Obras completas de Amado Nervo. [Texto al cuidado de Alfonso Reyes; ilustraciones de Marco]

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V. *

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que ten-

Y

expiró.

El estudiante acercó su linterna y entre el vello bravio y

«Soy

abundante del pecho, leyó:

cataléptico: favor, etc..»

—¡Haberlo sabido antes!— murmuró, y guió destazando

si-

el cadáver...

Empezaba yo a dar signos de impaciencia, y advirtiéndolo Valenzuela, insinuó amablemente:

—Pero voy

a contarte un asunto que te

agradará sin duda; cuestión de un instante, ¡ya verás!: 231

Amado

N

e

v

*

le

dio

r

Has de saber que a un amigo mío

hace tiempo por experimentar su fuerza psíquica, sus fluidos, su eso;

empezó por

od o como se llame a

ejercitar la

acción de su vo-

luntad a distancia, y produjo la hipnosis a in-

numerables gentes, más aún, a innumerables animales.

Dormía vacas,

Y

no contento con

un

tar

día,

toros, perros, asnos... esto, quiso

proyec-

su voluntad, ya no sobre los seres anima-

dos, sino sobre las cosas inanimadas; el expe-

rimento capital que quiso llevar a cabo...

fué...

¿a que no lo adivinas?

—-No— contesté

secamente.

—Fué apagar una

vela...

naturalmente, sino con

la

el

soplo,

voluntad.

Encendía noche a noche la

no con

la vela,

colocába-

sobre una mesa. Sentábase a cierta distan-

cia

y formulaba interiormente, con

la

mayor

energía de que era capaz, esta orden:

—¡Vela, apágate! ¡Pero ni por ésas! La vela continuaba ar-

diendo como

si tal

cosa;

no sólo sino que

allá

para su alma negra de pábilo, alrededor de 232

la

Obras Completas cual danzaba

como un puñal

misterioso su

flama, parecía decir:

— Sabio estúpido... vas a —Apágate, diciendo

vela.

el sabio.

ver...

Apágate, vela...— seguía

Hasta que una noche...

—¿Qué sucedió?— exclamé

malhumora-

do—: ¿Apagó el sabio la vela? —No...— respondió Ovidio tranquilamente—: La vela apagó

al sabio...

— ¡Cómo! —Sí;

de mirarla con

éste, a fuerza

fijeza,

se

quedándose profundamente dor-

hipnotizó, mido...

Tomó

Valenzuela

se rascó la cabeza con so,

que

le era peculiar,

—Pero

último sorbo de café,

el

un movimiento nervioy añadió:

No

jqué diablo!

te

he referido lo

mejor.

—No, Ovidio— le dije levantándome — no me refieras ya nada. Decididamente hoy tus argumentos me disgustan. Y haciendo una profunda reverencia, salí ;

de

la

pieza. 233

ÍNDICE

ÍNDICE Página?

Amado Ñervo Lía y Raquel El miedo a la muerte

La última guerra Los dos claveles

9 23 43 59 85

Dos rivales Una esperanza

131

El viejecito

147

Las casas

159

Una

173

humillación

119

«El dominio del Canadá»

189

El final de un

201

Un cuento

idilio

215

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PQ Ñervo, Amado Obras completas de Amado 7297 N5A1325 Ñervo 1920 v.5

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