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Spanish Pages [538] Year 2012
AURELIO M. ESPINOSA,
hijo
CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN Tomo I
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN Tomol
BIBLIOTECA DE DIALECTOLOGÍA Y TRADICIONES POPULARES xx
Director Luis Calvo Calvo, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
Secretaria Cristina Sánchez-Carretero, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
Comité Editorial Yolanda Aixela Cabré, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Antonio Cea Gutiérrez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Celeste Jiménez de Madariaga, Universidad de Huelva Carmen Ortiz García, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Lloreny Prats i Canals, Universitat de Barcelona Francisco Xavier Roigé Ventura, Universitat de Barcelona Luis Ángel Sanchez Gómez, Universidad Complutense de Madrid Beatriz Santarnaría Campos, Universitat de Valencia
Consejo Asesor 1.1aría Jesús Buxó Rey, Universitat de Barcelona Paloma Díaz Mas, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Miguel Lisbona Guillén, Universidad Nacional Autónoma de México-Chiapas Joan Prat i Carós, Universitat Rovira i Virgili Ricardo Sanmartín Arce, Universidad Complutense de Madrid
AURELIO M. ESPINOSA, hijo
CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN Tomol
Segunda reimpresión
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTíFICAS MADRID,
2016
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almace narse o transmitirse en manera alglllla por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informá tico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva respon sabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
Primera edición: 1987 Primera reimpresión: 1996 Segunda reimpresión: 2016
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http://editorial.csic.es(correo:[email protected])
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JlCSIC
© CSIC © Herederos de Aurelio M. Espinosa
ISBN: 978-84-00-06439-6 (obra completa) ISBN: 978-84-00-06440-2 (tomo
1)
e-ISBN: 978-84-00-10097-1 (obra completa) e-ISBN: 978-84-00-10096-4 (tomo
1)
NIPO: 723-16-005-5 e-NIPO: 723-16-006-0 Depósito Legal: M. 25.326-1996 Impresión y encuadernación: Cofás, S. A Impreso en España.
Printed in Spain
En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a
llll
cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
proceso de blanqueado ECF,
A mi padre
1 NTRODUCCIÚN Los estudios folklóricos han progresado notablemente en Es paña desde que las primeras colecciones modernas de cuentos tradicionales españoles fueron publicadas por Fernán Caballero, creadora de la novela de costumbres, en la segunda mitad del siglo diecinueve . Con el interés creciente que el estudio de la cul tura y de las tradiciones populares despierta en el mundo, se ha dado mayor importancia a la investigación de las diferentes ma nifestaciones de la cultura popular en los países hispánicos
l.
Los cuentos que se publican en el presente tomo forman parte de una colección de más de quinientas versiones que fueron re cogidas directamente de la tradición oral en las provincias cas tellanas y leonesas de España. Si se tiene en cuenta el papel pre ponderante de Castilla y de León en la historia de la cultura his pánica -recuérdese, por ejemplo, el papel de Castilla en la vida del romancero-, se comprenderá el interés que puede ofrecer una investigación folklórica dedicada exclusivamente a las regio nes mencionadas . Este primer tomo representa la mitad, aproximadamente, de la colección completa. Incluye cuatro grupos de cuentos: los cuen tos de animales, los de encantamiento, los de brujas y los ejem plares y morales . Reservo para. otro tomo los cuentos novelescos, los de ogros , chistes y anécdotas, y los cuentos de fórmulas fijas . Las excursiones necesarias para la recolección de los materia les -subvencionadas generosamente por la doctora Elsie Clews Parsons , de la American Folklore Society- fueron realizadas du rante la primavera y verano de 19362• Las regiones representadas en la colección son las cuatro provincias leonesas de León, Palen1 Las colecciones y estudios de cuentos tradicionales consultados en la preparación de la presente obra se hallan citados en la sección de notas. 2 He descrito estas excursiones folklóricas en mi artículo «More Spanish Folk-Talesll, en llis¡;ania, XXII, 103·114.
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AURELIO M. ESPINOSA
cia, Valladolid y Zamora, y todas las provincias de Castilla la Vie ja, con excepción de Avila y Logroño. Incluyo también una versión madrileña, que debo a la amabilidad del distinguido escritor y ca tedrático, don Dámaso Alonso. Las versiones recogidas en la zona castellana ascienden a 277. De éstas, 80 proceden de 'la provincia de Burgos; 12 de Santander;
184 de Segovia, y 2 de Soria. Las leonesas son 230. De éstas, 4 pro ceden de Asturias; 25 de León; 71 de Palencia; 123 de Valladolid, y 7 de Zamora. En cuanto a la ordenación de los cuentos, los he repartido en ocho grupos, siguiendo de cerca la clasificación de Aarne-Thomp son en The Types o/ the Folk-Tale
3.
Estos grupos, con el número
de versiones incluidas en cada uno, son:
1.
II.
Cuentos de animales
60 versiones
Cuentos de encantamiento
89 versiones
III.
Cuentos de brujas
31 versiones
IV.
Cuentos ejemplares y morales
39 versiones
Cuentos novelescos
59 versiones
V. VI . VII . VIII.
5 versiones
Cuentos de ogros
173 versiones
Chistes y anécdotas Cuentos de fórmulas fijas
53 versiones
Total
509 versiones
Como se ha explicado anteriormente, el presente tomo no in Cluye más que los primeros cuatro grupos. El texto de los cuentos va seguido de una sección de notas. En éstas trato de analizar los elementos de los cuentos de acuer do con las nuevas orientaciones de la escuela américa-finlandesa. Sigo minuciosamente los índices de Thompson 4 y Aarne-Thomp son, y hago referencia a los análisis, observaciones y notas com.
The Types 01 the Folk-Tale. A Classification and Bibliography. Antti Verzetchnis der Miirchentypen, translated and anlarged by Stith Thompson. Second revision, Folklore Fellows Communications, núm. 184, 3
Aarne's
Helsinki, 1961. La abreviatura bibliográfica que empleo para esta obra es Aarne-Thompson. •
'I'HOMPSON, Mottl-Index 01 Folk-Literature. Revised and enlarl!;ed 6 vols., Indiana University Press, Bloomington, Indiana, 1955-1959.
STIn¡
edition.
CUENTOS PO PULARES DE CASTILLA Y LEÓN parativas de Espinosa, en los Cuentos populares \�spañoles bién trato
de dar,
mediante
11 s.
Tam
citas bibliográficas, una idea de
conjunto acerca de la difusión geográfica y transmisión por el mundo hispánico de los diversos tipos de cuentos representados en la colección. No será necesario añadir que esta parte de mi estudio no ha podido ser exhaustiva. Espero, sin embargo, que las indicaciones den una idea aproximada de la popularidad de los temas, y que constituyal� una base segura para los estudios futuros. Incluyo también breves notas sobre las versiones literarias inspiradas en los diversos temas, pues, como había que esperar, la mayoría de los cuentos que integran esta edición son bien cono cidos en la tradición literaria de España y de otras partes de Europa. «El ángel y el ermitaño» (núm. 1 86 en esta colección; Aarne-Thompson, núm. 756 A), por ejemplo, tiene relación con las leyendas, de origen oriental, en las cuales, según ha demostra· do Menéndez Pidal6, debió de inspirarse el autor de El condenado
por desconfiado. En Calila y Dimna hallamos ya una versión de «Principiéle»
(núm.
12;
Aarne-Thompson,
núm.
15), y de «La
picaciña y los picaciños» (núm. 1 6; Aarne-Thompson, núm. 56 A, Boggs 7 , núm. 57
*
A). En el Libro de buen amor se halla «El lobo
madrugador» (núm. 30; Aarne-Thompson, núm. 122 A), Y en el Li
bro de los enxiemplos, «El hombre y la serpiente» (núm. 4 1; Aame Thompson, núm. 155). Encuéntranse tambi�n alusiones a algunos de estos cuentos en la literatura moderna española e hispanoamericana. Recuérde se, por ejemplo, la referencia a «El hombre y la serpiente» en
Cañas y Barro, y a «El herrero y la muerte» (núm. 82; Aarne Thompson, núm 330 A) en Don Segundo Sombra, etc. Aunque los materiales reunidos pertenezcan en su mayor par te al caudal folklórico del mundo occidental, es importante notar, sin embargo, que en el caso de muchos cuentos registramos por primera vez su existencia en las provincias castellanas y leonesas. En otros casos, aun tratándose de un cuento conocido, se narra en forma algo diferente o con algún elemento nuevo. 5 s
ESPINOSA, Cuentos populares españoles, 3 vols. Madrid, 1947. Estudios literarios. Colección Austral, vol. 28 (2." edic., Buenas Aires
AURELIO M.
México, 1939), pp. 9-80. 7 R. S. BOGGs, Index 01 Spanish Folktales, Folklore Fellows Communica tions, XXXII, núm. 90, Helsinki, 1930.
12
AURELI O M. ESPINOSA
Estos cambios, por insignificantes que parezcan, son de inte rés para el folklorista. La cuestión que hoy ocupa preferentemen te la atención de una gran parte de las personas que se dedican a los estudios kolklóricos es la que se refiere a la investigación del origen y transmisión de los cuentos tradicionales. Huelga añadir que para llegar a conclusiones seguras en los problemas que le interesan, el folklorista debe contar con el mayor número posible de versiones de un cuento determinado . En la recolección de los cuentos populares es indispensable observar dos condi ciones . En primer lugar, se han de recoger so lamente aquellos cuentos que los narradores hayan oído contar a otras personas, y nunca cuentos leídos en algún libro . Como garantía, es preferible que los narradores sean personas de esca sa instrucción. En segundo lugar, es preciso reproducir el lenguaje del narrador hasta en sus detalles más pequeños. Los cuentos tradicionales tienen valor solamente cuando se reproducen en el lenguaje en que han sido transmitidos de generación en genera ción. Observando estas dos condiciones podemos estar seguros de que un cuento determinado, así como cualquier término , ex presión o giro local que aparece en él, es por su origen y evolución una parte inseparable de la propia tradición del pueblo en que circula. No es necesario añadir que el autor ha puesto el mayor empe ño en cumplir ambas condiciones . De este modo, aun cuando se conocen versiones españolas y extranjeras para la mayor parte de los cuentos de esta colección, puede decirse que se trata real mente de « cuentos populares de Castilla y León». He procurado reproducir los cuentos exactamente como fue ron contados por los narradores. Por lo que se refiere a la mor fología, sintaxis y vocRbulario , la empresa ha sido fácil, y se re produce el lenguaje de los narradores hasta en los detalles más pequeños. En cuanto a la pronunciación, la fidelidad es menor, pues, .para representarla, se emplean los signos ordinarios del alfabeto español. No obstante, aun usando el alfabeto normal, se ha tratado de representar los rasgos más salientes de la pro nunciación popular, tales como la pérdida, adición o sustitución de sonidos; otros fenómenos fonéticos, en cambio , como la elisión y la sjnalefa, que no se reflejan en la ortografía normal, no que dan registrados . Los textos de los cuentos ilustran perfectamen te la gramática y vocabulario del lenguaje popular de los puntos
CUENT OS PO PULARES DE CASTILLA Y LEÓN
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visitados, pero no tienen valor para los estudios de fonética dia lectal. Algunas veces no se encuentra uniformidad de pronunciación, aun en el caso de un solo individuo . En estos casos se respeta siempre la forma usada por el narrador. En Castilla la Vieja, por ejemplo, la d final se pronuncia muchas veces como interdental fricativa sorda, z. La misma persona puede pronunciarla así, y de vez en cuando usar d fricativa sonora, más o menos reducida y ensordecida, o suprimirla por completo . Tales vacilaciones en la forma de las voces subsisten en los textos como trasunto de la palabra viva del narrador. Los siguientes fenómenos fonéticos quedan indicados en la ortografía: la sustitución de un sonido por otro : aceztar por aceptar; boearón por boquerón; dispués por después. b) metátesis: naide por nadie; probeza por pobreza. e) conservación de e final tras d: güespede por huésped; rede por red. d) pérdida de d final : metá por mitad; y de d en la termina ción ado, ada: lao por lado. e) pérdida de otros sonidos: entavía por [en] todavía; diquiá por de aquí a; dispusión por dispusieron. ) ultracorrección : diría por iría, diendo por yendo. f g) confusión de prefij os, o prefijos falsos : alcordar por acordar; ingüento; aeontinuar por continuar. h) cruces de palabras: ruinseñor por ruiseñor; nadien por nadie; cercas por cerca ( cerca+s de lejos). a)
Las formas verbales y pronominales se reproducen tal como fueron usadas por los narradores, aunque falte a veces uniformi dad de pronunciación: el mismo individuo puede usar tuvieron y tuvon, dijeron y dijon, sus y os, etc. Los rasgos morfológicos más salientes que se observan en los cuentos son: a) b) e) d)
empleo de sus, vos, por os. dativo del pronombre femenino de tercera persona, la por le. acusativo del masculino, plural, les por los. plural analógico del reflexivo se: pegándosen por pegán dose.
AURELIO M . ESPINOSA
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formas verbales analógicas: caeron por cayeron; oya; su cezca; ofrezga; haiga; friyendo; puson; dijon; hizon; vía por veía. f) s final en la persona tú del pretérito: fuistes por fuiste. g) conservación de e final (como i), y pérdida de la d, en el plural del imperativo : cerrai por cerrad; ponei ( o poní) por poned. h) cambios de conjugación: querís por queréis; poníme por ponedme.
e)
Algunas partiCUlaridades de la sintaxis de los cuentos son:
a)
inversión del orden normal de los pronombres objetos:
me se por se me; te se por se te. b)
uso del condicional por el pasado de subjuntivo.
c)
acumulación, y empleo innecesario, de preposiciones: a en ca por a casa; montar de a caballo; prometió de hacer; muy de temprano.
En cuanto al vocabulario, aparecen en los cuentos algunas vo ces
regionales:
andao (por entenado) 'hijastro'; canto raliego 'canto rodado'; candiletas 'voltaretas'; agorrutadina 'acurrucada'; escullar 'gotear'; la vasa 'la vajilla'; malvarse 'ponerse candente'. Algunas palabras presentan nuevos significados : atropar 'reco ger'; dar murga 'hacer burla'; quedar 'dejar'. Subsisten algunos arcaísmos: cuasi por casi; metá por mitad; ende 'desde', Doy a continuación los nombres de las personas que me han narrado los cuentos que contiene este estudio, con sus edades, oficio o prOfesión, y el pueblo de su residencia. Reciban todos mi más sincero agradecimiento. En las indicaciones que agrego al final de los cuentos señalo la procedencia de éstos según la enu meración aquí indicada. Si faltan las indicaciones correspondien tes, es que dejé de anotar la procedencia del cuento. I.
Albertos Bernal, Cesáreo, de 51 años, de Riaza, Se
I!.
Alonso, Juan Pascual, de 55 años, dulzainero, de Al
govia. deonsancho, Segovia. II!.
Álvarez Gallego, Fernando, de 1 2 años, de Peñafiel, Valladolid.
CUENTOS PO PULARES·DE CASTILLA y LEÓN IV.
15
Antonio, Ascensión de, de 1 3 años, de Sepúlveda, Segovia.
V.
Aparicio, Purificación, de 1 9 años, de Nava del Rey,
VI.
Arroyo, Alipio, de 1 2 años, de Villadiego, Burgos.
VII .
Arroyo, Miguel, de 60 años, de Herrera de Río Pi
VIII.
Ballesteros, Faustino BIas, de 60 años, labrador, de
Valladolid.
suerga, Palencia. Arahuetes, Segovia. XI.
Bragado Escudero, Pedro, de 78 años, de Tordesillas,
X.
Bueno, Sagrario, de 1 1 años, de Roa, Burgos.
XI.
Capdevila, Josefa, de 78 años, de Peñafiel, Valla-
XII.
Casado, Dominga, de 69 años, de Sepúlveda, Segovia.
XIII .
Casla, Santas, de 80 años, de Sepúlveda, Segovia.
Valladolid.
dolid.
XIV.
Castro, Lorenza, de 1 1 años, de Covarrubias, Burgos.
XV.
Castro G., Victoriano, de 55 años, profesor, de Za-
XVI .
Díez Cuervo, Eugenio, de 1 4 años, de Vega de Val
mora, Zamora. detronco, Valladolid. XVI I .
Díez, Daniela, de 38 años, de Quintana Díez de la
XVIII.
Ercilla, Eleuterio, de 70 años, labrador, de Astudi-
Vega, Palencia. 110, Palencia. XIX.
Ercilla, Srta. de, de 70 años, de Astudillo, Palencia.
XX.
Fernández, María, de 12 años, de Casasola de Arión, Valladolid.
XXI .
Frailes, Hermenegildo de los, de 78 años, de Navas
XXII.
Fuente, Margarita de la, de 1 2 años, de Gumiel del
XXIII.
García, Anastasio, de unos 60 años, comerciante, de
XXIV.
García, Catalina, de 70 años, de Astudillo, Palencia.
XXV.
García de Castro, Dionisio, de 48 años, labrador, de
XXVI.
García de Diego, Pedro, de 75 años, posadero, Nava
de Oro, Segovia. Mercado, Burgos. Nava de la Asunción, Segovia.
Tordesillas, Valladolid. de la Asunción, Segovia. XXVII .
Garrido, Florencio, de 63 años, de Saldaña, Palencia.
16 XXVIII. XXIX. XXX. XXXI . XXXII. XXXIII. XXXIV. XXXV . XXXVI . XXXVII . XXXVIII . XXXIX. XL. XLI . XLII . XLIII. XLIV. XLV. XLVI . XLVII. XLVIII. XLIX. L.
AURELI O M. ESPIN OSA
Gil, Benito, de 40 años, de Matabuena, Segovia. Gil, Juana, de 12 años, de Matabuena, Segovia . Gil, Saturnina, de 13 años, de Matabuena, Segovia. Gómez, Teodora, de 50 años, de Cervera de Río Pisuerga, Palencia . González, Baltasar, de 19 años , de Cervera de Río Pisuerga, Palencia. González, Natividad, de 1 1 años, de Tinieblas de la Sierra, Burgos. Olalla, Julián Gonzalo, de ] 1 años, de Covarrubias, Burgos. González, Patricio, de 63 años, de Navas de Oro, Segovia. Gutiérrez, Eugenio, de 55 años, de Pomar de Valdi via, Palencia. Gutiérrez, Santiago, de 72 b,ños, labrador, de Cerve ra de Río Pisuerga, Palencia. Gutiérrez Cuñado, Antolín, de 35 años, de Roales, Valladolid. Hernán, Amalio, de 60 años . sastre, de Peñaranda de Duero, Burgos. Hernán Gómez, Teodoro, de 22 años, de Riaza, Se govia. Herránz, Celestino Magdaleno, de 65 años, de San Martín de Mudrián, Segovia . Iglesias, Miguel, de 60 años, herrero, de Arbejal, Palencia. Juarros, Basilisa, de 13 años, de Covarrubias, Burgos. López, Carmen, de 18 años, de Retuerta, Burgos . Manero, Ecequiela, de 50 años, de Burgos, Burgos . Martín, Apolonia, de 54 años, j ornalera, de Fuenteodre, Burgos. Martín, Gregorio , de 81 años, pastor, de Villabrági ma, Valladolid. Martín, Isidro, de 30 años, de Coca, Segovia. Martínez Díez, Anastasio, de 10 años, de Peñafiel, Valladolid. Menéndez, Ciselia, de 43 años, de Mota del Marqués, Valladolid.
CUENTO S P O PULARES DE CASTILLA Y LEÓN
17
LI . LII . LIII.
Miravalles, María, de 3 0 años, de Roa, Burgos. Moneo, Leonor, de 11 años, de Covarrubias, Burgos. Monje Rodríguez, Lorenzo, de 14 años, de Mota del Marqués, Valladolid.
LIV. LV.
Núñez, Faustina,. de 74 años, de Covarrubias, Burgos. Obregón, Valentina, de 12 años, de Urueña, Valla dolid. Orga Díaz, Juan José, de 31 años, maestro calzador, de Frama, Potes, Santander. Pascual, María, de 28 años, de Pedraza, Segovia. Pastor, Priscila, de 64 años, de Peñaranda de Duero, Burgos.
LVI . LVII . LVIII. LIX. LX. LXI . LXII. LXIII. LXIV. LXV. LXVI . LXVII. LXVIII. LXIX. LXX. LXXI . LXXII. LXXIII.
Peña, Ausivio de la, de 40 años, de Villadiego, Bur gos. Peña, Nicolás, de 33 años, labrador, de Villadiego, Burgos. Pineda, Lucía, de 43 años, de Tinieblas de la Sierra, Burgos. Platero Frutos, Baltasar, de 12 añOS de Peñafiel, Valladolid. Platero Frutos, José, de 1 1 años, de Peñafiel, Va lladolid. ,.
Portillo, Antonia, de 13 años, de Roa, Burgos. Prieto de Castro, Ascaria, de 5 1 años, obrera, de Morgovej o, Riaño, León. Ramírez, Soledad, de 55 años, de Covarrubias, Bur gos. Ramos, Hortensia, de 12 años, de Cervera de Río Pisuerga, Palencia. Redondo, Petronilo Bartolomé, de 74 años, de Na vas de Oro, Segovia. Revilla, Balbina, de 1 1 años, de Sepúlveda, Segovia. Revilla, Purificación, de 1 3 años, de Sepúlveda, Se govia. Revuelta, Tomasa, de 12 años, de Mota del Marqués, Valladolid. Rodríguez, Purificación, de 14 años, de Mayorga de Campos, Valladolid. Rodríguez Esteban, Pedro, de 73 años, de Tordesi llas, Valladolid.
18 LXXIV. LXXV. LXXVI . LXXVII. LXXVI II . LXXIX. LXXX. LXXXI . LXXXII. LXXXIII. LXXXIV. LXXXV. LXXXVI. LXXXVII. LXXXVIII. LXXXIX. XC .
AURELI O M. ESPINOSA
Ruiz Salinero, Mariano, de 58 años, dulzainero, de Peñafiel, Valladolid. San Alvaro, Felipa, de 71 años, de Arcones, Segovia. Sanz, Bonifacia, de 19 años, de Matabuena, Segovia. Sanz, Sabina, de 11 años, de Cuéllar, Segovia. Sanz, Teodoro, de 40 años, labrador, de Matamala, Segovia. Sanz, Teresa, de, 12 años, de Roa, Burgos. Tanarro Sanz, Andrea, de 86 años, de Sepúlveda, Segovia. Tejada, Petra, de 54 años, niñera, de Covarrubias, Burgos. Valdés López, Cipriana, de 70 años, de Sepúlveda, Segovia. Vázquez, Gabina, de 54 años, de Peñafiel, Valladolid. Vega, Jesús, de 55 años, de Peral de Arlanza, Burgos. Velasco, Anselmo, de 36 años, labrador, de Astudi110, Palencia. Velasco, Feliciano, de 60 años, de Covarrubias, Bur gos. Velasco, Pedro, de 69 años, labrador, de Astudillo, Palencia. Víctores, Eustasia, de 55 años, de Roa, Burgos. Yuguero, Nicomedes, de 72 años, pastor, de Siete iglesias, Valladolid. Yuguero Casado, Filiberta, de 25 años, de Sieteigle sias, Valladolid.
Aunque se reconoce la utilidad de los cuentos tradicionales para los estudios científicos, no se les atribuye, en general, exce lencias de orden estético. Es interesante observar, sin embargo, como he indicado en una edición abreviada de esta obra 8, que hace más de un siglo Lermontov declaraba que había más poesía en un cuento popular ruso que en toda la literatura francesa. No he de advertir a los lectores que el cuento tradicional (así como las demás manifestaciones del folklore -romances, cantos, j ue gos-) conserva los ritmos y moldes de una primitiva literatura oral. Los narradores -obreros, labradores, pequeños comercian8 A URELIO M. EsPINOSA, hijo, Cuentos populares de Castilla. Colección Austral, vol. 645. Buenos Aires-México, 1946.
CUENTOS P OPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
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tes, pastores, niñeras- transmiten, agregando cada uno su apor tación personal, los restos de una literatura oral que ha llegadO a ellos por los más diversos caminos y en diferentes épocas . Al mismo tiempo se conserva fielmente el carácter popular del narrador. En los cuentos se oye el acento del pueblo, en autén tico reflejo. Para apreciarlos hay que desprenderse del prejuicio que busca la excelencia asociada a la educación, y no admite que pueda presentarse el ápice de la aptitud artística en individuos faltos de toda preparación técnica. Hay cuentos en que se nota el estilo vulgar y rudo propio de un campesino sin letras ni ins trucción; el mérito consiste en la espontaneidad con que se na rran los hechos sin preocuparse por los medios de expresión. En otros se observa un candor que llena de encanto al oyente. Y hay otros que se desarrollan con tal naturalidad y gracia que in dudablemente pueden figurar entre los más singulares de que hay ejemplos en lengua alguna. Al terminar estas líneas, quiero expresar mi prOfundo agrade cimiento a todas aquellas personas que han intervenido en la pu blicación de esta obra -especialmente a doña María Concepción Casado Lobato, directora del Instituto de Filología Hispánica, por la lectura cuidadosa del trabajo y la atención que en todo momento le ha dedicado- y al eminente folklorista, don Julio Camarena Laucirica, por su inestable colaboración y ayuda, al cual debo no solamente las referencias a versiones en varias colecciones impor tantes, sino también valiosas observaciones y enmiendas. Se publica esta obra como anejos de la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. A su director, don Julio Caro Baroja, de seo expresar mi gratitud por su interés y ayuda. Aurelio M. Espinosa, hijo Stanford University, California.
15 de junio de 1985 .
I CUENTOS DE ANIMALES
A.
ANIMALES SALVAJES
B.
ANIMALES SALVAJES Y DOM�STICOS
C.
EL HOMBRE Y ANIMALES SALVAJES
D.
ANIMALES DOMÉSTICOS
E.
AVES, BATRACIOS E INSECTOS
TEXTOS
A.
ANIMALES SALVAJES
1 LA RAPOSA Y EL SARDINERO Éste era un sardinero que venía de Torquemada a Estudillo.
y un día se encontró en medio el monte a la raposa, que estaba en mitá del camino haciendo la muerta. Y dice el sardinero :
-¡ Oy, una raposa muerta! y la cogió y la echó encima de las banastas. Y la raposa, desde arriba, mientras no se cuidaba el sardinero, empezó a tirar sar dinas de las banastas hasta que las tiró todas. Y después se tiró a tierra y las recogió orilla de un carrasco. Y pasó por allí el lobo. -¿Qué haces allí, raposa? -le dice el lobo. -Mira -dice-, estoy almorzando . -Pues, me tienes que dar de almorzar a mí. -Ah, ¿sí? Pues, estas sardinas son mías -dice la raposa. -Pues, si no me das de almorzar, te como a ti, además de las sardinas. Y, ¿cómo te has arreglao para coger estas sardinas? -Mira. . . Haciendo la muerta -dice-. Me tumbé en el cami no cuando pasaba el sardinero; me echó encima de las banastas, se las tiré todas y las he atropao aquí para comerlas. De forma que si quieres almorzar conmigo, mañana tienes que hacer lo mismo tú. -Bueno -dice el lobo. Y al día siguiente, en el mismo sitio próximamente, se encon tró el sardinero con el lobo, que estaba en mitá del camino como si estuviese muerto. Y dicé el sardinero: -Pues, no me fastidias a mí. No va a pasar lo mismo que ayer.
Y sacó la navaja y se puso a quitarle el pellejo . Le quitó el pe
llejo vivo, claro, dejándole con lo de las patas, nada más, V la
26
AURELIO M. ESPINOSA
cabeza, y le dejó allí en el camino medio muerto. Y en el momento en que le dej ó el sardinero, echa a correr el lobo, gritando : -¡Esa maldita raposa! ¡En cuanto la vea, la mato ! y le gritaba la raposa, desde lejos: -¡Eh, el de las botas y el sombrero ! ¿Qué tal te fue con el sardinero? -¡No hay más ! -vuelve a repetir el lobo-. ¡Ande la vea, la mato! y la raposa tenía mucha sez ; pero de miedo que tenía, antes de ir a beber al río, se metió en un dujo de miel y se revolcó después en un carrasco, y se llenó de hojarascas . Y así bajó a beber agua al río. Y entonces baja el lobo, y le dice la raposa: -Pero, ¿cómo vienes así? y dice el lobo: -¡Esa maldita raposa que me mandó hacet el muerto para robar las sardínas al sardinero! Y el sardinero, porque estaba es carmentado de la raposa, me quító el pellejO . Y tú, ¿quién eres? -le díce el lobo a la raposa. -Pues, yo soy el hojarasquín del m onte -le contestó la raposa. y colín colorao, este cuento se ha acabao. Astudillo, Palencia. Narrador LXXXV 1, 13 de mayo, 1936.
2
EL ACEITERO Y LA Z ORRA Iba un aceitero por un camino vendíendo aceite a cuenta de buevos -como así se acostumbraba en siglos pasados. Y de dos arrobas de aceite que llevaba, llevaba el importe en buevos. Una zorra muerta de hambre, viendo venir al aceitero, que llevaba las aguaderas llenas de buevos, se fingió la muerta, y se tendió en medio del camino, esperando a que llegara el aceitero. y al ver éste a la zorra, que la creyó muerta, para poder aprove char la piel, la tiró encima de su carga. 1
La lista de los narradores se halla en la Introducción.
CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
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La zorra, que lo que tenía era hambre -no que estaba muer ta-, se enredó a cascar buevos de la carga. Y el aceitero, como iba con su mulo del ramal, no se daba cuenta de que la zorra era viva, no �uerta. Pero después que comió todos los buevos que la fueron necesarios para llenar el vientre, la zorra empezó a can tarle al aceitero: - ¡Tunturuntera! ¡ Harta de buevos y bien caballera! ¡ Tunturuntera! ¡ Harta de buevos y bien caballera! Quiso el pobre aceitero echar mano a la zorra; pero quedó burlado. Porque la zorra se meó el rabo, le dio dos guisopazos y le cegó los ojos. Y sin saber por dónde, se le escapó. Aldeonsancho, Segovia. Narrador 11, 21 de abril, 1936.
3 EL LOBO Y LA ZOR.RA Iba una vez un sardinero vendiendo sardinas por un camino con su burro y sus canastas de sardinas. Y en el camino se encon tró con una zorra que había hecho la muerta. El sardinero la dio una patada y, creyendo que estaba muerta, la echó a la carga. La zorra, cuando se vio entre las sardinas, empezó a tirarlas de las canastas. Y ya de que tiró las suficientes, pegó un· salto del burro al suelo. Empezó a coger las sardinas, coger las sardi nas, hasta que las cogió todas. Y se subió a un alto a comérselas. Cuando las estaba comiendo, llegó un lobo y la dijo: -Zorrita, dame una sardinita. -Vete tú a pescarlas como yo he ido -dijo la zorra. -Enséñame e iremos a ver -dijo el lobo. Entonces la zorra cogió una cesta, se la ató al rabo del lobo y se fueron los dos al río. Cuando llegaron allí, la zorra llenó la cesta de piedras y tiró al lobo al río.
y la zorra le decía: -¡Apenca, apenca, que sale pesca!
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y el lobo tiraba que tiraba, hasta que se le partió el rabo. La zorra echó a correr para que no la pillara el lobo y, cuando corría, vio que venía en busca de ella el sardinero. Tuvo que correr al monte y esconderse para que no la buscaran. Peñaranda de Duero, Burgos. Narrador XXXIX, 16 de julio, 1936.
4 EL DE LAS MANGAS Y EL CAPIRUCHUELO Pues esto era una vez un carretero que venía de la Montaña a Campos por un carro de vino. Al volver al pueblo ya con el vino, traía en el carro también una barrica de sardinas arengues. En el páramo la raposa, o sea la zorra, olió las sardinas y fue y se hizo la muerta en metá de la carretera. El carretero, al pasar, vio a la zorra y dice: -¡Barajo, una zorra muerta! Conque la cogió y la tiró al carro. Y después que la zorra se vio en el carro, empezó a tirar sardinas de la barrica al camino hasta que las tiró todas. Después tiró la barrica, saltó del carro y fue recogiendo las sardinas que había tirao, echándolas otra vez en la barrica. El carretero SiguiÓ su camino, sin darse cuenta de la travesura de la zorra. Y la zorra, después que cogió las sardinas todas, se retiró de allí a un lado del páramo para comerlas. Ella que las estaba comiendo cuando pasó por allí un lobo que le llamaban el lobo Martín, y la dice: -Catalina (que así se llamaba la zorra), ¿qué comes? -¡Ah, níño -contesta la zorra-, pajas! y como la zorra escupía, el lobo la preguntó: -Y, ¿qué escupes? -Pues, hijo, las más largas -rozo la zorra-o ¿Quieres saber lo que como? Pues mira; como truchas. -Y, ¿dónde las has cogido? -preguntó el lobo. -Mira -le dice la zorra-; allá abajo en aquel rio tan hondo, .
allí he estao pescando. -¿Quedaron más?
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-¡Ay! ¡Ya lo creo! Allí nunca se acaban. Mira; si quieres ir conmigo, te ato un cesto al rabo, y tú delante y yo echando tru chas hasta que llenemos el cesto. Y después las comemos juntos. -Bueno; pues vamos allí -dice el lobo. Desocupó a zorra la barrica de sardinas muy disimulada, sin que lo viese el lobo. Se marcharon para el río y, antes de meterse en el agua, le ató la barrica al rabo. Entraron en el río y la zorra empezó a echarle cantos en la barrica. Ya tenía el cesto a medio de cantos, cuando la dice el lobo: -Catalina, ¡que pesa mucho! -¡Ah, niño, no te apures! -contesta la zorra-o ¡Cuantos más pesquemos, más comeremos! Le llenó el cesto de tal manera que el pObre lobo se le arrancó el rabo, y marchó maldiciendo de la zorra. -Ya me las pagarás todas juntas -decía el lobo. Resulta que se enemistaron mucho el lobo y la zorra. y estaba enfermo en el monte el rey de los animales, el león, y todos los animales iban a verle. Cada uno le decía al león que era bueno esto o que era bueno lo otro, de medicina. Y fue tam bién a verle el lobo rabón. Y dicen los animales todos: -La que no ha venido a ver al rey es la zorra, Catalina.
Y ellos que estaban hablando esto cuando llaman a la puerta. -¿Quién llama? -Catalina, la zorra. -¡Pase, pase! Así nos dirá a ver qué medicina es buena para curar a nuestro rey, que está enfermo. La astuta de la zorra echó luego la vista adonde estaba el lobo
Martín. Pero el lobo, al verla entrar, no tuvo tanta paciencia, y dice: -Lo que es muy bueno para medicinas es el pellejo de las zorras. y dice ella: -Calla, calla, no hables, que ya sabes que a ti te han quitao el rabo ya pa medicinas. Y si no, que le miren a ver si tiene rabo. Efeztivamente, van a mirar al lobo y se encuentra con que no tiene rabo. Dan detrás del pobre animal y le desollaron todo, no dejándole más que un poco pellejo en el hocico, otro poco en las orejas y otro poco en el culo. Entonces le soltaron. En todo el monte no había nada más que una fuente, y el lobo, deseoso de vengarse de la zorra, dice:
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-No volverás tú a beber agua en la fuente; antes te has de morir de sez. La zorra, entonces, queriéndose disfrazar para que el lobo no
la conociese, se fue a un colmenar. Después de llenar la barriga de miel se revolcó bien entre la miel, y se salió del colmenar. Se fue entonces debajo de un roble, que había muchas hojas caídas, y se revolcó entre las hojas también, de manera que quedó toda cubierta de hojas. Se fue entonces la zorra para la fuente, convencida de que el lobo no la conocería. Llega a la fuente y, al ver al lobo tumbao al pie, le dice: -¿Me dejas beber agua?
y el lobo le contesta: -Bebe, bebe, hojarasquil del monte; bebe lo que quieras. Fue la zorra, bebió hasta hartarse y se marchó. Después que estaba un poco separada, le grita al lobo: -¡No me has conocido, Martín! ¡Pues soy Catalina, la zorra! El lobo, que la conoció en el habla, desesperao, echó a correr detrás de ella. Estaba loco, porque como no tenía pellejo, le acri billaban los mosquitos. La zorra, al verse perseguida ya tan cerca, vio una hura en el suelo y se metió por ella. Y no dándola tiempo a esconder pa dentro el rabo, le dejó fuera. El lobo llegó y la agarró del rabo con los dientes y ella... a tirar pa dentro, y el lobo... a tirar pa afuera, hasta que ya la sacaba arrastrando. De que la zorra se vía perdida, se le ocurrió decirle al lobo: -Tú, cuanto más vas, más tonto que eres. ¿Qué te crees, que
tiras de mi rabo? ¡Tira, tira, que de la raíz de una mielga tiras! El lobo soltó la cola de la zorra con mucha rabia, creyendo que, efeztivamente, era la raíz de una mielga, y se marchó mal diciendo su fortuna. Pero la zorra siempre le estaba insultando al lobo. Se subía a los picos de los árboles y, cuando el lobo estaba más desesperao espantándose las moscas, le decía: -¡Oye, tú, el de las mangas y el capiruchuelo! Si vas a concejo. ¡cuenta, cuenta lo tuyo, y deja lo ajeno! Morgovejo, Riafio, León. Narrador LXV, 19 de mayo, 1936.
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EL LOBO Y LOS DIABLOS ENRAMADOS En unos montes de Extremadura había un cabrero que guar daba cabras. Y en estos montes había un lobo y una zorra. Y to das las tardes, cuando el pastor bajaba al pueblo con sus cabras, iba el lobo a esperarles, a ver si pOdía agarrar alguna. Un día el lobo tenía mucha hambre, porque hacía unos cuan tos días que no comía. Y se encontró a la zorra y la dijo: -Amiga zorra, ¿es ya hora de las cabras? -Todavía no -contestó la zorra-, todavía están paciendo. Todavía tienen que estar en ese cerro muy alto que ves, y luego poco a poco bajar. Siéntate, si quieres, y espera, que yo voy a dar una vuelta por ahí a ver si puedo agarrar algo, porque yo tam bién tengo mucha, mucha hambre. Se sentó el lobo a esperar; y tanto se sentó que ya se le pelaba el culo de estar sentado. Y la zorra, como ya sabía que era para comerse algún cabrito, se fue donde estaba el cabrero con las cabras y le dijo: -Mira; ahí está el lobo allí abajo, esperándote a que bajes con las cabras. Me ha dicho que tiene mucha hambre y quiere co merse unos cuantos cabritos. He pensado yo otra cosa; si me das tres cabritos, yo te enramaré bien las cabras para que paseses sin que te coma ninguna. El cabrero se las dio, y la zorra le enramó muy bien las cabras. Después la zorra bajó adonde estaba el lobo. Y el lobo, como se cansaba de estar sentado, se había ido un poco más arriba. Ya bajaba el cabrero cerca del lobo, y l� dijo éste a la zorra: -¿Qué es aquello que reluce? ¿Quién son esos que vienen con tantos ramos y flores? Y contestó la zorra: -Son los diablos enramados, que vienen buscando culos pe lados. El lobo entonces echó la mano al culo, y, como tenía el culo pelado, pues, ¡venga a correr, venga a correr! Matabuena, Segovia. Narrador
XXIX, 27 de marzo, 1936.
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6 LA ZORRA Y EL GALGO Una zorra se bajó un día desde un monte a una ribera y se fue a la cabaña de los hortelanos y les comió la merienda. Como la supo bien, volvió al otro día y también se la comió. Entonces los hortelanos se pusieron en acecho y la cogieron dentro. Y la dieron tan gran paliza que tuvo que hacer la muerta.
y en cuanto los hortelanos se retiraron un poco, la zorra se le vantó y se echó a correr derecha adonde tenía la cueva. Pero la vieron los hortelanos,
y
llamaron a un galgo que tenían. Echó a
correr tras de la zorra y la fue a coger cuando se metía en la cueva y la agarró de una pata. Y entonces, al verse perdida, dice la zorra: -¡Tira, tira; que de buena raíz tiras!
y dijo el galgo: -¡Es mentira!
y como tuvo que abrir la boca para decirlo, la zorra se metió en la cueva, y el galgo se quedó burlado y se mordía el rabo de rabia. Nava de la Asunción, Segovia. Narrador
XXIII, 8 de abril, 1936.
7 EL LOBO QUEMADO VIVO Un día el lobo tenía mucha hambre, porque había pasado unos cuantos días sin comer. Y se encontró a la zorra y la dijo: -Amiga zorra, hace mucho que no he comido. Aunque en nuestra familia ninguno ha comido del otro, tan sólo quiero co merme un solomillo tuyo.
y le dijo la zorra: -No, mira; yo me bajo al pueblo, y a todas las ovejas que me encuentre las diré que tú te has muerto junto a la roca y que vengan de entierro. Cuando estén todas alli, podrás comerte las que quieras. . . Bueno, pues yo me bajo al pueblo, y tú te quedas aquí.
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Ya se bajaba la zorra y a todas las ovejas que encontraba, pues las decía: -¡Andai e ir de entierro, que el lobo Pu ha muerto junto a la roca! Y de todas las ovejas que iban, iba una muy blanquita, que la llamaban Copita de Nieve. Ya iban todas al entierro cuando Co pita de Nieve se encontró a un perrillo, y la dijo: -Copita de Nieve, ¿adónde vas? ¿Iréis de romería? -No, no; vamos de entierro. Y le dice el perrillo: -Pues, ¿quién ha muerto? -El lobo Pu, junto a la roca. -¿Queréis que os acompañe yo? -Sí; vente con nosotras. Ya llegaron a la roca y vieron allí al lobo muerto. Y el lobo, a veces, guiñaba un ojo, y decía, al ver todas las ovejas: -¡Qué lista es la zorra! ¡Qué buena cena me ha preparado! Y volvía a cerrar el ojo. Y ya dijo el perrillo: -¡Sí, que está muerto! Lo mejor es ahora que todas las per dices y codornices traigan muchos palos al rabo del lobo; y cuan do tengamos allí un brazado ya bueno, pondremos una cerilla y un papel, y arderá muy aprisa, y se quemará el lobo. Ya acabaron de llevar todos los palos las codornices y las perdices. Y pusieron una cerilla y un papel y el lobo tuvo que salir de huida y muy corriendo. Colorín colorado, cuento acabado. Matabuena, Segovia. Narrador XXIX, 27 de marzo, 1 936.
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LA MARIQUITA Y LA ZORRA Una mariquita y una zorra se pusieron de acuerdo para sem brar una tierra de trigo a medias. La mariquita labró la tierra, puso la simiente y la sembró. Después pasó recado a la zorra para que lo rejacara y escardara. Y la zorra la contestó que tenía otros quehaceres y que lo fuera ella haciendo poco a poco. 3
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Así llegó el día de tenerlo que segar, y la mariquita también avisó a la zorra para que la ayudara. Y ésta la contestó que no podía ayudarla y que ya que había hecho los demás trabajos, que hiciera 10 que faltaba y que ya se entenderían en la partición. Así que la mariquita labró la tierra, puso la simiente, 10 rejacó, 10 escardó, 10 segó, 10 acarreó, 10 trilló y 10 limpió. Después la mariquita avisó a la zorra para hacer las partes.
y la mariquita la dijo a la :..orra que como ella había puesto todo, que la correspondería la mayor parte; a 10 que contestó la zorra que tenía razón, y por eso la dejaba el montón más grande, o sea, la paja; y para ella que se conformaba con el montón más peque ño, o sea, el grano; y que si no aceptaba, que la tendría peor cuen ta. Y por eso la mariquita se enfadó mucho y la dijo a la zorra que se quedara con todo; pero que ya no volverían a ser amigas. Se marchó la mariquita llorando y se encontró con un galgo, y éste la preguntó que por qué lloraba. La mariquita le contó todo que la había pasado con la zorra, y entonces el galgo le dijo que si le llenaba la tripa de comer, de beber y de reír, que él se encar garía de la zorra y la mataría, y así sería todo para ella, porque lo había trabajado. La mariquita aceptó, y el galgo la dijo que tenían que hacer un hoyo en la paja y esconderle a él allí; que le tapara bien, deján dole un ojo fuera, y que la dijera a la zorra que ya se conformaba con la paja y que ella se quedara con el grano. Entonces la zorra, por sospecha que por la noche habría pasa do grano a la paja, dijo que había que mirar el pajero. Se pusie ron a mirarlo, y entonces la zorra se encontró con el ojo del gal go, y creyendo que era una uva, dijo: -¡Mira, aquí hay una uva!
y entonces dijo el galgo: -¡Déjala, que no está madura! Se levantó el galgo, y a las dos zancadas pilló a la zorra y a mordiscos la mató. La mariquita se puso muy contenta y se dispuso a cumplir lo que al galgo le había ofrecido. Se salieron al camino y vieron que venía un rapaciño con un barreño de sopas a la cabeza. Y la ma riquita se puso delante de él, saltando como si no pudiera volar, y el rapaciño, para correr mejor tras de la mariquíta, dejó el barreño en el suelo. Salió el galgo, que estaba escondido, y se co mió todas las sopas y llenó bien la tripa.
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Al poco rato vino por allí un arriero con un borrico cargado con dos pellejos de vino. Hizo la mariquita como que estaba coja, y el arriero, al verla, se bajó deJ burro. Mientras que el arrie ro se bajaba del burro, y sin que él lo viera, la mariquita le picó en un pellejO, y empezó a salirse el vino. El arriero no se fijó por ir a coger la mariquita, y cuando ésta comprendió que el galgo había llenado la tripa de vino, levantó el vuelo. Y el arriero se vengó con el burro, dándole una gran paliza. Desde allí se fueron al pueblo para llenar la tripa de reír. Se asomaron a un portal donde estaba trabajando un zapatero. Y su mujer le estaba ayudando. Dio un vuelo la mariquita y se puso encima de la cabeza de la zapatera. Y entonces el zapatero cogió una horma y se la tiró a la mariquita. Pero bajó un poco la pun tería y rompió la cabeza a su mujer. Y el galgo se puso a reír hasta que llenó la tripa. Y quedó pagado, y la mariquita se quedó con el trigo y con la paja. Nava de la Asunción, Segovia. Narrador XXIII, 8 de abril, 1936.
9 LA PAJARILLA Y LA ZORRA La pajarilla y la zorra tuvieron un convenio de sembrar unas
tierras a medias. La pajarilla labró las tierras y las sembró, y cuando llegó el tiempo de segarlas, la dice la zorra a la pajarilla: -Siégalas tú, y yo te llevaré la comida. Cuando hacía ya mucho tiempo que la pajarilla había termi nado de segar, llegó la zorra y la dijo a la pajarilla: -Mientras me anduve por las callejuelas y por los callejones, creí que era de dia y me tocaron a las oraciones. Así que la pajarilla labró las tierras, las sembró y las segó. Y después acarreó el trigo, lo trilló y lo limpió. Entonces avisó a la zorra para hacer las partes. Y la dijo la zorra: -Pues a ti te doy la paja y yo me llevo el grano. Se marchó la pajarilla muy triste y se encontró con un galgo, y la dice éste que qué la sucede. -Pues, he sembrado unas tierras a medias con la zorra, y ahora, al hacer la partición, la zorra me ha dado la paja y se ha llevado el grano.
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y el galgo la dice: -¿Cuánto me das y la mato?
y le dice la pajarilla que qué es lo que quiere él. Y la dice el galgo: -Que me llenes la tripa de vino y después de reír.
y entonces la pajarilla le dijo que lo tenía concedido. Entonces se mete el galgo en el pajero que le había tocado a la pajarilla. Y no se le veía más que un ojo. Y llama la pajarilla a la zorra y la dice: -¡Zorriña, mira una uviña!
y era el ojo del galgo. Se acerca la zorra, lo ve y dice : -¡Déjala, que no está mauriña! Salió el galgo del pajero, emprende detrás de la zorra, la pilla y la mata. La pajarilla se puso muy contenta y le dice al galgo: -¡Vente conmigo!
y le lleva donde había un vinatero con un carro de vino y le dice al galgo : -¡Ponte debajo!
y la pajarilla pega un picotazo a un pelleja y se sale el vino. y entonces bebía el galgo todo 10 que le daba la gana, hasta que dijo: -Ya no quiero más. Ahora a reír.
y se fueron en casa de un zapatero. Y se sube la pajarilla en cima de la cabeza del zapatero y empienza la zapatera a tirar las hormas y todo lo que tenía: Y el galgo: -¡Ja, ja, ja, ja!
y dijo la pajarilla: -¿Estás conforme? -Sí -dice el galgo--; pero hazme reírme otro poco.
y va la pajarilla y se sube en el moño de la zapatera, y ésta dice: -¡Auxilio, vecinas! ¡Qué no sé si es una bruja o es una pajarilla!
y el galgo: - i Ja, ja, ja, ja!
y así se llenó la tripa de vino y de reír. Navas de Oro, Segovia. Narrador XXXV, 8 de abril, 1936.
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10 LA ZORRA Y LA CIGOE&A SIEMBRAN Una zorra y una cigüeña fueron a sembrar un trigo a medias. -Chica, vamos a sembrar el trigo -dice la cigüeña. --Siémbrale tú, que yo estoy un poco mala -dijo la zorra. Sembró la cigüeña todo el trigo sola, y cuando llegó el tiempo de escardarle, la dijo a la zorra: -Chica, vamos a escardarle. -Escárdale tú, que yo estoy un poco mala -dijo la zorra. Escardó la cigüeña el trigo y al tiempo de segarle la dijo a la zorra: -Chica, vamos a segarle. --Siégale tú, que yo estoy un poco mala. Conque la cigüeña segó el trigo sola y después la dijo a la zorra: -Chica, vamos a acarrearle. -Acárriale tú, que yo estoy un poco mala. La cigüeña tuvo que acarrear el trigo y después la dijo a la zorra: -Chica, vamos a trillarle. -Tríllale tú, que yo estoy un poco mala -dijo la zorra. Trilla la cigüeña el trigo sola y la dice a la zorra: -Chica, vamos a beldarle. -Biéldale tú, que yo estoy un poco mala. Después de beldar el trigo, la cigüeña dice a la zorra: -Chica, vamos a partirle. -Ya está partido -dice la zorra- o Para ti la paja y para mí el trigo. Estaba la cigüeña llorando en la era, y pasó por allí un galgo y la dice: -¿Qué te pasa, cigüeña? Y la cigüeña contestó: -Es que he sembrao un trigo a medias con la zorra. Yo le he sembrao, le he escardao, le he segao, le he acarriao, le he trillao, le he beldao, y ahora le digo que a partirle, y me dice que ya está partido, que «para ti la paja y para mí el trigo» . -¡Calla, calla, que y o t e salvaré! -le dice el galgo-o Tápame a mí todo en el montón de paja y me dejas un ojo descubierto.
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Llegó la zorra por el trigo y ve el montón de paja. Ve el ojo del galgo entre la paja y dice: -¡Uy, qué uva más madurita ! y salta el galgo : -Déjala ahí, que no está bien madura. Salió el galgo y la fue corriendo hasta que la pilló y la mató . y todo el trigo y toda la paja fue para la cigüeña. Gumiel del Mercado, Burgos. Narrador XXII, 13 de julio, 1936.
11 LA REGALLARONA Y L A RAPOSA La regallarona (o cocotoria) tenía sembrada una tierra a me dias con la raposa, de trigo. Ya que estuvo el trigo pa escardarlo, avisó la regallarona a la raposa: -Oye, tú, raposa, mañana vamos a escardar el trigo. Ya que concluyeron de escardar, ya no pasó aviso hasta que no fueron a segar el trigo. Le segaron, le acarrearon después y le trillaron en la era de Santa Clara. Ya le trillaron y lo beldaron, y dice la regallarona: -Bueno, el trigo está beldao; hay que partirlo. Y la dice la raposa a la regallarona: -Mira, ¿pa qué vamos a andar partiéndolo? Tú te coges la paja, y yo me cojo el trigo. Y si no quieres así, yo me cojo el trigo y tú la paja. La regallarona subía por el paseo llorando y encontró a un galgo. Y la dice: -¿Por qué lloras, regallarona? -Porque hemos beldao el trigo y dice la raposa:
«Para no
andar partiendo, yo me llevo el trigo y tú te llevas la paja». -Pues, vamos a ver a la era. Hizon un hoyo en el trigo y se tumbó el galgo en el hoyo del trigo. Le tapó bien la regallarona en el trigo al galgo. Y le dejÓ un ojo fuera. Y dice la regallarona: -Voy a buscar a la raposa, a ver si quiere repartir el trigo. Cuando la encuentra, dice: -Vamos a ver si partemos el trigo.
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Fueron a la era, y la conoció la raposa que había andao en el trigo. -¿Has andao en el trigo? -Yo no he andao en el trigo -contestó la regallarona. Dice la raposa: -¡Sí, mira! ¡Hay uvas aquí!
y salta el galgo y dice : -Sí, pero no están maduras. Echó a correr detrás de la raposa, por el paseo arriba. Y ahí encima de las laderas que hay arriba alcanzó el galgo a la raposa y la mató. Astudillo, Palencia. Narrador LXXXVI I, 13 de mayo, 1936.
12 PRINCIPI:i!:LE Una vez un lobo, que se llamaba Martín, y una zorra, que se llamaba Catalina, sabían dónde había un colmenar de miel. Y habían quedado los dos en ir a catarle juntos. Pero la zorra siem pre engañaba al lobo y se iba sola a dar un atracón de miel al colmenar. La primera vez que fue al colmenar, le dijo al lobo: -Martín, estoy convidada a un bautizo. -Bueno, bueno -contestó el lobo-o A ver si me traes un güesico. -¡Sí, sí! ¡Sí te le traigo, sí! -dijo la zorra. Se marchó la zorra al colmenar, se dio una buena tripada de miel y se volvió para donde estaba el lobo. Y la pregunta el lobo: -¿Me has traído el güesico, Catalina? - ¡ Ay, hijo, se me olvidó! -dijo la zorra-o Pero mañana voy a otro bautizo y no se me ha de olvidar; te le traigo. -Pero, ¿cómo pusisteis al niño? -preguntó el lobo. -Pues le hemos puesto Principiéle -contesta la zorra. Llegó el día siguiente, y la zorra se fue otra vez al colmenar. -Hoy sí que te vay a traer el güesico, Martín -le dijo al Iaba. Al volver la zorra, volvió a decirla el lobo: -¿Me has traído el güesico, Catalina?
