Cuentos populares de Castilla y León [2]

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AURELIO M. ESPINOSA,

hijo

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN Tomo 11

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN Tomo II

BIBLIOTECA DE DIALECTOLOGÍA Y TRADICIONES POPULARES

XXIII

Director Luis Calvo Calvo, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Secretaria Cristina Sánchez-Carretero, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Comité Editorial Yolanda Aixela Cabré, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Antonio Cea Gutiérrez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Celeste Jiménez de Madariaga, Universidad de Huelva Carmen Ortiz García, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Lloreny Prats i Canals, Universitat de Barcelona Francisco Xavier Roigé Ventura, Universitat de Barcelona Luis Ángel Sanchez Gómez, Universidad Complutense de Madrid Beatriz Santarnaría Campos, Universitat de Valencia

Consejo Asesor 1.1aría Jesús Buxó Rey, Universitat de Barcelona Paloma Díaz Mas, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Miguel Lisbona Guillén, Universidad Nacional Autónoma de México-Chiapas Joan Prat i Carós, Universitat Rovira i Virgili Ricardo SanmartínArce, Universidad Complutense de Madrid

AURELIO M. ESPINOSA, hijo

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN Tomo II

Segunda reimpresión

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTíFICAS MADRID, 2016

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almace­ narse o transmitirse en manera alglllla por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informá­ tico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva respon­ sabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.

Primera edición: 1988 Primera reimpresión: 1997 Segllllda reimpresión: 2016

Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es EDITORIAL CSIC:

http://editorial.csic.es(correo:[email protected])

GOBIERNO DE

ESPAÑA

MINISTERIO DE ECONOMfA y COMPETITIVIDAD

I!CSIC

© CSIC © Herederos de Aurelio M. Espinosa

ISBN: 978-84-00-06439-6 (obra completa) ISBN: 978-84-00-06818-9 (tomo

11)

e-ISBN: 978-84-00-10097-1 (obra completa) e-ISBN: 978-84-00-10098-8 (tomo

11)

NIPO: 723-16-007-6 e-NIPO: 723-16-008-1 Depósito Legal: M. 37.600-1997 Impresión y encuadernación: Cofás, S. A Impreso en España.

Printed in Spain

En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a

llll

cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

proceso de blanqueado ECF,

ADVERTENCIA

Los dos tomos que componen esta obra tienen el interés de presentar un aspecto de la tradición popular de Castilla y León vigente hace exactamente medio siglo. Al emprender mis excur­ siones en la primavera de 1 936, mi intento era limitar mis inves­ tigaciones a las provincias de Castilla la Vieja. Nos extrañaba a los estudiosos del cuento popular que las colecciones de cuentos tradicionales procedentes de una región tan importante como la castellana fuesen tan pobres en comparación con las de otras partes de la Península. Esto explica la relativa escasez de ejem­ plos leoneses en mi colección. La mayor parte de las versiones proceden de las provincias de Castilla la Vieja, y las versiones que identifico como leonesas proceden principalmente de partes de las provincias de Palencia y Valladolid, que pertenecían anti­ guamente al Reino de León

1.

Como en el tomo primero, he tratado de ordenar los cuentos de acuerdo con los sistemas de Aarne-Thompson y Stith Thomp­ son. A pesar de los esfuerzos del profesor Thompson por incor­ porar los cuentos españoles a la nueva revisión de su obra (1961) no puede decirse que los resultados son completamente satisfac­ torios. La clasificación de Aarne-Thompson está basada mayor­ mente en colecciones de cuentos finlandeses, escandinavos y ale­ manes y en numerosos casos los cuentos hispanos análogos di­ fieren en aspectos importantes de los tipos establecidos en la clasificación de Aarne-Thompson. Más del treinta por ciento de las versiones de mi colección, por ejemplo, son «variantes» de los tipos de dicha clasificación o no tienen paralelos en ella 2. La

1

En este tomo pongo el nombre y edad deI narrador ( o de la narra­

dora) al final de cada cuento. Se evita así el tener que recurrir al tomo primero en busca de tales datos. 2

En unos cuantos casos indico mi desacuerdo

con

la

clasificación

en

Aarne-Thompson reteniendo la clasificación sugerida por Boggs. Es difícil a veces llegar a una decisión segura 80bre la clasificación de algún cuento

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ADVERTENCIA

solución es obvia: se necesitan nuevos índices de los cuentos es­ pañoles que pongan de manifiesto la riqueza, variedad e interés de los cuentos populares en el mundo hispánico. Espero que esta obra sirva de aliciente para la preparación de tales índices. En cuanto a las anotaciones sobre la difusión de los cuentos recogidos, seré el primero en afirmar que las referencias son muy incompletas. Lamento no haber consultado otras coleccio­ nes, pero se ha demorado ya demasiado la pUblicación de la co­ lección. Queda para otras la labor de enriquecer y refinar las re­ ferencias. Aurelio M. Espinosa, hijo Stanford University, Calüornia.

27 de mayo de 1987.

determinado. Y, claro, hay cuentos españoles que no tienen paralelos en los estudios citados.

TEXTOS

V CUENTOS NOVELESCOS

A.

SE GANA LA MANO DE LA PRINCESA (O DEL REY)

B.

FIDELIDAD E INOCENCIA

C.

LA MUJER DOMADA

D.

LOS BUENOS PRECEPTOS

E.

EL MUCHACHO LISTO

F.

CUENTOS DE ADIVINANZAS

G.

VARIOS

A.

SE GANA LA MANO DE LA PRINCESA (O DEL REY)

220 EL ACERTIJO DEL PASTOR Éste era un pastorcito que vivía con su madre y era un poco tonto. Y la reina echó bando diciendo que el que sabía acertijos que fuese a palacio y el que la dijera un acertijo que ella no pu­ diese acertar, que se casaba con él. Y entonces el chico aquel dijo a su madre que. él iba a decir un acertijo a la reina. Y su madre decía: -Pero, ¿adónde vas a ir tú, tonto, con lo tonto que eres? Tos se van a reír de ti.

y él dijo que sí, que él se iba; que le haría una torta para lle­

var. y su madre se la hizo; pero la hizo envenenada.

Se marchó el pastorcito de casa con una burra que tenía, que se llamaba Panza. Y en el camino la echó un pedazo de torta a su burra, y se reventó. Y fueron tres grajos a comer de ella y re­ ventaron también, y los cogió. Y andando, se tropezó con una cueva de ladrones. Algunos de ellos le querían matar; pero otros decían que no, porque traía carne para cenar. Y todos cenaron, y él no quiso cenar y reventaron todos. Cogió el dinero que tenían y una escopeta y se puso en cami­ no. Iba por un monte y se le disparó la escopeta y mató una lie­ bre. Se llegó por una iglesia que había y quemó el misal y el atril y asó la liebre. Ya pasó por un puente, y debajo del puente estaba el río y debajo del río las ranas cantando. Y ya llegó a palacio. Llamó y le mandaron subir. Decía que él iba a decir un acertijo a la reina, y ella le mandó que lo dije­ se. Y empezó a decirla: -Torta mató a Panza; siete. Fui por un monte;

Panza mató a tres;

maté lo que no vi;

tres mataron a

fui a una iglesia;

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comí carne en letra de Dios consagrada. Fui por un duro; deba· jo del duro había un blando y debajo del blando muchos sacris­ tanes cantando. ¿Qué cosita es? La reina se puso a cavilar. Le dijo muchos casos, y no era lo que él decía. Y él la decía: -¡Ya eres mía, reina! ¡Ya eres mía! -Pero, hombre, aguárdese, que estoy cavilando a ver. -¡Que no aciertas, que eres mía! -Pues, mira, vuelves mañana, que esta noche ya pensaré a ver si acierto lo que me has dicho. Decían los pajes: -Pero, por Dios, ¿cómo se va usted a casar con ese tonto? Ya le puede usted dar dinero para que se marche a su casa. Y al día siguiente volvió. -¿Qué, has acertao ya, reina?

¿Has acertao ya?.. Ya eres

mía, ya eres mía, que no aciertas. Ya le dio no sé cuanto. Y le dijo que la diese un término de un año para acertar, y que se marchara a su casa. Y llegó a su casa muy contento, diciendo a su madre: -¿Ve usted, madre? ¿Ve usted, madre, cómo he traído mu­ cho dinero y me casaré con la reina? Y colorín colorao, este cuento se ha acabao. Peñaranda de Duero, Burgos.

Priscila Pastor.

18 de julio, 1936.

64 años.

221 LA ADIVINANZA DEL PRíNCIPE NONATO Érase un rey que se casó con una princesa, la cual, al hacer­ se madre, no pudo dar a luz el primer infante que tuvieron de matrimonio. Y como no pudo dar a luz, tuvieron que extraérse­ le y salió un hijo nonato. Y el dicho rey, a los dos años, volvió a contraer matrimonio. Y la segunda mujer empezó por no tener cariño al hijastro. Tra­ taba siempre de ver si podía quitarle· de su vista. Llegó a tener la edad de 19 años, y le armaron de caballero. Y al armarle de caballero, dijo a su padre que quería tener y montar un caballo que no fuera nacido, como él, y entre las muchas yeguas que te-

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nía en sus dehesas, sacrificó varias de ellas, hasta encontrar una cría que en vez de ser hembra, fue potro. El cual le criaron para que le montara el hijo del rey. Después de armado y montao en el potro -que era lo que deseaba- oyó decir que en el reino próximo al suyo había un rey que tenía una hija que el que se presentara y expusiera ra­ zones que no pudiera adivinarlas la hechicera que tenía en su casa, se casaría con su hija. Por lo cual, viendo esa buena colo­ cación, pidió permiso a su padre para ponerse en camino para hacer una visita a esa princesa por ver si podía ganar su simpa­ tía y poder casarse con ella. Su padre le dio el permiso y la dijo a su esposa que a su an­ dado le diera las joyas que necesitara y el dinero que pidiera y le echara merienda para el camino para poder hacer el viaje. Par­ tió de casa en compañía de una perrita, que había criado sin madre, como él se crió, y que se llamaba China. Después de cuatro días de camino, le pilló una noche en unos montes donde tuvo que albergarse en mala forma, al intemperie. No comía, por el miedo de la merienda que llevaba, por si su madrastra se la hubiera hecho en malas condiciones. Y por pro­ bar, con todo el cariño que tenía a su perrita, la tiró un pedazo de tortilla. Tan pronto fue a comerla la perra, como morir enve­ nenada. De aquella perra, picaron cuatro cuervos. Aquellos cuer­ vos murieron a poco de picar de la perra. Llegó una comparsa de bandidos que llevaban también un poco de hambre, cogieron los cuervos, los pelaron, los asaron y se los comieron. El número de los bandidos eran siete. Y al comer de los cuervos murieron los site bandidos. Ya no quiso él probar más de la comida y con toda su nece­ sidad siguió su camino hasta pasar un puente para llegar a la capital donde se encontraba la princesa que quería ganar como esposa. Al pasar el puente vio una marica. Cogió su escopeta, obligado del hambre, para hacer carne para comer. Apuntó so­ bre ella con mal acierto, que no mató la marica, y sí mató una liebre que por desgracia se puso frente al tiro. Recogió la liebre, la abrió y la sacó dos liebrastos que tenía en el vientre. Los desolló y se puso a buscar leña para poderlos asar y al no en­ contrar leña, de un libro que llevaba en el bolsillo, que era el libro de la Venida del Espíritu Santo, le quemó para hacer as­ cuas para asar los liebrastos. Y se los comió. Con esto llegó a palacio y le dijo al rey:

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-Vengo a presentarme a Su Majestaz, como otros habrán ve­ nido, a exponer mis razones para conseguir la mano de la princesa.

y el rey le dijo: -Ahí tiene ustez a esa vieja. Explíquela ustez las cosas que le hayan ocurrido en su viaje. Si esa señora no le adivina todo lo que ustez la proponga, será ustez el esposo de mi hija. Por lo cual expuso sus razones consiguientes y la dijo a la vieja hechicera: -Yo no fui nacido y mi caballo lo mismo. China mató a cuatro. Cuatro mataron a siete. Llegué al puente. Tiré a lo que vi.

y maté a lo que no vi. He comido carne que no ha sido ni nacida ni criada.

y con palabras del Espíritu Santo fue asada.

y como las hechiceras no pueden oír frases en esa forma, al mentar al Espíritu Santo desapan:::ció de palacio, y quedó por campeón y se casó con la princesa. Aldeosancho, Segovia. 22 de abril, 1936.

Juan Pascual Alonso. Dulzainero, 55 años.

222 EL ACERTIJO DEL PASTOR Éste era un rey que tenía una hija. Y el rey echó un bando diciendo que el que dijese un acertijo que no se lo adivinaran los sabios que tenía, se casaba con su hija; y si se lo adivinaran, sería ajusticiado. Y un pastorcito llegó a saberlo y le dijo a su madre: -Madre, yo quiero ir a estar con el rey a ver si me puedo casar con su hija.

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y la madre le decía: -Pero hijo, ¿dónde vas a ir tú, llil simple pastor, tan tonto como eres? Se van a reír de ti. Pero el hijo la convenció a la madre y la madre le dio llila burra vieja que tenía y llila torta de pan. En la torta le metió veneno para que se envenenara y no llegara a ser la risión y lo ajusticiaran. El pastorcito cogió el camino y se le cansó la burra.

y fue el pastor y la dio la torta, y la burra, pues, se murió enva.. nenada. Y dijo él: -iYa, vaya, ya tengo llila! Estando lastimándose de la muerte de la burra, acudieron tres grajos. Comieron de la burra y se envenenaron y se muria.. ron. El pastor se cogió los grajos y se fue por el camino. Y se le hizo de noche. Y divisó llila luz en llil monte. Había allí llila cuadrilla de ladrones. Entró allí, y los ladrones comieron los tres grajos y se murieron envenenados también. Llegó el día -pues él durmió allí-, se cogió un trabuco de llilO de los ladrones y se marchó por el camino. Vio un pájaro en llil árbol y disparó. El pájaro no lo mató; pero sí mató W1a liebre que estaba al tronco del árbol. Y dijo él: -iVaya, ya tengo dos acertijos! Se cogió la libre, y, rendido y con hambre, se arrimó a llila ermita. Entró en ella y buscó donde hacer llil poco de lumbre para comer de la liebre. Abrió la liebre y encontró en ella dos gazapillos. Dice: -Bien, pues a propósito. Esto me va a venir bien. Cogió llil misal y encendió las hojas y asó los gazapillos y se los comió. Y le dio sed y encontró en una lámpara y bebió agua de la lámpara. Pues, al día siguiente siguió el camino y se presentó en casa del rey. -Buenas tardes. Aquí vengo yo porque me han comunicado en los papeles que el que traiga tres acertijos que los sabios del rey no acierten a descifrarlos podrá casarse con su hija. Bueno,

el rey tomó

los papeles -porque

anotó-, llamó a los sabios y les dijo: -A ver, estos tres acertijos.

y los sabios dijeron: -Hay que ver qué contienen.

y leyeron:

el pastorcito los

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-Torta mató a Pabla; Pabla mató a tres; tres mataron a siete. Ap1.lllté lo que vi, y maté lo que no vi. Comí carne asada que no fue nacida y sí creada.

y con palabras de Dios fue asada. y bebí agua que no estaba ni en el cielo ni en la tierra.

Celestino Magdalena Herranz. 65 años.

San Martín de Mudrián, Segovia. 8 de abril, 1936.

223 LA ADIVINANZA DEL HIJO TONTO Pan mató a Panda, Panda mató a tres. Tres mataron a siete. Tiré al que vi. Maté al que no vi. Comí carne que no fue nacida ni criada, con palabras de Dios asada. Pasé por 1.lll duro. Debajo del duro 1.lll blando. Había 1.lll difunto y dos que le estaban velando. Un matrimonio tenía 1.lll hijo tonto y para darle la muerte sin que nadie lo supiese le hicieron una tortilla envenenada metida en 1.lll pan y le dijon: -Sube en la burra y llévate esta merienda para que merien­ des en el campo. El chico, el tonto, obedeció. Pero dejó la burra y la tortilla y se marchó a jugar. La burra, la llamaban Panda. Al retirarse el tonto, la burra se comíó la merienda y se envenenó. Una vez muerta, fueron tres bichos a comer de la burra y se murieron. Pasaron siete ladrones y se comíeron los bichos y se envenena-

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ron. Luego é l s e fue a casa, tiró a una liebre, pero mató otra -tiró al que vio y mató al que no vio-; y la abrió, sacando la cría, y la asó con hojas de un misal. Pasó un puente; debajo del puente estaba el río, que es el blando. Allí había una caballería y dos lobos comiendo de ella.

Nava de la Asunción, Segovia. 17 de abril, 1936.

Pedro García de Diego. Posadero, 75 años. 224

LA MENTIRA DEL PRíNCIPE TUERTO Era un rey que tenía una hija. Un día la llamó su padre y la dijo: -Mira, hija; ya debes pensar en casarte. Yo soy viejo, y no tendría otro sentimiento que morir y dejarte soltera. Tú dirás si sabes de alguno que te gusta, y si no, organizaremos unas fies­ tas, que vengan muchos príncipes para que elijas marido. Entonces ella le dijo: -Mire usted, padre:

vamos a celebrar unas justas, y el se­

ñorito que, corriendo al trote el caballo, se coma una granada sin caérsele ni un grano, aquél será mi marido.

y su padre la dijo: -Pero, hija, ¿no ves que eso es casi imposible? Pero ella dice: -Así veré yo cuál es el que me quiere. Se celebraron las justas y tan sólo hubo uno que se comió la granada sin caer un grano al suelo; pero se le cayó hasta la bar­ ba y la princesa, de que lo supo, ya fue bastante para no querer­ se casar con él. Entonces la dijo su padre que se casaría con el que la dijera la mentira más grande. Todos los días se presentaban condes y marqueses diciendo las mayores mentiras; pero ella decía que no eran las que ella buscaba. Un día se presentó un pastor que estaba tuerto y la dijo a la princesa que iba a decirla la mentira más grande para casarse con ella. La princesa le dijo: -Muy bien, muy bien. Vamos a ver. Pero antes de decirme la mentira, vas a hacer el favor de decirme por qué estás tuerto, pues veo que

te

falta un ojo.

-Pues, muy bien, verá usted -dice él-o Estaba yo un día en el monte con mis ovejas y sentí tan fuerte picotazo en las es-

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paldas, que me eché la mano y me pesqué una pulga tan grande que la desollé y en el pellejo eché cien arrobas de aceite que me habían producido dos aceitunas que había cogido el año ante­ rior. Sin saber qué hacer con el aceite me encontraba, cuando un día llegué en casa de otro pastor que criaba pollos ... , pero unos pollos que a las dos horas de nacer eran ya tan grandes como un burro. Yo pensé que esos pollos me valdrían muy bien para ir a caballo a cerrar mi ganao, y le cambié el pellejo de aceite por un pollo. Monté en él y empezó a crecer, a crecer, a crecer tanto que al poco rato sentí un fuerte golpe en la cabeza; miré para arriba, y es que había tropezao con las puertas del cielo. Esta­ ban de par en par y me metí dentro; pero en seguida me encon­ tré con San Pedro, que me dijo:

«¿Cómo has entrado tú aquí?

¿No sabes que aquí no vienen más que los buenos?» Y de su sas­ trería me dio unos hilos y me dijo que me deslizara por ellos hasta el· suelo, si no quería que me castigara fuerte. Yo lo hice así; pero al llegar a la tierra tuve tan mala fortuna que me metí de cabeza en una sandía que tenía unas calles tan anchas que pasaban batallones por ellas. Yo quise romper la cáscara; fuí a buscar mi navaja, cuando vi que se me había perdido. Me puse a buscarla; pero me encontré con un suboficial que al decirle que buscaba la navaja me dijo: «Tú estás loco. Se nos ha perdido a nosotros un regimiento y no hemos podido encontrarle y quieres encontrar tú la navaja.» Entonces no tuve más remedio que po­ nerme a arañar la cáscara con las uñas para poder salir. Tardé dos años; pero al fin pude conseguir hacer un roto, y, al tirarme desde la sandía al suelo, caí encima de un rosal y se me clavó en este ojo una espina que tenía catorce metros de larga, y por eso estoy tuerto. Entonces dijo la princesa: -Muy bien, muy bien. Nos casaremos, sin que me diga la mentira, pues sólo una pregunta que le he hecho, me ha dicho usted las mentiras más grandes que existen en el mundo. Al oír eso el pastor se quitó el disfraz y dijo: -Muy bien, señora; pues ha de saber usted que yo tampcco soy el pastor que usted se cree, que soy el príncipe que se comIó la granada sin caérsele ni un grano.

y se casaron y vivieron felices. Pedraza, Segovia. 25 de marzo, 1936.

María Pascual. 28 años.

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225 LA MATA DE ALBAHACA Era un rey, y vivía pegando con él un sastre. Y le llamó y le dijo: -Vamos a ver. Si no me haces lo que te mando, te prenden. Entonces fue y le dijo: -Mira, me tienes que hacer una capa; pero sólo trazada, ni cortada ni por cortar, ni hilvanada ni cosida; y sin paño. Entonces el sastre le dijo que lo pensaría. Y se fue para su casa muy triste y se puso a llorar. Entonces su hija menor le preguntó que por qué lforaba, y la dijo que porque le había mandao el rey hacer una cosa imposible y que de no hacerla, le prendía. Entonces su hija le preguntó que qué era. Y entonces la dijo que le había. dicho que le hiciera una capa sin paño y sólo trazada, ni cortada ni por cortar, ni hilvanada ni cosida. Y su hija le dijo: -Pues, mande usted llevar un carro de arena a la puerta del rey y cuando ya esté aHí, la traza usted en la arena. Y entonces le llama usted al rey que salga y la vea. Cuando lo hizo, el rey le mandó subir y le dijo que quién le había dicho a él eso. Le dijo que su hija menor. Entonces el rey tenía deseos de conocerla. Y desde la galería del rey se veía la galería del sastre. Y se puso todos los días a ver si la veía salir a regar las flores. Y entonces un día salió la mayor, y como al rey le había dicho su padre que era muy lista la menor, pensó que hablándola, le contestaría ella y la conocería. Entonces fue y la dijo: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

y ella se metió muy asustada y dijo: -jOy, lo que me ha dicho el rey! Pero, ¿qUIen le contesta?

y al siguiente día salió la segunda y como el rey estaba con cuidao, nada más que la vio, la dijo: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

y ella se metió muy asustada y dijo: -jOy, el rey, lo que me ha dicho! Pero, jcualquiera le con­ testa!

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AURELl O M . ESPINOSA Entonces, al siguiente día, díjo la pequeña: -Ahora salgo yo. Veréis cómo yo le contesto. Entonces salió la pequeña y nada más verla el rey la dijo: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata? Dice: -Señor de capa y sombrero, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo, y arenitas la mar?

y entonces el rey se metió sin saber qué contestarla. y estaban cosiendo al balcón un día y se la cayó a la pequeña un dedal, que era de plata. Entonces el rey le cogió y se vistió de quinquillero y se fue allá donde estaban cosiendo las hijas del sastre. Y la pequeña fue a cogerle un dedal, como le había per­ dido. De todos los que probó, ninguno la venía nada más que uno que era exactamente igual al suyo que había perdido y le dijo que cuánto valía ese dedal. Y él las dijo que no los vendía por el dinero; que si le quería, tenía que darle un beso. Entonces ella dijo que no le quería. Y las otras hermanas la dijeron: -Anda, boba. Es un quinquillero que no le conocemos. Por­ que le des un beso, ¡bah! Dásele y te coges el dedal. Entonces ya ella se decidió y se le dio. Al siguiente día salió a regar las flores y la dijo el rey: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

y le dijo ella: -Señor de capa y sombrero, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo y arenitas la mar?

y dijo él: -¿y el beso que me distes por el dedal? Entonces ella se metió sin saber qué contestarle. Y dijo a las hermanas: -Pues, ¡si era el rey al que besé!

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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Al poco tiempo cayó malo el rey, y fue ella y se vistió de cu­ randera. Y dijo que iba a curar al rey. Y llegó y llevaba un nabo preparao y se lo metió en el culo. Y se puso bien el rey. Al po­ nerse bueno el rey, salió otra vez a la galería y la dijo: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata? Dice ella: -Señor de capa y sombrero, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo y arenitas la mar?

y dijo él: -¿Y el beso que me distes por el dedal? Y dice ella: -¿Y el nabo... ? Y entonces él se mete sin saber qué contestarla. Al siguiente día llamó al sastre y le dijo que tenían que ir sus hijas, que las iba a dar una merienda, pero que todas tenían que ir en estao. Entonces le dijo la pequeña que irían. Hicieron unas almohadillas de trapos y se lo pusieron y fueron en casa

del rey. Y el rey, nada más verlas llegar, las mandó que se sen­ taran y dijo que como venían de antojo que debían pedir lo que quisieran. Y entonces la pequeña pidió leche frita. Y la dijo el rey que eso no había. Y dejaron entonces ellas caer las almoha­ dillas y dijeron: -¡Pues, tampoco mocitas con barriga! Y ya pues, se casó el rey con la pequeña y vivieron felices. Ya no vi más porque me había hecho mi padre unas albarcas de manteca, y como hacía mucho calor, se me deshacían y me quedaba descalza y me tuve que venir.

Sieteiglesias, Valladolid. 9 de mayo, 1 936.

Filiberta Yuguero Casado. 25 años.

226 LA MATA DE ALBAHACA Eran una vez tres hermanas. Y tenían en el jardín una mata de albahaca, y cada día salía una de las hermanas a regarla. Un

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día la mayor de ellas estaba regando la albahaca. El hijo del rey, que la veía desde una reja de su palacio, la preguntó: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

y como ella no sabía qué contestar, se escondió avergonzada y se lo contó a sus hermanas. Entonces la dijo la segunda her­ mana: -Mañana salgo yo, y verás como yo no me avergüenzo. Al día siguiente salió la segunda hermana y empieza a regar la planta cuando el hijo del rey la dice: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

y también se avergonzó y se metió en la casa. Al día siguiente la más pequeña sale a regar las flores y el hijo del rey la repite igual que a sus hermanas: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

y le contestó ella: -Señor rey y caballero, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo y arenitas tiene el mar? Entonces el hijo del rey, no sabiendo qué contestar, se mar­ chó para discurrir algo que contestar a otro día. En esto acertó a pasar por debajO del balcón donde vivía esta señorita. Y al pa­ sar él, se le cayó el dedal a la señorita; le cogió él y la diJo que si quería el dedal, había de darle un beso. A ella la costó mucho; pero como quería mucho el dedal y por otra parte no sabía quién era el hombre. pues se le dio. Otro día, estando regando la hermana menor, el hjo del rey la preguntó: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata? -Señor rey y caballero, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo y arenitas tiene el mar?

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

25

-y el beso por el dedal, ¿qué tal?

y como ella no sabía qué contestar, se metió en la casa aver­ gonzada. Otra vez cayó el hijo del rey enfermo. Ella se disfrazó de mé­ dico y se presentó en palacio diciendo que ella aseguraba curar­ le. La mandaron pasar donde se hallaba el hijo del rey, y le dijo que si quería que le curase tenía que obedecerle en todo. Enton­ ces le mandó volver de espalda y le metió un nabo por el culo.

y el hijo del rey se curó. Otro día estaba regando la albahaca la hermana pequeña, la vio el hijo del rey y la preguntó: -Señorita que riega la albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata? -Señor rey y caballero, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo y arenitas tiene el mar?

-y el beso por el dedal, ¿qué tal? Entonces creyó él que ella iba a meterse en la casa avergon­

zada como la vez anterior; pero le dijo ella: -y el nabo por el culo, ¿estaba maduro?

Retuerta, Burgos. 2 de junio, 1936.

Carmen López. 18 años.

B.

FIDELIDAD E INOCENCIA

227 LA HIJA DEL MARQUÉS Éste era un rey que tenía un solo hijo. Y cuando ya el hijo era de edad pa heredar, le dijo su padre que fuera a visitar sus tie­ rras pa ver si le gustaban. Y salió el hijo del rey y anduvo visi­ tando sus tierras. Y cuando volvía al palacio de su padre, se de­ tuvo en una ciudad y vio a dos jóvenes asomaos a una ventanilla viendo el retrato de una joven muy guapa. Y decían ellos: - ¡Qué muchacha más desgraciada! ¡Pobre muchacha!

y se acercó el hijo del rey y les preguntó por qué decían eso. y ellos le contaron que la muchacha esa era la hija de un mar­ qués y que el marqués la tenía encerrada y no dejaba a nadie verla.

