari si conservano le strutture di un edificio in opus latericium, databile al III sec. d.C. e decorato con lussuosi mosaici policromi, anche figurati, e con rivestimenti marmorei. L’impianto, con funzione prevalentemente termale, è orientato in senso NordSud ed è costruito sul sito di un edificio con aula ab49 Mac Donald, 1986, 274: ‘Its plans and dispositions are…best explained as the results of adapting imperial townmaking to private purposes on an ample scale’. 50 Sui caratteri storici, economici e sociali della Tarda Antichità: Giardina, 1986. Cfr. Ruggini, 1961. 51 Scagliarini Corlaita, et alii 1990, 257-258. 52 Si veda a tale proposito il contributo di G. P. Brogiolo in questa stessa sede. 53 Delle ville schedate si fornisce la bibliografia più recente e completa, da cui è agevole risalire a quella anteriore. I numeri fra parentesi sono con cui i vani sono indicati nella planimetria.

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sidata di I sec. d.C., ristrutturato nel II sec. d.C. Un portico d’accesso conduce a Sud in un calidarium ottagono, a Est del quale un vano rettangolare adiacente ad un’ampia sala immette in un’aula rettangolare attigua ad un frigidarium (?) circolare. Gli ambienti principali sono circondati da piccoli vani riscaldati. A una certa distanza dall’impianto termale sono stati individuati un viridarium con fontana absidata ed un porticato colonnato. L’edificio, restaurato attorno al 450 d.C., è abbandonato poco dopo ma è frequentato a scopo agricolo fino al VII sec. d.C. (scarichi di ceramica, sepolture). Barello, Cardosa, 1991; Barello, Sabbione, 1991; Accardo, 2000, n. 13, 77-87, fig. 32-40. 2.

Cortona (Ar): loc. Ossaia La villa a padiglioni, costruita nella prima metà del I sec. a.C. presso un diverticolo della Cassia ed elegantemente ristrutturata in età augustea, ha due imponenti fasi edilizie tardo-antiche. Nella fase databile tra il 80/100 d.C. ed il III secolo il settore residenziale posto a Nord è caratterizzato dall’inserimento di un’aula absidata (?), dalla ristrutturazione di alcuni vani residenziali e dallo scadimento di altri. Nella terza fase (inizio del IV sec. d.C.) le strutture preesistenti sono interessate da numerosi interventi in opus vittatum e in opus latericium: alcuni ambienti del settore Nord sono suddivisi in vani più piccoli, mentre altri sono monumentalizzati. Anche i vani del padiglione Sud, aperti su una corte e dotati di vasche alimentate dalla soprastante cisterna, sono ristrutturati: i bracci Ovest e Sud del portico sono ornati con mosaici policromi geometrici e un vano retrostante è pavimentato in opus sectile. La villa, abbandonata circa alla metà del V sec. d.C., è parzialmente frequentata fino all’Alto Medioevo (ceramiche longobarde, focolari). Fracchia, Gualtieri, 2001. 3.

Deruta (Pg): loc. Castelleone, Perugia Vecchia L’impianto, costruito nel III-IV sec. d.C. sul sito di un edificio augusteo, è situato su un pianoro vicino alla via di raccordo tra le valli del Tevere e del Chiascio. L’edificio, orientato in senso Nord-Sud, presenta diciotto vani, residenziali e di servizio, realizzati in opera mista, alcuni dei quali decorati con mosaici geometrici bicromi; gli ambienti riscaldati erano pertinenti ad un settore residenziale o termale. Ad un primo vano riscaldato (m 7,40 × 7) è contigua a Ovest una vasca, presso la quale è una stanza con due ante nella parete, la seconda delle quali posta presso un ambiente allungato pavimentato in lastre fittili. Sono noti altri due gruppi di ambienti

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Fig. 1. Desenzano, villa: planimetria del settore A (da Milano Capitale, 1990, 518, 4d.2).

riscaldati, di cui uno connesso con i vani di un quartiere di servizio o produttivo. La villa è frequentata fino al IV-V sec. d.C., come mostrano i numerosi rifacimenti costruttivi. Ville Umbria, 1983, 92-105, tav. II c-d, fig. 1424; Guerrini, et alii, 2003, 1402, n. 42. 4. Desenzano sul Garda (Bs) (fig. 1) Le strutture della villa, situata presso la statio ad Flexum a Nord della via Gallica, sono costituite da due nuclei (ca. due ettari), orientati da Nord-Est a Sud-Ovest ma leggermente divergenti, uno a Sud (settori A, B) e uno a Nord (settori C, D). Il complesso, costruito in età augustea, è ristrutturato in età flavia e poi nella prima metà del II sec. d.C. Nella prima metà del IV secolo la villa riceve un’organica ristrutturazione in opus mixtum con la creazione di

un settore ‘ufficiale’, l’allontanamento degli spazi produttivi, la realizzazione di mosaici per lo più policromi, anche figurati (3-4, 6, 8, 10-11) e l’allestimento di un ricco arredo scultoreo. Il settore A comprende un lussuoso complesso di rappresentanza, organizzato secondo un percorso assiale: da un vestibolo ottagonale forse turriforme (1), si accede a un peristilio (2; m 17,2 × 18,6) che, tramite un atrio a forcipe (3), immette in un triclinium a tre absidi (4; m 11,5 × 13,6), orientato a Est. La sequenza è affiancata da due serie di ambienti residenziali, pertinenti ad un appartamento invernale (oecus-triclinium 10; 11-14). Alle spalle della trichora è un appartamento estivo aperto su un viridarium con euripus e ninfeo (5; m 10,8 × 12,2) e costituito da un oecus absidato (6) tra due diaetae (7-8). Il preesistente settore rustico B assume una funzione resiAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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Fig. 2. Eloro, villa del Tellaro (da Wilson, 1990, 200, n. 6).

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Fig. 3. Oppido Lucano, villa in contrada Masseria Ciccotti (da Gualtieri, 2000, 260, fig. 88).

denziale, mentre i settori C-D sono occupati da un quartiere termale. Alla fine del V secolo d.C. si amplia il quartiere termale e nel settore B si costruisce un’aula absidata, di ricevimento o di culto, pavimentata in opus sectile. La villa è abbandonata in seguito ad un incendio. Fra le tombe individuate, due sono tagliate nel pavimento dell’aula absidata. In età medievale si registrano modesti episodi di riutilizzo dei vani, con l’inserimento di strutture lignee. Scagliarini Corlaita, et alii, 1992; Villa Desenzano, 1994; Ville Garda, 1997. 5. Eloro (Sr): villa del Tellaro (fig. 2) L’edificio, costruito alla seconda metà del IV sec. d.C. sul sito di una villa medio-imperiale e decorato con ricchi mosaici policromi, presenta un impianto quadrangolare (ca. m 60 × 60), orientato in senso Nord-Sud e gravitante su un peristilio colonnato (ca. m 20 × 20), dai portici larghi m 3,70. Al centro del lato Sud del peristilio è un piccolo triclinium (?) absidato (mq 38,4). La parte più ampia del complesso è a Nord, dove si trovano due strutture semicircolari di funzione incerta e vari ambienti disimpegnati dal corridoio del peristilio, tre dei quali (1-3) pavimentati con mosaici figurati. Nei lati Nord e Est della villa, al pianterreno, si sono conservate le

strutture di quartiere di servizio con una cucina. Gli ambienti di soggiorno panoramici (perduti), eretti al piano superiore del quartiere di servizio allo stesso livello dei vani (1-3), erano accessibili da una scala. Dopo l’abbandono, la cui cronologia non è ben determinabile, nel complesso si impostano tombe. Voza, 1982, 205, 208-209; Wilson, 1990, 206209, fig. 165.6, 169; Coarelli, Torelli, 1992, 288290. 6.

Oppido Lucano (Pt) (fig. 3) La villa, costruita alla fine del I sec. a.C. su un’imponente basis villae orientata in senso EstOvest, è ingrandita tra il 150 ed il 250 d.C. con la costruzione di un impianto termale e di un nuovo settore residenziale e con l’ampliamento della pars rustica. Nell’imponente ristrutturazione tardo-antica (metà del IV-metà del V secolo d.C.) l’edificio è caratterizzato dall’aggiunta di vari ambienti (tra cui una sala absidata a Sud-Ovest e un’aula trichora) e dalla messa in opera di un lussuoso apparato di mosaici policromi geometrici e figurati. La costruzione della sala absidata (m 20 × 12) comporta una modifica sostanziale dell’impianto generale, dei percorsi e degli ambienti ad essa adiacenti, alcuni rifunzionalizzati, altri scaduti di livello (15-16, 19). Il vano (8) diventa un monumentale vestibolo di accesso di colAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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Fig. 4. Palazzo Pignano, villa e complesso ecclesiastico (da Milano Capitale, 1990, 521, 4d.3). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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Fig. 5. Patti Marina, villa (da Wilson, 1990, 200, n. 5).

legamento tra l’aula absidata e la sala trichora. Se il settore termale è ancora funzionante, il loggiato della seconda fase è chiuso e trasformato in corridoio di raccordo fra i vani a Est e a Ovest dell’aula absidata, mentre numerosi ambienti delle fasi precedenti sono riutilizzati a livello scaduto. Gli impianti produttivi sono ristrutturati, tranne la fullonica, dove nel corso del IV sec. d.C. è ricavato un piccolo sepolcreto infantile. La villa, abbandonata alla metà del V sec. d.C., è sporadicamente frequentata fino al VI sec. d.C. Attorno al 500 d.C. due vani (40-41) sul peristilio sono trasformati in un edificio di culto, funzionale al vicus aggregatosi presso la villa. Gualtieri, 1999; Gualtieri, 2003, 168-172, 241245, 259. 7. Palazzo Pignano (Cr) (fig. 4) Del complesso residenziale (villa o palatium), costruito nel IV secolo sul sito di un insediamento di I-II secolo d.C., sono noti due nuclei in opus mixtum separati da uno spazio aperto, estesi su un’area di tre ettari e ornati da pavimenti a mosaico policromo e in opus sectile. A Ovest è infatti situato un edificio di rappresentanza con sequenza di vani assiale, orientato in senso Est-Ovest e gravitante su un portico ottagono, sul cui lato Est si apre un’aula absidata riscaldata, preceduta da un vano rettangolare. Intorno al cortile porticato si aprono vani a pianta circolare, rettangolare o a ferro di cavallo, a Sud dei qua-

li è una lunga sala absidata, porticata a Est. A Est del portico ottagono è il secondo settore, orientato da Nord-Est a Sud-Ovest, con una grande sala rettangolare ed un’aula absidata riscaldata. Nella prima metà del V secolo d.C. il complesso subisce numerose modifiche, tra cui la costruzione di un battistero a Ovest, ma presenta continuità di vita fino al Medioevo. Massari, et alii, 1985; Passi Pitcher, Roffia, 1990, 266-267, 521. 8.

Patti Marina (Me) (fig. 5) La villa, estesa su un’area di due ettari, è costruita nella prima metà del IV secolo sul sito di un edificio residenziale di II-III sec. d.C. raso al suolo, e comprende tre nuclei edilizi in opus mixtum diversamente orientati, decorati con sontuosi mosaici policromi anche figurati (3). Il primo nucleo comprende gli ambienti posti presso l’ingresso della villa a Ovest, mentre il nucleo principale si incentra su un peristilio (m 33,50 × 25), orientato in senso NordSud e circondato da un portico a pilastri largo m 3,40. Sul lato Sud del peristilio si apre una sala trichora con ingresso tripartito (2: m 16 × 12), sul lato Est si affaccia una sala absidata con apertura tripartita (1: m 6 × 4,5), ai lati della quale si dispongono vani rettangolari simmetrici, mentre sul lato Ovest si trovano tre ambienti rettangolari comunicanti. A Nord-Est del peristilio si dispone il nucleo termale, Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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Fig. 6. Piazza Armerina, villa del Casale (da Coarelli, Torelli, 1992, 174).

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Fig. 7. Portigliola, complesso residenziale di Quote S. Francesco (da Accardo, 2000, 91, fig. 44).

Fig. 8. Porto Saturo (da Volpe, 1999, 312, fig. 26).

forse con due fasi, in cui i vani riscaldati sono a Sud del frigidarium (4) adiacente alla vasca (5). La villa, trasformata in senso produttivo e già in stato di parziale abbandono, è distrutta da un terre-

moto attorno al 400 d.C. In età bizantina (VI-VII sec. d.C. si assiste ad una sensibile riduzione della parte abitata, all’apprestamento di strutture in materiali poveri e all’inserimento nel quartiere termale di Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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una necropoli dai ricchi corredi. Il sito è frequentato dopo l’abbandono dell’edificio residenziale fino all’XI secolo (ceramiche bizantine e medievali). Voza, 1982; Wilson, 1990, 204-206, 209-210, 388, fig. 165.5-5a; Coarelli, Torelli, 1992, 391-393. 9. Piazza Armerina (En): villa del Casale (fig. 6) Il complesso (ca. 1,5 ettari), costruito in opera incerta nel primo quarto del IV sec. d.C. presso la mansio Philosophiana sul sito di un edificio rustico, è probabilmente proprietà senatoria. Esso comprende tre padiglioni diversamente orientati, accessibili da un cortile (10) e da una corte a ferro di cavallo (11). Il nucleo principale comprende il percorso di rappresentanza, aperto dal vestibolo (18) che immette in un peristilio (19; con fontana) sul cui lato di fondo è una basilica centenaria absidata con ingresso tripartito (58; m 29,8 × 16,3) preceduta da un atrio biabsidato (36). Ai lati di essa sono due appartamenti residenziali, costituiti da triclini, cubicoli e diaetae (37-39, 40-45). Dal peristilio, sui cui lati Nord e Sud si affacciano numerosi ambienti residenziali, in parte riferibili ad hospitalia (22-30), si accede al secondo padiglione della villa, gravitante su un portico ovoide (46) concluso da una sala a triconco con ingresso tripartito (57; m 24 × 19). Il terzo nucleo, con funzione termale, è accessibile da un atrio biabsidato (3) e comprende un apodyterion, un frigidarium ottagono (4) con due piscine (basilicale quella Nord e trichora quella Sud), un tepidarium biabsidato (6) ed un calidarium (7-9). Il ricchissimo apparato decorativo della villa include 3500 mq di mosaici policromi, geometrici (19a, 22-23, 31-33, 38-39) e figurati (3-6, 18-19, 21, 27, 29-30, 34-37, 39-40, 42-52, 57), rivestimenti marmorei (4, 41, 5758), pitture (10, 38-39) e sculture. La villa presenta continuità di vita fino all’età bizantina (fine del V-prima metà del VI sec. d.C.), quando attorno ad essa si sviluppa un villaggio arabo-normanno (il cui sepolcreto si estende fino alla basilica), distrutto da un incendio e abbandonato nel XII secolo. Nel XII secolo nel sito della villa esistevano fornaci di ceramica. Sull’area nel XV secolo si impianta un villaggio. Carandini, De Vos, Ricci, 1982; Piazza Armerina, 1983; Wilson, 1983; Rizzo, Garraffo, 1988; Coarelli, Torelli, 1992, 172-188. 10.

Portigliola (Rc): Quote S. Francesco (fig. 7) Dell’edificio sono stati indagati due nuclei edilizi in opus mixtum, orientati in senso Nord-Est/SudOvest ed estesi su un’area di m 80 × 25. Il nucleo residenziale a Nord-Est presenta una grande sala

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absidata (J), rivolta a Nord-Est e dotata di secondo piano, a cui si addossano due vani rettangolari (L, K). Sul lato opposto e quasi speculare rispetto alla sala (J) è una seconda aula absidata, collegata alla precedente da un muro, a cui è contiguo uno stretto vano rettangolare (M); l’area tra le due aule absidate non è indagata. E’ stato ipotizzato che ai piani superiori delle aule absidate, accessibili da scale esterne, fossero situati gli ambienti residenziali, mentre al pianterreno si trovassero gli spazi utilitari. Nel nucleo a Sud-Ovest è invece il settore termale, comprendente un calidarium circolare (A), un vano a ferro di cavallo (E), un tepidarium (D) e tre ambienti riscaldati (B, C, F); a Est delle terme è un vano trapezoidale (H), contiguo a una vasca (I). Il praetorium è fiancheggiato da un abitato vissuto fino all’VIII secolo e documentato da scarichi che perdono carattere signorile dal VI sec. d.C. Si ha notizia del rinvenimento di una tomba. Avetta, et Alii, 1991; Accardo, 2000, n. 17, 9092, fig. 44. 11.

Porto Saturo (Ta) (fig. 8) Di questa villa a padiglioni, costruita tra la fine del III e l’inizio del IV sec. d.C. sul sito di un edificio rustico proto-imperiale e frequentata fino al 400 d.C., sono stati messi in luce due settori, costruiti in pietra locale e decorati con mosaici geometrici bicromi e policromi. Il settore Est comprende un peristilio (?) centrale, che disimpegna tre ambienti residenziali, e a Nord-Ovest una cisterna, vani di servizio (tra cui una cucina) ed ambienti riscaldati. A Nord, presso l’accesso dal mare alla villa, aperta sul Golfo di Taranto con un loggiato, è un piccolo ninfeo. Il settore Ovest del complesso comprende a Nord ambienti termali (una natatio riscaldata, due tepidaria, due apodyteria ed un calidarium), separati a Nord tramite un corridoio da vani inesplorati. A Sud un corridoio immette in un’aula trichora, orientata a Nord-Est e pavimentata in opus sectile. Lattanzi, 1973; Volpe, 1999, 311-313, fig. 26. 12.

Roma/Via Prenestina: villa dei Gordiani (fig. 9) In prossimità di una villa repubblicana (2) con una fase edilizia medio-imperiale, nel secondo quarto del III secolo d.C. si imposta un maestoso complesso a padiglioni, in origine decorato con mosaici, marmi, stucchi e sculture; si tratta forse della residenza degli imperatori Gordiani, celebre per un tetrastilo con duecento colonne, tre basilicae centenariae e grandiose terme (Historia Augusta, Gord. 32). Della villa restano un’aula ottagona (8) in laterizio, coperta a cupola e con le pareti anima-

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Fig. 9. Roma, villa dei Gordiani (da Coarelli, 1993, 163).

te da nicchie stuccate (quelle rettilinee chiuse e quelle semicircolari connesse a quattro vani esterni di rinforzo), identificabile forse con una monumentale sala d’ingresso alla villa. Ad un settore termale appartengono il vano (4) e gli ambienti mosaicati adiacenti. Tra essi la sala absidata situata a Nord-Est dell’aula (8) e coperta da una volta stuccata, è forse un ninfeo, affiancato da vani rettangolari, raccordati alla villa da un portico trapezoidale. Nella fase edilizia di età costantiniana, rifacimenti in opus listatum interessano la sala absidata e forse anche la sala ottagona. A Est di queste strutture è costruito un mausoleo a pianta centrale (5) in laterizio, con pronao tetrastilo (vd. cat. 14), adiacente ad una basilica funeraria circiforme (6: m 67 × 33), di poco più recente. La villa è interessata da rifacimenti fino al Medioevo, quando sull’aula ottagona è eretta una torre. Lugli, 1915; Luschi, 1989-1990; Coarelli, 1993a, 162-166. 13.

Roma/Via Labicana (Centocelle): villa c.d. ad duas lauros (fig. 10) Il lussuoso complesso, costruito nel I sec. a.C. ed ampliato nel Medio Impero, riceve il suo assetto planimetrico definitivo in epoca costantiniana (quando è dotato di un lussuoso apparato decorativo) ma è restaurato fino al V-VI sec. d.C. Purtroppo non è

possibile una lettura per fasi dell’impianto, dove lungo un asse Est-Ovest sono disposti in sequenza un cortile porticato (A), un oecus o atrio quadrato (B) e un vasto emiciclo (C; portico semicircolare?). A Nord del cortile (A) sono ambienti residenziali articolati attorno ad un salone quadrato (E), mentre sul lato Sud si trovano i vani di rappresentanza, tra cui una sala (L) con apertura distila, fiancheggiata da due aule absidate. A Sud-Ovest del cortile (A) è una sala basilicale a tre navate (M), a Est della quale si trova un quartiere termale (O), forse più recente, con frigidarium e calidarium. A Nord del salone (E) è una sorta di abside (G) aperta a Nord, dove forse era un altro cortile. Un corridoio (F) separa i settori attorno ai vani (E, G) dal recinto porticato a Nord-Est, costruito nel IV sec. d.C. attorno ad un monumento funerario a tempio (H) della fine del II sec. d.C. Isolati dal nucleo principale ma raccordati ad esso da una lunga ambulatio panoramica, che delimitava a Sud un giardino, si trovano un balneum centrato su un salone ottagono ed una sala circolare coperta a cupola. Nel V sec. d.C. l’area del cortile che recinge il tempietto funerario è occupata da tombe, mentre alcuni ambienti adiacenti sono ristrutturati con funzione di rappresentanza. Ashby, Lugli, 1928, 157-159, 168-178, fig. 1114, tav. XX-XXI; Guyon, 1986; Volpe, 2003. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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Fig. 10. Roma, villa di Centocelle (da Mielsch, 1990, 86, fig. 65).

Fig. 11. Roma, edificio residenziale del complesso di Massenzio (da Coarelli, 1993, 31). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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Fig. 12. Ruoti, villa di S. Giovanni (da Freed, Small, 1986, 100, fig. 3).

14.

Roma/ Via Appia: villa di Massenzio (fig. 11) Questa villa su basis, edificata nella Tarda Repubblica, ristrutturata in epoca giulio-claudia e in età adrianeo-antonina, all’inizio del IV sec. d.C. viene trasformata da Massenzio in un palazzo imperiale in opus listatum, caratterizzato da un ricco apparato decorativo di mosaici, marmi, pitture e sculture. Nell’edificio residenziale, il cui prospetto verso l’Appia presentava un loggiato porticato ed una serie di feritoie, è costruita un’aula basilicale absidata riscaldata (M; m 33,1 × 19,4), aperta con due porte su un atrio rettangolare (N; m 28,9 × 9,6), comunicante con l’ambulacro (P3) e con l’area porticata (L2). Essa ha funzione di rappresentanza, come il vano absidato riscaldato (L1; m 41,50 × 11) connesso con il cortile (L2) che conclude il palazzo a Ovest (dove è anche l’ambiente absidato I1), presso il precedente impianto termale (A), riutilizzato. Nel setto-

re a Est dell’aula basilicale è edificato il balneum privato (G5). Al di sopra del preesistente ninfeo (B) è eretto un ninfeo a edicola (Q2), mentre sulla sua fronte è inserita un’ampia parete semicircolare (Q1). Del criptoportico precedente (C) resta accessibile la parte Ovest, suddivisa in piccoli magazzini. A Nord dell’aula absidata si trova un fastoso ingresso alla villa dalla Via Asinaria, in origine rotondo e coperto a cupola (O). Mediante un ambulacro lungo m 190 (P1, P3), il palazzo è raccordato ad un circo (m 520 × 92) con il pulvinar posto all’altezza del traguardo (P4-6). Adiacente alla villa entro un quadriportico (m 120 × 108) è costruito il Mausoleo del figlio Romolo, a pianta centrale e preceduto da un pronao. Il complesso, abitato nella seconda metà del IV sec. d.C., è in rovina nel V sec. d.C. Pisani Sartorio, Calza, 1976; De Angelis Bertolotti, et alii, 1988; Coarelli, 1993, 30-40; Spera, 1999, 269-280; Pisani Sartorio, 2000. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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15. Ruoti (Pt): loc. S. Giovanni (fig. 12) Sul sito di una villa proto-imperiale, rioccupata nel IV sec. d.C., viene costruito quasi ex novo un complesso di quattro gruppi di edifici raccordati da una terrazza (65). Il primo gruppo comprende vani produttivi (5, 7-8, 18), il secondo include un’aula absidata (59/60) con portineria (70), mentre il terzo gruppo è occupato da stalle (52, 56, 61-62). Il quarto nucleo, alimentato da un acquedotto, ha funzione termale (cisterna 64, anticamera 68, tepidarium 75, frigidarium 77, calidarium 80). Il crollo parziale dell’edificio, avvenuto nel terzo quarto del V sec. d.C., determina un imponente intervento edilizio che ne raddoppia le dimensioni; la decorazione resta limitata a pochi mosaici (vani 15, 75, 77). Dei quattro ingressi, imponente è l’entrata Nord che immette nel corpo centrale della villa, dove il vano (5) è trasformato in vestibolo di rappresentanza a pianta circolare. La sala absidata (59-60) è demolita; a Nord è costruito un praetorium a due piani comprendente un’aula absidata (10, 39) con portineria (54) ed una sala da pranzo (15), e rafforzato da una torre (14) all’angolo Nord-Est. Nelle terme il tepidarium (75) è trasformato in frigidarium ed è eretto il calidarium (79). Dopo altri interventi databili al 500 d.C., alcuni vani sono abbandonati ed invasi dai rifiuti, altri crollano. La villa è distrutta nel secondo quarto del VI sec. d.C. da un incendio. Gualtieri, Salvatore, Small, 1983, 21-37; Freed, Small, 1986; Small, Buck, 1994; Gualtieri, 2003, 163-166, 247-248, 257-259. BIBLIOGRAFIA ACCARDO, S. 2000: Villae Romanae nell’Ager Bruttius. Il paesaggio rurale calabrese durante il dominio romano, Roma. AMENDOLEA, B.; FEDELI BERNARDINI, F. (eds.) 1998: Montegelato, Mazzano Romano. Stratigrafia storica di un sito della Campagna Romana, Roma. AOYAGI, M. (ed.) 1995: Preliminary Report of the Excavation 1994 of Roman Villa at Cazzanello (Tarquinia), Tokyo. AOYAGI, M. (ed.) 1997: Preliminary Report of the Excavations 1995-1996 of Roman Villa at Cazzanello (Tarquinia), Tokyo. ASHBY, TH.; LUGLI G. 1928: La villa dei Flavi Cristiani ‘ad duas lauros’ e il suburbano imperiale ad oriente di Roma, Atti della Pontificia Accademia romana di Archeologia. Memorie, II, 157-192. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 37 a 59

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COMMITTENZA E FUNZIONI DELLE VILLE «RESIDENZIALI» TARDOANTICHE TRA FONTI ARCHEOLOGICHE E FONTI LETTERARIE * POR

CARLA SFAMENI Villa del Casale (Piazza Armerina)

RESUMEN Un exhaustivo análisis de la documentación textual contemporánea y su confrontación con la realidad arqueológica permite interpretar el fenómeno de la monumentalización de las villas durante el siglo IV así como comprender el significado y función de estos conjuntos arquitectónicos.

SUMMARY This article explains the flourish of rural residential architecture in the fourth century by providing an analysis of both the literary sources and the archaeological documentation related to the function of late-antique villas. PALABRAS CLAVE: Italia, aristocracias, propietarios, otium. KEY WORDS: Italy, aristocracies, owners, otium.

Nel corso del IV secolo d.C. in molte province occidentali dell’impero romano i grandi proprietari terrieri costruiscono o rinnovano edifici di carattere residenziale nei loro fundi utilizzando un codice edilizio piuttosto uniforme, che prevede un largo uso di elementi absidati e curvilinei, ampie sale da banchetto e da ricevimento, vestiboli e cortili d’ingresso, corridoi, fontane, ninfei e impianti termali 1. Nessuno di questi elementi è del tutto originale nell’edilizia domestica di prestigio ma le combinazio* Ringrazio i prof. Javier Arce, Gian Pietro Brogiolo e la dott. Alexandra Chavarría Arnau per avermi offerto la possibilità di presentare in questa sede alcuni dati che ho raccolto ed analizzato nell’ambito della mia tesi di Dottorato di ricerca in Archeologia e Storia dell’arte greco-romana dal titolo Ville «residenziali» nell’Italia tardoantica. Un fenomeno storico-archeologico tra persistenze e trasformazioni, Messina 2004. 1 Si vedano, in particolare, Gorges, J.-G., Les villas hispano-romaines. Inventaire et problématique archéologiques, Paris 1970; Chavarría Arnau, A., Villas in Hispania during the fourth and fifth centuries, in Bowes, K., Kulikowski, M., (edd.), Hispania in the Late Antique World: Twenty-First Century Approaches, Leiden-Boston-Köln, 2005, 518-555; Sfameni, C., Residential Villas in Late Antique Italy: Continuity and Change, in Lavan, L., Bowden, W. (edd.), Late Antique Archaeology 2: Recent Research on the Late Antique

ni e le articolazioni complessive danno esiti nuovi e permettono di riconoscere un carattere «internazionale» all’architettura domestica delle classi dirigenti di questo periodo 2. Per spiegare tale fenomeno è stato generalmente ipotizzato che, dopo l’abbandono di molti edifici rurali in seguito alla «crisi» del III secolo, la fase di ripresa economica avviata da Diocleziano e da Costantino avrebbe spinto i proprietari terrieri a tornare ad investire nelle proprie dimore extraurbane, scelte come sede sempre più stabile da cui poter gestire i propri patrimoni fondiari. Motivazioni politiche come la perdita di potere e di prestigio all’interno del senato avrebbero costituito un ulteriore incentivo per i ceti dirigenti a rifugiarsi nei propri interessi privati 3. La storiografia più recente, tuttavia, oltre a ridimensionare il concetto stesso di «crisi» del III secolo 4, da cui, peraltro, alcune regioni furono solo marCountryside, Leiden, 2004, 335-376; Balmelle, C., Les demeures aristocratiques d’Aquitaine, (Aquitania Suppl. 10), Paris 2001; Van Ossel, P., Etablissements ruraux de l’Antiquité tardive dans le nord de la Gaule, (Suppl. à Gallia 51), Paris 1992; Scott, S., Art and Society in Forth Century Britain: Villa Mosaics in Context, Oxford 2000; Mulvin, L., Late Roman Villas in the Danube-Balkan Region, (BAR Int. Ser. 1064), Oxford 2002. Un’ampia rassegna dell’edilizia residenziale di età tardoantica è fornita inoltre da Sodini, J. P., Habitat de l’Antiquité tardive, Topoi 5, 1995, 151-218 e Id., Habitat de l’Antiquité tardive, 2, Topoi 7, 2, 1997, 435-577. 2 Secondo la definizione di Thébert, Y., Vita privata e architettura domestica nell’Africa romana, in Ariès P., Duby, G., La vita privata dall’impero romano all’anno mille, Roma-Bari 1986, 233-309, in partic. 240. 3 Teoria accreditata negli studi storici relativi all’epoca tardoantica già a partire da Rostovzev, M. I., Storia economica e sociale dell’impero romano, Firenze 1933, in partic. 609. Si veda anche Cagiano de Azevedo, M., Ville rustiche tardo antiche e istallazioni agricole alto medievali, in Settimane di Studio del Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, XII, Spoleto 1966, 662-694, in partic. 635. 4 Per un sintetico riesame della questione si veda de Blois, L., The Crisis of the Third Century A. D. in the Roman Empire: A Modern Myth?, in De Blois, L., Rich, J., The Transformations of Economic Life under the Roman Empire, Proceedings of the Second Workshop of the International Network, Impact of Empire (Roman Empire, c. 200 B.C.-A.D. 476), Nottingham, July 4-7, 2001, Amsterdam 2002, 204-217.

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ginalmente interessate 5, ha sottolineato come le città abbiano continuato a rappresentare gli elementi cardine dell’organizzazione politica e amministrativa dell’impero, sia pure con molte differenziazioni a seconda degli specifici contesti territoriali 6. Così, non solo è stata messa in discussione la possibilità di una frequente e prolungata residenza dei proprietari nelle loro ville, ma soprattutto è sembrato poco verosimile generalizzare su un vero e proprio «ritiro» degli aristocratici possessores dalla vita pubblica e dagli affari 7. Le fonti letterarie forniscono preziose indicazioni sulle modalità d’uso delle ville in età tardoantica che, messe in relazione con i dati ricavabili dalla documentazione archeologica, possono dare un contributo determinante per chiarire alcuni aspetti della problematica in esame. L’epistolario di Simmaco, ad esempio, oltre a costituire una fonte di notevole importanza per la conoscenza degli interessi e dei modi di vita dell’aristocrazia senatoria alla fine del IV secolo, fornisce numerosi riferimenti alle ville ed al loro utilizzo 8. Lo scrittore era proprietario di almeno tre 5 È il caso, ad esempio, delle regioni dell’Italia meridionale e della Sicilia per le quali proprio nel III secolo si devono collocare le premesse per lo sviluppo economico del secolo successivo: si veda Vera, D., Sulla (ri)organizzazione agraria dell’Italia meridionale in età imperiale: origini, forme e funzioni della massa fundorum, in Lo Cascio, E., Storchi Marino, D. (edd.), Modalità insediative e strutture agrarie nell’Italia meridionale in età romana, Atti del Convegno internazionale, Napoli 11-13 giugno 1998, Bari 2001, 613-634, in partic. 627-628. Sulle caratteristiche della villa tardoantica si veda anche Vera, D., Dalla «villa perfecta» alla villa di Palladio: sulle trasformazioni del sistema agrario in Italia fra Principato e Dominato, Athenaeum 83, 1, 1995, 189-211 (Prima parte); 2, 1995, 331-356 (Seconda parte). 6 Sulle città nelle diverse regioni dell’impero in epoca tardoantica si vedano, fra gli altri: Ward-Perkins, B. From Classical Antiquity to the Middle Ages: Urban Public Building in Northen and Central Italy, AD 300-850, Oxford 1984; Brogiolo, G. P., Ward-Perkins, B., (edd.), The Idea and Ideal of the Town between Late Antiquity and the Early Middle Ages, Leiden 1999; Lavan, L., (ed.), Recent Research in Lateantique Urbanism, JRA Suppl. Series 42, 2001; Liebeschuetz, J. H. G. W., Decline and Fall of the Roman City, Oxford 2001. 7 Arce, J., Otium et negotium: the Great Estates, 4th-7th Century, in Webster, L., Brown, M. P., (edd.), The Transformation of the Roman World, AD 400-900, Berkeley, 1997, 1932, in partic. 23-24: «the very existence of these villas does not necessarily mean de-urbanisation, but rather shows a way of accumulating wealth and, more to the point, a means of economic exploitation». 8 Si vedano, in generale, Matthews, J. F., The Letters of Symmachus in Latin Literature of the Forth Century, London 1974 e, fra i commenti ai singoli libri, Roda, S., Commento storico al libro IX dell’Epistolario di Q. Aurelio Simmaco, Pisa 1981; Marcone, A., Commento storico al libro VI dell’epistolario di Q. Aurelio Simmaco, Pisa 1983; Rivolta Tiberga, P., Commento storico al libro V dell’Epistolario di Q. Aurelio Simmaco, Pisa 1992.

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domus a Roma, di cui una sul Celio 9 e doveva avere anche una domus a Capua 10. Fuori dall’Urbe, possedeva, inoltre, una serie di grandi proprietà all’interno delle quali dovevano trovarsi edifici residenziali in cui soggiornava periodicamente: nel suburbio di Roma, lo scrittore aveva una proprietà nei pressi della via Ostiense 11, una nei pressi dell’Appia, indicata forse col nome di Arabiana 12, una sul Vaticano 13 ed un’altra, forse, lungo la via Latina 14. Simmaco utilizzava queste residenze per allontanarsi facilmente dagli impegni e dai fastidi della vita dell’Urbe, ma è probabile che queste e le altre ville suburbane avessero anche una funzione agricola 15. Lo stesso Simmaco ci informa infatti che un suo amico senatore, Patruino, risiedeva volentieri nel suo praedium suburbano fornito di campi di grano, vigneti e cacciagione 16. Simmaco possedeva, inoltre, dodici proprietà nell’area campano-laziale 17: Ostia 18; Laurento 19, Tivoli 20, Preneste 21, Cosa 22, Formia 23, Cuma 24, 9 Symm., Epist., III, 12, 2 (Caelium nostrum) e VII, 18, 1 (larem Caelium). Per un elenco delle proprietà di Simmaco si vedano O. Seek, MGH, AA, VI, Berolini 1883, XLV-XLVI e Vera, D., Simmaco e le sue proprietà: strutture e funzionamento di un patrimonio aristocratico del quarto sec.d.C., in Paschoud, F., (ed.), Colloque genèvois sur Symmaque à l’occasion du mille six centième anniversaire du conflit de l’autel de la Victoire, Paris 1986, 231-270, in partic. 234-238. 10 Symm., Epist., I, 10 (Capuani praetorii); VI, 11, 1 (Capuanae domus). 11 Symm., Epist., VI, 66, 1 (suburbanum viae Ostiensis). 12 Symm., Epist., II, 59 (suburbanum praedium, quod viae Appiae adiacet); II, 57, 1 (in suburbanum cui Arabianae nomen est); VI, 60 (in Arabiana). Non è possibile, tuttavia, stabilire a quale distanza dalla città si trovasse la villa. Si veda Spera, L., Il paesaggio suburbano di Roma dall’antichità al Medioevo. Il comprensorio tra le vie Latina e Ardeatina dalle Mura Aureliane al III miglio, Roma 1999, 384. 13 Symm., Epist., VII, 21 (Vaticano rure). 14 Symm., Epist., IX, 69 (de quarto Latinae viae). Secondo Roda, cit. (n. 8) 204: «Al quarto miglio, proprio all’inizio cioè della strada anche Simmaco possedeva una villa o una residenza, come sembra naturale dedurre da questa lettera». 15 Così secondo Vera, cit. (n. 9), 234. 16 Symm., Epist., VIII, 18-19. 17 Sulle ville Flegree si vedano in particolare D’Arms, J., Romans on the Bay of Naples, A Social and Cultural Study of the Villas and their Owners from 150 BC to AD 400, Cambridge 1970, 226-229; Camodeca, G., Ricerche su Puteoli tardoromana (fine III-IV secolo), Puteoli. Studi di Storia Antica 4-5, 1980-81, 59-128. 18 Symm., Epist., I, 6, 2 (Ostiense praedium); II, 52, 2 (Ostiense praedium); III, 55 (Ager…Tiberim nostrum prospectat); III, 82 (de ripa Tiberis); VI, 72 (Ostiense praedium nostrum). 19 Symm., Epist., VII, 15 (Laurentibus silvis); VII, 26 (in agrum Lavinatem meum); IX, 96 (agrum Laurentem). 20 Symm., Epist., VI, 81 (Tiburis aura). 21 Symm., Epist., I, 5, 2; III, 50; VII, 35; IX, 83, 1. 22 Symm., Epist.,I, 8; VI, 61. 23 Symm., Epist., I, 8; I, 11, 2; II, 3, 4; V, 93; VI, 75; VII, 18, 37; VIII, 23. 24 Symm., Epist., II, 4; I, 4, 2.

COMMITENZA E FUNZIONE DELLE VILLE «RESIDENZIALI»...

Bauli 25, Lucrino 26, Baia 27, Pozzuoli 28, Napoli 29, ed almeno cinque grandi latifondi (praedia) nel Samnium 30, Apulia 31, Sicilia 32, Lazio (praedium ostiense?) 33, Mauretania (Caesariensis) 34. Da una lettera di Simmaco si può forse dedurre la presenza di una sua proprietà in Lucania, ma la testimonianza non è chiara in tal senso 35. Tra tutte queste residenze, l’unica ad essere stata identificata con buona probabilità è la domus del Celio, un edificio caratterizzato dalla presenza di una grande sala absidata 36. Nelle sue lettere Simmaco menziona anche le villae di alcuni suoi amici: Nicomaco Flaviano possedeva infatti, ad esempio, una villa a Baia 37, una a Pozzuoli 38 ed una a Napoli 39, dove anche Decio aveva una villa 40; Gorgonio aveva invece una proprietà nel salernitano, apud Picentes 41; Vettio Agorio Praetestato, infine, possedeva ville a Baia 42 e in Etruria dove aveva vissuto dal 368 al 384 43. Non è possibile stabilire come fossero articolati gli edifici che Simmaco e i suoi corrispondenti possedevano nei loro fundi, ed è assai probabile che non tutti avessero i caratteri residenziali delle più grandi ville rivelate dalla ricerca archeologica. Lo scrittore, tuttavia, fa più volte riferimento a restauri ed a rifacimenti da lui stesso commissionati nelle sue dimore sia urbane che rurali 44. In una lettera scritta al padre prima del 376, ad esempio, descrive una sua casa menzionando il grande uso di colonne e di riSymm., Epist., I, 1, 8; VIII, 23, 1-2 e 5. Symm., Epist., I, 1, 2; I, 8; VIII, 23. Symm., Epist., I, 3, 3 e 5; II, 26; V, 93; VI, 9; VII, 25. 28 Symm. Epist.,I, 8; II, 26; V, 93; VI, 66, 3. 29 Symm., Epist., II, 60, 1. 30 Symm., Epist., VI, 8, 2. 31 Symm., Epist., VI, 12, 5. 32 Symm., Epist., VI, 66, 2. 33 Symm., Epist., II, 42, 2. 34 Symm., Epist., VII, 66. 35 Symm., Epist., IX, 3, su cui Roda, cit. (n. 8) 97-100. Volpe, G., Contadini, pastori e mercanti nell’Apulia tardoantica, Bari 1996, 210, n. 12, osserva che «in realtà la lettera non sembra contenere un riferimento ad una villa anche se non è da escludere che Simmaco avesse proprietà in Lucania». 36 Pavolini, C., Carignani, A., Pacetti, F., Spinola, G., Vitti, M., La topografia antica sulla sommità del Celio. Gli scavi nell’ospedale militare (1987-1992), RM 100, 1993, 443505; Carignani, A., La domus «dei Simmaci», in Ensoli, S., La Rocca, E., (edd.), Aurea Roma. Dalla città pagana alla città cristiana, Roma 2000, 149-151. 37 Symm., Epist., II, 17, 2. 38 Symm., Epist., VIII, 23, 3. 39 Symm., Epist., II, 60. 40 Symm., Epist., VII, 36. 41 Symm., Epist., I, 39, 1. 42 Symm., Epist., I, 47, 1. 43 Symm., Epist., I, 51, 1. Sui corrispondenti delle epistole di Simmaco residenti in Hispania, si veda Chavarría Arnau, cit. (n. 1). 44 Si vedano, ad esempio, Symm., Epist., II, 59, VI, 66, 70, 77, VI, 49, IX, 50. 25 26 27

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vestimenti marmorei parietali 45. In un’altra epistola Simmaco si rivolge a Venusto che sovrintendeva ai lavori di costruzione di una sua villa fuori Roma, lamentandosi per la lentezza con cui tali lavori procedevano 46. Se molte sono le lettere in cui si fa riferimento alla costruzione ed al rifacimento di ville, che Simmaco seguiva personalmente preso da quello che lui stesso definisce morbum fabricatoris 47, particolarmente interessante è l’epistola VIII, 42, in cui l’autore chiede al suo corrispondente informazioni su un nuovo tipo di mosaico per poterlo realizzare nella sua residenza. Nell’epistolario simmachiano il termine otium ricorre assai frequentemente in associazione alla vita in campagna dove lo scrittore, lontano dallo strepitum civitatis48 può approfittare della voluptas che deriva proprio dall’otium ruris 49. La campagna offre infatti l’opportunità di dedicarsi ad attività piacevoli quali la caccia, la pesca, i banchetti, il ricevimento di amici e clienti, la meditazione filosofica e lo studio. I corrispondenti di Simmaco, importanti esponenti dell’aristocrazia senatoria come Ausonio 50, Pretestato 51, Sesto Petronio Probo 52, Virio Nicomaco Flaviano 53, Flaviano jr. 54 e Protadio 55, sembrano condividere pienamente questa aspirazione all’otium 56. Anche da un passo dell’Expositio totius mundi si ricava l’impressione che i senatori romani dell’epoca fossero accomunati dal desiderio di poter godere in tutta tranquillità dei propri beni lontano dagli impegni politici 57. Così si esprime infatti l’anonimo autore: «Habet (sc. Roma) autem et senatum maximum virorum divitum quos si per singulos probare volueris, invenies omnes iudices aut factos aut futuros esse aut potentes quidem, nolentes autem, propter suorum frui cum securitate velle» 58. Molti studiosi hanno quindi insistito sulla Symm., Epist., I, 12. Symm. Epist., IX, 17. 47 Symm. Epist., II, 60. 48 Symm., Epist., IV, 18. 49 Si veda Roda, S., Fuga nel privato e nostalgia del potere nel IV sec.d.C. Nuovi accenti di un’antica ideologia, in Le trasformazioni della cultura nella tarda antichità, Atti del Convegno, Catania 27 settembre-2 ottobre 1982, Roma 1985, 95-108, in partic. 98. 50 Symm., Epist., I, 42. 51 Symm., Epist., I, 46, 53. 52 Symm., Epist., I, 58, 59. 53 Symm., Epist., II, 17, 27. 54 Symm., Epist., VI, 59. 55 Symm., Epist., IV, 18, 28. 56 Roda, cit. (n. 49), 98. 57 Nella sua ultima redazione in latino l’opera si data dopo il 412, ma la sua prima stesura in greco è riferibile alla seconda metà del IV secolo (Rougé, J. (ed.), Expositio totius mundi et gentium, Paris 1966). 58 Expos. mundi, LV, 26-30: «Roma è anche la sede dell’importantissimo senato costituito da uomini ricchi; se 45 46

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contrapposizione tra pubblico e privato che avrebbe caratterizzato l’atteggiamento degli aristocratici romani in questo periodo: essi infatti avrebbero alternato brevi periodi di attività politica a lunghe fasi di vita privata e di otium. S. Roda, analizzando quelle lettere simmachiane da molti studiosi considerate «testimonianze chiave del disimpegno dei senatori dall’esercizio degli officia nell’occidente tardo-imperiale» 59, conclude invece che «Simmaco esorta alla scelta del negotium per l’otium e se per Ausonio e Probo il discorso si risolve in un richiamo al dovere civico e all’ossequio alla volontà imperiale, con Flaviano l’esercizio del potere diviene addirittura laetior, preferibile anche sul piano del godimento e della soddisfazione personale, rispetto omni otio» 60. È necessario quindi riuscire a definire a quale tipo di otium facessero riferimento Simmaco e i suoi aristocratici corrispondenti. Dalle fonti letterarie si ricavano due immagini contrapposte dell’aristocrazia tardoantica 61. Da una parte, infatti, Ammiano Marcellino giudica la nobiltà contemporanea corrotta, dissipatrice, dedita ad una vita di ozi e di sfarzi 62. In particolare, a proposito delle ricche proprietà agricole degli aristocratici, così si esprime: «Alii, nullo quaerente, vultus severitate adsimulata, patrimonia sua in immensum extollunt, cultorum, ut putant, feracium multiplicantes annuos fructus, quae a primo ad ultimum solem se abunde iactitant possidere, ignorantes profecto maiores suos, per quos ita magnitudo Romana porrigitur, non divitiis eluxisse, sed per bella saevissima, nec opibus nec victu nec indumentorum vilitate gregariis militibus discrepantes, opposita cuncta superasse virtute 63. E ancora: «Pars eorum si agros visuri processerunt longius, aut alienis laboris venaturi, Alexandri magni itinera se putant aequipevolessi metterli alla prova singolarmente, troveresti che tutti i senatori che non avevano ancora ricoperto le massime cariche le avrebbero potute comunque rivestire, se non avessero preferito godere in tutta sicurezza dei propri beni». 59 Symm., Epist., I, 2 ad Ausonio; I, 58 a Sesto Petronio Probo, II, 17 e 18 a Virio Nicomaco Flaviano. 60 Roda, cit. (n. 49) 101. 61 Matthews, J., Western Aristocracies and Imperial Court AD. 364-425, Oxford 1975. 62 Amm., XXVIII, 4, 6-27 (de vitiis senatus populique Romani). 63 Amm., XIV, 6, 10: «Altri, senza che nessuno lo richieda e simulando serietà nel volto, esaltano fino alle stelle le loro ricchezze, moltiplicano i frutti annuali dei campi che ritengono assai fertili e che si vantano di possedere in abbondanza da oriente ad occidente, ignorando del tutto che i loro antenati, grazie ai quali la grandezza di Roma si espande a tal punto, non si distinsero per le ricchezze ma perché durante guerre sanguinosissime non cercando il modo di distinguersi dai soldati semplici né per i beni posseduti, né per il vitto né per lo scarsa qualità degli indumenti, superarono tutte le difficoltà grazie al loro valore». Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 61 a 72

rasse, vel Caesaris» 64. Nella descrizione di Ammiano gli aristocratici del IV secolo si presentano inoltre come la negazione dei valori tradizionali fra cui quello della cultura 65. Altre testimonianze attestano invece il perpetuarsi del loro amore per gli studi e per l’otium filosofico e letterario da esercitarsi, secondo la tradizione, prevalentemente nelle dimore suburbane. Questo è il tipo di otium a cui si riferisce Simmaco: un otium litteratum e philosophicum che, pur inserendosi in una lunghissima tradizione, si carica adesso di nuovi significati politici 66. Simmaco e i suoi omologhi di classe sono consapevoli, infatti, che la propria identità come ordine senatorio si basa su una precisa tradizione culturale, il mantenimento della quale potrà evitare la loro totale esclusione dalla vita politica 67. Lo studio prepara e accompagna l’azione politica con grande vigore: il pensiero dell’autore, infatti, anche nei momenti di otium, è sempre rivolto a Roma ed alla vita politica. È noto, inoltre, come anche altri personaggi dell’epoca, pur possedendo immensi patrimoni, non intendevano rinunciare al prestigio comunque offerto dalle cariche pubbliche. Ammiano Marcellino ricorda, ad esempio, che il prefetto del pretorio Probo era conosciuto in tutto il mondo romano giacché «per quem universum paene patrimonia sparsa possedit» 68. Malgrado quest’enorme ricchezza, Probo «atque ut natantium genus, elemento suo expulsum, haud ita diu spirat in terris, ita ille marcebat absque praefecturis» 69. Probo, cioè, era un «pesce fuor d’acqua» lontano dalle cariche pubbliche, condizione condivisa da molti dei suoi contemporanei omologhi di classe. Lo stesso Simmaco ribadisce il suo ruolo pubblico anche durante i periodi di otium in villa: «ubique vitam agimus consularem» 70. Secondo D. Vera, inoltre, «va combattuta con estrema decisione l’idea diffusa negli studi che le proprietà campano-laziali di Simmaco- e dell’aristo64 Amm., XXVIII, 4, 18: «Se qualcuno di loro ha fatto un viaggio un po’ più lungo per visitare le proprie campagne oppure per andare a caccia grazie alla fatica degli altri, allora crede di avere uguagliato i viaggi di Alessandro Magno o di Cesare». 65 Si veda, in particolare Amm., XIV, 6, 18. 66 Roda, cit. (n. 49) 103. 67 Per il carattere «politico» delle attività culturali secondo Simmaco si veda Cracco Ruggini, L., Simmaco: Otia et negotia di classe, fra conservazione e rinnovamento, in Paschoud, F., (ed.), Colloque genèvois sur Symmaque à l’occasion du mille six centième anniversaire du conflit de l’autel de la Victoire, Paris 1986, 97-115. 68 Amm., XXVII, 11, 1. 69 Amm., XXVII, 11, 3: «Come i pesci tirati fuori dal loro elemento non respirano a lungo sulla terra, così lui si indeboliva lontano dalla prefettura». 70 Symm., Epist., VIII, 23, 3.

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crazia romana tardoantica in genere- erano destinate ad allietare i loro proprietari con tutti i possibili diletti del mare e della campagna e che la loro funzione produttiva era tutto sommato secondaria, o addirittura nulla» 71. Le proprietà aristocratiche di Lazio e Campania, oltre ad offrire piacevoli soggiorni, venivano infatti ampiamente sfruttate per l’ottenimento di cospicue rendite. Simmaco stesso, pur insistendo prevalentemente sui caratteri tradizionali dell’otium in villa, fornisce interessanti indicazioni circa la gestione dei suoi patrimoni e le rendite relative. Dall’epistolario, infatti, risulta che lo scrittore controllava direttamente le proprietà dell’area campano-laziale e che i periodi di otium che trascorreva nelle sue ville erano finalizzati anche alla gestione del suo patrimonio 72. Per i possedimenti più lontani sembra tuttavia che Simmaco si servisse di intermediari: per la Sicilia, infatti, è nota l’esistenza di un conductor e non è da escludere che anche altre terre potessero essere date in affitto 73. Secondo quanto attesta Olimpiodoro di Tebe il patrimonio di Simmaco non era fra i più ricchi del tempo eppure fruttava una rendita media annua considerevole se lo scrittore per la prefettura del figlio aveva potuto spendere duemila libbre 74. I patrimoni della grande aristocrazia senatoria erano concentrati in tre aree fondamentali: l’Italia meridionale, la Sicilia e l’Africa. Questa dislocazione implicava come conseguenza dal punto di vista gestionale il fatto che i proprietari non potevano avere un diretto controllo dei propri beni che venivano affidati in gestione ad intermediari o ad affittuari 75. Era difficile persino recarsi a visitare queste proprietà, come ci attestano numerose fonti letterarie 76: Simmaco, ad esempio, ci informa solo di un soggiorno in Africa mentre non fa riferimento a sopralluoghi nelle sue proprietà della Sicilia e della Apulia 77. Sembra che la stessa Santa Melania non si fosse mai potuta recare in molte delle sue proprietà sparse da Occidente ad Oriente, alcune delle quali dovevano essere di enormi dimensioni: nel suo oikos Vera, cit. (n. 9 ), 235. Vera, cit. (n. 9), 258-259. Notizie circa gli interventi in queste tenute per migliorare la produzione: Symm., Epist., I, 5, 2-10; II, 60; III, 23; VI, 66; 7,18. 73 Symm., Epist., VI,11; VII, 66; IX, 52. 74 Olimp., ap. Phot. Bibl., 80. Sui patrimoni dell’epoca si veda anche Sirago, V. A., Storia agraria romana, II, Napoli 1996, 324-329. 75 Vera, D., Aristocrazia romana ed economie provinciali nell’Italia tardoantica: il caso siciliano, QC X, 19, 1988, 115172. 76 Paul. Pell., Eucar., 413-419, ad esempio, parla dei possedimenti ereditati dalla madre in Acaia e in Epiro che non potrà mai visitare. 77 Vera, cit. (n. 9), 260. 71 72

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di Tagaste, ad esempio, grande come una città, erano presenti artigiani di tutti i tipi e due vescovi, uno cristiano ed uno eretico 78; una sua proprietà sulla costa, probabilmente siciliana, sita tra il mare e la foresta, era invece fornita di terme e circondata da 60 case in cui vivevano forse 400 schiavi 79. Ausonio, in uno dei suoi poemi intitolato de herediolo, descrive la villa di famiglia in Aquitania, ricevuta in eredità dal padre, dove è ritornato dopo avere ricoperto le cariche pubbliche più prestigiose: «Cum de palatio post multos annos honoratissimus, quippe iam consul, redisset ad patriam, villulam, quam pater reliquerat, introgressus his versibus lusit Luciliano stilo» 80. Il testo è ricco di motivi letterari: ad esempio, il poeta desidera dedicarsi al suo parvum heredioloum con la stessa cura prestata dal padre e da tutti i suoi antenati perché questa attività può consentirgli di conoscere meglio se stesso. L’autore ci fornisce però anche indicazioni sull’estensione della tenuta e sui tipi di colture praticati: 200 iugeri sono coltivati, 10 utilizzati come vigneti, 200 lasciati al pascolo. La selva è più del doppio di prata et vinea et arva, presso la casa ci sono una fonte, un pozzo e un fiume che consente facili spostamenti. La proprietà di Ausonio è distribuita su territori diversi ed occupa una superficie totale di circa 264 ettari; si tratta di un patrimonio considerevole anche se non si può parlare di vero e proprio latifondo per l’assenza di forme di sfruttamento agricolo con monocolture o di un allevamento estensivo 81. Quel che rende veramente gradevole il soggiorno in questa villa al suo proprietario è il fatto che essa non si trovi lontana dalla città ma neppure troppo vicina così che si possa alternativamente godere di entrambe: «Haec mihi nec procul urbe sita est, nec prorsus ad urbem, ne patiar turbas utque bonis potiar et quotiens mutare locum fastidia Vita Mel., 10. Vita Mel., 18, versione latina; la versione greca riporta 62 case ma non è certo il numero di schiavi che abitavano nella proprietà. La maggior parte degli studiosi ritiene che questa villa si trovasse in Sicilia e fosse quella da cui Rufino assistette all’incendio di Reggio ad opera di Alarico (Rufin. Prol. in Orig. in Num.). 80 Auson., III, 1: «Dopo molti anni, avendo ricevuto i più alti onori fino ad ottenere il consolato, ritornò in patria ed entrato nella piccola proprietà che gli aveva lasciato in eredità suo padre, la cantò in questi versi composti secondo lo stile di Lucilio». 81 Sulla proprietà di Ausonio si veda Etienne, R., Ausone, propriétaire terrier et le problème du latifundium au IVe siècle ap. J.C., in Christol, M., Demougin, S., Duval, Y., Lepelley, C., Pietri, L., (edd.), Institutions, Société et vie politique dans l’empire romain au IVe siècle ap. J.C., Actes de la table ronde autour l’ouvre d’André Chastagnol, Paris 20-21 janvier 1989, Paris 1989, 305-311; si veda anche Balmelle, cit. (n. 1), 39-40. 78 79

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cogunt, transeo et alternis rure vel urbe fruor» 82. Oltre alla proprietà ereditata dal padre, Ausonio nelle sue opere fa riferimento ad otto proprietà, di cui due urbane e sei rurali, dislocate in varie zone dell’Aquitania, secondo quella tendenza tipica dei proprietari terrieri tardoantichi a frammentare le proprietà per garantirsi una stabilità di produzione e quindi di rendite 83. È stata così messa in discussione l’interpretazione tradizionale che considerava Ausonio un latifondista; secondo R. Etienne, si tratta piuttosto di un «multiproprietaire» che accumula terre distanti fra loro alla stessa maniera dei senatori italici. In qualche caso l’autore fa esplicito riferimento a statue presenti nella sua villa come quella di Liber Pater che, in una visione panteistica tipicamente tardoantica, presenta gli attributi di tutti gli dei: «mixobarbaron Liberi Patris signo marmoreo in villa nostra omnium deorum argumenta habenti» 84. Nella sua villa Ausonio doveva anche possedere un ritratto del padre 85. Il poeta ci fornisce inoltre una descrizione delle fattorie e delle ricche ville di campagna che sorgevano lungo la Mosella nel poema omonimo 86: si tratta di dimore con pregevoli caratteristiche architettoniche e decorative quali atri, colonne, terme, torri che le rendono paragonabili alle più famose dimore letterarie ed alla ricche ville di Baia 87. Tra molti elementi mitologici, si possono cogliere tuttavia richiami ad una precisa realtà che scavi archeologici nella regione hanno contribuito a rivelare 88. Gli atria a cui fa riferimento Ausonio sono stati interpretati come grandi sale di ricevimento o di apparato aperte su cortili 89, mentre le innumeris co82 Auson., III, 1, 29-32: «Questa è situata né troppo lontano né troppo vicino alla città, in modo che io non debba soffrire tutti quelli che vi si affollano e possa invece beneficiare dei suoi vantaggi e ogni volta che gli impegni mi costringono a cambiare luogo, mi sposto e così di volta in volta usufruisco della città o della campagna». 83 Etienne, cit. (n. 81) 310. 84 Auson., Epigr., 48. Sugli epigrammi di Ausonio sulla statuaria e le collezioni d’arte presenti nelle ville dell’epoca, si vedano Stirling, L. M., Divinities and Heroes in the Age of Ausonius: a Late-antique Villa and Sculptural Collection at Saint-Georges-de-Montagne (Gironde), RA 1996, n.s.1, 103143 e Id., Gods, Heroes and Ancestors: Sculptural Decoration in Late-antique Aquitania, Aquitania 14, 1996, 209-230. 85 Auson., III, 4 (Epicedion in patrem, praef.). 86 Auson., Mos., 321-334 (ville rusticae già brevemente menzionate ai 20-21) e 335-348 (residenze di lusso). 87 Auson., Mos., 318-320. 88 Si veda Rinaldi Tufi, S., Esempi meno noti di grandi residenze tardoantiche nelle province europee, in Sena Chiesa, G., Arslan, E. A., (edd.), Milano capitale dell’impero romano 286-402 d.C. Felix Temporis Reparatio, Atti del Convegno archeologico internazionale (Milano 8-11 marzo 1990), Milano 1992, 147-156, in partic. 147-148. 89 Auson., Mos., 335; Ternes, C.-M, (ed.), D. Magnus Ausonius, Mosella, Ausone, La Moselle, Paris 1972, 81.

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lumnis si riferiscono chiaramente ai porticati presenti nelle ville 90; da notare la particolarità dei tecta nitentia legati all’uso delle ardesie rosse, particolarmente brillanti, per le coperture degli edifici 91. Ausonio parla anche di balnea da cui esce il fumo, sottolineando così un’altra delle principali caratteristiche delle residenze di lusso 92; le ville sono infine dotate di turres. La descrizione più dettagliata di ville tardoantiche ci viene fornita da Sidonio Apollinare in alcune lettere databili intorno alla metà del V secolo che utilizzano chiaramente come modello le lettere in cui Plinio il Giovane descrive le ville di cui era proprietario 93. È pertanto particolarmente difficile distinguere gli elementi retorici e letterari da quelli legati alla diretta esperienza dell’autore. Nella seconda lettera del II libro Sidonio descrive all’amico Domizio la sua proprietà di Avitacum, ereditata dalla moglie. La villa si trova in una splendida posizione paesaggistica presso un lago alle pendici di una montagna. Tra gli elementi che la caratterizzano, Sidonio si sofferma nella descrizione degli ambienti termali che comprendono una sala fredda con piscina, una sala con acqua calda, la sala dei profumi (unguentaria) e una piscina all’aperto in cui si immette un corso d’acqua. Gli ambienti termali sono decorati con pitture con soggetti figurati 94. Una descrizione dei bagni della villa di Avitacum si trova anche in uno dei poemi di Sidonio dove la tenuta di Aquitania è paragonata a quelle di Baia 95, mentre la piscina è l’oggetto di un’altra poesia 96. La villa è dotata inoltre di un portico con vista sul lago, di un vestibolo e di un criptoportico da cui si accede al triclinio «invernale» (hiemale triclinium) con un caminetto; nella villa sono presenti anche un triclinio matronale (triclinium matronalis) e una stanza per clienti e nutrici 97. Dal triclinio invernale si accede ad una diaeta sive cenanticula cioè una piccola sala da pranzo aperta sul lago in cui si trova uno stibadium Auson., Mos., 336. Auson., Mos., 336; Ternes, cit. (n. 89). Auson., Mos., 337. 93 Molti elementi presenti nelle lettere di Sidonio trovano una precisa corrispondenza con quanto descritto da Plinio; la descrizione di Sidonio appare tuttavia meno sistematica di quella pliniana, così che non è possibile tentare di ricostruire neppure in via ipotetica quale fosse l’articolazione di queste ville, a differenza di quanto è accaduto per le ville descritte da Plinio che hanno dato luogo a numerose proposte ricostruttive, sia pure molto diverse tra di loro. Si veda de la Ruffinière du Prey, P., The Villas of Pliny from Antiquity to Posterity, Chicago and London 1994. 94 Sidon., Epist., II, 2, 4-8. 95 Sidon., Carm., XVIII. 96 Sidon., Carm. XIX. 97 Sidon., Epist., II, 2, 9. 90 91 92

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su cui si distendono gli ospiti per il banchetto 98. Terminato il pranzo si viene accolti nel deversorium che è una stanza tipicamente estiva perché luminosa ma fresca in quanto esposta a nord. L’ambiente è preceduto da una stretta anticamera 99. Nella lettera 9, invece, Sidonio offre al suo corrispondente Domidio una descrizione del soggiorno trascorso nelle ville dei suoi amici Apollinare e Ferreolo che si trovano in due proprietà contigue. Entrambe le ville godono di un gradevole panorama, l’una su una pianura e l’altra verso i boschi. Il soggiorno si articola alternativamente tra le due ville a deliciis in delicias 100, tra giocolieri che si esibiscono nel vestibolo dell’una e i molti libri messi a disposizione nell’altra. L’autore si sofferma nella descrizione della biblioteca dotata di testi di ispirazione religiosa posti vicino ai seggi riservati alle donne mentre sui banchi per gli uomini si trovano soprattutto opere d’eloquenza 101: sui testi di Agostino, Varrone, Orazio, Prudenzio ed Origene commentato da Rufino gli ospiti si trattengono a discutere in attesa del pranzo, che viene annunciato da uno schiavo 102. Il pranzo era rapido ma abbondante senatorium ad morem ed era seguito da un riposo pomeridiano in una delle due tenute. I bagni di entrambi gli edifici erano ancora in costruzione («balneas habebat in opere uterque hospes, in usu neuter») così che nel pomeriggio le discussioni si svolgevano in prossimità di una sorgente d’acqua calda. Alla seconda metà del V secolo si riferisce probabilmente l’opera di Palladio: dell’autore non si sa nulla di certo ma si ritiene essere stato un aristocratico della Gallia che forse si sarebbe trasferito in Italia 104. Dall’Opus agriculturae si ricavano interessanti informazioni sulla vita rurale in epoca tardoantica anche se è piuttosto complesso distinguerle dai dati ricavati dalla tradizione sull’argomento 105. La proprietà terriera a cui si riferisce l’auSidon., Epist., II, 2, 11. Sidon., Epist., II, 2, 13. 100 Sidon., Epist., II, 9, 4. 101 Sidon., Epist., II, 9, 5. 102 Sidon., Epist., II, 9, 6. 103 Sidon., Epist., II, 9, 8.. 104 Si veda Vera, D., I silenzi di Palladio e l’Italia, AntTard 7, 1999, 283-297, con un esame aggiornato della questione. Palladio dichiara in più punti della sua opera (III, 25, 20; IV, 10, 16; XII, 15, 3) di possedere terre in Italia ma lo stretto legame con la penisola dipende anche dal fatto che il testo si inserisce nella letteratura agronomica precedente che di fatto aveva sempre presentato la situazione italiana. Si veda anche Cossarini, A., Palladio Rutilio Tauro Emiliano: residui dell’ideologia della terra, AIV 136, 1977-78, 175-185. 105 Sul contributo di Palladio alla conoscenza della vita rurale nel periodo tardoantico, si vedano, tra gli altri, Frézouls, E., La vie rurale au Bas-Empire d’après l’ouvre de 98 99

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tore doveva essere di grandi dimensioni, con una gestione unitaria, anche se non è chiaro il ruolo della manodopera, di servi e coloni in particolare, mentre gli studiosi concordano in genere nel riconoscere che il trattato si indirizzi soprattutto ai proprietari terrieri 106. Il I libro dell’opera è quasi interamente dedicato alla descrizione della villa, con particolare riguardo alla pars rustica e fructuaria oltre che a quella urbana che deve essere realizzata secondo le tradizionali norme degli agronomi latini: «Aedificium pro agri merito et pro fortuna domini oportet institui» 107. La residenza del proprietario, definita praetorium 108, è articolata in appartamenti invernali ed estivi 109. L’autore fornisce una serie di istruzioni sul modo di costruzione delle strutture e sulla loro più opportuna localizzazione ed un capitolo è dedicato alla descrizione dei balnea che non devono mancare perché il loro uso è insieme piacevole e salutare 110. Nella dislocazione delle strutture si nota una netta distinzione tra la parte residenziale e quelle con funzioni produttive; manca però qualsiasi riferimento alle abitazioni del personale di servizio e sono menzionati i campi in cui si realizzava la produzione agricola 111. Nelle fonti che si riferiscono alle province orientali dell’impero si riscontra un minore interesse degli aristocratici per i soggiorni nelle proprietà rurali; a ciò sembra corrispondere la mancanza di grandi esempi di ville extraurbane paragonabili a quelle scoperte in Occidente 112. La nostra principale fonte di informazioni al riguardo è Libanio che Palladius, Ktema 5, 1980, 193-210, Giardina, A., Palladio, il latifondo italico e l’occultazione della società rurale, Appendice, in Giardina, A., (ed.), Società romana e impero tardoantico, I, Roma-Bari 1986, 31-36 e Vera, cit. (n. 104), con bibliografia precedente. 106 Martin, R., (ed.), Palladius, Traité d’agriculture, I, Paris 1976, LI-LIV. 107 Pallad., I, 8, 1. 108 Pallad., I, 8, 2. 109 Pallad., I, 9, 1. 110 Pallad., I, 39. 111 Vera, cit. (n. 104) 285-286. 112 Sodini, J. P., Tate, G., Maisons d’époque romaine et byzantine (IIe-VIe siècles) du Massif Calcaire de Syrie du nord. Étude typologique, in Balty, J. (ed.), Apamée de Syrie, Bilan des recherches archéologiques 1973-79, Aspects de l’architecture domestique d’Apamée, Actes du Colloque, Bruxelles 29-31 mai 1980, Bruxelles 1984, 377-394, ad esempio, forniscono un esame delle case rurali del Massiccio Calcareo della Siria del Nord; si tratta di costruzioni a pianta rettangolare, con un secondo piano, che vengono realizzate tra II e VI secolo senza modifiche di rilievo; nessuna di queste dimore presenta caratteri «urbani» in qualche modo confrontabili con le ville delle province occidentali. Rossiter, J. J., Roman Villas of the Greek East and the Villa in Gregory of Nissa, Ep. 20, JRA1-2, 1988-89, 101-110, tuttavia, lamenta una mancanza d’indagini per l’area orientale da cui potrebbe almeno in parte dipendere la penuria di ville in questa zona dell’impero. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 61 a 72

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descrive come i ricchi cittadini di Antiochia si trasferissero abitualmente in estate nelle loro ville sulla sommità delle colline del suburbio di Dafne per sfuggire al caldo della città 113: vi possedeva una grande villa il senatore Olimpio 114 e forse anche altri personaggi come Letoio 115, di cui Libanio ricorda proprietà e bagni o Sabino, di cui menziona una fattoria 116. Secondo W. Liebeschuetz i personaggi a cui Libanio fa riferimento, pur essendo grandi proprietari terrieri, restavano «in every sense city men» 117. I personaggi della cerchia sociale e culturale a cui appartiene Libanio, infatti, risiedevano in campagna occasionalmente, mentre i loro interessi si concentravano nella città di Antiochia 118. Sembra quindi che gli aristocratici possessores amici di Libanio avessero adottato un stile di vita diverso rispetto a quello dei contemporanei proprietari terrieri della Gallia noti dalle opere di Ausonio e successivamente di Sidonio Apollinare: la situazione ideale era quella di un proprietario terriero che potesse disporre di grandi rendite per un’agiata vita in città 119. È noto che l’imperatore Giuliano trascorse alcuni anni della sua giovinezza tra il 342 e il 348 in una villa presso Macellum, vicino Cesarea di Cappadocia 120; Giovanni Crisostomo ricorda di avere trovato rifugio in una residenza rurale messa a disposizione da una dama aristocratica durante le scorrerie degli Isauri nel territorio di Cesarea 121; Basilio di Cesarea descrive una residenza rurale in Macedonia dove avrebbe soggiornato durante un suo viaggio verso il Ponto 122. Anche se nelle fonti si fa talvolta riferimento ad alcuni elementi degli edifici come i bagni (loitrav) e le fontane (phgaiv) a Macellum e in altre località, la descrizione più dettagliata di una villa presente in questa regione ci viene fornita da Gregorio di Nissa nella sua XIV epistola. Si tratta di un edificio residenziale di tipo «classico» con sale di ricevimento, una piscina con pesci, un portico, il tutto inserito in un paesaggio particolarmente ameno; si nota però anche la preLib., Epist., 419. 114 Lib., Epist., 660. 115 Lib., Epist., 877. 116 Lib., Or., I, 199. 117 Liebeschuetz, J. H. W. G., Antioch:City and Imperial Administration in the Later Roman Empire, Oxford 1972, 51. 118 Lib., Or., I, 4-5. Su Antiochia in età tardoantica si veda anche Festugière, A. J., Antioche païenne et chrétienne, Paris 1959. 119 Petit, P., Libanius et la vie municipale à Antioche au IVe siècle après Jesus Christ, Paris 1955, 334-335. 120 Iul., Orat., V, 271 b-d. Si veda Hadjinicolaou, A., Macellum, lieu d’exil de l’empereur Julien, Byzantion 21, 1951, 15-22. 121 Ioan. Chrys., Epist., 14. 122 Bas., Epist., 14. 113

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senza di torri e di una cappella per i martiri, ancora in costruzione 123. In conclusione, quindi, nelle testimonianze letterarie si riscontra una tradizionale alternanza di vita tra domus urbane, ville suburbane e ville di campagna. Le fonti concordano inoltre nel sottolineare l’importanza della dimora come simbolo dello status sociale e della potenza del suo proprietario secondo un’antica e consolidata tradizione. Le relazioni fra vita domestica ed affari sono infatti la chiave per capire l’architettura privata romana: per gli imperatori e gli ufficiali romani la loro casa era da sempre anche il loro palazzo 124. Dal punto di vista archeologico, gli elementi fondamentali dell’architettura delle ville di quest’epoca sono il vestibolo, il peristilio e la sala di rappresentanza (spesso preceduta da atrio o corridoio); questi elementi costituiscono quello che è stato definito il «sistema del percorso glorificante» 125. Gli aristocratici di epoca tardoantica, come del resto i loro predecessori, avrebbero fatto uso nelle loro dimore di un preciso codice architettonico volto a celebrarne il prestigio e il ruolo nella vita politica e sociale; tale codice in parte era costituito da elementi tradizionali ed in parte era arricchito da nuove caratteristiche connesse alle specifiche necessità della vita sociale contemporanea. Nella prima età imperiale la sala più importante di domus e ville era generalmente soltanto una, posta al centro di uno dei lati brevi del peristilio in asse con l’ingresso principale; tale sala nella maggior parte dei casi era di forma quadrata o rettangolare e doveva servire come triclinio e sala di ricevimento di ospiti e clienti. Sin dall’età repubblicana e per tutta l’età imperiale è bene attestata da fonti archeologiche e letterarie la cura prestata dal dominus all’arredo delle sale da pranzo delle sue dimore in cui era possibile manifestare il proprio status e prestigio sociale agli ospiti riuniti per il banchetto 126. 123 Per un’analisi dell’epistola si veda Rossiter, cit. (n. 112); si veda anche Sfameni, C., Vivere in villa in età tardoantica: pagani e cristiani a confronto, in Forme della cultura nella Tarda Antichità, Atti del VI Convegno nazionale della Associazione di Studi Tardoantichi, Napoli 29 settembre-2 ottobre 2003, in corso di stampa. 124 Ellis, S., Roman Housing, London 2000, 54. Per una rassegna delle residenze dei governatori tardoantichi e dei problemi legati alla loro identificazione si veda Lavan, L., Late Antique Governors’ Palaces: a Gazetteer, AnTard 7, 1999, 135-164. 125 Scagliarini Corlàita, D., La villa di Desenzano. Vicende architettoniche e decorative, in La Guardia, R., (ed.), Studi sulla villa romana di Desenzano, I, Milano 1994, 43-58, in partic. 52. 126 Si vedano, in particolare, Bek, L., Questiones convivales. The Idea of the Triclinium and the Staging of Convivial

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L’esistenza di più sale nell’edilizia tardoantica indica con ogni verosimiglianza che ciascuna potesse avere una funzione diversa e che fra di esse potesse esistere una gerarchia 127. Le testimonianze delle fonti letterarie al riguardo non sono particolarmente esplicite, ma da Sidonio Apollinare sappiamo che nelle ville esistevano sale da pranzo (alta coenatio) e triclini invernali (hiemale triclinium) 128, triclini matronali (matronale triclinium) e «soggiorni» per gli ospiti (deversorium) 129. Come si è visto, Sidonio ci informa inoltre dell’esistenza di due precisi momenti nel ricevimento degli ospiti: questi infatti venivano prima accolti in biblioteca e poi da lì introdotti nella sala da pranzo. Macrobio, nei Saturnali, descrive una situazione analoga a quella a cui fa riferimento Sidonio: in questo caso ci troviamo in un contesto urbano, nella domus di Vettio Agorio Pretestato a Roma ma anche qui gli ospiti si riuniscono prima di pranzo in una stanza della casa che può essere identificata con una biblioteca: «postero die ad aedes Vettii matutini omnes inter quos pridie convenerant adfuerunt, quibus Praetextatus in bibliothecam receptis in qua eos opperiabatur… Insinuat igitur praesul famulitii cenae tempus et dominus iam vocare» 130. Questa è un’indicazione preziosa circa l’esistenza di collegamenti fra le stanze dell’edificio che purtroppo non è possibile verificare a livello archeologico. Non è da escludere, inoltre, che il prestigio e lo status del proprietario si esprimessero anche attraverso la possibilità di utilizzare gli ambienti per scopi differenti a seconda delle circostanze 131. Il fenomeno della moltiplicazione delle sale di ricevimento nell’architettura domestica dell’epoca è stato spiegato prendendo in considerazione le nuove necessità sociali legate allo sviluppo del sistema del patronato. Le sale di ricevimento specializzate, infatti, sono state associate «with the more autocratic nature of late antique society, in particular the way Ceremony from Rome to Byzantium, ARID 12, 1983, 81107; Dunbabin, K. M. D., Convivial Spaces: Dining and Entertainment in the Roman Villa, JRA 9, 1996, 66-80, in partic. 66; Dunbabin, K. M. D., The Roman Banquet, Images of Conviviality, Cambridge 2003, in partic. 141-202. 127 Come già osservato da Duval, N., Le probleme de l’architecture aulique au bas-empire (à propos du Palais de Théodoric), in Atti del VII Congresso di Archeologia Classica, Roma 1958, Roma 1961, II, 407-410, in partic. 409. Si veda anche Balmelle, cit. (n. 1), 151-177. 128 Sidon., Epist., II, 2, 11. 129 Sidon., Epist., II, 2, 13. Balmelle, cit. (n. 1) 155. 130 Macr., Sat., 1, 6, 1: «Il giorno dopo tutti quelli che si erano riuniti il giorno precedente si recarono a casa di Vettio di buon mattino, ed essi vennero accolti nella biblioteca dove Pretestato li attendeva»; 1, 24, 23: «Poi si presenta il capo della servitù ed annuncia l’ora di cena». 131 Wallace-Hadrill, A., The Social Structure of the Roman House, PBSR 56, 1988, 43-97, in partic. 91.

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which the aristocrat needed to receive clientes and wield wider power from his own home» 132. Per controllare direttamente dalla propria residenza i gruppi di persone che dipendevano da lui, il dominus avrebbe dunque avvertito l’esigenza di poter disporre di sempre più formali sale di ricevimento e da pranzo 133. Si spiegherebbe così la difficoltà di distinguere le domus più ricche, spesso dotate di una seconda sala di rappresentanza, dai palazzi dei governatori e le ville private da quelle imperiali 134. Nel modo di ricevere gli ospiti esistono quindi profonde analogie ma anche alcune differenze fra le residenze di città e quelle di campagna. Se la città è il luogo deputato allo svolgimento del negotium e quindi degli affari pubblici e privati, il ricevimento nelle dimore di città rispecchia gli obblighi sociali degli aristocratici legati a sempre più complesse forme di ricevimento dei clienti 135; nelle loro ville gli aristocratici sembrano dedicarsi soprattutto a ricevere gli amici e ad attività d’otium quali le cacce, le passeggiate a cavallo, le conversazioni letterarie, i bagni. Anche in campagna, tuttavia, sebbene più liberi da impegni pubblici, i possessores non rinunciano al loro ruolo continuando ad esercitare le proprie funzioni di patroni. È noto, ad esempio, come i casi di evergetismo attestati per le città campane tra IV e V secolo siano da ascrivere, piuttosto che a facoltosi cittadini, a membri dell’aristocrazia senatoria con interessi nella zona di tipo familiare o fondiario; l’evergete assumeva il titolo di patronus che trasmetteva successivamente al proprio figlio 136. Un’intera sezione del Codice Teodosiano attesta inoltre il processo secondo il quale i contadini diventavano clienti dei ricchi proprietari per evitare di Ellis, cit. (n. 124), 69. Ellis, cit. (n. 124), 72. Si vedano Ellis, S., The «Palace of the Dux» at Apollonia and Related Houses, in Barker, G., Lloyd, J., Reynolds I., (edd.), Cyrenaica in Antiquity, Oxford, 1985 (BAR Int. Ser. 236), 15-25 e Lavan, cit. (n. 124). 135 Amm., XXVIII, 4, 10-12, attesta l’esistenza di un preciso cerimoniale che doveva essere rispettato dai clienti durante la visita alle ricche case dei senatori. 136 Cassola, F., La conquista romana. La regione fino al V secolo d.C., in Pugliese Carratelli, G., (ed.), Storia e civiltà della Campania. L’evo antico, Napoli 1991, 103-150. Capua attribuisce questa qualifica a Claudio Petronio Probo, console nel 371 e prefetto del pretorio e ad Anicio Paolino proconsole della Campania nel 378. Napoli contava sul patronato ereditario di Anicio Auchenio Basso, proconsole della Campania tra il 379 e il 382 in seguito praefectus urbi e di Nicomaco Flaviano che fu anch’egli proconsole della Campania. A Benevento troviamo Anicio Auchenio Basso, nativo della città e Valerio Publicola figlio di Melania senior e padre di Melania iunior. Si tratta dunque di membri delle più importanti famiglie senatorie romane. Sull’importanza del patronus nella società rurale di IV secolo si veda anche Dyson, S. L., Community and Society in Roman Italy, Baltimore-London 1992, 230-231. 132 133 134

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pagare le tasse; erano i patroni, infatti, a farsi garanti per le tasse non pagate 137. Un brano di un’opera di Sant’Agostino illustra in maniera emblematica quanto è stato finora osservato sugli aristocratici tardoantichi e la loro volontà di autorappresentazione del proprio potere e prestigio sociale all’interno delle dimore urbane e rurali: «An vero si edentem te munera ursorum et numquam ibi antea visa spectacula civibus nostris, theatricus plausus sempre prosperrimus accepisset; si stultorum hominum, quorum immensa turba est, conflatis et consentientibus vocibus ferreris ad coelum; si nemo tibi auderet esse inimicus; si municipales tabulae te non solum civium, sed etiam vicinorum patronum aere signarent; collocarentur statuae, influerent honoris, adderentur etiam potestates, quae municipalem habitum supercrescerent; conviviis quotidianis mensae opimae struerentur… resque ipsa familiaris diligenter a tuis fideliterque administrata, idoneam se tantis sumptibus paratamque praeberet: tu interea viveres in aedificiorum exquisitissimis molibus, in nitore balnearum, in tesseris quas honestas non respuit, in venatibus, in conviviis, in ore clientium, in ore civium, in ore denique populorum humanissimus, liberalissimus, mundissimus, fortunatissimus, ut fuisti, iactareris: quisquam tibi, Romaniane, beatae alterius vitae, quae sola beata est, quisquam, quaeso, mentionem facere auderet?» 138. La grande nobilitas tardoantica costituiva un gruppo fortemente omogeneo, sia pure con alcune differenze tra Occidente ed Oriente. Il senato di Roma mantenne nel corso del IV secolo il suo pre137 Cod. Theod. XI, 24, 1-6: si tratta di sei provvedimenti legislativi databili tra il 360 e il 415. Anche Salviano (de gub. Dei V, 38-44) attesta che i poveri erano costretti a causa della pressione fiscale a cedere le terre ai ricchi proprietari in cambio del loro patrocinium. Su tutta la questione si veda Wickham, C., Land and power. Studies in Italian and European Social History, 400-1200, London 1994, 20-21. Sul rapporto tra coloni e clienti si veda anche Rosafio, P., Studi sul colonato, Bari 2002, 111-123, in partic. 123. 138 Aug., C. Acad., I, 2: «Se allestendo per i nostri concittadini giochi con orsi e spettacoli prima mai visti qui tu ricevessi gli applausi più favorevoli in teatro, se fossi esaltato dalle voci eccitate ed unanimi degli uomini stolti di cui vi è un’immensa folla, se nessuno osasse esserti nemico, se le tavolette municipali indicassero nel bronzo te come patrono non soltanto dei concittadini ma anche dei vicini, se ti elevassero delle statue, se aggiungessero anche dei poteri che superano la condizione municipale, se fossero imbandite delle ricche mense per banchetti quotidiani, se il tuo patrimonio, accuratamente e fedelmente amministrato dai tuoi, si dimostrasse adatto e pronto a sopportare tali spese, se nel frattempo tu vivessi in enormi edifici elegantissimi, con bagni splendidi, fra mosaici che l’onestà non rifiuta, fra le cacce e nei banchetti; se per bocca dei tuoi clienti, dei tuoi concittadini, e poi di tutto il popolo, si proclamasse che tu sei il più amabile, il più generoso, il più onesto e il più fortunato degli uomini, chi dunque, ti chiedo, oserebbe parlarti di un’altra vita beata, che è l’unica realmente beata?».

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stigio come custode indiscusso del mos maiorum e di tutti i valori tradizionali della nobilitas 139. Dal momento che le ville residenziali di maggior lusso dovevano appartenere prevalentemente all’aristocrazia senatoria, è necessario tenere presente che questa fu fortemente interessata dalle riforme attuate da Costantino che aumentarono in maniera considerevole il numero dei senatori (da 600 a 2000) reclutandoli tra membri dell’ordine equestre e della nobiltà municipale dell’Italia e delle province 140. In un panegirico del 321 si legge infatti: «Sensisti, Roma, tandem arcem te omnium gentium et terrarum esse reginam, cum ex omnibus provinciis optimates viros curiae tuae pignaveris, ut senatus dignitas non nomine quam re esset illustrior cum ex totius orbis flore constaret 141». La condizione indispensabile per diventare o restare clarissimi era il possesso di un adeguato numero di beni fondiari 142. Probabilmente già con Costantino viene meno l’obbligo per i senatori di risiedere nella città di Roma 143; essi rimangono quindi molto legati ai territori d’origine, assumono un ruolo privilegiato all’interno delle curie municipali e dei concilia provinciarum e in molti casi non si recano a Roma neppure per brevi soggiorni 144. Una legge del 395 separa infatti «omnes senatores qui in sacratissima urbe consistant», da «hi senatores qui in provinciis larem fovant 145. Tutto ciò ha delle profonde ripercussioni anche sull’architettura residenziale. In primo luogo, la creazione di un gran numero di domus a Roma in età tardoantica si può probabilmente spiegare con motivazioni di ordine «politico»: anche se la corte imperiale si era trasferita a Costantinopoli 146, il senato di Roma 139 Sul ruolo del senato nella tarda antichità si veda, in particolare Cracco Ruggini, L., Il senato fra due crisi (III-VI secolo), in Il Senato nella storia, Il senato nell’età romana, Roma 1998, 223-375. 140 Chastagnol, A., Le Sénat romain à l’époque impérial: recherches sur la composition de l’assemblée et le statut de ses membres, Paris 1992, 237-247; Cracco Ruggini, cit. (n. 139), 268-308. 141 Paneg. Lat. X, 35, 2: «Tu hai capito, o Roma, che tu eri la rocca di tutti i popoli e la regina del mondo, quando hai accettato nella tua curia gli ottimati di tutte le province, affinché la dignità del senato fosse più importante non di nome ma di fatto, dal momento che era formato dal fior fiore di tutto il mondo». 142 Chastagnol , cit. (n. 140), 298-299. 143 Questo è provato da una più tarda legge di Graziano del 383 (Cod. Theod. VI, 2, 13) relativa all’adlectio inter consulares in cui si afferma che i nuovi membri del senato dovevano fare registrare il proprio domicilio reale. 144 Le aristocrazie provinciali condividono i valori fondamentali del ceto senatorio: Cracco Ruggini, cit. (n. 139) 325. 145 Cod. Theod., VI, 2, 16; si veda Chastagnol, cit. (n. 140), 316. 146 La fondazione di Costantinopoli determina la creazione di una nuova classe senatoriale, meno ricca di quella Occidentale, che, almeno in un primo momento, possiede patrimoni terrieri soltanto in Oriente: Chastagnol, cit. (n. 140) 266.

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era ancora attivo ed anzi l’assenza del governo centrale doveva lasciare maggiore autonomia di gestione ai membri della classe aristocratica. È probabile quindi che l’ampio incremento del numero dei senatori promosso da Costantino abbia fatto aumentare la richiesta di ricche domus per i senatori provenienti dalle province 147. Si potrebbe inoltre avanzare l’ipotesi che anche la fioritura di ville aristocratiche nelle diverse province occidentali sia almeno in parte da connettere con l’aumento del numero dei senatori che, vivendo principalmente nei territori d’origine, si servivano di lussuose residenze per esprimere il proprio potere e il proprio status utilizzando un comune codice di autorappresentazione. All’interno dell’assemblea, però, l’elemento dominante restava l’aristocrazia romana che poteva vantare antiche tradizioni e patrimoni dislocati in tutte le province o per lo meno in quelle in cui esercitava le principali mansioni amministrative; si tratta delle famiglie degli Anicii, dei Valerii, degli Aradi, dei Ceoni, dei Simmaci, dei Bassi, dei Nicomachi i cui membri ricoprono le cariche più prestigiose e si fregiano delle carriere più complete. Questi nobili aristocratici erano fermamente legati al potere politico e per questo motivo la loro residenza dovette essere principalmente urbana con periodici e più o meno prolungati soggiorni nelle proprie dimore extraurbane; qui si dedicavano ad attività varie tra cui quelle letterarie dovevano occupare un ruolo rilevante. Sappiamo ad esempio che Nicomaco Flaviano aveva emendato il testo di Livio in una sua proprietà apud Hennam e che Ceonio Rufo Albino era noto con l’appellativo di Philosophus, che, come nota S. Calderone, nel mondo tardoromano indicava persone di rango elevato 148. Non è un caso che i loro nomi risultino nella lista degli «indiziati» come probabili proprietari della villa di Piazza Armerina: senza dubbio, infatti, questo doveva essere il «tipo sociologico» del committente della dimora siciliana 149. 147 Guidobaldi, F., Roma. Il tessuto abitativo, le «domus», i «tituli», in Carandini, A., Cracco Ruggini, L., Giardina, A., (edd.), Storia di Roma, vol. III, L’età tardoantica 2, Torino 1993, 69-83, in partic. 71. 148 Chastagnol, cit. (n. 140), 333-335. Calderone, S., Contesto storico, committenza e cronologia, in Rizza, G., Garraffo, S., (edd.), La villa romana del Casale di Piazza Armerina, Atti della IV riunione scientifica della Scuola di perfezionamento in Archeologia Classica dell’Università di Catania, Piazza Armerina 28 settembre-1 ottobre 1983, CArch 23, 1984, 13-57, in partic. 44-47. 149 Sul tipo «sociologico» del committente della villa di Piazza Armerina, si vedano Cracco Ruggini, L., La Sicilia fra Roma e Bisanzio, in Storia della Sicilia, III, Napoli 1980, 3-96, in partic. 68, nota 57 e Carandini, A., Ricci, A., De Vos, M., Filosofiana. La villa di Piazza Armerina, Palermo 1982, 27-51.

