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Spanish Pages 814 [825] Year 2008
Manuales y Anejos de «Emerita» – XLIX
Francisco R. Adrados - José Antonio Berenguer Eugenio R. Luján - Juan Rodríguez Somolinos (editores)
VEINTE AÑOS DE FILOLOGÍA GRIEGA (1984-2004)
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
VEINTE AÑOS DE FILOLOGÍA GRIEGA (1984-2004)
ANEJOS DE « EMERITA »
Director Francisco Rodríguez Adrados (RAE y RAH)
Secretario José Antonio Berenguer (CSIC)
Comité Editorial José Manuel Cañas Reíllo (CSIC) Matilde Conde (CSIC) Luis Alberto de Cuenca (CSIC) José García López (Universidad de Murcia) Ciriaca Morano Rodríguez (CSIC) Domingo Plácido Suárez (UCM) Juan Rodríguez Somolinos (CSIC)
Consejo Asesor Pedro Bádenas de la Peña (CSIC) Francis Cairns (Florida State University) Guglielmo Cavallo (Università di Roma) Carl Joachim Classen (FIEC) María del Dulce Nombre Estefanía Álvarez (Universidad de Santiago de Compostela) Emilio Fernández-Galiano Ardanaz (CSIC) Jacques Fontaine (Institute de France) Elvira Gangutia Elícegui (CSIC) María Paz García-Bellido (CSIC) Benjamín García Hernández (UAM) Juan Gil Fernández (Universidad de Sevilla) Dietfried Krömer (Thesaurus Linguae Latinae) Francisco Javier López Facal (CSIC) José María Lucas de Dios (UNED) José Luis Vidal Pérez (Universidad de Barcelona)
Manuales y Anejos de « Emerita » – XLIX
Francisco R. Adrados José Antonio Berenguer Eugenio R. Luján Juan Rodríguez Somolinos (editores)
VEINTE AÑOS DE FILOLOGÍA GRIEGA (1984-2004)
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Madrid, 2008
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es
Este volumen ha contado con la ayuda económica de la Fundación A. G. Leventis
© CSIC
NIPO: 472-08-034-4 ISBN: 978-84-00-08750-0 Depósito Legal: M-58.353-2008 Impreso en Fareso, S.A. Impreso en España. Printed in Spain
ÍNDICE Presentación
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TÉCNICAS DE LA FILOLOGÍA 1. 2. 3. 4. 5. 6.
Paleografía y Codicología, Ángel Escobar Chico .......................................... Epigrafía, María Paz de Hoz García-Bellido ................................................... Papirología, José Antonio Berenguer ................................................................ Crítica textual, Felipe Hernández Muñoz ........................................................ Ediciones de textos, Daniel Riaño Rufilanchas ............................................... Traducciones españolas, Antonio Guzmán Guerra .........................................
11 37 63 103 133 175
LINGÜÍSTICA 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15.
Lingüística indoeuropea, José Antonio Álvarez-Pedrosa ................................. Historia de la lengua, Francisco Rodríguez Adrados ........................................ Dialectología, Marisa del Barrio ........................................................................ Micenología, Eugenio R. Luján .......................................................................... Fonética, Julián Méndez Dosuna ....................................................................... Morfología, Helena Maquieira ........................................................................... Sintaxis, Jesús de la Villa .................................................................................... Métrica, Elsa García Novo .................................................................................. Lexicografía, Juan Rodríguez Somolinos ..........................................................
203 223 245 273 313 343 369 397 413
LITERATURA 16. 17. 18. 19. 20.
Literatura de época arcaica, Helena Rodríguez Somolinos ............................. Literatura de época clásica, José García López ................................................ Literatura de época helenística, Emilio Fernández-Galiano ............................. Literatura de época imperial, Rosa María Aguilar ............................................ Literatura cristiana, Mercedes López Salvá ......................................................
447 479 503 525 549
ÍNDICE
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HISTORIA Y CULTURA 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30.
Mitología, Carlos García Gual ............................................................................ Religión, Alberto Bernabé ................................................................................... Filosofía, Francesc Casadesús Bordoy ............................................................... Ciencia, Félix Piñero ........................................................................................... Historia, Domingo Plácido ................................................................................. Derecho, José María Lucas de Dios ................................................................... Arqueología, Carmen Sánchez ........................................................................... Numismática, María Paz García-Bellido ............................................................ Los griegos en España, Elvira Gangutia ............................................................ Didáctica de la lengua griega, Rosa Pedrero ....................................................
587 607 635 659 681 699 715 733 759 791
PRESENTACIÓN Estos Veinte años de Filología Griega (1984-2004) recogen las ponencias presentadas en un ciclo organizado por la Fundación Lexis pro Diccionario Griego-Español, en octubre de 2004, en los locales del Centro de Humanidades del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en la calle Duque de Medinaceli de Madrid. Sus treinta ponencias fueron seguidas con atención por un público de helenistas y personas interesadas por el Mundo Clásico, en general. Para la realización de esta actividad la Fundación Lexis contó con la ayuda de varios organismos, a los que queremos expresar nuestro agradecimiento. En primer lugar, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que acogió el ciclo de conferencias y publica ahora este volumen. Además, se nos concedieron sendas ayudas por parte del Ministerio de Cultura y del Ministerio de Educación y Ciencia, que reconoció el ciclo como actividad de formación permanente del profesorado. El entonces Director General de Educación, Formación Profesional e Innovación Educativa, D. José Luis Pérez Iriarte, nos hizo el honor de acompañarnos en la clausura del curso. En realidad, este ciclo forma una lógica secuencia de uno dedicado a los veinte años anteriores, cuyas Actas, editadas por D. Alfonso Martínez Díez, autor de aquella iniciativa, se publicaron en Madrid en 1984 con el título Actualización Científica en Filología Griega. Por supuesto, el esquema de este libro no repite exactamente el del anterior. Se ha procurado hacer más completa la visión general y la especializada del campo de estudio que definimos como «Técnicas de la Filología». En todo caso, creo que todos debemos congratularnos de esta demostración de que los helenistas españoles dominan el conjunto de nuestros estudios a nivel internacional y también, por supuesto, a nivel español. Las desgracias que en el campo de la enseñanza nos han afligido, y de las que no somos en absoluto responsables, no han impedido el crecimiento de toda clase de ciencias en torno a la Antigüedad griega y del número y la calidad de los estudiosos de la misma. «Filología griega» y «helenistas» son palabras usadas aquí en un sentido muy amplio. Y, a la vez, reducido. El libro se ocupa de Lingüística y Literatura, pero también de Historia, Mitología, Religión, Filosofía, Arqueología, Numismática, Crítica textual, Codicología, Papirología, Epigrafía y hasta Didáctica del griego. Es decir, sumando los diversos capítulos del mismo se obtiene una visión al tiempo general y particularizada de toda la Antigüedad griega. Pero esta visión se detiene al llegarse a la época bizantina, que queda fuera de nuestro empeño. En parte por paralelismo con el libro anterior, en parte porque la inmensidad del campo nos forzaba a trazarnos ciertos límites. Y capítulos como los de Arqueología y Lingüística se detienen en lo propiamente clásico. Eso sí, se añade un antecedente a lo griego como es la Lingüística Indoeuropea. Los treinta autores, que están entre los más distinguidos de la pléyade de helenistas españoles, han sido seleccionados con amplitud de criterio. Proceden de las tres Universidades de Madrid y de algunas otras de fuera, también del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Por supuesto, hay una variedad de puntos de
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PRESENTACIÓN
vista y no se excluyen algunas repeticiones y diversidad de enfoques. Pero, en general, el libro es un todo homogéneo. Llamo la atención sobre la parte bibliográfica de cada capítulo, que aporta mucho al conocimiento de los temas. En fin, pienso que con ayuda de todos hemos logrado una visión general sobre el desarrollo de los estudios de Antigüedad griega en los últimos veinte años, que puede añadirse sin desdoro a la bibliografía internacional sobre el tema.
FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS Presidente del Patronato de la Fundación Lexis pro Diccionario Griego-Español
TÉCNICAS DE LA FILOLOGÍA
1 PALEOGRAFÍA Y CODICOLOGÍA ÁNGEL ESCOBAR Universidad de Zaragoza
La paleografía y la codicología griegas —pilares de la filología, como bases para una correcta fijación del texto por parte del editor— han experimentado durante los últimos veinte años un enorme avance, tanto teórico como práctico. Dada la brevedad necesaria, abordaremos las dos disciplinas sólo en sus grandes líneas, por el orden recogido en el título, para luego referirnos a algunos campos en los que ambas materias deben combinarse necesariamente, como el de la catalogación de fondos manuscritos o, entre las nuevas tendencias de la investigación, el del estudio de materiales codicológico-paleográficos de especial complejidad. En la Actualización científica en filología griega publicada en 1984, fue Bravo García quien se encargó de ofrecer una síntesis sobre paleografía y codicología griegas, mostrando con rigor y detalle cuál era el estado de la cuestión sobre ambas ciencias en aquel momento. Fueron dos contribuciones de extraordinario interés, ya que describían, de manera pionera, un campo de investigación bastante desconocido hasta entonces en España, donde la atención hacia estas disciplinas había sido hasta esa década de los ochenta esencialmente práctica e instrumental —es decir, la más propia de catalogadores y filólogos— y no tanto de carácter teórico. Las dos aportaciones de Bravo constituyeron un hito y supusieron una magnífica puesta al día en las dos materias —«escritura» y «libro», en suma— que, junto con la crítica textual, abarcan el amplio campo de la transmisión textual o historia de los textos. I. PALEOGRAFÍA 1.1. Referencias generales El mejor instrumento para seguir la evolución de los estudios de paleografía griega durante los últimos veinte años sería sin duda un manual reciente, que renovase desde el punto de vista científico el contenido de obras clásicas —y, a veces, todavía hoy muy útiles— como p. ej. la fundamental Griechische Paläographie de Viktor Gardthausen (2ª ed., 1911-1913). Desgraciadamente, ese manual sigue siendo un gran desideratum de la paleografía griega —a diferencia de lo que ocurre en el caso de la latina, más afortunada en este sentido por varias razones (cf. Petrucci 1991)— F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 11-36
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y su ausencia no puede verse paliada por la publicación de algunas aportaciones muy valiosas, pero siempre de carácter sumario, como las de Hunger 1989, esp. pp. 76-124, y 1997, o la muy reciente de Irigoin 2001a; también se prestaba cierta atención a la evolución general de la escritura griega —entre la bibliografía en español— en la clásica monografía de Reynolds y Wilson (traducida en 1986) o en el manual de Bernabé Pajares 1992. Ofrece breve información respecto a esta materia la tercera edición de The Oxford Classical Dictionary (bajo el lema «Palaeography, Greek», a cargo de Wilson 1996), al igual que Der neue Pauly (bajo el lema «Paläographie, griechische», redactado por Molin Pradel y Eleuteri 2002, así como en el escaso número de voces sobre el tema —y sobre codicología, en general— que, con gran calidad pero de manera muy dispersa, se hallan incluidas en esta enciclopedia). Algunos informes bibliográficos de cierta extensión, como el de Canart 1991, han sido durante este tiempo de gran utilidad, pero tampoco se proponían colmar la laguna señalada, una tarea que hoy sólo podría emprenderse quizá bajo la forma de una moderna «enciclopedia» y —muy probablemente, por la amplitud de la materia y el alto nivel de especialización alcanzado en ella— como una labor internacional y de equipo. 1.2. Actas de congresos internacionales, facsímiles y otras publicaciones Para obtener una información amplia y actualizada debe recurrirse de manera preferente a las actas de los congresos internacionales sobre paleografía griega celebrados durante el periodo que aquí examinamos. Al volumen de actas del primer congreso, celebrado en 1974 (Glénisson, J., Bompaire, J. y Irigoin, J. [eds.] 1977: La paléographie grecque et byzantine, París, C.N.R.S.), ya hizo referencia Bravo en su informe, señalando con justicia la extraordinaria importancia que éste tuvo por el carácter pionero y esencial de muchas de sus contribuciones, todavía insustituibles. En 1981 se produjo la constitución oficial del Comité international de paléographie grecque. Desde entonces se han celebrado cinco nuevos congresos, a intervalos de cinco años: el de Berlín - Wolfenbüttel de 1983 (actas editadas por Harlfinger y Prato 1991), el de Erice de 1988 (Cavallo, De Gregorio y Maniaci 1991), el de Oxford de 1993 (cuyas actas, excepcionalmente, no llegaron a publicarse), el de Cremona de 1998 (Prato 2000) y, por último, el celebrado en la ciudad griega de Drama, del 21 al 27 de septiembre de 2003 (actas en curso de publicación, bajo la dirección de Atsalos). En Drama, el Comité Internacional de Paleografía Griega acordó que el próximo congreso —séptimo, previsto para el año 2008— se celebrase en Madrid y El Escorial, bajo la dirección de Bravo (Universidad Complutense). Es difícil hacer un breve balance general de lo mucho que todos estos congresos han supuesto para el estudio de la paleografía griega en su conjunto. El de Berlín - Wolfenbüttel, organizado por Harlfinger, ofreció contribuciones de gran importancia, a veces en campos escasamente atendidos hasta entonces, y retomó de
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manera decisiva para la disciplina el ímpetu que se había iniciado en París. El celebrado en Erice, bajo la dirección científica de Cavallo, estuvo dedicado —con carácter monográfico— a la producción libraria en las áreas provinciales de Bizancio y representó un gran avance para el estudio paleográfico y codicológico de los manuscritos confeccionados fuera de la capital, Constantinopla, una tarea científica que —pese a su extraordinaria dificultad— ya se consideraba por entonces ineludible. La reflexión continuó durante el encuentro de Oxford, organizado por Wilson, mientras que el congreso de Cremona, bajo la dirección de Prato, además de volver a abordar la materia desde los llamados «siglos oscuros» (VII y VIII) hasta el siglo XVI y en todos sus aspectos, volvió a incidir sobre problemas esenciales del método paleográfico y a plantear en toda su complejidad las dos cuestiones esenciales en aquellos casos que cabe considerar como verdaderamente «cruciales» (es decir, en ausencia de una subscripción, cuando la paleografía y la codicología deben demostrar realmente su solvencia como ciencias autónomas y —en la mayor medida posible— complementarias): «dónde y cuándo» se escribió el manuscrito que hoy nos transmite un determinado texto (al margen ya de quién realizó la copia, para quién, por qué, etc.), dilemas que por lo demás, a falta de otros indicios, sólo la paleografía y la codicología —ampliamente atendida también durante el reciente congreso de Drama— pueden dirimir. Conviene insistir en que las publicaciones mencionadas consideran un periodo cronológico enorme, que se extiende desde el célebre Papiro de Derveni (c. 340-320 a. C.) o el de los Persas de Timoteo hasta finales del siglo XVI: dos mil años de escritura griega, desde esos primeros testimonios conservados del siglo IV (analizados por Crisci 1999 desde el punto de vista paleográfico) hasta el fin de la transmisión manuscrita de interés textual, como consecuencia de la generalización del uso de la imprenta. Se trata por tanto de un amplísimo arco cronológico, durante el que la evolución de las formas gráficas —aun manteniéndose en todo momento la identidad esencial de la escritura griega— es permanente y responde a muy diversos factores (cf., desde distintas perspectivas, Irigoin 1986a, Cavallo 1988a, Canart 1990). Otros muchos instrumentos bibliográficos han resultado también fundamentales durante estos años. Hay que citar a este respecto las varias publicaciones periódicas dedicadas —de manera más o menos específica, a falta todavía de una con caracter exclusivo— a la paleografía y la codicología griegas (Bollettino della Badia Greca di Grottaferrata, Byzantinische Zeitschrift, Byzantion, Codices manuscripti, Gazette du livre médiéval, Greek, Roman and Byzantine Studies, Jahrbuch der österreichischen Byzantinistik, Revue des études byzantines, Revue d'histoire des textes, Rivista di studi bizantini e neoellenici, Römische Historische Mitteilungen, Scriptorium, etc.), en algunos casos ya extintas (como la recordada Scrittura e Civiltà, que llegó a alcanzar su número 25, correspondiente al año 2001; Quinio 1999-2001 conoció la breve singladura de tres números publicados) y en otros apenas inauguradas, como en el de Segno e testo, Νέα ῾Ρώμη 2005- o la ya anunciada Scripta. Cabría aludir asimismo, dentro de este
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apartado, a algunas publicaciones de homenaje con contribuciones de interés sobre nuestras disciplinas, en cuya relación no podemos detenernos, así como a las útiles recopilaciones de trabajos ya publicados con anterioridad —e incluso inéditos, en alguna ocasión— por especialistas de larga trayectoria: valga citar como ejemplo las de Prato 1994, Irigoin 1997 y 2003 sobre temas de tradición textual en general, Fonkič 1999, Cavallo 2002, Atsalos 2004 o Tselikas 2004. No cabe duda, sin embargo, de que buena parte del avance de la paleografía griega de los últimos veinte años se debe a la publicación de excelentes facsímiles, es decir, del material de comparación que debe estar siempre en la base de cualquier análisis paleográfico prudente. Ya en 1983 se publicaban los Specimina Sinaitica editados por Harlfinger, Reinsch y Sonderkamp (con la colaboración de Prato), con atención a los manuscritos del monasterio de Santa Catalina datados entre el siglo IX y el XII (es decir, como complemento del clásico repertorio de K. y S. Lake). Se recogía en este álbum —provisto de muy detalladas descripciones— importante material paleográfico (siempre de contenido no profano), de gran interés a veces desde el punto de vista tipológico y sobre el que Nicolopulos 1998, De Gregorio 2000 y Harlfinger 2000 han aportado recientemente nuevos datos. Astruc y otros autores publicaban sólo unos años más tarde (1989), como complemento esta vez de los famosos repertorios de Turyn para los siglos XIII y XIV, un álbum de láminas correspondientes a manuscritos del siglo XIII conservados en bibliotecas públicas de Francia. El muy conocido y todavía irreemplazable repertorio de Follieri 1969, sustento del estudio paleográfico de varias generaciones, se vio continuado de manera muy específica mediante el volumen de láminas editado por Canart, Jacob, Lucà y Perria 1998, con especial atención —aunque no exclusiva— a Italia meridional y áreas periféricas del mundo bizantino, tanto en la mayúscula como en la minúscula; este magno repertorio consta de 145 láminas, todas ellas reproducidas en su tamaño original. En lo referente a época humanística, los Specimina griechischer Kopisten der Renaissance, I: Griechen des 15. Jahrhunderts de Harlfinger 1974 y los Autografi greci e greco-latini in Occidente de Bernardinello 1979 tienen ahora un magnífico complemento a cargo de Eleuteri y Canart 1991. Una mención aparte sigue mereciendo, sin duda, el Repertorium der griechischen Kopisten (800 - 1600) dirigido por Gamillscheg, como sucesor del viejo repertorio de Vogel y Gardthausen. Su publicación responde de manera ideal a una de las tareas más características de la paleografía griega, como es la de la identificación de copistas. Su primera entrega —consagrada a bibliotecas de Gran Bretaña— apareció en 1981 y ya fue debidamente atendida por Bravo en su informe. Hoy se dispone asimismo de las entregas segunda y tercera, también de tres tomos cada una (repertorio de copistas, características paleográficas y láminas, todas ya en tamaño original): el volumen II (Gamillscheg, Harlfinger y Hunger 1989) se dedicó a las bibliotecas de Francia, el III (Gamillscheg [en colaboración con Harlfinger y Eleuteri] y Hunger 1997) a las de Roma y Ciudad del Vaticano. Con la publicación de esta
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tercera entrega, el número de copistas censados supera ya el de setecientos. La cuarta, en curso de preparación (en colaboración con Gastgeber, Eleuteri y Mondrain), se ocupará de manuscritos conservados en bibliotecas de Bélgica, Alemania, Países Bajos, Austria y Suiza. Las muchas bibliotecas de Italia no consideradas en la tercera entrega podrían incluirse en un proyecto posterior. Algo similar habría que esperar respecto a las bibliotecas españolas con fondo griego, de las que, no obstante, se han ocupado recientemente de manera sistemática —en el marco de un interesante proyecto de investigación— Hernández Muñoz y García Romero (Universidad Complutense de Madrid; en preparación). No podemos dejar de aludir en este apartado, finalmente, a las muchas monografías dedicadas al estudio de copistas individuales, tras la senda de los ejemplares trabajos ofrecidos en su día por Canart (sobre Provatares) o Kresten (sobre Darmario). Señalaríamos en este apartado, como ejemplo, el concienzudo trabajo de De Gregorio 1991 (continuado en 1995b) sobre Manuel Malaxós, el de Cataldi Palau 2000 sobre Mauromates, el de Agati 2001 sobre Juan Honorio o, ya entre nosotros, el de Bravo 1990 sobre Manuel Glinzunio (por citar sólo uno de sus muchos trabajos sobre identificación de copistas), el de Pérez Martín 1996 sobre Gregorio de Chipre (figura fundamental también analizada por Kotzabassi 1998), el de Martínez Manzano 1998 sobre Constantino Láscaris (como reelaboración de su disertación alemana publicada en 1994), el de G. de Andrés 1999 sobre Antonio Calosinás o el de Signes 2001, 2003 sobre Hernán Núñez de Guzmán, el Pinciano. 1.3. Mayúscula y minúscula Durante estas dos últimas décadas se han consolidado definitivamente, en la literatura especializada, numerosas convenciones científicas, tanto en el plano conceptual como en el terminológico. Entre las adquisiciones más firmes podría destacarse la caracterización y denominación de ciertas escrituras, tanto en la mayúscula como en la minúscula (tipo de letra que, pese a preludiarse en formas de cursiva muy tempranamente, sólo sustituye a la mayúscula de manera sistemática a partir del siglo octavo en las escrituras librarias o no documentales, las cuales podían conjugar así la claridad de la mayúscula con la fluidez propia de la cursiva documental). El estudio de la mayúscula griega sigue estando asociado en gran medida al nombre de Cavallo, precursor de su análisis más sistemático en una célebre monografía (1967: Ricerche sulla maiuscola biblica, Florencia, Le Monnier), muy innovadora en su momento y ya atendida por Bravo en su informe. Cavallo publicó después otra obra esencial para el estudio de este tipo de letra, en colaboración con Maehler (1987). Buen complemento de ambas contribuciones, y necesario para conocer más a fondo esta escritura, sus prácticas y sus diversas formalizaciones, es el trabajo monográfico de Crisci 1996, ya consagrado como especialista en la mayúscula gracias a varias publicaciones anteriores (cf. p. ej. 1985, sobre la ojival derecha, a la
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vez que Porro 1990 ofrecía una importante contribución sobre la alejandrina), pero sobre todo a raíz de su intensa y ardua labor sobre los manuscritos palimpsestos de Grottaferrata. Gracias a estos excelentes estudios —entre otros muchos más recientes (p. ej. D'Agostino 2000)— cabe hoy seguir diferenciando varios tipos de mayúscula de manera unánimemente aceptada: mayúscula alejandrina (también usada como «mayúscula distintiva» en códices escritos en minúscula, al igual que las conocidas como «constantinopolitana» y «epigráfica»), bíblica (con evolución tardía en la llamada «litúrgica»), ojival derecha y ojival inclinada. Por lo demás, conviene destacar que la mayúscula griega —siempre de interés por su antigüedad relativa, si bien en época tardía tan sólo transmite ya obras de uso eclesiástico y religioso— dista de ser un campo agotado y sigue gozando de gran vitalidad como materia de estudio, gracias a los hallazgos papiráceos y también a los que se producen esporádicamente en códices medievales1, a menudo como resultado del estudio de palimpsestos (en cuya escritura más antigua —scriptio inferior— no es inusual su aparición2). Un nivel de consenso bastante similar se ha alcanzado en el caso de un buen número de escrituras en minúscula, inequívocamente definidas ya, desde el punto de vista gráfico, durante décadas anteriores. Así ocurre en el caso de las más primitivas, a raíz sobre todo de los esclarecedores trabajos de Follieri (como bien señalaba Bravo 1984a, pp. 23-35), pero también en el de la mayoría de los tipos de minúscula de época posterior, identificados antes de 1984, y en el de otros estilos definidos más recientemente, como el «rossanese» de los siglos XI-XII (cf. Lucà 1985-1986). Algunos de estos tipos de minúscula han sido ya objeto de trabajos exhaustivos, como puede decirse p. ej. —respecto a la «bouletée» del siglo X, así denominada en su día por Irigoin— del monográfico de Agati 1992. Se trata del tipo de letra de claro ámbito constantinopolitano —al igual que los que Hunger denominara «Perlschrift» o «Metochitesstil»— que apenas suscita desacuerdo. Naturalmente, no existe el mismo consenso entre los estudiosos respecto a otros tipos de minúscula, sobre todo cuando se pasa de la pura descripción a la adscripción de un supuesto origen o procedencia, a menudo en ausencia de datos objetivos suficientes para ello (sobre este tema, en general, puede consultarse la interesante «Tavola rotonda» coordinada por Prato 2000, II, pp. 669-707). Es un caso quizá emblemático al respecto el del llamado «estilo Anastasio», practicado entre finales del 1 Cf. p. ej. Harlfinger, Reinsch y Sonderkamp (colab. Prato) 1983, lám. 135, donde se muestra el caso (mayúscula bíblica de los siglos V-VI, texto sin identificar) hallado en la maculatura de un códice del monasterio de Santa Catalina (Sin. gr. 221). 2 Destacamos como ejemplo muy significativo el de mayúscula bíblica (de principios del siglo IV, probablemente) analizado como scriptio ima del palimpsesto Vat. sir. 623 por D'Aiuto 2003 (Menandro, parte del Díscolo, y casi doscientos versos de comedia nueva inédita y todavía por identificar, quizá también de Menandro); la escritura intermedia de este «doble palimpsesto» (bis rescriptus) transmite el De natura hominis de Nemesio de Émesa, en mayúscula ojival inclinada —probablemente de zona siropalestina— de los siglos VII-VIII.
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siglo IX y principios del X: tras los rigurosos estudios de Perria, de D'Agostino o de Prato, su posible localización primitiva —Constantinopla o Sur de Italia, en suma— todavía fue objeto de muy viva polémica en el congreso de Cremona (con especial convencimiento a favor de un origen italomeridional —frente a las observaciones de Gamillscheg o Wilson— por parte de Prato 2000, II, pp. 701-707). No obstante, y a pesar de todos los riesgos que entraña de por sí el estudio de la producción libraria en Bizancio desde el primer medievo (cf. p. ej. Cavallo 1995), frente al de scriptoria plenamente organizados y diferenciados que se observa en Occidente, no cabe negar que se ha avanzado de manera muy significativa en materia de localización de manuscritos, por muchas dudas que persistan en ejemplos concretos (cf. p. ej. Gamillscheg 1987), de modo que numerosas copias pueden asignarse hoy con margen de error mucho menor a Grecia (Prato 1991a, Reinsch 1991), Chipre (Constantinides y Browning 1993, Gamillscheg 1997, Constantinides 2000), Asia Menor (Gamillscheg 1991), Palestina (Perria 1992, 1999) o, sobre todo, Italia Meridional. El Sur de Italia, área de significado cultural más lato del que se imaginaba y cada vez mejor conocido (cf. p. ej., últimamente, Irigoin 2001b), ha sido estudiado de manera profusa —casi «febrilmente», como apuntaban en su introducción Canart, Jacob, Lucà y Perria 1998— durante los últimos años desde el punto de vista codicológicopaleográfico, tras los primeros análisis de Mercati, Devreesse y —ya con mayor refinamiento metodológico— Canart. Como resultado de esta intensa labor —y a pesar de las esporádicas y vivas polémicas surgidas entre los especialistas en torno a determinados casos (cf. p. ej. Jacob 2002)—, los abundantes manuscritos cuya producción se localiza en esta zona pueden considerarse hoy, en su conjunto, óptimamente atendidos desde el punto de vista científico (destacaríamos trabajos como los de Jacob 1985, 1993 o Lucà 1993; para el caso particular de Grottaferrata cf. p. ej. Canart y Lucà 2000, Lucà 2003). Desde un enfoque cronológico, debe comenzarse por resaltar que el estudio de la «minúscula primitiva» ha experimentado un extraordinario avance, gracias a algunos trabajos fundamentales dados a conocer en Cremona (Messeri y Pintaudi, De Gregorio, Harlfinger, Perria; cf. Prato 2000) y, con posterioridad, en publicaciones diversas (como p. ej. Mondrain 2000b). Se ha desarrollado así ampliamente el estudio de las primeras minúsculas librarias, ya desde finales del siglo VIII, si bien el primer ejemplo de minúscula datada continúa siendo el conocido como «Tetraevangelio Uspenskij» (San Petersburgo 219) subscrito en el año 835, en el Monasterio de Estudio, por el copista Nicolás. Convendrá recordar, ya en el plano filológico, que estas fases primeras de la minúscula —hasta el siglo X al menos— fueron de enorme trascendencia para la historia de los textos griegos en sus etapas más antiguas (reflejadas en la parte alta de nuestros estemas), por su relación con el importante problema de la «transliteración» o transcripción de la mayúscula en minúscula, tan a menudo asediado por Irigoin (cf. p. ej. 1987a y b; Hunger 1997, pp. 32-34) y últimamente tratado de manera monográfica por Ronconi 2003, quien ha
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incidido sobre la inexactitud de la teoría más divulgada respecto a este proceso, sosteniendo que no se trató seguramente de la ardua actuación unitaria imaginada de manera tradicional, así como que la vinculación de esta operación gráfica con las faltas —supuestamente producidas por errores de mayúscula— presentes en los códices debe estudiarse desde una perspectiva metodológica muy amplia y que también tenga en cuenta otros factores de la transmisión. Dentro del complejo panorama de la minúscula, similares avances se han producido en torno a las llamadas «scholarly hands» («manos de erudito») de los siglos XI y XII3, frente a las caligráficas (cf., últimamente, Cavallo 2000; sobre las de carácter propiamente librario durante esa misma etapa cf. Canart y Perria 19914). Para los siglos XIII y XIV —objeto todavía de nuevas propuestas metodológicas (cf. p. ej. Pérez Martín 2000)— sigue siendo fundamental el trabajo de Prato 1991b; entre las aportaciones más recientes cf. p. ej. Mondrain 2004. Especial atención se ha venido dispensando, asimismo, a fenómenos característicos de ciertos tipos de minúscula y de muy determinados momentos cronológicos, como el de las peligrosas escrituras arcaizantes, tan a menudo mal datadas (cf., últimamente, De Gregorio y Prato 2003) o el de las digrafías de copista (analizadas con rigor en sus trazos básicos por De Gregorio 1995a; para el caso extremo de Jerónimo Tragudistés, de mediados del s. XVI, cf. Repertorium der griechischen Kopisten II 201 y III 253). También se han seguido estudiando durante estos años campos tan específicos como el de la separación de palabras, el de los signos diacríticos y las abreviaturas, el de los monocondilios, el de las subscripciones, etc. Se ha trabajado con gran intensidad, por último, en el campo de las escrituras humanísticas y renacentistas, pioneramente analizadas desde el punto de vista paleográfico, en su conjunto, por Harlfinger, en varias contribuciones esenciales, y, de manera más reciente, por Canart (en Eleuteri y Canart 1991), quien, dentro de las escrituras tardías del siglo XV y primer cuarto del XVI, distinguía tres tipos fundamentales: las de eruditos griegos e imitaciones, las cursivas personales y las caligrafías de influencia occidental propias de humanistas italianos. También cabe destacar en relación con estas escrituras tardías, además del gran número de identificaciones realizadas en el marco del Repertorium, el conjunto de contribuciones coordinadas por Oikonomides 2000. El contexto cultural e histórico de este tipo de 3 Dentro del vasto campo documental —de especial trascendencia para el estudio de este tipo de escrituras (cf. p. ej. Hunger 1995, Lamberz 2000), pero en el que aquí no podemos profundizar— destacan los trabajos de bizantinistas y expertos paleógrafos, como, por citar un solo ejemplo, los de Hunger y Kresten acerca del Patriarcado de Constantinopla. Entre nosotros cabe mencionar, muy especialmente, Bravo 1991, donde se analizaron los documentos griegos de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, procedentes de la cancillería normanda en Sicilia y que fueron arrebatados a la ciudad de Messina por el virrey español, el Conde de Santisteban. 4 Este periodo, a veces menos atendido en los repertorios de facsímiles, ha sido objeto de especial cuidado por parte de Canart, Jacob, Lucà y Perria 1998 (cf. «Premessa»).
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copias se ha visto analizado en infinidad de trabajos, cuya atención —la que merece el fenómeno del humanismo, en suma— requeriría larga mención aparte. A nuestros efectos cabría citar p. ej. el trabajo de Harlfinger 1989 sobre el griego en la Alemania humanística o las aportaciones monográficas de Wilson 1992 y de Cortesi y Maltese (eds.) 1992 sobre el griego en Italia. Han sido abundantes, igualmente, los trabajos sobre humanistas y bibliotecas humanísticas (cf. p. ej. Mondrain 2000a, sobre Jano Láscaris, o De Gregorio 2002b, sobre Palla Strozzi). Los modelos manuscritos de algunas ediciones princeps aldinas fueron objeto de análisis ejemplar por parte de Sicherl 1997 (Museo, Aristóteles y Teofrasto, Aristófanes, epistológrafos griegos, Eurípides y rétores griegos, entre otras ediciones). En cuanto a la emblemática tipografía aldina, son varias las publicaciones monográficas de interés aparecidas durante estos años (Barker, Cataldi Palau, etc.), a las que no podemos referirnos aquí. Los análisis dedicados a este último periodo resultan de gran interés para buena parte del fondo griego conservado en bibliotecas españolas, de fecha a menudo tardía5, y han alentado con frecuencia el desarrollo de los estudios sobre humanismo español (helenismo y humanismo latino) en general, tras el surco dejado por el gran Kristeller (cuyo volumen IV del Iter Italicum, 1989, complementado en 1992 [versión en CD, 1995], estaba dedicado parcialmente a nuestras bibliotecas) y gracias también a la intensa y abnegada actividad investigadora desarrollada en España, dentro de este terreno, durante los últimos años. 1.4. Algunas consideraciones metodológicas El enorme progreso al que venimos haciendo referencia se ha producido también gracias a la conjunción de varios factores paralelos, como el mejor conocimiento del mundo librario antiguo y medieval (Cavallo 1988b) y del de la lectura en su conjunto, como la amplia producción en materia de prosopografía, por ejemplo, que se ha aportado desde el campo de la Bizantinística6 o como la profundización en el estudio de la influencia latina, tanto en el nivel puramente paleográfico como en el histórico-cultural (cf. p. ej. De Gregorio 1993 y 2002a —con particular atención a los manuscritos bilingües— o, en el trascendental campo de las traducciones, últimamente, Rashed 2002 e Irigoin 2003). Un aporte similar al último señalado es el que ha comenzado a detectarse dentro del ámbito oriental, propenso a seguir deparando abundantes sorpresas a la filología griega (cf. Perria 2003).
5 Un copista fundamental para nosotros sigue siendo p. ej. Andrés Darmario, sobre el que sigue trabajándose de manera bastante asidua (cf., últimamente, Bravo 2000). 6
Baste remitir al propio Repertorium der griechischen Kopisten, al amplio repertorio de Trapp (19761996) o, con carácter más general, al útil diccionario de Kazhdan 1991. Tampoco es posible atender en modo alguno, en estas pocas páginas, al ámbito bizantino en su conjunto, que requeriría un informe aparte.
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Destacaríamos asimismo algunos de los muchos avances de método. Frente a la exquisitez paleográfica —que se agotaba en la pura descripción o la simple estadística, un tanto vacuamente— practicada a veces de manera profusa y casi exasperada, entendemos que se ha evolucionado hacia una paleografía más esencial. Como señalaba Canart a la conclusión del congreso de Cremona (Prato 2000, II, p. 758), los paleógrafos procuran situar hoy, casi sistemáticamente, «les phénomènes graphiques dans les contextes historiques, sociaux et culturels où ils s'inscrivent» (lo que inevitablemente, hay que añadir, les exige unos conocimientos aún mayores y una dedicación todavía más diversificada y compleja). Al mismo tiempo, ha tendido a reducirse la importancia concedida a la mera «impresión paleográfica» del especialista, opinión a veces dudosa, pero de un enorme peso —dada su expresión, a menudo categórica— en la bibliografía: el aumento de recursos para la comparación ha hecho todavía más exigibles en principio los requisitos de prueba. Ha de reconocerse que, aun así, debe seguir prevaleciendo con frecuencia esa mera «impresión» que produce una escritura, enmarcada por el paleógrafo entre sus coordenadas preferidas de referencia (caligrafismo frente a cursividad, continuidad o tradición frente a innovación, etc.), y a partir de ahí datada y localizada... La corrección de ideas erróneamente aceptadas con anterioridad, pero muy acendradas en la bibliografía, también ha sido frecuente durante este largo periodo de asentamiento de teorías paleográficas: nadie considera hoy la presencia de cruces en el margen superior del primer recto de un cuadernillo como prueba de que el manuscrito en cuestión tenga su origen en el monasterio constantinopolitano de Estudio, ni toma la presencia de la ligadura en «as de pique» (épsilon-rho) como signo inequívoco de la procedencia italogriega de un códice (por mucho que el estilo así conocido —y pioneramente analizado por Canart— tenga ese origen: Prato 2000, II, p. 702), ni entiende la introducción de mayúsculas como argumento fuerte para la datación. El mismo proceso de revisión se ha verificado respecto a innumerables dataciones de códices (cf. p. ej. Cavallo 1999, a propósito del célebre códice marciano de la Biblioteca de Focio), e incluso respecto a algunos autógrafos, todavía dudosos o de adscripción esporádicamente enmendada7. Este constante proceso de revisión científica y la paulatina incorporación de nueva evidencia rastreada en las más diversas bibliotecas —a veces en terrenos aparentemente exhaustos ya (baste citar el reciente hallazgo de Cataldi Palau 2001, dentro del exclusivo grupo de manuscritos de la llamada «colección filosófica»)— también han sido, sin duda, factores esenciales en el extraordinario desarrollo de la paleografía griega de los últimos años. 7
Citaríamos como ejemplo el recientemente publicado por D'Agostino 2004 a propósito del autógrafo contenido en el llamado Evangeliario de Iassy (ciudad rumana de Moldavia), que no debe seguir atribuyéndose a Jorge Escolario (Genadio), sino al más de un siglo anterior Jorge Galesiotes (1ª m. s. XIV), cuya evolución gráfica fue analizada con detalle, entre nosotros, por Pérez Martín 1995.
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Terminamos destacando la importancia de este progreso para el estudio filológico en sus aspectos más esenciales. Paleografía y codicología —dentro de la llamada «codicología estemática» prefigurada por Dain, Irigoin (p. ej. 1986b), Sicherl o Harlfinger8— son claves para el establecimiento fiable del texto, en todas y cada una de sus fases y formas de lectura, en su complejo devenir histórico. Cualquier «convencido estemático» —como se reconocía Reynolds— o simplemente bien informado de que, pese a sus limitaciones, este método no conoce por el momento alternativa válida dentro de una filología sensata —según admitía expresamente el propio Pasquali— y no resulta discutible en cuanto a sus fines (dado que la relación entre códices —conservados o no— existe «de hecho», aun cuando su «modelo» de representación esquemática no pudiera determinarse en absoluto) reconoce hoy el valor científico y filológico de un estema establecido desde el conocimiento profundo de la transmisión, así como, a la inversa, la dudosa validez de propuestas textuales eclécticas —de carácter supuestamente filológico, pero a menudo de mero efectismo— realizadas con frecuencia sin haber atendido ni a la «irreductible» historia del libro ni, por desgracia, a la historia del texto en cuestión. II. CODICOLOGÍA Consideramos aquí la «codicología» en su sentido más específico, como aquella disciplina que se ocupa propiamente del libro en su aspecto material9, sobre todo en su versión manuscrita, desde sus orígenes10 hasta el siglo XVI. Así entendido, el examen codicológico debe ocuparse: de la naturaleza del manuscrito en general (formato, soporte, tinta, etc.), de su constitución y «mise en page» o impaginación (cuadernillos, pautado [en el caso de los manuscritos en pergamino, con atención a sistemas y tipos], custodios, reclamos, disposición en columnas, escolios y anotaciones marginales11, etc.), de su ornamentación (figurativa y no figurativa) y de su encuadernación (bizantina u occidental, para el caso del libro griego; sobre este tema, en general, cf. Grosdidier de Matons 1991, 1998). Como es obvio, muchas de las referencias señaladas por Bravo 1984b en su informe siguen siendo hoy total8 Bajo cuya dirección (y tras el extraordinario precedente que supuso su publicación de 1971, sobre la transmisión manuscrita del De lineis insecabilibus pseudo-aristotélico) se han realizado —entre otras— dos buenas muestras de aplicación de este método, ambas publicadas en la serie Serta Graeca. Beiträge zur Erforschung griechischer Texte: Brockmann 1992 y Rashed 2001. 9 Y no tanto en el sentido amplio de «codicologie», uso general que subyace en la reciente contribución de Urbán Fernández 2003 (consistente básicamente en la reseña de Canart y Lucà 2000 y Prato [ed.] 2000). 10 En general cf. p. ej. Cavallo 1994 o, últimamente, sobre la importante cuestión de la competencia entre papiro y pergamino, Crisci 2003. 11 Desde el punto de vista histórico es del mayor interés al respecto Questa y Raffaelli 1984, así como Irigoin 1985, Martin y Vezin 1990, Maniaci 2002a o Mazzucchi 2002; sobre el caso particular de los esquemas señalaríamos p. ej. los trabajos de Stückelberger 1994 y Cacouros 2001.
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mente vigentes, de modo que debe recurrirse en primer lugar a ellas. Por otra parte, hay que destacar que las publicaciones específicas en materia de codicología griega —único objeto de nuestro interés aquí— no han sido demasiado numerosas durante estos años: las aportaciones principales han sido con frecuencia de carácter práctico, y se hallan recogidas sobre todo en los catálogos de manuscritos y en los muchos trabajos sobre transmisiones textuales concretas. Los aspectos codicológicos más generales se han visto tratados en múltiples publicaciones dirigidas a otras filologías (latina, oriental o vernácula), a las que no podemos referirnos en este lugar pero cuyos resultados son a menudo igualmente válidos para el caso de los manuscritos e impresos griegos. Una breve descripción de la materia es la aportada por Reinsch 2000. Como obras básicas citaríamos hoy —frente a otras de perspectiva más general o de muy breve extensión— las de Maniaci 2002b y Agati 2003, manuales a cargo de autoras expertas precisamente en nuestro ámbito de estudios pero que dirigen su obra a un público muy amplio. Desde la perspectiva de la llamada «codicología cuantitativa» —que da prioridad al estudio de cada códice en su ámbito de producción, sin rehuir para ello el análisis puramente estadístico— destaca la recopilación de Ornato (ed.) 1997. En el caso español, todas estas contribuciones vienen a complementar decisivamente lo que supuso entre nosotros el Manual de codicología de Ruiz García 1988, a cuya consulta puede añadirse la del repertorio de Ostos, Pardo y Rodríguez 1997. Información excelente sobre temas específicos muy importantes, y desde un enfoque bastante innovador, puede encontrarse en Hoffmann (ed.) 1998, con aportaciones de conjunto tan básicas —e insólitas hasta el presente— para el estudioso de manuscritos griegos como la de Irigoin acerca de la composición de los cuadernillos, Mondrain a propósito de los custodios o Jacob sobre la presencia del rollo como formato en la Italia meridional. Para la cuestión del pautado resulta hoy imprescindible añadir la referencia a Canart et al. 1991 —acerca del pautado en color en manuscritos griegos y latinos, analizado ya mediante sofisticados recursos técnicos— y a Sautel 1995, útil repertorio elaborado sobre la base de los ricos materiales de Leroy. El particular campo de la ornamentación o decoración de manuscritos ha generado muy amplia bibliografía científica, aparte ya de la dedicada específicamente a la miniatura (en auge gracias a la publicación de excelentes facsímiles, y en la que no es posible detenerse aquí); destacaríamos p. ej. —para las fases más antiguas, de gran trascendencia— los trabajos de Madigan 1987, Brubaker 1991, 2000 o Hutter 1996, 2000. En cuanto a la terminología referente al libro bizantino en su conjunto, incluida la de la ornamentación, siguen destacando los trabajos de Atsalos (cf. 2004).
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En el campo de estudio de las filigranas o marcas de agua12, destacaríamos para este periodo —ciñéndonos siempre muy específicamente al caso de los manuscritos griegos— la continuación del repertorio de Piccard (hasta 199713), entre otros muchos de carácter más local, así como la reciente aportación de Sosower 2004, con amplio y rico material obtenido en manuscritos griegos del siglo XVI conservados en bibliotecas españolas, mediante el tradicional procedimiento de trazado manual, pero ayudado del uso de un «watermark reader» especialmente diseñado al efecto (y similar al desarrollado con el mismo fin por «Fotoscientifica» de Parma). El útil y ambicioso repertorio de Sosower —excelente conocedor, por lo demás, del círculo de copistas griegos activos en la España de la época y de sus patronos o comitentes (cf. p. ej. 2002)— representa una contribución excepcional en este terreno. En general, durante estos veinte años se ha alcanzado una gran especialización técnica y científica en algunas ramas de la codicología, cuyo extraordinario grado de detalle puede parecer a veces algo distante ya del interés filológico. En otras ocasiones, sin embargo, su aportación se halla en íntima conexión con la filología y, más en concreto, con la historia de la transmisión textual (cf. p. ej., recientemente, Irigoin 2000). El hecho de que la codicología se refiera sustancialmente al libro en su aspecto material no debe hacer nunca que esta disciplina sea desatendida por el filólogo. Por lo demás, no es necesario insistir en la vital importancia de la materia para la restauración o la mera conservación del patrimonio bibliográfico antiguo, sobre todo en aquellos países en los que este aspecto sigue siendo todavía motivo de una mínima atención institucional. III. CATALOGACIÓN DE FONDOS MANUSCRITOS La dimensión práctica de paleografía y codicología se observa de manera muy destacada en la catalogación de fondos manuscritos, labor siempre ingente, muy sacrificada —en cuanto que debe responder, además, a las exigencias científicas de cada momento— y no siempre reconocida, cuyo éxito sólo puede asegurarse hoy desde un conocimiento suficiente de ambas disciplinas por parte del catalogador. Durante estos veinte años han sido muchos los fondos de manuscritos griegos catalogados según criterios científicos y modernos, reseñados en el útil repertorio de
12 En uso atestiguado desde finales del siglo XIII en el caso de los manuscritos griegos sobre papel occidental, frente al papel de origen oriental (tradicionalmente denominado «bombicino», en uso desde c. 800; en general cf. Irigoin 1991, 1993); su análisis permite datar manuscritos no subscritos con un margen aproximado de c. 15 años. 13 Su consulta electrónica es posible actualmente en ; respecto a filigranología en red cabe destacar asimismo y .
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Olivier 1995, en el que, lógicamente, no llegan a incluirse ya las contribuciones más recientes (fondos de Milán, Hamburgo, París, Múnich y otros...14). Cabe referirse aquí de manera más específica al fondo griego conservado en bibliotecas españolas: una vez catalogada la Real Biblioteca de El Escorial (con complementos por parte de Fernández Pomar 1986), incluidos sus muchos códices desaparecidos a causa del incendio de 167115, Gregorio de Andrés 1987a publicaba su catálogo de códices griegos de la Biblioteca Nacional de Madrid, Escobar 1993 el del modesto fondo de la Biblioteca Capitular zaragozana y Fernández Pomar 1997 el de los manuscritos jurídicos de la Biblioteca Nacional. Tras la meritoria obra de Graux y Martin y de Tovar, sigue siendo un gran desideratum la catalogación moderna del fondo de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, unos noventa manuscritos griegos de proyectado estudio (cf. por último Martínez Manzano 2000a), esporádicamente analizados ya en la bibliografía de manera aislada16. También sería del mayor interés que se catalogase en un plazo razonable el importante fondo griego de la Biblioteca Capitular de Toledo. Es de esperar, asimismo, que avance la investigación de otros fondos más reducidos y hasta ahora apenas estudiados, como —dada su proximidad geográfica e histórica— el de Torre do Tombo en Lisboa, sobre cuyos manuscritos griegos ya llamó la atención en su día Harlfinger y cuyo estudio detallado promueve en la actualidad Nascimento. En relación con la catalogación de nuestro fondo hay que señalar, finalmente, que también se ha realizado durante los últimos años una amplia labor sobre poseedores de manuscritos, concretada en trabajos monográficos acerca de varias figuras esenciales. Merece nuestro homenaje, en este sentido, Gregorio de Andrés 1987b, 1988, etc.; destacaríamos asimismo Santander 2000 respecto a Diego de Covarrubias, Martínez Manzano 2004 respecto a Lianoro Lianori, etc. Entre los catálogos y repertorios específicos destacan grandes iniciativas como las que giran en torno a autores cristianos tan ampliamente transmitidos como Juan Crisóstomo (repertorio de Codices Chrysostomici Graeci) o Gregorio de Nacianzo (a través de los proyectos del «Centre d'Étude sur Grégoire de Nazianze» de Lovaina la Nueva), así como acerca de la propia Biblia (cf. Fraenkel 2004). Sigue mere-
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Cf., respectivamente, Pasini 1997 (con buen complemento en Mazzucchi y Pasini 2004), Molin Pradel 2002, Astruc et al. 2003 y Hajdú 2003 (entre otras contribuciones de la autora a la catalogación de este fondo). Abundantes aportaciones sobre el fondo albergado en los monasterios griegos han ofrecido durante los últimos años Lamberz (cf. p. ej. 1991), Cacouros (cf. 2000) o Tselikas (en diversas contribuciones). 15 16
Por lo demás, de los olim escorialenses y hoy en la ciudad sueca de Uppsala se encargó Torallas 1994.
Entre sus deperditi ha de hacerse referencia al importante códice (f. s. XII) de Teodoro Pródromo que en el siglo XVIII se encontraba todavía en Salamanca, que fue vendido en algún momento y que terminó por subastarse en Alemania recientemente (Reiss and Sohn, Königstein im Taunus, 21-23 de abril de 1999; cf. Martínez Manzano 2000b, donde se informa sobre la noticia previa aportada al respecto por Harlfinger).
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ciendo una mención especial por su enorme calado filológico, cultural e histórico, así como por la intensa y constante implicación de especialistas europeos en su estudio, el Aristoteles Graecus de la Universidad Libre de Berlín (cf. Moraux, P., Harlfinger, D., Wiesner, J. y Reinsch, R. 1976: Aristoteles Graecus. Die griechischen Handschriften des Aristoteles, I: Alexandrien - London, Berlín - Nueva York, Walter de Gruyter); su volumen dedicado a bibliotecas pertenecientes a localidades cuyo nombre comienza por M (de Milán a Módena) está hoy en avanzado curso de preparación, bajo la dirección científica de Harlfinger. Cierto desarrollo ha experimentado también el estudio de otros grupos particulares de manuscritos, de contenido específico: musicales (Mathiesen 1988), hagiográficos (Pasini 2003), etc. Destacaremos, en fin, que, como con toda justicia e intención señalaba Irigoin recientemente (res. a Astruc et al. 2003, p. 357) y convendría que meditasen nuestros responsables políticos y culturales, la publicación de un catálogo de manuscritos contribuye a valorar los tesoros de una biblioteca tanto como una exposición (mucho más vistosa solamente) y de manera más duradera. Se trata siempre, por tanto, de una óptima y elegante inversión de recursos. IV. NUEVAS TENDENCIAS DE LA INVESTIGACIÓN Lo mucho avanzado durante estos veinte años no debe ocultar lo ingente de lo que aún queda por hacer, dentro de los más diversos dominios. En lo que se refiere a materiales codicológico-paleográficos de especial complejidad, destacaríamos por su innovación tecnológica la labor realizada durante los últimos años en el campo de la investigación de palimpsestos (tras el inicio pionero representado en su momento por Irigoin y Fossier 1990), en el marco del proyecto europeo Rinascimento virtuale — Digitale Palimpsestforschung («Cultura 2000»), coordinado por Harlfinger (en general cf. Escobar 2004). El proyecto ha permitido la realización de un censo de palimpsestos griegos prácticamente exhaustivo (en vías de preparación, como lista, por Harlfinger) así como el estudio concienzudo de bastantes palimpsestos ya conocidos (pergaminos medievales sobre todo, papiros esporádicamente; en general cf. Cavallo 2001). También ha propiciado —gracias a la intensa actividad desarrollada en toda Europa— la aparición de muchos nuevos hallazgos, a veces de una excepcional importancia. El desarrollo de la sofisticada tecnología empleada, de digitalización multiespectral (sistemas «Mondo nuovo» [Fotoscientifica, Parma; cf. Broia y Faraggiana di Sarzana 1999] y «MuSIS HS» [Forth Photonics, Atenas], fundamentalmente), con objetivos similares a los que guían el estudio de otros materiales de difícil legibilidad (papiros carbonizados de Herculano o de Petra, materiales neotestamentarios de especial dificultad codicológica, etc.), ya permite la obtención de magníficos resultados, a pesar de la especial complejidad que ofrece siempre el estudio de este tipo de fuentes (sobre todo en los casos de extensa superposición de escrituras), desde el famoso Arquímedes de Baltimore (cf. Wilson
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1999) —también testigo parcial del orador Hipérides en su scriptio inferior, según reciente descubrimiento— a otros muchos casos menos conocidos y también en vías de estudio (Eusebio de Cesarea, Florilegium Basilicorum Vindobonense, Herodiano, Hipócrates, etc.) Sería muy deseable, en materia de innovación, una mayor apertura de la paleografía y la codicología griegas a otras facetas de la tecnología que hoy resultan imprescindibles, tanto en el ámbito docente como en el de la investigación: mayor proyección en Internet (pese a los muchos recursos —de extraordinaria utilidad y, a veces, de gran calidad— ya existentes en la red17), que aproxime nuestras materias a dominios más desarrollados en este sentido, como el de la papirología, la bizantinística o la paleografía latina; mayor compromiso de las bibliotecas en la muestra por vía electrónica de sus fondos, previamente digitalizados en óptimas condiciones (como ya hacen de manera selectiva, p. ej., la Bibliothèque nationale de France, en materia de iluminaciones o impresos, la Bodleian Library de Oxford y otras bibliotecas), etc. Otros muchos agenda deberían ver pronto la luz, resultados que ratificarán el espectacular avance de nuestras materias en estos veinte años. En contrapartida, hay que constatar que ambas disciplinas —paleografía y codicología— cada día se hallan más ausentes de nuestros planes universitarios, empeñados en una paradójica búsqueda de la «calidad de la enseñanza» que parece pasar por la eliminación paulatina, pero drástica y concienzuda, de asignaturas imprescindibles para la formación filológica de nuestros estudiantes y además, como en este caso (inexplicablemente, salvo en clave un tanto perversa), para la simple salvaguarda de nuestro patrimonio cultural. Hace no muchos años, al final de una excelente contribución sobre papiros y textos clásicos, decía Maehler: «Y muchos otros textos en papiro esperan, en bibliotecas y museos, ser publicados; todavía queda mucho por hacer...», añadiendo, para concluir, una pregunta: «¿pero habrá todavía papirólogos, durante el próximo siglo, capaces de realizar esta tarea?» (cf. Cavallo, Crisci, Messeri y Pintaudi 1998, p. 22). Ese «próximo siglo» acaba de iniciarse; Maehler intervino en el último congreso internacional de Papirología, celebrado en la Universidad de Helsinki (agosto de 2004), y allí seguía habiendo jóvenes papirólogos vivamente interesados en la materia. No obstante, esa incertidumbre tenía por 17 Entre tal mare magnum destacaríamos las siguientes páginas (presentes en la red al día de hoy, y aun conscientes de lo efímeros que a veces resultan estos útiles recursos, si desaparecen o no reciben actualización periódica): entre las españolas, ; entre las extranjeras señalaríamos la mantenida por Eleuteri (Universidad de Venecia): , desde donde se remite a otras como o ; podríamos añadir las referencias a (mejorable en este aspecto, pese a su gran calidad de conjunto), , , o, por supuesto, a las páginas de tantas grandes bibliotecas con fondos e informaciones de interés para nuestras materias.
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desgracia su base, y podemos suscribir ese mismo recelo a la conclusión de nuestro informe (in cauda venenum!) al referirnos al estudio de la paleografía y la codicología griegas, hoy, en la Universidad europea, una Universidad que — paradójicamente, en una época de medios humanos y recursos técnicos sin precedentes— parece haber asumido la dejación —y casi vejación— de su propia memoria, en la que ya es evidente el malestar académico ante el creciente hostigamiento político (cada día más alentado por la aversión hacia el conocimiento y sus fuentes) y en la que será cierto muy pronto, en el sentido más literal, aquello de Graecum non legitur... BIBLIOGRAFÍA18 Agati, M.L. 1992: La minuscola «bouletée», pref. de Canart, P., I-II, Ciudad del Vaticano, Scuola di Paleografia, Diplomatica e Archivistica. —— 2001: Giovanni Onorio da Maglie copista greco (1535-1563), Roma, Accademia Nazionale dei Lincei [Bollettino dei Classici, Suppl. 20]. —— 2003: Il libro manoscritto. Introduzione alla codicologia, Roma, L'Erma di Bretschneider. Andrés, G. de 1987a: Catálogo de los códices griegos de la Biblioteca Nacional, Madrid, Ministerio de Cultura. —— 1987b: «Procedencia de los códices griegos del Conde-Duque de Olivares», en Bádenas de la Peña, P. et al. (eds.), Athlon. Satura grammatica in honorem Francisci R. Adrados, Madrid, Gredos, II, pp. 15-22. —— 1988: «El helenismo del canónigo toledano Antonio de Covarrubias: un capítulo del humanismo en Toledo en el siglo XVI», Hispania Sacra 40, pp. 237-313. —— 1999: Helenistas del Renacimiento en Toledo: el copista cretense Antonio Calosinás, Toledo, Diputación Provincial. Astruc, C. et al. 1989: Les manuscrits grecs datés des XIIIe et XIVe siècles conservés dans les bibliothèques publiques de France, I: XIIIe siècle, París, Bibliothèque nationale. Astruc, C., Concasty, M.-L., Bellon, C., Förstel, C. et al. 2003: Catalogue des manuscrits grecs. Supplément grec, numéros 1 à 150, París, Bibliothèque nationale (res. Irigoin, J., RÉG 117, 2004, pp. 350-357). Atsalos, B. 2004: Παλαιογραφικὰ καὶ κωδικολογικὰ ἀνάλεκτα, Tesalónica, University Studio Press. Bernabé Pajares, A. 1992: Manual de crítica textual y edición de textos griegos, Madrid, Ediciones Clásicas.
18 Nuestra bibliografía debe entenderse necesariamente como general y muy selectiva; atiende, sobre todo, al interés metodológico que —al menos en nuestra opinión— tienen siempre las contribuciones mencionadas. No disponemos de espacio para recoger un mayor número de trabajos importantes publicados durante el amplio periodo analizado y tampoco los más significativos de cada autor, si su mención no se ha considerado imprescindible para el desarrollo de este informe. Agradezco amables informaciones y sugerencias a los profesores Bravo, D'Agostino, De Gregorio, Harlfinger y Mondrain (autora, por lo demás, de dos informes recientes sobre estas mismas materias: 1996 y 2001).
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2 EPIGRAFÍA* M.ª PAZ DE HOZ Universidad de Salamanca
En mayo de 1985 muere Louis Robert, el gran epigrafista francés a quien podríamos llamar padre de la epigrafía moderna, que, además de miembro de importantes instituciones francesas, como la Academia de las Inscripciones, fue director del Instituto Francés de Istambul (1956-64) y excavador de Claros (1950-61). Robert ha dejado una ingente cantidad de publicaciones sobre los más diversos tipos de inscripciones, pero sobre todo destaca la calidad de sus ediciones y comentarios, en los que ha ido desarrollando una metodología que ha convertido una disciplina dedicada principalmente al compendio y presentación del material a historiadores, lingüistas o filólogos en una ciencia en sí misma, capaz no sólo de identificar y editar el material, sino de prepararlo críticamente e interpretarlo teniendo en cuenta su doble valor documental y arqueológico. Ha creado una metodología propia para un tipo de documento de la Antigüedad que tiene unas características especiales que lo diferencian de los demás, y es esta nueva concepción de la epigrafía lo que principalmente ha marcado el desarrollo de esta ciencia en los últimos veinte años. Destaca por un lado la calidad de gran parte de los nuevos corpora, tanto en la edición de los textos como en los comentarios, y por otro el creciente interés en estudios temáticos de tipo religioso, histórico, económico y social basados en las inscripciones, y especialmente el estudio del epígrafe no como un texto más, sino valorando el soporte epigráfico y contexto arqueológico, la relación entre texto y monumento y, sobre todo, las implicaciones que el texto epigráfico como tal tienen como muestra de alfabetización, cultura, helenización. Podríamos decir que en estos veinte años se ha desarrollado un tema fundamental: el del uso epigráfico y sus implicaciones sociales, culturales y políticas. L. Robert ha sido además el principal modelo para el epigrafista actual que aspira a ser lo que Reynolds (Gordon 2003, p. 293) llama un janus, el que combina la labor de campo con la de biblioteca presentando así dos facetas todavía hoy a menudo disociadas. A la muerte de Robert, la publicación del Bulletin Épigraphique (Bull.Épigr.) que él había estado realizando durante 46 años, desde 1938, en REG con ayuda de su mu* Doy las gracias a Javier de Hoz por sus observaciones a una primera versión del texto y a él y a Juan Rodríguez Somolinos por su ayuda bibliográfica. F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 37-61
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jer, y que presentaba anualmente las novedades epigráficas griegas desde los primeros testimonios alfabéticos hasta época bizantina y desde los confines de la India hasta las tierras de Escocia, necesitó dos años para reorganizarse, y necesitó la creación de un grupo de varias personas que se distribuyesen la tarea por zonas. El primer nuevo Bull.Épigr. apareció en 1987 siguiendo la estructura de los boletines de Robert, y con algunas secciones nuevas (léxico, onomástica, relación con la arqueología y con la numismática, textos tardíos) y sigue siendo hasta hoy, junto con el complementario Supplementum Epigraphicum Graecum (SEG), también anual, el recurso principal de todo epigrafista para conocer los nuevos descubrimientos y las nuevas interpretaciones y estudios. Mientras el principal interés del SEG estriba en que presenta los nuevos textos completos, el del Bull.Épigr. está en sus comentarios críticos sobre lecturas, interpretaciones y estudios epigráficos. A estos dos recursos hay que añadir otro de nueva creación, distinto objetivo y gran utilidad que desde su nacimiento en el año 1986 en París cuenta ya con dos reediciones aumentadas, la última a su vez con cuatro suplementos informáticos. Se trata de la Guide de l'Épigraphiste, editada por F. Bérard y dedicada a la epigrafía griega y latina antigua y medieval, donde se puede encontrar la bibliografía principal: los principales corpora por zonas, boletines y otro tipo de recursos, bibliografía sobre estudios temáticos de inscripciones, e incluso sobre epigrafía periférica, como por ejemplo minoica y micénica, egipcia, etrusca, celta, en lenguas minorasiáticas, etc. Aparte de estos recursos básicos hay que citar la continuidad de algunas revistas de especial interés, como la ZPE con sus entre 3 y 5 números anuales para conocer las novedades epigráficas, Chiron con sus estudios epigráficos históricos, Epigraphica, dedicada sobre todo a la epigrafía occidental griega y latina, BCH, con la editio princeps de numerosísimas inscripciones, y la aparición de nuevas revistas especializadas en epigrafía como Epigraphica Anatolica (EA) (Bonn 1983), o con gran uso del material epigráfico como Tyche (1986), orientada a temas históricos, Arkeoloji Dergisi (Izmir 1993), arqueológica pero con muchos artículos dedicados a la epigrafía, Τεκμήρια (Tesalonica 1995), sobre historia del mundo griego y romano. Hay que añadir a estas revistas las actas de la AST (Araştırma Sonuçları Toplantısı), la conferencia anual en Ankara en la que se informa de cualquier descubrimiento epigráfico realizado en Turquía. Bajo la égida de la AIEGL (Association Internationale d'Épigraphie grecque et latine), han surgido nuevas asociaciones como la americana (American Society of Greek and Latin Epigraphy) y la británica (British Epigraphy Society) nacidas en 1996 con el propósito de incentivar el estudio y la enseñanza de la epigrafía en sus respectivos países1. Y por último no hay que olvidar la importancia de la celebración de algunos congresos, sobre todo el internacional de epigrafía griega y latina que se celebró por primera vez en 1938 en Amsterdam, y desde 1952, 1
Sobre estas asociaciones cf. ; y , respectivamente.
2. EPIGRAFÍA
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tras la interrupción debida a la segunda guerra mundial, se celebra cada cinco años siendo reflejo de los adelantos y de los temas más en boga en los distintos momentos. Son de destacar en este sentido el congreso X (Nîmes) dedicado al tema del evergetismo, una cuestión que ha dominado los estudios históricos y epigráficos de estos veinte años, o el XI (Roma) como estado de la cuestión de la epigrafía en diversas zonas y épocas2. Muestra del creciente interés internacional por la epigrafía griega es también la aparición de nuevos manuales, empezando por la reedición en 1987 de la Epigrafia Greca de Guarducci3, actualizada y en un solo volumen, y de numerosas recopilaciones de textos epigráficos, especialmente de tipo histórico4. Esta profusión de recursos, reuniones, proyectos, revistas y publicaciones en general se debe, además de al interés creciente por la epigrafía como medio de conocimiento del mundo antiguo, a que, a diferencia de lo que ocurre con otras disciplinas, su fuente de estudio aumenta cada año en más de mil textos, lo que por una parte obliga a mantener un ritmo rápido de edición de nuevos textos, y por otra genera la reinterpretación constante de textos ya conocidos. Este material nuevo aparece en excavaciones arqueológicas, pero también de manera casual en los trabajos agrícolas o de construcción. Hay que destacar la importancia de algunos museos como centros de acogida de este material disperso y fuera de contexto, como por ejemplo el de Manisa en Turquía. Pero el medio sin duda más típicamente epigráfico y que más desarrollo ha obtenido estos últimos años, a pesar de las dificultades que ponen muchos gobiernos, es el llamado «epigraphical survey» («Forschungsreise»), la expedición que se realiza en una determinada zona en búsqueda de las cientos de inscripciones que se encuentran reutilizadas formando parte de una fuente, el muro de una iglesia, la escalera de una casa, etc., o en caminos o campos donde los lugareños llevan viéndolos mucho tiempo y en muchos casos no tienen inconveniente en mostrárselos al epigrafista. Estas expediciones no son una novedad de los últimos veinte años, pues de alguna manera sus antecedentes están en los viajeros que desde el Renacimiento, y sobre todo en los siglos XIX y comienzos del s. XX, han recorrido los parajes antiguos copiando inscripciones, pero en estos años este tipo de expediciones se han organizado y se han aprovechado de los adelantos técnicos dando enormes resultados. Ya no hay que viajar por el interior de Turquía en burro o caballo y cargando con garrafas de agua para poder hacer los calcos, como le ocurría a L. Robert, uno de los más activos en esta práctica, aunque a cambio hay que hacer ingentes cantidades de papeleo para conseguir los permisos de las autoridades, y a veces, como ocurre a menudo en Turquía, no se permiten las expediciones en los pueblos que rodean las ciudades anti2
Cf. las actas publicadas en París (1997) y Roma (1999) respectivamente. Cook 1987; Ghinatti 1998; Cortés Copete 1999; Bodel 2001; McLean 2002. 4 Badian y Sherk 1983- (6 tomos publicados); Freis 1984; Levick 1985; Bertrand 1992; Brodersen, Günther y Schmitt 1992-98; van Effenterre y Ruzé 1994-95; Rhodes y Osborne 2003. 3
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guas con permiso de excavación, en los que precisamente hay muchas posibilidades de encontrar gran número de inscripciones reutilizadas5. Entre los grandes frutos que ha proporcionado esta práctica recientemente están por ejemplo los hallazgos de Blümel en Caria6, entre ellos un tratado de συμπολιτεία, que establece la unión política y en este caso física, entre Pidasa en el monte Grion (SE de Mileto) y Latmos (refundada luego como Heraclea), fechable entre el 323 y 131 a.C., que es el primer ejemplo de συμπολιτεία helenística impuesta por un soberano (en este caso el sátrapa de Caria) con cláusulas interesantes y algunas sorprendentes como la que obliga a los hombres latmios a casarse con mujeres pedasias y a los hombres pedasios con mujeres latmias durante seis años7. También se pueden citar los trescientos textos nuevos encontrados por M. Sayar al este de Cilicia en 1990, entre ellos un importante decreto de asilía de Mopsuestia8, o las expediciones de Malay (cf. 1999) en Lidia, Misia y Eólide, o la de Jonnes (cf. 1997) en el área de Philomelion-Tyriaion en Frigia sudoriental con la intención de realizar un corpus de la zona. Jonnes ha encontrado, entre otros textos, un nuevo testimonio de la epistolografía atálida, un interesante dossier de inscripciones sobre la concesión del estatus de polis por parte de Eumenes II a la comunidad de Tyriaion que supone un testimonio contemporáneo sobre las consecuencias de la derrota de Antíoco III ante los romanos y la Paz de Apamea en el 188 a.C., confirma la labor de Eumenes II para fomentar la difusión del modo de vida griega en el interior de Anatolia y además rellena una laguna entre la primera mención de Tyriaion en Jenofonte y su reaparición en la Geografía de Estrabón9. El siguiente paso de nuestro epigrafista de campo es la presentación de las inscripciones en corpora locales. La enorme afluencia de nuevos textos ha hecho que en los últimos veinte años esta práctica básica de la epigrafía desde sus comienzos se haya incrementado enormemente. La diferencia respecto a épocas anteriores es que las zonas cada vez son más reducidas, pues ya no se hacen corpora de países sino de ciudades o pequeñas regiones, y que el método de edición es cada vez más exigente, como demuestra la presentación de los textos, los lemmata, los amplios índices, concordancias, fotografías, y los comentarios que acompañan a los textos. Dado que la información de los nuevos corpora se puede encontrar fácilmente en la Guide de l'Épigraphiste, organizada por zonas, donde además se incluyen refe-
5 Sobre las ventajas de la práctica del «voyage», como él lo llamaba, v. Robert 1969-90, pp. 673-681. Cf. en general sobre esta práctica Ma 2000, pp. 99-103. 6 Cf. un resumen en Blümel 1998, pp. 163-170 con una puesta al día sobre otros trabajos epigráficos en este país. 7 Blümel 1997, pp. 135-142. 8 Cf. Sayar 1993, pp. 319-327. 9 Jonnes y Ricl 1997, pp. 1-29. Cf. otros ejemplos de resultados de expediciones epigráficas de los años 1992 a 1999 en Ma 2000, con bibliografía por años en pp. 115-118.
2. EPIGRAFÍA
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rencias sobre puestas al día para determinados lugares, me limitaré a hacer algunos comentarios generales y a presentar las novedades en mapas10. Sí merece destacarse la labor de dos grandes proyectos por su especial envergadura en este campo. El primero es el de la Academia de Berlín, en cuyo seno nació en 1815 el primer gran proyecto epigráfico que pretendía recoger todas las inscripciones griegas conocidas (Corpus inscriptionum graecarum = CIG), sustituido en 1903 por las Inscriptiones graecae (IG), limitadas a Grecia y las islas. Después de una época de intensa publicación a finales del s. XIX y comienzos del XX con Boeckh, Kirchhoff y Wilamowitz, de una etapa muy difícil por razones políticas entre los años 30 y los 70 que Klaffenbach logró superar a duras penas, el proyecto volvió a despegar en 1994 con P. Herrmann como director11. Entre la labor reciente de la Academia destaca la reedición de las inscripciones áticas12. El otro gran proyecto es el nacido en Bonn en 1972 para realizar corpora de todas las ciudades griegas minorasiáticas (Inschriften Griechischer Städte aus Kleinasien). En 1984 se publicó el último tomo de las inscripciones de Éfeso, una de las ciudades que más inscripciones griegas ha proporcionado, si bien la mayor parte de época imperial. Los treinta y cinco volúmenes existentes ese año se han incrementado hasta ahora en 35 más, entre los que cabe destacar los de ciudades importantes como Iasos, Prusias ad Hypium, Kios, Milasa, Selge, Side o Perge. En esta serie se reflejan los adelantos metodológicos, técnicos y de concepción epigráfica de las últimos años, por ejemplo si se compara el, más que corpus, repertorio de Éfeso, que se limita a presentar las inscripciones con un mínimo aparato crítico y un mínimo o nulo comentario, y los tomos de los últimos años, como el ejemplar de Selge (ISelge, 1991), escrupuloso en la edición e interpretación de los textos y muy rico en información (cf. Bull.Épigr.1994.559). Por otra parte, las discrepancias sobre el objetivo y el grado de exhaustividad que debe tener un corpus se reavivan una y otra vez, como se aprecia por ejemplo en el comentario de Brixhe y Panayotou en su mención en el Bull.Épigr. de 1994 del corpus de Milasa realizado por Blümel (IMylasa), al que Th. Drew-Bear criticó de sobrio en exceso. Los recensores se preguntan si un editor no debería limitarse a 10 Los mapas reflejan la distribución de corpora o catálogos de ciudades y regiones. Los corpora de las dos colecciones principales: IG y IGSK se identifican con signos especiales; los anteriores a 1984 aparecen entre paréntesis. 11 Cf. Errington y Hallof 2002, pp. 14-33. 12 Se han reeditado (1981-1998, en 3 tomos) las inscripciones áticas anteriores al 403/2 a.C. (IG I3) y se está preparando la tercera edición de IG II/III (inscripciones áticas desde el 403/2 a.C.), concebida en 1999 como un nuevo proyecto modernizado, en que se renuncia al latín, se incluyen traducciones y comentarios detallados y se cuenta con la intervención de varios países. Además se han publicado recientemente dos fascículos de IG XII 6 dedicados a Samos y Quíos principalmente, el cuarto fascículo de IG IX 12 (2001) dedicado a las islas jonias, el segundo tomo de IG X 2 (1999) dedicado a Macedonia NOcc., y se preparan un suplemento a IG X 2,1 dedicado a Tesalónica y el corpus de Cos (IG XII 4), con unas tres mil inscripciones.
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los datos esenciales: datación, localización, aclaración de las lecturas propuestas, interpretación de la inscripción con ayuda de testimonia, reenvío a otros textos, consideraciones sucintas de tipo histórico, geográfico y lingüístico, y traducción, para hacer una obra rápida, clara y propicia a la elaboración de síntesis fidedignas13. Ática sigue siendo fructífera en material epigráfico. Sólo las excavaciones americanas en el ágora de Atenas han permitido la realización en los años 90 de tres nuevos corpora de óstraca, horoi y decretos respectivamente14. La epigrafía de Grecia Central se ha mantenido estos años en la misma tendencia anterior, de gran riqueza en determinadas zonas, casi siempre en inscripciones en piedra, y carencia total en otras. Destacan Eretria, Beocia y sobre todo Delfos donde se continúa con la realización del CID (Corpus des inscriptions de Delphes), iniciado en 1977 con un primer volumen de leyes sagradas. La obra pretende ser un verdadero corpus que sustituya las viejas Fouilles de Delphes y acoja todo el material nuevo, gran parte publicado anualmente en BCH. A ese primer volumen se han añadido desde 1989 uno de documentos financieros del s. IV-III a.C. (Bousquet 1989), el de los himnos de Apolo realizado por Annie Belis 1992, y un tercer tomo con los documentos anfictiónicos (Lefèvre 2002)15. Los descubrimientos epigráficos en Macedonia son de especial interés porque, como ocurre en zonas del Mar Negro o en gran parte de Asia Menor, son los únicos documentos disponibles debido a la ausencia de testimonios literarios propios o papiráceos. Además, la actividad epigráfica se ha visto paralizada durante gran parte del s. XX por motivos políticos, empezando por la guerra del 14 y terminando con la yugoslava. En estas dos décadas ha habido varios descubrimientos importantes para la historia macedonia, especialmente de la época de Filipo II y Alejandro. Destaca la actividad del KERA (Centro de investigación de la antigüedad griega y romana) con su programa especial para realizar los archivos epigráficos de Macedonia e ir publicando corpora y numerosas monografías en la serie Meletemata, y que ya ha dado varios frutos16. Una de las regiones especialmente favorecida estos últimos años en estudios epigráficos ha sido el Epiro, gracias en parte a la intensa actividad arqueológica. Destaca, entre otros proyectos, el de I. Vokotopulou, S. Dakaris y A.Ph. Christidis (que tras la muerte de los dos primeros continuó el último hasta su reciente fallecimiento), para publicar las laminillas del oráculo de Dodona, más de mil seiscien13
Cf. Bull.Épigr.1995.533 sobre el tema a propósito del corpus de Perge. Woodhead 1997; Lalonde, Langdom y Walbank 1991; Lang 1990. Cf. otros estudios institucionales como el de los tribunales judiciales de Boegehold et al. 1995, o el de las fratrías de Lambert 1993. 15 Para una puesta al día de la epigrafía beocia de 1985 a 1991 v. Knöpfler 1992. El principal corpus de epigrafía de Eretria publicado en estos años es el de los decretos (Knöpfler 2001). Para un estado de la cuestión de la epigrafía de Grecia central v. Knöpfler en Atti 1999, pp. 229-255. 14
16
Para monografías en la serie Meletemata cf. Bérard 2000, nº 119-123; para los corpora, ibid. nº 116, 117, 125, 126. Sobre la epigrafía macedonia v. Hatzopoulos en Atti 1999, pp. 257-273.
2. EPIGRAFÍA
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tos de carácter sobre todo privado, con algunos testimonios de tipo mágico, y muchos de gran interés lingüístico17. En Creta el corpus fundamental sigue siendo el de M. Guarducci (ICr. I-IV), pero una intensa actividad arqueológica ha sacado a la luz numerosas inscripciones nuevas y se han hecho nuevos corpora temáticos, especialmente de leyes y tratados18. Asia Menor es la zona del mundo griego que sin duda más material ha proporcionado en estos años y seguirá proporcionando por la magnitud de su tamaño, por su riqueza en época imperial, por su incorporación más tardía como fuente de material epigráfico y arqueológico, y por las dificultades de acceso a gran parte de su territorio que poco a poco se van paliando y permiten expediciones epigráficas a territorios hasta ahora prácticamente desconocidos. Ya he hablado de los corpora de las ciudades griegas, a los que habría que añadir la excelente reedición por P. Herrmann de las inscripciones de Mileto19, pero también la epigrafía de otras zonas de Asia Menor, más al interior y menos helenizadas, se va cubriendo poco a poco con expediciones epigráficas que dan como resultado interesantes publicaciones en AS, EA o ZPE, o monografías como las dedicadas a Licaonia, Cilicia, Panfilia, Misia Abaítide y Frigia noroccidental, o las tierras altas de Caria20. La profusión de las publicaciones epigráficas ha llevado incluso a la aparición en 1991 de dos corpora dedicados a la Perea rodia por Bresson y Blümel; pero, como dice Ph. Gauthier (Bull.Épigr.1992.453, cf. 454): ¿Somos tantos y tan ricos para permitirnos este lujo? El extremo oriente no cuenta con corpora epigráficos debido a que la epigrafía griega no es especialmente abundante, el margen cronológico es pequeño, y no ha sido objeto todavía de muchas excavaciones. Puede destacarse por ejemplo el estudio de Rapin sobre las inscripciones del tesoro del palacio de Aï-Khanoum en la Bactriana, actual Afganistán, sobre todo las de los vasos que contenían las monedas, y en algún caso productos naturales, de gran interés para la administración financiera griega de época helenística y para conocer los últimos años del reino heleno-bactrio21.
17
Sobre la epigrafía de Epiro v. Kontorini, en Atti 1999, pp. 275-285.
18
Cf. Kreuter 1992 y Chaniotis 1996. Para un informe sobre la epigrafía cretense v. Chaniotis en Atti 1999, pp. 295-299. 19 Herrmann 1997: reagrupación de inscripciones dispersas, por monumentos, con útiles addenda, traducciones, correcciones y bibliografía. La obra se completa con un segundo fascículo dedicado a textos inéditos (Herrmann 1998). 20 Cf. Bérard 2000, nº 341, 342 (Licaonia), 351 (Cilicia), 344 (Panfilia), 309 (Frigia-Misia); DebordVarinlioglu 2001 (Caria), cf. Bull.Épigr.2003.486. 21 Rapin 1992, con una bibliografía de los textos literarios e inscripciones de Aï-Khanoum y de Asia central en pp. 387-392.
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La gran cantidad de estudios dispersos realizados sobre la epigrafía en Egipto y Nubia puede apreciarse en una puesta al día realizada por Bernand en ZPE22. La epigrafía griega de Siria, Palestina y Arabia no cuenta con grandes obras recientes de conjunto, aunque sí con publicaciones de inscripciones aisladas, especialmente en la revista Syria, y con menciones en corpora de epigrafía latina y aramea23. A estos veinte años pertenece el tomo XXI de las Inscriptions grecques et latines de la Syrie (IGLS), dedicado a Jordania, con un fascículo de inscripciones de la región central (XXI 2, 1986) y otro de Petra y la Nabatene meridional (XXI 4, 1993). Los nuevos descubrimientos en el occidente griego siguen siendo especialmente ricos en textos inscritos en vasos y laminillas, sobre todo de plomo24. Se ha publicado el cuarto y último volumen de las inscripciones de Roma (Moretti 1990), un catálogo general de Hispania (de Hoz, M.P. 1997) y un corpus de la Galia (Decourt 2004), y el interés especial de la epigrafía de Sicilia y Magna Grecia para el estudio de los alfabetos y dialectos arcaicos se refleja además en los corpora de inscripciones dialectales dedicados a estas zonas por Arena y Dubois25. Al incremento de corpora epigráficos locales o regionales se suma desde comienzos de los 90 un nuevo recurso que ha supuesto una inestimable ayuda para el estudio epigráfico. Se trata de la informática, que no sólo ha permitido que los corpora en papel presenten ahora índices de todo tipo y concordancias, sino que ha permitido realizar un inmenso corpus informático que incluye las inscripciones de todos los principales corpora tradicionales, muchos corpora recientes e incluso inscripciones, procedentes del SEG o determinadas revistas, de zonas que hasta ahora no cuentan con un corpus propio, como es por ejemplo el caso de Halicarnaso. La creación de un CD-ROM por el Packard Humanities Institute (PHI), el correspondiente epigráfico del TLG, que vio la luz en 1991 (PHI 6) y fue sustituido en 1996 por el PHI 7, mucho más completo, no sólo permite el acceso directo a las inscripciones, sino la búsqueda de textos, paralelos, términos, fórmulas, etc. El PHI 7 es una combinación de distintos proyectos26. Sólo pretende presentar el material re22
Bernand 2002, pp. 119-126: puestas al día anteriores, publicaciones de inscripciones por orden geográfico, catálogos particulares y generales, publicaciones de Bernand, trabajo que falta por hacer. 23 Por ejemplo el estudio de Yon 2002, basado en epigrafía aramea pero también griega y latina de los siglos I a.C. - III d.C., muestra la situación compleja de Siria en muchos aspectos de historia social y política. 24 Cf. en general para soportes metálicos de Hoz, J. 1999b, esp. pp. 443-445; para nuevos plomos de Selinunte, Ampurias y Pech Maho v. infra. Para un nuevo grupo de teseras en plomo, v. Cordano 1992. 25 Arena 1989, 1992, 1994, 1996; Dubois 1989; 1995; 2002. La revista Kokalos es una de las publicaciones principales para la epigrafía siciliota (v. el estado de la cuestión de Brugnone en diversos números de esta revista, esp. 1997-98); Cf. Manganaro 1998, pp. 417-424. Para la epigrafía griega de España, v. la sección griega que aparece en la revista Hispania Epigraphica (Madrid) desde 1989. 26 Para los distintos proyectos que lo integran cf. Riaño 1998, pp. 90-93. El proyecto de D. McCabe para las inscripciones de Jonia y Caria, que no se continuó tras una primera recopilación en 1991, ha sido retomado por H. Halfmann y P. Herrmann (Alpers, Halfmann y van Wickevoort 2002) en la universidad
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unido, sin aparato crítico, con lemmata escuetísimos y no siempre fáciles de leer, sin traducción ni comentario de ningún tipo y con referencias bibliográficas mínimas en la mayor parte de los casos, pero el simple hecho de contar ya con tantas inscripciones en soporte informático supone un recurso inapreciable para el estudio epigráfico. Alföldy (Atti 1999, p. 100 s.) insiste en el XI congreso de epigrafía en la necesidad de reunir las fuerzas de las diversas naciones para realizar la informatización de la epigrafía, incluida la digitalización de las imágenes de monumentos epigráficos, para la que ofrece las cerca de veinte mil fotografías de inscripciones de la Fototeca epigráfica de Heidelberg. Entre otros recursos informáticos es de destacar el proyecto Claros que lleva a cabo Juan Rodríguez Somolinos en el CSIC y consiste en una concordancia epigráfica entre los principales corpora, corpora locales, repertorios temáticos, el Bull.Épigr. y SEG, y que en su estado actual ofrece unas 380000 concordancias entre cerca de 450 publicaciones y puede consultarse en Internet27. Aunque la afirmación de Robert de que en prácticamente toda inscripción hay historia es sin duda exagerada, sí es cierto que prácticamente toda inscripción es reveladora como parte de una serie de textos agrupados local o temáticamente. Y ésta es la tarea de la otra cara del janus, del epigrafista de biblioteca. La realización de estos corpora locales es de especial importancia para conocer la historia de una ciudad, sobre todo en el caso de ciudades para las que no hay información literaria, pero con frecuencia es también de un gran interés temático que va más allá de la historia local. Para la cuestión de las relaciones entre griegos y otros pueblos es revelador por ejemplo el corpus de Selge en Panfilia (ISelge, 1991), una ciudad excavada por los austríacos desde 1968, con una larga historia y presencia griega temprana, con varios textos epicóricos y bilingües, o el de Prusa ad Olympum (IPrusa, 1991-93), que pone de relieve la importancia de la presencia tracia en la ciudad. El de Prusias ad Hypium (IPrusias, 1985) por otra parte ofrece una serie de inscripciones largas sobre las carreras de nobles locales que proporcionan muchos detalles relativos al desempeño de cargos cívicos y provinciales, y sobre los contactos con los emperadores. Ya en 1961 Robert hizo ver la conveniencia de multiplicar los corpora temáticos porque, decía, hay demasiado pocos y permiten grandes progresos. La gran profusión de corpora locales ha abierto nuevas vías de investigación temática y ha permitido, mediante la presentación adecuada del material, la realización de abundantes corpora y estudios temáticos, cuyo gran incremento es una de las principales características de estas dos décadas. Los temas principales vienen dados en parte por los nuevos descubrimientos epigráficos y en parte por las tendencias de moda en la historiografía moderna. Cada vez se de Hamburgo desde 1993: una primera fase incluye el suplemento I de Éfeso, una segunda las inscripciones de Lidia. 27 . Una página web de especial interés para los recursos informáticos sobre epigrafía griega es la de A. Cristofori, Rassegna degli Strumenti Informatici per lo Studio dell'Antichità classica (Univ. Bolonia): . Cf. además nota 1.
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valora más la importancia de las inscripciones para estudiar temas ya viejos: históricos, religiosos, económicos, y es un indicio claro el número de recopilaciones de textos históricos que se han hecho en los últimos años. Pero además han surgido nuevos temas que hacen hincapié en la epigrafía como ciencia independiente, en la inscripción como medio de comunicación, como símbolo social, de cultura, etc. Entre estos temas de nueva creación o de revalorización se encuentran la alfabetización, el uso epigráfico o la relación entre texto y soporte. La aportación de la epigrafía a la literatura griega sigue siendo objeto de estudio, como puede verse en el Bull.Épigr. todos los años, aunque la principal representación de la epigrafía literaria siguen siendo los epigramas28. Existe cierta relación entre épocas, soporte epigráfico y temas. La epigrafía de época arcaica consiste en gran parte en inscripciones en objetos arqueológicos como vasos cerámicos, esculturas en piedra u objetos metálicos, sobre todo de carácter privado (autoría, exvotos, grafiti, indicaciones comerciales, textos lúdicos). Estas inscripciones son de gran interés para estudiar los alfabetos epicóricos, los dialectos arcaicos y el problema de la adopción por los griegos de la escritura fenicia, la finalidad inicial de esa adopción y la difusión de la alfabetización en zonas y capas sociales29. Creta, Sicilia, Magna Grecia, Olbia, han sido objeto en estos años de corpora dialectales que han contribuido enormemente a los avances de la dialectología griega, como sin duda se verá en el informe dedicado a este tema30. La epigrafía arcaica, a pesar de que en conjunto es escasa, cuenta con los primeros testimonios de epigrafía jurídica, leyes y tratados de carácter público inscritos en piedra y procedentes principalmente de Creta, o en bronce del santuario de Zeus en Olimpia, contratos privados de compraventa de casas o tierras, especialmente abundantes en Sicilia inscritos en láminas de plomo, o en la Calcídica en piedra, y los primeros testimonios de derecho comercial en láminas de plomo procedentes de Ampurias, el sur de la Galia y el norte del Mar Negro. La epigrafía jurídica arcaica ha cobrado nuevo interés mediante su recopilación y estudio en los dos tomos de Nomima publicados por van Effenterre - Ruzé en 1994-95, con traducción e interesantes comentarios, y en el corpus con comentario de Körner 199331. 28 Cf. Hansen 1983-89; Merkelbach y Stauber 1998-2004.; v. una traducción de epigramas funerarios al español con introducción y clasificación por del Barrio 1992. 29 Los nuevos conocimientos sobre los alfabetos epicóricos se reflejan en el suplemento de Johnston (1990) al clásico libro de L.H. Jeffery, Local Scripts of Archaic Greece. Estudios recientes sobre algunas de las cuestiones principales respecto al origen del alfabeto en Grecia son Brixhe 1991, Ruijgh 1998. En general para un estado de la investigación actual sobre el tema cf. Signes, 2004, pp. 17-65. 30 Creta: Bile 1988; Magna Grecia: Arena 1989, 1992, 1994, 1996, Dubois 1989, 1995b, 2000; Olbia: Dubois 1996; Cirene: Dobias-Lalou 1999. 31 Para la epigrafía en soporte metálico v. nota 24. El estudio de la epigrafía jurídica en general ha avanzado mucho en estos años gracias a nuevas publicaciones y proyectos de gran envergadura como el de H.J. Wolff destinado a sustituir el ya centenario repertorio de Dareste - Haussoullier - Reinach mediante un Repertorium en fascículos por regiones con presentación sumaria de documentos, y aparte un
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Aunque, como ya hemos dicho, las aportaciones principales de la epigrafía están en el estudio conjunto de una serie de inscripciones, a veces hay hallazgos que por sí solos suponen un avance en el conocimiento de un tema determinado. Entre los recientes descubrimientos de interés jurídico destacan las láminas de plomo de Ampurias y Pech Maho (ca. 15 km al sur de Narbona) publicadas en los años 80 (1987 y 1988 respectivamente)32. El uso del plomo como soporte epigráfico está especialmente ligado a zonas marginales del mundo griego: Hispania, Galia, Sicilia, Ponto y a documentos de carácter privado como cartas, contratos, defixiones. En zonas y con fines para los que no se había extendido el uso de otros soportes como el papiro, el plomo es un material muy práctico, barato, fácil de inscribir y reutilizable. La carta de Ampurias (fechada según los autores en el s. VI o V a.C.), de difícil lectura debido a su mala conservación, parece contener una serie de instrucciones sobre el traspaso de mercancías dadas por un comerciante, quizá un armador, a su consignatario en Ampurias, con mención de un nativo. El texto de Pech Maho, de comienzos o mediados del s. V a.C., se conserva mucho mejor, aunque es un ejemplo del carácter muchas veces casual de los descubrimientos epigráficos y de lo fácilmente que algunos epígrafes pueden pasar desapercibidos. La lámina fue descubierta en 1950 durante la excavación, pero confundida con un plomo de pescador hasta 1979, en que Solier reconoció en ella una lámina inscrita, y fue publicada por primera vez en 1988. Es una lámina opistográfica con un texto etrusco en la cara exterior. Narra la forma en que tuvo lugar el pago de una participación en una compra de varios barcos y otros objetos a los emporitanos. El proceso de pago es muy complejo, teniendo lugar en pagos distintos, con uso de garantía y fianza, en lugares diferentes, y ante testigos íberos y nativos. El interés de este texto y las dificultades para reconstruir y entender la forma de pago en dos o tres fases, con más o menos personas implicadas, y la cantidad a pagar, que en gran parte depende de la correcta comprensión de los términos metrológicos ἡμιοκτάνιον y ἡμιεκτάνιον, ambos hapax, ha dado lugar a muchas publicaciones con propuestas diversas que nos llevaría mucho tiempo discutir. En cualquier caso, el contenido refleja un sistema comercial avanzado, apoyado por bases jurídicas y por el testimonio escrito, y confirma, junto con la lámina de Ampurias, las conclusiones sobre el desarrollo del comercio privado a que había llevado la carta de Berezan de ca. 500 a.C. publicada en los años 70. Otra carta inédita de Olbia, de la misma época, que da a conocer Wilson 1997-98 en traducción al inglés trata de un caso de σύλη, o confiscación de bienes ajenos, donde por primera vez aparece ese término bien conocido en la oratoria ática. Un intermediario escribe al propietario corpus temático más detallado, con reedición, traducción y comentario de las inscripciones. Han aparecido el repertorio de Troya y Misia (Hübner 1993; cf. Bull.Épigr.1995.467) y el corpus comentado de Arcadia (Thür y Täuber 1994). 32 Para la lámina de Ampurias v. Santiago 2003 y para la de Pech Maho, de Hoz, J. 1999a, Pébarth y Delrieux 1999; Santiago 2003, p. 171 s.
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para informarle de que un tercero se ha apoderado de sus mercancías y le pide que le envíe a éste los διφθέρια, informes comerciales escritos en piel, en los que sin duda figuraban las operaciones anteriores y servirían de prueba para aclarar la disputa33. Según Wilson, la lámina de Pech Maho podría ser el equivalente en plomo a esos διφθέρια. Por otra parte destaca en ésta el uso de una terminología técnica: los diversos compuestos de δίδωμι, el término χρῆμα seguramente en sentido de cantidad debida, los términos ἐγγυητήριον (hapax) y ἀρραβών. La importancia del léxico epigráfico, que no sólo aporta muchos términos nuevos sino además muchos usos técnicos y nuevas acepciones, ha sido puesta de relieve en estas décadas como se refleja en la nueva sección del Bull.Épigr. dedicada a palabras nuevas o raras, o su incorporación en el Diccionario Griego-Español, el primer diccionario de griego y único por ahora que trata este léxico de manera sistemática. Los documentos del Ponto, Ampurias y Pech Maho hacen pensar en el uso temprano de la escritura con fines comerciales, en un sistema comercial muy desarrollado, con agentes, intermediarios, etc. y en la existencia de un derecho comercial, como reflejan los tecnicismos señalados y los distintos pasos del proceso comercial, siendo su estudio de gran interés para una ya antigua polémica sobre el grado de sofisticación del comercio en la Grecia arcaica. Estas inscripciones jurídicas del arcaísmo o clasicismo incipiente, anteriores en un siglo a los oradores áticos que han constituido siempre la fuente principal para el estudio del derecho griego, reflejan la importancia de la escritura en el desarrollo de la legislación y en la unificación del derecho en Grecia. Además los dos textos son de gran interés para las relaciones entre griegos e indígenas, la colonización de occidente y el dialecto de Focea. La época clásica es en conjunto la que proporciona menos novedades por ser la que siempre se ha conocido y estudiado mejor. Es sobre todo la época de la epigrafía en piedra y especialmente de la epigrafía ateniense. La mayor parte de los tipos epigráficos que empiezan a difundirse en época clásica continúan en la helenística. En ambas abundan las inscripciones relacionadas con la polis: leyes y sobre todo decretos, cuyo uso y formulario fue tomado de Atenas por el resto de las ciudades griegas. El antiguo libro de Rhodes 1972, basado en los decretos áticos, es el antecedente del repertorio reciente del mismo autor y de Lewis 1997 que recoge los decretos de los estados griegos por ciudades o regiones junto con un estudio de las fórmulas34. Pero en esta época se difunden prácticamente todos los tipos epigráficos que se encuentran en el mundo griego. Uno de los aspectos mejor representados por la epigrafía es la religión. Junto con los decretos y las inscripciones funerarias, los exvotos son el tipo de epígrafe más numerosos. Pero además abundan las leyes sagradas, inventarios de santuarios, etc. La enorme cantidad de epigrafía re33 Cf. ahora la edición con comentario de Dana 2004. Sobre la importancia de estos documentos como testimonios de un sistema comercial complejo y avanzado v. Wilson 1997-98. 34 Para otros estudios institucionales recientes sobre Atenas v. nota 14.
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ligiosa ha llevado a la creación de un boletín epigráfico de religión griega que aparece anualmente en la revista Kernos desde 1991. Si bien las principales novedades en este campo se dan sobre todo en la religión helenística e imperial, en el mejor conocimiento del sincretismo religioso, reinterpretado actualmente en parte gracias a la aportación epigráfica, nuevos documentos continúan enriqueciendo los conocimientos de la religión griega en todas sus épocas35. En 1981 fue a parar al Paul Getty Museum, según su director como regalo, una lámina de plomo rectangular aparecida en excavación clandestina en la ciudad siciliana de Selinunte y publicada por primera vez en 1993 por Jameson, Jordan y Kotansky36. La lámina, que contiene una lex sacra, data de la primera mitad del s. V a.C. y es de enorme interés por distintos motivos. En primer lugar debido a su soporte. Ya hemos hablado del uso del plomo con fines privados. Ésta es la lámina de plomo más extensa hallada hasta ahora (37 ll.) y la única que contiene una ley sagrada. Está escrita en dos columnas en direcciones opuestas, separadas por una barra de bronce, de forma que la lámina estaba expuesta doblada y había que girarla para leer la segunda columna, característica que ha llevado a Nenci 1994 a ver en ella el primer ejemplar conocido de parte de unas κύρβεις y la prueba de que las leyes de Solón no estaban inscritas en madera. Por otra parte, el texto es de enorme interés para determinados cultos y ritos de purificación en la Grecia clásica. La primera columna establece una serie de normas sagradas referente a los sacrificios que deben celebrar los ὁμοσεπύοι37 a Zeus Eumenes y las Euménides, a dos cultos distintos de Zeus Meilichios y a los Tritopatores impuros y a los puros. Por una parte tenemos aquí el único testimonio de Zeus Eumenes, excluyendo el Zeus cuyo culto fue instaurado por el rey Eumenes de Pérgamo. Pero sobre todo es de gran interés la constatación del culto de las Euménides en la época en que Esquilo escribe sus Euménides, haciendo de ellas las σεμναὶ θεαί en que se han convertido las Erinis. La versión de Esquilo ha provocado discrepancias entre quienes las consideran diosas con aspecto dual, y quienes las consideran diferentes de las Erinis y sólo unificadas posteriormente, quizá por influencia esquílea38. El culto de Selinunte refleja el carácter benefactor y positivo de las diosas, asociadas con Zeus Eumenes39. También es de gran interés la oposición 35 El papel de la epigrafía en el estudio de la religión helenística e imperial se pone de relieve por ejemplo en las numerosas publicaciones (corpora de determinadas divinidades, monografías sobre determinadas zonas, cultos o aspectos religiosos) que se han realizado estos años en la ya antigua serie EPRO (Études Préliminaires aux Religions Orientales dans l'Empire Romain) editada en Leiden. Para el tema de la magia cf. nota 40. 36 Cf. Dubois 1995c; Clinton 1996. 37 Término siciliano que significa «los que tienen la misma hucha», es decir, miembros de una misma casa. 38 Jameson, Jordan y Kotansky 1993, p. 79. 39 Clinton 1996, pp. 166-170.
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entre los tritopatores (dioses gentilicios) puros e impuros, que reciben sacrificios propios de dioses y de héroes respectivamente. La segunda columna, escrita probablemente por otra mano, establece normas de purificación para cualquier individuo culpable perseguido por los ἐλάστεροι, término nuevo que parece tener el sentido de espíritus vengadores que persiguen a un criminal (ll. 1, 9) y a la vez a los que hay que sacrificar como a dioses (l. 12 s., donde quizá haga referencia a Zeus Elastor). Tiene el interés de que presenta un buen paralelo para la ya conocida ley sagrada de Cirene del s. IV a.C., que en sus ll. 110-142 establece normas de purificación para los ἱκέσιοι (suplicantes). En ambas un ser culpable es perseguido por un espíritu vengador del que tiene que librarse mediante un ritual. La cuestión plantea además un problema jurídico, pues hace pensar que en el s. V Selinunte todavía está en un estadio anterior a las leyes de Dracón, en el que los crímenes de sangre se solucionan entre las familias. La lámina de Selinunte es de gran interés para la historia de los cultos gentilicios ctónicos, las supersticiones arcaicas, la tipología de los sacrificios, y también desde el punto de vista léxico, por los diversos e interesantes hapax que presenta. Entre los principales descubrimientos de estos veinte años está otra lámina de plomo, de un tipo epigráfico que también se inscribe dentro del campo de la religión. Es una defixio como muchas de las abundantes defixiones conocidas en el mundo antiguo40. En este caso se trata de una maldición contra un rival amoroso. Su importancia radica sin embargo en sus características dialectales. Ya entre los autores antiguos se discutía si los macedonios eran o no griegos. El problema es que no tenemos ningún documento macedonio escrito en época arcaica y que los primeros textos (de fines del s. V y comienzos del IV) están escritos en ático. Las teorías sobre el macedonio son diversas: que es una lengua mixta con base iliria; que es una lengua mixta formada a partir de un dialecto griego con influencias ilirias y tracias; que es un dialecto griego; que es una lengua diferente del griego aunque cercana genéticamente a éste41. Esta defixio, descubierta en 1986 en una tumba al sureste del ágora de Pella, del s. IV a.C., parece ser el primer documento escrito en lo que posiblemente sea el macedonio42. El texto confirma algunos rasgos señalados por autores antiguos como típicos macedonios y revela un dialecto de tipo dorio con rasgos comunes al dorio noroccidental. Hay que esperar que aparezcan nuevos testimonios que apoyen estas conclusiones, pero las afirmaciones de algunos autores antiguos como la de Heródoto, que llama a los macedonios dorios, y las
40 Cf. Gager 1992 y una traducción al español de defixiones en López 2001. En general el tema de la magia ha sido objeto de numerosos estudios en estos años. Uno de los libros más interesantes y que refleja claramente la importancia de la epigrafía en este tema es el de Faraone y Obbink 1991. 41 Brixhe y Panayotou 1994. 42
Voutiras 1992-93, 1998; Dubois 1995a; Bull.Épigr.1994.413; 1996.259.
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suposiciones de algunos lingüistas modernos de que el macedonio es griego parecen verse confirmadas por esta inscripción. Por otra parte esta defixio, como casi todas, es una muestra interesante de la relación entre texto y soporte. El texto menciona que la lámina con la maldición debe enterrarse enrollada y no desenterrarse y leerse hasta que se haya cumplido. Por fortuna para Thetima, la mujer objeto de la maldición, la lámina ha llegado hasta nosotros enrollada y enterrada en la tumba donde se depositó. La época helenística-imperial conoce un enorme incremento de las inscripciones. Parece que la eliminación de las tiranías y oligarquías y la expansión de regímenes democráticos o cercanos a la democracia a raíz de la conquista de Alejandro ha sido una de las causas principales de este aumento43. Otra es por supuesto la difusión del helenismo. En los últimos años han aparecido muchos libros dedicados a la historia helenística, o helenística-imperial, basados en gran parte en la epigrafía, como por ejemplo el de Habicht 1994 sobre la Atenas helenística, el de Millar 1993 sobre el imperio en Oriente, los de Sartre 1995 y Mitchell 1993 sobre Anatolia. En estos libros aparecen temas nuevos, como por ejemplo el del mundo rural e indígena, pero además se da una mayor importancia a la polis en la historia política frente al protagonismo que tenían los reyes y luego la administración romana en estudios anteriores. Los estudios epigráficos han servido para descartar la idea antigua de que la polis griega muere en el 338 en Queronea, que una oligarquía de nobles gobierna las ciudades y que éstas han perdido su libertad y autonomía. Ya en 1982 Gauthier pone de manifiesto la importancia de la polis como difusora del helenismo y de sus instituciones como logros en muchos casos respecto a la época clásica para conseguir un mayor grado de justicia dentro de la comunidad44. Desde entonces, el tema ha sido objeto de numerosísimos estudios. Aunque prácticamente todas las poleis helenísticas pertenecen a uno u otro reino, su estatus es muy variable y uno de los aspectos típicos es la negociación de las distintas ciudades por mantener mayor autonomía, por conseguir determinados privilegios y favores reales. Un buen retrato de la actitud de los reyes respecto a las poleis es el que encontramos en el corpus comentado de Bringmann y von Steuben 199545, con testimonios literarios, epigráficos (Ameling) y arqueológicos sobre 460 donaciones de los soberanos helenísticos, o en el libro de Rigsby 1996 sobre la ἀσυλία, con nuevos documentos sobre la concesión por los soberanos de este privilegio tan deseado por templos y ciudades. Pero las ciudades mantienen las instituciones y el funcionamiento político de la época clásica, con una intensa vida ciudadana en que hay responsabilidades políticas, intervención del pueblo en la asamblea, rendición de 43
Sobre la relación entre escritura y democracia v. Musti 1986. Gauthier 1984. 45 La obra ha sido completada con un estudio de síntesis en un segundo volumen de dos tomos a cargo de Bringmann 2000 y Schmidt-Dounas 2000. 44
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cuentas por los magistrados, y en que con frecuencia se crean problemas entre individuos o entre un individuo y el estado. Se desarrollan nuevos sistemas de justicia en la polis, en los que destaca el arbitraje mediante jueces extranjeros, un proceso muy bien conocido a través de la epigrafía y del que los decretos de Iasos estudiados por Pugliese Carratelli 1989 son un buen ejemplo46. Aunque el fenómeno del evergetismo se conoce desde el s. IV a.C., en que nace ligado al sistema clásico de las liturgias, los actos evergéticos son todavía a comienzos de la época helenística de poca magnitud. Es sobre todo a partir del s. II, en que la situación financiera de las ciudades y de los reyes empieza a empeorar, cuando cobra importancia. Las ciudades tienen sus propios recursos económicos (impuestos, alquiler de tierras públicas, multas, confiscaciones, etc.). Cuando éstos no son suficientes para llevar a cabo un proyecto determinado o debido a un momento de crisis recurren a otro fenómeno bien estudiado por Migeotte 1992 mediante las fuentes epigráficas, el de las suscripciones públicas, por el cual la gente con dinero aporta una cantidad al tesoro público, proporcional a su riqueza, para un gasto concreto. Incluso cuando este recurso no es suficiente, ciudadanos más adinerados concedían un préstamo a la ciudad, en muchos casos sin intereses, lo que confirma la situación crítica. También este fenómeno se conoce ahora gracias a la epigrafía como refleja el estudio del mismo Migeotte 1984 (con catálogo de textos). Pero a medida que la situación se va agravando, y sobre todo con la crisis del s. I, la figura del εὐεργέτης, ese ciudadano rico que podría prestar dinero pero sencillamente lo dona, va cobrando un auge que no se detiene en época romana y que con el tiempo hace cambiar la estructura social y política interna de la polis. Uno de los tipos epigráficos mejor conocidos de época helenística es el decreto honorífico a un εὐεργέτης. Estos ciudadanos, que hacen posible algunos de los sueños mayores de las poleis para reflejar su libertad, autonomía y su tradición griega, como la fundación de agones, la creación de γυμνάσιοι, la construcción de grandes y bellos edificios públicos, pasan a formar parte de una élite ciudadana de gente rica que por su dinero y su importancia en la ciudad se van haciendo con el poder. Todo este proceso, que había empezado a ser objeto de interés antes, sobre todo con el libro de Veyne 1976, ha sido intensamente estudiado en estos últimos veinte años, haciendo del evergetismo uno de los temas estrella de la epigrafía reciente, especialmente desde la aparición del libro de Ph. Gauthier 1985, Les Cités grecques et leurs bienfateurs, IVe-Ier siècle avant J.-C.47 Esa gradual oligarquización que se va produciendo en la vida pública griega la institucionalizan finalmente los romanos. Entre los temas 46
SEG 41 (1991), nº 929-933, Bull.Épigr.1992.442-447. Cf. Ager 1996; Magnetto 1997 (segundo volumen del libro de Piccirilli 1973). 47 La importancia de este aspecto llevó a organizar el X congreso internacional de epigrafía en Nîmes con este tema monográfico, y se pone de manifiesto también en el reciente libro de Knöpfler 2001 sobre los decretos de Eretria.
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más estudiados de época romana figuran precisamente el creciente papel de los romanos en la polis griega48 y la acomodación gradual de los estados griegos a la soberanía romana, sobre todo la importancia de las élites provinciales en la administración romana49. En relación con la importancia de las élites romanas y locales, griegas o indígenas, en la política tardohelenística y sobre todo imperial está uno de los viejos temas que no pierde valor e interés para el estudio de la historia antigua, el de la prosopografía. Las inscripciones proporcionan muchos datos sobre elementos biográficos, lazos de parentesco y carrera profesional de muchos individuos. La prosopografía estudia todos estos datos con el fin de identificar personajes y crear stemmata familiares, ya sea con criterios geográficos (Sarikakis 1989, Roller 1989, Traill 1994), o temáticos: sociales (Osborne y Byrne 1996 sobre extranjeros en Atenas), profesionales (Stefanis 1998 sobre actores y músicos), religiosos (Mora 1990 sobre los adorantes de Isis). La creciente aparición de índices de nombres propios en los corpora epigráficos está relacionada con esta preocupación, como también los estudios onomásticos50. El libro de Fossey 1991 es una buena introducción al estudio prosopográfico, sus problemas metodológicos y de concepción y los intereses actuales de esta especialidad. Una larga inscripción de Enoanda refleja muchos de estos aspectos de la epigrafía helenístico-imperial. Enoanda es una pequeña ciudad del norte de Licia, como existen muchas en Asia Menor de época romana, pero que curiosamente ha proporcionado cuatro inscripciones de especial interés: el texto literario del filósofo epicúreo Diógenes, de gran importancia para conocer la doctrina epicúrea; el árbol genealógico en el mausoleo de Licinia Flavilla, una mujer de enorme influencia en la aristocracia licia; uno de los oráculos de Claros típico del sincretismo tardío, y un grupo de inscripciones sobre la creación de un agon pentetérico por Julio Demóstenes, un εὐεργέτης de la élite local. Esta última inscripción de 117 líneas publicada en 1988, ha sido objeto del estudio más extenso hasta ahora realizado de una sola inscripción, excluyendo el de la primera estela de tributos ateniense51 y contiene el texto más completo conocido hasta ahora de disposiciones sobre la creación de un agón. El enorme interés del texto no sólo radica en su información sobre la importancia, la constitución y composición de estos agones μουσικοί, es decir, de pruebas musicales, escénicas y literarias, sino por su relevancia para comprender la vida ciudadana en época imperial. El texto constituye un dossier 48 Cf. Bernhardt 1985, donde se refleja la aparición gradual de ῥωμαῖοι en listas cívicas como vencedores, efebos, etc. 49 Cf. por ejemplo Rémy 1989, o el catálogo de Campanile 1994 de los sacerdotes del koinon de Asia, donde el tema aparece en relación con otro muy estudiado recientemente, el del culto imperial. Un estudio local que ejemplifica claramente este proceso es el de Devijver 1996 sobre Sagalassos en Pisidia. 50 Masson 1990, Rizakis 1996, Fraser y Mathews 1988-2000, Hornblower y Mathews 2000. 51 Wörrle 1988. Cf. Mitchell 1990, Jones 1990.
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formado por varios documentos: una carta del emperador Adriano aprobando la constitución del agon; la promesa de Demóstenes de crear el agon y posteriores disposiciones de Demóstenes y decretos de la boule con normas para la celebración, que incluyen personas y pueblos participantes, sacrificios que deben realizarse, etc., y, por último, una petición al legado de la provincia para que confirme detalles de la fundación relativos a la inmunidad de impuestos de todos los productos vendidos, sacrificados, exportados, etc. durante esos días o la exención de obligaciones públicas al ἀγωνοθέτης durante cinco años. En lo que atañe al ἀγών, su larguísima duración —superior a tres semanas—, la importancia que se le concede y la minuciosidad de las cláusulas son un claro reflejo del significado que esta institución de tan larga tradición helénica cobra en la Grecia imperial a partir del s. II d.C., en que sustituye a la construcción masiva de edificios urbanos como símbolo del estatus de una ciudad griega que ha visto mermada su autonomía y libertad política52. El calendario con las pruebas ofrece una lista de los principales agones μουσικοί: trompetistas y heraldos, encomiógrafos en prosa, poetas, oboístas con coro, poetas cómicos, poetas trágicos, citarodos y una prueba general para los mejores de todas las categorías. El orden y la cuantía de los premios refleja el orden de importancia de menor a mayor, que coincide con el ya conocido en agones de Afrodisias53 y a su vez parece remontarse a una tradición helenística a juzgar por algunos testimonios de agones μουσικοί celebrados en Beocia54. Este tipo de agones son de gran interés desde el punto de vista cultural porque implican por una parte la existencia de un auditorio, es decir, de una sociedad con un nivel cultural suficientemente alto como para poder disfrutar de las competiciones, y de la posibilidad de que haya un número elevado de personas capaces de participar en ellas. Este hecho, tratándose de una pequeña ciudad de Licia, es de gran significado. Por otra parte, reflejan en la forma y el contenido el deseo de mostrar a la ciudad organizadora como una polis griega inmersa en la tradición helénica. Este deseo de manifestar su relación con la tradición helénica es común a muchas ciudades de Asia Menor de época helenística y sobre todo imperial, como reflejan no sólo la instauración de agones al estilo griego, sino también la creación de leyendas que relacionan dichas ciudades con la más antigua mitología griega, sobre todo de las ciudades de Atenas, Argos y Esparta. Esta relación les otorgaba un lugar de importancia en la larga tradición helénica, que entre otras cosas les permitía obtener determinados beneficios por parte de gobernantes o de otras
52
Sobre el significado de los agones en esta época v. Mitchell 1990, pp. 189-191; 1993, pp. 217-225.
53
Roueché 1993, nº 53 = CIG 2759, cf. nº 52 = CIG 2758 A-G.
54
IG VII 415, 416, 418-420, 540, 1773, 1776, 2726, 3196, 4147, etc.
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ciudades más privilegiadas, y que de hecho apoyó el imperio mediante la creación del Panhellenion. El tema ha sido objeto de varios estudios en estas dos décadas55. Por otra parte, el texto de Enoanda revela el margen de actuación de la ciudad en la organización de los juegos, y el papel de la administración romana, sobre todo en el aspecto financiero. Además nos ofrece una lista completísima de magistrados cívicos de gran interés para el conocimiento de la política local, y una lista de todos los pueblos pertenecientes al territorio de Enoanda. La información prosopográfica confirma, como ya se ha visto por la epigrafía de otras ciudades, que la clase gobernante de una pequeña ciudad en época romana está formada por unas pocas familias. Entre los temas de la epigrafía que afectan a todas las épocas hay uno que caracteriza especialmente bien la investigación de los últimos veinte años porque se puede decir que se ha constituido como un tema específico a comienzos de los 80 y porque tiene por objeto preguntarse por la epigrafía en sí misma. La cuestión del uso epigráfico en la antigüedad, unida al problema del comienzo de la escritura en Grecia y de la alfabetización se plantea por qué surge el uso epigráfico, por qué varía de unas épocas a otras y según zonas, quiénes escriben, para qué y para qué público. Los testimonios arcaicos hacen pensar que los griegos adoptaron la escritura fenicia con fines privados, sobre todo comerciales o en cualquier caso prácticos, pero todavía surgen nuevas interpretaciones al respecto, como la reciente, aunque poco convincente, de Powell 1991, de que la escritura se adopta para poner por escrito la literatura, que reinterpreta muchas de las inscripciones arcaicas bajo este punto de vista. La difusión del uso epigráfico a aspectos públicos y privados muy variados en época clásica es un fenómeno reconocido por todos (cf. Lazzarini 1997). Sin embargo, hay discrepancias en varios puntos. Frente a la vieja teoría de Meritt 1940, pp. 89-93, aceptada por muchos autores, de que la proliferación ática de inscripciones en piedra desde el s. V a.C. está relacionada con el régimen democrático (cf. Musti 1986), opiniones recientes niegan que la existencia de alfabetización y la aparición de leyes escritas sea condición para el desarrollo de la democracia ateniense (Whitley 1997) o insisten en que tampoco el alto grado de uso epigráfico en Atenas se debe a la existencia de una democracia (Hedrick 1999). Otros autores defienden el carácter simbólico, principalmente religioso, de la exposición escrita de leyes en época arcaica (Thomas 1995; Hölkeskamp 1992, pp. 99102). En cualquier caso, la difusión epigráfica que se originó en época clásica da lugar en época helenística y sobre todo a partir de Augusto a lo que se ha llamado el hábito epigráfico: una eclosión en el hábito de exponer públicamente por escrito todo tipo de cuestiones públicas y privadas. En 1982 McMullen escribió un artículo sobre el uso epigráfico latino en el oeste del imperio y señalaba la existencia de una explosión en los ss. I y II d.C., fenómeno que poco después equiparó al de la 55
Wörrle 1988, p. 257 s.; Strubbe 1984; Scheer 1993; Curty 1995, Lücke 2000 (con ciertas divergencias respecto a Curty sobre el concepto de συγγένεια).
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epigrafía griega del imperio romano oriental (1986). El fenómeno se ha intentado explicar de diversas formas: como deseo por parte de los ciudadanos de expresar su sentimiento de ciudadanía (Meyer 1990), por la relación de la epigrafía con la importancia de los nombres propios en la sociedad romana y el deseo del que erige una inscripción de identificarse y destacar su lugar en una sociedad en expansión y cambio constante en los ss. I-II d.C. (Woolf 1996), con la política augústea, que fomenta el uso y transforma los tipos epigráficos para hacer de ellos un medio de transmisión de la ideología augústea en todo el imperio (Alföldy 1991). Casi todas las propuestas han sido puestas en duda, matizadas o rechazadas. Las razones son posiblemente múltiples y de índole distinta, demográfica, económica, política, etc. Probablemente la larga serie de trabajos similares generados por estos estudios, pero centrados en el uso epigráfico en determinados lugares y épocas, o de determinados tipos de inscripciones, permita mejorar el método de trabajo en esta cuestión tan compleja y establecer con el tiempo criterios generales. El fenómeno está estrechamente relacionado con el de la alfabetización en Grecia, tema también de moda sobre todo desde la aparición del importante libro de Harris 1989, dedicado al grado de alfabetización que tenían los griegos en los distintos lugares y épocas, basado principalmente en material epigráfico. En general se le ha criticado a este autor una postura excesivamente negativa, pero las opiniones siguen siendo muy dispares en cuanto al grado de alfabetización en el mundo antiguo, y los mismos datos y fenómenos llevan en muchos casos a opiniones contradictorias. Este campo relativamente nuevo de la epigrafía avanza por el momento más gracias a los problemas que plantea que a los que resuelve, pero es sin duda una fuente muy rica para el futuro de la disciplina. Para terminar quiero recordar, a modo de homenaje, a algunas personas que han supuesto un impulso especial en este progreso de la epigrafía y que han muerto en los últimos años, como Margarita Guarducci, experta en inscripciones cristianas y a quien debemos el mejor manual de epigrafía griega; Luigi Moretti, el editor de las inscripciones griegas de Roma y de las inscripciones agonísticas, y por cierto padre del famoso director de cine Nanni Moretti; Olivier Masson, el alma de la onomástica y el léxico de las inscripciones; Michel Lejeune, experto en alfabetarios y procesos de adopción del alfabeto griego por otros pueblos; David M. Lewis, estudioso de inscripciones históricas y decretos, y editor de inscripciones áticas, o Peter Herrmann, el editor de importantes corpora como los dos tomos de TAM dedicados a Lidia o la reedición ejemplar de las inscripciones de Mileto, director del proyecto de las IG en la Academia de Berlín desde 1990 a 1994 y uno de los últimos valientes que se ha atrevido a editar un corpus en latín.
2. EPIGRAFÍA
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3 PAPIROLOGÍA JOSÉ ANTONIO BERENGUER CSIC With papyrus no one can keep pace Th.W. Allen, Homeri Ilias, Oxford, 1931, vol. I, p. viii
I. OBSERVACIONES PRELIMINARES 1.1. Enfoque de esta exposición Me ha parecido oportuno encabezar esta exposición con la frase de Allen, extractada de su editio maior de la Ilíada de 1931, porque considero que, extrapolada, puede reflejar perfectamente la situación de esta disciplina a lo largo de los últimos veinte años. Si consultamos el registro exhaustivo de papiros documentales publicados —disponible en la versión periódicamente actualizada de la página web de la Universidad de Heidelberg1—, comprobaremos que hasta la fecha hay 56.084 entradas correspondiendo a papiros editados2. Si a su vez examinamos el catálogo de papiros literarios de Mertens-Pack, que constituye una tercera edición «en línea»3 del catálogo de papiros literarios griegos y latinos de Pack, comprobaremos que, mientras que en el Pack de 1952 había 2.369 entradas, y en la segunda edición de 1965 se incluían 3.026, en el actual fichero se nos dice que hay ya unas 7.000. Si, por último, examinamos la base de datos de la Bibliographie Papyrologique, con datos recogidos desde 1960 hasta el presente, podremos comprobar que contiene más de 32.000 referen1
Cf. apartado 4.2.2 de la Bibliografía.
2
En una versión menos actualizada, incluida en el CD Subsidia Papyrologica 1, se contabilizaban 48.000 entradas. La última comprobación de la cifra correspondiente a la versión en internet la llevo a cabo durante la revisión de pruebas de este trabajo. Salvo indicación expresa y siempre que me ha sido posible, he tratado de poner al día el resto de datos (básicamente cifras y direcciones electrónicas) incluidos en este trabajo, por lo que alguno de ellos excede ya, lógicamente, el período de veinte años que se abarcaba en este curso. No obstante, no hago mención, salvo alguna contada excepción, de algunos datos recientes, pero que no constituyen una modificación o ampliación imprescindible de lo presentado en mi exposición oral. 3
Cf. apartado 5.3 de la Bibliografía. F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 63-101
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cias bibliográficas, de las que 17.040 corresponden a publicaciones de todo tipo, relacionadas o de interés para la papirología, aparecidas entre 1984 y 2004, ambos inclusive4. Por lo tanto, parece que la frase de Allen, está plenamente justificada. Resulta realmente difícil seguir el ritmo de las publicaciones papirológicas, habida cuenta de la productividad de los papirólogos. Y esto sorprende más por el hecho de que, en comparación con otras disciplinas, el número de especialistas es notablemente inferior. Por lo tanto, veinte años en papirología son, sin duda, mucho tiempo. Cuando se publicaron en 1984 las jornadas de actualización científica en Filología Griega, coordinadas por D. Alfonso Martínez, el encargado del capítulo dedicado a la papirología fue D. Manuel Fernández-Galiano. Por ello me parece obligado comenzar por el recuerdo explícito de este insigne filólogo5. En su exposición de entonces, dejó clara evidencia D. Manuel tanto de su erudición como de su amena palabra. En consecuencia, me veo obligado a pedir disculpas por mi incapacidad para alcanzar en esta intervención el atractivo que aquélla tuvo. D. Manuel, tras un rápido resumen de conceptos y datos básicos acerca de los papiros y la papirología, con especial mención de las colecciones españolas, dedicaba la práctica totalidad de su extenso capítulo a hacer un detallado repaso de las principales novedades surgidas, a lo largo de los años anteriores, en el ámbito de la papirología literaria. Para ello, las agrupaba por autores o géneros. Con tal esquema expositivo, no hacía sino dar cumplida respuesta al que, por lo que respecta a la disciplina de la papirología, ha sido el punto de mira tradicional de la Filología Griega en España. Porque, salvo algunas excepciones, los papiros han llamado la atención entre los helenistas españoles en tanto que transmisores de nuevos textos literarios, o bien de fragmentos de textos literarios ya conocidos. En cambio, mucha menor atención han merecido tradicionalmente los llamados papiros documentales, esto es, los papiros cuyo contenido consiste en todo tipo de textos no literarios procedentes de distintos niveles de la vida pública y privada, fundamentalmente de Egipto. Sin duda, el hecho de que las colecciones españolas de papiros sean menos importantes que las de otros países ha provocado en el nuestro la carencia de un desarrollo equiparable de escuelas papirológicas. Y como consecuencia inmediata se ha resentido también el interés por la papirología documental, que es la parte de la disciplina que, como se recordaba en aquel capítulo de hace veinte años, requiere de una más alta especialización técnica, basada en conocimientos no sólo lingüísticos y paleográficos, sino también históricos, socio-eco4
Según los datos más recientes, son 17.271 las publicaciones que corresponden al período comprendido entre 1984 y 2007. 5 A su recuerdo hay que unir asimismo el de José O'Callaghan, Ramón Roca-Puig y Álvaro D'Ors, ilustres filólogos españoles que desarrollaron su actividad en el campo de la papirología y que desgraciadamente fallecieron durante el período temporal que nos ocupa.
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nómicos, etc. No obstante, conviene recordar que el debate entre papirología literaria y documental no es en absoluto exclusivo de nuestro país, sino que puede constatarse allende de nuestras fronteras y se remonta a lo que podríamos denominar la «protohistoria» de la papirología. Remito a las reflexiones que hacen al efecto Van Minnen y Bingen, en las contribuciones citadas en la bibliografía. Ahora bien, durante los veinte años transcurridos desde aquella actualización presentada por el profesor Fernández-Galiano, en los estudios de Filología Griega se ha observado en nuestro país un fenómeno que ha sido también notable en el marco más amplio de la Filología Clásica y de otras disciplinas científicas a nivel internacional: una clara tendencia a la especialización, con la consiguiente multiplicación de temas objeto de estudio e interés, que ha tenido sin duda repercusiones muy positivas (de las negativas, que también las ha habido, no me parece éste un momento oportuno para hablar). Una consecuencia de ello ha sido que, junto a otras disciplinas, la papirología documental —considerada por algunos la «verdadera» papirología—, ha empezado a cobrar interés en nuestros estudios, aunque dista aún mucho de poder equipararse al que goza en otros países. En este sentido, conviene recodar también que, como señala Van Minnen 1994, las aportaciones de la papirología documental son del máximo interés no sólo por sí mismas, sino también para poder aprovechar adecuadamente cualquiera de los valiosísimos testimonios literarios que los papiros nos han conservado. Por este motivo, he creído necesario aplicar hoy un criterio diferente del empleado en la Actualización de hace veinte años. Trataré de abordar una visión global de la papirología, en la que la papirología documental constituye precisamente el trasfondo y el entramado fundamental sobre el que se apoya cualquier dato extraído de los papiros. De hecho, en su aplicación concreta, puede apreciarse a menudo que una distinción radical entre papirología documental y literaria resulta más difícil de lo que cabría pensar en un nivel teórico, aunque se la invoque a menudo por razones prácticas. Por otra parte, mi exposición se basará, más que en una relación detallada de los nuevos textos aparecidos, en una referencia a los que hoy en día son los instrumentos básicos de consulta y trabajo. Su conocimiento permitirá, a cualquiera que esté interesado, buscar y consultar los datos actualizados sobre el trabajo en papirología griega y sus resultados. Me ha parecido oportuno adoptar este enfoque por cuatro motivos fundamentales. En primer lugar por el problema básico que se plantea al tener que encajar mi contribución en los estrechos límites temporales y espaciales con que cuento. Me parece imposible dar aquí una relación de los nuevos textos descubiertos a lo largo de estos veinte años con el detalle mínimo y la explicación que merecerían, y ello sin descuidar u omitir además la mención de otras importantes novedades surgidas en la disciplina durante este tiempo. Además, por lo que respecta a los nuevos papiros literarios, entre los que cabe señalar descubrimientos realmente importantes —alguno de ellos puede recibir incluso, sin pecar de exageración, el califica-
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tivo de «espectacular»—, me ha parecido absurdo pararme en un análisis que, con mucha mayor competencia y detalle, abordarán a lo largo de esta actualización otros colegas. Procuraré explicar, en cambio, cómo se puede saber hoy en día cuáles son las últimas novedades en papirología griega y cómo se puede acceder a ellas. En segundo lugar, adopto este enfoque en mi exposición porque a lo largo de estas dos décadas los métodos e instrumentos de trabajo empleados en papirología han sufrido y están sufriendo una verdadera conmoción, producto de la aplicación de las nuevas tecnologías. Esto ha dado lugar a un importante número de cambios que conviene destacar de modo especial. Más adelante volveré sobre ello. En tercer lugar, he obrado condicionado por una constatación derivada de mi experiencia en el equipo del Diccionario Griego-Español: cuando a los recién llegados a nuestro equipo, o bien a los visitantes ocasionales, les ha sido preciso recurrir en su trabajo a la documentación papirológica —de la que la biblioteca del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC puede considerarse especialmente bien surtida en cuanto a ediciones de textos, gracias a las aportaciones de nuestro proyecto—, estas personas suelen mostrar en su mayoría un desconocimiento notable tanto de las características de la especialidad, como de sus herramientas de trabajo más básicas. Ello supone una notable diferencia frente al conocimiento que evidencian en otros campos. Por consiguiente, creo que la síntesis que aquí abordo puede servir también como punto de partida y primera orientación para cuantos estén interesados en acercarse a las novedades que ofrece esta apasionante disciplina. Por último, la cuarta razón que me ha empujado a seguir este planteamiento de la exposición ha sido la constatación de una incesante sucesión de novedades en este ámbito, lo que lógicamente amenaza de inmediata obsolescencia cualquier intento de actualización científica. Puede resultar por ello más provechosa y duradera una información general sobre sus instrumentos de consulta y trabajo. 1.2. Observaciones generales sobre las tendencias evolutivas de la papirología Antes de abordar esta síntesis, me parece interesante hacer un par de observaciones de carácter general sobre las tendencias evolutivas apreciables en la papirología grecolatina durante los últimos años. A lo largo de mi intervención voy a apoyar mis reflexiones en algunas opiniones de eminentes papirólogos, que he extractado de diversos lugares. Sin embargo —y éste es un primer dato a destacar—, en contra de lo que pudiera pensarse no es fácil encontrar reflexiones de carácter general sobre la papirología, sobre sus objetivos, sobre sus principios metodológicos o sobre la proyección de sus resultados y su relación con otras disciplinas. Como señalaba Roger S. Bagnall 1995, p. viii y n. 3, habitualmente se han dejado de lado planteamientos generales. La excepción la han constituido sólo breves notas intercaladas en distintos trabajos de investigación, o contribuciones ocasionales,
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en su mayoría intervenciones en congresos, cuyos límites suelen ser mucho más estrechos de lo que sus títulos sugieren6. 1.2.1. Tendencia centrípeta de la papirología Con esta peculiaridad confluye una tendencia general de la papirología que, en mi opinión, se ha acentuado en los últimos veinte años: la de convertirse en un pequeño mundo aparte dentro de la Filología Griega. Sin duda, esta tendencia no es sino un efecto más de la ya aludida propensión general a la especialización, que es observable en todas las ciencias en general, en las Humanidades en particular y en la Filología Griega en especial. Y, si es cierto que en el resto de disciplinas de la Filología Griega se ha podido constatar también esa misma predisposición a la conversión en pequeños mundos aparte, también lo es que, por sus características, resulta mucho más evidente en el caso de la papirología. Entre ellas destaca su notable exigencia técnica y la singularidad espacio-temporal del mundo reconstruido a partir de su documentación —lo que ha motivado el llamado «problema de la tipicidad», o en qué medida son extrapolables fuera del ámbito geográfico que abarca la documentación papirológica griega (fundamentalmente el Egipto grecoromano) los datos recogidos en ella7—. De hecho, son constatables a menudo tendencias centrípetas y una fijación de metas que no van más allá de los propios límites de la disciplina. Y en realidad esto no sólo es apreciable para quienes contemplan el fenómeno desde fuera, sino también para los propios papirólogos. Como también señalaba Bagnall, con frecuencia se echan en falta más puentes con la realidad exterior. Tales puentes deberían tener una doble dirección, ya que sería deseable no sólo que los papirólogos tuvieran a menudo más en cuenta lo que existe más allá de los límites de su disciplina, sino también que desde otros enclaves de la Filología Griega se atendiera más a los datos que aportan los papiros8. 6
O.c., p. 1 y n. 2. Un análisis de los motivos excede los límites de mi exposición. Bagnall sugiere que la posible razón podría buscarse en las enormes exigencias técnicas de la disciplina, que implicarían un interés mayor por las cuestiones prácticas que por la reflexión teórica. 7 Sin embargo, frente a tal enunciado conviene señalar que los papiros que en un pequeño porcentaje proceden de otros lugares parecen apoyar la validez de esa extrapolación de datos, aunque mediante la fijación previa de los lógicos filtros. 8 No es infrecuente localizar datos en las ediciones de papiros que, pese a su trascendencia fuera de los límites de la papirología, no son resaltados en absoluto, bien sea por desconocimiento, bien sea por mero desinterés por parte del editor, más preocupado por detenerse en cuestiones de detalle circunscritas a su campo de trabajo. Así por ejemplo, la atestiguación de un hápax en una nueva edición, que desde un punto de vista de análisis lexicográfico o cultural tiene obviamente importancia, puede quedar tapado y sin referencia explícita bajo una acumulación de datos descriptivos sobre el soporte físico, los aspectos paleográficos, el tipo de documento, etc. Y a la inversa, datos importantes aportados por las ediciones papirológicas, que deberían citarse, por ejemplo, en descripciones generales de la lengua griega, suelen ignorarse con frecuencia. De hecho, no es infrecuente encontrar trabajos en los que se omite cualquier distinción entre niveles de lengua y discurso, y se consideran como únicos datos, para los aná-
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No obstante, aunque efectivamente exista esa tendencia a convertirse en un mundo aparte, hay que señalar que, en todo caso, se trata de un mundo especialmente acogedor. Quizá alentados por el hecho de no constituir un grupo especialmente numeroso, una mayoría de papirólogos se reúne periódicamente cada tres años en los congresos de la AIP (Association Internationale de Papyrologues)9, donde hacen honor al lema de la asociación (amicitia papyrologorum), dando siempre una amable acogida a los estudiosos de otros campos interesados en participar en ellos. 1.2.2. La aplicación de las nuevas tecnologías Junto a la tendencia a la especialización y a una convergencia sobre sí misma, consecuencia de esa especialización, en estos veinte años la papirología no ha escapado, ya lo hemos dicho, al gran fenómeno cultural del cambio de siglo: la aplicación de las nuevas teconologías. Es más, si dentro de las Humanidades la Filología Clásica ha destacado por la rapidez y amplitud con la que han irrumpido en ella esas nuevas tecnologías, puede afirmarse que en el caso de la papirología este fenómeno ha sido especialmente acentuado. Las razones se han de buscar de nuevo en las características esenciales de la disciplina. Por supuesto es obvio que en una disciplina como ésta, que se basa en la conservación, como punto de partida, de unos materiales concretos que a menudo están en un estado precario, los avances derivados de las nuevas tecnologías de la imagen tienen un magnífico campo de aplicación. En ocasiones, de modo un tanto fortuito, como en el caso de la aplicación de la tecnología de imagen multiespectral a la lectura de papiros en malas condiciones de conservación. Este tipo de tecnología se desarrolló en su origen como aplicación al análisis e interpretación de las imágenes espaciales. Así, suele emplearse en satélites que ofrecen imágenes detalladas de la Tierra. Permite capturar y visualizar diferentes frecuencias de luz que están fuera de los límites visibles al ojo humano. Aplicando selectivamente la visión de las diferentes frecuencias, pueden destacarse y hacerse reconocibles multitud de detalles que normalmente están ocultos en una imagen normal. Al probar la aplicación de esta tecnología a papiros en tal mal estado de conservación como los rollos carbonizados de Herculano, los resultados han sido simplemente espectaculares. Como por arte de magia han aparecido textos que, hasta ahora, estaban completamente ocultos al ojo humano. Una clara e interesante exposición lisis lingüísticos sobre la lengua de un determinado período, los basados en un corpus limitado de textos literarios y, en el mejor de los casos, epigráficos. Afortunadamente, esto se ha corregido en trabajos generales publicados durante este período (cf. infra 4.3.). 9
Una relación completa de estos congresos puede encontrarse en la página web de la AIP. A lo largo de los últimos veinte años han tenido lugar el XVIII Congreso en Atenas (1986), el XIX en El Cairo (1989), el XX en Copenhague (1992), el XXI en Berlín (1995), el XXII en Florencia (1998), el XXIII en Viena (2001), y el XXIV en Helsinki (2004). En 2007 ha tenido lugar el XXV Congreso en Ann Arbor.
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de esta tecnologia puede consultarse en las webs del Center for the Preservation on Ancient Religious Texts (CPART) de la Brigham Young University de Utah, donde Roger Macfarlane ha dirigido un proyecto coordinado para la aplicación de la imagen multiespectral a los rollos de Herculano. Hasta el momento, se han obtenido por este método más de 30.000 imágenes de los papiros10. También hay exposiciones interesantes en otros lugares, donde se han hecho pruebas con esta tecnología, como por ejemplo en la web de los papiros de Oxirrinco. Una exposición general muy interesante sobre el procesamiento, digitalización y archivo de papiros carbonizados puede encontrarse en la página web del Ohjelmistotekniikan laboratorio (Laboratorio de tecnología software) de la Helsinki University of Technology. De otra parte, los avances en la fotografía digital y en la edición en línea de fotografías digitales han tenido una enorme repercusión en este campo. Puede decirse que están cambiando las condiciones de trabajo de los papirólogos. Así, la posibilidad de consultar imágenes de gran calidad de los papiros, ha abierto a cualquier estudioso interesado los archivos desperdigados por los diversos centros de papirología, cuya consulta, hasta ahora, sólo podía ser presencial, o bien ampararse en la solicitud de fotografías, con los problemas burocráticos y de diverso tipo que ello suponía. Ahora bien, no sólo las características físicas del material objeto de estudio han contribuido a la aplicación de las nuevas tecnologías. Sin duda también ha contribuido a ello el enfoque de la disciplina por parte de los papirólogos. Los rigurosos principios metodológicos, así como la tradicional obsesión por la clasificación exacta y el orden meticuloso, propios de la Filología Clásica, han alcanzado su máxima expresión en la papirología. Prácticamente desde sus orígenes, en las ediciones papirológicas se adoptaron unos estrictos criterios, cuyo desarrollo y perfeccionamiento han constituido un acicate para los papirólogos, a la vez que un estímulo y un extraordinario apoyo para el impulso de estos estudios. Baste consultar, en la página web de la AIP, el apartado dedicado a las recomendaciones formales que hace la asociación sobre la forma de numeración deseable en las ediciones papirológicas, sobre el modo de abreviar las referencias a publicaciones, de acuerdo con la llamada Checklist —a la que más adelante nos referiremos—, así como la regularidad con la que están confeccionadas las distintas secciones de índices en las ediciones de papiros, hasta el punto de descender al detalle de recomendar incluso una lematización concreta de las formas verbales, etc. Al hilo de lo que estoy diciendo, cabe añadir alguna observación. En primer lugar, hay que subrayar que en esta disciplina las innovaciones tecnológicas llegan y se suceden de modo casi inmediato. Citaré como ejemplo la discusión sobre la con-
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V. especialmente la síntesis de Julie H. Walker que citamos en la bibliografía.
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veniencia, dentro del mundo de las publicaciones electrónicas, de sustituir la publicación en disquetes o CD por la publicación en internet. Así, ya en el XXIII Congreso Internacional de Papirología, celebrado en Viena en 2001, fueron varias las intervenciones que, en las sesiones en que se presentaban nuevas publicaciones en CD, planteaban precisamente la pregunta de por qué no hacer esa publicación «en línea» y no en disco. Es decir, se exigía ya que los resultados del trabajo papirológico fueran dados a conocer electrónicamente del modo que era considerado por muchos más práctico y novedoso. Además, resulta muy curioso que en las citadas recomendaciones de formalización, adoptadas oficialmente por la AIP en 1968 en el primer congreso de Ann Arbor —aunque recogían básicamente, regularizándolos, usos fijados con anterioridad—, en un momento en el que todavía no había nacido el ordenador personal, se mencionaba ya lo siguiente: On a fait remarquer que, pour l'automatisation de l'information en papyrologie, de telles règles permettront un usage plus rationnel et beaucoup moins coûteux des moyens mis à notre disposition. (Chronique d'Égypte 43, 1968, No. 85, p. 212.)
Este dato constituye un buen ejemplo de cómo el rigor normalizador de los papirólogos y su previsión les permitía adelantarse en el tiempo al fenómeno crucial que ha supuesto, a finales del siglo XX y principios del XXI, la introducción imparable y vertiginosa de las nuevas tecnologías. No puede extrañar, por consiguiente, que se haya producido con ellas una notable adaptación, conversión y desarrollo de los instrumentos de trabajo existentes, que en buena medida estaban ya preparados, como digo, para ello. Por otra parte, otra observación que me parece pertinente es la de que, si bien es cierto que cada vez más instrumentos de trabajo básicos se están publicando en formato electrónico, también lo es que hay restricciones en la aplicación de estas nuevas tecnologías. Es lo que acontece en buena medida en el campo de la lexicografía papirológica. O también en el ámbito de las ediciones de papiros, pues prácticamente no se ha llegado aún a la publicación de ediciones nuevas en tal formato, salvo algunas excepciones realmente llamativas. Así, contamos con el importantísimo banco de datos de ediciones ya existentes de papiros documentales de la Universidad de Duke (el Duke Data Bank of Documentary Papyri o DDBDP), en cuya edición en internet (localizada en la página web del Perseus Project11) se llevó a cabo mutatis mutandis una especie de nueva edición12, mediante la incorporación en los textos de las correcciones y nuevas lecturas recogidas en la Berichtigungsliste —otro instrumento de extraordinaria importancia al que también vamos a referirnos a continuación—. Cabe mencionar también la pre-edición en línea, por parte 11 12
V. Bibliografía 4.1.1. Dato este que suele pasar desapercibido a menudo a los internautas que consultan esa página.
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de Obbink, del nuevo papiro de Arquíloco, dado a conocer por el propio Obbink en el Congreso Internacional de Papirología celebrado en 2005 en Helsinki13 y publicado posteriormente como POxy.4708. De modo casi simultáneo a su presentación en Helsinki, se colgó en la página de los papiros de Oxirrinco un estudio previo y una pre-edición, junto a las fotos digitales del papiro. No entraré en más detalles sobre éste, que podrán encontrar en otra de las intervenciones de este curso. Por lo tanto, por lo que a la edición de textos se refiere, se constata en la papirología griega una coincidencia con las características de la aplicación de las nuevas tecnologías a la edición de textos en otros ámbitos de la Filología Griega: esto es, tendencia a la creación de grandes bancos de datos textuales mediante la recopilación de ediciones existentes, pero una, hasta ahora, mínima o casi nula publicación de nuevas ediciones en soporte informático, aunque las excepciones que he comentado parecen apuntar a un posible cambio en cualquier momento, aunque sea parcial (en forma de pre-ediciones) de esta situación. Es más, no puedo dejar de aludir a una excepción trascendental en el ámbito papirológico, que se enclava en los límites más reducidos de la papirología latina. Se trata de la edición de los materiales procedentes de un descubrimiento realmente notable y especial, que ha ampliado notablemente esos límites. Me refiero, cómo no, a la edición de las tablillas de Vindolanda. Una edición impresa en tres volúmenes fue publicada entre 1983 y 2003. Pero paralelamente hay una versión en línea, que reúne los materiales de los volúmenes I y II de la edición impresa, más nuevos materiales. Como se subraya en la propia página web de la edición, esta edición en línea es ahora la edición definitiva de los materiales correspondientes a esos volúmenes I y II. Por último, no quiero concluir este apartado sin señalar dos diferencias que me parecen notables frente a la informatización llevada a cabo en otras especialidades. En primer lugar, la de que está siendo llevada a cabo por papirólogos de primera línea, por nombres importantes dentro de la papirología, que no sólo fomentan, sino que también dirigen grandes proyectos de informatización. En segundo lugar, hay que destacar que se están poniendo en dominio público y de forma completamente gratuita el acceso a herramientas y documentación muy importante, incluso nueva e inexistente en versión impresa. Sin duda, la previsión y organización previa que se tenía de los materiales, está favoreciendo este llamativo proceso de informatización. Está contribuyendo, de hecho, al desarrollo de nuevas herramientas. Concluyo este apartado señalando una consecuencia, a mi modo de ver, muy importante de esta tendencia a la informatización de instrumentos de consulta básicos entre los papirólogos. Se trata de un claro efecto paliativo frente a la tendencia «centrípeta» de estos estudios, sobre la que llamaba la atención al prin-
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Su handout me fue proporcionado amablemente por Sofía Torallas.
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cipio. En efecto, la informatización, especialmente a través de internet, proporciona un acceso libre y cada vez más amplio a cualquier persona interesada en aproximarse a este campo. De hecho, algunas de las iniciativas que se han llevado a cabo, acompañando a otras medidas destinadas a los especialistas, se caracterizan precisamente por su carácter divulgativo, destinado a un público amplio y no especializado. II. OBRAS DE CARÁCTER GENERAL 2.1. Reflexiones generales sobre la papirología y estados de la cuestión Hechas estas observaciones, paso a trazar un rápido esbozo del estado actual de los instrumentos de trabajo y consulta básicos en papirología griega, con la menión de novedades especialmente destacables14. Comienzo por un primer apartado de trabajos de carácter general. Dentro de él, creo que es interesante incluir algunas contribuciones de diversos autores, que contienen reflexiones generales sobre la papirología y su papel en la filología griega y, por extensión, en otros estudios. Como ya dije, no son especialmente abundantes. Están desperdigadas en actas de congresos, revistas y monografías de diverso tipo. Aparte de los ya citados trabajos de Youtie 1987 (que incluyo por su fecha de publicación, aunque realmente es una versión impresa de una conferencia ofrecida en la Universidad de Nueva York en 1957) y Bagnall 1995, así como de los correspondientes capítulos introductorios en los manuales que citaré en un próximo apartado, cabe recordar la conferencia inaugural de Gigante en el Congreso de Papirología de Nápoles (celebrado en 1983 y cuyas actas fueron publicadas en 1984), o la conferencia que, con motivo de su jubilación, dio Montevecchi en 1987. 2.2. Actas de Congresos No obstante, para examinar y calibrar el progresivo avance y riqueza de los estudios papirológicos, resulta muy útil la consulta directa de las correspondientes 14
Con el fin de descargar de citas el cuerpo de mi exposición y aligerar su lectura, he reunido en la sección de bibliografía, ordenada por apartados jerárquicos y alfabéticamente dentro de cada apartado, el conjunto de referencias y enlaces informáticos a los que voy a ir refiriéndome en forma más o menos abreviada. Por lo tanto, a esa bibliografía remito para los datos concretos de cuanto cito. Es bien sabido que un problema notable con la cita de referencias de publicaciones existentes en internet es el elevadísimo grado de mutabilidad o variabilidad, tanto de las publicaciones, como de sus correspondientes direcciones o URL en la web. No obstante, como ya he señalado, este tipo de publicaciones es uno de los rasgos más destacables de este período. Por eso he considerado preciso incluir todas las referencias que recojo en esta exposición, aun a riesgo de que puedan verse sometidas en un plazo relativamente corto a modificaciones de diverso tipo. Confío en que un número importante de ellas perviva durante un período razonablemente extenso, aunque sufran cambios en sus correspondientes direcciones.
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actas de los congresos de la AIP —celebrados, tal y como he mencionado, cada tres años—, que en estos veinte años han ido publicándose regularmente. En ellos es posible encontrar no sólo reflexiones de carácter general, sino también puestas al día y revisiones particulares sobre los múltiples aspectos y campos de trabajo de esta disciplina15. Resultan especialmente interesantes, en este sentido, las aportaciones al congreso de Copenhague, celebrado en 1992 (sus actas se publicaron en 1994), en el que precisamente, al celebrarse el centenario de la disciplina, se trató de llevar a cabo una serie de valoraciones de las contribuciones de la papirología en distintos apartados, como en el de los diferentes géneros literarios o en el de la lingüística. 2.3. Introducciones a la papirología y manuales He aludido a importantes novedades en papirología a lo largo de estos veinte años y sin embargo, en contraste con lo que acontece en otros apartados, en el de manuales generales y obras de introducción a los estudios papirológicos destaca precisamente su escasez. Probablemente quepa apreciar aquí un signo de madurez de estos estudios, así como una prueba más del enfoque práctico de la disciplina, que se proyecta incluso sobre los métodos de aprendizaje. Con todo, hay alguna notable excepción a esa falta de nuevas publicaciones, como la que, por su originalidad, constituye la Kleine Einführung in die Papyruskunde de H.-A. Rupprecht, publicada en 1994. De todos modos, hoy por hoy, siguen siendo un punto de partida indispensable para estos estudios dos manuales clásicos. En primer lugar, La papirologia de O. Montevecchi, publicado por primera vez en 1973 y con una segunda edición bastante ampliada y actualizada de 1988. En opinión de muchos, constituye la mejor introducción a la papirología disponible actualmente. Junto a él hay que seguir recomendando la lectura de Greek Papyri. An Introduction de E. Turner, publicado en 1968, y del que apareció una edición en rústica con algunas notas suplementarias («Supplementary Notes») en 1980 —una edición italiana fue publicada precisamente en 1984—. Además de ellos, en 1986 apareció también una versión inglesa del Avviamento alla papirologia greco-latina de I. Gallo (que había sido publicado en 1983). Por otra parte, por lo que se refiere a las antologías de textos destinadas a los estudiantes, cabe señalar también como novedad más destacada la nueva edición de una obra ya antigua. Me refiero a The New Papyrological Primer de P. W. Pestman, cuya 2.ª edición fue publicada en 1994. Su 1.ª ed., publicada en 1990, era una 5.ª edición corregida y aumentada del Papyrological Primer de N. David y B. Van Groningen, cuya 4.ª ed. fue publicada en Leiden en 1965. El libro de Pestman consiste, básicamente, en una colección de textos papiráceos con notas e intere15 En la bibliografía complementaria incluyo las referencias concretas de los volúmenes de actas publicados durante estos veinte años.
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santes comentarios, que constituye un utilísimo instrumento de aprendizaje para que el principiante complete, en el terreno práctico, la lectura de los manuales anteriormente citados. Por otra parte, por lo que se refiere a manuales de paleografía, cabe señalar la segunda edición póstuma que, con la respetuosa inclusión de sus notas por Peter Parsons, apareció en 1987 del Greek Manuscripts of the Ancient World de Turner. Junto a ellos, cabe señalar la obra de Cavallo y Maehler, y sobre todo la publicación, también póstuma, en 1990, de la primera parte del tercer tomo de la paleografía de los papiros griegos de Richard Seider, dedicada fundamentalmente al examen detallado de los papiros documentales de época ptolemaica. Esta publicación se la debemos al empeño puesto por Dieter Hagedorn. Desgraciadamente, la obra ha quedado definitivamente inconclusa, a falta de una segunda parte de este tercer tomo, dedicado al análisis detallado de los papiros de época romana y bizantina. 2.3.4. Introducciones en páginas web En un nivel pedagógico destacan, en mi opinión, algunas de las nuevas páginas web desarrolladas por los grandes centros de papirología. En este aspecto sobresalen especialmente los centros británicos y americanos. Cito sólo dos de ellos a título de ejemplo: el desarrollado en la Universidad de Duke y el de la Universidad de Michigan. Si se accede a ellos, podrá observarse que contienen pequeñas pero interesantes introducciones a los conceptos básicos de la papirología, con imágenes, tomadas de sus colecciones, que ejemplifican cuanto se dice. Su gran interés pedagógico radica en su posible y sencilla aplicación docente en la enseñanza de la cultura griega antigua. Con este tipo de introducciones, creo que se contribuye de una forma interesante a traspasar los límites de la disciplina y hacerla más cercana a un público más amplio, lo que sin duda constituye una importante novedad frente a décadas anteriores. 2.4. Páginas web con enlaces e información sobre recursos en papirología En la sección de la bibliografía correspondiente a este apartado incluyo, por las razones que ya he expuesto, referencias precisas a los recursos en papirología, algunos realmente llamativos, que paulatinamente se han ido publicando en internet. No obstante, tal y como se ha mencionado a menudo, aunque internet nos ofrece todo un nuevo mundo de insospechadas posibilidades, también nos reporta nuevos problemas. No sólo la carencia de información, sino también su exceso, sin una adecudada criba y discriminación, puede dificultar completamente nuestro trabajo. De ahí que, aunque en los apartados posteriores aludiré simultáneamente, junto a las publicaciones impresas, a las páginas web en las que es posible encontrar recursos o novedades correspondientes a cada epígrafe, me parece útil indicar
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antes, dentro de este primer apartado general, una serie de páginas donde pueden encontrarse, ya seleccionadas, listas de direcciones especialmente interesantes para consultar recursos y novedades en papirología griega. Un buen punto de partida puede ser precisamente el apartado de enlaces de la página de la AIP, así como los correspondientes apartados en páginas web más generales del mundo griego y romano, como el apartado «La Papyrologie et l'électronique» dentro de los «Ressources électroniques» de la Bibliotheca Classica Selecta (BCS) editada por J.M. Hannick y J. Poucet, el de «Fonti papiracee» de la Rassegna degli Strumenti Informatici per lo Studio dell'Antichità Classica de A. Cristofori, o el apartado «Papyrologie» del KIRKE de U. Schmitzel. Cabe mencionar que, mientras que en las páginas de la AIP o de KIRKE se nos da la lista de enlaces prácticamente sin más comentarios que la referencia del organismo o recurso al que se accede en cada una, tanto en la BCS como (especialmente por su exhaustividad) en la Rassegna se añaden pequeños comentarios orientativos sobre el contenido de cada página, que resultan muy útiles a la hora de dirigir nuestras consultas. Muy interesante, me parece también, en este sentido, la página de ABZU. El proyecto ABZU consiste en una base de datos de recursos en internet sobre el antiguo oriente próximo. Entre sus entradas figuran también referencias a los papiros. Cuenta con la originalidad de presentar una ficha completa de cada recurso disponible en internet, informando sobre su editor, lugar de edición, fecha desde la que existe, dirección de internet y una breve descripción. Por supuesto, paralelamente a estas páginas de recursos generales en clásicas, se han desarrollado también páginas especializadas en papirología, que incluyen a menudo listas de recursos y enlaces. Aparte de la de la AIP, pueden consultarse por ejemplo los de la Universidad de Michigan, o los de la Papyrology Home Page de John Muccigrosso (ésta ya bastante desfasada, riesgo permanente que corren todas estas páginas, en las que tan o más importante que su creación es su permanente actualización). Son sólo algunos ejemplos. Por supuesto, en las páginas de proyectos y centros de papirología citados en el apartado VII de la bibliografía dada al final de esta exposición, suele haber un apartado especial de enlaces a recursos especiales en internet. Una mención aparte merece la recentísima página Trismegistos (abreviada como TM), que es un portal inter- y multidisciplinar de recursos papirológicos y epigráficos relacionados con Egipto y el valle del Nilo, cronológicamente englobados entre el 800 a.C. y el 800 d.C. Sin duda, constituye un buen ejemplo de lo que nos va a deparar en el futuro la aplicación, cada vez más perfecta y compleja, de las nuevas tecnologías, que dará lugar a resultados cada vez más llamativos, claros y sencillos. Básicamente reúne una serie de distintos proyectos, con metadatos procedentes fundamentalmente de documentos ya publicados. Su núcleo principal lo constituye la información sobre textos papirológicos y epigráficos no sólo en griego, latín y egipcio (en sus varias escrituras: demótico, jeroglífico, hierático y copto), sino también en meroítico, arameo, árabe, nabateo, cario y otras lenguas. En el momento de escribir estas líneas, ofrece ya 105.035 registros. Todas las entradas de los textos (en realidad, de la información sobre los textos), incluye un
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enlace a las entradas correspondiente de otros catálogos y bases de datos, tanto relacionados institucionalmente con este portal, como la Leuven Database of Ancient Books (LDAB)16, como procedentes de otras instituciones, como es el caso del Heidelberger Gesamtverzeichnis der griechischen Papyrusurkunden Ägyptens (HGV)17, etc. Esto evidencia las posibilidades que este nuevo tipo de formatos ofrece, dado que cabe pensar en el añadido paulatino de nuevos enlaces a diversos proyectos, que incrementen el tipo y cantidad de información proporcionada por cada registro. Aun así, la información ya proporcionada es muy notable y este portal tiene la virtud de permitirnos el acceso, a partir de un único punto, a varios proyectos que actualmente trabajan en el registro y catalogación de documentos, archivos y colecciones, así como a los múltiples datos procedentes de ellos. En esta exposición voy a referirme a estos otros proyectos también, por lo que omito aquí una relación detallada de ellos, que puede consultarse accediendo directamente al portal. He dejado para el final de este apartado, con el fin de resaltarlos de modo especial, los dos recursos que, hoy por hoy, permiten una actualización más inmediata sobre cuanto acontece en el mundo de la papirología. Me refiero a la lista de correo PAPY-list y al blog «What's New in Papyrology». La primera, dirigida por Adam Bülow-Jacobsen, se ha convertido en el foro de discusión y comunicación electrónico por excelencia entre los papirólogos. Cualquier acontecimiento o novedad, aparece mencionado por alguno de sus sus suscriptores. Cuenta además con la ventaja de que no es preciso suscribirse para poder consultar su contenido, ya que sus archivos son accesibles a través de la página «Archives of [email protected]». Precisamente de PAPY-list procede en parte la información publicada por Gregg Schwendner en el blog «What's New in Papyrology», que constituye otro lugar de consulta obligado, hoy en día, para quien desee estar al corriente de las últimas novedades. 2.5. Revistas Durante estos veinte años, se han seguido publicando las grandes revistas de papirología. Obligada es la referencia a la italiana Aegyptus, a las alemanas Archiv für Papyrusforschung y Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik (ZPE), a la americana Bulletin of the American Society of Papirologists (BASP), a la belga Chronique d'Égypte, a la polaca Journal of Juristic Papyrology, etc. Además, han aparecido nuevas e interesantes publicaciones periódicas como Tyche, cuyo primer número data de 1986, o Analecta Papyrologica, desde 1989. Es interesante mencionar, una vez más, la gran novedad que ha supuesto, también en lo referente a las publicaciones periódicas, el desarrollo de internet. Aunque en este apartado sólo se está empezando a explotar sus posibilidades, cabe destacar ya la consulta de los índices e información básica sobre contenidos de alguna de estas revistas. El siguiente paso, el 16
Cf. infra 5.1.
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Cf. infra 4.2.2.
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acceso electrónico a sus distintos números, es ya posible en algunas de ellas. Merece la pena destacar el caso de Aegyptus, BASP o ZPE. En el repositorio general Periodicals Archive Online de ProQuest LLC puede consultarse en formato digital desde el primer número hasta el número 75 (1995) de Aegyptus. También de ZPE se ofrece en su página web, además de la posibilidad de consulta de todos sus índices, imágenes digitales de las láminas publicadas en ella desde el año 2001, o los artículos de los volúmenes correspondientes al período 1988-2004 en formato PDF (los artículos publicados entre 1988 y 2000 con acceso gratuito, y los publicados entre 2001 y 2004 previo pago). Y muy recientemente ha sido puesto en libre acceso los contenidos del BASP, con un período de «carencia» o «retención» de sólo dos años, con respecto a la publicación impresa. III. INSTRUMENTOS BÁSICOS DE CONSULTA Por lo que respecta a los instrumentos básicos de consulta, las novedades han sido especialmente destacadas. Entre ellas podemos distinguir tres tipos. En primer lugar, la aparición o continuación de instrumentos de trabajo que siguen el modelo de edición impresa tradicional, aunque se haya recurrido a la informática para su realización (es el caso de algunos diccionarios o léxicos, o de las Berichtigungsliste, a las que luego aludiré). En segundo lugar, la remodelación o la introducción de cambios en la publicación de herramientas ya existentes, por efecto de la aplicación de los recursos informáticos. Y en tercer y destacado lugar, la aparición de nuevas herramientas generadas casi en su totalidad, incluso motivadas en bastantes casos, por la aplicación de la informática. Se trata de herramientas en las que, como vamos a ver, el empleo de las nuevas tecnologías ha permitido aprovechar y desarrollar al máximo los criterios de sistematización y clasificación propios de la papirología. 3.1. Listas de publicaciones y colecciones papirológicas Un instrumento completamente básico de consulta, empleado tanto por profanos como por especialistas es la Checklist of Editions of Greek, Latin, Demotic and Coptic Papyri, Ostraca and Tablets. Su objetivo fundamental es proporcionar una bibliografía completa de todos los volúmenes monográficos, tanto en venta como fuera ya de circulación, que contienen ediciones de material papirológico (esto es, papiros, óstraca, tablillas de madera) en cada una de las lenguas citadas. Incluye de modo exhaustivo todas las publicaciones no periódicas con papiros documentales editados, pero no es exhaustiva en lo referente a las monografías con ediciones de papiros literarios. La Checklist proporciona, además, la lista canónica de abreviaturas que habitualmente siguen los papirólogos para mencionar sus publicaciones. Su última edición impresa, la 5.ª, se publicó, como es habitual, como anejo de BASP
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en 2001. Sin embargo, hay una versión en internet, periódicamente actualizada y de acceso libre, que constituye una inestimable ayuda para cualquier estudioso, ya que explota dos de las grandes ventajas de internet: la facilidad de acceso para cualquier interesado y la facilidad de actualización de los datos. Ahora bien, también han sido muy útiles, y siguen siéndolo, las listas de ediciones de los grandes diccionarios. Fundamentalmente porque, dado el carácter canónico que se les atribuye, permiten acceder al conocimiento y empleo de abreviaturas que también son habituales y aparecen en tales listas. En realidad, esas abreviaturas son en su mayoría muy semejantes a las recogidas por la Checklist, aunque con alguna pequeña diferencia. Hoy en día, la referencia básica de este tipo la constituyen las listas del Diccionario Griego-Español, que han venido a sustituir, por su grado de amplitud y actualización, en consonancia con el proyecto, las viejas listas del Liddell-Scott-Jones, en cuya nueva edición del Supplement se han seguido precisamente en buena medida las listas del DGE. 3.2. Catálogos Junto a los recursos que acabo de citar, que constituyen un buen ejemplo de las ventajas del aprovechamiento de la informática en proyectos con una publicación impresa preexistente, hay que destacar la aparición de instrumentos completamente novedosos, en los que se pretende explotar al máximo las posibilidades de las nuevas tecnologías. En tales instrumentos prima, por encima de cualquier otra consideración, el interés puramente científico. Suelen caracterizarse por permitir un acceso completamente libre a sus datos. Otra característica habitual, es su rápida transformación y mejora, tanto formal como de contenidos. Es el caso, dentro del apartado que estamos revisando, de un catálogo como el de The Leuven Homepage of Papyrus Collections World Wide, dirigido por W. Clarysse y K. Vandorpe. La finalidad de este catálogo, cuya idea surgió en un coloquio celebrado en marzo de 2000 en Bruselas y Lovaina, era la de proporcionar una información completa sobre las colecciones y los llamados «archivos» de papiros, que es el término con el que los papirólogos designan cualquier conjunto de papiros que fue agrupado por motivos diversos en la antigüedad y se conservó reunido hasta su descubrimiento en época moderna. Ahora bien, la LHPC entró en contacto con el proyecto Multilingualism and Multiculturalism in Graeco-Roman Egypt, dirigido en Colonia por Mark Depauw, y de su colaboración surgió la idea, en 2005, de desarrollar una herramienta que permitiera una aproximación interdisciplinar a las colecciones de documentos cuya referencia se recogía en la nueva web de Trismegistos. Así surgió la sección Collections de Trismegistos. En ella, con un total de 1387 registros en el momento de redactar estas páginas, es posible revisar un listado muy completo de todas las colecciones de papiros existentes por todo el mundo, en alrededor de 50 países, con las direcciones postales y de internet de cada colección y personas de
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contacto, así como los datos del inventario de sus papiros, conservación y publicación. Otra sección de Trismegistos, en buena medida complementaria de ésta, es la denominada Papyrus Archives in Graeco-Roman Egypt, dirigida también por W. Clarysse y K. Vandorpe. En ella se aporta una clasificación de los archivos antiguos, que los papirólogos suelen dividir en oficiales y privados, y que, en el caso de estos últimos, son a menudo archivos familiares que se han mantenido durante varias generaciones. Un importante problema que plantea el estudio de los archivos es que, al haber sido muchos de ellos excavados clandestinamente y posteriormente vendidos, se ha producido una enorme dispersión de sus fondos originales. Por eso, mediante esta base de datos, es posible acceder a la información de todos los papiros dispersos pertenecientes a un mismo archivo, que hoy en día están repartidos en diversas colecciones y han ido publicándose en distintas ediciones. En próximos apartados vamos a examinar otros catálogos más específicos, sobre papiros documentales o sobre papiros literarios. 3.3. Bibliografías En el apartado de repertorios bibliográficos siguen teniendo completa vigencia algunos de los usados hace veinte años, con la notable novedad y mejora que han supuesto, una vez más, los procesos de informatización para la gestión de todos estos datos. Vayamos por partes. Por un lado sigue resultando útil la consulta de las correspondientes secciones de los manuales ya citados, o de repertorios bibliográficos más generales, especialmente la de L'Année Philologique18, tanto en su versión impresa, como en su versión en línea, que, como se sabe, es de acceso restringido previo pago, algo que, como estamos viendo, va un tanto en contra de lo habitual en las páginas de recursos papirológicos. También me parece interesante mencionar, dentro de su orientación concreta, lo útil que resulta la consulta del Repertorio Bibliográfico de la Lexicografía Griega, cuyos suplementos, editados por Juan Rodríguez Somolinos, están disponibles en internet, tanto en versión html como PDF, de modo gratuito. También hay que mencionar, dentro de las bibliografías generales de carácter selectivo, las secciones de los repertorios de Poucet y Hannick 2000, o de la BCS que ambos autores editan hoy en día. Por lo que respecta a las bibliografías especializadas, hay que citar sobre todo la Bibliographie Papyrologique, editada por la Fondation Égyptologique Reine Élisabeth, con la colaboración del Centre de Papyrologie et d'Épigraphie grecque de l'Université Libre de Bruxelles. Fundada en 1932 por Marcel Hombert, la redactan en la actua18 Que, manteniendo la denominación Papyrologie ha cambiado con posterioridad al volumen 67, pasando de ser el apartado C. del epígrafe III. Histoire des textes, a ser el apartado D. bajo la nueva rúbrica IV. Sources non littéraires.
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lidad Georges Nachtergael y Alain Martin. Esta bibliografía exhaustiva de los estudios relacionados con la papirología, en un sentido amplio, se distribuye en dos formatos. Bien en un formato de hojas impresas de tamaño A4 (anteriormente la distribución era en fichas individuales por referencia), o bien como archivos de bases de datos de formato Filemaker, enviados como archivos adjuntos en mensajes de correo electrónico. Tanto en un caso, como en el otro, hay cuatro entregas anuales, que vienen a recoger las referencias correspondientes a cada trimestre. En el caso de la versión electrónica, ésta está realizada empleando un diseño de base de datos de FileMaker Pro 2.1, Pro 5 y Pro 7. En el año 2000 se publicó además un CD-ROM titulado Subsidia Papyrologica 1.0, en el que se incluía un fichero acumulativo «BP 60-99»19, con los más de 24.000 registros reunidos desde el año 1960 hasta el 1 de enero de 2000 en la BP, así como un fichero con el contenido de la base de datos del Heidelberger Gesamtverzeichnis der griechischen Papyrusurkunden Ägyptens, realizado bajo la dirección del Prof. Dieter Hagedorn. Con más de 48.000 entradas (53.736 en su versión web, tal y como he señalado al principio de mi intervención)20 esta base de datos trata de ser un registro sistemático de los papiros documentales editados en corpora hasta la fecha. Además de la Bibliographie Papyrologique, ha sido un instrumento muy útil de consulta la «Bibliografia metodica degli Studi di Egittologia e di Papirologia» publicada en la revista italiana Aegyptus. Sus criterios de organización han sido exactamente los mismos aplicados en la BP. Quizá por ello, y por la indudable ventaja que ha supuesto la informatización de esta última en una base de datos, los despojos en Aegyptus sólo han alcanzado hasta el año 1995, cuyas últimas referencias se han publicado en años posteriores. Probablemente esta bibliografía haya sufrido la misma crisis que otros repertorios bibliográficos más generales, o pertenecientes a otros campos (estoy pensando en L'Année Philologique, o en la bibliografía sobre lenguas indoeuropeas de la revista Die Sprache). Por otra parte, un instrumento especialmente interesante es el Notiziario di Studi e Ricerche in corso, que, desde 1983, elabora Paola Pruneti y distribuye con periodicidad semestral el Istituto papirologico 'G. Vitelli' de Florencia (las últimas entregas están disponibles, en formato PDF, en internet). En él no se recoge bibliografía reciente, sino trabajos que están en ese momento en curso, o bien que acaban de finalizarse o (en algunos casos) abandonarse, con indicación del nombre del autor, título del trabajo y (en caso de que sea posible mencionarlos) fecha prevista de finalización y publicación en la que aparecerán los resultados. Su consulta 19 Realizado por Nachtergael y Martin, con la colaboración de Roger S. Bagnall, Alexandre Buchet y Paul Heilporn. Se presenta en formato FileMaker Pro. 3.0 y FileMaker Pro. 5.0. Una última versión de este CD, bajo el título Subsidia Papyrologica 3.0 se ha realizado en 2008. El número de registros de la BP, que llega hasta 2007, asciende ya a 41.000. 20 En formato FileMaker Pro. 3.0 y 5.0.
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permite, por lo tanto, una actualización permanente y con un máximo de seis meses de retraso sobre los trabajos allí citados, cuya información procede directamente de cada autor. Como puede observarse es un instrumento realmente original, que permite estar al tanto no ya de las publicaciones recientes sino de los trabajos que se están desarrollando en cada momento, de modo que contribuye a evitar solapamientos o coincidencias, o permite el intercambio puntual con quienes estén trabajando en líneas próximas a las de uno. Dentro del capítulo de bibliografías especializadas de carácter selectivo, hay, como en el caso de las listas de enlaces, distintas listas bibliográficas repartidas por publicaciones impresas y páginas web. Me parece una de las mejores la que Traianos Gagos publica en la página de Michigan. 3.4. CD, páginas web y proyectos globales Hay que mencionar aquí un proyecto global y una publicación en CD que reúnen distintas herramientas o instrumentos de trabajo, susceptibles de agruparse en distintos grupos. En el caso del CD, se trata de Subsidia Papyrologica, al que ya he hecho referencia y sobre el que no me voy a extender más. En cuanto al proyecto APIS (Advanced Papyrological Information System), es otro de los novedosos y llamativos resultados de la aplicación de la informática en papirología. El proyecto nace de la colaboración entre las seis universidades americanas con más importantes colecciones de papiros (Duke, Columbia, Princeton, Berkeley, Michigan y Yale). Su objetivo fundamental es poner en línea, de forma inter-relacionada, los materiales papirológicos de que dispone cada una de esas universidades: catálogos, ediciones, traducciones, imágenes y bibliografía. Su interfaz resulta muy cómoda y fácil de manejar. Permite tanto la búsqueda por diversos campos, como la selección a través de listas, de papiros documentales y literarios, a cuya imagen digitalizada, así como a sus datos concretos, es posible acceder. 3.5. Diccionarios generales Pasando al apartado de diccionarios generales útiles para el trabajo en papirología, cabe mencionar que, aparte de la conclusión en este período del Lexikon der Ägyptologie, el diccionario de Liddell-Scott-Jones (LSJ) sigue empleándose muy frecuentemente para la contraposición del léxico papirológico con el léxico general del griego antiguo. Sin embargo, tal y como se ha señalado en repetidas ocasiones, en la redacción del LSJ se adoptó un criterio muy restrictivo y deficiente para la mención del léxico papirológico, fruto, sin duda, de la época en que esa redacción se llevó a cabo. Por eso es especialmente resaltable, para el período de dos décadas que estamos examinando, la gran novedad que ha supuesto la publicación de
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los primeros seis volúmenes del Diccionario Griego-Español (DGE)21, en el que se incluye de modo exhaustivo y sistemático todo el léxico papirológico representativo, hasta el punto de que las citas de papiros constituyen una de las partidas más numerosas de referencias del diccionario. Los papirólogos son cada vez más conscientes de ello, y recurren con mayor frecuencia a este diccionario. Este interés queda reflejado en las reseñas recibidas en las revistas papirológicas más importantes, como Chronique d'Égypte y Archiv für Papyrusforschung. A este nuevo tratamiento preferente del léxico papirológico en el marco general del léxico del griego antiguo, ha tratado de responder, con las obvias limitaciones impuestas por la naturaleza de la empresa, el suplemento revisado publicado para el LSJ por P. Glare en 1996. Durante este período de tiempo han sido publicadas también la nueva edición del Bauer (la sexta), así como su traducción o, para ser más precisos, su versión inglesa, a cargo de Danker. En estas ediciones siguen incluyéndose citas de documentación papirológica (uno de sus rasgos distintivos), aunque de modo muy limitado, dado que en ellas no se observa un incremento relevante de tales citas. También en este período se ha iniciado la publicación del diccionario de griego bizantino de Trapp, que también incluye, aunque de modo también restrictivo, léxico papirológico. Las obras de este tipo cuentan, no obstante, con la gran desventaja de que siga sin salir adelante una obra lexicográfica que herede los fundamentos del viejo Wörterbuch de Preisigke, tal y como comentamos más abajo (cf. infra 4.2.3.). IV. PAPIROLOGÍA DOCUMENTAL 4.1. Textos 4.1.1. Recopilaciones de textos. Bancos de datos y ediciones electrónicas Si seguimos la clasificación tradicional entre papirología documental y papirología literaria, que, como hemos visto a propósito de algunas de las novedades citadas anteriormente, no siempre es fácil mantener, podemos comenzar por refererinos a los textos. Si examinamos el apartado correspondiente de la Checklist, en el que se agrupan las ediciones de papiros, ordenadas por año de publicación, podremos comprobar que desde 1984 hasta 2004 aparecieron más de 170 volúmenes distintos. Esto nos permite hacernos una idea de la cantidad de textos publicados. En alguna ocasión se han hecho cálculos sobre el presumible volumen de textos aún sin publicar, pero, dado que, aparte de la dificultad que entraña un 21 El primer volumen apareció en 1.980, mientras que el volumen VI fue publicado 2002. Una segunda edición revisada y ampliada del volumen I ha aparecido en 2008. La parte publicada abarca, hasta el momento, el léxico griego comprendido entre α y ἐκπελεκάω. El volumen VII aparecerá en 2009.
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cálculo de este tipo, muchos de ellos están en posesión de particulares y no resulta fácil establecer su número, no entraremos en estimaciones de este tipo. Baste decir que es todavía un número enorme el de los papiros cuya publicación cabe esperar en un futuro. No voy a entrar tampoco en comentarios sobre la metodología empleada en su publicación, así como sobre las dos corrientes habitualmente contrapuestas: la de las ediciones extensas y detallistas y la de las sintéticas, aunque parece haber una inclinación mayor a lo primero, pese a que, para ello, se sustituya de modo no infrecuente la claridad por la acumulación de detalles superfluos. De todos modos, en este aspecto se mantienen en gran medida las tendencias existentes en décadas anteriores. Sí me parece interesante mencionar el intento de publicación de corpus temáticos, algunos de los cuales (no todos), he incluido en el apartado 4.1.2. No me extenderé en su análisis y valor desigual. Llamaré la atención sobre los llamados New Documents, fundados por G. Horsley y agrupados bajo el apartado de corpora por la Checklist. Han supuesto una interesante novedad. En ellos, a la sombra del proyecto de una nueva edición del diccionario de Moulton-Milligan, se han ido analizando los papiros documentales e inscripciones que pudieran ser interesantes en relación con ese proyecto, mediante el procedimiento de publicación de cada texto y de su análisis detallado. Fuera de esto, me parece también interesante señalar que el ambicioso proyecto de los Corpora Papyrorum Graecarum, dirigido por Montevecchi, parece haberse quedado definitivamente parado en su segundo volumen. En este tiempo, en el que se han seguido publicando a buen ritmo nuevos volúmenes, tanto de las grandes colecciones tradicionales, como los Oxyrhynchus Papyri, como de nuevas colecciones, la gran novedad en cuanto a la edición de textos, sin ninguna duda, la ha supuesto de nuevo una aplicación electrónica. Me refiero a la creación del Duke Data Bank of Documentary Papyri. Se trata del corpus electrónico de todos los textos griegos y latinos que se han encontrado en papiros, óstraca y tablillas de madera, y que han sido publicados en series o volúmenes separados. En noviembre de 2000, el DDBDP contenía todos los textos publicados hasta junio de 1996, lo que representaba un volumen de 5.000.000 de palabras y cerca de 500 ediciones de papiros. Aunque el proyecto se inició en 1982, su pleno desarrollo lo ha alcanzado durante el período que nos ocupa. Este banco de datos es accesible de dos formas. Por un lado en el CD-ROM número 7 del Packard Humanities Institute, que es manejable con algunos de los programas empleados para el TLG de Irvine. Por otra parte, una versión actualizada en línea es accesible de modo completamente gratuito a través de la página web del Perseus Project, mediante el trasvase a un lenguaje de etiquetado especial, el SGML, de todos sus datos. Aparte de su colaboración con el Proyecto Perseus, el DDBDP ha establecido también una fructífera colaboración con el Gesamtverzeichnis de Heidelberg, dirigido por Dieter Hagedorn, y, muy recientemente, ha añadido en su versión en línea nuevas posibilidades de búsquedas más complejas, cuya carencia constituía
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una de las insuficiencias de la versión en línea frente a la versión en CD, al emplear ésta con algunos programas especiales de búsqueda. Por lo tanto, gracias al DDBDP, hoy en día es posible acceder a la inmensa mayoría de textos papirológicos desde cualquier lugar. Como ya he señalado, el único pero que personalmente veo al DDBDP, es la de que en la práctica se este ofreciendo veladamente una nueva edición de los textos, dado que se ha optado por sustituir lecturas de las ediciones originales por nuevas lecturas, procedentes de las correcciones recogidas en las Berichtigungslite (cf. infra 4.2.1.), es decir, en las listas de correcciones que, procedentes de muy diversas publicaciones, son recopiladadas en una serie con tal nombre. Teniendo en cuenta que tales correcciones no siempre son aceptables, y que su grado de acierto puede ser muy variable, creo que habría sido preferible recogerlas al pie de los textos, en lugar de sustituyendo directamente las lecturas originales ―bien es cierto que esas lecturas originales sí suelen recogerse al pie de texto, tras la abreviatura Pap.―. Con todo, ésta no deja de ser una objeción de importancia secundaria, si tenemos en cuenta el gran beneficio que supone, para toda la comunidad científica, la posibilidad de acceder de modo libre a la inmensa mayoría de las ediciones de papiros. Con la gran ventaja añadida de poder aplicar las herramientas proporcionadas en su formato electrónico, como por ejemplo la realización de búsquedas de cadenas de caracteres, palabras y combinaciones de palabras en todos o varios de los textos, de acuerdo con las restricciones de fechas que se establezcan previamente22. Junto a la enorme novedad que ha supuesto el DDBDP, cabe señalar que se ha continuado la publicación, de modo bastante regular, del Sammelbuch griechischer Urkunden aus Ägypten. Otro instrumento de consulta indispensable para quien desee trabajar con las ediciones de papiros documentales. En él se reúnen, de modo parecido a lo que hace el SEG con las inscripciones, las ediciones de papiros que han visto la luz en revistas y publicaciones de diverso tipo, al margen de las colecciones y corpora habituales. En este período se ha publicado desde el vol. XV hasta el XXIV.
22 Debido a la rapidez con la que se producen los cambios en todos estos recursos electrónicos, es forzoso introducir una importante nota respecto a este párrafo. En octubre de 2007 se anunció que, gracias a una ayuda de la Andrew W. Mellon Foundation concedida a la Duke University, iba a llevarse a cabo la integración de DDBDP, APIS y HGV. Esto constituye un nuevo ejemplo de hacia donde apuntan las últimas tendencias de aprovechamiento de las nuevas tecnologías. Cuando se alcance el final de este proyecto (se estimaba que esto sucedería en agosto de 2008), se dispondrá de un Papyrological Navigator, que permita las búsquedas cruzadas en estos tres recursos fundamentales. De momento hay una interfaz provisional para la búsqueda en DDBDP, en la dirección . La previsión es sustituir la búsqueda en Perseus por este nuevo recurso unificado. De hecho, en la web de Perseus se anuncia que en 2008 las búsquedas especializadas del DDBDP van a dejar de ser operativas y no se repararán o sustituirán, en tanto que el equipo del DDBDP trabaja en esas mejoras ya señaladas.
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4.2. Instrumentos de trabajo 4.2.1. Listas de correcciones Acabo de hacer referencia en el apartado anterior a la Berichtigungsliste der griechischen Papyrusurkunden aus Ägypten. Como digo, un instrumento imprescindible para poder estar al tanto de todas las correcciones propuestas a las ediciones existentes. En cada volumen, se señala, colección por colección y papiro por papiro, con indicación de la línea concreta del texto, las correcciones propuestas en diversos lugares durante el período comprendido en él. Se han publicado en estos años desde el volumen VII hasta el XI, con dos importantes tomos de concordancias que abarcan el material del volumen I hasta el VII y del VIII al XI respectivamente. Estas concordancias posibilitan no tener que ir revisando cada uno de esos volúmenes, para examinar las correcciones hechas a un texto. El segundo volumen de concordancias incluye un CD con los once volúmenes publicados hasta la fecha. 4.2.2. Catálogos comentados y bases de datos Pasando al apartado de catálogos y bases de datos de papiros documentales, ya he hecho mención y no voy a extenderme mucho más en el comentario de otro instrumento utilísimo: el catálogo completo de los papiros documentales, dirigido por Hagedorn en Heidelberg (Gesamtverzeichnis der griechischen Papyrusurkunden aus7Ägypten), que en su versión actualizada en línea cuenta ya con 56.084 entradas. Es un catálogo que usa también Filemaker como base de datos. Por otra parte, muy útil para estar al día de todas las novedades en la publicación de textos documentales, es el Urkundenreferat que periódicamente publica Kramer en el AfP. 4.2.3. Diccionarios Pasando al apartado de diccionarios especializados en papirología documental, cabe señalar que, durante estos veinte años, no se ha avanzado lo que en otros apartados. Es cierto que durante este tiempo se han publicado contribuciones interesantes, como Il lessico latino nel greco d'Egitto de Daris, los últimos volúmenes del diccionario de nombres geográficos y topónimos de Calderini, o se ha iniciado la publicación del Lexikon der lateinischen Lehnwörter in den griechischsprachigen dokumentarischen Texten Ägyptens de Cervenka. Incluso, se ha continuado la publicación de los suplementos del Wörterbuch de Preisigke-Kiessling, el diccionario por excelencia de la papirología documental. Pero también es cierto que esos últimos volúmenes han salido a la luz con el formato de meros índices de palabras, abandonado el formato original de léxico exhaustivo que tenía el Wörterbuch. De
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hecho, Hans-Albert Rupprecht menciona en el prólogo del suplemento III que el desarrollo de las nuevas tecnologías hacen posible la búsqueda de cualquier término mediante el DDBDP, por lo que no considera preciso seguir la publicación de estos suplementos. A este respecto, hay que tener en cuenta el desfase temporal habitual con el que estos suplementos han ido apareciendo. Precisamente por ello, resulta muy interesante una nueva iniciativa del incansable Hagedorn: las llamadas WörterListen, que vienen a ser un nuevo suplemento, pero actualizado y disponible en formato PDF en internet, junto a su índice inverso. Con todo, en mi opinión, la gran pregunta que cabría plantearse, y que sólo apunto aquí (una valoración adecuada excede los límites de que dispongo en esta intervención), es si no sería realmente pertinente e importante la realización de un diccionario de los papiros documentales que continuara la obra de Preisigke, no en forma de mero índice de palabras, sino con todas las características de un léxico especializado, mediante indicación de acepciones y contextos. Creo que en buena medida, esta carencia cabe ponerla en relación con esa tendencia centrípeta, en la papirología griega de los últimos años, que señalaba al principio de mi exposición. 4.3. Lingüística, historia y sociedad Apunto sólo muy rápidamente unas ideas básicas a propósito del estado de los estudios lingüísticos e históricos dentro de la papirología. Frente a interesantes trabajos, fundamentalmente sobre el análisis de la sociedad en el Egipto grecorromano, que son continuación de los publicados en décadas anteriores, en el caso de los estudios lingüísticos se ha notado, en mi opinión, una menor producción que en años anteriores. Además, seguimos echando de menos la publicación de una sintaxis de los papiros griegos en época romana, incluso una revisión de la existente, de Mayser, para época ptolemaica. Con todo, parece que están revitalizándose estos estudios, apoyados sobre todo por el interés que han despertado últimamente los trabajos sobre bilingüismo, así como el estudio de la evolución de la lengua griega a lo largo de toda su historia, incidiendo en períodos y niveles de lengua descuidados anteriormente. Como se reconoce en historias de la lengua griega recientemente publicadas como la de Horrocks o la de Adrados, la lengua de los papiros puede aportar datos muy interesantes en este sentido. A ello contribuye un rasgo que le es único: el grado de inmediatez y espontaneidad de esta documentación, dado que nos encontramos no sólo con documentos oficiales, sino también con escritos privados, algunos tan instrascendentes como las listas de compra o los ejercicios de escritura. No obstante, el desarrollo de estos estudios lingüísticos ha contado con dos obstáculos, ya aludidos. Por un lado, la dificultad para traspasar las fronteras de la disciplina, por otro, el llamado problema de la «tipicidad», habitualmente aplicado a los estudios histórico-sociales, pero que creo que también puede mencionarse
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aquí. Es decir, en qué medida los datos lingüísticos del Egipto grecorromano pueden extrapolarse fuera de sus fronteras. Por otra parte, hemos de resaltar, de nuevo, algunos logros obtenidos mediante la aplicación de las nuevas tecnologías a áreas de trabajo previamente desarrolladas. Un buen ejemplo lo constituye la Prosopographia Ptolemaica. Fundada por W. Peremans y E. Van 't Dack, en este proyecto, cuyo primer volumen apareció en 1950 (el volumen X fue publicado en 2002), se intenta reunir un listado de los habitantes de Egipto entre el 300 a.C. y el 30 d.C., a partir de fuentes literarias y documentales, tanto en lengua griega como latina y egipcia. A partir de 1981, bajo la dirección de W. Clarysse, H. Hauben, L. Mooren y K. Vandorpe, se dio prioridad a la informatización de todo el proyecto, mediante la introducción de los materiales en una base relacional Filemaker Pro, a la que es posible acceder en línea. Basta su consulta directa, para comprobar las ventajas del traslado de los datos del proyecto a este nuevo soporte. Me gustaría subrayar también una tendencia constatable en la metodología y el enfoque de los estudios lingüísticos y los socio-históricos, que me ha llevado a agruparlos bajo un mismo apartado, por más que esto pueda resultar llamativo: la de que, efectivamente, los datos analizables bajo ambos parámetros sean tratados conjuntamente como un hecho complejo e indisociable. Este acercamiento multidisciplinar ha permitido un mejor enfoque de problemas como el ya aludido del bilingüismo o el del contacto de lenguas y responde a nuevos criterios en el establecimiento de líneas de investigación. Así por ejemplo, en la Universidad de Colonia Mark Depauw dirige el proyecto «Multilingualism and multiculturalism in Graeco-Roman Egypt», que es uno de los proyectos impulsores de la página web de Trismegistos, a la que ya hemos aludido. V. PAPIROLOGÍA LITERARIA 5.1. Reflexiones y estado de la cuestión En la Bibliografía incluyo algunas reflexiones y estados de la cuestión sobre la contribución de la papirología a los estudios literarios, que proceden de las Actas del Congreso de Copenhague. Ya he dicho que no voy a pararme en el comentario de los grandes descubrimientos aparecidos durante estas dos décadas, algunos realmente espectaculares, como el nuevo texto de Empédocles aparecido en un papiro de Estrasburgo, editado por Martin y Primavesi, cuya portada aparece en el cartel de este curso, el nuevo Simónides, producto de la habilidad de Parsons para identificar y unir dos fragmentos de Oxirrinco, por supuesto el nuevo Posidipo, del que creo que Emilio Fernández-Galiano nos hablará por extenso, o los nuevos papiros, muy recientemente dados a conocer, de Safo (en el número 146 del ZPE) o
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de Arquíloco, al que ya nos hemos referido23. Tampoco me pararé en el comentario de los corpora temáticos que se han ido publicando o cuya ejecución o publicación está anunciada, y que constituyen contribuciones de gran interés (v. Bibliografía 5.2.). Me parece más importante detenerme un poco en el comentario de una serie de instrumentos de trabajo (Bibliografía 5.3.), que constituyen importantes aportaciones y útiles de consulta para quien esté interesado en recabar información actualizada sobre papiros literarios. De hecho, durante mucho tiempo, era frecuente la siguiente pregunta: «¿sabes algo del Pack-3?». En efecto, durante años, el instrumento básico para el trabajo con papiros literarios ha sido el catálogo de R.A. Pack, The Greek and Latin Literary Texts from Greco-Roman Egypt, cuya primera edición de 1952 contaba con 2.369 entradas, y cuya segunda edición de 1965 ampliaba el número de entradas a 3.026. La tercera edición del catálogo ha sido un desideratum reiteradamente expresado por la comunidad científica. Pues bien, desde 1999, y bajo la dirección de Marie-Helene Marganne del CEDOPAL (Centro de documentación papirológica de Lieja), se abordó la introducción de unas 7.000 fichas del fichero Mertens-Pack en una base de datos, que permitiera la creación de un catálogo informatizado, una tercera edición del catálogo de papiros literarios por excelencia. Hoy en día es posible apreciar todos los avances llevados a cabo, y ya es muy útil su consulta. Junto a ella, ha surgido un nuevo instrumento de gran importancia e interrelacionado con ella: la Leuven Database of Ancient Books, consultable en el repetidamente citado Trismegistos. En el campo de los papiros literarios cristianos y judíos, el instrumento básico ha sido, y aún sigue siéndolo en gran medida, el Catalogue des papyrus littéraires juifs et chrétiens de J. van Haelst (París 1976), del que hay disponible un suplemento en línea de Cornelia Römer. También cabe citar el repertorio de los papiros cristianos griegos de Aland y Rosenbaum (Berlín 1976-1995). VI. PAPIROS SUB- Y PARALITERARIOS Un dato a destacar, por último, es el creciente interés por los papiros que hasta ahora estaban en tierra de nadie, a caballo entre los textos documentales y los literarios. Me refiero a los papiros llamados subliterarios y paraliterarios, entre los que cabe destacar, por ejemplo, los textos mágicos o las listas y catálogos de muy diverso tipo que han llegado hasta nuestros días. Con relación a los primeros, es 23 Aunque sólo sea en nota, es forzosa la mención de la enorme controversia que ha despertado y está despertando en el momento en que este libro aparece, el también nuevo papiro de Artemidoro. Tanto sus características (supuesto primer texto de tradición directa del historiador, supuesto primer mapa conocido de la Península Ibérica, supuestos dibujos de original y llamativa factura), como las dudas y encendidos ataques o defensas de su autenticidad, lo convierten en un tema de gran actualidad, que ha traspasado los límites de la disciplina.
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destacable la publicación del Supplementum Magicum, las traducciones de los papiros que ya estaban editados, concretamente la de Betz y la de Calvo y Sánchez Romero, así como el Léxico de magia y religión en los papiros mágicos griegos de Muñoz Delgado, publicado en 2001 como un anejo del DGE. Por lo que respecta a otro tipo de textos para- o subliterarios resulta interesante el trabajo de Rossum-Steenbeek, así como las páginas web que dirige Marc Huys, especialmente el Catalogue of Paraliterary Papyri. VII. CONCLUSIONES Razones de espacio y prudencia me aconsejan evitar alargarme más en esta exposición. Aunque sucinto e imperfecto, he tratado de hacer este repaso a algunas de las realizaciones e instrumentos de trabajo básicos de la disciplina, con el fin de que nos permitiera hacernos una idea de algunos de los rasgos distintivos del trabajo desarrollado en el período que nos ocupa, así como de los frutos que se están alcanzando. Como hemos visto, la papirología griega ha mostrado durante estos veinte años una extraordinaria vitalidad. Sometida a tendencias generales observadas también en otros ámbitos de los estudios clásicos, es destacable en qué medida tales tendencias se manifiestan en ella, fruto sin duda de sus peculiaridades como disciplina que requiere una alta especialización y acribia. El modo en que los papirólogos han reaccionado ante tales tendencias, ha tenido consecuencias muy positivas, hasta el punto de que, hoy en día, la papirología es una de las disciplinas en las que es posible contemplar de modo más inmediato los logros derivados de un fructífero diálogo y combinación de tradición metodológica e innovación, de instrumentos perfeccionados por la experiencia y de aplicación de las nuevas tecnologías. BIBLIOGRAFÍA SELECTIVA24 I. OBSERVACIONES PRELIMINARES 1.1. Enfoque de esta exposición Bingen, J. 1994: «La papyrologie, d'avant-hier à demain», Actas XX Congr., pp. 42-47. Fernández-Galiano, M. 1984: «Papirología», en Martínez Díez, A. (ed.), Actualización científica en filología griega, Madrid, Universidad Complutense, pp. 101-143. 24
Está ordenada por los apartados de la exposición. Las direcciones de internet aparecen siempre entre corchetes angulares < >. Por razones de claridad, no se aplican en ellas las reglas habituales de separación de palabras c. guión en final de línea: siempre han de leerse seguidas, sin ningún tipo de separación. Las entradas están encabezadas, en su caso, por abrev. conocidas. Las abrev. entre paréntesis ( ) corresponden a las empleadas en la Checklist —v. 3.1.—; las abrev. sin paréntesis, cuando no consisten en nombre de autor y fecha, corresponden a las utilizadas en el DGE; las abrev. de otras procedencias aparecen entre corchetes cuadrados [ ]. Cuando no hay diferencia significativa —p. ej. la notación o no de punto tras P en las ediciones de papiros o el empleo de letra redonda en lugar de cursiva—, sólo cito, si la hay, la usada por el DGE. Por razones de espacio, ésta es una bibliografía forzosamente muy selectiva.
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Minnen, P. van 1993: «The century of papyrology (1892-1992)», BASP 30, pp. 5-18 ; versión en PDF: . ―― 2007: «The Millenium of Papyrology (2001-)?», en Palme, B. (ed.), Akten des 23. Internationalen Papyrologenkongresses – Wien, Wien, Verlag der Österreichischen Akademie der Wissenschaften. Youtie, H. C. 1987: «Papyrology and the Classics», ZPE 67, pp. 267-281 (vers. impr. de una conferencia en la Univ. de N. York en 1957). 1.2. Observaciones generales sobre las tendencias evolutivas de la papirología 1.2.1. Tendencia centrípeta de la papirología 1.2.2. La aplicación de las nuevas tecnologías [AIP]:7Association7Internationale7de7Papyrologues7/7International7Association7of7Papyrologists . Bingen, J. 1994: cf. supra 1.1. Bagnall, R. S. 1995: Reading papyri, writing Ancient History, London - New York, Routledge. CPART – Herculaneum: «Papyrus Scrolls from Herculaneum», . Horsley, G. H. R. 1994: «Papyrology and the Greek language. A fragmentary abecedarius of desiderata for future study», Actas XX Congr., pp. 48-70. Minnen, P. van 1993: cf. supra 1.1. ―― 1994: «The origin and future of papyrology. From Mommsen and Wilamowitz to the present, from Altertumswissenschaft to cultural studies», Actas XX Congr., pp. 35-41 (es una versión reducida del anterior). ―― 2007: cf. supra 1.1. POxy – Oxyrhynchus Online: «Multispectral imaging», . Recording, Processing and Archiving Carbonized Papyri (Helsinki University of Technology, Laboratory of Information7Processing7Science) . (T.Vindol.): Vindolanda: the Latin Writing Tablets, vol. I, Bowman, A. K. y Thomas, J. D. (eds.), Britannia Monograph Series 4, London 1983 (Nos. 1—48, descripta 49—106, waxed tablets 107—117); vol. II, Bowman, A. K. y Thomas, J. D. (eds.), c. contribuciones de J. N. Adams, London 1994 (Nos. 118—573); vol. III, Bowman, A. K. y Thomas, J. D. (eds.), c. contribuciones de J. Pearce, London 2003 (Nos. 574—853). [Vindolanda Tablets Online]: (la edición online se cita como http://vindolanda.csad.ox.ac.uk/TVxxx; por ej. http://vindolanda.csad.ox.ac.uk /TVII-291 = T.Vindol. II 291). Walker, J. H. 2001: «A library of mud and ashes», .
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II . OBRAS DE CARÁCTER GENERAL 2.1. Reflexiones generales. Historia de la disciplina y estados de la cuestión25 Gigante, M. 1984: «Per l'unità della scienza papirologica», Actas XVII Congr. I, pp. 5-28. Keenan, J. G. 1991: «The 'new papyrology' and ancient social history», Ancient History Bulletin 5, pp. 159-169. Montevecchi, O. 1987: «La papirologia. Bilancio di un cinquantennio e prospettive per l'avvenire», Aevum 61, pp. 3-19. 2.2. Actas de Congresos [Actas XVII Congr.]: Atti del XVII Congresso Internazionale di Papirologia (Napoli, 19-26 maggio 1983), 3 vols., Napoli, Centro Internazion. per lo studio dei Papiri Ercolanesi, 1984. [Actas XVIII Congr.]: Mandilaras, B. (ed.), Proceedings of the XVIII International Congress of Papyrology (Athens 25-31 May 1986), 2 vols., Athens, Greek Papyrological Society, 1988. [Actas XIX Congr.]: El-Mosallamy, A.H.S. (ed.), Proceedings of the XIX International Congress of Papyrology (Cairo 2-9 September 1989), 2 vols., Cairo, Ain Shams University: Center for Papyrological Studies, 1992. [Actas XX Congr.]: Bülow-Jacobsen, A. (ed.), Proceedings of the 20th International Congress of Papyrologists (Copenhagen 23-29 August 1992), Copenhagen, Museum Tusculanum Press, 1994. [Actas XXI Congr.]: Kramer, B., Luppe, W., Maehler, H. y Poethke, G. (eds.), Akten des 21. Internationalen Papyrologenkongresses (Berlin, 13.-19. 8. 1995), 2 vols., Stuttgart - Leipzig, Archiv für Papyrusforschung Beiheft 3, 1997. [Actas XXII Congr.]: Andorlini, I., Bastianini, G., Manfredi, M. y Menci, G. (eds.), Atti del XXII Congresso Internazionale di Papirologia (Firenze, 23-29 agosto 1998), 2 vols. + vol. of plates, Firenze, Istituto Papirologico "G. Vitelli", 2001. [Actas XXIII Congr.]: Palme, B. (ed.), Akten des 23. Internationalen Papyrologenkongresses (Wien, 22.-28. Juli 2001), Papyrologica Vindobonensia 1, Wien, Österreichische Akademie der Wissenschaften, 2007 . 2.3. Introducciones a la papirología, manuales y antologías de textos 2.3.1. Manuales generales Gallo, I. 1986: Greek and Roman Papyrology, London (trad. ingl. de Avviamento alla papirologia greco-latina, Napoli, Liguori, 1983). Montevecchi, O. 1988: La papirologia, Milano, Vita e Pensiero (2.ª ed. corr. y aument.). Rupprecht, H.-A. 1994: Kleine Einführung in die Papyruskunde, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft. Turner, E.G. 1984: Papiri greci, ed. ital. a cura di M. Manfredi, Roma, La Nuova Italia Scientifica (trad. de la 2.ª ed. con «Supplementary Notes» de Greek Papyri. An introduction, Oxford, Clarendon Press, 1980 [1.ª ed. 1968]). 25
Que no hayan sido citados ya en el apartado anterior.
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2.3.2. Antologías de textos Pestman, P.W. 1994: The New Papyrological Primer, Leiden, Brill (2.ª ed.; la 1.ª ed. [1990] era una 5.ª ed. correg. y aumentada de David, N. y Van Groningen, B., Papyrological Primer, Leiden, 1965). Schubert, P. 2000: Vivre en Égypte gréco-romaine, Vevey, Éditions de l'aire. 2.3.3. Manuales de paleografía (Cavallo-Maehler, GB): Cavallo, G. y Maehler, H., Greek Bookhands of the Early Byzantine Period, A.D. 300—800, London Institute of Classical Studies, Bulletin Supplement 47, 1987. (Seider, Pal.Gr.): Seider, R., Paläographie der griechischen Papyri, Bd. III, 1. Text, Erster Teil: Urkundenschrift I. Mit einer Vorgeschichte zur Paläographie der griechischen Papyri, Stuttgart, Anton Hiersemann, 1990 (Bd. I Urkunden, 1967; Bd. II Literarische Papyri, 1970). (Turner, GMAW): Turner, E.G., Greek Manuscripts of the Ancient World, 2nd ed. rev. and enl. by P.J. Parsons, London, Institute of Classical Studies, Bulletin Supplement 46, 1987. 2.3.4. Introducciones en páginas web Duke7University:7. Michigan7University:7. 2.4 Páginas web con enlaces e información sobre recursos en papirología 2.4.1. Generales [Abzu]: Jones, Ch.E. (ed.), Abzu. A Guide to information related to the study of the Ancient Near East on the Web, 7Oriental7Institute7Research7Archives . [BCS]: Hannick, J.-M. y Poucet, J. (eds.), «La Papyrologie et l'électronique» en «Ressources électroniques»7en7Bibliotheca7Classica7Selecta,7 . [KIRKE]: Schmitzer, U. (ed.), «Papyrologie», apartado de «Paläographie, Papyrologie, Epigraphik, Textkritik» en KIRKE - Katalog der Internetressourcen für die Klassische Philologie aus7Berlin,7 . PAPY-list: ; Archives: . [Pomoerium]: «Papyrology» en Pomoerium . [Rassegna] Cristofori, A. (ed.): «Fonti papiracee»7en7Rassegna7 degli Strumenti Informatici per lo Studio dell' Antichità7Classica7 . Schwender, Gregg: «What's New in Papyrology» . 2.4.2. Especializadas [AIP]: «Liens/Links», Association Internationale de Papyrologues .
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[ASP]: «Online Resources», The American Society of Papyrology Home Page . [Papyrology Home Page]: Muccigrosso, J. D. (ed.),7Papyrology Home Page . [TM]: Trismegistos. An interdisciplinary portal of papyrological and epigraphical resources dealing with Egypt and the Nile valley between roughly 800 BC and AD 800 . Univ. de Michigan: «Papyrology links», . 2.5. Principales publicaciones periódicas Aegyptus: Aegyptus. Rivista italiana di Egittologia e di Papirologia. Milán, Scuola di Papirologia dell'Università Cattolica del Sacro7Cuore;7información: http://www.vitaepensiero. it/riviste/pagcoml/aegyptus.asp?titolo=AEGYPTUS; números 1-75 (1920-1995) en Periodicals Archive Online de ProQuest LLC . Anal.Pap.: Analecta Papyrologica. Mesina, Editrice Sicania. AfP (Archiv): Archiv für Papyrusforschung khmanund verwandte Gebiete. München-Leipzig, K.G. Saur (antes B.G. Teubner)7. BASP: The Bulletin of the American Society7of7Papyrologists.7Nueva7York . Chron.d'Ég. (CdÉ): Chronique d'Égypte, Bulletin périodique de la Fondation Égyptologique Reine Élisabeth. Bruselas . JEA: The Journal of Egyptian Archaeology. Londres, Egypt Exploration Society. JJP (JJurPap): The Journal of Juristic Papyrology. Varsovia, Institute of Papyrology and Ancient Law,7University7of7Warsaw , . Tyche: Tyche, Beiträge zur Alten Geschichte, Papyrologie und Epigraphik. Viena, Institut für Alte Geschichte, Universität Wien - Verlag Adolf Holzhausen (desde 1986),7. ZPE: Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik. Bonn, Dr. Rudolf Habelt . III. INSTRUMENTOS DE CONSULTA 3.1. Listas de publicaciones y colecciones papirológicas (Checklist): Checklist of Editions of Greek, Latin, Demotic and Coptic Papyri, Ostraca and Tablets, Oates, J.F., Bagnall, R.S., Clackson, S.J., O'Brien, A.A.,7Sosin,7J.D.,7Wilfong, T.G. y Worp, K.A. (eds.), BASP Suppl. 9, 2001 (5.ª ed.); versiones antiguas en el disco PHI # 7 y en Subsidia Papyrologica (cf. infra 3.4); Web Edition, periódicamente actualizada, es citada como: Oates, J.F., Bagnall, R.S., Clackson, S.J., O'Brien, A.A.,7Sosin,7J.D.,7Wilfong, T.G. y Worp, K.A., Checklist of Greek, Latin, Demotic and Coptic Papyri, Ostraca and Tablets , Mes, 200# (última actualización: Diciembre, 2007). DGE: «Lista II: Papiros y Ostraca», en Adrados, F.R., Berenguer Sánchez, J.A., Gangutia, E., Lara, L., Rodríguez Somolinos, J. y otros, Diccionario Griego-Español, vol. I2, Madrid, CSIC,
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2007 (segunda edición revisada y aumentada; con nueva ed. de las listas con respecto a todos los volúmenes anteriormente publicados [primera ed. de vols. I-VI]); Rodríguez Somolinos, J. (ed.), «Nueva Edición de las Listas I-IV» (nueva versión refundida de las listas y los supl. correspond. hasta el vol. VI inclusive + Suplemento correspondiente al vol. VII). LSJ: Liddell, H. G. and Scott, R., A Greek-English Lexicon. Ninth Edition with Revised Supplement (Revised and augmented throughout by H. S. Jones; with the assistance of R. McKenzie; Supplement edited by P. G. W. Glare), Oxford, Clarendon Press, 1996. 3.2. Catálogos generales (v. tb. infra 4.2.2 y 5.3) [LHPA]: Clarysse, W. y Vandorpe, K. (dirs.) c. otras contribuciones, Leuven Homepage of Papyrus Archives. Papyrus Archives in Graeco-Roman Egypt . [LHPC]: Clarysse, W. y Verreth, H. (eds.) c. otras contribuciones, The Leuven Homepage of Papyrus Collections World Wide . 3.3. Bibliografías 3.3.1. Bibliografías generales 3.3.1.1. Exhaustivas L'Année Philologique: Société Internationale de Bibliographie Classique, L'Année Philologique. Bibliographie critique et analytique de l'Antiquité gréco-latine, Paris, Belles Lettres, 1928 y ss. (último vol. LXXIII, 2004: Bibliographie de l'année 2002); (acceso restringido; volúmenes 20 [1949] a 76 [2005]). RBLG: Repertorio Bibliográfico de la Lexicografía Griega, redactado por P. Boned, revisado, correg. y aument. por J. Rodríguez Somolinos c. otros colabor., Anejo III del DGE, Madrid,7CSIC,71998 ; RBLG Supl. . 3.3.1.2. Selectivas [BCS]: Hannick, J.-M. y Poucet, J. (eds.): «Papyrologie» en «Bibliographie d'orientation»7en7Bibliotheca7Classica7Selecta . Poucet, J. y Hannick, J.-M. 2000: «Chapitre troisième. Sources papyrologiques», en Aux sources de l'Antiquité gréco-romaine. Guide bibliographique (5.ª ed. corr. y aum. de Introduction aux études classiques, Bruxelle, Artel-Ciaco, 1988), Bruxelles, Artel, pp. 71-81. 3.3.2. Bibliografías especializadas 3.3.2.1. Exhaustivas Aegyptus: «Bibliografia metodica degli Studi di Egittologia e di Papirologia» en Aegyptus (las referencias alcanzan sólo hasta 1995).
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(Bibl.Pap.)[BP]: Nachtergael, G. y Martin, A. (eds.), Bibliographie papyrologique, Fondation Égyptologique Reine Élisabeth - Centre de Papyrologie et d'Épigraphie grecque de l'Université Libre de Bruxelles, 1984 y ss. . 3.3.2.2. Selectivas Notiziario di Studi e Ricerche in corso: Pruneti, P. (ed.), Firenze, Istituto Papirologico 'G. Vitelli', 1983 y ss. (cf. Pruneti, P., «Studi e ricerche in corso: proposta per un notiziario», Atti XVII Congresso vol. I, 1984, pp. 113-116) (donde se encuentra el enlace al último número, como p. ej.: (número correspondiente al primer semestre de 2007). Universidad7de7Michigan: Gagos, T., «A Select Bibliography of Papyrology» . 3.4. CD, páginas web y proyectos globales [APIS]: Advanced Papyrological Information System . Subsidia Papyrologica 2.0, Association Égyptologique Reine Élisabeth, Bruselas 2004 (información en ). 3.5. Diccionarios generales (v. tb. infra 4.2.3) [BDAG]: Danker, F., A Greek-English Lexicon of the New Testament and other Early Christian Literature. Third Edition revised and edited, based on W. Bauer's Griechisch-deutsches Wörterbuch zu den Schriften des Neuen Testaments und der frühchristlichen Literatur, sixth edition, ed. K. Aland and B. Aland, with V. Reichmann and on previous English editions by W. F. Arndt, F. W. Gingrich, and F. W. Danker, Chicago - London, The University of Chicago Press, 2000. [BAAR]: Bauer, W., Aland, K., Aland, B. y Reichmann, V., Griechisch-deutsches Wörterbuch zu den Schriften des Neuen Testaments und der frühchristlichen Literatur, 6. völlig neu bearbeitete Auflage, Berlin - New York, W. de Gruyter, 1988. DGE: Adrados, F.R. y otros, Diccionario Griego-Español, Madrid, CSIC, 1980 y ss. (información en ). [LBG]: Trapp, E. y otros, Lexikon zur byzantinischen gräzität: besonders des 9.-12. Jahrhunderts, Wien, Verlag der Österreichischen Akademie der Wissenschaften, 2001 (información en ). (Lex.Äg.): Helck, W., Otto, E. y Westendorf, W., Lexikon der Ägyptologie, Wiesbaden, 1972-1996. [LSJ]: Liddell, H.G., Scott, R., Jones, H.S. y McKenzie, R., A Greek-English Lexicon. With a New Revised Supplement by P. Glare, Oxford, Clarendon Press, 1996; 7versiones web que no incluyen el nuevo suplemento: 1) , 2) ; versión en CD actualizada con el nuevo suplemento: Libronix Digital Library System, Bellingham, WA: Logos Bible Software, 2003 (información en ).
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IV. PAPIROLOGÍA DOCUMENTAL 4.1. Textos 4.1.1. Recopilaciones de textos. Bancos de datos y ediciones electrónicas (DDBDP): Packard, D.W., Willis, W.H., y Oates, J.F. (eds.), The Duke Data Bank of Documentary Papyri,7en Packard Humanities Institute CD # 7 (material recogido hasta junio de 1996); información en http://odyssey.lib.duke.edu/papyrus/texts/DDBP.html>; el proyecto está dirigido en la actualidad por7J.F.7Oates7y7J.D.7Sosin; versión en línea a7través7de7la7página7web del Perseus Project, por ej.: . ); nueva interfaz provisional de búsqueda: http://ldpddev.cul.columbia.edu/cgibin/ddbdp/ddbdp.pl. Sammelb. (SB): Sammelbuch griechischer Urkunden aus Ägypten, 1913 y ss. (vols. XV-XXVI, Rupprecht, H.A. [ed.], Wiesbaden, Harrassowitz 1994-2003 [índice al vol. XIV, nos. 1222016831 e índices a los vols. XVI, XVIII, XX y XXII]). 4.1.2. Corpora temáticos Chapa, J. 1998: Letters of Condolence in Greek Papyri, Pap.Flor. XXIX, Firenze. CPGr. (C.Pap.Gr.): Corpora Papyrorum Graecarum; vol. I Manca Masciadri, M. y Montevecchi, O., I contratti di baliatico, Milán, 1984; vol. II Casarico, L., Le denuncie di morte, Azzate, 1985. CPS: Scholl, R., Corpus der Ptolemäischen Sklaventexte, Stuttgart, Forschungen zur antiken Sklaverei, Beiheft 1, 1990, 3 vols. Gloss.Pap. (C.Gloss.Biling.): Kramer, J., Glossaria bilingua in papyris et membranis reperta; vol. I Bonn, Dr. Rudolf Habel, 1983; vol. II, Munich-Leipzig, K.G. Saur, 2001. New Docs.: Horsley, G.H.R. y Llewelyn, S.R., New Documents illustrating Early Christianity. A review of the Greek inscriptions and Papyri published in (1976-1987, vols. 1-9), The Ancient Documentary Research Centre of the Macquarie University, North Ryde NSW, 1981-2002. (Oroscopi): Baccani, D., Oroscopi greci. Documentazione papirologica, Ric.Pap. I, Messina, 1992. White, J.L.: Light from Ancient Letters, Philadelphia 1986. 4.2. Instrumentos de trabajo 4.2.1. Listas de correcciones Berichtigungsl. (BL): Berichtigungsliste der griechischen Papyrusurkunden aus Ägypten, E.J. Brill. Vol. VII, ed. E. Boswinkel, W. Clarysse, P.W. Pestman, y H.-A. Rupprecht, Leiden, 1986; VIII, ed. P.W. Pestman y H.-A. Rupprecht, Leiden-N.York-Köln, 1992; IX, ed. P.W. Pestman y H.A. Rupprecht, Leiden-N.York-Köln, 1995; X, ed. P.W. Pestman, H.-A. Rupprecht y otros, Leiden-Boston-Köln, 1998; XI, Rupprecht, H.-A., Verhoogt, A.M.D.W. y otros, Leiden - Boston 2002; información sobre la edición en CD: . (BL Konkordanz): Clarysse, W., Daniel, R.W., Hoogendijk, F.A.J. y van Minnen, P. (eds.), Berichtigungsliste der griechischen Papyrusurkunden aus Ägypten: Konkordanz und Supplement
3. PAPIROLOGÍA
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zu Band I—VII, Leuven, Peeters, 1989; Hoogendijk, F.A.J., Bakker, M.J., Kruit, N. y Bakkers, A.V., Berichtigungsliste der griechischen Papyrusurkunden aus Ägypten: Konkordanz zu Band VIII—XI (BL Konkordanz II) [con el CD incluyendo los volúmenes I-XI], Brill, LeidenN.York-Köln, 2007. 4.2.2. Catálogos comentados y bases de datos AfP - Urkundenreferat: Kramer, B., «Urkundenreferat», AfP. (Gesamtverzeichnis)[HGV]: Hagedorn, D. y Cowey, J.M.S. (eds.), Heidelberger Gesamtverzeichnis der griechischen Papyrusurkunden aus7Ägypten (hay una versión menos actualizada en el CD Subsidia Papyrologica [cf.7supra73.4]). 4.2.3. Diccionarios Daris, S. 1994: Il lessico latino nel greco d'Egitto, 2.ª ed., Barcelona, Seminari de Papirologia – Institut de Teologia fonamental. (Calderini, Diz.geogr.): Calderini, A. - Daris, S., Dizionario dei nomi geografici e topografici dell'Egitto greco-romano 1935 y ss. [vol. IV, 1983-1986, Milano, Cisalpino-La Goliardica, 1983-1986; vol. V, id., 1987; Supplemento 1 (1935-1986), id., 1988.; Supplemento 2 (19871993), Bonn, Dr. Rudolf Habelt GMBH, 1996; Supplemento 3 (1994-2001), Giardini, Pisa, 2003] (WB)[Wörterbuch): Preisigke, F. y Kiessling, E., Wörterbuch der griechischen Papyrusurkunden, mit Einschluss der griechischen Inschriften, Aufschriften, Ostraka, Mumienschilder usw. aus Ägypten, vols. I-IV Berlin, 1925-1944; Suppl. 1 (1940-1966), Kiessling, E., Amsterdam, Adolf M. Hakkert, 1969-1971; Supplement 2 (1967—1976), Rupprecht, H.-A. y Jördens. A., Wiesbaden, Harrassowitz, 1991; Supplement 3 (1977-1988), Rupprecht, H.-A. y Jördens. A., Wiesbaden, Harrassowitz, 2000. (WörterListen): Hagedorn, D. y otros, Wörter Listen aus den Registern von Publikationen griechischer und lateinischer dokumentarischer Papyri und Ostraka . [Lex.Lat.Lehn.]: Cervenka-Ehrenstrasser, I.-M. y Diethart, J., Lexikon der lateinischen Lehnwörter in den griechischsprachigen dokumentarischen Texten Ägyptens mit Berücksichtigung koptischer Quellen, Wien, Österreichische Nationalbibliothek - Hollinek, Faszikel I (Alpha), 1996; Fasz. II (Beta-Delta), Purkersdorf, 2000. 4.3. Lingüística Adrados, F. R. 1999: Historia de la lengua griega de los orígenes a nuestros días, Madrid, Gredos. Bülow-Jacobsen, A. 2001: «The pronunciation of Greek in the ostraca from the Eastern Desert», en Actas XXII Congr., pp. 157-162. Clarysse, W. 1998: «Ethnic diversity and dialect among the Greeks of Hellenistic Egypt», en FS Pestman, pp. 1-13. Ebbesen, S. 1994: «Papyrology and the study of Greek language. Coments on the tematic session», Actas XX Congr., pp. 95-97.
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JOSÉ ANTONIO BERENGUER
[FS Pestman]: Verhoogt, A.M.F.W. y Vleeming, S.P. (eds.), The two faces of Graeco-Roman Egypt. Greek and Demotic and Greek-Demotic texts and studies presented to P.W. Pestman, Leiden Boston - Köln, Brill, 1998. Horrocks, G. 1997: Greek. A History of the language and its speakers, London - New York, Longman. Horsley, G.H.R. 1994: cf. supra 1.2. 4.3 bis. Historia y sociedad Bagnall, R. S. 1993: Egypt in Late Antiquity, Princeton, New Jersey, Princeton Univ. Press. — 2003: Later roman Egypt: society, religion, economy and administration, Alderhost, Hampshire, Variorum. Bagnall, R.S. y Worp, K.A. 2004: Chronological Systems in Byzantine Egypt, Second Edition, Leiden, Brill. Cribiore, R. 1996: Writing, Teachers and Students in Graeco-Roman Egypt, American Studies in Papyrology 36, 1996. Lewis, N. 1986: Greeks in Ptolemaic Egypt, Oxford, Oxford University Press. [PP]: Clarysse, W., Hauben, H., Mooren, L. y Vandorpe, K. Prosopographia7ptolemaica7. V. PAPIROLOGÍA LITERARIA 5.1. Reflexiones y estados de la cuestión Haslam, M.W. 1994: «The contribution of papyrology to the study of Greek literature: Archaic & Hellenistic poetry», Actas XX Congr., pp. 98-105. Luppe, W. 1994: «Neue Erkenntnisse aus verlorenen Komödien, Tragödien und Satyrspielen», Actas XX Congr., pp. 106-110. Manfredi, M. 1994: «I papiri e la letteratura greca in prosa», Actas XX Congr., pp. 118-123. Parsons, P.J. 1994: «Summing up», Actas XX Congr., pp. 118-123. 5.2. Corpora temáticos [CLGP]: Bastianini, G., Haslam, M., Maehler, H., Montanari, F. y Römer, C.E., Commentaria et Lexica Graeca in Papyris reperta, 2003 y ss., München-Leipzig, Saur; Pars I Commentaria et lexica in auctores, Vol. I Aeschylus-Bacchylides, 2003-2004; Pars II Commentaria in adespota; Pars III Lexica; Pars IV Concordantiae et Indices. Corpus dei Papiri Greci di Medicina: Andorlini, I. (ed.), Greek Medical Papyri I (Progetto Corpus dei Papiri Greci di Medicina), Firenze, Istituto Papirologico «G. Vitelli», 2001; Andorlini I. y otros, Corpus dei Papiri Greci di Medicina. (Estratto provisorio.), Firenze, Istituto Papirologico «G. Vitelli», 1998.; Andorlini, I. (ed.) 'Specimina' per il Corpus dei Papiri Greci di Medicina. Atti dell'Incontro di studio (Firenze, 28-29 marzo 1996), Firenze, Istituto Papirologico «G. Vitelli», 1997. CPF: Corpus dei Papiri Filosofici Greci e Latini, Leo S. Olschki, Firenze; Parte I Autori Noti, vol. 1.1*1***, 1988-1999; Parte III Comentari, 1995.
3. PAPIROLOGÍA
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Corpus7de7papiros7históricos:7información en7. López Martínez, M. P. 1998: Fragmentos papiráceos de novela griega, Alicante, Universidad. Stephens, S.A. y Winkler, J.J. 1994: Ancient Greek novels: the fragments. Introduction, text, translation, and commentary, Princeton, New Jersey, Princeton University Press. 5.3. Instrumentos de trabajo. Catálogos Aland, K. y Rosenbaum, H.-U. 1976-1995: Repertorium der griechischen christlichen Papyri, Berlín, de Gruyter, vols. I y II 1. Catalogue of New Testament Papyri & Codices 2nd-10th Centuries . [LDAB]:7Clarysse, W. (coord.), Leuven7Database of7Ancient7Books . [Homer7and7the7papyri]: Nagy, G. (ed.), Homer and the7Papyri, Seconde electronic edition . [Mertens-Pack3]: Catalogue des papyrus littéraires grecs et latins7Mertens-Pack3; ; Base de données Mertens-Pack3 en ligne . Römer, C.: Christian Papyri. A Supplement to van Haelst's Catalogue; . Willker,7W.:7Complete7List7of7Greek7NT7Papyri, . VI. PAPIROS SUB- Y PARALITERARIOS 6.1. Corpora Betz, H.D.: The Magical Papyri in Translation, Chicago, 1985. Calvo, J. L. y Sánchez Romero, M.ª D.: Textos de magia en papiros griegos, Madrid, Gredos, 1987. Rossum-Steenbeek, M. 1998: Greek readers' digests?: studies on a selection of subliterary papyri, Leiden - New York - Köln, Brill. SupplMag.: Daniel, R.W. y Maltomini, F., Supplementum Magicum, Pap.Colon. XVI; vol. I, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1990; vol. II, id., 1992. 6.2. Catálogos [CPP]: Huys, M. y colaboradores, Catalogue7of7Paraliterary7Papyri, . 6.3. Léxicos Muñoz Delgado, L. 2001: Léxico de magia y religión en los papiros mágicos griegos, Anejo 5 al DGE, Madrid, CSIC.
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VII. PÁGINAS WEB DE
JOSÉ ANTONIO BERENGUER
ORGANISMOS, CENTROS DE ESTUDIOS PAPIROLÓGICOS Y PROYECTOS
7.1. Páginas con imágenes digitales de textos Ancient7Greek7Music7on7Papyrus7(W.A.7Johnson):7. Ann7Arbor,7University7of7Michigan:7. APIS7(Advanced7Papyrological7Information7Service): . Archives Photographiques Internationales de Papyrologie, Copenhague: . Berkeley, University of California, Bancroft Library, Tebtunis Papyri Collection: . Bible7Pages7(W.7Willker): . Cambridge (USA) - Harvard University, Harvard College Library, Digital Papyri at Houghton Library: . Colonia - Köln,7Papyrussammlung: . Copenhague,7P.Haun.: . Dallas - Southern Medhodist University - Perkins School of Theology, Papyri at Bridwell Library: . Duke7Univers.: . El Cairo - Photographic Archive of Papyri in the Cairo Museum: . Giessen,7Papyrussammlung: . Heidelberg, Kataloge von Heidelberger Papyri, Pergamenten, Haderpapieren7usw.: . Heidelberg - Papyrussammlung: . Londres - University College London, The Hawara Papyri: . Manchester - The John Rylands University Library, Rylands Papyri: . Nápoles - Napoli, Centro Internazionale per lo Studio dei Papiri Ercolanesi «Marcello Gigante»: . Oslo - OPES (Oslo Papyri Electronic System), The Papyrus Collection of The University of Oslo Library: . Oxford - Centre for the Study of Ancient Documents: . Oxford - Papyrology at Oxford - Oxyrhynchus Papyri: . París - P. Reinach I & 2: . París - Université de Paris-Sorbonne (Paris IV), Institut de Papyrologie: . Princeton - Princeton University, Library, Papyrus Home Page: .