El hijo del rey vio el retrato y se enamoró de la muchacha sin conocerla y les pagó a los jóvenes porque le ayudaran a con­ seguirla. Y primero fueron y compraron un órgano, y salió el hijo del rey tocando por las calles, pa ver si salía la hija del marqués y así conseguía verla. Pero ni siquiera se asomó ella al balcón.

y viendo que así no conseguía nada, fue y se metió de pintor y pidió licencia pa ir al palacio del marqués a ver unos paisajes muy bonitos que había allí. Y cuando estaba pintando, vio por una reja la figura de una mujer que le pareció que, era la que había visto en el retrato. Y dijo: -Pero, ¿cómo me valdré pa hablar con ella?

y primero se valió de un criao y le pagó porque le ayudara; pero a los dos días volvió el criao y le dijo que era imposible, que el marqués la cuidaba tanto que 'no se podía ni hablar con ella siquiera. Y al fin escribió una carta a la joven y se la envió por medio de una criada. Y en la carta la decía que estaba ena­ morao de ella y que si ella le quería, que le· dijera por qué ven-

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AURELl O lV1. ESPINOSA

tanilla podía subir adonde ella estaba pa hablar con ella. Y ella le contestó que podría subir a tal ventanilla a las doce de la no­ che, cuando el marqués estaría dormido.

y llegó el hijo del rey a la medianoche y subió a la ventanilla que ella le había dicho y entró y habló con ella. Y la dijo él si se quería casar con él, y ella le dijo que sí. Y él la preguntó: -¿Desde cuándo estás encarcelada aquí?

y ella le dijo: -Desde que tengo quince años estoy en esta torre y mi pa­ dre no me deja salir. Y estoy dispuesta a casarme contigo. Mira, mañana vienes por mí. Y traes un caballo blanco pa que yo te conozca. Pero mucho cuidao, que el marqués siempre anda por aL

y fue la primer noche, pero el marqués andaba cuidando, y no se atrevió a llegar por no comprometer a su novia. Y a la se­ gunda noche pasó lo mismo y no pudo acercarse al palacio del marqués. Y a la tercera noche ya el pobre no podía del sueño que tenía, porque no había pegao los ojos por dos noches seguí­ das. Y llegó y no vio a nadie. Se acercó y como todavía no eran las doce, la princesa no se asomaba por la ventanilla. Y se puso abajo a esperar. Y allí se durmió. Cuando estaba él allí dormido, llegaron allí dos hombres y

se

pusieron a disputar. Y mientras ellos estaban ai disputando, die­ ron las doce. Y a ese momento salió la joven a la ventanilla y miró pa abajo. Y como vio a los dos golfos allí y también

al

ca­

ballo blanco, creyó que era su novio con un criao y bajó y cayó en manos de los golfos. Y eIlos se la llevaron a un monte y alli la q.uitaron sus joyas y su dinero y la dijeron que la iban a ma­ tar. Ella les rogó de por Dios que no la mataran y les dijo quíén era y les contó cómo había bajao. Y ellos entonces la ataron a un árbol y se fueron con las joyas y el dinero. Cuando el hijo del rey despertó, vio la ventanilla abierta y que no había nadie dentro y buscó su caballo y no le encontró.

y entonces se puso muy triste y dijo: -Seguramente ha bajao mi novia y se habrá ido con otro. ¿Qué haré ahora pa encontrarla? Al otro día pasaba un pastor por- el monte y se encontró a la joven atada al árbol y ella le dijo quién era; pero le dijo: -No me lleve usté a mi casa, que no quiero volver allí. Para que no me conozca nadie, quiero vestirme de hombre. Haga usté el favor de darme ropas de hombre.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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y fue el pastor y trajo ropa de hombre y se vistió ella de hombre. Y le dio las gracias al pasto"r y se fue por el mundo alante vestida de hombre. El hijo del rey se puso muy triste y se fue pal palacio de su padre. Y llegó y le preguntó el rey que si le había ido bien en el viaje y si le habían gustado sus tierras. Y él dijo que sí, que todo le había gustao mucho. Pero nunca quiso decir lo que le había pasao con la hija del marqués. Y vivía siempre triste, pensando en cómo podría encontrar a su novia. Y llegó el día cuando el rey murió y quedó el príncipe de rey. Y entonces le dijeron que era necesario que se casara, porque al reino hacía falta una rei­ na. y él decía que no, que no se quería casar.

y la hija del marqués, que andaba vestida de hombre, se compró una guitarra y andaba cantando y tocando por los pue­ blos. Y llegó al palacio del nuevo rey. Y cantaba y tocaba; pero el rey no se distraía. Y ella al momento le conoció; pero no le decía nada pa ver si él la conocía a ella. Él creía haber visto a ese hombre alguna vez; pero como sólo pensaba en su novia, no se daba cuenta.

y así estuvo ella en el palacio por dos días. Y al fin, al tercer día, el rey sospechó que el cantador era una joven y le dijo que pasara a su cuarto, que quería hablar con él solo. Y le preguntó quién era. Y ella entonces le dijo que era una joven, hija de un marqués, y que por darle su palabra a un hombre de irse con él, había bajao de su balcón y creyendo que caía en los brazos de su amante, había caído en brazos de unos hombres que la habían llevao al monte y la habían robao todo lo que llevaba y la habían atao a un árbol. Y que como no quería ya volver al palacio, se había vestido de hombre pa ganarse la vida. Y entonces él la dijo que ya se acordaba, que él era su novio y que esa noche se había dormido y entonces era cuando se la habían robao los hombres.

y cuando ya los dos supieron de verdá quiénes eran, el rey mandó preparar bodas reales y se casó con la joven y fueron muy felices.

Soría, Soria.

AURELlO M. ESPINOSA

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228 VOLVERA LA PALOMITA AL NIDO Un padre mandó a su hija a dar de comer a los machos.

y se le escaparon por los trigos. Y no los pOdía coger. Y un mu­ chacho que venía por allí entró por los trigos y se los cogió. Y la chica estaba muy fatigada, y de la alegría que la dio, le dijo: -¡Cuando llegue a ser moza, me caso contigo! Ya llegó a ser moza y tuvo novio. Y se enteró el que la cogió los machos, y el dia de los arreglos de boda, se presentó en su casa. Le dieron la jarra de vino para beber, y brindó así: -En el monte de Elfas,

niña, corrías. Te alcancé lo que tú no podias. Me ofrecistes lo que no me distes. Ahora que puedes, págame lo que me debes. Y bebió y dio la jarra a la novia. Y dijo la novia: -Aguárdate que se vayan estas gentes. Se esbaratarán estos puentes. Volverá la palomita al nido, y te pagaré lo prometido. Y luego se casó con él.

Barbolla, Segovia. 4 de abril, 1936.

Sefiora de 50 años, entrevistada en Se­ púlveda, Segovia.

229 roAN VERDADERO Éste era un criado que le llamaban Juan Verdadero, porque nunca le pudo coger el amo en mentira alguna. Éste le tenía de criado para cuidar sus vacas. Un día, estando el amo de Juan Verdadero con un vecino, el

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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amo de l a taberna, sacaron la conversación de que él tenía un criao que nunca le pudo coger en mentira. Y le decía el vecino: -Hombre, ¿que nunca le has podido coger en mentira? -No; nunca le he podido coger en mentira ninguna �ecía el amo de Juan.

y entonces le dice el otro: -Hombre, ¡a que le hago yo mentir!

y así estuvieron, el uno que sí y el otro que no, hasta que el vecino apostó el caudal a que le hacía mentir. Y el que apostó el caudal tenía tres hijas. Fue a casa y les contó a las hijas que había apostao el caudal con el amo de Juan Verdadero a que le hacía mentir; que nunca le habían cogido en una mentira y que ellas tenían que hacerle mentir. Y de las tres dijo la mayor: -¡A que le hago yo mentir! Fue y se puso a caballo en un burro y pasó por donde estaba Juan Verdadero. Ni bien iba de a caballo,

ni

bien iba de a pie.

Ni iba vestida de blanco, ni iba vestida de negro. Conque por la tarde viene Juan Verdadero a casa, y le pre­ gunta el amo: -Bueno, Juan, ¿qué has visto hoy, hombre? -Pues, ¿qué tengo de ver? �ice Juan-; que he visto ir una persona de a caballo y no sé si era hombre o era mujer. Ni bien iba de a caballo ni bien iba de a pie. Ni iba vestida de blanco

ni

iba vestida de negro. Llegó el segundo día y pasó la segunda hija:

ni

bien iba de a

caballo, ni bien iba de a pie; ni bien iba de encarnao

ni

bien iba

de blanco. Viene a casa por la tarde Juan Verdadero, y le pregunta el amo: -Bueno, Juan, ¿qué has visto? -Pues, ¿qué he de ver? �ice Juan Verdadero--. Una persona que ni sé si era hombre, ni sé si era mujer; ni bien iba a ca­ ballo, ni bien iba a pie. Ni bien iba de encarnao,

ni

bien iba de

blanco. Conque no le pudon hacer mentir las dos chicas mayores. Llegó el tercer día. Y entonces la tercera, la más pequeña, dice: -Yo le tengo de hacer mentir, quiera que no.

y también iba de a caballo, en burro o burra; ni bien iba de a caballo ni bien iba de a pie; ni bien iba de negro, de verde.

ni

bien iba

AURELIO M. ESPINOSA

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Llegó al monte donde estaba Juan Verdadero sentao al pie de la lumbre, y fue y se sentó también al pie de la lumbre. Y le dice ella a Juan Verdadero: -Hombre, Juan, ¿qué haces? -Mira; calentándome, que hace frío.

y se sentó ella y con la lumbre se iba calentando. Y cada vez iba levantando un poco las sayas y .. . cada vez un poco más. Hasta que Juan Verdadero ya se puso alterao, y, claro, él quería gozar de ella. Ella se negaba; pero por fin le dijo: -Si quieres algo, me tienes que dar el corazón del Toro Gar­ gasa. -Mujer -dice él-, eso no puede ser, porque si mi amo lo sabe, me mata. -Pues nada, si quieres lograr algo, tienes que darme el cora­ zón del Toro Gargoso. Por fin Juan Verdadero se cedió a darle el corazón del Toro Gargoso, y entonces logró de ella lo que quiso. Y decía ella: -Pues esto no lo parla él; con esto tiene que mentir. Conque con eso se marchó ella. Marchando ella, se quedó él pensando que qué sería de él, que el amo lo mataría. -Pero yo no miento -decía él-; yo la verdad se la digo. Conque viene a casa por la tarde y le pregunta el amo: -Hombre, Juan, ¿qué has visto hoy? -Pues, ¿qué tengo de ver?

-dice Juan Verdadero-. Pues

mire usted lo que he visto. Ha ido una mujer donde estaba yo. Estaba arrimada a la lumbre y me calentó demasiado y por unas enagüillas blancas y unas medias encarnadas y un salerito her­ moso, he dado el corazón del Toro Gargoso. - ¡Bien, bien, Juan Verdadero! -dice el amo-o ¡La vaca que parió ese toro no dejará de parir otro!

y el amo ganó el capital al padre de las chicas y no le pudon coger a Juan Verdadero en mentira alguna.

Cervera de Río Pisuerga, Palencia. 23 de mayo, 1936.

Santiago Gutiérrez. Labrador, 72 años.

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230 EL TORO BERROSO En una aldea habitaba un señor que tenía una ganadería de vacas importantísima. Y en aquel país había mucha riqueza en capital. Y el amo de la ganadería tenía un criado que se llamaba Juan Verdadero. Estaba contentísimo el amo con el muchacho porque no mentía nunca; le decía siempre la verdaz. Mientras el muchacho pasaba el día pacentando su ganado, .el amo conversaba en la aldea con un señor capitalista. Y un día le contó el ganadero que tenía un criao que nunca le echaba una metira, siempre le decía la verdaz. Y el capitalista le decía: -Mira, no te pongas tan tonto. El que más y el que menos -siempre hay alguna cosa que les coge uno en mentira. -Si no lo conociese con los años que lleva en la casa, bien. De modo que no te pongas tú tonto, porque todo lo que apos· tarías, lo perdías. -¿Apuestas sesenta vacas? -Pues no tengo inconveníente en apostarte las sesenta vacas con 10 que puedan valer. Las tasaron en mil pesetas cada vaca. Y contaron de que el amo de las vacas no podía combinarse con el criao para nada -porque el criao venía a casa todas las noches a traer las vacas y luego se volvía a la choza. Y el amo sí tenía el gusto de ver entrar a su criao con el gan�o. Y el capitalista no dejaba solo al otro pa que no se comunicarían. Llegó Juan con las vacas a la cuadra. Y en esto estaban los dos señores juntos, el capitalista y el de las vacas. Sigún llegó Juan le dijo al amo: -Buenas noches, mi amo. -Hola, Juan. Buenas noches, mi criao. ¿Qué tal las vacas? -Unas gordas y otras flacas. -¿Han bebido agua? -Unas turbias y otras claras. -¿Han pacido hierbas? -Unas verdes y otras secas.

-y ¿el toro Berroso? -Ah, señor, florido y hermoso. -Bueno, hasta mañana, Juan.

AURELlO M. ESPINOSA

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-Vayan ustedes con Dios.

y al salir de la cuadra, dijo el amo ál otro señor: -¿Qué le parece a ustez el mi criao? -Hombre, no ha mentido . Era verdaz . Pero tarde o temprano creo que caerá. Es más, que me están hirviendo las sesenta mil pesetas y esas vacas que no tardará dos días el que me gane yo las vacas y las sesenta mil pesetas . Se fue a casa el señor capitalista. Y conversando con la seño­ ra y una hija que tenía muy hermosota, les contó la apuesta que habían hecho, y dijeron: -¿ Cómo nos las arreglaremos para llevarle las vacas con buena razón? -Pues nada, veo que algo fiel sí que 10 es. No me parece mentiroso. No hay más remedio que mirar de qué forma le va­ mos a ganar antes que nos lleve ese capital.

y por fin la dice el padre a su hija : -Pues nada, te vas a coger tú mañana, chica, vístete con el mejor vestido que tengas, de 10 bueno lo mejor que tengas, te pones tu sombrero, coges tu sombrilla y te vas para el monte donde estará Juan apacentando el ganao. Allí le encontrarás a la sombra de la encina. Llegas allí, le das las buenas tardes, te vas acercando poquito a él, le vas tentando en el hombro, con­ tándole cosas amorosas y después que el muchacho se vaya im­ pacientando un poco, pues le pides el corazón del toro Berroso si quiere gozar de ti. Al otro día se fue la muchacha y efectivamente dio el paso que la había ordenado su papá. Se fue para el monte y le encon­ tró al buen Juan: -¿Qué haces Juan? Se sentó a su lado y empezó a conversar con él. Y tocándole la paciencia como la había indicao su papá, a los tres ° cuatro apretoncitos que se dieron, le dijo ella a Juan: -¿Pero has de ser así, Juan? Pero ¿eso te atreverías a hacer conmigo? -Sí, señorita, me atrevo. Y si no, no me tiente la paciencia. O marche o a las tres . . . -Mira , Juan, basta que estás tan animoso. Si me das el co­ razón del toro Berroso, envuelto en un pañuelo para llevármelo a casa, me voy contigo. Pues Juan mató el toro Berroso, lo cogió y lo envolvió en el pañuelo. Se lo dio y dijo :

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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-Tenga, señorita. Ya está aquí lo que pide. Y no me niegue -palabra de honor que me ha dado- a lo que estamos decididos los dos. Gozaron. Y cuando se despidió la señorita de Juan, después del gozo que llevaba en su corazón, otro tanto por llevar el co­ razón del toro Berroso a su papá. Llegó a casa. -Papa, ya estoy aquí.

-y ¿qué tal, hija? -Mucho gusto me ha dado. Y aquí traigo el corazón del toro Berroso, lo que ustez me ha mandao. . -Bien, hija, bien. M e alegro mucho. Ahora si que l o vamos a ver -la apuesta que tenemos con las vacas. Por la noche volvió Juan con su ganao a la cuadra. Ya se le hacía tarde al señorito del capital para preguntarle a Juan a ver si mentía o decía verdaz. Estaban los dos, el de las vacas y el capitalista, cuando llegó Juan con las vacas. -Buenas noches, mi amo. -Hola, buenas noches, mi criao. ¿Qué tal las vacas? -Unas gordas y otras flacas. -¿Han pacidO hierbas? -Unas verdes y otras secas. -¿Han bebido agua? -Unas turbias y otras claras.

-y ¿el toro Berroso? -Ay,

señor. ..

-Vamos, Juan, ¿el toro Berroso? -Oy, el toro Berroso. . . ¡por dos tetas blancas y el otro chisme rojo, he dado el corazón del toro Berroso! Pegó un blinco el capitalista de rabia y dijo: -¡Hacienda perdida y hija . . ! .

Y quedó derrotado.

Villadiego, Burgos. 28 de mayo, 1936.

Ausivio de la Peña. 40 años.

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231 E L TORO BARROSO Eran dos ganaderos en una población , ¿sabe ustez? , y se pu­ sieron muy a mal. El uno tenía un pastor que le llamaban el Verdadero . Y estaba muy contento su amo con él, porque no mentía nunca. Todas las noches el Verdadero iba a ver a su amo y le decía: -Buenas noches, señor amo. -Buenas tardes, mi Verdadero.

-y ¿las vacas? --Gordas y flacas. -¿Beben aguas? -Turbias y claras. -¿Comen hierbas? -Verdes y secas.

-y ¿el toro Barroso? -Florido y hermoso. Y nunca le cogían en mentira. Ya un día, estando en el café, el amo del Verdadero comenzó a alabar a su criado. Y el otro ganadero le dijo que sí sería algo fiel; pero que él apostaría que le cogería en una mentira. Y por fin le dijo el amo del criado que le apostaba la mitaz de la ganadería si no le decía su Verdadero la verdaz siempre. Y el otro le dijo que se lo apostaba. Se marchó a su casa y pensando de qué forma podría ganar la apuesta, decidió valerse de una hija muy hermosa que tenía. Al otro día se fue de caza con la hija y llegó donde estaba el Verdadero. Comenzó a hablar con él y le preguntó que si por allí había conejos. Y el Verdadero le dijo que sí, donde dejó la hija a la lumbre con el Verdadero, diciéndoles que volvería más tarde. Y al verla tan blanca y tan hermosa el pastor se prendó de ella, y después de conversar un rato, la dijo que quería gozar de ella. Y ella le dijo que si la daba el corazón del toro Barroso, que se entregaba a él. Y el Verdadero mató el toro y la dio el co­ razón a la muchacha. Y gozó de ella.

y aquella noche el Verdadero se fue en casa del amo. Y por el camino iba diciendo :

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-y ¿qué le voy a decir yo a mi amo? ¿Qué le voy a decir? En la casa del amo había mucha gente. El otro ganadero es­ taba allí, pues había ido a ver si iba a decir la verdaz el Verda­ dero . Entró Juan, y sentándose cerca de la lumbre, puso la go­ rra en la porra y le decía al sombrero, como si sería el amo : -Muy buenas tardes, mi señor amo. -Buenas noches, mi Verdadero. ¿y las vacas? -Gordas y flacas. -¿Begen aguas? -Turbias y claras. -¿Comen hierbas? -Verdes y secas. -y ¿el toro Barroso? -Florido y hermoso. Entonces le dice el amo : -Buenas tardes, mi Verdadero. -Muy buenas tardes, mi señor amo . -Bueno, Verdadero, dime la verdaz. Y ¿las vacas? -Glordas y flacas. -¿Beben aguas? -Turbias y claras. -¿Comen hierbas? -Verdes y secas. -y ¿el toro Barroso? -Mi señor amo, ¡por unas tetas muy blancas y unos muslos hermosos, he dado el corazón del toro Barroso ! y le ganó la mitaz de la ganadería al otro.

Navas de Oro, Segovia. 8 de abril, 1936.

Patricio González. 63 años.

C.

LA MUJER DOMADA

232 EL REY CUERVO Era un rey que tenía una hija y ella no encontraba novio, porque a todos los que se la presentaban, les encontraba algún defezto. Ya un día su padre la dijo que si quería, se celebrarían gran­ des fiestas en palacio y avisarían a los príncipes de todo el con­ torno a ver si había alguno que la gustara. Ella dijo que sí, y se celebraron las fiestas . Vinieron muchos príncipes de las cerca­ nías; pero ella recorría el baile y todos la parecían mal. Al uno le decía, « ¡Qué boca más grande ! », y al otro, « ¡Qué ojos más feos ! ». Pero del que más se burlaba era de uno que tenía la na­ riz muy fea. Y le puso el Rey Cuervo, porque parecía un cuervo . Todas las veces que pasaba por delante de él, tenía una risotada y un insulto para .el Rey Cuervo . Así se pasaron ocho días de fiestas y la princesita no encon­ tró ninguno de su gusto . Ya su padre, colérico, la dij o : -Hija, veo que t e mofas de todos, queriéndote ensalzar mu­ cho, y el que se ensalza será humillado . Así que tú te casarás con el primer pobre que venga a nuestra puerta a pedir limosna. El Rey Cuervo había estado escuchando la conversación. Se disfrazó de mendigo y fue a pedir limosna a la puerta del rey. El rey le mandó subir y le presentó a su hija, diciendo que se iba

a casar con él. Se casaron y la princesita no dejaba de llorar. Ella, que se creía la más guapa, ¡ verse casada con un mendigo ! El mismo día de la boda se fue con su marido y, cuando pa­ saban por las calles de la ciudad, vieron un palacio muy precioso. Y entonces la princesita preguntó a su marido:

AURELIO M. ESPINOSA

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-¿De quién es este palacio?

y él la contestó: -Del Rey Cuervo. Entonces ella se puso a llorar de nuevo y dijo: -¡Ay, Dios mío, cuánta burla he hecho de él! ¿Por qué no me habré casado yo con él? Cuando salían de la ciudad, se encontraron una casa de campo con unos jardines muy preciosos, y ella volvió a preguntar: -¿De quién es esta finca? -Del Rey Cuervo -la contestó. -¡Ay, Dios mío! -dijo ella-o ¿Por qué no me habré casado yo con él? Andar, andar, llegaron a una choza hecha de pajas, y enton­ ces su marido la dijo: -Esta es nuestra casa. Quítate esas joyas y hazme la cena. Pero ella se puso a llorar y a pedir perdón a su marido, di­ ciéndole que no sabía hacer nada. Se tuvieron que acostar sin . cenar y en el suelo. A la mañana siguiente el marido la hizo levantarse muy tem­ prano y la dijo que tenía que ganarse la vida de alguna manera, que él era muy pobre y no tenía para mantenerla. La compró unos cacharros y la hizo ir al mercado a venderlos. Entonces él se puso un traje muy elegante, montó en un ca­ ballo y pasó con él por cima de los cacharros y los rompió to­ dos; pero su esposa no le conoció. Después se quitó ese traje y

se puso el de mendigo y se fue a la choza. Allí estaba su esposa llorando, y, al preguntarle él qué le pasaba, le dijo ella que un señor muy elegante había pasada con su caballo por cima de los cacharros y se les había roto todos. Entonces él fingió enfadarse mucho y la dijo que no les quedaban más que unas monedas para comprarla otros; pero que si se la ocurría 10 mismo, se vería obli­ gada a ir con él de puerta en puerta a pedir lismona. Al día siguiente la compró más cacharros;

pero la ocurrió

igual. Cuando más descuidada estaba, pasó el señorito del caba­ llo y, sin ella poderla evitar, la rompió todos los cacharros. En­ tonces ella, llorando a gritos, volvió a la choza y al poco rato se presentó él, vestido de mendigo otra vez. Ella, al verle, se echó a sus pies llorando y le contó lo que la había ocurrido. Y enton­ ces él, al verla ya arrapentida, se quitó el disfraz y se quedÓ con­ vertido en el mismo señor que la había roto los cacharros, y la dijo:

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA y LEÓN

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-Mira; esto t e h a ocurrido por orgullosa. Para darte una lec­ ción, creo que te servirá de escarmiento. Yo soy el mismo que tú me burlaste en tu palacio, llamándome Rey Cuervo, y el núsmo que te he roto los cacharros. Ahora vámonos a nuestro palacio y a nuestra casa de campo, que son los que tú has visto al pasar, y como ya serás muy buena, viviremos felices . Y colorín colorao, cuento acabao.

Pedraza, Segovia. 25 de marzo, 1936.

María Pascual. 28 años.

233 EL HIJO DEL CONDE ARISO Era un señor que tenía una hija muy coqueta y muy orgullo­ sa que tenía muchos novios y no la gustaba ninguno. Unos por uno y otros por otro, nadie la agradaba; ni los altos

ni

los bajos,

ni los feos ni los guapos. Por fin llegó el hijo del Conde Ariso. Éste la gustó, y ya arre­ glado para casarse, comió el nOvio en casa de la muchacha y es­ tando en los postres se le cayó al novio un dulce al sueio. Y dijo el novio : -Si le cojo, ¿ que dirá? Que soy muy aprovechado. Y si le dejo, ¿ qué dirá? Por fin le cogió, y ella, al ver que le cogía, le dijo a su padre: -Yo no me caso con este hombre, porque es un grosero que se atreve a coger un dulce del suelo. Y despidió al novio . Pero el novio, al verse burlado y despe­ dido, intentó los medios de poder conquistarla. Se vistió de quin­ quillero, con blusa larga y una boina, y pasó por casa de la mu­ chacha con una caja de pendientes y sortijas y eso. Y daba voces por la calle : -¡A los pececitos ! ¡Qué baratos y qué bonitos ! Y la muchacha la dice a la criada: -¿Qué vocean por la calle? Y la criada la dice: - ¡ Ay, señorita, qué chico más guapo ! ¡ Vende pendientes; pero pendientes muy bonitos! - ¡ Llámale ! -dice la muchacha .

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Le llamaron y la muchacha le dice : -¿Qué vende usté? -¡Ay, señorita! ¡ Unos pendientes muy bonitos! Ella eligió unos y le dice : -¿ Cuánto valen estos pendientes? -Muy poco; muy poquito, señorita -contesta él. -Pero, ¿cuánto? -dice ella.

y dice él entonces : -Muy poquito; no me atrevo a decírselo . -Pero dígalo usté, que si no, me voy.

y la dice él: -Señorita, muy poquito ; un beso. -¡Qué infame ! -le dice ella-o ¡Qué asqueroso ! ¡Váyase usté, que no los quiero !

y él dice: -Señorita, si usté no los quiere , no faltará quien los quiera.

y ella se subió arriba. Y la criada la decía: -Señorita, usté es tonta. ¡ Por un beso no coge los pendien­ tes ! Si me los daría a mí, le daría los que quisiera. La criada la convenció, y le llamaron otra vez al quinquillero. Le dio la muchacha el beso y el quinquillero la dio los pendientes. ' Se marchó el j oven y a la vuelta de un mes volvió por allí voceando lo mismo: -¡A los pececitos! ¡ Qué baratos y qué bonitos!

y la criada la dice a la muchacha: -Señorita, ya está ahí el del otro día. ¡ Pero hoy los trae más bonitos, pero mucho más bonitos ! Entonces la señorita la dice: -Llámale. Subió el quinquillero y dice: -Aquí tiene usté pendientes más bonitos que los del otro día, pero más b onitos. Ella eligió unos y le dice : -¿Qué valen éstos? -Muy poco -la dice él-o No me atrevo a decirla lo que valen. -Si usté no me lo dice, me marcho -dice . ella.

y él decía: -Es que no me atrevo, señorita. -Bueno ; pues adiós -le dice ella entonces.

y entonces él la dice: -Señorita, un poco.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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-¡Váyase usté! jUsté es un infame? -dice la muchacha. Conque se marchó el quinquillero. Y la criada la dice a la mu­ chacha: -Señorita, por un poco deja usté los pendientes. Nadie lo ha de saber. Si me los daria a mí. . . La señorita se convenció y l e llamaron a l quinquillero. Y des­ pués que le dio un poco, se marchó. Y le dijo él que se llama­ ba Juan.

y tardó mucho tiempo de volver, seis o siete meses. Y ella, cuando conoció que estaba en estado, lloraba mucho con la cria­ da y decía: -¿Dónde estarás, Juan? ¿Cómo ya no vienes?

y un día volvió por allí Juan y le dijo ella: -¡Ay, Juan, me encuentro en estado ! ¡Yo me voy contigo adonde vayas tú!

y él la dice : -No te puedo llevar, hija, porque gano muy poco; no gano nada. No tengo nada más que un burrito y conmigo serías muy desgraciada, pasando hambre y durmiendo por los portales.

y ella le dice: -¡Ay, Juan, yo me voy contigo, aunque me muera d� hambre ! -Si te empeñas, te llevaré -la dice él-; pero piensa que has de ser muy desgraciada.

y se fue con él. Y como no se atrevía a pedir, pasaba mucha hambre . Y la llevó él por unos montes que no había ni pueblos

ni

casas. Y ella decía: -¡Ay, Juan, yo me muero de hambre !

y él la decía: -y yo, ¿qué voy a hacer, hija? No tengo nada que darte. Pasaban entonces por unos montes y fincas y decía ella: -¡Qué montes, qué fincas! ¿De quién es todo esto?

y él la contestaba: -Del hijo del Conde Ariso. - íPícara de mí, que no le quise ! -decía ella.

y él sólo decía : -¡Arre, burriquito y arrea, que quien te quiso te lleva!

y luego vieron una casilla de pastores en el monte y ella le d1jo: -¡Ay, Juan, vete por Dios a ver si te dan un poquito de pan los pastores!

Se fue él allá. Y volvió y la dijo:

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-Dicen que no tienen nada, que están esperando que se lo traigan. y eila le decía: -¿Y de quién son esos pastores y tanto ganado? -Del hij o del Conde Ariso -contestó él. Y decía ella otra vez : -¡ Pícara de mí que no le quise! Y él repetía: -¡ Arre, burriquito y arrea, que quien te quiso te lleva! -¿Qué dices, Juan? -preguntaba ella. Y él contestaba: -Nada, que « ¡ Anda burro, y arrea ! » . Llegaron más adelante y vieron un caserío y dijo ella: -¡ Vamos a ver si nos dan una limosna, que yo me muero! Fue él y entró y salió y la dij o : -Mira; están haciendo unos vestidos para una novia que se va a · casar con el hijo del Conde Ariso. Dicen que si sabes coser y quieres ayudarlas, que nos darán algo .

y dice ella: -Sí, Juan; dile s que sí. Y entró ella a coser. Y le dice ella a Juan: -¡Ay, Juan, qué vestidos tan elegantes! Y, ¡ cuántos recortes tienen ! ¿Quieres que me guarde alguno? Porque va a llegar la hora y no tengo nada en que envolver al crío. Y él la dice: -Haz lo que quieras ; tú verás .

y ella se guardó los que pudo. Y luego la registraron y se los encontraron y la echaron. Y ella le dice a Juan : -¡Ay, Juan, diles que si nos dan algo de comer, que yo me muero! Y él entró y salió y la dij o : -Dicen que n o tienen nada, que n o tienen más que un poqui­ to de harina para hacer unos puches. -¡ Sí, sí; lo que tengan! --dijo ella. -Pues aquí tienes un poquito de harina y una sartén para hacerlos -la dice él . Y luego que los hizo, la dice él : -Y, ¿adónde los echamos? Dicen que les hace mucha falta la sartén. -Donde quieras --dice ella-; aunque sea en la albarda del burro .