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- ¡ Ay, no, no! ¡ No te le he traído! -dijo la zorra-o Me le iba a meter en el bolso y me miraban y me dio vergüenza y no le guardé. Pero mañana voy a otro bautizo y de mañana no pasa. . . Mañana te traigo el güesico. -Pero, ¿cómo le pusisteis al niño, Catalina? -Le hemos puesto Demediéle. Volvió la zorra al tercer día, se subió a la colmena y terminó con la miel que tenían los cepos. Volvió otra vez donde estaba el lobo, y éste la dijo: -¿Qué? ¿También hoy se te ha olvidado el güeso? -¡Ay, hijo! -dice la zorra-o Ya le tenía guardao; pero fue otra zorra por detrás y me le quitó. -Bueno -dijo el lobo-. Y, ¿cómo le habéis puesto al niño? -Pues, le hemos puesto Acabéle. -Catalina -dice entonces el lobo-, ¿cuándo vamos a catar las colmenas? -Cuando tú quieras . . . , cuando tú quieras . . . -dice la zorra. -Pues, hoy mismo vamos -dice el lobo. -Bueno, pues vamos. Se fueron al colmenar, y resulta que no había nada de miel, pues la zorra se la había comido toda. Y entonces le dice la zorra al lobo: -¡Ay, Martín, Martín, mientras yo estaba en el bautizo, tú te has venido a comerme la miel del cepo! Pero el lobo la contesta: -¡Ay, Catalina, Catalina, siempre los bautizos a que has ido . . . habrás ido a comer la miel del colmenar! -¡El que la has comido has sido tú! -le dice la zorra. Y el lobo decía: - i La que la has comido has sido tú! -Bueno, pues mira -dice la zorra-o Para salir de dudas nos vamos a tumbar al sol los dos juntos, y el que primero sude aquél se ha comido la miel. Se tumbaron al sol los dos, y el lobo se durmió. Pero la zorra, como más lista, de que vio que el lobo se había dormido, se le vantó y le meó toda la cara. Y después le llamó y le dice: -¡Ay, Martín, Martín, cómo me has engañao!
¡Mira, mira
quién se ha comido la miel de los cepos! ¡Tú, que estás sudando! ¡Mira cómo sudas!
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-¡Yo sí sudo, sí! -dice el lobo--. ¡Pero la miel no la h e catao! ¡El Principiéle, el Demediéle y el Acabéle era que tú habías comi do la miel del cepo! Morgovejo, Riaño, León. Narrador LXV, 19 de mayo, 1936.
13 MíO EMPECÉME La raposilla y el lobo iban por un camino muertos de hambre y fueron en casa de un labrador a ver si les daba alguna tierra de trigo para segar. Y se la dieron. Según iban a segar, encontraron un rebaño de ovejas, y le dice el lobo a la raposilla: -Vamos a coger unas ovejas y las enterramos para que en ter minando de segar comerlas. -Sí; es verdad -dijo la raposilla. Las cogieron y las enterraron, dejando los rabos fuera para saber dónde estaban. Después de enterrarlas se pusieron a segar. Y entonces la raposilla, como más lista, le dice al lobo: -Mío compadre, allí me llaman. -¿Para qué? -le preguntó el lobo. -Pues para ser madrina de un bautizo -contestó la raposilla. -Pues vete -le dijo el lobo--; pero ya me traerás los confites. Se fue la raposilla donde estaban enterradas las ovejas . y se sacó una. Tiró del rabo y la sacó fuera, y se la comió. Y entonces enterró el rabo otra vez y se echó a dormir la siesta. Cuando despertó, se fue adonde estaba el lobo y le dice: -Ya vengo, mío compadre. -Y, ¿los confites? -preguntó el lobo. -Era la madre muy pobre y no los tenía -contestó la raposilla. -Y, ¿cómo se llamaba el niño? -preguntó el lobo. -Mío Empecéme. -¡Oy, qué nombre más raro! El segundo día la raposilla hizo lo mismo. Le dice al lobo: -Mío compadre, allí me llaman.
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AURELIO M. ESPINOSA -¿Para qué? -Para ser madrina de una boda. -Siempre te llaman a ti y a mí nunca me llaman -dijo el
lobo-. Ya me guardarás las almendras, ¿eh? Se fue la raposilla a donde estaban enterradas las ovejas y tir6 del rabo y sacó otra ovejá. Se la comió, enterró el rabo y se ech6 a dormir la siesta. Después que despertó, fue adonde estaba el lobo y le dice: -Mío compadre, ya vengo. -¿Cómo se llamaba la novia? -preguntó el lobo. -Mío Segundéme -dijo la raposilla. -¡Oy, qué nombres más raros! ¿Me traes las almendras? -No, que era la novia muy pobre y no las tenía. -A mí siempre me toca lo mismo -dijo el lobo-. ¡Trabajar y no me traes nada! El tercer día la raposilla hizo lo mismo. -Mío compadre -le dijo al lobo-, allí me llaman. -¿Para qué? -Para ser madrina de otro bautizo. -Siempre te llaman a ti. ¡Ya pOdría ir yo, y tú quedarte a segar! -¡Anda, hombre! -dijo la raposilla-. ¿Qué más te da? Total, ya nos falta poco y terminamos pronto. -Pues vete; pero me traes los confites -dijo el lobo. Se fue la raposilla e hizo lo mismo. Sac6 la tercera oveja y se la comió. Y después enterró el rabo, y se ech6 a dormir la siesta. Cuando despertó, fue donde el lobo y le dice: -Mío compadre, ya vengo. -¿Me traes los confites? -No, que no les había. -¿Cómo se llamaba el niño? -Mío Acabéme. -¡Oy, qué nombres más raros! Se pusieron a segar para terminar pronto. Y le decía el lobo a la raposilla : . -¡Qué ganas tengo de acabar para irnos a dar un banquete! Luego que terminaron, fueron donde las ovejas, y la zorra le dice al lobo: -Mío compadre, tire usted de los rabos, que yo no puedo. Según tiraba el lobo del primero, cay6 al suelo. Y del segundO
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le pasó igual y también del tercero. Y le dijo entonces a la ra posilla : -¡Ah,' bribona, cómo me has engañao! ¡Con razón decías tú, «Mío Empecéme, Mío Segundéme y Mío Acabéme! ». y colorín colorao, este cuento se ha acabao. Quintana Diez de la Vega, Palencia. Narrador XVII, 18 de mayo, 1936.
14 EL LOBO Y LA ZORRA La zorra y el lobo iban de paseo y llevaban mucha sed. Y dijo
el lobo a la zorra: -Tú que corres más, ¿dónde habrá agua?
-Pues ahí, en una finca, hay un pozo; pero no vamos a pOder beber si no nos ayudamos, porque es muy hondo. -Bueno, pues, ¿qué quieres que hagamos? -dijo el lobo. y dijo la zorra: -Yo beberé antes, y tú me coges de una pata. Y cuando haiga saciado la sed, tiras y me subes. Y piensa la zorra : -Después que apague la sed, me va a comer. De manera que se la voy a preparar. Llegaron al pozo y bebió la zorra primero. Y ya que el lobo la subió a ella, dice la zorra : -Baja; ahora te agarro yo para que bebas agua. Y según estaba bebiendo, le soltó y cayó en el agua. y según estaba manoteando el agua, dijo el lobo: -¡Infame, qué acción me has hecho! Y le dice la zorra: -¡No es eso lo peor! ¡Que si viene el amo del pozo, se va a en fadar porque le revuelves el agua ! Nava de la Asunción, Segovia. Narrador XXVI, 16 de abril, 1 936.
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15 LA ZORRA Y EL OSO Una vez fueron convidadas las fieras a una boda. Y la zorra, por calduchona, se metió en un herradón y bajó a un pozo. Y como no podía subir, la zon a decía: -¡Puchas ! ¡Puchas ! y el oso preguntó: -¿Dónde? ¿Dónde? y contestó la zorra: -¡Aquí abajo! -¿Cómo has bajao? -la preguntó el oso. -¡Metida en el herradón! -dijo la zorra-o Métete tú en el otro herradón. Se metió el oso en el otro herradón y . . . abajo el oso y la zorra arriba. Y cuando la zorra se vio arriba, saltó del herradón y dijo: -Si de éstas salgo y no muero, no quiero más bodas por el cielo. y el oso se quedó en el pozo. Tordesillas. Valladolid. Narrador IX, 3 de mayo, 1936.
16 L A PICAClI'íA y LOS PICAClI'íOS Esta era una picaciña. Tenía el nido en un pino y tenía cinco picaciños. Pasó un día un lobo y la dijo: -Picaciña, dame un picaciño, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
y ella, la pobre, llorando se le dio. Al día siguiente pasó otra vez el lobo y le dijo: -Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes? y dice la picaciña: -Cuatro. -Pues dame uno, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
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y la pobre picaciña se le dio también. Al día siguiente pasó el lobo otra vez. -Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes? -Tres. -Pues dame uno, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
y la picaciña se le dio. Al día siguiente pasó el lobo otra vez. -Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes?
y le contesta la picaciña: -Ya dos sólo.
y dice el lobo: -Pues dame uno, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
y ya la pobre se le dio también, y se quedó llorando ya de ver que le quedaba uno sólo. Entonces pasó por allí el alcancaraván y, viendo que la picaci ña estaba llorando, la preguntó: -Picaciña, ¿por qué lloras? -Pues, porque tenía cinco picaciños, y ha pasado el lobo y poco a poco me los ha ido llevando. Y ya sólo me ha dejado uno, y va a venir hoy y también me le va a llevar.
y él la dice: -¿Por qué se los has dado? -Porque me decía -contesta la picacma- que si no, a culadas y a rabadas me iba a derribar el nido. -¡Ay tonta, tonta! -le dijo el alcancaraván-, que te has de jado engañar. Otro día cuando venga, le dices:
«Mi nido no se
derriba ni a culadas ni a rabadas, que se derriba con hacha de acero bien afilada». Cuando se hubo marchado el alcancaraván, llegó el lobo y la dice a la picaciña: -Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes? -Uno -dice. -Pues, dámele -dice el lobo-, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido. Y contesta la picaciña: -Mi nido no se derriba ni a culadas ni a rabadas, que se de rriba con hacha de acero bien afilada. -¿Quién te ha dicho eso? -preguntó el lobo.
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-El alcancaravan -dice. -¿Por dónde ha ido el alcancaraván? -preguntó el lobo. -Por ahí abajo. -Ahora voy a dar yo a él.
y el lobo
se fue a buscarle. Ya le encontró y le dice:
-Oye, ¿por qué la has dicho a la picaciña que me dijera que su nido no se derriba ni a culadas ni a rabadas, que se derriba con hacha de acero bien afilada? -Porque sí -dice el alcancaraván-;
porque me ha dado
pena de que la has quitado sus hijitos y que los has comido. -Pues, ahora te voy a comer yo a ti -dijo el lobo, y de un bocado le metió a la boca. -Pues mira -le dice el alcancaraván-. Para comerme a mí tienes que decir tres veces, cuando me tengas en la boca: alcancaraván comí! »
«¡Al
porque si no, tengo una raspa muy grande
y se te clava en el paladar y te ahogas. Pero tienes que abrir bien la boca. ¡Hale! ¡A ver! -¡Al alcancaraván comí! -gritó el lobo. -¡Pero fuerte! ¡Pero abre más la boca! -¡¡Al alcancaraván comí!! Y a la que va a abrir la boca para decirlo la última vez, se escapó el alcancaraván de la boca del lobo y gritó: -¡A otro tonto, que no a mí! Pedraza, Segovia. Narrador LVII, 24 de marzo, 1936.
17 LA CIGttE�A Y LOS CIGüE�ITOS Era una cigüeñita que vivía en un pino y tenía unos cigüeñitos. Y pasaba por allí una zorrita y, al ver a la cigüeña en el nido con los cigüeñitos, la dijo: -Cigüeñita, ¿me das un cigüeñito? Si no, con mi rabo rabito te corto el piníto. Y fue la cigüeñita llorando y le dio un cigüeñito. Pero vuelve la zorrita al otro día y la dice: -Cigüeñita, ¿me das un cigüeñito? Si no, con mi rabo rabito te corto el piníto.
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se le dio. Y ya no le quedaba más
que un cigüeñito. Y la cigüeñita se echó a llorar. Y pasó por allí el alcaraván y la dijo: -¿Por qué lloras, cigüeñita? -Porque viene la zorra y me dice, « Cigüeñita, ¿me das un cigüeñito? Si no, con mi rabo rabito te corto el pinito». Y ya me ha llevado dos hijos, y no me queda más que uno. Y va a venir mañana a por él. -Pues, mira -la dice el alcaraván-o Mañana cuando venga y te diga: « Cigüeñita, ¿me das un cigüeñito? Si no, con mi rabo rabito te corto el pinito», le dices tú, « Hacha de acero corta el madero. Tú con tu rabo rabito no puedes cortar el pinito». Y si te dice que quién te lo ha dicho, le diclJs que el alcaraván, que allí en aquella cuesta estoy. Conque fue la zorrita y le pidió a la cigüeñita el otro cigüe ñito: -Cigüeñita, ¿me das un cigüeñito? Si no, con mi rabo rabito te corto el pinito.
y la cigüeñita le contestó: -Hacha de acero corta el madero. Tú con tu rabo rabito no puedes cortar el pinito. -¿Quién te lo ha dicho? -la preguntó la zorrita. -El alcaraván -contestó la cigüeñita. -¿Dónde está? -En aquella cuesta. Conque fue la zorra adonde estaba el alcaraván y le dijo: -¿Por qué has dicho a la cigüeña que hacha de acero corta el madero y que yo con mi rabo rabito no puedo cortar el pinito? Ahora te voy a comer.
y fue la zorra y le metió en la boca de un bocao. -Bueno, bueno -dijo el alcaraván-; pero anuncia a mis vecinos la muerte mía.
y fue la zorrita y dijo: - jAlcaraván comí! Pero entonces salió el alcaraván de la boca de la zorra y dijo: - j A otro bobo, que no a mí! Medina del Campo, Valladolid. 5 de mayo, 1936.
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18 LA MARIQUITIÑA y SUS POLLUELOS Ésta era una mariquitiña que tenía su nido en un pino (la ma riquitiña cría en los pinos). Y llegó a sacar de los huevos seis polluelos. La zorra llegó a saber el pino donde criaba la mariqui tiña, y un día llegó al pino y la dijo (antes decían que hablaban los animales): -Mariquitiña, mariquitiña, si no me das un hijiño, con mi rabo, rabiño, corto tuyo piniño.
y ella, de miedo, la tiró un hijo. Al día siguiente pasó otra vez la zorra y la dijo: -Mariquitiña, mariquitiña, si no me das un hijiño, con mi rabo, rabiño, corto tuyo piniño.
y la mariquitiña, de miedo, la tiró otro hijiño. La mariquitiña se quedó llorando ya, de ver que sólo la que daban cuatro hijiños. Y pasó por allí un alcaraván y la preguntó: -¿Por qué lloras, mariquitiña? - i Porque tengo de llorar! -respondió la mariquitiña-. Ha venido la zorra, y me ha dicho: «Mariquitiña, maritiquiña, si no me das un hijiño, con mi rabo, rabiño, corto tuyo piniño». Y de miedo, ya la he dado dos y sólo me quedan cuatro.
y entonces el alcaraván la contestó: -Otra vez que vuelva, la dices a la zorra: «Tu rabo no es de acero; el acero corta el madero». Al día siguiente pasó la zorra otra vez y la dijo a la mariqui tiña: -Mariquitiña, mariquitiña, si no me das un hijiño, con mi rabo, rabiño, corto tuyo piniño.
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y la mariquitiña contestó :
-Tu rabo no es de acero; el acero corta el madero . -¿Quién te ha dicho eso? -la dijo la zorra. -El alcaraván -contestó la mariquitiña. El alcaraván andaba por allí por el suelo, y en un descuido la zorra se le cogió en la boca. Y al cogerle en la boca, gritó la zorra: -¡Alcaraván comí! y como tuvo que abrir la boca para decirlo, se escapa el alca raván y la grita a la zorra: -¡A otro tonto, que no a mí! Navas de Oro, Segovia. Narrador XXXV, 9 de abril, 1936.
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E L AGUILA y LA ZORRA Ésta era un águila que tenía su nido en un roble. Y un día va la raposa y la dice: -Aguililla, dame un hijillo. -¿Ah, sí? No quiero, que son míos. -Pues pego un rabazo al roble, le tiro y te como a ti y a tus hijillos. y al oír eso, el águila, asustada, la tiró un hijillo. Y se le comió la raposa. y después de comerle, dice: -Aguililla, dame otro hijillo. -¿Ah, sí? No quiero, que son míos. -Pues pego un rabazo al roble, le tiro y te como a ti y a tus hijillos. y el águila, asustada, la tiró otro. Y se le comió. Y luego vuelve a decir la raposa: -Aguililla, dame otro hijillo. -¿Ah, sí? No quiero, que no me quedan más que dos. -Pues pego un rabazo al roble, le tiro y te como a ti y a tus hijillos. -Mira; en vez de comerme a mí, vete y come a mi primo el alcaraván, que está allí durmiendo al sol. 4
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y fue la raposa y le pilló al alcaraván dormido. Y según le tie ne en la boca para comerle, le dice el alcaraván a la raposa: -Mira, si vas a comerme, por lo menos avisa antes a mi fa milia. -Y, ¿qué quieres que diga? -Pues para eso tienes que gritar bien alto, para que todos se enteren: « ¡ Alcaraván comí! » Así lo hizo la raposa. Gritó muy alto: -¡ Alcaraván comí! -¡Más fuerte, más fuerte! -le dice el alcaraván-o Que está lejos la familia y no lo oye. Y vuelve a gritar la raposa, más fuerte que antes: -¡Alcaraván comí! -Más fuerte, más fuerte, que está muy lejos. Y entonces, abriendo mucho la boca, vuelve a gritar la raposa más fuerte que antes: -¡ ¡Alcaraván comí!!
y en ese momento, al abrir tanto la boca, el alcaraván se es capó diciendo: -A otro tonto, que no a mí. Astudillo, Palencia. Narrador LXXXV, 13 de mayo, 1936.
20 ¡JUAN PIN, ALCARAVAN COMí! Éste era un labrador que iba por un camino. Su mujer llevaba un saco de trigo en un burro. El saco tstaba roto y el trigo se caía; y un gallo y una gallina lo iban atropando. Luego que lle naron el papo, se subieron a un roble a descansar. . Pasó por allí la zorra y 1.os dice: - ¡Hombre, gallo y gallina! ¿Qué hacéis ahí? -Descansar. -Bajaz un poco conmigo. -No, que eres zorra y nos comes. --Que no os como; bajaz conmigo. -No queremos. y dice la zorra:
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- Pues entonces voy poI hacha y corto e l roble. Al oír eso, el gallo y la gallina se quedaron muy tristes. Y pasó por allí el álcaraván y los dice: -Gallo y gallina, ¿cómo estáis tan tristes? -Porque nos ha dicho la zorra que iba por el hacha y cortaba el roble. -La decís que rabo de zorra no corta el roble, que lo que cortan son las hachas de los labradores. Vuelve la zorra otra vez, y los dice: -Bajaz, que corto el roble.
y la dicen el gallo y la gallina: -Rabo de zorra no corta el roble, que lo que cortan son las hachas de los labradores. y entonces dÍce la zorra: -¿Quién os lo ha dicho? -El alcaraván. -Ahora voy a buscarle.
y le encontró detrás de una puerta, y se le tragó entero. Luego empezó' a decir: -¡Juan Pin, alcaraván comí!
y el alcaraván contesta desde dentro: -Dilo más alto, que te sientan mis padres y mis abuelos. Entonces repite la zorra: -¡¡Juan Pin, alcaraván comí! !
y al decir eso, sale el alcaraván por la boca de la zorra, y grita: -¡A otro bobo, que no a mí! Quintana Diez de la Vega, Palencia. Narrador XVII, 18 de mayo, 1936.
21 LA ZORRA Y LA CIGttE:&A La zorra se casaba y envitó a la cigüeña a la boda. Y la brindó a su casa a comer.
y fue la zorra y preparó una fuente de hormigos pa darla de comer a la cigüeña. Y vino la cigüeña y daba picotazos en la fuen te de hormigos, pero no podía comer nada. Y la zorra, de dos len guadas, se comió todos los hormigos. Se fue la cigüeña pa su casa sin comer y muy indinada. Y decía:
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-Tú me la pagarás uno de estos días. y la cigüeña se quedó pensando cómo se vengaba de la zorra. y se llegó el día que se casaba la cigüeña, y envitó a la zorra a la boda. Y preparó también hormigos y l os metió en una botija. Llegó la zorra y la brindó a comer. Y la cigüeña metía el pico y sacaba los hormigos; pero la zorra no podía meter la cabeza y se quedó sin comer. y va la cigüeña, no cO:ltenta con eso, y dice : -Me la has de pagar por segunda vez. y fue y la dijo a la zorra: -Mira, zorrita, que mañana va a haber una boda en el cielo, y yo te envito pa ir juntas las dos. Pero, ¿cómo voy yo, que no tengo alas pa subir? -le dijo la zorra. -Muy fácil -le respondió la cigüeña-o Yo te llevo en mis alas. y fue y subió a la zorra en sus alas. Y cuando ya estaba alto, muy alto, fue y pegó un sacudido con las alas, y la pobre zorra cayó. Y cuando la zorra iba volando por el aire cayendo al suelo, la gritó a la cigüeña: -Si de ésta salgo y no muero, no quiero más bodas en el cielo. Reinosa, Santander.
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SI DE ÉSTA SALGO Y NO ME MUERO . . . Ésta era una zorra que invitó a una cigüeña a c omer. Y la puso la comida en un plato muy grande y muy escurriz o y muy extendido, como los de Talavera de la Reina. Y en la comida no puso más que muchas tajadas. Y cuando la cigüeña iba a comer, se le escurrían las tajadas hacia los lados, y no p odía coger nin guna. y al ver que la cigüeña daba muchas vueltas y no cogía nin guna, la zorra decía: -i Pero me vas a dejar caer el plato y me le vas a romper! La cigüeña no pudo comer nada. Al otro día dij o la cigüeña a la zorra: -Hoy quiero que vengas a comer conmigo, que tengo prepa rada la comida para los dos. y la cigüeña, como a ella le había puesto la comida en un plato muy extendido y ella no pudo comer nada, para que la zorra no
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pudiera tampoco comer nada, la puso la comida en una botella. La cigüeña metía el pico en la botella; pero la zorra, ¡venga a arañar el cristal con la boca y no pOdía comer nada! Y la dijo la cigüeña: -Ya que no has comido nada, se casa un hijo mío en el cielo y te llevaré a cuestas a la boda. Móntate bien, que yo volaré todo lo aprisa que pueda para llegar en seguida. Ya iban a cuatro o cinco quilómetros de altura cuando dijo la cigüeña: -Mira; ya se ven las puertas del cielo. Ahora avisaré yo, y vendrán a abrir. Y la cigüeña, mientras, dio una media vuelta, y la zorra se cayó. Y cuando iba bajando, decía: -Quítate, peñasco, que si no te quitas, te aplasto! Y ya cayó de pronto. Y se hizo cachos la zorra. Y luego decía: -Si de ésta salgo, y no me muero, no quiero más bodas al cielo. Y colorín, colorao, este cuento se ha acabao. Matabuena, Segovia. Narrador XXIX, 29 de marzo, 1936.
23 LA ZORRA Y LA CIGÜEÑA Pues esto era una vez que la cigüeña y la zorra se hicieron amigas. Y un día la zorra convidó a la cigüeña a comer miel a su casa. Y, ¿qué hizo la zorra? Por burlarse de la cigüeña, fue y la echó la miel en un plato. La pobre cigüeña, con ese pico tan largo que tiene, no hacía más que picar, picar y no probaba la miel. En cambio la zorra, de tres lameretadas, se lamió el plato de miel. La cigüeña se enfadó mucho y la dice a la zorra: -Mira, mañana te convido yo a mi casa a comer también miel. -Bueno, bueno -dice la zorra. Al día siguiente se fue la zorra a casa de la cigüeña, y la ci �eña, deseando de vengarse de la zorra , echó la miel en un boti jo. Resulta que la cigüeña metía el pico en el botijo y sacaba la miel que quería. Pero la zorra, como no le cabía la lengua en el botijo, tenía que conformarse con las gotas de miel que caían del pico de la cigüeña.
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AURELIO M. ESPINOSA Resulta que la cigüeña entavía no estaba conforme de haberse
vengao así de la zorra, y va y le dice: -Catalina, yo estoy convidada a una boda al cielo. ¿Quieres venir conmigo?
-Y, ¿cómo subo yo? -,-dice la zorra. -Pues, muy bien -le dice la cigüeña- o Te montas en las mis alas, y yo te subo. Así lo hizo la zorra. Montó en las alas de la cigüeña, y la ci güeña empezó a volar, hasta que ya subía muy alto, muy alto, muy alto. Y la dice entonces a la zorra: -¡Ay, Catalina, que te caigo, que te tiro! -¡Ay, por Dios, no me tires, que me matas! -decía la zorra. -¡Ay, Catalina, que te caigo, que te tiro! -decía la cigüeña otra vez.
Y la zorra decía: -¡Eso de abajo pica! ¡Eso de abajo pica! De manera que la cigüeña la dejó caer en un cercao donde se metió la zorra una estaca por la barriga, y allí pagó las granuje rías que hacía. Morgovejo, Riaño, León. Narrador LXV, 21 de mayo, 1936. 24
CATALINA, LA ZORRA Una vez Catalina, la zorra, que es tan golosa y le gustan tanto las gallinas, pues entró en un pueblo. Y a la entrada, en unos praos, había muchas gallinas paciendo, y con ellas, pues estaba un gallo. Las gallinas, al ver a la zorra, pues todas se asustaron y se subieron a los árboles. Pero la zorra las decía por engañarlas: -Gallinicas, ¿por qué sos espantáis? Si ha venido una orden que todos los animalicos tenemos que andar juntos. Pero el gallo, que estaba en un chopo, no cesaba de cantar: -¡Cacaracacá! ¡Cacaracacá!
y dice entonces la zorra: -y tú, alcaraván, ¿por qué chillas tanto? . y la dice el gallo: -Chillo porque vienen allí dos podencos.
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La zorra, que los ve, pilla pitos y echa a correr. Y el gallo la decía desde el chopo : -¡Catalina, comunica la orden a los galgos! ¡Comunícasela!
y ella decía: -¡No puedo! ¡No puedo! En su carrera, que llevaba tan fuerte, se encontró con la gaita de un ciego, que allí se había queda o a descansar y se había dor mido. Al pasar la zorra, pisó con las patas las cuerdas de la gaita, y la gaita tocó: ¡Tiro, liro, liro, liro! . . y dice entonces la zorra : .
-¡Sí! ¡Pues pa sones voy yo ahora! Los galgos iban corriendo detrás de ella, y corriendo llegó la zorra a unas eras donde estaba trillando un hombre que se lla maba Rafael. Y le dice la zorra: -¡Ay, Rafael! ¡Por Dios, por Dios, escóndeme! ¡Escóndeme, por Dios, que no te he de comer ningún cordero! ¡Porque vienen ahí dos galgos que me quieren quitar el pellejo!
y entonces el tío Rafael la dice: -Métete en ese montón de paja. La zorra se escondió en el montón de paja; pero como es tan astuta, dejó un ojo fuera para ver lo que hacía el tío Rafael. Lle garon los galgos y le dicen: -Tío Rafael, tío Rafael, ¿no has visto pasar por aquí a Catalina, la zorra?
y el tío Rafael decía: -No, no. No la he visto, no.
y apuntaba pa donde estaba la zorra. Los galgos no entendieron las señas del tío Rafael y se mar charon siguiendo a la zorra. -Vamos, Catalina, ya te puedes salir -la dice el tío Rafael a la zorra-o Si no es por mí, hoy te quitan el sayo. Pero la zorra, que estaba viendo todo 10 que el tío Rafael ha cía, le dice : -¡Ay, Rafael, Rafael! ¡Las palabras buenas eran, pero qué mal me las mangueabas!
Y, de rebeldecha, se fue para donde el tío Rafael tenía los cor deros, y le comió cuatro en agradecimiento del favor que la había prestao. Morgovejo, Riaño, Le6n. Narrador LXV, 20 de mayo, 1 936.
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25 LAS ZORRAS Y LAS UVAS Pues era una zorra que andaba a uvas en un majuelo. Era una noche de nublados, y, cuando daba relámpago, veía las uvas, cor taba un racimo y quedaba a oscuras otr;l vez y decía: -¡A luz! ¡A luz! (en tono agudo) La sintió el guarda, la soltó un tiro y la pegó en las nalgas.
y salió corrienzo la zorra y decía: -¡A... grias! ¡A. . . grias! (en tono agudo) Tordesillas, Valladolid. Narrador LXXIII, 3 de mayo, 1936.
26 E L OSO, E L LOBO Y L A ZORRA Eran una zorra, un lobo y un oso. Y una noche no tenían qué cenar, y dijeron: -¿Cómo nos arreglaremos pa cenar esta noche?
y dijo la zorra: -Yo me comprometo a ir a ese pueblo a por gallinas.
y dijo entonces el lobo: -Pues, yo vay a aquella telera y traigo un carnero.
y dice el oso: -Yo voy a aquel colmenar y traigo una colmena de miel. Pues fue la zorra al pueblo. Llegó, se subió a la torre y empezó a tocar las campanas a fuego. Acudió la gente, y la zorra se bajó de la torre y se fue a las gallinas. Pero fue a cierta casa que sólo se quedó una vieja sola en casa. Llegó la zorra y olfateó a una gatera y dijo: -Aquí huele bien.
y era que estaba la vieja con el culo a la gatera . Olfateó la zorra, se fue a meter, y salió la vieja con una brasa y la quemó el hocico. Aquélla no llevó nada y salió escamada. Fue el lobo a la telera. Llegó en ocasión que había una lumbre muy grande, y dijo:
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-Ahora, ¡buena ocasión! que están cenando los pastores y ni me sienten ni me ven; y los perros al cuidado de que les den algo, y tampoco salen. Mas se descuidó el lobo, que ya habían cenao y estaban a la lumbre sentaos. Los perros, como habían cenao también, estaban alerta ya. Llegó el lobo, salieron los perros a él, y le quedaron sin orejas y sin rabo. Fue el lobo donde estaban la zorra y el oso, y el oso ya estaba allí con el corchito de miel que había llevao. y dice el oso a la zorra: -Vamos a ver. ¿Qué has traído tú? -Pues, mira -contestó la zorra-, ¡ las narices todas quemadas! -y tú, lobo, ¿qué es lo que traes? -le preguntó al lobo . -Pues yo, ¿qué voy a traer -dijo el lobo-, que vengo sin orejas y sin rabo? Entonces dice el oso: -Pues, miren. yo traigo este corcho de miel. ¿Cómo nos vamos a arreglar, porque para los tres es muy poco? y salta el lobo: -Pues, echar suertes a ver quién se ]0 come. Y dice la zorra: -El que más viejo sea es el que se lo come. Y salta el lobo en seguida: - ¡ Ay, el más viejo, yo! ¡Yo nací cuando nació la grama! y dice la zorra: - ¡ Ay! ¡Soy yo más vieja! ¡ Cuando nació la grama, ya era vieja la zorra en España! y salta entonces el oso y dice: -Pues, yo no tengo más que ocho, y ¡ cuidao del que toque el corcho! Tordesillas, Valladolid. Narrador LXXI II, 3 de mayo, 1936.
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27 EL LOBO Y LAS ZORRAS
Dos zorras y un lobo se encontraron un corcho de miel. Y al ser nada más un corcho, como astutas, las zorras dijon que sería para el que tuviera más años. Y diJo' una zorra de las dos: -¡Cuando la grama nació, cien años tenía yo!
y dijo la otra zorra: -¡Cuando nació la grama, cien años tenía mi hija Juana!
y el lobo, al ver que no tenía tantos años, se apoderó del cor cho, y dijo: -¡Yo no tengo más que ocho, pero nadie me toca el corcho! Nava de la Asunci6n, Segovia. Narrrador XXVI, 17 de abril, 1936.
B.
ANIMALES SALVAJES Y DOMÉSTICOS
28 EL ASNO Y EL LEÓN Era una vez un asturiano que venía de Asturias con un burro que tenía, que era ya muy viejo . Venía para Castilla a vender avellanas. Y decía: -Cuando este rocín se me muera, estoy perdido. Nunca se me ha caído entavía. El día que se me caiga, le quito la carga y le dejo para que le coman los llobus, porque es que ya no puede de viejo. Al llegar al puerto, en un monte, pues se resbaló el burro y cayó. Y fue el asturiano, le quitó la carga y le dice: -Ahí te dejo, pobre animalico, para que te coman los llobus. Dejó allí el burro y cOgiendo la carga a cuestas se volvió al puebla más cercano. El burro andaba por el monte pastando y se arrimó a una cue va de donde salió un león. Y como el león es el rey de la selva, pues todos los animales le hacían la venia. Pero el burro le vio y se quedó como si no hubiese visto a nadie. Y le dice al león: -¿Qué animal eres tú, que no le haces la venia a tu rey? -Pues yo soy un animal que me llaman el asno -contestó el burro. -Nunca te he visto por estos parajes -le dijo el león-o ¿Qué quieres, que así por las buenas te deje yo rey de la selva? ¡ No, no! Eso no puede ser. Si te quieres quedar de rey, tenemos que hacer tres apuestas, y el que las gane, ése quedará por rey. -Bueno . . . -dijo el burrO--¡' pues no hay inconveniente. Ha remos las tres apuestas.
y le dice el león:
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-Pero antes, dime qué es eso que tienes ahí tan empinao . (y era que el burro estaba muerto de miedo delante del león, y se empinaban las orejas.) -Pues, éstas . . . -contestó el burro- son dos pistolas, que, cuando me enfado, si las disparo, mato todo lo que se me pone por delante. -Bueno . . . Pues, vamos a comenzar la primera apuesta -dij o el león. Había un río mu caudaloso al pie del bosque, y la primera apuesta era ir a pescar. Fueron juntos al río. Fue el león y se zam bulló al agua y detrás se tiró el burro. El león, como sabía nadar, pues pescaba bastante bien, sin peligro de ahogarse; pero el burro, como nunca se las había visto más gordas, pues caer y quedar medio ahogao, todo fue uno . No le quedaban empinadas más que las pistolas, de miedo. El león, que lo estaba viendo, le dio tanta lástima que fue a sacarle y le sacó. Después que le sacó, y el burro pasó el primer susto, le dice al león: -Oye, ¿pa qué me fuiste a sacar? -Porque te veías perdido -contestó el león. -¿No veías cómo estaba por cima de mí todo cubierto de truchas y peces? -le dice el burro--. Pues, iba a disparar las pisto las; pero como fuistes tú, toda la pesca me espantastes. -Bueno, bueno . . . -dice el león-o Pues, entonces esta apues ta me la has ganao. Vamos ahora a la segunda apuesta, que va a ser ir a caza. Se fueron de caza, y el león marchó por el bosque. Pero el burro se bajó al pie del río a un arenal y allí se tumbó y se hizo el muerto. Los cuervos y pajaracos de mal agüero, pensando que el burro estaba muerto, pues bajaban con intención de comerle. Pero el burro, de que vió que había mucha abundancia de pájaros ya alrededor de él, y de que se le metían hasta debaj o del rabo, sacudió las patas y mató muchos, haciendo esta operación varias veces. Hizo tres piñas de pájaros de los que había matao, y se volvió muy tranquilamente a la cueva. Después de mucho tiempo llegó el león, y traía dos perdices, dos liebres y un raposo. Y venía loco de contento, pensando de haberse ganao la apuesta. De que entró en la cueva y vio al burro, le dijo:
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-¿Qué? ¿Tú y a has venido? -¡Oy, y el tiempo que hace que estoy aquí! -contestó el burro. -Y, ¿qué has cazao? -le dice el león. El burro tenía las piñas de pájaros colgados en un rincón de la cueva, y le contestó al león: -¡Mira! Ahí tienes lo que yo he cazao. El león se quedó pasmao al ver que había cazao más que él, y le dice: -Bueno, bueno... Me has gana o la segunda apuesta también. Ahora vamos por la última, la tercera. Ésta va a ser a ver quién da un golpe mayor en un canto raliego (redondo y grande) que hay en la puerta de la cueva. Fue el león primero y dio una zarpada tremenda. Después fue al burro y, como estaba herrao, se levantó de ancas y, con las patas de atrás, dio tan tremendo golpe en el canto que hizo salir chispas de él. Y el león, de que vio aquello, cogió un miedo horro roso y le dice: -¡Por Dios, no dispares las pistolas! ¡Déjame marchar antes! Pero el burro en ese momento empinó las orejas y empezó a roznar: -¡O. .. o! . . . ¡O. . . o! . . . ¡O . . . o! . . . El león, que nunca había visto esos aspavientos, marchó como un rayo por el bosque adelante. Y a fuerza de correr se encontró con un lobo. El lobo le hizo la venia al león; pero el león le dice: -Ya no me hagas la venia a mí, porque hay otro rey en el bosque. Ya no soy yo rey. -Y, ¿qué animal es ése que ha quedado por rey? -le preguntó el lobo. -Ése es un animal que le llaman el asno -contestó el león. Y le dice el lobo al león: -¡Ah! Pero, ¿a ése le tienes miedo? -Como miedo a él no le tengo -contestó el león-. Pero trae dos pistolas, chico . . . , que siempre las tiene cargadas. Y cuando las dispara, ¡allí le verás echar lumbres! En fin, ¡que yo no me pongo delante de él aunque me maten, y no quiero ser ya más rey del bosque! Y entonces le dice el lobo: -No seas tonto. . . Ven, ven conmigo. Ya verás como le aman so yo a ese rey. -¡No, no! -le dice el león-o ¡Yo no voy! Y si quieres que
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vaya, tienes que llevarme atao a una pata tuya, porque si no, yo no pudiera llegar de miedo. Fue el lobo y le ató a una pata de él. Y fueron poco a poco a la cueva donde estaba el burro. El asno, que tiene tanto miedo a los lobos, de que vio al lobo, empezó a empinar las orejas y a rebuznar tan fuerte que el león marchó ciego de miedo, corriendo por el bosque, sin darse cuenta de que iba atao a la pata del lobo. De manera que cuando llegó a parar, no llevaba del lobo nada más que el cacho de pata que llevaba atao a él. Y el asno quedó de rey del bosque, y se acabó el cuento. Morgovejo, Riaño, León. Narrador LXV, 19 de mayo, 1936.
29 EL LOBO Y LA ZORRA Disputaron un día el lobo y la zorra, apostando seis docenas de huevos al que antes viera salir el sol. Hecha la apuesta, por la mañana, a poco de esclarecer el día, salieron los dos al campo. Y el lobo se puso mirando por donde tenía que venir el sol. Y la zorra se puso mirando a la parte con traria. Y como el sol da primero en las alturas, como la zorra mi raba a los altos de poniente, pos le llamó al lobo la atención, y le dijo: -¡Parece que estás ciego! Mira dónde resplandece el sol en aquel alto!
y le ganó la apuesta que tenían hecho. Aldeonsancho, Segovia. Narrador Ir, 21 de abril, 1936.
30 EL LOBO MADRUGADOR Éste era un lobo que estaba durmiendo en un barranco. Cuan do amanecía, se despertó y empezó a estirarse, y le dio un chasqui do el rabo. -¡Vaya! -dice-. Hoy voy a tener buen día. Parece que me lo anuncia el rabo.
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Se levantó y echó a andar carretera adelante. Se encontró a un pernil de tocino. -¡Uy! -dice-. Esto no lo quiero, que tiene mucha grasa; y además, creo que hoy voy a tener donde elegir. Siguió andando, andando . . . Se encontró a una yegua, con una mulina, que estaba comiendo en unos prados. Y se llegó a ella. -¡Oye! -le dice-. Me tienes que dar a tu mulita, que tengo mucha hambre y hoy no he almorzado todavía. -¡ Hombre! -dice la yegua-o No quiero, que no tengo más que ésta. -¡Sí, sí! -dice el lobo-. Me la tienes que dar, que ya se me están haciendo los dientes agua. -Bueno -dice la yegua-, pues mira. Te la daré. Pero antes me tienes que sacar una espina que tengo en esta pata de atrás, que llevo tres días que no puedo andar. -Bueno, mujer -le dice el lobo-. Te la sacaré. Según se fue a poner a sacarle la espina, la yegua le extendió una coz en la cabeza que le dejÓ medio muerto. Entonces la ye gua se fue corriendo a casa con su mulita. Ya se espabiló el lobo y, como tenía mucha hambre, siguió andando a ver si encontraba comida. Se encontró a unos carneros que estaban paciendo. - ¡Vaya! -dice-. ¡ Buen almuerzo! Se acercó a ellos y les dice : -A ver a cuál de vosotros me voy a comer el primero. - ¡Hombre!
¡A ninguno! -le dicen-o Mira; nosotros no te
hemos hecho nada. ¿Por qué nos vas a comer? -Es que tengo un hambre de tres días -dice el lobo-. Y, a ver, a pensarlo pronto; a ver cuál va a ser. -Bueno, pues mira -le dicen-o Ya que nos comes, nos vas a dejar antes partir este prado, que nos toca de nuestros abuelos. Tú te vas a poner aquí en medio, y nosotros nos pondremos uno a cada esquina del prado. El que llegue antes a ti, aquél se llevará la mejor parte. -Bueno -dice el lobo-. Vamos a ver. Se pone el lobo en medio. Llega un carnero por aquí, y otro por el otro lado, y le dieron tan fuerte topetazo que le dejaron medio muerto. Entonces echaron a correr, a correr, hasta que lle garon a casa. Ya se espabiló el lobo y marchó otra vez en busca de comida.
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Se encontró a unas cabras que estaban comiendo en unos prados. Se acercó a ellas y les dice: -¡ Hale, prepararos, que os vay a comer, porque tengo mucha hambre y no hay derecho de que yo esté en ayunas ! -¡ Hombre, por Dios ! -le dicen-o No nos comas, que nos otras no te hemos hecho nada. -¡ Sí, sí! ¡ Prepararos ! -les dice el lobo. -Bueno, pues mira. Antes que nos comas, nos vas a dejar subir a aquellas piedras a cantar unas misas por nuestros difuntos, que nos lo dijeron a la hora de la muerte. -Bueno, pues subir -les dice el lobo. Subieron las cabras y empezaron: -¡ Baaa! . . . ¡ Baaa! . . . Hasta que llegaron los pastores armaos con buenos garrotes y le dieron tal paliza al lobo que le dejaron medio muerto. Y se marcharon los pastores con sus cabras a casa.
El lobo tardó mucho de espabilarse; pero por fin se espabiló y siguió andando carretera adelante. Se encontró a una cerdita con cinco cerditos . - ¡Vaya! -dice el lobo--. De parte tarde he encontrado buen almuerzo. Llegó allí y dijo a la cerdita: -Despídete de tus hij os, que me les vay a comer a todos. -Pero, ¡ hombre! -le dice la cerdita-. ¿Por qué te los vas a comer, si no te hemos hecho nada? Déjalos, que son mis hijitos. -¡ Sí, sí! -dice el lobo-- . ¿No ves que es muy buena comida y estoy sin almorzar, y está anocheciendo? -Bueno, pues mira -le dice la cerdita-. Antes que te les co mas, los vamos a bautizar. Ya que está aquí el río tan cerca, si quiera que mueran santos. Tú te pones a la orilla del río, y yo te les voy alcanzando. Y tú les bautizas. -Bueno mujer; te daré gusto -dice el lobo. Se puso el lobo a la orilla del río y le dijo la cerdita : -Acércate más al agua, que desde allí no vas a alcanzar. Cuando estaba bien a la orilla del río, la cerdita le pegó un empujón y le tiró al agua. Y se fue con sus cerditos a casa. Al lobo le llevaba la corriente, y ya se veía ahogar. Pero por fin se pudo agarrar a unos juncos y salir del río. Ya se encontraba muy can sao, y se tumbó a la sombra de una encina. Y, mirando al cielo, empezó a dar voces :
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-¡Ay, Dios mío! ¡Quién le habrá hecho al lobo sacador de es pinas, partidor de praos, cantador de misas, bautiza dar de gorri nos! ¡ Por qué no caerá un rayo del cielo y me matará! Tan a tiempo estaba un hombre partiendo leña en la misma encina. Le tiró el hacha, le dio en la cabeza y le mató. Pedraza, Segovia. Narrador LVII, 24 de marzo, 1936.
31 E L LOBO MALO Éste era un lobo muy malo, que siempre mataba a los anima les. que encontraba.
y una vez, cerca de un molino, encontró a una cerda que tenía la cría con ella, y le dice : -Oye, cerda, te voy a comer los gochines.
y la cerda le dice: -¡Ay, no me les comas, porque entavía no les tengo bautizaos ! Mira, si quieres, vamos a ir a ese molino, y en el cuérnago les bau tizamos. -Bueno, pues vamos -dice el lobo. Fueron al molino, y se arrima la cerda con el lobo al Iado don de estaba el rodesno del molino. -Bueno, pues vamos a bautizar los gochos -dice la cerda. El lobo, que estaba tan descuidao, fue la cerda y le dio un pechugón y lo arrojó al cuérnago. Y como el rodesno estaba an dando, el lobo se agarró a él, y el rodesno, agarrao el lobo a él, le volvía loco dando vueltas.
y decía el lobo: -¡Para, bailón, para! ¡Para, bailón, para! Como el rodesno no paraba, pues se wItó el lobo. yendo a es trellarse contra una piedra de las del molino. De allí salió deses perao, maldiciendo su fortuna.
y yendo por un valle de praos alante, se encontró con una ye gua que estaba paCiendo y que tenía una cría, y la dice: -Yegua, te voy a comer la cría. -Comer, sí me la comerás -le dice la yegua-o Pero mira; antes de comérmela, tienes que sacarme una espina que tengo en la pata de atrás.
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-POS bueno, te la sacaré -dice el lobo. Se arrimó a sacársela con los dientes, y le suelta la yegua una coz que no le dej ó diente sano. Se marchó el lobo maldiciendo su suerte.
y siguiendo por los prados arriba encontró dos carneros que se estaban peleando por la herencia que les había dejao su padre. De que ven al lobo, le dicen: -Oye, lobo, tú que eres más listo que nosotros, a ver si nos sabes partir este prao, porque nosotros no nos entendemos y por eso estamos peleando.
y el lobo les dice: - ¡ Sí, sí! Sos partiré el prao; pero después sos vay a comer a los dos. -Bueno -dicen los carneros-o Pues a ver cómo le partimo�. Tú ponte en aquel mojón del medio, y nosotros nos pondremos uno a cada extremo del prao y echamos a correr. El que primero llegue adonde estás tú, para aquél es el prao. Se fue el lobo donde le habían mandao los carneros. Los car neros se hicieron de señas y a un mismo tiempo echaron los dos a correr, uno para allá y otro para acá, dando al lobo tan fuerte topetazo que le dejaron en el suelo medio muerto. Y ya no le dieron ganas de comer a los carneros. Estuvo el lobo mucho tiempo sin poderse mover. Por fin se marchó para el monte y se puso debaj o de un roble maldiciendo su fortuna. Pero no había visto que arriba en el árbol había un hombre con un hacha, que estaba cortando leña. Y empieza el lobo a lamentarse: -¿Quién me haría a mí bautizador de gochos, si mis padres y mis abuelos nunca 10 fueron? ¿Quién me haría a mí sacador de espinas si mis padres y mis abuelos nunca lo fueron? ¿Quién me haría a mí partidor de praos, si mis padres y mis abuelos nunca lo fueron? ¡ Si caese un rayo del cielo y me matara!
y el hombre que estaba arriba en el roble, el leñador, suelta el hacha y le dice : -¡Mal lobo, allá te va!
y dejando caer el hacha encima de la cabeza del lobo, le mató. Morgovejo, Riaño, León. Narrador LXV, 19 de mayo, 1936.
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32 LA CABRA Y SUS CHIVITOS Era una cabra que tenía siete chivitos. Y los dijo que no le abrirían la puerta a nadie, porque ella tenía que ir a por leña, y iba a vanir el lobo por ahí. Y los chivitos le dijeron a su madre que no se iría; pero ella les dijo que tenía que ir al monte a por leña.
y se marchó ella al monte. y luego que ya se había ido la cabra, vino el lobo y les dijo a los chivitos: -Abrir la puerta, que soy vuestra madre.
y los chivitos le respondieron: -Asoma la patita pa ver si eres nuestra madre.
y el lobo asomó la pata y la tenía negra. Y como la madre de los chivitos tenía la patita blanca, le dijeron: -No, no, tú no eres nuestra madre, que tu tienes la pata negra, y ella la tiene muy blanca.
y entonces el lobo fue ande un harinero y le dijo que le pin taría las patas blancas. Y el harinero se las pintó blancas con harina. Y fue otra vez a la casa de los chivitos y llamó a la puerta y les dijo : -Abrir l a puerta, que soy vuestra madre.
y los chivitos le gritaron: -Enséñenos la patita.
y el lobo la enseñó por debajo de la puerta, y vieron que la tenía blanca. Pero todavía los chivitos no creían que era su madre y le dijeron al lobo: -No, no abrimos la puerta, que tú tienes la voz ronca y nues tra madre la tiene muy suave.
y entonces el lobo fue ande un huevero y le dijo que le daría un par de yemas para aclarar la voz. Y el huevero le dio un par de yemas, y el lobo se las bebió para aclararse la voz . Y entonces fue en seguida ande los chivitos. Y llamó a la puerta y dijo : -Abrir l a puerta, que soy vuestra madre.
y los chivitos le dijeron: -Asoma la patita.
y asomó el lobo la pata y la tenía blanca. Y como ahora tenía la voz suave, porque el huevero le había dao un par de huevos pa
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que se le aclarara la voz, abrieron la puerta y le dejaron entrar.
y entró el lobo y se comió a todos los chivitos, menos uno que se escondió en el reló . Y se fue el lobo.
y vino la madre y dij o : -Abridme l a puerta, chivitos míos, que soy vuestra madre y vengo del monte de por leña.
y salió el chivito del reló y abrió la puerta. Y la madre le dij o : -y los demás chivitos, ¿dónde están? y el chivito la respondió : -Se los ha comido el lobo. Dijo que abriríamos l a puerta, que era nuestra madre, y abrimos la puerta y entró y se comió a los demás chivitos. A mí no me comió, porque me escondí en el reló.
y entonces la madre cogió y salió a buscar al Iaba. Y el chivito iba con ella. Y andando por el monte se encontraron a la orilla de un pozo al lobo, que estaba durmiendo. Y vio la cabra que se le movía la panza y dijo : -Mis chivitos están vivos todavía.
y le dijo al chivito que iba con ella que iría corriendo a la casa a traer unas tijeras y un ovillo de bramante. Y salió corriendo el chivito que parecía que volaba. Y pront.!to volvió con las tijeras y el ovillo de bramante. Y la madre cogió las tijeras, le abrió la tripa al lobo, y saltaron todos los chivitos vivos. Y entonces le metieron piedras en la tripa y la madre se la cosió con bramante.
y la madre y los chivitos se fueron muy contentos a su casita. y a poco despertó el lobo y al verse tan pesado dijo : -¡Ay, qué peso tengo aquí! Pero, ¿qué e s esto que tengo aquí?
y al dar una vuelta se cayó en el pozo y se ahogó. Salas de los Infantes, Burgos.
33 LOS SIETE CABRITOS Esta era una cabrita que tenía siete cabritos. Y un día no tenía qué darles que comer y les dij o : Hijos míos, voy a por comidita para daros que comer. Aunque venga el que venga, no abréis la puerta. En esto el lobo la estaba oyendo detrás de la tenada. Así que se marchó la cabra, se acercó el lobo a la puerta. ¡Tras, tras ! -¿Quién llama?
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-Abrid, hijitos míos, que viene vuestra mamá con la comidita para daros que comer. Por ún agujero que tenía la puerta le dijeron: -Enséñanos a ver la patita. Enseñó la patita. Y el lobo la tenía negra, y la cabrita la tenía blanca. Y le dijeron los cabritos : - ¡ Ay, no , no, que nuestra mamá la tiene blanca, y usted la tiene negra! Se fue el lobo donde un molinero y le dijo : -Molinerito, úntame la patita d e harina. Le dice el molinero : -¿Qué es, para hacer alguna picardía? -Si no me la unta, le trago.
y se la untó el molinero. Vuelve el lobo a la puerta: ¡ Tras, tras! -¿Quién llama? -Abrid, hijitos míos, que viene vuestra mamá con la comidita para daros de comer. -Enséñanos a ver la patita. Vieron que la tenía blanca. Pero notaron que tenía la voz muy ronca y le dijeron: -¡Ay, no, no, que nuestra mamá tiene la voz muy clara y usted la tiene muy ronca! Se fue el lobo donde un huevero y le dijo : -Hueverito, déme usted una docena de claras d e huevo. -Siempre será para no hacer nada bueno. -Si no me las da, le trago . Por fin se las dio. Vuelve a la puerta:
¡Tras, tras !