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San Luis - Washington University Papyri Collection: . Würzburg - Papyrus Projekt Würzburg: . 7.2. Otras páginas de interés [AIP]7Association7Internationale7de7Papyrologues/International7Association7of7Papyrologists: Liens / Links - Section C: Centres d'études et collections - Study centres and collections» . Bruselas - Bruxelles, Association Égyptologique Reine Élisabeth: . Bruselas - Université Libre de Bruxelles, Centre de Papyrologie et d'Épigraphie grecque: . Fayum7Project7(W.7Clarysse): < http://www.trismegistos.org/fayum>. Florencia - Accademia Fiorentina di Papirologia e di Studi sul Mondo Antico: . Florencia - Istituto Papirologico «Girolamo Vitelli»: . Halle-Jena-Leipzig - Das Papyrus-Projekt Halle-Jena-Leipzig: . Heidelberg - Zentrum für Altertumswissenschaften, Institut für Papyrologie: . Leiden-Universiteit Leiden, Papyrologisch Instituut: . Lieja7CEDOPAL: . New Haven - Yale University, The Yale Papyrus Collection: . Siracusa - Museo del Papiro: . Wien - Österreichische Nationalbibliothek, Papyrussammlung und Papyrusmuseum: .
4 CRÍTICA TEXTUAL FELIPE G. HERNÁNDEZ MUÑOZ Universidad Complutense de Madrid
I. PRESENTACIÓN. PLANTEAMIENTO Y OBJETIVOS DE LA PRESENTE ACTUALIZACIÓN
Constituye una satisfacción poderles dar cuenta de los principales caminos por los que ha discurrido la crítica textual griega (y en buena parte también la latina) en los dos últimos decenios1, labor ardua si se repasa la ingente bibliografía publicada, in crescendo, además, en los últimos años. El limitado espacio del que disponemos nos ha impuesto una dolorosa selección: concentrarnos en la bibliografía de alcance más general, dejando de lado las discusiones textuales sobre pasajes concretos2 y las contribuciones relacionadas directamente con otras materias conexas, como la paleografía, la codicología y la papirología, reservadas por los editores para otros colegas. No obstante, habrá inevitables solapamientos con lo tratado por ellos3. Han sido éstos años de fecunda producción, tanto desde el punto de vista teórico como práctico, en el ámbito del que nos ocupamos, con una destacable participación de colegas de nuestro país. A ellos, como sincero homenaje, van dirigidas, en primer lugar, las presentes páginas: recuerdo aquí los nombres de J. Lasso de la Vega, autor, en 1984, de la magistral Actualización sobre la materia; de G. Morocho Gayo, quien entre los años 1981 y 1982 publicó en cuatro entregas una verdadera historia de la crítica textual y la transmisión de los textos griegos (recogidos en el año 2003 —junto a otros trabajos— en un volumen de homenaje); de J. Lens, autor en 1983 de un excelente tra1
En ocasiones tendremos que referirnos a trabajos publicados con anterioridad. Nuestra actualización se enmarca dentro del Proyecto de Investigación (MEC) con ref. HUM2005-02415/FILO. 2 En el caso español pueden localizarse con cierta comodidad en los trabajos de A. Bernabé 1994 y H. Rodríguez Somolinos 2003, cap. 7, «Historia de los textos». Sólo la mención y breve comentario de toda la bibliografía española publicada en estos años sobre pasajes concretos superaría el espacio del que podemos disponer. En este apartado, queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a P. Pablo Fuentes González. 3 Como sin texto no hay verdadera filología (Ballester 1987, p. 319), la crítica textual se relaciona, de uno u otro modo, con todas las disciplinas filológicas. Incluso también con la teología (Gil 2002, p. 17) porque es una «ascesis continuada», «un camino de perfección» que exige tres virtudes principales: fe en el buen criterio de los filólogos, esperanza en las facultades humanas para restaurar un texto y caridad frente a los errores del prójimo.
F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 103-131
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bajo sobre el «arquetipo» y la transmisión de los textos; de A. Bernabé, que publicó en 1992 un Manual imprescindible (y actualmente agotado, siendo urgente su reedición) y, en 1994, un estado de la cuestión sobre la crítica textual griega y latina en España; de A. Bravo, con sus múltiples trabajos paleográficos y codicológicos; de A. Revilla y G. de Andrés con sus magníficos catálogos de manuscritos, y una larga nómina de colegas que tanto han hecho por el progreso de una materia tan difícil como apasionante, y que por falta de espacio no podemos citar aquí. A todos ellos, pues, el más sincero reconocimiento. Esta misma limitación de espacio es la que nos obliga a hilar nuestra exposición sobre las cuestiones todavía más abiertas y debatidas. Conforme a las normas editoriales, en texto y notas se citará de manera abreviada (y completa en la selección final) la bibliografía considerada más pertinente, aunque esperamos que la mención del nombre del autor y el año de publicación posibilite, en todo caso, su localización (las siglas de revistas son las de l'Année Philologique). No obstante, habrá inevitables omisiones por las que ya de antemano pedimos disculpas. También nos excusamos por las reflexiones personales que al hilo de la discusión vayamos introduciendo, nacidas, sobre todo, de nuestra experiencia con textos de autores de transmisión actualmente muy debatida: Demóstenes y el rétor Menandro. II. INTRODUCCIÓN. EL CRÍTICO Y LA CRÍTICA TEXTUAL. «PATOLOGÍA» Y «ARQUEOLOGÍA» DEL TEXTO. «METÓDICOS» Y «ECLÉCTICOS». LAS NUEVAS CORRIENTES DE REFLEXIÓN EN CRÍTICA TEXTUAL GRIEGA
Entremos ya en materia. M. West 1973, p. 57 decía que el crítico de textos es, sobre todo, un «patólogo» a la búsqueda de los errores deslizados en la transmisión de los textos, aunque nosotros preferimos verlo en forma más positiva como un «arqueólogo» de los textos, alguien que «excava» en ellos para intentar dar con la forma más cercana a la que pergeñó su autor. La crítica textual, entendida no como juicio estético sobre los textos literarios (van Groningen 1963, p. 79), sino como el conjunto de operaciones que el editor realiza sobre las variadas formas en que se nos ha transmitido un texto para restituir lo que fue su forma original, cuando salió de manos de su autor, o remontarse todo lo posible a él4, ha pasado de ser mero auxiliar, ancilla de los estudios filológicos a alma mater de los mismos, como ya enfatizara Schleiermacher, una de las formas más puras de ejercicio de la filología5, aunque todavía ocupa un lugar fluctuan-
4 «Objetivo de la crítica textual es la restitución de un texto que se acerca lo más posible al original (autógrafo)» (Maas 1950, parág. 1, p. 5). 5 «Filología por excelencia» la denomina Morocho 2003, p. 6. «El primer cometido de un filólogo debe ser identificar, organizar y expurgar, separando lo auténtico de lo falso, ese material deteriorado, a fin de reconstruir un texto tan cercano al original como sea posible» (Ballester 1987, p. 319).
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te entre la ciencia6 y el arte (Gentili 1981, Lasso de la Vega 1984)7. Y en esta dicotomía reside aún la cuestión que todavía divide las dos principales actitudes que han adoptado —y siguen adoptando— los críticos textuales: la de aquellos que insisten en su carácter científico, heredero todavía de las formulaciones de Lachmann y Maas, empeñados en la búsqueda de un método que se dice objetivo, casi mecánico, que pretende reducir al mínimo la intervención subjetiva del crítico en la elección de las variantes transmitidas y apelan, sobre todo, a criterios de antigüedad genealógica, frente a la de aquellos otros, más eclécticos, que siguen reivindicando la soberanía del iudicium crítico, irreductible a unas reglas fijas, para ponderar calidades y antigüedades de las lecturas, mirando más a Pasquali que a Lachmann y Maas, porque, como decía Housman, la verdadera línea de división se encuentra entre las propias variantes y no entre los manuscritos. Es cierto, y volveremos luego sobre ello, que las posiciones extremas se han acercado considerablemente en los últimos años, y que tanto unos como otros han reconocido la necesidad, como ya recomendara Irigoin8, de anclar la crítica en la precisa
6 El mismo Morocho 2003, p. 105 habla más bien de una «actitud científica»: «No parece que haya una ciencia de la crítica de los textos, sino más bien una actitud científica». 7
A mediados del s. XVI ya F. Robortello titulaba su obra De arte sive ratione corrigendi antiquos libros disputatio. «La critique des textes doit être historique» titulaba ya en un célebre trabajo publicado en 1981 por E. Flores (Actas del Congreso Internacional de Nápoles, 1979), recopilado recientemente por el propio Irigoin en el volumen de conjunto La tradition des textes grecs, París 2003, pp. 19-36. En otro volumen de recopilación editado con anterioridad (Tradition et critique des textes grecs. Pour une critique historique, París 1997), el propio Irigoin glosaba así el alcance de su trabajo (p. 276): «la crítica de textos debe ser histórica, es decir, debe tener en cuenta no solamente los hábitos que se presumen en tal o cual autor, sino también la historia del texto concernido, las condiciones y etapas de su transmisión, la manera en que ha sido leído y comprendido». El volumen de 1997 incluye, además de las conferencias pronunciadas en l'École Pratique des Hautes Études entre 1965 y 1979 (Hipócrates, Menandro y Baquílides, historiadores griegos, Plutarco, Diógenes de Enoanda y los escolios homéricos, Platón, la Antología griega y los trágicos), las lecciones dictadas en el Collège de France entre 1986 y 1992 (Platón y Aristóteles, Hipócrates y Galeno, y los trágicos griegos) una introducción y una conclusión general. El volumen de 2003 es todavía más amplio: un total de cuarenta y siete trabajos, de los que aproximadamente la mitad (más cuatro inéditos) entran dentro del ámbito cronológico de nuestra actualización: en ellos se pasa revista a los accidentes materiales del libro manuscrito, al quehacer filológico de los alejandrinos, a las tradiciones manuscritas de Aristóteles, Plutarco y Pausanias, a las tradiciones impresas de Homero, Hipócrates y Galeno, a las traducciones árabes de los tratados médicos griegos, además de detenerse en el importante papel que en la transmisión desempeñó el sur de Italia y de estudiar importantes figuras antiguas (Marcos Mousouros) y modernas (G. Pasquali y P. Chantraine) de la crítica textual griega. Razones de comodidad nos aconsejan citar los trabajos incluidos con referencia a dichos volúmenes, que, además, cuentan con la ventaja de incluir útiles índices. Como puede verse en los títulos de ambos volúmenes, para Irigoin los conceptos de «crítica textual» y «tradición» no pueden disociarse. Con esta idea entronca otro de los grandes críticos actuales, G. Cavallo, quien también ha publicado reunidos (Dalla parte del libro. Storie di trasmissione dei classici, Urbino 2002) ocho trabajos publicados entre 1986 y 1999 sobre los factores sociales, culturales y, sobre todo, materiales, que intervienen en la transmisión de los textos griegos, más uno ya aparecido en 1975 acerca de la importancia en esta transmisión del sur de Italia. También en este caso preferimos citar los trabajos incluidos de Cavallo con la referencia a este volumen. 8
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historia de los textos, sin descuidar los factores materiales, que tanto afectan a la transmisión9. La crítica textual tampoco ha sido ajena, como ha ocurrido en otras parcelas, a la reflexión epistemológica, casi ontológica, sobre la existencia del objeto propio sobre el que versa, el texto, no sólo con la especulación de si existe verdaderamente un texto de autor, sino la más funcional acerca de lo que pretende reconstruir el editor: en los últimos años el acento se ha ido desplazando desde el desideratum del texto original del autor (Urtext) hacia el texto transmitido y reconocido como tal por cada época. En este sentido, resultan sugerentes las distinciones procedentes del campo de la lingüística, entre «sistemas» y «diasistemas» textuales, o la más generativa entre «estructura profunda» y «superficial» del texto. En efecto, ya desde mediados del siglo pasado se han dejado sentir con fuerza en la crítica textual griega las reflexiones procedentes de la lingüística, con las ideas, por ejemplo, de C. Segre, surgidas de la dialectología de O. Weinreich, sobre el compromiso que supone el «diasistema» del texto que ofrece el manuscrito entre dos sistemas culturales en contacto: el del texto modelo y el del propio copista. O las de orientación más generativa, con la distinción entre una estructura profunda del texto que se concreta en diferentes realizaciones o estructuras superficiales en cada copista. En este sentido, es sugestiva la tesis de la «difracción» del texto (o dispersión de sus variantes) de G. Contini: el texto primario se «refracta», se espeja, en sucesivas imágenes o copias que omiten la lectio difficilior («difracción en ausencia») o la preservan («en presencia»), provocando la «difracción» en los otros manuscritos (Orduna 2000, p. 61)10. Estas reflexiones han conducido casi de una manera natural, como afirmábamos antes, a un cuestionamiento epistemológico sobre el objetivo último de la crítica textual, esto es, el texto, hasta proponerse, incluso, una disciplina autónoma, la «textología», término, sin embargo, equívoco (Bernabé 1992, p. 103), que ya fuera propuesto (Textologie) con otro sentido por Tomachevski en 1928. En efecto, uno de los problemas que actualmente más se debate en crítica textual afecta a la existencia en sí del texto editado o, mejor dicho, a la cuestión de qué es lo que realmente se edita o quiere editar, qué es lo que recuperamos o intentamos recuperar: ¿el texto original de un autor?, ¿el texto de un «arquetipo», fuente de una tradición posterior?, ¿un texto reconstruido en abstracto pero en origen inexistente como tal?, ¿lo que el autor quiso escribir pero no nos ha sido transmitido? (Dover 1997, p. 45), ¿el texto divulgado —y aceptado como genuino— en una determinada época o tradición, pero distinto al de otra? (Cavallo 2002, p. 13). Todas estas cuestiones nos llevan a otra ontológicamente más inquie9 Éste es precisamente el contenido del «añadido» de Cavallo 2002, p. 28 al «decálogo de doce principios» de G. Pasquali: «I caratteri materiali connotanti vettorii del testo possono in determinati casi indicare fatti, modi, fasi della sua storia (e talora della sua stessa scrittura)». 10
Entre la lectio facilior y la difficilior se situaría el principio de la lectio media, enunciado por Bengel (cf. Flores 1998, pp. 23-24).
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tante: ¿existe realmente el texto editado antes de serlo? Desde el ámbito científico la teoría de la relatividad y el principio de indeterminación se han trasladado también al filológico, haciendo del texto algo fundamentalmente relativo e indeterminado. La cuestión se complica aún más si en algunos casos debemos contar con las «variantes de autor», es decir, con la hipótesis de que un mismo autor ha reelaborado su obra a lo largo del tiempo, como ocurre, por ejemplo, con Demóstenes y Aristófanes. Si se quiere editar —pongamos por caso— la Tercera Filípica de Demóstenes, ¿qué debemos editar: la primera versión corta o la posterior más larga?; ¿ambas a la vez, distinguiéndolas tipográficamente11, como hacen los editores oxonienses Butcher y Dilts? No tiene, pues, nada de extraño que frente a un concepto estático del texto («parmenídeo» lo llama Orduna) cada vez cobren más fuerza, especialmente en Francia y Alemania, corrientes como la «crítica genética» (Hay 2002) que insisten en la faceta esencialmente dinámica del texto («heraclítea», según Orduna), tanto en su génesis por el autor como en la transmisión a través del tiempo12. Es cierto que el primer aspecto, como ocurre, por ejemplo, con las diferentes etapas de la génesis del Ulises de Joyce o de las Poesías de Fray Luis de León, encuentra difícil extrapolación en la literatura clásica y, aunque hay constancia de diferentes redacciones de sus obras por parte de Aristófanes, Demóstenes o Cicerón, no obstante podemos seguir considerando con Pasquali 1962, p. 419 las «variantes de autor» como la última ratio en crítica textual griega13. Diferente es el caso de las «variantes de transmisión» (Mariotti 1985): aquí la literatura griega nos ofrece un campo verdaderamente propicio donde se despliega un texto «polimorfo» (Gentili 2000, p. 325) difícil de reducir a una sola forma modélica. Una primera conclusión se desprende de lo manifestado hasta ahora: la crítica textual griega en los últimos años se ha caracterizado por una amplísima bibliografía, fruto de un interés renovado por ella, como lo prueban los numerosos volúmenes colectivos y monografías dedicadas a la reflexión sobre el fenómeno de la edición y la transmisión de los textos, en general y con especial atención a los clásicos, así como por la irrupción de nuevas corrientes procedentes fundamentalmente de la lingüística (es-
11
Cf. Petitmengin en Most 1998, p. 224. Frente a la «genética» de la creación por parte del autor, la de la transmisión insiste en los sucesivos cambios que los copistas introducen en el texto. Entrarían aquí en juego consideraciones que hacen de él algo casi «virtual» (Cerquiglini 1989) o, al menos, en estado «fluido», en permanente «devenir». Desde esta perspectiva, la edición crítica es una ficción frente a la «scribal version» que reproduce un texto real del que el copista es verdadero editor (el «escriba-editor» de A. Vàrvaro, en Ferrari 1998). Orlandi 1995, pp. 29-30 ve esta «scribal version» «como una redacción del texto que se debe reproducir y respetar, en cuanto documento de un modo de leer la obra que respondía a exigencias reales en determinados ambientes (escuelas monásticas, episcopales, etc.)». Traspasaríamos así los confines de la crítica textual para adentrarnos en la literaria, porque la legitimidad de estas «versiones» dependería, en definitiva, de la coherencia interna de un texto «recreado» más que transmitido. 13 Parece que fue C. Rittershusius (1560-1613) el primero que sostuvo que las diferentes lecciones pueden deberse a varias ediciones de una misma obra o a variantes añadidas por el autor, cf. Giarratano 1973, p. 724. 12
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tructuralismo, funcionalismo, generativismo) y de la filosofía (fenomenología)14, con más reflexiones teóricas que aplicaciones prácticas en nuestro campo. III. LA CUESTIÓN DEL «MÉTODO» EN CRÍTICA TEXTUAL GRIEGA (I). LA «CRISIS» DEL «MÉTODO STEMMÁTICO»: MAAS (LACHMANN) VS. PASQUALI (Y SUS EPÍGONOS): «RECENTIORES, NON DETERIORES» VS. «COMBURENDI, NON CONFERENDI». EL «MÉTODO» EN LAS OPERACIONES DE LA CRÍTICA TEXTUAL: RECENSIO-COLLATIO-EMENDATIO-CONSTITUTIO TEXTUS Descendiendo de las reflexiones generales al campo más específico de las «cuestiones de método» (Canfora 2000) en crítica textual griega, todavía somos deudores de la fecunda polémica abierta en el siglo pasado entre P. Maas y G. Pasquali15, y sus respectivos epígonos. Es sabido que Maas es la culminación de una orientación profundamente racionalista, casi idealista, que se inició en la crítica textual neotestamentaria y culminó con las figuras de Lachmann16 y él mismo17. Su pretensión de objetividad se centraba en la reconstrucción casi mecánica de una forma «arquetípica» del texto (luego volveremos sobre el polémico concepto de «arquetipo») con la menor intervención posible de la subjetividad del crítico (una recensio sine iudicio et sine interpreta-
14 Cf. Contini 1986, Segre 1991 y 1998, Flores 1998, Cozzolino 2001, Petitmengin 1998 y Hay 2002. Para Avalle y su «fenomenología del original», el concepto mismo de original supone una concepción estática de la obra literaria, cf. Orduna 2000, p. 63. 15 Para el contexto de la polémica, cf. Garzya 2002. 16 «La crítica textual contemporánea se ha escrito siguiendo los postulados teóricos de Lachmann o atacándolos» (Morocho 2003, pp. 98-99). Los precedentes de Lachmann ya fueron bien estudiados por Timpanaro 1985a y, más recientemente, por Fiesoli 2000. Schmidt 1988 destacó las incompresiones a que dio lugar el método, mientras que Kristeller 1984 subrayó los «méritos» y «limitaciones» del mismo, y Orlandi 1995, p. 25 ha subrayado que «una conducta pragmática como la de Lachmann (...) puede aún rendir buenos servicios». Cecchini 1982, por su parte, modificó, junto a otros filólogos como La Penna, Grassi y Bormann, algunas de las llamadas «reglas de Lachmann» formuladas en 1817. Sobre el carácter relativo de las «reglas» en crítica textual, cf. Guzmán 1980 y Tov 1982. La formulación de estas «reglas» se asocia a las ediciones del Nuevo Testamento con nombres como Bengel (el primero, al parecer, en formular el principio de lectio difficilior, potior, que también falla cuando el copista o intérprete, en lugar de trivializar -que es lo más frecuente-, complica el texto recibido), Wettstein y, sobre todo, Griesbach, cuyas «reglas», según Pasquali, deberíamos aprender los filólogos de memoria, pero la única que resiste toda crítica es la casi tautológica de lectio melior, potior, «y la elección será tanto más juiciosa cuantos más sólidos sean los conocimientos del crítico y más fina su sensibilidad literaria. La crítica no deja de ser un arte» (van Groningen 1963, p. 115). 17 Al parecer, extrañamente Maas no cita ni una sola vez a Lachmann en su Textkritik, de la misma manera que West, cuyo libro fue planeado en gran medida para sustituir al de Maas, no cita tampoco a éste entre los que él mismo recomienda (cf. van Groningen 1963, p. 268, y Pieraccioni en Pasquali, reed. 1988, p. VI) o Irigoin no cita a Maas en su introducción general a su volumen de 1997, pp. 3-30. Flores 1998, pp. 64-65 ve en Maas la culminación de una cadena cuyos eslabones principales son Escalígero, Hemsterhuis y Lachmann, con un peso muy importante del componente matemático, que en el caso de Maas se acentuaría con la influencia de Frege y el llamado «Círculo de Viena».
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tione18) y tendencia a sobrevalorar la antigüedad del codex optimus y a desacreditar las variaciones de los manuscritos más tardíos: recentiores, deteriores. Frente a ella, G. Pasquali quiso imprimir un sesgo menos teórico y abstracto («critica textualis more geometrico demonstrata» definió Pasquali la Textkritik de Maas), más anclado en la historia, incluso material, de los textos, y atento a la singularidad de cada testimonio, aun tardío, que hay que valorar sin prejuicios19: recentiores, non deteriores20. El «fuego cruzado» perduró durante años21: en la edición de 1957 de su Textkritik Maas incluyó un apéndice (Rückblick 1956), cuyo apartado 2º se titula precisamente Recentiores, non deteriores —no incluido en la traducción italiana de 1966—, y concluye, en clara réplica a Pasquali, con un comburendi, non conferendi, frase que, al parecer, es un dudoso eco de Cobet (Carlini 1997, p. 7), y que ha sido agriamente respondida desde Italia: Montanari 1999, p. 258 la califica de «estocada ingeniosa e injustificada» con «el sabor de un desahogo» (p. 262), y Canfora 1982, p. 379 como «duro y falaz ataque»22. Tal vez de manera un tanto simplista, en los nombres de Maas y Pasquali quedan simbolizadas, más que dos corrientes opuestas, dos sensibilidades diferentes a la hora 18
«Recensere sine interpretatione et possumus et debemus», como afirma categóricamente Lachmann en su Prefacio a la edición del Nuevo Testamento. 19 Pieraccioni (en la presentación de la reedición de 1988 de la Storia de Pasquali, p. VI) lo encuadra dentro de la «nueva filología» que definiera M. Barbi (cf. Orlandi 1995, pp. 38 ss.). Para las relaciones de Pasquali con la «New Philology», cf. tambien Wenzel 1990 y Falqué 2001. 20
Así, con coma, el cap. IV de su Storia y en el apéndice de Maas en su edición de 1957, no sin ella, como tituló Browning un artículo de 1960, aparece en Maas en su breve reseña de Belfagor (23, 1968, pp. 359-360) y todavía perdura en algunos trabajos (Bernabé 1992, p. 69). Sintáctica y conceptualmente pueden existir matices diferentes: sin coma, habría que entender una frase en que el sujeto es recentiores: «los códices más recientes no son los peores». Con coma, sin embargo, la afirmación se atenúa porque tendríamos una frase con sujeto elidido: «los códices (objeto de la discusión) son más recientes, (pero) no peores». Al parecer, la célebre frase de Pasquali tiene sus precedentes en P.E. Huschke 1914. 21 La 1ª ed. de la Textkritik de Maas es de 1927 (publicada por Teubner como parte VII de la Einleitung in die Altertumswissenschaft de Gercke-Norden, vol. I). De 1929 es la reseña crítica que de ella hace Pasquali en Gnomon (5, 417 ss.), a raíz de la cual, según propia confesión, concibió la idea de publicar su Storia, que aparecería en 1934. Un ejemplar de ella con anotaciones manuscritas de Maas, probablemente con vistas a una reseña, se encontraba en posesión de M. Reeve (cf. Pieraccioni en la presentación de la reedición en 1988 de la Storia, p. V, n. 10). Tres años antes, en una comunicación a la Accademia del Lincei (1931) Pasquali ya había anunciado la preparación de su Storia y sus objetivos: principalmente encontrar alguna cura contra la «irremediable» contaminación que constataba Maas. Es sabido que el capítulo IV de la Storia es el célebre titulado Recentiores, non deteriores. En 1950 se publica la reedición de la Textkritik de Maas, con la inclusión del Anhang I «Leitfehler und Stemmatischen Typen», que provoca la recensión de Irigoin en AC 21, 1952, p. 186, en la que le reprocha su escaso interés por la crítica histórica. Sobre la 2ª edición de 1950 se realiza la traducción italiana de N. Martinelli, con presentación de G. Pasquali (1966, 2ª ed.). La 3ª (1957) y 4ª edición (1960) de la Textkritik de Maas incluyen un Apéndice (Rückblick 1956), cuyo 2º capítulo se inicia con el título Recentiores, non deteriores, y termina con «comburendi, non conferendi», en alusión al famoso capítulo de Pasquali. La publicación en 1986 de los Scritti filologici de Pasquali nos permite ahora conocer mejor el desarrollo de sus ideas, la «génesis del pasqualismo», para parafrasear lo ocurrido también con Lachmann (Timpanaro 1985a y Fiesoli 2000) y Maas (Canfora 1982). 22 Ecos de la polémica también en Browning 1960, Timpanaro 1985b y Campanile 1992, Montanari 2003, sin interpretarla necesariamente en términos «geopolíticos» como un enfrentamiento entre un humanismo del norte y otro del sur.
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de abordar la crítica textual: la de los llamados «metódicos» y la de los «eclécticos». Y, frente a ellos, los que buscan un punto de equilibrio entre ambos, entre el sano apego a un método riguroso y objetivo (la Textkritik es un método de indudable valor, no el único método), y la apertura, sin descalificaciones apriorísticas23, al rico filón que nos puede llegar de los códices recentiores, tan numerosos como tradicionalmente descuidados24 en nuestras bibliotecas. Sin llegar a la exageraciones de Dawe (que le valieron la crítica de Irigoin25), mediaríamos en la polémica con un recentiores non semper deteriores26. Un método, pues, «flexible» (West 1973, p. 102) y eminentemente pragmático y «funcional», como ya reclamaba Kenney, que valore en sí misma cada lectura hallada, sin pretender responder a la cuestión, tal vez insoluble, de la procedencia de dicha lectura (Reynolds y Wilson 1986, p. 209), tratando de distinguir entre tradición y conjetura. Si a Maas hay que reconocerle el mérito indudable de elaborar un riguroso método de clasificación genealógica de los manuscritos, el llamado método «stemmático», ya prefigurado en Lachmann y sus precedentes, la obra de Pasquali ha supuesto de facto la crisis27 de ese método o, para decirlo de manera más suave, la puesta en evidencia de las «limitaciones del método stemmático» (Reynolds y Wilson 1986, p. 205)28. Si Maas 23 En este punto, un crítico tan pragmático como West 1973, p. 50 es taxativo: «la cualidad de un manuscrito sólo puede establecerse leyéndolo». Lo contrario sería «una falta de respeto hacia los propios manuscritos» (van Groningen 1963, p. 72). El mismo West recomendaba siempre en caso de duda tomar el manuscrito en las manos y examinarlo. Para él, la crítica textual es cosa, sobre todo, «de observación y práctica» (p. 5), que se puede conseguir mediante el procedimiento de la «edición corregida»: dar por buenos los aparatos de otras ediciones, eligiendo las variantes y enmendándolas cuando proceda. Más útil, si cabe, es el de la «edición ampliada», especialmente para la práctica escolar y el progreso de la propia crítica textual: partir de la edición más completa que haya de un autor u obra, completarla con el testimonio de otras ediciones, pero, sobre todo, con el de las variantes de otros manuscritos que hasta ese momento no se hayan colacionado. 24 Puede verse nuestra queja en Tempus 30, 2002, pp. 59-66 («El olvido de un género y de unos manuscritos»), a propósito de los manuscritos de Esquines y otros oradores. 25 «El eclecticismo al estilo de R.D. Dawe exigiría colacionar todos los manuscritos de un autor, incluso los más recientes» (Irigoin 2003, p. 46). Para Irigoin, el reino del eclecticismo es el reino de la arbitrariedad (Id., p. 123) y la posición de Dawe le parece «insostenible» (Id., p. 31). Otro «ecléctico», D.L. Page, en su Prefacio a la edición de Esquilo (Oxford 1972, p. VIII) considera que una lectio debe ser juzgada «non stemmate igitur sed virtute». 26
O, con Bernabé 1992, p. 70, recentiores aliquando non deteriores. Cf. Reeve 2000, p. 198. Para no verse paralizados por ella, los editores se han refugiado en el «eclecticismo», que valora individualmente cada lectura, independientemente de su antigüedad. 28 Reeve ya se cuestionaba en 1986 las disfunciones de dicho método, concretadas en 1989 en el problema de la eliminatio codicum descriptorum: en principio, el manuscrito copia deberá contener los errores de su modelo más los suyos propios, pero si el copista corrige algunos errores de su modelo, el proceso podría interpretarse —erróneamente— al revés. El claro rechazo del «método stemmático» en Victor 1996, sobre el ejemplo del texto de Terencio, se compensa con las defensas de Flight, quien lo considera válido tanto para tradiciones «complicadas (abiertas)» (1992) como «no complicadas (cerradas)» (1994). Pero, paradójicamente, otro trabajo del mismo Flight 1990, en el que intenta responder a la pregunta de Maas sobre el número de posibles «stémmata» según los manuscritos existentes, arroja la sombra de la improbabilidad estadística: con diez manuscritos —concluye Flight su complejo razonamiento algorítmico— «there are more than 100 billion possible stemmata» (p. 122): de lo que se deduce la improbabilidad de que entre tantos (100.000 millones si optamos por el 27
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concluía precisamente su Textkritik (1950, p. 31) con la afirmación de que «contra la contaminación todavía no se ha encontrado ningún remedio»29, la Storia de Pasquali demostró que dicho fenómeno —el acceso a varios modelos o un modelo con variantes— era muy frecuente dentro de la literatura griega. Ahora bien, Pasquali sí encontraba un «remedio» para la contaminación, que «todavía» no había encontrado Maas, pese a sus excelentes dotes de enmendador que le reconoce el propio Pasquali: el buen iudicium del crítico que valora cada lectura en su contexto, conforme al usus scribendi del autor. En el marco de esta «crisis» hay una serie de «cuestiones abiertas» que se comprometen mutuamente y han centrado la atención de los críticos, como las nociones de «arquetipo»; «error», «falta» y «variante»; valor de los recentiores; transliteración única o múltiple; «stémmata» bífidos, trífidos o «multífidos»; el «eclecticismo» de los papiros (o de la tradición manuscrita); recensión «abierta» y «cerrada», y tradición «directa» e «indirecta». En conexión con ellas se relacionan otras no menos importantes: el valor de la conjetura, la constitución del aparato crítico, las fuentes de las ediciones aldinas y, sobre todo, el papel que las nuevas tecnologías, informática e Internet, desempeñan en las ediciones presentes y futuras. Todas estas cuestiones se enmarcan dentro de las operaciones ya tradicionales —y mutuamente implicadas— de la crítica textual: recensio-collatio-emendatio-constitutio textus.
sentido americano —más limitado— de «billion») uno solo sea el correcto para diez manuscritos supervivientes de un autor, cuando en la mayoría de autores griegos se rebasa con creces ese número de manuscritos. No obstante, no se trataría de «jubilar» la noción de «stémma» en crítica textual griega, sino de reducirla a términos más relativos. La contribución de la estadística, con «índices de variaciones» y «distancias» a la manera de Amphoux 1988 o con clasificaciones «filogenéticas» a la manera de Macé et alii 2001, han supuesto un enriquecimiento del método, en el que también ha colaborado el desarrollo de los sistemas informáticos. Para Eklund 1987-88, sin embargo, la controversia entre el «método tradicional» (reproducción de un manuscrito con auxilio de otros) y el «stemmático» (o genealógico) es, en buena medida, artificiosa, por conducir —según él— a los mismos resultados, por lo menos en el caso de algunos autores latinos. 29 «Gegen die Kontamination ist noch kein Kraut gewachsen». Sin embargo, sólo unas líneas antes la afirmación era más matizada: «im Bereich einer Kontamination versagt die strenge Stemmatik». La primera —y más conocida frase— parece una adaptación que hizo el propio Maas de un refrán alemán, sustituyendo «muerte» por «contaminación». Parece, pues, claro que para Maas la «contaminación» era como la «muerte» del «método stemmático». Demostrar que eso no era así fue —según confesión del propio Pasquali en la presentación de la traducción italiana del libro de Maas, p. IX— una de las miras fundamentales de su libro. Más recientemente, también Smulders 1982 ha rectificado a Maas: la mejor «medicina» contra la contaminación radica en la identificación de haplografías compartidas que muestren afinidad entre los códices, siempre que —como ya señalara L. Castagna— sea una omisión que no haya surgido por homoeoteleuton, es decir, no poligenésica. La contaminación se muestra así como un fenómeno crecientemente constatado en la transmisión de los clásicos: un caso reciente es el analizado por Hecquet-Devienne 1997 en algunos manuscritos de Sófocles, en los que se advierten colaciones realizadas por los propios copistas.
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IV. LA CUESTIÓN DEL MÉTODO EN CRÍTICA TEXTUAL (II). CUESTIONES «ABIERTAS» 4.1. La noción de «arquetipo»: ¿«puro» (perfecto) o «impuro» (defectuoso)? Su reconstrucción a través de los errores comunes. Errores «conjuntivos» y «separativos». La identificación y subsanación del error: ¿«cruz» o conjetura? Posturas ante la conjetura Probablemente es la noción de «arquetipo», un término que ya van Groningen 1963, p. 110 quería «jubilar» en crítica textual griega30, el «talón de Aquiles» y verdadero «rompecabezas» (Flores 1998, p. 92) de las teorizaciones de Lachmann y Maas31.
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Para él sería preferible hablar sólo de «antepasado común de un grupo de manuscritos». Dain había añadido otra nota importante: que ese antepasado común fuera el «más próximo» en el tiempo («le-plusproche-commun-ancêtre-de-la-tradition»), pero en este caso no se refiere al «arquetipo» (manuscrito depositado en una «biblioteca oficial»), sino a «una copia, directa o indirecta, del arquetipo», «fruto del azar», del que depende nuestra tradición (cf. Bravo 1978, p. 27 y Reeve 1986, p. 196, a propósito de las definiciones de Dain en pp. 96 y 109 de Les manuscrits, Paris 1949). No obstante, para Lens, en un magnífico estudio (1983), esta noción de «antecesor común más próximo de la tradición» de Dain es «innecesaria» «y no convence» (p. 155), con el único deseo, por parte de Dain y su escuela, de «establecer entre el arquetipo y el antecesor común una distancia suficiente que permita explicar los numerosísimos errores comunes a nuestra tradición medieval», y preservar así de errores al arquetipo. Para el mismo Lens (p. 157), el único ejemplar con carácter oficial ha sido el de las ediciones alejandrinas. Admite, eso sí, que un único códice —entre los conservados por azar— sea el transliterado luego en época bizantina, pero con un «texto parcialmente deficiente», (p. 176) de «carácter compuesto (...), resultado de una multiplicidad de colaciones» (p. 177), lo que explica la «fundamental homogeneidad», dentro de «una relativa heterogeneidad», del arquetipo griego (p. 136). Esta «tensión homogeneización-diversidad explica el que a lo largo de la Antigüedad, como lo muestran el testimonio de los papiros y la tradición indirecta, el texto de los autores clásicos se ha encontrado en un estado relativamente notable de flotación» (p. 141). También Cavallo 2002 ha insistido en esa impresión contradictoria que a menudo ofrece la tradición manuscrita de cualquier autor griego, que en algunos aspectos parece remontar a un ejemplar común, y en otros diferir. Las distinciones de Dain también se prestan a los ojos de Flores 1998, p. 61 a cierto grado de confusión, fruto, en parte, de la contradicción entre los términos franceses «ancêtre» («antepasado») y «témoin» («testimonio»): la noción de «antepasado» parece implicar la dependencia genética de los descendientes con su progenitor, excluyendo la mera reconstrucción abstracta de un pariente-tipo a partir de lo que los familiares más recientes comparten en común (noción cercana a la del «intermediario» de Quentin), de ahí que algunos críticos prefieran hablar mejor de «constelaciones» de manuscritos que de «familias», para evitar entrar en consideraciones filiales que impliquen descendencia (Lens 1983, pp. 179-180). La confusión también afecta a otros términos relacionados con «arquetipo»: los «arquetipos» (100-450 d.C.) y «subarquetipos» (350620 d.C.) de Dain vienen a coincidir con el «arquetipo» de Lachmann, el «prearquetipo» de Pasquali o el «protarquetipo» de C. Müller (Flores 1998, pp. 58 y 81); los «ejemplares transliterados» (843-1000 d.C.) y «prototipos» (hasta 1200) de Dain parecen corresponderse con los «arquetipos» y «prototipos» de Maas, respectivamente. No compartimos la designación de «deteriores» (Bravo 1978, p. 28) para los manuscritos copiados después de 1453, por la connotación negativa que tiene el término, sino que preferimos designar como «recentiores», en bloque, todos los manuscritos copiados desde ca. 1250, comprendiendo los «recentiores» propiamente dichos más los «novelli» (a partir de las «ediciones príncipes») de van Groningen. 31 Según Cini 1981, los errores propios de los manuscritos pueden valer para el establecimiento de su genealogía, pero no para reconstruir su arquetipo (parág. 6 b de la Textkritik). Montanari 2001 ha notado un cierto desequilibrio entre la teoría y la ejemplificación práctica que hace el propio Maas.
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Desde Pasquali, quien lo consideraba «un concepto ilegítimo en la tradición antigua»32, hasta Flores 1998, probablemente la más penetrante y sistemática crítica de los postulados maasianos que se haya publicado recientemente, se han sucedido las observaciones, reparos e, incluso, malas interpretaciones sobre un concepto que parece nacer con Escalígero en 1582 (con respecto a Catulo) y continuó con Madvig ya en el s. XIX33. Si la propia etimología del término «arquetipo» tiene resonancias neoplatónicas, en los desarrollos de Lachmann y Maas no aparece claro si se trata de una entidad real (un manuscrito que realmente existió34, cuya existencia, casi platónica35, se presupone) o lógica (una abstracción que se reconstruye, «aristotelico modo», por la analogía existente entre una serie de manuscritos relacionados entre sí). En ocasiones, pues, el arquetipo parece ser una idea platónica previamente existente «intonsa y pura» (Cozzolino 2001, p. 151), cercana al original mismo del autor, de la que han emanado recta via la imperfecta realidad de los manuscritos realmente existentes y, aún más imperfectamente —y por eso habría que prescindir de ellos—, las pálidas sombras que suponen, como en el mito platónico de la caverna, los manuscritos recentiores. Pero otras veces el arquetipo parece más bien un concepto abstracto, más aritmético que geométrico, que reconstruye mentalmente el crítico por comparación entre los manuscritos realmente existentes, configurando una suerte de «máximo común divisor» entre ellos, sin una relación clara modelo-copia. Y esta reconstrucción analógica del arquetipo se realiza, sobre todo, mediante los errores compartidos por dichos manuscritos: unos errores que deben ser coincidentes y significativos, es decir no poligenéticos o producidos independientemente en varios manuscritos: de manera que si algunos de ellos comparten estos errores significativos, se supone (o mejor «presupone») que tales errores estaban en su arquetipo. Todos los manuscritos que coincidan en dichos
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1962 (la 1ª edición es de 1934), p. 278; en p. 288 se refiere a él como «hipótesis históricamente imposible». Más moderado se muestra Gentili 2000, p. 326: «La reconstrucción del arquetipo es una operación siempre problemática y no siempre legítima». Es conocida la afirmación de Dawe de que el arquetipo de Esquilo es semejante a la nada o, al menos, algo sobre lo que apenas nada podemos conocer (Morocho 2003, p. 139). Este «nihilismo» o, al menos, actitud escéptica, agnóstica incluso, sobre el «arquetipo» ha sido, sin embargo, contestada por Kleinlogel 1979, quien ha defendido la validez del concepto, como lo prueban las reconstrucciones de arquetipos perdidos, luego hallados. Para Canfora 1999, p. 58, frente a la «abstracción geométrica de P. Maas» (quizá habría que decir mejor «aritmética»), las distinciones de Irigoin han supuesto un verdadero progreso, luego continuado por su escuela. 33 Reeve 1984-85, pp. 193 ss. cita a Timpanaro para considerar a Madvig como el primer filólogo que utilizó la expresión «codex archetypus» con un significado cercano al actual. Reeve ofrece (p. 200) hasta seis sentidos diferentes que ha tenido el término a lo largo de la historia, según se insista en su carácter de realidad o reconstrucción, que lo convierten en noción harto problemática. En general, se constata una apreciable confusión en el uso de muchos términos que se emplean habitualmente en crítica textual. Rosato 1999 se ha detenido en los que contienen la raíz «orth-». 34 Un arquetipo concreto es, en la tradición de Pausanias, el manuscrito que perteneció a N. Niccoli (ca. 1437) y que luego desapareció. La tarea del editor resulta clara: reconstruir este manuscrito del que deriva la tradición, aportando las correcciones necesarias (Irigoin 2003, p. 375). 35 «El arquetipo maasiano es, ontológicamente, un pura idea platónica» (Flores 1998, p. 47).
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errores están así emparentados genealógicamente con su progenitor común, que los habría engendrado por una especie de «parthenogénesis» o «modelo de reproducción asexuado» (Irigoin 1997, p. 12), distinta de la contaminación que supone la intervención de varios modelos. De esta manera, el defectuoso o «impuro» arquetipo así entendido tendría poco de platónico, pues sería portador de unos errores o vitia que se han perpetuado en sus descendientes, añadiendo cada generación errores propios a los hereditariamente recibidos (codices descripti). Por eso Dain, distinguiendo entre «arquetipo» y «antepasado común más próximo», quería seguir preservando la pureza del arquetipo, confiriendo los errores al «antepasado común» no depurado de ellos, que los transmitiría a la tradición conservada. Pero no todos los manuscritos descendientes tienen los mismos errores: los hay que unen (los «Bindefehler» o coniunctivi) y los hay que separan («Trennfehler» o separativi). Surge así en Maas un «árbol genealógico» o «stemma monoparental», a cuya cabeza está un defectuoso arquetipo cuyos errores hay que corregir mediante la divinatio-emendatio36 o limitarse a anotarlos con la «crux» filológica, transfiriendo el editor al lector la responsabilidad de encontrar el sentido que pudiera estar detrás de la corrupción textual. Este debate entre conjetura y «cruz» filológica sigue dividiendo a «metódicos» y «eclécticos» (Salvatore 1981), aunque, quizá un tanto paradójicamente, son los metódicos como el propio Maas los más proclives a la enmienda (juzgada también «legítima y necesaria» por Pasquali 1962, p. XII), mientras que los «eclécticos» profesan en este punto una epoché para nada maasiana, prefiriendo, conservadoramente, «crucificar» los textos sin sentido antes que asumir el riesgo de corregirlos. En su favor cuentan ellos que los papiros no parecen haber confirmado muchas conjeturas modernas, pero habida cuenta del texto francamente deficiente que muchas veces transmiten los papiros tampoco es éste un argumento definitivo. Respecto al valor de la conjetura, Lasso de la Vega 198437 veía que los tiempos actuales más pecaban por defecto («hipocriticismo») que por exceso («hipercriticismo»), y ya Housman38 y Wilamowitz (Erinnerungen, Leipzig 1928, p. 100) se refirieron con ironía al desprecio hacia la conjetura de críticos demasiado conservadores.
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Las fronteras entre ellas son poco claras: acaso el apego de la corrección al texto transmitido y su capacidad persuasiva en el lector, quien la ve como algo que se impone por sí mismo. En ese caso, la divinatio se convierte en emendatio, verdadera «corona del arte crítica» (Lasso de la Vega 1984, p. 160): «para un filólogo de verdad pocas emociones son comparables al hallazgo de una buena conjetura» (Id., p. 158). 37 «Al hipercriticismo vituperable ha sucedido un hipocriticismo no menos censurable (...) pero la crítica textual hodierna me parece más amenazada por un fideísmo del texto recibido que por una manía conjetural» (p. 157). «Crítico malo se puede ser por exceso de conservadurismo o por libertinaje en la emendatio» (pp. 151-2). 38 «La más molesta de todas las conjeturas es la conjetura verdadera» (Prefacio a su edición de Lucano, p. XXIX).
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En muchos casos la conjetura es el único «trampolín» que nos puede hacer saltar desde el texto corrupto conservado hasta lo que pudo ser el texto original del autor39, pero para ello debe ser realmente necesaria y responder tanto a una probabilidad intrínseca (de sentido, contexto y adaptación al usus scribendi del autor) como extrínseca (de verosimilitud paleográfica)40. Hay críticos como Bentley y Haupt que privilegiaban el sentido41 y otros como Havet que valoraban la verosimilitud paleográfica. En realidad, se requiere en el corrector una constelación de cualidades, sin olvidar el trabajo: «mens divina plurimumque doctrinae, studium et percognita scriptoris indoles ac natura» (Gronovio)42. Son aquellos a los que la nueva musa de la conjetura, «Eustochía», los encuentra siempre trabajando, especialmente en época de vacaciones43. Frente a ellos están los que más que «correctores» son «corruptores» («correctores imo corruptores») que desfiguran innecesariamente el texto44. 4.2. «Stémmata» bífidos y «plurífidos». Probabilidad estadística y «escepticismo stemmático». La (im)posibilidad de la selección automática de variantes. Nociones de «error» y «coincidencia». El «error significativo conjuntivo» y el «reducto de incertidumbre»: «paradojas» de un ejemplo maasiano. ¿La coincidencia en el acierto no es significativa? Pero hacer del «error» la clave de la clasificación genealógica compromete gravemente todo el sistema. Porque la noción de «error» presupone su contraria, el «acierto», 39 Sin embargo, para Irigoin 1997, p. 19 la «recensión alejandrina» es «el último estado de texto que podríamos alcanzar». 40 Cf. van Groningen 1953, p. 116, West 1973, p. 48 y Lasso de la Vega 1984, p. 155. Según la «probabilidad intrínseca» y «extrínseca» también deben sopesarse las lecturas de la tradición manuscrita. Se trata de «una modificación flexible del método genealógico. El editor escoge sus lecturas de un modo ecléctico persuadido más por su valor intrínseco que por consideraciones de afiliación y autoridad» (Reynolds y Wilson 1986, p. 228). Morocho 2003, p. 125, siguiendo en ello a Vàrvaro, postula un equilibrio entre «competencia» y «plausibilidad», es decir, entre la posición en el «stémma» del manuscrito y el valor intrínseco de cada lección en su contexto. 41 Célebre es la frase de Bentley «nobis et ratio et res ipsa centum codicibus potiores sunt» (en sus notas a Horacio, Carm. III 27.15, Cambridge 1711), matizada, sin embargo, por la que sigue a continuación, mucho menos citada: «praesertim accedente Vaticani veteris suffragio», o la de Haupt (New Jahrb. für das klass. Alt. 27, 1911, pp. 529 ss.) dispuesto a leer «Constantinopolitanus», si lo requiriese el sentido, donde los manuscritos transmiten sólo «o». En el Prefacio de la edición de Horacio, ya citada, Bentley aconsejaba al crítico que tuviera un juicio propio sin dejarse llevar por un temor reverencial al texto manuscrito: «noli itaque Librarios solos venerari, sed per te sapere aude». 42 Irigoin 1997, p. 13 pide al corrector «una gran familiaridad con el autor que pretende editar, un excelente conocimiento de su vocabulario y de su lengua, de sus hábitos al escribir, de su manera de pensar y de expresarse, pero le hace falta también imaginación y, por encima de todo, buen sentido». Para Chantraine, el editor debe identificarse con el propio autor: es esa «congenialidad entre el espíritu del editor y del artista» de la que también habla Lasso de la Vega 1984, p. 152. 43 Nisbet 1991, p. 91, quien comparte el retrato que Housman hacía del buen corrector. 44 Lasso de la Vega 1984, p. 151, cf. también Grafton en Most 1998, pp. 54 ss.
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y esta dicotomía condiciona el resultado o «paradoja de Bédier»45: que la mayoría de estos «árboles genealógicos» o stémmata tengan sólo dos ramas, es decir, sean bífidos (otros piensan que se debe a que el modelo era un arquetipo con variantes o a que se solían hacer dos copias en los scriptoria medievales)46. En cuanto al número de stémmata posibles, ya el propio Maas estableció que con dos manuscritos hay tres posibilidades, y, con tres manuscritos, veintidós (1950, p. 29). Con cinco testimonios el número ya rondaría los cuatro mil (p. 30). En el caso de diez manuscritos, más recientemente C. Flight 1994, valiéndose de complicados procedimientos algorítmicos, ha llegado a la conclusión de que serían «more than a billion»: no es de extrañar, por tanto, que continuamente los editores corrijan los stémmata ofrecidos por colegas precedentes y que en la actualidad se muestren en general renuentes a hacerlo, haciendo gala de un cierto «escepticismo stemmático»47, al constatar que el fenómeno de la contaminación es más frecuente de lo que antes se suponía y que, también desde el punto de vista estadístico, resulta poco probable que toda la tradición de un autor remonte a un único ejemplar —el arquetipo— salvado casi milagrosamente y una sola vez transliterado48. Aparece también en este punto otra de las aporías maasianas: porque precisamente es en el caso —tan frecuente— de dos testimonios cuando menos mecánicamente se puede hacer la selectio49. Cuando hay tres (o más de tres que se pueden reducir a grupos de tres), con la aplicación del principio de «dos contra uno»50, verdadera «re45 De 110 casos examinados por Bédier, 105 conducen a un stémma con dos ramas. Sin embargo, según Turyn, el de Esquilo es trífido (bífido para Bryson), aunque derivado de un solo arquetipo en minúsculas. 46 Mientras que para Grier 1988 la existencia de «stémmata» bipartitos es una consecuencia de la aplicación del «método de las faltas comunes», para Hall 1992 la explicación hay que buscarla más bien en lo que era la práctica habitual de los scriptoria: una para la biblioteca que recibiría la copia y la segunda para otra biblioteca. La creciente necesidad de copias provocaría los stémmata tripartitos o multipartitos. Arkhipoff 1980 ha insistido en la subjetividad que entraña el «método de las faltas comunes». 47 Así, por ejemplo, en D. MacDowell, en su edición del discurso demosténico 19 (Oxford 2000) en comparación con la del discurso 21 (Oxford 1990). 48 Según Flores 1998, p. 89, filológicamente se debe excluir como principio metodológico la existencia «de un único manuscrito, salvado casualmente en una cierta época, de la que deriva en línea rigurosamente vertical una serie de otros manuscritos». Aunque parezca paradójico, este unicum transliterado no es la «hipótesis más económica» (Id., p. 24, n.58), en su aparente sencillez, desde la lógica de los hechos. Recordando el principio metodológico de Bacon («entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem»), casi nos vemos en la «necesidad» de «multiplicar» arquetipos y transliteraciones, porque una sola transliteración obligaría a «admitir algún tipo de organización, mediante la cual, una vez transliterado un autor en un centro, los otros fuesen advertidos de no repetir una operación ya llevada a término» (Lens 1983, p. 168), hipótesis considerada «inverosímil». 49
El propio Pasquali lo declaraba en la presentación de la traducción italiana de la Textkritik de Maas (Florencia 1966, p. VII: «Il Maas mostra che, dove la recensione riconduce a due portatori di varianti, l'archetipo non può essere riconstruito se non con un atto di scelta». Si dos manuscritos difieren entre sí significativamente, puede ocurrir que una de las lecturas sea la correcta, que las dos sean incorrectas, pero también que ambas sean correctas si partimos de la hipótesis de un «arquetipo con variantes», hipótesis «científicamente incorrecta», según Cavallo 2002, p. 173, porque hay pocos manuscritos con lecturas alternativas que no sean trivializaciones. 50 «Toda lección particular de un testimonio viene eliminada por el acuerdo de otros dos» (Maas 1950, p. 30).
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gla de hierro» del sistema maasiano (Lasso de la Vega 1984, p. 251), sí se puede llegar a la reconstrucción del antepasado común casi mecánicamente, pero con dos solamente, si ninguno es descartable a priori, es decir, si las lecturas de ambos pueden ser posibles o «equipolentes», según la expresión de H. Fränkel, entonces hay que decidirse con subjetividad por uno, precisamente lo contrario que se proponía el sistema maasiano. Este concepto de «error» también abre sus puertas a la subjetividad porque de unas ediciones a otras podemos ver que lo que para un editor es «error», para otro es «acierto», es decir, la lectura que se cree genuina y, por tanto, se edita: por ejemplo, más de un centenar de casos, sólo en las arengas de Demóstenes, al pasar de la edición oxoniense de Butcher 1903 a la recentísima de Dilts (vol. I, 2002). Por todo ello, quizá sea más práctico, si se trata de clasificar manuscritos, ir sustituyendo el concepto de «error» y operar sólo con el de «coincidencia», sin suponer a priori la lección correcta que se tiene en mente52: las coincidencias entre manuscritos, si no parecen casuales (es decir, si son significativas como, por ejemplo, las omisiones o adiciones importantes), sí que nos permiten relacionar manuscritos: dichas coincidencias serían conjuntivas para los manuscritos que las compartan y separativas frente al resto, sin subordinar, pace Maas53, unas respecto a otras, cuando en realidad su consideración depende, sobre todo, del punto de vista que adopte el editor54. Incluso la coincidencia en un «error significativo» a la hora de la clasificación genealógica de los manuscritos está sujeta a un cierto «reducto de incertidumbre», porque, como ya advertía el propio Maas, nunca se puede excluir del todo la posibilidad teórica de que dos copistas hayan podido producir independientemente y por casualidad un mismo error que parecía significativo. Así las cosas, y valiéndonos del 51 «La concordancia de dos tradiciones contra una tercera debe dar automáticamente la lección del antepasado común». 52 «Todo sucede como si el editor dispusiese de un manuscrito perdido anterior a los que se han conservado» (Irigoin 1997, p. 12). Morocho 2003, p. 138 se ha podido referir así «al apriorismo del ejemplar único de la Biblioteca de Constantinopla, cuya existencia se da siempre por supuesta»: este arquetipo lachmanniano en unciales (o prearquetipo pasqualiano) sería luego transliterado en minúsculas, ca. s. VIII-IX, en el arquetipo maasiano. Sin embargo, si estoy en condiciones de poder afirmar que de un manuscrito perdido derivan otros dos y que las lecciones de aquél «pueden reconstruirse de las coincidencias entre ambos o de las coincidencias de uno de ellos con los testimonios ajenos» (Bernabé 1992, p. 59), en realidad no necesitaría reconstruir nada, porque para hacer esa afirmación previa ya debería contar de antemano con ese manuscrito supuestamente perdido: en la petitio principii está quod erat demonstrandum. 53 «La mayor parte de los errores conjuntivos no tienen ningún valor separativo, mientras que la mayor parte de los errores separativos se pueden utilizar al mismo tiempo como errores conjuntivos» (1950, p. 29). 54 Van Groningen 1963, p. 104 hace reversibles ambas nociones a propósito de ejemplos como Heródoto 1.1. Según Canfora 1982, p. 365, en 1935 Maas hablaba sólo de «errores-guía» («Leitfehler»), sin distinguir todavía entre «separativos» y «conjuntivos». La publicación de los Kleine Schriften de P. Maas en 1973 por W. Buchwald nos ha permitido conocer mejor la evolución de la «stemmática maasiana», como, por ejemplo, en la argumentación de la denominada «evidencia latente», ya desarrollada en trabajos publicados en 1935 y 1937: de la ausencia de un error «separativo» en un manuscrito respecto a otro más reciente se concluye, por ausencia de prueba contraria (argumentum ex silentio o «evidencia latente»), una dependencia de éste respecto a aquél, lo que justificaría una discutible eliminatio (Canfora 1982, p. 369).
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mismo ejemplo que ofrecía Maas en su Textkritik (1950, p. 27)55, podría argüirse que no se puede descartar completamente que el verso 800 del Edipo Rey de Sófocles que aparece en los manuscritos bizantinos del s. XIII, pero que omite el más antiguo Laurenciano (L), del s. X-XI, sea un añadido de esos filólogos bizantinos y que lo que se tiene por un «error separativo» (la omisión del verso) del manuscrito más antiguo lo sea en realidad de los más recientes (que lo habrían añadido). Hoy día, sin embargo, se suele admitir que el verso es auténtico, considerándose —paradójicamente para los postulados de Maas— que la tradición más reciente (los manuscritos bizantinos) es mejor que la más antigua (el manuscrito L), de manera que un ejemplo presentado por el propio Maas en su Textkritik puede aducirse como desmentido de su recentiores, deteriores. Además, el ejemplo también nos sirve par cuestionar otros de sus postulados: que la coincidencia en el acierto no es relevante, sólo la coincidencia en el error. Pues bien, si estimamos que el verso es tradición genuina, todos los manuscritos que lo contengan (coincidencia en el acierto) acreditarían su parentesco, y no sólo los que lo omitan (coincidencia en el error). En conclusión, puede afirmarse que los fenómenos de la contaminación y la conjetura comprometen gravemente la noción de «error separativo», lo mismo que el de la poligenesia el de «conjuntivo», y que la probabilidad estadística nos hace desconfiar de que haya un solo «stemma» válido. 4.3. Nociones de «error» y «variante». «Variantes de autor» vs. «variantes de transmisión». «Recensión» y «contaminación». Recensión «abierta» y «cerrada». Cronología del supuesto arquetipo y su(s) transliteración(es). «Eclecticismo» de los papiros (o de la transmisión manuscrita). «Arquetipo parcial», móvil», con variantes y ediciones antiguas El concepto mismo de «error» también se presta a equívocos56, porque si el «error» o «falta» es el desvío, voluntario o no, de un copista con respecto a su modelo, y este ejemplar no es el supuesto original del autor, sino un arquetipo imperfecto, 55
Dentro del Apéndice de 1937, titulado Leitfehler und stemmatische Typen. La omisión del v. 800 del Edipo Rey en el manuscrito Laur. 32,9, del s. X-XI, sería un «error separativo» («Trennfehler») de dicho manuscrito frente a los más recientes, que lo incluyen correctamente, mostrando su «independencia» frente a aquél («Unabhängigkeit», y no «dipendenza», como erróneamente se vierte en la trad. italiana de 1966, 2ª ed., p. 54, por probable «salto de vista» del traductor hasta la palabra «Abhängigkeit» con la que comienza el párrafo anterior). Los manuscritos que también lo omitiesen compartirían ese «error conjuntivo» («Bindefehler»), mostrando su «conexión» («Zusammengehörigkeit»), a no ser que hubiesen caído en la misma omisión casualmente. Ahora bien, puede haber manuscritos que, aun dependiendo del antiguo Laurenciano, tengan ese verso por «contaminación» («Kontamination») o acceso secundario a la otra rama. Sin embargo, toda la argumentación quedaría invalidada si el verso no fuese auténtico, sino una invención fruto de la «Konjeturalkritik» de los filólogos bizantinos: en ese caso, lo que se estima la lección correcta de los manuscritos bizantinos también sería «error» de ellos. Por lo demás, el verso («A ti te lo diré, mujer. De un triple...») no parece fundamental para la comprensión del pasaje y podría encajar dentro de la tipología de la interpolación. 56 De hecho, West prefiere hablar de «lecciones de origen secundario», en las que se incluirían tanto las corruptelas como las enmiendas, cf. Flores, 1998, p. 59, n. 18.
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con errores, paradójicamente ese «error» puede restituir la lección correcta del original, es decir, ser un «acierto» (cf. Wilson 1987, p. 4). También causa problemas el término «variante», según el punto de referencia de la «variación»: así se puede hablar de variantes frente a un texto editado y presupuesto como correcto por el editor, y entonces «variante» vale como «error» (de ahí la eliminatio lectionum singularium que realizan algunos críticos), pero otras veces «variante» no tiene esa connotación negativa, sino la más neutral de «lectura» («reading» en inglés) alternativa de otros manuscritos («variantes de transmisión»), distintas de las «variantes de autor» (que pueden valer como texto original cuando, por ejemplo, hay varias redacciones de una obra)57. En el fondo de todas estas cuestiones subyace la pregunta inicial acerca de lo que pretendemos recuperar cuando editamos un texto. Su respuesta condiciona en gran medida el valor de unos términos y conceptos que se han vuelto de interpretación harto problemática. Así también el de «recensión»: es tanto la operación de búsqueda (collectio) del material, con su evaluación mediante la comparación (collatio) de sus lecturas y examen (examinatio) de su genuinidad58, como una de las formas en que el texto de un autor ha sido transmitido desde la Antigüedad (y de ahí que pueda hablarse de la recensión pisistrátida del texto de Homero o de la de Licurgo de los trágicos). En este segundo sentido algunos autores prefieren hablar de «sistema» (van Groningen 1963, p. 107) y con él entra también en juego el concepto de «contaminación», cuando se configura una transmisión horizontal o «recensión abierta»59 con intervención, directa o indirectamente, de varios modelos en la copia (o de un modelo con variantes)60, distinta de la 57
Para las «variantes de transmisión», cf. Wilson 1987; para la distinción de Mariotti 1985 entre éstas y las «variantes de autor», cf. Canfora 2000. La referencia obligada en este apartado de la «variante» es el libro de Cerquiglini 1989, traducido al inglés en 1999. Con las «variantes de autor» también se relaciona la cuestión de la autenticidad de los textos y de los posibles errores y falsificaciones: Gastgeber 2001 y Macía Aparicio 2003. 58 En este sentido, recensión y selección de variantes se relacionan también con la constitución del aparato crítico (Orlandi 1997), pues en ella subyace una ideología que condiciona las variantes —como también las conjeturas— que se aceptan en el texto editado o se relegan al aparato crítico. Formalmente, éste puede ser redactado de forma «positiva», es decir, con mención de la procedencia de todas las lecturas, o «negativa», sólo de las que no se adoptan en el texto, existiendo siempre un cierto riesgo para el lector de obtener conclusiones ex silentio, es decir, de deducir, por omisión del editor, los manuscritos que transmiten la lectura editada. Hay discusión sobre la estructura y función del aparato crítico, sobre su extensión y la lengua en que debe ir redactado (la latina, según Orlandi 1997, p. 41), pero, sobre todo, sobre su destinatario: si deben ser editorum in usum, o si, por el contrario, el editor debe pensar en un público más amplio, dejando la discusión más pormenorizada de algunas cuestiones al Prefacio o a un Comentario (Wellesley 1987). En cuanto al nacimiento como tal del aparato crítico, distintos estudiosos lo han atribuido a Hoeschel (Canfora), Hearne (Kenney), Wettstein (Timpanaro), pero Flores y Tomasco 2000 ven su nacimiento en unas notas de Heinsius, a mediados del s. XVI, sobre una edición de Lucrecio, luego copiadas por Burman. Según Irigoin (1997, p. 9), la expresión «apparatus criticus» se debe a Bengel. 59 Término introducido por Pasquali 1962, p. 126 para referirse a la «recensión» «determinada únicamente por el iudicium, escogiendo con base en criterios preferentemente internos». 60 «Dos posibilidades casi imposibles de distinguir con nitidez» (van Groningen 1963, p. 107). Maas 1950, § 10, p. 8 se inclinaba por la segunda: «no hay que imaginarse que la contaminación se produce cuando un co-
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«vertical» o «cerrada», mera transmisión mecánica desde un solo modelo (Carlini 1981, Galigani 1981). Tampoco aparece clara la supuesta cronología de ese «arquetipo»: si Lachmann lo situaba temporalmente más cerca del autor, entre los s. II-V d. C., en la época en que se produce el trasvase de los textos desde los rollos (volumina) de papiros a los códices de pergamino61, Maas se inclinaba por una fecha más tardía, la de la transliteración de los textos de mayúsculas a minúscula hacia el s. IX d. C. Sin embargo, hoy día parece cada vez más improbable la existencia de este unicum62, producto de una única transliteración, cabeza y modelo de la tradición posterior. También parece probable que errores en mayúscula se produjeron no sólo en este concreto momento de la transliteración, sino durante el amplísimo abanico cronológico en que se utilizó la escritura en unciales, de manera que un error así identificado puede datarse mucho antes del s. IX d. C.63, lo mismo que un error en minúscula también puede remontar a la fase anterior en cursiva. Tampoco se comprende bien que, si ya existía hacia el s. IX d.C. un arquetipo con texto homogéneo para la mayoría de los autores griegos, apenas un siglo después la tradición manuscrita medieval discrepe tanto entre sí64 y que las distintas familias coincidan «eclécticamente» (el llamado «eclecticismo de los papiros» puede también pensarse al revés65) con el texto de diferentes papiros, de cronología bastante anterior. El resultado de esta discusión es un cuestionamiento creciente de la noción de arquetipo. Cavallo la intenta salvar hablando de un «arquetipo parcial» o «móvil» (que ha podido cambiar a lo pista tiene delante dos ejemplares y unas veces reproduce el texto de uno y otras el de otro, porque éste es un procedimiento muy fatigoso». 61 En el caso de Eurípides, por ejemplo, ca. 450 d.C. se copiaron sobre un códice varios volumina, según Tuillier, y se hicieron selecciones de cada trágico, fecha que Barthold y Wilamowitz adelantan al s.II d.C. El discurso IV de Temistio (ca. 357) es buena prueba del esfuerzo institucional (bajo Constancio II) y también privado para la conservación, en torno a la biblioteca de Constantinopla, de los «monumentos literarios» de la Antigüedad (Cavallo 2002, pp. 57 y 76). Para Lens 1983, p. 151, empero, las afirmaciones de Tuillier sobre la existencia de una edición oficial de Eurípides en la Universidad de Constantinopla son «más que dudosas», y el texto de Temistio puede referirse sólo a la formación de una importante biblioteca en ella. En el ámbito romano, tenemos ya constancia de ediciones en códices de pergamino en el s. I d.C. (Marcial). 62 Ya F. Blass en 1892 consideraba la derivación de todos los códices a partir de un solo arquetipo como uno de los casos posibles, no el único caso, y N. Terzaghi, en 1935, veía «dificilísimo» que de la Antigüedad se salvase una sola copia, fuente de las demás, cf. Flores 1998, p. 52. 63 Cavallo 2002, pp. 174-5: «Los errores en uncial pueden deberse a una transliteración pero también a la colación de otros testimonios en mayúscula» (cf. también Flores 1998, pp. 78-9). Irigoin admite esa posibilidad (2003, p. 15), aunque parece decantarse más por la época de la transliteración (2003, p. 283). Dudas sobre la cronología de las faltas en mayúscula y minúscula encontramos también en van Groningen 1963, p. 88. 64 «¿Cómo en un siglo tantas variantes y tan complicadas?» —se pregunta Pasquali 1962, p. 271—. 65 Si se toman como referencia los papiros, «algunos manuscritos medievales prueban, en la elección de variantes que atestiguan, un eclecticismo manifiesto» (Irigoin 2003, p. 27, cf. Flores, 1998, p. 55, n. 11), indicio del carácter eminentemente fluido de la tradición. Cambiando el punto de vista, en un autor como Demóstenes los distintos papiros coinciden «eclécticamente» con las diferentes «familias» medievales, indicio de que dicha separación —si es real— acontecería después de la época de los papiros: antes tendríamos algo así como un «magma» textual luego consolidado en unas «vetas» predominantes (SAFY).
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largo del tiempo), mejor que de «arquetipo con variantes», pero finalmente desiste de ella porque son las ediciones antiguas las que mejor explican, a su juicio, la contaminación presente en la mayoría de los autores griegos (Cavallo 2002, p. 173)66. 4.4. «Recentiores non semper deteriores». Coincidencias con papiros y citas antiguas. Tradición directa e indirecta. Anticipación de conjeturas. ¿Tradición o conjetura? «Elogio de la variante» y «elogio de los recentiores»: «in dubio pro variante». Los recentiores y las fuentes de las ediciones aldinas Por consiguiente, no parece que la tradición fuera homogénea antes de ese supuesto arquetipo ni tampoco después. La tradición siempre ha sido muy fluida67, como lo atestiguan papiros antiguos y códices medievales, y las coincidencias que cada vez se encuentran en mayor número entre lecturas antiguas y de manuscritos recentiores pueden deberse no tanto a la casualidad como a la pervivencia de una tradición antigua, luego mal atestiguada. Las sucesivas recensiones realizadas sobre los textos griegos en Alejandría, Constantinopla y Bizancio no consiguieron uniformar del todo una tradición que en buena medida nació ya plural y se mantuvo también plural hasta la implantación de la imprenta. El «eclecticismo» o mescolanza de «familias» medievales que muestran muchos de nuestros manuscritos, especialmente los tardíos, puede entroncar con esta forma plural del texto antiguo o ser de fecha más reciente. También desde esta perspectiva, que ya subrayara Pasquali68, hay que considerar los abundantes casos de anticipaciones de correcciones de filólogos modernos que ya están en estos manuscritos tardíos, además de las coincidencias con la tradición indirecta más antigua (citas y traducciones, especialmente)69. 66 En su opinión (pp. 106-107), las coincidencias en el orden de algunos discursos de Demóstenes entre papiros (por ejemplo, el Berol. 13274) y manuscritos (SA, pero no en FY) serían una prueba de la pervivencia de estas ediciones antiguas. 67 Gentili 2000, p. 324 habla de una «tradición fluida», documentada en las variantes de papiros, frente a la canónica alejandrina. Según F.W. Hall, los textos circularon ya en época clásica en un estado de «flujo» incesante, cf. Giarratano 1973, p. 677, Bravo 1978, p. 15 y Lens 1983, pp. 122 y 179-180. 68 En el caso de la coincidencia (Demóstenes 19.280) de una conjetura de Dobree y la lectura de un papiro se pregunta —y responde— Pasquali 1962, p. 283: «¿Ha tenido Dobree un precursor antiguo? No, ésta es tradición, tradición más pura». 69 Sobre la tradición indirecta en su conjunto, el libro de Tossi 1988 sigue siendo la referencia obligada. También las diferentes traducciones latinas, siriacas, árabes y armenias del griego (cf. Zuckerman 1995 y Shirinian 2001) pueden mostrar vestigios de un texto diferente al transmitido por la tradición manuscrita medieval y coincidente con el de los recentiores. Sobre las traducciones de Hunayn y su escuela en el Bagdad del s. IX, nos ha dejado páginas magistrales Irigoin 2003, pp. 405-416. Los textos atestiguados a la vez por tradición directa o indirecta exigen un doble proceso de recensión: por ejemplo, si queremos estudiar las citas de Eurípides en Estobeo, primero debemos constituir el texto según los manuscritos de Eurípides y después el que citaba Estobeo según sus propios manuscritos, para poder realizar así la comparación entre ambos (Hernández Muñoz 1989). Distinta es la situación cuando el texto sólo se nos transmite por vía indirecta, porque hay problemas de delimitación de cita y contexto
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Hay, pues, que tener sumo cuidado para no descartar ningún testimonio a priori, sino después de su colación, aunque sólo sea parcial y en los pasajes más discutidos70. Dilucidar si estas «variantes» de los recentiores son conjeturas o tradición parece a muchos un tema de difícil compromiso, casi —y nunca mejor dicho— una «cuestión bizantina». Parafraseando a E. Flores 1998, pp. 10 y 17-18, tal vez podría afirmarse que todo texto transmitido por un manuscrito es tradición mientras no se demuestre lo contrario. El onus probandi, el «peso de la prueba» para decirlo en términos judiciales (que, por cierto, abundan en crítica textual), debería, pues, pasar de los que creen que es tradición a los que piensan que son conjeturas: in dubio pro variante. Hasta ahora los intentos por demostrar que son conjeturas no parecen del todo convincentes, porque —como afirman Reynolds y Wilson 1986, p. 206— aquí estamos ante algo tan subjetivo como una cuestión de «criterio». Precisamente el propio Wilson, quien suele inclinarse por considerarlas conjeturas71, también ha reconocido —con Reynolds 1986, p. 210— que la capacidad conjetural de los filólogos bizantinos parece más limitada de lo que se suponía y que en algunos casos podemos estar ante una «rama diferente», luego perdida, pero en su momento consultada (p. 206). Cada vez, pues, son más las voces que están valorando la posibilidad de encontrar antiguas tradiciones en estos manuscritos tardíos72, de los que en las bibliotecas españolas tenemos todavía un rico «filón» por (Schepens 2000), posibles adaptaciones (como los «errores de florilegio» o pequeñas intervenciones del citador para hacer de su cita un texto de apariencia autónomo, por ejemplo por medio de partículas aseverativas y enfáticas) y normalizaciones, especialmente de carácter ortográfico. 70
«La exclusión de los recentiores (...) debe probarse siempre caso por caso y con la máxima documentación, y no darse apriorísticamente» (Flores 1998, p. 45). «Sus lecturas individuales no pueden ser asumidas a priori como conjeturas (...) un editor debe estar siempre alerta ante la posibilidad de acceso a un tradición antigua» (Browning 1960, pp. 18-19). Por eso en otro lugar (Tempus 30, 2002, p. 62) hemos manifestado que todo descarte a priori de tales recentiores nos parece un error metodológico a priori. Por lo demás, la lista de los manuscritos griegos disponibles para cada autor se puede seguir consultando —con los inevitables añadidos y correcciones— en Sinkewicz 1990. 71 Así, en los varios casos de lecturas con escaso apoyo en la tradición que contempla en un importante trabajo de 1987: conjetura plausible de un filólogo moderno frente al testimonio de toda la tradición, lectura de un manuscrito o pequeño grupo de ellos que ofrece una lectura atractiva frente a los manuscritos considerados importantes (que es el caso que centra la discusión de Wilson), lectura de un manuscrito o pequeño grupo de ellos confirmada por un papiro, y conjetura moderna confirmada por un papiro y/o manuscritos poco importantes. Aparte de descalificar a priori dichos manuscritos como «poco importantes» y de concluir casi siempre que la variante en cuestión se debe a una intervención erudita para «embellecer el texto» (pp. 4 y 12) o a «un afortunado desliz de un descuidado copista» (p. 4) que, paradójicamente, podría restituir el texto correcto, Wilson no parece contemplar algunos casos también igualmente frecuentes: el de conjeturas modernas confirmadas por un grupo amplio de manuscritos previamente no colacionados (mayoritariamente recentiores), y el de lecturas también de un grupo amplio de recentiores halladas en papiros (y, a veces, también coincidentes con conjeturas de filólogos modernos que no habían reparado en esos manuscritos ni conocido todavía el testimonio de los papiros). Son dos casos que cada vez se están dando con mayor frecuencia, a medida que se avanza en la colación de los recentiores, como han demostrado recientemente P. Leganés 2003 y E. Ares 2002 en sendas tesis doctorales sobre el texto de Demóstenes y del rétor Menandro, respectivamente. 72 «Por eso existe la duda razonable de si debemos la buena lección al ingenio de un escriba o del corrector o si dicha lección se debe a la excelencia del modelo utilizado» (Morocho 2003, p. 141). «El problema que se
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explotar, y resulta, incluso, perceptible una evolución en algunos críticos hacia posturas más abiertas73. Aquí quizá resulte algo exagerada la postura del ya citado Flores, quien considera que cualquier lectura encontrada en un manuscrito, sea o no recentior, es, en principio indiferente en este aspecto («in-significante» dice él o «en grado cero respecto al binomio verdad/error»)74, afirmación que está en la línea de lo que mucho antes expresara H. Quentin 1926, p. 37: «No conozco ni errores ni faltas comunes ni buenas ni malas lecciones, sino solamente formas diversas del texto». En este punto tiene toda la razón Lens 1983, p. 181 cuando escribió: «El camino más razonable para mejorar hoy nuestras ediciones de textos griegos estriba en intentar recuperar las lecciones antiguas que puedan conservar estos códices más recientes que reflejan la actividad de los estudiosos bizantinos de los ss. XIII y XIV»75. Y el propio West 1973, p. 50 ya señaló que no debemos hacer de tradición y conjetura conceptos completamente antitéticos, porque la propensión en un manuscrito hacia la conjetura puede ser también sintomática de un interés por el texto, manifestado en la consulta de copias difíciles de encontrar. Sintomático también de esta nueva (aunque quizá no tanto) sensibilidad hacia la variante es el título, Elogio de la variante, del libro de Cerquiglini, publicado en 1989 y traducido en 1999 al inglés. No vamos a hacer ahora nosotros el «elogio de los recentiores», pero es sabido que ellos constituyen quizá el terreno más propicio para encontrarlas76. Su testimonio está siendo, además, de precioso valor para completar un imimpone al editor es, pues, determinar si las innovaciones (...) son simples conjeturas o si tienen probabilidad de representar lecciones antiguas procedentes de una rama de la tradición hoy perdida» (Irigoin 2003, p. 29). Por ejemplo, Powell (CQ 32, 1938, pp. 107-108) detectó una «recensión cretense» en el texto de Tucídides. Turyn, entre 1943 y 1957, intentó distinguir, en el texto de los trágicos, entre tradición antigua y recensiones bizantinas, cuyos resultados fueron contestados por Dawe, con la protesta de Irigoin. 73 Los mismos Reynolds y Wilson 1986, p. 210, refiriéndose a manuscritos como el Vindobonense 37 de Jenofonte escriben: «sus lecturas (son) tan exactas que no pueden ser inventadas por un estudioso de la Edad Media o del Renacimiento». Sobre el Vindobonense 39 de Platón, Carlini 1997, p. 6, n. 17 considera que «tiene raíces textuales antiquísimas». P. Leganés 2003 y E. Ares 2002 han insistido en sus respectivas tesis en el valor de ciertos recentiores, algunos conservados en nuestro país, para el establecimiento del texto de Demóstenes y el rétor Menandro, dos autores estudiados por Hernández Muñoz en 2000 y 2001, y S. Martinelli 2003 ha elevado a la categoría de potior un recentior de Salamanca (M 279) que transmite el Panegírico de Isócrates, descartando, de paso, la existencia de un único arquetipo antiguo o medieval (p. 132). 74 Flores 1998, p. 17. 75 «Hoy no cabe duda —son palabras también de Lens (pp. 179-180)— de que, dada la frecuencia, intensidad y profundidad del proceso de contaminación resultante de la colación, prácticamente cualquier manuscrito (salvo, obviamente, los apógrafos) nos puede presentar una auténtica variante antigua». 76 «Un aspecto importante de la aportación española a la crítica textual es la descripción y valoración de los manuscritos de nuestras bibliotecas, a menudo desconocidos o infrautilizados, cuando no simplemente desconocidos por editores extranjeros, por una larga tradición de abandono en la descripción y utilización de nuestros códices» (Bernabé 1994, p. 49). Nuestras bibliotecas se convierten así, por su riqueza en manuscritos griegos, sobre todo recentiores, en un rico filón que debería ser mejor aprovechado. En esa dirección apunta la creación en la Universidad Complutense de Madrid, como proyecto abierto, del Seminario para el estudio de los manuscritos griegos en España (S.E.M.G.E.), que ha publicado (para su consulta en Internet) un Álbum de copistas de dichos manuscritos.
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portante eslabón de la tradición de los griegos en Occidente: las fuentes de las ediciones aldinas, tema al que con tanto provecho se ha dedicado M. Sicherl y, recientemente, también A. Cataldi77. No obstante, quedan aún muchos modelos por encontrar y la clave puede estar en tantos recentiores que todavía permanecen sin examinar. 4.5. Tradición y crítica de textos: «la crítica textual debe ser histórica». La historia de la transmisión y los factores materiales Con la constitutio textus no termina el trabajo del crítico textual. Aunque ya Lachmann en su Prefacio a la edición del Nuevo Testamento (1842) hablaba del «originem detegere», de investigar el origen del ejemplar examinado, como una de sus operaciones fundamentales78, puede decirse que hasta el siglo pasado no ha alcanzado verdadero desarrollo. Muchas veces se le ha criticado a Maas la elaboración de una crítica textual demasiado teórica y abstracta, poco atenta al devenir material de sus principales vehículos: los manuscritos, título precisamente del conocido libro de A. Dain, y precursor de una escuela en Francia que cuenta con J. Irigoin como principal representante. En Italia, otro eminente cultivador de nuestros estudios, G. Cavallo 2002, p. 23, reivindica una filología «material» —que nos remite a la «kodikologische Stemmatik» de O. Kresten, M. Sicherl y D. Harlfinger— que sea al mismo tiempo una «filología total» en el estudio del códice. Y es que si la crítica textual propiamente dicha remonta el camino hacia atrás, intentando aproximarse lo más posible al original del autor desde los últimos testimonios, la tradición emprende el camino al revés, estudiando cómo, desde su autor, el texto se ha transmitido y ha ido influyendo, con fecunda pervivencia, en autores posteriores. El devenir del manuscrito a través del tiempo ha pasado por una serie de etapas cada vez mejor conocidas79: sus azarosos pasos en las primeras copias que circularon en la Antigüedad; los problemas suscitados por el primer «metagrammatismo» o transliteración (de la ortografía arcaica a la jonia de Mileto) a finales del s. V a. C.; el «filtro» intelectual
77 Los estudios de Sicherl publicados entre 1975 y 1992 también han sido recopilados en fecha reciente por él en un volumen (1997), con el añadido de un trabajo nuevo sobre los epistológrafos griegos. Guiado por criterios internos (valoración del texto) y externos (marcas de impresión, fundamentalmente), Sicherl identifica, entre modelos directos e indirectos, treinta y seis manuscritos, a los que Cataldi 1998 ha añadido otros dieciocho manuscritos e incunables pertenecientes a G. Francesco d'Asola, pariente de Aldo. La colación de nuevos recentiores deparará, sin duda, avances en este terreno, como ya ha ocurrido en España, por ejemplo, con Demóstenes y el rétor Menandro. 78 «Iudicandi tres gradus sunt: recensere, emendare, originem detegere.» 79 En este apartado son de referencia obligada, como ya hemos señalado, los volúmenes recientes de Irigoin 1997 y 2003 y Cavallo 2002. También son muy útiles, dentro de nuestro país, los trabajos publicados por Bravo 1978, Caballero 1999, con bibliografía específica en pp. 49 ss. y 55 ss., y Martínez Hernández 2001, entre otros.
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que supusieron las ediciones alejandrinas80 y el material del dilatado —y a veces precario— trasvase de rollos de papiro a códices de pergamino81; el papel en su supervivencia de la Universidad de Constantinopla y de los dos llamados «renacimientos bizantinos»; el «filtro» del segundo «metagrammatismós» (transliteración de mayúsculas a minúsculas: cf. recientemente Ronconi 2003); la importancia de los scriptoria del sur de Italia82; la «crisis» de 1204 y la de 1453; la diáspora griega hacia Occidente; los humanistas del Renacimiento y las primeras ediciones impresas (cf. Wilson 1996 y Jackson 1998). Y es que, en efecto, con las primeras ediciones impresas se detiene en gran medida ese deterioro continuo que ha sufrido el texto antiguo desde que fuera puesto en circulación por su autor83. Y junto a las etapas conocemos también mejor a sus protagonistas, el quehacer filológico tanto de los grandes nombres de la filología alejandrina y bizantina como del «anónimo profesor» del s. X84, al igual que la labor de editores y críticos más modernos (cf. Irigoin 2003, pp. 707 ss.).
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Cf. Canfora 1992, Thiel 1992, Irigoin 1999, Jacob 1999 y Martín Hernández 1999. En este aspecto, según Irigoin 1997, pp. 149-190, Platón y Aristóteles se muestran como dos «tradiciones disimétricas», porque el estagirita no pasó por el «filtro» de la recensión alejandrina. 81 Sin hacer, no obstante, una equivalencia exacta entre formas y materiales. No todos los rollos fueron de papiro ni los códices de pergamino: en la dilatada etapa de transición coexistieron formas mixtas. Cavallo (Libri, editori e pubblico nel mondo antico, Bari 1975, p. 146) consideraba este tránsito del rollo al códice como la revolución más grande en la historia del libro antes del advenimiento de la imprenta. Son muchos los que piensan que actualmente estamos asistiendo a otra revolución no menos importante con la sustitución del libro de papel por el libro electrónico o digital. 82 Allí trabajaron copistas muy interesantes, aunque poco conocidos, como un tal Ioannikios, estudiado, entre otros, por Wilson, Irigoin y García Novo. En ocasiones, los manuscritos copiados en el S. de Italia pueden suponer una «tradición local» e «independiente» (por ejemplo, en Luciano: Irigoin 2003, p. 575), pero otras no (Sófocles y Eurípides: Id., p. 547) o persiste la duda (Galeno: Id. p. 572): «Los futuros editores de este tratado deberán decidir si se trata de una rama independiente de la tradición, como yo estaría tentado de pensar». También nosotros pensamos en esa posibilidad a la vista del texto de un manuscrito griego de la Universidad Complutense de Madrid, el núm. 30, copiado en Mesina alrededor del año 1000 d. C. y que, entre otras obras, transmite un Léxico demosténico editado por primera vez, sin el auxilio de este manuscrito, por Kazazis en 1986: las nuevas glosas que incluye, frente al resto de la tradición, así como el alto número de correcciones modernas (casi una veintena) que ya se contienen en él, nos sugieren también que se trata de un venerable testimonio de otra rama de la tradición. Antes se discutió por extenso la posibilidad de que algunos recentiores hayan accedido a ramas antiguas, luego perdidas, de la tradición como una de las explicaciones del origen de sus valiosas lecturas. Para los que consideran tal posibilidad harto improbable dejamos en el aire la siguiente hipótesis: ¿qué hubiera ocurrido si este venerable manuscrito de la Complutense se hubiese perdido —como, de hecho, ocurrió con otros del mismo fondo—, pero antes se hubiese sacado una copia que fuese a la postre la única conservada? 83 Según Hay 2002, p. 387, la imprenta es el fin de la «genèse», en tanto «defiende la obra de toda alteración». En efecto, para la «crítica genética» ese proceso de reconstrucción problemática y dinámica de la obra literaria se detiene, en buena medida, con la edición impresa. 84 En su correspondencia podemos ver a un auténtico filólogo del s. X que, además de copiar, por encargo, su texto, realiza sobre él la recensio y la collatio, incluso la emendatio, cf. Markopoulos 1982.
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FELIPE G. HERNÁNDEZ MUÑOZ V. BALANCE Y PERSPECTIVAS. NUEVAS TECNOLOGÍAS Y EDICIONES DE TEXTOS. HACIA UNA GRAN CIENCIA DEL TEXTO Y SU SOPORTE MANUSCRITO
Un balance, pues, muy positivo es el que cabe hacer sobre la crítica textual griega en los últimos decenios. De cara al futuro, tampoco faltan razones para el optimismo, pero queremos recordar finalmente los tres factores que, sin duda, condicionarán su progreso: de un lado, una incorporación más efectiva a sus tareas de las nuevas tecnologías, que permitan, si no realizar la collatio misma85, sí al menos organizar de manera más segura y polivalente todo el material manejado, permitiendo, a través de Internet, la colaboración en equipo y on line de más personas en el trabajo crítico, con acceso digital a los ejemplares y el asesoramiento de matemáticos y técnicos en informática (Morocho 2003, p. 154)86; por otra parte, la colación más sistemática de los llamados recentiores, que, junto a las aportaciones de los papiros (como los recientes de Simónides, Arquíloco, Safo y Posidipo) y los palimpsestos (como el nuevo Menandro de la Vaticana), serán los grandes protagonistas por las novedades textuales que pueden aportar —y están ya aportando—, tanto en nuevos textos transmitidos como, sobre todo, en las variantes sobre textos ya conocidos, fenómeno que está modificando las ideas que se tenían sobre la transmisión de algunos autores; finalmente, la apertura de la crítica textual a todas las demás disciplinas que, de una u otra manera, tienen que ver con el texto y el manuscrito: en un imaginario viaje de dentro hacia fuera, en primer lugar con la paleografía y el estudio de la escritura, primer vehículo material del texto; también con las disciplinas que, como la estilística, apuntan a la interpretación y análisis literario del propio texto; y colaboración estrecha asimismo con aquellas otras que tienen que ver más con el contexto material e histórico del texto y el manuscrito que
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«Si el ordenador nos hace ganar mucho tiempo en las diferentes etapas materiales del trabajo, no reemplaza de ninguna manera el juicio crítico del editor» (Hamesse 1992a, p. XII). La «recensión mecánica» postulada por Lachmann y Maas no pudo sustituir el iudicium del editor; tampoco la «recensión informática». 86 La bibliografía sobre informática y los «nuevos horizontes» (Hamesse 1992b, y AA.VV. 1999) que se han abierto para la crítica textual, especialmente en la tarea de la clasificación de manuscritos y edición de textos con generación y ajustes automáticos de aparatos críticos, es una de las que más ha crecido desde los años ochenta: nos limitaremos a remitir a la citada por Morrás 1999, pp. 189-210. En distintas universidades existen grupos de trabajo específicos en este aspecto e investigadores como E. Ares 2002 han configurado su propio programa. J. Irigoin 2002 se ha referido también al progreso de las técnicas de laboratorio en la lectura de los manuscritos y D. Harlfinger dirige actualmente un equipo internacional para la recuperación de palimpsestos, algunos de los cuales han aportado nuevos textos y han confirmado lecturas que se documentaban sólo en recentiores (Escobar 2004). En cuanto a la edición en sí, Internet —como ha señalado J.M. Lucía— permitirá conjugar los diferentes estados de un texto, constituyendo una suerte de «hipertexto» en el que cada lector podrá elaborar su propia edición en pantalla. Gentili 2000, pp. 328-329 puede hablar así de «una edición de uso personal» que puede coexistir con una «edición electrónica central» en la que intervengan una pléyade de filólogos. Tanto una como otra tendrán un carácter eminentemente fluido, en continuo devenir, de manera que, paradójicamente, la era de Internet y de la informática nos devolverá, como en «anillo», a lo que fueron las primeras ediciones en la antigua Grecia, unas ediciones «fluidas» por la oralidad predominante en su transmisión y, en géneros como la épica, también en su nacimiento.
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lo contiene: nos referimos, sobre todo, a la codicología y a la historia de la transmisión y pervivencia. Una gran ciencia, pues, del manuscrito y su texto, que abarque, como ya quería Mabillon y han reivindicado recientemente Irigoin y Cavallo —en ese camino de ida y vuelta al que ya nos hemos referido—, disciplinas en la actualidad un tanto separadas. Con estas sinergias la crítica textual griega podrá proseguir con provecho la suprema tarea a la que está llamada, la edición, porque «pocas obras humanas hay, en suma, en que se hayan conjugado mejor el esfuerzo individual y el trabajo colectivo y solidario»87. Probablemente, a menudo en crítica textual —como tantas veces en Filología— nos tenemos que ocupar de cuestiones relativamente menores, pero a menudo también, debajo de pequeñas minucias, como las textuales, «se ocultan apasionantes problemas de la historia del espíritu» (Lasso de la Vega 1984, p. 160).
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I. INTRODUCCIÓN En este capítulo trataremos de resumir lo más relevante que ha acontecido en el ámbito de la edición de los textos literarios griegos durante el periodo 1984-2004, unos años que han resultado excepcionalmente fructíferos tanto en la calidad filológica de las ediciones críticas de textos griegos como en el número de tales ediciones. Aunque sería difícil hacer una comparación estadísticamente rigurosa con la producción editorial de periodos anteriores, nos atrevemos a afirmar que nuestro periodo ha sido testigo de la afloración del mayor número de ediciones críticas de textos griegos desde el Renacimiento. Este hecho, unido al incremento y espectacular mejora en la calidad de las traducciones y comentarios, pone a disposición de los lectores del siglo XXI el corpus de la literatura griega antigua en unas condiciones superiores a aquellas de las que disfrutó cualquier generación anterior. A pesar de todo esto, pocos serán los que se atreverían a decir que en este periodo la lectura de tales textos ha alcanzado los niveles que tuvo en épocas no lejanas, y sin la menor duda la extensión y popularidad de tales obras son hoy claramente inferiores a las que gozaron en otros tiempos. El descenso de los lectores de las obras clásicas en su lengua original es un fenómeno grave en sí y también como síntoma de hechos sociales que rebasan el ámbito del interés profesional de los filólogos y que merecen una reflexión que este trabajo puede contribuir a documentar. Hay al menos tres aspectos de la cuestión a ponderar en este declinar de los lectores de los clásicos: (a) la menor influencia de las lenguas y literatura clásicas en el currículum escolar europeo, y en general, en el bagaje intelectual de los occidentales; (b) la relación que puede guardar este declive en el número de usuarios de las ediciones críticas con el descenso generalizado de los lectores de textos especializados en muchas áreas científicas (cada vez más especialistas escriben para un público progresivamente más reducido); (c) la crisis generalizada de las editoriales científicas, especialmente universitarias, durante los últimos años. Puesto que la edición de un texto es un proceso enormemente complejo que sólo puede entenderse cabalmente cuando se contemplan todos los agentes implicados en él, he considerado oportuno ocuparme no sólo del aspecto científico de la ecdótica (es decir, de las ediciones como tales y sus editores, a quienes naturalmente dedico el grueso del capítulo) sino también de los otros dos protagonistas F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 133-173
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indispensables del proceso: las casas editoriales y los destinatarios de la edición crítica. El interés por dar a conocer las últimas ediciones en nuestro campo no pretende únicamente satisfacer el natural deseo que los filólogos tienen por saber cuál es el texto más actualizado de un autor: además de esto, un resumen de la producción de ediciones críticas, que en última instancia es la labor final de un filólogo, refleja el estado de nuestros conocimientos sobre cada uno de estos autores, y cuáles son los intereses actuales de los estudiosos, los lectores y el mercado. Finalmente debo hacer una importante aclaración: la lista de nuevas ediciones es tan extensa que no hubiera podido recogerla en este capítulo aun si los editores del libro me hubieran permitido doblar el número de páginas asignado, de modo que he debido hacer una selección de los géneros y autores griegos tratados, mencionando muy de pasada otros, o dejándolos completamente de lado (como los textos epigráficos, los autores científicos y técnicos, trágicos menores, retores, gramáticos, lexicógrafos, etc., pero especialmente los autores cristianos, que requerirían un trabajo de casi igual extensión). Me he limitado a las ediciones de un texto nuevo o las que incorporan conjeturas o lecturas destacables en nota. Pondré a disposición de los lectores, editada en papel o electrónicamente, una lista mucho más extensa de las ediciones del periodo, que incluye todos los apartados mencionados antes. La referencia bibliográfica de este «repertorio de ediciones de textos griegos 19842004» estará disponible en la página web del Diccionario Griego-Español. Para los autores antiguos y sus obras sigo las abreviaturas de las «listas» del DGE, aunque los más conocidos los puedo transcribir ocasionalmente de la forma más común en español. II. LAS PRINCIPALES COLECCIONES, 1984-2004 Durante estas últimas dos décadas casi todas las grandes colecciones de textos clásicos han pasado por momentos delicados, en alguna ocasión diríase angustiosos, aunque los problemas, peripecias y situación actual de cada una hayan sido muy distintos. No podemos por menos que felicitarnos de que todas ellas se hayan mantenido a flote durante este periodo de intenso cambio en los gustos artísticos, las tecnologías de la información y los modos de producción industrial, y aún más de que en algunos casos hayan salido revitalizadas y presenten una situación boyante. En esta breve sección hemos tenido que ser extremadamente concisos a la hora de describir situaciones muy complejas cuya narración en detalle (cuando es conocida) llenaría un volumen apasionante. Comenzaremos por las «cuatro grandes», y repasaremos luego el resto de las que han sido más activas en este periodo. Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Latinorum de Teubner-Saur (= BT). La justamente famosa colección de clásicos grecolatinos BT fue comenzada en Leipzig en
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1823 por el editor B. G. Teubner dentro de la editorial homónima, la cual tuvo desde su fundación en 1811 una decidida orientación científica y técnica. Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, la editorial se dividió entre Stuttgart y Leipzig, manteniendo su prestigio como una de las colecciones de más elevados estándares filológicos y editoriales, con un extenso catálogo de nuevas ediciones con un aparato crítico muy cuidado y completo, y dotadas de breves introducciones. Teubner Verlag no pudo sustraerse a los vaivenes e incertidumbre económica de los años que han seguido a la reunificación alemana, y en 1999 el catálogo de clásicos grecolatinos fue íntegramente adquirido por el gran grupo editorial alemán K. G. Saur, mientras la editorial Teubner conservaba el resto de las colecciones. Al año siguiente, el propio grupo Saur pasó a ser parte del Gale Group, a su vez una unidad del gigante grupo multinacional de tecnologías de la información Thomson Corporation. Superadas de forma no traumática las naturales fases de adaptación a la nueva situación, la BT, ahora parte del grupo Saur, ha mantenido el programa de edición de textos con las mismas exigencias que le dieron su lugar de prestigio entre los filólogos de todo el mundo, y por el momento sigue ampliando su catálogo de clásicos, si bien con más parsimonia de la que a los filólogos les complacería. Si cabe señalar alguna diferencia notable con la situación anterior, los editores se muestran ahora más generosos con la extensión del aparato crítico y la de los estudios introductorios. Scriptorum Classicorum Bibliotheca Oxoniensis (= Oxford Classical Texts, OCT). Oxford University Press, la más antigua editorial en activo y la mayor de las editoriales universitarias, es un departamento de la Universidad de Oxford, lo que implica un carácter privado pero un tratamiento fiscal muy favorable. Los avatares de la editorial durante la década de los 80 (en parte paralelos a los de la universidad británica en este periodo) son demasiado complejos para ser tratados aquí. La serie de textos clásicos grecolatinos nace en 1894, y a diferencia de BT o de la colección Budé, se limita sólo a los autores más importantes en ambas lenguas, por lo que su catálogo no puede crecer al ritmo de otros. A la extraordinaria pulcritud filológica de sus ediciones ha unido tradicionalmente el más esmerado y elegante cuidado tipográfico de las obras. El aparato crítico es más reducido que el de otras colecciones que tratamos aquí, y carece de notas textuales, aunque las introducciones de cada volumen suelen ser referencia obligada al hablar de la transmisión del texto. De los 118 títulos que tenía OCT en su catálogo en enero de 2005 (repartidos exactamente a medias entre latín y griego), 10 de los 59 títulos en griego fueron editados (nueva edición propia, o ampliación de una anterior) con posterioridad a 1984, el mismo número que lo fue en los 20 años anteriores.
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Collection des Universités de France (= Budé) de Les Belles Lettres (BL). Un grupo de prestigiosos filólogos franceses creó en 1917 la Association Guillaume Budé, la cual promovió la fundación, por parte de importantes accionistas privados, de la sociedad anónima editorial «Les Belles Lettres». Su primera colección fue la «collection des Universités de France» más conocida como colección «Budé», que publicó su primer volumen en 1920, y que, con los altibajos inevitables en una empresa de tales dimensiones, logró levantar un catálogo de textos bilingües que envidiaría cualquier nación del mundo. La principal característica de esta colección es la extensión y cuidado de los estudios introductorios y de las notas aclaratorias al texto. El aparato crítico es generalmente muy detallado. En 1988, tras una época de notables dificultades de diversa índole, se hizo una gran reestructuración de BL, que entre otras cosas supuso un cambio en su accionariado y su dirección, una notable inyección de capital, una enorme ampliación del catálogo, tanto en títulos como áreas de interés, y la adopción de nuevas estrategias comerciales. En 1994 el catálogo de la Budé sumaba 850 volúmenes, 424 griegos y 369 latinos. Durante la noche del 29 al 30 de mayo de 2002, el almacén de BL (que actuaba como distribuidor de varias editoriales importantes) situado en Gasny, quedó completamente destruido por un incendio en el que tricies centena milia librorum arserunt, entre ellos la totalidad de los fondos de la colección Budé. Con una velocidad y un afán casi inverosímiles, los gestores de la crisis lograron reconstruir una estructura viable para la editorial, con tal eficacia que al cabo de un par de años no sólo se había reeditado una notable parte del catálogo, sino que se había editado y distribuido un buen número de nuevos títulos que igualaban, si no superaban, la calidad material de los anteriores. La nueva colección se caracteriza (además de por cierto refinamiento de la presentación formal) por un aparato crítico aún más minucioso, un estudio amplísimo de la tradición textual y una mayor amplitud así de los comentarios al texto como de los estudios introductorios, que se han convertido por sí en un lugar de consulta obligada para los estudiosos. Loeb Classical Library (LCL). Fundada en 1911 por el magnate James Loeb, la LCL ha sido tradicionalmente una empresa editorial y científica angloamericana, mantenida gracias a la Loeb Classical Library Foundation, dentro de la Universidad de Harvard. En 1989 William Heinemann, el socio inglés de Harvard, abandonó la colección, que desde entonces edita Harvard University Press en exclusiva. Por las mismas fechas se realizó un cambio de políticas editoriales que han transformado muy positivamente la colección, aumentando el catálogo con la búsqueda de nuevos editores en unas ocasiones, o actualizando las anteriores ediciones y traducciones en otras. Es probablemente la única gran colección que en este periodo ha realizado un cambio tipográfico claramente positivo en los textos griegos. Al igual que la colección BL, la LCL ofrece textos críticos bilingües, muy bien presentados y a un precio muy asequible, con un breve comentario al texto y someras introducciones.
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Alma Mater. La «Colección Hispánica de Autores Griegos y Latinos», fundada por Mariano Bassols de Climent e impresa por ediciones Alma Mater, echó a andar en Barcelona el año 1953 como una empresa privada que pretendía ofrecer cuidadas ediciones críticas de los principales autores grecolatinos, con una traducción española enfrentada, un estudio introductorio del autor y la obra y la encuadernación en tela con letras doradas que se ha convertido en uno de sus rasgos característicos. Al poco de iniciar su singladura, la colección obtuvo el patrocinio de varias universidades y más tarde pasó a editarse en Madrid y Barcelona por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde fue dirigida por F. R. Adrados y en donde el nombre de la antigua editorial pasó a ser el de la colección. Tras más de cincuenta años de existencia esta serie, referencia obligada al hablar de los estudios clásicos en España, está formada por 88 volúmenes (42 de ellos de autores griegos) y avanza a un ritmo constante de unos tres o cuatro nuevos volúmenes cada año. En 2007 Alma Mater comenzará una nueva etapa al ser coeditada por el CSIC y la editorial valenciana Tirant Lo Blanc. Al menos otras dos colecciones hispánicas merecen ser reseñadas aquí. La fundación Bernat Metge publica desde 1922 textos grecolatinos de la Antigüedad y la Edad Media con traducción catalana, aparato crítico e introducciones. En los últimos años, sin embargo, la colección hispánica más prolífica ha sido la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, publicada por la UNAM de México, que ofrece textos bilingües con notas y un breve aparato crítico. El texto procede generalmente de una edición anterior, de la que ocasionalmente se puede separar en algunos lugares. La Fondazione Valla y la Editorial (Arnoldo) Mondadori. Mondadori, el mayor grupo editorial italiano, publica a un precio muy atractivo dos destacadas colecciones de textos clásicos, de distinto formato y naturaleza, editadas bajo la égida de la Fondazione Lorenzo Valla de Milán, actualmente dirigida por Pietro Citati. La Colección «Scrittori Greci e Latini» (SGL-M), publicada por Arnoldo Mondadori, apareció en 1974, y ha estado muy activa durante nuestro periodo, de modo que en la actualidad cuenta en su catálogo con 70 vols. Son nuevas ediciones críticas bilingües de edición primorosa y encuadernación en tapa dura, con amplios estudios introductorios y notas al texto y a la traducción, y con un abundante aparato crítico. Alguna de sus ediciones son el estándar actual de tales textos. La colección que publica Oscar Mondadori «Classici Greci e Latini», que ya cuenta con algo más de 120 títulos, es menos uniforme. Generalmente se trata de ediciones bilingües (nuevas o no) sin aparato crítico o con un aparato muy sucinto, con introducción y comentarios al texto en páginas aparte. Sobre este esquema hay una gran variedad, ya que algunos títulos aparecen con un completo aparato
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crítico, o con extensísimas notas de todo tipo. Son siempre ediciones en tapas blandas a un precio muy económico y con una impresión muy correcta. Además de éstas hay un enorme número de editoriales italianas dignas de toda atención, pero aquí sólo nos acordaremos de otras dos colecciones. La editorial Rizzoli (Grupo RCS) publica la bien conocida serie «Classici Greci e Latini della BUR». De nuevo se trata generalmente de ediciones bilingües muy económicas, sin aparato crítico y con breves notas. Aunque el texto no es siempre original (generalmente son reimpresiones), con alguna frecuencia son nuevas ediciones críticas y se amplían las notas textuales y literarias (como es el caso de la muy notable de Ferrari 1997). El Istituto Poligrafico e Zecca dello Stato, creado en Roma en 1928, es el responsable de la publicación de documentos oficiales del estado como la Gazzetta Ufficiale, la impresión de pasaportes, etc. Insuficientemente conocido fuera de Italia, el IPZS publica además desde los años treinta, con cierta parsimonia, aunque con renovado vigor en este periodo, la colección «Scriptores Graeci et Latini». Son nuevas ediciones de extraordinaria calidad, con extenso aparato crítico y estudio introductorio generalmente amplio y muy erudito. En Gran Bretaña han continuado su actividad varias colecciones de gran prestigio, y alguna nueva ha comenzado lo que se vislumbra como una feliz singladura: Comenzada por Gow en 1965, y dirigida al mismo público que la OCT, los «Cambridge Classical Texts and Commentaries» (CCT&C) son sin embargo en varios aspectos (aunque no el exquisito cuidado filológico y editorial) el reverso de aquella: no se limita a los «clásicos» grecolatinos, y el margen temporal es algo más amplio. Cada volumen (que puede contener una sola obra) ofrece una extensa introducción (en inglés); el texto está provisto de un extenso aparato crítico, y va acompañado de un detallado comentario textual, literario y de realia, aunque (salvo excepciones como la ed. de Posidonio) tampoco incorpora traducción. La CCT&C ha mantenido un elevado ritmo de ediciones durante el periodo considerado, y el catálogo suma hoy 51 títulos (20 de ellos griegos). De la misma universidad, los «Cambridge Greek and Latin Classics» (CG&LC, también conocida como «the Green and Yellows», para distinguirlos de la anterior serie) pretenden llegar a un público algo más amplio y suman ya 93 títulos desde su inicio en los setenta. Las ediciones no son normalmente nuevas, pero los editores (siempre reconocidos especialistas) a menudo ofrecen nuevas conjeturas (más raramente lecturas) en las abundantes notas al texto. El «Institut Sources Chrétiennes» (SC) fue creado en 1956 por los cardenales Daniélou, de Lubac y Mondésert, S.J., para la edición de los principales textos del cristianismo, griegos, latinos y orientales. El CNRS lo había reconocido en 1976 como Unité de Recherches Associée, y en 2003 creó la Unité Mixte de Recherches
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«Histoire et Sources des Mondes Antiques» en la que participa destacadamente el Instituto. La publicación de la colección SC (más de 400 volúmenes) ha corrido a cargo de las Éditions du Cerf, principal editorial religiosa de Francia que fue fundada en 1929. SC publica ediciones críticas bilingües con notas y estudios introductorios. En alguna ocasión son reediciones del mejor texto disponible, pero con más frecuencia es un nuevo texto que a menudo se convierte en la edición estándar de tales obras. Ediciones escolares y universitarias. Triste muestra del actual declive del estudio y disfrute de las literaturas clásicas por parte de los jóvenes es la parva cosecha de ediciones de estudio (escolares y universitarias) aparecidas en los últimos años, casi del todo limitadas a Italia y Gran Bretaña. En 1987 Aris & Phillips (con sede en Oxford), comenzó la publicación de los «Aris & Phillips Classical Texts», una colección de textos para escolares o estudiantes universitarios con el texto griego o latino acompañado de un somero aparato, traducción, notas aclaratorias (el tipo de las cuales varía mucho según el editor) e introducciones en consonancia con el proyecto editorial. Ha sido un placer ver cómo la edición de tales textos mejoraba de título en título. Hay todavía un enorme número de ediciones escolares de gran utilidad (¡es difícil superar los Elementary Classics de Macmillan!), y Bristol Classical Press se dedica a la reedición de algunas de estas joyas y de muchos otros textos. III. CARACTERÍSTICAS GENERALES Y TENDENCIAS EN LA EDICIÓN DE LOS CLÁSICOS EN ESTE PERIODO
Me limitaré a llamar la atención sobre las que me han parecido principales tendencias o particularidades reseñables en el campo de la edición crítica de los clásicos en estos años, pero aquello que toca específicamente a los principios de crítica textual es tratado en otro capítulo de este volumen por el Prof. Hernández Muñoz. Lo primero que destaca favorablemente en la producción editorial de textos críticos de los antiguos autores griegos es sin duda lo elevado de su número y la gran altura filológica que en general ofrecen las nuevas ediciones. Analizándolo más en detalle observaremos, no obstante, grandes diferencias en el tratamiento de los autores y géneros: mientras que algunos autores como Homero, Plutarco, Sófocles (y otros minoritarios como Filodemo, Arato o Nono), han sido mimados por los editores, sorprende la desatención hacia otros, especialmente algunos filósofos, y particularmente Aristóteles, buen número de autores técnicos (¡no los médicos!), historiadores importantes como Jenofonte y una parte muy notable de la tradición cristiana. Para algunos de ellos (como son una parte de la escuela aristotélica y cierto número de autores científicos como Ptolomeo), las casas editoriales
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fomentan al menos la aparición de traducciones (algunas magníficas) y estudios de la obra. En general puede observarse que en el formato de las ediciones de los últimos años se da una preferencia por los textos bilingües frente a la simple edición crítica, con cierta inclinación hacia el inglés como lengua de salida cuando es distinta a la lengua del editor. Por naciones, quienes pueden disputarse el título de principes de los editores son los filólogos italianos y franceses, que superan al resto en cantidad de ediciones críticas nuevas, amplitud de géneros tratados, número de colecciones vivas dirigidas al especialista, y reediciones económicas mono y bilingües para un público amplio. Fuera de Italia y Gran Bretaña, los comentarios escolares han sido muy escasos, lo que supone una clara señal de alerta para todos. No es menos preocupante la política de precios que han seguido algunas editoriales en sus comentarios especializados, que los hacen accesibles casi exclusivamente a las bibliotecas de los centros de investigación. Una tendencia clara, también en nuestro campo, es la de la interdisciplinariedad de los equipos. Ello se ha plasmado en la aparición de varias ediciones colectivas enormemente enriquecidas por la colaboración de varios autores, con frecuencia procedentes de campos como la filosofía, el estudio de las religiones, la lingüística o de otras filologías. Esto debe también ponerse en relación con la preferencia que muestran cada vez más casas editoriales por lanzar volúmenes que no contengan meramente el texto crítico debidamente presentado, sino además una completa introducción, extensas notas, largos apéndices sobre cuestiones puntuales (textuales y de realia) y (alabados sean) los mapas pertinentes. Estas ediciones, que pueden ser a la vez estudios ejemplares sobre una obra o incluso todo un autor, son enormemente útiles para un gran número de lectores y desde el punto de vista editorial mejoran la posibilidad de aumentar la tirada, aunque presenten el inconveniente de que la edición de tales obras, por su complejidad, puede ralentizar enormemente la aparición de la edición crítica. Si a ello añadimos que el aparato crítico ha tendido a crecer en extensión y que se ha ampliado enormemente el número de manuscritos considerados para cada nueva edición, sorprende todavía más el volumen de nuevos textos aparecidos durante nuestro periodo. La suma de esfuerzos entre investigadores de varios centros, a menudo localizados en distintos países, se ha facilitado enormemente gracias a la mejora de las comunicaciones electrónicas, el incremento de los contactos institucionales y humanos entre centros de investigación, el abaratamiento de los transportes aéreos y quizá un nuevo «espíritu de los tiempos» claramente favorable al intercambio de ideas y personas entre las naciones. Incluso teniendo todo esto en cuenta como acicate a la colaboración entre investigadores, sigue sorprendiendo gratamente la extraordinaria calidad de algunos de estos volúmenes colectivos por su erudición, la minuciosidad en el manejo de la tradición textual y la amplitud de los aspectos considerados. La colaboración con filólogos especializados en literaturas
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semíticas ha traído enormes beneficios en la dilucidación de aspectos problemáticos de la tradición de varios autores, y ha ayudado a la inteligencia de pasajes oscuros de nuestros textos1. Todavía no se ha producido el por muchos profetizado abandono del medio impreso por el electrónico, ni parece que tal vaya a ser el caso en el futuro inmediato. Sin embargo, el paso a los sistemas digitales de edición en un futuro es más una certeza que una simple predicción, considerando las muchas ventajas que presenta la edición electrónica relativas al menos a los siguientes aspectos: (a) la capacidad de hacer búsquedas dentro del texto con un ordenador; (b) la posibilidad de incorporar al texto distintos tipos de información no literaria y de enlazar pasajes; (c) el abaratamiento de costes de producción; (d) la facilidad para introducir correcciones, etc. A pesar de todo lo anterior, diversas circunstancias frenan por el momento este desarrollo, entre las cuales destacamos las siguientes: (a) el prestigio del medio escrito, y el todavía escaso prestigio académico de las publicaciones electrónicas; (b) la dificultad de producir, con los medios actuales, una edición electrónica que sea accesible a cualquier sistema informático y cuyo acceso esté garantizado en el futuro2; (c) la necesidad de implementar aún los estándares para garantizar un sistema de citas y referencias fiable para las publicaciones científicas3; (d) la edición impresa tiene efectivamente algunas ventajas respecto a la electrónica, incluyendo probablemente las que se refieren al cuidado de la vista del lector. Sería difícil determinar exactamente el modo en que la concentración de editoriales científicas y sus distribuidoras está teniendo en la difusión de las ediciones electrónicas, aunque no parece que en general actúen como acicate. Por el momento, más que nuevas ediciones digitales, lo que ofrecen las editoriales suelen ser versiones digitalizadas de ediciones tradicionales4.
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A estas alturas resulta casi fuera de lugar mencionar la elevadísima proporción de mujeres entre los editores de nuestros textos, pero si no queremos pasar por alto lo obvio, tal proporción resulta un indudable cambio respecto a la situación en cualquier editorial todavía a comienzos del siglo XIX. 2 El mejor ejemplo de edición electrónica de un texto clásico es la segunda ed. de las inscripciones de Afrodisias, absolutamente ejemplar desde el punto de vista filológico y editorial; cf. la página del «Inscriptions of Aphrodisias Project» en . M. Hendry ha diseñado un formato para la edición crítica electrónica (acceso 17.II.2005). Desde el punto de vista formal, el texto resultante (la Sulpiciae Conquestio, por J. Butrica) ofrece grandees semejanzas, e interesantes divergencias, respecto a la edición crítica tradicional. 3 Esto será más importante en los próximos años, dado que los medios dinámicos como Internet competirán ventajosamente con los sistemas estáticos de almacenamiento como los actuales, y pronto obsoletos, CD ROM y DVD. 4 A. Kahane y M. Müller, responsables del The Chicago Homer (, acceso 17.II.2005), ofrecen una interesante integración de la edición de los escolios a la Iliada de Erbse a un texto electrónico del poema.
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Aspectos en los que los avances tecnológicos han ayudado notablemente o han supuesto una mejora sustancial para la edición de textos impresos, son: (a) los programas informáticos diseñados para auxiliar en la colación de manuscritos; (b) las técnicas para la lectura de materiales escriptorios antiguos (principalmente papiros) mediante multiespectrometría, etc.; (c) la existencia de bases de datos textuales como TLG o el PHI#7 para la identificación de pasajes, búsqueda de loci similes, etc.; (d) las facilidades que aportan al filólogo un buen número de programas genéricos en su ordenador personal; (e) el abaratamiento de ciertos procesos de edición e impresión; (f) tecnologías que facilitan la comunicación inmediata entre investigadores; (g) las técnicas de compresión de datos, la creación de estándares para intercambio de información y el abaratamiento de los sistemas de almacenamiento permiten acompañar la edición impresa con suplementos electrónicos con imágenes de los papiros, etc. Dentro de los aspectos negativos en la edición de textos griegos durante nuestro periodo es preciso anotar los siguientes: (a) la falta de ediciones escolares de calidad; (b) la tendencia a dejar de lado el latín como lengua de la filología en la introducción, comentario y (horribile dictu) incluso el aparato crítico; (c) desde el punto de vista técnico o tipográfico sería difícil afirmar que se ha producido en este periodo un aumento significativo en la calidad editorial de las publicaciones y es fácilmente verificable que en ocasiones el manejo de las fuentes y estilos del ordenador personal ha tenido desagradables consecuencias tipográficas, difíciles de imaginar hace años; (d) la edición en su aspecto técnico, más cercano a lo que consideraríamos la publicación, tiende a hacerse depender cada vez más del propio autor, que hoy puede verse requerido a llevar a cabo operaciones que antes ejecutaba la casa editorial; (e) la complejidad técnica de la écdosis, sumada a la difícil situación de las editoriales científicas ha traído como consecuencia la aparición de volúmenes con comentarios exhaustivos a una obra, nuevas lecturas y conjeturas, pero que no imprimen el texto griego: en definitiva, una edición crítica, sin texto; (f) el precio desmesurado que algunas editoriales, especialmente noreuropeas, imponen a sus libros. IV. LOS NUEVOS TEXTOS El esfuerzo infatigable de los filólogos clásicos sigue dando como resultado el descubrimiento de nuevos textos. Éste es uno de los raros aspectos de la labor filológica que ocasionalmente llega hasta el «gran público», pero, contra lo que éste pudiera pensar (y a la espera de que finalmente se realice una campaña de excavaciones a gran escala en Herculano que nos pueda descubrir una entera biblioteca) durante este periodo los nuevos textos literarios han procedido con más frecuencia de los «fondos perdidos» de las bibliotecas y centros de estudio (textos mal catalogados o sin catalogar, etc.) que de los nuevos descubrimientos papiráceos y
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más raramente epigráficos. Tal es el caso del recentísimo descubrimiento (anunciado a comienzos de 2005) de un corpus epistolar entre Procopio de Gaza y un abogado de nombre Megecio, descubierto en la biblioteca Marciana de Venecia por los Profs. J. Schamp y E. Amato. Reseñaremos aquí los principales descubrimientos de cierta extensión5. El «nuevo Empédocles»: Martin y Primavesi 1999 nos ofrecen esta ejemplar edición crítica, traducción (al francés y el inglés) y amplio comentario, de 74 líneas enteras o parciales del texto de un papiro, de las que 25 se solapan con fragmentos ya conocidos y atribuidos a Empédocles. El papiro, en 55 fragmentos, fue adquirido en 1904 por el Deutsches Papyruskartell y enviado a Estrasburgo. En 1990 llegó a las manos de Martin, quien en 1992 identificó el autor, y tras hacer público el descubrimiento en 1994, cooptó a Primavesi para la empresa conjunta de editar y comentar todo el papiro y articular una nueva visión del sistema filosófico de Empédocles a la luz del nuevo hallazgo. El «nuevo Simónides»: Parsons 1992 publica en POxy.3965 un poema que se solapa en dos lugares con pasajes que Plutarco y Estobeo atribuyen a Simónides y que, además, coincidía en otros dos lugares con POxy.2327. Ambos POxy.3965 y 2327 parecen distintas copias de un mismo libro que contenía todo o parte de Simónides (como había sugerido Lobel en 1954), aparentemente más de un poema. Una buena porción de él describe una batalla (o varias) con alusiones épicas, pero probablemente al menos alguno de ellos son hechos contemporáneos. Los fragmentos fueron editados juntos por primera vez por West 1992. El «nuevo Posidipo»: Bastianini, Gallazzi y Austin 2001 es una edición cuidadosísima (texto diplomático y ed. crítica con completo aparato, introducción y amplio com.) de PMil.Vogl.309, un largo papiro del s. III/II a.C. El papiro, cuya aparición fue anunciada en 1993, contiene 112 epigramas atribuidos por los edd. a Posidipo, en virtud principalmente del hecho de que dos de ellos son citados en las fuentes literarias atribuyéndoselos a él, y ningún otro poema de distinta autoría aparece en nuestras fuentes. Austin y Bastianini 2002 contiene todos los poemas atribuidos por los editores a Posidipo, incorporando los de la anterior obra. El texto viene acompañado de un par de CD con imágenes de alta resolución del papiro. V. LAS NUEVAS EDICIONES. ALGUNOS GÉNEROS 5.1. Épicos: Homero, Hesiodo, Posthomerica, Fragmentos épicos Si la salud intelectual de una generación pudiera medirse por sus ediciones de Homero, no deberíamos sentirnos preocupados por otros síntomas de la creciente 5
Dejamos de lado por tanto textos menos extensos como la «nueva Safo» (Gronewald y Daniel 2004) y el «nuevo Arquíloco», inédito aún en el momento en que redacto estas líneas.
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agrafía de nuestra cultura. No menos de cuatro muy notables ediciones (tres de la Ilíada y una de la Odisea) han visto la luz durante nuestro periodo. La meritoria edición de la Ilíada de García Blanco y Macía Aparicio 1991-98- llega por ahora sólo hasta el canto noveno. Van Thiel 1991 [Od.] y 1996 [Il.] y West 1998 han producido excelentes ediciones, pero bien diferentes entre sí como hijas de dos concepciones radicalmente distintas sobre la génesis y transmisión de los poemas atribuidos a Homero. A la edición de la Iliada de West ha seguido el extenso y eruditísimo comentario de Latacz et al. 2000-2002 basado en el texto (y los principios de método) del editor y que pretende sustituir al ya venerable comentario de Ameis y Henz de 1886-1888. Durante los años 1984 a 1986 aparecieron los tres últimos volúmenes de los seis que formaban el excelente comentario en italiano a la Odisea, labor de Galiano, Hainsworth, Heubeck et al. 1981-86, editado por SGL-M, y que aparecería en inglés (en tres volúmenes, sin el texto griego) entre 1988-92, publicado por OUP. De una inspiración vagamente semejante fue el comentario inglés a la Iliada, de nuevo en seis volúmenes, de Kirk, Hainsworth, Janko et al. 1985-93, sumamente interesante pero aún más desigual en lo que toca a la perspectiva, profundidad e intereses de cada comentarista. La CG&LC ha publicado dos comentarios parciales de la Odisea, Rutherford 1992 y Garvie 1994. Puesto que las ediciones escolares de Homero no se han prodigado en los últimos años, es más importante destacar la excelente del primer canto de la Iliada de Pulleyn 2000. Solmsen, Merkelbach y West 1990 es la 3ª edición corregida del volumen de Hesiodo de OCT. West 1985 es una ed. del Catálogo de las Mujeres. Verdenius 1985 publicó la segunda parte de su comentario a Op. (sin imprimir el texto). La Batracomiomaquia ha sido editada en dos ocasiones, la primera por Glei 1984; más tarde Fusillo 1988 ofrecía algunas correcciones al texto de Monro y Allen de 1912. La épica fragmentaria y la posterior a Homero han estado igualmente bien servidas. Tras Davies 1988, la monumental edición (aún incompleta) de Bernabé Pajares 1988-2004- se ha convertido en el estándar y pone los textos órficos en una perspectiva enteramente nueva, que promete ser uno de los terrenos más fecundos de la filología griega durante los próximos años. Considerando cabalmente el público que puede acercarse a su obra, casi mejor atendido ha estado el poeta de los ss. IV/V d.C. Nono, quien dispone ya de una edición casi completa en 18 volúmenes (hasta el canto 48). Publicada en BL, es el resultado del trabajo de un grupo de distinguidos filólogos franceses que siguen las huellas de Vian, quien en 1976 publicó el primer volumen de esta serie que mejora enormemente el texto y aparato crítico de Keydell. El tercer volumen y los restantes no aparecieron hasta 1992 y han seguido haciéndolo regularmente desde entonces. Enrico Livrea dirige un extenso proyecto para la edición de la Paráfrasis del Evangelio de San Juan, tradicionalmente atribuida al mismo Nono, en volúmenes individuales dedicados a cada uno de los 21 cantos (cf. la introducción de Livrea
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1989). En cada volumen (de los que han aparecido 5 en varias editoriales) el texto crítico aparece precedido de un amplio estudio y acompañado de notas, especialmente sobre aspectos literarios. Cf. Accorinti 1996, Agosti 2003, De Stefani 2002, Livrea 1989, Livrea 2000. 5.2. Líricos, elegiacos, yambógrafos, antiguos escritores gnómicos M. L. West, que quizá ha sido el editor más renombrado de este periodo, reeditó en 1989-92, con adición de buen número de hallazgos papiráceos, los dos volúmenes de sus Iambi et elegi Graeci ante Alexandrum cantati, y Davies 1991, siguiendo los Poetae melici Graeci de Page 1962, producía un nuevo texto para Alcmán, Estesícoro e Íbico con un ap. crít. muy ampliado, y testimonia y subsidia para Alcmán e Íbico. Gentili y Prato 2002 también hicieron una segunda edición de los elegiacos en un solo volumen, añadiendo los fragmentos de Simónides a la ed. que en 1979-83 había publicado BT. La edición de los líricos de Campbell 1982-1993 sustituye a la anterior de Edmonds en LCL, añadiendo nuevos autores, y nuevos fragmentos de los ya conocidos (pero no el «nuevo Simonides» de POxy.3965). En general ofrece, con un aparato crítico muy sucinto, el texto de editores anteriores como PMG, Snell-Maehler, etc. Gerber 1999a y 1999b ha editado para LCL los elegiacos y yambógrafos de ss. VII-V a.C., basándose en los textos de West y Gentili-Prato, aunque con un aparato crítico mucho más escueto. Hay numerosas ediciones parciales con comentario de varios autores, a los que han dedicado especial atención los filólogos italianos. Entre todas ellas señalamos los tres volúmenes de De Martino y Vox 1996, una crestomatía con extenso comentario lingüístico y literario. B. Gentili dirige la colección de textos anotados «Lyricorum Graecorum quae exstant», publicada en Roma por Edizioni dell'Ateneo, que comenzó en 1958 con el «Anacreon» del propio Gentili, y de la que han aparecido seis nuevos títulos desde 1990, entre ellos Fabbro 1995 e Ieranò 1997. Bernabé Pajares y Rodríguez Somolinos 1994, y Battistini 1998 han editado a las poetisas griegas de época arcaica, y Furley y Bremer 2001 una selección de los himnnos cultuales desde la época arcaica hasta la helenística. 5.2.1. Autores particulares Alceo ha sido editado por Liberman 1999, Porro y Tarditi 1996 y Porro 1994, que no sustituyen la ed. de Voigt 1971. Baquílides ha sido extraordinariamente editado por Irigoin 1993, y recientemente BT publicaba la undécima edición de la ya clásica Maehler 2003. Este mismo editor hacía reimprimir en 1997 el primer tomo de su comentario al autor, que había aparecido en 1982 (en dos volúmenes), junto con
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un nuevo volumen dedicado a los ditirambos y el resto de los fragmentos. Degani 1991 reeditó su Hiponacte, y Mimnermo es editado con comentario por Allen 1993. Píndaro merece (siempre) mención aparte. Snell y Maehler 1987- 1989 es una reedición con pocos cambios del Snell y Maehler de 1975, y ha servido como base (aunque difiera en ocasiones) de la edición en dos volúmenes de LCL por Race 1997. Ha habido una gran cantidad de comentarios a una o varias odas, con nuevas propuestas al texto, como Braswell 1998, Gerber 1982, 2002, Verdenius 1987, 1988 o el extenso Pfeijffer 1999. Excelente viene siendo la edición con comentario del poeta que publica SGL-M: de ella han aparecido ya dos volúmenes, de los que Gentili y Bernardini 1995 cae en nuestro periodo. Los fragmentos han recibido especial atención: Bona 1988, Cannatà Fera 1990, Lavecchia 2000 y el cuidado y minucioso Rutherford 2001. Tenemos una edición de escolios métricos en Tessier 1989. Buena parte de las ediciones de otros autores es obra de filólogos italianos. Destacaré Pellizer y Tedeschi 1990 (Semónides); Gostoli 1990 (Terpandro); Vetta 1980 (Teognis). 5.3. Poetas helenísticos. Antología Griega La poesía helenística está en el centro de la atención de la filología clásica, especialmente en Francia, Reino Unido e Italia. Hopkinson 1988 y Hutchinson 1990 son dos extensas antologías comentadas con el gusto y estilo particular de cada editor. En 1993 apareció la tercera edición teocritea de Gallavotti, recibida de forma semejante a como lo fueron las de 1946 y 1955. Las ediciones parciales han sido abundantes: Rossi 1989 (Idilio XVII muy próximo al texto de Gow); Sens 1997 (Idilio 22); Hunter 1999 (Idilios 1, 3, 4, 7, 10, 11 y 13) y Hunter 2003 (Idilio 17). Francis Vian reeditó (corrigiendo y aumentando) en 1993 y 1996 el segundo y tercer volumen de las Argonáuticas de Apolonio de Rodas. A pesar de que no ha aparecido ninguna edición crítica de toda la obra conservada de Calímaco que sustituya a Pfeiffer 1949-53, casi toda ella ha sido objeto de nuevas ediciones parciales, resultado de una revisión de la tradición de los manuscritos. Destacamos las siguientes, algunas con extenso comentario: Mineur 1984 (Del.), Hopkinson 1984 (Dem.), Gigante Lanzara 1984 (Coma Berenices); Bulloch 1985 (Lau.Pall.); Montes Cala 1987 (Hecale); Hollis 1990 (Hecale); Fabian 1992, (Aitia II); Massimilla 1996 (Aitia I-II); Coco 1988 (Epigrammata); Kerkhecker 1999 (Iambi, sin texto); Lehnus 2000 (Fr.). Igualmente afortunado (aunque en este caso más en consonancia con el espíritu de los tiempos) ha sido el mimógrafo del s. III Herodas, de quien Cunningham 1987 hizo una segunda edición sin grandes cambios en el texto respecto a la de 1971. El propio Cunningham, junto con A. D. Knox y J. Rusten, publicó para la LCL 1993 una edición de este autor (además de los Caracteres de Teofrasto, Cércidas y los Cercidea, por Knox), edición que sería sustituida años después
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por Rusten y Cunningham 2002. Di Gregorio 1997 es el primer volumen de una edición con comentario de los mimiambos (contiene I-IV). Arato ha recibido una atención inesperada para un poeta que demanda tal esfuerzo de lectura a cualquiera que se acerque a su único poema conservado: los Fenómenos. La excelente edición con comentario de Kidd 1997, tras una nueva colación de los manuscritos, parecía destinada a relegar definitivamente la que en 1956 hizo Martin. Sin embargo, sólo un año después, Martin 1998, en dos volúmenes que habían sido enviados a la presa antes de que apareciera la ed. de Kidd, ampliaba en casi todos los aspectos su anterior edición, añadiendo extensas introducciones al autor, la obra y su transmisión. En el mundo hispano, y basadas en las edd. de Kidd y Martin tenemos ahora Tapia Zúñiga 1995 y Almirall i Sardà 1996. Otros poetas igualmente editados en este periodo han sido (a) Alejandro Etolio por Magnelli 1999; (b) Asclepiades epigramático por Clack 1999; (c) Bión por Reed 1997 y Fantuzzi 1985 (sólo el Epitafio de Adonis); (d) Coluto (el Rapto de Helena) por Schönberger 1993; (e) Dioscórides epigramático por Galán Vioque 2001 y Clack 2001; (f) Juliano epigramático por Schulte 1990; (g) Licofrón por Hurst, Paduano y Fusillo 1991 siguiendo generalmente a Mascialino 1964 y sin aparato crítico; (h) Macedonio epigramático por Madden 1995; (i) Meleagro epigramático por Clack 1992. Guidorizzi 1992 es una ed. sin aparato, preparatoria de una posterior; (j) Mosco (la Europa) por Campbell 1991 (sin ap. crít.); (k) Una nueva edición de referencia de Opiano anazarbense (es decir, el de los Halieutica) por Fajen 1999 y (k) otra de Opiano apamense (el de los Cynegetica) por Papathomopoulos 2003; (l) De Filitas de Cos tenemos tres ediciones en dos años: Sbardella 2000, Dettori 2000 y Spanoudakis 2002; (m) Estratón de Sardes fue editado con comentario por González Rincón 1996; (n) el poeta Timón por Di Marco 1989. Sobre Posidipo, véase lo dicho en § 4, y sobre Filodemo lo dicho en § 5.9.7. En 1929 daba comienzo Waltz a la edición de la Antología Griega de BL, de la que hasta 1980 habían aparecido 12 de sus 13 volúmenes. Finalmente Aubreton, Buffière e Irigoin 1994 termina esta excelente edición con comentario, que sustituye a la de Beckby de 1965. El mismo Irigoin hacía en 1990 una edición corregida (la 3ª) del 2º volumen. 5.4. Trágicos mayores Esquilo.- La edición de West 1998 corrige en varios lugares el texto y aparato de la ed. de 1990, aunque para una buena parte de los filólogos esta edición no supere la de Page de 1972. Son numerosas las ediciones de una o varias obras: la copiosísima del Ag. por Bollack y La Combe 1981-1982-2001-; Ch. (sólo las partes líricas) por Sier 1988; Pers. por Belloni 1988 y también Vílchez 1997; Sept. por Hutchinson 1985; Vílchez 1999; Suppl. por Vílchez 1999. Los fragmentos han sido editados de nuevo en Radt 1985, que es el texto de referencia.
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Sófocles.- Sófocles sigue siendo el trágico favorito de lectores y editores, como se ve inmediatamente en el hecho de que cada una de las cuatro editoriales más conocidas haya producido al menos una edición de todas las tragedias conservadas: Lloyd-Jones y Wilson 1990 es la nueva edición de OCT (para rectificaciones al texto, véase Lloyd-Jones y Wilson 1997). Dawe 1996 es la tercera edición mejorada de Dawe para BT, hecha sobre la segunda de 1984-85. Dain e Irigoin 1994-99 es la 3ª edición corregida del texto de Dain para BL. Lloyd-Jones 1994-96 preparó para la LCL el texto de Lloyd-Jones y Wilson 1990 con un ap. crít. más abreviado, y una ed. de los fragmentos (vol. 3) siguiendo a Radt 1977. En 1999 S. L. Radt y R. Kannicht publicaron la segunda ed. del cuarto volumen de Tragicorum Graecorum Fragmenta, que corresponde a Sófocles, con los cambios respecto a la primera de 1977 en apéndice (pp. 735-793). Entre las ediciones de obras individuales destacamos: Ai. por Ciani y Mazzoldi 1999; Ant. por Brown 1987 y OT por Bollack 1990, con tres volúmenes de comentario. Eurípides.- En el periodo que va de 1984 a 1994 completó J. Diggle su edición en tres volúmenes de Eurípides para la OCT (Diggle 1981-94), que es para muchos el texto de referencia. Grégoire, Meunier e Irigoin 1998 es una segunda ed. corregida de las Bacantes de BL sobre la 1ª ed. de 1961. Con la ed. de los fragmentos en 4 volúmenes de Jouan y Looy 1998-2003 se completa la edición de la Opera de Eurípides para BL que comenzó Grégoire en 1923. Kovacs 1994-2002 es una nueva edición en 6 volúmenes de Eurípides (con una selección de los fragmentos) que sustituye a la anterior de Way en LCL. Entre las ediciones de obras individuales o grupos de obras destacamos: Cyc. por Zanetto 1998 y la ed. con comentario de Seaford 1984; El. por Basta Donzelli 1995 y Guzmán 2000; una segunda ed. corregida de Hec. en BT por Daitz 1990; Heracl. por Wilkins 1993 y Calderón 2002; HF por Lee 1988; Hipp. por Stockert 1994, Adrados y Cuenca 1995 y Halleran 2000; Med. por Adrados y Cuenca 1995; IT por Cropp 2000; Supp. por Collard 1984; Bacch. por González Merino 2003; IA por Günther 1988, Stockert 1992 y Calderón 2002; Or. por Willink 1986, West 1987 y Guzmán 2000; de Ph. un excelente nuevo texto es Mastronarde 1988, que apareció con algunos cambios de detalle, extenso comentario y notas en Mastronarde 1994; otra ed. es Craik 1988; Rh. por Zanetto 1993. Biehl 1989 es un extenso comentario de Biehl 1970 para Tr. La nueva ed. de referencia para los fragmentos es probablemente Kannicht 2004 (pero cf. Jouan y Looy 1998-2003), que sustituye a la de Nauck. Ediciones parciales de los fragmentos son las siguientes: Harder 1985 (Cresphontes, Archelaos); Bubel 1991 (Andromeda); Cozzoli 2001 (Cretenses); Müller 2000 (Philoctetes); Preiser 2000 (Telephos), todos ellos con comentario. Cf. también Ferrin Sutton 1987.
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5.5. Cómicos Comenzada en 1983, la serie Poetae comici Graeci (PCG) de R. Kassel y C. Austin 1983-2001- (8 vols. en 10 tomos, de los que 8 han sido ya publicados) ha continuado en nuestro periodo como un imperecedero monumento a la filología clásica (en su versión más tradicional). Véase la bibliografía para el detalle de las ediciones. Aristófanes.- A falta de una edición que afronte toda la complejidad de la tradición textual (probablemente estemos hablando de la futura ed. de Kassel y Austin en sus PCG), estos años nos trajeron muy encomiables ediciones del principal autor cómico. Sommerstein 1981-2002 es una edición comentada de todas las comedias completas, con un nuevo texto basado unas veces en una nueva colación de los mss., otras en colaciones anteriores. Ha sido un placer ver como Aris & Phillips, la serie donde finalmente se publicó esta edición en 12 volúmenes (el último es de índices) mejoraba en su presentación del texto con cada nuevo volumen (el cuarto es de 1985); Henderson 1998-2002 es la nueva edición de LCL, que sustituye a la de Rogers. Ediciones de obras parciales son las siguientes: para Acharnenses hay una estupenda edición con comentario en Olson 2002 y véase también Rodríguez Monescillo 1985; Aues: excelentes edd. críticas en Dunbar 1995 de la que hay una «student edition» en rústica de 1998 y Zanetto 1997; Ecclesiazusae: Vetta 1989; Lysistrata: Henderson 1987; Nubes: Turato 1995; Guidorizzi 1996; Pax: otra soberbia edición de Olson 2003, que corrige detalles de la de 1998; Plutus: Torchio 2001; Ranae: Del Corno 1985; Dover 1993; Thesmophoriazusae: Prato 2001. Menandro.- Sandbach 1990 añade a la ed. de 1972 los papiros encontrados antes de 1989. La esperada Arnott 1979-1996-2000 es una ed. en tres volúmenes de todo Menandro, con excepción de los papiros más inconspicuos. En BL Jacques 1963-98- ha comenzado una excelente edición de Menandro con interesantes introducciones. Los dos volúmenes aparecidos en nuestro periodo se ocupan de la Samia (reed. de la ed. de 1971) y Aspis. A falta aún de la ed. de las comedias de Kassel y Austin, el volumen 6.2 de los PCG 1998 recoge los testimonia et fragmenta apud scriptores servata. Las siguientes son ediciones de una o varias comedias: Sisti 1985 (Misumenus); Sisti 1991 (Epitrepontes); Lamagna 1994 (Periciromene); Ireland 1995 (Dyskolos); Martina 1997 (Epitrepontes); Lamagna 1998 (Samia); Barbieri 2001 (Phasma). Cómicos menores.- Belardinelli, Imperio, Mastromarco y Pellegrino 1998 es una selección comentada de 5 cómicos. Arnott 1996 es un extenso y magistral comentario de Alexis que, aunque reenvia a PCG para el texto continuo de los fragmentos, constituye una nueva edición; Ropero Gutierrez 1986 edita y comenta a Estratis.
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5.6. Historiadores, hasta el s. III d.C. 5.6.1. Principales historiadores Heródoto.- El texto herodoteo en dos volúmenes de H. B. Rosén, que publicó BT 1987-97 es una de las ediciones más interesantemente concebidas de todo nuestro periodo, aunque uno no comparta del todo el resultado. Se trata de la obra filológica, largamente madurada, de un lingüista eminente, que plantea interesantísimas cuestiones sobre el modo de editar a un autor con una tradición tan compleja, considerando seriamente cuestiones fonéticas y sintácticas. Lloyd, Asheri, Vannicelli et al. 1988-2003 es una ed. comentada más tradicional (cercana a la de Hude) en 9 volúmenes, de los que 8 han aparecido ya, 7 de ellos en nuestro periodo. McNeal 1987 es una ed. comentada del libro I de las Historiae. Tucídides.- En el periodo que va de 1992 hasta el 2000 tuvo lugar finalmente la culminación de la magna tarea editorial de Giovanni Battista Alberti, quien comenzó a publicar su edición de Tucídides en 1972. El libro pasó casi desapercibido, incluso entre los estudiosos del mundo clásico, hasta la reseña de Kleinlogel en Gnomon. Alberti estudió los recentiores y tanto Kleinlogel como los edd. de BL desde el segundo volumen se beneficiaron de su labor, ahora felizmente completada en la que podemos considerar la edición de referencia para la obra del historiador. Otra ed. es la de Canfora 1996. Son de interés igualmente Rusten 1989 para el libro II y Markantonatos 1998 para la oración fúnebre de Pericles (Th.2.34-46). Jenofonte.- Considerando el papel que juega Jenofonte en la continuación de los estudios clásicos es pasmosa la falta de ediciones de altura de este autor, reeditado sin cambios una vez tras otra como si no hubiese problemas en las ediciones existentes. Al menos BL continuó su proyecto, comenzado en 1936, con Bandini 2000 y 2004 [Memorabilia]. Krentz 1989 y 1995 son dos edd. parciales de los Hellenica, concretamente HG 1-2.3-10 y 2.3.11-4.2.8; Rebenich 1998 y Lipka 2002 son dos ed. con comentario del De republica Lacedaemoniorum. Polibio.- Pédech, Foucault, Weil y Foulon 1961-90- es la nueva ed. de referencia (incompleta) de Polibio, de la que en nuestro periodo se editaron los vols. 8 (libros 10-11) y 10 (13-16). La muerte del Prof. Díaz Tejera dejó truncada su notable ed. del historiador de Megalópolis, que será retomada en la colección Alma Mater por un nuevo editor. Apiano.- Goukowsky, Lancel y Gaillard 1997-2001- han sacado a la luz en BL los primeros 4 volúmenes (libros 6-8 y 12) de su ed. de Apiano, destinada a convertirse en edición de referencia. Brodersen 1989 es una ed. comentada de App., Syr. 45,232-70, completada con Brodersen 1991. Los Hispaniká han sido reeditados, tras un reexamen de la tradición, por Leidl 1996. Magnino 1984 y 1985 son edd. de los libros 3 y 4 de los Bella civilia. Arriano.- Sisti y Zambrini 2001-2004 es una nueva ed. comentada de la Anabasis.
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Dión Casio.- Freyburger-Galland, Hinard, Cordier y Roddaz 1991-2002- han comenzado en BL (empezando por el libro 42) una edición de D.C. extensamente anotada. Diodoro Sículo.- La ed. comentada de Bertrac, Chamoux, Vernière et al. 19722003-, tras un reexamen de la tradición, es otra de las grandes empresas editoriales de BL que ha continuado en nuestro periodo. 5.6.2. Fragmentos La magna ed. de los Fragmente der griechischen Historiker (FGH) comenzada por F. Jacoby en 1923 (reed. 1957-69), y que aparecerá en CD-ROM en 2005 (ed. por Brill), no llegó a ser completada por su editor, quien vio impreso el último volumen que salió de su mano en 1958. Las partes inacabadas (nos. 709-856 de la Parte III: Horografía y Etnografía; y la Parte IV: Biografía, historia literaria y anticuaria) además de las que no fueron formalmente comenzadas por él (Parte V: Geografía; Parte VI: Fragmentos anónimos) han sido retomadas en 1991 por un gran equipo de expertos de varias naciones coordinado por A. Lehmann y G. Scheppens, que prosigue el plan de la obra con pocas alteraciones, y que hasta ahora ha publicado varios tomos: Fornara 1994, Bollansée, Schepens, Engels y Theys 1998; Radicke 1998; Bollansée 1999 y un volumen de índices en Bonnechere 1999. Las Helénicas de Oxirrinco fueron reditadas por Chambers en Bartoletti y Chambers 1993. Edelstein y Kidd 1989 es una ed. comentada de Posidonio de Apamea. 5.7. Geógrafos y periegetas 5.7.1. Principales geógrafos y periegetas Pausanias.- Rocha-Pereira 1989-90 es una reedición del texto estándar de Pausanias. Aunque con un aparato crítico menos extenso, es excelente la ed. con comentario en 8 vols. de Moggi, Musti, Beschi et al. 1986-2003; Casevitz, Pouilloux, Chamoux et al. 1992-2002 es la ed. todavía incompleta del autor para BL. Cf. Papachatzes 1989. Estrabón.- Aujac, Baladié y Lasserre 1966-96-? emprendieron una admirable y erudita ed. de Estrabón, de la que aparecieron en nuestro periodo los vols. 4 a 6 (libros 7 a 9), pero de la que no ha salido ningún nuevo tomo desde 1996. Sbordone y Medaglia 1963-2002-? publicaron hasta el libro 9 (sólo el tercer volumen en nuestro periodo). Desgraciadamente no sabemos si este texto, que podría considerarse el de referencia, tendrá continuación. La historia de las ediciones de Estrabón se lee con demasiada frecuencia como una serie de hercúleas empresas inacabadas, y precisamente por ello parece aún más admirable la casi inaudita velocidad con la que aparecen los volúmenes de la nueva edición crítica de Radt 2002-, que se vienen publicando con periodicidad anual. Tras el cuarto, previsto para 2005, está planeada la aparición de 4 volúmenes más de comentario, y otros dos ancilares.
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Biffi ha llevado a cabo varias ediciones parciales: Biffi 1988 [libros 5-6]; Biffi 1999 [libros 17, texto de Meineke con las conjeturas aparte] y Biffi 2002 [libro 16]. 5.7.2. Geógrafos y periegetas menores En línea con el nuevo espíritu de BL, Marcotte 2002 da comienzo (magistralmente) con el Pseudo Escimno a una nueva edición de los Geographi Graeci minores que supera en varios aspectos (entre ellos, el contar con un amplio comentario) la venerable de Müller de 1855. A esta nueva serie pertenece Lenfant 2004 [Ctesias de Cnido]. Agatárquides tiene una nueva ed. con comentario en Santoni 2001; Marcotte 1990 edita a Dioniso el hijo de Califonte (I a.C.?). Dionisio Periegeta ha sido editado dos veces, con comentario, por Τσαβάρη 1990 y Brodersen 1994. Del mismo estudioso (Brodersen 2002) es la ed. del paradoxógrafo Flegón de Trales, que es comentado parcialmente en Hansen 1996. El geógrafo Piteas de Marsella tiene nueva ed. crítica con amplio comentario en Bianchetti 1998. El Pseudo Escimno (cf. supra) fue también editado por Korenjak 2003. Silberman 1995 editó el Periplo del Ponto Euxino y Casson 1989 es el nuevo texto de referencia para el Periplo del Mar Rojo. 5.8. Mitógrafos, alegoristas, biógrafos, Vidas Una excelente colección de los fragmentos de los primeros mitógrafos en Fowler 2000, que vendrá seguida de un comentario. Heráclito el Alegorista por Buffière 1989; Partenio por Calderón Dorda 1988, Lightfoot 1999 y todavía por Brodersen 2000. Los fragmentos (o mejor testimonia) de Evémero por Winiarczyk 1991. Diógenes Laercio.- El nuevo texto de referencia quizá sea Marcovich 1999, con un ap. crít. más extenso que el de anteriores edd. y un tomo de índices. Hay numerosas ediciones parciales con comentario: dos han aparecido en la serie milanesa «La logica stoica, testimonianze e frammenti»: Baldassarri 1985 (escritos de Crisipo = D.L.7.189202); Baldassarri 1986b (D.L. 7.38b-83). Otras son: Goulet-Cazé 1986 (D.L.6.70-71); Sollenberger 1989 (Vida de Teofrasto); Knoepfler 1991 (D.L.2.125-144). Para Antígono de Caristo tenemos un nuevo texto de referencia en Dorandi 1999; cf. Musso 1985. Para Marino, el biógrafo de Proclo, tenemos también un nuevo texto de referencia en Saffrey, Segonds y Luna 2001; cf. también el nuevo texto que editó, tras una nueva colación de 17 mss., Masullo 1985. De las distintas versiones de la interesante Vida de Esopo tenemos tres ediciones que mejoran las anteriores edd. de la versión G, sin ser un texto definitivo: Papathomopoulos 1991, Ferrari 1997 y Karla 2001. Papathomopoulos 1999 es una ed. de la versión W. Varias Vidas han sido publicadas con las ediciones de las obras del autor, o de sus fragmentos, como la de Esquilo, editada en Radt 1985.
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5.9. Filósofos 5.9.1. Presocráticos A la espera de la edición que reemplace a Diels y Kranz 1954, la Universidad de Toronto auspicia, como anejo de la revista Phoenix, «The Phoenix presocratics», una serie de ediciones de autores particulares, generalmente sin grandes cambios en el texto respecto a Diels y Kranz. A veces no se incluyen todos los testimonios, pero hay traducción y extensos comentarios, especialmente filosóficos. Empédocles.- Antes de la publicación del «nuevo Empédocles» (cf. § 4) el agrigentino había recibido la atención de varios editores: Trabattoni 1987, Gallavotti 1993b, Laurenti 1999. Inwood 2001 incorpora en su 2ª ed. los nuevos fragmentos de P.Strasb.1665-1666. Dos autores frecuentemente revisitados (pero sólo ocasionalmente para aportar algo nuevo al texto) son Heráclito y Parménides. Limitándonos a los principales textos, el primero fue editado por García Calvo 1985, Diano 1987, Robinson 1987, Roussos 1987, Marcovich 2001. Parménides lo fue por Cordero 1997 [1ª ed. 1984], Trabattoni 1985, Aubenque, O'Brien y Frère 1988, en 2 vols., Casertano 1989, Reale y Raggiu 1992, Conche 1996 y cf. en especial la destacable ed. de Coxon 1986. Una importante edición comentada de Ferécides de Siro es Schibli 1990, probablemente el nuevo texto de referencia. También es de reseñar, aunque el modo de editar el texto es mucho menos aconsejable, Huffman 1993 para Filolao de Crotona. 5.9.2. Principales filósofos posteriores a Sócrates Platón.- El examen de los manuscritos y la reconsideración de la transmisión textual a la escala que se espera hoy de las mejores colecciones puede exigir la labor de varios editores para sustituir las ediciones que hace años eran tarea de un solo hombre. Duke, Hicken, Nicoll et al. 1995 reemplaza en OCT el primer volumen de la ed. de Platón de J. Burnet. Slings 2003 reedita la República, que era una parte del vol. 4 de Burnet. La edición parisina de BL, comenzada en 1920, ha dado nuevos textos o revisiones de anteriores: Vicaire 1989, Moreschini 1985; des Places 1994 [reed.]. LCL también ha puesto al día su colección de textos platónicos con alguna ed. revisada: Fowler 1990, 1992. BT permanece casi por completo ajena a Platón desde 1927, con escasísimas excepciones como Moore-Blunt 1985, que son textos apócrifos. Las ediciones parciales han sido, como era de esperar, numerosas, y con agradables sorpresas. Para Alc.1: Denyer 2001; Ap.: Stokes 1997 y Ramos Jurado 2002; Clit.: Slings 1999; Crito: Graffigna 2001; Grg.: Dodds 1990 y más tarde la excelente Serrano Cantarín y Díaz de Cerio 2000; Hp.Ma.: Liminta 1998; Vancamp 1996; Mx.: Tsitsiridis 1998; Phd.: Rowe 1993 y Ramos Jurado 2002; Plt.: Rowe 1995; Prt.: Dorati 1994; R.: Slings 2003; Smp. se lleva la palma: Rowe 1998, Reale 2001 y Arcioni 2003 además
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de numerosísimas reimpresiones de otras ediciones anteriores; Thg.: Joyal 2000; Ep.: Moore-Blunt 1985, Isnardi Parente y Ciani 2002. Aristóteles.- El número de nuevas ediciones de Aristóteles ha sido desconcertantemente bajo, si lo comparamos con el de otros autores de alguna forma comparables e incluso muy inferiores. La complejidad de la transmisión podría explicar parcialmente este fenómeno (en cuyo caso cabría esperar una cosecha de ediciones en años futuros) pero no puede ser la única causa. Revisaremos primero cómo ha progresado la écdosis del autor en las colecciones principales (ninguna de las cuales tiene una edición completa de la obra conservada) para pasar luego a las ediciones particulares. En casi todos los casos, las ediciones son el resultado de un reexamen de la tradición que aumenta notablemente el número de mss. estudiados. BL es quien más se ha ocupado del autor: Bodéüs 2001 (Categoriae); Aubonnet 1960-89 es una ed. de la Politica en 4 tomos; Louis 1991-94 de los Problemata en 3; Chiron 2002 editó con com. la pseudoaristotélica Ars rhetorica (hoy corrientemente atribuida a Anaxímenes). BT: Chambers 1994 es una editio correctior de la Athenaion politeia de 1986. Fuhrmann 2000 es una ed. correctior del Ars rhetorica. En OCT, Mingay y Walzer 1991 es la nueva ed. de referencia de Ethica Eudemia. Para LCL, Balme, Peck y Gotthelf 1965-91 han hecho una meritoria ed. en tres tomos de la Historia animalium; Roberts, Halliwell, Russell e Innes 1995 editan la Poetica (junto a Longin. y a Demetrius rhetor). Entre las ediciones de obras individuales una buena parte se ocupa de minora, dubia y spuria. Ferrini 1999 (de Coloribus); Cassin y Narcy 1989 (Libro III de Metaphysica); Calvo Martínez 1996 (Physica); Janko 1987 es la edición de una interesante hipótesis: el primer libro de la Poetica junto al Tractatus Coislinianus como vestigio del libro 2, que él mismo había publicado en 1984; Marenghi 1991 (libros 12 y 13 de Problemata); Gallop 1990 (de Somno, de Insomniis y de Divinatione per somnum) del que Gallop 1996 es una revisión; Roselli 1992 (de Spiritu); Gigon 1987 (Librorum deperditorum fragmenta). 5.9.3. Escuela de Aristóteles Teofrasto.- Los estudios teofrasteos entraron en una nueva época en este periodo, como muestran las nuevas edd.: Torraca 1994 [Char.]; Link y Einarson 197690 es el texto de referencia para CP, como Amigues 1988-2003 lo es para HP; Fortenbaugh 1992 para los fragmentos; Laks y Most 1993 (a quien sigue Raalte 1993) para Metaph.; Wöhrle, Eigler y Herzhoff 1993 para Od. y Fortenbaugh, Sharples y Sollenberger 2003 para Lass., Sud., Vert. Alejandro de Afrodisias.- Ha tenido mejor suerte que su maestro. Sin mencionar las traducciones tenemos las siguientes. De Fato: Thillet 1984; Zierl 1995; Magris 1995 y una edición de las partes en griego y árabe con trad. italiana que se vende como libro de bolsillo en la dichosa Italia, obra de Fazzo y Zonta 1999; de Febribus:
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Tassinari 1994; in Top.: Baldassarri 1986a. La nueva ed. de referencia para Aristocles phil. es Chiesara Bertola 2001 y para Dicaearchus phil. es Fortenbaugh y Schütrumpf 2001. De los mismos editores es (también con trad.) un nuevo texto de Demetrio de Falero. El Comentario a Epicteto de Simplicio ha sido magníficamente tratado por Hadot 1996, del que Hadot 2001 es una ed. de los capítulos 1-29 algo menos claramente dirigida al filólogo clásico. Juan Filopono.- Haas y Bagolino 2004 (in GC); Lang, Macro y McGinnis 2001 editan los textos transmitidos en el Aet. de Filopono que pueden atribuirse a Proclo. 5.9.4. Neoplatónicos y pitagóricos Plotino.- A diferencia de Aristóteles, Plotino y su escuela han gozado de una gran atención por parte de los editores: Henry, Schwyzer y Armstrong 1984-89 es una adaptación con correcciones para LCL de Schwyzer 1964-82 para el primer vol., y de Henry y Schwyzer 1951-73 para los restantes; Cilento 1986 y Faggin 1992 son dos edd. con trad. italiana de las Enéadas. Ediciones parciales, con comentario y traducción son: Kalligas 1994 (libro 1); Susanetti 1995 (1.6); Linguiti 2000 (libro 1.45); Kalligas 1997 (libro 2); Beierwaltes 1991 (libro 5.3; hay ed. italiana de 1995). Beierwaltes, Reale y Trotta 1995 (libro 3.7) orig. en alemán 1967; Fleet 1995 (libro 3.6); Vorwerk 2001 (libro 5.9); Isnardi Parente 1994 (libro 6.1-3); Meijer 1992 es un amplio comentario de la Enéada 6.9. Damascio.- Westerink y Combès 1986 es la es la nueva ed. de referencia para Pr., igual que Westerink, Combès, Segonds y Luna 1997-2003 lo es para in Prm. y Athanassiadi 1999 para Isid. y los fragmentos de esta Vida. Yámblico.- De Anima en Dillon y Finamore 2002; Myst. en Clarke, Dillon y Hershbell 2004; Protr. en Des Places 1989. Olimpiodoro.- Quizás de este autor sea el texto editado por Westerink 1990. Porfirio.- Bouffartigue, Patillon, Segonds y Brisson 1977-95 termina la ed. de Abst.; Simonini 1986 (Antr.); Smith y Wasserstein 1993 (Fr.); Hadot, Reale y Girgenti 1993 (in Prm.); Kalligas 1991 (Plot.). Proclo.- Saffrey 1994 (Himnos); Segonds 1986 (in Alc.); Romano 1989 (in Cra.); Saffrey y Westerink 1997 completa la ed. en seis volúmenes de la Teología Platónica comenzada en 1968. Los fragmentos de su obra sobre la eternidad del mundo transmitidos por Philoponus, además de los testimonios en árabe han sido editados y traducidos en Lang, Macro y McGinnis 2001. 5.9.5. Plutarco Durante los últimos veinte años Plutarco ha sido a la edición de textos griegos lo que las minas de Laurión al tesoro de Atenas, por lo que le dedicamos un apartado propio. Hay varias editiones correctiores de la de Ziegler para BT, labor princi-
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palmente de H. A. Gärtner, quien desde 1993 se ha encargado competentemente de las correcciones y adiciones a la mayoría de los volúmenes de las Vidas y algunos Moralia. Nuevas ediciones son: Sieveking y Gärtner 1997 (Diálogos Píticos); Kindstrand 1990 (Sobre Homero). La mayor parte de la edición de los Moralia en BL en 15 volúmenes (y muchos más tomos) de Babut, Boulogne, Carrière, Casevitz et al. 1974-2004 ha aparecido en nuestro periodo, tras una nueva colación de los mss. y el reestudio de la tradición que considera también la transmisión árabe. Las Vidas aparecieron entre 1958 y 1983, pero Irigoin 1993 revisa y corrige el primer volumen. Amerio, Orsi, Meriani et al. 1992-98 es una ed. de las Vidas para la UTET. Un tipo distinto de ed. es el Corpus Plutarchi Moralium por Cosenza, Gallo y Torraca (eds.) 1988 publicada en M. D'Auria. Cada volumen suele contener una obra, una amplia introducción, nuevo texto con ap. crít. (generalmente extenso), trad. enfrentada (gener. en italiano), com. y bibliografía6. Entre 1988 y 2004 han aparecido 39 volúmenes de la pluma de diversos editores. Manfredini ha publicado desde 1977 un buen número de Vidas Paralelas en SGL-M, con la asistencia de otros estudiosos para la traducción el comentario y las introducciones: Manfredini 1987 (Arat. — Art.); 1988 (Thes. — Rom.); 1990 (Cim. — Luc.); 1993 (Nic. — Cras.); 1995 (Demetr. — Ant.); 1997 (Lys. — Sull.). La BUR ha reeditado igualmente cierto número de Vidas acompañadas de traducción italiana. Las siguientes son ediciones de una Vida, o una pareja de ellas: Pelling 1988 (Ant.); Sansone 1989 (Aristid. — Cato); Moles 1988 (Cic.); Blamire 1989 (Cim.); Georgiadou 1997; Stadter 1989 (Per.); Marr 1988 (Them.). Ediciones parciales de los Moralia: Teodorsson 1989-96 (3 vols.) es un com. basado en el texto de Furhmann, pero que propone y estudia gran cantidad de propuestas alternativas para la constitución del texto; Pettine 1984; Del Corno y Cavalli 1985; Thiolier 1985; Pettine 1986; Hillyard 1988; Schröder 1990; García Valdés 1995; Hillgruber 1994. 5.9.6. Estoicos, cínicos, escépticos y epicúreos Filodemo.- La edición durante los últimos años de la obra de Filodemo de Gádara rescatada de la lava del Vesubio en Herculano merece mención aparte. El texto crítico de los papiros de este autor, comentado y traducido a alguna lengua moderna, supone buena parte de los 17 volúmenes ya aparecidos de la Scuola di Epicuro, la serie publicada en Nápoles desde 1978, que concibió y dirigió hasta su muerte M. Gigante para la publicación de los textos herculanenses. La editorial Bibliopolis ha conseguido que el cuidado y acumen del filólogo se vea recompensado con una deliciosa edición a un precio razonable. Documentos de igual procedencia pero de
6
Cf. la lista extensa de edd. mencionada al final del primer apartado.
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extensión menor aparecen editados con pareja acribia en los volúmenes de las Cronache Ercolanesi desde 1971. La cantidad de textos aparecidos en ambas series es tal, que dar justa cuenta de todos ocuparía buena parte de este trabajo, por lo que para ello remitimos a las «Listas Bibliográficas» del Diccionario Griego-Español (s.u. Philodemus epicureus)7. A tales ediciones hay que sumar desde los años 90 la meritoria labor de «The Philodemus Project», dirigido por D. Blank, R. Janko y D. Obbink que ha producido hasta hoy dos de las ediciones más sobresalientes, técnica y filológicamente, de un autor griego: Obbink 1996 y Janko 2000. Diógenes de Enoanda.- Casanova 1984; la excelente ed. de Smith 1993 está completada por Smith 2003. Smith 1996 está más específicamente dirigida al público alemán. Demetrio Lacón.- Es tratado con la exquisitez que podemos esperar de la Scuola di Epicuro: Romeo 1988 (Po.); Puglia 1988 (PHerc. 1012); Santoro 2000 (PHerc. 1055). Polieno.- Tepedino Guerra 1991. Marco Aurelio.- Dalfen 1987 es una ed. corregida de la de 1979. Por ahora sólo ha aparecido el primero de los volúmenes previstos de Hadot y Luna 1998 de las Meditaciones. Ario Dídimo.- Pomeroy 1999. Epicteto.- Maltese 1990. Crates de Tebas.- Müseler y Sicherl 1994. Sexto Empírico.- Greaves 1986 (M. 6); Spinelli 1995 (M. 11); Spinelli 2000 (M. 5). 5.10. Oradores Esquines.- Dilts 1997 será para la mayoría el texto que sustituya a la ed. de Blass. El mismo editor nos dio una ejemplar ed. de los escolios tras los nuevos descubrimientos papiráceos en Dilts 1992. Fisher 2001 es una nueva ed. con extenso com. del in Timarchum. Andócides.- Cobetto Ghiggia 1995 (in Alcibiadem, sp.). Antifonte.- Pendrick 2002 (Fragmenta). Arístides.- Patillon 2002 (Rh.). Demóstenes.- Dilts 2002 dio en prologar en inglés el primer tomo (Or. 1-18) del que se avista como nuevo texto de referencia del orador. Clavaud 1987 publica las Cartas atribuidas a Demóstenes, y los fragmentos. MacDowell 1990 es un ejemplar com. de Contra Midias; como MacDowell 2000 lo es de Or. 19 Sobre la falsa embajada; Usher 1993 (Or. 18: Sobre la corona). Para Or. 15, cf. Radicke 1995, y para la cuarta Filípica (Or. 10, sp.) Hajdú 2002.
7
Cf. nota anterior.
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Dinarco.- Nouhaud 1990 es un nuevo texto de los discursos, comentados in extenso en Worthington 1992. Hipérides.- Un extenso comentario que vale por una edición del texto casi definitivo de los papiros por Jensen, en Whitehead 2000. Isócrates.- Mandilaras 2003, con su extenso tomo introductorio, es una ed. atípica de BT, que sustituye la ed. de Blass. Lisias.- Floristán 2000 completa la ed. de AM comenzada en 1953, y es la única que contiene todos los fragmentos, y las hipótesis papiráceas. Otra ed. es D'Incerti Amadio 1997. Ed. parciales son: Hillgruber 1988 (Disc. 10); Medda 2003; Carey 1989 (selección); Weissenberger 1987 (Or. 16, 25, 26, 31). 5.11. Sofistas Dión Crisóstomo.- Russell 1992 (Or. 7, 12 y 36); Amato 1998 (Or. 63); Menchelli 1999 (Or. 30). Libanio.- Martin y Malosse 1979-2003 han comenzado la ed. de un nuevo texto. Edd. parciales: Molloy 1996 (Or. 64); Criscuolo 1994 (Or. 24); Criscuolo 1996 (Or. 13). Luciano.- La ed. patrocinada por BL, Bompaire 1993-, está llamada a sustituir al texto de Macleod como ed. de referencia. Ediciones parciales son: Victor 1997 (Alejandro). Lightfoot 2003 es una ed. comentada absolutamente ejemplar del Sobre la diosa siria. Itzkowitz 1992 Subasta de vidas, El pescador. Jufresa, Mestre y Gómez 2000 y García Valdés 2004 ofrecen una nueva edición de varios opúsculos dentro de la proyectada ed. de la entera obra de Luciano por AM. Cf. el comentario de Nesselrath 1985 para El parásito. Máximo de Tiro.- No una, sino dos excelentes ediciones de Max.Tyr. aparecieron en este periodo: Trapp 1994 y Koniaris 1995 Ambas deberán ser manejadas por los especialistas8. Scognamillo 1997 edita la Or. 18. 5.12. Novelistas Aunque el lector moderno comienza a cambiar la novela por nuevas formas de ensayo, los antiguos novelistas griegos siguen siendo mimados por los editores. Aquiles Tacio.- La nueva ed. de referencia es probablemente Garnaud 1991 (comentada). Cf. también la ed. de un filólogo y novelista, Yatromanolakis 1990. Caritón.- Goold 1995 produjo una meritoria ed., pero el nuevo texto de referencia es Reardon 2004. Antonio Diógenes.- Probablemente Fusillo 1990 sea considerado el nuevo texto favorito de los estudiosos.
8
Cf. Trapp. en CR 1996 pp. 233-235 sobre la transmisión del texto.
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Longo.- Las Pastorales fueron editadas por Vieillefond 1987 para BL, aunque la nueva ed. de referencia podría ser el texto mejorado de Reeve 1994. Los fragmentos de novelas fueron editados por López Martínez 1994 y Stephens y Winkler 1995.
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DANIEL RIAÑO RUFILANCHAS
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6 TRADUCCIONES ESPAÑOLAS ANTONIO GUZMÁN Universidad Complutense de Madrid
Nuestro querido Juan Zaragoza recibió hace 20 años el encargo de hablar en una ocasión como la presente sobre las traducciones de textos griegos al castellano. Y dado que su aportación fue muy valiosa y exhaustiva yo siento ante mí el reto de tomarla como referencia obligada, aunque el enfoque de mi intervención ha de ser necesariamente distinto y ojalá que llegue, aun con las inevitables diferencias de enfoque, a aproximarse a la suya. Por otra parte, esta charla mía está estructurada en dos partes claramente diferenciadas, una más teórica —que pienso que puede ser la más sugerente, pues creo que mi compromiso ahora (y he de decirlo consciente y gozoso de mis propias limitaciones) es más sugerir que innovar— y otra de contenido básicamente documental que constituye más bien un apéndice de consulta que quizá tenga cierta utilidad a la hora de ser leída en el momento de su publicación. I. PARTE TEÓRICA 1.1. La cenicienta se va haciendo mayor Resulta un tópico afirmar que la traducción es una actividad antigua y que pretende ser una ciencia o disciplina moderna. En nuestro ámbito, tan antigua como los romanos. Sabemos que los griegos no tradujeron prácticamente nada, o al menos nada es lo que a este respecto conservamos, y es probable que el mejor «expolio» que de Grecia hizo Roma fue traducir su literatura. Ni siquiera los centenares de carromatos que Sila sacó de la ciudadela de Corinto para ser trasladados a las villae de los patricios llevaban consigo un similar bagaje cultural. En todo caso, Roma tuvo la inteligencia de hacerse transferir el rico caudal de la Hélade para enriquecer su literatura, su pensamiento y en general su cultura. En un principio esta tarea estuvo a cargo de esclavos, y de manera curiosa las primeras «traducciones» de Livio Andronico fueron hechas por un griego y desde su lengua a la todavía tosca lengua latina. Empezaba así una larga tradición de modestia para este quehacer traductológico que desde entonces no ha sabido desnudarse de la falta de estima profesional con que aún hoy día se le considera. Así nació nuestra cenicienta. Por F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 175-200
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otra parte, los textos latinos fueron a su vez traducidos, adaptados y de mil formas refeccionados durante siglos como manera de contribuir al enriquecimiento de las formas literarias de las emergentes lenguas vernáculas durante la Edad Media, continuándose dicha actividad de manera más o menos ininterrumpida hasta nuestros días. Podemos hablar sin duda de que nos hallamos ante una tradición traductológica de antiguo y noble pedigrí. A lo largo de una tan dilatada vida iban a surgir animados debates, que a veces condujeron a virulentos enfrentamientos filosóficos, teológicos y lingüísticos acerca de la mejor manera de traducir. Los nombres de Poliziano, Bruni, Valla, Aurispa y entre nosotros Alonso de Cartagena, el Tostado, etc. representan algunos de los hitos más descollantes en litigio tan apasionado. Con todo, ninguno de estos autores abordó de una manera sistemática los verdaderos problemas teóricos de la traducción; más bien expresaban sus opiniones al respecto al hilo de su actividad traductora, comentando los escollos principales que en su tarea encontraban o engolfándose en las inevitables disputas acerca de la excelencia de su versión respecto de las precedentes. Durante los siglos XVIII y XIX van a aparecer los primeros ensayos teóricos acerca de esta actividad. El conocimiento de nuevas lenguas, fuera ya del estrecho marco de las «clásicas» indoeuropeas por antonomasia, y el surgimiento de un fuerte sentimiento nacionalista que sostenía que la lengua es el auténtico espíritu de cada pueblo, provocaron que el ámbito del antiguo debate empezara a redimensionarse y a abrir nuevos horizontes a la polémica. Pero será sin duda ya en el siglo XX, y especialmente a partir de sus años 50 cuando las nuevas necesidades comerciales, científicas y culturales y el consiguiente incremento exponencial de la actividad traductora van a desencadenar la aparición de los primeros tratados sobre el arte/ciencia de la traducción, sus requisitos y métodos, con planteamientos teóricos similares a los que se venían aplicando a otras ramas del estudio de la lengua. Al igual que la fonética, la sintaxis o la semántica —aunque sin duda todavía más rezagados— hoy los estudios de traducción van adquiriendo una cierta entidad autónoma en los foros académicos. Pues bien, nuestro propósito en estas páginas va a ser efectuar un somero análisis de los criterios con que se han llevado a cabo las traducciones de nuestros clásicos al español. En segundo lugar, y a la vista de la evidente falta de aproximación metodológica de dichos planteamientos a las nuevas corrientes de la lingüística (y en especial a la semántica), sustanciaremos algunas reflexiones de los estudios traductológicos aplicados a otras lenguas a fin de considerar si es posible el aprovechamiento de dichos logros a nuestra actividad como traductores de textos clásicos grecolatinos. A esto último nos llevará mi personal convencimiento de que la filología clásica lleva demasiados años enrocada en cierta inercia metodológica en este campo, situación a la que pensamos hay que ir poniendo algún remedio.
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1.2. Los tiempos del antiguo debate Vamos a empezar propiamente este apartado estableciendo dos cortes nítidos. En el primero traeremos a colación el testimonio, necesariamente abreviado y muy selectivo, de algunos ilustres traductores de nuestros textos como fueron Humboldt, traductor del Agamenón; Mathew Arnold, de Homero; o Walter Benjamin. En la bibliografía aparecen recogidas las tres antologías en las que pueden consultarse estos textos y muchos otros de Cicerón, San Jerónimo, Leonardo Bruni, Fray Luis de León, Dryden... hasta casi un centenar de referencias. En una segunda parte revisaremos las autorizadas opiniones de M. Fernández Galiano, F.R. Adrados, L. Gil, J. Lasso de la Vega y A. García Calvo en algunos de sus ensayos sobre estos temas. 1.2.1. Humboldt, Agamenón de Esquilo (trad. M.A. Vega) La traducción y, más exactamente, la traducción de los poetas es uno de los trabajos más necesarios de una literatura, en primer lugar porque aporta al que no domina el idioma las formas permanentes del arte y la humanidad que le son totalmente desconocidas; en segundo y sobre todo porque amplía el significado y la capacidad de expresión del propio idioma (...) Sólo por mencionar un ejemplo, ¿cuánto no se ha enriquecido la lengua alemana desde que imita la métrica griega, y cuántas cosas no se han desarrollado en la nación? (...) Y para pasar a mi propio trabajo después de estas consideraciones generales, diré que es esta sencillez y fidelidad aquí descrita la que he pretendido conseguir. En cada nueva formulación he intentado constantemente separarme de aquello que no estuviera en el texto. La incapacidad de alcanzar las bellezas propias del original lleva demasiado fácilmente a concederle extraños adornos de lo que en conjunto se deriva un color divergente y un tono diferente. Me he precavido de todo lo que no sonara a alemán y de la oscuridad, si bien a este respecto no se deben tener pretensiones exageradas e injustas. Una traducción no puede ni debe ser un comentario. No debe contener pasajes oscuros surgidos de un uso fluctuante de las palabras y de añadidos miopes; pero allí donde el original sólo insinúa en vez de explicar claramente, allí donde se permite metáforas cuya relación es difícil de comprender, donde deja ideas a medias, el traductor haría mal si por sí mismo y arbitrariamente introdujera una claridad que distorsionaría el carácter del texto. La oscuridad que los escritos de los antiguos y que el Agamenón manifiesta de una manera peculiar a menudo surge de la brevedad y de la audacia con la que, con el desprecio de conectores intermedios, se yuxtaponen pensamientos, imágenes, sentimientos, recuerdos y provisiones, tal y como surgen en el ánimo profundamente conmovido. Tan pronto como se penetra en el ánimo del poeta, de su época, de los personajes ideados por él, desaparece poco a poco y en su lugar aparece una sublime claridad (...)
Hasta aquí la cita literal. Entresacaré de ella algunos puntos de reflexión:
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— Fidelidad al texto total, más que a sus partes y detalles. — Preocupación «por todo lo que no sonara a alemán (...) y por la oscuridad». — El traductor hará mal «si por sí mismo y arbitrariamente introdujera una claridad que distorsionaría el carácter del texto». — Fidelidad y literalidad son conceptos distintos. La fidelidad es la adecuada equivalencia entre una lengua y otra. — Como esta equivalencia total no es posible (sobre todo en poesía) Humboldt acepta la idea de «traducciones múltiples». Las divergencias entre traductores enriquecen el texto cara al lector. Humboldt lo aplica sobre todo al caso de los autores clásicos.
1.2.2. Y con ello pasaremos a M. Arnold, un epígono en cierta manera de Humboldt. A él debemos la idea de unir traducción y filología. Arnold comparte la noción de texto como totalidad y no como detalles individuales. «The peculiar effect of a poet resides in his manner and movement, not in his words taken separately». Y así, al comentar las traducciones de Pope, Chapman, Newman, entre otras, nos dice (On Translating Homer trad. de D. López): Cuando digo que el traductor de Homero, por encima de todo, debería estar imbuido de una percepción de cuatro cualidades del autor —que es eminentemente rápido; que es eminentemente sencillo y directo, tanto en el desarrollo del pensamiento como en su expresión, es decir, tanto en su sintaxis como en su léxico; que es eminentemente sencillo y directo en la substancia de su pensamiento, es decir, en los asuntos y en las ideas; y, en fin, que es eminentemente noble— quizá parezca que digo algo demasiado general y poco útil (...) En vano insiste Cowper en la fidelidad: «De lo que más orgulloso estoy es de haberme mantenido escrupulosamente fiel al original (...)» Suponer que la fidelidad respecto del original consiste en ceñirse al asunto, y no dar la forma; o mejor, suponer que el asunto pueda representarse en absoluto si uno no atiende a la forma es un error característico de la escuela de pintura Pre-rafaelista, que no entiende que un efecto particular de la naturaleza reside en su forma y movimiento, no en las palabras consideradas de forma aislada. El movimiento de Pope, sin embargo, aunque es rápido, no es igual que el de Homero; y aquí es donde encuentro la mayor objeción que puede oponérsele a la rima en una traducción de Homero (...) Hay una objeción más profunda y de mayor peso para no traducir a Homero con rima. Se trata de que la rima, inevitablemente, tiende a emparejar versos que son independientes en el original, y con la rima se cambia el movimiento del poema: Nor glorify a folly so, to wish thee to advance; But since we must go, though not here, and that besides the chance οὔτε κεν αὐτὸς ἐνὶ πρώτοισι μαχοίμην, οὔτε κέ σε στέλλοιμι μάχην ἐς κυδιάνειραν· νῦν δ’ ἔμπης γάρ Κῆρες ἐφεστᾶσιν θανάτοιο
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Este verso, en el que Homero desea separarse con la mayor rapidez del precedente, Chapman se ve obligado a relacionarlo precisamente con ese verso anterior. But since we must go, though not here, and that besides the chance En el momento en que la palabra chance suena en nuestros oídos nos lleva irremisiblemente a la palabra advance, y a todo el verso anterior, que, según el propio sentir de Homero, deberíamos haber dejado atrás por completo, y deberíamos alejarnos de él cada vez más... Su traductor no debe ser rígido, no debe ser artificioso, no debe ser literario, cierto; pero tampoco debe ser vulgar, no debe carecer de nobleza. He mostrado cómo han fracasado los traductores de Homero al carecer de rapidez, al carecer de sencillez de estilo, al carecer de claridad de pensamiento; en la segunda conferencia mostraré cómo fracasa un traductor al carecer de nobleza... Esta, pues, es la tarea correcta del traductor: reproducir para el estudioso con sensibilidad, tan fielmente como sepa, el efecto general de Homero. Si no logra reproducirlo, pierde el tiempo, aunque escriba su propia estimable Ilíada, como Pope; y aunque traduzca la Ilíada de Homero palabra por palabra, como Mr. Newman. Si su finalidad fuera la de entretener de cualquier forma al público, haría bien en seguir el ejemplo de Pope; si su finalidad fuera la de ayudar a los estudiantes a entender a Homero, haría bien en seguir el ejemplo de Mr. Newman. Pero no lo es: su finalidad propia, lo repito una vez más, es la de reproducir para el estudioso con sensibilidad, tan fielmente como sepa, el efecto general de Homero... Homero posee un movimiento rápido, las palabras y el estilo de Homero son claros, es sencillo en sus ideas, Homero posee un estilo noble. Cowper lo vierte mal porque su movimiento es lento, y su estilo es complejo; Pope lo vierte mal porque es autor artificioso tanto de estilo como de léxico; Chapman lo vierte mal porque sus ideas son fantásticas; Mr. Newman lo vierte mal porque su léxico es extraño, y su estilo es poco elevado... De manera que el traductor, en realidad, no tiene buen modelo ante él para ninguna parte de su trabajo, y ha de inventarse todo por sí mismo. Ha de poseer un movimiento rápido, su lengua ha de ser clara, su pensamiento ha de ser sencillo, y ha de ser elevado. Intentaré hoy explicar algunas ideas prácticas que quizá ayuden al traductor a cumplir con los cuatro grandes requisitos que se le solicitan... Tan representativa de Homero es la claridad y sencillez del pensamiento, que para conservar esto en la propia versión el traductor ha de sacrificar, donde sea necesario, la fidelidad verbal respecto del original, para no incurrir en el riesgo de crear mediante una excesiva literalidad un efecto extraño y artificioso. Los dobles epítetos que aparecen tan continuamente en Homero hay que tratarlos según la siguiente regla: estos epítetos aparecen con naturalidad en la poesía de Homero; en inglés, nueve de cada diez veces, cuando se vierten de forma literal, crean un efecto artificioso...
1.2.3. Walter Benjamin, La tarea del traductor (trad. de D. López) La tarea del traductor consiste en encontrar aquella intención respecto de la lengua a la que se traduce con la que se despertará en ella el eco del original. He aquí un
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ANTONIO GUZMÁN rasgo mediante el cual la traducción ciertamente se diferencia de la obra poética, porque la intención de ésta nunca se dirige a la lengua como tal, en su totalidad, sino a ciertas relaciones lingüísticas de contenido. La traducción, en cambio, no se encuentra, como la poesía, en el propio interior del bosque agreste de la lengua, por decirlo así, sino que desde fuera de ella, enfrente de ella, y sin entrar en ella, llama al original a entrar, y a entrar en aquel único sitio donde el eco respectivo en la propia lengua puede dar la resonancia de una obra en otra (...) No hay musa de la filosofía, tampoco hay musa de la traducción (...) Fidelidad y libertad —libertad de la transmisión conforme al sentido y, con este propósito, fidelidad ante la palabra— son los términos tradicionales en cualquier discusión sobre traducciones. Parece que ya no pueden servir para una teoría que en la traducción busca algo diferente de la transmisión del sentido (...) La fidelidad en la traducción de la palabra aislada casi nunca transmite por completo el sentido del original. Porque el sentido, respecto del significado poético que tiene para el original, no se reduce a lo designado, sino que lo adquiere precisamente en la forma en que lo designado está sometido a la manera de designar de la palabra determinada. En general, se expresa esto mediante una fórmula: las palabras llevan consigo un tono emocional. Y además, la fidelidad literal a la sintaxis quebranta definitivamente toda transmisión del sentido, y parece conducir inevitable y directamente a la incomprensión. Las traducciones que hizo Holderlin de Sófocles aparecieron ante los ojos del siglo XIX como ejemplos monstruosos de semejante fidelidad literal. Y por último, la medida en que la fidelidad en cuanto a la transmisión de la forma dificulta la del sentido es algo que no necesita ya explicaciones. Por consiguiente, el postulado de la fidelidad literal no puede inferirse del interés por la conservación del sentido. La tarea del traductor consiste en liberar en la propia a aquella lengua pura que está retenida en la ajena, liberar la que está cautiva en la obra, en la recomposición... El significado verdadero de esta libertad lo ha señalado Rudolf Pannwitz, sin nombrarla, sin embargo, ni justificarla, en explicaciones que se encuentran en la Crisis de la cultura europea, y que quizá sean, junto con las tesis de Goethe en las notas al Diván, lo mejor que se ha publicado en Alemania acerca de la teoría de la traducción; allí dice: «Nuestras traducciones, incluso las mejores, parten de un principio falso, quieren germanizar el hindú, el griego, el inglés; en vez de hinduizar, helenizar o anglizar el alemán. Tienen un respeto mucho más significativo hacia las costumbres lingüísticas propias que hacia el espíritu de la obra ajena (...) El error principal del traductor consiste en que capta el estado fortuito de la lengua propia en vez de hacer que ésta sea conmocionada vigorosamente por la lengua extranjera. Más aún, cuando la traducción se hace entre dos lenguas muy distantes, debe insistir en volver a los elementos principales de la lengua misma donde se unen la palabra, la imagen y el tono (...)»
El texto habla por sí solo, y en atención al paso del tiempo me voy a abstener de añadir cualquier comentario. Y así, pasamos ahora a ver algunos prólogos de diversas traducciones hechas recientemente al castellano: he seleccionado fragmentos del Homero de García Blanco/Macía y del de García Calvo; del Esquilo de Adrados; del Sófocles de J.M.ª Lucas; y del Platón de Fdez.-Galiano/Pabón.
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a) Homero: Ilíada (García Blanco - Macía 1991, Alma Mater) La poesía homérica está compuesta en versos cuajados de fórmulas. Y ésa es la traducción que nos hubiera gustado hacer. Pero una traducción en verso impone, a cambio de recrear a Homero en nuestra lengua, un cierto alejamiento del original, lo que hemos querido evitar. De modo que hemos optado por traducir los versos griegos línea a línea, intentando dotarlos de cierto ritmo, pero sin que éste se convirtiese en el factor principal si para lograrlo era necesario sacrificar la exactitud. Hemos preferido que nuestra aportación se centrase en el aspecto formular que, como viene dicho, consideramos esencial. Y es que si bien las fórmulas más conocidas, como los grupos de nombre + epíteto y los versos repetidos, formados por hemistiquios formulares, han sido respetados en las traducciones desde hace tiempo, creemos, sin embargo, que el principio formular no ha sido aplicado a la totalidad de la traducción, como requiere la compleja red que informa el texto griego de principio a fin. Las traducciones en prosa no ayudan al lector a reconocer y localizar en el verso estas fórmulas o expresiones formulares o simples palabras utilizadas regularmente en la misma posición; y lo mismo podría decirse de la composición habitual de ciertos hemistiquios o de procedimientos expresivos como el encabalgamiento, etc. La densa formularidad del texto nos impedía, asimismo, confundir en una misma palabra castellana palabras griegas sinónimas o casi, pero empleadas en fórmulas diferentes, para no empobrecer el original. Esto nos ha obligado a una sistematización previa de los campos semánticos en que actúan las palabras griegas implicadas en fórmulas. Así que el procedimiento habitual ha sido buscar una traducción única para cada palabra griega, después de consultar las restantes que formaban el mismo campo, verificando mediante un repaso de los ejemplos en el poema completo la posibilidad de dar para cada palabra la misma traducción en todos lo casos y teniendo en cuenta también para la elección de la traducción castellana la frecuencia del término, su carácter corriente o poético e incluso, en casos muy señalados, la posibilidad de ofrecer una palabra castellana cuyo volumen acústico fuera parecido a la griega del original. Por más que hayamos intentado jerarquizar estos principios —exactitud, formularidad y ritmo— hemos encontrado muchos problemas para conjugarlos y somos conscientes de no haberlos resuelto siempre satisfactoriamente. En realidad, lo mismo que la poesía homérica es fruto del trabajo de muchos aedos, una buena traducción española de Homero necesita también aportaciones diversas... (CCLXVIII)
b) Homero: Ilíada (García Calvo 1995, Lucina) Con esto entramos en las aclaraciones tocantes al sentido de esta versión y al uso que de ella pueda hacerse, si es que hay, con todas las aclaraciones y en contra de los enormes impedimentos, algunos que puedan leerla de veras, sentirla sonar, entenderla y disfrutarla.
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ANTONIO GUZMÁN El propósito preciso pues que tiene esta versión, un propósito que, al empezar, yo mismo no me había formulado, y del que sólo después, según avanzaba, me fui dando cuenta de que la estaba rigiendo desde el principio, es el de ofrecer en castellano algo que pueda darles a los hablantes actuales del esp. of. cont. una impresión análoga a la que el texto homérico les ofrecía a los hablantes de la koinè o griego uniformado de por el siglo III a. de C; para los que el lenguaje de Homero estaba doblemente lejos, lo uno, como dialecto poético artificial, y el otro, porque, al cabo de 5 siglos, las mutaciones de la sintaxis, el vocabulario, la flexión y formación de palabras, y hasta la fonémica, habían sido tales desde el jonio que pudieron hablar los amigos de Homero hasta el ático convertido en lengua común que los más de ellos hablaban, que apenas puede pensarse que entendieran esa lengua, si no es que a algunos de ellos se les seguía enseñando en las escuelas. Para acercarme pues a tal propósito, tenía que fabricar un dialecto, que, aunque sin contar con una educación escolar correspondiente, y siendo reconociblemente castellano, produjera a mis lectores una medida de extrañeza y artificio equivalente a la que a los lectores medio, en Alejandría o en Pérgamo o en Atenas, debía producirles la lectura de la Ilíada en aquel siglo (...) Porque es que, aunque a mí mismo no deje de asombrarme un poco que una traducción fiel, en gran medida literal, esté sonando en dáctilos castellanos y hasta con asonancias de romance, debe el lector saber, por si lo duda, que esta versión es, en efecto, si no siempre literal, escrupulosamente fiel.
c) Esquilo: Tragedias (Adrados 1966, Hernando) Hemos partido del hecho, muchas veces desconocido a efectos prácticos en época moderna, de que la tragedia es antes que nada poesía; y, concretamente en el caso de Esquilo ecos literarios y creaciones atrevidas de un carácter muy sintético. Las traducciones en prosa no sólo eliminan el carácter poético del original, sino que incurren constantemente en la paráfrasis, aclarando lo que es oscuro mediante ampliaciones, generalizaciones y rodeos. Se llega así a una sintaxis plana y vulgar, que en modo alguno intenta verter los efectos de estilo del autor; y su mundo de imágenes y su sentido plástico y concreto de la realidad es sustituido por banalidades sin contorno. Creo, por el contrario, que el miedo a dejar un texto oscuro no debe hacernos renunciar al intento de acercarnos en la medida de lo posible al ideal de dar nueva vida a los procedimientos literarios de Esquilo. Sus tragedias eran ya oscuras para sus contemporáneos —Aristófanes es un buen testigo de ellos— y esta oscuridad es consustancial con su estilo y su intención. Cuando alcanza un límite insuperable puede ayudarse al lector con una nota, en todo caso: creo que esto es más honrado que introducir en el texto glosas antipoéticas y que desnaturalizan los pasajes en cuestión o que sustituir unas imágenes por otras o por expresiones abstractas (...) (...) Todo esto nos conduce a la necesidad de hacer una versión poética: sólo en poesía y no en prosa, es dable en español utilizar los recursos mencionados y otros.
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Si el resultado tiene un aspecto entre arcaizante, críptico y audaz, tanto mejor, pues éste es precisamente el de las obras de Esquilo.
d) Sófocles: Ayax, Las Traquinias, Antígona, Edipo Rey (Lucas 1988, Alianza) El profesor Lucas nos expone así sus propósitos a la hora de llevar a cabo su traslación de Sófocles: En líneas generales he pretendido mantener siempre el nivel del estilo del original, tanto en lo referente a las diversas figuras retóricas tradicionales como a los demás efectos buscados conscientemente por el poeta, y, de forma especial, en lo que atañe a ese estilo pomposo tan característico de la tragedia griega. Las partes meramente recitadas del original, que van en griego en versos trímetros yámbicos, las he traducido en prosa, porque son las más próximas al nivel conversacional. En ocasiones tenemos en el texto un tipo de verso diferente, el anapesto, que corre casi siempre a cargo del corifeo y era, a mi juicio, recitado también, aunque suponía lógicamente una variación rítmica para el auditorio, y se utilizaba para indicar un movimiento en escena, normalmente la llegada o salida de alguien del escenario. En estos casos he traducido estas tiradas anapésticas por versos con un ritmo también movido, y siempre, eso sí, tratando de mantener la correspondencia verso a verso con el original. Finalmente, las partes netamente líricas, es decir, cantadas, las traduzco en versos rítmicos, intentando en todo momento conservar el estilo denso que siempre tienen en el teatro griego. En ocasiones aparecerán en una primera lectura incomprensibles, pero es que así sucedía también en el original, y una traducción fiel debe intentar reproducir la total realidad del texto en cuestión.
e) Platón: República (Pabón - Fernández-Galiano 1969, Clásicos Políticos = 1988, Alianza) Nosotros no hemos querido permitirnos tales libertades [se refiere a una cita anterior a Cornford]; no nos hemos propuesto hacer hablar a Platón como a un profesor o periodista de nuestros días. «En nuestra opinión —decíamos en Emerita 15, 1947, p. 288— nada hay más equivocado que una traducción en que se intente suplir lo que el autor dice entre líneas o adaptar sus palabras a un lenguaje o estilo 'moderno'». Todo lo que no sea darnos a Platón tal como es, con sus anacolutos, sus vaguedades, sus redundancias, sus amplificaciones, sus equívocos ταῦτα o ἐκεῖνα y su monótono, y a veces ingenuo, juego de preguntas y respuestas, es para nosotros una mistificación enteramente recusable. Y al leer tantas y tantas traducciones modernas (...) se nos vienen sin querer a las mientes aquellas palabras de Bentley: «A fine poem, Mr. Pope, but you must not call it Homer» (...) Quizá esta manera de proceder reste popularidad a nuestra versión; pero creemos mantenernos con ello más fieles al pensamiento y la dicción platónica. El lector debe tener en cuenta constantemente que está leyendo una obra correspon-
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ANTONIO GUZMÁN diente a un mundo cultural lejano y cuya manera de expresarse está de acuerdo con concepciones estilísticas no del todo afines a las nuestras: en vez de traer a Platón al lenguaje del mundo moderno, quizá será tal vez mejor trasladarnos al suyo por medio de la reproducción aproximada de su estilo. En otras palabras: si es preciso tomar partido por una de las dos sectas de los «helenizantes» y los «modernistas», que describen con fina ironía Higham y Bowra en la página LXV de The Oxford Book of Greek Verse in Translation (Oxford, 1938), nosotros optamos por la primera...
1.3. Algunos nuevos enfoques Los límites de la posibilidad de traducción de un texto se han abordado desde una perspectiva triple: lingüística, filosófica y literaria, que a su vez han sido explicados (Halliday and Martin 1981, pp. 13-16) desde tres supuestos: a) La lengua como conocimiento, entendiendo que desde el punto de vista del léxico, cabe considerar éstos como léxicos totalmente traducibles, parcialmente traducibles e intraducibles. Un ejemplo de léxico en principio intraducibles serían aquellas palabras cuyos referentes no son equivalentes en la lengua de origen (LO) y la lengua de destino (LD). Así, los cargos de consul, praetor, aedile, quaestor en latín, o βασιλεύς, ἄρχων, en griego, no se corresponden propiamente con ningún equivalente en nuestras lenguas e instituciones modernas. Por tanto, además de la traducción se hará necesaria la explicación en nota o comentario. Otro ejemplo clásico y bien conocido es el de la discusión motivada por Cicerón en su De finibus bonorum et malorum II, III-IV, donde discute el término ἡδονή que termina traduciendo como voluptas, aunque dicho término latino posee un sentido peyorativo que no tiene en griego. Igualmente pueden servir como ejemplos los de los verbos de movimiento autocinéticos / alocinéticos entre distintas lenguas. El traductor puede verse inducido fácilmente a confusión. Y aún más, algunos teóricos de la traducción opinan incluso que «cuando algunos rasgos de un determinado término que es esencial para el mensaje no se corresponde en la LD se ha alcanzado el límite máximo de traducibilidad». b) La lengua como conducta: la pragmática. Snell y Hornby 1988, p.41 defienden la idea de que la traducibilidad viene condicionada por el grado de inmersión que el texto posee en su propia cultura. Algunos tipos de textos son muy culturodependientes; otros, como los científicos, pueden llegar a ser hasta un amplio grado culturo-independientes. La traducibilidad dependerá de hasta qué punto el texto destino pueden integrarse en la Gestalt social del traductor. Puede ocurrir que un hecho característico de la sociedad del texto original resulte intraducible, aunque pueda ser explicable. Con frecuencia es el caso de los autores clásicos. c) La lengua como arte. Un nuevo escollo se presenta ante nuestro concepto de traducibilidad. El texto traducido es permeado por la estética, ideología y forma-
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lismos de la lengua receptora. Por ejemplo, se dice que algunos traductores franceses de Shakespeare han sobrepuesto a su traducción un abstracción raciniana. Por no hablar de otro pasaje clásico: en la Biblia de Ginebra, 1556, σὺν γυναιξί aparece traducido por un cum uxoribus suis (Actas Apóstoles 1-14). Los apóstoles estaban «con sus esposas». Es una posible traducción; en cambio en las Biblias católicas se lee: cum mulieribus («con unas mujeres») —otra versión lingüísticamente posible— a fin de respetar el celibato de los clérigos. Igualmente podríamos traer a colación los intentos de imitar o trasvasar los ritmos de la métrica clásica antigua. Ha sido una larga controversia durante siglos. Cf. texto de Arnold sobre la rima. Para dos estudiosos como Vinay y Darbelnet hay siete modalidades o grados de traducción, de los cuales tres corresponden a la traducción directa y cuatro a los de traducción oblicua. En el ámbito de la traducción directa convendría distinguir: a) El préstamo: no es propiamente un procedimiento de traducción sino un recurso para cuando resulta imposible reproducir un concepto metalingüístico en la LD. Contribuyen a dar a la traducción un colorido o sabor local, independientemente de su mayor o menor integración en la lengua: «tequila», «penalty». En el préstamo se produce la transposición de los lexemas de la LO a la LD sin modificaciones formales ni semánticas. b) El calco: se respeta el sintagma de la lengua extranjera, traduciendo literalmente sus diferentes elementos: «terapia ocupacional», «ciencia ficción» a partir por ejemplo de «occupational therapy». En el calco se produce la sustitución de unidades morfológicamente analizables en la LO que terminan siendo aceptados o tolerados por la comunidad de la LD. c) Traducción literal: sólo será posible cuando exista entre ambas lenguas una identidad en el plano del vocabulario, de la sintaxis y de la composición. «This train arrives at Victoria Station at eleven» / «Ce train arrive à la gare Victoria à onze heures». «Este tren llega a la estación Victoria a las once». Se da lo más frecuentemente entre lenguas de la misma familia. En ella se produce la sustitución de estructuras sintácticas por otras estructuras sintácticas que son isomórficas que respetan el número y tipo de sus elementos. En todo caso, la traducción literal deberá evitar: que el resultado dé un sentido distinto, que no tenga sentido, que no corresponda a su mismo nivel de lengua, etc. Por otra parte, traducir literalmente supone adoptar una decisión básica relativa a la metodología de la traducción: en la traducción literal el traductor adopta una postura retrospectiva (i.e. orientada a la LO), mientras que la traducción literaria lo hace desde una postura prospectiva (es decir, orientada hacia la LD). Ambas modalidades se remontan a los postulados ciceronianos de traducir literalmente (ut interpres) o libremente (ut orator).
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Por su parte, en la traducción oblicua podemos distinguir diversas modalidades: d) La transposición: consiste en sustituir una parte del discurso por otra parte, sin modificar el sentido del mensaje: « I want you to help me» / «Je vous (te) demande de m'aider». «Le (te) pido que me ayude». Habitualmente, la transposición actúa en el nivel de las categorías gramaticales. El español prefiere la adjetivación donde el francés opta por el sustantivo en genitivo: «poder adquisitivo» / «pouvoir d'achat», «carrera armamentista» / «course aux armements». En todo caso, se respeta el sentido modificando su correspondencia formal. e) La modulación: consiste en adoptar un punto de vista distinto en la LD. Suele recurrirse a ella cuando la traducción literal e incluso la transposición resulta gramaticalmente correcta pero desentona en la LD. «No pocos opinan que» / «Beaucoup considèrent que». En la modulación se efectúa lo que algunos estudiosos franceses denominan un changement de point de vue. f) Equivalencia: se da cuando se refleja una situación idéntica mediante el recurso a procedimientos estilísticos y estructurales notablemente diferentes. Suelen referirse a expresiones hechas, idiotismos, proverbios, etc. «Buscarle tres pies al gato» / «chercher midi à quatorze heures»; «encender una vela a Dios y otra al diablo» / «ménager la chèvre et le chou». g) Adaptación: situación límite según Vinay y Darbelnet. Debe aplicarse sólo cuando la situación que refleja la LO no existe en la LD. Por ejemplo, es sabido que cada país posee un código específico de signos corporales. Necesitamos cada vez con más urgencia un videodiccionario de gestos internacionales. Ya antes, G. Mounin nos hablaba de los «problemas teóricos de la traducción». Hasta él la tendencia imperante era considerar la traducción como un medio más de estudiar la estructura de las lenguas; Mounin va a proponer en cambio su propósito de que la lingüística ayude a los traductores a resolver algunos problemas de traducción. Uno de los escollos principales de la traducción se suscita y tiene que ver con la creencia de que la segmentación del mundo y las categorías del conocimiento (lógicas, psicológicas, etc.) eran idénticas para todos los hombres. Así, la gramática de Port-Royal defendía que «las estructuras lingüísticas encubren una forma inmutable de juicio». Frente a esta concepción, Humboldt sostiene que «cada sistema lingüístico encierra un análisis del mundo que le es propio y que difiere de una a otra lengua». De ahí se deducirá la para Humboldt imposibilidad de la traducción. El ejemplo más llamativo es el de la visión del mundo del pueblo hopi; su sistema verbal posee nueve voces: intransitiva, transitiva, reflexiva, pasiva, semi-pasiva, resultativa, posesiva, cesativa y pasiva extensa. También cuenta con nueve aspectos: puntual, durativo, segmentativo, punctual-segmentativo, incoativo, progresivo, espacial, proyectivo y continuativo. Todo ello nos hace pensar que
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la visión del mundo del hombre hopi debe ser una experiencia notablemente distinta de la nuestra. En resumen: todas estas reflexiones lingüísticas fueron aprovechadas por Mounin 1963 para mostrar la imposibilidad teórica de la traducción. En tanto que no podemos acceder a los significados de los enunciados lingüísticos, pues no hay significados comunes para todos los hombres. En segundo lugar, las distintas visiones del mundo nos inducen a creer que no existen significados universales, y que por tanto éstos no son aprehensibles. Estas objeciones teóricas, sin embargo, no pueden invalidar una práctica de la traducción «relativamente posible». Mounin encuentra que en hablantes distintos de una misma lengua también existen niveles de experiencia del mundo que son distintos, sin que por ello se invalide la comunicación entre ellos. Así —dice Mounin—, un francés medio utiliza ordinariamente sólo el término nieve, mientras que un alpinista francés distingue: la pailletée, la collante, la poudreuse, la folle, la sèche, la neige humide, la cartonnée, la croûte de vent, la tôle d'hiver, la croûte de printemps, etc. Esto conduce a Mounin a emplear una noción nueva, que le parece más precisa que las «visiones del mundo», a saber, los universales lingüísticos. Fueron los nominalistas medievales los primeros que emplearon este concepto, aunque luego desapareció hasta la primera mitad del XIX. Luego lo resucitarán los sociólogos, antropólogos y psicólogos. En lingüística lo repesca Whatmough en su obra Language. A modern synthesis, de 1956. Los define así: «por muy distintos que sean los aspectos de las lenguas (...) hay sin embargo unos universales fundamentales, intrínsecos a la lengua, que aparecen una y otra vez en todas las lenguas particulares hasta ahora examinadas». El concepto de «universal» es antes que nada un concepto filosófico, en tanto que se sustenta sobre la unicidad del pensamiento y la universalidad de la lógica. Pero interesa mucho a la teoría de la traducción en tanto que ésta intenta comprender «por qué y cómo —a pesar de lo que hemos dicho sobre la radical heterogeneidad de los distintos sistemas lingüísticos— pueden los hombres comunicarse entre dos lenguas distintas». Y la mejor prueba de que esta comunicación interlingüística existe es que un hablante puede enviar a su interlocutor a un destino y una dirección en los que jamás ha estado. Y aquél, en circunstancias normales, localizará y hará acto de presencia en ese destino. Entre los estudiosos americanos del primer cuarto del siglo pasado se agruparon en lo que ha venido a denominarse The American translation workshop, en torno a las figuras de Ezra Pound y Frederic Will. Los precedentes de esta escuela hay que buscarlos en los trabajos de I.A. Richards, en Harvard, durante los años 20. Su idea básica defiende que el texto traducido parece poseer una vida propia, que responde no al conjunto de normas de que se ha valido el traductor, sino a leyes específicas de la propia traducción. Pero fue Ezra Pound y su «teoría de los detalles luminosos», quien avanzó en esta dirección. Pound niega que exista un «significado uniforme en una obra». Es la propia lengua la que posee una energía que se
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fragmenta en una multiplicidad de imágenes, y el traductor es como un artista, un grabador o calígrafo que modela las palabras del texto. El énfasis de Pound no recae tanto en el «sentido» del texto traducido ni en el sentido de palabras concretas; para él lo importante es el ritmo, la dicción, el movimiento de las palabras. Es el juego de asociaciones inconscientes, de reverberaciones fónicas. Así lo aplicó en su traducción de los primeros versos de la Odisea. En ella nos habla de que las palabras son como «un torbellino eléctrico». Es su teoría de que las ideas están constantemente girando. A partir de esta concepción dinamicista de las ideas, hay que afirmar que no es posible fijar el significado de ninguna obra de arte; dicho significado está cambiando continuamente, al igual que cambia la lengua. Por otra parte, debido a que las palabras nunca pueden existir fuera de un contexto, Pound sostiene que el traductor debe tener siempre presente en su imaginación dicho contexto. Así, para Pound el significado no es nada abstracto ni una parte de un lenguaje universal, sino algo que se encuentra siempre en un flujo histórico, «la atmósfera» en la que dicho significado se produce. Para acceder a dicho significado, el traductor debe conocer la historia y reconstruir la atmósfera, el medio ambiente en que se produce el significado. Por su parte, Frederic Will habla de la «paradoja de la traducción». Will fue el cofundador (con Arrowsmith) de la revista Arion en Texas, y en 1965 fundó la revista Micromegas dedicada a la traducción literaria. Wills pone en duda toda teoría de la traducción que se base en referencias a una realidad universal objetiva. La realidad sólo es aprehensible a través de los nombres que le damos, de modo que en cierta manera la lengua es la creadora de realidad. Y con ello llegamos a la «ciencia» de la traducción (Chomsky, Nida, Wilss y la escuela alemana) o la necesidad de un acercamiento más objetivo. Nida ha trabajado de manera más práctica que teórica en la traducción de los textos de la Biblia. Las traducciones de la Biblia gozan de una larga historia, han involucrado a gente muy diversa de muy variadas culturas, y puede decirse que la traducción de estos libros abarca todos los campos: textos poéticos y en prosa, narrativos, jurídicos, diálogos, etc. La dimensión de su horizonte ha hecho que las traducciones de la Biblia deban estar presentes en cualquier ensayo sobre Teoría de la Traducción. Las teorías de Nida y Wilss parten y se sustentan en algunos de los postulados de Chomsky, aunque poco a poco hayan ido separándose. Ambos admiten en un principio la existencia de una entidad profunda, coherente y uniforme detrás de toda manifestación lingüística: se le llama kernel, estructura profunda, esencia o espíritu. Para Chomsky las estructuras profundas de la lengua poseen toda la información sintáctica y semántica necesaria para efectuar el proceso de transformación a las estructuras superficiales. Hay, en cambio, matices específicos. Chomsky no sostiene que las estructuras profundas sean universales, y en todo caso, el modelo teórico de Nida es una derivación simplificada de Chomsky. Metodológicamente dichas diferencias son menos explícitas. Nida prefiere trabajar desde la estructura
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superficial de la LO a su estructura profunda, trasladar esta estructura profunda de la LO a la estructura profunda de la LD, y luego generar la estructura superficial de la LD. Se trata de un proceso de decodificación y recodificación en el que el mensaje original no cambia. Nida va a aprovechar los postulados teóricos de Chomsky para adaptarlos a su teoría de la traducción. Para Nida no sólo es posible determinar el mensaje del texto original, sino que dicho mensaje puede ser traducido en términos que producen en el receptor un similar efecto al que produce en el receptor del original. La teoría de Nida no enfatiza el valor de la correspondencia formal, sino el de las equivalencias funcionales; no el sentido literal, sino su equivalencia dinámica, no lo «que» comunica la lengua, sino «cómo» lo comunica. Según Nida (Toward a Science of Translating), el texto traducido debe provocar en el lector de una cultura moderna una respuesta que sea «esencialmente similar» a la respuesta del receptor en lengua original. Algunos otros aspectos de la teoría de Nida son más subjetivos y menos convincentes. Así, cuando nos habla de que entre traductor y autor debe existir una cierta empatía o afinidad de espíritu; el traductor debe admirar al autor, poseer su mismo background cultural, su mismo talento (ni más ni menos [!]), etc. Estos aspectos de la teoría de Nida parecen científicamente poco rigurosos. No carecen tampoco de interés las opiniones de André Lefevere, quien en su Translating Poetry: Seven Strategies and a Blueprint, Amsterdam, 1975, trabaja sobre el poema 64 de Catulo y describe siete maneras distintas de traducción basadas en metodologías diferentes. Cada una de ellas abre unas ciertas posibilidades y cierra otras: 1) la traducción fonémica resulta válida para recoger palabras etimológicamente emparentadas y para reproducir onomatopeyas, aunque destroza el significado; 2) la traducción literal puede transferir el contenido semántico, pero a menudo sacrifica los valores literarios; 3) la traducción métrica puede preservar el metro, pero suele distorsionar el sentido y la sintaxis; 4) la traducción en prosa evita distorsiones de sentido, pero suele privar al texto de resonancias poéticas; 5) las traducciones rítmicas están tan condicionadas por tantos requisitos que las palabras terminan por significar lo que no significan, y el resultado es a menudo aburrido, pedante y remilgado; 6) las traducciones en verso blanco consiguen una mayor precisión y un alto grado de literalidad, pero obligan a contorsiones métricas, expansiones y contracciones, transformando la traducción en algo verborreico; 7) la interpretación, interpreta el tema para hacer más fácil su recepción, a expensas de la estructura y la textura del texto.
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ANTONIO GUZMÁN II. PARTE DOCUMENTAL (1985-2004)
2.1. La Biblioteca Clásica Gredos A nadie deberá extrañar que comencemos este apartado por la BCG. Con más de 300 títulos ya publicados (el último volumen aparecido hasta la redacción de estas páginas corresponde al número 328) entre autores griegos y latinos, la BCG constituye el proyecto (ya hecho en muy buena parte realidad) más ambicioso acometido en nuestro país por lo que se refiere a la traducción de nuestros autores clásicos. Iniciada en 1977, acaba de cumplir sus 27 años de trabajo continuado bajo el experto asesoramiento de C. García Gual para el ámbito de la literatura griega, y del malogrado profesor Mariner, hasta que se marchó de entre nosotros, en el campo de la literatura latina. En la actualidad continúan la labor de D. Sebastián los profesores J. Iso y J.L. Moralejo. Hablando en términos estrictamente cuantitativos el esfuerzo editorial de esta Biblioteca Clásica de Gredos es espectacular, toda vez que nos da una cifra media anual de 12 títulos al año durante 27 años consecutivos. Nunca en nuestro país había ocurrido nada semejante a este respecto. Nos corresponde ahora hacer la presentación y una breve glosa de la serie correspondiente a la Literatura Griega. Del total de ca. 330, unos 100 volúmenes pertenecen a la serie de textos latinos, y unos 230 a la literatura griega. Aun cuando todavía se trata de una proporción asimétrica se constata que en los últimos años la aparición de traducciones de textos latinos vendrá a equilibrar —y en su día a superar— el número de textos y autores griegos. No voy a entrar —por innecesario— en hacer el elenco de obras y autores de la BCG. La propia casa editorial nos ha obsequiado este mismo verano con su Catálogo correspondiente al año 2004 (páginas 49-80), y hace un par de años también se publicó un volumen no venal titulado Resúmenes Críticos, volúmenes 1-300, donde se nos ofrece una estupenda presentación de tan esmerada colección. Ambos catálogos obrarán sin duda en poder de la mayoría de Vds., por lo que considero tedioso y redundante el que yo venga atropelladamente a contarles algo que ya conocen. A ellos por tanto me remito. Sí quisiera en cambio llamarles la atención sobre algún aspecto interesante y quizá menos conocido, aunque obvio, de esta colección. Me refiero al conjunto de autores y obras traducidos por primera vez al castellano. Hasta la fecha un total de 48 volúmenes de la serie de textos griegos (aproximadamente un 25%) se han vertido a nuestra lengua por primera en estos 25 años gracias al equipo editorial y de traductores de la BCG. Citaré sólo algunos casos emblemáticos. Desde luego comenzaré por el volumen «fundador» de la colección, el Pseudo-Calístenes, Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia a cargo de C. García Gual, traducción tan esmerada que hizo acreedor a su autor del Premio Nacional de Traducción. También mencionaremos la Sintaxis de Apolonio Díscolo preparada por V. Bécares, la Introducción a los sueños de Artemidoro, traducida por
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E. Ruiz, el Baquílides completo de F. García Romero, el volumen Sobre el estilo de Demetrio (a cargo de J. García López), la Historia de los Animales de Eliano preparada por J.M. Díaz Regañón, los Fragmentos Novelescos de J. Mendoza, la Introducción a los Fenómenos de Gémino traducida por E. Calderón, los Mimiambos de Herodas preparados por J.L. Navarro, algunos tratados del Corpus Hippocraticum traducidos por primera vez al castellano por diversos especialistas, el Sobre los misterios egipcios de Jámblico a cargo de E. Ramos Jurado, los Oráculos Caldeos vertidos a nuestra lengua por F. García Bazán, la colección de Paradoxógrafos griegos de J. Gómez Espelosín, las Estratagemata de Polieno de nuestro malogrado F. Martín García, el tratado de Fisiognomía del Pseudo-Aristóteles trasladado al castellano por T. Martínez Manzano, el ensayo Contra los profesores de Sexto Empírico traducido por J. Bergua, o los Discursos políticos de Temistio a cargo de J. Ritoré (...) y así —como hemos dicho— hasta un total de 48 títulos. Bajo esta epidermis de unos datos puramente cuantitativos subyace una realidad más compleja y de mayor significación. En primer lugar, hemos de dejar constancia de la penuria de nuestra tradición traductológica a propósito de unos autores y de unos textos que, supuestamente, hemos considerado clásicos y canónicos en el ámbito de nuestra cultura. No deja de resultar chocante que en España no hayamos podido leer hasta hace muy pocos años en castellano algunas obras y autores como, además de los hace poco citados, las Metamoforsis de Antonino Liberal, Clemente de Alejandría, Eusebio de Cesarea, Herodiano, el Lapidario órfico, Sinesio, los sofistas, etc. Por otra parte, en cambio, supone un auténtico motivo de alegría que gracias a la iniciativa de la editorial Gredos, de sus asesores y de la larga nómina de traductores podamos contar en nuestra lengua con estos textos ya traducidos con un nivel de competencia más que notable. Todos los presentes conocemos la BCG, incluso una buena parte de quienes ahora me escuchan han participado como traductores, anotadores o introductores de algunos títulos de esta colección, por lo que resultaría enojoso que yo encareciera ante ustedes las virtudes de la misma. Baste recordar que los mejores helenistas de nuestra generación han participado en este logro colectivo, y que los Premios Nacionales de Traducción que convoca el Ministerio correspondiente han sabido premiar merecidamente la labor de García Gual (1978), Rodríguez Adrados (1981), Melero (1997) o Rodríguez Noriega (1999). En resumen, la BCG constituye la colección de textos clásicos anotados más completa y rigurosa con que contamos, gracias a sus amplias introducciones y abundantes notas. 2.2. Alianza Editorial De talante claramente distinto es el proyecto editorial de Alianza. Como se da la circunstancia de que soy el asesor de la colección «Clásicos de Grecia y Roma»
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en la colección Libro de Bolsillo, procuraré limitarme en estas páginas a hacer su presentación de la manera más aséptica posible evitando juicios de valor que pudieran resultar parciales. Alianza Editorial comenzó hace ahora unos veinte años a traducir algunos autores clásicos greco-latinos de una manera muy tímida y casi puramente testimonial. Sin embargo, desde mediados de los años 80 fue fraguando la idea de constituir una serie o colección de autores clásicos con la idea de hacer accesible los principales autores de nuestra literatura clásica no sólo al mundo académico de los filólogos sino a un público culto más general y en especial a nuestros estudiantes de bachillerato y de facultades de letras. Se preparó así un diseño que encajara bien dentro de la serie «El libro de bolsillo», perfil en el que este sello editorial venía siendo pionero feliz en nuestro país desde los años 60 y 70. Alianza ya se había aproximado al mundo clásico, por cierto con excelente éxito editorial, con algunas publicaciones como el Diccionario de Mitología Clásica de C. Falcón, E. Fernández-Galiano y A. Melero, la Introducción a la Mitología de C. García Gual o el Diccionario de literatura clásica de M.C. Howatson, pero queríamos estar presentes con una nutrida representación de las principales obras y autores en traducción al castellano. No se trataba de un proyecto tan ambicioso ni de la envergadura de la editorial Gredos, por razones obvias, sino de algo que fuera distinto. En primer lugar, quisimos llevar adelante un proyecto de traducciones que alcanzara el carácter de «colección», que aunque sin pretensión de abarcar todos los autores clásicos, sí aspirara a recoger una buena parte de lo que denominaríamos «canon» de autores clásicos grecolatinos. Las correspondientes introducciones y notas no debían ser ni excesivamente prolijas ni eruditas, dado el destinatario básico al que queríamos dirigirnos. Y así fue como nació dentro de la colección Libro de Bolsillo la «Biblioteca Clásica de Grecia y Roma» de Alianza Editorial. En cambio, en una cosa sí aspirábamos a coincidir con Gredos: en seleccionar para nuestra colección a los mejores traductores, preparadores y anotadores. No podía ni debía ser de otra manera. Y así lo demuestra en elenco de los colaboradores de nuestra colección: Manuel Pabón, Fernández Galiano, Rodríguez Adrados, Luis Gil, García Gual, José Luis Calvo, Luis Alberto de Cuenca, Aurelio Pérez Jiménez, Alberto Bernabé, Pedro Bádenas, José María Lucas, Enrique Ramos, Luis Miguel Macía, Javier Gómez Espelosín, Adelaida y M.ª Angeles Martín Sánchez, Juan Zaragoza, M.ª Antonia Ozaeta entre los helenistas y Mariner, Antón Alvar, Vicente Cristóbal, Ramírez de Verger, Fernández Corte, Antonio Moreno, Enrique Otón, Carmen Codoñer, Crescente López, Hugo Bauzá y algunos otros ilustres colegas y amigos. Un ilusionado proyecto que comenzó hace ahora precisamente unos 20 años ha ido fraguando en una auténtica Biblioteca de Clásicos de Grecia y Roma con casi un centenar de títulos en la actualidad. Así junto a Aristófanes (traducido por E. García Novo y J. Martínez García) aparecen Aristóteles (a cargo de J.L. Calvo, García Gual, A. Bernabé, A. Villar y C. Megino), Diógenes Laercio (C. García Gual), Diodoro Sículo (M. Serrano), Eratóstenes (A. Guzmán), Esopo (G. López Casildo), Esquilo (E.
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Ramos), Eurípides (A. Guzmán, F.R. Adrados, L. Macía, R. Irigoyen), Hesíodo (M. Sánchez), Longo de Lesbos (J. Bergua), Luciano (J. Zaragoza), Manetón (C. Vidal), Pausanias (C. Azcona), Platón (Pabón, M. Fernández Galiano, L. Gil, J.M. Pérez Martel, J. Martínez García, O. Martínez García y F. Romero), Plutarco (M.ª A. Ozaeta, A. Guzmán), Sófocles (J.M.ª Lucas, A. Guzmán) y Tucídides (A. Guzmán), entre otros. Quisiera aprovechar la oportunidad que me brinda este acto para anunciar como primicia la inminente aparición de la traducción de la Odisea que encargamos hace años a Carlos García Gual y que aparecerá en librería el próximo mes de octubre. En resumen, actualmente la colección de Clásicos de Grecia y Roma de Alianza Editorial es una realidad plenamente consolidada tanto por el número de volúmenes alcanzado como por su nivel y amplitud de divulgación. Creemos que es un proyecto editorial joven que ha sabido incorporar e ilusionar también a jóvenes traductores, incluso a traductores noveles con una clara vocación de futuro. 2.3. La Colección Alma Mater La colección de autores griegos y latinos Alma Mater, dirigida en la actualidad por F.R. Adrados y dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, continúa su meritoria labor de editar los autores clásicos en formato bilingüe y texto original revisado desde el punto de vista de la tradición manuscrita y amplio aparato crítico. Se trata sin lugar a dudas de una colección de vocación claramente científica paralela a las afamadas ediciones de Loeb, Budé, etc. En tanto que colección savante su ritmo de publicación debe ser necesariamente más parsimonioso, aunque su fondo va ya cubriendo las ediciones de los principales autores. El nivel de sus preparadores es altamente cualificado dada la propia concepción del proyecto. Desde su fundación ha conocido los siguientes directores y miembros del Consejo Editorial: M. Bassols, J. Alsina Clota, A. Tovar, M. Fernández Galiano, S. Mariner, M. Díaz y Díaz, A. Fontán, F.R. Adrados, A. Ramírez de Verger, L.A. de Cuenca, L. Gil, J. Gil, J. Lasso de la Vega. En los últimos veinte años, y ciñéndonos nuevamente a la serie de autores griegos han aparecido —y aquí enumero la totalidad de obras editadas— los siguientes volúmenes: 1985 1986 1988 1989
Aristófanes, vol. I, Introducción, texto revisado y traducción de E. Rodríguez Monescillo. Polibio, Historias, vol. II/2, Introducción, texto revisado y traducción de A. Díaz Tejera. Partenio de Nicea. Sufrimientos de amor y Fragmentos, Introducción, texto revisado y traducción de E. Calderón. Polibio, Historias, vol. III, Introducción, texto revisado y traducción de A. Díaz Tejera.
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ANTONIO GUZMÁN Líricos griegos, vol. I y II. Introducción, texto revisado y traducción de F.R. Adrados. [Heródoto, Historias, vol. I. (2ª edición). Introducción, texto revisado y traducción de J. Berenguer]. Homero, Ilíada, vol. I. Cantos I-III, Introducción, texto revisado y traducción de J. García Blanco y L. Miguel Macía. [Sófocles, Antígona. Electra, (2ª edición), Introducción, texto revisado y traducción de I. Errandonea]. [Lisias, Discursos, vol. I (I-XII), (3ª edición), Introducción, texto revisado y traducción de M. Fernández-Galiano]. [Lisias, Discursos, vol. II (XIII-XXV), (3ª edición), Introducción, texto revisado y traducción de L. Gil]. [Luciano, Diálogos de los muertos, El aficionado a las mentiras, Sobre la muerte de Peregrino, (2ª edición), Introducción, texto revisado y traducción de J. Alsina]. [Luciano, Sueño, Diálogos de los dioses, Diálogos marinos, (2ª edición), Introducción, texto revisado y traducción de J. Alsina]. Eurípides, Medea, Hipólito, Introducción, texto revisado y traducción de F.R. Adrados y L.A. de Cuenca. Polibio, Historias, vol. IV, Introducción, texto revisado y traducción de A. Díaz Tejera. Aristóteles, Física. Introducción, texto revisado y traducción de J.L. Calvo. Esquilo, Los Persas, vol. I. Introducción, texto revisado y traducción de M. Vílchez. [Eurípides, Tragedias, Alcestis, Andrómaca, vol. I (2ª edición). Introducción, texto revisado y traducción de A. Tovar]. Homero, Ilíada, vol. II. Cantos IV-IX, Introducción, texto revisado y traducción de J. García Blanco y L.M. Macía. Esquilo, Los Siete contra Tebas, Suplicantes, vol. II. Introducción, texto revisado y traducción de M. Vílchez. Eurípides, Tragedias, IV Electra. Orestes, Introducción, texto revisado y traducción de A. Guzmán Guerra. Volumen revisado por J.M.ª Lucas de Dios. Lisias, Fragmentos, vol. III (XXVI-XXXV). Luciano, Volumen III, Introducción, texto revisado y traducción de M. Jufresa, F. Mestre y P. Gómez. Platón, Gorgias, Introducción, texto revisado y traducción de R. Serrano y M. Díaz de Cerio Díaz. Eurípides, Tragedias, V Heracles, Ifigenia en Áulide, Introducción, texto revisado y traducción de E. Calderón. Platón, Apología. Fedón, Introducción, texto revisado y traducción de E. Ramos Jurado.