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y allí los echaron. Y cuando ella los estaba comiendo, la dijo él: -¿Cuál te gusta más, dulce en tabla o puches en albarda? - ¡ Ay, Juan, dulce en tabla! -dice ella.

y entonces la dice él: -Pues mira; yo soy el hijo del Conde Ariso, al que se le cayó el dulce y tú me desprecias tes. Y hoy has llegado a ser todo lo mala que puede ser una mujer. Me despreciastes y despreciastes a muchos, y luego te echastes en los brazos de un quinquillero, y has llegado a perder tu honra, a pasar mucha hambre y a ser una ladrona. . . ¡ a todo lo último que podías ser! Pero yo, el hijo del Conde Ariso, soy hombre de corazón noble y me caso conti­ go. y los vestidos que has estao haciendo son para ti y todo lo que has visto es para ti; y los pastores

y los

ganados son míos,

y las damas que has visto en la casa son mis hermanas, y en aquella casa tú vivirás con ellas.

Teodora GÓmez. 50 años.

Cervera de Río Pisuerga, Palencia. 23 de mayo, 1936.

234 SOPAS, PADRE, SOPAS Éstos eran dos amigos que habían sido muy ladrones y ha­ bían dicho: -Cuando nos casemos, si llegamos a tener hijos , les tenemos que casar juntos, porque así, si alguna vez nos enfadamos, pues no nos echaremos las faltas a la cara el uno al otro. Llegó que se casaron, y tuvieron uno un hijo y el otro una hija. Pero el del hijo, como iba prosperando más, para no quedar mal con el amigo pensó de mandar a su hijo a estudiar, porque decía: -Mandándole a estudiar, mientras tanto puede casarse la hija del otro y yo, pues, quedo bien. El hij o, que estaba enterao de los planes de los padres, cuan­ do le llevaron a estudiar, pues se hizo el tonto, y cuando le iban a tomar las lecciones, pues no hacía más que decir : « Sopas, pa­ dre, sopas» . Y a tanto decir, Sopas, padre, sopas , los directores del seminario escribieron a su padre diciéndole que se había vue1-

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to idiota el muchacho y que no sabía más que decir, « S opas, pa­ dre, sopas». Entonces el padre le trajo otra vez a casa. Estando el muchacho en casa, el padre consultó con un mé­ dico para ver qué le convenía al chico, y el médico le dijo que le convenía sacarle de allí a otro sitio donde tomase los aires. El chico, que se enteró, le dijO a su padre que deseaba que iría con él el mayordomo de casa . Y el padre le dijo que bueno, que fue­ se con él. Se fueron a la villa donde estaba la novia, que de vista ya la conocía, y ella a él también. Fueron a un hotel a hospedarse, y el j oven le dijo al mayordomo: -Ustez se queda aquí, y yo me voy por ahí a dar un paseo. El mayordomo le dijo que bueno, que se fuese. Se marchó el j oven y encontró a un méndigo y le dij o : -¿Quiere ustez venderme su ropa? S e la pagaré bien. El pobre méndigo dijo que sí y le dio 10 ropa . El j oven entonces se puso la ropa del pobre y se fue a una j o­ yería donde compró un anillo que le costó cincuenta duros. Con el anillo en la mano se va delante de la puerta de la novia. Se aga­ cha y entre el polvo empieza a esconder el anillo, � sacarle y a hacer que

se

le viese, porque era un anillo muy precioso.

La criada de la señorita aquella, que vio al pObre hacer eso con el anillo, entra en la casa y dice a la señorita : -¡Ay, señorita, señorita! Ahí abajo hay un pobre que tiene un anillo, ¡ay, qué precioso! ¿Por qué no mira ustez a ver si se le vende?

y bajó la señorita adonde estaba el pobre a ver si la quería vender el anillo. Y el pobre la dijo que sí. -¿Cuánto quiere ustez por él? -le preguntó la j oven. -Poca cosa, señorita, poca cosa; sólo que me deje tocarla en la pantorrilla . -¡Oy, qué pobre! ¡Eso no ! ¡Mira si me voy a dejar tocar la pantorrilla de un pobre !

y dice la criada: -Señorita, cómprele ustez, que es muy bonito. ¿Qué impor­ tancia tiene que el pobre la toque en la pantorrilla?

y ya por fin la señorita

se

dejó tocar en la pantorrilla, y el

pobre la dio el anillo . Se marchó el pobre y al día siguiente se fue a la j oyería y compró un anillo que le costó quinientas pesetas. Y volvió a la puerta de la señorita, y la criada, que le volvió a ver al pobre en-

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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redao con otro anillo mucho más precioso que el del día ante­ rior, la dice a la señorita: -¡Ay, señorita, señorita! ¡Ya está ahí el pobre de ayer! Pero, ¡qué anillo trae!

¡ Ay, qué anillo! ¡ Si vale mucho más que el de

ayer! ¡Es mucho más precioso! ¿Quiere ustez que baje y le diga que si le quiere vender? -Bajaremos las dos -dice la señorita. Bajaron las dQs y el pobre, al verlas, se dirigió a ellas y las enseñó el anillo. Tanto la gustó a la señorita el anillo, que le dijo al pobre que si le quería vender. El pobre la dijo que sí y le pre­ guntó ella: -¿Cuánto me quiere ustez por él? -Señorita -dijo el pobre-, poca cosa; sólo con que ustez me deje tocarla en la cara . . . -¡Oy, no, señor , no ! ¡ Eso no! ¡Eso no lo hago yo! ¡ Que a mí un pobre me toque en la cara! Pero dice la criada: -¡Ay, señorita, que es Wl anillo muy bonito ! Pues y ¿qué que la toque en la cara el pobre? Por eso no la hace ningún daño. Y ya, por fin, tanto la gustó el anillo a la señorita, que se dejó que el pObre la tocase en la cara. Y después cada WlO se marchó para su sitio. Al día siguiente vuelve el pobre a la joyería y compra Wl ani­ llo que le costó mil pesetas. Vuelve a la puerta de la novia y vuel­ ve a jugar con el anillo entre el polvo del suelo. La criada, que le vuelve a ver, entra y dice a su señorita: -¡Ay, señorita, señorita! ¡Ya está ahí el pobre de ayer! Pero trae Wl anillo, ¡ ay qué anillo!

¡ Qué valen los otros dos anillos!

¡ Si éste es precioso! ¿Quiere que baje a ver si se le quiere vender? -Bueno; bajaremos las dos -dice la señorita. Bajaron a la calle y se acercaron al pobre. Las enseñó el anillo y le dijo la señorita: -¿Quiere ustez venderme el anillo? -Sí, señorita -la contestó el pobre.

-y ¿cuánto quiere ustez por él?

-Poca cosa. Dormir una noche en la misma habitación que duerme la señorita. -¡Ay, no, señor, no! ¡ Eso no puede ser! ¡Dormir en mi habi­ tación! ¡ Eso no ! Y la criada va y la dice : -Señorita, pero a ustez, ¿ q.ué más la da? Si el pobre quisie-

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se donnir con ustez, entonces era para pensao; pero como el po­ bre sólo quiere donnir en la habitación de ustez, pues no veo en ello ninguna cosa mala. -Bueno, pues dormirá ustez en mi habitación -dice la se­ ñorita.

y entonces el pobre la dio el anillo. Llegó la noche y la señorita se acostó en la cama antes que fuese el pobre. Después que estaba acostada y bien tapada con las ropas, entró el pobre en la habitación. Se puso a desnudar y se quitó la ropa que llevaba de pobre. La señorita, que lo es­ taba viendo todo, al ver que debajo de aquella ropa llevaba otra muy buena, dice: -jAy, Dios mío, éste no es un pObre ! j Éste es un caballero! ¿A quién habré yo metido en casa? El pobre se acostó. La señorita en toda la noche no pudo ce­ rrar los ojos, porque estaba pensando de que el pobre se iba a ir con ella a la cama. Y cuando pensó que el pobre se había dor­ mido, coge una camisa, se quita la que tenía puesta, la tira de­ bajo de la cama con mucho disimulo y se pone otra. El pobre, que no perdía un detalle, por la mañana se levanta, se agacha con mucho disimulo, coge la camisa de la señorita y se la guarda y se la lleva. Y la dice a la señorita: -Bueno; adiós, señorita. Que ustez lo pase bien, y acaso al­ gún día recordemos lo de los tres anillos. Se marchó el pobre y se volvió para el hotel donde le estaba esperando el mayordomo y le dice: -Ya podemos ir a casa. No quiero estar más por aquí. Y se volvieron al pueblo donde estaban los padres del chico. Llegaron a casa y le pregunta el padre al mayordomo: -¿Qué tal? ¿Qué tal? ¿Qué tal, mi hij o? ¿Ha seguido dicien­ do, « Sopas, padre, sopas »? -No, señor; ni las ha vuelto a mentar -contesta el mayor­ domo. El padre estaba ya muy contento; pero cuando se pusieron a comer, el hijo empezó otra vez con la misma canción:

«Sopas,

padre, sopas» . -Está visto que esta manía no s e l a pOdemos quitar -dice el padre. A los pocos meses el padre tuvo carta del amigo, o sea, del padre de la chica esa, en la que les decía: « Se va a casar mi hija

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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y tengo el gusto de que venga ustez a la boda y desearía que tra­ jese ustez al hijo.» El padre no quería llevar a su hijo a la boda; pero el hijo tanto insistió que su padre tuvo que llevarle con él.

La víspera de la boda, por la noche, se juntaron, en la casa del padre de · la novia, el novio (con el que se iba a casar) con el chico de las sopas, y el padre del de las sopas y otras personas que estaban convidadas a cenar. Terminó la cena y dijeron los concurrentes : -Vamos a contar chascarrillos.

y el padre del chico decía: - ¡ Ay, Dios mío, si saltará mi hijo con sopas, me va a dejar en una vergüenza! Quería marcharse; pero por fin se quedó, y ya le dijeron al padre los otros convidados : -Que cuente su hijo un chascarrillo, que estos estudiantes, pues saben muchas cosas. -No, señores, mi hij o no, porque ha estudiado poco, y no sabe contar nada -decía el pobre padre, temiendo que saltara el chico con «Sopas, padre, sopas». Pero el chico dijo : -Pues, voy a contar u n cuento. Una vez un padre tenía un hijo y ese hijo tenía la boda pronosticada con la hija de un ami­ go del padre. Pero como la muchacha era más pobre, ya no que­ ría el padre del chico que se casara el hijo con ella, y lo man­ dó a estudiar. El padre luego comprendió que era por él. Y dice para sus adentros: -Ahora sí que sale con las sopas.

-Le dio al muchacho -siguió el chico diciendo- por decir siempre, «Sopas, padre, sopas», y el padre le tuvo que traer de estudiar. Se marchó el chico a pasar una temporada al pueblo donde tenía la novia. Y fue un día y compró un galgo, y ¡perro a la liebre, perro a la liebre! , la abocó en la pantorrilla. Volvió el segundo día, compró otro galgo que le costó quinientas pese­ tas, y ¡ perro a la liebre, perro a la liebre! y la abocó en la carri­ llera. Volvió el tercer día y compró otro galgo que le costó mil pesetas, y ¡perro a la liebre, perro a la liebre! , la encamó, la qui­ tó la camisa y no la tropezó. Y en prueba de ello, aquí traigo yo la camisa. Sacó la camisa y dijo :

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-y con ésta no se casa ése, que me caso yo. Y colorín colorao, que este cuento se ha acabao.

Asearia Prieto de Castro. Obrera, 51 años.

Morgoviejo (Riaño), León. 21 de mayo, 1936.

235 LA MUJER DOMINANTE En Cigales había una señora que era muy dominante. Y esa señora iba a casarse ya de terceras nupcias. Y al futuro marido, el pueblo le decía: -No te cases con esa mUjer. Esa mujer es muy mala. Ha matao a dos maridos y tú, si te casas con ella, también te mata. Él no hizo caso de nadie. Se transcurrieron dos meses y se casó con aquella viuda. La señora viuda tenía un majuelo, y el primer domingo de casarse, la dice él: -Oye, fulana, ¿quieres que vayamos a ver el majuelo? Dice: -Bueno, vamos a ver el majuelo. Se marcharon los dos montados en una burra que él tenía. Llegaron al majuelo y ataron la burra a una cepa. Y dice el marido : -Mira, burra. Como comas la cepa, te mato.

y la mujer le dice : - ¡ Qué barbaro eres ! Pues si le pones lo verde a los morros, ¿cómo no lo va a comer?

y dice él otra vez a la burra! -Pues ya te advierto que nQ la comas. Y si la comes, te mato . . . Bueno, bueno. Vamos a dar una vuelta al majuelo. Volvieron de regreso de ver el majuelillo y, efectivamente, la burra se había comido la cepa. Sólo quedaba el tronco. Y dice el marido: -Pero ¿no te dije que no comieras la cepa? ¿Por qué la has comido?

y dice ella: -Pero ¡ bárbaro, animal! ¿Cómo no la iba a comer? Pues si la has atao allí a la burra, tiene que comerla. -Bueno, pues yo la dije que no la comiera.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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y ella insistió a volverle a llamar motes. ¿Qué hace él? Saca la navaja del bolso y mató a la burra. Y la dice a la mujer: -Si me hablas una palabra más , 10 que he hecho con la bu­ rra, hago contigo. Ahora ya estás cogiendo la albarda y al pueblo con ella. La mujer dominante tuvo que callarse la boca, cogerse la al­ barda y volver al pueblo con ella. Y para llegar a su casa tenían que pasar por el baile. El público que se entera: -¡Anda, anda, fulano ! ¿Cómo viene tu mujer con albarda a cuestas? Creíamos que te iba a matar como a los otros maridos, y parece que no es así. -Es porque até la burra a una cepa y la dije que no la co­ miera, que si la comía, que la mataba. No me ha obedecido y la tuve que matar. Así que ella ha tenido que venir con la albarda a cuestas para que otro día no sea dominante.

Quintanilla de Trigueros, Valladolid. 11 de mayo, 1940.

Señor de unos 50 años.

236 LA ESPOSA DESOBEDIENTE Eran unos jóvenes muy enamoraos que se casaron. Y él esta­ ba muy enamorao de ella, porque decía que era muy dispuesta y muy trabajadora. Mas desde el día que se casó, no pensaba más que estar en la cama y ni hacía nada, ni nada. Y su marido la decía que no, que ya había que trabaj ar y que había que ha­ cer las cosas de la casa como él iba al campo a hacer lo que te­ nía que hacer. Mas venía del campo, y ella ¡nada ! , no había hecho nada. Y él se cansaba a decirla que trabajara . . . a decirla lo que tenía que hacer, y eso . . . Mas viendo que no adelantaba nada con ella, un día, a tiempo de irse al campo, colgó el capote de la puerta de la cocina. Y la llamó a ella y la dice: -Mira, ve aquí, cuelgo aquí este capote.

y dice al capote : -Mira, capote; cuando venga yo, a ver si has fregao, has ba­ rrido, has hecho la cama

. .

. y todo lo que hay que hacer en casa.

Si no, yo me entenderé contigo.

y él se fue al campo.

AURELI O M. ESPINOSA

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Conque ella, todo el día, le estuvo diciendo: -Capote, friega; capote, b�rre; capote, haz la cena; capote, haz la cama. ¡ Mira, que va a venir mi marido! Pero el capote no se meneaba de la puerta. Conque llegó, y no había hecho nada el capote. Y dice ella : -Mira; por más que le he estado diciendo que haga lo que

le man dastes, no ha querido hacerlo. Dice : -Pues, no te apures. póntele.

Se puso el capote, y ya cogió la vara de arar y empezó a darle al capote. -Toma, pa que friegues; pa que barras . . . y hagas todo lo que haya que hacer en casa. Y si mañana, cuando venga, no está hecho todo lo que haya que hacer en la casa, disponte a llevar otra más grande .

y al otro día colgó el capote a la puerta de la cocina y le vol­ vió a decir que fregara, que barriera, hiciera la cama y hiciera la cena. y él se fue al campo . La mujer estuvo mandándoselo toda l a mañana. Mas viendo que el capote no hacía nada, fue ella y se puso a hacer todo lo que había que hacer. Llegó su marido y le dijo : -Mira, el capote n o ha querido hacer nada. Y l o he tenido yo que hacer todo. De manera que dale la zurra que le distes anoche.

y entonces la dij o el marido que el capote no lo tenía que ha­ cer, que el que lo tenía que hacer era ella . . . que si no seguía ha­ ciéndolo todos los días como aquel día, que todos los días la es­ peraba la misma propina. De manera que ella escarmentó y se hizo una mujer que to­ dos los días tenía todo hecho cuando volvía el marido . Y vivie­ ron felices . . . Medina del Campo, Valladolid.

8 de mayo, 1936.

Julia, señora de unos 55 años.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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237 EL MARIDO DOMADO En una capital de España había un señor de un carázter muy raro (que era malo, que tenía mucho genio). Y se decía en la ciudaz que ese señor había dado muerte a su esposa por causa de muchos disgustos y palizas que la daba. Y de esta señora que­ daron dos niños, y en la capital se decía que qué habría pasado a aquellos niños, que no se les veía. Se decía que si les habría dado muerte su padre, como se la dio a su madre. Un día se encontraba en el paseo de aquella ciudaz y estaban dos hermanas paseándose, desconocidas para él. Y al verle, dice una de ellas: -¡Oy, qué malo debe de ser este hombre!

y dice la otra: -:-¿Por qué va a ser malo?

y dice la primera: -No le ves, ¡ qué cara de judío tiene !

y dice la otra hermana: -¡Ah, pues a mí no me importaba casarme con él!

y dice la otra: -Ah, ¡yo, no, chica! Después que se ha oído decir que ha ma­ tao a su esposa y no se sabe lo que se ha hecho de aquellos dos niños que ella quedó .

y él, que se dio cuenta que iban hablando de él, vino tras ellas sin que ellas pudieran darse cuenta. Y la que dij o que no la im­ portaba casarse con él, cuando su hermana la dijo que era muy malo, ella dij o : -¡Ah, yo l e dominaría muy bien! Lo haría criar pollos deba­ j o de los sobacos. -Este hombre mata a cincuenta como tú -dijo la otra her­ mana. Él pasó por delante de ellas, y ellas pararon la conversación. Pero el señor marchó a casa de los padres de las muchachas aquellas y les dijo si alguna de sus hijas deseaba casarse con él.

y ellas que estaban allí, la una dijo que ella de ninguna manera. y la otra dijo que ella sí, que se casaría con él con mucho gusto. Aceztaron, pues, y en seguida se casaron.

AURELIO M. ESPINOSA

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Los primeros días la trataba muy bien. Después de comer la decía que los mondrugos que quedaran, que los echara a un só­ tano y él la enseñó dónde estaba el sótano. Ella le dijo que qué misterio era ése de tirar allí los mondrugos de pan y él díjO que había muchas ratas y así, pues, se comían el pan y no se comían la cebada de los bueyes -que era labrador. Y ella se quedó con­ forme--- que sería así como él decía. Pero un día -como todos los días- echaba allí los mondru­ gos y los huesos; a los pocos minutos volvía, y no había ni mon­ drugos ni huesos. Y ella comprendíó que eso no eran las ratas. Cogió una luz y marchó al sótano. Los niños, que estaban allí, al ver que baja la escalera, se abrazan el uno al otro y se ponen en un rinconcito. Y los niños, como estaban tan pálidos y tan malos, apenas podían hablar. Ella se asustó y díj O : -¿Qué hacen ustedes aquí? Entonces los niños díjeron: -¡Oy, mire, que no damos guerra! No saldremos de aquí. -¿Y por qué es esto -dijo ella-, de estar aquí vosotros? Entonces dijeron ellos: - ¡ Ay, que nos ha dicho nuestro padre que no salgamos, que si salimos de aquí nos mata como a nuestra madre! Pero, seño­ ra, tenga la bondaz de no decir nada a nuestro padre, porque nos matará si sabe que hemos estado hablando con ustez. -No tengáis cuidado, hijos mios -dice la señora-o Vuestro padre no está ahora en casa. Vais a salir de este sótano y me vais a contar todo lo que ha hecho vuestro padre con vuestra madre. Los niños que empezaron a contarle todo el martirio que la había dado. La señora lloraba y les díj o : -Sin saber nada vuestro padre, o s voy a alimentar todos los días. Les pasó un colchón al sótano y cada día les daba un poco más de alimento para que los niños fueran cogiendo fuerza. El padre ya se portaba mal con aquella señora. Y ésta les díjo a los niños, cuando éstos tenían fuerza suficiente, que un día ha­ bían de pegarle una paliza al padre. Entonces los niños díjeron que no, que los mataría. Y ella díjo que no, que ella no lo con­ sintiria, que ella también había de darle palos. Llegó un día que la dío un disgusto muy grande. Después él marchó al trabajo . Pero cuando vino a la hora de la comida, ella había preparado antes a los niños con un buen palo a cada uno.

y ella se preparó con otro. Y ella les dice a los niños :

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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-En el momento de que venga, hemos de molerle a palos. Llegó el señor a su ca�a a la hora de la comida. Empieza a darla disgustos a su esposa, y los niños, que estaban escondidos detrás de una puerta, la madrastra les dice: -j Ahora los tres a por él! Empezaron a darle de palos. Tal paliza le dieron que le qu� daron los huesos molidos. Entonces tuvieron que curarle y eny� sarle los brazos juntos al cuerpo. Pero antes de esto, púsole ella unos huevos debaj o de los sobacos.

y a los veintiún días tuvieron que levantarle el vendajo y al quitárselo, de entre sus brazos caían pollos. Entonces dice él: -Sí es verdaz lo que tú decías en el paseo, que me harías criar pollos. Mas yo, que creía poder contigo, me arrepiento . Y desde ahora seré bueno para ti y para mis hijos. Después vivieron felices y comieron perdices y a mí no me dieron, porque no quisieron.

Roa, Burgos. 14 de julio, 1936.

María Miravalles. 30 años.

D.

LOS BUENOS PRECEPTOS

238 LOS TRES CONSEJOS Éste era un matrimonio recién casaos, y VIVlan tan pobres, tan pobres, que un día la dice el marido a la mujer: -Mira, mujer, así con esta miseria no podemos hacer nada. Me voy a ir por el mundo a ver si puedo hacer fortuna. Ya te eso

cribiré y sabrás a menudo de mí. Se despidieron los dos esposos con mucha pena, sobre todo la mujer, que quedaba encinta. Se fue el marido, y a fuerza de andar llegó a una capital, don­ de encontró a un señor. Le preguntó el señor si quería ir a servir con él, y le dijo el pobre que bueno, que él iba a buscarse su vida y siempre que fuese un trabajo honrao, que se sujetaría, aunque fuese por poco. Le llevó el señor a su casa. Era un señor muy rico y bueno. Y el criao también era muy bueno. Tan bien con­ geniaron los dos que no acertaban a separarse el uno del otro. De tal manera se encontraba a gusto el buen hombre, que sólo escríbió a su mujer un par de años. Pasados éstos, la mujer nun­ ca volvió a saber nada del marido. Así trascurrían los años hasta que ya había pasado más de treinta años al servicio de aquel señor. Y una noche el pobre hombre, el criao, se acostó en su cama y empezó a pensar qué sería de su joven esposa. Con tanto hincapié lo cogió que a otro día por la mañana le dice al amo : -Mire ustez, señor; mucho siento lo que le voy a decir. Yo soy casao. Cuando me vine con ustez, dejé a mi esposa sola y en la última miseria. Tan a gusto me he encontrao a su lado que !lunca me he vuelto a acordar de ella. Pero hoy desearía de que ustez me diese la cuenta para volverme a mi tierra, y si es que

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encuentro a mi mujer ---que no ha muerto-, quiero pasar con ella los últimos días de mi existencia. -Muy bien -le dice el señor-o Eso es ser bueno. Y en pre­ mio de tu buena conduzta, pídeme la soldada que quieras, que nada te negaré. -Yo me conformo con lo que ustez me dé, señor -dice el hombre--. Nunca he sido usurero. Por consiguiente, con lo que me dé me conformo. El buen señor, viendo la nobleza del criao, sacó un bolsillo repleto de oro, y le dice : -Toma, y que Dios te haga feliz. Ahora que antes de despe­ dirte de mí, te voy a dar tres consejos. El primero va a ser, que nunca dejes caminos para ir por sendas; el segundo, que en lo que no te importa, nunca te metas; y el tercero, que antes de que vayas a hacer una cosa, la pienses tres veces. Se despidieron amo y criao. Y tomando su camino el criao, después de andar dos leguas o tres, se encontró con unos arrie­ ros y le preguntaron: -¿Para dónde va ustez, buen hombre? -Pues yo quiero ir a dormir a ese pueblo más próximo. -Pues ahí vamos también nosotros . Siguieron caminando y encontraron un sendero que atravesa­ ba un monte. El buen hombre seguia su camino, y los arrieros le dicen: -Véngase ustez con nosotros por este sendero, porque por aquí aguantamos mucho más, y mientras ustez anda la metá del camino, ya estamos nosotros en el pueblo.

y dice el hombre : -No, no; yo no dejO el camino para ir por sendas. Y ¡ vayan ustedes con Dios! Cuando había andao. él como cosa de media legua, oyó mu­ chos gritos y voces en demanda de auxilio. Atravesó el monte y se fue para allá, y se encontró con que unos ladrones habían sa­ lido a los arrieros, les habían robao el dinero, y les habían dejao amarraos a los árboles. Al llegar el hombre allí y ver aquello, les dice: -¿Qué es lo que os ha paso? -Pues, ¿qué nos va a pasar? -dice uno de ellos-o Que han salido unos ladrones y nos han robao todo el dinero que traíamos.

y entonces dice el hombre: -¡Vaya, vaya, que el primer consejo no me ha salido mal !

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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Si me pescan a mí los ladrones, me quitan también el dinero, y lo servido, perdido. Bueno, .pues soltó a los arrieros, y siguieron el camino hasta el pueblo adonde iban. Allí cada uno se dispersó; los arrieros se fueron para sus posadas, y él

se

fue a una fonda que había

en el pueblo. Preguntó que si tendrían para él cama y cena, y le dijeron que sí,

que precisamente era una fonda que no reco­

gían nada más que un güspede cada noche. Llegó la hora de la comida, se puso a la mesa, y le sirvieron de comer bastante bien. Y después de terminada la comida, sale un hombre con una señorita con una cadena al pescuezo, ata­ da y desnuda, y la maltrataba sin cesar con una tralla. La me­ tió debajo de la mesa, y aquel ser desgraciao se atropó todos los buesos y las migas de pan que había tirao el güéspede. Des­ pués que atropó los buesos y se comió el pan, la retiraron otra vez a esconderla en una habitación. El hombre se quedó pasmao al ver aquello, con unas ganas de preguntar que qué era aquello, que le costaba trabajo resis­ tirse. Pero se acordó del consejo del amo, que en 10 que no le importaba nunca se metiese, y se calló la boca.

. Por la noche ocurrió 10 mismo. Sacaron a la pObre mujer a

atropar las sobras que habían quedao por la mesa, las comió como un ser salvaje después de pegarla ellos cuatro palos, y la volvieron

a

retirar.

Entonces

el

güéspede dijo que quería

acostarse, y le enseñaron la habitación donde tenía que donnir. Pero en toda la noche no pudo pegar los ojos pensando en lo que había visto. Se levantó por la mañana, se fue al comedor y mandó que le pusieran la cuenta del gasto que había hecho. Antes de po­ nerle la cuenta le cogió un criao y le dice : -Venga ustez conmigo, caballero.

y le llevó a una habitación que estaba rodeada toda de gan­ chos de hierro, y en cada gancho había lID cuerpo humano col­ gao, hombres y mujeres. Y le díce el criao : -Mire ustez, caballero. Todos éstos que ve ustez aquí col­ gaos han sido curiosos, que sólo por sacar esa mujer que ustez ha visto han preguntao que qué significaba eso, qué hacíamos con ella, y la contestación era colgarles en esos ganchos, por meterse donde no les importaba.

y entonces dice el hombre para sus adentros: -iVaya, vaya, que el s�gundo consejo de mi amo tampoco

AURELlO M. ESPINOSA

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ha ido mal empleao ! Si se me ocurre a mí preguntar también, ahí me cuelgan como a ésos.

y en agradecimiento al señor de la fonda le entregó su bol­ sillo lleno de oro. Siguió el buen hombre su camino, y después de andar mu­ cho, mucho, llegó al pueblo donde nació y donde tenía a la mu­ jer.

Como hacía tanto tiemp.o que faltaba, pues

nadie le co­

nocía. Llega a su puerta y ve que hay una señora como de unos cin­ cuenta años sentada en una silla, y al lado de ella un señor cura que la hacía miles de caricias, a las que ella correspondía, be­ sándole las manos y la frente. El buen hombre de seguida reco­ noció que era su mUjer, pero los celos se le subieron a la cabeza y sacó la pistola con intención de matarles a los dos -al señor cura y a la señora que estaba con él. Ya iba a disparar cuando se acordó del tercer consejo de su amo, y dice : -No; no disparo . Mientras no lo pienso tres veces, no disparo.

y entonces se acercó a su mujer, que ella no le conocía ya, y la dice: -Buenas tardes, señora. ¡ Qué bien se lo están pasando uste­ des ! Deben de ser muy felices.

y dice la buena señora: -Sí, señor, sí; somos felices . Después de treinta años de dis­ gustos y calamidades pidiendo limosna, he conseguido que este mi hijo que tengo aquí pudiera coger la carrera que tiene, de sacerdote. Porque ha de saber el buen señor que yo, al año de casada, me abandonó mi marido, contando con esta fecha trein­ ta años que no he vuelto a saber de él. Pero hoy sí; hoy no me acuerdo de lo que ha pasao, porque tengo aquí a mi hijo que me sostiene, y nada me falta. Entonces el marido dice para sus adentros: - ¡ Hola!

