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BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BíBLICOS
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TEOLOGÍA DEL ANTIGUO TESTAMENTO l. TEOLOGÍA DE LAS TRADICIONES HISTÓRICAS DE ISRAEL
GERHARD VON RAD Edición preparada por LUIS ALONSO SCHOKEL
TERCERA EDICIÓN
PRESENTAC/ON DE LA ED/C/ON CASTELLANA
La Teología del Antiguo Testamento de Gerhard von Rad es ya un libro clásico. Nació maduro y se impuso rápidamente al interés y la aprobación del público. Miles de lectores, en alemán, francés e inglés, han encontrado en su obra bien una iluminación que los orientaba en la lectura del Antiguo Testamento, bien una cristalización nueva de sus lecturas precedentes. La obra tiene para el lector algo de descubrimiento y algo de reposo; invita a repetidas lecturas, a la reflexión sosegada; y sobre todo, invita a volver al texto bíblico, para descubrir en él nuevas riquezas. Por un tiempo la teología del Antiguo Testamento estaba desterrada de la ciencia bíblica, mientras la historia de la religión de Israelocupaba todo el terreno. El principio racionalista impedía tomar la Escritura como revelación y como fuente de teología. Superado semejante prejuicio, la teología del Antiguo Testamento reapareció, como tarea sintética. Si tuviéramos que esquematizar la nueva etapa en tres nombres, mencionaríamos a Koehler, Eichrodt y von Rad. Ludwig Koehler, erudito de gran sensibilidad y sentido religioso, escribió un pequeño volumen en el que todavía sorprenden los numerosos aciertos de formulación. Walter Eichrodt, inspirado muy de cerca por atto Procksch, construyó una maciza obra en dos volúmenes, centrada en el tema de la alianza; aunque el poder constructivo declina en la segunda parte, la obra es una poderosa síntesis, de formulaciones difíciles y lectura laboriosa. La unidad sistemática se impone como cuadrado vertical, mientras que cada tema se desarrolla en proceso
dialéctico horizontal; de esa manera se respeta el carácter. histórico del Antiguo Testamento y se cumplen las exigencias sistemáticas. Gerhard van Rad introduce un enfoque nuevo: la fe del pueblo de Israel se vive en la historia, se formula en artículos de fe sueltos o reunidos, se expresa en conglomerados y cuerpos narrativos, se trasmite en tradiciones vivas, variantes, crecientes. El teólogo al)sculta esas expresiones sucesivas, trata de extraer lo esencial, descubriendo las líneas de fuerza de cada momento. Después nos ofrece una serie de síntesis que se mueven a lo largo de la hiStoria. El lector puede descubrir los temas constantes y sus variaciones. .El trabajo de G. van Rad no es sólo investigación, sino que tiene mucho de auténtica meditación: la fe contemplativa del autor es el clima en que madura su inteligencia del Antiguo Testamento. Al final viene la tarea de formular, con laboriosa disciplina del lenguaje. El estilo de G. van Rad mantiene una sugestiva tensión entre formas imaginativas Y términos abstractos, mientras que los abundames adjetivos sirven para cualificar y diferenciar la exposición. Exposiciones sintéticas laboriosamente matizadas. Después de un ensayo inicial dedicado al análisis de fuentes, G. van Rad tuvO su primer éxito resonante' en el campo científico con un trabajo de análisis formal, en la línea de géneros literarios de Gunkel. Lo interesante de su monografía es que, en vez de enfrentarse con unidades menores Y restringidas, abordó la empresa de descubrir el principio formal de construcción de la primera parte de la Biblia, el Hexateuco. El análisis de tradiciones, que tomaba forma en manos de A. Alt Y M. Noth, también actuaba en dicha monografía y domina completamente la siguiente, dedicada a la «guerra santa»; en ella sigue el ra~tro a una tradición, a su vida como institución y como simple tema literario. Su preferencia por la mirada macroscópica es patente en estas obras y es la aportación característica de G. van Rad, en medio de la masa de análisis microscópicos que dominan la ciencia bíblica. Por esta cualidad, es uno de los especialistas más asequibles al público no especializado. En exégesis su obra capital es el comentario al Génesis: renunciando al aparato técnico -por exigencias de la serie-, el autor nos ofrece una exposición profundamente teológica.