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2.4. Ediciones Clásicas Si hay en nuestro país una editorial dedicada con gran entusiasmo a la difusión de la cultura clásica en general es sin duda la empresa de nuestro querido amigo Alfonso Martínez y sus Ediciones Clásicas. Tengo en mis manos y a la vista su Catálogo del año 2004 y en su Índice General aparecen los siguientes apartados: Cultura Clásica; Griego (donde destaca la «Colección de autores griegos»); Latín (con su «Colección de autores latinos»); Lingüística Indoeuropea; Oriente; e Instrumenta Stvdiorvm, un ambicioso proyecto, como reza el marbete de la casa «al servicio del Mundo Clásico». Pues bien, basta echar una ojeada a dicho catálogo para percatarnos del perfil general de esta editorial, especializada en la publicación de los autores más representativos del teatro y el drama griegos por una parte, y en la edición de autores y obras menos conocidas y que abarcan hasta la literatura neohelénica contemporánea. La presentación en orden alfabético de este fondo es la siguiente: - Anacreónticas, J.M.ª Díaz Regañón, 1990. - Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días, J.A. Moreno Jurado, 1998. - Aristéneto, Cartas eróticas, R.J. Gallé Cejudo, 1998. - Aristófanes, La Asamblea de las Mujeres, L. M. Macía, 1996; La Asamblea de las Mujeres. Lisístrata. Las Tesmoforiantes, L. M. Macía y J. de la Villa, 1987; Los Caballeros, Adaptación teatral de Luis Gil, 1996; La Paz, L. M. Macía, 1997; Lisístrata, L.M. Macía, 2002 (3.ª edición); Las Nubes, L. M. Macía, 1997; Pluto, L. M. Macía, 1997; Las Tesmoforias, L. M. Macía, 1997. - Crisipo, Fragmentos Morales, Francisco Maldonado Villena, 1999. - Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, Libros I y II. Traducción coordinada por Jesús Lens. - Eratóstenes, Catasterismos. Los mitos de las estrellas, José Ramón del Canto Nieto. - Esquilo, Agamenón, J. M. Alarcón y M. González, 1997; Las Coéforas, F. Palencia Cortés, 2000; Las Euménides, F. Rodríguez Adrados, 1999; Los Persas, José Luis Navarro, 1996; Siete contra Tebas, E. Díez-Canedo y C. Rodríguez, 1992; Tragedias, 2 vols. F. Rodríguez Adrados, 1984. - Esquines, Discursos. Cartas, J. M. García Ruiz, 2000. - Eurípides, Alcestis, A. Cañizares, 1999; Andrómaca, J. Luis Navarro, 1998; Las Bacantes, Rosa García Rodero, 1995; Electra, Alfonso Martínez Díez, 2002; Las Fenicias, J.M.ª García López, 1998; Hécuba, Rosa García Rodero, 1997; Los Heraclidas, Alfonso Martínez Díez, 2001; Hipólito, Alfonso Martínez Díez (en preparación); Ifigenia en Áulide, Manuel Acosta, 2001; Ifigenia en Táuride, Al-
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fonso Martínez Díez, 1998; Ión, Alfonso Martínez Díez, 2001; Medea, Alfonso Martínez Díez, 1997; Las Troyanas, José Luis Navarro, 1996. Galeno, Sobre las facultades naturales. Sobre la constitución del arte médica. A Patrófilo, Dolores Lara, 1997; Sobre los lugares afectados, M.ª C. García Sola, 1997. Menandro, El Misántropo, J.J. Viana, 2003; La Samia, José Luis Navarro, 1999. Porfirio, La gruta de las ninfas. Carta a Marcela, M. Periago, 1992. Plutarco, Vida de Foción, Carlos Alcalde, 2001. Quinto de Esmirna, Posthoméricas. Inés Calero, 1990. Sófocles, Tragedias y fragmentos, M. Benavente, 1999; Antígona, 1997; Ayante, 2002; Edipo Rey, 1992; Edipo en Colono, 2001; Electra, 1995; Las Traquinias, 1995. Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, F. Rodríguez Adrados, 1987.
Hasta aquí el catálogo de esta editorial, de la que destacaremos un par de rasgos específicos. En primer lugar su compromiso y su vinculación con los Festivales de Teatro de Segóbriga en sus diversas sedes y en los que ha desempeñado, y auguramos para el futuro un éxito creciente, un papel fundamental como divulgadora de las obras dramáticas entre nuestros estudiantes de bachillerato mediante la publicación de las piezas que en el marco de los festivales de Segóbriga se representan. Y en segundo lugar, por su aproximación a la literatura neohelénica, ámbito en el que Ediciones Clásicas representa una novedad interesante en nuestro panorama editorial. No debo dejar de citar el compromiso que esta casa ha contraído con la traducción de los autores clásicos a otras lenguas peninsulares a través de sus colecciones de «Autores griegos en catalán» y «Autores griegos en portugués». 2.5. AKAL Muy meritoria igualmente es la labor editorial que viene desempeñando en estas dos últimas décadas Editorial Akal, dirigida, en lo que a nuestro fondo respecta, por Manuel García Teijeiro. Se trata de una serie de traducciones, con notas e introducciones de un formato similar al libro de bolsillo. En orden cronológico, he aquí los títulos aparecidos: 1986
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Bucólicos griegos, de M. Brioso. Plutarco / Diodoro Sículo, Alejandro Magno, de A. Guzmán Guerra. Polibio, Selección histórica, de C. Rodríguez Alonso. La novela griega antigua, de M.ª C. Herrero Ingelmo. Plutarco, Obras morales y de costumbre, de M. García Valdés. Las constituciones griegas, de A. Ruiz Sola. Apolodoro, Biblioteca mitológica, de J. Calderón Felices. Platón, Las Leyes, de M. Ramos Bolaño. Claudio Eliano, Historia de los animales, de J. Vara Donado.
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Elio Arístides/Luciano, Discursos sagrados, Sobre la muerte de Peregrino, Alejandro o el falso profeta, de M.ª C. Giner Soria. Homero, La Ilíada, de C. Rodríguez Alonso. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, de L.M. Macía. Hesíodo, Poemas hesiódicos, de M.ª A. Corbera Lloveras. Eurípides, Cuatro tragedias y un drama satírico, de A. Melero Bellido. Aristóteles, Historia de los animales, de J. Vara Donado. Antología temática de la poesía lírica griega, de J.L. Navarro y J.M.ª Rodríguez. Antología de los primeros estoicos griegos, de M. Sevilla Rodríguez. Apolonio de Rodas, Argonáuticas, de M. Pérez López. Plutarco, Cuestiones romanas, de M.A. Marcos Casquero. Jenofonte, Ciropedia, de R.A. Santiago Alvarez. Platón, Cartas, de J.B. Torres Guerra. Heródoto, Historias (2 vols.) de A. González Caballo. Sobre las mujeres, de J.J. Sanchís Llopis. Protágoras de Abdera, Dissoi logoi. Textos relativistas. Sexto Empírico, Hipotiposis pirrónicas, de R. Sartorio Maulini. Flavio Josefo, Antigüedades judías, (2 vols.) de J. Vara Donado. Quinto de Esmirna, Posthoméricas, de F. García Romero. Esquilo, Orestea, de J.L. de Miguel. Arenteo de Capadocia, Obra médica, de M. Pérez Molina. Artemidoro de Daldis, Libro de la interpretación de los sueños, de C. Barrigón y J.M.ª Nieto. Longo y Aquiles Tacio, Dafnis y Cloe. Leucipa y Clitofonte, de M.ª L. Prieto. AA.VV. Poemas de amor y muerte en la antología palatina, de C. Rodríguez y M. González. Proclo, Lectura del Crátilo de Platón, de J.M.ª Álvarez, A. Gabilondo y J.M.ª García. Plutarco, La Atenas del siglo de Pericles, de J. Negrete Medina. Textos griegos de maleficio, de A. López. Mitógrafos griegos, de M. Sanz Morales. Píndaro, Epinicios, de P. Bádenas y A. Bernabé. Hierós logos. Poesía órfica sobre los dioses, de A. Bernabé. Antonino Liberal, Metamorfosis, de J.R. del Canto. Aristóteles, Poética, de A. López Eire.
2.6. Otras casas editoriales Dada la limitación de tiempo y espacio, haremos una breve referencia a una serie de casas editoriales que, si bien no dedicadas exclusivamente a colecciones de autores clásicos, cuentan entre sus fondos con algunos membra disiecta de nuestros gran-
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des autores. Me ha sido de gran utilidad para este apartado la consulta a la página web de la Dirección General del Libro (Ministerio de Cultura) y a ella debemos remitir para quien desee localizar bien por autor, por título, por el ISBN, etc. tal o cual traducción. De un total de algo más de 1.000 títulos de traducciones de autores griegos durante los años 1984-2004 se han encargado más de 100 editores diferentes. La mera enunciación de estos datos nos habla palmariamente del enorme grado de atomización existente en el ámbito de traducción que hoy estamos considerando. De hecho, algunas traducciones no son sino reediciones, poco cuidadas en la mayoría de los casos, en las que ni siquiera se hace constar el traductor, carecen de introducciones o notas, son ediciones abreviadas o mutiladas, etc. En otros casos, afortunadamente, se trata de traducciones bien cuidadas, editadas con el concurso de los servicios de publicaciones de diversas universidades e instituciones oficiales, lo que supone por lo general que no logren la deseable difusión. Por simple curiosidad aquí enumero en orden alfabético la práctica totalidad de dichas editoriales (o editores): Acantilado, Alba, Aldebarán, Alfaguara, Alpha, Alpha S. A., Altaya, Amaranto, ART Enterprise, Austral, Avesta, Axel Springer, Biblioteca Nueva, Bibliotex, Boreal, Caligrama, Cátedra, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Circe, Círculo de Lectores, Clásicos Roxil, Club Internacional del Libro, Comares, Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Andalucía, De la Torre, Debate, Destino, Diputación Provincial de Barcelona, Edaf, Ediciones 29, Ediciones del Oriente y el Medievo, Ediciones de la Guerra, Ediciones 62 S. A., Ediciones B, Ediciones Maxtor, Ediciones Nuevas Estructuras, Ediciones Vosa, Ediciones El Monte de Sevilla, Ediciones Internacionales Universitarias, Ediciones El Almendro, Edicomunicación, Edimat, Editorial Origen, Editors S. A., El Aleph, Espasa Calpe, Eunsa (Universidad de Navarra), Galaxia, Gedisa, Hermes, Hernando, Hiperión, Hogar del Libro S. A., Iberia, Icaria, Institución Alfonso el Magnánimo, Instituto de Estudios Riojanos, Istmo, Jorge Mestas Ediciones Escolares, José Olañeta, Júcar, Juventud, Koty S. L., La Palma, La Máscara, Labrys, Laiovento, Libros Hobby Club, Libros de autor S.L., Libsa, Lucina, Lumen, M. E. Editores, Maeva, Mediterráneo Agedime, Miraguano, Mondadori, Nau Llibres, Nueva Acrópolis, Obelisco, Océano, Orbis, Orto, Padilla, Peña Suárez, Piedra Santa, Planeta, Plaza y Janés, Pórtico, Proa, RBA, RBA Coleccionables, Rialp, SA de Promociones y Ediciones, Salvat Editores, Saure, Seix Barral, Sirmio, Siruela, Sol 90, Susaeta, Tecnos, Temas de Hoy, Tilde, Trotta, Universidad de A Coruña, Universidad Autónoma de Madrid, Universidad de Barcelona, Universidad de Córdoba, Universidad de Extremadura, Universidad de Granada, Universidad de Huelva Universidad de León, Universidad de Lleida, Universidad de Málaga, Universidad de Murcia, Universidad de Sevilla, Universidad de Valencia, Universidad de Valladolid, Verón, Viena, Visor, Xunta de Galicia. Pero ya va siendo hora de terminar y quizá alguien esperara de mí ahora una idea original acerca de cómo ha de ser una traducción, o en qué consiste una bue-
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na versión, o tal vez que me arriesgara a dar una valoración de cuáles son las mejores traducciones hechas del griego al castellano en estos últimos veinte años. Sinceramente, me confieso en verdad incapaz de ofrecer receta alguna acerca de cómo ha de ser una buena traducción toda vez que incluso dentro de las varias traducciones correctas posibles siempre queda un punto de subjetividad a la hora de traducir y muy distintas opciones a la hora de enfrentarse a esta tarea. Cada traducción tiene su traductor. Más fácil resulta desde luego descalificar las malas traducciones, tan fácil que ellas mismas por sí solas se descalifican, por lo que tampoco se hace necesario que en este momento entremos en ello. En cualquier caso, hemos tenido ocasión de referirnos a algunos de los conceptos clave de la traductología: fidelidad al texto considerado como un todo más que a sus partes y detalles, lo que nos llevará a la idea de «traducciones múltiples» (Humboldt), objeciones de peso a la hora de traducir a los poetas en verso rimado (Arnold), riesgos de que la lengua de destino se contamine de artificiosidades de estilo y de léxico (como hizo Pope con Homero), peligro de que la fidelidad literal a la sintaxis original quebrante el sentido del texto resultante (Benjamin), necesidad de crear un dialecto que produzca en el lector moderno una medida de extrañeza y artificio similar a la del lector medio de época antigua (García Calvo), o la valiente opción de ofrecer un aspecto arcaizante y hasta críptico como reflejo del propio estilo de Esquilo (versión de Adrados). Un verdadero piélago de Escilas y Caribdis en el que la singladura siempre es peligrosa. En todo caso, lo que he pretendido es recordar algunas ideas sobre las diversas maneras posibles de traducir competentemente a nuestros autores antiguos y dejar constancia del enorme esfuerzo traductológico que ha supuesto poder contar en la actualidad en nuestro país con una serie de excelentes colecciones de autores clásicos. Nunca en ningún siglo hemos dispuesto de tantas editoriales dedicadas a la traducción de nuestros textos, ni nunca hemos contado con tantos títulos vertidos directamente y con notable competencia técnica a nuestra lengua española.
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Ladmiral, J.R. 1979: Traduire: théorèmes pour la traduction, París. Lafarga, R. 1996: El discurso sobre la traducción en la historia. Antología bilingüe, Barcelona. Lefevere, A. 1978: Translation, history, culture, Londres. López García, D. (ed.) 1996: Teorías de la traducción. Antología de textos, Cuenca. Martínez García, O. 2004: Las traducciones de Homero al castellano (siglos XIX y XX) y las nuevas teorías traductológicas, Tesis doctoral inédita, Madrid, Universidad Complutense de Madrid. Mounin, G. 1963; Les problèmes théoriques de la traduction, París [trad. española: Madrid 1963]. Moya, V. 2004: La selva de la traducción. Teorías traductológicas contemporáneas, Madrid. Nida, E.A. y Taber, Ch.R. 1986: La traducción: teoría y práctica, Madrid. Pallí, J. 1953: Homero en España, Barcelona. Paz, O. 1971: Traducción, literatura y literalidad, Barcelona. Pejenaute, P. 1971: «La adaptación de los metros clásicos en castellano», EClás 15, pp. 213-234. Ruiz Casanova, J. F. 2000: Aproximación a una historia de la traducción en España, Madrid. Santoyo, J. C. 1987: Teoría y crítica de la traducción: antología, Bellaterra. Schulte, R. 1992: Theories of Translation. An Anthology of Essays from Dryden to Derrida, Chicago. Steiner, G. 19922: After Babel, Oxford [trad. española: México 1995]. Torre, E. 1994: Teoría de la traducción literaria, Madrid. Toury, G. 1995: Descriptive translation studies and beyond, Amsterdam. Vega, M.A. (ed.) 1994: Textos clásicos de teoría de la traducción, Madrid. Vinay-Darbelnet 1958: Stylistique comparée du francais et de l'anglais, Montreal. Wilss, W. 1982: The science of translation. Problems and methods, Tubinga.
LINGÜÍSTICA
7 LINGÜÍSTICA INDOEUROPEA JUAN ANTONIO ÁLVAREZ-PEDROSA NÚÑEZ Universidad Complutense I. INTRODUCCIÓN Como nota aclaratoria de todo lo que voy a presentar en este trabajo de revisión de la producción en lingüística indoeuropea, diré que fundamentalmente voy a pasar revista a los libros publicados durante el periodo entre 1984-2004. Excepcionalmente haré referencia a artículos, si son aportaciones muy esenciales o que han abierto vías importantes a la investigación. Excluyo también tesis doctorales y trabajos centrados en la lingüística griega o latina, que tienen espacios de revisión bien asentados en nuestro país. Dado que se me pide una valoración global de estos veinte años de producción científica en lingüística indoeuropea, con la perspectiva que permite el tiempo, creo que podríamos decir que los avances en esta disciplina se han centrado en cuatro puntos, que iré desarrollando. El aspecto que, claramente, más ha progresado durante estos años es el del conocimiento de las distintas lenguas de la familia indoeuropea. No cabe duda de que nuestro conocimiento actual del tocario, del luvita o del celtibérico es muy diferente del que teníamos en 1984, y que los instrumentos de estudio para el conocimiento de las lenguas se han depurado y mejorado de manera sustancial. Como considero que se trata de un aspecto muy relevante, lo analizaremos con un cierto detalle. Es exponente de esta afirmación el hecho de que internet, que se ha revelado como una herramienta muy útil para numerosos campos de conocimiento, apenas haya desarrollado ningún instrumento importante para la lingüística comparada, y en cambio, podamos acceder a numerosos textos electrónicos de lenguas indoeuropeas antiguas, centralizados en el servidor TITUS: . Durante estos años se han ido asentando las diversas posiciones metodológicas en las que se ha escindido la reconstrucción de la protolengua, que podríamos definir como «ortodoxia» y «periferia». Las posturas están bien separadas y definidas, con el claro matiz que en la «periferia» no existe una postura común para casi ningún aspecto, mientras que la ortodoxia resulta cada vez más un coto cerrado donde las discusiones se centran en aspectos mínimos, porque los aspectos teóricos de gran calado se consideran prácticamente resueltos. Este asentamiento teóF.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 203-221
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rico se ha reflejado en el hecho de que estos años las diversas posturas han dado lugar a importantes manuales de referencia, algunos de ellos muy recientes, que comentaremos con un cierto detalle. La producción de la «ortodoxia» ha sido realmente activa estos últimos veinte años y se han fijado una serie de posturas relevantes que comentaremos con una cierta calma. En el otro lado, se han producido relevantes avances metodológicos, que no han tenido una contrapartida tan amplia en la reconstrucción de la protolengua, o, al menos, no han recibido la misma atención y comentario bibliográfico, porque no cabe duda de que la ortodoxia se nutre de sí misma, por lo que tiende a ignorar todo lo que ocurre fuera de su ámbito interno. El problema principal que se da hoy día entre ambas tendencias no es tanto la existencia de las mismas, que creo que es algo científicamente irreprochable, cuanto la incomunicación que se da entre las mismas. II. AVANCES EN LAS LENGUAS 2.1. Indo-iranio Sobre la reconstrucción del indo-iranio, es notable la presentación de Mayrhofer 1994, así como el nuevo diccionario del mismo autor (Mayrhofer 1986-). La morfología del védico, especialmente la verbal, ha encontrado unos cultivadores especialmente entregados en la llamada escuela de Erlangen, y a partir del trabajo sobre el Injuntivo védico de Hoffmann 1967 nos encontramos los estudios de Hoffmann recogidos en su recopilación de artículos (Hoffmann 1975-19761992), el trabajo sobre el aoristo sigmático de Narten 1964 y su recopilación de artículos (Narten 1995), el estudio sobre los verbos temáticos védicos de Gotō (segunda edición, Gotō 1996), la clasificación de raíces nominales de Scarlata 1999, el libro sobre el perfecto en indoiranio de Kümmel 2000 y la mayoría de los artículos contenidos en Forssman-Plath 2000, que es una exaltación de las glorias de la escuela de Erlangen. Desde luego, no cabe duda de que la morfología del védico se conoce mucho mejor ahora que hace veinte años. Los estudios de léxico védico también han superado el manejo rutinario del diccionario del Grassmann, que tiende a dar muchísimas traduciones por cada término védico, obligado por el contexto y por una fuerte tendencia a generar traducciones abstractas. Es obligado citar los estudios de vocabulario contenidos en Thieme 1984, que sigue una línea divergente: complicar el pensamiento simplificando el vocabulario. El primer diccionario etimológico de Mayrhofer 1956-1980 (= KEWA) se ha ampliado en materiales, lenguas objeto de estudio y vocabulario en Mayrhofer 1986- (= EWA), obra de consulta completamente indispensable. En cuanto a la lexicografía, hay que citar la concordancia del Ṛgveda de Lubotsky 1997. Es una obra esencial para poder co-
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nocer la literatura formular y los patrones poéticos del Ṛgveda. También ha cambiado notablemente nuestra perspectiva sobre la composición poética de dicha obra el monumental trabajo de Elizarenkova 1995, que analiza muy detenidamente el uso de los recursos fonéticos en el simbolismo poético védico. Es obligatorio citar además la edición y comentario del Atharvaveda de Zehnder 1999. Debemos citar algunas traducciones al español, como la de Moncó 1999, Agud y Rubio 2000 y Sevilla 2002. Otro aspecto en el que hemos mejorado notablemente nuestro conocimiento de la lengua védica es en el de la sintaxis. La función y colocación de las partículas ha sido estudiada por Klein 1985; las restricciones en el orden de palabras y la función de los diferentes órdenes de palabras, desterrando la antigua idea del orden libre de palabras en védico, las encontramos en Hale 1987. Los contenidos específicos del Ṛgveda han merecido atención singular en los trabajos sobre religión védica de Oberlies 1998, con una bibliografía completísima y el primero de una serie de tres publicaciones sobre el mismo tema. El Ṛgveda no solo es un texto religioso, sino ante todo un texto ritual (Caland 1990). También las circunstancias socio-políticoeconómicas en las que se redactó el Ṛgveda y las relaciones entre las familias de los ṛsis y sus protectores está estudiada por Witzel 1997. El grupo iranio también ha merecido estudios notables, entre los que cabe señalar las descripciones gramaticales reunidas por R. Schmitt 1989 y también 2000. Por lo que se refiere al avéstico, hay una nueva edición de los Gathas, a cargo de Kellens-Pirart 1988-1990-1991, acompañada de una traducción que hace de dichos textos aún más ininteligibles de lo que ya son por naturaleza. Una interpretación estructuralista estricta del abigarrado sistema gráfico del gático se encuentra en Beekes 1988, sistema que aplica al iranio en Beekes 1997. La gramática más detallada y canónica en cuanto a los sistemas de transcripción es la de HoffmannForssmann 1996. La transcripción normalizada del antiguo persa oscila entre la formalizada por Hoffmann 1975-1976-1992 y la propuesta por Schmitt 1989, quien ha dado lugar a las ediciones más recientes, como la inscripción de Bisitun (Schmitt 1991) o el conjunto recogido en Schmitt 1999. 2.2. Anatolio Se ha continuado un trabajo efectivo de edición de los textos hititas, así como de constante actualización del Catálogo de Laroche: . Han sido editados muchos textos, pero destacaría la monumental edición con comentario de las Leyes de Hoffner 1997. Por lo que se refiere a la escritura, en donde la determinación de las diferencias del ductus son importantes para la cronologización de los textos, es indispensable el léxico de signos cuneiformes hititas de Rüster-Neu 1989. El conocimiento de la fonética del hitita ha recibido un impulso considerable gracias a los trabajos de Melchert 1994, quien estratifica los fenómenos según sean anatolio común o isoglosas de cada una de las lenguas anatolias y sobre
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todo gracias a la obra de Kimball 1999, centrada en el hitita. A imitación del trabajo de Oettinger 1979 sobre el verbo, ha visto la luz un competente trabajo sobre la formación de nombres (Rieken 1999). Hay que citar la traducción al español de las Leyes y de la práctica totalidad de los textos históricos hititas llevada a cabo por Bernabé y Álvarez-Pedrosa 2000, con una introducción muy documentada y bibliografía muy completa; (está pendiente de aparición el segundo volumen), y una interesante selección de textos religiosos llevada a cabo por García Trabazo 2002. De entre las lenguas anatolias, la que mayor interés ha recibido en los últimos años y ha procurado mayor información a la reconstrucción es el luvita. La edición de todos los textos luvitas cuneiformes la debemos a Starke 1985. El mismo autor ha realizado un estudio sobre la formación de nombres en esta misma lengua (Starke 1990), que sirvió de modelo para la posterior obra de Rieken 1999 sobre el hitita. Por su parte, el luvita jeroglífico ha experimentado un cambio sustancial en los últimos años, sobre todo en interpretación y conocimiento de los textos, así como en la lectura y significado de los ideogramas. La totalidad de los textos del primer milenio están reunidos en una ejemplar edición por Hawkins 1999-2000. La inscripción más interesante en luvita jeroglífico del segundo milenio fue editada también por el mismo autor (Hawkins 1995), pero falta todavía una edición de conjunto de todas las inscripciones del segundo milenio, que son muy interesantes. Una actualización muy cómoda sobre el valor de los jeroglíficos luvitas la encontramos en Marazzi 1990. Una revisión muy reciente del luvita desde el punto de vista histórico y lingüístico se puede leer en Melchert 2003. Las lenguas anatolias del primer milenio también han aportado materiales interesantes a la comparación, en particular el licio, cuyo vocalismo se ha discutido en Melchert 1994 y en Hajnal 1995. El desciframiento del cario ha avanzado considerablemente gracias a la obra de Adiego 1993; se trata de un buen modelo de investigación en una lengua de testimonio muy fragmentario pero su aportación al material comparativo es muy escasa. 2.3. Tocario El tocario era hace 20 años una lengua extremadamente opaca, mal descrita y muy desconocida. Sigue siendo una lengua que plantea innumerables problemas a la reconstrucción, pero ha recibido una notable formalización en sus descripciones. La más importante y útil de todas ellas es la proporcionada por Pinault 1989; prueba de este afán descriptor del tocario es la creación en Reykjavik de la revista TIES (Tocharian and Indo-European Studies). Otras obras esenciales son la gramática de Adams 1988, y del mismo autor el léxico del tocario B (Adams 1999); otros trabajos remarcables son Ringe 1996 sobre fonética histórica, Hackstein 1995 sobre el siempre controvertido problema de los presentes sigmáticos, y Carling 2000 sobre los casos locales.
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2.4. El grupo celta El grupo celta y, muy en particular, el celtibérico ha conocido una auténtica revolución en estos últimos veinte años, motivada sobre todo por la aparición de nuevos materiales. Si bien el primer bronce de Botorrita apareció en 1970 hasta que no se hizo su limpieza no se pudieron formular propuestas fundamentadas sobre dicho texto. Luego vinieron los bronces III y IV, con lo que el celtibérico se ha convertido en el centro de atención de numerosos indoeuropeistas, con una gran relevancia de los españoles. En ese sentido, es de señalar la gramática de Jordán 1998, un trabajo muy valiente que incluye comentario de los textos. Un año antes había aparecido el corpus de documentación celtibérica reunido por Untermann 1997, un trabajo ciertamente titánico. Estos trabajos permitieron superar obras anteriores, muy provisionales, como Eska 1989 y Meid 1993, 1994. Posteriormente vio la luz la edición del bronce Botorrita IV (Villar et al. 2001). Estos nuevos materiales han permitido a Villar 1995a, 1995b adelantar propuestas realmente innovadoras sobre la gramática del celtibérico, en particular la interpretación de la grafía z, y el inventario de casos, en el que incluye un ablativo y un instrumental. Este mismo autor ha desarrollado además una intensa línea de investigación sobre toponimia indoeuropea de la Península Ibérica, reunida en numerosos artículos y en Villar 1995a y 2000. Otra lengua paleohispánica de la Península Ibérica, el lusitano, ha sido objeto de un trabajo conclusivo, obra de Prósper 2002. De entre las otras lenguas célticas continentales, el galo ha recibido la mejor formalización, en concreto, es obligado citar las inscripciones editadas y comentadas por Meid 1992, el corpus completo de la epigrafía gala (RIG) y la estupenda gramática con lecturas de las inscripciones de Lambert 1994; esto ha permitido incluso la realización de un diccionario de galo (Delamarre 2003). El celta insular también ha recibido una atención destacada. Merece la pena reseñar el estudio de la lengua de las inscripciones ogámicas de Ziegler 1994, los estudios sobre la fonética histórica de De BernardoStempel 1987 y McCone 1996, el trabajo de este último autor sobre las formaciones verbales en nasal (McCone 1991) y la revisión de conjunto de McCone-Simms 1996. Casi simultáneamente aparecieron dos obras sobre todas las lenguas célticas (Macaulay 1992, Ball-Fife 1993). 2.5. Otros grupos lingüísticos Mencionaré otros avances relevantes en otros grupos lingüísticos. De Lamberterie 1992 ha hecho una introducción excelente al armenio clásico, paralela de la de Pinault para el tocario. En español contamos con la gramática elemental de Ritter 1996. Otra lengua muy descuidada tradicionalmente como es el albanés se ha formalizado intensamente estos años: contamos con dos gramáticas históricas, la
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de S. Demiraj 1993 y la de Orel 2000, más una compilación etimológica (B. Demiraj 1997). Las lenguas itálicas también han sido otro grupo notablemente privilegiado por la investigación. En ese sentido, resultó importante la edición de las inscripciones sudpicenas de Marinetti 1985, que comportaron una nueva valoración de estos testimonios dentro del conjunto del grupo sabélico. La revisión fonética del umbro de Meiser 1986 llevó a un nuevo replanteamiento de numerosos problemas de la fonética y la morfología histórica del latín (Meiser 1998). Secuela de estos trabajos es también la colección de artículos reunidos por Adiego 1992. Las obras más importantes en cualquier caso son el diccionario etimológico del osco y umbro de Untermann 2000, una obra largamente esperada y que era una deuda de siglo y medio de la lingüística indoeuropea y la nueva edición de todas las inscripciones de Rix 2002, que viene a superar la ya desfasada edición de Vetter. También hay que citar los trabajos de Konnecker 1992 sobre la sintaxis del umbro y de García Castillero 2000 sobre las formaciones del tema de presente. Entre las lenguas germánicas, reseñaríamos la edición de las runas inglesas antiguas de Bammesberger 1991 y de las frisonas (Looijenga-Quak 1996). El gótico ha visto una nueva gramática más (Binning 1999). En español disponemos de dos nuevos manuales, de antiguo alto alemán (Fernández 1988) y antiguo islandés (Fernández 1999) y una edición bilingüe del Heliand (Búa, Fernández y Juanes 1996). Para la reconstrucción del eslavo común es obligado citar la fonética de Carlton 1991 y el exhaustivo análisis del verbo antiguo eslavo de Koch 1990. El antiguo eslavo ha visto una nueva gramática, la novena edición de la de Lund (2001) que deja de lado los trillados caminos de la descripción, paradigmas y selección de textos para adentrarse en mayores honduras estructuralistas, siguiendo la línea trazada en su día por Trubeckoj. La filología del antiguo eslavo se ha beneficiado del diccionario de Cejtlin 1999. La baltística ha conocido recientemente algunas obras importantes de conjunto, en concreto Eckert 1994, Dini 1997 y Bammesberger 1998. En cualquier caso, hay que citar el libro de Schmalstieg 2000 sobre el verbo báltico, la historia de la lengua báltica de Zinkevicius 1996 y la revisión de la gramática lituana de Petit 1999. III. LOS MANUALES Durante estos veinte años de asentamiento de doctrinas, se han producido varios manuales que pasamos ahora brevemente a comentar. El manual más tradicional sigue siendo el de Szemerényi 1996, en su traducción inglesa, con revisiones, sobre todo en la bibliografía. Es la reedición corregida y aumentada del manual publicado en alemán por vez primera en 1970, traducido al italiano en 1985 (Szemerényi 1985) y al inglés en la citada edición. Es el referente de la
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visión más tradicional del indoeuropeo, y es anterior al periodo que me toca comentar, pero debido a las continuas traducciones y revisiones, he optado por incluirlo. El manual que se ha constituido en el exponente más claro, mejor ordenado y con bibliografía más actualizada de la escuela alemana de la lingüística indoeuropea es el de Meier-Brügger, en su versión alemana (Meier-Brügger 2000) y sobre todo en la traducción inglesa, revisada y aumentada sobre el original alemán (Meier-Brügger 2003). En inglés contamos también con el interesante manual de Fortsen 2004. Se ajusta también a la ortodoxia germánica, pero con un propósito diferente, el librito de Tichy 2001. El objetivo es proporcionar un resumen de lingüística indoeuropea a estudiantes de lingüística general. Desde mi punto de vista, si los estudiantes de tales disciplinas toman dicho manual como una visión de la lingüística indoeuropea, a ésta le quedan los días contados dentro del mundo académico, pues la rigidez con la que están formulados los postulados de la reconstrucción va en contra de la natural versatilidad que la lingüística general ha adquirido en los últimos años. En ese sentido, considero que es afortunado que no exista una versión inglesa de dicho manual. Los otros manuales constituyen visiones más personales del indoeuropeo. Es el caso del librito de Beekes 1995, en el que la mayor parte del texto se dedica a la explicación de los paradigmas nominales y verbales dentro del esquema acentológico defendido por este autor, entre otros muchos. La distribución de la materia aparece así en una notable desproporción. Difícilmente calificable como manual es la obra de Gamkrelidze e Ivanov 1995 que ocupa la mayor parte de su voluminoso espacio en la defensa de la hipótesis glotal, tratada por Julia Mendoza en la revisión del indoeuropeo hecha veinte años ha (Mendoza 1984), lo que me exime de hacerlo ahora, y en revisar numerosas etimologías indoeuropeas para defender la hipótesis de un indoeuropeo anatólico-caucásico, lo cual ha sido la base lingüística que sirvió en su día a Renfrew 1989 para defender la hipótesis de una patria originaria anatolia en el séptimo milenio antes de Cristo. Sobre los problemas de la patria originaria, que dieron mucho que hablar durante los años siguientes a la publicación de dicho libro, me remito al estado de la cuestión recogido por Villar 19962; se puede decir que, después de todo el ruido levantado por aquella propuesta, las aguas han vuelto al cauce de la hipótesis kurgánica. El manualito de SchmittBrandt 1998 tiene la particularidad de ser el único que es coherente con la hipótesis glotal en los capítulos de fonética. No hace morfología, sino más bien morfosintaxis, en lo que se diferencia también notablemente del resto de los manuales, que, con salvedades notables, ignoran olímpicamente la sintaxis. Un manual que, en tanto que profesor de lingüística indoeuropea para estudiantes de filología clásica, siempre he encontrado muy útil, es el de Sihler 1995, pues centra su explicación en latín y griego y los materiales de ambas lenguas son abundantísimos. Tiene el inconveniente de preservar anacrónicas explicaciones analógicas aquí y allá, y de no ofrecer absolutamente ninguna bibliografía. El manual en tres tomos de Adrados-
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Bernabé-Mendoza 1995-1998 dedica el primero de ellos, obra de Alberto Bernabé a la reconstrucción de la fonética indoeuropea. Es una obra clara, en el conocido estilo del autor, completa en la bibliografía comentada hasta la fecha de edición, y que defiende con valentía postulados no aceptados por la ortodoxia, como la no existencia de una serie de oclusivas palatales y las laringales con apéndice. Fuera de eso, el ninguneo de dicha obra parte exclusivamente de una malevolencia muy poco científica. El segundo volumen, obra del profesor Adrados, se dedica a la reconstrucción de la morfología nominal y pronominal haciendo hincapié en una hipótesis defendida desde antiguo por él, la posibilidad de estratificar nuestra reconstrucción del indoeuropeo en tres niveles, el III o más reciente, del que partirían la mayor parte de las lenguas indoeuropeas con la excepción del grupo anatolio, el II, en el que se integraría el grupo anatolio, y el I, el más alejado en el tiempo, que presentaría características gramaticales de extrema antigüedad, como el tipo preflexional. El inconveniente de articular un manual sobre dicho postulado es que, en ocasiones, hay categorías que aparecen reiteradamente estudiadas en los tres niveles, mientras que otras aparecen levemente mencionadas en el nivel III, normalmente las que más interesan a autores más ortodoxos, por lo que dicha obra ha recibido una acogida más bien fría. El volumen III, a mi modo de ver el gran desconocido del citado manual, acoge la reconstrucción de la morfología pronominal, hecha con gran rigor, una brillante reconstrucción de la sintaxis indoeuropea, ausente en todos los demás manuales, o directamente confundida con la morfosintaxis o la sintaxis del indo-iranio (como suceden en el manual de Meier-Brügger), ambas producidas por Julia Mendoza, además de un capítulo dedicado a los numerales, de Alberto Bernabé y otro de dialectología indoeuropea, del profesor Adrados. En el capítulo de manuales creo que se pueden introducir otras obras cuyo planteamiento es bien diferente, pero que resultan de gran utilidad didáctica y de consulta. En primer lugar, en estos años se han producido un par de obras de conjunto dedicadas a la descripción sucinta de las lenguas indoeuropeas, una suerte de gramática de gramáticas. La más completa es de la Giacalone Ramat y Ramat 1993, con traducciones al inglés y al español (Giacalone Ramat-Ramat 1995), aunque los planteamientos descriptivos que se hacen de cada una de las lenguas indoeuropeas no son muy homogéneos. El otro manual, editado por Bader 19972, dedica mucha atención a lenguas de testimonio fragmentario, casi ausentes en el de los Ramat, y las descripciones de dichas lenguas tienen un valor considerable. Un capítulo aparte creo que debe otorgarse a una gran producción yo diría que a medio camino entre la divulgación y la obra de referencia como es la Enciclopedia editada por Mallory y Adams (Mallory-Adams 1997). La obra tiene el objetivo de mostrar de la manera más amplia posible y de modo enciclopédico lo que sabemos de la cultura de los indoeuropeos. Obviamente, dado que nuestro conocimiento de dicho pueblo es esencialmente lingüístico, los aspectos lingüísticos son relevantes y es ahí donde la obra ha recibido más críticas, algunas de un puntillismo casi ridí-
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culo, y me remito a la reseña de Zimmer 1999. Pero como material lectivo es una obra insustituible, en particular para todo lo que se refiere a reconstrucciones de campos semánticos. En el apartado de obras de divulgación, es obligado citar la obra de Martinet 1986, con traducción española (Martinet 1997). Es un libro muy bien escrito, con una innegable capacidad de fascinación por la materia que sabe transmitir el autor, pero con unas propuestas, sobre todo de orden fonético, como son las llamadas prenasalizadas o el elenco de laringales, que entran dentro del orden de lo extravagante. Muy completa como obra de divulgación es la de Villar 19962, segunda edición con muchas erratas de la primera corregidas, en la que se da una visión muy completa de los pueblos indoeuropeos, los problemas de la reconstrucción cultural y un esbozo lingüístico (inutilizable como material docente). Es muy recomendable como introducción a la materia. IV. APORTACIONES MÁS RELEVANTES EN EL ÁMBITO DE LA «ORTODOXIA» 4.1. Cuestiones de fonética anatolia 4.1.1. Vocalismo Un aspecto sobre el que se ha logrado un cierto consenso es en el de la consideración de la Pleneschreibung hitita como marca de cantidad vocálica, esto es, las grafías del tipo CV-V-, por ejemplo ta-ga-a-an /tgán/. El hitita presentaría, pues, una oposición vocálica de cantidad equiparable a otras lenguas indoeuropeas antiguas, representada gráficamente mediante ese sistema, que, por otra parte, es el mismo empleado en el acadio, la lengua a partir de la que los hititas tomaron su sistema gráfico. Pero siempre se habían señalado notables inconsecuencias entre sílabas que etimológicamente se deberían de corresponder con vocales largas y ausencia de grafía plena y viceversa. Parece que la clave de estos desajustes estaría en el desplazamiento del acento, como se puede leer en Melchert 1994 p. 106 ss., p. 131 ss. Las vocales largas originales que pierden el acento se abrevian, mientras que todas las vocales originariamente breves en sílaba abierta se alargan cuando reciben el acento y /e/ /o/ también en sílabas cerradas. Dicha hipótesis presenta un alto riesgo de circularidad. 4.1.2. Laringales Por lo que respecta a las huellas de laringales, el hitita y el luvita las conservan bajo dos grafías de valor fonético poco claro: -ḫ- -ḫḫ-. Parece que las laringales se oclusivizan en licio, donde se representan alternativamente por medio de k, c, f. En inicial aparecen a veces vocalizadas como a-, hit. ḫarpa-/arpa- 'desgracia'. En situación consonántica, *H1 ha desaparecido sin dejar huella en anatolio. *H2 aparece en
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inicial ante vocal, hit. ḫarki-, ai. árjuna-, gr. ἀργής, lat. argentum; asimismo entre sonante y vocal, entre vocal y consonante y geminada en posición intervocálica. *H3 aparece en inicial, luv. c. ḫawi-, lic. cawa-, gr. ὄ(F)ις, lat. ouis, pero se pierde en posición intervocálica. No hay restos de laringales en posición final. No obstante se pueden hacer algunas precisiones a este sistema rápidamente esbozado (Kimball 1999). En grupos consonánticos, *H2 cae entre s y n, por ejemplo en los casos oblicuos de ēšḫar: ēš(ša)n-. Tras *s- móvil. Tras *s- inicial anteconsonántica, la llamada *smóvil indoeuropea, *H3 desaparece en šākuwa < *s-H3okweH2-, cf. lat. oculus. Se asume una metátesis de *Hw y *Hy a *uH *iH, por ejemplo, hit. šuḫḫa- 'verter' < *suH2-o- < *sH2u- grado cero de una raíz *seH2u-. La *H1 ha desaparecido en todas las posiciones sin dejar huella en anatolio (Eichner 1973): por ejemplo, *H1ed- 'comer' > hit. ēd-; hit. ḫuwant- 'viento' < *H2weH1-, cf. ai. vāti- 'sopla el viento', gr. ἄημι 'id.', lat. uentus. Como las otras laringales, tras sonante puede dar lugar a la geminación de ésta: el ejemplo más claro es kalleš- 'invitar' < *kalH1-éH1- < *klH1-, cf. gr. καλέω. *H2 se conserva en posición inicial antevocálica: *H2ent- > hit. ḫanti, cf. gr. ἀντί, lat. ante. En posición intervocálica da lugar a la grafía -ḫḫ-: hit. paḫḫur < *peH2-wr, cf. gr. πῦρ. Eichner 1973 formuló una importante precisión: tras *ē tónica, *H2 ni desaparece ni colorea la vocal precedente. Aunque hay alguna discrepancia en las etimologías, los datos del luvita han corroborado la ley de Eichner: meḫḫur 'tiempo' < *mēH2wr̥, sobre una raíz *meH2- 'estar a tiempo', cf. lat. mātūrus. *H2 se conserva ante -s- y -w-: paḫḫs- 'proteger' < *peH2s-o-, cf. lat. pāscere. Por otra parte, *H2 se pierde ante consonantes: es lo que sucede con el sufijo de abstractos - ātar < *-éH2tr̥. Lo mismo sucede entre oclusiva y vocal: la desinencia de 2ª p.sg. de la conjugación en -ḫi es -ti, que procede de *-tH2ai. Una precisión muy importante y que viene a resolver un problema importante que planteaban las oclusivas hititas es que éstas, en posición postvocálica y ante laringal (que en esa posición desaparece), se escriben con grafía doble, represente ésta una auténtica geminación o sea el mecanismo gráfico de representar otro fenómeno fonético, sea una desonorización, una aspiración u otro cambio. El ejemplo más citado es hit. mekki- 'mucho' < *megH2i-, cf. ai. mahi-, gr. μέγα. *H3 se pierde en hitita entre vocales y tras consonantes: hit. šū- 'llenar' < *suH3u-. También se pierde tras vocal y ante consonante: hit. lāmani 'nombre' < *H1néH3mn̥, cf. lat. nōmen, gr. ὄνομα. Desaparece tras oclusivas: danzi 3.ª pl. del verbo dā- 'coger' < *dH3-énti, cf. gr. δί-δω-μεν. En cambio, en posición inicial se ha conservado: hit. ḫāppar < *H3ep-, cf. lat. opus.
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4.1.3. Oclusivas En virtud de la llamada «lenición consonántica» en hitita (Melchert 1994 p. 60 ss.), las oclusivas sordas se convierten en sonoras tras una vocal larga acentuada o un diptongo: *H1ḗpwr̥ > protoanat. *pwr̥ > hit. ēpurāi- 'coger'. Las sordas se convierten en sonoras entre vocales átonas en licio y lidio. En cuanto a la presunta conservación de las tres series de oclusivas guturales en luvita (Melchert 1994 p. 251 s.), habría pruebas que demostrarían tal conservación: velar: *(s)ker- 'cortar' > luv. kar-š-; labiovelar: *kwi- 'quien' > luv. kui-; y palatal *krd- 'corazón' > luv. zārt-. Resiste algún otro tipo de explicación, más acorde con nuestros conocimientos de fonética general, como puede ser el cambio según un principio de difusión léxica, que convertiría este fenómeno en una innovación y no en un arcaísmo, como ha sido saludado con júbilo por la escuela ortodoxa. En este sentido, sorprende su aparición en luvita y no en hitita. Curiosamente, este tipo de confirmaciones de las teorías tradicionales tienden a observarse con mayor frecuencia en Restsprachen y no en lenguas de las que tenemos mejor conocimiento. 4.2. La morfología y la reconstrucción «ortodoxa». Desarrollos más relevantes 4.2.1. La clasificación de los tipos flexivos según el esquema acentual A partir de una idea de Pedersen 1926, desarrollada por Kuiper 1942, se ha generalizado en una parte importante de la indogermanística ortodoxa el uso de dicha clasificación, aunque los propios autores reconocen que no se ha generado una terminología uniforme, en cualquier caso, siempre muy «pomposa», como reconoció en su momento el propio Kuiper. La teoría aparece bien resumida en varios lugares, el más reciente Meier-Brügger 2003 p. 201ss. Tomando como punto de partida el hecho de que la palabra indoeuropea va compuesta por tres formantes morfológicos, raíz (R), sufijo (S) y desinencia (D), la clasificación separa los tipos según sea el acento móvil o fijo. Si el acento en un paradigma recae siempre en el mismo formante, entonces el tipo acentual se llama estático y se divide en acrostático, cuando se acentúa la raíz, mesostático, cuando se acentúa el sufijo y teleutostático, cuando se acentúa la desinencia. Si el acento dentro de un paradigma no recae siempre en el mismo formante, entonces el tipo acentual se llama cinético y se divide en holocinético, si el acento alterna entre raíz, sufijo y desinencia, proterocinético, si el acento alterna entre la raíz y el sufijo, histerocinético, cuando el acento alterna entre el sufijo y la desinencia y anficinético, si el acento alterna entre la raíz y la desinencia. Como hemos dicho, esta clasificación ha tenido un éxito considerable, si bien, como es evidente, se basa sobre los datos de la única lengua con un acento móvil bien testimoniado, el védico. Lo más sorprendente es que, con una cierta frecuencia, altera los datos del védico para ajustarse a la hipótesis reconstructiva. Tampo-
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co están bien testimoniados todos los tipos posibles. Por ejemplo, el modelo de paradigma proterocinético que cita Meier-Brügger 2003 p. 207, N.sg. *séwH-nu-s / G.sg. *suH-néw-s 'hijo', se basa sobre véd. sū-nú-s / sū-nó-s, que no presenta el mismo esquema acentual que la reconstrucción, sino que en rigor sería un mesostático. Pero se parte de la presunción de que el acento debería recaer en la raíz en el grado pleno y no en el sufijo en grado cero. Obviamente, otros modelos tienen mejores testimonios, como el tipo histerocinético en gr. πατήρ / πατρός. En otros, la reconstrucción tiene una complejidad mayor, como el holocinético N.A. sg. *dhéghōm, hit. te-e-kán, véd. ksām, G.sg. *dhghm-és, hit. ták-na-a-as, véd. jmás, L.sg. adesinencial *dhghém, véd. ksám(i). 4.2.2. La morfología verbal La obra que más repercusión ha tenido en los últimos años en la reconstrucción del indoeuropeo ortodoxo es sin duda el LIV ( = Lexicon der indogermanischen Verben Rix 20012). El LIV es un diccionario etimológico de formaciones verbales primarias que postula además diversas formaciones morfológicas a la propia protolengua. Como obra es el prototipo de ortodoxia, en la medida en que incorpora la teoría de la trilaringalidad en su versión más comúnmente aceptada, asume las tres series de guturales, da por sentado la antigüedad de los tres temas verbales, que procura reconstruir para cada lema, aunque no exista más que un único testimonio de cada uno. Por lo demás, se trata de un trabajo monumental, discutible en cada uno de los lemas, y una obra de referencia para muchos años, que, en buena medida, sustituye como compendio etimológico al Pokorny, en tanto que incorpora la teoría laringal y el material del hitita y del tocario, aunque la comparación no es completamente acertada, pues el Pokorny enumera todo tipo de raíces y el LIV solo las verbales primarias. Supongo que, en buena medida, estas comparaciones incluyen la supervaloración que el verbo recibe en el marco de la ortodoxia. Sobre el conocimiento de las lenguas, la obra es irreprochable. Sobre su valoración, sucede lo de siempre con el indoeuropeo ortodoxo. Un ejemplo notable es la supresión, en la segunda edición, de los presentes en *-s-, bien testimoniados en hitita, tipo kalešš-, que se asimilan forzosamente a los aoristos sigmáticos, que difícilmente de otro modo se pueden encontrar en hitita. Otro de los postulados que asume el LIV, sobre el que se ha debatido largamente en estos años es el de la existencia de un estativo indoeuropeo. La ortodoxia reconstructora, fiel al postulado de un indoeuropeo gramaticalmente complejo, se ha resistido tradicionalmente a la reducción de categorías, incluso aunque presenten marcas prácticamente idénticas, como es el caso del perfecto y la voz media (Jasanoff 2003). Como en ésta última se puede llegar a la reconstrucción de alomorfos para las desinencias de 3ª persona, sg. *-o / *-to, pl. *-ro / *-nto, se atribuyen a las formas sin dental un originario valor «estativo», que ya en indoeuropeo se habría
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sincretizado con la voz media. Algunas de estas formas ciertamente conservan un valor estativo, es el caso de hit. eš-a 'está sentado', av.r. 3ªpl. åŋhāire 'están sentados', véd. śáye 'yace'; un par mínimo (el único) lo podemos encontrar en av.r. staota, véd. stuté 'alaba', gr. στεῦται 'se jacta', frente a formas con desinencia sin dental: ved. stáve, hit. išduw-ari 'se hace manifiesto'; la teoría parte de Eichner 1975 p. 99 (v. tb. Kümmel 1996, Tichy 2001 p. 91, Meier-Brügger 2003 p. 169, por citar solo algunos). Estas formas de estativo serían además las formas diatéticas correspondientes a los llamados «presentes Narten», esto es, presentes radicales atemáticos acrostáticos caracterizados por un vocalismo *-ē- en el grado pleno: sobre una raíz *steu-, 3ª sg. *stÐw-ti, 3ª pl. stéw-nti (Narten 1995 p. 97-101). El estativo habría expresado estado, frente a los valores esencialmente benefactivos y/o reflexivos de la voz media. Alguno de esos valores estativos se habrían conservado en el perfecto histórico, lo cual es bien enigmático, si partimos de categorías diferenciadas en la protolengua. V. UNA NUEVA FORMULACIÓN DEL CAMBIO LINGÜÍSTICO MORFOLÓGICO. LA TEORÍA DE LA GRAMATICALIZACIÓN La «ortodoxia» sigue manejando como motores del cambio lingüístico casi con exclusividad la analogía o el cambio fonético y en ese sentido es preocupante que haya quedado completamente descolgada de las modernas tendencias de la lingüística histórica, que han ahondado en modelos teóricos sobre el cambio lingüístico a partir de datos provenientes de la tipología lingüística (Hock 1986, p.627 ss.). Ésta, que ha progresado de modo espectacular durante los últimos años, nos ha mostrado otras posibilidades, casi ignoradas en la reconstrucción lingüística. Una de ellas es el préstamo, negado tradicionalmente como indemostrable dentro de la visión ortodoxa, pero que puede dar lugar a explicaciones interesantes, como la formulada por Peruzzi 1980 y desarrollada por Jordán 1993, acerca de la posibilidad de que determinadas isoglosas compartidas entre latín y griego, en concreto la declinación en plural de los temas en -ā, el imperativo plural en -ntō y el N.sg. del pronombre personal de 1º persona se transfirieran como préstamos del griego al latín en la época de la colonización micénica del Lacio (ss. XIV-XII a.C.). También ha sido tradicional dentro de la ortodoxia la negación de una realidad tipológicamente contrastada, como es la existencia de alomorfos en las lenguas naturales. La resolución del alomorfismo puede venir de la nivelación analógica de los paradigmas, cf. lat. honos-honoris > honor-honoris, o de la creación de un nuevo paradigma, deus-diuus. En este sentido, se puede hacer una categorización de qué alomorfos predominan en el proceso, y ante nosotros se abre una apasionante vía metodológica, la de la jerarquía de categorías.
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JUAN ANTONIO ÁLVAREZ-PEDROSA NÚÑEZ 1. Aquellos que son numéricamente predominantes. 2. Los que tienen mayor capacidad distintiva. 3. Los que tienen una forma más conveniente desde el punto de vista fonotáctico. 4. La variante más icónica, que tiende a identificar el tema puro con la función menos marcada y la función más marcada con la desinencia más caracterizada.
Otros cambios pueden provenir del desplazamiento en la posición de la frontera del morfema, lo que Adrados llamó hace años «falso corte», un mecanismo de creación de nuevos morfemas. La frontera morfemática puede perderse, reanalizarse, crearse una nueva o desplazarse, fr. argent-ier da lugar a bijou-tier, lo que crea un nuevo morfema -tier. El concepto clave en el cambio lingüístico es el de gramaticalización, acuñado en su día por Meillet y desarrollado teóricamente en tiempos recientes por Heine, Claudi y Hünnemeyer 1991, Traugott y Heine 1991 y Hopper y Traugott 2003. En general, se trata de la conversión de un elemento léxico en un morfema, a través de un proceso jerarquizable por el que el nuevo significado siempre es más abstracto que el anterior. Se pueden describir dos modelos de itinerario tipológico de la gramaticalización: lexema > demostrativo *so- >
clítico gramatical > fórico hom. ὁ >
afijo flexivo > morfema artículo gr.
lexema > componente léxico > afijo derivacional > verbo habere > verbo auxiliar habere: amare habeo > morfema de futuro
morfema
Como criterio teórico esencial había sido anticipado por Adrados en varias de sus obras, sobre todo el trabajo sobre el Verbo indoeuropeo, aunque con terminología diferente. La moderna lingüística histórica lo ha acogido de un modo generalizado, Crowley 1997, p. 144, Campbell 1998, p. 238. Una de las aplicaciones más relevantes a la reconstrucción de la protolengua es el libro de J. A. Berenguer 2000 sobre las partículas indoeuropeas. Los morfemas pueden experimentar procesos de reordenación, con clara tendencia a la iconicidad de los elementos: esta es la causa, por ejemplo, de que el Gen.pl. temático reciba una nueva caracterización más icónica, en los nombres temáticos de lat. -ōrum, o ai. –ānām (Giacalone Ramat 1994). Finalmente, los morfemas pueden duplicarse o recaracterizarse cuando se va degradando u obscureciendo su valor funcional o perdiéndose la conciencia de su integración dentro del sistema, cf. esp. lava-ste > lava-ste-s. Todos estos criterios nos permiten llegar a un criterio reduccionista en la reconstrucción del indoeuropeo, la clave distintiva de la escuela «periférica» frente a la ortodoxia. El indoeuropeo de la reconstrucción ortodoxa seguiría siendo válido,
7. LINGÜÍSTICA INDOEUROPEA
217
pero aplicable sobre todo al último estadio de la división dialectal, el que genera el griego y el indo-iranio, fundamentalmente. Este tipo de reconstrucción está muy bien formalizado en el citado manual de Adrados, Bernabé y Mendoza 1995-1998, especialmente en el tomo II, donde se propone una reconstrucción estratificada del indoeuropeo en tres estadios cronológicos y se apuesta de modo decidido por el carácter arcaizante del grupo anatolio, idea que fue ya preconizada por Adrados en numerosas publicaciones anteriores al mencionado manual. BIBLIOGRAFÍA Adams, D.Q. 1988: Tocharian Historical Phonology and Morphology, New Haven. ―― 1999: A Dictionary of Tocharian B, Amsterdam-Atlanta. Adiego, I.J. 1992: Protosabelio, Osco-Umbro, Sudpiceno, Barcelona. ―― 1993: Studia Carica. Investigaciones sobre la escritura y lengua caria, Barcelona. Adrados, F.R. - Bernabé, A. - Mendoza, J. 1995-1998: Manual de lingüística indoeuropea, III vols., Madrid. Agud, A. - Rubio, F. 2000: La ciencia del brahman. Once Upanisad antiguas, Madrid. Bader, F. 19972: Langes indo-européennes, París. Ball, M.J. - Fife, J. 1993: The Celtic Languages, Londres-Nueva York. Bammesberger, A. 1991: Old English Runes and their Continental Background, Heidelberg. ―― 1998: Baltistik, Aufgaben und Methoden, Heildelberg. Beekes, R.S.P. 1988: A Grammar of Gatha-Avestan, Leiden. ―― 1995: Comparative Indo-European Linguistics. An Introduction, Amsterdam. ―― 1997: «Historical Phonology of Iranian» JIES 25:1-26 Berenguer, J. A. 2000: Estudio sobre las partículas indoeuropeas con base consonántica y laringal, Madrid. Bernabé, A. - Álvarez-Pedrosa, J.A. 2000: Historia y leyes de los hititas. Textos del Imperio Antiguo. El Código, Madrid. Binning, W. 1999: Gotisches Elementarbuch, Berlín. Búa, C. - Fernández, P. - Juanes, I. 1996: Heliand, Madrid. Caland, W. 1990: Kleine Schriften, ed. M. Witzel, Stuttgart. Campbell, L. 1998: Historical Linguistics. An Introduction, Edimburgo. Carling, G. 2000: Die Funktionen der lokalen Kasus im Tocharischen, Berlín-Nueva York. Carlton, T.R. 1991: Introduction to the phonological history of the Slavic languages, Columbus, OH. Cejtlin, R.M. - Vecerki, R. - Blagovoj, E. 1999: Staroslavjanski Slovar' (po rukopisam X-XI vekov), Moscú. Crowley, T, 1997: An Introduction to Historical Linguistics, Oxford. De Bernardo-Stempel, P. 1987: Die Vertretung der indogermanischen liquiden und nasalen Sonanten im Keltischen, Innsbruck. Delamarre, X. 2003: Dictionnaire de la langue gauloise: un approche linguistique du vieux-celtique continental, París. Demiraj, B. 1997: Albanische Etymologien. Untersuchungen zum albanischen Erbwortschatz, Amsterdam-Atlanta.
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8 HISTORIA DE LA LENGUA FRANCISCO R. ADRADOS 1. Definición del tema y plan del estudio El reparto de materias en la programación de este ciclo de conferencias hace un poco difícil establecer los límites de este capítulo cuyo título es «Historia de la Lengua». Se trata, en principio, de volver a estudiar la bibliografía desde 1983 recogida en mi Historia de la Lengua Griega, publicada en Madrid en 1999, bibliografía que rarísimamente rebasa el año 1997. Y añadir el estudio de la bibliografía posterior, sacando de ambos estudios conclusiones sobre el avance de estos estudios en los últimos veinte años. Expongo también, cómo no, las conclusiones de mi libro y de otras publicaciones mías, que pongo en el contexto de toda la investigación. En suma: lo que presento es una revisión y puesta al día de algunos aspectos de la HLG (así citaré en adelante mi libro). Y de otras publicaciones mías. Y de las publicaciones de muy diversos autores. Pero dado el tema general de este ciclo de conferencias, que se ocupa tan solo de la Filología Clásica, dejo fuera la historia de la lengua griega a partir de la Edad Media. Si quiero dar una idea general sobre el curso de los estudios en estos dos decenios, he por fuerza de estudiar todo el material de un modo coherente, tratando de ofrecer un cuadro general, paralelo al que para otros sectores de la Filología y Lingüística griegas trazan ante Vds. otros colegas. Entiéndase, la copiosa bibliografía recogida y estudiada en mi HLG será aumentada aquí, pero no intento una exhaustividad total. Es una idea general, desde mi punto de vista ciertamente, lo que pretendo. Por otra parte, el presente estudio en cierta medida es continuación de mi libro, coincide con él en algunas decisiones básicas. Aquél trazaba las líneas generales de la evolución del griego desde su desgajamiento del indoeuropeo hasta hoy, a través de diversos dialectos, y luego de la koiné y de la lengua subsiguiente. En esta largo tránsito han existido, como no podía ser menos, diversos dialectos, incluyendo, como ramas con características propias, los literarios. Y esto en fecha antigua y, también, en la helenística y romana.
F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 223-244
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FRANCISCO R. ADRADOS
El planteamiento de mi libro era fundamentalmente histórico, evolutivo y lo más novedoso que tenía era, precisamente, estudiar en su conjunto esa evolución ya disgregadora, ya unificadora desde el comienzo mismo hasta ahora. Incluyendo el influjo del griego en las lenguas de Europa: en ellas sigue viviendo. Creo que este planteamiento general de la HLG sigue siendo válido y por ello voy a continuarlo aquí, aunque limitado a la Antigüedad Clásica. El progreso de la investigación en todo este campo durante los últimos veinte años va a ser mi tema. Sin embargo, el hecho de que haya en este ciclo conferencias sobre Micénico, Dialectología, Fonética, Morfología, Sintaxis y Lexicografía no puede por menos de incidir en la delimitación del tema. Aquí voy a referirme a la evolución del griego en términos generales: no hablaré del micénico y me ocuparé de los dialectos epigráficos sobre todo dentro de un panorama histórico de la evolución del griego. Tendrán un carácter marginal aquí, igual que mis referencias a la Fonética, Morfología y Sintaxis, que limitaré sobre todo a los dialectos literarios. Me centraré, como digo, en la Historia y, más especialmente, en los dialectos literarios: haré referencia a estudios gramaticales a ellos referentes. También al léxico literario y al científico, pese a que en el ciclo también hay una conferencia sobre Lexicografía. Este es el reparto del terreno, un tanto artificial desde luego, que me hace restringir mi tema para no salirme de la Antigüedad Clásica ni interferir demasiado en las otras conferencias, aunque algunos solapamientos habrá sin duda. Alguna ventaja tiene esta limitación de la amplitud de mi tema, la de poder estudiar más en detalle una serie de hechos. 2. Bibliografía y consideraciones generales Planteadas las cosas como las he planteado es claro que, dado el tratamiento parcelado que los temas de estudio aquí tratados han experimentado habitualmente, durante el periodo que nos ocupa no se ha publicado ninguna obra extensa que dé una visión de conjunto de nuestro tema (excluyendo mi ya citada HLG). Sí los hay, ya lo he dicho, sobre cada uno de los dos grandes periodos de la historia del griego. He de hacer un trabajo pionero. Para la bibliografía, hay que repasar trabajosamente, año a año, la sección «Grec et dialectes helléniques» de L' Année Philologique, así como la Bibliographie Linguistique de la UNESCO. O estudiar bibliografías parciales en obras diversas; por ejemplo, las que siguen a los diversos capítulos del libro de A.-F. Christidis de que luego hablaré. Por lo que toca a nuestro país, en 2002 publiqué1 un trabajo sobre «La Lingüística griega en España (1983-2000)», que utilizaré aquí. En él se hace
1
En las Actas del II Congreso de la Sociedad Española de Lingüística, I, Madrid 2002, pp. 215-231.
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también referencia, por ejemplo, a bibliografías generales, sobre los últimos años y de carácter internacional: las de A. Bernabé sobre la lengua de Homero2 y sobre la Morfología3, la de E. Crespo sobre la Sintaxis4 y la de G. Laguna sobre la influencia del griego en el latín5. Añádase el libro de H. Rodríguez Somolinos sobre la Filología griega en España en los últimos diez años6. Continúa cronológicamente la Bibliografía de los Estudios Clásicos en España, que publicaba la Sociedad Española de Estudios Clásicos y que quedó detenida en 19907. Este es el material bibliográfico con que contamos, una buena bibliografía general sobre Historia de la Lengua Griega (ni sobre Lingüística Griega en general) en los últimos años, no existe. Ni menos se han publicado en los años a que me refiero, ya lo he dicho, obras generales sobre la evolución de la lengua griega desde el comienzo hasta hoy ni de las lenguas literarias griegas: sí estudios particulares que iré citando en los lugares adecuados. Y presentaciones generales, como la de B.D. Joseph sobre el griego en un libro sobre The World's major Languages8. O la de Meier-Brügger9. Pero no quiero cerrar esta sección sin hacer referencia a una obra muy ambiciosa cuyo título hace pensar en un estudio general sobre todo el griego. Esto solo es verdad en una cierta medida. Me estoy refiriendo al libro que ha dirigido A.-F. Christidis en el Centro de la Lengua Griega de Salónica: ΙΣΤΟΡΙΑ ΤΗΣ ΕΛΛΗΝΙΚΗΣ ΓΛΩΣΣΑΣ10. Comprende 1.200 grandes y nutridas páginas. Se ha publicado el volumen que abarca hasta el final de la edad romana: es decir, hasta el punto en que también yo termino este estudio. Queda pendiente el segundo sobre el griego medieval y moderno. Sobre esta obra he de decir algunas cosas. Representa un gran esfuerzo de organización y contiene capítulos útiles. Pero una obra con 75 firmantes (45 griegos, 30 extranjeros), cierto que algunos repetidos, no es obra de una sola cabeza, sino una amalgama de cosas varias con puntos de vista varios. Por lo demás, el libro a veces trata temas no directamente relacionados con la historia del griego, a veces presenta vastas lagunas, como la referente a las lenguas literarias. 2
A. Bernabé, «La lengua de Homero en los últimos años», Tempus 11, 1995, pp. 5-38.
3
A. Bernabé, «La morfología griega en los últimos años», EClás 31, 1989, pp. 35-62.
4
E. Crespo, «Bibliografía de la Sintaxis griega 1985-1994)», Tempus 10, 1995, pp. 5-18.
5
G. Laguna, «Influencias lingüísticas del griego sobre el latín: guía bibliográfica comentada», Tempus 9, 1995, pp. 6-32. 6 7 8
Diez Años de publicaciones de Filología Griega en España, Madrid, UNED, 2003. El último volumen, a cargo de A. Alvar, A. Arévalo y M.V. Gago Saldaña apareció en Madrid, SEEC, 1995. Dirigido por B. Comrie, Londres - Sydney, Croom Helm, 1987, pp. 410-439.
9
Cf. M. Meier-Brügger, Griechische Sprachwissenschaft, Berlín - Nueva York 1992.
10
Atenas - Salónica 2001. Véase la reseña de M. del Barrio en Emerita 70, 2002, pp. 357-361.
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Y muchos capítulos son puramente informativos, ya al nivel actual de nuestros conocimientos, ya elementales. Entre ellos los hay buenos, como los de Y. Duhoux, O. Masson y J. Méndez Dosuna sobre diversas escrituras y dialectos o los de M. Janse sobre el griego del Nuevo Testamento y G. Drettas sobre los LXX. Es satisfactorio que un estudioso griego, E.B. Petrounias, hable objetivamente sobre la pronunciación en vez del sólito panfleto antierasmiano. Pero es lamentable el absolutamente insuficiente tratamiento de ciertos problemas como son el de los orígenes indoeuropeos del griego (B. D. Joseph, C. Clackson y otros), el de la difusión del alfabeto (E. Voutyras), el de la lengua homérica (V. Bubenik), la formación de la koiné (el mismo). Otras veces, es simplemente increíble que se dediquen tan solo siete páginas a la sintaxis griega (E. PhilipakiWarburton, no conoce mi Nueva Sintaxis del Griego antiguo, Madrid 1992). El libro, en definitiva, aporta pocas novedades o ninguna; y su orientación, a veces, deja que desear. Las críticas que acabo de hacer dependen, muchas veces, de un insuficiente planteamiento; otras, de la desconexión entre los autores. No existe una visión de conjunto, repito. Más que de un libro, se trata de un conglomerado de diversos pequeños estudios. Por otra parte, dos libros cuyo título se refiere a la totalidad del griego y de los que más adelante me ocuparé, los de H. Tonnet y G. Horrocks, dan del griego antiguo y arcaico una visión solo elemental. Querría insistir en el tema de los dialectos en general. C. Brixhe11 repite una vez más sus propuestas metodológicas para el estudio de los dialectos: cada uno debe ser estudiado de por sí, con sus variantes, geografía, contexto histórico; no solo vale la relación genealógica, también los contactos. No se puede estar más de acuerdo: pero la relación genealógica, hoy abandonada (provisionalmente, dice), también es importante; y la carencia de unicidad interna, a veces, de los dialectos, era cosa conocida12. Christidis, al comienzo de la parte dedicada a los dialectos, repite las mismas cosas. No puedo hacer otra cosa que enviar a mi libro La dialectología griega, Madrid, Ediciones Clásicas, 1998 (que el autor desconoce), donde se exponen ideas semejantes (tenidas en cuenta, por lo demás, por muchos autores). Conviene no descubrir Mediterráneos. Yo insisto, eso sí, en el interés del estudio genealógico. Todo esto ha sido tenido en cuenta en mi HLG, que tampoco cita. Y volverá a ocuparme aquí. Habría que recordar otro artículo de Brixhe sobre la escuela de Nancy, en que se presentan ideas semejantes a las recogidas arriba. Aparece en un libro en el que también figura un artículo de Christidis sobre las Historias de la lengua griega13. 11 12
En el mismo libro, «Μια σύγχρονη προσέγγισι των αρχαίων ελληνικών διαλέκτων», pp. 361-370.
Cf. en Emerita 62, 1994, pp. 198-200 mi reseña del libro de E. Crespo y otros (eds.), II Coloquio Internacional de Dialectología Griega, Madrid, Universidad Autónoma, 1993. 13 «Η ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΓΛΩΣΣΑ ΚΑΙ Η ΙΣΤΟΡΙΑ ΤΗΣ», Atenas - Salónica 2003. Artículo de C. Brixhe, «Η ΕΛΛΗΝΙΚΗ ∆ΙΑΛΕΚΤΟΛΟΓΙΑ: ΣΧΟΛΗ ΤΟΥ NANCY?», pp. 39-43 (trad. francesa en pp. 107-112); el de Christi-
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Este artículo (que recoge la «Introducción» al libro arriba reseñado) versa solo, en la práctica, sobre el tema de en qué relación está el griego antiguo con el moderno. Un tema en el cual todos, prácticamente, estamos de acuerdo. Es el único planteamiento general que en dicho libro se hace sobre la historia del griego. Sí que existen, por lo demás, obras generales relativas a dominios más o menos próximos al de esta conferencia. Aparte del mío ya citado, pueden citarse, por ejemplo (prescindiendo de las reediciones), la Introduction aux dialectes grecs anciens, de Y. Duhoux14 y su Le verbe grec ancien15, así como la Sintassi storica del greco antico de Nicola Basile16: libros útiles, pero más bien manuales, como el de MeierBrügger antes citado. Más suerte ha tenido la lexicografía, para la cual hay que citar la gran obra de Boned y Rodríguez Somolinos17. Pero no existe, por ejemplo, ninguna publicación amplia y complexiva que esté al día sobre los orígenes del griego o sobre Dialectología griega. Y menos sobre los dialectos literarios Naturalmente, hay libros sobre diversos momentos o aspectos del griego, desde el micénico (para el cual hay que señalar la nueva gramática de Bartoněk) al griego moderno (he dado arriba alguna bibliografía), pasando por diferentes periodos, autores y temas de estudio; de esto me ocuparé en los momentos adecuados. 3. Del indoeuropeo al griego del II milenio Quizá la bibliografía indoeuropea que está más al día y que en buena medida coincide con la de HLG, es la del Manual de Lingüística Indoeuropea publicado por mí (en colaboración) entre 1995 y 199818. Este libro cae, naturalmente, dentro de las fechas que aquí nos ocupan. Su doctrina ha sido seguida en HLG. La presentaré aquí brevemente, así como otras concurrentes, después de señalar que el libro dirigido por Christidis contiene un estudio firmado por J.P. Mallory19, que se limita a presentar, sin indicar preferencias, las diversas hipótesis sobre el punto geográfico de partida de los indoeuropeos: los Balcanes, Ucrania y el Sur de Rusia; Anatolia, hacia el año 7000 (la hipótesis de Renfrew); Europa central quizá hasta los Balcanes; y la «solución Kurgan» en Ucrania y el Sur de Rusia c. 4500-3000. Todo muy confuso.
dis, «ΙΣΤΟΡΙΕΣ ΤΗΣ ΕΛΛΗΝΙΚΗΣ», pp. 15-37 (en francés pp. 85-100) es reproducción de su «Introduction» al libro arriba comentado. 14 Lovaina la Nueva, Peeters, 1983. 15 Lovaina la Nueva, Peeters, 1992. 16 Bari, Levante, 2001. 17 18
P. Boned y J. Rodríguez Somolinos, Repertorio bibliográfico de la lexicografía griega, Madrid, CSIC, 1998.
F.R. Adrados, A. Bernabé y J. Mendoza, Manual de Lingüística Indoeuropea, 3 vols., Madrid, Ediciones Clásicas, 1995-1998. La bibliografía puede encontrase en I, pp. 9-70 y III, p. XIII. En la edición inglesa que aparecerá en Lovaina, Peeters, se añadirá un suplemento. 19 «Η ΙΝ∆ΟΕΥΡΩΠΑΙΚΗ ΟΙΚΟΓΕΝΕΙΑ. ΟΙ ΓΛΩΣΣΙΚΕΣ ΜΑΡΤΥΡΙΕΣ», pp. 135-141.
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Por supuesto, no hay argumentación lingüística alguna. Ni tampoco en el artículo precedente de B.D. Joseph20, exposición elemental de un indoeuropeo plano. Antes de seguir con la más reciente bibliografía, conviene recordar mis posiciones principales en los dos libros citados, que proceden de varias exposiciones mías dentro del periodo de tiempo que nos ocupa21. Junto con ellas citaré también las otras hipótesis. Lo esencial es: han existido varios indoeuropeos, debemos renunciar a la idea de un indoeuropeo único, plano. Representa una fase relativamente reciente del indoeuropeo, el que llamamos «indoeuropeo flexional politemático» (IE III), que usaba en su flexión oposiciones no solo de desinencias, sino también de temas. Se trata de los temas que creaban los nombres heteróclitos, los masculinos y femeninos en el nombre, los grados de comparación en el adjetivo, los temas aspectuales, temporales y modales en el verbo. Algo inexistente en el indoeuropeo monotemático (IE II), la fase precedente, preservada en las lenguas anatolias y presente en otros restos; y menos aún en una fase todavía anterior, la preflexional (PIE o IE I), a cuya reconstrucción he dedicado varios estudios. Ahora bien, dentro del indoeuropeo de que procede el griego, que es el IE III de la reconstrucción tradicional, hay varias ramas, que tampoco son atendidas en esas propuestas. Y, sin embargo, es algo que determina la historia posterior del griego. El griego común (GC) que postulamos existió en algún lugar de los Balcanes antes de penetrar en Grecia, no era sino la lengua de una parte de la gran oleada de tribus indoeuropeas que llegaron a Europa bordeando el Mar Negro y penetrando por el Sur de los Cárpatos hacia el año 2000 a.C. Dentro de este indoeuropeo, el IIIA, estas lenguas estaban lingüísticamente emparentadas con otras como las in-
20
«Η ΙΝ∆ΟΕΥΡΩΠΑΙΚΗ ΟΙΚΟΓΕΝΕΙΑ. ΟΙ ΓΛΩΣΣΙΚΕΣ ΜΑΡΤΥΡΙΕΣ», pp. 128-134. Sobre todo: «La flexion nominale du grec et de l' indoeuropéen III à la lumière de l' Anatolien», en E. Benveniste aujourd'hui, París 1984, pp. 1-16; «Der Ursprung der grammatischen Kategorien des Indoeuropäischen», en Schlerath, B. (ed.), Grammatische Kategorien, Wiesbaden, Harrassowitz, 1985, pp. 211-249; Nuevos estudios de Lingüística Indoeuropea, Madrid, CSIC, 1988; «Agglutination, suffixation or adaptation? For the history of IE nominal inflexion», IF 94, 1989, pp. 21-44; «De la flexión nominal del IE a la del eslavo», en Jornadas de filología eslava de la UCM, Madrid, 1990, pp. 1-11; «El genitivo temático en -o en micénico y chipriota», en Villar, F. (ed.), Studia Indogermanica et Palaeohispanica in honorem A. Tovar et L. Michelena, Salamanca, Universidad, 1990, pp. 175-182; «La reconstrucción del indoeuropeo y de su diferenciación dialectal», en F.R. Adrados et al., Manual de Lingüística Indoeuropea, III, Madrid, 1998, pp. 249-284; «¿Sincretismo de casos en micénico?», Minos 24, 1998, pp. 169-185; «El formante -n y el origen de la flexión heteroclítica del indoeuropeo», Emerita 59, 1991, pp. 5-21; «Bopp's image of Indo-European and some recent interpretations», en Bopp-Symposium 1992 der Humboldt-Universität zu Berlin, Heidelberg, Winter, 1994, pp. 5-14; La dialectología griega como fuente para el estudio de las migraciones indoeuropeas en Grecia. Con un nuevo prólogo, Madrid, Ediciones Clásicas, 1997; «¿Cómo describir el indoeuropeo y sus variantes?», en Europa et Asia Polyglotta, Dettelbach 2000, pp. 1-6; «Towards a Syntax of Proto-IndoEuropean», IF 105, 2000, pp. 60-67; «The reconstruction of the most ancient Indo-European at the School of Madrid», en Cinquant' anni di ricerche linguistiche, Milán 2001, pp. 89-95. Hay trabajos anteriores citados en estos artículos. 21
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do-iranias, el armenio y el frigio, habladas por grupos de pueblos que acabaron, a su vez, por bajar a Asia, sea a Asia Menor, sea al Irán y la India. Junto a este IE IIIA, la otra rama, que llamamos IIIB, penetró hacia Occidente por el Norte de los Cárpatos: de él salieron lenguas como las eslavas, germánicas, itálicas y célticas, que comparten innovaciones comunes. Es lamentable que, con la mayor frecuencia, siga hablándose de indoeuropeo a secas, un todo unitario. Así hacen, por ejemplo, los arqueólogos, cuando atribuyen una u otra patria al indoeuropeo, sin más. Acabo de comentar esto refiriéndome a Mallory y a las tres series de hipótesis que recoge sobre la patria de los indoeuropeos, entre las cuales no toma decisión. Creo que hay dos temas que deben tratarse por separado, aunque ambos tengan evidente conexión: 1. El de la patria de los indoeuropeos. En HLG expongo las ideas de Marija Gimbutas sobre la llegada de los kurganes o túmulos funerarios a los Balcanes desde el V milenio; la de Gamkrelidze-Ivanov, sobre el origen de los indoeuropeos en la alta Mesopotamia en los milenios V y IV a.C.; la de Renfrew, para quien la indoeuropeización de Europa no es sino la serie de influjos irradiados por las culturas neolíticas de Asia Menor desde el VII milenio; y la de Häusler, que continúa las antiguas ideas sobre el origen de los indoeuropeos en la Europa Oriental. Añado las oportunas críticas. Y señalo que estas ideas nada dicen sobre el lugar que ocuparía el griego primordial dentro de las lenguas indoeuropeas. Nada importante hallo en fecha posterior a la alcanzada por HLG. Conviene citar, tan solo, el nuevo libro de A. Häusler22, que defiende, una vez más, las mismas ideas. En definitiva, es esencial el tema de los distintos estratos de los indoeuropeos y el de la colocación del griego en el IE III y, concretamente, en su zona meridional (IE III A). Esto implica el estudio de los diferentes estadios del indoeuropeo. Aunque sigue dominando la idea del IE plano y unitario, la tesis de los diferentes estratos va abriéndose paso. No insisto sobre Meid y su plagio, de que hablé en HLG y en otros lugares. En mi capítulo «La reconstrucción del indoeuropeo y de su diferenciación dialectal», en el Manual ya citado23, doy una relación de estudiosos que han trabajado en la misma dirección. De Gamkrelidze-Ivanov, concretamente, me he ocupado en otro lugar24; es lástima que no utilicen mis ideas sobre el origen de la flexión verbal politemática. También quiero referirme, para el más antiguo IE, al libro de
22 Nomaden, Indogermanen, Invasionen. Zur Entstehung eines Mythos, Orientwissenschaftliche Hefte 5. Mitteilungen des SFB «Differenz und Integration» 3, Halle-Wittenberg, Orientwissenschaftliches Zentrum der Martin-Luther-Universität, 2003. 23 Vol. III, p. 261. 24
Emerita 25, 1997, pp. 139-141.
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R.S.P. Beekes sobre la flexión nominal25 y a un nuevo libro de W.P. Lehmann26 También a varios trabajos míos27. Sobre el carácter reciente, en el IE III, de oposiciones como la de masc. y fem., cf. artículos también recientes de P. Brosman28. Su proto-indo-hetita viene a equivaler a mi IE II. Pero no encuentro en la última bibliografía grandes cosas nuevas sobre el parentesco del griego y el indoiranio ni sobre el griego común. La dialectología griega se ha vuelto más bien descriptiva, rehuye pronunciarse sobre estos temas. Véase lo que digo sobre ello a propósito de la Dialectologica Graeca de E. Crespo y otros29. Ni tampoco encuentro muchas cosas nuevas sobre las lenguas prehelénicas, llámense pelásgico o como se quiera, que encontraron los griegos al entrar en Grecia. Quiero citar, al menos, el trabajo de Y. Duhoux sobre las lenguas prehelénicas en el libro editado por Christidis30 y una nueva publicación de F. Bader31. Hay una exposición muy completa en el nuevo libro de A. Bartoněk32. 4. El griego del segundo milenio y Homero Francamente, no encuentro, insisto, avance alguno en lo relativo a la diferenciación dialectal dentro del griego común, todavía fuera de Grecia, respecto a mi trabajo de 1998 «La reconstrucción del indoeuropeo y su diferenciación dialectal»33 y a mi libro también de 1998 La dialectología griega hoy (1952-1995). De la situación del griego dentro de la oleada de lenguas indoeuropeas que se desplazó hacia Occidente y cuya cabeza era precisamente el griego, ya hablé; y no conozco, insisto, más bibliografía sobre el tema.
25 Origins of the Indo-European nominal Inflexion, Innsbruck 1985. Véase mi reseña en IF 93, 1988, pp. 292-294. 26
Pre-Indo-European, Washington, Institute for the Study of Man, 2002. Véase mi reseña en Emerita 70, 2002, pp. 351-353. 27 Entre ellos los ya citados «¿Cómo describir el indoeuropeo y sus variantes?», en Europa et Asia Polyglotta, Dettelbach 2000, pp. 1-6; «Towards a Syntax of Proto-Indo-European», IF 105, pp. 60-67; «The reconstruction of the most ancient Indo-European at the School of Madrid», en Cinquant' anni di ricerche linguistiche, Milán 2001, pp. 89-95. 28 P. Brosman, «The Hittite gender of cognates of PIE feminines», JIES 4, 1976, pp. 141-159; «The Hittite gender of cognates of PIE neuters», JIES 6, 1978, pp. 93-106; «The PIE i/ii-, u/uu and i/ya stems», FLH 17, 1996, pp. 3-19; y, sobre todo, «Evidence in support of Proto-Indo-Hittite», FLH 23, 2002, pp. 1-21. 29 30
En Emerita 62, 1994, pp. 198-200. Pp. 175-179.
31
«Homère et le pélasge», en Blanc, A. y Christol, A. (eds.), Langues en contact dans l'Antiquité. Aspects lexicaux, Nancy 1999, pp. 15-56. Atribuye este origen a diversos nombres propios y topónimos en Homero. 32 33
A. Bartoněk, Handbuch des Mykenischen, Heidelberg, Winter, 2003, pp. 475 y 490 ss. Cf. nota 23.
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En cuanto al concepto de griego común, dentro del cual yo he propuesto que existió un comienzo de diferenciación dialectal, no se habla mucho de él. Si acaso, para seguir afirmando que no presentaba diferenciación dialectal34. Es curioso que A. Bartoněk, quien sigue manteniendo una posición genealógica (no en vano pertenece, como yo, a la vieja escuela) pese a los anatemas de la escuela de Nancy, admite35 dentro del GC diferencias (por ej., -μεν / -μες en la 2.ª pers. plu.), pero no inicios de dialectos36. ¿Es que el GOr. y el GOcc. no estaban ya en cierto modo formados? ¿Es que formas que en dialectos del GOr. que son innovaciones no pueden atribuirse a una edad arcaica? Sobre diferencias dentro del GC véase también M. Meier-Brügger, Griechische Sprachwissenschaft, Berlín-Nueva York, 1996, p. 16. En todo caso, existen concepciones diversas sobre el más antiguo griego. Yo daba ejemplos de innovaciones dentro del GC que luego se encontraban en tal o cual dialecto; por ejemplo, -ti > -si en griego oriental, con restos de -ti. Cosas parecidas dice Y. Duhoux37. Y, la verdad, no parece que pueda argumentarse nada contra la existencia en germen, ya en GC, de un GOr. y un GOcc., independientemente de las ideas que se tengan sobre la llegada de los dorios, sobre lo cual remito a mi HLG. Véase últimamente un trabajo de F. Ferlauto sobre los reflejos lingüísticos de la invasión doria38. Un ejemplo más: limitándome al nombre, yo proponía un griego original con cinco casos, frente a autores que proponían (siguiendo una vieja tradición) que el genitivo venía de un sincretismo, tales H. Hettrich39 y E. Risch40. Proponen también que en el dativo griego hay un sincretismo, véase la discusión de este tema por autores como J. J. Moralejo41, L. M. Pino42 e I. Hajnal43. No creo que se hayan encontrado argumentos decisivos contra la hipótesis del genitivo o el dativo como casos «originales» indoeuropeos, luego escindidos a veces. Remito a un articulo mío de 34 Cf. p. ej. A. López Eire, «Las invasiones griegas y la dialectología», en Homenaje a Marcelo Vigil, Salamanca 1989, pp. 147-169. 35 Cf. sus Grundzüge der altgriechischen mundartlichen Frühgeschichte, Innsbruck 1991. Sin embargo, en su Handbuch des Mykenischen, citado arriba, señala, tras el GC y antes del micénico, un griego del N. y Oc. y otro de Or. y S., así como un «aqueo» previo a este. 36 Cf. A. Bartoněk, ob. cit. 37 Y. Duhoux, Introduzione alla dialettologia greca antica, Bari, Levante, 1986. Hay crítica en contra de C. Consani, QUCC 33, 1989, pp. 157-168. 38
«Riflessi linguistici dell' invasione dorica», Pan 15-16, 1988, pp. 19-47.
39
«Zum Kasussystem in Mykenischen», MSS 46, 1985, pp. 111-126. «Die Mykenische Nominalflexion als Problem der indogermanischen und griechischen Sprachwissenschaft», en Festgabe für Manfred Mayrhofer, Wiesbaden, Harrassowitz, 1986, pp. 63-87. 40
41 «La flexión nominal griega: revisión crítica. El sincretismo», en Actas del VIII Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, Sociedad Española de Estudios Clásicos, 1994, pp. 5-25; «El caso dativo en Griego», Fortunatae 4, 1992, pp. 151-162. 42
«Dativo griego, ¿semántica o sintaxis?», Fortunatae 3, 1992, pp. 245-250.
43
Studien zum Mykenischen Kasussystem, Berlín - Nueva York, De Gruyter, 1995.
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198544 y a otro más reciente45. Es más, yo he presentado genitivos en -os, idénticos al nom. sg. de la 2.ª declinación, todavía en micénico y chipriota46. En definitiva, sigue predominando la idea de que las grandes innovaciones dialectales del griego son del primer milenio; y en líneas generales puede darse la razón a esta idea. Pero no en términos absolutos. Es bien claro que en el segundo milenio existía la lengua micénica, que, aunque no es el precedente preciso de ningún dialecto del primer milenio, contiene ya arcaísmos (comunes o no con Homero y a veces continuados aquí o allá), ya innovaciones que se reencuentran en griego oriental: en todo él o en dialectos individuales. Nadie niega esto. Ni que en Homero existe mucho material lingüístico común con el micénico o simplemente arcaico, más algunas innovaciones. Ni que en el conjunto de los dialectos del primer milenio existen rasgos que, sin duda alguna, proceden del segundo. Para esta diferenciación dentro ya del segundo milenio yo había propuesto la existencia de un paramicénico (lengua más o menos fragmentada, antecedente de los dialectos del griego oriental del primer milenio); del micénico, por supuesto, que yo definía como una lengua burocrática importada de Creta (y en la que algunos se obstinan, todavía, en ver dos dialectos); y del elemento antiguo de Homero, en el que a veces coexistían variantes que luego, en el primer milenio, los distintos dialectos «clasificaron» ya como jonias, ya como dorias. Lo cual favoreció que se introdujeran secundariamente en el texto formas ya jonias, ya eolias. No voy a insistir sobre esta tesis, contra la que, realmente, nada ha argüido nadie, aunque de cuando en cuando se sigue trabajando con las antiguas, que operan con dos o tres estratos de dialectos bien diferenciados. Algún estudioso, de cuando en cuando, así Chadwick, hace notar que es absurdo proponer que un dialecto literario del segundo milenio consista en una serie de estratos de dialectos del primero. Es notable que, a veces, se llega a mis mismas conclusiones de una manera independiente. Así en el caso de Chadwick. Y, en un punto concreto, en el de Hodot, cuando en Dialectologica Graeca47, propuso que ἄν y κεν se usaban indistintamente en el segundo milenio, solo luego fueron adoptadas por dos dialectos diferentes. Llevaba yo diciendo esto desde 195248. Mejor es tarde que nunca. Yo lo unía a una teoría completa sobre la diferenciación de los dialectos del segundo milenio para
44 F.R. Adrados, «Towards a new Stratigraphy of the Homeric Dialect», Glotta 59, 1981, pp. 13-27 (versión española en Nuevos Estudios de Lingüística Indoeuropea, Madrid, CSIC, pp. 505-518). 45 46
F.R. Adrados, «¿Sincretismo de casos en micénico?», Minos 24, 1990, pp. 169-185. Adrados, art. cit.
47 En E. Crespo et al. (eds.), Dialectologica Graeca. Actas del II Coloquio Internacional de Dialectología Griega, p. 207. Cf. mis observaciones en Emerita 62, 1994, p. 200. 48
La dialectología griega como fuente para el estudio de las migraciones indoeuropeas en Grecia, Salamanca 1952 (cf. p. 32 s. de la reedición de 1997).
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crear los del primero y la introducción de las formas de estos en Homero. En el mismo sentido puede interpretarse la contribución de J. Taillardat49 en el sentido de que la solución labial de las labiovelares en Homero no es un eolismo, sino un arcaísmo (que facilitó, por supuesto, la entrada de nuevas labiales, en el siglo VIII, a partir del eolio). Quizá esto sea suficiente. He de añadir que, si sobre el tema de fondo del origen del dialecto homérico, el oral del segundo milenio y el escrito del primero, no se ha propuesto, en realidad, nada nuevo, sobre algunos aspectos concretos del mismo sí hay propuestas nuevas. Y no hablo ya de detalles gramaticales. Por ejemplo, el tema de las fórmulas homéricas, de cómo han sido modificadas por la tradición épica y de lo que es formulario y no en Homero, ha hecho correr bastante tinta. Hay, de una parte, trabajos sobre la oralidad y la dicción formularia. En primer lugar, M. Cantinela ha presentado una visión general del estudio del lenguaje formulario a partir de Milman Parry50. Hay que añadir diversos estudios. Cito en primer término un amplio libro de Tsopanakis51 en que estudia ciertas «irregularidades»: las fórmulas no lo son todo. Habla de alargamientos métricos, tmesis, influjos etimológicos y paretimológicos, repeticiones, hapax legomena, hipérbaton, anástrofe, inversión, encabalgamiento, parataxis, uso y omisión de las partículas, pronombres y adverbios relativos, abreviación, repetición, etc. Dentro de esta concepción «amplia» del estilo formulario, que arranca de fecha anterior a la de esta reseña, hay un libro muy completo de E. Visser52, que propone que la dicción formularia no es sino un recubrimiento de estructuras semánticogramaticales. Cito también un trabajo de M. Clark, un libro de E.G. Bakker y un artículo de T. Eide53. Y trabajos sobre Homero y la escritura, que cree utilizaba, de Fr. Chamoux54; sobre el papel de la lengua homérica en el griego en general, tales uno mío que señala la contribución de la lengua homérica a la unidad del griego55 y otro de M. Storoni Piazza56. Habría que añadir estudios numerosos sobre las fórmu-
49
«Homerica», RPh 71, 1997, pp. 253-264.
50
M. Cantinela, «Milman Parry settant' anni dopo», RCCM 40, 1998, pp. 21-31.
51
A. G. Tsopanakis, Homeric Researches: From the Prosodic Irregularity to the Construction of the Verse, Tesalónica 1983. 52
E. Visser, Homerische Versificationstechnik. Versuch einer Rekonstruktion, Berna, Lang, 1987.
53
M. Clark, Out of line: Homer composition beyond the hexameter, Lanham (Md.), Rowman and Littlefield, 1999; J. Bakker, Poetry in Speech. Orality and Homeric discourse, Ithaca (N.Y.), Cornell University Press, 1999; T. Eide, «Reformulated repetitions in Homer», SO 74, 1999, pp. 97-139. 54
«Homère et l' écriture», BAB 5, 1988, pp. 305-321.
55
«Homero y las lenguas poéticas de Grecia como vía hacia la unidad del griego», en Poesia e religione in Grecia. Studi in onore di G. Aurelio Privitera, Perugia 2000, pp. 3-12. 56
Ascoltando Omero: la concezione di Linguaggio dall' epica ai tragici, Roma, Carocci, 1999.
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las en la literatura posterior57 y sobre el influjo de la lengua homérica en autores como Jenófanes, Solón, Píndaro, los trágicos, Esquines, Apolonio Rodio y otros58. La lengua homérica fue esencial en el desarrollo de los dialectos griegos. Y hay algunos trabajos más, por ejemplo, el libro de D. Keil sobre las «rarezas léxicas» de Homero59. En fin, dejo aquí el dialecto micénico, puesto que es un tema que hemos confiado a otra persona, y no voy a decir mucho más sobre el dialecto homérico, sobre el que no veo motivo para revisar mis planteamientos en HLG, que en realidad proceden de un artículo publicado en Glotta en 1981 y ya citado. La verdad, hay estudios varios sobre puntos gramaticales concretos del dialecto homérico, que no pienso sea este el lugar para recordar. Pero no encuentro trabajos nuevos sobre la formación del dialecto: me quedo, pues, con lo que dije. Sí los hay, en cambio, sobre la métrica y el sistema formulario, ya he hablado de ello. También quiero aludir al tema de la escritura60. Y señalo la nueva hipótesis histórica de J. Latacz, Troia und Homer: der Weg zur Lösung eines alten Rätsels, Múnich, Koehler und Amelang, 2001. 5. Los dialectos del primer milenio Ya dije que en la moderna bibliografía existe una fuerte tendencia a limitarse a descripciones de los dialectos. Brixhe y toda la escuela de Nancy han insistido mucho en que las descripciones que tenemos son apresuradas y esquemáticas, que hay que atender a las diferencias dentro de los dialectos, a puntos de vista sociales e históricos, etc.61 Todo esto es cierto, pero no era desconocido antes. No conocen
57 Cf. p. ej. H. Rodríguez Somolinos, El léxico de los poetas lesbios, Madrid, CSIC, 1998, sobre Hesíodo; M. Cantinela, Ricerche sulla dizione epica. I. Per uno studio della formularietà degli Inni Omerici, Roma, Ed. dell' Ateneo, 1982, sobre los Himnos. 58 Cf. J. Torres Guerra, «El Homero de Jenófanes», Emerita 67, 1999, pp. 75-80; W.A. Mahrom, Solon und die Tradition der epischen Sprache, Berlín 1994; M. Sotiriou, Pindarus Homericus, Gotinga, Vandenhoeck und Rupprecht, 1998; A.M. Storone Piazza, Ascoltando Omero: la concezione di linguaggio dall' epica ai tragici, Roma, Carocci, 1999; C. Piedrafita, La lengua del orador Andócides, Barcelona, PPU, 1996; P. Kyriakou, Homeric Hapax Legomena of Apollonius Rhodius, Stuttgart, Steiner, 1995. 59 60
Lexikalische Raritäten in Homer, Trier, Wissenschaftlicher Verlag, 1998.
Cf. R.D. Woodward, Greek Writing from Knossos to Homer, Oxford, University Press, 1997. Y las actas del Congreso Die Geschichte der Hellenischen Sprache und Schrift: vom 2. zum 1. Jahrtausend v. Chr. (N. Dimoudis y A. Kyriatsoulis eds.), Altenburg 1988. 61 El «manifiesto» fundacional de esta escuela está en el artículo de M. Bile, «Les dialectes grecs, ces inconnus», BSL 69, 1984, pp. 56-203. Cf. artículos de Brixhe como el incluido en el libro de Christidis, cit., pp. 107-112.
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estos autores, por ejemplo, mi libro La Dialectología griega, donde expongo mis ideas sobre el tema62. No creo que sean incompatibles con las suyas. La propuesta de aparcar provisionalmente el estudio genealógico e histórico no ha sido seguida, afortunadamente, por todos. Desde luego, no por mí, en La dialectología de 1998, seguida en lo fundamental en mi HLG, en que, aceptando el origen reciente, desde el s. VII a.C., de muchas de las diferenciaciones dialectales dentro del GOr., señalo que la diferenciación de los dialectos griegos fue progresiva: primero en el GC, luego dentro del GOr.: insisto en el prejuicio de hacer recientes e in situ todas las evoluciones. Y señalo las isoglosas comunes a GOr. y GO, creadas en torno al año 1000. Sobre todo: señalo que la división de los rasgos dialectales en arcaísmos / elecciones / innovaciones es esencial para establecer las etapas de la evolución, así como las confluencias. En la práctica, citando la teoría o no, esto ha sido seguido por todos. Véase, p. ej., trabajos como el de Marisa del Barrio sobre el euboico o el de K. Stüber sobre el jonio oriental63, entre muchos ejemplos que pudieran citarse. En definitiva, pese a la ofensiva en contra, el estudio genealógico de los dialectos ha seguido practicándose y está en la base, por ejemplo, de exposiciones generales como las de A. Bartoněk e Y. Duhoux, que ya he citado. O de varios artículos sobre el chipriota en el volumen dirigido por J. Karagheorgis64. Y del establecimiento de tres dialectos, ático, euboico y jonio, dentro del complejo llamado habitualmente jónico-ático, por M. del Barrio65. Pero no creo que haya habido avances sustanciales sobre el tema. La propuesta de ampliar con el macedonio el árbol genealógico de los dialectos griegos66 resulta por ahora problemática. Pero, la verdad, los nuevos estudios han aportado escasas cosas nuevas en el campo de la genealogía de los dialectos, con excepción de temas de detalle, como por ejemplo la relación entre eolio y jonio en Asia o el origen del dialecto de Cirene, en África67. 62
No cita mi libro, p. ej., Bile en su art. cit., ni Brixhe en su Bulletin Bibliographique en la REG 98, 1985. Esta no es manera aceptable de trabajar. 63 M. del Barrio, El dialecto euboico, Madrid, Ediciones Clásicas, 1991; K. Stüber, Zur dialektischen Einheit des Ostionischen, Innsbruck 1996. 64 Cf. J. Karagheorgis y O. Masson (eds.), The History of Greek Language in Cyprus, Nicosia, Zavallis Press, 1988. 65
M. del Barrio, El dialecto euboico, Madrid, Ediciones Clásicas, 1991. Cf. p. ej., C. Brixhe, «Un nouveau champ de la Dialectologie grecque: le macedonien», en A.C. Cassio (ed.), ΚΑΤΑ ∆ΙΑΛΕΚΤΟΝ. Atti del III Colloquio Internazionale de Dialettologia Greca, Nápoles, Ist. Univ. Orientale, 1999, pp. 41-71. 66
67 Cf., entre otra bibliografía, J.J. Moralejo, «Posición del dialecto lesbio», en Agud, A. et al. (eds.), Las lenguas de corpus y sus problemas lingüísticos, Salamanca, Universidad, 1996, pp. 111-127, «Jonismos en lesbio», en López Férez, J. A. (ed.), Desde los poemas homéricos hasta la prosa griega del siglo IV, Madrid, Ediciones Clásicas, 1999, pp. 275-299; R. Santiago, «Lesbismos en jonio: nuevos datos y revisión del problema», en Cassio, A. C. (ed.), ΚΑΤΑ ∆ΙΑΛΕΚΤΟΝ. Atti del III Colloquio Internazionale de Dialettologia Greca, Nápoles, Ist.
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Entiéndase, no entro aquí en el tema de la bibliografía de carácter fundamentalmente descriptivo sobre los dialectos, queda para otra exposición. 6. Los dialectos literarios desde el siglo VII Sí existen, en cambio, estudios sobre los distintos dialectos que, desde el siglo VII se difundieron por toda Grecia, adscribiéndose a determinados géneros literarios. Unos más homerizantes (elegía, epigrama, géneros hexamétricos), otros más próximos a géneros populares: el yambo jónico ante todo, seguido por la filosofía, la historiografía y la Ciencia médica. Abrieron el camino al ático y a la ciencia griega en general. Pero tampoco encuentro muchas novedades. Sí querría señalar que es importante el tema de oralidad y literatura, véase sobre él el reciente libro Orality and Literature in Ancient Greece (C. Worthington ed.), Leiden, Brill, 1996. Y otros más sobre los orígenes de la literatura escrita en Grecia68. Sobre el influjo ejercido en varios de estos géneros por la lengua homérica, ya he dicho algunas cosas y dado bibliografía, por ejemplo, sobre Empédocles y Solón. Por supuesto, solo a manera de ejemplificación. Para los lesbios, lo más notable es el libro de H. Rodríguez Somolinos sobre su léxico69. No hay mucho que añadir a lo que dije en mi HLG sobre los orígenes de la lengua de la lírica coral. Para Píndaro, aparte del libro ya citado sobre sus homerismos, y el de P. Hummel sobre su sintaxis70 hay, sobre todo, el libro de esta última autora sobre el epíteto pindárico71. A partir del epíteto tradicional homérico, Píndaro ha creado epítetos que son hapax, series, fórmulas, redes y resonancias con, a veces, una nueva semántica. Sobre todo, en cadenas que aluden al color, oscuridad, brillo, riqueza: algo nuevo que encaja dentro de su mundo. Es importante también el libro de O. Poltera sobre la lengua de Simónides72. Estudia la derivación, composición, formas dialectales dobles y su utilización, etc. Ha sido creada una nueva lengua, que tendrá importancia, también, para la tragedia. Y habría que añadir alguna bibliografía sobre la lengua de los corales del teatro y la lexis tragica en general73. Univ. Orientale, 1999, pp. 233-278; M.P. Hualde, «Eolismos en Jonia», Emerita 1997, pp. 221-256; F. Lonati, Grammatica delle inscrizioni Cirenaiche, Florencia, La Nuova Italia, 1990. 68 B. B. Powell, Writing and the Origins of Greek Literature, Cambridge 2002; H. Yunis (ed.), Written Texts and the Rise of Greek Culture in Ancient Greece, Cambridge 2003. 69 Citado en nota 57. 70 La syntaxe de Pindare, Lovaina - París, Peeters, 1993. 71
L' épithète pindarique, Berna, Peter Lang, 1999. Le langage de Simonide. Étude sur la tradition poétique et son renouvellement, Berna, Peter Lang, 1997. 73 P. ej.: sobre Esquilo, V. Citti, Eschilo e la lexis tragica, Amsterdam, Hakkert, 1994. Sobre Sófocles, F. Budelmann, The language of Sophocles, Cambridge 2000, presenta un título engañoso: no contiene nada propiamente lingüístico. 72
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Paso con esto al tema de la lengua literaria: el jonio, la primera. La verdad, no encuentro grandes aportaciones sobre los yambógrafos74 y los filósofos: aparte del tema de los homerismos, puedo citar, sin embargo, algunos trabajos sobre Heráclito75 y sobre Empédocles76. También sobre Heródoto, aunque sobre temas más bien marginales77. Más interés tienen los estudios sobre el tema de la lengua científica, iniciada por los jonios. Existen, en primer término, buenos estudios de A. López Eire y J.A. López Férez sobre la lengua de Hipócrates78. Y una obra colectiva, editada por el mismo López Férez, sobre la lengua científica griega79. Destaco, en este libro, entre otros, un trabajo de V. Boudon80 sobre la lengua científica, pero hay otros varios sobre la terminología médica. Otros trabajos interesantes a este respecto y en relación con el léxico científico griego en general, pueden encontrarse en Cien años de investigación semántica: de Michel Bréal a la actualidad, por ejemplo, el de F. Casadesús sobre la formación del vocabulario filosófico81. Puede decirse que el trabajo sobre la prosa literaria jonia sigue sobre el camino trazado anteriormente, sin grandes novedades. 7. El ático Ahora sí que llegamos a un terreno en el que los avances de la investigación son notables: el del dialecto ático, en las inscripciones, en la lengua hablada y en la literatura; y el de sus relaciones con el jónico. Y el de su protagonismo en el origen de la koiné, en cuyo estudio se ha avanzado también mucho. No me gusta repetirme, de manera que considero preferible, para las aportaciones más antiguas, enviar al lector a mi HLG, p. 133 ss. He expuesto allí las razones por las que Gorgias de Leontinos decidió en un momento dado cambiar el jónico por el ático como lengua de los escritos de los sofistas; qué apoyos halló en el 74
Quiero recordar el trabajo de E. Bowie, «Ionian Iambos and Attic Komoidia: Father and daughter or just cousins?», en Willi, A. (ed.), The Language of Greek Comedy: Introduction and Bibliographical Sketch, Oxford, University Press, 2000, pp. 33-50, de conclusiones más bien negativas. 75
S. N. Mouraviev, «Le dialecte d' Héraclite», Glotta 75, 1999, pp. 229-242.
76
M. L. Gemelli, La metamorfosi della tradizione. Mutamenti di significato e neologismi nel Peri Physeos di Empedocle, Bari, Levante, 1990. 77
Cf. p. ej., T. Lang, Repetition and variation in the short stories of Herodotus. Francfort del Meno, Athenaeum, 1987; H. Dik, Word Order in ancient Greek (Herodotus), Amsterdam, Gieben, 1995. 78 A. López Eire, «En torno a la lengua del Corpus Hippocraticum», Emerita 52, 1984, pp. 325-354; J.A. López Férez, «Problemas lingüísticos en el Corpus Hippocraticum: el tratado Sobre los Humores», Emerita 55, 1987, pp. 253-263. 79
J. A. López Férez (ed.), La lengua científica griega: orígenes, desarrollo e influjo en las lenguas modernas, Madrid 2000. 80 «Étude sur la langue scientifique grecque», pp. 165-171. 81 En dicho libro (M. Martínez Hernández ed.), Madrid, Ediciones Clásicas, 2000, pp. 1059-1070.
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ático mismo; cómo en Aristófanes y otros autores, tal Tucídides, también en lo que podemos imaginar sobre la lengua de Sócrates, encontramos antecedentes de lo que luego será la koiné; cómo la lengua literaria ática se creó bajo el influjo del jónico, mientras que, al contrario, numerosos aticismos se difundieron por Jonia y aun en otros dialectos. Cito en nota contribuciones sobre este tema de A. López Eire, cuyos escritos han sido importantes para el avance de nuestro conocimiento, y también algunas mías82. El estudio del ático en sus distintos niveles, de los coloquiales a los literarios, ha continuado en los últimos años. López Eire, a quien acabo de citar, aparte de contribuciones sobre el origen de la koiné de que hablaré luego, ha vuelto a insistir en la historia del ático83. Cree que existían presiones varias: las de las formas más económicas (innovaciones), las traídas por el comercio con los jonios y las de la alta cultura jonizante. Y hay ahora un libro entero, editado por A. Willi, sobre la lengua de la comedia ática84. El libro contiene una serie de estudios, más bien literarios, y promete menos de lo que ofrece, al menos para Aristófanes; Dover habla de «términos evaluativos», Slings de «figuras de dicción». La más interesante es la contribución del propio Willi85. Presenta la lengua cómica como una «Kunstsprache», que elige dentro de un amplio polimorfismo, distinguiéndose de la lengua trágica y del ático jonizante de la prosa. Interesante es el estudio de la actitud aristofánica ante las demás lenguas griegas, tema también estudiado por St. Calvin86. El resultado es semejante: había una conciencia de que todas eran variantes del griego bien comprendidas por todos; se usaban más por realismo que por hostilidad.
82
Sobre todo, para A. López Eire: «La lengua de la comedia aristofánica», Emerita 54, 1986, pp. 237-274; Ático, koiné y aticismo. Estudios sobre Aristófanes y Libanio, Murcia 1991; «Historia del ático a través de sus inscripciones», Zephyrus 47, 1994, pp. 157-188; La lengua coloquial de la comedia aristofánica, Murcia, Universidad, 1996. La lengua coloquial es uno de los registros que maneja Aristófanes. La coloca en relación con la situación, contexto, entonación y mímica y habla de cómo distorsiona la gramática y léxico, de sus funciones del lenguaje; y de cómo Aristófanes emplea recursos como son la deixis, las interjecciones, partículas, grados de comparación, lenguaje figurado, etc. También se ocupa de la falta de precisión, la elipsis y la simplificación, como contrapunto a los recursos expresivos y los «estimulantes conversacionales». Respecto a trabajos míos, recuerdo mi introducción a mi Tucídides (reeditado ahora en Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002, p. XXXI ss.) y «La lengua de Sócrates y su filosofía», Methexis 5, 1991, pp. 29-52 (recogido en Palabras e Ideas, Madrid, Ediciones Clásicas, 1992, pp. 251-278). 83
«Nouvelles données à propos de l' histoire de l'attique», en Cassio, A. C. (ed.), ΚΑΤΑ ∆ΙΑΛΕΚΤΟΝ. Atti del III Colloquio Internazionale de Dialettologia Greca, Nápoles, Ist. Univ. Orientale, 1997, pp. 73-107. También «Historia del ático a través de sus inscripciones», Zephyrus 51, 1998, pp. 175-194 y 52, 1999, pp. 221-278. 84
The Language of Greek Comedy, Oxford, University Press, 2000. A. Willi, «Languages on Stage: Aristophanic Language, Cultural History and Athenian Identity», pp. 111-149 de la obra citada. 85
86
Dialect in Aristophanes, Oxford, Clarendon Press, 1999.
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En fin, el estudio de la lengua cómica habría que completarlo con el de la lengua trágica, he citado un libro de V. Citti sobre Esquilo87. No veo grandes avances. Ahora bien, sobre la prosa sí que existen publicaciones nuevas. Así, sobre la Constitución de los Atenienses del Pseudo-Jenofonte, una obra importante para los orígenes de la prosa, un libro de J.A. Caballero88. La mayoría de las formas que no están en las inscripciones áticas se encuentran en obras literarias jónicas, que influyen también en el estilo de la obra. Cree ver en este «jónico-ático» de alta cultura el origen de la koiné helenística. Procede de una época en que había ya sofística y aún no retórica: estilo καί, léxis eiroméne, repeticiones, antítesis, sintaxis un tanto herodotea. Y hay bastante bibliografía reciente, dentro de este campo, ya sobre temas generales, ya sobre otros monográficos. Sobre los primeros, me gustaría recordar el libro de Dover sobre el estilo de la prosa89. Lo hago, pese a que la primera edición es de 1977, la de 1997 es una reimpresión, porque olvidé citarlo en mi HLG y es importante. Compara textos de Tucídides, Lisias, Andócides y Esquines para ver sus preferencias sintácticas, rítmicas, respecto a los coloquialismos, a palabras que van desapareciendo de la prosa ática, etc. En cuanto a los estudios monográficos, se puede recordar, por ejemplo, el libro de F. Cortés Gabaudan sobre fórmulas retóricas en la oratoria judicial ática90: estudia las fórmulas para la presentación de pruebas, de testigos, de súplica a los jueces, de introducción de la narración. Y ello en los diversos oradores, estableciendo así etapas evolutivas, rasgos personales, etc. En fin, tan solo para las publicaciones españolas referentes a autores individuales, me limito a remitir a mi «La Lingüística griega en España (1983-2000)», que ya he citado, donde aparecen trabajos de M.J. Martín Velasco sobre Esquines, de J. Redondo sobre Sófocles, de S. Macua sobre Menandro. 8. La koiné Voy a centrar este apartado en exponer lo más importante de cuatro libros publicados en esta fecha y que pienso contienen lo más esencial de nuestros conocimientos. Esto me da ocasión para aludir a algunos temas (origen de la koiné, fases y niveles, difusión) y a la bibliografía más importante. Aunque, después, me ocupa87
Estudia sobre todo las neoformaciones: creación de nuevas palabras en momentos decisivos de la acción trágica. Cf. también G. Matino, La sintassi di Eschilo, Nápoles 1998. Contiene buena bibliografía y amplio despojo de datos y detalles. Pero no hay en el libro intento alguno de comparación o estudio estilístico. 88 J. A. Caballero López, La lengua y el estilo de la República de los Atenienses del Pseudo-Jenofonte. Amsterdam, Hakkert, 1997. 89
K. Dover, The Evolution of Greek Prosa Style, Oxford, Clarendon Press, 1997.
90
F. Cortés Gabaudan, Fórmulas retóricas en la oratoria judicial ática, Salamanca, Universidad, 1986.
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ré de otra bibliografía. Expongo estos cuatro libros por el orden de publicación. Dejo fuera a R. Browning porque la primera edición es de 196991. Y añado, al final, indicación especial sobre alguna bibliografía reciente. 1. H. Tonnet, Histoire du grec moderne92. Aunque se ocupa sobre todo del griego medieval y moderno tiene una introducción sobre el antiguo y, sobre todo, el helenístico y romano. Habla con cierto detalle del griego de la koiné y sus fuentes, sobre todo los léxicos aticistas y los Evangelios. Y luego ofrece una descripción de la evolución fonética y morfológica: caída del espíritu áspero, evolución del sistema vocálico y la prosodia; declive del dativo y de la tercera declinación, cambios en el sistema verbal, en la sintaxis. Es una buena exposición, pero puramente gramatical y de carácter escolar. 2. G. Horrocks, Greek. A History of the Language and its Speakers, Londres - Nueva York, Longman, 1997. Es un libro bastante superficial para lo que respecta al griego arcaico y clásico, tratados como una mera introducción, pero importante para el griego de koiné y el posterior hasta hoy. He aquí algunos de sus temas: p. 27. Avance del «gran ático» como lengua administrativa. 33 ss. La koiné como una extensión del «gran ático». 37 ss.: La koinización de los antiguos dialectos, con el ejemplo (detallado) del beocio; 40. La koiné doria y el tsaconio. 41 ss. La koiné en los reinos helenísticos como lengua oficial, como compromiso entre una cierta evolución y el conservatismo (todo esto y mucho más sobre la decadencia del infinitivo, etc. ilustrado con ejemplos). 49. La koiné como la lengua de la prosa técnica. 50 ss. Reacciones contra la koiné, a saber, la poesía helenística, el asianismo y el aticismo; la literatura popular de la novela, con una lengua que tiende a lo artificial. 52 ss. La lengua de Menandro, que es la hablada en su tiempo y adaptada a la edad, el estatus social y el sexo de los que hablan (con excelentes ejemplos). 56 ss. Los Setenta. 60 ss. Diversidad local de la koiné (Egipto, Asia Menor). 65 ss. Tendencias en documentos privados, de lengua mucho más libre, incluso en fonética y morfología. 72 ss. El griego en el imperio romano: razones de la persistencia del griego, influjos recíprocos de las dos lenguas. 79 ss. Aticismo y segunda sofística, incluidos léxicos y gramáticas. 86 ss. La koiné oficial en el periodo republicano. 91 ss. La koiné coloquial: Epicteto, Nuevo Testamento. 95 ss. Niveles estilísticos en la literatura cristiana. 103 ss. La koiné hablada en el periodo romano: fonética, morfología. El de Horrocks es un libro importante, muy a tener en cuenta. Que, por razón de su fecha, yo no pude utilizar más que parcialmente en mi libro.
91 R. Browning, Medieval and Modern Greek, Cambridge, University Press, 1969 (2.ª ed. 1983; trad. griega, Atenas, Papadimas, 1991). Pese al título, contiene un capítulo, cierto que no muy amplio, sobre el griego de edad helenística y romana. 92 París, L' Asiatique, 1993. Trad. griega, Atenas, Papadimas, 1995.
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3. Mi Historia de la lengua griega, de 199993. Resumo brevemente esta parte del libro, con alusiones a la bibliografía utilizada. P. 161 ss. Origen y niveles de la koiné, con atención a la idea de V. Bubenik94 y A. López Eire95 de que la participación en ella del ático vulgar fue escasa. 165 ss. Difusión de la koiné. 167 ss. La koinización de los dialectos; cito a V. Bubenik 1989, R. Hodot96 (eolio de Asia), A. Panayotis97 (Calcídica), C. Brixhe98 (Caria, Licia, Laconia). 168 ss. La koiné coloquial, con el influjo en ella de otras lenguas, también la del griego de los Setenta y del Nuevo Testamento, cf. L. Zgusta99, etc. 171 ss. Influjo del latín en el griego, cf. E. García Domingo100. 173 ss. Variantes de la koiné coloquial y descripción general de la misma. 178 ss. La koiné literaria y sus escalones, incluyendo estudios específicos para varios autores. 180 ss. El aticismo. Es importante el libro de S. Wahlgren101. 184 ss. Evolución del léxico intelectual y científico, con aducción de varias obras publicadas en España. 187 ss. griego y latín en la República y el Imperio, con bibliografía como L. Zgusta 1980, H. Kajanto102, J. Kramer103. 192 ss. El latín helenizado y el greco-latín. 198 ss. El griego y las lenguas en torno: influjo en lenguas semíticas, egipcia, con bibliografía sobre Palestina (H. B. Rosén104, D. Sperber105, X. Sznol106) y Egipto (W. Clarysse107), entre otras regiones. 201 ss. Influjo en germánico, eslavo y árabe. Naturalmente, hay bibliografía fuera de aquí, por ejemplo, sobre Nubia108. 4. La ΙΣΤΟΡΙΑ ΤΗΣ ΕΛΛΗΝΙΚΗΣ ΓΛΩΣΣΑΣ editada por A.F. Christidis. Ya hablé más arriba de este libro. Por lo que se refiere a nuestro tema, cito algunos trabajos, como siempre, por páginas: pp. 442-450. E.B. Petrunias, Pronunciación en época helenística: muy correcto, sin las obsesiones habituales en los griegos sobre la pronunciación que 93
Hay algunas mejoras en la edición alemana de 2001 y la griega de 2002, citadas ambas antes.
94
V. Bubenik, Hellenistic and Roman Greece as a Sociolinguistic Area, Amsterdam 1989. «De l' attique à la koiné», cit.
95 96
Le dialecte éolien d' Asie, París 1990.
97
«Des dialectes à la koiné: l' exemple de la Chalcidique», Poikilia 10, pp. 191-228.
98
«Le grec en Carie et Lycie au IVe siècle», en Brixhe, C. (ed.), La koiné grecque antique, I, cit., pp. 59-82. 99 «Die Rolle des Griechischen in der römischen Kaiserzeit», en Neumann, G. y Untermann, J. (eds.), Die Sprachen im römischen Reich der Kaiserzeit, Colonia 1980, pp. 121-145. 100
Latinismos en la koiné, Salamanca 1978.
101
Sprachwandel im Griechischen der frühen Kaiserzeit, Gotemburgo 1995. «Minderheiten und ihre Sprachen in der Hauptstadt Rom», en Neumann, G. y Untermann, J. (eds.), cit., pp. 83-101. 102
103
«Der kaiserzeitliche griechisch-lateinische Sprachbund», en Ziele und Wege der Balkanklinguistik, Berlín 1983, pp. 115-131. 104 «Die Sprachsituation im römischen Palästina», en Neumann, G. y Untermann, J. (eds.), cit., pp. 215-239. 105
A Dictionary of Greek and Latin legal Terms in Rabbinic Literature, Bar Ilan 1984.
106
«Ejemplos del griego rabínico a través del tesoro lexicográfico del DGE», Emerita 57, 1989, pp. 329-343.
107
Greek loan words in Demotic, Lovaina 1987.
108
T. Hägg, «Greek in Upper Nubia», CRIPEL 17, 1998, pp. 113-119.
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llaman «erasmiana». 451-467. G. Horrocks, Morfología del clásico a la koiné. 469-471. V. Bubenik, sobre las koinés anatolias. Registra las variantes en inscripciones de fecha posterior a Cristo. 473-479. N. Delange, El griego judío (parataxis, frases nominales, estilo καί, etc.). 480-485. M. Janse, El griego del Nuevo Testamento. 662-670, La traducción de los Setenta. Hay buenos trabajos entre estos, por ejemplo, los relativos al Nuevo Testamento y a los Setenta. Y en otra serie referente a las relaciones del griego y lenguas diversas (tracio, frigio, cario, hebreo, copto, latín...) 5. Otra bibliografía. Hay bibliografía monográfica que querría presentar o sobre la que querría insistir. En primer lugar, la serie de publicaciones del grupo de Nancy que contienen, por otra parte, cosas citadas ya parcialmente. Se refieren a la koiné y sus problemas. En una buena medida son descripciones dialectales que no encajan exactamente en mi tema. El volumen I, de 1993, Une langue introuvable?, dirigido por C. Brixhe, contiene, entre otro material interesante, el artículo del propio Brixhe y de Hodot «À chacun sa koiné?», en que insisten sobre el carácter absolutamente vario y cambiante de la koiné, según niveles, geografía, etc. Y sigue el debate sobre el origen de la koiné: según Consani, no del ático vulgar, sino de la lengua administrativa y de los escritores. La problemática es tratada igualmente por A. López Eire (pp. 41-57 «Del ático a la koiné»: en el siglo V había influjos recíprocos del ático y el jónico, lucha entre el ático conversacional y el formulario arcaico, innovaciones luego recogidas por la koiné). Otro trabajo, de Brixhe (pp. 59-82, «Le grec en Carie et Lycie») explica las circunstancias de la llegada del griego a estos lugares, para formar un ático de koiné. El vol. II, de 1996, La concurrence, contiene un articulo de A. López Eire (pp. 7-42, «L'influence de l'ionien-attique sur les autres dialectes épigraphiques») que ilumina desde otro punto de vista los orígenes de la koiné. Otra serie de artículos (pp. 43-92, G. Vottero «Koinaí et koiné dans la documentation épigraphique»; C. Brixhe, «Les IIe et le Ier siècles dans l' histoire linguistique de Laconie et la notion de koiné»; 113-132, C. Consani: «Koinaí et koiné dans la documentation épigraphique de l'Italie Meridionale», 133-146, M. Bile «Une koiná est-égeenne?») presentan un nuevo tema: el de las lenguas comunes de base doria que al final sucumbieron ante la koiné jónico-ática. En fin, el vol. III, de 1998, Les contacts, se ocupa del contacto del griego con otras lenguas y su papel de modelo para la tradición latina y posterior. E igual el IV, de 1999, Langues en contact dans l' Antiquité. Aspects lexicaux. Otro tema relativo a la koiné y que ha producido una vasta bibliografía es el de la lengua de los Setenta y la del Nuevo Testamento. Ya he hablado de él. La bibliografía es inabarcable. Repasando el último número de L'Année Philologique encuentro el
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libro colectivo editado por Porter y Evans sobre el lenguaje del Nuevo Testamento109, un libro de J.A. Artés Hernández sobre los «Hechos Apócrifos» de Pedro y Pablo110, un trabajo de A. Passoni dell'Acqua sobre griego bíblico y koiné111, otro de G. Walser sobre el griego de la antigua sinagoga112. Y lo mismo podría decirse de la lengua de la literatura griega en la época del imperio. Cito, por ejemplo, en ese mismo volumen: J.A. Artés sobre las Efesiacas113, L. Torraca sobre las Moralia de Plutarco114, Redondo sobre Josefo115. Esto es, naturalmente, solo una muestra. Pero mientras que sobre el griego de los Setenta y del Nuevo Testamento hay realmente una teoría general y un consenso, sobre la literatura griega en general, cristiana o no, aticista o no, no existen grandes estudios de conjunto. La clasificación de los distintos tipos de koiné literaria, que planteé en mis Estudios sobre el léxico de las fábulas esópicas en el lejano 1948, apenas ha avanzado. En estos últimos años puede citarse, lo más, un libro de K. Hult que compara rasgos sintácticos de varios autores del siglo V d.C.116 De lo que sí se podría hablar ampliamente es del léxico. Pero no me queda ya espacio y pertenece, más bien, a otra ponencia. 9. Conclusiones Desde mi punto de vista, sin duda personal (después de todo soy autor de una Historia de la Lengua Griega de la que he extraído abundante material en estas páginas), la investigación que nos ocupa presenta un balance mixto. La verdad, para lo relativo a la genealogía de los dialectos griegos a partir de una determinada rama del indoeuropeo y del griego común, encuentro más bien un estancamiento. La revolución que trajeron Chadwick, Risch y Porzig y que colocó en fecha reciente, postmicénica, el origen de los dialectos griegos, está hoy día afirmada. Pero, con todos sus méritos, ha creado problema al estudio de las más antiguas diferenciaciones del griego, que sigo creyendo que se iniciaron en el griego común. Y problemas a la interpretación del dialecto homérico: del que debió ser en la época oral, en el segundo milenio, y el que fue luego cuando los poemas se escribieron en el siglo VIII. 109
S. E. Porter y C.A. Evans (eds.), New Testament. Text and language, Sheffield 1997.
110
Estudios sobre la lengua de los «Hechos Apócrifos» de Pedro y Pablo, Murcia 1999.
111
«Greco biblico e koiné», Aegyptus 79, 1999, pp. 157-166.
112
The Greek of the Old Synagogue, Lund 2001.
113
«Las Efesiacas de Jenofonte de Éfeso y los Hechos apócrifos de Pedro y Pablo», Minerva 11, 1997, pp. 33-53. 114
«Problemi di lingua e stile nei Moralia di Plutarco», ANRW II 34(4), pp. 3487-3510.
115
«The Greek literary language of the Hebrew historian Josephus», Hermes 128, 2000, pp. 420-434.
116
Syntactic Variation in Greek of the 5th Century A.D., en las Actas de la Universidad de Goteburg, 1990.
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Sobre estos temas he presentado mis aportaciones: sobre todo, aparte del libro citado, mi otro libro, La dialectología griega, entre otras cosas. Parece que no han encontrado mucho eco y que ni siquiera son conocidos por autores como Brixhe. Sobre algunos temas, se sigue repitiendo lo mismo de siempre. La falta de información bibliográfica en nuestras ciencias es, simplemente, monstruosa. Se ha añadido, eso sí, una nueva dirección tomada por los estudios dialectológicos, dirección más bien descriptiva y sociológica que ha producido estudios importantes: algo he dicho, la descripción de los dialectos epigráficos pertenece a otra ponencia. Pero este avance ha tenido una contrapartida que yo, al menos, lamento: la disminución en volumen y originalidad de los estudios sobre la genealogía de los dialectos. Respecto a los dialectos literarios, los últimos veinte años han producido estudios interesantes, pero no grandes novedades. Las mismas líneas continúan. Esto es satisfactorio. El gran avance está, sin embargo, en mi opinión, en los últimos temas de estudio que me han ocupado: el del ático y su creación, el de su evolución hacia la koiné, el de los distintos tipos de koiné, el de su relación con el latín y otras lenguas, etc. Aunque dentro de la koiné hay temas más estudiados y otros menos. La koiné literaria de época imperial (mejor dicho, sus varios niveles) merece hasta ahora estudios parciales, solamente. La lengua griega es, en conjunto, una unidad, que traté de reflejar en mi libro tantas veces citado. Lástima tener que dejar el tema en este punto. El desarrollo del griego en Bizancio y el influjo del griego antiguo (en menor medida el bizantino), a través de diversas vías para llegar a nuestras lenguas y literaturas, es un tema fascinante. Pero no entra dentro del planteamiento que hemos hecho para este ciclo de conferencias.
9 DIALECTOLOGÍA MARISA DEL BARRIO VEGA Universidad Complutense de Madrid
I. INTRODUCCIÓN El ingente número de publicaciones sobre Dialectología Griega aparecidas en los últimos veinte años rebasa con creces el espacio de que disponemos, por lo que, salvo excepciones, ha sido necesario dejar fuera diversas contribuciones sobre hechos muy puntuales, especialmente aquellas que pueden ser incluidas en otros informes de este volumen. Las interferencias con otras materias (Fonética, Morfología, Micénico, Epigrafía e Historia de la Lengua) son inevitables. Cuestiones como los dialectos literarios, la situación dialectal en el II milenio o las diferentes koinaí (de base jónico-ática o no) están a caballo entre la Dialectología y la Historia de la Lengua, por lo que en esos apartados me limito a las cuestiones más directamente relacionadas con los dialectos epicóricos. Asimismo, cuando un autor trata la misma cuestión en diferentes trabajos, por lo general sólo cito el más elaborado (no siempre el más reciente), donde fácilmente se pueden encontrar las otras referencias. Por razones de espacio, y salvo excepciones, aquellos trabajos que podrían ser incluidos en más de un apartado son citados sólo en uno. II. ESTADOS DE LA CUESTIÓN. CONGRESOS ET ALIA Contamos con varios estados de la cuestión anteriores al presente informe. A los trabajos de Adrados 1984 y 1998 y Santiago 1997 hay que añadir dos boletines críticos dedicados a los dialectos griegos, publicados en la REG: Dialectologie Grecque I, dedicado a las obras generales, al jónico-ático, a los dialectos eolios y al grupo *aqueo+ (arcadochipriota y panfilio), y Dialectologie Grecque II, sobre los dialectos dorios y del Noroeste. Los dos contienen útiles comentarios, más o menos extensos, sobre los trabajos citados. Hay un tercer boletín monográfico sobre la koiné, Dialectologie Grecque III, con referencias esporádicas a los dialectos. El interés actual por los dialectos griegos ha dado lugar a varios Congresos Internacionales de Dialectología Griega: 1986 en Pont-àMousson (Verbum 10), 1991 en Madrid (Dialectologica Graeca), 1996 en Nápoles e Ischia (Cassio 1999a) y 2001 en Berlín. Hay actas publicadas de los tres primeros y están por F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 245-271
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aparecer las del último. Hay que añadir además las Actas de diversas sesiones dialectológicas celebradas en Aussois, Dijon y Nancy (Lalies 9, Verbum 18 y 23, Gortyne). Citemos por último los artículos dedicados a los dialectos griegos en el Neue Pauly (DNP), la mayoría a cargo de García Ramón (a Binder se debe la evolución en época postclásica), s.vv. *Griechische Dialekte+, *Aiolisch (Lesbisch)+, *Arkadisch+, *Attisch+, *Boiotisch+, *Dorisch-Nordwestgriechisch+, *Ionisch+, *Kyprisch+, *Makedonisch+, *Pamphylisch+, *Thessalisch+. III. ÚLTIMAS TENDENCIAS EN LA DIALECTOLOGÍA GRIEGA. LA *ESCUELA DE NANCY+ Y SUS *MANIFIESTOS+ El comienzo de la Dialectología Griega de estas dos décadas ha estado marcado por los postulados de Brixhe y sus discípulos, la llamada *Escuela de Nancy+ (cf. Brixhe 2003), recogidos en su célebre *manifiesto+ de 1984. En él, Bile, Brixhe y Hodot señalan los defectos de la Dialectología Griega actual (obsesión comparatista y comparación de dialectos mal conocidos, falta de espíritu crítico ante los datos de las ediciones epigráficas y uso de documentación de segunda mano, excesivo conservadurismo, ignorancia de la descripción sincrónica y funcional...) y llaman la atención sobre diversas cuestiones, principalmente la importancia de los factores extralingüísticos. Gran parte de sus observaciones son quizá menos novedosas de lo que pretenden sus autores. En la misma línea Brixhe 1987, 1990a, 1990b y 2003 hace de nuevo una serie de consideraciones generales sobre Dialectología Griega y otras cuestiones más o menos relacionadas: prevención contra el *aticocentrismo+, distinción de un código escrito junto a un código hablado, dificultades del dialectólogo a la hora de interpretar ese código escrito, pobreza de los estudios sobre sintaxis y léxico dialectales, importancia de la onomástica... IV. GRAMÁTICAS DIALECTALES: DESCRIPCIÓN FRENTE A COMPARACIÓN Una cuestión que siempre ha atraído la atención de los dialectólogos del griego antiguo, sobre todo a partir de los trabajos de Porzig y Risch de mediados del s. XX, ha sido la clasificación de los dialectos griegos. Pero, como indican Bile, Brixhe y Hodot 1984, muchas veces se ha operado con dialectos poco documentados o mal estudiados, cuando, solamente si se parte de dialectos bien conocidos, se podrá establecer correctamente las relaciones interdialectales. Por otra parte, el hallazgo de nuevo material epigráfico y la elaboración de nuevos corpora de inscripciones (véase el capítulo de Epigrafía) han permitido aumentar nuestra documentación dialectal y precisar, o incluso modificar, nuestros conocimientos sobre algunos dialectos (cf. el caso del macedonio), hasta el punto de que los antiguos manuales han quedado en gran parte desfasados. Por ello, en los últimos años se tiende a realizar estudios exhaustivos sobre los dialectos griegos, basados en datos de primera mano, y a establecer sus variantes in-
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tradialectales (cf. tesalio y cretense). Algunos dialectos son privilegiados y cuentan con más de un estudio, como el eleo, el laconio o el cretense (véanse los diversos apartados dialectales). Otros todavía siguen esperando su momento. V. VALIDEZ DEL MÉTODO COMPARATIVO Pero la descripción y mejor conocimiento de los diferentes dialectos no debe excluir la posterior comparación entre ellos. Tras compartir la crítica de los autores del *manifiesto de Nancy+ a la *obsesión comparatista+ de la mayoría de los dialectólogos modernos, Morpurgo 1992 intenta determinar si el método de comparación y reconstrucción genética es aplicable a la dialectología griega o si lo impiden las influencias y contaminaciones interdialectales. Para ello utiliza el ejemplo del arcadio y del chipriota: los rasgos de la lengua reconstruida a partir de estos dos dialectos son compatibles con los que conocemos del micénico, lo que confirma la validez de nuestras técnicas de reconstrucción. La cruz de la moneda la constituye el panfilio, dialecto cuyo árbol genealógico, como indica Brixhe 1990a, es imposible reconstruir, ya que se ha formado en su asentamiento histórico por capas sucesivas. Junto al parentesco genético —concluye Brixhe— hay que tener en cuenta el parentesco *osmótico+, nacido del contacto interdialectal. VI. EL VOCALISMO COMO CRITERIO PRIORITARIO PARA CLASIFICAR LOS DIALECTOS
También en los últimos años se ha cuestionado la excesiva importancia que los estudios de dialectología suelen dar al tipo de vocalismo resultante de alargamientos y contracciones, y su validez como criterio prioritario en la clasificación de los dialectos griegos. En primer lugar, cada vez son más los que piensan que el vocalismo mitior no es una innovación respecto al severior, sino lo contrario (véase cap. 11, Fonética ' XI; un estado de la cuestión en Del Barrio 1998). Segundo, el tipo de vocalismo es un rasgo que no puede ser controlado hasta una fecha relativamente tardía, cuando el alfabeto jónico sustituye a los alfabetos epicóricos. Tercero, no son infrecuentes los casos de cambio de vocalismo por influencia de los dialectos vecinos (cf. infra ' IX). VII. DOS PARCELAS MARGINADAS EN LA DIALECTOLOGÍA GRIEGA 7.1. Sintaxis dialectal Salvo alguna excepción (como el estudio de Hermann sobre las subordinadas o el de Günther sobre las preposiciones en las inscripciones dialectales), hasta hace pocos años la Sintaxis ha estado casi ausente de los estudios de dialectología griega. El hecho
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suele justificarse por el contenido de las inscripciones dialectales y su carácter altamente formulario, con datos reiterativos poco útiles para un estudio sintáctico. Asimismo, como señala Brixhe 1987, p. 281 y 1990a, p. 30, la sintaxis da la impresión de haber *sufrido+ relativamente poco la fragmentación dialectal: los sistemas sintácticos propiamente dichos parecen haber diferido mucho menos que los otros (fonológico, morfológico o léxico), y los estudiosos se limitan a mencionar las discrepancias respecto al ático. Pero en los últimos años un creciente interés por la sintaxis de los diferentes dialectos ha dado lugar a una serie de estudios —de valor muy diverso— sobre determinadas cuestiones: las preposiciones en arcado-chipriota (Luraghi 1984) y en cretense (Martínez-Fernández 1991-95), las partículas modales en arcadio (Hodot 1990d y Morpurgo 1997), las condicionales en arcadio, lesbio y beocio (Hodot 1993), el supuesto valor espacial de ὡς en Teócrito y en inscripciones dialectales (Méndez Dosuna 1999), y la sintaxis de las inscripciones de Éfeso (Murcia Ortuño 1999) y de las Tablas de Heraclea (Bile 1995-96 y 1999). Una de las cuestiones de más actualidad es el empleo de los modos en los dialectos griegos (algunos usos del optativo y del subjuntivo en inscripciones dialectales ya había sido tratado por Crespo 1993), de los que los textos epigráficos de carácter legislativo ofrecen bastantes datos. Este es precisamente el tema de un volumen colectivo (Verbum 23, 2001), cuyas contribuciones tratan en su mayor parte del empleo del optativo en los diversos dialectos: en arcadio (Lillo), en laconio, mesenio y rodio (Striano) y en cirenaico y eleo (Dobias-Lalou y Minon). Para Méndez Dosuna 2001c el empleo del optativo oblicuo en los iamata de Epidauro, más que del dialecto local procedería de Heródoto, o incluso de una literatura aretalógica escrita en jónico de la que sólo conservamos restos indirectos. Del imperativo (y futuro prescriptivo) y el infinitivo pro imperativo en la Leyes de Gortina trata García Ramón y de los modos en el Testamento de Epicteta (IG XII 3, 330) Bile. 7.2. Léxico dialectal En su línea habitual, Bile y Hodot 1987 señalan la escasa atención que los estudios de dialectología griega han prestado tradicionalmente al léxico de las inscripciones. Pero hay que tener en cuenta que un estudio léxico con buenos resultados en el mejor de los casos sólo es posible en aquellos dialectos que disponen de un corpus relativamente extenso. Sin embargo, también en los últimos años está creciendo el interés por el léxico dialectal. Sobre el léxico del jónico de Asia Menor trata Hernández 1987 y 1994, sobre el de las inscripciones de Arcadia y su relación con el léxico micénico y el de Homero González Caballo 1984. Sobre el vocabulario de las magistraturas de Tera y Cirene Dobias-Lalou 1999 y sobre los nombres cretenses de parentesco Bile 1987. Del léxico macedonio procedente principalmente de las glosas macedonias trata Thavoris 1999. Asimismo, han aparecido dos léxicos del chipriota (Egetmeyer 1992 y Hintze 1993) y otro del cirenaico (Marengo 1991). Por su parte, López Eire 1988-89, 1993, 1994,
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1999 y Morpurgo 1999 destacan la importancia del léxico, sobre todo en las fórmulas y otras expresiones recurrentes, como vía de difusión de elementos dialectales y de la koiné. Especial atención ha recibido la onomástica dialectal, gracias a la existencia hoy día de repertorios onomásticos que facilitan la labor del investigador (Fraser y Matthews 1987, 1997 y 2000, Osborne y Byrne 1994). Hay que destacar los numerosos trabajos de Masson (recogidos en Masson 1990-2000). Una y otra vez se llama la atención sobre el carácter conservador de los antropónimos, que conservan rasgos lingüísticos ya desaparecidos en la lengua (Masson 1987, Morpurgo 2000). Por su parte, García Ramón 1999b destaca la importancia del método comparativo para interpretar algunos nombres griegos. Morpurgo 2000 analiza el diferente comportamiento del arcadio y del chipriota en la conservación de la onomástica dialectal. Striano 1990b, 1993 y 1994 estudia la antroponimia de Laconia, Rodas y Cos, y Vottéro 1985 y 1993 la de Beocia. Aspectos de la onomástica de Sicilia han sido tratados por Curbera 1994a. Hatzopoulos 2000 destaca la importancia de la onomástica macedonia para nuestro conocimiento sobre el origen de los macedonios y de su lengua. Sobre la onomástica focea cf. ' IX y sobre la panfilia ' XX. En el terreno de la toponimia, Del Barrio 1997 y 1999 analiza detalladamente dos ingeniosas propuestas de Knoepfler 1985 y 2000 sobre los topónimos ῎Αργουρα y ᾿Ωρωπός, dos formas dialectales con rotacismo eretrio. VIII. FACTORES EXTRALINGÜÍSTICOS Desde siempre los dialectólogos han reconocido la influencia de los factores extralingüísticos (históricos, políticos, sociales) en los dialectos griegos, quizás más en las últimas décadas por los avances de los estudios en las disciplinas implicadas, que nos han aportado nuevos datos. El mesenio es un buen ejemplo de lo que la Historia puede aportar a la Dialectología. No tenemos datos que nos permitan conocer cómo era el dialecto hablado en Mesenia antes de la conquista espartana. Generalmente se piensa que sería un dialecto dorio parecido al laconio arcaico que desapareció tras la dominación laconia (cf. Bartoněk). Pero recientes estudios (Hall 2003) cuestionan no sólo la existencia de una *identidad+ mesenia antes de la conquista espartana, sino incluso el origen dorio de los mesenios. Si esto es así, y los primitivos mesenios no eran dorios sino herederos de la población predoria del Peloponeso, su(s) dialecto(s) sería(n) de tipo oriental. Como muestra Morpurgo 1993, Oropo es otro ejemplo de la influencia de la geografía y de la historia sobre los avatares en el empleo de un dialecto u otro (eretrio, beocio o ático, en este caso). Hodot 1995-96 atribuye el empleo de la koiné en Pérgamo como lengua vehicular y oficial, en lugar del lesbio, a la situación política y cultural de esta ciudad. Basándose en las fórmulas de juramento de los tratados, Crespo 2004 concluye que el estado ateniense seguía una política lingüística para la difusión del ático, que habría sido decisiva para la creación y expansión de la koiné. Brixhe 1999a atribuye a
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causas políticas (deseo de la clase alta macedonia de integrarse en el mundo griego) el abandono del macedonio, relegado al uso privado, y la temprana adopción del ático, al menos como lengua escrita. La hipótesis del mismo autor (1985) de que determinados hechos fonéticos del beocio (Θεόφειστος, τιούχα, ἀνέθειαν ...) se deberían a un aumento de energía articulatoria, posiblemente ligada a circunstancias históricas, nos parece poco creíble y, cuanto menos, indemostrable. También a la dialectología han llegado las tendencias sociolingüísticas. Pero solamente en dialectos con abundante documentación son posibles estudios de este tipo y, aun así, toda cautela es poca para no caer en excesos (sobre las dificultades de su aplicación al griego antiguo y sus dialectos, véase cap. 11 Fonética, ' III). La existencia de sociolectos se ha aplicado a la evolución del vocalismo ático (Teodorsson 1987, Duhoux 1987, Del Barrio 1994a: véase cap. 11, ' XI), y según Colvin 2004 una de las variantes sociales áticas emplearía δδ en lugar de ζ (véase cap. 11, ' VI). El empleo en Chipre del silabario o del alfabeto suele atribuirse también a factores sociales (Brixhe 1988a, Consani 1986 y Bazemore 2000). Por último, Brixhe 1996 atribuye el renacimiento del laconio en época imperial a causas sociolingüísticas: el dialecto, desplazado por la koiné en las clases dominantes, se habría refugiado en el ámbito religioso. IX. DIALECTOS Y COLONIZACIÓN Cabe esperar que la lengua de una colonia presente los mismos rasgos que la de su metrópoli, pero en principio sólo en la época en que se produjo la fundación; después puede haber evolucionado de manera diferente, a veces por influencia de la(s) lengua(s) indígena(s) o de otras colonias vecinas1. Este es el caso de Acaya y los locrios de Grecia respecto a sus colonias de Italia: las metrópolis presentan un vocalismo de tipo mitior y las colonias de tipo severior. Tradicionalmente (cf. Bartoněk) se pensaba que eran las colonias las que habían conservado la situación originaria, mientras que las respectivas metrópolis habrían innovado por influencia de los dialectos vecinos. Como muestra Méndez Dosuna 1985, pp. 30-36 y 275-276, 1991, pp. 38-42, lo que ha ocurrido es exactamente lo contrario: el vocalismo originario de tipo mitior de las colonias se ha simplificado por influencia del vocalismo severior de las colonias vecinas, Tarento y Heraclea. Un ejemplo de concordancia lingüística entre metrópoli y colonias lo tenemos probablemente en el caso de las colonias occidentales foceas. Hasta hace poco, la escasez de inscripciones dialectales procedentes de España y de Francia, junto con la casi inexistencia de la epigrafía focea, dificultaba la comparación de las respectivas lenguas. Sin embargo, diversos hallazgos en la década de los ochenta nos permiten ahora conocer mejor el griego dialectal de estas regiones y compararlo con el de Focea y zo1
En ocasiones, la falta de datos en la metrópoli se suple con los datos procedentes de sus colonias, como es el caso de Focea (véase infra), Acaya y Mégara (cf. ' XVIII).
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nas vecinas de Jonia. En efecto, las famosas cartas en plomo de Pech Maho y de Ampurias, objeto de numerosos estudios (véanse las referencias en Santiago 1993 y Decourt 2000) presentan rasgos jónicos (᾿Εμποριτέων, κεῖν’, ὀκόσο), e incluso algunos eolismos que son fácilmente atribuibles al dialecto de la metrópoli (᾿Εμππορίταισιν, ωἶσι). Asimismo, hoy disponemos de más datos que nos confirman, como ya señalaba L. Robert, el carácter jónico y conservador de la onomástica de Ampurias y Marsella y su importancia para conocer la onomástica de la metrópoli Focea (Masson 1985, Curbera 1997). Un caso especial es el de Eretria y su colonia Oropo, cuya proximidad geográfica pudo haber favorecido una evolución lingüística conjunta posterior a la fundación (Del Barrio 1995). X. LA NOCIÓN DE *DIALECTO+ ENTRE LOS GRIEGOS En estos años ha despertado cierto interés el concepto de dialecto en Grecia antigua. Para Morpurgo 1987, aunque antes de la koiné no existía en Grecia una lengua estándar en referencia a la cual los diferentes dialectos griegos eran sentidos como tales, ya en el s. V a.C. los hablantes griegos tenían una noción abstracta del griego como una lengua común que englobaba los diferentes dialectos. Consani 1991 presenta una exhaustiva recopilación de testimonios antiguos y analiza la evolución del concepto de dialecto en Grecia desde época arcaica hasta época bizantina. Entre otras cuestiones, Consani señala que las especulaciones de los gramáticos tardoantiguos sobre la koiné como origen de los dialectos sólo tienen sentido si con el término *dialecto+ se referían no a los dialectos antiguos sino a las variantes regionales de la koiné (cf. ' XXI). Por su parte, Werner 1991 parte del pasaje de Platón Protágoras 341C, y plantea la cuestión de hasta qué punto un griego era capaz de comprender otros dialectos diferentes al suyo, especialmente los dialectos literarios. Precisamente Cassio 1993b se ocupa de cómo veían los gramáticos griegos antiguos la relación entre los dialectos epicóricos —y sus variantes— y los dialectos literarios. XI. DIALECTOS EPICÓRICOS Y DIALECTOS LITERARIOS El estudio de los dialectos literarios corresponde más bien a la Historia de la Lengua, por lo que aquí vamos a limitarnos a aquellos trabajos que se ocupan de su relación con los dialectos locales o hablados. Como señala Hodot 1990b, por lo general ambos tipos de dialectos son tratados separadamente, y los estudios sobre dialectología suelen excluir los dialectos literarios, lo cual está en cierta manera justificado por su carácter artificial. Sin embargo, en los últimos años han aparecido diversos estudios sobre la relación entre algunos dialectos literarios y determinados dialectos epicóricos. Es el caso del lesbio de Safo y Alceo, cuya lengua —como acertadamente señala Hodot, ob. cit.— no puede ser utilizada como muestra del lesbio hablado en el s. VI a.C.,
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pues pertenece a una tradición literaria y presenta numerosos elementos no lesbios. Paradójicamente, las inscripciones dialectales que, tras un periodo de decadencia ante la koiné, vuelven a reaparecer en época imperial, están más próximas a la lengua de Safo y Alceo que las de los siglos V y IV a.C. Como la mayoría, también Hodot 1990b piensa que estamos ante un empleo artificial del lesbio (en contra Cassio 1986: véase infra ' XVI) y sostiene que para dar a sus textos un colorido dialectal sus autores se habrían inspirado, no en la tradición epigráfica anterior, sino en los textos de Safo y Alceo, por lo que estas inscripciones podrían ayudarnos a establecer algunos de los rasgos de la lengua de estos poetas. Hace bastantes años, Risch explicaba los rasgos de la lengua de Alcmán extraños al laconio como el resultado de la *normalización+ a la que los filólogos alejandrinos habrían sometido el texto del poeta, tomando como modelo el dialecto dorio que les era más familiar, el dorio de la vecina Cirene. Esta teoría, que ha gozado de bastante aceptación, ha sido recientemente criticada por Cassio 1993a, que considera ajeno a los filólogos alejandrinos el modo de proceder que les atribuye Risch. Según Hinge 2002, los rasgos laconios de Alcmán, métricamente intercambiables, pertenecerían a la *estructura superficial+, vinculada con la representación de las composiciones, frente a la *estructura profunda+, compuesta por los rasgos métricamente no intercambiables. Los idilios de Teócrito escritos en dorio presentan algunos rasgos de interpretación discutida. Inspirándose en la hipótesis de Risch para Alcmán, Ruijgh 1984 los atribuye al cirenaico, pero no al dialecto originario, sino al cirenaico *ptolemaico+ hablado en Egipto por los inmigrantes cireneos y que se caracterizaría por una gran influencia de la koiné ática. Pero, aparte de lo indemostrable de la teoría (no hay datos que confirmen la existencia de este cirenaico *ptolemaico+2), algunos rasgos (por ejemplo, las formas de acusativo de plural -ως) siguen sin explicación. Por su parte, Molinos Tejada 1990, pp. 377-378 cree posible que Teócrito utilizara en un mismo idilio diversas variantes dialectales para caracterizar la lengua de los diferentes personajes y que esta diferencia se perdiera con la transmisión (algo parecido propone Ruijgh 1984 para la distribución de las grafías σδ y ζ en Las siracusanas). Cassio 1999b explica las formas de futuro dorio contractas (λεξοῦμαι) en autores de Siracusa como Epicarmo y Sofrón, en lugar de las no contractas esperables (λεξέομαι), como un desarrollo auténtico y antiguo del dialecto local, y no debidas a aticizaciones secundarias. Según el autor, estaríamos ante un proceso semejante al que Méndez Dosuna propone para la llamada *metátesis de cantidad+ (véase cap. 11 Fonética: ' XI).
2 Claramente estamos ante un círculo vicioso: Ruijgh explica algunos rasgos del dorio de Teócrito atribuyéndolos a un dialecto, la variante cirenaica *ptolemaica+, cuya existencia basa precisamente en la lengua de Teócrito.
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XII. ARISTÓFANES Y LOS DIALECTOS GRIEGOS También han despertado interés los pasajes dialectales de la Comedia Antigua, especialmente de Aristófanes, quien en Lisístrata y Acarnienses presenta a diversos personajes no atenienses hablando en sus respectivos dialectos, concretamente en beocio, laconio y megarense. Verbaarschot 1988 critica la tendencia de los editores modernos a *corregir+, no siempre de modo coherente, los pasajes dialectales del comediógrafo a favor de las formas dialectales *puras+ para hacer hablar a los personajes lo más *fielmente+ al dialecto. Por el contrario Palumbo Stracca 1991-92, que, como Verbaarschot, se limita al análisis de Los acarnienses, atribuye las incoherencias en el vocalismo de los pasajes en megarense (coexistencia de ει y η, ου y ω) a la tradición manuscrita. Colvin 1999 (id. 2000) observa que los rasgos dialectales de estos pasajes suelen coincidir con los de las fuentes epigráficas y concluye que a) en general, los atenienses tenían cierta familiaridad con los otros dialectos griegos, b) la función de estos pasajes dialectales no es sólo hacer reír, sino también contribuir al realismo. Brixhe 1988b intenta extraer información sobre el ático *vulgar+ a partir de los pasajes griegos puestos en boca de extranjeros (como el arquero escita de Tesmoforiousas), muchos de cuyos rasgos (como la confusión en las cantidades vocálicas y entre la voz media y la voz activa) debían de proceder de la lengua hablada por la clase baja ateniense. Ello se debería a que con frecuencia los extranjeros, sobre todo los esclavos, aprendían el ático de las capas más humildes de la población ateniense. En contra se pronuncia Willi 2003, cap. 7 (véase cap. 11 Fonética: ' XI). XIII. LOS DIALECTOS GRIEGOS EN EL II MILENIO Y EN LA EDAD *OSCURA+ Aunque con menos furor que en décadas anteriores, la situación dialectal en el II milenio sigue despertando el interés de los dialectólogos. Morpurgo 1992 compara el protoarcado-chipriota reconstruido a partir de los rasgos de ambos dialectos con el micénico (véase supra: ' V). La cuestión de la posición del grupo eolio se centra principalmente en la relación del lesbio con los dialectos meridionales (cf. ' XVI). Para la situación de los dialectos occidentales, véase ' XVII. Para el grueso de los estudios que podrían incluirse en esta sección remitimos a los informes de Micénico y de Historia de la Lengua. Aquí nos limitaremos a citar algunos que tratan principalmente de la llamada edad *oscura+, cuando se conforma la situación dialectal que encontramos en el I milenio. En dos trabajos similares (1987 y 1991), útiles pero poco novedosos, Bartoněk se ocupa de la formación y evolución de los dialectos griegos en el II milenio y siglos posteriores. También de algunos aspectos de la evolución de los dialectos en la misma época trata Brixhe 1991c. El intento de Finkelberg 1994 de *reconstruir el continuo dialectal griego en su prehistoria+, basado en datos tomados del manual de Buck, constituye una buena muestra de la tan criticada *obsesión comparatista+. Un útil resumen en García Ramón 1998.
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XIV. JÓNICO-ÁTICO Además de las monografías y trabajos parciales sobre los diferentes subdialectos, sigue siendo objeto de estudio la geografía intradialectal del jónico-ático. Frente a los dos subgrupos de la teoría tradicional (ático, por un lado, y jónico, que incluye el jónico minorasiático, el cicládico y el eubeo), López Eire 1987 distingue jónico oriental (Asia Menor y Cíclades) y jónico occidental (ático y Eubea), mientras Del Barrio 1988, en la línea apuntada ya por Bartoněk, distingue tres subgrupos: ático, eubeo y jónico minorasiático, del que el jónico cicládico puede ser considerado una variante. Hay que destacar la aparición en 1996 del tomo II de la Gramática del ático de Threatte, basada en una exhaustiva recopilación de datos epigráficos, dedicado a la Morfología, en la misma línea que el tomo I dedicado a la Fonética. A López Eire se deben diversos trabajos sobre el ático y el jónico: el origen del ático (1984), el ático epigráfico (1999), las diferencias entre ático y jónico (1985 y 1994) y la formación de la koiné a partir del ático y del jónico, dos lenguas de prestigio (1993 y 1996). Sobre el vocalismo del ático (Crespo 1999, Teodorsson 1987, Duhoux 1987, Del Barrio 1994a) y otras cuestiones fonéticas y morfológicas de los otros subdialectos del grupo (Del Barrio 1990b, Hualde 1993, 1994 y 1997), véanse los informes de Fonética y Morfología. El eubeo, y su posición dentro del jónico-ático, es estudiado por Del Barrio 1987 y 1988 y el jónico de la Dodecápolis por Hualde 1993. Stüber 1996 muestra que, aunque hay diferencias dialectales entre las ciudades jónicas de Asia Menor, los datos epigráficos no confirman las cuatro variantes regionales que distingue Heródoto I 142.3f. Hualde 1997 analiza las formas tradicionalmente consideradas como lesbismos en el jónico minorasiático y elimina algunas de ellas. En la misma línea Santiago 1999. XV. EL ARCADO-CHIPRIOTA En esta dos décadas el chipriota ha recibido bastante más atención que el arcadio, del que contamos con la monografía de Dubois 1986 y algunos estudios parciales citados en § 7.1 y § 7.2. Prueba del interés por el chipriota es el Congreso Internacional sobre este dialecto celebrado en Lárnaca en 1986 (Karageorghis y Masson 1988), con aportaciones muy diversas que tratan desde la prehistoria hasta el chipriota medieval y moderno. Entre otras cuestiones, Chadwick insiste en que es erróneo atribuir indiscriminadamente al chipriota rasgos que las deficiencias de su silabario nos impiden conocer, sólo porque los presenta el arcadio, como, por ejemplo, el infinitivo temático *breve+ (e-ke-ne = )ἔχεν?) o el acusativo plural temático -ŏς (-o-se). En la misma línea, Ruijgh señala que, aunque el vocalismo del arcadio es de tipo severior, nada invita a suponer lo mismo para el chipriota y sostiene que el vocalismo de este último es de tipo *medio+, lo que lo aproxima a los dialectos geográficamente más cercanos. Morpurgo trata de los problemas de interpretación lingüística de los textos silábicos chipriotas:
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a) qué podemos saber de la evolución lingüística del chipriota y de sus diferencias locales; b) qué grado de fiabilidad tiene la información proporcionada por el silabario chipriota; c) qué pruebas tenemos de que en la época de nuestras inscripciones la lengua de los textos silábicos se hablaba realmente o era una lengua fosilizada, empleada sólo para fines oficiales. Tras analizar tres desarrollos fonéticos específicos (véase Fonética: ' 8), la autora concluye que: a) el chipriota muestra claros signos de evolución fonética y su sistema silábico es capaz de indicarlo; b) se trata, por tanto, de una lengua viva y no de un dialecto fosilizado; c) no está clara la existencia de diferencias lingüísticas en las diferentes partes de la isla. Precisamente esto último es el objeto de Masson, quien concluye que las glosas y los datos epigráficos muestran algunos rasgos característicos de la variedad de Pafo, aunque lo limitado de nuestra documentación no nos permite determinar su grado de diferenciación respecto a las otras variantes dialectales chipriotas. Risch estudia y clasifica los rasgos del chipriota, concluyendo que con frecuencia se ha exagerado la importancia de sus isoglosas con el arcadio y que el chipriota no es tan arcaico como generalmente se piensa. Karageorghis resalta el valor de las glosas para nuestro conocimiento del chipriota: aunque a veces éstas nos revelan rasgos fonéticos no atestiguados en las inscripciones, su contribución más importante ha sido enriquecer nuestro conocimiento del vocabulario chipriota. De la difusión de la koiné en Chipre, concretamente en Kafizin, se ocupan Consani y Brixhe. Consani 1986 (id. 1993) examina las más de 300 inscripciones (alfabéticas, silábicas y dígrafas) procedentes del Ninfeo de Kafizin, de ca. 220 a.C. Sus autores, un grupo de alfareros, muestra una competencia lingüística de la koiné perfecta frente a un dominio del dialecto chipriota parcial y lleno de interferencias, cuyo empleo se explica por el carácter religioso de estos textos y por el uso, también artificial, de la escritura silábica. Estos documentos muestran la interferencia entre los dos sistemas: como en otras regiones de Grecia, la koiné es la forma de prestigio favorecida por el poder central (en este caso, la monarquía ptolemaica), mientras que el dialecto local es continuado sobre todo por las instancias políticas locales. Brixhe 1988a, pp. 177-178 señala la introducción en la koiné de Chipre de algunos rasgos articulatorios dialectales, como la frecuente aparición de nasales finales no etimológicas (cf. ' XXI). Sobre algunas formas particulares del chipriota, véanse los informes de Fonética y Morfología (Risch 1984, Ruipérez 1988, García Ramón 1994). XVI. LOS DIALECTOS EOLIOS Puede verse una útil introducción sobre los dialectos eolios en Méndez Dosuna 2001a y una breve síntesis de cada dialecto en García Ramón 1996, 1997b y 2002. Sigue interesando el origen del lesbio y de los rasgos que comparte con el jónico. Moralejo 1996 señala que estos presuntos *jonismos+ no son tales, sino isoglosas que en el II milenio el protolesbio comparte con los dialectos orientales. Ruijgh 1995-96 considera la posibilidad de que algunos de estos rasgos se deban a la presencia, entre
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los eolios de Asia, de minorías jónicas originarias de Eubea. Mauro Battilana 1986 se pronuncia, sin argumentos convincentes, contra la idea predominante en la Dialectología contemporánea que ve el grupo eolio como un área lingüística intermedia entre el griego occidental y el griego oriental. Hodot 1990a es autor de una buena monografía sobre el lesbio, o eolio de Asia, en cuya introducción trata diversas cuestiones de interés, como las fuentes del dialecto, su evolución, o el marco geográfico e histórico. Hodot 1999 contiene una serie de observaciones a propósito de algunas inscripciones lesbias, nuevas o ya conocidas. Cassio 1986 considera que se ha exagerado el supuesto resurgimiento dialectal epigráfico lesbio en época imperial y señala que la continuidad con la tradición epigráfica dialectal precedente es mayor de lo que se suele sostener. Opinión contraria en Hodot 1990a y 1990b (véase supra ' XI). A García Ramón se deben varios trabajos sobre el tesalio. En 1987 se ocupa de la geografía intradialectal tesalia, con especial atención a la fonética, y apunta la existencia de una serie de rasgos más o menos comunes que nos permiten hablar de una base común tesalia con variantes subregionales. En 1999a trata de algunas cuestiones del léxico y de la onomástica del tesalio. Para el supuesto cambio αι > ει tesalio (García Ramón 1993 y Del Barrio 1994b) y el acento tesalio (Chadwick 1992) véanse las secciones 12 y 15 de Fonética. Vottéro es autor de diversos trabajos sobre el beocio: sobre la expresión de la filiación en beocio (1987), sobre los diferentes tipos de koinaí en las inscripciones beocias a lo largo de su historia (1996), sobre *el marco geográfico, histórico y político en que se desarrolla el beocio+ y otras cuestiones (1998). Un análisis de los rasgos beocios presenta Blümel 1985. Para diversos rasgos fonéticos del beocio, véase el informe de Fonética (Levin 1989, Vottéro 1995 y 1995-96 y Méndez Dosuna 1988 y 1991-92). XVII. LOS DIALECTOS DORIOS Una clara introducción sobre los dialectos occidentales puede verse en Méndez Dosuna 2001 y, más breve, en García Ramón 1997 y Binder 1997. Risch 1985 hace un útil repaso de los dialectos dorios y concluye que, salvo determinadas excepciones, ninguno de los rasgos del dorio *en sentido estricto+ es exclusivo, ya que se encuentran también en alguno de los otros dialectos griegos. Sigue despertando interés la relación entre los dorios en *sentido estricto+ y los dialectos del Noroeste. Risch (ob. cit.) señala que las diferencias entre ambos grupos son muy pequeñas y relativamente recientes. Chadwick 1985 insiste en la teoría de que el grueso de la población micénica hablaba protodorio. Méndez Dosuna 1985 demuestra, con argumentos convincentes, que en el II milenio los dialectos del Noroeste no constituyen una entidad específica, sino una parte de la unidad lingüística que hasta la migración de los dorios forman los dialectos occidentales.
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17.1. El grupo del sarónico y los dialectos dorios del Peloponeso Ni por su cantidad ni por su calidad destacan los estudios que sobre el grupo del Sarónico han aparecido en los últimos años (Pérez Molina 1986, 1990 y 1991). Sobre el laconio contamos con dos tesis inéditas, Mitchell 1984 y Striano 1988. A esta última se deben también otros trabajos parciales sobre este dialecto: sobre la importancia de la onomástica laconia para el estudio de la fonética diacrónica del dialecto (1993) y sobre diversos hechos fonéticos laconios (1990a, 1990c y 1990d: véase el informe de Fonética). Panayotou 1993 trata sobre diversas cuestiones relativas al laconio de época postclásica y Palumbo Stracca 1999 hace un cuidadoso análisis lingüístico del decreto de los espartanos contra Timoteo de Mileto, transmitido por Boecio. Bauslaugh 1990 y Del Barrio 2002, con diferencias en los detalles, identifican a los Μεθ(θ)άνιοι de dos dedicaciones del s. V a.C. con los Μεσσάνιοι y consideran que es una forma laconia hipercorrecta (cf. lac. θάλαθαν y ποιε ͂θαι: una explicación diferente de estas formas en Striano 1990a). De ser cierta esta interpretación, Μεθ(θ)άνιοι probaría que a) la fricativización de θ ya se ha producido en laconio en el s. V a.C., b) tras la conquista espartana los mesenios adoptaron la lengua de sus dominadores. Del eleo contamos con dos tesis doctorales, Thévenot-Warelle 1988 (sólo Fonética) y Minon 1994 (sólo las tablillas de bronce de Olimpia). En contra de la existencia de un subdialecto trifilio dentro del eleo, no atestiguado por los datos epigráficos, se pronuncia Striano 1991b, mientras Ruggeri 2000, basándose también en datos epigráficos, sostiene que en el centro y sur de Trifilia se hablaba un dialecto con rasgos diferentes, como la ausencia de psilosis y de rotacismo. Sobre el vocalismo eleo, véase § XI del cap. 11 «Fonética» (Méndez Dosuna 1984 y García Ramón 1991a y 1991b). 17.2. Los dialectos dorios del sureste del Egeo La tesis doctoral de Martín Vázquez 1988 sobre el rodio (gramática dialectal más un corpus de inscripciones) no incluye las colonias ni la Perea rodia. La conservación en rodio de gran parte de sus rasgos característicos hasta una época relativamente tardía, a diferencia de lo que ocurre en otras áreas dialectales, es defendida en Striano 1991a. Tras comparar los corpora de Rodas, la Perea rodia, Cnido, Iaso y Creta, Bile 1996 concluye que, excepto en la Perea rodia, la influencia política de Rodas sobre las ciudades del este del Egeo no va acompañada de una influencia lingüística, por lo que no podemos afirmar la existencia de una koiná en el Egeo oriental. Del dialecto de Cos se ocupa Zamora Salamanca 1991 (cf. 1989). El cretense ha sido objeto de numerosos estudios. A la tesis doctoral de Bile 1988, la inédita de Barrios Castro 1996-97 (que, a juzgar por los resultados recogidos en Barrios Castro 1999, parece aportar pocas novedades) y los dos extensos artículos de Hajnal 1987 y 1988 sobre los rasgos cretenses más antiguos, hay que añadir otros trabajos sobre cuestiones parciales. Los elementos no dorios del cretense son estudiados por
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Duhoux 1988, que les atribuye un origen arcadio o chipriota (los datos arqueológicos, la toponimia y relatos legendarios indican la presencia de arcadios en Creta), Bile 1990c (contra los supuestos homerismos de las Leyes de Gortina) y Brixhe 1991b (los rasgos no dorios pertenecen sobre todo a la gramática, lo que indicaría la fusión de las diferentes poblaciones, aqueos y dorios). A pesar de lo que induce a creer el carácter general de los títulos, Bile 1990a y 1990b, tras unas observaciones generales poco novedosas, se limita a analizar los datos de las inscripciones cretenses. Brixhe 1993 se ocupa del retroceso del cretense ante la koiné y postula la existencia en Creta de tres tipos de lengua o códigos (dialecto, koiné y una lengua mixta más o menos dialectal), usados según las circunstancias y de manera diferente por las diversas ciudades cretenses. La cuestión más problemática del cretense es seguramente la situación intradialectal de Creta, debido al gran número de variantes locales que atestiguan las inscripciones. Bile y Brixhe 1991 señalan que la tripartición lingüística tradicional en tres dialectos (cretense occidental, central y oriental) no está justificada, especialmente por el carácter fragmentario y desigual de la documentación epigráfica de Creta. Por ello, los autores concluyen que es mejor hablar del *cretense+ en general o de variantes locales que seguramente no llegan a la categoría de dialectos propiamente dichos. Van Effenterre 1991 se pronuncia a favor de la existencia de diferentes dialectos en Creta, aunque sin aportar argumentos lingüísticos. Sobre el cirenaico contamos con el estudio de Lonati 1990, superado en muchos sentidos por el de Dobias-Lalou 2000, que incluye un apéndice sobre la Gran Ley Sagrada. En contra de la presencia de rasgos lesbios en cirenaico se pronuncia Striano 1987. 17.3. Dialectos dorios del Noroeste Sobre estos dialectos, por lo general mal atestiguados y por ello poco estudiados, contamos con la valiosa monografía de Méndez Dosuna 1985. Tras describir los rasgos de los diferentes dialectos, el autor aborda, con rigor y claridad, una serie de problemas (situación dialectal de los dialectos occidentales en el II milenio [cf. ' XVII], relaciones dialectales dentro del grupo y con otros dialectos no dorios), así como algunas cuestiones de carácter más general (los problemas relativos a la entrada de los griegos en Grecia son expuestos de manera ejemplar). XVIII. MAGNA GRECIA Y SICILIA La existencia en la Magna Grecia y Sicilia de dos koinaí de tipo dorio, admitida tradicionalmente, es puesta en duda por estudios recientes. Méndez Dosuna 1991 niega la existencia de una koiná dórica en el sur de Italia: en realidad estaríamos más bien ante una tendencia a la nivelación dialectal entre las diferentes colonias griegas de la Mag-
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na Grecia (cf. ' IX). El caso de Sicilia es bastante complejo. Como señala Curbera 1994b, la escasez de inscripciones conservadas ha hecho que, a falta de datos lingüísticos, se hayan utilizado los datos históricos para reconstruir la situación lingüística de la isla. Así, generalmente se postula el empleo de una koiná dórica de origen siracusano, consecuencia del predominio político de Siracusa desde fines del s. V a.C. Pero el considerable aumento de inscripciones procedentes de Sicilia en los últimos años ha permitido un estudio más exacto de su lengua: se ha visto que no era tan uniforme como se creía y que es más probable que estemos ante una situación de convergencia dialectal que ante la existencia de una koiná. Como indica Méndez Dosuna en el trabajo citado supra, la falta de documentación de época arcaica procedente de Acaya hace que nuestro conocimiento de su dialecto dependa casi por completo de los datos de sus colonias de Italia, cuyo estudio no se había hecho hasta ahora de forma global. De ahí la importancia de la monografía de Giacomelli 1988 (edición más comentario lingüístico) sobre las inscripciones de las colonias acaicas de la Magna Grecia. Desgraciadamente, como claramente muestra Méndez Dosuna, la parte lingüística presenta importantes defectos, como errores en la identificación de las formas y en el análisis de los datos. Pasando a trabajos de ámbito más reducido, a Duhoux 1997 se debe un estudio lingüístico de la nueva lex sacra atribuible a Selinunte, del s. V a.C., importante porque contribuye a nuestro conocimiento del dialecto de esta época de Mégara, para el que apenas contamos con testimonios epigráficos. Los dialectos de Tarento y Heraclea son estudiados por Ortega Villaro 1990 y el carácter *dorizante+ de la koiné regional es defendido por Consani en diversos trabajos (cf. ' XXI). XIX. EL MACEDONIO Durante más de siglo y medio la polémica se ha centrado principalmente en si el macedonio era o no un dialecto griego. La interpretación de los hechos ha estado frecuentemente condicionada por interferencias políticas. La escasez y heterogeneidad del material de que disponemos han favorecido la proliferación de teorías diferentes. Mientras unos opinan que el macedonio era una lengua indoeuropea independiente del griego, emparentada con el ilirio o con el tracio, otros3 sostienen que era un dialecto griego, quizá modificado por la acción de sustratos no griegos, aunque entre estos últimos tampoco hay acuerdo sobre el grupo dialectal al que pertenecería. El rasgo considerado desde la Antigüedad como el más característico del macedonio, y principal argumento de los que no lo consideran un dialecto griego, es la aparición de oclusivas sonoras en lugar de las sordas aspiradas del resto de los dialectos (κεβαλή, 3 Principalmente los estudiosos griegos, por la importancia de esta cuestión en la polémica de carácter político sobre el origen de los macedonios (así Babiniotis 1992b). Una historia de la cuestión puede verse en Brixhe y Panayotou 1994 y Panayotou 1997.
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Βερενίκα, Βιλίστα, Ξανδικός): el protomacedonio se habría separado del protogriego antes del paso de las sonoras aspiradas indoeuropeas a sordas aspiradas. Como esta teoría supone negar el carácter griego del macedonio, algunos estudiosos proponen otras explicaciones: Babiniotis 1992b, Hatzópoulos 1987 y 1999, Panayotou 1992, Brixhe y Panayotou 1994, Brixhe 1999a (véase cap. 11 Fonética: ' VI). Pero en los últimos 20 años los estudios sobre el macedonio han experimentado un gran progreso, sobre todo a raíz del hallazgo de nuevo material epigráfico, especialmente una defixio descubierta en Pella, fechada en el s. IV a.C. (Voutiras 1998 [véase cap. 2 Epigrafía]; un estudio dialectal pormenorizado, en Dubois 1995). Algunos de los rasgos de la lengua de esta defixio (ὁπόκα, ἐμίν, γενέσται) la caracterizan como un dialecto dorio de tipo nordoccidental, mientras otros (la tendencia a cerrar las vocales medias) la aproximan al área de Tesalia. Para Brixhe y Panayotou 1994 y Brixhe 1999a, la ausencia de oclusivas sonoras en lugar de las sordas aspiradas confirmaría que el macedonio se comporta como los demás dialectos griegos, debiéndose las formas con oclusivas sonoras a la influencia del frigio. Panayotou 1992-93b contiene principalmente bibliografía sobre la historia y situación lingüística de Macedonia, mientras Panayotou 2001a presenta un útil resumen sobre las cuestiones relativas al macedonio. Brixhe y Panayotou 1988 señalan cómo el material epigráfico de los ss. V y IV a.C. muestra una temprana aticización de Macedonia. XX. EL PANFILIO Un resumen sobre el panfilio puede verse en Panayotou 2001b. Brixhe sigue ocupándose de este dialecto en diversos trabajos de carácter parcial. En 1995-96 relaciona el comportamiento de determinados grupos consonánticos (σθ, σχ, σφ > στ, σκ, σπ, este último esporádicamente) con lo que ocurre en griego moderno (ya en Méndez Dosuna 1985, p. 333 ss.). En 1999b estudia la onomástica panfilia, cuyo carácter heterogéneo confirma el carácter mixto del dialecto. Además, el estudio comparativo con la onomástica de otras regiones coloniales griegas de Asia Menor muestra que en la antroponimia de Panfilia el elemento indígena ha resistido mejor. De gran interés es una nueva inscripción panfilia estudiada por Brixhe y Tekoglou 2000 (n1 276), de fines del s. IV o comienzos del III a.C., que contribuye considerablemente a nuestro conocimiento del dialecto. La forma πετράκις (= át. τετράκις), que corrobora el tratamiento labial de las labiovelares en panfilio, atestiguado hasta ahora sólo en antropónimos, y el mes ᾿Αγερōνιιυ vienen a confirmar el importante papel en Panfilia de los colonos eolios procedentes de Kyme. Aunque menos, sigue interesando una de las cuestiones más discutidas del panfilio tras la aparición de la monografía de Brixhe en 1976: su origen dialectal y la ausencia de asibilación. García Teijeiro 1984 propone dos hipótesis: a) los colonos aqueos de Panfilia procederían de una zona de transición entre dorio y micénico (o aqueo), del que su lengua se dife-
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renciaba, entre otros rasgos, por la ausencia de asibilación; b) los primeros colonos de Panfilia eran una población heterogénea o mixta. Brixhe 1990a insiste en la imposibilidad de reconstruir el árbol genealógico del panfilio, que se formó in situ (cf. ' V). XXI. KOINÉ, KOINAÍ, DIALECTOS ANTIGUOS Y DIALECTOS MODERNOS Como se ha dicho supra (' I), nos vamos a limitar a aquellas cuestiones que afectan directamente a la relación de la koiné con los dialectos epicóricos (retroceso de éstos ante la koiné, resurgimiento posterior, existencia de koinés locales). Para las koinaí de base doria (sureste del Egeo, Magna Grecia y Sicilia), véanse ' 17.2 y ' XVIII. Las casi cien páginas del capítulo III de Bubenik 1989 sobre el retroceso y resistencia de los dialectos griegos ante la koiné, adolecen de los mismos defectos que el resto del libro (falta de profundidad e importantes lagunas en las fuentes y en la bibliografía, entre otros). Son numerosos los estudios parciales sobre la reacción de los diferentes dialectos ante el avance de la koiné: en chipriota (cf. ' XV), lesbio (Hodot 1990a, pp. 1920 y 1990c), eleo (Minon 1999), rodio y tereo (Striano 1989 y 1991a), cretense (cf. ' 17.2), cirenaico (Dobias-Lalou 1987). Panayotou estudia la koiné en Macedonia (1990a, parte de cuyas conclusiones están recogidas en Panayotou 1992-93a) y en las ciudades griegas de la Calcídica (1990b). La reaparición de inscripciones dialectales en algunas regiones en época imperial, tras un retroceso ante la koiné, es interpretada de diferentes maneras: mientras unos defienden la continuidad real del dialecto, otros son partidarios de un resurgimiento artificial. La cuestión es especialmente discutida en el caso del lesbio (cf. '' XI y XVI) y del laconio (cf. ' VIII). Una cuestión que sigue despertando interés es la continuidad entre los dialectos griegos antiguos y los dialectos del griego moderno. Como indica Tzitzilis 2000, en sus principios la dialectología neogriega estuvo marcada por una tendencia a relacionar los dialectos modernos con los dialectos antiguos. Una vez que, sobre todo a partir de los trabajos de Hatzidakis, se admite generalmente que todos los dialectos modernos, menos el tsaconio, proceden de la koiné helenística, la dialectología griega pasa de un extremo a otro, y durante un largo período se rechaza la existencia de un sustrato dialectal antiguo en los dialectos modernos. En los años cincuenta la cuestión se plantea de modo diferente, y se intenta delimitar zonas dialectales antiguas en el griego moderno. En los últimos veinte años han continuado los estudios en esta línea, y son varios los autores que defienden la existencia de variantes regionales en la koiné, *coloreadas+ por rasgos de los dialectos locales y origen de los dialectos de época medieval y moderna (Brixhe 1987, 1988a y 1996, Consani 1991 y 1996, Tzitzilis 2000, Hodot 2000)4. Así, el tsaconio derivaría de una variante laconia de la koiné (Consani 1993, 4 La idea de que los dialectos antiguos antes de desaparecer actúan sobre la koiné dando lugar a formas diferenciadas de ésta, base de la futura fragmentación dialectal del griego moderno, es sostenida ya por Meillet y Kapsomenos, entre otros.
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Brixhe 1996), y los dialectos griegos del sur de Italia y de Sicilia de una koiné local dorizante de época romana (Consani 1996). Otro caso de perduración de rasgos dialectales antiguos en un área geográfica determinada se ha querido ver en el chipriota (chipriota antiguo sa-ma-ne = σᾱ́μαν, ma-na-ma-ne = μνᾱ́μαν = át. σῆμα, μνῆμα, neochipriota το δώρημαν: cf. Brixhe 1988a, pp. 177-178), y en el dialecto neogriego del Ponto (conservación del timbre /e/ de la η: cf. Brixhe 1984, p. 109). Asimismo, Janse 1993 relaciona la doble posición de los pronombres personales enclíticos en la lengua del Nuevo Testamento con el diferente comportamiento de los dialectos neogriegos continentales, que generalizan la anteposición, y los dialectos insulares de Asia Menor, que favorecen la postposición. También se ha señalado la existencia de tendencias comunes en algunos dialectos antiguos y en el griego moderno estándar (cf. Brixhe 1995-96 para el panfilio). XXII. CONCLUSIONES La comparación entre los dialectos y la reconstrucción genética han dejado paso a la descripción exhaustiva de los diferentes dialectos y al establecimiento de diferencias intradialectales. Son muchas, en efecto, las monografías exhaustivas que se han hecho sobre los dialectos griegos basadas en datos de primera mano (no todas con el mismo rigor), aunque todavía quedan otras por hacer. Se tienen en cuenta los factores extralingüísticos, aunque a veces se hacen intervenir factores históricos y sociales sin datos suficientes en explicaciones ad hoc. De parcelas marginadas, la Sintaxis y el Léxico han pasado a ser centro de atención de los dialectólogos y, por la ley del péndulo, son objeto de numerosos estudios, incluso nos atreveríamos a decir que demasiados para los datos de que en algunos casos disponemos. Dialectos que hace dos décadas sí que eran realmente *desconocidos+, como el macedonio, ahora lo son menos. Nuestros conocimientos sobre los dialectos griegos han avanzado mucho en estos años y es de esperar que la publicación de nuevos —o no tan nuevos— hallazgos epigráficos, así como una interpretación más correcta de los datos de que ya disponemos nos permitan avanzar aún más.
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10 MICENOLOGÍA1 EUGENIO R. LUJÁN Universidad Complutense de Madrid 1. Introducción Entre las múltiples disciplinas que integran la Filología Griega podemos sin duda afirmar que la Micenología es la de más reciente incorporación. Es verdad que el estudio de las civilizaciones egeas remonta al menos al siglo XIX y las primeras tablillas micénicas fueron descubiertas por A. Evans en Cnoso en el año 1900, pero una verdadera Filología Micénica como parcela de la Filología Griega sólo pudo comenzar a desarrollarse a raíz del desciframiento de la escritura lineal B por parte de M. Ventris y la demostración de que, en realidad, este sistema gráfico había sido utilizado para escribir una variedad de griego del II milenio a.C. Así pues, podemos establecer como momento fundacional de la Filología Micénica sensu stricto el año 1952, de forma que la materia que abordamos tan solo tiene algo más de medio siglo de vida. A raíz del desciframiento de la escritura lineal B fue posible enfrentarse de forma directa a la interpretación de los textos escritos en esta escritura perteneciente a la familia de las escrituras egeas y al análisis lingüístico de la variedad de griego en la que estaban escritos los textos que habían llegado hasta nosotros. Hoy en día contamos con un corpus relativamente abundante de textos micénicos que, en su gran mayoría están escritos sobre tablillas de arcilla, aunque a ellas hay que unir un corpus más pequeño de breves inscripciones pintadas sobre vasos cerámicos. En el periodo que analizamos en este informe se ha producido un hecho fundamental para la Filología Micénica: la aparición y, sobre todo, la publicación del importante conjunto de texos contenidos en las nuevas tablillas tebanas han marcado un punto de inflexión importante en estos estudios. Los años cincuenta y sesenta e, incluso, parte de los setenta, es decir, los que siguieron inmediatamente al 1
Quiero dejar constancia de mi agradecimiento al profesor F. Aura Jorro por facilitarme el uso de la exhaustiva Bibliografía micénica que tiene en preparación, así como al profesor A. Bernabé por permitirme el uso de materiales destinados a nuestro libro conjunto Introducción al micénico (Gramática, antología, glosario), actualmente en prensa, así como por sus comentarios y sugerencias. F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 273-312
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desciframiento de la escritura lineal B, suponen para esta disciplina lo que podemos denominar el «periodo emergente» o de configuración, un momento de efervescencia en el que ante estos nuevos textos griegos asistimos a un verdadero alud de propuestas de interpretación de palabras, textos y conjuntos de tablillas. Utilizando un símil histórico, estaríamos en ese momento el periodo «arcaico» o formativo, no de una cultura sino de una disciplina. Frente a esos momentos iniciales, de planteamientos, nuevas propuestas, ensayos de interpretación más o menos afortunados, podemos caracterizar de forma global los años ochenta y noventa en el ámbito de la micenología como un periodo de consolidación de la disciplina y de alcance de una madurez, en el que, si bien sigue existiendo toda una serie de problemas abiertos, se alcanza un cierto consenso interpretativo respecto de las grandes cuestiones. Esto no quiere decir que durante esos años no haya habido nuevas propuestas, revisiones de interpretaciones y polémicas en torno a determinados temas, pero los cimientos de la micenología estaban puestos y se trataba ya de consolidar y acondicionar el edificio. Pues bien, la aparición de los nuevos textos tebanos ha supuesto un revulsivo en el ámbito de la micenología y esto por dos razones: 1.º) Por primera vez desde los años cincuenta aparecía un nutrido grupo de inscripciones nuevas a las que había que dar una interpretación. Es verdad que la posición desde la que se aborda la interpretación de los nuevos textos tebanos es muy diferente a la de los pioneros de la micenología cuando hubieron de enfrentarse por primera vez a las tablillas. No obstante, nos encontramos actualmente en un momento muy interesante de la micenología, ya que todavía no existe un consenso aceptado por la generalidad de los investigadores sobre la función y el sentido de los nuevos textos tebanos. Hay propuestas, contrapropuestas y críticas radicales. Estamos, pues, en la fase de tanteo interpretativo de estos nuevos textos, a los que se dedican artículos en las revistas e incluso coloquios monográficos. 2.º) Además, como muy bien ha señalado Plath 2003 en un artículo dedicado a la revisión del valor del signo *63, la aparición de las nuevas tablillas tebanas nos permite replantear cuestiones abiertas sobre la escritura, el dialecto o los textos micénicos con nuevo material añadido, pues la nueva documentación tebana viene a llenar, o al menos a completar parcialmente, ciertas lagunas, como tendremos ocasión de ver a lo largo de estas páginas. Para organizar esta exposición comenzaré por abordar las cuestiones abiertas o más problemáticas o debatidas del micénico de forma general, clasificadas temáticamente. Naturalmente, no puedo ocuparme de todos los temas de la Filología Micénica, por lo que me centraré sobre todo en las cuestiones de escritura y en las más propiamente lingüísticas, dejando de lado propuestas de interpretación concretas para palabras, tablillas o sets de tablillas, para cuya localización remito a los repertorios bibliográficos. Finalmente, dado que se trata sin duda del aspecto más novedoso de la disciplina en los últimos años, dedicaré un apartado a la presenta-
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ción de los nuevos materiales tebanos y a las principales polémicas, aún muy vivas, en torno a su interpretación. 2. Ediciones En la actualidad contamos con textos procedentes de varias localidades tanto de la Grecia continental como de Creta. Las localidades en las que ha aparecido documentación con escritura lineal B son en la actualidad dieciséis, que se distribuyen en trés áreas geográficas diferentes: Creta (CNOSO, Malia, Armeni, LA CANEA, Mamelouko), Peloponeso (PILO, MICENAS, TIRINTE, Midea, Olimpia) y Grecia central (Eleusis, TEBAS, Orcómeno, Gla, Creusis, Medeón). No obstante, no debemos dejarnos llevar por el espejismo de un número tan abundante de localidades, pues en la mayor parte de ellas únicamente han aparecido vasijas con algun texto en lineal B, a veces uno solo o unos pocos, mientras que sólo poseemos tablillas (en versalitas en la enumeración) de seis. Y es más, la documentación sólo es abundante en tres centros: Cnoso, Pilo y Tebas. Por lo que se refiere a las ediciones de los textos, para Cnoso contamos ya con la editio maior de Chadwick et alii 1988-1998, así como con la edición en transliteración de Killen y Olivier 1989. Para Pilo todavía no contamos con editio maior, por lo que tenemos que seguir manejando la edición transliterada de Bennett y Olivier 1973-1976, a la que debemos añadir ahora el nódulo y el fragmento de tablilla publicado por Shelmerdine y Bennet 1995, así como la edición y estudio de los sellos por Olivier 1997. Por razones de espacio no podemos aludir a todas las uniones de tablillas y fragmentos publicados durante este periodo, para los que remitimos a los informes de Olivier 1992 y 1999 y al que está en prensa en las actas del coloquio de Austin. Para las ediciones de los textos de Tebas remitimos a § 12, donde se ofrece una información más detallada. Para Micenas y Tirinte contamos con la edición transliterada de Melena y Olivier 1991. En cuanto a los textos aparecidos en La Canea, contamos con las publicaciones de Hallager, Vlasakis y Hallager 1990, 1992 y también con la de Godart y Tzedakis 1992, pp. 179-194. Para los nódulos aparecidos en Midea hay que recurrir al artículo de Walberg 1992, con la corrección de lectura de Olivier 1999, p. 434, y a los de Demakopoulou y Divari-Valakou 1992-93, 199495. Para el sello lenticular de marfil de Medeón véase Olivier 1999, p. 434. Para las inscripciones pintadas sobre vasos hay que seguir utilizando la edición de Sacconi 1974, pero hay que completarla con nuevos hallazgos, como los de Malia, publicados por Farnoux y Driessen 1991, o los de La Canea, sobre los que puede verse Olivier 1999, p. 433, con las referencias, y ahora también Hallager y Hallager 2003. 3. Obras generales Desde hace muy poco podemos contar un manual, obra de Bartoněk 2003, que abarca todos los aspectos del griego micénico. El libro se estructura en ocho par-
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tes: «introducción» (que incluye también un capítulo sobre las diferentes escrituras egeas), «textos» (con capítulos sobre el desciframiento de la lineal B y el tipo de documentación con que contamos), escritura y fonética, morfología, vocabulario y sintaxis, el dialecto micénico, antología de textos comentados y un índice alfabético de los apelativos micénicos, además de una amplia bibliografía. Se trata de una obra de referencia dentro de los estudios micénicos, muy exhaustiva en lo que se refiere a la documentación de los tipos flexivos, pero en la que a veces se echa en falta una mayor profundización en la explicación e interpretación de los datos, especialmente en los capítulos dedicados a cuestiones gramaticales. Una obra de divulgación, pero con un riquísimo contenido y que aborda los diferentes aspectos de la civilización micénica e incluye, además,una selección de tablillas comentadas es la de Ruipérez y Melena 1990. Una antología más amplia de textos comentados en español ofrece Melena 2001. Se encuentra en prensa una introducción al micénico de Bernabé y Luján, que incluye una gramática del micénico y una antología de textos acompañados del glosario correspondiente. También se encuentra en prensa la extensa obra editada por Duhoux y Morpurgo que nace con la vocación de convertirse en el sustituto del benemérito Documents in Mycenaean Greek de M. Ventris y J. Chadwick. No es objeto específico de este informe la arqueología del mundo micénico, pero entre las obras de carácter general que ofrecen una visión panorámica sobre la civilización micénica y, en general, el mundo egeo del segundo milenio a.C., cabe destacar para el lector español las de Treuil et alii (eds.) 1992 y Dickinson 2000. Por lo que se refiere a recopilaciones con bibliografía comentada, contamos con los siguientes: Hooker 1991, Eder 1994, Feuer 1996, Dardano 2000. También se han seguido publicando los Studies in Mycenaean Inscriptions and Dialect (SMID) en el marco del Program in Aegean Scripts and Prehistory de la Universidad de Tejas en Austin, dirigido por Th. Palaima, ahora disponibles en su página web: . Igualmente, se encuentra accesible por internet la bibliografía de Nestor: . Finalmente, debemos mencionar las actas de congresos y coloquios, así como algunos volúmenes de homenaje a micenólogos, donde se encuentran abundantes trabajos sobre el micénico: Heubeck y Neumann (eds.) 1983; Shelmerdine y Palaima (eds.) 1984; Ilievski y Crepajac (eds.) 1987; Killen, Melena y Olivier (eds.) 1987; Olivier y Palaima (eds.) 1988; Palaima, Shelmerdine e Ilievski (eds.) 1989; Olivier (ed.) 1992; De Miro, Godart y Sacconi (eds.) 1996; Bennet y Driessen (eds.) 1998-99; Deger-Jalkotzy, Hiller y Panagl (eds.) 1999; Voutsaki y Killen (eds.) 2001. 4. Problemas de grafía A pesar de que hoy en día resulta posible la transliteración de la práctica totalidad de los silabogramas con que cuenta la escritura lineal B, sigue habiendo al-
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gunos problemas en cuanto a la interpretación de signos concretos. La aparición de los nuevos textos tebanos ha hecho que se cuestione el valor atribuido al silabograma *56. En función de alternancias del tipo *56-ra-ku-ja / pa-ra-ku-ja (un adjetivo derivado del nombre de una materia preciosa pa-ra-ku-, quizá relacionable con σφραγίς 'sello (de piedra)' Melena 1987 ha defendido la transliteración de *56 como pa2 = pha, que, a su vez, sería una reintrepretacion de un valor originario /ba/ o /bha/ en la lineal A, por lo que el valor del signo en la lineal B se explicaría porque su adaptación se habría producido en un momento en el que las oclusivas aspiradas todavía no habían evolucionado a sordas. Sin embargo, los editores de las nuevas tablillas tebanas (v. Lejeune y Godart 1995) han argumentado a favor de una interpretación como ko2, basándose en las alternancias entre las formas ko-ru-we y *56-ru-we que se encuentran en esas tablillas. Por lo que se refiere a los signos para consonantes palatizadas, a pesar de que existe una transcipción oficial aceptada, en algunos casos es problemática su interpretación fonética. Tradicionalmente se asumía que ta2 equivalía a tya, lo que se fundada en alternancias como ra-wa-ra-ta2/ra-wa-ra-ti-ja para escribir el topónimo Λαυρανθία en las tablillas pilias. Sin embargo ya Heubeck 1979 criticó tal interpretación por varias razones (falta del signo en inicial, donde son más esperables las palatalizaciones, asibilación del sufijo -sija, inexactitud de la equivalencia, ya que una forma sería topónimo y la otra el adjetivo derivado…) y Melena 2000, pp. 38-41 defiende que la interpretación fonética más probable de este signo es /sta/, a pesar de que esto lo dejaría fuera de sistema dentro del conjunto del silabario micénico, a no ser que *18, uno de los silabogramas no transliterados, pudiera interpretarse como to2 = /(s)tho/, que fue también su propuesta (Melena 1985, p. 483 n. 21, pero cf. Melena 2000, pp. 2-4 para una revisión crítica). Para la interpretación fonética de los signos de la serie z- y de *76 ra2 y *68 ro2 v. § 52. En cuanto a otros silabogramas para los que hay menos acuerdo, nos limitamos a ofrecer el valor que actualmente parece más verosímil, siguiendo a Melena 2000, y ofrecemos otras alternativas entre paréntesis con la indicación en nota de su autor si se ha producido en los años que cubre este informe3: *18 : po2 (to2, re2) *19 : ru2 (twi, variante de *17 za, nwo)4 *22: pi2 (tra, wre/wle, mi2)5 *34 = *35: ai2 (lu, pa4, me2, pu3, pra)6 2
Witzcak 1994 reabre la discusión sobre la transcripción de *76 ra2, para el que propone ri2. Para un panorama general véase también Owens 1991-93. 4 Witczak 1992: twi. 5 Janda 1986, pp. 44-48: mi2. 6 Duhoux 1983, pp. 112-125: ru2 = lu, Perpillou 1984: pra. 3
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EUGENIO R. LUJÁN *47: i2 / ji (da2, a4, wa2, ku, bre, ka2)7 *49 = pta?, wa2? (variante de *50 pu) *63 = hi / zi / ji (ru2, kra) *79 = wo2 (zu) *89 = ?, variante de *80 ma ? (unicum en KN Z 1715)
Para el signo *63, Melena 2000, pp. 31-34 ha propuesto un triple valor ji/zi/hi, que se explicaría porque originariamente el signo (que no aparece en minoico, por lo que debe ser creación micénica) tendría el valor ji y luego, por la evolución fonética de la palatal en griego del II milenio, habría pasado a zi (con refuerzo articulatorio) y a hi (con aspiración). Este signo, además, ha visto aumentar el número de sus testimonios con la aparición de las tablillas tebanas. Esto ha hecho que ya se haya producido un intento de revisión de su valor, concretamente por parte de Plath 2003, quien plantea una transcripción kra basándose en que las únicas equivalencias que pueden establecerse entre palabras en las que se usa este signo y otras palabras micénicas tiene lugar en: cf. ku-*63-so / ku-ka-ra-so, *63-u-ro / ka-ra-uro. El problema de la hipótesis de Plath es que supone aceptar para un signo un valor fonético que le hace aparecer aislado y no integrarse en ninguna de las series de signos existentes. Finalmente, hay que hacer constar que para los silabogramas *56 pa2 (cf. Melena 2000, pp. 27-31) *64 twi (Melena 2000, pp. 34-36)8, *65 zu/ju (Melena 2000, pp. 3638), *82 twa (Melena 1983, pp. 255-267; 2000, pp. 43-45)9, *83 nwe (Melena 1985; 2000, pp. 45-48) y *86 dwa (Melena 1983, p. 51) la transliteración tampoco es oficial aún, de modo que en ediciones, diccionarios y algunos estudios aparecerán transcritos mediante su número y no mediante esos valores silábicos, aunque, por lo general, estén aceptados. A propósito del silabograma *65, debemos recordar que, en realidad, es el mismo signo que el ideograma *129 FAR10 y debido a esta ambigüedad se ha producido una discusión en cuanto a su interpretación como silabograma o ideograma en las nuevas tablillas tebanas. Los editores de las tablillas lo interpretan como ideograma en las series Fq y Gp, lo que les lleva a proponer que esos documentos registran ofrendas de escanda. Sin embargo, Palaima 2003b, pp. 36-37 ha defendido que se trata del silabograma y lo interpreta fonéticamente como ju, lo que le lleva a proponer que se trata de la palabra griega para «hijo» (cf. υἱός).
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Janda 1988, pp. 107-115: da2, Witczak 1992: a4. Witczak 1999: zi. 9 Quattordio Moreschini 1984: swa, Probonas 1983-84: ja, Witczak 1993b: wja. 10 Este hecho no es excepcional, sino que se produce también con otros silabogramas, como *21 qi = *106 OVIS, *23 mu = *109 BOS, etc. 8
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Varios trabajos han intentado ofrecer una regla general que explicara los principios que subyacen al uso de los silabogramas en micénico. Como revisión crítica sobre esta cuestión resulta altamente informativo el trabajo de Woodart 1997, pp. 19-132, quien agrupa las propuestas realizadas hasta ese momento en dos grandes bloques: a) explicaciones en relación con la estructura de la sílaba y b) explicaciones en relación con la jerarquía de sonoridad de los fonemas. Para los autores que trabajan en la primera línea las claves del uso de los silabogramas estaría, muy simplificadamente, en que se escriben las consonantes que preceden al núcleo silábico y no aquellas que lo siguen. Pueden verse interpretaciones en esa dirección en los trabajos de Ruijgh 1985, Morpurgo-Davies 1987 o Parker 1997. La segunda línea interpretativa, también muy simplificadamente, postula que se escriben las consonantes que aparecen en el mismo orden en el que aparecen en la jerarquía de sonoridad (oclusivas < fricativas < nasales < líquidas < glides [yod y wau] < vocales para el onset y a la inversa para la coda silábica). Tal es la línea adoptada por Miller 1994, pp. 13-26 y por Viredaz 1983, quien, no obstante, hace una adaptación específica al griego de la jerarquía (k, q, z < p < t, d, s < m < n < w < r fricativa > nasal > glide > líquida. Muchos de estos intentos logran dar explicaciones aproximadas de las prácticas ortográficas de los escribas micénicos, pero siempre hay excepciones de díficil explicación en el marco teórico correspondiente. En realidad ningún sistema de escritura antiguo (ni actual) alcanza un grado de coherencia como el que se ha exigido al silabario micénico, por lo que no hay que extrañarse ante vacilaciones, alternativas de escritura e, incluso, algunas incoherencias. Para finalizar con lo relativo a los silabogramas, hemos de mencionar un trabajo muy sugerente de Duhoux 1996, en el que ha intentado establecer cuál era el orden «alfabético» de los silabogramas de la lineal B utilizado por los escribas micénicos para la organización de los archivos. Como se sabe, la escritura micénica usa separadores entre palabras. Duhoux 1999 ha dedicado un trabajo muy interesante a examinar de forma sistemática las excepciones en las que se usa dentro de una palabra o falta entre dos palabras. Así, encontramos separador entre los términos de un compuesto, mientras que la falta de separador se produce en casos que Duhoux clasifica en: enclíticas o cuasienclíticas; proclíticas o cuasi-proclíticas; términos de la esfera religiosa; topónimos; otras secuencias. 5. Fonética La adecuada interpretación del valor fonético de algunos signos puede darnos pie para abordar ahora algunas de las cuestiones más debatidas en estos veinte
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años sobre la fonética del micénico. Convendrá recordar que, dadas las limitaciones11 de la escritura lineal B para la notación del griego, ésta presenta muchas ambigüedades que dificultan la valoración exacta de los hechos fonéticos que se esconden tras esas grafías. Al igual que en los decenios anteriores, uno de los problemas más debatidos en los últimos veinte años ha sido el de palatalizaciones y asibilaciones en micénico, que hay que poner en relación con la interpretación fonética de las series de grafías que transcribimos, respectivamente, con s- y z-, así como con el de los signos especiales ra2 y ro2. Comenzando por los signos que transcribimos mediante las silbantes sy z-, convendrá señalar que las series z- y s- se usan en micénico para escribir los resultados de las siguientes secuencias etimológicas: GRAFÍA z-: a) velar + yod (*ky, *gy), p. ej. me-zo-e μέζοhες (< *megyoses, comparativo de μέγας), b) dental sonora + yod (*dy), p. ej. to-pe-za τόρπεζα (< *(kw)twr̥-pedya), c) y- inicial, p. ej. ze-u-ke-si ζεύγε(σ)σι (cf. lat. iugum), d) velar precedida de silbante, p. ej. a-ze-ti-ri-ja / a-ke-ti-ri-ja ἀσκέτριαι GRAFÍA s-: a) dental sorda o aspirada + yod (*t(h)y), p. ej. to-so τό(σ)σος < *totyos) b) quizá también velar sorda + yod (*ky): wa-na-so- (< *wanakyo-?)
Dejando de lado planteamientos generales como el de Bartoněk 1987b, quien asume que la serie z- representa palatales (/t's'/ o /d'z'/) mientras que la serie srepresenta consonantes no palatales (/ts/ o /s/), Brixhe, que ya se había ocupado de la cuestión en varias publicaciones anteriores, ha vuelto a tratarla en los dos primeros capítulos de su libro (Brixhe 1996a, pp. 7-92). Ha defendido que en micénico ya estaba muy avanzado el tratamiento de los grupos de velar y dental + yod y postula que el grupo *ty tautomorfemático ya había evolucionado a /s/, el grupo *ty heteromorfemático a /ss/, *k(h)y a /tts/ y *gy/dy a /ddz/. Para ello se basa sobre todo en dos argumentos: a) la notación del resultado de *t-y (con frontera de morfema) mediante la serie de silabogramas con s se explica mejor si se encontraba ya en el estadio /ss/ que en el /tss/; b) cree encontrar en las tablillas pilias algunos indicios de pronunciación como /ss/ del resultado del grupo *ky, lo que implicaría que la pronunciación más habitual era /tss/, es decir, el estadio previo a /ss/. En cuanto a la cronología de los procesos, Brixhe 1996b argumenta que los más recientes, los que afectan a r y l, se deben haber producido entre la creación 11
A pesar de las afirmaciones en contra de Schwink 1998-99, 1999, quien intenta argumentar lo indefendible al pretender sostener que la escritura micénica es adecuada y eficaz para la representación de una lengua como el griego. Véase el trabajo de Duhoux 2000 y la crítica a éste de Faccheti 2002.
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de la lineal B y las primeras tablillas cnosias conservadas. También defiende que la lengua de las tablillas no puede ser considerada el reflejo del único estado de lengua en el II milenio a. C., sino que debía haber variaciones entre los dialectos griegos de la época (v. también § 11). Para Crespo 1985 los términos pilios que servían de argumento a Brixhe podrían explicarse mediante etimologías alternativas, por lo que carecerían de peso a la hora de dilucidar esta cuestión. El micénico se encontraría así en una fase menos evolucionada de la evolución de los grupos con yod: *ty habría evolucionado a /ss/, *t-y a /tts/ y *k(h)y y *dy/*gy a /t̪t̪/ y /d̪d̪/, respectivamente. También es partidario de un estadio menos avanzado de las palatalizaciones en micénico Viredaz 1993. Por su parte, Del Barrio 1989, 1990 ha estudiado la evolución de tales grupos, llevando a cabo una comparación con los valores de la serie z en micénico. Para esta estudiosa los argumentos a favor de un valor africado para los grupos de *k(h)y (notados con z- en micénico) no son convincentes. Basándose fundamentalmente en la alternancia entre grafias con z y grafías con k (a-ze-ti-ri-ja / a-ke-tiri-ja) reconstruye oclusivas palatales con un punto de articulación intermedio entre velar y dental, mientras que para los resultados de *t(h)y piensa en un estadio de africada /ts/ que está evolucionando a silbante fuerte. Además sugiere la hipótesis de que los signos de la serie z- han seguido una evolución paralela a la de los signos tipo ra2, de forma que podrían ser considerados, al menos originariamente, silabogramas complejos del tipo ka2. Al final de la evolución los signos de la serie znotarían tanto el resultado de los grupos de velar sorda y sonora con yod como el resultado de dental sonora con yod, que habría confluido con el resultado del grupo con velar sonora. No notaría, en cambio, el resultado de dental sorda + yod porque éste no habría confluido con el de la velar sorda, sino que habría tenido una evolución más rápida. Sobre la cuestión de los silabogramas complejos vuelve con argumentos más detallados en su trabajo del año 1996, en el que argumenta que el signo za (equivalente a un signo complejo ka2) puede notar en las tablillas tanto el valor originario /kja/ y /gja/ como las oclusivas palatales resultantes de la evolución fonética de estos grupos de velar más yod. En cambio el signo ta2 notaría originariamente tanto pronunciaciones rápidas del grupo tya como el resultado palatalizado t't'a del grupo *t(h)ya, pero con la evolución de t't' a africada ts el resultado de tal grupo pasó a ser transcrito mediante la serie s-. Aunque resulta problemático aceptar sin más sus conclusiones, Del Freo 1989 realiza algunas muy interesantes observaciones al poner sobre la mesa formas como wa-na-so, escritas con s- y no con z-. Para Del Freo grafías como su-za, ka-za, aiza, ka-zo-e y ku-ru-zo serían arcaísmos morfológicos de formas con /kj/. En cuanto al valor fonético de las series, la de s- notaría /ts/, /ss/ o /s/ y la de z- /tʃ/ o /dz/, por lo que habría que interpretar formas como pa-sa-ro /patʃalō/ y wa-na-so-i /wanatʃoiin/, con s- y no con z-, como formas dialectales pilias que llegan a aflorar en la koiné micénica, si bien no debemos olvidar que existen interpretaciones al-
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ternativas como pa-sa-ro ψάλον y wa-na-so-i Fαρνα(σ)σοιhι (v. DMic., s.v.). Ruipérez 1992, por su parte, ha argumentado que la forma to-so-jo de PY Er 312.2 (en la secuencia to-so-jo pe-ma GRA 30) no sería un genitivo (τόσοιο), sino un nominativo (τόσyος) en el que se reflejaría una silabante palatal. Tendríamos así en micénico dos silbantes: una dental que continuaría la silbante indoeuropea en las posiciones en las que no se aspiraba y una silbante palatal resultante de los grupos *tj y *thy. El problema gráfico es que no existían signos diferentes para las dos, por lo que normalmente se escribían ambas con los signos de la serie s-. Moralejo 1993 plantea una diferenciación entre asibilación (limitada a *t y *th y que se produce ante *y e *i, las cuales permanecen al final del proceso fonético) y palatalización (que afecta también a *k y *kh, sólo se produce ante *y y no ante *i y supone que al final del proceso *y ha desaparecido) y establece la siguiente cronología relativa: 1.ª palatalización (limitada al griego meridional), asibilación (también limitada al griego meridional) y 2.ª palatalización (que afecta a todos los dialectos, aunque con resultados finales diferentes). Por lo que se refiere al micénico, los resultados de la segunda palatalización serían los que ofrecerían dos resultados diferentes, según que se trate de antiguos grupos *ky, *khy (serie z-) o *ty, *thy (serie s-). Sin embargo, para Moralejo sería el resultado escrito con los signos en z- el esperable en vez de a-pe-a-sa y pe-de-we-sa, dado que se trata de un contexto originario *VCyV, por lo que para la primera plantea una extensión de -sa a partir de la forma mayoritaria de participios con -Vnsa > -Vntya y para la segunda, una forma con refección en *-wentya donde otros dialectos tienen *-wetya. Una contribución importante es la de Méndez Dosuna 1993, quien argumenta que en casos como a-ze-ti-ri-ja (que alterna con a-ke-ti-ri-ja) y de a3-zo-ro (Αἰσχρός la palatalización se ve inducida fonéticamente por la sibilante que precede, todo ello enmarcado dentro de una postura divergente de lo habitual en cuanto a uno de los aspectos de la palatalización (Méndez Dosuna 1991-93), pues rechaza la existencia de un paso previo por el estado de africada /tts/ y /dds/ en los dialectos en los que el resultado final del proceso condujo a /tt/ y /dd/, defendiendo que debió haber un retroceso al estadio palatal antes de que consiguiera imponerse la pronunciación africada, con lo que la evolución a dentales de las palatales habría sido por mera despalatalización. Recientemente Jiménez Delgado 2004 ha revisado la documentación disponible sobre el grupo tw, concluyendo que en micénico se conserva todavía inalterado, por lo que hay que rechazar interpretaciones que asuman que en algunos casos ya ha evolucionado a sw. A pesar de que hay acuerdo en que los signos ra2 y ro2 deben reflejar palatales, la naturaleza exacta de esa realidad fonética es debatida. Leukart 1992 asume que los signos *76 ra2 y *68 ro2 eran en lineal A consonantes palatalizadas, de forma que en proto-micénico estos signos habrían tenido los valores fonéticos *rja/lja y *rjo/ljo, que en micénico habrían evolucionado a consonantes geminadas palatalizadas (r'r'a/l'l'a y r'r'o/l'l'o). Una vez producida esa evolución fonética, los signos
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habrían empezado a utilizarse también para notar geminadas no palatalizadas, rra/lla y rro/llo. Finalmente, los signos habrían acabado por poder notar en micénico consonantes simples. Conti 1990, apoyándose en las variantes gráficas documentadas, considera procesos relacionados y explicables ambos por el debilitamiento de /s/ tanto la evolución que puede observarse comparando la grafía histórica tipo -ri-ja con la más evolucionada -ra como el tratamiento de -s- intervocálica, que ya aparece como -h- en las tablillas, que, por tanto, pertenecerían al mismo estrato cronológico. Argumenta que la evolución -s->-h- no se remontaría, por tanto, al griego común, aunque sí sería proto-micénica y también señala que el surgimiento de líquidas geminadas no palatales por tratamiento de grupos con -s- ha de ser anterior al surgimiento de líquidas geminadas palatales. Una cuestión que también ha recibido bastante atención en los últimos años ha sido el problema del tratamiento de las labiovelares en micénico. Recordemos que uno de los datos fonéticos más interesantes que permitió conocer el micénico era que en el griego del segundo milenio las labiovelares indoeuropeas todavía no habían evolucionado a labiales o dentales como en los dialectos griegos del primer milenio. La escritura lineal B contaba con una serie de signos especiales que transcribimos mediante la q- y que se utilizaban en aquellos contextos en los que la etimología y la comparación con otras lenguas indoeuropeas permitía reconstruir la presencia de una labiovelar en la proto-lengua. Sin embargo, la existencia de esta serie no permite conocer la realidad fonética que subyace a ella, por lo que no puede deducirse sin más que las labiovelares se hubieran mantenido inalteradas hasta época micénica. Lo que sí podemos afirmar es que eran sonidos diferentes de las velares. Sobre este tema podemos mencionar el trabajo de Todorović 1984, quien, aparte de insistir sobre el hecho de que la grafía micénica ha mostrado la presencia de labiovelares en algunas palabras donde ésta no podía haber sido establecida por el método comparativo (p. ej., qa-si-re-u γwασιλεύς, cf. βασιλεύς) y, al contrario, su ausencia en otras en la que se esperaba (p. ej., pa-ra-jo παλαιοί), señala que un rasgo arcaico del micénico es el mantenimiento de las labiovelares en todas las posiciones, incluso ante consonante (p. ej., part. perf. e-qi-ti-wo-e ἐχwθιFόhες, cf. φθίω). Crepajac 1987 llama la atención sobre el hecho de que en micénico el grupo de gutural palatal + w tenga el mismo tratamiento que una labiovelar, mientras que el grupo de gutural velar + w se trate como una velar pura. Pero, sobre todo, hay que destacar la monografía de Quattordio Moreschini 1990. Según había expuesto M. Lejeune, el micénico presenta ya la evolución de la labiovelar a velar en contacto con u y ante yod, mientras que serían fenómenos postmicénicos su adelantamiento ante vocal anterior (salvo en eolio) y la evolución a labial en el resto de los casos. Partiendo de estos presupuestos Quattordio revisa exhaustivamente el material micénico y constata cómo en micénico se conservan las labiovelares que aparecerán en los dialectos griegos del primer milenio como dentales y labiales.