¡ Hola!

Si no me acuerdo del consejo del amo, la

hago gorda. Mato a la mujer y al hij o.

y al darse a conocer a ellos recibieron una grande alegría. y yo me vine y los dejé, y no sé qué habrá sido de ellos. Morgovejo (Riaño), León. 19 de mayo, 1936.

Ascaria Prieto de Castro. Obrera, 51 años.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

61

239 LOS TRES CONSEJOS Éste era un matrimonio muy pobre y no hallaban donde tra­ bajar. Un día el marido decidió marcharse lejos de su pueblo a buscar trabajo . Y al separarse de su mujer la dejó un niño p&­ queño.

y el marido estuvo sirviendo dieciocho o veinte años del otro lado del agua. Y al llevar tantos años fuera, el hombre ya tenía deseos de ver a su esposa y a su hijo, y un día le dice al amo: -Haga ustez el favor de hacerme la cuenta, que quiero ver a la familia. -Bueno; para la noche ya te la tendré hecha -le contestó el amo. Cenaron, y al irse a acostar le dice el amo: -Mira; por todas tus soldadas te doy esta torta y tres con­ sejos:

el primero , no dejes caminos reales por coger sendas; el

segundo, en lo que no te va ni te viene, no te metas; y el tercero, antes de hacer las cosas, premedítalas. Al día siguiente, salió ya para su casa y a poco de salir se en­ contró con un arriero. Y vinieron bastante parte del camino jun­ tos. Y a cierto punto había un atajo y le dice el arriero : -Vámonos p o r aquí, que se corta más a derecho.

y le contesta el individuo : -No, que me ha dao un consejo mi amo que no deje cami­ nos reales por coger sendas, de suerte que yo me voy a derecho.

y al día siguiente pudo saber que al arriero le habían matao en aquel mismo sendero. Y entonces pensó él : «Qué bien hecho que haya seguido el consejo de mí amo; si no, hubieran hecho lo mismo conmigo. »

y a é l l e llegó l a noche en un monte. Y alcanzó a ver una luz. y era un caserío de una cuadrilla de bandidos . Se llegó a él a pedir alojamiento, y le dijo uno de los que estaban al cuidao de la casa que sí, que podría quedarse allí aquella noche. Y tar­ dando bastante en llegar los otrQ compañeros, le dice a aquél el bandido: -Ustez no habrá visto nunca esta casa. -No, señor; · es la primera vez que me encuentro en ella. -Pues se la voy a enseñar en 10 que vienen los otros.

AURELIO M. ESPINOSA

62

y le enseñó todas las habitaciones. Y le dice: -¿Qué le ha parecido a ustez? -Pues muy bien -le dice. -Pero le falta a ustez la mejor habitacián que ver.

y le llevó a una habitación donde había cuatro cuerpos col­ gados en cuatro escarpias y una mesa con cuatro cabezas de per­ sona clavadas en cada cornijal de la mesa, y le preguntó : -¿Qué le parece a ustez de todo esto?

y se echó la cuenta él entonces y pensó: «Ya veo yo que la cabeza que falta en medio va a ser la mía.» Y le vuelve a decir el bandido : -¿Qué le parece a ustez de todo esto? -Bien -dice. -No, no; diga ustez francamente lo que ustez piensa. -¿Qué le he de decir? Soy partidario de que en lo que no me va ni me viene no me meto . Y le dice el bandido : -Esa palabra es la que le ha salvao a ustez la vida. Y entonces pensó él entre sí:

«Ya me he salvao con otro de

los consejos que mi amo me ha dao.» Ya llegaron los otros, el capitán y los demás de la cuadrilla, y se pusieron a cenar y se acostaron . Y a la mañana siguiente el alojado les dice: -Bueno, yo me voy a marchar en seguida. Y le dijeron los otros : -Ustez no se marcha de aquí hasta que no almuerce por lo menos. Almorzó y a poco tiempo emprendió la marcha. Y se pensó para él :

«Ya tenía ganas de salir de aquí.»

Al llegar ya a su pueblo, se dirigió a su casa y vio por el bal­ cón que su mujer estaba peinando a un cura. Y pensándose mal le dio la tentación de pegarles un tiro según estaba peinándole. Y entonces dijo él: -¡Déjate! , que he dejao un chico y primero voy a preguntar al vecino a ver qué es de él. Y el vecino le contestó : -Es tu hijo, el hijo que dejastes, que ya se ha hecho cura. Y dice él entonces : -Pues he estao si le mato o no le mato -y le vino ""a la me­ moria el tercer consejo de su amo.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

63

Entró entonces en su casa y se saludó con la mujer y les con­ tó todo lo que le había ocurrido . Y por la noche, a la comida, le preguntó la esposa:

-y las soldadas, ¿dónde están? -Pues no me ha dao el amo más que esta torta y tres consejos: el primero, no dejes caminos reales por coger sendas; el segundo, en lo que no te va ni te viene, no te metas; y el tercero, antes de hacer las cosas, premedítalas. Milagro que estoy en casa y que existáis vosotros.

y cuando se pusieron a comer, partieron la torta y es donde encontraron todas las soldadas de todos los años que había estao sirviendo .

Anselmo Velasco. Labrador, 36 aftoso

Astudillo, Palencia. 13 de mayo, 1936.

240 LOS TRES CONSEJOS Éstos

eran dos

criaos

que estaban sirviendo

en una casa.

Cuando ya se iban a marchar, los llamó el amo para pagarles y les preguntó qué querían, si dinero o consejos. El primero dijo que él no quería consejos, que de nada servían, y aceptó dinero . Pero el segundo dijo que él accedía a los consejos y aceptó con­ sejos en vez de dinero. El primero salió con su dinero y a poco que había salido le encontraron unos ladrones y le mataron. El segundo recibió de �u amo los siguientes consejos, que eran tres: primero, que cuando fueta por un camino, que siguie­ ra siempre la carretera y nunca fuera por atajo ; segundo, que en 10 que no le iba ni le venía que no se metiera, y tercero, que no hiciera nada antes de pensarlO tres veces. Él se fue entonces de la casa de su amo y alcanzó en el ca­ mino a un arriero. Al llegar los dos adonde habia una desviación en el camino, el arriero dijo que él iba por allí por ser más cerca al pueblo adonde iban. Pero el criado se acordó del primer con­ sejo de su amo y no quiso ir con él, sino que siguió derecho por la carretera. Y el arriero encontró unos ladrones que le mataron y le robaron.

AURELIO M. ESPINOSA

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El segundo, el criado, llegó a una casa donde había sólo tres habitaciones y cada una con una sola puerta. Llegó y entró y en la primera habitación halló muchas calaveras, brazos, piernas y manos de muertos. En la segunda halló mesas puestas con mu­ chos manjares. Y en la tercera halló camas para dormir. Acor­ dándose del segundo consejo, no preguntó nada. Comió y se acos­ tó a dormir. A la mañana siguiente llegaron los posaderos y le pregunta­ ron si había visto algo. Acordándose del segundo consejo dijo que no, que no había visto nada. Insistieron y otra vez dijo que no, que no había visto nada. Y viendo ellos que era un hombre honrado, le dejaron marcharse y le dieron un saco de oro. Hacía ya veinte años que no volvía a su casa, donde había dejado a su mujer con un niño de pocos meses. Llegó a su pue­ blo y preguntó dónde era su casa. Al llegar a su casa, vio a un joven que andaba paseando por la solana y no sabiendo quién era, le entraron celos y tentaciones de entrar a matarlo. Pero se acordó del tercer consejo que le había dao su amo, y subió y preguntó quién vivía allí y quién era aquel joven. Y resultó que era su hijo. Luego se reconocieron y todos vivieron muy con­ tentos.

y colorín colorao , Este cuento se ha acabao.

Carriedo, Santander.

241 LOS TRES CONSEJOS En un pueblo pequeño se casó un endividuo con una mucha­ cha muy guapa. Y después de cierto tiempo de vida, se veía aco­ bardado por falta de trabajo. Éste ya pensó buscarse la vida en el sitio donde pudiera encontrar trabajo. Y entonces la dice a su mujer : -Yo así no puedo vivir. No tengo más remedio que marchar­ me a mis aventuras a buscar la vida para ganar pa los dos.

y entre el matrimonio pensaron en marcharse él en busca de fortuna. Al salir de casa dejó a su señora encinta. Y marchó a buscar la vida a las Amérícas, donde encontró un señor y en­ tró a servir como mozo de la casa. Engañaba al dueño diciendo

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

65

que era soltero y que no tenía más ocupaciones que el cumpli­ miento de su deber. Pero ya pasó cierta cantidad de años, y observó el amo que su criado estaba triste. Y con frecuencia le preguntaba: -¿Qué te pasa? Dime lo que te pasa. ¿Es que tienes algún familiar, que tienes noticias de él? ¿ Es que no estás a gusto en casa? ¿Es que te falta algo de lo prometido?

y el criado siempre triste. -No me pasa nada.

y tenía siempre ahorradas las soldadas en casa de su amo. y triste el criado, ya le preguntó un día el amo : -Quiero que me digas lo que te pasa.

y como el criado no tenía costumbre de engañar al amo, te­ nía la respuesta de decirle: -Soy casado y quiero ir a buscar a mi mujer, y ver si tengo algún hijo, que cuando salí de mi casa la dejé encinta. Entonces el amo, muy agradecido del comportamiento de su criado, le abonó sus soldadas y al mismo tiempo le dij o : -Toma esta torta con tres monedas. N o la partas hasta que no llegues a tu casa. Una de las monedas es para ti, otra para tu mujer y otra para tu hijo, si acaso lo pues tener. Y además

te

quiero dar tres consejos: no dejes camino por coger senda; don­ de no te llamen, no te metas; y cosa que no te interese, no pre­ guntes.

y aquel buen criado le da las gracias y coge el tren y sale para su casa. Y al llegar a la estación, sale al camino para la aldea donde él vivía. Y se acercan unos chavales : -¿Para dónde va el amigo? -Para la aldea. -Coja esa senda.

y entonces él se alcordó y dijo : -No dejo camino por coger senda.

y aquella senda le conducía a un río. Llega a la aldea y se va a la posada antes de ir a su casa. Y por �a mañana, cuando se levantó, desde el balcón de la posada, observó que una señora se abrazaba con un cura . Y dij o : -Esa es mi mujer. -Pero se alcuerda del consejo que donde no me llaman, no me meto. -Yo preguntaría, pero cosa que no me interesa, no pregunto. Pero el buen criado, dentro de su conocimiento reflexionó:

AURELIO M. ESPINOSA

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-Si me parece mi mujer. Y quizás fuera mi hijo . Yo debo de preguntar, porque el asunto me interesa. Y entonces a la dueña de la posada la pregunta: -Dígame, señora, ¿qué pasa en esa casa, que hay un señor cura abrazándose con una mujer? Y entonces la mesonera le dice: -Pues mire usted. Es una pobre señora que se casó. Y estu­ vo varios meses con el marido. Y su marido se marchó a pro­ bar . fortuna por el mundo. Y la dejó encinta y no le han vuelto a ver más. Y ése es el hijo de aquel señor de esa señora, que le ha podido dar carrera para sacerdote. Entonces el criado, asombrado, el mismo día de ¡a cantami­ sa se presentó en su casa. Y al preguntar por doña Paula, su es­ posa, se quedaron desmayados. -Éste es tu marido y tú eres mi esposa.

Mariano, señor de unos 55 años.

Cuéllar, Segovia. 22 de abril, 1936.

242 LOS TRES CONSEJOS Era un matrimonio muy pobre que vivía en una aldea. Vivían muy necesitados, y viéndose asín, dijo el marido a la mujer: -No podemos vivir. Yo me voy para las Américas. Se fue para allá y dejó a la mujer con un niño de dos años. Estuvo por la América veinte años y allí hizo fortuna. Habiéndo­ se cansado de servir. le dice al amo : -Me voy para mi España. -¿Cómo

te

vas, tan contento que estaba yo contigo y tú con-

migo? -Pues, sí, señor, me voy.

y le dijo el amo: -Pues, antes de que tú te vayas, vas � recibir tres consejos míos:

primero, la ira de hoy, guárdala para mañana; segundo,

np dejes caminos por coger sendas; tercero, no te metas en co­ sas que no te importen. Llegó a su pueblo, y en dirección para su casa, encuentra a su mujer abrazada con un cura. Sacó el revólver para matarla; pero se recuerda del consejo que le dijo el amo y dij o :

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

67

-No, que me dijo que la ira de hoy, que la guardase para mañana. Se fue para el mesón para buscar posada. Estando sirvién­ dole la cena, pregunta a la mesonera: -Hace veinte años vine por este pueblo y me quedé en casa de Fulana de Tal. ¿La conoce ustez? -Ah , sí, señor, ¡qué hacer más que conocerla! Hoy ha veni­ do precisamente un hijo, que tenía estudiando para cura. - ¡ CUra! -dice él-o ¿Cómo cura? -Sí, sí. Pobremente ella se ha valido para hacerle cura. Y el marido le tiene en Buenos Aires . Él la preguntó después que qué vida había traído. -Una pobre mujer, que con su trabajo malamente le ha po­ dido dar la carrera. -Pues, yo soy su marido -contestó el hombre-. ¿Quiere ustez acompañarme hasta su casa? -Bueno, sí, señor. Vamos. Fueron y efeztivamente se reconocieron. Y abrazó a su mu­ jer y a su hijo y fueron felices. A los dos o tres meses tuvieron necesidaz de ir a una feria a comprar un ganao . Y le dice él a un vecino del pueblo: -¿Vas a ir a la feria? -Sí. -Pues, yo también . Vamos juntos. Habiendo andado un trayezto del camino, dice el vecino al otro: -Vamos por esta senda, que se navega una hora más, para llegar pronto a la feria.

y le dice: -No, chico. Yo no dej o camino por coger sendas, que me dijo mi amo eso.

y el uno se fue por la senda, y el otro siguió su camino y llegó a la feria con tiempo. Hizo su compra; mas el otro no llegó. Y al día siguiente regresó para su pueblo. Y salió a preguntarle la familia del otro compañero que dónde se había quedado . Y les dice: -No le he visto en la feria. Él se fue por la senda, y yo seguí el camino y llegué con tiempo a la feria. Marcharon a buscarle por la senda por donde habia marcha­ do, y le encontraron atao al tronco de un árbol. Y él dijo que le habían salido unos ladrones que le habían quitado el dinero y le

68

AURELlO M. ESPINOSA

habían atado. Le desataron y se volvió a su casa, y el otro se ale­ gró de haber conseguido el consejo que le había dado su amo en América. Después, el señor ese, andando con el ganao que compró en la feria, andando por los pueblos, llegó a una venta y pidió po­ sada. Y se ponen a regañar los dueños fuertemente: que si el di­ nero lo guardaba el uno o si lo guardaba el otro; y que si tú tie­ nes la culpa o si la tienes tú. y llegaron hasta a pegarse. Y el otro, pues, tuvo idea de meterse en la reyerta; pero se alcordó del consejo de su amo, y dijo : -No, no me importa. No debo meterme. Con esto pidió la cama para irse a dormir, y le meten en un cuarto donde había cuatro o cinco colgaos, por haberse metido en cosas que no les importaba. Y el otro se asustó y le dice al dueño: -Hombre, ¿cómo me mete ustez aquí? ¿Qué, quiere hacer ustez lo mismo conmigo que con ésos? -Ah, no, señor, estése ustez tranquilo, que no le hacemos nada. Porque ésos están allí colgaos porque se han metido don­ de no les importaba -como en la reyerta que hemos tenido nos­ otros- que todos ésos se han metido y como no les importaba, los hemos colgao alli . . . y ustez, cójase ustez su borrico y váyase, que no le haremos nada. -Pero antes de marcharme, quiero pagar --decía él. -No, señor, no. Todo está pagao, porque no hemos tenido otro como ustez.

Tinieblas de la Sierra, Burgos. 3 de junio, 1936.

Lucia Pineda. 43 años.

243 LOS TRES CONSEJOS Era una vez una familia muy pobre, que dijo el marido : -Tengo que discurrir algo, porque si no, no sé qué va a ser esto.

y dijo: -Pues, me voy a América. Después de estar en América, encontró a un amo muy bueno que le quería mucho. Estuvo dieciocho o veinte años con él. En

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

69

España dejó a su mujer con un niño de dos años. Y aquella mu­ jer pobremente dio carrera a su hijo para cura. Después de haber hecho ya una pequeña fortuna, dijo al amo : -Señor, ya me canso de servir. Me voy a España a vivir tran­ quilamente con mi mujer y mi hijo.

y le dijo el amo : -¿Cómo te vas, tan contento que estaba yo contigo y tú conmigo? -Pues, sí, señor, me voy.

y se estaban despidiendo cuando le dice el amo: -Antes de que se marche, le voy a dar tres consejos que nun­ ca los olvidará : primero, que la ira de hoy, guárdala para maña­ na; segundo, no dejes caminos por coger sendas; tercero, no te metas en cosas que no te importen. Ya pues, llegó a su pueblo. Y fue a su casa y en el portal es­ taba su mujer abrazada con un cura. Y sacó la escopeta para matarlos y pensó : -¿Qué me dijo mi amo? Que la ira de hoy, que la guardaría para mañana. Conque mañana tengo tiempo de matarla. Ya fue a la posada del pueblo y mandó sacar cena. Y estan­ do así hablando, dijo a la mesonera: -Pues, yo conozco a una Fulana de Tal. ¿Qué tal está? -Pues, está muy bien. Precisamente hoy ha venido un .hijo cura que tiene, que está encantada de la vida con él y . . . - ¡Cura! -dice él-o ¿Cómo cura? -Sí, sí. Pobremente ella se ha valido para hacerle cura. Y el marido está en Buenos Aires. -Pues, yo soy su marido -contestó el hombre-. ¿Quiere ustez acompañarme a su casa? -Bueno; sí, señor. Fueron y se reconocieron. Abrazó a su mujer y a su hijo, y fueron felices. Después de estar dos o tres meses en el pueblo, necesitaba comprar un ganado. Y como esto de los pueblos, pues le dijo otro: -'-¿Qué? ¿Vas a ir mañana a la feria? Dice : -Sí. -Pues, ya iremos juntos. Y estando en mitaz del camino, pues dijo el otro:

70

AURELlO M. ESPINOSA -Vamos por esta senda, que se navega media hora antes para

llegar a la feria.

y el otro dijo : -Yo, no, que me dijo mi amo que no dejaría caminos por irme por sendas . Y el otro dijo : -Yo sí. ¡Andá! ¡ Si s e navega media hora antes ! Y se fue. Y el de la vereda, le salieron ladrones que le quita­ ron el dinero y le ataron a un tronco de un árbol. Y el otro siguió su camino, llegó a la feria, compró el ganado y se vino tranqui­ lamente a su casa. Después de haber llegado al pueblo, le dice la familia del otro: -¿Adónde está el otro? ¿No ibais juntos? -Sí; pero he estado mirando por el mercado a ver si le veía y no le he visto. Pasó esto: que él quería ir por la senda y yo se­ guí mi camino. Conque la familia se fueron a buscarle por la vereda donde él caminó . Y le encontraron atao a un árbol. Este hombre viajaba mucho . Y fue a una posada, que eran un matrimonio que siempre que iba gente forastera, estaban ri­ ñendo. Porque el uno quería dejar el dinero en una parte y el otro en otra. Y hasta llegaron a pegarse. Y el otro, que estaba allf, no respiró la boca. Después ya de cenar, pidió cama, y le meten en un cuarto muy oscuro donde había muchos hombres colgados. Y el otro se asustó y dij o : -¡Oiga, oiga, patrona! ¡ M e saque de aquí! Y la patrona le dijo : -¿Qué? ¿Tiene ustez miedo porque ve ahí a esos hombres? Dice : -Porque como han hecho con éstos, creo que van a hacer así conmigo. Y ella dij o : -Éstos están aquí por meterse en 10 que no les importaba. Y ustez, como no ha dicho nada, coja su ganao y se vaya tran­ quilamente a su casa.

Tinieblas de la Sierra, Burgos. 5 de junio, 1936.

Natividad González. 1 1 afias.

E.

EL MUCHACHO LISTO

244 EL CHICO LISTO, PELONC!N É ste era un padre que vivía en un pequeño cortijo con varios hijos de familia. Se dedicaba a la recría de ganado y al cultivo del campo. En una ocasión el padre mandó al Pelón, que así lla­ . maban a uno de sus hijos, con unos cerdos a pastar al pie de la carretera. Y llegaron los reyes de paseo y viendo aJ muchacho, le preguntaron: -¿De dónde eres, Peloncín? -De la cabeza, señor. -Hombre, te digo que de qué pueblo eres.

-De esa aldea próxima. -¿Tienes padre y madre? -8í, señor. -¿Y tu padre? -A

apreciar

un

daño

que se han

comido

las

cabras esta

mañana. -¿Y tu madre? -A hiñir el pan que nos comimos la otra semana. -¿ Tienes hermanos y hermanas? -8í, señor. -¿ Y tu hermana? -Cuidando por los menesteres de la casa. -¿Y tu hermano? -Está a perderse o a ganarse.

-y ¿qué es perderse o ganarse? -Pues está a casarse:

si encuentra buena mujer, gana; si la

encuentra mala, pierde. Y entonces le dice el rey: -Muy bien. Eso me parece muy bien. En lo que no veas mi cara trece veces, no se lo vuelvas a decir a nadie porque voy a ver si mis consej eros lo aciertan.

72

AURELlO M. ESPINOSA Al volver a palacio, el rey forma consejo y indica a todos sus

consejeros a ver quién es el que le adivina 10 que es perderse o ganarse en el plazo de cuarenta y ocho horas. Sus consejeros se quedaron muy preocupados, pues nadie podía adivinarlo. Mas uno de ellos, para distraerse, sale con un hermoso caballo al cam­ po, y al pasar por donde el Pelón, se le cae el sombrero. Y al arrimarse el Pelón al caballero con el sombrero, le dice: -Parece ser que el señor va muy apresurado. Sin duda va en busca de algún pensamiento. Quizás yo , si el señor fuese tan bondadoso, yo le podría decir 10 que ustez busca. -Es muy difícil, Pelón, porque salgo de palacio en espera de un consejo, 10 que tú no me puedes dar. Contestó el Pelón: -Quizá venga buscando el consejo que ayer mismo le di a su Real Majestaz el Rey, que le indiqué 10 que era perderse o ga­ narse. Y si ustez me da catorce duros, yo se lo diré a ustez.

y entonces el señor le larga las catorce monedas, y el Pelón le dice lo que es perderse o ganarse. Y entonces el señor rápida­ mente se marcha a palacio. Llega a palacio y entonces el rey for­ ma consejo otra vez. Y el caballero le dice al rey que él sabe lo que es perderse o ganarse: que es ir a casarse : si encuentra bue­ na mujer, gana; y si la encuentra mala, pierde. Y entonces el rey le dice: -A ti, ¿quién te lo ha dicho? -A nú, nadie. En busca del Pelón el rey con sus consejeros. -¿ Le ha dicho a este señor lo que es perderse o ganarse? -Sí, señor. -¿ No te he dicho que en lo que no veas mi cara trece veces, no se lo tenías que decir a nadie?

y entonces el Pelón saca las catorce monedas con la cara del rey y le dice : -¿Es ésta su cara? Contestación del rey que sí. Y entonces le cuenta las monedas y dice: -Trece, más uno; me sobra.

y entonces fue cuando le dice el rey: -Por 10 listo que eres, vente connúgo.

Cuéllar, Segovia. 21 de abril, 1936.

Hombre de unos 55 años.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

73

245 EL NIÑO AVISADO Un rey tenía una hija que no quería casarse, y urgida por- el padre, que deseaba tener un heredero varón, dijo que se casaría con el que la hiciera responder otra cosa que «bien pOdrá ser» . Acudieron príncipes y reyes a conversar con l a princesa; pero a todo lo que le decían, respondía siempre «bien podrá ser» . A l fin u n príncipe que vivía en lejanas tierras determinó pro­ bar fortuna y ver si podría casarse con la princesa. Y para que nadie lo supiera, si salía mal en su intento, marchó solo, montado en un brioso caballo . Al pasar por una aldea, un chiquillo, que estaba a la puerta de una casucha, al lado de un fogón, le dij o : -El que mucho corre, atrás se queda . El príncipe continuó su veloz carrera; pero apenas había sali­ do del pueblo, tropezó el caballo en una piedra y cayó, rompién­ dose una pata. No hubo más remedio que dejarlo abandonado y volverse al puebla cargado con los arreos. El príncipe fue a la casa donde había visto al chiquillo, y se entabló entre ellos el si­ guiente diálogo : -Dime, niño, ¿dónde está tu padre? -Está enterrando vivos y desenterrando muertos .

-y ¿tu madre? -Está amasando el pan que comimos la semana pasada. -¿Tienes hermanos? -Tengo una hermana que está llorando las risas del año pasado. -¿Podrías indicarme dónde comprar un caballo? -dijo el príncipe, queriendo terminar de una vez las respuestas tan extra­ vagantes que el muchacho le daba. -Sí señor; en aquella casa blanca que se ve a lo lejos vive un hacendado que tiene hermosos caballos de silla. -¿Puedes venir conmigo para guiarme? -Sí, señor, porque no tengo que hacer nada más que comerme los que suben y aguardar a que suban más. -Bien, hombre, pero

¿quieres explicarme las extrañas res­

puestas que me has dado? -¿Cómo no, señor? La cosa es bien sencilla: Mi padre está

74

AURELlO M. ESPINOSA

enterrando sarmientos nuevos en una viña que plantó el año pa­ sado, y desenterrando los que se murieron. Por eso le dije que estaba enterrando vivos y sacando muertos. Mi madre está ama­ sando pan para dárselo a una vecina que nos prestó el que comi­ mos la semana pasada. En cuanto a mi hermana, ésa se casó el año pasado y tuvo unos días muy alegres; pero ahora está de par­ to, gritando como una chancha

1.

Por eso le dije que estaba llo­

rando las risas del año pasado . -y ¿qué has queridO decir con eso de que estás comiéndote a los que suben y aguardando que suban más? -Es muy sencillo. yo estoy al lado de esta olla donde se cue­ cen los garbanzos, y cuando con el hervor sube alguno, lo pesco con una cucharita y espero que suban otros para hacer lo mismo. Después se fueron los dos a casa del hacendado, y allí compró el príncipe un hermoso caballo. Al volver a la casa, había llegado el padre del niño, y el príncipe le preguntó si tendría inconve­ niente en que se llevara al muchacho, pagándOle buena soldada. Consultado el chico, el cual contestó que con mucho gusto iría, quedó arreglado el negocio.

El príncipe comp ró otro caballo y los arreos correspondien­

tes, y emprendieron los dos el camino. Yendo por el camino, el muchacho supo las intenciones que llevaba el príncipe y le dijo : -Usted deberá pedir al rey que me permita a mí hablar con la princesa, entendiéndose que si yo consigo hacerla decir otra cosa que «bien podrá ser» , ella debe casarse con usted. Así quedó convenido . Todavía faltaban varias jornadas para llegar al palacio de la princesa. En la primera posada donde pernoctaron, desapareció una vara de hesno que llevaba un arriero para arrear su recua, y el arriero, furioso, preguntaba a todo el mundo por ella; pero no fue posible dar con ella. Al día siguiente; cuando iban de nuevo por su camino, el chiquillo le dijo al príncipe : -¿Sabe usted dónde está la vara del arriero? Y metiendo la mano en el bolsillo, se la mostró convertida en pequeños pedazos. -Niño, ¿por qué has hecho eso? -dijo el príncipe. -Déjeme no más -dijo el niño-; yo tengo mi idea. El príncipe le recomendó que no volviera a hacer cosas seme­ jantes, y siguieron su camino. En la posada donde pernoctaron 1

Chilenismo, 'cerda', 'marrana'.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

75

la seIDlIlda noche desapareció una sartencita en que la posadera acostumbraba freír los huevos de a uno, y por más que la buscó, nunca pudo hallarla. Cuando a la mañana siguiente continuaron ' los dos su camino, el chiquillo dijo de pronto : -¿Sabe usted, príncipe mío, dónde está la sartencita?

y sacándola del bolsillo, dijo: -Mírela. El príncipe se enojó y reprendió agriamente al muchacho; pero él se limitó a decir : -Perdóneme; pero yo tengo m i idea. Aquella noche desapareció de la posada donde alojaron un frasquíto de aceite de los que había en el convoy, y como las otras veces, tampoco pareció. Al día siguiente dijo el chiquillo, cuando iban de camino: -¿Sabe usted, príncipe, dónde está el frasquito de aceite? Véalo.

y lo sacó del bolsillo. Esta vez el príncipe se enojó verdade­ ramente, y le conminó con aplicarle un severo castigo si volvía a hacer otra cosa semejante; pero el chico volvió a repetir: -Déjeme no más; que yo tengo mi idea. En las dos noches siguientes no ocurrió nada de particular; pero a la tercera desapareció un huevo fresco que la posadera iba

11 pasar por agua y lo había dejado encima de una mesa por un momento. Al día siguiente nada dijo el chico, temeroso de que el príncipe cumpliera las amenazas; pero lo cierto es que él había . sido el ladrón . Aquel día hacía mucho calor, y al pasar por una quebrada el muchacho se desmontó y pidió permiso para internarse en la quebrada para satisfacer cierta necesidad apremiante .