-¿Quién llama? -Abrid, hijitos míos, que viene vuestra mamá con la comidita para daros de comer. -Enséñanos a ver la patita. Se la enseñó . Como vieron que la tenia blanca y la voz clara, abrieron. Así que vieron que era el lobo, todos se echaron a correr por el pasillo. El uno se escondió debaj o de la silla; otro debajo la mesa; otro detrás de la cama; otros detrás del baúl -en fin, todos se escondieron-, y otro en la caja del reloj . Pero a todos los buscó y se los tragó menos al de la caja del reloj . En esto que viene la cabrita. Así que vio la puerta abierta, em pezó a llorar y a llama:r a sus hijitos. Ya llegó al comedor y la dijo el que estaba metido en la caja del reloj :
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AURELIO M. ESPINOSA -¡ Aquí estoy yo, que a todos los demás se los ha tragado el
lobo! La cabrita lloraba; mas dijo a su cabrito: -Vamos de paseo por el monte a ver si vemos al lobo.
y se le encontraron dormidito en medio del camino. Entonces le dijo la cabrita a su hijito: -Anda a casa y traes la aguja, el hilo, el dedal y la tijera. Así lo hizo. Fue corriendo y volvió, y le abrieron la tripa con la tijera. Y salieron vivitos los seis cabritos. Y metieron piedras. El lobo se dispertó y tenía sez. Decia: -¡Qué sez tengo! Voy a beber agua de ese arroyo. Pero no, que está turbia. Fue andando, andando, y se encontró una fuente. Quiso beber; pero estaba verdosa el agua, y dijo : -Tampoco la quiero. Ya llegó a un pozo muy hondo, muy hondo. Entonces agachó la cabeza para beber, se le vinieron las piedras pa adelante y cayó ' al pozo, con las patas hacia arriba. Y colorín, colorao, este cuen to se ha acabao. Covarrubias, Burgos. Narrador LXXXI , 6 de junio, 1936.
34 LOS SIETE CABRITOS Era una cabrita que tenía siete cabritos. Una mañana de invierno amaneció muy fría, y no tenía leña para calentarse, y les dijo la cabrita a sus hijos: -Mirar, hijitos. Me voy a ir al monte a por leña. Cuando vuel va, yo os diré: « ¡Abrir, hijitos míos, que traigo leche en tetas, lum bre en las cornetas, y un hacecito de leña a cuestas! » ¡Tener cui dado! ¡ No vaya a venir el lobo y os vaya a comer! Se marchó la cabrita. Y había estado el lobo escuchando, y al poco rato se presentó y les dijo a los cabritos : -¡Abrir, hijitos míos, que traigo leche en tetas, lumbre en las cometas, y un hacecito de leña a cuestas!
y los chivitos le dijeron: -¡A ver, a ver! Asome usted la patita. Asomó el lobo la pata y los chivitos gritaron:
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-Ay, no, no, que nuestra madre tiene la patita blanca, y tú la tienes negra! ¡Tú eres el lobo ! Entonces el lobo se marchó y vio pasar a un molinero y se untó de harina la pata. Y volvió a la casa de los chivitos y les dijo : -¡Abrir, hijitos míos, que traigo leche en tetas, lumbre en las cornetas, y un hacecito de leña a cuestas! - ¡ A ver, a ver! -dijeron los chivitos-. Asome usted la patita. Asomó el lobo la pata untada de harina, y dijeron los chivitos : -¡Ay, sí, sí, que es nuestra madre, que tiene la patita blanca ! Abrieron los chivitos la puerta y, cuando vieron que era el lobo, todos, asustaos, se escondieron, uno detrás de una silla, otro en las cantareras, otro en la tinaja, otro debajo del fregadero, y otro se escondió en el reloj . Pero el lobo les buscó a todos y se les comió, menos al chiquitín que era el que estaba en el reloj . Se marchó el lobo y, como tenía la tripa llena, se tumbó en un barranco y se quedó dormido. Ya vino la madre y, cuando vio la puerta abierta, en seguida comprendió lo que había pasado. Empezó a llamar a sus hijos, y salió el del reloj y le dijo que el lobo se había comido a todos sus hermanitos menos a él, que no lo habí:l. encontrao. Se fueron a buscar al lobo y le encontraron dormido. Le abrieron el vientre con unas tijeras, sacaron a los chivines y le llenaron el vientre de piedras. Cuando se despertó el lobo, tenía mucha sed; se acercó a un pozo y vio que tenía agua. Y tanto quiso estirar el pescuezo que cayó y se ahogó. Y colorín colorao, este cuento se ha acabao. Pedraza, Segovia. Narrador LVII, 24 de marzo, 1936. 35 CHIVA CHIVATIS Estaba una chiva chivatis encima de una fuente fuentatis. Y pasó por allí un lobo lobatis y
dice:
-¿Qué haces ahí,
chiva chivatis?
-Bebiendo agua de la fuente fuentatis.
y la dice el lobo lobatis:
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AURELIO M. ESPINOSA -Baja de ahí, chiva chivatis . -No, lobo, lobatis, que me agarrarás del gaznatis . -No tengas miedo, chiva, chivatis, que es vernatis, y no se puede comer carnatis. Confiada la chiva chivatis en que la decía el lobo lobatis que era vernatis y no se podía comer carnatis, baja de la fuente fuentatis, y la agarra del gaznatis. -¿Qué haces, lobo lobatis? ¿No me decías que era vernatis, y no se podía comer carnatis? -Chiva chivatis, al necesitatis no hay pecatis.
Astudillo, Palencia. Narrador XXIV, 14 de mayo, 1936.
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CABRA CABRATIS Leción, epístola Guadiana : la cabra coja no sana, que la ha encojado el pastor, porque se va a las cebadas, que corta la espiga y deja la caña. La cabra cabratis se ha subido a las peñas peñatis. Llega el lobo lobatis, la agarra del gargaveratis. Le dice : -Lobo, lobatis, no me comas. ¿No te alcuerdas que confesastis con el cura Peculunio, y te dio de penitencia,
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no comer carne cabruno en este mes, ni en el de junio? -¿No sabes, cabra cabratis, que habiendo hambre, no hay pecatis? Arcones, Segovia. Narrador LXXV, 28 de marzo, 1936.
37 CABRA CABRATES Estaba la cabra cabrates en las altas peñas peñates. Debajo estaba el lobo lobates -Baja, cabra cabrates, a comer de los ricos mirlates, a beber agua de la fuente clarates . -No bajo, no, que me comerás. -No te como, no, que me está prohibido comer carne en todo el mes de mayo. Bajó la cabra cabrates a comer de los ricos mirlates, a beber agua de la fuente clarates. ¡ Aleluya!
No la dejó más que la cencerra
y eso porque no era suya. Pedraza, Segovia. Narrador LVII, 24 de marzo, 193!l .
38 LOS ANIMALES INÚTILES Éste era un burro que le echaron a morir. Y se fue al campo y se encuentra con un perro. -¿Qué haces ahí? -le dice el perro. -El amo, porque soy viejo y pelao, me ha echao a morir y ya no me admite en casa.
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-Así me pasa a mí -dijo el perro. En esto que se encuentran a un gato . -¿Dónde vas? -le preguntaron. -Me ha echao fuera el amo porque &oy vieja y goloso, y porque ya no pueda cazar.
y ven a un gallo en lo más alto de un árbol y le preguntan: -¿Qué haces ahí, gallo? -Mirar . . . Es la función del pueblo, y me han querido coger para matarme, y me he salido al campo . -Bájate, y vamos por el mundo a buscar la vida.
y andando, andando, se encontraron con una luz en un monte. Era un caserío abandonao, que los señores iban a veranear allí en el verano. Y había una cuadrilla de ladrones que estaban roban do el caserío. Y dice el perro : -Ahí hay gente. Vamos a entrar a ver si los asustamos y se van y nos comemos la merienda de ellos. El gallo se subió a lo más alto de la cuadra, . . . el perro tras de una puerta tumbao, . . . y el gato se fue al hogar donde estaban co miendo. Y empezó el gato a maullar, el burro a rebuznar, el perro a ladrar, y el gallo a cantar: -¡Están aquíii! . . . ¡ Están aquíii! . . . Los ladrones tuvieron miedo y se salieron gritando: -¡ Aquí hay gente y nos van a coger! Escaparon los ladrones, y los animales entonces se puson a comer la cena. Entretanto los ladrones dejaron de correr, y dice el capitán: -Muchachos, el que sea más valiente tiene que volver a ver qué gente hay allí. Si no, seremos unos cobardes.
y fue uno voluntario y dice: -¡Yo entro ! Llega el ladrón a la cocina, y el gato l� echó una engarañada que le sacó un ojo; el perro le cogió de las piernas haciéndole mordiduras. Y al tiempo de salir, le pegó unas coces el burro . . . y el gallo entretanto dando voces: -¡Venir, que están aquí ! ¡ Venir, que están aquí! El ladrón echó a correr con todas sus fuerzas y temblando de pies a cabeza, dijo a sus compañeros : -¡Vámonos corriendo, que allí hay mucha gente, y nos van a coger!
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y escaparon los ladrones y dejaron a los animales solos en el caserío. Y allí se quedaron disputando, hasta que fueron los amos a veranear y vieron con mucho gusto que su finca estaba en bue nas condiciones guardada por los animales. Nava de la Asunción, Segovia. Narrador XXVI, 16 de abril, 1936.
39 E L RATóN y EL GATO Un ratón y un gato apostaron a juegar a la pelota. Echaron suertes y le tocó empezar a sacar al ratón. El ratón sacaba orilla de su madriguera, y el gato le decía: -Sal y saca más largo.
y le decía el ratón: -¡No! Está aquí la falta. Siguió sacando el ratón, y el gato se arrimaba a dar a la pelota, y el ratón . . . ¡ corriendo a su madriguera! Y el gato le decía: -¡ Sal, hombre! ¡ Saca más largo! -No saco más, porque está aquí la falta. Sacaba el ratón y echaba a correr el gato, no a la pelota, sino a ver si pOdía coger al ratón. Pero como el ratón se metía corrien do a su madriguera, le decía el gato: -¡ Sal y saca más largo, que ésta ha sido falta!
y el ratón, desde su madriguera, le decía: -¡Sí! ¡Falta de uñas !
y así acontinuó el juego, sin poder coger el gato al ratón. Arahuetes, Segovia. Narrador VIII, 26 de marzo de 1936.
40 EL RATóN y EL GATO ¿Sabe usted que una vez un ratón cayó en un cubo grande de vino? Habla por allí un gato y, como el ratoncito se veía ahogar, le dice al gato:
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-¡Por Dios, sácame, que me ahogo! ¡ Sácame, aunque luego me comas!
y fue el gato y le sacó. Y luego le dijo el ratoncito : -¡Déjame que me seque un poco, y luego me comes ! Entonces, en un descuido del gato, se escapa el ratoncito, que se metió corriendo en su cueva. Y entonces le dice el gato : -¡ Infame! ¡Dijistes que te iba a comer!
y como estaba el ratoncito en la cueva, le contestó: -Pues, si lo dije, ¡ estaría borracho! . . . Navas de Oro, Segovia. Narrador XXXV, 8 de abril, 1936.
C.
EL HOMBRE Y ANIMALES SALVAJES
41 E L HOMBRE Y LA SERPIENTE Era una vez un campesino que iba en busca de trabajo y en contró a una serpiente que estaba casi muerta de frío. El campe sino le dio lástima de ella y la recogió, metiéndola en la alforja y atándola. Al cabo de poco tiempo la serpiente salió de la alforja y dijo al campesino: -Mucho te agradezco que me hayas dado la vida; pero tengo mucha hambre y te voy a devorar. Entonces el hombre la suplicó que no le devorase, y la ser piente le dijo que iría a votos, que el que tuviese más votos que él ganaba. Fueron andando y se encontraron a un burro, y la serpiente le dijo : -Tú, ¿por quién das el voto, porque yo m e coma a l hombre, o porque el hombre me mate a mí? Entonces el burro contestó: -¡Estos hombres no hacen más que pegarnos palos todos los días! Yo te doy el voto a ti. Se marchó el asno, y la serpiente le dijo al hombre: -Ya tengo un voto. Ya me voy afilando los dientes. Al poco tiempo encontraron a un toro, y la serpiente le dij o : -Tú, ¿por quién das e l voto, porque yo m e coma al hombre o porque el hombre me mate a mí? Y el toro la contestó : -Yo te le doy a ti, porque estos hombres n o hacen más que pegarme y banderillearme. Y a veces me dan unos palos que no los resisto.
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AURELIO M. ESPINOSA Entonces la serpiente, relamiéndose, le dijo al hombre: -Ahora sí que va de veras . . . Casi, casi que te puedo comer
ahora.
y el hombre, muy triste, contestó: -No, no. Todavía te falta un voto. Al decir el hombre esto, encontraron una zorra, y la dijo la ser piente: -Zorra, tú, ¿por quién das el voto, por que yo me coma al hombre, o por que el hombre me mate a mí?
y a esto dijo la zorra: -Esperaz que me ponga las gafas y mire el libro de elecciones, y entonces os diré a qUién tengo que dar el voto.
y entonces la zorra le dijo al hombre: -Ustez, ¿cómo encontró a la serpiente? La serpiente entonces se colocó como la había encontrado el hombre. Y la zorra dijo entonces al hombre: -A ver cómo la cogistes y cómo la metistes en la alforja.
y el hombre lo hizo tal como antes lo hubiese hecho. Al tener la serpiente dentro de la alforja, la zorra le dijo : -¿Por qué n o l a mató ustez entonces?
y el hombre, al saber que la debía haber matao antes, coge una piedra y la mata. La zorra, al dar la razón al campesino, le dijo que la tenía que dar dos gallinas que tenía en el corral, sobre todo la blanca y la roja, que están diciendo «Comedme». El campesino la dijo que sí, que se las daría. Pero al día siguiente, cuando la zorra fue a por ellas, el hombre cogió una estaca y la molió a palos, después de que le había hecho tantos beneficios. Mayorga de Campos, Valladolid. Narrador LXXI I, 11 de mayo, 1936.
CUENTOS PO PULARES DE CASTILLA
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42 EL LEó� y EL HOMBRE Una vez se reunieron las fieras para ver quién había de ser rey de las fieras . Como era por la fuerza, lucharon el oso y el león, y quedó vencedor el león. Entonces le dijo al león la raposa: -¡Ay, señor, si te vieras con el hombre, bueno te pondría! -¿Dónde está ése? -pregunta el león.
y la raposa le contesta: -Baje ustez esa calle abajo y verá ustez una puertecita en carnada. Allí es donde vive el hombre.
y fue el león a parar a la ventana de un zapatero. Según echó las manos sobre la ventana, de susto se le cayeron al zapatero la horma, los zapatos y la lezna de las manos. -¿ Vive aquí el hombre? -preguntó el león. -¡Ay, no, no! ¡Por aquí no ! -contesta el zapatero-. Ahí, por esa calle arriba, donde hay una puertecita encarnada, a la derecha. La puerta que le indicaba el zapatero era la del herrero . Cuan do se acerca el león a la puerta y pica y pregunta: -¿ Vive aquí el hombre? -Sí, señor -dice el herrero-o ¿Se le ha roto alguna cerradura o alguna llave? -No, señor -dice el león-o Es que había oído que tenía mu cha fuerza el hombre, y deseaba echar una lucha con él. -Pues, aguarde un momento -le dice el herrero. Mientras tanto el herrero calentó las tenazas corvas y, cogien do las tenazas en una mano y el martillo en la otra le cogió por las narices con las tenazas calientes, y ¡ golpes a la cabezal . . . ¡trompazo a la cabeza! . . .
y cuando el herrero le suelta, echa a correr el león y coge el escopetón en las nalgas. Cuando subió el león ande los demás compañeros, le preguntó la raposa: -¿Qué tal, compañero? ¿Qué tal te ha ido? -¡ Calla, calla, que vengo echao a perder! -dice el león-. Eso, bien lo decías tú. Sólo me ha agarrao con dos dedos . . . echa toda la mano! . .
.
¡ Si me
Y, no conforme con esto, salió a la puerta
y me tiró un salivazo! y ¡ ay, mira cómo me ha puesto! Arbejal, Palencia. Narrador XLII, 24 de mayo, 1936.
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AURELIO M. ESPINOSA 43 EL OSO Y EL HOMBRE
Estaba un león en el rigor de la calentura, y llegó un oso a visitarle. Y le dij o : -No t e apures por nada, que con los dos no hay quien pueda. y le dij o el león: -Hay uno solo que puede cón nosotros y algunos más. -Pues dime quién es -dij o el oso-, que me voy en busca de él en este momento. y el león le dijo: -No salgas, que vas a salir perdiendo . --Pues, ¿quién es? -El hombre -contestó el león. -Pues, yo daré con él -dijo el oso. Se puso en camino y se encontró con un pequeño, que estaba guardando unas cabras en una selva. Y le dij o : -¿Quién eres? y le contestó: -Soy una pobre criatura que estoy a la mira de estas cabras para ganar el sustento de mi pobre madre anciana. y le dijo el oso : -No eres tú el que yo busco. Más adelante encontró a un anciano, que estaba a la mira de unas pocas vacas lecheras. Y también le preguntó que quién era. y le contestó: -Soy un pobre anciano que vengo a la mira de este ganado para ganar de comer. -Tampoco eres tú el que yo busco -le dijo el oso. Siguiendo más adelante, se encontró con un cazador, al que le preguntó de la misma manera, que quién era. Y le contestó , -Soy el hombre. A lo que el oso dijo : -Pues es e l que vengo yo buscando . y a l decirle eso a l cazador, le dijo éste : -Verás la contestación que te vay a dar. Se tiró la escopeta a la cara, y el oso, al ver ese movimiento, tomó la escapada. Pero el cazador no anduvo con detenciones . . . ,
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más que dispararle un tiro y clavarle todos los plomos e n las nalgas. El oso arreó a todo meter donde había dejao a su compañero el león, y le dij o : -Ahora veo que eres más diestro que yo. Me dijiste que no fuera en busca del hombre, que iba a salir mal. Me he encontrado
con uno que me ha dicho ser hombre : con unas narices bastante largas. Me ha tirao una mocada, y ¡mira como me ha puesto
el culo ! Aldeonsancho, Segovia. Narrador II, 22 de abril, 1 936.
44 LA VIEJECILLA y LOS LOBOS Eran dos viejecitos, y todos los días iba el viejO a trabajar. Su mujer le iba a llevar la comida y a comer con él. Un día, cuando iba a llevarle la comida a su marido, la mujer se encontró con un lobo, y la dij o : -¡ Viejecita, que estás muy gordita y te vay a comer!
y ella le dij o : -¡A l a vuelta, a l a vuelta, que estaré más gordita! Fue más alante y se encontró con otro lobo, y la dijo : -¡Viejecita, estás muy buena y t e voy a comer!
y ella le dijo : - ¡ A l a vuelta, a la vuelta, que estaré más gordita! Conque llegó la viejecita y se lo contó todo a su marido . Y su marido tenía un burro muy viejo, muy viejo. Mató el marido al burro, le sacó el pellejo , le hizo un tambor y metió allí a su mujer. Había una . cuesta muy alta que llegaba hasta casa de ellos, y el viejecito echó a rodar a su mujer en el tambor. Al llegar al primer lobo, éste preguntó al tambor: -Tambor, trunbor, ¿has visto por ahí a alguna viejecita?
y contestó el tambor: -¡Al tunturuntún, que yo no la he visto ! Siguió rodando el tambor y se encontró con el otro lobo, y éste le dij o :
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-Tambor, tambor, ¿has visto venir por ahí a alguna viejecita?
y el tambor contestó : -jAI tunturuntún, que yo no la he visto! Ya llegó la viejecita a su casa. Y cuando vino el marido, desar mó el tambor, sacó a la mujer, y ya pues no volvió más a llevarle la comida a su marido. Sieteiglesias, Valladolid. Narrador XC, 8 de mayo, 1936.
D.
ANIMALES DOMÉSTICOS
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EL CONSEJO DE LOS PERROS
Como antiguamente había tanto lobo, y daban tanta guerra a los pastores, pues todos los días cazaban ovejas, los amos no te nían parar de:
« ¡Toba, perro! ¡Toba, perro! ¡ Ahí va el lobo ! »
Como era así, sin cesar, todos los días, ya acordaron los pe rros de juntarsen todos en un sitio, La Mata Rosueros (una dehesa grande), para considerar el caso. Y acordaron todos ir unos por un lado y otros por otro y matar todos los lobos que hubiera en la provincia; y así podían tener descanso los perros y comer el pan más tranquilos. En esto llegó un perro viejo , un poco cojo, y les saluda y les dice : -¿Qué habís pensado?
y le dicen: -Hemos pensado echarnos unos por un lado y otros por otro y matar todos los lobos que haiga en la provincia, para poder te ner tranquilidad y tener tiempo de comer el pan más descan sados. En esto les dice el perro anciano: -Habís pensado bien; pero va a resultar otra cosa; que al matar todos los lobos, van a decir los amos: «¿Para qué queremos ya tanto perro? » El amo que tiene cuatro se quedará con dos, y el que tenga dos se quedará con uno, y dirán:
« ¿ Cuál vamos a
matar?» «Pues los más viejos.» Y nos va a tener cuenta seguir
10 mismo. Lo empezaron a pensar y dijeron todos los perros :
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-Éste lleva razón. Nos van a matar a la mitad, y después no darnos a los que quedemos tanto de comer. Arahuetes, Segovia. Narrador VIII, 26 de marzo, 1936.
46 ¿DÓNDE ESTA EL AAAMA? En el verano el gallo sentía decir a la gata: -¿Dónde está el áaama? Porque en el verano el ama se iba al campo a segar, y no hacía caso de ella. Y así la gata repetía: -¿Dónde está el áaama? ¿Dónde está el áaama?
y entonces contestaba el gallo, muy contento, porque le traían las espigas: -¡Está a espigáaar! ¡ Está a espigáaar! ¡ Muy contento! Luego viene el invierno, que no hacen caso del gallo, porque andan en las matanzas. Y anda la gata comiendo los mondongos tan contenta. Y está nevando y dice la gata, para que esté triste el gallo: -¡Ha neváaao ! ¡ Ha neváaao ! ¡ Ha neváaao!
y el gallo, como está enfadao, dice: -¡Pues no lo véees! ¡Pues no lo véees! Nava de la Asunción, Segovia. Narrador XXVI, 18 de abril, 1936.
47 ¿DÓNDE ESTA MI AAAMO? En el tiempo de la siega, se van los labradores al campo, y los pobres animales lo pasan mal. El gato de un labriego decía, lasti· moso, mientras se paseaba por la casa: -¿Dónde está mi áaamo? ¿Dónde está mi áaamo? ¿Dónde está mi áaamo?
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Esto lo oía un gallo del mismo dueño, y desde el corral le contestó: --¡A segáaar! ¡A segáaar! ¡A segáaar! Matabuena, Segovia. Narrador XXVIII, 27 de marzo, 1936.
48 ¿HAS VISTO A MI ÁAAMA? En el invierno los gatos están viendo si pueden quitar algo de la matanza. Y los gallos están esperando a que venga su amo para que les eche de comer. Un día estaban asomados el gallo y el gato, y dice el gato: --¿Has visto a mi áaama? ¿Has visto a mi áaama?
y contesta el gallo : --Si no lo séee! ¡ Si no lo séee! Sepúlveda, Segovia. Narrador LXIX, 2 de abril.
49 EL CHORIZO PARA LA MONA Estaba un perro y un gato en una cocina que había chorizos colgaos. El perro los estaba mirando, y el gato le dijo : --¿Qué miras? --Que veo unos chorizos y querría darme un banquete; pero no los alcanzo. --Yo sí los alcanzo --dice el gato. Y dió un brinco y alcanzó uno y cayó. Y al caer el chorizo, le cogió el perro. Y luego empezaron a reñir porque los dos querían el chorizo. Y el perro decía: --¡Es mío, que le cogí yo! --¡Es mío, que yo le alcancé! --decía el gato . Estando en esto, entró la mona y preguntó : --¿Por qué reñís? --Porque yo di un salto y alcancé un chorizo, y se cayó al suelo --dice el gato--, y ahora el perro le coge y dice que es suyo.
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y el perro dij o : -Como l e cogí yo, e s mío. La mona dijo entonces: -Los dos tenéis razón; y como tenéis razón los dos, es la mi tad de cada uno. Y ahora os lo voy a partir yo.
y fue la mona y dio un mordisco y no lo partió bien. Dejó a lado más que a otro. Y dijo entonces: -Como no está igual, voy a dar otro mordisco . Dio el mordisco y tampoco lo dejó igual. Y así, a mordiscos, la mona se comió todo el chorizo. El chorizo para la mona y la razón para el perro y el gato. Cervera de Río Pisuerga, Palencia. Narrador XXXI , 24 de mayo, 1936.
E.
AVES, BATRACIOS E INSECTOS
50 EL GRILLO Y EL LEÚN El león salió de paseo una mañana que apenas salía el sol, con una gran calentura que le tenía tumbao. Salió un grillo de su cueva cantando que él era el rey de aque llos campos. Y el león, al pasar, le pisó la cueva y casi se la des truyó. Y el grillo le dij o : -¡Vil, infame! ¿Por qué tratas d e hundirme mi casa?
y el león le contestó: -La pisé porque me dio la gana. ¿Tú dices que eres rey? ¡Rey de las sabandijas serás! Yo soy el rey supremo de todo el mundo, que campea mi nombre ensalzado por todos lados.
y a eso le dijo el grillo: -Pues si tanto te imponderas y tantos fueros tienes, yo, como rey de las sabandijas, te desafío a campal batalla conmigo.
y el león le respondió: -Pues mañana a las nueve te preparas con tus soldados para la batalla y yo prepararé los míos. Viendo la zorra que lo que estaba preparando el grillo no eran sino avichuchos y moscardones, le dijo : -¿Qué vas a desafiar? S i y o sola m e basto para eso.
y el grillo entonces soltó cuatro avispas y dos moscardones. Las avispas se le metieron a la zorra en ;a cola, y los dos moscar dones se le metieron en las narices, y la zorra en ese tiempo tuvo que huir y subirse a las peñas más altas que había. Otro día a las nueve se presentó el león preparao para la bata lla con elefantes, tigres, camellos y todos los animales bravos. ¿Qué hizo el grillo entonces? Preparó las moscas, los moscardo nes, abejas y demás avichuchos, y al encontrarse con el ejército
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del león, se les metían a los ganaos por las narices y por entre el rabo . Y viendo que nada podían hacer, la zorra, que dende el cerro todo lo estaba mirando, gritó en aquel momento : -¡Al agua, al agua, soldaos ! Como ya se los comían a piquetes las abejas, avispas y mos cardones, todos tomaron el consejo de la zorra y se fueron tiran do en el río. Y de tan sangrienta batalla rendidos se confesaron. Villamediana, Palencia.
51 E L PECU y EL ALCOTAN Vivían juntos, durante el verano, un alcotán y un pecu. Habi taban cerca de la sierra, y cuando venía el invierno, la vida se les hacía imposible. El pecu, con más astucia que el alcotán, a me diados de invierno salía a invernar en tierras cálidas. El alcotán, en cambio, se quedaba en su mísera vivienda, y como le era hasta difícil encontrar alimento por la abundancia de nieves, vivía con penas hasta la primavera. A primeros de mayo, cuando ya era más agradable el clima, y más abundante el sustento, regresaba el pecu, no cesando de cantar: -Pecu, pecu. Ansioso de ver al pobrecito alcotán para que le contara qué tal había pasado el invierno, le encontraba al pobre aterido de frío y encogido. El pecu, satisfecho de su regreso, y como se encontraba fuer te, invitó al alcotán a una lucha para probarse las fuerzas. El po bre alcotán, tímido y aterido, no quería; pero el pecu le insistió tanto que por fin tuvo que acceder. Sostuvieron una lucha encar nizada, y cuando el pecu se vio vencido y desplumado, se zafó como pudo de las garras del alcotán. Y cuando el alcotán le lla maba: -¡Ven, espera! Le contestaba el pecu:
-¡Anda de ahí, poco-vales, poco-puedes, que con las uñas me sujetas, y con el pico me muerdes ! Riaza, Segovia. Narrador XL, 30 de marzo, 1936.
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52 EL SAPO Y LA ZORRA Cierto día apostaron a correr la zorra y el sapo. Señalaron la distancia donde habían de llegar y, poniéndose los dos a la par, empezó la zorra a decir : -¡A una! ¡A dos! Y, ¡a tres! Empezaron la carrera; pero al echar- a correr la zorra, dio el sapo un salto y se montó en la cola de la zorra. La zorra corre que corre. Al llegar a la meta, como la zorra no veía al sapo, se volvió pa atrás, y entonces el sapo se baja del rabo y se pone de lante de ella. Y dice la zorra: -¿Dónde se habrá quedao ese pájaro? Y responde entonces el sap o : -¡Aquí está, delante d e ti! Y ganó el sapo la apuesta y la zorra quedó muy sorprendida. Peñafiel, Valladolid. Narrador LXXIV, 28 de abril, 1936.
53 EL SAPO Y LA ZORRA
Una zorra y un sapo apostaron a ver cuál llegaba antes a tal sitio. Fueron al lugar donde iban a correr, y dice el sapo : �¡A una! ¡A dos! ¡ A tres! Echa a correr la zorra con todas sus fuerzas; pero en el mo mento de empezar la carrera, el sapo da un salto y monta encima la zorra. Y a la que llegaba ésta al sitio que apostaban, salta el sapo y cae delante de ella. La zorra comprendía que no podía ser el ganarle, y volvieron a repetir la carrera. Va la segunda vez : -¡A una! ¡ A dos! ¡ A tres ! Echa a correr la zorra, y se vuelve a tirar el sapo encima de ella. La zorra, i correr lo que podía! , sin notar que el sapo iba mono tao encima. Y al -llegar al sitio señalao, 8aIta el sapo por delante la zorra, y cuando miraba la zorra, ya estaba el sapo allí.
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Tanto le chocaba a la zorra que apostaron hasta tres veces. Dan la última carrera y volvió a hacer lo mismo el sapo . Siempre llegaba antes el sapo. Tuvo que convencerse la zorra de que no podía con él, y pagar la apuesta. Arahuetes, Segovia. Narrador VIII, 26 de marzo, 1936. 54 EL SAPO Y LA ZORRA Una vez el sapo, que se llamaba Pedro, subía por la cuesta de un prao y se encontró con la zorra, que se llamaba Miravalles, y le dij o : -iBuenos días, Pedro ! -¡ Hola, Miravalles ! -dice el sapo-. ¿Adónde vas por ahí? -A ver a quién le echo mano una gallina -dice la zorra-o Y, ¿tú? -Pues, yo voy a subir ahí arriba para ver cuánta tierra se divisa. Y le dice entonces la zorra : -¡Tú, allá arriba no llegas ni pa agosto! - ¡ Pué que antes que tú! -contesta el sapo. La zorra se echó a reír, y la dijo el sapo : -No te rías, que podemos hacer una apuesta. -¿Qué quieres apostar? -dice la zorra. Y dijo el sapo: -Este pan que llevo yo debajo del brazo.
y ¡claro ! , a la zorra no la importaba el pan; pero por ganarle la apuesta, pues, ¡nada ! , quedaron conformes. Y le dice al sapo : -Pero te quitarás esas albarcas tan grandes que llevas, sin tarugos. -¡Qué va! -dice el sapo-. ¡Lo mío lo llevo siempre conmigo! Conque se pusieron a un tiempo, y dijo el sapo: -¡ Bueno ! . . . Cuando yo diga, « ¡A la una!
¡A las dos!
¡A las
tres ! », arrancamos a correr.
y entonces va el sapo y dice: -¡A la una! ¡A las dos! ¡A las tres! Y al tiempo de arrancar la zorra, el sapo se le agarró al rabo, y corre y corre y corre y corre .
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vuelve la zorra para atrás y dice:
hasta que llegaron arriba. Y se
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-Pero, ¿subes?
y dice el sapo: "':""" ¡Si yo estoy aqui! y como la zorra miraba para abajo, e l rabo quedaba a l a parte de arriba y el sapo, por lo tanto, estaba por la parte de arriba . Pero aunque la zorra comprendió que la había ganao el sapo, decidió quitarle el pan a la fuerza, y el sapo, como comprendió que llevaba las de perder, la hizo comprender que ella había ga nao, y la dij o : -Puedes llevártelo, que tuyo e s ; pero y a que m e ganastes, quie ro que comas el pan con algo que a ti más te gusta, peces.
y la dijo que le llevara a caballo y que la enseñaría dónde po dría comer el pan con pescao abundante . Y llegaron a una charca, y la dij o : -Aquí en esta charca hay peces por millares. Espérate un poco, que bajo al fondo para contarlos.
y el sapo se tiró al agua. Se estuvo
1m poco allí y al fin salió
y la dijo a la amiga Miravalles: -No te puedo decir el número de peces que hay, porque son incontables.
y entonces dice la zorra : -Y, ¿qué adelanto yo con que haya mucha pesca, si no la puedo coger? ¿A eso me has traído aquí?
y el sapo la dice: -Yo te diré cómo se pescan. Al escurecer tú te arrimas al agua y metes el rabo dentro, y yo me meto dentro del agua y estoy ob servando cómo se les clavan los pelos de tu cola a los peces en los ojos, y cuando tengas la cola muy cargada de peces, yo te digo, ¡ tira ! , y tú tiras y les sacas. Y así haces unas cuantas veces hasta que tengas pescao abundante. Con que la zorra así lo hizo. A eso de las doce de la noche la dijo el sapo a la zorra: -No te muevas, que voy a ver si han caído.
y el sapo hizo que se acercaba a la orilla. Y desde allí la decía a la zorra : -¡No te muevas, que ya hay quinientos!
y estuvieron toda la noche en esa forma hasta la mañana. Y entonces dijo el sapo: -Voy a quitar el pan de la orilla del agua para que, cuando tú tires, no se moje.
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y se le puso libre de su alcance. Y, entonces, al ver que el hielo era muy gordo, la dice : -¡Tira, que ya perdistes el pan! Y agarró las albarcas y el pan y marchó de allí, dejando a la zorra trabada por el hielo. Y colorín colorao, este cuento se ha acabao. Frama, Potes, Santander. Narrador LVI, 25 de mayo, 1936.
55 EL ERIZO Y LA LIEBRE En un día fresco estaba un erizo al sol. Y pasó la liebre y le dij o : -¿Qué haces por ahí, holgazán, que n o andas por e l campo? Llevo todo el día corriendo y toda la noche, y tú aquí sin trabajar. Y es que eres muy torpe. Y la dice el erizo: -¡Oye, majestuosa, te apuesto lo que quieras a correr! Y apostaron una merienda. -Y, ¿cuándo vamos a echar la carrera, a hacer el desafío? -preguntó el erizo. -Mañana mismo, en la tierra del señor Fulano, que tiene los surcos muy largos, que miden lo menos dos quilómetros . Nos pondremos a la par, y el que llegue antes al final del surco, aquél gana. -A las carreras que tú dispongas --dice el erizo. -Siendo seis carreras, son doce quilómetros -dice la liebre-o Ya es bastante. Al anochecer, el erizo regresó a casa y se está con la eriza. Y la cuenta la apuesta que tenía con la liebre, y dice la eriza: -¿Dónde te vas a poner a correr con la liebre, que es la que más corre? -Lo tengo pensado y he de ganar. Pero con tu ayuda, eriza. -Y, ¿de qué forma? -Pues verás. Mañana te vienes tú conmigo a la tierra del señor Fulano, y tú te pones a lo último del surco, y yo al entrar. Nos ponemos la liebre y yo a la una, a las dos, a las tres; emprendemos la marcha, y luego, cuando llegue la liebre a ti, te levantas y di-
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ces: « ¡Yo ya he llegao ! ». Luego le dices, « ¡A la una, a las dos, a las tres ! » Y al echar a correr la liebre, tú quieta allí. Y cuando llegue a mí, digo lo mismo : « ¡Yo ya he llegao ! » Y, efectivamente, así lo hicieron, La eriza se puso a lo último del surco, y cuando llegaba la liebre, se levantaba y decía: -¡Yo ya he llegao ! y cuando volvía la liebre al punto de partida, pasaba lo mis mo. Se levantaba el erizo y decía : -¡Yo ya he llegao ! Tenninaron las seis carreras, y cayó la liebre reventada de puro correr. Y ganó la apuesta el erizo . Nava de la Asunción, Segovia. Narrador XXVI, 15 de abril, 1936.
56 LA LIEBRE Y EL ERIZO Una libre se encontró con un erizo, y, al verle tan feo y torpe, empezó por reírse de él. El erizo se enfadó mucho y la dijo a la liebre que la desafiaba a lo que quisiera. -Pues yo te desafío a correr -le dijo la liebre. -Acepto la apuesta -contestó el erizo--. Pero no corramos hoy. Tengo que prepararme para la carrera. Vamos a esperar has ta mañana. La liebre accedió y después de señalar el sitio donde habían de correr -un campo entre dos pinares, que mediaba un quiló metro--, cada uno se marchó para su casa. Al llegar a su casa el erizo contó a su mujer la apuesta que había hecho. -Pero, ¿qué has hecho? -le dice la mujer-o ¿Cómo vas a correr más que la liebre? -Pues, veras -le dijo el erizo-- . Como tú y yo somos iguales, mañana muy temprano vendrás conmigo al campo. Yo me pondré en un pinar y tú en el otro, y cuando veas que la liebre va llegando junto a ti, sales y gritas: « ¡Ya estoy aquí! » Al otro día se pusieron uno en un pinar y el otro en el otro. Y al poco rato llegó la liebre : -Buenos días, amigo erizo. ¿Estamos ya? -Cuando quieras -contestó el erizo-- . ¡A la una! ¡A las dos! ¡A las tres!
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La liebre echó a correr sin mirar atrás . Y cuando llegó al otro pinar, salió la mujer del erizo y gritó: -¡Ya estoy aquí! La liebre dio la vuelta aún más de prisa; pero al llegar al pi nar de donde habían partido, vio que ya estaba allí el erizo, que la decía: -iYa estoy aquí! Así echó la liebre lo menos veinte carreras hasta que se reven tó a correr . Y el erizo tan descansadito venció a la liebre. Por eso me dijo mi abuelo que porfiara; pero que no apostara. Nava de la Asunción, Segovia. Narrador XXIII, 8 de abril, 1936. 57
PíNGUILIS, PÍNGUILIS Estaba pínguilis, pínguilis. Debajo, dórmilis, d6rmilis. Venía c6rrilis, córrilis . Si no es por pínguilis, pínguilis , Mata a dórmilis, dórmilis. Pera, hombre, toro. Un hombre estaba durmiendo debajo de un peral. La pera cae encima del hombre, que despierta y se escapa del toro. Cuéllar, Segovia. Narrador LXXV II, 21 de abril, 1936. 58
EL SAPO Y LA RANA El sapo se casó con la rana. Y después de casaos trataron de irse a vivir a Madrid. Y andando por el camino la rana brincaba más que el sapo y se recataba a decirle : -Manolito, ¿vienes?
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y el sapo contestaba: -Poquito a poco. A así a brinqu¡.tos ya llegaron a Madrid. Y la ranA iba preñada. Y dio un suspiro muy grande y dice: -¡Ay, qué será de mí, preñadita y en tierra hjena! y dice el sapo: -¡Pero de buen mozo! Morgovejo, Riano, León. Narrador LXXV, 20 de mayo, 1936.
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EL SAPO Cierto día un sapo se dispuso a brincar WI arroyo. Y estuvo pensándolo tres años antes de dar el brinco. Y cuando ya le pa recía que estaba dispuesto, dio el salto y, en vez de pasar al otro lado, se cayó en medio del arroyo. Entonces dijo el sapo : -Esto ya lo sabía yo : que las cosas de prisa nunca salen bien. Peñafiel, Valladolid. Narrador LXV, 20 de mayo, 1936.
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EL SAPO Era un sapo que salió de su terreno a ver si encontraba donde poder ganar el pan. Y se dirigió a la corte, o sea a Madrid, porque es donde los pObres vamos buscando refugio . E l infeliz salió de s u casa con un pedacillo de pan que tenía, dejando a la mujer y siete hijos que tenía implorando la caridad. Después de doscientos años de camino, poco antes de llegar a la última estación que hay para llegar a Madrid (que es la de Pozue lo), por no rodear un poco, saltó por encima de un terrón, y al darse la vuelta, se pilló una pata y se la partió. Y dijo el infeliz: -¡Las cosas de prisa nunca salen bien! Aldeonsancho, Segovia. Narrador II, 21 de abril, 1936.
11 CUENTOS DE ENCANTAMIENTO
A.
ADVERSARIOS SOBRENATURALES
B.
ESPOSOS Y OTROS PARIENTES SOBRENATURALES
C.
TAREAS y AYUDANTES SOBRENATURALES
D.
OBJETOS MAGICOS
E.
VARIOS
7
A.
ADVERSARIOS SOBRENATURALES
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LA JOVEN Y L A SERPIENTE Una serpiente que tenía siete cabezas vivía en un campo raso y tenía un pozo donde se metía. Y todos los días la tenían que alimentar con una persona, porque si no, hacía muchos estragos, devorando todo lo que encontraba. Había un hombre en el pueblo que era el más rico y más prin cipal, y ése era el que sorteaba para ver, quién era el que tenía que ser devorado por la serpiente cada día. Aquel día le tocó a una hija de él. Entregaron a la muchacha a su suerte y la llevaron al campo raso y la dejaron allí para que la devorara la serpiente. Allí la dejaron por el camino aguardando a que viníera la ser piente. La hija estaba llorando fuertemente cuando la encontró un j oven, y le preguntó que ánde iba. Ella le respondió: -Pues a presentarme a la serpiente para que me coma.
y el j oven la dijo : -Retírate y vete a t u casa, que yo soy quien h e de matar a la serpiente. Se retiró la joven y se fue para su casa. Y el joven fue adonde estaba la serpiente, aguardó a que saliera del pozo y la mató. Des pués que la mató, la sacó las siete lenguas y las arrebujó en un papeluco y se las guardó . Después pasó por allí un arriero con unos burros matones y al ver la serpiente muerta dijo: -¡Ah, aquí sí que aproveché la ocasión!
y cortó las siete cabezas de la serpiente y se fue a presentárse las al padre de la hija, diciendo que él había matado a la serpien te y libertado a la hija. Pero la hija le dijo a su padre que aquél
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no era el que la había encontrado en el campo y que le había dicho que se retirara de allí. Al día siguiente se presentó el primero, el que había matado a la serpiente. Le preguntaron que ánde iba, y él respondió: -Voy en busca de la hija del rico para casarme con ella. El rico le dij o que ya le habían presentado las siete cabezas. A eso respondió él que miraran a ver si las cabezas tenían lenguas. Vieron todos que las cabezas no tenían lenguas . Y entonces él sacó el papeluco donde traía arrebujadas las lenguas y se las enseñó, y así se supo que él era el que había matado a la serpiente. y entonces la hij a del rico le reconoció, y se casó él con ella. Palencia, Palencia.
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JUANILLO EL OSO En un pueblo de Asia vivían dos matrimonios vecinos. Dichos matrimonios eran pastores. El uno tenía un hijo y el otro una hija. Como iban juntos con el ganado, llegaron a cogerse cariño, y ya llegaron a cierta edaz que querían casarse. Pero el padre del hijo -el ganado que guardaba el hijo era propiedad de él, y el otro, el criado. No le dejaba el padre casar al hijo con María (que así se llamaba la zagala), porque ella era hija de pobres, y él, rico. Anduvon buscando novias por allí en los pueblos limítrofes, y ninguna le quería al tal Juan (que así se llamaba él) . Al fin deci dieron dejarle casarse con María, la del pastor pobre. Como estaban acostumbrados a ir juntos al monte con los rebaños, continuaron haciéndolo después de casaos. Llegó un día a los quince días de casaos, que tuvo que ir ella sola con el ganao. Se internó en el bosque más de lo debido, la agarró un oso y se la llevó para allá. Ella, nada más ver al osa, quedó inmóvil. Pero el oso la llevó a una cueva, donde servía de guarida al mismo. En aquella cueva estuvo por espacio de siete años, viviendo sola mente con el oso, y alimentándose con los alimentos que el oso la llevaba. A los nueve meses de estar en la cueva concibió un niño, que ella, por nombre, le puso Juanillo, como se llamaba su padre. Este niño, como se alimentaba de los alimentos que el oso lleva ba, llegó a coger una fuerza extraordinaria. La cueva donde vi-
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vían estaba tapada con una piedra muy grande. La mujer hizo esfuerzos pa ver si la pOdía mover; pero nunca llegó a poderla mover. Únicamente la movía el oso cuando salía de la cueva. Y el oso iba siempre siguiendo a María; nunca la dejaba sola. Ya cuando el niño tenía siete años, la dijo a su madre que por qué no salían de la cueva aquella a la luz y sol del día. Y su madre le contestó que estaban dominaos por el oso, y no pOdían salir. Además, como la piedra aquella grande era de tanto peso, no la pOdrían mover; pero el niño, como había cobrao tantas fuerzas, se arrimó a la piedra de la boca de la cueva, y nada más que la apretó, la echó a rodar. Entonces salieron ambos de la cueva, y se dirigían al pueblo. Pero al verles el oso, fue furiosamente hacia
ellos para no dejarles marchar; lo cual, el chico, de un puñetazo que dio al oso, le mató instantáneamente. Llegaron al pueblo y figúrese qué sorpresa tan grande recibiría el padre el volver a ver a María con un niño ya bastante crecido. Una vez en el pueblo, decidieron instruirle, mandarle a la escuela y lo demás. Pero había días que reñía con cualquier chico de la escuela, le pegaba un bofetón y le dejaba como muerto. Era así que decidieron por requerirse en el pueblo no dejarle ir a la es cuela. El chico estuvo hasta la edad de quince años con sus pa dres; pero a la edad de quince años, decidió marcharse de casa en busca de buena o mala suerte. Antes de salir de casa mandó a su padre a una fábrica de hie rro que le harían una cachava de diez quintales para ir por el mundo con ella. Además de entregarle la cachava de diez quin tales -que en la fábrica se quedaron pasmaos al mandarles hacer una cachava de ese peso- le entregó su padre quinientas pesetas. Y es cuando decidió irse por los mundos. Estuvo andando bastante tiempo cuando se encontró con uno que cogía los pinos y los arrancaba. Él para sí se dijo : -Ese posee aún más fuerza que yo. Se acercó a él, le saludó afablemente y le dijo: -¿Quieres ir conmigo? Aceptó el otro . Anduvon un trecho de camino y se encontraron con otro que se sentaba en el suelo en los altos y los ponía llanos. Le dijeron lo mismo, que si quería ir con ellos. Y los tres siguie
ron el camino. Estuvon andando varios días cuando llegó un día que se encontraron frente a un castillo, titulado el Castillo del Diablo. Entraron en él y no encontraron alma viviente. Vieron
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que había muchas provisiones de todas clases. Y decidieron que darse allí. Había armamentos de todas las especies, y quisieron meterse cazadores. Lo cual, iban de caza y otro quedaba para arreglar el rancho. El primer día que se quedó a arreglar el ran cho Aplanamontes (que así se llamaba el último), según estaba arreglando el rancho, le salió el diablo y le dijo: -¡Hombre, Aplanamontes! ¿Estás arreglando la comida?
y le contestó que sí. -A ver qué comida tienes -le dijo. Destapa el otro el puchero, va el diablo y le echa un gargajo al puchero. Coge Aplanamontes, se rebela contra el diablo, y éstos tuvon una lucha bastante larga, en la cual puso el diablo a Apla namontes como nuevo a golpes. Llegó la hora de la comida, se personaron los cazadores en el castillo otra vez y encontraron a Aplanamontes tumbao. Le pre guntaban qué le pasaba y no contestaba. El segundO dia se quedó Arrancapinos. Y le corrió la misma suerte que al primero. Ya el tercer día se quedó Juanillo. Y le fue a hacer la misma pregunta el diablo. Al echar el diablo el salivazo al puchero, cogió Juan la corbertera y le pegó en la cara y le quitó la oreja con la corberte ra. Al quitarle la oreja, la guardó en el bolso Juanillo y procuró no perderla. Él vio que el diablo se metía por un subterráneo, 10 cual quison hacer después los demás. El primero en querer bajar fue Aplanamontes. Pero como so gas no había, fue preciso ir a la ciudaz por ellas. Según llevaron las sogas, fue el primero Aplanamonte en bajar a ver qué había allá abajO. Lo cual, cogió una campanilla y dijo que en el mo mento que tocase la campanilla, tirasen pa arriba de la cuerda. Habría bajao como unos quinientos metros cuando empezaron a pincharle con leznas y alfileres. Y empezó a tocar la campanilla para que le subiesen arriba. Quiso hacer 10 mismo Arrancapinos, de la misma forma. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Al llegar a mitaz, empezaron a clavarle y tuvon que tirar inmedia tamente de la cuerda. Ya el último, Juan, decidió bajar con la campanilla. Y les dijo que cuanto más la tocase, más cuerda le diesen para bajar abajo. Llegó abajo y vio un hermoso j ardín, en el cual habia tres prin cesas. Al verle le dijeron que cómo se había atrevido a bajar y que qué buscaba por aquellos lugares. Y él contestó que su buena o mala suerte se lo indicaba. Estuvo conversando muy poco rato
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cuando la princesa mayor de las tres que había -que eran tres hermanas- le dijo que estaban custodiadas por el demonio y que estaban encantadas. Él entonces dijo que se encargaría de desen cantarlas. Y, efectivamente, lo hizo. Ellas le dijon que tenía que luchar con el demonio en persona para desencantar a la mayor; para desencantar a la segunda, con el demonio en figura de toro; y para desencantar a la tercera, con el demonio el figura de ser piente. Como tenía que luchar con el demonio para salvar a la prime ra en figura de hombre, el demonio le mandó entrar en el salón de armas y que escogiese el arma que él quisiera para batirse con él. La princesa le había dicho a Juanillo que cuando le man dase entrar en el salón de armas, escogiese la espada peor que habría, la más roñosa, que si cogía la mejor, le vencería el demo nio, y cogiendo la peor, vencía él al demonio. Estuvieron un rato de lucha hasta que de un tajazo le abrió de arriba abajo Juan al demonio. Ya quedó desencantada la princesa mayor. La ató por la cintura con la soga que había bajao él, y empezó a tocar la cam panilla para que los otros tirasen. Pero antes de subir, ésta le entregó a Juan tres manzanas de oro de lo más fino que se conocía.
La subieron arriba, y ¡qué asombro recibirían los otros el ver una mujer la más linda de la tierra! Les saludó afablemente ella y les rogó aguardasen a ver si podía desencantar a otras dos hermanas el que quedaba abajo. Entretanto Juan tuvo que luchar con el demonio en figura de toro para salvar a la segunda. Como había bajao la cachava de diez quintales, entonces la utilizó para derribar al toro. Le pegó un cachavazo en la nuca y le dejó muerto instantáneo. Y al mismo tiempo quedó desencantada la segunda hermana. Fueron donde el agujero o pozo, la ató con la cuerda, tocó la campanilla para que la subiesen y hizo lo mismo que la mayor: saludarles afable mente a los que estaban arriba y rogarles que aguardasen a la otra. Mientras tanto Juan tuvo que luchar, para desencantar a la tercera, otra vez con el demonio en figura de serpiente. Cogió la espada roñosa y inmediatamente la cortó la cabeza a la serpiente.
y quedó desencantada la tercer princesa. Se acercaron al aguje ro, la ató la cuerda, tocó la campanilla y tiraron, como para las otras, hasta que la subieron arriba. Entretanto Juan se quedó en el jardin. Mandó que tirasen la cuerda, con la última princesa,
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para subir él; pero los que estaban arriba no hicieron caso de tirar la cuerda. Cogieron las princesas y se fueron juntos al pala cio del rey. Al verlas el rey, que ya las creía perdidas para siempre, ¡figú rense qué alborozo pasaría por su cuerpo y qué alegría al ver a sus hijas tan bellas como cuando se las llevaron del palacio! Ya Juan, en el jardín estuvo más de dos horas aguardando a la cuer da; pero como la cuerda no bajaba, se recordó que llevaba la oreja del demonio en el bolsillo. Echó mano a ella y como tenia hambre, la alargó a la boca. Según la mordió oyó una voz que decía: -¿Qué me pides? ¿Qué me mandas? Él contestó : -Que me saques de este subterráneo inmediatamente. Entonces el demonio le cogió a cuestas y le subió todo el agujero arriba hasta llegar donde habían subido las princesas. Una vez allí tomó el camino de la ciudaz; pero siempre con la mano en la oreja del demonio. Llegó a medio camino de la ciudaz, la llevó otra vez a la boca y le hizo la misma pregunta: -¿Qué me pides? ¿Qué me mandas? Juan entonces le contestó : -Que me vuelvas el hombre más feo del mundo. Efectivamente, así 10 hizo . Le convirtió en el más horroroso que se conocía. Llegó a la ciudaz y fue a pedir trabajo en casa de un herrero. Y le cogieron más que nada por lástima, y, al mismo tiempo, para que sería juguete de los demás al verle tan feo . Allí estuvo tres días al servicio del herrero y de los demás oficiales.
La única labor que hacía era tirar del fuelle, porque para otra cosa no valía. A los tres días de estar en la herrería, dio el rey un torneo y dijo que el caballero que más valiese, el más valiente que se pre sentase a ganar una batalla, se casaría con la princesa mayor. Entonces Juan se llevó la oreja del demonio a la boca otra vez, que inmediatamente le dijo lo de siempre: -¿Qué me pides? ¿Qué me mandas? Entonces Juan le contestó: -Que me presentes el mejor caballo del mundo y la mejor espada pa ganar la batalla. Al siguiente día era el día de la batalla, cuando se presentó Juan con su caballo blanco como ninguno y bueno como ninguno.