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No obstante, llama la atención sobre la existencia de dobletes del tipo qe-re-qo-ta / pe-re-qo-ta (Κwηλεχwοντᾱς/Πηλεχwοντᾱς, cf. hipocorístico Τήλεφος) y o-qe-qa / ope-qa, que podrían interpretarse como cambios condicionados, bien como un proceso de disimilación regresiva o, si no, como una evolución a labial en micénico ante vocal e. La constatación de este fenómeno le lleva a reflexionar sobre esta tendencia, que, curiosamente, aproximaría el micénico a los dialectos eolios, para lo cual procede a revisar los eolismos en la lengua épica, unos cuantos casos de evolución de labiovelar a labial ante e en chipriota. Sin embargo, sus conclusiones no la llevan a defender una «eolicidad» del micénico, sino que interpreta los datos como la anticipación de un fenómeno que en época histórica reaparecerá también en eolio. Por su parte, Marazzi 2002, a partir del análisis de la forma verbal a-pi-eqe hipotetiza que quizá en algunos ámbitos micénicos las labiovelares habían evolucionado a un resultado próximo al de las labiales y esto habría provocado algunos casos de contaminación. Hajnal 1993, tras recordar la escasez del fonema /b/ en micénico habida cuenta de que gran parte de las /b/ del griego del primer milenio proceden de una labiovelar, todavía conservada en micénico, analiza cómo el equivalente de b del primer milenio no procedente de labiovelar aparece notada en micénico, bien mediante los signos de la serie p-, bien mediante los dobletes *56 (pa2), *22 (pi2), *29 (pu2), lo que le lleva a postular que en el momento en que se empezó a escribir el griego micénico mediante la lineal B las sonoras aspiradas del indoeuropeo eran todavía sonoras y no habían evolucionado a sordas, como sucedería poco después en época micénica. Resulta interesante constatar cómo De Hoz 2004, pp. 48-52 llega también a una conclusión similar analizando las relaciones entre la lengua griega y su sustrato. Witczak 1993a va todavía más allá que Hajnal, postulando que la serie p2 (es decir, pa2, etc.) sólo nota la labial sonora y no la labial aspirada, postura que es difícil de mantener. También ha seguido recibiendo atención la vieja cuestión de las alternancias entre formas con pt- y p- inicial tipo πόλις/πτόλις, aunque el problema de la alternancia no afecta al micénico en sí, pues en este dialecto sólo se atestiguan formas con pt- (antrop. po-to-re-ma-ta Πτολεμᾱ́τᾱς, po-to-ri-wo Πτολίων y gen. e-u-ru-po-tore-mo-jo Εὐρυπτολέμοιο y adj. pi-ti-ro2-we-sa πτιλyόFεσσα 'con plumitas'). Se ha seguido intentando ofrecer explicaciones para esta alternancia, aunque, en honor a la verdad, ninguna de ellas es totalmente convincente. Ruipérez 1988 ha intentado explicar los dobletes porque -oli- procedería de un grupo *-l̥H1- y la laringal provocaría la palatalización de la p- inicial, es decir, *pj-, que, a su vez, evolucionaría a pt-. En cambio Dunkel 1992, siguiendo la senda de los falsos cortes de Szemerényi, recurre a una alambicada explicacion partiendo de compuestos de rección verbal con un injuntivo en 3.ª persona sg. como primer elemento tipo *pheret-polis, en los que se habría producido univerbación y metátesis del grupo -tp- > -pt-, con posterior error de segmentación. En otra línea se encuentra el artículo de Aloni y Negri
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1989, quienes, muy razonablemente, rechazan una idea de Brixhe (que retoma en Brixhe 1996a, pp. 21-23) según la cual la oposición pt- / p- tiene una base sociolingüística y las formas con pt- pertenecerían a la lengua de los campesinos. Como ya hemos dicho, el micénico, a juzgar por los testimonios de que disponemos, únicamente conoce formas con pt- inicial. Aloni y Negri plantean que las formas con ptson las normales en micénico y su pervivencia en la lengua épica sería un arcaísmo. Redondo 1989 explica la relación entre mic. da-pu-ri-to y de-re-u-ko con λαβύρινθος y γλεῦκος a partir de una neutralización parcial entre las oposiciones que se establecen entre /d/ : /l/ y /dl/ : /gl/, lo que, si bien parece aceptable para el segundo caso, pero no lo es tanto para el primero. La cronología de la ley de Grassmann también sigue siendo debatida. Lanzweert 1994a defiende que ha actuado en época premicénica porque en términos de cronología relativa ha de ser anterior a la vocalización de las sonantes nasales. Ruijgh 1992 ha defendido la presencia de una [h] no etimológica en casos en los que la grafía micénica parece apuntar a la existencia de hiato, p. ej., ki-ti-e-si (frente a ki-ti-je-si). Tal -h- habría evitado en micénico la contracción vocálica al quedar en contacto morfemas acabados en vocal y morfemas iniciados por vocal. La explicación parece poco sólida y, frente a la postura de Ruijgh, parece que alternancias como la señalada son meramente gráficas. Haug 2002, pp. 49-62 ha revisado los resultados de la vocalización de sonantes en micénico y llega a la conclusión de que la eliminación de su función vocálica se hizo en tres fases: a) ya en indoeuropeo tardío algunas sonantes vocálicas se eliminaron por apofonía vocálica secundaria; b) en griego común toman vocal de apoyo de timbre a en posición inicial y final de palabra y ante otra sonante o vocal; c) en época dialectal, pero anterior a las tablillas, la sonante entre consonantes toma una vocal de apoyo que según dialectos será a u o. 6. Morfología Comenzando por la morfología nominal, debemos señalar la publicación de la monografía de Hajnal 1995, que se estructura en cuatro partes. La primera está dedicada a problemas de método y a la historia de los estudios e incluye también un panorama general de los distintos tipos flexivos nominales en micénico. La segunda parte («Eine Überprüfung der Methode der innergriechischen Deduktion») contiene un apartado sobre el genitivo singular en -a-o de los masculinos en -ā y un largo capítulo sobre los diferentes aspectos del dual en micénico, que le lleva a postular un origen poco convincente para las formas de dual masculino en -a-e en relación con supuestas formas de genitivo singular con hiato en *-tă'os. La tercera parte («Mykenisch und vergleichende historische Sprachwissenschaft: Der Instrumental») se dedica al estudio de las formas micénicas en -pi (a cuyos precedentes indoeuropeos y evolución en griego posterior también se dedica la parte quinta
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del libro), al dativo-locativo de los temas en -s y al genitivo temático en -o. Hajnal defiende que las formas en -pi no son siempre plurales en micénico, sino que en algún caso pueden ser formas de dual y de singular, señalando, además, que, de un punto de vista sintáctico, además del valor instrumental-comitativo tiene valor de ablativo cuando se usa con topónimos. Bartoněk ha dedicado varios trabajos diferentes tipos flexivos, p.ej., temas en consonante (1984), atemáticos en vocal y diptongo (1987a). La documentación resulta ahora mucho más accesible en su manual de micénico que mencionamos en § 3. Moralejo 1983 analiza como nom.-ac. dual formas como pa-ke-te-ja, ri-ne-ja o di-pte-ra e interpreta el final como -ai, que sería el morfema de plural heredado del indoeuropeo para esos temas. Por su parte, Hajnal 1999 se esfuerza por encontrar en micénico pervivencias de ablaut en la declinación de los temas en -a. Contamos ahora con una importante monografía sobre los masculinos en -ā, la de Leukart 1994, que dedica los capítulos I a IV al micénico. En cuanto al genitivo -āo, que ya no puede explicarse, como se había hecho habitualmente antes del desciframiento del micénico, por analogía del genitivo temático en -oo (o, incluso, de -oio), ha seguido habiendo nuevas propuestas. Según Hajnal 1995, pp. 35-54 el gen. sg. masc. -a-o del micénico sería fonéticamente -ahōs y se explicaría como forma analógica del gen. plu. -ahōn, lo que resulta poco verosímil. Tampoco es convincente la propuesta de Meier-Brügger 1996, quien mantiene la interpretación tradicional que ve -a-o como resultado analógico a partir de la desinencia temática -oyo, para lo cual ha de plantear que ésta se silabificaba -oy.o. Por lo que concierne a la declinación temática, la interpretación del genitivo singular en -o (frente a la desinencia habitual -o-jo) ha seguido siendo debatida. Maurice 1992, siguiendo una idea de A. Morpurgo, mantiene que se trataría de un antiguo ablativo en -ω, lo que, además, permitiría explicar apariciones de -ου en los poemas homéricos donde esa desinencia resulta irreductible a -οο. Hajnal 1995, pp. 264-272 también aboga por la interpretación como un antiguo ablativo en -ōd, pues considera que en micénico el genitivo sólo tiene función partitiva, pero no de genitivo adnominal o posesivo, por lo que el proceso de sincretismo de genitivo y ablativo todavía no habría culminado en la época de las tablillas, sino que se encontraría en curso. En cambio, Adrados 1990 y Bader 1992 han defendido que los genitivos en -o son, en realidad, genitivos en *-os. Ésta sería la desinencia antigua de genitivo temático indoeuropeo (cf. hit. -aš), que habría sobrevivido inalterada, por tanto, en micénico y en chipriota y, según Bader, también en Homero, donde se podría reconstruir en los tiempos fuertes y en final de verso. De todas maneras, en mi opinión, habría que replantearse todas estas explicaciones a la vista de los genitivos temáticos del celtibérico, que atestiguan inequívocamente -o. Moralejo 1984 sostiene que la restauración de -s- en -oisi y, de forma paralela, en los dativos de los temas en -ā, -āsi, se produjo en el momento en el que todavía se encontraban en el estadio *-oihi, *-āhi y no en el de sus reducciones *-oii, *-āi, en
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un estado de lengua en que aún se oponían dativo-locativo e instrumental. Precisamente sitúa tal estado de lengua en época micénica y en un área que define con cautela como «sudoriental». En cuanto a la declinación atemática, se ha seguido estudiando la alternancia entre dativos en -e -ει e -i -ι. Negri 1991 lleva a cabo un estudio en función de los centros donde aparecen las tablillas (Cnoso, Pilo y Micenas) y la función (dativo, locativo o instrumental), lo que lleva a constatar que el centro con el porcentaje de aparición de -i más elevado es Micenas y en Cnoso, en cambio, es muy bajo. En función de dativo y locativo -e e -i se usan indistintamente, pero no parece haber ningún caso de instrumental en -i. Killen 1992 se centra en el análisis de los dativos de los temas en -i en Cnoso, que pueden presentar como desinencia tanto -i como -e. Varias 1994 interpreta la alternancia de esos dos morfemas en Micenas como reflejo de dos comunidades de hablantes diferentes. Es posible que el dat. plu. ke-re-na-i conserve el nombre de la 'grulla' en micénico, como ha propuesto Del Freo 1999, con lo que habría que interpretar esa forma como γερένᾱhι, de un nom. γερένᾱς no atestiguado en el primer milenio. Maurice 1987 ha realizado una crítica detallada a las propuestas de R. A. Santiago sobre la posibilidad de que algunas formas en -e-u no fueran nominativos en -εύς, sino dativos-locativos en -ηυ. Sin embargo, ahora hay que hacer entrar en el dossier la forma e-u-te-re-u Εὐτρηῦ en una lista de topónimos en dativo en una de las nuevas tablillas tebanas (TH Ft 140.2). Se ha postulado también que tengamos atestiguado el nom. y dat. plu. de los temas en -n en las formas re-ne (KN M 719) y -re-si (en la secuencia e-pi-qe-re-si de KN Lc 561), pues para Maurice 1988, se trataría, respectivamente, de Fρῆνες y Fρενσί, nom. y dat. plu. de Fρήν 'cordero' (cf. ἀρήν), si bien esta interpretación le obliga a postular una excepción gráfica puesto que la wau inicial no aparece notada. De forma general, en ese trabajo Maurice argumenta que los nombres en -n ya no tienen en micénico alternancias vocálicas, lo cual actualmente es difícil de mantener a la vista del dat. plu. te-ka-ta-si τέκτασι (< *tektn̥si), atestiguado en las nuevas tablillas tebanas, frente al nom. sg. te-ko-to- τέκτων y nom. plu. te-ko-to-ne τέκτονες, ya conocidos antes. Ruijgh 1983 ha dedicado un trabajo monográficos a los neutros en -s/h-, en el que pasa revista a todos los nombres de esta clase atestiguados en micénico, incluso a aquellos que sólo lo están indirectamente a través de derivados. Analiza cuáles de ellos son de origen pregriego y propone que en la lengua pregriega de la que se toman en préstamo debían ser nombres en -eh-, lo que explicaría la existencia de algunos dobletes en -ᾱ. También estudia de forma exhaustiva los neutros en –ας. Negri 1995 incluye ka-ma entre los temas en -as con acusativo en -an (tipo hom. λᾶας, ac. λᾶαν), pero quizá es dar demasiado peso a la glosa de Hesiquio καμάν· τὸν ἀγρόν para la interpretación del detalle morfológico en micénico, pues parece
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mejor considerarlo en este dialecto un neutro en -as como di-pa δίπας (cf. hom. δέπας). Por su parte, Leukart 1987 intenta encontrar huellas del número colectivo indoeuropeo en algunas secuencias micénicas, mientras que Ruijgh 1992a argumenta a favor de considerar que -h- se ha convertido en una verdadera consonante de unión en micénico, p. ej. en el tipo subj. *δω-hο-μεν creado por analogía de *ἔ-hομεν. Considera que la alternancia ki-ti-e-si/ki-ti-je-si no es puramente gráfica, sino que la primera representaría κτίhενσι y llega a plantear que es posible que antes de que se produjeran las contracciones vocálicas de época histórica todas las palabras griegas que parecen tener un morfema con vocal final seguido de un morfema con vocal inicial tuvieran entre ambos -h- como consonante de unión. En cuanto al adjetivo a-pi-qo-to, que califica a mesas y a una e-ka-ra, Bernabé 1998 ha defendido su interpretación como ἀμφίγwοτος, con el sentido específico de 'en forma 8'. La forma homérica ἀμφίβροτος con -ι- medida breve ante -βρ- (en vez de *ἀμφίβοτος) que califica a escudos con esa forma, se debería a una etimología popular. En el ámbito de la morfología nominal resulta necesario referirse, por último, a una cuestión general sobre el sistema casual del micénico que ha seguido debatiéndose en la bibliografía especializada en los últimos años. Nos referimos a la cuestión del sincretismo de casos, sobre la que ha habido un importante número de publicaciones en las que los datos micénicos tienen un papel de primer orden. Naturalmente, la visión de los hechos griegos cambia enormemente si se parte de un indoeuropeo con ocho casos, al modo de la reconstrucción tradicional, o se postula una creación progresiva de la flexión. Desde el primer punto de vista habría que asumir para el griego que se ha producido un sincretismo, por un lado, entre el genitivo y el ablativo y, por otro, entre el dativo y el locativo y, sólo parcialmente, por lo que al micénico se refiere, el instrumental, ya que en micénico parecen productivos los instrumentales plurales en -pi -φι. Una argumentación a favor de que se ha producido el sincretismo la encontramos en Risch 1986, trabajo en el que lleva a cabo un examen de la flexión nominal micénica en comparación con el indoeuropeo y el griego antiguo. Desde unos planteamientos cercanos a los de este autor están realizados los estudios de Panagl 1983, quien explica el paso de -ehei a ehi en el dativo-locativo singular mediante dos procesos analógicos y defiende que la sustitución de las desinencias de dativo por las de locativo en los temas en -s induce a pensar que el sincretismo de estos casos es de origen premicénico, y Hettrich 1985, que argumenta que el punto de partida para el sincretismo entre instrumental y ablativo singular es la flexión temática, en la que ambos casos acaban por confudirse en una desinencia -ō tras la pérdida de la -d final del ablativo. Otros artículos en esta línea son los Meier-Brügger 1985, quien se ocupa no sólo del griego, sino también del latín, y Rizzi 1985. Se puede encontrar una revisión completa de la cuestión en el libro de Hajnal 1995, si bien sus conclusiones son en muchos
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puntos ciertamente discutibles. Hajnal defiende, además, que el micénico procede de un dialecto diferente del del resto de los dialectos griegos. Frente a esta postura Adrados 1989 ha defendido que el micénico, al igual que el griego del primer milenio, contaba con un sistema de cinco casos, que es heredado del griego común, aunque admite que en micénico puede haber algunos ejemplos de arcaísmos formales funcionando como alomorfos, y señala también, con razón, que -pi -φι no es una verdadera desinencia casual, sino una especie de postposición al estilo del adlativo -de -δε. Por otra parte, Brixhe 1992 ha señalado que el análisis del «dativo» en micénico deja ver cambios entre las realizaciones de las funciones de Dativo, Locativo e Instrumental-Comitativo, pues si bien en la época en que se compusieron los textos micénicos conservados la lengua corriente ya sólo debía contar con un caso, las alteraciones perceptibles dentro de esta área sintáctica incitan a asumir la existencia de un sistema anterior con dos o tres realizaciones casuales, por lo que el problema radicaría en dilucidar si se trata de un cambio en marcha o ya completado antes de la elección entre los morfemas heredados. En un trabajo sobre los pronombres relativos del griego Risch 1985, pp. 179-187 se ocupa de las formas micénicas, entre las que incluye o-te, jo-qi, jo-/o- y también o-qe de PY Cn 4.10. Pasando ya a la morfología verbal, hay que señalar que elencos de las formas verbales micénicas pueden encontrarse en los anexos que acompañan al artículo de Duhoux y Dachy 1992 sobre el aspecto verbal, en el que se nos ofrece tanto una clasificación por temas como por paradigmas. No obstante, los trabajos generales sobre el verbo micénico no son demasiado abundantes. Una referencia básica es el artículo de Duhoux 1988, que se centra fundamentalmente en los problemas relativos al tiempo y el aspecto, así como a la voz y la diátesis. El trabajo de Sowa 1998 es un útil análisis de conjunto de las formas verbales personales atestiguadas en micénico, clasificadas por temas y por tipos de formación dentro de cada tema, con discusión de las de interpretación problemática. También es relevante para el análisis de los datos sobre el verbo micénico el estudio fundamental sobre el verbo griego de los últimos años, el libro de Duhoux 1992 [20012], aunque, como dejan ver los índices, no se tratan en él de forma sistemática todas y cada una de las formas verbales micénicas. En el reciente manual de Bartoněk 2003, pp. 306-336 se encuentran listados completos de formas verbales, con una clasificación por temas, personas y voces (pero, llamativamente, no por tipos de formación dentro de cada uno de los temas), que resultan de gran utilidad para quienes se interesen por el verbo micénico, pero el análisis de los datos, limitado a cinco páginas, aunque esencialmente correcto y con los datos básicos, no deja de resultar un tanto escaso. Sobre el tema de presnte contamos con un estudio monográfico de Plath 1992, que presenta un listado y clasificación de las formas correspondientes de acuerdo con su formación: radicales, atemáticos con reduplicación, verba vocalia, con morfema nasal, temáticos, con sufijo -eye-/-eyo- y con sufijo -ye-/-yo-. Vine 1993 rechaza que
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te-ra-pi-ke sea una forma verbal con sufijo -ίσκω y la interpreta como un locativo singular. Para la distribución de las formas con y sin aumento que aparecen en las tablillas (p. ej., a-pe-do-ke ἀπέδωκε/a-pu-do-ke ἀπύδωκε) Duhoux 1987 ha propuesto una explicación de carácter sociolingüístico. Para ello se basa en: a) los textos micénicos deben reflejar la lengua de la corte micénica y en ellos el aumento está prácticamente ausente; b) los poemas homéricos están en relación con una tradición aristocrática y en ellos aparecen tanto formas con aumento como sin aumento; c) la prosa del primer milenio refleja más el habla popular y en ella aparece sistemáticamente el aumento. De ello se deduciría que el uso del aumento habría surgido entre las clases populares y no siempre habría tenido una buena acogida entre las clases superiores, aunque acabaría por imponerse. Duhoux 1994-95 también ha aplicado la perspectiva sociolingüística al estudio de la tmesis en micénico. Tras descartar supuestas formas de tmesis debidas, en realidad a otros factores, llama la atención sobre el hecho de que ésta sólo se documenta en la serie Ta de Pilo, lo que, dado que esta serie es un registro de bienes de lujo relacionado con el nombramiento de un alto cargo de la administración pilia, le lleva a postular que la tmesis era una rasgo lingüístico característico de las clases dirigentes de Pilo. Centrándonos en cuestiones concretas, debemos referirnos a la única posible forma de imperfecto del micénico: 3.ª sg. -a-pe ἀπῆς(τ) 'estaba ausente', pues Killen 1996-97 ha cuestionado tal interpretación y ha retomado la idea alternativa (que ya se encontraba en trabajos de Palmer), según la cual el término, documentado en las tablillas PY An 5, 18 y 852, sería un topónimo. Las razones para apoyar esta interpretación son el paralelismo con otras palabras que aparecen en la misma posición que ésta en las tablillas en que se documenta la palabra y en otras del mismo set. Además, Killen ha sugerido también que ésta sea la lectura de PY Cr 868 + 875 en cuya línea 5 se lee ]to-na-pe[, en una tablilla en la que aparece una lista de topónimos acompañados del ideograma CERV y un numeral. De ser acertada esta interpretación, no tendríamos atestiguado ningún imperfecto en las tablillas. En cuanto a nom. plu. neutr. e-we-pe-so-me-na (MY Oe 127), a pesar de que hay acuerdo en considerarlo un participio de futuro, se sigue dudando a qué verbo adscribirlo. Perpillou 1996, p. 203 propone interpretarlo como ἐFεψησόμενα, es decir, un participio de ὑφαίνω 'tejer', por lo que sería una forma con vocal protética e- y con vocalismo e de la raíz, una formación desconocida en griego para esta raíz *web- salvo en esta forma, si bien sería justificable dentro de una tesis más general defendida por Perpillou sobre la relación entre la vocal protética y la raíz en grado e. Posiblemente tengamos atestiguado el aoristo medio de τίθημι en las formas tu-wo-te-to y o-je-ke-te-to que aparecen en las nuevas tablillas tebanas TH Fq 130.1 y Fq 254.1. La interpretación más verosímil (Chadwick 1996-97, Godart y Sacconi 1998) es que se trata de grafías sin separador en las que tenemos un primer ele-
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mento seguido de -te-to θέτο, es decir, la tercera persona del aoristo medio. La interpretación de o-je-ke- no está clara, pero tu-wo- se puede interpretar con cierta seguridad como θύος, es decir, el singular de la palabra tu-we-a θύεhα que ya estaba atestiguada en micénico con el significado de 'perfumes', 'sustancias aromáticas'. En este caso, dado que el contexto sugiere una interpretación de tipo ritual, se puede pensar que tu-wo-te-to se referiría a la realización de una ofrenda de perfume. Ahora bien, hay que plantearse si tu-wo es el sujeto del verbo o su complemento. En el segundo caso habría que suponer que el sujeto de la oración no está expreso porque se sobreentendía quién realizaba esa ofrenda. -te-to sería una forma media y no presentaría mayor problema. En el primer caso, si tu-wo es el sujeto habría que entender -te-to como una forma con valor pasivo, lo que resultaría muy interesante ya que, como sabemos, el aoristo y el futuro son los únicos temas temporales que en griego clásico tienen formas especiales para la voz pasiva. En micénico hasta el momento no tenemos atestiguada con seguridad ninguna forma pasiva con sufijo -θη- o -η-, por lo que no sería descabellado pensar que se trata de una creación postmicénica, pues su carácter reciente está fuera de duda (v. en contra, Ruijgh 2004, pp. 36-40). Sin embargo, a la vista de la falta de expresión del sujeto en otras tablillas de la misma serie en las que la interpretación pasiva está excluida totalmente, parece que debemos ser cautos e inclinarnos, al menos provisionalmente, por la primera interpretación, es decir, como una forma con valor medio. Ruipérez 1987, desarrollando una idea de Palmer, ha defendido también que en las tablillas de las series Eo y Eb (mano 41) y En y Ep (mano 1) de Pilo, que tratan de diferentes modalidades de tenencia de la tierra, se establece una oposición entre indicativo e-ke ἕχει y subjuntivo con valor prospectivo e-ke-qe ἕχηι-κwεν, que, como se ve, iría acompañado de partícula modal (cf. κε(ν), κᾱ, equivalentes en otros dialectos del primer milenio a át. ἄν), una línea de interpretación que, con modificaciones, también ha defendido Lillo 1996. No puede decirse que exista todavía un acuerdo generalizado sobre la interpretación de estas formas como subjuntivos. De Lamberterie 1990b ha defendido la interpretación de po-ro-e-ko-to en TH Wu 67 como πρόhεκτος, es decir, es adjetivo verbal del verbo προέχω, que, en oposición a i-je-ro ἱερός 'consagrado' tendría el sentido de 'presentable' en referencia a las víctimas aptas para el sacrificio, para lo que se cuenta con el paralelo de uso de προέχω en Od. III 8. La propuesta morfológica nos parece totalmente aceptable, aunque, habida cuenta de que el valor semántico que parecen tener estos adjetivos en –τος en micénico parece ser siempre pasivo (y no el valor de posibilidad que tienden a adquirir en el griego del I milenio), el sentido sería más bien «seleccionados». Si se acepta esa propuesta y se tienen cuenta formas como nom. plu. qe-qino-to γwεγwινωτοί 'tallados' (cf. part. qe-qi-no-me-no), nom.-ac. plu. neutr. ki-ri-ta χριστά 'untadas', 'teñidas', nom. plu. masc. pe-ko-to πεκτοί 'peinados', no se puede mantener ya la afirmación de Duhoux 1988, p. 131 de que que e-pi-da-to ἐπίδαστος es un ejemplo único en micénico por lo que se refiere a a la derivación
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directa de un adjetivo en –τος a partir de un tema verbal y de que la mayor parte de esos adjetivos formarían parte del sistema nominal. Por mencionar algunas propuestas sobre formas concretas, Hajnal 1990 interpreta e-e-to (PY An 607.3) como ehento 3.ª plu. del injuntivo del verbo 'ser', propuesta a la que no se ve ninguna ventaja frente a explicaciones alternativas como ἐhέντων o ἐhέστων (cf. cret. ἔντων, hom. ἔστων) o hέhεντοι (cf. ἵημι). Plath 1990 defiende que e-re-e (PY An 724.4) debe ser un infinitivo radical atemático ere-hen 'remar' mejor que un ablativo Helehē de un topónimo, lo que es bastante verosímil, aunque no cabe descartar del todo un dat.-loc. Helehei. García Ramón 1990, siguiendo una propuesta de interpretación de Ruijgh, analiza monográficamente la forma e-qi-ti-wo-e de TH Wu 75, un nom. plu. (o dual) ekwhthiwohe(s), participio de perfecto de φθίνω 'perecer, morir', mientras que Plath 1989 propone que el controvertido participio de perfecto ke-ke-tu-wo-e debe ser khekhethwohes, de la raíz indoeuropea *ghedh, con lo que tendría el sentido de 'unidos' o similar. Tanto Hajnal 1996 como García Ramón 1996 rechazan la interpretación de -i-je-to (PY Tn 316.2) como una forma relacionada con ἵημι y la relacionan con la raíz *h1ish2-. Interpretan po-re-na- (PY Tn 316) como un infinitivo φορῆναι Nagy 1994-95 y Willi 1994-95, pero argumenta en contra Palaima 1996-97, quien defiende que se trata de un acusativo φορῆνα. Por lo que se refiere a las preposiciones, Morpurgo 1983 se ocupa de e-pi y o-pi y su relación con el fosilizado ὀπι- y con ἐπί en griego del I milenio, así como de su origen. Perpillou 1987 analiza la presencia de ἐν, ἐνς y ἐξ en compuestos como ene-e-si (ἐνέhενσι), a-re-sa-ni-e (ἂρ ἐνσανίη) o e-ka-sa-te (Ἐξανθεύς). Milani 1988 ha argumentado que en algunas formas micénicas como we-a-re-pe/we-ja-re-pe o we-jeke-a/we-je-ke-a2 tenemos documentada en composición la preposición correspondiente a chipr. ὑ-/ὐ- 'sobre'. Buzalkovska-Aleksova 1996 se ocupa de algunos posibles casos de apócope de prefijos y preverbios ante consonante. 7. Sintaxis y orden de palabras Los diferentes aspectos de la sintaxis de los textos micénicos son una cuestión, por lo general, poco atendida. Es indicativo a este respecto que el manual de Bartoněk 2003 de sus 676 páginas le dedique tan solo las pp. 439-445. En una presentación general sobre la importancia del micénico para la reconstrucción de la sintaxis indoeuropea Ruipérez 1997 aborda varias cuestiones como el acusativo con infinitivo en dependencia de verba dicendi, el uso de jo-/o-, el aumento, la tmesis y´el -qe no copulativo. También Panagl 1999 se ocupa de aspectos sintácticos del micénico en tanto que escalón entre el indoeuropeo y el griego del I milenio, para luego centrarse en cuestión de sintaxis relacionadas con el verbo 'dar'. El manual de sintaxis griega de Adrados 1992 tiene el acierto de incorporar los datos micénicos en el contexto del análisis general de los datos del griego.
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Comenzando por la sintaxis nominal, Slings 1984 argumenta que ejemplos como PY Ep 704.7 muestran la existencia de un uso del dual autónomo en micénico, es decir, sin que tenga que ir acompañado del numeral '2'. Una interesante monografía sintáctica es la de Waanders 1997, que está dividida en dos partes. La primera de ellas aborda el estudio de las expresiones con postposición -δε en micénico y en Homero, tanto con acusativo como con genitivo de nombre de persona (y elipsis, por tanto, del acusativo de una palabra que signifique 'casa', como δόμον u οἶκον). La segunda parte estudia los usos de -φι en micénico y en Homero, con especial atención a los usos con valor local. Finalmente, también cuenta con un breve apéndice en el que discute los casos posibles de presencia de -θεν en micénico. Sobre el valor de las formas en -φι se ocupa también Thompson 1998. Para la sintaxis verbal remitimos al apartado de morfología, donde hemos mencionado ya los trabajos generales sobre el verbo micénico, que se ocupan también de aspectos semánticos y sintácticos. Cabe añadir ahora el trabajo de Lillo 1996, que, en la línea de Ruipérez, defiende un uso no copulativo de -qe, que en las tablillas estaría limitado al verbo e-ke-qe y a la combinación con la negación o-u-qe. Negri 1986 vuelve sobre el análisis de la preposición pa-ro, de la que ya se había ocupado anteriormente, para insistir sobre la idea de que tiene dos sentidos diferentes en micénico: en las tablillas de la serie PY E indica procedencia, mientras que expresa un valor de lugar en el resto de apariciones. También de esa preposición se ocupa Thompson 2000-01, quien defiende que puede tener un valor ablativo en todas sus apariciones y que, en tal caso, dado que se construye con dativo, podría representar una isoglosa con el arcado-chipriota, en el que las preposiciones ἀπό y ἐξ se construyen con dativo y no con genitivo como en los otros dialectos. Duhoux 1998, pp. 27-33 estudia los usos de las partículas atestiguadas en las tablillas micénicas: -de, -qe, o-a2, o-da-a2, o-de-qa-a2, jo-/o- y o-u-qe. Varios trabajos se han ocupado en estos años del orden de palabras en micénico. Babič 1999 identifica diferencias y, sobre todo, semejanzas en cuanto al orden de palabras en textos alfabéticos comparables con los textos micénicos. 8. Formación de palabras Por razones de espacio no podemos recoger aquí propuestas referidas a palabras individuales, de forma que nos centramos sobre aquellos trabajos en los que se estudian procedimientos de formación de palabras. Por lo que se refiere a la composición, contamos con una visión de conjunto obra de Waanders 1996 y, sobre todo, con un amplio trabajo debido a Meisner y Tribulato 2002, que parte del análisis de todos los compuestos que aparecen en el Diccionario micénico de F. Aura, que son clasificados de acuerdo con criterios formales y semánticos, lo que les permite hacer un exhaustivo análisis de cada uno de los tipos existentes en este
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dialecto, comparando su productividad con la que tienen en el griego posterior. Se trata, hoy por hoy, de la referencia fundamental para el estudio de la composición en micénico. Por su parte, Lanzweert 1994b ha abordado el estudio de algunos compuestos y se ha detenido en mostrar cómo algunos elementos que habitualmente se consideran debidos al sustrato pregriego son, en realidad, compuestos de época micénica que han perdido su transparencia morfológica. BuzalkovskaAleksova 1999 compara los apelativos compuestos con los antropónimos compuestos identificando elementos comunes a ambos subsistemas de composición. Debemos a Leukart 1994 una monografía sobre los nombres en -tās y en -ās, en la que analiza exhaustivamente las pautas de formación de estos nombres masculinos, que en micénico son en su mayor parte nombres propios. En su trabajo sobre los adjetivos en –υς De Lamberterie 1990a y Martínez García 1994 hacen uso abundante de formas micénicas. Véanse también los trabajos de García Ramón mencionados en § 10. Sobre los nombres en –εύς y cuestiones relacionadas, como las diferencias entre los femeninos en -e-ja y -e-wi-ja que se derivan de ellos, se han seguido ocupando algunos trabajos. Leukart 1983 trata sobre los sustantivos en -eus y los adjetivos en -ēwios, fundamentalmente en sus apariciones en la serie Ta de Pilo, mientras que Dunkel 1988-1990 aborda el estudio del sufijo -eya, que forma el femenino de los nombres en -eus pero que a veces aparece en teónimos con otras formaciones, como po-si-da-e-ja (cf. po-se-da-o) y ko-ma-we-te-ja (cf. antrop. ko-ma-we). Quattordio Moreschini también 1987 analiza la relación entre los masculinos en -e-u y los femeninos en -e-ja, un tipo de formación para la que postula un origen minoico dado que formaciones similares se atestiguan en lineal A. En cambio, los adjetivos de materia en -e-jo/-e-ja continuarían el sufijo indoeuropeo -eyos, pero el sufijo -eyo con valor posesivo tendría origen pregriego. Precisamente son varios los trabajos que abordan problemas relacionados con los sufijos -i-jo y -e-(j)o. Para Heubeck 1985 -e-jo es una grafía arcaizante, mientras que -e-o (/-eho) sería la forma realmente hablada; -i-jo indicaría posesión. Hajnal 1994 se centra sobre los adjetivos de materia y llega a la conclusión de que los sufijos usados son *-eyo- para masculino y neutro y *-yă/*-yā para el femenino, que en micénico pueden aparecer con varias grafías: , , y . 9. Léxico En el periodo de tiempo analizado se han publicado los dos volúmenes del Diccionario micénico obra de F. Aura Jorro 1985-1992. Se trata de una voluminosa obra que a lo largo de sus casi mil páginas abarca todos los términos micénicos atestiguados en las tablillas hasta la fecha de su publicación, recogiendo las diferentes interpretaciones propuestas para cada uno de ellos con la bibliografía correspondiente. Se trata, por tanto, de uno de los instrumentos de trabajo básicos en mice-
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nología. Aura 1999 ha expuesto las líneas metodológicas seguidas para la elaboración de los índices generales de la lineal B, que irán publicándose en la página web del proyecto del DMic. (www.cervantesvirtual.com). Bartoněk 1992a realiza un análisis estadístico del léxico micénico, clasificándolo en función de las partes del discurso y mediante varios criterios morfológicos y semánticos y, en otro trabajo del mismo año (1992b), clasifica las formas nominales en función de su tema y clase flexiva, mientras que en 1993a propone una clasificacion de los sustantivos en tres ámbitos semánticos: el hombre y su entorno físico y biológico, el hombre y su contexto socio-económico y las necesidades materiales del hombre y la producción. Una lista alfabética de 1330 apelativos micénicos, con análisis morfológico para cada uno de ellos, puede consultarse ahora en su manual (Bartoněk 2003, pp. 533-620). La metodología del estudio del léxico micénico es la preocupación fundamental del artículo de Chadwick 1992, que señala la dificultad de abordar el estudio de los significados, pues su evolución no está sometida a leyes regulares, como los cambios fonéticos; ejemplica estos problemas con el análisis de los diferentes significados de σταθμός y mic. ta-to-mo. Peňáz 1992 se centra, en cambio, en señalar las limitaciones existentes para el estudio del léxico micénico, pues hay campos semánticos de los que prácticamente se ignora todo. Por razones de espacio no podemos ocuparnos aquí de las propuestas de interpretación hechas para palabras individuales, por lo que nos limitamos a indicar líneas de investigación y trabajos de conjunto. Aura 1996 y Bernabé 1996 han propuesto una línea de estudio sistemático del léxico micénico y su evolución al primer milenio, dentro de la cual ya han visto la luz estudios sobre varias parcelas del léxico micénico (Bernabé et alii 1990-91, 1992-93; Luján 1996-97, 2000). En tales estudios evidencia cómo la evolución del léxico del griego pone de manifiesto una pérdida de los términos técnicos directamente relacionados con los procesos productivos que se vinculan con la producción palacial, mientras que suelen preservarse en griego del I milenio los términos no especializados. También adopta una perspectiva comparada con el griego del I milenio Peňáz 1991, que compara el léxico micénico con el del jónico homérico, el ático clásico, la koiné y las glosas de Hesiquio. La falta de correspondencia con el jónico homérico, sorprendentemente mayor que con el ático clásico y el griego más tardío, se debería a la heterogeneidad de la documentación y al hecho de que no contemos con la misma cantidad de materiales en todos los casos. La comparación entre el léxico micénico y el léxico homérico ha seguido siendo objeto de estudio por parte de los micenólogos, como lo muestran los trabajos de Panagl 1992a, 1992b o la pequeña monografía de Hajnal 1998. En cuanto a estudios de conjunto sobre diferentes parcelas del léxico micénico, además de los ya mencionados, tenemos los siguientes: Erard-Cerceau 1990 sobre el léxico relacionado con la fabricación de perfumes (especias, plantas, resinas…);
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Palmer 1994 sobre el léxico relacionado con el vino; Plath 1994a, 1994b, 1996 sobre el carro de guerra y sus partes y léxico relacionado, como el del caballo; Anderson 1994-95 sobre la terminología relativa a los vasos. Finalmente, hay que reseñar algunos trabajos en los que queda patente la importancia del análisis de los nombres propios micénicos para el estudio de parcelas del léxico poco o nada representadas de forma directa en las tablillas. Sirva como ejemplo el trabajo de Neumann 1994b sobre el léxico de la navegación y el trabajo general de Bartoněk 1999. Véase también § 10. 10. Onomástica Tampoco podemos en este caso hacernos eco de los trabajos que abordan el estudio de un nombre en particular, sino que seleccionamos aquellos que se ocupan de cuestiones generales de onomástica o pautas de formación de nombres propios, así como algunos trabajos representativos de líneas de trabajo generales. Igualmente, dejamos fuera de nuestra presentación los trabajos que presentan un enfoque fundamentalmente histórico o arqueológico. Neumann ha sido uno de los autores que ha prestado especial atención al estudio de la antroponimia micénica. En un trabajo de 1994a se ocupa por extenso de la ideología subyacente a esa onomástica, cuyo análisis, además, permite obtener información léxica adicional sobre campos semánticos para los que carecemos totalmente o casi de apelativos documentados en las tablillas (Neumann 1992), cf. § 9. Aspectos comparativos entre la onomástica micénica y la onomástica homérica y del griego del I milenio, de forma más general, son abordados por Neumann 1991a, 1991b, quien se detiene a estudiar los elementos de continuidad estructural y semántica, pero también las diferencias en relación con los cambios de valores que experimenta la sociedad griega en el paso del II al I milenio a.C. Precisamente el análisis comparado de la onomástica micénica con la onomástica del griego del I milenio ya había sido el hilo común de varios trabajos de Ilievski 1983, 1984, que realiza, entre otras, algunas observaciones interesantes sobre la falta en micénico de determinados elementos frecuentes luego, como ἱππ-, -δικος o –βουλος. Ilievski 1989 se ocupa de los compuestos con τρι(ς)- y otros prefijos aumentativos en micénico y griego del I milenio, así como en un trabajo de 1999 de los nombres teofóricos en micénico. También contiene información comparativa el trabajo de Mühlestein 1996. Al hilo de su análisis, Heubeck 1987 se ocupa, entre otros, de los compuestos con Fῑφι-. García Ramón se ha ocupado abundantemente de cuestiones de antroponimia micénica, dedicando numerosos trabajos al análisis de antropónimos particulares y en 2000-01 ha expuesto los criterios metodológicos, acompañados de algunas muestras, de su proyecto de elaboración de un léxico comprensivo de los nombres personales micénicos, que contendrá una información lo más exhaustiva posible
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acerca de cada uno de ellos y se estructurará en un índice micénico, un índice griego alfabético y una clasificación de los nombres simples y compuestos. Sobre la morfología de los antropónimos tratan los trabajos de Perpillou 1992, acerca de la morfología y semántica de los nombres en –αλίων, e Ilievski 1996, que comienza por diferenciar los diferentes tipos de antropónimos en -to (-tos, -nthos, -tōn, -tōr) para luego detenerse con más detalle sobre los primeros, derivados de adjetivos verbales en -tos. Morpurgo-Davies 1999, tras realizar unas reflexiones generales sobre el interés de realizar estudios de morfología de los nombres propios en los que se analice la evidencia micénica en comparación con la del griego del I milenio para observar la evolución habida, analiza en detalle los nombres en-i, señalando interesantes diferencias, como la falta de compuestos e hipocorísticos en micénico y la existencia de temas masculinos en -is, -idos. Otra línea de trabajo frecuentada es la que intenta diferenciar en las tablillas nombres de origen propiamente griego de aquellos otros que no lo son, con vistas a extraer conclusiones de diferentes tipos. Firth 1992-93 realizada un estudio estadístico de los antropónimos que aparecen en los textos de Cnoso y, en función de las diferencias observables entre las distintas series, concluye que la presencia griega es mayor en la élite militar y económica. En cambio, Baumbach 1992, que estudia los nombres de la serie KN C y constata que sólo veinte de unos setenta totales son claramente griegos, señala que muy pocos de los nombres no griegos se documentan en las tablillas en lineal A mientras que son más los que aparecen en otros textos en lineal B, de lo que concluye que en la sociedad micénica ya se había producido la plena integración de los elementos griegos y no griegos. Ilievski 1992 se ocupa de los antropónimos de KN D, clasificándolos en función de su carácter griego o no y de que se trate de pastores o de «collectors» y comparándolos, además, con los datos homéricos. Varias 1998-99 muestra cómo la proporción de nombres no griegos es muchísimo mayor en Cnoso que en Micenas, lo que puede dar una idea de la diferente composición étnica de las respectivas sociedades, mientras que Speciale 1998 se centra en el estudio de los nombres documentados en las tablillas de la Room of the Chariot. Kazansky 1997 estudia los nombres micénicos que pueden identificarse en la documentación hitita. Las pautas de formación de etnónimos son el objeto del trabajo de Gschnitzer 1983, quien diferencia entre un tipo primario, al que sólo pertenecen sustantivos, y un tipo secundario, integrado por derivados de topónimos mediante los sufijos -ios, -aios, -tās y -eus. Scafa 2000 estudia los antropónimos basados en etnónimos en Micenas. En cuanto a los topónimos, hay que destacar el léxico de McArthur 1985, 1993 para los atestiguados e las tablillas cnosias y sobre los interesantes boónimos de la serie Ch de Cnoso, el trabajo de Killen 1992-93, que muestra cómo están basados en características físicas de los animales fácilmente reconocibles.
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11. Dialectología Las diferencias dialectales constatables en los textos micénicos (el «mycénien normal» frente al «mycénien spécial» de Risch) han seguido recibiendo atención en estos años (Chadwick 1983, Ruipérez 1984), si bien se ha abandonado la línea explicativa de J. Chadwick, que veía en el «mycénien spécial» o dialecto subestándar la presencia de elementos dorios ya en época micénica (v. Negri 1988, Parker 1993). Woodard 1986 ha atendido a las diferencias dialectales en los textos de Cnoso, mientras que Varias 1994-95 ha centrado su análisis en los textos de Micenas, en los que constata que rasgos de «micénico especial» aparecen en cuatro de los quince escribas identificados en ese centro, pero no de forma exclusiva. Véase también su estudio monográfico sobre las formas de dativo mencionado en § 6. El estudio de conjunto más amplio, aunque sus conclusiones no siempre resultan asumibles, es obra de Hajnal 1997, quien analiza de forma sistemática todo el dossier de rasgos que oponen el «micénico normal» al «micénico especial» para ver si realmente se puede hablar de rasgos dialectales. Su análisis se fija particularmente en los textos pilios, pero se extiende después a otros centros. Hajnal constata que en los temas en -(e)s nunca se usa la desinencia -i en función de dativolocativo, por lo que en esos temas la desinencia -i no puede ser considerada un rasgo de micénico especial. Hajnal excluye la posibilidad de un sincretismo funcional entre los originarios dativo y locativo, pues no explicaría, según él, la falta de generalización de -ei a los temas en -s, lo que le lleva a postular que -ei e -i son variantes apofónicas de un único caso dativo-locativo indoeuropeo usado, respectivamente, en la flexión histerodinámica de los animados (-ei) para el dativo y en la proterodinámica de los inanimados. Esto le lleva a postular que serían arcaísmos los dativos en -i en los temas en -s en micénico. La distribución -ei/-i remontaría al protogriego y la innovación micénica consistiría en usar -ei en función de locativo. Hajnal también analiza otros rasgos significativos para la caracterización dialectal del micénico: – variación entre vocal e/i en contacto con labial – diferente realización de r y n vocálicas – falta de asibiliación de -ti-, especialmente en la onomástica, etc.
Todos estos rasgos se analizan en los textos de los escribas que utilizan -i que no responde a la norma. Llega a la conclusión de que la oposición entre «micénico normal» y «micénico especial» es de orden cronológico: el micénico especial sería más reciente, pero esto no tiene connotaciones dialectales. Thompson 1996-97 realiza una crítica radical de la existencia de un «micénico especial» en Pilo, pues, por un lado, las alternancias entre vocal e e i sólo se dan en palabras de origen no griego y la falta de asibilación de -ti- sólo se da en etnónimos y antropónimos, por lo que puede explicarse en algunos casos por analogía con el
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topónimo correspondiente en -tos, en el que la asibilación no es esperable y en otros también debe tratarse de palabras no griegas. En cuanto a la vocalización en o o en a de las sonantes, se explicaría como un cambio fonético en marcha con difusión léxica, mientras que la alternancia de dativos en -ei y en -i se debería, igualmente, a un cambio morfológico en marcha. Por lo que se refiere a la relación del micénico con los otros dialectos griegos, hay que señalar que se abordan aspectos generales y metodológicos en los trabajos de Bartoněk 1993b, Marazzi 1994 y Morpurgo-Davies 1992. Ruijgh 1996a ofrece un buen resumen de la historia de la cuestión acerca de la posición dialectal del micénico, analizando las diferentes hipótesis: a) la teoría de Ventris y Chadwick, que llaman «grupo aqueo» al precursor del arcado-chipriota y del eolio; b) la teoría de Thumb, que distingue entre griego central, occidental y oriental; c) la teoría de Meillet, que diferencia los grupos arcado-chipriota, eolio, dorio y jónico-ático; d) la teoría bipartita de Risch (grupo meridional y grupo septentrional). Ruijgh (1995) cree que en época micénica había cuatro grandes variedades dialectales (proto-jónico, protoaqueo, proto-eolio y proto-dorio), que en época proto-micénica se reducirían a dos (griego septentrional y meridional), diferenciadas básicamente por la aparición o no en ellas de formas con asibilación. Bartoněk, que ha escrito varios trabajos en los que se aborda este tema (p. ej., 1991, 1993) y cuyos puntos de vista pueden encontrarse ahora en su manual (2003, pp. 446-489), es básicamente partidario de distinguir para la época micénica, siguiendo a Risch, un grupo septentrional (proto-dórico y proto-eolio), de tendencias más conservadoras, frente a un grupo meridional (proto-jónico y protoarcado-chipriota). El trabajo de Brixhe 1991 analiza la influencia del descubrimiento del micénico sobre la dialectología griega e intenta demostrar cómo, a pesar de las propuestas innovativas de Risch y de Chadwick, se ha seguido siendo fieles en los rasgos esenciales a los principios de reconstrucción anteriores. Apunta cómo, aunque existen dos bloques de documentación bien distintos, los textos del segundo milenio y la documentación alfabética, el hiato entre los dos momentos no es especialmente fuerte. Y también enfatiza cómo el micénico es simplemente uno de los varios dialectos griegos del segundo milenio. Para la consideración del micénico como eslabón entre el proto-indoeuropeo y el griego del I milenio pueden verse con provecho los trabajos de Ruijgh 1992c y Szemerényi 1996. Todos estos trabajos deben contextualizarse en el marco general de los estudios sobre dialectología griega, para los que remitimos al capítulo XX de este libro.
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12. Las nuevas tablillas tebanas Como veíamos en § 1, se ha publicado en este periodo un importante conjunto de tablillas procedentes de Tebas, que comenzaron a aparecer en 1993 cuando el Ayuntamiento de Tebas abrió zanjas en la odos Pelopidou para la instalación de un alcantarillado. Al aparecer la parte inferior derecha de una tablilla en lineal B con formato de página (la actual TH Av 100), la posibilidad de que se encontraran más textos hizo que se paralizaran las obras y se realizara una excavación de urgencia, dirigida por V. Aravantinos y que duró hasta 1995. Se encontró así al sur una zona cubierta de trozos de madera carbonizados dentro de los cuales habían caído algunas tablillas y al oeste una cincuentena de tablillas (las n.º 100-138 y 141-405). Además, en 1994 se decidió realizar una limpieza de las dos zanjas que se habían abierto en la zona del Arsenal en 1974 y esto llevó a descubrir dos tablillas (Lf 139 y Ft 140). El hallazgo hizo que Aravantinos, Godart y Sacconi decidieran revisar los materiales de la excavación de 1964 y así localizaron algunos fragmentos de tablillas inéditos, algunos de los cuales encajaban con textos ya publicados de la serie Ug. Por otra parte, en 1996 un derrumbe en la Cámara del Tesoro obligó a intervenir al servicio arqueológico de Tebas y así aparecieron los sellos 429-431 y una tablilla (432). Por último, en la odos Haghion Apostolon los trabajos de alcantarillado sacaron a la luz varios restos arqueológicos, entre ellos una tablilla en formato de hoja de palmera (433). Así pues, las tablillas tebanas 100-405, procedentes del palacio de Cadmo y del Arsenal, algunas de los cuales habían ido siendo avanzadas en artículos y contribuciones a congresos por los editores, quedaron recogidas en el volumen publicado por Aravatinos, Godart y Sacconi en 2001, que, tras una introdución, contiene la edición de los textos, de acuerdo con los criterios habituales de las editiones maiores de los textos en lineal B. A la edición en sentido estricto sigue una segunda parte de comentario, que incluye un capítulo dedicado a la identificación de los escribas y a la justificación del establecimiento de series y sets dentro de las tablillas. El grueso de esta segunda parte es, no obstante, un detallado comentario filológico de cada tablilla, atendiendo tanto a aspectos lingüísticos como de contenido y acompañado de una traducción. Siguen un capítulo dedicado a la importancia de las tablillas para el estudio de la religión griega, sobre el que me detendré un poco más adelante, así como un capítulo en el que los autores analizan detalladamente las cantidades de trigo, cebada, vino, aceitunas, etc. y los destinatarios a los que se dedican, con las implicaciones que la presencia de una cantidad mayor o menor tiene para la identificación y valoración de los destinatarios. Otro capítulo se centra sobre la extensión territorial del reino de Tebas en función de los topónimos que aparecen en las tablillas y otros, sobre los silabogramas sin interpretación fonética aceptada de forma general que aparecen en las tablillas tebanas (v. § 3).
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Completan el volumen los índices correspondientes (palabras, silabogramas y formas de los signos). El volumen publicado por Aravantinos, Godart y Sacconi en 2002 contiene la edición (acompañada únicamente de los índices habituales, pero no de comentario ni de explicación alguna salvo una rápida introducción arqueológica) de todos los textos del archivo micénico de Tebas conocido hasta el momento, es decir, que es la editio princeps para las tablillas de la 406 a la 433, o sea, para todos los textos hallados en las excavaciones de los años noventa fuera de la odos Pelopiodou y del Arsenal y unos pequeños fragmentos (textos 406-420) que no contienen más allá de un signo, y que no habían sido publicados por los editores en el volumen I. Así pues, ésta debe considerarse la edición de referencia para las tablillas micénicas de Tebas, aunque, lógicamente, hay que seguir manejando el volumen del año 2001 para conocer las opiniones de los editores sobre la interpretacion de los textos. Los nuevos textos tebanos aportan sin duda información muy interesante. Por ejemplo, han permitido plantear una reinterpretación del valor de la unidad de medida de grano T, que de acuerdo con TH Ft 140 sería 1/12 de la unidad GRA (96 l. según las estimaciones de Chadwick y 115,2 según los editores de las tablillas tebanas), no de 1/10, ya que aparecen en la tablilla unos registros parciales de T 5 en la lín.4 y luego T 7 en la línea 5, que luego en el cómputo global que aparece en la línea del total parecen sumar 1 unidad GRA. Se trata de una cuestión debatida (v., p. ej., Palaima 2000-01, pp. 476-477; 2003b, p. 36), pero el argumento de los editores tiene verosimilitud. Las tablillas tebanas han proporcionado un rico vocabulario de zoónimos, p. ej., e-mi-o-no-i (dat. plu. de ἡμίονος 'mula'), e-pe-to-i (dat. plu. de ἑρπετόν), ku-ne (nom. plu. κύνες 'perros'), o-ni-si (dat. plu. de ὄρνις 'ave'), etc. Cuestión aparte es cómo interpretar esas referencias, que para los editores serían menciones de animales sagrados, mientras que Duhoux 2005 niega, incluso, que se trate de animales y propone otras interpretaciones alternativas para cada uno de los términos. No parece defendible la interpretación que hacen los editores de las tablillas de la secuencia ku-na-ki-si como κυνᾱγίσι 'para las cazadoras' (en sentido ritual) en Av 100.2 y Fq 200.2, sino que parece claro que se trata sencillamente de γυναιξί 'para las mujeres'. También es más que discutible su interpretación de si-to como un teónimo Σιτώ en vez de lisa y llanamente como σῖτος 'trigo'. Una cuestión muy debatida es la de la supuesta tríada tebana, que los editores identifican en tablillas como TH Fq 229, donde se lee: .1 ma-ka[ .2 o-po-re-i [ .3 a-pu-wa Z 2 ko-wa[ .4 ra-ke-da-mi-ni-jo FAR [ .5 qe-re-ma-o V 1 Z 2 ma[ .6 a-me-ro V 1 ka-wi-jo V 1[
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EUGENIO R. LUJÁN .7 o-ti-ri-ja-i V 1 me-to-re[-i .8 o-u-ko-we-i Z 2 do-ro-jo Z 1 [...]
Para ellos ma-ka, o-po-re-i y ko-wa son designaciones de tres divinidades, interpretadas, respectivamente, como Μᾷ Γᾷ (cf. μᾶ Γᾶ, μᾶ Γᾶ, equivalente de μήτηρ Γῆ en A.Supp.890), Ὀπώρει (epíteto de Zeus, cf. Κρίτων καὶ Θειόσδοτος τοι ∆ὶ τὠπωρεῖ, IG 7.2733 [Acrefia, Beocia]) y ΚόρFᾱ (cf. Κόρη). Tendríamos así una especie de prefiguración de la tríada eleusina. Están a favor de la línea de interpretación de los editores trabajos como los de Lejeune 1995 o Ruijgh 2003, 2004, entre otros. Sin embargo, esta interpretación ha recibido muchas críticas (v. Palaima 2000-01, pp. 477-480) y, así, para Melena 2001, p. 50 ma-ka debe ser más bien el dativo de un antropónimo y o-po-re-i un adjetivo en -es relacionado con ὄρος 'monte', mientras que Palaima 2003b, p. 35 contempla la posibilidad de que ma-ka sea μάργᾱ (cf. μάσσω 'amasar' y μαγεύς Poll.6.64), en referencia a la preparación de pasteles de cebada que iban a ser repartidos. Por su parte Duhoux 2005 centra su crítica radical a esta interpretación en varios puntos: a) los nombres de la supuesta tríada divina no aparecen seguidos ni una sola vez en las tablillas tebanas, lo que permite cuestionar su carácter de «tríada»; b) esos nombres aparecen dentro de contextos en los que los términos de interpretación clara son antropónimos y no hay ningún otro teónimo, por lo que su propia interpretación como nombres de divinidades es muy dudosa y, además, no parece haber nada en el contexto que apunte ni siquiera a una interpretación religiosa; c) las cantidades de cebada que se destinan a las supuestas divinidades son similares, y a veces inferiores, a las que se destinan a humanos, lo que aboga poco por su interpretación como divinidades. La polémica no puede darse por zanjada todavía de forma definitiva ni a favor ni en contra de la interpretación religiosa. Éstas y otras cuestiones se abordan en los trabajos presentados al coloquio celebrado en Austria dedicado monográficamente a las nuevas tablillas tebanas editado por Deger-Jalkotzy y Panagl y que aún se encuentra en prensa, así como en otros trabajos anunciados también en prensa. Así pues, en los próximos años aguarda a los micenólogos una importante tarea de interpretación y debate sobre esos nuevos textos. BIBLIOGRAFÍA Adrados, F.R. 1989: «¿Sincretismo de casos en micénico?», Minos 24, pp. 169-185. —— 1990: «El genitivo temático en -o en micénico y chipriota», en Villar, F. (ed.), Studia Indogermanica et Palaeohispanica in honorem A. Tovar et L. Mitxelena, Salamanca, pp. 175-181. —— 1992: Nueva sintaxis del griego antiguo, Madrid. Aloni, A. y Negri, M. 1989: «Il caso di πτόλις », Minos 24, pp. 139-144. Anderson, D. 1994-95: «Mycenaean vessel terms: evaluating the Indo-European evidence», Minos 29-30, pp. 295-322.
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11 FONÉTICA JULIAN MÉNDEZ DOSUNA Universidad de Salamanca
Como evidencia su propio esquema de presentación, este informe es continuación del que publicó Alberto Bernabé en 19841. Obviamente, es imposible reseñar aquí toda la bibliografía publicada en las dos décadas. Sin duda, mi selección entraña un componente subjetivo, pero he intentado dar prioridad a los trabajos de enfoque general y a los que aportan nuevos datos o exploran nuevos métodos. La Fonética del griego antiguo no es una materia autónoma, sino que se interrelaciona con las otras disciplinas de la Filología griega. Por ello, he tratado de evitar en la medida de lo posible duplicaciones con otros informes del volumen. 1. ¿Una ruptura epistemológica? El comienzo del periodo reseñado coincide con la publicación de un ruidoso «manifiesto» (Bile, Brixhe y Hodot 1984), cuyos firmantes deploran el estancamiento de la Dialectología griega y reclaman tanto una revisión sistemática de los datos disponibles como un nuevo marco teórico que combine el análisis filológico tradicional con las aportaciones de las corrientes lingüísticas contemporáneas, en especial de la sociolingüística. En las secciones siguientes veremos en qué medida este ambicioso programa ha repercutido sobre los estudios de Fonética griega.
1 La transcripción de los diversos autores ha sido unificada y adaptada a las convenciones de la AFI. Símbolos empleados: V = vocal, C = consonante, K = oclusiva, T = oclusiva sorda, T = oclusiva sorda aspirada, D = oclusiva sonora, Θ = fricativa sorda, ∆ = fricativa sonora, N = nasal, L = líquida, W = semivocal, H = laringal, $ = límite de sílaba, + = límite de morfema, # = límite de palabra. Salvo indicación contraria, las fechas son antes de Cristo. Tengo que agradecer a Martin Peters su ayuda en la elaboración de este informe. No hay duda de que la desaparición de la prestigiosa «Indogermanische Chronik» con su sección «Griechisch», que él compiló con enorme autoridad hasta su estrambote final (Peters 1997 [2002]) en la revista Die Sprache, ha sido una de las peores noticias de las dos últimas décadas. Por supuesto, el autor es el único responsable de las opiniones y errores de este informe.
F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 313-341
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JULIÁN MÉNDEZ DOSUNA
2. Nuevos datos El análisis minucioso de las inscripciones ya conocidas y la publicación de nuevos textos han proporcionado datos que arrojan nueva luz sobre algunos procesos fonológicos y precisan su cronología. Así, un texto arcadio (IPArk 9, 15; Mantinea, ¿ca. 350-340?) atestigua ahora un dat. pl. σφέσιν = hom. σφι(ν), át. σφίσι(ν). Esta forma, heredera de mic. pe-i σφέhι (Waanders en addendum a te Riele 1987), confirma que *-s- se aspiró con regularidad neogramática y que su reposición analógica se produjo gradualmente en sucesivas categorías morfológicas a lo largo de un dilatado periodo de tiempo. Indirectamente confirma que en el plural de la flexión temática el micénico todavía oponía un dativo en ‹-o-i› -οιhι (te-o-i θεhοιhι) a un instrumental en ‹-o› -οις (de-so-mo δεσμοῖς). A través del análisis sistemático de los «errores» entrevemos una realidad fonética que normalmente queda enmascarada por la ortografía convencional (Bile, Brixhe y Hodot 1984, Wachter 1992). Con todo, lo difícil es determinar qué «desviaciones gráficas» son simples erratas y cuáles auténticas faltas de ortografía significativas para la fonética. Hoy por la ley del péndulo domina la tendencia a sobreinterpretar los datos. Cualquier «desviación» se considera un indicio de cambio o una tentativa de transcripción fonética. Por ejemplo, Bile, Brixhe y Hodot 1984, p. 159 creen que cret. εγιρτται (= át. γέγραπται), IC 4.41, I, 11 (Gortina, ca. 500), resulta de un compromiso entre ἔγρατται, supuestamente la variante conservadora de las clases sociales superiores, y *ἔγαρται, hipotética variante innovadora de las clases inferiores. Wachter 1991a, 2001 incurre en excesos parecidos (cf. Signes Codoñer 2004, pp. 90-92). Vottero 1995-1996, p. 320 postula un proceso de síncopa de /i/ en la pronunciación rápida del beocio a partir de cinco ejemplos de omisión de ‹I› en inscripciones de los siglos III y II Εὐμενδαο por Εὐμενίδαο, IG VII 2789, 6 (Copas, 250-200); [Κ]αλλννικος por Καλλίνικος, ZPE 51, 1983, pp. 135-153, nº 16 (Coronea, 250-200); Καβίρχε por Καβίριχε, IG VII 2294 (Tisbe, 250-200); ἐπκα por ἐπὶ κα (át. ἐπειδὰν) y νομδδόμενα por νομιδδόμενα, Α∆ 2, 1916, pp. 217-272, B 6, 43 y 45 (Queronea, 200-175). La síncopa sería indicio de un fuerte acento de intensidad. Vottero no cree que los cinco ejemplos puedan deberse a un error del lapicida o del editor. Sin embargo, la hipótesis no puede ser más endeble: (a) cinco ejemplos son una cantidad insignificante en un corpus tan extenso como el beocio; (b) en el último texto, una manumisión, hay otros errores mecánicos; (c) si la posición del acento era la misma que en ático, es poco plausible la síncopa de /i/ tónica en Εὐμενίδαο, Καλλίνικος y menos aún en ἐπὶ κα, donde ‹I› nota /iː/; (d) es impensable que la síncopa haya creado formas impronunciables como [Κ]αλλννικος y νομδδόμενα.
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3. Novedades metodológicas Salvo honrosas excepciones, los especialistas en la fonética del griego suelen abordar su objeto de estudio con un bagaje teórico insuficiente y con conocimientos de Fonética general rudimentarios y anticuados2. No es, pues, de extrañar que las descripciones de fenómenos fonéticos sean a menudo inexactas e incomprensibles: es fonética «visual», que funciona sobre el papel, pero tiene poca relación con el aparato fonador humano. En los estudios de Fonética griega se repiten por inercia fenómenos apócrifos. Así, Brixhe 1984, p. 32, Bile 1988, p. 155 y Bernabé 1996, p. 107, siguiendo a Lejeune 1972, p. 72, n. 6, quien a su vez toma la idea de Grammont 1932, p. 262, sostienen que la simplificación de una geminada intervocálica pasa indefectiblemente por una fase de consonante larga con desplazamiento del límite silábico: por ejemplo, θάλασσα [thá$las$sa] > [thá$la$ssa] > [thá$la$sa]. Sin embargo, esta distinción entre geminadas (heterosilábicas) y largas (tautosilábicas) es ilusoria (Ladefoged y Maddieson 1996, pp. 92-93) y la etapa [thá$la$ssa], pura entelequia. Wyatt 1994 cree en ἀδύνατα fonéticos como la metátesis de cantidad a través de /w/ (p. 132), la sinizesis de -εε- (p. 134) o valores métricos distintos para una misma realización fonética de una palabra (pp. 136 y 141). Como si métrica y fonología fueran mundos independientes. Leukart 1992, esp. pp. 395-396, invoca una insólita «tendencia a las sílabas y vocales cerradas», que explicaría como hechos relacionados la geminada no etimológica de hom. ἔμμαθες (= ἔμαθες) y la /i/ de πίσυρες (lesb. πέσ(σ)υρες). Sin embargo, parece evidente que el adjetivo «cerrado» describe realidades muy distintas cuando se aplica a las sílabas y cuando se aplica a las vocales. Vottero 1999 especula sobre «tanteos ortográficos» que implicarían una «reflexión teórica» sobre la ortografía convencional, sin sentirse obligado a explicitar sus presupuestos teóricos, ni a hacerse eco de la copiosa bibliografía sobre la cuestión (por ejemplo, Downing et al. 1992). Pese a ser creencia bastante arraigada entre los filólogos, los datos no «hablan» por sí solos. Las correspondencias entre distintas fases de una lengua revelan poco sobre los procesos evolutivos intermedios. Dado que no hay razones para creer que las lenguas del pasado hayan diferido sustancialmente de las actuales («Teoría del Actualismo Lingüístico»), el estudio de los cambios vivos y una teoría lingüística explícita nos sirven de guía en la reconstrucción de los cambios del pasado3.
2 Para una panorámica de la Fonética y Fonología en la actualidad, pueden consultarse los manuales de Goldsmith (ed.) 1995 y Hardcastle y Laver (eds.) 1996. 3 La mejor introducción a los problemas de la lingüística histórica es probablemente el manual de Hock 1986a. Cf. también Jones (ed.) 1993.
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Veamos ahora brevemente qué modelos teóricos actuales pueden ser útiles para la fonología del griego. En los últimos años, ha perdido ímpetu el modelo funcionalista martinetiano con sus cambios en cadena inducidos por el sistema, para los que existen explicaciones alternativas. La Fonología Generativa clásica ha ido reencarnándose en sucesivos «modelos» (Metrical Phonology, Non-linear Phonology, Optimality Theory), en los que queda ya poco del original. Su aplicación al griego antiguo (Wetzels 1986, De Haas 1988, Steriade 1988, 1990, Sauzet 1989, y, en el terreno de la métrica, Golston y Riad 2000) no puede suscitar demasiado entusiasmo. Por el contrario, John Ohala 1989, 1993, 1995 ha demostrado que una «Fonética de laboratorio» renovada sigue siendo una herramienta indispensable para explicar los cambios históricos. También la tipología (Ladefoged y Maddieson 1996) se ha convertido en una aliada fundamental de la reconstrucción. Vennemann 1988 explica una amplia variedad de cambios fonéticos sobre la base de una teoría de preferencias fonológicas. La Fonología Natural (Dressler 1984), que yo mismo he aplicado al griego (Méndez Dosuna 1993a, 1996), establece una dialéctica entre procesos de reforzamiento y de debilitamiento. Los primeros se dan en posiciones fuertes (ataque silábico, posición inicial de palabra, sílaba tónica), en estilos cuidados y se difunden «desde arriba» en la escala social. Los segundos, mucho más frecuentes, son propios de posiciones débiles (coda silábica, fin de palabra, sílaba átona), de estilos menos cuidados y se difunden «desde abajo». Esta tipología excluye, por ejemplo, que la palatalización pueda interpretarse como reforzamiento (Brixhe 1996), pues en las lenguas vivas la palatalización aparece en el habla rápida y en los estilos descuidados. Hace años que ha dejado de ser una novedad la aplicación de métodos sociolingüísticos a la fonología del griego (Bernabé 1984, p. 278). De hecho, en la actualidad más bien padecemos un empacho de «explicaciones» sociolingüísticas. En otro lugar (Méndez Dosuna 2004), he intentado mostrar que el análisis sociolingüístico está concebido para la fonología de lenguas habladas y se aplica mal a lenguas como el griego antiguo cuyos datos vienen mediatizados por el código escrito. Más optimista se muestra Colvin 20044. Ha cobrado también fuerza el estudio del «cambio de código» y de la hibridación dialectal, a caballo entre la fonología y la dialectología (Consani 1986, Brixhe 1988a). Así, por ejemplo, Bile y Brixhe 1991, pp. 105-107 y 115-118 descartan una contracción /eo/ > /ɔː/ para las formas cretenses εὐχαριστῶμες o ἐπαινῶμεν, que se explicarían por una falsa dialectalización de -οῦμεν de la koiné con generalización abusiva de la equivalencia koiné ‹ΟΥ› = dialecto ‹Ω›. 4
Como introducción a los métodos de ánalisis sociolingüístico pueden consultarse Labov 1994-2001 y Chambers, Trudgill y Schilling-Estes (eds.) 2002.
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4. Estudios generales, manuales e informes Las antologías de artículos de Risch 1981, Szemerényi 1987, Ruipérez 1989 y Ruijgh 1991, 1996 recogen algunos trabajos ya clásicos. Conviene advertir que las monografías sobre dialectos y diversos estudios citados en el capítulo de Dialectología incluyen aportaciones cruciales para la Fonética. Aunque rebasa los límites del griego, es utilísima la monografía de Collinge 1985, que expone con amenidad y competencia la curiosa historia de leyes fonéticas con apellido propio: Caland, Grassmann, Osthoff, Sievers, Vendryes, Wheeler, Rix, etc. El manual de Sihler 1995 es una gramática comparada del indoeuropeo aplicada a la fonética y la morfología flexiva del griego y del latín, enfocada más a lingüistas que a filólogos. Un inconveniente no menor es que carece de referencias bibliográficas. Por otro lado, apenas toca los cambios tardíos o de ámbito dialectal. Así y todo, se trata de una obra excelente que explica los hechos de forma clara y razonada. De propósitos mucho más modestos es el informe de Meier-Brügger 1992a. La breve sinopsis de Malikouti 2001, anticuada en muchos aspectos, adolece de un marcado sesgo generativista. Bartoněk 1991 sintetiza en treinta páginas (con útiles cuadros sinópticos) su visión de los principales cambios de la prehistoria del griego y su cronología. En una extraordinaria monografía de 1994, Devine y Stephens refunden en un conjunto coherente algunos de sus artículos sobre la prosodia del griego antiguo. Los autores se proponen aplicar al griego antiguo la «fonología de laboratorio» con criterios arqueológicos (p. vii). El análisis filológico de testimonios múltiples (noticias de los gramáticos, esquemas métricos, notación musical en los Himnos Délficos, puntuación en inscripciones arcaicas) se combina con incontables datos de lenguas actuales y con la aplicación de modelos teóricos recientes. El resultado es una obra fascinante de lectura obligada para cualquier helenista. También el libro de Brixhe 1996 incorpora material publicado previamente (Brixhe 1985 y otros artículos anteriores). El capítulo II («Consonantisme mycénien et palatalisations»), que incluye material inédito, trata de explicar los procesos de palatalización en griego, en la línea de Brixhe 1978. Es una obra de hondo calado con amplio dominio de los datos, donde el «agitador» de la Dialectología griega va a contrapelo de las ideas adquiridas. Con todo, ya he señalado que su análisis de la palatalización como reforzamiento articulatorio es problemático.
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5. Pronunciación y grafía Antes de pasar a las novedades absolutas, es preciso mencionar la tercera edición del clásico Vox Graeca (Allen 1987a), con bastantes adiciones, especialmente en los capítulos sobre el acento. Petrounias 2001a, 2001b, 2001c, 2001d sintetiza las principales cuestiones. Signes Codoñer 2004, cap. II hace una exposición, bien informada y crítica, de la compleja problemática que plantea la creación del alfabeto. Wachter 1989 y Brixhe 1991 se centran en la adaptación de la escritura fenicia. Ruijgh 1995a, 1997a, 1998 sitúa este hecho en torno al año 1000. Slings 1998 defiende una fecha cercana a la de las inscripciones más antiguas: ca. 800. Miller 1994 y Woodard 1997 hacen un análisis fonólogico —no siempre con acierto— de la representación gráfica del griego. Schwink 1991 llega a una conclusión poco novedosa: el uso de signos especiales para /ks/ y /ps/ tanto en los alfabetos griegos como en la escritura silábica chipriota indicaría que estos grupos se percibían como monofonemáticos. No convence Clackson 2002 en un trabajo sobre las grafías y por y (del tipo φσε̄φισμα por ψήφισμα): se trataría de un intento de notación de oclusivas sordas con V[oice] O[nset] T[ime] retardado. Wachter 1991b hace acopio de ejemplos de signos consonánticos con valor silábico («escritura abreviada») en inscripciones arcaicas: por ejemplo, ἀνέθκε por ἀνέθε̄κε con ‹Θ› = θῆ(τα). Para Méndez Dosuna 1993a, el uso de ‹J› en los alfabetos arcaicos obedece a una regla ortográfica artificial establecida por fenicios que proyectaron sobre el griego («hiperestesia fonológica») la oposición fonológica de su propia lengua entre la oclusiva velar /k/ (‹Κ›) y la uvular /q/ (‹J›). La grafía ‹Jυ› no es prueba de una pronunciación /u(ː)/. Morpurgo Davies 1987a explora con enorme sagacidad el concepto de «palabra» en griego a partir de los indicios proporcionados por la escritura. Merece la pena leer los trabajos de Devine y Stevens 1990 (1994, cap. 8) y Wachter 1999 sobre la «palabra fonética» y unidades sintácticas menores y también el original estudio de Brixhe 1989 sobre la interferencia entre ortografía y morfología. De forma independiente, Molinos Tejada 1994 analiza en esta misma línea el papel de la morfología en la distribución del vocalismo Doris mitior y Doris severior en la literatura dórica. 6. Oclusivas Elbourne 1998, 2000, 2001 aboga por la reconstrucción de una serie de fonemas oclusivos aspirados para el indoeuropeo común. Algunos problemas afectan de lleno al griego. Elbourne 1998, pp. 21 ss., postula la desaspiración de /th/ tras /l r m n s/ para correspondencias como sanscr. pántha:s : gr. πόντος. Pero sus pruebas no son concluyentes. Así, ‹ΣΤ› por ‹ΣΘ› en textos arcaicos délficos, locrios y eleos (el. λυσαστō = λυσάσθω) debe representar [sth] y no [st] ya que *st y *sth dan resultados distintos en eleo reciente: ‹ΣΤ› y ‹ΣΣ› respectivamente (Méndez Dosuna 1985). Elbourne 2000 refu-
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ta la idea de que algunas aspiradas griegas resulten de la acción de una laringal. Elbourne 2001 desmonta una hipótesis de Hiersche que reconstruía para el sánscrito, el armenio y el griego un improbable cambio sT > sTh, cuyas excepciones serían mucho más numerosas que los supuestos resultados regulares. Brixhe 1995-1996 hace atinadas observaciones sobre la evolución de sTh y otros grupos con aspiradas en panfilio. De la aparente disimilación del modo de articulación en los grupos de consonantes del griego postclásico trata Hock 1987, pp. 149-150. Ringe 1989 sostiene que δμ > σμ (jón. ἴδμεν > át. ἴσμεν) es un cambio fonético regular y no analógico. De la difícil cuestión del grupo πτ- en πτόλις, πτ(τ)όλεμος se ocupan dos artículos. Ruipérez 1988 postula una problemática evolución *pl̥h1-s > *p jl̥jh1s (palatalización de /p/ inducida por *h1 ante consonante) > πτόλις. Πόλ- sería variante antevocálica, posición en que la laringal perdería su efecto palatalizador: gen. *pl̥h1-ós > *polih1ós > πόλιος. Πτόλεμος sería analógica de πτόλις. Por su parte, Dunkel 1992 modifica una propuesta de Szemerényi y reconstruye compuestos con una 3.ª pers. sg. del injuntivo como primer elemento (*pheret-polemos), con posterior metátesis de /tp/ (*phereptolemos) y resegmentación (φερε-πτόλεμος). Ha irrumpido con fuerza la cuestión de las aspiradas en macedonio. Sabemos por diversos autores antiguos que los macedonios decían Βίλιππος por Φίλιππος. La información se ve corroborada por ejemplos esporádicos en textos epigráficos macedonios redactados en ático. Aunque hasta hace poco era doctrina común que macedonio y griego pertenecían a ramas distintas del indoeuropeo con diferente tratamiento de /*bh *dh *gh *gwh/ > maced. /b d g/ (‹Β ∆ Γ›), gr. /ph th kh/ (‹Φ Θ Χ›), se va abriendo paso la idea de que el macedonio es un dialecto griego (véase el cap. 9 Dialectología, § XIX). Para Panayotou 1992, Brixhe y Panayotou 1994, Brixhe 1999 y Panayotou 2001, el tipo Βίλιππος, limitado a la onomástica, se debe a influjo del adstrato o substrato de una lengua indoeuropea donde /*bh *dh *gh *gwh/ > /b d g/. Por su parte, Babiniotis 1992a, 1992b resucita una antigua hipótesis de Hatzidakis que opera con procesos secundarios de fricativización y sonorización de las aspiradas dentro del griego: /ph th kh/ (‹φ θ χ›) > /f θ x/ (‹Φ Θ Χ›) > /v ð ɣ/ (‹Β ∆ Γ›). En esa misma línea, Hatzopoulos 1987, 1998, 1999 prueba con datos epigráficos que la sonorización afectó también a /p t k/: cf. Βάλαγρος por Φάλακρος. En cuanto a las labiovelares, Moralejo 1994 sostiene que la solución labial se consumó antes que la dental. Marazzi 2002 deduce de las interferencias entre ἕπω (*sep-) y ἕπομαι (*sekw-) que la pronunciación de las labiovelares estaba próxima a la de las labiales. Stephens y Woodard 1986 abordan la evolución de /*kw *gw *gwh/ desde una perspectiva tipológica. Uguzzoni 1986 reconstruye un cambio de carácter deductivo condicionado por el contexto (palatalización) y otro abductivo no condicionado (labialización). Aunque ambos trabajos son estimulantes desde el punto de
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vista de la renovación metodológica, lo cierto es que buena parte de los datos queda sin explicar. Ohala 1992a, p. 377 ve una motivación de carácter auditivo en el distinto tratamiento de *gwi, *ghwi > gr. βι, φι y *gwe, *ghwe > gr. δε, θε. Lillo 1991 explica el resultado anómalo de *kw en jón. κώς, ὅκως (át. πώς, ὅπως) y tes. κις (át. τις) a partir de *jod-kw- > *-kkw- > *-κκ-. No ha remitido la discusión sobre la cronología de la Ley de Grassmann (Collinge 1985, pp. 47-61). Iverson 1985 y Salmons 1991 invocan la «teoría glotálica» en apoyo de la inverosímil hipótesis de Kiparsky, que retrotrae el cambio a una fase de comunidad greco-indoirania. Por el contrario, para Ohala 1992b, se trata de un cambio natural que surgió de manera independiente en ambas ramas del indoeuropeo (cf. Mohanty 1987 para un fenómeno muy parecido en oriya, una lengua india moderna). Plath 1987 aboga a favor de una cronología postmicénica de la Ley de Grassmann con nuevos argumentos basados en los hiatos en composición en micénico. Peters 1993, p. 391, n. 76 y Plath 2001-2002 observan que la secuencia ha…ha en mic. a2-pa-a2-de, forma de interpretación controvertida en TH Wu 94, es otro argumento importante para la datación postmicénica. Sánchez Garrido 1988 postula un periodo muy prolongado de fluctuación para explicar las numerosas excepciones de los textos epigráficos (arc. φαρθένος por παρθένος) hasta la fijación definitiva de la «norma» en época helenística. Lanszweert 1994 supone que la ley es posterior a la aspiración de -*s-, pero anterior a la eliminación de las nasales vocálicas, cambio ya cumplido en micénico. Sin embargo, toda su hipótesis se asienta sobre etimologías estrafalarias. Aparte de Brixhe 1996, varios trabajos se ocupan de la palatalización de las oclusivas y del valor de ‹Z›. Para Crespo 1985, los silabogramas de la serie ‹z-› en micénico representan oclusivas palatales, seguramente medias /tj/ y /dj/. Tras un extenso estado de la cuestión sobre los resultados de *t(h)j, *k(h)j, *kw(h)j, *tw, Del Barrio 1990a atribuye un valor de africadas a los silabogramas de la serie ‹s-› y de oclusivas palatales a los de la serie ‹z-›. Estas oclusivas habrían evolucionado a /ts/, notada todavía en textos arcaicos como ‹`› o —cosa poco verosímil— como ‹ΣΣ› o ‹ΤΤ›. Viredaz 1993 contiene observaciones interesantes, aunque no todos sus argumentos son indiscutibles. En un sugestivo artículo, Colvin 2004 hace creíble la posibilidad de que en ático hubiera una variedad no estándar con resultado /dd/ para *j-, *dj, *gj: por ejemplo, ὀστρακίδ(δ)ō̄ (por ὀστρακίζω) en un óstrakon. Pocas novedades ofrece Teodorsson 1993 sobre ‹Z›. Méndez Dosuna 19911993 reivindica la hipótesis que explica el uso de ‹Z› por ‹∆› en eleo (ζέκα = δέκα) como reflejo de /ð/ fricativa y rechaza la reconstrucción de los cambios [dz] > [dd]
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y [ts] > [tt] ‹ττ›) que no se atestiguan en ninguna lengua viva5. Minon 1998 acepta este punto, pero no la fricativización temprana de las sonoras. El uso de ‹Z› se debería a un fenómeno de ultracorrección motivada por la despalatalización de [(dj)dj] (hipotéticamente ‹Z›) > [(d)d] (‹∆›). Bryce 1986 nota que en licio la /d/ del griego recibe grafías distintas en inicial y en interior de palabra: Ñtemuχlida = át. ∆ημοκλείδη. El hecho sugiere una temprana realización fricativa de /d/ intervocálica. Otros trabajos abordan problemas más concretos. Moralejo 1993 cree que -*VtjV- evolucionó antes en micénico y protoarcadio que en los otros dialectos. Según Viredaz 2003, ‹Z› en cret. ζενια (supuestamente por γενια = át. γενεά) y Fοιζεύς (por Fοικεύς) notaría las africadas /dz/ y /ts/ resultantes de la palatalización de /ge/ y /ke/ en préstamos tomados de un sustrato (sub)micénico. García Ramón 1991a explica el participio ἀνταποδιδῶσσα (= át. ἀνταποδιδοῦσα) en un texto eleo del siglo III como resultado de *-didó-a-tsa, formación que habría suplantado a *-didó-tsa (< *di-dh3-n̥t-i̯h̥). Minon 2000 defiende que es una grafía hipercorrecta por *°διδῶσα, resultado regular de *didónsa en eleo. Un problema espinoso es el que plantean en dos textos arcadios los participios λεύτο̄ν (ca. 400) y λεύτοντες (s. III), cuya relación con hom. λεύσσω 'ver' y λευκός es innegable. Poco plausible es la explicación tradicional, que interpreta ‹T› como notación imperfecta de una africada (Dubois 1986, pp. 77-78 y Viredaz 1993, p. 335-336, quien propone *leutts- > *leuts- con simplificación tras diptongo)6. Morpurgo 1987b sugiere una solución más drástica: una raíz *leu- con extensión -k- para λευκός y hom. λεύσσω y extensión -t- para arc. λεύτω. Tres trabajos tratan del numeral '4'. García Ramón 1984 defiende la autenticidad de lesb. πέσσυρες frente al pseudolesbio πέσυρες de Julia Balbila (s. II d.C.); cf. también *-tw°r- > -συρ- en Hsch. σύρκεσι· σαρξίν. Αἰολεῖς. Vine 1999b, p. 570 reconstruye kwetwóres > kwetwures > lesb. πέσσυρες. Lillo 1988 rechaza que dór. τέτορες sea resultado fonético de *kwetwores y conjetura un improbable cruce entre un nominativo *τέσσορες (< * kwetwóres) y un acusativo *τέτυρας (< *kwéturn̥s). 7. La silbante Ferguson 1990 establece dos patrones de difusión para la aspiración de /s/: el tipo griego, donde /s/ resiste mejor ante oclusiva que ante vocal (*septm̥ > ἑπτά frente a ἐστι), y el tipo español, donde /s/ ante oclusiva es más vulnerable que an5 En términos parecidos se manifiesta Uguzzoni 1986, p. 176, a propósito de la evolución de *kwe a τε supuestamente a través de una etapa /tse/. 6 También Striano 1989, 1990a explica como «notación aproximada» de /ts/ la presunta ‹T› de rodio ‹ἐ̣σ̣[π]ράτ̣ε̄ν› (ca. 440-420) por el esperable ἐσπρασσε̄ν y la ‹Θ› de lac. ‹θάλαθαν› (ca. 500-475) por θάλασ(σ)αν.
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te vocal (está [eh'ta] frente a seta). Según Méndez Dosuna 1996, el factor determinante es la existencia o no de un contraste entre /s/ y /sː/ en posición intervocálica. Vara 1986 plantea una inverosímil relación causal para diversos cambios supuestamente desencadenados por la aspiración de *s. Viredaz 2000 explica las alternancias en el paradigma de χεῖρ (< *ghesr-) mediante las siguientes evoluciones: (a) *Vsr̥C > *Vhr̥C> *VrC (χερσί, χέρνιψ), (b) *VsrV > *VhrV > *VrV (lesb., tes. χερρ-) > *VːrV en los otros dialectos (χειρ-, χηρ-); (c) *Vhr̥# > *Vhar# y, por analogía, en el tipo secundario *iswo-ghesr̥-ja > ἰοχέαιρα. Haug 2003, pp. 73-106 estudia la evolución de *sj con referencia a las variantes dialectales del genitivo de singular temático (mic. -ojo [-ohjo] u [-oːjo], tes., hom. -οιο, hom. *-οο, lesb. -ω, jón.-át. -ου). Modificando levemente una antigua propuesta de Kiparsky, postula una problemática evolución *[-osjo] > *[-ohjo] con resultado [-oi̯jo] (‹-οιο›) en eolio y *[-oːjo] > *[-oːo] > -ου / -ω en los demás dialectos. Ruijgh 1992a dedica un amplio trabajo a -h- intervocálica en micénico. Muy interesante es el pormenorizado análisis de Morpurgo-Davies 1988 sobre la aspiración de /s/ secundaria, la pérdida de /w/ y la reducción de los diptongos largos en chipriota. Charalambakis 1990 examina las glosas con rotacismo atribuidas al laconio y concluye que para la mayoría tal atribución no está garantizada. 8. Semivocales La bibliografía sobre *Tj,*Dj, *tw, sobre *sj y sobre *Nj, *Lj, se recoge en las secciones 6, 7 y 9 respectivamente. Crist 2001, pp. 30-87 cree que la causa de la eliminación de *j es una conspiración de procesos fonéticos determinados por un avance en el escalafón de una restricción que proscribe la aparición de /j/. Esta explicación circular quizá ofrezca alguna ventaja a la Teoría de la Optimidad, pero carece de valor para la fonología del griego. En un extenso artículo Ruijgh 1992 estudia los problemas relativos a la realización silábica y «bisegmental» de las semivocales y las sonantes en diferentes contextos, las consecuencias de la pérdida de las laringales para la creación de las oposiciones /i/ : /j/ y /u/ : /w/, la eliminación de las sonantes vocálicas y otras muchas cuestiones. Ruipérez 1990 propone para *-wj- la misma reconstrucción que postula para *Nj, *Lj en su conocido artículo de 1972 : (i) *wj > *wjwj ([ɥɥ]) (ii) wjwj > *ww tras e, i; (iii) wjwj > *i̯w tras las demás vocales; (iv) *ww > w con alargamiento compensatorio fuera del lesbio y tesalio. A la vexata quaestio del doble tratamiento de *j- (sc. el tratamiento «normal» de ὅς frente al «excepcional» de át. ζυγόν, beoc. δυγόν) dedican sendos artículos Hamp y García Ramón. Según Hamp 1997, el resultado de *j- es [h] ante vocal tóni-
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ca o laringal silábica y ζ- ante vocal átona. García Ramón 1999 corrobora con nuevos argumentos una hipótesis inédita de Schindler: *j- da regularmente ζ- / δ(mic. z-) mientras que h- procede de *Hj-. Salvo que se excluyan arbitrariamente del dossier términos como ζημία, ζῆλος, ζητέω, los resultados con ζ- no constituyen el conjunto semánticamente homogéneo restringido a actividades y técnicas agrarias con que operan las soluciones en clave «sociolingüística» (h- clase social alta, dz- clase social baja) que, entre otros, defiende Brixhe 1996. García Ramón 1993 se ocupa del presente reduplicado δίζημαι, sinónimo en jónico literario del verbo ζητέω (< *jeh2-). La disimilación *dzidz° > *didz° precede a la interversión [dz] >[zd] en contraste con lo que sucede en ἵζω < *si-zd-, donde la secuencia -zd- es antigua. Duhoux 1987a, pp. 107-111 y 1990 deduce del análisis estadístico de los textos de Pilo y Cnoso que el cambio (-)j- > (-)h- estaba vivo en micénico. Para Brixhe 1989, pp. 40-45, había terminado. La distribución de los silabogramas ‹jV›, que serían grafías históricas, y ‹V›, que alternan con ellos, se rige por criterios morfológicos. Masson 1990 enumera los ejemplos epigráficos en que ‹B› y ‹Γ› notan una /w/. Frente a lo que sostenía Page, Hinge 1997 muestra que hay casos de eliminación de w- en los poemas de Alcmán. Este hecho contrasta con la prolongada conservación de w- en el dialecto laconio. Poco aportan los artículos de Wyatt 1990, 1992 y 1994 sobre la pérdida de /w/ en Homero y los hiatos resultantes. 9. Líquidas y nasales García Ramón 1985 estudia los resultados de *r̥ en micénico y concluye que en interior de palabra los resultados con vocal /o/ (‹Co› [Cor], ‹Co-ro› [Cro]) representan el tratamiento regular. Los casos con /a/ (‹Ca› [Car], ‹Ca-ra> [Cra]) se deben a nivelación analógica. Por contra, en final de palabra y en interior ante sonante o vocal, ‹Ca› [Car] es resultado regular y ‹Co› [Cor] analógico. Haug 2003, pp. 49-67, quien acepta las conclusiones de García Ramón, ofrece un útil estado de la cuestión y analiza sus implicaciones para la lengua de Homero. Ruijgh 1992, pp. 84-88 reitera las ideas defendidas en trabajos suyos anteriores. Lillo 1986 sitúa el tratamiento de las sonantes vocálicas en fecha posterior a la separación de arcadio y chipriota. Esta datación se desprendería del hecho de que arc. δέκο = át. δέκα (< *dekm̥) no experimenta el cierre -o > -υ común a los dos dialectos. Para la evolución de *Nj, *Lj, tanto Conti Jiménez 1990 como Leukart 1992 operan con geminadas palatalizadas en la línea de Ruipérez 1972. Conti cree que, aun siendo fenómenos pandialectales, el debilitamiento de *j y de *s no remonta al griego común. Blevins y Garrett 1998 no añaden gran cosa en lo referente a la metátesis del tipo *konjós > κοινός.
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10. Laringales Las laringales siguen siendo objeto de atención preferente. En secciones anteriores hemos tenido ocasión de mencionar diversas hipótesis en que las laringales intervienen de un modo u otro. Varios trabajos en Bammesberger (ed.) 1988 tocan problemas específicos del griego. Ruijgh y Sihler hacen presentaciones generales (cf. también Bammesberger 1989). Kimball apuesta por ω como resultado regular de *oh2 (ᾱ sería analógico). Para Klein, *iHx en posición anteconsonántica evolucionó a *ja(ː)x con el color vocálico propio de cada laringal (*gwih3wó- > *gwjojwó- > ζω(F)ός). Frente a esta idea y frente a propuestas que propugnan resultados heterogéneos para *CL̥HxC, Peters 1988 defiende convincentemente el carácter regular y homogéneo de un resultado * CL̥VːxC para el griego. Ruijgh 1997b recapitula los cambios de las laringales haciendo especial hincapié en los casos en que interviene la analogía. Una presentación clara de los resultados en los distintos contextos aparece en Sihler 1995. Junto a cuestiones relativas a la teoría de la raíz de Benveniste, la Ley de Rix y la prótesis vocálica, Peters 1986 demuestra que hubo pérdida de laringal inicial en sílaba átona en compuestos: cf. *h1pi-séd- > πιέζω junto a * h1épi > ἐπί. Más arriesgada es su propuesta (Peters 1993) de étimos distintos para los sinónimos ἐρσήν de jónico, lesbio, cretense, etc. (*h1r̥sén-) y ἄρσην, ἄρρην de ático, laconio, arcadio, etc. (*h2wr̥sēn). Peters 1991 observa que *h1neu̯n̥ debería haber evolucionado a †ἐνέα. La geminada de ἐννέα se ha tomado de ἐνν-, resultado regular de * h1n̥wn̥- ante HC o Hw en compuestos (hom. ἐννῆμαρ). Esta geminada es un dato letal para la reconstrucción en griego común de una etapa de sonantes geminadas, previa al alargamiento compensatorio, para *-sN-, *-Ns-, *-sL-, *-Ls-, *-sw-, *-Nj-, *-rj-, *-wj- (Ruipérez 1972). En ese supuesto, esperaríamos un resultado †ε̄)νέα fuera del lesbio y tesalio. Peters 1999 desenmaraña la complicada relación etimológica —a veces puesta en duda— entre (a) βόθρος, βόθῡνος 'hoyo', (b) át. βυθός, jón. βυσσός 'fondo del mar', ἄβυσσος 'fondo del mar' y (c) βαθύς 'profundo', βάθος, βένθος 'profundidad', βῆσ(σ)α (dór. βασσα) 'hondonada'. Todas estas formas proceden de una única raíz alternante. Entre otros procesos, intervienen la «Regla de Wetter» (-VHKRV-, -VHKWV- > -VKRV-, -VKWV-) —otra hipótesis que Schindler dejó sin desarrollar— y la Ley de Cowgill. Βένθος suplanta a βάθος por analogía con πένθος (< *pendh-) y πάθος (secundariamente de *pn̥dh-). García Ramón 1992 corta de un tajo el nudo gordiano de ἱερός y sus variantes dialectales. Sólo jón. ῑ9ρός (atestiguado esporádicamente en otros lugares) es resultado fonético de *h1ish2rós > *h1isrós > *isrós (lesb. ἶρος es préstamo jónico). Dór., beoc.
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tes. (?), panf., ἱαρός y mic., át., arc-chipr. ἱερός son producto de la analogía con adjetivos en -αρός (cf. μιαρός) y en ερός (cf. γλυκερός) respectivamente. 11. Vocalismo Dos artículos han relanzado el debate sobre el llamado «schwa secundum», vocal anaptíctica entre dos obstruyentes (T/D o Θ/∆). Según Ruijgh 1995b, el resultado regular es /i/ en sílaba abierta (*kwtur- > hom. πίσυρες) y /e/ en sílaba cerrada (*pdjós > *pedjós > πεζός). Las excepciones se explicarían por analogía (*sistéh2mi > ἵστᾱμι como *didéh3mi > δίδωμι) o por préstamo de otra lengua indoeuropea no identificada ―ἰσχύς, ἰχθύς, (F)εστία junto a dial. (F)ιστία, etc.―. Vine 1999a hace una eficaz apología del «schwa secundum», pero su explicación de ῥίζα a partir de *wrdja tropieza con dificultades. Vine 1999b presenta un concienzudo análisis de la «υ irregular». Acepta la «Ley de Cowgill» en su versión más estricta («o > u en contacto con labiovelar y nasal y en la secuencia /nom/»: nokwts (cf. lat. nox) > νύξ y ἀνώνυμος junto a ὄνομα), pero rechaza la versión ampliada de Sihler 1995, p. 42 («o > u entre labial y sonante») que explicaría casos como φύλλον (lat. folium). Para este caso Vine postula *-olj- > -υλλ- y *CwoN, *CwoL > *CwuN, *CwuL para πέσσυρες / πίσυρες, κύνα, etc. Bernabé 1990a reformula la Ley de Osthoff en clave laringalística. No habría abreviación de vocal larga ante sonante más consonante (VːNC, VːLC > VNC, VLC), sino pérdida de una laringal en ese contexto (VHNC, VHLC > VNC, VLC). La hipótesis es inaceptable para Nassivera 2000, pp. 62-68, quien de paso cuestiona la Ley de Stang (*djeu̯m > Ζῆν) (p. 58). Para una tipología de los alargamientos compensatorios es fundamental Hock 1986b. Más superficial resulta Wetzels 1986. De forma independiente, Ruijgh 1984 y Méndez Dosuna 1985 critican la idea de que la Doris severior y el arcadio con cinco vocales largas (ἠμί, βωλά) sean más arcaicos que la Doris mitior y el jónico-ático, con vocales medias largas primarias abiertas y secundarias cerradas (εἰμί, βουλή). Del Barrio 1998 revisa pormenorizadamente la cuestión. Risch 1984 estudia el ac. pl. κιδόναυς (át. κίονας) en dos textos silábicos chipriotas (ca. 300) y pasa revista a los distintos tratamientos de ns en los dialectos griegos. Crespo 1999 establece la cronología relativa del segundo alargamiento compensatorio y otros cambios del jónico-ático y demuestra que la metátesis de cantidad fue un persistent change (sc. una restricción fonotáctica de duración prolongada). Peters 1995 estudia las variantes del nombre de Anfiarao. La variante original ᾿Αμφιάρηος dio regularmente jón., át. ᾿Αμφιάρεως. El centro de irradiación de ᾿Αμφιάρᾱος se situaría en Oropo, enclave eubeo entre Atica y Beocia y santuario principal del héroe, donde ᾿Αμφιάρηος se habría adaptado por hiperdialectalismo
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como ᾿Αμφιάρ[æː]ος. Este resultado habría pasado luego a ᾿Αμφιάρᾱος por una reversión [æː] > [aː] / r___n, w similar a la del ático. Nieto Izquierdo 2001 trata de establecer una conexión entre el tercer alargamiento compensatorio y la contracción de /ei̯ /, /ou̯/. Serrano 1998, quien da por sentado que /u(ː)/ no pasó a /y(ː)/ en argólico, se esfuerza en demostrar que en los dialectos griegos hay sistemas vocálicos con mayor número de vocales posteriores que de vocales anteriores. Continúa la controversia sobre la datación del Great Vowel Shift ático. Mientras que Allen 1987a se opone decididamente a la cronología temprana de Teodorsson, esta encuentra el respaldo de autores como Horrocks 1997, pp. 102-107. Allen 1987b no aporta novedades sustanciales sobre la evolución diacrónica del vocalismo ático. Teodorsson 2001-2002 reitera sus conocidas tesis —de forma un tanto autística sin tener en cuenta el trabajo de sus propios epígonos— y retrotrae la aparición de la diglosia hasta la época micénica. Contra toda evidencia, Teodorsson 1987 cree que el itacismo era esencialmente idéntico en beocio y tesalio y en ático y la koiné, donde se habría visto frenado por la presión de la lengua oficial conservadora. Perpillou 1984 adelanta la contracción de /ai/ al siglo V. Pero ni la ocasional escansión breve de αι en formas como παλαιός (escrito a veces παλεός en papiros y manuscritos), ni los juegos de palabras de Aristófanes con hipotética homofonía de αι y ε (παίειν τῷ πέει 'golpear con el miembro') son argumentos probatorios. La correptio de αι se explica por resilabación del glide ([pa$la$jós]). Παλεός es una grafía artificial tardía para justificar esa anómala escasión. En un enigmático pasaje del Crátilo 418b-d, Platón atribuye a los antiguos atenienses una «pronunciación» ἱμέρα frente a ἡμέρα de su época. Duhoux 1987b supone que el itacismo era común en el siglo V entre la buena sociedad ateniense, pero perdió terreno tras la Guerra del Peloponeso cuando se impuso una norma lingüística más conservadora. Según Brixhe 1988b, Aristófanes recurre a procesos fonéticos del «ático avanzado» para caracterizar el habla de los bárbaros. Willi 2003, cap. 7 contraargumenta que lo que Aristófanes trata de reflejar es el «registro simplificado» de los hablantes no nativos. Las coincidencias con el «ático avanzado» son accidentales. Brixhe 2000 hace un minucioso análisis de las «Pizarras de la Academia», que documentan grafías como ᾿Αθινᾶ por ᾿Αθηνᾶ, y aduce argumentos para adelantar su datación al siglo V. Pero entre los epigrafistas se comenta sotto voce que estos documentos pueden ser una falsificación. Del Barrio 1994a trata de mediar en la polémica entre itacistas y etacistas. La discrepancia radica únicamente en el grado de difusión que admiten unos y otros para la pronunciación innovadora en época clásica. Apoyándose en Teodorsson, Dillon 2001 propugna una pronunciación más cercana a la del griego moderno para la lectura del griego antiguo.
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Pasamos ahora a ocuparnos de trabajos sobre cambios de ámbito dialectal más restringido. Para Méndez Dosuna 1993b no existe la metátesis de cantidad entendida como pura trasferencia de cantidad entre vocales contiguas (ηο > εω). Lo que hubo realmente fue una sinizesis con alargamiento compensatorio (ηο > ε̯ω). Haug 2003, pp. 107-144 perfila esta hipótesis desde la perspectiva concreta de los datos homéricos. Méndez Dosuna 1984 niega que en eleo hubiese un cambio ρε > ρα simétrico al tipo nordoccidental ερ > αρ. En casos como κατιαραίο̄ν (át. καθιερεύων), habría una */εː/ etimológica que habría evolucionado regularmente a */æː/ y se habría abreviado ante vocal. La */æ/ resultante se habría confundido con /a/ tras /r/ y /e/, pero con /e/ en los demás contextos. La propuesta es rechazada por García Ramón 1991b. Frente a la opinión mayoritaria, del Barrio 1990b concluye que el eubeo también participó del cambio /u(ː)/ > /y(ː)/, aunque más tarde que el resto del jónicoático. Méndez Dosuna 1993a va más allá y sostiene que al cambio /u(ː)/ > /y(ː)/ del jónico-ático común siguió otro /y(ː)/ > /u(ː)/ en las colonias del sur de Italia y en el dialecto moderno de Eubea. Para Méndez Dosuna 1985, pp. 413-463, el dativo temático «breve» -οι atestiguado en los dialectos nordoccidentales, arcadio, eleo, tesalio occidental, beocio y eubeo, es resultado de una abreviación (cf. Méndez Dosuna 2004 para una matización). Vottero prefiere interpretar -οι como desinencia de locativo tanto en beocio (1995) como en arcadio (1999). Para ello se ve obligado a endosar arbitrariamente a la koiné los ejemplos de -ωι, raros en Beocia, pero muy abundantes en Arcadia. Aquí regiría una extravagante «regla ortográfica» con -οι para los sustantivos y -ωι para los determinantes. Aun aceptando que -οι no es desinencia de locativo, Floristán Imízcoz 1994, pp. 63-69, opina que la abreviación -ωι > -οι es una explicación de obscura per obscuriora. Por ello prefiere conjeturar un «acercamiento» fonético de -ωι a -οι: obscura per tenebrosissima. Para /oi̯ / en beocio, Méndez Dosuna 1988 reconstruye una secuencia de cambios [oi̯ ] (‹OI›) > [oe̯] (‹OE›) > [øː] (‹Y›) > [eː] (‹EI›). Vottero 1995 se adhiere a la solución tradicional ([oi̯ ] ‹OI› > [oe̯] ‹OE› > [øː] > [yː] ‹Y› > [iː] ‹EI›) sin justificar por qué, con una posible excepción, la supuesta /iː/ se escribe invariablemente ‹EI› y no ‹I› como sería de esperar. Striano 1990c y 1990d estudia la contracción de /oi̯ / en laconio βιδεος, βιδυ(ι)ος (< *Fιδοῖος) a través de [-oi̯o-] > [-oe̯o-] > [-øo-] > [-yo-] > [ɥo-]; ‹EI› en Εὔσεινος (át. Εὔθοινος) y σειναρμόστρηα (= θοιναρμόστρια) sería grafía de /ø/. En el terreno de los hiatos, López Eire 1986 postula una innecesaria hiféresis para el participio ὤν, οὖσα, ὄν del ático (jón. ἐών, ἐοῦσα, ἐόν). Méndez Dosuna 1991-1992, 1993b, 1993c pone en cuestión el supuesto cierre de /e/ ante vocal en algunos dialectos y en la koiné (beoc. θιός por θεός). ‹I› nota la yod resultante de la sinizesis de /e/: [eo] > [e̯o] > [jo]. Vottero 1995-1996 se aferra a
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la idea de cierre y, tras una prolija presentación de los datos, concluye con poca lógica que (Τ├σιμένēς, Πολυκλ├ε̄ς, Κλ├εγένε̄ς) se habría inventado en Tespias —¡la «cité des Muses»!— como sustituto de ‹EI› e ‹I› para notar la /i(ː)/ procedente de *ei, *e: y *e + V. Hualde Pascual 1993 postula un cambio /eu̯/ > /eo/ para el jónico (φεύγειν > φεόγειν) con grafías ultracorrectas del tipo Θευγένευς por Θεογένεος. En un espléndido trabajo Passa 2001 defiende una evolución más natural /eo/ > /eo̯/ > /eu̯/. Las ultracorrecciones (φεόγειν), atestiguadas desde el siglo VII, prueban la antigüedad del cambio. West se equivoca en su reciente edición de la Ilíada al corregir contra la autoridad de los mejores manuscritos los numerosos ejemplos de ‹ΕΥ› por ‹ΕΟ› o ‹EOY› (μευ, καλεῦντες, οἰχνεῦσι), que pueden aparecer en fórmulas manifiestamente antiguas. Battezzato 2000 hace una inteligente disección de la sinizesis de /eo/ en sus dos vertientes, métrica y fonética. Striano 1990b, 1990c postula un cambio /ao/ > /eo/ para el rodio. Sobre datos homéricos, Nussbaum 1988 niega la existencia de tal proceso. García Ramón 1993, pp. 126-134 y del Barrio 1994b explican por analogía las formas del tesalio de Larisa βελλειτει, βελλουνθειν, ὀνγραψειν, δεδοσθειν (= át. βούληται, βούλονται, ἀναγράψαι, δέδοσθαι) y no como consecuencia de un cambio αι > ει. Striano 1999 se opone a una evolución [aia(ː)] > [eia(ː)]. En variaciones como ῾Ιστιαῖος / ῾Ιστιεῖος hay intercambio de sufijos. Floristán Imízcoz 1994, pp. 79-80 resume distintas interpretaciones del cambio postclásico -ίον, -ιον, -ίος, -ιος > -ίν, -ιν, -ίς, -ις sin alcanzar ninguna conclusión. Más interesante y personal es el artículo de Brixhe 1994. Méndez Dosuna 1993c, pp. 248-249 argumenta que una fase intermedia [jos], [jon] no es incompatible con el resultado [is], [in]. 12. La sílaba Varios trabajos se ocupan de las reglas ortográficas en los silabarios micénico y chipriota. Morpurgo Davies 1987c muestra que la grafía re-po-to λεπτός supone una silabación [le$ptós] que anticipa la regla de separación de palabras de los gramáticos tardíos basada en los grupos iniciales de palabra. Esta silabación «ortográfica» choca con los datos de la métrica y los procesos fonéticos que implican una silabación [lep$tós]. Guion 1996 y Consani 2001-2002 defienden algo tan obvio como que no todas las secuencias CC en griego eran siempre heterosilábicas y coinciden en atribuir al griego una tendencia —no tan obvia— al ataque silábico máximo (maximal onset principle). Es interesante el estudio de Casanova 1988 sobre las reglas ortográficas de silabación aplicadas a la división de palabras en la célebre inscripción del filósofo epicúreo Diógenes de Enoanda.
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13. Consonantes geminadas. Procedimientos expresivos De las geminadas en general se ocupa Bernabé 1996. Masson 1986 estudia la geminación como procedimiento expresivo en la antroponimia. Méndez Dosuna 1994 explica las variantes dialectales ορρος (át. ὅρος, jón. οὖρος) y Κορρα (át. Κόρη, jón. Κούρη) por una geminación que deshace un mal «contacto silábico» (Vennemann 1988). Aunque actúan a menudo asociadas, geminación y palatalización son —contra una creencia muy extendida— procesos fonéticos independientes y de naturaleza distinta. De fonética expresiva tratan Maurice 1987 (sonorización en pares como τύπτω /δοῦπος) y algunos trabajos recogidos en Perpillou 1996. Por lo demás, la «expresividad fonética» es terreno propicio para las fantasías más delirantes. Según Wyatt 1992, p. 30, el hiato [e#e] en ἠΰτε ἔνθεα εἶσι μελισσάων ἁδινάων «como van enjambres de abundantes abejas», Il.2.87, sugiere el vuelo de las abejas, mientras que [o#o] en ὥς ᾿Αχιλεὺς ἑτάροιο ὀδύρετο ὀστέα καίων «así Aquiles se lamentaba por su compañero mientras quemaba sus huesos», Il.23.224, crea la impresión de un lamento. Fortassier 1989 sostiene la peregrina idea de que en Homero los hiatos que no se explican por pérdida de F-, denotan una idea de separación: así, [-a#a-] en ἄλλην δή τιν' ἔπειτα ᾿Αχαιϊάδων εὐπέπλων «(que pretenda) luego a alguna otra de las aqueas de hermosos peplos», Od.21.160, expresaría la distancia que hay del campo a la ciudad (??!!). Con razón Bernabé 1990b manifiesta su escepticismo ante la mayoría de los procedimientos fonéticos «expresivos» propuestos. 14. El acento Contamos ahora con el excelente manual de Probert 2003, que explica de forma práctica la acentuación del griego clásico a los estudiantes primerizos, pero también ofrece un panorama de la investigación más reciente a los estudiosos más experimentados. Meier-Brügger 1992b recapitula las principales reglas de acentuación del griego y propone la siguiente cronología relativa: (1) ley de limitación del acento, (2) Ley de Wheeler, (3) Ley de σωτῆρα, (4) baritonesis lesbia, (5) Ley de Vendryes. Junto a otras cuestiones que poco o nada tienen que ver con la fonética, el soberbio artículo de Ruijgh 2001 explica con claridad qué relación se daba entre acento tonal y melodía en las composiciones musicales. Martínez García 1997 atribuye a la analogía con los sustantivos en -εύς la acentuación oxítona de Ζεύς, que difiere de otros monosílabos perispómenos (βοῦς, ναῦς, etc.). Para Nassivera 2000, pp. 57-58, la acentuación de βοῦς es el resultado esperable de *gwéh3us bisílabo.
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Según Irigoin 2000, en ἀδικέοιμεν / ἀδικοῖμεν no hubo hiféresis, sino contracción con un diptongo largo /oːi̯ / cuya vocal carece de notación específica. La acentuación del tipo λάμπτέ τε (como el tipo αἷμά τε), que atestiguan ocasionalmente los manuscritos de Homero, se justificaría por el carácter de diptongo de las secuencias VN. También en los Himnos Délficos las sílabas terminadas en sonante o /s/ pueden cantarse en dos notas distintas como sucede con las vocales largas y los diptongos. García Teijeiro 1993 analiza los datos disponibles sobre la acentuación dialectal. Levin 1989 examina el acento en el beocio de Corina. Chadwick 1992 atribuye al tesalio un fuerte acento de intensidad en la sílaba inicial de palabra que explicaría fenómenos como la síncopa (ξενδοκος por ξενοδόκος), la apócope en las preposiciones (ον, παρ, κατ, ποτ, περ, απ, επ υπ) y en el genitivo sg. temático -οιο > -οι, etc. Mojena 1992 demuestra que no hay auténtica frontera de palabra con elementos «apositivos» (clíticos y semiclíticos): en los hexámetros de Teócrito la frecuencia de silabación disjunta de muta cum liquida tras proclítico (ὁ π$ρέσβυς, 75%) es similar a la de interior de palabra (ἐπ$ράχθη, 78%), muy lejos de la de una auténtica frontera de palabra (ἔτι π$ρότεροι, 39%). Janse 1995/96 infiere que la posibilidad de asimilación (gráfica) de grupos consonánticos en inscripciones y papiros aumenta cuanto mayor es la cohesión sintáctica entre dos palabras y reflexiona sobre la acentuación de los clíticos. En un complejo estudio sobre la función del acento (tono alto) en la estructura del hexámetro homérico, Hagel 1994/1995, pp. 100-101 concluye que, a diferencia de palabras auténticamente enclíticas como γε, θην, κε(ν), τε, los postpositivos que llevan acento gráfico (ἄν, ἄρ, γάρ, δέ, δή, μέν), se comportan efectivamente como palabras tónicas. Hoenigswald 2004 presenta acertadas objeciones al tratamiento del problema de las palabras proclíticas en Devine y Stephens 1994. En los proclíticos monosilábicos que comienzan por vocal (εἰ, εἰς, ἐν, ἐξ, ὁ, ἡ, etc.), se prescindió del acento gráfico para evitar una excesiva acumulación de marcas prosódicas. 15. Estructura de la palabra, fonética sintáctica Bakker 1988 niega que los diptongos largos tolerasen el hiato mejor que las vocales largas y los diptongos breves. La mayor frecuencia de hiatos con -ᾱι -ηι,-ωι se debe a su carácter de desinencias casuales. Guilleux 2001 estudia la elisión de la -ι del dativo de singular atemático. Hedin 2000 establece que la elisión viene condicionada tanto por la fonología como por la sintaxis. Los datos indican una cierta variación en el dominio sintáctico de la elisión dependiendo de los autores: en Demóstenes el dominio es el sintagma nominal en toda su amplitud mientras que en Isócrates coincide con la palabra fonética.
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Vaahtera 1997 demuestra que el concepto de eufonía en fonética sintáctica que maneja Dionisio de Halicarnaso es válido para los encuentros de vocales: los autores que cita como modelos de eufonía evitan el hiato. Por el contrario, en lo que se refiere a combinaciones de consonantes pretendidamente no eufónicas (-N#K-), el criterio de Dionisio no encuentra apoyo en esos autores. Waanders 1997 concluye que las vocales largas en nominativos y acusativos monosilábicos del griego antiguo (cf. át. πούς frente a dór. πός) y otras lenguas indoeuropeas no autorizan a reconstruir un proceso de alargamiento puramente fonético para el indoeuropeo. Strunk 1987 observa que el griego rehúye los monosílabos de contenido léxico de estructura (C)Cv̆. Esta restricción explica la sustitución de los imperativos *θέ, *δό por θές, δός. Sasse 1989 extiende la explicación a gr. mod. πες, δες (< clás. εἰπέ, ἰδέ). 16. Consideraciones finales Durante estas dos décadas, hemos tenido acceso a nuevos datos, se ha llegado al esclarecimiento quizá definitivo de cuestiones difíciles, se han explorado nuevas líneas de investigación que conducirán a la solución de problemas que todavía nos resultan desconcertantes, pero también se han reabierto casos que antes creíamos resueltos y cerrados. Es innegable que se han dado notables progresos en la interpretación de los datos, pero la «sistemática de las faltas» corre el riesgo a veces de convertirse en una caricatura de sí misma y las explicaciones sociolingüísticas han proliferado de manera injustificada. Estas contradicciones son lo esperable en una disciplina que se mantiene viva y sigue evolucionando. Tenemos que lamentar la pérdida —en algunos casos prematura— de figuras tan ilustres como Cowgill (1985), Risch (1988), Schindler (1994), Hiersche y Szemerényi (1996), Masson (1997), Lejeune (2000), Ruijgh, Hoenigswald y Rix (2004). Sin embargo, la incorporación de nuevos estudiosos con nuevos puntos de vista garantiza el relevo generacional. La renovación teórica y metodológica sigue siendo una tarea pendiente. Sin duda, obras como el libro de Devine y Stephens 1994 con su equilibrada amalgama de filología tradicional y lingüística de vanguardia abren perspectivas prometedoras y sirven de pauta a futuras investigaciones. Afortunadamente, en la Fonética del griego antiguo quedan todavía muchos enigmas por resolver y muchos datos a la espera de alguien que sepa arrancarles sus secretos.
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11. FONÉTICA
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12 MORFOLOGÍA1 HELENA MAQUIEIRA Universidad Autónoma de Madrid
No se atiende en esta revisión de forma específica a las relaciones de la morfología con otros campos de la lingüística2, así como tampoco a los enfoques de las distintas escuelas y las diferentes posibilidades de análisis morfológico3. Se hace un brevísimo comentario inicial sobre manuales (I). El restante material se distribuye en cuatro grandes apartados. Los dos primeros (II-III) recogen información sobre morfología flexiva, el tercero se dedica a la antroponimia (IV) en su aportación a la morfología, y el último atiende a la formación de palabras (V). No se tratan en general —aunque se cite algún trabajo— cuestiones sobre indoeuropeo (IE), micénico, lenguas literarias, morfología dialectal ni lengua común. Las aportaciones sobre morfología flexiva se distribuyen en dos bloques: la bibliografía que explica los hechos histórica y comparativamente (II) y la que lo hace desde el interior de la lengua (III). Cualquier distribución es complicada y en una misma aportación pueden observarse a veces ambas tendencias. Aun así, parece más útil presentar el material de esta forma, porque facilita la revisión de la metodología aplicada. En cada bloque la distribución responde a los fenómenos morfológicos tratados; secundariamente, si el material es suficiente, se cataloga por paradigmas. Al final se incluye una relación bibliográfica por paradigmas, al margen del enfoque teórico de los trabajos. En esta relación no se incluyen las contribuciones que han sido citadas en nota. La información parte del año 84 (cf. Macía 1984), aunque se incluyen algunos títulos de aquel año. Ha sido de gran ayuda para la recopilación relativa al 84-89 la actualización de Bernabé 1989.
1 Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación BFF 2003-09341 *Variaciones lingüísticas ligadas a la edad, la jerarquía social y la urbanidad en la lengua griega clásica+. Quiero expresar mi agradecimiento a Luz Conti y Emilio Crespo, que han corregido una versión previa del mismo. A Luz Conti le agradezco, igualmente, su ayuda en la interpretación de algún trabajo escrito en alemán. 2 Para bibliografía general sobre las relaciones entre morfología y sintaxis, véase M.0 T. Díaz Hormigo, Morfología, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2003, pp. 206-211. Para las relaciones entre morfología y fonología, cf. ibid., pp. 196-201. 3 Para bibliografía sobre la cuestión, véase M.0 T. Díaz Hormigo, ob. cit., pp. 260-273.
F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 343-368
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HELENA MAQUIEIRA I. MANUALES DE MORFOLOGÍA
La mayor parte de los manuales aparecidos o reeditados en estos años constituyen trabajos de tipo descriptivo, bien de fonética-morfología (Zinsmeister 1990), bien de morfología y sintaxis (Lukinovich y Rousset 1989, 19942), intermedios entre los elementales métodos de aprendizaje de la gramática y los estudios más especializados. Un método de enseñanza de la lengua, con aportación de textos comentados es el de Fink 1986. La morfología y la sintaxis se tratan en el comentario de los textos y en una pequeña gramática adjunta (pp. 299-368). Mención aparte merecen los manuales de Meier-Brügger 1992 y Sihler 1995. El primero es una morfología histórica, que plantea los grandes problemas y realiza un importante aporte bibliográfico sobre ellos. El segundo pretende ser una revisión del manual de C. D. Buck4. Aunque a veces se limita a reproducirlo, plantea discusiones posteriores, decantándose por la más convincente según sus criterios. II. EXPLICACIÓN DE HECHOS GRIEGOS DESDE EL INDOEUROPEO Se recogen en este apartado los trabajos que explican los hechos griegos desde el IE, recurriendo a la comparación. Se realiza una somera pasada por las contribuciones que siguen esta línea, haciendo hincapié en los problemas de sincretismo y defectividad-supletismo. Por esta vía discurren varios trabajos sobre desinencias y temas nominales: el de Haug 2000 sobre el acusativo pl. de los temas en -i en ático; el de Martínez García 1996 sobre los nombres en -u del griego; el de De Lamberterie 1990 sobre los adjetivos en -υς; el de Vanséreven 1999 sobre el llamado «locativo sin desinencia» de los temas en *-r-/-n- y el de Brossmann 1992 sobre los nombres en -ω y los temas en diptongo largo del IE5. En el sistema pronominal, destacan las contribuciones de Berenguer Sánchez 1997 sobre las alternancias vocálicas en las raíces pronominal-adverbiales; las de Luján 1995 y 1997 sobre las raíces de 'uno' *sem y *oi-6; las de Meyer 1997 y Shields 1999 sobre la raíz σφ- y su uso como 20-30 dual y 30 plural en personales y reflexivos; el trabajo de Petit 1999 sobre el reflexivo y el de Waanders 1992 sobre los numerales. En cuanto a las categorías verbales de tiempo y aspecto, pueden citarse los trabajos de Schmid 1986 sobre la conjugación atemática de los verbos contractos; Beckwith 1994 y 1996 sobre los aoristos reduplicados y García Ramón 1991 sobre las formas tipo ερρυα, interpretadas como pasados en -ā. Este trabajo entra dentro de la línea seguida 4
Comparative grammar of Greek and Latin, Chicago, University of Chicago Press, 1969 (110 reimpr.). Dicho artículo ha sido precedido de otros del mismo autor sobre resultados en otras lenguas indoeuropeas. Así, *The IE cognates of the Hittite ai- and au- stems+, JIES 12, 1984, pp. 345-365, *Latin fidēs and the istems with nom. sg. -ēs+, JIES 14, 1986, pp. 334-363 y *The Latin fifth-declension nouns with nom. sg. -iēs+, JIES 15, 1987, pp. 327-340. 6 Cf. K. Shields, *Comments about IE *oi- '1'+, JIES 22, 1994, pp. 177-186. 5
12. MORFOLOGÍA
345
por el autor sobre la utilización de anomalías (hechos irreductibles, que no se explican por procedimientos de regularización morfológica) para la reconstrucción de protoformas. Sauge 2000 realiza un estudio sintáctico y morfológico de carácter comparativo sobre el perfecto. De morfemas modales se ocupa el trabajo de Rubio Orecilla 1997 sobre los optativos radicales θείην, δοίην, γνοίην, así como los dedicados a los morfemas de infinitivo por Monteil 1988, García Ramón 1994 y 1996, y García Domingo 1995. El primero considera los siguientes morfemas de infinitivo, derivados de nombres de acción: *-(e)-n (-εν, -ναι, -εναι), *-s-en (-ειν, -ην) y *-men. Interpreta chip. do-we-na-i como -εναι con sonido de transición tras la vocal redondeada. El segundo defiende el parentesco de las formas chip. to-we-na-i /dowenai/ y véd. dāvane, retrotrayéndolas a una protoforma *dh3-vén-i. García Domingo retrotrae el sistema del infinitivo griego a su contacto con alguna rama IE. El sistema habría evolucionado en fase IE de una distribución por sandhi (*-en y *-men) a una oposición temáticos/atemáticos (*-en para ambos y *-men sólo para atemáticos). Esta oposición se aclaró posteriormente con la creación de un nuevo alomorfo *-sen (*-esen y *-en para temáticos activos, y *-men y *-en para atemáticos). Son hechos del griego común la adición de *-ai al alomorfo atemático *-en-ai (*-nai tras vocal) y la extensión de *-men a finales postconsonánticos7. 2.1. Sincretismo8 En las últimas décadas se han seguido contraponiendo posturas sobre este fenómeno. Todas se ocupan de una doble pregunta: )cuántos y qué morfemas expresan cuántas y cuáles categorías en los diversos estadios de la lengua? Según el punto de vista teórico que se defienda, se retrotrae, retrasa o niega el fenómeno. El tema ha afectado al genitivo sg. temático y al dativo sg. y pl. de todas las flexiones. En defensa del fenómeno, Maquieira 1992a intenta rastrear el morfema de abl. sg. temático como independiente del gen. sg. bajo ciertos gen. sg. en Bου de los poemas homéricos (cf. Morpurgo 19609). Contra el sincretismo, Adrados 1990 interpreta las grafías -o, que conviven en mic. con -o-jo y en chipr. con -o-ne en el significado de gen. sg., como antiguo gen. temático en *-os (cf. hit. -aš). En la línea anterior, Maquieira 1992b y 1992c rastrea los morfemas de locativo sg. -oi y -ai como independientes de los de dativo en las escansiones breves en hiato de los morfemas -ῳ, -ῃ en la lengua homérica. Vottéro 1995 considera que los datos beocios de dat. sg. temático, con diferencias gráficas en distintos periodos del dialecto, 7 El autor defiende la forma *es-enai en *El infinitivo εἶναι: )de *ésnai o de *esénai?+, Actas del IX Congreso Español de Estudios Clásicos II, Madrid, Ediciones Clásicas, 1997, pp. 99-102. 8 Para bibliografía general sobre cuestiones de sincretismo y neutralización, v. M.0 T. Díaz Hormigo, ob. cit., pp. 272-273. Sobre esta cuestión, cf. también K. Pozdniakov, *Micromorphologie ou morphologie de paradigme?+, BSL 98, 2003, pp. 3-49. 9 *Il genitivo miceneo e il sincretismo dei casi+, RAL 15, 1960, pp. 33-61.
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tan sólo se explican a partir de un morfema locativo, puesto que la evolución desde un morfema de dativo *-ōi supondría una abertura del primer elemento, incompatible con la ulterior evolución del morfema10. Además, los diptongos largos en otras posiciones han evolucionado como en ático a -ō. El de los temas en -ā sería analógico, *-ai por medio del paradigma de los adjetivos11. Moralejo 1984 acepta el sincretismo en el «dativo» pl. de la flexión temática. En micénico se documentarían dos morfemas, dat.-loc. (-o-i) e instrumental (-o). En las zonas en que se restauró en el primero -s-, el morfema de instrumental pudo mantenerse o eliminarse posteriormente. En aquellas en que no lo hizo, *-oi y *-āi se relegaron como homónimos de nom. pl. y dat. sg. respectivamente. En su lugar se implantaron -οις y -αις. Vuelve sobre la cuestión en 1992, defendiendo entonces una postura contraria al sincretismo, basándose en C.J. Ruijgh12 y, sobre todo en Adrados 1989 (cf. también Kurzová 1991). Rechaza los datos a favor de un sincretismo en marcha en micénico tanto en sg. como en pl., explicando las alternancias desinenciales como alomorfos (p. ej. dat. sg. atemático -e/-i) o como sufijos o posposiciones (p. ej. dat. pl. atemático -pi). Las grafías -o-i/-o (-a-i/-a en los temas en -ā) serían variantes gráficas de una única desinencia. A favor del sincretismo se manifestaba Hettrich 1985 revisando los datos micénicos. El sincretismo micénico iría, tanto en sg. como en pl., en una línea dat.-loc. y abl.instr.13. Esta postura está avalada en el sg. por la falta de ejemplos claros de genitivo en función de ablativo en el tipo temático, y por la lectura alternativa de la grafía -e como -ē (frente a la lectura como dativo -ei) en los sintagmas con valor abl.-instr. sg. de la atemática. En el pl. de la temática -o-i y -o serían variantes morfológicas, mientras que los *usos locativos+ de *-phi en topónimos y NP se interpretarían como ablativos (cf. Risch 1986). Este sincretismo micénico continuaría en arcadio-chipriota (ἀπύ, ἐξ + dat.). El cambio al sincretismo histórico vendría propiciado por sintagmas preposicionales de o-pi + instr. (-o, -a, -e) con valor de proximidad, 'en casa de'14. 10 J. Méndez Dosuna, *La evolución del diptongo οι en beocio+, Emerita 56, 1988, pp. 25-35, y Vottéro 1995 sostienen puntos de vista distintos sobre la grafía -ΕΙ de dat. sg. temático en las regiones beocias que rodean al lago Copais. Para el primero se trata de un hecho específico de las zonas, consistente en la deslabialización de [ö:] a [e:]. El segundo sostiene que se trata de una grafía corriente desde el V como alternativa para el tratamiento normal en [i:], negando de esta forma su realidad de hecho subdialectal (sobre los parámetros que deben funcionar a la hora de considerar un hecho como subdialectal, cf. G. J. de Riele, *Divergences locales dans la phonétique et la morphologie+, La Béotie antique, Lyon - St. Étienne, Centre National de la Recherche Scientifique, 1985, pp. 361-364). 11 J. Méndez Dosuna, Los dialectos dorios del noroeste. Gramática y estudio dialectal, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1985, sostiene, sin embargo, que los dat. sg. «breves» de los dialectos noroccidentales responden a una abreviación del morfema de dat. sg. *-ōi. 12 *Analyse morphologique de l'attique classique. La seconde et la première declinaison+, Mnemosyne 28, 1975, pp. 225-379 y 29, 1976, pp. 1-25. 13 Cf. P. Ilievski: Ablativot, instrumentalot i lokativot vo najstarite grcki tekstovi, Skopje, 1959; *Il sincretismo dei casi in miceneo (è sincretizzato lo strumentale con il dativo?)+, SMEA 12, 1970, pp. 88-116. 14 Cf. I. Hajnal, Studien zum mykenischen Kassussystem, Berlín - Nueva York, Walter de Gruyter, 1995. Para abl.-instr. sg. temático aporta ejemplos en que -o expresa situaciones temporal-partitivas, nunca posesivas
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En la misma línea discurre Coleman 1987, para quien la interrupción del sincretismo micénico y su cambio al histórico tuvo como consecuencia que -φι se hiciera redundante y desapareciera del paradigma vivo. Su uso en la lengua literaria en sus funciones antiguas y en las de los nuevos sincretismos (abl.-gen., dat.-loc.-instr.) se limitó a situaciones no ambiguas. En idéntica posición se sitúa Deplazes 1991. El sincretismo se habría operado en cuatro fases, según un modelo similar a Moralejo 1984. Para explicar algunas elecciones dialectales posteriores, el autor sostiene que, incluso en las zonas en que se operó la restitución de -s-, se pudieron elegir las desinencias *breves+. Sitúa antes de la elección el relegamiento de -phi en la atemática y las innovaciones dialectales en ésta y en los en -ā (-αισι, -ηισι, -εσσι, -οις15). Por lo que respecta al dual oblicuo, se trataría de una creación griega con base en el morfema de loc. pl. temático sin restitución de -s-. El morfema se completaría con -n por analogía con el dat. pl. de los personales. La nueva desinencia -oi(i)n se extendió a la función de gen. y a la flexión atemática. Aun defendiendo el fenómeno, Nieto Hernández 1987 se hace eco de un sincretismo micénico loc.-instr., patente en los valores *anómalos+ de -φι, que expresaría en sintagmas preposicionales con o-pi un significado próximo al dativo. En Homero el morfema sufre una regresión, desplazado por el de dat.-loc., a la vez que desarrolla en la atemática una vocal preventiva o para evitar los contextos consonánticos (-οφι). Pero tanto en la forma antigua como en la nueva se siente ya como formante adverbial, no flexivo. 2.2. Defectividad y supletismo El trabajo de Van de Laar 2000 describe el *individual verbal system+ (IVS), es decir, la conjugación de cada verbo heredado del IE, excluyendo las innovaciones de las lenguas. Al grupo pertenecen los verbos de etimología IE, los que presentan una estructura antigua de la raíz, los que presentan un antiguo IVS y los de etimología insegura, probablemente antiguos. Se analizan las combinaciones de presente antiguo con aoristo de su IVS, las especulares de aoristo antiguo con presente de su IVS, y el perfecto. Se constata que a un tema verbal antiguo le corresponden tanto varias formas antiguas como ninguna de otro tema. La misma línea mencionada supra ha dado frutos a García Ramón 1988-1990 y 1998 y a Kölligan 2001 en el campo de la defectividad y el supletismo. El primero defiende la correspondencia de hom. κέκασμαι y véd. śāśad- sobre criterios formales y distribucionales. Se trata de ecuables retrotraíbles a un perfecto medio IE no inserto en flexión completa; sus construcciones y usos sintácticos coinciden en lo esencial, sien(lo que habría sido un argumento a favor de un gen.-abl.). De este morfema sincrético con valor partitivoseparativo sería continuante el chip. -o-ne (-ō + elemento nasal). 15 Sobre estas innovaciones en los dialectos del noroeste, v. J. Méndez Dosuna, ob. cit. en n. 11, pp. 473-487.
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do sus diferencias secundarias. Ambas formas derivarían del lexema momentáneo y transformativo *(s)ǩ +end- (aor. *(é)sǩēnd-s-t y causativo *sǩn̥+d-éio/e-, mantenidos en protoario). En griego los dos últimos se han sustituido por ἐφάνη, φαίνεται y se ha creado un presente transitivo16. En 1998, tras un exhaustivo estudio comparativo en el marco de la morfosintaxis, el autor propone un paradigma supletivo en IE, en el que la raíz *h1ed- 'comer' tendría presente defectivo y Aktionsart durativa, mientras que *gwerh3- 'tragar' tendría aoristo defectivo y Aktionsart momentativa. Tal situación se habría mantenido en armenio, mientras que el griego y el védico habrían llegado a desarrollar paradigmas completos en época avanzada. Por su parte, Kölligan 2001 defiende la tesis de que εὕδειν y δραθεῖν constituían un paradigma supletivo para el significado de 'acostarse' y 'dormir', que mantienen en Homero. En fechas posthoméricas se constituye δαρθάνειν / δαρθεῖν (δραθεῖν) 'dormirse', con significado ingresivo frente al complexivo de εὕδειν.
III. PLANTEAMIENTO DESDE DENTRO DE LA LENGUA De una manera programática Brixhe 1989 advierte de los límites en los que nos hemos de mover en morfología en las explicaciones fonológicas *desde dentro de la lengua+, ya que las leyes fonéticas están supeditadas a la morfología17. La *comunicación frecuente o extendida+ propia de la morfología precisa el consenso de una comunidad, lo que hace que las evoluciones se retarden18, provocando divergencias gráficas entre morfemas y lexemas. Un arcaísmo gráfico puede representar un hecho morfonológico (retención en la evolución) o morfografémico (en la grafía). Son hechos morfografémicos la notación ΩΙ, Ω en ático (falta absoluta del grafema Ο) para el dat. sg. temático una vez perdida la correlación de cantidad, o la notación Ο (aún no ΟΥ) en aquellas posiciones en que ọ̄ expresa mayor carga informativa (δαμο frente a εσπλουν) (frente a la opinión de Méndez Dosuna, ob. cit. en n. 11, para el locrio occidental). Es, sin embargo, un hecho de mantenimiento morfonológico la grafía Ο, que notaría o sin pasar a u en el dialecto arcadio en ciertas categorías como los pronombres το, αυτο19. 16 Sobre la continuidad de presentes antiguos en griego, véase J. L. García Ramón, *Griego ἰάομαι+, o-ope-rosi. Festschrift für Ernst Risch, Berlín - Nueva York, Walter de Gruyter, 1986, pp. 497-514. 17 Cf. para las nivelaciones por encima de las leyes fonéticas H.B. Rosén, *Laryngales, allomorphes et la validité de quelques 'lois phonétiques'», Athlon. Satura grammatica in honorem Francisci R. Adrados I, Madrid, Gredos, 1984, pp. 431-442. Como ejemplo de la presión que un paradigma ejerce contra una ley fonética, véase Lillo 1992b. 18 Para una visión completa del cambio morfológico y sus causas, véase J. Mendoza, *Sistema morfológico y cambio lingüístico+, RSEL 16, 1986, pp. 1-20 y O. Panagl, *Productivity and Diachronic Change in Morphology+, Leitmotifs in Natural Morphology, Ámsterdam - Filadelfia, John Benjamins, 1987, pp. 127-151. 19 Frente a la opinión de A. Lillo, El dialecto arcadio: Gramática y estudio de rasgos dialectales, Salamanca 1979, p. 14 y L. Dubois, Recherches sur le dialecte arcadien I, Lovaina la Nueva, Cabay-Université Paris X, 1986, p. 26.
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3.1. Falsos cortes (motivados por el uso o la frecuencia) Es la propuesta de Ruipérez 1989a (previo 1987) para μιν, νιν. Se habrían desgajado por falso corte desde secuencias en las que el antiguo pronombre anafórico ιν (cf. chip. ιν, alat. i-m) seguía a una 10 sg. de aoristo sigmático en primera (*édeiksam im) o segunda fase (*édeiksan in). Lillo 1991a recurre a asimilación y corte *yo-kkwo- > hο-κκο-20 en los adverbios relativo-indefinidos para explicar las formas dialectales *anómalas+ κώς, ὅκως. ὁκο- y πο- serían formas fonéticas, siendo las contrarias (ὁπο- y κο-) analógicas de una u otra. La explicación valdría para κις en Pelasgiótide y Perrebia, en donde este pronombre se utiliza por ὅστις. El nom. sg. masc. se analizó como *yos-kwis y el neutro como *yo-kkwid. A partir de dicho análisis se llegó a un paradigma mixto *ὅστις, *ὅκκι, cuya versión simple se reanalizó como τις, κι. La ulterior generalización de la forma del neutro explicaría el resultado final. 3.2. Cruces y trasvases de paradigmas 3.2.1. Temas en -ā y flexión atemática Analogía y trasvase explicarían, según Lillo 1987 (versión inglesa 1985), la constitución de los masculinos en -ā. La analogía con la clase pronominal habría producido desde contextos *τοο ταμιας el gen. ταμιαο, constituyendo un paradigma -α, -αο. El trasvase posterior de antiguos atemáticos en -τᾱς dio forma definitiva a la flexión21. Hualde 1997 (versión previa 1992), explica por cruce de masculinos en -ā y en -s, fundamentalmente en nombres propios (NP), los extraños genitivos de tema en -ā acabadοs en -εος, y -ευς en algunas zonas jonias. También se habría producido un cruce a tres bandas entre los temas en diptongo, los en -ēs y los hipocorísticos en -εᾱς22. Según Lazzeroni 1988, -εσσι se justifica por reanálisis desinencial tras el cruce entre los en -s y los en -ā, motivado por la frecuencia de ambos como segundo elemento de compuesto. El hecho de que el cruce se produzca sobre todo en NP y compuestos (todos baritónicos, Σωκράτης, δαμοτέλης) le invita a proponer la baritonesis como rasgo del eolio común. La baritonesis habría contribuido también a igualar ambos paradigmas. La confluencia de paradigmas haría interpretar al hablante como verdaderos morfemas -εα, -εος, -ει, a partir de -η, -ην, -η. Esta interpretación afectó también al dat. pl., interpretado como -εσσι (en vez de -εσ-σι).
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Risch 1985, p. 180 es escéptico respecto a la explicación del elemento ὁ- a partir de un relativo con -d (cf. § 3.4.5). 21 Lillo 1994, pp. 49-54 da una solución extralingüística a dichas formas. 22 Hualde 1994, pp. 57-65, revisa los hechos literarios, llamando la atención sobre las diferencias con los datos epigráficos.
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3.2.2. Temas en diptongo y otros tipos atemáticos Como creación por cruce de paradigmas explica Santiago 1987 el tipo en -ευς, que habría surgido desde el dat.-loc. adesinencial de los en -us, -u, rastreable bajo grafías micénicas -e-u, que interpreta como -ηυ (cf. R.A. Santiago, Minos 14, 1973, 110-123)23. Crespo 1994 explica hom. Τυδέος como cruce de la flexión en diptongo y en -s tras la pérdida de -w-. El cruce estaría propiciado por la abundancia de NP en ambas flexiones. La existencia de diptongos breves en el nom. sg. y dat. pl. de los en -eu habrían supuesto la base tipológica para el cruce24. Según Hualde 1997, el cruce eventual en jonio, en NP y en ιερεος, de temas en -ευς con la flexión temática tendría base en el paso fonético eu > eo de la Dodecápolis. A partir del dat. sg. *cruzado+ ιερεωι se habría producido también un cruce con la flexión ática. 3.2.3. Pronombres Mediante cruce explica el pronombre μιν Lillo 1992 (frente a la explicación de Ruipérez 1989a, previo 1987, cf. § 3.1). Parte de una forma *μηδεμιμ, cruce entre μηδείς y μήτις, en un momento en que el ac. sg. del primero era *μηδέμ-α y el del segundo *μήτιμ. El cruce se basaría en el paralelismo de los paradigmas (gen. *μηδεμ-ος, *μητιμ-ος, dat. *μηδεμ-ι, *μητιμ-ι). Las formas *μηδεμιμ (y *μηδενιν) se habrían reanalizado como negativas (*μηδε-μιμ, *μηδε-νιν, *μηδεν-ιν), de donde se habrían independizado como positivas μιν, νιν, ιν. En este trabajo y en 1992a el autor justifica de la misma forma la presencia del continuante μαδεμινα (át. μηδένα) en la Histiótide y μηδεμι en cretense (frente a la explicación de Ruipérez 1989b, previo 1986, cf. § 3.4.2). 3.2.4. Verbo Fawcett Tucker 1990 parte de las diferencias entre Homero y el griego posterior para dar preferencia al análisis sincrónico sobre el comparativo. Por ello, considera que los verbos en -éō proceden de una formación sufijal en *-éye/éyo-, sin necesidad de establecer comparación con ai. -ayāmi; del mismo modo, las formaciones en -íō y -úō serían innovaciones que no habría que conectar con véd. -iyáti, -uyáti. La constitución del tipo contracto, mediante oposición de temas breves y largos, es un hecho griego que tendría su origen en el cruce de dos paradigmas en -éō (en *-e(yo)- y en *-e-(s), el primero formador de presentes y el segundo de aoristos). 23 Contra esta opinión, cf. Maurice 1987, que los interpreta básicamente como nominativos de rúbrica o errores del escriba. 24 Sobre la existencia o no de una interferencia similar entre femeninos en *-es-ya y *-ew-ya, cf. P. Hualde, *La formación de los temas en -ā en jonio: el nombre de la sacerdotisa+, Homenatge a Josep Alsina. Actes del X Simposi de la Secciò catalana de la SEEC. I, Tarragona, Diputació de Tarragona, 1992, pp. 69-73.
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García Domingo 1994 distingue entre el origen de las series desinenciales de pluscuamperfecto: -η, -ης / -εα, -εας / -ειν, -εις. La primera serie es una morfologización a partir de un morfema sin contenido específico en IE (fut. latino *deik-ē > dīcē). El pl. habría utilizado una variante breve (cf. ᾔδεμεν). Las dos últimas series son desarrollos griegos. -εα, -εας (cf. Hdt. ἐπεποίθεα) se explicaría por contaminación de -e- con la desinencia de perfecto. La serie -ειν, -εις, como invasión de las desinencias de presente (frente a la explicación de Hackstein 2002, cf. § 3.4.4). Martín Vázquez 1989 sostiene la antigüedad de πίε y πίει como formas atemáticas. -ε sería una desinencia independiente de la conjugación temática, presente en τίθει, ἵει, δίδου, ὄμνυε y alternativa con -θι al tema puro (πῖ, πῖθι, πίε). 3.3. Analogías y proporciones 3.3.1. Temas en -es y en diptongo Lillo 1986 postula para arc. ετι, πληθι una analogía de los temas en -i sobre los en -s (πολι : γενι). Esta analogía afectaría a los temas en diptongo cuando se confundieron con los en -s en el dialecto (γενι : γραμματι25). El hecho de que en la región de Orcómeno se documente γραμματι sin que lo haga γενι debe entenderse como un hecho de grafía arcaizante. En esta línea explica García Ramón 1990 las variantes de dat. pl. en los dialectos eolios y del noroeste. Para postular una proporción hay que tener en cuenta cómo, cuándo, en qué tipo y por qué se produce. P. ej., la innovación -σσι de temas secundariamente vocálicos, como los en diptongo tras la pérdida de -w-, se habría producido en cirenaico, eleo y otros dialectos por proporción entre adjetivos en -s y sustantivos en diptongo, ya que los paradigmas coincidirían salvo en dat. pl.: -e-a : -eos : *-e-i : -e-es : -é-on : -e-ssi / -eu-ssi, de donde -eu-ssi cambiaría a -e-ssi. La proporción habría afectado posteriormente a los temas en –i : -i-os : *-i-i : -i-es : -i-as : -i-on : -i-ssi26. 3.3.2. Verbo El trabajo de Hoenigswald 1986 independiza la explicación de la 30 persona sg. primaria activa de la evolución fonética de la 20. La 30 formaba un diptongo en micénico, cuando la 20 no había llegado a esa situación. La analogía se habría establecido con la 30 sg. secundaria, cuando ésta pasó a -e < *-et, desnivelando el sistema: primaria -eti (-esi)/ secundaria -e. La analogía y la nivelación habrían impuesto Bει en la prima-
25 García Ramón 1990 postula para ιερι una proporción entre nom. y ac. sg. de los temas en -s normales y contractos, tras la fusión de los temas en diptongo con los primeros: nom. °τελης, °κλῆς, ἱερής; ac. °τελη-ν, °κλῆ-ν, ἱερή-ν; dat. sg. °τελει / °τελι, °κλεῖ / °κλι, ἱερεῖ / °ιερι. 26 Hualde 1997 explica por proporción desde los gen. pl. comunes a los temas en -s y en -i las formas breves de ac. pl. y gen. sg. en jonio: ἀληθέων : πόλεων, de donde ἀληθέας : πόλεας, ἀληθέος : πόλεος.
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ria. La nivelación con la 20 sg. primaria se habría completado con la evolución fonética de ésta. Lillo 1991b interpreta el futuro dorio por influencia de los futuros contractos sobre los sigmáticos en una fecha postmicénica anterior a las contracciones. El nuevo paradigma (-σέω, -σεῖς, -σεῖ, -σέομεν, -σῆτε, -σέοντι) evoluciona a -σῶ, -σομεν, -σοντι para uniformar la posición y el tipo acentual según el timbre. Kimball 1991 explica en términos griegos la κ del perfecto a partir de los aoristos tipo ἔθηκα. La identidad desinencial de las series consonánticas de aoristo y perfecto (ἔδειξ-α, -ας, -ε : λέλοιπ-α, -ας, -ε) habría provocado la igualación en las vocálicas, comenzando por los en vocal larga (cf. ἕστα-κα frente a ἑστᾶ-σι < ἑστά-ᾱσι). Más tarde, el morfema se habría extendido al plural, a los temas en diptongo y a los en vocal breve. McCullagh 2002 explica la forma ἔβλην y otras formaciones atemáticas similares de raíces (C)CVRH- o CRVRH- como formas tardías, constituidas a partir de las medias correspondientes (hom. βλῆτο) por analogía con otros aoristos radicales activos de valor intransitivo o pasivo acabados en vocal larga (< -VH: ἔφυ, ἔδυ, ἔβη). En la misma línea de otros trabajos García Ramón 1990 revisa los inf. atemáticos *anómalos+ del ático y el jonio occidental. Se explicarían por proporción interparadigmática —así, (ἐ)κάλε(ι)ς : *(ἐ)κάλε-τε : καλεῖν :: (ἐ)τίθε(ι)ς : *(ἐ)τίθε-τε : τιθεῖν— e intraparadigmática —así, τίθε-τε : τιθέ-ντων : τιθεῖν :: θέ-τε : θέ-ντων : θεῖν— entre formas de imperativo-injuntivo y de infinitivo (por su valor pro imperativo). 3.4. Extensiones analógicas, nivelaciones y generalizaciones 3.4.1. En la flexión atemática Maurice 1988 y 1989 sostiene que las alternancias heredadas en los temas en -n y -(t)er están niveladas casi al completo en el II milenio, salvo en los *nombres en -(t)er inmotivados+. Brossmann 1992 sostiene que en los femeninos en *-ōi se generaliza el nom. sg. asigmático para evitar la confusión con los en -s < *-ōu (normalmente masculinos). 3.4.2. Pronombres La explicación de Ruipérez 1989b (previo 1986) para las formas cretenses οτιμι (cf. § 3.2.3), μηδιμι (*μητιμι, contaminada por ático μηδενί) procede de una recaracterización del ac. sg. del segundo formante en fase micénica o premicénica, *kwim-a, extendido como tema a todo el paradigma, cf. *τιμι. Esta forma fosilizada se habría mantenido en cretense.
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Por generalizaciones, extensiones y presiones del paradigma ordinal sobre el cardinal o viceversa explica Lillo 1990 diversos números de ambas categorías: «cuatro»27, «nueve»28, «veinte»29 y restantes decenas, y «octavo». 3.4.3. Verbo Hart 1987 explica *en términos griegos+ la desinencia de 10 sg. secundaria media a partir de la solución fonética en los verbos en vocal, especialmente en laringal. En ellos se produce una secuencia *-H-He > vocal breve+He, que tras la desaparición de -H- daría lugar a una contracción de ambas breves, propiciando un paradigma *histā, *histaso, *histato, en el que la 10 sg. resultaba anómala por su cantidad y aparente falta de desinencia. Con la adición de -m- y -n se consigue una proporción aceptable: *histāmi : *histamai :: *histān : *histamān. Desde las formas en -ā el timbre se extiende a otros *menos apropiados+, como *ἔδω. En línea parecida discurre el libro de Ringe 1984a sobre el desarrollo del perfecto a la luz de las inscripciones, fundamentalmente áticas y de koiné. Se destacan innovaciones, como la implantación de -κ- en lugares en que no se documentaba previamente, y ausencias de reduplicación. También Ringe 1984b sostenía que a partir de una antigua forma híbrida εἵληφα se habría creado la clase de los perfectos aspirados. Slings 1986, postula la constitución de εἵληφα como correlato activo de *εἵλημμαι a partir del siglo V. La aspiración presente en las inscripciones áticas del V se habría perdido por analogía con otros perfectos comenzados por εἰ- (εἴρηκα, εἴωθα), al interpretarse este elemento como alomorfo de la reduplicación (cf. εἴσχηκα)30. Szemerényi 1986 explica la vocal de la reduplicación de los verbos tipo κίρνημι como resultado de una metátesis acaecida en la forma *krineH- < *kr-ei-H-, derivada de *ker-. A partir del verbo en cuestión se habría extendido analógicamente a los restantes de esta clase verbal. Desde la 20 pl., común al injuntivo y al imperativo (cf. K. Strunk31), explica Sasse 1989 la adición de -ς a imperativos monosilábicos acabados en vocal breve, que pasan de una estructura (C)CV a (C)CVC. El proceso, abierto hasta el griego moderno, afecta a los que han pasado de bisilábicos a monosilábicos en virtud de diferentes procesos fonéticos (πίες [pjés], βρές < εὑρέ). Nivelación desde el nom. sg. masc. es la propuesta defendida por López Eire 1986 para los dialectos que han reestructurado un paradigma ἐών, ἐόντος desde el nom. sg. 27 Cf. también A. Lillo, *The Dorian Numeral τέτορες+, MSS 49, 1988, pp. 71-73. La extensión analógica era negada por García Ramón 1984. 28 Cf. también A. Lillo, Homenaje a L. Rubio II, Murcia, Universidad de Murcia, 1987-89, pp. 704-712. 29 Cf. también A. Lillo, *The dorian numeral forms #εικατι, βείκατι, εἴκατι+, MSS 48, 1987, pp. 175-178. 30 Sobre otras reduplicaciones, como ὀνονημένα, cf. P. Hualde, *New notes about an unusual reduplication: Samos ονονημενα+, IF 105, 2000, pp. 201-211. 31 *Ergänzende Beobachtungen zu Wortumfang und Wortform+, ZVS 100, 1987, pp. 323-328.
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masc., único caso que no habría sufrido hiféresis. En ático se mantuvo la hiféresis en todo el paradigma por la contracción temprana del nom. sg, masc. ἐών > ὤν. 3.4.4. Sociolingüística y bilingüismo En las últimas fechas se han dado explicaciones sociolingüísticas para fenómenos morfológicos32. De nuevo es en este aspecto maestro Brixhe 1991, quien sostiene que *ninguna reflexión sobre la lengua puede obviar su relación con la historia de la comunidad+. Las condiciones socio-económicas y las relaciones de poder pueden justificar variedades lingüísticas por regiones, estratos sociales etc. La influencia de la lengua indígena en la del colonizador es directamente proporcional al poder económico y cultural de aquél, más que a su número (frente a lo defendido por Y. Duhoux33). Concluye sobre la importancia de los aqueos en el mundo de Panfilia, donde su lengua nunca fue totalmente reducida por los dorios, frente a la segregación absoluta de la lengua indígena en Cirene. En Creta se comprueba que los invasores dorios mantuvieron relaciones con los micenófonos por la presencia de elementos no dorios en la gramática (artículo οἰ, αἰ, demostrativo ὀνυ). Duhoux 1987 plantea el uso del aumento en micénico desde un punto de vista sociolingüístico (a-pu-do-ke / a-pe-do-ke) y Homero (aumento en aor. gnómicos y de comparación frente a la falta del mismo en los iterativos en -σκον). El aumento sería un rasgo de los estratos sociales más bajos, el que rige en máximas y comparaciones. Su uso estaría *mal visto+ en los estratos más altos (lengua de la cancillería y formaciones iterativas *literarias+). Sobre bases sociolingüísticas se asienta el trabajo de Hackstein 2002. La existencia de rasgos *modernos+ en todo tipo de pasajes homéricos hace justificar con argumentos lingüísticos la variabilidad morfológica. La falta de normativa literaria explicaría la aproximación de la literatura a la lengua contemporánea, lo que se traduce en la fluctuación de formas conservadoras y cotidianas34. Permite, asimismo, la presencia de formas *incultas+, que o no perviven (*anacronismos aislados+), o adelantan procesos más tardíos (*anacronismos anticipatorios+). Desde esta nueva perspectiva revisa problemas morfológicos, como la reestructuración del sistema apofónico cualitativo por cuantitativo en nombres y verbos, la renasalización por falta de reconocimiento de una forma (*δά-νη-μι en δάμ-νη-μι), la tematización del tema de presente en los verbos en -μι (*anacronismo anticipatorio+ del jónico)35 y las innovaciones desinenciales, como la 20 sg. del imperativo ἔσσο (*anacronismo aislado+) y la 20 sg. del pluscuamper32
Para bibliografía general sobre el tema, véase M.0 T. Díaz Hormigo, ob. cit., pp. 218-221. L'étéocretois: les textes, la langue, Ámsterdam, Gieben, 1982 y *Les éléments grecs non doriens du crétois et la situation dialectale grecque au Iie mllénaire+, Cretan Studies 1, 1988, pp. 57-72. 34 Cf. E. Crespo, *Los eolismos en la lengua homérica+, Nova Tellus 21-22, 2003, pp. 15-46. 35 El hecho es analizado en los papiros por F.T. Cignac, *Analogical levelling in BMI verbs+, Miscel.lànea papirològica Ramon Roca-Puig, Barcelona, Fundació Salvador Vives Casajuana, 1987, pp. 133-140. 33
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fecto -εις por -εας (*anacronismo anticipatorio+ del jón.-át., frente a García Domingo 1994, cf. § 3.2.4). El interés por el bilingüismo y la diglosia comenzó a manifestarse en los 80. En los últimos años ha calado en el mundo clásico36. Las contribuciones recogidas por Adams 2002 afrontan el problema en la idea de que en las lenguas escritas hay, en general, textos redactados en una sola lengua, que pueden mostrar conocimiento de otra(s). Las interferencias son generalmente *intencionales+ (alloglottography en terminología de D. R. Langslow, pp. 23-51; symmetry en la de Rutherford, pp. 197-219) y raramente *no intencionales+ (cf. J. N. Adams, pp. 103-127). En la obra se describen distintas situaciones lingüísticas cuando una cultura se superpone a otra: la lengua superior se usa en funciones formales y la inferior en las informales (K. Versteegh, pp. 52-74); el uso de la inferior puede hacerse en esferas específicas como la de la religión (D. G. K. Taylor, pp. 298-331); en ciertas situaciones puede resurgir la identidad lingüística de los dominados (Cl. Brixhe, pp. 246-266, en el caso de los frigios respecto al griego). J. Méndez Dosuna37 señala los límites que la sociolingüística tiene en griego antiguo, tanto en fonología como en morfología, debido a la documentación de la que se dispone. 3.4.5. Otras explicaciones: frecuencia, claridad En términos de frecuencia textual explica Méndez Dosuna 1984 la ausencia de marca en adverbios locativos y adlativos (ἔνθα, δεῦρο), solución morfológica imposible en perlativos (-ῃ) y ablativos (-θεν). Por claridad y precisión en la expresión de ciertas categorías explica Casevitz 1994 la convivencia de formas sintéticas y perifrásticas38 en los tiempos de pasado. Como hipercaracterización tendente a la claridad habría que entender la extensión de flexión al componente relativo en ὅστις, ἥτις, ὅτι, según el criterio de Risch 1985. A partir de los datos micénicos, se propone la antigüedad como primer elemento de una *partícula relativa+ ho-, que se mantendría en la flexión oblicua (hom. ὅτεῳ etc.), tanto en datos epigráficos como literarios. Woodard 1990 sostiene que la sustitución de las formas reflexivas de 10 y 20 persona por ἑαυτresponde a una simplificación del sistema. El carácter no marcado de ἑαυτ- facilitó su uso en contextos redundantes y su ulterior generalización.
36 Cf. E. Campanile, G.R. Cardona y R. Lazzeroni, Bilingüismo e biculturismo nel mondo antico, Pisa 1988; A. Blanc y A. Christol, Langues en contact dans l'antiquité: Aspects lexicaux, Nancy 1999; además de los de Cl. Brixhe sobre la koiné: La koiné grecque antique I. Une langue introuvable?, Nancy, Presses Universitaires de Nancy, 1993; La koiné grecque antique II. La concurrence, Nancy - París, De Boccard, 1996; La koiné grecque antique III. Les contacts, Association pour la diffusion de la recherche sur l'Antiquité, Nancy - París, De Boccard, 1998. 37 *)Sociofonología y sociomorfología en griego antiguo?+, Registros lingüísticos en las lenguas clásicas, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2004, pp. 173-191. 38 Sobre perífrasis de futuro y su triunfo desde el periodo helenístico, cf. R. Pedrero, *El futuro perifrástico en las lenguas indoeuropeas+, RSEL 23, 1993, pp. 59-72.
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HELENA MAQUIEIRA IV. ANTROPONIMIA
4.1. Importancia de la antroponimia para el conocimiento de las sociedades39 Abría el debate Masson 1987 (OGS II 593-60440): la huella de la cultura se patentiza en los NP ya que éstos influyen en aquélla. Vottéro 1993 establece la influencia del medio en la onomástica, a la vez que destaca la distribución sociológica de los NP en Beocia, y la mayor influencia de Atenas en las zonas emergentes por su poder cultural (Tespias) o económico (Tanagra). Al reparto social de los nombres alude también Masson 1995 (OGS III 225-229), que insiste, además, en la moda que se acusa al sobrevenir cruces o sincretismos con otras culturas. García Ramón 2001 destaca, igualmente, la importancia de la onomástica para comprender aspectos de la geografía (*Geographische Namen+, Der neue Pauly IV, cols. 930-934), la religión (*Götternamen+, ibid. 1127-1130) o la historia del mundo clásico (*Personennamen: Griechenland+, IX, cols. 623-626). Como en otros trabajos, el autor distingue entre los NP que se pueden explicar desde dentro de las lenguas y arrojan luz sobre aspectos de cada sociedad, y los que sólo se explican por comparación. Sobre el tema insiste en 2003, estableciendo los principios para la comparación: si un compuesto coincide en varias lenguas, la *juntura+ es heredada; pero, aunque formalmente no sea idéntico en las lenguas, es posible que la juntura sea antigua, porque ha podido haber continuidad conceptual y renovación formal. Ejemplos de este hecho serían en griego mic. e-ka-no / *᾿Εχήνωρ / < *segh- 'vencer', que presentaría una renovación formal posterior a Νικάνωρ, Νίκανδρος; la renovación habría actuado, igualmente, desde mic. ka-sa-no /Kassānōr/ hasta los clásicos Πρέπανδρος, Πρέπελαος, Φαινέλαος. Casevitz 1993 reduce la importancia de los NP en la creación de fitónimos. Sólo la mala interpretación popular ha relacionado a veces el nombre de la planta con un personaje. Es el caso, entre otros, de ἐλενός 'sarmiento', derivado de εἰλέω, que se asimiló a Helena. 4.2. Importancia de la onomástica en la morfología De nuevo Masson 1992, consideraba la importancia de la contribución de la onomástica al estudio del léxico de la lengua. Sin entrar en este aspecto, también para la morfología resulta esencial el estudio de la onomástica. En el nivel de las diferencias fonéticas y morfológicas entre NP y apelativos hay que situar el trabajo de Morpurgo 39
Para una revisión de las últimas contribuciones, tanto en fuentes como en estudios, cf. M.0Y. Fernández Suárez, *Estado actual y breve panorámica de los estudios de antroponimia griega+, EClás 96, 1989, pp. 65-73. 40 OGS = Onomastica Graeca Selecta. I-II, París, Université de Paris X - Nanterre, s.a. [1990]; III, Ginebra, Droz, 2000.
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200041. Entre las diferencias fonéticas destaca la tendencia a la geminación42. Entre las morfológicas llama la atención la sustitución en tesalio de -ιος por -ειος, hecho que sólo se produce en NP; los segundos elementos de compuesto con moción genérica, que funciona en NP y no en los apelativos compuestos; la *reversibilidad+ en el orden de los componentes de un compuesto (῾Ιππόστρατος, Στρατίππος); su *irracionalidad+43. En esta línea sitúa la autora el hecho que denomina *continuidad+, con diferencias entre dialectos emparentados44. El trabajo de Dobias-Lalou 1993 ejemplifica con el cirenaico el interés de la onomástica para el conocimiento de la morfología de un dialecto, ya que determinados tipos flexivos están constituidos básica o exclusivamente por NP. Además, se ocupa de las diferencias morfológicas dentro de un paradigma entre apelativos y NP, así como de la presión que éstos pueden ejercer sobre aquéllos. La antroponimia constituye una fuente esencial para el estudio de la adaptación de palabras de una lengua a otra (p. ej., los temas en -i han aumentado su frecuencia por la adaptación de hipocorísticos libios45). Kearns 1994 abunda en este último aspecto al estudiar NP lidios helenizados como temas en dental. De los trabajos de onomástica de Masson recogidos en Onomastica Graeca selecta 2000 se mencionan los que plantean cuestiones morfológicas, como la tendencia de los NP femeninos al género neutro por afectividad (OGS III, pp. 61-68, OGS III pp. 264282). El autor vuelve sobre el tema en OGS III, pp. 93-102, en donde destaca otras tendencias que distinguen femeninos de masculinos, como el uso de adjetivos y participios ῾Ηδεῖα, ᾿Αρέσκουσα46) o el empleo de lexemas con valor meliorativo o abstractos. V. FORMACIÓN DE PALABRAS Aunque se han dado distintas definiciones sobre la formación de palabras, todas ellas coinciden en varios hechos que la vinculan, fundamentalmente, a la morfología y que, por tanto, obligan a atenderla en este trabajo: la clasificación de los medios lingüísticos empleados, la descripción de los tipos en que se clasifican las nuevas pala41
Cf. también M. Griffe, *Le nom propre et les théories linguistiques+, Actes du colloque de Montpellier. Sens et pouvoir de la nomination dans les cultures hellénique et romaine, Montpellier, Université Paul Valéry, 1988, pp. 21-32. 42 Cf. Vottéro, *Procedés d'expresivité dans l'onomastique personelle de Béotie+, en La Béotie antique, cit., pp. 403-417; O. Masson, *Géminations expressives dans l' anthroponymie grecque+, BSL 81, 1986, pp. 217229 (= OGS II, pp. 549-561). 43 Cf. O. Masson, *Remarques sur quelques anthroponymes mycéniens+, Acta Mycenaeae II, Salamanca, 1972 = OGS I, pp. 121-133; OGS II, pp. 567-571. 44 El chipriota es más permeable a la koiné que el arcadio (cf. sus femeninos en -η y la sustitución de los hipocorísticos en -σευς por -ις). El arcadio, en cambio, sustituye los últimos por su continuante natural -σεας (∆εξεας). 45 Cf. O. Masson, *Remarques d'onomastique cyrénéenne: quelques noms masculins en -ις+, QAL 12, 1987, pp. 245-248 (= OGS II, pp. 613-616). 46 Cf. O. Masson, *Noms grecs de femmes formés sur des participes (type Θάλλουσα), Tyche 2, 1987, pp. 108-112 (= OGS II, pp. 587-592).
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bras, etc.47 En nuestros estudios hay que destacar la labor realizada por Martínez Hernández y Santana en diversas contribuciones (1992a, 1992b, 1997). La primera pasa revista a las diferentes escuelas que se ocupan de la formación de palabras para detenerse en las que conceden mayor importancia al significado. A la vez, plantea cuestiones teóricas como la distinción entre composición y derivación. La dificultad de establecer a veces esta diferencia lleva a que en 1992a se considere a δυσ- prefijo, mientras que en 1992b se hable de compuestos en δυσ-. Maquieira 2002, por su parte, considera derivadas todas las formas que contienen δυσ-. 5.1. Sobre composición Algunos de los trabajos mencionados en las páginas anteriores podrían ser citados de nuevo en este apartado (cf. sobre los *compuestos irracionales+, O. Masson, ob. cit. en n. 40, Morpurgo 2000). Quedan al margen de nuestra recopilación por motivos de espacio los numerosos trabajos sobre etimologías de formaciones compuestas aparecidos en estas fechas. Algunas contribuciones plantean cuestiones relativas a la forma apofónica de ciertos lexemas en los compuestos (así, Hamp 1985 y Meier-Brügger 1989). La tesis de Batista Rodríguez 1986 establece los criterios para una definición y clasificación de los compuestos, distinguiéndolos de derivados y yuxtapuestos48. Estudia en la lengua épica tanto aquellos que, desde bases distintas, constituyen adjetivos como sustantivos. Sigue la distinción básica entre compuestos exocéntricos (cf. los posesivos de Risch, 19742) y endocéntricos. Establece conclusiones sintácticas y semánticas para cada tipo y subtipo revisados: las funciones de modificación y comparación son las más frecuentes en los exocéntricos; en los endocéntricos, cuando el verbo es primer elemento suele expresar acciones y cuando es segundo estados. Otras contribuciones se centran en lexemas muy frecuentes en la composición49, como Drexhage 1991, Griffiths 1985 y Palmira 1990. El último trabajo se ocupa del funcionamiento de φίλος como primer o segundo elemento de compuesto. Estudia los diferentes tipos de compuesto a que da lugar, así como las situaciones semánticas que se originan en una y otra posición, dado el carácter [+activo] o [+pasivo] del mencionado adjetivo.
47 Como bibliografía general sobre estas cuestiones, v. M.0 T. Díaz Hormigo, ob. cit., pp. 294-295, 303-305, 308-309. 48 Sobre la parasíntesis en español, M.0 T. Díaz Hormigo, ob. cit., pp. 308-309. 49 Como ejemplo de composición en léxico restringido al lenguaje poético, véase J. Schindler, *Zu den homerischen ῥοδοδάκτυλος-Komposita+, O-o-pe-rosi. Festschrift für Ernst Risch, Berlín - Nueva York, Walter de Gruyter, 1986, pp. 393-401.
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5.2. Sobre derivación50 Los trabajos sobre derivación son abundantes en los últimos años, tanto por lo que afecta a prefijos y sufijos heredados del IE y mantenidos en su forma y función originarias en griego, como a los que han sufrido cambios dentro del griego. 5.2.1. Formaciones indoeuropeas51 Algunos trabajos sobre etimologías parten de formaciones derivadas, pero quedan al margen de nuestra recopilación por motivos de espacio. En el caso de los prefijos y sufijos conviene distinguir entre los que siguen funcionando como tales en las lenguas derivadas (es decir, con capacidad para generar derivados desde nuevas bases léxicas) y los que se han lexicalizado. Entre los primeros se encuentran εὐ(-) o δυσ-, revisados por Zimmer 1994. Entre los segundos, ὑ-52 < *ud-, planteado por Perpillou 1996, cuyo retroceso en griego y reemplazamiento por ἐπι- habría estado motivado por la cercanía del significado de ambos y la falta de cuerpo fónico del primero tras la pérdida de -d. En la misma línea Ehrenfellner 2000 plantea un sufijo -mi- sin capacidad de generar nuevos derivados en griego. 5.2.2. Formación o transformación de sufijos dentro del griego: nuevas formaciones, contaminaciones, cambios de significado y de frecuencia Es éste el fenómeno que ha resultado más frecuente en el sistema derivativo del griego. 5.2.2.1. Formación y conciencia de nuevo sufijo Leukart 1994 explica a partir de falsos cortes la creación de -τᾱς y su posterior generalización en micénico; compara su tipología y función con las de -ευς (pp. 240-268), a la vez que estudia las principales formaciones paralelas o derivadas (-a:ta:s, -ia:ta:s, -io:ta:s, -i:ta:s). La formación de nuevos sufijos ha dado lugar a importantes trabajos en el campo de la antroponimia. O. Masson, OGS III 126-139, sugiere la presencia de un sufijo -ιτος, 50 S. Varela, *Vieja y nueva morfología+, Athlon. Satura grammatica in honorem Francisci R. Adrados I, Madrid, Gredos, 1984, pp. 497-508, revisa la concepción de la derivación en la gramática generativa. A. Christol, *Dérivation synchronique et diachronique dans le verbe grec+, RPh 65, 1991, pp. 89-97, demuestra con los verbos de *incorporación nominal+ (compuestos de sustantivo + verbo) que en ocasiones una ley de formación de derivado sólo puede interpretarse en términos sincrónicos. 51 En este epígrafe se selecciona tan sólo una muestra de los diversos trabajos aparecidos en los últimos años sobre prefijos y sufijos IE y su manifestación en griego. Recientemente, Ch. Rico, *Le suffixe -μος / -μός dans la recherche linguistique, de Ferdinand de Saussure à nos jours+, Emerita 70, 2002, pp. 305-320. 52 Versus Strunk 1986.
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-ιτω masculino-femenino en raíces no acabadas en dental (᾿Αλεξιτώ, ᾿Αλεξιτίδης, sobre un previo *᾿Αλέξιτος)53. Sin embargo, Casevitz 1988 contradice la existencia de -ιτος / -ιτον en apelativos. 5.2.2.2. Variaciones en función o significado Un sufijo existente en una función puede en periodos ulteriores de la lengua ampliar o variar ésta. En esta línea Pordomingo 1985 estudia el paso del ktetikón Μακεδονικός a antropónimo, fenómeno apenas documentado antes de época imperial. El sufijo adquiere, como los étnicos, relevancia en la antroponimia por la pérdida de la diferenciación étnicos54/ktetiká, así como por influjo de los cognomina latinos en -icus. Lo mismo ocurre, según Merkelbach 1985, con el sufijo -ηις, -ῃς de NP, que habría pasado a constituir en época postclásica también patronímicos. O lo que, en opinión de Keurentjes 1997, sucede con -(ί)δας, que de un valor primitivo de 'miembro de un clan o grupo' (cf. hom. ∆αρδανίδης) pasó a expresar 'hijo de'. Finalmente, se constituyó en formante de NP. En parecida situación se encontrarían -άζω e -ίζω, sufijos de denominativo muy frecuentes en distintas etapas de la lengua, que ofrecen un significado distinto según la clase de palabra de la que derivan. Létoublon 1988 atiende a los derivados de interjección con valor significativo. Así, αἰάζω, οἰμώζω, del ritual de la lamentación, ἰηπαιωνίζω, εὐάζω, del religioso o ἀλαλάζω, ἐλελίζω, de la guerra. La derivación trasciende a veces la noción de *delocutivo+ y connota otros tipos de comportamiento55. Sobre el sufijo en otra función vuelve Casevitz 1991 estableciendo cronologías: los más antiguos derivan de étnicos (μηδίζω), los más recientes de teónimos (διονυσιάζω, ἀφροδισιάζω) y NP (πυθαγορίζω)56. Greppin 1997 establece dos tipos semánticos y morfológicos de verbos en -άζω e -ίζω, los factitivos de 'nombrar' y los echoic (que incluirían los onomatopéyicos y *delocutivos+ de Létoublon 1988) 'hacer un sonido'. Los primeros derivarían de *-djō y los segundos de *-gjō, presentando por tanto diferencias morfológicas en los temas de futuro y aoristo de sus paradigmas.
53 Sobre el funcionamiento de sufijos previos y la creación de nuevos en la antroponimia, cf. M. Bueno Pérez, Nombres de persona con sufijo en Corinto, Mégara y Argólide, Tesis doctoral inédita, Universidad Autónoma de Madrid, 2002. 54 Gschnitzer 1986. 55 Para un inventario completo de verbos *delocutivos+ en griego, véase J.-L. Perpillou, *Verbes délocutifs en grec ancien+, Recherches lexicales en grec ancien, Lovaina - París, Peeters, 1996, pp. 69-91. 56 Cf. M.0 T. Amado Rodríguez, *Verbos denominativos derivados de gentilicios y topónimos+, Myrtia 10, 1995, pp. 67-103.
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5.2.2.3. Confluencia de distintos orígenes Quattordio Moreschini 1984 planteaba una explicación por contaminación para la creación y extensión del sufijo -νθος (-νθα). Se trataría de la fusión de dos sufijos anatolios, cuyo éxito se debió a su confluencia con la ampliación griega en -θ- (ὄρνιθος), así como al entendimiento como sufijo de secuencias que no lo eran. Ilievski 1986 plantea las mismas causas para el avance de -ισσα a partir de época helenística: confluencia con el pregriego -σσος, -σσα en topónimos como Παρνασσός, Λάρισσα, y la interpretación sufijal de secuencias como γλῶσσα, μέλισσα. Meier-Brügger 1996 considera que de los abstractos en -si pueden derivar formaciones adjetivales en -σιος —cf. διαφάσιος, ἀντάξιος < *diphas(i)-, *ántaks(i)—, que se confundirían con las derivadas de *-tios57, ampliando de esta forma la frecuencia de -σιος. VI. CONSIDERACIONES FINALES Como ya concluía Bernabé 1989, la morfología ha perdido, en términos generales, terreno respecto a la fonología y la sintaxis. Basta con mirar las actas de los últimos congresos de estudios clásicos, en donde los títulos propios de esta disciplina brillan por su ausencia. Sigue habiendo dos grandes tendencias: la historicista —apoyada en un mejor y más directo conocimiento de los datos— y la explicación de hechos *desde dentro de la lengua+ —sin duda de gran importancia en los cambios morfológicos—. También es cierto, como concluía Bernabé, que sigue habiendo preocupación por el *detallismo+, por la palabra concreta. Títulos demasiado específicos ocultan a veces planteamientos morfológicos más globales. No creo, sin embargo, que este hecho sea negativo. La dialectología nos ha enseñado la necesidad de movernos con prudencia, forma a forma, y huir de afirmaciones generales que adolecen con frecuencia de falta de comprobación en los datos. De ella también han surgido los límites que las grafías imponen a los lingüistas. No hay nuevas metodologías aplicadas a la morfología griega, como reclamaba Bernabé, pero la perspectiva sociolingüística, como en dialectología, ayuda a considerar los problemas desde ópticas distintas. Prosperan desde el gran maestro Masson los trabajos que se ocupan de los NP en su aspecto morfológico —también en otros, como se ha observado—. Van apareciendo trabajos más completos sobre formación de palabras. Se necesitaría un buen sustituto para el hasta ahora irreemplazable volumen de P. Chantraine58.
57 Un hecho parcialmente contrario a los que se comentan en este punto lo constituiría, según Ch. Rico, art. cit., -μος/-μός. Habría que distinguir dos sufijos, uno formador de adjetivos y otro de sustantivos. 58 La formation des noms en grec, París, Klincksieck, 19792.
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I. INTRODUCCIÓN Los últimos veinte años han conocido un desarrollo sin precedentes de los estudios sobre la sintaxis del griego antiguo. Como cifra puramente orientativa, baste con indicar que para la redacción de este capítulo se han manejado más de 700 títulos, entre libros y artículos. Aunque es difícil resumir las líneas principales que puedan caracterizar esta enorme masa de trabajos, hay tres fenómenos que destacan sobre los demás: en primer lugar, en cuanto al objeto de estudio, se incorporan áreas anteriormente consideradas ajenas a la sintaxis, como el léxico o la semántica, u otras no estudiadas en absoluto, como la pragmática o la estructura del discurso. En segundo lugar, desde el punto de vista metodológico, ha variado la orientación teórica de los estudios, de tal manera que se abandonan casi por completo propuestas como el generativismo, para primar otras como el funcionalimo e, incluso, incorporar nuevos enfoques, como el cognitivismo, la sociolingüística o la narratología. Finalmente, desde un punto de vista más externo, puede decirse que en el período considerado se ha producido la consolidación de una verdadera comunidad científica internacional dedicada al estudio de la sintaxis griega. Ello se ha plasmado en la convocatoria casi periódica de congresos y encuentros internacionales, cuyas actas representan un avance muy considerable en nuestros conocimientos y aseguran la vitalidad de estos estudios. En este fenómeno, además, los lingüistas españoles han tenido un protagonismo sin precedentes. A la hora de organizar la presentación de los principales logros en los estudios de sintaxis griega desde 1984 al 2004 seguimos una organización temática. Comenzaremos por el repaso de repertorios, manuales y colecciones de estudios generales (§§ II-III) y seguiremos con los estudios parciales. Estos se han agrupado en ocho apartados tematicos, que responden a las líneas principales de la investigación en el período. La simple selección de las obras que se citan refleja ya una cierta valoración de los trabajos; no obstante, hemos intentado avanzar un poco más, alejándonos de una presentación aséptica y aportando, en la medida de lo posible, una información crítica que pueda ser útil como guía para los lectores. Con el mismo objetivo F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 369-396
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didáctico se han incorporado algunas veces ejemplos y esquemas, así como, en bastantes apartados, algunas indicaciones sobre la evolución que se espera de estos estudios en los próximos años. II. REPERTORIOS GENERALES Desde la publicación del trabajo de Crespo 1984a, precedente directo del presente capítulo, han aparecido diversos repertorios y revisiones bibliográficos de carácter general sobre la sintaxis del griego antiguo en diferentes formatos. Ordenados cronológicamente, los más importantes, a mi juicio, son, en primer lugar, los apartados sintácticos del libro de Meier-Brügger 1992, vol. I pp. 95-170, en el que las citas aparecen ordenadas temáticamente y con una pequeña indicación sobre su contenido. En segundo lugar, la relación bibliográfica de Crespo 1995, en la que las obras recogidas aparecen ordenadas temáticamente, pero sin comentario alguno. En tercer lugar, repertorios bibliográficos como los de Decker 1994 y Buijs 2002, que ofrecen material limitado, temáticamente ordenado y sin comentario o resúmenes. Aparte de estos repertorios, sigue siendo de interés, a pesar de su limitación, el apartado correspondiente a la lingüística griega en L'Année Philologique, que puede consultarse ahora en formato electrónico. Por su parte, la utilísima «Indogermanische Chronik», que publicaba la revista Die Sprache, especializada por lenguas y áreas gramaticales, con resumen, dejó de publicarse en el año 1995, sustituida por la mucho menos detallada «Chronicalia Indoeuropaea». III. PUBLICACIONES DE CARÁCTER GENERAL 3.1. Tratados generales de sintaxis Dos de los tratados generales de sintaxis más tradicionales han sido reeditados con importantes revisiones. Por un lado, la antigua sintaxis de Krüger ha sido actualizada y ampliada por Cooper 1998; se ha mantenido la estructura original, así como la orientación fundamentalmente descriptiva y teóricamente conservadora. El igualmente venerable Repetitorium de Menge, dirigido originalmente a los gymnasia alemanes y organizado como un libro avanzado de ejercicios, ha sido, en su décima edición (1999), reestructurado en algunos apartados —sintaxis de los participios, de los infinitivos— y considerablemente ampliado en cuanto al estudio de las partículas. Por otro lado, el período estudiado ha sido particularmente fecundo en la aparición de tratados generales de sintaxis griega, hasta cinco, escritos de nueva planta. No es casual probablemente que tres de ellos sean españoles y dos italianos, reflejando el aumento del peso relativo de los estudiosos de estos orígenes dentro de
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la comunidad científica internacional. Como rasgo general de todos ellos se descubre, antes que un afán descriptivo exhaustivo, el intento de reorganizar o completar los datos conocidos y descritos en grandes repertorios anteriores. Ello conlleva una cierta indefinición de sus objetivos: no son propiamente manuales de uso para el aprendizaje de la sintaxis griega, pues presuponen de alguna manera el conocimiento de muchos datos no explícitos, pero tampoco son sólo revisiones de carácter teórico, pues incorporan más contenido descriptivo del necesario para tal fin. Entre los españoles, el primero en aparecer fue el de Rodríguez Adrados 1992. Este manual sigue la estructura tradicional en su organización interna y refleja la dilatada experiencia didáctica en la materia del autor. Se presenta particularmente innovador en el intento de sistematizar la sintaxis de los casos desde un punto de vista básicamente estructuralista, aunque a veces con una cierta indeterminación teórica; también busca reducir a esquemas más sencillos la casuística del uso de las categorías verbales; apenas se ocupa de la subordinación. En segundo lugar apareció el primer volumen del manual de Martínez et alii 1999, dedicado a las sintaxis nominal y a la diátesis verbal. Es radicalmente novedoso en la organización del material, que abandona las marcas formales (orientación semasiológica), para tomar como punto de partida los contenidos gramaticalizados (orientación onomasiológica). Aporta al análisis de los datos griegos las principales propuestas de los estudios funcionalistas y cognitivos. Aunque constituye un avance teórico en la orientación de los estudios de sintaxis griega, se ve afectado, entre otras cosas, por las limitaciones que impone el propio estado de desarrollo de las teorías en que se sustenta. En tercer lugar, el manual de Crespo et alii 2003 aborda de forma equilibrada todos los aspectos de la sintaxis griega —no sólo de época clásica, a pesar de su título— y adopta, desde el punto de vista de la renovación teórica, una posición intermedia entre los dos anteriores. Su orientación es básicamente funcionalista, aunque se evitan las definiciones y presentaciones excesivamente teóricas. Se intenta combinar una organización relativamente tradicional de los apartados —clases de palabras, sintagmas, tipos de oraciones subordinadas— con un análisis interno de cada apartado más novedoso, fundado más en las nociones gramaticalizadas que en las formas. Se incorporan, además, apartados para aspectos muy desarrollados en los estudios lingüísticos generales pero poco tratados para el griego con anterioridad, como el orden de palabras o la sintaxis del discurso. No hace, en cambio, ningún uso de las nociones pragmáticas. Como sus antecesores, apenas utiliza la bibliografía como apoyo teórico o didáctico. De los dos manuales italianos, el de Tusa Massaro 1993 tiene como principal novedad el incorporar las informaciones que ofrecen los gramáticos griegos de la Antigüedad a cada uno de los apartados tradicionales de la sintaxis griega. No aporta aspectos teóricos o metodológicos de importancia. Por su parte, la sintaxis de Basile 1998 (20012) pretende ser un manual completo, sigue un esquema muy
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tradicional y sólo innova en la presentación de algunos apartados, como el participio o el infinitivo; no incorpora, sin embargo, nada sobre el discurso, las partículas, el orden de palabras y otros campos hoy ya mejor conocidos. Como colofón a este apartado hay que citar el manual de Sihler 1995, también de estructura muy tradicional y sólo útil para algunos apartados, en particular los de tipo morfosintáctico, como tiempos y modos. 3.2. Estudios parciales Han aparecido durante el período estudiado algunos trabajos que se ocupan de campos completos de la sintaxis griega sin llegar a conformar manuales generales. Entre ellos se puede destacar el trabajo de Delaunois 1988, que ofrece una revisión de aspectos concretos de la gramática griega desde una óptica básicamente estructuralista; se ocupa sobre todo de los casos y las categorías verbales. Más coherentes y completos son los volúmenes de Duhoux 20022 y Rijksbaron 20023 dedicados fundamentalmente a la sintaxis del verbo griego. El primero no ofrece planteamientos teóricos nuevos, pero sí interesantes datos estadísticos sobre la frecuencia de uso de cada paradigma, de cada categoría y hasta de cada forma. El libro de Riksbaron, por su parte, es todo un manual de sintaxis verbal y de las oraciones subordinadas del griego clásico. Se ha ampliado y renovado en las sucesivas ediciones de de 1984, 1994 y 2002. Su orientación teórica es básicamente funcionalista y ofrece interesentes propuestas, sobre todo, para la descripción del aspecto verbal y de la diátesis. Por la claridad de su estructura, de la definición de los conceptos y de la presentación de los datos puede considerarse el mejor manual existente actualmente para su ámbito de análisis. 3.3. Actas de encuentros, conferencias y coloquios sobre sintaxis Como ya se ha dicho, uno de los principales rasgos en los estudios de sintaxis griega de los últimos años ha sido el gran avance en la articulación de la comunidad científica internacional que se ocupa de este campo. Ello se ha plasmado en dos tipos de fenómenos: por un lado en la organización de numerosos encuentros, simposios y coloquios que, sin llegar a constituir series regulares, aseguran un contacto periódico entre los especialistas. Por otro lado, han cuajado grupos de investigación que desarrollan de forma continuada su trabajo con objetivos concretos. El principal resultado de los encuentros científicos lo constituyen sus actas, que representan habitualmente una importante actualización en la descripción y análisis de los fenómenos estudiados. El primer coloquio de este tipo fue el organizado en Ámsterdam en 1986 para conmemorar el 150 aniversario de la aparición de la primera edición del volumen de sintaxis de la gramática de Raphael Kühner. No tuvo un tema fijo y en sus actas (Rijksbaron et alii [eds.] 1988) queda reflejada
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de forma extraordinaria la renovación generacional que se estaba produciendo en el ámbito de la sintaxis griega. En efecto, junto con lingüistas consagrados, como Kurzová, Moorhouse, Ruipérez o Strunk, se encontraban representantes de una generación intermedia ya consolidada —Bakker, Biraud, Chanet, Crespo— y otros estudiosos jóvenes que apenas comenzaban sus carreras, como Luraghi o Wakker. El efecto de este primer encuentro fue formidable, pues después de él y con la intención expresa de continuar la senda iniciada, se convocaron los coloquios de Grenoble 1989, sobre la lengua homérica (Letoublon [ed.] 1992); de Saint-Étienne 1993, sobre la sintaxis de casos y preposiciones (Jacquinod (ed.) 1994); de SaintÉtienne 1998, sobre las completivas (Jacquinod [ed.] 1999); y de Madrid 2003, sobre las clases de palabras (Crespo et alii [eds.] 2006). Una segunda serie de coloquios, ligada en alguna medida a los anteriores, es la que se viene organizando en Italia desde mediados de los años 90 del siglo XX. Aunque no exclusivamente dedicada a la sintaxis, ha proporcionado dos interesantes resultados en los coloquios de Pavía 1993, de tema abierto (Cuzzolin [ed.] 1995), y de Trento 1995, también de tema abierto (Banfi [ed.] 1997). Una tercera serie se está configurando en torno al análisis de la sintaxis de los textos dialectales griegos, que, hasta el momento, ha dado lugar a los encuentros de Nancy 2000, sobre los modos verbales (Hodot [ed.] 2001), y de Saint-Étienne 2004, sobre el aspecto verbal. Otros coloquios monográficos que no siguen ninguna serie, pero que están estrechamente relacionados por sus participantes y objetivos con los anteriores, fueron el de Niza 1991, de tema libre, pero con el claro objetivo de indagar en la didáctica de la sintaxis griega (Biraud [ed.] 1992); y el de Ámsterdam 1996, sobre las partículas (Rijksbaron [ed.] 1997). Finalmente, hemos de recordar también la aparición de un fenómeno nuevo en la investigación en esta área: la creación de grupos de investigación consolidados que se ocupan de forma continuada de temas concretos. Entre otros se pueden citar el grupo con centro en París que estudia el aspecto y que ha dado volúmenes colectivos como el de Jacquinod (ed.) 2000; el grupo español que se ocupa, con una orientación funcionalista, de la sintaxis y la semántica de los nombres y de la complementación (Torrego [ed.] 1998; Baños et alii [eds.] 2003); y un segundo grupo español, con sede en Sevilla, que ha emprendido la tarea de aplicar los principios del cognitivismo a la sintaxis griega (Martínez Vázquez et alii 1999). Hasta aquí se ha ofrecido la información más importante, a mi juicio, sobre los aspectos que podemos llamar «externos» con relación a los estudios de sintaxis griega aparecidos en los últimos años. En los párrafos que siguen se intentará ofrecer un balance, organizado temáticamente, de los resultados científicos obtenidos en estas publicaciones y en otras muchas monografías y artículos.
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JESÚS DE LA VILLA IV. AVANCES EN DIVERSOS CAMPOS. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LOS ESTUDIOS DE SINTAXIS DURANTE LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS
Los rasgos que, según mi criterio, pueden resumir las líneas principales del avance de los estudios sintácticos en el período analizado son los siguientes: 1) Tienen un peso númerico semejante los estudios descriptivos, centrados en un período cronológico, en la lengua de un autor o en un fenómeno sintáctico, y los estudios que podemos denominar teóricos, que pretenden explicar dentro de un marco general los fenómenos sintácticos del griego antiguo. 2) Predominan los estudios de carácter sincrónico sobre los diacrónicos. Los trabajos históricos atienden preferentemente a los datos de formación de la lengua griega. Es muy poco lo publicado sobre la evolución del griego en períodos posteriores. 3) Ha aparecido un nuevo interés por la relectura y reinterpretación de los datos de los gramáticos griegos desde los conocimientos que proporcionan las modernas teorías lingüísticas. 4) Existe una dependencia inevitable y beneficiosa de los trabajos de sintaxis griega con respecto a los estudios de lingüística general. Es poco menos que impensable que se pueda hoy abordar cualquier fenómeno sintáctico del griego antiguo sin tener en cuenta lo que sucede en otras lenguas o los resultados de los estudios tipológicos. 5) Se ha producido una considerable simplificación en lo que se refiere a la orientación de los estudios gramaticales teóricos. Es casi total la ausencia de propuestas generativas. Son también pocos relativamente los planteamientos puramente estructuralistas. Predominan, al menos numéricamente, los planteamientos funcionalistas y tipológicos. 6) Han aparecido otros enfoques y acercamientos a los fenómenos sintácticos no estrictamente gramaticales, aunque con su reflejo en la gramática, como son las teorías cognitivistas para las relaciones de semántica y sintaxis; las corrientes asociadas a la moderna narratología, que sustituye en gran medida a la tradicional estilística; o los estudios de sociolingüística, capaces de explicar en un marco más amplio fenómenos de evolución histórica. 7) Como en el período anterior, se mantiene una relativa independencia entre los estudios de sintaxis griega con respecto a los trabajos propiamente filológicos. No obstante, apunta una cierta reaparición de trabajos sintácticos aplicados a la crítica textual. 8) De un modo todavía limitado en la primera parte del período, pero de una forma decidida en el último decenio, se ha extendido considerablemente la utilización de poderosos medios informáticos, entre los que destacan las bases de datos y los repertorios en formato electrónico.
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9) En lo que afecta propiamente al objeto de los estudios sintácticos, la novedad más importante afecta a la incorporación de campos que anteriormente se concebían como ajenos a la sintaxis, como la semántica o la estilística, o que no habían sido estudiados en absoluto, como la pragmática o la sintaxis del discurso. 10) Se ha avanzado considerablemente en la sistematización y ampliación de nuestro conocimiento en áreas concretas, que van desde la estructura de la oración hasta el orden de palabras.
En los apartados que siguen se citan algunas publicaciones que reflejan cada una de estas tendencias. V. ESTUDIOS DESCRIPTIVOS SOBRE VARIEDADES DE LENGUA Y AUTORES Aunque quizá de forma más lenta que en el pasado, siguen apareciendo descripciones de datos procedentes de nuevas fuentes o de fuentes no exhaustivamente estudiadas. Para los dialectos griegos, la aportación más interesante ha sido la revisión general del uso de los modos recogida por Hodot (ed.) 2001, ya citada. En la misma línea, el propio Hodot 1993 trazó algunos de los rasgos generales de las diferencias dialectales en el uso de las condicionales. Una revisión bastante completa sobre la categoría aspectual en las inscripciones dialectales se encontrará también en las actas del coloquio de 2004 de Saint-Étienne. Otras aportaciones interesantes, aunque mucho más de detalle, han sido las de Morpurgo-Davis 1997, sobre las partículas en arcadio, o Thompson 2001, sobre los sintagmas preposicionales en arcadochipriota y micénico. Con todo, el estudio de la sintaxis en los dialectos griegos es un campo muy poco explorado y en donde queda todavía una importante labor de avance en el terreno de la descripción. Un caso especial lo constituye el micénico, donde, gracias a las existencia de una serie regular de coloquios y a la publicación de revistas especializadas, se sigue avanzando. Una valoración de conjunto sobre la importancia de los datos de la lengua de las tablillas para la sintaxis griega puede encontrarse en Ruipérez 1994. La sintaxis nominal ha sido revisada de un modo muy general por Bartoněk 1986 y, sobre todo, en el gran estudio de conjunto de Hajnal 1995. En este terreno el «tema estrella» sigue siendo la tan debatida cuestión del sincretismo casual, al que han dedicado trabajos Coleman 1987, Rodríguez Adrados 1989, Thompson 1998 y, centrándose en los usos locales, Waanders 1997. Para la sintaxis verbal sigue siendo útil la visión de conjunto de Duhoux 1988. La lengua homérica se mantiene, por otra parte, como fuente inagotable de análisis. Junto con numerosos trabajos de detalle, son varios los estudios que han revisado de forma exhaustiva aspectos completos de la lengua de los poemas homéricos. Entre otros, podemos citar a Horrocks 1984, que repasa los datos que
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permiten establecer los pasos de creación de las preposiciones y los preverbios desde usos originalmente adverbiales; de Boel 1988a reconsidera desde una perspectiva histórica y funcionalista los diversos usos del acusativo; Basset 1989 revisa y sistematiza el sistema de marcas y contenidos modales; Bakker 1988, analizando de forma exhaustiva el uso de la partícula περ, reconduce lo que antaño se llamaban estudios de estilística para rastrear la plasmación en la sintaxis de los procesos de construcción del texto; Lanérès 1992 revisa la frase nominal en la Ilíada tanto con relación a su estructura como en sus usos. Para la lírica encontramos, junto a otros trabajos parciales, aunque exhaustivos, como el de Hajdú 1989, sobre la posición de las enclíticas en Píndaro y Baquílides, la reconsideración completa de los datos sintácticos de algunos autores, como la de Tzamali 1996 para Safo y la de Hummel 1993 para Píndaro; en el primer caso la orientación es mucho más historicista y organizada como un comentario al texto, mientras que el trabajo de Hummel es una verdadera gramática sistemáticamente ordenada con análisis muy interesantes sobre las particularidades estilísticas de la lengua de Píndaro. Entre los autores dramáticos Esquilo ha recibido una revisión completa de sus datos sintácticos (Matino 1998). También para la comedia ha habido interesantes aportaciones, como las de López Eire 1996, que se inserta en un empeño mayor por caracterizar la lengua del Ática en sus diversas variantes, y la de Willi 2002. Es notable la ausencia de estudios específicos sobre autores de prosa como Tucídides, Jenofonte o Platón, que son, sin embargo, de un modo conjunto, la fuente principal de las monografías sobre aspectos concretos de la sintaxis. En cuanto a los textos tardíos, aparte del interesantísimo trabajo de Hult 1990 sobre el estado del griego en el s. V d.C., se mantienen con fuerza los trabajos dedicados al griego bíblico y testamentario, que reciben ahora un análisis descriptivo de carácter mucho más gramatical y menos exegético. Entre estos trabajos, junto con los recogidos en los libros colectivos de Porter y Carson (eds.) 1993 y 1995, merecen atención los estudios de Palmer 1995, sobre la estructura de la enunciación y, sobre todo, los dedicados de forma monográfica a las categorías verbales de tiempo (Decker 2001) y de aspecto, donde destaca, sobre todo, el excelente libro de Fanning 1990, seguido del más discutible de Porter 1993 y el de McKay 1994. Falta todavía el análisis pormenorizado de amplios conjuntos de datos —actualización de los testimonios dialectales en muchos campos, los papiros, etc.—, así como la descripción conjunta de los rasgos sintáticos de autores de la talla de Jenofonte, Platón, Aristóteles o Plutarco, entre otros muchísimos. VI. SINTAXIS DIACRÓNICA Los estudios de sintaxis histórica siguen centrándose en los períodos de formación de la lengua griega y apenas se ocupan de su evolución en los períodos poste-
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riores. En el terreno más tradicional temática y metodológicamente puede situarse el trabajo de Horrocks 1984, sobre el desarrollo de las preposiciones y preverbios; el de Hettrich 1987, sobre el origen de la construcción subordinada de acusativo con infinitivo (AcI); o los de Krisch 1986 y Horrocks 1995, sobre las subordinadas condicionales. Todos ellos son metodológicamente muy sólidos y aportan, discuten y sistematizan una gran cantidad de datos. Más innovador, al menos por su objeto de estudio, es el libro de Krisch 1984, aunque no referido exclusivamente al griego, pero que avanza en el establecimiento de los patrones de evolución de las estructuras de complementación y valencia. Por último, merece la pena citar el manual de Horrocks 1997, que hace un repaso general de la historia de la lengua griega y que ofrece un panorama completo y coherente, aunque necesariamente superficial, de las principales líneas de evolución del griego desde la Antigüedad hasta nuestros días. La sintaxis sólo es objeto de atención parcial en cada capítulo. Son especialmente interesantes los análisis referidos a la Antigüedad tardía y al período medieval. Es mucha la labor pendiente en el terreno de la descripción sincrónica de los datos de períodos y autores concretos, particularmente desde el s. IV a. C. en adelante. Queda mucho también por hacer en la descripción de los procesos diacrónicos, sus causas y patrones de evolución. VII. REINCORPORACIÓN DE LOS DATOS DE LOS GRAMÁTICOS GRIEGOS Aparte del citado manual de Tusa Massaro 1993 (cf. § II), y en la misma línea de reivindicación de las informaciones gramaticales antiguas, es importante la primera parte de Ruijgh 1985 con relación a la categoría aspectual. Por otro lado, el período analizado ha conocido un interesante, aunque numéricamente modesto, renacer del interés por las teorías gramaticales de la Antigüedad. De carácter histórico son los libros de Baratin 1989, centrado en la lengua latina, pero donde, obviamente, los modelos griegos tienen un importante papel, y de Ildefonse 1997. Más teórico y con una importante base textual es el interesante libro de Sluiter 1990. Entre estudios de detalle, sigue recibiendo atención la capital aportación de los estoicos a la descripción de diversas partes de la gramática (Schenkenveld 2002; Marsico 2003). Por otra parte, Lallot 1994, 1996 se ha ocupado de aspectos concretos de la sintaxis de Apolonio Díscolo, que han culminado en una gran edición y comentario en 1998. Queda mucho por hacer revisando desde concepciones lingüísticas actuales el resto de los textos gramaticales antiguos.
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JESÚS DE LA VILLA VIII. TEORÍAS LINGÜÍSTICAS
De las teorías y escuelas de análisis lingüístico desarrolladas en los períodos anteriores hemos de destacar el mantenimiento del Estructuralismo. Con sus claros esquemas de oposiciones, sigue siendo atractivo para bastantes estudiosos, particularmente españoles, y todavía puede ser útil para describir sobre todo áreas de la sintaxis que se organizan paradigmáticamente, como son las categorías verbales. Un ejemplo claro de esta concepción es el trabajo de Strunk 1993 sobre el carácter de término no marcado del presente de indicativo tanto en lo que se refiere al modo, como al tiempo. Otros trabajos del mismo tipo son el de Rodríguez Adrados 1990 sobre el aspecto, en el que se propone una oposición de un tema de presente no marcado, frente a un aoristo marcado, o el de Pino Campos 1991, sobre el sistema de oposiciones temporales y modales que expresan las formas verbales del griego. Es notable, por contraste, la práctica ausencia de trabajos de enfoque generativista. Ello puede deberse, en parte, a la dificultad metodológica de aplicar a lenguas no habladas determinadas pruebas fundamentales para este tipo de análisis, como la de la gramaticalidad. Pero también puede ser el resultado de la incesante y a veces meteórica modificación de las bases teóricas de esta escuela. Una corriente que ha cobrado una enorme fuerza los años pasados es la funcionalista. Es el resultado de la evolución del Estructuralismo funcionalista, combinado con un formalismo más riguroso. De entre las diversas propuestas funcionalistas existentes, ha sido la holandesa, nacida en la Universidad de Ámsterdam, la que más se ha aplicado a la sintaxis griega. Entre otros muchos aspectos estudiados, destacan los trabajos dedicados a la sintaxis de los elementos nominales, que puede unificarse sobre la base de la noción de función semántica o caso gramatical (Crespo 1997); los estudios sobre la estructura de la oración, en la que se ha introducido la noción de nivel o capa sintáctica (Cuzzolin 1995); el difícil problema del orden de palabras (Dik 1995); o la semántica de los tipos de predicados y sus proyecciones sintácticas (Rijksbaron 1989). En algunos casos esta teoría ha conseguido ofrecer estudios que pueden considerarse verdaderos hitos, como es la descripción más completa y rigurosa que existe sobre la subordinación condicional (Wakker 1994). Junto con el Funcionalismo, otras corrientes teóricas también han aparecido como marco en algunos estudios de estos años. La Tipología lingüística se ha plasmado en trabajos como los de Christol 1998, que permiten situar las estructuras de complementación en un marco comparativo con otras lenguas. Así mismo, el estudio de Hengeveld 1998 sobre la subordinación adverbial en las lenguas de Europa ha pemitido comprobar hasta qué punto las estructuras subordinativas griegas tienen paralelos y han influido en otras lenguas.
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El Cognitivismo, que trata de explicar los fenómenos lingüísticos como resultado de la formalización de procesos psicológicos de aprendizaje y de creación de imágenes mentales, se encuentra en la base de algunos trabajos de gran calado, como el ya citado manual de Martínez Vázquez et alii 1999 y la descripción global del sistema de preposiciones y casos del griego de Luraghi 2003. Sus resultados, compatibles con los estudios funcionalistas y tipológicos, permiten avanzar en el conocimiento de procesos diacrónicos como la sustitución de casos por sintagmas preposicionales o fenómenos sincrónicos como el de la metáfora. Más ligados a los usos literarios de la lengua se encuentran los trabajos que siguen las propuestas de la Narratología o estudio de la disposición y el desarrollo lingüístico en función de las necesidades expresivas de los relatos. El análisis cuidadoso de las estructuas narrativas permite explicar fenómenos de la importancia de la selección de tiempos, aspectos y modos en algunos textos (Basset 1986, Bakker 1997), de determinados fenómenos de subordinación (Biraud 2001, Torres 2003), o del uso de algunas partículas (de Jong 1997, Slings 1997). Se trata de la manifestación de un nuevo interés por los aspectos literarios de la lengua y que permite incorporar a las descripciones gramaticales más rigurosas fenómenos que antes quedaban en el oscuro limbo de la estilística. Para terminar con este apartado dedicado a las corrientes teóricas, citemos finalmente los estudios de Sociolingüística. El análisis de los fenómenos lingüísticos tanto diacrónicos como sincrónicos desde el punto de vista de las condiciones externas del uso del lenguaje ha dado ya algunos frutos interesantes, como los trabajos de Slings 1992, Dickey 1996 o Duhoux 1997, en los que se analizan las diferencias y relaciones entre lengua hablada y lengua escrita en diversos campos gramaticales. Estamos todavía lejos, sin embargo, de haber obtenido resultados comparables a los que han aparecido en este mismo período para el latín, por ejemplo. En resumen, los estudios de sintaxis griega han sido sensibles a las principales propuestas teóricas del momento, aunque sólo de un modo incipiente en algunos campos. Parece completamente asumida la necesidad de enmarcar los trabajos de sintaxis griega en marcos teóricos más amplios. En los próximos años podemos esperar propuestas más generales desde el ámbito del Funcionalismo, que recojan en obras de conjunto la gran cantidad de trabajo de base que se ha venido haciendo. También deben continuarse los estudios que incorporen principios de la Tipología, el Cognitivismo y la Sociolingüística hasta contar con un cierto volumen de descripciones de detalle que permitan más adelante visiones globales. La Narratología tendrá que refrendar sus propuestas por medio del análisis de un corpus mayor de textos.
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JESÚS DE LA VILLA IX. SINTAXIS Y CRÍTICA TEXTUAL
Aunque los trabajos de lingüística griega y, en particular, los de sintaxis se han desarrollado en los últimos tiempos con relativa independencia de otras disciplinas filológicas y se han acercado más a los objetivos y presupuestos de la lingüística general, se han realizado también algunos esfuerzos por aplicar los resultados de los estudios de sintaxis a la interpretación y edición de textos. Ya hemos citado anteriormente el importante trabajo de este tipo realizado de un modo sistemático por toda una corriente de helenistas holandeses, entre los que hay que citar, por ejemplo, a Bakker (ed.) 1997, Rijksbaron 1991 o el impresionante comentario de Slings 1988-2003 a la República de Platón. Hay, sin embargo, muchos otros trabajos más de detalle, como el de García Ramón 1985, sobre las injustificadas regularizaciones en determinados textos poéticos de carácter dialectal o, sobre todo, el magnífico trabajo de Stork 1988 sobre las variantes textuales de contenido aspectual. X. NUEVAS ÁREAS DE LA SINTAXIS Quizá el fenómeno más interesante que se ha producido en los estudios de sintaxis griega en los últimos veinte años ha sido el de la incorporación de áreas que anteriormente recibían una atención separada, como la semántica o la estilística, o, simplemente, no eran objeto de estudio, como la pragmática o el discurso. Esto es el resultado directo de la aplicación al griego cada vez más rigurosa y profunda de teorías y propuestas procedentes de la lingüística general, en la que todos los fenómenos indicados se encuentran ya plenamente asumidos. Veamos cada campo con más detalle. 10.1. Semántica Numerosos estudios recientes han mostrado cómo la semántica condiciona de un modo determinante la sintaxis en varios aspectos. En primer lugar, una concepción más rigurosa de los componentes de la gramática de las lenguas ha llevado a constatar que una parte básica de las estructuras sintácticas han de adscribirse al elemento léxico de las lenguas, entendido éste como el componente dado, no derivable, que constituye el núcleo convencional de cada lengua. Así sucede, por ejemplo, con la llamada valencia de los verbos, es decir, los complementos, cuyo número, forma y contenido léxico dependen de forma más o menos idiosincrática del léxico del verbo regente. Ello ha permitido concebir la noción de «marco predicativo», que es la proyección sintáctica necesaria de cada término. En el caso del griego los esfuerzos han ido dirigidos bien a establecer las diferencias de significado de los verbos en función de sus posibilidades de complementación (p. ej. Conti 1999, Kulneff-Eriksson 1999), bien, de un modo más sistemático, a describir los
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marcos predicativos de diferentes verbos y a buscar esquemas comunes que permitan asociarlos a rasgos concretos de grupos o clases de verbos (p. ej. Boehm 1999, Jiménez 2000, Revuelta 2003), bien, finalmente, a tratar de explicar diferencias de complementación de verbos semejantes en función de sus rasgos léxicos (p. ej. los importantes trabajos de Cristofaro 1995, 1996). Una introducción general a este tipo de estudios puede encontrarse en Villa 2003. Un segundo campo importante en el que el léxico ha mostrado su relevancia sintáctica ha sido el de los usos nominales y preposicionales, puesto que los diferentes valores atribuidos a un mismo caso o una preposición se han mostrado asociados sistemáticamente a determinados rasgos semánticos, como han propuesto, entre otros, Luraghi 1988, 1994 y Villa 1994. Por último, un tercer ámbito de relación semántica-sintaxis es el de la interacción entre rasgos léxicos y categorías verbales. El conocido libro de Ruipérez 1954 constituye un precedente señero en la demostración de este punto. Este mismo principio se ha podido utilizar ahora para otras categorías, como la diátesis, en trabajos como el de Risselada 1987 y Allan 2003. 10.2. Pragmática El componente pragmático de la lengua aporta a las expresiones lingüísticas indicaciones sobre las intenciones del hablante o sobre la importancia relativa de cada segmento de información de los que componen un mensaje. El reconocimiento de este componente y su sistematizción teórica ha sido relevante para poder describir y explicar fenómenos tan importantes como el orden de palabras o el uso de las partículas. Entre los trabajos del primer tipo hay que citar como pionero el de Panhuis 1984, el ya mencionado libro de Dik 1995, así como el de Fraser 1999. Con respecto a las partículas y su relación con nociones como Tópico o Foco, merecen citarse estudios como el de Revuelta 2000 y una buena parte de los trabajos recogidos en Rijksbaron (ed.) 1997. 10.3. Sintaxis del discurso El análisis de las estructuras sintácticas superiores a la oración y, en concreto, del discurso ha surgido en paralelo a los estudios pragmáticos y a los mencionados sobre narratología. Un trabajo programático general sobre este campo, aunque limitado a la lengua del Nuevo Testamento, es el de Porter 1995. Trabajos más de detalle con este enfoque han permitido entender mejor fenómenos como la frecuencia y disposición de los participios (Fox 1993) o las alternancias de imperfectos y aoristos en las narraciones (Rijksbaron 1988).
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10.4. Estilística Los aspectos sintácticos de lo que antaño se recogía bajo el nombre genérico de estilística han ido encontrando su puesto poco a poco en la descripción de las posibilidades combinatorias regulares de la lengua griega. El principio teórico general que subyace a estos estudios, bien conocido desde los trabajos estructuralistas sobre la poética, es que la creación literaria tiende a aprovechar al máximo las posibilidades de la lengua, apartándose de la norma, pero sin infringir los límites de la gramaticalidad. Los estudios de este período relativos al griego tienen en algunas ocasiones gran calado, buscando una descripción general de los rasgos de géneros completos, como el de Bers 1984, sobre rasgos concretos de la lengua poética de los siglos V y IV a. C., o el de López Eire 1985 y, sobre todo, el de Dover 1997, sobre la formación de la prosa en los mismos siglos. También hay estudios sobre géneros o textos concretos, como el de García Teijeiro 1985 sobre la lengua de las inscripciones. Todas las innovaciones descritas han dado como resultado una importante expansión de los campos de los que se ocupa la sintaxis griega, a la vez que una unificación teórica y metodológica dentro de un concepto global más homogéneo de los estudios gramaticales. XI. UTILIZACIÓN DE MEDIOS INFORMÁTICOS La utilización de medios informáticos para los estudios lingüísticos no constituye una novedad del período analizado; sí lo es, sin embargo, la importancia y magnitud que este tipo de apoyos han cobrado para la sintaxis. La aparición de la versión E del disco compacto del Thesaurus Linguae Graecae compilado en Irvine, California, que contiene casi el 80% de los textos griegos conservados hasta el s. II d. C., así como el desarrollo y mejora de otros recursos y programas de búsqueda (los del portal Perseus, los de la Scuola Normale Superiore de Pisa, etc.) han representado una verdadera revolución en los estudios sintácticos. Esta revolución no afecta, obviamente, a las bases científicas de la investigación, pero sí a las búsquedas, de tal manera que hoy en día es posible comprobar en el plazo de unos minutos la presencia o ausencia de una determinada construcción en la práctica totalidad del corpus griego. Esto ha permitido realizar análisis basados en un volumen de datos y con una fiabilidad como era imposible hasta el momento. Una consecuencia inmediata de esta innovación es la desaparición por irrelevantes de trabajos que sólo contengan la enumeración de datos de un cierto fenómeno: estos resultados, por lo general, están al alcance de todos con muy poco esfuerzo. En los próximos años podemos esperar la aparición de estudios y bases de datos que reflejen de un modo exhaustivo las construcciones y combinaciones sintácticas atestiguadas en los textos griegos. La interpretación de estos resultados
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descriptivos seguirá requiriendo, con todo, del análisis y la formulación de hipótesis teóricas. XII. AVANCE EN ÁREAS CONCRETAS Tras la revisión en los apartados anteriores de aspectos de carácter más teórico o metodológico, en este apartado se ofrece una revisión de los aspectos de contenido en que los estudios de sintaxis griega han avanzado más en los últimos años. El orden de presentación pretende ser coherente con la estructura sintáctica de la lengua, comenzando por aquello que es más nuclear —la estructura de la oración— y siguiendo con aspectos más de detalle —el sintagma nominal, las categorías verbales—, o transversales en términos de estructura, como los usos de las partículas o el orden de palabras. 12.1. Estructura de la oración Una de las aportaciones más importantes de la lingüística general a los estudios de sintaxis griega corresponde a la estructura jerarquizada de la oración. Esta noción, presente en la mayoría de las corrientes teóricas actuales, permite distinguir en términos semánticos y sintácticos diferentes niveles de integración de sus constituyentes en la estructura de la oración. Uno de los modelos posibles de representación de esta estructura es el siguiente (cf. Hengeveld 1990). (1) Acto de habla (Ilocución) Proposición Predicación extendida Predicación básica Predicación nuclear
disjuntos 2
disjuntos 1
adjuntos 2
adjuntos 1
Predicado Complementos
El reconocimiento de la existencia de este tipo de estructura ha permitido, por ejemplo, describir mucho mejor la sintaxis de los adverbios (Cuzzolin 1995, Crespo 1998) o de las oraciones subordinadas (Muchnová 1992, Wakker 1994, Villa 2000). Entre los primeros cabe, por ejemplo, diferenciar entre aquellos que aportan su contenido semántico y se integran sintácticamente en la predicación, como los de
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(2) y aquellos que ofrecen información subjetiva del hablante sobre la verosimilitud o el valor moral de lo descrito, como los de (3). (2)
Καμβύσης δὲ τὰ μὲν παρὰ Λιβύων ἐλθόντα δῶρα φιλοφρόνως ἐδέξατο Cambises recibió con agrado los regalos que le llegaban de los libios (Hdt. 3.13.4)
(3a) εἰσὶ οἰκότως οἱ ἄνεμοι ὑετιώτατοι Están lógicamente los vientos muy cargados de lluvia (Hdt. 2.25.2) (3b) ὥστε δικαίως ἂν ὑφ’ ὑμῶν καὶ ὑπὸ τῶν ἄλλων ἐλεηθείην De modo que con razón podría yo recibir la conmiseración vuestra y de los demás (Lys. 3.48)
Con respecto a las oraciones subordinadas, esta propuesta ha permitido, por ejemplo, clasificar correctamente las anteriormente llamadas pseudo-condicionales (4) o pseudo-causales (5), y que pueden considerarse simplemente como oraciones subordinadas condicionales, causales, etc. que se integran en niveles presentativos o subjetivos de la oración. (4)
εἰ δ’ ἐθέλεις καὶ ταῦτα δαήμεναι, ... ἔστι πόλις ᾿Εφύρη Si quieres saber esto, ... existe una ciudad, Éfira... (Il. 6.150-152)
(5)
τούτων δὴ εἵνεκα καὶ οἱ ῎Ιωνες δυώδεκα πόλιας ἐποιήσαντο, ἐπεὶ ὡς γέ τι μᾶλλον οὗτοι ῎Ιωνές εἰσι τῶν ἄλλων ᾿Ιώνων ... μωρίη πολλὴ Por esta razón también los jonios hicieron doce ciudades, ya que sería una gran tontería decir que estos son más jonios que los otros (Hdt. 1.146.1)
En ninguno de los dos ejemplos la subordinada condiciona o justifica el contenido de la principal, sino sólo su propia enunciación. 12.2. Sintaxis nominal: casos, preposiciones, adverbios Si consideramos de un modo conjunto la sintaxis de lo que pueden considerarse constituyentes nominales de la frase, es decir, nombres y todo aquello que sintácticamente funciona como los nombres ―sintagmas preposicionales, adverbios―, dejando por el momento a un lado las oraciones subordinadas, podemos decir que es éste uno de los campos en los que más se ha trabajado en el período considerado. Entre los estudios de carácter general, con pretensión de validez para la totalidad o una gran parte de estos elementos, aparte de los tratados generales de sintaxis enumerados con anterioridad, ya se han citado los trabajos de conjunto de Crespo 1997, de carácter funcionalista, Luraghi 2003, tipológico y cognitivo, y la puesta al día en diversos aspectos que se recoge en el libro colectivo de Jacquinod (ed.) 1994.
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Los estudios de detalle pueden organizarse en dos grandes grupos: los que tienen un carácter semasiológico, es decir, los que parten de una forma casual o preposicional y tratan de analizar todos o una parte de sus valores, y los de carácter onomasiológico, que parten de una noción, función o valor y tratan de determinar las diferentes formas en que se expresa. Entre los primeros pueden citarse, por ejemplo, los trabajos de Boel 1988b y Crespo 1988 sobre los valores del acusativo, el de Jacquinod 1989 sobre el doble acusativo, el de Villa 1989 sobre el dativo o el de Ruijgh 1994 sobre la preposición ἐπί. Los estudios de carácter onomasiológico son más numerosos y esto marca una clara diferencia metodológica con respecto a períodos anteriores. Algunos se ocupan de conceptos amplios como el de transitividad o expresión de la transferencia (Díaz de Cerio 2000). Otros son más específicos y destacan entre ellos, por su número y resultados, los que analizan la noción de agentividad (Hettrich 1990, Villa 1998, Conti 1998, Martínez Vázquez 2000a, 2000b) y las nociones relacionadas de Causa e Instrumento (Muchnová 1987, Luraghi 1989). La noción de Compañía es analizada, entre otros, por Torres 1989. La noción sintáctica de Objeto y su progresiva gramaticalización, por Mulder 1988. Queda mucho por hacer en este terreno, pues la mayoría de las nociones funcionales gramaticalizadas no han recibido todavía un estudio detallado. Finalmente, son importantes desde un punto de vista teórico y metodológico los trabajos de Jiménez 1994 y Touratier 1994, que confirman el carácter de morfema único discontinuo de cada uno de los sintagmas preposicionales, es decir, de la combinación de una determinada preposición con un sufijo casual concreto. 12.3. Sintagma nominal y sus constituyentes El conocimiento del sintagma nominal y de las funciones y características de sus principales constituyentes ha experimentado un importante avance sobre todo en el terreno descriptivo. Aparte del citado Lanérès 1992, destaca el libro de Biraud 1991, que clasifica los constituyentes del sintagma nominal en función de sus posibilidades de combinación. Una clasificación sintáctica sólo de los adjetivos, también sobre la base del orden de palabras, es la de Puebla 2001. Se ocupan de aspectos generales igualmente los artículos de Basset 1992, sobre la función del adjetivo, y de la propia Biraud 1993 sobre el sintagma adjetival, que puede considerarse una variante del sintagma nominal. 12.4. Sintaxis verbal La sintaxis del verbo griego, mucho más firmemente asentada y ampliamente descrita desde antiguo que otros campos de la sintaxis, ha recibido atención sobre
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todo en puntos concretos que bien no habían sido analizados con anterioridad, bien planteaban problemas importantes. Como trabajo de conjunto ya se han citado los libros de Duhoux 20023 y de Rijksbaron 20033. En cuanto a trabajos parciales, en el ámbito del tiempo, puede citarse el estudio de Muchnová 1997, que se encuadra en un esfuerzo más amplio por sistematizar la expresión del tiempo relativo. Así mismo, sigue siendo objeto de atención el problemático presente histórico (Sicking 1997). La categoría de aspecto es la que ha recibido más atención en estos últimos años. Los estudios que, a mi juicio, más han avanzado en el terreno teórico y han permitido explicar más usos son aquellos que han tratado de describir el sistema sobre el rasgo semántico de /± perfectividad/. Pueden citarse, entre otros, los trabajos de Ruijgh 1985, 1991 o Fanning 1990. Según estos trabajos el tema de presente tendría como valor gramatical el de imperfectividad, mientras el aoristo expresaría la perfectividad. Entre otras propuestas alternativas, como la de Porter 19932, destaca la de Sicking 1991, que pretende establecer el sistema de oposiciones sobre las nociones pragmáticas de conocido-tópico (tema de presente) / no conocidofoco (aoristo). Para el perfecto, casi unánimemente descrito como la expresión de un estado resultante de un evento anterior, las propuestas de integración en el sistema son diversas; es importante, entre ellas, el detallado estudio de Sauge 2000 sobre la combinación de contenido gramatical y léxico para explicar los llamados usos intensivos de este tema. Otras líneas de avance con relación al aspecto han sido las que han puesto en relación el uso de los temas aspectuales, por un lado, con la morfología verbal y, en concreto, con los problemas de defectividad (García Ramón 1997), por otro lado, con la estructura del discurso (Rijksbaron 1988). Con todo, la complejidad de los factores que participan en la elección de un tema aspectual u otro queda de manifiesto en las variadas aportaciones que se recogen en Jacquinod (ed.) 2000 y en los estudios de Duhoux 1999 y de Lorente 2003; este último, además, constituye una útil puesta al día de la investigación en este campo. Queda como tarea pendiente más importante la de ofrecer una visión global que permita explicar dentro de un sistema coherente todos los usos particulares que se han ido describiendo a lo largo de los años. En cuanto a la categoría de modo, aparte de una propuesta de sistematización general de valores y marcas por parte de Crespo 1992, puede citarse entre los trabajos con objetivos amplios, el de Basset 1989, que analiza desde un punto de vista filosófico y estilístico los usos modales de Homero. Entre los estudios parciales, puede citarse la interesante aportación de Greenberg 1986, de carácter tipológico, y los trabajos de Méndez 1999 y Ruiz Yamuza 1997, 2000, que describen determinados usos de los modos griegos desde la óptica de teorías generales hasta ahora insuficientemente aplicadas a esta lengua.
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Finalmente, en lo referente a la voz, los trabajos se han centrado en el aspecto más controvertido y peor resuelto hasta el momento de la diátesis, como es el de los valores gramaticales de la voz medio-pasiva. Las principales aportaciones en este sentido han sido las de Risselada 1987, el capítulo dedicado a este tema en Rijksbaron 20033 y, sobre todo, la importante monografía ya mencionada de Allan 2003. El resultado más importante es el de poder confirmar, sobre un estudio muy amplio de datos y una metodología actualizada, que el rasgo /+afectación del sujeto/ es el que define de manera unitaria el uso de la voz medio-pasiva. Sus diferentes valores son el resultado de la combinación de este rasgo con diversos contenidos léxicos y construcciones sintácticas. 12.5. Oraciones subordinadas Aunque la sintaxis de la subordinación participa de rasgos correspondientes a los constituyentes nominales de la frase, por un lado, y de la sintaxis verbal, por otro, su complejidad aconseja un tratamiento separado. Una amplia presentación del estado de la cuestión puede encontrarse en Villa 2000. En el período estudiado se ha llevado a cabo una importante renovación de la descripción de varios tipos de subordinación. Todos estos trabajos se caracterizan por incorporar los resultados de la inmensa bibliografía que sobre este campo se ha producido en los estudios de lingüística general. En el caso de las completivas, los trabajos se han centrado, por un lado, en la determinación de los rasgos léxicos de los verbos regentes que justifican la distribución de los diferentes tipos de completiva (Crespo 1984b; Boel 1992); por otro lado, se ha avanzado enormemente en la descripción del tipo de contenido que puede aportar cada clase de completiva, poniéndolo en relación con los niveles en la estructura de la oración (Cristofaro 1995, 1996). Las principales líneas de avance actual de la investigación en este campo están presentes, finalmente, en Jacquinod (ed.) 1999. Para las condicionales, aparte de estudios sobre aspectos concretos, como la secuencia de tiempos y modos (Pino 1992, p. ej.), puede considerarse como un avance casi definitivo la monografía de Wakker 1994, que realiza un estudio a la vez semasiológico —valores de εἰ— y onomasiológico —formas de expresión de la condicionalidad— muy actualizado metodológicamente. También las concesivas han sido estudiadas en su conjunto, sobre todo desde una óptica onomasiológica por Ibraguimov 2003. El resultado ha sido una descripción completa de las formas de expresión de la concesión en griego antiguo. Las consecutivas han visto ampliada su descripción y han sido sistematizadas en términos de oposiciones privativas, respectivamente, por Calboli 1995 y García Ramón 1989. Las finales han sido revisadas en terminos funcionalistas por parte de Wakker 1987. Para las temporales se han aportado nuevos datos procedentes de corpora no despojados hasta el momento (García Novo 1992; Pérez Cañizares 1995).
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Finalmente, hay que indicar que se ha avanzado considerablemente en el conocimiento de los usos predicativos del participio y su alternancia con otras formas de subordinación (Jiménez 1987, Krisch 1988, Pompei 2000). La sintaxis del infinitivo, por su parte, sólo ha recibido una atención parcial en cuanto elemento regido (Vanséren 2000). En los próximos años deberán someterse a una revisión sistemática otros tipos de subordinadas que no han sido estudiadas con los instrumentos teóricos actuales, como las difíciles comparativas, las modales y tipos de subordinadas no descritas todavía para el griego, pero sí para otras lenguas, como las de sustitución o preferencia. 12.6. Partículas Si ha habido un campo en el que las nuevas teorías del discurso y la pragmática han introducido cambios espectaculares ha sido en el de las partículas. Esto queda de manifesto en los diferentes trabajos recogidos en el citado libro colectivo de Rijksbaron (ed.) 1997. Aparte de esto, se ha comenzado una prometedora revisión sistemática de las diferentes partículas, también partiendo de las nociones teóricas mencionadas, como se refleja en los trabajos de Bakker 1993, Sicking y van Ophuijsen 1993, Revuelta 2000, Julia 2001 y Wakker 2001a, 2001b. En los próximos años habrá que continuar con esta revisión, que debería concluir con trabajos de conjunto que puedan sustituir al venerable Denniston 1936. 12.7. Orden de palabras Aunque nos falta todavía mucho por conocer sobre el orden de palabras en griego antiguo y estamos lejos de poder componer un panorama global, algunos trabajos han abierto vías prometedoras en esta dirección. Por una parte han aparecido algunos estudios descriptivos para autores determinados, como el de Dunn 1988; esta línea deberá continuarse con más empeño en el futuro para ampliar nuestra base de conocimiento. Por otra parte, desde un punto de vista teórico y metodológico, se han producido intentos de sistematización de base tipológica, como el de Cervin 1990. Los trabajos más interesantes, a mi juicio, y que han aportado nuevas claves sobre los patrones de colocación de los términos griegos dentro de las frases son los que han introducido el factor pragmático de relevancia informativa —Dik 1995, Fraser 2001—, los factores fonéticos —Dunn 1989— y los de estructura del discurso —Devine y Stephens 2000—. Queda mucho por hacer en este campo, tanto en el terreno descriptivo, como en el interpretativo.
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JESÚS DE LA VILLA
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14 MÉTRICA ELSA GARCÍA NOVO Universidad Complutense de Madrid I. CONCEPTOS DE VERS Y VORTRAG La andadura de la Métrica griega en los últimos veinte años puede centrarse en torno a tres tratados publicados en ese período, cuyas discrepancias y coincidencias trazan de algún modo las aproximaciones a esta materia. El filólogo inglés West publicaba Greek Metre en Oxford, en 1982 (seguido por Introduction to Greek Metre en 1987); el lingüista holandés Sicking, Griechische Verslehre, en Múnich, en 1993; y los filólogos italianos Gentili y Lomiento presentaban en Milán, en 2003, su Metrica e ritmica (Storia delle forme poetiche nella Grecia antica)1. Los dos primeros representan la métrica estructural, que prescinde de la música, aunque no la ignore2, mientras que los últimos se adscriben a una métrica-rítmica, tratando de conjugar métrica y música3, para entender el fenómeno completo de la poesía griega. Pero antes de tratar las posturas de unos y otros, me referiré a los presupuestos que son válidos hoy para la Métrica, como lo son para la Lingüística, en cualquiera de sus parcelas. La métrica se asienta en la lengua, siendo así que podría decirse que la poesía griega es «lengua programada». Un estudio descriptivo, sea de Sintaxis, sea de Métrica, supone recoger un catálogo de construcciones o de formas ordenadas en casillas, en el que habrá que incluir todo; mientras que un estudio funcional, en el que se considere la función que desempeñan las formas, es decir, el porqué, y no el qué, permite avistar el mecanismo que genera las frases o los esquemas métricos. Un estudio tal ha de fundarse necesariamente en el nivel de «estructura», esto es, langue o Vers, y será limitado; mientras que el descriptivo se fundamenta en el nivel de «realización», esto es, parole o Vortrag, y es ilimitado, porque habrá de recoger todas las normas más sus excepciones4. 1
En los noventa aparecieron también los estudios de conjunto de Martinelli 1995 y Guzmán Guerra 1997. Este último es el primer manual de métrica en castellano. Ambos son claros y didácticos, y se insertan en la vertiente de la métrica estructural. 2 West es también especialista en música griega. Cf. West 1992 y Pöhlmann-West 2001. 3 Para la música cf. Gentili-Pretagostini 1988 y Gentili-Perusino 1995. 4 Así, la sintaxis de Kühner-Gerth 1898-19043.
F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 397-411
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ELSA GARCÍA NOVO
Una lengua real no se puede ordenar del todo en compartimentos, porque no es automática, sino libre. Sólo es posible avanzar la función de sus herramientas formales básicas a nivel de estructura, y estudiar el juego de combinaciones u oposiciones que permite el funcionamiento del sistema. Los valores contextuales (ilimitados) derivarán de su(s) función(es) a nivel de langue5. En lo que se refiere a la Métrica, podemos contrastar igualmente los dos niveles. Hay una métrica estructural que parte del nivel del Vers6 o estructura, equivalente al nivel de langue, mientras que la que podríamos llamar métrica-rítmica parte del nivel del Vortrag o realización, equivalente al nivel de parole. En ambos casos el objetivo es entender los textos poéticos. Pero mientras que los primeros tratan de alcanzar el nivel abstracto de estructura, para explicar desde ahí las innumerables realizaciones, los segundos abordan los textos, es decir, la realización, desde la propia realización. En el cuadro siguiente pueden contrastarse las diferencias más llamativas entre los dos enfoques en relación con los principios básicos de la métrica griega. Métrica estructural
Métrica-Rítmica
Vers o estructura (=langue)
Vortrag o realización (=parole)
Nivel abstracto
Nivel contexto
Cantidad
Duración
Elementos
Sílabas
Ritmo métrico
Ritmo musical
Unidad: Verso/Período
Verso recitado/Colo lírico
II. CANTIDAD (VERS) FRENTE A DURACIÓN (VORTRAG) La definición de Cantidad (silábica) es puramente lingüística (nivel de langue): sílaba abierta con vocal breve, frente a todas las demás7. Se constituye la Oposición breve/larga8 (no marcada/marcada). La métrica estructural se fundamenta en la oposición de cantidad. En principio el acento tonal no desempeña ningún papel9. 5
Para la sintaxis, véase Adrados 1993.
6
La contraposición Vers/Vortrag fue introducida por De Groot 1929. R. Jakobson 1933, pp. 135-136, con referencia a la equiparación de sílabas largas por naturaleza y por posición en griego antiguo, afirmaba que las sílabas mínimas, que consisten en un fonema consonántico más una vocal de una mora, se oponen a las sílabas que llevan un añadido: una segunda mora o una consonante final; este añadido es la marca positiva. Véase también Ruipérez 1955. 7
8
Allen 1973 las designa heavy/light, para evitar la confusión con la cantidad vocálica. Véanse las reflexiones al respecto de Kaiser 1997, sobre las incoherencias entre cantidad silábica y acento de palabra en la épica arcaica, en todos los casos en que una sílaba abierta es larga para la métri9
14. MÉTRICA
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La Duración, por su parte, es un rasgo puramente fonético (físico), que sólo atañe a la realización. La duración es múltiple. No es relevante para la métrica. En la «Métrica rítmica» se identifica muy a menudo Cantidad con Duración. Puesto que la duración existe en el nivel contexto, y se han hecho numerosos estudios sobre la posible diferencia de duración entre las sílabas que ocupan distintas posiciones en el verso10, o entre sílabas de distinta configuración, es muy confuso denominar duración tanto a la oposición estructural breve/larga, como a las diferencias de carácter estrictamente fonético. En cuanto a los rasgos prosódicos del griego antiguo, que tienen incidencia en la métrica, son fundamentales los estudios de Devine y Stephens 1984, quienes, siguiendo con sus investigaciones, han pasado revista a las explicaciones dadas a varios de los zéugmata, así como a las resoluciones, y han identificado dos procesos de prosodia suprasilábica, «matrix formation» y «subordination»: Two light syllables must constitute a matrix in the language if they are to implement a resolution; and a heavy syllable must be subordinated in the language if it is to implement 3rd anceps in the trimeter11. ca (cantidad de la vocal/diptongo) y breve para el acento (como la mayor parte de las terminaciones -ai, -oi), o breve para la métrica (correptio epica) y larga para el acento. Por tanto concluimos con una cuestión abierta, considerando como posibles las siguientes hipótesis: (1) Que el acento griego funcione en la métrica como en la lengua, y la cantidad silábica se defina como es habitual, en cuyo caso el oyente de los poemas épicos debería estar familiarizado con un número importante de incoherencias entre la lengua hablada y la épica. (2) Que el acento de palabra no sea operativo en el verso, tal como sostiene Kuriłowicz. En este caso no se producirían problemas de correlación entre acento de palabra y cantidad vocálica en el verso. (3) Que el acento funcione en el verso como en la lengua sin que se produzcan las mencionadas incoherencias entre acento y cantidad vocálica. Si nos inclinamos por esta hipótesis, nos deberíamos preguntar sobre la conveniencia de definir en otros términos la cantidad silábica, en la medida en que ésta depende de la cantidad vocálica. 10 Cf. West 1982, p. 24; Ruijgh 1987 y 1989; Wefelmeier 1994; Gentili-Lomiento, p. 3. 11 Se basan en dos reglas de la fonología griega. Una palabra griega no puede consistir en una sola sílaba breve (Kuryłowicz; sólo palabras no léxicas). Este hecho les sugiere que una sola sílaba breve tiene poca entidad fonológica para constituir un «entorno» (contour) completo. La segunda es la regla de la formación de comparativos/superlativos en -τερος / -τατος: la vocal temática se alarga después de una sílaba breve, pero no después de una sílaba larga. Esto les sugirere que un «entorno» ha de tener una sílaba larga (+) para poseer un «núcleo de duración» (durational nucleus). Para formar un entorno, una matrix + no puede acaecer entre dos unidades +. Las matrices + van separadas entre sí preferentemente por unidades - (breves, en principio). A partir de estas dos reglas conciben la posibilidad de que no solamente una sílaba larga sirva para ocupar la posición de un núcleo largo (+), sino que incluso dos sílabas breves en determinadas condiciones pueden formar uan matriz +; de este modo tendrían una duración resultante menor que dos sílabas breves (-) de la misma composición segmental. Por eso pueden aparecer en el longum. En las resoluciones, dos sílabas breves no pueden ocupar una resolución a menos que en la prosodia de la lengua en cuestión puedan ser procesadas como matriz. La situación contraria ocurre cuando una sílaba larga tiene que adquirir status de breve (-). El hecho de que se acepte un moloso en el tercer anceps indica que una sílaba larga puede subordinarse cuando está situada entre dos unidades + a nivel de palabra. El zeugma de Porson indica que la «subordinación» requiere una unidad + siguiente y otra + precedente.