Cuando

volvió, venía envolviendo cuídadosamente un papel, que se guar­ dó en el bolsillo. Aquél fue el último día de viaje, pues en la noche llegaron a la capital, donde pernoctaron. El príncipe se levantó muy de maña­ na al otro día, se puso 'Su mejor vestido y se acicaló, como es de suponer, para. presentarse en palacio, acompañado del chico, que también iba correctamente vestido. Se presentó el príncipe al rey y le expuso sus pretensiones, las que fueron aceptadas, y quedó convenido que el muchacho lo acompañaría en la visita a la prin­ cesa y trataría de hacerla decir otra cosa que el consabido «bien podrá ser». Llegaron al palacio y penetraron en el salón donde al poco

AURELIO M. ESPINOSA

7 F.

tiempo llegó la princesa. Y después de las presentaciones de esti­ lo, el chiquillo entabló con la princesa el siguiente diálogo: -Princesa, aquí traigo una sartencita. --Bien podrá ser. -Aquí traigo un huevo. -Bien podrá ser. -Aquí traigo un frasquito de aceite. -Bien podrá ser. -Aquí traigo una varita hecha pedazos para hacer fuego con ella y freír el huevo. -Bien podrá ser. -Pero después que fría el huevo, lo voy a sazonar con lo que traigo en este papel . -Bien podrá ser. -Pero ¿sabe usted lo que traigo en este papel? Es mierda seca, y después de que la mezcle con el huevo, la tortilla será para que se la coma usted, señora princesa . -i Para que te la comas tú, gran marrano! -Apunte usted, señor escribano que la mujer es de mi amo -dijo el muchacho .

y la princesa no tuvo más remedio que casarse con el prínc:ipe. Zamora, Zamora. 1928.

Don Victoriano de Castro G. Profesor, 55 años < contado en Chile a don Ramón A. Laval l .

246 LAS TRES PREGUNTAS En el pueblo de Hérmedes había un cura que decía : -Misa por la mañana y rosario por la tarde, y el cura de Hér­ medes sin cuidao. El pueblo, que se cercioró que el cura no pensaba nada más que en su misa y su rosario, dio parte de esto al señor obispo . Éste llamó a l cura a palacio. Después de saludarle, l e preguntó el cura al obispo : -¿A qué soy yo llamado aquí?

y el obispo le respondió :

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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-Pues, le acusa a ustez el pueblo de que ustez no piensa en nada más que en su misa y su rosario. Y ahora le voy a dar yo a ustez en qué pensar. Si en término de tres días no resuelve ustez el problema que le voy a plantear, le recojo a ustez la licencia para que no vuelva ustez a ejercer. -Ustez dirá -dijo el cura .

y dijo entonces el obispo : -Pues, me tiene ustez que adivinar: primero, cuánto pesa la tierra del mundo ; segundo, cuánto vale mi persona;

y tercero,

qué pensamiento tengo yo. Al oír esto, el cura se retiró para su casa angustiao a ver de qué medio pOdía responder a las preguntas del Obispo. Ya pasaban dos días de los tres que el obispo le había puesto, y estaba el cura triste y cabizbajo, porque no encontraba resolu­ ción. A la noche fue el pastor a cerrar las ovejas del señor cura, y viendo que el cura estaba tan triste le preguntó: -¿Qué le pasa a ustez, señor cura? Parece que le encuentro algo preocupao. -¿Qué adelanto con decírtelo a ti, si tú no me puedes sacar de dudas? -le contestó el señor cura. -Pues, dígame ustez lo que le pasa -dijo el pastor-o A ver si a ustez le puedo sacar de algún apuro . '"-¡Que tú no entiendes de esto ! ¿Qué adelanto con decírtelo? Y como insistiera el pastor en que se lo dijera, por fin el cura se lo dij o : -Pues, e s e l caso que e l señor obispo m e ha dicho que l e ten­ go que adivinar tres cosas en término de tres días y ya van dos con hoy. -Bueno, bueno ; pero dígame ustez qué cosas son las que tie­ ne que adivinar -le dijo el pastor. Y el señor cura le dijo entonces : -Pues, me ha dicho que tengo que adivinar: cuánto pesa la tierra del mundo ; cuánto vale su persona, y qué pensamiento tie­ ne él . -¡ Hombre! -dice el pastor-, ¿y por eso se asusta ustez? Mañana se va ustez a arrear las ovejas, y yo me pongo su ropa y yo iré a estar con el obispo. -Pero, hombre, ¿ qué sabes tú de eso? -dijo el señor cura-o .

¿Dónde te vas a meter tú?

-Bueno, ¡ pues ustez déjeme a mí! -contestó el pastor-o ¡ Dé­ jeme a mí!

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Consintió el cura y al otro día se vistió el pastor de cura y se marchó a palacio a estar con el obispo. Entró en el palacio y le dijo al obispo: -Ya está aquí el cura ' de Hérmedes para descifrar lo que us­ tez me dijo. -Bueno -dij o el obispo-; a ver lo primero . ¿ Cuánto pesa la tierra del mundo? A lo que contestó el pastor: -Su ilustrísima, si me quita ustez los cantos . . . -Bien, hombre, bien -dijo el obispo-o Está muy bien. Vamos a ver ahora lo segundo. ¿ Cuánto vale mi persona? -Pues treinta dineros dieron por Jesucristo -dijo el pas­ tor- , conque ustez, que es algo menos, le quedaremos en vein­ tinueve. -Bien, hombre, está bien -dijo el obispo-o Vamos ahora al tercero. ¿Qué pensamiento es el que yo tengo ahora? .

-Pues, el pensamiento que tiene ustez es -dijo el pastor­

que cree ustez que está hablando con el cura de Hérmedes y está ustez hablando con su pastor. -Hombre, está muy bien -dijo el obispo-o Ya se puede us­ tez retirar.

Peñafiel, Valladolid. 27 de abril, 1936.

Mariano Ruiz Salinero. Dulzainero, 58 años.

247 LAS TRES PREGUNTAS Una vez el rey D. Pedro el I de Castilla, nominado el Cruel, hizo una visita al convento de San Bernardo . Yendo al convento , salieron todos los frailes y e l padre prior con palio a recibirle. D. Pedro vio al padre abad -un hombre gordo y robusto y colo­ radote-- y supuso que sus ayunos no le desmejoraban. Y después de cantar el Te Deum y demás, en los honores de la mesa le advirtió el rey al padre abaz que estaba en buen estado de saluz. Y le advirtió que en recompensa de los cuidados que tenía para sus frailes que le haría un regalo consistente en tres nueces que había de cascar. Se reducían a tres preguntas : pri­ mera, cuánto valía él en su trono; segunda, en cuánto tiempo da-

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ría vuelta al mundo con su caballo; telcera, que qué estaba él pensando que fuera mentira. Que a otra visita que hiciera, se las tenía que contestar, y si no, le recluiría a morír en una celda a pan y agua. Y se despidió hasta otra visita. Pensando el abaz que no pOdría contestarle, porque era hom­ bre de pocos recursos -¡ tan pocos, no pensaba más que en co­ mer!- se desmejoró de tal manera que alarmó a todo el conven­ to, especialmente al pastor de dicho convento, Pascualillo. Y pre­ guntándole al padre abaz que qué le ocurría, que se lo dijera a él, pues se desahogó el padre abaz con él, diciéndole que el rey le había dado tres nueces que cascar, que consistían en tres pregun­ tas que él no podía contestar.

y el pastor, Pascualillo, j ovialmente le contestó que no se apu­ rara, que él le salvaría del compromiso; que comiera y bebiera y que no se preocupara más . Al hacer la segunda visita el rey, cuando se hicieron los pre­ parativos para recibirle, bajo palio y todo, le dijo Pascualillo que le diera el abaz sus hábitos, que ya había pasado más de un año y no recordaría cómo sería él . Llegó el día señalado y todos los frailes del convento salieron a recibir al rey de la misma forma que la vez anterior. Entonces, cuando se presentó el rey, echó una mirada al padre abaz y aun­ que le encontró tan desmej orado, no le sorprendió por las tres preguntas que suponía no contestaría. Entonces el rey, dirigién­ dose al padre abaz, le dijo : -Padre abaz, ya recordará las tres nueces. ¿Está dispuesto a contestarlas?

y Pascualillo, vestido de padre abaz, le dijo que sin inconve­ niente ninguno podía preguntarle . -Pues, vamos a ver -dijo el rey-o ¿ Cuánto valgo yo en mi trono? -Señor -le contestó Pascualillo-- , si el Rey de los Cielos va­ li6 treinta monedas, Vuestra Majestaz, que es de la tierra, le pon­ dremos veinte y nueve. A lo cual se mordió los labios, por su temperamento, el rey. -Bien. Y la segunda pregunta: ¿en cuánto tiempo daría vuel­ ta al mundo en mi caballo?

y contest6 Pascualillo : -Señor, si camina con la salida del sol, en veinte y cuatro horas justas.

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y echando el rey su mirada torva, se quedó mirándole al su­ puesto abaz . -Bien -le dijo-, la tercera pregunta: ¿ qué estoy yo pensan­ do en este momento que sea mentira? -Pues señor, Vuestra Majestaz piensa que yo soy el padre abaz, y soy Pascualillo el pastor.

y entonces le dijo el rey: -Pues bien, tú ocuparás su puesto, y él morirá en una celda condenado a pan y agua . -Señor, no puede ser. Soy un humilde pastor que no sabe leer ni escribir.

y le dijo el rey: -Bueno, pues pídeme lo que tú quieras. Hincando la rodilla en tierra le dij o : -Señor, n o pido más que Vuestra Majestaz tenga clemencia del pobre abaz y que le perdone la vida.

y el rey entonces le perdonó la vida y así terminó . Peñafiel, Valladolid. 29 de abril, 1936.

Josefa Capdevila. 78 mos.

248 JUAN SIN CUIDAOS Era un hombre que le llamaban Juan sin Cuidaos. Y llegó ese nombre a los oídos del rey, y dice a sus ministros : -¿Cómo es eso, que se llama Juan sin Cuidaos? Le dijeron : -Pues, no sabemos . Le llaman así. -Pues, mándenle a llamar. Conque fue Juan sin Cuidaos a palacio, y le mandaron pasar onde estaba el rey. Y le dijo el rey que cómo era el llamarse Juan sin Cuidaos. -Pues mire ustez - dice- o Porque yo no tengo ningún cuiclao, ni tengo que pensar en nada. -¡Ah! ¿es por eso? -dice el rey. -Sí, señor -dice. -Bueno, pues yo le voy a dar a ustez tres cuidaos, con condición que si no me los resuelve ustez, se le

quita

la vida. Y le doy

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN tres días para que l o piense. Lo primero :

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saber l o que pesa la

tierra. Lo segundo: saber lo que yo valgo. Y lo tercero : saber lo que yo pienso. Conque se fue mi Juan sin Cuidaos a casa llenito pena, por­ que decía que cómo iba a saber él lo que valía el rey, ni lo que pesaba la tierra, y menos lo que él pensaba, que cómo lo iba a saber él. Y estaba tan pensativo y tan triste que un criao que te­ nía, como nunca le había visto ni triste ni pensativo, le dijo que qué le pasaba. Y le contó a él lo que le había dicho el rey. -¡ Hombre! -le dice el criao-. Y ¿eso le tiene a ustez tan triste y tan pensativo? -¡Qué hacer! -dice-, si me han dao tres días de tregua, y si no, que me quitan la vida.

y le dice el criao: -¿Qué me da ustez y le saco a ustez de ese apuro?

y dice Juan sin Cuidaos: -Yo, lo que tú quieras. -Pues, me va ustez a dar la mitaz de su capital y el traje que tiene ustez puesto. Efeztivamente, fue Juan sin Cuidados, se quitó el traje y se le dio al criao. -¿Y cuándo es cuando tiene ustez que ir a palacio? Dice: -Mañana. -Bueno, pues me voy y ustez se queda aquí en casa. -Hombre, ¿y si vienen por mí y me llevan y me quitan la vida? -Ustez no se menea de casa. Conque el criao se fue a palacio y dijo que dijeran al rey que estaba allí Juan sin Cuidaos. En esto que estaban allí todos los ministros con el rey. - ¡ A ver! Y le mandaron que pasara. Conque pasa Juan sin Cuidaos y dice: -¡Buenos días! Ya estamos aqui. -¿Qué? ¿Lo trae usted todo bien pensao? Dice : -Sí, señor. -Bueno, pues vamos a lo primero : la tierra? Y dice el criao :

¿cuánto es lo que pesa

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-Pues pa saber yo lo que pesa la tierra, tiene ustez que quitar las chinas por su mano . -Muy bien, muy bien -dijeron todos los ministros. -Bueno, vamos a lo segundo : saber lo que yo valgo. -Bueno, pues Cristo valió treinta monedas de plata, conque ustez no vale lo que Cristo : vale ustez veinte y nueve y media. -Muy bien, muy bien -dijeron todos los ministros otra vez . -Bueno, lo tercero : saber lo que yo pienso. -Pues, piensa ustez que está ustez hablando con Juan sin Cuidaos y está hablando con su criao . -Muy bien, muy bien -volvieron a decir todos los ministros. Le dieron mucho dinero y se fue a contárselo a Juan sin Cui­ daos. Y el amo y el criao vivieron muy felices y comieron muchas perdices y a mí me dieron una patita y como no fui, no la comí.

Medina del Campo, Valladolid. 5 de mayo, 1936.

Julia, señora de unos 55 años.

249 EL REY Y EL CURA DE VILLAMEDIANA Celebrando una cacería un rey, se encontró al cura del pue­ blo de Villamediana, gordinflón y pachungo. Chocándole al rey su excesiva robustez -sin duda por lo poco que tenía que dis­ currir- le preguntó : -Parece, señor cura, que está ustez muy gordo y será por lo poco que discurre. Le vay a hacer tres preguntas las cuales quie­ ro que me conteste, y así puede ustez pasar sus ratos de ocio. Si me contesta ustez con acierto, le prometo colocarle en mi pa­ lacio. El cura se acongojaba ante el rey; pero le prometió hacer 10 posible por contestarle todo lo mejor que él pudiera. -Las preguntas son las siguientes. Vamos a ver, señor cura, ¿ cuánto valgo yo? -¡ Hombre! . . . -No, no, no; ya me contestarás. La segunda pregunta:

¿en

cuánto tiempo podría yo dar la vuelta al mundo? -¡Oy, qué difícil, señor rey! -Otra pregunta:

¿ qué pensamiento es el que yo tengo ahora

con error? Dentro de un mes le espero a ustez en mi palacio y

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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si me contesta ustez con acierto le nombraré capellán de mi pa­ lacio; y si no, públicamente le montaremos en un burro y le da­ remos unas azotainas. Alejóse el rey, y el muy buen cura -queclóse bien preocupado. No tardó muchos días en salir de paseo y muy preocupado en­ contró al cabrero del lugar. Mucho le chocó al cabrero encon­ trar al cura muy desmejorado y le preguntó : -¿Qué le pasa, señor cura? Paece que le encuentro algo malo. ¿Es que está ustez enfermo? -No, hijo, no. Es que tengo grandes preocupaciones. Volvióse a repetir el frecuente paseo del cura gordinflón y nuevamente se encontró cOIf el cabrero. -Me paece, señor cura, que cada vez le encuentro a ustez pior y me paece que le pasa a ustez una cosa muy grave. -¡Déjame en paz ! -le dice el señor cura-o Tú eres muy bru­ to y no puedes sacarme de tan graves apuros. -Bueno, señor cura, si yo no pueo ayudarle en algo, me callo. Continuó su paseo el cura gordinflón y regresó a su casa. An­ tes de terminar el mes -plazo que le había fijado el rey para la contestación de sus tres preguntas-, volvióse a encontrar con el cabrero y éste le preguntó : -¿Cómo vamos, señor cura, de esas cosas graves que a ustez le pasaban?

y el cura, acongojado y no habiendo resuelto las tres pregun­ tas que el rey le había hecho, ya se confesó al cabrero. -Pues mira, chico. No puedo menos de confesarte que el día que estuvo el rey en ésta de caza, me hizo estas tres preguntas : " cuánto valdría él, en cuánto tiempo daría él la vuelta al mundo, y qué pensamiento tenía él con error. Y me dijo que si no contes­ taba a estas tres preguntas en el plazo de un mes, me montarían en un burro y me darían azotainas públicamente. �egresó el cura a su casa, y el pastor se quedó con sus cabras. AprOximándose ya los treinta días fijados por el rey, nuevamente se encontró con el cabrero . Y al ver que el cura cada día estaba más flaco y acongojado, le preguntó el cabrero : -¿Cómo van las tres preguntas, señor cura? -Mal, hijo, mal. Apoyóse en la cayada el cabrero y mirando con el ojillo dere­ cho al señor cura, le dijo : -Señor cura, n o se apure, pues m e paece que yo podría con­ testar y ha de salir airoso en esta empresa.

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-Pero, ¿tú te comprometes a contestar estas preguntas? -Me paece a mí que sí, señor cura. -Pero, ¿tú te vas a presentar ante el rey? ¿No ves que yo soy un sacerdote y tú eres un cabrero? -No importa, señor cura. Ustez me deja esos hábitos, y yo voy a palacio y contestaré y saldré bien. No se apure, señor cura. Llegó el día convenido con el rey y el buen cabrero se pre­ senta en palacio. Y avisa que allí está el cura de Villamediana que viene a contestar las tres preguntas que le hizo. -Que pase -dice el rey. Al presentarse el cabrero con los hábitos del cura gordinflón, no dejó de chocarle al rey lo mucho que los papazos habían dis­ minuido en el cura de Villamediana. -Señor cura, paece que han aflojado los carrillos. -No le extrañe, su Majestaz. Las tres preguntas que ustez me hizo me han tenido preocupado y ésa ha sido la causa de no estar tan gordo. -Vamos a ver. Viene ustez a contestar las tres preguntas que le hice, ¿no es verdaz? Vamos a ver. La primera:

¿cuánto val­

go yo? -Pues a mí me parece que ustez valdrá treinta y cuatro mo­ nedas. - ¡ Hombre! Pues, ¿cómo así, cómo así? -Pues sí, señor, porque el rey de los Cielos dieron por él treinta y cinco monedas, y ustez, como es rey de la tierra, valdrá treinta y cuatro. -Muy bien, muy bien. Vamos a ver, y la segunda pregunta: ¿en cuánto tiempo podría yo dar la vuelta al mundo? -Pues a mí me parece que si se monta ustez en el sol, en veinte y cuatro horas. -Muy bien, muy bien. Vamos, vamos. Me parece que no va a haber azotainas. Vamos a ver, vamos a ver, la tercera pregunta: ésta es la más grave. Ustez, señor cura, podrá saber ahora qué pensamiento tengo yo con error. -Pues . . . , yo creo que está ustez pensando que está ustez ha­ blando con el cura de Villamediana y está ustez hablando con el cabrero. -Muy bien, muy bien. Pues mira, ahora te vas a quedar en mi palacio y el cura se va a encargar de cuidar las cabras.

Peral de Arlanza, Burgos. 29 de mayo, 1936.

Jesús Vega. 55 años.

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CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

250 LA LEÑA Y EL TARUGO íbamos un sobrino y yo con una carga de leña a la villa de Bemardos. Y la guardia civil y el guarda jurado venían persi­ guiéndonos. Y llegamos a un sitio que llaman el Alto de los Por· tillos. Y vino uno de la villa de Bemardos y nos dij o : -Mira, ahí viene la guardia civil. E n vez de llevar l a carga a la villa de Bemardos, la descargamos en un sitio que llaman Las Corralizas. Así hicimos y desde allí fuimos a Bemardos en caballerías, pero sin leña. Y fuimos a un establecimiento que vendía vino y aguardiente, y nos encontramos con un señor que se llamaba el herrero de Bocigas. Bueno, pues ya le dijo mi sobrino al herrero de Bocigas : -Ustez, herrero, ¿me compra ustez dos cargas de leña? -¿Las tienes ahí? -No, señor; pero se ajustan ahora mismo, y mañana se las traigo. -Entonces te voy a contar un ejemplo, lo que le pasó a un carretero de aquí de Bernardos que tenía una hija. El carretero tenía dos oficiales, y los dos querían a la muchacha. Un día el padre de la chica les llamó a los dos y les dij o : «Veo que los dos queréis pedir relaciones a mi hija . Sus voy a poner a los dos un ejemplo. Vais a cogerme un taruguito de madera y le metáis en el torno . Y el que me traiga el tarugo mejor torneado en el tér­ mino de ocho días se casa con mi hija.» El primero cogió un ta­ rugo, le metió en el torno y se le presentó al amo. Y como el se­ gundo de los dos oficiales tardaba en presentarle su tarugo, el amo le dij o : «Pero chico, ¿ qué es lo que he dicho yo? » « ¿Qué ha dicho ustez, señor amo? Pues, que el que le presente el tarugo mejor torneado en el término de ocho días se casa con su hija. Pues, yo, mientras no vea el abujero donde hay que colocar el taruguito -si cuaja o

no cuaja bien-, pos yo no

le hago.»

« ¡Quieto, pos tú eres el que se casa con mi hij a ! »

y añadió e l herrero :

-Tú quieres que yo te ajuste las dos cargas de leña sin te­ nerlas aquí ahora.

Navas de Oro, Segovia. !) de abril, 1936.

Hermenegildo de los Frailes. 78 años.

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251 EL MEJOR TASILLO Un carretero tenía una hija, y la hija tenía tres novios, todos del mismo oficio, carreteros. Daba palique a todos, y no sabía por cuál decidirse. Ya una noche el padre la dice a la hija : -Les vas a decir a los tres que mañana a l as diez s e vengan a estar conmigo. Se presentan los tres a estar con el padre de la novia, y les dice: -Mañana, para las diez, quiero que me traigan cada uno un tasillo, y el que me traiga el tasillo mejor hecho, aquél se casa con mi hija. Al otro día a las diez acuden los tres a la cita, y pregunta el padre: -Bueno, vamos a ver cuál me trae el tasillo mejor hecho. Saca uno de ellos su tasillo y se le da al padre de la novia. Éste le mira y dice: -Está muy bien. Está bien hecho el tasillo. Bueno, a ver otro. Saca otro tasillo, también muy bien hecho. Le coge el padre de la novia, le mira, y le pareció bien, tan bien como el otro. Ya el padre de la novia le dice al otro : -Bueno, a ver el tuyo. Y él le responde : -Yo no he hecho tasillo, porque mientras no vea el abujero, no hago el tasillo. Viendo el abujero sé cómo tiene que ser el ta­ sillo, y no hacerle ni más grande ni más pequeño. Y entonces el padre de la novia le dice: -Tienes razón. Tú te casas con mi hija.

Arahuetes, Segovia. 26 de marzo, 1936.

Faustino BIas Ballesteros. 60 afios.

C�os POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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252 EL MEJOR DISCURSO RESPECTO AL LOBO Éstos eran tres estudiantes, que llegado el día de las vacacio­ nes, y encontrándose sin recursos para el viaje a sus correspon­ dientes pueblos, decidieron irse a pie. Mas como éstos eran ca­ za�ores, tenían cada uno su escopeta y con ella hicieron el viaje, con la esperanza de encontrar algo de caza por el camino y con ella poderse sustentar durante la jornada. Efectivamente, llegaron a un pueblo de la provincia de Sala­ manca donde mataron un lobo, que se les presentó en medio de un camino. Llenos de alegría se fueron con el lobo al pueblo más inmediato para vender la piel y con ello sacar para comer. Mas tuvieron una discusión entre ellos sobre quién había sido el que le había matado,

queriéndose

adjudicar

cada

uno

el

importe

para él.

y como no tenían ningún medio de arreglo entre los tres, se presentaron al juez del pueblo y le dijeron que habían matado el lobo. Cada quien decía que le había matado él, y no querían que se repartiera entre los tres; pero como todos decían lo mis­ mo, que cada quien lo había matao él, el juez les propuso que la piel se la daría a aquel que desarrollara mejor un discurso res­ pecto al lobo. Y así lo hicieron. Puso a cada uno en una habita­ ción, les dio un plazo de diez minutos y pasados éstos, se presen­ taron cada uno. Entra el primero, y dice al juez: -Señor juez, este lobo que hemos matado, yo digo que ha dormido más noches en desierto que no en poblado. -Bien, bien. Está muy bien. Vamos a ver ahora el otro. Entró el otro, el segundo, y dice: -Señor juez, yo digo que este lobo que hemos matado, ha comido más carne cruda que no asada. -Perfectamente. Muy bien, muy bien. Me gusta.

y entra el tercero y dice: -Señor juez, yo digo que este lobo que hemos matao jamás ha llevado peor noche que la que le hemos dado.

y el juez dijo: -Muy bien. Has estado muy bien. Para ti es el lobo.

Herrera de Río Pisuerga, Palencia 25 de mayo, 1936.

Miguel Arroyo. 60 años.

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253 LAS TRES COSAS DE NADA Eran tres cazadores y cazaron un lobo. Los tres le querían, y en vista de no ver manera de repartirle, fueron al rey y le dije­ ron que los tres querían el lobo y que no sabían repartirle. Y en­ tonces el rey les dijo que el que brindase mejor, aquél se lo lle­ vaba. Como uno era un bobo, creyeron los listos de llevárselo y empezaron a brindar los primeros. Y b rindó el primero: -¡Oh, lobo, lobato, más veces has dormido a sereno que debajo sotechado ! -Está muy bien, está muy bien -le dijo el rey. Entonces brindó el segundo listo : -¡Oh, lobo, lobato, más veces has comido carne cruda que no guisada! -Está muy bien. Está muy bien -dice el rey-o Ahora que brinde el último. Entonces dice el bobo: -Pues ahora voy yo. Vamos a ver:

¡Oh, lobo, lobato, nunca

has pasao peor día que hoy te hemos dao!

y entonces le dice el rey al bobo: -Está muy bien. Ustez ha brindao mejor que los otros; pero para llevarse el lobo tiene ustez que traerme tres cosas que yo le mande: tres cosas de nada, tres de no nada, y una de hola. Entonces fue el bobo y llenó un baño de agua y echó en él tres . cachos de corcho, y claro , subieron encima y eran las tres cosas de · nada. Después echó otros tres cachos de plomo, que se fueron al fondo, y entonces ésos fueron las tres cosas de no nada. Llenó entonces un saco de cardos, de éstos bien ásperos, y fue al rey y le dij o : -¡Vaya! ¡Ya le traigo a ustez aquí las tres cosas! T raigo las tres cosas de nada y las tres de no nada. -Muy bien -le dice el rey-o Ahora, a ver cómo me trae us­ t�z la hola. Y el bobo le dice: -La hola se la traigo a usted en este saco; pero tiene ustez que meter la mano para sacarla.

y como eran cardos picones, abrió nada más un agujerito

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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para que el rey no viera lo que había dentro. Y al meter el rey la mano con mucha fuerza, se picó y gritó : -¡Hola! ¡ Hola! -Pues, ¡ésa es la hola! -le dice el bobo-o Ya la tiene ustez. Y dice entonces el rey : -Pues ustez se lleva el lobo. ¡ Vaya con el tonto que ha sabi­ do más que nosotros!

Sieteiglesias, Valladolid. 7 de mayo, 1936.

Feliberta Yuguero Casado. Obrera, 25 años.

254 EL CABALLO ZURUMBAlRO Era un rey que tenia muchos caballos . Y uno corría mucho y le habían puesto el nombre de Zurumbairo . Pues, un día se marchó el rey de caza, y a uno de sus criados le dejó el caballo Zurumbairo. Y le dijo que tuviese mucho cui­ dado de él, y que el que le llevase noticia que el caballo Zurum­ bairo se había muerto, le mandaba matar. El criado, pues, se quedó allí con el caballo. Y a los pocos días el caballo empezó a dar vueltas y se murió. Y estaba el cria­ do muy triste. Y pasó por allí un afilador gallego y le dijo que por qué estaba tan triste. Y le dijo lo que habia pasado y que ha­ bía dicho el rey que el que le llevase noticia que el caballo Zu­ rumbairo se había muerto, le mandaba matar. Y le dijo el afila­ dor que si le daba todo el dinero que él tenía, que se lo iba a de­ cir al rey. Ya, pues, se lo dio, y se lo fue a decir al rey. Llegó adonde estaba, llamó y salió uno de sus criados y le dijo que aué quería. Y le dijo que hablar con el rey. Y le dijo el criado : -Dígamelo a mí, que el rey no puede salir. Y dice el afilador: -No, que quiero estar con el rey. Y ya el rey mandó que pasase. Y le dijo el afilador: -Mi señor , el caballo Zurumbairo está tendido en el campo, le entran las moscas por la boca y le salen por debajo el rabo.

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AURELI O M. ESPINOSA -No le entiendo -le dice el rey-o Vuélvame usted a decirlo

otra vez. -Pues, que el caballo Zurumbairo está tendido en el campo, le entran las moscas por la boca y le salen por debajo el rabo. - ¡ Ah! -dice- ¿que mi caballo Zurumbairo está muerto? - ¡ Ah, mi señor! ¡Usted 10 dijo, que yo no!

Matabuena, Segovia. 29 de marzo, 1936.

Saturnina Gil. 13 años.