Para realizar la traducción de esta obra, Federico Pastor compuso conmigo un catálogo, fijando de antemano la traducción castellana de los términos originales. Este índice ha sido utilizado por todos los traductores. En lo que toca a frases y expresiones, ha dominado el respeto al original, aún a costa de una mayor simplicidad y fluidez castellanas. En la traducción de las últimas cien páginas del primer volumen han intervenido diversas manos, pero el traductor principal ha revisado y unificado estllS contribuciones parciales. LUIS ALONSO SCHOKEL
Pontificio Instituto Bíblico. Roma
NOTA DEL TRADUCTOR
El estilo de Van Rad en esta obra se caracteriza por la abundancia y precisión de un vocabulario que la tradición exegética alemana ya hafijado. A este caudal añade el autor nuevos términos, creados aprovechando la libertad que concede el alemán cientifico. Un ejército de adjetivos sirven para subrayar, matizar, incluso para sugerir. Por afán de precisión cientifica, y por hábito alemán, el autor multiplica las cualificaciones de lo que afirma: «ciertamente, con toda probabilidad, sin duda alguna, es difícil saber...». Hemos procurado reflejar en la traducción las caracteríMicas de este estilo, adaptándolo al estilo español. Los términos españoles básicos fueron establecidos de antemano por Luis Alonso Schókel y Federico Pastor; otros lo~ he fijado yo; he procurado conservar la matización de los adjetivos y a veces he reducido el volumen de las cualificaciones. Agradezco la colaboración de varios compañero~, que prepararon una primera versión de las últimas cien páginas: Abrego, Asenjo, Bajo, Frank, Herranz, Herón Pérez, Pastor, Sicre y Zabaleta. Barcelona, l1 de noviembre de 1971
PROLOGO A LA PRIMERA EDICION
La «Teología del Antiguo Testamento» es todavía una ciencia joven y, sin duda una de las más jóvenes entre las ciencias bíblicas. Con pocas pinceladas podríamos dibujar las lineas básicas de su historia que inicia entre los últimos años del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX. Es un hecho curioso comprobar que en nuestros días no se ha logrado llegar a un acuerdo sobre el objeto propio de esta cíencia, pues en caso contrario, no se explicaría cómo hu. bieran podido aparecer con el mismo título obras tan diversas como la de E. Jacob o la de Th. C. Vriezen, y la que hoy presentamos en este libro. .En mi opinión el momento actual se caracteriza por una sor· prendente convergencia, más aún, por la mutua intersección entre los estudios de carácter introductorio y la teología bíbl(ca, un proceso que tuvo lugar en los últimos 20 ó 30 años de investigavión. No hace mucho que la teología bíblica sólo podía recabar de las ciencias introductorias a la Biblia algunos datos de tipo cronológico o alguna que otra información sobre cuestiones de carácter formal, pues las ciencias introduCTOrias trabajaban casi exclusivamente con el método de la crítica de fuentes. En aquella época, si la teología no quería ser una mera exposición histórica de la religión de Israel, (de acuerdo con L. K6hler), debía desarrollarse a base de conceptos como: teología, antropología y soteriología. Esta situación cambió de aspecto cuando la ciencia, estimulada por la investigación de Gunkel sobre lo~ géneros literarios, descubrió formas jurídicas de carácter sagrado, textos cultuales de todo tipo, rituales, liturgias y sobre todo antiquísimas fórmulas de profesión
de fe; es decir, conocimientos de una importancia capital para la comprensión del Antiguo Testamento. Pues ¿no sucedía casi siempre que a un descubrimiento nuevo o a una diversa interpretación del texto a base del estudio de las formas correspondía un objeto teológico nuevo o diverso del anterior? La historia de la tradición nos ha enseñado nuevos caminos para descubrir en las tres obras gigantescas: el Hexateuco, la historia del deuteronomista y la del cronista, las formas más distintas de presentar la historia de Dios con Israel en sus diversos estadios. Tambiin nos mostró que Israel se dedicaba en todo tiempo a comprender su propia historia a partir de ciertas intervenciones divinas y las presentaba en cada época de una manera siempre nueva. Pues bien, estos hechos colocaban a la teología del Antiguo Testamento frente a una tarea inédita. Y si hay una parte de verdad en la convicción de que