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ELSA GARCÍA NOVO
Devine y Stephens 1994 estudian cada una de las unidades prosódicas, desde la sílaba hasta la frase12. Destaco algunas de sus conclusiones: a) Las diferencias entre larga y superlarga no influyen en la métrica. b) No hay evidencia para sostener que en la poesía griega haya diferencias de duración a nivel inferior a la mora con repercusión en la métrica. c) Mientras que las enclíticas forman grupo con la palabra precedente formando un prosodic domain, las proclíticas no son átonas. d) Estiman que el acento tonal es independiente del ritmo cuantitativo de la poesía griega. III. ELEMENTOS (VERS) FRENTE A SÍLABAS (VORTRAG) 3.1. Contraposición entre Métrica estructural y Métrica-rítmica Métrica estructural: elementa longum (-) breve (v) anceps (v/-) biceps (v̅v̅ ó vv)
Métrica-rítmica: sílabas larga breve anceps
3.2. Los «elementos» de la Métrica estructural De una métrica historicista y basada en la descripción de los contextos rítmicos (Wilamowitz 1921), que pondríamos en conexión con la sintaxis de Kühner —nivel de parole en ambos casos—, pasó Paul Maas (1923) a una perspectiva de lingüista, proyectando, de manera consciente o inconsciente, la dicotomía que Ferdinand de Saussure había impuesto al estudio de la lengua. Antes de que De Groot distinguiera entre Vers y Vortrag, Paul Maas había ya reducido la ingente diversidad de la métrica griega a un divisor común: los elementa. Con estas pequeñas herramientas se podía explicar el funcionamiento de toda la poesía griega desde la estructura o Vers. La métrica estructural de Paul Maas, tuvo como seguidores inmediatos a Marjorie Dale (1948)13 y a Bruno Snell (1955)14, que dejaron su impronta en los estudios alemanes y anglosajones. Poco a poco, su sistema fue acogido por la mayor parte 12 Se basan en los rasgos prosódicos de muchas lenguas, desde los cuales tratan de abordar una lengua muerta, el griego antiguo, como si de una lengua hablada se tratase. Trabajan sobre un material muy amplio (textos, inscripciones, noticias musicales), y sus resultados tienen una importante repercusión en la prosodia del griego (y en la métrica por lo tanto). 13
Me refiero a la 1ª edición de The Lyric Metres of Greek Drama.
14
Año de la 1ª edición de su Griechische Metrik.
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de los estudiosos de la métrica. La generación de los años sesenta (Korzeniewski 1968, L. Parker 1966, 1968) recibía ya los elementa como bagaje indispensable. En esta línea culminaba M. L. West en 1982 sus estudios métricos con su Greek Metre, seguido más tarde de una versión abreviada, 1987. En lo que respecta a los elementa, West optó por llamarles «positions» o positiones, y distinguió: longum (-), breve (v), y anceps (v/-), más biceps para dos breves que admiten contracción (pero no para el caso contrario de una larga que admite resolución). Utiliza princeps para las largas marcadas15. Sicking 1993, p. 39, mantiene los elementa de Maas, haciendo un minucioso recorrido por las aplicaciones de los filólogos posteriores, pp. 9-37. Los elementa de Maas tienen a mi juicio dos puntos débiles: 1. Llama longum tanto a los elementos impares del 6da como a los elementos pares del 3ia (e impares del 4tr). Ahora bien, mientras que los longa del 6da están representados siempre por una sílaba larga, en el 3ia/4tr pueden aparecer como sílaba larga o como dos breves. 2. Según Maas 1964, p. 29, el fin de verso es anceps pues puede aparecer como breve o larga; mas la posibilidad de que la pausa final pueda convertir en larga una sílaba breve (ya Quintiliano), le lleva a plantear el elemento final como longum. El razonamiento de Quintiliano sigue sosteniéndose hasta el día de hoy16. Yo he propuesto (García Novo 1995) definir dos tipos de «componentes»: M=monosilábico (largo M-, breve Mv, anceps Mv) D=potencialmente bisilábico (largo/2 breves) Esquema del 6da: MDMDMDMDMDMD' Esquema del 4tr/3ia: (DMD)MDMDMDMDMDMD'
Consecuencias: 1. Tanto el 6da como el 3ia/4tr pertenecen sincrónicamente a un mismo sistema métrico17, pues presentan la misma alternancia perfecta M/D. 15
Lo sigue Parker 1996, p. 970. Así West 1982, p. 4; Raalte 1986, p. 17; Kannicht 1993, p. 346, Gentili-Lomiento 2003. 17 Este sistema podría y debería tener un origen común. Las reflexiones muy elaboradas de Nagy 1996, hacen remontar el recitado (6da, dístico elegíaco y 3ia) a la poesía lírica. Revisa para ello la estructura de los eolocoriambos y los dáctilo-epítritos, básicos en la lírica como se ve en Píndaro, en un contexto de mito y narración en parte similar a la épica. Para los primeros toma ejemplos de Safo y Alceo; partiendo del glicónico, considera sus formas acéfalas y catalécticas: en todas ellas se documentan ampliaciones coriámbicas y dactílicas. Estas variaciones proceden del Indoeuropeo, pues se encuentran mecanismos semejantes en antiguo indio. En cuanto al 2ia y 3ia, deduce la ampliación externa añadiendo 1ia ya sea al principio o al final del 2ia, que da lugar a un 3ia con corte pentemímero o heptemímero respectivamente. Similar al trímetro es el esquema de ia + gl, en el que el corte se produce tras el primer elemento del gl. Se relacionan con dímetro y trímetro en antiguo indio. 16
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2. Frente a la communis oppinio, de que el elemento/sílaba final de verso es «indiferente» en cuanto a la cantidad, o bien que el elemento es largo pero puede aparecer una sílaba breve, este estudio muestra que en los tres casos se «marca» el final de verso mediante un componente D restringido a monosilábico: es decir, de sus dos posibilidades, largo o doble breve, se presenta como largo a nivel de estructura18, siendo esto una marca de final. La aparición de una sílaba breve en esta posición, incompatible con la estructura, rompe la secuencia rítmica, y se convierte en marca fuerte de final de verso19. Es lógico que una lengua indoeuropea que caracteriza las «palabras» especialmente por el final (sufijos/desinencias), marque por el final los versos. Los poetas hacen un empleo estilístico de esta brevis in longo. 3. No hay catalexis en el 4tr. Para ser verso (= tener marca de final) no puede acabar en componente anceps, pues las dos posibilidades de breve y largo cumplen con la estructura, y no hay posible marca de final. Tiene que acabar necesariamente en D, como el 6da y el 3ia. 3.3. Las sílabas de la métrica-rítmica Frente a la economía y claridad de los elementos, el empleo de «sílabas» es ambiguo. Veamos algunos de los problemas que este proceder comporta. Una sílaba no puede ser anceps: es larga o breve, porque es una realidad que existe en los contextos. Un elemento, sin embargo, es abstracto, sólo existe en el nivel del esquema, y puede ser anceps. Lo mismo ocurre con el biceps: un elemento puede estar representado por una sílaba larga o dos breves. Mas a nivel de sílaba hay que describir que determinadas posiciones admiten dos sílabas breves o una larga. Las reglas del juego rítmico en el esquema (elementa) son mucho más precisas. Por otra parte, una secuencia real (contexto) tal como -vv-vv- puede representar un esquema M- D M- D M- (en un 6da o en la primera mitad del pentámetro),
De los dáctilo-epítritos toma como referencia el prosodíaco (x - v v - v v -), que opera como constituyente de un trímetro —así en el yambélego = ia+prosod, en el que la cesura se sitúa tras el quinto elemento (1º del pros.)—. El gl, 2ia y el pros derivan de un dímetro reconstruido: x x x x v - v - para gl y 2ia; x x x x - v v - para el prosodíaco. Ambos dímetros proceden independientemente del dímetro Indoeuropeo. 6da, dístico elegiaco y 3ia derivan de la lírica y se han diferenciado de los metros líricos correspondientes. El paso de lírica a recitado exige normas más estrictas para que pueda ser recordado en ausencia de la música. Las fórmulas tienen relación exactamente con las regularizaciones; son características de la poesía oral (recitada), y no de la poesía cantada. Sobre el origen del 6da, E. Magnelli 1996 recoge trabajos desde los últimos años setenta a comienzos de los noventa. También L. Macía Aparicio 1992. 18 Por supuesto, contra la communis oppinio, el 6da no es cataléctico. El componente D ha podido aparecer implementado por una larga en las restantes posiciones pares, y por ello también en la última. 19 Así lo demuestra en el 6da el zeugma de Hermann. Se evita fin de palabra tras - v en un metro par y próximo al final, para que no se perciba como fin de verso con marca fuerte.
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o bien un esquema M- Mv Mv M- Mv Mv M- (en la segunda mitad del pentámetro20, o en el hemíepes lírico). La descripción por sílabas, sin embargo, es en los dos casos la misma.
IV. RITMO MÉTRICO FRENTE A RITMO MUSICAL 4.1. Ritmo métrico El ritmo de la poesía griega se basa en la alternancia cuantitativa. Portadores «estables» (Kannicht 1993, p. 345) del ritmo son las largas fijas. Desde un punto de vista sincrónico, señalaba Maas 1965, p. 22, que en los tipos más comunes de ritmo, especialmente en los que se emplean en el verso recitado, los longa (y también aquellos bicipitia que son generalmente monosilábicos), están separados regularmente por un elemento breve, un anceps o un biceps. Este ritmo se llama «ritmo alternante». West 1982 señala que los loci principes son los portadores fijos del ritmo. Van Raalte 1986 desarrolla su investigación de los versos recitados estíquicos sobre la recurrencia de «events» marcados y no marcados en cuanto a la oposición de cantidad silábica (la cantidad larga es la marcada). Joel Lidov 1989 retoma la noción de ritmo alternante. Esta alternancia es un rasgo del nivel abstracto de la descripción métrica (p. 63). En muchos esquemas métricos, tanto recitados como líricos, se encuentra una alternancia de dos posiciones: the positio stabilior (S), which is usually represented by a single prosodical element (the longum in the 6da and in the 3ia), and the positio mutabilior (M), represented by several elements (in the 6da it would be the biceps, in the 3ia the breve and the anceps). This way, the 6da, 3ia and 4tr are alternating series of S and M.
Del mismo modo que Raalte, su maestro Sicking 1993, p. 43, considera el Versschema como representación de un esquema, que solamente fija el número y la secuencia de elementos marcados y no marcados: - + - + - + - + - + -. El elemento no marcado puede estar representado por una sola breve o por dos. El marcado es guía del ritmo. Según García Novo 1995, en el 6da, 3ia y 4tr se produce un ritmo alternante perfecto entre componentes monosilábicos (M) y componentes potencialmente bisilábicos (D): tanto el hexámetro como el trímetro están formados por la secuencia MDMDMDMDMDMD, mientras que el tetrámetro trocaico añade al comienzo DMD.
20
Cf. García Novo 2000a.
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En el 3ia/4tr se produce además una alternancia secundaria, igualmente perfecta, entre los elementos M: Mv/Mv. Los anapestos estíquicos espartanos (García Novo 1997) presentan la misma alternancia DMDMDMD21. 4.2. El ritmo musical y la métrica-rítmica Para la Métrica-rítmica es preciso contar con la música para obtener el ritmo. En las canciones griegas la métrica es desde luego mucho más variada que en el recitado. Ahora bien, el recitado se compone de versos estructuralmente equivalentes entre sí, pero en modo alguno iguales, pues entran en ellos componentes biceps y/o anceps. El griego siempre aúna variación y simetría. En la lírica los períodos (y los colos) pueden incluir simultáneamente series en las que concurran grupos de una sola breve, o de dos breves, flanqueados por largas. Los signos musicales y las noticias que han llegado hasta nosotros parecen indicar que la música «arreglaba» tales diferencias. Es decir que en una secuencia - v v - v v - v - - la cuarta larga sería en la música, una larga «trishemo», para restablecer la equivalencia con los grupos de doble breve precedentes. Y así sucesivamente según los ritmicistas. Ahora bien, el poeta ha querido hacer una secuencia expresiva y no monótona. Tales equivalencias superpuestas por la música en ningún caso deberían ocultar la variación que el poeta ha querido imprimir. Y si algo rechaza el griego es la composición monótona. Por esa razón el ritmo jónico puro —terriblemente monótono—, como el que caracteriza el avance del ejército persa en la párodo de Los persas de Esquilo, es infrecuente, y el dramaturgo lo emplea a lo largo de toda la obra con un fin muy determinado. Uno de los ejemplos que trae a colación Pöhlmann 1995, p. 14, como irregularidad que puede solucionarse con la música, es precisamente la que presentan los jonios en el primer par de estrofas de la citada párodo (65-72/73-80): se trata de una serie de 17 ion (v v - -), de los cuales el 11º, 13º y 15º presentan una larga menos: (v v -). «Ma se si inseriscono —afirma Pöhlmann— sillabe lunghe di quattro tempi, si restituisce un periodo ionico puro». En mi opinión, el poeta está convirtiendo el paso todopoderoso del persa, caracterizado por los exóticos jonios «perfectos», en una simulación de anapesto (que aquí caracteriza el paso de los griegos: anapestos espartanos, anapestos de 21 Otras aproximaciones al ritmo a través de la lingüística encontramos por ejemplo en Ch. Golston y T. Riad 2000. Han analizado en términos de fonología dos propiedades de la métrica, el ritmo y la longitud de la línea, no recurriendo a la estructura profunda, siguiendo un enfoque lingüístico «constraintbased» y no derivacional. De este modo, con una aplicación rigurosa de los presupuestos, señalan que los dímetros anapésticos son rítmicos y binarios, no marcados, mientras que los dáctilos, yambos y espondeos son arrítmicos (marcados desde el punto de vista rítmico), y los trímetros, tetrámetros, etc., son no binarios (marcados en relación con la longitud de la línea).
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marcha atenienses), y haciendo así que también con el ritmo Grecia venza poco a poco a su enemigo, que «pierde el paso» a medida que en el relato lírico se acerca a Grecia (García Novo 2000b): el primer «anapesto» se produce al mencionar el puente de barcas sobre el Helesponto. Algo que la música no haría es impedir que la audiencia se regocijara con la artimaña de Esquilo. La música serviría también, según Gentili-Lomiento, para «arreglar» las libertades de responsión. Para problema tan debatido, es preciso recordar que el poeta compone estrofas de estructura equivalente, como mutatis mutandis sucede en el recitado. Y que intencionadamente puede desigualar dos estrofas en el teatro, o una estrofa de todas las demás en la lírica coral. Hay casos en los que el contenido justifica perfectamente la variación. V. UNIDADES. MÉTRICA ESTRUCTURAL: VERSO/PERÍODO. MÉTRICA-RÍTMICA: VERSO RECITADO Y COLO LÍRICO 5.1. La unidad «verso recitado» La unidad rítmica en el recitado22 es el verso. Desde el punto de vista de la estructura, la aparición de brevis in longo, que rompe el ritmo (vide supra, § 3.2), es marca de final. En su interior se da la cohesión o sinafia, señalando el final de ésta la frontera entre versos (el fin de palabra es obligado). Por ello puede aparecer hiato desde el punto de vista de la realización. Además del fin de palabra necesario a fin de verso, hay también un final de palabra recurrente, la cesura23 principal, que a nivel de estructura no puede aparecer detrás del mismo tipo de componente que cierra el verso, para evitar una errónea percepción del ritmo. Cesura principal y fin de verso son contrapuestos. En el 6da la pentemímera sigue a un componente M, mientras que la cesura trocaica acaece detrás de la primera parte de un componente D realizado por dos breves. En el 3ia la pentemímera sigue a un componente M, en el 4tr la cesura media sigue a un M. En los tres casos el fin de verso se produce tras un componente D reducido a su posibilidad monosilábica.
22
En realidad, es mejor referirse a verso estíquico, como hacen Sicking 1993, y Kannicht, prescindiendo de su realización. Así de los pocos anapestos espartanos que conservamos (un 4an aislado, y una serie de paremíacos), los últimos responden a la designación de verso. Cf. García Novo 1997. 23 Sobre la cesura celebró recientemente un Coloquio el grupo suizo Damon (noviembre 2000). Actas editadas por Steinrück y Lukinovich 2004.
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5.2. La unidad «período» Para la métrica estructural la unidad período (Boeck) dentro de una estrofa o un canto en ástrofa, está delimitada por los mismos fenómenos que el verso: posible aparición de brevis in longo y/o hiato (amén del obligado fin de palabra en responsión). Puede señalarse en mi opinión que todo período acaba en un componente que admite en su estructura una larga, pero no una (sola) breve (M- ó D)24. Y la interrupción de la cohesión puede dar lugar a hiato, o bien a la aparición de una sílaba breve que no puede convertirse en larga aunque el período siguiente comience en dos consonantes. Con cierta frecuencia, no es fácil delimitar la periodología en la lírica del drama, pero no quiere eso decir que debamos prescindir de ella, sino que es preciso investigar con rigor todas las señales que el poeta haya podido utilizar. En ocasiones, puede el autor haber construido intencionadamente una estrofa continua, en razón del contenido (véase por ejemplo el estásimo S.Ant.781-800). La periodología nos lleva a la composición de las estrofas (o canciones en ástrofa), y sobre ella se hace recuento de tiempos marcados (o fuertes) que muestran la armonía del conjunto al relacionarse con el contenido. Quiero citar aquí a dos maestros que se han destacado en el arte de la periodología, recordando alguno de sus innumerables estudios: Jean Irigoin 1993 sobre Píndaro y Baquílides; Lasso de la Vega 2003=1991, sobre Sófocles. En la métrica-rítmica el período pierde todo protagonismo, y es discutida su existencia. Así Gentili y Lomiento 2003, pp. 8-9, afirman, frente a la norma de Boeck (fin de palabra en responsión unido a hiato y/o brevis in longo determinan fin de período), que hay que contar con excepciones al hiato tal vez expresivas, o con la consideración de iota e ypsilon pronunciadas como semivocales. En cuanto a la brevis in longo, hay que contar con el alargamiento provocado por las líquidas y nasales, y la silbante. 5.3. La unidad «colo» El colo25 en la métrica estructural es, según West 2000, col. 11626, «una frase métrica reconocible por su secuencia característica de sílabas largas y breves, de unas doce sílabas», mientras que por «colometría», West 1999, col. 642, entiende «Die Einteilung lyrischer Verse in metrische Kola zu Zwecken der wissenschaft24 L. Parker 1996, p. 970, y 1997, p. 37, entre otros pasajes, admite la ocasional aparición de anceps a fin de período. En mi opinión a final de período no puede haber anceps, y quizá debamos reinterpretar una secuencia - v - v - v - - // no como trocaica, sino como e x e -. 25 El grupo Damon ha celebrado en 2003 un Coloquio sobre «Les côla entre prose et poésie». 26 Cf. tb. West 1982, pp. 5-6.
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liche Analyse oder des Textlayouts.» No es una unidad autónoma, sino una parte del conjunto período o verso, que viene en ayuda de la praxis métrica, de la crítica textual y de la propia intelección del conjunto. Parker 1996, p. 971, indica que la división en colos puede ser una cuestión de criterio editorial, pero que tenemos certeza suficiente como para reconocer los esquemas más frecuentes. Hemos heredado de las fuentes antiguas27 una profusión de nombres, que se han incrementado con otros propuestos por la filología contemporánea28. Y se han adoptado muchos de los procedimientos mecánicos de los metricistas. Corremos el peligro de que los nombres nos impidan ver con claridad el juego rítmico que trazó el poeta. Para la métrica-rítmica, «en época arcaica y clásica el colo es una entidad que se percibía claramente y que pertenecía al repertorio de la estructura métricorítmica de la tradición oral» (Gentili-Lomiento 2003, p. 7). Es el protagonista de la «versificazione lirica». Dan nombre a todo segmento, admitiendo todos los procedimientos29 de los metricistas y de los ritmicistas, llegando más allá que los que practican una métrica estructural. No admiten las notaciones maasianas para los dáctilo-epítritos, o las reglas de combinación para dáctilo-epítritos y eolocoriambos en Píndaro (como las que proponen West 1982, pp. 64-68, o Sicking 1993, pp. 160-178). Menos aún los grupos que Dale30 designó d (double short, -vv-) y s (single short, -v-), de los que Sicking 1993 hace un extensísimo uso. Cada segmento tiene necesariamente un nombre propio31 y solo uno, independientemente del contexto en que se encuentre. Es decir que no se busca una coherencia rítmica en los períodos y en las estrofas. Este proceder es, al menos, tan radical, como el empleo de d y s por Sicking, pero las consecuencias son bien diferentes, porque el nombre propio condiciona la naturaleza del colo, mientras que la mera transcripción de la estructura mediante d/s consigue que un segmento sea polivalente, pues no presume nada en cuanto a su adscripción a uno u otro ritmo.
27
Vide infra § VI, «La colometría y las fuentes antiguas». Sirva como ejemplo el dímetro coriámbico o «wilamowitziano», llamado así en honor de su descubridor, tal como el propio Wilamowitz llamó reiziano a la secuencia coriámbica x - v v - x, en honor de su descubridor Reiz. Las designaciones «hagesichorean» (x - v v - v - -) y «penthemimer» (x - v - x) han sido acuñadas por West. La primera está tomada de Hagesícora en el Partenio del Louvre de Alcmán, mientras que la segunda se refiere al pequeño colo que limita la pentemímera en el 3ia. 29 Para una interpretación nueva de la epiploké como principio de composición, véase Cole 1988. 30 Cf. Dale 1948 (1968)2 y 1950-1951. 31 Muy importante es el capítulo «Terminologia metrica, ritmica e segni diacritici» de GentiliLomiento 2003, pp. 27-56. Por su parte, el grupo Damon está recogiendo un Nomenclator metricus. Véase . 28
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ELSA GARCÍA NOVO VI. LA COLOMETRÍA Y LAS FUENTES ANTIGUAS
Una importante línea de investigación en estos años es el estudio riguroso de las fuentes antiguas, así como la recuperación de la colometría de escolios, papiros y manuscritos bizantinos. En lo que concierne a las fuentes antiguas32, se han multiplicado las ediciones, traducciones y comentarios, de tratados, noticias y escolios antiguos33. Se han revisado tanto los textos de los μετρικοί con su riqueza (o exceso) de nomenclatura, y sus procedimientos para derivar de los πρωτότυπα μέτρα todos los demás (véase el comentario de Ophuijsen 1987 a Hefestión), así como las doctrinas de los ῥυθμικοί, quienes, por medio de su principio de derivación, y de su unidad musical, el χρόνος πρῶτος, consiguen explicar todas las secuencias métricas (revisiones en Gentili-Perusino 1995)34. Con referencia a las fuentes antiguas, Gentili 1999, p. 11, se expresaba así: Non resta ormai che l'approdo sicuro di un ritorno alla dottrina greca, alla quale già si rivolsero gli editori del primo 800, A. Boeck e G. Hermann, ma ora con una maggiore consapevolezza storica della sua validità, anche in virtù di tutto il materiale documentario, epigrafico e papiraceo che nel corso degli anni è venuto alla luce. È vero che Boeck e Hermann si fondarono sulla conoscenza della teoria antica, e opportunamente la vagliarono e la discussero, ma spesso la rifiutarono in attemperanza a criteri sorprendentemente soggettivi, quali l' αἴσθησις, cioè il gusto personale, o l' indoles ritmica del carme.
Frente a las opiniones de Wilamowitz 1921 y de Maas 1923, sobre la nula utilidad de la colometría antigua, se están valorando ahora los testimonios de papiros, y de manuscritos bizantinos, sobre un elenco más amplio de datos que han ido apareciendo estos años tanto en papiros como en manuscritos. Quienes la siguen (entre otros, el colectivo Gentili-Perusino eds. 199935, y Concilio et alii 2002) estiman que la colometría bizantina es la correcta, sobre todo si coincide con papiros. Si no coincide, dicen que los bizantinos pueden haber tenido acceso a datos anteriores a los de los papiros que hoy poseemos.
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Véanse Jürgen 1989, y Pretagostini 1993. Para detalles concretos, destacaré Montanari 1996. Hay que señalar aquí el grupo de investigación dirigido por J. Luque Moreno, Studium de antiquis musicis artibus granatense. Los objetivos, con resultados ya muy avanzados, se centran en completar la serie «Scriptores latini de re metrica», redactar una concordancia general de términos latinos de contenido métrico, prosódico y similares, y seguir con la edición, traducción y comentario de los textos latinos antiguos sobre música. Como ejemplo, véase Luque 1994 y 1995. 34 Para Arístides Quintiliano, cf. ahora L. Colomer y B. Gil 1996. 35 Conclusiones del coloquio por Pietro Giannini en Gentili-Perusino (eds.) 1999, pp. 214-218. 33
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Ateniéndose a las evidencias, advierten otros (así Leonhardt 1989, Parker 2001) que la tal colometría comienza en el período helenístico con Aristófanes de Bizancio, y que en papiros del siglo IV a.C. no hay rastro de colometría. Por ello no tendría más validez que la colometría desarrollada en los siglos XIX y XX. VII. A MODO DE EPÍLOGO El hecho más relevante de los estudios en los últimos veinte años es que la métrica se ha enriquecido con innumerables estudios de enfoques contrapuestos, que nos asoman a una intelección más profunda de la poesía griega. La métricarítmica, que parte de la performance, nos recuerda que la música y la danza formaban con el texto métrico un todo indivisible. La métrica estructural, que parte del nivel abstracto del esquema, nos enseña que la clave de la métrica no estriba en la realización, sino en el nivel de langue, al que hemos de llegarnos con proceder de lingüista. Teniendo presente la rítmica —¡quién pudiera conocer las artes del poeta músico!— nos atendremos a la horma rigurosa de la estructura métrica, que gradúa el contenido y le sirve de marco y andamiaje. Solo así apreciaremos la equilibrada belleza de la poesía griega.
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15 LEXICOGRAFÍA JUAN RODRÍGUEZ SOMOLINOS CSIC Para ofrecer un balance de las principales aportaciones a la lexicografía griega que han tenido lugar en los últimos veinte años, tengo la suerte o la desgracia de que en el año 1991 (Rodríguez Somolinos 1991) ya tuve ocasión de escribir un informe de parecidas características, que cubría el período 1983-1991. Mi intención en aquella ocasión era la de continuar el informe de Javier López Facal en las Jornadas celebradas en la Universidad Complutense en 1983. Digo «la suerte» porque, con las oportunas modificaciones, la parte relativa a dicho período ya estaría hecha. Y digo «la desgracia» porque solo para esos ocho años aquel trabajo ya ocupaba treinta y cinco páginas. Por otra parte, la lexicografía, la lexicología y la semántica son disciplinas muy relacionadas y con amplias zonas de contacto. Y estas dos últimas disciplinas, en aquel curso del año 1983, a diferencia de este, fueron objeto de un denso informe independiente a cargo del profesor Marcos Martínez. En este informe me veo obligado, por un lado, a retomar parte de lo dicho en aquella ocasión y, por otro, a reducir drásticamente la materia a tratar. Me centraré en aquello que con mayor propiedad o aplicando un criterio más restrictivo entendemos por «Lexicografía», solo en contadas ocasiones ocupándome de aquello que no está presentado en forma de diccionario alfabético. No hay que dejar de lado tampoco el hecho de que la lexicografía es una de las varias disciplinas de la Filología Griega en las que las nuevas tecnologías están dejando su impronta de modo más visible, es decir, no solo en el proceso de elaboración, sino también como marco para el acceso y la consulta de la información. Este hecho se verifica tanto mediante la conversión a soporte informático de publicaciones ya existentes en papel, con las ventajas añadidas que ello supone, como mediante la utilización de los recursos informáticos como soporte de iniciativas enteramente nuevas y originales. Pero aquí me limitaré a mencionar algunos ejemplos de uno y otro tipo de desarrollos. El plan de la exposición consistirá en tratar por este orden: I. Diccionarios generales. II. Diccionarios de nombres propios. III. Diccionarios etimológicos. IV. Lexicografía especial. Me detendré en cada una de estas secciones en algunas publicaciones y proyectos en curso especialmente significativos. F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 413-443
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I. DICCIONARIOS GENERALES El primer Suplemento al diccionario de Liddell Scott Jones (LSJ), que se publicó en 1968, y del que fue responsable principal E. A. Barber, fue en su momento objeto de críticas bastante duras por parte de diversos especialistas, epigrafistas y estudiosos del Antiguo Testamento, entre otros. Pronto se sintió la necesidad de un nuevo Suplemento, que le fue encomendado en los primeros años ochenta a Peter Glare, autor del Oxford Latin Dictionary, y que se publicó finalmente en 1996 (LSJ Rev.Suppl.). Para sacar adelante en un plazo de quince años este proyecto, Glare ha contado con la ayuda de un reducido grupo de colaboradores, entre los que cabe destacar a Anne Thompson. Como es lógico, incluye el primer Suplemento de 1968, al que dobla en extensión. Las dos razones principales que justifican este nuevo Suplemento son, por un lado, la corrección de errores y omisiones de importancia en LSJ y en el Suplemento de 1968 y, por otro lado, la incorporación de nuevos materiales publicados en los últimos años, procedentes principalmente de inscripciones y papiros, tanto literarios como documentales. A ello hay que sumar la incorporación del griego micénico, excluido del Suplemento anterior, y escrupulosamente recogido en este. También, aunque de modo muy limitado, la reconsideración completa de entradas que en opinión de los editores no estaban bien tratadas en LSJ. Este nuevo Suplemento vino precedido por sendos artículos más o menos programáticos a cargo de Peter Glare y de John Chadwick, que desde el mismo año 1980 formó parte del comité encargado por la British Academy de supervisar el proyecto, y que a todas luces se tomó muy en serio su cometido. En su artículo, publicado en 1987 bajo el título «Liddell-Scott: su pasado y su estado presente», Peter Glare (Glare 1987) hacía una recapitulación de los principales méritos, trabajosamente conseguidos, de este diccionario en sus sucesivas ediciones así como también de sus principales deficiencias, algunas de ellas en buena parte achacables al tiempo transcurrido, otras motivadas, paradójicamente, por la propia dinámica de las revisiones sucesivas a lo largo de un siglo. Allí se nos hablaba, entre otras cosas, de recoger a fondo progresivamente más autores, épocas y géneros más allá de lo que son términos o usos raros o específicos de esos textos, especialmente autores técnicos y tardíos, inscripciones y papiros. También se cuestionaba la decisión de excluir la patrística, que a pesar de todo el diccionario de Lampe solo cubre parcialmente. Glare también repasaba los distintos apartados de que consta un artículo de LSJ e iba desgranando, con multitud de interesantes ejemplos, los errores generales y particulares que pueden esconderse en ellos: en el apartado gramatical y dialectal, en las notas etimológicas (que él preferiría abandonar), en los contextos, en las definiciones, etc.
15. LEXICOGRAFÍA
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Por su parte, John Chadwick, publicó en el año 1994 un artículo con un planteamiento muy similar, titulado «La cuestión de la sustitución de Liddell and Scott» (Chadwick 1994). De nuevo encontramos allí críticas, generales y de detalle, a la novena edición de LSJ, relativas por ejemplo a la presentación formal, a la lematización en casos problemáticos, al tratamiento de los términos dialectales, de los nombres propios, de las glosas de lexicógrafos, críticas a las definiciones, etc. También al mismo planteamiento de la revisión, que se efectuó sobre la octava edición procurando introducir los nuevos materiales con los mínimos cambios en el original. Este modo de proceder a menudo tan solo consiguió introducir confusión en los artículos. También encontramos críticas de todo tipo al Suplemento de 1968. Al igual que Glare, Chadwick también sostenía la opinión de que lo que realmente se necesitaba era una revisión a fondo del propio LSJ, no un suplemento, sin que ello suponga una crítica del mismo. Posteriormente, en otro artículo publicado en 1997, titulado «Liddell-Scott-Jones: Then and Now», P. Glare (Glare 1997) abundaba en los mismos argumentos, pero ya con la perspectiva que daba el volumen recién publicado. Glare se siente en la obligación de justificarse una vez más (al igual que lo hace en el prólogo del Suplemento) por las limitaciones que ha debido autoimponerse para llevar adelante el proyecto en un plazo razonable de tiempo. Por lo que se refiere al material nuevo, Glare lamenta especialmente dos cosas: primera, el haber renunciado a revisar sistemáticamente el Banco de Datos del Thesaurus Linguae Graecae (desde mi propia experiencia diré que solo con eso se ha ahorrado unos cuantos años de trabajo, aunque solo se hubiese ido en busca de rarezas) y segunda, el escaso material patrístico incorporado. Por lo que se refiere a las correcciones, Glare advierte que, en el caso de los artículos de extensión media o grande, solo ha sido posible introducir correcciones menores, esto es, que no afectaran a la organización del artículo. Si Glare lamenta este último hecho, todavía más parece lamentarlo Chadwick, quien (Chadwick 1996) en 1996 publicó, a modo de colofón de su tarea como revisor y autor de propuestas de corrección al LSJ, uno de los libros más sugestivos y originales —en mi opinión— que se han publicado en todos estos años sobre lexicografía griega. En este libro, titulado Lexicographica Graeca, Chadwick ilustra sus puntos de vista sobre lexicografía griega, expuestos en la introducción, mediante el análisis pormenorizado de una serie de artículos de LSJ (más de 80), de desigual extensión. En unos casos se trata de explicar o justificar entradas del nuevo Suplemento. En otros casos encontramos propuestas de corrección que podrían haber sido incluidas. Finalmente, en una serie de entradas se estudian algunos artículos largos de LSJ que merecerían una reconsideración a fondo. El interés principal del libro radica sobre todo, aparte de las discusiones concretas sobre tal o cual palabra griega, en su componente metodológico, explicado en la introducción y ejemplificado una y otra vez a lo largo del libro. Es un libro que se lee como si
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fuera una especie de diccionario anotado y los profanos en la materia tienen ocasión al leerlo de asomarse al trabajo que se esconde bajo los artículos del diccionario, con su obligada concisión. Aparte de otras consideraciones de tipo metodológico, en las que no tenemos tiempo de entrar, Chadwick insiste en la importancia del análisis cuidadoso y sin prejuicios del contexto para la determinación del sentido de las palabras, combinado —eso sí— con consideraciones de tipo etimológico, lingüístico, etc. Para ello, es fundamental además trabajar con definiciones extensas que ayuden a clarificar las traducciones que se proponen. Resulta especialmente gratificante en este libro, en el que no hay notas a pie de página ni referencias bibliográficas, el hecho de que el lector se ve obligado a enfrentarse directamente a los textos y a las interpretaciones de los mismos que van emergiendo del análisis de Chadwick. Este planteamiento, repetidamente ilustrado, de partir del análisis de las citas una por una para que poco a poco los sentidos vayan precisándose, las citas agrupándose, los apartados organizándose, y el artículo —por así decirlo— fabricándose solo, es imprescindible cuando se trata de redactar un artículo nuevo, pero no es menos necesario cuando se trata de introducir correcciones a un artículo ya redactado. Volviendo al Revised Supplement, desde mi condición de usuario asiduo, he de decir que mi juicio sobre él es muy positivo: la información que ofrece es habitualmente de interés. En varias ocasiones he constatado que algunas inconsecuencias e imprecisiones que presenta son todavía atribuibles al Supplement de 1968. Ello me lleva a hacerme eco de la única crítica verdaderamente de peso que he tenido ocasión de leer. Y es que, efectivamente, lo que no se nos dice es si las entradas del Suplemento de 1968, muchas de las cuales han sido claramente corregidas o mejoradas, han sido revisadas sistemáticamente. No creo que sea el caso, y efectivamente habría sido muy necesario hacerlo, al menos por lo que se refiere al material documental, los papiros y sobre todo las inscripciones. Con respecto al LSJ, por muchas críticas que uno pueda leer sobre él, nadie puede discutir su enorme valor, al tratarse del mejor diccionario de griego antiguo completo que existe. No es de extrañar que su digitalización haya sido uno de los objetivos prioritarios del proyecto Perseus desde sus mismos inicios, un objetivo que se hizo realidad ya en 1995, en pleno boom de Internet. Perseus se define como una biblioteca digital o colección heterogénea de materiales electrónicos sobre el mundo griego antiguo. Estos materiales están interconectados entre sí y con otros recursos externos. Las ventajas de la adaptación del formato lineal del diccionario a la estructura hipertextual de su soporte digital se traduce en múltiples ventajas: podemos acceder, mediante un simple «click», a los textos completos de muchas de las citas del diccionario (incluidos los papiros), podemos disponer de análisis morfológicos de las palabras griegas, etc. A partir de los textos podemos acceder a sus traducciones y a otros recursos bibliográficos. También podemos buscar en las definiciones inglesas, hacer búsquedas inversas en los lemas,
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disponer de diversos datos estadísticos, etc. También podemos lógicamente recorrer el camino inverso partiendo de los propios textos, etc. A la versión de Perseus (que no incluye el Suplemento) hay que sumar, desde hace algún tiempo, una versión en CD-ROM desarrollada por Logos Bible Software , una empresa americana especializada en recursos electrónicos pensados para el poderoso mercado americano constituido por los estudiosos (y aficionados) al mundo de la Biblia. Aunque esta versión, que es de pago, carece de las ventajas que ofrece la versión en línea de Perseus (especialmente el acceso directo a los textos desde las citas del diccionario), tiene en cambio otras ventajas. En primer lugar, incorpora en el cuerpo del diccionario el Revised Supplement. En segundo lugar, permite hacer búsquedas en todo el diccionario, no solo en los lemas y las definiciones, como Perseus, lo cual resulta muy útil para buscar en las citas, por ejemplo. Por otra parte, permite hacer búsquedas simultáneas con los demás recursos integrados en la misma plataforma en que se distribuye, eso sí, suponiendo que uno los haya adquirido previo pago. Entre estos, hay algunos de gran interés para el tema que nos ocupa, como por ejemplo la tercera edición del diccionario del Nuevo Testamento de Danker (v. infra) o el siempre estimulante, a pesar de su antigüedad, Vocabulary of the Greek Testament de J. H. Moulton y G. Milligan (Londres 1930). En su contra, hay que decir que se han introducido muchas erratas en el griego (especialmente en los acentos de los lemas) y hay incluso alguna sección relativamente extensa que falta completamente, o al menos a la que no se puede acceder fácilmente al haber sido totalmente trastocado el orden alfabético. Sobre el Diccionario Griego-Español me limitaré a hacer algunas observaciones generales a modo de balance de estos últimos veinte años. En el lapso de tiempo que cubre este trabajo se han publicado cinco volúmenes, el último de los cuales, sexto de la obra, contiene una parte importante de la letra epsilon, lo que supone ya un total de cerca de 1400 páginas de diccionario. Actualmente se encuentra en fase de revisión el volumen VII, que tendrá una extensión algo superior al anterior. Los planteamientos teóricos, tal y como fueron desarrollados en el libro programático Introducción a la lexicografía griega, de 1977, y otras publicaciones de aquella época, son básicamente los mismos. Evidentemente, una obra como esta no puede permitirse el lujo de cambiar su trasfondo teórico cada tantos años. Pienso que la teoría en que se sostiene este diccionario se ha revelado válida y operativa, lo cual no quiere decir que la pongamos en práctica siempre de la mejor manera posible, porque ahí interviene el factor humano. Lo que sí es cierto es que en los últimos volúmenes se advierte una menor indefinición, una mayor coherencia, unos criterios más firmes en la organización de los artículos y en la presentación de las acepciones y las citas. En cambio, otras cuestiones de tipo más bien metodológico y práctico, algunas de ellas que ni siquiera se plantearon en su día (como por ejemplo los bancos de
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datos), otras que se plantearon mal por falta de experiencia (por ejemplo el tratamiento de los papiros), han debido ser perfiladas mejor. Aprovecho la ocasión para decir que la mayor parte de los artículos sobre el diccionario con planteamientos de tipo teórico o metodológico publicados en estos últimos quince o veinte años fueron recogidos en el año 2005 en un volumen colectivo publicado como Anejo VI al DGE (Adrados y Rodríguez Somolinos 2005). Por lo que se refiere a otras facetas del diccionario distintas de la redacción propiamente dicha, yo destacaría una mejora muy sensible en los siguientes puntos: 1. Una mejora en ediciones de referencia. De 1980 para acá hemos conseguido mantener una renovación constante de nuestras listas de ediciones de referencia, en las que —si bien la presencia o ausencia de tal o cual libro puede parecer discutible— están la mayoría de las ediciones que deben estar. Con respecto a los textos documentales, pensamos que hoy por hoy no se nos escapa nada verdaderamente significativo. 2. Con respecto a la documentación de base, creo que la mejora en estos años ha sido espectacular, tanto en cantidad como en calidad, y ello también se nota en el diccionario. Esta mejora procede en buena medida del esfuerzo continuado por estudiar los nuevos textos que se publican año tras año, del aprovechamiento racional del banco de datos del TLG, de la puesta a disposición de los redactores a partir de 1998 del inmenso tesoro que supone el Repertorio Bibliográfico de la Lexicografía griega (Boned y Rodríguez Somolinos 1998). 3. Con respecto a la revisión del diccionario, creo que las mejoras también son notables, sobre todo por lo que se refiere a las revisiones sistemáticas o verticales por categorías de información (especialmente las citas). Lo que en los primeros volúmenes era una revisión básicamente de tipo formal (comprobar que el lema figuraba en el pasaje citado y que la cita no contenía errores en la abreviatura o las numeraciones), ahora es una revisión exhaustiva de cada palabra en su contexto, una revisión que se refiere no solo a las cuestiones formales, sino también al contenido (presentación, sentido, interpretación, ubicación en el artículo, etc.). Para mayores detalles, entre los artículos recogidos en el volumen citado (Adrados y Rodríguez Somolinos 2005), remito especialmente a Rodríguez Somolinos y Berenguer Sánchez 2005, a Adrados y Rodríguez Somolinos 2002, así como al prólogo del volumen VI. 4. En términos generales, yo pondría de relieve una mejora especialmente apreciable a simple vista en el campo de la literatura tardía y sobre todo en el de los textos documentales, inscripciones y papiros. En efecto, los papirólogos (no así los epigrafistas) forman uno de los colectivos que más utilizan, valoran y aprecian el DGE. Pero como no todo van a ser elogios, me atreveré a hacer alguna pequeña autocrítica:
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1. Posiblemente estemos llegando a un punto en que estemos dando demasiada información, especialmente en lemas de extensión media o larga, demasiadas citas, demasiados contextos, demasiadas traducciones de contextos, para decir lo mismo o para introducir matices que no son importantes. Esto a veces puede introducir confusión. 2. Quizá en muchos lemas la organización en apartados con sentidos diferentes es demasiado empírica o intuitiva y requeriría un esfuerzo suplementario por parte de nuestros redactores para que para el lector las interpretaciones no dependan tanto de las simples traducciones, esto es, para que además de la información que proporcionan los contextos y las indicaciones de distribución del tipo que sean, las traducciones (glosas o equivalentes de traducción) vengan acompañadas en mayor medida de explicaciones complementarias que ayuden al definir mejor los sentidos (sin llegar a dar definiciones extensas como las que propugnan, por ejemplo, algunos diccionarios del Nuevo Testamento). Por otra parte, en estos años el DGE ha crecido lo suficiente como para que den fruto algunos trabajos realizados en paralelo al trabajo principal, aunque aquí me limitaré solo a mencionarlos por falta de espacio: el Diccionario Micénico de Francisco Aura Jorro, publicado entre 1985 y 1993 (Aura Jorro 1985-1993), que se ha convertido en obra de referencia básica en la mesa de trabajo de los micenólogos y especialistas en lingüística griega, el citado Repertorio Bibliográfico de la Lexicografía griega, una voluminosa recopilación de estudios de carácter lexicográfico presentada en forma de diccionario (Boned y Rodríguez Somolinos 1998), que ha continuado su camino con un Suplemento en la página web del proyecto (Rodríguez Somolinos y Elías 2003), el Léxico de los poetas lesbios de Helena Rodríguez Somolinos (Rodríguez Somolinos 1998), un estudio lexicológico, lleno de valiosa información para la lexicografía griega, la lingüística griega y la historia de las tradiciones poéticas arcaicas, y por último el Léxico de magia y religión en los papiros mágicos griegos de Luis Muñoz (Muñoz Delgado 2001), discípulo de José Luis Calvo, antiguo colaborador del DGE, libro inspirado en gran medida en los métodos lexicográficos del propio DGE y que cubre una importante laguna que existía en las fuentes de la lexicografía griega especial. En el año 1995 vio la luz el Vocabolario della lingua greca, realizado en el plazo récord de cinco años por una treintena de colaboradores bajo la dirección del profesor F. Montanari. Muy recientemente se ha publicado una segunda edición revisada, que viene acompañada de una versión electrónica en CD-ROM, bastante práctica y eficaz (Montanari 2004). El Vocabolario se define básicamente como un diccionario orientado a la enseñanza media y sobre todo superior, universitaria, y, en este sentido, puede muy honrosamente cumplir la función que durante generaciones han cumplido obras como el Vocabolario Greco-Italiano de Rocchi en Italia y, a
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nivel internacional, el Intermediate Liddell-Scott o el venerable Dictionnaire GrecFrançais de A. Bailly. Es claro que los autores han dedicado lo mejor de su esfuerzo a las palabras más comunes y a los autores del período arcaico y clásico. Todos los reseñantes valoran la presentación, clara y didáctica, las traducciones italianas actualizadas, sus aportaciones de material nuevo, etc. Es claro que como todos los diccionarios de griego antiguo también este se inserta en una tradición y está basado en diccionarios anteriores. Pero si la tarea de partir de un diccionario para revisarlo y ampliarlo es complicada, no lo es menos cuando lo que se pretende es elaborar otro más breve y reducido, sobre todo si no se aplican criterios muy estrictos, y ello tanto por lo que se refiere al material incluido (y excluido) como al modo en que este viene presentado. Buena parte de lo que ofrece este diccionario carece de interés para los estudiantes universitarios (no digamos ya para los alumnos de enseñanza secundaria), mientras que para aquellos que buscan una información más pormenorizada este diccionario a menudo resulta insuficiente. Pienso, en definitiva, que habría sido preferible dar más y mejor información sobre los sentidos y las citas de autores importantes y prescindir de palabras y sentidos que solo se documentan en autores secundarios. Por otra parte, la mayor parte de las citas no han sido revisadas sistemáticamente en los libros, como lo prueba, entre otras cosas, la presencia de numerosas variae lectiones abandonadas hace décadas en las más modernas ediciones críticas y que aquí reaparecen tomadas de Bailly, LSJ u otros diccionarios, así como de interpretaciones desfasadas o erróneas, cuando no de simples errores de traducción del inglés, etc. Esta es una de las razones de que para multitud de autores se citen dos o incluso más ediciones de referencia, un procedimiento no muy científico que solo emplean aquellos diccionarios cuyos autores no pueden hacerse responsables de la fiabilidad de todas las citas que dan. Por no hablar de los numerosos errores de bulto en el reducido material epigráfico y papirológico que —sin una razón clara— se ha optado por mantener, errores que no rara vez perpetúan palabras fantasma hace años identificadas. Por último, a menudo resulta confuso el tratamiento de los verbos, en los que se observa una continua mezcla de los usos transitivos e intransitivos, agravada por la sistemática separación en apartados diferentes de las formas activas, medias y pasivas, separación especialmente arbitraria en el caso de estas últimas, tanto cuando son una mera transformación de un sentido activo, como cuando equivalen a un sentido medio. II. DICCIONARIOS DE NOMBRES PROPIOS Para hablar de los diccionarios de nombres propios, es obligado comenzar por el espléndido Lexicon of Greek Personal Names de P.M. Fraser y E. Matthews, del que han aparecido ya cinco volúmenes (LGPN). Este ambicioso proyecto auspiciado por
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la British Academy, que inició su andadura en el año 1973, aspira a recoger todos los nombres de persona griegos atestiguados históricamente desde la fecha más antigua hasta la época de la conquista árabe, es decir, pretende en el plazo de unos años relegar al olvido al venerable Pape-Benseler y a otros repertorios locales, al menos en lo que se refiere a los nombres de personas históricas. Excluye, por tanto, los nombres geográficos y mitológicos o heroicos, así como los nombres documentados en las tablillas micénicas. La obra está organizada en volúmenes alfabéticos que cubren grandes regiones. El volumen I se refiere a las islas del Egeo, Chipre y Cirenaica, el volumen II al Ática1. El IIIA cubre el Peloponeso, Grecia occidental, Sicilia y Magna Grecia; el IIIB, Grecia central y el IV, Macedonia, Tracia y el norte del mar Negro. Los volúmenes en preparación cubrirán Asia Menor y, por último, las personas de origen desconocido. El último volumen incluirá addenda, índices, índice inverso, bibliografía, etc. En una segunda serie vendrá recogido el interior de Asia Menor, Egipto y el resto de la zona oriental (Comagene, Siria, Palestina, etc.). El léxico está basado en un despojo exhaustivo de los textos griegos (también algunos latinos), los papiros, las monedas y muy especialmente las inscripciones, acudiendo en todos los casos a las mejores ediciones. Todo ello da una idea del alcance de la obra. En ocasiones, se basan en revisiones directas de los originales. Los problemas teóricos y prácticos que han tenido que encarar los autores han sido numerosos y de muy diverso tipo y las soluciones adoptadas parecen ser siempre las adecuadas, quizá con una excepción que conviene poner de relieve. Las formas dialectales vienen separadas de las áticas, lo que sin duda es discutible, sobre todo si tenemos en cuenta que tampoco hay referencias cruzadas de un lema al otro (aunque en el último volumen publicado hasta la fecha, que cubre regiones con gran relevancia dialectal como el beocio y el tesalio se ha subsanado esta deficiencia con referencias cruzadas recíprocas). Otras inconsecuencias menores, especialmente en lo que se refiere a las citas de inscripciones, yo diría desde mi particular experiencia en este terreno que son casi inevitables. La información proporcionada por los artículos, dentro de su obligada concisión, es clara y bien organizada. Es importante señalar, creo, que LGPN es al mismo tiempo un repertorio onomástico y una prosopografía, en la medida en que los distintos portadores de un mismo nombre, con la relevancia que sea, vienen separados y ubicados geográfica y cronológicamente, si bien los autores insisten en que el componente prosopográ-
1 El tomo dedicado al Ática se complementa con dos repertorios paralelos concebidos como suplementos: Osborne, M.J. - Byrne, S.G., The Foreign Residents of Athens. An Annex to the Lexicon of Greek Personal Names: Attica, Studia Hellenistica 33, Lovaina, Peeters, 1996; Byrne, S.G., Roman Citizens of Athens, Studia Hellenistica 40, Lovaina, Peeters, 2003.
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fico es secundario respecto al onomástico. Es por lo tanto un repertorio que interesa desde diversos puntos de vista y a especialistas diversos: historiadores, epigrafistas y filólogos en general, lingüistas, dialectólogos, etc. El proyecto tiene también una página web (). Frente a los impresionantes volúmenes impresos, lo que allí se nos ofrece es más modesto pero de indudable utilidad. Además de información sobre el proyecto, bibliografías, addenda et corrigenda, índices alfabéticos e inversos de los lemas de cada volumen por separado, hay una base de datos en línea que permite hacer búsquedas conjuntas muy sofisticadas en los lemas de los cinco volúmenes publicados. Decía hace un momento que el volumen II del LGPN, publicado en 1994, cubre el Ática. Pues bien, en ese mismo año de 1994 comenzó a publicarse el diccionario Persons of Ancient Athens, obra de J.S. Traill (Traill 1994-2005). Como a veces sucede, dos proyectos en esencia similares, pero con historias muy diferentes, se solapan sin asomo de colaboración entre ellos. Hay mucho trabajo duplicado en dos bases de datos paralelas pero incompatibles. PAA tiene un criterio mucho más amplio, como lo prueba antes de nada el hecho de que en once años se han publicado 14 volúmenes de los 20 previstos: a diferencia de LGPN, incluye los extranjeros: metecos, esclavos, gente de paso, en realidad todas las personas mencionadas en documentos aparecidos en Atenas, incluso aunque nunca pusieran el pie en la ciudad. También se incluyen los nombres fragmentarios. Traill tiene la firme voluntad de hacer accesible este material también en formato electrónico. Por el momento, en la página web del proyecto se puede consultar solo para las letras beta a delta. La mayor sofisticación de su base de datos, con más campos relativos a la persona y a la fuente, probablemente permitirá en el futuro interesantes búsquedas. Otra obra de envergadura en lo que se refiere a los nombres propios es el Diccionario de los filósofos antiguos, del que se han publicado ya cinco gruesos volúmenes (Goulet 1989-2005). Se trata de un diccionario de tipo enciclopédico que recoge exhaustivamente y organiza la información y la bibliografía sobre los filósofos antiguos (censados con un criterio amplio, desde los presocráticos hasta los últimos neoplatónicos de finales del VI d.C.) en todo tipo de fuentes literarias y documentales no solo en lengua griega o latina, sino también en lenguas orientales. R. Goulet dirige a un equipo internacional y multidisciplinar de 80 profesores e investigadores. Buena parte de la obra supone un trabajo de investigación personal sobre las fuentes con resultados y propuestas propias. El libro es un instrumento de trabajo de primera calidad, no solo como prosopografía, sino como introducción a la vida y obras de los filósofos y como bibliografía crítica. Saltando ahora de los antropónimos a los topónimos, hay que mencionar en primer lugar el Lexicon of the Greek and Roman Cities and Place Names in Antiquity. Ca. 1500 B.C. - ca. A.D. 500. Se trata de un léxico de tipo enciclopédico de los topónimos de la antigüedad greco-romana, basado en el orden alfabético estricto de los nom-
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bres antiguos y modernos (con referencias cruzadas de unos a otros). Los artículos son más o menos amplios, pero pueden llegar a ocupar varias páginas con informaciones de tipo geográfico, histórico, arqueológico. Incluyen las referencias a las fuentes antiguas, bibliografía moderna, etc. En trece años han publicado siete fascículos (1119 págs. en total) y todavía no se ha completado la letra A, lo que da idea de la magnitud de la empresa (Zahariade 1992-2005). Otro diccionario de topónimos que ha seguido publicándose a lo largo de estos años, no de carácter general, sino limitado a un ámbito geográfico determinado, es el Dizionario dei nomi geografici e topografici dell'Egitto greco-romano, esto es, tal y como los conocemos a través de las fuentes literarias, epigráficas y muy especialmente papirológicas. Iniciado por el papirólogo italiano A. Calderini en los años treinta, llegó al final del alfabeto en el año 1987 gracias a su discípulo S. Daris (Daris 1983-1987). Un año después el propio Daris ya tenía listo un primer suplemento, y en 1996 y 2003 publicó otros dos suplementos más basados en el nuevo material publicado tras el año 1987 (Daris 1988-2003). Aunque como obra de consulta interesa a un público relativamente reducido, es una obra modélica por el cuidado con que está hecho y la precisión de la información que presenta. En este apartado un libro de gran importancia es también el de L. Zgusta, Kleinasiatische Ortsnamen (Zgusta 1991). Después de sus Kleinasiatische Personennamen de 1964, Zgusta acomete ahora la recogida y análisis de los topónimos minorasiáticos (más de 1500) fundamentalmente según las fuentes griegas, latinas y bizantinas (autores, inscripciones, monedas, fuentes documentales tardías, etc.), sin olvidar la información latente en el testimonio de las epíclesis divinas y los étnicos. El esfuerzo del autor por manejar críticamente fuentes tan diversas y que abarcan un período tan largo de tiempo es verdaderamente monumental, tanto como el afán puesto en la localización de los topónimos, prueba visible de lo cual es la multitud de pequeños mapas que aparecen todo a lo largo del libro. III. DICCIONARIOS ETIMOLÓGICOS En esta sección el primer libro a mencionar es el Diccionario etimológico complementario de la lengua griega de Van Windekens, publicado en 1986 (Van Windekens 1986). Es un diccionario complementario en la medida en que se propone tratar de poner en claro la etimología de un buen número de palabras (cerca del millar) que en los diccionarios etimológicos anteriores, especialmente los de Frisk y Chantraine, quedaron sin explicación o con una explicación dudosa o poco satisfactoria, en opinión del autor. También revisa una serie de etimologías más o menos comúnmente aceptadas. Las reseñas a este libro han sido bastante negativas. El método de Van Windekens consiste en explicar muchas palabras oscuras sin salir del griego, a base de «fenómenos fonéticos accidentales» (como aféresis, asimilaciones y disimilaciones consonánticas o vocálicas, metátesis, haplologías, etc.)
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o bien reconociendo antiguos compuestos no reconocidos previamente como tales. Unas pocas se explican por préstamos, de otras lenguas vecinas y de la lengua indoeuropea prehelénica que suele llamarse pelásgico. Las explicaciones propuestas, en las que lo que más se echa en falta es una base filológica sólida, son a menudo fantasiosas y arbitrarias, generalmente poco convincentes. En segundo lugar, hay que mencionar una nueva edición del Diccionario Etimológico de la lengua Griega (DELG), de P. Chantraine, publicado en su día en cinco fascículos entre los años 1968 y 1980. Esta nueva edición, aparecida en el año 2000, incorpora un Suplemento de 79 páginas realizado bajo la dirección de tres destacados especialistas franceses en lingüística griega, alguno de lo cuales ya cumplió en su momento con la tarea de dar forma a la parte final del diccionario tras la muerte de Chantraine, en 1974. Dicho Suplemento funde las notas aparecidas en las tres primeras entregas de la serie llamada Chronique d'Étymologie Grecque (CEG), publicadas en la Revue de Philologie entre los años 1996 y 1998. Posteriormente, esta serie ha continuado publicándose y cuenta al día de hoy con 10 entregas, que ocupan un número considerable de páginas (Blanc, Lamberterie y Perpillou 1996-2005). En Internet puede encontrarse información sobre este proyecto así como la última entrega de la serie, que habitualmente es retirada de la página web cuando aparece publicada, para ser sustituida por una nueva entrega. Sobre el contenido en sí de las noticias, hay que poner de relieve dos cosas. En primer lugar, el término «etimológico» está usado en un sentido amplio, como también sucedía en el caso del diccionario de Chantraine, que lleva por subtítulo como es sabido «Historia de las palabras». El planteamiento es el de hacerse eco de todo aquello que afecte a la historia de las palabras, incluso si no afecta a la etimología propiamente dicha, por ejemplo nuevos datos procedentes de nuevos hallazgos epigráficos, papirológicos, de estudios sobre dialectos, etc. En segundo lugar, está hecha con un espíritu crítico. Todas las entradas aparecen firmadas, y los editores se hacen responsables de las propuestas y opiniones, propias o ajenas, que defienden o reproducen, siempre después de valorar su interés real. Es decir, esta crónica es mucho más que una mera recopilación de reseñas o un repertorio bibliográfico exhaustivo. En este sentido, se distingue radicalmente de un pequeño volumen publicado en 1994 por un joven lingüista griego, G.C. Papanastassiou, que conviene también mencionar. El libro se llama Compléments au Dictionnaire Étymologique du Grec Ancien de Pierre Chantraine. Papanastassiou se tomó el trabajo de recoger, explicar y colocar en orden alfabético todas las observaciones hechas al diccionario de Chantraine por sus reseñantes para las palabras comprendidas entre la lambda y la omega. En el año 1977, G. Jucquois y B. Devlamminck habían publicado un pequeño volumen con un planteamiento similar, si bien más crítico y con unas miras más amplias, referido a la parte del alfabeto comprendida entre las letras alfa y kappa.
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En esta sección hay que mencionar, por último, un importante proyecto que lleva a cabo Robert Beekes, conocido indoeuropeísta, en el departamento de Lingüística indoeuropea de la Universidad de Leiden. Es el llamado Greek Etymological Dictionary (GED) y se presenta en forma de base de datos de acceso libre a través de Internet en permanente actualización . Esta base de datos es a su vez parte de un proyecto más amplio, llamado Indo-European Etymological Dictionary (IED-Project), cuyo objetivo final es nada menos que la preparación de un nuevo diccionario etimológico del indoeuropeo que sustituya al venerable Indogermanisches Etymologisches Wörterbuch de J. Pokorny. Antes de acometer esta hercúlea tarea, el proyecto contempla dos fases previas, que ya están dando sus frutos. La primera consiste en preparar diversas bases de datos etimológicas de varias ramas y lenguas del indoeuropeo. La segunda fase contempla la creación, a partir de ellas, de una base de datos etimológica del indoeuropeo. Por lo que se refiere al griego antiguo el IED incluye, por un lado, una versión en línea del diccionario etimológico del griego de H. Frisk (1960-1972), adaptado al formato de base de datos, y el citado GED de Beekes, cuyo objetivo principal es precisamente el de reemplazar al diccionario de Frisk, y que al día de hoy cuenta con más de 2300 entradas. El GED tiene un planteamiento estrictamente etimológico, incorpora los importantes avances en lingüística indoeuropea que han tenido lugar en las últimas décadas, señaladamente la teoría laringal, tiene en cuenta hasta donde es posible la aportación del micénico y trata asimismo de poner un poco de orden en el vidrioso tema del substrato pre-griego. Por lo que se refiere a la base de datos en sí, su manejo es algo complicado, pero con un poco de práctica, acaba uno por dominarla. Conviene poner de relieve que este proyecto (dentro del tema que estamos tratando) es uno de los pocos que plantea desde sus inicios la publicación sin restricciones de acceso de contenidos totalmente originales. IV. LEXICOGRAFÍA ESPECIAL 4.1. Por períodos cronológicos Empezaremos por mencionar dos importantes diccionarios que cubren sendos períodos cronológicos del griego antiguo. El primero es el Diccionario Micénico (DMic.) de F. Aura Jorro (Aura Jorro 1985-93), que se ha convertido ya en un instrumento de trabajo indispensable para los micenólogos y lingüistas griegos. Este diccionario es un Anejo al DGE, con el que está conectado mediante un sistema de referencias. Sustituye al Mycenaeae Graecitatis Lexicon de A. Morpurgo (Roma 1963), aprovechando la publicación de nuevas ediciones de las tablillas micénicas, muy superiores en cantidad y calidad a las anteriores, así como la aparición de numerosos estudios de todo tipo sobre la lengua y el mundo micénico en general. Hay que
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decir que ha tenido una muy buena acogida entre los especialistas, si bien una queja bastante generalizada es la ausencia de un Index Graecitatis, que al parecer el autor prevé publicar próximamente en Internet. A ello seguirá una segunda edición, actualmente en preparación, basada en una puesta al día de la bibliografía crítica y en la consideración de las nuevas ediciones y los nuevos textos aparecidos en los últimos años2. En segundo lugar, debemos mencionar el Lexikon zur Byzantinischen Gräzität (LBG), obra que lleva a cabo un grupo de investigadores austríacos y alemanes bajo la dirección de E. Trapp. En mi trabajo de 1991 mencionaba como inminente la publicación del primer fascículo de la obra, que comentaba basándome en diversos anticipos y presentaciones a lo largo de los años ochenta. Dicho fascículo, el primero de los ocho previstos, apareció en 1994. Desde entonces se ha superado la mitad de la obra, con la publicación de cinco de los ocho fascículos previstos, y sus autores pueden aspirar a verla concluida en el plazo de unos pocos años. El plan original de la obra contemplaba como campo de acción principal los textos literarios (especialmente teológicos) de los siglos centrales del período bizantino, estableciendo un puente entre el final del período cubierto por los diccionarios de griego antiguo (LSJ) y de patrística (Lampe) y por el otro lado, el diccionario de griego medieval de Kriarás (XII-XVII). Sin embargo, a partir del segundo fascículo buena parte de su material procede de una revisión cuidadosa del banco de datos del TLG, cada vez más importante para este proyecto a medida que la presencia de textos bizantinos ha ido incrementándose en su versión en línea. Esto además ha traído como consecuencia que los responsables del LBG se hayan visto obligados cada vez más a ampliar por arriba y por abajo el período cubierto y los textos estudiados al localizar en el TLG multitud de palabras ausentes de unos y otros diccionarios. Tan solo vamos a insistir en que LBG es un diccionario basado fundamentalmente en la recogida de vocabulario nuevo o escasamente documentado. En este sentido, la contribución principal de este valiosísimo diccionario hay que buscarla más en la aportación masiva de nuevos materiales para lemas de baja frecuencia que en su descripción pormenorizada. Sucesivos balances provisionales sobre LBG pueden verse en Trapp 1997, 2001, 2003.
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V. Adrados 1995, una interesante valoración del DMic. dentro de la historia de los estudios micénicos a cargo de F. R. Adrados, director de la tesis en que está basado el diccionario y testigo de esta historia desde sus inicios.
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4.2. Por regiones y tipos de fuentes Durante el período que cubre este informe han aparecido los Suplementos 2 y 3 al venerable Wörterbuch der griechischen Papyrusurkunden (Rupprecht y Jördens 19912000), que recogen el léxico de los papiros publicados entre los años 1967 y 1976. Lo que tenemos aquí son meros índices, eso sí, hechos con todo rigor. Es muy de agradecer, en particular, que los autores hayan mantenido, incluso ampliado, la sección de «Besondere Wörterliste» con sus «Abschnitte» o índices temáticos, que resultan de gran utilidad. En un breve prefacio al Suplemento 3, Rupprecht anuncia que debido a las facilidades existentes hoy en día para hacer búsquedas de palabras en el Duke Data Bank of Documentary Papyri (DDBDP) renuncian a seguir publicando suplementos. No por casualidad al año siguiente empezaron a publicarse en la página web del Instituto de Papirología de la Universidad de Heidelberg las llamadas Wörterlisten aus den Registern von Publikationen griechischer und lateinischer dokumentarischer Papyri und Ostraka (Hagedorn 2001-), una continuación de los suplementos al Wörterbuch, si bien más modesta en sus planteamientos. En efecto, los «Abschnitte» han quedado reducidos de veintitrés a cuatro (aparte de la «Allgemeine Wörterliste») y las referencias mencionan únicamente el volumen donde figura la palabra, no el pasaje preciso ni la fecha. A cambio de ello se nos ofrece un inapreciable índice inverso de las palabras (también de los nombres propios y geográficos) y podemos disponer de versiones actualizadas a razón de una o dos por año. Es claro que hoy en día ningún papirólogo o equipo de papirólogos siente la necesidad de invertir tiempo y esfuerzo en retomar la antorcha de Preisigke y Kiessling. La papirología, que es una disciplina de la Filología Griega relativamente reciente, tuvo la oportunidad, como tiempo después la micenología, de organizarse relativamente bien. Todas las ediciones que se publican vienen acompañadas de comentario, traducción y unos índices muy bien hechos, organizados generalmente con arreglo al mismo esquema. Los textos que aparecen en publicaciones aisladas son regularmente recogidos en Sammelbuch y dotados del mismo tipo de índice. Todas las correcciones a papiros ya editados vienen igualmente recogidas en las Berichtigungsliste (BL), con el mismo tipo de índices. Si a todo esto sumamos la existencia del DDBDP es posible que un léxico global de los papiros no sea una necesidad apremiante. En cambio, sí hay en mi opinión un amplio campo para estudios lexicológicos variados, así como para léxicos especiales. De los primeros se han publicado en estos años una serie de ellos de gran valor. Además de los que reseñaba en mi informe de 1991 sobre el vocabulario de la casa privada (Husson 1983) y de la panificación en los papiros griegos (Battaglia 1989), querría destacar ahora, entre multitud de estudios particulares, dos notables estudios de realia de S. Russo sobre las joyas y sobre el calzado en los papiros griegos (Russo 1999 y 2004). La combinación en ambos del análisis léxico y filológico con el arqueológico resulta ejemplar.
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Con respecto a los segundos, en estos años empezó a publicarse uno de gran interés. Se trata del Lexikon der lateinischen Lehnwörter in den griechischsprachigen dokumentarischen Texten Ägyptens (Lex.Lat.Lehn.), a cargo de I. Cervenka-Ehrenstrasser y con la colaboración de J. Diethart. Este diccionario aparece pocos años después de la segunda edición del libro clásico de S. Daris, Il lessico latino nel greco d'Egitto, que en realidad ofrece poco más que una relación ordenada de citas (Daris 1991). Partiendo inicialmente de las referencias recogidas en Daris, Lex.Lat.Lehn. ofrece mucho más de lo que su título deja suponer. Bajo cada lema se recogen ordenadamente no sólo el equivalente latino, la traducción y las referencias acompañadas de sus contextos, sino también variantes gráficas, abreviaturas, etimología, los sinónimos en griego, palabras conocidas de la misma familia, bibliografía y, finalmente, un comentario más o menos desarrollado de las diversas cuestiones problemáticas o de interés. Hasta la fecha se han publicado los dos primeros fascículos, que cubren hasta la letra delta. Sin embargo, al parecer el trabajo se ha detenido al haber renunciado Cervenka-Ehrenstrasser, si bien parece que el tercer fascículo estaba muy avanzado y es de esperar que antes o después alguien lo retome. Sin duda, en el campo de los papiros hay diversas parcelas del vocabulario que sería muy útil ver recogidas y estudiadas en forma de diccionario alfabético, acompañado eventualmente de secciones no alfabéticas. Estoy pensando, por ejemplo, en toda la compleja terminología de la administración y las instituciones políticas, donde los clásicos libros de N. Hohlwein (Hohlwein 1912) y F. Preisigke (Preisigke 1915) requerirían a estas alturas una puesta al día. 4.3. Léxicos técnicos El primer léxico técnico que conviene mencionar es el Diccionario de terminología gramatical griega de V. Bécares (Bécares 1985). No han sido pocas las dificultades que tuvo que encarar el autor, consciente de que, como en otros vocabularios de los llamados técnicos, también el de la gramática se fue creando en Grecia a medida que la ciencia gramatical progresaba, en buena parte a partir de vocablos existentes en la lengua común, no pocas veces también a partir de otras disciplinas científicas que se desarrollaban en paralelo. Ello hace que a menudo no sea fácil detectar el grado de tecnicismo de una palabra. Con todo, este diccionario ha arrojado abundante luz sobre un área del vocabulario particularmente difícil para los profanos. El libro se cierra con sendos índices inversos latín-griego y españolgriego de las traducciones. Dentro del campo de la arquitectura, un hito importante lo constituyó la publicación en 1986 del Léxico de términos arquitectónicos griegos de A.K. Orlandos e I.N. Travlos, dos reputados arqueólogos griegos. Fruto de largos años de trabajo en equipo, este libro vino a colmar una laguna importante. Se recogen aquí mas de
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cuatro mil setecientos términos arquitectónicos lato sensu, con sus definiciones en griego moderno y un número muy elevado de citas procedentes de todo tipo de fuentes, acompañadas frecuentemente de sus contextos. La amplitud del despojo y realizado es enorme, pero lógicamente hay lagunas, especialmente en el campo de la epigrafía. La bibliografía tenida en cuenta acaba aproximadamente en el año 1975 y diversos estudios y ediciones anteriores o posteriores a esta fecha, así como algunas monografías importantes, no han sido utilizados. Tampoco lo ha sido, lo cual resulta mas sorprendente, el propio LSJ y el Supplement de 1968, ni tampoco el Bulletin Épigraphique de la Revue des Études Grecques. Una llamada de atención sobre estas lagunas puede verse en Hellmann 1988, donde se recogen un número muy significativo de addenda et corrigenda. M.-Chr. Hellmann, por cierto, es también autora de una magnífica monografía, organizada alfabéticamente, sobre el vocabulario arquitectónico en las inscripciones de Delos, que no puedo dejar de mencionar (Hellmann 1992). También muy relacionado con la arqueología se encuentra el Lexicon Vasorum Graecorum, del que en estos años se han publicado cinco volúmenes, alcanzando el final de la letra épsilon. El planteamiento de esta obra, en la que se dan la mano la filología y la lingüística, por un lado, y la arqueología, por otro, es ciertamente ambicioso. Abarca todos los términos griegos (aproximadamente mil trescientos) de los vasos antiguos y en general todos aquellos que designan, según la explicación de los autores, un «contenitore», de cualquier forma, capacidad o material, destinado a contener líquidos o áridos. Para ello acuden a todo tipo de fuentes antiguas y a abundante bibliografía moderna de todo tipo. Ofrece una gran riqueza de información en una larga serie de secciones agrupadas en torno a cinco apartados básicos: A. Datos lingüístico-arqueológicos relativos a su descripción y caracterización en las fuentes antiguas, su función, su material, etc. B. Testimonios. B1. Tratamiento del término en lexicógrafos antiguos y diccionarios modernos. C. Etimología y análisis global del significado. D. Bibliografía moderna. Prácticamente no se le pueden poner objeciones de importancia a este diccionario, modélico por su rigor en el análisis de las fuentes y la bibliografía. Tan solo hay que decir que el título puede resultar un tanto engañoso, pues se recogen no pocos términos que no son vasos para líquidos ni contenedores para áridos, ni tampoco designan medidas. Así por ejemplo, términos como δίκτυον, que en ninguno de sus múltiples usos parece designar un contenedor para áridos o líquidos, ni siquiera en los más básicos, como red de caza o de pesca, o algún término más raro como es διαφυή. Menos comprensible si cabe es la presencia de términos estrictamente filosóficos como δεχάς o δοχεύς. Aquí vemos que una política omnicomprensiva puede llevar a que se pierda de vista o se desvirtúe parcialmente el carácter técnico del léxico.
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Dentro del campo de la medicina conviene mencionar especialmente el volumen de R.J. Durling, A dictionary of medical terms in Galen (Durling 1993). El proyecto inicial de Durling consistía en un Dictionary of Ancient Medical Greek, que debió reconsiderar no solo ante la magnitud y complejidad de la empresa, sino probablemente también a raíz de la publicación casi simultánea del Index Hippocraticus y de la Concordantia in Corpus Hippocraticum. Recoge unos tres mil términos pertenecientes a los campos de la anatomía, fisiología, patología, farmacia y cirujía, documentándolos con cerca de ciento veinte mil citas de Galeno o de autores anteriores citados por él. Es un libro útil, pero bastante irregular. Son especialmente útiles aquellos artículos en los que Durling se ha tomado la molestia de reproducir un número significativo de contextos, que ayudan a ordenar las citas y a precisar o ilustrar las traducciones (que por lo demás suelen estar tomadas literalmente de LSJ). Aparte de esto, otra aportación importante radica en la identificación de las plantas medicinales citadas por Galeno, para lo cual el autor se ha servido de bibliografía moderna selecta. También a medio camino entre los léxicos «de autor» y los léxicos especiales de tipo técnico se encuentran los dos libros con los que cierro esta sección. El primero lleva por título Léxico de magia y religión en los papiros mágicos griegos de L. Muñoz Delgado, publicado como Anejo al DGE (Muñoz Delgado 2001). Recoge y estudia los términos de contenido mágico y religioso presentes en el corpus de papiros mágicos conocidos. Para ello el autor ha adoptado unos criterios, quizá excesivamente estrictos, que aparecen claramente enunciados en la introducción: acciones rituales, procedimientos técnicos, materiales empleados, lugares y momentos en que se efectúa la operación mágica, etc. Desde mi punto de vista, resulta digno de mención en este léxico el esfuerzo de organización interna de los artículos, en la que se sigue un método inspirado en el DGE. Lo interesante es que al trasladar el método de un diccionario general a una parcela léxica más reducida y homogénea, ello permite una mayor precisión en la clasificación de los sentidos y de los usos contextuales. También resultan muy útiles los apéndices finales, que incluyen un índice de las traducciones españolas, un índice inverso de los lemas y varios índices complementarios (hapax legomena, etc.). El segundo es el Lessico agonistico di Aristofane (Campagner 2001), obra que forma parte de un proyecto más amplio, ciertamente ambicioso, que contempla la elaboración de un léxico general de la agonística en el mundo griego antiguo. Aquí el autor recoge y analiza en las comedias y fragmentos de Aristófanes 380 vocablos relacionados con el mundo del deporte: acontecimientos deportivos, equipamiento, instalaciones, entrenamiento, distintas personas implicadas, etc. El criterio de recogida es amplio, si bien el autor se ha esforzado por caracterizar el mayor o menor grado de «tecnicismo» de cada palabra, y es consciente de que en su selección y análisis hay un cierto margen de subjetividad, especialmente por lo que se refiere a los aspectos más «sociológicos», por ejemplo el papel del público, sus re-
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acciones, etc. Cada artículo incluye, aparte del lema, la traducción y los pasajes con sus contextos, otra documentación de apoyo (escoliastas, lexicógrafos y autores). A ello sigue un comentario del autor dividido en dos partes: en primer lugar una interpretación general del lema en las fuentes antiguas y la bibliografía moderna y finalmente un comentario sobre el lema en el contexto de los pasajes de Aristófanes analizados. Hay que decir que se trata de un libro que no solo tiene valor per se, sino que ayuda a la interpretación del texto de Aristófanes en no pocos pasajes. Es un trabajo muy serio que, en mi opinión, aunque se inscribe en una línea de léxicos técnicos parciales con cierta tradición, supone un avance y debería marcar la pauta para otros trabajos posteriores. 4.4. Diccionarios de autor: índices, léxicos y concordancias El número de diccionarios de autor, léxicos, índices, concordancias y obras más o menos mixtas, publicados en estos años es muy alto. En contra de lo que pudiera pensarse cuando empezaron a generalizarse los bancos de datos de griego antiguo y a sofisticarse el software para su consulta, este tipo de libros (hablo especialmente de los índices y las concordancias) en modo alguno registran una tendencia a la baja, sino más bien todo lo contrario. Además, cada vez son más completos y están hechos con mayor cuidado. La informática lo que ha hecho ha sido precisamente favorecer su proliferación, permitiendo que el trabajo duro del lexicógrafo se concentre en su parte menos tediosa. Ahora bien, resulta lamentable la resistencia de las casas editoriales (en parte achacable a razones económicas) a ir más allá del formato impreso (por no hablar de las molestas microfichas) y distribuir este tipo de libros en soporte informático, acompañándolos de programas que permitan hacer búsquedas más sofisticadas, reordenar los resultados, etc. La mayoría de los que han aparecido estos años vienen a cubrir lagunas existentes y a completar áreas de la literatura griega más o menos desatendidas. Una relación bastante completa puede encontrarse ahora en la sección inicial del Repertorio bibliográfico de la lexicografía griega (Boned y Rodríguez Somolinos 1998) y en su Suplemento en Internet (Rodríguez Somolinos y Elías 2000 ss.). Aquí daré una relación mínimamente explicativa de las publicaciones más importantes, prescindiendo en particular de los índices que acompañan a las ediciones. Para ello adoptaré la siguiente clasificación convencional: poesía, prosa clásica, prosa helenística e imperial, literatura cristiana y judía. 4.4.1. Poesía Siguiendo un orden más o menos cronológico, digamos que en 2004 vio la luz el fascículo 20 del Lexikon des Frühgriechischen Epos, que llega ya al final de la letra pi. La conclusión de esta obra monumental está prevista en el año 2010, con la publicación
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del fascículo 23. A esto hay que sumar sendas concordancias de la Ilíada (Tebben 1998) y la Odisea (Tebben 1994), que vienen a sustituir a las clásicas de G.L. Prendergast y H. Dunbar. Digamos que para un autor de la importancia de Homero, este tipo de instrumento en formato impreso, siempre útil, produce quizá más que en otros casos la sensación de ser algo del pasado, aunque sea de un pasado relativamente reciente. No por casualidad Homero es uno de los primeros autores clásicos que ha dado pie a un recurso informático en Internet relativamente sofisticado. Me refiero a The Chicago Homer (), una base de datos que permite consultar el texto de Homero y la restante épica arcaica en forma lineal o de concordancia, acompañada de traducción y conectada a Perseus y su versión en línea del LSJ. Para los líricos, tenemos tan solo el primer léxico de Baquílides, de Gerber, excelente por su abundancia de indicaciones críticas (Gerber 1984) y una concordancia de Teognis (Schrader 2002). Para los tres grandes trágicos, G. Rigo ha renovado completamente el panorama de los índices existentes con ayuda de los recursos del LASLA, Laboratorio de Análisis Estadístico de las Lenguas Antiguas de la Universidad de Lieja (Rigo 1996, 1999, 2005). Con respecto a la comedia, tan solo reseñamos un léxico (Pompella 1996) y una concordancia de Menandro (Katsouris 2004). Para el resto de la poesía de época helenística e imperial se multiplican las novedades. Tenemos, en primer lugar, un nuevo índice de Apolonio de Rodas (Campbell 1983), basado en la edición de Vian, al que han seguido no uno sino dos léxicos. El primero de ellos (Reich y Maehler 1991-97) aparentemente ha quedado interrumpido con la publicación de su tercer fascículo en el lema βουλυτός, probablemente debido a la aparición del segundo (Pompella 2001), completo y sensiblemente mejor. Tenemos también un léxico parcial de los Aitia de Calímaco (Tapia Zúñiga 1986) y sendos léxicos de Trifiodoro (Campbell 1985) y de Dioscoro de Afrodito (Saija 1995). Este último está basado en la edición de E. Heitsch, por lo que ya no podemos considerarlo completo al no contener los poemas inéditos incluidos en la nueva edición de J.-L. Fournet. También tenemos índices de Arato (Campbell 1988) y de Mosco y Bión (Campbell 1987) y una larga serie de concordancias, lematizadas o sin lematizar, según el caso: Apolonio de Rodas (Papathomopoulos 1996a), Arato (Ikonomakos 1997), Nicandro (Papathomopoulos 1996b), Himnos Orficos (Bernabé 1988), Cynegetica de Opiano de Apamea (Papathomopoulos 1997), Halieutica de Opiano de Cilicia (Martín García y Ruiz Pérez 1999, seguida de Fajen y Wacht 2002), Coluto (Fajen y Wacht 2003a), Trifiodoro (Fajen y Wacht 2003b), Quinto de Esmirna (Papathomopoulos 2002), las Argonáuticas órficas (Fajen y Wacht 2004). Mención aparte merecen el léxico de Quinto de Esmirna (Vian y Battegay 1984), el léxico de los poetas bucólicos menores (Pérez López 1994) y el índice de la Antología Palatina (Citti, Degani, Giangrande y Scarpa 1985-90). El primero de ellos es
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uno de los mejores léxicos que he tenido ocasión de ver, por la abundancia y precisión de su información sobre los sentidos y usos de las palabras, la métrica, la morfología, etc. El segundo también está en la mejor tradición de los léxicos de poesía que aportan información exhaustiva sobre paralelos anteriores y posteriores, métrica, prosodia, formación, crítica textual, escolios, bibliografía, etc. Con respecto al índice de la Antología Palatina, que está basado en la edición de Beckby, es un índice clásico, con la información indispensable para localizar las palabras, en sus distintas formas. Pienso que los editores, sin modificar el esquema de su obra, podrían haber hecho un esfuerzo por dar mayor información, en particular sobre la autoría de los epigramas. Pero también hay que tener en cuenta que sin esa información ocupa ya 900 páginas. Hablando de poesía epigramática conviene citar también un índice de los Griechische Vers-Inschriften de W. Peek a cargo de los mismos autores (Citti, Degani, Giangrande y Scarpa 1995-2002). Aunque no carece de utilidad, resulta decepcionante por varias razones, pero sobre todo por la larga serie de arbitrariedades y errores de bulto que acumula (véase mi reseña en Emerita 71, 2003, 349 ss.). 4.4.2. Prosa clásica Con respecto a la prosa de los siglos V y IV a.C., el panorama se ha renovado muy notablemente. En primer lugar, disponemos ya de concordancias completas de los tres grandes historiadores, todas ellas a cargo de investigadores españoles: Heródoto (Schrader 1996), Tucídides (Schrader 1998) y Jenofonte (Róspide López y Martín García 1994 y 1995; Schrader, Vela y Ramón 2002a, 2002b, 2003). Para el Corpus Hippocraticum en su conjunto contamos ya, no con uno, sino con dos instrumentos de trabajo, ambos excelentes en su estilo. El primero es una concordancia lematizada, realizada en el Laboratorio de Investigaciones Hipocráticas de Canadá. Viene presentada mediante el sistema KWIC («Key-word in context») y con indicación del número de apariciones de cada lema (Maloney, Frohn y Potter 1986). A las cerca de 5000 páginas de concordancia, hay que sumar otras quinientas con sendos índices inversos de lemas y formas (Maloney 1989). El segundo es el largo tiempo esperado Index Hippocraticus (Kühn y Fleischer 1989). Sus ventajas principales con respecto a la concordancia son la agrupación de las citas por el sentido, la información, no sistemática, sobre el mismo y la abundancia de datos sobre variantes y conjeturas. Uno y otro trabajo en cierto modo se complementan, aparte de que el grueso de la información puede encontrarse simultáneamente en ambas. Diez años después de su publicación, el Index todavía fue objeto de un Supplement (Anastassiou e Irmer 1999), basado en nuevo material recogido en este período procedente tanto de las nuevas ediciones aparecidas de las obras del Corpus y de nuevos estudios críticos, como del estudio de manuscritos. Hay que decir que el
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Index Hippocraticus es un índice muy especial dentro del panorama de la lexicografía de autor del griego antiguo, habida cuenta de que es prácticamente el único que recoge de modo sistemático las principales variantes de los manuscritos y las principales correcciones o conjeturas de los editores. Hasta el punto de que incluso incorpora no pocas conjeturas propias de los autores. Con respecto a Aristóteles, tenemos por un lado un léxico de la Poética, hecho al modo tradicional y acompañado de información complementaria sobre pasajes citados o aludidos (Wartelle 1985), y varios índices, hechos con ordenador, en el LASLA, Laboratorio de Análisis Estadístico de las Lenguas Antiguas - CIPL (Centro Informático de la Facultad de Filosofía y Letras), en Lieja. Las obras tratadas son la Metafísica (Delatte, Rutten, Govaerts y Denooz 1984), la Poética (Denooz 1988), el De anima (Purnelle 1988), el de partibus animalium (Bodson 1990), las Categorías (Colin 1993a), la Física (Colin 1993b) y la Historia animalium (Bodson 2004). El LASLA sigue sacando partido de su elaborado programa de análisis morfológico automático del griego antiguo, cada vez más perfecto conforme la masa de materiales a su disposición es mayor. En él se basa la lematización y análisis semiautomáticos de las formas. La introducción al último volumen citado permite apreciar la seriedad con que está realizado este proceso en todos los casos problemáticos. A los índices acompañan listas de frecuencia y diversa información estadística. El propósito del LASLA es el de continuar, lenta pero metódicamente, tratando toda la obra de Aristóteles. En cambio, por lo que se refiere a Platón, las Concordantiae in Platonis opera omnia han quedado reducidas por el momento al Eutifrón (Siviero 1994) y la Apología (Siviero 1996). 4.4.3. Prosa helenística e imperial Bajando a la prosa helenística e imperial, mencionaré primero varios importantes léxicos, el del De sublimitate de Longino (Neuberger-Donath 1987), el de la novela griega (Conca, De Carli y Zanetto 1983-97), el de Diodoro Sículo (McDougall 1983) y el de Polibio, que quedó detenido en la letra ómicron en 1975 y ahora podemos ver concluido. Todos ellos vienen a completar lagunas importantes. El de McDougall abunda en útiles informaciones sobre la distribución semántica de las palabras. El de la novela griega debe ser utilizado con cierta precaución, especialmente por lo que se refiere a la interpretación, clasificación y traducción de las palabras, donde se registran numerosos puntos discutibles y no pocos errores. Con respecto al Polybios-Lexicon, lo que ha visto la luz en estos años son, por un lado, los tomos II y III, con las letras pi a omega (Glockmann y Helms 1998-2005, Collatz, Gützlaf y Helms 2002-2004). Por otro lado, se está publicando una segunda edición mejorada del tomo I de A. Mauersberger a cargo de varios miembros del mismo equipo (Mauersberger 2000-2004). Este léxico resulta resulta especialmente destacable por su calidad por lo que se refiere al cuidado puesto en la organización in-
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terna de los artículos y su metodología lexicográfica (véase mi reseña del primer fascículo en Emerita 68, 2000, 358 ss.). El elenco de índices importantes publicados en estos años también resulta muy notable. Especialmente destacables son los de Pausanias, realizado en el citado CIPL de Lieja (Pirenne, Delforge y Purnell 1997), los de Diógenes Larcio y Sexto Empírico, de similar factura (Janácek 1992 y 2000) y el de Temistio, que finalmente vio la luz en un único volumen después de haberse venido publicando en fascículos desde 1983 (Garzya 1989). A pesar de sus limitaciones, resulta también impresionante el Index Galenicus (Gippert 1997), realizado por el autor con un programa comercial para MSDOS en su ordenador personal. Eso sí, aquí no hay ningún intento de lematización ni afán de exhaustividad. Lo que aquí se nos ofrece es una selección de citas con arreglo a determinados criterios que, frente a una masa tan brutal de materiales, pueden resultar a menudo subjetivos e incluso arbitrarios. Por cierto que este es, si no me equivoco, el único índice basado en el TLG en el que en la introducción se puede leer una frase de agradecimiento hacia este proyecto y uno de los pocos en que se reconoce expresamente la deuda contraída. Para terminar, mencionemos también algunos índices menores: las Vidas de los Sofistas de Eunapio (Avotins 1983), Polieno (Martín García y Róspide López 1992), Babrio y las fábulas de Esopo (Martín García y Róspide López 1990 y 1991). En el capítulo de las concordancias, hemos visto en estos años completarse una monumental concordancia de Libanio con más de ocho mil páginas (Fatouros, Krischer y Najock 1987, 1989, 2000), similar en su factura a la Concordancia de Hipócrates, a la que han seguido varios volúmenes más con todo tipo de tablas diseñadas para el análisis de la lengua y el estilo de Libanio y sus fluctuaciones dependiendo de la fecha, género, etc. (Najock 1996-2003). En segundo lugar tenemos una concordancia de Apiano (Famerie 1993), preparada en este caso con la ayuda del CETEDOC (Centro de Tratamiento Electrónico de Documentos) de la Universidad Católica de Lovaina, que resulta verdaderamente modélica dentro de este género por el cuidado y el rigor filológico con que ha sido realizada. Antes de pasar a la literatura cristiana, conviene detenerse brevemente en otra interesante concordancia, la de las Novellae de Justiniano (Bartoletti Colombo 198689). Al margen del esfuerzo interpretativo que conlleva toda concordancia en la lematización (cuando la incluye), en este caso la autora ha llevado el esfuerzo de interpretación de las formas mucho más allá de la lematización y en este sentido es un producto un tanto híbrido. Dentro de cada lema prevé cinco niveles de subdivisión de las formas, según la categoría gramatical, la acepción, la construcción, la morfología y la locución o fraseología. Incluye, lo que me parece discutible, las palabras latinas transliteradas lisa y llanamente al griego.
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4.4.4. Literatura cristiana y judía En el campo de la literatura judeo-cristiana hay muchas novedades de importancia. Me detendré solamente en las que me han parecido mas importantes. En primer lugar, en estos años han visto la luz no uno sino dos léxicos de la Septuaginta, de características bastante diferentes. En el primero de ellos (Lust, Eynikel y Hauspie 1992-96) ha primado claramente la voluntad de disponer en un plazo de tiempo razonable de un libro que abarque toda la Biblia, dando la información más básica sobre su vocabulario. Abarca todo el léxico en la edición de A. Rahlfs. Incluye traducciones escuetas, una detrás de otra, sin apenas contextos, acompañadas generalmente de una referencia para cada acepción diferente. Proporciona datos estadísticos sobre el número de citas en los diversos grupos de libros de la Biblia, así como bibliografía sobre estudios de las palabras. El léxico de Muraoka (Muraoka 2002) parte de unos planteamientos muy diferentes. Muraoka, que se basa en la edición de Gotinga, circunscribe su léxico a una parte reducida pero homogénea de los LXX, el Pentateuco y los Profetas menores, pero ahonda mucho más en la semántica de cada lema, clasificando y documentando un número apreciable de testimonios y esforzándose en la tarea de presentar el mayor número posible de veces definiciones extensas de los sentidos antes que meras traducciones. Tenemos también una monumental concordancia de los pseudepígrafos del Antiguo Testamento (Denis 1987). Abarca el conjunto de la literatura apócrifa judía del Antiguo Testamento, incluyendo también los fragmentos históricos, trágicos y de otro tipo vinculados con esta literatura. El material ofrecido es verdaderamente impresionante: lista alfabética del vocabulario con su frecuencia global y en cada obra e indicación de hápax; concordancia; corpus de los textos; lista alfabética de todas las formas presentes en el conjunto de los textos, con su lema; índice inverso; lista de frecuencias decreciente global y obra por obra, etc. En el campo de la patrística, en los primeros años noventa el antes citado CETEDOC inauguró la serie Thesaurus Patrum Graecorum y desde entonces se ha consolidado como productor de concordancias lematizadas de gran calidad, acompañadas de todo tipo de información complementaria (listas de lemas y formas con su frecuencia, índices inversos de lemas y formas, lista de lemas por orden de frecuencia decreciente, etc.). Entre otras, cabe destacar las de Gregorio de Nazianzo (Mossay 1990, Mossay y Coulie 1991), Anfiloquio (Coulie 1993), Dionisio Areopagita (Nasta 1993), Asterio Amaseno (Coulie y Kindt 2001), Basilio de Cesarea (Coulie y Kindt 2002) y los Concilios Ecuménicos (Coulie 1998). Si en mi informe de 1991 mencionaba una rudimentaria concordancia de Gregorio de Nisa (Fabricius y Ridings 1989), hoy podemos darla por olvidada frente al imponente Lexicon Gregorianum, fruto de décadas de trabajo bajo la dirección de F. Mann en la Universidad de Münster y del que se han publicado cinco de los siete volúmenes previstos con cerca de 3000 páginas a tres columnas (Mann 1999-2003).
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Todo lo que se diga es poco sobre el esfuerzo llevado a cabo por los autores en la interpretación y clasificación de este difícil corpus mediante artículos de estructura ramificada. Concluyo ocupándome brevemente del Nuevo Testamento, un campo de estudio en el cual continuamente se suceden nuevas publicaciones y nuevos recursos electrónicos de interés lexicográfico. Para tener una visión más completa remito al reciente volumen de J.A.L. Lee, A History of Nueva Testament Lexicography (Lee 2003) y a una de las varias páginas web existentes de recursos para los estudios bíblicos, la llamada Tyndale House (). Aquí me limitaré a reseñar tres importantes diccionarios aparecidos en estos años. El primero de ellos es la sexta edición del diccionario del Nuevo Testamento de Bauer, a cargo de Kurt y Barbara Aland (BAAR). El Bauer, como es sabido, recoge abundante documentación paralela para el léxico del Nuevo Testamento en otros muchos textos, cristianos y no cristianos. La última edición de este diccionario era la de 1958. Entremedias habían aparecido dos sucesivas ediciones de una traducción, revisada y aumentada, al inglés, a cargo de Arndt y Gingrich la primera, de 1957, y de Gingrich y Danker la segunda, en 1979. En esta sexta edición de la versión alemana, los autores cifran el aumento cuantitativo en aproximadamente un tercio del total. Está basada en la vigésimo sexta edición del Novum Testamentum Graece de Nestle-Aland, de 1979. Las referencias a los Padres apostólicos han sido actualizadas por la nueva edición de Bihlmeyer y Schneemelcher. Además, se toman en cuenta otros setenta autores nuevos, en particular apologistas, Padres de la Iglesia y numerosos textos apócrifos. Las referencias finales a bibliografía complementaria se han concentrado en algunas obras de referencia y repertorios bibliográficos donde ampliar información. En ese mismo año de 1988 se publicó (Louw y Nida 1988) otro diccionario del NT que ha supuesto una pequeña revolución por la originalidad de sus planteamientos. Se trata de un diccionario organizado no alfabéticamente, sino por campos semánticos, el primer intento de este tipo que se ha hecho, si no me equivoco. Su foco está puesto en los distintos sentidos de palabras relacionadas. Dentro de cada uno de los 93 campos semánticos previstos las palabras se relacionan por la presencia de rasgos compartidos, rasgos distintivos y opositivos y rasgos suplementarios. Los sentidos son explicados por definiciones semánticas seguidas de traducciones, por lo general ilustradas con una sola referencia (en algunos casos dos o tres) precedida de su contexto y traducción. También hay notas explicativas para traductores a lenguas modernas y ocasionalmente para explicar la estructura de un campo o subcampo o las razones de una clasificación. Las ventajas de encontrar analizadas en un mismo ámbito semántico palabras de la misma familia léxica o las palabras junto a sus opuestos son muy interesantes, así como en general lo es la rigurosidad del análisis semántico en el caso de palabras con significados muy
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afines. En un primer volumen, las palabras son estudiados por campos y subcampos, mientras que en el segundo encontramos un índice alfabético griego (con los distintos sentidos que adopta en cada uno de los campos de que forma parte), un índice de definiciones y por último un índice de pasajes del Nuevo Testamento citados. Cada uno de estos índices supone un modo distinto de abordar según las necesidades del momento, la parte principal del diccionario, que también puede ser consultada directamente con gran provecho. La línea inglesa del diccionario de Bauer, a la que me refería antes, continuó en el año 2000 con una tercera edición, a cargo de F. Danker, uno de los responsables de la segunda (BDAG). Está basada no solo en la versiones inglesas previas sino también en la sexta edición de la versión alemana, de la cual procede, por cierto, buena parte del nuevo material de referencia incorporado. Esto se nota especialmente en el caso de las inscripciones y los papiros, cuyas referencias apenas han sido actualizadas o aumentadas. Incluye, en cambio, abundantes referencias bibliográficas a estudios léxicos, un tipo de información que fue casi totalmente eliminado en su predecesor alemán. Pero la aportación principal introducida por Danker en esta tercera edición es el empleo casi sistemático de «definiciones extendidas» antecediendo o incluso sustituyendo totalmente a las traducciones, como estrategia para delimitar con mayor precisión el valor semántico de las palabras. Este nuevo planteamiento metodológico sin duda ha supuesto para Danker la necesidad de replantear la estructura de numerosos artículos así como un trabajo arduo para encontrar definiciones adecuadas en todos los casos, sin la comodidad de partir sin más de traducciones existentes. En términos generales el resultado es satisfactorio. Sin embargo, a veces se aprecia cierta confusión entre lo que es definición y lo que es traducción. Por otra parte, las definiciones en no pocos casos no aportan nada a la traducción o son redundantes o incluso introducen cierta confusión debido a la falta de indicaciones de distribución lingüística y a la escasez de contextos griegos. BIBLIOGRAFÍA Adrados, F.R. 1995: «El Diccionario Micénico de Aura Jorro en el contexto de los estudios micénicos», Estudios Clásicos 107, pp. 103-122. Adrados, F.R. - Rodríguez Somolinos, J. 2002: «El volumen VI del Diccionario Griego-Español», ICS 27, pp. 115-130. —— (eds.) 2005: La lexicografía griega y el Diccionario Griego-Español, Diccionario Griego-Español. Anejo 6, Madrid, CSIC. Anastassiou, A. - Irmer, D. 1999: Index Hippocraticus. Supplement, Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht. Aura Jorro, F. 1985-1993: Diccionario Micénico, Diccionario Griego-Español. Anejo 1-2, Madrid, CSIC, 2 vols. Avotins, I. - Avotins, M.M. 1983: Index in Eunapii vitas sophistarum. Hildesheim - Zúrich - Nueva York, Olms.
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LITERATURA
16 LITERATURA ARCAICA HELENA RODRÍGUEZ SOMOLINOS CSIC
En el espacio de que dispongo sólo puedo limitarme a señalar las principales novedades en cuanto a textos e instrumentos, y a comentar algunas líneas de investigación desarrolladas en las últimas décadas. Este panorama por fuerza resultará superficial, pero he intentado recoger una bibliografía que pueda servir de guía para ampliar todo lo que aquí se toca, y que permita enlazar con otras líneas en las que me es imposible profundizar. I. HOMERO 1.1. Nuevos instrumentos A lo largo de la segunda mitad del siglo XX los estudios homéricos se han ido diversificando cada vez más entre filología, lingüística, historia y arqueología, estudios de oralidad, etc. En el campo más propiamente filológico, lo primero que se puede observar es cómo los enormes avances registrados en la segunda mitad del siglo XX en lingüística y arqueología, o en el conocimiento de las literaturas orientales, junto a la madurez alcanzada por los estudios sobre oralidad y sobre la Lineal B, por señalar algunos de los aspectos que más han revolucionado los estudios homéricos, han llevado a una necesaria renovación de los instrumentos que sirven de base para el conocimiento y estudio de los poemas. También hay que tener en cuenta las ingentes cantidades de papiros hallados desde las últimas ediciones críticas de Homero, que son de los años 1930 en el caso de la Ilíada y de los años 1940 y 1950 en el de la Odisea (cf. Macía 1998 y el enlace Homer and the Papyri). Por todo ello no sorprende que en el plazo de siete años aparecieran tres nuevas ediciones críticas de la Ilíada y una de la Odisea. Me refiero a la Ilíada de West 1998 y 2000 en la Bibliotheca Teubneriana, la Ilíada y la Odisea de van Thiel 1991 y 1996 en Olms, y los dos primeros tomos de la Ilíada de García Blanco y Macía 1991-1998 en la Colección Hispánica de Autores Griegos y Latinos. Aunque es imposible exponer en detalle sus características, merece la pena decir que en el estadio de texto que aspiran a reconstruir, en la elección de las fuentes principales para ello y en consecuencia en la elección de variantes, estas nuevas ediciones de la Ilíada reflejan muy diferentes posturas frente a la historia del texto de Homero. F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 447-477
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Lo cual es comprensible ya que, como bien dice Nardelli 2001a, «in the case of the Iliad it is impossible to divorce the work on the text from the work on its history and the history of its interpretation» (cf. también Nardelli 2001b). En palabras más escuetas de Nagy 2000, «how you edit Homer depends on your definition of Homer». El punto de partida es qué texto se pretende reconstruir, y en ello West se muestra ambicioso, pues busca el texto homérico definitivo, que para él sería el texto jónico del VII a.C., anterior a la fase ateniense de la transmisión, que iría de los siglos VI a IV a.C., es decir, libre de añadidos atenienses, variaciones de los rapsodos y de interpolaciones editoriales. Partiendo de la idea de que Homero fijó un texto escrito, pretende reconstruir los ipsissima verba del poeta, en lo cual se distancia de otras ediciones que aspiran a reconstruir el texto de la época de Porfirio o, a lo más, la edición alejandrina de Aristarco. A pesar de ello, metodológicamente West se adhiere a la línea consolidada por van der Valk en los años 1960, que tiende a no valorar excesivamente las variantes procedentes de los filólogos alejandrinos, cuando están poco o nada representadas en los manuscritos, considerándolas conjeturas en un altísimo porcentaje. En la misma línea se sitúan las dos recientes ediciones de Homero por van Thiel 1991 y 1996, que rechazan sistemáticamente las lecturas atribuidas a los alejandrinos en favor de las lecturas de los manuscritos medievales. La edición española de la Ilíada se aparta de esta línea y tiende a preferir los testimonios más antiguos, los de los papiros, ediciones antiguas y alejandrinos, aunque en ocasiones vayan contra la tradición manuscrita. Sin embargo, sus autores se muestran convencidos de la imposibilidad de fijar un texto uniforme correspondiente a una determinada época, exponiendo una concepción del texto épico que se acerca mucho a la de Nagy, autor que, si bien no ha producido una edición, en varios de sus trabajos sienta las bases necesarias para hacerla desde presupuestos muy diferentes (p. ej. Nagy 1996, 2000 y los trabajos reunidos en Nagy 2004). García Blanco y Macía han realizado un enorme esfuerzo en la recopilación y estudio de papiros (cf. Macía 1998), añaden catorce nuevos manuscritos del Monte Athos y se muestran muy exhaustivos en el aparato de testimonios. Aunque el lector no esté de acuerdo con todos sus planteamientos, es sumamente recomendable su amplia introducción, que sintetiza bien la historia de la crítica homérica en sus puntos centrales y los problemas que plantea la Ilíada. Y las notas de la traducción constituyen un comentario muy valioso. En cuanto a escolios e instrumentos gramaticales antiguos hay que destacar la finalización en estos años de algunos grandes proyectos como los Scholia vetera a la Ilíada de Erbse 1969-1988, los comentarios de Eustacio a la Ilíada por van der Valk 1987, con un utilísimo tomo de índices de Keizer 1995, el segundo tomo de los Epimerismi Homerici por Dyck 1995 o los Scholia D a la Ilíada por van Thiel 2000, en edición electrónica. El Lexikon de la épica fundado por Snell (Snell et alii 1955-2004) prosigue su andadura en manos de M. Meier-Brügger y W. Beck, aunque enfrentado a un futuro incierto. Ha aparecido en 2004 el volumen XX, que completa la Π. En el apartado lexicográfico hay que consignar también los cuatro originales repertorios de Dee 2000, 2001a, 2001b
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y 2002, los índices de hapax homéricos de Kumpf 1984 y las concordancias de la Ilíada y la Odisea de Tebben 1994 y 1998, basadas en las ediciones de van Thiel. El capítulo bibliográfico no está muy actualizado desde los trabajos de Holoka 1989-91, ya que los repertorios de Lustrum para Homero sólo llegan hasta 1977. Pero son útiles y relativamente actualizadas las bibliografías generales en algunos manuales y monografías recientes: así la del volumen final de Lo spazio letterario (Cambiano, Canfora y Lanza 1992-96), o las de los libros de Montanari 1991, Rutherford 1996 o Morris y Powell 1997, aunque estos últimos se ciñen quizá en exceso a la bibliografía anglosajona. Merece la pena mencionar la nueva revista italiana Poiesis (Di Marco et alii 2001 ss.), planteada como una bibliografía exhaustiva de los estudios sobre poesía griega del año anterior a cada número, en la que cada referencia está acompañada por una amplia reseña firmada. El equipo planea varios proyectos, entre ellos una entrega especial sobre ediciones e instrumenta, y tiene una página web que avanza la bibliografía de cada año. Lo que sí han aparecido en estas dos últimas décadas han ido excelentes comentarios a la Ilíada y la Odisea, totales o parciales, en italiano, inglés y alemán. Por ejemplo Kirk et alii 1985-1993, Heubeck et alii 1988-1992, Rutherford 1992, Garvie 1994, González García 1997 sobre el Catálogo de las naves, Griffin 1995, Pulleyn 2000, Draper 2002, Watson 2002 o la primera entrega del gran Gesamtkommentar a la Ilíada iniciado bajo la dirección de Latacz 2000-2002, que contiene el texto de West y una traducción alemana. Por su parte, la serie Archaeologia Homerica parece haberse detenido en 1990, con el volumen XX de Kopcke 1990 sobre el comercio. También se suceden las traducciones nuevas a las más diversas lenguas; al castellano destacan especialmente Rodríguez Alonso 1989, López Eire 1989a y 1989b, Crespo 1991 y García Calvo 1995. Y no podemos dejar de mencionar la multitud de páginas en Internet sobre y con el texto de Homero, que, como era esperable, es uno de los autores de más éxito en la red. Tenemos páginas web con bibliografías, textos con posibilidad de hacer búsquedas, traducciones, repertorios de papiros e incluso listas de discusión propias. Los enlaces de mayor utilidad para el mundo académico y científico aparecen listados al final de la bibliografía. En la misma línea de renovación de los instrumentos destaca la aparición de bastantes volúmenes introductorios y generales sobre Homero (Carlier 1999, Lambin 1995, Latacz 1991a y 1996, Montanari 1990, Patzek 2003, Rutherford 1996 o la reedición de la Introducción a Homero de Adrados et alii 1984), así como algunas importantes obras colectivas (Bremmer et alii 1987, De Jong 1999, Latacz 1991b, Montanari 1998 y 2002, el nuevo Companion de Morris y Powell 1997 y el de Fowler 2004). Con mayor o menor profundidad, con enfoques más o menos tradicionales o actuales, todos ellos dan cuenta de las principales cuestiones relativas a los poemas homéricos. Y algunos contienen excelentes panoramas de la historia de la crítica homérica y del momento actual por el que ésta atraviesa. A ello hay que sumar la aparición de bastantes manuales generales de literatura griega en los últimos veinte años, con muy diversos
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planteamientos y objetivos (Cambiano, Canfora y Lanza 1992-1996, Canfora 1986, Diehle 1991, Ferrante 1993, Harvey 1984, Rossi 1995, Saïd, Trédé-Boulmer y Le Boulluec 1997, Trédé-Boulmer y Saïd 1990). Se trata de un hecho significativo, ya que en general estas obras incorporan todos los avances del siglo XX en el campo de la literatura griega. Y en especial quiero destacar la traducción al castellano de algunos de ellos (Dover et alii 1980, Easterling y Knox 1985), así como la aparición, en 1988, de la gran Historia de la literatura griega de Cátedra (López Férez 1988), íntegramente realizada por autores españoles. Otro género en alza es el de los «readings», con recientes muestras en épica como Cairns 2001, De Jong 1999, McAuslan y Walcot 1998 o Whrigt y Jones 1997, aparte de la gran Greek Literature coordinada por Nagy 2001. 1.2. Estudios Muchas décadas han pasado ya desde la constatación de que los poemas homéricos reflejan, de un modo u otro, una tradición oral. De un lado, a lo largo de estos años los estudios sobre oralidad han ido diversificándose y ampliando su mirada mucho más allá de Homero, lo que ha permitido indagar en las sociedades orales y los mecanismos de composición y transmisión de la poesía en este contexto, así como su paso a la cultura escrita. Esto ha hecho posible volver los ojos a Homero con una perspectiva más amplia. De otro lado, los estudios sobre la oralidad de los poemas homéricos en las últimas décadas han tendido a abandonar las cuestiones téoricas y a centrarse más bien en el análisis de los textos, cuya característica principal, tanto en estructuras formales amplias como en la dicción formular, resulta ser la repetitividad. El gran esfuerzo realizado, sin embargo, no implica que los problemas relativos a los poemas homéricos tengan visos de resolverse cómodamente1. Las cuestiones clave siguen siendo las relativas a la composición de los poemas, lo cual significa establecer la función de la memoria y la de la improvisación, el peso de lo tradicional, es decir, la sujeción a esquemas formales y de contenido previos, transmitidos por los aedos a lo largo del tiempo, frente a la creatividad, la originalidad o las innovaciones aportadas por la personalidad que se esconde bajo el nombre de Homero. Se trata, en resumen, de saber cuál es el papel del poeta que, en mayor o menor medida según los autores, intervino en la forma final del poema, y todas las posibilidades tienen sus defensores. Para muchos, Homero concibió ya su obra con ayuda de la escritura (como mantenía ya Havelock, cf. en la actualidad p. ej. West 2001); otros se inclinan por la idea de que el poeta dictó el texto al tiempo que lo componía utilizando técnicas orales tradicionales (idea avanzada por Lord, y que defienden ahora p. ej. Powell 1996 y Janko 1998), y finalmente parecen aumentar los defensores de la composición oral pura, la idea original de Parry, que habría dado lugar a un texto que sólo bastante
1 Para el período que nos ocupa cf. Fernández Delgado 1994; para las décadas anteriores cf. Fernández Delgado 1983, Heubeck 1984, Foley 1985.
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más tarde, cuando los usos escriturarios lo hicieron posible (en general se piensa en el s. VI a.C.), se fijó por escrito (así lo mantienen en la actualidad p. ej. Nagy 1996, 2000, García Blanco y Macía 1991-1998, Signes 2004). El otro punto crucial está en determinar la época de composición de los poemas y las etapas a través de las cuales fueron evolucionando hasta adquirir la forma en que nos han llegado. Es fácil comprender que ya los trabajos de Parry hicieron replantearse de un modo totalmente nuevo el problema de la génesis de los poemas homéricos, lo que hizo que la llamada «cuestión homérica» perdiera parte de su sentido, al menos en los términos en que se desarrolló a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del XX. La victoria unitaria de la que ya se podía hablar en los años 1950 e incluso antes, con sus estudios sobre la homogeneidad de estilo de los poemas, sus grandes estructuras arquitectónicas, la presencia de preparaciones y retardaciones, etc., tuvo que enfrentarse a la tarea de conjugar todo ello, es decir, la individualidad y la originalidad de un poeta, con la utilización de unos materiales y unas técnicas tradicionales. A esta tarea se han dedicado los neo-unitarios en las últimas décadas del siglo XX, incidiendo en la individualidad poética creadora. Un papel importante ha desempeñado también el Neoanálisis, en realidad una corriente unitaria que parte de métodos y temas estudiados por los analíticos, logrando valiosas aportaciones al conocimiento de la formación y evolución de la trama de la Ilíada. Fundamentalmente ha intentado reconstruir los precedentes de la poesía homérica, no las versiones escritas conocidas del Ciclo, sino versiones orales pre-homéricas del Ciclo épico. En general predomina la idea de que un origen oral basado en la improvisación de los aedos es irreconciliable con la gran cantidad de elementos estructurales y formales que delatan la presencia de un poeta que compone sobre un plano premeditado y ordenado. Por ello se tiende a ubicar el nacimiento de los poemas homéricos en una fase tardía de la tradición oral, en la que conviven la memoria y la escritura. Así, partes nacidas en diversos momentos y condiciones habrían sido unidas, remodeladas y refundidas por un gran poeta en un producto final que por su valor se conservó. Se tiende a situar la primera fijación escrita de los poemas en el momento mismo de su formación, en el siglo VIII, aceptándose en general un cierto lapso temporal entre Ilíada y Odisea. Pero hay que insistir, sin embargo, en que una parte de la crítica reciente cree que los poemas no habrían podido ponerse por escrito antes del siglo VI a.C., y hasta entonces habrían seguido sufriendo continuas e importantes refecciones, consecuencia de la ejecución oral. El último defensor de esta idea es Signes 2004, que recoge y discute toda la bibliografía anterior. También hay quien sigue debatiendo si Ilíada y Odisea son obra del mismo poeta, aunque, como digo, se tiende a aceptar que sí. Sobre todas estas cuestiones hay trabajos recientes importantes aparte de los mencionados (Kullmann y Reichel 1990, Powell 1996, De Vet 1997, Létoublon y Dik 1997, Montanari 1998 y 2002, etc.). En relación con la composición de los poemas, ha ido tomando importancia en los últimos años la aplicación al texto homérico de una serie de métodos procedentes del
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análisis del discurso en una de sus vertientes principales, el análisis del discurso narrativo, lo que se conoce como narratología del relato (buenos estados de la cuestión en Schwinge 1991, De Jong 1997, Tristram 1998, Rengakos 2002). Este tipo de trabajos han ayudado a desvelar las técnicas que subyacen a la unidad de los poemas, investigando cosas como el papel del narrador, por ejemplo en aquellas ocasiones en que hace notar su presencia, los métodos de caracterización y descripción, el desarrollo de la trama, la focalización, el tiempo de la historia, el uso narrativo de las escenas tipo y el contexto narrativo de los discursos (cf. p. ej. Bakker 1996, De Jong 1987 y 1997, Delrieu y Hilt 1984, Olson 1995, Richardson 1990). Podemos destacar asimismo el reciente libro de De Jong 2002, que contiene un ambicioso análisis narratológico general de la Odisea. También el estudio de las estructuras mayores y menores de los poemas homéricos sigue siendo uno de los fundamentos más sólidos del unitarismo en épocas recientes. Un panorama somero pero excelente nos da p. ej. Tracy 1997. Otros métodos recientes acogidos con entusiasmo por la Filología Clásica tienen menos posibilidades de aplicación al texto homérico, pero por ejemplo se ha estudiado la interacción textual entre la Ilíada y la Odisea (Pucci 1987). Para la vida y la evolución de los poemas homéricos en Grecia ha sido muy importante la visión antropológica y cultural iniciada por Havelock en los años 1960 (cf. más recientemente Havelock 1986). Basada en el estudio de tradiciones orales en muy diversos pueblos, considera la épica griega arcaica, producto específico de una cultura oral, como una especie de «enciclopedia tribal» del pueblo griego, una poesía que recoge los conocimientos y los modelos culturales de la civilización en que ha nacido, y por ello adquiere una función educativa. La épica homérica no sería el producto de una ejecución improvisada, sino un producto transmitido por medio de la memoria en una forma relativamente fijada y difundido mediante una «publicación oral» en una sociedad iletrada, como es la griega al menos hasta finales del siglo V a.C. En el nuevo enfoque la oralidad es entendida principalmente al nivel de la ejecución y transmisión, y en este sentido la épica homérica no se diferencia demasiado de una gran parte de la literatura griega posterior, cuyo destino era básicamente oral o «aural». Esta línea de estudio ha dado lugar también a un gran interés en las últimas décadas por el tránsito de la oralidad a la escritura, en relación con la épica y con los demás géneros de época arcaica y clásica. Un aspecto que parece calmado en estas décadas es la investigación sobre el elemento oriental en la cultura griega arcaica. El entusiasmo a veces exagerado de décadas anteriores por encontrar influencias directas de las literaturas orientales en la griega, en mitos y temas, ha entrado en fase de sosiego y recapitulación que, como contrapartida, ha permitido elaborar grandes panoramas de conjunto como los de Penglase 1994, Burkert 1992 y 1999 o West 1997 (cf. tb. el estado de la cuestión de López Salvá 1994).
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1.3. Homero y la historia La discutidísima cuestión de la historicidad de Homero y, en contrapartida, de su valor como fuente histórica está de plena actualidad, y es en donde encontramos las novedades más sensacionales de los estudios homéricos en las dos últimas décadas. La razón es que han entrado en juego importantes datos procedentes, de un lado, de las fuentes hetitas y egipcias, en algún caso de las tablillas micénicas, y de otro lado de la arqueología, gracias a las nuevas campañas alemanas de excavaciones en la Tróade iniciadas en los años 1980. Sus resultados se estudian en el Projekt Troia en Tubinga, y se publican después en la revista Studia Troica. Este proyecto tiene una magnífica página web que ofrece abundante información. Para hacerse una idea de los avances en este campo, y para obtener una valoración de los datos fundamentada y sensata, hay dos libros recientes en castellano muy recomendables: Latacz 2003 y Siebler 2002. Para los filólogos será más útil el libro de Latacz, que ha colaborado en las campañas arqueológicas en la Tróade, aunque no deja de tener sus defectos. Es imposible tratar en detalle todas las novedades obtenidas en los últimos años, que son muchas, pero mencionaremos al menos los principales datos que afectan a nuestro tema. Gracias a las excavaciones, sabemos en la actualidad que la ciudad descubierta en Hissarlik, que desde Schliemann se identifica con Troya, alcanza su mayor extensión espacial y su mayor desarrollo político cultural precisamente en los niveles VI y VIIa, que son los que se corresponden con la Troya «homérica» (1700-1250 a.C. y 1300-1150 a.C., correspondiente al Bronce Medio y Tardío). En esta época era una ciudad infinitamente mayor de lo que se pensaba antes, y no sólo grande sino además opulenta, por ser centro de control de la ruta marítima hacia el mar Negro, como demuestran las excavaciones en su puerto, en la bahía de Besik. No hay en todo el entorno de Troya ni en toda la costa de Asia Menor un centro de poder comparable a ella. Por dimensiones, configuración, actividades y aspectos culturales y religiosos deducibles de la arqueología, Troya era una ciudad de tipo anatolio, poco inferior a importantes ciudades hetitas, como la capital del imperio, Hattusas. De otro lado, la publicación de nuevos documentos hetitas ha permitido demostrar que efectivamente la ciudad llamada, junto con su territorio, Wilusa, se corresponde exactamente con la Troya que conocemos y con la Ἴλιος homérica (cf. Latacz 2003, pp. 112 ss.). Estos textos demuestran que Wilusa estaba subordinada de algún modo a Hattusas, no como provincia del imperio sino como una especie de estado asociado o protectorado, que trataba con la corte central por medio de embajadores, utilizando la lengua hetita. Los documentos hetitas y egipcios nos han proporcionado en los últimos años también información sobre los griegos y sus relaciones con Egipto y Asia Menor, relaciones mucho más intensas de lo que hasta hace poco podía sospecharse, y cuya reconstrucción a partir de estos textos orientales resulta apasionante. Hace ya tiempo que nadie pone en duda la equivalencia del país de Ahhiyawa, nombre que aparece re-
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petidas veces en los textos hetitas, con los Ἀχαιoί, los aqueos. Ahhiyawa se nos muestra como una potencia importante que estaba «al otro lado del mar», que mantenía relaciones desde hacía tiempo con la corte hetita, normalmente amistosas, pero en ocasiones problemáticas, y que tenía una especie de bastión en Millawanda (Mileto). Y puede deducirse que Ahhiyawa había experimentado una expansión creciente en la segunda mitad del siglo XIII a.C. Por su parte la denominación Danaya/Tanaya (= ∆αvαoί «dánaos») aparece en fuentes egipcias de los siglos XV y XIV a.C. De ellas se deduce que para los egipcios del XIV la península del Peloponeso junto con Beocia era «el país de los dánaos». También se deduce que los dánaos eran una potencia importante, que mantenía buenas relaciones diplomáticas con el poderoso imperio egipcio (cf. también Pérez Largacha 1998). Hasta mediados de los años 1990 la historicidad de los sucesos narrados por Homero ha constituido uno de los asuntos más discutidos de la historia, la filología y la arqueología clásicas, encontrándose las posturas más enfrentadas. Pero en la actualidad no es posible negar la identificación de Hissarlik con la Troya homérica, lo cual constituye el punto de partida para replantearse la cuestión, y para volver a Homero con mayor base científica, aunque sin perder de vista los problemas evidentes que plantea como fuente histórica. Nadie puede ya negar que la tradición poética sobre la guerra de Troya es antigua, sin duda retrotraible a la época micénica, y que la tradición oral permitió conocer durante siglos distintos poemas y versiones relativos a esa guerra. Pero por sus características la Ilíada no permite conocer gran cosa sobre el marco general de la guerra de Troya; sólo aisladamente se alude a él. Por todo ello la Ilíada es, para la guerra de Troya, una fuente secundaria y fragmentaria, pero como falta una fuente primaria, en griego u otra lengua, es inevitable seguir indagando en ella, cosa que aceptan hoy en día hasta los historiadores más reticentes. Comparando la información documental, objetiva, con el bosquejo de la guerra de Troya deducible de Homero, el resultado es que esta historia sólo encuentra acomodo en la época micénica. Una prueba fundamental está en la geografía homérica, tal como se nos presenta sobre todo en el «Catálogo de las Naves» del libro II de la Ilíada, magníficamente estudiado por Visser 1997 (para la geografía de Ítaca es destacable el libro de Luce 1998). La mayor parte de los 178 nombres de lugar que contiene el catálogo perviven en el I milenio, pero en una distribución política que no se corresponde con la Grecia histórica del I milenio, sino «con la región donde se extendió la cultura micénica de los niveles A y B (es decir, la época entre 1400 y 1200 a.C.)» (Visser 1998, p. 35). Por ejemplo, faltan zonas incorporadas al mundo griego con posterioridad, como la costa de Asia Menor y algunas islas cercanas (Lesbos, Quíos, etc.), lo cual concuerda con el resto de la Ilíada, para la que esas zonas no existen, es decir, los griegos no las conocían. Y concuerda con el área de acción de Ahhiyawa en los documentos hetitas y con los territorios de los dánaos en los textos egipcios. De otro lado, el catálogo contiene una serie de nombres desconocidos en la geografía griega del I milenio, que por fuerza tienen que corresponder a poblaciones mi-
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cénicas lo bastante grandes como para suministrar fuerzas a una expedición naval, aunque posteriormente desaparecieran. Lo interesante es que las nuevas tablillas en Lineal B encontradas en Tebas (Aravantinos, Godart y Sacconi 2001-2002) han venido a confirmar lo que en realidad no podía pasar de suposición. Estas tablillas proporcionan informaciones geográficas de excepcional interés para conocer el área de influencia de Tebas y sus relaciones con otros lugares en época micénica. Y entre otros muchos nombres de la geografía beocia aparecen precisamente algunos de los que no se pueden identificar dentro del catálogo homérico de las naves (cf. Godart y Sacconi 1999, pp. 540 ss.). Así sucede con las ciudades de Ἐλεώv, Πετεώv y Ὕλη, que figuran unidas en un mismo verso del catálogo (Il.2.500), y con Εὔτρησις (Il.2.502). Pero quizá más importante sea la posibilidad de que Tebas fuera la principal potencia de la cultura micénica, y asimismo la sede de los señores de Ahhiyawa (cf. Godart y Sacconi 1999; Latacz 2003, pp. 331 ss.). Ello explicaría varias cosas, sobre todo por qué el catálogo empieza precisamente con Beocia y la región tebana, y por qué la flota se reúne en Áulide, que había sido desde siempre el puerto natural de Tebas. La confirmación de que la fuente del catálogo de las naves es anterior al menos al 1100 a.C. viene a sumarse a otros muchos argumentos que permiten concluir que los sucesos que Homero narra en la Ilíada tienen un trasfondo histórico correspondiente a la época micénica, y cuadran perfectamente con la situación político-económica en el Mediterráneo Oriental y la zona de Asia Menor en la época. A este respecto podemos también destacar la reciente investigación sobre los antropónimos homéricos, que ha hallado una sorprendente continuidad a través de los siglos oscuros entre los elementos compositivos de la onomástica micénica y los de la homérica (Neumann 1991a y 1991b). En cuanto a la historicidad de la guerra de Troya, los datos actuales no permiten demostrar que existió en la forma o en parecida forma a como la conocemos por los textos griegos. La arqueología y las fuentes escritas sólo permiten constatar la política expansiva emprendida por Ahhiyawa a partir del siglo XV, así como indicios de un creciente enfrentamiento con el imperio hetita a lo largo del XIII. Pero lo importante es que la probabilidad de que dicha guerra existiera no ha disminuido con los años, sino que muy al contrario los indicios a favor de esta idea siguen acumulándose. Y los descubrimientos de los últimos veinte años permiten albergar la esperanza de hallar más documentos y datos arqueológicos que sirvan definitivamente para solucionar la cuestión. II. HESÍODO Y LA ÉPICA MENOR Frente a décadas anteriores, en que Hesíodo acaparó una gran atención debido a la publicación de numerosos fragmentos, en especial de las Eeas, y a la discusión sobre lenguas y tradiciones poéticas no homéricas en la Grecia preliteraria, en estos últimos veinte años se puede apreciar un descenso de esa atención. Con todo, no faltan
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las traducciones a diversas lenguas modernas, algún comentario como el de Verdenius 1997 a Trabajos y otras obras destacables, como el estudio histórico y literario de Lamberton 1988, la investigación etnográfica de Petropoulos 1994, los estudios sobre la lengua poética de Leclerc 1993, sobre la concepción del mundo por Clay 2003, los de composición de Hamilton 1989 y Adrados 1986 y 2001, investigaciones más propiamente mitográficas como Bonnafé 1985 o la recopilación de artículos editada por Athanassakis 1992. La puesta al día bibliográfica está algo atrasada, pues la última entrega de Lustrum es de 1985 (Mette 1985). Una buena bibliografía general sobre la Teogonía se puede encontrar en la página web de la Universidad De Neuchâtel La Théogonie d'Hésiode. Pero quizá lo más importante para Hesíodo sean dos obras capitales sobre el Catálogo de las mujeres: el libro de West 1985 sobre su contenido, estructura y origen, y el reciente comentario de Hirschberger 2004 a la misma obra y a las Grandes Eeas. Otra monografía sobre el Catálogo es la de Drager 1997, y se anuncia un nuevo comentario a cargo de Ian Rutherford. La tercera edición de Hesíodo en los Oxford Classical Texts (Solmsen, Merkelbach y West 1990) reedita los fragmentos con las novedades hasta dicho año. Es natural el interés despertado por esta obra, que vamos conociendo cada vez mejor gracias a los papiros, que no dejan de aparecer. P. ej., el de la colección Palau Ribes publicado por López García 1995 (PLit.Palau Rib.21), que coincide parcialmente con el PSI 131 (Fr.193 M.-W.) y le añade algunas palabras (cf. O'Callaghan 1996, D'Alessio 1996). No puedo detenerme en los fragmentos de épica arcaica, que también han visto renovarse sus ediciones (sobre todo Bernabé 1987; también Davies 1988a, West 2003b), acompañadas de importantes trabajos de estos y otros autores. Hay asimismo nuevos textos de la Batracomiomaquia (Glei 1984, Fusillo 1988), e importantes ediciones independientes de algunos de los Himnos Homéricos, así como la edición general de los Himnos y el «Homero menor» por West 2003a. En cuanto a textos nuevos, lo más destacable es la aparición de dos fragmentos papiráceos del Margites. Se trata de POxy.3963 y 3964 (M.-P.3 1232.01-02), publicados en 1992, que vinieron a sumarse al único otro texto papiráceo de esta obra, POxy.2390. Estos textos, como los demás testimonios y fragmentos de tradición indirecta, están incluidos en la 2.ª ed. de los Iambi et elegi Graeci de West 1992a. La atribución de los nuevos papiros es segura por la combinación métrica de hexámetros y trímetros yámbicos. Del contenido no se puede decir gran cosa, aunque West ve algunas alusiones sexuales. El mismo autor mantiene la fecha de composición entre los siglos VII y VI a.C., aunque Haslam 1993 se inclina por el siglo VI. Sobre el Margites apareció previamente el estudio de Bossi 1986, y ahora se anuncia una nueva edición comentada de Gostoli, que tiene en cuenta ya estos nuevos fragmentos.
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III. LÍRICA ARCAICA 3.1. Generalidades. Instrumentos En cuanto a nuevos textos la lírica arcaica, incluyendo aquí elegía y yambo, entró en los años 1980 en una época de relativo sosiego tras varias décadas, todo un siglo en realidad, de sensacionales hallazgos papiráceos. Con las excepciones de Estesícoro y Simónides, que veremos más adelante, hasta hace muy poco las novedades textuales eran mínimas y aportaban poco al ciclo que se cerró en 1977 con la publicación del Estesícoro de Lille. Tras dichas excepciones, lo más interesante ha aparecido en 2004; se trata de sendos papiros de Safo y Arquíloco, de los que también hablaremos. Frente a esta ralentización en el ritmo de aparición de novedades textuales, es notable la intensa actividad editorial, crítica e interpretativa desarrollada en las últimas décadas sobre la lírica, en especial en los ámbitos anglosajón e italiano. No sorprende la escasez de monografías teóricas sobre la lírica arcaica en general, dada la heterogeneidad de los textos que englobamos bajo este epígrafe (aunque tenemos, p. ej., Gentili 1984, Podlecki 1984, el Companion de Gerber 1997 y la significativa reedición de Bowra 2000). Más frecuentes son los trabajos sobre determinados autores o géneros (p. ej. Bossi 1984, Hurst 1985, Miralles y Pòrtulas 1988, Lasserre 1989, Zimmermann 1992, Gangutia 1994, Greene 1996 y 1997, Stehle 1997, Steinrück 2000, etc.), y los volúmenes colectivos (Edmunds y Wallace 1997, Cannatà Fera y D'Alessio 2001, Jouanna y Leclant 2003). Unos y otros han permitido profundizar, a menudo con renovados puntos de vista, en nuestro conocimiento de las diversas modalidades de lírica, sus formas, contenidos y funciones. De otro lado, el carácter fragmentario de la mayoría de los textos sigue dando lugar cada año a numerosísimas contribuciones sobre poemas y fragmentos aislados, que intentan reconstruirlos, casarlos, atribuirlos e interpretarlos. Han visto la luz, además, importantes instrumentos como las bibliografías de Gerber 1984 a 1996 en Lustrum, comentarios como el de Hutchinson 2001 o el más amplio de De Martino y Vox 1996, así como innumerables antologías y traducciones a diversas lenguas. Disponemos también ahora de recursos electrónicos fundamentales que ayudan a manejarse con los textos papiráceos, en especial la Base de Donées MertensPack3 en ligne (M.-P.3) y la Leuven Data-Base of Ancient Books (LDAB). Solamente el apartado lexicográfico permanece casi como hace veinte años, dadas las dificultades inherentes a esta tarea cuando se trata de textos dispersos, fragmentarios y en general mal conservados. Con todo, podemos mencionar el léxico de Baquílides de Gerber 1984 y la reciente concordancia de Teognis por Schrader 2002, así como el original índice de temas y motivos de Pavese 1997. También han aparecido importantes ediciones. A finales de los 80 Malcolm Davies acometió con entusiasmo la difícil tarea de unificar en una sola edición los fragmentos líricos repartidos en anteriores publicaciones. Planificó una edición completa en
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cuatro volúmenes de los líricos sobre la base de las ediciones de Lobel y Page (PMG, SLG, PLF, es decir, excluyendo a Píndaro y Baquílides y a los elegíacos y yambógrafos). Esta empresa se ha visto interrumpida, parece que definitivamente, tras la aparición del primer volumen de los Poetarum melicorum Graecorum fragmenta (PMGF), dedicado a Alcmán, Estesícoro e Íbico (Davies 1991, cf. 1988b, 1990). Aunque los defectos de esta edición son bastantes (cf. las reseñas de Haslam 1992, Pardini 1993, Calame 1997b), ofrece la ventaja de reunir los fragmentos de Estesícoro e Íbico, pues los de Alcmán estaban ya reunidos y magníficamente editados y comentados en la edición de Calame (1983). También tiene a su favor el hecho de que, a diferencia de Page, incluye los testimonios y algo de la moderna exégesis textual. El principal problema de los PMGF es su capacidad de embarullar al filólogo más experto y conocedor de los textos allí reunidos, ya que Davies quiso mantener la numeración de los PMG, intercalando la del Supplementum y añadiéndole a ésta números adicionales para los hallazgos posteriores. La consecuencia es que resulta verdaderamente difícil encontrar un determinado texto, por no hablar de los testimonios, a todo lo cual se suma la falta de índices. Aunque ahora citemos por Davies, no por ello hemos tenido que arrinconar definitivamente los PMG ni el SLG. En ocasiones resulta muy útil acudir a la nueva edición de los líricos de Campbell 1982-1993, que vino a sustituir en la colección Loeb a la poca afortunada edición de Edmonds, y que se presenta muy completa y actualizada, aunque no destaque por original. Aparte de los PMGF, podemos mencionar la segunda edición de los Iambi et elegi Graeci de West 1992a, con numerosas mejoras frente a la primera, y sobre todo con la inclusión de los nuevos fragmentos elegíacos de Simónides. También aparece el nuevo Simónides en la 2.ª ed. de los Poetae elegiaci de Gentili y Prato 2002. Se han reeditado igualmente las ediciones y estudios de Degani 1983, 1984 y Masson 1962 sobre Hiponacte (cf. también Miralles-Pòrtulas 1988). Otras ediciones nuevas notables son la de Casadio 1996 para los dubia de Arquíloco, así como la reciente edición de cuatro importantes papiros de Estesícoro por Schade 2003. Para Alceo tenemos las ediciones de Porro 1996 y Liberman 1999, esta última incluyendo un amplio comentario en notas. Asimismo, la magnífica edición de los comentarios papiráceos al mismo Alceo por Porro 1994 arroja una gran luz sobre la transmisión de los líricos a través de los siglos y sobre la labor llevada a cabo por los alejandrinos. Y es un ejemplo destacado del interés actual por los papiros paraliterarios, que se refleja sobre todo en el proyecto Commentaria et lexica Graeca in papyris reperta (CLGPR), cuya primera entrega acaba de aparecer (Bastianini et alii 2004). Se ha prestado especial atención a los fragmentos de Píndaro, enormemente acrecentados en los años 1960, y que poco a poco nos permiten tener las ideas más claras sobre otro tipo de composiciones aparte de los epinicios. Se han hecho buenas ediciones comentadas de los trenos (Cannatà Fera 1990), los peanes (Bona 1988, Rutherford 2001), a los que se ha podido asignar nuevos fragmentos (cf. Rutherford 1991, D'Alessio 2001), y los ditirambos (van der Weiden 1991, Lavecchia 2000), última
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muestra de un renovado interés por el género ditirámbico, del que nunca había disfrutado (cf. también Sutton 1989, Zimmermann 1992, Ieranò 1997). Y se anuncia una nueva edición comentada de todos los fragmentos pindáricos por D'Alessio en la Fundación Lorenzo Valla. A propósito de las ediciones de los trenos y ditirambos, me parece obligado destacar la colección Lyricorum Graecorum Quae Extant de las Edizioni dell'Ateneo, dirigida por Gentili, en la que han aparecido otras excelentes ediciones comentadas e introducidas, desde 1984, de Terpandro (Gostoli 1990), Semónides (Pellizer-Tedeschi 1990) y de los Carmina Convivialia (Fabbro 1995). 3.2. Algunas líneas de estudio Frente a la tendencia en décadas anteriores a indagar en las raíces «genéticas» de la lírica —en sus fases preliterarias, populares y rituales, así como en la herencia de época micénica e incluso indoeuropea—, podemos observar una mayor atención en los últimos tiempos hacia los aspectos ideológicos y en general hacia la caracterización de la lírica como producto de un determinado contexto histórico, social y religioso, y como vehículo de transmisión de los valores propios de dicho contexto. En paralelo al renovado interés de los historiadores por los siglos oscuros y la época arcaica, ha habido en nuestro campo buenos trabajos sobre las relaciones entre política, sociedad y religión de un lado y poesía arcaica de otro, sobre el mito y sus funciones en la poesía, etc. En conexión con ello se ha incidido, en particular, en la función del poeta en la sociedad arcaica como voz de un grupo más o menos amplio, lo que lógicamente condiciona su obra. Y todo ello desde la atención a los aspectos orales de la lírica y a los elementos comunicativos implicados en los poemas: destinatario, ocasión, modalidades comunicativas, recepción. Es esta atención, quizá, la principal aportación de las últimas décadas para el estudio y comprensión de la lírica arcaica. Bien es cierto que este interés ha alcanzado a prácticamente todos los géneros literarios griegos, pero no es casual que haya incidido especialmente en la lírica, ya que tradicionalmente se había tendido a ver los fragmentos de lírica arcaica como meros textos literarios, cuando en una composición lírica el texto no es sino un elemento más de una representación en la que entran en juego la métrica, la música, el canto y a menudo la danza, y todo ello dentro de muy diversas circunstancias y ocasiones (para la música disponemos de recientes recopilaciones y manuales: Barker 1984, Gentili y Pretagostini 1988, West 1992b, Anderson 1994, Landels 1999). Además la gran mayoría de los fragmentos líricos son breves y están desprovistos de contexto. Muchos de ellos tratan temas en mayor o menor medida personales, y proceden de unas circunstancias sociales y culturales tan distintas de aquellas que rodean a la moderna poesía, que nuestra comprensión de ellos puede variar y de hecho ha variado extraordinariamente según las distintas visiones de sus destinos primeros, es decir, de las circunstancias en que fueron ejecutados.
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Un hito fundamental en los aspectos orales de la lírica y en la atención al contexto de los poemas marca la conocida obra de Gentili 1984, después traducida al inglés y al castellano. Sin embargo hay precedentes desde los sesenta —especialmente Rösler 1980—, entre ellos varios trabajos del propio Gentili retomados en este libro. En lo que concierne a la oralidad de la lírica fue fundamental la línea iniciada por Havelock y ya mencionada más arriba, en la que se sitúa claramente Gentili, sobre la consideración de la sociedad griega como fundamentalmente oral al menos hasta finales del siglo V a.C. La lírica se considera oral sólo en dos de las tres fases establecidas por Gentili a partir de los trabajos de la antropóloga Ruth Finnegan. En general se está de acuerdo en que todos los poetas líricos, elegíacos y yambógrafos se apoyaron de un modo u otro en la escritura para la composición (aunque cf. un resumen de los indicios en contra en Signes 2004, pp. 307 ss.), pero la ejecución y la transmisión de sus obras siguió siendo predominantemente oral a lo largo de todo el siglo V a.C., como demuestran datos muy diversos de la literatura y del arte, y con frecuencia después. Y desde el principio el simposio, fenómeno que es objeto en la actualidad de gran interés por su importancia en el devenir político, social y cultural de la Grecia arcaica y clásica (Vetta 1983, 1992, 1999, Murray 1990, Latacz 1990, Cuartero 1992, Musti 2001, etc.), fue un importantísimo marco de difusión de poemas no necesariamente concebidos para este fin. Lo cual no excluye que la progresiva extensión de la escritura en los siglos VI y sobre todo V a.C. interviniera también de diversos modos en el proceso de transmisión y difusión. Es importante notar que la ejecución y transmisión orales debieron de facilitar la reelaboración continua de los poemas, lo cual explica la existencia de variantes textuales antiguas, como tenemos documentadas por ejemplo en el caso de Alceo, y pone de manifiesto la dificultad de fijar el texto original, o al menos un texto anterior a las copias alejandrinas. Dentro de este marco de comunicación oral en que se inserta la lírica, resulta fundamental conocer la finalidad concreta para la que se compone un poema, es decir, el destinatario o público que lo va a recibir, la ocasión y el modo en que se produce la comunicación. Sólo así, reconocemos ahora, es posible entender los diversos subgéneros y acercarse al significado de cada composición. El problema es que a menudo nos enfrentamos a serios problemas para determinar el destino de los poemas. Puede ser oportuno mencionar aquí la elegía de Simónides a los combatientes de Platea, de la que hablamos más abajo, que ha contribuido a revitalizar el debate sobre el contexto en que se ejecutaba el género elegíaco (cf. un resumen de la cuestión en Suárez 1998 y García Romero 2004). Frente a la consideración tradicional de la elegía como género destinado al simposio, Bowie 1986 planteó la idea de que algunos tipos de elegía podían estar destinados a la ejecución pública, en contexto festivo, lo que evidentemente supone un gran cambio en su alcance y su significado. El poema de Simónides, sin duda largo, y de contenido histórico-narrativo, apoya claramente la idea de Bowie, y así lo aceptan todos los autores salvo West 1993. Se ha propuesto incluso que su destino fuera una celebración panhelénica, donde la alabanza de los griegos
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que, procedentes de muchas ciudades de Grecia, combatieron contra el bárbaro, sirviera de estímulo para la reafirmación de la conciencia nacional. Un aspecto distinto de la oralidad de la lírica está en indagar, de forma paralela a como se hace en la épica, en los elementos formales, lingüísticos y fraseológicos que en la lírica tienen origen tradicional oral (cf. recientemente Calame 1997a, Rodríguez Somolinos 2003 y un resumen de la cuestión en Signes 2004, pp. 305 ss.). Sin embargo, las dificultades para hallar huellas del lenguaje formular en los fragmentos líricos son muchas, y la cuestión se imbrica con la trabajosa búsqueda de elementos que delaten la existencia de tradiciones poéticas independientes de la tradición jónica que para nosotros representa Homero. Como el único punto de referencia de que disponemos es la épica, cuando hay coincidencia con o adaptación de fórmulas de la poesía hexamétrica, nunca se puede descartar que se trate de herencia directa o imitación, no de tradiciones independientes. Un asunto espinoso en el que se ha intentado poner cierto orden, si bien con poco éxito, es la clasificación de los distintos subgéneros líricos y la clasificación de los autores en estos subgéneros, siendo la primera cosa a notar que la mayoría de los poetas cultivaron más de uno. Las clasificaciones modernas de los subgéneros líricos no se corresponden con las antiguas y resultan cada vez más inadecuadas. De un lado resulta difícil caracterizar a muchos de los géneros asignándoles unos contenidos propios; el caso más llamativo es sin duda la elegía. Y en especial es difícil mantener la gran división lírica monódica / lírica coral, la asimilación de unos contenidos generales a cada una de estas dos modalidades, y la clasificación de los autores en uno u otro «bando» (cf. p. ej. Miralles 1991). El artículo de Davies 1998c sirvió para volver a poner de actualidad esta cuestión, planteada por E.A. Harvey en los años 1950 y ya bastante debatida desde los primeros años 1970. Los casos más significativos son sin duda los de Estesícoro e Íbico. Estesícoro era tradicionalmente considerado poeta coral, pero gracias a los papiros hoy en día podemos saber mucho mejor que antes cuál era su estilo y la extensión de sus poemas, y cada vez son menos los autores que lo consideran poeta exclusivamente coral, aunque entre ellos hay nombres como Calame, Burkert o Nagy, y más recientemente Emilio Suárez, Cingano y D'Alfonso. Un grupo de autores entre los que están West, Haslam, Rossi, Herington y Davies consideran sus poemas como puramente monódicos, cantados por el propio poeta. Lo cual tiene sus problemas, y si bien parece evidente para algunas de las composiciones, en especial las de tipo popular (Rádine, Cálice), no sucede así con toda la obra de Estesícoro. Además algo tiene que significar por fuerza el nombre de este poeta. Parte de la escuela italiana, con nombres como Gentili y Pavese, y otra rama anglosajona compuesta entre otros por Lefkowitz y Lloyd-Jones, admiten una ejecución monódica acompañada de un coro danzante. Finalmente, José Luis Calvo y Adrados optan por una ejecución mixta, es decir, con par-
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tes monódicas y partes corales, enlazando así esta poesía con la lírica preliteraria 2 Para Íbico se tiende a aceptar que compuso poemas destinados a ejecución monódica, como los poemas eróticos, y poemas destinados a ejecución coral, como por ejemplo la Oda a Polícrates y los poemas de tipo épico y estesicóreo, aunque nos son muy mal conocidos. Quizá también los epinicios, si es cierto, como algunos creen, que Íbico los compuso (PMG 323 y POxy.2735 = S 166-219, cf. Barron 1987, Jenner 1986, Suárez 1988, p. 209), aunque alguno de estos fragmentos es verosímilmente de Estesícoro. Es una verdadera lástima que los restos que nos han llegado de Íbico sean tan escasos, y es de esperar que el duende de los papiros sea benévolo alguna vez con este autor que intuimos complejo y moderno. Otro tema que ha generado ríos de tinta es el de la voz del poeta, es decir, el famoso «yo» poético, del que tenemos buenos resúmenes p. ej. en Miralles 1991, pp. 34 ss., Suárez 1998, pp. 74 ss. o en la introducción de Gerber 1997, pp. 6 ss. En esta cuestión, que no se ha apagado aunque sí goza de una cierta tranquilidad, se ha oscilado entre las posiciones más extremas, desde los que opinan que todo es autobiográfico y real por ejemplo en Arquíloco o en Píndaro, e identifican su «yo» poético con las propias personas de estos autores, hasta los que afirman todo lo contrario, y consideran por ejemplo la poesía yámbica como una mera ficción. En realidad son raros los casos en que podemos tener una cierta seguridad para la interpretación de la primera persona en la lírica, por lo que parece aconsejable mantener la prudencia, huyendo de posturas radicales. Finalmente, es obligado mencionar la poesía femenina griega, que ha sido objeto de amplio estudio y revalorización en las últimas décadas, en parte como consecuencia del imparable avance de los «women's studies» también en Filología Clásica. En particular la crítica se ha esforzado por aislar, definir y explorar la voz femenina en la literatura griega (un ejemplo destacado es Stehle 1997). Aunque no sólo, esto se ha hecho sobre todo a partir de los textos de Safo, donde la cuestión se une a los temas de la homosexualidad y el amor, en un contexto poético y musical, probablemente también religioso, que sigue siendo muy difícil entender y definir. A este respecto conviene notar que los trabajos más recientes parten, como no puede ser de otro modo para intentar entender la poesía de Safo, de la búsqueda de sus «funciones», es decir, del contexto de los poemas y de los elementos comunicativos implicados en ellos. Frente a la conocida visión de Safo como «jefa de coro lírico» por Calame, Lasserre 1989 volvió a defender el carácter educativo del grupo sáfico, si bien a través de una comprensión nueva de los poemas de Safo en su contexto original, que es siempre, según el francés, una celebración religiosa3. 2
Cf. un breve resumen de la cuestión, con la bibliografía, en Suárez 1998, p. 73 ss. Cf. el reciente panorama de Iriarte 1997, p. 24 ss. Para los frs. 94 y 96 cf. Schmitz 2002. En general para las interpretaciones de la poesía y el círculo de Safo a lo largo de la historia y en épocas recientes son utilísimas las dos recopilaciones de artículos editadas por Greene 1996 y 1997. 3
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De otro lado, Gangutia 1994 ha rastreado y caracterizado a través de textos dispersos griegos y orientales una importante corriente de poesía femenina popular y ritual, con subgéneros diversos. A menudo presenta refecciones literarias a cargo de poetas hombres, y está especialmente representada en la época arcaica. Dentro de esta tradición habría que situar las Κoλυμβῶσαι de Alcmán, obra a la que Gangutia atribuye con toda verosimilitud algunos fragmentos del poeta, junto a otros editados por Page como adespota. 3.3. Sobre algunos textos recientes 3.3.1. Estesícoro Sobre la adscripción del PLille (76abc + 73 + 111c = PMGF 222b) a una obra concreta no se ha llegado a ningún acuerdo. La Erifila es la que ofrece más verosimilitud y por ello sigue gozando de numerosos adeptos, aunque se enfrenta a ciertos problemas métricos (cf. Gerber 1997, pp. 240 ss.); otros prefieren hablar de una Tebaida. En cualquier caso, nadie discute que los fragmentos son de Estesícoro (cf. bibliografía en M.-P.3 1486.1). Davies pudo incluir a última hora los fragmentos del POxy.3876 de Estesícoro (PMGF 222a, en pp. 307-325, también en Schade 2003, M.-P.3 1486.11), cuyo editor princeps, Haslam, atribuyó a Los cazadores del jabalí. Ésta es la atribución más aceptada, aunque se han propuesto otras, por ejemplo, que pertenecían a un epinicio (Garner 1994), género no documentado para Estesícoro, pero propuesto pocos años antes para Íbico, según hemos visto. Algunos discuten también si los fragmentos pertenecen a un mismo poema o a dos, pues parte de ellos (frs. 37-77) parecen hablar de la muerte y funerales de Aquiles, y otros (frs. 1-24 y quizá 25-36) parecen tratar el tema de la caza del jabalí por Meleagro. El tema de Meleagro en Estesícoro ha despertado interés por su posible relación o no con la versión del mito en Homero, que difiere de las posteriores. Especialmente interesante en estos fragmentos se presenta el personaje de Altea, madre de Meleagro, una figura poderosa y trágica como otras heroínas del poeta: Yocasta, Erifila, Helena o Calírroe, la madre de Gerión. Este carácter se reencuentra en las Alteas de Baquílides y Eurípides, que parecen haber sido modeladas sobre la versión de Estesícoro. Incluso el monólogo de Altea en el que vacila entre matar o no a su hijo parece haber influido en el gran monólogo de la Medea de Eurípides. Tenemos aquí, pues, una muestra más del carácter dramático de las obras de Estesícoro, que explica en parte su importancia como fuente de los trágicos. Para Estesícoro podemos mencionar, finalmente, el POxy.4450, editado en 1998 y consistente en dos fragmentos, con restos de ocho versos en la columna más legible. Su editor Haslam propuso como autor Íbico o Baquílides, pero Führer 2000 ha aducido en favor de Estesícoro el tema bélico, probablemente troyano, la métrica y las frecuentes aliteraciones.
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3.3.2. Íbico Davies recoge la reedición de Page de la Oda a Polícrates entre los fragmentos de Íbico, y persiste en la línea de Page de considerar también obra de Íbico los restos del POxy.2735 (S 166-219), frente a otros muchos autores que, desde la editio princeps de Lobel, preferimos considerarlos de Estesícoro (así aparece en M.-P.3 1485.4). En realidad desde hace décadas tenemos numerosos restos de poesía con rasgos lingüísticos similares que son alternativamente adscritos a Estesícoro o Íbico según el tema. Cuando éste es épico se dice que es de Estesícoro, cuando el tema es erótico se adscribe a Íbico. Pero en realidad los argumentos no suelen ser decisivos, ya que tanto escribió Estesícoro poesía erótica como Íbico de tipo épico. Por el contrario, nadie ha refutado la atribución a Íbico propuesta por West 1984 para el POxy.3538 (Ibyc.S 257a Davies), de tema amoroso. El fragmento habla de un niño criado por Cháris entre rosas, sin duda Eros, y una voz masculina en primera persona se queja de sus sufrimientos durante las noches en vela. 3.3.3. Safo El hallazgo más interesante relativo a la poetisa es el nuevo papiro publicado por Gronewald y Daniel 2004a y 2004b (= M.-P.3 1449.01). Se trata del PKöln.inv.21351 recto, con dos fragmentos consecutivos de 12 y 10 versos respectivamente, a los que se ha añadido un tercer fragmento que completa parte del segundo (PKöln.inv.21376). Los versos resultantes coinciden parcialmente con el texto recogido como n.º 58 en las ediciones de Lobel-Page y Voigt, procedente del POxy. 1787. Confirman la pertenencia de estos versos al libro IV de la edición alejandrina de la poetisa, así como el metro propio de los poemas reunidos en este libro. Conviene notar que se trata del más antiguo papiro sáfico que conocemos, pues es del III a.C., lo que nos proporciona información interesante sobre un estadio temprano en la transmisión de la poesía de Safo. El fr. 58 Voigt es un poema muy incompleto —le falta más o menos la mitad izquierda salvo en los dos versos finales, procedentes de una cita de Clearco en Ateneo (687b)— pero conocido, en cuya parte central Safo se lamenta de los estragos que la vejez ha hecho en ella, aludiendo al mito de la Aurora y Titono, y terminando con una famosa pero enigmática declaración: ἔγω δὲ φίλημμ’ ἀβρoσύvαv ....] τoῦτo καί μoι / τὸ λά[μπρov ἔρoς τὠελίω καὶ τὸ κά]λov λέ[λ]oγχε. La cuestión es que el nuevo papiro coincide con el POxy.1787 sólo en doce versos (PKöln.vv.9-20 = POxy.vv.11-22), pero los versos anteriores (8) y los posteriores (2) son completamente diferentes. La explicación más verosímil está en considerar que el primer verso en que coinciden, ἰ]oκ[ό]λπωv κάλα δῶρα, παῖδες, da comienzo a un poema sobre la vejez, cosa que ya había sospechado Gallavotti. Es decir, que uno y otro papiro recogen, antes de este poema, poemas distintos en el mismo tipo de verso sin marcar, ni uno ni otro, la división. En cuanto a los versos posteriores al texto
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coincidente, los editores pensaron que es el POxy. el que conserva el final del poema, no el nuevo papiro. El POxy., casi 500 años posterior al de Colonia, conservaría los poemas de Safo en el orden «canónico» de la edición alejandrina. Por su parte, el PKöln. contendría algo así como una antología de poemas sobre la muerte y la vejez para ser cantados uno detrás de otro, para lo cual se habrían llevado a cabo algunos cortes. La publicación del tercer fragmento de los PKöln. ha demostrado, además, que el tercer poema que comienza en su v. 21 no puede ser sáfico, por obstáculos métricos. Sin embargo, tres trabajos aparecidos inmediatamente después de la publicación están de acuerdo, con razones convincentes, en que el último verso en que coinciden ambos papiros es también el último verso del poema sobre la vejez. Es decir, los versos 23-26 del poema editado como Sapph.58, incluyendo la cita procedente de Ateneo, pertenecen a un poema independiente. Así pues, el nuevo papiro nos permite reconocer tres poemas en donde antes se veía un sola composición: 1) Los versos finales del poema nuevo, es decir, los primeros del papiro (PKöln.vv.1-8), hablan de un tema predilecto de Safo, la posibilidad de que su memoria perdure tras la muerte, gracias al dominio del arte poético. 2) Tenemos ahora la seguridad del principio y el final de un poema ya conocido (PKöln.21351.9-20 + 21376), que ahora se puede leer prácticamente entero, lo que previamente sucedía sólo con otros tres poemas de Safo (1, 16, 31 V.). En su nuevo estado podemos ver cómo Safo describe los efectos de la vejez en ella, un tema no exclusivo de este fragmento en la poetisa, y que es además recurrente en la lírica arcaica (cf. el estudio literario de Bernsdorff 2004). La estructura del poema y la enumeración de los síntomas de la vejez recuerdan notablemente al famoso fr. 31, que enumera los síntomas del sufrimiento amoroso o los celos. Aquí tenemos la piel arrugada, los cabellos que se han vuelto blancos, el ánimo apesadumbrado, las rodillas que no la pueden ya sostener, «las que una vez eran ligeras para bailar igual que cervatillos» (lo que refuerza el paralelo con Alcm.26). Tras ello Safo resume su situación: στεvαχίζω θαμέως «me lamento a menudo», y se pregunta «¿pero qué podría yo hacer? Siendo mortal no es posible carecer de vejez». Ahora también podemos ver con mayor precisión el modo en que Safo, como en otros casos, utiliza el mito tradicional para ilustrar su experiencia personal, proporcionando un rotundo final al poema: Pues también contaban de Titono, que una vez la Aurora de brazos rosados, por amor ... llegó hasta los confines de la tierra llevándolo consigo, a él que entonces era hermoso y joven, pero a pesar de todo con el tiempo lo alcanzó la grisácea vejez, (incluso) teniendo una esposa inmortal.
3) En cuanto al tercer poema, tenemos ahora restos de sus siete primeros versos (= Sapph.58.23-26 + 59 Voigt, cf. West 2005). La novedad principal es la posibilidad de
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reconstruir una priamela similar a la que abre el famoso fr. 16 de Safo: [ὀ μὲv ....]ιμέvαv voμίσδει, [ὀ δὲ ...]αις ὀπάσδoι· ἔγω δὲ φίλημμ’ ἀβρoσύvαv κτλ. 3.3.4. Alceo Es destacable el comentario a Alceo del POxy.3711, publicado en 1986 (ya en Porro 1994, pp. 149 ss. y Bastianini et alii 2004, pp. 225 ss.), y que ha dado lugar a una abundantísima bibliografía. Muestra restos de un comentario muy original, no del tipo parafrástico-gramátical usual, sino centrado en cuestiones históricas, biográficas y anticuarias, a propósito del fr. 129b de Alceo, uno de los poemas sobre el destierro mejor conservados y más interesantes del poeta. 3.3.5. Simónides El hallazgo más sensacional de los últimos veinte años fue sin duda el POxy.3965 con fragmentos nuevos de elegías del poeta de Ceos, publicado en 1992 por Parsons, y que está ya recogido en las reediciones de West 1992a y de Gentili y Prato 2002. Estos fragmentos han dado lugar a una extensa bibliografía, a simposios y a un volumen de conjunto (Boedeker y Sider 2001). Ya que no me puedo extender sobre ellos, remito a este volumen y al excelente panorama de conjunto de García Romero 2004. Simónides era para nosotros conocido sobre todo como poeta coral, aunque en realidad cultivó un amplio abanico de géneros. Sabemos que en la Antigüedad alcanzó gran fama sobre todo por sus trenos, pero también por sus elegías, que no conservábamos. Los textos nuevos nos testimonian este aspecto desconocido del poeta y nos aportan información interesante sobre un género de elegía del que teníamos noticias, pero no testimonios amplios. Se trata de la elegía de tema histórico-narrativo contemporáneo, ya que los nuevos fragmentos contienen restos de una elegía sobre la batalla del Artemision (frs. 1-4 West2), quizá de otra sobre la batalla de Salamina (frs. 5-8 West2) —aunque personalmente esto lo veo mucho más dudoso—, y sobre todo de una elegía a los combatientes en Platea al mando del general Pausanias (frs. 10-18 West2), de la que previamente sólo conocíamos un fragmento transmitido por Plutarco. Estos textos pertenecen, pues, a la producción literaria generada por las guerras médicas, a la que contribuyó Simónides también con epigramas y un poema lírico sobre los combatientes en las Termópilas. Amplían considerablemente los textos conservados del poeta y hacen todavía más urgente la elaboración de una edición global de sus obras. Del nuevo papiro es especialmente largo el fragmento 11, con 45 líneas. Está bastante deteriorado pero, en unión de los demás, permite reconstruir el contenido del poema aproximadamente. Éste debía de ser largo (Parsons calcula entre 100 y 200 versos, Aloni piensa en varios centenares) y presenta diversos aspectos interesantes, de los que aquí destaco la estructura. El fr. 11 muestra la típica secuencia que conoce-
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mos en muchos de los himnos homéricos y en la Teogonía de Hesíodo, consistente en: 1) proemio hímnico (himno según otros autores), 2) fórmula de transición a la narración con 3) despedida al dios, en este caso un héroe, Aquiles, e invocación a la musa, introducida por la fórmula usual αὐτὰρ ἐγώ, y finalmente 4) narración. Por ello West habla de «mini-épica» y Parsons de «pocket epics». Pero a esta secuencia tradicional Simónides ha añadido varias innovaciones: a) la transposición de esta secuencia a versos elegíacos; b) el proemio no está dedicado a un dios sino a un héroe, Aquiles; c) el tema no mítico, sino histórico y contemporáneo, de la narración. El POxy.3965 también nos ha permitido conocer otro tipo de contenidos en la producción elegíaca de Simónides, más convencionales y tradicionales dentro del género, o al menos mucho mejor conocidos por nosotros. Me refiero a la elegía típicamente simposíaca que reflexiona sobre la brevedad de la vida y sobre el destino humano, al tiempo que invita al hedonismo, al disfrute de la vida y del amor. Por su tema el más interesante es el fr. 22, donde una primera persona, quizá el propio poeta, habla de un viaje, real o más probablemente utópico, a una isla feliz donde poder gozar de los dones de la juventud, del simposio y del amor. Ha sido interpretado de muy diversas maneras, pero en cualquiera de los casos resulta innegable la presencia del tema pederótico, lo cual también es nuevo en Simónides. 3.3.6. Arquíloco Siendo Arquíloco uno de los más interesantes autores de la literatura griega, también es uno de los que más problemas plantea. No es extraño, por tanto, que haya sido objeto de numerosas traducciones a diversas lenguas, muchas de ellas acompañadas del texto griego, así como estudios, al hilo del debate sobre la mayor o menor personalización en la poesía yámbica en general y en la de Arquíloco en particular. En realidad, el yambo como género ha dado lugar a numerosos estudios que indagan en esta cuestión, en sus orígenes rituales, su escenario y modo de ejecución, etc. (cf. p. ej. Miralles 1986 y 1989, Steinrück 2000). Sobre este tema las introducciones de Suárez 2002 en su traducción de los yambógrafos en Gredos pueden considerarse un reciente y buen estado de la cuestión. Pero un nuevo hallazgo nos lleva a la otra vertiente de la poesía de Arquíloco, la elegíaca, mucho peor conocida por nosotros. En el XXIV Congreso Internacional de Papirología (Helsinki 2004) Obbink presentó una serie de fragmentos pertenecientes al POxy.4708, cuya editio princeps aparecerá a lo largo del año 2005, uno de los cuales contiene veinticinco versos elegíacos conservados casi íntegramente. La atribución a Arquíloco parece segura, ya que el papiro pertenece al mismo rollo que otro papiro con restos de una elegía arquiloquea, POxy.854 (= fr. 11 Adrados, 4 West), y que un tercer papiro atribuido tentativamente a Arquíloco por Lobel (POxy.2507 = Adesp. Eleg.61 West), lo que ahora se ve confirmado (= LDAB 307, M.-P.3 122). Este papiro será
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uno de los primeros leídos mediante reproducción fotográfica multiespectral, técnica que promete toda una revolución en la papirología. Aparte del hecho de que se trate de una elegía, lo más interesante de este hallazgo está en su contenido, ya que el largo fr. 1 contiene una narración, en un estilo completamente homerizante, sobre el mito de Télefo, hijo de Heracles y rey de los misios, que luchó contra los griegos cuando se dirigían a Troya y en dicha lucha fue herido por Aquiles. Tenemos aquí, por tanto, el primer testimonio de una elegía de cierta extensión con un centro de contenido mítico narrativo, y por ello sin duda este texto dará mucho que hablar en relación con los orígenes, contenidos y funciones de la elegía griega, que es un tema bastante de actualidad, como hemos visto. Además, la narración mítica se consideraba, en la elegía, un desarrollo muy posterior. En cuanto a la función de esta narración, Obbink sugirió en su presentación varias posibilidades, pero en cualquier caso considerando que constituye un exemplum. Con posterioridad se han leído mejor las primeras líneas del fr. 1, lo que ha permitido confirmar que la narración mítica constituye el centro del poema, y ejemplifica la idea que parece resumir la frase «hay un tiempo para la huida» del verso 4. Enlanzando ideológicamente con el famoso fragmento sobre la pérdida del escudo (fr.12 Adrados, 5 West2), Arquíloco justifica la idea de que la huida es en ocasiones aconsejable, a la espera de una victoria verdaderamente significativa. Es lo que hicieron los Atridas al huir de Télefo, pues su misión y su destino eran otros, y gracias a esa huida pudieron vencer a los troyanos y alcanzar la gloria. Como vemos, los papiros de Egipto continúan dando sorpresas, y permiten mantener la esperanza de seguir encontrando nuevos textos de una de las parcelas que peor paradas quedaron en la transmisión de la literatura griega, la lírica arcaica, siendo, como es, una de las más interesantes. BIBLIOGRAFÍA Adrados, F.R. 1986: «Las fuentes de Hesíodo y la composición de sus poemas», Emerita 54, pp. 1-36. —— 2001: «La composición de los poemas hesiódicos», Emerita 69, pp. 197-223. Adrados, F.R., Fdez. Galiano, M., Gil, L. y Lasso de la Vega, J. 1984: Introducción a Homero (2.ª ed.), Barcelona, Labor. Anderson, W.D. 1994: Music and Musicians in Ancient Greece, Ithaca, Cornell Univ. Press. Aravantinos, V., Godart, L. y Sacconi, A. 2001-2002: Fouilles de la Cadmée I, III. I. Les tablettes en linéaire B de la Odos Pelopidou, Pisa - Roma, IEPI. Athanassakis, A.N. (ed.) 1992: Essays on Hesiod = Ramus 21(1) y 21(2). Bakker, E.J. 1996: Poetry in speech. Orality and Homeric discourse, Ithaca, Cornell Univ. Press. Barker, A. 1984: Greek Musical Writings, 2 vols., Cambridge, Cambridge Univ. Press. Barron, J.P. 1984: «Ibycus, Gorgias and other poems», BICS 31, pp. 13-24. Bastianini, G. et al. (eds.) 2004: Commentaria et lexica Graeca in papyris reperta. Pars I vol. 1 Aeschines – Bacchylides, Múnich - Leipzig, Saur.
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Poiesis. A Bibliography on Greek Poetry ed. por E. Lelli ofrece la bibliografía del año correspondiente a la siguiente entrega impresa, así como información sobre el proyecto y sobre los volúmenes publicados. The Homer Homepage de S. Hale contiene enlaces a páginas relacionadas con Homero. Projekt Troia: .
17 LITERATURA DE ÉPOCA CLÁSICA JOSÉ GARCÍA LÓPEZ Universidad de Murcia
Al abordar el trabajo de mi colaboración en las Jornadas Veinte años de Filología Griega (1984-2004), y tras pensar en las diversas posibilidades de su realización, pronto llegué al convencimiento de que debía empezar por hacer una selección de los apartados que era posible y conveniente atender, dado el espacio y también el tiempo de que disponía para llevar a cabo una reseña lo más acertada posible de la investigación sobre «Literatura griega clásica» en estos últimos veinte años. También muy pronto decidí concentrar mi trabajo en tres géneros literarios, el teatro, la historiografía y la oratoria, sin duda los más importantes, teniendo que prescindir desgraciadamente de los demás, pensamos que interesantes, pero menos que los elegidos. Una vez hecha esta elección, todavía me vi forzado a hacer otra más discutible, quizá, dado el inmenso volumen de publicaciones con el que me encontré: sólo reseñaría los libros en torno a los géneros señalados, en general, y sólo en aquellas ocasiones en que coincidieran con ellos, recogería las obras sobre autores concretos, por ejemplo, Aristófanes o Heródoto. A pesar de esta selección, forzada por las circunstancias expuestas, creemos que sí podremos responder al espíritu de las Jornadas, en las que interpretamos que se intenta comunicar a los posibles oyentes y posteriores lectores de estas colaboraciones los puntos, los aspectos principales, en torno a los cuales se ha ido desarrollando la investigación sobre las parcelas en las que se han dividido las distintas sesiones. Éste ha sido mi propósito y, naturalmente, mi elección al redactar estas páginas. Que lo haya conseguido o no, queda al juicio del público que se acerque a las mismas. Además, para intentar conseguir nuestro propósito hemos decidido también estructurar las cuatro partes de que consta nuestro trabajo, de dos en dos, en apartados parecidos, siempre que ha sido posible, para facilitar precisamente lo anteriormente expuesto. Así, en el género teatral, representado por la tragedia y la comedia, nos ha sido posible proponer varios apartados que intentan recoger los principales aspectos sobre los que se ha centrado la investigación en el período estudiado, como estructura, lengua, léxico, etc. De forma distinta, en el género de la historiografía, estructurado en cuatro apartados: los dos primeros sobre las obras generales y los orígenes; los aspectos sobre los que principalmente han incidido F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 479-502
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los estudiosos vienen recogidos en los dos siguientes, en los que partimos de dos obras, una colectiva, que trata de Heródoto, y otra, sobre Tucídides, que nos ofrece una revisión de los principales problemas en que inciden los especialistas, así como una bibliografía muy completa. Por su parte, en el tercer género literario, la oratoria, principalmente la parte que se entiende por retórica, sólo hemos conseguido individualizar dos apartados, uno de obras generales y otro sobre los orígenes, un tercero simplemente lo titulamos «Otros», como hemos hecho también en los anteriores géneros literarios. I. TEATRO 1.1. Tragedia Dentro del género teatral vamos a reseñar, en primer lugar, la producción bibliográfica relativa a la tragedia. En este caso, como en el de la comedia, nos centraremos, por razones de espacio y tiempo, en aquellas publicaciones que se ocupan de la tragedia en general, aunque su contenido pueda estar dedicado también a parcelas o autores muy concretos, ya que se comprende que no se puede escribir una introducción o un panorama sobre este subgénero teatral sin tener en cuenta las obras concretas de sus verdaderos protagonistas, los autores dramáticos. Sin embargo, sí hemos prescindido, entre otras cosas, de reseñar libros y artículos sobre cualquiera de sus principales representantes. a) Obras colectivas En un primer acercamiento nos ha llamado la atención el número importante de publicaciones colectivas que durante estos años que reseñamos se ha ocupado de la tragedia griega y alguno o algunos de sus aspectos, algunas veces muy numerosos y con frecuencia los más importantes. Se trata, por lo general, de actas de coloquios, homenajes o seminarios, etc., que han reunido a especialistas de las distintas parcelas relacionadas, principalmente, con la Antigüedad Clásica, y en los que nosotros prácticamente sólo apuntaremos a algunos de sus contenidos de forma concreta. Así en 1986 se publica en Calgary, Alberta, Canadá, el homenaje a D.J. Conacher, editado por M. Cropp, Elaine Fantham y S.E. Scully1, que recoge diversas colaboraciones sobre la tragedia griega y su legado, con trabajos sobre Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes, y su pervivencia en obras de Séneca, Shakespeare, Corneille, etc. El mismo año 1986 tenemos una obra sobre la tragedia griega y la 1
Los datos completos de las obras citadas se encuentran en la bibliografía final, en donde se recogen por apartados y en orden alfabético del apellido de los autores o editores.
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teoría política, cuyo editor, J. Peter Euben, nos dice que los motivos que le han movido a la publicación de este grupo de trabajos son la crisis de la cultura americana, la crisis paralela de la teoría política y el cambio reciente en la interpretación de los textos y la cultura clásicos. Entre ellos se incluyen, por ejemplo, colaboraciones sobre la corrupción política en el Orestes de Eurípides o la política de la Antígona. Tras la publicación en 1990 de la obra sobre el drama ateniense en su contexto social, editada por J.J. Winckler y F.I. Zeitling, en donde abundan, como señala el mismo título, los trabajos sobre aspectos externos al propio texto dramático en torno a la tragedia, la comedia e incluso al drama satírico, nos encontramos al año siguiente con una obra, editada por Heinz Hofmann, de un contenido especial en este tipo de publicaciones que estamos reseñando, ya que trata en trece estudios los problemas sobre la interpretación de los fragmentos de los autores trágicos y la historia de su influencia, con trabajos como el de R. Kassel, «Fragmente und ihre Sammler». Una obra sobre la tragedia, comedia y la πόλις aparece en 1993, editada por S. Halliwell, A.H. Sommerstein y B. Zimmermann, y ya en el año 1995 se incide de nuevo en temas más estudiados en otras publicaciones en un libro sobre historia, tragedia y teoría en diálogos sobre el drama ateniense, editado e introducido por Barbara Goff. En 1996 se publica una obra sobre la tragedia y lo trágico, cuyo editor es M.S. Silk, con veintinueve colaboraciones sobre la lengua de la tragedia, la relación comedia tragedia, Dioniso y la tragedia, etc. Al año siguiente tenemos otra publicación sobre la tragedia griega y el historiador, cuyo editor, C. Pelling, nos advierte que se trata de estudios, efectivamente, de historia antigua más que de crítica literaria, pero que en ellos se ha procurado unir los dos aspectos. Con colaboradores principalmente de las universidades de Cambridge y Oxford, P.E. Easterling saca a la luz en 1997 un nuevo «Companion» de la Universidad de Cambridge para la tragedia griega, con tres apartados principales sobre: 1) la tragedia como institución y su contexto histórico, 2) las obras, con estudios sobre aspectos como la sociología, la lengua o el mito, y, por último, 3) la recepción, con estudios sobre adaptaciones de la tragedia para el teatro y el cine, o las representaciones en los siglos XIX y XX. Por su parte, en 1999, Simon Goldhill y Robin Osborne editan un libro sobre la cultura del espectáculo y la democracia ateniense, en la que destacan dos estudios sobre aspectos musicales, ausentes prácticamente en las demás obras reseñadas, a pesar de su importancia en el teatro griego. Un año después, en 2000, C. Morenilla y Bernhard Zimmermann son los editores de un conjunto muy heterogéneo de estudios sobre lo trágico, con colaboraciones muy dispares. Un contenido más particular e interesante es reunido por sus editores Alain Brillaut y Christine Mauduit en una publicación que recoge las colaboraciones en una mesa redonda celebrada en Lyon en 1999, pero publicada en 2001, sobre lecturas antiguas de la tragedia griega, en la que encontramos trabajos como el de Jacques Jouanna, «Lecture de Sophocle dans les scholies: remarques sur les scholies anciennes d'Ajax». Por último sólo citar las
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actas del coloquio celebrado en Pisa en junio de 2002 y publicado en 2003, sobre la transmisión de los textos trágicos, editado por L. Battezzato, con un estudio, por ejemplo, de L. Prauscello sobre los papiros con notaciones musicales y la colometría, y los problemas y controversias suscitados entre los estudiosos sobre este tema, ya desde Wilamowitz. b) Obras generales Junto a esta serie de publicaciones que abarcan, como hemos visto, una problemática muy variada, encontramos, al menos, dos obras de autores italianos que intentan ofrecer un panorama global de los aspectos más importantes en un acercamiento a la tragedia griega. Se trata, en primer lugar, del libro de Vincenzo di Benedetto y Enrico Medda, de 1997, que enfocan su análisis general desde el punto de vista de la tragedia como espectáculo teatral. Por su parte, Massimo di Marco, en el año 2000, también sobre un título general sobre la tragedia griega, concentra su estudio sobre la forma, el juego escénico y la técnica dramática, es decir, más sobre los aspectos externos de la tragedia que sobre su contenido. También este autor justifica su trabajo en un intento por guiar al lector en un recorrido que lo introduzca en la técnica dramática de los grandes trágicos y ayudarle a comprender las razones que han inspirado a los distintos autores determinadas selecciones, ya sea en la construcción de la trama como en la caracterización de los personajes. En este mismo tipo de investigación se enmarca la obra de D. Wiles, de 1997, sobre el espacio de la representación y el significado teatral de la tragedia ateniense, con estudio de la relación espacial entre el espacio teatral y sus alrededores, por ejemplo, el santuario de Dioniso, y dentro del teatro mismo, y el libro de R. Rehm, del año 2002, sobre el juego del espacio y la transformación espacial en la tragedia griega. Menos pretensiones parece que tiene este último autor con su libro, de 1992, sobre el teatro griego trágico, en el que, en dos partes, estudia, primero, el fondo social y teatral, con capítulos dedicados a los festivales, al teatro de Dioniso y a la cultura del espectáculo en Atenas, y después analiza como ejemplo la Orestía de Esquilo, Edipo Rey de Sófocles, y Suplicantes e Ión de Eurípides. c) Orígenes Sólo hemos encontrado, en este periodo de tiempo que reseñamos, una pequeña monografía que con su título nos hacía pensar que el autor emprendía un nuevo estudio sobre el origen de la tragedia. Sin embargo, José Vara de las dos partes en las que divide su trabajo, publicado en 1996, sólo dedica la primera, exactamente treinta y cuatro páginas de las ciento cuarenta y dos que tiene el
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libro, a una revisión de las teorías sobre el origen de la tragedia, desde Aristóteles a época moderna —los trabajos del profesor Adrados, por cierto, no existen para el autor español—, en cambio insiste en el papel de las ejecuciones aedo-citarodorapsódicas como germen de la tragedia, mientras que la segunda parte recoge una serie de análisis sobre la acción y el pensamiento de la tragedia griega y, sobre todo, de la procedencia homérica de ciertos convencionalismos de la tragedia, ejemplificándolos en la Electra de Sófocles. d) Estructura Por el título de su libro de 1984 Miroslav Markovich parece que se propone estudiar los trímetros de tres palabras en la tragedia griega, pero, en realidad, estudia los trímetros compuestos por tres palabras, en efecto, en todas las obras de los tres trágicos, pero también este tipo de formaciones en otros autores griegos, desde los yambógrafos jonios y Aristófanes a los yambógrafos de época bizantina. Emmanuele Dettori aborda, en 1992, el papel del jefe del coro, el corifeo, en los tres grandes trágicos y en Aristófanes, ocupando un espacio importante, como es natural, el estudio de las obras de Esquilo. Sí se ciñe a la tragedia griega, al menos en los ejemplos que analiza, el libro de 1994 de Ester Cerbo sobre los proodos y mesodos, es decir, grupo pequeño de versos que van delante o en medio, generalmente, de la estrofa y la antístrofa, cantadas por el coro. El estudio, tras una introducción sobre estos elementos en la teoría de los antiguos, pretende, dice la autora, presentar un testimonio, pensamos que original y útil, de la evolución y la transformación de la lírica griega en la tragedia a partir de su empleo en las partes líricas de los tres trágicos. En este mismo apartado podemos reseñar el libro de Mary Kuntz, de 1993, por cuanto aborda un interesante estudio sobre las formas narrativas en la poesía arcaica y su posible conexión con la tragedia griega, que al adoptar relatos de antiguas narrativas pudo adoptar también los supuestos espaciales de tales relatos, aunque con necesarias transformaciones propias del nuevo género, que frente a la épica, por ejemplo, mimetiza el espacio. Centrándose ya en la tragedia misma Barbara Goward, en 1999, estudia la técnica narrativa en la tragedia, sobre análisis de obras de los tres trágicos. Por su parte James Barrett aborda en 2002 la misma problemática formal, centrándola en la intervención del mensajero en la tragedia griega, analizando este aspecto en Persas de Esquilo, Bacantes y Reso de Eurípides y Edipo Rey de Sófocles. e) Métrica. Léxico Un tema formal muy concreto examina también Monica Centanni en su libro de 1996 sobre el metro, el ritmo y la palabra en la tragedia griega, sobre la base del
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empleo de los tetrámetros trocaicos en las escenas de las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides. El léxico erótico en la tragedia griega es el tema del libro de Maria Teresa Cassanello, publicado en 1993, con la colaboración de Giulio Guidorizzi, que supone una aportación original, pensamos, a un aspecto poco estudiado, de forma global, en la tragedia griega del modo más correcto posible, es decir, sobre el análisis de la terminología erótica en ella presente, excluyendo aquellas manifestaciones del eros, como el amor a la patria, a la familia, a la libertad, etc., ya presentes en el Glossarium Eroticum de Vorberg. f) Mito. Religión Sin lugar a dudas el estudio del aspecto mítico-religioso en la tragedia ha sido una constante en todas las épocas, prácticamente desde sus orígenes, y sigue interesando a los estudiosos en estos últimos años. Así, en 1991, Jon D. Mikalson, porque piensa, con razón, que en la tragedia griega hay otros elementos religiosos que no son los relacionados con las divinidades antropomórficas del Olimpo, emprende un trabajo sobre la religión popular en la tragedia griega, centrando su interés en las creencias del ateniense común. El dios del teatro, Dioniso, y la tragedia griega es el objeto del trabajo de Anton F. Harald Bierl de 1991, que subtitula su libro con la frase «Aspectos políticos y metateatrales en el Texto», pues cree que estos dos aspectos serán muy fructíferos en su confrontación con el texto de trágico. Un aspecto importante de la religión griega aparece como tema principal en un trabajo de 1999 de Paola Cassella sobre la súplica ante el altar en la tragedia griega. La autora, tras una breve historia sobre los estudios sobre el tema, escribe que su intención es el analizar la súplica en la tragedia como se han estudiado motivos como la guerra, la política o la condición de la mujer. Por último, en 1998, Dario del Corno ha estudiado la dramaturgia del mito en la tragedia griega en un trabajo centrado en cinco estudios a otras tantas situaciones de la tragedia griega, ejemplificadas en lo que él llama «La settima porta (Eschilo, Sette a Tebe», «I narcisi di Colono (Sofocle, Edipo a Colono)», «Un cadavere buttato a marcire (Sofocle, Antigone)», «Il pazzo legato alla colonna (Euripide, Eracle)» y «Ritornare della morte (Euripide, Alcesti)». g) La mujer. Los lazos familiares En 1985 Nicole Loraux publicó su libro sobre las formas trágicas de matar una mujer, que ha tenido varias ediciones, así como una traducción al castellano y otra al inglés. En este interesante trabajo, que puede traernos a la memoria sucesos de gran actualidad, se nos dice que la misma acción de poner sobre la escena a muje-
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res era una oportunidad excelente para el ciudadano ateniense, que podía, así, reflexionar sobre la diferencia entre los sexos. Además, la muerte de una mujer en la tragedia es siempre violenta, es más, es con la violencia con lo que la mujer domina su propia muerte. Aunque algunas mujeres son asesinadas, caso de Clitemestra, muchas recurren al suicidio, como Yocasta, Deyanira, Antígona, Fedra, etc. En relación con este tema del suicidio de la mujer en la tragedia griega podemos citar aquí el trabajo de Elise P. Garrison sobre los aspectos éticos y dramáticos del suicidio en la tragedia griega, en el que pretende estudiar el suicidio femenino y masculino, intentando descubrir, dentro de los parámetros del sistema de creencias éticas atenienses, el fondo ético general que motiva el suicidio de las víctimas trágicas. Un estudio igualmente interesante es el que nos ofrece en 1990 la estudiosa noruega Synnøve des Bouvrie sobre un acercamiento antropológico en torno a las mujeres en la tragedia griega que concluye diciendo que el papel prominente de la mujer en la tragedia se debe a que en aquellas obras en las que la mujer es importante todo se centra alrededor del οἶκος, el matrimonio, la fertilidad, la sexualidad, aunque ésta controlada, la continuidad y el carácter sagrado de la línea sucesoria, incluyendo el deber de enterrar a los miembros muertos. Por lo demás, finaliza diciendo que parece que las mujeres pueden ser instrumentadas para el trabajo trágico, contribuyendo generalmente a la turbulencia emocional y a la interrupción creadora del orden simbólico que son sus instituciones cruciales, pues, a excepción de estos elementos sin relieve, los papeles de las mujeres en la tragedia serían considerados como excepcionales y el resultado de la naturaleza simbólica de la tragedia griega. Por su parte, Helene P. Forley, en 2001, en un libro sobre los papeles femeninos en la tragedia griega, más descriptivo que crítico, piensa que la forma y el contenido de la tragedia son, sobre todo, producto de la tradición mítica y que lo que se propone discutir es un lugar común en la literatura griega de los periodos arcaico y clásico. Finalmente podemos añadir en este apartado las obras de: Elisabeth S. Belfiore, en 1986, que aborda el estudio, que pretende ser exhaustivo, de la violación de las relaciones de amistad en la tragedia griega; Rush Rehm, en 1994, sobre la fusión del matrimonio y los ritos funerarios en la tragedia griega y Jean Alaux, en 1995, en torno a la filiación y el lazo familiar en la tragedia ateniense de siglo V a.C. h) La tragedia griega en el cine y el teatro. Recepción Un lugar aparte merece el libro de Kenneth MacKinnon, publicado en 1986, sobre la tragedia griega en el cine, tema que, en parte, es tratado también por Peter Burian y Fiona Macintosh en sus colaboraciones sobre la adaptación de la tragedia griega para el cine y el teatro en la obra colectiva editada por P.E. Easter-
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ling, citada en el apartado correspondiente. En este caso el autor, tras una introducción en la que divide las películas llevadas al celuloide en películas al modo teatral, al modo del realismo y al modo fílmico, analiza los problemas que encuentran los directores de cine en sus realizaciones y las distintas aproximaciones en ese paso de la cultura antigua a la moderna, sobre el análisis, principal, de las películas de Cacoyannis (Electra, Las mujeres troyanas e Ifigenia), Pasolini (Medea y Edipo Rey), Dasin (Fedra), Jancsó Miklós (Electra), Liliana Cavani (I Cannibali, basado en la Antígona de Sófocles), entre otros. Al final del libro se proporciona un valioso apéndice con las películas, sus directores, actores, etc., desde el año 1927 al 1976. Un caso singular y digno de reseñar en este apartado es el libro de María José Ragué-Arias del año 1991 sobre los personajes y temas de la tragedia griega en el teatro gallego contemporáneo. F.R. Adrados también ha reunido en un libro reciente, de 1999, diecinueve publicaciones sobre el teatro griego y su continuación en el teatro de hoy, en las que intenta trazar una serie de pautas para el acercamiento a este género literario. Por último, la recepción posterior de la tragedia griega, desde Roma hasta época moderna, es el tema del volumen editado por H. Flashar, en 1997, sobre las ideas de la tragedia y su transformación, con trabajos que estudian distintos tópicos de la tragedia griega en obras de teoría literaria, de ópera y, sobre todo, de teatro, en autores como Séneca, Shakespeare, Voltaire, Lessing, Goethe, Hoffmannsthal, etc. i) Otros En un último apartado queremos citar un grupo de publicaciones, generalmente únicas por su número, pero que se ocupan de aspectos a veces menos atendidos por los estudiosos y que nos parecen igualmente interesantes a la hora de un acercamiento global a la tragedia griega. Guardando un orden cronológico, ya que no temático por su misma variedad, tenemos los trabajos de: André Bernand, en 1985, sobre la geografía en la tragedia griega, con partes dedicadas a lo que llama la geografía mítica en Esquilo, la geografía patética en Sófocles, la geografía afectiva en Eurípides y, una cuarta parte, al vagabundo trágico en los tres trágicos; Maarit Kaimio, en 1988, en torno al contacto físico en la tragedia griega con capítulos dedicados al mantenimiento y la crianza, al apretón de manos, a los abrazos, a la súplica y a la violencia; Christian Meier, también en 1988, parte en su libro sobre el arte político de la tragedia griega del supuesto de la estrecha relación en el siglo quinto entre tragedia y política y, por ello, cree que una pieza de arte, como la tragedia, podía contribuir a solucionar los problemas que se planteaban a los ciudadanos atenienses; Edith Hall, en 1989, se plantea el estudio, que puede ser muy actual, del etnocentrismo griego por la referencia a los pueblos bárbaros en la tragedia ateniense y, finalmente, en el año 2000, Alessia Guardasole, en la línea de
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una serie de estudios sobre la doctrina hipocrática y los autores trágicos, aborda el análisis de la tragedia griega y la medicina en la Atenas del siglo V a.C. 1.2. Comedia Como en el caso de la tragedia, dividiremos nuestro acercamiento a la producción bibliográfica en torno a la comedia griega en varios apartados que nos faciliten del mejor modo posible una perspectiva suficientemente amplia sobre los problemas que sobre este subgénero teatral han preocupado a los estudiosos. Como allí, en principio, sólo tendremos en cuenta las obras, por razón, de nuevo, de tiempo y espacio, que se ocupan de la comedia griega o Aristófanes en general o de alguno de sus aspectos, y nunca, con raras excepciones, de artículos o libros sobre obras particulares, que se hayan publicado en el tiempo que abarca nuestro estudio. a) Obras colectivas En número importante, también aquí nos encontramos con una serie de publicaciones colectivas que reúnen trabajos de varios autores que estudian los diversos aspectos de la comedia griega, principalmente de Aristófanes, presentados y debatidos en jornadas, coloquios, encuentros, etc. A pesar de que su contenido abarca tanto tragedia como comedia hemos dejado para este apartado la obra sobre la ciudad de Atenas y su teatro editada en 1986 por Eugenio Corsini, que además de siete colaboraciones sobre la tragedia recoge tres interesantes estudios sobre la polémica contra la religión del Estado, de E. Corsini, la poética de Aristófanes, de G. Cortaza, sobre un análisis del tipo de autores y de público de la comedia, cuya capacidad para comprender las alusiones literarias o parodiadas preocupaba a Aristófanes, y la escena y la palabra en Ranas, de Dario del Corno. La Fondation Hardt de Ginebra encargó a J.M. Bremer y E.W. Handley la preparación y la dirección de un nuevo encuentro sobre la Antigüedad Clásica en torno a Aristófanes, siendo el fruto del mismo la publicación en 1993, de siete conferencias, seguidas como siempre de discusión, impartidas por escogidos especialistas en el comediógrafo ateniense que trataron, entre las múltiples facetas posibles, las que podían presentar aclaraciones novedosas, como dice Olivier Reverdin, uno de los editores, en el prefacio a la publicación. En torno a tres aspectos principales de la obra aristofánica, la lengua, la escena y la ciudad, Pascal Thiercy y Michel Menu, como editores, publican en 1997 treinta y un trabajos sobre problemas muy concretos como la métrica, el vocabulario, la danza o el público en la comedia aristofánica, así como las representaciones y las adaptaciones en Italia, en el siglo XX, y Grecia de las obras de Aristófanes. En este mismo año se publica una obra sobre sociedad, política, literatura y comedia griega antigua, editada por Antonio López Eire. Se trata de trece ponen-
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cias y catorce comunicaciones sobre aspectos, algunos más generales y otros más concretos, de la comedia griega y Aristófanes. Igualmente variada y tocando aspectos muy diversos de la comedia griega es el volumen de 1998, editado por J.A. López Férez, en el que participan hasta diecisiete estudiosos españoles y extranjeros, la mayoría presentes en la publicación anterior. Gregory W. Dobrov edita en 1998 una serie de trabajos, trece en total, sobre la comedia griega antigua, principalmente sobre Aristófanes —sólo hay un trabajo sobre Cratino— y la comedia griega media y nueva. En el año 2000 tenemos, en primer lugar, las actas del décimo coloquio de la Villa Kérilos, sobre la comedia griega antigua, media y nueva, bajo la dirección de Jacques Jouanna, que incluye quince comunicaciones sobre la deformación cómica, el papel del coro y la música, la vida política y judicial, la literatura, la medicina o la vida religiosa, en la comedia antigua, la cocina en la comedia media y sobre el Sición de Menandro, en la comedia nueva; en segundo lugar nos parece sumamente interesante y original el conjunto de estudios sobre la comedia griega antigua, concretamente sobre los rivales de Aristófanes, reunidos y editados en el año 2000 por David Harvey y John Wilkins. Todo un catálogo de estudios a cargo de varios especialistas, principalmente de habla inglesa y alemana, que, como señala John Wilkins en la Introducción, viene a acompañar al reciente trabajo de 1995, de Gregory Dobrov, que también trataba de los rivales de Aristófanes, y del que, curiosamente, no se incluye ninguna colaboración en este libro. Por último, queremos reseñar la publicación en 2002 de una obra editada por Andrea Ercolani que reúne diecisiete estudios sobre la forma y la función de la burla en la comedia aristofánica a cargo de conocidos especialistas en la comedia griega, como A. López Eire, Alan H. Sommerstein, Giuseppe Mastromarco, Thomas Gelzer, etc. b) Obras generales Siguiendo el orden cronológico de las obras publicadas comenzamos este apartado dando la bienvenida a la segunda edición, de 1984, de la obra sobre Aristófanes de Carlo Ferdinando Russo, ampliada y puesta al día, y a la que se le han añadido un artículo sobre Avispas, y, al final, unos breves «Raccordi», addenda, principalmente bibliográficos. En 1986 Pascal Thiercy publica una obra sobre la ficción y la dramaturgia en Aristófanes, mientras que G. Mastromarco en 1994 nos proporciona una introducción a Aristófanes, con una amplia información sobre las relaciones entre la comedia y la πόλις y sus aspectos formales, así como una referencia especial a los rivales del gran comediógrafo ateniense y al debate crítico en torno a Aristófanes en las últimas décadas.
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Una introducción a Aristófanes, pues así fue concebida en principio para la traducción de las comedias en la editorial Gredos, es también el libro de Luis Gil Fernández, de 1996, en donde se tratan los aspectos propios de este tipo de trabajos, como son los datos biográficos, la época, la estructura formal de la comedia, la lengua y el estilo, la métrica, la crítica, la transmisión del texto, etc. Por su parte, Bernhard Zimmermann publica en 1998 una obra general sobre la comedia griega en sus tres etapas, antigua, media y nueva, con una introducción que va desde la transmisión a los temas y contenidos, pasando por apartados dedicados al estudio de la sociedad, lugares de las representaciones, máscaras y vestidos, forma y estructura, danza y música de la comedia griega. Con intención de hacer una puesta a punto de los temas más importantes, en especial sobre el nexo entre lo cómico y la comedia a la luz de un examen cuidadoso de las fuentes, Agata Zanfino publica en 2001 su obra sobre lo cómico y la comedia de los griegos. Para terminar este apartado sólo cabe citar el interesante estudio de Silke Trojahn, publicado en el año 2002, sobre los comentarios a la comedia griega antigua conservados en papiros, en el que se ofrecen, en las dos partes principales del libro, los textos y las traducciones de los papiros de nueve comedias de Aristófanes y los antiguos comentarios a la comedia antigua, con referencias a la labor de los eruditos alejandrinos, al uso de la comedia antigua como modelo de aticismo, a la indicación de fuentes en los papiros, a los dueños de los papiros y al desarrollo formal y de contenido de los comentarios. c) Estructura Para hablar de estructura en Aristófanes desde hace unos años hace falta tener en cuenta los dos estudios sobre la estructura y la función de las partes líricas de sus comedias publicados por Bernhard Zimmermann en los años 1984 y 1985, con los que este discípulo de H.J. Newiger proporciona, por primera vez, entre los trabajos sobre estas partes de la comedia griega, un estudio total de la forma y la función de esos importantes elementos, como son la párodo, las responsiones líricas, las monodias y dúos, así como las canciones del coro distintas a la de las párodos, completando así el acercamiento formal a la comedia que proporcionaban los estudios relativos al agón de Th. Gelzer (1960) y a la parábasis de G.M. Sifakis (1971). En el año 1991 Thomas K. Hubbart vuelve a retomar el estudio de la parábasis en Aristófanes convencido, con razón, de que la parábasis proporciona el punto central del acceso a las complejas y multiformes ironías de la relación del poeta cómico con su audiencia, con los temas sociales de su drama y con la sociedad en su totalidad. Por ultimo, P. Totaro, en una reciente publicación, de 1999, estudia las segundas parábasis de las comedias, cada una por separado, Caballeros, Nubes, Avispas, Paz y Aves de Aristófanes, con comentario muy completo y crítica a las
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distintas posturas, concluyendo que el carácter de la segunda parábasis reside en una combinación de metro con uno o más de los tres motivos: ὀνομαστὶ κωμῳδεῖν, alabanza coral propia y/o la llamada a los jueces. d) Lengua. Léxico. Métrica Lengua. El interés por la lengua de la comedia antigua, principalmente de Aristófanes, ha continuado presente, como no podía ser de otro modo, en estos últimos veinte años, en los que comenzamos por citar dos trabajos de A. López Eire sobre el ático, la κοινή y el aticismo, en 1991, por una parte, y la lengua coloquial de la comedia aristofánica, de 1996, por otra. Un tema muy concreto, el de las interjecciones, es el que nos ofrece J.M. Labiano Ilundáin en el año 2000, a partir de su tesis doctoral, con un estudio de cada una de las interjecciones en orden alfabético usadas por Aristófanes. El trabajo de Stephen Colvin de 1999, sobre el dialecto en Aristófanes y la política del lenguaje en la literatura griega antigua se plantea, sobre una base sociolingüística, un acercamiento original dentro de los estudios tradicionales sobre la lengua de Aristófanes, al intentar explorar la relación entre el dialecto real y el literario y las actitudes hacia la variación lingüística en la antigua Grecia, así como se propone realizar un análisis del uso del dialecto y la lengua bárbara en la literatura griega y una gramática comparativa de los dialectos epicóricos, tal y como se reproducen en Aristófanes y en los fragmentos de la comedia antigua. Colaboraciones de carácter puramente lingüístico sobre la comedia antigua, media y nueva ha recogido la obra editada en el año 2002 por Andreas Willi, con trabajos sobre la lengua de la comedia doria, las lenguas sobre la escena, las variantes ortográficas en los papiros de la comedia nueva, etc., mientras que de una parcela más concreta dentro del estudio de la lengua se ocupa el trabajo de Gerrit Kloss, que analiza los aspectos formales del lenguaje cómico en Aristófanes. Léxico. En el estudio de la lengua de la comedia antigua siempre ha tenido un interés especial la parte relativa al empleo de un determinado léxico en sus más variadas formas y contenidos. Por ello nos parece bienvenida y acertada la nueva edición en 1991 del trabajo de Jeffrey Henderson sobre la musa maculosa y el lenguaje obsceno en la comedia ática, que mantiene prácticamente el texto de la primera edición con un prefacio, que actualiza la bibliografía sobre el tema y añade treinta páginas de addenda, corrigenda y retractanda. En esta misma línea del interés por el léxico se mueve el trabajo de R. Campagner, publicado en 2001, sobre el léxico agonístico en Aristófanes.
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Métrica. Sólo conocemos durante este tiempo un trabajo sobre la métrica en Aristófanes debido a la autora italiana Cecilia Romano, de 1992, que estudia las responsiones libres en los cantos de Aristófanes. e) Mito. Religión La estrecha relación de la comedia griega desde sus mismos orígenes con ciertos rituales mítico-religiosos es una creencia sobre la que muchos estudiosos de este género literario han hecho y siguen haciendo su análisis, cuando examinan los elementos religiosos en los textos que nos ha legado la tradición. Así, en esta línea de investigación A.M. Bowie publica en 1993 un trabajo sobre el mito, el ritual y la comedia de Aristófanes. El autor, en efecto, se propone responder a la pregunta de qué aspectos de la cultura griega, especialmente ateniense, ponen sobre la escena las comedias de Aristófanes, realizando un análisis estructural de los rituales y los mitos griegos, cuyos significados pueden ser usados para interpretar las comedias. No es menos cierta la relación entre el género teatral y el culto a Dioniso, a pesar de su exigua presencia en las obras conservadas. Por ello, Xavier Riu vuelve a plantearse la importancia de la presencia del dionisismo en la comedia griega, concretamente en las comedias de Aristófanes, en su libro publicado en 1999, que recoge, aunque algo modificados, el material y las conclusiones presentadas en su trabajo de doctorado, en cuyo tribunal tuvimos la oportunidad de participar. En la misma línea de investigación de los rituales religiosos en la comedia griega Anton Bierl, en 2001, se propone estudiar el ritual y la representación del coro en la comedia antigua, con especial consideración hacia Tesmoforiantes de Aristófanes y canciones fálicas del fr. 851. Por último, citar la obra de Federica Casolari, publicada en el año 2003, sobre el travestismo mítico en la comedia griega, que no he podido consultar, pero que, en principio, quizá pueda ofrecer nuevas perspectivas en el análisis del mito en la comedia griega. f) Otros Como en el caso de la tragedia citaremos brevemente tres trabajos que no hemos podido clasificar en un apartado especial por tratarse de publicaciones únicas, por su número, en su género. Por orden cronológico se trata de: la obra de Timothy Long, de 1986, sobre bárbaros en la comedia griega; el análisis del papel del destinatario en las comedias de Aristófanes es el objeto de los dos estudios sobre las funciones del protagonista, recogidos en el libro de 1992 de Alessandro Grilli sobre los engaños de autor y, por último, todo un recital sobre la comida nos ofrece John Wilkins en su libro del año 2000 sobre el jefe de cocina jactancioso a través del estudio del discurso sobre la comida en la comedia griega antigua.
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II. HISTORIOGRAFÍA Al abordar ahora el acercamiento a los estudios en torno a la historiografía griega en época clásica nos encontramos con que, con pocas excepciones, la bibliografía que podemos reseñar en este apartado coincide al tratar el propio origen y desarrollo de este género literario con los primeros representantes griegos del mismo: nos referimos, claro está, a Heródoto y Tucídides, verdaderos creadores y padres de lo que hoy también seguimos llamando Historia, de ahí que les hayamos prestado la atención que merecen, a pesar de la postura adoptada para los otros géneros literarios. 2.1. Obras generales Como en el caso de la tragedia y la comedia, desde el punto de vista bibliográfico, es importante en estos últimos años la publicación de algunas obras de carácter general que abordan en su conjunto la historiografía griega en todo su desarrollo histórico o algún aspecto concreto en relación con los orígenes o las características que la distinguen de sus posibles precedentes, con datos extraídos, principalmente, de las obras de los dos autores anteriormente citados, Heródoto y Tucídides. Así, nos referimos, en primer lugar, a la obra, publicada en 1990, de K. Meister, sobre la historiografía griega desde sus orígenes hasta el final del Helenismo. El autor quiere, nos aclara, cubrir la falta, hasta ese momento, de una presentación completa de la historiografía griega, abordando por ello su estudio desde sus comienzos, con Hecateo de Mileto, hasta el año 30 a.C., con Diodoro de Agirión. Aunque no se descuida el tratamiento de la bibliografía en los cuatro apartados en los que se divide la obra, es el propósito del autor dejar hablar a los autores griegos. Dos años más tarde, en 1992, con un contenido parecido a la obra anterior Otto Lendle publica una introducción a la historiografía griega desde Hecateo a Zósimo, en diez partes muy parceladas, alargando el periodo estudiado por K. Meister hasta el siglo V d.C. Todavía en este apartado de obras generales nos parece que se debe incluir la obra colectiva editada en 1996 por Simon Hornblower sobre historiografía griega, en la que se recogen varias conferencias pronunciadas en un seminario de historia antigua en 1991, en la que el editor, en una introducción donde resume el contenido de las colaboraciones, escribe sobre la intertextualidad y los historiadores griegos, al abordar el problema de los autores no mencionados pero usados; también estudia la relación de los escritores, como Heródoto, Tucídides, Polibio y Estrabon, y sus predecesores, y analiza el empleo de las fuentes y el distinto sentido que este término podía tener para un historiador antiguo, así como las razones y argumentos del silencio, por los que algunos autores no tocan ciertos
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aspectos y problemas. Un tema, el de la Quellenforschung, que el autor aborda también en su colaboración de la Editorial Brill, como veremos en el apartado que dedicamos a Heródoto. 2.2. Orígenes C. Schrader en una monografía publicada en 1994 al plantearse los orígenes de la historiografía griega, distingue claramente los datos de valor histórico que pueden aparecer en documentos antiguos y la interpretación de los mismos, algo que sólo surgió en Grecia a mediados del siglo V. Así escribe que nuestra idea del concepto de historia procede precisamente de los autores helenos que cultivaron, desde el siglo V a.C., la investigación histórica, dando lugar a la aparición de la historiografía como género literario. La nueva especulación científica posibilitó, termina C. Schrader, la desmitificación de las leyendas y la sustitución de los esquemas míticos por otros de orden racional, lo cual iba a ser decisivo para la conformación definitiva de la historiografía. Con respecto a esos precedentes Heródoto es el principio de algo nuevo, pues con él la época mítica dejará de considerarse historia y pasará a ser la «prehistoria» del pueblo griego. En este mismo aspecto de consideraciones sobre los orígenes de la historiografía griega se enmarca la obra de Leone Porciani, del año 2001, sobre las primeras formas de la historiografía griega en la perspectiva local y general en la narración histórica. Se trata, según escribe el mismo autor, de un estudio sobre las relaciones entre la historia local y la gran historiografía herodotea-tucididea. El estudio del autor italiano nos parece interesante y el problema que él denomina insoluble, quizá se podría, en parte, salvar, si para el siglo VI-V también tuviéramos inscripciones históricas como las que recientemente han editado P.J. Rhodes y Robin Osborne, con traducción y comentario, o las de época helenística que estudió, en 1988, Angelos Chaniotis en su obra sobre la historia y el historiador en las inscripciones griegas. 2.3. Heródoto Como hemos visto en la bibliografía general reseñada, Heródoto y Tucídides sirven cono fuente principal para el estudio tanto de los orígenes como del nacimiento en el siglo V a.C. del género de la historiografía en Grecia, de ahí que vayan a ocupar un lugar, aunque breve, en nuestro análisis. Ahora, durante el tiempo que nos ocupa, observamos que en los trabajos publicados sobre Heródoto los estudiosos continúan centrando su atención en cinco puntos principales: 1) Heródoto y su obra, 2) Heródoto y su mundo, 3) las Historias de Heródoto como narrativa, 4) su método histórico y, finalmente, 5) se siguen publicando estudios de etnografía en las obras de Heródoto. En la última publicación de carácter global
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sobre Heródoto éstos son, precisamente, los apartados que han merecido la atención de los colaboradores del espléndido libro, editado en 2002 por Egbert J. Bakker, Irene J.F. De Jong y Hans Van Wees. La importante información ofrecida por los estudiosos que han colaborado en este excelente volumen sobre los distintos aspectos de la obra herodotea nos ha servido en gran medida para resumir los caminos por los que se dirige actualmente la investigación en torno al «padre de la historia». Después de esto quisiéramos todavía referirnos a un par de publicaciones, cuya temática ofrece una cierta originalidad entre la abundante bibliografía herodotea. Primero, en 1984, tenemos la obra de Michèle Giraudeau sobre nociones jurídicas y sociales en Heródoto; en 1991, el libro de W. Kendrick Pritchett sobre la escuela mentirosa de Heródoto, en el que el autor intenta refutar los argumentos de aquellos estudiosos modernos que han sostenido que Heródoto miente en sus Historias, por descuidar, dice, la arqueología, y por su falta de compresión de las frecuentes leyendas y relatos, y, finalmente, en 1992, el trabajo de Javier Campos Daroca sobre las experiencias del lenguaje en las Historias de Heródoto. 2.4. Tucídides El libro que nos ofrece Vicente Ramón Palerm, en 1996, de los estudios sobre Tucídides, desde el año 1973 a 1995, pretende ser también un resumen de los aspectos tratados por los estudiosos sobre los distintos aspectos de la obra tucididea, además de proporcionarnos un catálogo bibliográfico que quiere ser lo más exhaustivo posible. A partir de esa fecha, como es natural, citaremos algunas obras más. El libro de Ramón Palerm es un buen compañero también para un acercamiento crítico a los estudios modernos sobre Tucídides. Además, en los apartados en los que divide su Repertorio bibliográfico nos descubre cómo los trabajos en torno a los problemas de historia y civilización son los más numerosos, ocupando el segundo lugar los que tratan de temas literarios, ambos datos, por lo demás, totalmente comprensibles al tratarse de Tucídides. En el libro de W.R. Connor, de 1984, citado por Palerm, que acomete un estudio general, libro por libro, de la obra tucididea, se nos dice, entre otras cosas reseñables, que en el final de la arqueología queda claro que Tucídides intenta un nuevo tipo de historia y que su discurso fúnebre en boca de Pericles mira hacia un ideal de Atenas, pero su último discurso mira hacia la decadencia de esa misma ciudad. Entre las publicaciones posteriores a la obra de Vicente Palerm queremos aludir a algunas que se apartan en cierto modo de las líneas comentadas allí. En primer lugar queremos destacar el trabajo, en 1996, de K. Maurer sobre la interpolación en Tucídides, en el que se estudian aquellos pasajes difíciles del texto tucidideo, texto notoriamente difícil donde los haya.
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Merece nuestra atención también el libro de June W. Allison, publicado en 1997, sobre palabra y concepto en Tucídides, por el enfoque muy cercano al lenguaje tucidideo con el que estudia pasajes muy importantes en el historiador ateniense, como son el episodio de la peste en el libro II, el discurso de Diódoto en el debate sobre los mitilenios en el libro III, o la revuelta de Corcira, en el mismo libro. Por su parte el libro de Iglesias Zoilo, de 1995, sí citado varias veces por Palerm, sobre los discursos deliberativos en Tucídides nos puede servir para cerrar este apartado sobre la historiografía griega y abrir el análisis del otro género literario, que hemos dicho al principio de nuestra reflexión que tendríamos en cuenta en nuestra reseña, es decir, la oratoria. En efecto, Iglesias Zoilo, tras afirmar que en la obra tucididea retórica e historia se dieron la mano para crear un monumentum, una obra que permanecerá para siempre como testimonio de la grandeza del genio heleno, estudia los discursos deliberativos en Tucídides y su relación con las retóricas de Aristóteles y Anáximenes, de las que no descarta que sean un precedente e incluso se pueda encontrar en ellos una posible influencia, un tema, por cierto, que no se ha estudiado hasta el presente trabajo. III. ORATORIA. RETÓRICA Como en el caso de los dos géneros anteriores y por los mismos motivos, también en el caso de la Oratoria, principalmente en su vertiente de teoría retórica, se centrará nuestro recorrido en torno a las obras de carácter general. 3.1. Obras generales En primer lugar, y aunque también trata la retórica en las épocas helenística e imperial, e incluso, la oratoria romana, pensamos que es preciso reseñar la reedición en 1994, se nos dice que revisada, pero, en realidad, con pocas variantes y sin referencia a la bibliografía moderna, de los estudios de G.A. Kennedy, ahora en un solo volumen, sobre la retórica en Grecia, Roma y los Emperadores Cristianos. Se trata, por lo tanto, a los treinta años de la publicación de su The Art of Persuasion in Greece, Londres, 1963, de facilitar a los estudiosos del arte de la oratoria en la Antigüedad grecorromana un importante instrumento que, junto con la pequeña obra de Werner Eisenhut, de 1974, una introducción a la retórica antigua y a su historia, facilitaba las bases, podemos decir que académicas, pero muy útiles y claras, del origen y desarrollo del género oratorio. 3.2. Orígenes Para la época clásica, a lo largo de los años noventa, varios estudiosos han vuelto a plantearse el origen de la oratoria o del arte retórico, de lo que los griegos llamaron
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ῥητορικὴ τέχνη, abriendo, en algunos casos, nuevos caminos de investigación. En primer lugar, en 1991, tenemos la obra de Thomas Cole sobre los orígenes de la retórica en la Antigua Grecia. Piensa que el término ῥητορική es un invento de Platón, pues no hay señal de su uso antes del punto del Gorgias 449a5, donde el famoso sofista decide llamar al arte que enseña ῥητορική, esto es, el arte del orador, llamándose a sí mismo ῥήτωρ. Tres años más tarde, en 1994, se publica la monografía de A. López Eire, en la publicación colectiva ya citada, junto a C. Schrader, sobre los orígenes de la oratoria y la historiografía en la Grecia Clásica. El estudio sigue una línea tradicional y académica, que podemos encontrar en los trabajos citados de Kennedy, al tratar los orígenes de retórica, que tendría en los sicilianos Córax y Tisias a sus fundadores, y, sobre todo, defiende que cuando Gorgias llega a Atenas en el año 427 a.C. ya se conocía en esta ciudad la moderna τέχνη ῥητορική. Tras los trabajos de J. Poulakos, en 1995, sobre la retórica sofística en la Grecia clásica, donde se defiende con entusiasmo el papel de la sofística, sobre todo de Gorgias, y de R. Wardy, en 1996, sobre el nacimiento de la retórica, que ve más bien el nacimiento de la retórica en el enfrentamiento del Gorgias platónico con el Encomio de Helena gorgiano, en el año 1999 se publica la obra, consideramos que importante y crítica de E. Schiappa sobre los comienzos de la teoría retórica en la Grecia clásica. Se intenta en ella una nueva y original reconstrucción de los orígenes de la teoría retórica, título de la primera de las tres partes en la que está dividido su estudio. Así, piensa, como Thomas Cole, citado al principio, que el término ῥητορική no es anterior al siglo IV, por lo que es anacrónico hablar de teoría retórica antes de ese tiempo, y resalta la importancia de la fecha de la aparición de ese término para los interesados en el origen de la teoría retórica. La insistencia en el estudio del vocabulario es en donde reside la originalidad y el valor que pensamos se le debe otorgar al trabajo de Schiappa, que, por ello, merece una atención especial en nuestro análisis. 3.3. Otros Un aspecto muy concreto en gran número de oradores áticos analiza el trabajo de F. Cortés Gabaudán, de 1986, sobre las fórmulas retóricas de la oratoria judicial ática. En relación con los problemas planteados por los autores del apartado anterior se encuentra la publicación, en el año 2000, de la obra de Jeffrey Walker sobre retórica y poética en la Antigüedad. Igualmente A. López Eire en su libro sobre poéticas y retóricas griegas, publicado en 2002, se vuelve a plantear el origen y desarrollo de la retórica en Grecia, ampliando el planteamiento de su obra anteriormente analizada, aunque siguiendo el mismo esquema allí empleado. Por motivos distintos pensamos que merece nuestra atención la obra de Richard A. Bauman, de 1990, sobre juicios políticos en la Antigua Grecia, por la relación que propone, aunque en
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ocasiones un poco forzada, entre un hecho religioso, la ἀσέβεια, y los juicios en contra de Sócrates y Andócides, además de los que se creen sufrieron por los mismos motivos, ante el Areópago, Esquilo, Eurípides y uno iniciado por Sófocles. Por otra parte, E.A. Gondos, en 1996, en su libro sobre la reflexión retórica a finales del siglo V a.C. a partir de un estudio total de textos literarios de los últimos treinta años del siglo V a.C., principalmente de Sófocles, Eurípides y Aristófanes, nos ofrece un panorama muy completo de la situación de la reflexión retórica en ese periodo de tiempo. Para terminar, pensamos que merece ser reseñado el libro de Karl Prinz, publicado en 1997, sobre la estructura, la función y el significado de los discursos funerarios en la Atenas de los siglos V y IV a.C., que no es más reciente en su publicación que los reseñados anteriormente, pero sí forma una excepción por su contenido. En efecto, se propone estudiar el llamado Epitaphios logos, que, como se sabe, se encuadra en la ῥητορικὴ τέχνη dentro del género epidíctico, demostrativo o de aparato. Así terminamos este largo recorrido por la literatura griega clásica en estos últimos veinte años, aunque hemos de repetir, en composición anular, que reconocemos su brevedad y sus limitaciones, que intentamos explicar al principio de nuestra intervención, por haber elegido como base de la misma sólo tres géneros literarios, los que nos parecían más representativos de eso que llamamos literatura clásica. Ahora, al final de este bibliográfico caminar, no sabemos si habremos logrado nuestro propósito: llevar ante todos ustedes y acercarles los aspectos, las líneas de investigación, sobre las que se han movido los numerosos trabajos de estudiosos de numerosos países del mundo, resaltando y deteniéndonos, a veces, en aquellas obras que nos parecían o más originales o que aportaban un punto de vista menos atendido anteriormente. Si lo hemos conseguido, aunque sólo haya sido de manera un tanto parcial y a pesar de los defectos que seguramente hemos cometido, nos sentiremos satisfechos, agradeciendo, una vez más, la atención que han tenido la amabilidad de prestarnos. BIBLIOGRAFÍA I. TEATRO 1.1. Tragedia Adrados, F.R. 1999: Del teatro griego al teatro de hoy, Madrid, Alianza Editorial. Alaux, J. 1995: Le piège et le filet. Filiation et lien familial dans la tragédie athénienne du Ve siécle av. J.C., París, Éditions Belin. Barrett, J. 2002: Staged Narrative. Poetic and the messenger in Greek Tragedy, Berkeley - Los Ángeles - Londres, University of California Press. Battezzato, L. (ed.) 2003: Tradizione testuale e ricezione letteraria antica della tragedia greca. Atti del convegno Scuola Normale Superiore, Pisa, 14-15 giugno, 2002, Ámsterdam, Hakkert.