255 EL ZAGALEJO y EL CURA Era un zagalejo que se encontraba en el campo cuidando su rebaño. Pasó por alli un cura y le preguntó: -Oye, muchacho, ¿sabes mucha doctrina? -No, señor; no sé nada -contestó el zagalejo . -Pero, hombre, ¿qué, no has ido a la escuela? -le dijo entonces el señor cura. -No, señor -dijo el chico-. Yo no hago más que cuidar las ovejas. -Y, ¿no sabes siquiera el padrenuestro? -No, señor, no me lo han enseñao. -Pues hombre, ¿cómo eres tan torpe? -le preguntó el señor cura. A lo que replicó el muchacho: -A que no sabe ustez cuántos dientes tiene una oveja. -¡ Hombre! ¿Cómo quieres que lo sepa yo? ¡ Si eso yo no lo he estudiao! -dijo el señor cura. Y el muchacho dijo entonces: -Pues, yo tampoco he estudiao el padrenuestro y por eso yo no lo sé. -Bien, muchacho -dijo el señor cura-; quédate con Dios, que yo me voy para casa.

. Al día siguiente paseando el señor cura se encontró con otro

zagal, a quien preguntó : -¿Haces el favor de decirme cuántos dientes tiene una oveja? Y le dijo el zagal :

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-Pues, tiene ocho. Al día siguiente fue el señor cura en busca del zagal quien le había preguntao si sabía cuántos dientes tiene una oveja y le pre­ guntó : -¿Has aprendido ya el padrenuestro? -No, señor. -Pues , hombre, ¿cómo eres tan torpe?

-y ustez, ¿ha aprendido ustez cuántos dientes tiene una oveja? -le preguntó el zagal.

y como el otro zagalejo se lo había explicao, contestó el señor cura: -Sí; tiene ocho.

y entonces le dijo el zagalejo : -¿Por dónde? ¿Arriba o abajo?

y dice entonces el cura: - ¡ Toma, toma la cédula, que sí que te sabes la doctrina!

Peñafiel, Valladolid. 27 de abril, 1936.

Mariano Ruiz Salinero. Dulzainero, 58 años.

256 EL ZAGALEJO y EL OBISPO Iba el señor Obispo paseando por una carretera, y próximo a ella había un zagalito cuidando su rebañillo de ovejas. Y al verlo el señor Obispo, mandó parar el coche, se apeó y se llegó al za· galito. Se puso a hablar con él y le dice : -Oye, ¿a cuánto podrá valer cada res que estás guardando?

y el zagalito le contestó: -Pues a cinco duros.

y le dijo el señor Obispo : - ¿y sabrías echar la cuenta de l o que valdrían mi l ovejas a cinco duros?

Le contestó el zagalito que no, que no lo sabía.

y entonces le dijo el obispo : -¿Y sabrías echarla de ciento, a Cinco duros? Y le contestó igual, que no. -Pero hombre, ¿cómo estás así? Es una lástima -dijo el se· ñor Obispo-. ¿No te han mandado a la escuela? Di a tus padres

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que a ver si te pueden enviar a la escuela para educarte un poco. El zagalillo quedó pensándolo un momento y luego le pregun­ tó al señor Obispo : -Diga usted, señor Obispo, ¿usted podría decirme lo que po­ dría valer un golpe de agua en general en el mes de mayo?

y al contestarle el Obispo que no, le dice el zagalillo : -Pues entonces, estamos iguales, señor Obispo.

Mota del Marqués, Valladolid. 30 de abril, 1936.

Tomasa Revuelta. 12 años.

257 MAS VALE UN AGUA DE ABRIL Y MAYO Pues, una vez, en un pueblo, mandaron hacer un carro todo de oro, con su buen tronco de las mejores mulas que había. Iban llamando a los vecinos del pueblo uno por uno a ver quién se acercaba más a lo que podían valer el carro y las mulas. Cada uno dijo lo que le pareció. Y habiendo dejado sin llamar a un tonto del pueblo , no faltó quien dijera que había que llamarlo, mientras otros decían que pa qué lo iban a llamar, porque era muy tonto. Y por fin le llamaron y le dijeron: -A ver, ¿cuánto te parece que puede valer este carro y estas mulas? -Pues, vaya una cosa -dijo él-o Más vale un agua de abril y mayo que entre las mulas y el carro .

Peñafiel, Valladolid. 26 de abril, 1936.

Mariano Ruiz Salinero. Dulzainero, 58 años.

258 TOMA, REY, ESTE VASO DE VINO Éste era un j oven que tenía su padre en la cárcel. Y todos los días iba a rogar al rey para que le soltara, y el rey le dij o : -Cuando m e digas u n acertijo que y o n o le acierte, entonces te volveré a tu padre.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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Entonces el muchacho se volvió a casa a preparar el acertijo, y, estando un día al pie de la iglesia, la cigüeña, que llevaba un racimo de uvas al nido, pues le dejó caer y él le recogió.

y resulta que él tenía una yegua que estaba preñada, y no pu­ diendo parir, pues le sacaron la cría y la yegua se murió . La cría creció y él pudo montarla, y del pellejo de la madre hizo el apa­ rejo para la cría. Y entonces dice: -Ya tengo aquí el acertijo _ Ahora voy montao en la cría, le digo al rey el acertijo, y si no le acierta, traigo a mi padre con­ migo. Y así fue. Montó en la cría y llevando en la mano un vaso de vino que había exprimido del racimo que había dejao caer la ci­ güeña, llegó a palacio y le dice al rey: -Toma, rey, este vaso de vino, que una ave blanca me le trajo de su nido. Vengo de a caballo en quien no fue nacido; traigo la mano encima de su madre. ¡ Adivina, rey, y si no, dame a mi padre! El rey, al ver que no pudo adivinarlo, pues soltó a su padre, y juntos se volvieron a casa.

Morgovejo (Riaño>, León. 21 de mayo, 1936.

Asearia Prieto de Castro. Obrera, 51 años.

F.

CUENTOS DE ADIVINANZAS

259 POR ALLí VIENEN NUESTROS PADRES Dos señoras estaban sentadas a la puerta de su casa y dijo la una a la otra: -Por allí vienen nuestros padres, maridos de nuestras madres, los padres de nuestros hijos, y nuestros propios maridos. Eran dos señoras. Eran amigas. Se quedaron viudas las ma­ dres de ellas; y las dos se casaron con los viudos.

Faustina Núñez. 74 años.

Covarrubias, Burgos. 5 de junio, 1936.

260 ALLí VIENEN NUESTROS PADRES Allí

vienen

nuestros

padres,

padres de nuestros hijos, maridos de nuestras madres, y nuestros propios maridos. Dos padres, con una hija cada uno, y se casa cada cual con la hija del otro.

Asturias.

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261 POR ALLí VIENEN DOS HOMBRES Por allí vienen dos hombres, padres de nuestros hijos, maridos de nuestras madres, y nuestros propios maridos. Eran las hijas de dos viudos que ven venir a sus maridos.

Navas de Oro, Segovia. 8 de abril, 1936.

Patricio González. 63 años.

262 EL BOTICARIO Y SU HIJA El boticario y su hija , el médico y su mujer, se comieron nueve huevos, y todos tocaron a tres. La hija del boticario es mujer del médico.

Covarrubias, Burgos. 5 de junio, 1936.

Faustina Núñez. 74 años.

263 EL BOTICARIO Y SU HIJA El boticario y su hija, el médico y su mujer, se comieron nueve huevos, y todos tocaron a tres .

La hija del boticario es mujer del médico. Sieteiglesias, Valladolid. 7 de mayo, 1936.

Filiberta Yuguero Casado. 25 años.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

264 EL BOTICARIO Y SU HIJA El boticario y su hija, el médico y su mujer, se comieron nueve huevos, y todos tocaron a tres. La hija del boticario es mujer del médico. Navas de Oro, Segovia. 8 de abril, 1936.

Patricio González. 63 años.

265 ENTRE EL MÉDICO Y SU HIJA Entre el médico y su hija, el boticario y su mujer, les dieron nueve manzanas, y cada uno tocaron a tres. La hija del médico es mujer del boticario. Peñafiel, Valladolid. 29 de abril, 1936.

Fernando Alvarez Gallego. 12 años.

266 CADA CUAL En un plato cuatro peras, Cuatro frailes a comerlas. Cada cual comió la suya,

y quedaron tres enteras . Uno de los frailes se llamaba Cadacual. Cuéllar, Segovia. 21 de abril, 1936.

Sabina Sanz. 11 años.

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267 CADA CUAL Cuatro peras en un plato. Cuatro

frailes a comerlas.

Cada cual comió la suya, y quedaron tres enteras . Uno de los frailes se llamaba Cadacual. Mota del Marqués, Valladolid. 30 de abril, 1936.

Tomasa Revuelta. 12 años.

268 NINGUNO Entre dos chicos, ganaron tres perras, y Ninguno ganó dos. Uno de los chicos se llamaba Ninguno. Mota del Marqués, Valladolid. 30 de abril, 1936.

Tomasa Revuelta. 12 años.

269 BIEN VE�IDO SEAS, AMIGO. . . Bien venido seas, amigo, te quiero más que a mi marido. Si quieres aquí, aquí; si en la cama, en la cama; y si no, ande te dé la gana. El sueño. Riaza, Segovia. 31 de marzo, 1936.

Tendera. 60 años.

G.

VARIOS

270 TRES CASOS DE IGNORANCIA Fueron unos recién casaos a Roma, y dijeron al Santo Padre: -Padre Santo, aquí venimos con tres casos de ignorancia, que la mujer que yo tengo es hija, mujer y hermana. Era una viuda con un hijo mozo, y tenía criada. Se enteró la viuda de que su hijo iba a dormir con la criada, y dijo a la criada: -Esta noche duermes en mi cama, y yo me quedo en la tuya. Pero el chico, como tenía costumbre de ir todas las noches, se metió en la cama de la criada sin saber que quien estaba allí era su madre, y ésta quedó embarazada. Dio a luz una niña y la llevó al hospicio. Y cuando una mujer del mismo pueblo, sin saber nada del caso, fue por una niña, le dieron aquélla. Y la mUjer la crió hasta que llegó a ser moza. Al cabo de algunos años se enamoró de la moza el hijo de la viuda, y se casó con ella, aunque era mucho más viejo que ella. Después se enteró del caso por los papeles de la inclusa. Como todo lo había hecho por ignorancia, se fueron a Roma, ande el Padre Santo. Pidieron audiencia para hablar con él y se explicó el hijo de la viuda delante de él de la manera citada. Covarrubias, Burgos. 5 de junio, 1936.

Faustina Núñ.ez. 74 años.

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271 UN PECADO DE IGNORANCIA Al Padre Santo me fui, con un pecado de ignorancia. Esta mujer que aquí traigo es hija, mujer y hermana. Si bien lo entendéis, mirarle por todos modos, y veréis son cinco todos, como dos y dos son seis. Filiberta Yuguero Casado. 25 aftoso

Sieteiglesias, Valladolid. 7 de mayo, 1936.

272 LOS TRES NOVIOS Ésta era una muchacha huérfana muy rica, muy rica, que era muy santurrona. Como era rica, y también muy guapa, era muy amiga de burlarse de sus pretendientes y en una ocasión llegó a tener tres novios . Estuvo hablando dos o tres años con los tres; pero ella les mudaba de hora para que no se encontraran el uno con el otro .

y como pasaba el tiempo, ya un día va un novio de los tres y la dice : -Bueno, ya llevamos dos años tratando; a ver cuándo nos vamos a casar. -Si haces lo que yo te mande, me caso contigo. -Y, ¿qué quieres que haga?

-Pues mira -le dice--, tienes que ir una noche a hacer el muerto en las andas que están en la iglesia. -Bien, y ¿cuándo quieres que vaya? -Esta noche a las doce. Y aceptó el muchacho.

A la hora llegó el otro y la dijo a la muchacha : -Vamos a ver; ya llevamos dos años tratando; a ver cuándo nos vamos a casar.

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-Si haces lo que yo te mande, me caso contigo. -y ¿qué tengo que hacer? -Pues tienes que ir a las doce de la noche a velar, con una vela encendida, a un difunto que hay en la iglesia. -Bueno -contestó el muchacho--, haré cuanto me mandes. A poco rato llegó el otro, que eran tres, y la dijo: -Vamos, ya llevamos dos años hablando; a ver cuándo nos vamos a casar. -Si haces lo que yo te mande, me caso contigo. -Pues, ¿qué quieres que haga? -Pues mira; a las doce de la noche tienes que ir a la iglesia vestido de demonio y con unas cadenas, y en cuanto entres en la iglesia sueltas las cadenas para que vayan arrastrando. -Muy bien; haré cuanto me mandes.

Los tres muchachos hicieron como habían prometido. El pri­ mero que llegó fue el que tenía que hacer el muerto en las andas; al poco tiempo llegó el que tenía que velarle. Y el que estaba de difunto, ¡ qué pavor le daria el encontrarse con el otro, el de la vela encendida! Y de seguida entró el diablo -porque el otro iba vestido de diablo-- con las cadenas arrastrando. Los otros que lo vieron -se levantó el difunto y echaron a correr, cada uno como pudo, y se escaparon y volvieron a su casa. y se puson muy enfermos, todos tres, del susto. Y ya un día se vistieron y salieron a una solana y le dice el uno al otro: -¡Coño, Fulano ! ¿Qué, has estao mu malo? Parece que traes mala cara. -y bien malo que he estao, si tú lo supieras. y dice el otro: -yo también he estao mu malo. y el otro dijo: -Pues yo también he estao mu malo, pero bien malo. -y, ¿qué enfermedaz has tenío? -le dijo el uno al otro. -¡ Coño! -dice-. Casi no te lo quería decir, que te vas a reír por qué ha sido la mía enfermedaz. yo trataba con esa se­ ñora huérfana (que no tenía padre ni madre ella) y me dijo que si me quería casar con ella que me tenía que hacer el difunto en medio de la iglesia. y le contestó el otro: -yo fui el que te fui a velar con una vela encendida. y dice el otro novio:

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-Yo soy el que fui vestido de demonio con las cadenas arrastrando por el templo. Y uno de ellos dice : -Pues ¡ nos las tiene que pagar la muchacha esa! -¿De qué fonna nos las va a pagar? Y discurre uno de ellos, que era tío camal de la chica que tenía la muchacha de sirvienta: -Pues yo estaré con la criada ( que era sobrina de él) a ver en qué libro lee más de todos los que tiene. Y la chica dij o : -En el libro de confesión. Y la dijo su tío: -Vas a hacenne el favor de dánnele. Y la chica se le dio. Y en el libro puson tres letras de oro en las que decían:

« San Pedro, San Juan y Jesucristo mañana a la

noche entran por tu casa.» Y la volvió a dar el libro el tío a su sobrina para que le colo­ cara donde le tenía su ama. A otro día por la mañana se levanta el ama, coge el libro y se va a la iglesia. Y al abrir el libro se encontró con las tres letras de oro. Cuando vino a su casa, cuando regresó de la iglesia, la dijo a su criada: -Chica, ¿quién ha andao en este libro? -Yo no, señora. -jOy, pues mira qué letras hay aqui!

-y ¿qué es lo que dice, señora? -la dice la muchacha. -Dice que mañana San Pedro, San Juan y Jesucristo entran por tu casa.

y esa noche la muchacha y su criada les prepararon la cena, para cenar, y a la medianoche fueron los tres novios, el uno ves­ tido de San Pedro, el otro vestido de San Juan y el otro de Je­ sucristo. Entraron en la casa y la dijon: -¡Quién como tú que San Pedro y San Juan y Jesucristo en­ tran por tu casa!

¡ Derecha vas a ir al cielo! Pero antes de ir al

cielo tienes que sufrir algo de martirio aquí. -¡Ay, Dios mío ! Impónganme la penitencia que quieran, que yo la cumpliré de buena gana. Y llevaban unas disciplinas los tres novios. El que hacía de Jesucristo se sentó en una silla, cogió la muchacha y la levantó

C�OS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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las faldas. Y los otros dos, con un zurriago bien bueno, empen­ zaron a darla golpes. Y les decía el que hacía de Jesucristo : -¡Dala, dala! ¡Dala e n la natura, para que vaya

al cielo más

pura!

y se terminó. Astudillo, Palencia. 15 de mayo, 1936.

Pedro Velasco. Labrador, 69 años.

273 LA BEATA Y LOS TRES NOVIOS Había en un pueblo una beata que tenía engañados a tres es­ tudiantes . A los tres les había dado palabra de casamiento. Para ello iban todas las noches a su casa a horas distintas, pues así los citaba ella, para que no se encontraran. Ya llegó un día en que uno de ellos la dijo: -Mira, yo quería casarme contigo. -Sí -dijo ella-; pero antes quiero probarte si eres o no valiente. Para ello quiero que la Noche de los Santos vayas a la igle­ sia y te escondas debajo el tumbo y estés allí toda la noche. A ver si tienes valor para hacerlo. -¡Bah! ¡Vaya una cosa! Si no es mas que eso, chica, me pa­ rece que no hay ningún inconveniente. Después vino el otro estudiante. Y en las conversaciones que tuvieron, también la dijo que quería casarse con ella. Entonces ella le dijo que antes de casarse con ella, tenía que probarle si era o no valiente .

-y ¿qué quieres con eso? -Nada. Mira. Quiero que la Noche de los Santos vayas a la iglesia y con dos velas encendidas te pongas delante del tumbo toda la noche. -Si no es más que eso, ¡bah ! , iré allí esa noche. Después que se marchó éste, vino el otro estudiante y tam­ bién la dijo que quería casarse con ella. A éste le dijo lo mismo, que antes quería probarle si era cobarde o valiente; que para ello tenía que ir el Día de los 'Santos por la noche con unas ca­ denas grandes, subirse a la torre y después bajar arrastrando

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las cadenas y diciendo : «Yo soy el diablo, que voy a por el que está debajo el tumbo y el que lo está alumbrando.» -¡Bah, si no es más que eso, no tengo inconveniente! Esa no­ che voy. Verás como voy. Para ello les dijo que habían de ir el uno a las nueve, el se­ gundo a las nueve y media, y el otro a las diez. Llegada esa noche, cada uno fue a ocupar su puesto : el pri­ mero, a las nueve, se colocó debajo el tumbo; el segunda, a las nueve y media, con las dos velas encendidas, se puso frente al tumbo; y el tercero, con las cadenas, se subió a la torre. A poco de subir, comenzó a bajar arrastrando las cadenas -¡ rar, rar!-, y diciendo : -Yo soy el diablo, que vay a por el que está debajo el tumbo y el que lo está alumbrando. Así llegó hasta la iglesia y dirigiéndose al tumbo volvió a a rrastrar las cadenas, diciendo: -Yo soy el diablo, que vay a por el que está debajo el tum­ bo y el que 10 está alumbrando. Como éste se acercara ya, el de debajO el tumbo, con el mie­ do que tenía, salió de debajo el tumbo. El de las velas, que le ve salir, tira las velas y echa a correr también para la calle. El de las cadenas, que ve que sale uno de debajo el tumbo y que otro viene hacia él, tira las cadenas y también ése echa a correr. Cada uno se escapa para su casa sin que se conocieran. Del susto que recibieron, tuvieron que estar ocho días en cama. El día que se vieron juntos, se preguntaban el uno al otro : -¿Dónde has andado, que no te hemos visto? -He estao en la cama y no me habéis ido a ver. -Pues, yo también he estao en la cama -dijo el otro-. Si supieras lo que me ha pasao. -¿Qué te ha pasao, hombre, qué te ha pasao? -Que fui una noche ande la beata y me dijo que si me quería casar con ella, que tenía que ir a la iglesia el Día de los Santos y metérme debajo el tumbo . -De modo que t ú eras -le dijo el otro- e l que estabas de­ bajo el tumbo . Pues yo era el que estaba con las velas encendidas. Y dijo el otro: -Pues yo era el que bajaba por las escaleras arrastrando las cadenas y diciendo que era el diablo. También a mí me dijo esa .

tía que fuera. ¡ Hay que armársela! ¡ Hay que armarla una!

Para ello acordaron escribirla una carta que quería Jesucris-

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to, con San Pedro y San Juan, ir a su casa; que preparara cena. La mandaron la carta, y ella preparó la cena. Ellos se disfraza­ ron de Jesucristo, San Pedro y San Juan y fueron allá. Llamaron. -¿Quién? -respondió ella. -Somos Jesucristo, San Pedro y San Juan, que venimos a cenar contigo . Les abrió la puerta. -Entren, entren ustedes. Subieron a su casa, les puso la cena y cenaron. Después de cenar dijo el que hacía de Jesucristo: -A ésta hay que beatificarla esta noche. -¡Por Dios ! -dij o ella-, no me merezco yo tanto, señor Jesucristo. -Sí, hay que hacerlo. Y para ello que la coja Juan a las cos­ tillas. L3 levantaron las sayas y la pegaron una azotina que la deja­ ron rendida.

y una vez así, cogieron y se marcharon. Ya se vengaron de lo que había hecho con ellos. Peñaranda de Duero, Burgos. 16 de julio, 1936.

Amalio Hernán. Sastre, 60 años.

274 LOS TRES NOVIOS Era una muchacha que tenía tres novios. Y les tenía puestos hora para que fueran a hablar con ella, cada uno a una hora: uno a las diez, otro a las doce y otro a las dos de la mañana. Y era el tiempo de las confesiones. Y llegó el primero, el de las diez, y la encontró llorando . Y la dij o : -¿Por qué lloras? -¿Cómo no he de estar llorando? Porque me he ido a confesar y me ha dado el señor cura de penitencia que en la iglesia hay una tumba; que vaya y me ponga encima de ella y me haga el muerto.

y entonces dijo el novio : -Pues nada, a mí no me da miedo y 10 haré en vez de tú. Y fue a la iglesia y se puso en la tumba y se hizo el muerto.

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Después llegó el de las doce y la encontró también llorando.

y la preguntó : -·¿Por qué lloras?

y le dijo : -'-¿ Cómo no he de estar llorando? Me he ido a confesar y me ha dado el señor cura de penitencia que vaya a la iglesia y coja una vela encendida en la mano y me ponga de rodillas al pie de la tumba.

y dice él que lo cumpliría. Y fue y cogió la vela y se puso de rodillas en la iglesia en el sitio que ella le dij o.

y llega el de las dos de la mañana. Y también la encontró llorando. La preguntó : -¿Po r qué lloras?

y dice ella: -Porque he estado a confesar y me ha dado el señor cura de penitencia que en la iglesia hay una tumba y en la tumba hay un muerto ; que coja la pala y el azadón y haga un hoyo y entierre al muerto.

y entonces dijo él : -Ya lo hago en seguida. No llores por eso . Y va y coge la pala y el azadón y se marcha a la iglesia a cum­ plir la promesa que a la novia la había dado. Llegando a la igle­ sia, se encontró con la tumba y el muerto y se puso a hacer el hoyo al pie de la tumba . Y el de la vela y el de la tumba le esta­ ban cuidando . Hizo el hoyo y al ir a echarle mano para echarle al hoyo, se levanta el muerto de la tumba. Los otros se echaron a correr y el muerto tras de ellos hasta que al fin se descubrie­ ron los tres: se vieron que eran los tres novios que tenia la hija del mesonero. Pero luego de descubrirsen, estuvieron con el sacristán con­ tándole el susto que se habían llevado con la novia. Y para ven­ garse les dijo que se vistiera uno de misionero y fuera a casa de la mesonera -la novia era hija de la mesonera-, y fueran los otros dos a subirsen al tejado con confites, almendras, longaniza y lomo . Ya llegó la noche y el misionero fue a pedir posada en casa de la mesonera. Había allí unos arrieros ; pero al entrar el misio­ nero, le cedieron el rincón junto a la chimenea, que era el sitio que él quería. Se puso a hacer sus oraciones y se llegó la hora de cenar. Y entonces le preguntó la mesonera que cuándo y qué cenaba aquella noche . Y dijo el misionero :

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-Yo ceno cuando Dios del cielo me lo manda. Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri. Entonces miró por la chimenea y dijo :

-Dios del cielo bendito, ¿qué ceno yo esta noche?

y respondieron desde arriba : - i Lomo y longaniza! Puso él el hábito y le echaron desde arriba la longaniza y el lomo. Y les hacía creer que era Dios del cielo . Después de esa cena, le volvió a preguntar la mesonera: -Peregrinito, ¿qué cena usted de postres esta noche?

y la contestó el peregrino: -Yo ceno de postres esta noche lo que Dios del cielo me mano de. Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patrio Y entonces miró por la chimenea y dijo: -Dios del cielo bendito, ¿qué ceno yo de postres esta noche?

y le contestaron: - i Confites y almendras !

y puso el hábito y le echaron confites y almendras. Y la mese>­ nera y su hija se creían que era Dios del cielo. Y se decían la ma­ dre y la hija: -Éste es Dios. Éste es Dios. Después de cenar se puso a hacer sus oraciones y siempre decía: -Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri. Bueno, ya que terminó las oraciones le preguntó la mesonera: -¿Cuándo se acuesta usted, peregrinito, esta noche?

y contestó el peregrinito : -Yo no me acuesto hasta que Dios del cielo no me lo mande. Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri o Entonces miró otra vez por la chimenea y dij o : -Dios del cielo bendito, ¿cuándo me acuesto yo esta noche?

y le contestaron desde arriba: -Ahora mismo. Entonces ya pasó un rato de hacer oración él. Y entonces la mesonera, como se hacía un poco tarde, le volvió a preguntar: -¿Cuándo

se acuesta usted,

peregrino?

Hay varias camas.

¿Dónde quiere acostarse?

y entonces miró por la chimenea y dij o : -Dios del cielo bendito, ¿cuándo y dónde me acuesto y o esta noche? -i Con la hija de la mesonera! �ontestaron.

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y la madre la mandaba que se acostara con él, que era Dios quien lo mandaba. Y la hija no quería. Pero por fin la gan6 la madre la voluntad, y se acostó con el peregrino . Y así se venga­ ron los tres novios. San Martín de Mudrián, Segovia. 9 de abril, 1936.

Celestino Magdalena Herranz. 65 años.

275 LOS TRES NOVIOS Había en un pueblecito una señorita que era millonaria. Y mu­ chos solicitaban su amor, y ella no se 10 concedía a ninguno . y ya la escribieron tres del pueblo, y les fue contestando uno por uno que si hacían lo que ella les decía, les concedía su cariño. Y la contestaron uno por uno que estaban dispuestos a hacer 10 que ella les mandase. Y no sabían el uno del otro.

y contestó al primero que si iba a la puerta de la iglesia de ocho a nueve de la noche y se estaba allí hasta las cuatro de la mañana, tres noches seguidas, sin que le viese nadie, que tenía concedido su amor. Y aceptó . Dijo que estaba dispuesto a ir.

y luego escribió al segundo que si iba a la puerta de la igle­ sia de nueve a diez y se estaba allí hasta las cuatro de la mañana, dos noches seguidas, y tuviera cuidado de no ser visto de nadie, que tenía concedido su amor. Y él aceptó, que estaba dispuesto a hacerlo .

y luego contesta al tercero que si va a la puerta de la iglesia de diez a once, aquella noche, sin ser visto de nadie, y a las once , de la noche dice « ¡ Ánimas, salir! » y echa a correr, que tiene con­ cedido su amor. Va él aquella noche y se está en la puerta de la iglesia de diez a once. Y los otros dos ya estaban allí. Y a las once grita: - ¡ Animas, salir!

y echa a correr como ella le había dicho. Los otros, asusta­ dos, también echan a correr creyendo cada uno que los otro� son las ánimas. Y uno de ellos va tan asustado, creyendo que le van a coger las ánimas, que cae por una cuesta rodando. Y le tienen los otros que auxiliar, porque no se puede levantar. Y ya

CUENTOS POPULAR�S DE CASTILLA Y LEÓN

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se cuentan lo que les ha pasao. Y por fin, dicen que tienen que ponerse de acuerdo para darla una paliza a la señorita.

y la escriben una carta y se la tiran por la chimenea. Y en la carta la dicen que por ser tan buena, tan caritativa , tan religiosa, que la va a dar Dios el premio : y que para eso tiene que vender todas las fincas que tiene y hacer voto de pobreza; pero que todo tiene que hacerlo con secreto, puesto que así podrá llegar al cie­ lo; y que irán un día por ella San Juan, San Pedro y Jesús el Na­ zareno, para llevársela al cielo; y que cuando lo tenga todo ven­ dido y todo el dinero reunido, deposite una carta en el lugar que ellos la destinen. Y la dicen que a la una de la mañana del día que queden de acuerdo, tiene que dejar la puerta abierta y tener despedida toda la ser�dumbre.

y ya vendió todo 'Y les avisa diciendo que tiene todo dispues­ to y que tendrá la púerta abierta el día que hayan acordado. Se presentaron a la una de la mañana San Juan, San Pedro y Jesús el Nazareno, y ella les entregó todo el dinero. Después de tener todo en su poder, la pegaron una paliza y la dejaron tres pesetas para que se comprase agua de Vegeto para curarse los verdugui­ llos que la habían hecho de la paliza. Luego la encerraron en su casa y la dejaron sola. Y así se vengaron los tres novios. Labradora de unos 60 años.

CUéllar, -Segovia. 22 de abril, 1936.