todo el Hexateuco está construido sobre antiquísimas fórmulas de profesión de fe constitutivas para el Israel de todos los tiempos, entonces este hecho adquiere una importancia tal de convertirse en el punto de partida para cualquier teología del Antiguo Testamento. De este modo no son los adelantos propios de la teología los que nos ayudan a comprender mejor cuál puede ser el objeto de la teología bíblica, sino una concentración nueva en la estructura formal de las afirmaciones de Israel y de su herencia literaria, así como un análisis más objetivo de los libros del Antiguo Testamento y de las tradiciones incorporadas en ellos. La idea de presentar una historia cronológica de las afirmaciones confesionales de Israel puede parecer obvia pero pronto se demuestra irrealizable. Es cierto que en el Hexateuco encontramos fuertes contrastes en los diversos estratos de la tradición y por consiguiente también en su configuración teológica, pero cuando se trata de fijar la fecha de estas tradiciones debemos conformarnos con meras aproximaciones o limitarnos a ir palpando en la obscuridad. Además, todo cuanto sabemos acerca de los lugares de origen y de los grupos representativos de los diversos complejos de tradición no puede compararse con la abundancia de formulaciones especiales y de expresiones teológicas acumuladas en los grandes docu-
mentos. Si qUlsleramos proceder de este modo, nuestra exposición se hallaría recargada con demasiados elementos hipotéticos en su mismo planteamiento inicial. La necesidad de renunciar a una exposición histórica de las afirmaciones confesionales de Israel nos ofrece la ventajosa posibilidad de dejar los materiales de la tradición en los mismos contextos de la historia de la salvación en donde los colocó Israel. De esta manera adquiere un mayor relieve en nuestro campo visual el aspecto más importante e interesante de la labor teológica de Israel, es decir, ese esfuerzo continuo por volver actuales en cada período de su existencia las intervenciones salvíficas de Dios en la historia, esa persistente y renovada comprensión y proclamación de las acciones divinas, que, en último término convirtió las antiguas profesiones de fe en un enorme y complejo conglomerado de tradiciones. Una teología que intente abarcar el contenido del Antiguo Testamento en una serie de divisiones conceptuales (como la idea del Antiguo Testamento sobre Dios, el hombre, etc.) no respeta la íntima trabazón que estas profesiones de fe tienen con la historia, este fundarse de la fe de Israel sobre determinadas intervenciones salvíficas de Dios y su esfuerzo por adquirir una comprensión siempre nueva de las mismas. Una breve reseña histórica precede la sección teológica de este libro. En ella señalamos las principales instituciones sagradas del antiguo Israel y las etapas más importantes de su historia religiosa. Esta primera parte no pretende, ni mucho menos, narrar en toda su complejidad la historia de la fe y el culto del antiguo Israel; quiere tan sólo señalar en su contexto histórico los temas que la segunda parte da por sabidos. El mencionado resumen histórico y el mismo planteamiento general del libro no pudieron evitar que los temas más importantes fueran tratados en repetidas ocasiones, lo cual no debería considerarse necesariamente un factor negativo, pues de este modo el lector podrá percibir el mismo objeto desde perspectivas diversas y en varios contextos teológicos. En el ámbito de una teología de las tradiciones históricas no es posible hablar de los profetas, pues su predicación se caracteriza precisamente porque niega la eficacia salvífica de las antiguas
intervenciones divinas para sus contemporáneos y ven cómo en sus días se vislumbra ya el comienzo de una actuación totalmente nueva de Dios en la historia (cf. 98 s., 174 s.). Por esta razón es necesario que tratemos de la teología de las tradiciones proféticas en un contexto diferente. Este segundo volumen concluirá con algunas consideraciones teológicas fundamentales sobre el Antiguo Testamento. En nuestros días ningún individuo aislado puede escribir una teología del Antiguo Testamento que nos ofrezca, al menos en parte, una visión exhaustiva de sus cuestiones más esenciales y sus puntos de vista más importantes, mucho menos en nuestra situación presente en la que cada cual sigue su propia iniciativa. Pero quizás podremos indicar un camino por donde sea posible llegar, tarde o temprano, a una mayor comprensión teológica del Antiguo Testamento. Debo recordar todavía la infatigable colaboración de dos antiguos alumnos: la del vicario E. Haller (Neuendettelsau) que aceptó el pesado trabajo de revisión del manuscrito y la lectura de las correcciones, y la de mi asistente K. Schwan (Sandhausen) , doctorando en teología, quien repasó él ingente número de citas bíblicas, compuso el índice de las mismas y leyó también atentamente las correcciones. Agradezco a ambos su desinteresada ayuda. Heidelberg, mayo de 1957.
PROLOGO A LA CUARTA EDICION
Esta nueva edición me ofrece la oportunidad de tratar con más detalle y ser más explícito en algunos puntos importantes de mi exposición de la teología del Antiguo Testamento. Al mismo tiempo podré introducir algunas pequeñas correcciones sin que todo ello modifique la estructura básica del conjunto. Incluso los lectores más benévolos han censurado la ausencia de una definición clara del concepto «revelaci6n». En realidad aquí no se encuentra en el sentido que es usual en las restantes teologías del Antiguo Testamento. De todos modos el autor se limitó a dar algunas nociones fundamentales en el tomo JI (páginas 461 s.) y no quiso por el momento ir más adelante. Tales son: que Yahvéh se reveló a su pueblo -ya cada generación de un modo particulara través de sus intervenciones históricas, las cuales cristalizaron en palabras, y también mediante su palabra que, a su vez, se hizo historia. También aquí como en otras ocasiones, al autor le interesaba mucho más captar la situación real y las características propias de los materiales veterotestamentarios que clasificarlos dentro de las categorías teológicas habituales. Naturalmente nuestra labor no debe detenerse ahí. Pero si es verdad que esta presencia de Dios en su palabra y en su historia se muestra al exégeta por un lado como una fotografía instantánea de una tradición que de hecho se halla en un movimiento continuo a través de las generaciones (véase lo dicho en las páginas 165 s. sobre el carácter dialéctico del testimonio) y si, por otro lado, esta tradición, que se renueva sin cesar,
debe ser considerada al mismo tiempo como una magnitud constante e indivisa, entonces es necesario dar una formulación nueva y más cuidadosa al fenómeno de la revelación en el Antiguo Testamento. Algo semejante ocurre con el tan discutido concepto de la historia (véase también tomo /l, 131 s., 411 s., 534 s.). Yo creí en primer lugar que era incomparablemente más importante llegar a captar en sus mínimos detalles el modo como Israel concebía la historia y cuál fue su experiencia inmediata de la misma, que el medir sus afirmaciones con un concepto importado como el de «la historia verdadera», para catalogarlas en creíbles, menos creíbles e increíbles. Israel tuvo un contacto incomparable con la historia, fue tan sensible a ella que, por el momento no podemos expresarlo con nuestros conceptos habituales. ¿No pudiera ocurrir que Israel nos enseñara algo nuevo sobre la historia y su conciencia de la historia, a lo cual deberíamos acomodar nuestros conceptos? Otro tanto ocurre con los términos: «escatología», «ley» (cl página 259) y otros. Por este motivo intentamos desarrollar una teología del Antiguo Testamento partiendo de cada uno de los grandes complejos de tradición para acercarnos lo más posible por este camino a la mentalidad del Antiguo Testamento. Algunos criticaron también la división entre la historia de la religión yahvista (1 parte) y la teología de las tradiciones históricas (Il parte). Sobre esto quisiera responder a W. Eichrodt que no fui yo quien acentuó la separación de estos dos aspectos 1. Esta división, conocida ya por todos los expertos, apareció con un enfoque nuevo cuando aprendimos a considerar como una magnitud autónoma la imagen que el mismo Israel trazó de su historia, es decir, desde que nosotros no la examinamos exclusivamente bajo el punto de vista de su «historicidad», sino más bien las consideramos como el documento de una experiencia de la historia sin precedentes en la larga historia del espíritu humano. Este documento exige un crédito tan elevado que parece más aconsejable acercarnos primero a él
1.
W.
EICHRODT,
Theololtie des A. T., 11 Y III (1961) VIII.
para comprender sus características en vez de citarlo, sin conocerlo debidamente, frente a un anticuado tribunal histórico que debería decidir sobre su validez y sobre cuál de los hechos narrados son realmente históricos. Así pues, cuando programé esta división del libro jamás quise separar lo histórico de lo menos histórico o de la pura leyenda y menos aún podía imaginar que de este modo rompía la conexión entre el kerigma y la historia, pues me resulta imposible reducir el concepto de lo histórico a las conclusiones de una historiografía que sólo en apariencia trabaja con un método neutral y preciso. Otros me hicieron observar que esta separación, desconcertante para el lector, no hubiera sido necesaria, pues en la subsiguiente exposición de la teología de las tradiciones históricas y proféticas queda ya superada una división semejante; en efecto, la parte «teológica» presupone una concepción crítica de la historia. La observación me pa~ece exacta hasta cierto punto. No obstante, afin de delimitar honestamente nuestra situación actual y nuestro punto de partida, creí necesario llamar la atención del lector sobre esta tensión creyéndole capaz de percibir el doble aspecto del problema. El autor encuentra un poco extraño el reproche de no haber reservado a la historia el puesto que se merece, es decir, de no haberse preocupado lo suficiente por cimentar el kerigma en la historia. En efecto, sifrente a las anteriores teologías del Antiguo Testamento, el autor acentuó con una cierta parcialidad el hecho de que Israel habló de Dios sólo a la luz de determinados acontecimientos históricos y que una teología del Antiguo Testamento debe incluir siempre estos hechos atestiguados por Israel, más aún, debe partir de ellos, ahora se le da a entender que su obra no subraya debidamente la relación entre los testimonios de Israel y la realidad histórica. ¿Será que los críticos se le han adelantado en el camino que él deseaba indicar y lo hicieron con mayor rapidez y lógica más consecuente? Ahora bien, el celo por la historia que une el autor con sus críticos, puede derivar de motivos y concepciones muy diversas. En la improrrogable revisión de nuestros desgastados conceptos filosóficos sobre la historia, nosotros, exegetas, no deberíamos desdeñar la ayuda de la filosofía actual, mucho más flexible en este aspecto. H. G. Gadamer se ocupa, bajo el título «historia eficaz»,
de algunos fenómenos estrechamente relacionados con el proceso de actualización tal como los presentamos en esta teología del Antiguo Testamento 2. En el ámbito de esta «historia eficaz» sucede, según Gadamer, el verdadero encuentro con un documento o una tradición histórica. Los efectos de esta «historia eficaz» alcanzaron ya a los il1térpretes anteriores y siguen determinando al exegeta actual, aunque su objetivismo histórico quiera ignorarlo. Sin duda, las consideraciones de Gadamer se mueven también en una dirección un tanto diversa, pero en su crítica de un positivismo acrítico yo considero sus explicaciones como una ratificación del camino que yo mismo seguí en este libro antes de conocerle. No deseo entrar en discusión con la recensión de F. Baumgortel pues me parece que en este caso faltan las condiciones necesarias para una mutua comprensión 3. La recensión no respeta siquiera el deber más primordial del recencionista: informar al lector sobre las intenciones reales del autor 4. El mismo Baumgortel afirma que no puede penetrar en el sentido de 'a obra: su mentalidad le impide comprenderla y por lo tanto le es imposible rendirle el debido homenaje. Ahora bien, responder a una recensión escrita bajo tales presupuestos, no tiene sentido.
El párroco Haller (Neuendettelsau) me ayudó con probada experiencia en la preparación de esta edición; también A. Findeiss, doctoranda en teología, realizó una labor notable en la nueva redacción de los registros de citas textuales y de materias. A ambos debo mi gratitud. Heidelberg, abril de 1962.
2. H. G. GADAMER, Wahrheit und Methode (1961) 284 s. 3. F. BAUMGARTEL: ThLZ 86 (1961) col. 801 S.; 895 s. 4. L. c. col. 803.
,'
TABLA DE ABREVIACIONES
A. Alt, I 11 III
A. ALT, Kleine Schriften zur Geschichte Israels (1953/9).
ANET
Ancient Near Eastern Texts relating to the Old Testament, ed. J. B. Pritchard (21955).
AOB
Altorienta/ische Bilder zum Alten Testament, ed. H. Gressmann (21927).
AOT
Altorienta/iche Texte zum Alten Testament, ed. H. Gressmann (21926).
BASOR
The Bulletin of the American Schools of Oriental Research.
BBLAK
Beitrage zur biblischen Landes- und Altertumskunde. Komm~ntar,
BK
Bib/ischer
BRL
K. GALLINO, Bib/isches Reallexikon (1937).
BZAW
Beiheft zur Zeitschrift für die alttestam. schaft.
dt
deuteronómico.
ed. M. North.
Wissen-
Dtr
Historia del deuteronomista.
dtr
deuteronomístico.
E
elohista.
EICHRODT, I 11 III
W. EICHRODT, Theologie des Alten Testaments, I-III (1933-39, del 1 5 1957).
GORDON
C. H. GORDON, Ugaritic Handbook, I-III (1947).
HAT
Handbuch zum Alten Testament, ed. O. Eissfeldt.
HUCA
The Hebrew Union College Annual.
J
yahvista.
JBJ
Joumal of biblical Literature.
JE
yehovista.
KORLER
L. KOHLER, Theologie des Alten Testaments (1936).
NOTR, Ges. Studien
M. NOTH, Gesammelte Studien zum Alten Testament (1957).
NOTR, Pentateuch
M. NOTH, Überlieferungsgeschichte des Pentateuch (1948).
NOTR, Über. Studien
M. NOTH, Überlieferungsgeschichtliche Studien (SchriL ten der K6nigsberger Oelehrten·Oeselschaft 1943),
P
documento sacerdotal.
RB
Revue biblique.
ROO
Die Religion in Geschichte und Gegenwart (21927-31, 31957.65).
ThLZ
Theologische Literaturzeitung.
ThR
Theologische Rundschau.
ThWBNT
Theologische Worterbuch zum Neuen Testamen, ed' O. Kittel- O. Friedrich.
ThZ
Theologische Zeitschrift.
VRIEZEN
Th. C. VRIEZEN, TheoJogie des Alten Testaments in Grundzügen.
VT
Vetus Testamentum. Wls~enschaft.
ZAW
Zeitschrift für die alttestamentliche
ZDPV
Zeitschrift des deutschen Palastina-Vereins.
ZThK
Zeitschrift für Theologie und Kirche.
1 Compendio histórico de la religión yahvista y de las instituciones sagradas de Israel
1 LOS PRIMEROS TIEMPOS
L
fuentes primarias de la historia religiosa y cultual del antiguo Israel se hallan exclusivamente en el Antiguo Testamento. Aquí encontramos también una exposición coherente de su historia primitiva, una imagen que no obstante sus grandes lagunas, nos impresiona por 10 acabado del conjunto. Narra la historia de Israel desde su primer antepasado hasta la entrada en Canaán, pasando por el período de la constitución de Israel como nación. La primera investigación crítica de la Biblia suprimió algunos de los elementos presentes en esa imagen del primitivo Israel. Muchas narraciones fueron consideradas legendarias, sobre todo las que se referían a la época patriarcal o mosaica y aparecían en consecuencia como documentos sospechosos para una reconstrucción exacta de los acontecimientos históricos. La crítica de fuentes del Pentateuco consiguió un resultado decisivo cuando pudo constatar que esta descripción de la historia primitiva de Israel se divide en varios documentos importantes, los cuales presentan a menudo una notable diferencia de pormenores. El más antiguo es el yahvista; proviene de los primeros tiempos de la monarquía y narra los sucesos anteriores a la entrada en Canaán, a una distancia de al menos 300 años. A pesar de ello, entre los mismos seguidores de Wellhausen, algunos científicos de gran talento crítico se atenían sustancialmente a la sucesión linear de los acontecimientos: la esclavitud de Egipto, el Sinaí, la marcha por el desierto, la entrada en la tierra prometida; y seguían consiAS
derando a MOIsés como el guía decIsIvo de Israel a través de todas esas etapas de su hIstOrIa 1. Esta problemática cambIO por completo con el estudIO de la hIstona de la tradIcIón, un método que sólo en los últImos años ha entrado en pleno vIgor La antIgua lllvestlgaclón hlstónca, no obstante hIcIera una crítica más lllCISlva, creyó sIempre en la posIbIhdad medIata o lllmedlata de llegar a descubnr, al menos en sus líneas generales, el verdadero decurso de los acontecImIentos detrás de la expOSICIOn IIterana de los mIsmos Esta oplllIón se ha demostrado errónea, pues detrás de la descnpclón propuesta por el Hexateuco no se encuentra de nlllgún modo la verdadera suceSIón hlstónca de los acontecImIentos sIlla tan sólo Ideas y conctlpclOnes de tradICIOnes antenores, que prOVIenen de ambIentes muy dIStllltoS y desde el punto de vIsta de la hlstona de las formas merecen un JUICIO muy dIferente. La precedente lllvestlgaclón crítica del AntIguo Testamento -aunque tenía plena conCIenCIa del carácter legendano de las tradICIOnes más antIguasse preguntaba ante todo por el contenIdo obJetIVO de la narraCIón, es deCIr, por la sucesIón hlstónca de los acontecImIentos. La pregunta era legítima pero un tanto prematura como podemos constatar hoy día, pues antes debemos plantear a cada una de las umdades menores de la tradICIón las SIgUIentes preguntas: (,qUIén es el narrador? ¿cuál es el punto de VIsta de la narracIón? ¿cuál es la posiCIón hIstórIca y teológIca más probable del autor? ¿cuál fue su mtencIón ? ¿de qué mentalIdad o tradICIón forma parte? Con otras palabras: nos hallamos frente a una gran vanedad de tradICIOnes sagradas cada una de las cuales eXIge un examen particular para llegar al núcleo hIstónco de la narracIón. De este modo la presentacIón de los acontecImIentos en los grandes documentos del J y E son el térmmo y el equlhbno 1llterno de un largo proceso en la transmIslón de los materIales de la tradICIón, pues cada una de las tradICIOnes aIsladas, que ahora se hallan ullldas en los documentos pnnclpales, han recorndo solas
1.
Así pe, H
GRESSMANN,
Mase und seme Zell (1913).
una larga historia en la que estaban expuestas a múltiples reelaboraciones y frecuentes interpretaciones con el fin de hacerlas actuales en los diversos períodos de la historia. Al principio existían completamente aisladas. Luego, por regla general, una de las tradiciones mayores las reunía en torno a sí y las asimilaba, (así p. e. las historias patriarcales, los acontecimientos del Sinaí, la marcha a través del desierto, etc.). Más tarde estos bloques fueron a su vez unidos los unos con los otros, pero en este caso el factor decisivo no fue la sucesión histórica de los acontecimientos de la cual nadie podía recordarse; la base de esta organiLdl-Íón de las tradiciones fue un cuadro teológico de la historia de la salvación, que existía ya desde antiguo bajo la forma fija de una profesión de fe cultual. Así pues, el camino que nos conducirá desde la exposición histórica como 1.1 presentan las fuentes hasta los hechos en sí mismos se ha vuelto mucho más largo, porque la imagen sencilla de las fuentes, que para los promotores de la crítica literaria constituía el punto de partida de sus investigaciones, debe considerarse el estadio final de una continua interpretación de la historia primitiVa de Israel. Aquí todo está configurado por la fe: la misma combinación de los acontecimientos en un largo camino de salvación no es un relato histórico; en sí misma es ya una profesión de fe en la guía divina. Esta historia de las diversas unidades de tradición hasta alcanzar su forma definitiva en los grandes documentos literarios abarca un capítulo extraordinariamente variado de la teología israelita. Por regla general, el simple empalme de dos tradiciones aisladas era ya un acto de interpretación teológica; pues bien, ¡qué enorme cantidad de tradiciones se fundieron en los complejos mayores a través de los siglos! Más tarde, en la sección titulada «La teología del Hexateuco», hablaremos de los puntos esenciales de este complicado proceso de interpretación teológica, que dio origen a la exposición actual de la historia primitiva de Israel en las fuentes literarias. Uno de los factores que crea mayores dificultades para conocer los hechos históricos de este período primitivo es, por consiguiente, la destrucción del cuadro narrativo que enmarca toda
la tradición del Hexateuco; pues si nadie dudaba del carácter legendario de muchas tradiciones individuales, se creía que el cuadro general, es decir: época patriarcal, esclavitud de Egipto, éxodo, revelación sinaítica, marcha por el desierto y conquista del país, nos procuraba una indicación bastante fidedigna sobre la sucesión histórica de los acontecimientos. En cambio, la situación cambia por completo si tomamos en serio el hecho de que el mismo decurso de los hechos principales responde a un esquema canónico de tipo cultual. Esto no significa de ningún modo que los hechos contenidos en dicho esquema no sean históricos, pero, en todo caso, la situación es diversa si la exposición de la historia primitiva de Israel se funda en recuerdos históricos inmediatos o si fue Israel quien ordenó de esta manera los acontecimientos en una profesión de fe cúltica, que los generaliza y simplifica convirtiépdolos en sucesos típicos. (Salta a la vista la analogía con la destrucción del cuadro narrativo de los evangelios sinópticos. La crítica de fuentes demostró que ésta no podía considerarse una exposición fidedigna de la existencia histórica de Jesús). Algo parecido ocurre con la perícopa del Sinaí, que tampoco se basa ante todo sobre recuerdos directos del acontecimiento concreto sino sobre tradiciones cultuales. Como veremos más tarde, la situación vital (Sitz im Leben) de la tradición sinaítica más antigua era, con mucha probabilidad, una de las grandes festividades litúrgicas. / Otra convicción iba a la par con estas reflexiones y en un principio ejerció un influjo destructor sobre la imagen tradicional de la historia antigua de Israel. Según Ex 1, 6 s., el pueblo israelita nace en Egipto y de allí parte como una unidad compacta hacia los sucesos ya conocidos que le conducirán a Canaán. Pero la investigación histórica ha demostrado que «Israe1>~ es el nombre de la confederación sagrada de tribus, que se constituyó por primera vez después del ingreso en Palestina. Por el momento no se puede demostrar históricamente la existencia de un «pueblo de Israel» antes de esta época. En este caso, la imagen del «pueblo israelita» en Egi