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Tuve el honor de participar también con el mismo tema en la Semana de Actualización Científica en Filología Griega, celebrada en Madrid desde el 26 hasta el 30 de septiembre de 1983, cuyos documentos, editados por Alfonso Martínez Díez, fueron publicados al año siguiente por el Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid. Entonces comenzaba yo mi intervención citando el interesante artículo del gran maestro Rudolf Pfeiffer («The Future of Studies in the Field of Hellenistic Poetry», JHS LXXV 1955, 69-73) en el que expresaba su esperanza de que la poesía helenística fuera más frecuentemente estudiada en las universidades y más conocida por el lector culto en general. Seguía yo diciendo que, afortunadamente, las esperanzas de Pfeiffer se habían visto cumplidas en gran medida, pues grandes habían sido los progresos en este campo en los años anteriores a su artículo, pero mayores todavía los producidos en los veintiocho años posteriores, de forma que se podía asegurar que los cimientos estaban echados y que no había ningún autor importante de esta época que careciera ya de una edición adecuada; eso mismo confirmaba en 1984 H. Lloyd-Jones en un artículo en que comentaba su edición con Parsons del conocidísimo Supplementum Hellenisticum, que completaba y mejoraba la hasta entonces utilizada Collectanea Alexandrina de J.U. Powell; no obstante, faltaban todavía comentarios sobre obras de autores concretos, léxicos especializados de algunos poetas y una puesta al día de la magistral Geschichte der griechischen Literatur in der Alexandrinerzeit de Susemihl. Pues bien, cualquiera que tenga la paciencia de oír, pese a la aridez del tema, mi intervención, que agradezco a los organizadores de este curso, deducirá que los progresos no cesan, y que muchos son aún los filólogos que siguen cultivando esta parcela (baste decir que en la nueva edición electrónica de L'Année philologique, que cubre los años 1959-2002, se encuentran nada menos que 1126 entradas para Calímaco, 798 para Teócrito y 679 para Apolonio, o sea, en el caso de Calímaco, más de 27 libros o artículos por año). Ahora sí se puede ya decir que los cimientos están perfectamente asentados y que los trabajos futuros, naturalmente siempre necesarios, pueden gozar del soporte de materiales adecuados. Intentaré hacer un repaso rápido de lo publicado entre 1983 y el día de hoy, prestando naturalmente una atención mayor a lo que ha aparecido en nuestra lenF.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 503-523
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gua y excusándome de antemano por todo lo que haya omitido involuntaria o voluntariamente (es el caso de decenas de artículos de revista que, pese a su interés filológico o de otro tipo, no pueden tener cabida material aquí; los lectores de la publicación que generará este curso podrán observar la extensión de la bibliografía citada al final, pese a mi empeño en no reseñar más que lo que me ha parecido interesante). 1. Literatura helenística Parece lógico comenzar por los estudios literarios en general, los que abarcan a varios poetas y las antologías. Antes he dicho que hace veinte años faltaba una historia de la literatura helenística que pusiera al día la muy meritoria de Susemihl; pues bien, seguimos con la misma carencia, por muy útiles que puedan ser el capítulo de Bulloch sobre la poesía helenística en The Cambridge History of Classical Literature o las doscientas páginas redactadas por Brioso, García Teijeiro, M. Fernández-Galiano, Calvo, Lens y López Férez en la Historia de la Literatura Griega, editada por este último en Cátedra en 1988. Resulta excelente como iniciación la Hellenistic Anthology de Hopkinson (sin traducciones, pero con aparato crítico, útiles introducciones y abundantes anotaciones; abarca diferentes géneros y temas de la poesía alejandrina: himnos, epigramas, poesía didáctica, pastoral, épica, repartidos en 27 secciones, 25 de ellas dedicadas, y nos sirve como excusa para refrescar a los menos iniciados la nómina principal de poetas de esta época, a Calímaco, Cleantes, Arato, Nicandro, Teócrito, Simias, Fanocles, Apolonio, Mosco, Bión, Riano, Licofrón, Herodas y Macón; otra a 33 epigramas —en cuatro series: funerarios, amorosos, dedicatorios, de temas variados— de Alceo, Antípatro, Asclepíades, Calímaco, Leónidas, Meleagro y Posidipo; y una última a una canción de bebedor). Es muy interesante el estudio literario de Hutchinson (que abarca a los principales poetas helenísticos activos en Alejandría entre el 280 y el 240 a.C.; hay capítulos sobre Calímaco, Apolonio, Teócrito, y otros más breves sobre Arato, Licofrón y Asclepíades; la sección final estudia la poesía latina influenciada por los alejandrinos, sobre todo Catulo, pero también Propercio). También se lee con interés el libro de Fantuzzi y Hunter (600 pp. en nueve capítulos; además de los dedicados a Teócrito, Calímaco y Apolonio, hay uno sobre el epilio y la poesía didáctica de Arato; otro sobre el epigrama; otro más sobre la comedia nueva y la tragedia helenística). Se puede calificar de excelente el estudio de Zanker (que se centra en el artificio literario del realismo que caracteriza a la poesía helenística, que pretende dar la ilusión de lo real multiplicando los detalles concretos e introduciendo lo cotidiano y lo mediocre en la poesía de estilo elevado). Útil desde el punto de vista filológico es el libro de Rengakos (que rastrea las ediciones de Homero que leían Calímaco y Apolonio, sobre todo las Zenódoto, Aristófanes de Bizancio y Aristarco). De menor interés, pero provechosos, son los trabajos de Schwinge (su tema se centra en el rebusca-
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miento del arte, su esoterismo que limita su audiencia a un círculo estrecho de iniciados; centrado sobre todo en Calímaco y Apolonio), de Bing (trata sobre el abandono de la concepción oral de la poesía, inspirada por las Musas, y el paso a un arte de fuentes librescas, lo que él llama la Musa erudita), Cusset (sobre la muy en boga intertextualidad en la poesía alejandrina), o Coppola (sobre la poesía y la ideología en esta época). No deben quedar en el olvido libros como el recentísimo editado por López Férez (sobre los mitos en la literatura griega helenística e imperial), el de Manakidou (descripción de obras de arte; en apéndice repertorio de epigramas), el editado por Pretagostini (con las intervenciones en un coloquio celebrado en Roma sobre los problemas y perspectivas de investigación en la literatura helenística; también del mismo es un trabajo sobre Teócrito, Calímaco y Sotades publicado en 1984) o el de Harder y otros (con los coloquios, celebrados esta vez en Groningen y centrados en el género en la poesía). Como homenaje a un filólogo que ha dedicado su actividad a la poesía tardía convendría citar la recopilación en dos volúmenes de los artículos de Livrea (aunque muchos de ellos son anteriores al período que cubrimos); y también como homenaje, en este caso a la escuela que capitanea en Londres Giangrande, citemos el libro de H. White (que, en su línea, hace combativa crítica en varios capítulos de ciertos pasajes de la edición de D. Page Further Greek Epigrams, y de otros lugares difíciles de epigramas de Antípatro de Sidón, Leónidas de Tarento y Asclepíades, ciertos versos de los Himnos de Calímaco o de Apolonio de Rodas). En España son bastante recientes las traducciones de la poesía helenística menor, muy desconocida en nuestro país (obra de Martín García), y dos sobre la más conocida poesía erótica griega (obras de Brioso y de Luque). 2. Calímaco Sin seguir un orden cronológico, que tampoco podría haber sido riguroso por la falta de datos fiables sobre muchos de los autores, comenzaremos por los poetas, y, de entre ellos, por Calímaco, quien, procedente de la antigua colonia dórica de Cirene, donde había nacido probablemente a finales del s. IV, pasó la mayor parte de su vida en Alejandría, donde ejerció primero como maestro, luego, ya en relación con la corte de los Ptolemeos, en el Museo, en cuya biblioteca trabajó en la elaboración del catálogo. Su obra debió ser inmensa, cifrándola la Suda en más de 800 volúmenes, la mayoría de ellos en prosa de carácter lexicográfico o erudito sobre instituciones o curiosidades. Su producción en verso era más reducida. Lo mejor conservado son sus seis Himnos dedicados a los dioses y los epigramas. Contamos desde hace muchos años con la ejemplar edición de R. Pfeiffer, que debe complementarse con las 55 páginas del Supplementum Hellenisticum de LloydJones-Parsons que recogían las nuevas novedades papirológicas. La edición de Pfeiffer carecía, en su tomo II, de las preciosas notas ilustrativas que acompañaban
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al I, por lo cual se echaban en falta comentarios puestos al día sobre cada uno de los Himnos. Entre 1968 y 1979 aparecieron comentarios sobre el Himno a Zeus, el Himno a Apolo, y el Himno a Diana; ahora, tras los trabajos de Mineur, Bulloch, Gigante Lanzara y Hopkinson, aparecidos entre 1984 y 1990, sobre los otros tres himnos (el IV, V y VI), poseemos ya comentarios adecuados para todos ellos. Los Aitia o Causas era una obra muy extensa de cerca de 5.000 versos en sus cuatro libros, que trataba de temas diversos, desde la fundación de templos o ciudades, los juegos deportivos, noticias sobre personajes locales, denominaciones cultuales, descripciones de estatuas, hasta dos elegías eróticas y un pasaje sobre la invención de la ratonera. Para un texto tan difícil y fragmentario contamos ahora, además de la ya citada edición de Pfeiffer, con dos comentarios parciales, el muy bueno de Massimilla sobre los dos primeros libros con introducción, texto, traducción y comentario y el útil, sobre todo por sus comentarios, de Fabian sobre el libro II. En el libro IV se integraban dos famosos poemas, El rizo de Berenice, elogio de la reina, y la Victoria de Berenice, epinicio que celebraba un triunfo en Nemea sobre la cuadriga. Sobre el primero de ellos contamos ahora con una nueva edición (en 1984 y, revisada, en 1997) de Marinone, que adjunta al texto griego la traducción de Catulo y una traducción italiana, los datos históricos sobre Berenice, su genealogía y la de los cuatro primeros Ptolemeos, un largo comentario, información sobre la constelación y un mapa de estrellas. También ha habido novedades sobre la Hécale, el poema épico, probablemente de más de 1000 versos, que contaba cómo la anciana y humilde Hécale ofreció hospitalidad a Teseo después de la captura del toro de Maratón. A.S. Hollis ha dedicado nada menos que 400 páginas (con estudio paleográfico, papirológico, filológico, lingüístico y literario y cinco apéndices) a los escasos 300 versos mutilados que han llegado hasta nosotros (ya antes Montes Cala había publicado en Cádiz una edición con traducción y comentario de la misma obra). Tampoco faltan aportaciones sobre la difícil obra de los Yambos, 13 composiciones de temas dispares (polémica literaria, invectivas, epinicios, fábulas moralizantes); muy útil resulta la edición con comentario de Kerkhecker, y no menos el estudio de Acosta-Hughes que compara los yambos de Calímaco con la tradición yámbica arcaica, y el muy reciente libro de Lelli sobre la crítica y polémica literaria en los Yambos. Pero hay que reseñar otros trabajos de carácter general muy importantes. En 2002 se publicó, por la Fondation Hardt, el primer tomo de la colección dedicado a un poeta de época helenística, Calímaco (editado por Montanari y Lehnus contiene siete exposiciones seguidas de coloquio; quizá las más llamativas son las de Lehnus, «Callimaco prima e dopo Pfeiffer», pp. 1-29; Holllis, «Light from later antiquity», pp. 35-54, interesantes paralelos de tres obispos cristianos, Sinesio de Cirene y Gregorio de Nacianzo, del s. IV, y Miguel Goniatas, del XI, que conocieron las obras fragmentarias de Calímaco; Montanari, «Callimaco e la filologia», pp. 59-92, con bi-
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bliografía reciente, y Parsons, «Callimachus and the hellenistic Epigram», pp. 99-136). En 1995 apareció el libro de Cameron, Callimachus and his Critics, de lectura imprescindible (se trata de una relectura en la que se descubre que no era un poeta que profesara sólo el arte por el arte y la erudición de cenáculo, sino un poeta comprometido con las realidades cívicas y socioculturales de su época; en 18 capítulos y tres apéndices, intenta además hacer una clasificación cronológica de las obras). A todo ello habría que añadir los estudios publicados por Nikitinski, el resultado del coloquio de Groningen dedicado al poeta y editado por Harder y otros, y, digno de subrayar, una bibliografía calimaquea muy clara y completa publicada por Lehnus en el año 2000 que sustituye a la que había publicado en 1989. Para el público en general, han visto la luz en estos años unas útiles traducciones al inglés de Nisetich, en italiano de D'Alessio, de toda la obra, y en español, de los himnos y los epigramas, de Redondo. 3. Apolonio de Rodas Poco sabemos sobre Apolonio, el poeta épico rival de Calímaco que, probablemente, nació en Alejandría y emigró a Rodas, según dicen, tras el fracaso de público y crítica de su obra principal, Las Argonáuticas, el largo poema escrito en cuatro libros, en hexámetros y jonio al estilo de Homero, sobre el famoso viaje de Jasón y demás héroes. Sobre este poeta contábamos con mayores medios gracias a la edición monumental de Fraenkel, a su comentario, a la magnífica edición bilingüe de Vian en la Budé (ha habido luego una edición revisada y aumentada) y a los comentarios de Ardizzoni y Livrea a los libros I y IV. No obstante, los filólogos han seguido avanzando. Se han publicado obras generales sobre el poeta, como las editadas por Papanghelis y Rengakos, A Companion to Apollonius Rhodius, y Harder y otros editando el coloquio de Groningen dedicado a Apolonio; se han estudiado diversos aspectos de su poesía y su técnica literaria (como los de Hunter, Fantuzzi, que considera al poeta como un término medio entre los modelos de la épica arcaica y la originalidad de los alejandrinos, Nyberg, Fusillo, Thiel, Pietsch, Clare o Valverde, que estudia el aition en los poemas); se han publicado estudios lingüísticos como el de Kyriakou (que se centra en el uso de los hapax homéricos en las Argonáuticas) o el de Rengakos; estudios métricos como el de Cañigral o el de Rodríguez Jiménez, tesis doctoral que utiliza el ordenador como medio de estudio. Pero además han visto la luz dos comentarios sobre el libro III, el de Hunter y el inacabado de Campbell, que nos deben prestar gran ayuda (el último con buenos índices, no sólo de palabras y autores, sino otros sobre lengua, estilo, metro y prosodia, mitología, religión, geografía y etnografía). Si a ello añadimos que, después del índice de Campbell, que sustituía con provecho al antiguo de Wellauer, se ha publicado una concordancia por Papathomopoulos, y dos léxicos, el de Pompella y el de
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Reich, el segundo en progresión (sólo A-D), habrá que acordar que estos años han sido muy fructuosos para este poeta. En cuanto a las traducciones, nos ceñiremos solamente a las de nuestro país. Que yo conozca, son tres las últimas publicadas, las de Valverde, Brioso y Pérez López. 4. Teócrito y la poesía bucólica El tercer gran poeta de esta época, el siracusano Teócrito, ha merecido, como ya hemos visto, cerca de ochocientos trabajos en los últimos cuarenta años, pero la mayoría de ellos son artículos que tratan de aspectos o pasajes determinados de uno u otro de los Idilios, siendo relativamente pocas las obras de carácter general y, menos aún, las nuevas ediciones, dado que el número de nuevos papiros de obras teocriteas es muy reducido y dada también la excelencia de la famosa edición de Gow y de las de Gallavotti y Beckby para los bucólicos. Podríamos citar la recopilación de 31 artículos de autores diferentes editada por Effe, el estudio de Hunter que, basándose en siete idilios, trata de reconstruir el contexto cultural en el que han surgido estas obras y sus relaciones con la poesía arcaica, los estudios de gran valor que ha dedicado a este poeta Gallavotti, la edición por parte de Harder y otros del coloquio que celebró sobre Teócrito el Seminario de poesía helenística de Groningen, o los estudios, no carentes de interés, de Rossi y Stanzel. Sobre la métrica de los bucólicos y el hexámetro de Teócrito en especial Mojena ha dado conocer su estudio, que fue una tesis de la Universidad Complutense de Madrid. Muy útil resulta, en fin, la bibliografía que nos aporta Köhnken en Lustrum en dos entregas de los años 1995 y 1999. No mucho más, por los mismos motivos citados antes, encontramos para los poetas bucólicos y su género. Parece destacable el trabajo de Bernsdorff (que estudia lo pastoril en Menandro, Apolonio, Teócrito, Calímaco y los epigramas), y es útil el léxico de los poetas bucólicos menores que ha publicado Pérez López, resultado de la tesis que realizó en la Universidad de Valladolid; un estudio de los dorismos en el Corpus Bucolicorum es obra de Molinos Tejada. De traducciones en español andamos bien servidos: M. Fernández-Galiano publicó en 1984 su Títiro y Melibeo, preciosa traducción en verso, con un utilísimo índice de temas, de los Idilios de Teócrito, Bión y Mosco y de epigramas de carácter bucólico; posteriores, y de mérito, son las de Brioso y García Teijeiro-Molinos, autores ya de muchas aportaciones en este género. El segundo poeta bucólico es Mosco, el siciliano, quizá siracusano, de quien tan poco sabemos, salvo que fue gramático y discípulo de Aristarco y debe ser fechado en el s. II. Su obra es muy corta, casi solamente un epilio de menos de doscientos versos, la Europa, que trata del mítico rapto por Zeus de la princesa fenicia. Campbell ha publicado en 1991 una edición para estudiantes, sin aparato crítico, pero con amplio comentario; además un index verborum de Mosco y Bión.
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El tercer poeta, Bión, no siciliano como los dos anteriores, sino natural de Esmirna, fechable entre la segunda mitad del s. II y la primera parte del I, ha gozado de mayor fortuna. Fantuzzi publicó en 1985 una edición con comentario, la primera desde Ahrens en 1854 y Wilamowitz en 1900; pero además Reed ha publicado otra muy útil edición en 1997 y Valpuesta, en Sevilla, ha estudiado la obra literaria de Bión. 5. Otros poetas Dejando lógicamente aparte a poetas prehelenísticos como Antímaco de Colofón y Erina, que tanto influyeron en las generaciones posteriores y que, por cierto, han tenido la fortuna de contar con dos muy buenas ediciones recientes (el primero, la de Matthews, que sustituye a la ya muy envejecida de Wyss de 1936; como tesis de la Universidad Complutense se leyó la de Pérez, que consiste en una edición, traducción y comentario de los sus fragmentos; sobre Erina ha publicado en 2003 Neri una magnífica edición), comenzaremos por Arato, el poeta didáctico nacido en Solos, en la Cilicia, hacia el año 310 a.C. Tras su estancia en Atenas como alumno, sobre todo de filósofos estoicos y escépticos, gozó del mecenazgo de los lágidas Antígono Gonatas y Antíoco I de Siria. De su obra conservada (aparte de algún epigrama) titulada los Fenómenos, 1154 hexámetros que tratan con claridad y elegancia de tema astronómico y meteorológico, ha aparecido por fin la esperada edición de Martin, quien, tras una primera publicada en Florencia en 1956, ha hecho en 1998 una definitiva y monumental en dos tomos en la colección Budé, con un largo comentario y adecuados mapas. Un año antes Kidd había colmado una laguna en la filología inglesa con su buena edición con traducción y comentario. Y entre nosotros, contamos ya con las traducciones de Calderón en 1993, de Tapia en México en 2000 y de Almirall, en catalán, en la Fundació Bernat Metge en 1996. Materiales de trabajo no faltan: Erren publicó en Lustrum la bibliografía aparecida hasta el año 1992 y, caso no muy frecuente, según las necesidades de cada uno se puede utilizar un índice de palabras (el de Campbell), una concordancia (la de Oikonomakos) o un léxico (el de Pereiro). Muchísimo menos interés tiene Nicandro de Colofón o de Claro, ciudad cercana en cuyo santuario fue sacerdote, autor de dos aburridas obras, que, pese a ello, tuvieron sus admiradores ya en la Antigüedad, dedicada una, Teríacas, a las mordeduras de serpientes, arañas y escorpiones, y la otra, Alexifármacas, a los contravenenos para todo tipo de ponzoñas. Pese a todo, durante los últimos años ha comenzado Jacques la edición en la Budé de este autor, H. White le ha dedicado un estudio literario, Touwaide y otros han sacado a la luz en Barcelona dos volúmenes dedicados a él (uno de ellos un facsímil de mucha calidad del ms. Paris. suppl. gr. 247; el otro, seis contribuciones traducidas al español que ofrecen la traducción, notas, estudios paleográficos) y desde 1996 hay una concordancia de las dos obras publicada por Papathomopoulos.
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Sobre el difícil Euforión de Calcis (del que nos quedan doscientos fragmentos muy breves, siendo muy escasas las novedades papirológicas; sus obras, al parecer, eran monografías sobre los líricos, los Juegos Ístmicos, epigramas, poesías hexamétricas) ya se habían publicado dos ediciones casi simultáneas (1976 y 1977), las de Cuenca y van Groningen, y posteriormente, fue incluido en el Supplementum hellenisticum. Parece lógico, por tanto, que sólo pueda citarse como obra reciente, el estudio de Magnelli de 2000. Ha sido traducido al catalán por Clua en la Fundació Bernat Metge. Filetas (nombre probablemente más acertado que el Filitas que utilizan otros, natural de la isla de Cos que vivió entre el 320 y 270 a.C.), poeta con mucho renombre entre sus contemporáneos y también en Roma, inventor quizá del género elegíaco-amatorio, de quien poseemos escasos fragmentos, contaba con dos ediciones antiguas, también casi simultáneas, las de Nowacki, en 1927, y de Kuchenmüller, en 1928. Pues bien, el destino ha querido que se repitiera la circunstancia y ahora tenemos dos nuevas ediciones publicadas en sólo dos años, la de Sbardella (muy útil; aunque la cantidad no implica calidad, es subrayable que dedica nada menos que 210 páginas a los 31 fragmentos conservados; en apéndice, se discute la autoría de la conocida «elegía de la ostra», publicada por primera vez por Lasserre en 1975) y la de Spanoudakis, también meritoria. De pocos autores antiguos se lamenta tanto la pérdida de sus obras como de Eratóstenes de Cirene, el excepcional polígrafo que trabajó en temas de geografía, cartografía, matemáticas, cronología, lexicografía, historia literaria y astronomía; de este último tema trataba Los catasterismos, obra que ha llegado en parte hasta nosotros. Ahora contamos con dos traducciones al castellano (A. Guzmán, con introducción y notas, y J.R. del Canto) y al catalán (Pàmias, también con introducción y notas). Alejandro de Etolia, otro poeta y erudito, que trabajó en la corte de Antígono Gonatas y clasificó, por encargo de Ptolemeo Filadelfo, las tragedias y los dramas satíricos, fue autor de variada producción, de la que sólo han llegado hasta nosotros 27 fragmentos, 86 versos contando los dubia; ahora contamos con una espléndida edición de Magnelli, que lo ha traducido y comentado. Muy de moda se puede decir que está Partenio de Nicea, en Bitinia, capturado por los romanos en la tercera guerra mitridática hacia el año 74 a.C., liberado después y vecino de Roma y Nápoles, inspirador de Catulo y Virgilio. En España E. Calderón había creído encontrar nuevos fragmentos del Idolófanes en un artículo de 1984, y más tarde, en 1988, lo editó con introducción y notas en la colección Alma Mater. Ch. Francese ha realizado un estudio rastreando, sobre todo, su influjo en la poesía romana. Y en 1995 y 1999 han aparecido dos buenas ediciones independientes una de otra, la útil de Spatafora, con comentario, y la monumental de Lightfoot, que incluye los Sufrimientos de amor, 36 historias en prosa dedicadas a Cornelio Galo, y los fragmentos poéticos.
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Novedades ha habido también acerca de las dos últimas figuras poéticas que vamos a tratar aquí, Licofrón y Herodas. El primero, de Calcis, fue filólogo, que trabajó en la corte de Ptolemeo II (compuso un tratado sobre la comedia en nueve libros; comentó a Homero y Sófocles) y, además, autor trágico, pero conservamos de él mínimos fragmentos. Muy conocida, en cambio, es su Alejandra, una larga tragedia no representable en la que, tras un breve recitado del guardián que la custodia por orden del rey, Alejandra, otro nombre de Casandra, la hija adivina de Príamo, emite unos larguísimos vaticinios fúnebres, famosos por su oscuridad. En España han aparecido dos traducciones, la de M. Fernández-Galiano, en verso, y la de Clua, en catalán para la Fundación Bernat Metge. En Italia otras dos, la de V. Gigante y la de Fusillo en colaboración con Hurst y Paduano, ambas con introducción y notas. Y acabemos esta sección con el mejor representante de la poesía mímica, Herodas de Cos, del s. III a.C., autor de varios mimiambos, o sea, mimos compuestos en metro yámbico, normalmente los llamados trímetros escazontes. Cunningham hizo una nueva edición en 1987 (la primera databa de 1971); Di Gregorio ha editado los cuatro primeros mimos, y Nairn y Laloy lo han publicado en 1991 en la colección Budé. En España han aparecido dos trabajos lingüísticos: un estudio léxico de Llera, que busca también las fuentes, y un estudio sintáctico de las partículas en este período, centrado sobre todo en Herodas, de Redondo. 6. Posidipo Se habrá observado que las novedades papirológicas en estos años referentes a poetas helenísticos han sido casi inexistentes. Sin embargo, muy recientemente se produjo un hallazgo sensacional que nos compensa con creces. Posidipo, el reputado poeta que recibió el encargo, por parte del famoso Sóstrato, de componer un epigrama conmemorativo de la erección del Faro de Alejandría, el receptor de beneficios por parte de los delfios, el nombrado próxeno por los etolios, había nacido en la macedonia Pela hacia el 310 a.C., recorrió algunas regiones de Grecia e islas del Egeo hasta llegar a Alejandría, donde entró a formar parte de los círculos literarios formados gracias al patronazgo de los reyes de Egipto. Allí desplegó una enorme actividad, centrándose su producción en el género epigramático, aunque tenemos noticias de otras obras de distinto contenido. Todo ello me pareció merecer una edición, con traducción y comentario, que edité en el CSIC en 1987. Luego saltó la sorpresa. En 1992 la Università degli Studi de Milán, ciudad que ya contaba con una muy importante colección de códices y papiros con textos griegos y latinos, entre otros la del fondo de la Biblioteca Ambrosiana, adquirió un pectoral confeccionado con un rollo de papiro, del cual dieron noticia Bastianini y Galazzi, en 1993: «Il poeta ritrovato. Scoperti di Posidippo in un pettorale di mummia», Rivista 'Ca de Sass' nº 121, marzo de 1993. En ese mismo año publicaron en Milán los epigramas contenidos en el papiro, a lo que siguió, en 2001, con la colaboración de
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C. Austin, una magnífica edición en dos volúmenes, con fotografías de gran calidad del papiro (llamado Pap. Mil. Vogl. VIII 309), un desplegable del mismo en color y en tamaño natural y, algo extraordinario, dos CD-Roms realizados con la ayuda del CNR italiano que ofrecen, eso sí, si se dispone de un ordenador muy potente, una reproducción del papiro y una visión del texto que permite, además, ser aumentado veinte veces sin perder la nitidez. Por último, en 2002 Austin y Bastianini editaron toda la obra conservada de Posidipo. Creo que merece la pena que nos detengamos un poco en este papiro. En el antiguo Egipto era costumbre depositar las momias dentro de un sarcófago con aspecto antropomórfico, hecho generalmente de madera, alguna vez adornado con esmaltes, gemas u oro o, más raramente, de terracota pintada. Pero en el primer milenio a.C., por exigencias económicas, el viejo sarcófago antropomorfo fue sustituido con frecuencia por una envoltura de cartón y yeso colocada directamente sobre la momia, que quedaba encerrada en una caja rígida con el perfil humano vagamente esbozado. El cartonaje estaba compuesto de cuatro o cinco piezas destinadas a recubrir diversas partes de la momia. La parte superior, llamada máscara, reproducía la parte alta del sarcófago, o sea, los hombros y la cabeza, con un sombrero ritual o con guirnaldas de flores. Bajo la máscara se colocaba el llamado pectoral, una especie de placa semicircular o trapezoidal que se ponía sobre el pecho del difunto. Sobre las piernas se colocaban una o dos tiras rectangulares, llamadas vendas canópicas. Y una especie de cajita oblonga contenía los pies del muerto. Estas piezas no recubrían por entero la momia; pero eran fijadas al cadáver mediante un vendaje y eran suficientes para tener la apariencia del viejo sarcófago. En un principio estas envolturas se hacían de tela o yeso; pero desde el principio de s. III a.C. se emplearon materiales menos caros: trozos de papiro no escritos o, más frecuentemente, rollos de papiro ya usado. Los fabricantes retiraban viejos documentos de los archivos públicos y casas privadas o se llevaban de las bibliotecas rollos literarios ya estropeados o no consultados. Cogían los papiros y, si era necesario, los despiezaban, los humedecían, los doblaban, los encolaban, los recubrían de una ligera capa de yeso, y los coloreaban reproduciendo las decoraciones tradicionales. Este método de fabricación se usó hasta el s. I d.C. Durante millares de años estos cartonajes quedaron bajo la arena o en nichos de las necrópolis. El francés Jean Letronne, pionero de la egiptología y de la papirología, fue el primero en advertir, hacia 1825, que estas envolturas de momia contenían escritos antiguos. Sin embargo sólo recuperó pocas líneas de documentos con muchas lagunas. Hacia 1890 el egiptólogo Flinders Petrie y el clásico John Mahaffy encontraron en Medinet Gurob (a 100 Km de El Cairo) los primeros documentos intactos, fragmentos de tragedias perdidas, y de obras platónicas. Desde entonces se han sucedido los descubrimientos y, además, han mejorado los métodos de extraer los papiros: en seco, al principio, con agua caliente después, o con ácidos, hasta el momento actual, en que no sólo se rescatan los papiros sino también los
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yesos que lo recubren. Así han aparecido numerosos documentos importantes sobre la administración, economía y vida cotidiana del Egipto helenístico. Pero también textos literarios, en su mayoría de escritos conocidos, pero alguna vez nuevos para nosotros, como es este caso. El pectoral del que hablamos era de forma trapezoidal, confeccionado con un rollo de papiro de un metro y medio de longitud, con dieciséis columnas de escritura, casi todas de 39 líneas, salvo dos que contienen 38 y una 41. En él se encontraba un libro de epigramas, que puede ser fechado probablemente hacia el año 200 (en el epigrama 78 A.-B. se recuerda el triunfo obtenido en Olimpia por Berenice II, la hija de Ptolomeo II y Arsínoe I, que condujo en triunfo su cuadriga en el año 248, y victorias obtenidas por la misma en Nemea en el 249 o 247 son citadas en el epigrama 79; este sería el término post quem; sin embargo la grafía es cercana a la documental de los años iniciales del s. II o finales del III, preferentemente en estas últimas fechas) y fabricado en una localidad no especificada del Medio Egipto. Contenía además cinco documentos, posteriores, que se encontraban depositados, como actas oficiales, en el archivo del tribunal griego de Heracleópolis Magna (120 Km aproximadamente al sur de El Cairo). Es de suponer que este libro habría formado parte de una biblioteca pública o privada, y que, por estar estropeado o porque ya no era leído, fue cedido al fabricante de cartonajes. En él se encuentran los versos de Posidipo, pues no caben dudas sobre la autoría de los epigramas. El rollo contiene más de un centenar de epigramas reagrupados en secciones temáticas que tienen un título inicial. Los epigramas están separados por un parágrafo, pero no hay ninguna indicación, ni interlinear ni marginal, que indique el nombre del autor. Probablemente en el comienzo del rollo constaría el nombre de la obra y el del autor, pero el estado del papiro no permite su lectura. Es muy presumible que todos los epigramas sean del mismo autor, pues en antologías similares aparecidas en papiros diversos sí se encuentran especificados los nombres de los autores si son distintos. No sería descartable a priori que una colección de epigramas fuera compilada atendiendo más a su contenido que a sus autores, prescindiéndose de sus nombres, pero la heterogeneidad de temas del caso que nos ocupa parece indicar que el único nexo entre ellos es el autor. Como dos de los epigramas eran ya conocidos por otras fuentes (el 15 A.-B., transmitido por Tzetzes, que lo atribuye a Posidipo, y el 65 A.-B., sobre la estatua de Lisipo, recogido en la Antología Planudea y allí asignado a nuestro autor) e indubitablemente escritos por el de Pela, debemos asignar todos los demás al mismo autor. Habría también otros indicios menores. En el epigrama 44 A.-B. se cita la ciudad macedonia de Pela, ciudad natal de Posidipo, y se podrían citar similitudes léxicas y temáticas entre estos epigramas y los ya conocidos. Además, las características métricas y dialectales de los nuevos poemas son del todo similares a las de los ya conocidos. En el hexámetro se respeta siempre el llamado puente de Hermann (no hay fin de palabra después de la breve del cuarto dáctilo); se cumple también la ley de Naeke (no fin de palabra después del
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cuarto pie, si este es espondeo); sí hay, en cambio, violación de la ley de Hilberg (no debería haber fin de palabra después del segundo pie, si este es espondeo), lo cual es novedad, pues esto no sucedía en lo que conocíamos de Posidipo; no obstante, sí es muy frecuente en otros epigramatistas del s. III a.C.; la lengua de los epigramas es la koiné normal del helenismo, con ocasionales dorismos intencionados, pues son más frecuentes, por ejemplo, en epigramas en los que los vencedores en concursos proceden del Peloponeso. No faltan innovaciones léxicas y usos no atestiguados, pero no hay tiempo para detenerme en ello. Es un descubrimiento excepcional que añade a la literatura griega una obra perdida de un gran autor y nos permite conocer algo más sobre el modo en que eran publicados los epigramas. No se trata de un rollo entero ni conocemos la extensión de la parte que falta. La grafía es bastante cuidada. El copista intercala entre cada epigrama un parágrafo, y suyas son también la mayoría de las correcciones del texto. Después del copista otras dos manos han aportado correcciones, probablemente el tercero de ellos un lector. El trozo de rollo contiene 16 columnas de epigramas, 112 epigramas en total, algunos muy fragmentarios, de una extensión que oscila entre 4 y 14 versos, todos nuevos salvo, como ya hemos dicho, dos ya recogidos en otras fuentes, todos en dísticos elegíacos, 606 versos en total. Los epigramas están agrupados en secciones temáticas. La primera sección, incluye 21 piezas y 126 versos, en las que se habla de piedras, diminutas o inmensas, preciosas o raras, labradas exquisitamente por artistas para engastarlas en anillos, collares o pulseras; la segunda, 15 epigramas y 80 versos, tiene especial interés por ser de una tipología hasta ahora desconocida: cómo interpretar el vuelo de los pájaros o el encuentro con algunos hombres, la postura de ciertas estatuas, la historia de algunos hombres que interpretaron mal un presagio o los reclamos publicitarios de algunos adivinos; la tercera, más breve (6 poemas y 38 versos), contiene epigramas dedicatorios, compuestos para acompañar una ofrenda hecha a una divinidad; hay tres dedicados a Arsínoe y uno a Arsínoe Zefiritis; la cuarta sección, epigramas funerarios (20, con 116 versos, casi todos dedicados a mujeres de toda clase o edad, jóvenes y viejas, vírgenes y madres, señoras y esclavas); el quinto grupo (9 epigramas y 50 versos) es el dedicado a los escultores (Lisipo, Hecateo, Crésila, Mirón, Teodoro de Samos y Cares de Lindos) y sus obras; la sexta sección (18 epigramas y 98 versos) la forman los que celebran las victorias conseguidas por diversos personajes más o menos ilustres en diversos concursos hípicos, cinco de ellos dedicados a Berenice II y dos a Berenice I; el séptimo grupo (6 epigramas y 26 versos) está formado por los que tocan el tema de la muerte en un naufragio; la octava (7 epigramas y 32 versos) aborda las curaciones milagrosas; la novena, titulada «Caracteres» o «Modos» (8 epigramas y 32 versos), contiene epigramas funerarios, aludiendo su título, al parecer, a las maneras de apostrofar y las conversaciones entre los paseantes y los muertos o su tumba; la última sección muestra sólo escasos restos de tres epigramas, sin que sea
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posible deducir el tema (quizá epigramas amorosos, o simpóticos o humorísticos, como otros de los conservados en Posidipo en otros lugares). Como se ve, un hallazgo extraordinario, como lo confirma el hecho de que en la bibliografía de Posidipo compilada por Martijn Cuypers (accesible en la web del Departamento de Clásicas de la Universidad de Leyden), que contiene 265 títulos, no menos de 150 de ellos versan ya sobre este papiro. 7. Antología Griega Los avances principales tocantes a la llamada «Antología griega», la colección de más de 4100 epigramas y 20.000 versos repartidos en dieciséis libros, el último de ellos con los epigramas recopilados por Planudes y que no se encontraban en la llamada Antología Palatina, se produjeron ya hace más de veinte años, con las ediciones de Waltz y sus colaboradores en la colección Budé, la edición de Beckby, las de Gow-Page editando las «Guirnaldas» de Meleagro y Filipo, o las de Page editando además los epigramas de esta época no recogidos en sus dos primeras ediciones. Sin embargo, también se han hecho cosas de valor en estos últimos veinte años. Es destacable el libro de Cameron, quien en 1993 publicó en Oxford un importante estudio sobre la evolución de la Antología desde sus comienzos hasta el redescubrimiento del manuscrito Palatino en 1606, las antología más antiguas que están contenidas en la Antología griega, sus fechas, sus fuentes, su método de ordenación, la importancia de Céfalas, la contribución de cada escriba en el manuscrito Palatino y la de Planudes. De utilidad resulta el trabajo de Gutzwiller, un estudio literario que trata de establecer el contexto social de cada autor y el de las antologías usadas por Meleagro para compilar su Corona. Entre 1985 y 1990 se editó (por Citti, Degani, Giangrande y Scarpa) un índice (no hay concordancia o léxico alguno) de la «Antología», el primero desde los contenidos en la vieja edición de Jacobs, que utiliza el texto de Beckby añadiendo con asteriscos algunas conjeturas; incluye un pequeño número de epigramas añadidos por otras fuentes. La azarosa andadura de la Antología en la colección Budé ha dado su penúltimo paso con la aparición en 1994 del tomo XI, libro XII, obra de Aubreton con la colaboración de Buffière e Irigoin. Ya sólo falta el tomo IX, libro X. En España en este período se han publicado una traducción de una selección de poemas de amor y muerte, obra de Rodríguez-Alonso y González González, y dos de Galán sobre los libros V y XII y la Guirnalda de Filipo. 8. Tragedia y comedia No mucho es lo que hay que decir sobre novedades en los últimos veinte años acerca de la tragedia y la comedia de esta época. Sabido es que los trágicos cuentan con la excelente edición de Snell y reedición aumentada de Kannicht; y también
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conocido que Kassel-Austin continúan su infatigable y benemérita tarea editando los cómicos (en 1986 apareció el tomo V que contenía a todos los autores incluidos alfabéticamente entre Damóxeno y Magnes; en 1991 el tomo II, AgatenorAristónimo; en 1989, el tomo VII, Menécrates-Jenofonte; en 1995 los adespota; en 1998, los testimonios y fragmentos de Menandro y, por último, en 2001, el I, con los prolegómenos, la comedia doria, Epicarmo y Sofrón (faltan, por tanto, además del tomo último dedicado a índices, etc., los que incluirán las obras no fragmentarias de Aristófanes y Menandro). Y hablando de este importantísimo autor de la Comedia Nueva, fronterizo cronológicamente con mi labor aquí, diré (por si la ingente tarea de mi amigo José García López, que se ocupa en este curso de la literatura griega clásica, no le ha permitido prestar una atención más pormenorizada) que su figura sigue atrayendo el interés de los filólogos. En Inglaterra, Sandbach ha publicado en 1990 una nueva edición revisada y aumentada (la primera en 1972), Arnott lo ha hecho en la colección Loeb entre 1979 y 2000, Balme y Brown en Oxford en 2002, Handley y Hurst han publicado un estudio en 1990. Añádanse una útil bibliografía publicada por Katsouris (que contiene dos secciones, la primera de ellas incluyendo todas las comedias conocidas, la segunda temática), un léxico, obra de Pompella y publicado en 1996, y algún estudio métrico, como el de Prato y otros, sobre el trímetro de Menandro. En España, después de la buena traducción de Bádenas en 1986 de todas las comedias, han aparecido una traducción de La samia, de Navarro, y otra del Misántropo, de Viana, además de la que dedicaron Mariño y García Romero a las Sentencias. 9. Historiadores Consciente de que este campo no me corresponde del todo, voy a limitarme a unos leves apuntes bibliográficos centrados exclusivamente en aspectos lingüísticos, señalando, además, las últimas traducciones que han aparecido en nuestro país o en nuestro entorno. Empezando por Polibio, el aqueo de Megalópolis, nacido probablemente entre 210 y 200 a.C., autor de las Historias, que comprendían cuarenta libros (sólo poseemos los cinco primeros casi completos y extractos de los demás) que abarcan los acontecimientos entre el año 265 (comienzo de la primera guerra púnica) hasta el 146 (final de la tercera guerra púnica y destrucción de Corinto), podemos decir que Glockmann y otros han continuado el léxico que comenzó Mauersberger (tomo II en 1998; tomo III, hasta la tau, en 2002); en cuanto a traducciones, en la colección Budé Foulon y Weil han publicado dos tomos más (ahora llegan hasta el libro XVI); Balasch terminó su labor en la Bernat Metge en 1987; Díaz Tejera, desgraciadamente, no lo pudo a hacer en Alma Mater (el último tomo publicado fue el IV en 1995) y Rodríguez Alonso publicó una selección en Akal en 1986. Diodoro Sículo es el autor de la única historia universal escrita en griego que ha llegado hasta nosotros, los cuarenta libros de la Biblioteca histórica; también so-
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bre él van avanzando las colecciones españolas (Parreu y Torres han llegado ya en 2004 hasta el libro VIII en Gredos; Serrano hasta el libro III en 2003 en Alianza; no podrá, tristemente, terminar su labor Lens, quien, con García y Campos publicó en Ediciones Clásicas en 1995 los dos primeros libros) y francesas (Bommelaer y otros han publicado varios volúmenes, detallados en la bibliografía final, entre los años 1989 y 2003). En 1983 publicó MacDougall un léxico en Olms. Más de dos siglos posteriores a ellos, y al final del período que debemos cubrir, habría que citar a Dionisio de Halicarnaso, uno de los intelectuales griegos que, a partir del año 30 a.C., imparte en Roma sus enseñanzas sobre literatura griega a los jóvenes romanos. Su obra principal fue la llamada Antigüedades romanas en veinte libros, que han llegado hasta nosotros sólo en parte. Jiménez, Sánchez, Alonso y Seco publicaron entre 1984 y 1989 la primera traducción al castellano, y Fromentin y Sautel han comenzado su edición en la Budé en 1998 y 1999 (los opúsculos retóricos también están en progresión en esta colección; en España, Galán, Márquez y Pallí se han dedicado a esta tarea). De la misma época que el anterior era Estrabón de Amasia, en el Ponto, autor de los conocidos diecisiete libros titulados Geográficos, de los que el III es el dedicado a la península Ibérica y sus islas. En cinco tomos, desde 1991 hasta 2003, se han publicado ya en Gredos, por ocho autores diferentes, los catorce primeros libros (también en la Budé Baladié ha publicado el texto y la traducción hasta el libro IX). 10. Otros prosistas Poco puedo yo decir sobre los filósofos, salvo destacar la obra de Long y Sedley, quienes, en dos volúmenes, en 1987, han estudiado a los filósofos helenísticos (con traducción inglesa, sobre todo los epicúreos y estoicos; textos agrupados por temas; selección de las fuentes principales; un glosario y un prefacio, situando las diversas escuelas en Atenas después de Alejandro), y la de Kidd, que ha publicado en 1988 un tomo con los comentarios a Posidonio (en 1972, con Edelstein, había editado los fragmentos). Una edición con traducción y comentario ha sido dedicada por Di Marco a los Silos, obra de Timón de Fliunte incluida aquí pese a ser un poema hexamétrico. Los científicos también han merecido la atención de los estudiosos en estos últimos años, pero sólo puedo citar lo que más nos atañe. Es posible leer ahora cómodamente en castellano (en traducción de Puertas en tres tomos publicados entre 1991 y 1996) los Elementos de Euclides, quien enseñó en Alejandría y escribió los trece libros que tratan de planimetría, aritmética y de estereometría, y también Ortiz ha traducido la Óptica y los Fenómenos. Las obras de Arquímedes han sido editadas, con traducción y comentario, este mismo año de 2004 por Netz, pero ya había sido traducido El método por Vega en Alianza en 1986, y al catalán, por González Urbaneja y Vaqué en la Bernat Metge en 1997.
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Podríamos acabar esta sección, y toda mi intervención, mezclando a un escritor mitológico como Apolodoro, cuya Biblioteca mitológica ha sido traducida por Calderón Felices, en Akal, en 1987 (en la Budé por Carrière y Massonie en 1991), con dos tácticos, como Eneas y Asclepiodoto (el primero de ellos traducido al español en 1991 por Vela y Martín, el segundo, editado por Poznanski en 1992 en la colección Budé) y dos gramáticos, Aristófanes de Bizancio (cuyos fragmentos, en edición que remplaza la muy antigua de Nauck de 1848, fueron editados con testimonios y breve comentario, por Slater en 1986) y Dionisio Tracio (cuya Arte gramática, primer manual de gramática griega y única obra de un filólogo helenístico que nos ha llegado completa, ha sido editada por Lallot en 1989 —y reeditada en 1998— y traducida al español por Bécares).
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19 LITERATURA DE ÉPOCA IMPERIAL ROSA MARÍA AGUILAR Universidad Complutense de Madrid
El objetivo de este trabajo es dar cuenta de lo que se ha hecho en la literatura griega de época imperial en los veinte años pasados y que sea, en cierto modo, una continuación del realizado por José García Blanco en el volumen de Actualización científica en filología griega de 1984. Por una parte, debe informar de las nuevas obras aparecidas en esa etapa, por otra debe hacer un cierto desbroce sobre esa ingente información, en suma, una aproximación también crítica, en el sentido más griego del término. Nuestro propósito, pues, será doble: hacer una separación o clasificación de los diversos estudios que reseñemos y, asimismo, un cierto juicio y valoración sobre sus contenidos. Por eso, hemos creído útil dividir este trabajo en dos partes. Una primera, donde hagamos la reseña y análisis de todo lo más valioso y útil que se ha ido produciendo en estos años y otra que contenga una bibliografía lo más amplia posible, aun contando de antemano con los olvidos no buscados que, muchas veces indefectiblemente, se producirán. Esa reseña deberá incluir lo primero esas obras consultadas con mayor frecuencia y que se han publicado en estos últimos años. Además, sin embargo, un segundo criterio de clasificación será el de separar dentro de esas obras las que tratan o temas generales o bien autores o incluso aspectos parciales de esos mismos autores. De todo ello querríamos ofrecer una síntesis lo más clara y objetiva que sea posible. 1. Análisis de obras generales 1.1. Aufstieg und Niedergang der römischen Welt: Geschichte und Kultur Roms im Spiegel der neueren Forschungen = Rise and Decline of the Roman World. Esta obra enciclopédica, más conocida por sus siglas ANRW, que publica De Gruyter en Berlín y Nueva York, está editada desde Estados Unidos por el centro de investigación de la Universidad de Boston y el homólogo de la de Tubinga en Alemania (Department of Classical Studies, ANRW Research Center, Boston University y Arbeitsstelle ANRW Universität Tübingen respectivamente). Su interés para esta parcela de la literatura radica precisamente en ese aspecto del Niedergang de la literatura y de las ciencias que trata en artículos monográficos agrupados en torno a temas o personaliF.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 525-547
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dades. Comenzado a publicar en los años 70 son varios volúmenes aparecidos en los años 90 de los que ahora haremos referencia. El volumen 33, publicado desde el año 1989 al 1992, dividido en seis tomos, se ocupa de temas de la literatura general del s. II y de algunos autores concretos de la época de Trajano y de la temprana de Adriano. Ofrecemos a continuación una síntesis de los contenidos que nos atañen. El tomo 1 presenta varios artículos consagrados al estudio de la Segunda Sofística. Son estos los de V.A. Sirago (Bari), «La seconda sofistica como espressione culturale della classe dirigente del II secolo»; G. Anderson (Canterbury, Kent), «The pepaideumenos in Action: Sophists and their Outlook in the Early Roman Empire» y E.L. Bowie (Oxford), «Greek Sophists and the Greek Poetry in the Second Sophistic». El resto del tomo se ocupa de literatura y autores latinos. En el tomo 5, dedicado en diecisiete de sus veinte estudios a la literatura latina, solamente los tres finales están dedicados a Dión de Prusa. Son estos los de B.E. Harris (Sidney), «Dio of Prusa: A Survey of Recent Work», y P. Desideri, «Dione di Prusa fra ellenismo e romanità», y nuevamente «Tipologia e varietà di funzione communicativa degli scritti dionei». En cambio el tomo 6 está consagrado íntegramente a Plutarco de Queronea con veinticinco trabajos. El primero es un estudio general de Ernesto Valgiglio (Génova): «Dagli Ethica ai Bioi in Plutarco». Los catorce siguientes trabajos (A.J. Podlecki, F.B. Titchener, D.H. Larmour, Ch.D. Hamilton, A. Georgiadou, L.A. Tritle, H.G. Ingenkamp, F.E. Brenk, P. Desideri, F. Frazier, L. de Blois) se ocupan de las Vidas. El segundo bloque de cinco estudios (G.W. Harrison, J. Boulogne, C. Patterson, L. Torraca, I. Gallo) se ocupa de aspectos generales de la obra plutarquea o bien de algunos más específicos de los Moralia, lo que ocurre igualmente con los cuatro últimos trabajos de este tomo a cargo de S. Yaginuma, P.R. Hardie, J. Buckler, B. Puech, mientras que el estudio final de F.E. Brenk, «Plutarch's Life, Markos Antonios», está consagrado como se ve por el título a una de las Vidas de mayor resonancia. Con él se concluye este tomo monográfico. El volumen 34 (1993-94) se ocupa de autores desde la época adrianea y de aspectos generales de la literatura de los siglos II y III de nuestra era. Está dividido en dos tomos en los que se alternan estudios de literatura griega y latina. El tomo 1 dedica algunos de sus 21 estudios a temas de índole general o bien de autores latinos, pero del resto están dedicados tres a Arriano: los de A.B. Bosworth, «Arrian and Rome: the Minor Works»; A. Silberman, «Arrian, Périple du Pont Euxin: Essai d'interprétation et d'évaluation des données historiques et géographiques»; y A.M. Devine, «Arrian's tactica». Son siete los consagrados a Apiano: los de K. Brodersen, «Appian und sein Werk»; I. Hahn y G. Németh, «Appian und Rom»; F.J. Gómez Espelosín, «Appian's Iberiké: Aims and Attitudes of a Greek Histo-
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rian»; Ch. Leidl, «Appians Annibaliké. Aufbau-Darstellungstendenzen-Quellen»; G. Marasco, «L' Illyriké d'Appiano»; B.C. McGing, «Appian's Mithridateios»; y D. Magnino, «Le Guerre Civili di Appiano». Cuatro trabajos se ocupan de autores más científicos que literarios: así hay dos de Apolonio Díscolo: D.L. Blank, «Apollonios Dyscolus», y J.M. Van Ophuijsen, «The Semantics of a Syntactician. Things meant by verbs according to Apollonios Dyscolus Περὶ συντάξεως»; uno se dedica a Herodiano: A. Dyck, «Aelius Herodian: Recent Studies and Prospects for Future Research», y otro de J.M. Van Ophuijsen a este mismo y a Arístides Quintiliano, «On Poems: Two Hephaestionic Texts and One Chapter from Aristides Quintilianus on the Composition of Verse». En este tomo encontramos también un estudio de A. Barigazzi, «Favorino di Arelate», dedicado a este escritor galo en lengua griega. El tomo 2, consagrado a diversos autores y géneros, se abre con un estudio general sobre retórica y filosofía en el s. II d.C. Entre los autores griegos trata en la novela fundamentalmente a Caritón de Afrodisias y a Jenofonte de Éfeso, ocupándose luego de Pausanias el periegeta, de la retórica con Elio Arístides y en último lugar de Luciano. Los tres estudios sobre novela están a cargo de C. Ruiz Montero, «Chariton von Aphrodisias: Ein Überblick»; R.L. Hunter, «History and Historicity in the Romance of Chariton» y nuevamente de C. Ruiz Montero, «Xenophon von Ephesos: Ein Überblick». P.E. Arias y M. Paoletti escriben sobre «La ricerca sulla Periegesi di Pausania e suoi problemi». Cuatro autores se dedican a Elio Arístides: C.A. Behr, «Studies on the Biography of Aelius Aristides»; C. Moreschini, «Elio Aristide tra retorica e filosofia»; S.A. Sertz, «Aelius Aristides' Political Thought»; y D. Liberale, «L' Eis basilea dello Pseudo Aristide e l'ideologia Traianea». Por último los estudios sobre Luciano de M.D. McLeod, «Lucianic Studies since 1930, with an Appendix: Recent work (1930-1990) on some Byzantine Imitations of Lucian», el apéndice a cargo de B. Baldwin; G. Anderson, «Lucian: Tradition versus Reality»; y A. Georgiadou y D.H.J. Larmour, «Lucian and Historiography» completan los autores griegos estudiados en este tomo segundo. Son en total 11 artículos de los 25 que hay en esta segunda parte del volumen 34. El volumen 36 está dividido en siete tomos, publicados desde el año 1987 hasta 1992. Revisamos a continuación sus contenidos en la parte correspondiente de literatura griega. El tomo 1 está dedicado a la filosofía y comienza con una introducción histórica de J.A. André, «Les écoles philosophiques aux deux premiers siècles de l'Empire», tras la cual hay otros dos estudios generales sobre platonismo: J. Whittaker, «Platonic Philosophy in the Early Centuries of the Empire», y L. Deitz, «Bibliographie du platonisme impérial antérieur à Plotin 1926-1986». Siguen luego una serie de estudios dedicados al platonismo griego y romano. Del primero, del griego, destacaremos los cinco que se ocupan de aspectos del platonismo de Plutarco así como otros seis trabajos sobre Plotino. Son estos los de Plutarco: Ch. Froidefond, «Plu-
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tarque et le platonisme»; J.P. Hershbell, «Plutarch's De animae procreatione in Timaeo: An Analysis of Structure and Content»; F.E. Brenk, «An Imperial heritage: The Religious Spirit of Plutarch of Chaironeia»; U. Bianchi, «Plutarch und der Dualismus»; D. Tsekourakis, «Pythagoreanism or Platonism and Ancient Medicine? The Reasons for Vegetarianism in Plutarch's Moralia». A Plotino han dedicado sus trabajos H.J. Blumenthal, «Plotinus in the Light of Twenty Years' Scholarship, 19511971»; K. Corrigan y P. O'Cleirigh, «The Course of Plotinian Scholarship from 1971 to 1986»; P. Hadot, «Structures et thèmes du Traité 38 (VI, 7) de Plotin»; F.M. Schroeder, «Synousia, Synaisthesis and Synesis: Presence and Dependence in the Plotinian Philosophy of Consciousness»; J. Bussanich, «Mystical Elements in Plotinus' Thought», y D.A. Dombroswski, «Ascetism as Athletic Training in Plotinus». El tomo 2 continúa con el platonismo con trabajos sobre Porfirio, Amelio, Yámblico y Numenio, bien de cada uno por separado, bien en una consideración de conjunto. Se dedican luego trabajos al aristotelismo con una introducción general y tres estudios monográficos sobre Alejandro de Afrodisias. Los estudios de este tomo para el neoplatonismo son los siguientes: A. Smith, «Porphyrian Studies since 1913»; D.A. Dombrowski, «Porphyry and Vegetarianism: A Contemporary Philosophical Approach»; L. Brisson, «Amélius: sa vie, son oeuvre, sa doctrine, son style»; J. Dillon, «Iamblichus of Chalcis (c. 249-325 A.D.)»; R.T. Wallis, «Scepticism and Neoplatonism»; S.K. Strange, «Plotinus, Porphyry and the Neoplatonic Interpretation of the Categories»; K. Corrigan, «Amelius, Plotinus, and Porphyry on Being, Intellect and the One. A Reappraisal»; K. Kremer, «Bonum est diffusivum sui. Ein Beitrag zum Verhältnis von Neoplatonismus und Christentum», y en último lugar M. Frede, «Numenius». Son menos en número los estudios dedicados al aristotelismo. Hay una introducción de H.B. Gottschalk, «Aristotelian Philosophy in the Roman World from the Time of Cicero to the End of the Second Century A.D.», a la que siguen los trabajos sobre Alejandro de Afrodisias de R.W. Shraples, «Alexander of Aphrodisias: Scholasticism and Innovation»; P. Donini, «Il De fato di Alessandro. Questioni di coerenza», y A.S.J. Madigan, «Alexander of Aphrodisias: the Book of Ethical Problems». Cierran este tomo segundo dos Apéndices de F.E. Brenk a estudios anteriores suyos sobre Plutarco: «Index to Contribution on In the Light of the Moon: Demonology in the Early Imperial Period» e «Index to Contribution on An Imperial Heritage: the Religious Spirit of Plutarch of Chaironeia». El tomo 3 se ocupa del estoicismo con trabajos sobre Posidonio y aspectos generales del estoicismo tales como su cosmología o la posición frente a la esclavitud en la primera parte. Luego, tras un buen número de estudios dedicados a Séneca, otro que se ocupa de Musonio como maestro de Epicteto sirve de enlace para ocuparse de este último, de Hierocles y finalmente del estoicismo de Marco Aurelio. Tras el estudio de D.E. Hahm, «Posidonius' Theory of Historical Causation», los seis estudios que siguen, dedicados al estoicismo, no tratan de autores concretos
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sino de las doctrinas. Son los siguientes: R. B. Todd, «The Stoics and their Cosmology in the first and second centuries A.D.»; M. Lapidge, «Stoic Cosmology and Roman Literature, First to Third Centuries A.D.»; G. Aujac, «Stoïcisme et Hypothèse géocentrique»; H.-J. Horn, «Stoische Symmetrie und Theorie des Schönen in der Kaiserzeit»; R.J. Newman, «Cotidie meditare. Theory and Practice of the meditatio in Imperial Stoicism»; y C.E. Manning, «Stoicism and Slavery in the Roman Empire». Los trabajos dedicados a autores estoicos son también seis: M. Frede, «Chaeremon»; R. Laurenti, «Musonio, maestro di Epitetto»; J.P. Hershbell, «The Stoicismus di Epictetus: Twentieth Century Perspectives»; A. Jagu, «La Morale d'Epictète et le christianisme»; M. Isnardi Parente, «Ierocle stoico. Oikeiosis e doveri sociali»; y finalmente E. Asmis, «The Stoicism of Marcus Aurelius». En el tomo 4 tienen sitio el resto de escuelas filosóficas o religioso-filosóficas. Como en un cierto cajón de sastre se estudian sucesivamente el epicureísmo y sus figuras más relevantes en ese momento como Filodemo, el escepticismo en Sexto Empírico, el cinismo de época imperial, el orfismo de época imperial con testimonios e interpretaciones desde Plutarco a Yámblico y, finalmente, la doxografía representada por Ario Dídimo y Aecio. Son estos los autores y sus estudios: J. Ferguson, «Epicureanism under the Roman Empire»; T. Dorandi, «Filodemo: gli orientamenti della ricerca attuale»; E. Asmis, «Philodemus' Epicureanism»; T. Dorandi nuevamente, «Filodemo storico del pensiero antico»; M. Isnardi Parente, «Diogeniano, gli epicurei e la τύχη»; D. Clay, «The Philosophical Inscription of Diogenes of Oenoanda: New Discoveries 1969-1983». Viene después un único trabajo dedicado al atomismo a cargo de A. Stückelberger, «Die Atomistik in römischer Zeit: Rezeption und Verdrängung», al que siguen los consagrados al escepticismo de Sexto Empírico a cargo de J. Allen, «The Skepticism of Sextus Empiricus»; J. Barnes, «Pyrrhonism, Belief and Causation: Observations on the Scepticism of Sextus Empiricus»; G. Cortassa, «Il programma dello scettico: struttura e forme di argumentazione del primo libro delle Ipotiposi pirroniche di Sesto Empirico». Hay dos trabajos sobre cinismo: M.-O. Goulet-Cazé, «Le cynisme à l'époque impériale»; y J. Hammerstaedt, «Der Kyniker Oenomaus von Gadara». Uno solo hay sobre el orfismo, de L. Brisson, «Orphée et l' Orphisme à l'époque impériale. Témoignages et interprétations philosophiques de Plutarque à Jamblique», que cierra esta parte, en cierto modo, para concluirse con estudios de doxografía: D.E. Hahm, «The Ethical Doxography of Arius Didymus»; y J. Mansfeld, «Doxography and Dialectic. The Sitz im Leben of the placita». El tomo presenta al final aún dos trabajos que son índices a los artículos precedentes de D. Clay y de D.E. Hahm. El tomo 5 muestra también una cierta mezcla de autores, griegos todos, con la excepción de Plinio, a quien va consagrado un primer artículo. Luego, tras otro dedicado a Dión de Prusa de A. Brancacci, «Struttura compositiva e fonti della terza orazione Sulla regalità di Dione Crisostomo: Dione e l' Archelao di Antistene», siguen tres que estudian las relaciones de Plutarco con las escuelas filosóficas estoica y
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epicúrea y con la filosofía política griega: son dos de J.P. Hershbell, «Plutarch and Stoicism» y «Plutarch and Epicureanism», y uno de H. Aalders y L. De Blois, «Plutarch und die politische Philosophie der Griechen». Los dos siguientes trabajos tratan en particular de obras de Luciano: D. Clay, «Lucian of Samosata: Four Philosophical Lives» y H.-G. Nesselrath, «Kaiserlicher Skeptizismus in platonischen Gewand: Lukians Hermotimus». Las relaciones de Galeno con la filosofía ocupan los tres estudios siguientes, que son de P.L. Donini, «Galeno e la filosofia»; R.J. Hankinson, «Galen's Philosophical Eclecticism», y de K. Hülser, «Galen und die Logik». El tomo acaba con estudios sobre Diógenes Laercio y la transmisión de la filosofía griega (uno de J. Mejer), así como otros sobre libros concretos de sus Vidas de filósofos ilustres (cuatro, a cargo de G. Gianantonni, L. Brisson y T. Dorandi). El tomo 6 dedica los más de sus estudios (nueve de un total de once) a Diógenes Laercio, analizando así sucesivamente las escuelas filosóficas que trató en los distintos libros de las Vidas, con artículos de M.G. Sollenberger, M.-O. Goulet-Cazé, A. Brancacci, D.E. Hahm, B. Centrone, F. Decleva Caizzi, J. Barnes, M. Gigante y D.E. Hahm. Solamente hay dos autores que se ocupan de Hipólito y su Refutación de los herejes: I. Mueller, «Heterodoxy and Doxography in Hippolytus' Refutation of all Heresies», y S.N. Mouraviev, «Hippolyte, Héraclite et Noët». El densísimo tomo 7 trata otros aspectos de las filosofías estudiadas en relación con la sociedad en la que se desarrollaron. Hay asimismo algunos estudios dedicados a la recepción de la filosofía griega en el mundo islámico y otros llenos de interés, como los que estudian la relación de la filosofía de escuela con la popular. Sin embargo, no haremos una pormenorización de ellos ya que se escapan de nuestros límites, unas veces por tratar temas no estrictamente literarios, otras por estar referidos más a la etapa helenística que a la imperial. El volumen 37 consta de seis tomos que fueron publicados entre 1993 y 1996. Sus temas son filosofía, medicina y biología, con lo cual se alejan un tanto de nuestros objetivos. Damos una breve reseña de sus contenidos que, si se exceptúa a Galeno, quedan fuera de los tenidos como propiamente literarios. Los tomos 1 y 2 están dedicados íntegramente a la medicina romana, un tanto entre comillas, en cuanto que se sitúan ahí también a médicos como Areteo de Capadocia, Sorano de Éfeso, Rufo de Éfeso y Galeno, de formación griega pero que ejercieron su profesión en Roma. También se estudian las llamadas «sectas» médicas y su introducción en la urbe. Hay también algunos trabajos sobre esos primeros médicos al principio del t. 2, pero el resto de este tomo está consagrado al completo a estudios monográficos sobre las obras o algún aspecto de la obra de Galeno. Es de destacar en él por su utilidad los veinte años de la Bibliographia galeniana a cargo de Jutta Kollesch y Dieter Nickel. Sólo dos trabajos aparecen dedicados al final del volumen a Alejandro de Afrodisias y a Quinto Sereno.
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El tomo 3 está consagrado a diversos campos de la ciencia médica desde la época clásica a la imperial. El tomo 4 se ocupa de la farmacia dando un espacio a Dioscórides. El tomo 5 se ocupa de la geografía con Estrabón, Pomponio Mela y Claudio Ptolomeo como principales objetivos. Otros trabajos están dedicados a la táctica, a las matemáticas y a la astronomía. El tomo 6 se escapa ya del todo de nuestros objetivos, pues está fundamentalmente consagrado a las tecnologías de la Antigüedad tardía, tanto de la minería y de la arquitectura con sus problemas de materiales, como de la construcción naval u otros aspectos menores como el que se ocupa de la tecnología del cristal. Termina este tomo con un estudio sobre la terminología filosófica y científica griega y su recepción en el latín. Como puede seguirse de estos índices, aunque algunos de los tomos reseñados, los que estudian sobre todo la ciencia, no lo estén de modo exhaustivo, ANRW es una obra imprescindible a la hora de hallar información y doctrina varia sobre la época imperial. Sus autores pertenecen a multitud de países y emplean las diversas lenguas propias de la comunidad científica. Como suele ocurrir en una obra colectiva, y más aún de esta envergadura, no todos sus trabajos presentan la misma calidad científica. Esto no es óbice, sin embargo, a una valoración positiva de su conjunto por la amplitud de autores y temas tratados y por la información que ofrecen. 1.2. Como contraste con esta magna obra colectiva, Antonine Literature es un pequeño volumen asimismo colectivo, pero de sólo 148 páginas, editado por D.A. Russell y que contiene monografías de varios estudiosos de la literatura de la etapa imperial. Comienza por una introducción a cargo del propio editor: «Greek and Latin in Antonine Literature», donde destaca la relación movediza y frecuentemente compleja entre los elementos helenísticos y romanos en la literatura de la época de Antonino, aunque el balance no se incline hacia una ventaja de Roma: The balance was surely shifting and not to the advantage of Rome. Graecia victa was establishing her victory more and more securely... (D.A. Russell, 1990, p. 17.)
A continuación van los siguientes estudios: «Truth and Fiction in Plutarch's Lives» por C.B.R. Pelling; «Greek Poetry in the Antonine Age» por E.L. Bowie; «The Second Sophistic: Some Problems of Perspective» por G. Anderson; «Lucian's Introductions» por H.G. Nesselrath; «Plato's Phaedrus in Second-Century Greek Literature» por M.B. Trapp; «Psyche and her Mysterious Husband» por E.J. Kenney, y en octavo puesto y como cierre «Aristides and the Prose Hymn» por el editor, D.A. Russell. Podemos ver por la enumeración de su índice que hay diversos tipos de trabajos, unos de índole general, otros dedicados a un autor representativo y también algunos a obras y temas por los que se interesaban en esa centuria. Nosotros señala-
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ríamos de entre ellos el estudio sobre la Segunda Sofística de G. Anderson, estudioso bien destacado por lo demás por su conocimiento de la época en cuestión —del cual ya están reseñados sus estudios en ANRW— y de entre los dedicados a un autor, el de C.B.R. Pelling sobre la creación de Plutarco en sus Vidas, el de H.G. Nesselrath — autor que también está presente en ANRW— a propósito de Luciano y sus prolaliai y el de D.A. Russell sobre los llamados Himnos en prosa, en realidad también declamaciones, del más olvidado Elio Arístides. 2. Clasificación por materia y autores 2.1. Introducción Pensamos que deben figurar en este apartado los autores más significativos y que también por esa razón u otras además hayan conseguido una mayor atención en estos últimos años. Incluimos autores de los siglos I-III de nuestra era agrupados hasta cierto punto en función de los géneros literarios a los que pertenecen, sin una clasificación rigurosa, ya que hay bastantes de ellos que practicaron diversos géneros y formas. Sin embargo, este cuadro que sigue es meramente orientativo. Sería imposible referirnos a todos estos autores, aun de una forma muy general. Por ello comenzaremos por exponer los avances que hemos hallado en este campo de la literatura y cómo han afectado al tratamiento de muchos de ellos. Por otra parte, no daremos cuenta de algunos que, como los científicos, ya tienen su lugar en otros estudios de estos Veinte años de Filología Griega. 1. Ciencias: Claudio Tolomeo, Eliano, Pausanias, Polieno. 2. Filosofía: Plutarco, Epicteto, Diógenes Laercio, Sexto Empírico, Ateneo. 3. Historiografía: Dión Casio, Apiano, Arriano. 4. Medicina: Galeno, Rufo de Éfeso, Sorano. 5. Novela: Caritón de Afrodisias, Jenofonte de Éfeso, Aquiles Tacio, Longo. 6. Segunda Sofística: Elio Arístides, Dión de Prusa, Filóstrato, Luciano.
Esta clasificación misma nos conduce ahora a la consideración de los autores y a que hagamos además unas observaciones sobre la diferente fortuna de que han gozado en cuanto a ediciones, traducciones o estudios en estos últimos tiempos. Si comparamos las páginas dedicadas por L'Année Philologique a algunos de los autores que hemos enumerado al comienzo, porque resultaría inviable referirnos a todos ellos, y además extendemos esta comparación a las diferentes fechas de publicación de este repertorio bibliográfico, podremos observar cómo hay autores a los que se ha dedicado la misma o parecida atención desde hace veinte años hasta ahora —aun teniendo en cuenta el incremento enorme en la publicación propio de estos últimos tiempos— pero que hay otros que han gozado de una suerte enorme
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en cuanto a la atención prestada. Basta con señalar en el tomo LVII de APh del año 1988 la media página dedicada a la nueva bibliografía sobre Elio Arístides, otro tanto al historiador Apiano, menos aún a Arriano o a Ateneo, poco más de una entre Dión Casio y Dión Crisóstomo, incluso a Luciano ni una página completa frente a las casi tres de Plutarco. Algo semejante ocurre con Galeno, la bibliografía de su obra ha crecido notablemente en los últimos años. ¿Cuál es la causa? Hablaremos sobre ello en los apartados correspondientes a estos autores, pues ahora querríamos hacer una revisión sobre las publicaciones en torno a algunos de los enumerados, siguiendo el orden de su clasificación. 2.2. Filosofía Plutarco Como ya señaló García Blanco 1986, p. 577: En el caso de Plutarco es imprescindible hacer una drástica selección dado el volumen de su obra.
El Queronense tenía una presencia mayor ya en aquellos tiempos que otros escritores. Su éxito venía desde muy antiguo, desde que su obra en el Renacimiento se popularizó con traducciones al latín y luego a las vernáculas, pero el número de páginas que crecientemente ocupa en APh tiene también su origen en la fundación en USA por los años 80 de la IPS (International Plutarch Society), que condujo a que gran número de países europeos se adhirieran a este proyecto dando lugar así a múltiples asociaciones nacionales que han promovido reuniones sobre su obra sea con el nombre de Simposios, Convegni o Congresos. La asociación italiana ha sido pionera en la celebración de «Convegni» con regularidad cada tres años de los que están publicadas sus Atti, desde el primero que se celebró en Roma en 1985. En nuestro país se han celebrado también, cada dos años al principio y finalmente cada tres, ocho Simposios nacionales de la Sociedad Española de Plutarquistas, miembro de la IPS, desde el primero en Málaga en 1988 hasta el último que tuvo lugar en Barcelona en noviembre del 2003. Esto ha originado una dedicación numerosa al estudio de Plutarco que se ha reflejado en la publicación de las correspondientes Actas. Actualmente hay publicados siete tomos de actas: Estudios sobre Plutarco: Obra y Tradición, Málaga 1988; Estudios sobre Plutarco: paisaje y naturaleza, Murcia 1990; Estudios sobre Plutarco: ideas religiosas, Oviedo 1992; Estudios sobre Plutarco: Aspectos formales, Salamanca 1994; Plutarco y la historia, Zaragoza 1996; Plutarco, Dioniso y el vino, Cádiz 1998; Estudios sobre Plutarco: misticismo y religiones mistéricas en la obra de Plutarco, Palma de Mallorca 2000, y están en prensa las Actas del VIII Simposi Espanyol de Barcelona, cuyo título fue Plutarco en su época: paideia y sociedad. Estos volúmenes de Actas han ido creciendo no sólo en paginación sino también en el interés y
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valía de las colaboraciones, entre las que se cuentan no pocas de estudiosos extranjeros, ya que ha sido tradición continua de la IPS abrir los congresos nacionales a la colaboración de aquellos miembros de otros países que lo deseen. Además, hay que contar también con los congresos internacionales de la IPS celebrados cada tres años: en 1987 en Atenas, 1990 Oxford, 1993 Siena, 1996 Lovaina, 1999 Madrid-Cuenca y 2002 en Nimega, de los que se han publicado ya las Actas. También por esos años se habían terminado al fin de reeditar los Moralia en la edición teubneriana y en Italia un grupo de estudiosos emprendió una nueva y muy renovada edición de estos textos: Corpus Plutarchi Moralium —como reseñaba Italo Gallo en 1986, pp. 143-145—, completada con traducción y anotaciones. Es la empresa que de forma impecable lleva a su realización material la editorial D'Auria de Nápoles y que está dirigida en la parte científica por los profesores I. Gallo, L. Torraca y P. Cosenza de la Universidad de Salerno. Actualmente hay publicados más de una veintena de títulos. Tampoco está completa aún la edición de los Moralia en la colección de Les Belles Lettres, aunque su publicación por las Presses Universitaires de France haya comenzado con anterioridad —en los años 70 los primeros tomos—, pero sin seguir el orden habitual. Diferente es el caso de las Vidas paralelas, editadas por K. Ziegler para la editorial Teubner ya desde 1957 y por esos años también por R. Flacelière y E. Chambry con la edición del texto griego y la traducción al francés en las PUF, cuyo último tomo —de índices— data de 1978 (19832). Por otra parte, debemos tener en cuenta las traducciones al español que han hecho asequible en nuestro país la obra del Queronense a un gran número de lectores. La Biblioteca Clásica Gredos que comenzó en 1985 la traducción de las Vidas paralelas y de las Obras morales y de costumbres (Moralia) ha completado recientemente estas últimas en trece tomos, todos ellos precedidos de introducción en cada uno de los tratados, mientras que una exhaustiva introducción general sobre autor y obras se halla en el primer tomo de las Vidas, a cargo de A. Pérez Jiménez. Otras ediciones y traducciones de Plutarco tanto de Vidas como de Moralia se han llevado a cabo en los últimos veinte años en nuestro país, entre las que nombraremos de las primeras las de Alcibíades - Coriolano, Sertorio - Eumenes con introducción de A. Bravo y traducción y notas de M.A. Ozaeta Gálvez (1998) y las de Alejandro - César, Pericles - Fabio Máximo, Alcibíades - Coriolano con edición de E. Crespo (1999), que realmente es reedición puesta al día de una anterior en Bruguera (1983). De Moralia mencionamos en primer lugar la reunión de los Diálogos píticos junto con el tratado Sobre la música en edición y traducción anotada de M. García Valdés (1987), Sobre la malevolencia de Heródoto, versión de A.I. Magallón y V. Ramón (1989), los Consejos políticos en edición de F. Gascó (1991a) y las sendas traducciones del diálogo Sobre el amor de A. Guzmán Guerra (1990) y otra algo posterior (1991b) de P. Gilabert, intitulada El erótico: diálogo filosófico sobre Eros o La confrontación de los amores pederástico y conyugal.
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No podemos reseñar ahora todas las monografías y estudios parciales que se han dedicado a Plutarco en estos veinte años por el enorme volumen que supondría hacerlo. Por eso ahora sólo citaremos cuatro y no españolas, para no incurrir involuntariamente en algún olvido. Ph. A. Stadter, A Commentary on Plutarch's Pericles (1989) es un excelente comentario a esta Vida del estadista ateniense, con edición del texto griego, realizado por este profesor de la Universidad de North Carolina, bien conocido desde hacía mucho por su estudio del Mulierum virtutes. J. Boulogne, profesor de la Université Charles-de-Gaulle, Lille III, en Plutarque. Un aristocrate grec sous l'occupation romaine (1994) estudia una faceta menos habitual del Queronense en aspectos tan determinantes como su posición, a veces crítica, frente al Imperio romano, a la sociedad romana y a los romanos ilustres. A. Strobach, Plutarch und die Sprachen (1997), en lo que parece en origen una tesis doctoral, pero resulta un estudio sumamente atractivo, se ocupa de un problema menos habitual como es el intercambio de lenguas extranjeras en la Antigüedad, en suma, en qué idioma se entendían griegos y romanos con otros pueblos. En último lugar, un libro recién recibido, L' eredità di Plutarco (2004), de la profesora de Salerno, P. Volpe Cacciatore, estudia la pervivencia de Plutarco desde el mundo griego tardío hasta el Renacimiento y el siglo XVIII en Italia. Está publicado en la colección de Strumenti per la ricerca plutarchea. 2.3. Historiografía Todos los historiadores siguen siendo objeto de un interés regular y continuo. Dión Casio La obra de Dión Casio ha sido objeto de un cierto mayor estudio e incluso de alguna nueva edición de algunos de sus textos. Así en Les Belles Lettres, PUF, sin consecutividad en el orden de los libros, se ha ido publicando la Histoire romaine. En 1994 con edición del texto griego, traducción y comentarios aparecieron los libros 48 y 49 al cuidado de Marie-Laure Freyburger y Jean Michel Roddaz, mientras que los 50 y 51 ya se habían publicado en 1991 a cargo de los mismos editores. Los libros 40-41: César et Pompée, edición del texto griego, traducción y comentarios aparecieron en Les Belles Lettres en 1996 a cargo de Michèle Rossellini y los 57-59: Tibère-Caligula por Janick Auberger en 1995. Un comentario histórico a los libros 64-67 fue publicado en 1999 por Charles L. Murison con el título: Rebellion and reconstruction: Galba to Domitian: an historical commentary on Cassius Dio's Roman history, 9. Books 64-67 (A.D. 68-96). El volumen anterior de comentarios apareció en 1988 por Meyer Reinhold, con el título de From Republic to Principate: An historical commentary
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on Cassius Dio's Roman history, 6. Books 49-52 (36-29 B.C.). Ambos pertenecen a una serie de monografías de la American Philology Association en Atlanta. Apiano La Historia romana de Apiano fue reeditada por la ed. Teubner en 1986: Appiani Historia romana II: Bella civilia, en reprografía de la de 1905. En Les Belles Lettres, PUF, se han publicado en 1997 Histoire romaine, 2, Livre VI: l'ibérique en edición de P. Goukowsky, en 2000 la Histoire romaine, 4, Livre VIII: le livre africain, con la edición del texto griego, traducción y comentarios por P. Goukowsky y S. Lancel, y de igual modo en 2001: Histoire romaine, 7, Livre XII: la guerre de Mithridate en edición de P. Goukowsky solamente. Una selección de la Syriake se publicó en Múnich en 1989 con el título de Appians. Abriss der Seleukidengeschichte (Syriake 45, 232-70, 369) con texto griego y comentario por Kai Brodersen. En cuanto a traducciones al español, en la BCG apareció el primer tomo de la Historia romana en el año 1980 a cargo de Antonio Sancho Royo y en 1985 los tomos segundo y tercero con las Guerras civiles por el mismo autor. Con el título de Apiano. Sobre Iberia y Aníbal F.-J. Gómez Espelosín ha publicado un volumen en 1993 que comprende la obra correspondiente a los libros de la Iberiké y de la Annibaliké. Arriano Arriano quizá despierte otra clase de interés por su dedicación a Alejandro, personaje nuevamente de moda, pero como los otros historiadores mantiene un nivel de atención constante, si no desmesurada. También es cierto que el corpus de su obra es menor. Der Alexanderzug. Indische Geschichte, editado por G. Wirth y O. Hinüber, se publicó en Múnich por la Artemis Verlag en 1985. La Oxford Clarendon Press ha publicado un comentario de A.B. Bosworth a la historia de Alejandro: A historical Commentary on Arrian's History of Alexander en dos volúmenes, de los cuales el primero es de 1980 y el segundo ya de 1995. Carlos Schrader publicó en 1995 una Concordantia in Flavii Arriani Indicam historiam, en la editorial Olms de Hildesheim, que en España ha aparecido también en 1995, editada por el Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad de Zaragoza como Arriano. Indiké. Concordancia tematizada. Un índice por temas, el Index thématique des réferences à l'esclavage et à la dépendence 7. Índice temático de la dependencia: Arriano de Nicomedia, la Anábasis de Alejandro Magno, a cargo de Tomás Martín Rodríguez Cerezo ha aparecido recientemente en 2001 en Francia. También se publicó en 1995, Arrien. Périple du Pont-Euxin por Alain Silberman. La Fondazione Lorenzo Valla y la Editorial Arnoldo Mondadori emprendieron en Italia la edición del texto y traducción al italiano de la Anabasi di Alessandro en dos volúmenes a cargo de Francesco Sisti Andrea Zambrini, de la que un volumen con los tres pri-
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meros libros apareció en 2001. Forma parte de un proyecto más amplio con el título Le Storie e i Miti di Alessandro, donde figuran obras sobre Alejandro de autores antiguos como Curcio Rufo y Plutarco así como otros libros dedicados a su Nachleben, como Alejandro en Oriente o Alejandro en el Medievo. En la BCG, ya en 1982, apareció la Anábasis de Alejandro en traducción al castellano realizada por Antonio Guzmán Guerra, con introducción de Antonio Bravo García. El primer tomo contiene los libros I-III y el segundo los IV-VIII, los dedicados a la India. En cuanto a estudios es de destacar el realizado por J. M. Floristán sobre la lengua de Arriano en dos densos artículos de CFC (G), de 1994 y 1995 respectivamente, con los títulos de «Arriano, aticismo y koiné, I. Fonética y fonología» y «Arriano, aticismo y koiné, II. Sintaxis». 2.4. Medicina Como avanzábamos hace poco, otro autor que ha gozado de un mayor favor en el interés de los estudiosos es Galeno. Quizá debamos ver ahí como causa que el médico Galeno es, más que médico solamente, un científico y filósofo que se interesa igualmente por los problemas médicos de Hipócrates que por los planteados por Platón, que incluso es una fuente para el conocimiento de los trágicos por su cita de fragmentos, como ha señalado A. Guardasole 1999, pp. 431-449, y que busca no la curación sólo sino encontrar las causas y los métodos para sanar, en suma, una universalidad de intereses que le ha procurado un mayor atractivo, como sucede con Plutarco. Aunque la edición de Kühn sigue siendo el mayor referente de sus textos, desde los años 50 del pasado siglo el Corpus Medicorum Graecorum, cuya sede de publicación está en Berlín, emprendió una nueva edición de sus tratados con una revisión de manuscritos, gran aparato crítico, traducción y notas que hacen su lectura más adecuada y útil. Citaremos solamente ahora las obras de Galeno que contienen edición del texto griego porque sería interminable dar cuenta de todo lo publicado en estos últimos años en cuanto a traducciones y estudios parciales. Como un indicio de ello podemos consignar que si el APh de 1986 le dedicaba una página tan sólo, en el último APh de 2003 las publicaciones sobre su obra ocupan siete. Del CMG publicado por la Berlin Akademische Verlag en 1984 es el tomo III, Commentary and Indices, que completa los I y II del De placitis Hippocratis et Platonis, editados en 1984 por Ph. De Lacy, buen estudioso y editor de Plutarco asimismo. También en este año de 1984 se publicó en la Universidad de Princeton una nueva edición de cuatro tratados: De usu respirationis, An in arteriis natura sanguis contineatur, De usu pulsuum & De causa respirationis con el título general de On respiration and the arteries, con traducción y comentarios de D.J. Furley y J.S. Wilkie. En 1986 la Cambridge University Press publicó una traducción de Peter Brain con los tres tratados que tratan de la sangre —como p. ej. De venae sectione adversus Erasistrateos— con el título Galen on
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Bloodletting. De 1991 es la traducción con introducción y comentario de Robert J. Hankinson al De methodo medendi: Galen on the Therapeutic Method, publicada en la Clarendon Press de Oxford, y de este mismo autor y de 1998 es la edición griega, con traducción y comentarios del tratado De symptomatum causis titulado en inglés como Galen on antecedent causes y publicado por la Cambridge University Press. Ese otro tratado, De methodo medendi, fue traducido poco después, en 1992, por Jacques Boulogne, con introducción de Denis Querleu y comentarios de Alain Gerard y publicado por «le CREDO» de las Universidades Charles-de-Gaulle en Lille III y Denis Diderot de Paris VII. También Ph. De Lacy publicó en el CMG en 1996 De elementis ex Hippocratis sententia (On the elements according to Hippocrates) en la Berlin Akad. Verlag. En 2000 ha aparecido Ars medica en una nueva edición del texto griego, con introducción, traducción y notas por Véronique Boudon, Exhortation à l'étude de la médecine. Art medical en París, Les Belles Lettres. Por otra parte, en 2000 también, en el «Dipartimento di Studi del mondo clàssico e del mediterraneo antico» del Istituto Universitario Orientale de Nápoles, I. Garofalo ha publicado los Anatomicarum administrationum libri qui supersunt novem donde sigue a este título Earundem interpretatio arabica Hunaino Isaaci filio ascripta, labor importante ésta por tener en cuenta las traducciones al árabe, cosa cada vez más necesaria. En 2001 en el CMG, Berlín Akad. Verlag, se publicó el tratado De foetuum formatione con el título Über die Ausformung der Keimlinge, edición del texto, traducción y comentarios por D. Nickel. En 2003 Jacques Boulogne y Daniel Delattre han publicado Systématisation de la médecine (Περὶ συστάσεως ἰατρικῆς) con texto griego nuevo y edición anotada, precedidos de introducciones. Y con esta relación no hemos realizado ninguna recensión exhaustiva sino una muestra tan sólo. Nos referiremos ahora a las traducciones al español que han aparecido en estos últimos años. En la BCG se ha publicado el año 1997 el tratado De locis affectis con el título Sobre la localización de las enfermedades con introducción de Luis García Ballester y traducción y notas de Salud Andrés Aparicio y en este mismo año la misma obra se publicó con el título de Sobre los lugares afectados con introducción, traducción y notas de M.ª Carmen García Sola en Ediciones Clásicas. Otra traducción apareció este mismo año de 1997 en Ediciones Clásicas, la de Dolores Lara Nava de Sobre las facultades naturales; Sobre la constitución del arte médica; A Patrófilo, igualmente con introducción y notas. En BCG se ha seguido publicando la obra de Galeno con las mismas características: en 2002 los Tratados filosóficos y autobiográficos a cargo de Teresa Martínez Manzano, también en 2002 los Procedimientos anatómicos en edición de Mercedes López Salvá y el año 2003 Sobre las facultades naturales. Las facultades del alma siguen los temperamentos del cuerpo por Juana Zaragoza Gras. Si consideramos ahora el auge de publicaciones sobre este autor veremos que, aparte del valor intrínseco de su obra, lo que ha causado este renovado interés es la celebración de reuniones promovidas por estudiosos de la misma. Entre ellos hemos de mencionar al profesor J.A. López Férez con el impulso dado a estos estu-
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dios por la celebración del congreso sobre Galeno con el tema de Galeno: obra, pensamiento e influencia. 2.5. Novela Un novelista que ha despertado bastante interés en los últimos años es Caritón de Afrodisias. Las discusiones sobre su datación, que oscilan del s. I a.C. —muy recientemente M.ª Teresa Amado Rodríguez 2004, en el prólogo de su traducción de Dafnis y Cloe al gallego aboga por una datación nuevamente más temprana—, al s. I a.C. harían problemática su inclusión aquí si no nos inclináramos más por la opinión de estudiosos como B.P. Reardon 1971, pp. 333-334, quien lo sitúa en el siglo I de nuestra era. Ya en 1979 apareció en la BCG una traducción de su novela Quéreas y Calirroe a cargo de J. Mendoza, junto con las Efesíacas de Jenofonte de Éfeso y fragmentos de otras novelas como los de Nino y Semíramis entre otros. Una estudiosa de Caritón, Consuelo Ruiz Montero, se ha ocupado de él en numerosos trabajos, —véase «Chariton von Aphrodisias: Ein Überblick» en ANRW, 34, 2— y lo ha relacionado también con otros personajes de la filosofía de época imperial como Elio Teón o Plutarco. Parecidamente ocurre con Jenofonte de Éfeso —de quien ya acabamos de mencionar la traducción—, que es tema de bastantes trabajos en los últimos tiempos, así de M. Brioso, quien se ocupa de éste y de Caritón en Habis 31 (2000), donde se pregunta si no se trataría, en el caso de la novela, de una literatura de consumo. Respecto al más tardío Aquiles Tacio incluso en Grecia se hizo una edición de la novela pero adaptada en cuanto a su traducción al griego moderno de Yatromanolakis Yorgis: ᾿Αχιλλέως ᾿Αλεξανδρέως Τατίου Λευκίππη καὶ Κλειτοφῶν, εἰσαγωγή, μετάφραση, σχόλια Γιατρομανωλάκης Γιόργης en Atenas en 1990. Les Belles Lettres publicaron una edición de esta novela con traducción y comentarios en 1991, titulada Achille Tatius d' Alexandrie. Le roman de Leucippé et Clitophon. La Dafnis y Cloe de Longo fue editado por M.D. Reeves en la Biblioteca Teubneriana en 1982. Esta novela, Dafnis y Cloe —cuyo interés remonta en España a D. Juan Valera, quien ya entonces la tradujo—, junto con Leucipa y Clitofonte y los resúmenes y fragmentos de las Babiloníacas de Yámblico, fue traducida al castellano en un volumen de la BCG en 1982, en edición de Máximo Brioso y Emilio Crespo, como también de 1982 es una traducción sólo de la Dafnis y Cloe de Longo por F. J. Cuartero, publicada en Barcelona. Por último, un buen conocedor de esta etapa literaria, G. Anderson, publicó un estudio sobre la novela griega, Ancient Fiction: the Novel in the Graeco-Roman World, que viene a continuar los estudios de grandes clásicos como Erwin Rohde, y en tiempos más cercanos señalaremos los trabajos de García Gual sobre los orígenes de la novela griega. Quizá podríamos incluir a continuación un género novelesco como es el de las cartas ficticias, donde éstas son sobre todo un vehículo para contar historias bre-
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ves. Fue un género un tanto tópico practicado en la época literaria tardía. Alcifrón, autor de cuatro series: Cartas de pescadores, de campesinos, de parásitos y de cortesanas, ha sido también traducido al castellano por estos años. En la BCG aparecieron en 1988 las cartas de Alcifrón en cuidada versión junto con los Caracteres de Teofrasto por Elisa Ruiz. Las de Eliano, sus Cartas rústicas, se tradujeron junto con las de otros autores menores, como Teofilacto y Temístocles además de las controvertidas de Quión de Heraclea en 1999 en la BCG a cargo de M.L. del Barrio Vega. Precisamente de este último ha aparecido muy recientemente en Italia una edición del texto griego con traducción al francés, Lettres de Chion d'Héraclée, precedidas de un completo estudio de Pierre-Louis Malosse. Las cartas amorosas de Aristéneto fueron editadas por Jean-René Vieillefond con texto griego y traducción al francés con el título de Aristénète. Lettres d'amour en Les Belles Lettres. En Madrid ha sido publicado un volumen intitulado Aristéneto. Cartas eróticas con introducción, traducción y notas a cargo de R.J. Gallé Cejudo, a quien se deben también bastantes estudios sobre este autor entre los que hay alguno sobre la relación de Aristéneto con Filóstrato. De ambos se ha ocupado Emilio Suárez de la Torre en «Motivos y temas en las cartas de amor de Filóstrato y Aristéneto», en la revista Fortunatae, 1, como antes lo había hecho sobre Aristéneto pero en relación con otros autores epistolares J. Ureña Bracero en «La carta ficticia griega: los nombres de personajes y el uso de encabezamiento en Alcifrón, Aristéneto y Teofilacto», en Emerita 61. 2.6. Retórica Otra parcela que se ha puesto de moda, por decirlo de algún modo, es la Retórica, que durante tanto tiempo había quedado preterida como algo anticuado y sin interés. En cambio es ahora nuevamente objeto de estudios como ciencia del texto que es, al fin y al cabo, e incluso en nuestro país se ha fundado una asociación para su estudio, Logo, en la Universidad de Salamanca, que publica desde 2001 una Revista de Retórica y Teoría de la Comunicación. Pero decir retórica refiriéndonos a la etapa de la literatura imperial es tanto como tener que hablar de la Segunda Sofística y de sus componentes y, entonces, debemos asimismo remontarnos a las Vitae Sophistarum de Filóstrato. Él fue quien acuñó este término por considerar este movimiento como una continuación de la retórica iniciada por Esquines y opuesto a la primera sofística, la de un Gorgias o un Protágoras, a la que califica de ῥητορικὴ φιλοσοφοῦσα, esto es, «retórica que filosofa». Si seguimos fielmente las biografías filostrateas veremos que están ahí casi todos los que suelen ser incluidos como componentes de este movimiento purista de regreso a la lengua ática desde el asianismo —y decimos casi— porque no se cuenta entre ellas la de Luciano. Sin embargo, tampoco podríamos estar completamente seguros de que todos los citados por el rétor eran puristas sin otra mezcla alguna. Por eso será mejor quizá tratar de los avances que se han producido o no
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respecto a una serie de autores sin asegurar que sean o no aticistas y dejar esa discusión para otro momento. En cuanto a las ediciones de estos autores no hay, en general, ninguna revisión completa de las antiguas y valiosas teubnerianas. Elio Arístides No es quizá uno de los autores más favorecidos por el número de trabajos dedicados a él. Da la impresión de que se le dedica una cierta atención constante, pero tampoco desmesurada. Se siguen publicando traducciones de sus discursos en inglés, francés, italiano, y se encuentran estudios sobre aspectos de su obra con regularidad. No se ha revisado, sin embargo, todavía la edición de von Arnim. Pero si tenemos en cuenta la disparatada proliferación de trabajos desde el uso habitual del ordenador en los últimos tiempos, podríamos decir que la bibliografía dedicada a este rétor apenas ha variado en número desde los años 80 hasta ahora. En España se han traducido sus Discursos desde 1987 hasta 1998 en 5 volúmenes en la BCG por F. Gascó, L. A. Llera Fueyo y J. M. Cortés Copete, quienes son también autores de algunos de los trabajos entre la docena reseñada en Diez años de publicaciones de Filología Griega en España (19912000). Dión de Prusa Más fortuna parece tener en cuanto a la atención recibida Dión Crisóstomo, de quien en los últimos años se han publicado bastantes estudios sobre su obra, aunque en cuanto a publicación de los textos aparecen más contadamente ediciones parciales de algunos discursos. En 1992, un buen conocedor de esta época, D.A. Russell, publicó una selección de sus discursos, el VII Euboico, el XII Olímpico y el XXXV Boristénico, con el texto griego basado en las antiguas ediciones, más introducciones y notas. También aparecieron los discursos Bitinios (XXXVIII-LI) editados por Marcel Cuvigny en 1994 en Les Belles Lettres y el Olímpico (XII) en 1998 en Salerno con texto, introducción, traducción y notas por Claudio Naddeo, como también este mismo discurso fue publicado en 2000 en la Wissenschaftliche Buchgesellschaft de Darmstadt al cuidado de Hans-Joseph Klauck. Los Discursos del Crisóstomo se han seguido traduciendo al español en la BCG por G. del Cerro Calderón. Así han aparecido los números XXXVI-LX y LXI-LXXX en 1997 y 2000, como volúmenes tercero y cuarto, completándose así los discursos ya publicados desde el primer volumen de 1988 con los I-XI de Gaspar Morocho y el segundo de 1989, ya de G. del Cerro, desde el Olímpico (XII) hasta el XXV. Otros trabajos sobre contenido y sobre aspectos formales de la obra de Dión de Prusa se han publicado asimismo en estos años, como son los de C. Giner, estudiosa de esta etapa, o los de su traductor G. del Cerro, mientras que a Domínguez Monedero
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desde otra óptica, ya no filológica, le ha interesado más su imaginaria relación con los griegos de Borístenes. Filóstrato Sin entrar en las dificultades que conlleva la distinción de la obra de los varios Filóstratos, ya que podrían haber sido éstos no menos de tres y quizá cinco, reseñaremos las traducciones que se han hecho al español de sus obras. Ya en 1979 había aparecido en la BCG la traducción de A. Bernabé de la Vida de Apolonio de Tiana, con una ilustrativa introducción, a la que seguiría en 1982 la de las Vidas de los sofistas de C. Giner, buena conocedora de esta época, para la misma colección. También en esta misma se han publicado en 1996: Filóstrato, Gimnástico, Heroico, Descripciones de cuadros y Calístrato, Descripciones, traducidos por F. Mestre y prologados por C. Miralles. En cambio, las traducciones de L.A. de Cuenca y M.Á. Elvira: Filóstrato el Viejo, Filóstrato el Joven, Imágenes, y de Calístrato, Descripciones, ya aparecieron en 1993 en un volumen publicado por Siruela. Estas obras son casi siempre el argumento de la docena larga de trabajos dedicada al rétor por un buen número de estudiosos y, si bien ha sido objeto de ellos con preferencia la Vida de Apolonio de Tiana, en los últimos tiempos de tanto auge de lo visual parece haber un renovado interés por los estudiosos sobre las Ekphraseis. Luciano A Luciano, al margen de que Filóstrato no lo incluyera en sus Vitae Sophistarum, podríamos considerarlo, no obstante, como un caso límite por la variedad y el humorismo de su obra, lo que le hace escapar de una mera etiqueta sobre su oficio. En cuanto a nuevas ediciones Luciano ha tenido más fortuna. Desde 1972 hasta 1987 M.D. McLeod fue publicando en la Oxford University Press los Luciani opera en 4 tomos. También J. Bompaire, autor del ya clásico Lucien. Écrivain et philosophe, comenzó a editar las Oeuvres I. Lucien con nuevo texto y traducción en 1993 en Les Belles Lettres y en 1998 aparecieron Oeuvres II. De ediciones parciales se ha publicado en 1992 en la editorial Teubner una nueva de Vitarum auctio y de Piscator, por J.B. Itzkowitz, quien ya lo anunciaba en Spudasmata XXXVIII, Hildesheim Olms, 1986, con sus Prolegomena to a new text of Lucian's Vitarum auctio and Piscator. Además, bastantes traducciones con comentarios de obras suyas han sido publicadas en italiano, francés y alemán, lo que dejamos de reseñar con exactitud por no prolongarnos demasiado. Por otra parte, tenemos una bibliografía elaborada por un estudioso brasileño, Jacyntho Lins Brandâo, Um seculo de bibliografia luciânica: a historia de uma polêmica en la revista Classica (Brasil) 1992-93, 5-6, quien también ha dedicado varios estudios al de Samósata por esos mismos años en esa misma revista y en Humanitas de la Universidad de Coimbra.
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En nuestro país la BCG terminó de publicar la traducción de su obra, comenzada en 1981 por Andrés Espinosa y prologada por J. Alsina, con el t. IV de 1992, a cargo en este caso de J.L. Navarro (tomos II por J.L. Navarro en 1988 y III por J. Zaragoza en 1990). Los Relatos fantásticos fueron publicados en traducción de C. García Gual en 1998 en Alianza Editorial. De otra parte, publicado por el CSIC ha aparecido en 2000 el tomo III de Obras de Luciano que contiene los Opuscula con una introducción y la edición del texto griego, revisado y traducido por M. Jufresa, F. Mestre y P. Gómez, continuando así los primeros (I y II) de J. Alsina de 1962 y 1966. Es por tanto una de esas bellas ediciones cuidadas, bilingües, donde se presenta el texto griego editado y por la que debemos alegrarnos, ¡tan parcas son en nuestro país las ediciones con el texto original presente! Como era de esperar ha habido asimismo en estos veinte años un buen número de estudios sobre Luciano o sobre aspectos parciales de la obra de Luciano, quien por otra parte parece seguir suscitando un considerable interés. De C.P. Jones, bien conocido también por sus trabajos sobre Plutarco, apareció en 1986 un interesante estudio: Culture and society in Lucien en la Harvard University Press, Cambridge Mass. Incluso se le ha dedicado un congreso enteramente en Lyon en 1993, organizado en el Centre d'Études romaines et gallo-romaines que con el título de Lucien de Samosate fue editado por Alain Billault en 1994. 2.7. Poesía No habíamos incluido en principio un apartado para la poesía, quizá el aspecto menos lucido de la literatura de esta etapa. Sin embargo, deberíamos mencionar como mínimo algún poeta como Estratón de Sardis, incluido en la Anthologia graeca, con su Musa puerilis, tanto tiempo censurada y de la que hay parte publicada en la Anthologie grecque. Première partie. Anthologie palatine, t. XI y libro XII en edición del texto con traducción y comentarios por Roger Aubreton y Félix Buffière en Les Belles Lettres en 1994. La épica fue cultivada en la edad imperial por epígonos poco afortunados. En nuestro tiempo han gozado de cierta atención y han sido objeto de estudio por autores acreditados en el campo de la poesía tardía como Neil Hopkinson y Francis Vian. También en nuestro país han sido traducidos al castellano. Así de Quinto de Esmirna tenemos desde 1991 una versión de Inés Calero Secall precedida de cuidadoso estudio en Ediciones Clásicas, Madrid. También ha sido traducido para Akal Clásica, Madrid (Clásicos Griegos) en edición de Francisco Antonio García Romero en 1997. En Les Belles Lettres (Collection des Universités de France) han ido publicándose desde 1992 hasta 2003 por varios autores Les Dionysiaques del muy tardío épico Nono de Panópolis con texto griego, traducción y comentarios. También la BCG ha ido publicando la traducción al castellano de Las Dionisiacas en tres volúmenes, el primero por Sergio Daniel Manterola y Leandro Manuel Pinkler y los dos
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últimos por David Hernández de la Fuente desde 1995 hasta 2001 y 2004 respectivamente. En último lugar en la Cambridge University Press apareció en 1994 una antología de la poesía de época imperial, titulada Greek Poetry of the Imperial Period, cuya selección de obras y autores, como también la edición, fueron realizadas por Neil Hopkinson. Está introducida por un estudio que abarca aspectos históricos, educación y cultura, cristianismo y poesía pagana en época imperial. La antología propiamente dicha comprende los siguientes autores o temas: 1. Anacreontea 2. Mesomedes 3. Epigramas 4. Quinto de Esmirna 5. Nono 6. Museo 7-11 Opiano 12. [Opiano] 13. [Manetón] 14. [Orfeo] 15-17 Babrio.
La obra está acompañada de un buen número de páginas de comentarios y asimismo cuenta con varios índices de gran utilidad a la hora de consultar algún punto. No hemos dado en esta revisión sino una pequeña muestra de la variedad de obras aparecidas sobre los autores tratados. No hemos podido abarcar ni todas ni todos y nuestra selección es necesariamente personal e incompleta, no sólo por las dificultades intrínsecas de este tipo de trabajo, sino asimismo por todo lo que no hemos podido llegar siquiera a conocer. Somos también conscientes de los autores que hemos dejado atrás, sin mencionar, unos por considerarlos de menor interés desde un punto de vista probablemente subjetivo, otros porque inadvertidamente nos hemos olvidado de ellos. BIBLIOGRAFÍA Alcifrón, 1988: Teofrasto. Caracteres. Alcifrón. Cartas de pescadores, campesinos, parásitos y cortesanas. Introducciones, traducciones y notas por E. Ruiz García, Madrid, Gredos. Anderson, G. 1984: Ancient Fiction: the Novel in the Graeco-Roman World, Londres, Croom Helm. AP 1994: Anthologie grecque. Première partie. Anthologie palatine. Tome XI. Livre XII. Texte établi et traduit par R. Aubreton et F. Buffière, París, Les Belles Lettres. Apiano, 1980-85: Apiano. Historia romana. Trad. y notas de Antonio Sancho Royo. Madrid, Gredos, 3 vols. —— 1986: Appiani Historia romana II: Bella civilia. Stuttgart, Teubner (reimpresión de la ed. de 1905).
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—— 1993: Apiano. Sobre Iberia y Aníbal. Introducción, traducción y notas de F.-J. Gómez Espelosín, Madrid, Alianza Editorial. —— 1997: Appien. Histoire romaine. Tome II. Livre VI: L'Ibérique. Texte établi et traduit par P. Goukowsky, París, Les Belles Lettres. —— 2000: Appien. Histoire romaine. Tome IV. Livre VIII: Le livre africain. Texte établi et traduit par P. Goukowsky et S. Lancel, París, Les Belles Lettres. —— 2001: Appien. Histoire romaine. Tome VII. Livre XII: La guerre de Mithridate. Texte établi et traduit par P. Goukowsky, París, Les Belles Lettres. Aristéneto, 1992: Aristénète. Lettres d'amour. Texte établi et traduit par J.-R. Vieillefond, París, Les Belles Lettres. —— 1999: Aristéneto. Cartas eróticas. Introducción, traducción y notas de R.J. Gallé Cejudo, Madrid, Ediciones Clásicas. Arriano, 1982: Anábasis de Alejandro. Traducción y notas de A. Guzmán Guerra, introducción de A. Bravo García, Madrid, Gredos, 2 vols. —— 1985: Der Alexanderzug. Indische Geschichte. Griechisch und deutsch herausgegeben und übersetzt von G. Wirth und O. von Hinüber, Múnich, Artemis Verlag. Bosworth, A.B. 1980-95; A Historical Commentary on Arrian's History of Alexander, Oxford, Clarendon Press, 2 vols. Boulogne, J. 1994: Plutarque. Un aristocrate grec sous l'occupation romaine, Lille, Presses Universitaires. Brenk, F.E. y Gallo, I. (eds.) 1986: International Plutarch Society. Sezione italiana. Miscellanea Plutarchea. Atti del I Convegno di studi su Plutarcho (Roma, 23 novembre 1985), Ferrara, Giornale Filologico Ferrarese. Dión Casio, 1991-96: Dion Cassius. Histoire romaine. Texto griego, traducción y comentarios (libros 40-41; 48 y 49; 50-51; 57-59) al cuidado de M.-L. Freyburger, J. Michel Roddaz, M. Rossellini, J. Auberger, París, Les Belles Lettres. Dión de Prusa, 1992: Dio Chrysostom. Orations VII, XII and XXXVI. Ed. por D.A. Russell, Cambridge, University Press. —— 1994: Dion de Pruse. Discours bithyniens (Discours 38-51). Traduction avec introduction, notices et commentaire par M. Cuvigny, París, Centre de Recherches d'Histoire Ancienne. —— 1988-2000: Dión de Prusa. Discursos. Traducción, introducciones y notas de G. Morocho y G. del Cerro Calderón, Madrid, Gredos, 4 vols. Elio Arístides, 1987-99: Elio Arístides. Discursos. Introducción, traducción y notas de F. Gascó, A. Ramírez de Verger, L.A. Llera Fueyo y J.M. Cortés Copete, Madrid, Gredos, 5 vols. Eliano, 1999: Eliano. Cartas rústicas. Teofilacto. Epístolas. Cartas de Quión de Heraclea. Cartas de Temístocles. Introducción, traducción y notas de M.ª L. del Barrio Vega, Madrid, Gredos. Fernández Delgado, J.A. y Pordomingo Pardo, F. (eds.) 1996: Estudios sobre Plutarco: Aspectos formales. Actas del IV Simposio Español sobre Plutarco. Salamanca 1994, Madrid, Ediciones Clásicas. Filóstrato, 1993: Filóstrato el Viejo. Imágenes. Filóstrato el Joven, Imágenes. Calístrato. Descripciones. Edición a cargo de L.A. de Cuenca y M.Á. Elvira, Madrid, Siruela. —— 1996: Filóstrato. Gimnástico. Heroico. Descripciones de cuadros. Calístrato. Descripciones. Introducción de C. Miralles, traducción y notas de F. Mestre, Madrid, Gredos. Galeno, 1997: Galeno. Sobre la localización de las enfermedades. Introducciones de L. García Ballester, traducción y notas de S. Andrés Aparicio, Madrid, Gredos. —— 1997: Galeno. Sobre los lugares afectados. Traducción, introducción y notas de M.ª del C. García Sola, Madrid, Ediciones Clásicas.
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—— 1997: Galeno. Sobre las facultades naturales. Sobre la constitución del arte médica. A Patrófilo. Traducción, introducción y notas de D. Lara Nava, Madrid, Ediciones Clásicas. —— 2002: Galeno. Tratados filosóficos y autobiográficos. Introducciones, traducción y notas de T. Martínez Manzano, Madrid, Gredos. —— 2002: Galeno. Procedimentos anatómicos. Libros I-IX. Introducción, traducción y notas de M. López Salvá, Madrid, Gredos. —— 2003: Galeno. Sobre las facultades naturales. Las facultades del alma siguen los temperamentos del cuerpo. Introducciones, traducción y notas de J. Zaragoza Gras, Madrid, Gredos. García Blanco, J. 1984: «La literatura de época imperial», en Martínez (ed.) 1984, pp. 567-598. García Gual, C. 19882: Los orígenes de la novela griega, Madrid, Istmo. García López, J. y Calderón Dorda, E. (eds.) 1991: Estudios sobre Plutarco: paisaje y naturaleza. Actas del II Simposio Español sobre Plutarco, Murcia, 1990, Madrid, Ediciones Clásicas. García Valdés, M. (ed.) 1994: Estudios sobre Plutarco: ideas religiosas. Actas del III Simposio Internacional sobre Plutarco, Oviedo, 1992, Madrid, Ediciones Clásicas. Guardasole, A., «Galeno e i tragici greci», AAP N.S. 48, 1999, pp. 431-449. Haase, W. (ed.) 1989-96: Aufstieg und Niedergang der römischen Welt: Geschichte und Kultur Roms im Spiegel der neueren Forschungen = Rise and Decline of the Roman World, Berlín - Nueva York, Walter de Gruyter, vols. 33, 34, 36 y 37. Hopkinson, N. 1994: Poetry of the Imperial Period, Cambridge, University Press. Jones, C.P. 1984: Culture and Society in Lucien, Cambridge Mass., Harvard University Press. Longo, Dafnis y Cloe. Traducción al gallego de M.ª T. Amado Rodríguez, revisada por J.J. Moralejo Álvarez, en http://webs.uvigo.es/webatg/bivir/bvdafnis.html. López Férez, J.A. (ed.) 1991: Galeno: obra, pensamiento e influencia. Coloquio internacional celebrado en Madrid, 22-25 marzo de 1988, Madrid, UNED. —— 2003: Mitos en la literatura griega helenística e imperial, Madrid, Ediciones Clásicas. Luciano, 1972-87: Luciani opera. Ed. de M.D. McLeod, Oxford, University Press, 4 vols. —— 1993: Lucien. Oeuvres. Tome I. Introduction générale. Opuscules 1-10. Texte établi et traduit par J. Bompaire, París, Les Belles Lettres. —— 1998: Lucien. Oeuvres. Tome II. Opuscules 11-20. Texte établi et traduit par J. Bompaire, París, Les Belles Lettres. —— 1992: Lucianus. Vitarum auctio. Piscator. Ed. de J.B. Itzkowitz, Stuttgardt - Leipzig, Teubner. —— 2000: Luciano. Obras. Volumen III. Texto revisado y traducido por M. Jufresa, F. Mestre y P. Gómez, Madrid, CSIC. —— 1981-92: Luciano. Obras. I. Introducción general por J. Alsina, traducción y notas por A. Espinosa; II. Traducción y notas por J.L. Navarro; III. Traducción y notas por J. Zaragoza; IV. Traducción y notas por J.L. Navarro, Madrid, Gredos. —— 1998: Luciano de Samósata. Relatos fantásticos. Introducción de C. García Gual, traducción de C. García Gual, J. Curbera, M.ª L. del Barrio y J. Bergua, Madrid, Alianza Editorial. Martínez, A. (ed.) 1984: Actualización científica en Filología griega, Madrid, I.C.E.U.M. Montes Cala, G., Sánchez Ortiz de Landaluce, M. y Gallé Cejudo, R.J. (eds.) 1999: Plutarco, Dioniso y el vino. Actas del VI Simposio Español sobre Plutarco, Cádiz, 1998, Madrid, Ediciones Clásicas. Murison, Ch.L. 1999: Rebellion and reconstruction: Galba to Domitian: an historical commentary on Cassius Dio's Roman history. 9. Books 64-67 (A.D. 68-96), Atlanta (Ga.), Scholars Press. Nono de Panópolis, 1992-2003: Nonnos de Panopolis. Les Dionysiaques. Texte établi et traduit par P. Chuvin, F. Vian et alii, París, Les Belles Lettres, vols. III-X, XIII-XIV, XVI-XVIII.
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—— 1995-2004: Nono de Panópolis. Las Dionisiacas. I. Introducción, traducción y notas por S.D. Manterola y L.M. Pinkler; II-III. Introducción, traducción y notas por D. Hernández de la Fuente, Madrid, Gredos. Plutarco, 1998: Plutarco. Alcibíades - Coriolano, Sertorio - Eumenes. Introducción de A. Bravo García, traducción de M.ª A. Ozaeta Gálvez, Madrid, Alianza Editorial. —— 1999: Plutarco. Vidas paralelas. Alejandro - César, Pericles - Fabio Máximo, Alcibíades - Coriolano. Edición de E. Crespo, Madrid, Cátedra. —— 1987: Plutarco. Obras morales y de costumbres: Sobre Isis y Osiris. Diálogos píticos. Sobre el amor. Sobre la música. Ed. de M. García Valdés, Madrid, Akal Clásica. —— 1989: Plutarco. Sobre la malevolencia de Heródoto. Versión de A.I. Magallón y V. Ramón, Zaragoza, Depto. de Ciencias de la Antigüedad, Universidad de Zaragoza. —— 1990: Plutarco. Sobre el amor. Traducción y edición de A. Guzmán Guerra, Madrid, Espasa Calpe. —— 1991a: Plutarco. Consejos políticos. Introducción, texto revisado, traducción y notas de F. Gascó, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales. —— 1991b: El erótico: diálogo filosófico sobre Eros o La confrontación de los amores pederástico y conyugal, edición de P. Gilabert. Barcelona, PPU. Pérez Jiménez, A. y Cerro Calderón, G. del (eds.) 1990: Estudios sobre Plutarco: Obra y Tradición. (Actas del I Symposion Español sobre Plutarco. Fuengirola 1988), Málaga, Vicerrectorado de Extensión Universitaria. Pérez Jiménez, A. y Casadesús Bordoy, F. (eds.) 2001: Estudios sobre Plutarco: misticismo y religiones mistéricas en la obra de Plutarco. Actas del VII Simposio Español sobre Plutarco. Palma de Mallorca 2000, Madrid - Málaga, Ediciones Clásicas - Charta Antiqua. Quinto de Esmirna, 1991: Quinto de Esmirna. Posthoméricas. Traducción de I. Calero Secall, Madrid, Ediciones Clásicas, —— 1997: Quinto de Esmirna. Posthoméricas. Edición de F.A. García Romero, Madrid, Akal Clásica. Quión de Heraclea 2004: Lettres de Chion d'Héraclée. Texte révisé, traduit et commenté par P.-L. Malosse, avec une préface de J. Schamp, Salerno, Helios. Reardon, B.P. 1971: Courants littéraires grecs des IIe et IIIe siècles après J.-C., París, Les Belles Lettres. Reinhold, M. 1988: From Republic to Principate: An historical commentary on Cassius Dio's Roman history, 6. Books 49-52 (36-29 B.C.), Atlanta (Ga.), Scholars Press. Rodríguez Cerezo, T.M. 2001: Index thématique des réferences à l'esclavage et à la dépendence 7. Índice temático de la dependencia: Arriano de Nicomedia, la Anábasis de Alejandro Magno, Besançon - París, Presses Universitaires Franc-Comtoises - Les Belles Lettres. Rodríguez Somolinos, H. 2003: Diez años de publicaciones de Filología Griega en España (19912000), Madrid, UNED. Russell, D.A. (ed.) 1990: Antonine Literature, Oxford, Clarendon Press. Schrader, C. 1995: Concordantia in Flavii Arriani Indicam historiam, Hildesheim, Olms. —— 1995: Arriano. Indiké. Concordancia tematizada, Zaragoza, Depto. de Ciencias de la Antigüedad, Universidad de Zaragoza. Schrader, C., Ramón, V. y Vela, J. (eds.) 1997: Plutarco y la historia. Actas del V Simposio Español sobre Plutarco, Zaragoza 1996, Zaragoza. Silberman, A. 1995: Arrien. Périple du Pont-Euxin, París, Les Belles Lettres. Stadter, Ph. A. 1989: A Commentary on Plutarch's Pericles, Univ. of North Carolina, Chapel Hill - Londres. Strobach, A. 1997: Plutarch und die Sprachen, Stuttgart, Franz Steiner Verlag. Volpe Cacciatore, P. 2004: L' eredità di Plutarco, Nápoles, D'Auria.
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I. INTRODUCCIÓN GENERAL La literatura cristiana antigua surge, afirma Manlio Simonetti 1999, p. 13, «de la confluencia de culturas diversas y de la interacción de diferentes estímulos». Las dos concepciones del mundo que fundamentalmente la configuran son la del judaísmo, donde se origina, con todo el bagaje veterotestamentario, y la del mundo grecorromano, que le ofrece vías para su expansión, por las que llega a las ciudades del Imperio y además le dota de unas técnicas literarias y una organización de pensamiento propias del mundo griego, que van a convertir al cristianismo en una religión universal. Expresión de esta fusión son las traducciones de la Biblia que se hicieron del hebreo al griego, como los LXX o las traducciones de Aquila, Teodoción o Símmaco, que iban a generar una amplia literatura filológica. N. Fernández Marcos 19982 ha estudiado las diferentes versiones griegas de la Biblia y J. Trebolle 19983 ha abordado el tema de la Biblia judía y la Biblia cristiana a la luz de los nuevos datos que han aportado los descubrimientos de Qumrán. Sobre cómo se va definiendo y cobrando identidad el cristianismo frente al judaísmo es interesante la obra editada por E.P. Sanders 1980. Para el estudio de la literatura cristiana contamos con algunos manuales relativamente recientes como el de A.M. Malingrey 1996, edición revisada y corregida respecto a la de 1968 y la de Ph. Vielhauer 1975, que se limita a los estudios neotestamentarios y no estudia la literatura patrística; también resultan útiles el pequeño manual de Salvatore di Meglio 1973 y el de M. Pellegrino 1978. Más extensas son las monografías de C. Moreschini y E. Norelli 1995-96, y la de Manlio Simonetti y Emanuela Prinzivalli 1999, que ofrecen además una buena puesta al día desde el punto de vista bibliográfico. Se encuentran también buenas contribuciones en la obra editada por Everett Ferguson 1993 y en la obra de conjunto editada por B. Pearson 1991 en honor a H. Köstner. Sobre el mundo en el que aparece el Nuevo Testamento es interesante la obra de H. Köstner 1995-2000, así como las de J.F. Ne∗
Este trabajo ha sido realizado durante mi estancia en el Real Colegio Complutense en Harvard.
F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 549-583
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lly 1997 y G. Lüdemann 2003. Sobre cómo se inserta el cristianismo en la sociedad romana contamos con la monografía de R. Teja 1990. Sigue siendo un clásico para comprender la literatura cristiana que florece después del Nuevo Testamento la monografía de R. Grant 1967 y es muy interesante también la de Harry Gamble 1995 para conocer cómo circulaban los textos en el cristianismo primitivo, qué formato tenían, cómo se transcribían, etc. en un momento en que el cristianismo no era sino una subcultura del judaísmo o de la cultura grecorromana. Puede ser también de utilidad la enciclopedia del cristianismo primitivo, editada por E. Ferguson 1990 y los léxicos de S. Dopp y W. Geerlings (eds.) 1999 sobre la literatura cristiana antigua, el de J.B. Bauer y M. Hutter 1999 y el de F. Danker 2000. Sobre la teología de los padres contamos con obras generales como la de A. Merkt 2001 y la interpretación escrituraria de los primeros padres la encontramos en la monografía de M. Simonetti 1994, si bien había sido estudiada también con anterioridad por R. Grant y D. Tracy 19842. Consideramos, pues, que objeto de la literatura cristiana griega primitiva son, evidentemente, los veintisiete textos que constituyen el corpus canónico del Nuevo Testamento (epístolas, evangelios, Hechos y Apocalipsis), los escritos apócrifos que no fueron incluidos en el canon, especialmente la literatura gnóstica, que hoy conocemos mucho mejor gracias a los descubrimientos de Nag Hammadi, y los escritos de los llamados «Padres de la Iglesia». Hubo ciudades, como Alejandría o Antioquía, focos de cultura, que favorecieron el desarrollo también de la literatura cristiana, y de ellas surgieron personas de gran relieve intelectual como Orígenes y Clemente en Alejandría, o más tarde Nestorio y Juan Crisóstomo en Antioquía. También hubo cristianos que optaron por la marginalidad del desierto y que generaron una literatura monástica de no poco interés dentro del cristianismo antiguo. Y ya en el siglo IV y V, además de los focos de Egipto y Antioquía, nuestra atención se va a fijar en los escritos de los padres de Capadocia, que desde esa zona del interior de la actual Turquía fueron quienes dieron al cristianismo la estructura espiritual e intelectual, cuya configuración ha prevalecido hasta nuestros días. Gracias a la armonización que los padres capadocios realizaron de la doctrina cristiana con la paideia griega, el cristianismo pudo afirmar su hegemonía político-cultural en el mundo tardo-antiguo y seguramente su permanencia hasta nuestros días. II. EL NUEVO TESTAMENTO Y LOS APÓCRIFOS De acuerdo con lo dicho sería de esperar que esta puesta al día de literatura cristiana comenzara por el Nuevo Testamento. Pero puesto que en el Departamento de Filología Griega y Lingüística Indoeuropea de la UCM hay una asignatura que es Nuevo Testamento, independiente de la Literatura cristiana griega primitiva, que es lo que a mí se me ha encomendado, y el catedrático de Filología del Nuevo Testamento que la imparte, Antonio Piñero, recientemente ha escrito un libro
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(1995) con toda la problemática del Nuevo Testamento, a él remito. En este libro se puede leer la historia de la interpretación del texto del NT, su lengua, contexto histórico, géneros literarios, métodos y aproximaciones para su estudio, todas las fuentes: bibliografía, revistas, series, léxicos, gramáticas, concordancias, otra literatura de la época, en la que se incluyen la literatura rabínica, los rollos del Mar muerto, los textos apócrifos, la literatura gnóstica, los pseudoepigráficos del Antiguo Testamento, la literatura judeohelenística, etc. Esta obra ha sido traducida al inglés, revisada y puesta al día en 2003. A. Piñero dirige además la revista Nuevo Testamento, donde periódicamente aparecen todas las publicaciones sobre esta materia. Mencionaré tan sólo algunos trabajos en curso, como son, el Diccionario griego-español del Nuevo Testamento, obra que está siendo dirigida por Jesús Peláez en la Universidad de Córdoba: su metodología la expuso en una ponencia de los Seminarios de Filología e Historia del CSIC, recientemente publicada en la Memoria de los Seminarios por S. Torallas Tovar (Madrid 2003). Los fascículos I y II de este diccionario han aparecido en el año 2000 y en 2002 respectivamente. También Sofía Torallas está preparando una edición de las versiones antiguas del evangelio de Marcos, en la que, por supuesto, se incluirán las versiones coptas sahídica y bohaírica y también los fragmentos que conservamos de la fayúmica, lo que les permitirá a los autores del proyecto extraer conclusiones sobre las posibles dependencias de unos textos de otros. Y otra novedad, que me exime de detenerme más en la bibliografía del Nuevo Testamento, es que el profesor Piñero acaba de entregar a la editorial Trotta una Guía para enteder el Nuevo Testamento, en la que aparecen todas las últimas novedades editoriales hasta septiembre de 2004. Como ejemplo de la constante producción bibliográfica que genera el Nuevo Testamento baste citar las obras introductorias de B. Ehrman 2004a y 2004b, las más específicas de N. Estrada 2004 sobre la transformación de los Apóstoles o la de P. van Reenen et alii 2004, que estudian los problemas de los stemmata, u otras que nos ofrecen estados de la cuestión, como la de S. McKnight y G.R. Osborne 2004, y algunas más polémicas o que quieren acercar el Nuevo Testamento a las corrientes de pensamiento de nuestros días como son las de Lloyd Pietersen 2004, la de J. Neyrey 2004, la de M. Beirne 2004, la de A. Levine y M. Blickenstatt 2004 o el diccionario de G. Reid 2004, por poner sólo un ejemplo de lo más reciente, o incluso adelantando títulos de obras que aparecerán en 2005, como la de Barbara J. Essex o la de R. van Voorst. Respecto a la literatura pseudoepigráfica, intertestamentaria y la llamada, en general, «apócrifa», es de justicia señalar cómo ha ampliado esta literatura el conocimiento que hoy tenemos del cristianismo primitivo y cómo nos muestra la diversidad de los grupos cristianos desde los primeros tiempos. Remito para la introducción en este grupo de escritos a las obras de J.C. Haelewyck 1998 y de A. Lehnardt 1999. En español impulsó la traducción de los Apócrifos del Antiguo Testamento A. Díaz Macho 1982, labor que está siendo continuada por A. Piñero. Respecto a los evangelios apócrifos tenemos una reciente traducción al inglés con introducción y notas de H.J.
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Klauck 2003 y en español contamos con una reedición de la de A. Santos Otero 2001. En español acaba de salir una edición con buena introducción traducción y notas de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles, a cargo de A. Piñero y J. Peláez 2004. Para la literatura apócrifa del Nuevo Testamento es útil el trabajo de M. Geerard 1992. Con los descubrimientos de Nag-Hammadi se amplía notablemente nuestro conocimiento de la literatura cristiana no canónica, pues asistimos al descubrimiento de una nueva espiritualidad, la espiritualidad gnóstica, que quedó enterrada en las arenas del desierto y que engarza muy bien con ciertas corrientes de pensamiento de nuestros días. Así queda de relieve en obras como la de G. Martin 1988, que sitúa el Evangelio de Tomás entre la Iglesia Antigua y la llamada «Nueva Era» o la de B. Witherington 2004, que alude al Código da Vinci. Los textos de la biblioteca de NagHammadi, traducción copta de textos griegos, podemos hoy leerlos en español gracias a la traducción de A. Piñero, J. Montserrat y F. García Bazán 1997, 1999, 2000. El tomo I presenta los tratados filosóficos y cosmológicos, el II las epístolas, evangelios y hechos y el III los Apocalipsis y otros escritos. Antonio Trevijano ha realizado un interesante Estudio sobre el Evangelio de Tomás, 1997. A título de ejemplo del interés que han suscitado estos textos, sólo mencionaré que algunos investigadores como H. Kostner, catedrático de teología de Harvard, defiende que el Evangelio de Tomás es anterior a algunos canónicos. E. Pagels 2004, que fue discípula suya, ha demostrado cómo los evangelios canónicos son con frecuencia contestación a las polémicas suscitadas por los gnósticos o cómo hablan a diferentes grupos de gentes y reflexiona sobre los motivos que llevaron a la Iglesia a relegar al olvido los evangelios que difundían una espiritualidad más autónoma. A esta fe tanto tiempo desconocida le ha dedicado una monografía B. Ehrman 2003a. La filología desde aquellos primeros trabajos de W.C. van Unnik 1960 la está dando a conocer. Sobre el gnosticismo se celebran hoy congresos y se elaboran bibliografías, como la de D. Scholer 1997, diccionarios, como el de F. Siegert 1982, y se hacen estudios generales y parciales. Destacamos algunos en los que se pone de relieve el papel de la mujer como son los de S. Petersen 1991 y de A. Wautier 1990. Una buena edición completa de los textos gnósticos es la editada por J.M. Robinson 2000. W. Barnstone y M. Meyer 2003 han publicado una Biblia gnóstica. Entre las actas de los congresos vamos a destacar, como botón de muestra del interés de estos congresos, las de Boston, editadas por G.P. Luttikhuizen 2003, las de Copenhague, editadas por S. Giversen 2002, las de Filadelfia, editadas por K. King 1988 y las de Peabody (MA), editadas por Ch. Hedrick y R. Hodgon 1986. III. PATRÍSTICA 3.1. Generalidades Otro gran grupo de escritos que constituye la literatura cristiana son los escritos de los llamados «Padres de la Iglesia», esto es, de los padres apostólicos, de los
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padres apologetas y de los padres capadocios. Los padres apostólicos se llaman así porque vivieron en tiempos de los apóstoles o recibieron, dicen, directamente de ellos su doctrina. Los padres apologetas dedicaron sus esfuerzos a la defensa del cristianismo ante la religiosidad tradicional del mundo grecorromano y también ante las corrientes que discrepaban de la línea ortodoxa. Los padres capadocios armonizaron la enseñanza cristiana con la paideia griega, lograron también encauzar el monacato primitivo y utilizaron conceptos de la filosofía griega para fundamentar ciertos principios que iban a ser básicos en el cristianismo. Para una primera aproximación a los Padres de la Iglesia siempre es útil acudir a M. Geerard 1974-87 y a su Supplementum de 1998, así como a la contribución de M. Simonetti 1993 y a la obra de H. Drobner 1998. Buenas colecciones de las obras de los Padres de la Iglesia se encuentran en las siguientes colecciones: Corpus Christianorum (Series Graeca), Turnhout 1977-; Die griechischen christlichen Schriftsteller, Berlín 1897-; Sources Chrétiennes, París 1941-; Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altchristlichen Literatur, Leipzig 1883-; Biblioteca Patristica, Florencia 1984-; Corolla patrum, Turín 1975-. En España están llevando a cabo una gran labor de divulgación de los textos de los Padres las editoriales Sígueme, Apostolado Mariano y Ciudad Nueva, con su iniciativa de publicar las traducciones de las obras patrísticas. Ciudad Nueva en sus Fuentes patrísticas está sacando a la luz editorial ediciones bilingües de los Padres, de una calidad más que notable. César Vidal Manzanares ha elaborado un Diccionario de Patrística (Estella 1999), que puede resultar interesante a las personas que comienzan estos estudios. Para la bibliografía sobre los Padres se puede consultar: Bibliographia Patristica, Berlín 1956-. Actualmente también contamos con la reedición revisada del Léxico de literatura cristiana antigua de S. Döpp et alii 2002, con repertorios como el de R.M. Roberge 2001, diccionarios como el de Bercot 1998, biografías como la de W. Smith y H. Wace 1984, manuales como el de Kannengiesser 2004, además de las actas de los congresos (Conferences on Patristic), que nos dan cuenta regularmente de los trabajos de investigación que se están realizando en este campo. Tampoco faltan obras que señalan a los Padres de la Iglesia como los primeros teólogos cristianos. En esta línea están las monografías de A. Hihorst 2004 y de G. Evans 2004. 3.2. Padres apostólicos La llamada «literatura apostólica» comprende ese conjunto de escritos, que se consideraba herencia directa de los apóstoles. Se considera que sus autores escribieron sus obras inmediatamente después de las que constituyen el Nuevo Testamento, si bien alguna de ellas, como la I carta de Clemente de Roma, fue considerada por muchos como perteneciente al canon neotestamentario. Para el estudio de los Padres Apostólicos consideramos que sigue siendo un clásico su comentario en seis volúmenes editado por R.M. Grant 1964, aunque también tenemos obras
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más recientes para introducirnos en la forma y contenido de estos textos como son las de Clayton Jefford 1996, la de Matthias Günther 1997 y la de Irena Backus en 2 volúmenes, 1997. También están elaborando un amplio comentario de los Padres Apostólicos, N. Brox, G. Kretschmar y K. Niederwimmer 1989-. Respecto a las ediciones, además de las clásicas de K. Bihlmeyer 1956, la de A. Joseph Fischer 19569, la de Kirsopp Lake 1949 y 1976, la de J.B. Lightfoot, 5 vols., (Londres 1889, Peabody 1989), tenemos las más modernas de Andreas Lindemann 1992a y de Bart Ehrman 2003. En español contamos con la edición bilingüe de D. Ruiz Bueno 2000 reed., y la de J. Vives 2002. En la Colección Biblioteca de Patrística (n. 50) ha aparecido la traducción de los Padres Apostólicos por J.J. Ayán. Desde 1994 la editorial Vida Nueva viene sacando a la luz editorial nuevas ediciones bilingües. La producción bibliográfica que generan los Padres la demuestran títulos tan sugerentes como el de R. Grant sobre los primeros mil años de los padres apostólicos, 1962, pp. 421-429 o el de las actas del Congreso de Patrística celebrado en París: Les Pères de l'Église au XXe siècle: histoire, littérature, théologie: l'aventure des Sources Chrétiennes (París 1997). Los estudios más recientes enfocan también la importancia del helenismo y de la cultura grecorromana en la formación del cristianismo, lo que hasta mediados del siglo XX sufrió un deliberado olvido. En la dirección que digo están las obras de A. Amstrong y R. Markus 1960, de W. Jaeger 1961, de F. Grant 1962, de H. Chadwick 1966, de J. Daniélou 1973, y también la más reciente de Roman Garrison 1997b o las actas del Congreso de Patrística celebrado en Navarra y editado por D. Ramos et alii 1996. Dentro de la literatura apostólica tradicionalmente distinguimos unos escritos, más influidos por el judaísmo como la Didaché y el Pastor de Hermas, y otros más influidos por el helenismo como las dos epístolas de Clemente de Roma, la carta del pseudo Bernabé, las epístolas de Ignacio de Antioquia y Policarpo de Esmirna y algunos himnos. Aunque, por ejemplo, las semejanzas entre la Didaché y las cartas de Bernabé son tantas, que, en opinión de E.J. Goodspeed (en E. Ferguson 1993, p. 237), ambas obras probablemente reflejan un método común de enseñar a prosélitos. Por otra parte la aparición de un texto latino, De Doctrina Apostolorum, que contiene la mayoría de los preceptos morales que aparecen en la Didaché y Bernabé, parece apuntar, según este autor, a una traducción latina de una fuente común. Según Ehrman, esta fuente común pudo ser judía, dada la semejanza de sus preceptos con los que se pueden leer en el Manual de Disciplina aparecido en los rollos del mar Muerto. Todos estos textos contienen la célebre metáfora de los dos caminos. Digamos también que la Didaché contiene preceptos de carácter moral, el primer testimonio sobre los rituales cristianos que acompañan al bautismo y a la eucaristía y un discurso apocalíptico; presenta una Iglesia aún sin jerarquía pero que advierte ya de los falsos profetas. La redacción de este texto se sitúa a finales del siglo I o principios del II. Su lugar de redacción no nos es conocido. Se barajan las posibilidades de que se redactara en Siria o tal vez en Egipto. Y sus problemas de
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composición permanecen aún sin resolver. Se ha transmitido, aunque no entera, en el Codex Hierosolymitanus (1056), se ha completado parcialmente gracias a un papiro griego hallado en Oxirrinco y a una copia copta del s. V. El texto aparece con modificaciones en el libro VII de la Constitución de los Apóstoles del s. IV y recientemente se ha descubierto una copia georgiana, que debía ser copia del original griego antes de haberse perdido su final. Sobre estos temas contamos con trabajos recientes como son el de R.E. Aldridge 1999, el de Cl.N. Jefford 1995 o el de J. Draper 1996; un buen comentario es el de K. Niederwimmer 1989, reeditado en 1993, y traducido al inglés por L.M. Maloney en Mineápolis en 1998. Una buena edición bilingüe griego-inglés con introducción y comentarios es la de A. Milavec 2003. De los datos que ofrece el texto sobre el cristianismo más antiguo se ha ocupado F.E. Vokes 1993; sobre los conflictos en la comunidad que se dejan entrever en este texto ha escrito M. Slee 2003 y sobre las raíces judías del escrito versa la monografía de H. Sandt y D. Flusser 2002. También contamos con unas concordancias de esta obra elaboradas por J.D. Thompson 1996a. El Pastor de Hermas en sus cinco visiones, doce órdenes y diez parábolas fue uno de los libros más leídos en el s. II y III por los cristianos de la época. Ofrece, en palabras de Malingrey 1996, p. 21 «una curiosa mezcla de imágenes heredadas de Apocalipsis judíos, temas bucólicos de la literatura helenística y fórmulas estoicas, unidos mediante una fabulación desconcertante para exponer el dogma cristiano». La autoría de este libro plantea problemas tales como si fue obra de un solo autor o combina obras de más de un autor que se unieron en un único libro. Clemente de Alejandría lo consideró como libro sagrado. También el Codex Sinaiticus (s. XIV) lo incluye dentro de los libros del Nuevo Testamento y, asimismo, el Codex Claromontanus (s. XVI) lo cita también como canónico. Sin embargo, Atanasio y el Código Muratori lo consideraron no canónico, aunque recomendaban su lectura. B. Ehrman 2003b comenta estos problemas en su obra sobre las Escrituras perdidas. El título del libro que J.C. Wilson 1995 le dedica refleja bien los problemas que plantea esta obra en lo que respecta a la autoría, género literario, canonicidad y a la ausencia en él del nombre de Jesucristo. Discute también en profundidad toda la problemática de esta obra un libro aparecido recientemente, escrito por C. Osiek 1999. La percepción de la realidad social que El Pastor refleja ha sido estudiada por M. Leutzsch 1989. Actualmente es una obra que vuelve a ser revalorizada, como demuestran las monografías de J.C. Wilson 1993, la más específica de A. Carlini, G. Cavallo y J. van Haelst 1991 o la de R. van Weyer 1997. Han elaborado concordancias críticas de El Pastor J.J. Thompson 1998 y A. Urbán 1999. Sigue siendo una buena edición crítica con traducción al francés la de R. Joly 19972. En español contamos también con la edición bilingüe de J.J. Ayán 1995. Los padres apostólicos más influidos por el helenismo han sido estudiados y traducidos al alemán por H.-U. von Balthasar 1984 y al francés por A.G. Hamman 2000. En la línea epistolar paulina están las cartas atribuidas a Clemente, tercer obispo de
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Roma, que debieron de ser escritas entre el año 92 y el 101. Reflejan la vida de una comunidad cristiana de Roma, permeabilizada por un judaísmo de base empapado de helenismo. R. Garrison 1997a ha dado los indicios suficientes como para pensar que, a juzgar por sus exhortaciones a los corintios para que depusieran su actitud de sedición respecto a las autoridades de su comunidad, el autor de la I carta de Clemente está muy familiarizado con los preceptos del hombre de estado que circulaban en Roma en los últimos años del s. I. Sobre el encuentro del cristianismo con el helenismo que se deduce de la epístola I a los corintios versan los trabajos editados por C. Breytenbach y A. Jaubert 2004. Orígenes (Io. 6,36) pensaba que Clemente era el compañero de Pablo que se menciona en Filipenses 4,3. También Hermas (8,2) habla de los escritos que va a mandar a Roma para que Clemente los distribuya entre los cristianos de su comunidad. Esta primera carta en principio fue tan valorada como las de Pablo. Clemente Alejandrino la considera parte del corpus del Nuevo Testamento, Eusebio (HE III 58) afirmó que había sido reconocida por todos y el Codex Alexandrinus la incluye también entre los escritos del Nuevo Testamento (s. V). Sin embargo, su autenticidad se puso en tela de juicio, entre otras cosas, por el uso que hace del ave Fénix, como símbolo de la Resurrección, lo que a muchos les pareció a todas luces improcedente. Ehrman en su edición del 2003c también sospecha de su autoría, sobre todo, porque en la carta no aparece el nombre de Clemente, si bien admite que pudiera tratarse del personaje al que Hermas hace referencia. Ehrman, haciendo uso de las referencias internas, fecha esta epístola en la segunda mitad del s. I. De cualquier manera, se trata, en efecto, de uno de los documentos más antiguos que poseemos del cristianismo primitivo, coetáneo a los textos del Nuevo Testamento. Desde el punto de vista sociológico ofrece datos muy interesantes para el conocimiento de las primeras comunidades cristianas de Roma y su deseo de ejercer su influjo en otros grupos. Así lo demuestran las obras de Meter Lampe 1987, de James Jeffers 1991 y los comentarios a esta carta de E. Peretto 1999, que pone de relieve los conflictos entre las primeras comunidades cristianas. Ha elaborado una concordancia crítica a la I carta a los corintios J.D. Thompson 1996b. Contamos con una edición griego-francés preparada por A. Jaubert 2000. Una segunda carta y un corpus de obras, 20 homilías y una serie de relatos de viajes en que el autor se va encontrando a una serie de personajes célebres o familiares suyos a los que reconoce, se atribuyen también a Clemente, aunque con probabilidad son obra de otros dos autores diferentes, que se solían situar a finales del s. III o principios del IV, a lo sumo, pues Eusebio conoce ya la existencia de este escrito. Ehrman propone una datación más temprana hacia la mitad del siglo II. Se han preocupado en los últimos años de estudiar esta obra R. Warns 1985, A. Lindemann 1992b y E. Baasland 1993. Desde un punto de vista de los orígenes del género homilético la ha estudiado A. Stewart-Sykes 2001. J.D. Thompson 1996c ha elaborado también una concordancia crítica a la II carta a los corintios.
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La carta de Bernabé, cuyo autor desconocemos, le ha sido atribuida a Bernabé, el amigo y compañero de viajes de Pablo, para dotarla de una mayor autoridad. Aparece en el Codex Sinaiticus, uno de los manuscritos más antiguos que contiene los libros del Nuevo Testamento. También aparece en el Codex Hierosolymitanus, que contiene además la Didaché, las dos cartas de Clemente y la recensión larga de las cartas de Ignacio de Antioquía. Es, quizás, uno de los textos de la primitiva literatura cristiana de actitud más contraria al judaísmo. La primera parte trata de la importancia del Antiguo Testamento para los cristianos y da sugerencias para su interpretación alegórica frente a la interpretación literal de los judíos; la segunda son una serie de consejos morales al estilo de la Didaché. Encontramos en esta parte el tema de los dos caminos. Para fechar esta carta tenemos un dato post quem, pues menciona la destrucción del templo de Jerusalén y otro ante quem, pues dice que el templo estaba aún en ruinas. Por tanto, debió de ser escrito entre el año 70 y el 175, en el que Adriano construyó en el lugar un nuevo templo. Hay quien, precisando más, ha fijado su fecha de redacción en torno al 130, antes de que en la revuelta judía del 132-135 Adriano expulsara a los judíos de Jerusalén. El modo de interpretación alegórica que se defiende en este texto ha llevado a pensar que Alejandría pudo haber sido el lugar de su redacción, aunque no faltan voces que reclaman la Palestina siria como lugar de redacción, dado el conocimiento de su autor de las tradiciones hermenéuticas judías. Tenemos algunos trabajos interesantes sobre esta epístola, que han visto la luz editorial en la pasada década. Así los de L. Barnard 1993, de R. Hvalvik 1996, de J.C. Paget 1994, de F.R. Prostmeier 1999 y con espíritu crítico sobre el antijudaísmo de este texto contamos con el de M. Taylor 1995. De Ignacio, obispo de Antioquía, conservamos, de acuerdo con la recensión media de los manuscritos, siete cartas, que escribió en su camino a Roma, en donde se le había condenado, en tiempo de Trajano (98-117), al suplicio de ser echado a las fieras. De estas cartas cinco están dirigidas a las iglesias de Éfeso, Magnesia, Trales y Esmirna. La sexta está dirigida a Policarpo de Esmirna y la séptima a los cristianos de Roma. Sus cartas fueron conocidas por Policarpo, Ireneo y Orígenes. Eusebio (HE III 36) menciona, asimismo, las siete cartas que son consideradas auténticas, cuyo texto griego fue publicado por primera vez por Nicolaus Vedelius en 1623. Hay otra recensión de manuscritos más larga, que contiene trece cartas, pero parece que es una creación del s. IV, en la que entre las cartas auténticas se interpolaron otras que no lo eran. La recensión larga ha sido estudiada por J.D. Smith 1986. Como persona destinada a una muerte inminente, el tema fundamental de sus cartas es el de la vida y también los problemas específicos de cada una de las iglesias a las que se dirige, si bien no hay acuerdo entre los estudiosos sobre quiénes son los grupos a los que combate (cf. Th. Lechner 1999). De la bibliografía dedicada a estas epístolas destacamos el comentario de W.R. Schoedel 1985 y la puesta al día sobre los problemas que presentan de Ch. Munier 1993. En español tenemos
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una versión bilingüe de las cartas de Ignacio de Antioquía y de Policarpo de Esmirna, realizada por J.J. Ayán 1991. Otra epístola conservada de esta generación sucesora directa de los apóstoles es la que Policarpo de Esmirna envió a los Filipenses. Según la tradición, Policarpo conoció personalmente al apóstol Juan, que le nombró obispo de Esmirna, lo que ya a los ojos de autores como Ireneo o Eusebio (HE V 20.6) le da un valor muy especial. Esta epístola presenta problemas en su composición y en su transmisión, pues los manuscritos griegos que poseemos de ella llegan hasta 9,2. El resto de la carta la conocemos gracias a una traducción latina. Las discrepancias existentes entre los capítulos 9 y 13 han llevado a pensar que uno de los dos debía de ser una interpolación, a no ser, como también se ha apuntado, que se trate de dos cartas escritas en diferentes fechas y que en época tardía se combinaran en una (Ehrman, p. 328). Sobre los problemas que presenta esta epístola escribió P. Barnard 1962. De las cartas contamos con la edición de J. Bauer 1995, la de T. Camelot 1984, la traducción italiana de Cl. Burini 1998 y la edición griego-español de J.J. Ayán 1991. Contamos también con el estudio ya mencionado de Schoedel 1993, pp. 272-358. A la carta de Policarpo habría que añadir su martirio, que en su forma es también una epístola dirigida por la iglesia de Esmirna a la comunidad cristiana de Filomelio en Frigia. Esta carta inaugura ese género literario que serán las actas de los mártires que, en principio, como ha señalado Malingrey 1968, p. 23, estaban constituidas por el interrogatorio y la condena de los cristianos, seguidas por su pasión. Malingrey ha señalado que esta literatura que nace en tiempos de persecución tiene una función muy precisa de entretener y promover el culto de los mártires. En esta línea están las obras de H. Conzelmann 1978, S. Rondey 1990 y G. Buschmann 1994. Los problemas fundamentales en torno a la composición del texto, su datación y los estudios en torno a ello han sido recogidos por B. Dehandschutter 1993. 3.3. Padres apologetas Otro gran grupo de autores griegos del cristianismo primitivo son los llamados «padres apologetas». Estos autores se sienten impulsados a defender la religión cristiana de las persecuciones estatales, de las acusaciones de los paganos y de la oposición de los judíos. Para ello van a apelar a la sabiduría y sentido de justicia de los máximos dirigentes del estado, a la perfección de la vida moral predicada por Jesús y sus apóstoles así como a la verdad de su doctrina, y al cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. Su defensa estriba en el uso de la palabra y la hacen desde el ámbito de la razón. Con frecuencia usan el género dialógico, aplican los principios retóricos que conocen y acuden a la filosofía griega para medirse con ella. Sigue siendo un buen libro de introducción a los apologetas el de J.B. Laurin 1954. Más reciente es el de C. Burini 2002. Sobre el influjo del helenismo en los apologetas es muy intere-
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sante la obra de B. Pouderon y J. Doré 1998. Contamos además con la Enciclopedia de los apologetas cristianos, preparada por N.L. Geister 1999. Tenemos noticia de escritos apologéticos que se han perdido, como la carta que dirigió Cuadrado al emperador Adriano (cf. Eus. HE IV 3.1-2). En época de Marco Aurelio escribieron apologías del cristianismo Milcíades, Apolinar de Gerápolis y Melitón de Sardes. Pero el primer texto apologético que poseemos es la Apología a Adriano, escrita por Aristides de Atenas con ocasión de la visita del emperador a esta ciudad. Habla de Dios como motor del universo y lo define con términos tomados del neoplatonismo, tales como «ingenerado», «sin principio», «incomprensible». Contrasta la religión de los cristianos a la de los bárbaros, a la de los griegos y a la de los judíos, para señalar su superioridad desde un punto de vista moral, racional y social, por cuanto que elimina las desigualdades que se producen en el sistema social y, por tanto, le da mayor estabilidad. Tenemos una edición crítica relativamente reciente con traducción al italiano y comentario realizada por C. Alpigiano 1988, y otra muy reciente con traducción al francés en Sources chrétiennes, realizada por B. Pouderon 2003. Para la fijación del texto de esta edición se han tenido también en cuenta las versiones siríaca, armenia y georgiana, además de los fragmentos de dos papiros hallados en Oxirrinco, que arrojan luz sobre el texto. Justino, algo más joven que Aristides, ha sido generalmente, desde un punto de vista literario, la figura señera del s. II. Aunque hoy autores como Riedweg defienden una datación muy posterior. De Justino conservamos dos apologías, la primera, dirigida al emperador Antonino Pío y a sus dos hijos adoptivos, Marco Aurelio y Lucio Vero. La segunda la dirige al emperador Marco Aurelio. En la primera defiende a los cristianos frente a las persecuciones de las que son víctimas. Sus argumentos son de índole racional. Apela a la sabiduría del emperador y a su amor a la verdad. Defiende el cristianismo a la luz de las profecías del Antiguo Testamento. Se ocupa de algunos rituales de iniciación como el bautismo y la eucaristía. La segunda, que para algunos autores no es sino un apéndice de la primera, es también una defensa en pro de la libertad de los cristianos para defender su credo. Introduce en ella la idea del lógos spermatikós. Una excelente edición crítica es la de M. Marcovich 1994. Tenemos una reciente traducción al inglés de las dos apologías a cargo de L. William 1997 y en español contamos con la de H. Yaben 1990. La otra obra conservada, el Diálogo con Trifón, ofrece el interés de ser la primera autobiografía de la literatura cristiana. Justino, en diálogo con el judío Trifón, va relatando las diferentes etapas de su formación filosófica y explica su conversión al cristianismo. Propone una interpretación cristológica de las Escrituras. Marca así las distancias frente al judaísmo, polemiza con algunos cristianos que refutan la Biblia y se enfrenta al paganismo al reivindicar para los cristianos una sabiduría más antigua que la griega. Contamos con dos excelentes ediciones críticas de esta obra, una con traducción al francés de Ph. Bobichon 2003, y otra con traducción al inglés a cargo de Th.B. Falls, 2003. Un buen comentario de esta obra es el de T.J. Horner
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2001. Interesante es la entrada «Iustinus Martyr» del RAC 19, confeccionada por Ch. Riedweg 2000b, pp. 848-873. J.J. Ayán 1988 ha estudiado la antropología de San Justino. Discípulo de Justino, pero de ideas mucho más extremas que su maestro, fue Taciano que, aunque de estirpe siria, nació en Asiria y vivió aproximadamente entre los años 125 y 190. Impulsa el movimiento encratita. Según Ireneo de Lyon fue también influido por algunas doctrinas gnósticas. Con su nombre conservamos dos tratados, el Discurso a los Griegos y el Diatessaron. A diferencia de Justino, que intentó conciliar el helenismo con el cristianismo, Taciano en el Discurso contra los griegos hace una crítica radical a la cultura griega frente a la que erige el cristianismo como fuente única de sabiduría y salvación y lo erige como paideia del crecimiento humano. Opone la unidad de los cristianos, que, a su juicio, sólo es conciliable con la verdad, a la pluralidad y diversidad de la cultura griega. Una buena edición de este discurso es la de M. Whittaker 1982. E. Norelli le dedica un interesante capítulo en la obra editada por B. Pouderon y J. Doré 1998. El Diatessaron es una tentativa de unificación de los cuatro evangelios, en los momentos en que estaban a punto de declararse canónicos, en un único evangelio sinóptico. Fue traducido al siríaco o quizás del siríaco al griego, ambas versiones hoy perdidas, y constituyó el único evangelio de la iglesia siríaca hasta el s. V, cuando fue sustituido por los cuatro canónicos. En griego ha sido reconstruido a base de la tradición indirecta, comentarios y las traducciones a otras lenguas, pues sólo se conserva un fragmento de catorce líneas que fue hallado en 1933 en Dura-Europos. Un interesante trabajo sobre esta obra es el de W.L. Petersen 1994. Atenágoras, apologista también del s. II, fue uno de los escritores más brillantes del cristianismo primitivo. Según cuenta Filipo de Side (s. IV) en su Historia Christiana, Atenágoras fue un filósofo pagano que emprendió el estudio de las Sagradas Escrituras para refutar a los cristianos pero la nueva fe lo ganó y se convirtió al cristianismo. Sobre la vida y filosofía de Atenágoras contamos con interesantes monografías de B. Pouderon 1989 y 1997. Un manuscrito de Aretas del 914 (Paris. Gr. 451) dice en su inscriptio: «Súplica en torno a los cristianos de Atenágoras, filósofo ateniense». La apología es del año 177 y está dedicada a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo. En ella defiende a los cristianos de las tres acusaciones que se les venían haciendo: de ateísmo, de antropofagia y de incesto, y hace una defensa de sus valores. En este escrito se aborda por primera vez el tema de las tres personas de la Trinidad. Ha sido editado por B. Pouderon, 1992. El mismo manuscrito (Paris. Gr. 451) contiene otro escrito Sobre la Resurrección de los muertos, que primero se atribuyó a Atenágoras para ponerse luego en duda su autenticidad. Un gran estudioso de Atenágoras como es R.M. Grand 1954 da sólidos argumentos sobre su autenticidad y en la misma línea M. Marcovich en su artículo de 1979, aunque algunos editores como W. Schoedel 1972 tienen dudas sobre ella mientras hay quien la sostiene como B. Pouderon 1989. Ha hecho un buen balance
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sobre la cuestión N. Zeegers-Vander Vorst 1995. Se ha ocupado también de este tema A. d'Anna 2001. Apologista del cristianismo del s. II fue también el sirio Teófilo, obispo de Antioquía. Vive entre los años 120 y 185. De familia pagana y de formación griega se convirtió al cristianismo por la lectura de los Profetas. Se nos han conservado de él sólo los tres escritos dirigidos a Autólico, que se suelen fechar entre los años 180 y 185, y que tienen como fin demostrar a este personaje la verdad de la doctrina cristiana respondiendo así a las objeciones que le plantea. En el primer libro habla de la existencia de Dios, al que define por la vía negativa. Diserta también sobre la resurrección de los muertos. En el libro II opone la filosofía y poesía griega, basada en el mito, a los Libros Sagrados, de inspiración divina, que usan los cristianos, y establece también un parangón entre las cosmogonías paganas y la historia de la creación del Génesis. Se emplea en este libro el término Triás (tríada) para designar la unidad de las tres personas de la Trinidad. En el tercero pone su énfasis en la santidad de las costumbres de la vida cristiana frente a las «inmoralidades» de los paganos. De las obras mencionadas por Eusebio (HE IV 20), Contra Marción, Contra Hermógenes y los Comentarios a los Proverbios y a los Evangelios no conocemos sino el título. Sigue siendo excelente la edición de R.M. Grant 1970, y sus trabajos de 1947 y 1959, así como los de N. Zeegers-Vander Vorst de 1976 y 1998. Dentro de la literatura apologética se incluye hoy un escrito dirigido A Diogneto, cuyo autor se desconoce. Con frecuencia se ha considerado este escrito una epístola y se ha incluido dentro del grupo de escritos de los Padres apostólicos. Hoy se incluye dentro de los escritos apologéticos (así Simonetti 1999, p. 85), pues el autor hace una defensa del cristianismo al responder a las críticas que le hace su amigo Diogneto. En el escrito aparecen cuestiones doctrinales, una crítica al paganismo y al judaísmo, y una defensa de la superioridad del cristianismo respecto a las otras religiones desde el punto de vista moral, ontológico y soteriológico. Compara los cristianos al alma del hombre y los griegos y judíos a la carne que combate y oprime al alma. El autor conoce los principios de estilo de la retórica griega, por lo que se ha pensado que pudiera tratarse de un judío helenizado convertido al cristianismo. El escrito presenta problemas de composición y de datación. Ehrman 2003, II p. 127, por razones de contenido, es partidario de situarlo en la primera mitad del siglo II. Simonetti no ve los suficientes fundamentos para datarla en el s. II ni tampoco a principios del III. Sobre el problema de la datación tenemos un trabajo reciente de Th. Baumeister 1988. M. Rizzi ha escrito sobre los problemas composicionales que presenta (1989) y sobre algunos rasgos de estilo (1996). Sobre la cultura que refleja versa el trabajo de R.G. Tanner de 1984. Melitón, obispo de Sardes, fue considerado también profeta y asceta. Aunque Eusebio habla de su amplia obra escrita, sólo conservamos fragmentos de la mayoría de sus obras. Por Eusebio sabemos que escribió una apología del cristianismo que dedicó a Marco Aurelio y otros escritos con títulos tan sugerentes como Sobre
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el diablo y el Apocalipsis de Juan, Sobre el Dios corpóreo y Sobre el alma y el cuerpo, del que se conserva algún fragmento y traducciones en lenguas orientales. Conservamos de él una homilía en la que explica la pasión de Cristo como una nueva creación. Unos hallazgos papiráceos, publicados en 1936, nos han dado a conocer otra Homilía de Pascua, de refinada elaboración formal, que nos han permitido conocer ciertas observancias pascuales de los cristianos de Asia, más próximas a las de los judíos que a las de los cristianos de Roma y Alejandría. Sobre estos escritos tenemos trabajos recientes como son los de R. Cantalamessa 1972 y 1988, el de A. Stewart-Sykes 1998 y el de T. Orlando 1997. Sobre el género homilético contamos con la monografía de A. Olivar 1991. Sobre Hermias remito al artículo confeccionado por Ch. Riedweg 2000a, col. 1673, y a la edición griego-francés de la obra de Hermias, Irrisio gentilium philosophorum, preparada por R. Hanson y J. Joussot 1993. La Iglesia en el s. II no sólo se tiene que defender de sus adversarios externos como son el paganismo y el judaísmo sino que en el seno del cristianismo comienzan los conflictos y las discrepancias a la hora de interpretar las Escrituras. Ya hemos hablado de los textos de Nag-Hammadi, pero antes de estos hallazgos conocíamos los problemas que suscitó el gnosticismo precisamente por los autores cristianos que se dedicaron a combatirlo. Destacamos entre ellos a Ireneo, Obispo de Lyon, que vivió entre los años 140 y 202, del que conservamos en traducción latina del s. V los cinco libros de su Adversus haereses. En griego conservamos el libro I y los fragmentos de la tradición indirecta. Este libro es de gran utilidad para conocer la llamada gnosis valentiniana. La Demostración de la predicación apostólica se conserva en traducción armenia. Los escritos de Ireneo contribuyeron a que la Iglesia definiera su propia dogmática y a que triunfara la interpretación de las Escrituras al pie de la letra frente a la interpretación simbólica. En español tenemos sobre Ireneo de Lyon los estudios de A. Orbe 1969, 1989 y 1985-96. Destacamos también el estudio de R. Grant 1997. 3.4. Teólogos alejandrinos (s. I-II) Capítulo aparte merecería la literatura cristiana que se desarrolla en Alejandría, foco cultural del mundo helenístico, donde emergen figuras de la talla de Filón, Clemente u Orígenes. Estos autores se esfuerzan por probar que la filosofía griega y las Sagradas Escrituras no se oponen sino que sus principios más nobles son válidos para toda la humanidad. Filón (muere en el 41), figura señera de la literatura judeohelenística y que por estar muy ligado a la tradición religiosa de Israel no se suele incluir en los programas de literatura cristiana, intentó poner de acuerdo la tradición religiosa de Israel y la paideia griega. Simonetti 1999, ad loc., ha destacado en este autor su doctrina del logos, su praxis hermenéutica, fundamentada en la interpretación alegóri-
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ca y sistemáticamente desarrollada en clave filosófica con parámetros platónicos, y señala que, aunque no encontró eco en la comunidad cristiana, dejó, en cambio, una huella importante en los ambientes cristianos de Alejandría. Ha recogido hasta 1986 la bibliografía en torno a Filón D.T. Runia 1988. Destacamos también sobre la formación helenística de Filón el trabajo de R. Williamson 1989, sobre su influjo en la Iglesia alejandrina el de A. van den Hoek 1997 y sobre su relación con los Padres de la Iglesia el de D.T. Runia 1995. En nuestro país S. Torallas 1999 ha estudiado el tratado Sobre los sueños de Filón. A. Van den Hoek 1988 tiene una interesante aportación sobre el influjo de Filón en los Stromata de Clemente Alejandrino. Esta autora, que ha preparado el texto crítico de Stromata IV (París 2001) ha reflexionado también sobre el trasfondo alejandrino de Clemente (1990). Las obras de Filón en traducción inglesa se vienen publicando en la editorial Brill (Leiden - Boston) y en italiano en la editorial Rusconi (Milán). Se ha reeditado (1993) la traducción inglesa de las obras de Filón realizada por C.D. Yonge. De Clemente de Alejandría sabemos que hacia el 180 estaba en esta ciudad, que allí siguió el magisterio de Panteno, que en el año 202 fue expulsado de Alejandría por Septimio Severo, que se refugió en Jerusalén y después en Antioquía. En los escritos de Clemente encontramos la actitud de una persona que busca la verdad y que establece las bases de un humanismo cristiano. Conservamos tres obras y una homilía. En sus obras describe la acción del Lógos divino sobre los hombres. El Protréptico (cf. Cl. Mondésert y A. Plassart 2004) es una invitación a la búsqueda de la verdad, que él encuentra en la filosofía y fe cristiana, en el saber escuchar «la palabra» (el lógos) de Dios; el Pedagogo, del que contamos con la edición crítica de M. Marcovich 2002, explica que el lógos, cual Pedagogo, da preceptos de vida. Es un tratado de moral que en cierta medida nos informa sobre la vida cotidiana de la Alejandría de su época, y los Stromata, obra que trata de diversos temas relacionados con la fe y con la moral. Del Pedagogo y el Protréptico tenemos traducciones españolas, realizadas respectivamente por J. Sariol y C. Isart, 1988 y 1994, publicadas en la editorial Gredos. De los Stromata contamos con una edición bilingüe griegoespañol en tres tomos, preparada por M. Merino 1996, 1998 y 2004, además de con la traducción, introducción y notas de D. Mayor 1993. Un estudio sobre la forma literaria de este escrito ha sido realizado por L. Roberts 1981 y 1984. Debieron también de ser leídas a juzgar por el testimonio de Eusebio (HE VI 14.1) sus Hypotyposeis, obra de carácter misceláneo con comentarios a las Escrituras, de las que sólo conocemos algunos fragmentos y una traducción latina. En la homilía, que lleva el título ¿Qué rico se salva? (cf. M.G. Mara 1999), Clemente insiste en los dos niveles de interpretación del texto sagrado: uno, para un entendimiento inmediato y otro, que implica un conocimiento más profundo de aquello de lo que se está hablando. Clemente estuvo evidentemente influido por Filón pero restringió mucho el uso de la alegoría en la interpretación de las escrituras y optó más bien por una interpretación del Antiguo Testamento a la luz del Nuevo en el sentido de que aquél encuen-
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tra su realización y plenitud en éste. Conoció la gnosis pero la ponderación de sus escritos no ha permitido que se le tildara de herético. Entre los escritos que se han publicado sobre Clemente cabe destacar el de S. Lilla 1971. Estudia su aristotelismo E.A. Clark 1977 y sus contactos con la gnosis A. Choufrine 2002. Merecen destacarse las excelentes ediciones bilingües griego-francés de la obra de Clemente, que están apareciendo en la colección Sources chrétiennes de París. Otro gran autor nacido a finales del s. II (año 185) en Alejandría fue Orígenes. Su padre Leónidas le inició en el estudio de los textos de las Sagradas Escrituras, a lo que Orígenes se dedicó con aplicación hasta el punto de convertirse en el pionero de los estudios bíblicos de crítica textual. Su gran obra en este campo fueron los Hexapla, edición del Antiguo Testamento en seis columnas, que comprendían el texto hebreo, el texto hebreo transliterado al griego, la traducción griega de Aquila, la de Símmaco, la de la Septuaginta y la de Teodoción. Sólo se han conservado algunos fragmentos. De su copiosa producción hasta hace algunos años sólo conservábamos Contra Celsum, obra de carácter apologético, y en traducción latina De principiis, primera sistematización de la literatura cristiana, unas Exhortaciones al martirio y un escrito Sobre la oración. También se han conservado fragmentariamente su comentario a Mateo y a Juan y una versión latina de su comentario al Cantar de los Cantares. Actualmente gracias a los hallazgos papirológicos tenemos un conocimiento mucho mejor de los comentarios a los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento que realizó Orígenes. Hoy conocemos, si bien parcialmente, sus comentarios al Génesis, al Éxodo, a los Profetas, a los libros históricos, a los Evangelios, a las epístolas, sus homilías litúrgicas, algunas cartas y otras obras del Alejandrino. También gracias a las citas de Orígenes en su Comentario a Juan conocemos la obra de algún gnóstico como Heracleón (cf. A.E. Brooke 2004). Sobre Orígenes se ha reeditado la obra de J. Daniélou 1991 y contamos también con la de H. Crouzel 1986 y con la de P. Nautin 1977. H. Crouzel 1991 ha realizado una comparación doctrinal entre Orígenes y Plotino. No podemos dejar de citar los Coloquios internacionales que se celebran desde 1973 cada cuatro años, cuyas actas se publican regularmente con el título Origeniana y son la mejor puesta al día sobre la problemática de Orígenes. El primer congreso se celebró en 1973 en Montserrat y sus actas fueron publicadas por H. Crouzel et alii en Bari en 1975. Sobre los trabajos bíblicos del alejandrino contamos con una obra de conjunto editada por G. Doival y A. le Boulluec 1993, fruto de las ponencias del sexto congreso. M. Simonetti tiene en curso la publicación de las obras completas de las obras de Orígenes, cuyo primer volumen apareció en Roma en 2002. En él se encuentra la traducción del Comentario al Génesis realizada por M.I. Danieli. Las homilías sobre el Génesis han sido reeditadas en latín y francés por H. de Lubac y L. Doutreleau 20033. De la versión latina de las homilías sobre el Éxodo contamos con la traducción española de A. Castaño 1992. G.B. Bakky 1990 ha publicado en inglés las homilías sobre el Levítico (1-16). Las homilías sobre Josué han sido editadas en latín y francés por W. Baerhens y A. Jau-
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bert 2000 y traducidas al italiano por M.I. Danieli 1993 y al inglés por C. White y B. Bruce 2002. P. y M.T. Nautin 1986 han publicado las homilías sobre Samuel. Las homilías sobre los Salmos (36-38) han sido editadas en latín y francés por H. Crouzel et alii 1995. La homilía sobre Jeremías y la homilía sobre 1Re. XXVIII han sido traducidas al inglés por J.C. Smith 1998, la homilía sobre Isaías la ha traducido al italiano M.I. Danieli 1996 y M. Borret 1989 ha traducido al francés la homilía sobre Ezequiel. Sobre el Comentario al Cantar de los Cantares contamos con la edición latínfrancés de L. Brésard y H. Crouzel 1990 y con la traducción española de A. Velasco 1986. Respecto a los comentarios al Nuevo Testamento G. Bendinelli 1997 ha dedicado una monografía al Comentario a Mateo de Orígenes y M.I. Danieli y R. Scognamiglio 1998 han publicado una traducción italiana del comentario a este evangelio. H. Crouzel et alii 1998 han publicado el texto latino y los fragmentos griegos conservados de las homilías sobre Lucas, con introducción, traducción y notas en francés. Contamos además con una traducción inglesa de J.T. Lienhard 1996. Una buena monografía sobre el Comentario a Juan de Orígenes es la de R.E. Heine 198993. R. Heine 2002 se ha ocupado también de traducir al inglés los comentarios de Orígenes y Jerónimo a la epístola de San Pablo a los efesios. El comentario de Orígenes a la epístola de Pablo a los romanos ha sido bien estudiado por L.P. Hammond 1990 y por Th.P. Scheck 2001-02 a partir de la versión latina de Rufino. Del Contra Celso contamos con los trabajos de R. Perrone 1998, con la versión italiana de P. Ressa 2000 y con la edición de M Marcovich 2001. Del De principiis contamos con la edición latín-alemán preparada por H. Görgemanns y H. Karpp 1985. La Exhortación al martirio ha sido traducida al italiano por C. Noce 1985, estudioso que ha dedicado una monografía al tema del martirio en los primeros siglos 1987. El tratado Sobre la oración ha sido trabajado por F. Cocchini 1997, traducido al italiano por N. Antoniono 1997 y al inglés por A. Stewart-Sykes 2004. El Diálogo con Heráclidas ha sido publicado en griego y en francés por J. Scherer 2002 y de las homilías pascuales contamos con la traducción italiana de G. Sgherri 1989 y con una edición griego-francés, a cargo de P. Nautin y F. Floeri 2003. La edición del panegírico de Gregorio Taumaturgo a Orígenes se la debemos a P. Guyot 1996. Una puesta al día de la bibliografía sobre Orígenes la ha realizado H. Crouzel 1971, 1982 y 1996. 3.5. Padres del desierto A mediados del s. III se desarrolla dentro del seno de la Iglesia, sobre todo en Egipto, un movimiento, el monacato, que va a producir una literatura específica. Este movimiento es en cierta medida una ruptura con la organización eclesiástica imperante. El monacato primitivo comprende desde que Antonio Abad, nacido el 251, decide a los 18 años abrazar la vida anacoreta, hasta Basilio de Cesarea que hacia el 358 optó por la vida monástica. En el período intermedio vivió Pacomio, que reorganiza a los monjes dispersos por el desierto en comunidades anacoréti-
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cas, siendo así el fundador del cenobitismo. Desde el punto de vista de la literatura a partir de la Vida de San Antonio, escrita por Atanasio de Alejandría, se marcan las pautas de lo que va a ser la literatura hagiográfica posterior: exaltación de la vida del santo, sus valores, tentaciones, caídas, dichos, milagros etc. De la Vida de San Antonio tenemos una muy reciente traducción al inglés realizada por T. Vivian y A. Athanassakis 2004. De los dichos de los padres tenemos una reciente edición crítica con traducción al francés a cargo de J.-Cl. Guy 1993. Contamos también con un buen trabajo realizado con base en estos textos por F. Dodel 1997. Otras figuras destacadas en el monacato primitivo más tardío son Macario, Evagrio Póntico y Juan Mosco, cuya obra El Prado espiritual ha sido monográficamente estudiada por J. Simón Palmer 1993. No puedo dejar de mencionar los cursos sobre monacato primitivo, que desde el verano de 1987 organiza el Profesor Teja durante la primera semana del mes de agosto en el Monasterio de Aguilar de Campoo. Cada año las ponencias se publican en Codex Aquilarensis. Estas actas son ya un referente indispensable para los estudios del monacato primitivo. El primer artículo del número 1 de esta serie es uno de R. Teja sobre los orígenes del monacato. Cada número del Codex Aquilarensis estudia una faceta determinada de la vida monástica. 3.6. Teólogos alejandrinos (s. III-V) El otro gran movimiento que surge a mediados del s. III dentro del seno de la Iglesia y que va a suscitar serios problemas en el cristianismo es el encabezado por el sacerdote Ario (256-336), que estudió con Luciano de Antioquía y se trasladó luego a Alejandría. Sabemos que el estudio de los textos de las Escrituras le llevó a conclusiones que fueron condenadas por el sínodo de Alejandría del 318 y por el concilio ecuménico de Nicea del año 325. De él sólo conservamos en griego tres cartas, una dirigida a Eusebio, obispo de Nicomedia, otra a Alejandro de Alejandría y una tercera al emperador Constantino. Han escrito, entre otros, sobre Ario y la fe de Nicea E. Boularand 1972 y R. Williams 2002. Sobre el legado de Nicea contamos con las obras de R. Williams 2002 y la de L. Ayres 2004 y sobre las relaciones Iglesia-Estado ha trabajado P. Just 2003. Del foco de cristianismo que fue la ciudad de Alejandría también en los siglos IV y V tenemos que citar como autores cuya obra ofrece interés desde el punto de vista de la literatura a Atanasio, a Dídimo, a Sinesio, a Teófilo de Alejandría y a su sobrino Cirilo. Atanasio se distinguió por su lucha contra Ario. Han estudiado ambos personajes y sus obras Ch. Kannengiesser 1983 y 1991, Ch. Stead 2000 y K. Metzler 1991. De Atanasio y la Iglesia de Egipto se han ocupado también A. Martin 1996 y Kh. Anatolios 2004. Y la relación de Atanasio con la política imperante ha sido estudiada por T.D. Barnes 1993 y H. Drake 2000. Del uso que los Padres hacen de la Biblia se ha ocupado Ch. Kannengiesser 2004 y de Anastasio específicamente J.D. Ernest 2004. Una bibliografía sobre este autor ha sido realizada por C. Butter-
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weck 1995. Una traducción al inglés muy reciente de la Vida de Antonio es la de T. Virian y A. Athanassakis 2004. En español contamos con la traducción de P. Rupérez en Ciudad Nueva 1995. L.A. Sánchez Navarro 1992 ha traducido el tratado Contra los paganos. A Dídimo el Ciego le ha cabido en suerte haber salido a la luz en Tura. Ha sido publicado por la editorial Habelt, en la colección «Papyrologische Texte und Abhandlungen», Bonn 1968-. Su comentario a Job ha sido editado, traducido y anotado por A. Henrichs 1968, R. Nautin 1978 se ha ocupado de su comentario al Génesis y M. Sánchez del comentario al Eclesiastés 1991. La teología de Dídimo ha sido estudiada por M. Ghatas 2002. Su tratado Sobre el Espíritu Santo ha sido traducido al español por C. Granado 1997. Una edición de esta obra en latín y alemán acaba de ser publicada por H.J. Sieben 2004. Una monografía reciente que estudia a Dídimo en su contexto histórico y literario es la de R.A. Layton 2004. A Sinesio le han dedicado su atención, entre otros, A. Garzya 1986 y B. Roos 1991. Han estudiado su pensamiento filosófico y teológico J. Bregman 1982, S. Vollenweider 1985 y M. di Pasquale 1994. Lo han situado en su contexto político, histórico y geográfico T. Schmitt 2001 y D. Roques 1989. Un estudio de la métrica y vocabulario de sus himnos ha sido realizado por H. Seng 1996 y de su correspondencia por D. Roques 1989. Hay traducción española de sus cartas y tratados, llevada a cabo por F.A. García Romero 1995. De Teófilo de Alejandría contamos con una edición de fragmentos preparada por M. Richard 1975. La posición trinitaria de Cirilo de Alejandría ha sido estudiada por M.O. Boulnois 1994 y por J. McGuckin, 1994. Las epístolas cristológicas han sido publicadas por G. Lo Castro 1999 y la publicación de una selección de sus obras ha corrido a cargo de N. Russell 2000. 3.7. Padres de Siria Otro foco de cristianismo importante fue Antioquia en Siria, donde destacaron autores tales como Diodoro de Tarso (cf. M. Simonetti 1985), Teodoro de Mopsuestia (cf. A. Guida 1994, L. Fatica 1988, P. Bruns 1995 y R.C. Hill 2004), Juan Crisóstomo (cf. J. Nelly 1996, R. Van der Weyer 1997, O. Pasquato 1998, W. Mayer y P. Allen 2000 y D. Ciarlo 2004), Nestorio (cf. A. de Halleux 1993 y B.D. Sprinks 1999) y Teodoreto de Ciro (cf. N. Fernández Marcos, A. Sáenz Badillos, J. Busto, Quaestiones ad Octateuchum 1979-84, J. Guinot 1995, A. Gallito 2000, R.Ch. Hill 2001 y G.H. Ettlinger 2003). Sobre los Padres de la Iglesia antioquena pueden leerse las monografías de D. Wallace-Hadrill 1982 y de S. Zincone 1988. 3.8. Padres capadocios Pero a nuestro juicio lo que ha llevado a denominar los siglos IV y V como el período áureo de la literatura cristiana han sido los escritos de los tres padres ca-
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padocios: Basilio de Cesarea, su hermano Gregorio de Nisa, y Gregorio de Nazianzo, amigo de ambos. Deudores de Platón y de Orígenes, y buenos conocedores de la cultura clásica griega, a ellos se debe la consolidación del cristianismo por haber sabido armonizarlo con el helenismo. Sobre los padres capadocios es interesante el estudio de A. Meredith 1995. De los capadocios ha escrito S. di Meglio 1973, p. 142 que Basilio era el brazo que actuaba, Gregorio Nazianzeno la boca que hablaba y Gregorio Niseno la mente que pensaba. Gracias a la riqueza de datos que los escritos de estos Padres aportan R. Teja 1974 ha podido estudiar la organización económica y social de Capadocia en el s. IV. Citaré también por proximidad geográfica a Basilio de Ancira, aunque de éste sólo se conserva su tratado De virginitate, primer escrito en que se hace el elogio de esta virtud cristiana, en el que quizá desde nuestro punto de vista deba destacarse la armonía que establece en la relación cuerpo-alma. Este trabajo requiere aún ser estudiado por sus conexiones con la medicina. Su tradición manuscrita ha sido estudiada por F.J. Leroy 1972. Basilio de Cesarea (329-379), conocido también como el Magno, recibió una esmerada educación por parte de su abuela Macrina y de su padre. Fue discípulo del rétor Libanio en Constantinopla y de Himerio en Atenas, donde también entabla amistad con Gregorio de Nazianzo. Para profundizar en el conocimiento de la vida, obras e ideas de este Padre de la Iglesia son interesantes las monografías de P. Rousseau 1994, de J. Gribomont 1984, de V. Drecoll 1996 y de M. Girardi 1998. Basilio fue fundador y un gran organizador además de pensador y teólogo. Conoció in situ el ascetismo de los monjes de Egipto, Palestina y Siria. Vuelve a su patria y funda un monasterio en Neocesarea, donde también irá Gregorio de Nazianzo. Va a escribir las Reglas para organizar y coordinar la vida monacal (cf. U. Neri 1996). Un interesante trabajo sobre la espiritualidad subyacente a las reglas es el llevado a cabo por A. Colmes 2000. Basilio escribe obras de carácter dogmático, ascético, moral, homilías, cartas y comentarios a las Escrituras. Entre las homilías destacamos por su repercusión en la ratio studiorum de Constantinopla durante todo el milenio una cuyo título es Exhortación a los jóvenes sobre el modo de sacar provecho de la literatura pagana, editada en griego e italiano por Mario Naldini 1984; Naldini 1990 ha realizado una edición griego-italiano del Hexaemerón. De esta obra contamos también con una edición en griego con traducción alemana, a cargo de E. Amand de Mendieta y S. Rudberg 1997; en griego y francés contamos con la edición de De baptismo realizada por U. Neri 1989; de sus homilías conservadas por la traducción latina de Rufino de Aquilea tenemos la edición en latín e italiano de A. Salvini 1998; de su tratado De Spiritu Sancto contamos con la reciente edición en griego y en francés a cargo de B. Pruche 2002. La traducción española de esta obra ha sido realizada por A. Velasco 1996. De su Contra Eunomium tenemos la traducción al alemán con comentario de F. Risch 1992 y de sus cartas contamos con la traducción al alemán y comentario de W. Hauschild 1990, con la edición griego-italiano de M.
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Forlin Patrucco 1983- y con la monografía de R. Pouchet 1992. Los textos cristológicos de Basilio han sido reunidos por G. Mazzanti 1991. Valgan los títulos mencionados como muestra de las ediciones y traducciones de Basilio que están saliendo a la luz editorial y como ejemplo del interés que despierta aún hoy su obra. Gregorio de Nazianzo (330-ca. 394) se formó en Cesarea, Alejandría, Atenas y Constantinopla. Sobre su vida y su obra tenemos interesantes monografías como la de S. Trisoglio 1996, la de C. Moreschini 1997 y la de J. Bernardini 1997. Siguen siendo de interés los artículos que con el lema Gregor von Nazianz encontramos en la Theologische Realenzyclopädie, 14, Berlín 1985, 164-173, y en el Reallexikon für Antike und Christentum 12, Stuttgart 1983, 793-863, a cargo de J. Mossay y de B. Wyss respectivamente, y el libro de conjunto, editado por B. Coulie 2000. Compelido al desempeño de cargos eclesiásticos, el Nazianzeno tendió, siempre que pudo, a retirarse de ellos para dedicarse a la vida contemplativa (or. II). En sus poemas autobiográficos (XI y XXXVII) relata su vida en novecientos cuarenta y nueve yambos, desde su nacimiento hasta que abandona Constantinopla, no sin antes pronunciar su discurso de adiós (XLII). Estos poemas han sido editados en griego y traducidos al inglés por C. White 1996 y también contamos con una edición griego-francés preparada por F.X. Lequeux 2001. Los podemos leer en español en la traducción de S. García Jalón 1996. De los tres capadocios fue el de Nazianzo el que más destacó por la finura de su elocuencia. C. Moreschini y D. Sykes 1997 han publicado en edición bilingüe griego-inglés sus Poemata arcana. Su poesía teológica ha sido estudiada por P. Gilbert 2001. De interés desde el punto de vista literario es su carta a Nicóbulo (LI), en la que expone sus ideas sobre el género epistolar. Cartas se han conservado trescientas sesenta y cinco. Fueron publicadas en traducción alemana por M. Wittig 1981. Gregorio escribió también discursos litúrgicos sobre la Navidad (XXXVIII), la Epifanía (XXXIX) y la Pascua (XLV), discursos fúnebres, entre los que destacamos los que dedicó a su hermano Cesario (VII), a su hermana Gorgona (VIII), a su padre (XVIII) o a su amigo Basilio (XLIII). Sus discursos funerarios fueron traducidos al italiano por C. Pieri 1975. Gregorio dirigió dos discursos políticos contra el emperador Juliano (IV y V), publicados recientemente por L. Lugaresi 1996 y 1997. A. Kurmann 1988 había comentado la IV. Especialmente célebres son sus cinco discursos teológicos (XXVII-XXXI) y sus dos cartas a Cledonio (CI-CII). De ellos tenemos una reciente traducción al inglés de F. Williams 2002. Los discursos teológicos hablan de la fe de la Iglesia y de la naturaleza de Dios y de la Trinidad. De los discursos teológicos tenemos una edición en griego y alemán a cargo de H.J. Sieben 1996. Han sido trabajados también por F.W. Norris 1991. Sobre la teología de Gregorio cabe destacar monografías como la de Peter Gilbert 1994, la de Bernardi 1995 o la de F. Trisoglio 2002. La obra completa de Gregorio Nazianzeno ha sido publicada en inglés por B. Daley 1999. Todos sus discursos fueron publicados en griego con traducción al francés por J. Bernardi 1978, y recientemente los ha
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publicado en griego con traducción al italiano C. Moreschini 2000. Una selección ha aparecido publicada por M. Vinson en 2003. Gregorio de Nisa (335-394) decía que su mejor maestro había sido su hermano Basilio. Sobre la vida y obra de Gregorio de Nisa contamos con la monografía de A. Meredith 1999. Tiene interesantes aportaciones la obra de conjunto editada por H. Drobner y C. Klock 1990 y es de destacar la contribución de E. Giannarelli en la obra de conjunto editada por G. Luongo 1998, pp. 49-67. A las obras biográficas del Niseno estuvo dedicado el quinto Coloquio Internacional sobre Gregorio de Nisa, editado por A. Spira 1984. Merecen destacarse los escritos que dedicó a su hermana Macrina, a cuya muerte escribió el diálogo De anima et resurrectione, con claro influjo del Fedón platónico y la Vida de Macrina, con datos muy interesantes sobre la comunidad que dirigió esta mujer. Del primero de estos dos tratados contamos con una traducción francesa de J. Terrieux 1995, y la monografía de C. Apostolopoulos 1986. De la Vida de Macrina contamos con traducciones a lenguas modernas como son la inglesas la de K. Corrigan 1989, la italiana de E. Giannarelli 1988 o la española de L.F. Mateo 1995. Gregorio dedicó elogios a su hermano Basilio y le compuso a su muerte un discurso epitafio; compuso, asimismo, un epitafio para honrar la memoria de Melecio, obispo de Antioquia. El emperador Teodosio le encomendó también la oración fúnebre por su hija Pulqueria y por su mujer, la emperatriz Flacilla. Confeccionó también panegíricos, como el que dedicó a Gregorio el Taumaturgo, del que tenemos una buena traducción inglesa del griego y del siríaco a cargo de M. Slusser 1998. Contamos además con veintiocho cartas, que fueron editadas por G. Pasquali en la edición de las obras que patrocinó Jaeger y reeditadas en Boston en 1998. Otra buena edición de las cartas con introducción, texto crítico, traducción al francés y notas es la de P. Maraval 1990; en alemán contamos con la traducción de D. Töske 1997. Gregorio alcanzó un mayor conocimiento de los clásicos griegos, sobre todo, Platón y Aristóteles, que su hermano Basilio y estuvo también más familiarizado con los pensadores cristianos, especialmente con Orígenes. De él tomó el método alegórico para la interpretación de las Sagradas Escrituras. Basándose en el Génesis escribió Sobre la formación del hombre, completando así la obra iniciada por Basilio sobre la creación en el Génesis. Tenemos una reciente traducción francesa de esta obra realizada por J. Laplace 2002. El de Nisa escribió también Apologia in Hexaemeron, en defensa de las críticas que se estaban vertiendo sobre su hermano Pedro, obra traducida al alemán Por F.X. Risch 1999. Presenta, asimismo, carácter alegórico su Vida de Moisés, de la que tenemos una edición bilingüe griego-francés realizada por J. Daniélou 2000 y contamos con la traducción española de T.H. Martín 1993b. También son de carácter alegórico De Pitonisa (sobre 1Re. XXVIII 12, ss.) y las ocho Homilías sobre el Eclesiastés, de las que contamos con una edición griego-francés a cargo de F. Vinel y P. Alexander 1996, además de las actas del séptimo coloquio internacional sobre Gregorio de Nisa, editadas por St.G. Hall 1993. También son de carácter alegórico las quince homilías Sobre el Can-
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tar de los Cantares, cuya versión bilingüe griego-alemán ha sido preparada por F. Düzl 1995. Contamos además con la traducción española de T.H. Martín 1993a, la francesa de Ch. Bouchet y M. Devailly 1992 y las italianas de C. Moreschini 1996 y de V. Bonato 1995; y los dos libros dedicados a los Títulos de los Salmos, de los que contamos con una reciente edición griego-francés a cargo de J. Reynard 2002. Al Nuevo Testamento dedica Gregorio de Nisa sus escritos Sobre la oración y Sobre los bienaventurados, de las que tenemos una edición con texto griego a cargo de J.F. Callahan 1992. Al De beatitudinibus, se dedicó monográficamente el octavo Coloquio Internacional sobre Gregorio de Nisa, cuyas actas han sido editadas por H. Drobner y A. Viciano 2000. De carácter dogmático son su Oratio catechetica magna, de la que tenemos una reciente edición bilingüe griego francés, a cargo de E. Mühlenberg y R. Winling 2000, las Orationes adversus Eunomium, los dos Antirrhetici adversus Apollinarem, los tratados Ad Eustathium de Trinitate, Ad Ablabium, Adversum graecos, y Ad Simplicium. C. Moreschini 1994 ha estudiado la concepción trinitaria que aparece en estos tratados. El de Nisa escribió también sobre el libre arbitrio y contra la astrología en De fato, tratado del que poseemos una reciente edición griego italiano a cargo de M. Baudini 2003, y sobre la suerte de los niños que mueren antes del bautismo en Ad Hierium, del que tenemos una edición en griego helenístico y griego moderno realizada por P. Brousele 1984. Gregorio escribió también homilías litúrgicas, así las cinco homilías pascuales, traducidas al francés por Ch. Bouchet, M. Canévet y A. Hamman 1994. A ellas estuvo dedicado el IV Coloquio Internacional de Gregorio de Nisa, cuyos trabajos han sido editados por A. Spira y Ch. Klock 1981. El Niseno dejó también algunas obras de carácter ascético y moral como su Sobre la Virginidad y los tres tratados Sobre el fin, la profesión y la perfección del cristiano, traducidas al italiano por S. Lilla 1979 y al francés por Ch. Bouchet, M. Davailly y A. Hamman 1990. Una bibliografía sobre Gregorio de Nisa ha sido realizada por M. Altenburger y F. Mann 1988. Sobre su filosofía ha escrito E. Peroli 1993 y se ha reeditado la obra de W. Völker 1993, sobre su estilo literario y conocimiento de las reglas retóricas es la de C. Klock 1987 y sobre su filosofía y literatura ha escrito también C. Moreschini 1997. Sobre su teología contamos con la monografía de P. Gregorios 1988 y B. Lemaire 2001 ha traducido al francés una selección de textos, en los que el de Nisa habla de su experiencia de Dios. Hay que decir también que el florecimiento actual de Gregorio de Nisa se debe al impulso que en los años veinte dio para el conocimiento de sus obras la edición que de ellas llevó a cabo Werner Jaeger (Gregorii Nysseni Opera, Berlín 1921-). En resumen, desde la escritura de las cartas y evangelios de la literatura cristiana más temprana hasta los escritos teológicos de los padres capadocios nos encontramos con una literatura, para decirlo con palabras de M. Simonetti 1999, p. 13, «que refleja un mundo en febril movimiento interno… que pasa de ser marginal a ser dominante y que, cuando lo fue, supo asimilar el pensamiento y formas expresivas de los adversarios para representarlos, cambiados en su espíritu como propios», por lo
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que requiere lectores y estudiosos «atentos a la continuidad y discontinuidad de los fenómenos históricos, curiosos y amantes de la aventura intelectual».
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HISTORIA Y CULTURA
21 MITOLOGÍA CARLOS GARCÍA GUAL Universidad Complutense de Madrid
Refiriéndose a la actual situación académica de los estudios sobre mitología, una reciente introducción general al tema de «Mito y Literatura» (Monneyron y Thomas 2002, p. 4) comienza con esta observación: Bien sea en los cursos de letras clásicas (en griego o en latín) o de letras modernas (literatura francesa o literatura comparada), sea en los de otras lenguas y literaturas, este tipo de estudios ha cobrado de modo incontestable un lugar cada vez más importante desde hace una veintena de años... Pero a pesar de este éxito y esta inflación, este campo de estudios sigue relativamente mal definido, tanto epistemológica como metodológicamente.
En esa misma línea de observaciones sobre la situación actual de estos estudios es oportuno citar el último párrafo de la Introducción a la Mitología Clásica de una helenista, Suzanne Saïd, que concluye: A diferencia del texto que impone al lector unos límites, el mito, que no es más que un «bricolaje de motivos variados», sigue siendo un conjunto abierto, que siempre puede seguirse enriqueciendo. Esta plasticidad del mito, que le permitió antaño sobrevivir adaptándose y que permite todavía a la crítica explayarse, explica sin duda hoy la oleada y la fluidez de los estudios mitológicos (Saïd 1998).
He empezado con estas dos citas para subrayar algo bastante evidente en el panorama actual de los estudios de Mitología. De un lado, éstos han proliferado en los programas académicos, a la vez que recobraban un cierto prestigio intelectual y tienen una creciente difusión en el ámbito cultural; pero, de otro lado, siguen coexistiendo en este campo de estudios muy variados enfoques y se ofrecen con una muy curiosa diversidad en sus perspectivas y sus métodos, comenzando por una notable ambigüedad en la misma concepción y definición del término «mito» y de lo que se entiende por «mitología» (una disciplina, además, y de modo inevitable, que tiene unas fronteras mal definidas frente a los estudios de religión y de literatura). F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 587-605
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1. Hacia una definición del mito. La invención de la mitología Aquí vamos a ocuparnos de los estudios de Mitología Clásica, es decir, Mitología Griega, y esto restringe un tanto la variedad de criterios y hermenéuticas, al plantear la cuestión de qué es mito y mitología al verlos no en el ámbito universal, sino en una determinada cultura, justamente aquella que ha dado origen a ambos vocablos, la griega antigua. De todos modos, me gustaría recordar unas líneas bien conocidas de J.-P. Vernant que resumen una larga reflexión sobre lo que hoy entendemos como «mito», o, más bien, como «lo mítico» en la cultura helénica. De un lado constata cómo la misma noción de «mito» ha sido cuestionada a fondo. De otro, cómo debemos extender la atención más allá de los relatos coleccionados por los mitógrafos hacia el trasfondo de lo imaginario, lo simbólico, lo poético en la tradición mítica. Los que hoy, en el surco de los grandes fundadores, han tomado el relevo en la labor de comprender los mitos no cuestionan fundamentalmente los métodos variados de interpretación de sus precursores, ni siquiera los soportes teóricos de tal empeño. Su interrogación no apunta directamente a la nueva disciplina tal como se ha constituido en sus tramos esenciales. Se dirige hacia su objeto. Él es quien ahora se ha vuelto problemático. A través de los progresos mismos de las técnicas de investigación, aquéllos a los que se podría llamar los artesanos de la tarea de desciframiento se ven llevados a plantearse la pregunta: el mito, ¿qué es? ¿Hay una realidad humana, bien delimitada, que responda a esa noción? En resumen, se preguntan por cómo definir el objeto de su trabajo, dónde situarlo, qué estatuto científico asignarle. Ante estos problemas, algunos se sienten tentados de responder: un mito, eso no existe. El mito es un concepto que los antropólogos han tomado en préstamo, como si fuera algo válido de por sí, a la tradición intelectual de Occidente; su referencia no es universal; no tiene una significación unívoca; no corresponde a ninguna realidad específica. En un sentido estricto, la palabra mito no designa nada. No existe el mito, si se entiende por eso una categoría precisa de relatos sagrados que se encontraría por doquier. Pero, a falta de quedar por entero encerrado en un género narrativo, el mito, o más bien, lo mítico reaparece en el trabajo de los antropólogos, no ya como un aspecto particular de la cultura, sino como lo que permite establecer, entre los diferentes elementos de una cultura, cuando la transmisión y el aprendizaje del saber se realizan por transmisión oral, un juego de correspondencias simbólicas que aseguran la coherencia, la estabilidad, la permanencia relativas del conjunto. Lo que lo mítico ha perdido, en relación al mito, en aparente precisión, lo gana en importancia y en extensión: en todo lo que constituye, en el seno de las civilizaciones tradicionales, el tejido intelectual, el aspecto mental de la vida colectiva, actúa para estructurar, clasificar, sistematizar, hacer asimilable, edificar un pensamiento común, un saber participado.
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Ampliado, transformado, el horizonte del mitólogo se abre sobre una serie de problemas nuevos (...) El mito, como Eurídice, parece desvanecerse cuando la mitología se ha presentado a la plena luz del día. Pero su fantasma, dispersado y expandido, no ha acabado de frecuentar el territorio de los antropólogos.
Estos párrafos de Vernant, publicados en 1980, y más tarde recogidos en Entre mythe et politique (1996, pp. 352-8), apuntan muy bien ciertas tendencias actuales de los estudios de mitología. El escepticismo acerca de una noción esencial de mito y de mitología está muy bien representado por el libro de Marcel Detienne, La invención de la mitología (1981), y se acentúa en varios ensayos de Claude Calame; véanse, por ejemplo, los capítulos iniciales de su Poétique des mythes dans la Grèce antique (2000)1. El mitólogo no debe buscar, según estos estudiosos, una idea universal ni una esencia del mito, ni siquiera de la mitología griega, ni tampoco rastrear un pensamiento mítico ―aquel famoso mythos agonizante frente al logos, tan grato a algunos historiadores de la filosofía― un mythos que exprese o configure una categoría expresiva propia del simbolismo primitivo, sino que el estudioso, helenista profesional, debe limitarse a interpretar los relatos míticos en el contexto cultural, poético y literario, que los produce, recompone y difunde. Rechazando la concepción del «mito» como «modo del pensamiento», que considera una invención de los antropólogos modernos, Calame insiste en el aspecto poético y literario de las ficciones míticas: Como producto del proceso simbólico, como producto del poiein creador de mundos ficcionales, todo relato a nuestros ojos mítico es también un relato poiético y poético. En la antigua Grecia como en otras culturas, el mito no existe más que en la
1 Esta postura crítica está bien definida en unas cuantas líneas del manual ya citado de Monneyron y Thomas: «Ce panorama profondément changeant, indissociable d'une analyse de la pensée mythique, a conduit certains critiques, comme Claude Calame ou Marcel Detienne, à nier purement et simplement l'existence d'une pensée mythologique des origines, que l'on pourrait prendre comme référentiel, ou comme point de départ. Selon Marcel Detienne, la mythologie n'existe pas, il n'y a que des mythologies, et la vision d'un tissu mythique homogène est étrangère à la réalité grecque de l'age archaïque» (M. Detienne, L'invention de la mythologie, París, Gallimard, 1981). «Par là même, la notion de mythe n'a pas de sens, puisque nous ne la connaissons qu'à travers des mythologies, toujours changeantes. Le tître même de l'ouvrage de Marcel Detienne annonce la couleur: l'invention de la mythologie, c'est la découverte de la mythologie, mais cela sous-entend indissociablement que la mythologie est inventée, c'est-à-dire, dans l'acception banalisée du mot, qu'elle n'existe pas (...) Claude Calame renchérit: “Il n'existe pas de mythe comme réalité universelle, pas de mythologie comme substance culturelle, parlante, pas de mythe comme genre, et, en un mot, pas d'ontologie du mythe” (Cl. Calame, «Illusions de la mythologie», Nouveaux actes sémiotiques, Pulim, 12, 1990). Et comme le dit Richard Buxton: “les mythes grecs ne sont jamais crus; ils sont toujours cuits par le contexte” (R. Buxton, La Grèce de l'imaginaire. Les contextes de la mythologie, trad. fr., París, La Découverte, 1996) et en particulier par l'écriture littéraire, la traduction française nous gratifiant de surcroit d'une jolie ambiguïté sur le sens de “crus”» (o.c., pp. 22-3).
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CARLOS GARCÍA GUAL formas narrativas y poéticas que constituyen el modo de realización necesaria de intrigas sin estatuto de orden ontológico distinto del textual (o.c., p. 46).
Esta actitud crítica, tan deconstructiva, pone su énfasis en el carácter literario que tienen ―e indiscutiblemente lo tienen para nosotros― los mitos griegos, que a nosotros se presentan siempre en una precisa forma literaria, escritos y enmarcados en uno de los diversos géneros poéticos, bien contextualizados históricamente. Resultan ficciones o relatos ficticios que se cuentan literariamente, y que cobran matices y perfiles según sus autores y épocas de modo muy significativo. Sin embargo, reducir los mitos a ficciones literarias sin más parece un tanto excesivo, supone olvidar que la tradición poética de los mitos que la literatura (y también las artes plásticas y los ritos) expresa y difunde, en sus diversas formas y géneros y momentos históricos, refleja siempre una latente tradición oral y unos relatos que permanecen en la memoria colectiva, una tradición inmemorial que subsiste también más allá de, y enriquecida a la vez por, podríamos añadir, todas las versiones literarias (y, en gran medida, sufre luego las influencias de éstas. Pensemos en el mito de Edipo, por ejemplo). Aunque nosotros los conozcamos sólo gracias a esas versiones literarias, debemos admitir que los mitos son in nuce anteriores a ellas, al menos como esquemas narrativos (como dice Calame). Al modo de esos mythoi paradedoménoi, «los mitos heredados» que, según dice Aristóteles en su Poética, los autores trágicos deben saber manejar y usar bien al reconstruir con nuevo impulso creador el mythos en sus dramas (y lo que escribe sobre los dramaturgos lo podría haber dicho Aristóteles de un poeta lírico como Píndaro, por ejemplo). 2. Una definición funcional de los mitos griegos Tal como andan las cosas, no resulta tan extraño que todas las introducciones a la mitología, incluyan una propuesta de definición del mito («hay tantas definiciones del mito como libros sobre mitos» escribe Graf 1997, p. 477). Conviene, desde luego, tener muy en cuenta las numerosas observaciones críticas sobre la dificultad de definir un mito griego, bien subrayadas ya por G.S. Kirk 1970. Por ejemplo, con la intención de presentar una definición que tal vez podríamos llamar funcional, R. Buxton escribe: Un mito griego es una narración de las gestas de dioses y héroes y de sus interrelaciones con mortales comunes, transmitida como una tradición dentro del mundo griego antiguo y de importancia colectiva para un grupo o grupos sociales específicos (Buxton 1994, trad. esp. 2000, p. 28).
Con un carácter más general, en mi Introducción a la mitología griega, he propuesto una definición bastante parecida:
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Un mito es un relato tradicional que refiere la actuación memorable y ejemplar de unos personajes extraordinarios ―dioses y héroes en el mundo griego― en un pasado prestigioso y lejano (García Gual 1992, p. 19).
Podría desde luego discutirse si esa definición puede aplicarse a los relatos que llamamos míticos de todas las mitologías. Pero no vamos a detenernos ahora en esa discusión (véanse unas cuantas definiciones más del mito griego en Dowden 1992, pp. 169-171). En cualquier caso, hay una notable coincidencia en definir el mito como un «relato tradicional» y «de interés colectivo». Esos rasgos resultan muy pertinentes para caracterizar lo que los griegos, desde la época clásica en adelante, entendían como un mito, destacando en ese tipo de relato dos rasgos básicos que lo definen suficientemente frente a otras ficciones poéticas, tomando en cuenta las reflexiones y críticas de Burkert y Vernant, como hizo ya muy bien J. Bremmer en «What is a Greek myth?» (1987, pp. 1-9). También parece pertinente, de cara a una definición más completa, recuperar, como suele hacerse, el sentido de «mitología» como conjunto de los mitos o corpus mítico en el que se albergan e inscriben esos relatos tradicionales. Contra la opinión de G.S. Kirk, que prefería prescindir de este término como un vocablo demasiado retórico, debemos tener en cuenta que los mitos configuran un repertorio que viene a ser como una red peculiar de narraciones tradicionales, trenzada en una mutua interconexión. Este primer sentido del término «mitología» queda bien definido, en mi opinión, por Ken Dowden cuando escribe (1992, p. 8): De hecho, la Mitología Griega es un fondo compartido («a shared fund») de motivos e ideas ordenado en un repertorio compartido de relatos («a shared repertoire of stories»). Esos relatos limitan, se complementan y contrastan con, y son entendidos a la luz de, otros relatos en el sistema. La Mitología Griega es un «intertexto». porque está constituida por todas las representaciones de mitos reconocidos por su audiencia y porque cada nueva representación obtiene su significado de cómo está situada en relación a esa totalidad de representaciones previas. Usaré el término de Mitología Griega, con letras mayúsculas, para denotar este sistema total en continuo desarrollo («evolving total system»).
En ese sentido la mitología, vista como un sistema formado por los mitos, aparece enraizada en una cultura y se desarrolla en una tradición cultural con su contexto social y su simbolismo propio. Forma una parte esencial de lo que podemos denominar «el imaginario colectivo» y nos remite a lo que Vernant llamaba «lo mítico», que es algo más amplio que los relatos sueltos de esa misma lengua y esa tradición (el carácter de «memorable» es el rasgo que para C. Lévi-Strauss caracteriza mejor un relato mítico). En ese mismo sentido la mitología remite a un contexto cultural determinado, y es dentro de esas referencias a su contexto como al-
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canzan los mitos su sentido y plena significación. La mitología es así legado y herencia de toda una nación, un legado que, ya al desarrollarse en sus variantes en una época histórica, como sucede en Grecia, se enriquece en sus presentaciones literarias. «Los mitos viven en el país de la memoria», escribió M. Detienne hace mucho. Es, ciertamente, la memoria colectiva la que actúa como sustento esencial de la mitología. En esta línea de pensamiento podemos citar dos excelentes introducciones al tema: las de Ken Dowden, The Uses of Greek Mythology (1992) y Richard Buxton, El imaginario griego. Los contextos de la mitología (1994, trad., esp. 2000)2. En un segundo sentido, la palabra «mitología» se utiliza para designar la interpretación y el estudio de los mitos. Es una tarea hermenéutica que ya fue practicada por los filósofos griegos y que cuenta con una larga tradición3. Es decir, en esta acepción, la mitología trata de descubrir y explicitar todos los significados que revelan los mitos una vez sometidos al examen de la razón, mitos analizados, glosados y traducidos al lenguaje más racional del lógos. El repertorio mítico resulta, en esta perspectiva, una especie de universo simbólico, arcaico, dramático y extraño, que debe ser metódicamente descodificado para revelar su significación más profunda. Las interpretaciones de la mitología han sido muy varias y bastante divergentes, y han tenido un singular apogeo en época moderna, en todo el siglo XX, como resumen bien tanto G.S. Kirk, en su claro libro de 1970, como J.P. Vernant en el ensayo que cierra su Mito y sociedad en la Grecia antigua, en 1974. Quizás resulte un tanto exagerado aplicar a esos estudios el título de «ciencia del mito», en el sentido más estricto, cuando las varias escuelas de mitólogos ensayan unas hermenéuticas tan polifónicas y discordes; pero, en todo caso, esas exégesis mitológicas han tenido admirables proyecciones teóricas y muy sugerentes perspectivas y ecos literarios. Y nos han enseñado mucho sobre el mundo simbólico y el imaginario de los griegos. E incluso sobre el nuestro. 3. La interpretación de los mitos. Métodos eclécticos He tratado ya, en forma resumida y en otro lugar4, de las corrientes más importantes de esas interpretaciones de los mitos en el siglo XX, que van desde la Mitología Comparada (en la que podríamos recordar figuras tan distintas como James Frazer y Georges Dumézil), el simbolismo (con su deriva psicoanalítica, con figuras como Jung, Kerényi, O. Rank, etc. hasta su más moderna elaboración teórica en la obra de «mitocrítica» de Gilbert Durand), la escuela del mito y ritual (escuela de Cambridge, con 2 Conviene, sin embargo, distinguir entre este uso de «el imaginario» (que, por otro lado, no está en el título original de Buxton, Imaginary Greece) y el que da al mismo término la escuela simbolista de G. Durand, a partir de su influyente Les structures anthropologiques de l'imaginaire, de 1965. 3 4
Cf. Jan de Vries, Forschungsgeschichte der Mythologie, Friburgo 1961. Cf. Graf 1987, pp. 39-57, y García Gual 1992, pp. 242-281.
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Jane Harrison, Gilbert Murray, F.M. Cornford, y luego Fontenrose, y otros), el funcionalismo (de Malinowski, Radcliffe-Brown, etc.), y el estructuralismo (Claude LéviStrauss). En el terreno de los mitos griegos la teoría estructuralista ha influido en la que suele llamarse «escuela de París», acaudillada por Jean-Pierre Vernant, mientras que la teoría del mito y ritual se continúa, también como en el caso anterior, con notable distancia crítica, en la obra de Walter Burkert y sus discípulos. Las obras más significativas de estas tendencias y de todos estos estudiosos son anteriores al período que ahora aquí reseñamos, pero deben ser recordados como el trasfondo teórico al que responde el eclecticismo y acaso el escepticismo más reciente. Por lo demás, debemos subrayar que la interpretación de los mitos de la «escuela de París» (J.-P. Vernant, P. Vidal-Naquet, M. Detienne, N. Loraux, etc.) suele construirse sobre un análisis muy preciso y una aguzada lectura filológica de los textos clásicos, unidos a una perspectiva estructural que no prescinde de atender a la vez al contexto social e histórico5. Y el método de Burkert, atento tanto a los textos como a los rituales y los datos arqueológicos, así como a los paralelos en otras culturas antiguas, apunta muchas veces a esquemas de comportamiento o a estructuras de carácter general. En uno y otro caso, pues, se deja notar cierto eclecticismo, bastante crítico y matizado, que mantiene distancias y acentos muy propios. Tras una época de brillantes teorías y de excelentes ensayos programáticos, lo que desde los años ochenta parece caracterizar lo más interesante de la actual interpretación de los mitos griegos es un cierto desdén por las posiciones teóricas previas y un empeño por reconstruir los mensajes míticos a partir de una lectura minuciosa de los textos, sin perder de vista sus contextos, como momentos de la tradición mítica, en esa transmisión que es, a la vez, poética. Podríamos hablar tal vez de una atención especial a sus variantes en la «historia de los mitos». Se busca subrayar así la estructura de los relatos a la vez que a su presentación y variación según los moldes literarios en que, en la cultura helénica, se ofrece el relato. Además de esta tendencia a acudir al examen minucioso de los textos, en la línea bien ejemplificada en los trabajos de Vernant, por ejemplo, pueden destacarse algunos avances característicos, como son el interés por la iconografía como fuente de información mítica, y, por otra parte, la insistencia en la temática ligada a las mujeres y la representación de lo femenino en la mitología antigua. 4. La iconografía como fuente de relatos míticos Como señalaba R. Buxton 1994, p. 17:
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Esa atención a los textos y al contexto se deja ver en los estudiosos españoles vinculados a esta escuela, como J.C. Bermejo y A. Iriarte.
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CARLOS GARCÍA GUAL Ha habido (en estos últimos veinte años) un avance en la sofisticación con que se interpretan las representaciones iconográficas. Durante largo tiempo contempladas como simples ilustraciones de textos escritos, cada vez se estiman más como representaciones simbólicas por derecho propio, cuya importancia, en la medida de lo posible, tiene que deducirse de su situación dentro de su serie iconográfica (de nuevo estructuralismo y diferencias) y de sus contextos funcionales.
Contamos ahora con un magnífico repertorio de todas esas imágenes gracias a los dieciséis tomos (o los ocho volúmenes dobles) del Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae, que se han publicado entre 1981 y 1997 (y los dos índices de 1999). Este magnífico instrumento de trabajo constituye un hito en la investigación sobre el campo de las representaciones pictóricas de temas míticos. Contábamos ya, desde luego, con bien conocidos y muy importantes trabajos sobre las imágenes de un mito y su tradición iconográfica, como los de F. Brommer y K. Schefold, por ejemplo, pero la edición de este vasto repertorio colectivo supone un gran paso y una aportación de materiales de indiscutible valor. La utilización del LIMC resulta hoy una ayuda imprescindible para cualquier estudio detallado sobre un personaje mítico, no sólo por sus reproducciones completas del corpus que conservamos, sino también por los comentarios en el tomo paralelo en cada caso, a cargo de excelentes especialistas Del gran interés que para los estudios de mitología tienen las aportaciones de las ilustraciones artísticas, valga como ejemplo el libro de T.H. Carpenter, Art and Myth in Ancient Greece de 1991. Al respecto de la relación del modo peculiar de referir el mito que caracteriza al arte del pintor o el ceramista frente al relato verbal del poeta o el mitógrafo, podemos remitir a los libros de J. March 1987 y H.A. Shapiro 1994. Teniendo en cuenta la serie de las imágenes plásticas, siempre bien fechadas, a la vez que los textos de la tradición literaria, puede rastrearse de manera mucho más precisa la larga trayectoria de un mito y sus variantes. El excelente y extenso manual de T. Gantz, de 1993, Early Greek Myth: A Guide to Literary and Artistic Sources, me parece un admirable ejemplo de esa feliz combinación de datos, expuesta con un estilo muy claro y una extraordinaria precisión. En su texto puede verse cuándo aparece tal o cual detalle de un relato, cuándo se testimonia una nueva variante, y constatar los ecos de la literatura y las artes plásticas a lo largo de los varios testimonios de la época arcaica y la clásica. También este repertorio debe reseñarse como un avance memorable en los estudios de mitología griega. Desde hace tiempo sabemos que también los artistas, en la pintura y la escultura, cuentan mitos. A su modo y manera, ya que los medios de la pintura son distintos de los de la palabra poética. Recordemos cómo ya Filóstrato en sus Imágenes o Descripciones de cuadros iba comentando cómo las pinturas de una galería helenística narraban escenas de famosos mitos. Puesto que la gran pintura antigua se nos ha perdido, es sobre todo la cerámica la que contribuye a enriquecer nuestro conocimiento de la tradición mítica, ya sea por reflejar en sus imágenes escenas conocidas y otras no
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narradas en los textos conservados, y a veces nos ofrece detalles nuevos o escenas de piezas de teatro perdidas (recordemos que el ya clásico libro de L. Séchan, Études sur la tragédie grecque dans ses rapports avec la céramique, es de 1927). No se trata pues tanto de que se hayan presentado ahora grandes innovaciones en este campo, sino de que hemos conseguido mejores y más completos instrumentos para la investigación, se han perfilado mejor en su conjunto las contribuciones de la plástica al conocimiento de los mitos, y se presta una mayor atención a sus informaciones, y a su interpretación. En el análisis y comentario de esas imágenes se ha avanzado no sólo tomándolas como fragmentos de relatos míticos, sino ahondando en la reflexión sobre el sentido de los aspectos icónicos. Por ejemplo, para la significación de algunas figuras o la descripción de ciertos temas. Dos ejemplos claros: el análisis del rostro frontal de la Gorgona Medusa realizado por J.P. Vernant en La muerte en los ojos (1985) y el de las imágenes sobre el viaje al Hades de F. Díaz de Velasco en Los caminos de la muerte. Religión, rito e imágenes del paso al más allá en la Grecia antigua (1995). También resultan de gran interés los datos iconográficos para rastrear la configuración de una tradición o una leyenda mítica, al complementar los de las fuentes literarias. Por ejemplo, permiten observar cómo la figura de un héroe como Teseo ha ido cobrando un carácter de soberano ejemplar ateniense a partir de la época de Pisístrato. Hemos perdido, desde época muy antigua, la Teseida (s. VI a.C.) y algunas tragedias sobre el héroe, pero las escenas representadas en la cerámica atestiguan muy bien cuándo aparecen representadas algunas hazañas del héroe y cómo se evitan otras en los vasos del Ática (cf. Brommer 1982; García Gual 1990). 5. El mundo de las mujeres y la representación de lo femenino En el interesante volumen programado, editado, y prologado por Lowell Edmunds en 1990 con el título de Approaches to Greek Mythology, se distinguen, como muestras de las nuevas tendencias y orientaciones en la investigación actual de los mitos, cuatro secciones y ocho ensayos. Como creo que el abanico de los mismos es muy representativo de esa variedad de perspectivas del momento y los autores de los artículos muy representativos, recordaré el índice y los títulos. En la parte 1, «Mito, Ritual e Historia», se recogen los de H.S. Versnel: «Myth and Ritual, Old and New», y de C. Brillante: «History and the Historical Interpretation of Myth». En la 2, «Enfoques comparatistas», los de R. Mondi: «Greek Mythic Thought in the Light of the Near East»; J.F. Nagy, «Hierarchy, Heroes and Heads: Indoeuropean Structures in Greek Myth» y ―bajo la rúbrica de «Greek Mythology and Folklore»― el de W.F. Hamsen, «Odysseus and the Oar: A Folkloric Approach». En la 3 tenemos: «Acercamientos basados en la teoría», con sendos artículos acerca de «Estructuralismo y Semiótica» y «Psicoanálisis»: el de C. Calame, «Narrating the Foundation of a City: The Symbolic Birth of Cyrene», y el de R. Caldwell, «The Psychoanalitic In-
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terpretation of Greek Myth». En la sección 4, «Iconografía», se nos presenta un único ensayo, el de C. Sourvinou-Inwood: «Myths and Images: Theseus and Medea as a Case Study». Ciertamente, este volumen colectivo ofrece una idea bastante clara de los enfoques dominantes en los estudios mitológicos hace ya casi quince años. Pero ya entonces podría haberse agregado otra línea destacada de ensayos: la derivada de la perspectiva feminista. O, mejor dicho, los estudios sobre la imagen de la mujer y de lo femenino en la mitología griega (tómese pues el adjetivo «feminista» en su sentido más lato). Como apunta Buxton 1994, p. 17, gracias a quienes trabajan en esta «órbita feminista», «se ha avanzado en el intento de dotar de voz a esa mitad de la población que ha permanecido casi muda; el hecho de que sea tremendamente difícil responder a tantos interrogantes relativos a las concepciones que tenían las mujeres a través y respecto de los propios mitos antiguos no es razón para que dichos interrogantes resulten menos acuciantes». En nota oportuna Buxton cita varios libros: los de Pomeroy 1975, Loraux 1981, 1989 y 1985, Cameron y Kuhrt 1983 y Halperin, Winkler y Zeitlin 1990. Hoy es muy fácil ampliar esa lista, con nombres como Lefkowitz, Monsacré, Katz, Iriarte, Wulff, etc. Debemos destacar un claro contraste, que aunque un tanto sorprendente, es fácil de explicar y está muy bien reconocido. La mitología resulta muchísimo más generosa en el abanico de sus representaciones y sus múltiples imágenes femeninas que la narración histórica. El imaginario griego es mucho más acogedor para las mujeres que la realidad histórica, que las condena al silencio y a una permanente reclusión doméstica (Cf. S. Pomeroy, M. Madrid, etc.; por más que hablar de la «misoginia» griega en general me parece un tanto exagerado). Los hombres detentan el poder y la palabra en la polis, y ahí poco cuentan las mujeres, encerradas en el dominio familiar del oikos. En la fantasía mítica, en cambio, las mujeres ocupan casi tanto espacio como los hombres, y ahí actúan con cierta libertad y toman la palabra a menudo con una singular arrogancia. Frente a los papeles muy limitados de la mujer en la sociedad griega antigua, la mitología ofrece un muestrario muy variado de figuras femeninas, desde la épica homérica a la comedia (por otra parte, el mundo de la realeza mítica y el panteón griego ofrecen más espacio a la libertad de las mujeres que el marco cívico y la democracia ática). Aunque es cierto que esa fantasía mítica se refleja en una literatura escrita por hombres casi siempre, el repertorio de figuras femeninas en los mitos griegos es enormemente amplio. En compensación, la casi totalidad de estudios recientes sobre las pautas y acentos de lo femenino en el imaginario griego están escritos por mujeres, con fina sensibilidad para los matices6. Un excelente ejemplo de hasta dónde pueden alcan-
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Alguna vez esos estudios pasan por alto testimonios muy interesantes al extremar sus tesis sobre la marginación femenina. Véase, por ejemplo, la crítica de M. Detienne a N. Loraux, respecto de la participación
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zar esos análisis, no ya acerca del papel social de las mujeres en el mundo histórico, sino de rasgos de lo femenino en el imaginario mítico, lo constituye el aguzado libro de N. Loraux, recién traducido al castellano, Las experiencias de Tiresias, elaborado con un estilo muy personal, pero con muy sólidos apoyos filológicos. 6. La tradición mítica. Los variados reflejos de los mitos Como es de todos bien sabido, la mitología griega que nosotros conocemos se nos presenta a través de una larga literatura de más de diez siglos, desde Homero a Nono pasando por Ovidio, y de numerosos reflejos en las artes plásticas de varias épocas, y por lo tanto se caracteriza, frente a otras mitologías de las que tenemos noticias puntuales o fijadas en textos canónicos de un cierto momento, por mostrar las huellas de un peculiar desarrollo en épocas históricas. Si los mitos vienen desde muy atrás, de una tradición desde luego oral y prehistórica, sin embargo presentan variantes que atestiguan su capacidad de nuevas versiones y relecturas. Es característica esencial de los mitos griegos esa versatilidad. Podría decirse que cada mito ofrece un esquema básico, con algunos mitemas o mitologemas que sirven de invariantes en su estructura profunda, pero que luego en muchos aspectos es reinterpretado y recontado con significativas variantes a lo largo de su transmisión literaria. Como escribió F. Brommer, «cada mito tiene su historia». Y esa historia puede verse muy bien en el desarrollo de sus motivos ya en la larga tradición helénica antigua. Citemos como claro ejemplo el documentado libro de A. Moreau, Le mythe de Jason et Médée. Le va-nu-pied et la sorcière, de 1994. Pero esa tradición mítica helénica repercute y se prolonga de algún modo, en especiales casos y con un notable distanciamiento y con cierta dosis de ironía, en la tradición literaria europea, en una época en que los mitos griegos han perdido su relación con sus raíces en la religión y la creencia popular, y ya han devenido motivos de una cultura libresca. También el estudio de esa tradición mitológica forma parte, desde hace mucho, de los actuales estudios sobre los mitos clásicos, y resultan muy estimulantes los trabajos que tratan de analizar la variabilidad y permanencia de un mito en una larga diacronía bien atestiguada por los testimonios literarios. Sobre todo cuando van más allá de la recogida erudita de testimonios y añaden una perspectiva crítica sobre la función del mito en cada autor y época. Citaré sólo, para no prolongar demasiado estas líneas, algunos de los trabajos que me parecen más ejemplares por sus resonancias y enfoques. Conviene resaltar que este tipo de estudios continúan una línea ya añeja. Por ejemplo, sobre el mito de Prometeo y sus versiones en el mundo helénico y en la literatura europea sigue siendo fundamentales el amplio estudio de Trousson (de 1964) y el de J. Duchemin (de 1974), pero de la mujer —en este caso Praxítea, heroica esposa de Erecteo— en la autoctonía de Atenas, tema central de Les enfants d'Athéna. Cf. Detienne 2003, pp. 36-38 y notas.
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hay que agregar otros, como las páginas que le dedica H. Blumenberg (en su Arbeit am Mythos, de 1979), mi Prometeo: mito y tragedia (1980, 2ª ed. 1995) y el más reciente Prometeos de G. Luri 2001. Sobre La caja de Pandora podemos recordar el ya clásico trabajo de Dora y Erwin Panofsky (trad. esp. Barral 1972), pero hay muchos otros más recientes (cf. bibliografía de Luri). Esa permanencia de los mitos griegos en la cultura occidental ha motivado excelentes ensayos de amplia repercusión, como el bien conocido de G. Steiner, Antígonas (de 1984) y el menos difundido, pero igualmente espléndido, de G. Paduano, Lunga storia di Edipo Re. Freud, Sofocle e il teatro occidentale (1994). Para la cultura europea moderna los mitos helénicos se han convertido en temas y motivos literarios, encuadrados en los dominios más o menos académicos de la Literatura Comparada, y ahí conviven con otros mitos literarios de acuñación más reciente y pedigrí cultural más dudoso. Así, por ejemplo, Edipo y Dioniso pueden alternar con figuras como Don Juan o Fausto en un extenso repertorio mitológico como el Dictionnaire des Mythes Littéraires dirigido por P. Brunel (de 1988). Y, en un formato menor, y con clarísimo predominio de mitos griegos, en mi Diccionario de Mitos (del 2000). En otros diccionarios mitológicos se combina el estudio del mito y de su tradición literaria con la de sus representaciones en la plástica desde la Antigüedad hasta nuestros días. Como ejemplo citaré los dos libros de H.K. y S. Lücke, Antike Mythologie y Helden und Gottheiten der Antike (de 1999 y 2002, respectivamente. No se trata de diccionarios completos, sino que tanto uno como otro sólo comprenden unas decenas de figuras). En esa línea, aunque mucho más breve con un carácter más escolar, señalando los ecos más famosos en la pintura y la escultura moderna, están los textos de I. Aghion, C. Barbillon y F. Lissarrague, Héroes y dioses de la Antigüedad, y de E.M. Moormann y W. Uitterhoeve, De Acteón a Zeus, traducidos ambos al castellano en 1997. Muy atractivos y esmeradamente cuidados son los volúmenes recientes de la serie «Mythologica» dirigida por el profesor Maurizio Bettini, que tratan de todas las imágenes y relatos de una figura mítica desde la antigua Grecia hasta hoy. Los dos primeros versan sobre Helena (Bettini y Brillante 2002) y Narciso (Bettini y Pellizer 2003). 7. Algunos libros destacados de los últimos años En estos últimos años no han aparecido, según mi impresión, nuevas perspectivas teóricas generales sobre mitología clásica. Un resumen crítico como el proporcionado por J.-P. Vernant en 1974, complementado por el libro de W. Burkert, Structure and History in Greek Mythology and Ritual en 1979, puede servirnos muy bien para tener una idea de conjunto sobe métodos y enfoques de estos estudios. Por otra parte, la impronta de estos dos investigadores ha seguido marcando magistralmente muchos de los ensayos realizados en este período. Tanto Burkert como Vernant han publicado artículos y libros de interés ―puestas al día sobre los cul-
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tos mistéricos y el orfismo y las influencias orientales en el caso de Burkert y sobre figuras míticas e imágenes en el caso de Vernant―, pero de limitado alcance frente a sus obras anteriores. En conjunto, como ya he apuntado antes, se ha llegado a un cierto eclecticismo, que combina cierto estructuralismo y un funcionalismo mitigado y atiende tanto a textos como a contextos históricos, con rigurosos análisis filológicos y abierta orientación antropológica (Y deberíamos citar a representantes bien conocidos de la escuela, como P. Vidal-Naquet, M. Detienne, N. Loraux; y también a Calame). Resulta, en todo caso, muy interesante el conjunto de ensayos y entrevistas que forman el libro titulado Entre mythe et politique (que se ha traducido recientemente al castellano, algo abreviado) donde J.-P. Vernant, con su habitual claridad intelectual, pasa revista a su larga trayectoria personal como investigador en la mitología. El gran maestro de la «Escuela de París» ha marcado, pienso, un estilo de muchos ecos en su hermenéutica del imaginario mítico y su significado social, combinando de modo ejemplar su admirable precisión filológica con un enfoque antropológico. Quizás no esté de más recordar cómo, por otra parte, Vernant nos ha dejado en su por ahora último libro El universo, los dioses, los hombres (2000) un espléndido ejemplo de cómo se puede recontar la trama de la Teogonía hesiódica en un lenguaje actual, recobrando el frescor y el del relato mítico en toda su intensidad expresiva. En esa línea de volver a contar los relatos míticos, construidos con una precisión narrativa y una acendrada y minuciosa erudición me parece admirable el texto de Pierre Chuvin, La myhtologie grecque. Du premier homme à l'apothéose d'Héraclès, que bien puede competir con los manuales mitológicos de R. Graves y K. Kerényi sobre los héroes griegos. O con el de T. Gantz, antes citado. Chuvin, autor de una importante investigación sobre la mitología barroca del tardío Nono de Panópolis, recuenta los antiguos relatos míticos de modo muy puntual, preciso y sistemático. Pero, para ir concluyendo, quisiera señalar tres o cuatro libros que me parecen destacar entre la amplia producción de estudios de estos últimos años. Como el de María Daraki, Dionysos et la Déesse Terre (París 1985, reed. 1994), que me parece combinar muy bien el enfoque filológico de interpretación de los textos con el de las imágenes, lo literario con los datos arqueológicos del ritual. Sobre Dioniso hay una extensísima bibliografía, en la que destacan libros importantes anteriores, como son los de Otto, Jeanmaire, Kerényi, y después del libro de Daraki hay otros, como los de Zeitlin, Detienne, Walker, etc., pero éste me parece sintetizar bien y exponer con admirable precisión y muy claro estilo todos los aspectos de su compleja representación mítica. Como contraste, en el sentido de que no se trata de darnos una imagen clara y completa de un dios, sino que más bien la deconstruye, subrayando los aspectos oscuros del mismo, quiero citar el libro de Marcel Detienne, Apolo con el cuchillo en la mano, traducido hace poco, que, en sus diversos capítulos, evoca y analiza los rasgos
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más sanguinolentos y primitivos del gran dios que para W. Otto y otros clasicistas, desde Winckelmann, representaba la esencia de la claridad y la piedad helénicas. Detienne, que ya había escrito con mucha agudeza sobre las variadas facetas del feraz Dioniso, destaca aquí el lado sombrío del luminoso Apolo, dios de la profecía y de las purificaciones, pero feroz, rencoroso y manchado de sangre también (insiste en esos aspectos en su ensayo más reciente Comment être autochtone, de 2003). Claude Calame es, sin duda, uno de los investigadores más activos en los estudios de mitología, siempre muy à la page, y ha publicado algunos libros muy interesantes estos años. Pero de su extensa producción aquí quiero sólo destacar su denso libro sobre Teseo. Thésée et l'imaginaire athénien me parece una buena muestra de esa mirada crítica sobre los variados aspectos de la representación de un mito, su formación y su expresión, desde lo textual a lo ritual y arqueológico, a la vez que una reflexión sobre los presupuestos de nuestra reconstrucción de su sentido. Como se trata de un héroe de perfil muy complejo, en cuya idealización ha influido mucho la propaganda política ateniense, es muy meritorio el dibujar con precisión su silueta con finos matices. Algo posterior al de Calame es el libro de H.J. Walker, Theseus and Athens, 1995, que lo complementa bien, y destaca bien el contexto histórico en que se forja y reconstruye su imagen idealizada. 8. Sobre la significación de los mitos y sus reflejos en la literatura De entre las perspectivas teóricas modernas acerca de la interpretación de los mitos y sus reflejos literarios es la simbolista, refundida con el psicoanálisis jungiano, la que se parece mantener una mayor vigencia en los estudios literarios, aunque ha quedado un tanto al margen de los enfoques profesionales de la Filología Clásica. Le dedicaremos aquí un breve espacio. K. Kerényi, al que podemos considerar como el más notable representante de esta línea en sus estudios sobre mitos griegos, murió en 1974. Si bien algunos de sus atractivos libros ―como el que escribió sobre Dioniso o sobre Eleusis, con una buena atención a los datos arqueológicos― se han traducido hace poco en España, su influencia parece escasa entre los estudiosos del mundo antiguo. No se ha traducido, en cambio, su excelente manual de mitología griega (en dos vols. Zúrich 1951 y numerosas reediciones). Algo parecido, respecto a la pérdida de influencia en los actuales estudios, sucede con los sugerentes ensayos de Mircea Eliade, que tuvo muchos lectores tiempo atrás, y que aún se reeditan con frecuencia. Sin embargo, la hermenéutica de cuño simbolista promovida por G. Jung, M. Eliade, K. Kerényi, y el grupo Eranos, combinada con la practicada por G. Bachelard, ha sido reconfigurada en la mitocrítica y el mitoanálisis de Gilbert Durand. El autor de Las estructuras antropológicas de lo imaginario (1969) ha reacuñado una metodología simbolista, con ciertos toques de estructuralismo, para detectar y resaltar en el análisis textual los latentes elementos míticos, motivos recurrentes de
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una fantasía universal que construye el mundo de lo imaginario, y ha logrado con sus brillantes ensayos un amplio éxito en los estudios literarios. Su concepción de lo mítico y lo imaginario parte, desde luego, de una concepción muy amplia de la cultura, como puede verse, por ejemplo, en su Introduction à la mythologie, París, A. Michel, 19967. 9. «La filosofía del mito»: últimas reflexiones de largo alcance Las reflexiones filosóficas actuales acerca del sentido del mito8 han cobrado nuevo vigor en estos últimos lustros. Ahora no se formulan teorías sobre su oscuro origen, sino más bien sobre su valor como forma simbólica y su función social. Descartada desde hace mucho la teoría de una mentalidad primitiva pre-lógica (Lévy Bruhl), la idea de un progreso desde el mythos al lógos (Nestle) ha quedado también en entredicho en la mayoría de estos enfoques recientes, guiados por una cierta «rehabilitación del mito». No pretendo dar aquí un resumen de estos nuevos enfoques hermenéuticos y filosóficos, aunque no dejaría de ser oportuno para poner al día las últimas páginas de mi Introducción a la mitología griega (de 1992). Con más espacio y tiempo, podría hacerlo el lector recurriendo a la Introducción a la filosofía del mito en la época moderna y contemporánea de Christoph Jamme, y, sobre todo, con los últimos capítulos del libro de Lluis Duch, Mito, interpretación y cultura (1998). En él Duch refleja con excelente precisión crítica las importantes aportaciones teóricas ―posteriores a las influyentes obras de E. Cassirer y Cl. Lévi- Strauss― de algunos filósofos o teólogos germanos, como H. Blumenberg, O. Marquard y K. Hübner. No voy a detenerme en repetir toscamente abreviadas esas finas reflexiones, pero sí quisiera, como colofón a esta apresurada panorámica, subrayar el interés que tiene, incluso para los estudios de la mitología clásica, el magnífico libro de Hans Blumenberg Arbeit am Mythos. Aunque por la fecha de su publicación (1979) es anterior al marco de los últimos veinte años, valga como excusa el señalar que ha sido leído ―como casi toda la ardua obra filosófica de Blumenberg- con notable tardanza. En 2003, con el título de Trabajo sobre el mito, se ha traducido, por fin, al castellano9. 7 Sobre la influencia de Durand, cf. Monneyron y Thomas 2002. Sobre la «mitocrítica», y su interés para la Literatura Comparada, puede verse también el libro de P. Brunel. Mythocritique. Théorie et parcours. París, PUF, 1996. 8 Es evidente que aquí, como en el apartado anterior, tomamos el término «mito» en una acepción más amplia que la que hemos usado antes, de acuerdo con la definición que dimos para los mitos griegos como relatos. En ese actual sentido amplio se emplea al aludir a los mitos de la modernidad o al mito como una forma de pensamiento o representación imaginativa. Una puesta al día excelente sobre esta cuestión puede verse en el artículo de L. Duch, «El context actual del mite» en la revista Anàlisi 24, 2000, pp. 27-54. También me parece muy interesante, en el mismo número de la misma revista, el artículo de A. Chillón, «La urdimbre mitopoética de la cultura mediática», ibid. pp. 121-159. 9 Sobre la vasta obra de Blumenberg (1920-1997) es excelente el libro de F.J. Wetz, traducido ya en 1996.
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Blumenberg considera el mito como el intento primordial del ser humano para defenderse del terror primitivo ante un mundo natural amenazador y vacío de sentido. Ante «el absolutismo de la naturaleza» el mito inventa una «red simbólica» que proporciona a ese cosmos incomprensible y terrorífico una significación humana mediante sus historias de dioses y héroes. Al dar significatividad al mundo, ya en el mythos civilizador opera una forma de lógos. Así que: «Ni el mito es irracional, ni la razón es la superación del mito. Pues el propio pensamiento mítico se halla al servicio de la ilustración, por cuanto domeña la violencia de la naturaleza anónima y le saca un sentido a su impenetrabilidad amorfa». Por ello mismo, «la antítesis entre mito y razón es una invención tardía y desafortunada» (F.J. Wetz, p. 87). El mito combate el terror con la poesía (Lucrecio habría estado de acuerdo). La imaginación mítica procura una confianza para vivir y modelos para actuar en el mundo. Blumenberg insiste luego en destacar la flexibilidad de los mitos, reinterpretados a lo largo de la historia, frente a la rigidez de los dogmas religiosos. Los mitos varían en el decurso de la historia significativamente, siempre a partir de cierta «constancia icónica». A lo largo de más de cien páginas Blumenberg comenta como ejemplo la fecunda tradición europea del mito de Prometeo y sus reinterpretaciones, para mostrar cómo un mito se ha configurado con nuevos sentidos a lo largo de sus variantes en diversos contextos históricos (algo parecido a lo que hace G. Steiner en su Antígonas, ya citado, pero con énfasis en sus destellos filosóficos). Años antes ―en su polémica Dialéctica de la Ilustración― T.W. Adorno había escrito: «Ya el mito de por sí es Ilustración, y la Ilustración revierte en mitología». Me parece una buena frase para meditar y reconsiderar sus posibles matices, tras leer el texto de Blumenberg. Es también una buena frase para concluir ya estos apuntes.
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22 RELIGIÓN ALBERTO BERNABÉ Universidad Complutense de Madrid 1. Objetivos y límites Una propuesta informativa sobre un ámbito tan extenso como la religión griega y en un periodo de tiempo tan largo como veinte años en el tiempo razonable que se nos concede no puede ser sino un pálido reflejo de la inmensa cantidad de aportaciones que se han realizado en este periodo. La religión griega puede ser abordada, y lo es, desde muy diversos ángulos. Algunos son objeto de tratamiento de otras conferencias de este curso lo que me exime de entrar en ellos. Así ocurre con la mitología, a cargo del prof. García Gual, con las ideas sobre la divinidad desde el punto de vista filosófico, que caen dentro de la esfera de la que se ocupa el prof. Casadesús, con la religión micénica, que queda dentro del apartado del que se encarga el prof. Luján, o con el cristianismo primitivo, asignado, aunque sea desde una perspectiva literaria, a la profesora López Salvá. Hay aún otro aspecto que no será abordado en este curso, pero que requeriría, por su especificidad, un tratamiento separado, el de la magia, que constituye un mundo por sí mismo, especialmente en los últimos años en que se ha convertido en un tema estrella de la investigación. Tampoco puedo penetrar en esta selva selvaggia. Me limito a reseñar la existencia de una excelente revista española dedicada al tema, la revista ΜΗΝΗ, en la que Calvo Martínez 2001 ha publicado una completa bibliografía. Aun después de eliminadas estas grandes parcelas, quedan aún otras muchas, a las que iremos apenas asomándonos. Dentro de los diferentes apartados en que dividiré mi exposición reseñaré aportaciones que me parecen especialmente significativas por su alcance más general. Cuando varios de estos trabajos significativos se encuentran en una misma publicación colectiva, me limito a citar esta última. No voy a ocuparme, por supuesto, de los miles de trabajos que se dedican a aspectos muy concretos. Y también es evidente que los apartados en que he clasificado las diferentes aportaciones no son compartimentos estancos y casi siempre un trabajo encuadrado dentro de uno de ellos lo ha sido de un modo un tanto convencional, porque se refiere a otro u otros. Los estudios sobre religión han sido abordados desde perspectivas metodológicas muy diversas, desde el marxismo hasta los herederos de la escuela ritualista de F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 607-633
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Cambridge, desde la perspectiva de la historia de las religiones a los métodos estructurales, desde la sociología a la antropología o la psicología. Desde diversos métodos del análisis literario o desde los no menos diversos de la iconografía. No voy a insistir demasiado en esta cuestión. Quien les habla está convencido de algo tan obvio como no siempre practicado: de que los métodos no son más que métodos y de que lo importante no es la ortodoxia metodológica, sino lo que puede aportarse al conocimiento de las cosas. Una última precisión: frente a otras materias tratadas en este ciclo de conferencias, que contaban con el antecedente de las contribuciones al volumen colectivo editado por A. Martínez, Actualización científica en filología griega, la religión no se incluía en aquel volumen. Sin embargo sí que puedo citar un excelente estado de cuestión en español, obra de José Alsina, de 1982, que cubre un espacio casi correspondiente al inmediatamente anterior al que aquí se nos propone. Entremos, pues, en materia. Comenzaré por aludir a estudios generales y a los principales repertorios bibliográficos para pasar luego a mencionar diferentes aspectos desde los que puede abordarse un fenómeno tan complejo como es la religión griega, citando algunas aportaciones especialmente relevantes. Los instrumentos de trabajo que citaré servirán para que el oyente o lector interesado puedan ampliar la información. 2. Estudios generales En mi opinión, el mejor manual de religión griega sigue siendo el de Walter Burkert, cuya traducción inglesa es de 1985. Una segunda edición actualizada de la traducción italiana fue publicada en 2003. Tengo la satisfacción de anunciar que una traducción española verá la luz en plazo muy breve, en la editorial Abada. La inmensa capacidad del autor para interpretar datos arqueológicos, iconográficos y textuales y para sintetizar lo múltiple en una visión de conjunto rica, clara y concisa da lugar a una obra cuya utilidad está fuera de cuestión, convertida inmediatamente en un clásico. En 1994 Jan Bremmer publicó un manual breve (Bremmer 1994a) que en gran medida se proponía señalar las aportaciones al tema posteriores al libro de Burkert, que servía en todo momento de telón de fondo. Por el amplio conocimiento de la bibliografía del autor y su notable capacidad de síntesis, es un instrumento de trabajo de gran utilidad. Ha sido traducido al español (2006). Debo citar también un meritorio libro de Louise Bruit Zaidman y Pauline Schmitt Pantel, publicado en 1991 y traducido al español en 2002, menos profundo que el de Burkert, pero muy útil como obra introductoria, ya que presenta un tratamiento muy claro de las diversas cuestiones y va acompañado de textos literarios, ilustraciones y un glosario. Como obra introductoria cabe mencionar también Price 1999. También he de citar un volumen colectivo sobre las grandes figuras re-
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ligiosas y su funcionamiento práctico y simbólico en la Antigüedad (Les grandes), y otro sobre la expresión de lo sagrado (L'expression), ambos de 1986. Sobre la religión en época helenística, que presenta rasgos definitorios muy claros, puede verse la monografía de Mikalson 1998 sobre Atenas. Instrumento básico de consulta para el estudio de las religiones en general es la Enciclopedia de las Religiones que coordinó Eliade y que se publicó en 1987, en quince volúmenes y uno de índices. Aunque se trata de un opus magnum y relativamente reciente, se ha procedido a su actualización y a una notable ampliación de los contenidos. La nueva edición, mucho más extensa y muy modificada, vio la luz en 2005. Una selección de artículos de la primera edición puede encontrarse en Seltzer 1989. Aún dentro del ámbito general he de hacer referencia a un interesante conjunto de publicaciones españolas, la serie de monografías ARYS, dedicada a religiones (no sólo la griega, pero también la griega) y la revista del mismo título. Algunas oposiciones conceptuales clásicas en el estudio de la religión griega han entrado en crisis en los últimos tiempos: de un modo prácticamente definitivo se ha demostrado la poca operatividad de la antítesis nietzscheana entre religión apolínea/dionisíaca, mientras que la archirrepetida contraposición entre religión olímpica y ctónica se ha considerado mucho menos tajante de lo que parecía ser. Cf. sobre esta última Schlesier 1991-92 y Scullion 1994. 3. Bibliografía Hoy día la búsqueda de bibliografía se va desplazando de las publicaciones en papel a la suministrada por Internet. Dado que estas últimas las facilitan directamente ese excelente invento de nuestro tiempo que son los buscadores, me referiré a los repertorios impresos. En este terreno he de destacar, además de la excelente sección que le dedica a la religión griega L'Année Philologique, un repertorio especifico, la guía bibliográfica publicada por el Centro de Historia de las Religiones de la Universidad de Lieja, llamada Mentor, que comenzó a publicarse en 1992 y que tiene la gran ventaja de seleccionar y ofrecer breves síntesis de los trabajos que un conjunto de expertos considera los más interesantes. El primer volumen cubre hasta 1985; el segundo, de 1986 a 1990. Sobre el complejo mundo de las inscripciones de contenido religioso, en constante crecimiento, recibimos una información muy inmediata por el estupendo boletín epigráfico que publica cada año Chaniotis, acompañado de otros colaboradores, en la revista Kernos. En la misma revista se publica desde 2000 una crónica arqueológica de la religión griega por Pirenne-Delforge y Viviers, también sumamente útil. La aportación española al estudio de la religión griega, cada vez más interesante en cantidad y calidad, ha sido objeto de un balance por Díez de Velasco 1992.
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4. Nociones y terminología Un punto de partida interesante para el estudio del fenómeno religioso lo ofrece el análisis lingüístico de términos y la interpretación de nociones, que ayuda a profundizar sobre la idea que los griegos tenían de determinadas manifestaciones religiosas. En este terreno sigue siendo básica una obra de Rudhardt 1992a, reedición con ampliaciones de un trabajo de 1958. Más breve, pero muy útil es la presentación de Motte de 1986. Sobre la terminología de los misterios trata una monografía de Riedweg, de 1987. Por su parte, una noción básica, la de «contaminación» (μίασμα) y su contraria, la de purificación, son objeto de un gran libro de Parker de 1983. De καθαρός se ocupa asimismo un trabajo de Neumann 1992; de ὄργια y sus derivados otro de Motte y Pirenne-Delforge 1992 y de ἀσέβεια, un artículo de Cohen 1989. Información muy sustanciosa, aunque excede del terreno de la religión, es la aportada por el Repertorio de Pilar Boned, de 1998, que nos ofrece la bibliografía específica dedicada al estudio de múltiples términos griegos. 5. Religión y sociedad Es bien sabido que la que consideramos habitualmente como «Religión griega» es una religión de Estado que tiene más de elemento de cohesión social que de respuesta a aspiraciones íntimas. De ahí que haya una perspectiva muy fecunda de trabajos en la línea que podríamos denominar «religión y sociedad». A la definición de lo que es una religión de la πόλις se dedican dos trabajos de SourvinouInwood 1988a y 1990 y al papel de la religión en la ciudad arcaica se consagra un libro de conjunto editado por Hägg 1996. Las relaciones de la religión griega con la sociedad son abordadas en un libro editado en 1985 por Easterling y Muir, y, para Atenas en concreto, en otro de Smarczyk 1990. Por otra parte, las conexiones entre religión y poder son objeto de un volumen colectivo editado por Hellström y Alroth 1996. Aunque la religión griega se centra fundamentalmente en los ciudadanos varones, algunos estudios se han ocupado de otros sectores sociales menos favorecidos. Es el caso del completísimo estudio de Dillon 2002 sobre las mujeres en la religión clásica, así como de un trabajo anterior de Sourvinou-Inwood 1988b sobre «transiciones» en la vida de la mujer griega, o del de Bömer 1990, sobre los aspectos religiosos que afectan a los esclavos. Por su parte, Baslez 1988-89 examina la interesante cuestión de la tolerancia religiosa; esto es, de los límites que la sociedad griega ponía a la disidencia en el dominio religioso. Acerca de la introducción de nuevos dioses trata el trabajo de Garland 1992. Muy interesante es asimismo el análisis de Rudhardt 1992b, sobre la actitud de los griegos con respecto a las religiones extranjeras. El autor pone de manifiesto que, aunque las creencias y los ritos son considerados νόμοι, esto es, prácticas tradiciona-
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les y, por tanto, propias de cada lugar, los griegos consideraban que bajo los diversos νόμοι se honraba a los mismos dioses en todas las culturas. 6. Influjos externos También es importante para comprender la religión griega, especialmente desde el punto de vista histórico o genético, el estudio de los influjos externos que contribuyeron a su formación y que proceden, en su mayoría, del Próximo Oriente. Destacan en este sentido las aportaciones de dos libros de Burkert, de 1992 y 1999. Son interesantes también las Actas de un coloquio sobre influjos, préstamos y sincretismos religiosos en Grecia (Actes 1994) y la colección de diversos estudios contenidos en Rollinger y Ulf (eds.) 2004, sobre el tema de la originalidad griega frente a herencia oriental. Provocativo e interesante, aunque discutible, se muestra en sus propuestas Bernal 1987, quien defiende un gran influjo egipcio y fenicio sobre la cultura griega. Un caso curioso es el de supuestos influjos egipcios reivindicados por los propios griegos antiguos, pero sin razón alguna, como señalaron Díez de Velasco y Molinero Polo 1994. 7. La perspectiva «geográfica» Junto a la perspectiva diacrónica tiene también interés el punto de vista de la geografía, esto es, de las características propias de la religión en diversos lugares. Y así varias aproximaciones tienen en cuenta la religión de una ciudad o región. Por supuesto que Atenas es de las más favorecidas y en este terreno contamos con una excelente monografía de historia de la religión de Atenas, obra de Parker 1996. Pero también otros lugares han sido objeto de trabajos de este tipo, como Mesenia, en un libro de Zunino 1997. 8. Los dioses Nos parecería obvio que la mayoría de los estudios de religión griega se dedicaran al estudio de los dioses. Pero la realidad es que los dioses como tales no han sido objeto de demasiada atención en la bibliografía del periodo que nos ocupa. Por ello sigue siendo válida la breve revisión bibliográfica de Henrichs 1987. Añadimos la nueva edición en 1990 de un libro publicado hace ya cuarenta años, obra de Séchan y Lévêque y centrado en el estudio de los dioses, y otro, en tono más divulgativo, de Sissa y Detienne 1989, que se asoman a su «vida cotidiana». Sobre los doce dioses fundamentales trata una monografía de Long 1987, mientras que Burke 2001 edita un repertorio alfabético de los dioses y diosas olímpicos de Grecia y se consagró un coloquio al tema de los panteones de las ciudades (Actes 1998).
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También Detienne 1986b aborda en un ensayo metodológico la cuestión del politeísmo. Y debo citar un lúcido artículo de Rudhardt 1991 que nos enseña a comprender sin prejuicios modernos los dioses griegos y el politeísmo. En un libro editado por Lloyd 1997 se trata de responder a la pregunta qué es un dios desde diversos puntos de vista. Y es que la caracterización de un dios puede hacerse desde muy variados puntos de partida: por el análisis de su nombre (cf. Graf 1996) o el de sus epítetos, reflejo de las anteriores (cf. por ejemplo Pirenne-Delforge 1988, o Borgeaud 1996, quien se plantea la relevancia de la manera de nombrar a los dioses como proceso ritual), por el de sus mitos, o por sus rasgos peculiares en un género literario (así Feeney 1991 examina la imagen de las divinidades en la épica), o por sus cultos, o por el espacio sagrado que ocupan sus templos, una cuestión sobre la que volveré. Sobre dioses en particular, mencionaría algunas aportaciones, como una de Arafat 1990 sobre Zeus, limitada al análisis de las representaciones iconográficas y a las menciones literarias del dios en época clásica, y poco profunda en sus conclusiones, dos trabajos de Poetscher desde una perspectiva estructuralista, uno sobre Hera comparada con Atenea (Poetscher 1987a) y otro sobre Hestia y Vesta (Poetscher 1987b). Bermejo Barrera 1989 analiza el fenómeno de la unión de Zeus con Hera tratando de deshacer la opinión común de que Hera representaba originariamente el prototipo de esposa legítima y madre. Por su parte, Detienne 1998 aborda un análisis de Apolo a partir de su imagen de dios cuchillo en mano que sacrifica a su enemigo sobre su propio altar, lo que le sirve para sustentar un ensayo sobre el politeísmo. El libro ha sido recientemente traducido al español. Sobre Ártemis, mencionaría la tesis doctoral de Torres Huertas 1996 en que se ocupa del estudio de sus epítetos. Por su parte, Johnston 1990 examina la función salvadora de Hécate, una diosa de la que también se ocupan Calvo Martínez 1992 desde la perspectiva del sincretismo religioso tardío y Von Rudloff 1999 desde una perspectiva más general. Acerca de Afrodita versa el libro de Pirenne-Delforge 1994. Sobre Eros, destaca la completísima monografía de Calame 2002. Pero es Dioniso sin duda el dios que ha sido objeto de mayor atención, probablemente porque es el más difícil de entender, de modo que sigue siendo un terreno inagotable para diversas aproximaciones, muy dispares entre sí. Han confirmado su gran antigüedad (pese a la idea inicial de que se trataba de un dios introducido tarde en el mundo griego) tanto el hallazgo de su nombre en una tablilla micénica de La Canea como la definitiva identificación de su presencia en Pilo gracias a un raccord de José Luis Melena que nos ha recuperado una tablilla pilia con la secuencia di-wo-ni-so-jo e-ka-ra, es decir, ∆ιÛονύσοιο ἐσχάρα 'altar de cenizas de Dioniso' (Melena 2001, p. 36 s.). Así pues, Dioniso es un dios conocido en el mundo griego al menos desde la mitad del segundo milenio a.C. Por mencionar sólo algunas monografías en un territorio inmenso, citaríamos una de María Daraki 1985 (cuya traducción española apareció en 2005); otra de Hamdorf 1986, desde un punto de vista histórico y con intención
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más bien divulgativa; otra realizada desde una perspectiva marxista por Dabdab Trabulsi 1990; otra desde una visión feminista de Acker 2002; dos volúmenes colectivos, uno editado por Berti en 1991 y otro por Carpenter y Faraone en 1993, así como una magnífica revisión de las diversas interpretaciones sobre este enigmático dios en Henrichs 1984 (cf. Henrichs en Carpenter y Faraone 1993, pp. 13-43), mientras que Carpenter 1986 dedica un estudio a su iconografía en el arte arcaico. El dios es examinado a partir de los métodos de la escuela francesa por Detienne 1986a, quien vuelve sobre un dios a cuya muerte había dedicado una monografía en 1977, reeditada en 1998. Diversos estudios sobre la Asociación Dionisíaca han sido recogidos en un volumen colectivo de 1986 (L'association). Por su parte, Casadio se ocupa de la historia de su culto en dos monografías, una (1994a) sobre el culto en Argólide y otra (1999) en Corinto, Sición y Trezén, y en un artículo (1994b), del culto dionisíaco en las colonias de la Magna Grecia. Las relaciones del ritual dionisíaco y el teatro han sido examinadas en un libro de Lada-Richards 1999. A veces la perspectiva de los investigadores no se dirige a una divinidad, sino a un tipo que puede encarnar en diversas divinidades. Es el caso del estudio de Nannó Marinatos 2000 sobre la Señora de los Animales en la religión griega primitiva. No puedo dejar de mencionar para el análisis de dioses y héroes el monumental Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae, que, pese a su título, no sólo recoge en forma de diccionario las representaciones figuradas de cada uno, sino también las referencias literarias y otros aspectos de carácter más religioso que mitológico. Aunque la religión griega es politeísta, hay huellas de una tendencia al monoteísmo entre intelectuales, estudiada por Ramnoux 1984. Otra tendencia unificadora, el henoteísmo, es analizada a través de tres ejemplos interesantes (Isis, Dioniso y Hermes) por Versnel 1990. 9. Otros seres divinos de menor entidad Además de los grandes dioses, los estudios religiosos se han dirigido hacia divinidades o seres sobrehumanos de menor entidad. Es el caso de las Ninfas, que han sido objeto de un trabajo de Larson 2001 y de otro, más interesante, de Díez Platas (cf. Bermejo y Díez Platas 2002). Por su parte, los héroes son los mediadores entre dioses y hombres. Difuntos relevantes de una comunidad que continúan protegiéndola tras su muerte y que reciben culto. En este terreno destaca la monografía de Kearns 1989, consagrada a los héroes áticos, otra de Antonaccio 1995 sobre el culto de tumbas y de héroes en la Grecia antigua y otra de Larson 1995 sobre el culto de las heroínas. Sobre héroes y heroínas cf. el volumen colectivo editado por Pirenne-Delforge y Suárez de la Torre 2000. En general sobre los seres intermedios (démones, héroes, ἄγγελοι) en época helenística trata el trabajo de Rodríguez Moreno 1993.
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10. Templos, santuarios y espacios sagrados Además de los protagonistas de la religión, los dioses, es muy relevante el lugar en que se les rinde culto. Es esta una perspectiva que ha interesado mucho en los últimos tiempos: el análisis de la situación de los templos (en la ciudad o en lugares alejados) o de los lugares sacros sin edificación, análisis que puede revelar mucho sobre la naturaleza de la divinidad a la que dicho lugar se consagra. Es lo que se llama el estudio del espacio sagrado. Así es claro que, mientras los templos de Atenea, la diosa políade, la defensora de la ciudad, ocupan un lugar central, en la Acrópolis (piénsese en el Partenón de Atenas), los santuarios de Posidón, un dios peligroso y violento, se hallan a distancia de los centros urbanos (podemos recurrir, de nuevo, al ejemplo de Atenas, en este caso con respecto al templo de Sunion). Sobre los espacios sagrados sin edificaciones se ocupa un libro editado por Étienne y Le Dinahet 1991. Acerca del templo como estructura, contamos con un libro de conjunto editado por Fox 1988 y con una monografía de Schmitt de 1992. Sobre la situación de los lugares de culto de los distintos dioses, cf. el conjunto de trabajos editados por Alcock y Osborne 1994. Con respecto a la situación de los templos en la Magna Grecia contamos con un estudio de Edlund 1987 y sobre los de Argos, de otro de Polignac 1985. Añadamos un libro dedicado al estudio de la «cartografía religiosa», esto es, a la organización, codificación y simbología del espacio en los sistemas religiosos (Pezzoli-Olgiati y Stolz 2000). En cuanto a los santuarios, destacan dos libros de conjunto, un volumen Le sanctuaire grec, de los Entretiens de la Fondation Hardt de 1992 y otro editado por Nannó Marinatos y por Hägg en 1993. Es destacable un trabajo de Jost 1998 sobre la existencia, junto a los santuarios públicos, de otros privados, relacionados con devociones personales o familiares. Un aspecto curioso, aún dentro de este apartado es el hecho de que el templo, además de lugar de culto es un centro económico, que organiza su propia economía o que guarda los tesoros de la ciudad. De esa cuestión se ocupa un libro de conjunto editado por Linders y Alroth en 1992. 11. Cultos y ritos Pero además de los lugares en que se celebra el acto religioso tiene importancia qué prácticas tienen lugar en ellos. Un amplio número de trabajos se dedican al análisis de cultos y ritos, bien examinando los que corresponden a una divinidad, como es el caso del estudio de los cultos místicos de Deméter, obra de Sfameni Gasparro 1986, bien los que corresponden a determinados lugares, como el trabajo de Graf 1985 de los cultos del Norte de Jonia (Quíos, Eritras, Clazómenas y Focea), bien ambas cosas (divinidad concreta en ámbito concreto, como Hinz 1998 sobre Deméter y Core en la Magna Grecia), bien un ritual concreto, como el de iniciación femenina del santuario de Ártemis en Braurón, analizado en un volumen colectivo
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coordinado por Gentili y Perusino 2002. Una serie de trabajos sobre el culto en la Grecia primitiva se encuentra en un volumen editado por Hägg, Nanno Marinatos y Nordquist 1988 y otra sobre los testimonios epigráficos acerca de la práctica cultual en el editado también por Hägg 1994. Los himnos homéricos hablan de τιμαί y de ἔργα como elementos básicos de la relación entre hombres y dioses. Los griegos se mantienen siempre en una especie de relación «contractual» con la divinidad, a la que se pide algo (dentro de las capacidades que se consideran propias del dios, sus ἔργα) a cambio de una serie de prácticas que sirven para honrar al dios y propiciarlo (las τιμαί). A esas prácticas se dedica el culto a través de diversos aspectos: uno sería la súplica, aunque los griegos no llegaron nunca a configurar plegarias fijadas, como puede ser el padrenuestro. A la plegaria griega se dedican un libro de Aubriot-Sévin 1992 y otro de Pulleyn 1997, así como un artículo de Freyburger 1988. Otros serían la procesión, los juegos o danzas que se celebran durante la fiesta (sobre las cuales, cf. Lonsdale 1993), los cantos (a los que dedica un trabajo Grandolini 1991), la música (acerca de la cual cf. García López 1998), los deportes (sobre los cuales cf. Adrados 1996), el teatro (al que se refiere Adrados 1987) y otros actos rituales o los eslóganes que se pronuncian en algunas de ellos. Es el caso de la escena que nos describe Demóstenes en el De corona 259, en que el pequeño Esquines ayuda a su madre a celebrar un culto de Sabazio, en que se dice ἔφυγον κακόν, εὗρον ἄμεινον «huí del mal, hallé algo mejor» acompañando una serie de prácticas rituales como ingerir vino, untarse de barro o cubrirse con una nébride. Pero es curioso señalar, con Calame 1991, pp. 196-203, que no existe en griego una palabra general para designar el «ritual», lo que indica que no se trata de una categoría griega. Lo característico de la religión griega es la fragmentación del vocabulario referido a los ritos: de ahí nuestras dificultades para traducir términos como ὄργια, τελετή (sobre la cual cf. Jiménez 2002) o ἑορτή (cf. asimismo Bremmer 1994, pp. 38s). La fiesta, lugar de encuentro de todos estos elementos, ha sido objeto de dos libros, uno coordinado por Hügger en 1987 y otro por Haug y Warning en 1989. Las fiestas de Atenas han sido estudiadas por Parke 1987. Las Dionisias en el contexto de la democracia ática son el tema de un artículo de Connor 1989, que las considera una celebración de la libertad recuperada y no una instauración de Pisístrato. Las relaciones de esta fiesta con la ideología civil son analizadas por Goldhill 1987. Otra gran fiesta, las Panateneas, ha sido objeto de dos libros de Neils (con contribuciones de otros autores) 1992 y 1996. Por su parte, Noël 1999 se ocupa de las Antesterias. El rito de la «boda sagrada» que forma parte de diversos rituales griegos es el tema de una monografía de Avagianou 1991. Y la debatida cuestión de la «prostitución sagrada» como forma de culto a Afrodita ha sido recientemente reexaminada por McLachlan 1992.
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12. El sacrificio Pero sin duda el acto religioso par excellence de la Antigüedad clásica es el sacrificio. Podemos decir sin exagerar que el sacrificio constituye el centro de la religión de la polis. La muerte ritual del animal y el consumo colectivo de su carne es un elemento básico de cohesión de la vida social de la ciudad y un vínculo fundamental entre la polis como colectivo y sus dioses. Sobre el particular se han escrito en el periodo que nos ocupa un par de libros interesantes, uno de Durand 1986, que pone el acento en la relación del sacrificio con el trabajo, y otro colectivo, editado por Grottanelli y Parise 1988, que aborda las relaciones del sacrificio con la sociedad desde diversas perspectivas metodológicas. Cf. asimismo una panorámica en Jameson 1988. Son muy abundantes los estudios de sacrificios concretos a dioses determinados, cada uno de los cuales requiere animales específicos y condiciones particulares, como es el caso de Deméter, a la que se sacrifica un animal tan poco común como el cerdo, o Hécate, que es honrada con el sacrificio de perros. No podemos entrar en el detalle. Un caso extremo de esta práctica es la de los sacrificios humanos, recordados en numerosos mitos griegos. Se ha discutido si tales prácticas existieron en la Grecia micénica o incluso luego. Al tema se dedica una monografía de Hughes 1991, criticada por Bonnechère 1993 y 1994, obras a las que sigue un balance de Georgoudi 1999. También es destacable la existencia de movimientos religiosos que rechazan frontalmente el sacrificio y, en general, el derramamiento de sangre y la ingestión de carne, como es el caso de los órficos. De ellos me ocuparé luego. 13. La peregrinación No es cierta la idea extendida de que la peregrinación es un fenómeno cristiano y medieval. A la falta de conocimiento sobre la peregrinación en la época clásica no es ajeno el hecho de que ha sido un tema poco tratado por los estudiosos. Contribuye a llenar esta laguna un excelente trabajo de Motte 1987 en que aborda entre otras cuestiones las condiciones de estos viajes y la forma de acoger a los peregrinos, así como las instituciones de la proxenía y la teoría. Posteriormente vuelve a tratar el tema con mayor amplitud Dillon 1997, mientras que Rutherford 1995 se ocupa de los peligros que acechan a los peregrinos. 14. Oráculos y adivinación El oráculo es una de las vías preferidas de los griegos, junto con los sueños, para comunicarse con los designios de la divinidad. Contamos con una monografía reciente de Rosenberger 2001 que traza una historia cultural de los oráculos griegos, de un artículo de Amandry 1997 sobre el oráculo más famoso, el de Delfos, y de
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una monografía sobre el de Dídima, de Fontenrose 1988. Por su parte, Parker 1985 nos ofrece una panorámica de las preguntas más típicas formuladas a los oráculos y sobre la medida en que las ciudades estaban dispuestas a obedecer sus indicaciones. En cuanto a Vilette 1991 señala la relación entre la profecía y la iniciación, entendidas ambas como ritos de paso. Fuera de los centros oraculares existían otras formas de adivinación practicadas por μάντεις profesionales, figuras a las que dedica un interesante artículo Suárez de la Torre 1992, o por las sibilas, de las que se ocupa Parke 1988. La revista Kernos recoge en su vol. 3 (1990) las Actas de un coloquio sobre oráculos y mántica en la grecia antigua. 15. Sacerdotes y hombres divinos La referencia a los μάντεις nos lleva a otro campo fundamental dentro del tema que nos ocupa, el de las personas dedicadas al culto. Es bien sabido que una de las características de la religión griega es la nula profesionalización de los sacerdotes. El sacerdocio en Grecia es un aspecto que no ha sido demasiado tomado en consideración en el periodo que estudiamos. Podemos citar un conjunto de trabajos sobre los sacerdotes paganos desde Babilonia hasta el Imperio Romano, editado por Beard y North 1990, un artículo de Geominy 1989 sobre los sacerdotes eleusinos y otro de Le Guen-Pollet 1988 sobre la remuneración de los sacerdotes. Por su parte, el análisis de los llamados «hombres divinos» como manifestaciones de una religiosidad popular es objeto de aportaciones de Corrington 1986 (para el mundo helenístico) y Blackburn 1991, que rechaza antiguas interpretaciones sobre el influjo de este tipo de santones sobre los Evangelios. Acerca de la variada tipología de transmisores de la palabra órfica (sacerdotes, charlatanes e intérpretes), cf. Bernabé 1997. Un interesante trabajo de Sfameni Gasparro, publicado en dos entregas, en 1996 y 1999 nos muestra cómo se forja la tradición de un falso profeta, tipificando la multiplicación de «hombres santos» de época tardía en el caso de Alejandro de Abonutico. 16. Chamanismo Como es sabido, el chamanismo es una forma peculiar de contacto y conversación con los espíritus a través de una técnica del éxtasis que permite a determinados seres privilegiados, llamados chamanes, viajar al otro mundo para conocer sus secretos. El conocimiento de este tipo de manifestación religiosa en otros ámbitos en los que la figura del chamán es importante o ha sido mejor estudiada (el caso más típico es el de ciertos pueblos de Siberia y Asia Central y, en menor medida, el de pueblos indios de América del Norte y del Sur) generó una línea de trabajo, sobre todo a partir de los antiguos estudios de Eliade, que interpretaba determinados
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fenómenos y figuras de la Antigüedad griega a la luz del chamanismo. En el periodo que nos ocupa, se ha tendido a minimizar esta línea interpretativa. Citaré al respecto las reflexiones de Cusumano 1984 o el trabajo de Graf 1987 sobre Orfeo. No obstante es cierto que hay en el mundo griego ocasionales huellas de algunos rasgos aislados de este tipo de religión, como es el caso del «vuelo del alma» estudiado por Aguilar 1993. 17. La vida y la muerte: el Más Allá Tras las referencias a una variada serie de personajes relacionados con la práctica de la religión es hora de que nos centremos en el mundo de las creencias. Y uno de los temas que se encuentran siempre relacionados con el fenómeno religioso o al menos lindando con él son las reflexiones sobre la vida y la muerte. Sobre el particular destacamos un libro de Vernant de 1989, traducido al español en 2001 y un artículo de Lévy 1994. También es interesante una monografía de Johnston 1999 sobre variadas relaciones entre muertos y vivos (fantasmas, rituales de protección contra los muertos, ánimas vengadoras y otras terroríficas situaciones semejantes). Relacionadas con el tema de la vida y la muerte se encuentran las ideas del Más Allá. Contamos con un magnífico libro de Díez de Velasco 1995 sobre ritos e imágenes del paso al Más Allá en Grecia. Por su parte, Albinus 2000 examina las creencias escatológicas griegas, en una obra interesante, aunque adolece de cierto desconocimiento de la bibliografía reciente, Le Bris 2001 se aproxima a la cuestión sobre la base de los epigramas funerarios, mientras que Bremmer 2002 traza un ajustado panorama del desarrollo de las ideas sobre infierno y paraíso desde el mundo griego hasta la edad media e incluso en algunos movimientos religiosos modernos. Sobre el Hades como centro del cosmos y fuente de la verdad trata un artículo de Cerri 1995. Concretamente sobre las Islas de los Bienaventurados versa otro de Martínez Hernández 1999 (cf. sobre la cuestión López Saco 1994). Excede el marco griego el completo libro de Henar Velasco 2001 sobre la creencia en la pradera del Más Allá en diversos pueblos indoeuropeos. 18. Estados psicológicos provocados por experiencias religiosas Los estados psicológicos provocados por experiencias religiosas son un terreno difícil, porque no siempre es accesible analizar racionalmente lo que eran experiencias personales e intransferibles. Sin embargo hay fenómenos que han sido analizados, como el del éxtasis o, mejor, lo que los griegos denominaban βακχεύειν. Es este el tema de un artículo en prensa de Ana Jiménez. El menadismo ha sido revisado, dentro de nuestro periodo por Bremmer 1984. Sobre la experiencia mistérica en Eleusis, cf. Bernabé 2002a. La μανία dionisíaca ha sido objeto de análisis por Henrichs 1994.
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Otro sentimiento analizable y relacionado con la religión es el miedo. Sobre el tema (en la religión en general) contamos con un libro editado por Francisco Díez de Velasco en 2002, en el que hay aportaciones sobre religión griega. 19. Misterios Con la religión de Estado convivía otra forma más de vivir el fenómeno religioso, la de los misterios, que no se oponía a la primera, ya que quienes los celebraban no se segregaban de las creencias colectivas. Nuestra información sobre ellos es defectiva y a menudo poco de fiar, precisamente por su carácter mistérico y privado y porque en gran parte procede de los cristianos, sus mayores enemigos. Este modo de vivir la religión se caracteriza porque se accede a él voluntariamente, por iniciación. La iniciación ha sido objeto de un importante coloquio, Moreau (ed.) 1992. Generalmente los misterios, a diferencia de la religión civil, estaban abiertos a ambos sexos e incluso a no ciudadanos o a esclavos. Se relacionan íntimamente con los ciclos de la naturaleza y se acompañan de mitos, que generalmente hablan de dioses que sufren, incluso que mueren, aunque habitualmente tras la extrema caída vuelve su recuperación, su resurrección y su gloria. Sus componentes básicos son tres: acciones (δρώμενα), visiones (ὁρώμενα) y un tipo de texto pronunciado (λεγόμενα). La experiencia de los misterios era de extrema intensidad. Solían comportar para el iniciado el tránsito del sufrimiento y el miedo a la exaltación y a la promesa de otra vida mejor. En muchos casos, incluso eran una especie de imitatio mortis para que el iniciando superara el temor a la muerte con la esperanza de su tránsito a otra vida más feliz (cf. Martín Hernández 2005). En un libro capital, Burkert 1987, se desmienten algunos de los tópicos con los que la investigación anterior caracterizaba estos cultos: ni son tardíos, producto de la decadencia de la polis, ni tienen orígenes y características orientales, ni constituyen una visión más espiritual de la religión que prepara el camino al cristianismo. Sobre los diversos misterios destaca una muy reciente puesta al día, editada por Cosmopoulos 2003. Asimismo en Sfameni Gasparro 2003 encontramos interesantes capítulos sobre el difícil concepto de τελετή (sobre el cual cf. Jiménez 2002a), sobre misterios de Mitra y sobre el culto de Atis y Cibele. A la delimitación conceptual de la mística dedica un penetrante análisis Díez de Velasco 1997. Sobre los cultos orientales en época imperial trata la completísima antología de fuentes de Sanzi 2003. Muy interesante es, por último, un libro de Bottini 1992 sobre aspectos arqueológicos en torno a los misterios. En cuanto a misterios concretos, el culto de Isis y el de Deméter son la base de un estudio de la religión helenística, obra de Pakkanen 1996. Sobre Eleusis, puede consultarse un trabajo divulgativo de Bernabé 2002a, así como otro de Lauenstein 1987 y, para la iconografía, uno de Clinton 1992. De Mitra se ocupan Clauss 1990 y Turcan 1993.
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20. Sectas En relación con los misterios se habla a menudo de «sectas». Pero es muy problemático hablar de «sectas» religiosas en la Antigüedad, un tema sobre el que con frecuencia proyectamos en demasía nuestras experiencias acerca de sectas modernas. Un lúcido ensayo sobre el tema se debe a la pluma de Burkert, centrado en la posible consideración como sectas del orfismo y el pitagorismo. El trabajo es de 1982, pero ha sido traducido al español en 1997 y mantiene intacta su vigencia. Buenos materiales, aunque menor penetración teórica, pueden encontrarse en Freyburger, Freyburger y Tautil 1986. Por su parte, Bremmer 1994b se dedica al tema del secreto religioso, característico de este tipo de movimientos, dentro de un volumen colectivo de Krippenberg y Stroumsa consagrado a la cuestión en el marco del mundo antiguo y del Islam. 21. Orfismo Uno de estos «movimientos alternativos» de la religión griega es el que se pone bajo la guía literaria y religiosa de Orfeo y al que llamamos «orfismo». Un movimiento que dura más de mil años, pero que por su situación de relativa marginalidad ha dado lugar, por una parte, a posturas radicales que niegan su existencia, y por otra ha desatado la imaginación de muchos, que han creído ver orfismo detrás de demasiadas manifestaciones de la religión, la literatura o la filosofía griegas. Los estudios sobre el orfismo se han multiplicado en los últimos tiempos y se asientan sobre bases más firmes, sobre todo desde el hallazgo de algunos documentos fundamentales; algunos encontrados mucho antes del periodo que nos ocupa, pero que no fueron divulgados, por razones diversas, hasta mucho después. Los principales son: 1) Tres láminas de hueso de Olbia del V a.C., que contienen breves inscripciones. La más interesante es una que dice «vida muerte vida. Dioniso, órficos», esto es, implica una determinada doctrina de una nueva vida tras la muerte basada en dos pilares: el culto de Dioniso y la pertenencia a un grupo de personas que se denominan a sí mismos órficos, o sea, seguidores de Orfeo. Esta presencia deshace el argumento básico de Wilamowitz para negar la existencia de órficos en época antigua. Halladas en 1951, las láminas de hueso de Olbia no fueron publicadas hasta 1978 (Rusjaeva 1978), pero su conocimiento no se generalizó hasta una publicación de West 1982. Luego, ya dentro de nuestro periodo, han sido objeto de una nueva publicación (Dubois 1996, pp. 154-155) y de estudios posteriores (Vinogradov 1991, Zhmud' 1992, Dettori 1997, Bernabé 1999a). 2) El segundo aporte fundamental es la constante aparición de laminillas órficas de oro, que vienen a engrosar el número de las que ya se conocían de antiguo. En el lapso de tiempo que nos ocupa se han publicado algunas muy notables. Una
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de Pelinna (Tsantsanoglou y Parássoglou 1987) en que leemos, entre otras cosas «acabas de morir y acabas de nacer, tres veces venturoso, en este día. Di a Perséfone que el propio Baco te liberó», lo que confirma la unión de Perséfone y de Dioniso en el ideario órfico y la creencia de los órficos en una vida tras la muerte. También es muy interesante otra laminilla en prosa, tesalia (concretamente, de Feras), en la que se recoge una curiosa contraseña consistente en la repetición de dos palabras, ᾿Ανδρικεπαιδόθυρσον y Βριμώ, la segunda, ya conocida, es un epíteto de Perséfone. La primera lo es de Dioniso, y es una deformación del epíteto de origen y sentido desconocido Erikepaios, para reinterpretarlo como ἀνδρί καὶ παῖς adulto y niño (o quizá es su forma originaria). La laminilla termina con una invitación al difunto para que pase a la pradera sagrada porque el mista está libre de castigo (Chrysostomou 1992); otra de Entella, en Sicilia, semejante a otra que ya conocíamos pero con algunas novedades curiosas (Bernabé 1999b). Otra decena larga contiene textos más breves y conozco tres inéditas (al texto de dos de las cuales he podido acceder). Cada uno de los nuevos hallazgos aporta algo nuevo e interesante. Ediciones de las que han sido publicadas, con traducción y comentario, pueden encontrarse en Riedweg 1998, Pugliese Carratelli 2003 (cito el último de los tres libros sucesivos dedicados al asunto) y en forma más extensa, en Bernabé y Jiménez 2001, donde puede encontrarse la inmensa bibliografía generada sobre estos interesantes documentos. Desde otro enfoque aborda la cuestión Edmonds 2004. 3) El tercer testimonio fundamental del que se ha sacado notable partido en los últimos años es el Papiro de Derveni. Aunque descubierto en 1964, aún no se ha hecho una edición completa sobre el papiro original. En 1982 apareció una edición anónima, desacreditada por los profesores griegos que se encargarían de su edición. Posteriormente contamos con cuatro ediciones nuevas (ninguna de ellas sobre el texto original), las de Janko 2002, Jordan 2003, Betegh 2004 y Bernabé 2004. Las tres últimas, comentadas (Janko dedicó un artículo anterior a comentar brevemente el texto, Janko 2001). Esperamos con enorme interés el comentario de Casadesús (en prensa), quien había dedicado al tema su excelente Tesis Doctoral de 1995 y un artículo sobre Metis en el papiro, de 1996. Otros articulos suyos sobre el tema son de corte filosófico, no religioso y por ello no son mencionados aquí. El papiro, datado en el siglo IV a.C., contiene indicaciones sobre determinados ritos órficos y un comentario a un poema teogónico atribuido a Orfeo (sobre el cual, cf. Bernabé 2002b). Laks y Most 1997 editaron un volumen colectivo sobre el papiro. El gran aporte de textos y toda la avalancha de interpretación sobre los nuevos hallazgos y sobre los fragmentos ya conocidos han llevado a replantearse una nueva edición comentada de los textos fragmentarios de la que soy autor y de la que han aparecido los dos primeros volúmenes (Bernabé 2004a y 2005). El tercero y último lo hará el próximo año. Los Himnos órficos han sido de nuevo editados con un excelente comentario por Ricciardelli 2000; las Lithica lo han sido por Halleux y Schamp 1985. Contamos
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con traducciones en español para la mayoría de las obras órficas (Periago 1987, Calvo Delcán 1990, Bernabé 2003), cosa que curiosamente no ocurre en otras lenguas de mayor tradición filológica. No caeré en la tentación de extenderme sobre un tema que constituye el objeto central de mis investigaciones desde hace diecinueve años. Puedo descargarme de ello gracias a dos repertorios bibliográficos que nos permiten organizar la inmensa bibliografía que ha generado el orfismo, un tema que se ha puesto de moda en los últimos tiempos: uno mío (Bernabé 1992) y otro, concebido como continuación del primero, de Santamaría Álvarez 2003 (para la bibliografía desde 1992 hasta 2003). Me limitaré a mencionar algunos libros importantes: en primer lugar la reedición de un clásico, el venerable libro de Guthrie sobre el orfismo, cuya edición original es de 1934, que fue actualizada en 1952, reeditada con un nuevo prefacio y una atualización bibliográfica, en una edición en inglés de 1993 por Alderink y vuelta a actualizar en su bibliografía por Pòrtulas en la edición española de 2003. Más recientes son los volúmenes de conjunto editados por Borgeaud 1991, por Masaraccia 1993 y por Tortorelli Ghidini, Storchi Marino y Visconti 2000; el autor de estas líneas y el prof. Casadesús hemos coordinado un gran volumen de conjunto en el que participa un gran número de estudiosos españoles y extranjeros y que se encuentra en prensa. El propósito de este extenso libro es evaluar en toda su magnitud la influencia de la traditio órfica, que tuvo más de mil años de vigencia en el mundo griego, sobre la religión, la literatura y la filosofía de la Antigüedad. Por su parte, Brisson recoge en 1995 una serie de fundamentales artículos suyos, centrados sobre todo en el orfismo tardío y en la recepción de los neoplatónicos de la vieja doctrina mistérica, mientras que Pugliese Carratelli 1990 recopila también diversos artículos suyos sobre un tema al que se ha dedicado reiteradamente y con la competencia que le caracteriza. Por su parte, Jiménez 2002b analiza exhaustivamente los rituales órficos. Trabajos introductorios, pero de notable interés, son uno de Sorel y otro de Parker, ambos de 1995. Por último, debe mencionarse un fascículo que dedicó al orfismo y sus escrituras la Revue de l'histoire des religions, presentado por Borgeaud, Calame y Hurst 2002. Debemos un amplio estudio sobre los Himnos a Morand 2001 y otro sobre las Argonáuticas a Sánchez Ortiz de Landaluce 1996. 22. Literatura y religión La religión no sólo es objeto de estudio en sí misma. Se proyecta sobre otros fenómenos de una manera decisiva. Así ocurre con la literatura. El análisis de las creencias religiosas de autores determinados da lugar a una bibliografía amplísima. Debo citar, por la significación de las ideas religiosas del autor analizado y por la calidad del trabajo, un artículo de Suárez de la Torre 1993 sobre la religión de Píndaro, en la difícil determinación de cuánto de lo que el autor expresa se debe a
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sus propias creencias y cuánto a las del cliente que encarga la oda. También quiero mencionar un libro de Bardollet 1997 sobre los dioses en Homero y un importante trabajo de García López 1992 en que examina la omnipresencia de la religión en la tragedia griega. Sobre la religión de Tucídides puede leerse Jordan 1986 y sobre la de Plutarco, Valgiglio 1988. En otro sentido de las relaciones entre religión y literatura se encuentran los textos sagrados que acompañan determinados ritos, bien sean éstos mitos (entre la numerosa bibliografía sobre mito y rito señalaría las consideraciones metodológicas de García López 1991), bien textos escritos sobre el fundamento o el desarrollo del ritual, los llamados hieroi logoi, tema sobre el cual contamos con una monografía de Baumgarten 1998 y con un extenso y documentado artículo de Henrichs 2003. 23. Filosofía y religión En un mundo intelectualmente tan rico como el griego era de esperar que la filosofía se planteara críticamente las creencias religiosas griegas. A este respecto podemos citar un trabajo de García López 1986 sobre las críticas del mito procedentes de los primeros filósofos griegos, así como otro de Motte 1988 en que encontramos un planteamiento teórico y metodológico de la cuestión. Una monografía de Gerson 1990 examina los argumentos de los filósofos para configurar una especie de teología racional. Por su parte, Sfameni Gasparro 1984 estudia la crítica del sacrificio cruento en la tradición pitagórica y en Porfirio. McPherran 1996 aborda el difícil tema de la religión de Sócrates, mientras que un trabajo mío (Bernabé 1998) trata de evaluar el influjo del orfismo sobre Platón. Por su parte Daraki 1989 dedica un penetrante ensayo a la «religiosidad sin dios» de los estoicos, que compara con la de San Agustín, mientras que Ramos Jurado 1998 se ocupa de la presencia del mito y la religión en la filosofía neoplatónica. 24. El ateísmo Al extremo de la tendencia crítica se encuentran quienes negaron totalmente la religión, los ἄθεοι o ἀσεβεῖς. Sobre ἀσέβεια especialmente desde una perspectiva jurídica, cf. Cohen 1989. Las fuentes sobre los orígenes del ateísmo antiguo han sido recogidas y comentadas por Zeppi 1988-89. Pero el terreno del estudio del ateísmo en la Antigüedad está dominado por el gran especialista Winiarczyk, quien además de haber editado a los notorios ateos Diágoras de Melos y Teodoro de Cirene (1981), y Evémero (1991) nos ofrece una prosopografía de los ateos antiguos (1984), una completa bibliografía (1994) y una metodología (1990) sobre la cuestión. Su monografía sobre Evémero (2002) es asimismo un aporte fundamental al tema. Merece citarse también un trabajo de Davies 1989 sobre el famoso pasaje, atribuido con dudas a Critias, acerca de la invención de la religión.
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25. Nuevos foros en España No puedo terminar mi exposición sin referirme a dos instituciones que se han creado en nuestro país en época muy reciente, dedicadas a las religiones en general y en las que los estudios sobre religión griega tienen una notable presencia. Me refiero, por una parte, al Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones de la Complutense, que reúne a especialistas de diversos campos y metodologías de dicha Universidad, que imparte un Doctorado y publica una revista anual, ᾿Ilu, y por otra, a una institución privada, la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, que alberga a estudiosos de toda España, también de diversos campos de estudio. Ello, unido a la existencia de nuevo en nuestro país de una cátedra de Historia de las Religiones (en la Universidad de La Laguna), y de la abundancia de bibliografía que se debe a especialistas españoles son síntomas de la vitalidad que estos estudios han alcanzado en nuestro país y una garantía de su continuidad. 26. Balance Esta panorámica, necesariamente apresurada y en la que es mucho más lo que falta que lo que puede encontrarse, ha tratado al menos de dar una idea de los múltiples caminos por los que actualmente se estudia la religión griega; un terreno en que se cruzan los intereses de filólogos, filósofos, sociólogos, antropólogos, psicólogos, historiadores, especialistas en ciencias de la religión, iconógrafos y estudiosos de la literatura, que arrojan luz desde diferentes perspectivas sobre un fenómeno crucial para entender la Antigüedad griega, como es el de las relaciones entre los hombres y los dioses. Hemos visto también cómo abundan los volúmenes colectivos, los puntos de encuentro, los ámbitos de contacto y de intercambio de ideas. Si he conseguido, aunque sólo sea dar una idea de la complejidad de este campo y de la vitalidad de estos estudios, puedo darme por satisfecho.
BIBLIOGRAFÍA Acker, C. 2002: Dionysos en transe: la voix des femmes, París. Actes 1994: «Actes du IVe colloque internationational du C.I.E.R.G.A. 'Influences, emprunts et syncrétismes en Grèce ancienne' tenu à Bruxelles du 2 au 4 septembre 1993», Kernos 7, pp. 9-285. Actes 1998: «Actes du VIe colloque internationational du C.I.E.R.G.A. sur 'Les panthéons des cités: origines et dévéloppements'», Kernos 11, pp. 7-234. Adrados, F.R. 1987: «Rite, mythe et théâtre en Grèce ancienne», CGITA 3, pp. 37-54. —— 1996: «Mito, rito y deporte en Grecia», EClás 110, pp. 7-31. Aguilar, R.M. 1993: «El vuelo del alma», Fortunatae 5, pp. 11-25.
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23 FILOSOFÍA FRANCESC CASADESÚS BORDOY Universitat de les Illes Balears
Resulta tentador, aunque quizá también excesivamente tópico, advertir al inicio de esta ponencia que es imposible ofrecer una visión, ni que sea superficial o panorámica, de todo lo que se ha escrito sobre filosofía griega durante los últimos veinte años. Sin embargo, no es menos cierto que esta oportunidad de hablar de la bibliografía filosófica generada en estas dos últimas décadas ofrece también la posibilidad de realizar un balance que permite señalar aspectos que, difícilmente, podrían ser considerados en otros foros. Así, en primer lugar, el simple repaso de la ingente bibliografía sobre filosofía griega publicada en estos veinte años suscita, de entrada, una cuestión que debe ser considerada para aclarar el ámbito, objeto y alcance de estos estudios. Se trata, en definitiva, de plantear que los distintos enfoques en la investigación de la filosofía griega reproducen la división, tajante y en muchas ocasiones antagónica y condicionada, básicamente, por la formación académica de los investigadores. De este modo, si estos son especialistas en filología griega, como la mayoría de los asistentes a este congreso, la orientación de los estudios se dirige a resaltar con detalle cuestiones relacionadas con el vocabulario filosófico griego, la edición crítica, comentada y comparada de los textos, o a destacar la problemática de la trasmisión de los textos resaltando, en este caso, la importancia de la doxografía para su conocimiento directo. Si el estudioso posee más bien una formación filosófica, entonces la atención se centra en cuestiones ontológicas, éticas y epistemológicas y en su interés por situar la filosofía griega en el contexto más general de la Historia de la Filosofía occidental. Casi sobraría decir, como ya se ha sugerido, que ambas orientaciones suelen ignorarse o, en ocasiones, oponerse, de manera que los estudiosos de formación filosófica critican como excesivamente filológicos y faltos de profundidad y sensibilidad filosófica los trabajos de los especialistas en filología y los filólogos, a su vez, rechazan los estudios filosóficos por considerarlos oscuros, abstrusos y, sobre todo, carentes de lo que a ellos les sobra: fundamento filológico. De este modo, se constata, en el campo de los estudios de filosofía griega, un aspecto determinante: que la formación académica del estudioso condiciona la orientación y, en muchas ocasiones, incluso, los intereses y los resultados de la investigación. F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 635-658
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Cabe, además, vaticinar que esta oposición tan característica de los estudios de la filosofía griega, lejos de eliminarse o reducirse parece condenada a aumentar y a agravarse en los próximos años, principalmente por dos motivos bien conocidos: a) la progresiva desaparición de los estudios de lengua griega en los planes de enseñanza secundaria y en muchas universidades dificulta la formación de estudiosos de la filosofía griega con una mínima formación filológica; b) la imparable tendencia a la especialización que, como se ha dicho en algún lugar, hace que los estudiosos, centrados en estudios muy concretos, cada vez «sepan más de menos cosas». Estos dos aspectos resultan determinantes en la evolución de los estudios de la filosofía griega en las últimas décadas y, posiblemente, han contribuido a que la filosofía griega haya dejado de ser el eje sobre el que se han formado los grandes filósofos de la modernidad como Nietzsche o Heidegger, o sus insignes seguidores, como Gadamer, todos ellos grandes conocedores de la lengua y filosofía griega, hasta el punto de que sus conocimientos filológicos determinaron la elaboración de su pensamiento filosófico. Estos autores, a los que podrían añadirse otros tan significativos para la formación del pensamiento contemporáneo como Marx, Kierkegard, Husserl, Freud o, incluso, Foucault, representan, en definitiva, el ideal que ha representado la filosofía griega en la formación intelectual de Occidente y que se ha perdido al romperse uno de los ejes sobre los que se han construido los estudios de Humanidades en Occidente: la riquísima simbiosis, la fuente de inspiración y pensamiento que se ha producido siempre que la filología griega y la formación filosófica han formado una unidad inseparable, tal como en su momento sugiriera F. Nietzsche al reivindicar que no es posible una filología sin filosofía, algo así como nulla philologia sine philosophia, y que en los tiempos que corren podría ser también transmutarse en un nulla philosophia sine philologia. Así las cosas, y a pesar de todos los inconvenientes, hay que decir que los estudios de filología griega gozan en la actualidad de una extraordinaria vitalidad. Los grandes nombres de la filosofía griega, así como los grandes temas filosóficos, ontológicos, epistemológicos, éticos y políticos, siguen atrayendo la atención de numerosos estudiosos y lectores, superando en muchas ocasiones incluso el ámbito estricto de la investigación académica. Es más, se observa una manifiesta y creciente tendencia a facilitar el estudio de la filosofía griega mediante la publicación de algunos manuales, diccionarios, o historias de la filosofía griega que se preocupan, ante todo, de cuidar la presentación y exposición de sus contenidos. Incluso algunos libros añaden o, incluso, se interesan monográficamente por cuestiones instrumentales que, como a otros campos de la investigación sobre la Antigüedad, afectan al estudio de la filosofía griega pero que nunca hasta ahora habían sido considerados. Asimismo, muchos estudios han sido elaborados siguiendo criterios científicos modernos centrados, sobre todo, en la investigación de aspectos concretos como el vocabulario filosófico
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griego, la edición comentada de textos y la revisión temática de aspectos esenciales de la filosofía griega con una visión renovada. Así, pues, y aunque pueda parecer una paradoja, en una época de crisis de las Humanidades, las publicaciones sobre filosofía griega son más numerosas que nunca. Y de la inmensa bibliografía existente hemos elegido para comentar aquellas que facilitan el estudio de la filosofía griega con especial preferencia por aquellas que, por su carácter instrumental o la información que aportan, pueden simplificar la tarea de los investigadores, procedan estos del campo de la filología o de la filosofía. Asimismo, se ha dado preferencia a las publicaciones de estudiosos que combinan la sensibilidad filológica con la filosófica, en detrimento de los que lo hacen desde una sola óptica. Guiados con estos criterios hemos alcanzado la conclusión de que, en efecto, la aplicación de técnicas filológicas en el estudio de la filosofía griega ha mejorado, en general, la calidad de los estudios. Además, se constata un aumento de los estudios colectivos o las compilaciones de artículos de uno o diversos autores, lo que, en general, aporta un mayor número de perspectivas y exhaustividad en el tratamiento de los temas propuestos. Asimismo, son numerosas las ediciones comentadas de fragmentos u obras, aunque esta proliferación no garantiza que se aporten novedades significativas en los análisis. Asimismo, se constata que el grueso de la bibliografía filosófica sigue apareciendo en lengua inglesa y francesa. En lengua española se observa un fuerte incremento de las traducciones anotadas, aunque sigue siendo muy escasa la publicación de estudios, colectivos o individuales, y de ediciones críticas y comentadas. 1. Estudios propedéuticos, diccionarios, historias de la filosofía En este contexto, debe ser destacado, en primer lugar, el vasto proyecto emprendido por el CNRS francés, el Dictionnaire des philosophes antiques dirigido por Richard Goulet. Se trata de una «opera magna» de la que ya han aparecido tres volúmenes y un suplemento, años 1989, 1994, 2000 y 2003, respectivamente, y que está llamada a ser un instrumento esencial de consulta. Esta obra colectiva, de la que se responsabilizan más de ochenta especialistas a los que se les asigna el estudio de cada filósofo, o determinadas entradas temáticas, resulta un instrumento imprescindible para el estudio de la filosofía antigua. Tiene la declarada pretensión de recoger de modo exhaustivo el índice completo de los filósofos de la Antigüedad, por menores o desconocidos que estos sean. Por lo cotejado en los tres volúmenes y el suplemento publicados hasta ahora, este diccionario está destinado a erigirse en la obra de referencia en los estudios de filosofía griega. Ofrece de modo detallado y bien estructurado las ediciones de las obras, fragmentos y testimonios de cada autor así como las traducciones existentes. Añade un completísimo apartado dedicado a los estudios específicos del filósofo griego en cuestión, así como el listado de la bibliografía que, a partir de fuentes y testimonios antiguos, se ha asignado a ca-
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da autor. Siempre que ello es posible, se añade una extensa lista comentada de las obras a partir de las obras y fragmentos conservados. Se incluye también un estudio crítico de la cronología del autor así como una extensa biografía a partir de todos los testimonios disponibles con particular incidencia en la discusión de los aspectos biográficos más problemáticos o controvertidos. Cuando ello es posible, se añaden las anécdotas biográficas, muchas de ellas trasmitidas por Diógenes Laercio, que, lejos de despreciarse, son consideradas como informaciones complementarias que facilitan el conocimiento del autor en cuestión. Además, según su importancia y trascendencia, se resumen las distintas tesis mantenidas por los distintos estudiosos y que han orientado la investigación moderna en relación con los aspectos más relevantes de pensamiento del filósofo estudiado. Se procede, cuando su interés lo exige, al estudio y análisis del vocabulario del autor y, finalmente, se incorpora un útil y extenso estudio de la iconografía existente de cada filósofo. Cada volumen concluye con un extenso apéndice dedicado a una escuela filosófica. El primero, por ejemplo, aborda el estudio de la Academia platónica mencionando todos los textos que aluden ella, con particular énfasis en las informaciones topográficas y arqueológicas, la descripción precisa de su distribución y alrededores así como un estudio de su evolución histórica. El volumen II contiene un estudio similar del Cinosargos, origen de la filosofía cínica. El suplemento aporta numerosa información adicional, sobre todo, las relacionadas con Aristóteles aparecidas desde la publicación del primer volumen. Si a modo de ejemplo, y dada su especial significación, nos interesamos precisamente por la extensa entrada dedicada a Aristóteles comprobamos como los diferentes apartados han sido asignados a estudiosos distintos. Contiene una relación de los aspectos biográficos más significativos con un análisis de las fuentes bibliográficas y un estudio sobre la organización del Liceo. Se ofrece el extenso listado de las obras aristotélicas comparando los catálogos de Diógenes Laercio y Hesiquio e incluyendo un listado de los comentarios griegos y bizantinos, así como una relación de las ediciones existentes de los textos aristotélicos árabes y medievales. Por último, se dedican extensos apartados a analizar las ediciones, traducciones y comentarios de cada una de las obras, incluyendo la tradición doxográfica griega, siríaca y árabe. Se trata, en definitiva, como ya se ha dicho, de una obra monumental, cuya detallada glosa ocuparía todo el tiempo concedido a esta exposición. Con una intención distinta, mucho más divulgativa y didáctica, ha sido elaborado otro libro, a medio camino entre la enciclopedia y el diccionario, que merece también ser considerado. Se trata de Le Savoir Grec, dirigido por J. Brunschwig y G. Lloyd (1996), que ha contado con la colaboración de más de cuarenta estudiosos y especialistas, y ha sido publicado en España con el título El saber griego. La obra presenta dos apartados: uno temático y otro por autores y corrientes de pensamiento. El diccionario temático se encuentra subdividido en capítulos que agrupan
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diversas áreas como la «Emergencia de la filosofía», «La política», «La investigación y los saberes». Estos, a su vez, contienen entradas diversas que abarcan prácticamente todos los aspectos relacionados con la filosofía griega. Así, merecen ser destacados capítulos como los dedicados a analizar las diversas figuras del filósofo en la Antigüedad, el mito y el saber, la ontología, la noción de ciencia, las escuelas filosóficas, la cosmología, la física, la lógica, las matemáticas y otros campos, como la historia, la medicina o la geografía o la religión relacionados directamente con el pensamiento griego. El segundo apartado recoge entradas dedicadas a los filósofos y corrientes filosóficas más significativas. Se incluyen algunos autores como Heródoto, Tucídides o Galeno por el papel que desempeñaron en la formación del denominado «saber griego». Casi todos los capítulos finalizan con la inclusión de unas escuetas referencias bibliográficas, no muy completas y casi siempre insuficientes. Dada su voluntad enciclopédica la obra incluye un completo cuadro cronológico, mapas y fotografías que complementan la información aportada en los distintos capítulos. A pesar del tono divulgativo en que está redactado el libro, no se abandona nunca el nivel académico. En general, las entradas cumplen su objetivo, aunque se percibe una cierta desigualdad en el tratamiento de los temas y autores, algo, por lo demás, inevitable en este tipo de obras colectivas. Como manual de filosofía griega puede ser destacado el dirigido por M. CantoSperber, en colaboración con los especialistas J. Barnes, L. Brisson, J. Brunschwig y G. Vlastos, que lleva por título Philosophie Grecque (1997). Se trata de una historia de la filosofía griega de corte convencional en su distribución y estructura que abarca desde los filósofos presocráticos hasta el periodo bizantino. El tratamiento de las diversas épocas está un poco descompensado en perjuicio de la filosofía preplatónica, capítulo redactado por Jonathan Barnes. Son, en cambio, suficientes los capítulos dedicados a Platón y el platonismo, Aristóteles y el aristotelismo y las filosofías helenísticas, estoicismo, epicureísmo y escepticismo. De especial interés por su tratamiento y la información que aportan, son los dos capítulos finales dedicados al tema del «cristianismo frente a la filosofía» y «el mundo bizantino y la filosofía griega». Una de las virtudes de esta historia de la filosofía griega es que cada uno de los capítulos concluye con una extensa y completa relación bibliográfica clasificada por estudios generales, artículos y temas. Además, la obra incorpora al final más de 100 páginas de anexos, muy útiles para introducirse en aspectos técnicos e instrumentales que deben ser conocidos para el estudio de la filosofía griega. Así, a los consabidos cuadros cronólogicos y mapas, se añade un novedoso apéndice a cargo de M. Canto-Sperber y L. Brisson, bajo el sugerente título «Lo que hay que saber antes de abordar el estudio del pensamiento antiguo». En este apéndice se trata una cuestión muy poco tratada en los estudios de filosofía griega: las dificultades que entraña la edición de un fragmento o texto filosófico y cómo una determinada opción a la hora de establecer un texto, puede condicionar su posterior interpretación. Se pretende advertir así a los estu-
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diosos de la filosofía griega de que deben ser muy cautelosos a la hora de examinar un texto sometido a los avatares de la trasmisión histórica. Así, los autores, con una marcada voluntad didáctica, insisten en la necesidad de conocer las técnicas de las ediciones críticas, la importancia de consultar de primera mano las fuentes doxográficas, llegando a sugerir que no debe «utilizarse ningún texto, ya sea fragmento o testimonio, sin conocer su procedencia, con qué fin fue editado y cómo ha llegado hasta nosotros». Se trata, en definitiva, de concienciar a quienes se aproximan al estudio de la filosofía griega de una cuestión bien conocida en el ámbito de la filología griega, pero mucho más ignorada en el campo de los estudios de la filosofía: que «los textos que forman el corpus de la filosofía griega no pueden ser nunca objeto de una lectura inmediata» que no tenga muy presente todos los factores que han intervenido e intervienen en la edición de un texto. En este contexto, resulta un acierto que, a modo de ilustrativa explicación, se detallen pormenores de todo tipo y que se ejemplifiquen varios casos muy conocidos de lecturas problemáticas e, incluso, contrapuestas en función de cual sea la variante elegida de los manuscritos. Es el caso del conocido pasaje de la República 509d7 y la eterna discusión sobre si Platón escribió, al introducir su alegoría de la línea, que las dos secciones en que ésta debía ser dividida deben ser iguales, isa, o desiguales, anisa. Asimismo, resulta un acierto de gran interés metodológico el hecho de que se ponga de relieve, en el caso del poema de Parménides, hasta qué punto su trasmisión está sometida al imperativo de las afinidades y simpatías filosóficas de los doxógrafos, poniendo como ejemplo, entre otros, algunas lecturas de determinadas palabras que muy bien podrían haber sido alteradas o introducidas en ambientes neoplatónicos con la intención de «platonizar» a Parménides. Con ello los autores advierten de las precipitadas o imprudentes interpretaciones que se pueden derivar de una lectura poco atenta a las condiciones e historia de la trasmisión del poema. El apéndice concluye recordando los instrumentos contemporáneos de investigación con la enumeración de las revistas existentes especializadas en filosofía griega y las fuentes de información bibliográfica más importantes. Por último, se dedica un apartado a los medios informáticos que han surgido precisamente en el período de los veinte años objeto del estudio de este congreso y que, con creciente celeridad, están facilitando el acceso a las fuentes, la documentación y bibliografía de los estudios de filosofía griega. Por ello se incluye una lista de los principales servidores y páginas de Internet, muchas de ellas ya desfasadas, dedicados al estudio de la Antigüedad greco-romana en general y la filosofía griega en particular. Precisamente en la misma línea que este anexo incide el libro de L. Rossetti Introduzione alla filosofia antica (1998). El estudioso italiano aborda en este libro «in extenso» y directamente todos los aspectos propedéuticos, técnicos e instrumentales que deben ser conocidos antes de emprender el estudio de la filosofía griega. Se analiza así el largo proceso que han padecido los textos filosóficos desde su pu-
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blicación en la Antigüedad hasta nuestros días, los diversos tipos de fuentes, la problemática de las copias y los principales descubrimientos papirológicos, los códices medievales y la aportación de fuentes alternativas como las traducciones árabes y latinas de numerosos textos filosóficos griegos. Asimismo, un extenso capítulo se dedica a la importancia que tiene la crítica textual y la ciencia filológica en el estudio y edición de los textos filosóficos griegos. El autor describe con detalle todos los aspectos técnicos que intervienen en la edición de un texto. Además, buena parte del libro está dedicada al capítulo que analiza la composición de los principales «corpora» de los filósofos más significativos de la Antigüedad. Otro capítulo está dedicado a la problemática que presenta el estudio de la filosofía antigua, las dificultades de lectura e interpretación de los textos y los matices que deben ser considerados a la hora de traducir los conceptos filosóficos griegos. Llegado este punto, el estudioso italiano enfatiza la importancia de utilizar las técnicas filológicas para alcanzar una mejor comprensión en la interpretación de los textos, única vía con la que se puede afrontar con garantías la complejidad inherente a los escritos filosóficos. Un último capítulo está dedicado a las aportaciones de la informática en el estudio de la filosofía griega y al repaso de las principales fuentes de acceso a la bibliografía. Un glosario explicativo de los principales términos utilizados en el estudio de la ciencia filológica y filosófica cierra este útil libro que se enmarca en la nueva línea abierta en los estudios de filosofía griega de los últimos años y que exige, ante todo, que, en el estudio, tratamiento e interpretación de los textos filosóficos, sean aplicadas las técnicas utilizadas por la ciencia filológica en la edición de las obras. A estos libros introductorios se puede añadir el de P. Hadot, Qu'est-ce que la philosophie antique? (1995), traducción española ¿Qué es la filosofia antigua? En este libro el sabio francés realiza un ameno repaso a las principales escuelas filosóficas, desde el origen de la actividad filosófica en Grecia hasta la recepción que ésta ha tenido en numerosos filósofos de todas las épocas, erigiéndose así en el eje de la formación del pensamiento occidental. Es un libro que resulta especialmente recomendable para quien quiera adentrarse en el conocimiento de la historia de la filosofía griega, sobre todo en sus aspectos éticos, con un estilo próximo al ensayo y con el que Hadot trasmite, en tono divulgativo, buena parte de sus vastos conocimientos. Hadot pone especial énfasis en presentar la filosofía griega como una actividad viva de la que resulta imposible separar los presupuestos éticos de los ontológicos y epistemológicos en su intento por demostrar su atractiva hipótesis: que la filosofía griega, como ya no ha vuelto a ocurrir en ninguna otra época, vinculaba íntimamente el discurso filosófico con la forma de vida, de modo que los dos estaban estrechamente vinculados hasta el punto de que se hacía imposible separar el modus vivendi del modus cogitandi.
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2. El pensamiento prefilosófico. El origen de la filosofía griega El origen de la filosofía griega y las condiciones que posibilitaron la formación del pensamiento griego han sido objeto de numerosos estudios. El nacimiento de la filosofía griega sigue ejerciendo una gran fascinación, lo que incide en los crecientes estudios que se interesan por explicarlo desde múltiples puntos de vista. En general, se observa una tendencia a negar que en Grecia se produjera un salto o evolución del mito al logos, tal como sugiere esta proverbial expresión. Los estudiosos tienden más bien a destacar que el mito, las teogonías, cosmogonías y cosmologías, así como sus manifestaciones épicas y literarias, son también manifestaciones de un pensamiento prefilosófico que persigue, como la filosofía, dar una respuesta a la pregunta por el origen del cosmos, de la naturaleza y el hombre con la postulación de diversos principios divinos. Esto tiene como consecuencia que se vaya abriendo cada vez más el campo de lo que debe ser considerado filosófico bajo el concepto mucho más amplio de «pensamiento». En este sentido resulta muy útil el libro de R. B. Martínez Nieto, La aurora del pensamiento griego (2000), en el que se analizan con esmerado detalle las cosmogonías prefilosóficas de Hesíodo, Alcmán, Ferécides, Epiménides, Museo y la antigua teogonía órfica. Este libro presenta, además, la particularidad de ofrecer agrupadas, estructuradas y comentadas las citadas cosmogonías, lo que, a su vez, permite, relacionarlas con el incipiente pensamiento filosófico griego. En una línea distinta, pero a la vez muy sugerente e informativa, hay que mencionar el libro de R. Seaford, Money and the Early Greek Mind (2004), que profundiza en la estrecha relación existente entre la acuñación de la moneda y la aparición de la actividad filosófica en Grecia. Siguiendo esta línea de investigación el autor se embarca, incluso, en la interpretación de determinados fragmentos de filósofos presocráticos como Anaximandro, Jenófanes, Heráclito, Parménides y los pitagóricos, considerando siempre el fenómeno del intercambio monetario como la clave que permite su correcta comprensión. El libro, además, resulta útil, e incluso novedoso en su planteamiento, porque sitúa la formación del pensamiento griego en el contexto social y político derivado directamente de la actividad comercial y económica en el que la circulación de la moneda desempeñó un papel decisivo, apartándose de los tradicionales análisis realizados anteriormente por estudiosos de orientación marxista. 3. La filosofía presocrática La bibliografía sobre filosofía presocrática comprendida en el periodo objeto de balance es muy extensa. Se observa una creciente tendencia tanto a realizar obras colectivas que tratan aspectos y temáticas diferentes como a la realización de estudios pormenorizados de cada uno de los autores. Entre las obras colectivas cabe re-
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señar el libro editado por A. A. Long, Early Greek Philosophy (1999), en el que participan destacados especialistas, que tratan autores y aspectos diversos de la filosofía presocrática. Merecen ser destacados los dos capítulos introductorios, «The scope of early Greek Philosophy», a cargo del editor A. A. Long, y «Sources», a cargo de Jaap Mansfeld. El primero ofrece una panorámica general de la filosofía presocrática muy útil para introducirse y familiarizarse con los principales temas y conceptos tratados por los filósofos presocráticos. El capítulo dedicado a las fuentes hace un repaso de los principales transmisores y doxógrafos que han transmitido los fragmentos, subrayando la importancia y credibilidad de cada uno de ellos. Asimismo, el libro Qu'est ce que la Philosophie Présocratique?, editado por A. Laks y C. Louguet (2002), recoge las ponencias presentadas en el congreso organizado en Lille en octubre de 2000 bajo el mismo título. Cabe decir que, a pesar de lo sugerente del título, los capítulos no acaban de responder claramente a la cuestión planteada, siendo muy desiguales en sus objetivos y planteamientos. Se echa en falta, en definitiva, una unidad temática más sólida y coherente. Por lo que respecta al tratamiento individualizado de los filósofos presocráticos, hay que señalar que se han publicado numerosos estudios que comentan pormenorizadamente sus fragmentos. Cabe decir que muchos de ellos, dada la falta, en general, de nuevos fragmentos y documentos, caen en numerosas reiteraciones de lo ya dicho en ediciones anteriores. Son útiles, por la información que aportan, las ediciones de Marcel Conche, con introducción, texto, edición crítica en griego, traducción y comentarios, de Heráclito (1986), Anaximadro (1991) y Parménides (1996). Por ceñirnos sólo al caso de Heráclito cabe señalar que los artículos y libros dedicados a glosar su figura y pensamiento son innumerables. Así, el volumen de la revista de filosofia The Monist vol. 74, número 4, 1991, contiene una decena de capítulos dedicados a tratar numerosos aspectos del pensamiento del filósofo de Éfeso. A ellos cabe añadir numerosas nuevas ediciones, como la de T. Robinson, Heraclitus, Fragments, a text and translation with a commentary (1987), la de J.-F. Pradeau, Héraclite, Fragments (2002), o el libro de J.-P. Bernard, L'univers d'Héraclite (1998). Como ya se ha señalado no aportan gran cosa a las ediciones y comentarios ya existentes, sino que más bien tratan los tópicos heraclíteos sin grandes novedades exegéticas. En castellano debe ser tenida en cuenta la edición de A. García Calvo de los fragmentos heraclíteos, Razón común (1985), en la que ofrece la traducción, un extenso comentario de los testimonios y sugerentes y personales comentarios e interpretaciones. Por lo que respecta a Parménides, destaca el libro de P. Aubenque (ed.), Études sur Parménide (2 vols., 1987). El primer volumen contiene el texto, la traducción y el ensayo crítico de D. O'Brien sobre el Poema de Parménides. El segundo volumen contiene numerosos estudios exegéticos. Las novedades más importantes en el estudio de la filosofía presocrática en estos veinte años ha sido determinada por el descubrimiento de nuevos documentos papirológicos. Uno de ellos, el papiro de Derveni, que contiene una interpretación
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de una teogonía órfica en clave filosófica, ha suscitado una gran cantidad de estudios que rastrean la influencias que su anónimo autor pudo haber recibido, muy especialmente Anaxágoras, Diógenes de Apolonia o los filósofos atomistas, Leucipo y Demócrito. Para un estudio pormenorizado de este papiro resulta muy recomendable la obra de G. Betegh, The Derveni Papyrus. Cosmology, Theology and Interpretation (2004), en la que el autor analiza exhaustivamente las posibles influencias de diversos filósofos presocráticos, entre ellos Anaxágoras, Diógenes de Apolonia y Heráclito, en el pensamiento del anónimo autor del texto. Es asimismo útil el libro de F. Jourdan, Le papyrus de Derveni (2003), en el que la autora desarrolla un amplio comentario del papiro columna a columna. Estos dos libros se añaden al de A. Laks y G. M. Most (eds.), Studies on the Derveni Papyrus (1997), que, además de importantes capítulos de renombrados estudiosos, contiene una nueva lectura de las siete primeras columnas a cargo de K. Tsantsanoglou, responsable de la siempre aplazada edición del papiro. Pero es especialmente Heráclito quien ha suscitado un mayor número de estudios. En el papiro de Derveni se citan dos de sus fragmentos ya conocidos, que aluden al tamaño del sol y la imposibilidad de que este sobrepase sus límites, DK B 3 y DK B 94. Ello ha dado pie a la discusión sobre si ambos fragmentos formaban en realidad una unidad. Además el anónimo autor del papiro parece reproducir diversas expresiones, juegos de palabras y explicaciones etimológicas que evocan poderosamente el método utilizado por el oscuro filósofo de Éfeso. De la veintena de trabajos dedicados a tratar esta cuestión cabe destacar el capítulo de D. Sider, «Heraclitus in the Derveni Papyrus», en el ya citado libro Studies on the Derveni Papyrus, editado por A. Laks y G. W. Most. Cabe añadir que el creciente interés por el orfismo ha alentado el del estudio de sus posibles relaciones con diversos filósofos, muchos de ellos presocráticos. Entre los trabajos más significativos aparecidos, destaca el de Ch. Riedweg, «Orphisches bei Empedokles», A&A 41, 1995, pp. 34-59. Hay traducción castellana en la revista Taula UIB 27-28, 1997, pp. 33-59. Para una visión general de las conexiones entre orfismo y filosofía presocrática merece ser destacado el capítulo de A. Bernabé «Orphisme et Présocratiques: bilan et perspectives d'un dialogue complet», capítulo contenido en el ya mencionado libro Qu'est ce que la Philosophie Présocratique editado por A. Laks y C. Louguet y embrión del volumen de A. Bernabé, Textos órficos y filosofía presocrática (2004), en el que el autor analiza, autor por autor, las posibles conexiones entre el orfismo y los distintos filósofos presocráticos. Asimismo, a analizar in extenso la recepción del orfismo en los pitagóricos, Empédocles, Heráclito y otros filósofos presocráticos se dedican capítulos en el libro El orfismo reencontrado, de A. Bernabé y F. Casadesús (eds.), actualmente en prensa. Otro importante descubrimiento papirológico, el denominado papiro de Estrasburgo, ha introducido elementos novedosos en el estudio de la filosofía de Empédocles. La publicación del libro de Alain Martin y Oliver Primavesi, L'Empédocle de Stras-
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bourg (P. Strasb. gr. Inv 1665-1666), Introduction, édition et commentaire (1999), largamente esperada, ha dado a conocer 63 versos, algunos de ellos fragmentarios, del poema Peri physeos de Empédocles, 17 de ellos ya conocidos. Los editores han reconstruido los 52 fragmentos de papiro procedentes de una edición del poema de Empédocles del siglo I a. C. Se trata, por tanto, de una novedad sensacional pues estamos ante el único texto de un autor presocrático que nos ha llegado por trasmisión directa. De hecho, los autores consiguen identificar la posición de un número de verso, el 300, lo que a su vez les permite situar un extenso fragmento del papiro en el lugar exacto que le correspondería en el poema de Parménides. Las conclusiones que se extraen de la lectura de estos nuevos versos superan ampliamente el objetivo de esta ponencia. Cabe señalar, sin embargo, que, grosso modo, los autores creen poder aportar una nueva interpretación del ciclo de los elementos, con la intervención alternativa de Amor y Odio, incluyendo también en él el ciclo de las almas y el papel desempeñado por los démones en el mismo. La conclusión inmediata es que aparecen en el poema Peri Physeos elementos doctrinales que, antes de la publicación del papiro de Estrasburgo, se creían exclusivos del otro poema empedocleo, las Purificaciones, o Katharmoi, de modo que, como consecuencia de este descubrimiento, resulta, a partir de la edición del papiro, que los «daimones» participan también del ciclo cósmico. Debe señalarse, asimismo, que esta interpretación ha sido contestada por el estudioso N. Van der Ben, «The Strasbourg Papyrus of Empedocles: some preliminary remarks», Mnemosyne 52, 1999, pp. 525-544, crítica mucho más atemperada en el caso de M. L. Gemelli Marciano, A. Martin-O. Primavesi, «L' Empédocle de Strasbourg (P.Strasb. gr. Inv. 1665-1666)», en Gnomon 72, 2000, pp. 389-400. En cualquier caso, las nuevas ediciones de Empédocles, algunas de las cuales ya están en preparación, están obligadas a incluir estos nuevos versos y a situarlos en el contexto general de la obra empedoclea, algo que por ejemplo ya ocurre en la edición italiana de A. Tonelli, Empedocle. Frammenti e testimonianze (2002). Es de esperar que en el futuro las nuevas ediciones de los fragmentos de Empédocles contribuyan a aclarar esta atractiva cuestión planteada por los editores del papiro de Estrasburgo. El lector español puede acceder a la traducción de los versos del papiro de Estrasburgo y del papiro de Derveni, así como a una introducción a la problemática que envuelve la edición de ambos papiros, en la reedición del libro de A. Bernabé, De Tales a Demócrito. Fragmentos presocráticos (2001). En la bibliografía de Empédocles debe ser también mencionado, por la novedad de su planteamiento, el libro de P. Kingsley, Ancient Philosophy, Mystery, and Magic. Empedoclean and Pythagorean Tradition (1995). El autor se esfuerza por demostrar que Empédocles, más que un filósofo, en el sentido estricto que ha adquirido este concepto, fue un hijo de su época y del ambiente social imperante en su isla de nacimiento, Sicilia. De este modo, combinando numerosos testimonios, muchos de ellos arqueológicos, Kingsley se esfuerza por situar a Empédocles en la estela del movimiento pitagórico y su marcada tendencia hacia la religión mistérica y las prácticas mágicas.
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En consecuencia, el autor, lejos de rechazar muchos de los testimonios antiguos que presentan a Empédocles como un héroe sobrehumano, casi divino, como por ejemplo aquellos que narran su muerte extraordinaria al arrojarse al Etna y devolver el volcán su sandalia de bronce, los acepta como verdaderos, enmarcados en lo que considera que debió ser la auténtica personalidad de Empédocles, mucho más próxima el chamán y al mago que al filósofo convencional. En definitiva, Kingsley da credibilidad a las noticias extravagantes que nos han sido transmitidas desde la Antigüedad y que, en general, han sido tratadas críticamente por los investigadores. Con ello, Kingsley sigue la corriente creciente de los estudiosos de ir aceptando progresivamente el valor de las anécdotas transmitidas por las fuentes doxográficas. Asimismo, resulta curioso e ilustrativo de los nuevos aires con que se abordan muchos estudios de la filosofía presocrática el libro de H. Blumenberg, Das Lachen der Thrakerin (eine Urgeschichte der Theorie) (1987), traducción española, La risa de la muchacha tracia. Una protohistoria de la teoría. En él su autor lleva a cabo un extenso repaso del modo en que ha sido interpretada a lo largo del tiempo una de las más conocidas anécdotas relativas a uno de los pioneros del pensamiento griego: la caída al pozo de Tales de Mileto mientras contemplaba las estrellas, ante la divertida mirada de su esclava tracia. 4. Los sofistas En general se observa una revalorización del pensamiento de los sofistas, así como una tendencia a destacar el papel que estos desempeñaron en lo que podríamos denominar «vuelco epistemológico» y su posterior influencia en la formación de las teorías éticas y políticas. En este último caso, se observa un creciente interés en tratar a los sofistas en relación con el pensamiento ético y político de Sócrates y Platón. En esta línea cabe destacar los trabajos de T. Calvo, De los sofistas a Platón: política y pensamiento (1986); C. García Gual, «Los sofistas y Sócrates», en Historia de la ética, V. Camps (ed.) (1988). Asimismo, debe ser destacado el libro de J. de Romilly, Les Grands Sophistes dans l'Athènes de Périclès (1988), edición española, Los Grandes Sofistas en la Atenas de Pericles, en el que la estudiosa francesa ofrece una imagen muy positiva de los sofistas, en la línea de la revalorización ya citada de su pensamiento, con intención de recuperar la imagen que estos han tenido a lo largo de la historia. Romilly los presenta como unos intelectuales y profesores, unos maestros de la palabra, que, gracias a sus enseñanzas, abrieron nuevos caminos en el arte de razonar y dieron por ello un nuevo impulso a la filosofía griega. En cuanto a las ediciones de los fragmentos de los sofistas merece ser destacada, por la calidad de su traducción, comentarios y notas, la edición de A. Melero, Sofistas. Testimonios y Fragmentos (1996). Este libro resulta muy aconsejable para introducirse en el conocimiento de los sofistas y acceder al conocimiento, en lengua española, de los fragmentos y testimonios disponibles.
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5. Sócrates La figura y el pensamiento de Sócrates son objeto de un creciente interés, que desborda, incluso, los estrictos límites de los estudios de Filosofía. Sócrates se ha erigido en un referente de la cultura occidental, que debido a su imagen poliédrica, es tratado desde numerosos puntos de vista, éticos, epistemológicos, políticos, literarios, religiosos o psicoanalíticos. Cabe señalar, sin embargo, que han sido editados diversos libros que contienen los testimonios, muchos de ellos prácticamente ignorados hasta ahora por los estudiosos, que aluden al personaje y que resultan de gran utilidad para su estudio. Se trata de la obra Socratis et Socraticorum Reliquiae, a cargo de G. Giannantoni (1990) y muy especialmente del libro The Unknown Socrates, a cargo de diversos autores, William M. Calder III, B. Huss, M. Mastrangelo, R. Scott Smith y S. M. Trzaskoma (2002), y que recoge los testimonios de cuatro escritores de la Antigüedad, griegos y romanos, que se fijaron en Sócrates y que, hasta ahora, no han sido suficientemente considerados, si es que, incluso, no han sido despreciados, por haber sido considerados simples sucedáneos de las informaciones que ofrecieron sus biógrafos oficiales, Platón y Jenofonte. Así se presentan en el libro los testimonios de Diógenes Laercio, de Libanio, en su Apología de Sócrates, basada fundamentalmente en fuentes que desconocemos, de Máximo de Tiro y su obra Sobre si Sócrates hizo bien en no defenderse, y de Apuleyo y su Sobre el daimon socrático. De este modo, los autores del libro, con estos textos convenientemente introducidos, traducidos y anotados, con los textos griegos y latinos, y una bibliografía sobre cada una de las obras, pretenden ofrecer una «nueva» imagen de Sócrates que, en muchos casos, contrasta con la más «oficial», ofrecida por Platón y Jenofonte. Entre los numerosos estudios socráticos deben ser destacados los de G. Vlastos, Socrates. Ironist and Moral Philosopher (1991), así como la compilación de todos los artículos escritos por este autor sobre Sócrates en Socratic Studies, M. Burnyeat (ed.) (1994). También los recogidos por Daniel W. Graham (ed.) en los Studies in Greek Philosophy (Gregory Vlastos), vol. II, Socrates, Plato and their Tradition (1995). Muchos otros libros han sido publicados recientemente, desde ópticas diversas, dirigidas más bien al gran público, y que demuestran el gran interés que sigue ejerciendo Sócrates. Basten, como ejemplo, los últimos aparecidos en lengua española, algunos escritos por no especialistas en filosofía griega: G. Luri, El proceso de Sócrates (1998) y, del mismo autor, Guía para no entender a Sócrates (2004), en el que se abordan con originalidad algunos aspectos poco tratados, como la relación de Sócrates con las mujeres o la recepción que ha adquirido su figura a lo largo del tiempo hasta nuestra época; R. O. Moscone: Sócrates: sólo sé de amor (2002); Rafael de Águila, Sócrates furioso. El pensador y la ciudad (2004). A estos libros podemos añadir el de Enrique E. Marí, El banquete de Platón. El eros, el vino, los discursos (2001), en el
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que el autor hace un extenso repaso al diálogo platónico desde la perspectiva de los conceptos enunciados y su relación, principalmente, con Sócrates. 6. La bibliografía platónica La obra platónica continúa generando una ingente bibliografía. Resulta muy recomendable por ello tener presente las compilaciones bibliográficas a cargo de L. Brisson, las últimas de las cuales recogen la bibliografía platónica publica entre los años 1994 y 2001 y que pueden ser consultadas en soporte informático y acceder a ellas en la dirección . A pesar de lo extenso de lo publicado durante estas dos décadas a modo de síntesis, hay que resaltar dos líneas de trabajo novedosas que sobresalen sobre las demás. Se trata de los trabajos orientados a enfatizar la existencia de doctrinas no escritas en el pensamiento platónico y a subrayar la influencia del orfismo en la concepción filosófica, fundamentalmente la que gira en torno de la noción de inmortalidad del alma y su destino en el Más Allá. En ambos casos se observa una declarada tendencia a postular su existencia, frente a la actitud mucho más crítica manifestada anteriormente por prestigiosos estudiosos. En el caso de las doctrinas no escritas, varios libros han venido a añadirse a la bibliografía ya existente y que resultan muy cómodos y útiles, sobre todo para introducirse en la problemática suscitada entre los estudiosos desde que en los años cincuenta la denominada escuela de Tubinga, representada por H. J. Krämer, planteara la cuestión de la existencia de un Platón «esotérico», las agrapha dogmata, expuestas a un reducido círculo de privilegiados y sin cuyo conocimiento, aseguran los defensores de su existencia, no puede entenderse completamente el pensamiento platónico. En primer lugar, resulta muy útil la compilación de los textos que aluden a las doctrinas no escritas realizada por J.R. Arana en Platón. Doctrinas no escritas. Antología (1998). Este libro ofrece, en traducción, una extensa selección de los testimonios que aluden a las doctrinas no escritas, por lo que resulta un instrumento de trabajo indispensable para quienes quieran disponer de una información de primera mano y reconstruir así estas doctrinas platónicas. Para profundizar en toda la problemática que envuelve esta debatida temática resulta de particular interés la obra de G. Reale, Per una nuova interpretazione di Platone (1997), traducción española Por una nueva interpretación de Platón, en la que el sabio italiano ofrece con gran detalle un repaso de los principales puntos de vista y novedades que envuelven esta cuestión. Como sugiere el título del libro, estamos en condiciones de abordar una nueva interpretación del pensamiento platónico, ante un cambio de paradigma, utilizando la terminología de Kuhn, que permita demostrar que lo no escrito por Platón resulta de gran ayuda para aclarar puntos esenciales de la obra platónica cuya comprensión e interpretación ha resultado oscura o muy problemática. Se trata, en definitiva, y tal como sugiere uno de los capítulos del libro,
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de reinterpretar los temas y los pasajes metafísicos centrales de las grandes obras de Platón a la luz de las doctrinas no escritas. Precisamente en esta línea se enmarcan los trabajos elaborados por T. Szlezák, muy particularmente el titulado Como leggere Platone (1991), traducción española Leer a Platón. En este libro, T. Szlezák ofrece nuevas claves de intepretación de los diálogos platónicos enfatizando la preferencia que Platón habría tenido en la trasmisión oral de sus doctrinas frente a la escrita. En su demostración desempeña un punto central su interpretación del pasaje del Fedro en el que Platón, por boca de Sócrates, ofrece una imagen negativa de la escritura, para demostrar su tesis de que Platón nunca llegó a confiar plenamente su filosofía a la escritura. En este contexto, resulta particularmente sugerente su teoría sobre los «lugares de omisión» o «pasajes de silenciamiento», es decir, todos aquellos pasajes de la obra platónica en los que se intuye que Platón alude a principios esenciales de su filosofía oral y que sólo se pueden captar y comprender plenamente mediante la ayuda de los testimonios extraplatónicos que aportan una información complementaria a la ofrecida por los diálogos. Por lo que respecta a la presencia del orfismo en Platón, se observa una tendencia a considerar de un modo mucho más abierto la presencia de elementos de la doctrina órfica que influyeron en la elaboración de su pensamiento ético y epistemológico. A. Bernabé ha recogido todos los pasajes que aluden al orfismo en los diálogos platónicos en «Platone e l'orfismo», en G. Sfameni Gasparro (ed.), Destino e salvezza: tra culti pagani e gnosi cristiana. Itinerari storico-religiosi sulle orme di Ugo Bianchi (1997). Se trata de una compilación comentada que ofrece una visión ponderada de esta cuestión y que, contra la corriente antiórfica iniciada en su momento por U. von Wilamowitz y sus seguidores, demuestra que Platón, en efecto, recurrió a la doctrina órfica, aunque la disolvió en el contexto más amplio de sistema filosófico, ético y epistemológico. Otros estudios que realzan la presencia del orfismo en la obra platónica son los de A. Masaracchia, «Orfeo e gli ‘orfici’ in Platone», en A. Masaracchia (ed.), Orfeo e l'Orfismo (1991), P. Kingsley, en el capítulo «Plato and Orpheus» de su libro, ya mencionado, Ancient Philosophy, Mystery, and Magic. Empedoclean and Pythagorean Tradition, y F. Casadesús (en prensa): «Platón y el orfismo», en A. Bernabé y F. Casadesús (eds.), «El orfismo reencontrado». Muchos otros aspectos de los estudios platónicos podría considerarse que superan en mucho el objetivo de esta ponencia. Los planteamientos epistemológicos, éticos y platónicos siguen generando una importante bibliografía. Precisamente, por su voluntad de integrar todas estas facetas, merece ser destacado el libro de T. Irwin, Plato's ethics (1995), edición española La ética de Platón, Universidad Autónoma de México. T. Irwin analiza con amplitud el concepto de virtud socráticoplatónico, su relación con su teoría del conocimiento y su proyección al ámbito de la polis. En ese contexto, deben ser resaltados los capítulos dedicados a comentar
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el Protágoras, Gorgias, Menón y, mucho más pormenorizadamente todavía, los libros de la República. Como obra colectiva y que comprende muchos de los principales temas metafísicos, epistemológicos, éticos, políticos y religiosos destacan los dos volúmenes dedicados a Platón editados por G. Fine 1999, y en la que participan destacados especialistas. Entre sus capítulos llama la atención el de J. Annas, «Plato's Republic and Feminism», vol. II, por su carácter polémico, orientado a demostrar que Platón, al contrario de lo que muchos han pensado, no se rigió por principios feministas al aceptar que la mujer participara, en igualdad de condiciones, de la clase guerrera, sino por su interés en garantizar la perpetuación genética de esa clase, fundamental para el mantenimiento del Estado platónico. Por lo que respecta a las traducciones en lengua española deben ser resaltadas las de F. Lisi, Filebo, Timeo, Critias (1992) y Leyes (1999). Se trata de traducciones, con introducción y notas, muy útiles para la lectura de estos importantes diálogos platónicos. 7. Bibliografía aristotélica La bibliografía aparecida sobre la obra de Aristóteles es también muy numerosa. Sin embargo, a diferencia de la platónica, no se advierten líneas nuevas de investigación, sino que siguen apareciendo libros y estudios que se interesan por los más diversos aspectos de su vasta obra. Resulta, en cualquier caso, recomendable, para poder adquirir una información completa de la bibliografía general aristotélica, consultar a J. Barnes (ed.), Cambridge Companion to Aristotle (1996). Asimismo, como introducción general al estudio de la obra y pensamiento aristotélicos, resulta útil el libro de L. Lear, Aristotle. The desire to understand (1998), edición española Aristóteles. Merece ser resaltado que en lengua española se constata un auge importante de los estudios aristotélicos, así como un aumento de las traducciones anotadas. Posiblemente sea la filosofía aristotélica la que, en España, mayor atención ha recibido por parte de los investigadores. En este contexto, diversos libros de estudioso españoles, con enfoques, objetivos y visiones diversas, deben ser destacados: V. Gómez Pin, El orden aristotélico (1984); T. Calvo, Aristóteles y el aristotelismo (1996); T. Oñate y Zubía, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI (2001), libro en el que su autora ofrece un análisis exhaustivo de cuáles han sido las principales corrientes exegéticas del pensamiento aristotélico en el siglo XX; A. Gómez y R Martínez Castro (eds.), En torno a Aristóteles: homenaje al Profesor Pierre Aubenque (1998), obra de conjunto que trata los más variados temas de la obra aristotélica y recoge las ponencias presentadas en el congreso de homenaje al estudioso francés. Asimismo, deben ser mencionados los capítulos de M. Candel Sanmartín, «Aristóteles y el sistema del saber», con abundante bibliografía, y A. Gómez-Lobo, «El bien y lo recto en Aristóteles» en C. García Gual (ed.), Historia de la Filosofía Antigua (1997).
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Pero es en el ámbito de las traducciones, con sus correspondientes introducciones y anotaciones, en el que la bibliografía aristotélica se ha mostrado, en lengua española, más activa, llenando, en muchos casos un importante vacío y que debe impulsar los estudios aristotélicos los próximos años. Entre la larga serie de traducciones, deben ser mencionadas las de T. Calvo, Metafísica (1994), de traducción fluida, con interesantes intentos de resolver atávicos problemas, como su acertada traducción del concepto ousia por «entidad», y con sintéticas notas aclaratorias muy útiles y oportunas para la comprensión del texto. G. R. de Echandía (1995) y J. Luis Calvo (1996) han publicado sendas traducciones comentadas de la Física, en las que se aportan enfoques y soluciones diversas. La de G. R. Echandía es más prolija y contiene numerosas y amplias notas aclaratorias. En cambio, la de J. L. Calvo es más sintética y literal y ofrece interesantes propuestas de traducción de los conceptos aristotélicos. Asimismo deben ser mencionadas las ediciones de la Política a cargo de M. García Valdés (1998), y la de C. García Gual y A. Pérez Jiménez (1995). Son, asimismo, muy buenas traducciones, con pertinentes comentarios introductorios y anotaciones, las de la Retórica a cargo de Q. Racionero (1994) y A. Bernabé (1998). En la misma línea, La ética Nicomáquea y La ética Eudemia, con introducción de E. Lledó y traducción de J. Pallí (1995), y la traducción de la Ética Eudemia, a cargo de C. Megino (2002). Finalmente, y sin la voluntad de ser exhaustivos, merecen ser destacadas las traducciones de M. Candel, Tratados de Lógica (1994), Acerca del cielo. Meteorológicos (1996) e Investigación sobre los animales (1992). Por último, está actualmente en prensa la edición de los Fragmentos aristotélicos a cargo de A. Vallejo, de gran interés para un mejor conocimiento de la obra fragmentada del filósofo del Liceo en lengua española. 8. Cínicos y escuelas helenísticas Los estudios y publicaciones sobre los cínicos y las escuelas helenísticas, epicúreos, estoicos y escépticos han aumentado mucho en los últimos años. La explicación radica, principalmente, en el hecho de que estas corrientes de fuerte contenido ético siguen proyectando su influjo en nuestra época debido al interés creciente en nuestro mundo contemporáneo por buscar modos de vida alternativos que aporten una cierta estabilidad emocional y una moderada felicidad existencial. En una época en que los libros de autoayuda forman parte de los libros más vendidos en los grandes espacios comerciales, las principales corrientes éticas de la Antigüedad son continuamente revisadas como referentes y guías del comportamiento del hombre actual. Así, por ejemplo, la bibliografía aparecida sobre los cínicos demuestra que, como sucede con los sofistas, también han sido objeto de una importante y creciente revalorización, en la línea de la ya iniciada en la década de los setenta. Un buen instrumento de trabajo es la obra de G. Giannantoni, Socratis et Socraticorum reliquiae
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(1983-1985), cuyo segundo volumen está dedicado a esta escuela en una excelente edición con múltiples comentarios y exhaustiva bibliografía. Resulta asimismo muy útil la obra colectiva de R. Bracht Branham y M.-O. Goulet-Cazé (eds.), The Cynics. The cynic Movement in Antiquity and its Legacy (1996), edición española Los Cínicos. Este libro analiza, desde perspectivas distintas, diversos aspectos de la escuela cínica, incluyendo su proyección en las distintas épocas históricas como la Roma imperial, el cristianismo, la Edad Media, el Renacimiento o la Ilustración. Asimismo, algunos de sus capítulos se interesan por analizar las representaciones iconográficas de Diógenes o por establecer un útil y exhaustivo catálogo comentado de los filósofos cínicos conocidos. Algunos de los capítulos de este libro forman parte también de las actas del congreso organizado por el CNRS en 1991, M.-O. Goulet-Cazé y R. Goulet (eds.), Le cynisme ancien et ses prolongements. Actes du Colloque international du CNRS (1993), libro en el que se refleja el renovado interés por Diógenes y sus seguidores, con numerosos capítulos dedicados a rastrear el pensamiento cínico, sus críticas, paralelismos y la imagen que proyectaron, en numerosos autores y corrientes de pensamiento, desde los gimnosofistas indios a los epicúreos, los Padres de la Iglesia o la literatura árabe. Se trata de un documento esencial para el conocimiento no sólo de los aspectos fundamentales del cinismo, sino también de su recepción en las distintas corrientes de pensamiento. Por la originalidad de su planteamiento debe ser mencionado el libro de M. Onfray, Portrait du philosophe en chien (1990), edición española en la ed. Paidós, Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros. El autor, a partir del modelo antiguo, se muestra muy interesado en rastrear las manifestaciones cínicas en nuestra sociedad. En lengua española debe ser mencionado el libro de C. García Gual, La secta del perro (1987), en el que se ofrece una traducción del libro VI de la Vida de los filósofos ilustres, nuestra principal fuente para el conocimiento de los cínicos antiguos, junto con sugerentes comentarios. Las escuelas helenísticas han sido objeto de atención preferente. En estas dos décadas los estudios y publicaciones se han multiplicado en todas las direcciones, mejorando las posibilidades de estudio y de su conocimiento. Han aparecido nuevos documentos de trabajo que facilitan el acceso a la fuente y al comentario de los múltiples aspectos, epistemológicos, lingüísticos, físicos, metafísicos, éticos, psicológicos, cosmológicos, o teológicos. Estamos frente a un verdadero auge de los estudios de la filosofía helenística, con un especial énfasis, como ya se ha apuntado, en sus aspectos éticos. Para disponer con comodidad de los textos resulta indispensable la obra de A. A. Long y D. N. Sedley, The Hellenistic philosophers (1987). El primer volumen recoge una amplia selección de textos, con su traducción en inglés y pertinentes comentarios aclaratorios. El segundo volumen contiene los fragmentos y testimonios en griego y latín, con notas. Además aporta una extensa bibliografía comentada. Este indispensable instrumento de trabajo se complementa perfectamente con otra obra con vocación de ser un exhaustivo manual, The
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Cambridge History of Hellenistic Philosophy, de K. Algra, J. Barnes, J. Mansfeld y M. Schofield (eds.) (1999). En esta obra los editores, junto con un ramillete de especialistas, abordan el estudio temático de las tres corrientes filosóficas helenísticas, epicúrea, estoica y escéptica. A modo de introducción, contiene tres útiles capítulos que analizan las fuentes, la cronología, la organización y estructura de estas escuelas filosóficas. La presentación por temas tiene la ventaja de facilitar la comparación entre las diversas escuelas, tanto en lo que hay de común en ellas como en lo que las separa. Como apéndice, presenta un cuadro sinóptico de los principales acontecimientos y escuelas, una completa relación de las ediciones de fuentes y fragmentos así como una extensísima bibliografía. Por todo ello, resulta otro libro esencial para el estudio de la filosofía helenística en todos sus aspectos. En este contexto, un tercer libro puede servir de complemento por su enfoque cercano al ensayo. Se trata del volumen de M. C. Nussbaum, The Therapy of Desire. Theory and Practice in Hellenistic Ethics (1994) —que cuenta con edición española—, en el que la autora estudia lo que su título anuncia y que tan de moda está en la actualidad: hasta qué punto «las escuelas filosóficas helenísticas concibieron la filosofía como un remedio para afrontar las dificultades más penosas de la vida humana». Por lo que respecta a estudios y publicaciones que se ocupan de cada una de las escuelas, resulta, para profundizar en el estoicismo, sumamente útil el libro de A. A. Long, Stoic Studies (1996), en el que se recogen una docena de artículos publicados de modo disperso por Long y que, ahora recogidos, en este volumen, ofrecen una panorámica muy amplia de aspectos determinantes de la filosofía estoica no siempre considerados. De especial interés sus estudios «Heraclitus and Stocicism» y «Stoic readings of Homer». En el primero se aborda con espíritu crítico el alcance de la influencia de Heráclito en los primeros filósofos estoicos griegos, mientras que en el segundo el modo en que los estoicos establecieron una estrategia para demostrar que, in nuce, el pensamiento estoico ya había sido anticipado por los grandes poetas griegos, entre ellos, principalmente, Homero. En el ámbito de los estudios sobre el epicureísmo, a pesar de que no existen novedades significativas, pueden ser mencionadas las ediciones de M. Conche, Épicure: Lettres et maximes (1987), con traducción francesa, notas y una buena introducción. En lengua española, un trabajo reseñable es el de E. Lledó, El epicureísmo (1994). Por lo que respecta a los escépticos destaca el estudio de R. J. Hankinson, The Sceptics (1995), en el que se analizan por extenso los antecedentes, orígenes y principales rasgos filosóficos e históricos del escepticismo así como su desarrollo en la Antigüedad, por ejemplo en las escuelas médicas, así como las características del «modus vivendi» estoico. En lengua española el libro de R. Román, El escepticismo antiguo: posibilidad del conocimiento y búsqueda de la felicidad (1994), ofrece una visión muy interesante de los escépticos, junto con unos comentarios muy útiles de los principales testimonios que aluden a aspectos esenciales de esta corriente de la filosofía helenística.
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9. Ediciones y traducciones de las Vidas de los filósofos ilustres de Diógenes Laercio En los estudios doxográficos merece ser resaltado el avance de las ediciones de las Vidas de los filósofos ilustres de Diógenes Laercio. Diógenes Laercio ha sido siempre el referente en el que han bebido los estudiosos de la filosofía griega a pesar de las numerosas precauciones y dudas que sus informaciones han generado. A pesar de ello, en estos últimos años se observa una creciente aceptación de su obra, puesto que, a pesar de las reticencias, y como ya escribiera Nietzsche, «Diógenes Laercio es el portero que guarda la puerta del castillo de la filosofía griega». Dos son las novedades que merecen ser destacadas, con desigual suerte. De un lado, la edición de M. Marcovich, Diogenes Laertius. Vitae philosophorum. Vol. I: Libri I–X. Vol. II: Excerpta Byzantina (1999), que ha sido duramente criticada por otros estudiosos, como T. Dorandi1 y J. Barnes2. Estos críticos consideran esta edición deficiente, incompleta y llena de omisiones y errores. De otro lado, la excelente traducción, con introducción, comentarios y notas, de M.-O. Goulet-Cazé (ed.), Diogène Laërce. Vies et doctrines des philosophes illustres (1999). Se trata de una obra de referencia en la que cada uno de los libros ha sido asignado a un especialista que se ha encargado de realizar la traducción y los pertinentes comentarios y notas. Aporta una gran información bibliográfica, con notas muy completas que aluden en muchas ocasiones a la problemática subyacente del texto griego.
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2
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Corresponde hacer ahora la presentación de los estudios que han hecho progresar nuestro conocimiento de la «Ciencia Griega» en los últimos veinte años, y hay que comenzar por decir que ha sido un periodo de gran actividad, con muchísimas publicaciones en ese ámbito, un tanto impreciso, de lo que llamamos «ciencia» cuando aplicamos este concepto a la Antigüedad. Desde las matemáticas y la astronomía, pasando por las ciencias naturales, la biología, la medicina, la tecnología en su multiforme disparidad, nuestro recorrido atraviesa diversos campos del saber que se alejan mucho en ocasiones de los que modernamente consideramos requisitos indispensables para otorgar el nombre de «ciencia». Pero procedemos en esto como los bibliógrafos actuales de L'Année philologique, que reservan al final de cada tomo un buen número de páginas a estas materias heterogéneas, reuniendo cada año los libros y artículos pertinentes, a veces con resúmenes de su contenido y con indicación de las reseñas de que han sido objeto. Esa bibliografía sigue siendo punto indispensable de partida para el estudio que iniciamos, como indispensable es también la revista Isis, dedicada desde 1913 a la historia de la ciencia, que reúne y comenta con puntualidad encomiable todas las publicaciones relevantes. Para una bibliografía esencial sobre ciencia griega, materia no tratada en la Actualización de 1984 que este ciclo toma como punto de partida, hay un buen capítulo de Alfred Stückelberger en la Einleitung in die griechische Philologie coordinada por Heinz-Günther Nesselrath (1997), pp. 561-582. Los trabajos españoles en este campo se encuentran reunidos en la Bibliografía de los Estudios Clásicos en España publicada en 1990 por la Sociedad Española de Estudios Clásicos, a la que hay que sumar la reciente obra de Helena Rodríguez Somolinos (2003), que dedica el apartado undécimo de su libro a las publicaciones sobre filosofía y ciencia. I. NUEVAS OBRAS DE REFERENCIA Empezaré comentando brevemente cuatro obras generales que suponen avances importantes y referentes útiles para el estudioso de este campo: la publicación entre 1996 y 2003 de los quince volúmenes de Der neue Pauly, el ambicioso y todavía incompleto Dictionnaire des philosophes antiques, el libro dirigido por Brunschwig y F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 659-680
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Lloyd dedicado a Le savoir grec, y la renovación del tratado de historia de la filosofía antigua de Überweg-Prächter. 1.1. Der neue Pauly Como diccionario del mundo antiguo, especializado en Grecia y Roma pero sin olvidar campos afines, los quince tomos de Der neue Pauly, cuya publicación acaba de finalizar este mismo año, resultan muy útiles para el estudioso de la Ciencia Griega. En él se encuentran artículos sobre todos los científicos griegos, y en ellos se describe sucintamente la biografía, el contenido de cada obra, la transmisión de los textos y su importancia científica, y se da una bibliografía que sin ser exhaustiva trata siempre de incluir las obras esenciales y resalta expresamente los trabajos recientes en los que es posible encontrar una bibliografía completa y actualizada. Además hay en él otros dos tipos de artículos: los que se dedican a temas específicos de matemáticas, medicina, astronomía, zoología, instrumentos científicos, tecnología, etc., y los incluidos en los tres últimos tomos sobre pervivencia de la cultura clásica. De estos últimos podríamos destacar, por poner algunos ejemplos: en el tomo 13 los dedicados a «Arabische Medizin» (con buenas síntesis sobre los traductores del griego y sobre el galenismo entre los árabes) y a la «Botanik» (que incluye una pequeña sección sobre la magia de las plantas y una bibliografía muy bien seleccionada); en el tomo 14 los dedicados a la Geología (y mineralogía) y al Hipocratismo, y en el tomo 15 los relativos a las Matemáticas y a la Medicina, que son dos síntesis muy actualizadas, con la pertinente bibliografía científica, de la pervivencia de la ciencia griega en ambos campos. Respecto a otros diccionarios generales del mundo antiguo esta obra supone un gran avance en la forma de abordar los temas relacionados con la ciencia griega, poniendo el acento en el contenido de los escritos científicos y, cuando parece necesario, descendiendo a los detalles que facilitan la comprensión. Tal es, por ejemplo, el caso de la cuadratura de las lúnulas atribuida a Hipócrates de Quíos, cuya tipología pormenoriza muy acertadamente, o el excelente artículo sobre Eudemo de Rodas, o la explicación de la notación algebraica de Diofanto. 1.2. Dictionnaire des philosophes antiques Los tres tomos (que llegan hasta el artículo sobre Juvenal) y el suplemento a ellos (aparecido a finales del 2003) del Dictionnaire des philosophes antiques tienen como objeto superar las entradas correspondientes de la Realencyclopädie de PaulyWissowa, y en muchos casos son toda una refutación polémica de ellas. Sirva como ejemplo extremo el breve y tajante artículo de Jean Letrouit sobre Bolo de Mendes en el que, frente a los 82 fragmentos reunidos por Wellmann, acepta como auténticos sólo 5 (y aún pretende que podrían pertenecer a varios autores homónimos).
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Sorprende un poco en esta obra el sentido lato que se da al concepto de «filósofo» y el gran desequilibrio que se observa en la extensión de los estudios: frente a dos paupérrimos artículos sobre autores muy significativos como Boecio (5 pp.) y Diógenes Laercio (9 pp.) tenemos un excelente (aunque tal vez un poco fuera de lugar) Calístenes de Olinto (38 pp.) de W. Poerri. Pero dejando aparte fallos graves de organización, corregidos casi todos en el suplemento (de 803 pp.) a los tres tomos, para el historiador de la ciencia griega es una verdadera mina de informaciones. Por poner algunos ejemplos: estupendo el artículo de Tardieu sobre «Cosroe», con grandes novedades que ilustran algunos problemas oscuros de la transmisión de la ciencia griega en la Antigüedad tardía; excepcional el extenso artículo colectivo sobre «Crisipo de Solos»; capital para comprender la difusión de la astrología oriental en el mundo helenístico el de Javier Campos Daroca sobre «Beroso de Babilonia»; muy informados y útiles los numerosos trabajos de Pedro Pablo Fuentes sobre científicos griegos. Imprescindibles resultan el Demócrito (67 pp.) de Denis O'Brien y el espléndido «Damascio» (52 pp.) de Philippe Hoffmann, y también es una excelente introducción el «Herón d'Alexandrie» de Giovanna R. Giardina incluido en el Suplemento. Y hablando del novísimo Suplemento resulta muy útil el cuadro de Michael Chase de ediciones y estudios sobre los Comentarios a las obras de Aristóteles (pp. 112-121), y los artículos (hechos por diversos especialistas) sobre los escritos aristotélicos de historia natural y otras obras espurias o de autenticidad dudosa (pp. 265-654), con gran atención a la transmisión árabe sobre la que hay muchos datos nuevos. 1.3. El saber griego Bien coordinado por Brunschwig y Lloyd, redactado por más de cuarenta especialistas, El saber griego es un diccionario crítico (de 1096 grandes páginas en la edición original) articulado en cuatro secciones. Las dos primeras están dedicadas a la emergencia de la filosofía y a la política como marco intelectual y ético en el que se desarrollan los saberes griegos. El estudio del entorno social, económico e intelectual de la filosofía y de la ciencia griega es uno de los rasgos más acentuados de los trabajos de estos últimos veinte años. El tercer bloque describe cada una de las ramas del saber mediante síntesis densas y claras, las cuales van seguidas de una bibliografía cuidadosamente seleccionada. Estas presentaciones están realizadas con un gran equilibrio expositivo, incorporando enfoques y datos nuevos, y presentando el conjunto como un territorio de fronteras fluctuantes con muchas referencias cruzadas al final de cada artículo. La cuarta parte se dedica a las principales figuras y corrientes de pensamiento de la Antigüedad griega. Obra de gran calidad científica es actualmente, en mi opinión, la mejor introducción general al mundo de ideas de lo que llamamos «ciencia griega». La edición publicada por Akal (Madrid, 2000) adapta en
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muchas ocasiones la bibliografía añadiendo estudios españoles y, sobre todo, traducciones recientes al español. 1.4. La renovación del Überweg-Prächter Dentro de este apartado de estudios generales no quiero dejar de señalar dos tomos utilísimos, editados por Flashar (1983 y 1998), de la historia de la filosofía antigua con la que se trata de renovar por completo el Überweg-Prächter. En el tomo tercero, editado en 1983, tres especialistas presentan magníficas síntesis sobre su campo: H.J. Kramer sobre la Academia Antigua, H. Flashar sobre Aristóteles, y Fr. Wehrli sobre el Liceo. Son estudios que unen a la presentación histórica tradicional de vida y obras del autor un intento de valoración de su pensamiento filosófico. De máximo interés es el tomo 2/1, editado en 1998, que estudia la sofística, Sócrates y los socráticos, con dos capítulos adicionales: uno de H.J. Waschkies sobre los matemáticos griegos (pp. 365-453) en el que se hacen las más rigurosas presentaciones generales que conozco del pensamiento y de las obras de Euclides, Arquímedes, Apolonio de Perga, Pappo y Diofanto. Va acompañado al final de una selecta bibliografía dispuesta en orden cronológico ascendente. También en el capítulo cuarto (pp. 455-486), obra de Carolin Oser-Grote, se analiza un tema de ciencia griega: el trasfondo filosófico de los escritos médicos del Corpus Hippocraticum, de los cuales se analizan varios con detalle, incorporando la perspectiva filológica al análisis conceptual. El estudioso de la ciencia antigua encontrará en él elementos útiles e informaciones precisas, así como en los restantes tomos de la obra. II. DOS INTRODUCCIONES RÁPIDAS Aunque se reeditan y traducen obras anteriores al período que consideramos, algunas de gran utilidad, me limito aquí a hablar de dos libros excelentes publicados en los años noventa. Como introducción muy condensada pero realmente bien hecha hay que recomendar la obra de T.E. Rihll (1999) que lleva por título Ciencia Griega. Incluida en la serie de panoramas sobre temas clásicos que viene publicando la Oxford University Press, recorre los campos tradicionales (física, matemáticas, astronomía, geografía, biología y medicina) de los que hace cuidadas presentaciones, cada una de las cuales finaliza con una bibliografía comentada para ulterior profundización. Cabe destacar también la bibliografía final, de 14 pp., muy bien seleccionada. Una de las obras más útiles que conozco es la que André Pichot (1991) ha dedicado al nacimiento de la ciencia. Su segundo tomo, de 474 pp., está dedicado a la ciencia griega hasta Sócrates, y reúne en él una inmensa información, que ordena en un panorama de todos los campos científicos para que el lector pueda comprender el contenido y los procesos deductivos subyacentes a los temas que expone.
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III. PROBLEMAS DE MÉTODO Pasaré ahora a presentar brevemente algunas obras que abordan problemas generales de la ciencia griega y me parece justo empezar por el libro de Lucio Russo (1996) que lleva el provocador título de La revolución ignorada y que Bruno Gentili (1998) definía como «un vero e propio evento nella storia del pensiero scientifico». La tesis central de esta obra es la de que los fundamentos de la ciencia moderna se encontraban ya en la ciencia griega de época helenística, no en la de época clásica (que Russo considera precientífica), y que fue una lástima que en época romana fuesen vulgarizados y malentendidos tanto el espíritu como los contenidos de la ciencia helenística porque, de no ser así, otra hubiera sido la historia de Europa. El libro contiene análisis detallados de los logros matemáticos, mecánicos, pneumáticos, astronómicos, hidrostáticos, cartográficos, etc., de la época helenística. El hecho de que el autor no sea un historiador profesional hace que el libro escandalice a veces a los historiadores y haya levantado fuertes polémicas; véase, por ejemplo, el análisis fuertemente crítico de E. Dolfi (2000). En cualquier caso tiene el gran mérito de haber planteado numerosas cuestiones de fondo en la historiografía de la ciencia, de haber argumentado su rechazo a muchas ideas recibidas y de haber valorado el salto cualitativo que supone la ciencia alejandrina. Los estudios de las relaciones entre el pensamiento filosófico y la ciencia griega se han intensificado en estos años, produciendo una clara renovación de métodos y enfoques no por todos aceptada. En este sentido quisiera destacar ahora un libro de alto nivel científico. Seleccionando artículos anteriores y añadiendo varios inéditos, G.E.R. Lloyd (1991) ha reunido 18 estudios en un sugestivo libro sobre los problemas metodológicos de la ciencia griega, que complementa otras obras suyas anteriores de 1987 y 1990. El problema de la experimentación, el trasfondo social de la filosofía griega, las explicaciones cosmológicas griegas, la relación entre zoología y metafísica en Aristóteles, las relaciones de Galeno con la medicina helenística e hipocrática, el invento griego del concepto «naturaleza», y un largo etcétera que abarca todos los campos de la ciencia se abordan en él, aunque la biología sea, como es en él habitual, el interés predominante. Hay además en este libro algo que lo hace especialmente interesante para esta actualización: el propio autor ha puesto una nota de introducción a cada uno de los artículos ya publicados anteriormente en la que comenta las reacciones que suscitó, los argumentos que se le opusieron, sopesa las críticas, añade cosas y actualiza la bibliografía. Esas introducciones son un testimonio privilegiado de los debates de estos años en el estudio de la historia y la epistemología. Una de las cosas que más sorprende de los escritos técnicos y científicos griegos es su forma literaria, que va desde la poesía al diálogo, pasando por el tratado, el aforismo, los apuntes de clase, las antologías, las enciclopedias, la adaptación del texto al público, etc. En estos años se ha prestado mucha atención a estos temas.
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Sobre los aspectos literarios de los escritos científicos en cuanto géneros diversificados y su conexión con estadios previos de «oralidad», de reflejos de la enseñanza sobre la que a veces reposan, han sido estudiados en varias ocasiones, constituyendo este camino una de las novedades que caracterizan los años que comentamos. El libro más completo que conozco sobre este aspecto es el editado por Wolfgang Kullmann (1998) con el título de Géneros de la literatura científica en la Antigüedad, que contiene dieciocho capítulos estructurados en cinco secciones en las que se estudia la función y el desarrollo de las formas literarias en las que se transcriben nociones científicas y técnicas, con especial referencia, cuando ello es posible, al paso de la expresión oral a la expresión escrita. De las cuatro primeras partes, dedicadas a la medicina, la zoología, la geografía, y al bloque matemáticas, música y astronomía, me han interesado especialmente los siguientes estudios: el de Renata Wittern sobre los géneros literarios en el Corpus hippocraticum; el de HansJoachim Gehrke sobre el nacimiento de los escritos de geografía científica a partir del espíritu de la geometría; el de Egert Pöhlmann sobre la tipología literaria de los escritos de música; y el de Otte Wenskus sobre los elementos orales en el calendario agrícola de Columela. La quinta parte es más general y trata de los manuales, de la poesía didáctica, de la ilustración científica, de las introducciones y las enciclopedias (espléndido el estudio de Nikitinski sobre los lectores de Plinio el Viejo). No es el menor mérito de este libro la bibliografía, de más de treinta páginas, que reúne los estudios sobre el tema tratado en él, ni la introducción llena de sugerencias y perspectivas de investigación. El problema del método y de la fiabilidad del punto de partida se manifiesta también en otros campos, por ejemplo en el de las nuevas ediciones de autores científicos de cuyas obras se conservan sólo fragmentos, cuya problemática específica se ha desarrollado mucho en estos años. Paradigmática resulta a estos efectos la comparación entre la edición de W. Theiler (1982) de los fragmentos de obras de Posidonio y la realizada por L. Edelstein e I.G. Kidd (1972-1988). Frente a la actitud de Theiler que incluye muchos fragmentos tomados de Diodoro de Sicilia, que en ningún caso mencionan expresamente a Posidonio, los otros editores muestran mayor cautela crítica y sólo aceptan los fragmentos expresamente atribuidos a él por la fuente de la que se toma. Junto al Posidonio reconstruido por toda una tradición de la filología clásica alemana a partir de Cicerón, Séneca, Marco Aurelio, Estrabón y Diodoro, y que presenta marcados aspectos neoplatónicos, en la edición de Edelstein-Kidd, con el interesantísimo comentario pormenorizado de Kidd en el enorme tomo II, este aspecto queda muy desdibujado. Tendemos siempre a pensar que la cautela es signo de prudencia pero el problema de fondo subsiste porque en Estrabón y en Diodoro hay muchas cosas que por diversos indicios sabemos que, con muy alta probabilidad, proceden de Posidonio aunque no lo mencionen expresamente, y por el contrario textos que se atribuyen a Posidonio expresamente en las fuentes presentan incoherencias entre sí que parecen hacerlos incompatibles.
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Voy a comentar ahora algunas publicaciones que me parecen que han marcado o caracterizan el estudio de la ciencia griega en estos años, procediendo por los principales campos de estudio: matemáticas, astronomía, ciencias naturales, medicina y tecnología. He seleccionado los trabajos por su importancia intrínseca, pero cuidando también de que incluyesen bibliografías críticas o al menos actualizadas, que siempre se agradecen como señales de tráfico para circular por estos caminos. Para que Platón nos deje entrar en su Academia empezaré por las matemáticas. IV. MATEMÁTICAS Una aproximación al mundo de las matemáticas griegas, con inteligentes observaciones sobre el contexto social y político en el que se aplican en el mundo griego y romano, es la que debemos a Serafina Cuomo (2001). No es ni mucho menos una nueva historia de la disciplina, sino más bien un replanteamiento de algunos aspectos. Comienza por incluir y detallar las matemáticas elementales, las formas de cálculo que interesaban al hombre de la calle, pero las pone en conexión con la prueba de honestidad que suponía la capacidad de presentar bien las cuentas, aunque ya los sofistas pensaban que el experto en cálculo es el que mejor puede maquillar los datos y utilizarlos a su favor. Razonamientos similares dedica al campamento romano o al esquema ortogonal de las calles de las ciudades, con un amplio desarrollo de la utilización política de las matemáticas en los textos de los agrimensores, en los que el prestigio que les da el fundamento matemático de su trabajo hace que no admitan que se cuestione su honestidad. En ciertos momentos, la agrimensura permite el control del territorio por el poder romano y el hecho de fundamentar, por ejemplo, las centuriaciones en las matemáticas transmite una imagen de orden, y a veces de «restauración del orden», como ocurrió después del reinado de Vespasiano. Para la autora textos como uno de Ptolomeo que consideraba la mecánica, la astronomía y la astrología superiores a otros métodos de adivinación, precisamente por estar basadas en las matemáticas, indican que cada grupo de presión las utilizaba según su propio interés. La famosa afirmación de Cicerón del carácter teórico de las matemáticas griegas frente al carácter aplicado de las matemáticas romanas dependería de sus propios intereses personales, esgrimiendo su cualificación en la cultura griega para acceder al poder político. La historia a la que podemos llegar de las matemáticas antiguas es muy indirecta y está fuertemente condicionada por el poder político. En algunos casos, como por ejemplo al tratar de la matemática anterior a los Elementos de Euclides, parece interpretar el hecho del gran naufragio de muchos de aquellos textos, de los que sólo nos hablan fuentes posteriores a Euclides y traducciones árabes, como peripecias intencionadas de la transmisión en las que la edición de Teón de Alejandría (siglo IV p.C.), con las modificaciones que introdujo en los Elementos contribuyó a borrar casi todas las huellas en ellos de estudios anteriores. En esta misma línea las edicio-
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nes alejandrinas eran, según la autora, muy irrespetuosas a veces con los textos editados. Estos hechos que solemos interpretar como la evolución natural de los textos técnicos y científicos, que se van adaptando a los avances y depurando de errores, hay que ponerlos también en relación con justificaciones profesionales y razones políticas. Esta es la parte más novedosa del libro, mientras que otros aspectos de la exposición, son más tradicionales sin dejar por ello de ser interesantes. La misma autora había ya (Cuomo 2000) hecho una revolucionaria presentación de la Colección Matemática de Pappo, tenido de siempre como autor de un inconexo libro de retazos geniales y que se convierte en la pluma de Cuomo en un profesor de alto nivel que escribe vulgarizando su saber con ánimo de llegar a la gente, de hacerse entender. Textos famosos, como aquel del libro V en el que establece la diferencia científica entre el hombre y la abeja que construye las celdillas hexagonales en la colmena, dan pie a reflexiones que insertan las matemáticas en la vida diaria. En esta línea de estudio quisiera destacar un libro polémico y sugestivo de Sperling (1999) sobre el Panteón de Roma, interpretado desde la ciencia antigua, fundamentalmente desde la ciencia de los números y la astronomía. El edificio como símbolo cosmológico es un enigma cuya clave reposa sin duda en la ciencia de los números. El autor ha utilizado medidas exactísimas, de M. Pelletti y L. Fosci, y va mucho más allá de lo que se acepta generalmente cuando vemos en él la materialización monumental de la demostración de Arquímedes de las relaciones proporcionales entre el volumen del cilindro (un tercio superior) al de la esfera inscrita en él. Mediante ingeniosos análisis de las medidas nos va descubriendo, a lo largo de casi cuatrocientas páginas, relaciones con los intervalos musicales y con toda la aritmología neopitagórica de Nicómaco de Gerasa (integración explícita de los números perfectos 6 y 28; la presencia de la proporción áurea, etc.), así como coincidencias astronómicas notables. Por ejemplo, las siete exedras abiertas en el cilindro están en relación con los puntos principales del movimiento aparente del sol, lo que integra el tiempo en el espacio y nos permiten interpretar la dinámica interna del edificio, Otro ejemplo curioso es la función del oculus, cuyo diámetro no es de 9 metros como suele decirse sino de treinta pies, la misma medida de los fustes de la columnata interior, lo que hace que el círculo luminoso que va proyectando marca en su desplazamiento horizontal el movimiento diario de la tierra, y en su desplazamiento vertical el curso anual de nuestro planeta. El Panteón es, por esta razón, el manifiesto del heliocentrismo aristarqueo, y el sol aparece como el verdadero constructor de esta imagen racional del cosmos. Nuestra imagen de la arquitectura romana se ve transformada en muchas de las páginas de este libro verdaderamente interesante, escrito con un entusiasmo casi místico. Para los estudios de la teoría del número en Grecia es fundamental una obra reciente (Radke 2003) que analiza el espinoso tema de la aportación del platonismo a la aritmología.
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Como libro esencial, que supera los estudios anteriores en muchos puntos, hay que mencionar el de W. Knorr (1986; 2ª ed. 1993) sobre la tradición antigua de los problemas geométricos, que aborda todos los autores importantes y se centra en reconstruir la arquitectura de los razonamientos incluso cuando, como ocurre a veces, faltan estadios intermedios. Este monumental trabajo debe ser completado con su otra publicación también extraordinaria (Knorr 1989) que estudia los métodos antiguos para la duplicación del cubo y la trisección del ángulo, utilizando junto a las fuentes griegas las traducciones y adaptaciones árabes y hebreas, para lo cual desciende incluso a la utilización directa de los manuscritos (entre ellos varios de El Escorial), reproducidos varias veces en la obra. La última parte del libro estudia la complicadísima tradición textual de la obra de Arquímedes sobre la dimensión del círculo. En sus 870 páginas ha construido todo un monumento a la ciencia. El Congreso sobre Arquímedes, editado por Dollo en 1992, reúne artículos muy importantes y proporciona una buena introducción a los puntos más candentes de la investigación sobre la ciencia helenística y su figura más señera, sobre la que sigue siendo fundamental la publicación en 1987 de la traducción inglesa del libro de E.J. Dijksterhuis (1987), con adiciones bibliográficas de W.R. Knorr. La música entre los griegos tenía componentes matemáticos importantes. En este sentido es muy revelador y de gran interés científico la monografía que Barker (2000) ha dedicado al método científico en las Harmónicas de Ptolomeo, obra que aborda el problema de la construcción de una escala sonora bella a partir del presupuesto de que tiene que estar necesariamente construida según principios racionales. Aplicando esos principios a la búsqueda de los intervalos adecuados deduce Ptolomeo que el mejor resultado se obtiene con instrumentos de 4, 8 ó 15 cuerdas. El análisis del método de Ptolomeo se hace partiendo de varios centros de interés (consonancias, cálculo de intervalos, tonos y modulaciones, instrumentos, etc.) y Barker subraya tanto los aciertos como las deficiencias en los razonamientos. El libro está lleno de observaciones plenas de interés sobre la música antigua y su trasfondo matemático, así como menudean en él discusiones lexicográficas originales sobre palabras técnicas griegas. Entre las grandes novedades hay que mencionar el auge de los estudios diofanteos. El descubrimiento en 1971 por Roshdi Rashed de una traducción árabe de cuatro libros de la Aritmética de Diofanto perdidos por completo en el original griego y su edición del texto (Rashed 1984) con traducción francesa y notas, en dos tomos de la Colección de las Universidades de Francia es, tal vez, pese a los graves problemas que el texto presenta, el hecho más importante de estos años en el estudio de las matemáticas griegas. Todas las hipótesis emitidas anteriormente sobre el presunto contenido de estos libros han quedado refutadas. El análisis diofántico presenta en ellos la misma imprecisa articulación de sus desarrollos y el mismo resultado correcto de sus soluciones que en los libros griegos, que tanto impresionaron al gran matemático Fermat. Como es natural esto ha renovado el interés por
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este autor, y muy en especial entre nosotros por el excelente manuscrito griego 4678 que conservamos en la Biblioteca Nacional de Madrid, con escolios curiosos, y un texto de gran calidad. V. ASTRONOMÍA Una introducción precisa y muy bien informada, con bibliografía actualizada y muchos gráficos y dibujos, es la que debemos al gran especialista B.L. van der Waerden (1988) y, aunque necesita ciertas actualizaciones menores, sigue siendo como introducción lo mejor que conozco. Por hablar de otros libros importantes, uno de los temas astronómicos que más interés despierta en los filólogos clásicos es el de las constelaciones del zodiaco, omnipresentes en los textos literarios y en la vida diaria de los antiguos. La obra de Gundel (1992) es un excelente estudio sobre este tema. El autor había publicado la parte correspondiente a Grecia y Roma en un artículo del Pauly-Wissowa, de 1972, y aquí lo presenta puesto al día, algo simplificado y adaptado a un público culto pero no especialista, y sobre todo con una ilustración grafica, abundante y de calidad, extraordinariamente bien seleccionada de obras de arte antiguas y medievales en las que se representan temas tratados en el libro, incorporando a un irreprochable contenido científico un enfoque iconográfico muy de agradecer. En relación con el tema del zodiaco aprovecho para decir que en estos años ha sido capital también la publicación de una edición en dos tomos de Los Fenómenos de Arato, realizada por el gran especialista Jean Martin (1998), cuyo segundo tomo es un largo y magistral comentario. Douglas Kidd (1997) publicó un año antes su edición crítica del mismo texto, con amplio comentario, y es interesante el cotejo de ambas. Otro tema de mucho interés para los filólogos es el de los calendarios. Muchos son los estudios sobre los calendarios griegos y romanos y las concepciones astronómicas que reflejan. De acontecimiento de primer orden en estos años podríamos considerar la publicación de Pritchett (2001) sobre el calendario ateniense. Su primer estudio sobre el tema, en colaboración con Neugebauer, gran especialista de la astronomía griega, remonta a 1947. En 1961, B.D. Meritt defendió un sistema explicativo diametralmente opuesto, y se entabló una polémica en la que todavía se puede inscribir el libro que comento. Un hecho contribuyó a ello. En 1997, A.G. Woodhead publicó la edición de los decretos del ágora de Atenas, que contienen muchas fechas y materiales nuevos, y esa ha sido la ocasión de confrontar ambas teorías con los datos epigráficos. La cuestión es, muy resumida, la siguiente: los atenienses utilizaban tres calendarios, uno lunar de observación astronómica, otro religioso y de las fiestas, y el calendario de las pritanías. En el calendario de las fiestas había la posibilidad de días intercalares que, a final del año, se quitaban en igual número. Estos elementos distorsionantes provocan incoherencias de difícil
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interpretación y así mientras que Pritchett considera que el calendario religioso está constituido por meses de duración irregular y el de las pritanías por meses de duración fija, la opinión de Meritt es la contraria, el religioso es fijo y el de las pritanías irregular. Los nuevos datos parecen encajar mejor en la tesis de Pritchett. En cualquier caso, su libro parece una substancial aportación a la comprensión y resolución de este problema. Para los filólogos puede resultar también de interés el libro de Wenskus (1990) que estudia las menciones de fenómenos astronómicos cíclicos en la literatura griega desde Homero a Teofrasto. Después de apuntar la posibilidad de influencias babilonias, presenta un interesante cuadro de las fechas establecidas a partir de las más importantes fases estelares observables, y procede luego analizando con mucho detalle la literatura griega, con apartados sobre Homero, Hesíodo, la lírica, textos cosmológicos, la tragedia, la comedia, Tucídides, Hipócrates, Platón, oradores, Aristóteles, Teofrasto, historiadores de Alejandro, paradoxógrafos, etc. Su análisis trata de responder a la siguiente pregunta: ¿estas menciones proceden de «calendarios», reflejan observaciones de sus autores, o son clichés literarios? Como era de esperar en sus conclusiones, basadas en buena parte en el uso de las preposiciones en los textos, admite la pluralidad de soluciones. De todas formas, el hilo conductor de esta investigación meticulosa contribuye a ilustrar el peso de las ideas científicas en la literatura griega. Recientemente Emma Gee (2000) ha hecho algo similar sobre los Fastos de Ovidio analizándolos por contraste con los Fenómenos de Arato. Desde esta perspectiva los Fastos son la fragmentación sobre el calendario romano del universo unificado en el poema «estoico» de Arato, y la autora dedica tres secciones de su obra a hacer una lectura política de estos aspectos literarios, poniéndolos en conexión con la vida y las restantes obras de Ovidio. Es un libro que por sus análisis rigurosos y por la tesis original que lo inspira resulta del mayor interés. Para el helenista son muy útiles también los apéndices que dedica a los ecos textuales de Arato en el poema y a aspectos técnicos en las menciones astronómicas de Ovidio. Tal vez el hecho más relevante de estos años en astronomía griega sea la publicación de la editio princeps del llamado «Gran Comentario» de Teón de Alejandría (s. IV p.C.) a las llamadas «Tablas Fáciles» de Ptolomeo. Realizada entre 1985 y 1999 por Anne Tihon, en tres tomos de los Studi e testi de la Biblioteca Apostólica Vaticana, con traducción y comentario. Se trata de una obra de excepcional valor histórico, llena de dificultades de edición y de interpretación, que conserva muchos ecos de la enseñanza de la astronomía y de su inserción en la vida diaria. El comentario es técnico y no rehúye las dificultades ni disimula los puntos oscuros del texto. También una de las más gratas novedades de estos años, en un campo afín como el de la Geografía, es la decisión de la Colección de las Universidades de Francia de hacer sobre bases nuevas una edición, con traducción francesa, de los autores incluidos en los Geographi Graeci Minores de Carl Müller, que remontan a mediados
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del siglo XIX. El primer tomo, de Didier Marcotte (2000), tiene una introducción general de 168 páginas que sienta las bases de las ediciones de las 18 obras que seguirán a la del Pseudo Escimno, incluida en este tomo. La transmisión textual de estas obras, pormenorizadamente explicada por Marcotte, profundizando en el camino abierto por el clásico estudio de Aubrey Diller (1952), es muy ilustrativa de los avatares que sigue la tradición medieval de la geografía griega: hay dos bloques de textos (el llamado «corpus de París», claramente anterior al siglo VI, y el «corpus de Heidelberg», organizado a principios del siglo IX, que asocia los itinerarios a resúmenes de la geografía ptolemaica), demostrando una de las constantes de estas literaturas técnicas que es la adaptación de los textos a los nuevos conocimientos, como hace Planudes al añadir versos de su propia cosecha a su copia de los Fenómenos de Arato. VI. MEDICINA Es imposible resumir en pocas palabras los inmensos progresos que se están produciendo en el estudio de la medicina antigua, con numerosos proyectos de investigación en diversos países, coloquios internacionales y publicaciones específicas. Me limitaré a indicar algunas obras publicadas en estos últimos veinte años y que se han convertido en referentes obligados para el que aborda estos estudios. Una síntesis ligera de la medicina griega antigua que puede servir de introducción es la de Longrigg (1993), que incorpora enfoques actuales, aborda las relaciones con la filosofía griega y no carece de interés. Más útil me parece, sin embargo, como introducción la obra de Mazzini (1997), que recoge en dos tomos de paginación seguida (479 pp.) la medicina de los griegos y de los romanos. La primera parte estudia la «literatura médica» y su lengua, y en la segunda analiza las sectas y los conocimientos médicos de la Antigüedad. Es una obra sencilla, para un público amplio, pero bien informada y concebida. Muy interesante es para la medicina griega el primer tomo de la historia del pensamiento médico occidental que dirigió Mirko D. Grmek (1995). El objetivo de esa obra es reconstruir las transformaciones lentas y las rupturas radicales que han tenido lugar con el paso del tiempo en las teorías y prácticas médicas. En el caso de Grecia, a un capítulo de Jouanna sobre el nacimiento del arte médico occidental siguen un formidable estudio de Vegetti sobre el trasfondo conceptual de la medicina helenística y otro de Gourevitch sobre la medicina griega en Roma, hasta los sucesores de Galeno. Esta síntesis, acompañada de notas precisas, es de gran calidad científica. Combina bien la descripción de los procesos internos con su inserción histórica y social, que es la línea que más caracteriza la investigación de estos años en medicina griega. A potenciarla contribuyó mucho el libro que mencionaré a continuación. En la Universidad de Leiden tuvo lugar en 1992 un congreso que, sintonizando con muchos de los estudios publicados en la década anterior, tenía como tema «La
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medicina antigua en su contexto sociocultural». Frente al enfoque habitual de estudiar las grandes figuras y sus obras, o los contenidos científicos de sus tratados, el acento se ponía en los siguientes temas: aspectos sociales, institucionales y geográficos de la práctica médica; las mujeres, los niños y la sexualidad; actitudes religiosas y mágicas frente a la enfermedad y la curación; relaciones entre medicina y filosofía. Las actas, publicadas por Philip J. Van der Eijk (1995) incluyen treinta y seis estudios de intereses plurales que ilustran a la perfección la multiforme repercusión de la medicina antigua en muchos aspectos de la sociedad y su capacidad para comprender mejor la historia de las mentalidades, la economía y otros muchos aspectos del mundo antiguo. Las perspectivas nuevas que abrió esta línea de investigación se pueden comprobar en los estudios posteriores. Entre los libros de contenido y enfoque más novedosos publicados en estos años sobre medicina griega quiero destacar el de Grmek-Gourevitch (1998) sobre las enfermedades en el arte antiguo. Su intención es la de examinar los objetos de arte que tienen interés para la historia de la medicina y de las enfermedades. Realizado con una erudición impresionante (50 páginas de bibliografía en un libro de 518), describe al principio sus fuentes iconográficas, el método empleado, las fechas de los objetos (entre el s.VI a.C. y el IV p.C.), su procedencia, etc. El capítulo inicial sobre «la enfermedad bella» plantea temas como el del problema artístico de la belleza de la representación de los estados patológicos, el del «iconodiagnóstico», o diagnóstico retrospectivo de las enfermedades a través de las imágenes, y va seguido de otros doce apartados clasificados por tipo de enfermedad y partes del cuerpo afectadas. Ilustrado con 278 fotografías en blanco y negro, supone una inmersión de alta calidad literaria e histórica en el mundo de los enfermos de la Antigüedad. Otro libro de gran interés es el Hipócrates de Jacques Jouanna, publicado en 1992 y traducido a diversas lenguas, que es una excelente introducción al hipocratismo. Los temas centrales se presentan en él con gran calidad expositiva, superando la dificultad que supone partir de un análisis histórico y evolutivo de la medicina hipocrática, en la que sobre un núcleo originario han venido a confluir escritos de la escuela de Gnido y otras obras de diverso (y a veces distante) contenido. La segunda parte de la obra, está centrada en el médico y sus relaciones con el público, el enfermo y la enfermedad. Es ahí donde luce especialmente su extraordinario conocimiento del Corpus hippocraticum, al utilizar textos procedentes de los más diversos escritos y aducidos en el momento oportuno. Otra de las secciones del libro se dedica a las relaciones de la medicina con la filosofía, describiendo la pervivencia del hipocratismo en la Antigüedad. Como introducción y síntesis creo que es una de las más relevantes contribuciones de estos años al campo de la medicina griega. Con gran agrado se lee también el de Danielle Gourevitch (1984), monumental investigación de 550 páginas sobre el triángulo hipocrático formado por el enfer-
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mo, la enfermedad y el médico. Comienza analizando la relación del enfermo con la enfermedad en el mundo grecorromano, con un buen análisis de los «Discursos Sagrados» de Elio Arístides, texto extraordinariamente curioso, al que sigue el estudio de la «simulación» de la enfermedad, partiendo naturalmente del simpático opúsculo galénico sobre «Cómo descubrir a los que fingen estar enfermos», especialmente para librarse del servicio militar en Roma o para obtener beneficios civiles o fiscales. Estudia a continuación el suicidio como negación total de la enfermedad, y la gota, sentida como castigo de un género de vida. En la segunda parte trata de la relación entre el enfermo y el médico, haciendo: un espléndido estudio de los textos deontológicos del Corpus hipocrático; un análisis de los Menaechmi de Plauto, la primera comedia médica de la literatura latina, que transcurre en buena parte en Epidauro; la leyenda negra de la medicina o el médico como asesino en algunos textos de Plinio el Viejo, y un logrado retrato epigráfico del buen médico. Obra muy elaborada, construida con gran erudición y amenidad expositiva, de alto nivel científico. Los filólogos clásicos no dejarán de apreciar el libro de Di Benedetto (1986) sobre la medicina hipocrática por su continua atención a la lengua, al vocabulario, a la semántica. Sus opiniones filológicas discrepan con frecuencia de otros autores y, se esté o no de acuerdo con ellas, no se puede negar que en muchos lugares ha hecho progresar la interpretación de los textos. Entre los instrumentos para la investigación en historia de la medicina otra obra capital de estos años ha sido la concordancia del Corpus hippocraticum, publicada en seis gruesos tomos por Maloney (1984-89) de enorme utilidad, que conviene completar con el Index hipocraticus de Kühn-Fleischer (1986-1999), obra que incorpora las variantes de los manuscritos y las correcciones y conjeturas de los editores, especialmente en su Suplemento de 1999, elaborado por Anargyros Anastassiou y Dieter Irmer, que añade los resultados de los trabajos y ediciones recientes. Ambas obras permiten realizar estudios lingüísticos en los que han destacado notablemente los investigadores españoles, siguiendo con savia nueva la secular tradición hipocrática en nuestro país. En esta línea quiero insistir en una publicación entrañable que acaba de aparecer, el homenaje en memoria de Pedro Laín Entralgo, maestro de maestros y renombrado historiador de la medicina hipocrática, publicado como volumen 14 de los Cuadernos de Filología Clásica (Estudios Griegos e Indoeuropeos) que edita la UCM. Un nutrido grupo de helenistas, con Luis Gil al frente que hace una sentida presentación de la actividad de Laín como historiador de la medicina griega, ha reunido diecisiete estudios dedicados a puntos concretos de la medicina antigua. Grandes nombres de lo que pudiéramos llamar «la escuela española» están entre sus autores (Luis Gil, Ignacio Rodríguez Alfageme, Juan Antonio López Férez, Carlos García Gual, Emilio Suárez de la Torre, Alicia Esteban, Rosa Aguilar, Juan Miguel Labiano, Pilar Pérez Cañizares, Dolores Lara, etc.). La bibliografía que acompaña a
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cada artículo da una idea muy clara de la intensa actividad que desarrollamos en este campo y del peso internacional de nuestros investigadores. No hay que olvidar que para los estudios hipocráticos existe desde 1972 un foro privilegiado que son los encuentros internacionales celebrados cada tres años, con un tema central acordado previamente. En ellos se reúnen los mejores especialistas del mundo y sus actas marcan las fronteras de la investigación en este campo. Estas iniciativas han tenido un efecto multiplicador tal que, por ejemplo, Simon Byl (1993), al hacer la bibliografía hipocrática del decenio 1983-1992, incluyera «más de 400 libros y artículos que tratan exclusivamente de Hipócrates y el Corpus hipocrático». López Férez (1992) editó las actas del séptimo coloquio en un excelente volumen de 751 pp. En el año 2002 se han publicado las del X Coloquio internacional hipocrático, celebrado en Niza en 1999, que agrupan cuarenta y dos estudios, en dos volúmenes (con un total de 855 pp.). En Labiano (2003) se puede ver una larga y documentada reseña sobre esta obra. Además de estas obras de orientación más general, y pese a que no voy a tratar de las ediciones y traducciones de textos, objeto en este ciclo de otras comunicaciones, quiero mencionar algunas de excepcional interés, como la editio maior del texto hipocrático Aires, aguas y lugares realizadas por Jouanna (1996) para la Colección de las Universidades de Francia, publicada en Les Belles Lettres. El centenar de páginas que dedica en la introducción a la transmisión del texto es una mina de noticias y novedades, muchas de ellas extrapolables a otros tratados hipocráticos. Su forma de estudiar la tradición latina y árabe es toda una lección de pervivencia de la medicina antigua. Capital resulta también la reciente edición de los fragmentos de Diocles de Caristo, con traducción y extenso comentario, publicada en dos tomos con una extensión total de más de mil páginas, debida a Philip J. Van der Eijk (2000). Reúne los testimonios y fragmentos griegos, latinos y árabes sobre este médico del siglo IV a.C. cuyo prestigio entre los antiguos fue inmenso. Estudia con detalle sus relaciones con sus predecesores Hipócrates, Aristóteles y Teofrasto fundamentalmente y, en notas llenas de afirmaciones y puntos de vista propios, suministra materiales de alto valor para la interpretación tanto del propio Diocles como de la herencia del Liceo en la medicina helenística, para la que ya fueron de primordial importancia dos ediciones justamente famosas: la de los fragmentos de Herófilo, magistralmente comentados por H. von Staden, cuya segunda edición es de 1994, y la de Erasístrato, de Garofalo (1988). En realidad, es a partir de ellas cuando se generaliza entre los estudiosos la idea del carácter revolucionario del paradigma científico herofileo en el marco de la ciencia helenística. Como era de esperar en un autor como Galeno, cuya extensísima obra está llena de observaciones que hacen de ella un fantástico cuadro del mundo antiguo, muy numerosos han sido en estos años los congresos y encuentros científicos sobre Galeno. Juan Antonio López Férez, filólogo calcentérico, organizó y editó las actas de uno celebrado en Madrid en 1988, que era la continuación de los celebra-
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dos en Cambridge, Kiel y Pavia. Los trabajos de Singer, López Eire, Hankinson, Debru, Garofalo, Byl, García Novo, Von Staden, Ieraci Bio, Jouanna, Martínez Gásquez, Piñero, Calero, etc., así como las contribuciones del propio editor, que añadió una utilísima bibliografía general y de ediciones y traducciones de las obras, hacen de ella una publicación realmente importante. Como también lo es el libro de Armelle Debru (1996) sobre la fisiología galénica. Partiendo del concepto galénico de la respiración se intenta comprender, inscribiéndolo en su contexto sociocultural, la arquitectura y evolución de su pensamiento fisiológico. En el libro se nos acerca a un Galeno que niega más que afirma, que se distancia de sus predecesores, que acuña una terminología, que crea un léxico especializado, que rompe la coherencia entre el razonamiento lógico y el razonamiento fisiológico, como ejemplo excepcional de proceso creativo. La intención de Debru de comprenderlo desde dentro, no a la luz de la medicina moderna, hace de este libro un verdadero hito en los estudios galénicos. Quiero destacar también la reciente publicación a cargo de Garofalo y Roselli (2003) de las actas de un seminario internacional sobre «Galenismo y medicina en la antigüedad tardía». En ellas K.D. Fischer publica (pp. 283-346) la editio princeps de un texto galénico que titula Galeni qui fertur Ad Glauconem Liber tertius, sacado del manuscrito Vindocinensis 109. Grandes novedades aporta también el libro coordinado por Antonio Piñero (2001) sobre magos, médicos y taumaturgos en el Mediterráneo antiguo en tiempos del Nuevo Testamento. Contiene estudios referidos también a campos distintos del grecorromano. El estudioso de la ciencia griega leerá con mucho agrado las magistrales exposiciones de Luis Gil sobre «Medicina, religión y magia en el mundo griego» (pp. 117-140) y «Las curaciones milagrosas del Nuevo Testamento a la luz de la medicina popular» (pp. 197-216), así como el que dedica Carmen Padilla a Apolonio de Tiana como taumaturgo (pp. 141-163) y el de Jesús Peláez sobre los milagros en los evangelios sinópticos (pp. 165-195). No quiero olvidar tampoco un libro reciente de Luis Gil (2002) que, en una prosa tersa y elegante, traza un esbozo de oniro-tipología cultural grecorromana, sacada de testimonios diversos en los que ocupan un lugar predominante los textos médicos. Su tipificación de los sueños es un extraordinario ejemplo de análisis histórico, médico, religioso y popular de las mentalidades antiguas. Mucha de la literatura científica y técnica de los griegos, perdida en sus originales, se conserva en filigrana en los textos latinos. En este sentido, la literatura médica latina es, para el estudioso de la ciencia griega, una fuente de primera importancia en la que se ha trabajado muy intensamente en estos años. Varios congresos internacionales consagrados a los «Textos médicos latinos de la Antigüedad y de la Edad Media» han servido de foro privilegiado de difusión a esta línea de investigación cuya importancia se veía ya en la Bibliographie des textes médicaux latins publicada por el activo Centro Jean Palerne en 1987 y realizada por un equipo de
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investigadores. Obra cumbre en este campo son las más de 3000 páginas de los tomos del volumen II 37 (publicados a partir de 1993) del Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, con artículos de más de 60 especialistas que estudian la medicina grecorromana en todos sus aspectos: panoramas generales, los sueños, las fórmulas mágicas, bibliografías críticas comentadas por autores, estudios sobre la lengua de los tratados, aspectos literarios, las «sectas» médicas como el metodismo, el empirismo, el pirronismo, muchísimo sobre Galeno, etc. Esos volúmenes son un colosal monumento para el estudio de la ciencia antigua. VII. CIENCIAS NATURALES Un panorama de la historia natural antigua, desde un enfoque original, es el que ofrece French (1994). Después de una introducción, en la que precisa los conceptos de naturaleza e historia, dedica tres capítulos a otras tantas figuras de la historia natural: Aristóteles, Teofrasto y Plinio el Viejo, para proseguir con un capítulo sobre geografía e historia natural, otro sobre la adaptación romana de las ideas griegas y rematar con otro sobre animales y parábolas. El libro, que no es desde luego una historia natural de los antiguos al estilo usual, tiene algunas informaciones de interés, páginas brillantes y declaradas predilecciones metodológicas, en línea con la colección en la que aparece. Sobre las ciencias de la naturaleza en la Antigüedad y su recepción posterior hay una serie publicada en Trier que reúne periódicamente estudios especializados y da una idea clara de la riqueza y variedad de los temas. Sirva como ejemplo el tomo XIII de la Antike Naturwissenschaft und ihre Rezeption, publicado en 2003, que tiene artículos de Wöhrle y Kullmann sobre Aristóteles y la biología moderna, otro de L. Zhmud sobre el Liceo y sus proyectadas historias de las ciencias, otro de R. Burri sobre el redescubrimiento planudeo de la geografía ptolemaica, otro de Liatsi sobre el concepto de tyche en la física aristotélica, otro de Brinker sobre Platón a la luz de la biología moderna, etc. En su variedad de temas mantienen siempre un tono científico elevado. VIII. TECNOLOGÍA En el campo de la tecnología se suceden continuamente en estos años libros importantes. El manual de Meissner (1999), ordenado cronológicamente, trae un estudio detallado de las fuentes, al que añade un planteamiento ejemplar de los temas técnicos, incluso los más complejos. Su preocupación por exponer correctamente las soluciones de los problemas le lleva a veces a razonamientos difíciles de seguir. Su dominio de la materia es muy grande, aunque tiene tendencia hacia una expresión tremendamente condensada y una precisión terminológica tal que hacen que su lectura resulte en ocasiones ardua. No es desde luego una obra para
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principiantes, pero sí un estudio imprescindible. Como visión de conjunto sigo pensando que la de Schneider (1992) es una introducción excelente, tanto por la información como por el equilibrio expositivo, que conjuga brillantemente enfoques nuevos y tradicionales. Muy práctica, para una primera aproximación, resulta la antología de textos técnicos griegos y latinos, en traducción inglesa, anotados por John W. Humphrey (1998) en colaboración con John P. Oleson y Andrew N. Sherwood. Más de un centenar de autores antiguos proporcionan los textos sobre mecánica y fuentes de energía, agricultura, alimentación, minas y canteras, metalurgia, construcción, hidráulica, transporte, medida del tiempo, etc., lo que da una idea de la riqueza de esta obra de alta divulgación. En su ininterrumpida línea de máxima calidad, la Fundación Hardt organizó un coloquio de grandes especialistas internacionales, dirigido por Claude Nicolet (1996), sobre las literaturas técnicas en la Antigüedad romana, centrado en su tradición, su público y su estatuto social. Esta literatura conserva mucho de lo perdido en sus originales griegos: piénsese que Varrón cita más de cincuenta autores griegos que han tratado de agricultura cuyas obras no conservamos. Todas las comunicaciones son de gran calidad científica. Entre las obras sencillas y casi diría que divertidas sobre ciencia griega quiero señalar la de Frau (1987) sobre la tecnología griega y romana. Un primer capítulo trata de algunos instrumentos para medir (el mesolabio de Eratóstenes, el extractor de la raíz cúbica, el cuentamillas) y, como todo el libro, se caracteriza por reconstruir los instrumentos y explicar el funcionamiento. Trata luego del cómputo del tiempo (los relojes anafóricos), el mecanismo de Anticytera, las telecomunicaciones y la criptografía en la Antigüedad, las grúas y máquinas afines, los instrumentos pneumáticos y musicales, y la ingeniería del agua. Todo en un tono ameno de alta divulgación. Uno de los aspectos más destacados de la investigación de estos años sobre los conocimientos técnicos de la Antigüedad es la aparición de monografías que estudian con detalle una construcción o un instrumento, deduciendo los conocimientos técnicos que presupone y reconstruyendo su funcionamiento real. Voy a poner un par de ejemplos. En 1995 aparecía la monografía de Kienast sobre la construcción que hizo Eupalino (s. VI a.C.) para conducir a la ciudad de Samos el agua desde una fuente situada detrás de una colina, que perforó para ello con un túnel de más de un kilómetro. Los cálculos de Kienast hablan de 7.000 metros cúbicos de piedras sacadas a pico, de las instalaciones de captación de agua, de 900 metros de canalizaciones, de los 4 metros de profundidad en la entrada norte frente a los 8 metros de la salida sur, de la sección de 1,80 x 1,80 de la canalización, etc. Ilustrado con 41 láminas y 58 figuras, logra que el lector quede sorprendido por la precisión de la planimetría, la exactitud de las medidas, el control de los desniveles y, muy especialmente, los
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cálculos de la dirección (como ocurre en otros túneles antiguos, se observan pequeñas correcciones sobre la marcha). Otros problemas, como el de los depósitos calcáreos, han sido resueltos mediante cañerías de terracota y desagües. Estuvo en funcionamiento hasta época bizantina (más de mil años), demostrando el gran nivel de la ingeniería del agua ya en la Grecia antigua. Sobre el tema de la construcción de túneles en la Antigüedad es excelente también el estudio técnico de K. Grewe (1998), que precisa algunas cosas del de Kienast. El activo grupo del Centro Jean-Palerne organizó en 1999 un Coloquio Internacional sobre la obra de Herón de Alejandría que lleva el título de La dioptra, instrumento científico de usos múltiples, que fue estudiado en todos sus aspectos. Desde la propia obra y su tradición manuscrita, hasta la construcción del instrumento, su utilización en diversos campos (astronomía, agrimensura, matemáticas, túneles, acueductos, etc.), sus relaciones con otros instrumentos científicos, especialmente con la groma y los textos gromáticos, y sus conexiones con la fórmula heroniana del área del triángulo escaleno se estudian con gran precisión en las más de 350 páginas de las actas editadas por Argoud (2000). Esta publicación es un ejemplo excelente de colaboración entre especialistas de campos diversos e ilustra magníficamente un difícil texto griego. El estudio de los instrumentos científicos antiguos ha sido objeto recientemente de dos contribuciones muy importantes que no quiero dejar de mencionar: la enciclopedia histórica de instrumentos científicos (Bud 1997), que es obra general en la que los instrumentos griegos se encuentran bien examinados, y el magnífico trabajo de Lida Taub (2001), especialista en Ptolomeo, que analiza históricamente lo que sabemos de los instrumentos griegos utilizados fundamentalmente en astronomía. IX. CONCLUSIÓN Al hacer este itinerario rápido por un camino tan rico en novedades, he procurado indicar los hitos que, reuniendo alta calidad científica, considero más útiles para transitarlo, pero soy consciente de que las omisiones son muchas y de que mi selección está condicionada por ser filólogo y por los años que he impartido a filólogos esta materia en la Universidad Complutense. Estoy convencido de que la investigación en ciencia griega es un campo que está revolucionando nuestro conocimiento de la civilización helénica, aportando gran cantidad de datos nuevos que afectan a la arquitectura del pensamiento filosófico, a la historia de las mentalidades, a la interpretación de los restos materiales (objetos artísticos, instrumentos científicos, obras públicas, etc.) y a su pervivencia en Occidente. Pienso que en matemáticas y astronomía, disciplinas para las que ya existen obras anteriores de muy alto nivel, los progresos reales de estos años han sido menores en comparación con la revolución de los estudios médicos y de tecnología antigua. Pero pienso también que hay mucho trabajo por hacer en todos los campos, escritos inéditos,
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obras mal editadas, textos importantes que nunca se tradujeron, y una pervivencia medieval y renacentista en la que la ciencia griega es omnipresente como raíz cultural de Europa, y aunque estos estudios se marginen a veces no por eso dejarán de pertenecer al corazón de la memoria histórica.
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Pretender ofrecer un panorama de la producción internacional en Historia de Grecia requiere el establecimiento de ciertas limitaciones sobre criterios en los que es difícil encontrar un consenso. Para el lector tal vez se consigue presentar un panorama variado, pero sin duda sesgado por los intereses y tendencias del autor; para éste la utilidad consiste en la oportunidad de hacer una criba en las lecturas de los últimos veinte años y llevar a cabo una reconsideración desde una perspectiva totalizadora que permita incluir cada primera impresión en un conjunto complejo y variado. El resultado es naturalmente parcial e incompleto. Representa sobre todo la impresión personal de las lecturas mencionadas. De acuerdo con el planteamiento general de este curso, se parte como punto de referencia del texto resultante de la reunión de septiembre de 1983 (Plácido 1984). I. MANUALES En los años indicados se ha producido una importante renovación de la manualística en la Historia de Grecia en todos los países con tradición en dichos estudios, casi siempre con la aportación de las corrientes avanzadas y capaces de sustituir a los grandes manuales que caracterizaron la historiografía de la primera mitad del siglo XX. En general, como consecuencia del volumen de los conocimientos y de las necesidades impuestas por la especialización, los manuales tienen carácter colectivo. En algunos casos, ya se heredaba esta misma tradición, como ocurre con los volúmenes de la 2.ª edición de la CAH (Cambridge Ancient History). En el tomo IV (1988) se destaca la actualización de los estudios sobre el desarrollo de la ciudad de Atenas en la época de la tiranía de los Pisistrátidas (Lewis), sobre las reformas de Clístenes (Ostwald), así como la visión general de Grecia antes de los persas (Jeffery), el panorama de la sociedad arcaica y de la economía (Davies, Kirk, Boardman, Kraay, Roebuck), una monografía sobre la revuelta jónica (Murray), otra sobre la expedición de Jerjes (Hammond) y un estudio más amplio sobre la liberación de Grecia (Barron). Está representado en él el estado de la historiografía positivista de la tradición de las universidades clásicas inglesas con una renovación que afecta F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 681-698
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en gran medida al análisis de las fuentes y el aprovechamiento de los nuevos hallazgos epigráficos. En el volumen V (1992) se contienen posturas que pueden resultar significativas, algunas de las cuales se comentarán de manera específica. En el VI (1994) debe destacarse la atención dedicada a la periferia del mundo griego, sintomática de algunas de las corrientes actuales de la historiografía. El volumen VII, 1 (1984) introduce una visión del mundo helenístico como entidad compleja que sustituye a la tradicional concepción del mismo como una unidad helenizada derivada de Droysen. La colección por volúmenes Nouvelle Clio ha recibido también un impulso con la publicación de nuevos tomos que cubren espacios vacíos desde hace tiempo. Entre ellos, Baurain 1997 se presenta como un intento de superación de los monopolios tradicionales de los estudios de la Grecia clásica. Por un lado, se destaca la importancia del arcaísmo en la formación de Grecia, en la línea ya defendida por Snodgrass (Plácido 1984, p. 510). Baurain atribuye también mucha importancia al mundo oriental y a los fenicios, con lo que se orienta hacia la tendencia que quiere evitar las consideraciones de «racismo» de que se ha acusado a las posturas clasicistas herederas de las escuelas germánicas. También busca el autor la superación del dilema entre ruptura y continuidad con tiempos anteriores como criterio para la explicación de la nueva época caracterizada muchas veces como «renacimiento» (pp. 364-371). La Grecia clásica, el siglo V, es objeto de la atención de un grupo dirigido por P. Briant y P. Lévêque 1995. El volumen correspondiente al siglo IV está dirigido por Pierre Brulé y Raymond Descat 2004. The Routledge History of the Ancient World se ha traducido en la editorial Crítica como Historia de las civilizaciones clásicas. El volumen de Hornblower 1983, 1985 inició la colección en la editorial Methuen, con la pretensión de completar una historia total de Grecia. Osborne 1998, para el período comprendido entre 1200 y 479, busca la coordinación entre fuentes literarias y arqueología. El volumen dedicado al mundo helenístico (Shipley 2001) destaca la formación de un nuevo mundo, por encima del debate sobre helenización de oriente u orientalización de Grecia, como la formación de un nuevo espacio histórico. El universalismo del planteamiento afecta también a los temas, lo que permite hablar de nuevo de historia total Dentro de las historias generales de Grecia, en Italia ha salido a la luz lo que puede definirse como intento de totalización coherente con una sola mirada, la de Musti 19902. Presta atención a culturas y mentalidades y contiene interesantes intentos de buscar la percepción griega de la realidad. En cada capítulo se incluyen al final notas, planteadas como referencias a las fuentes, y discusiones acerca de la bibliografía específica sobre los temas. Se ha publicado también una gran obra de conjunto italiana con colaboración internacional (Settis 1996-), I Greci, en cuatro volúmenes: I, Noi e i Greci; II, Una storia greca, en tres tomos: Formazione (fino al VI secolo a.C.); Definizione (VI-V secolo a.C.);
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Trasformazioni (IV secolo a.C.-II secolo d.C.); III, I Greci oltre la Grecia; IV, Atlante. Ofrece una fuerte vocación enciclopédica, con participación de investigadores de diversos orígenes disciplinares. II. GENERALIDADES Como estudio general sobre las relaciones entre la ética y la estructura social, Bryant 1996 realiza un trabajo que puede enmarcarse en la sociología histórica, para lo que estudia las formas de adaptación, los procesos de ajuste y de cambio, la lógica narrativa y contextual como procedimiento de expresión en la sociedad griega, las formas específicas de vida dentro de la πόλις, las condiciones históricas de la libertad griega frente al despotismo oriental, la psicología como modo de aproximación dentro del cuerpo cívico, la vida cultural dentro del conjunto del proceso social, los códigos morales de la aristocracia, la sociología del lenguaje. En conjunto, se trata de un proyecto de recuperación de Nietzsche. Los análisis históricos tratan de profundizar en las formas de comportamiento y actualizar la aplicación de los resultados del pensamiento contemporáneo: Weber, Marx, Huizinga... Como tema central, se define el problema de la esclavitud en tanto que base de la civilización clásica. Es, en definitiva, un nuevo enfoque de la historia cultural griega. La crisis de la πόλις interesa como marco de los cambios de mentalidad. Otro ejemplo de planteamiento general es el que se desarrolló sobre los logros griegos y su proyección histórica en una reunión del año 1997, coordinada por Arnason y Murphy 2001, donde se pone de relieve, en los resultados publicados, la vigencia de las reflexiones sobre el mundo griego en los debates del mundo contemporáneo, con un enfoque que se dirige a la organización de la ciudad estado y a la antropología de los griegos, dentro de la tradición francesa, en una mayor proyección que enlaza con las preocupaciones vigentes en el pensamiento predominante en tiempos recientes en los Estados Unidos de América del Norte. La colaboración de diferentes países permite, sin embargo, que haya planteamientos desde nuevas corrientes de pensamiento. La ilustración griega y la democracia, así como sus posibilidades de reapropiación, constituyen posiblemente uno de los temas más vitales. Se propone el modelo griego para llenar el abismo entre ética y política, sobre la «coherencia de la no identidad» de Adorno, como antídoto a la fragmentación postmoderna, sin necesidad de regresar a la Ilustración. Las invenciones de la Grecia arcaica y clásica aparecen como instrumentos de apertura de nuevos horizontes, no como los logros definitivos que caracterizaban el modelo clasicista. La centralidad de la política aparece como un elemento de contraste con el Próximo Oriente y la democracia como elemento diferenciador de la civilización griega (Maier 2001).
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DOMINGO PLÁCIDO III. EL ARCAÍSMO
Se han producido importantes cambios en el estudio de la época comprendida entre la Edad del Bronce y el Arcaísmo, con una clara decadencia del uso de la denominación «Siglos Oscuros» (Polignac 1995). Se han basado en gran parte en la importancia de la aportación de una arqueología no objetual. Ello responde al intento de comprender los modos de elaboración de las tradiciones acerca de las invasiones, sobre las base de las realidades étnicas del arcaísmo (Osborne 1998, pp. 49-54), con lo que se da un nuevo enfoque al tema de las migraciones y de los movimientos de pueblos, con un significativo progreso sobre la situación desde 1984 (Plácido 1984, pp. 509-510). La cuestión se relaciona con el problema de la etnicidad, planteado principalmente por Hall 1997. Un resumen de los problemas aparece en Walbank 2000, con una proyección concreta hacia el estudio de la Liga Aquea y del Mundo Helenístico. Las identidades definidas están basadas, según su planteamiento, en la existencia de cultos comunes. La etnicidad se plantea en general como una realidad cambiante. Los grupos griegos construyeron su etnicidad en una actividad discursiva. Hall 2002 vuelve a plantear la cuestión más recientemente, sobre los problemas suscitados por la teoría de la percepción del yo y del otro. De lo étnico se llega así a lo cultural. La etnia se define por los mitos de los orígenes, la historia compartida, la vinculación a un territorio, la lengua, el uso de un etnónimo. Todos ellos se ven como factores dinámicos condicionados por la historia. En definitiva, se basa en la teoría del habitus de Bourdieu. La etnicidad se concibe como práctica y no como realidad esencial, por lo que se trata de un fenómeno no existente en la Edad del Bronce. Se conocen los subgrupos étnicos antes que el gran grupo que responde al nombre de «helenos». También influye en la elaboración de la etnicidad la percepción del bárbaro como «otro». La comunidad de culto es posiblemente el aspecto étnico que muestra su existencia antes del siglo V. Desde esta perspectiva no se puede definir como «griega» la cultura colonial antes del siglo V. El γένος sigue representándose como base de la estructura social ateniense (Ostwald 1988, en CAH) y como estructura ancestral en sí mismo. Las cuatro tribus jónicas eran según eso de estructura gentilicia, dominadas por los γένη aristocráticos. No se ha impuesto totalmente, pues, la teoría de Bourriot y Roussel, comentados en Plácido 1984, de que se trata de formas de organización derivadas de la organización de la ciudad. Los orígenes de la ciudad y las características de su organización siguen siendo objeto de atención de los investigadores1. La superación de la visión mecanicista de la πόλις como agrupación de γένη no puede impedir reconocer el papel de la orga-
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Una actualización reciente de este tema en Montes 2001.
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nización gentilicia en el desarrollo de la misma, aunque no exista en sus orígenes tal como se conoce en la ciudad desarrollada (Polignac 1984). El acercamiento a los casos concretos y el conocimiento de la diversidad de casos impide la búsqueda de «un» origen único para la ciudad o las ciudades (Davies 1997), cuando se cuenta con el apoyo en la Arqueología y en la Antropología de la etnicidad y en los estudios sobre jefaturas y otros modos de aproximación social y política relacionados con estas disciplinas. Como aportación relacionada específicamente con la Arqueología, se destaca Snodgrass 1993. La Arqueología espacial permite comprender los procesos de cambio de la ocupación del espacio que derivan en la formación de la ciudad (Snodgrass 1991). La misma Arqueología sirve de base a Morris 1991, para acentuar el carácter de la formación de la ciudad como nacimiento del estado en Grecia, en tanto que marco de creación de jerarquías y desigualdades. La Jefatura como sistema político dominante entre la Edad Oscura y el origen de la πόλις con una separación profunda entre los βασιλεῖς y el δῆμος (Donlan 1997) desemboca en la aristocracia de la πόλις, que se caracteriza por gobernar con poca fuerza coercitiva, lo que permite aparición de la στάσις. En ese período de transición tiene lugar el desarrollo de un imaginario específico en relación con los orígenes de la πόλις y la tradición elaborada desde la Edad Oscura (Plácido 2002). El Imaginario aparece así como parte integrante de la Historia. Se destaca también la reivindicación del papel del pueblo en el ejército y en la asamblea en la sociedad homérica, aspecto que, aunque enmascarado por el poeta, resulta esencial en el origen de la πόλις (Raaflaub 1997). El combate de masas será precisamente el que dará lugar al armamento hoplítico, y no al revés, y ese combate está ya presente en los poemas. Los hoplitas se definen como la población esencial de la πόλις. Por eso representan el apoyo de los tiranos, no por el hecho de que formen la falange. Los hoplitas mantienen relaciones específicas con la aristocracia, que era la que hablaba en la asamblea, según el modelo espartano y romano. Prost 1999, sin embargo, niega que en Atenas ni siquiera a partir de Maratón se consolidara una forma de cohesión social en torno a los hoplitas. Haubold 2000 se plantea el problema de las relaciones del pueblo (λαός) con los dirigentes en el plano político; se fija en los esfuerzos de los βασιλεῖς para atraer al pueblo y en los momentos en que sus pretensiones de control y de atracción fracasan. El desarrollo de la guerra es el objeto de atención de Hanson 1990. Representa un intento de buscar la mentalidad y los intereses de los soldados, lo que influye también en la consideración de la ciudad en sus orígenes y en la percepción del mundo de la agricultura. IV. LA CIUDAD Y LA CIUDADANÍA Han alcanzado una gran repercusión los planteamientos de Mogens Hansen sobre la naturaleza de la πόλις. La πόλις es en sus presupuestos lo que los griegos llamaban
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πόλις. Para confirmar sus propuestas se propone la organización de un inventario a través del Copenhagen Polis Centre, recientemente publicado. Sus primeros planteamientos generales aparecen a partir de un coloquio (Hansen 1993). Se trata de una investigación sobre la concepción griega de la πόλις, evitando los criterios actuales, considerados constructos, como el de la «ciudad estado autónoma». Busca de este modo la πόλις como escena de una cultura, más que como concepto político. Para ello el Centro ha realizado el mencionado inventario sobre las fuentes (Hansen 1997), para evitar el uso del concepto moderno de πόλις. Investigan el uso genérico y el empleo concreto de la terminología. La palabra tiene desde luego más de un significado, entre plaza fuerte y estado, núcleo o territorio. En realidad muchas πόλεις eran dependientes, por lo que no se puede considerar la autonomía como una condición inherente a su naturaleza. El problema se plantea como una cuestión semántica, debido a las diferencias de sentido entre el término griego y las lenguas modernas (Hansen 1995a). La πολιτεία se define como el conjunto de los ciudadanos. Las conclusiones que derivan de la aplicación de lo que él llama la Lex Hafniensis de Civitate consisten en que hay que evitar una aplicación rigurosa del término, pero sobre la base de que, desde el punto de vista estadístico, las dos aplicaciones principales del término πόλις, política y propiamente urbana, suelen coincidir, por lo menos en las épocas arcaica y clásica (Hansen 2000). Una de las conclusiones claras es que muchas veces las πόλεις no son autónomas, a pesar de que se ha considerado tradicionalmente una de sus características definitorias, y no por ello dejan de ser llamadas πόλεις. La autonomía, en efecto, dependía de las circunstancias históricas (Plácido 2001-2002). Para Hansen la autonomía real es incompatible con el φόρος, al que están sometidas las ciudades del imperio ateniense, aunque haya en ellas alguna forma de autogobierno. La independencia, por tanto, no es una característica esencial del concepto de πόλις y el concepto moderno de autonomía es ambiguo e inaplicable a la ciudad antigua. En cambio, salvo un par de excepciones, la diferencia entre πόλις y κώμη está clara en las fuentes, pues las superposiciones se explican por las transformaciones históricas, como los procesos de sinecismo, diecismo o la creación de dependencias (Hansen 1995b). Hansen hace en 2003 balance de los estudios correspondientes a la década 1993-2003 (Hansen 2003). En estrecha relación con este tema se halla el de la conceptuación de la población agraria2. En líneas generales, en las últimas décadas se ha tratado de definir la sociedad de la πόλις de acuerdo con el papel desempeñado por la agricultura en una sociedad donde ésta es sin duda la actividad fundamental de la población, como ocurre en todas las sociedades preindustriales. Por otra parte, aparece ahí un rasgo específico de las sociedades clásicas, en contraposición tanto a la sociedad 2
En la recopilación de artículos realizada y presentada por J. Gallego 2003a se reúnen las actitudes más significativas.
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medieval como a las orientales, donde se impone la dependencia colectiva o el sistema tributario. El sistema productivo griego se organiza en torno a la explotación libre de la tierra por el campesinado. A partir de dichos presupuestos, Gallant 1991 se ocupa de los problemas del campesinado libre para su subsistencia y su supervivencia, así como de las estrategias empleadas dentro de la economía doméstica para la adaptación a las circunstancias adversas. Estos estudios se han beneficiado de la intensa colaboración con la Arqueología, como pone relieve Osborne 1998, pp. 71-90. Los estudios del paisaje rural de la ciudad y su relación con la práctica de la prospección arqueológica encuentran un ejemplo destacado en Snodgrass 1990. El protagonismo del mundo rural, sin embargo, ha servido de punto de partida para el desarrollo de algunas divergencias. Una de las primeras actitudes polémicas estuvo representada por Wood 1988, para quien la democracia se basaba en los campesinos soldados, fundamento de la sociedad hoplítica, lo que se traduce en un protagonismo del trabajo libre que excluye la explotación del trabajo esclavo. Para otros autores, en cambio, el protagonismo del campesino en la πόλις no impide que se reconozca la existencia del trabajo esclavo en la agricultura, en una escala variable según las posibilidades económicas de cada agricultor (Jameson 1990 y 1994). En algún caso, las características del mundo rural han conducido a señalar las formas de continuidad, más que los cambios, entre la época de Hesíodo y la de Jenofonte (Amouretti 1986; Isager y Skydsgaard 1992). Una perspectiva mucho más diacrónica, relacionada con los cambios históricos del paisaje, aparece en Van Andel y Runnels 1987. En una línea igualmente diacrónica, con insistencia en los cambios históricos que en definitiva definen el proceso, Hanson 1995 ha insistido en el protagonismo de los campesinos en el desarrollo político griego, con una tendencia en parte modernizante a compararlos con los granjeros yanquis con quienes él mismo se identifica personalmente. En relación con la guerra y la función del hoplita, Hanson 1991 reúne una serie de trabajos para acentuar el papel cívico de los hoplitas y su protagonismo en la vida militar. En una perspectiva próxima, Lewis 1988 se inclina por atribuir un papel muy importante a la tiranía y, en concreto, a Pisístrato en Atenas en el desarrollo de las pequeñas granjas frente a la gran propiedad, en relación con el protagonismo del ejército hoplítico. La ciudadanía se estudia como elemento de participación, antes y después de la democracia como tal (Ruzé 1997). Sus características estarían ya formadas desde época de Solón en Atenas (Manville 1990). Sobre el papel de Solón en general, Domínguez 2001, con puesta al día de todos los aspectos del personaje y de la época. La ciudadanía se concibe también como la de una nación moderna, en que el estatuto jurídico tiene menos importancia que la convivencia ciudadana, en que están también los metecos e incluso las mujeres (Cohen 2000). Del análisis del vocabulario deduce Casevitz 2002 una historia dinámica de la ciudadanía, en que las experiencias concretas de cada uno en su comunidad entran en relaciones dialécticas
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con la idea general de πόλις como característica de la civilización griega de que ellos mismos son conscientes. V. EL CLASICISMO En varios estudios se introducen factores de conflictividad en el estudio de la época más característica como modelo del clasicismo. Se lleva a cabo así una revisión de las interpretaciones de la Grecia posterior a las Guerras Médicas, donde Davies 1992a contempla factores de aguda transición que revelan fondos de crisis en muchos aspectos de la realidad, entre personalidades, instituciones y clases. La complejidad de la nueva sociedad se basa sobre todo en la superposición de nuevas actividades económicas en una sociedad básicamente agraria (Davies 1992b). En lo que se refiere a la democracia, se estudian las relaciones entre el discurso de Pericles y la realidad (Musti 1995), centradas en la cuestión que afecta a los problemas relativos a si existe una teoría democrática de la democracia. Musti considera dicha expresión teórica inseparable de la tragedia, como manifestación de las contradicciones de la sociedad en época democrática. La evolución experimentada por aquélla entre Esquilo y Eurípides corresponde a los debates sobre la democracia y a sus conflictos. El autor da mucha importancia en los temas del debate a las relaciones entre lo público y lo privado. También atiende a los problemas de la democracia después del 404 y al papel de los nuevos políticos. El funcionamiento de la democracia se describe en Sinclair 1988, en que se atiende a las condiciones históricas reales de dicho funcionamiento. En esa línea, Rhodes 1992b juzga que las características principales de la democracia se centran en los logros constitucionales, en la dirección marcada por Ostwald 1986. Cohen 1995, en cambio, pone de relieve los elementos conflictivos que permanecen en la época de la democracia y cómo las instituciones funcionan dentro de una sociedad cargada de tensiones en que se manifiesta la violencia a escala pública y privada. Una visión de la democracia como consenso, basada en la necesidad de autocontrol de los poderosos, está presente por el contrario en Ober 1989. La retórica se define aquí como elemento de control político, creador de consenso. Por su parte, Robinson 2004 ofrece múltiples caras de la democracia a través de fuentes y estudios actuales. Entre las visiones menos conflictivas, Sancho 1997, plantea el estudio como un «homenaje» a la democracia. En cambio se pone el acento en los aspectos contradictorios y conflictivos de la democracia dentro de sus parámetros históricos en Plácido 2003. En un estudio antropológico de las relaciones humanas en época clásica, Mitchell 1997 profundiza en los modos variados de las relaciones de intercambio en una sociedad como la griega, donde la amistad funciona como reciprocidad. Sobre
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los aspectos discursivos de la democracia y las manifestaciones políticas de la subjetividad en la literatura dramática, destaca el libro de Gallego 2003b. Como intento de definición de las relaciones sociales dentro de los sistemas políticos griegos se presenta Fouchard 1997. Insiste, en cambio, en los contenidos fundamentalmente políticos y en los aspectos constitucionales del término «oligarquía» Ostwald 2000. Sobre el imperialismo y las relaciones entre la democracia y el imperialismo, continúa el debate inaugurado por Ste.-Croix (Plácido 1984, p. 511). Contra la existencia de un imperialismo consciente y sus relaciones con la democracia se pronuncia Baslez 1999. Sin embargo, Rhodes 1992a, pp. 34-61, aunque no cree en la voluntad previa de los atenienses de fundar un imperio, considera que éste aparece como resultado de la dinámica derivada de la actuación de los atenienses en la Liga de Delos. También continúa el debate sobre los apoyos del pueblo de las ciudades aliadas a Atenas y la resistencia de las oligarquías. Lewis 1992, p. 348 recurre al escepticismo en la línea basada en afirmaciones referentes a la falta de claridad de las fuentes en ese sentido, lo que traslada el asunto al tema de las posibilidades de estudiar las sociedades en las fuentes antiguas. Como un intento de explicar las aparentes contradicciones entre democracia e imperialismo se define el artículo de Plácido 1995. Sobre las responsabilidades de la Guerra del Peloponeso, Briant 1995, p. 88 insiste en la necesidad de penetrar en las diferencias internas de las ciudades, pues en todas había partidarios de la guerra y de la paz3. Para un estudio de la sociedad ateniense en la época de la democracia, con intención de integrar los problemas del imperialismo y los derivados de la Guerra del Peloponeso, puede verse Plácido 1997. VI. EL SIGLO IV Un conjunto de estudios muy completo sobre el siglo IV aparece en Trittle 1997. En su estudio del mercado ateniense del grano en el siglo IV, con la intención de colocarse por encima de la disyuntiva de Polanyi, Rosivach 2000 muestra que existen aspectos en que el mercado funciona como tal, aunque no en las mismas condiciones que en el capitalismo contemporáneo, a cuyas características el sistema antiguo sólo se aproxima en casos excepcionales. Los ricos desde luego invierten en bienes inmuebles y en elementos productivos ajenos a la tierra (Shipton 2001), lo que se convierte también en un argumento contra el «primitivismo» propuesto por Finley sobre la huella de Polanyi (Plácido 1984, pp. 515-516). La crisis se presenta como un importante signo de transformación, y no como un proceso de decadencia (Brun 2004, p. 6). Se observa el concepto de crisis en re-
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Sobre la bibliografía de la Guerra del Peloponeso en general, véase Plácido, Fornis y Casillas 1998.
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lación con los cambios en las formas de hacer la guerra (Brun 2004, p. 9); con el desarrollo de los peltastas, la vuelta de la caballería, la invención de la poliorcética (Ducrey 1985), la difusión del mercenariado (Marinovic 1988). En cualquier caso se ha señalado la diferencia entre el mercenariado del siglo IV y de la época helenística, por un lado, y el del arcaísmo y el siglo V, por otro (Bettali 1995; Brun 2004, p. 16), que respondería más bien a un modo de expresión de las relaciones clientelares. La caballería y sus vicisitudes se estudian en Bugh 1998 y en Spence 1993. En el plano político, ha surgido un debate a partir de la crítica de la visión negativa de Atenas en el siglo IV, en primer lugar, en relación con el funcionamiento de los organismos democráticos. Se trata de un movimiento de innovación según Hansen 1987, Oulhen 2004, pp. 255-256. El debate, en concreto, se ha centrado sobre el papel de los ψηφίσματα y los νόμοι y su significación en relación con el papel del pueblo en la política del momento. La posición de Hansen entró en polémica con Rhodes 1991. Austin 1994, por su parte, reconoce todos los factores por los que puede hablarse de crisis, incluso desde el punto de vista de las condiciones de vida, los alimentos o la inestabilidad e inseguridad, pero considera que el período fue también el inicio de una nueva época con rasgos procedentes del oriente. Por ello también procede reconocer (Rhodes 1994) que la ampliación del mundo a partir de Alejandro cambió las circunstancias, que ya no permitieron la independencia de la πόλις, pero las instituciones mostraron gran vitalidad incluso dentro de los estados territoriales. Sin embargo, en relación con el papel de la agricultura, Foxhall 1993 pone de relieve cómo en el siglo IV se rompe la unidad representada por la tríada ciudadano, soldado y campesino, lo que sin duda significaría una ruptura en la estructura coherente de la πόλις como unidad económica y política. Algunos autores reconocen una fuerte actividad en la Atenas del siglo IV gracias a la utilización de las fuentes epigráficas, especialmente ricas en este período. Es el caso de Thomas 1989 y 1992, siempre en relación con las formas orales de transmisión. Hedrick 1999 matiza la afirmación que se había hecho tradicional desde Merrit y que atribuía a la epigrafía carácter democrático. Sin duda, la democracia ateniense favoreció la publicidad de las medidas políticas, pero luego en cada caso hay que observar los contenidos y los modos de difusión de los mismos. VII. LA DEMOGRAFÍA Se reconoce en general la dificultad de establecer unos datos firmes (Oulhen 2004, p. 257). La mortalidad en la guerra es el punto de partida para las observaciones de Strauss 1986. Las dificultades sólo permiten afirmaciones aproximativas. Hansen 1982, a partir de los datos de Tucídides, llega a la conclusión de que pudo haber 100.000 ciudadanos varones y unos 200.000 de ambos sexos, a los que se añade un número variable de metecos entre 17.000 y 35.000. Brulé 1995, p. 13 cree que en relación con los esclavos puede admitirse al menos el número de 235.000. Algu-
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nos autores han seguido modelos analógicos, como el cálculo por la producción de grano. Cargill 1995 estudia los asentamientos exteriores a través de la epigrafía y la prosopografía, las cleruquías y las ἀποικίαι, las oscilaciones y la continuidad, la ciudadanía «ateniense» y la población nativa y esclava, todo ello enfocado como un acercamiento a los aspectos nuevos del siglo IV ateniense. El siglo IV en Atenas y las transformaciones demográficas aparecen también en relación con el consenso (Strauss 1986). VIII. MÁS ALLÁ DE LA ACRÓPOLIS El planteamiento del presente epígrafe parte del título de Van Andel y Runnels 1987, donde se recoge la crítica general del atenocentrismo dominante en la historiografía. Se buscan ahora alternativas, como en los trabajos reunidos por Brock y Hodkinson 2000, donde se estudian los sistemas no democráticos, el pensamiento no democrático (como el de Teognis), las oligarquías y las democracias ajenas, como la siracusana o los regímenes de Italia; los ἔθνη, como el de los aqueos y el de los tesalios; las formas monárquicas; las anfictionías. Todo ello pretende mostrar una imagen diferente a la que normalmente se ha tomado como modelo de la Grecia clásica. El resultado de esta tendencia ha sido la recuperación de la historiografía específica sobre ciudades o regiones. En relación con Esparta destaca la continuación de la obra de Cartledge (Plácido 1984, p. 510), últimamente en una serie recogida en 2001, sobre diferentes aspectos de la sociedad y la cultura, sus peculiaridades y los rasgos comunes al mundo griego. Hodkinson 1997 ha profundizado en la complejidad de las relaciones de dependencia, de esclavos y de libres; Ducat 1990, por su parte, hizo la gran monografía sobre los hilotas, pero se muestra en algunos casos innecesariamente escéptico al valorar las fuentes que se refieren a los aspectos más conflictivos de sus relaciones con los espartiatas. En general se construye la historia de Esparta sobre bases más seguras (Brulé 2004, p. 232). Una monografía reciente que recoge las novedades y los debates se puede encontrar en Fornis 2002, donde se busca superar la disyuntiva entre historia y mito. Talbert 1989 busca matizar los conflictos sociales derivados del hilotismo. Se insiste también recientemente en las capas de la población que presentan un estatuto intermedio, entre libres y esclavos, por ejemplo Ruzé 1993, para quien las contradicciones de la sociedad espartana se sitúan sobre todo dentro de la población libre. El conjunto de los inferiores, su formación y promoción, así como su papel en la política del siglo IV, constituyen el objeto del estudio de Carlier 1994. Para la Esparta del siglo IV y la crisis de la hegemonía espartana, es necesario acudir de nuevo a Cartledge 1987. Pomeroy 2002 presenta una serie de estudios de género en relación con la etnicidad, como característica
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específica de ésta en Esparta, en la misma línea en que se estudia la etnicidad como hecho cultural, por ejemplo por parte de Hall 1997 y 2002. Ducat 1994 extendió los estudios sobre la dependencia en Tesalia, donde se une la preocupación por las formas de dependencia de «tipo hilótico» entre las que se incluye la de los penestas, al calificar de este modo el tipo de situación que Pólux definía «entre libertad y esclavitud». Antonetti 1990 lleva a cabo una monografía completa sobre los etolios, para lo que se necesita una intensa colaboración con la Arqueología y una aproximación a los cultos religiosos. En esta línea, que trata de entender la historia de las entidades que no comparten todos los rasgos de la cultura clásica, Corvisier 1991 extiende el campo de atención sobre los pueblos de la Grecia septentrional, considerados los protagonistas del milagro griego en sus orígenes. También se ha trabajado en la recuperación de la civilización macedónica. Borza 1990 estudia la región con los métodos aplicados a las investigaciones sobre la formación de los estados, en la línea ya iniciada por Hammond, Griffith y Ellis (Plácido 1984, p. 513) y con ánimo de superar la cuestión del «helenismo» de los macedonios. IX. EL HELENISMO Naturalmente, la figura de Alejandro sigue siendo objeto de la atención de gran cantidad de estudios, a veces demasiado inclinados a obtener la aprobación mediática. En un enfoque nuevo, son más bien sus sucesores quienes aparecen como inicio de un mundo nuevo, en Bosworth 2002. Hornblower 1994, por su parte, hace un resumen del volumen VI de CAH para poner de relieve la necesidad de afirmar la historicidad del fenómeno representado por Alejandro en una confluencia con el fenómeno del mito, existente desde su propia época, en la huella de la importante obra de Goukowsky (Plácido 1984, p. 513). En general, sobre los contactos entre Grecia y Oriente, Georges 1994 parte desde la época anterior a Alejandro. Está representada la imagen de los iranios, las relaciones entre los griegos y el mundo iranio en el mito, el tema de la «invención» de los persas, el concepto de la barbarie. Miller 1997 profundizó y matizó muchos de los aspectos admitidos como lugares comunes en las relaciones concretas entre Atenas y Persia en el siglo V. De los estudios sobre fundaciones macedónicas pueden destacarse los relacionados con Estratonicea en Caria. En ellos se ponen de relieve los problema sobre el modo de integración de las comunidades y la organización de la nueva comunidad (Bremen 2000), en tribus y demos. La organización responde a estructuras grecocarias anteriores a la fundación. Luego, a pesar de todo, continuó la dispersión. La πόλις era el resultado de condiciones previas. La misma permanencia de elementos anatólicos se pone de relieve en Lozano 2001. En general, sobre la interacción entre griegos y no griegos en el mundo helenístico, destaca el libro conjunto de Cartledge et al. 1997. Se ponen de manifiesto
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las nuevas tendencias historiográficas, como la atención al multiculturalismo. A través de la interdisciplinariedad con los estudios orientales, se ha hecho un gran esfuerzo para acabar con el etnocentrismo, en la línea de CAH VII 1 y Walbank (Plácido 1984, p. 513), sobre todo por parte de Kuhrt y Sherwin-White 1987. La complejidad cultural y social del mundo helenístico en un espacio heterogéneo donde se hablan innumerables lenguas, frente a la imagen condicionada de un mundo unido, fue puesta de relieve por Davies 1984. Los seléucidas por ejemplo continúan sistemas legales locales heredados de Babilonia (Sherwin-White, en Kuhrt y Sherwin-White 1987). Hay no griegos en el aparato seléucida, entendido como simple remodelación del sistema aqueménida. Las fuentes babilonias revelan hostilidad de la población hacia Alejandro, en quien no veían precisamente un liberador. Babilonia continuó como ciudad mesopotámica tradicional a la que no le afectó la fundación de Seleucia del Tigris como hecho griego (Van der Spek, en Kuhrt y Sherwin-White 1987). En general las autoridades respetan las poblaciones del Golfo Pérsico (Salles, en Kuhrt y Sherwin-White 1987). En el estudio de la historiografía, Kuhrt (en Kuhrt y Sherwin-White 1987) llega a la conclusión de que Hecateo y Manetón en Egipto, como Beroso en Babilonia, hicieron accesibles a los gobernantes macedónicos las ideologías locales. Adoptan un giro específico las relaciones entre centro y periferia. Se muestra la pertinencia de su estudio a través del arte en Randsborg (en Bilde 1993). También como efecto de los contactos, se consolida el patriotismo griego frente a los celtas (Hannestad, en Bilde 1993). Los sistemas de dominación se manifiestan en las formas de explotación regional (Alcock, en Bilde 1993). Se detecta aquí sobre todo una pluralidad de redes comerciales, sin que exista una economía helenística integrada ni el dominio de grandes imperios comerciales. En general, han sido veinte años ricos en producción, que sirven de impulso para continuar en el trabajo de investigación en la Historia de Grecia como tema digno de ser estudiado, productor de reflexiones de interés para la humanidad. Muchos de los temas han progresado gracias a la integración de los estudios en las corrientes actuales de pensamiento y a las tendencias historiográficas dominantes en otros ámbitos del conocimiento. No ha habido campo privilegiado, sino más bien ha dominado la idea de que todos los períodos de la Historia de Grecia tienen interés de por sí y de que muchos aspectos y regiones están precisamente ahora abriendo sus puertas al interés de los estudiosos. BIBLIOGRAFÍA Amouretti, M.ª C. 1986: Le pain et l'huile dans la Grèce antique, París, Les Belles Lettres. Antonetti, C. 1990: Les Étoliens. Image et Religion, París, Les Belles Lettres. Arnason, J.P. y Murphy, P. (eds.) 2001: Agon, Logos, Polis. The Greek Achievement and its Aftermath, Stuttgart, Steiner.
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1 Respecto a los repertorios bibliográficos anteriores a la nueva etapa que empieza en los años setenta, es preciso mencionar: Calhoun y Delamere 1927; Berneker 1968. Para el período posterior, se publica una reseña periódica («Chronique des droits de l'Antiquité») en la revista RD a cargo de diversos autores, de forma más sistemática a partir de 1980. 2 Tal vez un tercer inconveniente sea la limitada dedicación en España al Derecho Griego, lo que me ha empujado a redactar esta exposición como una introducción a los grandes temas, a la par que actualizaba la bibliografía. De otro lado, mi condición de filólogo probablemente me haya llevado a poner un énfasis mayor en los aspectos textuales.
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y cuya Ponencia de apertura, a cargo de Hans Julius Wolff 1975, comenzaba destacando cómo ésa era «la primera vez que se habían unido filólogos clásicos, historiadores del mundo antiguo y juristas en el empeño común de estudiar el Derecho de las ciudades griegas y helenísticas de la Antigüedad». Tales reuniones científicas siguieron celebrándose con regularidad, y en 2003 ha tenido lugar la decimocuarta. De otro lado, es también definitorio de los nuevos tiempos el programa de trabajo que Wolff 1982 presentaba como fundamento de la nueva etapa: publicar el corpus de inscripciones jurídicas con el debido comentario, sin olvidar la inclusión de un léxico de términos jurídicos en cada volumen. Los primeros frutos son el Repertorio de Hübner 1993 relativo a la Tróade y Misia con excepción de Pérgamo3, y el volumen de inscripciones arcadias sobre derecho procesal a cargo de Thür y Taeuber 1994. También es perceptible el cambio en el terreno de los Manuales. Siguen siendo útiles, por los datos y la información que aportan, obras como Beauchet 1897 sobre el Derecho privado; Lipsius 1905-15; Bonner y Smith 1930-38; Biscardi 1982; Harrison 1968-71. Pero adoptan los conceptos, las categorías y el esquema expositivo del Derecho Romano, cuya realidad jurídica se diferencia profundamente del Griego: hay una preferencia por el Derecho positivo y una postergación del procesal, así como una superioridad del privado sobre el público. La obra de MacDowell 1978 supuso un cierto cambio, pero habría que esperar a Todd 1993 para encontrar un Manual en consonancia con el nuevo acercamiento. También el mundo de las Revistas ha experimentado alteraciones. Es bien sabido que había algunas con cierta especialización: la alemana ZRG: Romanistische Abteilung (Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte); la francesa RD (Revue historique de Droit français et étranger); o la belga RIDA (Revue internationale des Droits de l' Antiquité). En 1982 apareció la alemana RJ (Rechtshistorisches Journal), pero desde 1998 disponemos de una revista específica: Dike (Rivista di storia del Diritto Greco ed Ellenistico), publicada en Milán y dirigida por Eva Cantarella y en cuyo Comité científico se encuentran los grandes estudiosos actuales del Derecho Griego. Dentro de este primer acercamiento externo es necesario mencionar la elaboración de Antologías de textos legales, que son un provechoso material de trabajo. Así, Arnaoutoglou 1998 agrupa diversos tipos de fuentes (discursos forenses, inscripciones) en varios apartados legales4. En este campo tienen una importancia especial las Enciclopedias, en las que pueden consultarse los artículos correspondientes a los conceptos o realidades jurídicas. A las bien conocidas RE y Daremberg-Saglio hay que añadir el Novísimo Di-
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Para una nota informativa, cf. Behrend 1994. Pospongo la referencia a las recopilaciones exclusivamente epigráficas para cuando trate el apartado de las inscripciones como fuentes jurídicas. 4
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gesto Italiano (25 vols.), en el que se recogen colaboraciones de Paoli, Biscardi, Cantarella, Lepri, y otros. Esta actualidad ha tenido su efecto también en España. La labor pionera de Álvaro D'Ors 1948 no logró entonces crear un foco activo de trabajo, y sólo aparecieron trabajos aislados (p.ej., Sánchez de la Torre 1962). Pero en los últimos tiempos la situación ha cambiado radicalmente, y tenemos figuras notables como Fernández Nieto, participante asiduo y coeditor de varios de los Symposia ya mencionados, así como miembro del Comité de Redacción de Dike, y cuya dedicación al campo del Derecho Griego arranca ya desde su Tesis doctoral (1975)5. Incluso hay una atención cuidada al estudio filológico de los textos (p.ej., Calero Secall 1997; Martínez Fernández 1997; Navarrete Orcera 1995, y otros). 2. Métodos de acercamiento al estudio del derecho griego Se percibe en este campo una variada diversidad de enfoques. En primer lugar hay que dejar constancia de que el acercamiento se puede producir desde tres puntos de partida académicos distintos, lo que redundará en tres formas distintas de trabajo y de método. El estudio del Derecho Griego ha sido emprendido con frecuencia por juristas, concretamente por un sector de historiadores del Derecho, que tienen a su favor una ordenación mental netamente jurídica pero que a veces carecen de la preparación textual y contextual necesaria. Otro bloque lo componen los historiadores, que consideran este campo una parcela más de su indagación histórica y cuyo punto débil puede ser la ausencia de una formación jurídico-filológica. Finalmente están los filólogos, que aportan un dominio de los textos pero pueden carecer de una base conceptual jurídica e histórica suficiente. Otra diversidad de acercamiento viene determinada por el sistema legal concreto que se tome previamente como modelo. De esta forma ha sido práctica frecuente aplicar al Derecho Griego los esquemas del Derecho Romano, a pesar de las profundas diferencias ya mencionadas. El Derecho Romano es un corpus de doctrina jurídica bien estructurado, en el que prima el Derecho positivo, o sea, los derechos y deberes de las personas, y ello tanto en el terreno privado (personas, propiedad y obligaciones) como en el público; y dentro de todo esto, como un apartado más, el derecho procesal. Pero el Derecho Griego carece de una sistematización legal tal, lo que acarrea el que en ocasiones adquieran relevancia equivocada constituyentes que en sí eran secundarios. Y esto queda bien de manifiesto en la elaboración de los Manuales ya mencionados. Buena parte de ellos (Beauchet, Harrison, Biscardi, MacDowell) siguen un esquema expositivo tomado del Derecho Romano. Sólo recientemente el de Todd describe los hechos de forma más próxima a la realidad y,
5
Por derroteros semejantes Troncoso 2001.
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así, tras una muy útil parte introductoria, empieza la descripción por el Derecho procesal, sector que ocupa una lugar incuestionablemente destacado en la elaboración jurídica griega. Existe al menos una tercera variedad, en este caso determinada por la diversidad de ámbito. Según esto podemos encontrarnos con un acercamiento puramente descriptivo dentro del campo estrictamente jurídico. Sus rasgos podrían ser: estudio técnico de la realidad jurídica en cuestión; al tiempo, filológico, o sea, fundamentado en el análisis de los textos legales al respecto; analítico-formalista; y cerrado en sí mismo. Y a este tipo pertenece buena parte de la producción científica desde sus comienzos hasta los años ochenta del siglo pasado. Pero últimamente ha recibido diversas críticas (Finley 1986; Cohen 1989, 1991a, b y 1995), que consideran que este tipo de análisis es falsamente objetivo, al tiempo que ponen en duda la validez del uso de los testimonios tardíos así como la reconstrucción histórica hacia atrás. Frente a este enfoque netamente técnico está el método antropológico sensu lato, que estudia la materia jurídica como una realidad ineludiblemente unida a otras disciplinas como la antropología general, la antropología legal, la historia social, la historia legal, el comparativismo de diverso tipo (antropológico, legal, social, etc.). Es la gran innovación de los últimos decenios en el campo del Derecho Griego, y en no pequeña medida ha sido una aportación del mundo anglosajón (Gagarin, Cohen, Todd, etc.), aunque en la Europa continental hay importantes representantes, como Eva Cantarella entre otros. Realmente el iniciador de esta nueva corriente fue ya el gran maestro francés Louis Gernet (Gernet 1955, 1968), cuya Tesis doctoral data de 1917, y ha sido reeditada recientemente con una inteligente nota introductoria de Eva Cantarella. En las aplicaciones modernas a veces nos encontramos con ciertos problemas, como cierta inadecuación puntual de datos externos a la realidad de la cultura griega, o una postergación ocasional de los datos antiguos, o el desconocimiento del funcionamiento del proceso cultural en el Mundo antiguo, y en el griego en concreto. De todas formas, este nuevo acercamiento se revela, a mi juicio, claramente enriquecedor6. 3. Doble plano inicial y su relación con otros campos El estudio del Derecho Griego incide en primer lugar en el terreno de la Filología, puesto que la primera necesidad es la determinación de las fuentes, básicamente textuales, y los problemas que acarrean, sobre lo que volveré en el punto siguiente. Luego viene la comprensión del texto, en todo lo cual el acercamiento filológico se hace insustituible. Pero junto al plano filológico está el histórico, puesto 6 En la pasada década de los noventa ha sido frecuente la práctica de publicar volúmenes colectivos en esta línea de establecer lazos entre el Derecho Griego y otras áreas del Mundo Antiguo (p. ej., Cartledge, Millett y Todd 1990; Foxhall y Lewis 1996; Hunter y Edmondson 2000).
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que no debemos olvidar que la materia jurídica no es más que una parte de realia de la Historia general del mundo griego. Pero no debemos pasar por alto su relación con otros campos. Y en primer lugar está, lógicamente, la historia, y sobre todo la historia política: un ejemplo entre mil es Ostwald 1986, donde se describe la evolución del concepto de soberanía de la mano de la progresión del Derecho político. También muy atractivo es Bauman 1990, catálogo de procesos judiciales a los que Bauman aplica el calificativo de «político» en el doble sentido de proceso surgido en defensa de la seguridad del Estado, pero también como arma política. Y en esta recopilación se recogen causas judiciales tan famosas como la habida contra el poeta Frínico en el 493, o los diversos juicios por impiedad organizados contra el entorno de Pericles, o el del propio Sócrates, entre otros. Otra parcela en estrecho contacto es la historia del Pensamiento, en la que el concepto de ley ocupa un lugar a tener en cuenta en la evolución de la reflexión intelectual griega. La gran obra a este respecto comienza a publicarse a principios de los años cincuenta (Wolf 1950-67), y aplica su análisis a todas las zonas de la Literatura griega. En fechas más recientes, y de forma más circunscrita a la especulación filosófica, han aparecido algunas obras importantes: Romilly 1971, Triantaphylopoulos 1985 y Hoffmann 1997. La relación con el área de la Literatura propiamente dicha es especialmente importante, dada la peculiaridad de las fuentes de la Cultura griega. La Oratoria y la Retórica tienen una relevancia especial, y no me refiero ahora a su papel de fuente, sobre cuya realidad y problemática volveré después, sino como mecanismo mental que se va haciendo más elaborado con el desarrollo de la praxis jurídica. Un buen ejemplo es Johnstone 1999, donde se analizan con pormenor las diversas estrategias retóricas empleadas en los tribunales, puesto que —y ésta es la idea última del autor— es en el contexto judicial donde las leyes realmente adquirían su rango de autoridad en la democracia ateniense. 4. El plano filológico Es necesario detenerse en cada uno de los dos grandes planos arriba mencionados. El primero, lógicamente, es el filológico, o sea, el estudio de los textos. Y en este punto hay dos cuestiones centrales: las fuentes y la comprensión de los textos de dichas fuentes. Vayamos por partes. Las fuentes. Este punto tal vez tenga más complejidad de lo que a primera vista pueda parecer. Nuestro cometido es concretar qué fuentes nos aportan información, el grado de importancia entre ellas, y el índice de fiabilidad en cada caso7.
7
A título general cf. Gernet 1938; Paoli 1958; Biscardi 1982; Todd 1993.
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La fuente primera son las inscripciones, que, en nuestro caso, son documentos oficiales, lo que supone el más alto grado de fiabilidad. Pero también aquí encontramos puntos negros. Primero están los problemas estrictamente textuales: la lectura e interpretación iniciales de una piedra a veces han dado carta de naturaleza a términos técnicos, que luego por diversas razones se han revelado inexistentes (p. ej., Rodríguez Somolinos 1999); sin olvidarnos de la ausencia de contexto, lo que con frecuencia dificulta la comprensión. Luego están las deficiencias materiales: conservamos pocas leyes; por el contrario, numerosos decretos, cuya utilidad es mucho menor dado que una importante mayoría son honoríficos; y a todo esto se añade una reducida sistematización de los testimonios, de forma que hay parcelas jurídicas ricas en documentación y otras con escaso aporte. El trabajo filológico en este campo ha sido intenso en las últimas décadas: el ideal es la fusión de una cuidada edición, una precisa traducción y un rico y esclarecedor comentario (p. ej., Willets 1967, o Stroud 1998, entre otros muchos). Y al lado de estas ediciones individuales está la labor continua de los grandes corpora y de las publicaciones periódicas especializadas8, para lo que me remito a la exposición sobre Epigrafía en este mismo volumen9. Aquí me ceñiré al material específicamente jurídico. En la tarea de reagrupar el material epigráfico de contenido jurídico sigue siendo provechosa la benemérita obra de Dareste, Haussoullier y Reinach 1894-1904, y mucho más próximos son los trabajos de Sokolowski 1955-69 sobre las leyes sagradas. Pero habrá que esperar a los últimos tiempos para asistir a la reactivación del trabajo en la línea ya mencionada de Wolff 1982: en este sentido hay que mencionar a Koerner 1993 y, sobre todo, la recopilación de Van Effenterre y Ruzé 199510. Finalmente, debemos hacer una somera alusión a las antologías de inscripciones históricas, donde con frecuencia se da entrada también a material jurídico: Tod 1933-48 hizo una selección dividida en dos períodos (hasta el final del s. V y del 403 al 323); Meiggs y Lewis 19882 procederán a una actualización del primer bloque de Tod, y últimamente Rhodes y Osborne 2003 han hecho lo propio con el correspondiente al siglo IV11. En segundo lugar está el campo de la cultura material (arqueología, numismática, etc.), con frecuencia descuidado, pero que en numerosas ocasiones proporciona una ayuda excelente para entender mejor los textos, e incluso aporta una información que en aquéllos es claramente insuficiente. Su lado positivo es la incuestiona-
8 Me limito aquí a mencionar, por su frecuente olvido, los Studia et Documenta Historiae et Iuris (SDHI), que recogen siempre un apartado titulado «Epigrafia giuridica greca e romana». 9 Para la etapa anterior, cf. Serrano Aybar 1984. 10 Como lógicamente hay coincidencias entre los materiales de Koerner y Van Effentere y Ruzé, Fell 1997, con buen criterio, confecciona unas útiles listas de correspondencias. 11 En este caso, además, se incluye una traducción de los textos. De todas formas Rodhes ya había elaborado en 1971 (2.ª ed, 1986) una selección de los años 359-323.
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ble objetividad; su zona oscura, el silencio con que rodea su información. Un ejemplo. Si uno consulta el término κληρωτήριον en el Liddell-Scott-Jones se nos habla de «urna de votar», «sala donde se procedía al sorteo de jurados» sobre todo, o «lista de ciudadanos»; pero el auténtico valor de «aparato para el sorteo de miembros de los tribunales o para elegir magistrados» lo debemos al descubrimiento arqueológico en el ágora de Atenas de un ejemplar del mismo12. Por semejantes derroteros transita la obra colectiva editada por Boegehold 1995. La tercera fuente son los discursos de los oradores. Pero su grado de fiabilidad ha sido objeto de debate. Los detractores relativizan la certeza de la información jurídica trasmitida, y se basan en diversas circunstancias: la pretensión del orador es ganar el caso, lo que puede llevarles a alterar la realidad legal, dada la escasa formación jurídica de los tribunales y la ausencia de un juez profesional; luego está la diferencia entre el discurso pronunciado y el editado, que es el que realmente ha llegado hasta nosotros; y no hay que olvidar que el texto trasmitido nos ha llegado como pieza literaria, lo que implica un desinterés por los hechos de realia; finalmente, conservamos un texto aislado, sin el oportuno dossier legal completo, sin el discurso de la parte contraria13, y sin la sentencia, que certificaría la oportunidad jurídica o no de la pieza en cuestión. Pero desde hace ya varios decenios han surgido voces en defensa de la utilidad de los oradores (p. ej., Paoli 1958, desde la óptica de un historiador del Derecho; Todd 1990, desde el punto de vista de un filólogo clásico). Y en su apología insisten en el hecho de que el discurso es algo vivo, en el que se funden lo estrictamente legal, las tácticas legales al respecto y los argumentos suasorios; y ponen énfasis en que el texto escrito es leíble repetidas veces, lo que permite una valoración más precisa que la versión expuesta oralmente. Dentro de este campo de la fiabilidad es preciso mencionar el problema de «los textos de las leyes» recogidos a veces en los discursos de los oradores. Frente a una crítica generalizada, que los consideraba interpolaciones tardías en la tradición manuscrita, ya Drerup a finales del s. XIX postulaba que no debía adoptarse un criterio general sino que el análisis debía basarse en la forma y el contenido de cada documento en particular, y este criterio es el que sigue sustentando MacDowell 1990. El trabajo estrictamente filológico en este campo de la Oratoria ha tenido un importante desarrollo en los últimos decenios. Han empezado a aparecer varias series bilingües (UTET de Turín, y la serie inglesa de Aris & Phillips); traducciones (La Biblioteca Clásica Gredos de Madrid, completa; la Oratory of Classical Greece, coordinada por Gagarin y publicada en Univ. of Texas Press, bastante avanzada); y, 12
El descubrimiento se recogía en Hesperia, Supl. 1 de 1937. La rectificación se incluyó en el Supplement al LSJ de 1968, aunque todavía con vacilación, y ya de forma segura en el Revised Supplement de 1994 (ed. Glare y Thompson). 13 Excepciones seguras: Esquines 2 / Demóstenes 19; Esquines 3 / Demóstenes 18; probables: Lisias 6 / Andócides 1; Demóstenes 43 / Iseo 11.
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sobre todo, algunos importantes comentarios de discursos particulares (Wankel 1976; Hellgruber 1988; MacDowell 1990 y 2000; Worthington 1992; Kapparis 1999; Fisher 2001, entre otros). Finalmente, es útil la selección de discursos, ordenados por apartados jurídicos, que nos presenta Carey 1997 en traducción y con un breve comentario. También aportan información otros tipos de textos, aunque no sea en la medida de los oradores. En primer lugar están los historiadores, y en este campo hay algunos trabajos notables: bajo la dirección de E. Lancillota está empezando a aparecer la serie «I frammenti degli storici greci», con la pretensión de renovar en profundidad la gran obra de Jacoby, y ya se han publicado la obra de Crátero (Erda 2002) y la materia relativa a Libia (Ottone 2002). También merece una mención especial el modélico y exhaustivo comentario de Rhodes 1985a a la Ath.Pol. de Aristóteles. En paralelo a la obra aristotélica estaban Las leyes de Teofrasto, que conservamos muy fragmentariamente, y en la que parece que se trataban las legislaciones de las otras ciudades (Szegedy y Maszak 1981)14. Y lógicamente estos textos de historiografía constitucional nos llevan al tratado teórico-filosófico de Las Leyes platónicas, en las que una y otra vez nos topamos con el dilema de qué parte de la información allí trasmitida corresponde a una realidad jurídica contemporánea y qué otra hay que adscribirla a la especulación de Platón (Saunders 1991; Lisi 1999; Gagarin 2000). Luego está el Teatro. En el caso de la Tragedia la relación con el mundo jurídico suele circunscribirse a un plano bastante general, en el que los conflictos son entre legalidad y moralidad, sobre lo cual ha trabajado mucho la escuela de Vernant (p. ej., Vernant y Vidal Naquet 1972 y 1986). En cambio, la Comedia (Aristófanes y Menandro), incluida la Comedia latina dado el préstamo argumental directo que ésta hace de la obra menandrea, son una fuente interesante de información jurídica concreta, como ya vio hace bastante Paoli 1958-1961-1962, y recientemente Scafuro 1997 vuelve con pormenor sobre el tema. Finalmente, no debemos pasar por alto la labor, siempre provechosa para nosotros, de la erudición alejandrina, que también en este campo desarrolló una intensa actividad filológica. Se prestó una especial atención al vocabulario de la Oratoria —dejando ahora a un lado el material utilizable en los léxicos generales como Hesiquio, Focio o la Suda— , y así son provechosos en especial la obra de Harpocración sobre el léxico de los diez oradores del canon, o el libro octavo del Onomástico de Pólux. También nos son útiles las colecciones de escolios a los textos de oradores, aunque sólo conservemos los de Isócrates, Demóstenes y Esquines: Dilts 1983-86 y 1992 ha editado los de los dos últimos, de forma que sólo queda Isócrates por ser revisado. Finalmente, no debemos perder de vista a los rétores, de los que no pocas
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En este contexto no debemos olvidar la Ath. Pol. de «el viejo oligarca» de finales del siglo V.
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veces obtenemos información valiosa, pero tratarlos aquí con pormenor me llevaría muy lejos. Para terminar es preceptivo aludir a la importantísima fuente de los papiros de época helenística y romana, en especial lógicamente los documentales, que están en la base de la indagación del Derecho Griego postclásico (helenístico y romano). Pero esta etapa es terriblemente compleja y prefiero eludirla en estas páginas, en las que sólo pretendo una introducción conceptual y bibliográfica al campo del Derecho Griego15. De todas formas, para los neófitos mencionaré la figura, en los últimos tiempos, de J. Modrzejewski, cuya intensa e inteligente actividad científica es una ayuda inestimable para dar los primeros pasos en ese mundo complejo del Egipto helenístico y romano, en el que conviven varias colectividades (primero, indígenas con griegos; luego, el mundo romano; y sin olvidar la presencia de judíos) cuyas relaciones jurídicas suponen una enorme complejidad16. Hasta aquí he venido describiendo la cuestión de las fuentes. Ahora entraré en el segundo gran aspecto en el plano filológico del Derecho Griego, la comprensión del texto. En este punto la ayuda que aporta el acercamiento filológico, es puesta de relieve una y otra vez. Un buen ejemplo es Rosen 1982. Empezaré haciendo una breve referencia al problema de la traducción: dada la enorme divergencia entre el sistema jurídico griego y el nuestro, se hace muy difícil traducir —y utilizar sólo traducciones— un texto legal. Tenemos, primero, problemas de imprecisión: al verter δίκην λαγχάνειν simplemente por «poner un pleito», estamos prescindiendo del componente de realia jurídica del necesario sorteo previo para conseguir que se aceptara una causa contra alguien. Luego están los problemas de terminología, del tipo de equiparar δικασταί a nuestros «jueces» o al «jurado». Pero más complicado y sutil es el problema conceptual que nos plantea, por ejemplo, el uso de δικαστήριον, cuya función última no era nuestro «llevar a cabo el cumplimiento objetivo de la justicia» sino más bien el «llegar a un acuerdo entre partes enfrentadas» (Todd y Millett 1990, p. 14). Pero tal vez el aspecto filológico más importante sea el estudio del vocabulario, cuya trascendencia ya destacaba Wolf 1982 como parte primordial en la nueva etapa que se abría para el Derecho Griego17. En este campo se trabaja bastante, como puede verse en los repertorios bibliográficos generales o específicos (cf. Boned 15
Sobre el Derecho en esta etapa postclásica hay algunos Manuales de referencia: Taubenschlag 19552; Seidl 19622; H.J. Wolff tenía planeado escribir una nueva obra complexiva (Das Recht der griechischen Papyri Aegyptens in der Zeit der Ptolemäer und des Prinzipats) en tres volúmenes, de la que se han llegado a publicar los vol. I (Wolff 1978) y II (Rupprecht [ed.] 2002). 16 Para una delimitación general del problema son básicos los trabajos de Modrzejewski 1966, 1970, 1983a, 1989. Igualmente son muy provechosos sus constantes informes bibliográficos sobre esta etapa del Derecho Griego y sobre papirología jurídica, como la que aparece periódicamente en AfP. 17 Al poco tiempo yo mismo hacía un acercamiento filológico al nacimiento y desarrollo del vocabulario jurídico griego (Lucas 1986).
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1998). Por el contrario, no hay avances destacables en la elaboración de Léxicos de autor o temáticos, que serían una ayuda inestimable18. Un tercer aspecto filológico, ahora ya en el terreno estrictamente literario, es el relativo a la cuestión «oralidad versus escritura» aplicada ahora al campo del Derecho; o sea, qué sucede a este respecto en la etapa oral, cómo tiene lugar el paso al uso de la escritura, y qué realidad nos encontramos en el período de esta última. Thomas 199619 nos describe con rigor la existencia de una tradición de cantar colecciones de reglas/leyes20 en determinados contextos y situaciones sociales (simposios, fiestas, etc.), en paralelo al uso de la poesía y la música como vehículo cultural y didáctico en la época arcaica, lo que soluciona el problema de la creación de un corpus de normas específicas de contenido jurídico y de su trasmisión, y esto incluso coexistiendo ya con codificaciones escritas21. En apoyo de esta realidad está la figura del μνήμων y del ἱερομνήμων, el «memorizador y recordador», que con el paso del tiempo se convertirá en un oficial público ayudante del juez, todo lo cual habla a favor del componente oral en el contexto de las relaciones jurídicas, incluso haciendo coincidir el elemento oral y la nueva realidad de la progresiva codificación o la simple fijación por escrito de leyes particulares22. Otro campo de incidencia del doblete oralidad/escritura es la práctica jurídica (Maffi 1988), y también aquí nos vamos a encontrar la misma realidad mixta, y ello hasta bien entrado el siglo IV. En el código de Gortina vemos que los dos únicos elementos de prueba en los actos importantes del proceso, el juramento y las declaraciones testificales, son orales. En Atenas, en pleno siglo V, se registran por escrito los testimonios en la instrucción del proceso (ἀνάκρισις), pero en la vista tienen que ser confirmados oralmente23. Y la misma realidad intermedia se da en el contexto de los propios discursos, donde la dualidad escritura/oralidad, logógrafo/litigante, nos habla de una situación en la que el componente oral mantiene una vigencia incuestionable. Ahora bien, no es menos cierto que hay una progresiva preeminencia de la escritura, como queda de manifiesto en la preocupación cada vez mayor por el registro de la documentación pública (Sickinger 1999). 18
En la Universidad de Granada el Prof. José Luis Calvo dirige un equipo de trabajo en este sentido, que ha llevado a cabo algunas Tesis doctorales, pero sin publicar, que yo sepa. De todas formas un pequeño léxico jurídico puede consultarse en Todd 1993. 19 Podría añadir más bibliografía (Piccirilli, Camassa, etc.), pero puede consultarse toda ella en el inteligente trabajo de R. Thomas. 20 Sobre el problema de la naturaleza de estos contenidos volveré más abajo. 21 Se alude una y otra vez a la noticia de Ateneo 619b, donde se nos informa de que las leyes de Carondas eran cantadas por los atenienses. 22 Como testimonio de esta doble realidad simultánea se alude siempre al caso de Espensitio, ese escriba cretense de en torno al 500 a.C. cuyas funciones son «recoger por escrito y recordar». Un nuevo apoyo es la reciente inscripción de Teos (cf. Merkelbach 1982). 23 Cuestión más debatida es la relativa a los documentos privados (cf. Maffi 1988, p. 203 ss.).
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5. El plano histórico El Derecho es una parte de la realidad histórica, social y política de una colectividad, por lo que es necesario considerarlo primordialmente desde esta perspectiva. Estamos, pues, en el terreno de los realia jurídicos. Dada la limitación de espacio, me limitaré aquí a algunos aspectos generales específicos del Derecho Griego. El primer punto en cuestión es el relativo a la unidad del Derecho Griego: ¿debemos hablar de un Derecho Griego (más o menos) común, o más bien de Derechos específicos de las diversas ciudades (Derecho ático, Derecho espartano, etc.)? La cuestión se remonta al menos a finales del s. XIX con Mitteis como representante de la opinión generalizadora: el Derecho Griego es una unidad legal24, de la que el Derecho ático, por ejemplo, es un desarrollo temporal y local; y, contra lo que podría pensarse, hoy sigue siendo aceptada por personas de prestigio (Biscardi 1982; Modrzejewski 1983). Pero ya al menos desde Gernet 1938 comenzaron a hacerse diversas matizaciones a la vista de las divergencias constatables. Paoli 1946 hablaba de un derecho del οἶκος, que sería común, y de un derecho de la πόλις, que sería específico, tratando de reflejar en el campo del Derecho la historia del pueblo griego desde su llegada a Grecia. La postura radical contraria vendrá del lado del mundo anglosajón, para el que el Derecho no es una realidad autónoma sino en estrecho contacto con los otros parámetros de la sociedad; y al frente de este enfoque histórico-político-sociológico-antropológico está la figura de Finley25: dada la independiente evolución de todo tipo en las ciudades griegas, hablar de un Derecho griego común carece de utilidad analítica. No obstante, en los últimos años parece haber en este punto un acercamiento entre el mundo anglosajón y el europeo continental: se acepta la utilidad de los estudios comparatistas entre los diversos Derechos locales (Todd y Millett 1990); se va imponiendo la idea de que las ideas subyacentes a las realizaciones específicas de cada ciudad son comunes y de origen indoeuropeo (Sealey 1994); e, igualmente, esta proximidad legal queda de manifiesto en el caso de los conflictos entre las diversas ciudades (Chaniotis 2004)26. Un segundo aspecto central es la determinación de las condiciones que suponen la aparición del Derecho en Grecia. Ya Gernet 1951 hablaba de «prederecho», etapa previa al nacimiento del Estado, en la que ya se da la posibilidad de obtener una satisfacción judicial, rasgo central del Derecho para Gernet. En un estudio más 24
Mitteis la fundamentaba en la afinidad racial (Stammesverwandtschaft). La primera manifestación del rechazo de la unidad del Derecho Griego tal vez sea la reseña que en 1952 hizo a una obra Pringsheim sobre legislación comercial. Pero la formulación más sistemática es Finley 1977 (versión revisada de un trabajo de 1963). 26 Ante esta situación será interesante el tratamiento que dará Gagarin a este punto en el inminente Gagarin y Cohen (eds.). 25
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pormenorizado Gagarin 1986 establece tres etapas legales en la sociedad: pre-legal, proto-legal y legal, en la que existen procedimientos legales reconocidos mediante la codificación escrita. Y así llegamos al punto de la relación entre Derecho y escritura, ahora desde el punto de vista histórico. En los últimos decenios se han propuesto diversas causas de la codificación de las leyes: la lucha política entre la aristocracia y el pueblo; la exigencia comercial; la influencia del Oriente próximo; el movimiento de la colonización; y, últimamente, la manifestación de la consolidación de la pólis, lo que equivale a afirmar que la invención de la legislación en Grecia es obra de la colectividad social. Y, más concretamente, Gagarin 2001 sugiere que la persistencia del elemento oral en el área específica del proceso judicial supone una resistencia a la profesionalización y, por lo tanto, una participación mayor de la sociedad en el campo del Derecho. La limitación de espacio me impide entrar en mayores reflexiones. Respecto a las Instituciones mencionaré las obras principales, que nos aseguran un buen conocimiento, al menos del contexto ateniense (Hansen 1987, 1991; Rodhes 19852a; Wallace 1985; Harris y Rubinstein 2004; Rubinstein 2000; Christ 1998; Bertrand y Dagenbach 1999). Y también hay algunos trabajos sobre el Derecho de otras póleis (MacDowell 1986).
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27 ARQUEOLOGÍA CLÁSICA CARMEN SÁNCHEZ Universidad Autónoma de Madrid
De todas las disciplinas que estudian el mundo griego abordaremos aquí la más material y tangible, aquella que indaga en el aspecto físico del pasado, la arqueología. La preocupación básica y tradicional de la arqueología griega ha sido el análisis de objetos. El estudio de los restos arqueológicos es desde luego la ocupación principal de los arqueólogos pero, mientras los investigadores que se dedican a la Edad del Cobre, del Bronce o del Hierro en Europa se han interesado por estudiar objetos de todo tipo, desde el más insignificante fragmento de cerámica o de bronce, o restos de tejas o ánforas o vasijas de cocina, en el caso de la arqueología clásica ocurre que muchas veces el material de estudio es extraordinariamente bello y que los objetos que se someten a análisis son magníficas obras de arte. Hay más obras de arte en el campo de la arqueología griega (y romana) que en ninguna otra arqueología. Y la tradición de la arqueología clásica, al menos hasta la década de los setenta, se ha dirigido con un gran énfasis a estos bellos objetos artísticos. Para estudiarlos no se han utilizado métodos puramente arqueológicos sino metodologías tomadas de otros campos, como la historia del arte, la estética o incluso la filosofía. Ésta es una de las grandes diferencias que tradicionalmente ha enfrentado la arqueología griega a las demás arqueologías, otra es que la cultura de la Grecia antigua se ha entendido fundamentalmente desde un contexto literario: la descripción, la cronología, la interpretación, la reinterpretación, el reconocimiento, nombrar, identificar y casar la interpretación del material arqueológico con lo que conocemos de los textos antiguos. Ésta ha sido la gran ocupación de la arqueología de Grecia, acostumbrada a la supremacía del texto escrito, que siempre dirige y conduce la labor arqueológica del investigador. Al primar tradicionalmente los objetos sobre los contextos, la arqueología griega prefirió elaborar con gran paciencia y esfuerzo erudito una historia de las personalidades individuales, una reconstrucción «filológica» de las carreras de los grandes artistas, en lugar de enfocarse hacia el análisis y estudio de la técnica o de los procesos culturales. Pero no es sólo que la arqueología de Grecia tenga unos objetos de estudio diferentes a otras arqueologías y para esto haya tenido que adoptar metodologías de estudio diferentes. La arqueología griega es arqueología clásica, con todos los valores que el arte clásico representa. Los estudios clásicos han significado mucho en la EuF.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 715-732
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ropa de los siglos XVIII, XIX y primera mitad del XX. Han sido para la educación de la sociedad aristocrática los custodios de valores tradicionales, de principios incluso éticos, y gracias al peso de la filología en la Europa del siglo XIX, se tomó la cultura griega antigua como ejemplo para los principios nobles de la contemporánea sociedad europea. El arte, la poesía, la literatura, la filosofía son los monumentos vivientes de esa lejana sociedad paradigmática. La cultura clásica ha sido en Europa desde el siglo XVIII parte de la educación que se ofrecía a una élite, a la que se daba acceso, a través del estudio de la lengua y del arte de los griegos y romanos, a la fuente misma del conocimiento y de la moral. Así los profesores de clásicas no transmitían sólo el conocimiento de un periodo concreto de la historia de la humanidad sino que eran los que enseñaban a los caballeros de la Europa decimonónica los altos valores éticos de la literatura o el arte clásico. Cualquier universidad europea que se preciara tenía en los tres primeros cuartos del siglo XX un departamento de clásicas. Los arqueólogos clásicos participaban también de alguna manera, quizá algo menos, del elevado estatus de sus colegas historiadores o filólogos. Pero el propósito es presentar los últimos veinte años de la investigación. Y es realmente en estos años cuando se produce un gran cambio, es justo el momento en que nuestra disciplina rompe con un pasado que arrastraba desde hacía más de cien años. Ahora los departamentos de clásicas han sido sustituidos en la mayor parte de las universidades europeas o americanas por departamentos de arqueología o de antropología y en nuestro país los profesores universitarios y los profesionales de la arqueología clásica son muchos menos que los arqueólogos que pertenecen al área de Prehistoria. El estudio del pasado material de los griegos se ha dividido con límites muy difusos en las universidades entre los departamentos de arqueología y los de historia del arte. La situación de la arqueología clásica, creada en el siglo XIX en ese ambiente de posición privilegiada de enorme peso de los estudios clásicos, comienza a cambiar en los años 60, cuando se rompe el modelo y se abandona el paradigma de la Antigüedad clásica. Es el momento en que comienzan a surgir dudas sobre el eurocentrismo y comienza a ser fuertemente rechazada la idea de la idealización de Grecia como único origen para la cultura occidental. Entonces los estudios clásicos, en general, y en nuestro caso la arqueología de Grecia, en particular, entran en una crisis de la que aún hoy no se ha sabido muy bien salir. Muchos de los planteamientos tradicionales de la arqueología clásica pertenecen a un mundo cuyas ideas son difícilmente defendibles en este siglo1 y esto ha producido, y debemos ser conscientes de ello, un cierto rechazo en algunos intelectuales y arqueólogos por nuestra disciplina, considerada más como un trabajo
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Un resumen de la cuestión p. ej. en Morris 1994, p. 44.
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diletante, erudito e ingenioso, que como una verdadera arqueología, una disciplina que además resulta algo incómoda por sus relaciones con el mercado del arte2. El panorama es que entre aproximadamente 1945 y 1980, mientras se producían los más acalorados debates en Europa y América y otras arqueologías prehistóricas avanzaban creando nuevos postulados teóricos y ensayando nuevas metodologías, la arqueología de Grecia, lastrada por el enorme peso decimonónico, concebida y desarrollada como una rama de la filología clásica, quedó aislada de las preocupaciones e innovaciones del resto. Los cambios han terminado por llegar, pero con retraso y lentitud y sin unanimidad; en muchos casos hay autores aún con una cierta reluctancia a abandonar las viejas aproximaciones académicas y con una cierta inclinación a aplicar el positivismo, lecturas no problemáticas o comprometidas de textos, de imágenes o de cultura material. Es en los últimos veinte años cuando se ha producido el cambio de manera más espectacular aunque no global. Lo que fundamentalmente ha variado en muchos estudiosos es la actitud hacia la disciplina, que se aborda ahora desde una óptica más consciente, deliberadamente subjetiva y comprometida. Se ha producido una gran ruptura con la tradición de la arqueología clásica y el camino nos ha conducido hacia una gran variedad de enfoques, de objetos de estudio y de diversas y contradictorias aproximaciones. Con el postmodernismo, expresión que comienza a usarse en los años 70, se produce una crisis, una desaparición de modelos, una heterogeneidad de métodos de estudio y de intereses en la búsqueda, una fragmentación del conocimiento, una vuelta por algunos a la cuantificación y seguridad del positivismo, a un relativismo por otros y en casos extremos a la invención de disciplinas que se subdividen en subdisciplinas que no se comunican unas con otras, llegando, y pongo un ejemplo exagerado pero real, a especialistas en cerámica de barniz negro, o de figuras rojas o de figuras negras, o incluso a superespecialistas en tal o cual forma de vaso ático. La gran ruptura que se da a partir de los años setenta es la de la nueva preocupación por el contexto más que por la pieza3, por los procesos culturales o artísticos más que por la historia concreta de la obra maestra, en definitiva, el cambio de óptica y de mirada desde los ojos del artista a los del espectador. Ésta es precisamente una característica de nuestros tiempos, la multiplicidad, la especialización, la variedad, la ausencia casi total de las grandes figuras, de los grandes gigantes que en otras épocas abarcaban con su trabajo amplios campos del saber que ahora nos parecen imposibles. Y otra es la preocupación, más vieja en 2
Whitley 2001, p. 12. Así obras colectivas recientemente cambian la óptica y se analizan p. ej. las cerámicas desde el contexto arqueológico en Pots for the Living, Pots for the Dead, Acta Hyperborea 9, Copenhague, 2002, o en el congreso celebrado en Estocolmo en 1997, Ceramics in Context, Proceedings of the Internordic Colloquium on Ancient Pottery, ed. Ch. Schefer, Estocolmo, 2001. 3
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algunas sociedades europeas como la inglesa y más nueva en otras como la nuestra, de querer dirigirse cada vez a un público más amplio. Estos dos factores han dado lugar a un fenómeno más editorial que de hábito de investigación, que no es nuevo pero sí muy propio de nuestro días: los libros con editor o editores que recopilan trabajos de diversos especialistas con un título común, dando así salida, por un lado, a los trabajos especializados fuera del ámbito de las revistas científicas y, por otro, intentando satisfacer a un mercado de inquietos intelectuales. El problema es que muchas veces no se corresponde a las expectativas que despierta el sugerente título de portada y más que ofrecer una esperada perspectiva global de un tema concreto nos encontramos ante una antología diversa y, en ocasiones, dispersa, de temas variados con un delgado hilo común. Creo sinceramente que los mejores trabajos en el campo de la arqueología de Grecia están por venir, pero también creo que el esfuerzo de muchos estudiosos de las dos últimas décadas comienza a dar resultado y que estamos viviendo el mejor, menos aburrido y más sugerente momento que la arqueología clásica ha tenido en mucho tiempo. Pero para llegar a los tiempos actuales permítanme que me remonte de forma breve algo más atrás que el espacio cronológico que se nos ha asignado. Quiero hablar como punto de partida, aunque realmente no lo es —tendríamos que irnos a Winckelmann—, de John Beazley, una de las figuras de más peso y responsabilidad que han configurado la noción que de la arqueología griega se ha tenido en gran parte del siglo XX. Su enorme trabajo e indiscutible éxito marcó un cambio en la comprensión, aproximación y cronología de la arqueología griega. Su principal interés fue el estudio de la cerámica ática de figuras negras y rojas, esto es, de época arcaica y clásica, y consiguió establecer pacientemente la mano de cientos de artistas ordenándolos en largas listas por orden cronológico. La precisión con la que llega a fecharse la cerámica ática es válida no sólo por sí misma o para establecer la evolución estilística del dibujo vascular, sino que además nos permite una fecha muy precisa de los contextos arqueológicos y una visión muy controlada de la evolución del arte arcaico y clásico. Es fundamental a la hora de afinar cronologías, y no sólo de aquellas que afectan directamente al mundo griego, sino de todas las culturas que en sus contextos arqueológicos incluyen cerámica ática, lo que va desde el mar Negro hasta la península Ibérica, permitiendo así la datación y secuencia cronológica de culturas tan alejadas de la griega como la ibérica, por ejemplo. Así pues, el enorme trabajo de Beazley tuvo una importancia que trascendió con mucho probablemente su objetivo inicial, pero su reluctancia a explicar su metodología de trabajo basada en el criterio de autoridad, su interés evidente por las obras de mayor belleza formal, su desinterés por el contexto arqueológico o por el valor funcional o social de las piezas, marcaron una época y una forma de entender la arqueología clásica… y de rechazarla.
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John Beazley fue profesor del departamento de Historia del Arte y Arqueología de la Universidad de Oxford y su trabajo ha sido continuado en la misma línea por muchos otros hasta nuestros días. El mismo método de atribución ha sido después aplicado a la cerámica corintia o a todas las producciones suritálicas. Gracias al enorme trabajo de Beazley ha sido posible tener un conocimiento muy preciso del desarrollo y la evolución de todo el periodo arcaico y clásico, algo que no poseemos para el Helenismo, cuyas fechas son mucho más difusas y polémicas. Sus seguidores y defensores en la actualidad siguen siendo numerosos y el mayor centro para el estudio de la cerámica ática es aún hoy día Oxford, donde se ubica el mayor archivo del mundo, el Beazley Archive. Beazley atribuía las manos individuales de artistas de la cerámica de la misma forma que se utiliza el método de Morelli para la pintura del Renacimiento4. Pero no sólo el método tenía como punto de arranque el viejo método morelliano, sino que la concepción de todo el sistema también participaba de la idea de la sociedad artística renacentista; así, habla de maestros que transmiten el conocimiento a sus discípulos, de ambiciones sociales de los artistas, utiliza términos como imitación, escuela, seguidor, influencia, círculo, etc. La analogía renacentista se hace a veces muy evidente y esto no sólo afecta al estudio de la cerámica ática sino que se extiende a la idea del desarrollo del arte griego en general. Con su trabajo Beazley demostró una vez más una vieja idea de la tradición académica, esto es, que el desarrollo del arte griego iba ligado a individualidades artísticas, que no era un proceso impersonal de evolución estilística sino algo vinculado al trabajo individual, a las intuiciones, predilecciones e innovaciones de un artista genial. Fuertes han sido los detractores de Beazley. Muchos proceden de la otra gran universidad británica, Cambridge. Los excesos de la aproximación de Beazley han producido una reacción. Se niega el alto estatus que el estudioso de Oxford concedía a la cerámica, que para los griegos antiguos era un producto artesanal y barato: ningún nombre de pintor nos ha llegado por las fuentes escritas, ya que el trabajo de alfarero y de pintor de vasos era un oficio humilde y el valor que le otorgamos no deja de ser producto de nuestra propia valoración histórica. Una de las reacciones más vivas a este concepto de arqueología griega es la que protagonizó Michael Vickers en la década de los 805. Sus propuestas son muy sintomáticas como reacción a la exageración de Beazley en su concepción de la cerámica ática. Defiende que en la Antigüedad los vasos de oro y plata eran muchísimo más caros y valiosos que los de cerámica y que es natural que un producto artesanal y sin pretensiones copiara los prototipos más apreciados y valiosos. Así, la humilde cerámica imitaría los vasos metálicos. Basándose en algunas piezas procedentes de tumbas de Bulgaria, de plata con las figuras aplicadas en oro, que re4
Sobre el método cf. Sánchez 1994.
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Vickers 1985. Contra p. ej. Cook 1987.
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cuerdan vivamente la cerámica ática, argumentó que la cerámica era una imitación de estos prototipos metálicos, de tal manera que el cambio de figuras negras a figuras rojas se produjo porque las primeras imitaban vasos de oro con figuras en plata y vasos de plata con figuras de oro los vasos de figuras rojas; se trataría, pues, de un cambio hacia una economía de materiales. El legado arqueológico sólo nos ha permitido estudiar los vasos cerámicos, ya que los valiosos vasos metálicos en su inmensa mayoría han desaparecido. La controversia que produjo Vickers es muy sintomática de los cambios que empezaron a producirse en la arqueología clásica, con escuelas que difieren de la tradicional arqueología clásica en diversos lugares como París, Nápoles o Hamburgo6. Hay que reconocer que los vasos griegos son mucho más importantes hoy, artística, intelectual y comercialmente, de lo que lo fueron nunca en la Antigüedad, pero también hay que reconocer que el trabajo iniciado por Beazley sigue siendo útil y que es necesario y conveniente seguir con la atribución de vasos griegos a pintores concretos, pero también sería conveniente que esto se hiciera con humildad, esto es, poniendo al alcance del lector el razonamiento, el modo en que se ha llegado a esa conclusión. El método es útil pero sin olvidar que la atribución sólo es un medio y no un fin, ya que el objetivo de la investigación ha de ser mucho más ambicioso que el mero atribucionismo, como, por ejemplo, indagar en el contexto de la pieza sin olvidar interpretar qué es lo que está pintado en el vaso. Otra pieza central en el trabajo de Beazley era naturalmente el estilo. Se diferencian las manos de artistas individuales, pero éstos se agrupan en círculos o escuelas colocados por orden de evolución estilística. El estudio del estilo es de una larga tradición, sobre todo heredera de la escuela alemana desde Fürtwangler; la búsqueda del estilo individual de los famosos artistas citados por las fuentes clásicas ha sido unos de los grandes motores de la arqueología clásica entendida como historia del arte. El lugar que ha ocupado en la historia europea el arte griego y en particular la escultura griega, a la cabeza de una tradición artística que se ha ido formando en un continuo proceso de contraste y comparación con el modelo clásico, ha aumentado la dificultad de análisis e interpretación de la escultura griega, tomada y tratada de manera aislada de su contexto histórico. Si analizamos los trabajos de las dos ultimas décadas, la aproximación estilística para el estudio de la escultura clásica sigue siendo central. Pero la actitud de los estudiosos ha variado. Aunque algunos continúan publicando artículos y monografías sobre artistas individuales, estilos personales7, historias de la escultura e incluso de la pintura griegas basadas en tipologías positivistas, en complejos estudios sobre el parecido formal de las réplicas, al mismo tiempo trabajos más abiertos exploran, por un lado, la técnica del trabajo del bronce, que es en muchos casos un 6 7
Whitley 2001, p. 41. V. el trabajo con esta finalidad pero una visión mas global de Palagia y Pollitt 1996.
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producto mucho más artesanal y en serie que el resultado de la voluntad artística de un genio8, o el significado de la evolución estilística en su contexto social y político9. Porque ¿qué sentido tiene reconstruir pormenorizadamente y empeñarse en inventar la carrera de artistas legendarios de los que no se nos ha conservado ninguna obra original? O ¿es realmente útil y esclarecedor imaginar a partir de copias romanas supuestos prototipos griegos que bien pudieron no haber existido nunca? Cada uno tiene al Fidias que se merece, decía Ernst Buschor. La cuestión de aislar y analizar el estilo artístico de, por ejemplo, Fidias, del que no poseemos con seguridad ningún original, resulta, a mi juicio, un enorme dispendio de energía e ingenio para los escasos resultados alcanzados. Aunque podemos, como afirma John Boardman, «adjudicar ciertas piezas a determinados artistas y la secuencia estilística (del arte griego) puede darse por aclarada»10, nos encontramos paradójicamente con casos que hacen reflexionar. Por ejemplo, cuando se encontraron en 1973 los bronces de Riace en Reggio Calabria y se sometieron a estudio en la década de los 80, descubrimos la aparente inutilidad del método del conocedor, del especialista: hombres y mujeres sabios dedicados por entero al estudio del estilo en la escultura eran incapaces de ponerse de acuerdo sobre si se trataba de originales griegos de los siglos V o IV a.C. o de obras tardías hechas al estilo clásico. Tal vez sin abandonar del todo el método del conocedor, aunque conscientes de sus limitaciones, se pueden abordar otros planteamientos y otras preguntas más eficaces y es por ese camino por donde avanzan los trabajos de muchos investigadores en las dos ultimas décadas, el querer entender la manera en la cual se construye la evolución de la escultura o la pintura en Grecia o el significado de una pieza basándose en su hechura estilística, una aproximación sin duda más compleja e interesante11. También en los últimos años los estudiosos de las artes visuales han variado sustancialmente el énfasis de sus enfoques, interesándose en la semiótica de los estilos artísticos12, en el papel que las copias de originales griegos tuvieron como expresión del gusto romano, en la complejidad de la construcción de las hechuras estilísticas, de su contexto, de su función, de su semiótica, concediendo una importancia menor a las intenciones del artista, que se convierten para este tipo de estudios en insignificantes, ya que las preguntas que se intentan responder no son ya aquellas de la creación del genio individual sino las que llevan a la comprensión, algo infinitamente más útil, de la forma en que se construyen los significados13. 8
Cf. p.ej. Haynes 1992 o Mattusch 1996. Palagia y Pollitt 1996. 10 Boardman 1991, p. 14. 11 V. un desarrollo de este tema en Fullerton 2003. 12 Innovador y muy influyente fue el trabajo de Zancker 1987. 13 Un magnífico ejemplo es el libro de Spivey 1996. 9
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Uno de los campos donde la arqueología griega ha avanzado enormemente a lo largo de los últimos veinte años es la iconografía. El estudio de las imágenes no le había dado mucho dolor de cabeza a John Beazley, ocupado con el reconocimiento de sus artistas. Al contrario, en sus listas las menciones a los temas dibujados en los vasos son lo más escuetas posibles. Se trataba de reconocer, de nombrar, de identificar, la preocupación tradicional de la arqueología clásica, no de entender o explicar. Cuando la cuestión se complicaba un poco lo solucionaba simplemente con un «unexplained subject»14. Frente a esta forma de abordar los vasos griegos se ha publicado en los últimos tiempos un ambicioso proyecto iconográfico, el LIMC (Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae), un gigantesco diccionario que comenzó en 1973, donde se pretende recoger si no todo, sí casi todo. Se trata de la mayor obra de referencia sobre iconografía griega y romana. Los 10 volúmenes son un gran proyecto internacional donde han participado gran parte de países europeos, entre ellos el nuestro, aunque el español no está reconocida como una de las lenguas suficientemente prestigiosas en estas cuestiones de arqueología clásica, mientras sí lo son el alemán, inglés, francés e italiano, las lenguas en que está escrito este enorme diccionario. Pero no nos engañemos. A pesar de su internacionalidad, de su ambición y de su fecha, el método aplicado en este trabajo es filológicamente tradicional. Se trata una vez más de recoger, de nombrar, de identificar y de hacer un análisis muy formalista de la evolución iconográfica. Una vez finalizado el LIMC algunos de sus componentes empezaron un nuevo proyecto, ahora en marcha, igualmente ambicioso, pero con un planteamiento en principio muy distinto, que se puede deducir simplemente de su nombre, el Thescra o Thesaurus Cultus Ritumque Antiquorum, en el que participa España con el estudio de animales y plantas bajo la dirección del Prof. R. Olmos. Visiones más novedosas y disidentes que intentan romper el tradicional divorcio entre la arqueología del mundo griego y la investigación sociológica o antropológica son los de los iconólogos estructuralistas como Herbert Hoffmann o toda la escuela de Lausana y París. Se trata de una aproximación entre lenguaje y cultura. Como el lenguaje, las imágenes tienen su propio código gramatical que determina mediante asociaciones, yuxtaposiciones y ausencias su significado. Evidentemente cada cultura, como cada lenguaje, tiene su propio código. En el mundo griego muchos vasos se decoran con escenas antitéticas y muchas escenas se construyen así, en una serie de oposiciones binarias, un tipo de comprensión o de hechura, un tipo de lenguaje visual que no tiene por qué corresponderse, y que yo diría que en la mayoría de los casos no se corresponde, con la literatura contemporánea. Si volvemos al principio y recordamos el enorme débito que tiene la arqueología de Gre-
14
Beazley, ABV = Attic Black Figure Vases y ARV = Attic Red Figure Vases.
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cia y desde luego el análisis iconográfico a los textos clásicos, es fácil deducir lo extremadamente útil que resulta para el conocimiento del mundo griego este tipo de análisis. Las imágenes de la Grecia arcaica y clásica encuentran lecturas en términos antropológicos. Se trata de estudiar las imágenes en sí mismas y no concebidas, como son usadas a veces por los historiadores, como un reflejo de cuestiones políticas, ni utilizadas como meras ilustraciones en un discurso elaborado a partir de las fuentes literarias. Se pueden realmente entender y aprehender muchas ideas culturales con esta clase de lectura iconográfica, aún no suficientemente bien explorada. Los primeros en destapar este tipo de aproximaciones fueron J. P. Vernant y M. Detienne, seguidos de la escuela suiza, cuyo mejor exponente es desde luego Claude Bérard, y la escuela de París, dentro de la que destacan, por ejemplo, A. Schnapp, F. Lissarrague y F. Frontisi-Ducroux. Uno de los mejores y primeros trabajos de esta corriente fue La cité des images, la ciudad de las imágenes, catálogo de una exposición con voluntad de acercarse al gran público. No sólo el título era acertado, realmente Atenas comparada con cualquier ciudad del mundo antiguo era una ciudad de las imágenes, escasamente valoradas, sin embargo, por la tradicional arqueología griega de sesgo filológico. En el trabajo de los franceses se analizan temas como la caza, la guerra, el sacrificio, el mundo femenino desde la óptica que nos dibujan las imágenes. Esto ha variado el panorama que hasta entonces había de los estudios de iconografía15. El problema, sin embargo, de este tipo de metodología se hace muy evidente: no se tienen en cuenta los contextos arqueológicos de la pieza, trabajando en la mayoría de los casos con piezas de procedencia desconocida o en cualquier caso ignorada. El análisis suele hacerse desde una óptica sincrónica y no diacrónica, y se nos describe muchas veces la cultura como un sistema y no como una suma de sistemas que cambian y se renuevan. No es lo mismo un análisis de las imágenes de época arcaica o de época clásica, que no pueden ni deben ser vistas como un único sistema cultural estático sino como un proceso cultural dinámico. La aparición de este método estructuralista coincide en la década de los 70 y más aún en la de los 80 con el abandono cada vez mayor del atribucionismo y el interés creciente por la iconografía. Cada vez más, y parece que el futuro camina en este sentido, se pone el acento en los estudios interpretativos más que en los puramente descriptivos o atribucionistas. El interés por la iconografía se ha desarrollado hasta el punto de buscar nuevas miradas e intentar abordar elementos nuevos, copar todos los resquicios16. Me explico, y además quiero destacar este aspecto que es una de las búsquedas de la investigación más reciente: no sólo se han ido abandonando los estudios desde 15
Algunos ejemplos son los trabajos de Lissarrague 1987, 1990, «Women, boxes, containers: some signs and metaphors», en Reeder 1995, Frontisi-Ducroux 1991, Schnapp 1997. 16 P. ej. los estudios de los gestos. Cf. Baggio 2000-01, Pedrina 2001.
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la visión del artista a favor del espectador, sino que interesan aquellas miradas de espectadores minoritarios. En el caso de la iconografía cerámica cada vez es más frecuente indagar sobre la mirada del receptor de la imagen. En la mayor parte de los casos, dados los contextos arqueológicos, es la de los indígenas que reciben estas piezas17: así se ha hecho en los últimos años con el mundo ibérico, por ejemplo, encabezados por el Prof. Olmos. El comercio de vasos áticos se ve ahora como un fenómeno de interacción entre dos o más culturas y preocupan los temas de recepción, la nueva función del vaso en su último contexto, el destino de los vasos y de sus imágenes18 y un nuevo tema que comienza a abordarse en los últimos años, la vida de la pieza después de la Antigüedad. Una obra de arte antigua es también una obra que ha pervivido y ha sido vista, contemplada, analizada, estudiada y manipulada durante siglos. Es a la vez un objeto del presente y un testimonio del pasado. La mirada europea, la historia de la colección de los vasos, la historia moderna del comercio de antigüedades desde el Renacimiento, ocupa cada vez más la atención de la investigación19. Otro cambio es la forma global de analizar e interesarse por el desarrollo del arte griego, al margen de la supervalorada época clásica, y la tendencia es analizar ahora con mayor atención el principio y el final, épocas mucho peor conocidas y no siempre bien valoradas. El modelo tomado para explicar el arte griego, adoptado del Renacimiento y su transformación desde el arte medieval, se había utilizado para analizar la diferencia entre el periodo clásico y el anterior del periodo arcaico. Otros momentos estaban peor considerados, como el helenismo, que era visto tradicionalmente como degenerativo desde la pureza clásica. Aunque no vayamos a creer que las viejas ideas se han abandonado del todo. A partir de los años 70 la arqueología de Grecia empieza a adoptar métodos y preocupaciones ya presentes en la arqueología prehistórica. Una figura clave fue Anthony Snodgrass, que en sus trabajos sobre periodos cronológicos marginales, como la época arcaica o la llamada época oscura, extiende el análisis tradicional y riguroso de los objetos de arte a todos los artefactos, adoptando métodos arqueológicos más próximos a la arqueología de la Edad del Bronce que a la arqueología clásica20. Sus análisis se centran en objetos, como armas, de escaso valor estético y que nunca habían sido analizados de forma sistemática. Métodos cuantitativos, comparaciones entre distintas culturas a gran escala llegan a la arqueología de Grecia. Snodgrass demostró, por ejemplo, con estudios basados en el análisis de tumbas del Ática, que en el siglo VIII hubo un repentino incremento de población y 17
V. recientemente Cabrera, Rouillard y Verbanck-Piérard 2004. Cf. Junker 2002, Roberts 2002. 19 Cf. p. ej. Norskov 2002 y el catálogo de la exposición ahora en marcha en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, Cabrera, Rouillard y Verbanck-Piérard 2004. 20 Snodgrass 1964 y 1967. 18
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que éste fue un hecho central para el surgimiento de la ciudad estado griega. Como hizo Renfrew, procedentes ambos de la misma universidad de Cambridge, abandona las ideas difusionistas e intenta explicar los fenómenos de cambios a partir de un examen de procesos internos de una cultura. La escuela de Snodgrass ha continuado en Cambridge con aproximaciones cuantitativas cada vez más sofisticadas, atendiendo cada vez más a los contextos arqueológicos y entendiendo los estilos artísticos o cerámicos como expresiones culturales, políticas o sociales: «el arte no es una práctica autónoma divorciada de la vida social, sino que es directamente responsable de las variadas demandas sociales»21. A partir de los años 80 los arqueólogos clásicos se ocupan en temas y metodologías que hasta entonces habían sido patrimonio de los prehistoriadores. Ellos mismos son los que realizan trabajos de campo, prospecciones y excavaciones que dan como resultado el estudio de miles de fragmentos, lo que les lleva de forma natural a utilizar métodos cuantitativos de forma rigurosa y sofisticada, algo que unos años antes hubiera sido inimaginable en un arqueólogo clásico. El fósil guía evidentemente del trabajo de campo es la cerámica, a través del estudio de la cual es posible obtener estratigrafías con cronologías más o menos ajustadas y establecer así una historia de las fases de un yacimiento. Los arqueólogos poco a poco han ido obteniendo un conocimiento íntimo y extensivo de las cerámicas regionales. Aunque ninguno de los tipos cerámicos de Grecia haya adquirido nunca una precisión tal como la que tenemos de la cerámica ática gracias a Beazley, muchos arqueólogos son capaces de diferenciar los tipos cerámicos de las Cícladas o de la Grecia del Este, distinguiendo, por ejemplo, las producciones de Samos de las de Lesbos o de las de Rodas y fechando esta cerámica con bastante precisión en cuartos de siglo. Pero a pesar de esto hay cerámicas cuyos orígenes aún son oscuros y de las que no podemos definir con seguridad el taller de procedencia, lo que sería de vital interés para establecer relaciones económicas y de estrategia comercial, sobre todo aquellas de las fases más antiguas. Los análisis de pastas basados en las propiedades físico-químicas de la arcilla han proliferado en los últimos años. La distinción de fábricas realizadas tradicionalmente a partir del ojo experto del investigador en función de colores, texturas, inclusión de degrasantes, etc. se ven ahora refinadas con técnicas científicas de laboratorio22 y esto se ha convertido casi en una práctica ordinaria del investigador hasta el punto de que hay centros dedicados al estudio de problemas cerámicos, lo que contrasta claramente con otros campos o aspectos que apenas ha desarrollado el arqueólogo clásico. Uno llama la atención por su importancia crucial en cualquier campo arqueológico y es la cronología. Que no haya sido aún bien resuelta, que no existan méto21 22
Whitley 2001, p. 56.
Algunos de los trabajos más recientes son p. ej. los de Whitbread 2003, Picon y Blondé 2002, Akurgal et alii 2002. O sobre las controvertidas ánforas milesias, Siefert 2002.
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dos científicos de contrastación como hay para periodos más antiguos, es, al menos, sorprendente. La construcción cronológica del mundo clásico sigue siendo un gigante con pies de barro. Un enorme gigante, máxime cuando la cronología de muchas culturas periféricas del mundo griego se apoya en Grecia. Si hay aproximaciones que han tomado los arqueólogos de Grecia de la prehistoria o la antropología, como ya hemos visto, es muy curioso que algunas de las preocupaciones que en los últimos años han sido centrales en prehistoria prácticamente no hayan tenido impacto en la arqueología clásica. Me refiero sobre todo a los estudios espaciales y medioambientales de la Antigüedad. Se han intentado explicaciones sobre esta reluctancia de la arqueología griega a analizar el paisaje antiguo, tan frecuente en otras investigaciones arqueológicas. Tal vez tengan razón Rackham y Withley23, que hablan de la «teoría del paisaje en ruinas» y afirman que el ideal estético del paisaje de la Grecia antigua (los paisajes literarios o pictóricos del Romanticismo) sea quizá responsable de ideas inconscientes en todos nosotros y es posible que esta idealización del paisaje haya inhibido de alguna manera la investigación real sobre el entorno o el medio ambiente en la Antigüedad. Análisis de pólenes o de huesos de animales de los depósitos arqueológicos, que son el pan nuestro de cada día en muchas arqueologías prehistóricas, son aún raros o muy raros en lo que se refiere a la Grecia arcaica y clásica. Como ven, de nuevo persigue a la arqueología de Grecia el fantasma del XIX. Pero también no es menos cierto que, aunque no es un caso tan dramático como el de otras arqueologías, como la egipcia, la preocupación tradicional de la arqueología de Grecia ha sido si no la búsqueda de la pieza maestra, sí de la imagen arqueológica entendida primariamente en un contexto literario, lo que, a mi juicio, puede ser una explicación para un hecho curioso del trabajo «de campo» en Grecia, esto es, la abundancia de estudios toponímicos y al mismo tiempo el desinterés y la escasez de trabajos sobre arqueología espacial. A partir de las dos últimas décadas podemos decir que el panorama de la arqueología de Grecia ha cambiado tanto que es irreconocible en comparación con lo que fue hace años. Ya hemos hablado de los estudios iconográficos que se sienten interesados por aproximaciones más antropológicas que las meramente estilísticas, o de metodologías más propias hasta hace unos años de periodos más antiguos que del momento clásico. Los estudios de campo también se ocupan cada vez más por conocer las condiciones materiales de vida de los griegos antiguos y los trabajos de campo y las prospecciones arqueológicas se realizan en muchas regiones de Grecia alejadas de la norma ateniense clásica. Se analizan necrópolis para indagar sobre cuestiones de ideología política o de estructura social; se da, en definitiva, mayor énfasis al contexto, a la función, al uso y significado de los objetos y menos
23
Rackham y Moody 1996; Withley 2001, p. 58.
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al estudio de obras artísticas. Esto no significa, afortunadamente, que se abandonen temas tradicionales de la investigación clásica, que muy al contrario han visto en las últimas décadas un gran impulso. Pongo como ejemplo los estudios sobre la acrópolis de Atenas, y más concretamente los del Partenón. La restauración de la acrópolis ha dado lugar a una serie de trabajos que por un lado dan a conocer algunos de los resultados descubiertos en estas obras y por otro han sido un verdadero estímulo que ha vigorizado un tema jamás abandonado por los arqueólogos clásicos y que ha afectado fundamentalmente al edificio más emblemático, el Partenón. Es curiosa, significativa y muy instructiva la cantidad de artículos y, sobre todo, libros que en los últimos quince años se han publicado sobre la acrópolis de Atenas24. En estos trabajos encontramos de todo, desde los estudios más tradicionales y repetitivos, hasta los más innovadores y atrevidos. Pero analizando este único tema vemos hasta qué punto ha cambiado la concepción tradicional de la arqueología griega. El tema se ha abordado desde distintas ópticas y algunos trabajos han adoptado una aproximación que podríamos llamar diacrónica25, sumamente interesante y que ya hemos comentado como tendencia actual en otros temas. Así se ve el Partenón como un edificio cuya historia supera en enorme medida la época clásica; uno de estos trabajos se ha publicado recientemente bajo la dirección del Prof. F. R. Adrados y J. Rodríguez Somolinos en esta misma casa26. Como no es el caso y sería imposible el análisis puntual de todos estos estudios simplemente me dedicaré a hacer un breve comentario de las distintas ópticas con que se han interpretado las esculturas del Partenón. Aunque son muy espectaculares las novedades que tanto en arquitectura como en escultura se han descubierto en el Partenón a raíz de su reconstrucción, lo que más llama la atención son los distintos análisis de las piezas inagotablemente debatidas, sobre todo el friso y los frontones. En el vigor y tenacidad de estos debates encontramos muchos elementos que nos dan la pauta del enorme cambio que se ha producido en el estudio de las grandes obras del arte griego. Aunque se empieza con los análisis e interpretaciones más filológicos, reconstructivos, como si el investigador se pusiera en la posición del artista, que sería la postura más tradicional27, en muchos casos se ha sabido cambiar la óptica. Muchas aproximaciones se hacen en los últimos tiempos desde la mirada del espectador, por ejemplo el trabajo de Osborne, que ha sabido utilizar los recientes descubrimientos de los dos templetes que poseía el Partenón dentro de su pasillo norte y hace un estudio riguroso de la colocación en el friso de las figuras coincidiendo con los intercolumnios para 24 Citaré sólo algunos de los trabajos más recientes y significativos: Palagiá 1993, Jenkins 1994, Neils 1996, Korrés 1995, Hurwitt 1998, Lagerlöf 2000, Rhodes 1995, Tournikiotis 1994, Neils 2001, Holtzmann 2003. 25 Un precioso ejemplo es el libro de Tournikiotis 1994. 26 Adrados y Rodríguez Somolinos (eds.) 2003. 27 Cf. Jenkins 1994, Boardman y Finn 1985, Cook 1993.
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llegar a afirmar que la única posibilidad para un espectador de la época con la obra in situ de contemplarla era pasear desde fuera del edificio, con lo que podría entrever la procesión del friso a través de la pantalla de columnas28. La investigación de los últimos tiempos además nos ha descubierto nuevas miradas y nuevas lecturas alejadas del tradicional y pernicioso sentido común que, basado en las fuentes, nos hacía tener una visión sesgada y parcial de las esculturas del Partenón. Más acorde con nuestros tiempos, y me atrevería a decir que con la mentalidad de la época clásica, es, por ejemplo, la lúcida lectura de J.J. Pollitt que, lejos de buscar (lo que era una costumbre, incluso manía, de la investigación tradicional) explicaciones concretas para tal o cual figura del friso, o tal lado de la procesión, o tal otro, en el intento de descifrar un enigma o un rompecabezas imposible, propone una lectura mucho más global del friso y basada de nuevo en los textos clásicos, en este caso concreto en la Oración Fúnebre de Pericles, lo que muestra cómo con los métodos y herramientas tradicionales se pueden llegar a nuevas, lúcidas y actuales interpretaciones29. No podía estar ausente, y no lo está en los análisis de las esculturas del Partenón, una mirada femenina del mensaje iconográfico. Así se han interpretado el friso y los frontones, fundamentalmente el occidental, explicado como una justificación desde el mito del origen del patriarcado ateniense y de la exclusión de las mujeres de la vida pública. Las lecturas feministas forman parte de las estrategias de investigación postestructuralistas. En los últimos diez o quince años el papel del género ha sido expandido rápidamente del cuerpo teórico de la escritura a la interpretación de obras o sitios concretos. Se ha aplicado, por ejemplo, a contextos funerarios y a cuestiones de jerarquía social, también desde luego al ámbito doméstico y a la división del trabajo, y no sólo a la concepción del espacio sino del tiempo. El trabajo teórico y los estudios de la dinámica de género en los últimos años han demostrado la validez de criticar las estrategias de investigación antropocéntricas30, como se han criticado las eurocéntricas, dando lugar, por ejemplo, a teorías africanocentristas. Pero estos estudios de género han servido para que se dé valor a otras cosas, a otras minorías, a miradas muy diversas como las de las mujeres, los niños, los esclavos31, a tener en cuenta, en definitiva, las infinitas complejidades de las diferentes identidades sociales. El cambio es definitivo. Nuevas preguntas producen nuevas respuestas dirigidas ahora hacia las funciones sociales y semióticas. La atención se dirige más hacia la evidencia largamente olvidada de la audiencia receptora, abandonando en gran medida la mirada única del artista. Y se exploran así nuevas recreaciones del pasa28
Osborne 1987. Pollitt 1997. 30 Cf. Koloski-Ostrow y Lyons 1997. 31 Cf. p. ej. Lewis 1998-99. 29
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do, absolutamente impensables hace unos años. John Boardman, por ejemplo, uno de los más grandes y tradicionales estudiosos del mundo griego, que fue el catedrático de arte y arqueología clásica en Oxford, ha publicado recientemente un libro que me parece muy significativo. Emulando los títulos con los que suelen definirse muchas tendencias de la nueva arqueología, como arqueología de la muerte, arqueología del paisaje, etc., Boardman nos ofrece La Arqueología de la Nostalgia y, como él mismo explica, pretende explorar la manera en que los griegos antiguos visualizaron y recrearon su pasado, especialmente el más remoto, en imágenes y objetos32. En este trabajo se aúnan las viejas y las nuevas tendencias. En primer lugar, se reconocen objetos (una de las obsesiones de la arqueología clásica tradicional) que nunca se habían identificado correctamente y que podríamos llamar reliquias; en segundo lugar, no se renuncia a las fuentes literarias, bien al contrario, las referencias de los autores antiguos resultan imprescindibles al explorar esta obsesión de los griegos antiguos por su pasado y, por último, el tema es de una gran novedad e interés: se utilizan textos, restos arqueológicos, historia de la religión, iconografía, todo para responder a una cuestión, la recreación del pasado que, para los griegos, como el propio autor indica, «fue un elemento esencial en su vida, arte, religión y aspiraciones» y para la que ciertamente tuvieron una actitud «inusual e incluso excepcional». Sin duda una de las preocupaciones de este atractivo libro de Boardman es la intención por llegar a un público amplio. Los maestros indiscutibles en la divulgación de trabajos científicos son claramente los anglosajones, pero por toda Europa apreciamos esta tendencia. Esto se traduce no sólo en libros más o menos divulgativos sino en la abundancia cada vez mayor de exposiciones, que se acompañan de catálogos espléndidos y atractivos. Aunque continúan temas más o menos tradicionales en muchos casos, en otros en estas exposiciones se abordan temas que vienen a cubrir un vacío en la investigación o que, al menos, reúnen en un solo volumen trabajos que sólo hubiéramos podido consultar en revistas especializadas. Los temas de estas exposiciones, cada vez un mercado más competitivo, muchas veces van buscando lo que podríamos llamar los resquicios de la investigación, con argumentos poco conocidos o incluso poco trabajados. Así el caso del tema de los niños en una reciente exposición en Estados Unidos33 que reunió magníficas piezas, un tema este de las minorías que ya hemos señalado y que ocupa actualmente también a otras arqueologías, o la exposición que hicieron los griegos en Salónica sobre el uso del color34. Estos catálogos que he citado como ejemplo son, además, cuidadas y sugerentes publicaciones y esto es una actitud que comienza a ser cada vez más frecuente. Libros de temas atractivos, rigurosos y bien documentados y 32
Boardman 2002, p. 7. Neils y Oakley 2004. 34 Tiverios y Tsiafafis 2002. 33
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además magníficamente ilustrados que hacen despertar la curiosidad de un público cada vez más amplio. He hablado mucho del débito secular que tiene la arqueología de Grecia con los filólogos clásicos y he de aprovechar este foro para poner encima de la mesa un debate. Y es el tradicional peso de la palabra escrita frente a la evidencia arqueológica: ¿quién gana? No lo sé, pero en algunos casos la evidencia (la arqueológica) es muy fuerte y no es extraño encontrar cómo es ignorada en algunas traducciones de textos clásicos. Pondré sólo un ejemplo. En la edición de las vidas paralelas de Plutarco de Gredos fechada en 1996, en Pericles 31.5 encontramos: «Fidias fue conducido a prisión y murió de enfermedad o, según algunos, con venenos que para descrédito de Pericles le prepararon sus enemigos». A continuación viene la llamada a una nota en la que se nos explica cómo esta versión difiere de la de Filócoro (FGrHist. 328 F 121) en la que se habla de un destierro a la Élide donde hizo la estatua de Zeus de Olimpia, pero nada se nos dice de la evidencia arqueológica. Los alemanes excavaron y empezaron a publicar desde 195935 el taller de Fidias en Olimpia fechado en 440-430 a.C. con increíbles hallazgos como moldes para los ornamentos del manto de Zeus, herramientas para la fabricación de la estatua y el más sorprendente de todos, un vaso de barniz negro con un grafito en la base: ΦΕΙ∆ΙΟ ΕΙΜΙ. Como conclusión quiero enfatizar que la tendencia de la investigación es cada vez más la preocupación por los estudios más interpretativos que aquellos tradicionales de atribución, identificación y clasificación. La óptica actual ya no se pone del lado del artista, la cuestión ya no es tanto identificar, nombrar, clasificar estilísticamente, intentar casar los descubrimientos arqueológicos con las fuentes clásicas. El intento es comprender, explicar la complejidad de los fenómenos artísticos por sí mismos, mirar no del lado del artista sino del espectador, con su diversidad social y cronológica de miradas, interesarse no tanto por el objeto sino por el contexto, indagar sobre la forma de vida de los hombres y mujeres griegos, interpretar los cambios políticos y sociales basándose en la evidencia arqueológica. Pero no debemos olvidar que junto a estas aproximaciones, subsisten aún las más tradicionales, aquellas viejas herederas de la tradición decimonónica. Así la arqueología de Grecia se ha convertido en los últimos veinte años no en un campo de estudio sino en una diversidad de campos, de temas de investigación, de diversos enfoques y ópticas. Muchas de las novedades han llegado a la arqueología de Grecia de otros campos como la arqueología prehistórica o la antropología, pero aún conviven las más nuevas metodologías con las aproximaciones más tradiciona-
35 Kunze 1959, Mallwitz y Schiering 1964, Mallwitz 1972, etc. Para una recopilación reciente con fotografías de las piezas, cf. el catálogo de exposición, Die Griechischen Klassik. Idee oder Wirklichkeit, Berlín-Bonn 2002, n.º cat. 382-389, pp. 510-515.
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les, convirtiendo nuestra disciplina en una especie de familia no muy bien avenida de arqueologías griegas curiosamente pluralistas y de enfoques irreconciliables.
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I. INTRODUCCIÓN Los griegos no fueron los inventores de la moneda, pero sí los propagadores de la invención. La resonancia del invento se produjo primero entre los pueblos limítrofes a ellos, llegando luego hasta los confines de la ecumene: Iberia, Céltica, Galia, Cartago, Fenicia, Partia, Persia, la India… Toda la moneda acuñada en estos territorios ha sido calificada como «griega», pues toda ella tiene indudablemente su origen en la moneda de los griegos, bien a través de los colonos griegos en el Mediterráneo, quienes llevaron tempranamente la moneda a estos lejanos parajes ocasionándose allí la copia de estas monedas griegas, bien porque las emisiones de ciertas poleis griegas fueron de tal calidad artística y fiabilidad en su contenido metálico, que se convirtieron en moneda de cuenta y fueron imitadas y «falsificadas», incluso, por los pueblos que habitaban en zonas muy lejanas, sin contacto con las comunidades griegas. Todo ello provocó, tras la invención de la moneda, la rápida monetización del Mediterráneo a través de la existencia temprana en la valoración de los pagos e intercambios de una sola moneda de cuenta: dracmas o estateras. Es cierto que no siempre esta moneda de cuenta sirvió, ella misma, para los pagos, pues en muchos casos se hicieron en otro tipo de moneda, en dinero premonetal e, incluso, en metal al peso. La consecución de una moneda de cuenta para amplios ámbitos fue un paso trascendente en la Historia Económica del Mediterráneo, y digo mal Mediterráneo, pues el fenómeno, como hemos visto, llegó hasta la India, hasta el norte de Europa y hasta Mauritania. Esta expansión de la moneda griega es, pues, tan amplia que resulta imposible abordar ahora aquí las novedades científicas de los últimos veinte años sobre tantos territorios y emisiones. El descubrimiento de nuevas monedas, el estudio de su circulación y, gracias a ella, el de nuevas cronologías y por tanto diferentes interpretaciones iconográficas o de fenómenos de crisis o bienestar económicos de las ciudades, ha conllevado una especialización dentro de la numismática griega que ha sido muy fructífera, pero también muy reductora por lo que ello conlleva de aislamiento excesivo en los campos de estudio. Las diferentes metrologías y redes F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 733-757
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de comercio, las nuevas leyendas en griego y en lenguas no clásicas (ibérica, celtibérica, etrusca, osca, fenicia, licia, lidia, caria, demótica…) conllevan un sinfín de estudios específicos y novedades que desgraciadamente debo dejar al margen. Piensen Vds. que la moneda es un documento oficial y que en ella las poleis estampan sus emblemas, efigian a sus dioses, escriben sus nombres, los de sus ciudades, el de sus magistrados, es decir, eligen los caracteres emblemáticos más significativos para que su moneda, y con ella la ciudad, sea claramente discernible de la vecina, discernible y a la vez identificable, para que el foráneo pueda también leer este mensaje de caracterización política y religiosa de cada comunidad (mapa 1). En todo ello la Numismática se parece mucho a la Epigrafía, pero la moneda además circula, porque sirve para pagos al tener un valor económico intrínseco. Su importancia como fuente histórica radica en ser un bien esencialmente mueble y dejar trazas en sus movimientos centrífugos. La circulación de la moneda de una ciudad fuera de la chora, nos está dando la información de su red comercial o la del movimiento de sus ejércitos, o de sus colonos, la de su exportación promovida por el propio Estado o por los propios ciudadanos privados. Todo ello se puede estudiar gracias a que los descubrimientos de monedas, en hallazgos sueltos, en tesoros, en excavaciones, ocurren constantemente, provocando una inmensa y continua información y con ello numerosísimos estudios en viva y sana polémica. Para la mejor comprensión de estos compejos estudios haré primero una presentación de las series o corpora generales que los recogen y luego abordaré sólo tres temas y un pequeño apéndice sobre moneda en Iberia. II. SURVEY OF NUMISMATIC RESEARCH Dada la complejidad mencionada de la Numismática, sobre todo cuando ella se enfoca de manera general, desde su invención hasta nuestros días, ha sido imprescindible la labor llevada a cabo por la International Numismatic Commission de organizar una compilación bibliográfica que se edita cada siete años en ocasión de los Congresos Internacionales de Numismática. Se trata de una recogida de la bibliografía científica por secciones, hecha cada una de ellas por un especialista. La sección dedicada a la Moneda griega suele contener veinte subcapítulos como Magna Grecia, Sicilia arcaica y clásica, Sicilia helenística, Bactria, Antigua India… Es una herramienta esencial, tanto para los especialistas que llegan de fuera de la numismática y necesitan información precisa sobre una parcela de ella, como para los que estamos ya inmersos en ella. Los Surveys publicados en el período que aquí nos interesa son tres: Tony Hackens y otros (eds.), A survey of Numismatic Reseach 1985-1990, Bruselas 1991. Andrew Burnett y otros (eds.), A survey of Numismatic Research 1990-1995, Berlín 1997. Carmen Alfaro y Andrew Burnett (eds.), A survey of Numismatic Reseach 1996-2001, Madrid 2003.
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III. OBRAS GENERALES La última década, dentro del general ímpetu que han tenido las visiones globales o síntesis, ha sido rica en obras de amplias perspectivas, que habían disminuido en la primera mitad del s. XX en beneficio de monografías específicas. La moneda se presenta hoy como fuente prioritaria para la comprensión de todos los aspectos de la Historia Griega, naturalmente incluyendo en ella la Filología y la Arqueología en su totalidad. Topónimos, nombres propios, escrituras marginales, préstamos de escrituras… economía política y sus redes, que contra las teorías de Finley, sí existió en la Antigüedad aunque bajo otros formularios que los actuales, pero también economía privada de grupos de comerciantes, datos éstos del mayor interés para estudios sociales. Por fortuna los autores han elegido para sus obras diferentes puntos de enfoque y diferentes prioridades, por lo que la lectura de varias de estas obras conjuntamente es aconsejable cuando lo que se busca es una información general sobre este vasto tema. Al lado de este moderno enfoque (A) persiste por su enorme interés la obra tradicional del estudio de la moneda por cronologías, zonas geográficas y cecas (B). Veamos los dos grupos. A) La obra más reciente de este primer grupo ha visto la luz a finales de 2004 bajo la dirección de Maria Caltabiano, desde la cátedra de Numismática de la Universidad de Messina. Se trata de un CD con multitud de información y con la ventaja de que el contenido histórico de la moneda ha sido prioritario en su presentación. En la obra se da especial importancia a las leyendas monetales y a los estudios de iconografía, pero todos los demás temas están además incluidos. Unos años más viejo es el libro de I. Carradice 1995: «A history of Greek coinage century by century from its origins… to the conquest of the Hellenistic Kingdoms by Rome in the first century B.C.», según sus propias palabras. También el de N.K. Rutter 1983 es digno de mención dada la categoría de su autor. Chr. Howgego 1995 elaboró, siguiendo la línea de muchos de sus artículos, la obra Ancient History from Coins, cuyos capítulos se inician con preguntas básicas para cualquier historiador, a las que el capítulo va respondiendo: «What can coins tell us about the ancient world? What was the relationship between coins and empires? What can the coins tell us about broad economic issues of ancient trade and commerce?». B) Una concepción más tradicional del tema, no sin embargo menos importante, y a veces más práctica para científicos que van en búsqueda de información concreta y no paran en los largos procesos históricos de la amonedación, son los nuevos trabajos de G. K. Jenkins 1990, cuyo viejo libro de Ancient Greek Coins ha sido durante tantos años el manual de los alumnos universitarios. En todos estos trabajos, los de viejo y nuevo corte, se sigue utilizando la insustituible obra de Kraay 1976 que, aunque publicada hace más de veinte años, sigue siendo el estudio más profundo y fidedigno de las acuñaciones griegas arcaicas y clásicas. Esta concep-
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ción es la que ha guiado la revisión de la obra magna Historia Numorum de B. V. Head. Sólo ha salido el primer volumen dedicado a la moneda griega de Italia, y coordinado por Rutter 2001. En él han intervenido los mejores especialistas británicos, desde Edward Robinson, quien inició la labor, hasta M. Crawford o A. Burnett. La moneda griega de Italia, especialmente la etrusca, ha sufrido importantes reinterpretaciones, tanto cronológicas como culturales y su información nos es básica, p. ej. para Hispania. IV. MONOGRAFÍAS SOBRE CECAS A los libros generales hemos de añadir las monografías sobre las cecas, que han crecido estos últimos años en mucho menor número que en años anteriores debido al gusto general por obras de grandes espectros. Sin embargo, algunas cecas han merecido publicaciones muy cuidadas e importantes, como la de Tarento, en el trabajo de Fischer-Bossert 1999, o la de Karwiese 1995: Die Münzprägung von Ephesus. I. Die Anfänge. Estamos en una fase de búsquedas de respuestas históricas, en casos estudios de conjunto de un pequeño territorio o pueblo, más que de monografías sobre ciudades o personajes. Es ésta una novedad que va marcando el interés en estos años por establecer conjuntos culturales, de los que además del estudio de los materiales puedan establecerse relaciones económicas y políticas (Picard 2000a) y ver la interacción de las emisiones de una ciudad sobre otra y con ello períodos históricos que afecten a la totalidad de un territorio, p. ej. Picard 2000: Guerre et Économie dans l' alliance athénienne (490-322 av. J.-Ch.). Este es también el caso de la monografía de Rutter 1997 sobre Greek Coinages of Southern Italy and Sicily o, del mismo Rutter 2001, el compendio de la Historia Numorum de Italia que acabamos de comentar. Estudios sobre otros territorio marginales al mundo griego han sido también, muy importantes, como la moneda de Carthago (Manfredi 2003). En todos estos trabajos tiene especial interés la parte epigráfica y lingüística y en casos se han hecho estudios específicos de ella (Manfredi 1995). V. CORPORA DE MATERIALES Anexos a estos trabajos de interpretación y organización histórica sigue saliendo de manera regular la publicación de materiales, ordenados por cronologías, cecas y culturas. Estos corpora hacen también progresar la investigación numismática, pues en ellos aparecen las muchas nuevas piezas que se producen. Los corpora son de muy diferente tipos: 1) colecciones de monedas estatales o privadas; 2) compilación de monedas por espacios geográficos o temporales; y 3) corpora de hallazgos monetarios por zonas o países modernos.
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5.1. Publicación de colecciones La Numismática, como las otras ciencias históricas, depende sobremanera de la recopilación de datos y esta faceta ha producido considerables avances en estos 20 años. La publicación exhaustiva de colecciones estatales y privadas de monedas de todo el mundo, muchas de ellas en la serie Sylloge Nummorum Graecorum ( con 24662 imágenes informatizadas que también gestiona la International Numismatic Commission), ha sido copiosa. Colecciones específicas de museos como las del British Museum —Hispania, Gallia, Italia…—, las del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, Museo de Estocolmo, Copenhague, Nueva York, etc. han salido en número cuantioso. Pero además, y ello es quizás más importante por el peligro que corren de dispersión, se han publicado también en estas mismas Syllogai colecciones privadas, como las de von Aulock, Réna H. Evelpidis de Atenas, etc. Estos millares de piezas bien editados, adscritos a un tiempo y a una ciudad, han permitido estudios posteriores de metrología, de lingüística, de iconografía, de enlace de cuños… de Historia. 5.2. Roman Provincial Coinage También se está publicando el corpus de las monedas provinciales del Imperio Romano, Roman Provincial Coinage, que, aunque romanas, muchas son emisiones provinciales griegas, con leyendas en griego, fenicio o cualquiera otra lengua del imperio romano. Se trata de la moneda cívica desde finales de la República hasta los finales del Imperio. La edición, dada su complejidad, está siendo lenta, pues en el 92 salió el primer volumen y en 1999 el segundo. El material es especialmente importante por no haber sido nunca sistematizado con anterioridad, aunque naturalmente se basa en trabajos monográficos, algunos de ellos de la categoría de los elaborados por L. Robert, F. Imhoof-Blumer, A. Blanchet o Antonio Vives. Ha sido dirigido desde el British Museum por Andrew Burnett y desde el Cabinet des Medailles por Michel Amandry, y es una edición ejemplar, pues tiene un gran aparato de discusión histórica, con introducciones y bibliografía sobre las ciudades emisoras. Es hoy, y será para todo el siglo en el que vivimos, el corpus de referencia de la moneda provincial romana. De momento han salido dos volúmenes, pero el III está apunto de ver la luz: Andrew Burnett, Michel Amandry, Père Pau Ripollés (eds.), Roman Provincial Coinage. From the death of Caesar to the death of Vitellius (44 BC-AD 69), Vol. I (2 parts), Londres - París 1992. Andrew Burnett, Michel Amandry, Ian Carradice: Roman Provincial Coinage. From Vespasian to Domitian (Ad 60-96 ). Introduction and Catalogue, Vol. II. - Part I, Londres - París 1999.
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5.3. Los hallazgos monetarios Otra de las facetas con mayor auge ha sido la publicación de hallazgos monetarios, bien sean superficiales, en tesorillos o piezas de excavación. La publicación de este tipo de material es muy variada y desigual según los países, pues, en este caso, la comisión internacional no ha jugado un papel unificador y ello se ha notado en las lagunas y concentraciones que el material, los hallazgos, proporcionan. Esta desigualdad conlleva la falsedad de la documentación a la hora de hacer estudios comparativos de la circulación de la moneda griega en la cuenca mediterránea. Los hallazgos los dividimos en dos tipos: A) los de superficie de un yacimiento, sin otro contexto arqueológico, y B) los hallados en contexto que pueden ser 1) los tesoros escondidos y 2) las monedas halladas en excavación. Todos son esenciales para la Numismática, pues sus presencias permiten establecer la diferente circulación de las monedas de cada ciudad y dibujar circuitos económicos, o proponer situaciones políticas que han provocado la circulación de su moneda fuera de su territorio o una presencia anómala, por esporádica. A) Este es el caso de las monedas de Corinto en Sicilia, cuya abundancia parece deberse a ser la moneda con la que se subvenciona el ejército de mercenarios con los que Timoleón pacifica Sicilia a mediados del s. IV a.C. Pero la masiva llegada de «Pegasos» sigue produciéndose después de Timoleón, acuñaciones importadas que son ahora acompañadas por emisiones, también de Pegasos de la propia Sicilia: más de quince cecas sicilianas imitan ahora la moneda corintia. No tenemos argumentos para explicar la misma abundancia en los años posteriores, durante toda la segunda mitad del s. IV. B. 1) Tesoros y monedas de excavación. Para la recogida general de todos estos materiales existen diferentes tipo de publicaciones. El más antiguo, todavía válido es el de Thomson 1973, dedicado más bien a monedas griegas halladas en la zona oriental del Mediterráneo. A él se han venido sumando muchos artículos de tesoros que han acabado en museos europeos o americanos, pero no existe un nuevo inventario general y sistemático de ellos. Sí algunas recopilaciones posteriores como la hecha por Wartenberg y otros 1994, Coins Hoards VIII (Greek Hoards), parciales como la de Amandry (coord.) 1994, sobre Trésors et circulation monétaire en Anatolie antique, o la de Arslan y Lightfoot 1999. A ellos hemos de añadir artículos de tesoros individuales cuando entran en colecciones de Museos como en la American Numismatic Society, publicados en American Journal of Numismatic (p. ej. Van Alfen 2002 y 2002a). Muchos países han organizado la publicación sistemática de hallazgos monetarios, unos en general, otros sólo en su territorio: Coin Hoards (Royal Numismatic Society, London). Es un ambicioso plan de publicación general de hallazgos monetarios, para lo que se ha pedido a unos representantes por países la información continua y completa de los hallazgos provinciales. Han salido
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nueve volúmenes, de los que el VIII (1994) es sólo de moneda griega, recogiendo los hallazgos anteriores ya publicados en otros volúmenes de Coin Hoards. Trésors Monétaires (Bibliothèque Nationale de France). En general se trata de hallazgos en suelo francés, y por lo tanto de moneda romana, como es el caso del último (n.º 21) editado por Besombes 2004, Le depot du gué Saint-Léonard, pero también en ocasiones se publican los hallados en oriente como el ya citado de Amandry 1994. Fundmünzen der römische Zeit in Deutschland, Luxemburg, Niederlanden, etc. (RömischGermanische Kommission des Deutschen Archäologischen Instituts). Una obra magna, cuya coordinación fue iniciada por K. Kraft en los años 60 y continuada por M. Alföldi (Frankfurt). Se trata de hallazgos en estos diferentes países centroeuropeos, muchos de ellos de lengua alemana. La concepción de la obra es por regiones y, aunque esencialmente es moneda romana ligada a la conquista de Gallia, Germania, Raetia, Noricum, etc., el número de moneda griega que había entrado antes, y el que llega desde oriente con tropa griega en época romana es importante y falta por estudiar. En el estudio de la moneda hispánica en Germania (García-Bellido 2004) se ha podido seguir el rastro de movimientos de tropas desde Hispania a Germania gracias a la documentación en este corpus.
B. 2) El estudio de las piezas de excavación sea quizás el más importante en cuanto a circulación se refiere. Todas las excavaciones conllevan ahora un volumen o un apartado para las monedas. Este material es siempre trascendente para las cronologías, pues las piezas aparecen en estrato junto con las cerámicas y otros objetos bien datados. Las monedas son así fechadas por su ausencia en los estratos más antiguos y su presencia en las fases contemporáneas a su acuñación, pudiéndose también estudiar su periodo en circulación residual. El problema mayor es que, dado el volumen de material que sale de las excavaciones, las publicaciones se hacen de manera monográfica: las cerámicas, los vidrios, las monedas… Ello conlleva el que no se den suficientes datos arqueológicos del contexto en el que han surgido los materiales y, con ello, el interés de ser moneda de excavación se pierde. Las monedas de la ciudad hispánica de Belo Claudia han sido editadas por Bost y otros 1987, pero no son arropadas por el contexto arqueológico en el que aparecieron. Lo mismo ocurre con las monedas del ágora publicadas por J.H. Kroll 1993, aunque se nos han puesto en la mano más de diez siglos de circulación de moneda greco-romana en el mismo emplazamiento. Otro objetivo importantísimo de las monedas de excavación, a veces también de las halladas en superficie, es la identificación de yacimientos antiguos anónimos, hasta que la abundancia de un tipo de moneda con su topónimo escrito permite denominarlos. De la identificación de ciudades antiguas gracias a las monedas halladas en su territorio tenemos innumerables ejemplos: Morgantina-Hispanorum/Serra Orlando; Contrebia Belaisca/Botorrita, Contrebia Carbica/Fosos de Bayona…
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M.ª PAZ GARCÍA-BELLIDO VI. METODOLOGÍA
Importantes han sido en estos años los estudios metodológicos: metrología, metalurgia, estadística… Es cierto que la Numismática depende mucho de ellos, quizás más que otras ciencias humanas, pues la moneda tiene valores intrínsecos que la determinan. Al ser una producción estatal, continua en el tiempo y llevar escrito su lugar de producción, da unas posibilidades que no proporcionan otras ciencias donde la documentación es siempre esporádica, privada y sin sello de producción. Con el estudio de los enlaces de cuño podemos cuantificar el número de monedas salidas de un cuño y con ello el de las emisiones y hacer estudios de estadística económica importantes; sin embargo, la validez del método, como veremos, ha levantado vivificantes polémicas. 6.1. La metrología ponderal Se ha señalado desde siempre como esencial en los estudios numismáticos griegos; ella ha permitido dibujar áreas y redes comerciales, señalar cambios y crisis en ellas e identificar los patrones al que las monedas pertenecen, proporcionándonos los datos necesarios para su inclusión dentro de una red económica, una región o una ciudad. La metrología ponderal es un viejo método esencial en Numismática, pues la identificación del patrón originario de un sistema monetal nos detecta con seguridad la cultura a la que pertenecen esas monedas. Un buen panorama se encuentra en Grimaudo 1998 sobre Misurare e pesare nella Grecia antica. Teorie, Storia, Ideologie. Un ejemplo explicativo es la moneda de Gades del s. III a.C. de 4’5 g cuyo patrón metrológico desconocíamos. Hoy, gracias a los ponderales hallados en Cancho Roano (Badajoz), en contexto arqueológico del s. V a.C., podemos decir que unos y otras pertenecen al patrón sirio/tirio (shekel de 9’4 g), traído a Hispania posiblemente por los colonos de Gades, patrón que arraiga en Hispania desde entonces y se utiliza en la acuñación de la moneda de plata de Gades del s. III a.C. con valor de un hemishekel (4’7 g)1. 6.2. Metalografía Otras de las facetas que han jugado un importante papel estos años han sido las analíticas. Las aleaciones o composiciones del metal están dando importante información histórica, pues permiten aislar momentos de crisis en los que el estado rebaja la ley, o detectar emisiones diferentes con un mismo tipo o cecas distintas de una misma emisión. Espléndidos resultados hemos tenido con las monedas de oro lidio, las de Marsella o de Carthago… Los análisis también permiten aislar en 1
García-Bellido 2003, pp. 145-147.
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los metales trazas e impurezas específicas que identifican la mena del mineral y con ello se pueden aislar cecas y emisiones. El problema mayor es que los laboratorios, incluso utilizando un mismo método, dan proporciones distintas de los componentes de una misma moneda, pues parte importante del proceso es el acto de la limpieza de la pátina, y aquí residen las diferencias. Los métodos por activación de neutrones son muy fidedignos dado que atraviesan la pieza superando las capas externas. Los más fiables son, sin embargo, los viejos análisis químicos en los que se toma una muestra del metal del núcleo de la moneda, pero en la mayoría de los casos los museos no permiten tomar muestras. Hoy sabemos además que en la Antigüedad se recicló mucho metal, emisiones completas eran retiradas de la circulación para ser fundidas y acuñadas de nuevo. Estas monedas no volvían a su ceca de origen sino que se fundían en el taller más cercano, por lo que el metal no puede ser usado como dato de procedencia si las muestras no son suficientemente amplias. Éstos y muchos otros problemas han hecho que las interpretaciones analíticas estén lejos de ser comúnmente aceptadas, pero cada vez más nos acercamos a unos resultados que podremos dar como ciertos dentro de poco. A estos métodos de análisis metalúrgicos se han dedicado varios coloquios publicados ya en cuatro volúmenes coordinados por Metcalf y Oddy, Archibald y Cowell. Metallurgy in Numismatics 1980-1998, editados por la Royal Numismatic Society, y una muy reciente revisión de métodos y resultados puede verse también en Cowell 2003: A Short Review of the Application of Scientific Analysis Techniques to Coinage. 6.3. Estadística. Cálculo cuantitativo de las emisiones Otro tipo de análisis capital, de viejo descubrimiento, que ha tardado mucho en prender, se ha convertido en método conductor durante estos últimos veinte años y está dando resultados excepcionales aunque no faltan escépticos sobre su fiabilidad. Me refiero al estudio de enlace de cuños. El cuño de reverso se rompe mucho antes que el de anverso dado que soporta los martillazos en el momento de la acuñación. Estos enlaces de un anverso con distintos reversos proporciona la posibilidad de ordenar las emisiones y de contabilizar los cuños que se usaron. Es cierto que la identificación de un solo cuño a partir de las monedas que nos han llegado es, a veces, subjetiva: Savio 1997. La imitación actual de cuños antiguos ha permitido hacer una valoración cuantitativa para moneda griega de c. 10.000 monedas por cuño de anverso, y con ello cuantificar la producción de moneda, pero las controversias a este respecto han sido muy fuertes y algunos estudiosos descartan por completo la fiabilidad de esta estadística (Buttrey y Buttrey 1997). El ordenar la secuencia de los cuños de los que salieron las monedas es, en cualquier caso, imprescindible para ordenar las emisiones de una sola ciudad y para valorar económicamente sus producciones, amén de para detectar su circula-
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ción; además si la presencia de muchas monedas de un mismo cuño se da en un tesoro, ello indica que la emisión está cercana, en el tiempo y, a veces, también en el espacio, al enterramiento de las piezas y no ha habido lugar a su dispersión. Para una revisión de las posibilidades y fiabilidad de las estadísticas en Numismática cf. Esty 2003: Statistics in Numismatics. VII. ALGUNOS PUNTOS HISTÓRICOS Ante la imposibilidad de resumir los aportes históricos y lingüísticos de estos veinte años en la Numismática Griega, me limitaré ahora a abordar algunos puntos que han sido especialmente novedosos o conflictivos y, siempre, trascendentes en la Historia de la Moneda Griega. He elegido tres de ellos: 1) la invención de la moneda; 2) las acuñaciones de oro en Grecia; 3) el Demareteion siracusano; y 4) un breve apéndice de la moneda griega en Iberia. 7.1. La invención de la moneda Los problemas que todavía hoy discutimos fueron en parte planteados por Hogarth en 1905, cuando en las excavaciones del Artemision de Éfeso aparecieron en dos puntos monedas que posiblemente constituían tesoros fundacionales. Uno de los conjuntos estaba en unas estructuras anteriores en cien años a las del templo construido por Creso, el famoso rey de Lidia. En los conjuntos se encontraron flanes premonetales junto a auténticas monedas, sin duda las primeras de la Historia. Tanto los flanes como estas primeras monedas eran de electro y esta es una de las peculiaridades más específicas de las primeras emisiones monetales (fig. 1), pues pronto y, casi para siempre, el electro deja de acuñarse en beneficio de la plata y el oro2. Estábamos en el umbral de la invención de la moneda y el fenómeno parecía haber ocurrido en Lidia y no en la propia Grecia. Los datos arqueológicos indicaban entonces que los depósitos pertenecían a unas fechas tempranas del s. VII a.C.; sin embargo, y tras un siglo de debate, las nuevas excavaciones en el Artemision muestran que las monedas aparecieron bajo el templo del propio Creso, es decir, que fueron depositadas poco tiempo antes del 560 a.C. y, como muy temprano, acuñadas en la generación anterior. La fecha de la invención sería, pues, un siglo después de lo que creíamos3. Esto es importante pues una de las cuestiones abier2 A los artículos clásicos de Robinson 1951 y 1958 hemos de adjuntar la importante monografía de Weidauer 1975, donde por primera vez se sistematizan los punzones de reverso. Una muy reciente síntesis con discusiones muy actualizadas sobre los orígenes de la moneda en Le Rider 2001, La naissance de la monnaie; Alföldi 2000, Gli inizi della monetazione nel Mediterraneo fino alle guerre persiane. 3
Bammer 1990, pp. 239-270; id. 1991, pp. 63-83.
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tas con la vieja cronología era cómo había tardado tanto en prender el descubrimiento en el Egeo, puesto que las primeras cecas griegas no acuñan hasta la segunda mitad del s. VI y, sin embargo, entonces la invención prende como la pólvora. Ahora comprobamos que, efectivamente y de inmediato —c. 550—, las ciudades costeras del Egeo y Persia se lanzan a la emisión de moneda. Como digo, los trabajos sobre este tema han sido continuos durante estos últimos decenios, pues esta trascendente invención nos enfrenta al estudio de las leyendas, algunas en lidio, de los valores, de los patrones y, sobre todo, de los nombres de los responsables para comprender la justificación histórica desde el punto de vista social, político y, naturalmente, económico. Efectivamente, algunas de estas monedas tienen epígrafes. El que se puede ver en la figura 2 dice: ΦΑΝ(E)ΟΣ ΕΜΙ ΣΗΜΑ. Otros son nombres de difícil lectura que han provocado mucha discusión. La última lectura de uno de ellos es walwel y otro kali. Pero hay todavía varios nombres propios ilegibles. ¿Quiénes son? Se creyó poder identificar a Walwel con Aliattes, rey lidio, predecesor de Creso, pero Gusmani lo había descartado; sin embargo, Browne 1996, en una importante revisión reciente, ha vuelto a validar la interpretación de Aliattes y ha dado para kali la de rkali, en relación con «fisco real», lo cual explicaría perfectamente la aparición de walwel y rkali en la misma moneda. Más aún, una nueva leyenda parece leerse como kukalim un antropónimo que podría ser el de Giges de Lidia4. En estas leyendas está la principal respuesta a nuestras preguntas sobre la razón de la moneda en sus orígenes. No tengo tiempo de entrar en detalles pero es uno de los temas más importantes de la Numismática Griega: los orígenes de la moneda. ¿Son los santuarios los talleres emisores, como ha propuesto últimamente M. Alföldi para justificar el nombre y el tipo de esta pieza (figs. 1 y 2)? ¿Son los monarcas y los estados? Ésta parece ser la respuesta que cuenta hoy con un mayor consenso. ¿Quiénes son los gestores? ¿Por qué y para qué se inventa la moneda? La entrada en una economía monetal es un paso trascendente en la historia de la humanidad porque afecta directamente a la permeabilidad de las clases sociales. Por ello el tema ha conllevado discusión, en muchos casos defendiéndose de nuevo posturas viejas. Sobre ello merecen ser leídos los trabajos de Kim 2001 y, sobre todo, von Reden 1995 y Kurke 2001, donde se plantea la necesidad democrática que hubo, de una ruptura social en la que las clases inferiores tuvieran acceso al oro, no en objetos de estatus propios de las elites, pero sí en dinero, capital anónimo fácilmente acumulable favorecido por la pequeñez de las piezas de oro. Otra de las preguntas perennes en este tema ha sido la del metal utilizado para las primeras monedas, el electrón, pues también ello explicaría el porqué de la invención. ¿Por qué ese metal y no el oro y la plata, como poco más tarde, hasta el 4
Gusmani, Lydische Wörterbuch, s.v. valvel: no cree que sea legible como Alyates; sin embargo, cf. Browne 1996, 2000 y 2000a.
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punto de haber sido el hecho recogido por Herodoto (I 94): «los lidios… son los primeros, según creemos, que acuñaron y pusieron en circulación la moneda de oro y plata». Bolin en 19585, cuando abordó monográficamente el tema del electrón, se extrañó de que estas primeras monedas fueran tan exactas en peso y sin embargo tan variables en aleación pues, siendo la ratio del oro/plata tan alta, 1: 13’3 g, los análisis daban diferencias de entre 55% y 31% de oro, con un abanico de valor en las diferentes monedas de hasta un 60%. La razón del uso del electrón como metal de acuñación se ha justificado siempre por ser los lidios quienes inventan la moneda y por arrastrar su río Pactolos, que atravesaba Sardes, pepitas de electrón natural, cuya aleación de plata/oro era muy variable. Sin embargo, los pesos son extraordinariamente regulares de 14-16 g la estatera y de 4’76 y 4’38 g las tritai. ¿Por qué esta regularidad en los pesos si la ley era tan variable? Holloway 1978 y Wallace 1987 y 2001 han abordado el tema que afecta claramente al porqué de la invención de la moneda: el uso de lingotes de electrón a la hora de pagos y su variabilidad de valor habría llevado al Estado a garantizar con un sello un valor convencional según su peso. La necesidad de pagos menores, y con ello la división de esos lingotes, habría obligado a estampar el sello en piezas menores, de pesos de estatera, trité o hekté, éstos sí valores exactos. Esta legalización de un valor intrínseco irreal habría sido la causa de la circulación restringida a Lidia, Jonia y Frigia, allí donde eran reconocidas e intercambiadas las monedas, como ha visto Le Rider 2001, p. 73, de la misma manera que ocurrirá con la moneda ptolemaica. Es sin duda la dificultad de intercambio que presentan estas piezas de electrón lo que originó pronto la acuñación de moneda de oro y plata por separado, no desapareciendo sin embargo la de electro. Estas primeras monedas de plata u oro se han atribuido de siempre a Creso y en la Antigüedad se denominaban como Κροίσειοι στατῆρες6. Su tipo (fig. 3), dos prótomos de león y toro afrontados, llegó a ser reconocido en todo el Mediterráneo y podemos hablar de la primera moneda de cuenta en la Historia de la Moneda: las creseidas7. Una importante discusión de estos veinte años ha tenido lugar precisamente sobre estas piezas, pues, aunque en un primer momento se adjudicaron sólo a Creso, movidos por el nombre antiguo, luego hemos concluido, gracias a la cronología de algunos de los hallazgos, que su acuñación siguió en la misma Sardes en tiempo de Ciro, tras su victoria sobre el rey de Lidia en el 547-546, e incluso de Cambises. Hoy se ha llegado a suponer que las creseidas pudieron en su última etapa haber 5
Bolin 1958. Aunque dedicado a mundo romano, en el capítulo introductorio (pp. 11-37) aborda este
tema. 6
Los textos pueden encontrarse en la útil obra de J. Melville Jones 1993: Testimonia nummaria. En las cuentas atenienses de la estatua crisoelefantina de Atenea en el Partenón, los gastos se dan en creseidas. 7
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sido acuñados por el propio Darío hasta la emisión de los dareicos y, desde luego, circularon con ellos8. Los hallazgos han sido decisivos para esta nueva interpretación, pues las creseidas aparecen en proporciones muy elevadas junto a los dareicos, incluso en fechas post 5009. De esta larga vida procede posiblemente su fama y su extensa circulación. Su llegada a occidente, es cierto que de manera esporádica, constituye uno de los mejores datos cronológicos que poseemos para verificar las primeras conexiones comerciales. Las creseidas son las primeras monedas de oro de cuenta del ámbito mediterraneo. Las siguientes son los dareicos y luego los philipeioi. De ellos tratamos en el siguiente apartado. 7.2. El oro en el mundo griego El atractivo arte de las monedas de oro griegas ha sido la causa de su éxito, no solo en la reproduccion de sus imágenes sino en su inclusión en los estudios históricos antiguos. El oro se ha asociado de siempre a las monarquías griegas y se ha tenido como el principal emblema, la primera manifestación estatal de un monarca, sobre todo en cuanto al helenismo se refiere. Parece, por su impacto en las publicaciones, como si la moneda de oro griega hubiera sido la acuñación habitual y constante de las ciudades griegas. Ello no es cierto, ni siquiera para las monarquías, y desde luego es falso para las democracias. Estudios de hallazgos y de cuantificación de emisiones han venido últimamente a mostrar que, en contra de lo que se creía, la moneda griega de oro, como la romana, constituye un elemento de emergencia, un síntoma de crisis. La moneda griega de oro es muy rara al menos hasta época helenística y cada emisión parece haber tenido un objetivo muy preciso de carácter militar (Jen., Anabasis I 9-10) o político, pero casi nunca acuñada como propaganda real para ser puesta en circulación para los ciudadanos. La moneda de oro fue acuñada en pequeñas cantidades y circuló poco, pasando pronto a ser usada como objeto no monetal. La encontramos depositada como donativo o exvoto en los santuarios e incorporada en objetos de joyería, coronas honoríficas o adornos femeninos, pero rara vez la encontramos circulando junto a la plata, marcándose bien un uso y atesoramiento diferentes. El oro viaja poco y mal, contrariamente a lo que hace la plata.
8 Price 1984, «Croesus or pseudo-Croesus?»; Carradice 1987, «The Regal coinage of the Persian empire»; Ramage y Craddock 2000: «King Croesus Gold»; Descat 2000: «Remarque sur les origines du monnayage achéménnide». Cf. discusión en Le Rider 2001, pp. 101-121 y las actas del congreso específico sobre el tema, editado por Descat 1989. 9 Carradice 1989, p. 79 y 1998, pp. 1-12.
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La moneda de oro es una anomalía dentro de las emisiones griegas10; hay, sin embargo, algunas excepciones que, por el contrario, se convierten en moneda de cuenta para largo tiempo, lo que conlleva que: 1.º) sean usadas en las valoraciones de precios, 2.º) sean valor intercambiable y 3.º) desde luego atesorable, las tres características canónicas del dinero. Su fama conlleva la perduración de su nombre en la designación de oros muy posteriores. Este es el caso de las creseidas (fig. 3), los dareicos (fig. 4) y los filipeioi (fig. 5); es decir, las estateras de Creso de Lidia, de Darío de Persia y de Filipo II de Macedonia. Estos son los tres oros griegos (ninguno de ellos es propiamente griego) que han llegado a ser moneda de cuenta, siempre emisiones que han durado largo tiempo, han sido copiosas y han traspasado sus fronteras. Ellas son, como hemos visto, excepciones. El resto de las acuñaciones griegas de oro puede designarse como «moneda de emergencia», momentos en los que se carecía de plata y el pago estatal en moneda era imperioso. Melville Jones ha visto que las abundantes acuñaciones egipcias de oro estaban en realidad paliando la carencia del país en plata, y de ahí las medidas tan estrictas de importación y exportación de la moneda ptolemaica. Efectivamente, lo normal en el mundo arcaico y clásico es que las acuñaciones de oro en la propia Grecia hayan sido de emergencia: posiblemente el caso de las estateras y tetraestateras de Cumas y las de Messania de c. 450, éstas acuñadas en momentos difíciles para la ciudad tras haber expulsado de ella a los samios. Además en Poseidonia, Cyrene, Barce, Akragas… habiéndose identificado las causas económicas que lo provocaron, en la mayoría de los casos la paga a los mercenarios11. El hecho más conocido, por contar con los testimonio literarios (Plut. 25.17 y 18; Arist. Ranas 718 ss. IG II2 1408.11-13) que lo narran y con las monedas mismas, es el de los atenienses en el 413. Durante la guerra del Peloponeso y tras la ocupación de Decelea por los espartanos, se cerró la explotación de las minas de Laurión y con ello la acuñación de la plata ateniense12. Los atenienses tuvieron que acudir entonces, en plena guerra, por primera vez, a la acuñación de oro, los 360 kg que eran los que revestían siete estatuas de bronce de Victoria depositadas en el Partenón. Se acuñaron estateras, dracmas y medias dracmas, óbolos y hemióbolos. Estos pequeños valores indican que esta moneda de oro venía a substituir la emisión de la plata en todas sus funciones, desde luego la de los gastos de guerra, pues una estatera al ser de oro se convertía en 13-15 estateras de plata, un gran valor hasta entonces nunca emitido.
10
Melville Jones 1999: «Ancient Greek gold coinage up to the time of Philip of Macedonia». Cf. Melville Jones 1999, pp. 261-265. 12 Robinson 1960, «Some Problems in the Later Fifth-Century Coinage of Athens»; Melville Jones 1999, p. 265. 11
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Las fuentes citan que también se acuñó entonces por primera vez en Atenas el bronce, posiblemente los pequeños bronces plateados que conocemos por las excavaciones del ágora13. Hasta estas fechas Atenas no había recurrido a la acuñación de este metal para valores divisores en su sistema monetario, de manera que estas monedas de bronce son «las dracmas» que se devolverían en plata al acabar la guerra. El estado había emitido una moneda fiduciaria en momentos de emergencia, moneda que sería substituida, terminada la guerra, por el valor real de dracma de plata14. Especialmente interesante es el caso de la pequeña localidad de Pisa, más cercana al santuario de Olimpia que la propia Elis, pero que nunca había protagonizado la dirección de los juegos, incluso los eleos habían destruido su ciudad en 572 a.C.15 Pero en el 365, los arcadios invadieron Elis y resucitaron la autonomía de Pisa para poder utilizarla como ciudad de paja. Los arcadios sacaron tesoros de Olimpia para poder pagar sus tropas y acuñaron el oro en dos diferentes valores para sueldos de dos diferentes graduaciones militares. (Kraay 1976, p. 106). Esta es la causa de las acuñaciones de oro a nombre de Pisa, acuñaciones que le costaron el poder a la liga arcadia por la crítica que supuso el mal uso de los tesoros de Zeus y Hera. Elis recuperó el poder y la gestión del santuario de Olimpia. Circunstancias similares se dieron en el 357-346 durante la tercera guerra sagrada en la que los foceos capturaron el oro y la plata de los tesoros de Delfos y acuñaron moneda con ello. Terminada la guerra esta moneda sacrílega fue fundida y devuelto el metal al santuario. Tenemos las monedas de plata, pero no las de oro, aunque una inscripción de Delfos rememora la fundición de «monedas» de oro para reemplazar los exvotos, pero la inscripción cita un «dareico» (moneda de cuenta) como muestra de lo que se había acuñado, de manera que no sabemos qué tipo de emisión se hizo. Las fuentes (Diod. XVI 33.2; 16.1; 56.5-7; Plut., De Pythiae oraculis XVI 401F) suponen que se acuñó oro específico en esta ocasión16. La última moneda de cuenta de la época clásica —no entraremos en la helenística— es el oro de Filipo II de Macedonia, célebre por haber sido imitado por los pueblos celtas de toda Europa, conocido como los filipeioi. Toda esta moneda, trascendente en la monetización de los pueblos colindantes de la cultura griega, ha sido estudiada por Le Rider: «Le monnayage d'argent et d'or de Philippe II», y más recientemente, en 1996, en un estado de la cuestión.
13
Kroll 1993, pp. 7-8. Un fenómeno similar tenemos en Corinto, tanto para el oro como para el bronce, ambos asociables posiblemente también a las guerras del Peloponeso (Cf. Melville Jones 1999, p. 266 s.). 14
15
Sigue siendo válido por su importante recopilación de textos Seltman 1921: The Temple Coins of Olympia; cf. Melville Jones 1999, p. 267. 16 Martin 1985 y 1988, pp. 271-292; Melville Jones 1999, p. 267.
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La fecha de los oros de Filipo es incierta, pues aunque los tipos son agonísticos y podrían conmemorar la victoria de su caballo y jinete en las Olimpiadas del 356, su emisión se hizo bastantes años más tarde, quizás en relación con la guerra de Olinto, terminada en el 348 y, desde luego, en varias fases con el mismo tipo. La ceca parece haber sido Philippoi, como ciudad cercana a las minas de donde posiblemente se extrajo el oro y la plata. Estos son los datos que nos proporciona Diodoro (XVI 8.6-7). La masa de dinero, sigue explicando Diodoro, se habría empleado en contratar un «enorme ejército de mercenarios e… inducir a muchos griegos a ser traidores a sus patrias». Es muy probable, como Melville Jones apunta, que la ciudad de Crenides, trasformada en Filipoi por el propio monarca, fuera el centro de contratación y licenciamiento de mercenarios y en general del ejército de Filipo (Melville Jones 1999, p. 271). Los altos valores acuñados señalan también un objetivo de paga militar de final de campaña. Este modo de actuación lo compara Melville Jones con el licenciamiento y el pago de las tropas de Alejandro en el 325 y con otros procesos bélicos de los mismos años en los que también se tuvo que recurrir al oro para el pago de los cada día más numerosos mercenarios en los ejércitos griegos17. Estos oros siguen acuñándose, como hemos visto que ocurre con las creseidas y los dareicos, muchos años después de la muerte de Filipo de Macedonia, bien entrado el reinado de Alejandro. Pues bien, son estos oros los llevados por los mercenarios a sus países. Allí habrían constituido el modelo para el nacimiento de la moneda céltica, la primera moneda de Centroeuropa (fig. 6). El cambio de interpretación respecto a las acuñaciones de oro es trascendente pues frente a una cara propagandística, que indudablemente han ofrecido todas las monedas de oro independientemente de cuál fueran sus causas y sus objetivos, las acuñaciones nacieron en circunstancias de emergencia, normalmente militar, siendo la causa principal la necesidad de pagar a mercenarios, comprar partidarios y, en general, subvencionar gastos de guerra18. 7.3. Sicilia: el Demareteion Estos últimos años han producido también ciertas reinterpretaciones que han conllevado auténticos descalabros en nuestra ciencia. Me refiero a poner en duda identificaciones que, gracias a las referencias en las fuentes, dábamos por seguras:
17
Este es un modelo que se repite en Hispania tras las Guerras Cántabras. En Corduba/Colonia Patricia, centro capitalizador del mineral de Sierra Morena occidental, se acuña oro y plata para pagar a las tropas que se licencian y además para llevarse a Germania en caja militar gran cantidad de esa misma moneda que encontramos en los campamentos alemanes (García-Bellido 2004). 18 Thomson 1984, pp. 241-247; Troxell 1984, pp. 122-128.
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teníamos la cita, el año y la moneda. El más célebre de estos descalabros ha sido el del Damareteion (fig. 7). Diodoro, nacido en Sicilia, narra cómo los cartagineses tras su derrota en Himera el 480 regalaron a Damarete, la esposa de Gelón, una corona de cien talentos de oro por la benévola intercesión en las condiciones de paz. Ella lo convirtió en moneda acuñada. La descripción que sigue muestra claramente que la acuñación fue en plata pues describe piezas de diez dracmas áticas y dice que los griegos de Sicilia las tenían como piezas de 50 litras. Estas decadracmas, las únicas acuñadas por entonces en Sicilia, han sido de siempre identificadas con los Demareteia y han servido de puntal cronológico para ordenar emisiones anteriores y posteriores. Hoy, con argumentos que sólo en parte son razonables, Arnold-Biucchi 1990, Rutter 1993 y Boehringer 1992 quieren desligar la pieza del momento histórico y retrasarla a los 70, entre muchas otras razones por su aparición en los tesoros más tardíos, y por estar ya en uso la kappa y no la koppa como en series anteriores. Este cambio epigráfico, según los cascos dedicados por Gelón en Delfos tras la batalla de Himera en 480 y escritos con koppa y los de Hierón dedicados en Olimpia en el 474 con kappa, deben fecharse entre el 479 y 474, fechas éstas que se proponen para el damareteion (Knoepfler 1992). Naturalmente si la diferencia es de un año, no hay discusión posible, pero si se quiere llevar al 474, la cuestión es más espinosa. Muchos científicos mantienen la interpretación tradicional (cf. Cahn 1992, Caccamo 1993, Mattingly 1992), pues ninguno de los muchos argumentos que se enarbolan es decisivo, y el de la ahistoricidad de Diodoro en el tema, por utilizar el termino corona, pieza que según Rutter 1993 no existe hasta fechas helenísticas, es totalmente errado, pues el historiador ha podido cambiar el término antiguo de joya de estatus al moderno de corona, pero ello no implica que lo narrado sea falso19. VIII. LA CIRCULACIÓN MONETARIA Déjenme terminar esbozando uno de los temas que han resultado ser más ricos en la interpretación de los datos que en parte ya poseíamos; me refiero al de circulación monetaria. He comentado al principio que esta documentación procede de dos horizontes de estudio: uno, los tesoros; otro, las monedas perdidas en la Antigüedad. Respecto a los primeros, y en contra de lo que pueda parecer, las épocas que con gran diferencia más tesoros nos han dejado, no son las de mayor riqueza, sino las de mayor inestabilidad política y con ello importantes movimientos militares, lo que conlleva que los dueños a veces no lleguen a recuperar sus tesoros; por el contrario, una mayor paz y riqueza dejan menor rastro. También es importante considerar que aquellas poleis ricas en mineral no toman precauciones para que su moneda no se exporte; por ello aparece muy lejos de su ceca. El caso más 19
Cf. una revisión en Arnold-Biucchi 1997.
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claro es Atenas; sin embargo, ciudades carentes de oro o plata toman medidas para recuperar esas monedas de plata a la hora de la recolección de impuestos y que no lleguen a salir de su chora. Es el caso de la moneda en Sicilia, toda ella, que no se encuentra más que en Sicilia, excepto en los casos en que ha sido moneda para pagar mercenarios y que ellos han sacado en sus bolsillos. Los Ptolomeos rebajaron el peso de su plata respecto a la dracma ática para que nadie quisiera llevársela por su bajo valor fuera de su zona legal. Sí es indicativo de la monetización y riqueza de un período el volumen de la moneda perdida y, para ello, las excavaciones son nuestro primer documento. Uno de los enormes fallos, irrecuperables, es que las publicaciones de las excavaciones han separado los materiales que han aparecido juntos. Las espléndidas excavaciones del ágora de Atenas han sido publicadas según sus materiales: cerámicas, vidrios, monedas… de manera que nos impiden, o nos dificultan, ver cuál era el contexto exacto en el que las monedas aparecen y cuál es el papel que han jugado. Esto mismo se ha hecho con los campamentos germánicos. Es un gran error que, por otra parte, es de difícil solución. Especial atención se está dedicando, como era lógico, a las relaciones cuantitativas de las emisiones y sus hallazgos, pues en casos de emisiones enormes hemos hallado muy poca moneda, y sabemos que eran cuantiosas porque las halladas pertenecen todas a cuños diferentes… ello implica que esta emisión fue refundida o reacuñada. También gracias a la circulación —hallazgos— se han podido identificar, o cartografiar, las cecas helenísticas de Alejandro (mapa 2) y sus sucesores, marcando vías de penetración que han servido no sólo para los estudios numismáticos sino culturales del helenismo en general, jugando un papel inmenso en estas precisiones las monedas. Nuestro conocimiento de la producción de Alejandro se basa en los tesoros. Fue Newell en los años 20, con los datos del tesoro de Demanhur, de más de 8000 piezas y enterrado en el 318/7 a.C. (Morkholm 1991, pp. 4445), quien inició ya el estudio de cuños. Los posteriores trabajos han permitido determinar que 1/3 del tesoro fue acuñado en Anfípolis, con 700 diferentes cuños atestiguados, cuatro veces mas que Babilonia. La capital, Pella, muestra sin embargo una producción pequeña, al igual que Aegea, aunque ésta tiene alta proporción de oro. Los hallazgos señalan que la penuria descrita por las fuentes en la campaña del 334 al interior de Asia Menor ha sido dramatizada, pues Macedonia entre el 336-334 sigue produciendo importantes cantidades de dinero. De momento no tuvo necesidad de abrir nuevas cecas; sin embargo, en el 333 se ve obligado a abrir ceca en Tarsos, ya en activo bajo los sátrapas persas. Alejandro aprovecha entonces todas las infraestructuras hasta el punto de que el artista que abre sus cuños es el mismo que acababa de acuñar para su antecesor, Mazaeus. El tema de la circulación es complejo y por ello inadecuado para un planteamiento aquí. Sí les comentaré la importancia que los hallazgos monetarios han tenido de siempre, para localizar geográficamente las ciudades que las emitieron. Es
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cierto que para las poleis de la propia Grecia la literatura y la epigrafía han permitido ya localizar casi todas ellas, pero en Asia Menor, en Iberia e incluso en Sicilia todavía hay ciudades importantes sin localizar. Déjenme acabar con el caso de la célebre Morgantina. La información literaria que tenemos sobre ella es cuantiosa, p. ej. Tucídides (IV 65). Además poseemos las monedas con su topónimo griego, aunque es cierto que son escasas. Pues bien, en las excavaciones americanas de Serra Orlando, aparecieron monedas de Morgantina, pero sobre todo bronces con leyenda Hispanorum. Sabemos por Livio (XXV 30; XXVI 21.9-13; XXVI 21.17) que Morgantina fue entregada a los hispanos de Moericus en el 211. Gracias al hallazgo masivo de estos bronces de los hispanos en Serra Orlando se ha podido localizar la ciudad griega de Morgantina allí. Este es un dato viejo, pero el mismo método ha servido para localizar en Iberia Contrebia Belaisca (Botorrita) o Contrebia Carbica (Fosos de Bayona) o la ciudad celtibérica de tamusia en Tamuja de Cáceres. ¿Quién iba a suponer que en Cáceres se encontraría una ciudad de celtíberos? Mucho me hubiera gustado tratar aquí del tema estrella en estos años, los usos de la moneda, pues constituyendo los fundamentos de cualquiera de estos temas o situaciones económicas que hemos descrito, en las que ha sido acuñada moneda tenemos las preguntas soterradas de para qué se inventó la moneda, por qué tuvo tal éxito inmediatamente y cuáles son las circunstancias económicas que provocaron en cada polis emisiones masivas en ciertos momentos o, por el contrario, la suspensión temporal de la acuñación durante largas temporadas. ¿Se trata de una necesidad del Estado para cubrir sus obligaciones militares, urbanísticas… o estamos ante un servicio del estado al ciudadano para que éste disponga de un medio de cambio en sus transacciones privadas? ¿Por qué y para qué ciudades o imperios no griegos imitaron la moneda griega? Son éstas preguntas trascendentes pues, aparte del interés de la respuesta general que explica el fenómeno de la monetización de la economía antigua, están los datos económicos precisos para cada polis o cada región, que explican líneas de política internacional, en las que esas ciudades se ven inmersas. Es un campo en gestación y es seguro que la próxima generación tendrá que responder a estas cuestiones. IX. LA MONEDA GRIEGA EN IBERIA Aunque toda la moneda hispánica antigua se clasifica como moneda griega, pues de ellos aprendimos a usar y acuñar moneda, realmente la especialización por regiones dentro de nuestra amonedación, lenguas, escrituras y pueblos, nos permite hoy hablar de moneda griega como sólo aquella que fue emitida en Rhode y Emporion, las dos únicas colonias griegas en Iberia que acuñaron moneda, pues
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de las otras citadas en las fuentes, Alonis, Hemeroskopeion, Mainake20… poco sabemos, habiéndose dudado incluso de su existencia. Mencionaré sólo los trabajos generales por si el lector quiere adentrarse en el tema. Se han publicado dos corpora sobre moneda hispánica. En el primero (Villaronga 1994, Corpus nummorum Hispaniae ante Augusti aetatem) se recoge toda la moneda hispánica hasta Augusto, con innumerables monedas inéditas, y en el segundo (García-Bellido y Blázquez 2001, Diccionario de las cecas y pueblos de Hispania) se estudian todas las cecas y acuñaciones de los pueblos de Hispania, llegando hasta tiempos de Claudio, fechas en las que Hispania no acuña más moneda propia. En él, naturalmente, se aborda la amonedación propiamente griega de Iberia. Además hay un capítulo sobre la moneda griega en el catálogo de la exposición de Los Griegos en España. Tras las huellas de Herakles (García-Bellido 2000). También general es el trabajo de Campo 2000 sobre el Concepto y función de la moneda griega con reflexiones sobre las acuñaciones de Emporion y Rhode. Importantes por los materiales recopilados son los trabajos de Villaronga 1997 y 2000, monografías sobre las monedas de plata de las dos colonias ibéricas, en los que se ordenan y fechan las dracmas y divisores, algunos inéditos, de estas ciudades. A ellos podemos añadir el trabajo de Campo 2000 sobre los bronces de Rhode, una acuñación de enorme interés por ser en su mayoría reacuñaciones sobre moneda sarda. ¿Cómo llegarán tantos broncecitos sardos a Rhode y fueron allí reacuñados por la colonia griega? El resto, un conjunto copioso de publicaciones, se refiere más a aspectos concernientes a fenicios o pueblos indígenas en sus etapas prerromana y romana. Todo ello puede verse en los Survey of Numismatic Research recogidos en la bibliografía general. X. EPÍLOGO Las Ciencias son seres vivos: nacen, crecen, se reproducen y algunas mueren; pero todas, como ellos, pasan por períodos de ritmo evolutivo diferente, rápidos crecimientos y letargos, imprescindibles ambos para un correcto desarrollo. En las ciencias humanas parece que entramos ahora en uno de estos últimos ritmos lentos. Las razones son complejas: por un lado, en el movimiento siempre pendular de la Historia, hay fases analíticas, en las que lo considerado correcto es la recogida de material de manera lo más objetiva posible, sin que el investigador aparentemente juzgue o influya en la interpretación, etapa que hemos vivido durante la primera mitad del siglo XX. Hay también fases sintéticas, en las que se imponen, tras tanto dato recogido, trabajos de interpretación histórica, de recapitulación general. Estas síntesis son imprescindibles, pero sin duda peligrosas si la interpretación no es seria, no está bien justificada por los documentos y no se evitan las 20
Se ha supuesto el uso de una iconografía griega jónica en las monedas de Malaca: García-Bellido 2002.
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concesiones a la galería. Insisto en que estos periodos de reconsideración son imprescindibles, pues en ellos se señala cuáles son las preguntas que debemos hacer a los documentos estudiados en las fases de consideración de materiales y estas preguntas, variables según los tiempos, han dirigido la evolución de una ciencia más que las respuestas y, a veces, más que la documentación. En pocos periodos las ciencias humanas han evolucionado tanto como en la segunda mitad del s. XIX, el siglo decimonónico, y sin embargo fue una fase de grandes síntesis que, en el s. XX, fueron a veces consideradas como interpretaciones excesivamente teorizantes, y el adjetivo decimonónico tiene por ello hoy ciertas connotaciones peyorativas. Estas diferentes fases las han dirigido las necesidades y las criticas que los propios cientificos han hecho a sus trabajos. Tras los concretos y asépticos trabajos de los años 40-70 del siglo pasado, estamos hoy en el otro lado del péndulo, de ahí los muchos trabajos temáticos que hemos reseñado en estas páginas. Esta fase en la que estamos inmersos, y que parece tener todavía larga vida por delante, ha sido ultimamente dirigida por una política científica, en la que la «sociedad» está siendo la protagonista y receptora primera de la ciencia. Ella marca, ella paga, ella exige. La ciencia parece tener poca justificación en sí misma hoy, si no está enfocada a su comprensión por la sociedad en la que vive y a una rentabilidad inmediata, en temas y tiempos muy concretos que se marcan desde Bruselas, hasta el último departamento institucional, segando hasta cierto punto la libertad científica de la que el investigador había gozado a la hora de abrir líneas y campos de ciencia básica, en muchos casos líneas y avances que ninguna institución hubiera podido prever y reglamentar con antelación. Esa ciencia básica era el germen de la futura ciencia aplicada. Hoy ambas vías se ven igualmente «aplicadas» a unas necesidades sociales y rentables. Además, la divulgación de esta ciencia parece hoy haberse convertido en necesidad prioritaria, cuando, aunque imprescindible, había sido hasta ahora una labor esporádica y desde luego secundaria. Desgraciadamente no disponemos hoy de investigadores suficientes para hacer una política científica que comprenda las dos bandas —investigación y divulgación—, ni existe una política científica que lo organice. Hasta hoy los científicos y sus instituciones habían contemplado sin complejo su cierta marginación de la sociedad, se habían enorgullecido incluso de estar en torres de marfil, ignorados y poco valorados. Hoy, creo que desgraciadamente, las cosas han cambiado y las instituciones ciéntificas primero, y desde luego algunos gerentes de la investigación, buscan un reconocimiento en la sociedad en la que estamos y en los medios de comunicación que tenemos. Con ello pueden perderse grandes energías sólo por el supuesto valor de ser mencionados o preguntados en los media. Pero es seguro que el péndulo tocará puerto y reanudará de nuevo la búsqueda de una ciencia más teórica, más olvidada, a veces sin resultados a corto plazo, pero sin duda de mayor trascendencia para un largo futuro y sobre todo en un país, como el nuestro, que lo que necesita es una concentración de fuerzas para hacer Ciencia, no con una
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rentabilidad inmediata, en la que estaremos a la cola, sino una labor científica de gran calado para un largo futuro, en la que se amparen los grupos de trabajo, algunos, cuanto más pequeños más ágiles y, sin duda, más punteros. Hoy, fuera de nuestras fronteras se está viendo que esos equipos mastodónticos, programados y dirigidos en sus líneas y métodos por los jefes de grupo son poco innovadores y cercenan la libertad de pensamiento que los científicos jóvenes necesitan y que es el futuro de nuestra Ciencia. BIBLIOGRAFÍA Alföldi, M. (ed.) 1960- 2002: Fundmünzen der römischer Zeit in Deutschland…, Berlín. ——2000: «Gli inizi de lla monetazione nel Mediterraneo fino alle guerre persiane», en Rosati, P. F. (ed), La moneta greca e romana. Storia della moneta, Roma, pp. 21-36. Alfen, P. Van 2002: «The 'Owls' from the 1989 Syria hoard, with a Review of Premacedonian Coinage in Egypt», AJN 14, pp.1-58. ——2002a: «Two unpublished Hoards and other Owls from Egypt», AJN 14, pp. 59-71. Amandry, M. y Le Rider, G. (eds.) 1994: Trésors et circulation monétaire en Anatolie antique, París. AJN= American Journal of Numismatics, Nueva York. Alfaro, C. y Burnett A. (eds.) 2003: A survey of Numismatic Reseach 1996-2001, Madrid. Arnold-Biucchi, C. 1990: «The Randazzo Hoard 1980 and the Sicilian Chronology in the early Fifth Century B.C.», ANSNS 18, p. 77. ——1997: «Magna Grecia and Sicily» en Survey of Numismatic Research 1990-1995, Berlín, pp. 27-37. Arslan, M. y Lightfoot, Ch. 1999: Greek coins hoards in Turkey, Ankara. Bammer, A. 1990: «A Peripteros of the Geometric period in the Artemisium of Ephesus», An. Stud. 40, pp. 137-160. —— 1991: «Les santuaires des VIIIe et VIIe siècles à l'Artémision d'Éphèse», RA, pp. 63-83. Baslez, M.F. 1989: «La circulation et le rôle des dariques en Grèce d'Europe à la fin du Ve et au IVe siècles. Apport des inscriptions phéniciennes et grecques», REA 91, pp. 237-247. Besombes, P.-C. 2004: Le depot du gué Sant-Léonard, Trésors Monétaires 21. Bolin, S. 1958: State and currency in the Roman empire to the 300 AD, Estocolmo. Bost, J.-P. et al. 1987: Belo IV. Les monnaies, Madrid. Browne, G. M. 1996: «Notes on two Lydian Text», Kadmos 35, pp. 49-52. ——2000: «The tomb of Alyattes?», ZPE 132, p. 172. ——2000a: «A new Lydian Text», Kadmos 39, pp. 178-179. Burnett, A. et al. (eds.) 1997: A survey of Numismatic Research 1990-1995, Berlín. Buttrey, S. y Buttrey T. 1997: «Calculating Ancient Coin Production again», AJN, 2nd series. Cahn, H.A. 1992: «Die bekräntze Arethusa», en Florilegium Numismaticum. Studia in honorem U. Westermark, Estocolmo, pp. 99-102. Caccamo Caltabiano, M. 1993: La monetazione di Messana con le emissioni di Rhegion dell'età delle tirannide, AmuGS 13, Berlín. ——2004: La moneta greca antica, edición en CD-Rom (italiano, inglés o griego), Mesina. Caccamo Caltabiano, M. y Colace, P. 1987: «L'eponimia monetale: Dall'esperienza orientale a quella di età ellenistica», NAC 16, pp. 29-45. Campo, M. 2000: «Monedas de cobre de Rhode (Rosas, Gerona)», Pyrenae 22-23, pp. 211-213.
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1. El tema de esta comunicación es nuevo respecto a los tratados en Actualización científica 1984, que ha servido de base al presente curso. En algunos de los títulos allí desarrollados podían encontrarse ya alusiones al tema que nos ocupa, pero, por muchos motivos, la cuestión de las relaciones e influencias de los helenos en la Península ha ido cobrando entidad en estos últimos años, hasta demandar un lugar propio. En este trabajo trataremos de ceñirnos bibliográficamente a la banda cronológica de los últimos veinte años, aunque en ocasiones, al ser un tema que se introduce por primera vez, habrá que hacer referencia a títulos anteriores. La implantación y crecimiento de los estudios y enseñanza de Filología Griega en los institutos, en las universidades, en el CSIC, aportó una confianza en las fuerzas propias que, entre otras cosas, puso de relieve la necesidad de reinterpretar el calado real de la relación península Ibérica/Grecia1. Uno de los primeros intentos de interpretación integral del mundo griego a través del léxico fue (y es) el proyecto del DGE, comenzado a mediados de los años 60. En esa obra nos propusimos la inclusión de los nombres propios y geográficos griegos en general, pero dado lo inmenso de la tarea, decidimos integrar solo los documentados en época clásica. Sin embargo, en lo que afectaba a «los de Hispania antigua, (se decidió incluir los) transmitidos por autores griegos en general»2. Para su interpretación se acudía expresamente a las FHA de Schulten e IL, con la continuación por A. Tovar, obras todavía imprescindibles.
1 Replanteamiento, revisión, nuevas perspectivas, en España y fuera de ella, ya en el Hom. Siret con las comunicaciones de Domínguez Monedero 1986, cf. 1991a; Olmos 1986 y cf. 1989, 1992, 1993; Viviers 1987; Arce 1988 (esp. Introducción 1986); Torelli 1987; Rouillard 1991; Antiqua tempora (1991); Wagner 1992; Bilde et al. 1993; Los enigmas de Tarteso (1993); Wulff Alonso 1999. Particularmente llamativa es la preocupación por el tema de Estrabón e Hispania: Prontera 1984; Domínguez Monedero 1988a; Salinas de Frías 1994; Alonso Núñez 1992; Artés Hernández 1996; Gómez Espelosín, Pérez Largacha y Vallejo Girvés 1995, p. 101 ss.; Estrabón e Iberia, donde pueden consultarse Cruz Andreotti 1999; Gómez Espelosín 1999; Sayas Abengoechea 1999; cf. Viana 1999; Fernández Palacio 2000; cf. THA; Historia y Mito 2004; también sobre Polibio, varios trabajos y bibliografía en La invención de una geografía de la Península Ibérica. 2
DGE 1980 [1989], I, pp. XXIX y XXIV.
F.R. Adrados, J.A. Berenguer, E.R. Luján y J.R. Somolinos (eds.), Veinte años de Filología Griega (1984-2004), Manuales y Anejos de «Emerita» XLIX, Madrid, CSIC, 2008, pp. 759-790
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Paralelamente, desde los mencionados años 60 en adelante se estaba produciendo un intento de renovación de la Historia Antigua. Se creaban cátedras de esta disciplina, gran parte de las editoriales publicaban manuales de Historia de España, con su correspondiente primera parte de Historia Antigua; comenzaba también a haber extraordinarias exposiciones, acompañadas en sus catálogos del correspondiente análisis de las fuentes griegas, a veces algo repetitivo, pero hay que decir que, cada vez con mayor frecuencia, se encontraban en esos catálogos ensayos que superaban con creces el convencionalismo de que suelen adolecer estos textos. Aquí hay que reconocer, entre otras, circunstancias políticas. Por un lado, la entrada de España en la Comunidad Europea junto con Grecia permitió una mejora del flujo entre ambos países y no sólo el acercamiento de personas, en congresos y reuniones científicas, sino la contemplación directa de piezas, antes de difícil acceso3. Por otro lado, tras la institución de la España de las comunidades se produce un auge de la arqueología, realizándose descubrimientos importantes que hay que interpretar local y globalmente, de algunos de los cuales hablaremos al hilo de los comentarios textuales. Otra línea particularmente llamativa es el avance de los estudios de las lenguas antiguas de la Península, tantos de cuyos testimonios se han conservado en textos y epígrafes griegos o en caracteres derivados del griego4. A esto hay que añadir el gran boom de las traducciones, tema también tratado en este curso. Todo ello hizo pensar a muchos historiadores que esa reclamada, renovada y necesaria interpretación global estaba casi al alcance de la mano: ello llevó en algunos casos a cierta decepción, en otros a postular una forma de helenización en la Península5. Lógicamente se había ido produciendo un acercamiento necesario entre filólogos e historiadores. Recuerdo, p. ej., la Mesa redonda sobre colonización griega y mundo indígena, promovida por J. Arce, en la que filólogos y no filólogos quedamos atónitos ante las esculturas de Porcuna, indígenas pero con sorprendente sello griego6. A prin3
V. p. ej. El mundo micénico (1992); Griegos en España (1998-2000); Grecia en España, España en Grecia (1999).
4
MLH 1975-1994; de Hoz 1987, 1998, 1989a, 1989b, 1993a, 1993b, 1999a; Correa 1992; Gorrochategui 1993; Villar 1995a, 1995b, 1996, 2000; Valladolid Moya 1997; sobre la numismática, Campo 1992; GarcíaBellido y Blázquez 2001; García-Bellido 2002; v. también las sucesivas Actas de los Coloquios sobre lenguas antiguas de la Península desde mediados de los setenta hasta las recientes Actas del IX Coloquio internacional sobre lenguas y culturas paleohispánicas, Barcelona, 20-23 Octubre 2004. En paralelo, se han completado obras de consulta sobre lengua griega, Adrados 1999b; literatura, HLG, geografía, historia y ubicación de topónimos como TIR; Der neue Pauly; HLG; LIMC; LGPN; bibliografías, repertorios, concretamente sobre la Península, Alvar, Arévalo y Gago Saldaña 1995; Lozano 1998; Rodríguez Somolinos 2003; cf. también la revista Tempus. 5 Como se trasluce en Gómez Espelosín, Pérez Largacha y Vallejo Girvés 1995, pp. 101 ss.; trabajos en los que se considera en mayor o menor medida el peso del mundo griego en relación con la Península, Fernández Nieto 1986, 1992; Olmos 1979, 1986, 1989, 1991, 1996a, 1996b, 2000; Olmos y Cabrera 1985; Domínguez Monedero 1988c, 1991a, 1991b, 1996, 1999, 2000; Graham 1990; Rouillard 1991; Sanmartí 1995. 6
Ver AEA 52, 1979. Auge de los estudios sobre la recepción de la escultura, la iconografía y el arte
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cipios de los 80 Ricardo Olmos y yo misma, iniciamos con el nombre de Iberia Graeca un proyecto que pronto se reveló demasiado ambicioso para investigar en tres años y con medios limitados todas las novedades textuales, epigráficas, cerámicas, artísticas, etc., que evidenciaban una relación greco-hispana. A pesar de todo se editaron dos libros7 y en gran parte se abrió el camino a una obra como los THA, que también ha evidenciado en su desarrollo lo ingente de la tarea y las dificultades de la multiplicidad de criterios y métodos que encierra. En este trabajo vamos a referirnos a «Los griegos en España»8 básicamente a través de los textos griegos antiguos; sin embargo, abarcar aquí todas las manifestaciones sobre la Península a lo largo de la literatura griega hasta el final de la época antigua es sencillamente imposible en el espacio con el que contamos. El gran número de ediciones nuevas, traducciones y excelentes comentarios9, a veces más útiles que las traducciones, permite entender mejor y renovar las fuentes. Pero no debemos ignorar la importancia de manifestaciones arqueológicas o históricas aparecidas estos años, muy necesarias para progresar en la interpretación de esos mismos textos. 2. Desde estos puntos de vista, vamos a exponer solamente lo relativo a algunos textos y autores griegos, cuya interpretación en relación con la Península ha recibido nuevos enfoques de importancia a la luz de algunos descubrimientos. A finales de los 80 se publica el hallazgo de cerámica micénica10 en Montoro. Ello era esperable a la vista del creciente número de asentamientos estudiados en Italia, Sicilia o Cerdeña, debidos al interés micénico temprano de expansión hacia el Oeste, más que hacia el Este, movimiento que parece haber tenido continuidad11. Estos griegos —micénicos— pudieron haber alcanzado las costas de la Península e intentar ir tierra adentro una vez traspuesto el estrecho de Gibraltar12 para internarse en la «gran ensenada» de la depresión del Guadalquivir13, sometida al régimen de magriego, etc. en la Península en los años que nos ocupan: Blázquez 1988b; Blázquez y González Navarrete 1988; Olmos et al. 1992; Olmos 1993, 1996a, 1996b; Sánchez 1992, 1996; Al otro lado del espejo (1996); Croissant y Rouillard 1996; Chapa y Prados 2000; Die Ägais con los trabajos entre otros de Blech 2002, Faustoferri 2000; León 2004; sobre la influencia de la imagen de Heracles, Hermary 1992; sobre la Dama de Elche, Aguilar 1999, Olmos y Tortosa 1999. 7 Page 1984 y Chapa 1986. 8 Título evidentemente demasiado esquemático, pues como puede verse a lo largo del trabajo, nos referimos a la península Ibérica en general, con solamente alguna alusión a las Islas. 9
Véanse, entre otros, The Iliad: a commentary; Omero. Odissea; Erodoto. Le storie; FGH.
10
Martín de la Cruz 1987, 1990, 1992 y en general El mundo micénico (1992).
11
Vagnetti 1985, 1992; Tiverios 2000; Manfredi y Braccesi 1992; Development and decline (1994); Adrados 1998, 1999a, 2000 p. 5; tenido en cuenta en relación con ᾿Αλύβη, Villar 2000 p. 438. 12 De la renovación de los estudios sobre este importantísimo hito dan idea los enormes tomos que desbordaron todas las expectativas en El Estrecho de Gibraltar (1988), cf. Gangutia 1986. 13
Gavala y Laborde 1959 [1992], p. 77, cf. TIR J-29, p. 151, THA IIA, p. 25 y n. 55, Caro Bellido 1999.
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reas del Océano (e.d. «eran» Océano), y luego ascender río arriba hasta llegar a su curso medio y alto. Esta situación reaparecerá en los textos como un hecho recurrente, marcando una ruta para el futuro, en la que centraremos gran parte de nuestro trabajo. Este track West de los micénicos ahora documentado, permite enfocar la épica más arcaica desde un punto de vista nuevo14. El «escoramiento» general de la cosmología griega hacia Occidente, que ya llamó la atención desde Homero, puede reflejar una tradición mas antigua. El Sol y los astros marcan un camino de Levante a Poniente, cuyo fin es el Océano, en el cual Homero, Hesíodo y los antiguos en general creían que al final de su curso los cuerpos celestes, aparentemente, se hundían. Esta sería la primera coordenada del mundo griego15, superpuesta desde un punto de vista náutico a lo que es hoy el Mediterráneo, mar de complejas corrientes y líneas de deriva que fuerzan rutas enrevesadas y diferentes de ida y vuelta16. La épica más arcaica tiene de Océano un concepto fluvial: es un ποταμός con características propias. En Od. XX 63 ss., se dice que ese Océano tiene προχοαί o desembocaduras. Esta afirmación muestra, por un lado, que la concepción abstracta del Océano como un gran anillo que circunda completamente la tierra, tal como es representado gráficamente en el escudo de Aquiles (Il. XVIII 399), tiene una brecha, posiblemente conocida de forma empírica17. Por otro lado, en el mismo pasaje se dice que este Océano es ἀψόρροος, palabra entendida según algunos escolios como que fluye hacia atrás, que refluye, que se retira, relacionándolo con el fenómeno oceánico que tanto asombro produjo a los antiguos: las mareas, especialmente el reflujo o bajamar, considerada como un estiaje del «río» Océano18. A su vez en Il. VIII 477 ss., puede advertirse una oposición entre πόντος o θάλασσα es decir entre el mar «puente» de rutas navegables y el Océano «río», consideradas realidades diferentes. Entre ambos hay una solución de continuidad ma14 Textos que deben ser considerados de una manera especial, procedentes de una poesía oral que sintetiza datos modernos sobre la profundidad histórica de las diferentes etapas que fueron conformando la épica arcaica griega (ver West 1988), y a los que no debe negárseles rígidamente cualquier validez histórica, Gentili 1984, p. 163; Cerri 1986; Gabba 1981 [1995], esp. pp. 23 ss. Para ellos estimamos útil el concepto de «veracidad flexible» de Jensen 1986; ver también Plácido 1989; Sobre la Odisea (2003). Para la enorme bibliografía en relación con el espinoso tema de las identificaciones modernas en relación con Homero, ver una recopilación en Clarke 1983, Latacz (ed.) 1991, Morgan 1985 y cf. Gangutia 1986, 1989; Gómez Espelosín 1994; Antonelli 1997; Graziosi 2001; revalorización de los testimonios de Silio Itálico, buen conocedor de esa épica, Ripoll 2001. 15 Arrighetti 1966; y ver en general Grilli 1990; Prontera 1990, 1992; Manfredi y Braccesi 1992; Gómez Espelosín 1994; Pérez Vilatela 1995; García Moreno y Gómez Espelosín 1996. Para visiones de tipo míticosimbólico, Ballabriga 1986, pp. 46, 52-53; Calame 1988; Bermejo 1991; Cruz Andreotti 1991b; Plácido 199596, p. 27; García Quintela 1999; Aguinaga Alfonso 2000; ver también Sobre la Odisea (2003). 16 Aujac 1971; Peretti 1979, pp. 86 y ss.; Janni 1984, pp. 120 ss.; Villalba i Varneda 1985, pp. 43-49; Martín de la Cruz 1988. 17 Cf. Dilke 1985, p. 13; pero ver Romm 1992, pp. 15 ss. y n. 13; Tsiolis Karantasi 1997. 18
Fear 1992, p. 20 ss.; THA IIA, p. 21 ss.
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terializada desde el punto de vista terrestre por los πείρατα γαίης, los «confines de la tierra»19, personificados en el mencionado texto por dos figuras titánicas, Crono y Japeto. Sin embargo, en Od. I 52 ss. ambos personajes se reducen a uno solo, Atlante (hijo de Japeto, Hes., Th. 509), que sujeta unos κίονες o «pilares», mencionados por primera vez en el pasaje de la Odisea y que sólo a partir de Píndaro aparecerán adscritos a Heracles20. Estos nombres, Crono, Japeto, Atlante, Heracles significan la introducción del factor mítico, que hay que analizar históricamente y de acuerdo con diferentes tradiciones sobre las que no podemos demorarnos aquí. Es verdad que este inextricable factor a veces enoja a nuestros colegas historiadores, pues su oficio lógicamente es descubrir «fuentes» históricas veraces21, mientras que los filólogos somos más escépticos en esa búsqueda de la verdad y debemos aceptar e interpretar todo texto, en su contexto22. Según los versos de la Ilíada citados, en torno a los dos titanes enfrentados (Crono y Briareo) está el profundo Tártaro. Estrabón recoge en III 2.12 una opinión según la cual habría una identidad «etimológica» Τάρταρος/Ταρτησσός. Considerada en general absurda, hoy en día se piensa que, si bien puede no haber identidad de referentes, no es descabellado hablar de aproximación etimológica de tipo general: tanto Τάρταρος como Ταρτησσός son hidrónimos23. Lo que hemos llamado «escoramiento» general de la cosmología griega hacia Occidente, se acentúa en Hesíodo24. Atlante, que en la Odisea guardaba los κίονες o hitos cosmológicos, reaparece, sujetando el cielo, pero ahora ya no está en soledad bajo tan tremenda imposición y responsabilidad: frente a él, πρόπαρ (Th. 518) en el mismo confín de la tierra, y «al otro lado del famoso Océano» πέρην κλυτοῦ ᾿Ωκεανοῖο (Th. 274) hay un coro de doncellas cantoras, las Hespérides. En ese mismo locus, Hesíodo sitúa otros grupos femeninos, las Harpías y las Gorgonas, una de las cuales, la mortal Medusa, yace en un maravilloso prado con Posidón, teniendo
19 Cf. también Il. XIV 200. El tema de los confines, los límites, como un concepto abstracto o universal ha sido objeto de gran bibliografía en los años que nos ocupan, ver Il confine nel mondo classico, donde hay que señalar Milani 1987 y Amiotti 1987; ver también Romm 1992; Hartog 1996; Los límites de la tierra (1998); Díez de Velasco 2000. Sobre la creación de un lenguaje proto-científico al que pertenecerían ἀψόρροος y los πείρατα γαίης Adrados 1995. 20
López Melero 1988; Domínguez Monedero 1988b; como desarrollo de un mito en Pi., N. III 22, THA IIA, pp. 178 ss. y nn. 21 Así, se considera que «el marasmo de la tradición literaria» puede dificultar la consecución de la veracidad histórica según Gómez Espelosín 2000, p. 215. El fenómeno es una ἀνάγκη constante, prácticamente imposible de soslayar; ver en relación con otras culturas, Gil 1989; Adrados 1999a, p. 67. 22 Vian 1944, pp. 108 ss.; West 1988; Rouillard 1991. 23
West 1966 en el comentario a Hes., Th. 118-119, p. 195; Villar 1995a, 2000 pp. 371 ss; prehistoria de la cuestión en Gil 1987. 24
THA IIA; Antonetti 2000.
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como hijos al caballo Pegaso25 y a Crisaor, el padre de Gerión. La localización común hizo que los intérpretes antiguos trataran de aglutinar los grupos femeninos mencionados: así, Epiménides B 9 y Acusilao 10, autores al filo de la racionalización del mundo épico26 y de lo que se convertirá en descripción geográfica e historia. Si Atlante contempla el «otro lado del Océano» desde una perspectiva africana, tal como está documentado por Heródoto IV 18427, podemos pensar que ese «otro lado» puede ser la península Ibérica o una de sus islas. Y efectivamente, al «otro lado», en Cádiz se descubrieron a mediados de los noventa, cinco bustos femeninos cerámicos, algunos casi de tamaño natural, fechables entre el VI y el V a.C. Fueron interpretados inicialmente como Gorgonas28, sobre todo porque uno de ellos representa claramente a Medusa que estrecha maternalmente al pequeño Pegaso, iconografía que puede relacionarse con una figura equina divina extendida por todo el ámbito indoeuropeo29. Estaríamos ante cierta forma de culto a un grupo femenino protector, a la vez que temible, que integra Hespérides-Harpías-Gorgonas, y que en ultimo lugar remite a los pasajes hesiódicos. En la misma región «al otro lado del Océano» sitúa Hesíodo (Th. 294) los establos de Gerión, descendiente de la Medusa Gorgona. Es aquí donde por primera vez (Th. 289 ss.) aparece en Occidente la figura que se va a convertir en uno de sus personajes emblemáticos. Se trata de Heracles30, que para llegar al lugar de la aventura que constituirá parte insustituible del canon de sus hazañas, es decir, la muerte de Gerión y abigeato de sus ganados31, deberá cruzar, según el v. 292 de la Teogonía, el πόρος ᾿Ωκεανοῖο el «paso» o «vado» del Océano. Heracles cruza este «vado» (indudablemente el estrecho de Gibraltar) para dirigirse a la «famosa Eritea» y matar a Gerión: estaríamos ante unos de los topónimos y antropónimos mas antiguos de Occidente. En lo que se refiere al último, su nombre 25 Pegaso nace, según Hes., Th. 282, junto a las «fuentes» del Océano, sobre las que ver THA IIA p. 66 y n. 137. Se ha encontrado una laminilla de marfil del VIII a.C., con la posible imagen de un Pegaso, en el mismo lugar de Montoro donde se hallaron restos micénicos, Martín de la Cruz y San Nicolás 1985. 26 Plácido 1991; Merino Martínez 2000. 27 Como epónimo de montañas del África noroccidental, hoy la cordillera del Atlas, Berti 1988; perspectiva de la Península desde la costa africana como «el norte», Cunchillos 1997; los fenicios que vuelven tras circunnavegar África llaman al Mediterráneo «mar del Norte», Hdt. IV 42, cf. THA IIA pp. 251 ss. y n. 510. 28 Álvarez Rojas y Corzo 1993-1994; en relación con la mitología geriónica, Corzo 1998, p. 40 ss.; según Aristóteles, Fr. 629 Rose, las Hespérides «en torno a Cádiz» serían una alegoría de la «armonía de los astros». 29 López Monteagudo 1994; Gangutia 2002, pp. 37 ss. 30 La bibliografía sobre Heracles o sobre los distintos Heracles es enorme, ver entre otros Brommer 1953 [1986], 1984; Philipp 1984; Jourdain-Annequin 1989a, 1989b, 1992; sobre el Heracles oriental y tirio, Bonnet 1988; Hermary 1992; sobre la línea indoeuropea, Adrados 1989; versión simbólica, Cruz Andreotti 1991a. 31
Ver THA IIA p. 70 y n. 153; Gangutia 1998.
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es problemático (¿se trata de un nombre autóctono helenizado o es totalmente griego?) y concita muchas de las cuestiones, si no todas, que operan en la interpretación de los datos en relación con la Península32. El topónimo «Eritea» parece totalmente griego, significando La Roja: estaría dentro de la técnica de designación de topónimos extranjeros por los griegos mediante alguna característica o propiedad inherente al lugar33. Además Hesíodo acompaña el topónimo de epítetos que significan «rodeada, flanqueada de corrientes» (περιρρύτῳ en Th. 290, ἀμφιρρύτῳ en 983). Esto motivó, posiblemente muy pronto, abundante exégesis: Paniasis (Fr. 9, finales del VI), Ferécides ateniense (Fr.18b, mediados del V) y también Heródoto (IV 8) la interpretarán como «isla» de la península Ibérica, tendiendo a ser identificada con Cádiz34, cuya primera mención se encuentra en Píndaro, N. IV 69. Pensamos que cabe la posibilidad de que Eritea sea una región (o ciudad) que podía ser casi una «isla» en la marea alta oceánica de las grandes marismas y esteros del sudoeste ibérico, cuya progresiva desecación significa la desaparición como centro de importancia35, como el caso de la ciudad fenicia excavada desde hace unos años en Doña Blanca cerca de Cádiz, actualmente en seco, pero en el VIII a.C., próspero puerto, y si no insular, sí parece que insularizada36; otra candidata podría ser Huelva rodeada de marismas y de ríos, uno de ellos naturalmente enrojecido, el río Tinto37. A favor de esta última están importantes y antiguos hallazgos de cerámica griega, samia, protoática, incluso euboica allí descubiertos, que abarcan desde el VIII temprano. Este último aspecto puede ser especialmente relevante para 32 Elementos indoeuropeos, Monteagudo 1985, p. 78; africanos, García Moreno 1994, p. 158 y n. 28; bárbaro, nunca bien asimilado, THA IIA, Gangutia 1998, pero versión griega sobre el mito orientalizante, Adrados 2000, pp. 2-3; sobre tal periodo, López Pardo y Wagner 1993. 33 Adrados 2000, 2001. 34 Ver en THA IIA n. 156; también se le creará un personaje epónimo, la hespéride Eritea, Hes., Fr. 360, cf. Helánico, Fr. 110 y Antímaco, Fr. 86, ver THA IIA, pp. 256 y 296-297 (A. Bernabé y E. Gangutia); cf. TIR J-29, 1995. 35 Hesíodo pudo tener noticia de una región sometida a inundación periódica por las mareas oceánicas de manera aún más intensa que lo que Estrabón relata para la Turdetania (III 2.4 ss.); cf. Menenteau y Vanney 1985; Cozzoli 1989; Fabre 1992; THA IIA, p. 71 ss., n. 157; Parodi 2001. 36 El poblado fenicio de Doña Blanca no es incompatible con la idea de los antiguos sobre Eritea, ver THA IIA n. 158; es abandonada a partir del IV a.C. ante la regresión de las marismas, Ruiz Mata 1985, 1986. Los griegos interpretaron datos relativos a Occidente a la luz del mundo «fenicio», cf. Crates Gr., Fr. 4a, 4b; Baurain 1986; Baurain y Bonnet 1992, p. 169; Aubet 1987; Fonti clasiche per la civiltà fenicia e punica (1988); Alvar 1988; Harrison 1988; Domínguez Monedero 1995; Frankenstein 1997. Veían el extremo Occidente y concretamente la península Ibérica especialmente devotos de Crono (identificado con el dios El, Baumgarten 1981, pp. 189 ss.) con numerosos Cronia o promontorios a él dedicados, p. ej. en Cádiz con un templo comparable al de Heracles, Str. III 5.3; la Gerontis arx de Auien., Ora 263 sería la «fortaleza del Viejo» e.d. «de Crono», Adrados 2000, n. 5, cf. THA I, p. 86 y n. 220, THA IIA, p. 15 y n. 23; testimonios metrológicos y monetales, García-Bellido 2002. 37 Por las minas aguas arriba, Garrido y Orta 1974, pp. 199 ss.; González de Canales y Pastor 1988; Fernández Jurado 1989. Otros topónimos peninsulares sobre la misma raíz y en relación con la tonalidad mineral rojiza, Díez 1995.
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las noticias que Hesíodo (de manifiesta relación con Eubea) pudo tener sobre el extremo Occidente38. 3. Desde hace menos de diez años se ha ido recopilando un corpus epigráfico griego del Extremo Occidente, no excesivamente grande, pero sí antiguo y de notable interés. Los epígrafes mas antiguos, inscritos sobre abundantes objetos cerámicos y también sobre otros soportes se documentan cronológicamente desde el último tercio del siglo VII39. Empezando por las inscripciones andaluzas, encontramos en Huelva y Málaga unos minúsculos epígrafes, a veces votivos y totalmente griegos, pero en los que se entrevén probables intentos de aproximación a pueblos indígenas, como se desprende de términos que expresan el acuerdo (σύγνωμ[ IGAI 13 = EGH 22.2, Huelva, 600-550 a.C.) o la donación, en posibles formas del verbo δίδωμι (IGAI 14 = EGH 17.1, Guadalorce, Málaga, 630-600 a.C.)40. Esta última, la más antigua, está escrita sobre una copa samia, curiosamente contemporánea del llamado «viaje de Coleo de Samos», digresión introducida por Heródoto como prolegómeno a su relato de la fundación de Cirene, fechada hoy en día un poco antes del 630 a.C.41 Hasta hace poco, este «viaje de Coleo» aparecía como un acontecimiento singular, ocurrido por azar divino y capricho de las tempestades. Es curioso que también sus protagonistas eran únicos y sus nombres practicamente hapax en la literatura griega. Así el nombre del cretense Corobio al que los habitantes de Tera buscan para que les guíe en la empresa de iniciar una aventura colonial. Este personaje parece tener experiencia náutica y de la estrategia precolonizadora consistente en arribar a una pequeña isla para luego dar el salto al continente, cuyo más antiguo precedente estaría en el islote sobre el que se asienta Odiseo frente a la isla del Cíclope, de manera similar a lo que más tarde describirá Estrabón III 4.8 para la fundación de Ampurias por los foceos también a finales del VII/mediados del VI a.C.42 38 Shefton 1982; Fernández Jurado 1984; Olmos y Cabrera 1985; Cabrera 1986, 1988-89; Rouillard 1991, pp. 25 ss.; Blázquez 1992; Garrido y Ortega 1994; Domínguez Monedero 1994; de Hoz 1994. Sobre el carácter calcidio o eubeo de la leyenda de Gerión o parte de ella, Croon 1952, pp. 29 ss., West 1988; reproducida en vasos llamados «calcidios», Robertson 1969, pp. 208 ss.; Brize 1985, 1989-90; Rodríguez Somolinos 1987, pp. 135 ss. 39
En los años que nos ocupan, ver de Hoz 1994, 1995; Cabrera 1993; excelentes repertorios en EGH, que abarca un amplio ámbito cronológico, e IGAI circunscrito a la época arcaica y comienzos de la clásica, con abundante bibliografía. 40 Consideraciones sobre la ofrenda en ámbitos similares, Gras 1986; Brize 1989-90; Domínguez Monedero 1994. 41 Corcella 1993, comentario a Hdt. IV 145 ss. De la extensa bibliografía, en general en España, durante los años que nos ocupan, ver Alonso Núñez 1987; Barceló 1988; Blázquez 1993; Plácido 1993a, 1993b; Gómez Espelosín 1993a, 1993b; Fowler 1996; THA IIA, p. 242 ss.; Erodoto e l'Occidente (1999); Adrados 2000. 42 Para los precedentes homéricos, Adrados 1991; en relación con el tema de la colonización, Casevitz 1985, p. 34; Domínguez Monedero 1985; Torelli 1987; Blázquez 1988a; Rouillard 1988; Fernández Nie-
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Corobio es abandonado por los de Tera en la islita que él había contribuido a encontrar43 frente al continente africano, hasta que, desviada de su rumbo a Egipto, arriba la nave de Coleo de Samos. Tras dejar bien avituallado a Corobio, zarpa la nave samia, que, desviada por segunda vez de su pretendido rumbo, llega hasta más allá de las Columnas de Hércules. Siguiendo posiblemente la misma ruta de los micénicos, a través de las redes acuáticas béticas, remontando hasta el curso medio y alto del Guadalquivir, alcanza finalmente Tarteso. De esta historia mil veces contada y comentada tenemos ahora información adicional. Hasta hace poco el nombre de Coleo proveía el segundo hapax antroponímico del relato. Pero, hace dos años, en una de las inscripciones de Samos recientemente editadas se documenta un personaje del mismo nombre, que ejerce el cargo de corego. Si tenemos en cuenta que estos cargos eran ejercidos de forma hereditaria por personajes de las élites económicamente pudientes, estaríamos ante un descendiente helenístico del Coleo cuya nave llegó a Tarteso en la segunda mitad del VII a.C.44 El Coleo arcaico sería un armador de importancia, que probablemente ni siquiera iba en la expedición (Heródoto habla sólo de una «nave samia») de rumbo pretendidamente a la deriva. A la vista de la cerámica samia relativamente abundante de esa época en Andalucía, este viaje sería el exponente de un haz o flujo de tanteos y acopio de información para esa y otras grandes expediciones que se llevarán a cabo muy pronto, a la busca de mercados todavía no monopolizados por otros45. La vívida descripción del monumento conmemorativo de Coleo, con casi cinco metros de alto, erigido con la décima parte de las ganancias obtenidas en Tarteso, hace pensar que más de dos siglos después pudo ser contemplado por Heródoto en el Hereon de Samos, donde las últimas excavaciones han dado resultados muy interesantes, entre los que hay que destacar enormes pedestales para sostener grandes monumentos46. Heródoto, que pudo haber recogido en Samos información sobre el viaje de la nave de Coleo y otras grandes expediciones47, no habría sido el único to 1992; Corcella 1993 (comentario a IV 153); Dougherty 1993; ver THA IIA p. 238 ss.; Anello 1999; sobre la fundación de Ampurias, Sanmartí 1992a, 1992b, 2000; Santiago Álvarez 1994; Cabrera 2000. 43
Cf. Hdt. IV 151 ss.; THA IIA, p. 238 ss.
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Hallof 1999 —resumido en su ed. en IG 12(6).178 (II a.C.), Berlín - Nueva York, 2000—: sigue a PapeBenseler, traduciendo κωλήν como hueso (pero ver THA IIA p. 243 y n.489), aduciendo como paralelos los nombres jonios muy frecuentes Κωλώτης y Κωλωτίων; el primero de estos nombres según Hsch. significaría ἀσκαλαβώτης, la salamanquesa, que Hallof traduce como «Eidechse» lagarto. Por nuestra parte, creemos actualmente que un buen paralelo es Κωλέων en una inscripción de Eubea del V a.C., LGPN I, s.u. 45 Corcella 1993 comentario a IV 152, p. 343, Domínguez Monedero 1996, p. 46. 46 Ver Tiverios 2000; Olmos 2000, pp. 29-30. Sobre el viaje y monumento de Coleo en relación con restos arqueológicos en la Península, Olmos 1979, 1989; grifos de morfología semejante a los del monumento de Coleo encontrados en la Península, Maluquer de Motes 1985, p. 115 ss., cf. también Wagner 1986a; en general Shipley 1987, p. 55 ss.; Nenci 1990; La Magna Grecia e il lontano Occidente. 47
Corcella 1993, comentario a Hdt. IV 42 ss., especialmente IV 152.13-8; THA II A, p. 240 ss.
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que contemplara tal monumento. Hubo distinguidos visitantes que residieron en Samos formando parte del núcleo intelectual que en el último tercio del VI a.C. reunió el tirano Polícrates. Se trata, entre otros, de Íbico y Anacreonte48, en cuyos poemas descubrimos léxico que recuerda el mencionado «viaje de Coleo». Así ἀκήρατον (ἐμπόριον) utilizado por Heródoto para calificar a Tarteso es un término poético usado antes por Íbico para su descripción del jardín de las Doncellas, evidentemente las Hespérides (Fr. 5). Por su parte, Anacreonte fue el primero que consideró Tarteso un «reino opulento» (Fr. 4), igual que Heródoto tanto en el relato mencionado como en el de I 163 ss. (donde se cuenta la visita de los foceos a Argantonio) se refiere a Tarteso como una región, incluso «reino» de gran riqueza49. 4. Entre los objetos descubiertos en Samos, hay que resaltar especialmente la extraordinaria lúnula de bronce de época próxima en el tiempo a la mínima inscripción de Guadalorce. Representa un tema también relacionado con Tarteso, la muerte de Gerión a manos de Heracles50. Es precisamente en el poema la Gerioneida de Estesícoro donde reencontramos gran parte del ambiente mítico y cultural, e incluso las rutas de aproximación que hemos tratado de describir hasta ahora. Afortunadamente, hace ya unos años se descubrió un importante número de fragmentos del poema de Estesícoro, lo que ha permitió intentar algunas reconstrucciones51. En el poema, Gerión, aunque enemigo de Heracles, es dibujado por Estesícoro con rasgos de gran nobleza y heroísmo. Podría actuar aquí, tal vez, el clima de aproximación y trato con el indígena que hemos recordado en relación con las inscripciones griegas descubiertas en la Península52, en una de las cuales, coetánea con el final de la vida de Estesícoro, podría estar expresada una donación (¿u
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Polícrates (ver p. ej. Neue Pauly s.u.) supo reconocer el valor del acopio de información escrita, siendo uno de los primeros de los que se dice que formó una «biblioteca». Empezaba a no ser necesaria la presencia física, autóptica o el relato oral presencial para la difusión de los conocimientos, Woolf 2000, cf. Adrados 1999b, pp. 66 y 72. 49 Domínguez Monedero 1991b opina que pudo haber contactos entre griegos y foceos en relación con estas exploraciones. Sobre Tarteso, desde un punto de vista histórico literario, ver entre otros Wagner 1986 a, b; Presedo 1986; Fehling 1989; López Castro 1993; Gómez Espelosín 1993a; Alvar 1989, 2000; sobre el nombre de Argantonio, Untermann 1989; sobre el de Tarteso, v. supra n. 23; Adrados 2000 p. 13 ss. y n. 21. 50 Para este y otros objetos de marfil y bronce, algunos con temas de la aventura de Gerión muy próximos a la época del viaje de Coleo, Brize 1985 y lám. 22.2; Rodríguez Somolinos 1987, pp. 135 ss.; también Blázquez 1983, pp. 24-25; pieza expuesta en Griegos en España 1998-2000, n.º 4, p. 228. 51 De los que nos hacíamos eco en Gangutia 1984, p. 524 y n. 15; THA IIA, pp. 88 ss.; en relación con el mundo orientalizante, Gangutia 1998; para el enraizamiento de Estesícoro en la épica y su recepción en el drama, Müller-Goldingen 2000. 52
Ver supra y nn. 39, 40; la lúnula votiva de Samos con representación de la muerte de Gerión sería la más antigua (VII a.C.) representación de este mito, Brize 1989-90.
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ofrenda?) a un personaje (¿o divinidad?) indígena: Νιηθῳ a o para Nieto53. Estamos todavía en un momento en el que lo no griego todavía no es tajantemente «bárbaro» y hay mucho que aprender y ganar de ello si se consigue la benevolencia de los nativos54. En los fragmentos de la Gerioneida con los que ahora contamos, además de islas en un océano considerado por los antiguos ya como atlántico55, Estesícoro describe algunos lugares que podemos considerar «tierra adentro». Así, el famoso fragmento, en el que se habla del nacimiento, creemos que de Gerión y no de su boyero56 «casi enfrente de la famosa Eritea». A continuación, como propone el último editor de Estesícoro, Davies57, después de una laguna en el texto, se encuentra el hidrónimo Tarteso, del que se dice que tiene innúmeras fuentes, mencionándose también una caverna en la peña enraizada en la plata, donde precisamente se produce el nacimiento de Gerión58. Se trata de un pasaje de muy difícil y controvertida edición e interpretación, incluso ahora cuando gracias a los muchos fragmentos descubiertos de la Gerioneida podemos conocer mejor el poema y sobre todo la métrica de Estesícoro59. Como hemos dicho, Gerión nace «casi enfrente de la famosa Eritea», es decir, no en esa localidad. Posiblemente la «famosa» Eritea era de cita obligada al hablar del Extremo Occidente a finales del VIII a.C., como se advierte en Hesíodo, pero ahora el interés está desplazado hacia la cuenca alta del Tarteso, es decir, el Betis o Guadalquivir, lo que apunta de nuevo a los lugares que fueron objeto de interés para los griegos desde época micénica. La fuente del fragmento de Estesícoro es Estrabón III 2.11, que se sirve de él para ilustrar la descripción de Castalón o Cástulo y el monte ᾿Αργιροῦν y sus minas de plata60. 53
IGAI 10 = EGH 22.1 (Huelva, 550 a.C.); ver también Gangutia 1999, pp. 4-5 y nn. 6-9, 2005. Sobre el trato, casi dependencia de griegos en relación con los habitantes de la zona a la que se aproximan, ver en relación con el plomo de Pech-Maho (IGAI 7, VI/V a.C.), con una puesta al día en Decourt 2000, 2004, n. 135, pp. 179-184; también sobre el plomo de Ampurias (IGAI 1 = EGH 2.14) en Santiago Álvarez 2003, cf. Gangutia 1999, p. 8. Estesícoro no desdeñó en su obra tratar el hecho comercial y colonial, cf. Fr. 95 PMG; Dougherty 1993. Sobre la creciente importancia comercial que revelan los hallazgos, Blánquez 1990; Domínguez Monedero 1988c; Olmos 1991; Cabrera 1994a, 1994b, 1996, 1998; Cabrera y Sánchez 2000; Alonso Troncoso 1994; Wilson 1997-98; Gardeñes 2002. 54
55 Σαρπηδονία, según los antiguos, una «isla atlántica», 86S, PMGF p. 175, la isla de las Hespérides, 8S, PMGF p. 154; Domínguez Monedero 1996b; THA IIA, p. 89, 104 y n. 198; Gangutia 1998, pp. 242-243. 56
PMGF p. 175; ver resumen sobre la línea interpretativa que postula que se trata del nacimiento del boyero Euritión, en Fernández-Galiano 1984, cf. Davies 1988; sobre la opinión según la cual se piensa que se trata de Gerión, ver datos en THA IIA p. 104 y n.300; Gangutia 1998, p. 243 y n. 34. 57
PMGF p. 154 y ap. crít. Lo que tiene cierto paralelismo con el nacimiento de Pegaso junto a las «fuentes» del Océano, ver supra n. 25; también en Cástulo se ha encontrado el fragmento de una imagen equina de influencia helénica, Blázquez 1992. 58
59
Ver datos y bibliografía en THA IIA p. 102 ss. y n. 192 ss.
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Se ha propuesto que ya en la Ilíada habría una mención de la Península como el «solar de la plata»
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Para enfrentarse con su enemigo, Heracles deberá cruzar lo que Hesíodo llamó (Th. 292), el πόρος ᾿Ωκεανοῦ. Estesícoro, autor considerado por la crítica antigua extremadamente prolijo, describió esta travesía en la «copa» de oro del Sol, con bastantes versos y, como veremos, no solamente en la Gerioneida. En el Fr. 16S procedente de uno de los papiros de Estesícoro a los que antes nos hemos referido, menciona el ῥόπαλον o clava característica de Heracles. A continuación, Page editaba con el número 17S un fragmento que también formaría parte de la descripción de la travesía solar en compañía de Heracles, entreviéndose al final la separación de los viajeros: el Sol prosigue su viaje «hacia lo profundo de la noche» y Heracles desembarca en tierra firme internándose solitario en un «soto de laureles» al encuentro de Gerión. Una vez más, la fortuna ha sido generosa con Estesícoro y con nosotros. Fernández-Galiano61 se congratulaba de que Malcom Davies estuviera haciendo una edición nueva de Estesícoro y, efectivamente, esta apareció en 1991, pero las expectativas no parecen haberse cumplido enteramente. Al final de esta edición, Davies62 transcribe un número relativamente grande de nuevos papiros estesicóreos aunque en un estado bastante deteriorado. Destacamos entre ellos el Fr. 61 en el que puede detectarse la presencia de uno o unos personajes que van sobre el mar, uno de ellos posiblemente armado de un ῥόπαλον e.d. «la clava»; en otro verso alguien da posiblemente la vuelta a γαῖα la «tierra». Creemos que, en lugar de las interpretaciones que se han dado acudiendo a figuras mitológicas de mínima entidad y alejadas de los temas estesicóreos, estaríamos ante una versión reducida del viaje del Sol, que da vuelta a la tierra tras marchar sobre el mar en su cuenco áureo, y en cuya compañía va Heracles armado de su clava como en tantas imágenes de vasos arcaicos63. Este personaje parece arribar a una costa internándose ἀνὰ δρία e. d. «en el boscaje». Creemos que se trata de la llegada de Heracles al mismo lugar de encuentro con Gerión del mencionado Fr. 17S, con la diferencia de que en el nuevo Fr. 61 de POxy. 3876, el bosque de laureles es substituido por δρί[α], más bien «arbustos» o «matas», con un buen paralelo en la versión de sus hazañas que hace el (Camassa 1984), de lo que nos hacíamos eco en Gangutia 1990 y en THA IIA p. 9 ss., cf. Moret 2006; rechazado por Villar 2000, aunque concede que ᾿Αλύβη Aluba sería una documentación muy antigua de los compuestos en -uba, pp. 119-177, p. 386, n. 6, p. 438, nn. 40, 41. Sobre la minería antigua en la Península, Domergue 1987, 1990; Ruiz Mata 1989, esp. p. 232 ss.; Minería y metalurgia 1994; Gómez Ramos 1997; Bécares Botas 1997; ᾿Αργιροῦν, orónimo puramente griego, Adrados 2000, p. 7. El monte «enraizado en la plata» donde nace Gerión, en consonancia con los hornos para la fundición de plata encontrados en Huelva, de época coincidente con Estesícoro, de los que nos hacíamos eco en Gangutia 1984; restos de influjo griego en Cástulo, pero parece que no anteriores al V a.C., Blázquez 1992, 1985 (2000). Sobre la vuelta de Heracles desde Occidente, Plácido 1993c; Knapp 1986; Gangutia 1998, pp. 254-256. 61 Fernández Galiano 1984, p. 117, n. 121. 62
PMGF pp. 307-325, cuya editio princeps en POxy. 3876 se debe a M. W. Haslam; la tradición estesicórea se está revelando más larga y abundante de lo que se sospechaba, cf. Schade 2003, p. 7 y n. 20. 63 Robertson 1969, pp. 207-221, especialmente 208 ss.; Brize 1980; Gangutia 1998, p. 241 y n. 30.
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propio Heracles moribundo en Traquinias 1012 de Sófocles cuando se queja de la ingratitud de los griegos, a pesar de las muchas heroicidades realizadas por mar y κατὰ δρία «por zonas boscosas»64. Es de notar que Estesícoro sería el primero en poner de relieve dos de los tópicos sobre la Península que se repetirán a lo largo de la literatura antigua: por un lado, las posibilidades argentíferas, que pudieron haber sido una de las miras de las exploraciones micénicas y también la densa masa arbórea que tradicionalmente se atribuirá a la Península65. 5. Algo hemos dicho sobre Heródoto, que situaba el relato del «viaje de Coleo» en época contemporánea de alguno de los más antiguos testimonios griegos escritos hallados en la Península. Sobre su obra y la configuración del Extremo Occidente que se está formando entre Europa y África, pesa la figura de Hecateo, nacido sobre el 560 a.C. en Mileto66. Entre los importantes avances de los que se enorgullece este «padre de la Historia» está el haber puesto su obra por escrito: para ello utiliza el dialecto jonio dotado de un alfabeto de suficiente versatilidad para, entre otras cosas, transcribir en forma bastante coherente sonidos no griegos para topónimos y antropónimos desde el mar Negro hasta el Extremo Occidente67. Hay otro progreso técnico trascendente, del que Hecateo también se muestra orgulloso: el haber hecho personalmente mediciones, como la de la anchura del Bósforo (Fr. 196). Posteriormente, expertos historiadores y geógrafos especularán para dar una sistematización científica a lo que se presentaba como un conjunto todavía disperso de datos geográficos físicos y sociales, históricos, mitológicos racionalizados y no racionalizados, entre los que no era fácil guiarse ni encontrar referencias prácticas. Ello llevará en algunos casos a una ciencia esquemática, geométrica e ideal, que considerará Gibraltar y el Bósforo puntos referenciales básicos del Mediterráneo y semejantes entre sí, como hará Escílace de Carianda, Fr. 868. Esta teoría insinúa un eje mediterráneo que supera la primera coordenada griega que se trasluce en la 64
Gangutia 2004, pp. 13-15. Para la riqueza minera que bordea la ribera norte del Guadalquivir, también bordeado de ἄλσεσι, de «sotos», y que la llanura Bética, además de ser «de excelentes ganados», tiene «grandes árboles», lo que le permite la construcción naviera, ver Str. III 2.3 (y cf. III 2.8-11); ver THA IIA pp. 110-111 y nn. 233, 234, incluido el saltus «de los tartesios»; Gangutia 1998, pp. 247-248, nn. 45-46; Corzo 1998 ve en la lúnula samia varias veces mencionada aquí, un sorprendente drago y otros aspectos del paisaje gaditano. 65
66
Cuyos Frs. están recibiendo últimamente más atención, Pearson 1987, p. 60; Lanzillotta 1988, p. 29; Arana 1996; Nicolai 1997; Prontera 1984, 1990; THA IIA pp. 136-155; sobre su posible pero improbable presencia en la Península, ver de Hoz 1989a, pp. 29-30. 67 Ver Hecateo Frs. 38-52; THA IIA pp. 141-155; en la epigrafía griega descubierta, relacionable con la Península: de Hoz 1994, 1995, 1999a, 1999b, 2000a; Santiago Álvarez 1993, 1994 (1995), 1997, 2003; sobre cuestiones dialectales, 1997a Rodríguez Somolinos 1997, Dubois 1998; Decourt 2000; EGH, IGAI y las bibliografías reseñadas para cada epígrafe; Gangutia 1999, 2001, 2005; Adrados 2000, 2001; Moret 2006; en la escritura de las lenguas prerromanas: de Hoz 1987, 1989b, 1993a, 1993b, 1999a, 2000a, 2000b. 68
Sobre el que ver comentario en FGH 1998.
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épica69 y es el precedente del extraordinario paralelo terrestre que diseñará Dicearco de Mesina, sobre el modelo hecateico de descripción geográfica basada en la cuenca mediterránea70, comenzando por las Columnas de Hércules y llegando nada menos que hasta el monte Imao, e.d. el Himalaya. Esta misma γραμμή o paralelo reaparecerá en Cosmas Indicopleustes en el VI d.C., llegando ya hasta la China. En esta ciencia en la que se abren notables perspectivas, aún con evidentes arcaísmos, irrumpe Eratóstenes de Cirene71 que ordena el material geográfico en forma totalmente diferente: el paralelo de Dicearco queda cortado por el más que famoso meridiano de Eratóstenes, que partiendo desde Siene (Assuan) en Egipto crea la coordinada, mediante la cual la geografía adquiere un grado de exactitud en sus métodos que, en algunos casos, han sido válidos hasta nuestros días. Y es aquí donde en los últimos años se ha producido un gran descubrimiento. Artemidoro de Éfeso seguiría siendo el mal conocido epígono72 de los grandes geógrafos e historiadores de época clásica y helenística, entre auténticos gigantes como Polibio, Posidonio y, no digamos, Estrabón, si no hubiera aparecido hace un par de años un gran papiro, que, aunque fragmentario, es el intento trunco de una gran edición antigua de Artemidoro, ilustrada con un extraordinario mapa, que podría representar una parte de la península Ibérica. «Emergió» hace unos años, en una librería de Amsterdam, procedente de la misma «fuente misteriosa» que el también excepcional papiro de Posidipo hallado hace unos años73. Actualmente, adquirido por importantes entidades económicas italianas, se encuentra en el Museo Egipcio de Turín. Los papirólogos que preparan la editio princeps, C. Gallazzi y B. Kramer, han provisto hasta ahora una serie de datos muy parcos74, pero que ponen de relieve la importancia del hallazgo. Se trata de un papiro de 2 metros y medio de largo y 35 cm de alto, procedente de Antaioupolis en el alto Egipto, en el que está dibujado el mapa, uno de los más 69 70
Cf. supra y n. 15.
Identisch a ciertas ideas de Hecateo, como dice el editor de Dicearco, Wehrli; ver también Gómez Espelosín 2000, pp. 213-214. 71 Sobre la tradición y técnicas de medición, v. Lelgemann 2001, visión general de la cartografía helenística, Prontera 2006. 72 Con escasas publicaciones en los últimos 30 años, hasta la aparición del papiro: ver en general L'Année Philologique; en España, Alonso Núñez 1980; Gómez Espelosín 2000, pp. 240-242; ver índices de THA IIA 1998 y IIB 1999. 73 «Surfaced», Romer, en prensa; «mysterious source», Hunter 2002; sobre el papiro de Posidipo, editado en un magnífico volumen por C. Gallazzi, ver en este mismo volumen, Fernández Galiano. 74 Gallazzi y Kramer 1998-99; Kramer 2000; Kramer 2001, 2005a, p. 25; Brodersen 2001 califica el descubrimiento como «sensationell». Una conferencia de Gallazzi en París alertó a la prensa española (Heraldo de Aragón 11-XII-1999, La Voz de Galicia 10-VI-2002) y disparó especulaciones a la hora de identificar eventuales poblaciones hispánicas en el único trozo de mapa exhibido (ABC 11-XII-99, 7-X-2004); últimamente una visión más completa pero cuyo texto viene fotografiado en escala demasiado pequeña, en el catálogo de la exposición turinesa Le tre vite del Papiro di Artemidoro.
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antiguos (I a.C.) y de mayor tamaño conservados. En él pueden apreciarse unas vías (¿fluviales, marinas, calzadas?)75 a lo largo de las cuales aparecen dibujadas construcciones que corresponderían a diversas habitaciones humanas, desde mansiones hasta aldeas y ciudades de cierta monumentalidad. Esta diversificación y gradación urbana es curiosamente propia de Artemidoro, que achacaba a Eratóstenes y a Polibio una visión un tanto exagerada a la hora de señalar «ciudades» en sus descripciones76. Por otro lado, cuando al poco tiempo el proyecto del mapa fue abandonado, un artista anónimo reutilizó el papiro para hacer dibujos de calidad extraordinaria, esbozos de figuras humanas que podrían ser precedentes del Renacimiento y de animales a veces con rasgos casi surrealistas. Poco sabemos de Artemidoro77: que «había hecho una circunnavegación completa» del Mediterráneo (ἐκπεριπλεύσας) y explorado algunas partes del mar Exterior, «que llaman Océano»78. El Estrecho de Gibraltar fue llamado por Artemidoro (Artem.Eph., Geog. 7) εἰσροή, «corriente de entrada», lo que recuerda el verso odiseico donde aparecen las προχοαί, «las desembocaduras» del Océano79. Este dato, unido al arcaísmo casi hecateico, de que la descripción geográfica debía tener su comienzo en la parte europea del Estrecho80, hace pensar que el texto de Artemidoro, además de la información geográfica que pudiera ofrecer, fue considerado la obra de un autor al que se podría aplicar la frase de Arístides (Or. XXXVI 94) sobre Eutímenes de Masalia τις ἀρχαῖος μᾶλλον καὶ ποιητικóς, «personaje más bien ar75 Artemidoro se ocupó de las grandes rutas, como la calzada real persa, French 1998; importantes ríos o rías, como la de Huelva, según Knapp 2004; dudas sobre la identificación con la Península; encuentra parecido con Sicilia en la Tabula Peutingeriana, Moret 2003; cautela sobre la autenticidad del papiro, Canfora, L. 2006; Micunco, St. 2006. 76 Lixos es calificada de πολίχνιον, Artem.Eph., Geog. 76, mientras que Eratóstenes (Eratosth., Fr.Geog. 3B.60 = Artem.Eph., Geog. 77) la denomina πόλις; Ibiza (aunque tal vez hay confusión con Tarraco) tiene un ναύσταθμον puerto según Eratóstenes (Eratosth., Fr.Geog. 3B.120) pero Artemidoro (Artem.Eph., Geog. 26) dice que apenas hay donde fondear; cf. Gómez Espelosín 2000, p. 240. Artemidoro suele señalar cierta despoblación y decadencia: donde unos dicen, como Polibio, que hay πόλις, según él hay sólo una νῆσος, Artem.Eph., Geog. 6 (p. 211) o χωρίον, ibid. 128, sin atisbos de población; de las πόλεις fundadas por los fenicios cerca de Lixos, no queda ningún rastro o ἴχνος, Artem.Eph., Geog. 77. En las construcciones representadas en el mapa del papiro se dibuja cuidadosamente la subida desde el interior a la azotea o terrado. Se trata de casas que se construyen solo en regiones de escasa pluviosidad, como pueden encontrarse en ambas orillas del Mediterráneo; en España (p. ej. Almería), pero también extendiéndose a la costa sudatlántica (p. ej. Cádiz). Son muy diferentes de las de la Tabula Peutingeriana. 77 La única edición medianamente fiable hasta ahora es la decimonónica de Stiehle, R., ver DGE s.u. Artemidorus Ephesius. 78
Ver Marcian., Peripl. 1, 2 proemios; ver también en el proemio del propio Marciano del Epitome peripli Menippei 3 donde cita también a Artemidoro, habiéndolo utilizado seguramente de forma extensiva; también en su Periplus maris Exteri; desgraciadamente de su Artemidori Epitome quedan solamente escasísimos restos. 79
Ver Od. XX 63 y cf. supra. Lo que, unido al hecho de que se haya mantenido físicamente el principio del rollo del papiro, ha podido permitir que se salvara una parte relativa a la Península. 80
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caizante y poético». Ello se compagina con la grandiosidad de la edición que se pretendía hacer en ese extraordinario papiro, destinado a un potentado (¿un rey o reina?) helenístico81 y elaborado todavía en vida de un anciano Artemidoro. El dato biográfico de que Artemidoro estuvo en Iberia (Str. III 1.4), queda confirmado en este papiro. En el trabajo mencionado de 2005a, la Dra. Kramer ofrece más precisiones del texto y señala algunos topónimos atribuibles a la navegación costera en torno a la Península realizada por el propio Artemidoro. El viaje comenzaría donde los Pirineos encuentran el Mediterráneo; tras unos puntos no muy claros, se traslucen el río Σούκρων o Júcar y Νέα Καρχηδ[, indudablemente Cartagena82. Tras otros pasajes perdidos, aparece, según Kramer, el «puerto de Menesteo» con una torre del mismo nombre83 que formaría parte de la línea de faros que punteaba la costa. Después vienen dos ciudades: la πόλις ῎Ιψα y Κιλίβη, que Kramer relaciona con las cecas IPSES y CILPES junto a las ἀναχύσεις o bocas del Guadiana, en lo que hoy es Portugal84. Conocíamos Σαλάκεια85, identificada con Alcácer do Sal, importante puerto también en Portugal, pero ahora tenemos su étnico Σαλακεινός y la constatación de otra torre/faro. Más adelante, se menciona el río Βλευίων86. Finalmente se llega a Μέγας Λιμήν, según Kramer el puerto de La Coruña, donde aún hoy puede contemplarse su excepcional faro. Con un comentario sobre la costa norte, que el autor dice ser el primero en describir, acabaría para nosotros su periplo peninsular. Tras su conferencia en 2005b, la Dra. Kramer, presentó al auditorio una serie de fotocopias unidas que permitieron visualizar la manera en que en el extraordinario mapa se despliegan primero unas columnas escritas de Artemidoro; a conti81
Kramer 2005a, p. 18, manifiesta que según el análisis paleográfico, fue escrito en época de Ptolomeo XII (mediados del I a.C.), pero una comparación con PBingen 45, del reinado de Cleopatra, ha desvelado semejanzas con nuestro papiro. Agradezco a E. Luján el haberme permitido consultar el trabajo en prensa. 82
Sobre Σούκρων, Str. III 4.6, Plu., Sert. 19.2, ver en García Alonso 2003, pp. 168-169; en lo que se refiere a Cartagena, Artemidoro, en el fragmento (= Artem.Eph., Geog. 21) que ha servido para la identificación del papiro, utiliza la variante semántica (gen.) Καινῆς Καρ[χηδ]όνος. 83
Ver Str. III 1.9 con el comentario de F. Lasserre; también Marcian., Peripl. 2.9, tomado directamente de Artemidoro; identificaciones (Cádiz, Puerto de Santa María, Doña Blanca) en García Alonso 2003, pp. 34-35, pero el nuevo papiro parece situarlo al este de Gades. 84 Siguiendo a García-Bellido y Blázquez 2001, II, s.uu.; en relación con la primera, habría que aducir aquí a los cilbiceni, vecinos de los tartesios según Avieno, Ora 255, 303, ver también TIR J-29, p. 63, Villar 2000, pp. 98, 290, 359, 390 sobre Ipses, ibid. p. 87 ss., que la sitúa en el Guadalquivir medio, p. 104. Los tartesios (o turdetanos en otros autores) son llamados por Artemidoro (Artem.Eph., Geog. 20) turtos o turtutanos y su región la Turtutania; la ciudad de Turta en Hispania (no identificada) está mencionada por Catón, Incert.Libr. 35 Jordan, v. THA IIA, n. 212. Sobre Artemidoro en relación con la toponimia griega en general, Adrados 2001, p. 32. 85 García Alonso 2003, p. 87 prefería la lectura Σαλακία; Villar 2000, p. 292. 86 Sobre el que la autora y Gallazzi, C. en Kramer 2005a, p. 27, avanzan algunas propuestas que no son nuevas; cf. también García Alonso 2003, pp. 134-135 y bibliografía.
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nuación está la gran ilustración cartográfica y luego de nuevo aparecen columnas escritas en las que comienza la descripción geográfica; finalmente, lo que fue una hoja en blanco reutilizada para el ejercicio de dibujos de «academia». El editor Stiehle señaló que la obra de Artemidoro debía comenzar por unos Prolegomena (p. 197 ss.) a modo de introducción programática, en los que habría ya menciones de diferentes países, ciudades etc., entre las que Gades parece haber tenido una posición inicial y referencial importante. Todo ello acompañado de mediciones, latitudes, comentarios etnológicos87, contenidos considerados, en cierta manera, arcaizantes tras la obra de Eratóstenes. La idea de Stiehle puede haber sido confirmada en nuestro papiro: en las primeras columnas se encuentran precisamente unos densos y retóricos prolegómenos en los que se exponen temas programáticos. De ellos, los presentadores del papiro editaron el texto88 que permitió identificar a Artemidoro como el autor del mapa. En él se afirma que Iberia, cuyo sinónimo es Hispania89, ha sido dividida en dos eparquías o provincias por los romanos. Una de las variantes que ofrece el nuevo papiro, frente a ese texto tal como era antes conocido, es la inclusión del nombre Καστολών o Cástulo90 unido a τῶν το[ῦ] Βαίτιος πηγῶν. Ello nos lleva otra vez al famoso fragmento de Estesícoro en PMGF p. 154, en el que se habla del nacimiento de Gerión, aducido precisamente por Estrabón para ilustrar su descripción de Κασταλών o Cástulo y el monte Argireo o de la Plata, con la diferencia de que en lugar de las Ταρτησσοῦ ποταμοῦ παρὰ παγάς estesicóreas (¿paralelas a las hesiódicas donde nace Pegaso?), Artemidoro menciona las fuentes del Betis. Con ello, cerrando el círculo que iniciamos al comienzo de este trabajo, Artemidoro nos lleva de nuevo al crucial curso medio y alto del Guadalquivir, lo que hemos llamado la ruta de los micénicos.
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87
Recordemos la descripción por Artemidoro del tocado de las mujeres iberas que recoge Estrabón (Artem.Eph., Geog. 23). 88 Artem.Eph., Geog. 21 en Gallazzi y Kramer 1998, conocido por varias fuentes, que han resultado bastante fiables, lo que confirma la importancia de las ediciones de fragmentos. 89 Se dice que sería la primera aparición del nombre ῾Ισπανία, pero ya aparece varias veces en Marcian., Peripl. 2.4, 6, etc. que reconoce su deuda con Artemidoro. 90
Es la misma lectura que aparece en Apiano (Hisp. 61); Καστάλων en Artem.Eph., Geog. 18. Ver Villar 2000, p. 310 ss.; García Alonso 2003, pp. 349-350; Kramer 2005a, p. 22 considera por ahora totalmente especulativo tratar de identificar Cástulo en la parte cartográfica del gran papiro; sobre Cástulo en general, Blázquez 1988c; Blázquez y Gelabert 1994; v. también Gangutia, E. 2006.
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30 DIDÁCTICA DE LA LENGUA GRIEGA ROSA PEDRERO UNED
I. INTRODUCCIÓN En los últimos veinte años se han producido cambios sustanciales en nuestro panorama educativo que han tenido repercusión en la enseñanza de la lengua griega. Por un lado, hemos asistido a una reducción generalizada de su impartición no sólo en el bachillerato, con la entrada en vigor de la LOGSE en 1991, sino también en la Universidad, donde desde la implantación de los nuevos planes de estudio, el griego ha dejado de ser materia obligatoria en muchas especialidades donde antes lo era. Estoy pensando en licenciaturas tales como Filología Hispánica, Historia o Filosofía, que en muchas universidades han prescindido del griego como materia obligatoria. Por otro lado, y para no ser del todo negativa, se han abierto nuevas expectativas con la posibilidad de elección de nuestras materias por alumnos de otras carreras como asignaturas de libre configuración, lo que trae como consecuencia que sea necesario impartir cursos de iniciación en la Universidad y otros adaptados a los nuevos destinatarios, como la asignatura de Griego para Ciencias de la Salud, con gran número de matriculados, etc. Todo ello ha hecho descender en algunos casos el nivel en los primeros cursos de la enseñanza universitaria1. Desde el punto de vista didáctico se ha planteado en numerosas ocasiones la necesidad de adaptarse a esta nueva situación y, especialmente en lo que se refiere al Bachillerato, son numerosas las propuestas, y he de decir que encomiables, ante una situación poco halagüeña. También desde la Universidad se han hecho propuestas encaminadas a mejorar la calidad de la enseñanza y a optimizar los recursos de los que se dispone para ello e incluso, desde hace algunos años, en algunas universidades se imparte la asignatura de Didáctica de la Lengua Griega. A esta situación actual, se viene a sumar la futura modificación de los planes de estudio 1 La situación es parecida en otros países. En 1985 la Comisión de Didáctica de la Unión de Filólogos Clásicos de Alemania, alertados por la situación que atraviesan nuestros estudios, dictó unos principios básicos conforme a los que debía regirse la didáctica de las lenguas clásicas en la Universidad. Cf. Gymnasium 92, pp. 534-535 y también Höhn y Heilmann 1986, Ariza, Dubuisson y Famerie 1986, Pucci 1988, Gigante 1991, Adrados 1995, Müller y Schauer 1996, Proverbio 2000.
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universitarios para el Plan de Convergencia Europea que entrarán en vigor en 2010. De cómo se haga esta convergencia va a depender en buena medida el futuro de nuestras enseñanzas en la Universidad. Sería muy largo y un tanto ocioso el buscar y analizar las causas de esta situación por la que atraviesan nuestros estudios, análisis que se ha hecho en numerosas ocasiones y que obedece a múltiples razones, entre las que el modo de enseñar nuestras materias, no ha sido el factor fundamental como ya alguna vez se ha señalado2. Los profesores desde siempre y especialmente en estos últimos veinte años, se han caracterizado por su esforzado trabajo en ofrecer alternativas y nuevas metodologías que fueran acordes con las circunstancias sociales y educativas que les ha tocado vivir. Por otro lado, asistimos en este momento a un auge de las nuevas tecnologías. La revolución tecnológica y las múltiples posibilidades que brinda internet han supuesto un acceso masivo a materiales, textos y métodos de aprendizaje de los que las lenguas clásicas no se han mantenido al margen. Sobre ello también diremos algo brevemente, aunque es un tema que habría requerido de un tratamiento independiente, dada la abundancia de recursos que existen en la actualidad. II. LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA GRIEGA: GENERALIDADES Y ASPECTOS TEÓRICOS
En primer lugar he de decir que me voy a centrar en la didáctica de la lengua y no en otros aspectos de la materia como son la cultura, la literatura, la mitología, etc., que tienen su propio desarrollo didáctico. Se parte de la base de que el aprendizaje de las lenguas clásicas, y en particular de la lengua griega, es importante por razones esgrimidas de manera constante y permanente por todos aquéllos que nos dedicamos a estas cuestiones: constituyen la base de nuestra identidad cultural. Sin embargo, todos los estudios teóricos que tratan de la didáctica del griego, especialmente los que están centrados en su fase inicial, parten de la idea de la dificultad que entraña la enseñanza de una lengua como el griego antiguo, dificultad que se acentúa si se dispone de poco tiempo para ello. En efecto, la enseñanza de una lengua antigua plantea problemas específicos que no tiene la enseñanza de lenguas modernas. Estas últimas se aprenden, por un lado, para poder establecer comunicación oral con los hablantes de esa lengua y, por otro, para acceder a los textos escritos, culturales o de cualquier otro tipo. Existe, por tanto, una doble vía comunicativa, la oral y la escrita, y en los últimos veinte años, en la enseñanza de las lenguas modernas, se ha potenciado la vía oralaural. Esto ha tenido una gran repercusión en los sistemas de enseñanza de estas
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Cf. Lisi 1988, Masaracchia 1991, Martínez Hernández 1994, Waiblinger 1992, 1997.
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lenguas. En el caso del aprendizaje del griego, su función principal es la de poder acceder a unos textos de gran importancia en la tradición cultural occidental. Pero no conviene dejar de lado la importancia que la lengua per se, y su aprendizaje, tienen como actividad formativa, no sólo para adquirir conocimientos lingüísticos útiles para otras lenguas, sino también con vistas a mejorar el nivel de conocimiento del léxico de origen griego que constituye la mayor parte del léxico culto, no sólo de la lengua española, sino de las lenguas occidentales. A esto habría que añadir la importancia de la estructuración mental que proporciona el griego antiguo como instrumento lógico y como medio de expresión. El problema reside en que aprender griego no es una tarea fácil. Ni fácil, ni rápida, especialmente si lo que se pretende es adquirir unos conocimientos suficientes que nos permitan acceder a los textos y comprenderlos en su totalidad. Como señalaba Rodríguez Monescillo 1990, p. 126: La traducción de textos griegos es una tarea compleja que requiere variados y sólidos conocimientos de gramática, literatura y cultura griega y por tanto la didáctica de nuestra materia debe orientarse en el sentido de procurar a los alumnos una instrucción adecuada en cada uno de estos aspectos.
La falta de cursos de griego a los que se ve reducida la enseñanza en el Bachillerato no propicia el que se puedan hacer maravillas. Para algunos es fundamental la enseñanza de la lengua, y a ello dedican la mayor parte del tiempo. Otros prefieren captar al alumno con temas atractivos como mitología o deporte, en un afán de despertar el interés por el mundo helénico aunque la lengua salga perjudicada. Pero la mayoría opta por un sistema mixto: lengua más cultura. Todos los profesores coinciden en la importancia que una buena selección de textos tiene a la hora de motivar al alumno. No sólo tienen que ser interesantes y atractivos, sino que, además, sus contenidos deben ser culturalmente importantes, y no ser banales. Las dificultades surgen a la hora de llevarlo a la práctica. Como muy bien hace notar Navarrete 2001, p. 6, en ninguna lengua moderna se instaría a leer a Shakespeare o a Molière con sólo un año o dos de estudio de dicha lengua y, sin embargo, nosotros pretendemos que tras un año de iniciación, el alumno sea capaz de traducir un texto de cuatro o cinco líneas y, a ser posible, de prosa ática, de un autor relevante y cuyo contenido sea culturalmente importante, para que pueda ser útil a otro tipo de comentarios. ¿No se está pidiendo demasiado? Por ello, en los planes actuales donde el estudio de la lengua debe ir acompañado de otros contenidos, se hacen necesarios una metodología clara y, sobre todo, unos objetivos realistas. En la Universidad, por otro lado, se observa un descenso progresivo de los conocimientos culturales en los alumnos que empiezan. En el caso del griego a veces hay que partir de cero y en el mejor de los casos se han hecho dos cursos, lo que obliga a establecer diferentes niveles en los primeros años. Obviamente, en el caso
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universitario el problema es menor porque, en principio, el alumno está más motivado para el estudio del griego y el nivel de exigencia puede ser mayor. En la enseñanza universitaria, por otra parte, la comprensión, la traducción y el comentario de textos constituyen el tronco sobre el que se asienta la especialidad. Los contenidos lingüísticos teóricos tienden a ser eliminados en beneficio de la lectura y comentario de textos3. Esta reflexión, obvia por otra parte, viene al caso porque de ella procede el debate que desde hace más de veinte años se viene planteando con respecto a la mejor forma de enseñar la lengua griega. ¿Hay que seguir con el método tradicional que todos conocemos, o, por el contrario, hay que intentar buscar métodos más novedosos similares a los utilizados por las lenguas modernas para mejorar el aprendizaje?4 Los profesores de esta materia saben que todos los métodos tienen sus pros y sus contras y la mayoría tiende al eclecticismo y a combinar diversos métodos en un afán por conjugar lo mejor de cada uno. III. LA METODOLOGÍA EN LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA GRIEGA Sea cual sea el método por el que se opte, el objetivo fundamental debería ser el que el alumno fuera capaz de leer y comprender las obras escritas en griego, es decir, que pueda tener contacto directo con los textos fundacionales de la civilización europea y occidental. Como señala C. Morales 2000, p. 60: El objetivo último de nuestra asignatura es conocer la cultura y el pensamiento griegos, sin duda, pero como filólogos que somos entendemos que nuestro único y auténtico camino es la lengua griega, que crea el vocabulario y los textos que permiten conocer ese pensamiento.
La comprensión completa de un texto sólo es posible con el conocimiento de la lengua, pero no hay que olvidar que el acceso a esos contenidos lingüísticos requiere de una lenta y trabajosa adquisición. Por otro lado, la traducción no debería ser la finalidad última, sino que habría que proporcionar al alumno una competencia lingüística tal que le permita leer fluidamente sin necesidad de una traducción mental paralela. Evidentemente, esto es algo difícilmente asequible si el tiempo del que se dispone es de un curso o a lo sumo de dos. 3.1. Principales métodos en la didáctica del griego Desde un punto de vista general, al método tradicional de enseñanza del griego, basado en el estudio de la gramática en un primer momento para después 3 4
Cf. Crespo 1990, Martínez Díez 1990, Moralejo 1990. Sobre esta cuestión, v. recientemente Alcalde y Diosdado Gómez 2000 y López Fonseca 2004.
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abordar los textos, hay que sumar algunas novedades metodológicas, ya apuntadas en años anteriores, como el de deducir la gramática de los textos o método inductivo o la aplicación de la metodología de las lenguas modernas a la enseñanza de las lenguas antiguas y la aplicación de nuevas corrientes lingüísticas a la enseñanza de la lengua, como el constructivismo o el funcionalismo. De todas las novedades ha dado cuenta puntualmente la revista de la Sociedad de Estudios Clásicos que, además, desde el año 1986 cuenta con un apartado de información didáctica de las lenguas clásicas. Vamos a pasar revista brevemente a esta metodología. 3.1.1. El método tradicional: gramática-traducción En el método tradicional gramática-traducción, la lengua se concibe como un conjunto de reglas y excepciones que son susceptibles de observarse en frases o textos5. La forma de la lengua, las estructuras lingüísticas, la morfología, la sintaxis, ocupan un lugar preponderante, aunque también se tenga en cuenta el significado. Es el método seguido en nuestras enseñanzas ya desde el siglo XVI. Se empieza por el estudio de la gramática para pasar después a la lectura de los textos. Éstos se seleccionan por dificultad gradual, primero prosa, generalmente fábulas de Esopo, Diálogos de Luciano, preceptos de Isócrates; más tarde, autores como Jenofonte, Aristóteles, Platón, Lisias, Demóstenes, y, finalmente, poesía: Homero, Píndaro, los trágicos. Es un método deductivo, es decir, se aprenden las reglas gramaticales antes de conocer sus aplicaciones prácticas, aunque generalmente se dan ejemplos tomados de los textos. Se pasa de lo general a lo particular. El material pedagógico presenta variantes significativas dentro de este método deductivo: desde las gramáticas descriptivas, tipo Berenguer Amenós, que se limitan a presentar listados de paradigmas sin un tratamiento científico de los hechos fonomorfológicos, a los libros de texto de bachillerato que utilizan el llamado método global, conjugando el estudio de la lengua con la cultura. Evidentemente, el éxito que ha tenido este método en la enseñanza de nuestras disciplinas ha venido propiciado por unas condiciones especialmente favorables. Había más horas en el curriculum escolar, los alumnos estaban más motivados y tenían un bagaje lingüístico superior al que ahora tienen. Los inconvenientes que presenta este método en la actualidad, al margen de consideraciones teóricas, son de orden práctico. Se necesitan más de dos cursos para poder alcanzar un nivel de competencia real en la traducción de textos, que es el fin último al que se quiere llegar. De hecho, se tarda mucho tiempo en adquirir el nivel necesario para leer un texto original griego. Por otro lado, con el méto-
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Stern 1983, p. 455.
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do tradicional gramática-traducción, los alumnos deben memorizar gran cantidad de datos, con el esfuerzo que ello supone, que no siempre le van a resultar rentables a la hora de traducir. Por otro lado, el alumnado es cada vez más reacio a estudiar contenidos gramaticales a palo seco. Por ello, desde muy pronto, el método tradicional presentó variantes consistentes en simultanear el estudio de la morfología nominal y verbal con la sintaxis y ejercicios de traducción de frases sencillas, que permitían al alumno ir ejercitando los contenidos aprendidos. Desde hace una serie de años, y en especial en la actualidad, la situación es diferente debido, en parte, al descenso de la formación básica de los alumnos y a la ignorancia de la propia lengua materna y del léxico culto. El objetivo es conseguir el máximo de conocimiento de la lengua griega en el menor tiempo posible. Por otro lado, el aprendizaje de la gramática tiende a verse como un medio y no como un fin en sí mismo. Sólo puede ser un fin en sí mismo cuando se ha adquirido un determinado nivel y se desea, desde una perspectiva científica y no didáctica, profundizar en su vertiente lingüística. Por ello, ha sido necesario introducir innovaciones en este método tradicional, innovaciones en muchos casos influidas por las nuevas metodologías de enseñanza de las lenguas modernas y también por una concepción distinta de los objetivos de la disciplina. La principal aportación de la metodología de las lenguas modernas a la enseñanza tradicional ha sido la aparición de los llamados métodos globales. Como decíamos anteriormente, en la enseñanza tradicional la gramática era un fin en sí mismo aunque encaminado a la interpretación de los textos. Los aspectos literarios, culturales, históricos, quedaban al margen o se mencionaban al hilo de la traducción. Con el método global se pretende introducir a los alumnos en el conocimiento simultáneo de la morfosintaxis, el vocabulario, la literatura y el aprendizaje de la traducción. La explicación gramatical se limita a lo esencial y los textos se gradúan en sus dificultades, tanto para permitir la ejemplificación de los progresos gramaticales, como para intentar que faciliten una información cultural significativa. Hoy, en general, se puede decir que la mayoría de los manuales de griego se centran en estos métodos globales, aunque ya en años anteriores encontramos antecedentes como p. ej. el libro de Adrados y Martínez-Fresneda 1978 o de María Rico 1977, etc. En ellos se resalta el carácter globalizador de la práctica docente, es decir, la integración simultánea del estudio de la lengua y la cultura. De hecho, como se ha señalado en numerosas ocasiones, la auténtica filología debe ser capaz de integrar las dos vertientes, la lingüística y la literaria y cultural, en el estudio de los textos, en su comentario y en su comprensión exhaustiva6. Este enfoque integrador o global es la principal aportación de la metodología de las lenguas modernas a la enseñanza del griego.
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Cf. Morales 1986, Rodríguez Monescillo 1990.
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Hay otras innovaciones en el método tradicional en un afán de hacer menos árido y más racional el aprendizaje. Ya no se estudian de memoria los paradigmas aislados, aunque se parta del conocimiento de la lengua para abordar la interpretación de los textos y no al contrario. En la presentación de la morfología también hay variantes en el material didáctico. Lo general era estudiar primero la morfología nominal y luego la verbal. De ahí se pasó a estudiarlas a la vez de forma progresiva. Se pueden presentar los paradigmas completos de la flexión nominal y verbal y sobre ellos resolver los casos con problemas. Se puede también partir de un caso y explicarlo en todas las flexiones para establecer el sistema, como hacían Adrados y MartínezFresneda 1978 y más recientemente Capella 1999 o Alberich 2002, o bien se puede presentar los morfemas nominales y verbales para construir con ellos el paradigma y la flexión verbal. Pero, en cualquier caso, siempre se parte de unos conocimientos lingüísticos para ejemplificarlo luego sobre los textos. También he de señalar la importancia que en estos últimos veinte años se ha dado a la iniciación temprana en los textos. La mayoría de las directrices que se han dictado a la hora de elaborar materiales didácticos para bachillerato hacen hincapié en que se debe dar preferencia a la claridad y progresión tanto en léxico, como en morfología y sintaxis con vistas a la introducción rápida en unos textos que sean asequibles a principiantes7. Siguiendo estas directrices, se empieza con el alfabeto, seguido de una clasificación de los fonemas. A continuación se estudian unas nociones de fonética y fonología básicas que permitan poder estudiar la morfología, tales como contracciones vocálicas, el acento, las alternancias, etc. La morfología debe estar reducida a lo más frecuente, dejando a un lado lo excepcional y menos frecuente. Es importante el criterio de la rentabilidad que va en beneficio de la sintaxis y del léxico. Debe haber un estudio sistemático tanto formal como funcional de las categorías de género, número, caso, persona, tiempo, aspecto, modo y voz. El estudio sintáctico básico debe comprender una sintaxis de los casos, las oraciones de relativo, de infinitivo y de participio y un estudio de las preposiciones. Asimismo, casi todos los autores señalan la importancia de un estudio del léxico básico por frecuencias y campos semánticos, así como una selección de textos basada en el interés cultural y de dificultad lingüística progresiva, que lleve a ejercitar la traducción y el comentario de textos como fin último del aprendizaje del griego8. Algunos han hecho propuestas más tajantes que tienden a eliminar todo aquello que por su escasa rentabilidad sea innecesario que el alumno aprenda en un nivel inicial. Por ejemplo, Navarro 1986 proponía comenzar por la morfología y continuar con la sintaxis, podando todo aquello que, por infrecuente, tenga escasa rentabilidad, tal como el futuro, el imperativo o el vocativo. Los paradigmas deben 7 8
Sobre esto, véanse las orientaciones didácticas de Martín Sánchez et alii 1992, p. 124 y ss. y 1996. Cf. Rodríguez Monescillo 1994, Morales 2000.
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constituir el punto final. Sus ideas están plasmadas en el libro de Griego para Bachillerato LOGSE de 1999 en colaboración con Rodríguez Jiménez. En él, no se incluye el perfecto ni los verbos atemáticos. Como ejemplo de libro de texto de corte tradicional y sistemático pero que recoge en buena medida lo mejor de las innovaciones de los últimos años se encuentra el realizado por García Gual, Lucas y Morales 2002 (2.ª ed.) para la editorial Santillana. Es un método global que integra lengua y cultura, si bien ambas materias se encuentran separadas formalmente en el libro. La novedad reside en que cada lección es introducida por un texto breve en español de obras literarias atractivas, generalmente poesía. Las lecciones se estructuran en cuatro apartados: 1. Morfología. 2. Sintaxis. 3. Léxico y 4. Textos/Etimología, cada uno acompañado de los correspondientes ejercicios. Las nociones y esquemas gramaticales son sencillos y claros y al final del libro se da un apéndice gramatical convencional. En esta línea tradicional también pero con variantes se encuentra el método de Bernabé, González Castro y Pérez 2002 o el de Lourdes Rojas Álvarez de la Universidad Autónoma de México, poco conocido en España pero que tiene la novedad de que el estudio del vocabulario es prioritario y a él debe subordinarse la morfología y la sintaxis. Está pensado para alumnos universitarios en un nivel introductorio9. 3.1.2. Los métodos inductivos A partir de un determinado momento, como fruto de las innovaciones producidas en los estudios lingüísticos, psicológicos y pedagógicos en general, las lenguas modernas experimentaron un cambio de metodología en su enseñanza que revolucionó la enseñanza tradicional de gramática-traducción para centrarse en la perspectiva oral-aural de estas lenguas. Surgieron así los laboratorios de idiomas y toda una serie de métodos en los que la práctica oral primaba sobre otros aspectos de la lengua. Esta renovación didáctica en el seno de las lenguas modernas tuvo su repercusión en la enseñanza de nuestras materias y surgieron métodos basados en la concepción de la lengua antigua como si se tratara de una moderna. Fruto de ello fue la aplicación de los métodos de laboratorio y audiovisuales a la enseñanza del griego, como el libro de A. Hurst y A. Lienhad 1973, criticado por Zuntz 1973-74, p. 381 y ss. y que en la actualidad se ha desechado como línea metodológica. Los métodos deductivos en que se basaba la enseñanza tradicional se habían revelado ineficaces en opinión de muchos, a la vista de las nuevas tendencias en didáctica de las lenguas, por ello, desde hace más de veinte años, se proponen métodos inductivos para el estudio de la lengua griega10, que están más próximos a la metodología utilizada por las lenguas modernas para su enseñanza. 9 10
Una lista bastante completa de libros de texto hasta 2001 puede verse en Navarrete Orcera 2001, p. 56 y ss. Pioneros en este sentido fueron Huvelle 1962 y Cavenaile 1969.
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El objetivo es que el alumno llegue a comprender la lengua en su tradición escrita mediante una labor de reflexión, de análisis, de ejercicios sobre materiales lingüísticos sin formalizaciones previas, reglas, categorizaciones o nomenclaturas. Un aprendizaje inductivo consiste en una toma de conciencia de los casos de aplicación, antes incluso de conocer las reglas sobre los que se han formado. Al contrario del aprendizaje deductivo, se va de lo particular a lo general. Se parte de los textos y a partir de ellos se va estudiando la morfología y sintaxis necesaria para entender dichos textos. Este método es apropiado en aquellas lenguas donde la lectura y la comprensión de textos literarios es el fin primordial y no es preciso un conocimiento de la lengua oral. Las ventajas del método consisten en que se pone de relieve el contenido cultural al que se refiere el texto. El alumno construye inductivamente su propia gramática. Los textos no se utilizan como ejemplificadores de una teoría expuesta en abstracto, sino como objeto de análisis. Se trata de una metodología global en la que lo importante es el texto. Tiene, sin embargo, partidarios y detractores en el seno de la didáctica del griego11. En general, los métodos inductivos empezamos a conocerlos cuando se importaron métodos anglosajones traducidos. El más conocido es el polémico y no por ello menos exitoso método Reading Greek de la Universidad de Cambridge. Aunque su publicación data de 1980, la traducción al español es de 1986. Se trata de un método de lectura del griego creado por la Joint Association of Classical Teachers, cuyo objetivo es hacer posible que un alumno en uno o dos años lea griego ático de los siglos V y IV a.C., y también a Homero y a Heródoto, con cierta fluidez y comprensión. El método principal de aprendizaje son los textos griegos, adaptados de las fuentes originales, coordinados con un libro de gramática, vocabulario y ejercicios. Los contenidos gramaticales son progresivos y ambos libros deben usarse conjuntamente. Los textos deben leerse con ayuda de los vocabularios que se facilitan después de los textos. Estos vocabularios deben aprenderse de memoria. El profesor debe explicar la gramática progresiva que se contiene en los textos y se proponen ejercicios para clarificar y consolidar la gramática. A medida que el alumno progresa, la adaptación de los textos es menor hasta llegar a textos reales. Como segunda parte de la Gramática hay un compendio gramatical que recoge sistemáticamente el material de la gramática progresiva y también varios estudios de lengua que completan y amplían los aspectos tratados en la gramática progresiva. La segunda parte del método consta de dos volúmenes y consiste en una selección de textos de Homero, Heródoto, Sófocles, Eurípides, Tucídides, Pla-
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El método de Ruipérez de 1972, no publicado, era un método de este tipo.
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tón con vocabularios y notas. Sirven de introducción a la obra y pensamiento de estos autores. Este segundo volumen no ha sido traducido todavía al español12. El método ha sido seguido con éxito por profesores de enseñanza media y tiene, como todos, sus partidarios y detractores. Algunos, como Gómez Espelosín 1985, creen que son más las ventajas que los inconvenientes. Entre las ventajas se destacan la asimilación de un vocabulario básico y una sintaxis sencilla, la progresión en la adquisición de conocimientos, ya que se repite continuamente lo estudiado, y especialmente que es un método divertido que puede ayudar a captar el interés por el mundo griego. En general, las críticas que ha recibido el método se centran fundamentalmente en la utilización de textos ficticios en las primeras fases de la enseñanza. La idea que subyace es que a nadie se le ocurriría empezar a estudiar inglés con Shakespeare, sino con unos textos que puedan ser seguidos fácilmente por el alumno con la ayuda del profesor, y que, además, no sean aburridos. Sin embargo, el usar textos no auténticos puede dar una idea equivocada del griego, aunque los propios autores del método explican que se trata de textos que un griego podría haber escrito. La polémica entre textos ficticios o auténticos sigue viva en nuestros métodos actuales. En contra de su utilización está el que el uso de frases y textos ficticios disocia los contextos lingüístico, literario y cultural, cuya unión, en el caso del griego antiguo, es especialmente importante. Por ello, la mayoría se inclina por la autenticidad de los textos, aunque hay que reconocer que no es fácil encontrar textos que además de seguir la progresión morfosintáctica requerida en cada caso, sean interesantes desde el punto de vista del alumno. De hecho, el método del Reading Greek no es rigurosamente nuevo. La diferencia estriba en que los métodos anteriores se basaban en textos griegos originales tardíos y de escasa importancia cultural, pero que eran más sencillos y presentaban menos complejidades lingüísticas. Como ha reconocido M.ª A. Durán 1993, p. 99 tenemos que resignarnos a admitir que textos muy interesantes para nosotros pueden no serlo tanto para los alumnos. La belleza de la prosa ática no siempre consigue atraer a los alumnos. Por otro lado, en un nivel de iniciación no es fácil encontrar textos originales que sean fácilmente asequibles a la progresión morfosintáctica requerida, por ello, quizá habría que buscar una solución de compromiso mediante la utilización de textos adaptados en un primer nivel13. También se ha criticado que se trata de un método lento y que, al tratarse de textos ficticios siguiendo el modelo de lenguas modernas, hay un abuso del diálogo y de formas imperativas, que resulta inoperante para el griego.
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A World of Heroes. Selections from Homer, Herodotus and Sophocles y The Intellectual Revolution. Selections from Euripides, Thucydides and Plato. 13 Cf. Wülfing 1986, pp. 67-82.
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Otros métodos anglosajones como el de Oxford ATHENAZE de Balme y Lawall 1990 están orientados de esta manera. En español existe una adaptación de este método: Aparicio, Balme, Juanes y Lawall 1998. También el libro de Almodóvar García y Gómez Tirado 1999 es un método inductivo con textos adaptados. Dentro de los métodos inductivos modernos se pueden distinguir los llamados métodos «morfosintácticos» que atienden casi exclusivamente a la descripción de la morfología y la sintaxis. Pretenden básicamente conseguir una práctica audioaural que inculque los modelos sintácticos de manera semiinconsciente, para lo cual se utilizan una serie de frases griegas que ilustran un modelo sintáctico, además de que deben tener interés cultural para motivar al sujeto del aprendizaje. Por otra parte, y como las formas se presentan en función del significado, la sintaxis precede a la declinación. Es decir, que, por ejemplo, primero se aprende el valor semántico del genitivo y posteriormente las diversas formas que expresan dicho significado. Es el método de C.P. Ruck de 1968, revisado en 1979, y también el conocido método de A. del Pozo 1982 basado en el primero. La principal crítica que se ha hecho a estos métodos es que para ser eficaces necesitan de una sistematización lingüística, y, por tanto, a veces se usan en combinación con gramáticas descriptivas tradicionales, tipo Berenguer Amenós, lo que no deja de ser un contrasentido. Otra perspectiva diferente proponen los llamados «métodos frecuenciales o no paradigmáticos»14. Insisten en que los textos deben servir de iniciación al conocimiento del ático en el estadio lingüístico de 400-330 a.C., de manera que la reflexión gramatical surja de la observación de los propios textos. Se elabora un análisis de frecuencias a partir de muestras representativas del ático (unas cincuenta mil palabras de Tucídides, Lisias, Jenofonte, Platón, Isócrates y Demóstenes) y con ello se elabora un vocabulario básico de unas 650 palabras, que son el 90% de las que son susceptibles de aparecer en un texto ático de este estadio lingüístico. Ello supone la exclusión total del uso del diccionario en las fases iniciales, así como del empleo de gramáticas y una graduación de complejidad en el empleo de los textos, que se configuran para el aprendizaje simultáneo de la flexión, la sintaxis, la formación de palabras y el vocabulario. Se evita la memorización previa de paradigmas, que irán forjándose a medida que se progrese en los textos, se presta gran atención a la fijación sintáctica y se insiste en rasgos tipológicos y de vocabulario. Es el método seguido en su día por A. Lebeau y J. Métayer 1977 y más recientemente, por Zuntz 199415. El método de Zuntz consta de dos volúmenes. La primera parte contiene las lecciones que son los textos a partir de los que han de deducirse los hechos gramatica14
Cf. Schrader 1993, p. 44. Las Unidades Didácticas de Lengua y Literatura Griegas de la UNED coordinadas por Adrados en 1973 fueron precursoras en este sentido. 15
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les. Utiliza textos originales, aunque alguna vez se retoca alguna palabra si todavía no se ha estudiado la morfología correspondiente. Dichos textos están ordenados en orden al progreso gramatical. Los diferentes temas gramaticales que se van a estudiar en cada lección se especifican en un sumario al principio del libro. Los hechos gramaticales se deducen de los textos y los ejercicios sirven para consolidarlos. Los ejercicios constan de diálogos, recordatorios y ejemplos de traducción y retroversión. Hay un vocabulario en cada lección y un registro general al final. El vocabulario está estructurado por: significado básico, significado específico y evolución semántica y todo ello agrupado por familias de palabras. Se completa con un apéndice gramatical, donde se van definiendo y exponiendo las diferentes cuestiones morfosintácticas y una summa grammatica donde el orden ya es el tradicional. En España esta metodología inductiva también ha dado sus frutos, como el método que propone J. Lérida Domínguez 1990, pp. 195-215, que parte de una selección de 300 frases texto para explicar la teoría morfológica y sintáctica, que permiten al alumno llegar a traducir un texto de 40 palabras en una hora. Hace hincapié en la retroversión como método didáctico. Combinación de ambos es el de M. Cerezo Magán 2000, que ya en 1989 planteaba la necesidad de renovar la metodología de la enseñanza de nuestra materia de modo que se adaptara a los nuevos tiempos. Su libro tiene una disposición a modo de cuaderno de trabajo. Su objetivo es que el alumno «lea» griego antiguo ya desde el primer día, tan pronto haya asumido los rudimentos gráficos y fonéticos. El texto griego condiciona el estudio gramatical y a él se supeditan los comentarios gramaticales y las estructuras sintácticas. Sin embargo, el propio autor recomienda que se tenga a mano una gramatica tradicional, lo cual implica una carencia en la metodología. Se empieza con frases traducidas que hay que completar con arreglo a los esquemas que hay al final de la unidad y con ayuda del vocabulario que se da. También el grupo Método 1987, sigue un método inductivo que parte de los textos que al principio son frases cortas. Los ejercicios se componen de cuadros de flexión nominal y verbal para completar, retroversión, etimología y transcripción. El vocabulario debe ir haciéndolo el alumno a medida que aparezca en los textos. Como ampliación apareció en 1999 Pragma de los mismos autores y adaptado a la LOGSE, que se completa con un Cuaderno de ejercicios y una Guía didáctica. Los métodos inductivos no han resuelto, sin embargo, el problema de la enseñanza del griego, entre otras muchas razones porque en los periodos iniciales el alumno puede perderse en unos textos de los que desconoce la estructura y porque la experiencia de los que los han usado demuestra que son muy lentos. 3.1.3. Otros métodos Hay otro enfoque que algunos han llamado histórico–cultural que propone descargar los contenidos lingüísticos para dar más importancia a aspectos instituciona-
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les, culturales o literarios, utilizando textos ya traducidos. Consiste en enfrentar al principiante con una antología de textos, traducidos en su mayoría y darle una serie de reglas generales simplificadas de tipo gramatical, en la idea de que la lectura de muchos textos le ayudará a captar la pauta de la lengua griega. Pero la idea de que uno puede llegar a captar el significado de los textos leyendo muchos con ayuda de traducciones, sin una clara guía lingüística, es ilusoria. Este método, sin embargo, podría servir en la universidad para aquellos alumnos de Filosofía o de Historia que necesitan el griego como lengua instrumental, siempre y cuando los textos fueran bilingües y se les dieran unas indicaciones lingüísticas básicas. Estos son, básicamente, los métodos que actualmente se siguen para enseñar la lengua griega en el nivel de iniciación. Todos intentan llegar al conocimiento de la lengua a través de la práctica constante de ésta y no a partir de teorizaciones gramaticales previas: es decir, lo importante es el estudio de la lengua y no de la gramática. Para ello, unos propugnan una metodología activa e inductiva: el alumno analiza en los textos los diversos hechos lingüísticos que le van apareciendo para posteriormente sistematizarlos. Otros prefieren ser más sistemáticos y anteponer explicaciones lingüísticas que luego se vean plasmadas en los textos. En todos se atiende a criterios de frecuencia y rentabilidad: El estudio de la lengua se realiza teniendo en cuenta la frecuencia de los hechos lingüísticos. Se aprenden las palabras y estructuras que hay mayor posibilidad de encontrar en otros textos griegos y se pospone o se rechaza lo menos frecuente. Se da una gran importancia al estudio del léxico básico por frecuencias y por campos semánticos no sólo para reforzar los contenidos culturales, sino también para limitar el uso del diccionario en las primeras fases del aprendizaje. Se incide en que haya una progresión: la materia debe estar organizada de una manera gradual y progresiva, de menor a mayor dificultad. Sea cual sea el método por el que se opte, el alumno que se inicia en el estudio de la lengua griega debería llegar a tener una idea clara de la tipología de esta lengua, distinta a la de las lenguas con las que está familiarizado. Es algo sabido que para aprender racionalmente una lengua es preciso captar primero el sistema general de su morfología nominal y verbal. Pues, si bien es cierto que hay que evitar esfuerzos memorísticos inútiles, es un hecho que es más fácil para el alumno avanzar en la comprensión de los textos si tiene una idea clara del sistema nominal y verbal al que se enfrenta y conoce los medios de los que se sirve la lengua para expresar las distintas funciones sintácticas. El hecho de simplificar la morfología puede llevar a dar una visión distorsionada de la lengua griega. Se pueden explicar ciertas cosas aunque no se obligue al alumno a memorizarlas. 3.2. La selección de textos Con respecto a la selección de textos en los primeros niveles hay tres opciones por las que se inclinan los métodos actualmente existentes: 1) textos ficticios o
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adaptados al principio como hemos visto en el Reading Greek y otros, 2) textos originales con el apoyo de un léxico facilitado al alumno y abundantes notas explicativas, 3) textos originales que se ajusten a la gradación morfosintáctica establecida y cuyo contenido sea interesante desde el punto de vista cultural. Esta última opción sería la ideal, pero no es fácil de encontrar. De la dificultad que entraña la selección de textos puedo dar mi propia experiencia fruto de mi colaboración en una antología para principiantes surgida de la necesidad de dotar a alumnos no presenciales de unos materiales adecuados a sus progresos y conocimientos. Aunque no se trata propiamente de un método de griego, la Antología de iniciación al griego 1992, realizada por Lucas y Pedrero, consiste en una serie de ejercicios pensados para los alumnos de la UNED con vistas a mejorar el aprendizaje de la lengua griega. La novedad reside en que se toma como punto de partida el plano sintáctico y desde ahí se inicia el aprendizaje morfológico, estudiando las formas que sirven de expresión a la función sintáctica. Es decir, se estudian a la vez, por ejemplo, las funciones de sujeto y predicado nominal y el nominativo temático. La ordenación morfológica es de tipo tradicional, pero presenta algunas novedades basadas en criterios de frecuencia. Por ejemplo, se adelanta la explicación de la voz media o de los participios. En ocasiones, guiados por la economía de esfuerzo, se pospone una forma cuando es común a todos los paradigmas, caso del dativo de la declinación atemática. La Antología consta de 37 apartados. En cada apartado hay dos grandes bloques, uno morfológico, subdividido en morfología nominal y verbal, y otro sintáctico. El material de cada bloque sólo contiene lo estudiado en el apartado correspondiente. Además, hay siempre una sección de repaso, donde se incluye lo visto con anterioridad. En el apartado sintáctico se incluyen frases que responden a lo estudiado en el apartado. A partir de un determinado momento, se van introduciendo textos más largos, que igualmente responden a lo estudiado con anterioridad. Aquí reside a mi juicio el principal problema. Es muy difícil encontrar textos de cierta extensión que se atengan a la gradación sintáctica y morfológica que pretendemos, teniendo en cuenta que tanto las frases como los textos más largos son originales. También hemos tratado de que sean culturalmente significativos, pero no siempre es así. La dificultad que entraña esta tarea y el ingente material que se necesita hace que algunas veces resulten frases anodinas. La antología se acompaña de un solucionario, para que los alumnos puedan autocorregirse. En general, en lo que se refiere a la selección de textos, la opinión se divide entre los que creen que la selección debe estar determinada por los intereses de los alumnos y de la sociedad actual y no por los del profesor, como Lisi 1988, Martínez 1990, y los que piensan que los textos deben ser culturalmente significativos y no basados en que sean pertinentes para ilustrar explicaciones gramaticales. Así, García Romero 1992 critica el uso de frases breves para practicar y fijar las reglas gramaticales, posponiendo los textos más largos hasta fases muy avanzadas. Segun su opinión, no se deben leer los textos en función de que sean más o menos válidos
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para ilustrar las enseñanzas gramaticales teóricas, sino en función de que sean verdaderamente interesantes y formativos. Además, los textos deben ser de cierta extensión y para entenderlos no es imprescindible un dominio profundo de la morfología y la sintaxis. Pero esto que es verdad para acercar a los alumnos a los textos, sólo es posible si se les da la traducción. En los niveles de iniciación, los textos, además de ser culturalmente significativos, deben servir también para la fijación de datos morfológicos y sintácticos fundamentales. Una opción que puede conjugar ambas facetas, la lingüística y la cultural, es la selección conceptual o ideológica, es decir, por temas cuyo contenido pueda ser ameno y enriquecedor para el alumno. En niveles avanzados, existen, sin embargo, otras propuestas como los que proponen iniciar el aprendizaje del griego centrándose en un autor concreto, generalmente Homero. Así, C. Schrader 1993 justifica esta propuesta por el bajo orden de jerarquización sintáctica que posee la lengua homérica, aunque la complejidad morfológica es mayor. De la misma manera, F. Beetham 1996, parte de la Odisea homérica, concretamente del canto V, para que el alumno no sólo traduzca a Homero desde el principio, sino que entre en contacto con el mundo fascinante de la épica, lo que contribuirá a despertar el interés por el mundo clásico. Evidentemente, Homero tiene la ventaja de su simplicidad sintáctica y de la repetición de fórmulas. Tiene la desventaja de tener que aprender una morfología que no es la del ático del siglo V y un vocabulario muy diferente al de la prosa ática. En cualquier caso, este método sería preferible para alumnos universitarios. 3.3. El léxico y el uso del diccionario Todos los estudios teóricos actuales destacan la importancia del aprendizaje del vocabulario no sólo desde el punto de vista cultural, sino también para adquirir una cierta destreza a la hora de traducir. Son numerosas las propuestas para la adquisición de un vocabulario básico: Lucas 1986, Martínez-Fresneda 1988, Gallego 1992, Pino Campos 1992, etc. Sin embargo, los criterios para fijar este vocabulario básico varían: qué autores debe comprender, utilización o no de índices de frecuencia, significado básico, campos léxicos, familias de palabras, etc. Todos los libros de texto actuales dedican apartados específicos al estudio del léxico, a la composición y derivación, a las etimologías. Algunos incluso, como C. Morales 1986, han propuesto alterar el orden tradicional y comenzar por el léxico y la etimología, para llegar a la morfosintaxis, todo ello en aras de leer los textos griegos y lograr su interpretación, es decir, la traducción. Otros como Lérida 1990, p. 200, creen que se debe estudiar sólo el vocabulario que aparezca en los textos. Lo que está claro es que el alumno en los primeros niveles debería prescindir del diccionario y para ello debe aprender vocabulario. El diccionario, al que los principiantes suelen recurrir como la panacea universal, es
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fuente de muchos errores y vicios. Para que el uso del diccionario resulte eficaz, el alumno requiere unos conocimientos de morfología y sintaxis que, en las fases iniciales del aprendizaje, no tiene, por ello, es preferible prescindir de él. Además está el problema del significado básico, que en algunos casos es fácil de deducir en el diccionario y en otros, no tanto. 3.4. La enseñanza universitaria La Universidad no se ha mantenido al margen en estos años de la preocupación didáctica, si bien es cierto que la mayoría de las voces que claman por una adecuación de los métodos a los nuevos planteamientos han partido de la enseñanza media. En la Universidad, muchas de las propuestas metodológicas modernas van ligadas a innovaciones en los estudios lingüísticos, psicológicos y pedagógicos. En muchos casos se trata de propuestas parciales de aplicar tal o cual teoría lingüística a una parcela de la morfología o sintaxis griega. Así p. ej. la sintaxis funcional aplicada a la enseñanza del griego de C. Schrader 1985, que propone una definición semántica de las funciones de los casos. Otros, como I. Conde 1990, aplican al verbo griego el concepto de «no orientado» tomado de la escuela francesa de Lingüística para explicar algunas dificultades del verbo griego como la ausencia de anafórico para el complemento directo en griego y su obligada presencia en español. Parte del principio de que a una sola forma verbal corresponde un significado único. Aunque los ejemplos son interesantes, necesita de una explicación previa de la teoría lingüística que subyace y que no siempre es fácil de captar por parte de los alumnos. El modelo de la «gramática de la dependencia» aplicado a las lenguas clásicas ha sido desarrollado por Happ 1976, 1977. En lo que respecta al griego está en fase de elaboración. El modelo dependencial o valencial de naturaleza preferentemente sintáctica resulta adecuado para la enseñanza de las lenguas clásicas ya que puede liberar de las definiciones que tradicionalmente se dan de las categorías y funciones gramaticales, para sustituirlas por definiciones de tipo formal-relacional. Se trata, en suma, de sustituir las definiciones tradicionales de las funciones y categorías por otras, pero esto puede añadir una dificultad al alumno a quien hay primero que explicarle dichas definiciones16. Aparte de estas propuestas de tipo lingüístico, en general las propuestas didácticas de estos últimos veinte años en lo que se refiere a la enseñanza universitaria se centran fundamentalmente en orientaciones sobre la traducción y la selección de textos, habida cuenta de que la traducción es el único mecanismo real de control del aprendizaje de la lengua, allí donde no se dan otro tipo de modelos orales como en
16
Cf. Favarin 2000.
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las lenguas modernas. Los demás tipos de ejercicios van encaminados al aprendizaje de la gramática, no de la lengua. Sobre la traducción son numerosas las propuestas teóricas y prácticas que se han hecho17, pero todas ellas resaltan, dejando aparte cuestiones teóricas, la complejidad de la tarea, que abarca, por un lado, la comprensión del texto original, su interpretación, y, por otro, la elaboración del mensaje de la lengua de salida. La diversidad de estructura del griego y las presiones estilísticas no contribuyen a facilitar dicha tarea. A traducir se aprende traduciendo, pero hay que ofrecer al alumno un repertorio de técnicas y una pauta para el ritmo de su trabajo personal. Por otro lado, hay que enseñarle la diferencia entre significado y traducción. El significado pertenece a la esfera de lo lingüístico, mientras que la traducción no deja de ser un arte. Todas estas cuestiones y otras de aplicación didáctica están desarrolladas con muy buen criterio en Conde 1999. Esta autora recuerda que los autores griegos no escribieron sus obras con un índice de dificultad creciente para ser destinadas a la enseñanza de su lengua. Por ello, por mucho que una obra parezca adecuada para principiantes en muchos de sus aspectos, no estará exenta del todo de pasajes de interpretación complicada. El alumno no podrá agotar el texto en todas sus facetas. La explicación de textos debe proporcionar unos modelos interpretativos que luego aplicará en su trabajo personal. Un caso especial de la traducción que ha vuelto a cuestionarse en estos últimos años ha sido el de la retroversión o traducción inversa. Los ejercicios de retroversión han tenido poco éxito tradicionalmente en la enseñanza del griego, a pesar de ser una de las prácticas más habituales fuera de nuestras fronteras. Los métodos anglosajones o alemanes de iniciación en la lengua griega rara vez prescinden de este tipo de ejercicios que sirven, en palabras de sus defensores, para desarrollar el dominio activo de la lengua18. Bien es verdad que en estos países existe una tradición muy arraigada y la retroversión forma parte de la formación de los filólogos clásicos, hasta el punto de existir competiciones sobre composición en hexámetros. Sus defensores afirman que el dominio activo de la lengua acelera el proceso de aprendizaje porque ayuda a reforzar los conocimientos adquiridos de un modo pasivo. Permite practicar la morfología, aprender giros usuales en griego, aprender y fijar vocabulario y poner en práctica ciertas peculiaridades sintácticas y estilísticas. Por otro lado, los partidarios de la retroversión destacan el alto grado de aceptación por parte de los alumnos. Al estudiante le gusta escribir en griego. A pesar de las ventajas enumeradas, algunos la consideran poco útil para el griego. Y de hecho, no suele haber ejercicios de retroversión en los libros de texto de Bachillerato, a lo sumo, de frases cortas. Entre los libros que sí tienen este tipo de ejercicios destacan fundamentalmente los inductivos. 17 18
Cf. Garzya 1991, Hernández Muñoz 1992, Gil 2001. Véase a este respecto Lisi 1996, p. 65.
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3.5. La didáctica del griego y las nuevas tecnologías No es este el lugar adecuado para el tan largamente debatido asunto del uso de los recursos electrónicos disponibles para la filología clásica. De ello hay abundante bibliografía especialmente en los últimos años19. Pero sí diremos algo de las posibilidades que el desarrollo informático ha abierto desde el punto de vista didáctico, que abarca desde la búsqueda de información y la comunicación entre docentes y alumnos, hasta la enseñanza virtual. Este tipo de enseñanza está siendo desarrollada con éxito en la universidad a la que pertenezco y si bien he de reconocer que en el caso del griego todavía no está implantada, es un camino abierto que nos obliga a replantear métodos de interactuación con los alumnos y a reflexionar sobre ello. Desde el punto de vista didáctico son infinitas las posibilidades que ofrece internet. En primer lugar, cada vez va siendo mayor el número de programas destinados a la práctica de morfología, léxico, sintaxis o métrica. Desgraciadamente, está mucho más desarrollado en el ámbito del latín que en el del griego. Esto se debe en parte a que la enseñanza del griego on line plantea problemas técnicos por el uso de las fuentes y por la propia naturaleza de la lengua. No se trata de reproducir gramáticas griegas descriptivas y colgarlas en la red, como lo han hecho con algunas francesas e inglesas tradicionales como la de Smith, e incluso latinoamericanas, como la confeccionada por el departamento de Clásicas de la Universidad de los Andes en Venezuela y que reproduce fielmente un manual convencional20, sino de confeccionar materiales interactivos que permitan al alumno controlar su proceso de aprendizaje. No deja de ser encomiable, por ello, la Gramática Griega Interactiva realizada por L.M. Orbaneja, concebida como material auxiliar o complementario de ayuda en el aprendizaje de la lengua griega21. La gramática, que está todavía en fase de mejora, se limita a lo esencial desde el punto de vista morfosintáctico, pero tiene la ventaja de poder visualizar el griego sin problemas y de ser, a mi juicio, atractiva para el alumno. Lo más importante, sin embargo, es que permite la realización de ejercicios en tres niveles, según el grado de dificultad, no pudiéndose pasar de nivel si no se ha tenido un 70% de aciertos en el anterior, y la posibilidad de que el profesor le corrija. La mayoría de las gramáticas tradicionales se pueden consultar en la página Greek Grammar on the web de Marc Huys de la Universidad Católica de Lovaina y en Greek Language and Linguistics Gateway . Estas son, sin 19 Especialmente útil es el artículo de Macías Villalobos 2001; aunque está centrado en latín, sirve también para el griego. V. también García Román 1996, Cristofori, Salvaterra y Schnitzer 2000, Juanes 2000, López Jimeno 2000 y 2001. 20 . 21 .
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duda, las mejores páginas sobre gramática griega, con diversos apartados bibliográficos, didácticos y de recursos, tanto para el griego clásico como para el helenístico, bíblico y tardío. En estas páginas se puede encontrar bibliografía de lingüística griega. También la página Andrómaca de la Universidad de Sevilla, actualmente en desarrollo cuenta con bibliografía de lingüística griega y de sintaxis22. Este tipo de material tiene la ventaja de que el soporte informático le resulta atractivo al alumno porque le es familiar. Por eso tiene su importancia la utilización de las nuevas tecnologías en función de apoyo a la docencia23. Si bien es cierto que la labor del profesor y sus explicaciones siempre serán irreemplazables, hay que hacer notar que mediante determinados organizadores avanzados, árboles de descripción, esquemas, etc., que el alumno puede descargar en su propio ordenador personal, se puede sentir más interesado en la materia por serle más familiar el medio de transmisión. En lo que se refiere a Guías de Recursos o Gateways en español que dedican alguna sección a la didáctica del griego, la más útil es la página de recursos didácticos en Filología Clásica seleccionados por el Departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo de la Universidad de Salamanca, y cuyo responsable es el profesor Francisco Cortés Gabaudan: , que tiene una sección de Didáctica desde la que se puede acceder a numerosos recursos de interés en nuestra materia, como el Perseus Project, auténtica enciclopedia multimedia, que contiene abundante información sobre historia, arte, mitología, imágenes, mapas, etc. Cuenta con un importante número de textos griegos y latinos en lengua original y traducidos al inglés, además de los diccionarios Liddell-Scott-Jones y LewisShort on line. También en España: Recursos del mundo clásico en internet, de C. Macías y J.L. Jiménez de la Universidad de Málaga, constituye una sección dentro de AnMal electrónica, en la que se da información sobre lugares de consulta en la web para interesados en el mundo antiguo: . La mayoría, sin embargo, están en inglés y son más útiles a los profesores e investigadores que a los alumnos, especialmente si son de niveles elementales. Interesante también es la Rassegna degli Strumenti Informatici per lo Studio dell'Antichità Classica (), que dedica una sección a materiales didácticos. Forman parte del proyecto Telemaco (Teledidattica e Multimedialitá per le Antichità Classiche ed Orientali): , que incluye en su base de datos referencias a un gran número de realizaciones didácticas aplicables al mundo antiguo y oriental. En general, se puede decir que todas estas herramientas constituyen un excelente instrumento de trabajo y proporcionan un abundante material de todo tipo 22 23
. Cf. Benedicto 1990, pp. 33-53.
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que puede ser de gran utilidad para complementar la enseñanza, aunque está más orientado a los profesores e investigadores que a los alumnos. Por otro lado, hay que tener cuidado porque la calidad y las prestaciones son muy diversas.
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