276 LA JOVEN LISTA Éste era un padre que tenía dos hijas. Y una era muy tonta y la otra muy lista. Y una vez el padre se marchó a la feria con la mujer y les dijo a sus hijas: -No almitáis a nadie hasta que yo no venga. La hermana lista salió a cuidar el ganado, y cuando la tonta iba a cerrar la puerta, llegó una mujer vieja y la dijo : -¿No pOdrán ustedes darme posada para esta noche, que soy muy vieja y me voy a arrecir de frío?

y como ella tenía buen corazón, la almitió. Y fue y la dijo: -Suba usted a la cocina, que una hermana que tengo pronto volverá.

y ella subió. Y cuando volvió la otra hermana de cuidar el ga-

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nado, se estaba calentando a la lumbre, y ia vio que traía panta­ lones por abajo. -¡Ay, Dios mío, que éste es un ladrón que nos va a matar! -dijo para sí.

y dijo ella en voz alta : -Voy a hacer unas sopas para cenar.

y fue y dijo él (pues en efecto era un ladrón): -Ahí tengo unas castañas en esas alforjas y las pOdremos cocer. Las cocieron y cenaron, y la tonta, venga a comer castañas dormilonas hasta que se quedó dormida. Y la lista hacía que las comía y las tiraba debajo de la mesa. Después de cenar, la dijo la vieja que dónde tenía que acostar. Y le dice la lista: -Voy a alumbrarla, porque ahí abajo en la pajera puede dormir. Entonces fue y dice : -Voy a salir un poco, porque tengo gana de mear. -Anda, mee usted ahí -le dice la lista. -No, yo tengo que salir afuera -dice él. Salió y tocó un pito para que acudieran los demás ladrones.

y la lista, al ver eso, fue y dio un portazo a la puerta y la atrancó. -Anda, mujer, abre -la decía-, que me hielo aquí. -Si metes la cabeza por la hornilla -le dijo-, te abro la puerta. La metió y le cortó una oreja. -¡Ay, que me ha cortado una oreja! -les decía a los otros. Pero volvió a llamarla: -Anda, mujer, abre. Fue y dice ella: -Si metes la mano por la hornilla, te abro la puerta. Fue y metió la mano y le cortó un dedo.

y ya se hizo de día, y se marcharon los ladrones. Y ella abrió la puerta y vio que él se había dejado una mano negra, una mano blanca y un cuchillo relumbrador. Vinieron los padres de la feria y la hermana lista se lo contó y dijo : -Mira l o que se dej ó. A los tres meses volvió él vestido de caballero a pedir parecer a las hijas. Llegó a su casa y dijo al padre : -Don Jaime, me han dicho que tiene usted dos hijas y vengo a pretender a una -la que me quiera de las dos.

y dijo la tonta:

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-Yo no, padre, yo no me caso. -Pues si no te casas tú -dice la lista-, pues me casaré yo. Y fue y se casaron y estuvieron tres meses an ca su padre. Por fin dice él: -Mira, tenemos que marchar a nuestra tierra.

y dice ella: -Pues ¿qué mejor que en ca mi padre? ¿ qué mal estamos aquí? Pero por fin se marcharon. Ya llegaron lejos, y notó ella que tenía una oreja cortá, y le dice: -¡Ay, maridito mío, que te falta una oreja! -¡ Anda, perra traidora, que tú me la cortastes ! De que lleguemos, ya me lo pagarás. Entonces notó que le faltaba un dedo y fue y le dice: -¡Ay, maridito mío, que te falta un dedo! -¡ Anda, perra traidora, que tú me lo cortastes! De que lleguemos, ya me lo pagarás. -Maridito mío, ¿cuándo llegamos a tu tierra? -De que pasemos este monte, el otro y otro, ya me lo pagarás. Por fin llegaron y salieron catorce ladrones a recibirlos. Y les dij o : -A por leña. Y a ésta, atarla a l ciego. Poner buena lumbre para que se caliente el aceite, y en cuanto esté caliente, matarla y freírla. Cuando se marcharon a buscar leña, ella cogió las tijeras --como la ataron al ciego-- y cortó las cuerdas donde la habían atado, y se marchó. Decía él : -¡Apelda, apelda, que me se va! Fueron y tenían una perrita china. Y decían: -Perrita china, búscanola, que la mejor tajadita para ti será

y ella llegó a una encina y dij o : -Encinita, ábrete y vuélvete a cerrar y méteme dentro, que me vienen persiguiendo para matarme. Se abrió la encina y se metió dentro. Llegaron los ladrones, y la perrita venga a dar vueltas a la encina. -Pues aquí está -dijeron los ladrones-o Vamos a por ha­ chas pa cortar la encina y sacarla. Al ver que se marchaban a buscar hachas, ella dij o : -Encinita, ábrete y sácame fuera, que me vienen persiguien­ do para matarme.

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AURELIO M. ESPINOSA

Se abrió la encina y salió. Cuando ya venían los ladrones, se encontró una piedra : . -Piedrecita, ábrete y vuélvete a cerrar y méteme dentro, que me vienen persiguiendo para matarme. Se abrió y se metió dentro. En este momento llegaron los ladrones a la encina y la cortaron. -Pues aquí no está. Vamos a buscarla. Perrita china, búscanola, que la mejor tajadita para ti será. La perra a dar vueltas a la piedra. -Pues aquí está. Vamos a levantar la piedra para sacarla. -No hay barras . -Vamos a por ellas. Cuando se marcharon los ladrones, ella dij o : -Piedrecita, ábrete y vuélvete a cerrar, y sácame fuera, que me vienen persiguiendo para matarme. Se abrió la piedra y la sacó fuera. Llegaron los ladrones y le­ vantaron la piedra: -Pues no está. Pero ella a correr, correr, cuando se encontró en el camino con un hombre que llevaba dos burros con arcas; y se le había caído una . -Buen hombre -le dijo- , si hiciera usted el favor de me­ terme en un arca y guardarse la llave en la planta de un pie, por­ que me vienen persiguiendo para matarme. La metió en el arca. Llegaron los ladrones : -Buen hombre, ¿qué lleva usted en esas arcas ? -Vacías, hombre. -Hombre, pues queremos verlas . -Pues nada más que las abra. -¿ y ésta que está cerrada? -Pues he estado comiendo ahí en el pueblo inmediato y me he dejado las llaves encima de la mesa. Si quieren, ir por ellas. Todos se marcharon a buscar las llaves. Y ella mientras es­ tuvo cerrada, mandó que la abriera y entonces le dijo que su pa­ dre se llamaba don Jaime, que vivía en el pueblo inmediato, que nada más preguntase por él. Los dos burros, cuando les decía «arre», se parabap, y cuan­ do decían «so», corrían. Y les dij o : -¡ SO, burro ! ¡SO, burro ! y los burros más corrían. Llegaron al pueblo y llamaron a don Jaime:

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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-¡Abre, que ya tengo aquí a su hija! y nada más abrir, metieron los burros, y dijo la muchacha: -¡Ay, por Dios, cerrar la puerta, que están aquí los ladrones! Cerraron la puerta, y colorín, colorao, este cuento se ha acabao. Matabuena, Segovia. 27 de marzo, 1936.

Bonífacia Sanz. 19 años.

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MARtA SIBIDt Ésta era una señora muy rica y viuda de un médico, que vivía en un castillo con su criada. Y la criada se llamaba María Sibidí. La criada, desde el castillo, observó que parecía que se veía una cueva enfrente del castillo, y como era muy atrevida, se decidió ir a ver 10 que era aquello. y un día salió a tirar la ceniza de la lumbre por ese sitio y se llegó a ver lo que era aquello. Y se encontró con una puerta me­ dio vuelta en el suelo. La abrió, bajó por una escalera y se encon­ tró con que era una cueva de ladrones. Entró y vio que tenían preparada la comida para ocho o diez hombres. Y como era muy mala, tuvo la idea de echar la ceniza en la comida. Fue y ech6 la ceniza en la comida, subió y se volvió a su casa. Y se lo contó a su señora. -Ahora sé dónde tienen su guarida los ladrones. Cuando volvieron los ladrones a cenar, vieron que estaba es­ tropeada la cena y dijeron: -Aquí ha andao una persona, y hay que saber quién ha sido. Ya acordaron que se quedase uno de centinela a ver si la co­ gían. Y efectivamente, al día siguiente, se quedó uno de los ladro­ nes de centinela. Y la criada volvió a hacer la misma operación. Vuelve a la cueva; pero al ir a echar la ceniza en la comida de los ladrones, el que estaba allí escondido la cogió de la mano y la dij o : -Ah, tuna, ¿eres tú la que nos estropeabas l a comida? Ahora nos las vas a pagar todas juntas. Y la cogió y la ató. La criada, mientras tanto, estaba pensan­ do cómo se salvaría. Y según estaba atada, le pidió permiso al

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ladrón para que la dejara ir a hacer una necesidad. Y el ladrón la dijo que la hiciera allí, delante de él. Y ella dijo que la daba mucha vergüenza, que la atara por la muñeca y que la diera si­ quiera un poco de cuerda para irlo a hacer detrás de la cueva. y ella, al dar la vuelta a la esquina de la cueva, desató la cuer­ da de la muñeca y la ató a una encima que había detrás de la cueva y escapó para el castillo. Y el que la tenía atada, de vez én cuan­ do tiraba de la cuerda. Y como no venía el cordel, decía para sí: -Está ahí. Está ahí. Bueno. Pero ya cansao de que no venía, fue a mirar y se en­ contró con que estaba sola la cuerda atada al pino. Vinieron los compañeros por la noche. Y se lo contó el que se había quedado -que era la criada del castillo, que la había tenido atada; pero que le había engañao y se le había escapao. y le dijeron los compañeros que cómo había sido tan tonto para dejarla otra vez escapar. Entonces el capitán decidió fingirse de pobre para ir a pedir en casa de la señora del castillo y así poder robar y matar a la criada. Llegó a pedir limosna y preguntó si le daban posada para pasar allí la noche. La señora, temerosa, no quería recibirle; pero la criada se empeñó y hizo a la señora que le recibiera en el pajar. Pero estando cenando, a la criada la entró compasión del po­ bre y la dijo a la señora que daba lástima que ellas estuvieran calentándose al fuego y que el pobre estuviera muerto de frío en el pajar. Y rogó a la señora que le dejara que entrara con ellas. y la señora no quería; pero la criada insistía y por fin la conven­ ció. Y le mandaron pasar a cenar con ellas. Y después de cenar, el pobre las dijo : -Como han sido ustedes tan caritativas conmigo, yo también quiero darlas estos higos de postre. y las dio unos higos que eran dormideros. La señora los co­ mió y al punto quedó dormida; y la criada sospechó que aque­ llos higos eran para adormecerlas y hizo como que los comía y los metió en el pecho. Pero fingió que se quedaba dormida como su señora. y el pobre, en cuanto vio que estaban dormidas, subió por la escalera de la sala de la señora y salió al balcón y tocó un pito. Pero la criada, que veía lo que hacía, se descalzó y subió tras de él. y estando tocando el pito, pues le cogió de una pierna y le tiró por el balcón. Vinieron los compañeros -que eran una cuadrilla de bando-

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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leros- y se encontraron con su compañero tendido en el suelo, lleno de heridas. No tuvieron más remedio que cogérsele y lle­ vársele a su cueva. Bajó la criada y contó a la señora lo que había sucedido. Y la dice: -¡Ay, señora, que comería usted los higos que nos dio el pobre! Pues era un ladrón, que se había fingido de pobre para matarnos. Si yo hubiera hecho lo mismo, nos hubieran matao. Pero yo me fingí la dormida. Y nada más ver que estábamos dor­ midas, se subió al balcón para llamar a sus compañeros. Pero yo me fui tras de él y le tiré por el balcón. Vinieron sus compa­ ñeros y le recogieron y se le llevaron.

y el ama la reprendió por haber querido ella recoger al pobre. Al día siguiente díce la criada: -Me voy a vestir con el traje del señorito y voy a ver cómo está el herido que tiré por el balcón.

y se vistió de médico, con la ropa de su amo. Y se montó en el caballo de su señorito. Y se fue por la cueva donde vivían los ladrones. Y les preguntó si le hacían el favor de decirle la senda que llevaba a un pueblo cercano, que iba a visitar a un enfermo . .

y al enterarse los ladrones que era médico, le rogaron que bajara del caballo y entrara a visitar a un enfermo muy grave que tenían. Pasó a hacerle la visita. Y le hizo unas rajas en la espalda de arriba abajo y les mandó echar sal y vinagre en las heridas. Y le vendó muy bien.

y se volvió a montar en el caballo. Los ladrones le pregunta­ ron que cuánto eran sus derechos. Y él les díjo que nada. Pero los ladrones insistieron y le metieron en las alforjas dos talegas de dinero. Ella hizo como que tomaba la senda del pueblo, dio media vuelta y se volvió para el castillo. Y contó a la señora todo lo ocurrido. La señora la decía que la iban a matar por andar haciendo esas cosas con gentes de mal vivir. Pasaron unos días y el enfermo se agravó y murió . Los ladro­ nes entonces sospecharon que aquél que le había curao no sería médico; que sería la críada del castillo, vestida de médico, que se habría disfrazao de médico. Y entonces acordaron vengarse de ella. Y inventaron de qué modo lo harían.

y uno ideó hacerse novio de ella. Y llegó a la puerta del cas­ tillo y la enamoró. Ella le conoció; pero le aceptó, aunque cono­ ció que era uno de los ladrones.

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Se celebró la boda y como ella tenía mucho miedo, pensó que por la noche la mataría. Y a la noche metió un pellejo de miel en la cama y ella se metió debajo de la cama. Y vino el ladrón a meterse en la cama y fue a clavar un cuchillo en su mujer. Y al clavarla el cuchillo, le saltó un chorro de miel a la boca. Y dijo el ladrón: -¡María Sibidí de mi vida! ¡Dulce en la muerte y agria en la vida! y contestó ella desde debajo de la cama: -¿Sí, mi vida? y entonces, al ver el ladrón que era tan lista, se abrazaron. Se quedó a vivir con ella, y fueron felices y comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron. Mota del Marqués, Valladolid. 30 de abril, 1936.

Ciselia Menéndez. 43. años.

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UNA SEÑORA RESUCITA CUANDO LE CORTAN EL DEDO · En una ciudaz murió una señora muy rica. Y en los dedos lle­ vaba una preciosa sortija de diamantes. El sepulturero, que era algo ambicioso, quiso cogérsela. Pero al no podérsela sacar, la cortó el dedo. Entonces la señora se incorporó y se puso de pie en la caja, porque la hacía falta una sangría. Y el sepulturero, lleno de miedo, huyó como alma que lleva el diablo. Entonces la señora se encaminó para su casa y llamó. Su fa­ milia no quería creer que fuese ella; pero al abrir la rejilla y ver que era ella en persona, la abrieron. Entonces la señora les con­ tó lo ocurrido, y anduvieron en muchas pesquisas para ver si encontraban al sepulturero; pero no lograban dar con él. Al cabo de bastantes años fue pidiendo limosna a la casa de la señora. Y en una de las conversaciones -dio la casualidaz de que él era el sepulturero del mismo pueblo. Entonces, al saberlo la familia de aquella señora, le dieron una excelente carrera. Se trata de un caso verídico. San Pelayo, Valladolid. 1 1 de mayo, 1936.

Contado por una niña de unos 12 años en Villabrágima, Valladolid. Se 10 con­ tó su abuela.

VI CUENTOS DE OGROS

A.

EL OGRO ES DERROTADO

B.

EL DEMONIO ES BURLADO

A.

EL OGRO ES DERROTADO

279

ÉSTE NO ES CUCO, QUE ES CUCA Éste era un padre que tenía mucha familia y no tenían posi­ bles para mantenerles. Y el hijo mayor dice: -Padre, yo me voy a ganar la vida por el mundo. -¡Oy, mío hijo! ¡Eres algo pequeño todavía! Tienes diecisiete años. ¿D6nde vas a ir? -Pues, que busco un amo y me pongo a servir. -Bueno, bueno, pues si te empeñas, vete con Dios, y que Dios te dé buena suerte. Se march6 el muchacho. Después de andar pidiendo por unos cuantos pueblos, tuvo que atravesar un monte. Y al atravesar el monte se le apareci6 un señor muy feo, horrible, con una barbo­ na y unos bigotones, que le dice al chico : -¿D6nde �as, muchacho? -Por ahí alante, a ganarme la vida, a ver si encuentro un amo y me pongo a servir. -Bueno, bueno; ¿quieres venirte conmigo? -Sí, señor; no tengo inconveniente. y el señor le dice entonces : -Bueno, bueno; pero antes tienes que aceztar las proposicio­ nes que te ponga. -Ya me las puede ustez decir -dice el muchacho. -Pues en primer lugar, en mi casa no se paga a ningún . criao hasta San Pedro, que canta el cuco, y en segundo lugar, que en mi casa no se tiene que incomodar nadie, porque el día que te incomodes, te mando sacar la correa, y la correa es sacar un ca­ cho de la espalda desde arriba abajo. Y si me incomodo yo, pues igualmente me la sacas tú.

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-Bueno; y ¿salario? ¿Qué salario me va ustez a dar? -dice el chico. -Por salario no te apures -dice el señor-, porque te tengo de dar todo lo que me pidas. Por el salario no hemos de reñir. -¡Bueno, pues aceztada la propuesta! -Pues vámonos a mi casa. Se marcharon a la casa del señor, que era el diablo. Su casa era mu antigua y mu fea, con unas cuadras mu grandísimas y con unas mulas mu falsas y mu malas. Y el chico tenía que ir a trabajar con ellas, a arar, y lo que fuese. Esas mulas eran demo­ nios todas, que estaban con el cuerpo de mulas. Y el ama del dia­ blo era una vieja mu fea y mu gruñona. -Bueno -le dice el amo al chico--, lo primero que vas a ha­ cer es ir a arar una huerta que tengo. Vas a la cuadra, enganchas las dos mulas que mejor te parezcan y . . . ¡ a arar! Fue el chico para la cuadra. Las mulas, al ver al muchacho, se revolvían contra él a mordiscos y a ancazos, que le querían matar. El chico estaba ya que no sabía qué hacer. Y en medio de la penuria que tenía, se le apareció una señora muy guapa, con un niño en los brazos, y le dice: -Mira, muchacho, estas mulas están endemoniadas. Pero no temas. Te voy a dar esta cajita que sólo tiene dos palitos dentro. Cuando las mulas se rebelen no tienes más que decir, (< ¡Garaba­ to, a sujetar! ¡ Porra, a dar ! » . Tan pronto como la señora desapareció, coge el chico l a caja, la abre y ve que tiene dos palitos, uno con un garabato, y otro, un palito con una bolita, una camorra. Y al ver que las mulas se­ guían soberbias, decidió experimentar a ver si lo que la señora le había dicho era verdaz. Y dice: ---- ¡ Garabato, a sujetar! ¡ Porra, a dar! Inmediatamente se engancha el garabato de las mulas y las sujeta, y el otro, la porra, las descargaba tan tremendos palos que las dejó rendidas. Entonces el muchacho las coge y las en­ gancha al ugo, las pone el arao, y le dice al amo: -Oiga ustez, que ya puede venir a enseñarme el camino a la " huerta, que ya están las mulas enganchadas. El señor se reía y lo echaba de broma, como sabía que nin­ gún criao había podido tocar las mulas, y se creía que éste era lo mismo. Así que se fue a la cuadra" y las vio enganchadas, dice para entre sí: -Éste es más demonio que yo.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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Fueron a la huerta, y abrió el ama las puertas. Entró el chico con las mulas y se puso a arar con ellas sin menearse las mulas. Después que terminó de arar la huerta toda, el amo le había atrancao la puerta y no pOdía salir por ningún sitio . Las tapias eran tan altas que era imposible poderse escapar. Se acuerda de la caja y dice: -¡Garabato , a sujetar, y porra, a dar! Las pegó a las mulas tan tremenda paliza que las quitó cada cacho por un sitio; por un lao la cabeza, por otro las patas; en fin, las dejó en condiciones para poderlas tirar en pedazos por encima de las tapias. Después escaló la tapia él, como pudo, y saltó fuera. Va entonces para casa, y el amo, que no pensaba de volverle a ver, se qUedó pasmao y dice : -y las mulas, ¿qué las has hecho? y el chico le contesta: -Pues como ustez me atrancó la puerta y no pOdía salir, pues las he hecho cachos y las he tirao por cima de la tapia. Entonces dice el señor, muy enfadado : -¡ Hombre, hombre! ¿pero cómo has hecho eso? ¡Quia! ¡ Eso no puede ser! y el chico se acercaba al señor, con la navaja en la mano, y en ademán de sacarle la correa, le decía : -Amo, ¿pero se enfada ustez? y el señor, acordándose del trato que habían hecho, decía: -No me enfado, pero . . . -Bueno -le dice el diablo al ama-, con este criao no nos podemos quedar, porque es más demonio que nosotros. y el ama dice: -Pues mira , hoy le vamos a mandar por leña. -Fue el chico a la cuadra y enganchó las mulas, dándolas antes la correspondiente paliza para que estuviesen mansas . Cuan­ do estaban las mulas enganchadas al carro, le dice el amo al chico : -Hoy nos vas a traer un carro de leña, de lo más torcido que haya, porque si no es de lo más torcido, te despido. -Bueno, bueno -dice el chico-, se lo traeré. Se marchó con el carro al monte, y en el camino se le apa­ reció la señora con el niño . Él iba cantando en el carro y la se­ ñora le dice : -¿Dónde vas, muchacho, tan contento?

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-Pues, mire ustez, señora --dice eJ muchacho--, yo voy por · un carro de leña de lo más torcido que haya, y voy pensando que no sé dónde iré a cargar. -No te apures, no te apures -le dice la señora-o Ahí alan­ te, muy cerquita de aqtú, tiene tu amo una viña muy hermosa. Vas y cortas toda la leña que quieras hasta que no puedas car­ gar más en el carro . Fue el muchacho a la viña y empezó a cortar todas las ramas y todos los majuelos, todo lo que había, y cargó un carro tremen­ do. Se montó en las mulas, que ya no se meneaban, y a casa con ello. El ama del diablo, que le ve venir, le dice al amo : -Oye, tú, ya tienes aquí al criao . Pero, ¿qué leña trae? ¡Si de torcida que está no la puede traer en el carro, que la viene per­ diendo ! Llega el muchacho tan contento a casa, · chiflando y cantando. y el amo le dice: -¿Dónde has ido a cortar esa leña, hombre? ¿Dónde has ido a cortar esa leña? -Pues en una viña que había ahí alante. y le dice el amo al ama: -¡Oye, ya nos amoló la viña! ¡Ya nos amoló la viña! Y le dice al muchacho : -¡Esto no puede ser! ¡Qué ganas tengo de que venga San Pedro para despedirte! Y le dice el muchacho, con la navaja en la mano: -Pero, ¿qué, amo? ¿Se enfada? -No, no me enfado, pero . . . y le dice entonces: -Bueno, pues ahora tienes que traerme otro carro de leña, de lo más derecho que haya. -Bueno, pues se lo traeré. Se puso en camino con el carro y las mulas, y encontró otra vez a la señora y le dice ésta: -¿Dónde vas muchacho, tan contento? y dice el muchacho : -Pues mire ustez, señora; ayer mi amo me mandó llevar un carro de leña de lo más torcido; hoy me manda llevarlo de lo más derecho. No sé dónde iré a cargar. -No te apures, no te apures -le dice la señora-, que muy cerquita de aqtú tiene tu amo un pinar nuevo, que son los pinos

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

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muy derechos; no tienen una curva. Vas, cortas los que quieras y te vuelves a casa. Así lo hizo el chico. Se fue al pinar, cortó los pinos que le parecieron de los más derechines, y cargó un carro tremendo. Dio la vuelta a las mulas, y . . . a casa. El ama del diablo, que le ve venir, le dice al amo: -Oye tú, ya está acá el criao. -Ése es más demonio que nosotros. ¿Cómo nos podremos deshacer de él? ¡ Si entavía falta mucho pa San Pedro! -Pues hay que mandarle al monte donde está el gigante a guardar cerdos para que le mate --dice el ama-o Verás cómo así no vuelve a darnos quehacer. Llama entonces el amo al chico y le dice : -Oye, muchacho, hoy tienes que ir con una peara de cerdos al monte. A ver si al escurecer vienes con ellos a casa, y que no te falte ninguno. -Bueno --dice el chico-, pues iré a guardar cerdos. Le entregaron una manada muy grande de cerdos y se mar­ chó al monte. En el camino encontró a la señora, que le dice: -¿Dónde vas, muchacho, tan contento? -Pues señora --dice el muchacho-, hoy me mandan a cuidar cerdos a aquel monte que hay allá lejos. -Bueno, pues mira. Ten cuidao, ten mucho cuidao, porque en ese monte hay un gigante, que todo el que entra alli le mata. Vete preparao de higos, una navaja y una cuerda. Él tiene una gran barra, tremenda, y te desafiará a cuatro cosas: a comer guindillas, a ver quién corre más, a ver quién arranca más pinos de una vez, y a jugar a la barra. Cuando te desafíe a jugar de la barra, tú no te des mal rato. Sólo con que cOjas la barra en la mano y digas, « ¡Fuera los de la Habana! » y verás como el gi­ gante te dice que no tires la barra. Bueno, pues se despidió el chico de la señora, y habiendo an­ tes cargao de lo que le dijo, llegó al monte con los cerdos. Se esparcieron por el monte los cerdos y al verlos el gigante, dice: -¿Quién habrá entrao en mis posesiones? ¡Desgraciao de él, que no va a durar más que mientras yo le vea! Echa a andar el gigante y se encuentra con un mozuelo que. estaba sentao en el suelo medio dormido. Le agarra el gigante por un brazo y empieza a sacudirle y le dice: -Oye, mosquito, esta noche te como guisao. y el muchacho · le contesta:

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-¡ Hombre, no le darán tan recias! No es de caballeros co­ mer guisao un muchacho así, nada más así . y dice entonces el gigante : -Bueno, me da lástima de ti, y por el momento no te quiero matar. Vamos a hacer cuatro apuestas. Si me las ganas, no te mato ; pero si te gano, te mato y te como. -¡Aceztadas las apuestas ! -dice el muchacho. -Vamos a mi choza -dice el gigante. Fueron a la choza, que tenía una grande hoguera puesta, y le dice el gigante: -La primera apuesta va a ser a ver quién come más guindillas. y el mozuelo le dice : -¡Bah, yo me quedo solo comiendo guindillas! -Bueno, pues vamos a ver. y coge el gigante las guindillas que tenía él y empezó a co­ merlas. El chico iba sacando del bolsillo higos, y mientras el gi­ gante comía guindillas, él comía higos. Y le decía el gigante: -Pero, ¿no te pican, muchacho? ¿No te pican? El gigante se ponía sudando, ya hecho un volcán del calor. y contesta el muchacho : -Yo . . . guindillas, un saco . -Pues yo ya no puedo comer más -dice el gigante-o Me has ganao. Bueno . . . , vamos ahora a la segunda apuesta, que va a ser arrancar pinos. Van a un . pinar que tenía el gigante, nuevo, un pinar nuevo, y el gigante de cada guantazo que daba a un pino le tumbaba. Tumbó hasta siete pinos a guantazos. Y le dice al chico : -Vamos a ver ahora tú, los que tiras. Saca el chico el cordel que llevaba a propósito y� ; le da una lazada a una punta y trata de abarcar de una vez más de treinta pinos. Y le dice el gigante entonces : -Pero tú, ¿qué vas a hacer, muchacho? -¡Bah! -dice el chico-. ¿Crees que yo voy a hacer lo que tú, de cada guantada un pino? No; yo me tiro treinta pinQS aqw como nada. De siete tirones que dé como tú, te dejo el pinar vacío, sin pinos. -No, no, eso no -dice el gigante-- . ¿Cómo voy a consentir yo que me estropees el pinar? Me doy por vencido. Me has ganao otra vez . Vamos ahora a la tercera apuesta; va a ser jugar a la

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barra. Vamos a la puerta de la choza y en aquella esplanada ve­ remos a ver quién tira más lejos la barra. Fue el gigante, cogió la barra, que era grandísima, la zaran­ deó dos o tres veces, y la arrojó un cacho muy grandísimo de lejos. y decía el chico para sí: -¡Ay! ¿Dónde me he metido? Esto va a ser lo peor. Pero, bueno, vamos allá. El astuto del chico coge entonces la barra con las dos manos, que apenas podía menearla, se pone muy pinao y dice: -¡Fuera, los de la Habana! y el gigante dice: -Oye, oye, pero, ¿qué vas a hacer? -¡Bah! ¿Qué voy a hacer? ¿Tú crees que voy a dejar la barra ahí tan cerca como tú? No lo creas. Esta barra va a ir a caer ahora mismo en metá la plaza de la Habana. -Hombre, hombre, ¿cómo te voy a consentir yo eso? -le dice el gigante-. ¡ Si tengo yo allí a mi familia! Tengo a mis pa­ dres, cuatro hermanos pulicías y otros cuatro guardias civiles, que están todo el día en la plaza. Pos si les das con la barra, ¡me­ nuda desgracia! No, no, no; no te dejo tirar la barra. Me has ga­ nao la tercera apuesta. Bueno, pues vamos ahora a la última, que va a ser a ver quién corre más. El gigante, confiao en que él correría más que el chico, le dice: -Mira; por aquel camino que va en medio de aquellos cen­ tenos, por allí vamos a correr. Te dejo que te adelantes media hora, porque yo pronto te pienso alcanzar. El granuja del chico echó a correr. Encontrando en el camino un perro, coge el perro, le saca las tripas y se las mete entre la faja. Y pasó corriendo por donde estaban unos labradores segan­ do. Al pasar por junto a los labradores, que se quedaron miran­ do al chico, fue él y sacó la navaja, se dio una navajada así en la faja, y ¡ zas ! , caeron las tripas al suelo. Los labradores se quedaron pasmaos al ver que había dejao caer las tripas y seguía corriendo. Y el gigante, que ya había echao a correr también, llegó de seguida donde estaban los la­ bradores, y les dice : -¿No han visto ustedes pasar por aquí a un chico corriendo? -Sí, señor: sí que le hemos visto; precisamente que al pasar por aquí, se ha dao una navajada en la barriga y ahí ha dejao caer las tripas. Ahí las tiene ustez.