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Entraron a la batalla y él empezó a diestro y a siniestro y todo lo llevaba de calle. Una vez terminada la batalla, el rey mandó a los pajes le siguiesen al del caballo blanco; pero no le podían seguir, porque corría como el viento. Llegó cerca de la herrería, echó mano a la oreja del demonio . . . y lo de siempre: -¿Qué me pides? ¿Qué me mandas? --Que me vuelvas tal y conforme estaba. Los pajes del rey se tuvon que volver y decir al rey que no habían podido dar con el caballero del caballo blanco. A los pocos días organizó el rey otro torneo diciendo que el que presentase tres manzanas de oro como las que tenía la princesa mayor, se casaría con ella. Llegaron a oídos de Juan estas noticias. Lo cual, el dueño de la herrería, por burla más que por otra cosa, le dijo: --Oye, Juan. ¿Te comprometerías tú a hacer tres manzanas como éstas?
y él dijo : -Seguramente las hago. Al oír esto, todos se echaron a reír, porque nunca hubieran creí do que Juan ni sería el caballero del caballo blanco, el que vencía a todos en la batalla, ni que haría las tres manzanas de oro. Le preguntaron qué necesitaba para hacerlas, y él contestó que ne cesitaba un cuartillo de vino, medio pan, un cuartillo de nueces y un martillo . Y que le dejasen solo por espacio de una hora o dos. Le encerraron en una habitación, y no hacían más que mirar por las rendijas de las puertas a ver si hacía las bolas o qué ha cía. Y la única labor que le veían hacer era cascar las nueces y comerlas. Como ya tenía hechas las manzanas, pues se las había dao la princesa, no necesitaba hacerlas. Cuando salió Juan de la habitación, les dejó sorprendidos tan to al dueño de la herrería como a los demás oficiales al ver que había heclJ.o las bolas exaztas que las que le habían enseñado a él anteriormente. Entonces se presentó en palacio Juanillo con el dueño de la herrería, que iba en su compañía. Y el rey, al ver una cosa tan rara y tan fea, no le quería dejar ni que se presentase ante él. Entonces la princesa dijo que con aquél mismo se tenía que casar, que eran las tres manzanas que había dao ella a su salvador y el de sus hermanas. El rey le dijo a Juan que pidíese 10 que quisiera, menos casarse con la princesa. Pero Juan no
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contestaba y la otra decía que con aquél era con quien se tenía que casar. Ya de vuelta a la herrería, y estando allí al siguiente día, cogió otra vez Juan la oreja del diablo y la llevó a la boca. Y hizo lo de siempre: -¿Qué me pides? ¿Qué me mandas? -Que me vuelvas exazto que cuando estaba en el j ardín subterráneo. Entonces le volvió exaztamente lo que era. Se personó ante el rey y al verle la princesa le echó los brazos al cuello, diciendo : ' -Éste es mi salvador y mi esposo al mismo tiempo. Celebraron las tres bodas en un día:
la de Juanillo, la de
Aplanamontes y la de Arrancapinos. Lo cual, Aplanamontes y Arrancapinos estaban muy disgustadísimos el volver a ver a Jua nillo, que ellos creyeron no volverle a ver j amás. Después que hizon las tres bodas, los otros siempre estuvon al mandato de Juanillo. Lo cual, les tiraba alguna indirezta en vista de lo mal que habían procedido con él cuando estuvo en el jardín salvando a las tres princesas. Y colorín colorao, este cuento se ha acabao. Villadiego, Burgos. Narrador LX, 29 de mayo, 1936.
63 JUAN OSO Salió Juan Oso de la montaña donde habían vivido él y su ma dre. Y su madre estaba toa llena de pelos de tanto que habían estao en el monte entre los leones y osos. Y fue el chico, que se llamaba Juan Oso, y pidiÓ que le hicie ran siete b�uras de hierro pa salir a viajar por el mundo. Y le hicieron los herreros las barras, y se fue por el campo. Y se encontró con Arrancapinos, que estaba arrancando pinos con las manos, y le dijo : . -¿Cuánto ganas aquí? Y Arrancapinos le dijo : -Gano siete reales al día. -Bueno, pues yo te doy ocho. Vamos conmigo.
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y se fue Arrancapinos con él. Y luego encontraron otro que se llamaba
Arrancapeñas,
que
estaba
arrancando
peñas
con
las
uñas. Y Juan Oso le dijo: -¿Cuánto ganas aquí, arrancando peñas?
y Arrancapeñas dijo : -Gano ocho reales al día. -Bueno, pues yo te doy nueve. Vamos con nosotros.
y se fueron los tres jUl:tOS. Y llegaron adonde estaba una prin cesa encantada en un pozo, que la tenía encantada una serpiente que vivía en el pozo. Y entró Juan Oso primero con una cuerda.
y entró y se encontró con un toro, que se le vino encima al verle. y Juan Oso le dio en la cabeza con una de sus siete barras y le mató. Y luego salió un gigante y Juan Oso le dio en la cabeza con otra barra y le mató . Y le cortó al gigante una oreja y se la me tió en el bolso.
y fue andando hasta que salió la serpiente. Y se le fue a la serpiente con sus barras y la mató y le cortó la cabeza. Y enton ces anduvo andando por la cueva hasta que halló a la princesa. Ella le dio una sortija y le dijo : -Tú m e has desencantado y t e has de casar conmigo.
y fue Juan Oso con ella y les dijo a Arrancapinos y Arrancape ñas que la subieran con la cuerda primero a ella. Y la subieron.
y de envidia que le tenían a Juan Oso y pa casarse con la princesa, se fueron con ella y dejaron a Juan Oso en el pozo .
y Juan Oso, cuando . se vio solo y que no le tiraban la punta de la cuerda, anduvo andando por mucho tiempo por la cueva.
y al fin se acordó de la oreja del gigante, que traía en el bolso, y la mordió. Y al momento que la mordió, se vio fuera del pozo cerca del palacio de la princesa y sus padres. Y ai estaban Arran capinos y Arrancapeñas, que se querían casar con la princesa.
y Juan Oso compró pimientos y se fue por las casas vendiendo pimientos y llegó al palacio de la princesa. Y la princesa le vio y le vio la sortija que ella le había dao. Y así le conoció, y se casa ron los dos. Salas de los Infantes, Burgos.
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64 EL HIJO BURRA Era un matrimonio que tenía un hijo. Y se murieron sus pa dres, y le recogió una abuela. El niño cayó enfermo y la abuela no tenía leche que darle de beber. Y le dio la leche de la burra. Y cuando fue a la escuela, todos los niños le llamaban el Hijo Burra.
y dijo un día a la abuela que se marchaba. Se fue andando y se encontró con uno y le preguntó que qué hacía allí. Y dijo que estaba desesperado, porque en su casa no le querían dar de co mer. -Pues, vente conmigo -le dijo el Hijo Burra. Fueron andando y se encontraron con otro, que estaba cavando. Y le dijo el Hijo Burra que qué hacía. Y le dijo : -Estoy cavando para ganar que comer. Dice el Hijo Burra: -Pues, vente con nosotros.
y llegaron a un bosque. Y había una casa y se metieron en ella. Y allí vivían. Un día se fueron dos de caza, el Hijo Burra y otro; el otro se quedó haciéndoles la comida. Y cuando estaba haciendo la comida, bajó el diablo, y dijo: -Dame un poco lumbre, que si no, te lo meo.
y le dijo el que se había quedado : -No, no, que es para hacer la comida a mis compañeros.
y se fue a agachar a coger la lumbre, y el diablo le dio un mar tillazo en la cabeza y le hizo chorrear mucha sangre. Cuando lle garon los otros, le preguntaron que qué le pasaba. Y les dijo que había bajado el diablo y le había pedido lumbre; que no se la quería dar y que le había dado un martillazo. Y entonces dijo el que se había marchado de caza con el Hijo Burra : -Yo me quedaré mañana.
y le pasó lo mismo. Ya vinieron el Hijo Burra y el otro, y les contó que había bajado el diablo otra vez, que no le había querido dar lumbre y le había dado un martillazo. Y dijo el Hijo Burra: -Yo me quedaré mañana, que no valéis para nada. A:l día siguiente se marcharon los dos de caza, quedándose el Hijo Burra para hacerles la comida. Bajó el diablo y le pidió un poco lumbre. Dice el Hijo Burra: -Agáchate a por ello. Se fue a agachar el diablo, y le dio el Hijo Burra un martillazo
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al diablo. Fue echando sangre el diablo hasta un pozo. Cuando llegaron los otros, le preguntaron que qué le había pasado. -¡Mirar, mirar, por dónde va la sangre del diablo! Cogieron una soga y una esquila y se marcharon a buscarlo. Ya llegaban al pozo, y dijo uno de ellos : -Atadme y me bajéis al pozo. Cada vez que toque dos veces, me vais bajando más abajo. Y cuando toque tres, me subís.
Le bajaron y llegó a una sala donde hacía muchísimo calor. Tocó tres veces y le subieron. Ya le preguntaron que qué había. -¡Uy, hay una sala de mucho calor, mucho calor! ¡ No se puede pasar! Y dice el otro : -Atadme a mí y bajo yo a ver. Tocó dos veces y le bajaron más abajo. Llegó a una sala de mucho calor. Y a otra de mucho frío. Tocó tres veces y le subie ron. Y le preguntaron que qué había. Y dijo que no se podía pasar por allí:
primero hacía mucho calor, y luego mucho frío. Dice
el Hijo Burra: -Atadme a mí y bajo yo a ver. Cada vez que toco dos veces, me vais bajando más abajo.
Le bajaron y llegó a la sala de mucho calor. Y luego llegó a otra donde hacía mucho frío. Y a otra donde había señoritos y señoritas bailando. Llegó a otra donde estaba el diablo, y le dice al Hijo Burra: -¿A qué vienes tú aquí? -A pelear contigo. Y fue y dice: -Pues, ya estamos . Y cogió e l diablo una espada muy buena y e l otro una muy mala, muy mala. Y fue el Hijo Burra y le cortó una oreja. Y dice el diablo : -Bueno, déjame, que y a sé que m e puedes . Y fue y tocó tres veces y l e subieron. Le preguntaron que qué había visto, que por qué había tardado tanto. -Mirar. Mordió la oreja y se presentó el diablo y todas las señoritas. Volvió a morderla y se bajaron. Fue a volver a moderlas y se cayó la oreja al pozo. Y ya no la pudo volver a morder . Gumiel del Mercado, Burgos. Narrador XXII, 12 de julio, 1936.
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65 LOS MARIDOS ANIMALES Y EL CASTILLO ENCANTADO Este era un padre que tenía tres hijas y un hijo. El hijo cayó por soldado y se fue al servicio. El padre era muy pobre y todos los días iba al monte a por cargas de leña para venderlas . Un día se marchó al monte con un burro que tenía, y estaba recogiendo leña cuando salió un caballero y le dijo : -Oiga usted. M e d a usted l a hija mayor que tiene usted, y le doy el burro cargado de oro. -Bueno . . . , si ella quiere -contestó el padre-. Al llegar a casa se lo diré. Conque fue a casa muy contento y la contó a su hija mayor lo que había pasado. -Mira, hija: ha salido un caballero a mí cuando he ido a por la leña. Me ha dicho que si te doy a ti al caballero, que me da el burro cargado de oro. Y yo le he dicho que si tú quieres, que bueno . . .
y ya dijo la chica que sí. . . Diría siquiera porque tuvieran pan que comer. Al otro día el padre volvió al monte a dar la contestación a aquel caballero -que había dicho su hija que bueno. Vino el caballero por ella y, después de entregar el oro al padre, se la llevó.
La avaricia rompe el saco, ¿sabe usted? Al otro día el padre volvió al monte a por otra carga de leña. Y salió otro caballero y le dijo: -Si usted me diera la hija mediana que tiene usted, le daría a usted el burro cargado de plata.
y el padre le dijo : -Bueno . . . , s i ella quiere. A l llegar a casa s e l o diré. Conque se lo dijo a la chica al llegar a casa. Y dijo ella: -¡Bueno, bueno, padre! . . . Siquiera pa que tengan ustedes pan que comer. Al otro día el padre va a dar la contestación al caballero. Le entrega al padre el burro cargado de plata, viene por la hija y se la lleva. Luego, otro día, vuelve el padre a por otra carga de leña, y salió otro caballero:
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-Si me diera usted la hija más pequeña, le daría a usted el burro cargado de cuartos.
y le dio la misma contestación, que si ella quería, que bueno . Fue el padre a casa y se dijo a la chica. La chica dijo que sí.
y al otro día el caballero le entregó al padre el burro cargado de cuartos y se llevó a la chica. El chico cumplió el servicio y vino en casa de sus padres. Los encontró inmensamente ricos, aunque él los había dejado en pro beza. Y los preguntó que dónde estaban sus hermanas. Y le di jeron que habían venido tres caballeros a por ellas, y que se las habían llevado. Y que no sabían dónde estaban ni dónde paraban. El chico empezó a decir a sus padres que cómo que no sabían dónde paraban sus hennanas, que con qué objeto que las habían entregado a esos caballeros sin saber qué personas eran. Enton ces el padre le dijo : -Mira . . . Por l a hija mayor nos h a dado un burro cargado de oro, por la hija mediá otro cargado de plata, y por la más peque ña, otro cargao de calderillas. Así ya puedes ver si estamos como cuando te fuistes. -Pues yo me voy en busca de mis hermanas. Claro, su padre no quería, pues le decía que no sabía ánde es taban. Ya él dijo que nada, que iba en busca de ellas. Y claro, cogió mucho dinero y se fue. Y ya había andado mucho terreno y llegó a un barranco (va llejo) y vio que estaban tres pastores pegándosen muy malamente. Y les dijo : -Pero chiquitos, ¿por qué sus pegáiS de esa manera? Los chicos le dijeron que porque se habían encontrado tres cosas: una servilleta, unas alpargatas y un sombrero. -Bueno, ¿pero qué contienen esas tres cosas para pegarsus? -Pues, mire usted -le dijo uno-. La servilleta tiene esta virtud, que la tiende usted en el suelo y la dice usted: « Servilleta, compónte», y se compone de todos los manjares mejores que hay. Y el sombrero tiene otra virtud, que se le pone usted, y no le ve nadie. Las alpargatas tienen la virtud que se las pone usted y las dice usted: «Alpargatas mías, poníme . . . » donde usted las mande, y le ponen a usted. -¡Vaya, pues, eso pronto sus lo arreglo yo! Vais a echar a correr a aquel alto. Y el que antes llegue, para aquél es una cosa, que se echará suerte pa ver lo que le toca.
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Así que los vio un poco retirados de él, se puso las alpargatas y las dij o : -¡ Alpargatas mías, poníme adonde esté mi hermana l a mayor!
y ya se pusieron en camino y anduvo mucho. Ya se paraban orilla de un peñasco. Y el hombre no sabía adónde dirigirse ni dónde llamar. Él llevaba un báculo en la mano. Implorando la divina providencia dio un golpe con el báculo que llevaba. Allí le respondió una voz mu profunda, que dij o : -¿Quién? Y él la contestó: -Servidor. Y salió su hermana. De que se vieron, se saludaron, se abraza ron como hermanos y ella le preguntó : -¿Qué objeto traes por aquí? -En busca tuya . . . ¿No me darás razón de las otras hermanas nuestras? -Se fueron con un hombre, como yo me he venido con otro. El que me trajo a mí le dio a mi padre el burro cargado de oro. Y por la hermana enmediera le dio el burro cargado de plata. Y por la más pequeña el burro cargado de calderilla. Ya me supon go que habrás visto a padre y madre inmensamente ricos, y me creo ellos te lo habrán dicho . Pero, ¡ mira, hermano ! . . . Aquí no puedes estar más que hasta cuando venga mi marido. -Pues, ¿por qué? -la preguntó su hermano. -Porque si viene, te come. -Pues, ¿qué es tu marido? -preguntó el hermano. -El Rey de los Carneros, y te come . . . -No te apures, que a mí no me hará nada, porque tengo un sombrero que me le pongo y no me ve. Y la hermana le contestó : -Pero t e huele, y si n o t e presento a él, m e mata y me come. Llegó su marido : -Mujer, a carne humana me huele. ¡ Si no me lo das, te mato! -Hombre, que es un probecito hermano mío, que viene en busca nuestra con deseos grandes de vernos. -Pues, ¡ que salga, que no le haré nada! Salió y se saludaron, y le dijo : -Cuñao, e n mala ocasión vienes . Dinero no hay. Pero toma una vedija de mi cabeza, y cuando te se ofrezga, dices : « ¡El Rey de los Carneros, favorecíme ! »
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Se salió de allí en busca de la mediera . Y dijo a las alpargatas que le pusieran ande estaba la hermana enmediera. Y ya había andado mucho . . . ,
mucho . . . , cuando
se pararon las
alpargatas
orilla de otro peñasco como el anterior. Y allí ya, como sabía que antes no había hecho más que dar un palo, hizo lo mismo, y le contestó una voz mu profunda: -¿Quién?
y él la contestó: -Servidor.
y salió su hermana, como ya había salido la otra antes . De que se abrazaron como hermanos, le dijo lo mismo que la otra, que qué objeto traía por allí. -En busca vuestra . . . -contestó. -Pero,
¡mira, hermano ! . . . -le dijo-. Tienes que marchar
antes que venga mi marido, porque si viene y te encuentra aquí, te matará y te comerá. -Pues, ¿qué es tu marido? -preguntó el hermano . -Pues, el Rey de las Aguilas -contestó la hermana. - ¡ Anda ! Así me decía también la otra hermana nuestra, que me mataría su marido . Pero tengo un sombrero que me le pongo y no me ve. -Pero te huele, y te tengo que presentar. -Pero así me decía la otra hermana, y no me hizo nada su marido . . . , antes se alegró el verme. Bueno, pues llegó su marido. -A carne humana me huele. ¡ Si no me lo das, te mato! -Hombre, es un probecito hermano mío, que ha venido en busca nuestra y se ha alegrado tanto el encontrarnos . -Pues, ¡ que salga, que no le haré nada! Salió, se saludaron, y le dij o : -Cuñao, e n mala ocasión vienes. Dinero no hay. Pero toma una pluma de mi cabeza, y cuando te se ofrezga algo, dices: « ¡Salga el Rey de las Aguilas ! » Ya se marchó de allí en busca de la pequeña. Se puso las al pargatas y dij o : - ¡ Alpargatas mías, poníme ande está m i hermana l a más pe queña! Anduvo mucho, mucho, mucho, mucho . . . Ya tenía mucha ham bre y dijo a la servilleta: -¡ Servilleta, compónte!
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Se compuso de todos los manjares. Comió lo que le pareció y arrecogió su servilleta otra vez y la guardó. Echó a andar otra vez hasta que ya había andado mucho y se pararon las alpargatas a orilla de un río. De modo que el hombre no sabía adónde lla mar. Ya fue y se le ocurrió dar un golpe en el agua . Y contestó una voz mu profunda : -¿Quiéeen? Y él contestó : -Servidor . Y salió su hermana a contestarle. Se saludaron y luego la her mana le preguntó que con qué objeto iba por allí. Y él la contestó que en busca de ella . . . Ya después que estuvieron un rato hablan do, le dijo la hermana: -Pero, ¡mira, hermano ! . . . Tienes que marchar antes que venga mi marido, porque si viene, te come. -Pues, ¿qué es tu marido? -preguntó el hermano. -El Rey de los Peces -dice la hermana-, y te come. -No -dice el hermano-- , porque tengo un sombrero que me le pongo y no me ve. -Pero te huele, y te tengo que presentar. -Así han dicho las otras que he estado con ellas; pero no se han metido los cuñaos conmigo para nada . . . , antes alegrándosen el haberme visto. Ya vino su marido . -Mujer, a carne humana me huele. ¡ Si no me lo das, te mato! -Hombre, que es un probecito hermano mío y viene en busca nuestra. -¡Vaya, que salga, que no le haré nada! Salió, se saludaron y le dij o : -Cuñao, en mala ocasión vienes. Dinero n o hay. Pero toma una escama de mi cabeza, y cuando te se ofrezga, dices: « ¡El Rey de los Peces, favorecíme! » Bueno . . . Ya salió de casa de su hermana. Y dijo a las alpar gatas : -¡Alpargatas mías, poníme donde sea mi suerte buena o mala! Le metieron por un callejón muy estrecho y muy oscuro. Y ya después que anduvo mucho . . . , mucho . . . , alcanzó a ver una luz. Y él seguía a la luz, y llegó por fin a un castillo. Entró en el castillo y en una habitación vio que había un gigante y una señora. A la noche llevó el gigante la cena a la señora. Entonces él se puso el
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sombrero y , como no l e vía nadie, s e puso a cenar con ella. Comió de su plato y bebió de su copa . Cenó la señora y le llamó al gi gante: �igante, ¡ qué poca cena me haS traído! -Señora, lo mismo que todas las noches . . . -¡No! -le dijo la señora-, porque me he quedado con mucha hambre. -Pues, sí, señora. La he traído lo mismo que todas las noches. Conque ya se acostaron. Y al acostarse, el hombre que había allí se fue a meter con ella en la cama. Y la señora, toda asustada, llamó : -¡Gigante, que aquí hay gente ! Fue el gigante. -Señora, que aquí no es posible que haya gente de carne hu mana más que nosotros dos.
y se volvió a marchar el gigante. Apenas se había acostado el gigante, le volvió a llamar: -¡Gigante, que aquí hay gente! Conque fue el gigante otra vez. La dijo : -Señora, que no es posible que aquí haya gente de carne hu mana más que nosotros dos, la he dicho a usted. Y si me vuelve usted a llamar, ¡ la mato ! De modo es que el señor que estaba allí, de que se acostó el gigante otra vez, se fue a meter con ella. Y ella, atemorizada, ya no se atrevió a hablar. Y él la dijo. -No se asuste usted, señora. Dígame usted cómo es para estar usted aquí.
y le dijo la señora: -Este es un castillo encantado, y no puedo salir de aquí. -Pues, ¿cómo usted no ha de poder salir de aquí? -Porque hay que matar al gigante, y eso no puede ser.
-y ¿cómo no ha de poder ser? -Pues, mire usted; porque en el mar hay una peña, y en aqueo lla peña hay una palomita. Y esa peña la tienen que echar fuera del mar. Y una vez que esté la peña fuera, la hay que deshacer .
y entonces es cuando sale la paloma, y esa palomita la hay que coger. Y esa palomita tiene un huevo, y se lo hay que sacar viva la paloma.
y el caballero dijo :
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-Pues, ¡vaya! ¡Eso está concedido! Verá usted que traeré el huevo, y se hará lo que usted desea. Volvió a decir a las alpargatas : -¡Alpargatas mías, poníme en el mar junto a una peña que tiene el misterio que necesita esta señora !
y se puso allí. Y dijo entonces: -¡Rey de los Peces, echarme esa peña fuera del mar!
y entonces los peces, ¡ ajá . . . , hala! . . . , a la peña hasta que la echaron fuera. Así que una vez fuera la peña, dijo : -¡Rey de los Carneros, deshacerme esa piedra!
y allí vería usted todos los carneros hasta que la hicieron pe dazos . Y entonces salió la paloma, y él dijo : -¡Rey de las Águilas, cogerme esa paloma y traérmela!
y vinieron todas las águilas, la cogieron y se la llevaron. Ya se puso las alpargatas otra vez y dijo : -¡Alpargatas mías, poníme otra vez donde l a señora, de don de he venido ! Y llegó, y sacaron el huevo de la paloma viva. Y ya el gigante estaba malo. Y la dijo a la señora: -¡ Ay, señora!
¡ Bien me decía usted a mí anoche que aquí
había gente! Y luego, cuando se quedaron solos, preguntó a la señora el del huevo que cómo había que hacer con el huevo para matar al gigante. Y le dijo la señora: -Cuando el gigante esté dormido, le tiene usted que dar en la frente. Y entonces se le mata, y es cuando desencantaremos esto y podré salir de aquí. Pero mire usted: el gigante, cuando tenga los dos ojos cerrados está dormido, y cuando tenga el uno cerra do y el otro abierto, entonces está despierto. Y le dijo también la señora: -Tenga usted buen cuídado de darle con el huevo bien en me dio de la frente, porque si no, no se le mata. Y entonces sería ca paz de devorarnos. Y el joven se puso el sombrero para ver cuándo estaba dormi do. Tan buen acierto tuvo que le dio en medio de la frente, y quedó el gigante muerto en la cama. Ya aquello se volvió un palacio. Y la · señora, y todas sus her manas, que también estaban encantadas, se desencantaron. Y se
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casó el señor con ella, y hicieron una boda muy rumbosa. Vinie ron las hermanas a la boda y colorín, colorete . . . Sept1lveda, Segovia. Narrador LXXX, 4 de abril, 1936.
66 LOS ANIMALES AGRADECIDOS Este era un padre que tenía mucha familia. Y se fue un día a por una carga de leña, y junto a una peña salió un gigante a él y le dijo : -¿Qué buscas? -Estoy buscando un poco de leña para mi familia.
y el gigante le dijo : -Si m e da usted l o primero que salga a recibirle esta noche, le doy a usted para que mantenga a toda su familia.
y le dijo que sí, creyendo que saldría una perrilla que tenía. Pero al acercarse a su casa, salió un hijo a recibirle, y le dij o el padre: -¿Por qué has salido a mi encuentro? Te he vendido.
y le explicó lo que le había dicho el gigante. -Pues, no tiemble usted, padre -le dijo el hijo-, que si le da pa mantener todos mis hermanos, yo diré.
y a los tres días, le fue a llevar el padre a la peña. Y salió el gigante a por él, y entraron en la peña. Y le encerró en un cuarto. Para darle de comer no veía más que una mano por una ventana.
y luego por la noche iba una cosa a dormir con él. Después de trece años le dice el gigante: -Oye, ¿tendrás ganas ya de dir a ver a tus padres?
y dijo que sí. Y fue y lo sacó de la peña y fue a ver a sus pa dres. Y el gigante le dijo que volviera a los tres días, que le espe raría él. Y al llegar él a su casa, le dijo el padre que qué tal le iba.
y dijo que bien, que le había metido en un cuarto solo, que no había más que una mano que le daba de comer y una cosa que iba a dormir con él por la noche. Y le dijo su padre: -Mira, hijo; llevas una cerilla para ver lo que es. A los tres días fue otra vez a la peña, y salió el gigante a por él. De que fue la cosa a dormir con él, fue y inrisquió una cerilla y vio que era una moza mu guapa, mu guapa. Y luego de que lo
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sintió el gigante, fue y le puso los avíos de cuando entró en la cueva, y le cogió y le tiró a unas tierras muy agrias.
y andando por el monte, se encontró con unos avichuchos y un león. Se había muerto una caballería, y se habían acercado a ella un león, un águila, un galgo y una hormiga. Y al pasar junto a ellos les dijo : -¡ Buenas tardes ! -¡Ande usted con Dios! -le dijeron.
. Pero cuando ya había pasado de largo, los animales ya se di
jeron: -El caso es que se ha ido y le podíamos llamar que nos partiera este avichucho (animalito) .
y l e llamaron y l e dijeron que volviera. Y é l dijo para sí: -Me llaman para comerme.
y ya fue. -Queremos que nos parta usted este avichucho. -Muy bien.
y al águila le echó la carne, los huesos al galgo, al león tam bién carne, y a la hormiga los sesos. Ya de que 10 repartió, se marchó. Y ya dijeron los animales: -El caso es que el hombre nos lo ha repartido, y no le hemos dado nada. Más vale volverle a llamar. Y le llamaron y le dijeron que volviera. Y llegó y dice que qué querían, pensando que le querían comer. -Dicemos que ¡ vamos ! , que ha hecho usted el favor de repar tirlo, y no le hemos dado nada. Y dicemos que le vamos a dar cada uno una cosa. El águila le dice : -Tenga usted una pluma para que cuando quiera usted decir: «Yo, águila», se vuelva usted águila. Y el león le dice: -Tenga usted unos pelos, pa que cuando quiera usted decir: «Yo, león» , se vuelva usted león. Y el galgo : -Tenga usted unos pelos para que cuando quiera usted decir: «Yo, galgo», se vuelva usted galgo . Y la hormiga: -Tenga usted un cuerno para que cuando quiera usted decir: «Yo, hormiga», se vuelva usted hormiga. Les dio las gracias, y ya que marchó, dice :
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-¡Yo, águila! Y volar, volar, hasta que llegó a la peña. -¡Yo, hombre ! Reconoció la piedra y dijo : -¡Yo, hormiga! Rodar la peña abajo hasta que llegó a la habitación de la moza y se metió debajo de su cama. Y por la noche se fue a acostar la moza. Y pincharla la hormiga, y chilló la moza. Y decía el gigante : -Encanto, ¿qué te pasa? Que si voy allá . . . Y va el gigante y, como era hormiga, no la vía. A la otra noche, la volvió a pinchar. Y al chillar la moza, decía el amo : -Encanto, ¿qué te pasa? Que si voy allá . . . Y se levantaba el gigante y no vía nada. Y a la otra noche lo mismo. Luego, a la tercer noche, la dijo . -No chilles. Soy yo, e l que h a estado aquí. Quiero saber cómo es para tú estar aquí. A ver si puede ser el yo sacarte de aquí. Al otro día le dice la moza al gigante: -Venga usted y le espulgo. Y ya de que estuvo espulgándole un rato, le dijo : -Bueno, señor amo, l e voy a preguntar una cosa. ¿Cómo es para yo estar aquí? -Pues mira -le dice el gigante-. Allí a catorce mil leguas de aquí hay una labuna muy grande y un monte muy espeso, muy espeso . Y en aquella labuna hay una serpiente. Y aquella serpien te la tienen que matar y la tienen que abrir, y de ella saldrá una liebre. Y aquella liebre la tienen que agarrar y la tienen que matar. Y la tienen que abrir, y de ella saldrá una paloma. Y aque lla paloma la tienen que agarrar, la tienen que matar, y la tienen que abrir, y de . ella saldrá un huevo. Y aquel huevo le tienen que
traer y estrellarle en mi frente. Y entonces será cuando tú salgas de aquí.
y dice la moza: -Pues, ya lo sé, señor amo. Sé que tengo que estar aquí toda mi vida. Pues, ya a la noche fue a su cama, y volvió el mozo en forma de hormiga y la preguntó : -¿Qué te h a dicho el amo? -Cosa impOSible. Me ha dicho esto: que tienen que ir catorce mil leguas de aquí, donde hay una labuna y un monte muy espeso. Y en la labuna hay una serpiente. Y la serpiente la tienen que
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agarrar y matar y abrir, y de ella saldrá una liebre. Y la liebre la tienen que agarrar, la tienen que matar y la tienen que abrir, y de ella saldrá una paloma. Y la paloma la tienen que agarrar, la tienen que matar y la tienen que abrir, y de ella saldrá un huevo .
y aquel huevo le tienen que traer y estrellarle en su frente. Y entonces será cuando salga de aquí. -Pues, ahora mismo me voy -dice-. ¡Yo, hormiga! Subió la peña arriba. Y de que salió de la piedra: -¡Yo, hombre ! ¡Yo, águila! Volar . . . , volar . . . , hasta que llegó al monte. -¡Yo, hombre! Y reconoció el monte. Y luego se fue a buscar amo y encontró uno. Y le dijo al amo: -No vayas a ese monte, que hay una labuna muy grande, y de la labuna sale una serpiente que todo lo mata. Y él no le hizo caso . Iba con las ovejas y las llevaba al monte. Y de que las tupía, se tumbaban, y él se iba a la labuna. Y salía la serpiente, y él decía: -jYo, león! Y comenzaban a luchar. Y al luchar decía la serpiente. -¡O quien tuviera un vaso de la Fuentefría! ¡Qué pronto te qUitaría yo a ti la vida! Y decía el león: -¡O quién tuviera un pan caliente, y un beso e una doncella en la frente! ¡Qué pronto te daría yo a ti la muerte ! Estuvieron así peleando, y ni a uno le podían traer el vaso ni al otro el pan. Va a casa por la tarde y le dice el amo: -Tú vas al monte. -No, señor, yo no voy al monte. Entonces el gigante, de que barruntó que andaban detrás de la serpiente, se enfermaba y decía: -¡Ah, probecito de mí! ¡ Si, encanto, no te lo hubiera yo dicho ! No andará el huevo muy largo de mí. Al otro día vuelve al monte y, al tumbarse las ovejas, se fue a la labuna y salió la serpiente. Y dijo el pastor: -¡Yo, león! Y se enredaron a luchar. Y al luchar decía la serpiente: -¡O quíén tuviera un vaso de la Fuentefría! ¡Qué pronto te quitaría yo a ti la vida!
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y decía e l león: -¡O quién tuviera un pan caliente, y un beso e una doncella en la frente! ¡Qué pronto te daría yo a ti la muerte ! Estuvieron así peleando y ni a uno le podían traer el vaso ni al otro el pan. Y al volver a casa por la tarde, volvió a decirle el amo: -Tú vas al monte. -Yo, no, señor. Yo no " oy al monte. Al otro día vuelve al monte y, al tumbarse las ovejas, se fue a la labuna, y salió la serpiente. Y dijo: -¡Yo, león!
y se volvió león, y se enredaron a luchar. y al marchar el pastor ese día con las ovejas, dice el amo: -El pastor va al monte. Yo tengo que ir a ver 10 que hace. El amo fue y se escondió. Y los vio según luchaban. Y al luchar decía la serpiente: -¡O quién tuviera un vaso de la Fuentefría! ¡Qué pronto te quitaría yo a ti la vida!
y decía el león: -¡O quien tuviera un pan caliente y un beso e una doncella en la frente! ¡Qué pronto te daría yo a ti la muerte !
y estuvieron luchando y ni a uno le podían traer el vaso ni al otro el pan. Luego el amo va a casa y dice : -El pastor va a la labuna, y he visto esto .
y contó 10 que había visto. Y luego dij o : -A tal hora mañana tenemos que cocer y tenemos que hacer un pan. Y al tiempo que esté luchando el león y la serpiente, que vaya la moza y le lleve el pan caliente y le dé el beso en la frente.
y el gigante estaba ya muy malito. Al día Siguiente el pastor fue otra vez al monte. Y al tumbarse las ovejas se fue a la labuna, y salió la serpiente. Y dijo: -¡Yo, león! Se volvió león, y se enredaron a luchar. Y cuando estaban lu chando, la moza le llevó el pan caliente al león y le puso el beso en la frente. Y el león mató a la serpiente. Luego dijo : -¡Yo, hombre! Se enredó, esolló a la serpiente y la abrió, y salió la liebre. -Yo, galgo ! Agarró la liebre. -¡Yo, hombre!
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Se enredó, la mató y la esolló, y la abrió, y de ella salió la paloma. -¡Yo, águila! La agarró. -¡Yo, hombre! Se enredó, la mató y la abrió, y de ella salió el huevo. Y fue an ca su amo. -Tenga usted, señor amo, las ovejas. El monte se queda para usted todo, que le he ganado yo . -¡Aguárdate, que te tienes que casar con mi hija, que te ha dado el beso ! -No, señor, no me aguardo. No puede ser el aguardarme. ¡Yo, águila! Volar, volar, volar, volar . . "
hasta que llegó a la piedra.
-¡Yo, hombre! Reconoció la piedra y dijo : -¡Yo, hormiga! Rodar la peña abajo hasta que llegó hasta donde dormía la moza. Fue la moza por la noche, y la dijo : -Toma el huevo, estréllale mañana, si Dios quiere, en l a frente. Por la mañana la moza le dice al gigante : -Señor amo, venga usted y le espulgo. -¡Ah, probecito de mí! ¡ Si, encanto, no te lo hubiera yo dicho! ¡Ya está el huevo encima de mí! ¡ Claro! Se le estrelló en la frente, se murió el gigante. Y luego se quedó aquello hecho un palacio. Y se casaro,", los dos, la moza y el mozo . Arcones, Segovia. Narrador LXXV, 28 de marzo, 1936. 67 LA PRINCESA ENCANTADA Era un pescador y tenía un hij o . Y no le quería dejar ir a pes car con él. Y el chico daba guerra porque quena ir con su padre. Y un día su madre le soltó al chico para que fuera con su padre, y se marchÓ con él.
y al llegar al río, extendieron la rede para pescar y vieron a una trucha. Y le dijo el hijo al padre que si quería que se metiera por ella'. Y el padre le dijo que bueno, que se metiera.
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y el chico se metió y fue detrás de la trucha. Y la trucha se metió en un hoyo, y el chico detrás de ella. Y cayó el chico a un jardín. Y en el j ardín vio un hermoso palacio. Entró el chico por una puerta y, al entrar, vio una habitación que tenía en la puerta un letrero que decía: «Caliénta.te, que pa ti está puesto.» El chico entró y se calentó. Y dice : -Vay a ver qué hay allí más alante.
y se marchó a otra habitación. Y en la puerta había otro le trero que decía: «Come, que pa ti está puesto». Y entró y comió el chico. Y después de comer se marchó a otra habitación. Y miró otro letrero que decía: «Bebe, que pa ti está puesto». Y después de beber se fue a otra habitación. Y en la puerta había otro letre ro que decía: «Vístete, que pa ' ti está puesto». Y entró y se vistió.
y después de vestirse se marchó a otra habitación que tenía en la puerta un letrero que decía: «Duerme, que pa ti está puesto» .
y el chico entró y se echó a dormir. y le despertó una princesa encantada, y le dijo : -¡Márchate, que aquí hay u n gigante que, cuando venga, te matará!
y el chico la dijo : -¿Qué haría y o a ti para salvarte? -No puede ser -die&-. Porque tendrás que ir al Monte Sinaí, y allí tendrás que coger a un.a serpiente; la tendrás que abrir, y saldrá una corza corriendo; la cogerás, la tendrás que abrir, y saldrá una paloma blanca volando; la cogerás, la abrirás, saldrá un huevo de oro; y me le traerás, y ésa es la salvación mía. Y el chico ya marchó de camino . Y al llegar a la mitaz del ca mino, se encontró con un león, un galgo, una aguilica y una hor miga. Y le dijeron que si les quería repartir una res muerta que tenían. Y les dijo que sí, que se 10 haría.
y cortó la cabeza de la res y se la dio a la hormiga, diciendo: -Aquí tiene ustez esta cabeza para que no pase ustez frío este invierno y coma bien.
y luego dice: -Para el galgo, los huesos . . . Para el león, la carne magra . . . Para el águila, las tripas, para que vuele mejor.
y terminó, y dijeron los animales que estaba bien. Y el chico se marchó otra vez de camino. Y cuando había andado una milla o así, le volvieron a llamar. La dijeron los otros animales al águila:
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-Tú que aguantas más, que le alcanzas más pronto, ve a de cirle que no le hemos dado las gracias, que se vuelva.
y cuando le alcanzó el águila, le dijo que se volviera, que no le habían dado las gracias, que les llamaría sinvergüenzas. Y el chico la contestó que era igual, que no se volvía. Y dijo el águila que sí, que se tenía que volver. Y ya volvió otra vez para atrás. Según iba por el camino, iba diciendo el chico : -Ahora que han terminado con la res, empezarán conmigo.
y iba con miedo. Y al llegar allí le dijo el león: -No le hemos dado las gracias. Queremos darle algo en re compensa de lo que nos ha hecho. Yo, como león . . . ¡Tenga ustez un pelo !
y se arrancó un pelo del hocico y se le dio. -¡ Tenga ustez! Cuando diga ustez, « ¡Dios y león ! », se vuelve ustez un león. El galgo le dijo : -¡Tenga u n pelo! Se arrancó un pelo del hocico. -Cuando diga ustez, « ¡Dios y galgo ! », se vuelve ustez un galgo.
y el aguilica se arrancó una pluma y se la dio. -Cuando diga ustez, « ¡Dios y aguilica! » , se vuelve ustez un águila.
y la hormiga le dijo : -Yo n o tengo nada que darle; pero l e daré una patita, aunque me quede cojita. Cuando diga, « ¡Dios y hormiguica! », se vuelve ustez una hormiguita. El chico les dio las gracias, se despidió de ellos y se fue otra vez de camino . Y cuando llegó al Monte Sinaí, dij o : -¡Dios y león! Y se volvió un león. Y dij o : -¡Dios y hombre! Y se volvió un hombre. Y dijo : -¡Dios y galgo! Y se volvió un galgo. Y dij o : -iDios y hombre! Y se volvió otra vez hombre. Dijo : -iDios y águila! Y se volvió un águila. Dijo : -¡Dios y hombre! Y se volvió otra vez un hombre. Y dijo:
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-¡Dios y hormiga!
y se volvió una hormiga. Y dijo : -¡Dios y hombre!
y se volvió otra vez un hombre. Y volvió a decir: -¡Dios y aguilica!
y se volvió águila y se fue volando hasta el pueblo más próxi mo. y al llegar allí dijo : -¡Dios y hombre !
y se volvió otra vez un hombre. Y fue a pedir posada en casa de un pastor. Y le preguntó el pastor que qué andaba haciendo por ahí. Y le dijo que se encontraba sin trabajo. Y le dijo el pas tor si se quería poner a servir en su casa. Le contestó el chico que sí. Y le dijo el amo, el pastor, que no tenía que ir por el Monte Sinaí, que allí había una serpiente que le cogería y le mataría. Como era la que él buscaba, al día siguiente se marchó al Monte Sinaí. y al llegar al Monte, metió las ovejas en la hierba verde. Y ya, cuando se llenaron la barriga las ovejas, las iba diri giendo para casa. Y se encontró con la serpiente. Y dijo : -¡Dios y león!
y se volvió un león. Y empezaron a luchar. Y ya, rendidos, dice la serpiente : -Si yo tuviera un pan caliente y una copa de aguardiente, ¡yo te daría a ti la muerte, león valiente!
y contestó el león: -Si yo tuviera un pan caliente y una copa de aguardiente y el beso de una doncella, ¡yo te daría a ti la muerte, serpiente fiera!
y ya, cansados de estar luchando, cada uno se retiró a un lado. y dijo : -¡Dios y hombre!
y se convirtió otra vez en hombre. y al llegar en casa del pastor, le preguntó que dónde había es tado con las ovejas. Y le dijo el chico que metía las ovejas entre
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el trigo -y comían la hierba y dejaban tI trigo . Y ya, después de encerrarlas, se acostó.
y ya al día siguiente por la mañana se fue otra vez al mismo sitio con las ovejas. Y el pastor tenía dos hijas. Y la dijo a una que se fuera detrás del chico a ver dónde las metía, que se escon diera entre los trigos y hierbas para que no la viera.
y después de estar por allí un rato el chico con las ovejas, ya se iba para casa, cuando se encontró con la serpiente, y dij o : -¡Dios y león! Se convirtió en león, y estuvieron luchando también como el día anterior. Y cansados ya de estar luchando, dijo la serpiente : -Si yo tuviera un pan caliente y una copa de aguardiente, ¡yo te daría a ti la muerte, león valiente!
y contestó el león: -Si yo tuviera un pan caliente y una copa de aguardiente y el beso de una doncella, ¡yo te daría a ti la muerte, serpiente fiera!
y ya, cansados de luchar, cada uno se retiró a un lado . Y dijo: -¡Dios y hombre!
y se convirtió otra vez en hombre. y la chica, que lo estaba oyendo, fue corriendo y se lo contó a su padre, que el pastor que tenían se convertía en león y andaba peleando con la serpiente del Monte Sinaí; y que decía que: « Si yo tuviera un pan caliente y una copa de aguardiente y el beso de una doncella, ¡yo te daría a ti la muerte, serpiente fiera! »
y aquel día estaban cociendo, y el padre la dijo a la hija: -Pues, mañana, cuando estén en la pelea, vas, coges un pan de éstos que estamos cociendo, le das a morder un cacho, le das
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una copa de aguardiente y le das tú un beso, a ver si es verdaz que la mata.
y al día siguiente vuelve el chico con las ovejas al Monte Si naí. Y la chica se fue escondiendo entre los trigos. Cuando esta ' ban otra vez en la pelea el león y la serpiente, dijo la serpiente : -Si yo tuviera un pan caliente y una copa de aguardiente, ¡yo te daría a ti la muerte, león valiente !
'Y dijo el león: -Si yo tuviera un pan caliente y una copa de aguardiente y el beso de una doncella, ¡yo te daría a ti la muerte, serpiente fiera! Llegó la chica por detrás, le dio a morder un cacho de pan caliente, la copa de aguardiente y le dio un beso. Y cayó la ser piente muerta. Y dijo entonces el león : -¡Dios y hombre!
y se convirtió otra vez en hombre. Y dirigió a las ovejas hacia el pueblo. Y al llegar en casa del pastor le dijo : "":'Me entrega ustez l a cuenta, que yo mañana n o puedo estar más aquí . . . , que yo mañana me tengo que marchar a mi tierra.
y le dijo el amo que no se fuera, que le casaría con la hija que más quisiera . . "
que le daría todas sus ovejas. Pero el chico le
dijo que no podía ser. Y se marchó.
y volvió al Monte Sinaí y abrió la serpiente, y salió una corza corriendo. Y dij o : -¡Dios y galgo !
y se convirtió en galgo. Y, ¡venga a correr!
. .
. Y corrió detrás
de ella hasta que la alcanzó. La cogió y la abrió, y salió una palo ma blanca volando . Y dij o : -¡Dios y aguilica! Y se convirtió en águila. Y empezó a volar detrás de la paloma hasta que la cogió y la abrió. Y la sacó un huevo de oro. Entonces empezó a volar hasta llegar al jardín donde había dejado a la princesa encantada. Al llegar a un árbol se puso allí
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encima. Y la princesa encantada, que estaba allí, al verla, dijo que sería él, porque allí no había aves de ninguna clase.
y se hizo de noche, y se entraron el gigante y la princesa encantada dentro a dormir. Y dij o: -¡Dios y hombre!
y se convirtió en un hombre. Y dijo; -¡Dios y hormiguica!
y se convirtió en una hormiga y entró por las randijas de la casa. y al l legar a la cama de la princesa, dij o : -¡Dios y hombre!
y se convirtió en hombre. Y dij o : -¡María! -que así se llamaba l a princesa. La princesa se asustó y empezó a gritar. Se levantó el gigante y la dijo: -¡Si me vuelves a llamar, te mato !
y cuando se marchó, volvió a decir el chico: -María, ¿pero no me conoces?
y volvió otra vez a gritar la princesa. Y se levantó otra vez el gigante. Y empezó a mirar por todos los sitios; pero el chico se había convertido otra vez en hormiga, y el gigante no le veía por ninguna parte. Y la volvió a decir: -¡Si me vuelves a llamar, te corto el pescuezo !
y se volvió a acostar otra vez el gigante. Y el chico dijo: -¡Dios y hombre!
y se convirtió en hombre, y la dijo a la princesa: -Pero María, ¿no me conoces? Si soy aquel del huevo de oro, que me encargaste que te le trajese.
y dice la princesa: -¡Ah, sí! ¡ Recuerdo!
y dice: -Mira: vas a subir allá arriba, y vas a mirar por aquella ven tana. Si ves al gigante que está con los ojos abiertos, está dormi do; si está con los ojos cerrados, está despierto. Y tienes que de jar caer el huevo sobre la frente. Si no le pegas en la frente, esta mos perdidos los dos.
y el chico subió a la ventana y vio al gigante con los ojos abier tos. Y le dejó caer el huevo sobre la frente. Y el gigante dio un rugido y cayó muerto. Y el chico se lo fue a contar a la princesa, y la princesa dijo :
CUENTOS POPULARES DE CASTILLA
Y
LEÓN
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-Mañana saldremos de aquí y nos casaremos.
y así termina. Vega de Valdetronco, Valladolid. Narrador XVI, 30 de abril, 1936.
68 EL CASTILLO DE IRAS Y NO VOLVERAS Este era un pescador. Tenía siete hij os . No tenía más que la pesca. y volvía un día, y salían los hijos: -Padre, ¿qué ha cogido ustez? ¿ Trae ustez algo? - ¡ No, hij os ! . . . Unas mermejillas que no pesan más que un cuarterón . . . Al otro día iba a pescar y le sucedía lo mismo. -Bueno . . . , ¡ esto es terrible! No sé cómo podré vivir. Al otro día se marchó bastante más allá que de costumbre. Le prepararon la comida -unos torreznos, S'u barril de vino . Y ya, según estaba pescando, desesperado, dijo: - ¡ No vuelvo a pescar más en mi vida! De pronto va a tirar de la caña y, como no podía con ella, dice: -Pues, ¿ves? Tras de no sacar nada, se me enreda todo, y voy a perder la caña.
y ya va tirando, tirando, y por fin pudo orillar un pescado muy grande. Y le dijo el pecezón: -Pescador, pescadorcito, suéltame y tendrás toda la pesca que tú quieras. -¡Bien, hombre ! . . . Conque una vez que he cogido un poco de fortuna, ¿la voy a desperdiciar? No te suelto. -Suéltame, y te daré lo que tú quieras. Podrás venir con un carro a por peces. -Bueno, te voy a soltar. Pero me vas a dar todo lo que me has prometido. Pues, le soltó el pescador, asustado de ver un bicho tan gran dón. Llegó a casa, se preparó, y le pregunta la mujer: -¿Adónde vas? -¡Mira! . . . Voy a por el burro y la rede, que he cogido muchos peces.
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y la mujer se llenó de alegría. Y se fue al pescador, trajo la rede y fue al sitio donde pescó el pez. Pues, se asoma el pecezón y le dice : -¡ Echa la rede, echa ! Echó el pescador la rede y la sacó llena. Vuelve a tirar otra vez, y saca más. Carga el burro de peces y se va a casa tan con· tento el hombre. Salieron todos los hijos a recibirle como de coso tumbre: -Padre, ¿trae ustez muchos? - ¡ Sí, hij os ! ¡ Hoy traigo ! ¡ Bien podéis llevarlos a vender! Se acercan los chicos y ven que es verdaz. Bailaban de alegría todos . -¡ Padre, por Dios! Pues, ¿qué ha hecho ustez, padre? ¿Cómo ha sacado tantos peces? -Pues, ¡ hala, hijos! ¡ Corriendo a venderlos,
que he encontrao
una fortuna en el río! Bueno, ya vendieron los peces. Y al otro día fue y volvió con otros tantos. Claro, ya los vendieron lo mismo.
Hicieron mucho
dinero, compraron una casita y compraron ropa. Y ya no les falo taba nada. Y la mujer le dice : -¿En qué consiste esto que te has encontrao? -Chica, no te lo digo, que sois unas parlonas las mujeres. -Pues, me lo tienes que decir, o, si no, no te voy a dejar en paz. -Pues, no te lo digo -la dijo él . BUeno, pues al otro día fue con un carro -pues se compró un carro- para traer la pesca. Pues, la mujer estaba embarazada, y todos los días le daba guerra para que la dijera en qué consistía la fortuna ésa. -Bueno, chica, ya que te empeñas, te lo voy a decir. He sacao un pez muy grande, el rey de los peces, y me ha prometido, si lo soltaba, darme toda la pesca que yo quisiera. Y ahí está la fortuna. -Bueno, pues mira . . . Si le vuelves a coger otra vez, no te vengas sin él. Porque esto es un capricho mío.
Ya ves que ya te·
nemos casa . . . , ya tenemos todo. Así que, ¿me vas a dar gusto, o no? -Sí. . . Si le vuelvo a coger, te prometo traerle. Bien, a los dos días vuelve a ir a pescar y le coge. Y entonces le empieza a decir: -Suéltame, que no te engañé, que te volveré a dar mucho más de lo que te di.
CUENTO S POPULARES DE CASTILLA
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-Es verdaz que no me engañastes ; pero ahora se trata de un capricho de mi mujer, y no puedo soltarte. -Bueno; pues bien . . . Ya que te empeñas, te voy a decir una cosa -como me ties que matar, lo que ties que hacer conmigo : la cabeza se la das a la perra, la cola a la yegua, el cuerpo para tu mujer, y las tripas las entierras en el corral . -Te podría vender y sacaría mucho dinero de ti . -No. Haz como te digo. -Bien. Así se hará. Pues, llegó a su casa con el pecezón, y la muj er, loca de alegría, llamó a todo el pueblo . ¡ Todo el mundo asombrao de ver aquel pez tan grande ! . . . Y dijo el marido a la mujer : -Pero esto no se vende. Mira, te voy a decir lo que me ha di cho que hagamos con él : la cabeza se la das a la perra, la cola a la yegua, el cuerpo para ti, y las tripas se enterrarán en el corral . Y así se hizo. A los tres meses nacieron tres perritos rubios, tres yeguas también rubitas y tres niños. Y en el corral, tres lan zas. Y los niños tan guapos y tan iguales. Y llegaron a ser mocitos ya los tres niños y dijeron: -Mire ustez, padre . . . Nos marchamos. ¿Qué hacemos aquí los tres? Bueno, hijos, ya que os empeñáis. Os voy a dar un recuerdo de vuestro padre. Tomaz cada uno una lanza, un perro y un ca ballo. Y a todos les dio lo mismo. Y se dispusión todos a salir . Al despedirse de su padre y darle la mano y todo, el padre les dio a cada uno una botella de agua clara, y les dijo : -Cuando se enturbie esta agua, es que os pasa algo. Tomaron cada uno su dirección. Después de caminar mucho, mucho . . . , entra uno en un pueblo, y están todas las mujeres llo rando. Y les preguntó : -¿Qué les pasa, mujeres? ¿Por qué lloráis? -Pues, mire ustez . . . Porque una serpiente de siete cabezas se presenta todos los años . . . Sortean a una moza para entregársela. Y este año la ha tocao a la hij a del rey, que es muy guapa. Y no hay salvación para ella. Y dice el hombre : -¡Pues, yo la mato ! -¡Ay, Dios mío ! ¡ Pues, inmediatamente decírselo al rey, que se casa con ustez la hija, y le da riquezas y todo lo que ustez quiera!
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132 y decía otra:
-¡Ay, por Dios! Pero, ¿usted tiene seguridaz, porque es una serpiente de siete cabezas? - ¡ Sí, sí! ¡ La tengo! ¡Me comprometo a matarla! PUes, ¿dónde es el sitio? -Venga ustez, que se lo enseñarem03. Llegaron al sitio donde estaba la hija del rey. Y al verla tan hermosa como era, tuvo más interés todavía. Y le dijo la hija del rey: -¿Dónde va ustez, joven? ¡ Márchese de aquí! -Vengo a salvarla, señorita. -¡ Márchese, que la serpiente le devorará, que es una serpiente con siete cabezas! Según estaba diciendo esto, a los pocos momentos llegó la ser piente con unos rugidos terribles. - ¡ Apártate, apártate! -le dice la serpiente-. ¡ Que te devoro y hago lo mismo que con la hija del rey ! - ¡Que te va a matar !
¡ Márchate! -dice la princesa y se des-
maya.
y dice él : - ¡ Aquí mi perro, mi lanza y mi caballo !
y el perro empezó a mordiscos, y él, en la yegua, se abalanzó sobre la serpiente. Él la dio con la lanza y la mató . Entonces sacó un pañuelo del bolsillo y la cortó las siete lenguas y las envolvió y las guardó. Y se marchó camino adelante.
y comenzaron las mujeres a decir que se había salvao la nija del rey. Y empezaron a tocar las campanas, y todo el mundo co· menzó a gritar de alegría. Y dijo el rey: -Pero, ¿qué pasa? - ¡ SU hija está salvada ! -Pues, ¿qué ha pasao? -dijo el rey. -PUes, que vayan por sú hij a, que un señorito la ha salvao. PUes, fueron por ella. Y al llegar a palacio, dieron una fiesta en honor de ella. Pero pasó por allí un carbonero -¿sabe?- y cortó las siete cabezas .
Y se presentó en palacio :
-Señor, vengo a casarme con sú hija, como prometió ustez. -Pues, ¿qué ha pasao? -PUes, que he matao la serpiente de las siete ca·oezas, y, para demostrárselo, aquí traigo las siete cabezas.
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y una vez que se repuso la hija, dijo EClla que era mentira, que aquel hombre no era el que la había salvao. Decía el carbonero que era incierto, que sólo porque era carbonero, y feo, no querían cumplir lo que habían dicho . Bueno, pues decía una que sí, y otro que no. Y ya, convencido el rey, dijo que la palabra de rey tenía que cumplirse. Y ya iban a celebrar las bodas. Pero, a todo esto, decidió el j oven a volver a ver a la princesa. Llama y díce que quiere hablar con sú majestad. Le admiten, y dice : -Vengo a ver qué tal está su hija que la salvé. -Pero, ¡hombre! -dice-. Es que la ha salvao un carbonero.
y dice el joven: -Pues, ¿cómo lo sabe usted? ¡ Si la he matao yo!
y dice el rey : -Pues, ya se va a casar con el carbonero, porque ha traído las siete cabezas de la serpiente. -Pues, ustez verá lo que falta en esas siete cabezas. -¡ Hombre ! ¡ No falta nada! -Mire ustez si tienen lenguas. Efectivamente, van a mirarlas, y faltan las lenguas. -Pues, mírelas ustez. Saca el pañuelo y le presenta las siete lenguas. -Entonces, ¿quién ha sido quien la ha matao?
y claro, dijo la hija del rey que había sido él. -Pues, entonces, ¡mandar prender a ese hombre por embus tero!
y entonces la princesa se casó con el otro, y celebraron las bodas con toda la alegría del mundo. Una vez estaban en la galería del palacio, y dice el joven: -Oye, ¿qué es aquello que ves allí? -El Castillo de Irás y No Volverás. Y no te se ocurra nunca ir por allí, porque no vuelves. -Pues, tengo que ir un día de caza. -Pues, todo el que va queda allí.
y él, por no disgustar a su mujer, calló. Pero fue. Un día se le antojó marchar. Cogió sú yegua, sú perra y la lanza y se marchó al Castillo de Irás y No Volverás. Subió con dirección a él hasta que llegó allí. Y había allí un arbolado muy espeso y puertas gran-
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des, con argollas de hierro. Llama y no le responden. Vuelve a llamar otra vez más fuerte, y aparece una vieja : -¿Qué' deseas, hijo? -Pues, mire usted:
quería ver este castillo.
-Pero, ¿cómo vas a verle con la yegua? -¿Dónde voy a dejarla? No tengo con qué atarla. -Pues, toma un pelo de mí cabeza para atarla.
y él se echó a reír. - ¡ N o ! ¡ No te rías ! Tan pronto como le cojas, se volverá una maroma. Bueno . "
En efecto, así fue. La ató, bajó, y fue a ver el castillo.
y allí quedó encantao . Quedó encantao como un perro, pues to dos quedaban como animales en aquel castillo. Se volvieron a cerrar las puertas en la misma forma. La princesa estaba llena de pena porque suponía que había quedado en el castillo aquél. Pues, a todo esto, la botella del otro hermano se puso muy turbia. Cada día que pasaba, más turbia estaba la botella. El hermano decía: -¿Qué le pasará a mí hermano, que cada vez se pone más turbia mí botella? Algo le pasa a mí hermano. Hay que irle a buscar . Bueno, echó andando, andando, hasta que llegó al pueblo don de estaba casao sú hermano con la princesa. Y al llegar en el pue blo, notó el hermano que decían : -¡ Viva el príncipe ! -Calla, pues ¿qué pasará? Pues, mi hermano,
¿será rey, o
qué será? ¿Por qué dicen ustedes eso? -Pues, hace quince días que faltaba ustez, y estaba tan intranquila la princesa.
y dice entonces él : -Bueno . . . Se trata de mí hermano .
y fue al palacio. Y al entrar, bajaron a recibirle todos. Y le dice la princesa : -¿Por dónde has estao, hombre, que nos has tenido intranqui los? Ya te dije que no irías al Castillo de Irás y No Volverás . ¿No te lo decía? Y él no decía nada. Y cenaron y se acostaron.
y a los pocos días vuelven a salir a la misma galería, y la vuel ve a hacer la misma pregunta que sú hermano : -¿Qué es aquel castillo?
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-Oye, pues, ¿no te lo dije hace días? ¿No has estado en él, el Castillo de Irás y No Volverás? ¿Dónde has estado de caza hace pocos días, que nos has tenido tan intranquilos?
y él, claro, ya cayó en la cuenta. -Pues,
¡ date!
Allí estará mi hermano, pues la botella está
cada vez más turbia.
y cuando pudo, se marchó en dirección al castillo. Y hizo lo " mismo que el otro. Llegó allá, llamó a la puerta, salió la misma vieja: -¿Qué deseas, hijo? -Pues mire ustez, venía a ver el castillo. -Pero, ¿cómo vas a verle con la yegua? -¿Dónde voy a dejarla? No tengo con qué atarla.
y le dijo lo mismo que antes -lo del pelo. Y le dio el pelo. Bajó y quedó encantado él como un lobo -pues todos quedaban como animales en aquel castillo. Y, con todo esto, la botella cada vez más turbia . . . Y la mujer más intranquila . . . Y el otro hermano vio que sú botella se ponía cada vez más turbia. Y salió en busca de sus hermanos. Llegó por fin al pue blo donde estaba casao su hermano. Y le pasó lo
mis mo que a
su hermano. -¡Viva el príncipe! Y así se dio cuenta. -¿Qué pasará? ¿Que si mi hermann sería rey? ¿Qué pasará aquí? Hasta que preguntó como el otro. -Pero,
¡hombre ! . . .
Ha faltao
ya dos temporadas, y estába-
" mos muy intranquilos. -Pues ya estoy yo aquí. Y decía él: -Pues ya veremos lo que pasa aquí.
y se dirige al palacio. Y le dice la reina: - ¡ Que no te vuelva a ocurrir esto! Desde ahora en adelante me voy a ir contigo siempre. La primera vez me faltaste ocho días, y ahora van quince. No quiero que pase otra vez. Pues, ¡ claro ! , después de varios días, salen a la galería, y vuel ve a preguntar otra vez 10 del castillo. -Pero, ¡hombre! ¡ Qué tonto eres! Has estado dos veces y no
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te acuerdas de cómo se llama. Y no vuelvas a ir, que hemos esta do intranquilos todos en el pueblo . Pues, como era más vivo que sus hermanos, s e dio cuenta en seguida. Y como sú botella se ponía cada vez más turbia, pues al día siguiente se marchó, pues se daba cuenta, de lo que decían todos, que sus hermanos tenían que estar en ese castillo. Y hizo como los otros: cogió el perro, la yegua y la lanza, y llegó allá.
y llamó como los otros. Abrieron la puerta, y aparece la vieja: -¿Qué quería? -Ver el castillo y sacar dos hermanos que tengo aquí metidos.
y dice la vieja : -Es mentira, hij o . Aquí n o hay nadie. Ate e l caballo y baje ustez. -No ato el caballo. AquÍ paso con caballo y todo. Se abalanza sobre ella y dice: - jAhora mismo tienes que decir dónde están mis hermanos, o si no, te mato ! Se abalanza sobre ella con el caballo, el perro y la lanza. -No me mates . . . Yo te diré de qué forma están encantados. -Pues dime de qué forma están encantados. -El uno está de perro y el otro de lobo. -Pues dime qué hay que hacer para desencantarlos. -Bien, hijo, no me mates, y yo te lo diré. Allí abajo hay tUl león que te enseñaré, que tiene tUl ojo abierto. Con esta flecha que tengo aquí, hay que darle en el ojo que tiene abierto. El j oven hizo como ella decía. Mató el león, y se desencanta ron sus hermanos y todos los personajes que había allí. Volvieron al palacio, donde los recibieron con grandes ale grías. Se casaron los dos hermanos, y colorín colorao, este cuento se ha acabao.
Peñafiel, Valladolid. Narrador LXXX I II, 28 de abril, 1936.
69 EL CASTILW DE IRÁS Y NO VOLVERÁS Era tUl pescador y fue a pescar. Y la primera vez que tiró la rede, sacó un pez muy grande, y le dijo el pez: -jNo me lleves ! j Échame otra vez al agua!
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Conque fue y le echó otra vez al agua. Y fue para casa y se lo contó a su mujer, y la mujer le dij o : -Eres u n bobo. Mira, con eso ya teníamos para l a cena. Vete y mira a ver si le sacas otra vez y te le traes. Entonces el pescador fue, volvió a tirar la rede y le volvió a sacar. Y entonces el pez le dij o : - ¡ N o me mates ! Tírame otra vez a l agua. Pero el pescador le d�jo que no, que su mujer le había dicho que le llevara para la cena. Y le dijo entonces el pez: -Bueno ; pues, llévame. Pero tú no comas de la carne mía.
y los buesos los recoges y les metes entre la basura. A los quince días vas y les sacas, y encontrarás dos muchachos y los adoptas como hijos tuyos. Bueno; pues así lo hizo. Se marchó para casa, no quiso comer del pez, recogió todas las espinas, y, una vez recogidas, las metió en la basura. A los quince días fue a buscarles y se encontró con dos muchachos muy parecidos, tan parecidos que parecían uno mismo . Y les llevó pa casa. Ya un día uno de ellos llenó un vaso de agua y le dijo a su hermano : -Mira; yo me voy por el mundo. Cuando veas esta agua re güelta, pues es que a mí me ha pasao algo, y en seguida me vas a buscar. Cogió la lanza y se marchó. Y ya llegó a un pueblo donde vivía un rey que tenía una hija. Y había en aquel pueblo un monstruo que tenía siete cabezas, y todos los años se llevaba una muchacha de aquel pueblo. Aquel año tenía que llevarse a la hija del rey, y el rey había dicho que quien matara a aquel monstruo se casaría con su hija. Entonces ese muchacho fue y con la lanza mató al monstruo. Después le sacó las siete lenguas, las recogió y se las llevó . Fue y le dijo al rey que ya había matao al monstruo y que iba a casarse con la princesa; pero la hija del rey dijo que no se casaba mien tras no pasaran tres meses, que eran 10 que faltaba para venir el monstruo a por ella. Entonces el muchacho marchó y quedó en volver. Pero en ese medio tiempo pasó un carromatero y, al ver el monstruo matao, pues cogió las siete cabezas y las llevó a pala cio. Y la hija del rey, al cabo de los tres meses, se casó con el carromatero. Y ya el muchacho, cuando le pareció, fue y dijo que se iba a
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casar con la hija del rey, porque había sido él quien había matao el monstruo ese. Entonces le dijo el rey que era un embustero, que ya su hija estaba casada, y que lo que había dicho era men tira, que allí tenía las cabezas del monstruo. Entonces dijo el muchacho que mirasen a ver si aquellas cabezas tenían lengua.
y al ver que era verdad que no las tenían, mandaron quemar al carromatero, y se casó la hija del rey con el muchacho ese. Cuando se fueron a ac ostar la primer noche, vio el muchacho desde la ventana una casa muy bonita, muy bien iluminada, y la dijo a su mujer: -Oye, mujer, ¿qué es eso que se ve allá? -No me hables de eso -dice ella-, que me das mucho miedo. Ahí todo el que va no vuelve. Al siguiente día cogió el muchacho un caballo y una lanza y se marchó a ver qué había en aquella casa. Allí vivía una vieja hechi cera y, nada más llegar, le quedó encantao. Entonces vio su hermano la botella de agua regüelta y fue y marchó a busca.r a su hermano. Llegó a palacio y la hija del rey le recibió creyendo que era su marido. Y después de cenar, que ría ella irse a acostar. Y miró él desde la ventana y la dij o : -¿Qué es aquello que se ve allá a l o lejos?
y ella le dij o : -Ya t e he dicho, marido, que eso n o m e tienes que preguntar, que ahí todo el que va no vuelve. Se calló él, y se fueron a acostar. Y la dijo él: -Mira, mujer; tengo hecha una oferta, y es que tengo que poner un poco tiempo la lanza entre los dos . Y al siguiente día se levantó, cogió un caballo y una lanza y se fue derecho para aquella casa. Al llegar, en vez de acercarse como su hermano, la llamó a la mujer y la dijo que la mataba, que tenía que desencantar a su hermano y sacársele en seguida. Como la amenazaba con la lanza, ya le dio miedo y hizo que salie ra su hermano. Ya venían por el camino los dos montaos a caballo, cuando le dijo a su hermano : -Na más ver la botella regüelta fui a palacio y dormí con tu mujer. Al decirle eso, su hermano le pegó un lanzazo y se cayó sin
sentido al suelo. Y sin hacerle caso, siguió a su casa. Llegó a su
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casa ya muy tarde, cenaron y se fueron a acostar. Y le dijo la mujer, al irse a acostar: -¡Qué pronto te olvidas de las ofertas! -¿Qué ofertas tengo yo? -dijo él .
y ella le dice: -¿No me decías anoche que tenías que poner un poco tiempo la lanza entre los dos? Entonces él no se acostó, se dio cuenta y contó a su mujer lo que había ocurrido. Y se cogió un médico y fue en busca de su hermano. Llegaron; pero su hermano ya había vuelto al conocimiento.
Le pidió perdón, y le llevaron a su casa. La mujer les estaba vien· do venir desde la ventana, y decía que quién sería su marido de los dos.
y ya pues el otro se marchó para casa con sus padres. Y el primero se quedó con la reina, y vivieron felices.
Sieteiglesias, Valladolid. Narrador XC, 8 de mayo, 1936. 70 BLANCAFLOR, LA HIJA DEL DEMONIO Éste era un rey que tenía muchos deseos de tener un hij o . Y ya le tuvo, y salió muy jugador. Y jugaba tanto que les dejaba arruinados de tanto juego. Y una noche perdió todo el dinero que tenía y ofreció el alma al demonio, diciendo que si ganara tanto dinero como había perdido, que le daría el alma. Apenas había dicho estas palabras cuando salió un caballero y le dij o : -¿Qué ha dicho usted? -Pues, si ganase tanto dinero como he perdido, daría el alma al demonio. �Pues, tome usted esta bolsa de dinero y esta baraja -le dice el caballero-, y j uegue usted con ella.
Y después me las lleva
usted a las tres torres del Oro. El muchacho aceptó la bolsa de dinero y la baraja, y empezó a ganar mucho dinero todas las noches en la banca. Y sus padres muy contentos. Pero él se ponía muy triste al pensar que tenía que ir a llevar el dinero y la baraja a las tres torres del Oro.
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Ya se pUSO en camino, con su caballo y su merienda, en busca de las tres torres del Oro. Iba andando, andando . . . y ya se termi nó la comida que llevaba y tuvo que comer de las ancas del caba llo. Iba andando, andando . . . , y se encontró a un águila. Y la dij o : -Águila, tú que corres tantas tierras, ¿sabrás dónde están las tres torres del Oro? -No, no -dice. Y siguió el muchacho caminando, caminando . . . Ya vino otro águila, y la preguntó : -¿Sabes dónde están las tres torres del Oro? -Sí -dice-- . Mira, por aquella carretera, andando, andando, andando, llegarás. Siguió pues, caminando, caminando . . . , y cuando ya iba llegando, salió el caballero. - ¡ Hola, hombre! -¡Hola! -¡Qué tal! ¿Has ganado mucho dinero? -Sí -dice. -Bueno, pues ahora tienes que quedarte aquí y casarte con una de las tres hijas que tengo. Ya al otro día le llamó y le dijo: -Mira, tienes que ir a aquel cerro y plantar viñas. Ahora son las once. A las once y media tienes que traerme una botella de vino . - ¡Hombre, eso es imposible, porque las viñas no dan hasta los tres o cuatro años! -Pues no hay más remedío. Si no lo haces, te mataré. Se marchó el pobre muchacho muy triste . Y en el camino se encontró a una de las hijas del demonio, a Blancaflor, y le dice: -¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste? -Pues, mira lo que me ha dicho tU padre -le dice-- . Que tengo que ir a aquel cerro y plantar viñas y llevarle una botella de vino a las once y media. Y ahora son las once. -No te asustes -le dijo Blancaflor-, que yo haré todo eso.
y en un momento fue y plantó las viñas y le trajo la botella con el vino. Y va el muchacho con la botella al padre y al ver la botella de vino le dice : -Ah, esto no lo haces tú, que lo hace Blancaflor.
y el demonío le dice entonces: -Pues, bueno, ahora tienes que hacer otra cosa. Mañana, a
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las once, tienes que i r al mar y sacar un anillo que s e l e cayó a mi tatarabuela. -¡ Hombre, eso es imposible ! -Pues no hay más remedio. Si no, te mataré. Al otro día se marchó el muchacho muy triste hacia la orilla del mar, y salió Blancaflor al encuentro . Y le contó lo que le ha bía dicho su padre. -Pues, mira -le dice Blancaflor-. Hazme tajaditas y méte me en esta botella y tírame al mar. Y con esta guitarra estáte tocando, porque si no tocas, seremos perdidos. Así lo hizo el muchacho. La hizo tajaditas, la metió en la bote lla y la tiró al mar. Y empezó entonces a tocar la guitarra. Tocó y tocó, y ella no salía, y por fin se quedó dormido. Y ella, muy asus tada, se asomó del mar y le dij o : -¡Toca, toca!
y salió con el anillo. Y fue el muchacho y se lo llevó al diablo. y entonces, de que se lo llevó, le dijo el diablo : -Ah, esto no lo haces tú, que lo hace la Blancaflor. Bueno, pues mañana te vas a casar con una de mis tres hijas y tienes que elegir.
y al otro día le metió en un sótano a oscuras con las tres chi cas y le tapó los ojos y le dijo que eligiera una. Y empezó a elegir: -Ésta no. Ésta no . Ésta sí.
y era Blancaflor. Como había visto al picarla que tenía un hoyito en la mano, la conoció, y por eso dijo, «Ésta sí». Ya cele braron las bodas, y por la noche se fueron los dos a su gabinete.
y ellos, como sabían que el diablo les quería matar, pusieron dos pellejOS de vino en la cama, con una saliva encima de ellos. Y si el diablo decía, «Blancaflor», respondía la saliva por ella. Entonces se marcharon en uno de los caballos del diablo. Y empezó su padre a llamar: -Blancaflor, Blancaflor, ¿duermes bien'l
y la saliva contestaba: -Sí, señor.
y luego allá al rato volvió: -Blancaflor, Blancaflor, ¿ duermes bien? -Sí, señor (más bajito) .
y luego volvió otra vez: -Blancaflor, Blancaflor, ¿duermes bien? No contestó, porque se terminó ya la saliva. Entonces entró
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en el gabinete y vio que no había nadie . Y del enfado que les dio, fue la mujer del diablo a buscarlos. Ya los iba alcanzando cuando el muchacho volvió la cabeza y dij o : -Oye, Blancaflor, que viene tu madre. -Déjala que venga -dijo Blancaflor. Y tiró una toalla, y se hizo un monte muy espeso, muy espeso . Tan espeso era que la diabla les perdió de vista y tuvo que volver a casa. Llega a casa, y le dicen las hermanas de Blancaflor: -¡Ay, tonta, que estaban ellos entre el bosque, que no les has visto! Y una de las hermanas dij o : -Ahora voy y o a buscarles. ¡Verás cómo les encuentro ! Echó a correr o a volar, y ya los alcanzaba. Y entonces volvió la cabeza el muchacho y la dice : -Blancaflor, que viene tu hermana. -Déjala que venga. Y tiró una palancanita que llevaba, y se hizo un río caudalo so. Y no 10 pudo pasar la diabla. Y se volvió a casa desesperada. Y luego dice la otra hermana: - ¡ Ay, tonta, que tampoco les has hallado tú!
Pues, ahora
voy yo . Y ya echó a volar también. Y ya les iba alcanzando cuando volvió él la cabeza y dice : -Blancaflor, que viene tu hermana. -Déjala que venga. Y ya, cuando llegaba la diabla a ellos, dice Blancaflor: -Mira, yo soy la ermita y tú el ermitaño. Y ella se hizo una ermita y él el ermitaño. Y llegó la diabla y preguntó: -Buen hombre, buen hombre, ¿ha visto usted un recién ca sadito y una recién casadita? -Tindilindín, dilindindán, ¿que si quiere usted entrar a misa? -¿Que si ha visto usted un recién casadillo y una recién . casadilla? -Que voy a tocar a misa, que si quiere usted entrar. Tilindindín, dilindindán. Pues ella, ya enfadada, les echó la maldición: - ¡ Sigún habís sido de queridos, seáis olvidados ! Pues y a s e separaron e l muchacho y Blancaflor a l a primera población. Y ella se metió de sastra, y él se puso a servir. Y él ya
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se iba a casar con otra. Pero un día fue a hacerse la ropa a casa de Blancaflor, y entonces se conocieron y se casaron. Y fueron muy felices.
Sepúlveda, Segovia. N arrador XII, 25 de marzo, 1936.
71 LA HIJA DEL DIABLO Era un hombre muy jugador, que siempre que se ponía a ju gar perdía. Y era muy rico y perdió todo su capital. Y una noche estaba pensando en la cama que si se le presentara el diablo y le diera una baraja que siempre que jugara, ganaba, que le entrega ba el alma. Y estando pensando, se le presentó el diablo. Y le dij o : -Toma esta baraja . Siempre que juegues con ella, ganarás. Pero dentro de dos meses, me tendrás que entregar el alma. Tie nes que ir a la tierra del diablo.
y dice el chico : -Está bien. Acepto a lo que me manda. Tomó la baraja. Y luego ya después, siempre que jugaba, ga naba. Hasta que se hizo otra vez millonario. Pero ya se le cumplían los dos meses, y ya tenía que ir a entre gar el alma al diablo. Y se despidió de toda la ' famila. Y al día siguIente emprendió la marcha. Y se hizo de noche. Y fue a parar a una casa donde había todas las aves del mundo. Y le preguntó al aguilero, al que las cuidaba: -¿Cuál es el ave que vuela más?
y le dij o : -La paloma. Llegó la paloma y la preguntó él si se llegaba a la tierra del diablo. Y le contestó que no, que la que pasaba era el águila. Y llegó el águila.. Y la dijo el aguilero que si se comprometía a llevar al chico hasta la tierra del diablo. Y le contestó que sí. Y le dijo el aguilero al chico : -Tiene usted que matar a una res grande para que cuando vaya monta o en el águila, siempre que mire hacia atrás, la tiene que dar un cacho de carne. Si no, le matará.
y al día siguiente, cuando emprendieron la marcha, miraba el águila hacia atrás y le daba un cacho de carne. Pero ya se le
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terminó la carne. Miró el águila, y ya no le pudo dar nada. Y pen sando en si le mataría, se cortó un cacho de carne de la pierna. Volvió a mirar pa atrás el águila, y le dio un cacho de carne. Pero ya llegó al palacio del diablo. Y al bajarse el chico del águila, le vio que echaba sangre. Y le preguntó que qué le había pasao . y la contestó que se le había terminao la carne y no tuvo más remedio que cortarse un cacho. Y fue el águila y le devolvió la carne. Y se le puso igual que estaba antes.
y ya el águila se marchó . Y el chico llamó a la puerta del dia blo. Salió el diablo a la puerta. Y le dice el chico : -¿No me conoce? Soy aquel j ugador de la baraja, que me dij o que dentro de dos meses que tenía que venir a entregar el alma.
y le contestó el diablo que estaba bien. Y le dij o : -Te vay a mandar tres oficios . S i m e las haces, t e perdono la vida. Se asomaron al balcón. -Mañana vas a ir a ese monte de leña y me le tienes que cor tar todo y traerme la leña a casa.
y entonces el chico, viendo que era imposible, se echó a llorar. Pero el diablo tenía tres hijas, dos judías y una santa. Y la santa, al verle que lloraba, le preguntó que qué le pasaba. Y la dijo que porque el diablo le había mandao cortar todo el monte y llevársele a casa. Sacó un alfiletero y le dijo : -Extiéndeles por todo el monte y t e tiendes a dormir. Cuan do despiertes, ya estará todo en casa. Fue el muchacho al día siguiente y extendió los alfileres. Y se tendió a dormir. Y cuando despertó, ya estaba todo en casa. Se lo fue a contar al diablo . Y le dij o el diablo que cómo se apañaba, que hacía cosas imposibles. Y le dij o : -Ya n a más t e faltan d o s oficios. Mañana tienes que segar todo ese campo de trigo, trillarle, limpiarle y traer el pan cocido a casa. Y otra vez empezó a llorar el chico . Y decía que a él no le podría salvar nadie de ese oficio . Pero se le presentó la hija santa del diablo y le dij o : -Toma este diablillo y tírale a l campo. Y échate a dormir. Cuando despiertes, ya estará todo en caEa. Fue el muchacho al día siguiente y le tiró al campo. Y se echó a dormir. Y cuando despertó, ya estaba todo en casa. Y cuando se lo fue a contar al diablo, le quería matar. Pero ya le dij o :
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-Nada más te falta un oficio; pero éste es el peor. Mañana tienes que ir al mar a buscar el anillo de mi cacarabuela.
y empezó otra vez a llorar el muchacho . Pero antes de salir, le dijo la hija santa: -Lleva un recipiente grande y un cuchillo .
y fue el chico y lo cogió y lo llevó a la orilla del mar. Y nada más llegar, se le presentó la hija santa del diablo y le dij o : -Toma esta novela para que no t e duermas -para que no te duermas . Y me tienes que hacer tajadas y no me ties que de j ar caer ni una gota de sangre, que si me dejas caer una gota de sangre estamos perdidos. Pero antes te voy a repetir que no te duermas, porque si te llamo por tercera vez y no me has contesta do, me ahogo.
y así lo hizo el chico. La hizo tajadas y las extendió por todo el mar. Y el chico, al ver que nadie le llamaba, se echó a dormir.
y ya la hija del diablo le llamaba. Y ya le había llamao por dofs veces; pero a la tercera, despertó, echó a correr y la sacó. Y le dijo ella: -Toma el anillo; pero me has dejado caer una gota de sangre, y he perdido el dedo corazón. Pero es igual. También te voy a de cir que cuando llegues, estaremos convertidas en palomas
las
tres, y te dirá mi padre que escojas una, y tú escogerás la que ande con el ala caída, que aquélla soy yo.
y se despidieron y desapareció la santa. El chico
volvió y le
entregó al diablo el anillo. Y entonces le dijo el diablo: -Ahí tengo tres palomas. Escoge de ellas la
que quieras y
con ella te casarás.
y entraron en una habitación, y, al ver el chico a las palomas, escogió a la del ala caída. Y le dijo el diablo : -No cojas a ésa, que ésa está manca. Ésa no vale para nada. Ésa no la cojas.
y el chico le dijo que si no era con ésa, que no era con ninguna . y dijo el diablo que bueno, que con ésa sería. Y le hizo asomar a un aujero, y vio a tres manos. Y le dijo el diablo : -Escoge de e:las la que quieras.
y al ver a la manca, la de la santa, dijo que con aquélla. Y dijo que a no ser con ésa, que con ninguna. Y le dijo el diablo: -Tú siempre te tiras a la peor. ¿No ves que ésa es manca? Le dijo el chico que no siendo con aquélla, que no quería a
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ninguna. Entonces le dijo el diablo que con ésa sería, que se ca saría con ella.
y se casaron. Pero ya se hizo de noche, y la hija santa le dijo al chico : -Esta noche nos querrá matar mi padre.
y se acostaron. Se acostó el diablo antes con su esposa. Y ellos -el chico y la santa- llenaron dos pellejos de saliva, que metían mucho ruido . La santa le dijo al chico: -Ahí en la cuadra hay dos caballos. Escoge de ellos el más delgao, que es el Pensamiento . El otro es más gordo; pero es el Aire: corre doble menos. Pero el chico llegó a la cuadra y, al ver el caballo delgao, dijo que él no 10 llevaba y cogió el otro, el Aire. Y dijo la santa: -Vamos. Ya no tenemos tiempo; pero has cogido el caballo peor, porque con el otro nos pillarán muy pronto. Y echaron a andar. Y la saliva ya dej Ó de meter ruído. Y se levantó el diablo creyendo que ya estarían dormidos, para ma tarlos con un puñal. Y al ver a los pellejos encima de una mesa, como estaba oscura la habitación, pegó una puñalada a cada pe llejo, creyendo los habría matao. Y estallaron los pellejOS, y le llenaron todo de agua. Y el diablo se enfadó y fue corriendo a la cuadra a ver qué caballo habían llevao. Y vio que habían llevao el Aire. Y dijo que pronto les cogería. Montó en el otro caballo y echó a andar. Y ya llegaba cerca de ellos cuando miró la santa para atrás. Y al ver a su padre, sacó un diablillo del bolso, y le tiró . Y se convirtió en una huerta. Y cuando llegó el diablo allí, él se puso de hortelano y le dijo al diablo: -¿Ha visto usted pasar por aquí a un hombre y una mujer? Y le contestó que si quería puerros, berzas y zanahorias. Y el diablo le contestó que no le preguntaba eso, que si había visto a un hombre y una mujer. Y le contestó lo mismo . Y ya se enfadó el diablo y se marchó. Y se lo contó a la mujer. Y le dijo la mu jer que aquéllos eran. Y dij o : -Ahora voy yo. Y ya llegaba cerca de ellos la mujer del diablo cuando la san ta miró para atrás. Y entonces escupió, y se formó allí un mar -ellos de un lado y la mujer de otro. Y ya la mujer del diablo les echó la bendición para no volverles a seguir más. Y el chico y la santa siguieron andando . Y encontraron una
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ernúta cerca de un pueblo. Y la santa se quedó allí, y el chico dijo que se marchaba al pueblo, que volvería de seguida. Y la santa le dijo que rio se dejase besar de ninguna vieja, que si se dejaba besar, no se volvería a acordar de ella. Él se marchó para el pueblo; pero fue una vieja por detrás y le dio un beso. Y no se volvió a ocupar de la mujer. Pero ya, cuan do se había pasao una semana, fue por la ermita y le dijo la mujer que si no la conocía, que era aquella santa, que le hizo tantos favores. Y entonces él la conoció y fue a su pueblo y llamó a toda su familia para que la fueran a reconocer. Y la llevaron con ellos. Y se terminó. Vega de Valdetronco, Valladolid. Narrador XVI, 1 de mayo, 1936.
72 BLANCAFLOR Pues éste era un jugador. Y al morir su padre, le quedó la hacienda suya. Y fue y la jugó . Y la perdió. Y en la desesperación él dijo que si bajara el diablo y le diera una baraja que siempre que jugaba con ella, ganaba, que le ofrecía su vida.
y claro, se presentó el diablo, y se la dio. Y jugó y ganó la hacienda de su padre y otro tanto más . Y el diablo le había dicho que al cabo de cierto tiempo tenía que ir a una cuesta preguntan do por el palacio Donde Irás y No Volverás. Ya él echó a andar en busca del palacio Donde Irás y No Vol verás. Y se encontró con una mujer. Y la dijo que si le daba senas del palacio Donde Irás y No Volverás. Y la mujer le dijo : -¿Ve usted aquella cuesta blanca? No, pues a la negra. ¿Ve usted la negra? Pues, a la negra. Y él llegó allí, y se le presentó una joven. Y le preguntó que adónde iba. Y dijo que le habían mandao ir allí. Y dice ella: -Pues es mi padre. Y es el diablo. Ahora subirá usted y le mandarán comer; y no coma usted. Le mandarán beber, y no beba usted. Le mandarán sentar, y no se siente usted. Y efectivamente -claro- subió, y le mandaron esas tres co sas. Y no aceptó nada. Y entonces le dijo el diablo que puesto que no hacía eso, que tenía que ir a una tierra y la tenía que arar, sembrarla de trigo y traerle pan de aquel trigo.
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y él bajaba muy apurao y salió la joven otra vez. Y le dijo que qué le había dicho su padre. Y la contó lo del trigo. Y le dij o : -Búeno, pues, vamos . N o t e apures.
y fueron allí, y ella le mandó sentar . Y ella fue y hizo toda la labor de arar, sembrar el trigo, moler la harina y darle la hari na pa llevarla pa que hiciera el pan su padre. Y le dice ella: -Ahora, al subir tú, te dirán, «O tú eres el mismo demonio, o Blancaflor anda contigo » . Y tú responderás, «Ni soy el mismo demonio, ni Blancaflor anda conmigo, ni conozco a semejante mujer». Conque al llegar con ello, le dice el diablo :
-O tú eres el mismo demonio, o Blancaflor anda contigo .
y él contesta : -Ni soy el mismo demonio, ni Blancaflor anda conmigo, ni conozco a semejante mujer. -Bueno -le dice el diablo-. Pues ahora te vas a ir a aquel majuelo que hay allí y me traes vino de las uvas que den las cepas.
y las cepas estaban secas. Y al bajar muy apurao, salió la jo ven otra vez y le dijo que qué le había mandao su padre. --Que fuera a aquel majuelo y que tenía que traerle vino de las uvas que nacieran de aquellas cepas.
y él bajaba llorando. Y la j oven le dij o que no se apurara. Y fueron al majuelo, y le mandó que se echara a dormir. Y cuando despertó, le entregó el vino para que 10 diera a su padre. Y al llegar con el vino, volvió el diablo a hacerle la misma pregunta:
-O tú eres el mismo demonio, o Blancaflor anda contigo .
y él respondía: -Ni soy el mismo demonio, ni Blancaflor anda conmigo, ni conozco a semejante mujer. -Pues, bueno -le dice el diablo-. Pues, ¿ves aquel río gr�n de, grande? -Sí. -Pues vas a ir y me vas a buscar dentro del agua el anillo que perdió la abuela de mi tatarabuela. Conque bajaba él muy triste, muy triste, y salió la j oven otra vez a él y le dijo que qué le había mandao su padre. Y se lo dij o .
y l e dijo ella: -Pues no te apures. Coge ese baño y ese cuchillo.
y se fueron al río. Al llegar, le dice ella:
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-Ahora me vas a matar y me vas a hacer cachos y me vas a tirar al río. Y procura de que no caiga una gota de sangre en el suelo.
y él dijo que no, que primero quería que le mataran a él que matarla a · ella. Y dijo ella que sí, que la matara y la tirara al agua. Como ella insistió tantas veces, pues él lo hizo. La mató, la partió en cachos y la echó en el baño. Y la echó al río. Después que la tiró, vio que había caído una gota de sangre en la arena. Y él estaba tan apurao, tan apurao, llorando, porque como le había dicho que no cayera ninguna gota, y vía la gota en el suelo, estaba llorando . Y en esté que salió ella con el anillo en el dedo. Y con un dedo menos, el dedo chitiquín menos. Conque fue a entregársele a su padre, al diablo . Dice éste : -Bueno, puesto que has hecho todo lo que te he mandao, ahora tengo tres hijas y te las voy a meter en un cuarto oscuro.
y a la que cojas, con aquélla te tienes que casar. y él, como sabía que a Blancaflor le faltaba el dedo chiquitín, por la gota de sangre que había caído, pues, claro, las buscaba y . siempre encontraba a la del dedo. Y decía que con ésta se quería casar. Pues viendo el diablo que ya no tenía más remedio que casar lo con aquélla, dijo que bueno, que se casaran. Y fue y le dijo Blancaflor : -Esta noche nos van a matar a los dos. D e manera que esta noche traes dos pellejos de vino tinto. Los metemos en la cama y nosotros nos escapamos.
y Blancaflor, como era santa, pues fue y escupió pa que ha blaran las escupiéinas cuando ellos se hubiesen marchao. Y le dijo ella: -Vete a la cuadra y traes dos caballos :
uno blanco y otro
negro. Subió él con los caballos, montaron en ellos y echaron a andar.
y desde arriba decían las hermanas de Blancaflor: -Cuando estén dormidos, bajamos a matarlos.
y para saber si estaban dormidos, llamaban : -Blancaflor.
y las escupicinas contestaban : -¿Qué quié usted?
y según se iban consumiendo, iban contestando más débil.
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Hasta que ya al secarse, no contestó. Dicen sus hermanas: -Pues vamos a matarlos. Ya están dormidos.
y bajaron con dos cuchillos, dieron en los pellejos, saltó el chorro de vino y creyeron que era de sangre. Pero vieron ya que eran los pellejos, y dijeron: -¡Ay, se nos han escapao ! -¡Pues, vamos en busca de ellos! -Tráeme el caballo del Aire -dice el demonio- y verás qué pronto los cogemos. Montó en el caballo del Aire y echó a correr detrás de ellos. Pero su hija, como era santa, lo vía. Y al irIes a pillar ya, dice ella: -Yo me vuelvo huerta y tú hortelano. Y llegó el diablo y dijo : -Hortelano, ¿ha visto usted pasar por aquí un hombre y una mujer? -Sí, señor -dice-, con un caballo blanco y otro negro. Por ahí van. Y echó a andar. Blancaflor se volvió a ser mujer y él hombre, y siguieron caminando. Conque ya otra vez los iba a alcanzar, y dice ella: -Mira, yo me vuelvo ermita, y tú eres el ermitaño. Conque llegó el demonio y dijo : -Buenos días. ¿Ha visto usted pasar p o r aquí un hombre y una mujer? -Sí, señor. Por ahí alante van, en un caballo blanco y otro negro. Conque echó a andar otra vez. Y ya los iba alcanzando otra vez. Y dijo ella: -Para que no nos persigan más ya, yo me voy a volver camino de alfileres. Y a él le puso del lado de allá. Viendo el demonio que no po día con su hija, porque vía que pOdía más que él, se volvió. Y ellos ya vivieron felices y comieron perdices y guardaron una pa tita pa mí, y como no fui no la comí. MediDa del Campo, Valladolid 4 de mayo, 1936.
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73 LA HIJA DEL DEMONIO Era un jugador y había jugao la hacienda de su padre. Y es tando desesperao, dijo : -Si bajara e l diablo y me diera una baraja que ganara l a ha cienda de mi padre y otro tanto más, le ofrecía la vida. Bajó el diablo y le dijo : -Si t e sostienes e n l o que acabas de decir, que me das l a vida por la hacienda de tu padre, te la doy.
y aceptó. Y se la dio. Y con ella ganó la hacienda de su padre y otro tanto más. Se le volvió a presentar el diablo y le dijo : -Puesto que has ganao l o que querías, mañana te tienes que presentar al Palacio Donde Irás y No Volverás. Él emprendió el camino y se encontró con una vieja. Viéndole tan triste, le dijo: -¿Dónde vas? D�jo: -No sé. ¿Si me da ustez razón dónde está el Palacio de Irás y No Volverás? . . La vieja entonces le dijo: -¿Ves aquella cuesta negra, negra? Allí llegas y llamas. Allí saldrá una joven. Te preguntará adónde vas. Y tú se lo dices. Efectivamente, llegó y al llamar en la puerta, se presentó la joven. y al explicar él a lo que venía, le dijo ella que era su padre el demonio. Que estaban comiendo, y que, al pasar él, le manda rían comer, pero que no comiera; y que le mandarían beber, que no bebiera; que le mandarían sentar, que no se sentara.
y él así lo hizo. Subió, dij o : -Buenos días. Y a estoy aquí. -�ueno, hombre, siéntate a comer. Dijo : -No, y a h e comido. -Pues, bebe. Dice: -No tengo sé.
-Siéntate, que vendrás muy cansao. Dice:
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-No, que he descansao antes de llegar aquí. -Puesto que no vienes cansao, ni tienes nada, te vas a ir a aquella tierra que ves allí lejos y la aras, siembras el trigo, y de aquel trigo me traes harina para comer el pan de ella. Mas el j oven, viendo una cosa para él tan imposible, bajaba muy triste. En seguida se le presentó la joven y le dij o : -¿Qué te h a mandao m i padre, que bajas tan triste? -Pues, que vaya a aquella tierra, la are, la siembre de trigo y le traiga harina del trigo que dé la tierra para hacer el pan. -Pues no te apures . Vamos. Llegaron a la tierra, y le mandó que se echara a dormir. Y dijo él que cómo se iba a echar a dormir con lo que había que hacer. Y dijo ella que no temiera nada. Él se echó y se durmió. Cuando despertó, ya tenía la harina. Le díjO ella: -Ahora, al llevarle tú la harina, te dirá mi padre que eres el mismo demonio, o Blancaflor anda contigo . Y tú le contestarás, «Ni soy el mismo demonio, ni Blancaflor anda conmigo, ni co nozco a semejante mujer». Conque llegó y se lo entregó. Y le dijo el demonio: -Tú eres el mismo demonio, o Blancaflor anda contigo .
y él contestó : -Ni soy el mismo demonio, ni Blancaflor anda conmigo, ni conozco a semejante mujer. -Bueno, pues ahora vas a ir a aquel majuelo, .y me vas a traer vino de la uva que dé la cepa para cenar yo esta noche. Bajaba el muchacho otra vez muy triste, y se le volvió a pre sentar Blancaflor. Le volvió a preguntar que qué le había dicho su padre. Y díjo que fuera a aquel majuelo, que de la uva que diera aquella cepa le tenía que traer vino para cenar. Y ella díj O : -No te apures. Vamos . Llegaron al majuelo y le mandó que se sentara. Y en s�guida le dío el vino. Llegó con el vino, y le volvió a decir que era el mis mo demonio, o Blancaflor andaba con él. Y él contestó 10 mismo: -Ni soy el mismo demonio, ni Blancaflor anda conmigo, ní conozco a semejante mujer. Fue el demonio y le dij o : -Bueno, ¿ves aquel río grande que hay allí? Pues vas y m e tienes que traer e l anillo que perdió l a abuela de m i tatarabuela. Al bajar bajaba mucho más triste, y Blancaflor volvió a salir
a él . Le volvió a preguntar que qué le había mandao su padre. Y
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le dijo él que una cosa muy imposible: que era buscar el anillo que perdió la abuela de su tatarabuela. Y le dijo ella: -No te apures. Coge ese barreño que hay allí, y vamos. Llegaron allí, y dijo ella que la matara y que la partiera en cachos y la echara en el barreño . Pero que tuviera cuidado de no caer una gota de sangre en el suelo. El no quería. Decía que primero quería él perder la vida antes que matarla a ella, con lo que había hecho ella por él. Y dijo ella: -No temas; haz lo que yo te mando y tírame al río. Entonces él la mató, la echó en el baño y la tiró al río. Mas al poco rato salió con el anillo en el dedo, mas con un dedo menos, por una gota de sangre que cayó en el suelo. Le dijo ella: -Ahora te dirá mi padre que tiene tres hijas y que te tienes que casar con una. Mas tú, búscame a mí siempre por el dedo que me falta.
y así lo hizo su padre. Le dijo que tenía tres hijas y que se tenía que casar con una --con la que él quisiera. Que las iba a meter en una habitación muy oscura, y a la que cogiera se tenía que casar con ella. Pero él siempre escogía a la que la faltaba el dedo. Como siempre escogía la misma, de muchas veces que las encerraba en la habitación, ya dijo que bueno, que se casara con ella. Pero Blancaflor, como era santa y todo lo que iba a hacer su padre lo sabía ella, le dijo al j oven : -Esta noche piensan matarnos. Así es que meteremos dos pellejos de vino tinto en la cama y nosotros nos marcharemos de aquí.
y su padre la comenzó a llamar. Y ella entonces le dijo al j oven: -Yo voy a escupir aquí, y mi escupicina le contestará a mi padre. Tú vete por esos dos caballos que hay en la cuadra. Montaron en ellos y se marcharon. Y su padre la llamaba. Decía: -Blancaflor. -¿Qué quie ustez? -contestaba la escupicina.
y ya la llamó por otra vez. Y como se iba consumiendo, con testaba muy bajito, y dijo su padre a sus hijas: -Prepararos, que ya están medios dormidos, que ya contes tan muy poco. Volvieron a llamar, y ya no les respondió nadie. Creyendo que
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estaban en la cama, bajaron con los cuchillos, y el diablo les dio una cuchillada a cada pellejo. Y salió el chorro de vino, y él creyó que era sangre. Al ver que era vino, que no era sangre, se enfadó mucho y dijo que iba a seguirlos. Cogió el caballo del Aire y fue en busca de ellos. Pero viendo la Blancaflor que ya los iba a al canzar, dijo al joven: -Yo me vuelvo huerta y tú hortelano.
y llegó el demonio. -¿Ha visto ustez por aqui un hombre y una mujer? Dice : -8í, señor, ya hace rato que pasaron por aquí.
y al marcharse él, siguieron su camino Blancaflor y su marido. Mas viendo otra vez que ya los iba a alcanzar, dice: -Yo me vuelvo ermita y tú ermitaño. Conque llegó el demonio y le dijo al ermitaño que si había visto por allí pasar un hombre y una mujer. Y dijo que sí, pero que ya hacía mucho tiempo que habían pasao. Mas fueron andan do otra vez. Y ya, cuando vieron que otra vez los iba a alcanzar, le dice ella: -Pues, mira. Tú pásate del otro lao.
y ella se volvió un camino de alfileres. Como él estaba del otro lado de allá, ya no pudo, pues, pasar el demonio, y colorín, colo rete . . . Almanza, León. Narrador V, 9 de mayo, 1936. 74 ENCARNA Y PERIQUILLO Éste era un j oven que salió una vez a buscar amo. Y se encontró con un señor, y le dijo: -¿Ande vas, Periquito? -Pues a buscar amo. -¿Te quieres venir conmigo? -¡ Sí, señor! ¡ Si me voy! -Pues, tienes que dir preguntando por el Convento de Irás y No Volverás. A los tres días te espero.
y a los tres días iba preguntando por el Convento de Irás y No Volverás. Y por fin llega, y sale el señor y le dice:
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-¡Hola, Periquillo ! ¿Vienes ya'! -Pues, sí, señor. Ya vengo a cumplir la palabra que le di. -Bueno, hombre, bien venido seas. Yo me alegro mucho de eso. Bueno, pues ya le encerró en un cuarto por tres días. Y le dio bien de comer y beber. Y a los tres días fue y le dijo: -Periquillo, bien comer y bien beber, razón es que trabajes y no holgues. -Señor amo, lo que usted me mande. -Pues vas a dir a ese civanto tan alto que se ve allí, me le vas a cavar, me le vas a sembrar de trigo, y a las doce del día me traerás un pan caliente y me le pondrás en la mesa para yo comer.
y la hija del amo era santa. Y cuando se marchó su padre, fue y le preguntó a Periquillo: -¿Qué te ha mandado mi padre? -Pos, mira. Cosa imposible. Hoy me mata. -¿Qué te ha mandado? -Pues me ha mandado que vaya a ese civanto y le cave y le siembre de trigo y a las doce del día se le tenga de presentar un pan caliente en la mesa para que coma. ¡ Hoy me mata! -No te importe -le dice Encarna, pues así se llamaba la hija del amo-. Coge buena bota y buena merienda y túmbate a dor o mir, que a las once diré yo allá. Fue allá como dijo, estuvieron comiendo, y luego le dice : -Periquillo, túmbate a dormir.
y luego ella se enredó a leer y leer y leer . . . Y a las doce le dijo : -Periquillo, levántate, toma el pan, llévasele a mi padre, y pónsele en la mesa. Periquillo, levántate, toma el pan, llévasele a mi padre y pónsele en la mesa. Se levantó, tomó el pan y se le llevó al amo: -Tenga usted, señor amo, el pan. -¡Periquillo, ay, Periquillo! ¡ Aquí angún duende anda! ¡Periquillo, ay, Periquillo ! ¡ Aquí angún duende anda! -No, señor. Señor, no. Bueno, pues le gOlvió a encerrar otros tres días en el cuarto.
y le dio bien de comer y beber. Y a los tres días gOlvió el amo y le dijo : -Periquillo, bien comer y bien beber, razón es que trabajes y no holgues.
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-Pues, señor amo, lo que usted me mande. -Vas a dir a ese civanto tan alto que se ve allí, me le vas a cavar y me le vas a sembrar de viñas, y a las doce del día, al tiem po de comer, me presentarás un racimo de uvas. -Bueno, Periquillo -le dice la hija cuando se ha marchado su padre-. ¿Qué te ha mandado mi padre? -Pos cosa que no puedo hacer. Hoy me mata. -¿Qué te ha mandado? -Pues me ha mandado que vaya a ese civanto y le cave y le siembre de viñas y a las doce del día se le tenga de presentar un racimo de uvas. ¡ Hoy me mata ! -Pues no tiembles -le dice-o Cógete buena bota y buena me rienda y túmbate a dormir, que a las once diré yo allá. Ya llegó a las once, y se pusieron a comer. Y de que comieron, le dij o : -Periquillo, túmbate y duerme. Y ella se enredó a leer, leer . . . Y antes de las doce le dij o : -Periquillo, levántate y llévate e l racimo d e uvas a mi padre . Se levantó, tomó el racimo y se le llevó a su amo : -Tenga usted, señor amo, el racimo de uvas. -¡Ay, Periquillo, aquí angún duende anda!
¡Ay, Periquillo,
aquí angún duende anda! -No, señor. Señor, no . Y le golvió a encerrar otros tres días. Y bien comer y bien beber. Y a los tres días fue otra vez a verle y le dijo : -Periquillo, bien comer y bien beber, razón es que trabajes y no holgues. -Lo que usted me mande, señor amo. Y le dice su amo: -Pues va usted a dir a la cuadra, me va usted a domar una mula y después de domá, viene usted y me lo dice. Y al marcharse el padre, le dice la hija: -Periquillo, ¿qué te ha mandado mi padre? -¡Eso no haces tú falta, eso lo puedo yo hacer! -Pues, ¿qué te ha mandado? -Pues me ha mandado que vaya a la cuadra y dome una mula.
y para domar la mula yo sé bastante. -¡Ay, Periquillo, es a lo que no te puedo yo ayudar, y es lo peor! Mira -dice-. La cabeza es mi padre, el lado isquierdo es una hermana mía y el estribo isquierdo otra hermana mía, y las
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ancas es mi madre; el lado derecho soy yo. Tú, palos en la cabeza; tú, palos en el lado isquierdo; tú, palos en las ancas; tú, palos en el estribo isquierdo. Y palos en el lado derecho no des, que te levanto más alto que las estrellas. Conque ya, claro, palos en la cabeza, palos en el lado isquier do, y palos en las ancas hasta que la tumbó, y no se podía levan tar. Y va en busca de su amo y le dice : -Señor amo, ya he domado la mula. -Ya lo sé yo, ya, y ¡bien domado que me has dejado ! ¡Ay, Periquillo, aquí angún duende anda! -No, señor. Señor, no . Ya le golvió a encerrar otros tres días en el cuarto. A los tres días va a verle y le dice: -Periquillo, bien comer y bien beber, razón es que trabajes y no holgues. -Señor amo, lo que usted me mande. -Pues te tienes que casar con una hija mía. Escogerás una de las tres que tengo. Pero para ello te tengo que vendar los ojos y meterte detrás de una puerta. Y cuando se marchó el padre le dij o la hija: -¿Qué te ha mandado mi padre? -Que me tengo que casar con una hija suya; pero para escoger la que me gusta me ha dicho que me tiene que vendar los ojos. -Pues mira -le dice Encarna-. Yo seré la última . Las pri meras serán mis hermanas. Golvió el amo, le vendaron los ojos a Periquillo y le metieron detrás de una puerta. Y entraron las hijas una por una. Y Periqui llo va y dice : -Ésta no quiero . . . Y ésta tampoco . . . Y ésta sí. Y la última era Encarna. Y luego, cuando se quedaron solos, Encarna le dij o : -¡Ay, Periquillo, mi padre nos va a matar! Vete a la cuadra y levanta el caballo más flaco, y te coges un peine, una redina y unas tijeras en lo que yo estoy echando saliva. Pues ella echando saliva . . . Y por fin vuelve Periquillo. -¿Qué mula has cogido? -La más gorda, que la otra no la he podida levantar. -Nos has perdido, que has cogido el del viento y has dejado
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el del Pensamiento. Con el del Pensamiento de seguía nos ataja mi padre. Pero como no había tiempo que perder, se marcharon. Y em pezó el padre a llamarla, y estaba respondiendo la saliva. De que se acabó la saliva, dice el padre : -Ya se han marchado. Y se marchó el padre a buscarlos. Ya los iba alcanzando cuan do ella volvió la cabeza y dij o : -Periquillo, ya nos ataja m i padre. Y tiró el peine, y se volvió un monte muy espeso, muy espeso, que tuvo que arrodear su padre muchas leguas, muchas leguas. Pero como iba montado en el caballo del Pensamiento, ya los iba alcanzando otra vez. Volvió ella la cabeza otra vez y dijo: -Periquillo, ya nos ataja mi padre otra vez. Y tiró la redina y se hizo una labuna muy grande, muy grande. Y tuvo que arrodear muchas leguas, muchas leguas. Pero luego iba alcanzándolos otra vez. Y ella volvió la cabeza y dij o : -Periquillo, y a nos ataja m i padre otra vez. De ésta depende nuestra suerte. Vay a tirar las tijeras . Si caen las puntas hacia abajo, mato a mi padre . Y si caen hacia arriba, nos matamos nosotros. Cayeron hacia abajo, y mató a su padre. Ya llegaron al puebla de Periquillo. Y antes de entrar en el pueblo le dijo Encarna: -¡Que naide se abrace a ti, que si te abraza anguno a ti, me olvidas! Y ya le saludaron todos a él, que qué tal le había ido. Y él decía a todos :
-¡Que naide se abrace a mí! Y tenía una perra, y la perra se abrazó a él. Y luego olvidó a
Encarna. Y ella fue a vivir en una casa que arrendó. Y pasaron un día Periquillo y dos amigos por la puerta. Y viendo a Encarna, dijeron: -¡Qué moza más guapa! Tenemos que pedirla relaciones. Y dice uno : -Pues, yo voy esta noche. Y después de charlar con ella, la dij o : -¿Te quieres casar conmigo? Y le dice ella: -Mira, si te quieres casar conmigo, pues ponte a tocar esa
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guitarra. Y si eres capaz de dejarla de tocar en toda la noche, te casas conmigo . Y si no, no . Pues no fue capaz de dejarla en toda la noche hasta que ama neció. Luego se juntó con los otros dos. -¿Qué tal te ha ido esta noche? -Bien, bien -dice-. Me mandó tocar una guitarra y me dijo que si era capaz de dejarla en to.da la noche, se casaba conmigo. y no fui capaz de dejarla de tocar en toda la noche . -Pues a la noche voy yo -dice el otro amigo de Periquillo . Fue a verla y le hizo la misma pregunta: -¿Te quieres casar conmigo?
y ella encendió el candil y le dij o : -Si eres capaz de apagar este candil e n toda l a noche, pues te casas conmigo .
y luego venga a soplar y soplar, y no fue capaz de apagarle en toda la noche hasta que amaneció. Y luego se juntó con los otros y le dijeron : -¿Qué tal te ha ido a ti? -Bien. Me ha mandado que apagara un candil, que si era capaz de apagarla en toda la noche, se casaba conmigo . Y soplar y soplar, y no fui capaz de apagarla en toda la noche.
y entonces dijo Periquillo: -Pues a la noche voy yo . A la noche fue a verla y la dij o : -¿Te quieres casar conmigo?
y le dice Encarna : -Tú, si no matas la perra que tienes, pues no te casas con migo. Al día siguiente se juntan los tres amigos y le preguntan a Periquillo : -¿Qué te ha dicho a ti? -Que si no mato la perrilla, que no se casa conmigo. Y yo la perra no la mato, porque ya otra encontraré.
y le dijeron los compañeros : -Pues yo, si fuera que tú, la perra mataba, porque vale más la mujer que la perra. Por eso mató la perra. Y luego de que la mató, se alcordó de todo, adónde había estado, que ella era la que había traído y la que le había valido, y se casó con ella. Arcones, Segovia. Narrador LXXV, 28 de marzo, 1936.
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75 WS TRES LEONES Ésta era una viuda que tenía un hijo, y el hij o tenía tres leo nes. y quería ella casarse con un gigante; pero el hijo no quería que le diera padrasto y se oponía a ello. Entonces empezó la ma dre a buscar la manera de engañar al hijo, que era un poco bobo.
y le empezó a fingir tener muchos dolores a muelas. Se quejaba muchísimo y, como el hijo la quería mucho, pues no hacía más que . decirle que con qué se curaría. Y la madre le dij o : -Mira, hijo. Me han dicho que con el agua de l a Fuente de Irás y No Volverás se me cura en seguida del todo.
y marchó el hijo con los tres leones que tenía a buscarlo, y por el camino se encontró con un señor que le preguntó adónde iba. Y él le contestó que iba a la Fuente de Irás y No Volverás a por agua para su madre, que tenía un dolor muy grande. Y le dijo el señor: -Mira; a la entrada de esa fuente hay unas puertas muy gran des, y la fuente tiene dos caños. Uno corre mucho y otro muy po quito. Llenas tu cántaro en el que corre poco, que si lo pones en el que corre mucho, se cerrarán las puertas, y te quedarás den tro. Llegó el joven a las puertas, entró y puso su cántaro en el caño que corría poco. Y cuando salió, las puertas se cerraron y le co gieron la chaqueta. Tuvo que quitársela y dejarla allí colgando. Cuando regresaba a su casa, se volvió a encontrar con el se ñor. Y éste había encargao a su familia que, cuando pasara el muchacho, le quitaran el agua ésa que llevaba y le echaran otra cualquiera. Al pasar el muchacho, le llevó el señor a su casa, y llÚentras el señor le entretenía, la familia del señor le quitó el agua. Llegó el muchacho a su casa, y su madre en seguida se día friegas con el agua y dij o : -¡ Vaya, hijo ! ¡Ya s e m e curó ! ¡ Oy, qué bien m e ha estao esta agua! Pero al poco tiempo, como seguía el gigante dándole guerra, empezó ella otra vez a quejarse y decía: -¡Otra vez tengo el dolor hij o ! ¿Sabes con qué me han dícho
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que m e curo muy bien, y no me vuelve a dar? Con el sebo de la serpiente.
¡ Si con estos bichos, hijo, tú pudieras buscármelo !
Anda, ve a ver si lo encuentras, hij o .
y fue y se marchó. Y e n e l camino s e encontró otra vez con el señor, que le preguntó adónde iba. Y dice el muchacho: -Le ha dado otro dolor a mi madre, y dicen que con el sebo de la serpiente se cura. Voy a ver si lo encuentro . -Bueno, mira -le dice el señor-o La serpiente es un bicho que tal vez no la puedas matar; pero con estos bichos que tú llevas la acometes y, al abrir ella la boca por tirarse a uno de ellos, la metes la escopeta por la boca y le tiras. Fue él y así lo hizo. Al encontrar la serpiente la mató y, des pués de matarle, le sacó el sebo. Al volverse para casa se encontró otra vez con el señor, y éste volvió a llevarle a su casa . Y mientras el señor le daba de comer, le quitaron el sebo y le dieron de otro. Conque fue en casa de su madre y le dio el sebo. Se dio ella friegas con el sebo y dij o : -¡ Vaya, hij o ! ¡Ya se m e quitó todo! Y siguió bien unos días; pero como seguía el gigante dándole guerra, le dijo a su hij o : -¡Oy, hij o, m e han dicho que estos bichos m e llaman e l hu mor!
¡Me dicen que encerrándolos donde yo no los vea ni los
oiga, me pondría bien del todo! Entonces el muchacho, como quería mucho a su madre, fue y encerró sus tres leones . Entonces ya se juntaron el gigante y su madre y le dieron una buena paliza al muchacho. Quedó atontecido, y le echaron de casa. Se marchó el muchacho y un día se encontró con el señor de antes y le contó lo que le había pasao. Entonces el señor le llevó a su casa, y le curaron con lo que le habían quitao en los viajes anteriores, con el agua y con el sebo. Y ya una vez que se puso bien, le mandó el señor a ver si podía sacar sus bichos, porque el muchacho decía que quería vengarse del gigante y de su madre. Como los leones tenían mucha hambre -no hacían más que aullar- y como a él le conocían, pues en cuanto él los llamó, en seguida brincaron y saltaron por unas tapias . Los sacó y fue a
casa y con la ayuda de ellos mató al gigante y a su madre . Y ya vivió feliz en su casa, y aquel señor le protegió mucho. Sieteiglesias, Valladolid. Narrador XC, 7 de mayo, 1936.
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76 LAS DOCE BRUJAS Un hombre tenía tres hijos. Y tenían un manzano con muchas manzanas, y todas las noches venía un gigante y se las comía. Y ya no sabían qué hacer para matar al gigante . Y el padre les pre guntó a sus hijos qué debían hacer. Y el mayor dijo que él iría a cuidar el manzano pa que no se comiera las manzanas el gigante.
y fue el mayor a cuidar el manzano; pero a media noche se durmió, y vino el gigante y comió muchas manzanas . Y otro día cuando despertó, fue a casa y le dijo a su padre que se había que dao dormido, y que había venido el gigante a comerse las man zanas como siempre.
y entonces la segunda noche fue el hijo mediano a cuidar el manzano . y también se quedó dormido a media noche. Y vino el gigante y comió todo lo que le dio la gana. Luego el menor, que sólo tenía seis años, le dijo a su padre : -Padre, deje que yo vaya esta noche a cuidar el manzano, que yo mato al gigante. El padre le dijo que no pOdía ser, que era muy j ovencito y que el gigante se lo comería a él con las manzanas. Pero el niño estu vo ensistiendo hasta que el padre se lo permitió. Y cogió el niño un alfiler y se fue a cuidar el manzano. A media noche llegó el gigante. El niño estaba escondido, y cada vez que el gigante iba a coger una manzana, le daba un pinchazo con el alfiler. Y al fin el niño cogió piedras y le mató. Y fue y le dijo a su padre lo que había pasao . Y fueron a ver el manzano y vieron que ya era tarde.
y ya tenían que ir a hacer la vida. El más pequeño se fue a hacer la vida, andando, andando, por una montaña, y llegó a la casa de las doce brujas, que tenían tres bolas de oro y mucho dinero enternlo . Y María, que era la más j oven de las brujas, se hizo amiga del j oven porque era cristiana y le dijo dónde estaban las tres bolas de oro y cómo se las pOdía robar.
y el primer día se robó una cuando las brujas andaban fuera de casa. Y cuando volvieron, le dijeron a María: -Nos falta una bola de oro. ¿Dónde está? Tú lo has de saber. Pero ella decía que no sabía nada. Y el niño la había escondi do donde no la pOdrían hallar. Y el segundo día se robó la segun-
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da bola de oro. Y otra vez le preguntaban las brujas a María se sabía quién se había robao la bola, y ella siempre respondía que no sabía nada.
y al tercer día se robó la tercera bola de oro. Y cuando las brujas volvieron, se pusieron mucho furiosas. Querían matar al niño, y huyó él ande estaba María y la dijo que las brujas le buscaban p a matarle y la dijo que le matara ella misma. Ella no le quiso matar, y él la dij o : -Pues mátame, o te mato yo a ti.
y como ella no quiso matarle, él la mató a ella. Y entonces se fue huyendo con sus tres bolas de oro pa su casa. Las brujas llegaron y hallaron a María muerta, y dijo la bruja mayor: -Pues, aquí está María muerta. A lo mejor se habrá matao porque se robó las bolas de oro y tenía miedo que se lo descu briríamos. Salas de los Infantes, Burgos.
77 JUAN EL SIN MIEDO Era uno que le llamaban Juan el Sin Miedo. Y no conocía el miedo y quería encontrarle. Y andaba por todo el mundo a ver si lo encontraba. Hasta que un día se encontró con un sacristán,
y le preguntó que qué andaba haciendo . Le dij o :
-Pues yo · soy Juan e l Sin Miedo, que ando buscando e l miedo por todo el mundo . Y no lo encuentro.
y el sacristán le dijo : -Pues, bueno . . . Vente conmigo, y y o te l o enseñaré.
y hizo un tío de pez y le puso en la escalera de la torre, con
cuatro velas arrimadas a él para que le dieran calor. Y le dijo a Juan el Sin Miedo : -Vete allí, que allí le encontrarás. Entró Juan el Sin Miedo, y al ver ese tío, le dij o : -¡Quítate de ahí y déjame pasar! ¡ Si no m e dejas pasar, te daré una patada!
y le dio con un pie, y se le quedó pegao. Después le dio con el otro, y se le quedó también pegao. Entonces dice : -Bueno, pues, ¡ te doy con las manos!
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Le pegó con la derecha, y se le quedó pegada. Luego le dio con la izquierda, y lo mismo, también se le pegó. Y le dice: -Bueno, si no me sueltas, tengo dientes, y no tengo miedo. Te morderé.
y fue y le mordió. Y al morderle, le quedaron pegaos también los labios. Y ya tuvo que estar allí hasta que se fue deshaciendo poco a poco.
y ya se desprendió. Y le abrió el sacristán y dijo:
-¿Qué? ¿Le has visto ya al miedo? Dijo: -¡Qué va! ¡Mira! ¡ Lo que me pusistes ha quedao reducido a nada! Entonces el sacristán le llevó a su casa y le dijo: -Bueno, esta noche duermes en mi casa.
y le mandó acostar. Y tenía preparados dos peces metidos vi vos en una palangana de agua. Y al acercarse el sacristán con la palangana, como los peces nadaban, le salpicó el agua, y dio un salto del susto. Y cuando le dijo el sacristán: -¿Qué? ¿Le ha dado miedo? Dice: - ¡ Sí, sí ! ¡Ya he visto lo que es el miedo! ¡Ya sé lo que es el miedo ! Sieteiglesias, Valladolid. Narrador XC, 7 de mayo, 1936.
78 JUAN EL SIN MIEDO Era un hombre que andaba buscando el miedo. Y no le encontraba. Y se encontró un día con el sacristán. Y le dijo . . . dice: -¿Qué anda usted haciendo? -Pues, ando buscando el miedo. Y no le encuentro. -Pues, véngase usted conmigo. Fue y le puso un hombre de pez en la escalera según se sube a la torre de la iglesia. Le puso cuatro luces al hombre de pez, . y le dice : -Suba usted. Y al subir, pues . . . , se encontró con él. Y le dice : - ¡Quítese usted, que yo no tengo miedo!
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Claro, como era de pez, ¿cómo se iba a quitar? No se quitó. -¡Quítese usted, que le doy una patada !
y al darle la patada, se quedó pegao el pie. Al quedarse pegao, le dice : -¡ Suélteme usted, que le doy una bofetada!
y al darle la bofetada, se queda también pegada la mano. Y fue y dice : -¡ Suélteme usted, o si no, le muerdo a usted! Le mordió, y se quedÓ pegado todo a él. Como la pez iba deshaciéndose, hasta que se acabó de deshacer, se estuvo él pegao . Luego, ya subió el sacristán y le dice: -¿Qué? ¿Ha tenido usted miedo? Dice: -No, señor. -Bueno --dice el sacristán-o Pues, yo le voy a buscar a usted el miedo. Fue y cogió un pez y le echó en una palangana de agua. Y él estaba dormido. Y al dar un coletazo el pez, le salpicó el agua, y dio un salto del susto. Y cuando le dice el sacristán : -¿Qué? ¿Le ha dado miedo? Dice : -i Sí, sí, pues he tenido miedo! ¡Ya sé lo que es el miedo ! Sieteiglesias, Valladolid. Narrador LXXXIX, 7 de mayo, 1936. 79 PERIQUíN Y EL GIGANTE Éste era un pueblo que había dos casas. En una vivía Periquín
y su abuelita, y en la otra un gigante y su mujer, que se llamaba María. Un día fue Periquín y la dijo a su abuelita :
-Abuelita, ¿me deja ir a por higuines a l higar d e ahí fuera? Y contestó la abuela: -No, que te cogerá el gigante. -No, que no me coge . -Pues, anda. Fue y se subió al higar. Y ya llenó su talego de higuines. Pasó por allí el gigante y le dij o :
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-Periquín, dame un higuín. -No quiero. Suba usted a por ellos, como yo los estoy cogiendo . -Calla -le dice el gigante-. Cuando bajarás, me las pagarás. Bajó Periquín, y le metió el gigante en un saco. E iba andando con él en el saco hacia su casa, y le dio ganas de hacer sus necesi dades. Fue y dejó el saco solo. Salió Periquín y llenó el saco de piedras de un montón de piedras que había allí. Y se marchó Periquín a su casa. Llegó el gigante, y cogiendo el saco, dijo que pesaba mucho. Fue y llegó a casa y dij o : -María, ¿has preparado l a caldera? -Sí, sube. Fue y echó el saco en la caldera. Y le salt6 el aceite, y le quemó.
y se estropeó la caldera y la tuvo que tirar. Al otro día fue Periquín y la dijo a su abuelita : -Abuelita, ¿me deja ir a por higuines? -No, que te coge el gigante. -Ve como ayer no me cogió.
y por fin le dej ó. Se subió al árbol, y llenó su talego. Y volvió a pasar por allí el gigante. Y le dijo: -Periquín, dame un higuín. -No quiero. Suba usted a por ellos, como yo los estoy cogiendo . -Calla, cuando bajarás, me pagarás las de ayer y las de hoy. Bajó y 10 metió en un saco. Y iba andando, andando, hacia su casa, y le dio ganas otra vez de hacer sus necesidades . Fue y dejó el saco solo. Salió Periquín y llenó el saco de paja que encontró por allí. Y se marchó a su casa. Llegó el gigante y se cogió el saco. Lleg6 a casa y le dijo a la mujer: -María, ¿has preparado la caldera? -Sí, sube. Fue y echó en la caldera la paja que llevaba en el saco. Y se le estropeó otra vez la caldera y la tuvo que tirar. Fue Periquín al otro día y la dice a su abuela: -Abuelita, ¿me deja ir a por higuines? -No, que te coge el gigante. -No, ve como ayer no me cogió.
y por fin le dejó . Llegó al árbol y se subió. Llenó el talego, y pasó por allí el gigante y le dij o : -Periquín, dame u n higuín.
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-No quiero. Suba usted a p o r ellos, como yo los estoy cogiendo .
y dijo el gigante :
-Calla. Cuando bajarás, me pagarás las de ayer y las de hoy. Bajó y lo metió en el saco. Fue andando, andando, y esta vez no le dio ganas de nada. Y llegó a casa y dijo: -María, ¿has preparado la caldera? -No, sube. Fue y le metió en un cuarto oscuro. Y dijo a su mujer: -Mientras yo vay a llamar a mis amigos, preparas la caldera y le haces cachos. Fue Periquín y la dij o : -María, déjame partirte la leña. -No, que me pega mi marido . Insistió Periquín tanto que por fin fue y le soltó. Entonces le cogió el hacha y la dio en la cabeza y la mató. Y cogió la cabeza y la puso en la cama. Y Periquín se subió a la chimenea. Llegó el gigante y dij o : -María, ¿está ya?
y contesta Periquín por la mujer: -Sube, estoy mala. Subió y fue a la cama. Y al abrazarla se encontró con que era la cabeza sola.
y entretanto se escapó Periquín y se fue a su casa. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado . Riaza, Segovia. 30 de marzo, 1936.
80 LOS DOS TORITOS Éste era un padre que se había quedao viudo con tres hijos: dos chicos y una chica más pequeña que ellos. Al padre se le an tojó volvérse a casar, y se casó con una mujer que era muy mala para los andaos. El padre tenía muchos disgustos con ella por la mala vida que daba a los hijos. Ya los chicos, de que tenían unos qumce años, cansaos de aguantar los malos tratos, se marcharon del pueblo, no diciendo nada a su padre ni a nadie. Se fu�ron a un monte y allí hicieron una casuca con aaobes -una choza-, y allí estuvieron cuatro años solos. Y en aquel
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monte no vivía nadie- nada más que algún cazador que iba de caza. y allá muy lejos había otra choza, y en ella vivía una bruja, con una hija pequeña. El padre de los chicos se quedó muy desconsolao al ver que no sabía qué paradero habían llevao sus hijos. A la pobre chica la tenía la madrastra consumida a fuerza de maltratarla, y un día la chica, que tendría unos diez años, también desapareció de casa.
y se marchó al monte, al mismo monte donde habían ido sus hermanos, pero sin ella creer que estarían alli sus hermanos. Se escureció en el monte, y la pobre se acostó debajo de un roble. Y estando allí agorrutadina, fue un lobo muy grande y se acostó al pie de la niña. La niña no cogió miedo, como si siem pre hubiese estao con aquella fiera. Y como el lobo se dormía, pues la niña le decía: -Despierta, cocón. ¿Qué tienes?
y entonces el lobo la dijo: -No soy coco, que soy San Antonio, que te estoy cuidando para que nadie te haga daño. Al amanecer el día, pues el lobo desapareció, y la niña empezó a andar por el monte. Andando, andando, se encontró con una choza que, al parecer, no había nadie en ella, y entró adentro. Al entrar adentro, vio que estaba habitada, que había dos camas y una cocina con pucheros a la lumbre, con comida. Las camas estaban de por hacer, y la niña se entretuvo en hacerlas. Preparó la comida, puso la mesa y se escondió . Ella que estaba escondida, cuando ve entrar a dos mozos, y los dos hermanos, al ver que allí había entrao gente, se dicen el uno al otro: -Chacha, ¿quién habrá entrao? Esperemos a ver. Comeremos y a la noche veremos a ver si vuelve ése, que, la verdaz, no debe ser cosa dañina. Comieron y se marcharon. La niña salió entonces del escondi te, fregó la vasa y se estuvo allí quieta hasta que comprendíó que iban a volver los dos hombres. Entonces se escondió otra vez, dejándoles ya la cena preparada. Llegaron los dos mozos y, al ver la cena preparada, díjeron:
-Esto no puede seguir así. Hay que acechar y saber quién es
el que viene aquí. Por la mañana el uno se marchó al trabajo, y el otro se quedó escondido en la choza. La pequeña, creyendo que los mo�os se habían marchado, salió del escondite y se puso a hacerles las
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camas. Entonces salió el mozo que estaba escondido, y ¡ oh, ale gría! , cuando conoció que era su hermana. Vino su hermano a medio día, y los tres estaban muy contentos. Los hermanos tenían una perrita pequeña, y la dijeron a la chica: -Todos los días, cuando barras la casa, encontrarás una ave llana. La partes y das la metá del grano a la perra y la otra metá te la comes tú. Así lo hacía la chica; pero llegó un día que, cansada de dar la metá del grano a la perra, dice: -¡Qué diañe! ¡Yo no le doy más grano ! ¡Me le como yo todo !
y la perra fue y la meó en la lumbre . Y como en el monte no había donde ir a buscar lumbre, porque allí nunca se apagaba la lumbre y con la lumbre que sobraba por la noche ponían fuego por la mañana, pues la niña se halló sin lumbre. Porque había que preparar la lumbre con un eslabón y un cacho de yezca, y eso lo tenían que hacer los hermanos. Al verse la chica en sin lumbre, empezó a llorar y a decir: -¡Ay, Dios mío! ¿Dónde iré yo ahora a buscar la lumbre? ¿Por qué no echaría la metá del grano a la perra?
y se marchó por el monte alante a ver si encontraba alguna choza. A fuerza de andar, dio con la choza de la tía bruja . Llamó a la puerta, y contestó la hija de la bruja : -¿Quién llama? -Venía a ver si me podrían dar un poco de lumbre, porque a mí me ha meao la perra la lumbre -dice la chica.
y la dice la hija de la bruja : -Entra, entra para acá. Partiremos una brasa, porque s i te la
doy entera, mi madre, que es bruja, lo conoce y después me pega, porque te la he dao .
La dio la metá de la brasa, y la chica marchó corriendo a poner lumbre para cuando viniesen sus hermanos. La tía bruja, que fue a casa, la dice a la hija: -¿Quién ha estao aquí, que falta la metá de una brasa? -Una chica que la había mea o la perra la lumbre -dice la hija de la bruja. La bruja se marchó en seguida pa donde estaba la chica. Lla mó a la puerta, y salió la chica y la dice : -¿Qué quiere? -Pues yo vengo a decirte que qué me vas a dar por el cacho de brasa que te dio mi hija.
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-Pues yo no tengo nada que darla -dice la chica. -jAy, hija, si yo también quiero poco! -dice la bruja-o Una cosá muy sencilla te pido : que todos los días, después que mar chen tus hermanos, me des el dedo del corazón a chupar, por el ujero de la llave de la puerta . La chica dijo que bueno, que eso que sí. Y desde aquel día todos los días iba la bruja a chupar la sangre a la chica, porque por el dedo aquél la chupaLa la sangre. La chica se iba quedando muy delgada y muy pálida, y un día los hermanos la dicen : -¿Qué te pasa, hermanita? ¿Qué te pasa, que te vas quedando tan flaca? Tú estás mala . . . Pero la chica no se lo quería contar por el miedo de que la ri ñesen por no haber dao la metá del grano a la perra. Pero ellos insistieron, y ella se lo contó. Los hermanos dicen: -Bueno, pues mañana vas a convidar a comer a esa vieja, y vas a cubrir todo el portal con sábanas.
y fueron ellos y hicieron un pozo muy hondo para que, al pasar la bruja y viendo que estaba tapáo con sábanas, no sos pechase y caese al pozo. Fue la bruja como de costumbre, la chupó el dedo, y la dice la chica: -Mis hermanos saben cómo ustez me dio la metá de una bra sa para poner lumbre, y en agradecimiento, me han dicho que la convide a comer mañana.
y la bruja aceztó. Llegó otro día, y la bruja pues se fue a casa de la chica. Ya tenían el portal todo lleno de sábanas tendidas por el suelo. Llamó la tía bruja, y la dijeron: -Entre, entre ustez para acá. Entre ustez. La tía bruja, no sospechando en la trampa que tenían, pasó
y
cayó al pozo. Entonces los hermanos fueron corriendo y la tapa ron con tierra, dejándola enterrada. Y la dijeron a la chica:
-Mira, hermanita, aquí en esta sepultura saldrán 'dos repo llos de berza muy grandísimos. Les verás crecer cada día que pasa; pero nunca .te se ocurra cortar ni una penca pára dárnosla a comer a nosotros, porque si nos la das a comer, nos volvemos toros. Y la chica prometió de no tocar a las berzas. Pero un día la
dio la tentación de cortar una penca y echarla en el puchero . Cuando los hermanos fueron a comer y comieron de ello, en el azto se volvieron dos toros. La chica empezó a gritar y a llorar:
CUENTOS POPULARES DE CASTILLA -¡Ay, Dios mío!
¡Mis hermanos!
Y
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¿Qué será d e mis herma
nicos?
y los animales salían a pacer, se volvían a casa, y ella les tra taba con todo el cariño. Les acostaba en las camas y les hacía la comida como antes . Resultó que, pasando los años, la chica se había convertido en una hermosa joven, muy guapa, que parecía una hada del mon te. Sucedió que el rey fue a cazar por aquel bosque y vio a la joven, que entraba en la choza. Se fue detrás de ella y, al verla tan guapa, se enamoró de ella y la dij o : -Joven, ¿quieres venirte conmigo? Yo te llevaré a palacio y me casaré contigo.
y la j oven le dijo: -Nunca podré faltar de aquí, porque tengo dos hermanos que por un encanto se han vuelto toros . Y si yo me caso con us tez, me los va a mandar trabajar, y yo no quiero que trabajen nunca, puesto que yo fui la causa de que se hayan vuelto toros.
y le dice el rey: -No temas. Tus hermanos comerán a la mesa con nosotros. Tendrán servidumbre como nosotros, y, ¡ ay del que se propase a poner las manos encima de ellos ! Entonces la joven dijo que sí, que se casaría con él. Se mar charon para el palacio con los dos toros, y allí se celebraron las bodas del rey y la joven. El rey estaba encantao, porque, además de ser hermosa la joven, era muy amable. Pero había allí una vecina que tenía una hija, y se había hecho la idea de que el rey se iba a casar con su hija. Y al ver que el rey se había casao con otra, trató de vengarse, porque la tal mujer tenía parte con el diablo. Y cogió amistaz con la reina. Tanto cariño la tomó a la reina, que en el palacio no había persona de más confianza para ella. Un día que se estaba la reina peinando, la dice la mujer : -No sé qué tienes ahí atrás en el cocote. Es una cosa que reluce. Ven y te la quito.
y la tía llevaba un alfiler negro encantao, y se le metió por la cabeza, por el cocote, a la reina. La reina, en el istante, se volvió una paloma, y la tía endemoniada transformó a su hija por la reina. Y a la paloma la echó a volar. Tan pronto como ocurrió esto, dice ia falsa reina: -¿Qué queremos ahí esos toros? ¡Ya me canso de tenerles
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ahí! Esto no va a durar siempre. ¡Que trabajen! ¡Que trabajen, que bien gordos están!
y entonces engancharon a los bueyes a traer carros de barro para un corral que estaban haciendo .
y la paloma todos los días se ponía a cantar a la ventana del rey y cantaba: -El rey y la mora sentaditos a la sombra; los mis hermanitos acarreando piedra y barro; y yo como perdida por estos árboles ando. Se repitió así unos días, hasta que el rey dice a un criao : -Yo no sé . . . esa paloma, que se posa ahí, qué es lo que canta . No sé qué dice del rey y la mora. Hay que tener cuidado, y, cuan do vuelva, a ver si se la puede coger. A la misma hora, otro día, acudió la paloma cantando lo mismo : -El rey y la mora sentaditos a la sombra; los mis hermanitos acarreando piedra y barro; y yo como perdida por estos árboles ando. Fue el rey, echó mano a la ventana y cogió la paloma, que, muy mansa, se dejó coger del rey. El rey empezó a acariciarla la ca beza, a atusarla y a decirla : -¿Qué es lo que cantas? Yo quiero saber qué es lo que cantas. Pero atentando la cabeza de la paloma, palpó una cosa redon da y dijo el rey: -Pero, ¿qué tiene aquí esta paloma en la cabeza? Parece que tiene un bulto. Fue a mirarla y la encontró un alfiler con la cabeza negra me tido por el cocote. Fue el rey y se le sacó y en el mismo istante se encontró con su propia mujer, que le contó el encanto de la tía aquella tan mala. Entonces el rey, furioso, mandó hacer una hoguera y mandó arrojar a ella a la falsa reina y a su madre. Con aquel alfiler se les clavaron a los bueyes en el cocote, y entonces volvieron a cobrar su forma humana. Y los tres hermanos que daron muy alegres . Morgovejo, Riafio, León Narrador LXV, 21 de mayo, 1936.
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81 E L NÚMERO ONCE Éste era un comerciante que tenía tres hij os . Y toda la vida el padre había tenido criaos en el comercio; pero llegó un día en que el comercio iba cada vez menos, y hubo que despedir a los criaos . Entonces el padre llamó a sus tres hijos y, después de decirles que ya no tenían dependientes, les preguntó si querían trabajar ellos mismos de dependientes . Le dijeron ellos que les daría de plazo, para contestar, hasta el otro día por la mañana. Al día siguiente le dijeron los hijos que habían acordao no traba j ar ningun� y le rogaron que les diese una yegua y mil pesetas a cada uno y les dejase marcharse por el mundo a hacer la vida . Consintió el padre, y los tres se marcharon de casa. Y ya casi al anochecer llegaron a un bosque y vieron una casa con luz. Se acercaron a la casa, pidieron posada y se la concedieron. En esa casa vivía un gigante, que a todos los que entraban en su casa los mataba . El gigante les dio de cenar a los muchachos y después de la cena les mandó a acostarse. Los gigantes tenían siete hijas y, como no tenían sitio donde echarles a dormir, todos tenían que dormir en el mismo cuarto . Se alejaron los gigantes, y el más pequeño de los hermanos oyó que el gigante decía a su mujer: -Ya tenemos para esta noche . Cuando estén dormidos, los vamos a desollar. Como todos tienen que dormir juntos, pondre mos gorros blancos a nuestras hijas y gorros coloraos a estos otros, para conocerlos cuando entre a matarlos . El más pequeño, al oír esta conversación, se lo dijo a sus her manos y, a medianoche, cuando estaban todos
dormidos, cam
biaron los tres gorros encarnaos por otros blancos. Y cuando
llegó el gigante, mató a tres hijas suyas. Entonces los muchachos se levantaron y se marcharon . Siguieron su camino adelante, llegaron a palacio y pidieron trabaj o . El más pequeño, como vio el rey que era el más listo, le puso a trabajar en el jardín y a los otros dos a otros trabajos, de arar la tierra y cuidar los ganaos. Y al pequeño le puso el rey el Número Once y a los otros dos Nueve y Diez. Al Nueve y al Diez les dio envidia porque el rey había puesto a Once en el jardín.
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AURELIO M. ESPINOSA Los hermanos habían visto que el gigante tenía en su casa una
colcha, un espejo y una urraca. Como querían que el rey matase al Número Once, fueron un día a palacio y le dijeron al rey: -El Número Once dice que se compromete a traerle la colcha que tienen el gigante y la giganta encima de su cama. El rey había tenido muchas peleas con el gigante y le tenía mucha hincha y llamó al Número Once y le preguntó si era ver dad que había dicho eso. Once le dij o que no había dicho nada, que no se comprometía a hacer una cosa de ésas. Y entonces le dijo el rey que tenía que traerle la colcha, o si no, le mataría. Entonces el Número Once le dijo que si quería que le traería la colcha, que le daría un rebaño de ovejas. Y así lo hizo el rey. Entonces se fue el Número Once con las ovejas a pedir posada donde el gigante. Le dieron posada, y como él ya sabía lo que se pescaba allí, pues a medianoche se fue donde dormía el matrimo nio y tirando de un lado y de otro ya les estaba quitando la col cha. Y decía el gigante a la giganta : -No me destapes, que hace mucho frío . Poco a poco el Número Once les iba quitando la colcha hasta que se la quitó. Y fue y se la llevó al rey. A los cuatro días le dijeron los hermanos al rey que el Número Once se comprometía a llevarle un espejo muy bonito que tenía el gigante. El rey le llamó y le dijo que si era verdad, y el Número Once le dijo que no, que él no había dicho eso. Pero el rey le dijo que se lo tenía que traer, y si no, le mataría. Y entonces el Nú mero Once le pidió un rebaño de yeguas, y el rey se le dio. Entonces el Número Once fue otra vez a pedirle posada al gigante, y éste se la concedió. Entró el muchacho, y, cuando se fue a acostar, dice el gigante a su mujer: -Pues ya tenemos cena para esta noche. Pero a la medianoche el Número Once se levantó, cogió el espejo y se marchó dor.de el rey. Como los hermanos querían que el rey matase al Número Once, al poco tiempo fueron y le dijeron al rey: -El Número Once dice que se compromete a traerle una urra ca que tiene el gigante. Llamó el rey al Número Once y le preguntó si era verdad que había dicho que le traería la urraca. Y él dijo que no, que ésa era una aventura muy expuesta y que si le traía la urraca, que le mataría el gigante. Pero el rey le dijo que si no le traía la urraca, que le mataba. Y entonces el Número Once le pidió un rebaño de
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vacas. El rey se le concedió, y el Número Once se encaminó a la casa del gigante y le pidió posada. El gigante se la concedió, y el muchacho, después de echar de comer .al ganao, entró a acostarse . A las diez y media próximamente el muchacho se levantó, se fue adonde estaba la urraca y quiso cogerla. Pero la urraca dij o : -¡Gigante, gigante, que el Número Once me lleva por de lante! En esto se despertó el gigante, y el Número Once tuvo que irse otra vez a la cama y dejarlo hasta otro día. A otro día por la mañana el gigante dij o a su mujer: -Voy al monte a por leña para cocer la carne del muchacho. Entonces se puso la giganta a cortar leña, y el muchacho, al verlo, la dijo que él se la cortaba: -¿Qué? ¿Quiere que yo le pique la leña? -No, no se moleste -contestó ella. Pero al fin le dio ella el hacha, y en un descuido de la giganta el Número Once la cortó la cabeza. Entonces fue y cogió la urra ca y se fue donde el rey. Y el gigante, cuando , volvió, empezó a echar chispas y se puso furioso. Al día siguiente los hermanos le dicen al rey : -El Número Once dice que se compromete a traerle a usted el
gigante vivo .
y el rey, como había tenido muchas guerras con él y todas las había perdido, pues quería vengarse. Y llamó al Número Once y le dijo: -¿Tú te comprometes a traerme al gigante vivo? El Número Once dij o que no, que eso era imposible. Entonces el rey le dijo que le mataría, si no se le traía vivo . Entonces el Número Once le pidió tres carros vacíos, tiraos por vacas, tres hombres y tres hachas. Se los dio el rey, y el muchacho se fue al monte del gigante. Como el gigante a todo el que entraba en el monte a cortar leña, le mataba, pues el Número Once, para lla marle la atención, se metió allí. A los golpes de las hachas vino el gigante y dijo: -¿Qué hacéis aquí? ¿Quién os mandó venir aquí a cortar leña?
y contestó el Número Once : -Calle, tonto, que esto es para quemar al rey. Vamos a ma tarle y quemarle. -¿No podría yo ir a verlo? -dijo el gigante. -Sí, sí -dijo el Número Once-o Si usted quiere, pOdemos meterle en un cajón muy grande y llevarle en estos carros.
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Conque hizo el Número Once el cajón, y el gigante se metió adentro. Y después de estar el gigante metido en el cajón, empe zaron a ponerle vigas encima, y ya no pudo salir. Entonces lo cargaron en los carros y echaron a andar. Y el Número Once iba diciendo : -¡ Gigante, gigante, que el Número Once te lleva por delante !
y el gigante, pues se dio cuenta que había caído en la rato nera. Llegaron donde el rey y empezaron a descargar el carro. Y cuando el rey vio que el Número Once traía el gigante vivo, man dó que pondrían una caldera de aceite a hervir, y cuando ya ha bían descarga o el carro, le echaon el aceite en el cajón que iba el gigante, y éste murió abrasao. Entonces el rey le dijo al Número Once que el mandarle a ha cer todo lo que le había hecho, que se lo habían dicho los herma nos, y que si quería castigarles, que les castigase como quisiera.
y el Número Once le dijo al rey que les daría el dinero que qui siesen a cada uno y que se marchasen. Y después de esto el Número Once se casó con la hija del rey, y vivieron muy felices.
Cervera de Río Pisuerga, Palencia. Narrador XXXII, 22 de mayo, 1936.
82 EL HERRERO Y EL DEMONIO Una vez había un herrero muy pobre que no tenía ni carbón, ni hierro, ni cosa alguna de comer. Un día pasaron por su casa, con un burro, Jesucristo y San Pedro . Y Jesucristo le dijo al herrero que si le quería herrar el burro que llevaban. El herrero contestó que sí, pero que casi no tenía con qué hacerlo. Atropó con las uñas algo de carbón que había por los rincones de la carbonera y dij o : -Ahora me falta e l hierro . . . Voy a esbaratar un martillo.
y del martillo hizo las herraduras y pudo herrar el burro. -Bueno . . . Ahora vamos a ver cuánto son sus trabajos -le dijo Jesucristo. -Pues, ¿qué le voy a pedir? -dice el herrero--. Será ustez tan pobre . . . Ustez no tiene nada, y yo tampoco.
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-Pues, hombre, tres cosas que me pidas te puedo dar -le dice Jesucristo.
y San Pedro, que estaba con Jesucristo, le decía al herrero al oído: -Pídele la gloria. Pídele la gloria.
y entonces dijo el herrero a San Pedro : -y a ti, ¿qué te importa lo que yo voy a pedir? y el herrero le dijo a Jesucristo: -Yo pido que todo aquel que se siente en mi silla, sin mi per miso no se pueda levantar. -Concedido -contesta Jesucristo. -La segunda cosa : Yo pido que todo aquel que se suba a mi guindal, sin mi permiso no se pueda bajar. -Concedido . -La tercera:
Yo pido que todo aquello que se meta en mi
bolsillo, sin mi permiso no se pueda salir . -Concedido. Ya el herrero se quedó como antes, muerto de hambre, con su perrito, que se llamaba Necesidaz. Y resulta que después, pensando y discurriendo, no encontra ba medios para ganar de comer. Y en esto se acordó de hacer una escritura con el demonio y mandarle el alma, siempre que le mandase riquezas. El demonio aceptó el trato, dándole vida por diez años. Durante este tiempo el herrero recibió todo lo que de seaba y hízo un palacio con su huerta. Cumplidos los diez años, vino el demonio mayor a por el he rrero. -Pues, mira -le dice el herrero-. Ya que va a ser la última vez, vamos a beber una jarra de vino para ir alegres en compañía. ¡ Siéntate ! ¡ Siéntate en la silla! Se sentó en la silla el demonio mayor, y, una vez que acaba ron la j arra de vino, le dijo el herrero al demonio : -Bueno . . . Vamos cuando quieras. -La cuestión es que no puedo levantarme -contestó el demonio. -Hombre, pues, ¿quién te sujeta? Si naide te tiene. ¡Vamos, hombre! ¡Vamos cuando quieras ! -Pues, es que no puedo -dice el demonio. -Pues si no puedes, ¿qué te voy a hacer yo? -le dice el herrero-. Pues ahí te quedas . . . ¿Pa cuántos años más me das vida, y te dejo marchar?
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-Para otros diez años más -contesta el demonio. A los diez años vinieron tres demonios a por él. Y al demonio mayor, como antes, le mandó sentar en la silla; y a los otros dos les mandó subir al guindal y les dijo : -Cogei unas guindas para merendarlas juntos. Al demonio mayor le sacó la jarra de vino, y se pusieron a merendar mientras los otros bajaban. Y les dice el demonio ma yor a los otros: -¡Vamos, los de las guindas! ¿No bajáis? - ¡ Sí ! -dice el herrero-. ¡Vamos, ya es hora que bajéis! -Si es que no podemos bajar -contestan los otros. -Luego, ¿quién vos lo priva, si naide vos sujeta? -les dice el herrero.
y ellos dicen: -Pues, no podemos bajar . . .
y en esto, ya que aquéllos no pOdían bajar, dice el demonio mayor: -Bueno . . . Si ésos no pueden bajar, vamos tú y yo juntos.
y va a levantarse, pero no puede y dice: -Pero es que yo no puedo levantarme tampoco. -Pues, ¿quién te lo priva? -le dice el herrero. -Pues naide me tiene; pero yo no puedO levantarme.
y entonces les dice el herrero : -Bueno . . . Si no podéis marchar, ¿para cuántos años más me dais vida, y vos dejo marchar? -Pa diez años más. A los diez años vinieron tres mil demonios a por él, y dice el herrero al demonio mayor, como de costumbre: -Sienta; siéntate en mi silla. Le sacó otra vez una j arra de vino . Y a otros dos les mandó subir a por guindas al guindal, para ya comérselas todos juntos. Después de algún tiempo les dij o : -Bueno; pero, ¿bajáis ya, para comérnoslas juntos? -Si es que no podemos bajar -dijeron. -Pues, ¿quién vos lo priva? -les dice el herrero.
y a los demás demonios les dij o : -¡Tanto como sabéis! ¡ Tanto como hacéis!
y ellos dicen: -Nosotros sabemos hacer muchas cosas. -¡Vosotros no sabéis hacer nada! -les dice el herrero.
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-POS sí que hacemos muchas cosas que son casi imposibles -dicen los demonios. -Pues, a que no os metéis en el cuerpo de esa hormiga -les dice el herrero. -¡A que si! -¡A que no! ¡Qué vais, si no sabéis hacer nada! ¡ A que no! -Pues, ¡a que lo hacemos! -Pues, ¡ a verlo!
y se metieron los demonios en el cuerpo de la hormiga. Y la cogió el herrero y la metió en el bolso. Como de alli no se podían salir -ni ella ni los diablos tampoco-, dice el herrero : -Pues ahora no me dais ya más lata. Ahora vos tengo a todos encerraos.
Las guerras se acabaron porque no había diablos; los escriba nos no tenían qué comer; los jueces y los abogaos se morían de hambre. Y cuando todos supieron que el herrero tenía a los dia blos encerraos, luego querían matar al herrero a palos porque todos se morían de hambre.
y en esto que el herrero tuvo un concierto con los diablos y les dijo: - ¡ Si no os volvéis a meter conmigo, os suelto! ¡ Si no, quie tos! . . . - ¡Sí, sí!
¡ Déjanos marchar! -contestaron los diablos-o Si
nos dejas marchar, te dejamos libre y no nos volveremos a acor dar de ti. Se marcharon los diablos, y el herrero, que se llamaba Mise ria, se quedó en el mundo, con su perrito, Necesidaz. Conque ya al herrero le llegó la hora de la muerte, y fue a llamar a la puerta del cielo. Y estaba San Pedro a la puerta del cielo y le dijo : -¡Anda, vete d e aqui! ¿ N o t e dije que pidieras e l cielo? Ahora, ¡vete de aquí! Entonces el herrero fue al purgatorio, y allí no le quisieron admitir tampoco. Y ya de allí se fue al infierno. Llamó a la puer ta, y se asomó el diablo mayor, quien, al verle, gritó: -¡ Cerrai, cerrai, que ése nos fastidia! ¡Ése es más diablo que nosotros!
y el pobre herrero tuvo que volver al mundo con su perrito Necesidaz. Y por ahí andará todavía por el mundo. Arbejal, Palencia. Narrador XLII, 24 de mayo, 1936.
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83 EL HERRERO NAJAR Cuando San Pedro andaba por el mundo, tuvo necesidaz de ir en casa del herreno Nájar a echar una herradura al burro. Luego, después que le herró, le dijo que pediría tres cosas. El he rrero pidió:
la primera, el que se sentara en un asiento, no se
podría levantar sin su permiso; la segunda, el que le ayudara a machacar una reja, no podría dejarlo sin él mandarlo; la terce ra, el que se entrase en la fragua no podría marchar hasta que él no lo mandara. El herrero no tenía qué comer y estaba aburrido. Fue a un río a tirarse a ahogar. Se le presentó el diablo vestido de caballero y le dij o : -Pero, ¡hombre! ¿Qué vas a hacer? -No tengo qué comer y me tiro a ahogar. -No te tires . Yo te daré lo que pidas -con una condición: que me tienes que vender el alma dentro de un año .
y el herrero aceptó. Se pasó un año . Y el herrero no se presen taba en el infierno . Ya mandó el diablo a buscarle y le dijo que cómo no cumplía su palabra. Y el herrero contestó : -Siéntate un momento, y iremos juntos. Mientras calentó una barra y empezó a quemar al diablo. El diablo quería escapar; pero no pudo . Y le decía: -Herrero, ¡ déjame, que yo no te llevo ! Le dejó marchar. Y al día siguiente mandó a otro diablo a por el herrero. Y le dice: -¿Cómo has hecho eso? -Yo no quería ir con aquél. Quería ir contigo. Ayúdame a machacar esta reja, y luego iremos. Y empezó a quemarle lo mismo que al otro. Y el diablo decía: - ¡Déjame, herrero, que no te llevo! Marchó. Y al tercer día fue otro y le dice: -¿Cómo hiciste eso con mís amos, que no quisiste ir? -No quería ir con ellos. Entra en la fragua, y luego iremos juntos. Entró en la fragua, y el herrero empezó a quemarle en la cara y en las manos. Y el diablo decía: -¡Déjame, herrero, que ya no te llevo !
CUENTO S P O PULARES DE CASTILLA Y LEÓN
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Le dejó marchar. A l poco tiempo e l herrero cayó enfermo y murió. Fue a la puerta del cielo, y le dice San Pedro : -Vete de aquí, hombre, que vendiste tu alma al diablo y ahora quieres entrar en ,el cielo. Se marchó el herrero al infierrio . Le ve el diablo y dice: -Cerrad la puerta, que viene el herrero Nájar. Fue un diablillo muy curioso y dij o : -Yo quiero verle. Asomó la cabeza por la ventana, y el herrero le arrancó la nariz. Y entonces los diablillos dijeron: -¡Que no entre, que no le queremos! Volvió el herrero donde estaba San Pedro . Y le dice San Pedro: -Pero, ¿no te he dicho que tú no puedes entrar aquí?
y él contesta: -¡Allá va mi gorra! ¡Donde entre mi gorra, entraré yo!
y colorín colorete . . . Quintana Diez de la Vega, Palencia. Narrador XVII, 18 de mayo, 1936.
84 EL HERRERO DE FRECHILLA Cuando Dios andaba por el mundo, se acercó un día a la casa de un herrero. Y iba San Pedro en compañía del Señor. Y le dijo el Señor al herrero : -¿Me podrá usted arreglar un reloj que tengo yo en el bolsillo?
y le dijo el herrero : -Sí, señor. Dentro de cuatro días vuelva usted a por él. Volvieron a por él .
-¿Qué? ¿Está arreglao el reloj ? -Sí, señor. Se le dio el relOj , y le preguntó el Señor: -¿Cuánto es la compostura? -Nada.
y San Pedro le apuntaba con el dedo al cielo, dando a enten der que pidiera el cielo por la cómpostura del reloj . Y el herrero, maginando que le decía que se colgara del techo, le volvía a repe-
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tir que no quería nada por la compostura. A los cuatro días se le desarregló otra vez el reloj . Volvieron a ir otra vez en ca el herrero. -Oiga usted, maestro, se ha desarreglao el reloj . Buena com postura habrá usted hecho para desarreglarse tan pronto. -Bueno, pues dentro de unos cuatro días vuelvan ustedes a por él.
y a los cuatro días volvieron. -¿Está ya arreglao el reloj ? -Sí, señor. -Me va usted a decir lo que le tengo que dar por él.
y volvió a repetir el herrero que no le quería nada. Y el herre ro tenía el alma mandada al demonio. Y San Pedro se arrimó a él y le dijo al oído que pidiera el cielo, que era el Señor aquél -que todo lo que pidiera era concedido. Y dijo el herrero que él no quería el cielo; que no quería más que una silla y que se colocara al pie de la tobera, y que el que se sentara en ella que no se levantara hasta que él no se lo mandara, y un árbol en la puerta de la calle lleno de peras, que el que se subiera a por peras no se podría bajar hasta que él no lo mandara. Y se lo concedió el Señor. A los cuatro días viene el demonio a por el herrero y le dice: -Mira, vengo a por ti. Ya es tiempo que vayas al infierno, pues te ha llegado el día. -Bueno -le dice el herrero-. Siéntate ahí en esa silla mien tras que mis criados sacan la calda esa. Se sienta el demonio en la silla, y el herrero les manda a sus criados calentar los espetones. Y así que les sacaron ya queman
do, como el demonio ya no podía levantarse del asiento, empen zaron a meterle los espetones en el pecho y le puson hecho una criba de bujeros. Por fin el herrero le mandó levantar de la silla,
y se marchó ya al infierno. Y al llegar solo al infierno, le pregun tan sus compañeros que cómo no llevaba al herrero.
-Me ha mandao sentar en una silla que está al pie de la tobera, y me han puesto el cuerpo como una criba de bujeros. Si vais ande el herrero, no sos sentéis en la silla. A los pocos días va otro demonio a por el herrero. -Vengo a por ti, ya que el otro compañero no ha podidO con tigo. -Bueno, pues en cuanto saquen la calda los criados, com&
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mos y nos vamos allá. Súbete ahí al árbol, a coger unas peras pa comer. En tal estanto, sube a por unas peras, y calentaron los espe tones los muchachos. Y como no se podía bajar el demonio del árbol, le puson el cuerpo hecho una criba de bujeros. Y no pudo llevar al herrero al infierno.
y a los tres o cuatro días viene el carretero de Villamuriel con una hacha al hombro y va pa en cá el herrero y dice: -Oye, ¿ quieres venir? -¿Ande vas? -Al infierno. -Aguárdame, cOjo las tenazas y voy contigo. Llegan a la puerta el infierno. Llaman a la puerta, y les res· ponden: -¿Quién es? -El carretero de Villamuriel y el herrero de Frechilla. Abren la puerta del infierno y están rajando una viga de un lagar. Y les dice el carretero: -¿Qué hacéis? ...,.V ... amos a hacer astillas esta viga para quemarsos. -Estamos diseando de arder. Quitaisos, que nosotros la abriremos, que yo lo entiendo bien, que soy carretero. Se puso el carretero a abrir la viga y le dice al herrero: -Mete ahí una cuña en esta punta.
La fueron abriendo, y ya que les faltaba poco para abrirla, les dijo el carretero a los demonios : -Ya m e canso d e dar golpes a l a viga. Sobre que sois gente de sobra, la mitad tira por un lado y la mitad por otro.
y se puson los demonios a tirar. Y al tirar unos por un lado y otros por otro, el carretero pegó un porrazo a la cuña, saltó, y se juntó la viga, y se quedaron allí los demonios con las uñas presas. Astudillo, Palencia. Narrador LXXXV II, 13 de mayo, 1936.
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85 EL PERAL DE LA TíA MISERIA Miseria era una mujer anciana, pobre, que dada su avanzada edad, se dedicaba para mantenerse a pedir limosna. Tenía un hijo que se llamaba Ambrosio (El Hambre), y andaba también por el mundo pidiendo. Y tenía un perrito, que se llamaba Tarro, que era el único que la acompañaba en la pequeña choza que tenía. Así vivió varios años hasta llegar a una edad muy avanzada, disfrutando nada más que de 10 que sacaba de las limosnas y el fruto de un peral que tenía próximo a la choza, del cual pocos años cogía fruto, debido a que los chicos le quitaban todas las peras. Como ella no corría, les embizcaba el perro, y los chicos huían; pero cuando no estaba ella, se las quitaban antes que lle-. garan a sazonar. Un día se presentó a la puerta de su choza un pobre, al ano checer del día. Mas como estaba nevando, la tía Miseria le dijo que pasara a refugiarse, invitándole a cenar una sopa del POCQ pan que había recogido durante el día. Y luego después partió la saca donde ella dormía para dar parte al pobre. Y cada uno durmió en su saca de paja. Pero 10 extraño del caso es que el perrito Tarro, que tenía la tía Miseria, era muy malo, y a todos los que se aproximaban a la puerta los ladraba. Y observó la tía Miseria que al recibir a este pobre en su casa, no sólo no le la dró, sino que se arrimaba a lamerle los pies . Así pasaron la noche durmiendo, y al amanecer observó la tía Miseria que se levantaba el pobre con intención de marcharse. Mas como estaba nevando, no consintió que saldría. Y sí salió ella al pueblo inmediato, di ciéndole: -No saldrás de mi casa sin que antes desayunes, que ahora voy a recoger cuatro mendrugos de pan al pueblo. Y cuando ven ga, almorzarás y marcharás. Viendo el pobre la buena intención de Miseria, se conformó con lo que le propuso . Mas luego, cuando volvió y habían desa yunao, la propuso el pobre a la tía Miseria . . . y la dij o :
-En vista de tu bondadoso corazón, voy a hacerte un favor.
Pídeme 10 que .quieras, pues aunque me ves vestido de pobre, no 10 soy. Yo soy San Agustín. Y quiero pagarte el favor que me
has hecho .
CUENTO S POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
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Dicha promesa rechazó la tía Miseria, diciendo que no quería nada; pero tanto la insistió el Santo que, ella no tuvo más reme dio que aceptar y pedir algo. Y le pidió que todo aquel que se subiera al peral que tenía, sin su permiso, no pudiera bajarse. Porque aunque daba muy buenas peras, no las recogía, porque se las quitaban los chicos. La contestó el Santo: -Concedido. Con poco te conformas, mujer. Pronto llegaron a sen7�rse los efectos de la concesión. Al año siguiente, tan pronto como llegaron las peras a media sazón, los primeros chicos que subieron a cogerlas quedaron allí presos hasta que llegó la tía Miseria. El primer día que quedaron pre sos los chicos, al verles la tía Miseria desde lejos, ya les gritó : -¡Ah, granujas! ¡ Bien me las vais a pagar, que ahora no os escapáis de mis uñas!
y llegando al pie del peral, empezó a golpearles con la cachava en que se apoyaba hasta que le dio lástima y les mandó bajar. A todo esto les embizca el perro y, agarrándoles de los pantalones, cuando al uno, cuando al otro, iban a sus casas llenos de j irones. Este mismo año los chicos seguían yendo a comer las peras; pero después que se fueron dando cuenta de lo endiablado que estaba el peral, ninguno se acercaba. Al año siguiente ya pudo disfrutar la tía Miseria, con toda tranquilidad, de las peras de dicho peral. Así pasaron largos años hasta que un día se acerca a la puerta un hombre alto, seco, con una guadaña al hombro, que la llamó a la tía Miseria tres veces, diciéndola : -Vamos, Miseria, que ya es hora. La tía Miseria, que se acerca a la puerta y reconoce que es la Muerte, exclama: -¡ Hombre, ahora tan pronto, al mejor vivir! ¡ Ahora que es toy disfrutando del poco tiempo de tranquilidad que he tenido! (Y eso que tenía ciento y pico de años.) Mas como la Muerte la insistía, la tía Miseria le suplicó un favor. Y la Muerte la dij o : -Bueno, ¿qué es l o que quieres? -Pues, que mientras yo me preparo un poco para el viaje, hagas el favor de cogerme esas cuatro peras que quedan en el peral.
y la contestó la Muerte: -Bueno, mujer, anda ligera. Prepárate. A todo esto se dispuso la Muerte a coger las peras del peral. Subió al árbol ; mas como estaban en lo más alto, tuvo que hacer
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grandes esfuerzos, a pesar de sus largos brazos, para cogerlas. Una vez cogidas, quería bajar del peral, y no podía desprenderse de las ramas. Se cansó de hacer esfuerzos por bajar, y no podía conseguirlo. A todo esto la tía Miseria, que asomada a la puerta le vio, soltó la carcajada, diciendo: -¡Ja, ja, ja! ¡ Bien estás ahí! ¡ Déjame a mí, que ahora estoy segura! Así estuvieron unos cuantos años, haciéndose sentir ya la fal ta de la Muerte, pues había ancianos que a pesar de sus penosas' enfermedades, ninguno moría. Pasaban de doscientos años. Su-' plicaban a los médicos que les dieran algo para acabar con la vida, que les aterrorizaba ya, y, a pesar de eso, nadie moría. Se' daban cuchilladas unos a otros; se tiraban de precipiciOS; queda ban hecho una lástima; pero ninguno maria, pues la Muerte se hallaba colgada en el peral de la tía Miseria y no podía bajar de allí sin su permiso. Cuando se llegaron a dar cuenta los pueblos inmediatos, em pezaron a dar vueltas por todos los sitios para ver dónde podrían encontrar la Muerte. Hasta que un día el médico de Profundis, que así se llamaba el pueblo donde residía ese médico, observó que desde lejos le llamaba alguien que decía: - ¡ Eh, médico de Profundis! ¡ Ven acá! Acudió a las voces y pronto observó que la Muerte estaba col gada en el peral de la tía Miseria. Avisó a los vecinos, y todos, armados de hachas, se fueron a aquel lugar con el fin de derribar el árbol, que decían estaba endiablado. Pero por más que daban hachazos a un lado y a otro, las hachas no mellaban el árbol. Se cansaron de hacer por cortarle. Otros se subían al árbol, y aga
rrando de las manos a la Muerte, tiraban por ver si la despren
dían de allí. Pero no s610 no la pudieron arrancar de allí, sino . que todos los que subían quedaban colgados como racimos. La tía Miseria se reía y decía: -Inútil todo lo que trabajéis, pues nadie bajará sin que yo le dé el permiso. Viendo esta fuerza tan pOderosa de la tía Miseria, acudieron personalidades de distintos pueblos y provincias a suplicar a la tía Miseria que le dejara bajar de allí, porque era una lástima ver el mundo como estaba, que no se moría nadie por ningún si tio a pesar de las horribles calamidades y sufrimientos de que
muchos padecían. La tía Miseria, en vista de tanta súplica, y dán-
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dole ya lástima de la humanidaz entera, les propuso una condi ción. -¿Cuál es? -la dijeron. Contestando ella que la condición había de ser de que no vol viera a llamar la Muerte, ni se acordara de su hijo Ambrosio, mientras ella no le llamara tres veces: -No te acuerdes de mí ni de mi hijo, Ambrosio, hasta que yo no te llame tres veces. A lo cual accedió la Muerte, contestando que concedido lo te nía, siempre que la diera permiso para bajar del peral. Acto se guido bajó la Muerte del peral con todos los que a ella se habían agarrado. Y empuñando el hasta de la guadaña, empezó a cortar pescuezos por todos los sitios. Morían a millares, pues todo el que desde aquel momento se ocupaba de buscar la Muerte la encontraba inmediatamente. Así transcurrieron largos años, viviendo la tía Miseria en su choza, manteniéndose de los cuatro mendrugos de pan que reco gía todos los días por la mañana y con las peras que el peral cria ba. Y como todavía la tía Miseria no ha llamao más que una vez a la Muerte, todavía existe en el mundo. Y ella y su hijo, el Ham bre, existirán siempre, pues no tienen intención de llamarla. Herrera de Río Pisuerga, Palencia. Narrador VII, 25 de mayo, 1936.
86 LA MUERTE DE MADRINA Éste era un matrimonio que tuvieron un hijo. Y tan conten tos estaban con él que no sabían a quién elegir de padrino. Decía el marido : --Cnque se presentase San Pedro, no le quería de padrino para nuestro hijo, porque ése repartió muy mal el capital. A unos dejó mucho, y a otros no nos dio nada. A nadie buscaría de madrina más que a la muerte, que nos ha hecho a todos iguales. Ellos que estaban hablando esto, cuando se presentó la muer
te y les dice:
-Yo vengo a ser madrina de tu hijo.
Fue madrina la muerte. Y le prometió al ahijao que no se mo riría nunca mientras no rezase un padrenuestro. Además, les
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mandó a los padres que estudiase el hijo la carrera de médico --que hiciese que la estudiaba, que onque no la supiese, que era 10 mismo, que ella le diría el modo de curar. Fue creciendo el chico. Y cuando ya tenía conocimiento, le dijeron los padres lo que le había pronosticao la muerte, que no moriría mientras no rezase un padrenuestro . El chico se fingió médico, y se le apareció la muerte y le dij o : -Mira, cuando vayas a visitar a u n enfermo, s i m e ves a mí a los pies, receta cualquiera cosa, una purga, una taza hierbabue na, en fin, cosas que no tengan importancia, porque el enfermo no muere. Y si me ves a la cabecera, es inútil que recetes, porque el enfermo se muere. Pero guárdate bien de desobedecerme en lo que yo te digo; entonces, ¡ tiembla! Sucedió que se puso mala una hija del rey, y habían llamao ya a todos los médicos del reino, prometiéndoles que el que cu rase a su hija se casaría con ella. Llegaron a palacio los rumores de ese médico tan bueno que todo lo curaba, y el rey le mandó a llamar, y le dij o : -Si ustez cura a m i hija, s e l a daré por mujer. Entonces el médico entró a visitar a la enferma, y ¡oh, sor presa! , cuando vio a la muerte a la cabecera de la joven. El médi co temblaba al ver allí a la muerte, y al ver a aquella joven tan hermosa que se moría sin remedio. Entonces el médico desobe deció y, como nadie le vía, coe-e a la muerte y la cambea de la cabecera a los pies. Entonces la muerte se puso irritada y le dijo que muy pronto se las había de pagar, que aquella misma noche le llevaría con ella. El pobre médico se encontraba perplejo ; pero como la muer
te no se meneó de los pies de la enferma, el médico pudo recetar a la joven, y nada más darle la medicina que le dispuso, azto con tinuo la joven empezó a mejorar. El rey estaba loco de contento. Le hizo «protomedicato», y el médico se casó con la hija del rey nada más ponerse ella buena. Pero la muerte estaba furiosa y no hacía más que perseguirle, y
le decia: -No lograrás vivir con tu esposa. Por desobediente, el mis mo día de la boda vas a morir. Se prepararon las bodas, y el médico se acordó de la promesa que le había dicho la muerte, que mientras no rezara un padre. nuestro nunca se moriría. Se casaron sin que de la boca del médico saliese una oración.
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Por la tarde, el día de la boda, salieron la princesa y el médico a dar un paseo por un jardín que tenían a las afueras del palacio. La muerte, que siempre estaba en acecho y que no quería nada más que atraparle, en el camino por donde iban ellos se fingió de un pobre que se había muerto en el camino . Y entonces, al llegar allí la princesa y el médico, se asustaron y dice la princesa: -¡Pobre hombre ! Vamos a rezar un padrenuestro.
y entonces él no se acordó de la promesa de la muerte y se puso con su esposa a rezar el padrenuestro . Nada más que termi nar de rezarle, se levanta la muerte y le dice : -Ha llegao tu hora. Ya te dije, « ¡Tiembla el día que me deso bedezcas ! » Me desobedecistes y ahora en este momento ya no eres nadie. Y el pobre médico se quedó muerto en el instante. Morgovejo, Riaño, León. Narrador LXV, 21 de mayo, 1936.
87 LA MUERTE MADRINA Era un pobre jornalero . Tuvo su mujer un hijo y, como eran tan pobres, no sabían a quién convidar de padrino para bautizarle. Un día salió el j ornalero a un camino para ver si encontraba quien fuera padrino de su hijo. Después de mucho esperar y no pasar nadie, ya se venía para casa muy triste cuando se le apare ció la muerte, y le preguntó que qué andaba haciendo. El pobre jornalero le dijo que tenía un hij o, pero que, como era tan pobre, nadie quería ser padrino de él, y que él quería a todo trance acris tianarle. Entonces la muerte le dijo que ella sería madrina de su hijo. -No me rechaces -le dijo-. Mira, que soy muy buena ma drina. Ya tengo cuatro o cinco ahijaos, y todos están muy con tentos de ser ahijaos míos. Fueron para casa, bautizaron al niño, y después la muerte le dio una hierba al pobre y le dijo que se la daría al niño cuando fuera mayor, que con esa hierba se haría médico y podía curar a todo el que él quisiera. El padre guardó la hierba y no se volvió a acordar de ella. Pero ya cuando el hijo iba siendo mayor, se presentó la muerte y le dijo :
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-Coge esa hierba y cuando veas a alguno muy enfermo, nada más que le toques en los labios, se pondrá bueno. Pero sólo lo harás si no me ves a mí allí. Si me ves a mí allí, es que me perte nece. No intentes salvarle. El chico, pues, se hizo médico y curó a tantos que se hizo muy famoso. Llegó un día la noticia de que se había puesto muy malo el rey, y le dijeron que ya no tenía salvación, que se moría. Enton ces le dijeron al rey que había un médico que curaba a todos, así estuvieran muertos. Y fueron a llamar al chico y le dijo el rey que si le curaba, que le daría una porrada de dinero. Entonces el chico vio a la muerte, que estaba en la pared de enfrente y que le amenazaba con los puños que no le curara. Pero el médico no la hacía caso y no miraba. Tenía ganas de hacerse rico y a todo trance quería cobrar ese dinero. Y entonces la muerte le amena zaba hasta con la guadaña. Pero él, sin quererla hacer caso, sacó la hierba, le tocó los labios, y el rey se puso bueno. Cuando se fue el chico pa su casa, se le presentó la muerte y le dijo: -Eres un mal ahijao. Ésta te la perdono; pero si en otra oca sión me vuelves a hacer esto, no te perdono. Te he dicho que cuando yo esté, no salves a nadie.
y luego sucedió que cayó mala la hija del rey, y como ya co nocían al chico, en cuanto dijeron los médicos que se moría, hizo el rey ir a buscarle y le dijo que si la curaba, se casaba con su hija. Nada más que llegó, vio a su madrina en la pared, que le ame nazaba con la guadaña y con los puños, diciéndole que no la cu rara. Entonces él no la quiso mirar y volvía la cara como que no la veía. Su madrina insistía en hacerle miedo con los puños; pero él sacó la hierba, la tocó en los labios y ella se puso buena. Pero al ponerse buena, le dijo la princesa que había hecho oferta de no casarse en un año. Dijo él entonces que al año siguiente vol vería. Al ir para su casa se encontró con su madrina, y le dijo ésta: -Eres un mal ahijao. Ésta sí que no te la perdono. Empezó él a llorar y a decirle que siquiera por un año le de jara la vida; pero ella le dijo que no podía ser, que ya la había faltao dos veces, y ésta no se la perdonaba. Entonces le dijo el chico que no quería nada más que disfrutar de casarse con la princesa. La muerte entonces le dij o :
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-Vente conmigo.
y le llevó con ella y le enseñó una habitación en que había muchas antorchas : unas se encendían y otras se apagaban. -Todas éstas que se encienden -le dijo- son los niños que nacen; y las que se apagan son todos los que mueren.
y entonces él, muy asustao, le dij o : -Y, dígame usted, madrina, ¿cuál es l a mía? La muerte le dijo que era una pequeñita que ya estaba · casi gastada. -Ponga usted, madrina, otra de esas nuevas -le dijo él-o Si no, se me acabará la vida muy pronto. -Cógela tú y ponla -le dijo la muerte. Y como la antorcha estaba ya muy gastada, un poco de movi miento que hizo al cogerla, se apagó. Y allí quedó él. Sieteiglesias, Valladolid. Narrador XC, 7 de mayo, 1936. 88 LA MUERTE MADRINA Ésta era una mujer que tenía muchos chicos. Y ya iba a tener otro y no sabía quién le sacase de pila. Un día estaba llorando, triste y acongojada, cuando llegó doña Muerte a . ella y la dijo: ---,¿ Por qué lloras? -Porque voy a tener un niño y no sé quién lo saque de pila. -Pues ande, no se apure -le dijo doña Muerte-, que yo le sacaré de pila. Se le sacó de pila ella y la dijo que a los seis años se le llevaría ella para darle estudio. A los seis años volvió, se le llevó y le dio estudio de médico. Cuando ya era médico, le llamó su madrina a su casa, y, dándole una botella de medicina, le dij o : -Toma esta medicina, pues con ésta curarás todo e l que quie ras. Al visitar a un enfermo, cuando me veas a los pies de la cama, dirás que no tiene remedio. Y cuando me veas a la cabece ra, dirás que tiene remedio y le darás un poco de esta medicina. Le llamaron a una casa y le ofrecieron mucho dinero por salvar a un enfermo que había. Y al entrar en el cuarto vio a su madrina a los pies de la cama. Sin embargo, le dijo que tenía re medio, fue y le dio la medicina y le salvó. Entonces le llamó su madrina a su casa y le dij o :
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-Ya me has hecho una, y a las tres no te queda salvación. Le volvieron a llamar a casa de otro enfermo, y al entrar vio otra vez a su madrina a los pies. No obstante, por no perder el dinero, le dij o que tenía remedio, y dándole la medicina le salvó a él también. Y le llamó su madrina a su casa otra vez y le dijo : -Ya m e has hecho dos. A las tres te mato . Y le llamaron en ca otro enfermo . Y esta vez estaba su madrina a la cabecera. Dijo que tenía remedio, y, dándole la medicina, le curó Entonces su madrina le llamó otra vez a su casa y le dice : -Como ésta, todas. Cuando me veas a los pies de la cama, di que no tiene remedio, y cuando me veas a la cabecera, di que sí. Y no olvides que no te queda más que una. Le llamaron otra vez a casa de otro enfermo. Y vio a su ma drina a los pies de la cama. Pero dijo que tenía remedio, le dio la medicina y le curó. Entonces le llamó doña Muerte a su casa, le metió en un cuar· to lleno de velas y le dij o :
-A ver cuál a es tu vida. Él iba contando las más altas : -¿Es ésta? ¿Es ésta? ¿Es ésta? Hasta que llegó a las medieras : -¿Es ésta? ¿Es ésta? Hasta que llegó ya a las más bajas. Y dice : -¿Es ésta, es ésta? Y nunca llegaba a la que era de él . Y le dice la madrina: -Ve a espabilar aquélla que está acabándose en el rincón. Y al decir él « ¿Es ésta?», se acabó la vela, y se quedó muerto.
Matabuena, Segovia. Narrador LXXVI, 27 de marzo, 1936.
89 EL MÉDICO Y LA MUERTE Éste era un zapatero remendón que tenía siete hijos y la mu jer. Como las utilidades que
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reportaba el oficio no cubrían las
necesidades de la casa, él nunca pudo tener la satisfacción de saber lo que era llenar la tripa. Y en vista de esto, un día, pensan do lo desgraciado que era, decidió vender lo único que tenía,
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que era la herramienta del taller, y con el valor de ello comprar arroz, bacalao, pan, vino, y esas cosas, suficiente para poder lle nar la barriga. Así lo hizo, y una vez preparada ya la comida, se echó a pen sar a ver dónde podía estar más tranquilo -y que nadie le mo lestara, pidiéndole algo de la comida que él llevaba. Pronto lo pensó, viendo una ermita que había un poco distante del pueblo, y al día siguiente, una vez preparada la' comida, se puso en cami no hacia la ermita con un cesto lleno de cosas. Cuando iba hacia la ermita, se iba diciendo entre sí: -De esto que llevo aquí, no doy nada a nadie. Quiero llenar la tripa de una vez, porque no sé lo que es llenarla. Esto que oye San Pedro . Se lo contó a Cristo, diciéndole: -Mira, ¿ves a aquel pObre que va hacia la ermita? Pues, ha dicho que de lo que lleva no dará nada a nadie, que a él tampoco se lo han dao.
y le contesta Cristo: -Pero, ¡hombre! ¿Así ha de ser? -¡ Sí, sí ! Lo asegura. Dice Cristo : -A que si vas tú, no te niega una limosna. Dice: -No sé. -Bueno, pues vete. Se puso en camino San Pedro, vestido de pobre. Y una vez que el zapatero le vio desde el pórtico de la ermita, se decía entre sí: -¡Caracoles! ¿Quién le habrá dicho a aquél que estoy aquí yo? Pues, te volverás como te has venido.
y así sucedió. Llegó San Pedro a la puerta de la ermita y pide limosna: -Una limosna, por Dios, que Dios se lo pagará.
y contesta el zapatero: -¡Por Dios ! . . . ¡A mí nadie me ha dado nada ! -¡ Hombre, mire ustez que soy San Pedro! -¡ Como si es Cristo! ¡A mí nadie me ha dado nada! Por lo tanto, vete por donde te has venido. Fue San Pedro y se lo contó a Cristo. Y, extrañado, le dijo: -Bueno . . . A que si mando a otro, le da limosna. Dice San Pedro : -No; casi estoy seguro . . . -Pues, ahora lo verás.
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y mandó Cristo a la Muerte. Se puso en camino la Muerte con los mismos hábitos de San Pedro. Y cuando el zapatero la llegó a ver, exclamó con 10 mismo que antes : -¡Ya viene allí otro! Pues, ¡ ni qúe se 10 hubieran dicho ! Llegó la Muerte donde estaba el zapatero, y, pidiéndole limos na, le contestó lo mismo que a San Pedro. Pero el zapatero le preguntó : -¿Quién eres tú? -Hombre, yo soy la Muerte. -¡ Caramba ! Tú eres mi amiga. Siéntate aquí a mi lado y comerás conmigo. Así 10 hizo la Muerte . Comió con el zapatero, y, una vez termi nada la comida y satisfechos ambos, la Muerte quiso recompen sar al zapatero el favor que le había hecho de darle de comer. Y le dijo: -En vista del buen comportamiento que has tenido conmigo, quiero hacerte algún favor. Pídeme lo que quieras. Y el zapatero, por más que pensaba en qUé había de pedirle, no llegó a creer nunca que podría darle aquello que fuera el por venir de su vida. Mas la Muerte le dij o : -Si n o te atreves a pedirme nada, te 1 0 voy a ofrecer yo. Mira; vas a ser médico. -Pero, ¡ hombre !
¡ Si no entiendo yo nada de enfermedades
ni de medicinas ! Dice: -No importa. Verás. Tú lo primero que tienes que hacer es enterarte dónde hay enfermos graves, pero siempre fijándote en que sea de la clase rica, pues en las primeras visitas que hagas, podrás hacerte rico, y siguiendo por el mismo procedimiento, lle garás a ser poderoso, porque adquirirás fama mundial como el mejor médico y recibirás grandes gratificaciones. -¡Bueno ! Pero, ¿cómo voy a saber yo cómo he de recetar y todo esto? -No te apures, pues a ti sólo te bastará con visitar al enfer mo y observar en el lecho dónde estaré yo. Y si me ves a mí a la derecha del enfermo, puedes decir a los de la casa que el enfer mo sanará pronto; pero si me ves a mí al lado izquierdo, puedes pronosticar que se muere. Como esto ha de ser un hecho, porque yo, al colocarme al lado derecho, no le mato y no muere, pues verán que ustez ha acertao . Y por el contrario, poniéndome al
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lado izquierdo, al ver que muere, pues dan el crédito a ustez, que es el médico. Aceptó el zapatero y acto seguido puso en práctica su profe sión. La primera visita que hizo fue a un marqués, que estaba ya desahuciado por todos los médicos que le habían visitao; todos le pronosticaron la muerte inmediata. Pero él se presentó en la casa sin que nadie le avisara, preguntando si había allí un enfer mo grave. Y le contestaron que sí, y que desgraciadamente estaba en período de agonía. -¿Podría yo verle? -dijo.
y le contestaron: -Perdone ustez; pero no se halla ni él ni los familiares en si tuación de recibir visitas. Dice: -¡ Hombre! ¿Quién sabe? Soy médico, y aunque no he sido llamado, tengo gran interés en visitarle por si algo se pudiera conseguir en beneficio del paciente. Pasó la sirvienta y se lo dijo a la señora de la casa. Le manda ron pasar, y, una vez dentro de la habitación del enfermo, observó que la Muerte estaba allí al pie, pero se hallaba al lado derecho. Empezó por tomarle el pulso y escucharle ambos costados. Y sin demora de tiempo ordena en la casa que le hagan una taza de tila y que le dejarían solo seis horas; al término de las seis horas, que tuvieran preparado un caldo de gallina, y al día siguiente, a las once o doce del día, le levantaran un poquito y le sentaran en un sillón en la misma habitación, le dieran de comer algo, poco, si le apetecía, y una vez reposada la comida, a las dos horas, le volvieran a acostar. -Mañana ya vendré yo a hacerle otra visita, y veremos el cambio que haya tenido el enfermo con este tratamiento. Los de la casa les pareció un cuento, como si fuera alguno que quisiera burlarse del Marqués o de sus familiares; pero como la receta no pOdía ser nada perjudicial, y el enfermo se prestó a tomarlo, así 10 hicieron. Le dieron la taza de tila, le dejaron solo en la habitación, observando de vez en cuando si reposaba, y al día siguiente el Marqués se hallaba casi completamente restable cido, hasta con gana de comer. En vista de esto la Marquesa le preparó el caldo de gallina, le levantó de la cama -puesto que el mismo enfermo también lo pedía-, le sentaron en el sillón y le dieron de comer una anca y un alón de gallina, que saboreó el
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Marqués como si tal enfermedaz tuviera. Cuando volvió el médi co, ya conversó largo rato con el Marqués, el cual le decía: -Uste� me ha dao la vida. Volvió a observarle el médico detenidamente y le dijo: -Desde mañana puede ustez hacer la vida normal.
y el Marqués así lo hizo. A todo esto le preguntaron por sus honorarios, y éste contestó que nada, que no tenía derecho por no ser médico suyo, que él lo había hecho por un rasgo humani tario. Viendo el Marqués tan generoso rasgo, le soltó de la cartera unos cuantos billetes de mil pesetas . Con estos billetes ya pudo el médico improvisado caracteri zarse en condiciones como correspondía a su profesión. Se com pró sombrero hongo, su gran bastón, su traje y levita, y pronto, muy pronto, se hizo memorable por aquellas comarcas. De todos los sitios le avisaban; no pOdía atender a todos. Se compró un coche y, con su buen tronco de caballos, no cesaba ni un momen to de visitar enfermos, que en pocos años le llegaron a proporcio nar una fortuna. Cuando mejor y más descuidado se encontraba el médico, des pués de muchos años en la opulencia, se le acerca la Muerte, di ciéndole: -Vamos, que ya has podido disfrutar bastante del mundo.
y el médico le contestó : -¡ Hombre!
¡En el mejor vivir me vas a llevar !
Dice la Muerte: -Sí, ya es hora, y ya tienes muchos años. En vista de esto el médico le pidió un favor. -¿Cuál es? -Hombre, que en tantos años que me he llevao en esta vida, casi ni me he acordao de ti ni de Dios. Déjame un rato más para rezar un poco . . . Siquiera, siquiera un padrenuestro . . . -¡Bueno, hombre! . . . Pues, concedido. Se puso a rezar el padrenuestro el médico, y cuando llegó a «Padre Nuestro, que estás en los cielos», dij o : -Diquiá cien años, lugar tendré de terminarlo. Así que como no había terminado el padrenuestro, la Muerte se marchó . Pero ésta, muy astuta, estuvo estudiando a ver de qué manera podía engañar al médico, puesto que también a ella la había engañado el médico.
y un día, sabiendo la ruta que el médico tenía diariamente, se le presentó en un sitio colgada de un árbol, con una soga al
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pescuezo, figurando que alguien se había ahorcado. Al pasar por allí después el médico en su coche y ver por entre los cristales tal espectáculo, mandó parar al cochero, y le dijo : -Oye, ¿qué e s eso?
y el cochero, observándole, le dijo : -¡Oh, señor! ¡ E s un hombre que s e ha ahorcado! Entonces el médico le dijo : -Pues, vamos a rezar un padrenuestro por ese desgraciado. Empezó el padrenuestro el médico, contestando el cochero. Y cuando le terminaron, como si se hubiera arrancado la cuerda, cayó el hombre que parecía ahorcado. Mas al llegar a tierra, fue grande el asombro del médico al ver que era la Muerte, que venía hacia él a pasos agigantados . Herrera de Río Pisuerga, Palencia. Narrador VII, 25 de mayo, 1936.
90 JUAN HOLGADO Y LA MUERTE Pues era un leñador que tenía bastantes hijos. Y no vivía más que de la leña que traía. Y el pobre pasaba la vida alambicando los gastos. De manera que un día dijo a la mujer: -Esto no es vivir. Tantas liebres que veo que llevan los pas tores y ¡ qué baratos los venden ! Si yo me encuentro una, me la voy a comer solo. Efectivamente, al otro día encontró un pastor que llevaba una liebre de venta. Y . le preguntó si la vendía. Dijo que sí. Se la com pró y la dijo a su mujer: -Vaya, aquí tienes la liebre. Ahora me la arreglas y no dirás nada a los chicos. Me la vay a comer al monte. Se marchó a lo más escondido del monte, donde no se veía un alma, y se sentó a comerla. Pero su asombro fue grande cuando, al alzar la cabeza, vio una mujer vieja, con unos dientes tan gran des, que le dijo: -Hijo, ¡ buen provecho! No le gustó mucho a Juan Holgado la compañía; pero la invitó a almorzar con él. -Bien, acezto la invitación -le dijo-o Pero yo te lo recom pensaré. A escote nada es caro.
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AURELIO M. ESPINOSA En un dos por tres se comió la vieja casi toda la liebre. -Bueno -le dijo-. ¿Sabes, hijo, qUién soy yo? -No, señora.
-Pues soy la Muerte. -¿La Muerte? -repitió él. . -Sí, no te asustes . Yo te haré médico. -Pero señora, si no sé ni leer ni escribir ni nada. ¿Cómo me va a hacer usted médico? -Sí. Verás de que manera. Tú dirás a tus hijos que dirán que eres médico, que todo lo curas. Y cuando vas a ver a un enfermo, miras a la cabecera de la cama. Si me ves allí, dile que se muere; pero si no me ves, pues agua de tinaja -llenas una botella y se la llevas-o Así, luego que te hayas ganao algún dinero, te pones una levita, un sombrero y un bastón. Los chiquillos empezaron a decir que su padre era médico. Y en el pueblo se reían de él. Pero un día de fiesta había varias jó venes en la plaza bailando -chicas regustas y de buena com plexión. Y dijo una de ellas : -Chicas, por allí viene Juan Holgado, ¿Queréis que le digamos que estoy muy mala? Viene Juan Holgado. Todas acogieron la idea de la muchacha. La llevaron a casa como desmayada y en seguida llamaron a Juan Holgado. Cuando entró Juan Holgado en la alcoba, vio que estaba la muerte en el rincón de la cama. Y entonces dijo : -Esta muchacha s e muere sin remedio.
y las compañeras no lo creyeron y se echaron a reír. Y la familia estaba tranquila, porque se trataba de una broma. Pero ¡ cuál sería su asombro, que antes de bajar Juan Holgado la esca lera, ya se había muerto la muchacha! Así se hizo célebre Juan Holgado. Le llamaron otra vez a asis tir a la hija del rey, que estaba muy grave. -¡Ay, señor Juan Holgado ! ¡ Si salvara usted a mi hija, todo lo que tengo le daría! Entró en la alcoba, miró, y no estaba la muerte en el rincón.
y entonces dijo él: -Se salvará su hija.
y fue a casa y trajo una botella de agua de la tinaja. Se la suministró --que tomara unas cucharaditas diarias-, y la mu chacha poco a poco se puso hermosa. Claro le recompensaron, y se hizo tan célebre que tantos rendimientos tenía que compró una hermosa casa.
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y le había dado una cita la Muerte: que en el transcurso de un año la hiciera una visita en el bosque en el mismo sitio en que se habían visto la primera vez. Y salió él al bosque y la encon tró. Y le dijo la Muerte: -Juan Holgado, ¿estás satisfecho del escote que te prometí? -Señora, sí. Estoy muy satisfecho. He comprado una casa hermosa.
y entonces le dijo la Muerte : -Pues ten cuidado que no te se desconche, pues el día que se desconche vendré por ti. Y la última visita te la haré en tu casa, para ver tu casa.
y llegó a casa y la dijo a su mujer la entrevista que había te nido con la vieja: --Que si se me desconcha la casa, vendrá por mí. La mujer se apresuró a traer un albañil para que tapara to das las rendijas. Le tenían allí constantemente. Y le tenían todo el año en su casa. Le había dicho la Muerte que la última visita que le haría sería en su propia casa. Después de varios años se presentó a hacerle la visita prometida. Y al mirarle la vieja vio uno o dos dientes y que le faltaba ya el pelo y le dijo: -Juan Holgado, ya sabes que te dije que cuando te se des conchara la casa, vendría a por ti.
y él, todo asustado : -Pero, señora, tengo todas las rendijas tapadas. Tengo un albañil todo el año en mi casa. -No -dice-. No te digo eso. La casa que yo decía era tú mismo, la boca, y el pelo y todo. Te digo que te faltan ya los dientes, el pelo y las energías. Te vienes conmigo.
y terminó. Peñafiel, Valladolid. Narrador XI, 29 de abril, 1936.
91 E L DIABLO D E NOVIO Un conde tenía una hija, y era muy buena, pues hacía muchas limosnas. Y el diablO, para ganarse el alma de la condesita, pues dijo entre él; -No tengo otro remedio que casarme con ella.
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Éste habló, pues, a sus padres, fingiéndose de marqués. Y la muchacha aceztó, como los padres .
y ella tenía una golondrinita. Y cuando el diablo iba a ver a la muchacha, la golondrinita la decía: -Hija del conde, si con quien te vas a casar crees que es marqués, ¡no te cases, que el diablo es ! Entonces la hija del conde la dice : -No tengas pena, que conmigo te llevaré. Llegó el día que se iban a casar, y el diablo vino con un trineo por los aires . Y vino con unos cuantos de allí del Infierno y de cía que eran sus hermanos y sus hermanas. Como venían vesti dos tan elegante, pues no llegaron a notar que pudiera ser el diablo . Se casaron y, después de la boda, el diablo se llevó a la con desita en su trineo. Entonces el padre de ella buscó una carroza, y marcharon toda la familia tras del trineo del diablo (que en él llevaba a la hija del conde ) .
y e n e l camino ella l e dice a l diablo: -¿Por dónde me llevas? Éstos me parecen unos caminos muy extraños.
y él la dice: -No te apures, mujer, que ya verás cómo te ha de gustar mi palacio . La gOlondrinita, que, antes de casarse, la había hablado, siguió por los aires al trineo del diablo. Pero el conde perdió de vista al trineo del diablo, y no pudieron seguir el camino. El diablo llegó a su palacio y encerró a la condesa en una habi tación que estaba encima de una caldera de pez.
y el diablo, desde abajo, la dice: -Hija del conde, que encima de la caldera estás, si no es a las dos, a las tres caerás.
y él daba muchos trompazos al techo para que se hundiera y se cayera ella en la caldera. Entonces ella la dice a la golondri nita: -Golondrinita, ¿dónde se quedó mi padre?
y la golondrina la dice: -Ha perdido a vuestro trineo de vista y no ha podido seguir este camino. Vuelve otra vez el diablo a decir: -Hija del conde, que encima de la caldera estás, si no el) a las dos, a las tres caerás.
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y daba unos golpes tremendos en el piso. Ella vuelve a decir a su golondrinita: -Marcha a dar noticias a mi papá de lo que me está ocurrien do. Tú le enseñarás el camino y me sacaréis de este infierno. La gOlondrinita que se lo dijo al conde. Éste preparó un bata llón de soldados. Marcharon en carrozas al palacio del diablo . Rompieron l a verja, sacaron a l a condesita y s e l a llevaron sin que el diablo se diera cuenta de que se la estaban llevando. Lle varon una muñeca muy grande, la pusieron los vestidos de la condesita, y la quedaron allí en su puesto. El diablo vuelve a repetir: -Hija del conde, que encima de la caldera estás, si no es a las dos, a las tres caerás. Dio unos golpes tan fuertes que consiguió hundir el piso. En tonces, cayendo todo a la caldera de pez, cayó la muñeca también. Entonces el diablo, con una garia, se puso a dar vueltas a la cal dera y decía: -Hija del conde, si con quien has venido, creías que era mar qués, estás confunida, ¡ que el diablo es! Esto lo repitió por tres veces . Ya, por ver si se había quemado, la sacó con la garia y dice: -¡Oh, qué negra te has quedao! Pero él, que se da cuenta que era una muñeca, coge otra vez su trineo con todos diablos del Infierno y marcha a la casa del conde. Pero como en la casa de éste había muchos soldados, hubo lucha entre unos y otros. Y como los del conde eran más, pues vencieron a los del marqués, o sea al diablo. Le dieron una buena paliza, le rompieron los huesos, y tuvo que marchar con todos sus ejércitos al Infierno otra vez. Colorin, colorao, este cuento está acabao. Roa, Burgos. Narrador LI, 14 de julio, 1936.
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92 EL DIABLO DE NOVIO Era un rey que tenía una hija. Y fue el demonio, vestido de marqués, y la preguntó si se quería casar con él. La princesa dijo que sí. Tenía ella una palo:..nita que hablaba, y dijo: -Hija, tú que piensas casarte con un marqués, no te cases, . que el diablo es. -¿Qué dices, palomita mía? -Tú que piensas casarte con un marqués, no te cases, que el diablo es.
y dice ella: -Es porque no te llevo. Sí te llevo. Llegó el día que se tenían que casar. Fue el diablo con unos au tos, uno para su padre y otro para ellos. Y el demonio iba co rriendo, y parecía que la llevaba por el aire.
y le decía ella: -¿Por dónde me llevas?
y decía el diablo que su región era ésa. La metió con coche y todo por donde era la casa del diablo. La puso en una habitación alta -y abajo, la caldera, en otra habitación. Y la dice el diablo: -Hija, tú que pensabas casarte con un marqués, el diablo es.
y decía ella: -¡Ay, palomita, bien decías tú que era el diablo!
y dijo a la palomita: -Vete corriendo a llamar a mi padre.
y llegó el padre. Y traía una muñeca muy grande, y la pusie ron donde estaba ella. Y se marcharon. Y ya fue el diablo y dio un golpe muy fuerte con una garia, y se hundió la habitación, y cayó la muñeca en la caldera. Y él . creyó que era la mujer que él había dejado. Y daba vueltas a la caldera para que se abrasase.
y ya la pinChó con la garia y la sacó. Y viendo que no era la mu jer, cogió un trineo y se marchó corriendo a la casa del rey, que le daría la hija; que si no se la daba, le mataba. Y fue él rey y cogió un cuchillo y mató al diablo. Roa, Burgos. Narrador X, 14 de julio, 1936.
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93 EL DIABLO DE MARIDO Este era un rey que tenía tres hijas. Y las dos mayores tenían ya sus amores, estaban ya comprometidas para casarse. La más pequeña la preguntaba el rey que con quién se querría casar ella, que su gusto era dejarlas colocadas a las tres. Y ella le contestó que no se casaría mientras no se encontrara uno que tuviera los dientes de oro y los labios de plata.
y el padre lo anunció para ver si por algún reino había uno de esas condiciones. Conque el diablo se enteró de ello, se dis frazó de etiqueta y se fue a pretenderla con los dientes de oro y los labios de plata. Al presentarse en palacio lo hicieron pasar al gabinete del rey. Este llamó a su hija y la dij o : -Aquí tienes l o que t ú buscabas : con los dientes d e oro y los labios de plata. Entonces ella dijo : -Pues nunca pensé encontrarlo; pero aquí está m i mano. Se casaron, hicieron la boda, y ella le pidió a su padre que la diera dos doncellas y el cochero mayor de la casa -como la en tregó los caballos y la carroza y, en fin, todo lo que ella pedía.
y las dos doncellas se llamaban Mariquita Tildi y Tolda. Se casaron, pues, y se marcharon. Y al llevarla a su palacio, el diablo la entregó las ilaves de toda la casa. Y la dij o : -Toma las llaves de toda l a casa. Pero t e prohibo terminante mente no abrir esta puerta. Aquí está la llave, pero no puedes entrar en esta habitación. Ella le obedeció por ciertos días; pero la curiosidad hizo que cierto día metió la llave en la cerradura, y se abrió la puerta, donde se encontró con muchas señoritas emparedades y muchas calderas que aparentaban ser las calderas del infierno. Ella cierra la habitación y sale y se encuentra con el diablo.
y él la dice: -Parece que me huele a carne quemada. ¿Tú has abierto la puerta aquella?
y ella le dijo que no. Entonces él la dijo que se subiera a arreglarse con toda la ropa de la boda y que bajara a cenar con él. Pero ella, asustada, les dijo a las doncellas lo que la había pasadO : que había abierto la habitación prohibida y que se había encon-
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trado con cadáveres allí y señoritas emparedades y unas calde ras que aparentaban ser del infierno. A todo esto, él se quedó preparando las calderas para, cuando ella bajara, quemarla. Y ella manda a Tolda que vaya en seguida a llamar al cochero, que venga en seguida con los caballos que más corren -pero que vengan corriendo, corriendo, y que se paren a la ventana por donde se van a tirar ellas. Bueno, en esto, él, desde abajo, empieza a llamarla, porque ya tenía las calderas en condiciones para quemarla: -¿Subes o bajas?
y ella le contesta : -Ahí voy, mientras me pongo la rica camisa que me dio mi padre cuando contigo me casó. Entonces ella la dice a Mariquita Tildi: -Mira a ver si viene Tolda.
y la Tildi la contesta: -Señora, ni viene ni asoma.
y él vuelve con las mismas: -¿Bajas o subes?
y ella le contesta: -Ve, ahí voy, mientras me pongo el rico
corsé que mi padre
me dio cuando contigo me casó .
y vuelve a las mismas él : -¿Bajas o subes?
y ella otra vez: -Ya voy, mientras me pongo las ricas enaguas que mi padre me dio cuando contigo me casó. Bueno . . . -Mariquita Tildi, a ver si viene Tolda. -Señora, ni viene ni asoma.
y ellas, apuradas, claro, porque no viene. Y empieza él a vo cear otra vez: -¿Subes o bajas? -Ya voy, mientras me pongo el rico vestido que mi padre me dio cuando contigo me casó. Y vuelve otra vez : -Mariquita Tildi, mira a ver si viene Tolda. -Señora, ya viene, ya asoma. Y entonces vuelve a vocear el demonio : -¿Subes o bajas?
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Entonces ella le dice a la criada, como ya están los caballos a la ventana, que tiren las cuerdas para atarlas, porque se tiran por la ventana. Y entonces vuelve a vocear él, cada vez más en fadao: -¿Subes o bajas? -Ahí voy, mientras me pongo el rico velo que mi padre me dio cuando contigo me casó.
y cuando ha dicho esas palabras, subió el cochero, las ató y las bajó, porque ya estaba el coche en la puerta. Las ató y las bajó al coche, a la señorita y a la criada, porque la otra ya estaba abajo. Bueno, marcharon escapados, a todo el vuelo. Y encontraron en el camino una huerta, donde había un hombre para las verdu ras y las frutas . Ella mandó bajar y que le dieran una bolsa de oro a ese señor con el fin de que, si venía un señor a caballo pre guntando si las había visto pasar -a tres señoritas y un cochero con una carroza- que se hiciera el sordo y que le contestara: «¿Las patatas? Son riquísimas . No las hay mejor que las mías». Llegó el diablo, y así lo tuvo entretenido mucho tiempo. Por que le contestaba que las peras eran muy buenas, que si quería manzanas -haciendo el sordo porque no dijera que había visto a aquellas señoritas. El hombre viendo que no le daba noticias se enfadó y se echó a correr detrás de ellas. La señora iba sentada al revés en el coche, para verlo venir de lejos, cuando ya vio un jinete que venía a todo vuelo, corrien do, corriendo. Y entonces tiró un frasco que llevaba ella con un líquido y se formó un río, por el cual no pudo pasar él. Y enton ces adelantaron más ellos. Les dio tiempo de llegar ellos a su casa, y no los pudo pillar. Entonces a su padre le contó lo que le pasaba. Entonces el padre dij o : -Ya decía yo que el tener los dientes de oro y los labios de plata tenía que ser cosa del demonio . Y entonces la dijo : -Deja que venga aquí, que ya sabré l o que tengo que hacer con él. Pero mientras, marcharos a otro reino donde no os pueda encontrar. Y les dio otra bolsa de oro, pa que no les faltara en el camino, y les dijo que se marcharan. Y le dice la hija al padre: -Mi salvador ha sido éste ( el del coche), y quiero pagárselo con ser suya. A ver si puedo casarme en otro reino con él.
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Entonces el padre les echa la bendición, los manda poner de rodillas y dice que sin más testigos que Dios y las dos sirvientas, que los casa él, que quedan casaos, que Dios no puede permitir que esté casada con el diablo. Y así termina. Zamora, Zamora. 9 de mayo, 1936.
94 LA ASADURA DEL MUERTO Era una mujer que tenía obreras y no tenía qué ponerles que cenar. Y se fue al camposanto y sacó la asadura a un muerto, y se la puso para cenar. Por la noche, después que se acostaron, sintieron unos golpes en la puerta y oyeron unas voces que decían: -¡María, dame la asadura dura, dura, que me sacaste de la sepultura! -¡Ay, maridito mío! ¿Quién será? - ¡Calla, calla, tonta, que ya se irá! - ¡ No me voy, no, que en el portal estoy! Luego se oyeron los golpes en la escalera, y la misma voz: - ¡ María, dame la asadura dura, dura, que me sacaste de la sepultura ! -¡Ay, maridito mío! ¿Quién será? - ¡Calla, calla, tonta, que ya se irá! - ¡ No me voy, no, que en las escaleras estoy! Luego se oyeron los golpes en la habitación, y la misma voz: -¡María, dame la asadura dura, dura, que me sacaste de la sepultura! -¡Ay, maridito mío! ¿Quién será? -¡ Calla, calla, tonta, que ya se irá! - ¡ No me voy, no, que en la habitación estoy!
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Luego se oyen los golpes debajo de la cama, y la misma voz: -¡María, dame la asadura dura, dura, que me sacaste de la sepultura! -¡Ay, maridito mío! ¿Quién será? -¡ Calla, calla, tonta, que ya se irá! - ¡ No me voy, no, que debajo de la cama estoy! En esto la salió el muerto de debajo de la cama, la agarró de los pies, cargó con ella, y se la llevó al camposanto. Burgos, Burgos. Narrador XLV, 2 de junio, 1936.
95 LA ASADURA DEL PADRE Era una mujer que tenía una hija. Y se murió el padre. Y la chica era muy golosa. Y un día la mandó la madre a por asadura y la dijo: -Vete a por una asadurilla de cordero .
y la chica pensó que iría a la sepultura de su padre a por su asadura, y gastarse sus perras en caramelos. Se gastó las perras. Ya fue a la sepultura de su padre, cogió su asadura y se marchó a casa. Y se la dio a su madre, diciéndola que se la habían dado superior. Ya la comieron y se fueron por la noche a la cama. A mitá noche llamaron a la puerta: -¡María, dame la asadura, dura, dura, que me robaste de la sepultura! -¡Ay, madre!
¿Quién será?
-¡ Calla, hija, que él se irá! - ¡ No me voy, no, que en el portal estoy! . . . -¡María, dame la asadura, dura, dura, que me robaste de la sepultura! -¡Ay, madre!
¿Quién será?
-¡Déjala, hija, que él se irá! - ¡ No me voy, no, que subiendo por las escaleras estoy! . . .
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AURELIO M. ESPINOSA -¡María, dame la asadura, dura, dura, que me robaste de la sepultura! -¡ Ay, madre !
¿Quién será?
-¡ Calla, hij a, que él se irá! -¡No me voy, no, que en el primer pasillo estoy! . . . -¡María, dame la asadura, dura, dura, que me robaste de la sepultura! -¡ Ay, madre!
¿Quién será?
-¡ Calla, hija, que él se irá! - ¡ No me voy, no, que abriendo la puerta estoy! . . . -¡María, dame la asadura, dura, dura, que me robaste de la sepultura! -¡Ay, madre!
¿Quién será?
-¡ Calla, hija, que él se irá! - ¡ No me voy, no, que andando por la sala estoy! . . . -¡María, dame la asadura, dura, dura, que me robaste de la sepultura ! -¡Ay, madre ! ¿Quién será? -¡ Calla, hija, que él se irá! -¡No me voy, no, que debajo de la cama estoy! . . . -¡María, dame la asadura, dura, dura, que me robaste de la sepultura! -¡Ay, madre! ¿Quién será? -¡ Calla, hija, que él se irá! -¡No me voy, no, que agarrándote de los pelos estoy!
y ya la agarró y se la llevó al camposanto. Roa, Burgos. Narrador LXXIX, 13 de julio, 1936.
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96 LA ASADURA DEL PADRE Era una madre que tenía una hija. Un día la madre, que era viuda, le dijo a la niña que iría por asadura, pero que como iría tarde a la carnicería, por estarse jugando por ahí, que la mataba.
La niña fue y estuvo jugando. Y al llegar a la carnícería ya estaba cerrada. Y entonces fue a la sepultura de su padre y le cogió la asadura. La llevó a casa y la cenaron. Y dijo la madre que sabía muy bueno y que otro día, que llevaría más de eso. Después de la una se fueron a la cama. Y estando acostadas sintieron un golpe a la puerta y una voz que decía: -¡Que me den la asadura que me han cogido de la sepultura, que abriendo la puerta estoy! -¡Ay, hija mía, mía, mía! ¿Quién será? -dice la madre.
y la hija contestaba: -¡Ay, madrecita mía, mía, nadie es!
y dice entonces la voz: -¡Que me den la asadura que me han cogido de la sepultura, que subiendo las escaleras estoy! -¡Ay, hija mía, mía, mía! ¿Quién será? -vuelve a preguntar la madre. -¡Ay, madrecita mía, mía, nadie es!
y dice entonces la voz: -¡Que me den la asadura que me han cogido de la sepultura, que debajo de la cama estoy! -¡Ay, hija mía, mía, mía! ¿Quién será? -¡Ay, madrecita mía, mía, mía, nadie es! -repite la hija.
y dice entonces la voz: -¡Que me den la asadura que me han cogido de la sepultura, que debajo de la ulmada estoy! -¡Ay, hija mía, mía, mía! ¿Quién será? -¡Ay, madrecita mía, mía, nadie es!
y dice la voz: -¡Que me den la asadura que me han cogido de la sepultura, que agarrándote de los pelos estoy! Cervera de Río Pisuerga, Palencia. Narrador LXVII, 22 de mayo, 1936.
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97 LA ASADURA DE · LA MADRE Un matrimonio tenía una hija, que se llamaba María. Y murió la madre. Y un día su padre la mandó a por asadura y la dío di· nero; pero se 10 gastó en caramelos. Entonces se puso a llorar en una esquina, díciendo que se le había perdído el dinero. Y pasó por allí un señor y le dio dinero para que lo compraría. Y lo gastó otra vez en caramelos.
y después fue al composanto y desenterró a su madre y la quitó la asadura. Fue a casa y se la dio a su padre. Y su padre la dijo que cómo había tardao tanto . Y le dijo que había tenído que ir a varias carnicerías porque no lo había encontrado .
y entonces su padre hizo la cena y la puso en la mesa. Pero ella no quiso comer. Y después de cenar, se metieron a la cama.
y a eso de la media noche llegó el alma de su madre del cernen· terio y dij o : -¡María, dame l a asadura que me robastes el otro día! -¡Ay,
padre!
¿Quién
será?
¿Quién
será?
-¡Déjala, déjala, que ya se marchará! -¡No me marcho, no, que en la primera escalera estoy! . . . -¡María, dame la asadura que me robastes el otro día! -¡Ay,
padre!
¿Quién
será?
¿Quién
será?
-¡Déjala, déjala, que ya se marchará! -¡No me marcho, no, que en la segunda escalera estoy! . . . -¡María, dame la asadura que me robastes el otro día! -¡ Ay,
padre!
¿Quién
será?
¿Quién
será?
-¡Déjala, déjala, que ya se marchará! -¡No me marcho, no, que en la tercera escalera estoy! . . . -¡María, dame la asadura que me robastes el otro día! -¡Ay,
padre !
¿Quién
será?
¿Quién
será?
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-¡Déjala, déjala, que ya se marchará! -¡No me marcho, no, . que debajo de la cama estoy! . . . -¡Maria, dame la asadura que me robastes el otro día! -¡Ay,
padre!
¿Quién
será?
¿Quién
será?
-¡Déjala, déjala, que ya se marchará! -¡No me marcho, no, que debajo la olmada estoy! . . . -¡María, dame la asadura que me robastes el otro día! -¡Ay,
padre!
¿Quién
será?
¿Quién
será?
-¡Déjala, déjala, que ya se marchará! -¡No me marcho, no, que cortándote la cabeza estoy! Villadiego, Burgos. Narrador VI, 29 de mayo , 1936
98 LA ASADURA DEL MUERTO Éste era un matrimonio que tenían un hijo . Y un día le dieron una peseta y le mandaron a por asadura para la cena. Y el mu chacho se puso a j ugar con unos mozos y la perdió .
y s e fue e n c a e l enterrador y le pidió las llaves para abrir las puertas del cementerio. Y hacía poco que se había muerto un se ñor. Y le sacó y le quitó la asadura. La lleva a casa y dijo: -Madre, tenga la carne que he comprado.
y por la noche no quería cenar el chico. Y cenaron los padres.
y ya se acostaron todos. Y por la noche, cuando estaban acosta dos, llamaron: ¡ Tan, tan! -¿Quién? -¡Dame mi asadura dura, que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, padre! ¿Quién será? -¡Déjale hijo, hijo, que ya se marchará! - ¡ No me marcho, no, que en el batiente de la puerta estoy!
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212 ¡Tan, tan! -¿Quién?
-¡Dame mi asadura dura, que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, padre! ¿Quién será? -¡Déjale hijo, hijo, que ya se marchará! - ¡ No me marcho, no, que en la puerta de la alcoba estoy! ¡ Tan, tan! -¿Quién? - ¡Dame mi asadura dura, que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, padre! ¿Quién será? -¡Déjale hijo,
hijo,
que ya se marchará!
- ¡ No me marcho, no, que debajo de la cama estoy! ¡Tan, tan! -¿Quién? - ¡Dame mi asadura dura, que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, padre! ¿Quién será? -¡Déjale hijo, hijo, que ya se marchará! - ¡ No me marcho, no, que en la cabecera de la cama estoy! ¡ Tan, tan! -¿Quién? -¡Dame mi asadura dura, que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, padre! ¿Quién será? -¡Déjale hijo, hijo,
que ya se marchará!
- ¡ No me marcho, no, que agarrándote de los pelas estoy! Narrador XX, 30 de abril de 1936. Casasola de Arión, Valladolid.
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99 MARtA, íA, fA Vivía una mujer viuda con una hija que tenía. Y un día la dijo la madre : -Mira, hija. Ves a la carnicería y traes una asadura, que no podemos comer carne porque somos muy pobres. La chica se marchó y se encontró a unas amigas que estaban jugando a los bolos. Se puso a jugar con ellas y perdió el dinero que su madre la había dado. Entonces la chica estaba muy apu rada, sin saber qué hacer. Y de repente se acordó que hacía poco que se había muerto una mujer, y entonces fue al cementerio y la sacó la asadura y la llevó a su casa. Su madre, como no sabía nada, puso la asadura para cenar. Cenaron y se fueron a la cama tan tranquilas. Pero a la media no che sintieron voces, prestaron atención, y era la mujer muerta, que decía: - ¡María, ía, ía, dame la asadura que me quitaste de mi sepultura!
y la chica decía: -¡Ay, madre! ¿Quién será?
y la madre la decía: - ¡Calla, hija, que ya se irá! Pero la muerta entonces decía: -¡No me voy, no, que abriendo la puerta estoy! . . . ¡ María, ía, ía, dame a asadura que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, madre! ¿Quién será? -decía la chica.
y la madre la decía: -¡ Calla, hija, que ya se irá! Pero la muerta decía: -¡ No me voy, no, que subiendo la escalera estoy! . . . ¡ María, ía, ía, dame a asadura que me quitaste de mi sepultura!
y la chica decía otra vez : -¡Ay, madre! ¿Quién será? -¡ Calla, hija, que ya se irá! -decía la madre.
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AURELIO M. ESPINOSA -¡No me voy, no, que entrando en la sala estoy! . . . ¡María, ía, ía, dame la asadura que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, madre, quién será! -¡ Calla, hija, que ya se irá! -¡No me voy, no, que entrando en la alcoba estoy! . . . ¡María, ía, ía, dame la asadura que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, madre! ¿Quién será? - ¡Calla, hija, que ya se irá! -¡No me voy, no, que acercándome a la cama estoy! . . . ¡ María, 1a, ía, dame la asadura que me quitaste de mi sepultura! -¡Ay, madre! ¿Quién será? -¡ Calla, hija, que ya se irá! -¡No me voy, no, que agarrándote de los pelos estoy!
Pedraza, Segovia. Narrador LVII, 24 de marzo, 1946. 100
LA ASADURA FRITA O CRUDA Era una mujer que tenía una hija, y se llamaba María la hija.
y era muy golosa, y la gustaban mucho las golosinas. Y cuando la mandaba la madre a por alguna cosa, siempre la traía más ba rato, o que no fuese lo mismo que la mandaba porque la costase más barato, y así con los cuartos que la quedasen podía ella com prar golosinas.
y un día la mandó su madre a por asadura. Y la hija se estuvo jugando con las otras chicas y se compró muchas golosinas. Y ya dijo: -Ya he gastado los cuartos. ¿Cómo iré yo a por asadura? Y ya se acordó de que habían enterrado unos días antes a una mujer. Y como el camposanto no estaba lejos, dijo : -Voy a l camposanto y s e l a saco. Y engaño a m i madre.
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y fue y s e la sacó y volvió a casa. S u madre l a regañaba por que había tardado mucho. Y ella dijo que había estado un poco jugando con sus amigas. Y se pusieron a freír la asadura. Y al freírla, saltaban las tajadas por la chimenea. Y la mujer, como nunca había freído asaduras que saltaban por la chimenea, dijo : -¿Qué quedrá decir esto? ¡ Si yo no h e freído asaduras que salten las tajadas por cima de la chimenea! Ya las frieron y se las comieron. Y se acostaron. Y por la no che -ya era muy de noche- y ya casi estaban ellas dormidas -oían decir: -María, María, dame mi asadura frita o cruda, que si no, arranco la tuya. Y ellas estaban muy calladitas. Y ya decía: -¡Que ya voy por medio del corral! Y otra vez: -María, María, dame mi asadura frita o cruda, que si no, arranco la tuya. Y ya decían la madre y la hija: -Ya va a venir. Ya va a venir. Y otra vez: -¡Que ya voy por medio del portal! Y otra vez: -¡María, María, dame mi asadura frita o cruda, que si no, arranco la tuya! . . . ¡Ya voy por medio de la escalera! Y ellas, ya tenían mucho miedo. Y otra vez se oía la voz: -¡María, María, dame mi asadura frita o cruda, que si no, arranco la tuya! . . . ¡Ya estoy a la puerta de la sala! Y otra vez: -¡María, María, dame mi asadura frita o cruda, que si no, arranco la tuya! . . . ¡ Que ya estoy orilla de la puerta de la alcoba! Y al poco tiempo: -¡María, María, dame mi asadura frita o cruda, que si no, arranco la tuya! ¡ Que ya estoy orilla de la cama! Y otra vez: -¡María, María, dame mi asadura frita o cruda, que si no, arranco la tuya!
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y ellas con más miedo . Y otra vez : -¡María, María, dame mi asadura frita o cruda, que agar rándote de los pelos estoy!
y colorín, colorado . . . Matabuena, Segovia. Narrador XXIX, 29 de marzo, 1936.
101 LA ASADURA DEL DIFUNTO Era una agüela que tenía una nieta. Y la dio una peseta pa que iría por asadura. Y la gastó en golosinas . Y fue al cementerio y sacó la asadura de un difunto . Y se la llevó a su agüela. Y la puso para cenar, y la niña no comía. Y la dijo su agüelita que por qué no comía. Y dijo que porque no la gustaba. Y a la noche, cuando fueron a la cama, empezó una voz que decía: -¡María, dame la asadura mía, que me quitastes de mi sepultura! -¡Ay, agüela ! ¿Quién será? -¡Déjala, que ya se marchará! -¡No, me marcho, no, que en la primera escalera estoy! . . . ¡María, dame la asadura mía, que me quítastes de mi sepultura! -¡Ay, agüela! ¿Quién será? -¡Déjala, que ya se marchará! -¡ No me marcho, no, que en la cabecera estoy! . . . ¡ María, dame la asadura mía, que me quitastes de mi sepultura! -¡Ay, agüela! ¿Quién será? -¡Déjala, que ya se marchará! -¡No me marcho, no, que tirándote de los pelos estoy! Covarrubias. Burgos. Narrador XIV, 11 de junio, 1936.
CUENTO S P OPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
217
102 MARíA DURA
En el partido de Astudillo, provincia de Palencia, las niñas, en una de sus múltiples variantes del j uego del escondite, emplean una rima llamada María [lura. Esta variante, descrita a continua ción, se llama jugar a María Dura. La rima está tomada del cueI1- to popular La asadura del muerto ( Núms 94-101 )
l.
En e l juego referido, una de las niñas hace de María Dura, otra de madre y las demás de hijas. La madre y las hijas se escon den en una habitación oscura, sin luz alguna, quedando fuera de la estancia la que hace de María Dura ( la que luego habrá de bus car a las escondidas) . Desde fuera la que hace de María Dura dice: -¡Ay, María dura, que te como la asadura! Las hijas, desde dentro, donde están escondidas, dicen : -¡Ay, madre! ¿Quién será?
y contesta la madre: -¡Callai, hijas, callai, que ya se marchará! La de fuera responde : -¡No me marcho, no, que en la primera escalera estoy! Luego comienza de nuevo: -¡Ay, María dura, que te como la asadura! Las hijas: -¡Ay, madre! ¿Quién será? La madre: - ¡ Callai, hijas, callai, que ya se marchará!
María Dura: - ¡ No me marcho, no, que en la segunda escalera estoy! 1 Dada la estrecha relación que existe entre los cuentos populares y la vida de los niños no es extraño que elementos de estos cuentos . se hallen incorporados a los juegos infantiles. En el consejo de San Martín de Oseos, sito en el Occidente de Asturias, los muchachos, para jugar al escondite, em plean una rima llamada Los chirlos . mirlos, tomada, a su vez, del cuento popular del mismo nombre (Ampudia, CA, p. 193).
218
AURELIO M. ESPINOSA Luego vuelve: -¡Ay, María dura, que te como la asadura!
Las hijas: -¡Ay, madre! ¿Quién será? La madre: - ¡ Callai, hijas, callai, que ya se marchará!
María Dura: -¡No me marcho, no, que en la tercera escalera estoy! 2
y otra vez : -¡Ay, María Dura, que te como la asadura!
Las hijas: -¡Ay, madre! ¿Quién será? La madre: -¡ Callai, hijas, callai, que ya se marchará!
María Dura: -¡No me marcho, no, que en la puerta de la habitación estoy! Abre la puerta, entra y busca a las escondidas. Coge a una de los pelos, y ésta queda de María Dura (el castigo) . Astudillo, Palencia. Nifias de la Escuela Nacional, 13 de
. mayo,
1936.
103 LA ASADURA DEL MARlOO Un zapatero y un sacristán tenían relaciones con una señora. Y a largo tiempo pensó la señora de degollar a su marido. Tanto que cierto día lo hicieron. Y la señora, con arresto, se comprome tió a sacarle la asadura y guisarla. Así hizo, y se la cenaron el zapatero y el sacristán con la mujer. Z
La que hace de Maria Dura puede alargar o acortar a voluntad esta
serie de rimas ( . Cuéllar, Segovia.
C.
VARIOS
213 LOS PRESTAMISTAS NO TIENEN ALMA Cierto día murió un caballero y, al subir al cielo, estaba de seoso de ver a un tío suyo que hacía un año que se había muerto. Llamó en una puerta, y salió un hombre con una blusa blanca y le dij o : -¿Qué busca ustez aquí? -¿Sabe ustez si está ahí mi tío? -preguntó el caballero. -¿Quién era su tío de ustez? -Don Fulano de Tal . -No, señor; aquí no está. Llame ustez a ver en esa otra puerta. Al llamar a dicha puerta, sale un señor con una barba muy larga y le dice : -¿A qué llama ustez aquí? ¿Qué se le ofrece? -A ver si está aquí un tío mío que hace un año que se ha muerto . -¿Quién era su tío de ustez? -Don Fulano de Tal. -Aquí no está. Así fue llamando a varias puertas, sin que nadie le diera razón de su tío. Al fin llamó en otra puerta, y salió un hombre con una cola muy grande y le dice : -¿Qué busca ustez por aquí? -Pues vengo a ver si está aquí un tío mío que hace un año que ha muerto y me canso a llamar en todas las puertas y nadie me da razón de él. -Y, ¿cómo se llamaba su tío de ustez? -Don Fulano de Tal.
430
AURELI O M. ESPINOSA
-No, señor; no está aquí tampoco. Dígame ustez, y, ¿qué oficio tenía su tío? -Era prestamista. -Pues, no se canse ustez en buscarle por aquí, porque los prestamistas no tienen alma. Peñafiel. Valladolid. Narrador LXX I V. 28 de abril. 1936.
214 EL HUEVO FRITO Diendo un caminante de viaje. llega a una fonda y pide a al morzar un buevo. Y distraídos el caminante y el fondista, salió aquél sin pagar el huevo . Trascurridos dos años, vuelve el caminante y pide un poco almuerzo en la misma fonda. Se lo sirvieron y lo comió el cami nante . Cuando terminó. pidió la cuenta del almuerzo, y, al pagar lo . le dice al fondista: -Desde tal fecha le debo a usted un buevo frito. Puede usted añadirlo a mi cuenta . y el fondista le dice: -¡ Hombre, al haber trascurrido dos años, habrá que sacar la cuenta! Entra en su habitación, coge su pluma, y sumando los pollos y pollas. y la utilidad de aquel huevo en dos años, le sumaba a mil quinientas pesetas . El caminante se negó a pagar tal suma, por el exceso, y el fondista entonces le dice que si no le pagaba, le demandaba. Fueron a hablar con el juez, y éste les señaló día y hora para el juicio, diciéndoles que las dos partes tenían que comparecer ante él provistas de su hombre bueno . Llegó el día del juicio . y formados el señor juez y el señor fiscal con la parte del demandante en la audiencia, entra el ca minante del huevo; pero no acude el hombre bueno del deman dado . En esto van a celebrar juicio, condenando a la parte del huevo por no comparecer con su hombre bueno con arreglo a la ley; pero en este momeno llega el hombre bueno del demandado y saluda a todos . El señor juez le manda sentarse y le díce: -Hombre, ¿cómo se descuida usted tanto? Ibamos a conde nar la parte de usted por no comparecer provistos y a su hora con arreglo a la ley.
CUENTO S PO PULARES DE CASTILLA Y LEÓN
43 1
y le dice él : -¡ Hombre, me dispense, que he estado cociendo unos gar banzos para sembrarlos ! y e l señor juez le dice: -No he oído eso nunca . ¡ Cocer garbanzos para sembrarlos ! Creo no puedan nacer los garbanzos cocidos . y le respondió el hombre bueno del demandado: -Lo mismo pueden nacer los garbanzos cocidos que el buevo, después de frito, criar pOllos o pollas . y en esto el señor juez y el señor fiscal, conociendo la razón, condenaron al fondista a gastos y perjuicios, pagando el deman dado sólo la válida del buevo frito. Pedraza de la Sierra, Segovia. Narrador VIII, 26 de marzo, 1936.
215 LOS HUEVOS FRITOS Era un caminante que llegó a casa de un posadero y le pidió de comer. Y el posadero le puso de cenar dos buevos fritos. Y al marcharse, el caminante, distraído, no se acordó de pagar la comida. El caminante tardó un año en volver por allí. Y al llegar se saludan como buenos amigos. Le pide comida otra vez, y al pa garle la cuenta de ese mismo día, le dice : -Oye, ¿no te acuerdas de que te debo dos buevos del año pasado? ¿Cuánto te debo? -¡ Cuidado! -le dice el posadero-- . Habrá que sacar la cuenta : esos buevos hubieran pOdido ser gallinas, y esas gallinas sacar otros buevos . . . En fin, le puso una cuenta de quinientas pesetas. Y cuando el caminante se negó a pagarle tal cantidad, le amenazó con llevarle a los tribunales . El caminante, asustado, se sale de allí y se en cuentra con un pastor. -¿Que te pasa, hombre, que estás muy asustado? -le dijo el pastor. -¡ Hombre! . . . ¿Sabe usted lo que me pasa? Hace un año que me comí dos buevos fritos en casa del posadero, y ahora vengo a pagárselos y me pone una cuenta de quinientas pesetas, porque
432
AURELIO M. ESPINOSA
dice que esos buevos hubieran pOdido ser gallinas, y esas gallinas sacar otros buevos . . . Y dice que me va a poner la demanda. y dice el pastor: -¡ Nada! ¡ Nada! ¡Que te la ponga! Dime a qué hora es el jui· cio, que yo te defiendo todo lo que sea. -Pues, mañana a las once te espero . Al día siguiente el juez, el posadero y el caminante se presen· tan en el juzgado. Dan las once, y no aparece el pastor. Se quedan esperándole, y se presentó a la una menos cuarto, cuando ya iban a cerrar. Entra allí. -Buenos días. -Buenos días -contesta el juez. ¿No sabe usted que no son horas de venir, que estaba citado para las once de la mañana? -Usted me dispense usía, que he estado cociendo una caldera de judías para después de que salga de aquí ir a sembrar. -¡ Hombre, en mi vida había visto otra cosa como ésta! -le dice el juez-. ¡Que las alubias, después de cocidas, vayan a nacer! y salta el pastor: -Pues, ¡eso .digo yo ! ¡Que los buevos, después de fritos, no crían pollos ni gallinas! Riaza, Segovia. 31 de marzo, 1936.
216 LA ASADURA DEL HIJO Este era un hortelano que tenía un hijo de unos dieciocho años. Y tenía una huerta propia, en la cual criaba unas berzas muy hermosas. Muchas señoras, de las que por allí pasaban, les gustaban las berzas de dícho señor. Ya fue un día y tenía una berza muy hermosa. Y el padre le dice al hijo: -Mira fulano. Esta berza tan hermosa, no la vendas, que es para cenar nosotros el día de la Nochebuena. Al día siguiente llegó una señora a la huerta y se le antojó esta berza. El chico, como le había atemorizado su padre, dijo a la señora: -Ésa no se la vendo a usted. Y la señora cogió otra. Llegó el segundo día, y fueron otras señoras. Y también se les antojó la referida berza. Pero el chico, por el temor del padre,
CUENTO S P OPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
433
tampoco se la vendió. Al tercer día, fue otra señora y también quiso la misma berza. Y el chico no quería vendérsela. Pero la señora le Ofreció unas cuantas pesetas por la berza. Y al chico le cegaron las pesetas que aquella señora le daba, y le entregó la berza. Como su padre le había dicho que no vendiese la berza, el chico no se lo dij o ; pero el padre, al siguiente día, la echó de menos. y le dijo el chico: -Padre, la vendí ayer a una señora que me dio unas cuantas pesetas . -Y, ¿no te dije que esa berza no la vendieras, porque era para nosotros? ¡Ahora mismo te mato! Y el padre, ni corto ni perezoso, se marchó a la casa de la huerta y cogió un cuchillo y mató al chico . Le sacó la asadura y se la llevó a su mujer, o sea a la madre del chico. Y la dijo: -Toma esa asadura; fríela para almorzar . -Pues, ¿dónde la has comprado? -Tú, fríela. Y la almorzaron. Después de almorzarla, la dice el marido a la muj er: -¿Qué tal te ha sabido el almuerzo? Pues, es la asadura de tu hijo. -¡ Calla, hombre ! ¿Es posible? -¡Sí! Le amenacé el otro día que no me vendiera una berza que teníamos en la huerta muy buena, y me la ha vendido. Y por eso le he matado y le he sacado la asadura. Y la madre empezó : -¡Bandido! ¡Qué has hecho con el hijo! ¡Por vender una berza! Y el padre contesta: -¡Sí, porque yo no me vendo por ningún dinero ! Palencia, Palencia. 11 de mayo, 1936.
217 LOS TRES SANTOS DE MARMOL Eran tres endividuos que, cuando iban a cenar, pasaban por una iglesia donde había tres santos de mármol. Y siempre que pasaban, les tiraban de la mamola. Y una noche, al tirarles de la mamola, les dijeron: -Esta noche os esperamos a cenar.
434
AURELIO M. ESPINOSA
A la noche siguiente volvieron a lo mismo. Y lo repitieron la tercera noche. Y a las tres noches, cuando estaban cenando, lla· maron a la puerta : -Aquí estamos los tres endividuos que nos habéis convidado a cenar. y se quedaron helados, sin saber qué les pasaba. Y tuvieron que ir a llamar al señor cura para que los bendiciera y desapare cieran de allí. Pero los otros no fueron de provecho, que murie ron del susto. Pasó en Segovia. Sepúlveda, Segovia. Narrador XIII, 1 de abril, 1936.
218 E L DIABLO Y E L BAILE San Antonio vivía como ermitaño en el campo. Y un día salió de paseo y se encontró con un hombre tumbao en el camino. Y le conoció que era el diablo y le preguntó: -¿Qué haces, mala prosapia? -Pues, descansando, porque aquel grupo, de ese baile, que ves más allá, son todos míos ya. Y por eso estoy descansando . Covarrubias, Burgos. Narrador LIV, 5 de junio, 1936.
219 DOS MONJAS QUIEREN SER CONFESORAS Eran dos monjas que fueron ande el señor Obispo a pedirle permiso para confesar, pues decían que lo más propio era con fesar las mujeres a las mujeres . Y el señor obispo les dijo que no podía ser, que las mujeres eran muy habladoras, que todo estaría en la calle. Y ellas dijon que por qué, que no, que guar darían los secretos lo mismo que los hombres. -Bueno, bueno . . . Si ustedes se empeñan, 10 miraré a ver, y ya veremos a ver si se arregla para ser ustedes confesoras. Pero antes tengo que consultarlo con el Padre Santo . Y mientras tanto van ustedes a hacerme un favor. Van a llevar una cajita, que les vay a dar, al señor Obispo de Salamanca. Se la entregan . .
CUENTO S P OPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
435
a él mismo, al mismo obispo, y le dicen ustedes que de mi parte le entregan ese regalito. y les entregó una cajita, cerrada con llave, la llave de la caja, y una esquela del objeto que llevaban, para que la entregaran con la caja. Pero les mandó que aunque les daba la llave, que no mi raran ellas la cajita ni la enseñaran a nadie. y ya ellas, por el camino, todo se les volvía: -¿Qué será? ¿Qué haremos? ¿Lo miraremos? Como llevamos la llave, lo abrimos, y no lo sabrá nadie. -Pues, i a mirarlo! Lo abrieron, y, al levantar la tapa, salió un ruinseñor y se les fue volando . Y al volárseles dice una de las monjas, ya aturdida: -¿Qué haremos ahora? ¿Le entregamos la caja al señor obispo? y dice la otra: -No tenemos otro remedio que entregársela. Si no, quedamos en una fealdad. Llegaron y entregaron la cajita al señor obispo, diciéndole: -Ahí tiene usted este regalo que nos ha dao para usted el señor obispo de tal parte. Destapó, abrió, y no había nada. -¿Qué es lo que me traen ustedes? Miró la esquela. -Pero, ahí no viene lo que dice esta esquela. y les devolvió la cajita, diciendo : -Tengan ustedes. Se la devuelvan a ese señor obispo y le digan que el objeto que pone en la esquela que no viene. Conque así 10 hizon. Le llevaron la cajita al señor obispo. y les dij o : -Pero, ¿qué han hecho ustedes, que n o ha llegao el pájaro? ¿Qué han hecho ustedes? Pues, confesaron el hecho : -Señor, que hemos tenido la debilidad de abrir la cajita, y se nos ha volao el pájaro. -¿Ven ustedes? Pues, ¿cómo van a ser confesoras si no pue den tener un secreto? Astudillo, Palencia. Narrador XXIV, 14 de mayo, 1936.
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CUENTOS DE ANIMALES
l.
1.
La raposa
y
e l sardinero
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 1, seguida de Thompson, K521.3 (Cf. el episodio final de Aarne-Thompson, núm. 36). Grupo I de Espi nosa,
CPE,
núm. 202. Thompson, K341.2, K371 . 1 , K1026, K521.3.
Aarne-Thompson, núm. 1 . Versiones hispánicas. -León:
Núms. 1 ,
Sanabria, núms. 49, 50, 5 1 , 5 2 . Cortés, Salmantinos, núme Espinosa, CPE, núms. 202, 207, 223. Díaz-Chevalier, núm. 1 .
3 , 4 . Cortés, ro
141.
-Castilla: Núm. 2 . Camarena, núms. 1 , 2, 3 . -Extremadura: Curiel, 49-50, 241-242. -Andalucía : Espinosa, Espinosa,
JAF,
CPE,
núm. 203. -Puerto Rico: Mason
XL, 3 1 3, núm. 1 ; 355, núm. 40 (Cf. Aarne-Thompson, nú
mero 1*, de los tipos rechazados ). -Estados Unidos : ( Nuevo Méjico) Espinosa, J. M. núm. 1 1 0. -Costa Rica: Lyra, 163-167. -Brasil: Camara, 251-252. Magalhaes, núm. 5 ( sólo elemento K34 1 .2 ) . Romero, 295-297, 304-305. Smith, 555-556, 558. -Catáluña: Amades, núm. 265. Versión literaria. -El episodio del lobo desollado
se halla entre
las
fábulas esópicas ( como últim�, parte de Aarne-Thompson, núm. 50) desde la primera edición de 1489 ( Extravagantes, núm. 9). Bibliografía general sa,
CPE, 111,
l.
-Boggs, núm. 1. Bolte-Polivka,
11,
1 16 . Espino
253-260.
Thompson, K52 1 .3 . Versiones hispánicas. -León: Núms. 1 , 4. -Puerto
JAF, XL, 314, núm. 1 . -Costa Rica: Lyra, 146-150. JAF, XXIX, 551-553. -Venezuela: Ernst, ZE, XX,
Rico: Mason-Espinosa, -Méjico: Mechling,
276, núm. 6. --Brasil:
Camara, 259-260, 27 1 . Magalhaes, núm. 5. Ro
mero, 294-295, 295-297, 337-338. Santa-Anna, 2 10-2 1 1 .
2.
El aceitero
y
la zorra
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. Aarne-Thompson,
núm.
73.
Grupo
I
1, seguida de una variante de de
Espinosa,
CPE,
núm.
202.
Thompson, K341.2, K62 1 . 1 Añádanse siempre, e n e l caso d e este cuento y en l o sucesivo, todas las referencias citadas en la sección de Análisis.
AURELIO M. ESPINOSA
448
Aarne-Thompson, núm. 1. Véase Núm. 1 . Aarne-Thompson, núm.
73. Versiones hispánicas. -León:
JAF,
-Castilla: Núm. 2. -Colombia: Mason, nezuela:
Ernst,
ZE,
XX 275, núm. 3. -Chile :
núm. 2 0 . Pino, núm. 228. 78-79. AFA( P), 71.
RCHG,
-Brasil:
Núm.
124.
XLIII, 218, núm. 4. -Ve Laval,
Cuentos,
I,
LXII, 209-212. -Argentina : : AFA(A),
Magalhaes, r,úm.
Romero, 3 1 0-314.
5.
Smith, p. 549.
El lobo y la zorra
3
Análisis. -Aarne-Thompson, núm.
1 , seguida de una variante de
Aarne-Thompson, núm. 2. Grupo III de Espinosa,
CPE,
núm. 202. Thomp
son, K341.2, K37 1 . 1 , K102 1 .2. Aarne·Thompson, núm. 1. Véase Núm. 1 . Aarne-Thompson, núm. 2 . Versiones hispánicas. -Asturias :
FA,
233. -León: Núms. 3, 4. Cortés,
núm. 223. -Castilla:
Sanabria,
Núm. 54. Camarena, núms. 2, 3. Espinosa,
nÚIDs. 209, 2 1 1 . -Andalucía : Espinosa, Mason-Espinosa,
Cabal,
49, 50, 5 1 . Espinosa,
JAF,
CPE,
CPE, CPE,
núm. 203. -Puerto Rico:
XL, 355, núm. 40. -Cataluña:
Amades, núme
ros 263, 304. Versión literaria.
-Fábulas de Esopo
( 1489 ), Extravagantes, núm. 9,
así como en ediciones posteriores. Bibliografía
generaL
-Boggs ,
( Grimm, núm. 7 3 ) . Espinosa,
El de las mangas
4.
y
CPE,
núm.
III
II,
1 1 1-117
el capiruchuelo
Análisis. -Aarne·Thompson, núms. K52 1 .3. Grupo
Bolte-Polívka,
2.
III, 253·260.
de Espinosa,
CPE,
1,
2, 50 Y 5, con Thompson,
núm.
202. Thompson, K34 1 .2 ,
K37 1 . 1 , K102 1 .2, B240.4, K96 1 , K52 1 .3, K543. Aarne-Thompson, núm. 1. Véase Núm. 1 . Aarne-Thompson, núm. 2 . Véase Núm. 3 . Aarne-Thompson, núm. 50. Versiones hispánicas. -Asturias : Ampu dia,
CA,
núm. 174. León: Núm. 4. Cortés,
Espinosa,
CPE,
Sanabria,
núms. 210, 2 1 1 . -Méjico:
-Estados Unidos:
núm. 53. -Castilla :
Mechling,
JAF,
XXV, 203.
( Nuevo Méj ico) Rael, núm. 394. ( Colorado ) Rael,
número 367. -Cataluña : Amades, núm. 275. Versiones literarias. -Calila e Dymna (BAE, LI, p. 56). Libro de Buen Amor, estrofas 892-903. Fernando del Pulgar, Letra XXIII. Fábulas de Esopo (489), III, 20; IV, 1 2 ; Extravagantes, núm. 9. Sebastián de Mey, Fabulario, núm. 50. Timoneda, Patrañuelo, núm. 1 7 . Tirso de Molina, El pretendiente al revés, I, xii. Samaniego, Fábulas, IV, 25.
CUENTOS P OPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
449
Bibliografía general. -Boggs, núm. 50. Chevalier, núm. 4. Espinosa,
CPE,
III, 276-282.
Aarne-'l'hompson, núm. 5. Véase Núm.
6.
Thompson, K521.3. Véase Núm. 1 .
5.
El lobo y los diablos enra11Uldos Análisis. -Thompson, J2066, K521.3, K641 , K1710, K2320.
6.
La zorra y el galgo Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 5, precedida de Thompson, K522
(Cf. Aarne-Tilompson, núm. 33). Thompson, K522, K543. Aarne-Thompson, núm. 5 . Versiones hispánicas. -León: -C�tilla: Núm. 6. Camarena, núms. 4, 8. Espinosa,
CPE,
Núm. 4.
núms . 257,
267. -Extremadura: Cf. Curiel, 33-34. -Salito Domingo: Andrade, nú mero 244. - Puerto Rico: Mason-Espinosa, lombia: Mason,
JAF,
JAF,
XL, 326, núm. 6. -Co
XLIII, 218, núm. 4. -Chile : Laval,
Cuentos, 1,
nú
mero 19. Pino, núms. 228, 229. -Argentina: AFA(A), p. 78. Di Lullo( 257259. -Brasil:
Hartt, 29-30. Romero, 305-306, 310-314. -Cataluña: Ama
des, núm. 274. Bibliografía general. -Boggs, núm. 5. Bolte-Polívka, n, 1 1 7 , nota 2. Espinosa,
7.
CPE,
lII, 291-296 ( Elemento E ), 397-400 (Elemento F), 432-433 .
E1 lobo que11Uldo vivo Análisis. -Una variante de Aarne-Thompson, núm. 122; el episodio
final recuerda la conclusión de Aarne-Thompson, núm. 8. Thompson, K550, K553 . 1 , K1020, K186.0; eL K1013.2. Aarne-Thompson, nÚh
•.
122. Véase Núm. 30.
Episodios sueltos de Núm. 7 ocurren en varios cuentos hispánicos. Cf. Estados Unidos: -Chile : Lenz,
( Colorado) Rael, núm. 381 (el episodio iniciaD.
Est. Ar.,
VI, núm. 12 (el fingirse muerto para atraer a los
animales ) . Se quema al lobo (o al coyote ) en multitud de cuentos, espe cialmente hispanoamericanos, pero ninguno reproduce los incidentes del Núm. 7.
8.
La
mariquita y la zorra
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 9 ; para los episodios finales, cf. la conclusión de Aarne-Thompson, núm. 56 B, Y elementos de Aarne Thcimpson, núm. 1 525. Thompson, K171.2, K91 1 , K341 .5 .
AURELIO M. ESPINOSA
450
Versiones hispánicas. -León :
Núm.
1 1 . Cortés,
Salmantinos,
nú
mero 142. -Castilla: Núms. 8 , 9, 10. Camarena, núm. 5. -Extremadu ra: Curiel, 54-55 (el galgo en la paja), 330-332. -Andalucía: FCaballero, COAR, p. 59. Larrea, núm. 35. Cf. Espinosa,
CPE,
núms. 228, 229 ( ambas
terminan con una carrera para determinar cuál ha de llevarse la co secha:
Boggs, núms.
*278A, 275 * A). -Puerto Rico:
Mason-Espinosa,
JAF, XL, 316, núm. 2. -Portugal : Athaide, II, núms. 252, 326 ( mezclada con Boggs, núm. 275 *A). Consiglieri,
RHi,
XIV, 127, núm. 8 (sólo K341 .5).
-Cataluña : Amades, núm. 3 1 .
9.
La pajarilla y la zorra Análisis. -Versión de Núm. 8. Thompson, K171.2, K91 1 . Versiones hispánicas. -Véase Núm. 8 .
10.
La zorra y la cigüeña siembran Análisis. -Versión de Núm. 8. Thompson, K171 .2, K9 1 1 . Versiones hispánicas. -Véase Núm. 8 .
11.
La regallarona y la raposa Análisis. -Versión de Núm. 8 . Thompson, K171.2, K91 1 . Versiones hispánicas. -Véase Núm. 8.
12.
Principiéle Análisis. - Aarne-Thompson, núm. 1 5 . Tipo I de Espinosa,
CPE,
nú
mero 214. Thompson, K372, K401 . 1 . Versiones hispánicas. -Asturias : Ampudia, CA, núm. 164. Cabal, FA, p. 169. -León: Núms. 12, 1 3 . Cortés,
Sanabria,
núm. 48. Espinosa,
CPE,
número 214. -Castilla: Camarena, núm. 6. -Extremadura: Curiel, 134136. -Andalucía: FCaballero, COAR, 6·10. -Puerto Rico : Arellano, nú mero 108. -Estados Unidos:
< Colorado ) Rael, núm. 402. -Portugal :
Athaide, II, núm. 263. Braga, II, núm. 146. -Brasil: Gomes, I, 40-42. -Islas de Cabo Verde: Parsons,
Cape Verde,
I, núms. 24 (sólo K40 1 . 1 ),
124. -Cataluña : Alcover, I, 256-268. Amades, núm. 269. Bibliografía general. -Boggs, núm. 15. Bolte-Polívka, I, 9-13 (Grimm, número 2 ) . Espinosa,
CPE,
III, 291-296.
CUENTO S PO PULARES DE CASTILLA Y LEÓN
451
Mío Empecéme
13.
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 15, con una variante de Aarne Thompson, núm. 1004. Tipo lB de Espinosa,
CPE,
núm. 214. Thompson,
K372, K404 . 1 . Aarne-Thompson, núm. 1 5 . Véase Núm. 12. Aarne-Thompson, núm. 1004. Véase Núm. 280.
14.
El lobo cae en el pozo
Análisis. -Una variante de Aarne-Thompson, núms. 30-35. Tipo lIlA de Espinosa,
CPE,
núms. 206, 207. Thompson, K1040; cf. Id., K1020.
Versiones hispánicas. -Núm. 14 aparece como versión única del Tipo lIlA, citado arriba; presenta, sin embargo, puntos de contacto con el Tipo Il de la misma clasificación, del cual hay versiones hispano americanas : Méj ico: Radin-Espinosa, núm. 65. Wheeler, núms. 187, 188. -Estados Unidos:
15.
( Nuevo Méj ico) Rael, núm. 374.
La zorra y el oso
CPE,
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 32. Tipo lB de Espinosa, números 206, 207. Thompson, K65 1 . Versiones hispánicas. -Asturias : mero 1 5 . Espinosa, tremadura: Unidos :
Cuentos,
CPE,
195-196. -Méj ico:
Curiel,
( Nuevo Méj ico) I, núm.
Cabal, FA,
1 8 1-183. -León :
Nú
núms. 206, 207. Díaz-Chevalier, núm. 4. -Ex Wheeler, núm.
Espinosa, J. M., núm.
19. -Portugal:
Coelho, núm.
189. -Estados
107. -Chile : 8
=
Laval,
Caróchinha,
nú
mero 7. -Cataluña : Alcover, IV, 158-160. Amades, núm. 263.
-Disciplina clericalis, núm. 23. Libro de los Libro de los gatos, núm. 14. Fábulas de Esopo
Versiones literarias .
enxemplos,
núm. 307.
( 1489), Collectas, núm. 9, así como en ediciones posteriores. A. de True ba,
Cuentos popUlares
( Leipzig, 1885 ), 91-97.
Bibliografía general. -Boggs, núm. 32. Blte-Polívka, Il, 1 1 6. Espino sa,
16.
ePE,
III, 264-272.
La picaciña y los picaciños Análisis. -Aarne·Thompson, núm. 56A, con una variante de Aarne
Thompson, núm. 6. Tipo Il de Espinosa, son, K1700, K561 . 1 .
CPE,
núms. 258, 259. Thomp
452
AURELIO M. ESPINOSA
Aarne-Thompson, núm. 56A. Versiones hispánicas . -León: Núms. 17,
Salmantinos, núm. 148. Díaz-Chevalier, núm. 5. Espinosa, CPE, núm. 258. -Castilla: Núms. 1 6 , 18. Camarena, núms. 8, 9. Espino sa, CPE, núm. 218 ( combinada con Aame-Thompson, núm. 225). -Ex tremadura: Curiel, 45-47, 154-155. Méjico: Storm, TFSP, XII, 8- 1 1 . -Es 19, 20. Cortés,
tados Unidos :
BDR,
( Colorado ) Rael, núm. 369. ( Nuevo Méj ico ) �pinosa,
IV, 101-103
=
JAF,
Id.,
XXVII, 137, núm. 1 7 . �pinosa, J. M., nú
1, núm. 120.- -Brasil: -CaliZa e Dymna (BAE, LI, p.
mero 105. -Portugal : Athaide, Versiones literarias.
Camara, 254-255. 78). Cf.
Lucanor,
número 1 2 ( sólo K1700 ). Bibliografía general. -Aarne-Thompson, núm. 56. Espinosa,
111,
CPE,
400-410.
Aame-Thompson, núm. 6. Versiones hispánicas (sin los demás epi sodios de Aame-Thompson, núm. 56A). -León: núm. 1 39. Cortés, Espinosa,
CPE,
Sanabria,
Salmantinos,
Cortés,
núm. 56. Díaz-Chevalier, núm. 3. -Castilla :
núm. 259. -Puerto Rico: Mason-Espinosa,
JAF,
XL, 358,
núm. 48 . -Méjico : Radin-Espinosa, núm. 77. Wheeler, núm. 216. -Esta dos Unidos : (Nuevo Méjico ) Espinosa,
JAF
XXVII, 143, núm. 29. -Ar
11, Est. phil. mi., 11,
gentina : Di Lullo, p. 257. -Portugal : Braga,
RHi,
XIV, 129, núm. 9. Leite,
núm. 243. Consiglieri, 3 1 9, núm. 5 . -Brasil :
Camara, p. 238. -Islas de Cabo Verde: Parsons,
Cape Verde, 1,
núm.
1 1 0. -Cataluña : Amades, núm. 309.
-Fábulas de Esopo Fábulas, VI, 4.
Versiones literarias. mero 3. Samaniego,
( 1 489), Extravagantes, nú
Bibliografía general. -Boggs, núm. 6 . Bolte-Polívka, 238-239. Espinosa,
17.
CPE, 111,
11,
207. Camara,
400-410.
La cigüeña y los cigüeñitos Análisis. -Versión de Núm. 1 6 . Tipo
11
de Espinosa,
CPE,
núms. 258,
259. Thompson, K1700, K56 1 . 1 . Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 1 6 .
18.
La mariquita y sus polluelos Análisis. -Versión de Núm. 16. Tipo
11
de Espinosa,
CPE,
259. Thompson, K1700, K56 1 . 1 . Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 16.
núms. 258,
CUENTO S POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
El águila
19.
y
453
la zorra
Análisis. -Versión de Núm. 16. Tipo I I de Espinosa,
CPE,
núms. 258,
259. Thompson, K1 700, K561 . 1 . Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 16.
¡Juan Pin, alcaraván comi!
20.
la situación inicial al
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 56A, con
terada, tal vez por influencia de Aarne-Thompson, núm. 62. Tipo II de Espinosa,
CPE,
núms. 258, 259. Thompson, K1700, K56 1 . 1 .
Aarne-Thompson, núm. 56A. Véase Núm. 1 6 . Aarne-Thompson, núm. 62. Véase Núm. 24;
La zorra
21.
y
la cigüeña
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 60, seguida de Aarne-Thompson, número 225. Tipo lIlA de Espinosa,
CPE,
núms. 21 8-220. Thompson,
J1565. 1 , K104 l . Aarne-Thompson, núm. 6 0 . Versiones hispánicas. -León: Núm. 23.
Salmantinos,
Cortés,
núms. 144, 145, 147. Cortés,
Díaz-Chevalier, núm. 6. -Castilla: -Extremadura: Espinosa,
CPE,
Sanabria,
núm. 54.
Núms. 21, 22. Camarena, núm. 1 3 .
núm. 219. -Andalucía: Espinosa,
CPE,
número 220 ( alterada). Larrea, núm. 34. -Puerto Rico: Mason-Espino sa,
JAF,
XL, 380, núm. 77. -Estados Unidos : ( Colorado) Rael, núm. 377.
(Nuevo Méjico) Rael, núm. 378. -Portugal : Athaide, 1 , núm. 1 99. Bar bosa,
RLu,
XVIII, 2 13, núm. 14. Coelho, núms. 7, 8
meros 6, 7. Leite,
Est. phil. mir.,
=
Caróchinha,
nú
I1, 3 1 9 , núm. 4. -Brasil: Romero, 249-
250, 291-293. -Cataluña: Amades, núms. 315, 5 1 7 . Versión literaria.
-Fábulas de Esopo
( 1 489 ), I1, 1 3 .
Bibliografía general. -Boggs , núm. 6 0 . Chevalier, núm. 10. Espinosa,
CPE,
I1I, 305-3 10.
Aame-T?lompson, núm. 225. Versiones hispánicas. -Asturias:
pudia,
CA,
núm. 172. - León : Núm. 23. Cortés,
Salmantinos,
Am
núms. 143,
144, 145, 146, 147, 148. Díaz-Chevalier, núm. 6. -Castilla: Núm. 22. Cama rena, núms. 1 1 , 15. Espinosa,
CPE,
CPE,
núm. 218. -Extremadura: Espinosa,
núm. 2 1 9 . -Andalucía: Larrea, núm. 34. Espinosa,
CPE,
núm. 220.
-Santo Domingo : Andrade, núm. 244. -Puerto Rico : Mason-Espinosa,
JAF,
XL, 367, núm. 6 1 . -Estados Unidos:
-Costa Rica: Noguera, 34-35. -Argentina: D i Lullo, p. 259. -Portugal: Barbosa,
RLu,
(Colorado ) Rael, núm. 377.
AFA(A ),
85-86.
AFA(P),
p. 8 l .
XVIII, 2 1 3 , núm. 1 4 . Coelho,
454
AURELIO M. ESPINOSA
número 7
=
Car6chinha,
núm. 6. -Brasil:
Camara, 344·345. Romero,
245·246, 290·29 1 . Santa-Anna, 192-193, 203. -Cataluña:
Amades, núme
ros 307, 517.
-Calila e Dymna (BAE, LI, p. 31) (Thompson, Libro de los gatos, núm. 1. Fábulas de Esopo ( 1489), 1, 1 4 . O livro de Esopo ( siglo xv). 1 , 14. Samaniego, Fábulas, Il, 5 ; IV, 1 1 . Versiones literarias.
J2357 ).
Bibliografía general-o -Boggs, núm. 225. Camara, 345-346. Chevalier, número 23. Espinosa,
CPE,
IIl, 305-3 1 0 2•
Si de ésta salgo y no me muero . . .
22.
Análisis. -Versión de Núm. 2 1 . Tipo lIlA de Espir:.::: ? ,
CPE,
núme
ros 2 1 8-220. Thompson, J 1 565.1, K104 1 . Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 2 1 .
La zorra y la cigüeña
23.
Análisis. -Versión de Núm. 2 1 . Tipo lIlA de Espinosa, CPE, nú meros 21 8-220. Thompson, JI565.1, K104 1 . Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 2 1 .
Catalina, la zorra
24.
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 62, seguida de Aame-Thompson, número 135A* y Aarne-Thompson, núm. 1 6 1 . Tipo número 225, seguido de Tipo III de
CPE,
1
de Espinosa, CPE,
núm. 224. Thompson, J142 1 ,
J864 . 1 , K231 5 . Aarne-Thompson, núm. 6 2 . Versiones hispánicas. -Asturias : Ampu.
FA, p. 234 (Boggs, núm. 61 *A). -León: Nú Sanabria, núm. 56. -Castilla: Camarena, núms. 14, 1 5 . -Andalucía: Espinosa, CPE, núm. 2 2 5 . -Méjico: Radin-Espinosa, nú mero 93 ( alterada). -Estados Unidos: (Nuevo Méjico) Espinosa, JAF, XXVI, 1�3, núm. 29. ( Colorado) Rael, núm. 370. -Chile: Lenz, Est. Ar., VI, núm. 1 1 . -Portugal : Athaide, 1, núm. 6. Braga, II, núm. 248. dia,
CA,
núm. 184. Cabal,
mero 24. Cortés,
2
En una variante de Aarne-Thompson, núm. 225, el animal llega al cielo
y se cuando trata de . bajar por una soga, o el cuento consiste en la tentativa
de llegar al cielo por una soga (o árbol) que es cortada por Dios o por alguna ave. Puerto Rico : Mason-Espinosa, JAF, XL, 337, núm. 22; 370, núm. 66. -Chile: Lenz, Est. Ar., VI, núm. 12. -Argentina: Di Lullo, p. 250. -Islas de Cabo Verde: Parsons, Cape Verde, I, núms. 4, 5.
CUENTO S P OPULARES DE CASTILLA Y LEÓN
Caróchinha, núm. 6. Consiglieri, RHi, XIV, 127, nú 242-244. -Cataluña: Amades, núms. 311, 322. Versiones literarias. -Fábulas de Esopo ( 1489), IlI, 8, así como en ediciones posteriores. Cf. Lucanor, núm. 12. Samaniego, Fábulas, lI, 9; IV, 14. Bibliografía general . -Boggs, núm. 62. Bolte-Polívka, lI, 207. Espi nosa, CPE, IlI, 321-327. Aame-Thompson, núm. 135 * . Versiones hispánicas. -Asturias : Ampudia, CA, núm. 168. -León: Núm. 24. Espinosa, CPE, núm. 224. -Extremadura: Curiel, 33-34. -Argentina: Di Lullo, p . 263. -Cataluña: Amades, núm. 488.
Coelho, núm. mero
8.
7
455
=
-Brasil: Camara,
Versiones literarias. -Las fábulas literarias de Hartzenbusch y de Federico Muntadas, citadas en Espinosa,
CPE, IlI, 320-321 . 1 8 . Espinosa, CPE,
Bibliografía general. -Chevalier, núm.
IlI,
319-
321. Aame-Thompson, núm.
25.
CA,
núm.
La zorra y
161.
161.
Versiones hispánicas. -Asturias:
Am
24. -Cataluña: Amades, núm. 312. Versiones literarias. -Fábulas de Esopo ( 1489), IV, 3, así como en ediciones posteriores. Sebastián de Mey, Fabulario, núm. 36. Bib1iografía general. -Chevalier, núm. 20. Espinosa, CPE, IlI, 310319 (Tipo V, Elemento cn
pudia,
las
-León: Núm.
uvas
Análisis. -Aame-Thompson, núm.
59.
Thompson,
Núm.
25.
J871 . CPE,
núm. 226. 12, 15. -Portugal: Athaíde, lI, núm. 353. Versiones literarias. -Fábulas de Esopo ( 1489), IV, 1, así como en ediciones posteriores. Sebastián de Mey, Fabulario, núm. 9. Samaniego, Fábulas, IV, 6. Timoneda, "Amphitrión", en Obras, 1, p . 42. Lope de Vega, "Los embustes de Fabia", en Obras ( Nueva edición ), V, p . 76b. Bibliografía general. -Chevalier, núm. 9. Espinosa, CPE, lII, 327-330. Versiones hispánicas. -León:
Espinosa,
-Castilla: Camarena, núms.
26.
El oso, el lobo y la zorra 80A*. J1451, B841.1;
CPE, J81 1 .1.1. Versiones hispánicas. -Asturias: Espinosa, CPE, núm. 269. -León: Número 26. Espinosa, CPE, núm. 268. -Castilla: Núm. 27. Camarena, número 16. -Extremadura : Curiel, 42-44, 95-97, 242-244 ( todas con al teraciones). -Andalucía : Espinosa, CPE, núm. 270. Bibldografia general. -Espinosa, CPE, IlI, 434-440. Análisis. -Aame-Thompson, núm.
números
268-270.
Thompson,
Tipo III de Espinosa, cf.
AURELIO M. ESPINOSA
456
El lobo
27.
y
las zorras
Análisis. -Versión de Núm. 26. Tipo III de Espinosa,
CPE,
núme
ros 268-270. Thompson, J145 1 , B84 1 . 1 ; cf. J8 1 1 . 1 . 1 . Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase núm. 26.
El asno y el león
28.
Análisis.
-Aarne-Thompson,
núm.
103C· ,
con
una
variante
de
Aarne-Thompson, núm. 1 1 8 . Para las apuestas, cf. Aarne-Thompson, nú meros 1060-1 1 14 . Thompson, B240.4, K30, K70, N620, J2351 .4, K713 . 1 .2 . Versiones hispánicas. -León: Núm. 28. -Castilla: Espii.nosa, núm. 249. -Andalucía: Espinosa,
CPE,
CPE,
núm. 250. -Méjico: Wheeler, nú
meros 206, 207 ( ambas alteradas ). -Estados Unidos : ( Colorado) Rael, números 395, 396. -Chile:
Pino, núm. 235. -Cataluña:
Amades, nú
mero 329. Bibliografía general. -Bol.te-Polívka, III, 74, 75 nota 2, 77. Espinosa,
CPE,
111, 276, 363-367 (Grupo 11).
El lobo y la zorra
29.
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 120. Thompson, K52 . 1 . Versiones hispánicas. -León: Cortés, Número 29. -Brasil :
Barroso, p. 4 1 5
Sanabria,
=
núm. 2 4 . -Castilla:
Cámara, p. 300. -Cataluña:
Amades, núm. 268. Versión literaria.
-Libro de los enxemplos,
núm. 347 ( donde se
atribuye el ejemplo a Trogo Pompeyo ) . Bibliograffa general. -Cámara, 300-301 .
30.
El lobo madrugador
Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 122A. Tipo I de Epinosa, CPE, 199. Thompson, J2066.4, K566, K579.5.1 . , K55 1 . 1 , K55 1 . 8 ; cf.
número K561.2.
Versiones hispánicas. -Asturias: Ampudia, CA, núm. 1 59 . Cabal, FA, 172-174. -León: Núm. 3 1 . Cortés, Salmantinos, núm. 134. Cortés, Sanabria, núms. 20, 22, 46, 47. Espinosa, CPE, núm. 199. -Castilla: Nú mero 30. Camarena, núm. 18. Espinosa, CPE, núms. 200, 201. -Extre madura: Curiel, 139-1 4 1 , 283-284. -Andalucía : Espinosa, CPE, núme ro 204. -Puerto Ric.o : Mason-Espinosa, JAF, XL, 380, núm. 78; 3 8 1 , nú-
CUENTO S P O PULARES DE CASTILLA Y LEÓN mero 79. -Estados Unidos : ( Nuevo Méjico) Espinosa, número 17. -Chile: Pino, núm. 234. -Portugal : Dias,
JAF, RLu,
457 XXVII, 137, XIV, 56, nú
mero 2. -Cataluña : Amades, núms. 272, 299. Versiones literarias.
-Fábulas de Esopo
( 1 489 ), Extravagantes , nú
Libro de buen amor, estro fas 766-779. Samaniego, Fábulas, V, 2. O livro de Esopo ( siglo xv), nú mero 28. R. Lull, The Book 01 the Beasts ( traducción de E. Allison mero 10, así como en ediciones posteriores.
Peers, London, 1 927), 45·46. Algunos de los elementos de este cuento se hallan también como cuentos independientes o forman parte de otros cuentos. Thompson, K579.5 . 1 . Versiones hispánicas. -Puerto Rico, Mason Espinosa,
JAF,
XXXV, 18, núm. 62. -Méj ico: Storm,
Versión literaria.
-Calila e Dymna (BAE,
TFSP,
XIV, 21-24.
LI , p . 23) (J624.1 ).
Thompson K566 se relaciona con K 1 1 2 1 , de Aame-Thompson, nú
-Fábulas de Esopo ( 1489 ) , III, 2; Ex Libro de buen amor, estrofas, 298-302. Sebastián
IT.ero 47B. Versiones literarias. travagantes, núms. 1 , 10. de Mey,
Fabulario,
núms. 22, 27.
Bibliografía general. -Boggs, núms. 122, 122 A, 122 C. Bolte-Polívka, II, 206-210 (Grimm, núm. 86). Espinosa,
31.
CPE,
III, 245-252.
El lobo malo
Análisis. -Versión de Núm. 30. Tipo
1
de Espinosa,
CPE,
núm. 199.
Thompson, K55 1 .8, K566, K579.5.1. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 30.
32.
La cabra y sus chivitos Análisis. -Aame-Thompson, núm. 123. Tipo V de Espinosa,
CPE,
número 212. Thompson, K1893. 1 , K1832, K3 1 1 .3, F91 1 .3, F9 13, Q426. Versiones hispánicas. -Castilla: mero 2 1 . -Aragón: Larrea,
COAR,
RDTP,
Núms. 32, 33, 34. Camarena, nú
III, 296-297. -Andalucía: FCaballero,
50-52. -Puerto Rico: Mason-Espinosa,
JAF,
XL, 348, núm. 35.
-Estados Unidos: ( Nuevo Méjico) Espinosa, J. M., núm. 1 14. -Catalu
ña: Amades, núms. 279, 296, 297. Maspons, III, 1 34-140. Bibliografía general. -Bolte-Polívka, 1, 37-42 ( Grirnm, núm. 5 ). Es pinosa, CPE, III, 283-291 ( Grupo tercero, Tipo V ).
AURELIO M. ESPINOSA
458
33.
Los siete cabritos
Análisis. -Versión de Núm. 32. Tipo V de E