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Tali aristocratici aspiravano a ricoprire le cariche di governatore di provincia, di prefetto al pretorio o di vicario nelle regioni in cui erano dislocati i latifondi di loro proprietà in modo da potere esercitare ampie forme di patronato sulle comunità locali; nel momento in cui si concludeva il proprio compito amministrativo, i senatori continuavano a svolgere il proprio ruolo politico all’interno delle loro proprietà e, per tale motivo, necessitavano di spazi dal carattere «pubblico» analoghi a quelli presenti nelle domus urbane 150. Una costituzione di Valentiniano (364 d.C.) proibisce ai governatori provinciali di esercitare la giustizia nelle loro dimore private (secessu domus) 151. Questa è una preziosa testimonianza dell’esistenza nel corso del IV secolo di «una tendenza crescente a sostituire gli spazi pubblici con quelli privati o, meglio, a identificare i primi con i secondi» 152. Fonti letterarie e dati archeologici concordano quindi nel rilevare il progressivo diffondersi di questa tendenza. L’omogeneità strutturale e decorativa riscontrabile nell’edilizia residenziale del periodo si fonda sulla forte omogeneità culturale ed ideologica che caratterizza i ceti dirigenti dell’epoca e sul loro desiderio di manifestare l’appartenenza ad un ordine e ad una ben precisa tradizione, attraverso l’impiego di analoghe forme di autorappresentazione. Ciò non significa certo che tutti i proprietari di ville sparsi per l’impero romano avessero questa «coscienza di classe» ed una cultura così profonda da comprendere il significato simbolico di iconografie e tipologie architettoniche; in molti casi, poté semplicemente trattarsi di un fenomeno di moda all’interno di un modo di vita condiviso e riconoscibile da un capo all’altro dell’impero. In base al rango ed alle possibilità economiche dei possessores, dai senatori appartenenti alle più antiche famiglie «romane», a quelli di nuova nomina reclutati tra le élites provinciali, fino alle aristocrazie locali, le ville potevano acquisire caratteristiche differenti e diversi gradi di complessità architettonica e di lusso decorativo; anche la stessa committenza poteva con ogni probabilità operare scelte diverse a seconda degli usi a cui intendeva destinare la propria dimora. Il rapporto con le città variava inoltre probabilmente a seconda dei territori e le ville potevano acquisire sempre più il ruolo di «centri direzionali» all’interno delle proprietà 153, o 150 Giardina, A., Le due Italie nella forma tarda dell’impero, in Giardina, cit. (n. 105), I, 1-30, in partic. 2728. 151 Cod. Theod., I, 16, 9. Nel 438 la seduta del senato in cui venne consegnato il codice teodosiano si tenne in casa del prefetto al pretorio Anicio Acilio Glabrione Fausto. 152 Cracco Ruggini, cit. (n. 139), 334. 153 Volpe, cit. (n. 35), 210.

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di veri e propri centri di potere 154. Il problema della committenza e della residenza più o meno stabile 154 Sul cambiamento delle funzioni delle ville in rapporto ai centri urbani, in una specifica situazione territoriale, si veda, ad esempio, Diaz, P. C., City and Territory in Hispania in Late Antiquity, in Brogiolo, G. P., Gauthier, N., Christie, N. (edd.), Towns and their Territories between Late Antiquity and the Early Middle Ages, (The Transformation of the Roman World vol. 9), Leiden-Boston-Köln 2000, 3-36; sul

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dei proprietari nelle ville va quindi valutato caso per caso a seconda dei diversi contesti in esame, senza però trascurare il quadro generale di riferimento che le fonti letterarie contribuiscono a delineare. problema delle trasformazioni e della «fine» delle ville, si veda anche Ripoll, G., Arce, J., The Transformation and End of Roman Villae in the West (Fourth-Seventh Centuries): Problems and Perspectives, ibi., 63-114.

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BUILDING SACRED LANDSCAPES: VILLAS AND CULT POR

KIM BOWES American Academy at Rome

KEY WORDS: Villas, religion, cult buildings, mausolea, funerary practices, temples.

societies 1. One is left with the sense that religion played a relatively minor role in villa life, and that this role was acted out on an entirely different stage from the countryside’s ‘real’ dramas, the ebbs and flows of rural economics, and the construction of seigniorial identities. Conversely, when significant cultic evidence appears on villa sites, it frequently swallows the site’s identity, canceling out all other functions so that the site is re-labeled as a ‘religious’ complex, such as mystery cult, monastery or heretical meeting site 2. This elimination and/or ghettoization of religion in villa studies is a reflection of our own tendency to separate the sacred from what we have a priori marked out as the ‘profane;’ cult, ritual and belief are too often held as wholly distinct functional and epistemological categories from economy, land management, social structure. Yet ritual, belief, and sacred topographies permeated every element of rural life. The boundaries of the estate were set by the ritual placement of property markers, each consecrated with a sacrifice 3. Another circumambulatory rite, the lustratio, purified the land by driving the suovetauria around estate’s perimeter prior to sacrifice 4. Estates bereft of a temple or shrine could be expected to wither, and the dominus himself was intermediary

Over the last twenty years, the study of the Roman villa has been transformed from an art historical exercise in mosaic stylistics and architectural form to a multi-disciplinary endeavor, embracing not only art and architectural history, but as this volume attests, economics, social history, and even agricultural science. This disciplinary sea-change has transformed the Roman countryside from a black and white sketch composed of plans and pavements, to a semblance of the rich and colorful tapestry that it once was. One thread of that tapestry, however, is too often left out of the weave, namely religion. The role of religion in rural life is consistently sidestepped in most major treatments of the subject, or limited to brief lists of ‘religious’ finds, such as votive inscriptions or statues, and generalized statements about the importance of religion in agrarian

1 Emblematic are surveys on the villas of Hispania (Gorges, J-G., Les villas hispano-romaines, Paris, 1979), Britain (Black, E.W., The Roman villas of south-east England (BAR British Series, 171) Oxford, 1987); and Italy (Franceschini, M.d., Le ville romane della X Regio, (Studia Archaeologica, 93), Rome, 1998). While broader studies (e.g. Percival, J. The Roman Villa, London, 1976; Ferdière, A., Les campagnes en Gaule romaine. I, Les hommes et l’environnement en Gaule rurale, Paris, 1988, 249-261) include lengthier discussions, none includes anything like a chapter-length study. Dölger’s classic work, «Christliche Grundbesitzer und heidnische Landarbeiter», Antike und Christentum. Kultur- und religionsgeschictliche Studien, 6/4, Münster, 297-320, is still one of the best theoretical treatments. 2 For instance, Fernández-Galiano, D., «Cadmo y Harmonía: imagen, mito y arqueología», JRA 5, 1992, 162-177; idem, «Monasterios paganos: Una propuesta», AEspA, 65, 1992, 331-334; more tentatively, L. and J. Huffstot, «Prisciliano, um caso arqueológico?», IV Reunió d’Arqueologia Cristiana Hispánica, Lisbon, 1995, 443-447. 3 Siculus Flaccus, De condicionibus agrorum, (ed. ClavelLévêque, et al., 46-70). 4 Cato, De agricultura, 141.

RESUMEN Se examinan los espacios de culto (templos paganos, mausoleos y ambientes cristianos) relacionados con las villas tardoantiguas en Hispania. El análisis de los aspectos arquitectónicos, topográficos, cronológicos y funcionales de estos espacios permite aportar nuevas consideraciones sobre el papel de lo sagrado en el paisaje tardoantiguo de la Península Ibérica. La comparación con otras provincias occidentales revela el importante papel de este tipo de estructuras y en general de la actividad cúltica (pagana y cristiana) en el territorio de Hispania.

SUMMARY This essay provides an overview of the cultic evidence from late-Roman villas of Spain from the early-fourth through the first half of the fifth century, examining associated ‘pagan’ temples, mausolea and Christian cult buildings. By examining the architecture, topography, chronology and possible functions of sacral architecture in villas, the essay seeks to illuminate the role of the sacred in the late-antique landscape of Spain. Comparison between Hispania and other western provinces will highlight both the long tradition of estate cult, as well as Hispania’s unusually vibrant cultic activity in the late-antique period. PALABRAS CLAVE: Villas, religión, edificios de culto, mausoleos, prácticas funerarias, templos.

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between the land and its workers, and the agrarian gods, their tri-partite bond renewed each fall with the donation of the first fruits of the crops, ritually passed from laborer, to dominus, to god 5. That is, not only was cult, ritual and belief ever-present, if was itself part of the economic and social engines that drove rural life; it informed the physical structure of the estate; it served as integral tool in estate management by tightening the mutual bonds between owner and tenant while reinforcing their hierarchical structure; and it helped shape the identity of the dominus himself by interweaving his tenureship of the land to his ancestral gens and familial/dominial pietas. The 4th and first decades of the 5th c. were, in many respects, the ‘golden age’ of the villa in Hispania. With the possible exception of the eastern littoral, most villas witnessed a period of expansion and material opulence unequalled in previous centuries 6. This intense investment of resources in the countryside and the attendant flurry of construction and embellishment helped to shape a landscape significantly changed from that of the high empire, thick with a monumentality that had previously been the property of the cities, and heavier with seigniorial presence. Studies on early imperial Gaul, whose newly Romanized landscape was similarly marked by an expansion of rural building and visibility of elite power, have shown that this transformation of the built landscape involved an attendant renegotiation of its sacred topography 7. The appearance of the villa and the birth of the monumental Gallo-Roman rural temple were two halves of the same phenomenon, and changes in land tenure and social hierarchy were accompanied and shaped by attendant cultic changes. While a gulf of history and social transformation separates 1st c. Gaul and 4th c. Hispania, it may be that the lessons of one may be applied to the other, and that a study of the sacred topography of the late Roman villa in Hispania may reveal something of the how’s and why’s behind late antique villa culture and the elites who were its impresarios. This essay, then, provides an overview of the cultic evidence from late Roman Spanish villas from the early 4th through first half of the 5th c., examin-

ing associated ‘pagan’ temples, mausolea and Christian cult buildings. By examining the architecture, topography, chronology and possible functions of sacral villa architecture, it seeks to illuminate the role of the sacred in the late antique Spanish landscape and late Roman vocabularies of power and identity. Comparison between Hispania and other western provinces, particularly Gaul and Britain, both of which boast rich evidence for rural cult practices, will highlight both the long tradition of estate cult, as well as Hispania’s unusually vibrant cultic activity in the late antique period. These findings will contradict previous scholarship on residence and cult buildings, which has tended to attribute the phenomenon to imperial models, particularly during late antiquity. A growing body of evidence from certain western provinces, including Hispania, describes a very different situation, in which rural residence, temples and tombs enjoyed a century-long association, one shaped by regionallyspecific seigniorial identity. This admittedly brief survey will focus only on architectural evidence, setting aside, for reasons of space, the rich corpus of epigraphic material that would undoubtedly expand our knowledge of pagan cultic and funerary practices in villa environments 8. Similarly, small-scale constructions, such as built inhumation graves or grave stele, will also be omitted 9. Most significantly, the related, but nonetheless distinct phenomenon of later 5th and 6th c. villachurches, will not be treated here 10. While of critical importance for understanding the spread of Christianity in the Spanish countryside and clearly an outgrowth of 4th and 5th c. villa cult and funerary practice, it nonetheless takes place in a fundamentally altered landscape and its study is best reserved for a more detailed study than the space here permits. The methodological problems of any study of the archaeology of religion are legion, not least the identification of cult spaces from material evidence. What defines a cultic or ritual space? How may such sites be identified through material evidence? This study will rely on evidence from a combination of building plans, topography, cultic objects, such as

5 See Cicero, De legibus, 2. 11.27; Augustine, Ep. 46. For the notion that this practice might be Christianized, John Chrysostom, Homily on Acts 18, 4-5 (PG 60: 147-150). 6 See Chavarría, A., «Villas in Hispania during the fourth and fifth centuries», in K. Bowes and M. Kulikowski, eds., Hispania in the Late Antique World: Current Perspectives, Leiden, 2005, 519-555. 7 Derks, T., Gods, Temples and ritual practice. The transformation of religious ideas and values in Roman Gaul, Amsterdam, 1998; Wolfe, G. Becoming Roman: The origins of provincial civilization in Gaul, Cambridge, 1998, 234237.

8 Some sense of this vast corpus may be gained from Mangas, J., «Römische Religion in Hispanien», ANRW, 2.18.1, Berlin, 1986, 276-344. 9 For instance, the interesting late 4th/early 5th c.‘cupae’type graves near the villa of Barquera: López i Vilar, J., Piñol, L., «Sepulcres de la vil·la de la Barquera», Del Romà al Romànic, 1999, 279-280. 10 See Brogiolo, G.P., Chavarría, A., «Chiese e insediamenti tra V e VI secolo: Italia settentrionale, Gallia meridionale e Hispania», in G.P. Brogiolo, ed., Chiese e insediamenti nelle campagne tra V e VI secolo, Mantova, 19-37.

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altars, and epigraphic documentation as the sole evidence for cultic function; it is assumed that religiously-themed sculpture or mosaics on their own are insufficient evidence for ritual activity. One side-affect of these more rigorous criteria is the omission of the typical focus of most private-cult studies, the domestic lararium or household shrine. This lacuna is not meant to suggest that lararia did not form a part of the religious life the late Roman villa, for they undoubtedly did 11. However, because the evidence for these small shrines is so troubled by the total absence of standing walls, and our inability to distinguish cultic statuettes from decorative objects, we shall focus exclusively on the more monumental manifestations of rural religion. Monumental villa-temples and villa-mausolea are freestanding buildings set at some distance from the villa core, and thus may blur the line between public and private religious practice. Ideally, we should like to compare the function of domestic lararia with that of their more public counterparts, but such an endeavor will have to wait for the accumulation of more plentiful and detailed archaeological data. VILLAS AND TEMPLES The phenomenon of villa cult buildings, either temples or mausolea, remains as yet uncharted territory; no general study exists and local surveys are few and generally superficial 12. The estate-specific cultic and social functions of villa temples, their relationship with other kinds of rural shrines, and the phenomenon’s regional-temporal variation are topics that await serious study. Indeed, the only studies to approach villa-temples on a regional, rather than an individual, basis, have focused on the northern Gallic and smaller British corpus, almost all of which date to the high empire. While we shall make frequent reference to these temples as a reference point, it will soon become apparent that the particular geographic and temporal circumstances that shaped Hispania’s temples make this largely a heu11 For the sparse evidence for Spanish lararia, see Portela Filgueiras, M., «Los dioses lares en la Hispania romana», Lucentum, 3, 1984, 153-180, most of which pertains to the lares publici, augusti, partii, etc., rather than domestic lares. 12 Regional studies include Lafon, X., «À propos de Saint Ulrich: Villas et lieux de culte dans la Gaule du nord-est», Aspects de la religion celtique et gallo-romaine dans le nord-est de la Gaule, Saint-Dié-des-Vosges, 1988, 1-14; Leday, A., La campagne à l’époque romaine dans le Centre de la Gaule. Villas, vici et santuraires dans le Cité des Bituriges Cubi (BAR International Series 73 (i)), 1980, esp. 193194; Ferdière, cit. (n. 1), 251-2; Wilson, A., «Temples in Britain: a topographical survey», Caesarodunum, 8, 1973, 24-44.

Fig. 1. Arellano temple. Plan and section. (Tudanca Casero, 1997, 124).

ristic, rather than truely comparative exercise. Other studies which have focused on cult in late antique residences have tended to assume, as with mausoleum/residence complexes (see below) that the phenomenon was imperially, typically tetrarchically driven 13. These thesis is based on the study of a few, well-known imperial examples, accompanied by a general ignorance of the provincial evidence. A careful trawl through that evidence, however, shows long-term regional traditions of villa and temple building in certain parts of Gaul, and to a certain extent, Hispania. 13 Brenk, B., Die Christianisierung der spätrömischen Welt. Stadt, Land, Haus, Kirche und Kloster in frühchristilicher Zeit, Weisbaden, 2003, ch. 5; Brenk, B., «Innovation im Residenzbau der Spätantike», B. Brenk, ed., Innovation in der Spätantike, Bassel, 1994, 3-13.

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Fig. 2a. Torre de Palma villa (after Maloney and Hale, 1995, fig. 2). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 73 a 95

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Fig. 2b. Torre de Palma temple (grey outline) beneath later basilica (after Maloney and Hale, 1995, fig 18).

The corpus of Spanish villa temples is a small and uncertain one, but nonetheless suggestive. It includes a one-room shrine containing two altars decorated with bulls-heads, set just outside the villa of Arellano (Navarra) 14 (fig. 1) and dated to the 4th c.; a two-room temple to Mars at Torre de Palma (Alto Alentejo) 15 (fig. 2a-c) tentatively identified by an out-of-situ altar dating to the 2nd – 3rd c.; a poorlyunderstood apsed structure, oriented N-S, adjacent to the villa of Odrinhas (Estremadura) and dated to the later 4th c 16; and a collection of strikingly similar structures, all from western Hispania and identified as temples by their location apart from the villa and their similarity to Gallo-Roman ambulatory or ‘umgangs’ temples (fig. 3a-e). Each temple of this latter category is composed of an apsed cella set on a podium and surrounded by a porticoed ambulatory. These include the mid-4th c. temple at the villa of 14 Tudanca Casero, J., Evolución socioeconómica del alto y medio valle del Ebro en época bajoimperial romana, Logroño, 1997, 122-131. 15 Maloney, S., «The Early Christian basilican complex of Torre de Palma (Monforte, Alto Alentejo, Portugal)», IV Reunió d’Arqueologia Cristiana Hispánica, Lisbon, 1995, 452. 16 Almeida, F. da, «Escavações em Odrinhas», Cominucações dos serviços geológicos de Portugal, 39, 1958, 11-36; Maciel, J., Baracho, C., «O monumento absidal de Odrinhas (Sintra)», III Reunió d’Arqueologia Cristiana Hispànica, Maó, 1992, 93-103.

Fig. 2c. Torre de Palma, altar of Mars, found near temple (© Museo Nacional de Arqueoloía de Lisboa no. 994.13.1).

Milreu (Algarve), oriented N-S, originally roofed with a brick groin vault, its apse containing a pool fed by piped water 17. Glass mosaics encrusted its vaults while the vertical face of its podium wall was covered with mosaics of fish. The nearby temple at Olhão/Quinto do Marim (Algarve) 18 and the temple at São Cucufate (Baixo Alentejo) 19, vary in their details but in plan, orientation and size are almost identical to Milreu. A putative temple at Los Castillejos (Badajoz) is known only from survey, but seems to have possessed a podium and ambulatory, was oriented E-W, and has been dated by surface 17 Hauschild, T. «O edifício de culto do complexo de ruínas romanas perto de Estoi», Arqueologia e História. In memoriam Prof. Dr. D. Fernando de Almeida. Series 10, 1-2.1, 1984-1988, 123-150; idem, «Milreu/Estoi (Algarve). Untersuchungen neben der Taufpiscina und Sondagen in der Villa. Kampagnen 1971 und 1979,» MM, 21,1980, 189-219. 18 Santos, M.L.E.V.A., Arqueologia Romana do Algarve, vol. 2, Lisbon, 1972, 263-277. 19 Alarcão, J., Étienne, R., Mayet, F., Les Villas Romaines de São Cucufate, Paris, 1990, 127-130.

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Fig. 3a. Milreu (after Teichner, F. «Die römischen Villen von Milreu (Algarve/Portugal). Ein Beitrag zur Romanisierung der südlichen Provinz Lusitania», MM 38, 1997, fig. 6).

finds to the early 4th c. 20.. Finally, a more ambiguous example at Carranque (Toledo/Madrid) (not shown), lacks an ambulatory, but was set on a podium and like Milreu, was provided with piped water, enriched with sumptuous marble decoration and similarly dated to the mid-late 4th c. 21. 20 Aguilar Saenz, A., Guichard, P., Villas romaines d’Estrémadure, Madrid, 1993, 40-41. 21 Fernández-Galiano, D., Ayllón, G., «El ninfeo o templete de Carranque», in D. Fernández-Galiano, Carranque. Centro de Hispania romana, Alcalá de Henares, 2001, 95-99.

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While those sites which produced actual cultic implements, such as Arellano and Torre de Palma, may be confidently identified as cultic spaces, the others must be approached more cautiously. The putative temple at Odrinhas has been variously identified as a triclinium, a mausoleum or a temple. Given its location at the side of the villa and absence of contemporary graves, a temple may be the least problematic attribution, but nonetheless one derived purely through the process of elimination rather than any positive evidence from the site itself. The col-

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Fig. 3b. Olhão. Site plan (after Santos, vol. 2, 1971-2, fig. 30).

lection of Lusitanian ambulatory structures described above present more positive evidence for cultic function; they are all set apart from the villa and thus seem unlikely to be monumental reception spaces, and their ambulatory plans seem to be a modified version of the Gallo-Roman temple plan 22. However, not one of these temples has produced hard evidence of cultic use, and thus caution is still in order. Thus, the small corpus of temples presented here should be regarded as a provisional, rather than an absolute list. Given this paucity of evidence, it is hardly surprising that precise functional evidence for these spaces is almost completely lacking. The bull altars at Arellano have led to its identification as a site for taurobolium, or bull sacrifice. The taurobolium was, from epigraphic and literary accounts, a ritual popular with late antique elites, particularly those of Rome. The poet Prudentius, a Christian who spent much time in Rome but was also a native of Callagurris, not far from Arellano, wrote a particularly vivid, if largely inaccurate account of taurabolic rit22

As noted by Hauschild, 1980, cit. (n. 17), 189.

ual 23. It should be noted, however, that bull images on the altars at Arellano does not necessarily or even persuasively imply the specific rite of the taurobolium. Furthermore, the excavations have turned up no evidence for the worship of Attis or Cybele, the deities most frequently honored with the taurobolium. The probable dedication to Mars at Torre de Palma was, on the other hand, something of a rural commonplace: as defender against natural catastrophe and guarantor of fertile earth, Mars was worshipped as an agrarian god throughout the rural West 24. The dedication of the other temples eludes us, for none has produced altars or votive materials. The presence of a piscina and marine decoration in the Milreu temple suggests a nympheum, as does the 23 McLynn («The Fourth-Century Taurobolium», Phoenix, 1996, 50.3-4, 312-330), rightly notes that Prudentius’ description of the rite is almost wholly fabricated. However, given the recent appearance of a collection of 4th c. ‘bull altars’ in the Ebro valley (see Tudanca Casero cit. (n.14) 273; 302304) it may be that Prudentius’ ire, if not his information, derived from local rather than Roman experience. 24 Cato, De agricultura, 141; Labrino, S., «Les cultes indigènes en Espagne sous Trajan et Hadrien», Les empereurs romains d’Espagne, Madrid, 1965, 242.

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Fig. 3c. Olhão, Temple plan. (Santos, vol. 2. 1971-2, fig. 30c).

provision for water at Carranque, but no cult statues or inscriptions confirm this, and it would be imprudent to assume that the similarly-planned temples at Olhão, São Cucufate and Los Castillejos were likewise dedicated to water deities. Nymphea, it should be noted, frequently ride the fine line between ornamental grottos and bona fide sacred sites; while some domestic nymphea have produced dedications to the nymphs, others, which share the same form, seem little more than cool summer retreats 25. While the highly unusual use of a Gallo-Roman temple plan in the Lusitanian examples strongly points cultic usage, the absence of votive and cultic finds is significant. Given the vagaries of the evidence, any synthetic comments must be necessarily general and provisional. If the more provocative question of architectural form may be set aside for the moment, one immediate point of interest is topographic setting: where are these temple located vis-à-vis their respective villas? In cases when the overall villa layout is known, the great majority of examples lie either directly adjacent to the main villa entrance (São Cucufate, Milreu, Avellano, Los Castillejos) or on the approach road to that entrance (Carranque). Thus, most of these possible temples are located in liminal positions, mediating between villa interior and exterior. 25 The basic surveys of nymphea are Neuerburg, N., L’architecttura delle fontane e dei ninfei nell’Italia antica, Naples, 1965; Letzner, W., Römische Brunnen und Nymphaea in der westlichen Reichshälfte, 1990. Both are primarily architectural studies and offer no analyses of these buildings’ cultic functions.

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A liminal topography likewise characterized the high empire villa-temple complexes in northern Gaul, the area to have produced the richest evidence for villa cult 26. Villas such as Saint-Ulrich or Fleißem included a separate temple complex set outside the villa, either on the access road or to one side 27. Many of the so-called Jupiter columns, monuments to Jupiter as weather deity, seem likewise to be set some distance from their associated villas 28. The contrast with Hispania’s examples, however, is also immediately evident; with the exception of several villas in the region of Berry whose temples were set only 1050m away from their respective villas 29, most Gallic villa temples were located 400m or more from their respective villas and the intimate association of temple and villa entrance evident in the Spanish examples is rarely documented. This topographic divergence may point to functional differences, particularly as regards the composition of the intended worshiping community. The Gallic examples’ farflung topography implies a broader estate-based worshipping population, including not only the dominus but also tenants and travelers. The more intimate relationship between villa and temple in the Spanish examples may suggest a cult more closely tied to the dominus and his intimates, and perhaps excluding tenants and simple passers-by. Additionally, the disparity might be the result of a topographic/ functional shift over time. The far-flung Gallic examples are all of high empire date, while the Spanish examples are all late antique. Indeed, temple complexes closely associated with the villa entrance in Aquitaine and Britain are also late antique in date 30. As will be discussed below, this topographic shift may be directly related to transformations in late antique domestic architecture and attendant emphasis on the space and ritual of entrance. 26 Cabuy, Y., Les temples gallo-romains des cites des Tongres et des Trevires, Brussels, 1991, 149-50. 27 Saint-Ulrich: Lutz, M., «Le domaine gallo-romain de Saint-Ulrich (Moselle) (I)», Gallia, 29.1, 1971, 17-44; idem, «Le domaine gallo-romain de Saint-Ulrich (Moselle) (II)», Gallia, 30.1, 1972, 41-82. Fleißem: Gose, E., «Der Tempelbezirk von Otrang bei Fleißem», Trierer Zeitschrift, 7.3, 1932, 123-143. 28 Bauchhenß, G., Noelke, P., Die Iupitersäulen in den germanischen Provinzen, Köln/Bonn, 1981; Derks, cit (n. 7) 154; Lafon, cit. (n. 12), 4) notes that the association of Jupiter columns with villas varies by region. 29 Leday, cit. (n. 12), 193-194. Similar is the north Gallic example of Mayen: Oelmann, F., «Ein gallorömische Bauernhof bei Mayen», Bonner Jahrbücher, 133, 1928, 51-140. 30 These include Valentine (Fouet, G., «Le sanctuaire gallo-romain de Valentine (Haute-Garonne)», Gallia, 42.1, 1984, 153-173), Montmaurin (Fouet, G., La villa gallo-romaine de Montmaurin (Supplément à Gallia, 20) Paris, 1969, ch. 6.) and to a lesser degree, Chedworth (Goodburn, R. Chedworth Roman Villa, London, 1979, 24).

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Fig. 3d. São Cucufate (after Alarcão, Étienne, Mayet, 1990, pl. 79).

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Fig. 3e. Los Castillejos (after Aguilar Saenz and Guichard, 1993, fig. 7).

These temples’ distinctive liminal topography permits some very general hypotheses regarding these temples’ function, or at least symbolic potentiality. As mentioned above, the villa itself possessed a ritually-inscribed boundary, set at the edges of the estate land and ritually re-inscribed each year through the sacrifices of the terminalia 31. The location of Gallic villa-temple complexes set some distance from the villa buildings and thus possibly at the boundaries of the estate, adds further weight to this notion of a sacred estate ‘pomerium’ 32. However, other data from late Roman Hispania itself suggests that the villa buildings themselves might also define this boundary. A number of Catalonian villas have produced ritual deposits of eggs and birds, laid just outside the villa walls 33. These deposits, dated roughly to the 3rd c. A.D., may have been offered Above, n. 3-4. As suggested by Cabuy, cit. (n. 26) 149-50. Indeed, Siculus Flaccus recommends joint sacrifices by all domini at the intersections of three or more estates, which, if performed yearly, might well take place in temple complexes such as Matagne, where two temples lie between three villas. 33 Casas, J., Ruiz do Arbulo, J., «Ritos domésticos y cultos funerarios. Ofrendas de huevos y gallináceas en villas romanas del territorio emporitano», Pyrenae, 28, 1997, 211-227. 31 32

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annually to assure the estate’s fertility, while their location suggests that the estate’s sacred boundary might also be located at the boundary of its monumental heart. That is, the villa buildings may have served as a synecdoche for the estate as a whole, and the repeated sacralization of this boundary through temples or votive deposits acted in the same way as the terminalia and lustratio, protecting the land and its inhabitants and guaranteeing fertility. Regardless of its relative location, this boundary was a divinely-monitored survey line, simultaneously establishing ownership and guaranteeing prosperity for the land/home that it embraced. These villa temples may thus be the physical embodiment and perpetual re-newer of this sacred boundary. The relatively late date of the majority of Spanish villa temples also calls for some comment. With the exception of the Torre de Palma temple, most known villa temples discovered to date in Hispania are of early to mid-4th c. date. Naturally, the lacuna of earlier temples may be due to the exigencies of preservation: earlier temples may lie unexcavated beneath the late antique examples, or may have been destroyed by subsequent villa re-buildings. Indeed, the many 1st and 2nd c. votive inscriptions found on Spanish rural

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estates point to thriving cultic activities on earlier villas. The late antique «temples» if temples they be, thus seem to be the latest and perhaps most monumental manifestation of a century-long practice. Nonetheless, the appearance of new, monumental temples in the 4th c. is noteworthy, particularly in light of the paucity of urban temple building in this period. As with most western provinces, the general cessation of monumental urban projects by the 3rd c. affected temple construction; urban temples of Hispania were generally constructed before the late 2nd c., and with the exception of a new 3rd c. temple and some 3rd4th c. renovations in Córdoba, the archaeological record has thus far presented little evidence for new temple construction or restoration after this date 34. That is, if these villa temples are indeed cultic structures, it is the rural, rather than the urban sphere which witnessed new temple construction in late antique Hispania 35. Nonetheless, it would perilous to conclude from this evidence that Hispania witnessed a ‘rural pagan revival’ in late antiquity, such as that proposed for other provinces, such as Britain 36. First, and most importantly, none of these Spanish examples has yielded any evidence of ritual activity; the votive deposition of figurines, coins and altars found in active Gallo-Roman and British sanctuaries are wholly absent from the Spanish corpus. While this lacuna may reflect their seigniorial, versus public function, even this admission limits any supposed ‘revival’ to a narrow elite core. The seeming limitation of new temple construction to villas, plus the general synchronicity between temple appearance and villa expansion and reconstruction, likewise suggests a highly limited phenomenon, related to a new monumental presence of elites in the countryside. Indeed, the ‘rural pagan revival’ in Britain has been more plausibly explained as a by-product of increased seigniorial activity and influence 37. While 34 See Kulikowski, M., Later Roman Spain and its Cities, Baltimore, 2004, ch. 5; Mierse, W., Temples and Towns in Roman Iberia: The Social and Architectural Dynamics of Sanctuary Designs from the Third Century B.C. to the Third Century A.D., Berkeley, 1999. 35 Again, parallels with northern Gaul break down here; while the northern Gallic rural temples and rural villa temples frequently remained in use through the early 5th c., only one, to my knowledge, was newly reconstructed in the 4th c. (Matagne-la-Petit). However, certain southern Gallic villas, such as Valentine and Montmaurin near Toulouse, include temples which may date to the late 4th-5th c. rebuilding of their respective villas. See n. 30 above. 36 Watts, D., Religion in Late Roman Britain, London/New York, 1998, ch. 2, esp. 37-51, with previous bibliography. 37 Millett, M. The Romanization of Britain, Oxford, 1990, 195-6; Dark, K., «The Late antique landscape of Britain AD 300-700», in N. Christie, Landscapes of Change: Rural Evolutions in Late Antiquity, Aldershot, 2005, 282-283.

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British temples are rarely located immediately adjacent to villas, the spate of public rural villa temple construction seems to be intimately tied to a newly visible elite, intent on constructing local power networks through rural religious euergetism. We might envision a variation of this situation in Hispania. With the exception of the humble cult room at Avellano, the architecture and decoration of these late antique temples, their near-villa topography and the absence of any evidence for intense ritual activity, seem to describe a «monumental,» rather than broadly-based, active paganism. That is, they may be best understood as part of the same impetus that gave rise to monumental villa architecture generally, namely the use of buildings to emphasize seigniorial power and to communicate seigniorial identity. Aside from the general size and opulence of these temples, the intimate relationship between temple and villa entrance may more specifically highlight the means by which the cultic was adapted for the purposes of seigniorial display. One of the hallmarks of late antique villa design was an increased emphasis on entrance spaces: flanking pseudo-towers, vestibules, sigma courtyards and porticoed plazas all make frequent appearances in 4th c.-5th c. Spanish and Gallic villa designs 38. Indeed, at Milreu and São Cucufate, the construction of the temple was accompanied by a monumentalization of the villa façade. The so-called ‘fortified villas’ depicted on North African mosaics with their distended towers and facades are similarly the visual ekphrases of an elite that fetishized the façade elevation and its dramatic affects above perspectival or proportional accuracy 39. This particularized emphasis on the façade reflects a tendency to identify place, be it city or villa, through the boundary that separated it from the exterior, using the alterity of ‘outside’ to emphasize a concomitant interior. The Spanish late antique villa temples may thus be a sacral counterpoint to this fascination: like the ritual of the adventus, be it an imperial arrival or merely the oft-depicted homecoming of the dominus, these temples sacralized and monumentalized the act of entry, thereby elevating the seigniorial seat and its impresario above its surrounding landscape 40. 38 See for instance, Balmelle, C, Les demeures aristocratiques d’Aquitaine. Société et culture de l’antiquité tardive dans le Sud-Ouest de la Gaule, Bordeaux, 2001, 147-155. 39 As N. Duval has noted («L’iconographie des “villas africaines” et la vie rurale dans l’Afrique romaine de l’antiquité tardive», Historie et archéologie de l’Afrique du nord. Actes du IIIe colloque international, Paris, 1986, 163-176) these depictions bear little resemblance to actual North African villas, and are a product of local imaging traditions. 40 See MacCormack, S. Art and Ceremony in Late Antiquity, Berkeley, 1981, 22-61.

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Finally, we must consider the question of architectural form, particularly that of the pseudo-GalloRoman temples While this sub-group comprises only four or five examples, their shared plan and generally Lusitanian find-spots make them a tightly-knit group. The Gallo-Roman plan, with its centrally-located cella embraced by a surrounding porticoed ambulatory, is generally not found in the Mediterranean, but seems to be restricted to Gaul, Germania and parts of Britain 41. In those provinces it was solely a rural phenomenon, where it flanked roads, marked pagus boundaries, natural sacred sites and, in particular regions, was frequently associated with rural villas 42. As we have mentioned, most of these rural shrines were constructed in the 1st and 2nd c., but new evidence suggests that many remained in use until the early 5th c. 43. Thus, it is possible that some kind of ‘borrowing’ from Gallo-Roman sources may explain their appearance in Hispania. And yet, while the builders retained the Gallo-Roman ambulatory and central cella, they added an apse and vaulting, features generally absent from Gallo-Roman examples. That is, the builders of these temples seem to have updated a Gallo-Roman prototype with the most current Mediterranean architectural vocabulary. We lack sufficient evidence at this stage to explain why, at this time and in this limited geographic area, this hybrid appeared. Recent immigrants or immigrating ideas from the northern provinces into the local boomtown and provincial capital at Mérida, is one hypothetical scenario. In any case, the appearance of these oddly morphed imports, within a short period of time in a relatively narrow geographic range, strongly points not simply to a 4th c. Lusitanian fad, but a regional architectural language, by and through which local elites communicated regional identity. The afterlives of these Spanish temples is similarly distinctive: the temples at Milreu, São Cucufate, Carranque and perhaps Los Castillejos were all subsequently used as funerary spaces; indeed, a mausoleum was added to the temple at Milreu soon after its construction and a 9th c. Arabic inscription attests to its continued use as a funerary space for over four hundred years 44. It is not inconceivable 41 Fauduet, I., Les temples de tradition celtique en Gaule romaine, Paris, 1993, 12, who claims that no Gallo-Roman temples are found in Narbonnensis and Hispania. 42 See Fauduet cit. (n. 41), 25-29; Derks, cit. (n. 7), 160. A relatively close association between temples and villas has been documented in Berry (Leday, cit. (n. 12), 193-4) and in the Trier region (Cabuy, cit. (n. 26) 43 Fauduet, cit. (n. 41); Cabuy cit. (n. 26). 44 See Teichner, F., «Christianization, Romanizaton and Islamicization in southern Lusitania», Antiquity, 74, 2000, 283.

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that in places like Milreu, where the mausoleum was constructed soon after the temple, the site served both pagan cultic and funerary functions simultaneously. While sacred and funerary space were kept well apart in urban pagan practice, in the rural world of the western provinces, the boundaries between temple and tomb occasionally blur 45; for instance, the villa-temples at Newel and Valentine possessed seemingly contemporary tombs and necropolei 46. However, the evidence for temple/funerary complexes in the northern provinces hotly debated 47, and in most of the Spanish cases, the addition of graves seems to date considerably later than the temple and forms part of the related phenomenon of intra-villa grave construction in the 5th-6th c. Nonetheless even in this later funerary phase, the temples seem to be the preferred site of grave construction on their respective villas, and thus the remembrance of the temple as a sacred space may have made it a particular funerary magnet, thereby maintaining the physical topography of the sacred. This frequent use of rural temples as grave spaces, either during or after their cultic life, may have aided their subsequent conversion into churches. Milreu and very possibly São Cucufate, Olhão, Odrinhas were converted to church use by the later 5th or 6th c. In comparison, the conversion of northern Gallic or British temples to churches is quite rare 48. Thus, it may be that the intermediary use of these Spanish temples as funerary space, combined with the generally long life-span of Spanish villas into the later 5th and 6th c., may have helped bridge the narrow sacral-temporal gap between a 4th c. ‘monumental’ paganism, tied to the villa-boom, and the flourishing estate Christianity of the 6th c. 45 The association of temple and burials is typically held to be an invention of Diocletian, in whose palace at Split temple and tomb were set opposite one another. (See Brenk, 1994, cit. n. 13, who cites only Newel as a provincial example) The above examples suggest a much stronger association between temple and tomb in the northern provinces. 46 Valentine: Fouet, 1984, cit. (30); Newel: Cüppers, H., Neyses, A., «Der römerzeitliche Guthof mit Grabbezirk und Tempel bei Newel (Kreis Trier-Land),» F. Reutti, ed., Die römische Villa, Darmstadt, 1971, 219-269. Also Les Cars (Corréze) (Lintz, G., «Les sépultures rurales gallo-romaines à incinération en Limousin», in A. Ferdière, ed., Monde des morts, monde des vivants en Gaule rurale, Tours, 1993, 280-282. See also Lewis, M., Temples in Roman Britian, Cambridge, 1966, 6. 47 On the debate in Britain, see Forcey, C. «Whatever happened to the heroes? Ancestral cults and the enigma of Romano-Celtic temples», TRAC 97 Conference Preceedings, Oxford, 1998, 87-98, for the pro, and Smith, A., The Differential use of Constructed Sacred Space in Southern Britain, from the Late Iron Age to the 4th Century AD, (BAR British Series 318), 2001, for the con. 48 Fauduet, Atlas, cit. (n. 43), 121.

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MAUSOLEA The preferred site of Roman elite burial is usually imagined to be the extra-urban, roadside necropolei, which offered both proximity to the city and high visibility before an all-important urban audience. The image of the tomb-lined Via Appia, that great arterial of urban self-display, is so embedded in our notions of Roman funerary culture, that it seems a prerequisite of Romanitas. The only allowed exception are imperial tombs, which in late antiquity are believed to depart even further from the ‘norm’ through their increasing proximity to imperial residences 49. Yet the tomb-lined street was neither the only nor the inevitable choice for elite funereal display, but one of a number of options. Data from the city of Rome and the provinces clearly indicates that the villa (both suburban and rural) formed an alternative setting for personal memorials, and that these memorials were frequently an integral part of estate design and familial identity 50. Studies of the Roman suburbium, both archaeological and epigraphic, have documented a number of these high empire villa-tombs, some of which (for example, the villa at «Ad duas lauros» and the villa of L. Plotius Sabinius) were placed in immediate proximity to the villa itself, or incorporated into its outer precincts 51. In late republican and early empire Italy, rural estate tombs presented the possibility of indulging architectural fantasies out of the reach of Roman sumptuary laws or, as in the famous case of Cicero and his much-mourned daughter, Tullia, to express one’s grief in a less-than-Stoic 49 Frazer, A., «The Iconography of the Emperor Maxentius’ Buildings in Via Appia», Art Bulletin, 48.3/4, 1966, 385-392. Waurick, G., «Untersuchungen zur Lage der römische Kaisergräber in der Zeit von Augustus bis Constantin», Jahrbuch des Römische-germanischen Zentralmuseums Mainz, 20, 1973, 107-146; Brenk, 1994, cit. (n. 13); Johnson, M. Late Antique Imperial Mausolea, PhD Thesis, Princeton University, 1986, passim, esp. 146-150. 50 Coarelli, F., «L’urbs e il suburbia», Societa Romana e Impero Tardoantico. Roma: Politica, Economia, Paesaggio Urbano, vol. 2, 1986, 47; Chioffi, L., «I nomi dei proprietari dall’analisi epigrafica», in P. Pergola, R. Santangeli Valanzani, R. Volpe, eds., Suburbium. Il suburbio di Roma dalla crisi dell sistema delle ville a Gregorio Magno, Rome, 2003, 437484; Bodel, J., «Monumental villas and villa monuments», JRA, 10, 1997, 5-35; Johnson, cit. (n. 49), 148-149; Griesbach, F., «Villa e mausoleo: trasformazioni nel conceto della memoria nel suburbio romano», in B. Frizell and A. Klynne, Roman Villas around the urbs: Interaction with the Landscape and Environment, Rome, 2005, 113-123. On the provinces, Toynbee’s classic work on Roman burial (Death and Burial in the Roman World, London, 1971) contains hundreds examples of villa-tombs. However, the formal focus of this and other similar studies obscures their villa context. 51 See Volpe, R., «Via Labicana», in Suburbium, cit. (n. 50).214 and CD-ROM no. 248; Calci, C., Mari, Z., «Via Tiburtina», Suburbium, cit. (n. 50), 195-199.

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manner. Yet escapist evasion was not the only perk. A recent study has also described how family villatombs transformed the rural home into a monument to the gens (via the self) by anchoring family funeral cult to ancestral lands 52. Yet interestingly, the popularity of displaying familial status via the villa seems, at least in the Roman suburbium, to have waxed and waned over time 53. That the impulse might itself have a chronological topography suggests that villa-burial might reflect important shifts in both the specific nature of elite identity, competition and the shifting economics of grave-space. Villa-mausolea, then, might actually tell us something specific about the elites who practiced it. In the provinces, the practice of estate burial had more complex roots. In central and northern Gaul, Pre-Roman (Le Téne) landowning elites were buried in luxury graves set at the edge of farm enclosures 54. Again, funerary cult seems to have been an integral part of land tenure, as it concretized the control of land via reference to family lineage. With the admixture of the Roman monumental impulse, these Gallic estate tombs took a variety of new forms, including tumuli and tower-tombs, which became widespread by the 2nd-3rd centuries 55. Frequently, high empire rural tombs in northern Gaul were placed on topographic highpoints or roads, yet only a moderate distance (50-200m) from the villa and frequently in sight of it 56. Thus, villa tombs in Gaul seem to have enjoyed a more intimate topographic connection with their respective villas than did their concomitant villa-temples. As the divergence of practices within Gaul indicates, the practice of villa-tomb construction was by no means common everywhere, and while again, Bodel, cit. (n. 50), esp. 18-26. Purcell, N., «Tomb and Suburb», in H. von Hesberg, P. Zanker, eds., Römische Gräberstraßen, Munich, 1987, 2541. While Bodel (n. 50) assumes that Marcus Aurelius’ prohibition against villa-mausolea halted the practice until the 4th c., recent excavations have documented some 2nd and 3rd c. examples. (See n. 60 and 66). See now also Griesbach (cit.) n. 50 on the late antique phenomenon. 54 Bayard, D., «Sépultures et villae en Picardie au HautEmpire: quelquels données récentes», in Ferdière, cit. (n. 46), 69-80; Lafon, X and Adam, A-M, «Des morts chez les vivants? Tombes et habitat dans la France du nord-est», in Ferdière, cit. (n. 46), 113-120; Lambot, B., «Habitats, nécropoles et organisation du territoire à La Tène finale en Champagne septrionale», in Ferdière, cit. (n. 46), 121-151. 55 A brief survey in Ferdière, cit. (n. 46), 262-270. See also below. 56 Lafon and Adam, cit. (n. 54), 119-120; Martin-Kilcher, «Situation des cimetiéres et tombes rurales en Germania superior et dans les régions voisines», in Ferdière, cit. (n. 46), 15860. Martin-Kilcher also notes that this relatively close proximity between monumental tomb and villa does not, as Waurick had claimed, grow closer over time, and that the necropolis of the villa’s workers in generally set farther away. 52 53

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Fig 4a. Sádaba. Site plan (after García y Bellido, 1963, fig. 1).

few global studies have addressed the problem, a cursory glance suggests that the phenomenon may be at least partially driven by both pre-Roman practice, and/or Roman urban-rural demographics. Narbonnensis boasts few villa-tombs, yet here the lacuna is countered by the impressive tomb monuments of suburban necropolei 57. In this case a denser urban network, as well as the absence of pre-Roman estate burial traditions, may have exerted dual influences. Nearby Provence, conversely, has produced negligible urban funerary monuments, but a tidy number of possible villa mausolea 58; here villa 57 Fiches, J.-L., «Les élites nîmoises et les campagnes au Haut-Empire: caractération, place et signification de leurs sepultures», in Ferdière, cit. (n. 46), 333-339. Fiches notes that elite burials tend to cluster around secondary agglomerations. For tombs in the cities of Arles, Narbonne, Vienne, Nimes, and Béziers, see Hatt, J.-J., La tombe Gallo-Romaine, Paris, 1951, 111-138. 58 See Gébara, C., Pasqualini, M., «Sépultures et cimetières ruraux en Provence orientale à l’époque gallo-romaine», in Ferdière, cit (n. 46), 341-366; Hatt, cit. (n. 57), 112 n. 1.

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tombs seem to have no Iron age precedents and the selection of rural, versus urban context for monument construction may point to local Roman-period exigencies that made the villa, rather than the city, the preferred space of elite self-display. Assuming this regional variation documents more the varied scope and interests of modern archaeological studies, it indicates that, just as in the case of the Roman suburbium, the predilection for villa-mausolea provides important information on the locally-specific nature of rural elite identity. In Hispania, the relationship between pre-Roman burial traditions and Roman-period phenomena has not yet been fully explored. However, Romanization of the countryside during the 1st and 2nd c. A.D. saw estate tomb monuments appear in large numbers 59. 59 Hesberg, H., «Römische Grabbauten in den hispanischen Provinzen», in W. Trillmich, et al., Hispania Antiqua. Denkmäler der Römerzeit, Mainz am Rhein, 1993, 159-181; Cancela, M.-L., «Hispanie romaine: architecture funéraire

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Fig. 4b. Sádaba, Mausoleum reconstruction. (García y Bellido, 1963, fig. 7).

Indeed, the great majority of documented, imperialperiod tombs in Hispania are rural, rather than suburban in origin. Although we still lack a specific study of high-empire villas and their funerary topography, a cursory overview indicates that villa funerary monuments included most of the major Roman tomb forms, and, like their Gallic cousins, were set some distance from the villa on topographic high points or roads. Given this long tradition of rural villa tomb monuments in Hispania, it is hardly surprising that the villa-boom of the 4th and early 5th c. carried with it a new wave of monumental tomb construction. For instance, 4th c. building in the villa of Sádaba (Zaragoza) seems to have included a large (13 × 14m) cruciform structure, oriented N-S, with two lateral apses and a terminating square exedra, set some 80m from the villa proper 60 (fig. 4a-b). Preceded by a vestibule which contained a single sarcophagus, the body of the mausoleum was likely vaulted, and its northern exedra was pierced by winmonumentale dans le monde rural», in Ferdière, cit. (n. 46), 399-409. 60 García y Bellido, A., «La villa y el mausoleo romanos de Sádaba», AEspA, 36, 1963, 166-170; idem, «La villa y el mausoleo romanos de Sádaba», EAE, 19, 1963, 3-11.

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dows and both northern exedra and western apse were enlivened with niches. A similar structure was found at Jumilla (Murcia), some 60m from a villa known only through field survey 61. A double-apsed, vaulted structure oriented E/W, it lacks the terminal square exedra of Sádaba, and the graves discovered in its main chamber were oriented E-W. Another example at Las Vegas de Pedraza (Segovia) has a similar plan but was encased in a rectangular outer wall, and was likewise set near an unexcavated villa 62. Here a grave was found in the terminal exedra. While these examples boasted the vaults and multiple apses au courant in late antique mausoleum design, others may have been constructed with more traditional plans. A temple-tomb set near the large villa of Leidena (Navarra) has been dated to the 4th c on stylistic grounds 63 (fig. 5). It was built as a SN-oriented temple in antis, with a pronaos and rectangular ‘cella,’ beneath which lay a crypt for inhumation burial. Tower tombs may be associated with the late antique phase at Cerro da Vila (Algarve), although their dating is problematic 64. It is important to note that while in Hispania the late antique villa «boom» and the construction of contemporary mausolea is almost certainly linked, this pairing does not seem to hold elsewhere. In nearby Aquitaine, for example, widespread villa construction in the 4th-5th c. seemingly did not translate into a contemporary monumental tomb culture 65. While some Aquitanian villas do have associated tombs, these seem to be generally small and architecturally unspectacular. In the suburbs of Rome, on the other hand, monumental tombs of the late 3rd and early 4th c. seem to be associated with a limited wave of villa rebuilding and renovation 66. 61 Noguera Celdrán, J. M., Arquitectura de la antiguedad tardia en la obra de C. de Mergelina, Murcia, 1999, 73-158. On the villa(s) in the area, bibliography collected in Gorges, cit (n. 1), 315. 62 Calleja Guijarro, T., «La arqueología, la historia y la leyenda en torno Las Vegas de Pedraza», Estudios Segovianos, 17, 1965, 5-60; Izqueirdo Bertiz, J.-M., «Mausoleo de época paleocristana en Las Vegas de Pedraza (Segovia)», Segovia. Symposium de Arqueologia Romana, Segovia, 1974, 213221. The author claims that this mausoleum is attached to an early Christian church, but provides no supporting evidence. 63 Tudanca Casero, cit. (n. 14), 146- 156, with bibliography. 64 Matos, J. L., «Mausoléus do Cerro da Vila», Arqueologia e História. Series X, 1/2, 1984-1988, 119-120; idem, «Cerro da Vila», Al-Ulhã. Revista do Arquivo Histórico Municipal de Loulé, 5, 23-28. 65 See Balmelle, cit. (n. 36), passim. One ‘pile’ tomb has been dated to the 4th c., but this date is contested. See Silliéres, P. Soukissian, G., «Les piles funéraires gallo-romaines du sud-ouest de la France: état des recherches», in Ferdière, cit. (n. 46), 302-304. 66 On villa-mausolea with late antique phases from the suburbs of Rome, see di Gennaro, F., Griesbach, J., «Le sepolture all’interno delle ville», Suburbium, cit. (n. 50), 143-5;

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Fig. 5. Leidena. Mausoleum plan. (Tudanca Casero, 1997, 155).

All of this suggests that the construction of villatombs in late antiquity, just as in the early empire, was not an inevitable result of investment in villas per se, but a choice inspired by regionally and temporally-specific means of constructing elite identity. In these cases, local elites used funerary memorials to create sacred villa landscapes, defined through the memory of their dominus. The funerary topography of late antique Hispania describes just such a strong tie between tomb and estate, and seemingly, a rural elite who judged its monuments of personal and family memory best placed in rural estate, rather than urban, contexts. Given that this tendency to construct rural seigniorial identity through funerary architecture was apparent already in the high empire, the late antique examples described above seem to represent a continuity of practice, although not necessarily in meaning or function. The example of Hispania thus further emphasizes the long-term tradition of villamonuments in certain provinces. In doing so, it challenges the imperium-periphery model that particularly underlies studies of late antique villa-mauidem, cit. (n. 50); Rea, R., «Via Latina», Suburbium, cit. (n. 50), 251-256; (Campus Barbaricus); Volpe, R., «Via Labicana», Suburbium, cit. (n. 50), 226-228 (Ad duas lauras). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 73 a 95

solea, and again highlights the importance of local traditions, driven by local means of constructing seigniorial identity 67. In the majority of Spanish cases, epigraphic and/ or decorative evidence that might provide some insight into the nature of this seigniorial identity is wholly absent. We are left simply with fine examples of vaulted funerary architecture, almost certainly used to house the remains of the dominus and his family, but with little sense of the ritual or religious context surrounding their use. Particularly provocative, and rarely clear, is the question of religious affiliation: it is tempting to ascribe those examples with E-W oriented buildings and/or burials to Christian patrons, but a paucity of verifying materials, such as inscriptions or Christian symbols, make this a temptation better left alone 68. 67 On the assumption, see Brenk, 2003, cit. (n. 13), 137: «Es war die tetrarchische Zeit, die erstmals althergebrachte Typen, Funktionen und Topographien wie Vokabeln ungeniert miteinander kombineierte. Die von den tetrarchischen Kaisern getroffenen Lösungen sind jedoch ohne jede Prazedenz und auch ohne Nachfolge geblieben.» 68 For example, the mausolea at Las Vegas de Pedraza and Jumilla have been identified as Christian on the basis of tomb orientation or the presence of a nearby, later church, respectively.

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Fig. 6a Pueblanueva. Site plan (after Hauschild, 1969, fig. 2)

Nonetheless, at least one mausoleum provides clear evidence for Christian use, while yet another group, with provocative but more ambiguous signs, may be categorized as ‘probable’ Christian exempla. In the first category is the tomb adjacent to the unexcavated villa at Pueblanueva (Toledo) 69 (fig. 6a-b). A 24m diameter, double-shelled octagon, its piers supporting a trussed roof, this grand tomb was entered through a western door, while an eastern bay was separated from its fellows by dividing walls that created a small alcove. A below-ground crypt was entered via stairs in the upper chamber, and was vaulted in pitched-brick technique, a construction style current in Asia Minor but uncommon in the west as this time. The small space contained the remains of three sarcophagi, one of which was seemingly of eastern, perhaps Constantinopolitan manufacture, and was carved with depictions of the Twelve Apostles. The sarcophagus, combined with the emphasis on the eastern niche above, strongly 69 Hauschild, T., «Untersuchungen in der Märtyrerkirche von Marialba (Prov. Leon) und im Mausoleum von las Vegas de Pueblanueva (Prov. Toledo)», Actas de VIII Congreso Internacional de Arqueología Cristiana, vol. 1, Barcelona, 1969, 330-332; idem, «Das Mausoleum von Las Vegas de Pueblanueva (Prov. Toledo). Grabungen in den Jahren 1971/ 1974», MM 19, 1978, 307-339; Klappauf, L., «Zur Keramik aus dem Mausoleum von las Vegas de Pueblanueva (Prov. Toledo)», MM 19, 1978, 340-378.

suggests a Christian patron, and possible Christian funerary rituals.

Fig. 6b. Pueblanueva. Mausoleum reconstruction. (Hauschild, 1978, fig. 16). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 73 a 95

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Fig. 7a. La Cocosa. Site plan (author after Palol, 1967, fig. 47).

The mausoleum 250m from the large villa at La Cocosa (Badajoz) is somewhat less clear 70 (fig. 7ab). An E-W oriented tetraconch inscribed in a massive rectangular outer wall, the structure was preceded by a narrow, double-apsed narthex. Its eastern conch was larger than its fellows and contained a single, E-W oriented marble sarcophagus, seemingly laid beneath the floor. Ceilings were covered with glass mosaics and walls with painted fresco. While the large amounts of Christian material removed from the structure all dated to its subsequent conversion into a church, the orientation of the structure, combined with the below-floor marble sarcophagus, point to probable, although not definitive, Christian function. The same is true of another architectural oddity, the mausoleum at La Alberca (Murcia), set adjacent to a partially excavated villa which seems Serra Rafols, J., «La capilla funeraria de la dehesa de “La Cocosa”», Revista de Estudios Extremeños, 5, 1949, 105-116; idem, La ‘villa’ romana de la Dehesa de ‘La Cocosa’, Badajoz, 1952, 111-144; Palol, P., Arqueología Cristiana de la España Romana. Siglos IV-VI, Madrid/Valladolid, 1967, 140-145. 70

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to include an important 4th c. phase 71 (fig. 8). Bristling with external piers, the W/E oriented rectangular structure included an inscribed western apse and was composed of two stories, an upper-storey of uncertain function, and an under-storey crypt. The crypt contained three N/S oriented sarcophagi. The mausoleum’s unusual form has its closest parallels in Dalmatian mausolea, particularly the martyrium of Anastasius in the Merusinac necropolis outside Salona. At Merusinac, however, the martyrs’ relics were laid in the crypt apse, while family burials were set in the main crypt chamber, the two spaces separated by a fenestella confessionis 72. La Alberca produced no fenestella or altar and thus no definitive proof of martyrial cult. However, given its orientation and clear Dalmatian, probably Salonitan ori71 Schlunk, H., «El arte de la épocha paleocristana en el Sudeste español. La sinagoga de Elche y el ‘martyrium’ de La Alberca», III Congreso Arqueológico del Sudeste Español, Murcia, 1947, 335-379; Schlunk, H. and Hauschild, T., Die Denkmäler der frühchristlichen und westgotischen Zeit, Mainz-am-Rhein, 1978, 112. 72 Dyggve, E., History of Salonitan Christianity, 1951, 78.

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Fig. 7b. La Cocosa. Mausoleum plan (after Schlunk and Hauschild, 1978, fig. 6).

gins, it may represent a purposeful importation of an ‘exotic’ building type specifically associated with the popular Salonitan shrine 73.

[Fig. 8. La Alberca. (Palol, 1967, fig. 24)].

The recent discovery of an extraordinary complex adjacent to the villa of Carranque (Toledo/Madrid) deserves special mention in any discussion of ‘probable’ Christian mausolea 74 (fig. 9). Set some 73 Connections between Hispania and Salona are known from other contexts; a 5th c. inscription from Salona mentions the Valencian martyr Vincent. See Handley, M., Death, society and culture: Inscriptions and epitaphs in Gaul and Spain, A.D. 300-750, Oxford, 2003, 144. 74 Various articles in D. Fernández-Galiano, ed., Carranque. Centro de Hispania romana, Alcalá de Henares, 2001, 71-80.

400m from the villa, this 70m long, NE-SW oriented complex included a porticoed entrance plaza that led to a large (20 × 17m), centrally-planned hall, vaulted with a central dome and four side-domes all laid in pitched brick technique. Another porticoed complex set perpendicular to the first may have been a slightly later addition; attached to one end of this complex was a tetraconch, which contained two well-constructed graves. Large quantities of imported stone, from opus sectile pavements and revetments to Phrygian marble columns, perhaps from imperial quarries, were found in the destruction layers of the domed building, along with a number of Christian finds, including marble plaques inscribed with chi-rho’s and ivory pieces decorated with lambs and peacocks. The excavators have attributed both villa and adjacent complex to Maternus Cyngeius, Theodosius I’s fervently Christian praetorian prefect, and have claimed that this grand complex represents Maternus’ mausoleum/memoria. A number of issues must be resolved before the porticoed complex can be assigned any original Christian funerary function. First, it must be confirmed that the graves in the tetraconch are indeed original and not a later medieval addition. Second, the Christian attribution rests heavily on the assumption that the estate belonged to the Christian Maternus, a contention which has been hotly debated and has not yet been resolved. Without a historically-attested Christian patron, the finds from ambiguous destruction levels are the only clear evidence for Christian use. As these may have come from a subsequent period when the monument is known to have been converted into a church, they cannot be fully trusted. However, the fact that some of these objects, such as the ivories, seem to date to the late 4th/early 5th c. is promising evidence of Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 73 a 95

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added a separate, but attached imperial tomb 77. Such projects were not only the province of emperors; Flavius Rufinus, a Theodosian administrator from southern Gaul, built a mausoleum-cummemoria-cum-monastery on his villa outside Chalcedon in the 390’s. The memoria contained the relics of Peter and Paul obtained from Rome and was separate from, but set adjacent to, the mausoleum 78. It is possible that Carranque represents such a memoria/mausoleum, but until the many puzzles raised by the excavations are solved, the notion must remain in the realm of speculation. Just as problematic is the domed structure in the villa of Centcelles 79. The room in question is a circular structure, inscribed in a square, and set in the monumental heart of the villa where it connected to a tetraconch structure, seemingly a triclinium. The pitched brick dome was covered with an elaborate mosaic cycle depicting a Fig. 9. Carranque. So-called ‘basilica,’ plan and reconstruction. (Fernández hunt, Old and New Testament scenes, Galiano, 2001, 72). and enigmatic seated figures. In the center of the room a narrow set of stairs led to an underground vaulted chamber. The early Christian usage 75. So, too, is the highly unuproject was never seemingly finished, as no floor sual architecture of the domed structure, whose plan was laid and the adjacent tetraconch was never and construction technique show every sign of havroofed. The excavators have interpreted the remains ing been imported from the eastern Mediterraneas a mausoleum, built into an abandoned, unfinan 76. If the tetraconch was used as a funerary strucished villa. On the basis of the enigmatic seated ture, then it seems likely that the domed building figures depicted in the mosaics, they identified its served some ritual function, perhaps as a private occupant as the emperor Constans, murdered in the memoria. Pyrenees in 350. However, recent re-examination The construction of combination memoria/tomb of the frescoes’ iconography have presented concomplexes was not unheard of among mid-late 4th c. vincing evidence that the images represent the vilelites. The most famous example is, of course, Conla’s dominus, not the emperor and his retinue 80. stantine’s Apostoleion in Constantinople, in which tomb and memoria were combined under one roof; 77 Mango, C., «Constantine’s Mausoleum and the Translasubsequent reconstruction under Constantius in 357 Including one plaque identified by the excavators as a scene from the Illiad , but which is almost certainly a Christian scene. Its similarities to the Brescia Casket suggest a date in the last quarter of the 4th c. See Baquedano, E., «Marfiles excepcionales de Carranque,» in Fernández Galiano, cit. (n. 74). 76 See Ward-Perkins, J.B., «Notes on the Structure and Building Methods of Early Byzantine Architecture», in D. Talbot Rice, ed., The Great Palace of the Byzantine Emperors. 2nd Report, Edinburgh, 1958, 88-96. For other examples in Hispania, Hauschild, T., «Técnicas y maneras de construir en la arquitectura paleocristana hispánica», II Reunió d’Arqueologia Paleocristiana Hispanica, Barcelona, 1978, 71. 75

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tion of Relics», BZ, 83, 1990, 51-62. 78 Callinicus, Vita Hypatii, 66.19; Claudian, In Rufinum, 2.446-449; Pargoire, J., «Rufinianes», BZ, 8, 1899, 442. 79 Hauschild, T., Schlunk, H, «Vorbericht uber die Arbeiten in Centcelles», MM, 2, 1961, 119-182; Hauschild, T., «Vorbericht uber die Arbeiten in Centcelles: Der spätantike Bau», MM, 6, 1965, 127-138; Schlunk, H., Die Mosaikkuppel von Centcelles, Mainz am Rhein, 1988; Engemann, J., «Die Mosaikdarstellungen des Kuppelsaals in Centcelles», Jahrbook für Antike und Christentum, 32, 1982, 127-138; Arbeiter, A., and Karol, D., «Der Mosaikschmuck des Grabbaues von Centcelles und der Machtwechsel von Constans zu Magnentius», MM, 30, 1989, 289-331. 80 Warland, R., «Status und Formular in der Repäsentation der spätantiken Führungsschicht», Römische Mitteilungen, 101, 1994, 192-202.

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Re-analysis of the structure of the possible crypt and the ceramics from the excavations have further suggested that the space was converted to funerary space only in the Middle Ages, and that in its original phase, it was simply a sumptuously decorated villa space, perhaps an entrance vestibule 81. It should also be noted that Centcelles is unlike every other late antique mausoleum on the peninsula in that it is not a free-standing building; surely if the dead person in question had merited a series of expansive mosaics, a typical stand-alone building some distance from the building would have been constructed. While final consensus must await a reexcavation, it seems likely that the space originally served domestic, rather than funerary functions. Again, the many question marks that punctuate this list of probable Christian mausolea prevent all but the most general observations, based on comparanda with other provinces. If even half of the ‘possible’ mausolea are in fact Christian, Hispania possessed an unusually rich and elaborate corpus of Christian funerary architecture, including designs and materials clearly ‘imported’ from outside the peninsula. Even more worthy of comment is the fact that this corpus is largely situated in the countryside, rather than the suburban necropolei. While the great necropolei of Tarragona and Mérida have produced free-standing, monumental mausolea, thus far they are relatively smaller, less architecturally complex and seemingly less sumptuously decorated than the great villa mausolea of built by Christian landowners 82. Other areas of the west, including Gaul, Italy and the North African provinces, have thus far not evinced anything like a villa-based tradition of Christian funerary architecture. Indeed, even in the suburbs of Rome the tradition of the villa-mausoleum largely ended with the advent of Christianity, as the suburban martyr shrines, rather than the villa, became the favored sites of burial and seigniorial euergetistic self-expression 83. Thus, the presence of Christian villa-mausolea in Hispania should not be brushed aside as an inevitable outgrowth of late antique villa expansion; as suggested above, these mausolea reflect a choice on the part of Spanish Christian elites to invest their 81 Arce, J. ed., Centcelles. El monumento tardoromano. Iconografía y arquitectura, Rome, 2002. 82 See, for instance, Amo i Guinovart, M.-D., «Necròpoli del Francolí,» Del Romà al Romànic, Barcelona, 1999, 263265; Adserias San, M., Macías i Solé, J.M., «El mausoleo de la calle Sant Auguri de Tarragona», V Reunió d’Arqueologia Cristiana Hispànica, Cartagena, 2000, 41-46; Mateos, P., La basílica de Santa Eulalia de Mérida. Arqueología y urbanismo (Anejos de AEspA, 19), 56-71. 83 Spera, L., «Via Appia», Suburbium, cit. (n. 50), 135.

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capital in villa-based commemoration projects when Christian elites elsewhere seem to have done otherwise. That is, the spread of Christianity seems not to have dissuaded Spanish villa owners from their century-long tradition of rural commemoration and thus, Hispania’s 4th c. Christian commemorative topography took on a distinct villa-based cast 84. MEMORIA/MARTYRIA The question of Christian structures leads naturally to the question of Christian liturgical buildings, that is, Christian churches. A number of candidates have been proposed as examples of late 4th/early 5th c. villa-churches, largely without any proof of either an early date, clear Christian liturgical function, or a contemporary functioning villa. Examples include a variety of cross-planed structures at the villa of Torre Águila (Badajoz) with no evidence for Christian liturgical use, the church at Montinho das Laranjeiras, which is almost certainly not set in a villa, but a riverside agglomerated settlement, or the church in the villa of Monte da Cegonha, which is dated only by the terminus ante quem of 6th-7th c. grave goods 85. Indeed, as numerous scholars have noted, one must adopt the strictest standards in assessing possible church structures in villas, both to ascertain the presence and type of Christian ritual carried out there, and the co-functioning of church and villa as seigniorial estate. Only two villa sites, although they are far from conclusive, offer sufficient evidence to suggest Christian liturgical activity of late 4th-early 5th c. date, and both of these seem to be martyrial in nature. The first is Villa Fortunatus, whose aisled reception/dining space was converted into a church, 84 For a more complete discussion, Bowes, K. «‘Une coterie espagnole pieuse’: Christian archaeology and Christian communities in Theodosian Hispania», in K. Bowes and M. Kulikowski, Hispania in the Late Antique World, Leiden, 2005, 189-258. 85 Torre Águila, Rodríguez Martín, F., «La villa romana de Torre Águila (Barbaño, Badajoz) a partir del siglo IV d.C. Consideraciones generales», Congreso Internacional. La Hispania de Teodosio, Segovia, 1997, 697-711. Montinho das Laranjeiras: Maciel, J., «Reescavações na villa romana do Montinho das Laranjeiras (Alcoutim)», Arqueologia Medieval, 2, 1993, 31-38. Monte da Cegonha: Alfenim, R., Lopes, C., «A basílica paleocristã/Visigótica do Monte da Cegonha (Vidigueira)», IV Reunión d’Arqueologia Cristiana Hispánica, Lisbon, 1994, 389-399. Contra my previous assessments, in which I included the later two sites in a corpus of late 4th/early 5th c. villa churches (Bowes, K., «‘Nec sedere in villam.’ Villa-Churches, Rural Piety and the Priscillianist Controversy», T. Burns, J. Eadie, Urban Centers and Rural Contexts in Late Antiquity, 2001, 323-348).

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Fig. 10. Villa Fortunatus. (After Guardia Pons, M., Los Mosaicos de la Antigüedad Tardía en Hispania, Barcelona, 1992, fig. 7).

possibly in the late 4th-early 5th c. 86 (fig. 10). The building assumed the N-S orientation of the earlier hall, and its ‘sanctuary’ consisted of three rooms, the center of which was fitted with a sunken area accessed by four steps and set off by protecting stone screens. This odd arrangement seems to be a miniature pseudo-crypt, too small for an actual corpse, but perhaps built to hold relics. The second is the site of Marialba, outside Leon, where a villa 86 Palol, P., «La arqueología cristiana en la hispania romana y visigoda. Descubrimientos recientes y nuevos puntos de vista», Actes du XI congres international d’archeologie chretienne, vol. 2, Lyon, 1989, 2001-2003; Godoy Fernández, C., Arqueología y liturgia. Iglesias hispánicas (siglos IV al VIII), Barcelona, 1995, 227-237.

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is supposed, but not excavated 87. Adjacent to the putative villa space a large (23 × 14m), N-S oriented structure with horseshoe apse, perhaps a temple or mausoleum, was converted to Christian use by the insertion of 13 contemporary tombs into its nowraised apse, and the construction of a groin vault supported by engaged piers in the ‘nave’ to create a centralized space. The resultant building has been interpreted as a martyrium, and dated by grave goods to the early 5th c. If both structures are indeed martyria and were constructed in functioning villas, it is likely the dominus who was the impresario be87 Hauschild, 1969, cit. (n. 69), 327-330; idem, «Die Märtyrer-Kirche von Marialba bei León», Legio VII Gemina, Léon, 1970, 513-521.

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hind both the construction and presumably the cult itself. Archaeologically-attested private relic chapels are rare indeed, and Villa Fortunatus and Marialba join only a handful of known examples 88. However, if the written sources are any guide, privately owned and venerated relics were something of a fad in the late 4th/early 5th c. and members of the Gallic and Spanish aristocracy scrambled eagerly to obtain relics of both local and Holy Land provenance, to ensconce them in suitable structures. Paulinus of Nola, Suplicius Severus, Melania the Elder, Silvia (sisterin-law of the above-mentioned Rufinus) all seem to have owned a number of relics 89. The letters exchanged between Paulinus and Sulpicius describe in some detail the latter’s elaborate provisions for his ever-increasing relic collection. Sulpicius, who had attempted to procure the body of Martin of Tours, had to be content with that of Clarus, Martin’s disciple, which he housed in a church on his estatecum-ascetic community, along with a number of Holy Land relics. With such a super-abundance of holy materials he could set aside an additional relic of the True Cross for «for daily protection and healing» 90. While we cannot be certain how exactly the small church at Villa Fortunatus functioned, its fake ‘crypt’ and elaborate (and in the private sphere, wholly unnecessary) chancel screens recalls, if nothing else, Sulpicius’ urgent desire to posses some piece of the holy and to recreate on one’s estate a simulacra of the great martyr-shrines. The above-mentioned Rufinus with his mausoleum-cum-memoria further suggests that the commemoration of the dead and the cult of the ‘special dead’ might also bleed into one another in the private sphere 91. This last example, plus Paulinus of Nola’s obscure descriptions of a church/mausoleum on his ancestral estate near Bordeaux 92, might lead us to take a second look at sites like Pueblanueva, with its provocative eastern alcove, or Carranque, with its extraordinary domed building. These complexes probe 88 Collected in Bowes, K., Possessing the holy: Private churches and private piety in late antiquity, PhD Thesis, Princeton University, 2001, Appendix 1. 89 Paulinus of Nola, Ep. 31; 32. See also Gregory of Nyssa, Vita Macrinae, 30; Augustine, Civ. Dei, 22.8; John Rufus, Life of Peter the Iberian (ed. Raabe, 1895, 41 [39]); Hunt, E.D. «The traffic in relics: some late Roman evidence», S. Hackel, The Byzantine saint, London, 1981, 171180. 90 Paulinus of Nola, Ep. 32.8 (ed. Hartel, CSEL 29, 283): Si vero magis placeat uobis hanc de cruce benedictionem ad cotidianam tutelam atque medicinam in promptu habere, ne semel condita in altario, non semper ad manum, ut usus exigit. 91 Brown, P., The cult of the saints, Chicago, 1981, p. 31 and ch. 4, 92 Ep., 12.12.

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the boarder between space of personal commemoration, and space of Christian cult, pointing to something less than a proper ‘church,’ but something more than a simple mausoleum. We cannot know if these spaces ever held relics in addition to the bodies of the dominus and his family, but given their particular architectural features, we allow that the dearly held arthistorical distinction between «mausoleum» and «memoria» might break down in private contexts. CONCLUSIONS We should not underestimate the degree to which the massive spate of building, refurbishing and expansion of extant villas during the 4th and early 5th c. transformed the character of the Spanish landscape, particularly the great stretches of the interior. Field surveys and excavations paint a picture of an early empire landscape carpeted with modestly outfitted farms of all sizes, occasionally punctuated by grander specimens 93. Beginning in the early 4th c, this built landscape began to change, taking on an increasing monumentality, punctuated by the sudden profile of looming facades, the domes of sprawling bath complexes and if one passed beyond the walls, an insistent, dizzying array of mosaic floors, statuary, and fine marbles. It became a landscape heavy with siegnorial presence, shaped not by the person of increasingly absent landlords, but by buildings, buildings which themselves conveyed the requisite sense of potestas, auctoritas and centrality of place in the increasingly complex patch-work that made up an estate’s lands. This transformation of the built landscape seems to have carried with it, at least in certain regions, a concomitant re-articulation of the sacred landscape. The urge to build extended to structures both sacred and profane as certain Spanish landowning elites found the monumentalization of temples and tombs as critical to their self-articulation as the addition of another apsed dining space. And like the apsed dining hall, the villa-temple, mausoleum or martyrium served its function not simply by acting as a space of cult or burial; in its monumentality and its careful topographic placement it also functioned as a language, transforming personal pietas and commemoration into markers of place and identity, thereby rendering them part of the broader estate apparatus. 93 For example, Carreté, J.M., Keay, S., Millet, M., A Roman provincial capital and its hinterland : The survey of the territory of Tarragona, Spain, 1985-1990, (Journal of Roman Archaeology. Supplementary series, 15), Ann Arbor, 1995; Alarcão, Étienne, Mayet, cit. (n. 19), 150-187.

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LOS BALNEA DE LAS VILLAE TARDOANTIGUAS EN HISPANIA 1 POR

VIRGINIA GARCÍA-ENTERO Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma - CSIC

RESUMEN Se analiza la evolución de los balnea asociados a villas durante la Antigüedad tardía teniendo en cuenta las características arquitectónicas de los balnea monumentales de algunas villas del siglo IV, las reformas y cambios funcionales que experimentaron algunos conjuntos.

SUMMARY This study examines the evolution of baths associated with villas during late antiquity. The analysis includes the construction of balnea in monumental villas in the fourth century, the remodeling in some cases, and their later conversion to new use in others. PALABRAS CLAVE: Balneum, villas romanas, Hispania, Antigüedad tardía. KEY WORDS: Baths, roman villas, Hispania, late Antiquity.

...reddidit interea prisco nova balnea cultu (Fortunatus, Carm. 1.18.15, I) En esta breve alusión de Venancio Fortunato a la villa de Leoncio II, obispo de Burdeos, se ponen de manifiesto varias realidades que queremos señalar vinculadas con las dependencias termales de ámbito doméstico y que pretendemos desarrollar en las páginas que siguen. Por una parte la vigencia, durante la antigüedad tardía —siglo VI d.C. en este caso—, de la importancia de las instalaciones balnearias en el ámbito doméstico y que propició el esfuerzo de Leoncio II por restaurar las de su propia residencia. Pero esta rehabilitación implica también un abandono previo de las termas y el deseo de su propietario por devolverlas al esplendor que tuvieron antaño. Son estos tres —esplendor, abandono, restauración— los comportamientos que la arqueología perEl presente artículo se inscribe dentro del proyecto de investigación Estudio analítico de los asentamientos rurales tardorromanos en Hispania y sus transformaciones entre los siglos IV y VII a partir de ejemplos paradigmáticos. Una propuesta de trabajo interdisciplinar desarrollado en el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid (Proyectos Precompetitivos UAM). 1

mite documentar en la evolución de las salas de baño de las residencias tardoantiguas no sólo de Hispania sino de otras provincias del Imperio. I. INTRODUCCIÓN: EL ORIGEN Y DESARROLLO DEL BAÑO DOMÉSTICO Aunque la incorporación plena del balneum clásico a la domus itálica se produjo en fechas tardías —fines del siglo I a.C.—, la posición que estas salas ocuparon en la arquitectura doméstica romana va a adquirir un papel ciertamente protagonista, papel que se vio reforzado tras la configuración definitiva del itinerario balneario una vez incorporado el frigidarium —a finales del I a.C.— y ciertas innovaciones técnicas entre las que cabe destacar, sin duda, la existencia de hornos propios de alimentación de las estancias calientes. Es este último elemento el que permitió la independencia espacial del balneum respecto al resto de salas de servicio de la residencia —principalmente la culina—, entre las que se había englobado hasta el momento. La existencia de praefurnia exclusivos para el balneum y la posibilidad de desvincular estas estancias de la zona «privada» de la domus, permitió habilitar nuevas superficies dentro de la zona «pública» de la vivienda para los usos termales, favoreciendo la adopción de un marcado carácter representativo de las dependencias balnearias 2. Esta transformación del balneum doméstico no fue, como cabe suponer, un proceso lineal y generalizado pero sí una tendencia que se fragua en las primeras décadas del siglo I d. C. y que parece culminar a lo largo del II d.C. En el ámbito doméstico 2 El proceso evolutivo de las estancias termales de ámbito doméstico fue analizado en profundidad por E. Fabbricotti (1976) a partir de numerosos ejemplos de la Península Itálica. Por su parte Y. Thébert ha estudiado la implantación y evolución de las termas domésticas en el mundo urbano, en el norte de África donde la arquitectura balnearia experimenta un extraordinario desarrollo durante los siglos IV y V d.C. (2003, 60-67 y 363-369 especialmente).

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urbano los condicionantes impuestos por el espacio disponible limitaron esta transformación del balneum de zona privada a zona pública de la domus, siendo frecuentes las viviendas en las que renovadas instalaciones termales —con sistema de hypocaustum, praefurnium y frigidarium— continuaron ocupando áreas marginales de la residencia a las que sólo se accedía a través de angostos pasillos 3. Estas limitaciones espaciales estaban ausentes, sin embargo, en el ámbito rural donde los propietarios pudieron erigir importantes instalaciones termales que, integradas o independientes de la planimetría de la domus, se configuran como auténticos pabellones de representación y prestigio del dominus 4. En Hispania los hallazgos arqueológicos permiten atestiguar un proceso parejo en la aparición y primer desarrollo del hábito del baño en el ámbito doméstico al acontecido en la zona Campana 5 y la Etruria romana 6. El fenómeno se puede observar desde el proceso inicial protagonizado por las lavatrinae, pequeñas instalaciones de carácter higiénico localizadas junto a la cocina y que constituyen el germen de los baños posteriores. A este grupo cabe asociar las evidencias de la sevillana villa de Las Canteras 7, quizás la pila trilobulada de la domus de Santa Eulalia de Mérida 8 y el ya más evolucionado balneum de la Domus I, Insula I de Bilbilis 9, datables a finales del siglo I a.C. y en torno al cambio de Era. También de cronología tardorrepublicana son los primeros balnea de las villae tarraconenses de El Vilarenc 10 y El Moro 11 que, junto al de la Casa 2 12 del Municipium Emporiae, ya del siglo I d.C., constituyen la evidencia en suelo hispano de un estadio más evolucionado del balneum que, localizado junto a la cocina con la que comparte praefurnium, carece todavía de la sala para el baño frío aunque consta de sistema de hypocaustum. Las primeras 3 El proceso está apenas bien estudiado en el ámbito campano donde los restos materiales permiten establecer análisis evolutivos y comparativos. A modo de ejemplo destacamos los balnea de las residencias pompeyanas del Fauno (Reg. VI, ins. 12), Conde de Turín (Reg. III), Trebio Valente (Reg. III, Ins. 8,1) y del Torello (Reg. V, ins. 1). Fabbricotti, E,. 1976. 4 Ver al respecto lo ya expuesto en otros trabajos. García Entero, V., 2001, 305 y ss. y 2005, III.2. 5 Fabbricotti, E., 1976. 6 Lafon, X.,1991; Broise, H. y Jolivet, V., 1991. 7 García Entero, V., 2005, SEV. Vil. 5. 8 García Entero, V., 2005, BA.EA.UD. 17. 9 Martín-Bueno, M. y Sáenz Preciado, J. C., La Insula I de Bilbilis (Calatayud-Zaragoza), Saldvie II, 2001-2002, 127158. Ver también lo expuesto en García Entero, V. 2005, Z.MAB.UB. 1. 10 García Entero, V., 2001, 231-235 y 2005, TARR. Vil. 4. 11 García Entero, V., 2005, TARR. Vil. 14; Piñol, Ll.,1996 12 García Entero, V., 2005, GER.ME.UD. 1; Palahí, Ll.y Vivó, D.,1993

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instalaciones termales domésticas plenamente configuradas en territorio hispano datan, al igual que ocurre en la península Itálica, de los inicios del siglo I d.C. Estos balnea estuvieron constituidos por, al menos, las tres estancias básicas que conforman el recorrido termal más elemental; esto es un frigidarium con piscina de agua fría para el baño de inmersión, un tepidarium y un caldarium con alveus para la toma del baño caliente. II.

LOS BALNEA ALTOIMPERIALES EN HISPANIA (SS. I A III D.C.)

La presencia de estas instalaciones termales en los asentamientos rurales hispanorromanos se extendió durante el siglo I d.C., generalizándose el fenómeno a la totalidad del territorio peninsular a lo largo de la segunda centuria. A diferencia de lo ocurrido en el mundo urbano, en el que apenas las más prestigiosas residencias podían destinar parte de su superficie a las dependencias de baño, en el ámbito rural la presencia de las salas termales se constituye como elemento imprescindible de las villae, máxime si tenemos en cuenta la necesidad de desarrollar el baño diario y la imposibilidad de realizarlo en complejos de carácter público. Así, en Hispania conocemos más de una treintena de termas domésticas de ámbito rural erigidas durante el siglo I d.C., cantidad que se duplica a lo largo del siglo II d.C. 13. La simplicidad preside la construcción de la mayor parte de estos balnea que debían dar respuesta, principalmente, a la necesidad básica del baño diario. Por ello los esquemas de funcionamiento vigentes fueron los más elementales en los que el frigidarium, tepidarium y caldarium se sucedieron en una construcción de forma lineal —apenas alterada por la disposición de los espacios de baño— que emulaba el recorrido del propio bañista. A este esquema, denominado lineal simple, pertenecen buena parte de las termas domésticas rurales, y también urbanas, hispanas erigidas desde el siglo I al IV d.C. Entre los edificios altoimperiales mejor conocidos (Fig. 1) podemos citar los balnea de las villae de Illeta dels Banyets (Alicante), Pla de Palol (Gerona), Font del Vilar (Gerona), El Soldán (León), la fase primera del balneum oriental de Torre de Palma (Portalegre), 13 Hasta el momento tenemos constancia de más de 400 instalaciones balnearias de carácter doméstico erigidas en Hispania entre los siglos I y el IV d.C., si bien el carácter de los restos es ciertamente dispar. Apenas de una cuarta parte de esta cantidad —101 edificios— conocemos la totalidad de la planta y, por tanto, el modelo funcional adoptado. García Entero, V. 2005.

LOS BALNEA DE LAS VILLAE TARDOANTIGUAS EN HISPANIA

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Fig. 1. Balnea rurales de la Hispania altoimperial de esquema lineal (V. García-Entero). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 97 a 111

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Citânia da Raposeira (Viseu) o el de la villa de la Ermita de la Virgen de la Encina (Jaén). Una variación en la disposición de las salas ofrece los esquemas lineales angulares y paralelos presididos, de igual modo, por la simplicidad en unos edificios que pudieron formar parte del bloque residencial de la villa o constituirse como un cuerpo independiente a la misma, en ocasiones unido a ella a través de amplios corredores 14. Al primer grupo —angular— pertenecen los bien conocidos balnea de Baños de la Reina (Alicante), Can Tarrés (Barcelona), Can Sans (Barcelona), Mas d’en Gras (Tarragona), primera fase de San Cucufate (Beja) y El Secretario (Málaga), por citar sólo alguno de ellos. Por su parte el tipo paralelo, de menor difusión que los anteriores, estuvo vigente durante toda la época altoimperial, siendo los complejos de Murias de Beloño (Gijón), Torre La Cruz (Alicante), Torre Llauder (Barcelona), Casais Velhos (Lisboa) o El Faro de Torrox (Málaga) alguno de los hasta ahora mejor conocidos de nuestra península. Esta simplicidad que preside los esquemas planimétricos de los balnea domésticos altoimperiales 15, se vio en ocasiones alterada ante la presencia de monumentales edificios en los que las salas adoptaron esquemas simétricos —El Moro (Tarragona), Pallarés (Lérida), etc.— y anulares —Els Munts (Tarragona)— lo que permitía una mayor complejidad en el recorrido balneario. Aunque mayoritarios entre los complejos termales erigidos a partir de finales del siglo III e inicios del IV d.C. (vid infra), estos modelos planimétricos permiten evidenciar cómo el enriquecimiento y monumentalización del balneum doméstico es un proceso gestado desde el siglo I d.C.; monumentalidad que alcanzaron muchos balnea construidos a finales de esta centuria y durante la si14 Aunque las posibilidades espaciales de los establecimientos rurales favorecieron, frente a la realidad urbana, una localización independiente de las dependencias termales (Illeta, Murias de Beloño, Baños de Riocaldo, Els Munts, Mas d’en Gras, Rabaçal, etc..) unidas en ocasiones al cuerpo residencial mediante pasillos (Torre la Cruz, Cercado de San Isidro, La Olmeda, Pago de Tejada, etc..), son los balnea integrados en el propio edificio residencial los mayoritarios. Aquí pudieron estar directamente abiertos a uno de los corredores del peristilo (Horta Farrerons, El Hinojal, Saucedo, etc..), a un patio secundario o estancias intermedias (El Moro, Pisões, Milreu, Villa Fortunatus, La Cocosa, etc..), conformar un ala en las villae de corredor (Noville) o vincularse directamente con espacios de prestigio (Torre Llauder, El Requejo, Santiago de Bencalíz, etc..). Es posible, sin embargo, observar una tendencia creciente hacia la creación de edificios termales aislados e independientes a partir de finales del siglo II d.C. García Entero, V., 2005. 15 Simplicidad atribuible a la totalidad del territorio imperial. García Entero, V. y Arribas, R., Los balnea de las villae y su proceso de monumentalización, Gijón, 2000, 88-92. Más específicamente, véase el trabajo de Alain Bouet (1996).

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guiente en la que el proceso se acelera como evidencian el ya aludido edificio de El Secretario (Fuengirola, Málaga) (Fig. 1) y los todavía mal conocidos pero ciertamente destacables de Cortijo de Aparicio el Grande (Sevilla) y Herrera (Sevilla) (Fig. 2). También la homogeneidad y sencillez planimétrica caracterizan las dependencias termales de las primeras centurias de nuestra era, circunstancia aplicable al resto del territorio imperial. En su gran mayoría las diferentes salas termales adoptaron plantas rectangulares y cuadrangulares apenas alteradas por la presencia de los espacios para el baño en los que sí se aplicaron formas absidadas, biabsidadas e incluso circulares como manifiesta la piscina del frigidarium de El Secretario (Málaga). Esta preeminencia de las formas cuadrangulares es también aplicable, salvo las excepciones que veremos más adelante, a las termas construidas a partir de fines del siglo III d.C. De esta generalidad formal escapan apenas algunas salas de cronología altoimperial como el caldarium octogonal del balneum de Torreblanca del Sol (Málaga), el apodyterium o sudatio circular de Cortijo de Aparicio el Grande (Sevilla) y las sudationes octogonal y triabsidada de los balnea de Els Munts (Tarragona) y Balazote (Albacete) respectivamente, todos ellos, salvo Els Munts, erigidas en un momento avanzado del siglo II d.C. Característica de los balnea domésticos altoimperiales es el equilibrio que presenta la superficie ocupada por los espacios calientes (tepidarium, caldarium, sudatio) y los fríos (apodyterium y frigidarium principalmente), circunstancia que se quebrará en los complejos tardoantiguos. III.

LOS BAÑOS DOMÉSTICOS EN ÉPOCA TARDOANTIGUA EN HISPANIA (SS. IV-VI D.C.)

Si bien muchas de las explotaciones agropecuarias hispanorromanas resultaron abandonadas o fuertemente remodeladas durante el siglo III d.C., la tónica general es, sin embargo, de continuidad cuando no de marcada recuperación y monumentalización, fenómeno especialmente evidenciado en las dependencias termales que ponen de manifiesto la estabilidad que atravesó la península Ibérica durante el siglo IV d.C. La definición de lo ocurrido con los balnea domésticos durante los siglos IV al VI d.C. resulta, sin embargo, ciertamente difícil de establecer y no por la ausencia de edificios adscribibles a este periodo sino por las grandes carencias que la investigación arqueológica arrastra para unos siglos obviados hasta hace unas déca-

LOS BALNEA DE LAS VILLAE TARDOANTIGUAS EN HISPANIA

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Fig. 2. La monumentalización de los balnea en época altoimperial y los esquemas axial-simétrico y angular (V. GarcíaEntero). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 97 a 111

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das 16. Estas dificultades, subsanables en los grandes balnea erigidos durante el siglo IV d.C. (La Olmeda, Pago de Tejada, Los Casarejos, Noville, Centcelles, El Requejo, Santa Vitória do Ameixal, Torre Águila, Saucedo, etc..) se muestran especialmente evidentes en la definición de las pequeñas reformas, restauraciones, reparaciones o grandes remodelaciones que se efectuaron sobre las dependencias termales de antiguas instalaciones ahora renovadas o aquéllas efectuadas en los complejos que se mantuvieron en funcionamiento hasta, incluso, el siglo VI d.C. Más problemático es aún asignar fechas más o menos concretas para las inutilizaciones y amortizaciones que afectaron a las salas termales durante la antigüedad tardía. III.1.

LA

CONTINUIDAD

Si bien muchas de las villae altoimperiales de las que conocemos sus baños resultaron abandonadas, por diversos motivos, a lo largo de los siglos II y III d.C. 17, la gran mayoría se mantuvieron activas durante los siglos IV y V d.C. siendo sus termas adecuadas a los nuevos gustos y necesidades impuestas por una arquitectura balnearia significativamente transformada a finales del siglo III d.C. Estas novedades se enmarcan dentro de las acontecidas en el seno mismo de la vivienda aristocrática romana que renueva y refuerza su papel como vehículo privilegiado de expresión de poder del propietario a través de una arquitectura de aparato que debía impactar al visitante, cliente o invitado 18. 16 Existen, no obstante, algunos trabajos que nos permiten caracterizar estos rasgos para territorios concretos como el Ager Tarraconensis (Piñol, Ll. y López Vilar, J., 2001), Aquitania (Balmelle, C., 2001, 178-201), las residencias norteafricanas (Thébert, Y., 1987) o edificios aislados (Bouet, A., 1997-1998). Para el conjunto de Hispania, vid. García Entero, V. 2005. 17 La villa de Illeta dels Banyets fue exclusivamente ocupada, según sus excavadores, durante el siglo II d.C, la del Camp de la Torre (Barcelona), surgida en el siglo I a.C., fue lentamente abandonada a lo largo del siglo III d.C. al igual que Mas Gusó (Gerona), La Corona de San Salvador (Huesca), El Soldán (León), Balsapintada (Murcia), La Quintilla (Murcia), Vilarenc (Tarragona), El Moro (Tarragona), Mas d’en Gras (Tarragona) o Els Munts (Tarragona), si bien en este caso el final de la villa, reocupada marginalmente a partir del siglo IV d.C., fue ocasionado por un incendio. 18 Lavin, I., The house of the Lord. Aspects of the role of palace triclinia in the architecture of Late Antiquity and the early Middle Ages, The Art Bulletin 44, 1962, 1-27; Thébert, Y., 1987; Ellis, S. P., Power, architecture and decor: How the Late Roman Aristocrat appeared to his guest, en Gazda, E. K. (ed.), Roman Art in private sphere, (Ann Arbor), 1991, 117134; Guidobaldi, F., Le domus tardoantiche di Roma come «sensori» delle transformazioni culturali e sociali, en Harris, W. V. (ed.): The transformations of Vrbs Roma in Late Antiquity, JRA Supp. Series 33, 1999, 52-68. Balmelle, C., 2001.

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Independientemente de los cambios acontecidos a partir del siglo III d.C. con la consolidación, entre los elementos más significativos, del cristianismo, la nueva elite dirigente del IV d.C. —en muchos casos perteneciente a la jerarquía eclesiástica— no se diferenció de la de los siglos precedentes, manteniendo y reforzando los lazos y costumbres aristocráticas entre las que la caza o la frecuentación de las termas —costumbre muy reforzada ahora en el ámbito doméstico— fueron algunos de los elementos principales. III.1.1.

El mantenimiento de los balnea: Reparaciones, reformas y renovaciones

La importancia del baño diario entre las costumbres más elementales de la sociedad romana se evidencia en la prolongada vida útil que atestiguan las termas domésticas. Su uso continuado a lo largo del tiempo provocó la degradación y decadencia de unas estructuras que requirieron de reparaciones puntuales que aseguraban su buen funcionamiento, reformas, por otra parte, también atestiguadas en época altoimperial 19 y que se producirán igualmente durante los siglos V e incluso VI d.C. Entre las intervenciones más habituales atestiguadas en los balnea que, erigidos en distintos momentos del alto imperio, se mantuvieron en uso durante los siglos IV y V d.C. se halla la reparación de grietas aparecidas en los pavimentos de las distintas salas y los revestimientos de los ambientes de baño, arreglos que pueden ser atribuidos a momentos avanzados en la vida de los edificios sin que se llegue a especificar su cronología. Este problema se solventó muy frecuentemente mediante la repavimentación y el parcheado con opus signinum como ocurrió con algunos pisos musivos de las termas de Balazote (Albacete) y Los Mojones (Zaragoza) que fueron totalmente recubiertos por pavimentos de mortero hidráulico. Parches de opus signinum aparecen, asímismo, sellando grietas en los suelos originarios de mortero de algunas salas termales de Ba19 Durante los siglos II y III d.C. se inutilizaron, por ejemplo, las piscinas del apodyterium/frigidarium del balneum de Can Tarrés (Barcelona) y la del frigidarium de Els Ametllers (Gerona), sustituidas, en ambos casos, por recintos de menores dimensiones, así como el alveus del tepidarium de Torre Llauder (Barcelona) totalmente desmantelado en el siglo III d.C. momento en el que se redujo también la cámara de calor del caldarium. También el balneum altoimperial de San Cucufate sufrió, antes de su abandono a finales del III d.C. y su reedificación a mediados del IV d.C. —vid. infra—, una reducción en su superficie al inutilizarse uno de los dos praefurnia originales y desaparecer la sudatio (García Entero, V., 2001, 64-68, 122-130, 69-74 y 364-371, 2005 y 2005, e.p.).

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ños de la Reina (Alicante), La Mesquita (Barcelona) y El Empalme de Caravaca (Murcia), así como en el interior de una de las piscinas de los frigidaria de La Dehesa de La Cocosa (Badajoz) y Herrera (Sevilla) donde también observamos la reparación de uno de sus peldaños de acceso mediante la reutilización de una basa de columna. Estas reparaciones puntuales se efectuaron, igualmente, sobre termas erigidas ex novo durante el siglo IV d.C. y mantenidas en funcionamiento durante el V d.C. Así encontramos parches de mortero en los suelos musivos de los balnea la Casa de Hippolytus de Complutum (Madrid), Cercado de San Isidro (Palencia), El Requejo (Zamora) y el frigidarium de Cercadilla (Córdoba) donde también se han documentado reformas puntuales en el revestimiento parietal y desagüe de una de las piscinas de la sala. No obstante, estos parches pudieron realizarse, de manera más o menos tosca, mediante la reposición de teselas como ocurre en los mosaicos de los frigidaria de Pago de Tejada (Palencia) y Casa de Hippolytus (Madrid), en el apodyterium/frigidarium de Saucedo (Toledo) y en el apodyterium de La Olmeda (Palencia). Al margen de estas puntuales reparaciones documentamos pequeñas reformas que ajustaban las antiguas termas a las nuevas necesidades del momento. Entre ellas destaca la reducción o incluso desaparición de algunos espacios para el baño —piscinas y alvei— motivados, creemos, por razones de índole económico más que por cambios practicados en el hábito del baño o por cuestiones culturales. Basten de ejemplo los alvei de los tepidaria de El Empalme de Caravaca (Murcia), Baños de Riocaldo (Orense) y Almenara de Adaja (Valladolid) inutilizados como tales y reconvertidos, en ocasiones, en parte del sector frío de las termas 20. Otras transformaciones sí parecen obedecer, sin embargo, a los importantes cambios acontecidos en la propia arquitectura termal desde finales del siglo III d.C. y que evidencian los baños construidos a partir de ese momento, no sólo en Hispania 21 sino en todo el occidente del Imperio 22. Nos referimos a la ampliación del sector frío de las termas y a la 20 También observamos la reducción de la piscina del frigidarium en algunos complejos tardoantiguos como Pago de Tejada (Palencia) y San Cucufate (Beja). 21 García Entero, V., 2005. 22 Para la Gallia Narbonense, Bouet, A, 1996; para Aquitania, Balmelle, C., 2001, 104-111 y 178-201; para los complejos balnearios domésticos del norte de África, Y. Thébert, 2003, 363-369. Existen, al margen de estos trabajos provinciales, excepcionales estudios sobre complejos concretos como el realizado sobre las termas de Seviac (Monturet, R. y Rivière, H., 1986), Piazza Armerina (Carandini, A. et alii, 1982) o Echternach (Metzler, J. et alii, 1981), entre otros.

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pérdida significativa de importancia de las dependencias calientes en el recorrido del bañista 23. A estos cambios es posible atribuir la reducción parcial o inutilización total de algunas cámaras de calor también relacionados en algunas ocasiones con simples problemas en el abastecimiento de combustible. Es interesante señalar cómo fueron las salas templadas las mayormente sacrificadas durante el siglo IV d.C. mediante la construcción de muretes de mampostería que inutilizaban parcial o totalmente sus hypocausta —Baños de Riocaldo (Orense), Prado (Valladolid), Los Mojones (Zaragoza), villa Fortunatus (Zaragoza), quizás Casón-Pedregal (Murcia), Pesquero (Badajoz)—. En la Loma de Benagalbón (Málaga) fue el primer caldarium la sala reconvertida en estancia fría tras el cegamiento de su horno y la inutilización de su hypocaustum y de su alveus. El balneum de la villa granadina de Pago del Fiche constituye un caso extremo al inutilizarse, en un momento indeterminado del siglo III o IV d.C., hasta tres de sus cuatro habitaciones calefactadas 24. Observamos también este fenómeno en algunos complejos que, erigidos durante el IV d.C., pronto se amoldaron a los nuevos condicionantes. Es éste el caso del segundo balneum de Centcelles (Tarragona) y de las termas occidentales de Torre de Palma (Portalegre) donde el primitivo tepidarium fue convertido en un unctorium o tepidarium no calefactado que sirvió de transición a la temperatura del caldarium contiguo. También el grandioso edificio de La Olmeda (Palencia), erigido a mediados del IV d.C., acusó modificaciones puntuales en su funcionamiento como atestigua la inutilización en un momento impreciso del praefurnium que calentaba la gran sala meridional del balneum que cabe interpretar como un gran salón de recepción-apodyterium. Existieron, también, renovaciones completas de algunos balnea que aunque levantados sobre instalaciones precedentes, fueron profundamente transformados en época tardía amoldándolas a los renovados programas arquitectónicos y ornamentales ahora vigentes (Fig. 3). Destaca, sin duda el balneum de La Cocosa (Badajoz) que, aunque probablemente erigido siglos antes, fue completamente modificado en el siglo IV d.C. en coincidencia con la 23 Transformaciones similares que permitían la reorganización en el funcionamiento de las termas se documentan, también, en momentos precedentes como muestra, creemos, el balneum de la villa malagueña de El Faro de Torrox que, construido a fines del I o inicios del II d.C., no superó el siglo III d.C. 24 Mendoza, A., et alii, Las termas romanas de Lecrín (Granada), XVII CNA (Logroño, 1983), 1985, 897-902; García Entero, V., 2005, GRA. Vil. 1.

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Fig. 3. La transformación de los balnea altoimperiales durante la Antigüedad tardía (V. García-Entero).

colocación del mosaico de tema marino y mitológico que sólo su nuevo frigidarium. Como ya apuntamos en otra ocasión 25, la planimetría que conocemos de estas termas permite atribuir su última traza a época tardía cuando el sector frío ocupó hasta cuatro estancias (vestíbulo, apodyterium, frigidarium y unctorium) al margen de tres recintos para el baño 25

García Entero, V. y Arribas, R., 2000, 90.

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frío 26. También en Almenara de Adaja (Valladolid) es posible documentar un proceso similar. A un pequeño balneum altoimperial apenas conocido se superpuso, en un momento avanzado del siglo IV d.C., un nuevo edificio que inutilizaba parte de las termas precedentes y ampliaba considerablemente la superficie de la villa destinada a los usos balnearios, tri26

García Entero, V. 2005, BA. Vil. 3.

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Fig. 4. Los nuevos balnea tardoantiguos y la pervivencia de los esquemas lineales (V. García-Entero). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 97 a 111

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plicándose el espacio destinado al frigidarium 27. En San Cucufate (Beja) las denominadas como termas señoriales van a ser objeto de un proceso continuado de remodelación desde su construcción a inicios del siglo II d.C. hasta su re-edificación a mediados del siglo IV d.C. tras un periodo de abandono a fines del siglo III d.C. motivado por el proyecto, nunca puesto en práctica, de construcción de un nuevo y grandioso edificio termal: las termas aúlicas. El último edificio termal en funcionamiento de la villa no era sino la renovación del complejo del II d.C. readaptado a su nueva ubicación en un conjunto totalmente remozado. Aunque abandonado el deseo de monumentalidad termal que parece haber presidido el fallido proyecto aúlico, en estas termas observamos una considerable reducción de las salas calientes —dos tepidaria y un caldarium— respecto al edificio originario que dispuso de hasta cinco habitaciones calefactadas —tres tepidaria, un caldarium y una sudatio— y dos praefurnia, si bien el frigidarium de mediados del IV d.C., que vió reducida la superficie de su piscina, no fue ampliado respecto a las fases anteriores 28. Un cuarto balneum que evidencia una profunda transformación en su traza tardía respecto al edificio originario altoimperial es el de la villa de Pisões, también en el territorium de Pax Iulia. En este caso la primera instalación nos es prácticamente desconocida. No obstante, es posible apuntar que el nuevo edificio, erigido en un momento avanzado en la ocupación de la villa que cabría relacionar con la fase de monumentalización y enriquecimiento acontecida entre finales del siglo III y mediados del IV d.C., presenta un ligero cambio de orientación respecto al balneum anterior, constituyéndose ahora como un bloque independiente 29. Las dependencias balnearias de la villa de Saucedo (Toledo) experimentan una transformación radical al integrarse el modesto balneum altoimperial en el monumental proyecto de fines del siglo III o inicios del IV d.C. y configurarse como un doble itinerario termal (vid infra). III.1.2. Los nuevos balnea (fines s.

III-IV

d.C.)

Si bien muchas explotaciones agropecuarias de origen altoimperial resultaron abandonadas a lo largo del siglo III d.C., la estabilidad de la que gozó 27 García Entero, V., 2001, 266-268; García Entero, V. 2005, VALL. Vil. 1. 28 Alarcão, J., Étienne, R. y Mayet, F., Les villas romaines de Sâo Cucufate (Portugal), 1990, Paris; García Entero, V., 2005, BE. Vil. 14. 29 García Entero, V., 2005, BE. Vil. 7.

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Hispania a fines del III y durante todo el IV d.C., propició el resurgimiento de numerosas villae, tras renovados proyectos arquitectónicos y ornamentales, y la aparición de otros muchos establecimientos agropecuarios. Gran parte de las termas hispanorromanas que hoy conocemos fueron re-edificadas, como acabamos de ver, o construidas ex novo en este momento, fenómeno que también se manifiesta en las grandes residencias urbanas y suburbanas que quedan, no obstante, fuera de los límites del presente trabajo 30. Durante este período se generalizan una serie de cambios, gestados en algunos casos ya a fines del siglo II d.C., que afectaron a la planimetría, organización interna, morfología y decoración de los complejos termales domésticos que adquieren ahora un indudable papel protagonista como vehículo del estatus del propietario. En primer lugar se hace evidente una tendencia a la complejización de los esquemas planimétricos. A pesar de esta afirmación es necesario apuntar que siguieron siendo los modelos más elementales —lineal simple, angular y, en menor medida, paralelo—, tras un impás al menos documental atestiguado a lo largo del siglo III d.C., los mayoritarios entre las termas domésticas erigidas o remodeladas durante el siglo IV d.C. Estos planes albergaron nuevos edificios que podemos calificar como modestos —Centcelles (Tarragona), Horta Farrerons (Barcelona), Noville (La Coruña), El Prado (Valladolid), Los Casarejos (Valladolid), Rabaçal (Coimbra)— pero que incorporaron novedades planimétricas como la proliferación de los espacios absidados y poligonales y el predominio del sector frío —balneum occidental de Torre de Palma (Portalegre), Torre de Cardeira (Beja)—, como modo de enriquecer estos nuevos espacios de prestigio. También estos esquemas funcionaron perfectamente con las más monumentales termas domésticas que, como Saucedo (Toledo), Torre Águila (Badajoz), Cercado de San Isidro (Palencia), El Requejo (Zamora) o Santa Vitória do Ameixal (Évora) incorporaron, además de las novedades apuntadas, un enriquecimiento considerable de los programas decorativos de las salas termales (Fig. 4). En Saucedo y Torre Águila, además, el bañista pudo disfrutar de un itinerario balneario más complejo al permitir, la disposición de los vanos entre las salas, la realización de recorridos circulares en las habitaciones calientes 31. García Entero, V. 2005. El gran balneum de la villa de Saucedo constituye hasta el momento, el único edificio hispano con doble y alternativo circuito termal integrado en un único complejo balneario que compartía un gran apodyterium/frigidarium, fenómeno 30 31

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El nuevo papel asumido por los edificios termales en la arquitectura doméstica de prestigio se plasmó de manera muy eficaz en el esquema axial-simétrico que, aunque presente de manera puntual desde el siglo I d.C., se hace especialmente vigente en los grandes balnea erigidos a finales del siglo III y durante el siglo IV d.C. (Fig. 5). A este grupo pertenecen las termas de La Olmeda (Palencia) 32, Pago de Tejada (Palencia) 33 y el balneum occidental de Milreu (Faro) 34. La elección de este esquema axial-simétrico está vinculada con las grandes dimensiones de los edificios —de hasta 900 m2— y el número de las estancias que formaron parte de ellos (11 salas en Pago de Tejada y 10 en Milreu) y que permitían al bañista realizar complejos circuitos termales gracias a la duplicación de los tepidaria, caldaria y a la presencia de salas intermedias como los unctoria, esquemas apenas parangonables con las grandes instalaciones de carácter público a las que sin duda pretenden emular. Al margen de la complejización de los esquemas de funcionamiento del balneum, de la profusión de espacios absidados, del gusto por nuevas formas para las salas balnearias y los recintos de baño (octogonales, pentagonales, circulares), la característica común a las termas domésticas erigidas o renovadas desde fines del siglo III d.C. es, como venimos reiterando, la preeminencia de los espacios fríos en el conjunto del edificio, importancia no sólo planimétrica —en ocasiones llega a ocupar el 80% de la superficie total del balneum 35— sino también decorativa 36. Esta realidad, que ha sido igualmente puesta de manifiesto por C. Balmelle en los complejos éste bien documentado entre los complejos aquitanos y narbonenses (Balmelle, C., 2001, pp. 187-188; Bouet, A., 19971998, especialmente 229 y ss., y 1996, vol. I., 380) y que merece la atención de Palladius (De re rustica, I, 39, 4) y Sidonio Apolinar (Carmen, XXII, 180). La necesidad de integrar, en Saucedo, el primitivo balneum altoimperial en el proyecto monumental surgido a fines del III o inicios del IV d.C. motivó la creación de este doble circuito en el que el bañista pudo disfrutar de dos recorridos, siendo el oriental el más simple y modesto al contar con dos únicos espacios calientes mientras que el gran sector occidental ofrecía al usuario la posibilidad de frecuentar, además, una sudatio. García Entero, V., 2005, TOL. Vil. 4. 32 García Entero, V., 2001, pp. 202-205; Nozal, M., Cortés, J., y Abásolo, J. A., Intervenciones arqueológicas en los baos de la villa de La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia), en Fernández Ochoa, C. y García Entero, V. Eds, Termas romanas.... 2000, op. cit., 311-318. 33 García Entero, V., 2001, 205-211. 34 García Entero, V., 2005, FA. Vil. 1. A estos complejos cabe sumar el edificio de Cercadilla (Córdoba) que, aunque perteneciente al mundo urbano, participa de las mismas características. Hidalgo Prieto, R., 1996 y 1996b; García Entero, V., 2005, CO.CPC.UD. 4. 35 Así ocurre en Cercadilla. Vid nota anterior. 36 Ver al respecto García Entero, V., 2005, V; Koppel, 2004.

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aquitanos y A. Bouet en la narbonense 37, ha de explicarse, creemos, en función del cambio producido en los usos balnearios y en el nuevo papel otorgado a los edificios termales. La amplitud espacial de los frigidaria y apodyteria/frigidaria, la multiplicación y variedad formal de los espacios para el baño frío y la riqueza ornamental de los pavimentos y paramentos de estas salas obedeció a la importancia de las actividades en ellas llevadas a cabo por la elite aristocrática que convirtieron sus termas en escenario de recepción y reunión. Por ello la primera sala de este nuevo espacio de representación debía reunir todos los elementos —arquitectónicos, espaciales, volumétricos y decorativos— necesarios para impactar al bañista invitado 38. La proliferación y ampliación de los recintos para el baño frío así como su forma, que llegan a ser objeto de admiración 39, ha de ser entendida en este mismo sentido. Gran parte de las termas señaladas se mantuvieron en uso, tras puntuales reparaciones (vid supra), durante el siglo V d.C. e incluso, en algunos casos, según sus excavadores, durante parte del VI d.C. adaptando las instalaciones a las nuevas situaciones económicas 40 que, en lo que hasta ahora conocemos, distan del esplendor recuperado por Leoncio II en las termas de su villa. Caso paradigmático en Hispania del proceso constante de remodelación y adaptación de las instalaciones termales a lo largo de las cambiantes circunstancias evidenciadas en la villa durante cuatro siglos es el balneum de Callipolis (Tarragona) 41 que erigido en el siglo II d.C. se mantuvo en funcionamiento hasta el VI d.C. tras un proceso continuo de reforma que, desde la primera mitad del IV d.C., está caracterizado por la reducción paulatina de su espacio y la pérdida de protagonismo de las salas calientes. Balmelle, C., 2001, 190 y ss.; Bouet, A., 1996. El nuevo papel que asumen las termas en la vivienda aristocrática tardoantigua ha sido magistralmente caracterizado por Y. Thébert como microcosme et scène du pouvoir (2003, 477 y ss.). 39 Sidonio Apolinar llama la atención sobre la gran amplitud de la piscina de Avitacus, comparable con las de las termas públicas (Ep., 2, 2, 5). 40 No conocemos, actualmente, ningún balneum cuya construcción date del siglo V d.C. Al siglo VI d.C. se asocia la construcción de las termas suburbanas de la calle Nerja de Emerita Augusta vinculadas, según su excavador, con una residencia suburbana visigoda (Feijoo Martínez, S., Intervención arqueológica en la zanja para la canalización de aguas de la c/ Nerja. Unas termas de época visigoda extramuros de la ciudad, Mérida. Excavaciones Arqueológicas 1998. Memoria 4, 2000, 333357; García Entero, V., 2005, BA.EA.UD. 21). 41 Macías Solé, J. Mª, la vil·la romana de Cal·lípolis (VilaSeca, Tarragonès), en Ruíz de Arbulo, J. (ed.), Tàrraco 99. Arqueologia d’una capital provincial romana, Actes de les jornades d’arqueologia sobre intervencions a la ciutat antiga i al seu territori (1993-1999), Documents d’Arqueologia Clàssica 3, 1999, Tarragona, 207-222. 37

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Fig. 5. La monumentalización de los balnea tardoantiguos. Los grandes baños de plan axial-simétrico (V. García-Entero). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 97 a 111

LOS BALNEA DE LAS VILLAE TARDOANTIGUAS EN HISPANIA

IV.

EL FINAL DE LAS TERMAS DOMÉSTICAS Y SU RECONVERSIÓN FUNCIONAL

Es el siglo V d.C. la centuria que asiste al fin de las instalaciones termales domésticas en Hispania, si bien la definición de las fases finales de estos complejos adolece, en su mayor parte, de importantes problemas metodológicos. Comenzamos a atestiguar el abandono significativo del uso originario de estos edificios desde el siglo III d.C. y su amortización en espacios de diferente función 42. Observamos cómo de manera reiterada los baños fueron inutilizados como tal y reutilizada su consistente arquitectura para usos productivos —instalación de prensas de aceite y vino, piletas de salazones, hornos, etc.— en una clara reorientación de la actividad y naturaleza de los propios establecimientos. Estas amortizaciones se evidencian desde el siglo III d.C. 43 pero se hacen más frecuentes a lo largo del IV y V d.C. y se manifiestan mediante la inutilización de las salas hypocaustadas, la compartimentación de los antiguos espacios termales, la repavimentación de suelos y espacios para el baño y la instalación de salas de prensado, almacenaje, hornos, y todos aquéllos elementos necesarios para los nuevos usos productivos. A inicios del siglo IV d.C. se atribuye la inutilización de las termas de Baños de la Reina (Alicante) y su reconversión en una zona productiva vinculada, quizás, con la industria de salazones 44. A un momento avanzado de la antigüedad tardía se asocia la instalación, en la villa de Sant Amanç (Barcelona) de un torculus y una tina de decantación, proceso similar al acontecido en la recientemente excavada de L’Horta Vella (Valencia) 45, Can Sans (Barcelona), L’Aiguacuit (Barcelo42 Ver al respecto Chavarría, A., 1996, 1997, 1998 y 2001; Peña Cervantes, Y., 2000; López Quiroga, J. y Rodríguez Martín, G., 2001; García-Entero, V., 2005, VII y 2005 (e.p.). 43 Es éste el caso del balneum de la villa de Torreblanca del Sol (Málaga) erigido a mediados del II d.C. e inutilizado un siglo después para la instalación de una industria de salazones. A función doméstica se destinaron, también a mediados del siglo III d.C., las termas de la villa de El Empalme de Caravaca (Murcia) que mantuvieron su nuevo destino hasta inicios del VI d.C. 44 Abascal, J. M., Cebrián, R. y Sala, F., El vicus romano de «Baños de la Reina» (Calpe, Alicante), en Ribera i Lacomba, A., (Coor.): Los orígenes del cristianismo en Valencia y su entorno, 2000, Valencia, 49-64; García Entero, V., 2005, ALI. Vil. 2. 45 Se trata de una villa altoimperial cuyo balneum fue amortizado a finales del siglo IV d.C., momento en el que su frigidarium se reutilizó como espacio doméstico mientras que sobre el caldarium se instaló un torcularium y un depósito (Jiménez Salvador, J.L. et alii, L’Horta Vella (Bétera, Valencia). De villa altoimperial a establecimiento rural visigodo, en VI Reunió d’Arqueologia Cristiana Hispánica (Valencia), 2005, Barcelona, 305-315.

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na), Font del Vilar (Gerona) y Barrugat (Tarragona) 46. En Torre Águila (Badajoz) el segundo balneum erigido a lo largo del siglo IV d.C. fue convertido, en un momento no bien determinado, en zona de almacenaje al romperse el pavimento del frigidarium para la colocación de dolia. En Freiria (Lisboa) las termas meridionales fueron inutilizadas también en un momento indeterminado de la antigüedad tardía y transformado en una zona productiva a la que es posible vincular un molino de mano y, posiblemente, un horno cerámico 47. En la recientemente excavada villa de Horta Farrerons (Barcelona) se asiste a un interesante proceso de reutilización de toda la zona residencial en un momento aún mal precisado de la antigüedad tardía. En lo que respecta al balneum, sobre su apodyterium y frigidarium se instaló una prensa vinícola mientras que las salas calientes (tepidarium y caldarium) acogieron funciones domésticas 48. Es ésta otra de las reconversiones, junto con la funeraria 49, atestiguadas en las dependencias balnearias como muestran las villae de Els Ametllers (Gerona) 50, Casón-Pedregal (Murcia) 51, Cal·lípolis (Tarragona), la ya comentada de L’Horta Vella (Valencia) y Freiria (Lisboa) 52, en la que también se ha atestiguado la presencia de una inhumación adscrita a época tardía al igual que en el balneum de Balazote (Albacete), en cuyas proximi46 En este caso las termas, de un momento avanzado del siglo III d.C., resultaron inutilizadas al instalarse, sobre sus rotos mosaicos, una sala de almacenaje. García Entero, V., 2001, 230-231. A estos complejos cabe sumar Els Munts, Centcelles, La Llosa y Mas dels Frares, todos ellos en el territorium de Tarraco y recientemente analizados por A. Chavarría (2001). 47 Cardoso, G. y Encarnação, J. de’: Economia agrícola da regiâo de Olisipo. O exemplo do lagar de azeite da villa romana de Freiria, en Gorges, J. G. y Rodríguez Martín, F. G. (eds.): Économie et territoire en Lusitanie romaine, CCV 65, Madrid, 391-401; Carbalho, A.: Evidências arqueológicas da produção de vinho nas villae romanas do território português. Graínhas de uva, alfaias vitícolas e lagares de vinho, en Gorges, J-G y Rodríguez Martín, F. G (eds.).: Economie..., 361-390. 48 Bosch, M., Coll, R. y Font, J.: La vil·la romana de Can Farrerons (Premià de Mar, el Maresme). Resultats de les darreres intervencions, Tribuna d’Arqueologia 2001-2002, 167188. 49 Más discutible nos parece la interpretación como basílica que propuso M. Ribas para la estancia absidada que inutilizó, a fines del siglo III o inicios del IV d.C., el frigidarium de las termas de Torre Llauder (Barcelona). 50 García Entero, V., 2001, 122-130 y Chavarría, A., 1996. 51 Noguera, J.M. et alii, Aportaciones al estudio de los balnea rurales en Hispania Citerior Tarraconensis. La villa romana de «Casón-Pedregal» (Jumilla, Murcia), en Fernández Ochoa, C. y García Entero, V., 2000, Gijón, 335-347. García Entero, V., 2005, MUR. Vil. 8. 52 Aquí se ha atestiguado, sobre el potente nivel de cenizas acumulado sobre las ruinas de las salas calientes procedente del horno cerámico, una ocupación doméstica que G. Cardoso data en el siglo VII d.C.

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VIRGINIA GARCÍA-ENTERO

dades se localizaron varias sepulturas datadas en los siglos VI y VII d.C. 53 y en Cortijo de Aparicio el Grande (Sevilla) amortizado a finales del siglo IV d.C. en parte como necrópolis y en parte como vertedero. Algunas termas, no obstante, presentan niveles de abandono a los que no se superpuso ninguna otra edificación. Es éste el caso de L’Esquirol (Tarragona) cuyo balneum estuvo en funcionamiento hasta fines del siglo III d.C., momento en el que fue abandonado aunque la villa se mantuvo, al menos, hasta fines del siglo IV d.C. 54. Tampoco se han documentado nuevas estructuras sobre las termas de El Requejo (Zamora), las segundas termas de Els Hospitals (Tarragona) 55, Ermita de la villa de la Encina (Jaén) y La Loma de Benagalbón (Málaga) abandonadas lentamente en distintos momentos del siglo V d.C. Estas importantes transformaciones —reutilizaciones, reconversiones o inutilizaciones— acontecidas en el seno de la domus tardorromana y especialmente evidentes en los ambientes balnearios, han de inscribirse dentro del lento proceso que conducirá al final del mundo romano y al inicio de un nuevo sistema. BIBLIOGRAFÍA ARRIBAS, R., 1999: Los balnea privados en el ámbito rural lusitano. Observaciones preliminares sobre los modelos arquitectónicos, en Gorges, J-G y Rodríguez Martín, F. G.: Economie et territoire en Lusitaine romaine, CCV 65, Madrid, 427-451. BALMELLE, C., 2001: Les demeures aristocratiques d’Aquitaine. Société et culture de 53 Sanz Gamo, R., Una villa romana bajoimperial en Balazote (Albacete), 1er Congreso de Historia de Castilla LaMancha, IV, 1989, 243-244. 54 Piñol, Ll. y López Vilar, J., 2001; García Entero, V., 2005, TARR. Vil. 6. 55 Esta villa gozó de un primitivo balneum que, amortizado en el segundo cuarto del siglo IV d.C. como latrina, fue sustituido por unas nuevas termas que se mantuvieron en uso hasta inicios del V d.C. (Menchón, J. J. y García, M., Memòria de la intervenció arqueològica duta a terme a la vil·la de Repsol Química (El Morell, Tarragonès), Memoria entregada al Servei d’Arqueologia de la Generalitat de Catalunya, 1997, Barcelona. Inédita; García Entero, V. 2005, TARR. Vil. 10). Un proceso similar se puede observar en Sant Amanç, villa que gozó de un primer edificio balneario amortizado por una zona de prensado en un momento indeterminado de la antigüedad tardía y sustituido por un nuevo balneum (Martín, A., La vil·la romana de Sant Amanç de Viladès (Rajadell, Bages), Tribuna d’Arqueologia 19961997, 117-139; García Entero, V., 2001, 75-77).

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EL VOCABULARIO DE LOS ASENTAMIENTOS RURALES (SIGLOS I-IX d.C.): EVOLUCIÓN DE LA TERMINOLOGÍA 1 POR

JOSÉ IGNACIO MARTÍNEZ MELÓN Universidad de Barcelona

RESUMEN Se analiza el significado, caracteristicas de la terminología utilizada para designar distintos tipos de asentamientos rurales de época romana y su evolución durante la antigüedad tardía prestando particular atención a las fuentes hispánicas.

SUMMARY This essay will examine the meaning and characteristics of the vocabulary related to rural settlement in Roman times y. well as the transformations in the meaning and use of this as vocabulary during the late antique period. Particular attention will be given to the Spanish documents. PALABRAS CLAVE: Pagus, vicus, villa, castellum, villula, locus. KEY WORDS: Pagus, vicus, villa, castellum, villula, locus.

INTRODUCCIÓN El objetivo de este trabajo es presentar el significado y la evolución de los términos que se refieren a los hábitats en las áreas rurales desde los siglos I al IX. Los vocablos analizados son, por este orden, pagus, uicus, uilla, castellum, uillula y locus. Se han omitido otros como conciliabulum o forum porque desaparecen de las fuentes a partir del siglo I d.C. El área geográfica elegida para este estudio se circunscribe a la pars occidentis y área balcánica considerando que la terminología de los asentamientos rurales en las provincias orientales del Imperio tiene un origen y una evolución diversa 2. El vocabulario sobre las aglomeraciones rurales en la Antigüedad y Antigüedad Tardía presenta una 1 Este artículo esta basado en el trabajo de investigación DEA presentado en la Universidad de Barcelona en octubre del año 2002 e integrado en el proyecto, Transformación del Nordeste de Hispania e Islas Baleares. Arquitectura Religiosa siglos IV-VIII del Ministerio de Educación y Ciencia, Hum. 2005-00268/Hist. 2 Sartre, 1994. Sobre todo en las provincias sirias y egipcias.

serie de dificultades derivadas de la naturaleza de las fuentes y de la historiografía. La documentación disponible en cada período es desigual. Vicus y castellum son frecuentes en la documentación epigráfica y literaria. Otros, como uilla, no aparecen apenas en las fuentes epigráfica y jurídica pero es abundante en las administrativas y literarias. En algunos casos para ilustrar la evolución final de los términos se aportan documentos de los siglos IX y X. Abarcando toda esta sucesión cronológica se puede apreciar el origen y evolución de esta terminología 3. Presentar un estado de la cuestión sobre este tema sería tan extenso que merecería otro artículo. En general la bibliografía se caracteriza por analizar los términos en una época determinada, en muchos casos utilizando fuentes de diferentes cronologías o documentación muy específica. Otros trabajos analizan en extensión sólo una parte de la terminología. Integrando estas investigaciones con la amplitud cronológica de este trabajo se pretende facilitar la definición de cada término en su momento histórico. Respetando la cronología de la documentación y revisando tanto la interpretación del vocabulario administrativo, como las relaciones de los hábitats entre sí y con los sistemas territoriales, es posible valorar con mayor claridad los procesos de transformación que se producen en la Antigüedad Tardía tanto en el ámbito de los asentamientos humanos y los sistemas de propiedad como administrativos, sociales y religiosos. 1.

PAGUS

Pagus es una entidad territorial típica romana. Se origina en el proceso de asentamiento y conquista del territorio. Para crear esta estructura se utilizan los territorios de las entidades gentilicias, tribales o 3 Los estudios sobre áreas rurales coinciden en señalar que las transformaciones de las estructuras agrarias no comienzan a acelerarse hasta el siglo IX tanto en Hispania, Chalmeta, 1994, como en Gallia o Italia. Fixot, 2000.

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administrativas ya existentes o se crean ex novo. El término se documenta por primera vez en Italia en el siglo III a.C. 4. Las fuentes muestran que el proceso de asentamiento y su evolución política y social no es homogéneo 5. A medida que el Estado romano implanta el sistema de pagi en cada área se van transformando las entidades territoriales prerromanas. Éstas se reorganizan en una nueva estructura administrativa, el pagus 6. L. Capogrossi señala que esta transformación se efectúa mediante la conversión de los miembros de la comunidad rural en propietarios individuales manteniendo la funcionalidad colectiva en la explotación comunitaria de bosques, pastos y aguas 7. Fuera de Italia los testimonios de la existencia de pagi se inician en el siglo I a.C. Julio César interpreta como pagus las demarcaciones territoriales, estrechamente vinculadas con una etnia o una tribu, que encuentra en sus campañas en la Gallia 8. Tito Livio considera que el pagus gallico es una circunscripción dependiente de otro más extenso, integrando el pagus de los Insubres dentro del territorio de los Eduos 9. Esta característica también es observada por Tácito que menciona los numerosos pagi que pertenecen al territorio de los Senones y éstos a la confederación de los Suevos 10. En Britania también se vincula a los pagi con una estructura gentilicia. En la epigrafía se relaciona con el encuadramiento de unidades militares de base étnica como aparece en los pagi Condustris y Vellavus 11. Tácito también vincula los pagi germanos a unidades del ejército 12. La integración de antiguos territorios en la administración romana demuestra que el sistema gentilicio también organizaba y administraba un territorio Tarpin, 2002, 12-30. Sereni, 1971, 355-359. 6 Cortijo Cerezo, 1993, 227-229. 7 Capogrossi Colognesi, 1983, 413-434. 8 Julio Cesar, De Bello Gallico, I, 12: pagi Helvetiorum… pagus Tigorinus. I, 27: pagus Verbigenus; Cortijo Cerezo, 1993, 228. Tarpin en cambio considera una extrapolación de la realidad italica la existencia de pagus en la Gallia. Tarpin, 2002, 36-38. 9 Tito Livio, Ad Urbe Condita, V, 34: cum in quo consederunt agrum insubrium appellari audissent cognominem Insubribus pago Haedorum. 10 Tácito, Opera Minora, V: adicit auctoritatem fortuna Semnonum: centum pagis habitant, magnoque corpore efficitur ut se Sueborum caput credant. 11 RIB, 2107: Deae Ricagam/bedae pagus/Vella(v)us milit(ans)/ coh(orte) IITung(rorum)/ v(otum) s(olvit) l(ibens) m(erito); RIB, 2108: Deae Viradec/thi pa[g]us Con/drustis milit (ans)/ in coh (orte) II Tun/gror (um) sub Silvi/o Auspice praef (ecto). 12 Tácito, Opera Minora, V: Centeni (vellites) ex singulis pagis sunt. 4 5

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definido. Esta integración se manifiesta en la asimilación de deidades indígenas al panteón romano. Estas representan a los pagi de la ciuitas, numina pagorum 13. A pesar de que las fuentes administrativas parecen señalar que los antiguos elementos territoriales desaparecen dentro de la maquinaria estatal romana, su presencia se atestigua hasta bien entrada la época imperial 14. LÍMITES

DEL

PAGUS

Sículo Flaco muestra al pagus como un territorio cuyos límites pueden ser tanto fronteras naturales como mojones 15. La presencia de límites artificiales no es muy numerosa pero se documenta epigráficamente 16. Estas demarcaciones se sacralizan mediante una ceremonia religiosa denominada lustratio 17 y muestran la importancia que tenía la delimitación del pagus, mas relevante incluso que conocer a qué ciuitas estaba asignado 18. Los límites del pagus tienden a adecuarse a las configuraciones geográficas, ríos, montañas o valles. Muchas veces aparecen vinculados a zonas boscosas o de pastos. En las Tablas de Veleia existen muchos ejemplos, el saltus Auega Veccius y el saltus Veluiae Leucomelius, separando el pagus Veleius del pagus Albensis 19. Estos distritos se delimitaban a partir del núcleo urbano, algunos de ellos aparecen con el epíteto suburbanus. En estos no se presupone la existencia de asentamientos rurales de importancia aunque en el ámbito general aparezcan asociados a uicus o castellum 20. En el lenguaje jurídico pagus está asimilado al distrito de una ciuitas. Ulpiano lo presenta como un elemento indispensable para la ubicación de las propiedades, fundus, y conectado con el sistema censual y tributario 21. Además en las tabulae alimentarias de Veleia y de los Ligures Baebiani, pagi y fundi son identificados y especificados con una clara inChastagnol, 1995, 29-35. Cortijo Cerezo, 1993, 198. Sículo Flaco, De Conditionibus Agrorum, CLXIV. 16 CIL, XIII, 4143: Finis pagi carucum. 17 La importancia de la lustratio es señalada también en Ovidio, Fastos, I, 669-670: pagus amat festum: pagum lustrate, coloni, /et date paganis annua liba focis; Tarpin, 2002, 178-180. 18 Sículo Flaco, De Conditionibus Agrorum, CLXIV: de quipus non puto quaestionem futuram quórum territorium ipsi pagi sint, sed quatenus territorio. Y señala ejemplos de pagus que pertenecen a dos ciuitates distintas. 19 CIL, XI, 1147: En ocasiones la extensión de estos saltus pueden servir de límite entre dos o mas pagi. 20 Rodríguez Neila, 1993-1994, 445-484; Cortijo Cerezo, 1993, 214; Leveau, 1993, 459-471. 21 Digesta, L, 15, 4. 13 14 15

EL VOCABULARIO DE LOS ASENTAMIENTOS RURALES...

tencionalidad fiscal 22. Esta relación también está documentada epigráficamente en Hispania 23. No existe un número determinado de pagus asignados a una ciuitas. La colonia de Beneventum, en Italia, podía contener hasta una docena de pagi 24 mientras que otras ciudades, como la bética Carbula sólo uno 25. ADMINISTRACIÓN

DEL

PAGUS

Como distrito territorial romano el pagus tiene una serie de funciones de carácter administrativo, económico, fiscal, jurídico y religioso entre los que destacan la construcción y mantenimiento de las vías de comunicación locales y de edificios públicos 26. Estas funciones eran desarrolladas por un magistrado elegido anualmente, el magister pagus 27. Entre las atribuciones de estos magistrados se incluía la capacidad de emitir decretos y sentencias 28. Los pagi situados fuera del territorio continuo de una ciuitas se organizaban en praefecturae cuyos magistrados, los praefectus pagi, desarrollarían con notable autonomía sus funciones políticas llegando a administrarlos directamente 29. A partir CIL, IX, 1147; CIL, XI, 1455. CIL, 02-05, 0098: P (ublius) Acilius / P (ubli) l (ibertus) Antiochus / sepultus est / fundo suo / pago Singilens (i); CIL, II, 05042: Dama L(uci) Titi ser(vus) fundum Baianum qui est in agro qui / Veneriensis vocatur pago Olbensi uti optumus maxumusq(ue) / 24 CIL, XI, 1455: pagus Aequano, Ligustino, Romano, Herculano, Mefano, Salutare, Martiale, Beneventano, Articulano, Albano, Libicano y Cetano. Y posiblemente dos más que en el texto epigráfico no están vinculados con la pertica beneventana). 25 CIL, 02-07, 00728= CIL, II, 02322: Imp(eratori) Caes(ari) Vespasiano Aug(usto)/pontif(ici) max(imo) tribunic(ia) potest(ate) /V imperatori XI p(atri) p(atriae) co(n)s(uli) V d[es(ignato) VI]/censori liberisq(ue) eius/pagani pagi Carbulensis. 26 Sículo Flaco, De Conditionibus Agrorum, 146, 6-9: Vicinales autem uiae de publicis deuertuntur in agros, et saepe ipsae ad alteras publicas perueniunt, aliter muniuntur, per pagos, id est per magistros pagorum qui operas a possessoribus ad eas tuendas exigere soliti sunt. 27 CIL, 02-07, 00875 = AE, 1986, 0314: C (aius) Caecilius Pic/us et l (ucius) Sempr/onius Pollio/ pagi magistri/ Iovi O (ptimo) M (aximo) vo/verant. CIL, VIII, 26252 = Uchi-Rug, 008 = AE, 1908, 0262: Faustinae Au[g(ustae)]/ pag(us) Uchitan[orum]/ Maioru[m d(ecreto) d(ecurionum) p(ecunia) p(ublica) f(ecit)]/ Q(uinto) Memm[io ] P(ublio) Muci[o / mag(istris) [pag(i)]. 28 CIL, I, 03255: Sex(tus) Apicius V(ibi) f(ilius)/T(itus) Crisplius L(uci) f(ilius)/T(itus) Pontius T(iti) f(ilius) / mag(istri) pag(i) iter / Paganicam fac(iundum) / ex p(agi) s(ententia) c(uraverunt) eidemq(ue) p(robaverunt. 29 CIL, III, 01407= IDR-03-03, 010: I(ovi) O(ptimo) M(aximo/pro sal(ute) d(omini) n(ostri)/C(aius) Iul(ius) Marcia/nus dec(urio) col(oniae)/ praef(ectus) pag(i)/ Aquensis/ genioeor(um) /posuit; CIL, XII, 02558= ILH Savoie, 00067: 22 23

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del siglo III las fuentes epigráficas africanas mencionan a un curator administrando el pagus 30 así como un ordo pagi 31 y altos magistrados típicos de una ciuitas como los decuriones, decurionibus pagi Sarclani 32, vinculados a los grandes pagi africanos. Pagus aparece en muy raras ocasiones en la documentación no epigráfica de época imperial y en la legislación romana sólo se vincula a los aspectos catastrales y fiscales 33. Un aspecto característico de la población asentada en el pagus es su capacidad asociativa. El princiAug(usto) Vint[io]/sacr(um)/ T(itus)Valerius/Crispinus/sacer (dos)cinti/ praef(etus) pag(i) Dia(nensis?)/Aedes d (edit); CIL, XII, 02562 = ILH Savoie, 00099: [Praef (ectus?)] pagi /et [ ] tus / [ex v] oto. 30 CIL, VIII, 27763 = AE, 1914, 0083: Iovi Saturno Silvano Caelesti / Plutoni Minervae Veneri/ Aug(ustae) sacr(um) / pagus Veneriensis patrono L(ucio) Antonio Brittanno curatori/bus P(ublio) Octavio Marcello sacerd(ote) Saturni Sx(to) Octavio Felice / Q(uinto) Clodio Optato Q(uinto) Vibio Saturnino ex iis qua i(nfra) s(cripta) s(unt) / verbecem(!) agnum caprum gallum (h)edilla(!) duas gallinam / C(a)ecilius {E} Sequ(u)ndus; CIL, VIII, 26579 = Dougga 064: M(arco) Paccio Sil/vano Coredio/ Gallo L(ucio) Pullaie/no Gargilio An/tiquo co(n) s(uli)/ pagus Thuggensis/ patrono d(ecreto) d(ecurionum) p(ecunia) p(ublica)/ curatore L(ucio) Gabinio / L(uci) fil(io) Clemente. 31 CIL, VIII, 17218 = ILAlg-01, 0883: Clodiae Fabi [an] a[e] / cui ordo Pagi MON / NEMIIIV [ ] PI [ ] V / XVII statuam / decrevit e VSV/ XII annis XX. 32 AE, 1979, 0147: Ti(berio) Claudio Caesare /Aug(usto) Germanico III/ L(ucio) Vitellio iterum co(n)s(ulibus) / P(ublius) Crusius Germanus donavit / decurionibus pagi Sarclani / HS MM(duo milia) uti ex usuris eius VI K(alendas) Apriles / natali suo quodannis(!) in pago / vescantur quae summa publica est / Caesare et Sentio co(n)- s(ulibus) Idibus Ianuaris / d(ecreto) d(ecurionum); CIL, VIII, 26179= AE, 1896, 0088: [p]on[t(ifici)] max(imo) trib(unicia) pot(estate) VI imp(eratori) X co(n)s(uli) II proco(n)s(uli) / optimo maximoque principi patri / Imp(eratoris) Caes(aris) M(arci) Aureli Antonini Aug(usti) princ(ipis) / iuve(ntutis) [[et P(ubli) Septimi Getae nobilis(simi) Caesaris]] / pag(us) Thib(arensis) d(ecreto) d(ecurionum) p(ecunia) p(ublica); CIL, VIII, 26276= AE, 1908, 0267: C(aio) Mario C(ai) f(ilio) Arn(ensi) / Extricato dec(urioni) c(oloniae) C(oncordiae)/ I(uliae) K(arthaginis) patrono pagi/ cui cum pagus ob/ merita eius statuam/ decrevisset p[le]ps memor/ abstinentiae quam rei / p(ublicae) suae praestitit [dedic]avit(?)/ et [loc] o (?) [d (ato?) d (ecreto?)] d(ecurionum). 33 Codex Theodosianus, VIII, 15, 1: constantinus a. dixit: sed iure continetur, ne quis in administratione constitutus aliquid compararet, unde quidem nihil interest, an in suo pago an in alieno comparavit, cum constet contra ius eundem comparasse. et adiecit: ignoratis fiscale effici totum, quidquid administrantes comparaverint?; Codex Theodosianus, VII, 4, 1: Imp. constantinus a. have felix karissime nobis. tribunos sive praepositos, qui milites nostros curant, annonas per dies singulos scriptionis indicio sibi debitas in horreis derelinquere non oportet, ut procuratores seu susceptores vel praepositi pagorum et horreorum eam comparent: hinc enim fit, ut a provincialibus non annonas, sed pecunias postulent memorati ipsis etiam speciebus remanentibus vitiatis adque corruptis. constituimus igitur derelictae annonae fisco compendium vindicari, subscribendario et optione gladio. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 113 a 131

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pal factor de cohesión fue el religioso congregándose en torno a una divinidad o genio protector 34. Estas asociaciones tenían capacidad para desarrollar iniciativas comunes para rendir homenaje a un emperador 35, prestar ayuda a otro miembro del pagus 36 e incluso presentar pleitos territoriales, como el desarrollado en la ciudad de Tarraco por los compagani Larensis contra Valeria Fauentina 37. La documentación sobre los pagi africanos presenta una variedad tipológica que muestra la amplitud de significados territoriales del término. Esta variedad muestra cómo el imperio adopta diversas formas de intervención sobre el territorio conquistado reutilizando las realidades preexistentes en función de sus intereses o creando nuevos, dependiendo de la situación durante el proceso de conquista. En este contexto en África se pueden distinguir tres categorías de pagi. Una circunscripción territorial muy amplia que agrupa un número elevado de aglomeraciones indígenas, como los pagi Thuscae y Gunzuzi o las tres ciuitates del pagus Gurzensis . Un distrito de una ciuitas habitado por ciudadanos romanos, generalmente veteranos del ejército, designado con nombres de divinidades romanas. Una subdivisión del territorio de una colonia o un municipio en el que se incluyen territorios más o menos alejados geográficamente 38. Según Ch. Picard los pagi africanos deben ser entendidos como distritos territoriales que aprovechan equivalentes de época 34 Rodríguez Neila, 1993-1994, 470-471; AE, 1975, 065: D (eo)/ Satur/no p (agani) p (agi)/ Scare/dran/o (rum); CIL, 02, 02194 = CIL, 02-07, 00231: Genio pagi / Aug (usti) / C (aius) Fabius Nigellio/ d (onum) d (edit). 35 CIL, II, 02322= CIL, 02-07, 00728: Imp(eratori) Caes(ari) Vespasiano Aug(usto)/ pontif(ici) max(imo) tribunic(ia) potest(ate)/ V imperatori XI p(atri) p(atriae) co(n)s(uli) V d[es(ignato) VI]/ censori liberisq(ue) eius/ pagani pagi Carbulensis. 36 CIL, II, 01043= CILA, 02-4, 1041 = AE, 1979, 0357: L (ucius) Attius Lu/canus an/norum/ LXV titulu (m)/ posuerunt con/pagani Marmo/rarienses / h (ic) s (itus) s (it) t (ibi) t (erra) l (veis; AE 1989, 0509: D(is) M(anibus) O[—]co o(bitus) / patri annus(!) o(bitus?) et(?) / Montanianus et S(en)ix/sio(?) fili ex amore/ et pietate II(duo) viv(i) in/ commune po/suerunt / et co(m)p(a)g(a)ni(?) Spar/ian (i). 37 CIL, II, 04125 = RIT, 0143: Imp(eratore) Caes(are) P(ublio) Helvio/ Pertinace princip(e)/ senatus patre patriae / Q(uinto) Sosio Falcone C(aio) Iulio Eruci/o Claro co(n) s (ulibus) III Idus Febr(uarias)/ sententiam quam tulit / L(ucius) Novius Rufus/ leg(atus) Aug(usti) pr(o) pr(aetore) v(ir) c(larissimus)inter compaganos ri/vi Larensis et Val(eriam) Faventinam / descriptam et propositam pr(idie) Non(as)/ Novembr(es) in v(erba) i(nfra) s(cripta) Rufus leg(atus c(um) c(onsilio) c(ollocutus)/ decretum ex tilia recitavit/ congruens est intentio mea qua /]tus proximae argumentis / parte prolatis rei / aput me actu[m] est d/[ i]nspectio itaq[ue] [ q]ui in priva / ]a mox ]. 38 Picard, 1969-1970, 1-12; Gascou, 1982, 139-141; Gascou, 1983, 175-180. Picard destaca la autonomía administrativa de los pagi asociados a una confederación de colonias.

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cartaginense llamados (´Rst) y disfrutaban de diferentes grados de autonomía 39. Es interesante señalar su continuidad y la extensión de estos distritos administrativos. Algunos de ellos podían contener una gran cantidad de asentamientos, ciuitates LXIII pagi Thuscae et Gunzuzi 40. Estas grandes circunscripciones territoriales estarían constituidas por ciudades estipendiarias con funciones fiscales y judiciales 41. PAGI

EN

HISPANIA

R. Curchin no cree que el pagus en Hispania pueda derivarse de antiguos territorios prerromanos sino que constituye una creación de la administración romana para dividir en distritos el territorio de una ciuitas 42. Pero se tienen indicios que vinculan a ciertos pagi con estructuras territoriales prerromanas como las centurias. Éstas se integran dentro del sistema territorial, manteniendo la nomenclatura primitiva, mediante la inclusión de los clanes gentilicios al fenómeno asociativo romano. La propia denominación de centuria fue la latinización de un término prerromano original que no se documenta en otras provincias del Imperio 43. Varias inscripciones, originarias de la provincia Bética, podrían relacionar pagus i centuriae. En el conocido epígrafe de Arva se documenta una serie de centurias con nombre prerromano que costean un pedestal de mármol para honrar a su patrono 44. En otro documento se mencionan tres pagi con nombres indígenas, pagi iundeni chalicrati et teiuteri, junto a un pagus suburbanus pertenecientes a la ciuitas de Illipula 45. El documento más importante procede de Picard, 1969-1970, 3-12. AE, 1963, 0096: Imp(eratori) Caesari divi Nervae/ f (ilio) Nervae Traiano Aug (usto) Ger (manico)/ Dacico pont (ifici) max (imo) trib (unicia) pot (estate) XVII/ imp (eratori) VII co (n) s (uli) VI p (atri) p (atriae) civitates LXIIII/ pagi Thuscae et Gunzuzi pec(unia) sua/ fecerunt idemque dedicaveru(n)t curatore Victore Marti/ali praefecto earum et |(centurione. 41 Picard, 1969-1970, 7-8. 42 Curchin, 1985, 327-343. 43 Sáez Fernández, 1978, 255-271. 44 CIL, 02, 01064 = CILA, 02-1, 0224 = AE, 1979, 0350: Q (uinto) Fulvio Q (uinti)/ Fulvi Attiani f (ilio)/ Q (uinti) Fulvi Rustici n (epoti)/Gal (eria) Carisiano/ patrono et/ pontifici ob me/rita centuriae/Ores Manes/Halos/Erques/Beres Arvabores/ Isines Isurgut/ in locum quem ordo m (unicipum) m (unicipii)/ F (lavi) A (rvensis) d (ecrevit) posuerunt d (ecreto) d (ecurionum). 45 CIL, 02-05, 00030* = CIL, II, 00186: Mutatione oppidi pelignor copit lud / et epulu uicineis municipes et incolae/ pagi iundeni chalicrati et teiuteri et pagi / suburbani d splendidissimis ordinis illipulensiu f incol u et mulier intra muros habitat. 39

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Carmona 46, donde se incluyen treinta y dos centuriae pertenecientes a ocho ciuitates del bajo Guadalquivir 47. PAGUS

EN LA

ANTIGÜEDAD TARDÍA

En la Antigüedad Tardía con la paulatina transformación del sistema de ciuitates el significado de pagus se asocia tanto a un distrito como al territorio de una ciuitas. En el siglo IV d.C. para Amiano Marcelino es un territorio extenso sin relación con el pagus administrativo 48 y Arnobius en Aduersus nationes vincula pagus y regio 49. En cambio en las obras de Ausonio siguen siendo territorios rurales, distritos de la ciuitas donde se encuentran sus posesiones 50. En el siglo VI d.C. en Gallia la crónica del Pseudo-Fredegario muestra como el término evoluciona para denominar el territorio de una ciudad. Pero en el mismo documento aparece la fórmula pagus et ciuitates que parece indicar un territorio más amplio 51. La acepción territorial del término no sólo aparece en el ámbito administrativo civil. En el concilio de Auxerre, a finales del siglo VI d.C., pagus adquiere el significado de territorio vinculado a una parroquia: Ad tutelam gregis sibi a Deo commissi, precepit ut tam in ciuitate quam per parochias ipsius pagi haec debeat institutio custodiri 52. En Italia, en la misma época, el pagus mantiene el significado de distrito territorial de una ciuitas siendo el elemento clave para la localización de un fundus 53. En Hispania, las menciones a pagus son muy escasas. La más significativa aparece en las listas de iglesias episcopales del parochiale sueuum en donSáez Fernández, 2002, 406-409. En este artículo el autor parece demostrar la autenticidad del epígrafe. 47 CIL, II, 128. 48 Amiano Marcelino: Res Gestae, XXVIII, 5, 15: quoscumque cepit, ad italiam iussu principis misit, ubi fertilibus pagis acceptis iam tributarii circumcolant padum; Res Gestae, XXXI, 2, 17: per pagos (ut nomades) inmensos. 49 Arnobio, Aduersus Nationes, V, 25, 1: Pagi istud est nomen regione in Áttica constituti. 50 Ausonio, Mosella, 477-8: quin etiam ipse illus pagus arebignus inani fertur invidia cuius in uno loco vitium cultura perspicua est. 51 Pseudo-Fredegario, Chronicae, LVII: citra Legere et limitem Spaniae quod ponitur partibus Wasconiae seu et montis Parenei pagus et ciuitates, quod fatri suo Gairiberto ad transagendum ad instar priuato habeto cum uiuendum potuisset sufficere nuscetur concessisse: pagum Tholosanum, Cathorcum, Agenninsem, Petrocorecum et Santonecum uel quod ab his uersus montis Pereneos exludetur. 52 Concilio de Auxerre (581). 53 P. Ital. doc 2, 30: Fauentino territorio constituta, pago Painate Inter. Ad fines et possidentes. 46

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de matiza la distinción entre iglesias situadas en uici e iglesias en pagi 54. Esta distinción sólo puede relacionarse con las sedes episcopales del litoral occidental de Gallaecia pero el sentido del término parece concordar con la definición de Isidoro de Sevilla, Pagi sunt apta aedificiis loca iter agros habitantibus 55. El término se mantiene durante toda la Alta Edad Media. Los primeros diplomas carolingios conservados en Cataluña, de inicios del siglo IX, muestran que la identificación del pagus con el territorio de una ciudad es algo corriente, Sarracenos infideles nostros magnum certamen certamen in pago Barchinonense... in pago Narbonense 56. 2.

VICUS

Como toda la terminología sobre asentamientos rurales, uicus es un término polisémico. Festo indica que tanto podía significar un barrio de una ciudad como un asentamiento rural 57. Una inscripción datada en el siglo I también denomina uicus a las habitaciones vecinas de una sepultura familiar, uicus spurianus 58. El uicus es una comunidad rural que tiene cierto tipo de responsabilidades políticas, religiosas, administrativas y fiscales y mantiene magistrados propios elegidos dentro de los personajes más influyentes de las asociaciones profesionales o religiosas. Éstos ejercen como elementos de control de los intereses comunes, como dirimir en primera instancia sobre contenciosos de tierras privadas o comunales 59. El uicus es un hábitat asimilable, por sus monumentos y sus características funcionales, a un barrio 54 Parochiale Sueuum, XII: Ad Tudensem ecclesias que in uicino sunt: Turedo, Tabulela, Lucoparre, Aureas, Langetude, Carisiano, Marciliana, Turonio, Celesantes, Toruca. Item Pagi: Aurone, Sacria, Erbilione, Cauda, Ouinia, Cartase. 55 Isidoro de Sevilla, Etymologiae, XV, 2. 56 Abadal, 1952, 307-311; El precepto del año 815 se refiere a un diploma anterior de Carlomagno de 795. 57 Festo, De Verborum Significatu, LXX: Qui non dicitur uicani, sicut hi, qui aut un oppidi uici, aut hi, qui in agris sunt, uicani apellantur. 58 CIL, X, 3750: A(ulus) Plautius Euhodus sibi et liberis suis/ A(ulo) Plautio Daphno et Plautiae Primigeniae et/ Plautiae Laurillae et Plautiae Festae et Plautiae Successae et / A(ulo) Plautio Asbesto libertis libertabusque suis posterisque eorum is qui/ Plauti vocitabuntur vicus Spu[ri]anus cum suis meritoris et diaeta/ quae est iuncta huic monumento cum sui[s] parietibus et fundamentis huic monument(o) cedet/ si qui ex is qui supra scripti sunt hunc monumentum aut vicum Spurianum/ aut diaeta quae est iuncta huic monumento vendere volent/ tunc ad rem publicam coloniae Puteolanae pertinebit. 59 Besnier-Hôpital, 1983, 435-448.

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urbano. La característica urbana principal que define un uicus y que lo diferencia de otro tipo de asentamiento rural nos la proporciona Tácito. El uicus romano se diferencia de un uicus bárbaro en que el primero desarrolla un plan urbanístico coherente y organizado: uicus locant non in nostrum morem conexis et cohaerentibus aedificiis: suma quisque domum spatio circumdat, siue aduersus casus ignis remedium siue inscitia aedificandi 60. La tipología del uicus abarca toda aglomeración que ofrece algún tipo de servicio administrativo, económico o religioso incluyendo los servicios que ofrecen las etapas de las vías de comunicación 61. Consideramos que muchas de estas etapas coincidían con aglomeraciones rurales existentes. Otras, al estar situadas en lugares de paso estratégico como puentes, cruces de caminos, etc., se convertirían en hábitats permanentes. Pero no todas las etapas se sitúan en lugares habitados. Los descansos en la ruta tipo mutatio o statio pueden ser edificios aislados que ofrecen este servicio viario. R. Curchin propone para los uici rurales hispanos algunos rasgos fundamentales, un origen indígena, una actividad religiosa, un cierto tipo de autonomía en la administración de la región y su localización en áreas menos romanizadas. Esta opinión que sólo se basa en la escasez de menciones epigráficas en las áreas mediterránea y bética 62. Es muy probable que algunos de estos asentamientos se encuentren detrás de las numerosas promociones al estatuto municipal en el siglo I d.C., entre los principados de Augusto y Vespasiano 63. Los uici pueden ser centros administrativos desarrollados por el asentamiento de veteranos 64 o al abrigo de los campos legionarios, uici canaborum 65. Estos últimos, a partir del siglo III d.C. son asimilados a los uici civiles. En caso de abandono del campamento o cambio de ubicación, el uicus podía desarrollarse de forma autónoma y convertirse en una ciuitas 66.

Tácito, Opera Minora, 16, 2. Grenier, 1934. Curchin, 1985, 332-338. El autor opina que sólo existe una romanización en las áreas rurales y que proviene de las uillae. Las zonas menos «romanizadas» tendrían menos densidad de uillae. 63 Rodríguez Neila, 1991, 213-215. 64 CIL, VIII, 23125 = AE, 1894, 0063: Imp (eratori) Caes (ari) divi/ Traiani Parthici/ f (ilio) divi Nervae/ nepoti Traiano / Hadriano Aug (usto) / pontifici max (imo)/ trib (unicia) pot (estate) XII co (n) s (uli) III p (atri) p (atriae)/ cives Romani qui / vico Hateriano/ morantur. 65 CIL, XIII, 05967: In h (onorem) d (omus) d (ivinae)/ [G] enio vici ca/[n ] abar (iorum) et vi/ [ca]no r (um) cana / bensium / Q (uintus) Martius / Optatus/ qui columnam /et statuam d (onum) d (edit). 66 CIL, XIII, 2. 60 61 62

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En las provincias africanas y en Gallaecia el uicus está asociado a los establecimientos rurales de nueva creación ocupados por colonos romanos mientras que los indígenas ocupan otros hábitats rurales como castella o castra. Este motivo, unido a otros factores, puede explicar la escasez e incluso inexistencia del término en algunas provincias, como en Mauritania Caesariense 67. M.Christol opina que de facto sería posible asimilar jurídicamente el término con las numerosas ciuitates peregrinas estipendiarias documentadas 68. A tenor de las fuentes la interrelación socioeconómica entre uicus y uilla parece ser muy intensa y por tanto su distribución tendría que ser homogénea. Varrón lo describe como un lugar tanto de aprovisionamiento como venta de excedentes de la uilla 69. Frontino nos informa que los uici se sitúan en las proximidades, in modum munitionum, de las uillae 70. ADMINISTRACIÓN

ROMANA EN EL UICUS

Una de las definiciones más utilizadas para denominar jurídicamente al uicus proviene de Festo: uici...cipiunt ex agris, qui ibi uillas non habent, ut Marsi et Peligni, sed ex vic (i) is partim habent rempublicam et ius dicitur, partim nihil eorum et tamen ibi nundinae aguntur negoti gerendi causa, et magistri uici, item magistri pagi quotannis fiunt 71. El mismo autor afirma que los uici y los pagi, eligen anualmente a dos representantes, denominados magistri, así como los presidentes de las asociaciones civiles y religiosas 72. La epigrafía tanto en Italia como en las provincias lo confirma 73. Las compeLeveau, 1992-1993. Christol, 1988, 305-337. Varrón, Res Rusticae, I, 16, 4, 4: Si enim a fundo longius absunt oppida aut vici, fabros parant, quos habeant in villa, sic ceteros necessarios artífice; Res rusticae, I, 20, 3: Quos ad vecturas, item instituendum ut inania primum ducant plaustra et, si possis, per vicum aut oppidum: creber crepitus ac varietas rerum consuetudine celeberrima ad utilitatem adducit. 70 Frontino, De Conditionibus Agrorum, 53, 1-15: Habent autem in saltibus priuati non exiguum populum plebeium et uicos circa uillam in modum munitionum; Leveau piensa que las villas se distribuyen concéntricamente en relación con el caput ciuitatis con una mayor densidad de villae en las cercanías de la capital; Leveau, 1983-1984, 920-942. 71 Festo, De Verborum Significatu, s, v, uicus. 72 Festo, De Verborum Significatu, CXIII: Unde magistri non solum doctores artium, sed etiam pagorum, societarum, uicorum, collegiorum, equitum dicuntur, quia omnes hi magis ceteris possunt. 73 CIL, V, 1829: et q(ui) s(upra) s(cripti) s(unt) aedem Belini/ [su]a pecunia refecere et/ [clu]pea inaurata in fastigio V/ et signa duo dedere/[P(ublio)] Erbonio P(ubli) l(iberto) 67 68

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tencias de estos magistrados incluyen la capacidad de emitir sentencias y decretos y, lo más importante, la construcción y mantenimiento de las infraestructuras públicas 74. Subordinados a estos magistrados están los ediles, cuya misión es velar por el estado de los edificios públicos y del templo de la comunidad 75. La lex uicana de Furfo 76 les permite fijar las aportaciones de los uicani para la refracción y mantenimiento de estos edificios y sustituir a los magistri en determinados trabajos. En las inscripciones se menciona otro magistrado al lado del magister uicus, el quaestor uicus 77.Y, a partir de los siPrincip/[Se]x(to) [V]otticio Sex(ti) l(iberto) Argentillo / mag(istris) vic(i); CIL, V, 1830: [Se] x (to) Erbonio Sex (ti) l (iberto) Diphilo/ [M (arco)] Quinctilio M (arci) l (iberto) Donato / mag (istris) vici; CIL, III, 07466 = ADBulgar, 00128: I(ovi) O(ptimo) M(aximo)/ [et] Iunoni Re[gi]/ [n(ae)]pro s(alute) Imp(eratoris) T(iti) A[el(i)] / [An] ton [i ] n [i ] Pii Au[g(usti) et]/ [M(arci) A]ur(eli) Veri Ca[es(aris) et] /[pr]o s(alute) vici et [sua et] / [suor(um)] pos(uit) Bu[r]/ ti[nus] /[ci]vis Tomita[nus]/ [ma]gis(ter) vic(i) des[uo et]/ [De]metrou (s )filiu [s] / [ Rufin]o et Present[e co (n)s(ulibus)] /[c (uram) a (gente) Sim]ia(?) v (otum) s (olverunt) l (ibentes) m (erito; CIL, III, 12487 = AE, 1894, 0107: I (ovi) O (ptimo) M (aximo)/ et Iunoni / Reg (inae) pro/ salutem (!)/ Imp (eratoris) M (arci) Au r(eli) / [A] ntonin [i] / Com (modi) Aug (usti) P (ii) [F (elicis)]/ [et] Cri s[pi] n(ae) Au [g (ustae)/ Maximu [s ]/ mag (ister) vici/ ex viso l (ibens) m (erito)/ posuit Cris/ pino et Aeli [ano]/ co (n) s (ulibus). 74 CIL, III, 03777 = CIL, I, 02286 = RINMS, 001: Q(uintus) Annaius Q(uinti) l(ibertus)/ Torravius/ M(arcus) Fulginas M(arci) l(ibertus) / Philogenes / mag(istri) vici de / vic(i) s(ententia) portic(um) f(aciundam) coir(averunt); CIL, XIII, 05042 = AE, 1939, 0206: Pro salute domus divin(ae)/ I(ovi) O(ptimo) M(aximo) Iunon(i) Regin(ae) / aram Q(uintus) Ael(ius) Aunus IIIIIIvir Aug(ustalis)/ de suo item donavit vican(is)/ Minnodunens(ibus) |(denarios) DCCL ex/ quorum ussur(is!) gymna/sium inderect(o) tempor(e)/per tridu(u)m eisdem/vican(is) dedit in aevum/quod sihanc pecun(iam)incol(is) col(oniae)Aven/ticensium dari volo l(ocus) d(atus) d(ecreto) v(icanorum)M(innodunensium). 75 RIB, 0707: C (ivitas)/ [P (arisorum)]/ Ob honor[em]/ domus divi[nae]/ Imp (eratoris) Caes (aris) T (iti) Ael (i) H[adri]/ani Antonini A[ug (usti) Pii] / p (atris) p (atriae) co (n) s (ulis) I[I]/et numinib (us) A [ug (ustorum)]/ M (arcus) Ulp (ius) Ianua r[i]u [s] / aedilis vici Petu[ar (iensis)] / proscaen (ium)[] / de suo [dedit]. 76 CIL, IX, 3513: promovere referre [liceat] fasque esto sei quod ad eam aedem donum datum donatum dedicatum/ que erit utei liceat oeti venum dare ubei venum datum erit id profanum esto venditio/ locatio aedilis esto quemquomque veicus Furfens(is) fecerit quod se sentiunt eam rem / sine scelere sine piaculo [vendere] alis ne potesto quae pequnia recepta erit ea pequnia emere / conducere locare dare quo id templum melius honestius seit liceto quae pequnia ad eas / res data erit profana esto quod d(olo) m(alo) non erit factum quod emptum erit aere aut argento / ea pequnia quae pequnia ad id {T}emum data erit quod emptum erit eis rebus eadem / lex esto quasei sei dedicatum sit sei qui heic sacrum surupuerit aedilis multatio esto / quanti volet idque veicus Furf(ensis) mai(or) pars FIFELTARES sei a solvere volent sive condemnare / liceto sei quei ad huc templum rem deivinam fecerit Iovi Libero aut Iovis Genio pelleis / coria fanei sunto. 77 AE, 1977, 0758: Q(uod) b(onum) f(austum) f(elix)/ vicani Petrenses qui contul[e]runt/ causa salutis corporis sui

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glos II-III, en Gallia y Germania el curator uicus como cabeza de la administración de los uici 78. En CIL XIII, 6676 se encuentra reflejada una jerarquía administrativa compuesta por el curator, el quaestor y el actor 79. Este último magistrado es el agente que se encarga del registro contable velando por los intereses materiales de la comunidad 80. Es posible que los miembros más destacados de los collegia participaran en las decisiones de los magistrados formando un ordo. La epigrafía de Aix-les-Baignes, un uicus termal situado en el área alpina, permite conocer la organización política del asentamiento 81. El ordo de los possessores aquenses designa unos representantes, decemlecti, que forman el consejo del uicus, en el que se incluye a dos patronos y un curator para las finanzas 82. También parece ser el caso de un núcleo rural muy cercano a la colonia romana de Tucci en la Bética. De esa localidad procede un epígrafe que menciona un ordo Batores 83. La situación geográfica de los uici puede motivar que no dependan administrativamente de los funcionarios de la ciuitas sino de un praefectus pagi como balineu(m) faciundu(m) quod opus / effectu(m) magisterio anni Nymphidi Maximi et Aeli Gemi[n]i qu(a)estori/bus vici Ulpio Romano et Cassio Primitivo curantibus operi N[ymp]hidio / Maximo s(upra) s(cripto) et Aelio Iulio. 78 CIL, XIII, 04132= AE, 1891, 0033: In h(onorem) d(omus) d(ivinae) et / numin[i]bus Augg(ustorum) I(ovi) O(ptimo) M(aximo) / L(ucius) Ammius Gamburio / prosc(a)en[ium c]umtribun/ali et eo [ampl]ius |(denarios) L ex q/uorum [usur]is tutela(m) /prosc(a)eni(i) e[t] ludos omn/ ibus annis pri(die) Kal(endas) Mai(as) / curatore svici procu/rare deb(eb)unt fide manda/vit d(onum) d(edit) Saturni[n]o et Gallo co(n)s(ulibus); CIL, XIII, 06676 : Fortunae/ Aug(ustae) sac(rum)/ Nemonius Se/necio c(urator) v(ici) et T(itus) / Tertius Felix q(uaestor) / et C(aius) Atius Uere/cundus act(or) / d(e) s(ua) p(ecunia). 79 CIL, XIII, 06676 : Fortunae/ Aug(ustae) sac(rum) / Nemonius Se/necio c(urator) v(ici) et T(itus) / Tertius Felix q(uaestor) / et C(aius) Atius Vere/cundus act(or) / d(e) s(ua) p(ecunia). 80 CIL, XIII, 3106: Numinibus Augustor (um)/ deo Volkano/ M (arcus) Gemel (lius) Secundus et C (aius) Sedat (ius) Florus / actor (es) vicanor (um) Portens (ium) tribunal cum / locis ex stipe conlata posuerunt. 81 Prieur, 1976, 157-162. 82 CIL, XII, 02459: D(is) M(anibus) /D (ecimi) Titi Domitini/ possessor (is) Aquenses /et / D(ecimus) Titius Domitius /patrono; CIL, XII, 02460: D (is) M (anibus)/ Titiae / Chelidonis/ publice/ possessor (is) / Aquenses / curante C (aio) Iul (io) /Marcellino /coniuge; CIL, XII, 02461 = AE, 1996, 01015: Aram decem l[ecti] /Aquenses et pa/troni de suo /ob donum fig/lin (arum) quem [ ] /[possessoribus vici] / [Aqu]arum[/et vicanis don[averunt]/ ad epulum la[c]/ umcum suo/[fr]uctu /pat[ro]ni Ruf(ius) Iulianu[s] /Smer(ius) Masuetus dec[e]/mlecti Can(ius) Decimu[s]/ Tit(ius) Hyginus Tinc(ius) De[r]/coIul(ius) Spinter Smer(ius) L[i]/ cinianusRom(anius?) Valeri [us?]/C (aius) Ac (usius) Decimianus Ael (ius?) /Decumanus Sol (lius) Se [ ] / [ ] ius R. 83 Rodríguez Neila, 1991, 214; CIL, 02-05, 00060 = CIL, II, 01677: P (ublio) Fabio P (ubli) f (ilio)/ Gal (eria) Iuliano/ II vi r (o) bis pont (ifici)/ ordo Bator (ensi) s/ decrevit. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 113 a 131

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ocurre con algunos uici alpinos 84. En algunas provincias del Imperio se han conservado mojones de delimitación territorial de uici, lo que supone la administración de un territorio definido 85. Es posible que este territorio como el pagus también estuviera delimitado mediante el rito de la lustratio 86. A mediados del siglo III el jurista Papiniano aún menciona uici con res publica que administran y organizan su propio territorio 87. Probablemente, a nivel jurídico, otros asentamientos rurales como conciliabulum, o forum, fueran definidos como uicus y también castellum cuyos habitantes son denominados uicani en algunas ocasiones 88. El uicus puede ejercer también de capital de una ciuitas accediendo al estatuto municipal como el uicus aquae mattiacorum.También una urbs puede descender a la categoría de uicus y pasar a depender de otro centro administrativo como las ciudades de Bizancio y Antioquía durante las campañas orientales de Septimio Severo a inicios del siglo III 89 VICI

EN LA

ANTIGÜEDAD TARDÍA

El siglo IV señala un cambio significativo en la política territorial del imperio con respecto a la épo84 CIL, XII, 02395: C(aius) Valerius [ ]us praef(ectus) / pagi Oct() suo e[t filio]rum suor(um)/ nomine vican[is Au]gustanis; CIL, XII, 02558 = ILHSavoie, 00067: Aug(usto) Vint[io]/ sacr(um)/ T(itus) Valerius/ Crispinus /sacer(dos) Vinti /praef(etus) pag(i) Dia(nensis?) /aedem d (edit); CIL, XII, 02562a = ILH Savoie, 00099: IS /[ praef(ectus?)] pagi / [ ] et /[ ]tus /[ ex v]oto; CIL, XII, 02346: Sex(to) Iul[io fil(io)]/ Volt(inia) sen[iori] /praef(ecto) pagi Valer[ ]/ IIvir(o) iur(e) dic(undo)/ Sex(tus) Masvinnius /Verinus/ tutori optimo/ qui me per ann (os) XIIII/ vice(t?) parentium/ sustinuit et ad ali/quam facultatem/ perduxit /sanctissimo et /merentissimo. 85 CIL, III, 12488 = IscM, 02-01, 350: [Fines] t[e]/[r]rae vici; CIL, III, 12508 = ADBulgar, 00119 = AE, 1895, 00055: Fines ter/rae vici; CIL, III, 00183 = AE ,1941, 0081: Fines positi inter / Caesarenses ad / Libanum et Gigarte/ nos de vico Sidonior (um) / iussu [[[leg (ati?) Aug (usti?)]]] Pro [pr (aetore?)] Per Dom [itium?; CIL, XIII, 08695: Fines vici. 86 Pero las únicas menciones se refieren al uicus urbano; CIL, VI, 821. 87 Esta opinión jurídica de Papiniano se conserva en una ley del codex Iustinianus de 531; Codex Iustinianus, VI, 5, 9, 1: Imperator Justinianus Et argumento utimur, quod papinianus respondit vicos rei publicae relictos, qui proprios fines habebant, non ideo ex fideicommisso minus deberi, quod testator fines eorum et certaminis formam, quam celebrari singulis annis voluit, alia scriptura se declaraturum promisit ac postea morte praeventus non fecit. a 531 d. vi k. aug. constantinopoli post consulatum lampadii et orestis vv. cc. 88 Por ejemplo, en Germania, CIL, XIII, 07301: [Uicani] uet (eres) c (onsistentes) c (astelli) M (attiacorum). 89 Estas dos grandes ciudades serán consideradas komai, aldeas, dependientes de otras ciudades, Herodiano, III, 6, 9; Bizancio fue donada a Perinto con el estatus de población sometida, o Antioquia con respecto a Laodicea. Poco tiempo más tarde se restituiría la dignidad a las dos urbes.

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ca anterior; la intervención progresiva de funcionarios designados por el poder central, los praefectus, en detrimento de las magistraturas de las ciuitates 90. A la perdida de autonomía administrativa se suma el fenómeno del patrocinio y el control de los asentamientos por parte de las aristocracias locales. La compilación teodosiana ofrece información muy interesante sobre la situación social del uicus en los siglos IV y V. En ella se señala diferencias jurídicas entre dos clases de uici; el uicus publicus y el uicus dependiente de un dominus. Las leyes contra el patrocinio muestran como muchos uici y castella estaban cayendo en la órbita de la aristocracia latifundista. En los uici publici se documentan una clase de medianos y pequeños propietarios, a los que se debía proteger para evitar la «privatización» de estos núcleos 91. A pesar de la presión de los grandes possesores no debían ser escasos los campesinos propietarios. La legislación diferencia dos tipos de propietarios, los uicani y el resto de propietarios rurales denominados agricolae, agricolis uel uicanis propria possidentibus 92. El uicus es uno de los hábitats donde se construye una iglesia parroquial. Según I. de la Tour ésta se funda por iniciativa del obispo de la diócesis, por el propietario de un latifundio o por sus propios habitantes 93. El fenómeno de la expansión del cristianismo en las áreas rurales nos proporciona gran parte de la información que tenemos sobre este tipo de habitat. En estos asentamientos el obispo Martín de 90 Codex Iustinianus, VIII, 16, 7, 1: Imperator Constantinus Si quis igitur intercessor aut creditor vel praefectus pagi vel vici vel decurio in hac re fuerit detectus, aestimando a iudice supplicio subiugetur. a 315 d. iii non. iun. sirmi constantino a. iiii et licinio iiii conss. Esta ley de Constantino del año 315 indica la presencia de praefectus uici, al mismo nivel que los praefectus pagi y los decuriones. 91 El ámbito de las leyes contra el patrocinio se circunscribe a todo el territorio imperial. Codex Theodosianus, XI, 24, 6, 8: Metrocomias possidere nostro beneficio meruerunt, et publicos vicos committere compellantur. dat. iii non. decemb. honorio x et theodosio vi aa. conss. (415 dec. 3); Codex Theodosianus, XI, 24, 6, 6: Quidquid autem in tempus usque dispositionis habitae a viro illustri decessore sublimitatis tuae ecclesiae venerabiles, id est constantinopolitana atque alexandrina possedisse deteguntur, id pro intuitu religionis ab his praecipimus firmiter retineri, sub ea videlicet sorte, ut in futurum functiones omnes, quas metrocomiae debent et publici vici pro antiquae capitationis professione debent, sciant procul dubio subeundas. (415 dic. 3). 92 Codex Theodosianus, XI, 24, 5: Idem aa. eutychiano praefecto praetorio. excellentia tua his legibus, quae de prohibendis patrociniis aliorum principum nomine promulgatae sunt, severiorem poenam nos addidisse cognoscat, scilicet ut, si quis agricolis vel vicanis propria possidentibus patrocinium reppertus fuerit ministrare, propriis facultatibus exuatur, his quoque agricolis terrarum suarum dispendio feriendis, qui ad patrocinia quaesita confugerint. dat. viii kal. iun. constantinopoli theodoro v. c. cons. (399 mai. 25). 93 Imbart de la Tour, 1900 (1979), 37-38.

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Tours y sus sucesores fundan una veintena de iglesias a lo largo de los siglos IV y V d.C. 94. Ausonio en sus cartas también nos confirma la aparición de iglesias en el uicus 95. Otro testimonio directo sobre la aparición de iglesias en uici, se encuentra en la vida del obispo galo Máximo de Riez. En ella se menciona el bautizo del futuro obispo en el uicus narbonense de Decomecus a inicios del siglo V d.C. 96. La presencia de los intereses del obispo en el territorio del uicus aparece regulada en las leyes más tardías del Código Teodosiano, sobre todo en lo concerniente a las propiedades de los clérigos 97. En la legislación visigoda el uicus parece que mantuvo un cierto control sobre el uso colectivo de los bosques, pastos y aguas. Así parece intuirse de una escueta referencia, in conuentu publico uicinorum 98 y de la presencia de funcionarios visigodos en determinados ámbitos rurales el iudex loci y el villicus. Estos funcionarios estaban investidos de funciones judiciales menores y representaban el poder de la corona en los latifundios reales. Las leyes y los cánones conciliares hispano-visigodos coinciden en mantener al uicus dentro de la jerarquía administrativa clásica detrás de la ciudad y el castellum 99. Isidoro de Sevilla en el siglo VII d.C. hace referencia a los uici diferenciándolo de la ciudad únicamente por su magnitud y por la existencia de murallas 100. En otro párrafo señala que la cualidad jurídica es la que diferencia una ciudad de un uicus. Este último es considerado un pequeño asentamiento humano sin organización interna dependiente de Gregorio de Tours, Libri Historiarum. Ausonio, Epistolae, 25: agri, tum prata virentia, tum nemus umbris mobilibus celebrique frequens ecclesia vico, totque mea in Novaro sibi proxima praedia pago. 96 In uico propio cui Decomeco uocabulum est. Citado por Saxer, 1999, 17-42. 97 Codex Theodosianus, XVI, 2, 33: Idem aa. eutychiano praefecto praetorio. ecclesiis, quae in possessionibus, ut adsolet, diversorum, vicis etiam vel quibuslibet locis sunt constitutae, clerici non ex alia possessione vel vico, sed ex eo, ubi ecclesiam esse constiterit, eatenus ordinentur, ut propriae capitationis onus ac sarcinam recognoscant, ita ut pro magnitudine vel celebritate uniuscuiusque vici ecclesiis certus iudicio episcopi clericorum numerus ordinetur. dat. vi kal. aug. mnizo honorio a. iiii et eutychiano conss. (398 iul. 27). 98 Lex Visigothorum, VIII, 5, 6: aut sacerdoti aut comiti aut iudici aut senioribus loci aut etiam in conuentu publico uicinorum. 99 Lex Visigothorum, IX, 1, 21: ita ut non sit penitus ciuitas, castellum, uicus aut uilla uel diuersiorum, in quibus mancipia latere minime dignoscantur; I Concilio de Toledo, canon V: Presbiter uel diaconus uel subdiaconus uel quilibet ecclesiae diputatus clericus, si intra ciuitatem fuerit uel in loco in quo est ecclesia aut castelli aut uicus aut uillae, ad ecclesiam ad sacrificium cotidianum non uenerit. 100 Isidoro de Sevilla, Etymologiae, XV, 2, 5: Oppidum autem magnitudine et moenibus discrepare a uico et castello et pago. 94

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una ciuitas 101 aunque el mismo Isidoro también indica que el uicus puede hacer las veces de ciudad 102. Valerio del Bierzo nos ofrece un criterio de clasificación que indica el carácter rural de los asentamientos, definiéndolos según sean locus clausus aut apertus incluyendo en los lugares abiertos a los monasterios, a las villas y a los uici: in futuro iudicio non locum clausum aut apertum, non monasterium, non uilla, non uicum, non habitu aut sexu requirebit Dominus 103. El canon IV del XII Concilio de Toledo (año 683) indica que el uicus es un hábitat inferior impropio para la creación de un obispado: Licentia danda non est passim, si enim subito aut uicus aliquis aut modica ciuitas, cui satis est unum presbyter, uoluerit sibi episcopum ordinari ad hoc ut uilescat nomen episcopi et auctoritas, non debent illi ex alia prouincia inuitati facere episcopum. En este sentido se expresa también otro párrafo del mismo canon 104. En Gallaecia la mayoría de los uici son conocidos por los datos transmitidos por el Parrochiale Sueuum donde se recogen listas de parroquias situadas in uicino. Asimismo la toponimia informa sobre la existencia de unos 40 lugares denominados «vigo», evolución directa del término latino y que son indicativos de la continuidad de este tipo de asentamiento 105. Es probable que en áreas marginales del poder hispano-godo los uici pudieran configurar una estructura social y jurídica autónoma definida por García de Cortazar como comunidad de aldea 106. El término continúa apareciendo en la documentación de los siglos VIII y IX d.C. 107. A partir del siglo X comienza a constatarse la sustitución de uicus por uilla, que está ligada estrechamente a los cambios producidos durante la Antigüedad Tardía en el 101 Isidoro de Sevilla, Etymologiae, XV, 2, 11: Uici et castella et pagi hi sunt qui nulla dignitate ciuitatis ornantur, sed uulgari hominum conuentu incoluntur, et propter paruitatem sui maioribus ciuitatibus adtribuuntur. 102 Isidoro de Sevilla, Etymologiae, XV, 2, 12: Uicus autem dictus ab ipsis tantum habitationibus, uel quod uias habeat tantum sine muris. Est autem sine munitione murorum; licet et uici dicantur ipsae habitationes urbis. Dictus autem uicus eo quod uice ciuitatis, uel quod uias habeat tantum sine muris. 103 Valerio del Bierzo, De Superioribus querimoniis residuum, III, 13-15. Martin, 2004, 56-58. 104 XII Concilio de Toledo, canon IV: sed etiam ita eum consuetis obstinationibus definisset, ut hic in suburbio Toletano in ecclesia pretorensi sanctorum Petri et Pauli episcopum ordinaret, necnon et in aliis uicis uel uillulis similiter facerit. 105 Pérez Losada, 1998, 189-197. 106 García de Cortazar, 1988, 10-36. 107 Crónica de Alfonso III, Rotense, 6: Astores et Vascones crebro reuelantes plures uices edomuit et suo imperio subiugauit; Rotense, 11: In uico quoddam Clacliensem comprehensus; Rotense, 9: in uico cui nomen erat Brece.

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ámbito territorial, en la propiedad y en las condiciones socio-económicas 108. 3.

VILLAE

La información que proporcionan los tratados de agronomía del alto Imperio presenta el término uilla desde el punto de vista socio-económico, una instalación rural creada en función de la explotación de los recursos agrícolas, ganaderos o industriales. Entre el fin de la República e inicios del Imperio la uilla se estructura en dos componentes diferenciados, la pars urbana, residencial, y la pars rustica, edificios y espacios dedicados a la actividad agrícola 109. A mediados del siglo I Columela introduce un tercer elemento que indica la importancia de la producción agrícola, la pars fructuaria 110 aunque una residencia rural no tiene necesariamente vinculación con un establecimiento agrícola pues la villa también es concebida como lugar de esparcimiento y placer 111. Vitrubio señala que la única diferencia entre la domus urbana, aedes y la rustica, uilla, reside en la diferente disposición del atrium y del peristilo 112. Hábitat, más o menos monumentalizado, y explotación se combinan en la gran mayoría de las definiciones. Columela y Plinio afirman que la uilla es el edificio del fundus 113y Varron vincula uilla con gran propiedad 114. El Digesto define al fundus como ager con aedificium y este edificio con uilla 115.Y también existen textos epigráficos que vinculan ambas acepciones 116. Curchin, 1985, 327-343. Varrón, Res Rusticae, III, 2, 9: Quid igitur, unquit, est ista uilla, si nec urbana habet ornamenta neque rustica membra? 110 Columela, De Agricultura, I, 6, 1: Modus autem membrorumque numerus aptetur uniuerso consaepto et diuidatur in tres partes: urbanam, rusticam, fructuariam. 111 Entre otros autores Plinio el Viejo, Naturalis Historiae, XXXI, 3: Digna memoratu uilla est, ab Averno lacu Puteolos tendentibus imposita littori, celebrata porticu ac nemore, quam uocabat Cicero Academiam; Marcial, epigrama, XII, 57, 26-28: Nos transeuntis risus excitat turbae, et ad cubile est Roma. Taedio fessis dormire quotiens libuit, imus ad uillam. 112 Vitrubio, De Architectura, VI, 5, 3: sed etiam ruri, praeterquam quod in urbe atria proxima ianuis solent esse, ruri ab pseudourbanis statim peristyla. 113 Columela, De Agricultura, I, 4, 8: Quod ait Cato, quantum ne uilla fundum quaerat neue fundus uillam; Plinio el Viejo, Naturalis Historiae, XVIII, 6, 1: Modus hic probatur, ut neque fundus uillam quaerat, neque uilla fundum. 114 Varrón, Res Rusticae, III, 2, 5: Et cum uilla non sine fundo magno et eo polito cultura, tua ista neque agrum habet ullum nec bouem nec equam. 115 Digesta, I, 16, 211: sed in usu urbana aedificia aedes, rustica uillae dicuntur...Idemque ager cum aedificio fundus dicitur. 116 Por ejemplo, CIL, X, 444: subissent fundum Iunianum et/ Lollianum et Percennianum et [S] tatuleianum suos cum suis villis. 108 109

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En la documentación epigráfica uilla aparece en escasas ocasiones, ni siquiera en documentos tan importantes como la tabla de Veleia se enumera las construcciones agrícolas de un fundus. Pero parece claro, a nivel jurídico y fiscal, que el término territorial uilla es equivalente a fundus 117. VILLAE

EN LA

ANTIGÜEDAD TARDÍA

En la Antigüedad Tardía comienza el proceso de disociación entre uilla, conjunto de edificios y uilla explotación. Una inscripción africana de la segunda mitad del siglo III nos informa sobre una domus que se construye en una propiedad denominada uilla 118. Palladio en el siglo V denomina al conjunto residencial de una propiedad praetorium 119 e identico vocablo utiliza Casiodoro 120. Pero el término uilla aún continúa utilizándose como edificio residencial en las descripciones de Sidonio Apollinar 121. La utilización de la palabra praetorium originaria del vocabulario militar para designar la vivienda rural de un propietario ha suscitado la hipótesis que defiende la fortificación de las uillae en la Antigüedad Tardía por la extensión de los conflictos sociales y militares de los siglos IV y V d.C. En este sentido se ha asociado el término castellum para referirse a esas posibles villas fortificadas 122. Una de las referencias que se utilizan es la epístola de Conscencio a Agustín de Hipona del año 418. La posesión y residencia de un castellum por parte de la aristocracia local es interpretado como prueba que el término se refiere a una residencia fortificada 123. Se desconoce aún la relación precisa entre castellum y uilla pero en muchos casos parecen corresponderse con un mismo 117 Digesta, L, 16, 211 : fundi appellatione omne aedificium et ovnis ager continetur. 118 CIL, VIII, 11824: et dominum fecere domus et villa paratast. 119 Paladio, Opus Agriculturae, I, 11: Quod si latericios parietes in praetorio facere uolueris; I, 8, 2: Ipsius autem praetorii. 120 Casiodoro, Variae, XI, 14, 3: cuius ora praetoriorum luminibus decenter ornata quasi quodam cingulo Palladiae silvae perpetuis viriditatibus ambiuntur, Variae, XII, 22, 5: praetoria denique nostra nullus turpis actus intrabit, nemo a nobis quam venerat minus locupletior redit. nescivit domesticum penetrale a subselliis discrepare. 121 Para las villas descritas por Sidonio véase ahora Sfameni en este volumen. 122 Ripoll y Arce, 2001, 3-66; Arce, 2005, 234-242. 123 Agustín de Hipona, Epistolae, 11*, 1: Nam cum superiore anno idem Severus aestimans barbaros longius abscessisse post obitum matris castellum in quo consistebat expeteret; Epistolae, 11*, 2: quod illos codices ex materna haereditate susceptos aestimans innocentes Severus secum ad castellum suum exportare voluisset.

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possesor 124. Es probable que los possesores trasladaran su residencia a sus castella en periodos de inseguridad. También en algunos mosaicos aparecen representaciones de construcciones turriformes pero la presencia de estas estructuras no es un fenómeno exclusivo de la Antigüedad Tardía y no tiene estrictamente un carácter defensivo sino de representación y prestigio 125 e incluso como almacenaje de cereales 126. Esto no contradice que algunas de esas construcciones hayan podido ser remodeladas o utilizadas para la defensa. Uno de los documentos que puede significar la existencia de fortificaciones es la inscripción britana de Claudius Postumus Dardanus en la cual menciona la construcción de, muros et portas dederunt quod in agro proprio, aunque no menciona directamente el término uilla sino, eius loco cui nomen Theopoli est 127. A partir del siglo VI d.C. se detecta una nueva estructuración del poblamiento rural en que el término uilla, parece designar otras realidades territoriales y económicas. Se adaptan una serie de términos como uillae, uillulae, uillare o locus a circunscripciones administrativas con una finalidad claramente fiscal 128. Isidoro de Sevilla también incide sobre su carácter territorial 129. En época carolingia se define más claramente la evolución del término uillae como territorio fiscal y 124 Pérez Losada, 1999, 194-196 quien señala que en el norte y noroeste de Hispania algunas villas se encuentran situadas a pie de castro. 125 Como por ejemplo en una de las cartas de Plinio el Joven que menciona la existencia de torres en las uillae como un elemento más del ocio y la sofisticación de las élites; Epistolae, II, 17: Hic turris erigitur sub qua diaetae duae totiden in ipsa praeterea cenatio quae latissimum mare... uillas amoenissimas possidet. 126 La tabla de Veleia incluye turres y turricula en la enumeración de las construcciones para uso agrícola; CIL, XI, 1147: HS LXXXVII s (emis)/ re publica Baebianorum fund (i) Iuliani Maioris/et Minoris et Mediani Labeonicae Turriculae. 127 CIL, XII, 01524= AE, 1959, 00058: Cl (audius) Postumus Dardanus v (ir) inl (ustris) et pa/ triciae dignitatis exconsulari pro/ vinciae Viennensis exmagistro scri/ nii lib (ellorum) ex quaest(ore) ex praef (ecto) p r(a) et (orio) Gall (iarum) et/ Nevia Galla clar (issima) et inl (ustris) fem (ina) materfam (ilias)/ eius loco cui nomen Theopoli est /viarum usum caesis utrimque mon/tium laterib(us) praestiterunt muros/ et portas dederunt quod in agro/ proprio constitutum tuetioni om/nium volueruntesse commune adni/tente etian(!) vir (o) inl (ustri) com (ite) ac fratre me/morativiri Cl (audio) Lepido ex consulari /Germaniae primae ex mag (istro) memor (iae) / ex com (ite) rerum privat (arum) ut ergaomni/ um salutem eoru/ m studium e /tdevo/ tionis public[ae] ti/tulus possi[t]ostendi. 128 Durliat, 1990, 152-157; Martín, 2004, 40-44. 129 Isidoro de Sevilla, Etymologiae, XV, 13: Villa a uallo, id est agere térrea, noncupata, quod pro limite constitui solet.

123

hábitat rural. Villa es un territorio donde se sitúan pequeñas propiedades tal como aparece en la venta de unas tierras situadas, in uilla ubi dicitur Coll, donde también están especificados las parcelas colindantes y sus propietarios 130. La naturaleza del término combina las características de una entidad menor orientada a la producción con los rasgos germinales de un asentamiento o comunidad campesina. Por último en el siglo X vemos el fin del proceso evolutivo de la acepción uilla que designa a la vez una aglomeración rural y un territorio, uilla quem habemus propia in Villa de Forakasas 131. 4.

CASTELLUM

El castellum es un hábitat rural con características especiales que adquiere una significación propia dentro de la administración de la ciuitas que pueden diferenciarlo del uicus. Estas características se deben a su situación geográfica, la existencia de algún tipo de fortificación y a su origen. En cuanto a su situación geográfica muchos castella suelen estar situados en altura o en algún lugar importante desde el punto de vista estratégico. La existencia de fortificación puede ser de tipo militar, una defensa de tipo natural por su situación en altura o una mezcla de ambas cosas. En muchas ocasiones esta aglomeración estaba rodeada por murallas 132. LA

ADMINISTRACIÓN EN EL CASTELLUM

El castellum como el uicus puede tener res pública y, por tanto, magistrados. La epigrafía nos muestra curiales 133 y un territorio propio a los que se 130 Catalunya Carolingia, t. III, doc. 4 de 27-VIII-819: Per hanc scriptura uindictionis uindo tibi infra territorio Lespetano, in uilla ubi dicitur Coll petia una, qui ponitur justa petia Nifridi et de alia parte justa petia Dateldes qui est in plano; et alia petia justa petia Baidi et de superiore parte justa petia Imbolati. 131 Mínguez, 1998, Colección diplomática del monasterio de Sahagun, doc. 100: uilla quem habemus propia in Villa de Forakasas hic iuxta Melgare in termino iuxta fratres, de parte orientis per termino de Valentín, de parte occidentis per termino de Sendina, de parte meridiana per termino de fratres, de parte aquilone per termino de Valentinus. 132 AE, 1966, 0594: [Infatigabili indulgentia dom(ini) n(ostri) Severi Alexandri Pii Felicis Aug(usti) aucti]s virib[us] / [et moenibus suis] castellani/[— m]uros extru/ [xerunt curante Lici]nio Hi/[eroclete procura]tore/[Augusti praeside pr]ovinciae / [a(nno) p(rovinciae) CLXXXVIII]. 133 AE, 1904, 0145= AE, 1903, 0241: Cur (atore) r (ei) p (ublicae) castelli Biracsaccarensium sum [ptu proprio arcum?] / [ex consensu] civium a fundamentis coemptum ex [struxit —][— cura] tor que cum suo ordine dedic [averunt];

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JOSÉ IGNACIO MARTÍNEZ MELÓN

hace necesario acotar sus límites en relación con otras comunidades. A inicios del siglo II d.C. en Mauritania se realiza una operación de restitución de límites entre la colonia romana de Tipasa y los castellani Thudedenses 134. El castellum africano tiene la entidad jurídica necesaria para tener res pública 135 y ser caput ciuitatis, la presencia de decuriones muestra esa posibilidad 136. Existen también dedicaciones al genio castelli 137. La coincidencia entre castellum y castrum indicada por las fuentes identifica estos asentamientos con hábitats en Gallia e Hispania. Existen documentos epigráficos, como las tabulae hospitalis, donde aparecen comunidades de castellani cuyos nombres denotan su adscripción indígena y que pueden ser identificados como castros 138. CASTELLUM

EN LA

ANTIGÜEDAD TARDÍA

A finales del siglo IV d.C., Vegetius, en epitome rei militaris, incide en el carácter fortificado de los castella y los relaciona con los castros 139. Maurus AE 1910, 0060: Genio viciniae / castellanae Ol/ biensiu L (ucius) Rupilius / Iacchus d (ono) d (edit) c (um?) s (uis?) fundamentis coemptum ex [struxit —]/[— cura] torque cum suo ordine dedic [averunt]; AE, 1930, 0055: Numidia r(es) p(ublica) castel(li) Zugal / numini maiestatiq(ue) [eius] / devot(a) d(edit?) p(ecunia) p(ublica) 134 AE, 1993, 1782: Mauritania Cesariense/ [[—]] castellanis Thude/densibus fines et immunitatem/ a rege Iuba per confirmatione (?)/ Divi Aug (usti) concessos post/ [m]ultis maximisque saecu/lis felicissimis temporibus/ suis divino iudicio restituerunt / Thude (de) nses determinatione s (a) e/culi terminos posuerunt / et ded (icaverunt) felic (iter ; CIL, VIII, 26274= AE, 1908, 0269: ] AE [— Ph] ileros (?)/ Castellum divisit/ inter colonos et/ Uchitanos termin (os)/que constituit. 135 AE, 1930, 0055: Victor[iae /d(omini) n(ostri)/ Imp(eratoris) Caes(aris) [[[M(arci) Aureli]]] [[[Severi Alexandri]] in]/victi Pii Fel(icis) Aug(usti) divi M[ag]/ni Antonini Pii [f(ilii)] divi / Severi Pii [Aug(usti) nepot(is)] / r(es) p(ublica) castel(li) Zugal / numini maiestatiq(ue) [eius]/ devot(a) d(edit?) p(ecunia) p(ublica. 136 AE, 1969-1970, 0693 : Imp(eratori) Caes (ari) M (arco) An/tonio Gordia/no Pio Felici/ Invicto Aug (usto)/ pontif (ici) max (imo) trib (unicia)/ potest (ate) II co(n) s (uli) p (atri) p (atriae)/ proco (n) s (uli) res pub(lica)/ castelli Tidditano/rum numini ma/ iestatique eius/ devota p (ecunia) p (ublica) d (ecreto) d (ecurionum). 137 AE, 1953, 0016: Genio / castel (i)/ C (aius) Vocon (i) us/ Phoebus/ v (otum) s (olvit) l (ibens) m (erito). 138 AE, 1961, 0096: Appio Iunio Silano P (ublio) Silio/Nerva co(n) s (ulibus)/Tillegus Ambati f (ilius) Susarrus/ (castello) Aiobrigiaeco hospitium/ fecit cum Lougeis castellanis/Toletensibus sibi uxori libe/ris posterisque suis eumq/ue uxorem liberosque eius/ in fidem clientelamque sua/m suorumque in perpetuo Cas/tellanei Toletensis receperunt / egit Tillegus Ambati ipse / mag (istratibus) Latino Ari et Aio Temari. 139 Vegetio, Epitome Rei Militaris, liber III: Quod aliter non potest euenire, nisi per loca idonea, qua nostrorum ambulat commeatus, praesidia disponantur, siue illae ciuitates Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 113 a 131

Honoratus en sus comentarios sobre la Eneida de Virgilio ofrece una definición de castrum que es asimilable a ciuitas y señala a castellum como un diminutivo de castrum 140. Cassiodoro muestra la concordancia entre castrum y castellum y el carácter habitacional de estas estructuras durante la Antigüedad Tardía 141. En esta época se desarrolla una nueva situación en la cual las aglomeraciones secundarias tipo castrum-castellum desempeñan un papel más importante dentro de la administración territorial. Este tipo de hábitat mantiene un territorio propio en detrimento de las antiguas capitales y se desarrollan tanto por la inseguridad que provocan los conflictos bélicos como por su mejor adaptabilidad a las nuevas condiciones socio-económicas. La fragmentación del poder central convertirá a estos asentamientos en sedes de la aristocracia local. Desde el siglo V d.C. se mencionan con profusión en Orosio e Hidacio. Es muy probable que los castella tutiora mencionados por Hidacio como lugar de resistencia de los galaico-romanos contra los ataques suevos puedan identificarse con los castros existentes 142. También existen núcleos nueva creación como señala el parroquial suevo con respecto a Oporto 143 o Puig-Rom en Rosas, Girona yacimiento que P. Palol relaciona este último con el sistema defensivo de las clausurae pirenaicas 144. Este reajuste territorial provoca una promoción en el rango de estos hábitats. En los siglos V y VI d.C. se crean nuevas sedes episcopales en asentamientos tipo castra, castellum como, entre otros, Uzés, Maguelone o Carcassone en la Narbonense 145, Osca en la Tarraconense 146 o Tude en Gallaecia. El castellum se convierte en lugar de residencia de la aristocracia local en detrimento de la uilla a partir del siglo V-VI d.C. sobre todo en épocas de peligro. La carta de Consencio a Agustín de Hiposint siue castella murata. Quod si non reperitur antiqua munitio, oportunis locis circumdata maioribus fossis tumultuaria castella firmantur. Nam a castris diminutiuo uocabulo sunt nuncupata castella. 140 Mauro Honorato, Commentarii in Vergilii, VI, 4, 69: castrum autem ciuitas est; nam castra numero pluralis dicimus quod etiam diminutio ostendit; nam castellum dicimus. 141 Casiodoro, Variae, VIII, 25: nostrae clementiae domun in castro Lucullano positam; Variae, I, 17: domos uobis in preadicto castello alacriter construatis; Variae, III, 48: eius insttntia in Verruca castello uabis domicilia construatis. 142 Arias Vilas, 1996, 181-185; Hidacio, Cronicae, VI: Sueui sub Hemerico rege medias partes Gallaeciae depraedantes per plebem, quae castella tutiora retinebat. 143 Parochiale Suevorum: Ad sedem Portugalensem in castro nouo ecciessiae que in uicino sunt. 144 Palol, 1952, 163-182 y ahora Palol, 2004. 145 Fixot, 2000, 37-48. 146 Agustín de Hipona, Epistulae, 11*.

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na señala la posesión de castella por parte de los latifundistas 147. La importante distribución de castella en los territorio y su carácter residencial aparece también en la crónica del comes Marcellinus cuando comenta los daños producidos por un gran terremoto en casas y edificios. In prouincia Dardania assiduo terrae motu XXIV castella uno momento collapsa sunt. Quorum duo suis cum habitatoribus demersa, quatuor dimidia aedificiorum suorum hominumque amissa parte destructa, undecim tertia domorum totidemque populi clade dejecta, septem quarta tectorum suorum, tantaque plebis parte depressa 148. Un célebre pasaje de Gregorio de Tours describe el castrum de Dijon, residencia del obispo de Langres, lamentando que no tenga el rango de ciuitas a pesar de la existencia de murallas e importantes edificios públicos 149. También Isidoro de Sevilla asimila castro con oppidum 150 y el Iudicum in tyrannorum perfidia promulgatum, documento anexo a la Historia Wambae de Julián de Toledo, muestra el empleo equivalente de ambos vocablos 151. Su carácter fortificado, estratégico y defensivo está confirmado en la Historiae Wambae. En su avance militar a través de los Pirineos, Wamba ocupa una serie de castros que defienden los partidarios del rebelde Paulo 152. La región del Bierzo, en la provincia de León, es una de las zonas donde se documenta la existencia de castella de época visigoda. Por las obras de Valerio del Bierzo y la Vitae Fructuosi conocemos la existencia de tres castros en la zona del territorium bergidense: el castrum Petrense 153, el castrum Leonis 154 y el casAgustín de Hipona, Epistulae, 11*. Marcelino, Chronicae, a.508. Gregorio de Tours, Libri Historiarum, III, 19: Est autem castrum firmissimis muris, in media planitie et satis iocunda compositum, terras ualde fertiles habens atque fecundas, ita ut aruis semel scissis uomere. Quattuor portae a quatuor plagis mundi sunt positae: totumque aedificium triginta tres turres exornant: murus uero illius de quadris lapidibus usque in uiginti pedes. 150 Isidoro de Sevilla, Etymologiae, XV, 2-10: castrum antiqui dicebant oppidum loco altísimo situm. 151 Julián de Toledo, Iudicium in tyrannorum perfidia, III, 59-60: et diuina nobiscum comitante manu ad ipsas usque ciuitates atque castella uenientes, hos pisos satellites defensoresque ciuitatum castrorumque feliciter cepimus. 152 Julián de Toledo, Historia Wambae, XI, 274-279: castraque Pirineica, quae uocantur Caucoliberi, Uulturaria et Castrum Liviae mirabile uictoriae triumpho cepit. ...in castrum quod uocatur Clausuras. 153 Valerio del Bierzo, Ordo Querimonis, I: necessitate compulsus inter Asturiesis urbis et Castri Petrensis confinio ad eremi deserta confugiens. 154 Valerio del Bierzo, Vitae Fructuosi, VIII: in abditissima solitudine, in locum qui nuncupatur Castro Leonis, egregium aedificauit monasterium. 147

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trum Rufiana 155. En el norte y noroeste de la península las fuentes y la arqueología constatan la pervivencia de estructuras de población locales tipo castellum-castrum con una ocupación continuada hasta época visigoda y alta edad media que organizan y configuran el territorio 156.

5.

LOCUS

Hasta el siglo II no se documentan inscripciones donde se relacione el término locus con un hábitat definido y de una cierta importancia. Entre ellas destaca la inscripción en la que aparece un locus gargarius, un núcleo de población donde habitan los pagani pagi Lucreti qui sunt finitibus Arelatensium 157. Este locus reaparece como parroquia cristiana en una carta del obispo de Roma Zósimo, del año 417, aprobando que la iglesia de Arles incorpore a su territorio las parroquias de Cytharista y Gargarius 158. Estas iglesias parroquiales no estarían asociadas necesariamente a un núcleo habitado sino que aglutinarían un hábitat disperso 159. A partir del siglo V se documentan sedes episcopales en locus tanto en la Gallia 160 como en África 161. La aparición del locus en la documentación tardoantigua como área de población dispersa esta vinculado a la creciente importancia del castellum como centro de poder local 162. Este tipo de hábitat puede ser estacional, la arqueología documenta numerosos hábitats en cueva que están vinculados a rutas ganaderas. En Hispania, aparece en las fuentes originarias del norte peninsular como en la Vita Sancti

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155 Valerio del Bierzo, Ordo Querimonis: in finibus enim Vergidensis territorii inter caetera monasteria juxta quodam castello cujus uetustus conditor nomen ediit Rufiana. 156 Castellanos y Martín Viso, 2005, 6-13. 157 CIL, XII, 00594: P]agani pagi Lucreti qui sunt fini/bus Arelatensium loco Gargario Q(uinto) Cor(nelio)/ Marcelli lib(erto) Zosimo IIIIIIvir(o) Aug(ustali) col(onia) Iul(ia)/ Paterna Arelate ob honorem eius qui notum fecit/ iniuriam nostram omnium saec[ulor]um sacra/tissimo principi T(ito) Aelio Antonino [Aug(usto) Pio patiente]r Romae /sit per multos annos ad praesides pr[ovinci]ae perse/cutus est iniuriam nostram suis in[penáis e]t ob oct/ donavit nobis inpendia quae fecit ut omnium saecu/lorum sacratissimi principis Imp(eratoris) Caes(aris) Antonini Aug(usti) Pii/ beneficia durarent permanerentque quibus frueremur/et balineo(!) gratuito quod ablatum erat paganis/ quod usi fuerant amplius annis XXXX. 158 Février, 1976, 309-321. 159 Ripoll y Velázquez, 1999, 131-132. 160 Fixot, 2000, 45-48. 161 Como la sede de Thegulata calificada como Numidiae locus; Agustin de Hipona, Epistulae, 20*, 16. 162 Castellanos y Martín Viso, 2005, 9-14.

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Aemiliani de Braulio de Zaragoza del siglo VI 163. Locus, asociado a un topónimo, señala que nos encontramos ante pequeños núcleos de población. Sólo como ejemplo, en la provincia Narbonense, los loci Jubiniaco y Corneliano en disputa desde el siglo VI entre Visigodos y Francos: Nam de locis unde intimastis Jubiniaco et Corneliano, quae in prouincia Gothorum noscitu domna Brunigildes possedisse 164. El término designa tanto una zona geográfica o administrativa como un lugar de asentamiento humano. Juan de Biclaro cuando menciona las campañas de Leovigildo en el sur de la península utiliza el término loca para denominar los zonas territoriales devastadas: Leouigildus rex loca Bastetaniae et Malacitanae urbis, repulsis militibus, uastat 165. Locus también entra en asociación con el adjetivo fiscalis adquiriendo el valor de una unidad de explotación controlada por el estado. Esta interpretación parece desprenderse del canon VI del XIII Concilio de Toledo en el que opone loca fiscalia a regia proprietas: Neque etiam locorum fiscalium atque etiam proprietatis regiae adminiculatores uel actores 166. Locus aparece en ocasiones como un término geográfico utilizado para localizar una propiedad, de un modo similar al pagus en la época imperial 167 adquiriendo, por tanto, un valor territorial. En el texto de la donación de Vicente, al monasterio de Asán, locus aparece indudablemente como unidad de explotación y como lugar de población. La donación presenta una lista de los bienes organizados en el esquema: in terra... in locum.. portionem meam, precisando los bienes contenidos. Según este esquema locus se define como un dominio agrícola que contiene edificios, tierras de diversa calidad, accesos viarios, canales de irrigación, ganadería y fuerza de trabajo, colonos, esclavos y hombres libres con sus propiedades: Hec ergo loca, cum edificiis, terris, uineis, oleis, pratis, pascuis, aquis aquarumque ductibus, aditibus, accessibus, colonis uel seruis atque omni iure suo peculio uel ouium uaccarum uel equarum greges que ad meum dominium pertinent 168. En este caso locus podría aplicarse tanto a tipo de poblamiento rural como para calificar pro163 Braulio de Zaragoza, Vita S. Aemiliani, XXXVII: Deportata est scilicet ibi quaedam mulier nomine Eufrisia, de loco Banonico, clauda et cauca. XXXVIII: Sed et alia quaedam iterum puella, annorum circit quattuor, de loco Prato. 164 Epistulae Wisigothicae, XII; Martin, 2004, 51-53. 165 Juan de Biclaro, Chronicon, a.570. 166 XIII Concilio de Toledo, canon VI. 167 Miscellania Wisigothica: donamus gloriae uestrae in territorio ill. Loco ill. Ad integrum. 168 Fortacín, 1983. Nueva edición ahora en Corcoran, 2003.

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piedades públicas o privadas. Designa a la vez el asentamiento humano y las tierras del dominio. 6.

VILLULA/ VILLARE

El término uillulae ya aparece en época republicana para mencionar un pequeño dominio agrícola. Así aparece en las carmina de Catulo 169 y Cicerón parece indicar que está ubicado dentro de un dominio de mayores dimensiones 170. Es probable que uillulae fuera utilizado para designar edificios tipo granja con un pequeño terreno agrícola y en relación con esto, una forma peyorativa para denominar una uillae. A pesar de la antigüedad del término, no es hasta la Antigüedad Tardía en que aparece una relativa abundancia de referencias. En esta época aparecen dos acepciones nuevas del término uilla, uillulae y uillare. Esta última parece que adopta una acepción de pequeña población rural con un territorio limitado 171. En el siglo IV d.C. en la Vulgata de Jerónimo aparecen menciones que vinculan uillulae con propiedad territorial incluyendo a sus habitantes, Ieblam cum uillulis suis et habitatores...Hendor cum uillulis suis similiterque habitatores 172. En época visigoda el término uillula parece sustituir a uillae, aunque la equivalencia de los dos términos no es totalmente evidente. Este diminutivo parece indicarnos posesiones rurales de menores dimensiones. Varias disposiciones conciliares del año 681, mencionan el término como centro agrario de explotación y como pequeño hábitat campesino 173. Las fuentes difieren en dar el término uilla o uillulae a una posesión del rey visigodo Recesvinto. La Historia Wambae indica que es una uillulae, no 169 Catulo, Carmina, 4, 21: Furi, uillula uestra non ad Austri/ flatus oposita est neque ad Fauoni/ nec saeui Boreae aut Apeliotae. 170 Cicerón, Ad Atticus, 6, 16: Cottae quod negas te nosse, ultra Siciliam uillam est, quam puto tibi notam esse, uillula sordida et ualde pulsilla. 171 Catalunya Carolingia, t. III, Doc 9, datado en 833: Et in loco dicitur Cetui quantas terras abeo ab omni integritate. Similiter et ipso uillare qui uocatur Gabarra quantum ego ibi abeo ab omni integritate; Catalunya Carolingia, Tomo II, Doc 1 datado en 834 pero se refiere a otro de 795: in pago Narbonense uillare eremum ad laborandum que dicunt Fontes; ille uero dedit ei ipsum uillare et direxit eum ad nos. 172 Psalterium S.Hieronimy de Hebraica Veritate Interpretatum, Josué, 15, 47: fuitque hereditas Manasse in Isachar et in Aser Bethsan et uiculi eius et Ieblaam cum uiculis suis et habitatores Dor cum oppidis suis habitatores quoque Hendor cum uillulis suis similiterque habitatores. 173 XII Concilio de Toledo, Tomus: ita ut quia in quibusdam uillulis uel territoriis siue uicis peste huius.

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menciona que sea un dominio real 174, mientras una de las versiones de la Crónica de Alfonso III se menciona uillae, señalando su pertenencia al rey 175. La Historia Wambae es cronológicamente más cercana a los hechos pero no puede interpretarse que uillulae aparezca como una aglomeración rural sino más bien una propiedad, un dominio agrícola. En este sentido otra mención en las Vidas de los Padres Emeritenses señala los daños sufridos por un desbordamiento del Guadiana, per uillulas uicinas 176. La regla de Fructuoso de Braga menciona el término como propiedad invitando a los nuevos monjes a renunciar a sus riquezas y a sus uillulae 177. Los monasterios rurales aparecen vinculados en ocasiones a uillulae. Ildefonso de Toledo funda un monasterio, in Deibisensii uillula 178. Félix de Toledo habla de un, monasterio sancti Felicis, quod est Cabensi in uillula dedicatum 179. Se trata de monasterios que transforman o remodelan restos constructivos de una explotación agraria. Los cánones del XII Concilio de Toledo de 681 condenan la constitución de sedes eclesiásticas en pequeñas aglomeraciones rurales tipo uici o uillulae 180 y amonestan al anterior monarca Wamba por la creación de una sede episcopal, in monasterio uillulae Aquis 181. Villulae también aparece en el himno litúrgico Pro uaria clade cuando establece una gradación de entidades de poblamiento: urbs, castella, uillulae et sollitudo 182. En los diplomas carolingios uillare aparece como un ente territorial dependiente integrado en una circunscripción más amplia denominada uilla 183. 174 Julián de Toledo, Historia Wambae, III, 37-39: Gerebantur enim ista in uillula, cui antiquitas Gerticos nomen dedit, qae fere centum uiginti milibus ab urbe regia distans in Salamanricensi territorio sita est. 175 Crónica de Alfonso III, Cronica, I Rotense: Recesuindus Gotorum rex ab urbe Toleto egrediens in uillam propiam uenit, cui nomen erat Gerticos... ibique propio morbo discesit. 176 Isla Frez, 2001, 12- 13. 177 Fructuoso de Braga, Regula monachorum, VI: Primum nullam corporis sui potestatem habeant, neque de cibo aut indumento recogitent: neque facultates aut uillulas, quas semel reliquerunt ulterius possidere praesumant; sed tanquam hospites et peregrini subiecti in monasterio uiuan. 178 Julián de Toledo, Elogium beati Hildefonsi: Coenobium quoque uirginum in Deibisensii uillula construxit. 179 Félix de Toledo, Vita sancti Iuliani, III. 180 XII Concilio de Toledo, canon IV: necnon et in aliis uicis uel uillulis similiter fecerit. 181 XII Concilio de Toledo, canon IV: Dixit enim uiolentia principali se impulsum fuisse, ut in monasterio uillulae Aquis. 182 Isla Frez, 2001, 9-20. 183 Catalunya Carolingia, Tomo II, Doc 1: Nos uero concedimus ei ipsum uillarem cum omnes suos terminos uel pertenencias suas ab integre et quantum ille cum homines suos in uilla Fontejoncosa occupauerit uel de heremo traxerit uel intra suo termino siue in aliis locis uel uillis seu uillares occupauerit uel aprisione fecereit cum homines suos.

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CONCLUSIONES

En el Alto Imperio, pagus, castellum y uicus aparecen estrechamente relacionados con la organización y control del territorio mediante, la ciuitas. El pagus es la organización territorial base del sistema donde se encuentran los asentamientos, castellum y uicus. El fenómeno de la urbanización no se limita a la capital de la ciuitas; castellum y uicus son asentamientos urbanos y participan activamente en el fenómeno de urbanización, siendo sólo menores administrativamente con respecto a la capital. De hecho cualquiera de los dos habitats puede acceder a caput ciuitatis. Los dos tipos de asentamiento mantienen una cierta autonomía de gestión territorial y sus magistrados, nombrados por la capital de la ciuitas, son elegidos entre los más influyentes possesores locales. La uilla también participa en la urbanización y control del territorio. No solamente como edificación sino como referente económico en la relación con los demás asentamientos. Uno de los problemas que plantea la documentación es la vinculación entre ciuitas, y su centro administrativo, caput ciuitatis. Hemos visto que en algunas provincias del Imperio la sede de la ciuitas es un uicus o un castellum. Las menciones epigráficas a res pública o municipium no significan necesariamente que nos encontremos con una ciudad 184. Plinio señala la existencia de centenares de ciuitates en Hispania 185. Muchas de ellas, como en la provincia Bética, con un exiguo territorio que haría inviable un desarrollo urbanístico importante 186. Seguramente la capital de esas ciuitates eran uicus o castellum. Este sistema comienza a transformarse durante el siglo III. La ciuitas, continúa siendo el órgano base de la administración territorial pero pierde gran parte de su autonomía por la creciente intromisión del estado. En la Antigüedad Tardía la terminología de los asentamientos pervive pero la estructura territorial comienza a modificarse por la intensificación de los fenómenos de concentración de la propiedad, el patrocinio y el control de los asentamientos por parte de las aristocracias locales. Se constata un debilitamiento del control administrativo de la ciuitas en el territorio a favor de hábitats secundarios tipo castrum-castellum. En la documentación pueden distinguirse tres tipologías. Grandes castra asimilados a oppida, como el mencionado por Gregorio de Tours, 184 Muchos caput ciuitatis en el norte de Hispania serían castra-castella. 185 175 ciuitas en la Bética, 179 en la Citerior y 45 en Lusitania. Plinio, Naturalis Historiae, III, 9; IV, 117; III, 18. 186 Cortijo Cerezo, 1993, 213-216.

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fortificaciones para uso militar, como el sistema defensivo de las clausurae pirenaicas y pequeños castella y hábitats indígenas generalmente controlados por la aristocracia local. La arqueología está demostrando la continuidad en el poblamiento de muchas de estas aglomeraciones desde época imperial y su mayor aparición en la documentación estaría ligada al aumento de su importancia en la organización del territorio. Las fuentes muestran la abundancia de este tipo de hábitat que aparece como referente territorial en detrimento del pagus. A partir del siglo VI d.C. pagus pasa a denominar a todo el territorio de una ciuitas o una región perdiendo su carácter administrativo y fiscal. El incremento en la documentación de términos que indican pequeñas entidades rurales se interpreta en razón de estas transformaciones. El poder local se ejerce jerárquicamente desde el castellum sobre numerosos hábitats dispersos locus, uillare y uillulae que carecen de organización administrativa propia. El desarrollo de estas entidades significa un cambio en la distribución de la población, posiblemente a costa de entidades mayores como el uicus. Este hecho no constituye necesariamente una disminución de la población en el territorio sino una muestra del dinamismo y capacidad de adaptación a las nuevas situaciones que podrían haber favorecido la reestructuración de los centros residenciales y productivos como las uillae. A pesar su esplendor arquitectónico en el siglo IV la arqueología muestra, a partir del siglo VI, un paulatino abandono de las uillae como vivienda del propietario. Los espacios residenciales son utilizados para desarrollar pequeños establecimientos industriales, religiosos e incluso hábitats de menor calidad 187. Con estas transformaciones ya definidas, comienzan a generalizarse, a partir del siglo VII d.C., los términos uillulae-uillare asociados a pequeños grupos de población que viven dentro una estructura territorial y fiscal que sigue denominándose uilla. La evolución del significado de todos los términos analizados se acelera a partir de los siglos VI y VII d.C. Este hecho es más evidente dentro del ámbito administrativo. C. La Rocca opina que la disminución de la presencia del estado en las estructuras rurales tiene su efecto sobre las características institucionales y fiscales de los términos, perdiendo el significado uniforme que tendría durante el Imperio 188. En Hispania los cambios estructurales se aceleran con la ocupación musulmana. La islamización de Chavarría, 2004, 7-20. La Rocca, 1998, 257-290. Aunque en la Antigüedad sólo se percibe una uniformidad en la terminología no en el significado de los mismos.

la sociedad, evidente desde finales del siglo VIII d.C., motiva la desarticulación política y económica de los propietarios hispano-godos, la Iglesia y la nobleza, y hace desaparecer las antiguas formas de propiedad de la tierra. En el siglo IX d.C.se perciben cambios en las infraestructuras urbanas y las comunicaciones con la fundación de nuevos asentamientos humanos y el desarrollo de nuevas vías de comunicación 189. En el norte de la península el proceso hacia un cambio en las estructuras rurales se desarrolla con la llamada «repoblación» que lleva a cabo el reino Asturiano desde mitad del siglo VIII d.C. Este proceso permite integrar y controlar administrativamente las poblaciones y los territorios incorporados al norte del río Duero estructurando otro tipo de relaciones sociales y de sistemas de propiedad 190. A pesar de ello, el hecho de mantener esta terminología, aún mutando sus significados, hasta la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media muestra la pervivencia y adaptabilidad de unos hábitats y territorios que conservan aspectos estructurales derivados de la Antigüedad. BIBLIOGRAFÍA ACIÉN ALMANSA, M. 1998: La desarticulación de la sociedad visigoda, Hispania, Al-Andalus, Castilla, Jornadas Históricas del Alto Guadalquivir, Universidad de Jaén, Jaén, 45-68. AMIANO MARCELINO, Ammiani Marcellini Rerum gestarum, Seyfarth, W. (ed.), Leipzig, 1978. ARCE, J. 2005: Bárbaros y romanos en Hispania (400-507 a.d.), Madrid. ARIAS VILAS, J. 1996: Poblamiento rural: la fase tardía de la cultura castexa, Los Finisterres Atlánticos en la Antigüedad, época prerromana y romana, Gijón, 181-185. ARNOBIO, De Arnobii Adversus Nationes Libris VII Commentationes, Hiden, K. J. (ed.), Helsingfors, 1921. AUSONIO, Mosella, Ternes, CH.M. (ed.), P.U.F., Paris, 1972. AUSONIO, Opera, Green, R.P.H. (ed.), Oxford University Press, Oxford, 1999. BESNIER, R. y HOPITAL, R. 1983: Les communautés rurales dans l’Empire Romain, Recueils de la Société Jean Bodin pour l’Histoire comparative des Institutions, 41, 435-448. BRAULIO DE ZARAGOZA, Vita S. Emiliani, Vázquez De Parga, L. (ed.), Madrid, 1943.

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LA VILLA DE VILAUBA. DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA HASTA EL ABANDONO FINAL POR

PERE CASTANYER y JOAQUIM TREMOLEDA Museu d’Arqueologia de Catalunya-Conjunt Monumental d’Empuries

RESUMEN La villa romana de Vilauba es un asentamiento rural establecido en un valle situado al sur del lago de Banyoles y cercano a la ciudad de Gerunda. Las excavaciones sistemáticas llevadas a cabo desde hace más de veinte años han permitido documentar una ocupación que se prolonga desde el siglo 1 a.C. hasta la segunda mitad del siglo VII d.C. Las dos fases tardías de la villa supusieron sendas reformas, que comportaron una progresiva transformación estructural y funcional de sus instalaciones, orientadas cada vez más a tareas productivas. En este trabajo nos centramos en la evolución de la villa y en las posibilidades de ensayar una visión multidisciplinar de los elementos que determinaban su sistema económico.

SUMMARY Roman villa of Vilauba is a rural settlement located in a valley to the south of the lake of Banyoles and close to the city of Gerunda. The systematic excavations, which have been conducted over the past twenty years, have provided evidence of an occupation running from the 1st century BC to the second half of the 7th century AD. In the two late stages of the villa there were two renovations, which included a progressive structural and functional transformation of its installations, which were increasingly aimed at tasks of production. In this study we focus on the evolution of the villa and we investigate the possibility of developing a multidisciplinary overview of the key elements of its economic system. PALABRAS CLAVE: Asentamiento rural, cambios funcionales, producción, economía. KEY WORDS: Rural settlement, functional transformations, production, economy.

La villa romana de Vilauba se emplaza en un pequeño valle situado a unos 3 km. al sur del actual municipio de Banyoles (Girona) (fig. 1). A pesar de que la noticia relativa a la existencia de restos antiguos en este lugar era ya conocida desde el siglo XIX, el descubrimiento del yacimiento no se produjo hasta el año 1932, con motivo de las obras de construcción de una carretera que, todavía hoy, divide en dos el conjunto arqueológico. Las investigaciones arqueológicas, que se iniciaron el año 1978 y que han continuado de forma ininterrumpida hasta la actualidad, han puesto al descubierto unos 2000 metros cuadrados de restos pertenecientes a las diferentes etapas de la villa (Castanyer y Tremoleda, 1999). Las tareas de excavación se han complementado con

Fig. 1. Situación de la uilla romana de Vilauba, cercana al lago de Banyoles, y de los principales yacimientos del extremo nordeste peninsular.

diversas campañas de prospección arqueológica (Jones et alii, 1984, 460-464; Tremoleda, Roure y Castanyer, 1987, 121-145; Castanyer y Tremoleda, 1991, 227-232), el propósito de las cuales era elaborar una carta arqueológica precisa de la ocupación romana a escala microrregional (fig. 2). Actualmente, y dentro del proyecto de investigación de Vilauba, se han iniciado nuevas excavaciones en algunos de los yacimientos localizados durante las prospecciones, entre los cuales destaca el alfar de Ermedas (Comella del Terri), donde se han descubierto ya un total de diez hornos datados entre los siglos I-II d.C. (Tremoleda, 2000, 41-43; Castanyer et alii, en prensa) y cuyo estudio será, sin ninguna duda, un complemento indispensable para la interpretación de Vilauba. La dilatada ocupación de Vilauba, que cronológicamente abarca desde los siglos II-I a.C. hasta el siglo VII d.C., comportó una gran superposición de estructuras que son resultado de las reformas efectuadas en el transcurso de los años y que se resumen en tres grandes fases sucesivas. Dejando a un

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del siglo III d.C. hasta el siglo mo nordeste de Cataluña.

VII

d.C. en el extre-

EVOLUCIÓN DE LA VILLA. LAS FASES TARDÍAS (SIGLOS IV-VII)

Fig. 2. Vista aérea del yacimiento de Vilauba en la campaña de excavación del año 2002.

lado los precedentes de la villa, de los cuales sólo disponemos de unos pocos datos fragmentarios, la fase mejor conocida del yacimiento corresponde al período alto imperial, gracias al espectacular incendio que a finales del siglo III d.C. destruyó repentinamente una parte del edificio residencial, sepultando, de este modo, gran parte de los objetos que en aquel preciso instante había en su interior. Este trágico suceso marca el inicio de la segunda etapa, que engloba aquellas reformas efectuadas a lo largo de los siglos IV y V d.C., momento a partir del cual algunos sectores se abandonan, iniciando una lenta y progresiva reducción del espacio ocupado. De la última etapa de Vilauba, del siglo VI hasta un momento impreciso del siglo VII d.C., conocemos sólo unas pocas edificaciones relacionadas con la explotación agrícola. Aunque la amplísima secuencia de la villa constituye una excelente oportunidad para estudiar la evolución de las villae en el territorio, desde su progresiva implantación hasta su desaparición definitiva, en el presente artículo nos centraremos especialmente en las etapas tardías. Nos proponemos, en primer lugar, exponer las evidencias arqueológicas conservadas, insistiendo sobretodo en los aspectos relacionados con la producción agrícola y, más adelante, estudiar los contextos cerámicos y otros materiales arqueológicos agrupados por fases, así como también, resumir los resultados de los estudios de los restos de fauna o paleocarpológicos. Estos datos proporcionan una visión más completa de la economía de la villa y de las relaciones que se establecían entre ésta y otros establecimientos rurales del territorio o con los núcleos urbanos más próximos. Finalmente, intentaremos contextualizar la secuencia de Vilauba dentro de un marco geográfico más amplio y, en la medida que sea posible, plantear una interpretación de la evolución de las villae a partir Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

Probablemente, el estudio de las etapas tardías resultaría incompleto sin antes presentar, aunque de forma breve, el esquema y las características de la edificación alto imperial, de la que derivan todas las reformas posteriores. Actualmente conocemos la totalidad de los restos que conformaban el núcleo principal de la villa, que ha sido objeto de intensas excavaciones a lo largo de los últimos años (Castanyer y Tremoleda, 1999, 98-102). Se trata de un edificio organizado a partir de tres alas de planta rectangular dispuestas en forma de U. Aunque este núcleo residencial es el resultado de diversas ampliaciones sucesivas, el esquema aplicado es siempre el mismo: un corredor o galería porticada frontal y una batería de estancias en la parte posterior. La zona mejor conservada corresponde al ala norte, donde se recuperaron in situ muchos de los objetos del paramento doméstico, hecho que facilitó la posterior interpretación funcional de los diferentes espacios como, por ejemplo, la despensa, el 1 arari o (Castanyer y Tremoleda, 1997, 163-175) Y un pequeño triclinio (Castanyer y Tremoleda, 1999, 5976). La entrada principal a la vivienda estaba situada en el centro del ala central separando, de este modo, el conjunto en dos mitades casi simétricas. A pesar de que esta nave oeste quedó muy afectada por el intenso expolio de las estructuras realizado durante las etapas posteriores se identificaron algunos posibles cubicula. Más reciente es la confirmación del tercer brazo que cerraba el edificio por el costado sur, el más moderno constructivamente y que, a nuestro juicio, responde a la necesidad de incorporar al conjunto ya existente una pequeña instalación termal, el extremo de la cual se halló ya durante la excavación de 1978 (Nolla, Tarrús y Chinchilla, 1985, 17-24; Castanyer y Tremoleda, 1999, 87-92) pero que actualmente se encuentra debajo de la carretera que divide el yacimiento. Hasta la actualidad, carecemos de argumentos que permitan suponer un uso diferente al de residencia para la mayor parte de las habitaciones que conformaban el núcleo principal de la vivienda. La dimensiones del conjunto, en comparación a los planos correspondientes a las fases posteriores, invita a imaginar que éste, a su vez, actuaba como epicentro del fundus. Por consiguiente, debemos suponer que, como mínimo a finales del siglo III d.C., las

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instalaciones agrícolas se hallaban separadas y dispersas a su alrededor, tal como parecen confirmar los restos de un horno cerámico situado al norte y de otras dependencias ex cavadas en el denominado Camp Baix, al este de las termas. La planta de este conjunto residencial aunque muy modesto y austero, denota una cierta voluntad de racionalizar y ordenar los espacios, imitando otros modelos y concepciones arquitectónicas mucho más ricas y complejas, que las villae, en función de sus recursos y necesidades, adoptaron a sus conveniencias (fig. 3, 1). LA VILLA DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA (SIGLOS IV Y V) El incendio que causó la destrucción prácticamente total del ala norte de la villa a finales del siglo III motivó, tal como ya hemos avanzado, el inicio de una nueva etapa que, por lo que se refiere a la planta de la edificación, supone un cambio substancial en comparación al esquema que acabamos de comentar. Los datos estratigráficos indican que esta transformación no se produjo, sin embargo, de forma inmediata sino que fue un proceso que duró algunos años. En efecto, a pesar de la citada destrucción de la nave septentrional, es seguro que otras partes del edificio quedaron a salvo y que, en consecuencia, se mantuvieron muy probablemente aún en uso, a la espera de poder disponer de las nuevas instalaciones. Si bien resulta dificil determinar el estado real en que quedó el núcleo residencial, es evidente que sus habitantes descartaron su inmediata reconstrucción y que, por el contrario, optaron por iniciar una reforma más profunda, intentando quizás aprovechar esta oportunidad para adaptar la villa a los tiempos venideros. El incendio, que rompe el ritmo normal de la villa, puede considerarse, en este sentido, como el detonante de unos cambios que quizás tarde o temprano habrian sido también ineludibles. En planta, la etapa bajo imperial se caracteriza por la pervivencia del área central abierta como elemento integrador de los diferentes sectores que, de forma independiente, delimitan dicho espacio, repitiendo de este modo, una solución bien conocida en la arquitectura rural romana y presente en la mayoria de las villae conocidas en este territorio (Casas et alii, 1995a, 56-58; Casas, 1989, fig. 26). Este patio, que se superpone al de la fase anterior y de unas dimensiones mayores quedaba definido, al sur yal este, por una serie de nuevas estancias construidas de forma unitaria (ámbitos 38, 37, 36, 35, 11 y 7) (fig. 4), al oeste por la vieja ala residencial ahora

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completamente reformada y, finalmente al norte, por un conjunto de estructuras con una clara vocación agrícola (ámbitos 8, 20, 24, 27 y 31) (fig. 3,2). En comparación al esquema anterior llama la atención la poca definición entre el área propiamente residencial y la productiva, percepción que, en nuestro caso, es más acusada porque en este momento se suprime el esquema de tres naves que constituye el núcleo principal de la villa hasta finales del siglo III. Por lo que se refiere a los espacios de uso doméstico, las posibilidades se reducen al conjunto de habitaciones situadas al sur y al este del patio que, en planta, se disponen en forma de L. Así nos lo indican las caracteristicas constructivas de los muros, con una amplia banqueta de cimentación y un potente zócalo o los pocos restos de pintura mural conservadas en los muros de la gran sala situada al sur. Se trata, por norma general, de habitaciones de una superficie considerable que contrastan, una vez más, con las dimensiones de las estancias del núcleo residencial alto imperial, más reducidas. Las excavaciones más recientes han puesto al descubierto un segundo patio o área abierta situada más al sur, en una zona prácticamente libre de construcciones y en el centro de la cual había un pozo. En los niveles asociados a la etapa bajo imperial se hallaron una gran cantidad de semillas carbonizadas de cereal, aún en estudio, que demuestran que estos espacios alrededor de la edificación se utilizaban para las distintas tareas agrícolas. Más fácil es la interpretación funcional de los restos arqueológicos emplazados en la parte norte del yacimiento, que pueden atribuirse a la parte productiva de la villa. Se trata de diversas estancias pavimentadas con opus signinum (ámbito 8) y de una cisterna de planta rectangular y de reducidas dimensiones (ámbito 20), impermeabilizada con el mismo material y con una pequeña cavidad en uno de los ángulos para facilitar la recogida del líquido o la decantación de las impurezas (fig. 5). Merecen una especial atención los restos de una posible prensa (ámbitos 24 y 31), alrededor de la cual se organizan otros espacios relacionados muy probablemente con esta misma actividad (fig. 6). El deficiente estado de conservación de los restos, muy afectados por las labores de cultivo anteriores a los trabajos arqueológicos, dificulta su interpretación global. No obstante la ausencia de elementos en alzado, hay, en nuestra opinión, argumentos suficientes para proponer una restitución razonable. La interpretación del ámbito 31 como la sala de prensado obedece a la localización de un basamento de obra, de 1,85 por 1,34 metros que, para nosotros, corresponde a la base de sustentación del bloque de piedra Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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Fig. 3. Evolución de las estructuras que forman la uilla de Vilauba en las diversas etapas históricas. 1- la uilla alto imperial (siglos I-III d.C.); 2- uilla bajo imperial (siglos IV-V d.C.); 3- edificio de época visigoda (siglos VI-VII d.C.). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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Fig. 4. Aspecto de las dependencias que forman el ala este de la uilla bajo imperial.

donde iban encajadas las dos vigas o arbores de la cabecera de la prensa. Las similitudes con otros macizos hallados en otras villae así parecen confinnarlo. Especialmente ilustrativo s son los ejemplos recuperados en las instalaciones agrícolas de Sant Michel (Var) donde, encima del cimiento de obra todavía se conservaban in situ algunas de estas bases de piedra (Brun et alii, 1989, 103-162; Brun, 1996, (83) 1-11). Una interpretación idéntica tienen los basamentos de piedras (1,30 × 1 metro y 1,75 × 1,40 metros) asociados a dos prensas de viga de la Roquebrussane (Var) (Morére, 1989, 248-253 y figs.

Fig. 5. Depósito revestido de opus signinum, que forma parte del complejo bajo imperial.

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132-133; Brun, 1986, 189-194 y figs. 160-166). La identificación de este elemento, pennite resolver la cuestión relativa a la orientación de la prensa, que era en sentido norte-sur, siguiendo la disposición general de las estructuras de este sector. Si son ciertas nuestras suposiciones, debemos imaginar que el nivel de uso de esta estancia se encontraba a unos 30 o 40 cm por encima de la cota conservada actualmente, razón por la cual no podemos detenninar el emplazamiento preciso del ara de prensado que, en buena lógica, debía situarse entre los arbores y el muro medianero con el ámbito 24. En consecuencia, el contrapeso debería emplazarse en el centro de la estancia situada más al sur (ámbito 24), que sabemos funcionaba a una cota más baja, circunstancia habitual en este tipo de instalaciones, para facilitar de este modo las distintas tareas del proceso de trabajo (fig. 6). La separación entre los ámbitos 31 y 24 era pues meramente funcional, puesto que el muro divisorio, que no continuaba en alzado, sólo servía para contener las tierras del nivel superior, correspondiente a la sala de prensado. Este pequeño desnivel se salvaba mediante una escalera de obra situada en el ángulo noroeste y de la que se conservó únicamente el macizo inferior. En el lado opuesto de la habitación, se encontraron los restos de un pequeño depósito de planta cuadrada revestido con opus signinum que, junto con otros ya desaparecidos, suponemos recogían el líquido procedente de la prensa. Completa el conjunto un tercer ámbito (ámbito 27), de planta alargada y pavimentado con opus signinum. La interpretación arqueológica de este espacio presenta algunas dificultades, derivadas, en parte, de la imposibilidad de detenninar con certeza la naturaleza de la producción, vino o aceite. La ranura de la parte central del pavimento para facilitar la salida del líquido, la impenneabi1ización del alzado de las paredes o los listones laterales podrían sugerir su interpretación como calcatorium. Un esquema similar tienen, por citar un ejemplo bien conocido, las instalaciones vinícolas de Le Molard (Donzere), con un enonne calcatorium que alimentaba dos cisternas (Dechandol, Feuillet y Odiot, 1983, 56-57; Odiot, 1996, (26) 1517) o, otras más modestas, como las de Allas-les Mines (Brun, 1993a, 323 y fig. 11). No obstante, las dimensiones de este espacio y la ausencia de estructuras parecidas en nuestro ámbito de estudio (Casas et alii, 1995a, 101-104) aconsejan no descartar otras hipótesis como la de corredor de trabajo que, en el caso de las instalaciones oleícolas, se destinaban a guardar la sampsa o pasta de las aceitunas procedentes del molino. Un esquema idéntico al de Vilauba lo encontramos, una vez más, en Sant Michel (Var) Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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El proceso documentado en Vilauba se enmarca dentro de una práctica hoy perfectamente conocida en muchos establecimientos rurales durante la antigliedad tardía (Casas et alii, 1995a, 139-141; Chavarría, 1996, 165-202; Chavarría 1998, 9-30; Van Ossel, 1992, 79-83). En nuestro ámbito de estudio citaremos los ejemplos de la villa de Pla de Palol (Platja d’Aro), asociados igualmente al abandono de algunas zonas (Colomer, Costa y Tremoleda, 1989, 108, fig. 5), hipótesis que ha sido matizada en las publicaciones más recientes (Nolla, 2002, 223-226). Los intentos por reformar y mantener en pie algunos sectores, compartimentando de nuevo los espacios con materiales reutilizados y reforzando toscamente los antiguos muros no parece señalar tampoco para el final de esta etapa una situación de pujanza y bienestar económico. De la interpretación histórica de este proceso de transformación trataremos, sin embargo, más adelante. EL ESTABLECIMIENTO RURAL DE LOS SIGLOS VI- VII

Fig. 6. Propuesta de funcionamiento de los restos estructurales conservados de los diversos ámbitos y restitución de la prensa de época bajo imperial.

(Brun, 1996, (83) figs. 4 y 5). La falta de evidencias arqueológicas (Brun, 1993b, 511-537) y pa1eocarpo1ógicas, así como también los resultados negativos de los análisis químicos de los pavimentos y depósitos asociados a esta prensa impiden, hasta el momento, decantar con seguridad la balanza en favor de una u otra opción. No queremos finalizar la descripción de esta etapa de Vilauba sin antes apuntar el proceso de abandono y transfonnación que surren una parte de las dependencias a partir de finales del siglo IV y durante el siglo V (Castanyer y Tremoleda, 1999, 132133). Uno de los elementos que mejor ilustra este cambio es la presencia de algunos enterramientos en interior de área edificada. Se trata de un pequeño grupo de tumbas situadas en el patio central o dentro de algunas estancias ya abandonadas de los sectores oeste o sur que se utilizan como área de necrópolis. Los datos estratigráficos y el estudio de los materiales pennite situar estos enterramiento s entre la segunda mitad del siglo IV y los inicios del siglo Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

La última fase de Vilauba supone, a tenor de los restos descubiertos hasta la actualidad, una reducción considerable del área ocupada, en comparación a las dos fases anteriores. No obstante esta evidencia palpable, debemos matizar que, tal como ya hemos avanzado, es posible detectar ya algunos síntomas de cambio a partir de principios del siglo V que, para nosotros, marcan el inicio de un proceso que culminará en los siglos posteriores. Además de la reducción del área edificada debemos indicar también otros elementos distintivos con relación a las etapas precedentes. Estratigráficamente, esta etapa viene marcada por la construcción de un pequeño edificio formado por tres ámbitos consecutivos y un patio que, según todos los indicios, estaba dedicado exclusivamente a actividades relacionadas con la producción agrícola. La orientación general de las estructuras señala que ahora el eje predominante es el este-oeste (fig. 3, 3). Aunque es probable que algunas de las construcciones de la parte norte, construidas durante la fase anterior, se mantuvieran aún en pie, facilitando de este modo su reutilización puntual, pensamos que la ocupación debió limitarse a las inmediaciones de la nueva instalación. Es en este sentido que pueden interpretarse, por ejemplo, los agujeros de poste visibles en el pavimento de opus signinum de una de las estancias bajo imperiales que, hipotéticamente, podrían pertenecer a la estructura de una pequeña cabaña hecha con materiales ligeros y utilizada quizás

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Fig. 7. Opus signinum que pavimentaba el ámbito 8, reutilizado más tarde, en la última etapa de la uilla como cabaña vinculada al torcularium de época visigoda.

como vivienda o refugio ocasional (Jones et alii, 1982, fig. 15, 4; Roure et alii, 1988, p. 54, fig. 31). La alineación de estos siete agujeros, de unos 20 cm de diámetro, dibuja un espacio de forma rectangular, que mide aproximadamente unos 6,25 m de longitud por 2,5 o 3 m de anchura (Castanyer y Tremoleda, 2001-2002, 161-167; Ibid., 1999b, 156-157) (fig. 7). La adscripción agrícola del conjunto de tres ámbitos construidos ex nava en esta última fase del yacimiento se basa en la identificación de otra prensa (ámbito 2) que, posiblemente, substituye a la de la etapa anterior. En este caso, la mejor conservación de las estructuras de la parte central, donde todavía eran visibles los encajes de los arbores en el pavimento, facilitaba su restitución en planta. A pesar de que no disponemos, tampoco aquí, de elementos que permitan determinar la naturaleza de la producción, la hipótesis de una producción de aceite, que ya hemos avanzado en otras publicaciones nos parece, por el momento, la más probable (Castanyer y Tremoleda, 1999a, 154; Ibid., 20012002,162). Tal como ya hemos avanzado, la nueva instalación agrícola constaba de tres ámbitos correlativos. El acceso al interior de la prensa se realizaba seguramente a través de una primera habitación (ámbito 1) situada en el extremo oeste que, a su vez, comunicaba directamente con el patio posterior. La posición de este ámbito con relación al conjunto sugiere que posiblemente se utilizaba como almacén de las aceitunas (Catón, De Agri, 3 y 4; Columela, De re rust., XII, 52) Y como molino, concentrando de este modo las tareas previas a la fase de prensado (Frankel, 1993, 477-481), que se realizaba la estancia central (ámbito 2). La posición de los dos encajes para los arbores, realizados en el mismo pavimento de opus signinum, indica que la orientación

Fig. 8. Aspecto de la prensa tardía en el año 1980, cuando se realizó su excavación y propuesta de funcionamiento de sus restos.

de la prensa era de este a oeste. El suelo de esta sala central presentaba numerosas reparaciones, seguramente motivadas por la enorme presión que ejercía la máquina sobre los cofines durante su uso (Brun, 1986, 117-119). La recogida del líquido se realizaba en una cisterna, de unos 5 metros de longitud por 1 metro de anchura, situada a un lado de la prensa y dispuesta de forma paralela a ésta, dotada con un escalón de acceso y con un pequeño agujero de forma circular en el fondo para facilitar las tareas de limpieza y vaciado del mismo. Aunque carecemos de elementos para determinar el modelo exacto, es seguro que se trata de una prensa de viga o quintal, de modo que los movimientos ascendentes y descendentes del prelum se controlaban probablemente desde el ámbito 3A, donde estaria emplazado el contrapeso y que funcionaba a una cota más baja, repitiendo pues el esquema comentado ya para la almazara de la fase anterior. Este ámbito inferior, que a Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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juzgar por los numerosos fragmentos de dolia hallados durante su excavación se utilizaba también como cella olearia, comunicaba con la sala de prensado mediante una escalera lateral (ámbito 3B). A pesar de que la construcción de la carretera que divide el yacimiento rompió, ya en el año 1932, la continuación de esta edificación por la parte este, es probable que la longitud total del edificio no excediera en mucho la actual (fig. 8). Los restos arqueológicos que acabamos de citar constituyen los últimos vestigios de la larga ocupación del lugar, cuyo final viene marcado, estratigráficamente, por un potente nivel de piedras y otros elementos constructivos, formado por la degradación paulatina del alzado de las estructuras. Las características de este estrato sugieren que paralelamente al abandono se produjo una recuperación de aquellos elementos susceptibles de ser reutilizados, como el contrapeso u otras partes de la instalación agricola o las tejas de la cubierta del edificio. La clara vocación productiva de los pocos restos pertenecientes a esta última fase del yacimiento, unida a la ausencia de construcciones asociadas a vivienda, hasta el momento limitadas a una hipotética cabaña, sugieren que durante los siglos VI y VII Vilauba era, avanzando ya la discusión final, probablemente ya sólo un lugar de trabajo. LA CULTURA MATERIAL La cerámica La cerámica constituye el porcentaje mayor de los materiales recuperados en la excavación. A pesar de la constante presencia de materiales residual es en las fases tardías, mezcla que se explica por la constante remoción de tierras motivada por las diversas reformas realizadas en el ámbito de la villa, son el elemento que aporta las precisiones necesarias para fechar las diversas fases en las que podemos periodizar este asentamiento rural. Con posterioridad al incendio y al derrumbe de la estructura de la fase alto imperial de la villa, se hallaron diversos niveles generales pertenecientes ya a la fase bajo imperial, es decir, nivelaciones previas a la reedificación de los nuevos conjuntos estructurales que constituyen la continuidad de la villa a inicios del siglo IV d.C. Estos estratos se localizan en las alas norte, oeste y en toda la zona sur del patio, hasta la parte que será ocupada por el ala oriental; también se hallan en zonas alejadas de las antiguas estructuras, como el sector nordeste de la villa, donde se construyó la prensa. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

Otra agrupación de estratos se relaciona con el abandono y las nivelaciones posteriores para adecuar los terrenos en las zonas ocupadas por las alas este y sur (fig. 3,2). La composición de la cultura material recuperada se diferencia claramente de los niveles propios de la época alto imperial por la reducción de cerámicas de importación, limitadas a fragmentos de ánforas tardías, en algunos casos, y por la presencia de nuevas categorías como la cerámica sigillata africana D o la cerámica lucente, en otros. La caracterización de estos depósitos de sedimento nos permiten situar cronológicamente esta fase entre inicios del siglo IV y la primera mitad del siglo V d.C. Los conjuntos cerámicos nos hablan de una composición heterogénea, en la que dominan los elementos residual es o, si eran de uso, eran anteriores a los elementos más modernos que permiten ensayar una propuesta cronológica más afinada. Así pues, en el capítulo de las importaciones finas de vajilla son numerosas las que pertenecen a la producción en terra sigillata africana A, que presenta el repertorio de formas siguiente: H. 3B, 5, 6, 8B, 14B, 16, 27 y la cantimplona H. 147, 3/Atlante 1981, tav. 22, 9. Esta producción recubierta de barniz está acompañada de la cerámica africana de cocina, producida en los mismos talleres, con las formas H. 181/Lamb. 9a, H. 197, 23B, 182. También contamos con la presencia de la producción de africana C, formas H. 50, 45 y 49/Atlante 1981, tav. 36, 10. Asimismo, la africana D presenta unas formas propias de la primera mitad del siglo V, como la H. 58B, H. 61B, H. 67 o algo más tardías, H. 87. Las producciones no africanas son menos numerosas, pero bastante variadas, por una parte contamos con la forma 73 de Mezquíriz en cerámica hispánica tardía (Atlante, 1985, 164, tav. 39) y diversos fragmentos decorados de la forma 37 tarda B (Atlante, 1985, tav. 46, 4-6 y 47, 1-4); las formas Rigoir 1 y 2, producidas en el área narbonense de DSP en la variante gris estampillada; y la forma Lamb. 8 de la cerámica lucente, junto con un fragmento de decoración similar a la de la forma Lamb. 2/37. En referencia a los recipientes anfóricos, los de procedencia africana son la mayoría. Contamos con las formas Keay 1 B/Dr. 30 mauritana/Ostia forma V, Keay 3B/ Africana I, Africana IIA (Roure et alii 1988, fig. 42, 11), Keay 6/Africana IIC, Keay 7/ Africana IID, Keay 11/Tripolitana III, Keay 15B de la Byzacena, Keay 36B, Keay 25, variantes Y y X, aunque también están presentes los envases sudhispanos como las ánforas Keay 19 C/Almagro 51 AB, Keay 23/Almagro 51 C y Keay 13A y B/Dr. 23 y

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también una variante más tardía Keay 13C/Tejarillo II (Berni, 1997, 118, fig. 42, 9.5). A estos tipos anfóricos cabe añadir un cuello de ánfora tarraconense tardía, hasta el momento bastante desconocidas (Carreras y Berni, 1998, 270-276) Y un borde de ánfora oriental, se trata de una pieza de pequeño diámetro, con una palie superior separada por una carena saliente que deja paso a un cuello estriado, la pasta es marrón oscuro, con abundancia de mica como desgrasante, muy parecida a la forma Late Roman 3/ Keay 54 bis, aunque parece más próxima al tipo L50 del Ágora de Atenas, propia del siglo IV (Robinson, 1959; Remola, 2000, 204-212). En estos conjuntos del Bajo Imperio hay un potente grupo de cerámicas de producción local, en el interior de la cual tenemos que considerar tres categorías: cerámica de cocina, cerámica gris, prácticamente testimonial y cerámica común oxidada. En el repertorio de estas últimas hallamos cazuelas de doble asa y perfil sinuoso, tapaderas, ollas, boles con el labio convexo y decorado con incisiones, jarras de borde moldurado, lebrillos de borde horizontal y paredes verticales que producen unas piezas profundas, morteros de borde colgante. En cerámica de cocina el repertorio es más corto, en un primer momento, pero con numerosas variantes en cada forma; dominan claramente las ollas de borde engrosado y corto, ollas de borde exvasado con cuello corto y estrangulado, de perfiles globulares o sinuosos, platos de paredes convexas, labio sin diferenciar y base plana, tapaderas que imitan las forma africana H. 196. La tendencia que se observa en otros estratos de este contexto, sin embargo, apunta hacia una irrefrenable disminución de la cerámica común en beneficio de las producciones de cocina. Esta categoría está formada mayoritariamente por piezas funcionales de producción local, la factura se corresponde con pastas groseras, negras y con presencia de desgrasante de mica y cuarzo muy evidente. Las ollas y las urnas siguen siendo las formas más comunes, a veces de grandes dimensiones, con los clásicos perfiles sinuoso s y bordes exvasados, pero también con bordes engrosados y reentrantes. Se incorporan nuevos elementos, funcionales, como sería la incorporación de diversas asas en forma de herradura, soldadas a la pared u otro tipo de agarraderas más simples, o decorativos, como las ovas o semicírculos ultrapasados impresos en el labio o por debajo del borde. Otra sub categoría, ahora ya bastante numerosa, que debemos diferenciar es una producción específica, probablemente importada, que presenta una gran personalidad, con unas características de arcilla gris, porosa y muy homogénea, con las paredes exteriores algo bruñidas. Se trata de piezas de

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pequeño módulo, que corresponden siempre a ollitas y bol es o cuencos abiertos, de fondo plano y sin asas; suelen estar dotados de una serie de listones y molduras, más decorativos que funcionales, situados entre el cuello y el labio, ejecutados con gran precisión. Posiblemente los paralelos más claros hasta el momento se localizan en diversos contextos hallados en la comarca del Valles y datados entre los siglos V y VII (Coll, Roig y Molina, 1997). En resumen, a pesar de los cambios en la composición del conjunto cerámico recuperado en el período bajo imperial, no representa un corte brusco respecto la etapa precedente. Se nota, sin embargo, una igualdad de proporciones, y a veces una inversión, en favor de la cerámica de cocina, en el interior de la categoría más numerosa, las producciones locales. Por otra parte, el grupo de las cerámicas importadas conoce la entrada de nuevas producciones, como la africana D, la cerámica lucente o las DSP. Finalmente debemos mencionar que, en lo que a la villa bajo imperial se refiere, los niveles que corresponden a la última frecuentación de las dependencias que delimitan el patio interior de la villa en los sectores oeste y sur. La recuperación de materiales cerámicos sitúa estas reformas entre mediado siglo V y el final de este siglo. La mayor parte de las importaciones son de origen africano: en africana Clara A tenemos las formas H. 3C, 5, 6, 8, 9B, 14,27; la pátera H. 181 en africana de cocina, las cazuelas H. 23B Y 197, junto con las tapaderas H. 196 i 182; en africana C, predomina la forma H. 50 y también aparece la H. 48. Pero son los fragmentos de sigillata africana D los que caracterizan mejor esta facies: las formas H. 58B, H. 67, H. 87A Y una base de H. 99, y llevan a fechar el conjunto muy a finales del siglo V o ya a inicios del siglo VI. También debemos considerar aquí algunas piezas de DSP de barniz gris, tipos Rigoir 1 y2/3. Las ánforas, con escasa presencia, pertenecen a tipos africanos, como la forma Keay 36B/Beltrán 63, Keay 62 yel ánfora de la Bética Dr. 23, Por lo que respecta a las producciones locales, dominan numéricamente las cerámicas de cocina, de cocción oxidante y sobre todo reductora, sobre las comunes romanas. Estas suelen ser formas destinadas a la vajilla de mesa, especialmente vasos carenados para beber y cuencos con carenas marcadas o con bordes engrosados, además de imitar formas africanas, en especial, la cazuela H. 23. Las formas de la cerámica de cocina son ollas y cazuelas, con algunos ejemplares decorados con impresiones circulares y cruciformes cerca del borde, realizadas antes de la cocción (fig. 9). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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Fig. 9. Tabla que refleja las diversas categorías cerámicas recuperadas en la fase del Bajo Imperio en la uilla romana de Vilauba y gráfico que cuantifica la cerámica por zonas de producción. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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El carácter de la ocupación que se define. para el período visigodo, a la luz de los resultados arqueológicos, con una cronología que podemos enmarcar entre inicios del siglo VI y el siglo VII, seguramente vinculado al período productivo y, en todo caso, con ausencia de hábitat estable, produce la fase más pobre y poco significativa cuantitativamente de toda la historia de la villa. Se trata de nivelaciones correspondientes a la edificación de la última fase del yacimiento y, por otra parte, los estratos de abandono hallados en posición superficial en el inicio de las excavaciones. Cabe destacar una rarificación de la presencia de importaciones, que se sitúa por debajo del 20% del total, con un protagonismo claro de la cerámica africana de cocina. Como consecuencia de esta reducción, se produce un aumento de las producciones de fabricación local, en el interior de la que, la cerámica de cocina dobla en porcentaje la cerámica común romana. La escasa información que aporta el registro arqueológico y la cultura material dificultan el estudio de esta fase final de Vilauba, especialmente agravado por el hecho de hallarse en una situación estratigráfica que ha recibido un fuerte impacto con los trabajos agrícolas del campo. La presencia de materiales finos de importación para la etapa visigoda es muy escasa. Las formas más interesantes en cerámica africana Clara D son la H. 99, 87A y 104A, junto con los platos H. 90B, que nos sitúan a finales del siglo VI o ya de lleno en el siglo VII. El material anfórico es también, dentro de la escasez, bastante significativo. Contamos con la presencia mayoritaria de ánforas olearias de procedencia norteafucana, especialmente de la Keay 62 en diversos conjuntos, y también las formas Keay 61, Keay 5/Africana II A ‘con gradino’, Keay 26/Beltrán 65, Keay 27, Keay 63, Keay 36B, Keay 55A/Almagro 52, el ánfora mauritana Keay lB yel tipo Keay 19 C/Almagro 51A-B de producción sudhispana. La cerámica de cocina, de cocción reductora, como ocurriera en el período del Bajo Imperio, presenta dos subcategorías diferentes. El primero está formado mayoritariamente por piezas de producción local de acabado rústico, muy funcionales y tradicionales: bordes de olla exvasados y cortos, a veces muy robustos y de sección triangular y siguen siendo características las ollas dotadas de asas en herradura. Por otra parte, mantiene su presencia esa producción específica se ha descrito anteriormente, con un repertorio de pequeñas ollas y cuencos bajos, con decoración de listones decorativos ymolduras (fig. 10). Así pues, a través de la cerámica se puede constatar, en primer lugar, que la continuidad y la composición de los conjuntos entre el período bajo im-

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perial (siglos IV-V) y la fase visigoda (siglos VI-VII) es total, si bien la fase más tardía es cuantitativamente mucho más modesta que la anterior. Es muy evidente que el consumo mayor de cerámicas procede de los talleres instalados en zonas cercanas, pero que se trata mayoritariamente de cerámica común y de cocina usada para el menaje en la vida cotidiana. Los flujos comerciales, a través de múltiples canales de distribución, hacían llegar con gran abundancia la cerámica de procedencia africana, usada como vajilla de lujo, en sus diversas producciones, pero también como cerámica de cocina. Esta cerámica importada está asociada a la llegada de ánforas norteafucanas, especialmente dedicadas al transporte de aceite, que debemos considerar como el producto primario en la carga de los barcos. Las producciones de la Galia y del área hispana no tarraconense se igualan en una presencia muy poco significativa. Las diferencias son relativas al producto que se compra, ya que si en las primeras son piezas de vajilla, barnizadas de la zona del Ródano o estampilladas del Languedoc; las producciones hispanas se limitan prácticamente a ánforas de aceite y de salazón de la Bética. Finalmente, cabe señalar la presencia constante de material residual en los niveles tardíos de la villa que, como ya dijimos, se debe al constante movimiento de tierras que se realiza en las reformas. Hemos considerado, dentro de este apartado genérico, las diversas producciones de barniz negro, la cerámica común itálica y la de engobe rojo pompeyano, las paredes finas, la 1.s. itálica, del sur de la Galia, marmorata, las cerámicas ibéricas comunes, pintadas, la gris ampuritana, las ánforas ibérica, itálicas y las de ámbito púnico. El alto número de fragmentos anfóricos indeterminados, debido a su mala conservación, no se han asignado a ninguna producción concreta. Los objetos de vidrio La abundancia de objetos de vidrio hallados en la fase bajo imperial, no se corresponde con una gran variedad formal. En la vajilla doméstica, el bol poco profundo es el más frecuente, tipo Isings 116 (shallow bowl). Se caracteriza por una paredes muy delgadas, unos bordes almendrados muy abiertos, no tienen pie y el fondo plano (Isings, 1957, 143-147). Estas piezas pueden ser lisas o decoradas. Dentro de la variante decorativa, en Vilauba poseemos dos tipos básicos: con líneas talladas e incisas en el interior del borde o con hilos blancos fundidos. Además, se documenta la presencia de jarras, semejantes a ejemplares procedentes de Tarraco (Benet y SuAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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Fig. 10. Tabla que refleja las diversas categorías cerámicas recuperadas en la fase visigoda en la uilla romana de Vilauba y gráfico que cuantifica la cerámica por zonas de producción. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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bias, 1989, 337) y anforiscos, forma Isings 60 (amphoriscs with pointed base). Todas estas formas son propias de los siglos IV-V, excepto los anforiscos, que son más imprecisos.

dos de Claudio II el Gótico; una imitación de AE3 de la dinastía constantiniana del tipo Fel. Temp. Reparatio (353-361); un sestercio; un AE4; además de un ejemplar indeterminable.

Los hallazgos numismáticos

Los objetos de bronce

El modelo de circulación monetaria que se observa en Vilauba para el Bajo Imperio es el característico de los siglos IV y V, y tal vez algo posterior, que tiene el imperio, habida cuenta de las dificultades de disponer de numerario para estos momentos, combinado con un horizonte más propio de finales del siglo III en sectores con fuertes remociones de tierra como las que conllevaron las reformas del ala oeste de la villa. En el global de la fase se recuperaron 36 monedas. A parte de las piezas residuales, hay que comentar la existencia de un antoniniano de la consecratio de Claudio II el Gótico, posterior al 270; cinco antoninianos, tres de los cuales pertenecen al tipo DIVO CLAUDIO; asimismo, contamos con diversos nummus, uno de los cuales pertenece al tipo Gloria Exercitus, que se emitieron entre el año 335 yel 339, y otro al tipo Victoriae Laetae Princ.Perp., de Constantino o Licinio (318-320). Señalamos un AE4 que pertenece al tipo Victoriaeddaugqnn, que se fecha entre el 341-348. Pero el numerario más ttecuente pertenece a los AE3 procedentes de cecas galas y occidentales (Abad, 1987, 206-207; Marot, 1994, 384-387), uno de Constancio Galo o Juliano, otro con el reverso del tipo Fel.Temp.Reparatio (353-361), otro del tipo Securitas Reipublicae (364378), además de otros que no se pueden distinguir pero que pertenecen a la dinastía constatiniana. La moneda más moderna de los ejemplares exhumados en todos los sectores es un AE2 de la dinastía constantiniana o teodosiana, emitido entre el 364 y el 395. La última fase de ocupación del yacimiento coincide con el abandono definitivo de buena parte de la villa bajo imperial. El tipo de instalación que se realiza en este momento se asocia con un uso exclusivamente agrícola y ganadero, lo cual conlleva una recuperación muy pobre, por lo que respecta a la cultura material. El total de diez monedas halladas en la fase visigoda no llega a representar el 8% del total de numerario de la villa, lo que supone un material escasamente representativo y del cual se pueden sacar pocas conclusiones. La moneda más antigua de este contexto es un as de Filipo I (244-249); contamos también con cinco antoninianos, dos de Galieno y

Los objetos de bronce han aportado gran variedad de elementos complementarios para el período del Bajo Imperio. Si clasificamos por usos, tendremos que hablar, en primer lugar, de los objetos utilitarios, dentro de los cuales halamos clavos, un fragmento de cazuela, un aplique de sítula, un asa y diversos apliques para mobiliario y una llave. En el apartado de objetos para acicalamiento personal disponemos de espátulas y varitas como elementos de tocador o de cirugía. Más amplio es el capítulo dedicado a agujas, brazaletes y fibulas. Dentro de estas últimas, debemos diferenciar tres tipos distintos: fibulas de arco, pertenecen al tipo más corriente y los ejemplares más completos pueden clasificarse como del tipo 20.3.2.b de Erice (Erice, 1995, 241, lám. 32); fibulas de resorte (tipo 3 de Erice); finalmente, una fibula anular en omega, que podemos clasificar como del tipo 35.1.a.1 de Erice (Erice, 1995, 545-551, lám. 69). Se documenta también el extremo de forma triangular de una hebilla de cinturón, pero son característicos, sobre todo, los botones de bronce, con notables variedades entre ellos. Siempre están dotados de remaches en la parte posterior, con la finalidad de fijar la pieza en el cuero. Los motivos de la placa son diversos: placa circular con el centro umbilicado; placa en forma de creciente lunar; con placa circular y decoración de ejes convergentes en el centro; con decoración de puntos esmaltados, etc. (Aurrecoechea, 1994, 157-178; Ibid., 1995-1996, 44-99). Cabe apuntar que estos objetos, a parte de servir como fijadores de ropa, también eran usados en las guarniciones de los caballos. Un objeto de gran interés 10 constituye una pieza de arnés de caballo. Su forma es circular, de 8,3 cm de diámetro. Se trata de una «rueda calada» con asa en forma de estribo. La rueda presenta un orifico central y está dividida en cuartos por un sencillo motivo geométrico-floral muy esquemático, que recuerda una flor de lis. Hay muchos paralelos, a veces con inscripciones, crismones o representaciones animales en los tipos paleocristianos. Los paralelos para nuestro ejemplar se sitúan en el siglo IV o inicios del siglo V (Palol, 1952, 297; Ibid., 1953-1954, 279-292; Almagro, 1959, 329-330). También es de interés un ponderal recuperado en estratos bajo imperiales. Se traAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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Fig. 11. Hebilla de cinturón de época visigoda (segunda mitad del siglo VII).

ta de un exagium de forma circular y perfil bitroncocónico, que corresponde a una onza (27,28 gr.) (Palol, 1949, 127-132). Para el período visigodo, el material de bronce es menos numeroso. Está formado por agujas, placas, espátulas y cazuelas, pero destaca poderosamente una hebilla de cinturón. Se trata de un interesante ejemplar de placa rígida, liriforme, del cual se han conservado aproximadamente dos terceras partes. La decoración sobre la placa se efectuó con buril, en frío, con la intención de obtener una simetría decorativa, sólo conseguida en parte, a partir de motivos en forma de ala o de cachemir, que contienen motivos geométrico s y florales (fig. 11). Pod.emos fechar esta pieza en la segunda mitad del siglo VII y los paralelos más cercanos proceden de las necrópolis tardías de Ampurias (Palol, 1950, 76, fig. 7,9; Nolla y Sagrera, 1995, 291-294). LA ECONOMÍA DE LA VILLA DEL BAJO IMPERIO Y DE LA ÉPOCA VISIGODA Las prolongadas excavaciones que se han realizado en la villa de Vilauba han permitido también la recuperación y el estudio de restos orgánicos de diversa índole, que arrojan unos datos sumamente importantesparael.conocer como se desarrollaba la vida en un asentamiento rural, la dieta alimenticia de su población, el aprovechamiento del entorno, etc. En los restos faunísticos recuperados, en el período correspondiente al Bajo Imperio, las especies dominantes son los ovinos y caprinos, con mayoría de ovejas sobre cabras, los suidos y los bovinos, por este orden. Si realizamos el recuento por individuos, las dos primeras especies quedan bastante equilibradas; por número total de restos recuperados, en cambio, el porcentaje mayor corresponde a los bovinos. Se documenta, de forma testimonial, el jabalí y el Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

caballo; así como el conejo y el pollo, y se detecta por primera vez la presencia del perro. Por lo que respecta a los restos malacológicos recuperados, en esta fase alto imperial, destaca la identificación de hasta seis especies diferentes. La edad de sacrificio de las tres especies principales (ovinos y caprinos, suidos y bovinos) para el consumo se concentra en jóvenes y adultos. Las ovejas son las únicas que llegan a un 10% de individuos sacrificados entre los 0/3 meses, mientras que esta cirra es adecuada para los cerdos y los bóvidos viejos. Las ovejas se sacrifican algo más en edad joven (50%) que adulta (40%); los cerdos se reparten entre las dos edades; mientras que los bóvidos mayoritariamente se sacrifican en edad adulta (60%) que joven (28%). Sin duda esto se debe al aprovechamiento de los bueyes como animales de tiro; las vacas, en cambio, aportaban mayor cantidad de carne que otras especies y su leche, en época romana, no era tan apreciada como la de las ovejas o las cabras. Para la etapa visigoda, a parte de la gran presencia del buey, se produce una incorporación significativa: la presencia notable (20% del total de los restos) de los équidos, si bien, contando por número de individuos el porcentaje baja hasta el 7,6%. El caballo, ausente hasta el Alto Imperio, aparece discretamente en el Bajo Imperio, para cobrar mucha más importancia en la fase visigoda. En efecto, la irrupción del caballo parece que adquiere una dimensión histórica al coincidir con el dominio visigodo. La cría del caballo parece que estaría destinado al transporte de personas y de mercancías, puesto que la adaptación como animal de tiro en el campo no se realiza hasta época medieval y no debe descartarse una crianza para la venta exterior como animal de silla. La recuperación de restos carpológicos, extraídos de un volumen de 310 m3 de tierra seleccionados, y dependiendo de su representatividad, permiten constatar que los cereales y los rrutales son las planas cultivadas mejor representadas. De entre los primeros, los restos han proporcionado una mayoría de semillas de trigo (Tritium aestivum/ durum), seguidos a distancia por la cebada y la avena. Como complemento de los cereales se consumían las legumbres, lentejas, guisantes, guijas y algarrobas. Las influencias del cultivo de los cereales, trigo y cebada, a las que debemos añadir el centeno, el mijo, y eventualmente la avena, conllevará la presencia de plantas adventicias, que debemos considerar. como malas hierbas. En rrutales, el nogal se cultivaba, mientras que el avellano podría proceder de recogidas del entorno

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de la villa. En época bajo imperial destaca la viña, incluso se ha podido ver, por diversos elementos, que indical1 que se trata de restos del mosto prensado, dentro del proceso de vinificación. Asimismo, la presencia de huesos de aceituna indica su relación con la actividad oleícola. Los restos vegetales indican también un aprovechamiento para la construcción y para la confección de mobiliario de madera de roble, que en época romana poblaría el bosque a una cotas más bajas que las actuales, y de pino. El boj era especialmente apreciado para confeccionar elementos de cocina, como las cucharas, y también para mangos de cuchillos y otros útiles metálicos. Los instrumentos de hierro en época bajo imperial adquieren una especial significación para la economía de la villa, ya que se relacionan con actividades productivas, el cultivo de la vid, con diversos ejemplares de hoz para podar la viña o un cencerro para el ganado. Por otra parte, es muy dificil detectar las actividades artesanales desarrolladas en la villa, debido al uso de materiales perecederos, y el papel que habrían jugado en su mantenimiento económico, ya que habríéln contribuido notablemente a la autarquía preconizada por diversos agrónomos. En este sentido poseemos la evidencia del uso de un molde para elaborar botones (Castanyer y Tremoleda, 1999a, fig. 190) y del hallazgo reciente de dos crisoles para la fundición de bronce. EVOLUCIÓN DE LAS VILLAE DURANTE LOS SIGLOS IV-VII: EL EJEMPLO DE VILAUBA Vilauba es, hasta el momento, uno de los pocos ejemplos de villa e conocidas en el nordeste peninsular con una secuencia tan completa. Además del amplio margen cronológico que abarca, desde los siglos II-I a.C. hasta el siglo VII d.C., el estado actual de la investigación permite disponer, por lo que se refiere a las etapas tardías que aquí presentamos, de un plano bastante completo de los diferentes edificios. A pesar de que esta evolución es evidentemente resultado de una serie de circunstancias particulares, existen, a nuestro juicio, algunas coincidencias significativas con otros establecimientos rurales de nuestro ámbito de estudio que parecen revelar la existencia de unas pautas comunes. Las reformas iniciadas a partir de finales del siglo III o los inicios del siglo IV demuestran, por un lado, la capacidad de la villa para superar la repentina destrucción de una parte del núcleo residencial y, por el otro, la voluntad de mantener o incremen-

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tar las actividades productivas propias. La continuidad de ocupación de Vilauba, al igual que otras villae del territorio, permite afirmar que no hay una ruptura entre el hábitat rural del Alto yel Bajo Imperio (Casas et alii, 1995a, 142-145). No obstante la total ausencia de establecimientos creados ex nava, los mapas de distribución de los establecimientos rurales de este periodo indican que se produce también un descenso en el número total de estaciones que permanecen ocupadas a lo largo del siglo IV. Podemos citar, entre los ejemplos más conocidos, la villa de Tolegassos y de Mas Gusó (Casas, 1989a, 183-184; Casas 2004, 268-269) ambas en las proximidades de la ciudad romana de Ampurias y quizás, por este motivo, ligadas a su mismo destino. El argumento ya conocido que relaciona este descenso con las destrucciones causadas por los francos entre los años 260-261, aunque constado arqueológicamente en algunos casos, como por ejemplo en la villa deIs Munts (Altafulla) (Tarrats et alii, 1998, 217), no nos parece una justificación aplicable a muchas otras villae que hacia final del siglo III o los inicios del siglo IV finalizan su actividad. Probablemente las causas que provocaron estos abandonos fueron diversas: crisis económica (Brun y Conges, 1996, 247-248), cambios en el sistema de vida, concentración de la propiedad en manos de las nuevas élites terratenientes, etc. No obstante el abandono de algunos yacimientos, debemos reconocer que en nuestro ámbito de estudio resulta dificil verificar, contrariamente a lo que parece suceder en otras áreas geográficas, si dicha reducción va acompañada también de un proceso de concentración de la propiedad. En este sentido, el embellecimiento de algunas villae, como BIs Ametllers (Tossa de Mar) o Can Pau Birol (Girona), dotadas ahora de elementos de lujo y confort (termas, mosaicos,etc.), podría interpretarse como un indicio de este proceso que, a nivel material, se reflejaría en una notable mejora de los edificios residenciales, convertidos ahora en refugio de una emergente clase de terratenientes. En general, y a pesa.r de que nuestro registro arqueológico es escaso, debemos partir de la base que en nuestro territorio, la evolución de las villa e coincide con la esbozada por otros investigadores dentro de un marco más global (Chavarría, 2001, 62-63). En Vilauba, la imposibilidad de comparar las estructuras de la pars rustica de los siglos IV-V con las de la fase precedente, aún por descubrir, nos obliga a ser prudentes a la hora de intentar relacionar los cambios en la disposición general del edificio con un hipotético incremento de la producción agrícola, un aumento de la superficie de cultivo o con una mayor incidencia de la ganadería. A pesar de la evidente reAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

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organización de los espacios, no es posible detectar a lo largo del siglo IV, tampoco cambios bruscos en la economía de la villa según se deduce de los diferentes estudios paleocarpológicos y faunísticos, que mantienen el tradicional equilibrio entre las tres categorías, ovicápridos, suidos y bovinos que caracteriza la ganadería durante las etapas del Alto y el Bajo Imperio. La cultura material no revela tampoco ninguna ruptura, más allá de la simple aparición de tipos cerámicos nuevos (africana D, etc.). Del mismo modo, la simple comparación entre los planos de las distintas fases de la villa señala, en cuanto a la superficie que ocupan los edificios, una cierta continuidad hasta como mínimo el siglo V, momento a partir del cual sí que se constata una clara reducción. No se trata sin embargo de cambio repentino sino de un proceso de declive lento que, en un inicio, comporta sólo el abandono y la transformación funcional de algunos sectores y que, más tarde, afectará a la práctica totalidad de los restos de la villa, culminando con la reforma asociada a la última fase (Castanyer y Tremoleda, 1999a, 143-144). Las tumbas halladas en el patio central y en el interior de algunas estancias de la parte oeste son el preludio de esta transformación paulatina, en la medida que suponen también una reducción del área ocupada y un cambio funcional de estos espacios, vinculados hasta entonces a otras actividades de la villa. El progresivo abandono de la mayor parte de las edificaciones, junto con la pobreza constructiva de los intentos puntuales por mantener en pie determinadas zonas parecen reflejar, en contraposición al incendio repentino que marca el final de la fase alto imperial, un problema de fondo que probablemente afecta a la propia base económica y social de la villa. La segunda mitad del siglo V debe considerarse, a tenor de la secuencia registrada en Vilauba y también en otros yacimientos del territorio (Chavarría, 1996, 165-202), como una etapa de clara inflexión del hábitat rural, debida a causas muy diversas, crisis económica, cambios en el sistema de vida de la población y de la propiedad, etc. (Járrega, 1997, 533-542; Chavarría, 2001, 64-66). Numerosas son, en efecto, las villae que no perviven más allá de este siglo. En algunos casos, el abandono final va precedido de la amortización de las estructuras productivas, como en Puig Rodon (Corva), (Casas, 1986,1577), o en la villa de la Fontdel Vilar (Avinyonet de Puigventós) (Casas et alii, 1995b, 21-37 y figs. 1628). Una evolución idéntica a Vilauba sigue la villa de Pla de Palol (Platja d’Aro), en la zona costera, dura.nte los siglos IV y V (Colomer, Costa y Tremoleda, 1989, 107-110; Nolla 2002, 177-181), así como también otros establecimientos situados alreAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 133 a 151

dedor de la ciudad de Gerunda (Alberch y Burch, 1996-97, 1311-1318), entre los cuales citaremos lasvillas del Pla de l’Horta (Sarriá de Ter) (Nolla, 1983, 111-130) y de Vilablareix (Alberch y Burch, 1989, 87-91). Dejando a un lado la drástica reducción en el número total de villae ocupadas en comparación a los de inicios de la etapa bajo imperial, los cambios en la estructura y organización de Vilauba a partir del siglo VI, muestran, en nuestra opinión, la adaptación del yacimiento al proceso de cambio iniciado ya durante el siglo anterior. La interpretación de los restos correspondientes a esta fase más tardía, centrados en torno a una pequeña instalación agrícola con la que, hipotéticamente, relacionamos también una posible cabaña, demuestra la continuidad de la actividad productiva que venía desarrollando la villa a lo largo de las etapas precedentes. Cambios igualmente significativos se deducen de los estudios de los conjuntos de materiales, en los que constatamos que el porcentaje de importaciones es ya inferior a1 20 %, en detrimento de una mayor presencia de las producciones locales. Significativos son también los cambios en la economía de la explotación, entre los cuales destaca la cría del caballo, que rompe el equilibrio de la ganadería de las fases anteriores. Aunque el marcado carácter agrícola de este edificio y la ausencia de restos atribuibles con seguridad a una función residencial, a excepción de la citada cabaña que podía utilizarse como refugio temporal, no deben considerarse, en consecuencia, como un síntoma de retroceso económico, el contraste existente con relación a los periodos precedentes resulta también obvio. En nuestra opinión, esta última etapa representa ya el paso definitivo hacia nuevas formas de poblamiento como consecuencia de la transformación y, finalmente, de la desaparición del modelo basado en las uillae. A pesar de que no es posible datar con precisión el abandono final, que situamos en el siglo VII, la conservación del topónimo villa Alba, de quien toma hoy nombre el yacimiento arqueológico, en un documento del año 969 y referido a una masía cercana, podría interpretarse, en cierto modo, como la pervivencia del recuerdo de la antigua villa romana y, quién sabe si también, de la continuidad del fundus a partir de la época alto medieval. BIBLIOGRAFÍA ABAD, M. 1987: Circulación monetaria en la Hispania romana del siglo IV d.C., Numisma, 204221, 203-208.

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LA VILLA ROMANA DE BALAZOTE (ALBACETE): REFLEXIONES PARA UNA REVISIÓN POR

RUBÍ SANZ GAMO Museo Arqueológico Nacional, Madrid

y BLANCA GAMO PARRAS Museo de Albacete

RESUMEN A partir de los diarios de excavación y las plantas realizadas por S. de los Santos en los años ’70 y de los resultados de las campañas más recientes se propone una nueva interpretación de la villa de Balazote en época romana y durante la antigüedad tardía prestando especial atención al balneum y las instalaciones productivas documentadas en la zona de «La Vega».

SUMMARY This article will proceed from the record of excavation and the plans suggested for S. de los Santos in the 1970’s, and using the results of recent excavations, to describe the structural principles of the Roman and late antique villa of Balazote in connection with its associated bath and the outside rural structures in the area of «La Vega». PALABRAS CLAVE: Villa tardoantigua, balneum, mosaicos, sepulturas. KEY WORDS: Late antique villa, baths, mosaics, tombs.

La villa de Balazote se halla situada en la línea fronteriza entre los Llanos de Albacete y el oriente del Campo de Montiel (fig. 1), territorio de la ciudad de Libisosa —la más cercana al yacimiento— donde recientes trabajos han registrado la presencia de materiales itálicos desde el siglo II a.C., la construcción de una muralla tardorrepublicana y el levantamiento

del foro en época de Augusto (Uroz et al., 2002; Uroz y Márquez Villora, 2002). Lezuza estuvo vinculada a la rica ciudad de Cástulo como parecen indicar la circulación monetaria y la onomástica (Sanz Gamo, 1997, 210 ss.) y su territorio se encontraba abierto a la recepción de influencias procedentes de Cástulo y las ciudades de la Meseta, pero también de Carthago Noua. En su entorno se ha documentado el desarrollo de algunos establecimientos rurales que se beneficiaban de las buenas condiciones climáticas de la vega del río de Lezuza, al amparo de los extremos rigores climáticos de la comarca, ubicada en tierras altas y frías. De todos los asentamientos, el que sin duda gozó de una ubicación privilegiada fue el situado en el extremo más oriental, en el límite entre el Campo de Montiel y los Llanos de Albacete, donde el cauce del río Balazote depositaba fértiles capas de limos. A esta situación habría que añadir la corta distancia que la separaba de la vía (4,5 km al norte), entre la mansión de Parietinis y la colonia de Libisosa, suficiente para facilitar un inmejorable acceso a la villa y evitar, al mismo tiempo, la aproximación innecesaria de transeúntes. Los primeros descubrimientos en el yacimiento tuvieron lugar en 1949: un capitel tardío y una mano de mármol blanco asiendo un objeto (Sánchez Jiménez, 1953, 216, nº 294); en 1952 fueron diversos

Fig. 1. Yacimientos romanos al este de Lezuza. 1: Libisosa.- 2: Casa de la Berruga (Tiriez, Lezuza).- 3: Los Villares, Venta de Segovia (Lezuza).- 4: Villa de Balazote.- 5: Parietinis (Albacete).- 6: Santa Ana de Abajo (Albacete).

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fragmentos de ánforas; y en 1970 el hallazgo de otra ánfora motivó el inicio de las excavaciones en la villa, prolongadas durante siete años en el área situada al borde de la CN 322 (km 26,18), villa para la que se estableció una primera datación en los siglos II y III (Santos, 1977b, 367). En una extensión de 500 metros cuadrados fueron exhumados más de cuarenta espacios, la mayoría de la pars señorial, edificados en un terreno levemente inclinado hacia el río. En 1986 un temporal de lluvias descubrió nuevos objetos entre los limos de las tierras fronteras, las situadas en la vega del río Balazote (fig. 5), circunstancia que propició una nueva campaña en la que se abrieron varios sectores, dos (A y B) mostraron construcciones de sillarejo muy arrasadas, y el tercero (C) correspondió a un patio y habitación aneja (Meseguer Santamaría, 1989). Además, se realizaron dos exploraciones que dieron como resultado el descubrimiento de inhumaciones tardías al norte y de una necrópolis ibérica antigua al sur. Al año siguiente se hizo precisa una nueva intervención, muy puntual, en el lugar que une la CN con el antiguo Camino Viejo de las Sepulturas, pues la ampliación del arcén de esa carretera cortó longitudinalmente dos tumbas visigodas. Desde que por primera vez S. de los Santos (1977 a y b) diera a conocer parte de la estructura de la villa y Gorges (1979, 179) la incluyera en su catálogo, referencias muy diversas han ido perfilando algunos de los aspectos de la misma, y temas como los relativos a la escultura (Noguera, 1994) o la epigrafía (Abascal, 1990, 34 y 93) pueden darse por esclarecidos en sus aspectos esenciales. Sin embargo todavía quedan muchas cuestiones pendientes por resolver, la más importante la relativa a la cronología, a sus fases de ocupación y, en definitiva, al uso del espacio a lo largo de los siglos. En los tratados clásicos, la villa responde a un concepto plural (Gorges, 1979, 11 ss). La villa rústica es un espacio que alberga un complejo de infraestructuras que hace posible su explotación y su habitabilidad; es poseedora de un territorio, el fundus, en el que desarrolla sus actividades; y es una unidad de explotación estrechamente vinculada con una unidad administrativa superior: la ciudad, sea cual sea su importancia, que es la que facilita su vinculación con un modelo de administración del Estado. Por ello la villa rural está sujeta a una doble dinámica, la que emana de su propio desarrollo y la que deriva de factores externos. Las villas fueron estructuras económicas cerradas pero no aisladas, como evidencia su inclusión en las corrientes comerciales y culturales comunes, aunque en el Bajo Imperio la crisis del modelo alAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

toimperial de ciudad (Fuentes, 1999, 27 ss.) reforzase el papel del dominus y le permitiese la creación de un pequeño microcosmos en el que reproducir muchos de los aspectos de la vida urbana. Entre las causas que impulsaron el esplendor de las villas en los siglos III y IV se ha citado la reactivación de las explotaciones agrarias, sobre todo en el siglo IV (Cerrillo, 1998, 345). La extensión del fundus de la villa de Balazote es desconocida, pero debió de ser amplia a juzgar por la distribución de las evidencias arqueológicas pues, además de las excavadas, las señales de vegetación denuncian alineaciones de muros que forman estructuras al suroeste de las termas y que deben corresponder a la zona no descubierta de la parte señorial; algunas zanjas realizadas en la finca de Los Villares han constatado esas construcciones realizadas con sillares, así como silos que fueron vaciados en tiempos modernos. En los patios de esa finca, situada a un kilómetro al suroeste de la zona termal, se han hallado canalizaciones formadas por imbrex invertidos. La proximidad de todas esas estructuras se extiende dentro de un mismo complejo con zonas diferenciadas, hoy difícilmente delimitadas en su extensión. El entorno geográfico que las rodea, con el río, la vegetación de monte bajo situado al norte, y la vega, son los parámetros que ayudan a situar dicho fundus. La contemporaneidad de otras villas cercanas contribuye a entender esa distribución territorial (fig. 2). Éstas se encuentran a unas distancias que oscilan entre 8 y 13 Km., de ellas existen evidencias materiales al menos desde el siglo I, e incluso de la centuria anterior, en la Casa de Berruga (Sanz Gamo, 1997, 82); en el conjunto señorial de Santa Ana de Abajo (Albacete) es visible parte del basamento de un monumento turriforme de opus quadratum (Abad et al., 2002, 272); ambos yacimientos, al menos en los dos primeros siglos del Imperio, fueron coetáneos al de Balazote. En la villa de Los Torreones (El Salobral, Albacete), al sureste, las evidencias extienden la cronología desde el siglo I hasta época tardoantigua (Abascal et al., 2002). Estos fundi parecen haber sido fosilizados a lo largo de los siglos en las dos pedanías de Albacete (Santa Ana y El Salobral) y en la población de Balazote, y lo mismo parece ocurrir en otros lugares como el asentamiento romano situado al norte de la Laguna de El Acequión, próximo al cual se encuentra la Casa de Labor del mismo nombre. Ello no es de extrañar si tenemos en cuenta el paisaje: en las tierras llanas, la calidad del suelo de graveras calcáreas, su altitud en torno a los 700 metros, y su clima mediterráneo semi-árido continental permiten grandes extensiones de cultivo, que en la actualidad es ma-

LA VILLA ROMANA DE BALAZOTE (ALBACETE)

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Fig. 2. Dispersión del yacimiento de Balazote. 1: área termal.- 2: tumbas visigodas.- 3: La Vega.- 4: habitaciones no excavadas.- 5: canalizaciones en la finca de Los Villares.

yoritariamente de cebada, y en menor proporción de trigo, alfalfa, cebolla, y ajo, mientras que en las elevaciones al oeste de la villa de Balazote se da la vegetación de pastizal-matorral. LOS REGISTROS Las campañas de S. de los Santos sacaron a la luz un plano con una distribución compleja en la que se diferencian dos zonas: la oriental, con las estancias termales, y la occidental, en la que se identifica un triclinium. El plano publicado por S. de los Santos en 1977 (fig. 3) numera como espacios arquitectónicos una serie de construcciones reflejadas en las cuadrículas C4, 5C, C6, C7, D 3, D7, E 4 y E5 que son de difícil interpretación fundamentalmente por la ausencia de registro, o porque cuando éste existe no proporciona relaciones estratigráficas. No obstante, de la escasa documentación escrita que se conserva y de la información gráfica existente, se desprende que el edificio fue objeto de varias remodelaciones. En el área termal, la habitación nº 1 (fig. 4) (II del plano de S. de los Santos), tenía, según los dia-

rios, un único nivel de relleno. Se identificó como apodyterium (Santos, 1977 b, 368) por los bancos de 50 cm de altura y 50 cm de anchura acabados con un revestimiento grisáceo; las paredes debieron estar recubiertas con estuco —recogido en el ángulo noroeste— y por paneles de mosaicos cuyos fragmentos aparecieron boca abajo al sur, este, norte y sureste del recinto; el suelo era un pavimento de mortero y cal que tenía una perforación oval cercana a la esquina NE, con una longitud máxima de 1,10 m, que fue excavada y vaciada según se desprende de la documentación gráfica, aunque no haya registro de la misma entre los materiales recogidos. La estancia comunicaba al oeste con un pasillo y con la número 13 (XXXV), al este con el frigidarium (hab. 5 o VI a VIII), al sur con las habitaciones 7 y 8; un vano tiene salida en recodo hacia un espacio exterior. La habitación 2 (I y XII), está dividida en dos ambientes, uno cuadrangular al este (I) y un ábside semicircular al oeste (XII). El primero tiene los muros norte y sur de opus quadratum, que en la unión de ambos, y especialmente en el ángulo noreste, se revistieron interiormente con mampuesto. La misma técnica constructiva se aprecia en los restantes muAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

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Fig. 3. Plano de la villa romana de Balazote según S. de los Santos (1977).

Fig. 4. Distribución de las habitaciones termales y anejas. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

LA VILLA ROMANA DE BALAZOTE (ALBACETE)

ros, dando la impresión de haber sido levantados con posterioridad a los de sillares. La remodelación que tuvo una primera habitación se aprecia en otros elementos constructivos. En primer lugar, en el muro sur, medianil con el apodyterium, donde los dibujos de los alzados y las fotografías muestran una obra de mampostería con sillares delimitando las jambas de una puerta, posteriormente cegada con hiladas de ladrillos (fig. 7). En segundo, en el ábside semicircular, de mampostería, apoyado sobre el muro de opus quadratum. En tercer lugar, el hipocaustum muestra pilae de ladrillos cuadrados sobre un pavimento de mortero; en el ábside un fuste de columna con la misma función de pilae debe proceder de una construcción anterior; y a nivel del hipocausis dos gruesos muros de mampostería dividen los dos ambientes a la vez que, seguramente, actuarían como soporte de los muros en alzado; finalmente otro muro de mampuesto se encuentra entre las pilae más orientales del espacio cuadrangular. Los registros existentes aportan poco al conocimiento de la estratigrafía, si no es el señalar cómo el hundimiento del hipocaustum mostró en los niveles superiores de las pilae teselas de pasta vítrea, fragmentos de mármol y una placa de mármol blanco con inscripción alusiva a Manius Caelius Proculus (Abascal, 1990, 34), más abajo se encontraron clavijas de hipocausto, y a una cota de -2,10 m el suelo de mortero. Los fragmentos de mármol señalados corresponden a delgadas placas con las que irían revestidos los zócalos de las paredes, las teselas a un pavimento destruido por el hundimiento del suelo, y entre los materiales se hallaron también fragmentos de estuco con los colores rojo y amarillo como predominantes. El muro septentrional de esta habitación número 2 (espacio I) presenta un vano de comunicación con otra septentrional, la número 3 (XIV y XV). En origen fue una estancia cuadrangular (XIV) con ábside rectangular al oeste (XV). El perímetro (perdido en parte del ábside) tiene un basamento de opus quadratum que al exterior del muro norte es almohadillado (fig. 6). No hay registro alguno que permita apreciar cuál sería su alzado. Se trata de otra habitación dotada de hipocaustum con pilae de ladrillos cuadrados. En el centro del muro oriental, un arco de ladrillos constituiría la entrada al canal del praefurnium a la vez que trazaba, por entre las pilae, un eje con arcos de ladrillo dispuestos en dirección este-oeste. Entre los materiales fueron recogidas clavijas para la construcción de concamerationes. También se hallaron ahí huesos humanos. Una mayor indefinición se desprende de los registros existentes al oeste, norte y este de las habitaciones 2 y 3. En relación con el oeste, el diario de

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excavación señala que «En la cuadrícula C6a se termina de excavar el lado W que parece ser exterior, ya que queda fuera de la habitación de sillares y la tierra parece que procede en su mayoría del debastamiento de esos sillares. Una vez después de cribar la tierra sin obtener ningún resultado en hallazgos cerámicos de ningún tipo desistimos profundizar más. Habiendo llegado hasta medio sillar por debajo del nivel del piso con una profundidad total de 2 m». Al norte se documenta una nueva habitación calefactada sin que puedan precisarse dimensiones ni relación con las anteriores. Esta estructura, número 4 (XVI), ocultó el opus quadratum almohadillado de la número 3, y como ésta, tuvo pilae. Una construcción en forma abovedada (XVII) debió estar relacionada con esa habitación 4, sin embargo los registros no permiten más conjeturas sobre la misma: «Al proceder también a la limpieza de un hueco que existe junto a la pared N y entre las subdivisiones a y b, una vez vaciado presenta cuatro pilares de ladrillo que sostienen una bóveda formada por un ladrillo de unas dimensiones de 70 x 70 aproximadamente, dejando en total una altura o luz de 40 cm. Los ladrillos que forman los pilares miden 20 × 21. Este saliente presenta en su lado E un arranque de arco que por salir de la cuadrícula no excavamos». Finalmente, al este los planos señalan la presencia de un muro de sillares como cierre oriental de la habitación 4. Dicho muro tiene adosados otros (cuadrícula C7) formando una aparente estructura en forma de T con el muro central, de 90 cm de espesor, enlucido en sus frentes, levantado sobre los restos de una construcción anterior según se desprende del diario de excavaciones: «... C7 a, se excava la especie de pila formada por el muro principal de mampostería de 0,90 y el murete de 0,50 hasta una profundidad de 1,25 a que aparece el fondo de mortero. Como debajo parece existir otro nivel se levanta esta capa de mortero y queda al descubierto otro nivel con trozos de ladrillo, piedras, etc. …. Queda también de manifiesto que el muro E-W de 0,90 esta apoyado sobre piedras sueltas y tierra estando asentado sobre el fondo o pavimento antiguo.». Por otra parte, limitaba dos estratigrafías diferentes, la situada al sur (XVIII) tenía a una cota de –100 cm una capa de tierra y ceniza de 40 cm de espesor, circunstancia que hizo pensar a su excavador que ahí se hallaba «la posible entrada de carga» a la habitación de la cuadrícula C6, esto es de la habitación 3; en niveles infrapuestos, entre –160 y –180 cm encontraron fragmentos de estucos y de esculturas concentradas en un área de poco más de un metro cuadrado. Al norte del muro se registró un pavimento de Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

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mortero que regularizó un estrato inferior de teja y piedras sueltas, pero no se indica su posición en el plano, bien en una estrecha cámara de 50 cm de anchura (cuyo muro de cierre solamente aparece en los planos de campo) o bien en un espacio más septentrional (XX). De todo ello se infiere una reforma posterior a la construcción del conjunto termal, de manera que hubo un momento con el que se corresponden los restos de ladrillos y de esculturas, sobre ellos una refacción a la que corresponden los muros enlucidos (el de 0,90), y otro tiempo mas moderno constatado en la zona situada al norte —en lo que sería el antiguo XX— que explicaría la existencia de algunos materiales recogidos en el nivel 1 del espacio XVIII, como un cuenco a mano bruñido de imitación de sigillata y ollas de cocina tipo visigodo, en el nivel 2 ollas a mano con decoración de peine y botellas de tipo tardorromano y visigodo, y en el 3 de nuevo ollas tardías. La presencia de una perforación oval junto al muro oeste de ese espacio XVIII, tal vez pueda ayudar a entender la presencia de esas cerámicas. Más al este, en el mismo corte 7, otro muro de dirección norte-sur también parece corresponder a una reforma del conjunto, del mismo se refiere: «En el basamento del muro de 0,50 que señalábamos el día 24 a 1,10 de profundidad, 0,95 del testigo W y aproximadamente en el centro de la habitación «moderna», aparece un molino circular de 0,50 de diámetro y 0,29 de altura máxima cogido con mortero al muro E, es decir este muro se asentaba sobre el propio molino». En ese espacio (el XIX) los planos señalan la presencia de un canal formado por imbrices, infrapuesto al citado muro y en dirección a la piscina septentrional del conjunto, por lo que podría tratarse del desagüe de la misma. En la habitación nº 5 (VI a VIII) estuvo el frigidarium, de planta rectangular. El espacio central apareció cubierto por un pavimento de mortero rojo —también cubriendo parte del muro este— que al ser levantado dejó visible un mosaico con temas geométricos y orla exterior con representaciones de sandalias, ampolla y caldero. A ambos lados se ubican sendas piscinas a las que se accedía mediante tres peldaños convexos en la sur y uno en la norte (Santos, 1977b, 368). Los ángulos interiores de las piscinas tenían molduras de cuarto de bocel y en los muros debió haber mosaicos, de los que se hallaron teselas y un panel en la piscina sur conocido por fotografías que muestran un fondo de teselas turquesas con la cabeza de un delfín y las patas de un hipocampo (Sanz Gamo, 1988, 244). La habitación 6 (X), que Fernández Castro (1982, 130) denominó sala trícora, es un espacio con planta de cruz griega Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

rematada en ábsides semicirculares en tres de sus lados. Se trata de una construcción de mampostería con un hipocausto en forma de cruz en el centro cuya disposición difícilmente podría corresponder a un caldarium, la sala más cálida de una instalación termal, por lo parece que más bien debería tratarse de una sudatio, como ha expuesto García Entero (1997), donde la escasa relevancia de las pilae y la propia estructura abovedada en sus tres ábsides contribuían al mantenimiento de un calor no demasiado elevado. El espacio ofrece un claro eje axial con ábside central al este y dos laterales al norte y sur. Dicho eje está marcado en primer lugar por el vano que da acceso al frigidarium, con un umbral con goznes para la sujeción de la puerta; en segundo, por dos sillares a ambos de la misma; y en tercero, por dos columnillas que enmarcaban el ábside oriental. El suelo está cubierto por un mosaico con decoración de peltas, hundido, donde se levantaba la suspensura, y como en otros casos roto por un nuevo pozo de forma aproximadamente circular. Entre los materiales fueron recogidos estucos. A ambos lados del espacio de acceso a los tres ábsides y en el exterior de la habitación 6 se encuentran dos estructuras diferentes. La septentrional (XI) presenta gruesos muros adosados a la sala trícora y a la piscina norte, un hueco central de planta oval y al noreste lo que parece ser un canal. La meridional (IX) tiene planta cuadrada y está limitada por la sala trícora al este y la piscina sur al oeste. Una sección muestra, en la zona más profunda, una construcción de sección rectangular con apariencia de arqueta, tal vez relacionada con las conducciones de plomo que señala el diario, sobre la que se dispuso un nivel de piedras con un canal formado con imbrices. Un tercer canal perfora el muro occidental en dirección a la piscina sur. Con acceso desde el apodyterium a través de un corto pasillo (IV) de paredes estucadas, se llegaba a una antesala, la habitación número 7 (XII) y la habitación 8 (III). Esta última tenía en el ángulo suroeste un escalón de mampostería (1,00 m de largo y 0,35 de ancho) recubierto con estuco, que también recubría las paredes, esta vez pintado, rematado por molduras de yeso. La estancia 7 conservaba las teselas de un mosaico cuyo deterioro movió a ocultarlo mediante una capa de tierra gredosa que sirvió de asiento a un pavimento de ladrillos localizado junto al muro oriental: «... por debajo del aparente piso de tierra gredosa aparecen fragmentos de mármol violáceo...», «... a 2,00 m del borde N de esta cuadrícula aparecen teselas «in situ» de lo que hace suponer que fue el pavimento original». La colocación de los ladrillos se debió al un uso posterior y

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distinto a la construcción termal, pues: «En el ángulo NE), a 0,70 de la superficie aparecen unos ladrillos hincados verticalmente formando (¿) a modo de fogón de 0,50 anch. × 0,40 relleno de cenizas. A 0,85 m. De profundidad y adosado al muro E de la habitación a 1,50 m. Del muro N (que parece tener como el S un vacío entre el tabique y el propio muro), aparecen ladrillos formando como un pavimento que junto al muro E tiene 1,06 m de ancho × 1,08 de largo en dirección E-W. Los ladrillos (4 × 5) son en su mayoría cuadrados de 0,23 × 0,23.», …«llegamos a la conclusión de que esta habitación ricamente decorada (LA XII) fue reutilizada cubriendo el pavimento original con tierra gredosa y colocando encima el rectángulo de ladrillos y el fogón? del ángulo NE». En la construcción original ambos espacios, 7 y 8, estuvieron ricamente ornados con estucos figurados, considerando García Entero (1997, 332) que ahí se hallaba el unctorium. Contigua al apodyterium por el oeste, la habitación 9 (XXI y XXII) es de planta rectangular dividida en dos ambientes por un muro con vanos y umbrales de mármol. El espacio oriental (XXI) tenía en el suelo una alfombra rectangular de mosaico con decoración geométrica (Santos, 1977b, 369); el occidental, más elevado, un mosaico geométrico con emblema central con las cabezas de Océano y de los Vientos en las esquinas (Santos, 1977b, 369). Esta amplia estancia pudo poner en relación el espacio entre las termas y la habitación de dimensiones más reducidas situada al sur, la número 10 (XXIV), con pilae de hipocaustum entre las que había teselas de un mosaico y fragmentos escultóricos: «En el ángulo NW ... a unos 0,40-0,50 m de profundidad aparecen varios fragmentos de escultura en mármol blanco correspondiendo uno de ellos a una cabeza femenina con diadema (Diana?), otro a una pierna, otros dos a pliegues de vestiduras y otro quizá a parte del cuello, con vástago de unión con el cuerpo». Un arco en la base del muro oriental servía para permitir el paso del calor a un espacio adyacente, la habitación 11 (XXIII): «Al excavar en profundidad la parte E de esta habitación queda visible que se comunica con la XXIII por su parte N por una abertura de forma casi rectangular practicada en el muro de separación entre la XXV y la XXIII, aunque no lo consideramos la entrada practicable a esta última. El pavimento de esta abertura es de tierra dura y está a 1,80 de la parte superior del muro». Entre esa habitación número 10 y la número 3 se encuentra un espacio rectangular y estrecho que García Entero interpretó como una cámara de evacuación de humos (García Entero, 1997, 334); sin

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embargo la documentación gráfica muestra el acceso a un espacio exterior, de uso no definido (XXV), mediante una abertura en la parte inferior del muro. Por la disposición de dicha abertura, similar a entradas de praefurnium de otras habitaciones de la villa, podría pensarse en tal función; la estratigrafía de los espacios situados al sur (XXV y XXVI) presenta una problemática distinta, ya que se han registrado capas de tierra con carbón y cenizas. En esa zona (cuadrícula E5), se documentaron por una parte un reforzamiento o ensanchamiento exterior del muro meridional de la habitación 8 (III) y por otra muros infrapuestos en dirección norte-sur. «A 1,50 de la superficie de la tierra vegetal aparecen dos muros en dirección NS. El 1º, de 0,50 ms de anchura mide 1,10 de longitud... a 1,60 de profundidad aparecen varios fragmentos de terra sigillata ... de la forma 37 de Drag. ... El segundo muro que queda como límite al W de la habitación XXV tiene 0,50 ms de anchura y 3 ms de N a S ...». Uno de ellos configuraba dos espacios, XXV y XXVI, para los que hay registro de sus estratigrafías. En el XXV una tierra con carbón estaba infrapuesta a otra de cenizas, por encima dos estratos sucesivos de tierra, sobre el superior se apoya otro de derrumbe que, a su vez, está bajo dos nuevos estratos, el superior de tierra vegetal. En XXVI la tierra cenicienta se encontraba sobre dos estratos infrapuestos, el inmediato superior era un derrumbe, en parte cubriendo las cenizas del XXV. Desde el apodyterium, un corredor (nº 12, XXXIV) da acceso a la habitación nº 13 (XXXV), un pasillo que para García Entero establecía la conexión entre las estancias de la villa y la zona termal (García Entero, 1997, 331), pues es probable que las habitaciones situadas al oeste de las termas, algunas también calefactadas, pudieron tener otro uso distinto al de los baños. En ese espacio número 13 se halló parte de un muro muy deteriorado, documentado por fotografías y por el diario: «En el sector d... ha aparecido un nuevo muro, y también unos agujeros, el muro está bajo el pavimento», «…hay que destacar la aparición de un nuevo muro en la esquina Ne con dirección E-W. También se ha tirado lo que habíamos supuesto que era el muro, el que había aparecido el día 4 y estaba en la dirección S en diagonal «, «Se ha tirado el muro de construcción posterior (W). Hemos dejado bajo este lo que suponemos que sería el pavimento entre los muros de los sectores b y d; bajo este (el muro quitado) se encuentra la capa de guijarros que solo la tenemos bajo los muros que hemos tirado, ya que no hay restos en el resto del sector». La capa de guijarros de referencia parece que era anterior al muro más reAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

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ciente y posterior a un pavimento que ocupaba todo el espacio. La excavación de éste mostró una serie de capas de tierra registradas en los materiales cerámicos, así como muros infrapuestos al pavimento, sobre los que no hay mención alguna del aparejo que los conformaba, ni las superposiciones existentes; solamente una sección dibujada parece indicar que hubo varios adosamientos. El diario menciona: «Hoy se ha trabajado en el sector d... hay una capa de ceniza de unos 40 cm. ... La cerámica encontrada ha sido abundante, hay mucha variedad: ibérica pintada, sigillatas, algunos fragmentos decorados (círculos-palmetas-pezones)... Hay además un fragmento de cerámica vidriada en verde.». Las cerámicas muestran cronologías que se extienden desde época republicana (Dressel I a 2 m. por debajo del pavimento) al alto imperio, preferentemente con pintadas de tradición indígena fechadas entre los siglos I y II para los ejemplares de Balazote y sus paralelos meseteños (Abascal, 1986, 63 y 78), o lucernas de volutas y otras de disco características de los siglos I y II. La presencia de materiales tardíos parece reflejada en los espacios situados al norte (XXXVII) y noreste (XXXVI). Sobre el segundo señalan las notas del diario que aparecieron varios muros que delimitan un espacio de función indefinida: «Parece ser que ambas construcciones no son de la villa, son de época posterior, bajo ellos hay una capa con material de derribo y bajo ésta otra de cantos rodados», «Hemos encontrado gran cantidad de cerámica más o menos en el centro del sector, en un área muy delimitada...», «... parecía, al menos en el centro, que estaba sobre tierra quemada, donde también aparecieron guijarros rodados y quemados». Los muros tal vez sean modernos aunque podrían ser de época altomedieval, ya que en esta zona hay un nivel de incendio con ollas de tipo visigodo. La estratigrafía estaría formada por muros más modernos, ceniza con cerámica quemada que no queda claro que esté infrapuesta o sea contemporánea a los muros, un nivel estéril y bajo éste otro estrato de ceniza. Del resto no hay más documentación y por tanto no se puede saber si los muros de la estancia romana XXXVI, continuarían o no. Los materiales tardíos también se recogieron al oeste, sobre el pavimento de mosaico de la habitación XXXIII (la número 17), en cuyo nivel II fue hallada una base de marmita plana y fragmentos de ollas de tipo visigodo, evidenciando un uso tardío del espacio. Este, originariamente, pudo ser usado como triclinio a juzgar por la disposición de las composiciones musivarias, que forman un conjunto en forma de T. De las habitaciones 14 (XXXI) y 15 (XXX) no Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

hay registro alguno; en la primera se halló un pavimento musivario con emblema central con cabeza de Medusa (Santos, 1977, 369). La nº 15 (XXXII), de planta cuadrada, con hipocausto y con entrada al canal del praefurnium en el muro sur, debió tener en origen un pavimento de mosaico, cuyas teselas aparecieron desperdigadas por entre las pilae, especialmente en el ángulo noroeste; en el area del hipocausis, frente al vano de acceso al citado canal, había un silo o pozo que perfora el pavimento del area. Recapitulando lo anterior, la pars señorial plantea toda una serie de problemas. Por una parte el registro estratigráfico de cada uno de los cortes abiertos fue objeto de diferentes lecturas en función de la presencia y hundimiento de los hypocausis. Así, todo parece indicar que donde éstos no existían, las habitaciones 1 (apodyterium) y 9, sólo se registró un nivel de relleno; en otras dos estancias el deterioro de los pavimentos de mosaico obligó a su ocultación, bien mediante un pavimento de mortero rojo en el caso del espacio situado entre las dos piscinas (VII), o mediante ladrillos sobre una capa de tierra gredosa, como ocurre en la habitación nº 7; dos soluciones diferentes que, seguramente, obedecen a dos momentos distintos. En la habitación nº 2, dotada de hypocaustum, además del nivel de relleno se documentó otro de derribo (entendemos que es más propio hablar de destrucción), bajo el que se hallaron teselas de pasta vítrea y la inscripción, otro que contenía las clavijas del hipocausto y, finalmente, el correspondiente a las pilae del mismo. Resulta significativo, por otra parte, el lugar de hallazgo de las esculturas, todas fragmentadas y tiradas en espacios secundarios, tanto al norte del frigidarium donde los fragmentos estaban cubiertos por una espesa capa de ceniza («un fragmento de escultura ... que parece corresponder a la pierna y paños de las vestimentas de una figura»), como las halladas en la habitación 11. A todo ello se suman las superposiciones de muros y la cualidad de los materiales cerámicos, extendidos desde época republicana hasta la tardoantigüedad o alta Edad Media. En la zona de La Vega, donde está la pars rustica (fig. 5) en los sectores A y B los muros, de sillarejo con alzados de adobe, formaban un entramado poco claro con superposiciones, con ellos se relacionaban manchas de ceniza y estratos con tejas. Algunos muros se asentaban sobre una tierra rojiza de textura gredosa con pequeñas piedras, y en algunas zonas afloraba la roca. Sólo en el sector B había muros enlucidos y un pavimento de mortero. En el sector C, en el corte 1, un estrato de tierra vegetal se superponía a un nivel de tejas bajo el que aparecieron muros sobrepuestos unos a otros, y en niveles

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Fig. 6. Opus quadratum de la habitación 3 (fotografía S. de los Santos).

Fig. 5. La Vega, con indicación de los sectores excavados.

infrapuestos y sucesivos, manchas de tierra muy oscura sobre otra grisácea. Esa tierra muy oscura, en el norte del primer corte abierto, estaba asociada a un número importante de cerámicas tardías, entre ellas una vasija con asas, pintada y decoración plástica con falos, que tuvo un marcado carácter apotropaico. Los muros descubiertos formaban un entramado de difícil interpretación en los planos existentes; los registros señalan la presencia de un suelo de arcilla amarillenta sobre el que existía una capa de tierra cenicienta con numerosas piezas de cerámica. El corte 2, de este sector C, mostró una superposición de muros semejantes, así como una capa de tierra cenicienta sobre arcillas. Retirada ésta, se registró la presencia de un canal apoyado sobre grandes piedras y roca. En el corte 3 la estratigrafía parece que era similar a las anteriores, si bien las estructuras murarias presentaban una disposición más rectilínea. Ahí sus excavadores interpretaron una posible calle de 2,5 metros de anchura con suelo de guijarros y cal, situada entre dos muros paralelos y enlucidos. Al norte del muro septentrional, la roca apareció a una profundidad de 60 cm, mientras que al sur del meridional otro muro paralelo, cerrado en ángulo recto, conformaba un estructura de 80 cm de anchura que apareció rellena de tejas, sobrepuesta a otra de piedras y cal sobre el suelo virgen. Las tejas se extendían hasta el perfil sur, al ser levantadas se halló, hacia el este, un muro de adobe delimitando un espacio occidental en el que aparecieron de nuevo tejas, ahora mezcladas con mármol. Al ser retirado el estrato dejó visible una estancia estrecha, con

muros revocados con mortero, un suelo también de mortero sobre el que se disponía un estrato de placas de mármol de 38 cm de espesor, y al oeste los goznes de hierro de una puerta que cerraba el acceso al espacio. Llegado a este punto, el corte se unió con el situado al sur (nº 5), y se descubrió parte de un patio y de un recinto techado anejo donde se almacenaron los mármoles. La variedad de clases de éstos (Arana, 1989, 869), entre los que se encuentran piezas de alto precio como el pórfido rojo y el pavonazzeto, no es sino el resultado de una compra a gran escala por el propietario de la villa. Pero sobre todo, el hallazgo de placas en bruto, sin pulir, de otras recortadas, o algunas preparadas para el corte, es de gran significado para entender el trabajo ambulante de los mosaístas romanos (Meseguer, 1989). El patio tiene un canal perimetral de desagüe, en torno a un pavimento compuesto por un mortero con costillares que forman cuadrados y en cuyo interior fragmentos de grandes vasijas forman rosetas (Sanz Gamo, 1995, 348). Una cata realizada al noroeste, también en La Vega, registró una estructura de enterramiento con tres cráneos y huesos humanos mezclados, asociados a una sítula y una cuchara de bronce y un cuenco. En un nivel inferior se halló un enterramiento más temprano, bajo tejas invertidas, y con la cabeza apoyada en un muro. LOS MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN En ese entramado de superposiciones se imbrican las técnicas constructivas utilizadas. En general, tanto en la zona señorial como en La Vega, se utilizó la mampostería como elemento común, no diferenciándose posibles adosamientos salvo en algunas habitaciones. Sólo en la zona termal aparece el uso Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

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Fig. 7. Puerta cegada entre las habitaciones 2 y 3 (fotografía S. de los Santos), e interpretación del cierre a partir de un dibujo de S. de los Santos.

de sillares de opus quadratum con almohadillados (muro medianero entre las estancias 3 y 4). Este aparejo está en consonancia con las cerámicas del siglo I halladas bajo el pavimento de la habitación número 13, y fue común en construcciones monumentales altoimperiales, algunas cercanas a la villa de Balazote como la citada torre funeraria de Santa Ana de Abajo (Abad et al., 2002), en otros algo más alejados como la muralla augustea del Tolmo de Minateda (Abad, 1996), y en general en edificios de carácter público (Roldán Gómez, 1992 y 1993, 331). Una intencionalidad monumental fue también la del primer propietario de la villa, reflejado en el ornato exterior de la misma. En ese grupo de habitaciones termales, el muro medianil entre las habitaciones 1 y 2 tuvo un vano con sillares en las jambas (fig. 7), cegado posteriormente con ladrillos. El ladrillo se usó en la construcción de las piscinas, adosado a los muros de mampostería, y en las pilae de los hipocaustos de seis habitaciones, cuatro de las cuales corresponden a las termas (2, 3, 4, y 6). Los que formaban las pilae de la habitación 3, los únicos medidos, eran de 20 × 21 cm (bessales); aquí también se documentaron arcos de ladrillo como soporte de la suspensura. Las concamerationes están atestiguadas por la presencia de tubuli, cuya cronología se extiende desde los años 63/64 a.C. cuando Séneca el Viejo los citó como una novedad de su tiempo, hasta el siglo V d.C. (Bouet, 1999, 39), y Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

también por la presencia de clavijas y ladrillos con escotaduras en las esquinas. De entre las clavijas están presentes los tipos 1 y 4b (Sanz Gamo, 1987 a) correspondiendo éstas últimas a la habitación nº 2, que nuevamente ofrece una técnica constructiva distinta al resto de la villa. Las del ábside corresponden al tipo 1, lo que parece indicar que fue levantado en un tiempo posterior al espacio cuadrangular que lo precede. De esa manera, queda en evidencia un primer conjunto termal en el que se identifican dos estancias cuadrangulares (2 y 3), una con ábside rectangular de lados rectilíneos. El cierre con ábside semicircular de la habitación 2 debió realizarse cuando se remodeló el edificio, que además planteó una ampliación del espacio termal al norte, en la habitación 4. En relación con las termas, la boca del praefurnium está registrada en diversas habitaciones. En las occidentales en el muro sur de la habitación 15, para esa única estancia. Existe comunicación entre el hipocausto de la habitación 10 (XXIV) y el suelo inferior de la 11 (XXIII), ésta sin pilae; sin embargo no está señalada la entrada de calor, cuya única respuesta sería a través del espacio interpretado como chimenea, que sí posee boca de carga. En todo caso parece claro que el sector suroeste del área excavada fue zona de servicio en relación con las estancias más meridionales. En el sector nororiental, la habitación número 3 tuvo la boca de carga al este, en

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LOS ELEMENTOS DECORATIVOS

Fig. 8. Ábside de la habitación 2 (fotografía S. de los Santos).

correspondencia con el nivel de cenizas del espacio XVIII, y suministraba el calor a la habitación absidada 2. Las evidencias de la otra estancia con hipocausto, situada al norte (la 4) no permiten precisar por donde era calefactada. Además de los pavimentos de mosaico, los hay también de mortero, en algunos cortes sobre material de derribo, por lo que hay que interpretar la existencia de estratos infrapuestos, como constata la excavación bajo el pavimento de la habitación nº 13. En un caso se documentó el mortero rojo, quizás un opus signinum, sobre el mosaico del frigidarium. También el correspondiente a la habitación nº 8 quedó oculto por una capa de tierra que servía de asiento de los ladrillos sesquipedales. Los sistemas de canalización de aguas se registran en la cuadrícula E4 (espacios XXVIII y XXIX de S. de los Santos) «A 0,62 ms de profundidad aparece una reguera hecha con teja y con inclinación de W a E, de tal forma que la parte más estrecha de la teja pisa sobre la más ancha de la siguiente. Las tejas miden lo que se indica en dibujo, 0,61 × 0,29 × 0,22», pero no se relacionan, según la documentación existente, con las habitaciones situadas al norte (nº 10 y 16) ni tampoco con los dos muros de E5 bajo la construcción monumental, de hecho, la canalización está sobre un estrato más moderno que los muros, que deben ser más antiguos que el resto de la obra. Canales de teja fueron los desagües de las piscinas, registrados en los espacios XIX y IX. Por otra parte, en el muro sur de la habitación 7 hay una falsa pared hueca, en la que se documentó una ímbrice en posición vertical, cuya función podría ser la de servir de aislante o la de regularizar un muro que en origen presentaba distinto grosor. Finalmente el canal de desagüe del patio de La Vega se interpretó en su día (Meseguer Santamaría, 1989) en función del lavado de las placas de mármol y, en todo caso, evidencia la existencia de un espacio abierto.

El capitel recogido en 1949 y un fragmento de gruesa columna de mármol blanco decorada con estrías helicoidales, que fue registrada como procedente de la «habitación de desagüe» (fig. 3, XI), son por hoy los únicos elementos decorativos con una clara función sustentante. El capitel es de piedra arenisca, de aspecto macizo; su decoración es una degeneración del corintio clásico no sólo por el relieve plano, sino también por la esquematización de los elementos vegetales. Las coronas primera y segunda las forman hojas de acanto con nervio central partido por una incisión longitudinal y rizado plano; por detrás el arranque de las flores es un motivo geométrico de líneas paralelas de las que penden dos triángulos invertidos, remota evocación de los folículos de la flor con forma de uve muy abierta, de la que parten las hélices. El capitel, fuera de contexto, puede relacionarse con los materiales cerámicos tardíos. La decoración de la zona señorial tuvo como ejes las esculturas, los estucos y los mosaicos (fig. 9). La escultura está representada por unas cuantas piezas que se encuadran en época adrianea o antonina (Noguera, 1994, 49 ss); dos fragmentos de gran tamaño corresponden a un dedo y una mano asiendo un mango, que pudieron pertenecer a un luchador o gladiador (Noguera, 1994, 73-75 y 180). Otras dos imágenes de pequeño tamaño representan a Esculapio e Hygea, vinculadas con la salud, a las que se les pueden aplicar las mismas consideraciones que Koppel sugiere para las halladas en el frigidarium de Els Munts (Koppel, 1995, 42). A los fragmentos de Esculapio hay que sumar una basa con el extremo inferior de una cayado y una serpiente. Por otra parte el fragmento de una cabeza femenina diademada pudo pertenecer, según Noguera (1994, 64) a un retrato de Faustina Minor cuyo tocado, en todo caso, recuerda al de Diana en su faceta de diosa de las aguas termales (Vázquez, 1997, 180). Los mosaicos de opus tesselatum ornaron los suelos de las habitaciones 2, 3, 5, 6, 8, 9, 10, 15, 16 y 17, y en el frigidarium y el apoyiterium los hubo también parietales. La temática conservada tiene relación directa con las aguas. El situado en el frigidarium, entre las dos piscinas, es una composición geométrica cuya orla exterior presenta peltas cruzadas con nudos salomón intercaladas con solea, una ampulla olearia, un cálato, y la inscripción alusiva al mosaísta: [---] NI (¿) / [---] QVA [---] / [---] VI OPV [---] (Abascal, 1990); en el centro los motivos alternan círculos, cuadrados y peltas. Un estudio del mosaico (Blázquez et al., 1989, 42) señala paralelos Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

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Fig. 9. Localización de las esculturas (A), opus tesselatum (B), opus sectile y placas de mármol (C), y estucos (D).

africanos para temas frecuentes en los siglos II-III como son las peltas más los nudos, llegando en algunos ejemplos al IV (Sanz Gamo, 1987b, 45). En relación con los instrumenta domestica la ampulla olearia, de ejecución tosca, tiene boca muy abierta, alto cuello y cuerpo esférico, aparentemente dos asas entre el cuello y la panza realizadas con teselas de distinto color, y cintas para ser atada. El modelo responde al tipo Isings 101 con paralelos en piezas de los siglos III y IV, pero más directamente se relaciona con la ampolla, esta vez de cuello corto y también con cintas, de uno de los estucos de Balazote, Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

cuya forma apunta a paralelos desde el siglo I. El cálato se representa para ser visto desde arriba y sobre una base que, en el mosaico, le da apariencia de asa; la forma es de boca muy abierta y cuerpo cilíndrico incurvado hacia el centro, con paralelos desde el siglo I en una pintura mural de Pompeya (Daremberg y Sanglio, 1969, 812, Fig. 1001), en ejemplares parisinos de los siglos II y III (Les bronzes antiques … nº 236 y 237) y en el cálato de Nertóbriga de los siglos III-IV (Bronces romanos … nº 257). En la habitación 9, el mosaico del primer ambiente se distribuye en una orla con ajedrezado en tres lados e hilera de rombos en el cuarto, y una decoración geométrica con trenzado o cestería en el campo central (Sanz Gamo, 1987b, 50). Blázquez ha señalado dos paralelos tempranos para la hilera de rombos (en el siglo II en Cartagena) y para el tema central (inicios del siglo III en Thuburbo Maius). La identidad entre la composición del pavimento de Balazote y el de Thuburbo Maius permite fechar el primero entre los años finales del siglo II y principios del III, aunque, como se ha precisado en las publicaciones citadas, los temas son también frecuentes en el siglo IV y posteriores (Blázquez Martínez et al., 1989, 38). El segundo pavimento de la misma habitación tiene como composición básica un círculo inscrito en un cuadrado con cuatro orlas sucesivas decoradas con meandros, trenza, T, y trenza; en las esquinas entre el círculo interior y el cuadrado exterior, la representación de los vientos de los que sólo se conserva uno; finalmente, en el centro un emblema con cabeza de Océano rodeado por un hexágono y más al exterior orla de cableado, alternancia de cuadrados con ajedrezado exterior y cableado interior, y trapecios con peltas; y un dodecaedro con alternancia de cuadrados y triángulos. Los paralelos de la composición central se encuentran en mosaicos de Autum y Creta desde finales del siglo II, pero la similitud de la cabeza del Viento con otro emeritense ha motivado que se proponga para el mosaico de Balazote el siglo IV (Blázquez et al., 1989, 45-46). El pavimento con cabeza de Medusa (habitación nº 16), también relacionada con la iconografía marina (Durán, 1993, 316), tiene en uno de sus lados una franja con pelta y espirales. El perímetro está recorrido por una orla con alternancia de hexágonos y rombos, una segunda con triángulos tangentes y, en el centro, decoración de meandros que enmarcan un emblema con cabeza de Medusa, parcheado con cerámica ya en época antigua. Nuevamente los paralelos apuntados llevan a África, a Útica y Thuburbo Maius, en los siglos II y III d.C. (Blázquez et al., 1989, 44).

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Los mosaicos del triclinium constituyen una sola alfombra configurada mediante la unión de tres pavimentos distintos; el de mayores dimensiones, más deteriorado, tiene una orla de cable, una segunda de roleos con hojas de acanto y, en el centro, un rectángulo formando estrellas, cuadrados y rombos con círculo central con medallones de los que conserva uno con figura de pájaro. La prolongación de la primera orla encierra una segunda con temas de pesca en un fondo marino. La tercera combina rombos, círculos y peltas. Esta última, y la anterior, tienen en uno de sus lados, el que cerraba el travesaño de la T, círculos secantes con cruces de Malta. Para la primera alfombra los paralelos de la composición central se encuentran en Hispania desde el siglo II hasta el IV (Sanz Gamo, 1987b, 56), y para la tercera los norteafricanos de Thuburbo Maius y Utica en los siglos II-III (Blázquez et al., 1989, 40). Si nos atenemos a los temas geométricos, parece evidente la relación con el norte de África, circunstancia común a muchos mosaicos hispánicos. Si además las referencias cronológicas se extienden desde los siglos II al IV, pero preferentemente durante la segunda y tercera centuria, podríamos proponer esta fecha para los mosaicos de la villa de Balazote, una cronología que estaría en consonancia con la aportada por la inscripción de Caelius Proculus y por las esculturas. La coetaneidad de todas esas realizaciones respondería, así, a un programa iconográfico previamente diseñado en torno al agua y sus propiedades salutíferas. No obstante la imagen del viento, cuyo paralelo emeritense se ha estimado en el siglo IV, pudiera modificar el tiempo de instalación de los mosaicos. Otro pavimento musivario es el situado en el patio anejo al taller de marmolista que puede considerarse una variedad del opus signinum (fig. 10). Conservado in situ, está formado por un mortero con costillares delimitando espacios cuadrados en cuyo interior se dispusieron fragmentos cerámicos formando rosetas, un opus scutullatum cuyo precedente se rastrea en los pavimentos con incrustraciones de mármoles y rocas de la Calle Soledad de Cartagena (Ramallo, 1989, 73). El hallazgo de los mármoles en el espacio anejo al patio es de sumo interés pues ahí se encuentra una rica variedad de tipos de piedra (Arana, 1989). Como ha indicado Meseguer Santamaría (1989), contenía piezas de procedencia hispana, entre ellas de canteras de Valencia y Almería, pero también de otros lugares, como señalan las placas de pórfido rojo y verde, de giallo antico, de cipollino, de pavonazzeto, etc., destinadas en buena parte a la realización de composiciones de

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Fig. 10. Fig. 10. Pavimento de opus scutullatum entre los cortes 3 y 5 de La Vega (según José Luis Frías Martínez). 1 umbral; 2 almacén de mármoles; 3 pavimento de guijarros y cal.

opus sectile. La riqueza de los mármoles y la circunstancia de ser muchos de ellos importados, evidencian el poder económico del dominus, además de una extrema riqueza decorativa con tipos propios de construcciones monumentales, como los fustes de columna de cipollino del Tolmo de Minateda, o las decoraciones con pavonazzeto en suntuosas villas como Carranque y Els Munts (Rodà, 2001). En Balazote se encontraban en placas en bruto, es decir sin trabajo previo alguno, en otras preparadas para ser cortadas, y en piezas ya cortadas de formas geoméAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

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tricas de lados rectilíneos o curvos, que sin duda iban destinadas a suelos de opus sectile. La misma evidencia de un trabajo inconcluso es la que se aprecia en el capitel de pilastra corintio, con el fondo todavía sin desbastar, que apareció sobre el pavimento del patio, fechado en el siglo II (Meseguer Santamaría, 1989, 1119) y después rebajada algo su cronología (Sanz Gamo, 1997, 97). El capitel y una placa en forma de losange con decoración incisa arborescente son piezas para ser utilizadas como revestimiento de paredes, algunos de cuyos fragmentos proceden de la excavación de la zona señorial. Cabe la posibilidad de interpretar el almacén de mármoles como un taller ambulante en relación con las edificaciones de la Vega, pero también en relación con las estancias termales, pues ha sido ahí donde más directamente aparecen relacionadas con la decoración. En la construcción señorial de Balazote no se halló ninguna composición in situ de opus sectile, aunque sí numerosas teselas y placas de mármol, algunas de gran grosor, que deberían corresponder a losas de pavimento, como un fragmento de cipollino que alcanza un grosor de hasta 4,7 cm. Umbrales de mármol comunicaban los dos ambientes de la habitación 9. En 1970 se recogieron teselas en la zona del frigidarium, con tipos de giallo antico y rosado (triángulo de 13,5 × 18 × 21 × 2,7 cm) que tenían restos de signinum en el dorso; en las habitaciones nº 2, 16 y 8, (una placa de giallo antico de 23 × 16,5 × 2,5); y en la cuadrícula D4b, sin que se especifique la pertenencia a cualquiera de las tres habitaciones posibles (14, 16, o 17), con fragmentos de verde antico y pórfido rojo entre otras variedades marmóreas. El único registro que permite conocer la posición estratigráfica de una tesela triangular de giallo antico fue hallado bajo el canal de ímbrices de la cuadrícula E4, de una fase anterior a la construcción de este conjunto. Sin forma se recogieron otras placas lisas o decoradas con molduras realizadas sobre mármoles variados, entre los que, nuevamente, se encuentran el giallo antico y el cipollino. Se localizaron en el frigidarium, en el exterior del ábside de la habitación nº 6, y en la nº 2, donde también apareció la inscripción de M. Caelius Proculus. Por tanto se puede establecer una relación entre los conjuntos de placas y teselas de mármol de La Vega con los hallados en la zona termal, y parece evidente que en ésta última, en algún momento, debió haber pavimentos de sectile. En la decoración de paredes y techos se emplearon estucos y yesos moldurados, localizados en las habitaciones nº 17 y 6, donde un pequeño tambor de columna (de 8 cm de diámetro) está decorado con Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

estrías helicoidales. En el apodyterium, las paredes estuvieron pintadas en rojo y amarillo; en la habitación nº 6 la decoración era de crustae entre líneas con predominio del rojo y del negro; en el espacio XI los motivos eran geométricos en verde y negro, tirados cuando las termas estaban en desuso, o caídos por hundimiento de la pared. El mayor número de piezas se concentraba en el área meridional de las termas, habitaciones nº 7 y 8, y en los espacios que S. de los Santos señaló como IV y V; el primero era un corto pasillo entre el apoditerium y las habitaciones mencionadas, el segundo el acceso exterior a las termas. Los temas geométricos en rojo y negro fueron predominantes. En la habitación nº 7, al menos un panel blanco-grisáceo tenía una inscripción en grafía actuaria, otro fragmento en negro sobre fondo rojo fue fechado en los siglos II-III (Abascal y Sanz Gamo, 1993b, 16): «En la cuadricula E6 se rebaja el nivel hasta una profundidad de 0,70 m. En la habitación E de este rectángulo. En el relleno aparecen fragmentos de tegulae plana y curva, trozos de pilares de ladrillo, resto del recubrimiento de la pared y concamerationes, fragmentos de estuco con decoración geométrica, uno con un fragmento de cara humana y 2 con trozos de inscripción TYCIVS ICVS». En la habitación nº 8 los estucos ofrecían un rico conjunto escénico: el hallazgo de placas de mármol induce a pensar en un zócalo de ese material, sobre el que la decoración pintada se ordenaba en franjas blancas con líneas negras. Al menos en una de las paredes, un cuadro enmarcado por una banda roja entre dos líneas negras desarrollaba en su interior motivos vegetales con tallos en dos tonos de verde y flores rojas. De las paredes este, oeste y norte se conservan numerosos fragmentos de figuras humanas con cuerpos desnudos, algunos ya dados a conocer anteriormente (Sanz Gamo, 1995) e interpretados como pertenecientes a escenas de pugilato; a esos se suman otros con cuerpos también desnudos que ornan los brazos con brazaletes y calzan altas sandalias con correas, así como escenas cruentas. El conjunto temático es, según Guiral, frecuente en establecimientos termales, aportando algunos ejemplos al respecto (Guiral, 2000, 117 ss.). Las escenas de la villa de Balazote tuvieron un marcado sentido didáctico, como parece desprenderse del carácter de las figuras representadas, por una parte la visión de cuerpos de hombres jóvenes desnudos, que deben ser atletas por el uso de al menos un estrígilo de ligula ancha, y de ampulla olearia para ungüentos; otras dos figuras parecen de mayor edad, uno con rasgos de madurez en el rostro y con una de sus manos levantada en un gesto de llamada de aten-

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ción; del segundo personaje se conservan los ropajes que ocultan un cuerpo obeso, recostado, sin duda observando. Tanto el espacio como la decoración de las paredes de esa habitación nº 8 han de relacionarse con un ambiente de schola dentro de un concepto helenístico en el que encajaría bien el epígrafe con un nombre griego, [Eu]tychius. APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DEL FUNDVS La ocupación romana más temprana de la villa hay que ponerla en relación con la centuriación del territorio de Libisosa (Corzo, 1976, 228). Ello implica el asiento de itálicos en Balazote, a lo que respondería la monumentalidad de un edificio para el que se empleó el opus quadratum almohadillado, y que tendría, al menos, dos pequeñas habitaciones termales de planta cuadrangular y ábside rectangular, tal y como se documenta, por esas mismas fechas, en el Pozo de la Peña (Chinchilla, Albacete). La vida de aquella construcción está atestiguada en los siglos I y II d. C. por las cerámicas situadas bajo el pavimento de la habitación 13, en correspondencia con el ánfora Dressel 2 hallada en La Vega (Beltrán Lloris, 1970, 376). En otros lugares hay testimonios de remodelaciones en viviendas desde el siglo II (Vaquerizo y Noguera, 1997, 65), algo similar debió ocurrir en Balazote. Las fechas propuestas para el capitel de La Vega parecen indicar que se preparaba una remodelación del fundus, aunque por ahora no es posible encuadrar cronológicamente la construcción del conjunto termal y de las habitaciones anejas, pues la decoración pudo realizarse en tiempos posteriores. El hallazgo de una tesela de opus sectile bajo el canal del espacio XXVIII, y las placas de mármol del conjunto termal se relacionan sin duda con los mármoles de La Vega, en tipos de piedra y en formas. Sin embargo la circunstancia de haberse hallado el capitel de pilastra y algunas teselas sobre el pavimento del patio, ninguna de ellas adheridas al mismo, parecen indicar un trabajo inconcluso de quienes se dedicaban al corte y pulimento de la piedra. Ignoramos las causas reales de tal interrupción, aunque alguna crecida del río pudo provocar la obliteración. Ello llevaría aparejado el abandono de el taller, pero no la no utilización de los mármoles que se encontraban en la zona señorial, circunstancia que explicaría la identidad de piedras marmóreas en ambas zonas. A partir de la segunda mitad del siglo II, seguramente bajo el dominio de Manius Caelius Proculus, se emprendió el programa decorativo que ornaba el

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conjunto, al menos el referente a las esculturas y estucos, y posiblemente los mosaicos. Ese tiempo que se sitúa entre finales del siglo II y el III, es también el que está registrado en algunos materiales de La Vega, tales como una cazuela de producción africana del tipo A de la forma Hayes 23 b grafitada con el nombre Cryso(s) (Abascal y Sanz Gamo, 1993b, 16-17) y un aplique de pasta vítrea y marfil de los siglos II-III (Abascal y Sanz Gamo, 1993a, 100 nº 233). En momentos posteriores, la villa comenzó a sufrir desperfectos, posiblemente derivados del uso, que se resolvieron de forma bastante deficiente. La cabeza de Medusa de la habitación 15 fue parcheada con fragmentos de ladrillo rojo; en el frigidarium, el mosaico de las sandalias, deteriorado, se ocultó bajo el pavimento de mortero rojizo; y los desconchones de los muros del frigidarium se rellenaron con mortero. Estas soluciones están documentadas en otras villas como la de El Ruedo, donde el mosaico del triclinium fue regularizado, a finales del siglo III o comienzos del IV, mediante una capa de opus signinum (Vaquerizo y Noguera, 1997, 76), y en una fecha posterior a la segunda mitad del siglo IV algunos de los mosaicos de Carranque fueron parcheados con cal (Fernández Galiano, 1989, 263). El viejo esplendor de la villa de Balazote había desaparecido y quedan muchas incógnitas por resolver. Las evidencias materiales sólo aportan unos pocos datos difíciles de encajar. Así la sepultura de La Vega se data en el siglo IV por la cuchara, la sítula de bronce que acompañaban a la inhumación (Abascal y Sanz Gamo, 1993 b, 86 y 89), y un cuenco con borde burilado similar a la forma I de las producciones de Terra Sigillata Hispánica Tardía Meridional (Orfila, 1995) o de imitación africana de la forma Hayes 26/Lamboglia 9, coincidiendo quizás con los últimos momentos de la villa. También en época tardía las imágenes fueron arrojadas a zonas de servicio exteriores (XXV y XVI), quizás para destruir de manera voluntaria los símbolos paganos, pues el que algunas de ellas apareciesen bajo una gruesa capa de cenizas, próxima al canal de un praefurnium, parece indicar que existió un intento de quemarlas o desfigurarlas de alguna manera. Las termas fueron utilizadas como habitaciones con nuevos usos, donde se colocaron y asentaron molinos de molturación (habitación 11), o zonas domesticas con hogares como en la 7 (habitación XII). El final del asentamiento debió tener lugar ya en época visigoda, momento al que corresponden las tumbas del Camino Viejo de las Sepulturas, que fueron cortadas de forma mecánica por unas obras en la carretera, lo que impidió determinar el tipo de cuAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

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bierta que tuvieron. Se trata de dos fosas excavadas en la tierra con deposiciones múltiples (Sanz Gamo, 1995; Gamo Parras, 1998), en una de las cuales se halló un pendiente de bronce del siglo VII (Abascal y Sanz Gamo, 1993b, nº 150). En el área de las termas se encontraron esqueletos en dos ambientes, las habitaciones 3 y 6. En la nº 3, siempre según el diario de excavación, a una profundidad de 1,60 m: «aparece un cráneo, así como otros huesos correspondientes a un esqueleto humano: los huesos aparecen dispersos, ya que la mandíbula inferior aparece a unos 60 cm del cráneo junto a él costillas, etc. Un fémur apareció a casi 1 metro, a 0,60 cm al E del primer cráneo aparece el segundo; los huesos de su esqueleto debían estar mezclados con los del primero. Desde luego no se trata de un enterramiento propiamente dicho, no existiendo orientación visible ni tampoco ajuar alguno o piedras que lo protegieran o ladrillo o teja que lo cubriera. Todos los huesos, excepto el fémur que indicamos, estaban entre los pilares de la suspensurae», y en la nº 6: «En la habitación X a una profundidad de 1,30 (desde la superficie) a 2 del borde S y 4 del W y junto al muro (¿) en dirección E aparece una sepultura. El cráneo está sobre una teja y cubierto por otra media. No está protegido por piedras, losas o ladrillos, ni existen objetos de ninguna clase como ajuar». Las dudas sobre el carácter de estos restos humanos ya fueron planteadas por Gamo Parras (1998), podría tratarse, al menos en el caso de la habitación 6, de una inhumación tardía cuya fosa no se detectó —tampoco hay más referencias escritas o gráficas sobre el esqueleto, si estaba completo, articulado, su posición u orientación—. Respecto a los restos de la 3, las fotografías muestran que no se trata de tumbas, más bien parece que los huesos son arrojados a esta zona sin cuidado alguno. En otros lugares hay señales de fuego (especialmente patentes en el pavimento con cabeza de Medusa), que indican que sobre los suelos ha habido hogueras o quizás hogares y también se documentan perforaciones sobre los suelos de distintas estancias (1, 6, 15, XVIII y XXXIX) que podrían corresponder a silos o basureros. Todo ello indica que la villa en estos momentos está arruinada, al menos parcialmente, y que las antiguas estancias han cambiado de función. Los materiales arqueológicos recogidos, la cerámica principalmente, aporta nuevas referencias, que por una parte vienen a confirmar lo intuido mediante la documentación escrita y por otro lado abre nuevos interrogantes. La revisión del material muestra un porcentaje grande de cerámicas imperiales; de época tardorreAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

publicana y del Alto Imperio hay cerámicas pintadas de tradición ibérica del tipo Meseta, ánforas (Dressel 1, 10, Beltrán III...), cerámica común de cocina y mesa, vajilla fina en terra sigillata gálica (Drag. 17, 24/25, 27, 29, 35, Ritt. 5 y 9...), hispánica (Drag. 15/17, 27, 37, 44, Ritt. 8, Mezquiriz 2, 10 o 16/ 17...), africana tipo A (Hayes 3 c, 7 a, 14, 17, 26...); del Bajo Imperio se documentan formas de terra sigillata hispánica tardía (Drag. 37 T, Palol 5, 10, 11, 12, Mezquiriz 67) o de africana D (Hayes 58, 59, 61 o 78...); y junto a ellas también aparece fragmentos que remiten a contextos más tardíos, ollas y bases planas de marmitas de pastas poco depuradas, con acabados alisados a mano e incluso raspados, en algunos casos decoradas con ondas a peine; cuencos, algunos a mano, otros, realizados a torno, de los tipos que para algunos son las últimas producciones de la sigillata hispana (Orfila, 1995) mientras que para otros son imitaciones de estas vajillas, que se adscriben sin problemas a horizontes muy tardíos, entre los siglos VI y VIII, cuyos paralelos más cercanos están en la vajilla de cocina del Tolmo de Minateda (Gutiérrez Lloret et al., 2003). A todas ellas se suma una botella de dos asas de pasta clara y una ligera engalba ocre-amarillenta con paralelos en prácticamente todos los poblados y necrópolis de este periodo (CEVPP, 1987). Los lugares de aparición de esta cerámica más moderna son en todos los casos periféricos: en la antigua habitación XI situada al norte de la habitación 6; en el espacio XVIII, al norte del frigidarium; en el XX, al norte de la anterior, una zona en la que hay construcciones más modernas; en un nivel de incendio sobre la antigua estancia XXXVI donde también aparecieron muros más modernos; en la cuadrícula 4 C, donde estuvo previamente la habitación 17 del triclinium, y finalmente en la 4 E, al exterior de las estancias XXX, 10 y 11 (figs. 3 y 4). Esta localización plantea varias posibilidades, puede tratarse de una ocupación marginal de un sitio ya abandonado y en estado ruinoso, aunque no deja de sorprender que se atestigüe en prácticamente todo el perímetro; pudiera ser que en los casos en que las habitaciones estuviesen aún en buen estado se reutilizasen —como pudo pasar en la número 11—, mientras que donde la ruina es mayor, simplemente hay silos, basureros o zonas sin ocupar; o quizás parte de esos muros, algunos con trazas totalmente distintas a las líneas de los cuerpos romanos, se correspondan, como en la cuadrícula 7 C, con nuevas construcciones tardías y no con reocupaciones de habitaciones anteriores. La falta de estratigrafías fiables impide, no solamente la asociación de materiales a los distintos contextos de ocupación,

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sino también poder evaluar con claridad qué zonas se transforman, si son resultado de un solo momento o se trata de un proceso paulatino. Un ejemplo claro es el de los silos o basureros, algunos fueron excavados pero los materiales de sus rellenos no se individualizaron del resto, cuando podían haber sido un buen indicador de las acciones más modernas. En cualquier caso, la aparición de estas cerámicas tardoantiguas confirma una ocupación que ya había sido puesta de relieve tras la aparición y excavación de las tumbas que sesgó la carretera. En el caso de Balazote no podemos saber si el establecimiento más moderno es comparable a otros lugares que siguen teniendo una importante actividad económica en estos siglos como Saucedo en Talavera la Nueva (Castelo Ruano et al., 1996), Carranque en Toledo (VV.AA., 2001) o Cañada Joana en Crevillente (Trelis y Molina, 2003) por citar solamente algunos ejemplos cercanos. Se trata en todos los casos de grandes fundus que aguantarían la desarticulación de Roma, el fin del comercio y el mercado organizado y pervivirían posiblemente de manera semi autárquica, aunque ello no es obstáculo para que de participen en los intercambios de la época. Con los pocos datos conocidos, y sin olvidar que lo excavado solamente es una parte del complejo y por tanto no puede saberse la evolución de la zona residencial o de las de servicio, no parece haber una importante ocupación tardía, sino más bien que ésta es de carácter residual, aunque piezas como la botella estén hablando de un intercambio con otras zonas. Junto a estas cerámicas tardoantiguas se recogió un fragmento de galbo de islámica pintada con un típico motivo de goterones en rojo, muy significativo en el sentido de que es una indudable referencia a un contexto cultural totalmente distinto. El hecho de que sea un unicum no puede indicar más que se trata de una pieza fruto de un paso puntual por el sitio. Al respecto hay que considerar las menciones a un Balat Suf (Rubiera Mata, 1987, 358) —origen del actual topónimo de la localidad de Balazote a la que pertenece el paraje donde se encuentra el fundus—, en los itinerarios de Ibn Hayyan relativo a la campaña de ‘Abd Ar-Rahman III An-Nasir contra el rebelde Mamad Ibn Hashim de Zaragoza, en 935 y en el de Ibn Sahib As-Sala dando cuenta de la expedición del califa almohade Abu Ya‘qub Yusuf, en 1172, para rescatar las fortalezas de Vilches, Alcaraz y Huete, la conocida como campaña de Huete (Franco, 1995, 223 ss), itinerarios que, en general, recorren antiguas vías romanas con desviaciones, pues parece que el camino musulmán se acercaba a la actual población. Por tanto no sería descabellado pensar que en el periodo del que hablan las fuentes

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islámicas, el sitio debía estar abandonado aunque sus ruinas fueran visibles, y que este fragmento deba relacionarse con la situación del lugar, cercano a los caminos. BIBLIOGRAFÍA ABAD CASAL, L., 1996: La epigrafía del Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) y un nuevo municipio romano del Conventus Cartaginiensis, AEspA, 69, 77-108. ABAD CASAL, L.; ABASCAL PALAZÓN, J. M.; SANZ GAMO, R. 2002: Monumentos funerarios de época romana en la provincia de Albacete, en II Congreso de Historia de Albacete. I. Arqueología y Prehistoria, Albacete, 271-282. ABASCAL PALAZÓN, J. M. 1986: La cerámica pintada de tradición indígena en la Península Ibérica. Centros de producción, comercio y tipología, Madrid. ABASCAL PALAZÓN, J. M. 1990: Inscripciones romanas de la provincia de Albacete. Albacete. ABASCAL PALAZÓN, J. M.; SANZ GAMO, R. 1993a: Bronces antiguos del Museo de Albacete. Albacete. ABASCAL PALAZÓN, J. M.; SANZ GAMO, R. 1993b: Novedades de epigrafía romana en la provincia de Albacete, Al-Basit, 33, 13-36. ABASCAL PALAZÓN, J. M.; ZARZALEJOS PRIETO, M.; SANZ GAMO, R. 2002: Los Torreones (El Salobral, Albacete): nuevos documentos de ocupación romana, en II Congreso de Historia de Albacete. I. Arqueología y Prehistoria, Albacete, 253-269. ARANA, R. 1989: Estudio de los mármoles del yacimiento de “La Vega”, Balazote (Albacete). II. Aspectos mineralógicos, en XIX Congreso Nacional de Arqueología, I, Zaragoza, 869-876. BLÁZQUEZ, J. M.; LÓPEZ MONTEAGUDO, G.; NEIRA JIMÉNEZ, M. L.; SAN NICOLÁS PEDRAZ, M. P. 1989: Mosaicos romanos de Lérida y Albacete, Corpus de Mosaicos de España VIII, Madrid. BELTRÁN LLORÍS, M. 1970: Las ánforas romanas en España, Zaragoza. BOUET, A. 1999: Les matériaux de construction en terre cuite dans les thermes de la Gaule Narbonnaise, Burdeos. CASTELO RUANO, R.; RODRÍGUEZ CASANOVA, I.; PANIZO ARIAS, I.; LÓPEZ, A. 1996: Aproximación a la cronología y desarrollo de la Villa de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo) a través de las estructuras arquitectónicas y los Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 153 a 171

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EL SAUCEDO (TALAVERA LA NUEVA, TOLEDO). UN EJEMPLO DE VILLA BAJOIMPERIAL EN LA PROVINCIA DE LA LUSITANIA POR

R. CASTELO RUANO C. BANGO Universidad Autónoma de Madrid

A. LÓPEZ PÉREZ Arqueóloga

M. AGUADO MOLINA Universidad de Filadelfia

RESUMEN La villa bajo-imperial de El Saucedo proporciona campaña de excavación tras campaña, nuevos datos que amplían nuestro conocimiento, no sólo acerca de las características del edificio y de su evolución histórica, sino acerca del modelo de explotación del territorio circundante a la ciudad de Caesarobriga, uno de los centros más importantes de la Lusitania. El presente artículo profundiza en los detalles de las técnicas constructivas, la estructura arquitectónica y los elementos decorativos de la villa del III-IV d.C. y de la basílica en que se transformó ésta en el siglo V-VI d.C. Propone además un acercamiento al nivel actual de conocimientos que poseemos sobre el territorio en el que se desarrolló y sobre los procesos económicos y jurídicos que explican la transformación de propiedades privadas en iglesias parroquiales en la antigüedad tardía.

SUMMARY Each year the Roman villa of «El Saucedo» offers new information not only about the building and its historical evolution, but also about the model of economic exploitation pertaining to Caesarobriga–one of the most important areas of the Lusitania province. This article provides a range of new details concerning the building techniques used in the villa, its architecture and its decorative characteristics. In addition, this paper provides a better understanding of our current knowledge of the villa’s territory, including the economic and juridical processes involved in the transition of private property into a rural church during late antiquity. PALABRAS CLAVE: Arquitectura, técnicas constructivas, balneum, iglesia, antigüedad tardía, villa. KEY WORDS: Architecture, building techniques, baths, church, late antiquity, villa.

INTRODUCCIÓN El lugar se denomina así, como ya apuntó el P. Fidel Fita, posiblemente a partir de un antiguo

Sali(ce)tum, con el significado de sitio poblado de sauces. Éste era un pago situado junto a una gran hacienda, denominada, La Alcoba. Desde el siglo XVI hay noticias antiguas de hallazgos en todo el área, especialmente monedas, cerámica y fragmentos de mármoles. Los primeros hallazgos fueron realizados por el Padre Ajofrín, monje jerónimo de Santa Catalina, propietarios, desde el siglo XV de la finca La Alcoba. Entre los hallazgos más significativos debemos mencionar un ara dedicada a las ninfas, reaprovechada en la presa de uno de los molinos harineros de los monjes jerónimos; pendientes de oro, sepulturas con sus cadáveres, molduras de mármol y un busto marmóreo de medio cuerpo que figuraba un varón togado (Canto, 1999, 111-117). No se tienen noticias de nuevos hallazgos hasta 1950 cuando el Instituto Nacional de Colonización extendió hasta la finca el regadío y, aunque al abrirse las zanjas se sucedieron los hallazgos, en esta ocasión la noticia no llegó a nadie que supiera aprovecharla. En 1959 el dueño de la finca, D. Eugenio Manzano, realizó una serie de obras que trajeron como consecuencia el hallazgo de nuevos materiales que fueron analizados por el Sr. Martín Aguado. Este catedrático de Instituto de Toledo decidió visitar el lugar y tras realizar intervenciones arqueológicas llegó a la conclusión de que se trataba de una villa romana (Martín Aguado, 1969). En 1981 una serie de expoliaciones pusieron al descubierto una piscina bautismal de inmersión, un pavimento musivario y una estancia de planta rectangular con cuatro ábsides contrapuestos pavimentados con mosaicos. La acción de saqueo llegó a oídos de los responsables del Museo de Santa Cruz de Toledo

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R. CASTELO, C. BANGO, A. LÓPEZ y M. AGUADO

quienes procedieron a la excavación del baptisterio y al levantamiento y traslado de los mosaicos (Ramos y Durán, 1988: 237). En 1982 se llevó a cabo la primera campaña de excavaciones realizada por un equipo del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UAM dirigida por el Dr. Bendala Galán. Desde entones, las excavaciones han sido patrocinadas primero por la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura y después por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha y han contado siempre con la colaboración, la hospitalidad y buena disposición del Ayuntamiento de Talavera La Nueva. Por hallarse en trámite la expropiación de los terrenos arqueológicos, los trabajos científicos no se reanudaron hasta el año 1986, fecha en la que fue comprada una parcela de 5000 metros cuadrados. No se volvió a trabajar en este yacimiento hasta el año 1994, momento en que se llevaron a cabo labores de limpieza y acondicionamiento del entorno. Los trabajos arqueológicos llevados a cabo por la UAM se reanudaron en 1995, incorporándose a la dirección de las excavaciones Dña. Raquel Castelo (profesora del Departamento de Prehistoria y Arqueología UAM). Las siguientes campañas se llevaron a cabo en 1996, 1997,1999, 2000, 2001, 2002 y 2003-2005 (Castelo et alii, 2004). En el yacimiento de El Saucedo se han podido detectar tres fases de ocupación: la primera desarrollada entre la segunda mitad del siglo I d.C. y último cuarto del siglo II, de la que no queda constancia de estructuras arquitectónicas, sólo materiales en un basurero. Tras un hiato o época de escasa vitalidad asistimos a una segunda fase (fines del siglo III-comienzos del IV d.C.), en la que se edifica una villa de gran monumentalidad. La tercera fase (fines del siglo V comienzos del VI d.C.), corresponde a una importante reforma de parte de la edificación existente, construyéndose una basílica de culto cristiano con piscina bautismal de planta cruciforme. El lugar sufrió un importante incendio en el primer decenio del siglo VIII d.C. que marca el abandono definitivo 1. I.

EL

TERRITORIO

La villa se encuentra situada a menos de 1 km al norte de Talavera la Nueva (Toledo), junto al arroyo Baladíes o Albaladiel, dentro del municipio y comarca de Talavera de la Reina. Las coordenadas U.T.M. que localizan el yacimiento son 338750 E y 4423450 N y aparecen en la hoja 626, Calera y ChoPara consultar toda la bibliografía existente hasta el año 1999 remitimos al artículo publicado en la Revista Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la UAM, 25.2. 1

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zas, del Mapa Topográfico Nacional a escala 1:50.000. El enclave del yacimiento apenas rebasa los 360 m de altitud, con escaso resalte orográfico en el entorno, en plena llanura aluvial de la margen derecha del río Tajo y a 3 km escasos de distancia del curso actual (fig. 1). La red viaria del entorno estuvo definida por dos tipos de vías de comunicación: por un lado los caminos de carácter local y por otro los itinerarios de largo recorrido, como la vía 25 Alio ab Emerita Ceasaraugustam, que algunos autores la hacen pasar por el norte del Tajo y otros por el sur, para enlazar con Toledo. La localización de varios miliarios, uno de Constantino y otro de Juliano (Pacheco Jiménez, 1994, 44-45) apuntan al recorrido norte y a una atención especial por parte del poder imperial a esta ciudad en el siglo IV d.C. Del eje viario de sentido norte-sur se conservan varios tramos en torno al pantano de Navalcán. La primera vía mencionada, la nº 25 del Itinerario de Antonio pasaría a unos 4 kilómetros al suroeste del yacimiento y la segunda con sentido NE-SW a poco menos de un kilómetro. La visibilidad en torno al yacimiento de la Villa de El Saucedo se adapta a la topografía general de la cuenca, dibujando un área visible que se prolonga en la misma dirección que el río, y que, en condiciones atmosféricas favorables, y siempre que la villa contase con una construcción de cierta altura desde donde poder observar, no llegaría más allá de los 10 km puesto que se trata de un entorno de topografía plana 2. En línea de visión estaría, por tanto, el curso del río Tajo, las vías romanas cercanas al yacimiento, y dos yacimientos arqueológicos contemporáneos que serían el asentamiento de Caesarobriga (Talavera de la Reina), y la Villa de La Alcoba, apenas a 3 km. de El Saucedo (Castelo et alii, 2004) (fig. 2). El territorio de Caesarobriga ha sido considerado como un espacio a veces no muy bien definido, sin embargo, tal y como señala C. Pacheco, la realidad geográfica parece indicar que las claves de la organización de este sector están directamente relacionadas con la existencia de una civitas, Caesarobriga, una de las más importantes de la provincia Lusitania. Fue una unidad de poblamiento centralizador con funciones administrativas y de gestión de un territorio caracterizado, por un poblamiento en aldeas dispersas, con un estatuto de ciudad estipendaria creada con la intervención de César a finales del siglo I a.C. Para su ubicación se eligió un punto de gran importancia estratégica en la comunicación 2 Los estudios de visibilidad y del entorno geográfico han sido realizados por M. Zamora, Becaria de Tercer Ciclo del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma.

EL SAUCEDO (TALAVERA LA NUEVA, TOLEDO)

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Fig. 1. Marco Geográfico del entorno del yacimiento de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo), elaborado por M. Zamora.

Fig. 2. Plano de visibilidad desde el punto más elevado de la villa de El Saucedo, elaborado por M. Zamora. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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R. CASTELO, C. BANGO, A. LÓPEZ y M. AGUADO

entre el centro de la Meseta- Carpetania y el occidente peninsular, La Lusitania. Fue poblada mediante la concentración o sinecismo de los habitantes de otros asentamientos de la zona, tal y como se ha constatado en El Raso de Candeleda o en Arroyo Manzanas (Bendala, 2001, 137). La ciudad que fue transformándose a lo largo de los siglos se consolidó en época flavia, cuando alcanzó el estatuto municipal (Bendala, 2001, 133). Para algunos investigadores el territorio de Caesarobriga fue uno de los más poblados de la península en el que se localizarían vici, pagi, castella y villae dependientes de la urbe mediante fórmulas de adtributio y contributio. Todavía hoy son visibles los restos de una parcelación del territorio. Los campos labrados de la ciudad formaron un cinturón casi perfectamente circular de 5 km. de diámetro, lo que equivale a 1.500 hectáreas que distribuidas en lotes de media hectárea abarcarían unos 3.000 agricultores. El ager caesarobrigensi está empezando a ser conocido con mayor rigor en los últimos años. A las villae habría que añadir otra serie de asentamientos como los vici, pagi y castella, antes mencionados u otra serie de asentamientos rurales, a veces difíciles de clasificar y que en algunos casos no pasarían de ser simples casas de campo con funciones de complemento en las labores agrícolas. El ya citado investigador C. Pacheco planteó que a partir de indicios arqueológicos, toponímicos y documentales de la Edad Media se puede intuir la existencia de una presunta red de lugares fortificados que cumplieron una función de control del territorio agrario, así como vigilancia sobre las vías de comunicación terrestres y fluviales. Los lugares citados por este investigador son: la Alcoba (villa); Aldahuíl; Aljariche; El Casar (Casa fortificada con función de parador o fonda) Dorbico (villa o vicus), Tarumni (casa fortificada con función de parador o fonda), Torre Alfondega (parador o venta); Tórtolas; Torre o Atayuela del Conejo (hospedaje, situado en las proximidades de una encrucijada de caminos formada por El Cordel o cañada ganadera y el Camino Real de Extremadura, vía 25 del Itinerario de Antonio), Torre de Doña Lazarena (sistema defensivo rural); Torrejón, Torre del Hierro (villa, vicus o torre de vigilancia de la campiña, terreno dedicado a uso agrícola, control de arroyo adyacente y situado en las proximidades de la vía 25 de Antonio); Torrejón de la Alcoba; Torreón de Cabeza del Moro (torre vigía adelantada al primer recinto amurallado romano de Caesarobriga) y Castillo de Villalba (mansio, desde el lugar se divisa la amplia vega del Tajo, al pie de la vía 25 de Antonio) (Pacheco Jiménez, 53-74). Según señala el Dr. Bendala el marco específico Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

de la ciudad habría que suponerlo en una línea intermedia sobre la distancia a Talavera la Vieja por el oeste; la Sierra de Gredos al norte; las estribaciones septentrionales de los Montes de Toledo al sur y una frontera oriental – límite de la Lusitania y la Tarraconense y frontera con el territorio de Toletum que suele situarse hacia la línea EscalonaNavahermosa (Bendala, 2001,139). II.

LA

VILLA

Centrándonos ya en la villa bajoimperial de El Saucedo, ésta se corresponde con la segunda fase de ocupación del yacimiento, en uso desde finales del siglo III-finales del siglo IV d. C., hasta finales del siglo V-comienzos de VI d.C. Se trata de una villa aúlica y podríamos denominarla, a tenor de las estructuras puestas al descubierto como una villa monumental simple alrededor de peristilo. Está caracterizada por la multiplidad de ábsides, por la riqueza monumental, la adopción de un arte oficial y el gusto por las perspectivas interiores (fig. 3 y fig. 4). El área residencial o pars urbana (la única documentada por el momento), se organiza en torno a un atrio central a cielo abierto (39 × 27 m.) rodeado de una galería porticada. El elemento central del peristilo-jardín lo constituye una fuente ornamental adosada al muro noroeste. Ésta presenta una planta formada por dos círculos concéntricos, el mayor de los cuales se articula en tres brazos cuadrangulares. Un orificio de desagüe abierto en el muro interior comunica ambos canales cuyos suelos son de opus signinum 3 (fig. 5, fig. 6 y fig. 18). El corredor, en su lado SE, presenta un espacio biabsidiado que fue posteriormente reformado para construir una nueva habitación. Villas de peristilo con uno de los pasillos porticados rematado en uno o dos extremos con ábsides semicirculares se han constatado en la Villa de Memorana (Vega de Ciego, Oviedo); Villa de las Mezquitillas (Cortijo de Fuentidueñas, Écija, Sevilla) y La Sevillana (Badajoz). Por lo que respecta a las características constructivas y ornamentales del corredor porticado (1), este presentó, con toda probabilidad, un zócalo compuesto por placas marmóreas de diversa tipología: placas amarillentas de grano fino, compacto y homogéneo 3 Para los paralelos constructivos tanto de la villa en general como para cada una de las estancias que la integran consultar Castelo et alii, 2004 «Novedades en la interpretación arquitectónica de la villa bajoimperial (Talavera la Nueva, Saucedo, Toledo) y su reconstrucción virtual», Anales de Prehistoria y Arqueología Universidad de Murcia.

EL SAUCEDO (TALAVERA LA NUEVA, TOLEDO)

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Fig. 3. Plano de las estructuras arquitectónicas sacadas a la luz hasta el año 2005; dibujo de A. López Pérez.

Fig. 4. Reconstrucción infográfica de la Villa de El Saucedo, elaborado por C. Sierra. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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R. CASTELO, C. BANGO, A. LÓPEZ y M. AGUADO

Fig. 5. Fotografía de la fuente monumental documentada en el patio porticado de la Villa de El Saucedo.

Fig. 6. Reconstrucción infográfica del peristilo de la villa bajoimperial de El Saucedo, elaborado por C. Sierra. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

EL SAUCEDO (TALAVERA LA NUEVA, TOLEDO)

con una coloración rojizo-rosada muy intensa; mármol blanco amarillento con una ligera sombra violácea y mármol blanco cándido de grano grueso con cristales visibles. Se trata de mármoles de procedencia local, tal vez del Macizo Hespérico portugués, donde se localizan mármoles amarillentos no fétidos y blancos con venaturas grises (Gnoli, 1988,219 y Borghini, 1998, 136-137). Es una de las zonas geográficamente más próximas a El Saucedo de entre las grandes áreas de extracción peninsulares. En concreto pudieron proceder de la zona portuguesa de Borba-Estremoz, donde encontramos un mármol de grano grueso de tonalidades blancas, blancas con vetas o manchas grises y amarillento-rosáceas. Este material lapideo de un altísimo grado de calidad, que muy probablemente podemos identificarlo con los blancos amarillentos con venas de color gris azulado de El Saucedo. Nos encontraríamos así pues ante la variedad clara de este mármol, que sigue comercializándose hoy en día con el nombre de Rosa Portugués. La cronología de la explotación de las canteras lusitanas se extiende entre el siglo I d.C. y el IV d.C. Este mármol tuvo un cierta difusión aunque su comercialización se vio dificultada por la no ausencia de una vía fluvial navegable. Otra zona productora que pudo haber surtido a los constructores de la villa de El Saucedo es el área extremeña, cuna de calizas y bredas que incluyen tonalidades blancas y rojas. No hay que olvidar tampoco la zona de Halconera, en las cercanías de Zafra, donde se extraía un mármol de alto valor ornamental por sus bellas tonalidades violáceas (Rodá, 1998, 113-118). De este espacio porticado proceden las tres únicas piezas de mármol importado que conocemos hasta el momento en El Saucedo. Se trata de una placa de pórfido verde de Grecia que pudo formar parte de un sectile pavimental y dos fragmentos de pavonazzeto frigio que pudieron emplearse tanto para revestimiento parietal como pavimental. El pórfido verde o serpentino, conocido en la antigüedad como Lapis Lacedaemonius, se extraía en la antigua Krokeai (Laconia). Las canteras fueron descritas por Pausanias (3,21,4): bajando hacia el mar, hacia Gitio, los lacedemonios tienen la aldea de Cróceas, cuya cantera no es una roca continua y [seguida] sino que se extraen piedras semejantes por su forma a las de río y difíciles de trabajar, pero si son trabajadas pueden adornar los santuarios de los dioses, y contribuyen especialmente al embellecimiento de baños y fuentes. Las canteras fueron localizadas en 1829 por una expedición francesa en la colina Psephi, sobre la

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carretera Ala i Bey-Stephania. Estuvieron en uso desde época minoico-micénica hasta la Edad Bizantina y fueron definitivamente destruidas entre la dominación turca y la Segunda Guerra Mundial. Los primeros ejemplos de serpentino en Roma se datan en momentos augusteos. Con Domiciano las canteras pasaron a ser propiedad imperial. Las características extractivas de la piedra impiden su uso para grandes elementos arquitectónicos; raramente se encuentran pequeños capiteles, columnillas y cornisas, siendo lo normal su uso en opera sectilia. Su difusión geográfica fue enorme y se ha hallado en todo el Imperio (Gnoli, 1988, 141-142; Borghini, 1998, 279-281 y Cisneros, 1988). En Carranque (Toledo) se documentaron algunos fragmentos de pórfido de Lacedemonia que formaron parte de pavimentos de opera sectilia, se trata de un triángulo y una loseta cuadrada halladas en 1998 (Rodá, 2001, 111-118). Por otro lado el mármol de origen frigio conocido como pavonazetto se extraía de las canteras situadas junto al pequeño pueblo turco de Iscehisar (Afyon, Turquía). Este mármol se conoció también como marmor synnadicum y como marmor docimenium, pues Dokimeion era el nombre antiguo de Iscehisar, mientras Synnada (hoy Subut) correspondía al del lugar desde el que se centralizaba y exportaba la producción (sede administrativa). Como la mayoría de las canteras importantes, éstas, fueron de propiedad imperial. Fue considerado el mármol más caro en el edictum de prettis maximis promulgado por Diocleciano. Su uso se constata en Roma desde época republicana, pero será en los siglos III-IV d.C. cuando estas canteras de Afyon alcancen una gran actividad y un gran volumen de exportaciones. Los romanos gustaron de emplearlo con profusión, tanto para elementos arquitectónicos como para piezas escultóricas, y algunos emperadores, como Heraclio, se hicieron enterrar en sarcófagos labrados en este mármol (Borghini, 1998, 264-265). En aquellos lugares en los que no pudo adquirirse se imitó con pintura mural (Fernández Diez, 20002001). Una vez más, y al igual que para el pórfido verde, encontramos que el mármol frigio se empleó en la basílica de Carranque y concretamente para la talla de las grandes columnas de fuste liso que delimitaban la nave central, para los fustes y capiteles de lesena que ornaban las paredes interiores, así como para la elaboración de tres fragmentos de pequeñas cornisas molduradas. En algunas de estas piezas pueden leerse las inscripciones DNT y, en griego EKLIS (Rodà, 2001, 111-113 y Mayer Olivé, 2001, 121-134). Este tipo de mármol se empleó también en la villa de Els Munts (Altafulla, Tarragona), en Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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R. CASTELO, C. BANGO, A. LÓPEZ y M. AGUADO

Fig. 7. Pavimento musivario del ámbito interpretado como apodyterium/frigidarium. Fotografía realizada por el equipo de investigación.

Fig. 8. Detalle del pavimento musivario anterior. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

EL SAUCEDO (TALAVERA LA NUEVA, TOLEDO)

esta ocasión para la realización de columnas de fuste helicoidal. Desconocemos cómo pudo estar decorado el alzado de los muros de este corredor, pues no se han documentado restos de pinturas murales en el transcurso de la excavación. Sí se han podido recuperar, en cambio, abundantes tejas planas y curvas, éstas últimas decoradas mediante incisiones formando un motivo geométrico a base de cuatro líneas incisas situadas en el centro —con sentido longitudinal— y a ambos lados motivos en segmento de círculo formando una decoración de ochos. Este tipo de ímbrices se han documentado en otros ámbitos de la villa como el oecus; caldarium del complejo termal A; en el posible larario/sudatio; en el caldarium y sudatio del complejo termal B y en la zona de la habitación pavimentada con los mosaicos de los pavos reales. Tras el análisis del patio porticado, en torno al cual se distribuyen todas las estancias documentadas por el momento, mencionaremos, a continuación, la sala interpretada como oecus y a partir de ella continuaremos nuestro recorrido por las diversas estancias del complejo rural en sentido inverso a las agujas del reloj. El oecus (2) es una enorme estancia, de unos 183 m2. Presenta una planta rectangular y se encuentra situada, al norte, en el centro del lado mayor del peristilo, encontrándose la fuente monumental justo enfrente de la misma. Planteamos que esta habitación sea el oecus ya que en este tipo de villas de peristilo predomina la organización polar, con la habitación principal se situada en el eje. Esta sala estuvo cubierta por una bóveda de cañón soportada por cuatro arcos fajones, los cuales se apoyarían sobre machones cuadrangulares adosados a la cara interna de los muros perimetrales. En cuanto al tipo de pavimento que pudiera haber tenido poco podemos decir al respecto, quizá estuvo solado con un suelo de madera o, más probablemente, de opus sectile. Conocemos el hallazgo de fragmentos de mármol documentados en el transcurso de las investigaciones realizadas en los años 1982 y 1986, mármoles que pudieron formar parte tanto de un revestimiento parietal como pavimental. Esta sala, en época de funcionamiento de la basílica de culto cristiano, fue muy reformada y transformada en almacén. Se han constatado dos columnas de caliza marmórea de diverso módulo en la campaña de excavación de 2003, pero éstas no se encuentran en su posición original (fig. 9). Nada podemos decir del acabado final de las paredes. La habitación interpretada como larario/apodyterium (3), presenta una peculiar planta. Se encuentra

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situada al este del tepidarium del Complejo Termal A y tiene una forma cuadrangular con un ábside semicircular en cada esquina y tres pequeñas exedras cuadrangulares, de unos 25 cm de profundidad en los muros norte, sur y este. Desconocemos el uso exacto que pudo tener ya que no se halló ningún vestigio arqueológico que pudiera arrojar alguna luz al respecto, si bien estancias de planta y tamaño semejante han sido interpretadas en otros yacimientos como lararios o estancias termales. Son pocos los testimonios arqueológicos que nos permiten conocer su acabado final. El zócalo de las paredes, a tenor de los restos conservados in situ, presentaría una pintura de color rojo. A través de un fragmento de argamasa con decoración moldurada, la misma que se ha documentado en la sudatio del complejo termal B, podemos determinar que la zona alta de la pared presentaría una decoración moldurada integrada por un baquetón liso, una franja decorativa a base de rombos, un friso decorado y un baquetón liso. La presencia de ladrillos-dovela nos indica una cubierta abovedada 4. Complejo Termal A. Está compuesto por varias estancias: Tepidarium (6), de planta rectangular, de unos 16 metros cuadrados dividido en dos ambientes. Al conservarse completo el suelo de esta habitación no hemos documentado los ladrillos característicos del sistema de hypocausis, que sin duda debieron tener las mismas características que los constatados en el resto de las habitaciones calefactadas halladas en la villa. Esta estancia presenta dos tipos de pavimentaciones: un suelo de baldosas al norte y un suelo de opus signinum al sur. Durante el proceso de excavación se pudo apreciar que el suelo de baldosas podría corresponder a una repavimentación, pues éstas montan sobre el enlucido del muro. A través de una rotura se ha podido conocer las diferentes partes que integran éste: capa de material de derribo formada por fragmentos de ladrillos y piedras de 2 cm de espesor; capa de argamasa del mismo grosor y por último el enlosado. En cuanto a la decoración del alzado de las paredes hemos podido documentar que el zócalo presenta como motivo ornamental pinturas murales de estilo crustae, pinturas que se han conservado —en relativo buen estado— en un tramo del murete de ladrillos —que crea en el lado oeste una cámara de calor—. Podemos a través 4 Proponemos aquí, por primera vez y tras el análisis de los materiales constructivos documentados que esta sala hubiera sido empleada para que el bañista se cambiara.El único inconveniente que observamos para mantener esta hipótesis es que no parece apreciarse una comunicación entre ésta y el resto de las habitaciones del complejo termal A.

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Fig. 9. Hallazgo de columna de caliza mármorea documentada en la estancia interpretada como oecus. Fotografía realizada por el equipo de investigación.

Fig. 10. Clavus coctile y clavo de hierro que formaron parte del sistema de tabulatura de las salas calefactadas de los conjuntos termales A y B. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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de su análisis reconocer que tipos de mármoles se quisieron representar, quizá los mismos que los empleados en los zócalos de otros ámbitos de la villa. La seriación conservada es como sigue: placa rectangular de mármol negro o gris oscuro; placa de mármol gris; placa de mármol gris con crustae en forma de losange en mármol brocatel; placa rectangular de mármol negro; placa de pórfido rojo con crustae en forma de losange de color brocatel; placa de mármol brocatel. Es posible que este ritmo compositivo se repita a lo largo de todo el zócalo de la habitación. La zona media debió completarse con pinturas del Segundo Estilo Pompeyano debido a la multitud de fragmentos de estucos documentados. La zona alta remataría con molduras de color amarillo. La estancia tuvo pequeñas ventanas que permitieron gozar del calor y de la luz del sol al atardecer y contemplar el paisaje circundante. Su existencia se intuye por el hallazgo de un fragmento de reja de hierro, de varios fragmentos de vidrio de ventana de diversos colores (verde esmeralda, verde amarillo, azul oscuro, azul celeste, etc.), así como de molduras estucadas en amarillo que conformarían una ventana. En el tepidarium de las termas de San Juan de Maliaño (Camargo, Cantabria) se localizó una o varias ventanas a través de la documentación de vidrios (Muñoz Fernández, 2000). Fue a partir de las últimas décadas del siglo I d.C. cuando comenzó a utilizarse el vidrio en construcción para cierre de oculi y ventanas, utilizándose la técnica de fundido y prensado. Fragmentos de vidrio plano fundido para ventana se hallaron en la ciudad de Caesaraugusta de época de Tiberio y en la ciudad de Celsa de la época de Nerón (González Tascón, 2002, 51). El zócalo exterior de la habitación recibió también decoración pintada, en este caso se imitaron sillares escuadrados. Frigidarium (7). Esta habitación de planta rectangular de 30 metros cuadrados aproximadamente, con un ábside semicircular en su lado este, está pavimentada enteramente con capas de opus signinum, y en su unión con los muros presenta una moldura de cuarto de bocel que recorre todo el perímetro de la estancia. Nada más podemos decir del programa decorativo de esta estancia, ya que estaba completamente arrasada. Caldarium (F). Estancia situada al lado occidental del tepidarium, con una superficie aproximada de 18 metros cuadrados que remata en su flanco noroccidental por una exedra semicircular que debió de cumplir la función de alveus o bañera de agua caliente. Los materiales documentados nos han permitido establecer las características constructivas y decorativas de esta sala calefactada: el suelo del área

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o de la cámara de calor se compuso de un pavimento de guijarros sobre el que se superpuso una fina capa de opus signinum, actualmente desecha en muchas zonas. Hemos podido atestiguar el uso de: ladrillos bessales para la construcción de las pilae y de las arquerías del hypocaustum. Esta función, de los ladrillos bessales, como elementos de las pilae ya fue señalada por Vitruvio, aunque también es posible encontrarlos con otros usos como por ejemplo: formando parte de los muros refractarios de los hipocaustos, como sucede en Gijón (Fernández Ochoa, Zarzalejos y Morillo, 1999, 300), así como para usos secundarios como la formación de arcos y confección de pavimentos, empleándose, en éste último caso como baldosas. En el caso de los complejos termales de El Saucedo (A y B) y en concreto en las salas calefactadas (caldaria, tepidaria y sudatio) el sistema de hypocausis, tal y como hemos publicado en diversas ocasiones, corresponde al sistema de arcos, sistema que está mayoritariamente presente entre los conjuntos rurales lusitanos, y en cambio fue muy poco utilizado en los edificios balnearios de otras regiones, como la Tarraconense. Su empleo parece una respuesta a problemas puntuales de carácter funcional aparecidos tras el uso de las llamadas pilae clásicas, si bien su utilización no supuso el abandono de este último mecanismo. Según Vitruvio las pilae debían situarse sobre el área del hypocaustum de tal forma que pudieran intercalarse ladrillos de dos pies (García Entero, 2001, 338). La altura que conservan las pilas de los hypocausta de El Saucedo es de unos 63 cm, para el caldarium del complejo termal A y 78 cm para el caldarium de ábsides contrapuestos del complejo termal B. Se siguen, por tanto, las recomendaciones de Vitruvio quien indicaba que éstas debían alcanzar los dos pies (59’2 cm), las de Palladio, quien señala que debían tener dos pies y medio (74 cm), y las de Faventius quien en el siglo IV d.C. escribió una versión abreviada del Tratado de Arquitectura de Vitruvio (De diversis fabricis architectonicae), donde indicó que la altura alcanzada en los baños privados fuera de dos pies y medio y para termas públicas de tres pies (88’8 cm). Por lo general es difícil precisar la altura de las pilae dado el estado de conservación que éstas suelen presentar, no obstante la información disponible permite afirmar que los conjuntos presentaron una gran variedad en lo que respecta a la altura de las cámaras de calor. Los ladrillos bipedales documentados en el caldarium fueron utilizados, en esta ocasión, no solo para la confección del pavimento situado sobre las arquerías sino Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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también para la realización de los basamentos de las pilae. Este tipo de later, usado en los complejos termales, apoyados sobre las pilae formaban una superficie continua, en palabras de Vitruvio: se levantarán unos pequeños pilares de ladrillo de ocho pulgadas tan distantes entre sí que sobre ellos puedan colocarse ladrillos de dos pies; su altura será también de dos pies: constrúyanse con arcilla amasada con pelo, y encima se sentarán dichos ladrillos de dos pies, que sustentarán el pavimento (Vitruvio, X, 45-4,5). Sobre ella se podía verter una gruesa capa de opus signinum, sobre la que se colocaba el pavimento visto que podría incluir materiales lujosos tales como el mármol o el mosaico (Fernández Ochoa, Zarzalejos y Morillo 1999, 296-298). El opus signinum de nuestro caldarium presenta un gran espesor y tiene motivos decorativos pintados en colores negro y rojo. Éstos podrían corresponder al dibujo previo realizado por el maestro encargado de confeccionar el pavimento musivario, hoy perdido en su totalidad, pero del que se conservan algunas teselas sueltas. Esta pavimentación (signinum y mosaico) debía de construirse de tal forma que protegiera el interior de la habitación termal de los gases y humos procedentes de la cámara de calor, al mismo tiempo que se evitaban temperaturas excesivamente elevadas. En cuanto a los paramentos de la sala caliente conocemos el empleo de tubos espaciadores, clavos de hierro y ladrillos con escotaduras, elementos —todos ellos— que formaron parte del sistema de tubulatura o doble pared para la circulación del aire caliente. Esta forma de construir la doble pared se caracteriza por el empleo de ladrillos bipedales, con escotaduras en las esquinas, en forma de ángulo o de cuarto de círculo que forman un espacio por el que se insertaban los tubos espaciadores o clavi coctili; cada ladrillo se apoyaba, por tanto, en cuatro clavi coctili que eran sujetados al muro maestro por largos clavos de hierro con cabeza aplanada, en forma de X y pasador móvil que permitía ceñir cuatro ladrillos a la vez (fig. 10). El alzado de los muros de la estancia estuvo terminado y embellecido por un zócalo de mármol integrado por piezas correspondientes a un mármol blanco traslúcido muy visible y venaturas irregulares de color gris azulado. El hallazgo de una pieza de mármol blanco de grano fino hemiesférica por uno de sus lados y plana por otro, en el que presenta una protuberancia descentrada en forma de pirámide truncada, dando el aspecto de una especie de clavo pétreo, nos ha permitido sugerir que este y otros ejemplos —no documentados— pudieron formar parte de la decoración del zócalo colocados en el centro de las composiciones geométricas formadas por placas de Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

mármol. La zona media estuvo decorada con pinturas murales del Segundo Estilo Pompeyano- a tenor de los abundantes fragmentos de pintura mural documentados en el transcurso de las excavaciones. Los paneles estuvieron realizados, al menos, con dos colores —rojo y amarillo— y los interpaneles, pintados en blanco presentarían motivos decorativos geométricos (líneas semicirculares concéntricas en diversos colores, predominando el rojo y líneas serpenteante en azul), vegetales y figurados, de los que hay testimonios en otras estancias de la villa. La zona alta estuvo rematada por molduras pintadas en color rojo. La cubierta, a través de la presencia de ladrillos dovela Tipo 4 a de Sanz Gamo, fue abovedada. Los ladrillos-dovela o briques claveaux fueron empleados para la construcción de las bóvedas que solían cubrir las habitaciones calefactadas, con el fin, de aislar el entramado de madera de la humedad. El calentamiento de las bóvedas evitaba la condensación del agua y las molestas gotas frías a los bañistas (Sillièrres et alii, 2000, 196). Este sistema en combinación con las concamerationes conseguía un mejor aprovechamiento del calor, ya que el aire caliente que ascendía por el interior de las paredes podía, así circular, también por las bóvedas (Torrecilla Aznar, 1998, 421) ...Éstas bóvedas en estancias de baños cálidos conviene que sean dos, para que el vapor de agua que el fuego eleva no penetre a la madera de la contignación, sino que se disipe en medio de ellas (Vitruvio, X, 47.9). Vitruvio aconseja, además, construir una abertura circular en la bóveda a fin de iluminar la estancia. No todas las termas se construyeron con este ventajoso sistema de circulación de aire caliente, aprovechando su tendencia natural ascendente y permitiendo, a su vez, su evacuación por el punto más alto de la cubierta (Torrecilla Aznar, 1999, 407). Apodyterium/frigidarium (5). El acceso a esta sala se realizó desde el peristilo a través de unas fauces en forma de dos exedras semicirculares contrapuestas. Estas se encuentran flanqueadas interiormente por dos pequeños ábsides con columnas en sus extremos (se conservan tres de las cuatro basas). Esta habitación se configura como el centro de todo el conjunto termal (A y B), sirviendo como zona de paso hacia el resto de las estancias. Por su lado noroeste se accede a una piscina de agua fría (3’5 × 2’5 m), a través de unas escaleras realizadas en ladrillo recubierto por una capa de opus signinum, material que además recubre toda la piscina. Esta se encuentra flanqueada por dos pasillos que rematan en ábside. Toda la estancia presentaba una rica decoración. Por un lado sobresale el pavimento musivario de vistoso colorido, con representaciones

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geométricas y figuradas de gran belleza (fig. 7 y fig. 8). El tapiz central está integrado por una composición de octógonos irregulares y cruces latinas adyacentes que forman hexágonos. En el centro de la sala, una de las cruces presenta una variante (a ella haremos alusión más adelante). En los ábsides pequeños de la pared nordeste, la decoración consiste en cráteras de las que emergen follajes con volutas y frutas. Los dos pasillos absidados de la pared noroeste presentaban pavimentos musivarios distintos. Uno de ellos tiene una composición ortogonal de círculos secantes que dejan entrever cuadripétalas y en la zona absidada, dos delfines con las colas enlazadas y enroscadas a un tridente, y el otro se caracteriza por tener una composición ortogonal de octógonos y cuadrados y en el ábside una copa de la que emergen roleos. En el centro de la sala destaca una plaqueta sumidero de mármol blanco que se comunica con un canal de desagüe. Para Mostalac Carrillo esta pieza podría corresponder a época Teodosiana (Mostalac, 1997, 599). En cuanto al alzado de los muros, nos encontramos con un zócalo formado con placas de mármol blanco amarillento de grano fino con cristales blancos traslúcidos visibles y venaturas irregulares de color gris azulado y placas de mármol blanco ligeramente amarillento de grano fino, compacto y homogéneo. La zona media de la pared y a tenor de los fragmentos de pintura mural documentados (rojos, azules, ocres y verdes) debió presentarcomo el resto de las estancias de El Saucedo, un Segundo Estilo Pompeyano. Los paramentos exteriores de esta habitación también presentaron pinturas murales, constatadas en el zócalo. Sobre las juntas de argamasa se aplicó una línea pintada en color negro, línea que circunda las piedras y siguen su forma poco regularizada, diseño que se completa con trazos cortos y radiales del mismo grosor y color. Según los vanos atestiguados y la disposición de las estancias V. García Entero nos ha sugerido que el recorrido sería el habitual, dado que desde el apodyterium/frigidarium se pasaría al frigidarium y desde éste al tepidarium para realizar, a continuación un recorrido retrogado para finalizar el circulo 5. Complejo termal B. Está compuesto por tres salas calefactadas (fig. 11). Sudatio (9). Se trata de una habitación de planta octogonal con una superficie aproximada de 16 metros cuadrados (fig. 12) Este tipo de planta fue muy 5 Agradecemos a V. García Entero las sugerencias que nos ha dado en cuanto al recorrido que se llevaría a cabo, interpretación que recoge en su Tesis Doctoral sobre los Balnea en los complejos rurales (inédita) leída a comienzos del 2003 en el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UAM.

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utilizada durante el Bajo Imperio en aulas señoriales y habitaciones termales, así como en la arquitectura cristiana (martiria y baptisterios). En su muro noroeste comunica, por un estrecho vano, de unos dos metros cuadrados, con una pequeña estancia de planta rectangular, cuya funcionalidad desconocemos. En anteriores ocasiones habíamos apuntado la posibilidad de que se tratara de un alveus o bañera de agua caliente, pero por sus características actualmente planteamos que podía tratarse de un registro de limpieza; dadas las dimensiones de este complejo termal quizás no fuera suficiente el acceso al hypocaustum a través del praefurnium. Hemos podido determinar que el suelo del área o cámara de calor estuvo formada por una capa arcillosas muy compacta con guijarros de pequeño tamaño y fragmentos de ladrillos. Según Vitruvio, las áreas de los hypocausta debían pavimentarse con ladrillos sesquipedales, aunque Palladio recomienda la colocación de ladrillos bipedales (59’2 cm) El piso de estas estancias de baño cálido se hará así; se pavimentará con ladrillos anchos de pie y medio en quadro, dándole tanto declivo hacia la boca del hornillo que arrojando una bola no pueda parar en él, y se venga a la boca del horno, de este modo la llama se extenderá naturalmente por debajo con más facilidad (Vitruvio, X, 45, 3-4). Esta característica constructiva no es necesaria para el buen funcionamiento del sistema de hypocaustum y dado el escaso número de balnea en los que está presente, la no adopción de esta norma vitruviana, pudo responder a motivos de carácter económico. Los ladrillos bessales que se han recogido fueron empleados para la construcción de las pilae y arquerías que formaron parte de la suspensurae, algunas de ellas conservadas in situ; los ladrillos bipedales documentados formaron parte del suelo de esta habitación integrado también por una capa de opus signinum y pavimento musivario, éste último completamente destruido y hundido como consecuencia del desplome de la cubierta. A través del hallazgo de clavi coctili o tubos espaciadores tipo 4 a de Sanz Gamo conocemos la existencia de doble pared para la circulación del aire caliente. Son relativamente escasos los ejemplos en los que se puede especificar el mecanismo utilizado en el sistema de tubulatura de los edificios balnearios, debido al estado de ruina o a las propias circunstancias del hallazgo. Se conocen, pues, escasos restos de concamerationes conservadas in-situ; así podemos mencionar los ejemplos citados por Fernández Ochoa de la sudatio de las Termas del Padre Blanco (Astorga, León); las sudationes de Gijón; los baños privados del Barrio de la Morería de Mérida; termas Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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Fig. 11. Complejo Termal B. Caldarium biabsidado con sendos alvei.

Fig. 12. Complejo Termal B. Sudatio. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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del oeste de Mirobriga; en Baelo; en Arcobriga, Bañales y León (Fernández Ochoa, Zarzalejos y Morillo, 1999, 299). Los clavi coctili son un material que normalmente no es asociado al sistema de calefacción parietal y que es obviado de forma generalizada por los investigadores o interpretado de forma equivocada. Las piezas de cronología más antigua corresponden a época augustea y su uso se generalizó a partir de la segunda y tercera centurias, siglos a los que pertenecen numerosas piezas, documentándose también en conjuntos bajoimperiales. Atendiendo a cuestiones de distribución geográfica parece que nos encontramos ante unas piezas muy generalizadas, a partir del siglo I d.C. en la costa este de la península, fundamentalmente en Cataluña donde es evidente cierta concentración, levante y penetraciones hacia el interior en el valle del Ebro y área de Albacete (García Entero, 2001, 344). Sanz Gamo distingue, para la península ibérica, cinco subgrupos, siendo el tipo 4 el más abundante en la península, ya que su hallazgo constituye dos tercios del total de los clavi coctili, por ella estudiados. La abundancia de variantes aboga por la idea de producciones locales, en talleres especializados probablemente en materiales constructivos y anfóricos. Estos talleres recibían encargos puntuales de materiales para concamerationes destinados a algún conjunto termal o villa en construcción. La falta de elaboración seriada y continúa de estas piezas produjo diferencias morfológicas entre las piezas de un mismo lote. Conocemos que los clavi coctili se situaban a distancias regulares, de modo que sus improntas quedan, algunas veces, en forma de oquedades en el muro maestro (Camino Viejo de las Sepulturas, Balazote, Albacete). En Baelo Claudia (Tarifa, Cádiz) se han documentado estas piezas in-situ (Torrecilla Aznar, 1999, 399). La presencia de adobes —algunos de grandes dimensiones— nos indicaría que una parte del alzado de los muros estaría realizada con este material constructivo, sistema empleado en otras habitaciones de la villa. En cuanto al embellecimiento de las paredes hemos podido constatar la presencia de un zócalo de mármol, se trata —como en los casos anteriores— de mármol blanco amarillento crema de grano fino. La zona media del paramento la hemos restituido hipotéticamente de la siguiente manera: se combinaron pinturas murales del Segundo Estilo Pompeyano con pilastras de argamasa con acanaladura central. La zona alta se decoró a base de molduras de argamasa con diversos motivos decorativos

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geométricos: baquetón liso; franja decorativa formada por rombos, un friso decorado y por último, un baquetón liso, se trata de la misma moldura que la documentada en la habitación denominada como larario/apodyterium Caldarium (10). Presenta una planta rectangular de aproximadamente de diecinueve metros cuadrados con dos ábsides semirculares contrapuestos que albergan sendos alvei a los que se accedería a través de escaleras. El suelo del área estuvo integrada por una capa de tierra arcillosa, muy compacta con guijarros de pequeño tamaño y fragmentos de ladrillos, tipo de pavimentación muy frecuente en las área de los hypocausta peninsulares. Como en los casos anteriores hemos recogido ladrillos bessales para la realización de las pilae y arquerías, conservadas —algunas de ellas— in situ y para la construcción de unos muretes que apoyan en el muro semicircular de mampostería y sobre los que se asentó el opus signinum que pavimentó la bañera del ábside norte, a la que se accedía por medio de unas escaleras conservadas in situ. Constatamos el empleo de los ladrillos bipedales que formaron parte de la suspensura y de los arcos que ponían en comunicación el caldarium con el tepidarium y el tepidarium con la sudatio, al nivel del hypocaustum. Este tipo de ladrillo también se documentó en la construcción del muro de cerramiento de la piscina situada en el ábside sur, en concreto para regularizar el paramento formado por mampuestos de granito en el exterior e interior, relleno de argamasa, cal y arena con ripios de granito, tejas y ladrillos fragmentados. Los ladrillos sesquipedales se emplearon en la construcción del murete de ladrillos que se documentó bajo la bañera sur. El pavimento del caldarium, además del empleo de ladrillos bipedales estuvo integrado por una gruesa capa de opus signinum sobre la que se asentó el pavimento musivario, completamente destrozado. A través de algunos fragmentos de cierto tamaño hemos podido distinguir que la alfombra tuvo un motivo geométrico a base de escamas o imbricaciones, composición antigua que se repite a lo largo de toda la geografía musivaria romana pero que gozó de gran predilección en época bajoimperial, donde encontramos un gran número de ejemplares fechados entre los ss. IV-V d.C. No es frecuente que los pavimentos musivarios se apoyaran sobre una gruesa capa de signinum, generalmente se colocaban directamente, con su cama de preparación sobre los ladrillos bipedales. Los clavi coctili —documentados en gran número— nos advierten de la existencia de una doble pared para la circulación vertical del aire caliente. Se ha podido determinar la existencia de chimeneas (impressi patietibus tubi y según Séneca Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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Fig. 13. Vista general del corte L. Al fondo la piscina bautismal.

Fig. 14. Detalle de la piscina bautismal. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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cuniculi o tubuli) empleadas para el perfecto funcionamiento del sistema de hypocausis en las cámaras de calor. Éstas eran adosadas, encastradas o enmuradas en los paramentos y conducían el humo y los gases producidos por la combustión hacia el exterior del edificio. Fueron esenciales para garantizar la circulación del aire caliente por todos los rincones de las estancias calefactadas. Los paramentos se embellecieron con un zócalo revestido con placas de mármol blanco y amarillento de grano fino con cristales traslúcidos muy visibles y venaturas irregulares de color gris azulado. La zona media debió presentar una decoración pintada del Segundo Estilo Pompeyano. No hemos documentado ningún elemento que nos permita conocer como se decoró la parte alta del paramento. A través del hallazgo de un fragmento de reja de ventana y algunos vidrios de ventana de diversos colores podemos determinar la existencia de estas, que estarían ubicadas en los ábsides norte y sur. La presencia de ladrillos dovela nos habla de una cubierta abovedada. Tepidarium (11). Sala de planta rectangular de unos 16 metros cuadrados. Presentaba el suelo del área igual que el resto de las habitaciones calefactadas de este complejo termal. Los ladrillos bessales, los fragmentos de opus signinum y la abundancia de teselas nos indican que las características de la suspensura no varió con respecto al resto de estancias. La documentación de adobes, nos indica que fueron empleados para completar el alzado de los muros. No conocemos el desarrollo de la decoración a excepción que la parte superior de la pared y en su unión con el techo presentó molduras estucadas en color rojo. En este complejo termal B, el itinerario sugerido por García Entero podría ser: gran apodyterium, tepidarium y desde aquí acceder bien a la sudatio octogonal, bien al caldarium biabsidado, siendo el plan de uso lineal simple de recorrido retrogado, aunque en las estancias calientes el circuito puede ser circular. Ambos complejos termales corresponden a una misma fase constructiva, por lo que podríamos estar ante unas termas dobles, características de las grandes villae bajoimperiales, tal y como nos ha sugerido V. García Entero. Así el complejo termal A, mucho más sencillo, estaría destinado a uso cotidiano, por parte del dominus y su familia, mientras que el complejo termal B, más monumental, sería utilizado tan solo en grandes ocasiones. Continuando el sentido contrario a las agujas del reloj debemos destacar la existencia de un Pasillo en el ala este (14). En este caso desconocemos el tipo de pavimentación que hubo aunque conocemos cómo podría ser el desarrollo de la decoración en la

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zona media y alta de la pared. La zona media estuvo decorada por pinturas del Segundo Estilo Pompeyano integradas por marco negro relleno de color rojo y zona alta pintada en tono granate. Detrás de este pasillo se encuentra la habitación pavimentada con opus tesellatum de motivos geométricos y pavos reales con las colas explayadas. Apenas tenemos detalles constructivos de esta estancia pues fue excavada por miembros del Museo de Santa Cruz (Toledo), antes de nuestras intervenciones arqueológicas. Finalmente llegamos a la última estancia constatada por el momento. Se trata de una habitación de planta rectangular que en una segunda fase constructiva del periodo bajoimperial, fue remodelada, levantándose un muro de escasa calidad que la dividió en dos, como resultado quedaron una habitación de planta rectangular (12) y otra que presenta un espacio cuadrangular central flanqueado en sus cuatro lados por ámbitos rectangulares rematados en ábsides (13). Ignoramos el tipo de pavimentación que tenía, tan solo quedaban restos de una capa de argamasa muy descompuesta en algunas zonas, pero sabemos que los muros estaban decorados con pinturas. Todas las estancias que integraron la villa estuvieron decoradas con esculturas marmóreas que han llegado hasta nosotros en un estado muy fragmentario. El tipo de mármol empleado para su talla es el mismo que el usado en la elaboración de los sectilia parietales: mármol blanco cándido de grano fino y muy fino; mármol blanco ligerísimamente amarillento de grano muy fino, compacto y homogéneo y mármol blanco amarillento de grano grueso. Las esculturas siguen, por tanto, la tendencia general de la estatuaria del ámbito privado, que prefería el mármol blanco para sus esculturas. Entre las piezas documentadas y dejando a un lado los fragmentos de difícil interpretación por su pequeño tamaño, podemos citar: fragmento cilíndrico; tres fragmentos con partes drapeadas y molduraciones; pie calzado con sandalia; fragmentos de pliegues de vestiduras; fragmento de pierna; fragmento de hoja de acanto; fragmento de epígrafe en el que se lee en dos líneas XII/ P y tres piezas que formaron parte de la misma escultura, un Eros (mano derecha y dedo pulgar; mano izquierda con fragmento de arco y antebrazo izquierdo) (fig. 15). Una estatua de Eros semejante a la hallada en El Saucedo habría aparecido en la villa de El Carrascal (Talavera la Real), donde se exhumó una cabeza. Fue una divinidad muy apreciada en los contextos domésticos. Las esculturas citadas completaron el programa iconográfico de la villa bajoimperial, aunque desconocemos la fecha en la que fueron esculpidas, sienAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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Fig. 15. Mano de Eros sosteniendo el arco realizado en mármol.

Fig. 16. Pretal de bronce. Se observa como decoración un Crismón. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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do posible que se realizaran en época altoimperial. La mayor parte de las esculturas procedentes de villae pueden ser datadas a finales del siglo I y en el siglo II d.C. A comienzos de la tercera centuria cesa casi abruptamente la producción escultórica y a finales del III y a lo largo del IV, y al contrario de lo que sucede con la pintura y el mosaico, en Hispania no se constata la existencia de talleres de plástica exenta, por lo que los establecimientos rurales de este periodo reutilizaron estatuas de épocas anteriores. El estado fragmentario de las piezas documentadas en El Saucedo podría explicarse como consecuencia de su destrucción o su reutilización, ya que no hay que olvidar que la pars urbana, concretamente el peristilo, el oecus y habitaciones adyacentes se abandonaron o cambiaron de funcionalidad, convirtiéndose en lugares de almacén y de producción —coincidiendo con la construcción de una basílica cristiana y piscina bautismal y el cambio de propietario, de dominus romano pasó al poder emergente de la Iglesia cristiana—; por tanto, en la nueva funcionalidad del lugar no habría cabida para los adornos paganos. III.

LA BASÍLICA

Hacia finales del siglo V d.C., comienzos del siglo VI d.C., el salón distribuidor de las termas (apodyterium/frigidarium) fue remodelado para convertirlo en basílica cristiana, adosando una piscina bautismal para el bautismo por inmersión. Esta basílica perteneció a la Lusitania, al Conventus jurídico emeritensis, y debió de tener como sede episcopal Salmantica. La transformación, en la funcionalidad del edificio, es un fenómeno ligado a la penetración del cristianismo y su extensión progresiva desde los ambientes urbanos hasta los territorios rurales. En el caso concreto que nos ocupa y en relación a la conversión de parte del edificio termal de El Saucedo en una basílica cristiana, debemos centrarnos en el proceso de incremento de propiedades inmuebles por parte de la Iglesia, y en los diversos mecanismos que lo hicieron viable. Dicho proceso fue favorecido desde instancias estatales en Roma, pero ejecutado por los obispos locales en todo el territorio del Imperio. Las dos vías más comunes de adquisición de tierras por parte de la iglesia cristiana fueron: la expropiación de tierras pertenecientes a los templos paganos y las cesiones o donaciones privadas, por parte de propietarios particulares (Buencasa, 1997). Es este segundo proceso el que nos interesa dado el carácter del yacimiento de El Saucedo. Seguramen-

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te, determinados propietarios de grandes latifundios pudieron haber considerado rentable en términos económicos (además de interesante en términos de valoración social y de tranquilidad personal) el donar terrenos a la Iglesia para construir basílicas y obtener a cambio ciertos beneficios de cara a la explotación de las tierras adscritas a ellas. Puertas Tricas en su libro Iglesias Hispánicas. Siglos IV al VIII, donde hace un exhaustivo estudio de las fuentes literarias y establece la existencia de un tipo de iglesias rurales que se caracterizaban fundamentalmente por no estar situadas en una ciudad episcopal, sino como las describen con todo detalle los cánones de los concilios, se situaban en un «vicus», «castellum» o «villa». Son las llamadas por las fuentes «ecclesiae parochiales» o «diocesance». El autor citado anteriormente también engloba dentro de este tipo de edificios las iglesias denominadas «oratoria», que suelen estar apartadas y son de fundación privada (Puertas Tricas, 1975). Creemos oportuno incluir a la basílica de El Saucedo dentro de este grupo, pero debemos tener en cuenta la existencia de la piscina bautismal, lo que nos lleva a preguntarnos ¿qué importancia adquirió esta iglesia rural? Es cierto que al principio el bautismo se administro en cualquier basílica, pero resulta difícil pensar que las iglesias rurales fuesen edificios tan importantes, como para instalar una piscina tan monumental como la que hallamos en El Saucedo. Recientes investigaciones demuestran que las iglesias parroquiales cumplían una función en los ámbitos rurales, similar a la que realizaban las iglesias episcopales urbanas. Se ocupaban de funciones públicas que eran originarias de la iglesia catedral, pero que era necesario trasladar a otros ámbitos apartados, siempre dependientes del obispo de su diócesis (Ripoll-Velázquez, 1999). No podemos olvidar que la creación de estas iglesias con sus baptisterios se producía porque existía una comunidad que necesitaba un centro pastoral y litúrgico. La basílica de El Saucedo no sólo fue utilizada por los fieles de la villa sino también de las personas que habitaban en las zonas circundantes. Sabemos que en esta época era el presbítero el encargado de la parroquia y el que se ocupaba de llevar los sacramentos a los oratorios e iglesias privadas distribuidas por el campo y las grandes propiedades fundiarias. No será hasta el siglo VIII cuando la parroquia obtendrá el derecho de administrar el bautismo y dar sepultura, sin necesidad de pedir la autorización al obispo. Los trabajos arqueológicos realizados en la Península Ibérica han detectado numerosos ejemplos de iglesias rurales en la Tarraconense, Bética y la Lusitania que quizá adoptaron la categoría de parroAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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quias y que fueron construidas por un propietario en su residencia rural. Sobre lo que no cabe duda es que las iglesias rurales, aunque no se puede saber si se trataron o no de parroquias, sirvieron para establecer una sólida red parroquial durante la Alta Edad Media. Centrándonos en los trabajos arqueológicos que hemos realizado en la villa de El Saucedo en la zona donde se levantó la basílica, podemos comprobar que la reforma se hizo sobre la base de una construcción prácticamente desmontada, que podía estar más o menos arruinada, o fue derruida intencionalmente para proceder a la gran reforma de finales del siglo V d.C. Para poder adecuar el antiguo apodyterium a la estructura arquitectónica de una basílica cristiana se necesitaban elementos esenciales para su creación como la instalación de un santuario (19). Para ello se abrió un hueco en el muro suroriental para adosar la cabecera de 3 × 2,5 m. Dicho adosamiento es perceptible a simple vista y además se comprueba el cambio de la técnica constructiva: ausencia de ladrillos colocados entre la zapata y el alzado del muro, aunque se procura un notable mimetismo en casi todo, desde el tipo de mampostería a la decoración externa del zócalo, que repite, con trazado algo más descuidado, la tosca apariencia de crustae. Esta cabecera cuadrangular presentaría una cronología anterior a la propuesta por el Dr. Cerrillo Martín de Cáceres, quien considera que las cabeceras cuadrangulares harían su aparición a partir del año 600 (Cerrillo Martín de Cáceres, 1983). El ábside se pavimentó con opus tesellatum cuya decoración consiste en varias bandas en disposición cuadrangular que enmarcan un medallón central. En el interior de este último aparece representado un busto femenino ataviado con túnica y manto. En la mano izquierda sostiene una cornucopia relleno de frutos y en la derecha sostiene un globo. A la derecha del busto se ha figurado una crátera y sobre la cabeza de la mujer se lee: ISCALLIS. Nos hemos inclinado a interpretar esta representación femenina como la personificación de Tiche o Fortuna, que sostiene dos de sus muchos atributos: la cornucopia y el globo, tal como aparece representada en algunas monedas recogidas en el Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae (vol. VIII.1, 131 y vol. VIII, 2, 98, nº 89, 91 y 94) (fig. 17 y fig. 19). La presencia de esta imagen en la cabecera de la basílica podría relacionarse con el culto a las Ninfas detectado en las proximidades de la villa, a través del ara mencionada al comienzo del artículo (Castelo et alii, 2000). La iconografía y la inscripción del mosaico fue estudiada por la Dra. Canto, que llegó —entre otras conclusiones— a Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

considerar que este término denunciaría un lugar lleno de aguas y que la imagen sería la personificación de una divinidad tópica, acuática, curativa y a la vez fertilizadora (Canto, 1999,119-128). Llama la atención esta figuración pagana en el santuario de la basílica pero su representación podría corresponder a la moda característica del Bajo Imperio, que tiende a suplantar las imágenes mitológicas por representaciones alegóricas o simbólicas produciéndose una prevalencia de las personificaciones abstractas, impersonales e inmóviles que sólo pueden diferenciarse por sus nombres. Se han documentado en edificios de carácter doméstico, pero también son apropiados para colocar en el interior de las iglesias, ya que en ellas no existe ningún elemento ofensivo. En los pavimentos musivarios de la basílica de Qasel-Leyva (Libia), datados en el siglo VI d.C. se representó una ciudad amurallada rodeada de personificaciones, entre las que se encuentra el busto de Tyché. Estas figuras encajan en las corrientes espirituales de esta época, patentes en la teología cristiana que presta ahora especial interés a las ideas abstractas (Blázquez, 1993, 570). Es posible que en esta fase cronológica se realizara, también, la cruz latina diferente a las demás representadas en el tapiz central del salón absidado. Llama la atención que quedara centrada con respecto a la cabecera. Podría resultar extraño la figuración de la cruz, pero conocemos ejemplos en Israel y, además, en el año 427, Teodosio II y Valentiniano II promulgaron un decreto prohibiendo representar el signum Christi en los suelos, lo cual implicaba que la cruz o el monograma, y tal vez la propia efigie de Cristo, habían aparecido así representados con anterioridad en las diversas provincias (Castelo et alii, 2000, 94) Otro elemento nuevo fue la construcción de un muro que compartimentó la gran sala, dejando centrado el ábside de la cabecera, y a la vez se cambió la organización del movimiento en la sala. El muro se levantó directamente sobre el mosaico, sin zanja de cimentación. Tras su traslado, por motivos de conservación, se pudo apreciar que el pavimento musivario estaba ya muy deteriorado cuando se procedió a esta reforma. A la iglesia se le adosó una piscina bautismal, tal y como hemos señalado líneas arriba, en el lado suroeste se situó en el interior de un recinto de planta cuadrangular. Es de tipo cruciforme de brazos iguales, dos de ellos, con terminación lobular. Los correspondientes al gradus Descensionis y gradus Ascensionis presentan un remate cuadrangular que da cobijo a tres escalones (fig. 14). Está hundida en el suelo, con fondo plano ligeramente inclinado, don-

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Fig. 17. Mosaico de la cabecera de la Basílica. ISCALLIS.

Fig. 18. Restitución de los pavimentos mosivarios del apodyterium/frigidarium sobre fotografía aérea; dibujo de Carmen López Pérez. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

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Fig. 19. Reconstrucción infográfica del mosaico de la cabecera de la basílica, en la actualidad muy fragmentado. Dibujo realizado por Carmen López Pérez.

de se halla el orificio del desagüe en el que se encuentra inserta una tubería de plomo (Ramos, 1992, 105-110). Algunos de los materiales utilizados en la construcción de la misma como ladrillos-dovela, procedentes de las estancias termales bajoimperiales nos indican el estado ruinoso en el que se encontraba los alrededores de la iglesia como anteriormente ya hemos apuntado. Por el momento no se han hallado indicios de la configuración del baptisterio que debía acoger a esta piscina bautismal, ni tenemos indicios de ninguna sala relacionada con la preparación del rito del bautismo. Parte de los trabajos realizados en la campaña de excavación del 2003 iban precisamente encaminados a este fin, pero sólo hallamos una serie de estructuras a nivel de cimentación de las que todavía desconocemos si tenían alguna relación con el baptisterio, aunque podemos Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 173 a 196

afirmar que son posteriores a la construcción del complejo termal (fig. 13). Toda esta zona está muy removida y afectada por las labores agrícolas y por la instalación de las acequias de riego, que han sido desmontadas recientemente. En el muro suroccidental de la basílica se cegó una puerta y se abrió un nuevo vano para poner en comunicación el espacio basilical con la piscina bautismal. Es interesante resaltar la presencia de un altar. La mesa está prácticamente completa, realizada en gneis y está compuesta por una losa prismática cuadrangular y un pie. El tablero pétreo presenta como decoración central un crismón compuesto por las letras griegas «P», «X», «A» y «W», primeras letras de la palabra «Christos» (Ungido). Esta inscripción corre un serio riesgo de perderse definitivamente, ya

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que el ara no cuenta con la necesaria protección y se encuentra expuesta a las inclemencias del tiempo así como al desgaste producido al ser utilizada como mesa de trabajo por parte del propietario de la finca (Ramos y Castelo,1992,121-122). En el transcurso de las excavaciones se documentó un petral con la representación de un crismón (fig. 16). El resultado de las reformas fue la obtención de una basílica de planta rectangular de 8 × 15 metros de superficie, de una única nave; con cabecera cuadrangular de 3 × 2,5 metros y orientada de suroeste a nordeste. La entrada pudo efectuarse por lo pies, donde los restos constructivos sugieren la posibilidad de la existencia de una disposición en atrio, circunscrito por los dos pasillos absidados, que, a partir de ahora denominaremos paraclesia. La cubierta del santuario, posiblemente abovedada pudo tener un nivel inferior al de la nave, con el fin de acentuar los volúmenes desde el exterior y permitir la presencia de algún vano a modo de iluminación. Mientras la basílica estuvo en uso se registraron reformas de menor cuantía, obras que empobrecieron la prestancia arquitectónica heredada de la villa originaria y mantenida en lo esencial en la remodelación (Bendala et alii, 1998, 297-310). Mientras el templo estuvo abierto al culto, se mantuvo la explotación de las tierras de la propiedad como sustento económico del mismo. Algunas de las habitaciones que hemos descrito anteriormente y que formaban parte de la pars urbana pasan, ahora, a tener un uso de almacenaje y área fabril. La sala que en el desarrollo de la villa del siglo III-IV d.C. tuvo la función de Oecus, será ahora reutilizada como un espacio de almacén a tenor de los restos documentados. La sala se amplía, prolongándose hasta la fuente ornamental, que queda amortizada y cubierta en parte por la ampliación. La cubierta originaria fue sustituida, quizá por derrumbe de la anterior, por otra a dos aguas, apoyada en una hilera de columnas de granito de diferente módulo, unas veces con basas y otras no. El suelo originario también debió de ser desmontado pues en la actualidad y correspondiendo a la última fase de ocupación nos encontramos con hileras de piedra de talla irregular y diferentes dimensiones que debieron servir para sostener una tarima de madera sobre la que depositar el grano y así evitar la humedad del suelo. Se construyeron nuevos muros y tabiques en los espacios antes ocupados por el peristilo y parte del patio para crear otras habitaciones con posibles usos como el taller de carpintero y establos. En el resto del patio se constató la existencia de un pavimento de guijarros que podría haber hecho las veces de era para el triturado del cereal. Finalmente algunas de

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las habitaciones se acondicionaron con un pavimento elevado, semejante al almacén, posiblemente de tablones de madera apoyados sobre grandes rocas graníticas (algunas de ellas basas, tambores y capiteles del edificio del III/IV d.C.) 6. BIBLIOGRAFÍA AGUADO, M. et alii, 2000: El yacimiento arqueológico de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo), Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, 25.2 (1999), 193-250. BENDALA, M. 2001: Notas sobre Caesarobriga (Talavera de la Reina) y su problemática geopolítica en la Antigüedad, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, 25.2 (1999), 131-144. BENDALA, M. et alii, 1998: La villa romana de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo), Madrider Mitteilungen, 39, 297-310. BORGHINI, G. (ed.) 1998: Marmo Antichi, Roma. BUENCASA PÉREZ, C., 1997: La constitución y protección del patrimonio eclesiástico y la apropiación de los santuarios paganos por parte de la Iglesia en la legislación de Constancio II (337361), Pyrenae, 28, 229-240. BUENACASA PÉREZ, C., 1998: La decadencia y cristianización de los templos paganos a lo largo de la Antigüedad Tardía (313-423), Polis, 9, 2550. CANTO, A. Mª., 1999: El paisaje del teónimo: Iscallis talabrigensis y la aspirina, Religión, Lengua y Cultura prerromanas en Hispania, 107-134. CASTELO et alii, 2000: La villa de El Saucedo y su conversión en basílica de culto cristiano. Algunas notas sobre el mosaico de iconografía pagana ubicado en su cabecera, V Reunió d´Arqueología Cristiana Hispánica, Barcelona (Cartagena, 1998). CASTELO, R. et alii., 2004: Novedades en la interpretación arqueológica de la villa bajoimperial de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo) y su reconstrucción virtual, Homenaje al Dr. D. Emeterio Cuadrado Diaz, Anales de Prehistoria y Arqueología, Murcia. CASTELO et alii (e.p.): Materiales constructivos procedentes del yacimiento romano de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo), Homenaje a 6 Queremos agradecer al Profesor Bendala Galán las correcciones y sugerencias propuestas para la elaboración de este artículo.

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LA VILLA ROMANA DE MONROY. Reflexiones sobre la complejidad rural de época romana 1 POR

ENRIQUE CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES Universidad de Extremadura

RESUMEN La excavación de la villa romana de los Términos, en Monroy (Cáceres) ha constituido un elemento de conocimiento de este tipo de asentamientos rurales de época romana en Lusitania. También permite establecer una serie de reflexiones de carácter metodológico, arqueológico e histórico sobre la función, génesis y momento final de los mismos.

SUMMARY The excavation of the Roman villa of Los Términos in Monroy (Cáceres) provides an insight into this type of rural settlement during the Roman period in Lusitania. It also allows us to propose a number of ideas of methodological, archaeological and historical nature that concern the function, genesis and final moments of a Roman villa. PALABRAS CLAVE: Villas romanas, Lusitania, Hispania, agricultura. KEY WORDS: Roman villas, Lusitania, Hispania, agriculture.

INTRODUCCIÓN Es difícil mantener algunas apreciaciones realizadas años atrás sobre las villas romanas de Hispania. Una de ellas es la oposición con la que a veces 1 Los trabajos de excavación fueron autorizados y financiados primero por la Subdirección General de Arqueología de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura durante las campañas de 1981 a 1983. Después lo fueron por la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura entre 1984 y 1989. Fue importante la colaboración del Ayuntamiento de Monroy que siempre se mostró receptivo a cuantas peticiones le hicimos. Recientemente se realizó un acondicionamiento para la visita dentro del proyecto Alba Plata. En la actualidad se incluye en el proyecto «Arqueología de los paisajes agrarios antiguos de Extremadura» (IPR02A031). Como ya he hecho en otras ocasiones las campañas de excavación se realizaron con una amplia colaboración entre la que quiero destacar, entre otros, la de G. Herrera, M. de Alvarado, J. Cerrillo y F. Domínguez entre otros. Cabe señalar los diferentes alumnos de la Universidad de Extremadura que colaboraron en las distintas campañas de excavación. La villa fue dada a conocer por S. García Jiménez y J. M. Sierra Simón. Las excavaciones de 1971 fueron dirigidas por el Prof. J. Rodríguez Hernández de la Universidad de Salamanca.

se ha intentado observar ciertas de sus partes, como si todas ellas hubiesen funcionado por separado a espaldas unas de otras. La segunda se refiere a los conceptos de riqueza/pobreza, de tal manera que ambas constituían evidentes juicios de valor. Además adolecían del correspondiente contraste con la realidad que ofrece la información derivada de la arqueología. En el primero de los casos las zonas excavadas de algunas de las villas no representan la totalidad de los conjuntos, ni de la excavación de una de sus partes puede extrapolarse un conocimiento del conjunto. Sólo puede sospecharse la existencia de las restantes derivada del conocimiento de las fuentes y de otros hallazgos más o menos próximos por generalización. En el segundo de los casos los criterios actuales no son válidos para enjuiciar una realidad pasada, del mismo modo que la mera presencia de bienes de prestigio son elementos suficientes para determinar que una determinada villa ha de ser incluida dentro de las «ricas». Una villa tampoco puede ser desgajada del resto del sistema de asentamiento al que pertenece. No hace demasiado tiempo el conocimiento de este sistema en extenso quedaba reducido a escasos puntos. En la actualidad, gracias a síntesis territoriales o a prospecciones paralelas a las grandes obras públicas, revelan un intenso asentamiento romano rural en la mayor parte de la Península. Los índices de intensidad son variables dependiendo de circunstancias como las ambientales, la presencia de ciudades o la existencia de una producción especializada con buen mercado. Tampoco se puede olvidar la continuidad, es decir, si desde el primer momento de la implantación rural romana se mantiene ese fundus o si se trata de una relativa discontinuidad basada en cambios coyunturales de los mercados. Una villa, por tanto, habrá que entenderla dentro de ese marco, cuyas dimensiones resultan difíciles de definir. Estas sugerencias, lo mismo que otras discusiones y otras reflexiones sobre la realidad rural romana provienen de los años en que excavábamos la villa romana de los Términos en Monroy, Cáceres. Pese al tiempo transcurrido desde entonces aún sigo

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planteándome cuestiones derivadas de este tipo de asentamientos y rectificándolas continuamente. En aquellos momentos se conocían otras villas más o menos próximas dentro del territorio de la antigua Lusitania, ya fuera en la zona española como en la portuguesa. Algunas de ellas poseían un importante caudal de pavimentos musivos que por sí solos contribuían a la facilidad de ese enjuiciamiento de riqueza/pobreza de tales asentamientos. Monroy, en cambio, ofrecía sólo un total de 6 habitaciones con tales pavimentos, todos ellos geométricos y fechables dentro de una fase álgida del siglo IV, fase en que la villa parece alcanzar su máxima extensión. Sin embargo, la verdadera riqueza que ofreció la excavación de este asentamiento fue la de la importante información proporcionada a lo largo de todas las campañas. Además, esa información valorada en términos de complejidad permitió un análisis de lo que debió de ser la norma, en lugar de la excepción. Precisamente por aquella época se planteaban idéntica problemática para las villas de Britania a través de los artículos de J. Smith y la controversia mantenida con Rippengal acerca del significado en términos de pobreza/riqueza de estos establecimientos 2. Ese concepto de riqueza/pobreza posee una enorme relatividad derivada de una casuística más amplia. El análisis de los paisajes en los que se asienta, así como el esfuerzo aplicado a la consecución de unos determinados beneficios agropecuarios, serían dignos de analizar. Desgraciadamente faltan los elementos suficientes para poder aplicar cualquier análisis cuantitativo acerca de las cosechas obtenidas o número de cabezas ovinas o bovinas que el fundus pudiera soportar. La exhibición de elementos de ostentación, de prestigio, como pavimentos musivos, esculturas, pinturas murales y otros sólo constituye un mecanismo aparente de interpretación de la riqueza. Faltaría conocer la capacidad de inversión de los propietarios o la ausencia de la sensibilidad para adquirir esculturas integradas en complejos programas iconográficos para decorar estancias y peristilos. Las villas han de ser analizadas como ya planteaba el mismo Collumella, como urbs in rure, una fórmula que implica el reconocimiento de la difusión de los elementos tradicionales en el confort urbano, hasta los puntos más alejados de las periferias de los territorios urbanos. Algún historiador francés pre2 Smith, J. T.: Villas as key to social structure, en M. Todd (ed.) Studies in the Roman-British Villa, Leicester, 1978; id.: Roman Villas: A Study in Social Structure Routledge, 1998; Rippengal, R.: ´Villas as key to social structure´? Some comments on recent approaches to the Romano-British villa and suggestions toward an alternative, en E. Scott (ed.) Theoretical Roman Archaeology: First Conference Proceedings, Newcastle upon Tyne, 1993, p. 79-101.

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tendió realizar una oposición estructural entre esos dos mundos, tan diferentes entre sí, como el urbano y el rural. Señalaba que campo era aquello que no era ciudad. Sin embargo, es preciso añadir algún término más para que dicha oposición sea coherente: el carácter complementario de ambas realidades del asentamiento en el conjunto de las sociedades complejas. Difícil será comprender las ciudades sin los campos, pero, a la inversa, también los campos sin las ciudades. Palladius ya supo expresar el valor de los campesinos y de toda la vida rural dentro de un sistema complejo de asentamiento. Jamás he considerado que cualquier asentamiento asuma por sí solo la representatividad de todos los otros que fueron coetáneos con él. Como artificio de conocimiento arqueológico es frecuente establecer este tipo de extrapolaciones de representatividad que acaban convirtiéndose en yacimientos dotados de un valor tipológico. De ese modo, el conocimiento de uno de ellos asume la representación del resto, como si se tratara del único existente. Este ha sido en parte el problema metodológico que ha concurrido en el análisis de las villas romanas. El abuso del bucle informativo formado por las fuentes literarias y las fuentes arqueológicas se ha convertido en un elemento de referencia y las lagunas en el conocimiento de cada una de las vías propuestas —fuentes y arqueología— eran inmediatamente suplidas por la otra. De ese modo se desembocaba en unas conclusiones de carácter generalizador acerca de cómo habría de funcionar el dispositivo de las villas romanas en toda una provincia o incluso en un territorio más amplio. Los nuevos hallazgos producidos en los últimos años sobre el poblamiento rural romano en particular, así como los análisis generales de las diversas zonas de Hispania, han puesto de manifiesto que la pretendida unidad morfológica y tipológica de estos asentamientos no existe, sino lo que se observa es una amplia diversidad en las que no siempre es posible mantener esos postulados. Por tal razón considero oportuno que en adelante estas síntesis han de estar basadas en unidades territoriales menores. Es posible que en unas áreas haya de reducirse hasta criterios basados en territorios modernos tipo término municipal. En otros, a partir de criterios subjetivos, como el cartográfico y en otros, a partir de las villas dependientes de un territorio urbano, sin olvidar aquellas otras unidades como las naturales mucho más difíciles de definir a priori, sino que habrán de serlo a partir de estudios geográficos muy específicos sobre los paisajes antiguos. No puede dejar de aludirse a la definición del elemento objeto de estudio, origen de diversos deba-

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tes a lo largo de la reciente historiografía. Frente a las definiciones genéricas de villa entendida como una unidad de residencia rural, dotada de elementos de carácter prestigioso y entendida como residencia bucólica frente a la ciudad, existe la en el polo opuesto la consideración estrictamente funcional y económica, como de centro de producción agropecuaria. Pero a la vez se halla un amplio abanico de criterios que contribuyen a dotar de riqueza conceptual al término. Esa diversidad está basada en elementos a veces bien simples, como los derivados de la situación y posición en un contexto del ecosistema, existen otros más individualizadores, cuyos ritmos son más difíciles de poner de manifiesto. Me quiero referir con ello a actitudes idiosincrásicas, como la capacidad de asimilación del propietario del fundus al instalar un determinado tipo de mosaicos en su vivienda. Otro rasgo que preocupa es el establecimiento de un ranking de riqueza-pobreza de estos asentamientos. Precisamente en una misma zona, en pocos kilómetros entre sí, pueden observarse villas que pueden considerarse «ricas» por la variada cultura material que ofrece y otras, que al faltar tales indicadores (mosaicos, pinturas, mármoles...) sean derivadas hacia la consideración de «pobres». Este criterio cualitativo no constituye en sí mismo un elemento de juicio. La capacidad de riqueza o pobreza de un asentamiento tan complejo como es la villa romana, habrá de establecerse en función de variados artificios. En aquel momento tal consideración dependía de la capacidad productiva agropecuaria, que se hallaría sometida al continuo vaivén de los riesgos climáticos y a los estímulos del mercado urbano. Las anteriores reflexiones quiero justificarlas con los datos arqueológicos obtenidos en la excavación de la villa romana de Los Términos, en Monroy, Cáceres. Repito que no puedo considerarla paradigma de lo que fue el conjunto de las villas de Hispania. Ni siquiera la considero representativa de la provincia de Lusitania, ni de ninguno de los territorios particulares en los que la provincia pudiera dividirse. Sólo de ella misma. Lo que sí quiero señalar que la villa de Los Términos se halla más próxima a la norma constituida por varios centenares, o acaso miles, de villas, que de las excepciones, tanto por exceso como por defecto. Para evitar la denominación de las fuentes clásicas de dividir en partes la villa, he introducido la de áreas o esferas de actividad. Por ellas entiendo no sólo los espacios físicos en los que se desarrollan diversos trabajos propios de este tipo de asentamientos, sino que se trata de actuaciones implicadas en la transformación y su incorporación a ámbitos

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conceptuales más amplios. Estas áreas no actúan de manera aislada, sino forman parte, a modo de subsistemas, de un todo más amplio en el que se halla la villa, el fundus y el territorio urbano del que formaron parte, sin olvidar que se trata de una que localizada en un espacio, se modifica a lo largo de varios momentos cronológicos 3. LA VILLA DE LOS TÉRMINOS DE MONROY: EVOLUCIÓN DE UN ESPACIO A TRAVÉS DEL TIEMPO La villa de los Términos tal como se observa en la actualidad constituye el resultado de un proceso evolutivo en la ocupación extensiva del espacio que se aproxima a las 5 hectáreas. Tampoco se puede olvidar que constituye una adición de numerosos espacios funcionales, de circulación y de uso restringido a un escaso grupo de residentes en él. Las construcciones más primitivas se sitúan en la zona que hemos denominado Complejo N. Todo él se encuentra situado en la pendiente de una loma y en él se observan algunas habitaciones de reducidas dimensiones en torno a un cohors de proporciones sensiblemente trapezoidales. En sus inmediaciones se situó el primer establecimiento que puede ser considerado propiamente romano ya. Se trata de un edificio compacto presidido por un espacio abierto. De él se realizaba el tránsito a una serie de habitaciones dispuestas en ángulo. La principal parece ser la más amplia, situada a la izquierda, en donde se dispuso un hogar en posición central. A las restantes se accede directamente desde el frente del citado espacio y más adelante se le añadieron otros espacios hacia el E. Todo él aparece perfectamente orientado el frente de E a W. Por la zona occidental existe un muro de grosor mayor que los restantes que hace suponer en un acceso externo a una segunda altura. Por el N, otro muro rodea a todo el edificio a una corta distancia, como si se tratara de la base de una galería sostenida por pies derechos de madera, de los que no se observan restos (fig. 1). No está clara cuales fueron las fechas de construcción y uso de este primitivo edificio que a todas luces conduce a pensar en función dominal. Pero 3 Cerrillo Martín de Cáceres, E.: Áreas de actividad y riqueza en la villa romana de Monroy. Avance de un análisis arqueológico, Etnoarqueología. Primer Coloquio BoschGimpera, Universidad Nacional Autónoma de Méjico, México 1990, p. 165-176; id.: Etnoarqueología de la vida rural. De las villas romanas a los cortijos actuales, Antropología Cultural en Extremadura, Mérida 1989, p. 541-555; id.: Pequeños espacios y pequeños límites. Sobre la distribución del espacio en las villas romanas, Norba VII, 1986, 187-192.

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Fig. 1. Fotograma aéreo de la villa romana de los Términos.

este esquema constructivo se asemeja al de primitivos establecimientos romanos antes de incorporar el peristilo como pieza central a los mismos. En torno al patio se fueron desarrollando otras estancias que fueron halladas en estado fragmentario. Sí se observa, en cambio, con bastante nitidez el acceso al mismo desde el W por medio de un pasillo a modo de fauces que comunica con el exterior y flanqueado por sendas habitaciones. En tal acceso se mantenían in situ los soportes sobres los que actuaban los goznes de sendas valvae. El cierre por el S estaba formado por construcciones abiertas o cubiertas por ramajes. Se trataría de áreas de estabulación de ganado o de animales de tiro y/o monta. La serie de canales excavados en la misma roca natural permite pensar en drenajes de tales espacios. Fuera ya de este espacio se halla otro edificio de difícil interpretación que tampoco estaba cubierto con tejas. Parece, por los hallazgos muebles, que todo este conjunto no quedó abandonado cuando se inició el complejo S, sino que se mantuvo en uso al mismo tiempo que el más reciente situado en la ladera de enfrente. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 197 a 205

Las construcciones descritas anteriormente se sitúan sobre restos anteriores de difícil definición, debido al grado de arrasamiento y a las condiciones locales del terreno en que se enclavan. Se observan algunas cerámicas que evidencian la presencia de población en la etapa prerromana, así como una fase de ocupación calcolítica, con abundante presencia de pellas de barro con impresiones vegetales. Ello permitiría crear una secuencia de ocupación, si no continua, al menos intermitente desde el tercer milenio hasta la época tardoantigua. El complejo S constituye una fase cronológica más reciente (fig. 2). Para su instalación se procedió a un allanamiento de la colina que cierra el valle por el que discurre un arroyo que sirve de límite a los dos complejos. En ese punto se construyó un grueso muro para contener las aguas a modo de presa de embalse. En sus proximidades se halla aún un manantial que pudo haber servido para abastecimiento del asentamiento desde época antigua. Lo conocido en la actualidad es fruto también de sucesivas remodelaciones realizadas a través del tiempo, pero en especial ya dentro del siglo IV. Los restos de muros amortizados que fueron hallados

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Fig. 2. Complejo S. de la villa de los Términos.

bajo los pavimentos de la última fase, así parecen ponerlo de manifiesto. Las dimensiones parecen haber sido más reducidas y centradas en un peristilo de proporciones casi cuadradas. Ya estaba diseñado el eje polarizado entre las fauces y el tablinum que debía de sobresalir del muro de cierre, como fórmula de realzar al exterior el significado funcional y simbólico de principal estancia de la villa. Su planta era rectangular y en torno a ella se situaron otras estancias destinadas posiblemente a cubicula. Todo el pavimento de la galería y las fauces estuvo pavimentado mediante lajas de pizarra (figs. 3, 4 y 5). Las modificaciones no se hicieron esperar y hacia los primeros años del siglo IV se añadió un espa-

cio semicircular de remate del tablinum, y todo ello se pavimentó con un mosaico geométrico. Sin embargo, la adición de este espacio provocó no pocos problemas en la construcción, ya que el arco que se implantó en el tránsito entre el área rectangular y el absidial comenzaría a presentar deficiencias en la construcción. Para subsanarlas se le apoyaron sendos contrafuertes exteriores que impidiesen la apertura del arco. Pero ello no fue suficiente para paliar la potencial ruina, de tal manera que finalmente se creyó oportuno la inutilización definitiva del mismo mediante el derribo y el cierre de ese espacio hasta la línea de fachada. Ese fue el momento en que se realizó la última

Fig. 3. Acceso al peristilo desde el cohors.

Fig. 4. Detalle del peristilo desde el S. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 197 a 205

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Próximas ya al embalse se excavaron restos de estancias relacionadas con este complejo, pero de difícil interpretación orgánica en relación con éste. Parece que pudieran pertenecer a una fase más antigua de esta área y que pudieran haber entrado en ruina a partir de algún desbordamiento de la presa. OTRAS

Fig. 5. Detalle de habitaciones en torno al peristilo.

gran modificación en el complejo S. Se añadieron nuevos espacios más amplios en el frente N. con un gran oecus que haría las funciones del antiguo tablinum, ahora reducido a las mínimas dimensiones. Ese gran oecus se extendió hasta los casi 100 m2., rematado igualmente por un ábside semicircular no volado como el anterior. A ambos lados se crearon otras dos habitaciones pavimentadas con mosaico. De ese modo el peristilo quedaba formado por 16 habitaciones que se abrían al mismo. EL BALNEUM Próxima a la orilla izquierda del arroyo y al embalse se estableció el balneum de la villa. Se encuentra situado en un edificio aislado pero contiguo a las últimas construcciones de la zona dominal, permitiendo entre ambos la existencia de un estrecho pasillo. Otro tanto ocurre entre el balneum y las officcinae a las que luego se aludirá. El acceso se realiza desde el frente del cohors a un apodyterium de planta rectangular con poyetes de mampostería adosados a los muros y desde donde se puede iniciar el recorrido del baño. Hacia una parte la derecha se halla el caldarium dispuesto directamente sobre las arquerías de ladrillo que actúan de suspensurae, en una de cuyas esquinas se situó el fornax. A continuación se distingue el pavimento de signinum correspondiente a un posible tepidarium, apenas definido por ausencia de la mayor parte de los muros perimetrales. Otra parte del circuito podía iniciarse partiendo del balneum del frigidarium situado en el otro frente del apodyterium, construido por una planta cuadrada exenta al exterior que contiene una piscina de planta semicircular ultrapasada, en herradura y a la que se accede por medio de tres gradas desde el espacio antes citado. Toda ella aparece revestida de hormigón hidráulico. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 197 a 205

ÁREAS DOMÉSTICAS

Aparte de la zona dominal destinada al propietario y su familia, que consume un elevado porcentaje de la parte construida de la villa, existen otras áreas destinadas a la vivienda de la población que vive en torno a él. Esta población, desde el punto de vista demográfico es imposible de cuantificar debido al desconocimiento de las condiciones de vida de las diferentes unidades familiares que podrían constituir el asentamiento. Sí pueden determinarse la presencia de esas unidades familiares en función de la presencia de hogares, y siempre que ésta fuera constitutiva de esa unidad. Tales espacios son excesivamente reducidos, pero en similares condiciones se ha desarrollado la actividad agropecuaria hasta épocas no muy lejanas a la actualidad. Las unidades de habitación se reparten también en las proximidades del cohors S, como en el N., donde se produciría un aprovechamiento de las anteriores habitaciones que formaron parte del complejo dominal. El hallazgo casi constante de molinos y de hogares repartidos por las distintas áreas del asentamiento, podría constituir un elemento de detección de estas áreas domésticas situadas fuera del ámbito de la vivienda dominal. LAS ÁREAS DE ACTIVIDAD Un complejo de estas características, destinado a la producción agraria, todo él podría considerarse destinado al trabajo. Sin embargo, existen zonas en las que esa dedicación se observa con mayor claridad que otras. Es el caso de las officinae situadas en torno al cohors del complejo S, al que se abre directamente y aislado de los restantes bloques. La planta es rectangular, formada por un pasillo en torno al que se abren cuatro espacios casi cuadrados, dos a cada lado (fig. 6). De ellos uno al menos se encuentra perfectamente identificado funcionalmente como la fragua. La existencia de un hogar elevado del suelo, a diferencia de los de tipo doméstico, y de un poyete a su lado, así como de la abundancia de hallazgos metálicos dispersados en el interior y en el pasillo inmediato, parecen confirmarlo. Tales obje-

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Fig. 6. Acceso a los talleres y ámbitos de trabajo.

Fig. 8. Hórreo desde el S.

tos debieron de estar situados en sus correspondientes anaqueles o colgados de escarpias. El proceso arqueológico determina que, al derrumbarse los muros de tapial, los objetos quedaron esparcidos en esa área. Al parecer se hallaban allí una amplia serie de objetos de hierro y bronce destinados a su reparación. Incluso pudiera pensarse que allí se realizaban otros de hierro, como todos los clavos de diferentes tamaños y formas que se hallaron concentrados en las proximidades. La variedad funcional de los objetos allí encontrados permite considerar la diversidad de actividades desarrolladas en el fundus. Los objetos más abundantes son aquellos relacionados con las actividades agropecuarias, tales como hoces y corvillos. Otros aparecen íntimamente relacionados con las ganaderas, como la serie de cencerros, o la existencia de cardaderas que denotan las primeras actividades relacionadas con la transformación de la lana. De otras actividades cotidianas del fundus existen abundantes muestras, en especial de la construcción, o a la reconstrucción y mantenimiento de los edificios ya construidos. A este grupo pertenecen las alcotanas, piquetas, paletas, plomadas (fig. 7).

Frente a esas actividades de carácter más especializado, existen otras de tipo cotidiano, como las que se llevaron a cabo en las cocinas y que se manifiestan a través de la presencia de vasijas de contener, molinos y hogares que evidencian esa actividad diaria.

Fig. 7. Alcotana.

LAS ÁREAS DE ALMACENAJE Al menos dos áreas de almacenaje han sido detectadas. Sólo en un caso podría hablarse de ciertos aspectos de su relación con actividades destinadas a poner en mercado el producto almacenado y parcialmente elaborado. En el segundo caso podría tratarse de un almacén destinado a guardar el excedente para todo el ciclo siguiente. El primero de los almacenes podría ser también un área industrial. Está situado en uno de los puntos más elevados de la topografía de la villa, el la zona S. Es un edificio que se asemeja bastante por la disposición al de las officinae ya descrito más arriba. En lugar de cuatro estancias posee seis, tres a cada lado. Estuvo pavimentado en opus signinum y en él se hallaron varias cardaderas. El segundo está situado en una posición similar pero axialmente opuesta en el conjunto de las edificaciones, en el complejo N (fig. 8). Las cotas topográficas son similares y responderían a las recomendaciones de los teóricos de la agronomía latina para la situación de los horrea. Se trata de un edificio que responde a todas las características observadas en otros similares, en el que un total de 9 muros dispuestos de modo paralelo soportarían un pavimento de lajas de pizarra para que el depósito de cereales o de leguminosas no se dispusieran directamente sobre el suelo y, de ese modo existiera una especie de cámara de aire. Nunca se han realizado ensayos acerca de la capacidad de este tipo de almacenes, pero sería de gran interés para definir si éstos coAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 197 a 205

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Fig. 9. Plato sigillata africana.

Fig.10. Mango de patera en bronce.

rresponden a un almacenaje para el consumo anual de la población del fundus, o parte de lo allí guardado podría ponerse en circulación mercantil con destino al mercado urbano.

Otro tanto ocurre en el acceso desde el peristilo a la galería en la zona del primitivo tablinum. La escasez de columnas conservadas y de los podios de apoyo de las mismas permite reconocer la existencia de un triple vano que monumentalizaría en eje situado ente las fauces y el primer tablinum. En ningún caso existen muestras de la presencia de umbrales ni de anclajes de batientes. Posiblemente el cierre de todas las habitaciones se llevase a cabo por medio de cortinajes. En cambio, en el complejo N se observan in situ los umbrales de una sola pieza realizadas en pizarra con sus correspondientes oquedades en las que se insertaban los ejes de batientes tipo rangua. Los dinteles de estas mismas puertas aparecen modificados de lugar con idéntica oquedad. En los primeros existen incisiones concéntricas que corresponden a las marcas de uso. La anchura de los diversos vanos es variable. Frente a los que poseen una anchura a nivel de cimientos conservados de 0.80 m. existen otros que no pasan de 0.50 m. Los últimos corresponden a los de las officcinae o talleres o del almacén situado al S.

ÁREAS DE TRÁNSITO Y CIRCULACIÓN Tradicionalmente el análisis de las planimetrías de las villas estaba basado en la morfología de los espacios, pero A. Carandini llamó la atención acerca de la existencia de esquemas de circulación en el interior de las villas 4. En la de Monroy se observa con toda nitidez esa circulación basada en la cerrazón del área doméstica dominal frente a lo que pudiera ser la circulación general de todo el asentamiento, ya que sólo posee un único acceso hacia el cohors. Posiblemente exista otro hacia una zona posterior situada hacia el S y que correspondería con un hortus, igualmente cerrado. La coccina, a la izquierda de la entrada principal, no poseía comunicación directa con el resto, pese a hallarse situada en posición contigua y dentro del mismo bloque. Desde el punto de vista de los comportamientos habría que observar éstos como muy ritualizados para llevar a cabo el abastecimiento alimenticio de quiénes habitaban esa zona desde el exterior, pero nunca mediante accesos interiores. Del mismo modo, la disposición de los vanos de acceso a los espacios permite reconocer la importancia de los mismos. Hemos observado cómo la disposición simétrica de ellos constituye un indicador de esa importancia que se quiso dotar a unos y a otros. En unos casos se trata de la existencia de vanos centrados en el frente de acceso y de otros en disposición esquinada en los espacios laterales. 4 Carandini, A. (ed.): Settefinestre. Una villa schiavistica nell’Etruria romana, Modena, 1985.

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APERTURA COMERCIAL O CERRAZÓN AUTÁRQUICA Íntimamente relacionado con el apartado anterior aparece la hipótesis de la función económica de estos asentamientos. La proliferación de éstos a partir del siglo IV —sobre fases más antiguas también romanas— hace sospechar más una intensa actividad del sector agropecuario que una autarquía. La vida de estos asentamientos se halla en plena actividad que se demuestra también en el hallazgo de abundantes productos del ámbito urbano. Las reformas arquitectónicas, de ampliación de las zonas dominales, así como la incorporación de otros elementos

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En la de los Términos no existen evidencias materiales de cristianización. Pero tampoco fueron halladas en las zonas excavadas las zonas de tipo simbólico correspondientes a las necrópolis de la fase romana. Tan sólo tres inscripciones funerarias, halladas fuera de su posición exacta, pero pertenecientes a esa época son los únicos elementos relacionados con el mundo de lo simbólico. En las proximidades del cohors S se comenzó a excavar un

edificio de planta rectangular con muros notablemente engrosados. Inicialmente parecía hallarse relacionado con un edificio cultual, que encajaba bien dentro de una tipología frecuente en la zona a partir de fines del s. VI y a lo largo de todo el VII. Sin embargo, tras la excavación no pudo mantenerse tal hipótesis por el nivel de arrasamiento de la zona con la que se continuaría hacia el W. El hecho de habernos circunscrito a una banda de 500 m de longitud por 100 de anchura no implica la inexistencia de este tipo de edificios que podría hallarse ligeramente retirado de ambos complejos de habitación y actividad. En otros yacimientos en los que fue posible comprobar la ecuación villa-edificio cultual, éste se encontraba ligeramente separa de la primera. Ese es el caso de La Cocosa donde la distancia es de unos 250 m 7. En otros casos, o bien se excavó el complejo residencial o la iglesia, de modo que no siempre es posible la comprobación de ambos. La presencia de materiales cerámicos de época tardía, en especial de las cerámicas de origen africano, constituirían los mejores indicadores de la continuidad de la vida en el fundus hacia el siglo VI, cuando menos. La reducción de la comercialización de estos materiales a partir de esas fechas no puede considerarse como una prueba del final de las funciones. No obstante, la ausencia de materiales cerámicos de época musulmana no implica ni la desaparición definitiva de la población, ni tampoco una sustitución en la propiedad. En algunas observaciones realizadas en otras villae de la zona se puede observar cómo en la Edad Media se produce un desplazamiento de los antiguos centros de la explotación, hacia lugares de topografía más elevada, pero próximas, dotados de un mayor control visual e incluidos en el proceso de castellanización. Éste se evidencia mediante la construcción de torres dotadas de elementos defensivos, en especial a partir de los siglos XIV y XV. Las excavaciones realizadas por nosotros en la villa romana de Santiago de Bencáliz pueden servir un ejemplo de esta modificación local 8. Como se señaló antes, la villa romana de Los Términos de Monroy ha de entenderse no como un modelo de las villas de Lusitania, sino como un asentamiento en el que pueden observarse un gran número de actividades propias de los establecimientos rurales de esa época, pero, insisto, jamás como paradigma de ellos.

5 Cerrillo Martín de Cáceres, E.: Arqueología de campos y ciudades en Hispania romana, I Congreso Peninsular de Historia Antigua, Santiago de Compostela 1988, pp. 325-331. 6 Cerrillo Martín de Cáceres, E, Cerrillo, J., Ongil, M. I., Herrera, G. y Alvarado M. de: Espacio doméstico y espacio de prestigio, Arqueología Espacial 10, Teruel 1986, pp. 121-134.

7 Serra Rafols, J. de C.: La villa romana de la dehesa de la Cocosa, Badajoz, 1952. 8 Cerrillo Martín de Cáceres, E.: Excavaciones en la villa romana de Santiago de Bencáliz. Un asentamiento rural romano en la vía de la Plata. Noticiario Arqueológico Hispánico, Madrid 1982, pp. 167-212.

materiales que sirven para dotarlos de una mayor dosis de confort y de ornato, procedentes de las modas urbanas: mosaicos y pintura mural 5. Ambos constituyen parte de una muestra de tal situación. Otro tanto ocurre con las cerámicas de importación procedentes de un tráfico comercial de larga distancia. Todos estos elementos forman parte de la contraprestación de los productos agropecuarios que arrancan del fundus e inician el retorno convertidos en bienes de prestigio. Algunos de estos bienes proceden de un comercio de larga distancia, como algunas cerámicas africanas o bronces destinados a actividades de carácter ritual, como el mango de pátera hallado para repararse en los talleres (figs. 9 y 10). De hecho la secuencia de actuaciones que finalizan en la planta conocida mediante la excavación es el resultado de ampliaciones destinadas a dotar de mayor prestigio a la zona dominal. La ampliación de espacios destinados a la vivienda del propietario podría valorarse como una expresión en ese sentido. Del mismo modo que la existencia de espacios construidos ex proffesso para determinadas actividades 6. Las villas de las márgenes del Guadiana revelan actividades diferentes y la existencia de otras fórmulas, acaso más cercanas a las modas arquitectónicas que tenían como centro a Mérida. A esta ciudad llegaba una información más reciente por poseer una mayor demanda, y por la misma razón se convirtió en redistribuidora de las mismas hacia las periferias más cercanas. Esa distancia, convertida en cercanía o alejamiento de los centros urbanos debió de constituir un elemento de gran importancia a la hora de abastecer aquellos. En consecuencia jugó un papel vital para las potenciales reinversiones en los fundi. CRISTIANIZACIÓN, FINAL Y CONTINUIDAD DE LA VILLA DE MONROY

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«DE LO ROMANO A LO ÁRABE». LA TRANSICIÓN DEL SUR DE LA PROVINCIA DE LUSITANIA A AL-GHARB AL-ANDALUS Nuevas investigaciones en los yacimientos de Milreu y Cerro da Vila POR

FELIX TEICHNER Universidad de Barcelona

RESUMEN Una revisión arqueológica minuciosa de algunas villae, conocidas hacía mucho tiempo pero todavía sólo en parte publicadas, en el sur de la provincia romana de Lusitania, daba, recientemente, nuevos resultados sobre la complejidad de la ocupación tardo-antigua, paleo-medieval e islámica en las zonas rurales. Los dos yacimientos aquí seleccionados, Milreu y Cerro da Vila, indican una continuidad de las construcciones arquitectónicas, de la economía y de la población como mínimo hasta la época del Califato de Córdoba, lo que parece ser también representativo para muchos otros yacimientos rurales en esta región portuguesa, peor investigados hasta la fecha.

SUMMARY This article offers the results of a re-investigation of a number of Roman villas in the south of the former province of Lusitania. The sites have been known for a long time but, as yet, have not been fully published. They are valuable for the new light they throw on the complexity of late-antique, early mediaeval and Islamic rural settlement. The two sites chosen here – Milreu and Vilamoura – show a continuity of architecture, economy and population at least until the times of the Caliphate of Cordoba, which has to be taken as representative for a lot of other sites in this Portuguese region which have still not been investigated in detail. PALABRAS CLAVE: Villas, antigüedad tardía, producción, mosaicos, templo, cerámica. KEY WORDS: Villas, late antiquity, production, mosaics, temple, ceramics.

Corría el año 1953 cuando tres pioneros de la Arqueología Portuguesa –Abel Viana, José Formosinho y Octavio da Veiga Ferreira– presentaron en Archivo Español de Arqueología un artículo donde se ofrecía una visión general sobre diversos materiales arqueológicos depositados en el Museo Regional de Lagos (Algarve), titulado «De lo prerromano a lo árabe». Además de varios yacimientos prehistóricos, eran descritos también poblados ro-

manos como Milreu (Estoi) y Abicada (Mexilhoeira Grande) e islámicos, como Vale Maia (Ferreira O.d.V., Formosinho, J., Viana, A., 1953). La comarca del Algarve, bien separada de Andalucía occidental por el Río Guadiana y del resto de Portugal por las cordilleras que limitan con el Alentejo, pertenecía durante la Antigüedad tardía a la provincia de Lusitania, particularmente al conventus pacensis (Alarcão, J. de, 1988 / Encarnação, J. de, 1986). Esta región, climatológicamente privilegiada, fue tradicionalmente integrada en las culturas mediterráneas a través de la zona Gaditana, al menos desde época fenicia (Arruda, A. M., 1999; 2002). Centro de esta interacción y aculturación eran las antiguas ciudades marítimas de Ossonoba (Faro) y Balsa (Torre de Ares) (Mantas, V., 1990; 2003). Por el contrario, poco se sabe sobre la evolución de la ocupación rural del hinterland, donde se formarían en la época imperial romana las típicas villae (Fabião, C., 1997). En la actualidad, el Algarve es la zona turística más importante de Portugal, con varios efectos negativos –construcción y destrucción del paisaje– y positivos –buena evolución económica y fondos turísticos europeos para la conservación y divulgación del Patrimonio Arqueológico. En este contexto, es sorprendente que nuestro conocimiento de la época romana, especialmente si contamos solamente con los resultados científicos publicados, esté basado en su mayor parte en los descubrimientos realizados en la segunda mitad del siglo XIX (Santos, M.L.E.V.A., 1971/2; 1997). El proyecto «Itinerários Arqueológicos do Alentejo e do Algarve» del Instituto Português do Património Arquitectónico (IPPAR) formulado en el año 1994 (Barata, M. F. 1998), ofrecía la posibilidad de actualizar estos datos, en algunos casos ejemplares. En esta situación se realizó un proyecto científico

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Fig. 1. Planta de la villa romana de Milreu.

adecuado entre los años 1999 y 2003 en la Universidad de Johann-Wolfgang von Goethe en Frankfurt (Alemania), financiado por la fundación Fritz Thyssen en Colonia (Alemania) y con la colaboración de las Universidades de Budapest (Hungría), Dublín (Irlanda), Galway (Irlanda) y Jena (Alemania) (Neville, A.y Teichner, F., 1998). Gracias a la buena cooperación con las entidades del patrimonio portugués (IPPAR y IPA), fue posible estudiar cinco yacimientos rurales de época romana: Abicada (Portimão), Marmeleiros (Quarteira), Milreu (Estoi) y Cerro da Vila (Quarteira), todos localizados en el Algarve, así como también el yacimiento fortificado de Monte da Nora (Vila Fernando), localizado en el Alto Alentejo. Mientras la publicación monográfica de estos estudios está en prensa (comp. Gonçalves, A., Moran, E., Posselt, M., Teichner, F. 1999; Teichner, F., 2004a-d, 2005a-e, 2006b), presentamos aquí algunos resultados preliminares reveladores sobre la transición del mundo romano tardío al paleomedieval, particularmente relativo a los yacimientos de Milreu (Estoi) y Cerro da Vila (Quarteira). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

EL CASO DE LA VILLA ROMANA DE MILREU El yacimiento arqueológico está situado junto a la sierra de Monte Figo, muy cerca del municipio de Estoi y a unos 7 kilómetros de la ciudad costera de Faro, la antigua Ossonoba romana. Las investigaciones arqueológicas de las ruinas empezaron con S.P.M. Estácio da Veiga en 1877, como parte de la preparación de una carta arqueológica del Algarve (Santos, M.L.E.V.A., 1997). Gran parte del conjunto arquitectónico fue descubierto en esos años (Veiga, S.P.M. E. da, 1880), aunque solamente la pars urbana, las termas y el santuario quedaron visibles, mientras que las otras zonas fueron enterradas de nuevo para ser utilizadas con fines agrícolas. De forma especial, varios de los mosaicos de estas tres unidades arquitectónicas continúan siendo de interés científico. Así, en los años 40 del siglo XX, gran parte de las ruinas fue objeto de profundas reconstrucciones y trabajos de conservación (Lyster Franco, M., 1942). En 1964, el arquitecto y arqueólogo alemán Theodor Hauschild (1964; 1984/88) presentó un estudio arquitectónico sobre el bien conservado san-

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Fig. 2. Reconstrucción de la almazara en la villa romana de Milreu.

tuario y, a partir del año 1971, la nueva delegación de Lisboa del Instituto Arqueológico Alemán empezó, bajo su dirección, un programa de re-excavación de las ruinas (Hauschild, Th., 1980; 1997; Hauschild, Th., Teichner, F., 2002; Teichner, F., 1997). Finalmente, gracias al nuevo proyecto científico de la Universidad de Frankfurt fue posible, en los años del cambio al nuevo milenio, realizar prospecciones geofísicas en el área no excavada (Hofmann, B. et al., 1999) y, a continuación, excavar un gran complejo de producción de aceite (fig. 1 C). Simultáneamente, fueron realizados diversas sondeos diagnósticos en varios puntos de la pars urbana (fig. 1 A), de las balnea (fig. 1 B) y de la bodega de vino (fig. 1 D). Como resultado de estos trabajos, es posible presentar ahora una planta más completa de la villa romana de Milreu con las siguientes entidades arquitectónicas (fig. 1): A) pars urbana agrupado alrededor de un peristiylo y un triclinium; B) balnea con dos secciones separadas para mujeres y hombres, así como unas piscinas exteriores y una letrina; C) Almazara con cinco prensas, una suspensa mola y grandes sótanos (cellae oleariae) con tanques y dolia para almacenar el aceite (fig. 2); D) Bodega de vino con prensa (torcularium), tanques y un presunto almacén (cella vinaria); E) pars rustica con probables acantonamientos para los trabajadores y empleados –comparable a las construcciones en la villa romana de Liédena

(Taracena Aguirre, B., 1956, lam. 3)– y también con un granero (horreum); F) Dos mausoleos del tipo «templiforme» con podios (Arnau Davó, B. et al., 2003), uno de ellos con cámara para las urnas de incineración; G) Santuario (nymphaeum), con podium, porticus y cella, así como un tanque central del culto (fig. 5); H) Un gran almacén (granero) con tres naves. Estos elementos representan los tipos de arquitectura romana existente en los siglos IV y V, pero esto no significa que todo fuera construido en esta fase tardía. Las instalaciones agrícolas C-E, así como las balnea ya fueron construidas en parte en el siglo I, y los mausoleos en el siglo III. Bajo el santuario G existían construcciones originarias formando parte de la pars rustica E. Del mismo modo, la pars urbana A en la fase tardía, muestra todavía muchos elementos de las diversas construcciones precedentes de los siglos I-III d. C, en particular todas las habitaciones del ala sur, así como el triclinium y la piscina del peristilo. Lo más característico de la pars urbana de la fase tardía es la construcción de nuevas estancias con ábsides y pavimentos con mosaicos polícromos (Teichner, F., 2004b). El área mejor conservada de esta fase, está localizada al noroeste del peristilo (fig. 3). Aquí se conservan en el pórtico y en varias habitaciones subordinadas, mosaicos con escenas marítimas de pesca. Al norte del peristilo identificamos cuatro cubicula, separados por una alcoba y un Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

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Fig. 3. Reconstrucción esquemática del peristilo de la villa tardo-romana de Milreu.

procoeton. La decoración del pavimento de mosaico de una de las alcobas indica todavía la posición de una clinae. En contraste, al este del peristilo hay tres departamentos, cada uno con una pequeña antecámara, en uno de los casos flanqueado por exedrae (fig. 4). Cada antecámara da acceso a una sala grande, cuadrangular, que termina al fondo con un ábside. Estos conjuntos, típicos de la fase tardorromana (Sánchez, A. Alonso, 1983; Balmelle, C., 2001 155 fig. 61-62) están completamente decorados con pavimentos de mosaicos polícromos de patrón geométrico (fig. 4). Pero el lujo del área residencial no termina aquí. Más de 100 años después de la primera excavación, todavía es posible identificar restos de la pintura mural, de opus sectile en mármol y también de un hypocaustum para calentar la sala central. Los resultados estratigráficos y la comparación del estilo de los motivos piscícolas, indican una construcción contemporánea del santuario al sur de la villa (fig. 1 G). Este edificio impresiona todavía hoy por sus muros de ladrillo macizo que se conservan, aún en pie, hasta el arranque de las bóvedas Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

(fig. 5). La arquitectura de este edificio con más de 10 metros de altura, ya fue varias veces descrita por Theodor Hauschild (1964; 1984/1988; 1989/90; 2002). El santuario fue erigido sobre un podium de 31 x 24,5 m, con un pórtico contorneado de columnas de mármol y una bóveda de cañón sobre la cella central. La entrada del santuario corresponde a un tanque de agua semicircular, del lado de la villa, una solución constructiva que se puede ver también repetida frente a la entrada de la villa urbana tardía. El patrón arquitectónico del santuario (fig. 6 D) encuentra buenos paralelos en las villas romanas de São Cucufate (Vidigueira, fig. 6 B; Alarcão, J. de, et al., 1990: 127-130 lam. 78.137-1138; Alarcão, J. de, 2002) y Quinta Marim (Olhão, fig. 6 C; Santos, M.L.E.V.A., 1971/2, fig. II 262 seg. Planta 30c). Otras construcciones, como el pequeño edificio de la villa de Las Castillejas (fig. 6 A; Sáenz, A. Aguilar, y Guichard, P. 1995: 154 fig. 49) prueban la existencia común de este tipo de santuarios rurales cerca de las villae en la Lusitania tardorromana. Las instalaciones de agua y la iconografía marítima de

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Fig. 4. Mosaicos de las salas tardo-romanas de la villa romana de Milreu.

los mosaicos del podio indican una función como santuario de agua (nymphaeum), hecho que fue confirmado durante los nuevos estudios arquitectónicos. Los restos del friso del podio in situ muestran hoy en día los peces policromos, varias veces repro-

ducidos (Hauschild, Th. y Teichner, F., 2002: fig. 49-50.61), algunos pequeños mariscos y el pie de una figura humana. Que la iconografía originalmente era más rica, lo indica un fragmento con un barco (Santos, M.L.E.V.A., 1971/2, fig. 284; Manta, V., Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

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Fig. 5. Santuario tardo romano de la villa romana de Milreu.

1990: 189 fig. 6) que se encuentra en la actualidad en el Museo Nacional de Arqueología en Lisboa y otro fragmento con dos tritones (fig. 8), que sólo se conserva en un dibujo de reconstrucción acuarelado hecho por Estácio da Veiga a finales del siglo XIX (Santos, M.L.E.V.A., 1971/2 II 205, fig. 276; Graen, D., 2005). Los materiales tardorromanos, provenientes de la limpieza de la villa en el siglo pasado, sobre todo sigillatas africanas y lucernas de tipo clara D, así como también cerámicas vidriadas de época islámica, no tienen una estratigrafía exacta. Para esta situación, ayudan los nuevos sondeos diagnósticos realizados en varios puntos de la villa. En primer lugar, un jarro piriforme y potes hechos a torno lento, descubiertos en el hipocausto de una de las salas absidiales, indican una utilización continuada de este área de la pars urbana por lo menos hasta el siglo VI. En el mismo momento, es posible confirmar la continuación de la producción de aceite en el lagar

C hasta el siglo VI, aunque en un área más pequeña, con solo una prensa al final (Teichner, F., 2001; 2003). La imagen más completa la dan los datos estratigráficos identificados en el área del santuario (G). Los materiales descubiertos en el relleno del podio indican un terminus post quem de inicios del siglo IV. Varias sigillatas africanas (Clara D) y focias (Phocean Red Slip Ware) documentan el uso del edificio en los siglos V y VI. En estos años, el santuario, fue reutilizado como iglesia cristiana, lo que es probado por la existencia de una serie de sepulturas con varias inhumaciones dentro del recinto del santuario, así como también por la identificación de dos mausoleos y una piscina bautismal (Hauschild, Th., 1980). Mientras que el santuario original tenía una decoración de opus sectile, bien comparable con los materiales conocidos del Mausoleo de Gabia la Grande (Granda) (Olmedo, E. Pérez, 1996: 129-134, lám. 28. 47-48), y una decoración de cúpula con

Fig. 6. Plantas de los santuarios en las villas romanas de Los Castillejos (A), Quinta Marim (Olhão) (B), São Cucufate (Vidigueira) (C) y Milreu (D). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

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Fig. 7. Ladrillos con decoración tardo romana proveniente del Santuarios de la villa romana de Milreu.

mosaico –algunas de las teselas de vidrio con pan de oro–, ahora son utilizados simples ladrillos con iconografía tardoantigua cristiana gravada (fig. 8; Almeida, F. de, 1962: 233, lám. 53).

El terminus post quem para la destrucción del edificio es señalado por un estrato lleno de cerámicas claramente islámicas, descubierto sobre algunas sepulturas inhumadas y bajo la bóveda caída. El domiAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

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Fig. 8. Elemento del Mosaico de friso del podio del Santuario tarde romano de la villa romana de Milreu.

nio de las decoraciones de engobe, y las formas identificadas, indican una fecha (terminus post quem) de principios del Califato de Córdoba (Teichner, F., 1994). En este contexto, tienen mucho interés las inscripciones en trazo árabe descubiertas en una de las columnas del santuario pagano originario. Con fórmulas propias del Islam, éstas se refieren a cinco generaciones de una familia muladí con el nombre alHammi, cuya traducción significa «de las fuentes calientes» (Sidarus, A. y Teichner, F. 1996; Barceló, C., 2001). Por esto, parece posible que el poblamiento de Milreu haya continuado sin grandes transformaciones de propietarios y empleando aún la arquitectura tardoantigua hasta casi el final del primer milenio de nuestra era. EL CASO DEL CENTRO PRODUCTIVO DEL CERRO DA VILA El yacimiento romano del Cerro da Vila fue descubierto en los años sesenta (Paço, A. de, y Farrajota, J., 1964/66) y, posteriormente, excavado sistemáticamente por el arqueólogo Luis de Matos (1994; 1997a). Localizado dentro del complejo turístico más famoso del Algarbe, actualmente existe un pequeño Museo interpretativo en el propio yacimiento, y se ha habilitado asimismo un circuito turístico por las ruiAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

nas romanas. Los resultados publicados hasta ahora, indican los grandes esquemas de la arquitectura del lugar, así como algunos datos principales sobre la cronología (Matos, L. de, 1971; 1972; 1978; 1984; 1984/88). Curiosamente, la mayoría del material arqueológico publicado, proveniente del Cerro da Vila, pertenece a época islámica (Matos, L. de, 1983; 1985; 1986; 1991a/b; 1997b). Los citados estudios marcan un importante paso en la evolución de la arqueología islámica, en particular de la cerámica con decoración en manganeso y verde en Portugal (Teichner, F., 2006a; Teichner, F., Schierl, T., 2006). Disponer de más informaciones sobre los detalles arquitectónicos, la evolución arquitectónica y la estratigrafia, así como la relacionada cronología del yacimiento, estaba entre los objetivos del proyecto de la Universidad de Frankfurt, realizado en cooperación con el equipo científico del «Corpus dos mosaicos no sul de Portugal» (Lancha, J., 2003). Pero –inesperadamente– los resultados de estas investigaciones cambiaron profundamente la imagen del yacimiento del Cerro da Vila (Teichner, F., 2005 a-e). Unas prospecciones geomorfológicas localizaron los detalles de un paleo-estuario, que envolvía el yacimiento y formaba un fondeadero natural en la ruta marítima entre el estrecho y el Atlántico (Hilbich et al., 2005). En segundo lugar, amplias pros-

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Fig. 9. Planta del yacimiento romano de Cerro da Vila.

pecciones geofísicas detectaron un complejo arquitectónico con más de 100 metros de extensión en sentido occidental. La posterior excavación evidenció una extensa fábrica de productos piscícolas y colorantes (Teichner, F., 2005a/d). En la planta aquí presentada se muestra bien esta importante relación de las construcciones del yacimiento romano y de la línea costera del estuario (fig. 9): A) «villa residencial» con peristilo, balnea, galerías y pabellones (estructuras octogonales y hexagonales, tipo oecus); B) corredor de conexión entre la villa y las termas publicas; C) termas publicas con gran basílica termal; D) pequeño ninfeo al lado de la playa del estuario; E) casa habitacional, anteriormente usada como fábrica; F) casa habitacional con gran patio interior y almacenes / despensas; G) casa habitacional (?); H) fabrica de productos piscícolas, posteriormente zona habitacional;

I) instalaciones técnicas cerca de la playa del estuario, con indicación de producción cerámica; J) gran fabrica con almacenes y salas de producción con tanques (cetariae); K) mausoleum con Podium («templiforme») y cámara central para urnas de incineración; L) casa pequeña de producción; M) casa pequeña de producción; N) necrópolis de inhumación; O) mausoleo en forma de Torre; P) red de agua, conectando todos los edificios del Cerro da Vila con una presa en el Vale de Tesnado, a una distancia de aproximadamente 1,6 km. Como ya evidenciamos en el caso de Milreu, esta planta integra varios detalles de todas las épocas de ocupación del Cerro. A través de los nuevos sondeos de diagnóstico, es ahora posible identificar diversas fases de ocupación, como por ejemplo, un pequeño recinto de forma cuadrada bajo la Villa del peristilo A, construido ya en el inicio de la época imperial romana. Los varios anexos de la villa del peristilo (fig. 9 A), así como los ábsides del triclinium y de las salas que flanquean, y las galerías y pabellones hexagonal y octogonales –estos últimos comparaAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

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Fig. 10. Reconstrucción del Portus con los almacenes y las salas de producción de productos piscícolas (tinte de púrpura).

bles con la arquitectura de la Villa del Ramalete (Castejón; Taracena Aguirre, B. y Vázquez de Praga, L., 1956: 18 fig. 10) y de La Olmeida (Palol, P. de, 1986)– aparecen integrados como una zona residencial de lujo de la fase tardorromana. La falta de detalles estratigráficos, en este caso permite tan sólo datar el conjunto a través de aquellas construcciones que encuentran paralelismos con otras villae hispanicae. El mismo problema existe para todas las otras unidades arquitectónicas antiguamente excavadas (fig. 9 B-H). En contraste, la recientemente excavada fábrica J, con el gran corredor central y dos puertas fortificadas (fig. 10), permite diferenciar niveles de ocupación desde la época flavia hasta el período islámico. Estudios arqueozoológicos prueban que la finalidad de la producción en esta fábrica era originalmente la tinta de conchas de mar (murex branduaris), parecida a famosa púrpura. En cuanto a la etapa tardo romana, podemos probar la existencia de un nivel de destrucción causado por una marea, probablemente un tsunami durante el siglo III, con una reutilización de algunas partes de la fábrica para continuar las producciones piscícolas, así como también para el reciclaje de bronce y hierro. De nuevo las sigillatas Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

africanas (Clara D, fig. 11) y varias monedas de la dinastía valentiniana-teodosiana, entre ellas un solidus de Honorius, indican la continuidad de la ocupación de las instalaciones romanas por lo menos hasta los siglos V/VI. Con posterioridad, fue instalado un edificio de culto en la parte sur-oeste de la fábrica J con varias sepulturas de inhumación, donde el ajuar es atribuible al siglo VII-VIII (fig. 11). Finalmente, ha sido posible durante las nuevas excavaciones identificar muros de separación en las grandes áreas productivas de la fábrica J romana, como también en la fábrica H. Éstos formaban pequeñas unidades habitacionales, bien conocidas de la época islámica (Ramallo Asensio, S.F., 2000; Teichner, F., 1998; Teichner/Schierl, 2006, fig. 2). Esta cronología está confirmada por la presencia de varios silos de almacén con espolio cerámica de época emiralcalifal (fig. 11), como también de un tesoro de Dirham de la misma época (Teichner, F., 2005a). Gracias al hallazgo de cerámica islámica en un tanque de producción, construido en la parte superior de la casa romana F, pude probar la existencia de este tipo de producción piscícola todavía en época islámica.

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Fig. 11. Conjunto de cerámicas tardo romanas e islámicas proveniente de un silo del yacimiento romano de Cerro da Vila. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

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RESULTADO En resumen, esta visión preliminar de los nuevos resultados de investigación, en Milreu, de una villa tradicional romana y, en el Cerro da Vila, de una más que probable aglomeración secundaria con puerto propio, indican nuevos aspectos de la etapa tardía de la vida rural en el sur lusitano. Durante los s. IV y V se evidencia una clara tendencia al lujo en las zonas residencias, en el caso de Milreu, además, con la construcción de un santuario pagano. En el centro de elaboración de aceite de Milreu, como en la fábrica de tinta y productos piscícolas, podemos observar una continuidad de la producción como mínimo hasta el s. VI, dado que en Vilamoura hay un indicio de producción piscícola todavía en época islámica. En el caso de Milreu, las fuentes epigráficas aportan una información que permite ir más allá de los datos aportados por otro tipo de documentación, y demuestran que la tradición romana (muladí) seguía existiendo en su propio fundus en el siglo IX. Esta estabilidad y continuidad en el poblamiento era conocida hasta ahora en el sur de Lusitania, principalmente en las ciudades. Basta recordar la inscripción funeraria del obispo Iuliano de Ukšunuba o madînat Åantamaría, el antiguo Ossonoba (Faro), el centro urbanístico de la región, fallecido en el año 987 d. C. (Dias, Ma.M.A., 1997; Real, M.L., 2000). La ausencia de materiales más recientes en las dos villae, implica, en cambio, mutaciones de la estructura social y de la organización y dominio del territorio del sur de la antigua provincia Lusitania después de la revuelta muladí (868), con la integración del al-Gharb al-Andalus, en el dominio del Califato de Abd al-Rahmân en 929 (Catarino, H., 1998). BIBLIOGRAFÍA ALARCÃO, J. de, 1988: Roman Portugal, Warminster. ALARCÃO, J. de, 2002: O templo da Villa romana de São Cucufate, In: Religiões da Lusitânia – loquuntur saxa, Lisboa, 245-246. ALARCÃO, J. de, et al. [Étienne, R., Mayet, F.] 1990: Les villes romaines de São Cucufate (Portugal), Paris. ALMEIDA, F. de, 1962: Arte visigótica em Portugal. O Arqueólogo Português, Lisboa, Sér. II, 4. ARNAU DAVÓ, B., et al. [ Villanueva, M.I. García, Ruiz Val, E.; Serrano Marcos, M. L.] 2003: El monumento funerario templiforme de la plaza Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 207 a 220

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LA VILLA TARDOANTICA DI FARAGOLA (ASCOLI SATRIANO) IN APULIA 1 POR

GIULIANO VOLPE, GIULIANO DE FELICE, MARIA TURCHIANO Università degli Studi di Foggia

RESUMEN Se presentan los resultados de las excavaciones realizadas en el yacimiento de Faragola (Italia meridional) donde ha sido descubierta una villa monumental tardoantigua dotada de un triclinium con stibadium y una rica decoración en opus sectile. Los autores reflexionan asímismo sobre el devenir de la villa durante la alta edad media y sobre el problema del final de las villas. conocimiento de nuestra arquitectura altome

SUMMARY The archaeological diggings in Faragola (southern Italy) have discovered a monumental late antique villa caracterized by the presence of a dinning room with stibadium and a rich opus sectile decoration. The author examine the later phases of the villa and the problem of the end of the villas in the early middle ages. inalidad principal, PALABRAS CLAVE: Italia meridional, villa, cenatio, stibadium, mosaicos, Antigüedad tardía. KEY WORDS: Southern Italy, villa, cenatio, stibadium, late antiquity.

1. IL SITO RURALE E LO SCAVO Lo scavo della villa di Faragola 2, nel territorio di Ascoli Satriano, ha avuto inizio nel 2003 con una 1 Questo testo riproduce sostanzialmente, con alcune varianti e aggiornamenti, la relazione pubblicata negli Atti del I Seminario sul Tardoantico e l’Altomedioevo in Italia meridionale, tenuto a Foggia nel 2004 (Volpe, De Felice, Turchiano 2005b), con integrazioni da Volpe, 2005b. Ringraziamo gli amici J. Arce, G.P. Brogiolo e A. Chavarría per aver voluto inserire il nostro contributo in questo volume. 2 Lo scavo è condotto in regime di concessione dal Dipartimento di Scienze Umane dell’Università di Foggia. Siamo grati alla Soprintendenza per i Beni Archeologici della Puglia, ed in particolare al soprintendente Giuseppe Andreassi e ai funzionari responsabili del territorio Marisa Corrente e Francesco Maulucci, per aver autorizzato le ricerche. Una gratitudine particolare va al Comune di Ascoli Satriano, e in particolare all’attivo sindaco Antonio Rolla, per aver fortemente voluto questa ricerca e per il sostegno sempre garantito. Lo scavo, diretto da chi scrive, si è avvalso negli anni 2003-2005 della responsabilità delle operazioni sul campo di Mariuccia Turchiano e Giuliano De Felice. Ringraziamo tutta l’équipe di collaboratori per l’ottimo lavoro che sta svolgendo (Antonello Arciuli, Giovanna Baldasarre, Laura Buonamico, Antonella Buglione, Alessandra De Stefano, Giovanni De Venuto, Roberto Goffredo, Nancy Mangialardi, Marida Pierno, Giusy Sibilano) e gli studenti dell’Università di Foggia.

breve campagna, preceduta da indagini magnetometriche 3, finalizzata esclusivamente alla valutazione dello stato di conservazione delle strutture. Verificato il grande interesse e il notevole stato di conservazione del sito, sono state finora condotte altre due campagne di scavi nel 2004 e 2005 (fig. 1), che hanno portato l’area indagata ad una superficie totale di oltre 1.200 m2 4 (fig. 2). Pur avendo esposto un’area ancora limitata del complesso rurale, che si presenta estremamente articolato e di grandi dimensioni, e pur essendo, dunque, le indagini archeologiche ancora molto lontane dal poter essere considerate concluse, gli elementi già acquisiti sono talmente significativi che è possibile fin d’ora considerare la villa di Faragola un esempio emblematico delle ricche residenze rurali dell’aristocrazia tardoantica in Italia meridionale e uno dei più eloquenti documenti materiali del loro stile di vita. Le ricerche archeologiche inoltre stanno consentendo di ricostruire la lunga vicenda insediativa di questa porzione della valle del Carapelle, con fasi precedenti la villa tardoantica, relative alla fase preromana e alla tarda età repubblicana-prima/media età imperiale 5, e fasi di occupazione successiva di età altomedievale. Per la prima volta in questo territorio si presenta la possibilità di effettuare lo scavo integrale di un importante sito rurale: pertanto anche i dati qui presentati sono da considerare largamente preliminari 6. 3 Le prospezioni geomagnetiche sono state condotte dal collega prof. Marcello Ciminale dell’Università di Bari, che ringraziamo per la collaborazione. 4 Per ovvie ragioni di tempo non è stato possibile tenere conto, se non con brevi cenni e mediante alcune immagini, dei risultati della campagna di scavi 2005, che ha consentito in particolare l’individuazione dell’ampio e lussuoso settore termale della villa e di una serie di abitazioni altomedievali. 5 Nella campagna 2005 la scoperta di un mosaico a ciottoli di età daunia dimostra una preesistenza ancor più risalente nel tempo, relativa molto probabilmente ad un villaggio daunio preromano, databile almeno al IV-III secolo a.C. 6 Dato il notevole interesse della villa e sollecitati dalle pressioni di tanti amici e colleghi che ci hanno invitato a rendere pubblici i risultati degli scavi, abbiamo ritenuto opportuno e doveroso ‘correre il rischio’ di pubblicare rapidamente alcuni contributi preliminari. Cfr. in particolare sui rivestimenti musivi e in opus sectile sono state presentate in

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GIULIANO VOLPE, GUILIANO DE FELICE, MARIA TURCHIANO

Fig. 1. Veduta aerea dello scavo 2005 (foto M. Attademo, elaborazione L. Baldassarro).

Fig. 2. Pianta schematica dello scavo 2005 (dis. A. Arciuli, N Mangialardi, L. Baldassarro).

L’area di Faragola, nota da tempo, era già stata segnalata nel corso delle ricognizioni archeologiche condotte agli inizi degli anni Novanta dall’Università di Bologna 7. Un breve intervento, consistente nella realizzazione su quasi l’intera superficie occupata Volpe, De Felice, Turchiano, 2004, 2005; 2005b; cfr. anche Volpe, Silvestrini, 2004. 7 Antonacci Sanpaolo, 1991, in part. 121, 125; Ead., 1992, in part. 138; Antonacci Sanpaolo et alii, 1992, in part. 847. nelle carte non è indicato esattamente il sito della villa ma si documenta l’intera zona con tracce di occupazione di età daunia, romana-tardoantica e altomedievale. L’insediamento tardoantico (n. 7) era stato interpretato come probabile edificio di culto sorto nell’area di una villa romana, sulla base del rinvenimento di tessere di pasta vitrea e lastrine marmoree. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 221 a 251

dall’insediamento rurale, con un mezzo meccanico, di numerose trincee con vari allineamenti, è stato condotto nel 1997 da Francesco P. Maulucci della Soprintendenza per i Beni Archeologici della Puglia 8. Il sito di Faragola è caratterizzato da una collocazione per più versi strategica sotto il profilo topo8 Maulucci, 2001: la scoperta di piccole porzioni di mosaico e pavimentazioni marmoree aveva fatto ipotizzare al Maulucci la presenza di una chiesa paleocristiana, messa in relazione con il presunto luogo del martirio di San Potito, indicato da un’operetta agiografica altomedievale. Sotto il profilo della tutela, invece, un esito estremamente positivo è stato rappresentato dal vincolo dell’area e dalla sua successiva parziale acquisizione da parte del Comune di Ascoli Satriano.

LA VILLA TARDOANTICA DI FARAGOLA (ASCOLI SATRIANO)...

grafico, pienamente rispondente ai precetti degli agronomi romani relativi alla scelta del luogo ideale per la costruzione de una villa 9: l’edificio è infatti posto su un ampio pianoro sulle ultime propaggini collinari 10 delimitanti l’ampia e fertile valle del Carapelle, a soli 5 chilometri circa a NNO di Ausculum, del cui territorio questa proprietà faceva parte, e a 9 circa a SSO di Herdonia. In tal modo la villa risultava quindi molto vicina e ben collegata con due centri abitati, i cui rispettivi mercati 11 potevano essere utili sia per la vendita di prodotti freschi sia per l’acquisto di quanto fosse necessario per le esigenze della villa. Ma ciò che rendeva l’area di Faragola particolarmente adatta all’insediamento era l’ampia disponibilità di acqua, garantita dalla presenza di sorgenti e pozzi e soprattutto dal vicino fiume 12, il Carapelle, grazie ad un acquedotto, segnalato nella zona, di cui si spera di poter presto indagare il percorso. Infine la villa era costeggiata da un’importante arteria viaria 13, che garantiva facili e rapidi collegamenti, oltre che notevole sicurezza alla villa, l’Aurelia Aeclanensis o Herdonitana, strada, che andò assumendo particolare rilievo proprio in età tardoantica, realizzata per rispondere all’esigenza di collegare Aeclanum, cioè le zone interne, attraversate dalla via Appia, alla via Traiana che attraversava Herdonia. G.V. 2. LA VILLA DALL’ETÀ REPUBBLICANA AL TARDOANTICO Pur non essendo possibile al momento ricostruire analiticamente l’articolazione dell’insediamento nelle sue diverse fasi di vita, nel corso degli scavi si sono acquisite le prime informazioni relative alle trasformazioni subite dalle strutture della villa prima dell’assetto tardoantico. In particolare in seguito all’indagine di uno specifico ambiente della villa è emerso un vero palinsesto di setti murari riconducibili ad epoche diverse. Le strutture più antiche, utilizzate in seguito come fondazione di altre murature, costituiscono la testimonianza della prima fase di occupazione del sito, e si possono ascrivere in via preliminare ad età tardorepubblicana o primo imperiale: realizzate in opera incerta e a tratti ancora rivestite dell’originario into9 Si vedano le considerazioni, con raccolta delle fonti di Carandini, 1988, 52-52; Id., 1989, 101-110, in part. 104-112; per la Daunia cfr. Volpe, 1990, 108-109. 10 Cfr. Cato. 1.3; Col. 1.4. 11 Cfr. Cato. 1.3; Varr. 1.2.23, 1.16.2 sgg.; Col. 1.1. 12 Cfr. Varr. 1.11.2; Col. 1.5. 13 Cfr. Cato. 1.3; Varr. 1.16.1 sgg.; Col. 3.

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Fig. 3. Scala di accesso al piano superiore (foto G. Volpe).

naco bianco esse definivano un ambiente di cui si conserva anche parte della pavimentazione realizzata in laterizi. Le poche strutture individuate non permettono di delineare analiticamente l’articolazione planimetrica dell’insediamento in questo periodo che si può immaginare nelle forme di una fattoria o una piccola villa, secondo un modello insediativo ben noto in area daunia 14. È senza dubbio con l’assetto tardoantico che il sito conosce la facies che più lo identifica, assumendo un carattere allo stesso tempo più chiaramente riconoscibile e spiccatamente monumentale. In questo momento l’insediamento probabilmente conosce un’espansione, leggibile nelle numerose strutture murarie di nuovo impianto caratterizzate da peculiari tecniche costruttive 15. La creazione di grandi ambienti modifica profondamente il volto della villa, determinando lo svilupparsi di una articolata parte residenziale in cui si distinguono, a Nord, un grande vano di rappresentanza identificato come una cenatio monumentale, e più a Sud una serie di ambienti, relativi alle terme della villa 16, dagli imponenti rivestimenti pavimentali ed altri vani più piccoli e spogli, con evidenti funzioni di servizio. Confermando il carattere ampio ed articolato dell’insedia14 Sono pochi i casi di fattorie di epoca repubblicana indagate archeologicamente: nelle immediate vicinanze del sito di Faragola ricordiamo l’insediamento di Posta Crusta presso Ordona. Cfr. Volpe, 1990, 130-132; Id., 1996, 229-234. 15 Si distingue una tipologia singolare di opera reticolata, realizzata con cubilia e ciottoli, in cui parti caratterizzate da una tessitura molto regolare si alternano a tratti in cui la disposizione degli elementi è decisamente più confusa. Altre murature sono invece caratterizzate da una disposizione caotica degli elementi compositivi. Pur nella loro diversità, le strutture murarie sembrano riferibili ad una medesima fase costruttiva, che si può inquadrare fra la fine del IV e gli inizi del V secolo. 16 Come si è detto, le terme sono state oggetto di scavo estensivo nel 2005 e sono qui analizzate solo per la porzione indagata nelle prime due campagne 2003-04.

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Fig. 4. Veduta generale dell’ambiente 1 (foto G. Volpe).

Fig. 5. Dettaglio del mosaico visibile attraverso le intercapedini dello stibadium (foto G. Volpe).

mento, il ritrovamento dei gradini di una scala testimonia infine che la villa doveva estendersi non su un’unica superficie ma su almeno due livelli (fig. 3). A parte le poche emergenze già citate, ignoriamo l’estensione delle strutture di epoca precedente e pertanto possiamo al momento solo immaginare gli interventi di età tardoantica all’interno di una più vasta operazione di trasformazione della villa, non solo in senso strettamente funzionale con l’ampliamento dell’impianto stesso e un ripensamento generale dell’articolazione e distribuzione degli spazi abitativi, ma anche in vista di un chiaro intento di arricchimento e nobilitazione della intera parte residenziale. L’ambiente 1, situato nell’area più settentrionale della villa, è l’esempio più rappresentativo degli interventi di età tardoantica contraddistinti dalla imponenza e ricercatezza dei rivestimenti pavimentali e parietali (fig. 4). Non sussistono al momento tracce riconducibili alle epoche precedenti, mentre sono ben documentate due successive sistemazioni dell’ambiente, entrambe tardoantiche, avvenute in un arco di tempo piuttosto breve, compreso fra la fine del IV e la metà del V secolo. L’assetto definitivo infatti, caratterizzato da un pavimento marmoreo composto di lastre di reimpiego, inquadrabile intorno alla metà del V secolo, rappresenta il rifacimento di un impianto solo di poco precedente: intorno alla fine del IV-inizi del V secolo era stata realizzata una pavimentazione musiva policroma con decorazione geometrica simile a quella degli ambienti del settore termale per materiali impiegati, dimensione delle tessere e densità della trama 17. Il mosaico è stato intercettato in tutti i punti in cui si è potuto approfondire lo scavo al di sotto del

pavimento marmoreo, in particolare nelle intercapedini dello stibadium (fig. 5) ed in due piccoli approfondimenti realizzati a ridosso del muro orientale dell’ambiente. Il ritrovamento in prossimità dei muri di una fascia di mosaico monocromo bianco 18 contribuisce a rafforzare l’ipotesi che l’impianto originario dell’ambiente sia rimasto invariato almeno nelle sue dimensioni al momento della realizzazione del pavimento marmoreo e permette di ascrivere l’intervento di rifacimento del pavimento ad un’opera di ristrutturazione dei rivestimenti più che ad una organica riorganizzazione delle strutture e delle planimetrie di questo settore. Per un motivo che in questo momento sfugge, questa sistemazione dell’ambiente, verosimilmente da identificare con un triclinio, fu abbandonata dopo solo pochi anni, quando l’ingresso all’ambiente venne ristretto e l’originale rivestimento musivo sostituito dalla pavimentazione in marmo disposta su più livelli che si conserva ancora oggi. Elemento caratteristico delle murature è una serie di cavità, visibili sulla cresta del muro orientale interpretabili come alloggiamenti di colonne o pilastri 19,, che permettevano il passaggio di aria e luce dagli ambienti circostanti ed in particolare da un portico, la cui esistenza sembra confermata da alcune strutture murarie che circondano su due lati l’ambiente. Non meno significative sono le strutture intorno a cui si organizza la parte meridionale della villa tardo-

17

Per la descrizione del motivo cfr. infra.

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18 Nel saggio in cui è stato possibile pulire più approfonditamente il tessellato è visibile una composizione di fasce e filari paralleli, questi ultimi composti da file di tessere disposte a 45 gradi rispetto alla fascia (cfr. Balmelle, 1985, pl. 105c). 19 È plausibile che altre cavità analoghe caratterizzassero anche il lato occidentale e quello settentrionale, le cui creste si conservano ad un quota inferiore rispetto al muro orientale.

LA VILLA TARDOANTICA DI FARAGOLA (ASCOLI SATRIANO)...

antica, fra cui spicca un grande ambiente (ambiente 3), largo circa m 10 e lungo m 11,50 20. Intorno all’ambiente 3 si dispongono una serie di vani più piccoli, al momento di problematica identificazione. Fra questi spicca l’ambiente 14, che sembra connotarsi come un vano di cerniera verso un’area posta più a Ovest. Altri ambienti infine mostrano chiaramente la loro natura di vani di servizio, seppure rimane ancora da definire la loro funzione specifica. Appare evidente come solo un proseguimento delle indagini permetterà di approfondire le strutture delle fasi più antiche del sito e le relazioni con le fasi tardoantiche. In generale, al momento attuale ci si deve limitare a registrare un sensibile aumento delle dimensioni e della raffinatezza degli edifici nel corso del Tardoantico. G.D.F. 3.

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Fig. 6. Disegno ricostruttivo della decorazione geometrica del pavimento dell’ambiente 3, aggiornato agli scavi del 2004 (dis. G. De Felice).

I MOSAICI

La decorazione musiva pavimentale 21 dell’ambiente 3 si sviluppa su tutta la superficie esposta, per un totale di 96 m2. La parte di pavimentazione sinora esposta mostra come la progettazione dell’impianto decorativo sia articolata sulla base di grandi emblemata quadrati (fig. 6), di m 2,70 di lato, circondati da una cornice a doppio meandro bicromo con doppie T dritte, che delinea spazi quadrati e rettangolari, disposti rispettivamente agli angoli e lungo i lati dei pannelli, in cui sono collocati una vasta serie di motivi geometrici 22. Questa cornice è a sua volta racchiusa da una cornice a foglie di edera contrapposte caratterizzata da un sinuoso filare realizzato con una doppia fila di tessere, rosso scuro e nere, cui sono unite grandi foglie cuoriformi campite in rosa, disposte alternativamente verso l’esterno e verso l’interno, che segna il margine esterno del pavimento. Il filare si avvolge intorno alle foglie dando vita a estremità rastremate o terminanti con una piccola foglia triangolare (fig. 7). In prossimità degli angoli dell’ambiente brevi tratti di raccordo con fit20 Le dimensioni complete dell’ambiente sono state ricavate grazie allo scavo 2005. 21 In questa sede l’analisi tiene conto solo della superficie di circa 61 m2 esposta nelle campagne 2003 e 2004; si è preferito non presentare una descrizione dettagliata degli elementi decorativi dei mosaici e degli altri rivestimenti, poiché il completamento dell’indagine archeologica negli ambienti non ancora interamente esposti nel 2003-2004 è avvenuta nella campagna 2005 quando questo testo era già stato preparato. Per un’analisi più puntuale dei mosaici e di tutti i rivestimenti pavimentali e parietali rinvenuti nel corso della prima campagna di scavo (2003) cfr. Volpe, De Felice, Turchiano, 2004 e 2005a. 22 Balmelle, 1985, pl. 40e.

Fig. 7. Dettaglio della cornice esterna del mosaico dell’ambiente 3 (foto G. Volpe).

te circonvoluzioni permettono di adattare il motivo compositivo alle esatte dimensioni della cornice. Il programma decorativo sotteso alla realizzazione del pavimento dell’ambiente sembra essere improntato ad uno schema chiastico operante su tutti i livelli compositivi. Nella parte di pavimento esposta esso governa l’organizzazione della decorazione geometrica già a partire dalla posizione dei quattro emblemata, disposti in maniera incrociata: ai due pannelli contenenti la decorazione a cerchi e quadrati intrecciati corrispondono altri due pannelli, con motivi diversi ma accomunati dalla simmetria radiale. Secondo un ritmo alternato sono disposti anche i singoli elementi geometrici all’interno degli emblemata stessi: le decorazioni a cerchi e quelle a quadrati, gli elementi vegetali. La pavimentazione musiva era estesa anche ad altri vani della villa: l’ambiente 14, (fig. 8), anch’esso indagato solo parzialmente, conserva una decoraAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 221 a 251

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GIULIANO VOLPE, GUILIANO DE FELICE, MARIA TURCHIANO

Fig. 8. L’ambiente 14 visto da Nord (foto G. Volpe).

Fig. 9. Ipotesi ricostruttiva della decorazione del pavimento musivo dell’ambiente 1 (dis. G. De Felice).

zione musiva geometrica policroma di fattura molto simile a quella dell’ambiente 3 per quanto riguarda alcune caratteristiche esecutive quali i materiali e la dimensione delle tessere, la densità della trama, l’accuratezza esecutiva ed il repertorio di colori. Il mosaico presenta una decorazione con reticolato di fasce con circoli circoscriventi gli scomparti, con effetto di composizione di circoli 23, realizzata con una doppia fila di tessere grigio-azzurre. Nei quadrati interni trovano posto vari decori, mentre il lato corto orientale è delimitato da una cornice a kyma costituita da un filare di semicerchi intersecati e tangenti, che formano una serie di ogive e di squame 24. Come accennato in precedenza anche l’ambiente 1 presentava in una prima fase una pavimentazione musiva policroma. Sulla base delle poche porzioni di mosaico visibili è possibile ricostruire un sistema ortogonale di cerchi annodati formanti ottagoni a lati concavi (fig. 9) 25 appartenente all’originaria decorazione dell’ambiente. La tecnica realizzativa e soprattutto la presenza di alcuni motivi decorativi rivelano precise somiglianze con il pavimento dell’ambiente 3, ed inducono a datare allo stesso periodo la realizzazione dei due ambienti 26. Il programma decorativo dei mosaici di Faragola è caratterizzato dall’uso fitto di un vasto repertorio di motivi geometrici. In particolare l’organizzazione

della trama decorativa a partire da cornici concentriche, fra cui spiccano motivi come le foglie di edera o la cornice a meandro bicromo che racchiude ampi pannelli quadrati, rimandano stilisticamente alla tradizione adriatica, balcanica ed egea, e permettono di orientare la cronologia verso la fine del IV – inizi del V secolo 27. La ricchezza delle decorazioni e l’alta qualità della realizzazione rendono i mosaici di Faragola uno dei contesti più importanti per lo studio dei mosaici tardoantichi nel territorio pugliese. Sono pochi e generalmente più tardi i pavimenti musivi dell’Italia meridionale ed in particolare della Puglia che presentano un’effettiva somiglianza dell’impianto decorativo con quello dei mosaici di Faragola. Più numerosi sono naturalmente i confronti dei singoli elementi compositivi, ma nel contempo poco significativi perché diffusi in un arco cronologico e geografico troppo ampio. L’organizzazione decorativa dell’ambiente 3 nel suo complesso appare del tutto isolata. Mancando al momento riscontri più puntuali, i mosaici di Faragola ne rappresentano la prima attestazione nel comparto regionale pugliese. L’impianto compositivo dell’ambiente 14, pur con indubitabili differenze soprattutto nell’uso dei colori 28, trova un riscontro piuttosto preciso con il pavimento di un ambiente di incerta funzione, situato a NE della basilica della Trinità di Venosa e datato al VI secolo. Il motivo del filare di foglie di edera contrapposte è attestato nella cornice più esterna di un pavimento a Venosa: in questo caso il filare di edere,

Balmelle, 1985, pl. 144e. Balmelle, 1985, pl. 49b. 25 Balmelle, 1985, pl. 235a. 26 I colori utilizzati sono gli stessi: nero, grigio-azzurro, rosa, rosso e verde. I dettagli decorativi che denunciano una sostanziale unitarietà realizzativa con i mosaici del settore meridionale sono le decorazioni interne ai cerchi: le foglie di edera cuoriformi realizzate con tessere rosa e anche qui delimitate da un bordo realizzato con una doppia fila di tessere nere rimandano senza dubbio alle identiche decorazioni della cornice e dell’emblema di Nord Ovest del mosaico dell’ambiente 3. Anche la campitura a girandola rimanda all’analogo motivo degli emblemata dell’ambiente 3. 23 24

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27 Cfr. la bibliografia in Volpe, De Felice, Turchiano, 2005b, 2005b. 28 Marchi, Salvatore, 1997, 146-147. Questo pavimento presenta analogie anche con il mosaico dell’ambiente 3; cfr. infra.

LA VILLA TARDOANTICA DI FARAGOLA (ASCOLI SATRIANO)...

policromo e sinuoso, è disegnato, come nel caso di Faragola, da due file accostate di tessere, una rossa ed una nera, e presenta un’alternanza di foglie realizzate anch’esse con tessere rosse e nere 29. Il motivo, utilizzato per campire ancora una volta una cornice esterna (delimita lo spazio fra presbiterio e navata destra), si ritrova in un mosaico policromo della basilica di Egnazia, datato al pieno V secolo 30. Esso ritorna, agli inizi del V secolo, in alcuni frammenti di pavimenti musivi monocromi della cattedrale paleocristiana di Siponto, per i quali è difficile stabilire l’originaria collocazione nell’edificio 31. Il motivo è attestato anche nei pavimenti musivi della basilica paleocristiana di Barletta 32 e di Bitonto 33: si tratta di casi più tardi (di fine V- inizi VI secolo) e qualitativamente molto diversi, che documentano piuttosto la lunga tradizione di questo motivo compositivo. Significative, ma meno diffuse sono le attestazioni nel territorio pugliese del motivo decorativo della cornice a doppio meandro bicromo, documentato nell’edificio paleocristiano di Barletta 34 e nell’area della Trinità di Venosa 35 (V-VI secolo). Infine il motivo a cerchi annodati formanti ottagoni dell’ambiente 1 è documentato, pur con molte differenze, ad Egnazia nella navata destra della Basilica episcopale 36. G.D.F. 4.

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Fig. 10. Pianta dell’ambiente 1 (dis. G. De Felice).

LA RISTRUTTURAZIONE DELLA VILLA TARDOANDOANTICA

Fig. 11. Dettaglio della pavimentazione marmorea dopo la pulitura preliminare (foto G. Volpe).

La villa conobbe, verosimilmente intorno alla metà/seconda metà del V secolo, un’importante stagione di rinnovamento edilizio evidente nella monumentalizzazione della cenatio (fig. 10). Gli interventi di ristrutturazione non alterarono la planimetria dell’originario edificio (come si è detto, forse un triclinio) a pianta rettangolare, ad accezione del restringimento dell’ingresso principale

che fu dotato di una soglia lapidea. Il nuovo progetto edilizio si tradusse sul piano architettonico nella costruzione di un lussuoso stibadium in muratura dotato di fontana 37, e nella completa ripavimentazione della grande sala con lastre marmoree di reimpiego 38 (fig. 11) e con l’inserimento, lungo l’asse centrale, di tre pannelli in opus sectile vitreo e marmoreo. Il grande vano venne così ad articolarsi su tre livelli pavimentali, con tre ali rialzate di circa 25 cm rispetto al settore centrale e con la porzione retrostante il dispositivo della mensa ulteriormente sopraelevata. Il pavimento 39, composto da

29 Si tratta dello stesso pavimento già citato alla nota precedente. Marchi, Salvatore, 1997, 146-147; vedi anche Salvatore, 1991, tav. XXXI, 282. Le somiglianze con i mosaici di Faragola riguardano anche numerosi motivi che decorano i singoli quadrati del mosaico di Venosa. 30 Moreno Cassano, 1976, fig. 34, 317-319; Fioriello, 1995, 28, fig. 5. 31 Moreno Cassano, 1976, 291 (mosaici n 11 e 12, fig. 10, 11 a 336) e Giuliani, 1999, nn. 10, 11 e 12; 211-212). 32 Giuliani, 2000, 164-165. 33 Di Paola, Milella, 1996, fig. 5; Cassano, 1999, fig. 2 e tav. 5a. 34 Cassano, 1999 164e tav. VIIb; Giuliani, 2000, 161-164. 35 Salvatore, 1984, 73 e fig. 51. Cfr. supra. 36 Moreno Cassano, 1976, 318 e fig 76; Fioriello, 1995, 27, fig. 3.

37 La rarità di questi dispositivi ha reso difficile l’identificazione della struttura individuata a Faragola interpretata, inizialmente, come monumentale ninfeo; cfr. Volpe, De Felice, Turchiano, 2005a. 38 Il reimpiego di marmi, recuperati da demolizioni o spoliazioni, pone il problema sia di una preesistenza nello stesso sito, sia dell’individuazione di altri insediamenti e monumenti del territorio dai quali i materiali furono recuperati. 39 Si veda più estesamente Volpe, De Felice, Turchiano, 2004 e 2005b.

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Fig. 12. Veduta dall’alto dello stibadium ( foto G. Volpe).

lastre marmoree non omogenee 40, lisce e modanate, messe in opera per filari paralleli diseguali 41, presenta una maggiore regolarità nella porzione centrale, dove marmi brecciati si alternano a marmi bianco venati, con una stesura degli elementi marmorei tesa a sottolineare lo sviluppo architettonico e l’andamento longitudinale di percorrenza dell’ambiente. Meno regolare la disposizione degli elementi marmorei in corrispondenza della zona antistante l’ingresso, delle due ali sopraelevate e della porzione retrostante lo stibadium dove risulta reimpiegata un’epigrafe datata ad età augustea 42. Due tappeti quadrangolari con specchiature inquadrate da cornici in serpentino sono collocati specularmente ai lati dello stibadium, quasi a evidenziare l’accesso a questo settore della sala. Il sontuoso e articolato progetto edilizio, teso alla ricerca di effetti scenografici basati sull’integrazione tra struttura architettonica, giochi d’acqua, decorazione floreale e cromatismo molto accentuato, fa da sfondo all’elemento centrale della sala, lo stibadium 43 (fig. 12), dalla caratteristica forma semicir40 Non è stato ancora possibile procedere ad una pulitura completa delle lastre marmoree; i saggi effettuati in funzione di una ‘mappatura’ utile al riconoscimento dei tipi presenti, hanno rivelato l’uso dei vari litotipi impiegati nell’edilizia privata tardoantica: accanto ai marmi bianchi e bianco venati sono documentati brecce, giallo antico, greco scritto, pavonazzetto, verde antico, serpentino, portasanta e cipollino. 41 Cfr. la classificazione proposta da Olevano, 2001. 42 Silvestrini, 2005, 185-186. 43 Una tipologia degli stibadia individuati in residenze rurali e urbane è stata elaborata da Morvillez, 1996 (non rientrano nel catalogo, però, gli esemplari rinvenuti in aree funerarie); su queste tematiche si vedano le riflessioni di Duval, 1997; Baldini Lippolis, 2001, 79-83 e, da ultimo, Dunbabin, 2003, 169-174. Sul rapporto tra stibadia e architettura domestica aristocratica tardoantica e sul significato di tale dispositivo nei riti del convivium Dunbabin, 1991; Ead., 1996, in particolare 74-79; Rossiter, 1991, in part. 202-206; Ellis, 1991; Id., 1997, in part. 41-42, 46-51; Id., 2000, 148-150.

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colare 44. Realizzato in ciottoli e laterizi, presenta alcune soluzioni costruttive originali quali la presenza di una ‘intercapedine’, riempita di terra, tra le due strutture murarie semicircolari concentriche collegate attraverso un muretto impostato sull’asse centrale. Singolare anche la soluzione adottata per la fronte dello stibadium: gli spigoli maggiormente aggettanti rendono il profilo della fronte spezzato anziché rettilineo 45. Al centro, una vasca, anch’essa semicircolare, rivestita con lastre di marmo bianco e munita di fori di scolo, conserva, inglobata nella muratura, una fistula plumbea e le tracce, probabilmente lasciate nella malta dall’alloggiamento della tavola a sigma 46. Il dispositivo individuato a Faragola rientrerebbe, dunque, nella categoria degli stibadia dotati di fontane caratterizzati dalla presenza di un bacino e di getti d’acqua 47. Sono rarissimi gli esempi tardoantichi in muratura conservati 48. In relazione alla tipologia degli esemplari con fontane 49, estremamente significative le analogie riscontrate nella villa di El Ruedo (Almedinilla) in Betica dove, in un grande vano rettangolare inizialmente destinato ad ospitare un tradizionale triclinio, tra fine IIIinizi IV secolo, fu installato uno stibadium in mura44 Diametro: 4,02 m, raggio mediano 2,16 m, raggio massimo 2,70 m; lunghezza disponibile per distendersi: 1,50 m. Cfr. la tavola comparativa con l’indicazione delle dimensioni di Morvillez, 1996, 158. 45 Probabilmente questa scelta fu determinata dalla necessità di accrescere lo spazio disponibile per i commensali e di garantire un maggior contatto, anche visivo, tra i personaggi che occupavano i posti estremi (che erano peraltro i più importanti). 46 La tavola a sigma rinvenuta nella Casa del Cervo ad Apamea potrebbe offrire un buon confronto; cfr. Balty, 1984. Una tipologia delle mense, con una attenzione dedicata in particolare alle tavole di uso liturgico, è in Chalkia, 1991. 47 La contestuale presenza del bacino, dell’impianto idraulico e dell’alloggiamento per la mensa differenziano l’esemplare di Faragola dagli altri casi noti afferenti a questa tipologia di stibadia dotati di fontana contraddistinti dalla presenza esclusiva del bacino per l’acqua; cfr. Morvillez, 1996, 124-125, 129-130, 142. È possibile, a nostro avviso, che la mensa di Faragola fosse dotata di una scanalatura convergente al centro del lato rettilineo funzionale al deflusso dei liquidi versati durante il banchetto o nelle operazioni di pulizia. 48 Per i casi documentati a Histria (Romania) e a Cherchel (Algeria) si rinvia a Morvillez, 1996, 128, figg. 1-3 con rimando alla relativa bibliografia; per gli esemplari conservati a Corinto, Djemila e Cartagine si veda Ellis, 1997, 46-48, figg. 2-3. Una schedatura degli esemplari di stibadia disegnati sul pavimento o supposti sulla base della decorazione pavimentale o del rinvenimento di mense marmoree è in Morvillez, 1996, 131-137, figg. 1-2, 5-6, 8-14. La presenza di uno stibadium è stata recentemente ipotizzata all’interno di una sala absidata della cenatio della villa tardoantica di Viggiano (Potenza): cfr. Russo 2005; infra Volpe. 49 Oltre ai casi di El Ruedo e di Roma cui si fa cenno infra, Morvillez menziona uno stibadium rinvenuto in una abitazione di Cartagine chiamato comunemente fontana ‘Utere Felix’ (Morvillez, 1996, 129-130).

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Fig. 13. Vista frontale e ipotesi ricostruttiva della decorazione della fronte dello stibadium (foto G. Volpe, dis. F. Gagliardi).

tura collegato ad un ninfeo 50. La connessione tra stibadium in muratura e fontana, inseriti all’interno di un vano absidato, è documentata in un edificio dell’area del foro a Roma, nei pressi dell’arco di Tito, trasformato in abitazione nella seconda metà del IV secolo 51. M.T. I RIVESTIMENTI DELLO STIBADIUM La parte frontale dello stibadium era rivestita da decorazioni in opus sectile marmoreo e mosaico, con l’inserzione di elementi scultorei (fig. 13) 52. Della decorazione nella parte centrale si può ricostruire con certezza soltanto la presenza di tre pannelli quadrangolari, quello centrale in porfido e i due laterali in serpentino, circondati da una cornice a dentelli. Sui due lati la decorazione era artico50 Sulla villa di El Ruedo cfr. Vaquerizo Gil, Carrillo Diaz-Pines, 1995; Vaquerizo Gil, Noguera Celdrán, 1997, 60-77 in particolare. 51 Sulla domus di Roma si veda Guidobaldi, Guiglia Guidobaldi, 1983, 230-238, fig. 66. 52 Per una descrizione più dettagliata delle decorazioni in opus sectile della fronte dello stibadium cfr. Volpe, De Felice, Turchiano, 2004e, 2005a.

lata in pannelli rettangolari inquadrati da lesene, circondate da una cornice in marmo bianco. Nei rettangoli è inscritto un rombo, decorato da un motivo a onde, realizzato a mosaico in tessere lapidee. Al centro della fronte nella parte destra dello stibadium, giunta in un migliore stato di conservazione, è collocato un oscillum in marmo bianco scolpito a bassorilievo (fig. 14). La parte conservata rappresenta la metà inferiore di una figura femminile danzante. Di fronte alla figura femminile è rappresentato un altare su cui poggia una cista attorno a cui è avvolto un serpente, chiara raffigurazione della cista mistica, che rimanda ai culti misterici, probabil-

Fig. 14. Particolare della decorazione del lato destro dello stibadium (foto G. Volpe). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 221 a 251

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mente bacchici. Il rinvenimento fra i crolli della cenatio di un frammento raffigurante un volto femminile, il cui stato di conservazione purtroppo non consente di coglierne i dettagli, permette di identificare la figura con una danzatrice, che porta sul capo il kalathiskos, il caratteristico cappello di canne 53. L’impiego di raffigurazioni legate al patrimonio iconografico pagano nell’apparato decorativo delle residenze tardoantiche è un fenomeno ben attestato, seppure la maggior parte delle testimonianze siano legate ai rivestimenti pavimentali, soprattutto musivi, a causa della estrema deperibilità delle decorazioni degli elevati. Stabilire un legame fra il carattere pagano e l’appartenenza religiosa dei committenti risulta impossibile, in considerazione dell’esistenza di convenzioni iconografiche 54. È il caso delle decorazioni di soggetto dionisiaco, da considerarsi in gran parte delle attestazioni più legate alla sfera della convivialità che a precisi significati di ordine religioso 55: i soggetti dionisiaci infatti risultano molto diffusi nelle sale di ricevimento e nei triclini dove rivestono un ruolo di grande importanza nella decorazione parietale e pavimentale, ma anche nella suppellettile da mensa 56. In questa chiave è probabilmente leggibile l’intero sistema decorativo dello stibadium, ispirato al motivo definito flaming tray 57, in cui si è voluto vedere il riflesso di una presunta usanza, tuttavia non confortata da testimonianze materiali, di sospendere alle pareti di ambienti di rappresentanza la suppellettile pregiata a scopo decorativo 58. G.D.F. I PANNELLI IN OPUS SECTILE I pannelli in opus sectile vitreo e marmoreo, inseriti quali emblemata sull’asse centrale dell’ambiente, completano il quadro di questo complesso decorati53 La ricostruzione deve essere confermata dell’esito di analisi finalizzate ad evincere la corrispondenza fra il tipo di marmo del frammento e quello dell’oscillum conservato in situ. Sulla cronologia, sui temi iconografici e i contesti di utilizzo degli oscilla cfr. il recente lavoro di Bacchetta 2005. 54 Baldini Lippolis, 2001, 73 e seguenti. 55 Parrish, 1995, 332; Baldini Lippolis, 2001, 75. Temi dionisiaci associati ad uno stibadium si trovano ad esempio nella casa del Falconiere di Argo (Parrish, 1995, 308). 56 Un esempio di un’iconografia simile all’oscillum dello stibadium si ritrova su un piatto argenteo datato al VI secolo d.C., in cui è raffigurata una menade nell’atto di porgere da bere ad un serpente la cui testa spunta da una cista. Cfr. Angiolini Martinelli, 1973, 26-28. 57 L’uso di questo motivo è attestato soprattutto come decorazione parietale lungo tutta la tarda antichità, con esempi in svariate tecniche esecutive, dall’affresco al bassorilievo. Kelly, 1987, 126-131. Cfr. anche Boyd, 1982. 58 Kelly, 1987, 128-129.

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vo, estremamente originale e ricercato anche nella qualità redazionale 59 (figg. 15-21). Il disegno è affidato, prevalentemente, a paste vitree monocrome, di colore azzurro e blu cobalto, verde chiaro e verde smeraldo, rosso scuro, giallo chiaro e giallo ocra, arancione, nero, oppure realizzate con la tecnica marmorizzata 60. La composizione risulta molto articolata, caratterizzata dalla complessa combinazione di forme geometriche, dalla successione di cornici riccamente decorate e da elementi del repertorio vegetale, con soluzioni decorative e tecniche peculiari. L’originaria destinazione parietale del pannello 1 è suggerita dalla presenza delle due colonne tortili sormontate da capitelli di stile corinzio che richiamano strutture architettoniche, quasi riallacciandosi alla tradizione figurativa parietale 61 (fig. 17). In associazione al materiale vitreo, estremamente interessante l’impiego di sottili bacchette in osso 62 con due linee parallele bianche e nere 63. Una lacuna ha consentito di ricavare indicazioni relative alla tecnica di preparazione dei pannelli, quasi certamente prefabbricati in bottega, con una composizione del sistema delle lastrine vitree messe in opera su un supporto di frammenti di pareti di anfore africane. I pannelli 1 e 2 (figg. 15-19) presentano puntuali analogie sintattiche, compositive, iconografiche e tecniche con quelli rinvenuti a Kenchreai, l’antico porto di Corinto 64, per i quali è stata proposta una provenienza dall’Egitto o, comunque, una realizzazione da parte di maestranze egiziane. I pannelli di Faragola e quelli di Kenchreai sembrano inquadrarsi nel solco della medesima tradizione artigianale; le tangenze non si limitano ai disegni degli schemi decorativi e alle soluzioni compositive ma riguardano anche alcuni dettagli 65. Nei pannelli di Corinto, 59 Per una analisi dettagliata dei pannelli si rinvia a Volpe, De Felice, Turchiano, 2005a, 64-68; 2005b e 2005c. 60 Analisi archeometriche delle paste vitree sono attualmente in corso da parte di E. Gliozzo e A. Santagostino del Dipartimento di Scienze della Terra dell’Università di Siena. 61 Il pannello, a nostro avviso, doveva essere originariamente destinato al rivestimento parietale come sembrerebbero suggerire la fragilità dei materiali impiegati e le soluzioni compositive adottate. Non disponiamo, però, di alcun elemento utile all’eventuale identificazione dell’edificio di provenienza, se debba essere riconosciuto nella stessa aula nella sua fase precedente o vada ricercato in un edificio presumibilmente presente nel territorio e da cui furono prelevati anche i marmi. 62 Potrebbe trattarsi di avorio. 63 I listelli erano stati originariamente erroneamente interpretati come elementi lignei. Le analisi al microscopio non hanno ancora consentito di definire con precisione la nature di tali bacchette. 64 Si vedano Scranton, Ramage, 1967, 124-186; Ibrahim, Scranton, Brill, 1976. 65 Gli emblemata 1 e 2 presentano analogie stringenti con i pannelli nn. 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 74, 76, 77, 78, 79, 80, 81 editi in Ibrahim, Scranton, Brill, 1976.

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Fig. 15. Pannello 1 in opus sectile (foto G. Volpe).

però, non sembra essere documentato l’uso di elementi lapidei, di tessere musive e di elementi in osso che potrebbe rappresentare un segno distintivo di questa produzione 66. L’evidenza archeologica testimonia l’adozione di sectilia vitrei nella decorazione di edifici particolarmente lussuosi 67. Si pensi ai sectilia della grande villa suburbana dell’imperatore Lucio Vero 68, al pannello in vetro con uccelli attribuito al IV secolo d.C. 69, alle paste vitree della basilica di Giunio Basso 70, dell’edificio ostiense fuori Porta Marina 71, al pannello detto ‘di Thomas’, riferibile alla seconda metà del IV secolo o agli inizi del V secolo d.C., proveniente, presumibilmente, dal Faiyum 72. Singolari le analogie con la villa di san Vincenzino a Cecina, attribuita alla proprietà di Albino Cecina praefectus Urbi nel 415. Lo scavo ha restituito numerose lastrine in pasta vitrea relative, probabilmente, alla decorazione parietale di un triclinio con ninfeo. Colpisce non solo la somiglianza nello schema iconografico 73, ma anche l’adozione di tipologie di materiali comuni 74. La tradizione artigianale della decorazione in opus sectile vitreo, come è già stato sottolineato, sarà 66 La presenza delle bacchette di osso accomuna, sul piano dei materiali impiegati, i tre pannelli; nei primi due emblemata sono state messe in opera bacchette intere a delimitare campi geometrici del disegno, nel terzo, invece, sono stati utilizzati frammenti ricavati dai medesimi listelli. 67 Si vedano le considerazioni di Guidobaldi, 1989, 51-81. Sectilia vitrei sono documentati per tutta l’età imperiale ma con una iniziale diffusione piuttosto selettiva. Cfr. Bacchelli et alii, 1995, 454. 68 Cfr. Bacchelli et alii, 1995, 447-466; Saguì, Bacchelli, Pasqualucci, 1996, 213-224; Saguì, 1998, in part. 10-12, 2734; Ead., 1999 e 2002. 69 Whitehouse, 1988, 32-33, n. 10. 70 Paris, Basile, 1991, 91-97, con rinvio alla bibliografia precedente. 71 Becatti, 1969, 121-122, tav. LXXIV, 1. 72 Brill, Whitehouse, 1988, 34-50. 73 Il motivo di tipo vegetale ricostruito ricorda da vicino il nostro pannello. 74 Si vedano Donati, 1997 e 2000.

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Fig. 16. Disegno ricostruttivo del pannelo 1 (dis. F. Gagliardi).

Fig. 17. Dettaglio del pannello 1 (foto G. Volpe).

ereditata dalla Chiesa; tra gli esempi più antichi, i sectilia di S. Ambrogio e del complesso laurenziano (S. Aquilino) a Milano 75 e l’opus sectile marmoreo e vitreo di S. Giulio a isola d’Orta 76. Interessante appare, inoltre, il confronto con i pannelli in opus sectile che decorano il catino absidale della cattedrale eufrasiana di Parenzo, di età giustinianea 77. Il pannello 3 (figg. 20-21), pur presentando molteplici analogie compositive e tecniche rispetto ai pannelli 1 e 2, sembra accostarsi maggiormente alla produzione di emblemata in opus sectile a schema unitario. Tali manufatti, redatti secondo soluzioni compositive raffinate 78, con disegni analoghi, sono ampiamente documentati, sebbene non sia stato possibile individuare confronti puntuali sia in rapporto alla combinazione dei motivi decorativi, sia in relazione ai materiali impiegati 79. Unicità e originalità 75 Per i sectilia del complesso ambrosiano si veda Lusuardi Siena, 1990, 133-134, fig. 2a.28b. 76 Cfr. Pejrani Baricco, 1990, 298, fig. 4f.3a. 77 Terry, 1986, 147-164. 78 Si veda la tipologia proposta da Guidobaldi, 1985, 171233. 79 Si tratta prevalentemente di emblemata realizzati unicamente con l’ausilio di crustae marmoree.

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Fig. 18. Pannello 2 in opus sectile (foto G. Volpe).

Fig. 19. Disegno ricostruttivo del pannello 2 (dis. F. Gagliardi).

Fig. 20. Pannello 3 in opus sectile (foto G. Volpe).

Fig. 21. Disegno ricostruttivo del pannello 3 (dis. F. Gagliardi).

qualificavano, infatti, dal punto di vista culturale, estetico e commerciale, tali manufatti destinati ad una committenza di livello elevato 80. Da alcuni edifici tardoantichi di Ostia (domus di Amore e Psiche, domus del Ninfeo, domus su via degli Augustali, Mitreo Aldobrandini) 81, all’aula absidata della villa di Piazza Armerina 82; dalla ‘domus con peristilio’ a Cartagine 83, ai triclini della casa di Giasone Magno a Cirene 84; dai poliemblemata di una villa romana a Tolemaide 85, alla Casa gamma ad Alessandria, in

Egitto 86. Nella penisola iberica la tipologia degli emblemata a schema unitario con disegno concentrico è documentata nei pavimenti della Casa de la Exedra (Italica) (databile tra la fine del III e gli inizi del IV secolo d.C.) e della Casa de Lebrija 87; interessanti le analogie con i sectilia della villa Los Quintanares (Rioseco de Soria) 88. Le specchiature disposte ai quattro lati dell’emblema 3 richiamano uno dei pannelli relativi alle tarsie parietali del coro di Sant’Ambrogio a Milano. Gli emblemata si inquadrano bene nella tradizione artigianale e nella visione artistica del tardo IV secolo, documentata anche da altri prodotti dell’arte suntuaria di questo periodo, nei quali la tradizione

80 Cfr. le osservazioni di Guidobaldi, 2001, 64-89, in part. 87; si veda anche Id. 1999a, 647-649. 81 Becatti, 1961, 28-29, nn. 47, 49, tavv. CCIX, CCX, CCXIX, CCXXI; ibidem, 103-104, n. 189, tav. CCVII; ibidem, 230-231, n. 429, tav. CCVI, CCIX; Id. 1954, 39-43, fig. 8, tav. V, 3. 82 Carandini, Ricci, De Vos, 1982, figg. 61a-61b. 83 Dunbabin, 1976, 21-46, in part. 31-38, tavv. 14-18, tavv. a colori 3a, 4a-b e fig. 4. 84 Mingazzini, Fiandra, 1966, 139-143, in particolare, si vedano i riquadri I, M e O del triclinio maggiore, tav. XXI, 3-5. 85 Kraeling, 1962, figg. 69, 74, tavv. XXIV, d e LIX, b.

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86 Rodziewicz, 1984, con rinvio alla bibliografia precedente; in part. 45, figg. 36-37. 87 Su questi pavimenti a grande modulo quadrato reticolare si veda Pérez Olmedo, 1999, in part. 656 e tavv. CCLXII, 1-2, CCLXIII, 1; per un quadro completo dei rivestimenti in opus sectile iberici cfr. più estesamente Pérez Olmedo, 1996. 88 Ivi, 171-173, n. 124, Lám. XLV.

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Fig. 22. Rivestimento di opus sectile parietale (foto G. Volpe).

Fig. 23. Frammento di opus sectile vitreo (foto G. Volpe).

aristocratica colta troverà manifestazioni di estrema raffinatezza; si pensi a oggetti di prestigio quali vetri dorati, dittici eburnei, argenti, avori, tessuti pregiati. Anche i sectilia potrebbero essere letti, verosimilmente, come elementi di riutilizzo da edifici più antichi 89. Tipologia dei materiali impiegati, schemi disegnativi complessi, soluzioni compositive raffinate, cura formale dei particolari collocano i pannelli in opus sectile vitreo e marmoreo di Faragola ai vertici di una produzione originale ed esclusiva di sectilia vitrei tardoantichi. I luoghi di produzione di tali manufatti, come si è detto, potrebbero essere individuati in Egitto 90 o in altre località del Mediterraneo: l’esempio di Kenchreai e il passo di Simmaco 91 documentano, in maniera diversa, il medesimo fenomeno. Nella villa di Faragola sectilia vitrei non decoravano solo i pavimenti ma anche le pareti: lo zoccolo della vasca quadrangolare (dalla funzione non ancora ben definita) ha conservato parte della decorazione parietale in lastrine vitree e listelli presumibilmente in osso che sembrerebbero disegnare elementi di un prospetto architettonico (fig. 22). Forse destinati a decorare le pareti dovevano essere i pannelli rinvenuti in strati di crollo in prossimità della scala del settore residenziale; i lembi, sia pur frammentari documentano, in un caso, un modulo compositivo non attestato a Corinto (fig. 23), testi-

moniando ulteriormente l’eccezionalità di questo complesso decorativo, evidentemente non limitato al vano indagato 92. Tali elementi, alla luce anche della diversità dei materiali impiegati nei pannelli di Faragola rispetto agli esemplari di Corinto, ci inducono a ritenere probabile la presenza in loco di maestranze specializzate 93 al servizio di una committenza implicata nelle scelte decorative, iconografiche e stilistiche adottate. È possibile, infine, che ateliers possano essere sorti in Italia 94, ad esempio in area campana o a Roma 95 che, in età tardoantica, raggiunse livelli artistici ineguagliati nei sectilia pavimentali e nelle parietes crustatae 96. Sembra comunque imprudente, allo stato attuale delle conoscente, assegnare i pannelli a specifiche officine romane o alessandrine, occidentali o orientali; è forse possibile, però, cogliere ‘tendenze’ e ‘modelli’ di riferimento. Perché non guardare proprio a Roma come possibile centro irradiatore di una ‘moda’ di decorazione in opus sectile vitreo in relazione alla richiesta di manufatti ‘esclusivi’ e ‘originali’, rappresentativi e indicativi

89 Proponiamo questa chiave di lettura in relazione ai pannelli 1 e 2; mentre il terzo pannello, per le sue caratteristiche compositive, potrebbe essere stato concepito ab origine come emblema pavimentale. La peculiare presenza delle bacchette lignee, però, sembra accomunare, come si è detto, sul piano dei materiali impiegati, i tre pannelli. 90 Non escludiamo, in linea teorica, la possibilità di una importazione di semilavorati dall’Egitto successivamente rifiniti in altri ateliers. 91 Cfr. Volpe infra.

92 Le stratigrafie hanno, inoltre, restituito centinaia di tessere in pasta vitrea prevalentemente di colore blu ma anche verde, grigio e trasparente con foglia d’oro, pertinenti verosimilmente alla decorazione parietale e ai soffitti mosaicati. 93 La messa in opera dei sectilia vitrei poteva essere forse guidata dalla presenza di ‘cartoni’, analogamente a quanto documentato per i mosaici, sebbene la tematica della circolazione delle maestranze e dei cartoni sia problematica e controversa: cfr. le osservazioni di Cantino Wataghin, 1990. 94 Le attestazioni di sectilia vitrei in Italia, per tutta l’età imperiale, sono significative. 95 Basti pensare alle decine di migliaia di vetri della collezione Gorga relativi prevalentemente ad un arco cronologico compreso tra la prima e media età imperiale; tra cui centinaia di blocchi pronti per la fusione e di scorie provenienti da impianti produttivi verosimilmente presenti a Roma e nel suburbio; cfr. Bacchelli et alii, 1995, 449. 96 Si vedano le considerazioni di Guidobaldi, 1999b.

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di una èlite ai vertici dell’aristocrazia romana, quali i Simmachi, i Nicomachi, i Ceionii, i Praetextati o gli Orfiti 97 che proprio nell’urbe avevano le loro residenze principali? I cantieri edilizi delle residenze imperiali 98 potrebbero aver svolto, anche nel caso dei sectilia vitrei, quel ruolo di cantiere ‘pilota’, di ‘modello’ sul piano della sperimentazione tecnica e stilistica, ben evidenziato da F. Guidobaldi in relazione ai sectilia pavimenta marmorei e alla decorazione parietale 99. In un panorama di conoscenze sull’edilizia residenziale rurale di prestigio in Puglia e in Italia meridionale peninsulare ancora troppo lacunoso e frammentario 100, la villa di Faragola apre uno spiraglio in cui affiora la forma architettonica e decorativa della pars urbana delle residenze aristocratiche tardoantiche 101. Se lo stibadium in muratura finemente decorato e i pannelli in opus sectile vitreo e marmoreo fanno della villa un complesso unico in questo comparto territoriale, nelle scelte progettuali architettoniche e nella originalità degli apparati decorativi, non mancano, tuttavia, esempi di residenze aristocratiche caratterizzate da sectilia pavimentali e, più frequentemente, da rivestimenti musivi 102 di notevole qualità sul piano stilistico e iconografico 103. Sectilia marmorei geometrici, datati tra la seconda metà del III e il IV secolo d.C., sono documentati in ambito urbano in Puglia, a Taranto, in una domus e nelle Thermae Pentascinenses 104, in Basilicata, in una abitazione di Grumentum 105, in Calabria, in una domus a Sibari. Più articolato il contesto rurale, con le attestazioni offerte dalla villa di Porto Saturo, lungo il litorale tarantino e dai complessi calabresi di Casignana Palazzi 106, di Pietra Cfr. le considerazioni di Volpe infra. Si pensi alla decorazione della villa dell’imperatore Lucio Vero o al ben più antico pavimento delle navi di Nemi dell’imperatore Caligola (Ucelli, 1940, in part. 219-225). 99 Guidobaldi, 1999a. 100 Sul piano letterario estremamente interessanti sono i riferimenti di Simmaco agli aspetti decorativi delle sue residenze in Italia meridionale; si vedano a questo proposito le osservazioni di Volpe infra. 101 Cfr. Volpe, 1996, 199-204; Id., 1999, 311 e infra. 102 Cfr. De Felice supra. 103 Riflessioni sull’edilizia abitativa urbana e sulle dimore di prestigio in Italia meridionale alla luce dei rivestimenti pavimentali musivi e in opus sectile sono rispettivamente in Baldini Lippolis, 1995 e 1996; per una rilettura critica degli aspetti della cultura figurativa di questo comparto territoriale tra III e V secolo si veda Faedo, 1999 e, in particolare, sull’Apulia, 473-501. 104 Sui sectilia di Taranto si veda da ultimo Baldini Lippolis, 1996, 654-656, 660-662, figg. 1-7. 105 Pavimento inedito citato in Baldini Lippolis, 1996, 658658. 106 Si vedano per Casignana Palazzi, Barello, Cardosa, 1991 e Costamagna, Sabbione, 1990, fig. 407. 97 98

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(Gioia Tauro) e di Mileto 107. La frammentarietà e la scarsità dei dati a disposizione impedisce di individuare, nelle tipologie decorative dei sectilia, nel linguaggio iconografico e nelle formule stilistiche adottate, elementi costanti che consentano di enucleare modelli di lettura univoci. Sono le ville e, in particolare, la Puglia a rappresentare l’osservatorio privilegiato per lo studio della diffusione dell’opus sectile e a suggerire elementi indiziari sul ruolo, sui gusti, sulle capacità economiche della committenza aristocratica tardoantica, sull’abilità tecnologica delle maestranze, sulle tendenze ideologiche e culturali e sui modelli di comportamento e di status. La cenatio sembra tradurre in pietra l’adesione culturale e ideologica al sistema sociale tardoantico: la concezione gerarchica sottesa all’organizzazione planimetrica della sala articolata su tre differenti livelli, con una marcata accentuazione della verticalità in corrispondenza dello stibadium, tradisce la necessità di utilizzare un linguaggio architettonico e decorativo indicativo dell’ambito sociale elevato dei proprietari. Le esigenze sociali e di rappresentanza del dominus sembrano ‘modellare’ non solo l’organizzazione architettonica ma anche l’intero apparato decorativo: se i raffinati rivestimenti dello stibadium sottolineano l’importanza di questo dispositivo quale elemento di maggior spicco all’interno della sala, la studiata collocazione degli emblemata in opus sectile è strettamente legata al punto di vista dei commensali sistemati sul letto semicircolare. Così come l’assenza di decorazione in corrispondenza del settore più prossimo all’ingresso, si giustifica con la necessità di uno spazio forse destinato ad accogliere giochi e spettacoli ben visibili dalla posizione frontale degli ospiti. La presenza di un pozzetto di scarico e di una fistula di piombo in corrispondenza della soglia, lasciano ipotizzare che in alcune circostanze questa parte del vano, significativamente posta ad una quota più bassa rispetto alle ali laterali, potesse essere ricoperta da un velo di acqua con l’intento di rendere più scenografico il contesto, con giochi d’acqua che dovevano anche enfatizzare l’effetto cromatico dei pannelli in opus sectile, delle lastre marmoree e, non ultimo, rinfrescare l’ambiente utilizzato prevalentemente durante la stagione estiva. La posizione differente dei due tappetini ai lati dello stibadium, oltre a sottolineare l’accesso al settore più importante della sala, sembra indicare un preciso percorso all’interno della sala in relazione al complesso cerimoniale tardoantico, così 107 Cfr. per la villa di Pietra, Sangineto, 1994, 571, n. 35; per la villa di Mileto Id., 1994, 571, n. 30 e 152 e Accardo, 2000, 187-190, fig. 109.

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come di estremo impatto visivo doveva essere la vista dello stibadium collocato in asse con l’ingresso principale. I pannelli in opus sectile e, in generale, l’intero apparato decorativo della cenatio possono rappresentare una delle chiavi di lettura per tentare di decodificare le tipologie di comportamento, i modelli di riferimento e i sistemi comunicativi scelti, oltre ad essere elementi indiziari delle capacità economiche della committenza, delle abilità delle maestranze e delle tendenze ideologiche e culturali sottese ad una tradizione colta ancora percepibile. M.T. 5. VERSO LA ‘FINE DELLA VILLA’ Complesse ristrutturazioni interessarono, verosimilmente nel corso del VI secolo, alcuni ambienti senza però vistose alterazioni a livello strutturale: riduzioni di superfici d’uso, modifiche alle planimetrie originarie mediante la chiusura di ingressi o, al contrario, l’apertura di varchi, o attraverso l’edificazione di muri divisori. Tali interventi sono chiaramente leggibili nel complesso di ambienti (ambb. 4, 9, 11, 15) che si sviluppa della zona sud-orientale della cenatio. Non è ancora possibile cogliere la portata di tali interventi costruttivi che all’apparenza non sembrano aver modificato l’uso abitativo complessivo 108: i pochi dati in nostro possesso indicano, da un lato, una continuità dei modelli abitativi e delle tipologie edilizie per buona parte del VI secolo, attraverso una sorta di ‘adattamento’ delle strutture del complesso tardoantico 109, dall’altro, un probabile ‘adeguamento’ di tali tipologie ad eventuali nuove realtà economiche e strutturali di quest’epoca. Una serie di indizi ci inducono, infatti, a ipotizzare che alcuni di questi interventi abbiano inciso in maniera significativa sulle modalità d’uso di alcuni vani con cambiamenti di destinazione funzionale: il rinvenimento nell’ambiente 4 110 di elementi in osso lavorato non finiti, tra cui una porzione di palco di cervo levigato e un metapodiale di equino 111 potrebbero suggerire 108 La successiva rioccupazione di tali ambienti, inglobati nell’abitato altomedievale di VII-VIII secolo, non ha consentito di individuare piani d’uso relativi a questa fase. 109 Non sappiamo, alla luce dei dati attualmente disponibili, se tali interventi abbiano inciso in maniera significativa sulla destinazione d’uso e sulla funzione di tali ambienti. 110 In questa fase la costruzione di una toppa muraria determinò la chiusura del varco di passaggio dall’amb. 4 all’amb. 14. 111 Gli elementi in osso lavorato non ultimati provengono da uno strato di macerie individuato al di sotto del battuto relativo alla capanna altomedievale.

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l’esistenza di attività legate alla lavorazione specializzata dell’osso 112 e il possibile ‘riuso artigianale’ di un vano precedentemente destinato ad uso termale 113. M.T. 6.

L’OCCUPAZIONE ALTOMEDIEVALE

La trama di eventi e di relazioni che avevano determinato, tra IV e VI secolo d.C., un periodo di grande prosperità economica, evidente nella progressiva monumentalizzazione della villa, sembra interrompersi a partire dal tardo VI-VII secolo. Se i sintomi della crisi che stava per compiersi sono leggibili nelle ristrutturazioni cui si è fatto cenno, non è possibile stabilire con precisione, sulla base dei dati disponibili, in che modo si sia avviato quel processo di destrutturazione che gradualmente sconvolse l’assetto architettonico e insediativo del sito e individuare le cause strutturali. È difficile comprendere le cause e ricostruire le tappe del tracciato di questa parabola evolutiva, a cui ricondurre capanne, sepolture, focolari, strati di crollo, leggibili nelle stratigrafie archeologiche. Il tentativo di ricostruzione del tracciato di questo percorso prende le mosse da una condizione di abbandono della villa: se non riusciamo a cogliere, in base ai dati attualmente disponibili, le cause strutturali di questa cesura ‘storica’, architettonica e funzionale, l’evidenza archeologica non documenta le tracce di eventi traumatici o violenti a cui ricondurre la di112 Oltre a questi e ad altri elementi ossei in corso di lavorazione rinvenuti in stratigrafie relative ad altri settori della villa, sono stati individuati anche alcuni oggetti finiti, tra cui una punta di freccia in osso levigato che trova un confronto stringente con un esemplare rinvenuto a S. Antonino di Perti in strati databili alla seconda metà-fine del VI d.C.: cfr. de Vingo, Fossati, Murialdo, 2001, 539-540, tav. 76, 21-22. Per una descrizione analitica e per alcune ipotesi su una possibile destinazione d’uso degli oggetti in osso provenienti da Faragola cfr. Buglione, 2005. 113 L’inserimento di strutture produttive in settori residenziali delle ville è ampiamente documentato soprattutto nel corso del IV e del V secolo, mentre risulta meno frequente nella seconda metà del VI secolo; si vedano da ultimo le osservazioni di Chavarría Arnau, 2004, 8-10. Le differenti tipologie del fenomeno sono attestate anche in Italia meridionale e in Puglia; a San Giusto, nel corso del V secolo, ambienti con pavimenti musivi del settore residenziale della villa furono inglobati nel settore produttivo in relazione ad un incremento della produzione vinaria, mentre, nel tardo V-VI secolo un impianto artigianale adibito alla produzione di ceramiche fu installato nel vano antistante un ambiente absidato forse in precedenza destinato ad uso residenziale. Su questi aspetti cfr. Volpe, 1996, 165-168; Id. 1998b, 288-289 e Turchiano, 2003. In Basilicata nella villa di Calle di Tricarico un ambiente del precedente impianto ospitò, fra IV e VI secolo, una fornace per ceramiche comuni (Di Giuseppe, 1996), 221-222.

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Fig. 24. Strutture artigianali di età altomedievale (foto G. Volpe).

Fig. 25. Dettaglio di una delle fosse di fusione (foto G. Volpe).

mensione apparentemente ‘senza tempo’ che il complesso attraversa con il crollo parziale delle coperture e delle parti sommitali dei muri. Alla ‘fine’ della villa 114 fa seguito un inizio 114 Sul tema della ‘fine delle ville’ e, in generale, della trasformazione delle campagne tra Tardoantico e Altomedioevo esiste ormai una bibliografia piuttosto ampia soprattutto in relazione all’area centro-italica tirrenica e ad alcuni comparti settentrionali. Cfr. Brogiolo, 1994, Id., 1996; Ripoll, Arce, 2000; Francovich, Hodges, 2003; Lewit, 2003; Arthur 2004; Christie, 2004; Valenti, 2004 e 2005; Gelichi, 2005; Chava-

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completamente inedito, una nuova fase di frequentazione del sito profondamente diversa dalle precedenti e la continuità topografica non fa che sottolineare la netta rottura con modelli insediativi, economici, culturali e sociali precedenti 115. È evidente una dicotomia negli interventi di rioccupazione insediativa: gli episodi di riuso non sembrano riguardare la cenatio e il grande vano pavimentato con mosaici, mentre complessi cambiamenti interessarono altri ambienti della villa. Tali interventi sono chiaramente leggibili nel vano antistante la cenatio 116, dove focolari, fosse di fusione, piani di lavorazione, argilla rubefatta e scorie metalliche denotano una riconversione d’uso di questo spazio in funzione artigianale, con l’installazione di una officina adibita alla lavorazione del ferro e del piombo (figg. 24-25). rría, 2004; Brogiolo, Chavarría Arnau, Valenti, 2005. Per l’Italia meridionale si vedano le osservazioni di Volpe, 2005a su villaggi e insediamento sparso tra Tardoantico e Altomedioevo. 115 Si vedano le considerazioni di Volpe infra. 116 L’officina sfruttò i muri preesistenti ancora ben conservati in elevato come si desume dalla sovrapposizione dei crolli strutturati dell’edificio tardoantico agli strati di obliterazione della fase altomedievale. Alcune trincee individuate lungo alcuni muri perimetrali potrebbero essere riconducibili alla traccia in negativo lasciata da tavole di legno ancorate a travi orizzontali con funzione di sostegno alle strutture murarie preesistenti.

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Fig. 26. Capanna altomedievale realizzata all’interno dell’amb. 4 (foto G. Volpe).

Fig. 27. Sepoltura altomedievale ricavata nell’amb. 9 (foto G. Volpe).

Più complesse le dinamiche edilizie e le sovrapposizioni strutturali che interessarono il complesso abitativo sud-orientale, dove nuclei di capanne e sepolture occuparono gli spazi in precedenza residenziali o di servizio e, in parte, termali. Tra i muri dell’edificio della villa tardoantica ancora conservati in elevato furono ricavate capanne, con piani di calpestio in terra battuta, fornelli e coperture in materiale deperibile (legno o paglia) in parte poggianti sulle strutture murarie preesistenti, in parte su pali lignei verticali 117 con funzione di sostegno di travi orizzontali 118 (fig. 26). In un altro caso i muri preesistenti furono utilizzati come recinto destinato ad ospitare una capanna a pianta di dimensioni estremamente ridotte, caratterizzata da pali perimetrali inseriti all’interno di una trincea scavata nel terreno e dotata di focolare esterno 119 e, forse, di uno spazio aperto in cui fu ricavata anche una sepoltura infantile. Altri ambienti, prossimi alle strutture abitative e artigianali, furono invece interessati da un’occupa-

zione di tipo cimiteriale, documentata prevalentemente da sepolture infantili 120 (fig. 27). Il quadro di informazioni delineato per la fase altomedievale è decisamente provvisorio e la mancanza di dati organici sugli insediamenti rurali altomedievali della Puglia e, in generale, dell’Italia meridionale rende azzardata qualsiasi considerazione di carattere generale. La presenza di nuclei abitativi di capanne 121 e di strutture artigianali articolate su una superficie relativamente ampia, le modalità stesse di occupazione degli spazi e la qualità della cultura materiale sembrerebbero, però, suggerire l’esistenza di un abitato, verosimilmente un villaggio 122. Non sono stati, finora, rinvenuti strati di frequentazione relativi al pieno Medioevo quando il destino del sito sembra ormai compiuto. Senza un nuovo inizio. M.T.

117 Il piano in terra battuta della capanna ricavata nell’ambiente 4 conserva la traccia di numerose buche di ridotte dimensioni, apparentemente distribuite senza una coerente geometria, non riferibili alle tracce lasciate da travi portanti ad eccezione di quelle individuate negli angoli; è evidente che si tratta di paletti per sorreggere il tetto di una abitazione che sfruttava i muri ancora in elevato dell’ambiente tardoantico; non si può inoltre escludere che alcune buche di minori dimensioni siano riconducibili a panche o a sgabelli a gambe appuntite. Buche di palo intorno al fornello segnalano la presenza di un focolare. L’assenza di chiodi lascia supporre che le travi fossero tenute insieme da cordami, legacci vegetali o puntoni lignei. 118 Sulle tipologie delle strutture in materiali deperibili si vedano Fronza, Valenti, 1996, 1997 e 2000; Cantini, 2003 e Valenti, 2004, con rinvio alla bibliografia precedente. Sull’uso del legno come materiale edilizio cfr. Augenti, 2004. Si vedano anche le considerazioni di Galetti, 1997. 119 Le stratigrafie hanno restituito elementi di incannucciato rivestito di argilla.

7.

UN ESEMPIO PECULIARE DI VILLA ARISTOCRATICA TARDOANTICA

Emerge chiaramente, anche dai dati preliminari finora acquisiti e qui rapidamente esposti, come la villa di Faragola rappresenti una delle testimonianze più significative delle ricche residenze rurali tardoantiche dell’Italia meridionale, il cui dossier si è an120 Il riuso funerario degli edifici rurali è documentato in Puglia; si vedano i casi citati in Volpe, 2005a, 233-234 e Id., 2005b. 121 Sulle capanne e sulle strutture abitative altomedievali individuate nei siti di San Giusto e di Mattinata e, in ambito urbano, nell’area del complesso paleocristiano di San Pietro a Canosa e nelle terme di Ordona cfr. Volpe, 2005a, 233234, 240-243. 122 La campagna di scavi 2005 ha consentito di portare alla luce altre capanne, sepolture e strutture artigianali contribuendo a definire la natura di un insediamento articolato.

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Fig. 28. Veduta delle terme da Est (foto G. Volpe).

dato recentemente sempre più arricchendo 123. A questo tipo di edifici riserva alcuni cenni Simmaco, proprietario egli stesso di varie ville e affetto da quello che definisce un morbum fabricatoris 124, una passione irrefrenabile, comune a tanti esponenti dell’aristocrazia senatoria, nel promuovere la costruzione e soprattutto l’abbellimento delle proprie lussuose abitazioni urbane e rurali. E non sembra un caso che sia proprio Simmaco ad indicare, in una lettera ad un suo conoscente, un nuovo tipo di ‘mosaico’ 125, che parrebbe, per certi versi, richiamare le esperienze innovative di decorazione pavimentale tentate, con i pannelli in opus sectile vitreo, anche nella villa di Faragola e tipiche, come si è detto, delle residenze imperiali e di alcune delle più ricche domus e villae aristocratiche 126. Alla documentazione letteraria, in 123 Rinvio ad alcuni recenti lavori di sintesi, che consentono di risalire alla bibliografia specifica. Sulla Puglia: Volpe, 1996; Id., 1999, 302-314; 2001b; sulla Basilicata: Small, 1999; Gualtieri, 1999; sulla Calabria: Accardo, 2000; Sangineto, 2001; sulla Campania: Savino, 2005; in generale cfr. Sfameni, 2004, 335-375 e ora i numerosi contributi raccolti in Volpe, Turchiano, 2005. 124 Symm. Ep. 2.60. Cfr. Vera, 1986, 231-270, in part. 263, n. 135. Si veda anche il contributo di C. Sfameni in questo stesso volume. 125 Symm. Ep. 8.42: Novum quippe musivi genus et intemptatum superioribus repperisti quod etiam nostra rusticitas ornandis cameris temptabit adfigere, si vel in tabulis vel in tegulis exemplum de te praemeditati operis sumpserimus, su cui si veda Cantino Wataghin, 1990, 280-281 con il riferimento ad altra bibliografia specifica. 126 Cfr. supra Turchiano.

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particolare al dossier simmachiano assai ricco di riferimenti agli apparati decorativi, ai rivestimenti parietali e pavimentali, alle colonne, alle terme di residenze proprie o di suoi amici e parenti 127, si aggiunge ormai una messe di dati archeologici fortunatamente sempre più consistente 128 e non più limitata a pochi casi esemplari, come le ville di Piazza Armerina o di Desenzano o a quella di San Giovanni di Ruoti 129 (quest’ultima fino a tempi recenti l’unica ad essere stata oggetto di indagini sistematiche in Italia meridionale). È possibile così disporre di un quadro sempre più chiaro dell’elevato livello raggiunto nelle manifestazioni del lusso e delle pregnanti funzioni e del significato stesso attributo alle 127 Simmaco possedeva, com’è noto, domus a Roma e Capua, e villae suburbane e in varie regioni italiche tra cui la stessa Apulia: Vera, 1986, 234-235; Volpe, 1996, 341-346; in generale sul fenomeno Vera, 1988, 115-172. 128 Si vedano, oltre ai lavori già citati, i recenti studi di carattere generale, dai quali è possibile risalire alla bibliografia specifica: Smith, 1997; Lewit, 2004; Chavarría, Lewit, 2004; Sfameni, 2004; sul caso della cd. villa di Teoderico a Galeata, anch’essa dotata di un ampio settore termale, cfr. ora si vedano inoltre De Maria, 2004. In ambito meridionale merita una menzione la recente scoperta di un’altra lussuosa villa tardoantica nella Vasilicata interna in località Maiorano di Viggiano (Potenza) dove è stato indagata una cenatio dotata di un vano absidato nel quale si è ipotizzata la sistemazione di uno stibadium, analogamente a quanto è riscontrabile in altre ville lucane come quelle di Potenza-Malvaccaro e Melfi-Serra dei Canonici: interessante anche in questo caso la stretta connessione con impianti idraulici: cfr. Russo, 2005. 129 Cfr. Romizzi in questo volume con bibliografia.

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Fig. 29. Veduta delle terme da Nord (foto G. Volpe).

dimore rurali aristocratiche nell’Italia tardoantica 130. È indubbio infatti che il caso di Simmaco sia stato tutt’altro che isolato ma che, al contrario, si sia trattato di un atteggiamento comune all’intera classe aristocratica, che considerava le dimore urbane e rurali un simbolo del proprio elevato status tanto sociale ed economico, quanto politico e culturale. I due elementi finora colti con maggiore evidenza nello scavo della villa di Faragola, le terme e la sala da pranzo, appaiono tra i caratteri più significativi delle residenze rurali tardoantiche, considerata l’importanza attribuita sia alla cura del corpo sia ai riti del convivio. E se finora non si è potuto individuare, nella villa di Faragola, un altro aspetto caratterizzante dell’architettura residenziale tardoantica, la sala absidata e/o trilobata, non è escluso che la prosecuzione delle ricerche possa presto colmare questa lacuna 131. Le grandi terme 132 comprendono 130 Cfr. ora su questo tema il bel saggio di C. Sfameni in questo stesso volume; si vedano inoltre Ellis, 1991 e 1997, Scott, 2004, 39-66. Sull’edilizia residenziale tardoantica cfr. ora Ellis, 1988, 565-577; Id., 2000; Baldini Lippolis, 2001, ed in particolare su alcuni caratteri specifici, come le aule absidate, si vedano inoltre, con il rinvio all’ampia bibliografia sull’argomento, Guidobaldi, 1993, 69-83; Id. 1999b. 131 Come dimostra ora la presenza di vasche absidate nelle terme. 132 Come si è più volte ribadito, le terme, il cui scavo peraltro non è stato completato, sono state oggetto di indagine in particolare nel 2005, per cui qui ci si limita necessariamente solo a brevissimi cenni. La presenza di grandi e lussuosi impianti termali è una caratteristica delle ville tardoantiche, come dimostrano ad esempio, in questo stesso ambito

l’ampio salone interamente mosaicato (amb. 3) 133, probabilmente utilizzato per esercizi ginnici, massaggi ed altre pratiche termali, le sale tiepide (tepidaria,) e calde (caldaria), oltre ad un vano pavimentato con marmi, da cui si accedeva a vasche per bagni caldi, tiepidi e freddi (figg. 28-29). Ma è, in particolare, la sala da pranzo, con il suo ricco apparato decorativo parietale e pavimentale, con l’evidente ricerca di effetti scenografici basati sui giochi d’acqua, sul forte cromatismo dei rivestimenti, sulla studiata integrazione tra struttura architettonica e paesaggio circostante, a indicare l’elaborazione di un preciso progetto architettonico e decorativo (e ideologico) fortemente influenzato da una committenza colta, oltre che dotata di cospicue risorse finanziarie, e realizzato da maestranze specializzate (fig. 30). Lo stibadium in muratura, capace di accogliere fino a sette commensali, dotato di una fontana e pensato quasi all’interno di un ninfeo 134, manifesta un’associazione tra strutture per banchetto e acqua che caratterizza in senso aulico le ville romane, già in età primo-medio imperiale, come nelle celebri ville di Plinio e di Adriano; un binomio fortemente ricercato nell’edilizia rurale tardoantica (si pensi ancora al caso emblematico della cenatio estiva della villa di territoriale sud-orientale, i casi di San Giovanni di Ruoti (Small, Buck, 1994; Sfameni, 2005) e di Porto Saturo (Lattanzi, 1973). 133 Cfr. supra De Felice. 134 Cfr. supra Turchiano con il rinvio ai vari confronti. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 221 a 251

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Fig. 30. Ricostruzione tridimensionale computerizzata della cenatio con il pavimento della parte centrale del vano coperto dall’acqua (dis. F. Gagliardi). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 221 a 251

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Piazza Armerina), che trova una corrispondenza perfetta con la villa spagnola di El Ruedo 135. Lo stibadium inoltre era posto in una studiata posizione enfatica, sopraelevato ed in asse con l’ingresso: in tal modo si offriva una visione marcatamente frontale e simmetrica, con il proprietario che occupava l’estremo posto a destra (che costituiva, com’è noto, la collocazione privilegiata), affiancato dai suoi selezionati convitati, in aderenza ad una concezione fortemente gerarchica tipica del mondo tardoantico: l’esempio di Faragola costituisce così, al momento, forse la più efficace e meglio conservata testimonianza materiale di questo raro e peculiare dispositivo conviviale realizzato in muratura, preferito nelle occasioni ufficiali soprattutto per favorire un più ravvicinato contatto tra i pochi convitati ammessi; una stretta analogia lo avvicina ad alcune celebri raffigurazioni come, ad esempio, quella della Tomba del Banchetto di Constanza o alle rappresentazioni dell’ultima cena nei mosaici di Sant’Apollinare Nuovo a Ravenna o nel Codice Purpureo di Rossano 136. Grazie allo scavo della villa di Faragola si comincia, dunque, a colmare il deficit conoscitivo sulle ricche residenze aristocratiche tardoantiche in Apulia. Finora, infatti, per varie circostanze, lo scavo delle ville in questo territorio si era limitato prevalentemente all’indagine dei settori produttivi e solo in minima parte aveva toccato gli ambienti residenziali: è questo il caso ad esempio delle ville di San Giusto, di Agnuli, di Santa Maria di Merino 137. Nel caso di Faragola, al contrario, l’indagine stratigrafica non ha ancora riguardato la pars rustica, quasi sicuramente presente. Si comincia dunque a conoscere meglio la complessa articolazione delle villae tardoantiche che anche in Apulia, come altrove, dovevano fondere perfettamente i caratteri della luxuria e del fructus. Le voluptates e l’otium litteratum o philosophicum, come testimonia ampiamente Simmaco, costituivano infatti uno stimolo essenziale perché i ricchi proprietari decidessero di soggiornare a lungo nel corso dell’anno presso le proprie residenze rurali, non solo per potersi concedere momenti di riposo, di studio e riflessione, ma 135 Cfr. Salza Prina Ricotti, 1987,137-138, 175-177; in generale si veda l’ottima sintesi di Duval, 1997; sulla villa di El Ruedo cfr. Vaquerizo Gil, Carrillo Diaz-Pines, 1995; Vaquerizo Gil, Noguera Celdrán, 1997, in part. 60-77. Come si è già detto un’associazione tra stibadium (non in muratura) e fontana è stato registrato anche nella villa di Maiorano di Viggiano (Russo, 2005). Sulla cenatio di Faragola cfr. ora ampiamente Volpe, 2006. 136 Cfr. Dunbabin, 2003, 169-174, 199-201, figg. 119-120, tav. XIII; Volpe, 2006. 137 Cfr. Volpe, 1996, 211-229, con bibliografia specifica; su San Giusto cfr. ora Id., 1998a; Id., 2001; Id., 2003.

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Fig. 31. Fornace adibita alla cottura di laterizi (foto G. Volpe).

anche per curare gli affari e gestire più direttamente gli estesi fundi, con un’attenzione particolare al controllo delle rendite 138. L’ampia sala con il pavimento musivo ed in particolare la cenatio con il raro stibadium e la lussuosa decorazione in opus sectile confermano la rilevanza, assunta nella concezione della vita aristocratica in campagna, dei riti del convivium e l’eleganza degli spazi adibiti a queste pratiche 139. È tale contesto sociale e culturale che favorì in ville come quella di Faragola la moltiplicazione dei vani e la gerarchizzazione e specializzazione degli spazi destinati alle varie attività, con una cura particolare riservata alle sale da pranzo, che insieme alle terme, ai giardini, alle biblioteche e alle sale per il ricevimento, finirono per assumere la funzione di carattere distintivo dell’architettura rurale aulica. Pur non essendo ancora noto il quartiere produttivo, è importante sottolineare come la villa di Faragola fosse dotata, secondo un carattere comune a molte residenze tardoantiche dell’Italia meridiona138 Sulle funzioni produttive delle ville tardoantiche si vedano le considerazioni di Vera, 1986; sulla villa tardoantica Id. 1995. 139 Cfr. Rossiter, 1991, 199-214; Beck, 1983, 81-107; Ellis, 1997; Dunbabin, 1991, 1996 e 2003.

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le 140, anche di un settore artigianale, del quale è stata finora indagata una fornace per la cottura di laterizi 141 (fig. 31): sulla base della convergenza dei dati archeologici e di quelli archeometrici 142, è possibile datare la fornace ad età tardoantica (più specificamente, con molta probabilità, al IV secolo). In età tardoantica, in particolare tra IV e V secolo e in misura sempre più ridotta nel corso del VI, l’Apulia conobbe una fase di grande espansione economica 143, fondata su un sistema assai complesso e integrato di agricoltura (in particolare cerealicola) e allevamento transumante. Diversamente da quanto si è registrato in altre parti di Italia, in Apulia si verificò, pur nel quadro di un processo di concentrazione della proprietà, un sensibile incremento quantitativo degli insediamenti rurali in età tardoantica rispetto all’età medioimperiale, con una larga diffusione di villae, vici ed anche piccole fattorie: nelle valli del Celone e dell’Ofanto le ricognizioni sistematiche hanno potuto riscontrare una crescita di circa il 50% dei siti 144. Sempre, nel caso delle villae tardoantiche, si registra sia la presenza di indicatori di lusso (mosaici, marmi, intonaci dipinti, ecc.) sia il notevole incremento dimensionale dell’edificio rispetto alla fase precedente. Accanto ad estese proprietà imperiali e poi anche a quelle ecclesiastiche 145, sono note in Apulia, grazie soprattutto a varie attestazioni letterarie ed epigrafiche 146, tenute di alcune delle principali famiglie aristocratiche dell’Impero, come i Nicomachi, quasi sicuramente originari di Canosa, i Simmachi, gli Aradi, i Valeri. La villa di Faragola consente ora di offrire una più solida e chiara fisionomia archeologica alla presenza della grande proprietà aristocratica. Il rinveni140 Pallad. Op. agr. 1.6.2. Si vedano ad esempio i casi degli impianti artigianali delle ville di San Giusto: Volpe, 2001, 330-331; Id., 2003, 523-525; di Masseria Ciccotti: Di Giuseppe, 1996, 220-221; Gualtieri, 1999, 374-379; di San Giovanni di Ruoti: Small, 1999, 340-341; di Calle di Tricarico: Di Giuseppe, 1996, 221-222; Ead., 1995. 141 La fornace è a pianta quadrata con corridoio centrale assimilabile al tipo II/b della classificazione proposta da Cuomo di Caprio, 1971-1972, 405. 142 Analisi archeomagnetiche sono state eseguite da Roberto Lanza e da Evdokia Tema del Dipartimento di Scienze della Terra dell’Università di Torino: cfr. Tema, Lanza, 2005. Un frammento ligneo è stato analizzato per la datazione C14 presso il CeDAD dell’Università di Lecce (ringrazio vivamente l’amico e collega Lucio Calcagnile per la preziosa collaborazione) e ha fornito una datazione al 320-430 (con 61% di probabilità). 143 Cfr. Volpe, 1996; Id., 1999; Id., 2001b. 144 Volpe, Romano, Goffredo, 2003 e 2004; Romano, Volpe, 2005; Goffredo, Volpe, 2005; Volpe, 2005b. 145 Chelotti, 1994; Ead., 1999; Volpe, 1996, 351-360; Id., 1998b, 328-338; De Fino, 1999, 687-695; De Fino, Romano, 2001, 43-89. 146 Volpe 1996, 341-351.

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mento di un prezioso frammento di un’epigrafe onoraria, databile agli inizi del III secolo d.C., apre forse uno spiraglio per tentare di definire l’assetto proprietario della villa 147. La lastra di marmo, parte di una più ampia epigrafe, probabilmente esposta nella stessa villa, risulta riferibile molto probabilmente a Cossonius Scipio Orfitus, figlio e legato di L. Cossonius Eggius Marullus, console nel 184 e proconsole d’Africa nel 198-199 d.C., esponente di spicco della famiglia dei Cornelii Scipiones Orfiti, già documentati ad Ausculum da altre due iscrizioni (CIL 9.662-663) e proprietari di tenute, oltre che ad Ausculum, anche a Brundisium e nel Sannio 148. Si tratta di un’importante famiglia di antica tradizione, risalente probabilmente già ad età tardorepubblicana e molto ben attestata tra II e IV secolo d.C., imparentata con l’altrettanto importante gens degli Eggii originari di Aeclanum 149. Uno Scipio, vir clarissimus, è tra gli amici di Simmaco ed una serie di discendenti diretti o indiretti è nota tra IV e V secolo, come Memmius Vitrasius Orfitus, p.u. del 353-355 e 357-358, implicato in un noto scandalo per la sottrazione di denaro dall’arca vinaria, peraltro direttamente imparentato con lo stesso Simmaco in quanto padre della moglie Rusticiana, ed inoltre Cynegius Orfitus e G. Orf[itius?] Olympius, senatori della fine del V secolo 150. La recente scoperta di altre iscrizioni, reimpiegate nella villa, tra cui due relative ad esponenti della gens Graecidia, induce però ad una doverosa prudenza in relazione alla complessa e sempre problematica questione dell’identificazione del proprietario o meglio della gens proprietaria di una villa che restò in vita molte generazioni 151: ciò che però conta è la sempre più chiara definizione del significato di una villa come quella di Faragola quale simbolo della potentia di una ricca e colta famiglia aristocratica nell’Italia meridionale tardoantica. La realizzazione, poi, ancora nel pieno V secolo, di imponenti lavori di ristrutturazione e abbellimento e la prosecuzione dell’utilizzazione della villa almeno per la prima parte del VI secolo pare costituire quasi un’eccezione nel panorama delle campagne italiane, con rari confronti solo in ambiti 147 L’iscrizione frammentaria è stata rinvenuta nella campagna di scavi 2004 nell’ambiente antistante la cenatio (amb. 5) ed è stata studiata da Marina Silvestrini; cfr. Silvestrini, 2005, 182-185 e Volpe, Silvestrini, 2004. 148 Jacques, 1986, 176-177. 149 Camodeca, 1982, 132-134. 150 PLRE I, Scipio, 180; Orfitus 3, 651-653, Symm. Rel. 34, Vera 1981, 254-272; PLRE I, 812, 804; cfr Jacques, 1986, 177. 151 Si pensi all’annoso dibattito sul proprietario della villa di Piazza Armerina (cfr. Duval, Giardina, Vera, Whittaker, Wilson, 1983, 535-602).

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particolari, come quello ravennate 152, e dimostra la persistente vitalità delle campagne daunie ancora in questa fase. In Apulia, mentre ad alcune decine di chilometri di distanza da Faragola, a San Giusto, nelle campagne tra Luceria ed Aecae, si edificava tra V e VI secolo, nei pressi della villa, un monumentale e ricco edificio di culto cristiano, sede forse di un vescovo rurale 153, nelle campagne di Ausculum si procedeva alla risistemazione della cenatio e alla stesura di pregiati rivestimenti marmorei e in opus sectile: operazioni queste che manifestano un’evidente volontà da parte del dominus di ostentazione del proprio status e della propria cultura, ancora ben ancorata ai valori e ai caratteri aristocratici tradizionali. La villa di Faragola apporta, inoltre, una serie di elementi di grande interesse anche per l’approfondimento del tema della ‘fine della villa’ che da alcuni anni appassiona il dibattito storiografico 154. La fase finale di vita della villa tardoantica, ancora sostanzialmente caratterizzata dalla fisionomia acquisita nel V secolo, sembra datarsi non prima del tardo VI secolo mentre tra la fine del VI e il VII-VIII secolo, dopo una fase apparentemente non lunga di abbandono, l’area fu rioccupata da un ‘abitato’, di cui è stato possibile finora individuare solo alcune strutture abitative e produttive realizzate all’interno di spazi dell’edifico ormai abbandonato ma ancora caratterizzato da muri parzialmente conservati in elevato 155. Gli interventi di ristrutturazione e abbellimento realizzati nel corso del V secolo, documentando una persistente ricerca del lusso, consentono, insieme ad altri esempi celebri, come la villa di San Giovanni di Ruoti 156, di proporre un riesame della tesi recentemente esposta da T. Lewit in uno stimolante contributo 157 a proposito delle trasformazioni delle ville tra V e VI secolo. Secondo la Lewit, infatti, l’abbandono o la trasformazione di ambienti residenziali e di impianti termali, l’adozione di strutture in materiali deperibili, la presenza di tombe, ecc., sarebbero da leggere alla luce di una profonda trasformazione socio-culturale, o meglio di una vera e propria ‘rivoluzione culturale’, legata in 152

Si pensi al caso della ‘villa di Teoderico’: De Maria,

2004. 153 Volpe, 1998, 2001, 2003. 154 Sul dibattito sulla fine delle ville esiste ormai un’ampia bibliografia (cfr. supra nota 114): si veda ora Chavarría, 2004 con il rinvio agli studi principali sull’argomento. 155 Cfr. più diffusamente supra Turchiano. 156 Cfr. Small 2005, che ha proposto un datazione più tarda, al VII secolo, per la ‘fine della villa’; ma si vedano a tale proposito le osservazioni di Volpe, 2005a, 230. 157 Lewit, 2003; cfr. anche Ead., 2005.

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particolare al processo di cristianizzazione, che, analogamente con quanto si verificava nello stesso periodo nelle città, avrebbe portato le aristocrazie a disinteressarsi della manutenzione delle ville e del loro aspetto estetico, abbandonando i precedenti stili di vita e scegliendo nuove modalità per la manifestazione del proprio status, come gli edifici di culto e le sepolture 158. È evidente come tale tesi non vada generalizzata, tenendo conto delle numerose variabili locali e soprattutto della periodizzazione del fenomeno (distinguendo nettamente, ad esempio, la fase di IV-V-inizi VI da quella di tardo VI-VII), e ribadendo la necessità di contestualizzare all’interno dell’analisi dei singoli territori la ricostruzione del processo di trasformazione, di spopolamento delle campagne e dell’affermarsi di nuove forme di occupazione. L’aspirazione a forme di vita più sobria è ben attestata 159 e non mancarono anche, com’è noto dal celebre caso di Melania e Piniano 160, tentativi di dismissione delle proprietà, ma appare difficile spiegare in maniera generalizzata fenomeni di vera e propria destrutturazione delle ville tardoantiche ricorrendo a fattori ideologicoculturali piuttosto che alle profonde mutazioni degli assetti socio-economici e politico-istituzionali verificatesi nell’età della transizione. Difficilmente accettabile appare, però, la posizione della Lewit innanzitutto in relazione al problema cronologico, in quanto pare anticipare alla piena fase tardoantica un fenomeno generalmente attribuibile all’Altomedioevo, dopo la ‘fine delle ville’, relativo alla rioccupazione, generalmente tra tardo VI e VII, della stessa area degli edifici tardoantichi da parte di capanne lignee e altre strutture molto povere. Ma anche prescindendo da tale slittamento cronologico, sembra quanto meno difficile pensare che i ricchi aristocratici tardoantichi abbiano preferito, assumendo costumi ascetici o quasi di tipo eremitico, abbandonare gli agi delle sale da pranzo o delle terme per vivere, negli stessi spazi della propria villa di famiglia, in capanne di legno, su battuti di terra a volte stesi pochi centimetri al di sopra di pavimenti musivi, con l’uso di rozzi focolari per scal158 La Rocca, 1998, 278-279, considera a questo proposito, ma giustamente per una fase più tarda, che i «cambiamenti edilizi e insediativi possano essere osservati come il risultato delle modificazioni delle forme di ostentazione sociale da parte dell’aristocrazia. A partire dal VI secolo il venir meno dello stato comportò una decisa ridefinizione degli status symbols». Cfr. a questo proposito anche le considerazioni di Augenti, 2003 e, per il caso del territorio di Metz, Hallsall, 1995. 159 Chavarría, 2004b, 15-17, cita opportunamente la testimonianza di Sidonio Apollinare. 160 Rinvio alle stimolanti considerazioni di Giardina, 1986.

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darsi e cuocere i pasti. Senza cedere ad alcun pregiudizio classicista, colpisce in ogni caso come, a Faragola come altrove, pur nel quadro di una continuità insediativa sullo stesso ‘vassoio topografico’, secondo la felice formula coniata da A. Carandini 161, si sia verificata nel corso di meno di un secolo una radicale discontinuità nelle forme di vita e di cultura materiale: lì dove ancora tra V e VI secolo si banchettava sdraiati sullo stibadium in una lussuosa sala da pranzo con pavimenti di marmi policromi o si frequentavano le terme con vasche per i bagni e vani con mosaici policromi, un secolo più tardi si viveva tra muri semidiruti in povere capanne di legno e terra con rozzi battuti pavimentali, seppellendo i propri cari accanto alle abitazioni, secondo forme di vita che richiamano le consuetudini degli abitati indigeni protostorici e preromani. La continuità è solo topografica, la discontinuità delle forme di vita è totale. Tra le varie interpretazioni possibili del fenomeno epocale della fine delle ville e della rioccupazione da parte di piccoli abitati altomedievali 162, pare ancora oggi convincente il ricorso alla combinazione di più fattori, in particolare di ordine politico-amministrativo (gli esiti della guerra greco-gotica e dell’invasione longobarda, la crisi dell’organizzazione statale romana) e socio-economico (la destrutturazione del sistema economico e commerciale romano, la scomparsa delle aristocrazie tardoantiche e la nascita di nuovi ceti emergenti), mentre appaiono poco convincenti quelle spiegazione che amplificano i fattori ideologici-culturali (che pure ebbero il loro peso), secondo cui le aristocrazie avrebbero assunto nuovi modelli di comportamento e di vita, destinando i proventi delle attività produttive agricole a forme diverse da quelle tradizionali di ostentazione del proprio status. Come ha opportunamente fatto notare G.P. Brogiolo, «sembra incongruo che i luoghi di culto, tranne poche eccezioni, siano stati generalmente costruiti in buona muratura, talora impreziositi con decorazioni, da committenti che per propria residenza avrebbero invece scelto edifici in tecnica povera» 163. Allo stato attuale delle conoscenze, non è possibile chiarire l’esatta fisionomia dell’abitato rurale altomedievale di Faragola e dei pochi insediamenti simili finora individuati, attribuendo loro lo status, storico e archeologico 164, di villaggio, escludendo

cioè a priori l’identificazione con forme di abitato sparso. Si tratta peraltro di problemi, non solo di tipo terminologico, che risultano strettamente legati a importanti questioni storiche e storiografiche, come il ruolo destrutturante della guerra greco-gotica e l’impatto della penetrazione longobarda 165, il diverso assetto tra zone controllate dai Longobardi e aree bizantine 166, e in generale il problema della continuità-discontinuità delle strutture territoriali tra età romana e Medioevo 167: temi questi che potranno essere rivisitati solo grazie a nuove ricerche archeologiche sistematiche specificamente finalizzate all’analisi dell’insediamento altomedievale.

Carandini, 1993, 15. Se veda una sintesi critica in Brogiolo, Chavarría, 2003, 31-33; per la situazione in Puglia e in Italia meridionale si veda ora Volpe, 2005a e 2005b. 163 Brogiolo, Chavarría, 2003, 33. 164 Cfr. Zadora-Rio, 1995; Francovich, Hodges, 2003, 2226; Arthur, 2004.

165 Com’è noto non c’è univocità di vedute in rapporto agli effetti della guerra greco-gotica e alla penetrazione longobarda: cfr. in particolare Martin, Noyé, 1998 e Martin, 1993, 140-146. 166 Zanini, 1998; Arthur, 2004; Favia, 2002. 167 Se ne veda ora una lettura critica in Capogrossi Colognesi, 2002.

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LA VILLA TARDOANTICA DI FARAGOLA (ASCOLI SATRIANO)...

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LA FINE DELLE VILLE: DIECI ANNI DOPO POR

GIAN PIETRO BROGIOLO Università degli Studi di Padova

RESUMEN Diez años después de la publicación de las actas del seminario dedicado a La fine delle ville (Mantua 1996) se examina la evolución del poblamiento rural durante la Antigüedad Tardía teniendo en cuenta las últimas propuestas interpretativas.

SUMMARY Ten years after the publication of the volume La fine delle ville (Mantua 1996) this essay will examine the development of rural settlement during the late antiquity, primarily by confronting the last interpretative models suggested for the main changes. PALABRAS CLAVE: Villas, aldeas, asentamientos de altura, poblamiento rural, transformaciones, siglos V al IX. KEY WORDS: Villas, villages, hill-top sites, rural settlement, transformations, Vth to IXth centuries.

Chris Wickham dedica alle campagne la parte più consistente del suo volume su Mediterraneo ed Europa occidentale nel periodo compreso tra il tardo antico e l’età carolingia (Wickham, 2005). L’impostazione dichiaratamente socioeconomica, basata principalmente sulle fonti scritte e, per taluni temi (in particolare strutture insediative, produzioni e scambi) sui modelli costruiti dagli archeologi, lascia in secondo piano gli aspetti ideologici e culturali, ai quali peraltro l’autore rimanda in molteplici occasioni, in particolare per la fine delle ville, dovuta in larga misura alla militarizzazione degli stili di vita: «I would argue that the end of the villa system is best seen as a marker, with a different date in each region, of the militarization of aristocratic lifestyles, rather than of crisis» (Wickham, 2005, 202). Un sostegno a questa ipotesi si ricava dalla scansione cronologica del processo che, pur variegata da regione a regione, si manifesta sovente in un accentramento della popolazione nei castelli e nei siti di altura costruiti tra V e VIII secolo in numerose regioni europee. E tuttavia i fenomeni di accentramento sembrano coesistere, in questi come in altri

territori, con gli insediamenti sparsi, spesso in continuità con le ville. Il mio contributo, che tiene conto delle conclusioni di alcuni recenti incontri italiani 1 e delle argomentazioni presentate nel recente lavoro a due mani con A. Chavarría su Aristocrazie e campagne nell’Occidente da Costantino a Carlo Magno (Firenze, 2005)), vuol discutere questi temi, a partire da alcuni modelli regionali, soprattutto italiani. 1.

QUANDO FINISCONO LE VILLE?

I due seminari del 1993 (Brogiolo, 1994) e 1995 (Brogiolo, 1996) rimarcarono una fine dell’edilizia antica tra V e VI secolo, nelle campagne come nelle città in Italia centro settentrionale, attraverso processi di compartimentazione, destrutturazione, inserimento di attività artigianali, riconversione insediativa con capanne di legno. Quelle conclusioni sono valide ancor oggi e hanno trovato riscontro in tutte le regioni europee (Chavarría, 2004), anche se non mancano esempi di persistenza di architetture di buona qualità fino agli inizi del VI secolo ed eccezionalmente anche per il secolo successivo (Brogiolo, Chavarría, 2005, 49-53). Si tratta per lo più di interventi di ristrutturazione, datati sulla base dei mosaici, in Hispania nelle ville di Baños de Valdearados (Burgos), Rienda (Zaragoza), o Estada (Huesca) e in Gallia nelle ville di Migennes (Yonne) (V secolo), Mienne Marboué (Eure et Loire) (fine del V secolo o inizio del VI), Châtigny-Fondettes (Indreet-Loire) (VI secolo), Saint Rémy-la-Varenne (Mai1 Il tema della campagne altomedievali italiane è stato oggetto di discussione in quattro convegni e seminari tenuti nel 2003 e 2004: (1) a Nonantola nel marzo 2003 (Gelichi, 2005); (2) a Foggia nel febbraio 2004 (Volpe, Turchiano, 2006); (3) a Gavi nel maggio 2004 (Brogiolo, Chavarría, Valenti, 2005); (4) a Poggibonsi nel dicembre 2004 («Scavi fortunati» e invisibilità archeologica. La formazione del villaggio altomedievale (VI-X secolo). Le relazioni sono consultabili nel sito: http://archeologiamedievale.unisi.it/ NewPages/INSEGNAMENTO/nov/nov56.htlm). Sintesi del dibattito in corso si trovano nel volume di Valenti sulle campagne toscane (Valenti, 2004).

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Fig. 1. Pla de Nadal (Valencia) (Juan, Lerma, 2000).

ne-et-Loire) (VI secolo), Sorde l’Abbaye (Landes) (VI o VII secolo, ma forse in rapporto ad una funzione monastica) 2. Per quanto riguarda l’Italia, le attestazioni più tarde si collocano tra fine V e inizi del VI secolo. La villa di San Giovanni di Ruoti, in Basilicata, viene ristrutturata, nella seconda metà del V secolo, con nuovo ingresso monumentale, rifacimento di pavimenti in mosaico e costruzione di un’aula absidata al primo piano e rimane in uso fino alla metà del VII secolo 3, al pari della villa di Quote San Francesco, in Calabria (Avetta, Marcelli, Sasso d’Elia 1991), 2 Chavarría in questo volume e 2006 (per le ville ispaniche); Balmelle, 2001; Balmelle, Van Ossel, 2001 (per i siti in Gallia). 3 Si veda da ultimo sulla datazione del sito: Small, 2006.

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dotata anch’essa, nel V secolo, di aula di ricevimento al primo piano (Sfameni 2006). Anche la villa di Galeata, nel ravennate, viene provvista, tra la fine del V e la prima metà del VI secolo di un complesso termale e il suo utilizzo continua, non è però chiaro se ancora con uno standard monumentale, fino al VII-VIII secolo (Villicich, 2004, 130). Il complesso più interessante è peraltro quello di Pla de Nadal, nella costa orientale della Penisola iberica (fig. 1). Per quanto è stato scavato, si riconosce un edificio di 1200 mq costituito da due corpi simmetrici con al piano terra un porticato, atri e alcuni ambienti destinati a magazzino, mentre i vani residenziali si trovano plausibilmente al piano superiore. Il ricco arredo scultoreo e le ceramiche lo collocano nel VII secolo (Juan, Lerma, 2000), mentre

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due iscrizioni recano il nome TEVDINIR, suggestivamente identificato con il Teodomiro menzionato negli Atti del XVI Concilio di Toledo, e nella Crónica Mozárabe. Se l’identificazione è corretta, Pla de Nadal costituirebbe l’esempio più tardo di una villa rurale nell’Occidente europeo. Vi è peraltro chi ritiene che possa trattarsi di un edificio monastico con architetture di qualità, come quelle del monastero di San Vincenzo al Volturno, nel ducato di Benevento (Italia meridionale) provvisto di un peristilio porticato con fontana centrale, una tipologia architettonica che potrebbe derivare, al pari degli schemi geometrici degli affreschi della cripta della vicina chiesa di San Vincenzo (Mitchell, 2000, 181), dalle architetture romane ancora in alzato nella Campania degli inizi del IX secolo. Una persistenza di modelli aulici nelle residenze rurali è suggerita anche dalle fonti scritte, come nel caso del palazzo di Corteolona, nei pressi di Pavia, fondato, all’inizio dell’VIII secolo, dal re longobardo Liutprando, che peraltro rinunciò al progetto di costruire un impianto termale, preferendo far erigere una chiesa 4. Sulla base dei dati disponibili, si può dunque concludere che alcune ville tardo antiche sono sopravvissute almeno fino al VI. Ancora nel VII-VIII secolo non solo i complessi ecclesiastici ma anche le residenze rurali di alcuni personaggi al vertice del potere venivan costruiti con un buon livello qualitativo, anche se con tipologie edilizie innovative e con un apparato decorativo più ridotto. Casi peraltro eccezionali rispetto ad un quadro ormai generalizzato di insediamenti che si impiantano sulle ville o nelle vicinanze, a testimoniare una continuità non solo abitativa, ma anche del fondo agricolo. Di questo processo conosciamo singoli dettagli: le tipologie edilizie, le aree funerarie, talune attività artigianali, in alcuni casi la presenza di un luogo di culto. I nuovi edifici inseriti nelle ville talora sfruttano le murature preesistenti e conservano i piani d’uso antichi, ma molto più spesso sono costruiti ad una quota più alta su un nuovo piano di calpestio o al di sopra delle rovine livellate. Generalmente gli alzati e i tetti sono in legno o in terra, più raramente in tecnica mista (zoccoli in pietra e alzati lignei). Le piante sono rettangolari, quadrangolari o circolari. Una tipologia che compare sempre con più frequenza V e VI secolo è quella delle capanne seminterrate di pianta circolare, ovale o rettangolare e alzato ligneo, spesso in rapporto con popolazioni alloctone 5. Spesso alla destrutturazione degli edifici roma-

ni contribuisce l’inserimento di forni fusori o forge, in relazione con un’attività produttiva di carattere marginale, forse anche realizzata da artigiani itineranti, legata alla riparazione o fusione di oggetti metallici deteriorati. Anche i corredi funerari suggeriscono talvolta la presenza di individui di cultura barbarica. Come a Sovizzo (Vicenza), dove molte delle oltre 400 sepolture, in vicinanza di una villa con continuità di vita con strutture povere, contenevano manufatti di cultura longobarda (Rigoni, Hudson, La Rocca, 1988), ad Avicenna (Puglia), dove dopo una fase di capanne che si imposta su una villa in uso fino al V secolo, nel VI - VII è attiva una necropoli con ricchi corredi di cultura longobarda 6. Nella maggior parte dei casi, le informazioni sono parziali e ci sfuggono le dinamiche complessive che richiedono indagini su ampia superficie, non limitate al sedime della villa, come nel sito di Chessy (Seine-et-Marne) (fig. 2) (Bonin, 2000), dove sono state indagate, su una superficie di più di 12 ettari, non solo le strutture residenziali e funerarie ma anche gli spazi aperti e l’evoluzione del fondo agricolo. La fattoria, in uso dal I secolo d.C. fino al III, era costituita, all’interno di un’area circoscritta da un fossato, da due edifici con basamento in pietra, uno con funzione abitativa e l’altro produttivo, mentre all’esterno vi erano alcune parcelle agricole e aree incolte. Dopo una prolungata cesura, nel VI secolo l’azienda viene rifondata, riutilizzando il fossato e le attigue parcelle e costruendo un edificio residenziale con un annesso quadrangolare in legno, mentre l’area del precedente edificio romano viene destinata a sepolture. Il basso numero degli inumati, le strutture (una casa, un annesso, due silos e un focolare) e i reperti permettono di interpretare l’insediamento come azienda familiare con prevalenti attività di tipo agro-pastorale, caratteristiche che vengono mantenute anche nella successiva età carolingia, quando gli edifici residenziali raddoppiano e si moltiplicano gli annessi. Solo scavi di queste dimensioni permettono di capire la trasformazione di un’azienda agricola romana, mentre dati parziali non ci consentono di stabilire se l’occupazione al di sopra di una villa sia riferibile ad un’azienda familiare, come nell’esempio di Chessy, o ad un agglomerato di più famiglie o ad un villaggio. Un basso numero di sepolture può essere plausibile indizio di un unico nucleo familiare, ma la condizione opposta da sola non è testimonianza di un villaggio, il cimitero potrebbe infatti essere

MGH, PAC I, Tituli saeculi VIII, X-XII, 105-106. Per un aggiornamento del problema: Brogiolo, Chavarría, c.s.

6 D’Angela, Volpe, 1991, 798-799, 809-814 e Volpe, 2005. Per la presenza di necropoli visigote su ville ispaniche si veda Chavarría, 2005.

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Fig. 2. Chessy (Ile-de-France): 1. insediamento di epoca romana e 2. insediamento del VI-VII secolo (Bonin, 2000).

stato utilizzato da più insediamenti sparsi. Situazioni che evolvono nel tempo, come sembra suggerire il caso di Pietra Ligure, loc. Corti, in Liguria (Massabró, 1999). Dopo l’abbandono nel III-IV di una villa rustica costruita in età augustea, alla fine del IV secolo vengono costruiti alcuni piccoli edifici affacciati su spazi aperti, riutilizzando murature della villa o con zoccolo di pietre legate con argilla e alzati in argilla pressata o incannucciato. Attribuite a «nuclei familiari che si dedicano ad una modesta agricoltura ed alla pastorizia» vengono ricostruite un secolo più tardi su strati di livellamento impiegando tipologie simili, ma «all’interno di una pianificazione dello spazio abitato» e in un quadro economico ancora vitale testimoniato da una cospicua presenza di sigillate nordafricane. Nella seconda metà del VI secolo, il settore ovest dell’abitato viene destinato a sepolture infantili in anfora. Nel corso del VII secolo l’intero insediamento viene infine trasferito e tutta l’area della vecchia villa viene interamente destinata a sepolture (Bulgarelli, Frondoni, Murialdo, 2005). In conclusione, pur in un quadro in larga misura frammentario, alcuni dati paiono certi: (a) sopravvivenza di ville tardo antiche fino almeno al VI secolo; (b) costruzione ancora nel VII-VIII secolo di alcuni rari edifici di qualità, riservati alle aristocrazie più elevate; (c) numerosi esempi di continuità insediativa su ville, ma con strutture povere e/o aree funerarie, (d) presenza in alcuni casi di materiali o strutture edilizie riferibili a popolazioni alloctone, Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

(e) e, più generalmente, di situazioni che non permettono alcuna distinzione rispetto alla popolazione romana. Manca invece un’interpretazione complessiva di queste evidenzé, che tenga conto anche di altri parametri, non tutti peraltro riconoscibili archeologicamente: (1) aspetti socioeconomici dell’insediamento (azienda familiare o agglomerato con più nuclei familiari, che possiamo anche definire nella dicotomia insediamento sparso o accentrato), e dei tipi di produzione prevalenti (nella combinazione di colture cerealicole, specializzate, allevamento, incolto); (2) condizione giuridica degli individui (liberi proprietari, servi, coloni che rispondono ad un proprietario che risiede altrove); (3) relazione dell’insediamento sulle ville con gli altri abitati coevi, fondati ex novo e sulla base di differenti strategie. Nei prossimi paragrafi su quest’ultimo punto, sul quale l’archeologia è in grado di fornire informazioni, discuteró dapprima il problema dei castelli tardo antichi/alto medievali e poi quello dei nuovi abitati altomedievali. 2.

I CASTELLI TRA TARDO ANTICO E ALTO MEDIOEVO

Il fenomeno della fine delle ville è contemporaneo all’affermazione dei castelli, ben testimoniato sia dalle fonti scritte sia da quelle archeologiche in molte regioni da quelle balcaniche a quelle alpine,

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Fig. 3. Castello di Roc de Pampelune (Argelliers) (Schneider, 2005).

Fig. 4. Dettaglio degli edifici rinvenuti nell’area occidentale del castello di Roc de Pampelune (Argelliers) (Schneider, 2005). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

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Fig. 5. Castello di Larina (Isère) (Porte, 1999).

sembra fondato, ad esempio, il castello di Mont Musiège (Ode, Odiot, 2001), ad una trentina di km da Ginevra sulla riva sinistra del Rodano, provvisto di una cinta muraria che ingloba una superficie di circa 8000 m2 con alcuni edifici residenziali, di buona qualità al pari dei reperti (ceramica sigillata, pietra ollare, tubuli di ipocausto, tessere musive, vetro e oggetti di abbigliamento). Molto più numerosi sono i castelli della fine del V o del VI secolo, come Roc de Pampelune (Argelliers) (fig. 3-4) (Schneider, 2003), provvisto di edifici rettangolari in pietra con una funzione residenziale, di magazzini e di una chiesa con annesso battistero, caratteristiche che denotano un accumulo di surplus, come nel caso di Château-Porcher (V-VII secolo) 8, provvisto di una poderosa cinta muraria e con reperti di qualità,

dalla Gallia meridionale ai Pirenei 7. In questo paragrafo mi limiterò ad alcune considerazioni relativamente a quelli della Gallia meridionale e dell’Italia settentrionale, sottolineando in particolare quelle informazioni che permettono di metterli in rapporto con una presenza di gruppi elitari che disponevano di un surplus nettamente superiore rispetto a quello degli insediamenti rurali coevi. I castelli della Gallia ebbero un ruolo importante nelle guerre tra Franchi, Burgundi e Visigoti. Dopo questa fase, alcuni vennero in seguito abbandonati, come quello di Annegray presso il quale, a Luxeil, S. Colombano fondò il celebre monastero; altri sopravvissero fino all’epoca carolingia, allorché i documenti scritti attestano, come per l’Italia settentrionale, la loro centralità rispetto ad un distretto amministrativo e fiscale. L. Schneider, che ha indagato quelli della Linguadoca e della Provenza (Schneider, 2001, 2003, 2005), li suddivide in quattro gruppi principali: (1) fortezze militari a controllo delle frontiere o di percorsi stradali (come i castra Pirenaica menzionati nel 673 in occasione della spedizione del re Wamba, HGL, I, 178); (2) fortificazioni di dimensioni intermedie di statuto incerto, a volte associate a un abitato (Castelviel); (3) insediamenti rurali d’altura provvisti di sommarie difese, costruiti da privati (SaintPropice), (4) grandi agglomerati protetti da mura con all’interno chiese ed edifici di potere (Saint Blaise, Constantine, Pampelune, Saint Peyre). Anche la cronologia di questi castelli Fig. 6. Evoluzione di uno degli edifici rinvenuti nel castello di Larina (Isère) (Porte, 1999). sembra molto variabile. Tra IV e V secolo 7 Un’analisi preliminare sui castelli tardoantichi in Hispania in Chavarría, 2005. Interessanti riflessioni sul contesto e funzioni di questi castelli in Castellanos, Martín Viso, 2005.

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8 Quali DSP, ceramica e anfore africane, pietra ollare, oggetti di metallo, osso, vetro e un frammento di bassorilievo (Ode, Odiot, 2001, 243-245).

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dell’oppidum di Saint Blaise (540-570) (Demians d’Archimbaud, 1994), ubicato a ovest dell’Étang de Berre, con cinta muraria e di un edificio di culto. Larina (fig. 5-6) (Porte, 1999), nell’Isère, alla confluenza tra il Rodano e l’Ain, difeso da mura, una chiesa e un edificio di buon livello architettonico (simile al palazzetto di Monte Barro ha infra) e con oggetti di rango, tra i quali degli speroni. Presenze aristocratiche sono attestate anche nelle fasi successive al VI secolo, ad esempio nel castello di Saint Peyre (Pellecuer, 2000) (Gard) dove è stato rinvenuto un edificio di prestigio con pavimento in opus signinum e copertura di tegole, datato, sulla base degli oggetti di qualità rinvenuti al suo interno, tra la fine del VII secolo e l’inizio dell’VIII. Per quanto riguarda l’Italia settentrionale, non sappiamo se il rafforzamento delle cinte difensive di alcune città, quali Aquileia, Milano, Verona, Trento, attuato tra la seconda metà del III secolo e l’età tetrarchica, abbia comportato anche la fondazione di alcuni castelli a difesa delle strade di accesso alla Pianura Padana. Solo dalla Notitia Dignitatum (anno 425 ca.) apprendiamo di un sistema difensivo di blocco delle vallate alpine, definito tractus circa Alpes e mancano testimonianze archeologiche di castelli anteriori all’età teodosiana. Tra la fine del IV e gli inizi del V secolo viene datato quello Lomello (Pavia) (Blake, Maccabruni, 1992), costruito su un dosso fluviale lungo un’importante via di comunicazione, tra Pavia e il Piemonte, con un gran dispendio di risorse: le mura, rinforzate da torri, misurano ben quattro metri di spessore per un’altezza di sette metri. Una cronologia simile è stata proposta per la prima fase del castello di Sirmione, sul lago di Garda, ma la maggior parte dei castelli indagata archeologicamente viene datata tra gli inizi e la metà del V secolo. Un periodo cruciale per le sorti dell’Impero d’Occidente, durante il quale, dopo che erano stati scardinati nel 395 il limes pannonico e nel 406 quello renano, nuove difese vennero erette lungo i versanti alpini meridionali, in quattro distinti settori: nelle Alpi orientali, lungo la Valle dell’Adige, attorno a Milano e tra il Piemonte e la Val di Susa. Queste difese vennero rinforzate in età gota con la costruzione di nuovi castelli, come quello di Verruca (Doss Trento) la cui fondazione è ricordata da Cassiodoro 9 e di Garda, datato alla fine del V secolo sulla base della sequenza di scavo. Tra i meglio indagati, è da segnalare il castello di Monte Barro (Lecco) (Brogiolo, 2001) costruito probabilmente tra il secondo quarto e la metà del V (fig. 7). Le mura con torri lungo il versante meridionale 9

Cassiodoro, Variae III, 48.

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Fig. 7. Castello di Monte Barro (Lecco) inquadramento e ricostruzione del palazzo (Brogiolo, 2001).

e il pendio scosceso negli altri settori difendono una vasta area di una cinquantina di ettari, all’interno della quale vi erano una ventina di edifici, tra i quali una chiesa con pavimento musivo (non scavata) e un palazzetto a due piani che ha restituito una corona pensile in bronzo ed altri oggetti di qualità. A Garda (Verona) (Brogiolo, Ibsen, Malaguti, 2006) (fig. 8) le indagini hanno documentato tre cinte murarie, la più interna delle quali è coeva ad una chiesa ad aula unica con abside semicircolare, provvista di una pavimentazione a mosaico nell’abside, che ha restituito una fibula a vortice con teste di rapace databile alle fine del V secolo. Nello spazio protetto vi erano anche altri edifici, uno dei quali, piuttosto ampio e contraddistinto dalla presenza di murature intonacate ha restituito sigillate ed altri materiali di V-VII secolo. Nel corso della guerra gotica anche le gerarchie ecclesiastiche, che già avevano collaborato nel V secolo alla fondazione di chiese castrensi nell’ambito della cristianizzazione delle campagne, intervengono direttamente nella fondazione, come confermano i casi dei castelli alpini di San Giulio d’Orta, Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

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Fig. 8. Pianta del castello di Rocca di Garda (Verona) (Brogiolo, Ibsen, Malguti, 2006.

Laino, Isola Comacina, Sabiona, e di quello Grado, volto invece a proteggere la zona costiera, nell’ambito di un estensione delle difese dei capisaldi costieri bizantini. In Italia settentrionale, dalla seconda metà del VI secolo e per lo meno fino alle conquiste di Rotari (639) si contrapposero due sistemi paralleli, l’uno, lungo le Alpi, di più antica fondazione in mano, seppure con alterne vicende, ai Longobardi e ai Franchi, il secondo, di nuovo impianto, principalmente lungo gli assi fluviali, controllato dai Bizantini. Tra questi, Monselice (Brogiolo, 1994b), posto su un colle dei monti Euganei in un nodo stradale (via Annia) e fluviale (Adige) e dotato di una cinta muraria che racchiudeva la sommità con una chiesa dedicata a Santa Giustina, e Oderzo (Castagna, Tirelli, 1995), costruito, con una possente cortina, tra la fine del VI e gli inizi del VII secolo su una porzione della città antica. Bizantino è anche il castrum Pertice (Sant’Antonino di Perti, sulla costa ligure di Ponente) (Mannoni, Murialdo, 2001) (fig. 9), costruito sullo scorcio del VI secolo dopo la conquista longobarda del Piemonte. Protetto da un ottimo sistema di difese realizzato in più fasi, non si segnala per la qualità degli edifici residenziali in legno su zoccolo di pietre, bensì per le anfore e le sigillate africane e orientali che si ritiene siano state inviate tramite l’annona militare per essere commercializzate con l’entroterAnejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

ra longobardo. Non lontano il sito di Varigotti, su un promontorio costiero, ha restituito, oltre a sigillate e anfore d’importazione di VI-VII secolo, una bulla plumbea di un magister militum Basilius. Da queste evidenze emerge con chiarezza, in tutti i castelli, un surplus testimoniato dagli edifici di una certa qualità, dai prodotti di importazione e dalle monete. La qualità delle opere difensive, delle chiese e degli edifici residenziali conferma che la loro costruzione dei era opera di maestranze specializzate che operavano sulla base di specifici progetti, così come è testimoniato dalle fonti bizantine del VI secolo. Le monete, non considerando i conii più antichi, ancora in uso almeno fino al VII, sono pertinenti a tre distinte fasi, come si evince da un recente studio (Rizzolli, 2005) per i castelli centro alpini: (a) moneta gota, dalla fine del V al periodo della guerra greco-gotica, fino a Vitige, (b) moneta bizantina del periodo della riconquista, (c) moneta bizantina o di imitazione longobarda degli inizi del VII secolo. Oltre alle monete, nei castelli sono stati rinvenuti pesi monetali (Sant’Antonino di Perti, Castelseprio, Portolo ecc.) che potevano servire non solo a controllare la regolarità delle emissioni ufficiali, ma anche a pesare metallo sostitutivo della moneta. Difficile stabilire se il surplus testimoniato dai reperti provenisse esclusivamente (o in larga misura) dai rifornimenti dell’annona militare, o se fosse anche il risultato di attività

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Fig. 9. Sant’Antonino di Perti (Liguria) (Mannoni, Murialdo, 2001).

economiche esercitate da individui che risiedevano permanentemente nei castelli. Le fonti scritte ed epigrafiche di V-prima metà del VI secolo, peraltro limitate a pochi siti del comasco, testimoniano la presenza di personaggi di alto rango. Si è già accennato alla presenza delle gerarchie ecclesiastiche, ma non mancano anche quelle civili e militari: un vir clarissimus Merebaudo 10 sepolto nella chiesa di San Vittore di Monte Brianza; un vir spectabilis di nome Mon(tana)rio che, membro della curia di Como, fu poi comes e, dopo aver esercitato un altro incarico non ancora interpretato nell’iscrizione lacunosa, morì a 65 anni e venne sepolto sulle montagne varesine, a Brezzo di Bedero (Mariotti, 1999); un suo omonimo, di pari dignità, inumato attorno alla metà del VI secolo nel castello dell’Isola Comacina (Monneret de Villard, 1914, n. 4). Da sottolineare che il titolo prestigioso di vir spectabilis, secondo la Notitia Dignitatum, era attribuito anche al comes Italiae, comandante del tractus circa Alpes. Nella prima età longobarda sono i corredi e la struttura delle sepolture a suggerire una presenza nei castelli di uomini liberi, talora di alto rango: a Castelseprio (Lusuardi Siena, Sesino, 1990), Sirmione (Sesino, 1989), Monselice (De Marchi, Possenti, 10

CIL V, 5641.

1998), Ragogna (Udine) (Lusuardi Siena, Villa, 1998). Alla fine del VII l’Anonimo Ravennate fornisce un elenco di castra definiti come civitates, plausibilmente centri di giurisdizione territoriale, come nel caso di Pombia, Castelnovate, Castelseprio, Sirmione, Monselice, Garda e Ceneda. Si tratta di un’evoluzione, verificatasi in età gota (Settia, 1993) o nella seconda metà del VI secolo nelle fasi dello scontro tra Bizantini e Longobardi, come suggerisce la posizione nella fascia prealpina in mano longobarda, che assicurò la sopravvivenza di questi castelli anche dopo la perdita della loro funzione militare (Brogiolo, 1997). Come centri demici, oltre che giurisdizionali ed economici, sviluppo testimoniato dall’infittirsi delle abitazioni, a Castelseprio dove sono edificate anche a cavallo delle mura di cinta, e delle chiese e dei monasteri, a Castelseprio, Sirmione, Monselice e Garda. In conclusione, le ricerche in Italia settentrionale inducono a ritenere che la costruzione dei castelli nel V secolo sia stata pianificata e progettata dallo stato, e dal VI secolo anche dalla Chiesa, per esigenze difensive 11. Furono tra le sedi privilegiate dell’aristocrazia, che disponeva di un surplus ricavato 11 Cfr. l’iniziativa dello stato per i castelli bizantini dei Balcani in Feissel, 1988.

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Fig. 10. Villaggio di Gózquez (cortesia da A. Vigil Escalera).

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dall’approvvigionamento dell’annona e plausibilmente anche da prelievi fiscali sul territorio circostante. Con l’età longobarda queste elites basano la loro ricchezza soprattutto sulle rendite delle proprietà rurali, come quel Cunimondo di Sirmione, gasindio della regina Ansa che aveva beni nell’alto mantovano 12. E tuttavia il quadro sociale ed insediativo del territorio dipendente dai castelli rimase articolato, come si ricava dalle indagini nei territori di Sirmione e Garda, dove sono attestati nuclei abitativi su ville romane. Ad esempio a San Cassiano di Cavriana, dove su un edificio romano ormai ridotto a rudere, sono documentate case di legno datate con il radiocarbonio tra VIII e IX secolo (Chavarría, Crosato c.s.). A Lonato invece, dopo la fine di una grande villa, l’insediamento altomedievale si disarticola in più nuclei in relazione a due chiese. Un’evoluzione insediativa tra persistenza dell’insediamento sparso e sviluppo di quello accentrato che coinvolge l’intero Occidente europeo, pur con tendenze e linee evolutive regionali, sulle quali mi soffermerò nel prossimo paragrafo. 3.

VILLAGGI E INSEDIAMENTI

Nell’area pianeggiante centrale della Penisola iberica in epoca tardoantica compaiono nuovi villaggi con edifici in legno (su zoccoli in pietra o seminterrati, con alzati in legno o in terra), silos per cereali, forni e pozzi. Tra i più noti quello di Gózquez (Madrid) (fig. 10) costituito da un’area abitativa con numerose Grubenhäuser di pianta ovale o rettangolare, edifici con zoccolo in pietra e alzati di legno. Il cimitero si trova nell’area centrale dell’insediamento 13. È da verificare se le strutture abitative marginali, documentate al di sopra di alcune ville, costituiscano in realtà una minima parte di abitati molto più ampi che si sviluppano al di fuori anche delle ville (e non ancora scavati) o se siano indizio della sopravvivenza di un insediamento sparso. Da quanto ci dicono le fonti scritte, qualche forma di insediamento sparso nelle campagne continuò ad esistere, anche di carattere aristocratico 14. Le fonti talora la identificano con il termine villula, che si diffonde in modo significativo a partire dal VI secolo 15. CDL, III, n. 36. Vigil Escalera, 2000. Altri insediamenti di questo tipo in Azkarate, Quirós, 2000. 14 Sulle aristocrazie rurali di epoca visigota si veda Castellanos, 2004. 15 Per il termine villula cfr. Isla, 2001 e Melón in questo volume. La documentazione archeologica relativa agli insediamenti altomedievali sorti sulle ville ispaniche in Chavarría, in questo volume e 2006. 12 13

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Anche nella Linguadoca le ricerche suggeriscono un dinamismo, più che declino, del modello tardoantico, nel quale coesistono, accanto ai castelli, insediamenti sparsi e nuovi abitati accentrati, sia in rapporto ad una precedente villa romana, sia in siti di nuova occupazione (Schneider, 2005). La villa di Gramière (Castillon-du-Gard), ad esempio, viene sostituta, tra la fine del VI e gli inizi del VII, da più modesti edifici con muri in pietra legati da terra e silos, utilizzati fino all’VIII secolo (Schneider, 2005, 289-291). Altri insediamenti vengono fondati ex novo nella tarda antichità e sopravvivono nell’alto medioevo, come quello di Dassargues ad ovest di Lunel-Viel (Garnier et alii,1995). Alcuni sorgono in altura, come Camp des Armes (Aveyron) (fig. 11) (Schneider, 2005, 294-297), ubicato a 790 m slm. Il piccolo agglomerato, fondato nel VI e occupato fino al VII, si sviluppa su due livelli del versante, con sei/sette edifici abitativi nel settore più alto e, più in basso, grandi stalle e rustici in pietra a secco, organizzati attorno a due-tre corti. L’occupazione dei siti d’altura, a partire dalla seconda metà del VI secolo, è molto ben documentata anche nella Toscana meridionale a Scarlino, Montarrenti, Poggibonsi, Donoratico, Miranduolo (Valenti, 2004; 2005). Quest’ultimo, ancora in fase di scavo, è assai importante, oltre che per la sequenza, anche per la buona conservazione dei resti vegetali. Ad una fase di Grubenhäuser riferite ad un nucleo aperto, con un’economia basata sullo sfruttamento del bosco e sull’agricoltura, fondato nel primo altomedioevo per iniziativa di un proprietario o di un gruppo di famiglie contadine, segue tra IX e X secolo un agglomerato di capanne, difeso da palizzata e da fossati artificiali, larghi 7 m, scavati nella roccia. Viene interpretato come una curtis cum clausura, segnata dalla gerarchizzazione degli spazi, che sottintende l’emergere di una famiglia dominate. Infine, tra fine X e inizi XI, il sito evolve in castello, protetto da un muro in pietra che sostituisce la precedente palizzata, nel quale convivono il centro aziendale e quello amministrativo del territorio dipendente. Più articolata la situazione nei territori di Massa e Populonia (Dallai, 2003), dove in epoca tardoantica coesistono due diversi modelli di insediamento: mansiones e ville residenziali sulla costa tirrenica, mentre all’interno predominano fattorie con più nuclei abitativi e villaggi forse in rapporto con le colline metallifere. Nell’altomedioevo, l’abitato sparso viene rimpiazzato da quello accentrato, con ville che evolvono in nuovi villaggi (Poggio all’Agnello) e il prevalere dal VII secolo dei siti d’altura. Per la Toscana meridionale, dunque, è evidente Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

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Fig. 11. Insediamento altomedievale di Camp des Armes (Aveyron) (Schneider, 2005).

una generale tendenza, a partire dalla fine del VI secolo, a privilegiare i siti di altura, ma è da rimarcare, in molti casi, il rapporto con il preesistente popolamento di età romana, sul quale si è sviluppata la rete ecclesiastica. E differenti sono le dinamiche: ripresa dopo una fase di abbandono (a Scarlino, alla fine del VI secolo), fondazione di un luogo di culto con cura d’anime senza che questo dia vita ad Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

un centro demico (a Pava), continuità di siti abitati già in età romana, con case in materiale deperibile che si ritiene si siano in seguito sviluppati in villaggio azienda e infine in signoria territoriale (a Donoratico, Miranduolo, Montarrenti e Poggibonsi). Questa tendenza all’accentramento su siti di altura sembra coesistere peraltro con una gerarchia di centri aziendali e insediamento sparso contadino (nel

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territorio di Lucca), tipico dell’età romana, e con una completa disarticolazione di qualsiasi gerarchia (nel Chianti) (Wickham, 2005, 484). In particolare, le fonti scritte del territorio lucchese, forse il meglio documentato in Europa per l’VIII secolo, suggeriscono un insediamento generalmente disperso, eccetto che nelle aree di montagna, con singole abitazioni «often scattered across village territories (vici or loci), in no apparent order, as they had probably been since the Romans centuriated the landscape» (Wickham, 2005, 389-391). I villaggi erano piccoli e poco strutturati, talvolta dai confini indefiniti «further weakening the presumption that village cohesion was the most important social bond». In molti «there was a complex mixture of property-ownership, with external owners, prosperous medium owners, and owner-cultivators, intermingled in a stable pattern of fractioned tenure which had probably changed little since the Roman empire». E i contadini, più che nella solidarietà della comunità locale, cercavano appoggio «by patronage links to other villagers or to external landowners, both lay and ecclesiastical», per lo più residenti nella città. Un modello questo che, eccezion fatta per i castelli tardoantichi di cui si è detto nel paragrafo precedente, trova riscontri archeologici anche nell’Italia settentrionale, sia nelle aree bizantine, sia in quelle longobarde, per le quali si pone anche il prioritario problema della modalità dell’insediamento degli invasori, che ha avuto recenti significativi riscontri nel territorio piemontese, grazie agli scavi di Mombello Monferrato e Collegno. A Mombello, in provincia di Alessandria (Zanda, 1999; Pantò, Pejrani Baricco, 2001, 21-22), su una villa romana si impostano nel VI secolo una casa in tecnica mista (pareti lignee che sfruttano come basi i ruderi della villa) e tre tombe purtroppo molto disturbate, dalle quali è stata recuperata una piccola fibula romboidale in bronzo con vertici desinenti in testa di rapace e castone centrale, tipicamente gota. Nel VII secolo, un edificio quadrangolare monovano, con zoccolo di pietre legate da argilla, alzato ligneo e focolare interno è abitato da una famiglia longobarda di un certo agio (oltre a ceramica longobarda a stampiglia e stralucido, sono stati trovati fili d’oro per vesti, una placca di cintura decorata a motivi geometrici in agemina e granati, un tremisse di fine VI - inizi VII a nome dell’imperatore bizantino Maurizio Tiberio, una frazione di siliqua di Pertarito). E’ stato riferito a questo gruppo familiare un cimitero, rinvenuto a duecento metri di distanza, con 28 sepolture, sei della quali con ricco corredo che comprendeva armi e broccato d’oro per un velo funebre, situate in un edificio, solo parzialmente con-

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Fig. 12. Collegno (Torino), Grubenhaus (Pejrani Baricco, 2004).

servato e interpretato come cappella funeraria, ipotesi plausibile, ma non certa: potrebbe trattarsi, come in altri esempi, di un secondo edificio romano usato come area funeraria. Anche a Collegno (Pejrani Baricco, 2004), località Varda (a pochi chilometri da Torino, lungo la strada per le Gallie), sono stati scavati un abitato e due necropoli. Dopo una fase di età romana imperiale della quale non è al momento chiara la funzione, si sviluppa, tra avanzato V e VIII secolo, un abitato con edifici poveri di varia tipologia (fondazione in muratura a secco, pali lungo il perimetro, pareti in pisé associate a buche di pali, case seminterrate), essiccatoi, piccoli vani e tettoie (figg. 12-13). All’abitato corrispondono due distinte aree cimiteriali. La prima comprende solo quattro sepolture, tre delle quali contengono fibbie e fibule tipicamen-

Fig. 13. Collegno (Torino), capanna costruita con pareti in pisé associate a buche di pali (Pejrani Baricco, 2004). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

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te gote. La successiva necropoli a file di età longobarda, con oltre cento inumati, presenta tre distinte fasi che permettono di seguire, per varie generazioni, le trasformazioni subite da un gruppo alloctono dopo il suo insediamento in Italia. Le uniche tombe che possono essere considerate come tipicamente «longobarde» (a camera lignea con corredi di armi) appartengono alla prima fase (570-630/40), mentre nella fase successiva (640/50-700 ca.) si osserva una progressiva semplificazione delle strutture tombali e dei corredi, che scompaiono completamente nella terza (700-800 ca.). Il primo dato su cui riflettere è che, come a Mombello, ad un insediamento «goto» ne succede uno «longobardo»: si tratta solo di un cambiamento nella cultura materiale, o di un avvicendamento tra due gruppi di cultura differente, forse su beni fiscali, già utilizzati dalla famiglia gota e poi trasferiti al gruppo longobardo, come avvenne nelle città e nei castelli? Il confronto di questa sequenza con quella di San Massimo, a meno di un km di distanza (chiesa fondata agli inizi del V secolo su una mansio con sepolture altomedievali prive di corredi) (Crosetto, 2004) sottolinea inoltre la varietà dei modelli insediativi e dei costumi funerari presenti nel medesimo territorio, imputabili, a mio avviso, a differenti gruppi etnico-culturali che mantennero a lungo le proprie identità. Nell’esarcato bizantino, le ricognizioni nell’area centuriata a sud di Ravenna (nota con il toponimo di Dismano) e ire quella attorno a Rimini e Cesena suggeriscono la persistenza dell’organizzazione agricola tardo antica, evidentemente necessaria, in questo caso, per rifornire città ancora vitali, pur in un quadro di selezione e di gerarchizzazione dell’insediamento (Augenti et alii, 2005). Nel Dismano, in particolare, alcune ville romane evolutesi in «centri direzionali», sopravvivono sino all’VIII e IX secolo e talora anche oltre, mentre attorno a questi poli nascono e muoiono (nel 69 % dei casi) piccoli insediamenti sparsi. Tra X e XI secolo, nel settore settentrionale dell’area indagata, «il trend riscontrato segue le medesime logiche dei due secoli precedenti» (Mancassola in Augenti et alii, 2005): aumenta la dimensione dei nuclei accentrati e permane la mobilità dell’insediamento, mentre quello meridionale, già in crisi nel periodo precedente, diviene del tutto marginale. Una struttura insediativa dunque policentrica e segnata da forte dinamismo, pur all’interno di una stabilità complessiva di parte almeno del territorio. Una simile dinamica polinucleata, pur in un quadro di relativa persistenza delle campagne coltivate Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

a vite e olivi, emerge anche dalle ricerche nel territorio del basso Garda, dipendente dai due grandi castra di Sirmione e Garda e in rapporto con due importanti città del regno longobardo (Brescia e Verona), mentre nella vicina pianura sud occidentale veronese (Saggioro, 2005) si manifesta, tra VII e IX secolo, una polarizzazione dell’insediamento lungo la viabilità principale (via Claudia Augusta Padana, via Postumia, via Herbetana e sue derivazioni per Mantova) e lungo gli assi fluviali (Mincio, Tione e Tartaro), con nuovi villaggi aperti e piccoli nuclei isolati in stretta relazione con le zone a bosco. Privi di una dimensione territoriale e di un potere autonomo, paiono in qualche modo collegati alle corti regie distribuite lungo la rete fluviale tra Po e Garda e alle corti dei monasteri veronesi di Santa Maria in Organo e di San Zeno, ubicate entrambe a Gazzo, rispettivamente presso Santa Maria e San Pietro in Valle. In questo territorio l’organizzazione ecclesiastica delle campagne, costituita o riformata in età carolingia, si appoggia alla cappelle sorte presso le corti, mentre non vi è alcuna traccia di chiese tardoantiche, non è chiaro se assenti in un territorio allora in fase di destrutturazione o se scomparse assieme agli insediamenti antichi (Chavarría, Crosato, c.s.). Abitati di un certo rilievo sopravvivono negli snodi viari principali, ai margini di quest’area: Ariolita (l’odierna Peschiera) sul Garda, Goito, all’incrocio tra la via Postumia e il Mincio, e, sulle opposte sponde del Po, Ostiglia e Revere. In questo territorio, come nell’Italia centro padana, tre scavi suggeriscono che i nuovi villaggi, fondati spesso lungo le sponde dei fiumi, solo nel IX-X secolo acquisirono una stabilità con una struttura urbanistica densa e organizzata. È il caso di Piadena (Cremona) (fig. 14) (Brogiolo, Mancassola, 2005), ubicato su un dosso a nord dell’abitato attuale, all’interno di un’ansa del paleoalveo del fiume Oglio. Una carta donationis del 990 16, con la quale il vescovo Olderico di Cremona concede al monastero di S. Lorenzo da lui fondato un domocoltile cum servis et ancillis ibidem habitantibus (…) in loco et fundo qui dicitur Pladena, ne ricorda la dimensione di ben 11 iugeri (85.800 mq) e la struttura del castello provvisto di tunimen, fossato e cappella intitolata a San Michele. Dalla corte dipendevano poi delle case massaricie con cento iugeri di arativo e vigneto e 150 di bosco e incolto. Gli scavi di un migliaio di mq, nell’area del castello, hanno permesso di anticipare la fondazione del villaggio al IX secolo e di documentare una densità e persistenza dei sedimi abita16 990, maggio 31 (CDL, 853; Falconi 1979-1988, I, p. 225).

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Fig. 14. Villaggio altomedievale di Piadena (Cremona) (da Brogiolo, Mancassola, 2005). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

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tivi fino alla metà del XII secolo. Sintomo di una continuità delle proprietà e dell’organizzazione sociale, pur nel progressivo innalzamento delle quote di calpestio e nella sistematica ricostruzione degli edifici in legno pertinenti a due distinti tipi edilizi, entrambi a pianta quadrangolare: la casa con pali portanti collegati a travi orizzontali infissi nel terreno, prevalentemente monovano, solo in due casi con divisorio interno, e quella contraddistinta da sei pali verticali lungo ciascuno dei lati maggiori. Anche lo scavo in corso dell’approdo sul fiume Tartaro, costruito nei pressi del castello di Nogara nel veronese (Saggioro, 2005), testimoniato dalle fonti scritte nel X secolo, ha restituito una sequenza che inizia nel secolo precedente, come nel caso del villaggio di Castelbolognese, un sito scavato recentemente in condizioni di emergenza, costituito da una bassa corte cinta da fossato e palizzata e da una motta (andata distrutta) sulla quale sorgeva probabilmente il centro signorile (Gelichi, 2005). Entrambi i siti avevano case in legno, che a Nogara si sono perfettamente conservate. 4.

CONCLUSIONI

Nello studio della campagne dopo la fine delle ville, non sono sufficienti lo scavo e lo studio di singoli edifici, che pur permettono di ricostruire la sequenza del sito, per stabilire se si tratti della residenza di una famiglia o di un agglomerato di più nuclei e verificarne la struttura economica e sociale. A parte i rari casi di sopravvivenza del modello della villa, esemplificato da Pla de Nadal, in generale l’evoluzione può essere compresa solo nella relazione tra più siti rurali. In alcuni territori, come quelli della Gallia meridionale, dove la villa in età romana coesisteva con i villaggi, con la fine della villa l’insediamento torna a focalizzarsi sui siti accentrati. Mentre in altri territori, come nel modenese (Gelichi, Giordani, 1994), si verifica una completa disarticolazione del tessuto insediativo. Va anche rilevato che le dinamiche del popolamento rurale acquisiscono un significato, e possono trovare una spiegazione, se vengono messe in rapporto con i centri demici più rilevanti, che nell’altomedioevo continuarono ad essere le città di antica fondazione e, in molte regioni, i castelli, che a mio avviso ebbero un ruolo importante nel ridefinire anche l’organizzazione del territorio 17. Dalle fonti scritte e dai dati archeologici risulta 17 A differenza di quanto suppone Wickham, 2005, 478479, che ne minimizza il ruolo.

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evidente che le aristocrazie, fino al V-VI secolo legate alle ville pur con un rapporto istituzionale con le città dove avevano la residenza principale, si trasferirono nelle città e nei castelli, anche se con significative eccezioni testimoniate dalle chiese funerarie (visigote, merovingie, longobarde) e dalle ricche tombe, come quelle longobarde di Trezzo (Milano) localizzate in Campagna. Ma la maggior parte delle abitazioni, anche nel caso, come a Mombello, di un proprietario che disponeva di un surplus, erano incomparabilmente più povere rispetto a quelle tardo antiche. C. Wickham, sulla scia delle interpretazioni di un cambiamento essenzialmente culturale proposto da Tamara Lewit (da ultimo 2003, 2005) e Guy Halsall (1995), ritiene che «the end of the villa system is best seen as a marker, with a different date in each region, of the militarization of aristocratic lifestyles, rather than of crisis. (...) They must have been spending their money on some-thing: on churches, certainly (which generally maintained Roman architectural styles, more or less); on movable decorations in their houses perhaps, gold ornaments and hangings; on bejewelled clothing, for sure; and on private armies, the most expensive» (Wickham, 2005, 201-202). In realtà, oltre ai processi di militarizzazione, che pure, come abbiamo visto, ebbero una loro rilevanza dando vita alla rete dei castelli e che contribuirono a rendere desueto, oltre che pericoloso, l’otium nelle campagne, e oltre agli investimenti nelle chiese e nei corredi funerari, anche altre motivazioni sono, a mio avviso, alla base di un cambiamento così radicale, che coinvolse almeno parte degli strati sociali intermedi. Certo i livelli più alti delle gerarchie laiche ed ecclesiastiche mantenevano stili di vita antichi: re duchi, vescovi e grandi aristocratici continuarono ad abitare in edifici di qualità, talora quelli tardo antichi ancora in funzione, come dimostra l’esempio di Parenzo dove la domus costruita dal vescovo Eufrasio alla metà del VI secolo è stata ininterrottamente abitata, con modeste modifiche strutturali, dal presule di quella piccola diocesi fino alla fine del XX secolo. Dimore che disponevano di impianti termali, in uno dei quali, a Pavia negli anni ’80 del VII secolo, la moglie del re Cuniperto vide la nobilissima fanciulla romana Theodote ed ebbe la cattiva idea di lodarne la bellezza al marito, il quale senza perdere tempo sedusse la fanciulla e poi la rinchiuse in un convento che da lei prese il nome 18. Considerati gli standard dell’architettura religiosa dell’VIII secolo, è infatti difficile che un cenobio potesse essere istitu18

Paolo Diacono, Historia Langobardorum, V, 37.

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Fig. 15. Case solarate di VIII-IX secolo del Foro di Nerva (Santangeli Valenzani, 2004).

ito in una capanna come quella abitata dal piccolo proprietario di Mombello. Ed è più probabile che la residenza di Senatore a Pavia fosse signorile come quella che il visigoto Teodomiro, negli stessi anni, possedeva nel territorio di Valentia, di certo non inferiore alle case solarate di VIII-IX secolo venute in luce nel Foro di Nerva (Santangeli Valenzani, 2004) (Fig. 15) e a Brescia in via Musei (Rossi, 2003) (Fig. 16) e ancora conservate in alzato a Benevento (Rotili, 2003). Gli stili di vita e le residenze non cambiarono per chi se le poté permettere, ma un’ecomomia regionalizzata e depressa, nella quale le culture specializzate e quelle cerealicole aveno ceduto il passo all’allevamento e alla pastorizia, non era in grado di creare un surplus sufficiente per assicurare ad una vasta classe sociale, come quella dei possessores tardoantichi, stili di vita dispendiosi, possibili solo in un sistema economico sofisticato ed in espansione. È difficile calcolare il declino economico delle campagne, perchè non lo si può mettere in diretto rapporto con la povertà e precarietà delle installazioni che l’archeologia ha portato alla luce. Ma lo dimostra in modo inequivocabile la crisi demografica e urbanistica delle città, con Roma che tra IV e VII secolo passa da 500.000 a 30.000 abitanti e si destruttura, pur

mantenendo nelle chiese e in alcuni settori urbani uno standard architettonico ed urbanistico di qualità (Paroli, Venditelli, 2004). Mentre la maggior parte degli altri centri urbani, dopo il VI secolo, si

Fig. 16. Edificio altomedievale rinvenuto a Brescia in via Musei (Rossi, 2003). Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

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ruralizza e mancano, nell’Occidente barbarico, quelle nuove fondazioni che, in ogni epoca, testimoniano un’economia in crescita e che dal VII secolo solo gli Arabi saranno in grado di realizzare con investimenti grandiosi, come nel caso di Samarra, Bagdad o Medina Al Azara. Nell’Hispania visigota, non sono documentate nuove fondazioni di città dopo Reccopolis (578) e in Italia, tra VI e IX, sorgono solo castelli, per lo più ad opera di bizantini mentre, tra le città di antica fondazione, soltanto Benevento, capitale di un ducato in espansione territoriale, si estende nella seconda metà dell’VIII secolo al di fuori dalle mura con un ampio quartiere pianificato, chiamato civitas nova (Rotili, 2003). Non solo la militarizzazione della società e radicali cambiamenti di stili di vita, ma risorse più ridotte e un minor numero di individui in grado di permettersi gli agi tardoantichi, portarono alla fine delle ville e all’affermazione di un’edilizia povera in una campagna nella quale il forte dinamismo insediativo dei primi secoli dell’altomedioevo appare testimonianza, più che di sviluppo, di precarietà e di riconversione economica da attività specializzate a modelli di tipo silvopastorali. BIBLIOGRAFIA AUGENTI, A. et alii 2005: L’Italia senza corti? L’insediamento rurale in Romagna tra VI e IX secolo, in Brogiolo, Chavarría, Valenti, 2005, 17-52. AVETTA, L.; MARCELLI, M.; SASSO D’ELIA, L. 1991: Quote S. Francesco, Mélanges de l’École française de Rome (Moyen Âge), 103, 559-609. AZKÁRATE, A.; QUIRÓS, J. A. 2001: Arquitectura doméstica altomedieval en la Península Ibérica. Reflexiones a partir de las excavaciones arqueológicas de la catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz (País Vasco), Archeologia Medievale, XXVIII, 25-60. BALMELLE, C. 2001: Les demeures aristocratiques d’Aquitaine. Société et culture de l’Antiquité tardive dans le Sud-Ouest de la Gaule (Aquitania, suppl. 10), Bordeaux. BALMELLE, C.; VAN OSSEL, P. 2001: De Trèves à Bordeaux. La marque des élites dans les campagnes de la Gaule romaine aux IVe et Ve siècles, in Ouzoulias et alii, 533-552. BLAKE, H.; MACCABRUNI, C. 1992: Scavi di Lomello 1990, in Atti II convegno sui ritrovamenti archeologici nella provincia di Pavia (Casteggio 1990), Casteggio, 73-78. Anejos de AEspA XXXIX, 2006, págs. 253 a 273

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Varia 1. 2. 3.

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F. LÓPEZ CUEVILLAS: Las joyas castreñas. Madrid, 1951, 124 págs., 66 figs.—ISBN 84-00-01391-3 (agotado). A. BALIL: Las murallas romanas de Barcelona. Madrid, 1961, 140 págs., 75 figs.— ISBN 84-00-01489-8 (agotado). A. GARCÍA Y BELLIDO y J. MENÉNDEZ PIDAL: El distylo sepulcral romano de Iulipa (Zalamea). Madrid, 1963, 88 págs., 42 figs.—ISBN 84-00-01392-1. A. GARCÍA Y BELLIDO: Excavaciones y exploraciones arqueológicas en Cantabria. Madrid, 1970, 72 págs., 88 figs.—ISBN 84-00-01950-4. A. GARCÍA Y BELLIDO: Los hallazgos cerámicos del área del templo romano de Córdoba. Madrid, 1970, 84 págs., 92 figs.—ISBN 84-00-01947-4. G. ALFÖLDY: Flamines Provinciae Hispaniae Citerioris. Madrid, 1973, 114 págs., más 2 encartes.—ISBN 84-0003876-2. Homenaje a D. Pío Beltrán Villagrasa. Madrid, 1974, 160 págs., 32 figs.—ISBN 84-7078-377-7 (agotado). J. ARCE: Estudios sobre el Emperador FL. CL. Juliano (Fuentes Literarias. Epigrafía. Numismática). Madrid, 1984, 258 págs.—ISBN 84-00-05667-1. Estudios sobre la Tabula Siarensis (eds. J. GONZÁLEZ y J. ARCE). Madrid, 1988, 332 págs.—ISBN 84-00-06876-9. G. LÓPEZ MONTEAGUDO: Esculturas zoomorfas celtas de la Península Ibérica. Madrid, 1989, 203 págs., 6 mapas y 88 láminas.—ISBN 84-00-06994-3. R. JÁRREGA DOMÍNGUEZ: Cerámicas finas tardorromanas africanas y del Mediterráneo oriental en España. Estado de la cuestión. Madrid, 1991.—ISBN 84-00-07152-2. Teseo y la copa de Aison (coord. R. OLMOS ROMERA), Actas del Coloquio celebrado en Madrid en octubre de 1990. Madrid, 1992, 226 págs.—ISBN 84-00-07254-5. A. GARCÍA Y BELLIDO (edit.): Álbum de dibujos de la colección de bronces antiguos de Antonio Vives Escudero (M. P. GARCÍA-BELLIDO, texto). Madrid, 1993, 300 págs., 190 láminas.—ISBN 84-00-07364-9. M. P. GARCÍA-BELLIDO y R. M. SOBRAL CENTENO (eds.): La moneda hispánica. Ciudad y territorio. Actas del I Encuentro Peninsular de Numismática Antigua. Madrid, 1995, XVI + 428 págs., 210 ilustr.—ISBN 84-00-07538-2. A. OREJAS SACO DEL VALLE: Estructura social y territorio. El impacto romano en la cuenca Noroccidental del Duero. Madrid, 1996, 255 págs., 75 figs., 11 láms.—ISBN 84-00-07606-0. A. NÜNNERICH-ASMUS: El arco cuadrifronte de Cáparra (Cáceres). Madrid, 1997 (en coedición con el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid), 116 págs., 73 figs.—ISBN 84-00-07625-7. A. CEPAS PALANCA: Crisis y continuidad en la Hispania del s. III. Madrid, 1997, 328 págs.—ISBN 84-00-07703-2. G. MORA: Historias de mármol. La arqueología clásica española en el siglo XVIII. Madrid, 1998 (en coedición con Ed. Polifemo), 176 págs., 16 figs.—ISBN 84-00-07762-8. P. MATEOS CRUZ: La basílica de Santa Eulalia de Mérida: Arqueología y Urbanismo. Madrid, 1999 (en coedición con el Consorcio Monumental de la Ciudad de Mérida), 253 págs., 75 figs., 22 láms. y 1 plano.—ISBN 84-00-07807-1. R. M. S. CENTENO, M.a P. GARCÍA-BELLIDO y G. MORA (eds.): Rutas, ciudades y moneda en Hispania. Actas del II EPNA (Oporto, 1998). Madrid, 1999 (en coedición con la Universidade do Porto), 476 págs., figs.—ISBN 84-0007838-1. J. C. SAQUETE: Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana. Madrid, 2000 (en coedición con la Fundación de Estudios Romanos), 165 págs.—ISBN 84-00-07986-8. M.a P. GARCÍA-BELLIDO y L. CALLEGARIN (coords.): Los cartagineses y la monetización del Mediterráneo occidental. Madrid, 2000 (en coedición con la Casa de Velázquez). 192 pp. y figs.—ISBN 84-00-07888-8. L. CABALLERO ZOREDA y P. MATEOS CRUZ (coords.): Visigodos y Omeyas. Un debate entre la Antigüedad tardía y la alta Edad Media. Madrid, 2000 (en coedición con el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida). 480 pp. y figs.—ISBN 84-00-07915-9. M.a MARINÉ ISIDRO: Fíbulas romanas en Hispania: la Meseta. Madrid, 2001. 508 págs. + 37 figs. + 187 láms.— ISBN 84-00-07941-8. I. SASTRE PRATS: Onomástica y relaciones políticas en la epigrafía del Conventus Asturum durante el Alto Imperio. Madrid, 2002.—ISBN 84-00-08030-0. C. FERNÁNDEZ, M. ZARZALEJOS, C. BURKHALTER, P. HEVIA y G. ESTEBAN: Arqueominería del sector central de Sierra Morena. Introducción al estudio del Área Sisaponense. Madrid, 2002. 125 págs. + figs. en texto y fuera de texto.—ISBN 84-00-08109-9. P. PAVÓN TORREJÓN: La cárcel y el encarcelamiento en la antigua Roma. Madrid, 2003. 299 págs. + 18 figs. En texto, apéndices e índices.—ISBN 84-00-08186-2. L. CABALLERO, P. MATEOS y M. RETUERCE (eds.): Cerámicas Tardorromanas y Altomedievales en la Península Ibérica. Instituto de Historia e Instituto de Arqueología de Mérida. Madrid, 2003. 553 págs. + 277 figs.—ISBN 84-0008202-8. P. MATEOS, L. CABALLERO (eds.): Repertorio de arquitectura cristiana: época tardoantigua y altomedieval. Mérida, 2003. 348 págs. + figs en texto.—ISBN 84-00-08179-X. T. TORTOSA ROCAMORA (coord.): El yacimiento de la Alcudia: pasado y presente de un enclave ibérico. Instituto de Historia. Madrid, 2004., 264 págs. + figs. en texto.—ISBN 84-00-08265-6. MAYORAL HERRERA: Paisajes agrarios y cambio social en Andalucía Oriental entre los períodos ibérico y romano. Instituto de Arqueología de Mérida, 2004, 340 págs. + figs. en texto.—ISBN 84-00-08289-3. A. PEREA, I. MONTERO y O. GARCÍA-VUELTA (eds.): Tecnología del oro antiguo: Europa y América. Ancient Gold Technology: America and Europe. Instituto de Historia. Madrid, 2004. 440 págs. + figs. en texto.—ISBN: 84-0008293-1. F. CHAVES y F. J. GARCÍA (eds.): Moneta Qua Scripta. La Moneda como Soporte de Escritura. Instituto de Historia. Sevilla, 2004. 431 págs. + figs., láms. y mapas en texto.—ISBN 84-00-08296-6. M. BENDALA, C. FERNÁNDEZ OCHOA, R. DURÁN CABELLO y Á. MORILLO (EDS.): La arqueología clásica peninsular ante el tercer milenio. En el centenario de A. García y Bellido (1903-1972). Instituto de Historia. Madrid, 2005. 217 págs. + figs. En texto.—ISBN 84-00-08386-5. S. CELESTINO PÉREZ y J. JIMÉNEZ ÁVILA (edits.): El Periodo Orientalizante. Actas del III Simposio Internacional de Mérida: Protohistoria del Mediterráneo Occidental. Mérida 2005, dos volúmenes, 1440 págs. + figs., láms., gráficos y mapas en texto.—ISBN 84-00-08345-8.

ANEJOS DE «ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQVEOLOGÍA» (Continuación) XXXVI M.ª RUIZ DEL ÁRBOL MORO: La Arqueología de los espacios cultivados. Terrazas y explotación agraria romana en un área de montaña: la Sierra de Francia. Instituto de Historia. Madrid, 2005. 123 págs. + 30 figs. en texto.—ISBN 84-00-08413-6. XXXVII V. GARCÍA-ENTERO: Los balnea domésticos -ámbito rural y urbano- en la Hispania romana. Instituto de Historia. Madrid, 2005. 931 págs. + 236 figs. en texto.—ISBN 84-00-08431-4. XXXVIII T. TORTOSA ROCAMORA: Los estilos y grupos pictóricos de la cerámica ibérica figurada de la Contestania. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2006. 280 págs.—ISBN 84-00-08435-1. XXXIX A. CHAVARRÍA, J. ARCE Y G. P. BROGIOLO (eds.): Villas Tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental. Instituto de Historia. Madrid. 2006. 273 págs. + figs. en texto.—ISBN 84-00-08466-7. XL L. CABALLERO Y P. MATEOS (eds.): Escultura decorativa tardo romana y alto medieval en la Península Ibérica. Actas de la Reunión Científica “Visigodos y Omeyas” III, 2004. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida (en prensa). XLI M.ª ÁNGELES UTRERO AGUDO: Iglesias tardoantiguas y altomedievales en la Península Ibérica. Análisis arqueológico y sistemas de abovedamiento. Instituto de Historia. Madrid (en prensa).

HISPANIA ANTIQVA EPIGRAPHICA (HispAntEpigr.) Fascículos 1-3 (1950-1952), 4-5 (1953-1954), 6-7 (1955-1956), 8-11 (1957-1960) y 12-16 (1961-1965).

ITALICA Cuadernos de Trabajos de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma (18 vols.). Monografías de la Escuela (22 vols.).

CORPVS VASORVM HISPANORVM J. CABRÉ AGUILÓ: Cerámica de Azaila. Madrid, 1944.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. XI + 101 págs. con 83 figs. + 63 láms., 32 × 26 cm. (agotado). I. BALLESTER, D. FLETCHER, E. PLA, F. JORDÁ y J. ALCACER. Prólogo de L. PERICOT: Cerámica del Cerro de San Miguel, Liria. Madrid, 1954.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. y Diputación Provincial de Valencia.—XXXV + 148 págs., 704 figs., LXXV láms., 32 × 26 cm.—ISBN 84-00-01394-8 (agotado).

ANEJOS DE GLADIUS CSIC y Ediciones Polifemo M.ª Paz García-Bellido: Las legiones hispánicas en Germania. Moneda y ejército. Instituto de Historia. 2004. 354 págs. + 120 figs. ISBN 84-00-08230-3. M.ª Paz García-Bellido (coord.): Los campamentos romanos en Hispania (27 a.C.-192 d.C.). El abastecimiento de moneda. Instituto Histórico Hoffmeyer. Instituto de Historia. Ediciones Polifemo. 2006. 2 vols. + CD Rom.—ISBN (10) 84-00-08440-3; (13) 978-84-00-08440-0.

TABVLA IMPERII ROMANI (TIR) Unión Académica Internacional Editada por el C.S.I.C., Instituto Geográfico Nacional y Ministerio de Cultura. Hoja K-29: Porto. CONIMBRIGA, BRACCARA, LVCVS, ASTVRICA, edits. A. BALIL ILLANA, G. PEREIRA MENAUT y F. J. SÁNCHEZ-PALENCIA. Madrid, 1991. ISBN 84-7819-034-1. Hoja K-30: Madrid. CAESARAVGVSTA, CLVNIA, edits. G. FATÁS CABEZA, L. CABALLERO ZOREDA, C. GARCÍA MERINO y A. CEPAS. Madrid, 1993. ISBN 84-7819-047-3. Hoja J-29: Lisboa. EMERITA, SCALLABIS, PAX IVLIA, GADES, edits. J. DE ALARCÃO, J. M. ÁLVAREZ, A. CEPAS, R. CORZO. Madrid, 1995. ISBN 84-7819-065-1. Hoja K-J31: Pyrénées Orientales-Baleares. TARRACO, BALEARES, edits. A. CEPAS PALANCA, J. GUITART I DURÁN. G. FATÁS CABEZA. Madrid, 1997. ISBN 84-7819-080-5. Fall K-J31: Pyrénées Orientales-Baleares (edición en catalán). ISBN 89-7819-081-3.

VARIA A. GARCÍA Y BELLIDO: Esculturas romanas de España y Portugal. Madrid, 1949, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2 volúmenes de 28 × 20 cm.: I, Texto, XXVII + 494 págs.—II, Láminas, 352 láms. (agotado). _____________________ C. PEMÁN: El pasaje tartéssico de Avieno. Madrid, 1941, 115 págs., 26 × 18 cm. (agotado). _____________________ A. SCHULTEN: Geografía y Etnografía de la Península Ibérica. Vol. I. Madrid, 1959. Instituto Español de Arqueología (C.S.I.C.), 412 págs., 22 × 16 cm.—Contenido: Las fuentes antiguas. Bibliografía moderna y mapas. Orografía de la meseta y tierras bajas. Las costas (agotado). Vol. II. Madrid, 1963, 546 págs., 22 × 16 cm.—Contenido: Hidrografía. Mares limítrofes. El estrecho de Gibraltar. El clima. Minerología. Metales. Plantas. Animales (agotado). _____________________ M. PONSICH: Implantation rurale antique sur le Bas-Guadalquivir (II) (Publications de la Casa de Velázquez, série «Archéologie»: fasc. III).—Publié avec le concours de l’Instituto Español de Arqueología (C.S.I.C.) et du Conseil Oléicole International.—París, 1979 (27,5 × 21,5 cm.), 247 págs. con 85 figs. + LXXXI láms.—ISBN 84-600-1300-6. _____________________ HOMENAJE A A. GARCÍA Y BELLIDO Vol. I Madrid, 1976. Revista de Vol. II Madrid, 1976. Revista de Vol. III Madrid, 1977. Revista de Vol. IV Madrid, 1979. Revista de

la la la la

Universidad Universidad Universidad Universidad

Complutense Complutense Complutense Complutense

de de de de

Madrid, Madrid, Madrid, Madrid,

XXV, 101. XXV, 104. XXVI, 109. XXVIII, 118.

_____________________ VV.AA.: Producción y Comercio del Aceite en la Antigüedad. Primer Congreso Internacional.—Universidad Complutense.— Madrid, 1980 (24 × 17 cm.), 322 págs.—ISBN 84-7491-025-0. VV.AA.: La Religión Romana en Hispania. Simposio organizado por el Instituto de Arqueología «Rodrigo Caro» del C.S.I.C. (17-19 diciembre 1979).—Subdirección General de Arqueología del Ministerio de Cultura.—Madrid, 1981 (28,5 × 21 cm.), 446 págs.—ISBN 84-7483-238-1. VV.AA.: Homenaje a Sáenz de Buruaga.—Diputación Provincial de Badajoz: Institución Cultural «Pedro de Valencia».— Madrid, 1982 (28 × 19,5 cm.), 438 págs.—ISBN 84-500-7836-9. VV.AA.: Producción y Comercio del Aceite en la Antigüedad. Segundo Congreso Internacional.—Universidad Complutense.— Madrid, 1983 (24 × 17 cm.), 616 págs.—ISBN 84-7491-107-9. VV.AA.: Actas del Congreso Internacional de Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIII-XX), 13-16 de diciembre de 1988, C.S.I.C., Ministerio de Cultura, 1991.—ISBN 84-7483-758-8. VV.AA.: Ciudad y comunidad cívica en Hispania (siglos II y III d.C.). Cité et communauté civique en Hispania. Actes du Colloque organisé par la Casa de Velázquez et par le Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 25-27 janvier 1990. Collection de la Casa de Velázquez, 38. Serie Rencontres. Madrid, 1992, 220 pp.—ISBN 84-86839-46-7.

BIBLIOTHECA ARCHAEOLOGICA ISSN 0519-9603 I II III IV V VI VII

A. BLANCO FREIJEIRO: Arte griego. Madrid, 1982, 396 págs., 238 figs., 19 × 13 cm. (8.a edición, corregida y aumentada).—ISBN 84-00-04227-1. Cf. en Textos Universitarios. A. GARCÍA Y BELLIDO: Colonia Aelia Augusta Italica. Madrid, 1960, 168 págs., 64 figuras en el texto y 48 láms., y un plano, 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01393-X (agotado). A. BALIL: Pintura helenística y romana. Madrid, 1962, 334 págs:, 104 figs. y 2 lám. 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-005732 (agotado). A. BALIL: Colonia Julia Augusta Paterna Faventia Barcino. Madrid, 1964, 180 págs., 69 figs. y un plano, 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01454-5. 2.a ed. 84-00-01431-6 (agotado). A. GARCÍA Y BELLIDO: Urbanística de las grandes ciudades del mundo antiguo. Madrid, 1985, XXVIII + 384 págs., 194 figs. en el texto, XXII láms. y 2 cartas, 19 × 13 cm. (2.a ed. acrecida).—ISBN 84-00-05908-5. A. M. DE GUADÁN: Numismática ibérica e iberorromana. Madrid, 1969, XX + 288 págs., 24 figs. y varios mapas en el texto y 56 láms., 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01981-4 (agotado). M. VIGIL: El vidrio en el mundo antiguo. Madrid, 1969, XII + 182 págs., 160 figs., 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-019822. 2.a ed. 84-00-01432-4 (agotado).

TEXTOS UNIVERSITARIOS 1. 2. 35. 36.

A. GARCÍA Y BELLIDO: Arte romano.—C.S.I.C. (8.a ed.).—Madrid, 1990 (28 × 20 cm.), XX + 836 págs. con 1.409 figs.—ISBN 84-00-070777-1. A. BLANCO FREIJEIRO: Arte griego.—C.S.I.C. (8.a ed.).—Madrid, 1990 (21 × 15 cm.), IX + 396 págs. con 238 figs.— ISBN 84-00-07055-0. M.P. GARCÍA-BELLIDO y C. BLÁZQUEZ: Diccionario de cecas y pueblos hispánicos. Vol. I: Introducción. Madrid, 2001, 234 pp. y figs. ISBN: 84-00-08016-5. M.P. GARCÍA-BELLIDO y C. BLÁZQUEZ: Diccionario de cecas y pueblos hispánicos. Vol. II: Catálogo de cecas y pueblos. Madrid, 2001, 404 pp. y figs. ISBN: 84-00-08017-3.

CORPVS DE MOSAICOS DE ESPAÑA I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII

A. BLANCO FREIJEIRO: Mosaicos romanos de Mérida.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1978 (28 × 21 cm.), 66 págs. con 12 figs. + 108 láms.—ISBN 84-00-04303-0 (agotado). A. BLANCO FREIJEIRO: Mosaicos romanos de Itálica (I).—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1978 (28 × 21 cm.), 66 págs. con 11 figs. + 77 láms.—ISBN 84-00-04361-8. J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1981 (28 × 21 cm.), 236 págs. con 32 figs. + 95 láms.—ISBN 84-00-04937-3. J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Mosaicos romanos de Sevilla, Granada, Cádiz y Murcia.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1982 (28 × 21 cm.), 106 págs. con 25 figs. + 47 láms.—ISBN 84-00-05243-9. J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Mosaicos romanos de la Real Academia de la Historia, Ciudad Real, Toledo, Madrid y Cuenca.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1982 (28 × 21 cm.), 108 págs. con 42 figs. + 50 láms.— ISBN 84-00-05232-40. J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ y T. ORTEGO: Mosaicos romanos de Soria.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.— Madrid, 1983 (28 × 21 cm.), 150 págs., con 22 figs. + 38 láms.—ISBN 84-00-05448-2. J. M. BLÁZQUEZ y M. A. MEZQUÍRIZ (con la colaboración de M. L. NEIRA y M. NIETO): Mosaicos romanos de Navarra.— Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. Madrid, 1985 (28 × 21 cm.), 198 págs. con 31 figs. + 62 láms.—ISBN 8400-06114-4. J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, M. L. NEIRA y M. P. SAN NICOLÁS: Mosaicos romanos de Lérida y Albacete. Madrid, 1989. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm.), 60 págs., 19 figs. y 44 láms.— ISBN 84-00-06983-8. J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, M. L. NEIRA y M. P. SAN NICOLÁS: Mosaicos romanos del Museo Arqueológico Nacional. Madrid, 1989. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm.), 70 págs., 18 figs. y 48 láms.—ISBN 84-00-06991-9. J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, T. MAÑANES y C. FERNÁNDEZ OCHOA: Mosaicos romanos de León y Asturias. Madrid, 1993. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 116 págs., 19 figs. y 35 láms.—ISBN 84-00-05219-6. M. L. NEIRA y T. MAÑANES: Mosaicos romanos de Valladolid. Madrid, 1998. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 128 págs., 10 figs. y 40 láms.—ISBN 84-00-07716-4. G. LÓPEZ MONTEAGUDO, R. NAVARRO SÁEZ y P. DE PALOL SALELLAS: Mosaicos romanos de Burgos. Madrid, 1998. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 170 págs., 26 figs. y 168 láms.—ISBN 8400-07721-0.

ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA Dirección para el envío de manuscritos: ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA, INSTITUTO DE HISTORIA, CSIC C/ Duque de Medinaceli, 6, E-28014 Madrid. Teléf. 91 429 06 26 (exts. 4603/4607/4608). Fax 91 369 09 40. E-mail: [email protected] Las normas de redacción se adjuntan en página anterior. Los autores recibirán 25 separatas de su artículo y un ejemplar del volumen en que se publique. Administración, distribución y suscripción: DEPARTAMENTO DE PUBLICACIONES DEL CSIC: C/ Vitruvio, 8, E-28006 Madrid. Teléf. 91 561 28 33. Fax: 91 562 96 34. E-mail: [email protected] Precios (sin IVA): España: suscripción anual ............. 50,35 i Extranjero: suscripción anual ........ 82,75 i

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SUMARIO en el paisaje rural de Hispania romana durante la Antigüedad tardía.......... .......... ........................... ....... ...............................

9

Villas en Hispania durante la Antigüedad tardía ..........................................................................................................

17

Le ville tardo-antiche in Italia ...........................................

37

Committenza e Funzioni delle ville «residenziali» tardoantiche tra fonti archeologiche e fonti letterarie .................................

61

Building Sacred Landscapes: Villas and Cult ....................... .

73

JAVIER ARCE: Villae

ALEXANDRA CHAVARRÍA ARNAU:

LUCIA ROMIZZI : CARLA SFAMENI:

KIM BO WES:

VIRGINIA GARCÍA-ENTERO:

Los

balnea

de las

villae

tardoantiguas en

His-

pania ...........................................................................................................

97

El vocabulario de los asentamientos d.C.): Evolución de la terminología ......................

113

y JOAQUÍM TREMOLEDA: La villa de Vilauba. De la Antigüedad tardía hasta el abandono final ..................................................

133

y BLANCA GAMO: La villa romana de Balazote (Albacete): reflexiones para una revisión ..................................................................

153

El Saucedo (Tala vera la Nueva, Toledo). Un ejemplo de villa bajoimperial en la provincia de la Lusitania ...............................................................................................

173

La villa romana de Monroy.......

197

De lo romano a lo árabe. La transición del sur de la provincia de Lusitania a al-Gharb al-Andalus: nuevas investigaciones en los yacimientos de Milreu y Cerro da Vila .......................................

207

y MARlA TURCHIANO: La villa tardoantica di Faragola (Ascoli Satriano) in Apulia. ......... .................

221

La fine delle ville: dieci anni dopo ....................

253

JOSÉ IGNACIO MARTÍNEZ MELóN:

rurales (siglos

I-IX

PERE CASTANYER

RUBí SANZ

R.

CASTELO, C. BANGO, A. LÓPEz y M. AGUADO:

ENRlQUE CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES: FÉLIX TEICHNER:

GIULIANO VOLPE, GIULIANO DE FELIcE

GIAN PIETRO BROGIOLO:

ISBN 84 - 00 - 08466 - 7

1

UNIVERSITÁ DI PADOVA

111

9 788400 084660