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y dice el gigante: -Pero con las tripas afuera, ¿entavía corría? -¡Oy! -dicen los labradores-o ¡ Iba que le llevaban los demonios después que dejó caer las tripas! Entonces el gigante sacó un enonne cuchillo que llevaba, y ¡zas ! , se dio una navajada en la barriga y allí quedó medio muer­ to. A los alaridos del gigante, los labradores huyeron espantados. Pero el otro, que estaba escuchando los alaridos, volvió para atrás, y con el mismo cuchillo del gigante le cortó la cabeza. Y dice entonces : -Bueno; ahora recogeremos los cerdos, y a casa. Así lo hizo. Atropó los cerdos, y al escurecer, a la hora que el amo le había dicho, llegó a casa con los cerdos. El ama del dia­ blo y el amo, que ya no le esperaban, al verle llegar se puson muy asustaos, dice el diablo al ama: -¡Con este muchacho no podemos! ¡No hay más remedio que despedirle! -Pero, ¿cómo le vamos a despedir? -dice el ama-o Si enta­ vía falta mucho pa San Pedro, y hasta San Pedro no canta el cuco. Así que no sé qué vamos a hacer.

y dice el amo a la víeja: -Mira; una idea se me ha ocurrido . En la encina que está a la puerta de casa, después que él esté acostao, te subes tú y em­ piezas a cantar: « ¡ Cucu! ¡Cucu ! » y yo le llamo y le digo: , 43-46. Sánchez Pérez, núm. 72. -Santo Domingo: Andrade, núms. 270, 271. -Méjico: Radin-Espinosa, núm. 124. Cf. Wheeler, núm. 163. -Estados Unidos: < Colorado) Rael, núm. 3 12. -Chile: Pino, núm. 210 ( seguida de Aame·Thompson, núm. 1640). -Islas Filipinas: Gardner, JAF, XX 105, ,

núm. 5 ( alterada). -Portugal:

Barbosa, núm. 22. Braga, I, núm. 86.

-Cataluña: Alcover, VII , 255-268. Amades, núm. 397. Ferrer, 34-36. Bibliografía general. -Amades, núm. 397. Boggs, núm. *1716. Braga, II, 215. Espinosa, CPE , III, 160-162.

AURELIO M. ESPINOSA

534

Tocan a real

391.

Análisis. -Versión de Núm. 390. Thompson, K1860, P453, K335.1.2.2. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 390.

La conciencia del molinero

392.

Análisis. -Variante de Aarne-Thompson, núm. 1853A*; cf. núme­ ro 1853B*. Thompson, P443, X21 1 . Versiones hispánicas. -León:

Espinosa,

CPE, núm. 5 6 (Aarne­

Thompson, núm. 1853A*). -Castilla: Núm. 392. -Andalucía: FAn, 227. -Otra peninsular:

Sánchez Pérez, núm. 24 (Aarne-Thompson, núme·

ro 1853A*). Bibliografía general. -Boggs, núms. *1720, *1800B. Espinosa, CPE¡

Ir, 259. Aarne-Thompson, núm. 1853B*. -Aragón: M. Polo y Peyrolón, Ma· nojico de cuentos (Valencia, 1895), 83, citada por Boggs, núm. * 1720. Versión literaria. -cr. Timoneda, Sobremesa, 1, núm. 48 ( Childers, K486 . 1 ).

393.

El tío Monago de la Mata

Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 1730. Espinosa, CPE, núms. 31·32, Tipo Ir!. Thompson, P21O, K1218.1, X410. Versiones hispánicas. -Asturias:

Espinosa, CPE,

núm.

32 (con

Aarne-Thompson, núm. 1536B). -Castilla: Núms. 393, 394. Espinosa,

CPE, núm. 31 (con Aarne-Thompson, núm. 1536B). -Extremadura: M. de Sande, RDTP, Irl ( 1 947), 88. -Cuba: Portell, núm. 45. -Méjico: Parsons, JAF, XLV, 316, núm. 21 (estropeada). Radin·Espinosa, núme­ ros 121 (estropeada), 122, 123 (con Aarne-Thompson, núms. 1536B y 1381B). -Estados Unidos: ( Nuevo Méjico) Rael, núm. 42 (contaminada con Aarne-Thompson, núms. 1 940, 1530*), 44 (mezclada con Aarne· Thompson, núm. 940). -Portugal:

Coelho, núm. 67 ( mezclada con

Aarne·Thompson, núm. 1725). Bibliografía general. -Boggs, núm. 1730. Espinosa, CPE, Ir, 1 53·159.

394.

El culo por candelero

Análisis. -Versión de Núm. 393. Thompson, P210, K1892, K443, K1218.1, X410, K443.2. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 393.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

395.

535

Zapatera, ttqui

Análisis. -Variante de Aarne-Thompson, núm. 1730. Espinosa, CPE, núms. 31-32, Tipo IV. Thompson, P210, K443.2, K1218.9.1, X41O, Q450. Versiones ;hispánicas. -Castilla:

Núms.

395,

396. Alonso

Cortés,

RHi, L ( 1920), 241-242. -Andalucía: Cf. Larrea, núms. 38 (Don Juan burlado), 39 (el criado gallego ). -Méjico : ( estropeada). -Chile:

Radin-Espinosa, núm. 120

Pino, núm. 216 (Aarne-Thompson, núms. 178 1 ,

1355), 217 (Aarne-Thompson, núms.

1730B*, 1 7 8 1 , 1440). -Portugal:

Athaide, n, núm. 328. Barbosa, núm. 3 1 . -Islas Azores : Braga, 1, nú­ mero 1 16. -Brasil: Romero, 333-335 . Bibliografía general. -Braga, n , 2 1 9 . Espinosa, CPE, n, 153-159. Pino, nI, 377.

396.

María, ñiqui

Análisis. -Versión de Núm. 395. Thompson, P21O, X41O, K1218.1. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 395.

397.

La vaca morisca del cura Chtquito

Análisis. -Aarne-Thompson, núm.

1735A. Thompson, P233, K435,

K163 1 , X410. Versiones hispánicas. -Asturias: Núms.

397,

398. -Extremadura:

Ampudia, CA, núm. 69. -León:

Curiel, 309-3 1 1 . -Santo Domingo:

Andrade, núms. 287, 292. -Estados Unidos: ( Nuevo Méjico ) Espinosa, EDR, IV, 98-101. Rael, núm. 39. ( Colorado) Cf. Rael, núm. 48 ( mezclada

con la introducción de Aarne-Thompson, núm. 1536A). ( Luisiana) Mac­ Gurdy, SFQ, XIV, 236, núm. 4. -Chile: RCHG, LXII, 229-231 . Versión literaria. -Cf. Libro de los Enxemplos, núm. 68.

398.

El cura Chiquito

Análisis. -Versión de

Núm.

397.

Thompson,

X410,

K163 1 . Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 397.

P233,

K435,

536

AURELIO M. ESPINOSA

La fiesta de San Ceferino

399.

Análisis. -Variante de Aarne-Thompson, núm.

1785C. Thompson,

V70, X410, X41 l ; cf. X41 1 .3. Versiones hispánicas. -Asturias:

Cf. Ampudia, CA, núm. 76 (con

Aarne-Thompson, núm. 1829: El hijo del zapatero, que hace de imagen de un santo, es la víctima de la burla del sacristán). -Castilla: Nú­ meros

399, 414 (con Aarne-Thompson, núms.

núm. 1825 *D). -Otra peninsular :

164 1 ,

1837, Y Boggs,

Sánchez Pérez, núm. 26. -Puerto

Rico: Mason-Espinosa, JAF, XLII, 129, núm. 65; . 147, núm. 1 18. -Estados Unidos : ( Colorado) Rael, núm. 472.

El traje para el Santo Cristo

400.

Análisis. -Se relaciona con Aarne-Thompson, núm. 1826A* . Thomp­ son, X410, N I , W157, K1970. Versiones hispánicas. -Castilla: Núms. 400, 401. -Méjico: Wheeler, núm. 16; cf. núm. 14 (el apóstol superfluo en el cuadro de la Última cena se marchará después de cenar). -Portugal:

Cf. Athaide, l, nú·

mero 30 (la estatua de San Barnabé se halla en un habar; se ha visto obligado "a andar de noite pelOS favaes alheios" porque los fieles no le han traído habas ). Versión literaria. -Cf. Timoneda, Sobremesa, II, núm. 42 (el após­ tol superfluo, Childers, J1492.1 * ) .

401 .

El Cristo desfigurado

Análisis. -Variante de Núm. 400. Thompson, X410, V70, K1970. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 400.

402.

Porque es muy mala herba

Análisis. -Variante

de

Aarne-Thompson,

núm.

1829. Thompson,

P426.2, K1970, K1892, K1842, K197 1 , J870, J1700. Versiones

hispánicas.

-León:

Núm.

402.

-Castilla:

Núm.

403.

-Extremadura: Curiel, 138-139. -Puerto Rico: Mason-Espinosa, JAF,

XLII, 108, núm. 18. -Cuba: Portell, núm. 105. -Portugal: Coelho, núm. 72. Bibliografía general. -Hansen, núms. * * 1793A, B.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

403.

537

¡No mojo, no!

Análisis. -Versión de Núm. 402. Thompson, P412, K1892, K1842, K1970, V123, J870, J1700. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 402.

404.

El lobo que se confiesa

Análisis. -Variante de Aame-Thompson, núm. 1 �00. Thompson, V20, K188, K2055, J1400; cf. J1945. Versiones hispánicas. --:-Asturias:

Ampudia, CA, núms. 72 (Boggs,

núm. *1800A), 73. -Castilla: Núm. 404. -Estados Unidos: (Colorado) Rael, núm. 468 (Boggs, núm. * 1800 A). Bibliografía general. -Boggs, *1800. Hansen, núm. ** 1878.

405.

La confesión del tonto

Análisis. -Boggs, núm. * 1800 C. Thompson, J1700, V20, J1500, KI600, X410, L141. Versiones hispánicas. -Asturias:

Ampudia, CA, núm. 7l. -León:

Núms. 405, 406, 407. -Castilla: Núm. 408.

406.

Pues yo tampoco

Análisis. -Versión de Núm. 405. Thompson, X410, JI700, V20, K1600, J1500, L141. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 405.

407.

La novilla del señor cura

Análisis. -Versión de Núm. 405. Thompson, X410, V20, J1700, KI600, J1500, L141. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 405.

408.·

La confesión del tonto

Análisis. -Variante de Boggs, núm. *1800 C. Thompson, J1700, V70, V20, J1820, J1823, K1600, J1500, L14 1 , X410. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 405.

538

AURELIO M. ESPINOSA

La confesión del dulzainero

409.

Análisis. -Se relaciona con las variantes de Aarne-Thompson, nú­ meros 1800-1809. Thompson, V20, X410.

Las pollejas

410.

Análisis.

-Variant'e · de

Aarne-Thompson,

núm.

1807.

Thompson,

V20, X410.

¡Arroja ese vientre, Miguel!

411.

Análisis. -Boggs, núm. * 1800 D. Thompson, J1700, V70, J2470. Versiones hispánicas. -Asturias : Ampudia, CA, núm. 74. -Castilla: Núm. 4 1 1 . -Cataluña: Alcover, I, 128-132 (precedida de Aarne-Thomp­ son, núm. 1696 ). Amades, núm. 4 1 1 (precedida de Aarne-Thompson, núm. 1696).

412.

En aquel charco hay peces

Análisis. -Variante de Aarne-Thompson, núm.

1825B. Thompson,

P426. 1 , K1700, KI96 1 . 1 .2. Versiones hispánicas. -Castilla: Núms. 368 (un picaro engaña a la gente accionando sin hablar, pues ha dicho que todos los que le oigan se salvarán) , 412. -Puerto Rico: Cadilla, Raíces, 124 ( aventura de Pedro Urdiala, después de Aarne-Thompson, núm. 1525B). -Méjico: Wheeler, núms. 150 (aventura de Pedro de Urdemales, quien acciona sin hablar, precedida de Aarne-Thompson, núm. 1 525B), 151 (ídem). ( Indios tepe­ canos) Mason, JAF, XXVII, 170, núm. 10 (aventura de Pedro de Ordi­ males, después de Aarne·Thompson, núm. 1525B). -Estados Unidos: ( Nuevo Méjico) Espinosa, JAF, XXVII , 130, núm. 14 (espisodio 1 1 1 , Pedro de Urdemales). ( Colorado ) Rael, núm. 30. -Guatemala: Recinos, JAF, XXXI , 478 (Pedro Ordimales, tras Aarne-Thompson, núm. 1528).

-Portugal : Cardoso-Pinto, II, 202-205 ( acciona sin hablar). -Cataluña: Amades, núm. 1321 (Missa i una mica de sermó ). Bibliografía general. -Bolte-Polívka, IIl, 1 1 6. Espinosa, CPE, II, 265-266.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

413.

539

El asptrante a cura

Análisis. -Boggs, núm. 1825 *D. Thompson, P230, J1700, J2271 . 1 , J1730, J1736, K1961.1, KI700, KI961.1 .2, KI96 1 . 1 .2. 1 . Versiones hispánicas. -Asturias: Ampudia, CA, núm. 53. -Castilla: Núms. 413, 414, 415. Espinosa, CPE, núm. 60. -Puerto Rico: Mason­ Espinosa, JAF, XLII, 147, núm. 1 17. -Cuba: Portell, núm. 96. -Por­ tugal: Athaide, II, núm. 264. Bibliografía

general.

-Bolte-Polívka,

III,

1 16.

Espinosa,

CPE,

265-266.

414.

El nuevo cura

Análisis. -Boggs, núm. 1825 *D, con Aarne-Thompson, núm. 1641 IV, una variante de núm. 1785C y núm. 1837. Thompson, P230, J1700, J1730, J2212, K1956, KI956.2, P426.1 , X418, K1700, KI96 1 . 1 .2.1, K1970; cf. X41 1 .3. Boggs, núm. 1825 *D. Véase Núm. 413. Aame-Thompson, núm. 164 1 . Véase Núm. 358. Aame-Thompson, núm. 1785C. Véase Núm. 399. Aame-Thompson, núm. 1837. Véase Núm. 424.

415.

El seminarista

Análisis. -Variante de

Boggs,

núm.

1825

*D.

Thompson,

P230,

J1700, P426. 1 , J1350, J1730; cf. J1894. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 413.

416.

Los que fuistis ya vinistis

Análisis.

-Aarne-Thompson,

núm.

183 1 .

Thompson,

V70,

P426.1,

X410, X44 1 . Versiones hispánicas. -Asturias: Ampudia, CA, núm. 1 5 4 (con dos variantes). Cabal, CTA, 247 (combinada con Boggs, núm. 1831 *B). -León: Núms. 416, 418 (con un episodio de Aarne-Thompson, núme­ ro 1526A). -Castilla: Núm. 417 ( contaminada con Boggs, núm. 1831 *B). -Méjico: Wheeler, núm. 12. Bibliografía general. -Cabal, CTA, 246-250. Véase también Núm. 417.

AURELlO M. ESPINOSA

540

Los que fuistis y vinistis

417.

Análisis. -Aarne·Thompson, núm.

183 1 , contaminada con Boggs,

núm. 1831 *B. Thompson, P426.1, X410, X44 1 . Versiones hispánicas. -Asturias: AIIlPudia, CA, núm. 9 7 ( con una variante). Cabal, CTA, 221 . -León: Núm. 418 (contaminada con Boggs, núm. 1831 *B). Cortés, RDuero, núIDS. 3, 4 ( ambas versiones de Boggs, núm. 1831 *B). -Castilla : Núm. 417. -Galicia: J. P. Ballesteros, Can­

cionero popular gallego (Madrid, 1886 ), I1, 261 , citada por Cabal, CTA, 247-248. -Cuba: Una versión citada por Cabal, CTA, 248. -Estados Unidos : (Nuevo Méjico ) Rael, núm. 422. -Portugal: Coelho, núm. 54. -Cataluña: Amades, núm. 1334. Sierra, Aplec, 1 10-1 1 1 . El cuento análogo < Boggs, núm. 1831 *C) del cura que desde el altar previene al ladrón que devuelva lo robado, fingiendo saber quién es, o que identifica al ladrón que le ha robado sin faltar a su juramento es el "romance del cura" a que alude el Barbero en el Capitulo pri­

mero de la Segunda parte del Quijote. F. Rodríguez Marin, en su nueva edición critica de la obra (Madrid: "Revista de Archs., Bibls. y Museos", 1927-28, 7 tomos), IV, 44 Y VII, 269-282, dedica una extensa nota al "romance" ; cita trece versiones:

dos valencianas, siete cata­

lanas, una andaluza, una mejicana y las dos castellanas recogidas por T. Maza Solano (BBMP, II, 100-101 ).

418.

Los que fuistis ya vinistis

Análisis. -Aame-Thompson, núm. 1 83 1 , contaminada con Boggs, núm. 1831 *B, Y precedida de un episodio de Aarne·Thompson, nú­ mero 1526A. Thompson, P426.1, X410, K34 1 , K365, X44 1 . Aarne-Thompson, núm. 1 8 3 1 . Véase Núm. 416. Boggs, núm. 1831 *B. Véase Núm. 417. Aarne-Thompson, núm. 1526A. Véase Núm. 431 .

419.

Dios era un manso cordero

Análisis. -Aarne-Thompson, 1832N*. Thompson, V70, P412, J17oo, P426. 1 , X435, J2470; cf. J2212.6.

420.

Del pesebre de mi burra

Análisis.

-Variante de Aarne-Thompson, núm.

núm. V70, P426. 1 , KI96l .1.2.1 , X410, J1700, J1880.

1824.

Thompson,

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN Versiones hispánicas. -Asturias:

541

Núms. 421, 422. -Castilla:

Nú­

mero 420. -Andalucía: FCaballero, CPPA, 43 (hortelano: "yo te conocí ciruelo"). Larrea, núm. 21. -Puerto Rico: Mason-Espinosa, JAF, XXIX, 501 , núm. 773. -Estados Unidos: ( Nuevo Méjico) Rael, núm. 58 (vieja). < Colorado) Rael, núm. 57 (hombre). -Portugal: Athaide, I, núm. 81. Cardoso-Pinto, Il, 210-2 1 1 . -Cataluña: Amades, núm. 551.

421.

Santo Cristo del Ciruolo

Análisis. -Versión incompleta de Núm. 420. Thompson, J1700, J1880. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 420.

422.

San Adriano yera

met$U

Análisis. -Versión incompleta de Núm. 420. Thompson, J1700, J1880. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 420.

423.

El sermón del dfa de San Roque

Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 1848C. Thompson, V70, P426.1 , N440, KI96 1.1.2.1. Versiones hispánicas. -Castilla: Núm. 423. -Andalucía: Espinosa,

CPE, núm. 43. -Otra peninsular: Sánchez Pérez, núm. 68. -Estados Unidos: ( Nuevo Méjico) F. Applegate, Native Tales of New Mexico (Philadelphia and London, 1932), 43-48. Bibliografía general. -Espinosa, CPE, n, 237-238.

424.

El sacristán y la paloma

Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 1837. Thompson, P426.1, K1970, X418, X410. Versiones hispánicas. -León:

Núm. 424. -Castilla:

Núms.

414

(Boggs, núm. 1825 *D, con Aarne-Thompson, núm. 1641 IV, una variante de Aarne-Thompson, núm. 1785C y Aarne-Thompson, núm. 1837), 425. -Cataluña: Amades, núm. 1355.

425.

El Espfritu Santo en figura de paloma

Análisis. -Versión de Núm. 424. Thompson, P426.1, V70, K1970, X418, X410. Versiones hispánicas, y bibliografía. -Véase Núm. 424.

AURELIO M. ESPINOSA

542

¡Se me ha apagao el tiz6n!

426.

Análisis. -Se relaciona con Aarne-Thompson, núm. 1837. Thomp­ son, P426. 1 , K1970, X410. Versiones hispánicas. -Castilla: Núms. 414 (Boggs, núm. 1825 *D, con Aarne-Thompson, núms. 1641 IV, 1837 Y una variante de núme­ ro 1785C), 426. -Santo Domingo:

Andrade, núm.

291 . -Portugal:

Cf. Athaide, II, núm. 431 (un compañero suelta muchos cuervos cuando el zapatero pide "urna praga de aves negras sobre este povo duro" ). -Cataluña: Amades, núm. 1356, nota.

427.

¡Así sea, señor cura!

Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 1838. Thompson, P426.1, X415, J2461 . 1 , X410 . . Versiones hispánicas. -Asturias:

Ampudia, CA, núm. 196. -Cas­

tilla: Núm. 427.

428.

Si el burro se arrodilla

Análisis. -Se relaciona con las variantes de Aarne-Thompson, nú­ mero 1840. Thompson, J1820, J2495, J1880, J1700. No conozco otras versiones de este cuento.

429.

El tonto de Valdesimonte

Análisis. -Boggs, núm. * 1843 A; para la conclusi6n, cf. Núm. 369. Thompson, P412, V81 , J1700, J1820, J1823, J2495. Versiones hispánicas. -Asturias : Ampudia, CA, núm. 92. -Cast1l1a: Núms. 429, 430 (con elementos de Boggs, núm. * 1690). El episodio final (el arrojar el cayado) se halla en la conclusión de cuentos análogos:

-León :

Núm. 430. -Castilla:

Núm. 369 ( Boggs,

núm. * 1690).

430.

El pastor tonto

Análisis. -Boggs, núm. *1843 A, seguida de Boggs, núm. *1690, con la conclusión de Núms. 369 Y 429. Thompsori, P412, J1700, V81 . J2495, J1820, J1823, J1772, J246 1 . 1 . Boggs, núm. * 1843 A. Véase Núm. 429. Boggs, núm. * 1 690. Véase Núm. 369.

CUENTOS PQPULARES DE CASTILLA Y LEÓN

431 .

543

Los tres estudiantes

Análisis. -Aame-Thompson, núm. 1526A, con núm. 1642 V. Thomp­ son, K1810, K1821, K233, K455, K455.5, K455.4, K330, K335.0.4, J 1 1 5 1 .2. Versiones hispánicas. -León: mienzo

de

Aame-Thompson,

Núms. 418 (un episodio, como co­

núm.

1 83 1 ),

431 ,

432,

434.

-Castilla:

Núm. 433. Espinosa, CPE, núm. 197 ( con Aarne-Thompson, núm. 1642 V). -Extremadura:

Curiel, 1 6-18. -Otra peninsular:

Sánchez Pérez, nú­

mero 93. -santo DOmingo : Andrade, núm. 133. -Méjico : Radin-Espi­ nosa, núm. 122 ( un episodio, en versión de Aarne-Thompson, núme­ ro 1 730). -Estados Unidos: ( Nuevo Méjico) Rael, núm. 358 ( seguida de Aame-Thompson, núms. 1642 V Y 854). ( Colorado) Rael, núm. 359 (con Aame-Thompson, núm. 1642 V), 453, 464 (Aarne-Thompson, nú­ mero 1577). -Islas Filipinas: Fansler, 68 (Thompson, K455 y K455.5 en versión de Aarne-Thompson, núm.

950). -Portugal:

Athaide,

1,

núm. 38 (seguida de Aame-Thompson, núm. 1529 ); n, 269 (engaños de una vieja: lleva acreedor al dentista; robo de capa, etc . ). -Cataluña: Amades, núms. 408 ( engaños de una vieja: lleva acreedores al médico, a reclutador del ejército ), 412 (combinada con Aame-Thompson, nú­ mero 950), 453, 455 ( robo de capa); cf. núm. 454 (versión de Aame­ Thompson, núm.

1577, en que

los

estudiantes

de

Vega,

quedan engañados).

Maspons, Cuentos, 44·49. Versiones (Thompson,

literarias. K455 ).

-Lope

Timoneda, Buen

El Caballero de Illescas Aviso, n, núm. 95 < Childers,

J1604). Padre Vieira, Arte de Furtar, 276, citada por Braga, n, 179. Dos sainetes catalanes citados por Amades, núms. 453 y 454: el pri­ mero, del siglo XVIII; el segundo, con el argumento de Aarne-Thompson, núm. 1577, pero al revés: los estudiantes quedan engañados. Bibliografía

general.

-Amades,

núms.

453, 454.

Braga,

n,

235.

Espinosa, CPE, 233-239. A. M. Espinosa, hijo, "El estudiante picara en el cuento tradicional", en EDMP, In, 247-264. Aame-Thompson, núm. 1642 V. Versiones hispánicas. -León: mero 431 . -Castilla:

Espinosa, CPE, núm.

Nú­

197. -Estados Unidos:

( Nuevo Méjico) Rael, núm. 358. ( Colorado) Rael, núm. 359. Versión literaria. -Timoneda, Patrañuela, núm. 18. Bibliografía general. -Bolte-Polívka, 1, 65-67. Espinosa, CPE, nI, 233-239.

432.

Los estudiantes y el camarero

Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 1526A. Thompson, K330, K455.4 (vendan al camarero), K233. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 431 .

AURELIO M. ESPINOSA

544

433.

Los tres estudiantes se llevan 'los cabritos

Análisis. -Aarne-'l'hompson, núm. 1526A. 'l'hompson, K455, K455.5, K233. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 431 .

434.

Los tres estudiantes

Análisis. -Aarne-'l'hompson, núm. 1526A. 'l'hompson, K330, K455.6, K455, K455.5, K181O, K1821. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 431 .

435.

Los estudiantes y la mosca 1

Análisis. -Variante d� Aame·'l'hompson, núm. 1526A. 'l'hompson, K330, K233; cf. K622. Versiones hispánicas. �ti1la:

Núm. 435. -Portugal:

Braga, I,

núm. 107. Bibliografía general. -Véase Núm. 431 .

436.

Freir, /reir, freir. . .

Análisis. -Variante de Aame-'l'hompson, núm. 1526A. 'l'hompson, K330, NSO, K1265, K92, K233. Versiones hispánicas. -Castilla: Núms. 436, 437, 438. Bibliografía general. -Espinosa, CPE, III, 233-239. A. M. Espinosa, hijo, "El estudiante pícaro . " (véase Núm. 431 ). .

437.

.

La apuesta del pastelero

Análisis. -Versión de Núm. 436. Thompson, K330, N50, K1265, K92. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 436.

1 Se dice «COCa» en Guadalajara a la «mosca que ataca al ganado bovino en la época de grandes calores; es más molesta que la llamada borriguera y se. impacientan en gran manera las vacas y bueyes cuando les pica esta clase de moscall; véase G. Maria Vergara, RDTP, II (946), 606.

CUENTOS POPULARES DE CASTILLA Y LEÓN 438.

545

La apuesta del pastelero

Análisis. -Versión de Núm. 436. Thompson, K330, N50, K1265, K92. Versiones hispánicas y bibliografía. -Véase Núm. 436.

439.

La muia del cura

Análisis. -Aarne-Thompson, núm.

1529. Thompson, P426.1, K330,

K403, J2310. Versiones hispánicas. -Castilla:

Núm. 439. -Andalucía:

FCaba­

llero, CPPA, 42-43. [J. Valera] , Cuentos y chascarrillos andaluces (Ma­ drid, 1898), 51. -Guatemala: Recinos, JAF, XXXI, 480, núm. 5. -Costa Rica:

Lyra, 136, 140. -Chíle:

RCHG, LXII, 232·233. Islas Filipinas:

Fansler, núm. la. -Portugal: Athaide, 1, núm. 38 (precedida de Aarne­ Thompson, núm. 1526A). Coelho, núm. 66. -Cataluña:

Ama.des, nú­

mero 505. Versiones literarias. -Boira, 1, 259. P. Joáo Baptista de Castro, Hora de Recreyo, 11, 13, citada por Braga, 11, 29. La. frase con que termina el cuento, "Quien no te conozca que te

compre", se ha hecho proverbial en el mundo hispánico. Se hallan ejemplos en obras literarias y en la literatura popular. Ocurre, por ejemplo, en J. Valera, Juanita la Larga, Obras escogidas de Juan Va­ lera (Biblioteca Nueva, Madrid, 1925), 1, 174. Bibliografía general .-Boggs, núm. * 1852. Bolte-Polívka, 111, 9, 391, nota 3. Braga, 11, 29. Coelho, xxi·xxii. Fansler, 151-152, 437.

440.

La mentira más grande

Análisis. -Variante de Aarne-Thompson, núm. 1920A. Thompson, X905, X140 1 , X1423.1, X1031 .1.1. Versiones hispánicas. -Castilla: Núm. 440 (con Aarne·Thompson, núm. 1960Z: una procesión de mil Cristos). -Andalucía: [Valera] ,

Cuentos y chascarrillos andaluces, 122. -Puerto Rico: Mason-Espinosa, JAF, XLII, 103, núm. 10 (variante de Aame-Thompson, núm. 1 533A, con Aarne-Thompson, núms. 1626 y 1 920E*);

135, núm. 80 (Aarne­

Thompson, 1920E*). -Cuba: Portell, núm. 1 14 (Aarne-Thompson, nú­ mero 1960M). -Méjico : Aiken, TFSP, XII, 55-57. -Chile: Laval, Cuen­

tos, núm. 37 (Aame-Thompson, núm. 196OG). Pino, núms. 221 (Aarne­ Thompson, núms. 1920E, 1 920A Y

1930), 222 (Aame-Thompson, nú­

meros 1930, 1920E Y 1920D* ). -Cataluña:

Alcover, 1, 9-10. Ama.des,

núms. 74, 76, 86, 167; cf. núm. 201 . Bibliografía general. -Boggs, núm. 1960D. Bolte·Polívka, 11, 513-516 (Grirnm, núm. 112); 111, 169-193 (Grimm, núm. 146). Pino, 111, 378-379. 3S

AURELIO M. ESPINOSA

546

441.

La mentira y la túrdiga de piel

Análisis. -Aarne-Thompson, núm. 1920H, con núms. 1889P y 1 960�. Thompson, P251, X905, X1864, LI0, X905.1, XI286.1.5. Versiones hispánicas. -León: Núm. 441 . -Estados Unidos: