Los paisajes culturales de la ciudad de Toledo: Los cigarrales: Dehesas, espacios irrigados, torres, cigarrales y trincheras 9781407312750, 9781407342429

The need to protect the physical and cultural environment in which we operate is the logical consequence of the dramatic

221 31 90MB

Spanish; Castilian Pages [413] Year 2014

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PRESENTACIÓN
ÍNDICE
LOS PAISAJES CULTURALES DE LA CIUDAD DE TOLEDO: LOS CIGARRALES. CRITERIOS DE ACTUACIÓN Y METODOLOGÍA DE TRABAJO
EL CIGARRAL: DIFERENCIACIÓN, PERCEPCIÓN Y CARACTERIZACIÓN DE UN PAISAJE CULTURAL
EL MEDIO FÍSICO DEL ÁREA CIGARRALERA Y SUS IMPLICACIONES GEOARQUEOLÓGICAS
LAS PRIMERAS TRASFORMACIONES EN EL PAISAJE: EL POBLAMIENTO EN LA PREHISTORIA RECIENTE EN EL ÁREA CIGARRALERA
LA EDAD DEL HIERRO EN EL ÁREA CIGARRALERA. EL NACIMIENTO DEL PAISAJE URBANO
EL ÁREA CIGARRALERA EN LA ANTIGÜEDAD Y ALTA EDAD MEDIA. EVOLUCIÓN DE UN ESPACIO PERIURBANO
RAÍCES MEDIEVALES DE LOS PAISAJES CULTURALES DE TOLEDO: LOS ESPACIOS IRRIGADOS DE ORIGEN ANDALUSÍ
RAÍCES MEDIEVALES DE LOS PAISAJES CULTURALES DE TOLEDO: ESPACIOS Y PRÁCTICAS GANADERAS EN EL ÁREA DE CIGARRALES
EL ORIGEN DEL CIGARRAL. UNA TIPOLOGÍA OLVIDADA. EL EJEMPLO DEL CIGARRAL DE MENORES
LA EVOLUCIÓN DEL CIGARRAL A PARTIR DEL SIGLO XVI. ESTUDIOS SOBRE LA QUINTA DE MIRABEL Y LA DEHESA DE POZUELA
LA EVOLUCIÓN DE LOS CIGARRALES ENTRE LOS SIGLOS XVIII AL XX. LOS CATASTROS DE 1751 Y 1936
LOS CIGARRALES DE TOLEDO EN LA GUERRA CIVIL: UN PAISAJE EFÍMERO
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Los paisajes culturales de la ciudad de Toledo: Los cigarrales: Dehesas, espacios irrigados, torres, cigarrales y trincheras
 9781407312750, 9781407342429

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BAR S2638 2014 CARROBLES SANTOS & MORIN DE PABLOS (Eds)

Los paisajes culturales de la ciudad de Toledo: Los cigarrales Dehesas, espacios irrigados, torres, cigarrales y trincheras Editado por

Jesús Carrobles Santos Jorge Morín de Pablos

TOLEDO: LOS CIGARRALES

B A R 2638 Morin and Carrobles cover.indd 1

BAR International Series 2638 2014

21/05/2014 14:39:06

Los paisajes culturales de la ciudad de Toledo: Los cigarrales Dehesas, espacios irrigados, torres, cigarrales y trincheras Editado por

Jesús Carrobles Santos Jorge Morín de Pablos

BAR International Series 2638 2014

ISBN 9781407312750 paperback ISBN 9781407342429 e-format DOI https://doi.org/10.30861/9781407312750 A catalogue record for this book is available from the British Library

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PRESENTACIÓN A comienzos de los años 80 del pasado siglo se produjo un profundo cambio en los intereses de la investigación arqueológica. Gracias al desarrollo de la denominada nueva arqueología han tomado auge nuevas maneras de aproximarnos al pasado utilizando técnicas y sobre todo unidades de estudio muy diferentes de las tenidas en cuenta hasta entonces, que se reducían a las piezas de interés artístico que llenaban nuestros museos o, a lo sumo, a los yacimientos considerados al margen de su entorno. Afortunadamente la disciplina arqueológica ha superado el estudio de estas realidades tan reducidas para empezar a utilizar nuevos marcos basados en el análisis de los territorios en los que se encuentran las piezas y yacimientos que tanto nos interesaban. En ellos, debido a la acción del hombre, se desarrollaron unos paisajes culturales que se han convertido en los nuevos centros de interés. Esta nueva manera de acercarnos a la Historia, unida a la creciente preocupación por conservar el medio en el que vivimos, ha permitido que el paisaje cultural haya llegado a su mayoría de edad. La mejor muestra de esta situación la tenemos en su reciente reconocimiento científico y legal, a través del desarrollo de medidas de protección encaminadas a lograr su conservación con documentos como el Convenio Europeo de Protección del Paisaje firmado por nuestro país en 2008. La necesidad de proteger el medio físico y cultural en el que nos movemos es la lógica consecuencia de las fuertes transformaciones que éste viene sufriendo en los últimos años, debido al desarrollo de un urbanismo depredador que, bajo la falsa etiqueta del progreso, parece empeñado en convertir a cualquier entorno, independientemente de su originalidad o excepcionalidad, en una copia pálida de las grandes ciudades dormitorio surgidas prácticamente de la nada. En Toledo y fruto de una peculiar evolución histórica que ha impedido la existencia de grandes cambios urbanos hasta momentos muy recientes, se han mantenido una serie de paisajes culturales excepcionales. Sin embargo y a pesar de contar con todo tipo de declaraciones de protección autonómicas, nacionales e internacionales, su fin parece más cerca que nunca como consecuencia de la aprobación del nuevo Plan de Ordenación Municipal que propone la construcción de los nuevos barrios en aquellos lugares que suponían la excepcionalidad del paisaje toledano, caso de las vegas y de algunas de las fincas situadas en el macizo granítico que envuelve a la ciudad por su frente meridional. Para documentar, al menos, la evolución de los paisajes que han llegado hasta comienzos del siglo XXI y que aún podemos estudiar utilizando diferentes técnicas y enfoques, se planteó un ambicioso proyecto de investigación que buscaba conocer la evolución de los paisajes culturales de Toledo empezando por el de los cigarrales que es uno de los más amenazados en estos momentos. Este libro resume las actuaciones arqueológicas llevadas a cabo dentro del marco de este proyecto“Los paisajes culturales de Toledo: Los Cigarrales”, que se ha desarrollado entre los años 2010 al 2012. La presente monografía se ha concebido como una obra resumen de los trabajos realizados, que aportan importantes novedades, no sólo para la comprensión del área cigarralera, sino de los propios paisajes urbanos. El primer bloque de estudios se ha dedicado a los aspectos metodológicos. Así, el primer trabajo se ocupa de los criterios de actuación del proyecto y de la metodología de trabajo. Un segundo texto se ha centrado en el paisaje específico de los cigarrales, desarrollando sus características, ubicación y elementos definidores. A continuación se desarrolla otro bloque de trabajo siguiendo un criterio cronocultural, pero que ha tenido su reflejo en el paisaje, cada etapa histórica fue dejando su aportación específica, que gracias a los trabajos de prospección y excavaciones arqueológicas han podido identificarse. En este sentido, tenemos que señalar que se ha buscado de forma intencional para cada uno de estos períodos la colaboración de especialistas en el mismo, que conocían bien las mecánicas territoriales generales y que se han podido especificar aquí para el paisaje cigarralero. Se ha abordado el estudio del medio físico en profundidad y su relación con las primeras ocupaciones humanas; el poblamiento en la Prehistoria reciente, donde ya se puede apreciar con claridad la dicotomía económica de un territorio que va a oscilar constantemente entre los aprovechamientos agrícolas intensivos y los ganaderos; en épocas protohistórica y clásica el espacio cigarralero es un paisaje “vacío”, que explica el crecimiento e importancia que adquiere la ciudad de Toledo como consecuencia del control del vado sobre el Tajo y la importancia que adquiere el área cigarralera como espacio ganadero de la ciudad; la capitalidad visigoda dota a la ciudad de espacios de representación, entre los que destacan los monasterios, convertidos también ahora en espacios productivos. El área cigarralera no fue ajena a la implantación de los conjuntos monásticos en el área periurbana de la ciudad, pero también contamos con testimonios de asentamientos populares, no ligados a las elites culturales y económicas de la misma. La llegada del mundo andalusí marcó un hito en la ocupación intensiva del espacio cigarralero y posibilitó el futuro de los aprovechamientos en los siglos posteriores. Entre los siglos X y XI el espacio cigarralero fue habitado y puesto en explotación de manera intensiva, como ya lo había sido en la Prehistoria reciente, aunque a menor escala. Se construyeron qanat, balsas, pozos y aterrazamientos para los cultivos. El área cigarralera se llenó de alquerías, poblados, norias y molinos. Todo pensado para abastecer a uno de los principales centros urbanos de la Península. La conquista de la ciudad en 1086 por Alfonso VI, invertirá en parte esta

tendencia agrícola, y el espacio cigarralero vuelve a su uso como dehesa, con un aprovechamiento ganadero. Sin embargo, la construcción de los espacios irrigados posibilitó la instalación de los primeros “cigarrales”. En los primeros momentos, casas de campo donde las elites de la ciudad de Toledo en el siglo XVI, la capital del Imperio español, “huían” de la ciudad, buscando refugio en el campo para el desarrollo de tareas intelectuales y lúdicas. La excavación de uno de estos cigarrales en el Cigarral de Menores ha puesto de manifiesto la ligazón de estos establecimientos lúdicos con los espacios irrigados andalusíes, así como la progresiva monumentalización que adquieren estos espacios a finales del siglo XVI y XVII. En este sentido, se ha realizado un estudio específico de uno de estos ejemplos, el “cigarral” que construyó el cardenal Gaspar de Quiroga, la Quinta de Mirabel. El trabajo se centra en la construcción del espacio, que cuenta con capilla, estufa, palomar, etc., por parte de Quiroga, pero también en la evolución que sufre la Quinta de Mirabel a la muerte de su propietario hasta el presente. El mundo moderno y contemporáneo se ha abordado con dos trabajos monográficos. Uno dedicado a la evolución del área cigarralera en los siglos XVIII, XIX y XX, para lo que contamos con una excelente documentación histórica que recoge los usos y aprovechamientos del territorio, entre los que destaca el Catastro de Ensenada. Aquí, la dificultad ha sido cruzar la información histórica con los datos de campo obtenidos en las prospecciones, que una vez logrado, se han obtenido excelentes resultados. Cierra el estudio un trabajo dedicado a los paisajes de la Guerra Civil española. De nuevo el estudio arqueológico del área cigarralera ha desvelado una complejidad que no se recoge en la documentación histórica. La constitución de diferentes frentes desde 1936 hasta el final del conflicto. Es este un paisaje “efimero”, que ya ha sido destruido en parte, y que nos sirve de reflexión final sobre la necesidad de conservación de estos espacios, sin cuya existencia no es posible comprender una ciudad histórica como Toledo. Los paisajes generados por la guerra civil son la última capa de una epidermis que no puede permitirse perder ninguna de ellas, ya que es el conjunto el que tiene los valores explicativos del mismo. Con cada pérdida nos estamos alejando de la comprensión histórica de un espacio ligado desde hace miles de años a la ciudad de Toledo, así como la propia comprensión de la evolución de la ciudad. Una ciudad que no se entiende sin las vegas y los cigarrales. La comprensión de la importancia de este espacio no es nueva. Ya en el siglo XVII, cuando a la muerte de Gaspar de Quiroga, se iba a demoler la Quinta de Mirabel, se generó en la ciudad un espíritu conservacionista que posibilitó que la comprase el Marqués de Malpica y la librase de la piqueta destructora y la especulación. A comienzos del siglo XX la ciudad de Toledo se convirtió en la imagen preferida por los intelectuales de la generación del 98. En ella encontraron el reflejo de tiempos más afortunados y la mejor muestra de las posibilidades de un pueblo capaz de crear imperios y que en ese momento se encontraba completamente arruinado. Una de las primeras consecuencias de esta situación fue la definitiva recuperación de la figura del Greco que, en buena medida, se debe a su inusual capacidad para plasmar el paisaje de la ciudad en la que vivió, en un ejemplo único en la historia de la pintura española anterior al siglo XIX. La importancia que cobraron este tipo de representaciones y el auge de diferentes grupos de intelectuales pertenecientes a las nuevas generaciones del 14 y del 27 que se vincularon con la ciudad, hizo posible la revitalización de los cigarrales que, en algunos casos, iniciaron un proceso de recuperación que parecía dirigido a devolverles su pasado esplendor. El ejemplo más significativo fue el del cigarral de Menores adquirido por Gregorio Marañón en 1921. En él y como ejemplo de una situación cada vez más frecuente se celebraron reuniones políticas y culturales en las que, artistas de la talla de García Lorca y Ramón Pérez de Ayala, parecían evocar a las figuras literarias del pasado. Los cigarrales volvieron a ser espacios cultos y de prestigio, propiciando el desarrollo de una nueva imagen. Aunque se tendió a conservar los olivares y las plantaciones de frutales, muy pronto empezaron a tomar protagonismo los nuevos jardines surgidos como representación de los ideales imperantes en los que predominó el eclecticismo. Gracias a todo ello hicieron su aparición especies hasta entonces nada significativas como el ciprés que, en muy pocos años, se ha convertido en la más característica de todo este espacio por su valor como referencia visual en detrimento de las especies productivas que han ido perdiendo protagonismo. El éxito cosechado por el nuevo cigarral “intelectual” permitió la conservación de buena parte de los cigarrales históricos, aunque con una nueva apariencia en su vegetación. Sin embargo, y como efecto secundario, también ha provocado otras importantes transformaciones que están poniendo en peligro la conservación de este importante espacio. Nos referimos al aprovechamiento desmesurado de las antiguas fincas mediante la parcelación del espacio disponible hasta mínimos que, en ocasiones, no parecen estar acordes con lo que establece la Ordenanza municipal. También al auge que está experimentando su uso hostelero que se inició con la construcción del Parador y que está provocando cambios igual de significativos. Todas estas tendencias están ocasionando la proliferación de nuevas y mayores construcciones a la vez que la paulatina pérdida de la imagen del olivar y de los bancales de frutales, en favor de nuevos jardines que, en muchas ocasiones son difíciles de clasificar, al utilizar especies y trazados cada vez más alejados de la propia tradición. En la actualidad, y a pesar de tanto cambio y transformación, todavía subsisten cigarrales como la Quinta de Mirabel y el Cigarral de Menores que se convierten en los mejores ejemplos de conservación de este paisaje cultural toledano. Sus edificios, jardines y arbolado son preciosa fuente de información para comprender como ha evolucionado la ciudad a la que miran desde el final de la Edad Media. Esperamos que la lectura de esta obra ayude a la conservación de un espacio tan significativo como los Cigarrales, en los que hemos trabajado estos últimos años. Por último, queremos agradecer a Don Manuel Santolaya Heredero, y al Consorcio de Toledo, la ayuda financiera al proyecto de investigación; a Doña Paloma Acuña Fernández y D. Juan Ignacio de Mesa Gárate, de la Real Fundación Toledo, así como a todo su personal, su constante apoyo y la gestión del mismo; a Don Gregorio Marañón y Bertrán de Lis y familia, por permitirnos los trabajos y excavaciones en el Cigarral de Menores y, finalmente, a D. Francisco Javier Cavero de Carondelet y Christou y familia, por su amabilidad y las facilidades dadas para acceder y trabajar en la Quinta de Mirabel y Pozuela. Queremos hacer una mención especial a D. Juan Manuel Cavero de Carondelet y Bally, recientemente fallecido, por su constante lucha por la conservación de un espacio emblemático del paisaje toledano como es la Quinta de Mirabel y trasmitirlo a sus descendientes. Toledo, 30 de mayo de 2013

ÍNDICE LOS PAISAJES CULTURALES DE LA CIUDAD DE TOLEDO: LOS CIGARRALES. CRITERIOS DE ACTUACIÓN Y METODOLOGÍA DE TRABAJO Jesús Carrobles Santos y Jorge Morín de Pablos

15

1. LA INVESTIGACIÓN DE LA CIUDAD DESDE SUS PAISAJES CULTURALES

15

2. METODOLOGÍA DE TRABAJO

17

EL CIGARRAL: DIFERENCIACIÓN, PERCEPCIÓN Y CARACTERIZACIÓN DE UN PAISAJE CULTURAL Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos y Sagrario Rodríguez Montero

25 25

EL MEDIO FÍSICO DEL ÁREA CIGARRALERA Y SUS IMPLICACIONES GEOARQUEOLÓGICAS Fernando Tapias Gómez y Mario López-Recio

43

1. ELEMENTOS DEL MEDIO FÍSICO CIGARRALERO 1.1. Contexto geográfico y geológico 1.2. La geología del área de Los Cigarrales  1.3. La geomorfología o el modelado del relieve de Los Cigarrales 1.4. El clima de Los Cigarrales 1.5. La hidrología de Los Cigarrales

43 43 44 47 50 51

2. LA ACCIÓN ANTRÓPICA

51

3. EL SUELO, INTERACCIÓN ENTRE EL MEDIO ABIÓTICO Y EL BIÓTICO

52

4. PROCESOS GEOLÓGICOS, CLIMÁTICOS Y BIOLÓGICOS QUE CONFORMAN EL PAISAJE CIGARRALERO

52

5. IMPLICACIONES GEOARQUEOLÓGICAS DEL ÁREA DE LOS CIGARRALES Y LA RAÑA DE LA POZUELA

56

LAS PRIMERAS TRASFORMACIONES EN EL PAISAJE: EL POBLAMIENTO EN LA PREHISTORIA RECIENTE EN EL ÁREA CIGARRALERA Germán López López, Jesús Carrobles Santos y Jorge Morín de Pablos 

61

1. REGISTRO ARQUEOLÓGICO: LOS TRABAJOS DE PROSPECCIÓN EN EL ÁREA CIGARRALERA

61

2. EL PAISAJE Y SU MODIFICACIÓN ANTRÓPICA DURANTE LA PREHISTORIA RECIENTE: EL NEOLÍTICO Y CALCOLÍTICO

67

3. LA DUALIDAD DEL POBLAMIENTO EN LA EDAD DEL BRONCE EN EL CURSO MEDIO DEL TAJO: LA LLANURA SEDIMENTARIA Y EL ÁREA CIGARRALERA

68

4. LOS ASENTAMIENTOS EN ALTURA EN EL ÁREA CIGARRALERA: EL CERRO DEL BU 69 5. LA LLANURA SEDIMENTARIA: LOS YACIMIENTOS DE VELILLA Y MERINAS70 6. EL ASENTAMIENTO EN EL PEÑÓN TOLEDANO

LA EDAD DEL HIERRO EN EL ÁREA CIGARRALERA. EL NACIMIENTO DEL PAISAJE URBANO Dionisio Urbina Martínez, Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos y Jorge Morín de Pablos

71

75

1. LOS INICIOS DE LA EDAD DEL HIERRO. LOS ASENTAMIENTOS EN LLANO: LA DEHESA DE AHÍN75

2 . LA EDAD DEL HIERRO EN EL ÁMBITO DE LOS CIGARRALES: LA CONSOLIDACIÓN DE UN ESPACIO GANADERO

3. LA II EDAD DEL HIERRO: DEL POBLADO A LA CIUDAD

78 84

EL ÁREA CIGARRALERA EN LA ANTIGÜEDAD Y ALTA EDAD MEDIA. EVOLUCIÓN DE UN ESPACIO PERIURBANO Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos e Isabel Sánchez Ramos

89

1. TOLEDO EN ÉPOCA REPUBLICANA Y ALTOIMPERIAL 1.1. Las vegas y el área cigarralera

89 90

2. TOLEDO TARDOANTIGUO 2.1. El área cigarralera

91 92

3. LA ÉPOCA VISIGODA: EL PAISAJE DE UNA SEDES REGIA 3.1. El área cigarralera

93 93

RAÍCES MEDIEVALES DE LOS PAISAJES CULTURALES DE TOLEDO: LOS ESPACIOS IRRIGADOS DE ORIGEN ANDALUSÍ Jesús Carrobles Santos, Rafael Barroso Cabrera, Jorge Morín de Pablos y Sagrario Rodríguez Montero

103

1. EL ORIGEN DEL CIGARRAL Y LA INVESTIGACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS HIDRÁULICAS

103

2. LAS INFRAESTRUCTURAS HIDRÁULICAS EN EL ÁREA DE LOS CIGARRALES. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN

104

3. ESTUDIO DEL ENTORNO ARQUEOLÓGICO 3.1. Elementos hidráulicos en el área de cigarrales. Catalogación y nuevos planteamientos 3.2. Otras evidencias arqueológicas: infraestructuras viarias, espacios productivos y poblamiento

110 110 123

4. INCORPORACIONES, PERVIVENCIAS Y REPERCUSIONES 4.1. Los espacios irrigados 4.2. Pervivencias y repercusiones

133 133 134

RAÍCES MEDIEVALES DE LOS PAISAJES CULTURALES DE TOLEDO: ESPACIOS Y PRÁCTICAS GANADERAS EN EL ÁREA DE CIGARRALES Jesús Carrobles Santos, Rafael Barroso Cabrera, Antonio Malalana Ureña, Jorge Morín de Pablos y Sagrario Rodríguez Montero

141

1. EL CIGARRAL. UNA PROPIEDAD AGRÍCOLA EN UN ENTORNO GANADERO

141

2. LA GANADERÍA EN EL ÁREA DE CIGARRALES. REGISTRO ARQUEOLÓGICO Y ETNOBOTÁNICO 2.1. Registro material 2.2. El paisaje de dehesa

144 146 160

3. FUENTES DOCUMENTALES Y PROCESO HISTÓRICO

162

4. LOS MODELOS DE EXPLOTACIÓN Y SU HUELLA EN EL PAISAJE 4.1. Precedentes 4.2. La ganadería andalusí en los siglos X-XI 4.3. La ganadería feudal. Siglos XI al XIV 4.4. La gran ganadería medieval. Siglos XIV y XV 4.5. La evolución ganadera del área cigarralera en época moderna

170 171 174 177 180 183

5. EPÍLOGO

184

EL ORIGEN DEL CIGARRAL. UNA TIPOLOGÍA OLVIDADA. EL EJEMPLO DEL CIGARRAL DE MENORES  Jorge Morín de Pablos y Jesús Carrobles Santos

193

1. ESTUDIO DEL MEDIO FÍSICO 1.1. Breve repaso a la unidad paisajística original 1.2. El paisaje vegetal actual del Cigarral de Menores

194 194 195

2. LOS TRABAJOS DE PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA 2.1. Los espacios irrigados 2.2. Los campos de cultivo 2.3. La ocupación cigarralera 2.4. La Guerra Civil española

198 198 201 204 206

3. LA EXCAVACIÓN DEL CIGARRAL 3

208

4. LA SECUENCIA HISTÓRICA DE LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA 4.1. La Guerra Civil 4.2. El Cigarral

208 210 213

5. LA CULTURA MATERIAL DEL CIGARRAL 3: LOS MATERIALES CERÁMICOS 5.1. Cerámica Común 5.2. Búcaros o Barros

227 227 228

5.3. Cerámica Vidriada 5.4. Elementos constructivos de tipo decorativo

228 235

6. ESTUDIO CARPOLÓGICO Y PALINOLÓGICO DE LA EXCAVACIÓN DEL CIGARRAL 3 6.1. Estudio carpológico 6.2. Estudio palinológico

236 236 239

7. LAS DIFERENTES OCUPACIONES 7.1. La ocupación de la Prehistoria reciente 7.2. La ocupación andalusí 7.3. La ocupación medieval 7.4. ¿El primer cigarral? 7.5. El cigarral del siglo XVII 7.6. La guerra civil española

243 243 244 246 247 248 248

8. EL ORÍGEN DEL CIGARRAL: UNA TIPOLOGÍA OLVIDADA 8.1. Cigarral y vegetación en el siglo XVI 8.2. La evolución del cigarral y los grandes jardines del siglo XVII 8.3. La crisis y el nuevo cigarral de los siglos XVII al XIX

250 252 254 258

LA EVOLUCIÓN DEL CIGARRAL A PARTIR DEL SIGLO XVI. ESTUDIOS SOBRE LA QUINTA DE MIRABEL Y LA DEHESA DE POZUELA Cloe Cavero de Carondelet, Jesús Carrobles Santos, Pablo Guerra García y Jorge Morín de Pablos

263

1. LA EVOLUCIÓN DEL CIGARRAL EN EL SIGLO XVI. LA INCORPORACIÓN DEL MODELO ROMANO EN EL PAISAJE TOLEDANO. EL EJEMPLO DE LA QUINTA DE MIRABEL 1.1. El Origen 1.2. Los años de esplendor

263 263 265

2. PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA, ESTUDIO DE PARAMENTOS Y FOTOGRAMETRÍA DE LA QUINTA DE MIRABEL 2.1. Los trabajos de prospección arqueológica 2.2. Lectura de paramentos, analítica de los materiales constructivos y fotogrametría 2.3. Fotogrametría de las bóvedas de la Quinta de Mirabel: palacio y estufa 2.4. La secuencia constructiva

280 280 286 310 313

3. FUENTES DOCUMENTALES PARA EL ESTUDIO DEL TERRITORIO: SUERTES Y TRAÍDAS 3.1. Usos del suelo en la dehesa de Pozuela en el siglo XIX: la división en suertes 3.2. La “traída” de aguas en el siglo XIX.

314 315 320

LA EVOLUCIÓN DE LOS CIGARRALES ENTRE LOS SIGLOS XVIII AL XX. LOS CATASTROS DE 1751 Y 1936 Sagrario Rodríguez Montero, Jesús Carrobles Santos, Irene Criado Castellanos y Jorge Morín de Pablos

331

1. INTRODUCCIÓN

331

2. LA REALIDAD ACTUAL

331

3. LOS CIGARRALES SEGÚN LOS CATASTROS DE 1905 Y 1936 3.1. Ejemplos

332 338

4. LOS CIGARRALES A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII 4.1. Ejemplos

341 346

5. ESTUDIOS TEMÁTICOS 5.1. Propietarios 5.2. Superficie 5.3. Aprovechamiento 5.4. Elementos hidráulicos 5.5. Construcciones

348 348 349 351 353 358

LOS CIGARRALES DE TOLEDO EN LA GUERRA CIVIL: UN PAISAJE EFÍMERO Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos, José Ramos Barrera, Antonio Malalana Ureña, Jose Luis Isabel Sánchez, Luis Antonio Ruiz Casero y Luis Rodríguez Avello 

363

1. LOS ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS 1.1. La marcha sobre el Tajo 1.2. La ofensiva sobre Toledo

363 365 367

2. LA REALIDAD ARQUEOLÓGICA: EL FRENTE SUR DEL TAJO 2.1. 1936: Un frente espontáneo -El Cigarral de Menores y la Quinta de Mirabel- 2.2. 1937: Frentes en movimiento -Cerro de los Palos y La Sisla- 2.3. 1938: Los proyectos de contragolpe republicanos y el Frente Sur del Tajo: un frente estable  2.4. 1939. El final de la Guerra Civil: La “Campaña de la Victoria”

369 371 378 406 410

LOS PAISAJES CULTURALES DE LA CIUDAD DE TOLEDO: LOS CIGARRALES. CRITERIOS DE ACTUACIÓN Y METODOLOGÍA DE TRABAJO

nuevos y diferentes retos, que sólo podemos superar mediante la utilización de enfoques multidisciplinares, dirigidos a conocer la realidad de nuestros grandes cascos históricos y del territorio que los rodea, que había permanecido ignorado a pesar de contener importantes claves para comprender muchos de los procesos liderados desde las realidades urbanas. Sin embargo, y a pesar del desarrollo experimentado en los medios disponibles y de los avances teóricos que venimos comentando, la mayor parte de los trabajos que se realizan en poblaciones como Toledo, parten todavía del análisis de aspectos muy parciales que dan lugar a visiones necesariamente restringidas. Son, en su mayor parte, estudios dirigidos a un público generalmente especializado, que se integran en bloques de conocimiento que permanecen cerrados e impermeables a la labor realizada por otros profesionales, abordan la misma realidad desde diferentes disciplinas, caen en los mismos errores de planteamiento y cuentan, en conjunto, con escasa incidencia en la sociedad a la que, en principio, se dirigen. Es el caso de los estudios estrictamente arqueológicos, pero también de los documentales, botánicos, zoológicos o geográficos, que han dado lugar a interesantes pero limitadas aportaciones, en las que siempre se echa de menos una visión general y de conjunto.

Jesús Carrobles Santos y Jorge Morín de Pablos

1. LA INVESTIGACIÓN DE LA CIUDAD DESDE SUS PAISAJES CULTURALES El estudio de nuestras ciudades históricas ha experimentado un evidente impulso en las últimas décadas. Este creciente interés por las investigaciones locales tiene que ver con la mayor disponibilidad de medios y de profesionales pero, también, con la evolución y ampliación que ha experimentado el concepto de realidad urbana, que nos ha permitido romper con viejos tópicos y limitaciones, en muchos casos completamente artificiales, implantados por el predominio de las visiones turísticas del pasado siglo. A ellas se debe la selección de una serie de monumentos que pasaban a ser representativos de conjuntos enormemente complejos, la elección de momentos y estilos unificadores en ciudades heterogéneas que monopolizaban el interés de la investigación, y favorecían el desprecio por todo aquello que se situara en el exterior de los espacios amurallados que cerraban, física y conceptualmente, los cascos históricos.

Dentro de este campo tan variado y fragmentado, la investigación arqueológica es una de las últimas disciplinas en sumarse al panorama diverso que todavía nos caracteriza en los comienzos del siglo XXI. Inicialmente sus intereses estaban ligados a la historia del arte, al predominar el estudio de los hallazgos más destacados desde el punto de vista estético. De hecho, su verdadera finalidad parecía encaminarse a la localización de grandes piezas y a procurar su conservación en las vitrinas de un museo. Fruto de todo ello es el escaso interés puesto en la publicación de estos materiales que, en todo caso, aparecían descritos dentro de catálogos y otras obras de carácter acumulativo, herederos del positivismo europeo del siglo XIX, en los que escaseaban los intentos de interpretación.

Esta evolución teórica ha permitido romper los límites que nos habíamos autoimpuesto e introducir nuevos enfoques que empiezan a estar presentes en la investigación histórica. Un ejemplo de esta situación lo tenemos en la nueva consideración de nuestras grandes poblaciones como yacimientos arqueológicos de excepcional importancia, a pesar de la frecuente invisibilidad de los restos que conservan, ya que configuran la red de núcleos básicos que ha protagonizado e impulsado la construcción de la sociedad desde el final de la Prehistoria1. De hecho, ha sido en estas ciudades que se mantienen activas, y no en las pequeñas poblaciones abandonadas que todavía desempeñan el papel de referencia para el turismo arqueológico, donde ocurrieron los principales hechos históricos que conocemos y se lideraron los procesos de cambio que han configurado la compleja realidad en la que vivimos.

Este planteamiento se mantuvo en el tiempo y a pesar de los avances producidos a lo largo del siglo XX, tuvimos que esperar en nuestro país a la década de los años 70 para que se introdujeran esas nuevas maneras de entender la investigación arqueológica, que rompieron los viejos moldes e iniciaron el paulatino abandono de los estudios basados en la pieza para introducir la figura del yacimiento, que acabó convertido en la unidad principal de estudio. Su auge fue posible por el desarrollo de nuevos intereses entre los que destacaba la primera valoración de los contextos espaciales y la localización de secuencias dirigidas a documentar los procesos de cambio, que monopolizaban el interés de la mayor parte de los pocos profesionales que se dedicaban a esta actividad, mayoritariamente ligados a grandes universidades y a proyectos relacionados con yacimientos destacados y visuales, ubicados en el medio rural.

Gracias a todas estas consideraciones, la investigación ha avanzado por líneas hasta ahora nunca practicadas, con todo lo que esa situación ha significado a la hora de plantearnos

Estos avances permitieron que algunas escuelas e investigadores aislados protagonizasen diferentes intentos de renovación de la disciplina a partir de la investigación sobre las relaciones espaciales de piezas y yacimientos y, sobre todo, de diferentes iniciativas dirigidas a superar el concepto tradicional de registro arqueológico con el que veníamos trabajando que, en la mayor parte de los casos, se reducía al conjunto de materiales líticos o cerámicos que monopolizaban la práctica totalidad

1 Fernández-Ochoa, C. y Querol, M.A., “La arqueología urbana en España”, en Oliveira, V., (coord.), 3º Congresso de Arqueología Peninsular, Vol. 8, Oporto 2000, pp. 21-36; Rodríguez, I., Arqueología urbana en España, Barcelona 2003; VV.AA., Primeras jornadas de arqueología en las ciudades actuales, Zaragoza, 1983.

15

La primera utilización del término paisaje en la investigación arqueológica se produce en 1957 en la obra Ancient Landscapes de Bradford5. Sin embargo, su utilización en otras disciplinas es mucho más antigua y así, en castellano, se conoce su uso al menos desde el año 1708 para hacer referencia a ciertas representaciones pictóricas de la naturaleza. Del arte pasó a la geografía humana6 y de allí a la arqueología como consecuencia del proceso de renovación que hemos comentado, liderado por todos aquellos que buscaban nuevas maneras de acceder al conocimiento de nuestro pasado.

de los hallazgos de cualquier excavación arqueológica. Consecuencia de todo ello y de la introducción de la figura del yacimiento como unidad de estudio, fue el desarrollo de nuevas corrientes o especializaciones que acabaron dando lugar a lo que conocemos como Arqueología Espacial o del Territorio, que aportaron novedosas propuestas de investigación e iniciaron la ruptura con el pasado2. Su progresiva implantación marcó el declive de viejas formas de investigar basadas en muchos casos en la confección de complejas tipologías, que se habían convertido en muchas ocasiones en un fin en sí mismo e impedían profundizar en debates mucho más sugerentes y enriquecedores.

El punto de partida de esta manera de abordar la investigación histórica es la consideración de que toda sociedad, independientemente de su grado de complejidad, organiza el espacio en el que vive para convertirlo en su territorio. El resultado es una formación cultural que es fiel reflejo de los sistemas económicos y sociales practicados por las sociedades que los crean, dotada de una fuerte capacidad de permanencia en el tiempo y, por lo tanto, capaz de convertirse en una huella patrimonial de primer orden. El paisaje, pensado y gestionado por cada grupo humano, se convierte así en una manifestación cultural susceptible de estudio con un valor muy superior al detentado por otras evidencias mucho más utilizadas hasta ahora, que formaban parte del registro arqueológico tradicional al que acabamos de referirnos.

Todas y cada una de estas nuevas corrientes y propuestas, tienen su inicio en una nueva manera de entender la investigación arqueológica, directamente relacionada con la crisis de los viejos modelos y en muchos casos con el auge de las consideradas ciencias auxiliares, cuyos datos dejaron de aparecer como apéndices más o menos anecdóticos al final de nuestras publicaciones, para formar parte del núcleo central de cada investigación. Su incorporación definitiva a los estudios españoles se debe al interés despertado por grupos de investigación sajones e italianos, sin olvidar el papel jugado por la denominada arqueología extensiva de origen francés, que tanta importancia alcanzó en algunas zonas de la Península Ibérica.

La incorporación de estas unidades de interés ha sido posible por la generalización de modelos de trabajo distintos de los que solían utilizarse, procedentes en muchos casos de otras disciplinas científicas. Con ellos podemos realizar el estudio de cada paisaje histórico entendido como una opción social. Una formación cultural condicionada por la realidad física pero que acaba siendo transformada por los grupos humanos en una u otra dirección, gracias a la aplicación de pautas y comportamientos culturales. La consecuencia de todo ello y del ejercicio de esa capacidad de decisión, es la creación del mosaico de paisajes que todos conocemos en nuestros días y que obedece al desarrollo de lógicas productivas diferentes mantenidas a lo largo del tiempo.

De la evolución propiciada por la labor que realizaron muchos de esos investigadores, surgió en los años 80 la figura de los paisajes culturales que se ha convertido, por muy diferentes motivos, en la nueva unidad básica de estudio y de referencia para cualquier investigación3. Su principal valor reside en la capacidad que tienen para aportar el contexto que necesitan las piezas y yacimientos a los que antes nos referíamos, al integrarse en sistemas culturales mucho más amplios que nos ofrecen una visión más enriquecedora de nuestro presente y de su relación con el pasado4.

2 Domínguez, E.L., “Arqueología y territorio: de la interpretación arqueológica al dato histórico”, en SPAL: Revista de prehistoria y arqueología de la Universidad de Sevilla, 10, 2001, pp. 109-122; Mederos, A., “Una revolución aparente. El impulso de los coloquios sobre Arqueología espacial en la renovación disciplinar española de los años 80”, en Zephyrus: Revista de prehistoria y arqueología, 50, 1997, pp. 305-321; Soler, J., “Redefiniendo el registro material: implicaciones recientes desde la arqueología del paisaje anglosajona”, en Trabajos de Prehistoria, 64-1, 2007, p. 41.

Su evolución y superposición a lo largo de los siglos, ha dado lugar a los paisajes culturales que conocemos en la actualidad que son, por lo tanto, fruto de la sociedad de nuestro tiempo pero también, y debido a la capacidad de resistencia de algunos de sus principales elementos constituyentes, de la herencia recibida. De esta manera y a modo de ejemplo, la presencia de determinadas especies vegetales en un espacio concreto, su

3 Ruiz Zapatero, G., “Fragmentos del pasado: la presentación de sitios arqueológicos y la función social de la arqueología”, en II Seminari Arquelogia i Ensenyament, Treballs d´Arqueologia, 5, 1998, p. 11.

en Revista d´Historia medieval, 7, 1996, pp. 223-242; Malpica, A. (ed.), Análisis de los paisajes históricos. De Al-Andalus a la sociedad feudal, Granada 2009; Orejas, A., “Arqueología del paisaje; de la reflexión a la planificación”, en Archivo Español de Arqueología, 68, 1995, pp. 215-224; Soler, J. op. cit., 2007, pp. 41-64; Tello, E., “La formación histórica de los paisajes agrarios mediterráneos: una aproximación coevolutiva”, en Historia Agraria, 19, 1999, pp. 195-212; Zárate, M.A. “Paisajes culturales urbanos, un legado para conservar”, en Anales de Geografía, vol. 30 nº 2, 2010, pp. 187-210.

4 Aguiló, M. (ed.), Paisajes Culturales, Madrid 2005; Anschuetz, K.F., et alii, “An archaeology of landscapes: Perspectives and directions”, en Journal of Archaeological Research, 9 nº 2, 2001, pp. 152-197; Buxó, R., “Paisajes culturales y reconstrucción histórica de la vegetación”, en Ecosistemas, 15 (1), 2006, pp. 1-6; Buxó, R.; Mc Glade, J.; Palat, J.M. y Picazo, M., “La evolución del paisaje cultural: la estructuración a largo plazo del espacio social en el Empordá. Arqueología del Paisaje”, en Arqueología Espacial, 19-20, 1998, 399410; Criado, F., “Construcción social del espacio y reconstrucción arqueológica del paisaje”, en Boletín de Antropología Americana, 24, 1991, pp. 5-29; Criado, F., “Del terreno al espacio: Planteamientos y perspectivas para la arqueología del paisaje”, en CAPA, Cuadernos de Arqueoloxia e Patrimonio, 6, 1999, pp. 1-82; González, R., “Arqueología del paisaje e historia agraria: algunas cuestiones de método”,

5 Bradford, J., Ancient Landscapes: Studies in Field Archaeology, Londres 1957. 6 Paül, V.; Tort, J. y Sancho, A, “Marco conceptual”, en Molinero, F.; Ojeda, J.F. y Tort, J., (coords.), Los paisajes agrarios de España. Caracterización, evolución y tipificación, Madrid 2011, pp. 9-38.

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tre el Consorcio de la Ciudad de Toledo y la Real Fundación de Toledo, que trabajan desde hace años para conservar, mejorar y difundir la realidad histórica y cultural de la ciudad9.

mezcla y disposición, se convierte en una evidencia cultural tan importante como puedan serlo los grandes edificios monumentales de distinta cronología que se relacionan y yuxtaponen en el centro de cualquier casco histórico. Unas y otros son evidencias de un mundo pasado aunque formen parte de nuestra realidad presente y ofrecen nuevas e interesantes vías de aproximación a las sociedades que los hicieron posible.

En líneas generales, el trabajo que hemos realizado perseguía dos objetivos perfectamente diferenciados. Por un lado, la definición y caracterización de los principales paisajes culturales existentes en el entorno de Toledo. Por otro, el estudio exhaustivo de uno de ellos, el de los cigarrales, con el fin de generar modelos que puedan servir para iniciar nuevas investigaciones sobre la ciudad y ayuden a visualizar algunos problemas que afectan a la conservación del Patrimonio histórico de una población que cuenta con todo tipo de declaraciones, incluida la de Patrimonio de la Humanidad, sin que ello suponga una auténtica garantía de conservación para muchos de sus elementos culturales más destacados.

Esta visión que se relaciona con la idea de la existencia de paisajes en constante evolución, nos permite plantear la utilización de una metodología de trabajo que parte del presente y de forma regresiva trata de conocer el pasado y realizar aproximaciones a los paisajes arqueológicos que han configurado el actual. De esta manera, el estudio del territorio existente en nuestros días ofrece un punto de partida desde el que iniciar la valoración de las formaciones culturales que se suceden en el tiempo que, lógicamente, tienen un protagonismo menor o al menos más oculto, a medida que nos alejamos del momento en el que nos encontramos.

La elección del paisaje cultural cigarralero se justifica por diferentes motivos. En primer lugar por tratarse de una creación específicamente toledana, consecuencia de la peculiar y rica historia de Toledo en los comienzos de la modernidad. También, por el evidente protagonismo alcanzado en el entorno urbano desde entonces10 y por encontrarse inmerso en un fuerte y rápido proceso de transformación como consecuencia del auge de la presión urbanizadora sobre numerosas propiedades, que puede suponer la pérdida de una parte importante de sus principales señas de identidad11. Una situación fácilmente constatable a través del estudio de documentos urbanísticos tan importantes para la conservación de esta formación cultural como es el Plan Especial de Cigarrales aprobado por el Ayuntamiento de Toledo el año 2007, que ha tratado de “ordenar” un entorno privilegiado sin conocerlo en profundidad, con los desiguales resultados que todos podemos imaginar.

Por todo ello y por las posibilidades de estudio que presentan, los paisajes culturales entendidos como marcos de la actividad humana y escenarios necesarios de su vida social7, han permitido el enriquecimiento del concepto de Patrimonio histórico y nos obligan a plantear nuevas maneras de gestionar la investigación de nuestro pasado. Afortunadamente, su importancia ha empezado a ser reconocida en los últimos años a través de documentos jurídicos tan importantes como es el Convenio Europeo del Paisaje, de obligado cumplimiento en nuestro país. Con él hemos iniciado el camino para la necesaria renovación de la legislación sobre el Patrimonio histórico que, como suele ocurrir en más ocasiones de las deseadas, se mantiene anclada en realidades y planteamientos completamente superados, con las lógicas consecuencias que esta situación suele ocasionar, al posibilitar la pérdida de importantes valores y elementos culturales que no encuentran acogida en las disposiciones protectoras tradicionales8.

Una vez fijados los principales objetivos que debíamos alcanzar, el inicio de nuestro trabajo vino marcado por la definición de los estudios a realizar, su alcance y ordenación en el tiempo. Primero nos ocupamos de todos aquellos destinados a conocer y comprender la realidad física en la que debíamos intervenir, para obtener una primera valoración de los condicionamientos que impone el medio y de las distintas posibilidades de aprovechamiento que éste presenta. También y en un proceso paralelo, nos hemos ocupado de plantear el estudio del mismo espacio en relación con la actividad humana. Para ello hemos recurrido a dos tipos de trabajos distintos. Uno inicial destinado a la recopilación de diferentes datos históricos disponibles en archivos, fototecas, hemerotecas, museos, etc., y otro posterior dedicado a la realización de un ambicioso programa de prospecciones y excavaciones arqueológicas, en las que han participado técnicos formados en distintas disciplinas, que han aportado interesantes datos sobre la evolución cultural del espacio cigarralero, en el que hemos centrado nuestro trabajo.

2. METODOLOGÍA DE TRABAJO Partiendo del breve planteamiento teórico que acabamos de exponer, vamos a mostrar de forma resumida los principales criterios de actuación y las líneas metodológicas básicas que hemos utilizado para abordar el estudio de una realidad histórica tan compleja como es la ciudad de Toledo a través de sus paisajes culturales, con un primer ejemplo centrado en el estudio de los cigarrales. Los primeros pasos de este proyecto se dieron en los últimos meses del año 2009 y desde entonces hemos realizado los diferentes estudios que damos a conocer en esta obra, que resume las aportaciones más destacadas y pone fin a la primera fase de investigación que nos habíamos propuesto realizar. Su ejecución ha sido posible por la colaboración emprendida en-

9 Agradecemos la ayuda prestada por Manuel Santolaya, Gerente del Consorcio de la Ciudad de Toledo y Paloma Acuña, Directora General de la Real Fundación de Toledo.

7 Buxó, R., op. cit., 2006, p. 1

10 Cruz, L.; Español, I. y Muñoz, E., (eds.), Los cigarrales de Toledo. Idealización y deterioro de un paisaje cultural, Ciudad Real 2006; Molina, P.; Sanz, C. y Mata, R., Los paisajes del Tajo, Madrid 2010, p. 29.

8 Paül, V. y Queralt, A., “Les politiques i els instruments de protecció, gestió i ordenació del paisatge a l´Estat español”, en Nogué, J.; Puigbert, L. y Bretcha, G., (eds.), Ordenació i gestió del paisatge a Europa, Observatori del Paisatge, Olot 2009. Pp 64-103.

11 Cruz, L.; Español, I. y Muñoz, E., (eds.), op. cit., 2006.

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Fig. 1. Modelado 3D del nivel 1 de estudio: el término municipal de Toledo. Relieve, edafología y vegetación actual.

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Fig. 2. Modelado 3D del nivel 1 de estudio: el término municipal de Toledo. Hidrología, geología y vegetación potencial.

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Fig. 3. Modelado 3D del nivel 2 de estudio: los Cigarrales.

sión de los resultados obtenidos en el futuro planeamiento urbanístico. Los trabajos realizados en esta escala se han dirigido a obtener un conocimiento básico de los paisajes culturales que pueden diferenciarse en el presente, con el fin de conocer sus procesos de formación y realizar su caracterización básica. Su ejecución nos ha permitido, entre otras muchas cosas, dividir el espacio en áreas de trabajo dotadas de características comunes como es la cigarralera, que han puesto orden en el inicio del proceso de investigación.

La realización de todos estos estudios nos ha permitido obtener una serie de “imágenes” físicas y humanas que, convenientemente trabajadas, constituyen el punto de partida de la segunda parte de nuestro proceso de investigación que trata de definir las formaciones culturales que surgen de la combinación de ambos elementos y constituyen la base real de los paisajes culturales que tratamos de diferenciar. Para realizar todos y cada uno de estos estudios en un área tan amplia y compleja desde el punto de vista medioambiental como es el término municipal de Toledo12, hemos diseñado un modelo de trabajo basado en la definición de tres niveles de intensidad y acercamiento, destinado a permitir la obtención de visiones de conjunto y, a la vez, de estudios precisos sobre espacios concretos aprovechando al máximo los recursos disponibles. De esta manera, la mayor o menor amplitud espacial de cada uno de los ámbitos marcados, quedó directamente relacionada con el grado de intensidad que necesitamos para el desarrollo de nuestro trabajo.

De acuerdo con este planteamiento, el primero de los retos al que tuvimos que hacer frente fue la definición del área cigarralera que debía ser objeto de estudio a través de ese segundo nivel de intervención (nivel medio) del que pasamos a ocuparnos. Para delimitarla, contábamos con una primera aproximación incluida en el citado Plan Especial de Cigarrales, que carecía de una base cultural válida y, por lo tanto, era claramente inservible para nuestros propósitos. Para fijarla de nuevo con la precisión y lógica que necesitábamos, ha sido necesario desarrollar parte de la investigación histórica destinada a conocer la ubicación de los cigarrales en la actualidad, pero también en el pasado, e identificar su particular evolución espacial. El estudio de esta realidad cambiante la hemos realizado a partir de los datos aportados por los catastros, en especial por el que mandó realizar el marqués de la Ensenada a mediados del siglo XVIII, que nos ha servido para definir un área mucho mayor de la fijada en el documento urbanístico al que acabamos de referirnos. Resultado de todo ello ha sido la delimitación de un sector próximo a las 2500 hectáreas que comprende la zona montañosa situada al sur del Tajo, en las inmediaciones de la población, en la que, históricamente, se construyeron la mayor parte de los cigarrales que conocemos13.

El primero (nivel macro) incluye la totalidad del término municipal toledano que, a pesar de ser una realidad política relativamente reciente en términos históricos, comprende la mayor parte del área periurbana que queremos estudiar y da coherencia administrativa a nuestra labor de cara a la inclu-

12 Alonso, J. y Díez, A., Paseo geológico por los alrededores de la ciudad de Toledo, Toledo 2007; Carrobles, J., Prehistoria de Toledo. Los orígenes de la ciudad, Toledo 2008, pp. 19-27; Carrobles, J. y Palomero, S., “Toledo: un vado y una ciudad estratégica”, en Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, XXX, 1998, pp. 245-261; Gómez de Llarena, L., Guía geológica de los alrededores de Toledo, Madrid 1923; Rey, A., “Bosquejo geomorfológico del peñón toledano”, en Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, 36-37, 1928, pp. 149-176.

13 Las distintas fuentes históricas utilizadas muestran algunos casos

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Fig. 4. Modelado 3D del nivel 3 de estudio: el cigarral de Menores y la Quinta de Mirabel sombreados.

ron las generadas en torno a los Monasterios de San Bernardo y de las Nieves, que se configuraron al final de la Edad Media y han condicionado la evolución de una parte significativa del territorio toledano desde entonces.

Así, el estudio detallado de los datos históricos que hemos utilizado, muestra que fue en este área donde surgieron los primeros cigarrales en el siglo XVI y donde luego se crearon la práctica totalidad de las fincas con esta denominación que conocemos14. Por todo ello y con el fin de estudiar el origen del paisaje cultural vinculado a estas propiedades, hemos delimitado un sector amplio que incluye los espacios en los que se sitúan las principales referencias históricas sobre cigarrales y una serie de espacios intersticiales o inmediatos, con similar relieve pero evolución diferente, con el fin de conocer los cambios que unos y otros han experimentado y estudiar el proceso que determinó la aparición de formaciones diferentes en el mismo entorno físico y cultural.

En este ámbito todavía extenso, hemos realizado estudios mucho más intensivos con el fin de obtener el conocimiento exhaustivo de un espacio cada vez más coherente desde el punto de vista físico y cultural. Su ejecución nos ha permitido plantear las primeras hipótesis de trabajo que hemos debido confirmar o matizar en los trabajos puntuales que hemos realizado en las fincas que forman el tercer y último nivel de intervención del que luego nos ocuparemos. De esta manera, el estudio general del área cigarralera que hemos realizado en este nivel medio, nos ha aportado la base necesaria para conocer la situación actual y nos ha ofrecido un amplio panorama de los tipos de cigarrales que podemos reconocer, de sus principales elementos constitutivos, de los elementos que se intercalan entre ellos y de la evolución que están sufriendo en los últimos años. También nos ha permitido descubrir datos o elementos aparentemente aislados, en principio carentes de contexto, como eran algunas norias u otras infraestructuras productivas, que han tenido gran interés para nuestra investigación al convertirse en indicios que nos han permitido abrir interesantes líneas de trabajo.

El área así delimitada es la comprendida entre el curso del Tajo por el Norte, los arroyos de Morterón y de la Degollada al Oeste y Este respectivamente, y el límite meridional del término municipal de Toledo que se superpone a una línea orográfica bien definida, que sirve de separación entre las llanuras pertenecientes al glacis de erosión de los Montes de Toledo y los relieves complejos creados por el encajamiento de las aguas del Tajo. Su delimitación viene a coincidir con los límites marcados por antiguas dehesas monásticas como fue-

La realización del estudio de este nivel medio ha generado todo tipo de propuestas y explicaciones que hemos tenido que contrastar con el fin de profundizar en el conocimiento de este paisaje cultural. Para conseguirlo, se ha diseñado el tercer y último nivel de intervenciones (nivel micro) al que antes nos referíamos, destinado a realizar los estudios de detalle que requiere un proyecto de investigación con las características del que estamos realizando. Para llevarlos a cabo, se han elegido unas fincas concretas en función de la adecuada conservación de sus edificaciones y espacios no construidos, de su representatividad y, sobre todo, de la posibilidad para acceder y trabajar en ellas durante amplios periodos de tiempo, gracias a la

concretos en los que se describen cigarrales en zonas de vega al Norte de la población, no contemplados en este estudio. Se trata en todos los casos conocidos de ejemplos tardíos que parecen haber adoptado el nombre de cigarral tras el éxito alcanzado por estas propiedades sin que realmente lleguen a serlo, al tener su origen en las antiguas casas de campo que existían en estas zonas cercanas a la ciudad desde la Antigüedad y que, en algunos casos, se mantuvieron como almunias hasta la plena Edad Media. 14 Carrobles, J.; Morín, J. y Barroso, R., “El cigarral. Origen y cambio de un paisaje cultural toledano a través de sus bosques y jardines”, en García, E.; Pereira, J. y Carrobles, J., (eds.), Actas del Congreso de Historia Forestal. III Reunión sobre Historia Forestal, Pontevedra 2009, pp. 153-162.

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necesaria y desinteresada colaboración de sus propietarios15. Son el cigarral de Menores, la Quinta de Mirabel y la antigua Dehesa de Pozuela, de los que procede la práctica totalidad de los datos que disponemos. En ellas hemos realizado la mayor parte de nuestro trabajo que nos ha permitido, además, obtener una visión gradual del fenómeno cigarralero, al lindar todas ellas entre si y conectar los espacios más cercanos a la población pertenecientes al cigarral de Menores con los más alejados de Pozuela, en los límites meridionales del término municipal. Una realidad “lineal” de gran interés para nosotros al permitirnos estudiar las incidencias y distorsiones que origina la proximidad o el alejamiento de la población, en relación con el desarrollo del paisaje cultural objeto de estudio. En todas estas propiedades hemos realizado, como decimos, un intensivo trabajo de prospección arqueológica y algunas excavaciones, complementados por los necesarios estudios botánicos, geológicos, edafológicos, etc., que nos han permitido contrastar o desechar los planteamientos previos con los que veníamos trabajando. Su finalización, al menos en la pri-

15 Queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento y de la colaboración que hemos encontrado en las personas de Gregorio Marañón y Bertran de Lis y Javier Cavero de Carondelet, que han permitido el acceso a sus propiedades y la realización de cuantos trabajos hemos considerado oportunos.

Fig. 5. Modelado 3D del nivel 3 de estudio: Cigarral de Menores. Marcados los cigarrales de los siglos XVI y XVII.

Fig. 6. Modelado 3D del nivel 3 de estudio: Quinta de Mirabel. Marcados los cigarrales de los siglos XVI y XVII.

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mera fase que ahora presentamos, ha permitido documentar la enorme variedad e interés del paisaje cultural cigarralero como ejemplo de formación cultural compleja en el entorno de Toledo, que surge a partir de herencias y tradiciones muy diferentes. Una realidad aparentemente bien conocida pero que, como podremos comprobar a lo largo de las siguientes páginas, se basaba en interpretaciones que poco o nada tenían que ver con la realidad.

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EL CIGARRAL: DIFERENCIACIÓN, PERCEPCIÓN Y CARACTERIZACIÓN DE UN PAISAJE CULTURAL

que nos interesa conocer. El sentido que tiene en sus primeros usos parece indicar que nos encontramos ante propiedades agrícolas con fines productivos en las que es posible realizar ciertas funciones relacionadas con el ocio y el disfrute de la naturaleza, propias aunque no exclusivas de la ciudad de Toledo4. Esta denominación empieza a ser utilizada en la segunda mitad del siglo XVI para referirse a un tipo específico de fincas ubicadas en los alrededores de la población, con vistas al valle del Tajo y al casco histórico de Toledo, en las que era posible compatibilizar la producción agrícola con la entonces denominada holganza puntual de su propietario, al no contemplar inicialmente funciones de carácter residencial. Desde entonces, estas fincas han sufrido una evolución bastante compleja que ha ocultado su significado inicial5, para convertir al cigarral en un término demasiado general y por eso mismo confuso, al que conviene dotar de cierta racionalidad y contenido histórico.

Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos y Sagrario Rodríguez Montero

El término paisaje aparece en fechas relativamente recientes en castellano. Las primeras referencias conocidas datan de los inicios del siglo XVIII y tienen que ver con la incorporación de un concepto relacionado con el landchap holandés, es decir, con el interés de los artistas por representar las ciudades y los campos que las rodean, que tuvieron especial desarrollo en las escuelas pictóricas surgidas en los Países Bajos desde el final de la Edad Media1. Un hecho paralelo al que conocemos en otras lenguas europeas como el francés, que fue la primera en acuñar el término paysage del que deriva el que todavía hoy utilizamos en nuestros estudios2.

Sus primeros propietarios fueron gente culta pero no excesivamente adinerada, integrantes de una clase relativamente amplia en Toledo, en la que destacaban profesionales liberales y miembros pertenecientes al alto clero que lideraban instituciones como el Ayuntamiento, el Arzobispado, la Universidad de Santa Catalina o la Catedral primada. El éxito que alcanzaron y su capacidad para crear tendencias propició que muy pronto, el cigarral se convirtiera en un tipo de finca anhelada por otros sectores de la sociedad, en especial por los miembros de las principales familias del reino radicadas en Toledo, que se involucraron en el proceso de adquisición de estas heredades para construir en ellas auténticas villas suburbanas relacionadas con el auge del Humanismo renacentista entonces de moda (fig. 1). Su éxito se produjo de forma rápida hasta el punto de conseguir que pocas décadas después de la aparición de este modelo de propiedad y de su denominación, el término cigarral se utilizara para referirse en algunas ocasiones a la práctica totalidad de las tradicionales casas de campo ubicadas en los sotos del Tajo que, de esta manera aparecen en la documentación como nuevos cigarrales sin que realmente llegaran a serlo, al menos en el sentido original que tenía el término en la segunda mitad del siglo XVI.

Esta vinculación inicial entre vocablo y representación artística muestra que nos encontramos ante una realidad cultural pero sobre todo subjetiva, al necesitar de la mirada de determinadas personas para que un espacio concreto aparezca como paisaje singularizado y reconocible3. Para que éste exista es necesario, por tanto, que cuente con una denominación propia que lo identifique pero, sobre todo, con una importante tradición histórica, literaria y artística que le aporte el valor diferencial que tiene frente al resto del territorio transformado por el hombre. Sin esas visiones, frecuentemente idealizadas y que sirven incluso para avanzar y marcar la evolución cultural que experimenta un determinado territorio, sería imposible el reconocimiento de cualquier paisaje cultural, incluido el cigarralero, que es uno de los más evidentes de nuestra región. Una realidad bien conocida que tiene mucho que ver con el hecho de que sea el más descrito, alabado y plasmado por literatos, artistas e intelectuales de todo tipo en los últimos siglos, en el entorno de una ciudad tan observada y apreciada como es Toledo, declarada Patrimonio de la Humanidad y convertida en referencia de ciudad histórica y cultural en toda Europa.

Aclarado el momento en el que empieza a utilizarse la palabra cigarral y la ambigüedad que adquiere desde fechas muy tempranas, vamos a ocuparnos del estudio del significado cambiante que ha tenido desde entonces. Para entender el problema planteado es necesario proceder a realizar un breve estudio de las propiedades existentes en el entorno suburbial de Toledo en el siglo XVI. De todas ellas, las que contaban con mayor tradición eran las conocidas como casas de campo

El primer punto a tener en cuenta en nuestro estudio es, por tanto, la propia aparición del término cigarral que marca, lógicamente, el inicio en la diferenciación de la realidad cultural

4 Carrobles, J.; Morín, J. y Barroso, R., “El cigarral. Origen y cambio de un paisaje cultural toledano a través de sus bosques y jardines”, en García, E.; Pereira, J. y Carrobles, J., (eds.), Actas del Congreso de Historia Forestal, Cuadernos de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, 30, 2009, pp. 153-162; Carrobles, J.; Morín, J. y Fernández, C., “La vegetación como artefacto: albaricoqueros, ciruelos y granados en el paisaje cultural cigarralero”, en I Congreso Hispanoamericano de Arboricultura, XIII Congreso Nacional de Arboricultura, Valencia 2010, pp. 223-231.

1 Paül, V.; Tort, J. y Sancho, A., “Marco conceptual”, en Molinero, F.; Ojeda, J.F. y Tort, J., (coords.), Los paisajes agrarios de España, Madrid 2011, p. 13. 2 Berque, A., “El origen del paisaje”, en Paisaje y arte, Revista de Occidente, 189, 1997, pp. 7-21; Tort, J., “Del pagus al paisaje: cinco apuntes y una reflexión”, en Mata, R. y Tarroja, A., (coords.), El paisaje y la gestión del territorio. Criterios paisajísticos en la ordenación del territorio y el urbanismo, Barcelona 2006, pp. 699-712.

5 Una muestra de la evolución sufrida por el término y su utilización en fincas ubicadas al Norte del Tajo desde fechas antiguas, la encontramos en García, F., Jardines y Parques Históricos de la Provincia de Toledo, Toledo 2002, pp. 59-78.

3 Paül, V.; Tort, J. y Sancho, A., op. cit., Madrid 2011, pp. 9-38.

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Fig. 1. Representación de los cigarrales en la Vista y plano de Toledo del Greco, c. 1610. Museo del Greco. Foto D. Blázquez.

se sitúa en la conocida como Huerta del Rey por haber sido propiedad de los reyes taifas toledanos8. Estas construcciones, ubicadas siempre en las vegas cercanas a la población, se mantuvieron a lo largo del resto de la Edad Media sufriendo, en ocasiones, los efectos de los diferentes enfrentamientos bélicos que afectaron a la ciudad o los frecuentes destrozos que ocasionaban las cíclicas y frecuentes avenidas del Tajo. Su conservación y auge en los siglos XVI y XVII está documentada en muchas de las descripciones que se conocen del entorno de Toledo en esos años. Es el caso de las huertas con casas y jardines “artificiosos” que según el Memorial de Hurtado de Toledo datado en 1576, eran propiedad de importantes miembros de la nobleza como eran Antonio de Córdoba, Alonso de Manrique, el Marqués de Villena o Diego López de Ayala9.

(fig. 2) que hunden sus raíces en el pasado y pueden llegar a vincularse, tan sólo como modelo, con las primeras villae romanas que conocemos en esta misma zona6. Mayor relación podría establecerse con las almunias de época andalusí, al constituir la base de un modelo de explotación de las grandes vegas que rodean la ciudad, que pervivió en el tiempo y llegó a la modernidad7. El mejor ejemplo de estos complejos productivos pero también áulicos, alejados por lo tanto de nuestros cigarrales, lo tenemos en la propiedad que incluye el palacio de Galiana que

6 Carrobles, J., “Toledo 285-546. Los orígenes de la capitalidad visigoda”, en Carrobles, J.; Barroso, R.; Morín, J. y Valdés, F., Regia Sedes Toletana. La topografía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad tardía y Alta Edad Media, Toledo 2007, pp. 66-68; Barroso, R.; Carrobles, J. y Morín, J., “La articulación del territorio toledano entre la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media (ss. IV al VIII d.C.)”, en Caballero, L.; Mateos, P. y Cordero, T., (eds.), Visigodos y Omeyas. El territorio, Anejos de Archivo Español de Arqueología, LXI, Mérida 2012, pp. 270-277.

Junto a estas fincas que responden como decimos a la tradición iniciada en la antigüedad, continuada en la Edad Media y

8 Delgado, C., Toledo islámico, Toledo 1987, pp. 94-96; Pérez Higuera, T., “Palacio de Galiana”, en Peris, D., (coord.), Arquitecturas de Toledo, vol. I, Toledo 1991, pp. 342-347.

7 Ramos, J., “Las almunias de la ciudad de Toledo. Desde época califal al periodo feudal”, en II Congreso de Arqueología de la provincia de Toledo. La Mancha Occidental y la Mesa de Ocaña, vol. II, Toledo 2001, pp. 203-226; Terán. M. de, “Toledo. Estudio de Geografía urbana”, en Terán, M. de, Ciudades españolas (Estudios de Geografía urbana), edición de Marías, D., Madrid 2004, pp. 202-204.

9 Hurtado de Toledo, L. “Memorial de algunas cosas notables que tiene la Imperial Ciudad de Toledo”, en Viñas, C. y Paz, R., Relaciones Histórico-Geográfico-Estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Reino de Toledo, tercera parte, Madrid 1963, pp. 502-503.

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directamente ligada a la explotación agrícola de las vegas del Tajo, empezamos a tener noticias de la aparición de otra serie de propiedades muy distintas en la segunda mitad del siglo XVI que carecían de una tradición tan acusada, al menos en lo relacionado con el ocio de sus propietarios (fig. 3). Para conocer su realidad inicial nada mejor que realizar un recorrido por los primeros textos en los que aparecen citadas. Su estudio sirve para conocer su diferenciación respecto a las tradicionales casas de campo. También, para mostrar los rápidos cambios de funcionalidad y valoración que sufrieron en pocos años Hasta ahora, se decía que el término “cigarral” aparece por primera vez en el Memorial de Hurtado de Toledo que acabamos de citar, fechado en 157610. Sin embargo, es más que probable que las primeras referencias escritas daten de unos años antes, al quedar registradas en algunas obras literarias de Sebastián de Horozco, que realizó el grueso de su producción entre los años 1560 y 1579. Desgraciadamente, no fueron publicadas en vida de su autor y quedaron recogidas en manuscritos que tardaron más de tres siglos en ser editados, con lo que implica a la hora de impedir conocer la fecha exacta de redacción. En todo caso, se trata de obras breves inspiradas en la cultura popular de la época que, además, parecen recoger tradiciones locales bien conocidas en la población años antes de que fueran recopiladas y sirvieran de base a las obras entonces creadas. La primera de las citas a las que nos referimos es la que aparece en el proverbio 1541, incluido en la obra Teatro Universal de Proverbios que, según los estudios realizados, recoge piezas datadas entre los años 1560 y 157911. En él se muestra con claridad y cierta ironía, la verdadera entidad de los primeros cigarrales que nada tienen que ver con las grandes casas de campo que acabamos de describir y con las que luego llegaron a confundirse12. “La viña del çerro Cavanla ciento y vendimiala Un perro

Fig. 2. Casa de campo de la Huerta del Comendador en la vega del Tajo, según el grabado de A. Brambilla realizado sobre un dibujo de P. de Nobilibus, 1585.

Hacen algunos caudal diciendo ser heredados porque tiene un cigarral tomillos y piçarral que no vale dos cornados Hacen grande fundamento en esta viña del çerro de quien se dice aquel cuento que son cavarla ciento después la vendimia un perro”

Del mismo autor es una canción mucho más amplia en la que el término cigarral vuelve a ser utilizado para referirse a un espacio apartado y pedregoso, con pocas referencias a su capacidad productiva, pero en el que es posible disfrutar del contacto, a veces excesivo, con la naturaleza. En una de las estrofas de la pieza titulada Quento donoso de un vigardo, y una dama y un lagarto13, se dice: “(…) Esta dama se fue un día a holgar a un cigarral, y a la sazón que dormía, un lagarto que allí avia se le entró en el proxenal. Mas ella, quando sintió dentro de lo suyo el lagarto, del bigardo se acordó, y luego le pronunçió por partero de aquel parto (…)”

10 Morollón, P., Los cigarrales de Toledo en el Catastro del Marqués de la Ensenada”, en Catastro 63, 2008, p. 159. Un ejemplo más equívoco aún lo encontramos en Ramón-Laca, L., Simbiosis arquitectónica-paisaje. Evolución de los contornos de 4 ciudades (Córdoba, Toledo, Sevilla y Granada), Madrid 1998, p. 89. 11 Alonso, J.L., (ed.), Sebastián de Horozco. Teatro Universal de Proverbios, 2ª edición, Salamanca 2005, pp. 11-19; Labrador, J.J., “Preámbulo”, en Labrador, J.J.; Difranco, R.A. y Murillo-Velarde, R., (eds.), Cancionero Sebastián de Horozco, Toledo 2010, pp. 1551; Márquez Villanueva, F., “Sebastián de Horozco y el Lazarillo de Tormes”, en Revista de Filología Española, 41, 1957, pp. 253-339.

13 Labrador, J.J.; Difranco, R.A. y Morillo-Velarde, R., (eds.), op. cit., Toledo 2010, nº 347, pp. 722-725.

12 Alonso, J.L. (ed.), op. cit., Salamanca 2005, nº 1541, pp. 329-330.

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Fig. 3. Representación de los cigarrales en uno de los dibujos incluidos en el proyecto de navegación del Tajo realizado por Luis Carduchi en 1641. Archivo Municipal de Toledo.

das de frayles cartujos, tienen algunas quatro arbolicos, una fontezuela y una pieza de tapias o enrammada paxiça esto a la parte de poniente donde llaman Solanilla o Morterón. (…) todas estas casas y huertas por la esterilidad del agua e por la mucha frecuentación de las gentes desta ciudad y poco cuidado o posibilidad de sus dueños, son muy esteriles y de poco provecho y de mucho gasto, por lo qual corrompido el nombre de cigarrales los llaman algarreales.”

Las primeras referencias descriptivas, mucho más interesantes para nuestro estudio, son las que aparecen en el Memorial de Hurtado de Toledo tantas veces citado, elaborado en el año 1576. En él se describen los alrededores de la ciudad de Toledo y se hace referencia a los cigarrales en distintos puntos de la obra. Destaca por su interés para nuestro estudio la referencia que realiza sobre la existencia en los alrededores de la población de dos tipos de propiedades que consideraba diferentes14:

Pocos años después de la aparición de estas primeras referencias, volvemos a encontrarnos con una nueva alusión literaria a estas propiedades en las que se destaca su faceta de fincas productivas relacionadas con el cultivo de árboles frutales, herencia de la tradición medieval que estudiamos de forma específica en esta misma publicación. Se trata de la cita incluida en la primera parte de la Vida del pícaro Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, publicada por primera vez en el año 159916. En ella, al describir el origen de su familia, dice17:

“(…) demás de esto como haya en sus sotos vegas, monte, muchos cigarrales y casas de recreo (…)”, La inclusión de dos términos diferentes muestra que el autor las consideraba como realidades próximas por su carácter rural periurbano pero no lo suficientemente iguales como para evitar lo que podría interpretarse como una reiteración. Mayor valor aún para nuestro estudio tiene la descripción que este mismo autor realiza de las heredades ubicadas al oeste de Toledo, en el área en la que aparecen los cigarrales15.

“Por la parte de mi padre no me hizo el Cid ventaja, porque atravesé la mejor partida de la señoría. Por la de mi madre no me faltaron otros tantos y mas cachivaches de

“ De las casas, cortijos y heredades que ay cercanas desta ciudad se puede poner poca quenta, porque algunas dellas son de tan pequeño sitio que parezen sepulturas o cel-

16 Alemán, M., Primera parte de Guzmán de Alfarache, Madrid 1599.

14 Hurtado de Toledo, L., op. cit, Madrid 1963, p. 499.

17 Alemán, M., Primera parte de Guzmán de Alfarache, edición de Julio Cejador, s.l. 1913, p. 63.

15 Hurtado de Toledo, L., op. cit., Madrid 1963, pp. 505-506.

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los abuelos. Tenía mas enxertos que los cigarrales de Toledo, según después entendí.” Otra obra interesante para el conocimiento de los cigarrales y del comienzo de su utilización por la clase dirigente local a inicios del siglo XVII, lo tenemos en la poco conocida y en muchas ocasiones poco valorada, Historia eclesiástica de la Imperial Ciudad de Toledo de Jerónimo Román de la Higuera, que se conserva en diferentes manuscritos que se custodian en la Biblioteca Nacional18. En ella se dice: “ Hallanse en contorno desta ciudad, muchos cigarrales, assi dichos, porque en el estío cantan allí mucho las cigarras, y por la mayor parte son los más preciados, que están fuera de la puente de San Martín, y entre otros, puede entrar en competencia con los pretorios y villas urbanas de los Romanos, el que labró no lejos del monesterio de San Bernardo el Ilmo. Sr. Don Gaspar de Quiroga, Arçobispo de Toledo, gastando en él cerca de cien mil ducados, fuentes, baños y todo género de recreación. Al tiempo que esto escribía era de nro. Santíssimo Padre Clemente 8. En general, el temple y aires destos cigarrales son los más saludables de toda esta tierra. Cógense en estos altos las mejores rosas, más hermosas y de mayor virtud de toda España (…)” La misma vinculación de los cigarrales con el ocio de la clase dirigente y su diferenciación respecto de las casas de campo, vuelve a aparecer unos años después en la obra Historia de Toledo de Francisco de Pisa publicada en 1605. En ella y tras describir las huertas y otras propiedades existentes en la llanura aluvial del Tajo, pasa a ocuparse de manera específica de las construcciones que se disponen sobre los cerros graníticos situados al sur de la población19a las que describe como:

Fig. 4. Portada del libro Cigarrales de Toledo de Tirso de Molina. Edición en Barcelona de 1631.

“ (…) casas de plazer, en que se crian árboles, viñas y flores, mayormente altos, saliendo de la puerta de San Martín, a la parte de Valdecolomba, y por el otro camino que va a San Bernardo y Corralrubio, que se llaman cigarrales, o pizarrales cercados: y entre estos el muy famoso y rico cigarral del Cardenal don Gaspar de Quiroga que al presente es del Rey nuestro Señor.”

riegan alguna cosa, tienen árboles, frutales de secano, un pedazo de viña, olivas, higueras y una casita donde recogerse el señor cuando va allá. Pero algunos cigarrales destos son famosos, de gran valor y recreación, aunque de tanto gasto como provecho.”

“En Toledo se llaman cigarrales ciertas heredades, no lejos de la ciudad en aquellas cuestas que ordinariamente son unos cercados pequeños. Los más tienen fuentes con que

Desde entonces, las referencias documentales y literarias sobre los cigarrales son cada vez más numerosas hasta convertirse en lo más parecido a un tópico en la primera mitad del siglo XVII. Con él se refleja el éxito alcanzado por estas propiedades, así como el importante cambio que sufrieron y del que luego nos ocuparemos en otros estudios incluidos en esta misma obra. El inicio de este nuevo tiempo quedó magníficamente reflejado en la obra Los Cigarrales de Toledo de Tirso de Molina que se publicó por primera vez en 1621, aunque recoge piezas dramáticas menores que datan de unos años antes (fig. 4).

18 Román de la Higuera, J., Historia eclesiástica de la Imperial Ciudad de Toledo. B.N. manuscrito 1286, fol. 89. Recogido en Vegue y Goldoni, A., Temas de Arte y Literatura, Madrid 1928, p. 110.

Se trata de una obra basada en la tradición novelística medieval que tiene como punto de partida el Decamerón, al compilar diferentes historias que, en este caso, transcurren en un espacio idealizado y vinculado en buena medida con la clase nobiliaria21. Un ejemplo de la nueva visión de los cigarrales

Una nueva descripción próxima en el tiempo que también apunta en la misma dirección, tanto por la vinculación al ocio de las fincas como en la diferenciación existente entre cigarrales y casas de campo, es la que realizó Sebastián de Covarrubias, hijo del ya citado Sebastián de Horozco, que aparece en su obra Tesoro de la Lengua castellana, editada en el año 161120. En ella dice:

19 Pisa, F. de, Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo, Toledo 1605, fol. 25v y 26ª. 20 Covarrubias, S. de, Tesoro de la Lengua Castellana o española., edición de M. de Riquer, Madrid 1989, p. 418.

21 Alonso, M.D., “Sociabilidad y emblemática en los cigarrales de Toledo de Tirso de Molina”, en Revista electrónica de estudios filoló-

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Fig. 6. Portada de la obra teatral El Marqués del Cigarral, atribuida en esta publicación a Agustín Moreto. Edición de mediados del siglo XVIII realizada en Burgos.

Fig. 5. Obra poética de Lope de Vega sobre los cigarrales incluida en los Cigarrales de Toledo de Tirso de Molina, Barcelona 1631.

que parece dominar en estos primeros años del siglo XVII y que contrasta con las descripciones recogidas hasta ahora, tal y como quedó reflejado en algunas descripciones de los escenarios en los que discurrían las historias22.

ediciones de la obra de Tirso23. En ella se refleja, una vez más, el fuerte proceso de idealización sufrido por estas propiedades en pocos años (fig. 5): “Con menos difícil paso y remotos horizontes, hoy tiene el Tajo en sus montes las deidades del Parnaso. La lira de Garcilaso junto á su cristal luziente halló de un laurel pendiente Tirso y esta letra escrita: “Fenix, en ti resucita, canta, y corona tu frente. Digno fue de su decoro el ingenio celestial que canta con plectro igual tan grave, dulce y sonoro. Ya con sus arenas de oro compiten lirios y flores, para guirnaldas mayores á quien, con milagros tales, los ásperos Cigarrales convierte en selvas de amores”

“tenemos un Cigarral cerca del religiosíssimo Monasterio de los Padres Capuchinos, con una casa en él, suficiente para gozar en invierno del sol y en verano de sus flores –que regadas de una fuente y á vista del caudaloso río, las pule Flora, sirviéndole de espejo, con el peyne sutil de los vientos mansos que de ordinario las lisongean,- donde muchas vezes nos ívamos, ya en un barco, ya en un coche, por dos ó tres días, a abrir las ganas con que en su quietud apetecíamos después de a cortesana vivienda de Toledo” La publicación de la obra coincidió con la aparición de otra serie de obras menores que muestran de forma clara, el definitivo triunfo de una idea galante y noble del cigarral. De Lope de Vega es una breve pieza que se incluyó en las primeras

gicos, XVII, 2009; Correa, M., “Tirso de Molina y su época: los Cigarrales de Toledo”, en Revista literaria Katharsis, www.revistakatharsis.org; Vázquez, L., “Profunda simbiosis entre Tirso y Toledo”, en Toletum, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, 37, 1997, pp. 15-29.

23 Obra incluida en Molina, T. de, Cigarrales de Toledo, Barcelona 1631, fol. 3a.

22 Molina, T. de, Cigarrales de Toledo, edición de V. Said Armesto, s.f., pp. 48-49.

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Fig. 7. Grabado con representación de Bertrán de Cigarral, protagonista de la obra de Thomas de Corneille. Edición realizada en Ámsterdam en 1754.

Fig. 8. Portada de la obra D. Bertrán de Cigarral de Thomas Corneille. Edición de Ámsterdam en 1754.

También destacamos otra composición que acompañaba a la anterior en las primeras ediciones de la obra de Tirso de Molina, realizada por Alonso del Castillo Solórzano que también jugó un importante papel en la divulgación del cigarral como referencia literaria24.

Su interés por estas propiedades quedó plasmado poco tiempo después en la publicación de la obra titulada El Marqués del Cigarral publicada en 163025, considerada como la primera obra de las que luego recibieron el nombre de comedias de figurón26 (fig. 6). En ella asistimos a la aparición de una figura menos idealizada e incluso satírica del cigarral, como consecuencia de la crisis que experimentó la ciudad en estos años y que afectó de manera importante a sus clases dirigentes y, en cierta medida, a la imagen de las propiedades con las que se identificaban. A ello se debe el hecho de que por primera

“Si Toledo se hermosea por tener sus Cigarrales, con los sobrenaturales, Tirso, Madrid se recrea, agradece á vuestra idea que le dexe en sucesión partos de recreación estancias de amenidad, preceptos de urbanidad y exemplos de erudición”

25 Castillo, A. del, Comedia famosa titulada El Marqués del Cigarral, edición de R. Mesonero en Biblioteca de Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Dramáticos contemporáneos de Lope de Vega, tomo segundo, Madrid 1858, pp. 309-325. 26 Fernández, O., “Las estructuras funcionales de la comedia de figurón: la función del figurón en Entre Bobos anda el juego”, en Pedraza, F.B., (ed.), Francisco de Rojas Zorrilla, poeta dramático: actas de las XXII Jornadas de teatro clásico, Cuenca 2000, pp. 133-150; Fernández, O., La comedia de figurón de los siglos XVII y XVIII. Madrid 2003.

24 Obra incluida en Molina, T, de, Cigarrales de Toledo, Barcelona 1631, fol. 3v.

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caso de Entre bobos anda el juego, del dramaturgo toledano Rojas Zorrilla, que fue publicada en 163829. Su protagonista es don Lucas del Cigarral, un verdadero arquetipo del figurón ridículo, pretencioso y trasnochado al que estamos haciendo referencia: “Don Lucas del Cigarral, cuyo apellido moderno no es por casa, que es por un cigarral que ha hecho, es un caballero flaco, desvaído, macilento, muy cortísimo de talle y larguísimo de cuerpo; las manos de hombre ordinario, los pies, un poquillo luengos muy bajos de empeine y anchos, con sus Juanes y sus Pedros; zambo un poco, calvo un poco, dos pocos verdimoreno, tres pocos desaliñado y cuarenta muchos puerco; si canta por la mañana, como dice aquel proverbio, no sólo espanta sus males, que espanta los ajenos; si acaso duerme siesta da un ronquido tan horrendo, que duerme en su cigarral y le escuchan en Toledo; come como un estudiante y bebe como un tudesco, pregunta como un señor y habla como un heredero; (…)”

Fig. 9. Portada de la obra Los cigarrales de Toledo de Antonio Martín Gamero. Edición realizada en Toledo en 1857.

La obra fue traducida y adaptada al gusto francés por Thomas Corneille (figs. 7 y 8). Se representó por primera vez en el Hotel de Burgogne para ser llevada durante años a diferentes escenarios por la compañía de Moliere, antes y después de su publicación en París el año 1663. En ella don Lucas aparece convertido en don Bertrand de Cigarral, un personaje todavía más grotesco que el que sirvió de punto de partida30.

vez, el término cigarral apareciera relacionado con personajes que tienen aspiraciones sociales desmedidas en función de un mundo pasado que, de alguna manera, queda simbolizado en la importancia que se quiere dar al cigarral. Éste deja de aparecer como espacio anhelado para convertirse en fiel reflejo de las aspiraciones de personajes grotescos o figurones, que son los que sirven para dar nombre a este tipo de obras27.

Las repercusiones de la obra Entre bobos anda el juego de Rojas Zorrilla y de su personaje estrella fueron más que notables y alcanzaron a fechas mucho más recientes. El mejor ejemplo lo tenemos en la Zarzuela escrita por Tomás Luceño y Carlos Fernández Shaw, que se tituló Don Lucas del Cigarral y consiguió un importante éxito en los teatros madrileños de finales del siglo XIX31. Su recuperación en ese momento viene

“Si en eso no más está, dela, Fuencarral por hecho; que tengo un cigarral, que está cerca de Toledo, de donde decirle puedo que es marqués.” La obra tuvo un enorme éxito en su tiempo, tal y como se deduce de que fuera traducida al francés por Paul Scarson y que influyera en otras obras que iban a profundizar en esta misma idea del cigarral como espacio propiedad de gentes que mantenían modos o aspiraciones sociales que resultaban desproporcionadas hasta el punto de resultar cómicas28. Es el

tación y traducción de Scarson se publicó con el nombre de Japhet d´Armenie. 29 Rojas Zorrilla, F. de, Entre bobos anda el juego, edición de M.G. Profeti, Barcelona 1998, pp. 11-13. 30 Olivares, D., “Rojas Zorrilla y Thomas Corneille. Entre bobos anda el juego”, en Lafarga, F. y Dengler, R., (coords.), Teatro y traducción, Barcelona 1995, pp. 287-298.

27 Castillo, A. del, op. cit., Madrid 1858, p. 315.

31 Luceño, T. y Fernández Shaw, C., Don Lucas del Cigarral, zarzuela en tres actos. La Novela Teatral, nº 235, Madrid 1921.

28 Fernández, O., op. cit., Madrid 2003, p. 43, nota 14: La adap-

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Fig. 10. Toledo desde los cigarrales. Óleo sobre lienzo de Aureliano de Beruete. Museo Nacional de Arte de Cataluña.

a coincidir con la formulación de un nuevo ideal cigarralero que empieza en el romanticismo y es consecuencia del interés histórico y literario que experimenta la ciudad de Toledo y, sobre todo, de la nueva valoración del paisaje que empieza a tomar importancia en esos años. La primera muestra de interés contemporáneo por los cigarrales la encontramos en la obra de Antonio Martín Gamero titulada Los cigarrales de Toledo. Recreación literaria sobre su historia, riqueza y población32. El libro se publicó en 1857 y supone el inicio de una nueva etapa en el tratamiento del paisaje cultural cigarralero, al olvidarse de las antiguas valoraciones admirativas o peyorativas generadas en la literatura del siglo XVII y dar comienzo a una nueva manera de entender el cigarral (fig. 9). En el prólogo del libro que acabamos de citar, queda claro el inicio de la nueva idealización que sufren los cigarrales y el interés por rescatar un pasado “glorioso” que entonces parecía olvidado33: “(…) Despertar la bastante apagada cuanto gustosa afición hacia los cigarrales, que en otros tiempos fue casi general en Toledo; recordar la vida que bajo sus rústicos albergues solían hacer antes, en las estaciones de primavera y otoño, las familias acomodadas, los hombres públicos y hasta

32 Martín Gamero, A., Los cigarrales de Toledo. Recreación literaria sobre su historia, riqueza y población, Toledo 1857.

Fig. 11. Paisaje cigarralero de Ricardo Arredondo. Óleo sobre lienzo. Colección particular.

33 Martín Gamero, A., op. cit., Toledo 1857, pp. 7-8.

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Fig. 12. Toledo desde los cigarrales de Joaquín Sorolla. Óleo sobre lienzo. Fundación Museo Sorolla.

los sabios más célebres, para distraer el ánimo apesarado con las fatigas del trabajo ó del estudio; pintar las giras o convites que en días señalados se tenían en estos sitios, y los bailes y las fiestas que interrumpían de vez en cuando el eterno silencio que hoy reina en ellos; describir y elogiar las sencillas costumbres de la laboriosa población que encierran, y dar por fin una idea de la riqueza de estas posesiones, tales son los objetos que se ha propuesto el autor al trazar su obra (…)” Este renovado interés por los cigarrales hay que relacionarlo claramente con el protagonismo que estas fincas pasaron a tener en la pintura o en la fotografía en las últimas décadas del siglo XIX34. Su éxito fue consecuencia del que registró el paisaje entre los intelectuales y artistas más avanzados y comprometidos de aquel tiempo. A ellos se debe que sus gustos y anhelos fueran asumidos por la pujante clase burguesa que fomentó una estética propia en oposición a las antiguas y aparatosas escenas y visiones religiosas que habían dominado el mundo de la creación artística. En este sentido, la preocupación por el paisaje y por todo aquello que tratara de describir la realidad, llegó a suponer una invitación a romper con el pasado y una propuesta para avanzar en la búsqueda de nuevos referentes con los que construir un escenario social, cultural y político diferente35.

34 Cruz, L.; Español, I. y Muñoz, E., (directores.), Los cigarrales de Toledo. Idealización y deterioro de un paisaje cultural, Ciudad Real 2006, pp. 64-74.

Fig. 13. Cigarral de Menores de Enrique Vera. Óleo sobre lienzo. Colección particular.

35 Mainer, J.C., “El 98, otra manera de ver las cosas”, en VV.AA.,

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Fig. 14. El Tajo desde los cigarrales de Ángel Andrade. Óleo sobre lienzo. Diputación Provincial de Ciudad Real.

Para conseguirlo, se buscaron unos espacios ideales desde los que se podía acceder con facilidad al conocimiento nuevo y trascendente. Éstos se encontraron en lugares concretos como eran la Serranía de Guadarrama o el entorno de la ciudad de Toledo36. Un hecho importante para la ciudad, que se vinculó también con el descubrimiento de la figura del Greco por parte de uno de los miembros más destacados de la Institución como fue Manuel Bartolomé Cossío, que identifico al artista con la ciudad y a su paisaje con un símbolo artístico que empezó a adquirir un valor universal37.

Los primeros intelectuales en ocuparse de este tema fueron los miembros de la Institución Libre de Enseñanza con Giner de los Ríos a la cabeza. Partiendo del krausismo y del positivismo entonces imperante, plantearon un modelo de estudio en el que el acercamiento a la naturaleza era fundamental.

Paisaje y figura del 98, Madrid 1997, pp. 69-89; Miguel, P. de, “Pintura y regeneracionismo”, en Cabrera, M. y Moreno, J., (dirs.), .Regeneración y reforma. España a comienzos del siglo XX, Madrid 2002, pp. 263-275; Tusell, J., “El regeneracionismo y las artes plásticas”, en VV.AA., Paisaje y figura del 98, Madrid 1997, pp. 27-47; Pena, C., “La modernización del paisaje realista: Castilla como centro de la imagen de España”, en Pena, C., (coord.), Centro y periferia en la modernización de la pintura española. 1880-1918, Barcelona 1993, pp. 42-55; Pena, C., “El paisaje y la sociedad rural”, en Bernal, J.L., (coord.), La mirada del 98. Arte y Literatura en la Edad de Plata, Madrid 1998, pp. 78-101.

36 Tusell, J., op. cit., Madrid 1997, p. 42; Tusell, J., “La estética de fin de siglo”, en Tusell, J. y Álvarez Novillo, A., (comisarios), Paisaje y figura del 98, Madrid 1997, pp. 17-74. 37 Carrobles, J., “Toledo y El Greco a comienzos del siglo XX”, en Lavín, A.C., (coord.), El Greco, Toledo 1900, Madrid 2008, pp. 22-

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El éxito alcanzado por estas primeras ideas y representaciones hizo posible el que disfrutó el paisaje cigarralero poco después. Nos referimos al que encontraron en la obra de los integrantes de la generación del 9841. Así, en su búsqueda de lo español y de lo auténtico, fijaron su mirada en el paisaje y en las gentes de Castilla, muy especialmente en las de Toledo, al identificar su tierra con la que representó El Greco, convertido en auténtico mito y referencia artística para todos ellos. La principal consecuencia de este renovado interés fue la aparición de nuevas obras literarias y sobre todo pictóricas y fotográficas en las que el cigarral mantuvo un valor inequívoco como escenario representativo de lo toledano y, por lo tanto, de lo español más internacional. Una realidad cultivada por artistas como Zuloaga42, Joaquín Sorolla43 (fig. 12), Diego Rivera44 o David Blomberg45, que fue seguida por numerosos artistas más locales como Enrique Vera46 (fig. 13), Ángel Andrade47 (fig. 14), Roberto Estéfani48 o el polifacético Pedro Román, que dedicó a este paisaje algunos de sus mejores cuadros (fig. 15) y, sobre todo, sus magníficas fotografías (figs. 16 y 17) que documentan el estado de estas propiedades y sus habitantes en las primeras décadas del siglo XX49. Algo parecido podemos rastrear en la literatura donde el interés manifestado a comienzos del siglo XX por autores internacionales como Barrés50 o Rilke51, encontró su reflejo en

Ricardo Arredondo, entre la estética y la literatura de fin de siglo”, en Muñoz, J.P. y Valle, F. del, (coords.), Arredondo, pintor de Toledo, Toledo 2002, pp. 71-85. 41 Cruz, L.; Español, I. y Muñoz, E., (directores), op. cit., Ciudad Real 2006, pp. 65-68; Peñalver, L., op. cit, Ciudad Real 2011, PP. 147-158. 42 Álvarez, J., “A través de los ojos del Greco. La vanguardia visita Toledo”, en Rodríguez, D. (coord.), Memoria y modernidad. Arte y artistas del siglo XX en Castilla-La Mancha, Cuenca 2000, pp. 43-46; Peñalver, L., op. cit., Ciudad Real 2011, PP. 172-183.

Fig. 15. Cigarral en Pozuela de Pedro Román. Óleo sobre papel. Colección particular.

43 Peñalver, L., op. cit., Ciudad Real 2011, pp. 183-191; Santa-Ana, F. de, “De cuando Sorolla anduvo por tierras de Castilla”, en SantaAna, F. de, (coord.), Sorolla y Castilla. Fondos del Museo Sorolla, Madrid 2003, pp. 11-25.

Uno de los primeros en recoger esta tradición fue el pintor Aureliano de Beruete, también vinculado a ese mismo colectivo, que residía en Toledo todos los años durante varias semanas del mes de octubre38. A él se debe la primera y más importante codificación de la imagen pictórica del paisaje cigarralero que se convirtió en referencia del medio rural más relacionado con la historia en nuestro país (fig. 10).

44 Álvarez, J. op. cit., Cuenca 2000, pp. 54-56; Peñalver, L., op. cit., Ciudad Real 2011, pp. 200-201. 45 Álvarez, J., op. cit, Cuenca 2000, pp. 59-60. 46 Muñoz, J.P., “Enrique Vera Sales (1886-1956). El poeta de la luz. Biografía crítica”, en Muñoz, J.P., (comisario), Enrique Vera, el paisaje y la luz, Toledo 2003, pp. 17-95; Peñalver, L., op. cit., Ciudad Real 2011, pp. 213-231; Serrano, A., “El toledanismo de Enrique Vera en su contexto artístico”, en Muñoz, J.P., (comisario), Enrique Vera, el paisaje y la luz, Toledo 2003, pp. 99-122.

A la estela de estos intelectuales y artistas hay que incluir otros menos conocidos como fueron Casimiro Sáinz39 y sobre todo Ricardo Arredondo, que se convirtió en otro apasionado y obsesivo intérprete de los cigarrales40 (fig. 11).

47 Giménez, M.L., “Ángel Andrade en el paisaje”, en Giménez, M.L., (comisaria), Ángel Andrade la aventura del paisaje, 1886-1932, Madrid 2004, pp. 15-55; Peñalver, L., op. cit., Ciudad Real 2011, pp. 191-196.

25; Muñoz, J.P., “Toledo o El Greco. Reconocimiento y efusión del escenario”, en Archivo Secreto, 3, pp. 88-108; Storm, E.; El descubrimiento del Greco, Madrid 2011, pp. 59-72.

48 Muñoz, J.P., op. cit., Toledo 2003, p. 52; Peñalver, L., op. cit., Ciudad Real 2011, p. 210.

38 Peñalver, L., Toledo en la pintura. De El Greco a Canogar, Ciudad Real 2011, pp. 99-146; Tusell, J., op. cit, Madrid 1997, p. 62.

49 Carrobles, J.; Porres, J. y Andrinal, L., (coords.), Pedro Román Martínez. Toledo, fotografía y pintura, Toledo 2008.

39 Peñalver, L., op. cit., Ciudad Real 2011, pp. 87-92.

50 Álvarez, J., “La construcción de un pintor. Un siglo de búsquedas e interpretaciones sobre El Greco”, en Álvarez, J., (ed.), El Greco. Identidad y transformación, Roma 1999, p. 29.

40 Lafuente, E., “Ricardo Arredondo el pintor de Toledo (18501911)”, en Arte Español, 1968-1969, segundo fascículo; Peñalver, L., op. cit., Ciudad Real 2011, pp. 59-83; Serrano, A., “El paisaje de

51 Pau, A., Rilke en Toledo, Valencia 1997.

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Fig. 16. Recepción en un cigarral c. 1910. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

autores locales de la talla de Ángel Vegue y Goldoni o Félix Urabayen52, que también contribuyeron a difundir sus propias e idealizadas visiones del cigarral. Tras ellos llegaron los miembros de las nuevas generaciones del 14 y del 27 que se aproximaron todavía más a la ciudad, hasta el punto de hacer de los cigarrales el escenario de muchas de sus vivencias más destacadas. El caso más representativo lo tenemos en la figura de Gregorio Marañón que adquirió el Cigarral que pasó a llamar de los Dolores y lo convirtió en un lugar de referencia para la cultura y la sociedad española53. Allí se reunieron personajes como García Lorca, Vicente Aleixandre o Ramón Pérez de Ayala (fig. 18) junto a políticos destacados de la época como Manuel Azaña, por citar tan sólo a alguno de los más conocidos, que marcaron la vida de la nación (fig. 19). Sus experiencias quedaron magníficamente reflejadas en su gran obra Elogio y nostalgia de Toledo54, que

52 Carrobles, J., op. cit., Madrid 2008, pp. 32-33; Fernández, J.J., Félix Urabayen: la narrativa de un escritor navarro-toledano, Toledo 1988. 1966.

53 Gómez-Santos, M., Marañón y Toledo, Ciudad Real 1997; Marañón y Bertrán de Lis, G., Un juego de espejos: Toledo desde un cigarral, Madrid 2004, pp. 28-38; Marañón y Bertrán de Lis, G., “El cigarral de Marañón”, en Fusi, J.P., (comisario), Marañón, 1887-1960, médico, humanista y liberal, Madrid 2010, pp. 225-235.

Fig. 17. Escena cotidiana en un cigarral c. 1910. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

54 Marañón, G., Elogio y nostalgia de Toledo, cuarta edición, Madrid

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Fig. 18. Lorca, Pitaluga y otros intelectuales en compañía de Gregorio Marañón en el cigarral de Menores. Fotografía publicada en el libro de Marcelle Auclair, Enfance et mort de García Lorca, 1968.

marca el triunfo definitivo del nuevo modelo de cigarral de carácter residencial y vinculado al ocio que es el que ha llegado a nuestros días, a pesar de contar con una realidad mucho más rica e interesante que es la que trataremos de describir en las páginas de este libro. En él se dice55:

–porque sin esto no existiría el Cigarral- con el perfil ingente de Toledo al fondo: gris de hueso por la mañana, cegado por la luz al mediodía y sonrosado al atardecer, “como una mejilla a la cual afluye la sangre”, como ha dicho Pérez de Ayala.”

“En la vida española tienen parte importante ciertas casas de placer, de distinto aspecto y construcción según los climas, que se llaman quintas o villas, como en todo el mundo latino; y en algunos sitios con nombres especiales, como las Torres de Cataluña, los Pazos gallegos, los Cármenes de Granada o los toledanos Cigarrales. Todas ellas tienen, claro es, su prestigio, y, por lo tanto, su literatura. Pero en esto a todas aventaja el Cigarral, porque va unido a la historia de Toledo y porque le dedicó el maestro Tirso de Molina un libro que se titula así, Cigarrales de Toledo (…)

Desde entonces y como consecuencia del crecimiento experimentado por las publicaciones sobre Toledo, son numerosas las referencias conocidas sobre los cigarrales. Destacan todas aquellas que podemos añadir a esta corriente que mezcla la historia con la literatura y da lugar a ensayos de evidente interés por lo que aportan para el mantenimiento del mito cigarralero, aunque en algunos casos añaden también cierta confusión por el uso algo amplio del término cigarral que realizan. Un ejemplo emblemático de esta situación lo tenemos en la obra Retazos de una vida. Toledo y su gente de Fernando Chueca56. En ella se dice:

Mas el Cigarral no es sólo una leyenda de la que hablan los que nunca pasearon por la orilla del Tajo y que, con la fantasía, se puebla a voluntad de imágenes adorables o trágicas. Los cigarrales existen. Están allí, con sus moradas campestres y austeras; con sus jardines morunos; con su cerco de olivos enhiestos sobre la tierra rojiza; y, sobre todo

“De este paisaje son aliciente peregrino los famosos Cigarrales que se escalonan en el agreste anfiteatro. Si la ciudad por el lado se fue decayendo al paso de los años hasta llegar a la decrépita situación presente, por el lado

56 Chueca, F., Retazos de una vida. Toledo y su gente, Madrid 1997, p. 89.

55 Marañón, G., op. cit., Madrid 1966, pp. 45-46.

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Fig. 19. Edouard Herriot, presidente del gobierno francés, en compañía de Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Salvador de Madariaga y Fernando de los Ríos, entre otros, en el cigarral de Menores en 1932. Fotografía Rodríguez. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

opuesto del río una sociedad mucho más pudiente e ilustrada fue ocupando el lugar para elevar sus casas de recreo y ocio placentero. Los Cigarrales son hijos del río y todos aquellos palacios, monasterios o alquerías que se levantaran junto al río se han tenido siempre como Cigarrales, sea el Castillo de Galiana, el palacio de Buenavista o la ermita del Ángel. Pero por antonomasia Cigarral es el que ocupa el anfiteatro montañoso que envuelve la ciudad por su lado sur.

propuestas elaboradas en diferentes momentos del siglo XX. Su estudio comparativo entre un cigarral y la ciudad muestra, no obstante, una preocupación histórica novedosa y una muestra importante del interés que tienen estas propiedades como sujeto histórico, por su capacidad para aportar datos y visiones con las que conocer mejor la historia de la población de la que forman parte inseparable. “Voy a hablaros ahora de Toledo, esa isla rocosa de mediterraneidad en el seco mar de Castilla. Lo voy hacer situándome en las suaves colinas plateadas de uno de sus cigarrales, esto es, desde una distancia paradójica, porque en esos alcores estamos, a la vez, dentro y fuera de la misteriosa ciudad que simboliza el encuentro posible entre Oriente y Occidente, cuando el cinismo de las tres religiones del Libro se adormece y amanece, fecunda, la paz. Como en un juego de espejos, Toledo se refleja en sus cigarrales, y éstos devuelven a la ciudad su propia luz.”

Este abrupto paisaje está virtualmente puro, sobre él no cayeron, naturalmente, los escombros de la ciudad: sus riscos, sus peñas, sus canchales, sus gargantas y quebradas naturales están intactos, su vegetación es la autóctona de acebuches más o menos salvajes y olivas de mayor compostura; retamas y cantuesos, espliegos y tomillos. (…)” Mayor interés y sobre todo precisión tiene la obra Un juego de espejos. Toledo desde un Cigarral de Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, que recoge su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando57. En ella encontramos la última aportación importante en la valoración de estas propiedades como escenarios privilegiados desde los que disfrutar de la ciudad de Toledo, en clara continuidad con las

Estas últimas valoraciones se realizan de forma paralela al inicio de la preocupación mostrada por algunos historiadores y geógrafos sobre los cigarrales. Su aparición tiene mucho que ver con los primeros planes urbanísticos en los que el cigarral

57 Marañón y Bertrán de Lis, G., op. cit., Madrid, 2004, p.9.

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Fig. 20. Vista de Toledo desde el Cigarral de Menores y su reflejo en una de las fuentes del jardín.

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adquiere importancia específica58. Sin embargo y salvo casos muy aislados, son escasos los artículos realizados que aportan datos de interés o valoraciones de conjunto, con todo lo que ello implica a la hora de dificultar la definición y caracterización del paisaje cultural del que forman parte. De ahí el interés por realizar esta introducción para conocer la realidad de la que partimos, el punto en el que nos encontramos y exponer los principales problemas que podemos encontrarnos en la caracterización y estudio de espacios tan idealizados y cambiantes.

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41

EL MEDIO FÍSICO DEL ÁREA CIGARRALERA Y SUS IMPLICACIONES GEOARQUEOLÓGICAS

del Macizo Hercínico y por otro lado la Cuenca de Madrid, con la que limita al norte, dentro de la zona suroccidental de la Cuenca Meso-terciaria del Tajo. Estos dominios quedan relacionados mediante un contacto mecánico compuesto por un sistema de fallas alpinas de dirección O-E que queda parcialmente soterrado por los distintos depósitos asociados a las sucesivas fases de encajamiento y agradación del río Tajo durante el Cuaternario. Estos materiales se corresponden con las terrazas del Tajo y su propia llanura aluvial, así como con otros depósitos más recientes formados en las desembocaduras de los arroyos o torrenteras tributarias (abanicos) o al pie de las laderas (coluviones).

Fernando Tapias Gómez y Mario López-Recio

El ámbito de estudio de Los Cigarrales se encuadra más concretamente dentro de la zona sur del Término Municipal de Toledo, localizándose en la vertiente meridional del valle medio del río Tajo a su paso por la ciudad de Toledo. Los márgenes de este ámbito de estudio quedan enmarcados por varios elementos fisiográficos: en primer lugar hacia el Norte se encuentra limitado por la propia margen izquierda del Tajo con 450 m de altitud coincidiendo con la zona de menor altitud de dicho ámbito. Salvando el escarpe generado por el encajamiento del río en el “Torno del Tajo” se asciende hasta los 500 m, situándose ya en la “Rampa Cristalina”, continuando hacia el sur va aumentando la altitud progresivamente, recorriendo los materiales migmatíticos que componen el sustrato de dicha plataforma, hasta llegar al límite del término de Toledo coincidiendo con la zona de mayor elevación, en cuya parte central aparece una larga loma que constituye las estribaciones más septentrionales de la “Raña de Layos” que en el límite del ámbito de estudio presenta alturas cercanas a los 700 m prolongándose hacia el Norte en retazos a modo de pequeños cerros como los de Pozuela (684 m) y Palos (662 m). Los límites laterales del ámbito de estudio están caracterizados por los cursos de dos arroyos, el límite Oeste lo constituye mayoritariamente el cauce del arroyo del Morterón y el límite Este queda marcado por el cauce del arroyo de la Rosa. Se estima una superficie aproximada de unos 25 km2.

La constitución del medio natural o del paisaje que caracteriza el municipio de Toledo y sus alrededores es el resultado de múltiples procesos geológicos, climáticos y biológicos que comenzaron hace más de 600 millones de años. Los procesos antrópicos son otro factor importante dentro de los biológicos a considerar en la transformación del medio y del propio paisaje. Esta acción antrópica se inicia a partir del Neolítico, ya que es el momento cronocultural en que se pasa de una economía cazadora-recolectora a una economía basada en la explotación de recursos agrícolas y ganaderos. Desde aquel momento hasta la actualidad la transformación del medio por el hombre ha ido creciendo, siendo mucho más acentuada en el último siglo a causa de la expansión urbanística y la construcción de infraestructuras lineales. Teniendo en cuenta los distintos componentes que pueden formar parte del paisaje cultural de Los Cigarrales de Toledo, en el presente estudio se va a profundizar sobre el conocimiento de los elementos abióticos y bióticos que conforman el medio o sustrato natural que constituye dicho paisaje, así como los procesos geológicos, climáticos y biológicos que han interactuado entre sí en la zona y lo han transformado desde hace más de 600 millones de años1.

1. ELEMENTOS DEL MEDIO FÍSICO CIGARRALERO

Por tanto, la litología que aflora en esta vertiente cigarralera corresponde en su mayor parte a rocas que componen las estribaciones más septentrionales de los Montes de Toledo, donde hay un predominio de rocas muy antiguas, granitos y gneises que forman parte del denominado Complejo Anatéctico de Toledo. El proceso anatéctico o de anatexia que ha generado estos materiales es el que tiene lugar cuando se produce una fusión parcial de las rocas preexistentes en la corteza terrestre debido a unas elevadas condiciones de presión y temperatura. Este complejo anatéctico se encuentra limitado al Norte por fracturas alpinas verticales o subverticales que lo ponen en contacto con los sedimentos Cenozoicos de la Cuenca Mesoterciaria del Tajo2, que aparecen a su vez en la zona Norte del entorno cigarralero.

1.1. Contexto geográfico y geológico El área de estudio se encuadra de forma general en la zona centro peninsular, donde coinciden dos grandes dominios geológicos, como son las estribaciones más septentrionales de los Montes de Toledo dentro de la zona centro-occidental

1 El trabajo de los “Paisajes Culturales de la ciudad de Toledo: Los Cigarrales” ha sido complementado para la Prehistoria Antigua con otro Proyecto de Investigación “Estudio cronoestratigráfico de las terrazas del Pleistoceno Medio y Superior para la reconstrucción paleoambiental del valle del río Tajo“, financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, así como por el IMAR-CMA Univ. Coimbra (Portugal), Aarhus Univ. y Risøe DTU (Denmark), bajo la dirección de M. López-Recio, P.G. Silva, P. P. Cunha y J. Morín de Pablos. Un avance del mismo puede verse en: López-Recio, M., Silva, P.G., Cunha, P.P., Tapias, F., Roquero, E., Morín, J., Carrobles, J., Murray, A.S. y Buylaert, J.P., “Dataciones por luminiscencia de la terraza + 25-30 m del río Tajo en el área de Toledo. El yacimiento achelense de Pinedo”, en Abstract de la VIII Reunión de Cuaternario Ibérico, La Rinconada - Sevilla (2013).

2 Barbero, L. y Villaseca, C., “Macizo de Toledo”, en J.A. Vera (coord.), Geología de España. Madrid, 2004, pp. 110-115.

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Fig. 1. Marco geológico general para la zona de estudio. - A: Situación de la Cuenca o Fosa del Tajo dentro de la Península Ibérica. - B: Cuenca de Madrid dentro de la Cuenca del Tajo. Modificado de Pérez-González (1994). - C: Geología general de la Cuenca de Madrid, con la ubicación de la zona de estudio dentro de la propia provincia de Toledo.

1.2. La geología del área de Los Cigarrales

- Materiales hercínicos del Complejo Anatéctico de Toledo. Los materiales que aparecen en el entorno de Los Cigarrales se encuadran en el extremo septentrional de dicho complejo. Espacialmente se orientan en una disposición NO-SE a favor de una foliación regional migmatítica originada por una deformación por cizalla. Existe una gran variedad de unidades geológicas diferenciadas dentro de los materiales que componen el Complejo Anatéctico, debido a los múltiples procesos de plutonismo y metamorfismo que han sufrido, si bien su composición es muy similar ya que se diferencian por los tamaños y distintos porcentajes de la misma serie de minerales como el cuarzo, feldespato potásico, feldespato sódico y mi-

Los materiales geológicos que componen el sustrato del entorno de Los Cigarrales pertenecen en su mayor parte a las rocas hercínicas que componen el borde septentrional del Complejo Anatéctico de Toledo, aunque también pueden aparecer de manera muy minoritaria materiales detríticos miocenos y cuaternarios en los extremos noreste y noroeste del ámbito de estudio, así como los depósitos pliocenos de raña en la banda centro-suroeste.

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Fig. 2. Mapa de las unidades geológicas del Término Municipal de Toledo.

el resto de materiales descritos a continuación, como es el caso de las bandas (entre 100 y 300 m de ancho en superficie) de migmatitas estromáticas ácidas (unidad 11) e intermedias (unidad 12) con distinta presencia de cordierita, granate y biotita apareciendo principalmente en el sector centro-occidental cigarralero dispuestos desde el NO al SE. Con menor frecuencia se encuentran los Granitoides peralumínicos sinorogénicos, como los leucogranitos tipo Cervatos con granate y/o cordierita (unidad 13); su mayor entidad cartográfica se localiza en el entorno de los cerros de los Palos y la Pozuela.

cas apareciendo otros minerales minoritarios como granates, sillimanitas, turmalinas, etc. Teniendo en cuenta que además los contactos entre las unidades o bandas suelen ser graduales, se puede considerar que en general estos materiales constituyen un sustrato silicatado de carácter ácido. Sólo se excluyen de este caso los niveles o bandas de composición granodiorítica que dan al sustrato una composición básica. Por tanto, se puede considerar de forma general una base geológica común en el ámbito de estudio de Cigarrales y que se va a reflejar también en los tipos de suelos, en la hidrogeología y la propia orografía del terreno.

- Otro grupo de materiales que aparecen son los Granitoides calcoalcalinos sinorogénicos como es el caso de las bandas de granodioritas porfídicas orientadas tipo Argés-Guadamur (unidades 9 y 9b) que aparecen en la zona centro-nororiental en las inmediaciones del Torno del Tajo en su margen izquierda. Su más amplia representación (500 m de ancho en superficie) se encuentra en la desembocadura del arroyo de la Degollada sobre todo en la margen derecha disponiéndose en dirección NO-SE. Asociados a estos granitoides, en la parte oriental del Torno del Tajo, pueden aparecer rocas ígneas de carácter básico pero con mucha menos extensión (de no más de 100 m de anchura) y frecuencia, como son los gabros anfibólicos tipo Toledo (unidad 7). Otras rocas básicas con menor presencia son los gabros olivínicos y piroxénicos tipo La Bastida (unidad 6), cartografiados al NO de la zona de estudio.

Pese a presentar de forma general unas características composicionales muy similares, se pueden diferenciar los siguientes conjuntos o grupos de materiales geológicos en cuanto a su origen. Para la numeración de las unidades geológicas se ha tomado como referencia la empleada en la memoria de la Hoja Geológica 629 (Toledo) a escala 1:50.0003. - El conjunto de materiales más frecuentes en el sustrato geológico cigarralero son las rocas metamórficas de alto grado, rocas metasedimentarias fundamentalmente migmatitas pelíticas de edad hercínica, que presentan una estructura bandeada formada por la concentración lineal de los minerales claros y los oscuros. Principalmente son las migmatitas leucocráticas y granitoides diatexíticos inhomogéneos con cordierita y granate (unidad 10 mapa geológico) que aparecen de forma masiva en todo el ámbito de Los Cigarrales intercalados por

- En el sector occidental al oeste del vértice de la Pozuela se encuentran el grupo de rocas ígneas prehercínicas, como son los ortogneises glandulares (unidad 4) y los leucogneises biotíticos con granate (unidad 5) - Es de destacar la aparición de algunas rocas filonianas generadas posteriormente al resto de rocas ígneas y metamórficas descritas anteriormente y también con distinta orientación, como son dos diques de cuarzo (unidad 1) localizados en el Cerro Gordo y 400 m al NE en la urbanización de La Pozuela. Y también el filón de lamprófido (unidad 3) de color verdoso localizado en el extremo oriental y atravesado por el arroyo de la Rosa.

3 IGME, en prensa.

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Fig. 3. Mapa geológico de la zona de los cigarrales de Toledo. Se ha tomado como referencia la numeración de las unidades geológicas realizada en la hoja geológica 629 de Toledo (IGME, en prensa) y la base cartográfica continua del sistema cartográfico SIGECO.

- Sedimentos Neógenos. Se localizan en la mitad Norte del término municipal de Toledo. Se trata de depósitos que rellenan la Cuenca de Madrid (dentro de la Cuenca del Tajo) durante el Mioceno. Su composición es de tipo detrítico, con un predominio de arenas, limos y arcillas. Hacia la parte oriental del término, en la vertiente Sur del río, predominan los sedimentos detríticos de carácter más grueso, donde aparecen arenas arcósicas de tamaños gruesos acompañadas de cantos y bloques de fragmentos de roca granitoide algo redondeados y alterados, serían las Facies detríticas de borde más proximales o cercanas al pie de los macizos montañosos donde se generaron. En la mitad Sur del término y sobre la Meseta Cristalina se desarrollan también frecuentes formaciones detríticas, cuyo origen está asociado a procesos de erosión y transporte de materiales procedentes de la propia Meseta Cristalina. Estos procesos tuvieron lugar durante el Plioceno y el Cuaterna-

rio antiguo, recubriendo muchas zonas de la Plataforma Cristalina. Una zona importante por su extensión es la “formación Pozuela”, depósito tipo raña compuesto por arenas arcillosas de colores rojizos con abundantes cantos de cuarcita de variada redondez y angulosidad. La Raña de Pozuela se extiende desde el pie del Cerro de Layos hasta el vértice de Pozuela, de donde toma su nombre, justo al sur de la población y localizándose en el extremo sur de la Quinta Mirabel4. - Depósitos Cuaternarios. Debido a los continuos procesos de incisión de la red de drenaje durante el Cuaternario, se fueron generando distintos niveles de depósitos fluviales

4 Arija Blázquez, D., Estudio de Impacto Ambiental previo al Plan de Ordenación Municipal de Toledo. Toledo, 2004.

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raleda y Arenero de Valdelobos) para el Pleistoceno Superior; +15-20 m (T11, Valdepastores y Villamejor), +25-30 m (T10, Pinedo), +40 m (T9, Salchicha y Buenavista inferiores-Campo de Tiro, Polígono Industrial), +50 m (T8) y +60 m (T7, Buenavista, Salchicha y Valdelobos superiores) para el Pleistoceno Medio; de +75 m (T6, Salto de la Zorra), +85 m (T5), +95 m (T4, Bravo), +105 m (T3, Matanzas), +110-115 m (T2) y +125 m (T1, Superficie de Bargas) para el Pleistoceno Inferior. Esta última superficie funciona como divisoria de aguas entre las cuencas hidrográficas del río Tajo y el Guadarrama.

asociados a los diferentes cursos del río Tajo a medida que migraba lateralmente e iba encajándose más. El resultado de este proceso es el escalonamiento de dichos depósitos fluviales en terrazas, siendo en este tipo de depósitos donde se han encontrado históricamente numerosos restos paleontológicos de vertebrados y de industria lítica. Debido a sus hallazgos arqueológicos y paleontológicos, estos depósitos han sido estudiados por numerosos autores, sobre todo en las inmediaciones de la ciudad de Toledo5. Estos depósitos se componen de secuencias de depósito que comienzan hacia la base con paquetes de barras de gravas de distinto tamaño y con distinta presencia de matriz arenosa, se corresponden a materiales asociados a una alta energía de transporte y posterior sedimentación. Les siguen hacia techo los niveles de barras de arenas de granulometrías variables entre muy gruesa a muy fina según la energía del transporte. Y finalmente estas secuencias suelen terminar a techo con los niveles de arenas muy finas, limos y arcillas correspondientes a la fase de menor energía de depósito asociada a zonas de inundación.

Además de estos niveles fluviales hay que considerar los depósitos correspondientes al fondo de valle, así como las barras centrales, laterales y meandros abandonados. Por tanto, corresponden al Holoceno los niveles recientes de la llanura aluvial (+3-5m) y del fondo de valle del propio Tajo y de sus arroyos tributarios. Estos depósitos de la llanura aluvial presentan una topografía totalmente plana, constituyendo el nivel más bajo de sedimentos dejados por el río. Una de las características fundamentales de la llanura aluvial es su capacidad de inundación en épocas de crecida.

En las inmediaciones de la ciudad de Toledo se han llegado a diferenciar hasta trece niveles de terraza según las alturas relativas respecto al cauce del río6. Se han diferenciado los niveles de terraza: +3-5 m (T13, llanura aluvial actual) y +4-9 m (T12, Pe-

Otros depósitos cuaternarios que aparecen en la zona de estudio son los abanicos o conos aluviales formados al pie de la desembocadura de algunos arroyos secundarios. También aparecen bandas de coluviones generados al pie de las laderas de las vertientes situadas en arenas arcósicas terciarias, tanto del valle del Tajo como del Guadarrama, Algodor o del arroyo Valdecabas. Queda conformada la morfología de la red fluvial actual, también asociada a las sucesivas ocupaciones y usos del suelo que han tenido lugar en la zona. Todos estos materiales cuaternarios aparecen de forma muy minoritaria solo al NE y NO del ámbito de estudio en el entorno de la vega como el propio Cigarral de la Vega.

5 Royo Gómez, J., “El torno del Tajo en Toledo”, Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural, XV, 1929, pp. 491-502; Alía Medina, M. y Riba, O., Libro-guía de la excursión C-4 (Manzanares y Toledo), Publicaciones del V Congreso de INQUA, 1957; Martín Aguado, M., El yacimiento prehistórico de Pinedo y su industria triédrica. Publicaciones del IPIET, Serie II (1). Toledo, 1963; Aguirre, E., “Los elefantes de las terrazas medias de Toledo y la edad de estos depósitos”, Notas y Comunicaciones, 76, 1964, pp. 295-296; Alférez, F., “Estudio del sistema de terrazas del Tajo al W de Toledo”, Estudios Geológicos, 33 (3), 1977, pp. 223-250 y “Presencia de Equus stenonis Cocchi en el Pleistoceno inferior de la cuenca del Tajo”, Estudios Geológicos, 34, 1978, pp. 553-558; Vaudour, J., La région de Madrid, altérations, sols el paléosols. Paris, 1979; Santonja, M., El Paleolítico Inferior de la Meseta Central española, Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, inédito, 1981; Pérez-González, A. y Gallardo, J., “El vértice Pozuela en la Meseta Toledana”, en G. Benito y A. Díez (eds), Itinerarios geomorfológicos de Castilla-La Mancha. CSIC y SEG. Madrid, 2004, pp. 13-48; Pérez González, A., Gallardo, J. y Santonja, M., “La Terraza de Pinedo”, en G. Benito y A. Díez (eds), Itinerarios geomorfológicos de Castilla-La Mancha. CSIC y SEG. Madrid, 2004, pp. 13-48; Pérez González, A., “Depresión del Tajo”, en M. Gutiérrez Elorza (ed.), Geomorfología de España. Toledo, 2004, pp. 389-436; Santonja, M. y Pérez González, A., “Los yacimientos achelenses en terrazas fluviales de la Meseta Central española”, en J. Rodríguez Vidal (ed.), Cuaternario Ibérico (Huelva, 1997). Huelva, 1997, pp. 224-234 y “El Paleolítico Inferior en el interior de la Península Ibérica. Un punto de vista desde la geoarqueología”, Zephyrus, 2002, LIII-LIV, pp. 27-77; Sesé, C., Soto, E. y Pérez-González, A., “Mamíferos de las terrazas del valle del Tajo: primeros datos de micromamíferos del Pleistoceno de Toledo (España central)”, Geogaceta, 28, 2002, pp. 137-140; Rodríguez de Tembleque, J.M. Primeras Ocupaciones Humanas en la Meseta Española: estudio geoarqueológico de depósitos fluviales en la cuenca media del Tajo, Tesis Doctoral, Universidad Autónoma de Madrid. Servicio de Publicaciones de la UAM (formato digital), 2008; Uribelarrea del Val, D., Dinámica de las llanuras aluviales de los ríos Manzanares, Jarama y Tajo entre las ciudades de Madrid y Toledo. Tesis doctoral inédita, Universidad Complutense de Madrid, 2008.

1.3. La geomorfología o el modelado del relieve de Los Cigarrales Los distintos procesos geológicos y geomorfológicos son los principales responsables del modelado del relieve del entorno de Toledo, además de las distintas actividades humanas realizadas desde los más antiguos asentamientos. Como resultado de los citados procesos se pueden diferenciar en el ámbito de estudio de Los Cigarrales tres grandes unidades geomorfológicas como son la “Meseta” o “Rampa Cristalina”, la “Campiña” (que en este ámbito está asociada a la formación de la “Raña de La Pozuela”) y la “Vega del Tajo”. El aspecto morfológico de cada una de ellas es el resultado de los efectos de un modelado basado en la combinación de varios procesos geomorfológicos. En primer lugar está el arrasamiento que originó la “Rampa Cristalina”, cuyos procesos erosivos se iniciaron principalmente desde el Oligoceno continuando hasta el presente (hace unos 30 millones de años). Como resultado de estos procesos el paisaje se configura como un amplio piedemonte erosivo sobre rocas metamórficas e ígneas, de tipo rampa o pediment, salpicado por montes-isla y disectado por pequeñas gargantas que forman los principales arroyos.

6 Pérez-González, A. et alii, La terraza, op. cit., 2004.

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Fig. 4. Mapa geomorfológico de la zona de Los Cigarrales. Se ha tomado como referencia la base cartográfica de Herrero Matías (1988).

hunden las migmatitas hasta casi el nivel del cauce.

Esta rampa se inicia al pie de las estribaciones de los Montes de Toledo (Sierras de Los Yébenes y San Pablo) y está inclinada suavemente hacia el Norte. Se rompe en forma de complejo escalón al llegar a los sistemas de fallas que ponen en contacto los materiales ígneos y metamórficos con las rocas sedimentarias de la Cuenca de Madrid7. Esta unidad geomorfológica es la que ocupa la mayor extensión dentro del ámbito de estudio de Los Cigarrales, en la vertiente Sur del río Tajo a su paso por Toledo. El principal rasgo morfológico de esta unidad geomorfológica es el escarpe existente entre el valle del Tajo y la Plataforma Cristalina de Toledo. Este escarpe es morfológico y tectónico, pues existen una serie de bloques fallados siguiendo una línea de orientación Este-Oeste que

El modelado del escarpe se presenta con pendientes fuertes y vertientes complejas, modificadas por la erosión de arroyos que han aprovechado el sistema de fracturas para encajarse hasta el nivel de base del Tajo, como el arroyo de La Degollada, o bien aparece nítido y recortado por el cauce del Tajo, como en la carretera hacia la Puebla de Montalbán. Pero lo normal es que aparezca con un desarrollo de vertiente complejo, con vallejos transversales y pendientes medias, continuando la progresión de alturas hasta los 600m. Ascendiendo este escarpe se llega a una superficie alomada de pendientes medias, y en algunos casos, atravesada por ríos o arroyos de

7 Alonso Azcárate, J. y Díez Herrero, A., Paseo Geológico por los alrededores de la ciudad de Toledo, Toledo, 2004.

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Fig.5. Corte geológico esquemático entre los Montes de Toledo y el río Tajo, donde se puede observar la superficie de arrasamiento que caracteriza la Rampa o Meseta Cristalina de Toledo y el posterior depósito de raña que se encuentra en el vértice de La Pozuela. Tomado y modificado de Molina (1980).

curso fluctuante, de dirección quebrada8, y en ocasiones con distinto grado de encajamiento, como ocurre en el arroyo de La Pozuela también denominado “arroyo de La Cabeza”. La red de drenaje formada sobre rampa está controlada por la estructura establecida en el Cuaternario recuperando viejas direcciones pliocenas, y presenta mayoritariamente un paisaje de berrocal granítico resultante de la evacuación parcial de los mantos de alterita generados en un período de fuerte meteorización localizado a finales del Mioceno y de varias fases, menos intensas y duraderas del mismo carácter y datables en

el Pleistoceno9. Como resultado el área cigarralera está dominado por zonas de suaves pendientes donde se ha desarrollado un manto de alteración (alterita o regolito) que ocasionalmente ha podido ser desmantelado por el sucesivo encajamiento de la red de drenaje y la acción remontante de los tributarios y las torrenteras, dejando aflorar el sustrato rocoso (migmatitas o granitoides) a lo largo de los valles de los arroyos que atraviesan la zona de Cigarrales de sur a norte, sobre todo del sector centro-oriental como son los arroyos de la Rosa, la Degollada y la Pozuela. Como resultado se pueden observar en

8 Arija Blázquez, D., op.cit., 2004.

9 Muñoz Jiménez, J., “La Meseta Cristalina (Relieves en estructuras de zócalo)”, en E. Martínez de Pisón y B. Tello (coords.), Atlas de Geomorfología. Madrid, 1986, pp. 93-109.

Fig. 6. Berrocales migmatíticos situados en lo alto de un domo-cerro.

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las vertientes de dichos arroyos morfologías constituidas por berrocales, tors generalmente orientados, pitones rocosos con bolos, piedras caballeras, panzas o afloramientos sin formas definidas.

de la propia Rampa (Torno del Tajo). Se puede observar que las pendientes de la margen izquierda o del lado externo del meandro son más pronunciadas, y las de la margen derecha o lado interno del meandro son más suaves o escalonadas.

En segundo lugar se encuentra la “Raña de La Pozuela”. Dicha unidad geomorfológica se localiza al Sur de la zona de estudio, ocupando la parte superior de la loma donde se sitúa el vértice geodésico que da nombre a dicha formación10.Tiene una extensión de unos 13 km y se extiende desde el pie del Cerro de Layos, localizándose en el extremo sur del Cigarral de la Quinta Mirabel11. Se trata de un manto aluvial de piedemonte relacionada con las condiciones áridas y frías que se produjeron en la transición del Plioceno al Pleistoceno. Esta formación se depositó sobre la Rampa Cristalina, no llegando a ocupar toda su extensión. En la actualidad se presenta bastante desmantelada, quedando la formación que da nombre a esta raña y algún pequeño retazo, además de la presencia de cantos angulosos en algunos de los cerros situados al pie del Cerro de la Pozuela. En general, se puede resumir que la superficie rocosa de la rampa cristalina aparece recubierta ocasionalmente por formaciones sedimentarias detríticas de tipo raña que forman glacis locales de acumulación, cuya notable planitud contrasta con la relativamente compleja morfología de detalle del resto del área, accidentada por alveolos y surcos de arenización, tors, berrocales, canchales de bolos y diversos relieves de resistencia, además de por una densa red de arroyos con diferente grado de encajamiento12.

En general, se puede decir que el territorio cigarralero se encuentra en suave pendiente hacia el norte, salvo en los afloramientos rocosos asociados a berrocales y a los pequeños cañones generados en el curso medio-inferior de los arroyos secundarios, así como en los desfiladeros del margen izquierdo del Tajo relacionados con el borde de falla, hasta llegar al lecho del río donde existe una cota aproximada de unos 450m.

1.4. El clima de Los Cigarrales El clima es otro elemento importante a considerar en la configuración del paisaje ya que actúa como agente modelador a nivel fisiográfico y además interviene en el grado de desarrollo de la vegetación y de los suelos, así como sobre la actividad humana y su distribución. El clima de Cigarrales depende a su vez de varios factores y de sus peculiaridades, como la latitud (correspondiente a la zona intermedia o templada con 39º 50´ 50¨), la altitud (entre los 690 y los 500 m), la distancia al océano Atlántico (continentalidad) es considerable, y la orientación de la rampa justo hacia el norte geográfico lo que puede influir en un ligero descenso de la temperatura respecto a la ciudad de Toledo. Teniendo en cuenta estos factores la zona de Cigarrales presenta un clima mediterráneo continentalizado semiárido.

La tercera unidad geomorfológica del paisaje es la “Vega del Tajo”. Esta unidad tiene escasa presencia en el área de Cigarrales pero dada su importancia para entender la formación del paisaje del entorno de Toledo y sus cigarrales, se hace necesaria su descripción. El proceso geomorfológico asociado a la formación de esta unidad y que ha influido en el modelado del relieve en el entorno de los cigarrales, es el proceso de encajamiento que ha sufrido el río Tajo en varios pulsos desde épocas pliocuaternarias. El río se ha ido encajando en el entorno de la ciudad de Toledo a favor de la banda de contacto entre el Macizo Cristalino con los materiales detríticos de la cuenca sedimentaria miocena que caracterizan a la Campiña. Como resultado de este continuo encajamiento el río ha ido dejando a lo largo de su propia historia varios niveles de depósitos fluviales que en la actualidad se pueden presentar o preservar como retazos escalonados de terrazas en la margen derecha, sobre todo después de su paso por la ciudad de Toledo, o bien aparecen asociadas al lado Norte de la falla que pasa al Sur de la ciudad, o de forma continua y escalonada aguas arriba, pudiendo haber en ocasiones solapamiento en los depósitos fluviales. También se generan depósitos de tipo coluvionar al pie de los escarpes.

En cuanto a las temperaturas, el rasgo más característico es su variación estacional, con veranos secos y calurosos, e inviernos fríos. Esta particularidad se debe al efecto del anticiclón de las Azores durante el periodo estival, y a la entrada de masas de aire frío oceánicas y continentales durante el invierno. También hay que considerar que aunque la zona tenga un alto grado de continentalidad la proximidad del valle del Tajo puede suavizar en cierta medida este valor. Los datos de temperaturas y pluviosidad se han tomado de los existentes en el Observatorio de la capital de Toledo (Lorenzana). La temperatura media anual es de 15 ºC, la oscilación de temperaturas diarias máxima y mínima a lo largo del año puede variar entre 20 y 30 ºC. El mes más frío es enero con una temperatura media de 5,9 ºC alcanzando temperaturas bajo cero, y el más cálido es julio con una temperatura media de 26,1 ºC alcanzando temperaturas por encima de los 40 ºC. Las precipitaciones en general son escasas, con una pluviometría media anual de 376 mm, concentrándose principalmente en primavera (entre 36 y 41 mm de precipitación media mensual) y a finales del otoño (entre 36 y 45 mm de p. media mensual). El periodo más seco comprende los meses de julio y agosto (con 12,5 y 8 mm respectivamente de precipitación media mensual). Durante la estación invernal suele darse otro periodo de estiaje menos marcado pero con escasas precipitaciones.

Una particularidad de la incisión del río a su paso por Toledo es que después de haber ido encajado a favor del contacto entre los materiales detríticos miocenos de La Campiña y las migmatitas de la Rampa Cristalina, el río excava bruscamente un pequeño cañón en forma de meandro sobre las rocas

10 Pérez-González, A. y Gallardo, J. op. cit., 2004. 11 Arija Blázquez, D., op.cit., 2004.

Según la clasificación de Papadakis, el clima de la zona de Cigarrales es de tipo Mediterráneo Continental, con un régi-

12 Muñoz Jiménez, J. op. cit., 1986.

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men térmico continental cálido-semicálido y un régimen de humedad mediterráneo seco. En los últimos diez mil años el clima, correspondiente a una época cálida, no ha sido uniforme ya que ha habido momentos muchos más fríos que los actuales y tiempos tan cálidos o más que el presente. Pero estas oscilaciones de pequeña escala son casi despreciables comparadas con los grandes cambios climáticos en los últimos millones de años13. Estas variaciones climáticas son responsables del continuo modelado del relieve que ha venido ocurriendo en el ámbito de estudio desde al menos el Oligoceno (hace unos 30 millones de años).

1.5. La hidrología de Los Cigarrales 1.5.1. Hidrología superficial Aunque no quede incluido dentro de la zona de estudio, el río Tajo condiciona el funcionamiento de la red de drenaje secundaria que discurre en dirección sur-norte por el área cigarralera. Dicho río se encuentra en su curso medio y discurre con un cauce meandriforme hacia el oeste, encajándose en las rocas del macizo cristalino formando el conocido “Torno del Tajo”.

Fig. 7. Hidrogeología de los cigarrales. Sombreados la Quinta de Mirabel y el cigarral de Menores.

alimentan la cabecera de arroyos como el de la Pozuela. La zona de Cigarrales no parece tener una importante reserva hídrica tanto superficial como subterránea, pero sí lo suficiente como para poder disponer de cierto volumen de agua, aunque condicionado a los periodos de pluviosidad. Esta disponibilidad del agua como recurso ha sido fundamental en Los Cigarrales para el asentamiento humano a lo largo de la historia, realizándose incluso canalizaciones y pozos para mantener a lo largo del año, sobre todo en los periodos de estiaje, un mínimo caudal para su consumo agrícola y humano.

La red de drenaje que pasa por la zona de Cigarrales discurre a favor de la pendiente general de la Rampa Cristalina encajándose ocasionalmente en la roca migmatítica. Se compone de cuatro arroyos principales: hacia el Oeste coincidiendo en el límite del ámbito de estudio se encuentra el arroyo del Morterón, en la parte central se encuentra el arroyo de la Pozuela, hacia la mitad oriental se localiza el arroyo de la Degollada y en el límite Este de la zona de estudio se enmarca el cauce del arroyo de la Rosa. Todos estos arroyos tienen un carácter netamente estacional, manteniendo un cierto cauce en los periodos estacionales de más pluviosidad, es decir, en la primavera y a finales del otoño.

2. LA ACCIÓN ANTRÓPICA Desde un punto de vista no antropocéntrico, los procesos antrópicos podrían interpretarse como otro factor importante a considerar dentro de los biológicos en la transformación del medio y del propio paisaje, aunque en determinadas zonas esta acción humana pueda llegar a ser la componente fundamental del paisaje debido a la intensa transformación del medio natural. Este proceso de cambio del ser humano sobre el medio comienza a partir del Neolítico, ya que es el momento cronocultural en que se pasa de una economía cazadorarecolectora a una economía basada en la explotación de recursos agrícolas y ganaderos. Desde aquel momento hasta la actualidad la transformación del medio por el hombre ha ido creciendo debido a la deforestación de los bosques en favor de la agricultura y la ganadería, así como para la ubicación y expansión de nuevas ocupaciones urbanas y rurales. Pero es como consecuencia de la Revolución Industrial cuando se va intensificando la transformación del entorno, siendo mucho más acentuada en el último siglo coincidiendo con un crecimiento exponencial de la población que viene acompañado de una continua expansión urbanística, una sobreexplotación de los recursos, un aumento de las infraestructuras lineales, etc., lo que supone un incremento de la acción humana sobre el paisaje.

1.5.2. Hidrogeología El ámbito de Los Cigarrales no parece ser una zona caracterizada por la elevada presencia de aguas subterráneas, ya que su mayor extensión se encuentra sobre el sustrato geológico del CAT, si bien la capa de alteración de las migmatitas y granitoides presenta cierta permeabilidad y aunque no de origen a acuíferos importantes, puede generar un almacenamiento temporal de agua estando muy relacionado con los periodos de mayor pluviosidad, en primavera y a finales del otoño, ya que la recarga de estos acuíferos procede directamente del agua de lluvia. Puede existir algún porcentaje de agua subterránea muy minoritario asociado a las fracturas de las rocas del sustrato geológico. También es de considerar el acuífero subterráneo asociado a los materiales detríticos de la Raña de la Pozuela en el extremo sur de la zona de Cigarrales. El contacto en superficie con la roca migmática infrayacente e impermeable funciona como una alineación de pequeños manantiales que

13 Sanz Tablero, M., El paisaje. En Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente. Madrid, 1999.

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Fig. 8. Área de estudio con las principales infraestructuras contemporáneas.

3. EL SUELO, INTERACCIÓN ENTRE EL MEDIO ABIÓTICO Y EL BIÓTICO

pudieron observar en el sondeo 1 realizado en el Cigarral de Menores. Estos suelos corresponden según la clasificación de la Soil Taxonomy (1992) a Entisoles del suborden Orthents y del grupo Udorthents.

Los suelos de la zona de Cigarrales son suelos en general poco evolucionados. Se trata de suelos que presentan un perfil uniforme con escasa diversidad de horizontes. Se pueden diferenciar entre suelos poco evolucionados, debido a una escasa actividad en los procesos edáficos, y suelos indiferenciados, es decir, a los sometidos a procesos de ruptura de horizontes, los cuales no muestran una clara distinción entre los horizontes que forman el perfil.

Cuando existe un cierto aporte lateral de sedimento (coluviones a favor de las laderas), o una alteración “in situ” intensa o arenización del sustrato rocoso se genera un horizonte subsuperficial denominado B cámbico o Bw, denominándose a estos suelos Cambisoles dístricos (según la FAO-UNESCO) (sondeos 2 y 3 del Cigarral de Menores). Esto ocurre en las pequeñas depresiones o aterrazamientos medios e inferiores, donde se acumula algo de material detrítico a favor de la pendiente o por alteración intensa de la roca, suficiente para que el suelo pueda evolucionar algo y aparezca el horizonte B cámbico. Además del horizonte B, estos suelos tienen un horizonte A ócrico y el grado de saturación es menor del 50% por lo menos en alguna parte del horizonte B. Estos suelos corresponden según la clasificación de la Soil Taxonomy (1992) a Inceptisoles del suborden Ochrepts y del grupo Dystrocherpts.

Los suelos generados en Los Cigarrales lo hacen a partir de un sustrato rocoso aflorante casi en superficie compuesto por gneises y migmatitas, cuya morfología superficial, alomada, con pendientes suaves y medias. Dicha morfología condiciona también la formación de los suelos. Este sustrato cristalino presenta en superficie ocasionalmente una zona de alteración (alterita) en la que la roca aparece fracturada, disgregada y también transformada en un sedimento arenoso o limoso denominado “regolito” (Horizonte C). Estos factores más la escasa presencia de aportes coluvionares laterales, hacen que los suelos de esta zona sean suelos pobres, de escasa potencia y poco evolucionados, pese a poder tener una edad antigua, se podrían denominar también suelos incipientes. En las lomas y laderas de erosión, los suelos desarrollados (según la clasificación de la FAO-UNESCO) configuran una asociación de Leptosoles líticos (como resultado de continuos procesos erosivos) y Leptosoles dístricos, cuando presentan un horizonte de diagnóstico superficial A ócrico y un grado de saturación menor del 50%, son suelos muy poco profundos (entre 20 y 10 cm), encontrándose como material original una roca dura. El proceso de formación de estos suelos es muy lento. Sus características físicas son la escasa retención de agua, motivada por su débil espesor y por su textura gruesa, suelos muy permeables y normalmente con escaso contenido de materia orgánica. Los procesos erosivos son determinantes en la falta de evolución de estos suelos debido a que el material original (granito, pizarra, cuarcita) ofrece una fuerte resistencia física a la meteorización y a que en la mayoría de las ocasiones soportan escasa vegetación. Estas características son las que se

Estos suelos generados en los mantos de alteración (alterita) presentan unas condiciones mínimas para poder utilizarlos como suelo agrícola aunque no de una manera muy intensiva, ya que no son muy ricos en nutrientes, pero sí aceptarían cultivos de árboles frutales, olivares, vides y encinares adehesados como corresponde a la vegetación potencial de bosque esclerófilo de esta zona. Parece claro que esta mínima productividad en los suelos de Los Cigarrales es un factor muy importante en la ocupación y la actividad humana desarrollada en estas fincas a lo largo de su historia.

4. PROCESOS GEOLÓGICOS, CLIMÁTICOS Y BIOLÓGICOS QUE CONFORMAN EL PAISAJE CIGARRALERO La fase de transformación del medio por parte del hombre, aunque muy intensa, supone temporalmente una milésima parte respecto a las distintas fases tectónicas, sedimentarias y erosivas que se han dado a lo largo de la historia geológica

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de la Tierra y en concreto en el entorno de Toledo. Estas etapas o fases geológicas son las responsables de la distribución y composición de los distintos materiales que constituyen la geología del ámbito cigarralero de Toledo, así como de la deformación, sedimentación y erosión de estos mismos materiales, originando también un proceso de modelado del relieve que ha durado hasta la actualidad y que está en continua evolución, siendo la actividad humana un agente importante en la modelización del terreno desde la aparición de las antiguas sociedades de agricultores-ganaderos hasta nuestros días. Tras varios millones de años de actividad de las fuerzas transformadoras de la corteza terrestre, se puede ver en la actualidad el resultado y la disposición de los distintos dominios geológicos plasmados en la superficie terrestre, quedando acotados para el presente estudio las distintas unidades geológicas que quedan dentro del entorno de los Cigarrales de Toledo. En el entorno de Toledo existen materiales geológicos que se originaron en diferentes épocas geológicas, con lo cual hay que tener en cuenta que a lo largo de la historia geológica que ha acontecido en el espacio físico que ocupa hoy el término de Toledo, se han generado distintos materiales geológicos relacionados con variados ambientes marinos y continentales. La imagen mental que nos sugieren estos tipos de ambientes o medios puede relacionarse con los paisajes y faunas que podemos ver hoy en día en otras latitudes donde pueden darse ese tipo de ambientes o similares. En este caso hay que considerar al paisaje desde un punto de vista ecológico-geográfico.

Fig. 9. Sondeos 1 y 2 del Cigarral de Menores.

Los materiales originales más antiguos y generados en el entorno de Toledo antes de sus transformaciones metamórficas se corresponden con arcillas y arenas cuarcíticas que se originaron entre 600 y 430 millones de años en un medio marino y que en la actualidad aparecen como pizarras y cuarcitas arenosas donde en ocasiones se pueden encontrar restos de fauna marina. Posteriormente (hace unos 320 m.a.) tiene lugar una fase tectónica (Fase Hercínica o Varisca) donde se produce un choque entre los antiguos continentes o zócalos en la que todos los depósitos marinos generados anteriormente sufren un plegamiento y una transformación, dando como resultado un gran sistema montañoso. Esta fase tectónica se mantiene durante algunos millones de años produciéndose movimientos de elevación y de hundimiento a favor de las fallas generadas, dando lugar a la transformación de las rocas situadas en la falla, lo que originará la formación de la “Milonita de Toledo”, cuyos restos se mantienen hasta la actualidad hacia el Sur de Toledo, concretamente en la Sierra de Nambroca. Hace unos 290 m.a. se produce una activación térmica bajo las rocas plegadas con anterioridad dándose un ascenso lento del magma generándose distintos tipos de granitos y como resultado de estos cambios de presión y temperatura en las rocas, éstas sufren transformaciones metamórficas de diferente tipo y grado formándose pizarras, cuarcitas arenosas, gneises, migmatitas, etc. Posteriormente se genera un gran número de filones hidrotermales que atraviesan los materiales ígneos y metamórficos, presentando mineralizaciones metálicas que han sido explotadas desde tiempos prehistóricos (NeolíticoCalcolítico) hasta épocas recientes. La mayor parte de la red filoniana aparece hacia el Sur y fuera del término de Toledo, siguiendo la dirección de la banda milonítica de Toledo, aunque son posteriores a las deformaciones de la misma. Destacan los abundantes yacimientos de sulfuros de tipo Blenda-Pirita-Galena-Calcopirita en torno al valle del arroyo Guajaraz,

Fig. 10. Plano de la edafología de los cigarrales. Silueteados la Quinta de Mirabel y el Cigarral de Menores.

fundamentalmente en el término de Mazarambroz14. Después de estos acontecimientos se produce durante un largo periodo de tiempo geológico (200 m.a.) una continuada erosión y desmantelamiento de las montañas originadas con anterioridad, generándose grandes planicies que en el caso de Toledo se pueden relacionar con los primeros estadios de arrasamiento que más adelante originarán la Rampa Cristalina de Toledo. Posteriormente, hace unos 80 m.a. se produce un ascenso relativo del nivel del mar quedando la Rampa Cristalina parcialmente cubierta y depositándose sobre ella fangos calcáreos correspondientes a un mar tropical. Hace 70 m.a. el mar se va retirando y quedan zonas encharcadas o pantanosas habitadas entre otra fauna por cocodrilos, tortugas y los últimos dinosaurios15.

14 Alonso Azcárate, J. y Díez Herrero, A., op. cit, 2004. 15 Ibidem.

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Fig.11. Vista general de la formación de tipo raña de La Pozuela, se continúa a lo largo de la loma que hace también de divisoria de aguas. Al fondo se observa el Cerro de Layos (1084m).

Es a partir del Oligoceno (hace 30 m.a.) cuando empieza a quedar delimitada realmente la Rampa Cristalina de Toledo, como resultado del ataque erosivo sobre gran parte del zócalo hercínico, siendo el resultado de una muy larga y compleja morfogénesis que ha tenido lugar hasta épocas recientes (Muñoz Jiménez, 198617). Como consecuencia de este desmantelamiento afloran en superficie los granitos y otras rocas de la raíz de la cordillera formadas en épocas anteriores.

Después, hace unos 60 m.a. se inicia otra gran fase tectónica, pero no será hasta llegar hacia el final del Eoceno y el inicio del Oligoceno (entre los 40 y 28 millones de años), cuando tiene lugar el comienzo de la Orogenia Alpina (relacionada con sucesivas etapas de compresión entre las placas euroasiática y africana) que originará el emplazamiento y elevación en varios pulsos del Sistema Central y de los Montes de Toledo, produciéndose un complejo sistema de fracturas y fallas en el basamento hercínico, así como una reactivación de las fracturas tardihercínicas que afectarán también a los materiales mesozoicos depositados sobre el zócalo16, quedando a su vez plegados. En ocasiones se pueden observar pequeños afloramientos en los bordes de los macizos hercínicos, como ocurre muy localmente en el entorno de Toledo, apareciendo plegados y asociados a la falla del sur de Toledo. Pero donde se esconden la mayor parte de los materiales mesozoicos es en el fondo de la cuenca neógena sobre el zócalo hercínico.

Es también entre el Oligoceno superior (hace más de 23 m.a.) y sobre todo durante gran parte del Mioceno (hasta los 11 m.a.), cuando se originan la mayor parte de los sedimentos que rellenan la Cuenca neógena de Madrid. Como consecuencia de los sucesivos pulsos tectónicos alpinos de esta época, se produce una continua elevación o generación de los relieves circundantes como en el Sistema Central, los Montes de Toledo y también en la Sierra de Altomira, los cuales funcionaron como áreas madre o áreas de aporte de sedimentos en la formación de amplios sistemas de abanicos aluviales coalescentes depositados al pie de estas zonas elevadas (sierras) y que llegaron hasta el centro de la cuenca, donde se localizaban lagos y charcas con diferente carácter salino en función de las variaciones climáticas. El paisaje que podría darse de forma genérica

16 Portero, J.M. y Aznar, J.M., Evolución morfotectónica y sedimentación terciarias en el Sistema Central y cuencas limítrofes (Duero y Tajo), en I Congreso Español de Geología, III (Segovia, 9 a 14 de abril de 1984). Madrid, 1984, pp. 253-263; Vegas, R., Vázquez, J.T. y Marcos, A., “Tectónica alpina y morfogénesis en el Sistema Central español: Modelo de deformación continental distribuida”, Geogaceta, 1, 1986, pp. 24-25.

17 Muñoz Jiménez, J., op. cit, 1986.

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Fig. 12. Vista de Toledo desde el vértice geodésico de La Pozuela. En primer término se encuentran los depósitos detríticos correspondientes a la Raña de La Pozuela, hacia abajo aparecen zonas alomadas o con pequeños cerros que se corresponden con las rocas migmatíticas del Complejo Anatéctico de Toledo y finalmente existe un gran desnivel a modo de farallón hasta alcanzar el propio río.

durante esta época es atribuible al de una sabana actual, entre otras razones porque en los numerosos yacimientos de vertebrados encontrados en estos depósitos se ha hallado fauna similar a la de la sabana actual, como grandes depredadores, jirafas, mastodontes, rinocerontes, caballos, tortugas, etc.

se relaciona con otra reactivación tectónica, pero esta vez va a afectar también a los materiales del Mioceno, originando pliegues, abombamientos y fracturas, correspondiéndose con la Fase Iberomanchega I definida por Aguirre y PérezGonzález18, produciéndose un arrasamiento que es general en toda la Meseta, bajo un clima contrastado y al menos estacionalmente más árido. Sobre esta superficie de erosión se depositan materiales detríticos rojizos de origen fluvial, con encostramientos edáficos que conforman los materiales de la “Mesa de Ocaña”. Posteriormente, tras un nuevo episodio de deformación y arrasamiento que se corresponde con la Fase Iberomanchega II de Aguirre19, se acentúa el basculamiento general de la Península hacia el Suroeste, lo que origina la desaparición de las cuencas endorreicas y favorece la for-

Los yacimientos miocenos de vertebrados documentados en la provincia de Toledo son escasos, probablemente su ausencia se deba más a la falta de estudios paleontológicos realizados en la comunidad manchega, que a su inexistencia. Esta afirmación se basa en que los nuevos yacimientos descubiertos en la provincia de Toledo (Torrijos 2; Villaluenga, Mesegar y Malcovadeso) lo han sido independientemente de las propias actuaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Yacimientos como el de Torrijos son la evidencia de la presencia de asociaciones faunísticas fósiles con gran valor paleontológico. Su descubrimiento ha sido debido en gran parte a la realización de la Cartografía geológica de la zona, promovida por el Instituto geológico y Minero de España (IGME).

18 Aguirre, E., López Martínez, N. y Morales, J., “Continental faunas in Southeast Spain related to the Messinian”, en II significato Geodinamico della crisis di salinita del Mioceno terminal en el Mediterraneo. Messinian Seminar, 2, 1976, pp. 62-63; Pérez-González, A., “El límite Plioceno-Pleistoceno en la submeseta meridional en base a los datos geomorfológicos y estratigráficos”. Trabajos sobre NeógenoCuaternario, 9, 1979, pp. 23-36 y Neógeno y Cuaternario de la llanura manchega y sus relaciones con la Cuenca de Madrid. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 1982.

La colmatación neógena de la Cuenca de Madrid se cierra con una serie de sucesos de erosión y acumulación. El tránsito entre el Mioceno y el Plioceno viene marcado por una discordancia erosiva sobre la llamada “Caliza del Páramo” en la que se originan procesos kársticos. Esta discontinuidad

19 Aguirre, E. et alii, Continental, op. cit., 1976.

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5. IMPLICACIONES GEOARQUEOLÓGICAS DEL ÁREA DE LOS CIGARRALES Y LA RAÑA DE LA POZUELA

mación y desembocadura hacia el mar de sistemas fluviales principales como el propio río Tajo, que concentran el agua de otros ríos y arroyos tributarios cuyas cabeceras se encuentran dentro o al pie de los sistemas montañosos que rodean la antigua cuenca. Sobre las superficies erosivas generadas a partir de este basculamiento, se instalan los mantos aluviales de piedemonte, conocidos como “Rañas” que marcan el comienzo de la sucesión de episodios áridos frescos y templados más húmedos, precursores del clima que caracterizará todo el Cuaternario hasta la actualidad. Un ejemplo de estos mantos de piedemonte es la “Raña de La Pozuela”, hacia el extremo Sur del término municipal de Toledo.

En relación al área cigarralera, son diferentes los aspectos del medio físico que condicionan la escasa presencia humana durante el Pleistoceno en contraposición a la intensa presencia humana en el cercano valle del Tajo: 1) la ausencia de medios sedimentarios como son las terrazas del Tajo que pudieran conservar en estratigrafía evidencias de industrias líticas y restos paleontológicos en niveles de media energía (arenas medias-gruesas y gravas) o de baja energía (arcillas y limos); 2) no se constatan en el área de estudio formaciones kársticas (abrigos, covachas y cuevas) en las que pudieran registrarse niveles de ocupación paleolítica, siendo ocupadas intensamente por las bandas de cazadores-recolectores, sobre todo en momentos de máximo glaciar, en otros ámbitos geográficos; 3) la inexistencia de extensas zonas con depósitos de agregados (nódulos y fragmentos naturales de sílex y cuarcita fundamentalmente) procedentes del desmantelamiento de afloramientos de materia prima apta para la talla lítica. Los únicos medios en los que existen cantos subangulosos y subredondeados de cuarcita en la zona cigarralera son los arroyuelos que erosionan la raña de La Pozuela (mantos de materiales detríticos plio-pleistocenos) cuya área fuente son las cercanas cuarcitas que afloran en las estribaciones septentrionales de los Montes de Toledo (Sierras de Noez y Nambroca). No obstante, el escaso desarrollo y extensión de dichas zonas hace poco probable que existan yacimientos paleolíticos relacionados con el aprovisionamiento de materia prima lítica. La zona más cercana de aprovisionamiento de cuarcita y sílex con gran densidad de soportes aptos para la talla serían los propios márgenes del río Tajo durante el Pleistoceno.

Es en las etapas más tempranas de la sucesión climática cuaternaria cuando se generan amplias superficies de arrasamiento sobre las arenas arcósicas groseras de las Facies Madrid o Toledo, depositadas con anterioridad. Estas formas de erosión son coetáneas en su génesis con las primeras terrazas del sistema Jarama-Henares, por lo tanto, son posteriores a la Raña y de edad Pleistoceno Inferior antiguo20, aunque hasta hace poco se les asignaba una edad genérica Plio-cuaternaria. La continuada incisión de los principales cursos fluviales dará lugar al desmantelamiento de estas superficies o “Rampas arenofeldespáticas”21, que han funcionado como divisoria de aguas hasta la actualidad. De este modo los retazos de la Superficie de Las Rozas-Griñón hacen de divisoria de las cuencas hidrográficas de los ríos Guadarrama y Tajo. Hacia el Norte del término municipal de Toledo existen los retazos más meridionales de esta rampa conocida como Superficie de Bargas-Olías. Seguidamente a la formación erosiva de las superficies o rampas, la red fluvial se va encajando progresivamente en sucesivos episodios de incisión, ensanche y relleno, dando lugar a un conjunto de terrazas escalonadas y glacis formados topográficamente por debajo de las citadas superficies. El encajamiento del río es tan evidente en la morfología del valle que en un determinado momento secciona las rocas migmatíticas del Complejo Anatéctico de Toledo a modo de meandro que “estrangula” un pequeño pedazo de las rocas hercínicas generando lo que se conoce como el “Torno del Tajo en Toledo”, y en donde queda emplazada la ciudad de Toledo desde su origen. En los alrededores de Toledo se pueden observar sobre todo en la margen derecha o Norte del Tajo varios retazos de depósitos fluviales escalonados denominados terrazas; los más antiguos se depositaron hace más de 1 m.a. y se sitúan a 110 m por encima del actual cauce del río. Durante el Cuaternario el paisaje de las riberas del río se fue poblando de mamuts e hipopótamos primitivos, así como hienas, ciervos, osos, toros y otros animales, desapareciendo también varios de ellos a medida que las condiciones climáticas variaban como ocurre en los tránsitos entre los periodos glaciares e interglaciares que caracterizan esta época. Asociados a esta fauna aparecen en el Paleolítico las poblaciones humanas de cazadores-recolectores que frecuentaban también la ribera del Tajo para aprovisionarse de recursos bióticos y abióticos, hecho confirmado por la presencia de industria lítica en estos depósitos cuaternarios.

Por tanto, al sur del río Tajo y sobre la Meseta Cristalina se desarrollan frecuentes formaciones detríticas, cuyo origen está asociado a procesos de erosión y transporte de materiales procedentes de la Meseta Cristalina. Estos procesos tuvieron lugar durante el Plioceno y el Pleistoceno Inferior, recubriendo muchas zonas de la plataforma cristalina. La formación más importante por su extensión es La Pozuela, depósito de tipo raña, compuesto por arenas arcillosas de colores rojizos con abundantes cantos de cuarcita de variada redondez y angulosidad. La raña de La Pozuela se extiende desde el piedemonte del Cerro de Layos hasta el vértice de Pozuela, de donde toma su nombre, al sur de Toledo y localizándose en el extremo sur del Cigarral de la Quinta Mirabel. Se ha constatado la explotación de materia prima lítica en las formaciones de raña en las vertientes septentrionales y meridionales de los Montes de Toledo y Campo de Calatrava durante el Paleolítico antiguo22, así como en las vertientes meridionales

22 Santonja, M., “La adaptación al medio en el Paleolítico inferior de la Península Ibérica. Elementos para una reflexión”, en A. Moure Romanillo (ed.): Elefantes, Ciervos y Ovicaprinos. Economía y aprovechamiento del medio en la Prehistoria de España y Portugal, 1992, pp. 37-76 y “The Lower Palaeolithic in Spain: sites, raw material and occupation of the land”, en: N. Moloney, L. Raposo y M. Santonja (eds.): Non-flint stone tools and the Palaeolithic occupation of the Iberian Peninsula. BAR International Series 649, Oxford, 1996, pp. 1-20; Ciudad Serrano, A., “Exploitation of local raw material for prehistoric tolos in the area of La Mancha (Southern Meseta of the Span-

20 Pérez-González, A. op. cit., 1994. 21 Vaudour, J. op. cit., 1979.

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and the Palaeolithic occupation of the Iberian Peninsula. BAR International Series 639, pp. 131-134.

de Las Villuercas23. Por tanto, las extensas cubiertas detríticas de las estribaciones septentrionales de los Montes de Toledo, donde abundan los cantos cuarcíticos, serían áreas potenciales de aprovisionamiento y talla lítica durante las diferentes fases del Pleistoceno.

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LAS PRIMERAS TRASFORMACIONES EN EL PAISAJE: EL POBLAMIENTO EN LA PREHISTORIA RECIENTE EN EL ÁREA CIGARRALERA

1. REGISTRO ARQUEOLÓGICO: LOS TRABAJOS DE PROSPECCIÓN EN EL ÁREA CIGARRALERA De acuerdo con el modelo de trabajo que hemos descrito al abordar el estudio de los criterios metodológicos utilizados, se ha realizado un exhaustivo trabajo que partió del vaciado bibliográfico/cartográfico de la Carta Arqueológica de CastillaLa Mancha, del análisis de la fotografía aérea disponible de la zona y de la prospección arqueológica de las zonas seleccionadas en el área cigarralera, que nos ha permitido obtener nuevos e interesantes datos sobre el origen del poblamiento humano en torno a Toledo durante la conocida como Prehistoria reciente (fig. 1 y 2).

Germán López López, Jesús Carrobles Santos y Jorge Morín de Pablos

El trabajo de campo consistió en una prospección intensiva del Cigarral de Menores, de la Quinta de Mirabel, de la antigua dehesa de Pozuela y del área cercana al Cerro del Bu por la excepcional importancia de los restos allí conocidos. Su ejecución nos permitió localizar algunos yacimientos inéditos, así como establecer secuencias cronoculturales más precisas para otros, caso de lo ocurrido en el yacimiento de la Casa de la Alpargatita, que aparecía en la Carta Arqueológica como un enclave de Prehistoria reciente sin diferenciar. En él hemos localizado restos líticos y materiales cerámicos campaniformes, que permiten una interpretación cronológica mucho más precisa de la unidad de paisaje en la que se desarrolló el asentamiento.

El origen de la ciudad de Toledo fue el resultado de un largo proceso histórico condicionado por la existencia de diferentes ecosistemas en las inmediaciones de un destacado peñón y un importante vado sobre el Tajo. Su importancia explica la que alcanzan sus pobladores desde un momento avanzado de la Edad del Bronce, en el que pasaron a ser los protagonistas y dinamizadores de muchos de los cambios que vamos a describir a continuación. La principal consecuencia de todas estas coincidencias fue que desde momentos muy antiguos, se organizó en el espacio más inmediato a lo que hoy es el casco histórico de la ciudad de Toledo, un modelo de poblamiento cada vez más diferenciado del que existió en la mayor parte del resto de tierras del sector central del valle del Tajo. Una situación excepcional que permitió la creación de uno de los asentamientos de mayor extensión de los que conocemos al final de la Edad del Bronce, y que poco después, se convertiría en una auténtica ciudad por la evolución de la propia sociedad local antes de la llegada de Roma.

En una primera valoración de los resultados obtenidos, hay que destacar el hallazgo y estudio de este yacimiento de la Casa de la Alpargatita que muestra materiales antiguos datados en un amplio periodo de tiempo comprendido entre el Neolítico y el Calcolítico. Se localiza en la ladera de la casa homónima, junto a la Fuente del Cardenal, uno de los manantiales más conocidos de la zona en las últimas llanuras sedimentarias existentes antes del comienzo de los relieves complejos que impone el curso de las aguas del Tajo (fig. 3). En él se encontraron algunos útiles líticos bien trabajados y abundante material cerámico, en el que destacan varios fragmentos

Su conocimiento es fundamental para entender el papel que jugó el espacio comprendido en el área cigarralera durante la Prehistoria Reciente.

Fig. 1. Plano con los yacimientos de Prehistoria Reciente en el Término Municipal de Toledo.

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Fig. 2. SIG con los yacimientos de Prehistoria Reciente en el Término Municipal de Toledo.

de clara filiación campaniforme de tipo Ciempozuelos (fig. 4). Tan interesantes como los materiales son algunas estructuras. Es el caso de un probable espacio tumular que ocupa un lugar central y destacado en la pequeña vaguada inundable comprendida entre la Fuente del Cardenal y el asentamiento (fig. 5). Su apariencia y disposición parecen relacionarlo con el túmulo del Castillejo (Huecas, Toledo)1, cuya posición era la

única altura sobresaliente en el Valle de Huecas. Por otro lado, desde un punto de vista geomorfológico no cabe duda que nos encontramos ante una construcción artificial en el paisaje natural, altura que fue aprovechada siglos más tarde para ubicar la era de la Casa de la Alpargatita en época contemporánea. Mucho más numerosos son los asentamientos documentados en altura, entre los que destaca el Cerro del Bu (fig. 6), bien conocido de la bibliografía por haber sido objeto de diferentes campañas de excavación y del que luego nos ocuparemos en extenso. Junto a él, hay que destacar los yacimientos del Cerro de la Peña del Rey Moro, Cerros del Valle, Cerro de la Virgen de la Cabeza y Cerro del Parador (fig. 7 y 8). También hay que

1 Bueno, P., Barroso, R. y Balbín, R. Agricultores y metalúrgicos en el Valle de Huecas (Toledo), en Arqueología, Medio Ambiente y Obras Públicas. El valle de Huecas -Huecas, Toledo- (Toledo, 2009), 33-72.

Fig. 3. SIG. Detalle del área cigarralera con la localización de la Casa de la Alpargatita.

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Fig. 4. Casa de la Alpargatita. Cerámicas campaniformes.

incluir en este grupo los hallazgos realizados en otro pequeño asentamiento descubierto durante los trabajos de prospección en el Cigarral de Menores y que luego fue objeto de una campaña de excavación. (fig. 9).

mano adscribibles a un momento impreciso de la Edad del Bronce (fig. 10 a y b). No muy lejos de este yacimiento, se localiza el conocido como Cerros del Valle, que ocupa la cima de dos alturas situadas en la margen izquierda del arroyo de la Degollada, al sureste de la ciudad de Toledo y al sur de la Academia de Infantería. Se trata como decimos de dos alturas dotadas de un amplio dominio visual del entorno, en especial de los cerros cercanos entre los que destaca el Cerro del Bú, que queda situado inmediatamente al norte (fig. 11 a y b). En las prospecciones arqueológicas se han localizado escasos restos de materiales cerámicos de la Edad del Bronce (fig. 12 a y b).

En el Cerro de la Peña del Rey Moro se localizaron algunos materiales poco significativos. Aún así, su relativa presencia muestra la existencia de un asentamiento en la cima y en las laderas de este cerro, caracterizado por la existencia de importantes afloramientos de piedra metamórfica (gneis), en la zona conocida como “El Valle”. Presenta diferentes transformaciones recientes relacionadas con la cercana ermita de Nuestra Señora del Valle y su tradicional romería. A ella se debe la acumulación de todo tipo de materiales modernos entre los que aparecen algunos fragmentos de cerámica a

Fig. 5. Casa de la Alpargatita. Fotografía aérea, en la parte inferior de la imagen puede apreciarse el probable túmulo. Fuente: Google earth.

Fig. 6. Fotografía aérea del Cerro del Bu. Fuente: Google earth.

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Fig. 8. SIG con la localización del enclave de la Edad del Bronce en el Cerro del Bú y su relación con otros asentamientos.

Fig. 9. SIG con el emplazamiento de la Edad del Bronce en el Cigarral de Menores y su relación con otros asentamientos.

El Cerro de la Virgen de la Cabeza está situado en la confluencia del arroyo de la Cabeza, en su tramo más alto de Pozuela, con el río Tajo, al suroeste de la ciudad de Toledo. Es una elevación con laderas escarpadas hacia el Tajo, caracterizada de nuevo por la existencia de importantes afloramientos rocosos. En parte ha sido modificado por la realización de algunas viviendas y, sobre todo, por la construcción de la Ermita de la Virgen de la Cabeza, que ha provocado la urbanización de una parte

importante del yacimiento. De él proceden nuevas cerámicas que vuelven a presentar las mismas características que el resto de los hallazgos descritos hasta ahora y que sólo nos permiten fechar su ocupación en la Edad del Bronce (fig. 13 a y b). Hallazgos similares se vuelven a producir en el Cerro del Parador. En sus inmediaciones se localiza un nuevo yacimiento ocupando la parte alta de una pequeña elevación ubicada al

Fig. 7. Plano con la ubicación de los yacimientos de la Edad del Bronce en el área cigarralera.

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Fig. 11 a y b. SIG y Fotografía. Detalle del yacimiento de los Cerros del Valle

Fig. 10 a y b. SIG y fotografía. Detalle del yacimiento del Cerro de la Peña del Rey Moro.

norte del complejo hostelero. De él proceden nuevos y escasos fragmentos de cerámica a mano que sólo podemos datar en otro momento impreciso de la Edad del Bronce (fig. 14 a y b). Por último, en el Cigarral de Menores se localizó un pequeño asentamiento en altura, que posteriormente fue excavado en extensión lo que nos permitió confirmar la existencia de una breve ocupación en esta etapa (fig. 15). Destaca el hallazgo de varias láminas y núcleos de industria lítica que tampoco permiten precisar mucho su cronología (fig. 16). En este sentido, hay que señalar que el asentamiento de este período se encontraba totalmente destruido por las ocupaciones posteriores, que van desde época andalusí hasta la Guerra Civil española, a lo largo de más de mil años. Este enclave resume perfectamente las características apreciadas en el patrón del resto de los asentamientos descritos, con la excepción del existente en la Casa de la Alpargatita. Todos

Fig. 12 a y b. Cerros del Valle. Cerámicas a mano. Informes.

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Fig. 13 a y b. SIG y fotografía. Detalle del yacimiento del Cerro de la Virgen de la Cabeza.

Fig. 14 a y b. SIG y fotografía. Detalle del yacimiento del Cerro del Parador.

los demás se localizan en puntos elevados y relativamente aislados, dotados de un importante grado de visibilidad del territorio más cercano, en un ambiente en el que aún domina el bosque mediterráneo. La presencia de todos estos yacimientos en el espacio estudiado muestra que no estamos ante ningún tipo de comportamiento aislado o de encastillamiento puntual,

sino ante un modelo originado por el aprovechamiento del territorio, de una manera concreta y selectiva, a lo largo del II milenio a.C.

Fig. 16. Industria lítica documentada en la excavación del Cigarral 3. Fig. 15. Fotografía. Detalle del yacimiento del Cigarral 3 antes de su excavación.

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2. EL PAISAJE Y SU MODIFICACIÓN ANTRÓPICA DURANTE LA PREHISTORIA RECIENTE: EL NEOLÍTICO Y CALCOLÍTICO

La principal consecuencia fue la aparición de zonas aclaradas cada vez más amplias, que se verían sometidas a sistemas de aprovechamiento intensivos.

Los datos conocidos hasta ahora y los que ahora damos a conocer, permiten conocer como a partir del VI milenio B.P. empezamos a contar con datos significativos de la presencia del hombre en este sector del Valle del Tajo. Este poblamiento sería el resultado de la evolución de los escasos grupos humanos que habitaban la zona con anterioridad, tras haber desarrollado la intensificación del aprovechamiento de algunos de los recursos más característicos del espacio físico en el que vivían, para dar lugar al inicio de la producción de los primeros alimentos.

Las primeras evidencias de domesticación del paisaje agrario en el área toledana nos remiten al V milenio B.P., aunque sus consecuencias se harán evidentes mucho tiempo después. Se trata de una fase que conocemos mejor por el registro funerario que por sus lugares de habitación, que debieron de estar necesariamente cerca de éstos. Su origen hay que buscarlo en grupos de reducido tamaño, con una economía mixta agropastoril que, debido a su bajo rendimiento, necesitaban frecuentes traslados dentro de un mismo territorio. Pese a esta relativa movilidad, de la que es fiel reflejo lo perecedero de las estructuras de habitación documentadas, dichos grupos comenzarán a desarrollar cierto sentido de territorialidad con el fin de asegurarse el acceso a determinados recursos críticos. Un modo de vincularse con el espacio que tendrá reflejo en la aparición de las primeras fórmulas funerarias complejas como son los dólmenes de Azután3 o de Navalcán4, así como en las estructuras tumulares del valle de Las Higueras de Huecas, que actuarían a modo de “escrituras de propiedad” al vincular al grupo con el territorio a través de sus ancestros5

Este periodo, el de la Prehistoria Reciente, se desarrolla durante el Holoceno Final, gran parte en el período climático Subboreal (5.000-2.500 B.P.), y está caracterizado por un aumento de la continentalidad en el clima y un empeoramiento de las condiciones climáticas con una marcada tendencia al enfriamiento2. Su estudio en relación con el paisaje ha sido realizado recientemente por S. Sanz González en el valle del Ebro y el Levante peninsular, aunque sus datos son en parte extrapolables a nuestra zona de estudio. Gracias a todo ello, podemos afirmar que el medio en el que surgieron estas nuevas poblaciones estuvo dominado por una serie de especies vegetales, fundamentalmente por diferentes especies de Quercus, tanto de tipo perennifolio como caducifolio, que se documentan desde el Holoceno. La mayor representación de un tipo sobre otro se debe a factores de tipo microclimático y a la presencia del hombre que, en determinados momentos, parece haber favorecido a la encina para potenciar la explotación de un espacio adehesado aprovechable dentro de una economía ganadera (fig. 17).

Su implantación está ligada a la explotación de unos puntos concretos, generalmente los más productivos, que empezaron a destacarse del paisaje. Junto a ellos también adquirieron importancia las zonas destinadas a permitir el pasto de los primeros rebaños de ganado que, como ya hemos señalado,

3 Bueno, P. “Megalitos en la Meseta Sur: los dólmenes de Azután y La Estrella (Toledo)”, en Excavaciones Arqueológicas en España, 159 (Madrid, 1991); Bueno, P., Balbín, R. y Barroso, R. El dolmen de Azután (Toledo). Áreas de habitación y áreas funerarias en la cuenca interior del Tajo. UAH – Diputación de Toledo (Toledo, 2005).

Estos cambios son consecuencia por lo tanto del desarrollo de la actuación del hombre y se intensifican a partir de los 2.500 años BP, coincidiendo con la agresión generalizada sobre el bosque, que se tala y quema con fines agrícolas y/o ganaderos.

4 Bueno, P. et alii., El dolmen de Navalcán. El poblamiento megalítico en el Guadayerbas (Toledo, 1999). 5 Bueno, P. et alii., “Neolítico y Calcolítico en el término de Huecas (Toledo): el túmulo del Castillejo, campaña de 1998”, Trabajos de Prehistoria (Madrid, 1999) y Bueno, P., Balbín, R. y Barroso, R. “Valle de las Higueras (Huecas, Toledo, España). Una necrópolis Ciempozuelos con cuevas artificiales al interior de la Península”, Estudios Prehistóricos, VIII, 2000, 49-80,

2 López García, P. “Análisis polínicos de cuatro yacimientos arqueológicos situados en el Bajo Aragón”, en Aragón. Litoral Mediterráneo. Intercambios culturales durante la Prehistoria (Zaragoza, 1992), 235-242.

Fig. 17. Paisaje adehesado producto de la desforestación que tiene sus orígenes en la Prehistoria reciente. Quinta de Mirabel.

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hallazgos hasta momentos más tardíos, impidiendo con ello la definitiva consolidación de algunas de las vías de comunicación que iban a surcar la zona con posterioridad.

tomarían el aspecto de dehesa. Un primer paisaje domesticado en la misma medida que lo podía ser una especie vegetal o animal concreta, que se convirtió en la base de un sistema económico exitoso para numerosas poblaciones durante la Prehistoria y en uno de nuestros paisajes culturales más propio y antiguo.

3. LA DUALIDAD DEL POBLAMIENTO EN LA EDAD DEL BRONCE EN EL CURSO MEDIO DEL TAJO: LA LLANURA SEDIMENTARIA Y EL ÁREA CIGARRALERA

Estos asentamientos serían auténticas islas en un paisaje salvaje. Su crecimiento fue posible por la práctica de un sistema productivo en el que cobraron especial protagonismo las nuevas explotaciones agrícolas y ganaderas, obtenidas de forma cíclica en función de los periodos ligados al crecimiento natural de las especies domesticadas y al descanso necesario para permitir futuros aprovechamientos. Se trataba de un tipo de cultivos de escaso rendimiento que necesitaban frecuentes traslados, continuas rotaciones y, lógicamente, la itinerancia dentro de un mismo y amplio territorio.

La existencia de un medio tan diferente en los alrededores de la ciudad de Toledo y la convivencia de tradiciones distintas desde momentos muy antiguos en el valle del Tajo, dio lugar al desarrollo de una dualidad en los yacimientos toledanos durante la edad del Bronce, que tiene como consecuencia la formación de poblamientos muy distintos en torno a la ciudad durante la mayor parte del II milenio a.C.

La respuesta a esta situación fue el desarrollo, como decíamos, de una serie de símbolos de propiedad que incluían las primeras fórmulas funerarias complejas que conocemos, como son los primeros enterramientos colectivos, incluidos los que parecen documentarse en el entorno de la Casa de la Alpargatita en el área cigarralera, que constituye un magnífico ejemplo para conocer el inicio de este tipo de asentamientos mínimamente estables en los alrededores de Toledo.

Con la excepción del yacimiento de la Casa de la Alpargatita, que como decimos es único y pudo actuar como precedente para generar un modelo de explotación exitoso del área cigarralera, es en el II milenio a.C., en plena Edad del Bronce, cuando nos encontramos en las inmediaciones de Toledo con yacimientos pertenecientes a poblaciones cada vez mejor definidas que podemos asociar, por un lado con poblaciones estables y jerarquizadas, ubicadas en el área montañosa que se localiza al Sur de Toledo y, por otro, con poblaciones dotadas de una estructura social mucho más sencilla, generalmente emplazadas en la llanura sedimentaria, no muy lejos del curso del Tajo. En palabras de uno de nosotros, ante “dos facies en principio paralelas, que se dotaron de una cultura material muy distinta surgida de la desigual respuesta dada por cada uno de estos grupos para cubrir sus necesidades cada vez más dispares”7.

El estudio de los materiales localizados en este tipo de yacimientos, en especial del realizado a partir de los hallazgos de Huecas, muestran la importante presencia de objetos importados, que son fruto del propio proceso de complejidad que muestran algunas de sus realizaciones. También, del éxito alcanzado por el modelo económico con el que se dotaron estas poblaciones que permitió la obtención, por primera vez, de excedentes en la producción de algunos alimentos y la aparición de los primeros asentamientos verdaderamente estables que conocemos en la Meseta.

A las primeras pertenecerían los yacimientos que hemos documentado en el área cigarralera, en concreto las ocupaciones en alto a las que hemos hecho referencia, que sólo en algunos casos muestran una clara voluntad de permanencia en el territorio. Esta perdurabilidad vendría reflejada en la realización de infraestructuras de carácter comunal, como son los aterrazamientos o murallas y unas estructuras de habitación de mayor entidad, dotadas de zócalos de mampostería.

Este modelo de poblamiento se mantuvo hasta el III milenio a.C., cuando se produjo una nueva e importante intensificación de la economía de producción y generación de excedentes. Un hecho que dio como resultado el aumento de los grupos humanos y del número de yacimientos que conocemos, que queda reflejado en el registro arqueológico con la aparición de la cerámica campaniforme6,

Por el contrario, las ocupaciones localizadas en los fondos de los valles son reflejo de poblaciones no totalmente sedentarias, que se desplazaban por el territorio con unas prácticas agrarias mucho menos intensivas y estaban dotadas de una menor jerarquización interna.

En el área más cercana a Toledo destacan los hallazgos que ahora presentamos procedentes de la Casa de la Alpargatita. Su menor entidad en relación a los que vamos a estudiar en momentos algo más recientes, parece indicarnos el escaso valor dado aún al principal vado que domina la ciudad como consecuencia del predominio de las rutas que ponían en contacto las tierras de la costa atlántica con las del interior siguiendo el cauce del Tajo, en las que ni la ciudad ni su territorio han jugado nunca un papel destacado. A este hecho habría que añadir la escasa importancia alcanzada aún por el poblamiento de amplias zonas del interior de la Meseta, como parece ser el caso de La Mancha, en las que apenas se conocen

Su diferencia es más que notable también en otros aspectos del registro arqueológico, tal y como lo muestra el estudio de algunos de los yacimientos mejor conocidos en cada caso.

6 Garrido, R. El campaniforme en la Meseta Central de la Península Ibérica (c. 2500-2000 AC). BAR Internacional Series, 892 (Oxford, 2000).

7 Carrobles, J. El Origen de la ciudad. Prehistoria de Toledo (Toledo, 2008), 47.

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4. LOS ASENTAMIENTOS EN ALTURA EN EL ÁREA CIGARRALERA: EL CERRO DEL BU

que pueden alcanzar hasta 10 m. de diámetro. Constan de un zócalo de mampostería en el que se encaja una estructura de postes que sirven de armadura para unas paredes realizadas con un entramado de ramajes y manteado de barro. En el interior se conservan agujeros de poste, pavimentos de arcilla, hogares y estructuras de almacenaje. Bajo el pavimento de estas estructuras de habitación se realizaron algunos enterramientos que vuelven a mostrarnos el evidente deseo de territorialización de estas gentes, al sacralizar el espacio en el que habitaban con la utilización simbólica pero interesada de sus antepasados.

En el área cigarralera nos encontramos en la Edad del Bronce con la serie de asentamientos cuyo modelo de ocupación se desarrolla en altura. Éstos se sitúan en las cotas más altas del entorno, siendo el yacimiento más destacado el Cerro del Bú, aunque también se localizan como decimos en el Cerro del Parador, Piedra del Rey Moro, Cerros del Valle 1 y 2, Cerro de la Virgen de la Cabeza y Cigarral de Menores. Su dispersión muestra como decíamos, una ocupación densa del espacio como consecuencia de la utilización de un modelo de explotación que combinaba los núcleos centrales con un poblamiento ocasional en diferentes elevaciones, mucho menos perdurable.

La cerámica recuperada está representada principalmente por vasos de perfil simple, semiesféricos y ovoides, tanto abiertos como cerrados, así como ollas globulares, vasos troncocónicos y ollas de perfil ondulado. Aparecen también vasos con la línea de carena bien marcada, situada en el tercio inferior del recipiente y diámetro mayor que el de la boca del vaso. Las decoraciones se reducen a digitaciones sobre el borde o sobre cordones paralelos a él, resultando más escasas las impresiones e incisiones9 (fig. 19).

El Cerro del Bú es el más importante y conocido de todos ellos gracias a las excavaciones arqueológicas realizadas entre 1980 y 1987 que han puesto de manifiesto su dilatada ocupación8. Se localiza en el término municipal de Toledo, en una elevación situada frente al casco histórico de la ciudad, en la margen izquierda del río Tajo, en concreto, junto a la desembocadura del arroyo de la Degollada (fig. 18). Al margen de la probable existencia de muros de cierre, destaca el hallazgo de zócalos de cabañas de planta circular u oval

9 Fernández, J. Aproximación al conocimiento de la Edad del Bronce en la cuenca media del Tajo. El Cerro del Bú, UAM, 2002. Queremos expresar nuestro agradecimiento a D. Jacobo Fernández del Cerro por habernos facilitado la consulta de su Memoria de Licenciatura sobre el Cerro del Bu para la realización de este trabajo, ya que ésta permanece inédita.

8 Álvaro, E. y Pereira, J. “El Cerro del Bú (Toledo)”, en Actas el Primer Congreso de Arqueología de la Provincia de Toledo (Toledo, 1990), 109-113.

Fig. 19. Materiales cerámicos del Cerro del Bu -según J. Fernández del Cerro-.

Fig. 18. Topografía con curvas de nivel del Cerro del Bu.

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y la recolección, así como la procedente de algunas pequeñas explotaciones agrícolas que aprovecharían pequeños sectores productivos ubicados en las zonas adehesadas. También, la que pudiera derivarse del incipiente control del principal vado de Toledo, que iría adquiriendo una importancia progresiva en función del grado de implantación y utilización de las redes viarias que, todavía en este momento, carecerían de la trascendencia que iban a tener en la Edad del Hierro. En toda el área cigarralera nos encontramos, por lo tanto, ante un amplio número de yacimientos pertenecientes a esta “facies” característica de la plena Edad del Bronce, de los que sólo el Cerro del Bu, parece haber actuado como núcleo de población verdaderamente estable. El resto tendría un carácter mucho más ocasional, ligado a movimientos cíclicos de ganado o a actividades de explotación muy concretas, que pudieron repetirse a lo largo del tiempo para dar lugar al importante número de yacimientos que empezamos a conocer.

5. LA LLANURA SEDIMENTARIA: LOS YACIMIENTOS DE VELILLA Y MERINAS Frente al tipo de yacimiento que hemos localizado en el área cigarralera, hay que destacar la existencia de otros diferentes asociados a la segunda de las facies descritas, que tienen como referencia bien conocida los de Velilla y Merinas, en el cercano término municipal de Mocejón. Ambos representan al típico asentamiento de lo que habitualmente se denomina campo de hoyos o de “fondos de cabaña” y serían claro ejemplo del tipo de poblamiento documentado en la llanura sedimentaria, ya que se localizan a 2 metros sobre la cota de inundación de la llanura aluvial (fig. 21). En su interior se documentan agrupaciones de estructuras próximas que, a partir del material cerámico, podemos fechar su ocupación durante el Bronce Pleno y el Bronce Final11 Fig. 20. Puñal de remaches del Cerro del Bu –según J. Fernández del Cerro-.

Durante la intervención arqueológica se identificaron un nutrido número de estructuras negativas de diferente finalidad. Por un lado, cubetas de mayor profundidad y sección acampanada, interpretadas como estructuras de almacenaje, junto a estructuras de escasa profundidad que en su mayor parte no muestran una funcionalidad clara, salvo en algún caso que parece corresponder a estructuras de combustión.

El utillaje metálico conocido está compuesto por un puñal de remaches y diversos punzones de morfología variada. Se ha localizado también una cinta de oro y una varilla de plata procedentes, probablemente, de los ajuares que acompañaron a los enterramientos que allí se practicaron10 (fig. 20).

La cultura material estaría integrada por un utillaje lítico simple en el que destacan los elementos de hoz y por un repertorio cerámico en el que podemos diferenciar una vajilla fina o de mesa, así como recipientes de almacenaje más toscos. Formalmente podemos encontrar cuencos simples, ollas ovoides, vasos de perfiles ondulados y cazuelas carenadas con la línea

Este tipo de poblamiento realizado con el ánimo de permanecer en puntos concretos durante siglos, dio lugar a poblaciones en las que el peso de la economía parece relacionarse con la explotación ganadera de las dehesas, tal y como puede deducirse del hecho de que la práctica totalidad de los yacimientos con estas características conocidos en los alrededores de Toledo, se ubiquen en los cerros de naturaleza granítica existentes en la zona sur de Tajo y, por lo tanto, en un sector alejado de las mejores tierras agrícolas de valle a las que, de alguna manera, parecen dar la espalda. A esta riqueza ganadera, a la que habría que sumar los recursos obtenidos de la caza

11 Fernández, J. et alii “Un poblado del Bronce Medio en el Valle del Tajo. El yacimiento de Velilla (Mocejón, Toledo), en IV Congresso de Arqueología Peninsular (Faro, 2004), 195-2004; López, G. y Morín, J. “Los yacimientos de Merinas y Velilla (Mocejón, Toledo). Un modelo de estudio para la Edad del Bronce en la provincia de Toledo”. MArq Audema. Serie Prehistoria Reciente, 6 Madrid, 2007); Sanabria, P. et al., “Merinas II: un asentamiento del Final de la Edad del Bronce en el valle del río Guatén (Tajo Central, Toledo)”, en IV Congresso de Arqueología Peninsular (Faro, 2007)

10 Fernández, J. “Objetos metálicos del Cerro del Bú”, en Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, 27 (Madrid, 2001), 7-21.

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Fig. 22. Cerámica del yacimiento de la Edad del Bronce de Velilla.

Los estudios realizados muestran que estamos ante gentes que practicaban una economía mixta pero sencilla, basada en el cultivo de cereales y una cabaña ganadera preferentemente de ovicápridos. Cada grupo aprovecharía un entorno más o menos inmediato durante ciclos de 4 ó 5 años hasta agotar los campos, para desplazarse a otro espacio cercano para repetir la misma operación. Al margen de la cultura material, claramente distinta, su principal diferencia en relación al modelo detectado en el área cigarralera es la ausencia de núcleos centrales estables parecidos al Cerro del Bu.

6. EL ASENTAMIENTO EN EL PEÑÓN TOLEDANO Para finalizar y por el interés que presenta para nuestro estudio, hay que abordar el tema del origen del poblamiento de Toledo y sus repercusiones en la transformación del poblamiento registrado en el área de cigarrales. En este sentido, no cabe duda que el protagonismo alcanzado por el Cerro del Bu desde el inicio de las primeras excavaciones arqueológicas realizadas por D. Manuel Castaños y Montijano en los primeros años del pasado siglo XX, así como su cercanía física y visual con el peñón toledano, ha propiciado que se proponga una cierta relación entre el final de la ocupación de este yacimiento y el inicio de una población estable en lo que llegaría a ser la ciudad de Toledo, que habría actuado como lugar de recepción de una población consolidada al otro lado del río por la simple necesidad de ocupar más espacio por un crecimiento demográfico.

Fig. 21. Plano y situación del yacimiento de Velilla en la terraza baja del río Tajo; planta y fotografía aérea de la zona de excavación.

de carena situada en el tercio superior de la pieza y de menor diámetro que la boca del recipiente, que muestra un perfil fuertemente exvasado. Las técnicas decorativas, así como sus esquemas compositivos nos remiten tanto al horizonte formativo de Cogotas I, como a su fase de plenitud, con predominio de la incisión sobre la impresión o la excisión, apareciendo preferentemente motivos de espiguillas o zig-zag, por regla general sobre la línea de carena y junto al borde, tanto en el interior como en el exterior en su fase formativa, añadiéndose en los momentos de plenitud la técnica del boquique con motivos como la línea cosida o el desarrollo de guirnaldas y mayor presencia de esquemas compositivos verticales (fig. 22).

Esta relación tan fácil de asumir, empieza a ser puesta en duda por el simple hecho de que los primeros datos que tenemos procedentes de lo que hoy es el casco histórico, muestran que sus primeros pobladores nada tuvieron que ver con las gentes que habitaban el Cerro del Bu, sino con los que vivían sobre

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Fig. 24. Plano de la cabaña y silos de la Edad del Bronce documentados en las excavaciones del Corralillo de San Miguel –según Barrio y Maquedano, 1996-.

Fig. 23. Cerámicas del horizonte de Cogotas I procedentes de la Plaza de los Postes y de la Calle Nuncio Viejo nº 3 –según Carrobles-.

las vegas y tenían una tradición menos apegada al territorio en el que vivían. Los hallazgos realizados son en su totalidad cerámicas típicas de Cogotas I, caso de las aparecidas recientemente en la excavación de la Catedral de Toledo dirigida por M. Almagro Gorbea12 o de las procedentes de la Plaza de los Postes y de la Calle Nuncio Viejo13 (fig. 23). Este fenómeno documentado en el peñón toledano no es nuevo en el centro peninsular, sino que también se puede rastrear en otros lugares cercanos como son el Cerro del Calderico en Consuegra o el Cerro del Castillo en Mora de Toledo. Más significativo es aún el caso del yacimiento madrileño de Ecce Homo en las cercanías de Alcalá de Henares, que se configuró como un gran lugar central en los momentos finales de la Edad del Bronce. La importancia de estos enclaves radicaría en haberse convertido en poblaciones prácticamente protourbanas que acabarán provocando la territorialización definitiva de las sociedades prehistóricas y el inicio de una distribución espacial de los grandes núcleos de población, al convertirse muchos de ellos en la base de posteriores oppida prerromanos que, a su vez, acabarán dando lugar en algunos casos a los municipios de época romana14. La ocupación y consolidación del peñón toledano en un momento avanzado de la Edad del Bronce implicó un cambio drástico en la organización de los principales grupos humanos que habitaban en la zona que, en un momento muy concreto, iniciaron un proceso de concentración de su población hasta límites insospechados hasta esa fecha. Un hecho que sin duda

Fig. 25. Cerámicas del horizonte Cogotas I procedentes de las excavaciones realizadas en el Corralillo de San Miguel -según Barrio y Maquedano, 1996-.

hay que relacionar con la posibilidad de controlar y beneficiarse de un elemento enormemente productivo como era el vado natural del Tajo en la zona de Alcántara.

12 Almagro Gorbea, M. Excavaciones en el claustro de la catedral de Toledo (Madrid, 2011), pp. 104 y ss.

La importancia del asentamiento ubicado en el peñón toledano se constata por la aparición de un importante número de cerámicas características como decimos de Cogotas I, en diferentes

13 Carrobles, J. El orígen, op. cit., 60-61. 14 Carrobles, J.. El orígen, op.cit, 57-58..

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BUENO, P. (1991): “Megalitos en la Meseta Sur: los dólmenes de Azután y La Estrella (Toledo)”. Excavaciones Arqueológicas en España, 159. Ministerio de Cultura.

lugares de la ciudad. A partir de los pocos datos que conocemos, se tiene constancia de su hallazgo en lugares tan alejados como son las inmediaciones del Alcázar, el solar de la Sinagoga de Santa María la Blanca, la catedral de Toledo o diferentes solares ubicados en las calles Sillería y Nuncio Viejo, así como en la Plaza de Amador de los Ríos. Esta dispersión prueba la existencia de un hábitat muy amplio dispuesto tanto en las zonas más altas del peñón como en otras situadas en las fachadas Norte y Oeste del mismo. En ellas se construirían grupos de cabañas, similares a la documentada en las excavaciones realizadas en el Corralillo de San Miguel. Se trata de las huellas dejadas por una serie de postes de madera dispuestos sobre el terreno sin ningún tipo de zócalo, que configuran un espacio oval en cuyo interior se localizaría el hogar15 (fig. 24 y 25).

BUENO, P.; BALBÍN, R. y BARROSO, R. (2000): “Valle de las Higueras (Huecas, Toledo, España). Una necrópolis Ciempozuelos con cuevas artificiales al interior de la Península”. Estudios Prehistóricos, VIII, pp. 49-80. BUENO, P.; BALBÍN, R. y BARROSO, R. (2005): El dolmen de Azután (Toledo). Áreas de habitación y áreas funerarias en la cuenca interior del Tajo. UAH-Diputación de Toledo. BUENO, P., BARROSO, R. y BALBÍN, R. (2009): Agricultores y metalúrgicos en el Valle de Huecas (Toledo)”, en Arqueología, Medio Ambiente y Obras Públicas. El valle de Huecas -Huecas, Toledo-. Toledo, pp. 33-72.

La génesis de esta gran población a partir de los grupos dotados de menor complejidad económica y social supone una clara ruptura con las tradiciones anteriores. Su mera aparición en un espacio tan amplio es la mejor muestra que tenemos de los cambios que empiezan a producirse a finales del II milenio a.C., que provocaron el final de la Edad del Bronce y el comienzo de una nueva etapa que se va a caracterizar por una diversidad cultural cada vez más acusada y el nacimiento de poblaciones que llegarán a adquirir una condición auténticamente urbana, algunos siglos después.

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La primera consecuencia de esta nueva situación será la desaparición de los asentamientos conocidos al sur de Toledo, incluido el Cerro del Bu, y el inicio de un tiempo muy diferente con amplias repercusiones en el territorio que empezaría a ser gestionado con modelos muy diferentes de los empleados hasta ahora. En él se puso fin a un modelo de explotación que generó las primeras dehesas toledanas en un entorno en el que todavía dominaba un bosque mediterráneo cerrado y poco alterado. Ellas serían el principal elemento constitutivo de un paisaje cultural aún mal conocido, que sirvió de base a los que luego vamos a encontrar en el mismo espacio. Desde entonces y a lo largo de la Edad del Hierro se iría produciendo un fenómeno de evolución en el uso de este espacio para cubrir nuevas demandas relacionadas con el crecimiento de la población, que provocarían nuevos paisajes cada vez más vinculados al hecho urbano como elemento diferencial en relación a los que habían surgido en otros sectores del valle del Tajo, en el que este tipo de poblaciones no aparecen o se encuentran en zonas más alejadas.

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15 Barrio, C. y Maquedano, B. El Corralillo de San Miguel, en Toledo. Arqueología de la ciudad (Toledo, 196), 243-247.

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LA EDAD DEL HIERRO EN EL ÁREA CIGARRALERA. EL NACIMIENTO DEL PAISAJE URBANO

hace más necesario aún si cabe la investigación minuciosa de sus alrededores, ya que sólo de esta forma la investigación puede ser capaz de suplir las dificultades que presenta el estudio del propio núcleo urbano. Conocemos relativamente bien el desarrollo del poblamiento en la Edad del Hierro en alguna de las comarcas toledanas. En el caso de la Mesa de Ocaña puede apreciarse el inicio del proceso con el establecimiento de poblados que buscan los óptimos ecológicos donde se conjugan en el paisaje los mejores manantiales y las tierras de cultivo ligeras adecuadas a una agricultura cerealística de secano2. El estudio de esta comarca parece demostrar que al poblamiento en llano característico de la I Edad del Hierro le sucedió, hacia finales del siglo IV a.C., un fenómeno generalizado de encastillamiento de los hábitats. Ello se traduce de la ocupación por parte de estas gentes de cerros, penínsulas y espolones3. En realidad, este fenómeno pone en evidencia la aparición de tensiones y competición por el territorio y los recursos entre los diversos grupos humanos4.

Dionisio Urbina Martínez, Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos y Jorge Morín de Pablos

Sin duda es la Edad del Hierro el momento clave en la conformación de los primeros núcleos que realmente pueden considerarse urbanos. Es en esta fase cuando estos núcleos de población se convierten en asentamientos plenamente estables. Es éste un fenómeno que se realizó en un marco cronológico amplio, si bien su evolución inicial suele fijarse en un momento en torno al año 800 a.C. A partir de esta fecha asistimos no sólo a la generalización del fenómeno urbano, sino también a la introducción de fórmulas de gobierno que responden a las necesidades de sociedades mucho más complejas y estratificadas.

Las implicaciones de estas evidencias en la evolución de los paisajes apenas si se han comenzado a estudiar, pero en zonas donde la actividad antrópica ha sido constante desde entonces, tal como ocurre en el caso de Toledo, los retos son mayores debido a la dificultad que entraña su estudio. Por fortuna, poseemos en las inmediaciones del peñón toledano la zona de los Cigarrales, una de las menos afectadas por la acción del hombre y que ha conservado en buena medida parte de sus características naturales poco alteradas a lo largo del tiempo. De este modo, los Cigarrales constituyen un campo de estudio óptimo para analizar la evolución del paisaje ligado a la ciudad de Toledo durante la Edad del Hierro.

Para el caso concreto de Toledo aún es pronto para hablar de una auténtica ciudad, pero fue en este momento cuando empezaron a producirse algunas trasformaciones que acabarán dando lugar a una realidad propiamente urbana algún tiempo después. El hábitat continuado durante siglos conlleva de forma inherente el concepto moderno de territorio, el espacio circundante sobre el que el núcleo ejerce su acción. En efecto fue durante la Edad del Hierro cuando los asentamientos se convierten por vez primera en un centro inamovible desde el que los humanos van transformando el paisaje de sus alrededores. Esta transformación del paisaje es más intensa cuanto mayor perduración en el tiempo tiene el asentamiento, hasta el punto de que en ejemplos como el de la ciudad de Toledo se hace necesaria una lectura del paisaje en clave estratigráfica, lo cual implica investigaciones microrregionales de alta intensidad1.

1. LOS INICIOS DE LA EDAD DEL HIERRO. LOS ASENTAMIENTOS EN LLANO: LA DEHESA DE AHÍN El conocimiento de la Edad del Hierro en el término municipal de Toledo es aún bastante limitado, ya que apenas se han realizado en su alfoz actuaciones arqueológicas de envergadura. A este desconocimiento se une además la escasez de yacimientos localizados en prospecciones arqueológicas (Fig. 1). Hasta el momento son pocos los enclaves en alto conocidos del final de la Edad del Bronce con ocupación de este momento en los alrededores de la ciudad. Sin embargo, poco después del cambio de milenio comienzan a aparecer numerosos núcleos de pequeño tamaño en las tierras bajas situadas sobre las terrazas del valle del Tajo del término municipal de Toledo, y cauce arriba, siendo especialmente abundantes en la confluencia de los ríos Jarama y Tajo, en el entorno de Aranjuez, que han sido documentados como resultado de distintos

A pesar de esta gran perduración en el tiempo del enclave toledano y del interés que siempre ha suscitado entre los investigadores, la moderna bibliografía científica no ha sabido reflejar la importancia que tuvo la ciudad de Toledo en la Edad del Hierro. Una de las causas principales y más obvias es la enorme dificultad que implica el estudio de los niveles más antiguos de cualquier ciudad con más de tres mil años de historia a sus espaldas. Esto

1 D. Urbina. La II Edad del Hierro en el Centro de la Península Ibérica. Un estudio de Arqueología Espacial en la Mesa de Ocaña, Toledo, España. BAR. Int. Ser. 855 Oxford. 2000; “Poblamiento durante la II Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña”. II Congreso de Arqueología de la provincia de Toledo. La Mancha Occidental y la Mesa de Ocaña. Toledo, 2001, págs. 219-244; “Claves de la secuencia del poblamiento de la Edad del Hierro en el Centro de la Península”. As Idades do Bronze e do Ferro na Península Ibérica. Actas do IV Congresso de arqueologia peninsular. 14-19 Setp 2004, Faro, 2007, págs. 15-28. “El espacio y el tiempo. Sistemas de asentamiento de la Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña”. Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Zona Arqueológica, 10, Vol I, 2007, págs. 194-217.

2 D. Urbina, La II Edad del Hierro. op. cit. 3 D. Urbina, La II Edad del Hierro, op. cit. pág. 212 y ss. 4 D. Urbina, O. García y C. Urquijo. “Plaza de Moros (Villatobas, Toledo) y los recintos amurallados de la IIª Edad del Hierro en el valle medio del Tajo”. Trabajos de Prehistoria, 61, nº 2. 2004, págs. 155-166.

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Fig. 1. Yacimientos de la Edad del Hierro en el T.M. de Toledo.

En el yacimiento de la Dehesa de Ahín se ha realizado una intervención arqueológica que ha sacado a la luz los restos de dos cabañas absidadas de gran tamaño7. Se trata de verdaderas longhouses construidas con paredes de tierra a modo de tapial (Fig. 2a, b y c). Este tipo constructivo es común en la Meseta Norte para estos momentos, siendo de hecho una de las características de la llamada cultura de Soto de Medinilla. Los materiales cerámicos de la Dehesa de Ahín remiten a un horizonte propio de los inicios del Hierro, con grandes contenedores de superficies a veces escobilladas y cerámicas finas de acabados bruñidos, incisos y excisos. Se trata de un horizonte que ha recibido diversas denominaciones, pero que recientes hallazgos permiten encuadrar dentro de la cultura de los Campos de Urnas, fenómeno cultural común a buena parte de la Península Ibérica y otras partes de Europa.

trabajos de prospección y algunas intervenciones arqueológicas de diversa índole5. De todos estos trabajos parece deducirse que el inicio de la ocupación intensiva del peñón desde la Edad del Bronce no implicó la desaparición completa del poblamiento disperso y menos estable existente en sus zonas cercanas. Por el contrario, éste siguió las mismas pautas que en la etapa precedente, aunque indudablemente aparezcan nuevos asentamientos que parten de cierta continuidad, pero que rápidamente van a mostrar su propia capacidad de cambio al iniciarse la aparición de un tipo de estructuras de habitación completamente nuevo. Son las grandes viviendas del tipo longhouse localizadas en el yacimiento madrileño de Las Camas de Villaverde, así como en algún yacimiento del entorno toledano como el enclave de Las Lunas, en la comarca de La Sagra. A este tipo de viviendas habría que vincular algunos de los hallazgos realizados en las cercanías de Toledo, concretamente en la Dehesa de Ahín con motivo de la construcción de la L.A.V. Madrid – Toledo6.

Entre sus aspectos más destacables se encuentran la normalización de unos conjuntos cerámicos en amplias áreas, sin duda fruto de una mayor fluidez en los intercambios comerciales, así como la erección de edificios de mayor tamaño que los de épocas anteriores, que en ocasiones llegan a superar los 100 m2 de espacio interior. Al mismo tiempo se dejan de practicar los hoyos y silos destinados a contenedores y almacenaje, que había sido una de las características de los yacimientos desde el Calcolítico hasta Cogotas I, suponemos que sustituidos por las vasijas de gran tamaño realizadas aún a mano. Este uso de los grandes recipientes cerámicos para almacenaje, que también se ha constatado en el yacimiento madrileño de Las Camas, podría explicar algunos hallazgos cercanos al peñón toledano, como la gran vasija de la I Edad del Hierro localizada en el Paseo de la Rosa 648.

5 M. Fernández Miranda, J. Mangas y D. Plácido. “Indigenismo y romanización en la cuenca media del Tajo. Planteamiento de un programa de trabajo y primeros resultados”. Actas del I Congreso de Arqueología de la provincia de Toledo, Toledo, 1990, págs. 13-65; D. Plácido, J. Mangas y M. Fernández Miranda. “Toletum, Conquista Romana y modos de intervención en la organización urbana y territorial”. I Congreso Histórico-Arqueológico Hispano-Italiano (Elche, 1989) Roma. Dialoghi di archeologia, 2-3, 1992, págs. 269272; y especialmente los trabajos de K. Muñoz. “El poblamiento desde el Calcolítico a la I Edad del Hierro en el valle medio del río Tajo. Complutum, 4, 1993, págs. 321‐336”; La Prehistoria reciente en el Tajo central (Cal. V‐I milenio a.C). Complutum, 10, 1999, págs. 91‐122; “Continuidad y cambio en la prehistoria reciente del noreste toledano”, en II Congreso de arqueología de la Provincia de Toledo. La Mancha Occidental y la Mesa de Ocaña. Volumen I, Toledo, 2001, págs 113‐175; K. Muñoz y J. Ortega. “Elementos de inspiración orientalizante en la cuenca media del río Tajo: el yacimiento de “Puente Largo de Jarama” (Aranjuez, Madrid)”. SPAL, 6, 1997, págs. 141‐163.

los yacimientos madrileños de Las Camas y La Cuesta y los toledanos de Las Lunas y la Dehesa de Ahín, en el vol. I. 7 Rojas, J.M. et al. (2007): “El yacimiento de la I Edad del Hierro de Dehesa de Ahín (Toledo)”. Zona arqueológica, Nº. 10, 2, Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania, pp. 71-106.

6 La problemática de estos asentamientos puede verse en Morín, J. y Urbina, D. (2013): El Primer Milenio a.C. en la Meseta Central. De la longhouse al oppidum. Madrid, 2 vols. Se recogen los estudios de

8 Barrio, C. y Maquedano, B. (1996): “Paseo de la Rosa 64”, en

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Fig. 3. a. Planta de Las Camas, Villaverde, Madrid; b. Las Lunas, Yuncler, Toledo.

o circulares de paredes de tierra y suelos de adobe, cuya excavación ha aportado material cerámico muy semejante (Fig. 3a, b y c). Nótese que topográficamente el peñón toledano tiene bastantes similitudes con algunos de los llamados castros del área vetona, de modo singular con el de Las Cogotas, levantados sobre cerros ligeramente amesetados en relieves de granito, donde destacan una o dos prominencias (Fig. 4). Fig. 2. a. Ubicación de la Dehesa de Ahín; b. Planta de las estructuras localizadas; c. Fotografía de las cabañas de la Dehesa de Ahín –según Rojas et al.-.

Tanto en los pequeños asentamientos provisionales, como en aquéllos estables ubicados en los lugares más dominantes, empezaron a reflejarse las consecuencias de todas estas trasformaciones a través de la aparición de las primeras casas de planta rectangular. Esto es lo que se ha documentado, por ejemplo, en el yacimiento de Las Lunas. Así, el gran asentamiento, y de forma semejante a lo que parece ocurrir con los pequeños poblados, empezaría a incorporar las primeras ideas auténticamente urbanas como consecuencia de la aparición de este tipo de construcciones de planta rectangular. La generalización de este tipo de construcciones implicó la organización de algunos sectores del poblado en manzanas, así como la aparición de las primeras calles y espacios públicos que sin duda actuaron como nuevos elementos definidores de las elites que habitaban en su entorno. Para el caso concreto de Toledo, el hallazgo de algunos fragmentos cerámicos (vasos

La vinculación de estas poblaciones –bien sean éstas de pequeño tamaño (Las Camas con dos cabañas) o grandes (Las Lunas, más de decena en el área excavada)– con los grandes asentamientos como el que parece desarrollarse en el peñón toledano desde Cogotas I es difícil de precisar. No es extraño pensar la existencia de un hábitat con estructuras similares a las de la Dehesa de Ahín en el propio peñón toledano. Recuérdense, por ejemplo, las estructuras que están saliendo a la luz en las capital salmantina, con diversas cabañas ovales

Toledo. Arqueología en la ciudad. Toledo, pp. 243-247.

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Fig. 4. Castro de Las Cogotas -según D. Álvarez-. Reconstrucción.

2 . LA EDAD DEL HIERRO EN EL ÁMBITO DE

con incisiones, junto con fragmentos con figuras geométricas o acanalados propios de los Campos de Urnas, así como decoraciones pintadas y engobes rojizos de clara influencia oriental) en excavaciones realizadas en lugares alejados entre sí, como el Corralillo de San Miguel y la Plaza de Amador de los Ríos, confirma que la evolución del asentamiento debió ser similar al de otros grandes enclaves del centro de la Península. Así, entre los siglos X al VII a.C., es de suponer que el poblado experimentaría cambios semejantes a los que se han documentado en yacimientos de su entorno como los citados de la Dehesa de Ahín o Las Camas.

LOS CIGARRALES: LA CONSOLIDACIÓN DE UN ESPACIO GANADERO

Esta zona es una de las peor conocidas desde el punto de vista arqueológico para la Edad del Hierro, y eso a pesar de que la alteración antrópica que ha sufrido el área cigarralera ha sido menor que en las zonas bajas de la vega. Por la configuración del terreno se podría suponer la existencia de algún pequeño yacimiento amurallado aprovechando los cerros y espolones del entorno. De especial interés son las zonas de la ermita de la Bastida que se elevan en una loma baja al Oeste de los Cigarrales. Estas zonas dominan las tierras llanas de la Peraleda que forma el meandro del Tajo tras superar la ciudad de Toledo. Asimismo el Cerro de los Palos y el espolón de la Pozuela, al Sur de la ciudad, en la Quinta Mirabel, constituyen enclaves idóneos para la ubicación de pequeños asentamientos de tipo defensivo, tanto del final como de los inicios de la Edad del Hierro, pues suele pasarse por alto la existencia de enclaves en alto durante el Hierro I, bien atestiguados sin embargo en las serranías soriana y el Alto Tajo. También los

La principal consecuencia de todas las innovaciones que acabamos de describir es la profunda trasformación que debió experimentar la imagen de este asentamiento, que en muy poco tiempo debió adquirir un aspecto muy distinto al que presentaba al final de la Edad del Bronce, debido a la inclusión de nuevos tipos de viviendas y sobre todo a la aparición de los primeros espacios públicos de carácter realmente urbano, como calles y espacios abiertos que poco después acabarían por cristalizar en una auténtica ciudad (Fig. 5).

Fig. 5. Localización de los hallazgos de la Edad del Hierro en el peñón Toledano. Se aprecia como éstos se circunscriben a la cota 525 sobre la que se levantaría el oppida de la Edad del Hierro.

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Ermita de la Bastida

Cerro del Bu

Cerro de los Palos

Cerros de la Pozuela Cerro del Club Deportivo

Fig. 6. Espacios prospectados específicamente para la localización de asentamientos de la Edad del Hierro en el área Cigarralera. Sombreados la Quinta de Mirabel y el Cigarral de Menores.

cerros de la margen derecha del arroyo de la Degollada, en los que se levantan las ermitas de Santa Ana y de la Virgen de la Guía, constituyen enclaves de alto potencial para la existencia de asentamientos de este momento. Debido a estas consideraciones se realizó una prospección de toda el área cigarralera, dado que aquí no había constancia de yacimientos para este período. De este modo se prospectaron intensamente los siguientes espacios: Cerro del Bú, Cerro del Club Deportivo, Cerro de los Palos, Cerros de la Pozuela y Ermita de la Bastida, algunos de los cuales tenían ocupaciones documentadas de la Edad del Bronce, ocupación que, en el caso concreto del Cerro del Bu, llegaba a alcanzar la I Edad del Hierro (Fig. 6). Conocemos grosso modo el desarrollo del poblamiento en la Edad del Hierro en alguna de las comarcas toledanas, como la Mesa de Ocaña o el Cerro de la Gavia (Madrid), que puede resultar interesante de cara a la interpretación del peñón toledano Fig. 7. Reconstrucción de la ocupación de la Segunda Edad del Hierro del Cerro de la Gavia, Madrid.

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y el área cigarralera9. Como ya hemos mencionado anteriormente, en la Mesa de Ocaña se puede apreciar con cierta nitidez el inicio de este proceso con el establecimiento de poblados en lugares estratégicos que buscan los óptimos ecológicos donde se conjugan los mejores manantiales y las tierras de cultivo ligeras adecuadas para una agricultura cerealística de secano. Por otro lado, al poblamiento característico en llano desde la I Edad del Hierro le sucede hacia finales del siglo IV a.C. un fenómeno generalizado de encastillamiento de los hábitats, que arqueológicamente se traduce en la ocupación de cerros, penínsulas y espolones10, y que parece evidenciar la aparición de tensiones y competición por el territorio y los recursos11. Las investigaciones en uno de estos recintos amurallados (Plaza de Moros) han puesto de manifiesto el empleo de los recursos inmediatos para la construcción de las viviendas: piedras calizas y areniscas, maderas de encina y quejigo, cubiertas de carrizo, sogas de cáñamo y esparto. Los restos carpológicos evidencian una agricultura en la que predominan los cereales de secano, como la cebada vestida y el trigo desnudo, la cual se complementaba con el aprovechamiento de animales domésticos, como la oveja, la cabra, el cerdo, la vaca y el caballo12. Estas mismas características se han podido documentar en las excavaciones realizadas en el yacimiento carpetano del Cerro de la Gavia, en la Comunidad de Madrid13 (Fig. 7). Dentro ya del espacio propiamente toledano hay que mencionar en primer lugar el Cerro del Bu. Este yacimiento se encuentra situado en la confluencia del arroyo de la Degollada con el río Tajo, al este de la ciudad de Toledo. Se trata de un cerro con laderas de pendiente abrupta hacia el Tajo, que le sirven a modo de defensa natural, y pendientes asimismo considerables hacia el arroyo de la Degollada. Es una elevación dominante sobre el terreno, lo que la convierte en potencialmente interesante desde el punto de vista del poblamiento de la Edad del Hierro (Fig. 8). A pesar de ello las prospecciones arqueológicas realizadas no han detectado evidencias de cultura material de dicho momento cronológico más allá de los materiales recogidos por J. Fernández del Cerro en su Memoria de Licenciatura dedicada a la revisión de las intervenciones arqueológicas en este enclave14.

Fig. 8 a y b. Fotografía y modelización 3D del terreno que ocupa el Cerro del Bú.

9 D. Urbina, La II Edad del Hierro. op. cit. y J. Morín y D, Urbina. El yacimiento de la Segunda Edad del Hierro del cerro de La Gavia (Villa de Vallecas, Madrid). Campañas 1999-2000. Madrid, 2013; S. Quero, A. Pérez, J. Morín, y D. Urbina. Coords. El Cerro de La Gavia. El Madrid que encontraron los romanos. Catálogo exposición. Madrid. 2005

El Cerro del Club Deportivo se levanta sobre el arroyo de la Pozuela, en su orilla derecha, al norte del Club Deportivo “La Pozuela”. Es una elevación dominante sobre el terreno y, por consiguiente, potencialmente interesante para el poblamiento (Fig. 9). De nuevo las prospecciones arqueológicas no han constatado evidencias de cultura material que puedan adscribirse con seguridad a la Edad del Hierro. Por el contrario, en su parte más elevada y en las laderas altas del cerro se conservan restos de construcciones de cronología andalusí que se han puesto en relación con una serie de sistemas irrigados documentados en torno al arroyo de la Pozuela que incluye un molino hidráulico situado en la cola del sistema (Fig. 10). Sin embargo, y a pesar de no localizarse materiales de la Edad del Hierro, no puede descartarse con total seguridad que este

10 D. Urbina. “El espacio fortificado durante la Edad del Hierro en el sector occidental de La Mancha”. Espacios Fortificados en la provincia de Toledo. Evolución y problemática en el sector central de la submeseta sur. Diputación Provincial de Toledo. Mayo, 2003. Toledo. 2005, 39-68. 11 D. Urbina, O. García y C. Urquijo. Plaza de Moros op. cit. 12 D. Urbina, O. García y C. Urquijo. Plaza de Moros op. cit. y D. Urbina. “Plaza de Moros y los recintos amurallados carpetanos”. El primer Milenio a.C. en la meseta central. De la longhouse al oppidum. Vol II, 2ª Edad del Hierro, J. Morín y D. Urbina (eds.), 2012. pp. 36-61. 13 Morín, J. et al. (2012): “El final de la Edad del Hierro: el hábitat fortificado del Cerro de la Gavia”, en El primer Milenio a.C. en la meseta central. De la longhouse al oppidum. Vol II, 2ª Edad del Hierro, J. Morín y D. Urbina (eds.), 2012. pp. 62-119.

CuPAUAM, 27, pp. 7-21 y Fernández, J. (2002): Aproximación al conocimiento de la Edad del Bronce en la Cuenca Media del Tajo. El Cerro del Bú (Toledo). Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo. Universidad Autónoma de Madrid. 211 págs. Inédito.

14 Fernández, J. (2001): “Objetos metálicos del cerro del Bú (Toledo)”.

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Fig. 11 a y b. Fotografía y modelización 3D del terreno que ocupa el Cerro de los Palos.

Fig. 9 a y b. Fotografía y modelización 3D del terreno que ocupa el Cerro del Club Deportivo.

ción dominante sobre el terreno y, también como sucedía en ellas, las prospecciones sobre el terreno no han detectado evidencias de dicho momento cronocultural (Fig. 11). Por su parte, los Cerros de la Pozuela son un conjunto de elevaciones (vértice “Pozuela” y cerro situado al noroeste) al sur del término municipal de Toledo y norte de Argés. Geológicamente el vértice Pozuela se caracteriza por tratarse de una raña de materiales detrítricos (cantos) de época plio-pleistocena procedentes de la estribaciones septentrionales de los Montes de Toledo (Sierra de Layos). Es una elevación dominante sobre el terreno que visualmente domina tanto el valle del río Tajo como los cerros del Macizo Cristalino que jalonan el río al sur de Toledo (Fig. 12). Al igual que en los casos anteriores, tampoco aquí las prospecciones arqueológicas realizadas han podido documentar evidencias de cultura material correspondiente a la Edad del Hierro.

Fig. 10. Ocupación andalusí en el arroyo de la Pozuela

hábitat tuviera ocupación de este período, dadas las características antes citadas y en correspondencia a lo que sabemos que sucede en otros enclaves como el Cerro de la Gavia, asimismo con ocupación de época emiral.

Por último, el Cerro de la Ermita de la Bastida, situado al oeste de la carretera de Argés, es igualmente una elevación sobre el terreno potencialmente interesante para el poblamiento de la Edad del Hierro (Fig. 13 a y b). Sin embargo, como resultado de las prospecciones arqueológicas realizadas no se han detectado evidencias claras de cultura material de dicho momento. Sólo en la ladera que desciende hacia el río Tajo se han podido documentar los cimientos de varios muros de cronología indeterminada, que quizás pudieran adscribirse a este período.

El Cerro de los Palos está situado al norte de la población de Argés y al sur de la Finca de Mirabel. En la actualidad se encuentra muy modificado por la instalación de una plataforma de una estación de antenas de telefonía en su parte más alta. Como sucedía en los casos anteriores, se trata de una eleva-

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Fig. 12 a y b. Modelización 3D del terreno que ocupan los Cerros de la Pozuela. Fig. 13 a y b. Fotografía del principio del siglo XX atribuida a Rodríguez y modelización 3D del terreno que ocupa el Cerro de la Ermita de la Bastida.

La “ausencia” de yacimientos de la Edad del Hierro, tanto de períodos antiguos como más recientes, en el área cigarralera contrasta con lo que se conoce para esta área en la Edad del Bronce y debe interpretarse como un fenómeno de cambio de funcionalidad de la zona con respecto a los usos que venían desarrollándose en etapas anteriores. En efecto, durante la Edad del Bronce toda la zona desarrollaba una clara vocación ganadera, complementada con la práctica de la agricultura mediante la construcción de costosas obras comunales como es la construcción de bancales. En la Edad del Hierro la ausencia de continuidad de los hábitats de la Edad del Bronce, a lo que se suma la no ocupación de los espacios más propicios para la mecánica de poblamiento de este período, como son los asentamientos en altura, con control del punto de agua y diversidad económica, nos lleva a pensar que toda la zona fue utilizada exclusivamente con fines ganaderos. Está transformación del área cigarralera en un espacio de uso ganadero parece haber tenido su continuidad en época romana y a lo largo de la Edad Media, dentro de un fenómeno que hundiría sus raíces en el mundo de la Edad del Hierro.

vorecido además por la aparición de una ciudad que demanda el consumo de estos animales, no sólo de su carne, sino de todos esos otros usos secundarios que van ligados a la actividad ganadera (leche y derivados, pieles, etc.). Como venimos comentando, pues, parece claro que desde el Bronce Final el peñón toledano iría adquiriendo la fisonomía propia de una auténtica ciudad, de modo que su progresivo crecimiento y consolidación iría en detrimento de los espacios agrícolas y asentamientos humanos existentes en los alrededores del mismo, y singularmente de los existentes en el área cigarralera, cuyas propias características habían convertido a este paraje en un espacio especialmente dotado para la ganadería. Por último, aunque no menos importante, hay que subrayar la importancia que adquiere en estos momentos la cuestión del vado del Tajo, que se convierte en un escenario privilegiado para el tránsito de todo tipo de objetos y gentes al sur del Sistema Central, y entre ellos, no cabe duda, que tuvo una importancia excepcional el paso de ganados. Es en estos momentos cuando parecen iniciarse los primeros movimientos trashumantes de la Península Ibérica que quizá haya que vincular dentro de un fenómeno más amplio que tiene su origen en la actitud expansiva de los celtíberos, tal como se constata

La conversión del área cigarralera en un espacio claramente ganadero va ligada a varios fenómenos. En primer lugar, las propias condiciones ecológicas del paisaje de esta zona, que había ido adquiriendo a lo largo de los tiempos una apariencia adehesada que favorecería la explotación del mismo como pastos destinados a la cría de ganado. Esto último vendría fa-

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CONVENTO DE SANTA FE

CALLE NUEVA

CALLE SANTA FE

GARCILASO DE LA VEGA, 3

AMADOR DE LOS RIOS, 5 SAN PEDRO MARTIR EL REAL NUNCIO VIEJO, 3 CORRALILLO DE SAN MIGUEL SANTA MARIA LA BLANCA

CALLE CIUDAD

BAJADA DEL COLEGIO INFANTES, 16

CERRO DEL BU

Fig. 14. SIG con la distribución de los restos de la Edad del Hierro en el Peñón toledano.

también en otros territorios y etnias limítrofes a los carpetanos como son los vettones (justamente a través de la vía paralela al valle del Tajo que corre al norte del Sistema Central por los valles del Amblés y el Jerte) y que a la postre significaron una receltización de estos pueblos protoceltas de la meseta sur y occidental15. Sea como fuere, lo que resulta indiscutible en cualquier caso es que el surgimiento de un gran oppidum en el peñón toledano hacía necesaria la creación de una amplia dehesa ganadera en los territorios inmediatos al núcleo de población y que, por sus características específicas antes citadas, el área cigarralera poseía todas las ventajas para convertirse así en el espacio ganadero complementario de una economía que en el valle del Tajo habría de revelarse esencialmente agrícola.

en la consolidación de las elites carpetanas. La importancia agrícola de estas zonas del territorio toledano se puede deducir de forma indirecta en algunos acontecimientos relacionados con las Guerras Lusitanas del siglo II a.C. Así, sabemos por el testimonio de Apiano (Ib. 64.) que Viriato tras vencer a Gayo Plaucio en el 146 a.C., exigió a los carpetanos el valor de la próxima cosecha y si no se lo entregaban, la destruía. Poco después (135 a.C.), el mismo autor nos informa de que Calpurnio Pisón instala los cuarteles de invierno en Carpetania en sus guerras contra los celtiberos atrincherados en la ciudad de Numancia (Ib. 83), lo que hace suponer que estas poblaciones son capaces de mantener a un gran ejército en campaña como era el romano. Las excavaciones arqueológicas desarrolladas en el poblado madrileño del Cerro de la Gavia parecen corroborar esa importancia agraria de la región carpetana16.

En efecto, el crecimiento de Toledo y el de otros grandes poblados de la zona centro peninsular sólo pudo darse a partir de la intensificación de la producción en las sociedades en las que las prácticas agrícolas tenían mayor importancia, al ser las únicas que a corto plazo podían obtener los recursos necesarios para producir excedentes y permitir así el crecimiento de los grupos no productores ligados a las poblaciones del tamaño de las que entonces empezaron a consolidarse. Este predominio agrícola se va a convertir, por tanto, en una constante en las poblaciones ubicadas en las tierras del valle del Tajo y su desarrollo se va a ver potenciado, desde finales del siglo V a.C., con la introducción del utillaje de hierro, que provocó una auténtica revolución en el cultivo de la tierra y

Como consecuencia de la búsqueda de mayores producciones agrícolas, debió producirse un sensible retroceso en las zonas en llano de las zonas de dehesa así como de las masas boscosas, que quedarían relegadas a las zonas más alejadas y de peor accesibilidad. Este proceso de auge de la actividad agrícola en detrimento de la ganadería convirtió a las áreas situadas en alto en lugares susceptibles para la cría de ganado, convirtiéndolas así, como sucedió en el caso de los Cigarrales, en auténticas dehesas carniceras.

15 Almagro-Gorbea, M. (2009): “Celtas y vettones”, en: ÁlvarezSanchís, J. (ed.) Arqueología vettona. La Meseta occidental en la Edad del Hierro. Zona Arqueológica 12, Alcalá de Henares, 2009, pp. 54-60.

16 . Morín y D, Urbina. El yacimiento de la Segunda Edad del Hierro del cerro de La Gavia, op. cit.

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notables analogías con el caso de Toledo, como la Mesa de Ocaña, los yacimientos que inician su andadura en los siglos VII y VI a.C. desaparecen en el siglo IV o presentan un hiatus desde esa época hasta el siglo II a.C. Pero debemos insistir que lo fragmentario de la muestra hallada en la ciudad hasta el presente no permite establecer una hipótesis en uno u otro sentido.

Pero para que los rebaños pudieran crecer era necesario disponer de pastos en zonas climáticas distintas y, por tanto, la puesta en práctica de sistemas de ganadería trashumante que garantizasen el libre movimiento de los ganados y el aprovechamiento de los pastos en lugares muy alejados del lugar de origen de los rebaños. La solución a este problema vino con la práctica primero de una ganadería trasterminante que evolucionó posteriormente hacia otra abiertamente trashumante, ligada al éxito de las elites locales que tuvieron en el ganado un factor más de crecimiento de su propia riqueza.

Por otro lado, la existencia de una clase ecuestre en estos momentos en Toledo que fuera capaz de convertir la población en una verdadera ciudad, al estilo de lo que ocurre en otras ciudades de la Celtiberia, no deja de ser compleja. Las pruebas de que Toledo participase de este proceso, que, por el contrario, sí podemos entrever en otros lugares de la Península, son escasas. Un primer argumento serían las acuñaciones de la ceca Tole que, aunque la totalidad de las mismas son del siglo I a.C., muestran en todas sus emisiones los tipos derivados de la ideología ecuestre fomentada por estos linajes privilegiados. Otro de los argumentos es el hallazgo en las inmediaciones de la ciudad del establecimiento de talleres cerámicos que serían una consecuencia directa del incremento de la demanda de productos destinados a este grupo social. Este es el caso de los hornos de La Alberquilla, de los que nos ocuparemos más adelante, que se fechan entre los siglos V al III a.C. Una fecha inicial algo elevada pero que parecen ratificar la importancia de los cambios que se están produciendo en Toledo, ya que trascienden el marco familiar para constituir complejos cerámicos especializados en la producción de vajilla de mesa de cierta calidad, muy distintas de las que habían venido funcionando hasta entonces y directamente ligadas a una demanda completamente nueva20.

3. LA II EDAD DEL HIERRO: DEL POBLADO A LA CIUDAD

Los restos de la II Edad del Hierro en el alfoz de Toledo se ceñían hasta hace pocos años a los hallazgos realizados en el propio casco urbano de la ciudad. Las diversas intervenciones arqueológicas han puesto al descubierto aquí una serie de conjuntos cerámicos, cuya dispersión ha servido para calcular una extensión para el asentamiento de Toledo en esta época cercano a las 25 Has17. No obstante, los problemas de interpretación que producen estos datos son muchos e influyen decisivamente en la valoración de los mismos. En efecto, las alteraciones producidas por los diversos asentamientos que se han sucedido en el peñón toledano a lo largo de su dilatada historia han provocado que en muchos casos las cerámicas correspondientes a la Edad del Hierro se hallen en niveles de relleno de épocas posteriores y, por tanto, desprovistas de un claro contexto arqueológico. Esto dificulta en extremo la comprensión de los hallazgos en relación a la época que nos ocupa. La cuestión esencial es la de saber si la ciudad de Toledo tuvo un temprano desarrollo desde los inicios de la Edad del Hierro, convirtiéndose ya en un centro rector del territorio capaz de ordenar la evolución de los asentamientos cercanos o si esta evolución es más tardía18.

Las aportaciones de los textos clásicos tampoco ayudan mucho en este sentido. A este respecto se ha querido ver en uno de los vados próximos a la ciudad el camino por el que Aníbal subió a tierras de los vacceos o incluso el lugar en el que tuvo lugar el enfrentamiento entre el caudillo cartaginés y una coalición de carpetanos, olcades y gentes de la ciudad de Helmántica21. Sin embargo, llama la atención que los ejércitos cartagineses pasaran tan cerca de una ciudad sin mencionarla, máxime si consideramos que se trataba ya de una urbe importante. Aún así, todavía es pronto para descartar la existencia de un tímido proceso de cohesión, aunque fuera tardío, lo que permitiría explicar los hechos que narran Tito Livio y Frontino, ocurridos durante la campaña de Aníbal en Italia. Estos autores describen el abandono en masa de los 3.000 carpetanos alistados en el ejército cartaginés en su camino por los Alpes, dando muestras de un comportamiento colectivo evidente, al tratarse de un grupo capaz de adoptar una decisión de tal envergadura, con todo lo que eso pudo significar desde el punto de vista tan significativo de las alianzas previamente establecidas22.

Los restos cerámicos hallados en la ciudad no pueden por sí mismos aportar demasiada luz al respecto. Entre los fragmentos publicados no puede hablarse de una ocupación en los momentos antiguos de la II Edad del Hierro, aunque algunos materiales procedentes de las excavaciones de los solares de la calle Nuncio Viejo 3, en la Plaza de Amador de los Ríos, San Pedro Mártir y el Corralillo de San Miguel si pueden encuadrarse entre finales del siglo V a.C. y los comienzos del IV a.C.19 Hay que recordar que en zonas no muy lejanas y con

17 J. Fernández,y C. Barrio. “Topografía del Toletum prerromano”. Bolskan,19, 2002, pp. 359-368.

20 E. Gutiérrez et. al. “El horno de La Alberquilla: un centro productor de cerámica carpetana en Toledo”. Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Zona Arqueológica, nº 10, 2, 2007. pp. 303-323; y J Carrobles, El Origen de la ciudad, op. cit. pp. 114-116.

18 J. Carrobles. El Origen de la ciudad. Prehistoria de Toledo. Toledo. 2008. 19 Véanse las diversas aportaciones de C. Barrio y B. Maquedano, B. en Toledo. Arqueología en la ciudad. Toledo. Patrimonio Histórico-Arqueológico de Castilla-La Mancha, 1996; y J. Carrobles. “Introducción a la arqueología urbana en la ciudad de Toledo”. Actas del I Congreso de Arqueología de la provincia de Toledo.1990, pp. 483-500.

21. J. Carrobles, y S. Palomero. “Toledo: un vado y una ciudad estratégica”. Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, XXX, 1998. pp. 245-261. 22 J Carrobles, El Origen de la ciudad, op. cit. pp. 126.

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publicado en 1928, ya destacó las magníficas condiciones defensivas y la problemática que planteaba la falla geológica en dirección E-O por la cota 50024. Lo que parece claro es que el amurallamiento del oppidum buscaría aprovechar la muralla granítica natural que supone el flanco Norte del peñón, pero sin competir con ella, como sugieren algunos autores que proponen su construcción en cotas más altas, lo que supone la pérdida de las funciones de representación que ésta tendría que realizar25. Mayor problema supone la aceptación de la existencia de una población cercana a las 70 Has. No obstante, este cálculo supone para el poblado unas dimensiones perfectamente asumibles si se comparan con las 68 Has. del primitivo asentamiento de Complutum o las 45 Has. de Contrebia Cárbica, ambas en la Carpetania. El problema no sería, pues, el de la superficie ocupada, sino el de la densidad de poblamiento de la misma, que podría dejar zonas del peñón sin ocupación. Su existencia permitiría futuras ampliaciones o, seguramente, un lugar destinado a la custodia de los ganados, como sabemos que sucede en los castros vettones de la época o, como sucederá posteriormente, con los albacares de época andalusí26.

Con posterioridad a este episodio, y terminada ya la guerra púnica, el senado romano acomete la conquista de la península. Ya en el año 197 a.C. Roma establece una primera división de Hispania, que quedó dividida en dos provincias: Citerior y Ulterior. Toledo aparece situada en estos años todavía de forma confusa en una u otra, y su conquista se enmarca dentro de la estrategia romana de establecer una frontera en el centro de la Península, probablemente utilizando el río Tajo como línea de referencia. Lo cierto es que Toledo aparece en las fuentes por vez primera con ocasión de la conquista romana del valle medio del Tajo. En el primer cuarto del siglo II a.C. Roma había iniciado la conquista de las tierras del interior desde el suroeste. Ascendiendo siguiendo el curso del río Tajo, lo primero que les llama la atención fue la ciudad de Toledo, y así en el año 193, Livio menciona un encuentro de las tropas romanas de M. Fulvio con una coalición de vettones, vacceos y celtíberos que fue desbaratada. En el curso de esta campaña fue capturado Hilerno (XXXV 7), régulo indígena del que nada más se sabe. Todo ello sucedía en las proximidades de Toledo. Al año siguiente las tropas de M. Fulvio acometen la toma de la ciudad, de la que se dice que se trata de una “…parva urbs sed loco munito” (XXXV 22). De estos textos parece deducirse que la ciudad por aquel entonces no tenía un tamaño considerable y que merece su aparición en los anales de guerra sólo por estar ubicada en un lugar naturalmente bien defendido, hasta el punto de que obliga a los romanos a emplear máquinas de guerra para el asedio de la misma. Sin embargo, las decisiones tomadas por los toledanos antes de la conquista de la ciudad en el año 192 a.C. (confederación con vettones, vacceos y celtíberos en la primera campaña y petición de auxilio a los vettones en la segunda) sólo pudieron ser emprendidas por instituciones plenamente asentadas y dotadas de un fuerte poder de actuación. Esto se demuestra porque vinculan a un cierto número de poblaciones relativamente amplias, lo que a su vez parece indicar la existencia de un territorio notablemente extenso en los momentos más tardíos o, más probablemente, la existencia de una confederación de ciudades que actúa bajo las órdenes de nuevos lideres que aparecen descritos como monarcas por las fuentes antiguas23.

Un conocido pasaje de Plinio informa que “caputque Celtiberiae Segobrigenses, Carpetaniae Toletani Tago flumini inpositi“ (III 25), ha servido para defender la importancia de esta ciudad ya con anterioridad al dominio romano, pues aparece reflejada como caput Carpetaniae, esto es, como ciudad señera o capital de un territorio, la Carpetania, en contraposición de Segóbriga, que aparece definida como cabeza o capital de la Celtiberia [meridional]. La hipótesis es ciertamente atractiva, dada la importancia que llegó a alcanzar la ciudad en épocas posteriores, pero no hay que olvidar que Plinio escribe ya en pleno siglo I d.C., es decir, un momento tardío, y que además no existe acuerdo unánime en la traducción de este pasaje, que también puede ser interpretado como “extremo” de la Carpetania, es decir, como hito inicial de una relación (al igual que Segóbriga sería así “inicio” de la Celtiberia) e incluso, tal como propone Capalvo, que “…la ordenación ‘oretani qui et germani cognominantur caputque celtiberiae, segobrigenses carpetaniae, toletani Tago flumini inpositi” es la única sintácticamente correcta”, y en ella Toledo sólo aparece registrada como ciudad junto al Tajo27.

Sin embargo, a pesar de lo que parece desprenderse de la narración de Livio, hasta la fecha no se tienen datos arqueológicos fehacientes de la existencia de una muralla prerromana en Toledo. Ello no significa que ésta no existiera, ya que la práctica totalidad de los asentamientos como Toledo estuvieron amurallados. Esta posibilidad se hace más firme aún si tenemos en cuenta, como se ha dicho, la propia definición que hace Livio de la ciudad y el hecho de que M. Fulvio tuviera la necesidad de realizar un asedio en toda regla. Ambos relatos, sin ser del todo concluyentes al respecto, sí parecen apoyar esta posibilidad, dados los paralelos del entorno y la propia ubicación de la ciudad sobre un cerro, que hace que primara sin duda el carácter defensivo sobre cualquier otra consideración de tipo economicista o funcional.

En cualquier caso, lo que apenas ofrece dudas es que desde el siglo II a.C. la ciudad de Toledo se ha convertido ya en un gran núcleo de población que en época altoimperial acabará transformado en una auténtica ciudad que actúa como centro económico y administrativo de toda la región. Es difícil, no obstante, valorar el influjo de la ciudad en su territorio, ya que entre los datos proporcionados por las intervenciones arqueológicas apenas figuran yacimientos que puedan adscribirse con seguridad a esta época.

Sin duda, el límite del espacio habitado en el oppidum toledano es el que más debate ha generado entre los escasos investigadores que han tratado el tema. Así, Alfonso Rey Pastor en su trabajo clásico sobre la morfología del peñón toledano,

24 A. Rey Pastor. “Bosquejo geomorfológico del peñón toledano”. B.R.A.B.A. y C.H.T. 36-37, 1928.pp. 149-176. 25 J Carrobles, El Origen de la ciudad, op. cit. pp. 157-159. 26 J. R. Álvarez Sanchís. Los vettones. Madrid, 2003, p.151. 27 A. Capalvo. Celtiberia: un estudio de fuentes literarias antiguas. Zaragoza. 1996, pp. 63.

23 J Carrobles, El Origen de la ciudad, op. cit. pp. 117.

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BIBLIOGRAFÍA

Uno de ellos es el complejo industrial de La Alberquilla28, situado al este de la ciudad, junto al río Tajo. En este lugar se localizaron los restos de un horno e indicios de otro. Por su forma con tendencia rectangular y paredes reforzadas o construidas con ladrillos, se encuadraría dentro de la tipología de hornos ibéricos tardíos o posteriores al siglo III a.C., pero entre los numerosos materiales cerámicos hallados en el horno, los autores no encuentran vasijas encuadrables en una cronología tan tardía, sino que todas ellas podrían clasificarse dentro del período del siglo V al III a.C. Entre las piezas halladas aparecen fragmentos pintados con los consabidos motivos geométricos, entre los que destacan los semicírculos o círculos concéntricos, las melenas, las líneas y las bandas, a veces combinadas con estampillas, junto a los característicos acabados jaspeados. El yacimiento al que estaría asociado este alfar, sobre el que posteriormente se erigió un asentamiento romano, no ha sido investigado en profundidad, si bien se le ha supuesto una extensión cercana a la media Ha. Apenas dista del peñón toledano un par de km., por lo que no habría que descartar que este complejo estuviera en realidad relacionado con la propia ciudad de Toledo. Ejemplos similares se pueden encontrar en el complejo de Pintia, junto al río Duero, en Valladolid, donde en un perímetro de un par de kilómetros a uno y otro lado del río se disponen el asentamiento de la II Edad del Hierro, la necrópolis de Las Ruedas y los hornos cerámicos de Carralaceña29.

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De todos modos, no podemos descartar que la zona industrial de la ciudad de Toledo durante la II Edad del Hierro se situara más cerca del peñón, ya que han aparecido algunos fragmentos de cerámica de esta época junto a la estación de Ferrocarril. Esta situación presenta paralelos con yacimientos relativamente cercanos, como el castro vettón de Las Cogotas, cuyo barrio alfarero se dispone extramuros. Esta situación está casi generalizada en el cercano mundo vettón, donde los talleres alfareros suelen presentar una cierta complejidad que con mucho rebasan lo estrictamente doméstico y obligan a la necesidad de contar con espacios especiales fuera del recinto urbano30.

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En resumen, son muchos los interrogantes que aún subsisten sobre la evolución de la ciudad de Toledo a lo largo de la Edad del Hierro y, dadas las especiales características del núcleo urbano que han dificultado en extremo la investigación arqueológica de los momentos más antiguos de la ciudad, el estudio del territorio circundante, especialmente el área de los Cigarrales, donde las investigaciones de esta época son prácticamente inexistentes, puede servir para completar buena parte de estos vacíos y ofrecer interesantes conclusiones sobre la evolución histórica de la ciudad.

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28 E. Gutiérrez et. al. “El horno de La Alberquilla, op. cit. 29 C. Sanz y Z. Escudero. “Un centro alfarero de época vaccea: el horno 2 de Carralaceña (Padilla/Pesquera de Duero, Valladolid)”. Arqueología vaccea: estudios sobre el mundo prerromano en la cuenca media del Duero. 1993, pp. 471-492; C. Sanz y C. Velasco. “Pintia”. Un “oppidum” en los confines orientales de la región vaccea: investigaciones arqueológicas vacceas, romanas y visigodas (1999-2003). Valladolid, 2003.

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30 J. R. Álvarez Sanchís. Los vettones. Op. cit. pp.156; G. Ruiz Zapatero y J. R. Álvarez Sanchis. “Las Cogotas: oppida and the Roots of Urbanism in the Spanish Meseta. En Social coplexity and the developpement of towna in Iberia: from the Cooper Age to the second century AD”. Proceedings of the British Academy, vol.86. London. 1995. pp. 209-236.

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EL ÁREA CIGARRALERA EN LA ANTIGÜEDAD Y ALTA EDAD MEDIA. EVOLUCIÓN DE UN ESPACIO PERIURBANO

tipo de poblaciones consistía en facilitar la articulación y explotación de los territorios más inmediatos a la capital, al convertirse en centros intermedios que canalizaban los esfuerzos productivos y de intercambio desde otras unidades menores. Estos grandes yacimientos, que se abandonaron de forma generalizada en el siglo IV, son los de Alpuébrega (Polán), Perusa (Ciruelos), La Atalaya (Dosbarrios) o Los Villares (Ocaña)1. Junto a estos yacimientos se documenta también el fenómeno de las uillae, que empiezan a estar presentes desde el siglo I d.C. en los espacios más productivos y mejor comunicados de la región, generalmente aprovechando las ventajas que procuran los valles fluviales y que en gran medida ya se venían explotando de manera intensiva desde época protohistórica. En época romana, sin embargo, se dedican de una manera clara al cultivo de la famosa triada mediterránea (cereales, vid y olivo), sistema que en adelante servirá de base económica de la región2.

Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos e Isabel Sánchez Ramos

1. TOLEDO EN ÉPOCA REPUBLICANA Y ALTOIMPERIAL Tras la conquista romana de la Carpetania, Toledo obtuvo el rango de ciudad estipendiaria. La principal consecuencia de esta circunstancia fue un evidente continuismo de la realidad cultural local, en una zona que parece haber quedado relegada a desempeñar un papel fronterizo. Son escasos los datos arqueológicos de este período, que no van más allá de algunos fragmentos de cerámicas de barniz negro y de paredes finas, que demuestran la incorporación de la ciudad al mundo cultural y comercial itálico en los siglos I-II a.C.

1 Barroso, R.; Carrobles, J. y Morín, J. (2012): “La articulación del territorio toledano entre la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media (ss. IV al VIII d.C.)”, en Caballero, L.; Mateos, P. y Cordero, T., (eds.), Visigodos y Omeyas. El territorio. Anejos de AEspA LXI, Mérida, pp. 267-268; Carrobles, J. (2007), “Toledo 284-546. Los orígenes de la capitalidad visigoda”, en Carrobles, J.; Barroso, R; Morín, J. y Valdés, F., Regia Sedes Toletana. La topografía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad tardía y Alta Edad Media, Toledo, pp. 69-70; Urbina, D. (2000) La II Edad del Hierro en el centro de la Península Ibérica. Un estudio arqueológico espacial en La Mesa de Ocaña, Toledo, España, Oxford, pp. 237-242; Urquijo, C.; Urbina, D. y García, O. (2001): “Los Villares de Ocaña. Una ciudad romana en la cuenca media del Tajo”, en II Congreso de Arqueología de la Provincia de Toledo. La Mancha occidental y La Mesa de Ocaña, Toledo, Vol. II, pp. 147-166.

En relación con el territorio, la implantación del modelo romano implicó el establecimiento de fronteras y realidades administrativas, así como de nuevas formas de poblamiento y explotación que difieren del periodo anterior y que coinciden además con la aparición en la zona de una serie de asentamientos en llano de gran extensión que tienen su origen en el segundo cuarto del siglo I a.C. La función principal de este

2 López, J.A.; Peña, L.; López, L.; García, E.; Pérez, S.; GarcíaEntero, V. y Castelo, R. (2009): “Paisajes culturales de las villas romanas de Toledo”, en Actas del Congreso de Historia Forestal, III

Fig. 1. Modelización 3D de la topografía de Toledo y su relación con el curso del río Tajo. Marcados los hallazgos de cronología romana y altomedievales.

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Fig. 2. Yacimientos republicanos en el T.M. de Toledo. Fig. 3. Yacimientos altoimperiales en el T.M. de Toledo.

aprovechamiento ganadero en la zona cigarralera y en otros sectores cercanos de similar orografía3. El proceso de romanización, por tanto, no hará otra cosa que acentuar esa tendencia que se intuía ya en la etapa precedente.

La existencia de este tipo de asentamientos pone en evidencia un modelo territorial perfectamente estructurado en el que el municipio de Toledo se había convertido ya en la cabeza administrativa, religiosa y económica de un medio rural completamente organizado y explotado. No obstante, no debe pasarse por alto que gran parte de la organización y explotación intensiva de los recursos agrícolas y ganaderos había empezado a realizarse ya en épocas anteriores, lo que explica el éxito de su integración en un mercado regional y peninsular.

En líneas generales, los primeros momentos se pueden constatar arqueológicamente por la realización de una serie de obras hidráulicas destinadas a facilitar la creación de espacios irrigados4. Con este tipo de explotaciones habría que relacionar algunos restos localizados en las vegas de la ciudad, como el documentado en el solar de la Consejería de Ordenación

1.1. Las vegas y el área cigarralera En capítulos anteriores nos hemos referido a la importancia que la agricultura y la ganadería tuvieron en la economía de la ciudad. En este sentido, se ha podido constatar que ya desde época prehistórica se había producido una intensificación del aprovechamiento agrario de la llanura sedimentaria, complementado con cultivos hortícolas en las vegas, así como un

3 Ver los artículos dedicados al estudio del área de cigarrales en la Prehistoria y Edad del Hierro en esta misma publicación. 4 Novillo, M.A. (2008): “Presas romanas de regadío en la provincia de Toledo: estado actual de la cuestión y novedades”, en Mangas, J. y Novillo, M.A., (eds.), El territorio de las ciudades romanas, Madrid, pp. 471-485; Sánchez-Palencia, F.J. y Orejas, A. (1989): “Obras hidráulicas romanas y explotación del territorio en la provincia de Toledo”, en Cara, L (coord.), El agua en zonas áridas. Arqueología e historia. Hidráulica tradicional en la provincia de Almería, Almería, pp. 43-67.

Reunión sobre Historia Forestal. Cuadernos de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, 30, pp. 101-106.

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Fig. 3. Topografía de la ciudad y de la Vega Baja con la ubicación de los edificios de espectáculos.

Territorial en la Vega Baja5, que estaría destinado a este uso antes de que se produjera el crecimiento de la ciudad y la construcción sobre él de un importante suburbio6.

romanización, siendo constatada al menos desde época augustea. Junto a la agricultura, la ganadería fue la otra gran fuente de recursos que ayuda a entender la existencia de algunos yacimientos, al tiempo que también explica la aparición de grandes vacíos, como es el que encontramos precisamente en el área de cigarrales. Ya hemos comentado en el apartado anterior que no se han documentado yacimientos con cronología protohistórica en todo este espacio, que dejó de estar habitado de manera habitual a finales de la Edad del Bronce. En época romana, volvemos a encontrar el mismo fenómeno, algo que sólo se explica entendiendo que este importante espacio adehesado estaría actuando como dehesa carnicera de la ciudad de Toledo, además de servir como zona de descanso e invernada tras el paso del río, ya que la ciudad se había convertido en un punto en el que iban a converger diferentes rutas ganaderas, unas dentro de los grandes viarios romanos redefinidos en época de Augusto, como la vía que va de Emerita a Caesaraugusta, y otras de menos entidad, como la vía que discurre por el valle del Guadarrama hasta Toledo, que todavía mantiene su consideración de vía pecuaria7.

Fuera de la zona de las vegas, destinadas a los cultivos de huerta y frutales, la llanura sedimentaria fue usada para la instalación de diferentes uillae, que se especializaron en los tres productos básicos del mundo antiguo: la vid, el olivo y el cultivo del cereal. Las excavaciones arqueológicas realizadas en los últimos años en nuestra provincia y en otras zonas limítrofes han demostrado que la implantación de la vid y el olivo se llevó a cabo en fechas tempranas del proceso de

5 Villa, J.R. y Rojas, J.M. (1996): “Consejería de Obras Públicas”, en VV.AA., Toledo: Arqueología en la ciudad, Toledo, pp. 127-142. 6 Puertas Tricas, R. (1975): Iglesias hispánicas (siglos iv al viii). Testimonios literarios. Madrid; Palol, P. de (1991): “Resultados de las excavaciones junto al Cristo de la Vega, supuesta basílica conciliar de Santa Leocadia, de Toledo. Algunas notas de topografía religiosa de la ciudad”, en El Concilio III de Toledo. XIV Centenario (589-1989), Toledo; Barroso, R. y Morín, J. (1995): “Materiales visigodos de la excavación de San Pedro Mártir (Toledo).” CuPAUAM 22: 199-223; Panzram, S. (2010): “Mérida contra Toledo, Eulalia contra Leocadia: listados “falsificados” de obispos como medio de autrepresentación municipal”, en: García, A. et al. (eds.): Espacios Urbanos en el Occidente Mediterráneo (S. VI-VIII). Congreso Internacional, Toledo 2009, Toledo: 123-130; Vespignani, G. y Teja, R. (e.p.): “El conjunto arquitectónico palacio-circo-iglesia palatina de las capitales imperiales tardo-antiguas y la topografía suburbana de la Toledo visigótica: una hipótesis de interpretación”, en XV Congreso Internacional de Arqueología Cristiana. Episcopus, ciuitas, territorium. Toledo, del 8 al 12 de septiembre de 2008 (e.p.); Teja, R. y Acerbi, S. (2010): “El palacio visigodo y el circo de Toledo: hipótesis de localización.” Reti Medievali Rivista XI, 2010/2 (iuglio-dicembre): 81-86.

2. TOLEDO TARDOANTIGUO En los últimos años se ha producido un aumento del número de intervenciones arqueológicas en la ciudad de Toledo y su territorio que permiten obtener un balance algo diferente del

7 Ver el estudio dedicado a las cañadas en el entorno de Toledo en el estudio de los paisajes culturales ganaderos generados en la Edad Media en esta misma publicación.

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Toletum tardoantiguo del que teníamos hace unos años8. Un panorama desigual en el que contrasta la escasa entidad de la mayor parte de los hallazgos realizados en el interior del casco histórico9.

2.1. El área cigarralera De acuerdo con los datos aportados por la prospección realizada en la zona objeto de estudio, parece claro que el área cigarralera continúa con el mismo patrón de uso que caracterizaba a la zona desde época protohistórica y clásica: un vacío de asentamientos para esta cronología que invita a pensar en un uso ganadero de la zona en relación con las necesidades de la ciudad. Una realidad evidente que contrasta con la reconstrucción y monumentalización de una serie de uillae cercanas, que no sólo van ligadas simplemente a la explotación de los recursos del territorio, sino también al desarrollo de ciertos principios simbólicos y de prestigio social10. Se trata de construcciones de marcado carácter residencial con una clara función de representación del dominus. Este tipo de villas residenciales se encuentran, como acabamos de describir, en las vegas de la ciudad y, por supuesto, a lo largo del territorio de la misma. Carranque es el máximo exponente del fenómeno al que nos referimos y que debió ser ciertamente abundante en la vega del Tajo y sus afluentes11. Por el contrario, en el área cigarra-

8 VV. AA. (2009): La Vega Baja de Toledo. Toledo. 9 Almagro-Gorbea al. (2011): Excavaciones en el claustro de la catedral de Toledo. Bibliotheca Archaeologica Hispana 33, Madrid; Carrobles, J., (2007), op. cit., p. 8. 10 Castelo, R. et al. (2006): “El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo). Un ejemplo de villa bajoimperial en la provincia de Lusitania”, en CHAVARRÍA, A. – ARCE, J. – BROGIOLO, G. P. (eds.) Villas tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental, Anejos de AEspArq XXXIX, Madrid: 173-196. 11 Fernández-Galiano, D. -coord.- (2001): Carranque. Centro de Hispania romana. Alcalá de Henares; .Arce, J. (2003): “La villa romana de Carranque (Toledo, España): Identificación y propietario”, Gerión 21-2, Madrid: 17-30; García-Entero, V. – Vidal Álvarez, S. (2008): “Los marmora y la decoración arquitectónica del edificio A de Carranque (Toledo): primeros resultados”, en Fernández-Ochoa, C. – García-Entero, V. – Gil Sendino, F. (eds.), Las villae tardorromanas en el occidente del Imperio: arquitectura y función. Gijón: 587-605.

Fig. 4. Presa de la Alcantarilla -según Arenillas et alli-.

Fig. 5. Yacimientos romanos tardoantiguos en el T.M. de Toledo.

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3.1. El área cigarralera

lera no se ha localizado ninguna explotación de este tipo, en claro contraste con lo que sabemos para épocas posteriores, como es el Renacimiento, con el desarrollo de los cigarrales clásicos ligados al ocio y la representación, a los que luego nos referiremos. En nuestra opinión, cabe explicar esta ausencia por la inexistencia de infraestructuras hidráulicas que soportaran el uso de este tipo de establecimientos ligados al ocio y disfrute del espacio por parte del posesor. Un problema que, sin embargo, pudo finalmente solventarse en plena Edad Media con la aparición de diferentes sistemas hidráulicos de época andalusí.

A falta de testimonios literarios que se puedan poner en relación con el área cigarralera para el periodo visigodo, la arqueología ofrece algunos datos novedosos sobre el poblamiento en la zona. De hecho, las últimas investigaciones arqueológicas efectuadas en el área de los Cigarrales confirman la aparición de asentamientos para este periodo y, por lo tanto, el final del vacío arqueológico detectado en este espacio durante siglos. El primero de ellos se sitúa en el reborde del área cigarralera, en la Dehesa de Hernán Páez, donde se ha documentado una gran construcción realizada con grandes bloques de mampostería sin desbastar. Sus excavadores lo han identificado con un asentamiento rural hispanovisigodo que tendría una continuidad de uso en época emiral hasta el siglo IX15. A pesar de los pocos datos que conocemos de este interesante yacimiento, no podemos excluir que se trate de un conjunto homogéneo y no tanto de edificaciones aisladas, que se articulan en torno a un espacio abierto. Su aspecto es muy similar a los documentados en la Vega Baja en época hispanovisigoda y que se han interpretado como estructuras residenciales privadas de tipo palacial16. No obstante y debido a la parquedad de los datos que conocemos, creemos que no puede descartarse por completo que se trate de un espacio monástico articulado en torno a un patio central, ya que el edificio es de grandes dimensiones (15 x 30 m) y en él se ha localizado un fragmento de cimacio con rosetas hexapétalas fechable en la séptima centuria (Fig. 6a y 6b).

3. LA ÉPOCA VISIGODA: EL PAISAJE DE UNA SEDES REGIA Aunque los precedentes pueden hallarse ya en época de Teudis y Atanagildo, fue indudablemente durante el reinado de Leovigildo (568-586) cuando Toledo se convirtió en el asiento permanente de la corte visigoda12. Gran parte del éxito de la elección de Toledo como sedes regia tuvo que ver con su privilegiada situación geográfica en el centro peninsular y su estratégico control del vado del Tajo, una situación excepcional que hacía de la ciudad un importante nudo de comunicaciones. Toledo contaba también a su favor el que no se hubiera visto afectado por los desórdenes del siglo V que habían llevado la ruina a otras ciudades del interior de la península, manteniendo en pie todavía buena parte de las infraestructuras urbanas de época romana, así como con una buena organización municipal y episcopal13. Su centralidad y alejamiento de otros poderes le otorgaban ventaja sobre otras sedes como Narbona o Barcino, al tiempo que su oscuro pasado como simple municipio romano no le suponía una rémora, como sucedió, por ejemplo, con Emerita, antigua capital de la diocesis Hispaniarum. Un último aspecto que no debe minusvalorarse para comprender la elección de la ciudad del Tajo como sedes regia visigoda viene dado por el asentamiento de los contingentes poblacionales visigodos en la zona central de la península, tal como pone de manifiesto el mapa de distribución de necrópolis con elementos de ajuar de estilo danubiano14.

Este no es el único hallazgo de este tipo de piezas en el área cigarralera. En el Cigarral de Menores se conservan dos capiteles, un capitel corintio de factura muy clasicista, con hojas de acanto con nervaduras y florón en la parte superior, y otro capitel corintio esquematizado con tres filas de acantos (Fig. 7a y 7b). No muy lejos, en el Cigarral de Santa Úrsula, se conserva una columna con su capitel, muy esquemático, con

la arqueología funeraria visigoda de Hispania.” Espacio, Tiempo y Forma, Serie I, Prehistoria y Arqueología, 2 (Madrid, 1989): 389418; Velázquez, I. y Ripoll, G. op. cit, 521-578; Azkárate, A. (2002): “De la tardoantigüedad al medievo. Una mirada a los estudios arqueológicos sobre el mundo funerario”, en Vaquerizo, D. (ed.) Espacios y usos funerarios en el Occidente romano. Seminario de Arqueología, Universidad de Córdoba: 115-139; Martin, C. La Géographie du pouvoir dans l’Espagne visigothique. Lille, 2003, 205-216; Balmaseda, L. J. “En busca de las iglesias toledanas de época visigoda”, en Hispania Gothorum. San Ildefonso y el reino visigodo de Toledo, Toledo, 2007a, 197-214; Barroso, R. y Morín, J. “La ciuitas regia Toletana en el contexto de la Hispania de la séptima centuria”, en Carrobles, J., Barroso, R., Morín, J. y Valdés, F. Regia Sedes Toletana I. La topografía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad tardía y Alta Edad Media, Madrid, 2007; Barroso, R., Carrobles, J. y Morín, J. «Arquitectura de poder en el territorio toledano en la Antigüedad tardía y época visigoda. Los palacios de Toledo como referente de la edilicia medieval», en Izquierdo, R. y Passini, J. La ciudad Medieval: de la casa principal al palacio urbano, Toledo, 2011, 1-69.

12 Carrobles, J., (2007), op. cit.; Reynolds, R. E. (1989): “The ciuitas regia toletana before the Reconquista: A mozarabic vision in the codices vigilanus and aemilianensis”, en Estudios sobre Alfonso VI y la reconquista de Toledo. II Congreso Internacional de Estudios Mozárabes. Toledo, 20-26 de mayo de 1985, Toledo, Vol. III, 153184; Teja, R. (2002): “Los símbolos del poder: el ceremonial regio de Bizancio a Toledo”, en M. Cortés (coord.), Toledo y Bizancio, Cuenca: 113-122; Valverde, M.R. (2000): Ideología, simbolismo y ejercicio del poder real en la monarquía visigoda: un proceso de cambio, Salamanca. 13 Velázquez, I. y Ripoll, G. (2000): “Toletum, la construcción de una urbs regia”, en Ripoll, G. y Gurt, J. Mª. (eds.) Sedes Regiae (ann. 400-800), Barcelona: 521-578; Barroso, R. y Morín, J. (2007): “La ciuitas regia Toletana en el contexto de la Hispania de la séptima centuria”, en Carrobles, J., Barroso, R., Morín, J. y Valdés, F. Regia Sedes Toletana I. La topografía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad tardía y Alta Edad Media, Madrid; Olmo, L. (2008): “Nuevos paisajes urbanos y consolidación del estado en época visigoda”, en Hispania Gothorum. San Ildefonso y el reino visigodo de Toledo, Toledo, 2007, 161-180; Ib. “Recópolis y la ciudad en época visigoda”, en Zona Arqueológica, 9, Madrid: 49-50.

15 Vicente, A. y Rojas, J.M. (2009): “Hernán Páez. Un establecimiento rural del siglo VIII en el entorno de Toledo”, en Arse, 43, pp. 287-315. 16 Ewig, E. (1963): “Résidence et capitale pendant le Haut Moyen Age”, Revue Historique, 230, París: 25-72.

14 Ripoll, G. (1989): “Características generales del poblamiento y

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Fig. 6. a. Dehesa de Hernán Paez -según Rojas-; b. Dehesa de Hernán Paez. Cimacio -fot. Rojas-.

una cronología parecida al resto de piezas hasta ahora enumeradas (Fig. 8). A ellas hay que sumar también un fragmento de cancel hoy conservado en la ermita de la Virgen del Valle que viene a cerrar el mapa de los hallazgos de piezas escultóricas decorativas en el área objeto de estudio (Fig.9).

Fig. 7. a. Plano de situación del Cigarral de Menores en el área cigarralera - Barroso y Morín, 2007-. b. Cigarral de Menores. Capitel - Barroso y Morín, 2007-. c. Cigarral de Menores. Capitel.

Todas estas piezas pueden proceder del acarreo de material de construcción practicado desde la ciudad pero, también, de algún gran yacimiento ubicado en el área cigarralera como es el detectado en el valle de La Pozuela. Se trata de un asentamiento de cierta entidad que se ubica sobre un promontorio que destaca en la margen derecha del arroyo que da nombre al valle. En él se aprecia la existencia de un conjunto de edificaciones que, según se desprende del análisis de la fotografía aérea y los trabajos de prospección, parece articularse en torno

a una calle central (Fig. 10). En el punto más elevado destaca una importante construcción con muros de más de un metro de anchura y orientación Este-Oeste, que, quizás, puedan pertenecer a un edificio religioso. La cronología del enclave no parece ofrecer muchas dudas, ya que en este mismo lugar fue hallada una hebilla escutiforme de finales del siglo VI o comienzos de la séptima centuria (Fig. 11). En época andalusí, el

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Fig. 9. Fragmento de cancel de la ermita de la Virgen del Valle.

Fig. 8. Columna y capitel del cigarral de Santa Úrsula.

asentamiento fue abandonado coincidiendo con el inicio de un asentamiento ubicado en la margen izquierda del arroyo, que está en relación con la construcción de un importante qanat que estudiamos en el capítulo correspondiente. Su puesta en funcionamiento marca un punto de inflexión por el que estas tierras ganaderas pasaron a tener una explotación agrícola intensiva muy diferente de la practicada hasta entonces. A esta serie de hallazgos hay que sumar, al menos como referencia, los que tienen que ver con otro centro monástico bien conocido desde el siglo XIX, localizado en Guarrazar, en el término municipal de Guadamur pero en las inmediaciones del área cigarralera más meridional (Fig. 12.). Guarrazar es mundialmente célebre por haberse encontrado allí el tesoro de coronas votivas custodiadas en el Museo Arqueológico Nacional, la Armería Real de Madrid y el Museo de Cluny de París17. Las primeras intervenciones sobre este yacimiento se iniciaron en 1859, motivadas en parte por el escándalo que había supuesto en su día la venta de algunas de las piezas en Francia. Las excavaciones fueron llevadas a cabo por una Comisión de la Real Academia de la Historia dirigida por José Amador de los Ríos y documentaron, aparte de los hoyos donde se escondieron las coronas, una necrópolis y restos de una edificación, así como diversos fragmentos arquitectónicos y de escultura decorativa. La necrópolis contaba además con una sepultura privilegiada donde había sido enterrado un presbítero de nombre Crispín, fechada, según inscripción,

Fig. 10. Plano y modelización 3D con la ubicación del enclave hispanovisigodo en el valle de La Pozuela.

17 Perea, A. (ed.), (2001): El tesoro visigodo de Guarrazar.

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Fig. 12. Mausoleo del presbítero Crispín en el monasterio de Guarrazar.

Fig. 11.Fragmento de hebilla procedente del yacimiento del valle de Pozuela.

rante el periodo visigodo. Mucho se ha escrito sobre los orígenes de la trashumancia mesteña, buscándose precedentes en épocas prerromanas y romanas a una actividad que habría de marcar decisivamente el desarrollo económico peninsular durante buena parte de su historia medieval22. Aunque hablar de trashumancia en época visigoda no pasa de ser a día de hoy una atractiva hipótesis, existe una amplia serie de documentos que permite vislumbrar la importancia que adquirió la ganadería entre los siglos VI-VIII23. Basándonos en esta documentación no puede negarse la existencia de un régimen de trashumancia de corto y medio alcance, aprovechando las potencialidades que ofrecen las diferencias entre zonas de sierra y valle. Cabría hacer mención aquí cómo algunas disposiciones legales de tiempos de Leovigildo regulan importantes aspectos relacionados con el tránsito ganadero tales como el cuidado de los caminos de paso de ganado, los desperfectos causados por ovejas y cabras en los cultivos, los procedimientos de pasto en régimen de campos abiertos o las

en el año 693 de la era cristiana18. Nuevos descubrimientos y adquisiciones catalogados por Luis Balmaseda elevaron el número de fragmentos hasta un total de 63, incluidos aquéllos custodiados en instituciones públicas y los que se conservan en diversas colecciones particulares19. En la actualidad, desde hace ya unos años, el yacimiento es objeto de nuevas intervenciones por parte del Instituto Arqueológico Alemán bajo la dirección del doctor C. Eger20 y más recientemente de Juan Manuel Rojas21. La hipótesis de la existencia en Cigarrales de una construcción monástica de cierta importancia, similar a la documentada en Guarrazar e incluso a la que acabamos de conocer en Hernán Paez, nos da ocasión de abordar un asunto particularmente sugestivo como es el de la relación entre monacato y ganadería du-

18 Velázquez, I. (2001): “Las inscripciones del tesoro de Guarrazar”, en Perea, A. (ed.), El tesoro visigodo de Guarrazar, pp. 340-346.

22 Para un estado de la cuestión: Gómez-Pantoja, J. “Buscando a los pastores”, 1º Congresso de Arqueología Peninsular (=Trabalhos de Antropología, Arqueología e Etnología 33, 3-4, Oporto, 1995, 445459; Id. “Pecora consectari: transhumance in Roman Spain”, PECUS. Man and animal in antiquity. Proceedings of the conference at the Sweedish Institute in Rome, September 9-12, 2002 (Roma, 2004) 94102; Sánchez Moreno, E. “De ganados, movimientos y contactos. Revisando la cuestión trashumante en la Protohistoria hispana: La Meseta occidental”, Stud. Hist. Hª. Ant. 16 (1998) 53-84. Ver también el estudio dedicado a la formación de los paisajes ganaderos en el área de cigarrales en la Edad Media, en esta misma publicación.

19 Balmaseda, L. (2007b): “Algunos problemas de la escultura visigoda toledana”, en L. Caballero y P. Mateos (eds.) Escultura decorativa tardorromana y altomedieval en la Península Ibérica. Anejos de AEspA XLI (Mérida, 2007): 282-286. 20 Balmaseda, L. Arte ornamental arquitectónico visigodo en la provincia de Toledo. Tesis doctoral inédita. Universidad Complutense de Madrid, 1998; Eger, C. et al. “Guarrazar (Guadamur, Toledo). Bericht zu den Untersuchungen 2002-2005”, Madrider Mitteilungen 48 (2007) 267-305; Eger, C. “Guarrazar“, en: Morín et al. (eds.) El tiempo de los bárbaros. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.). Zona Arqueológica 11 (Alcalá de Henares, 2010) 563-565.

23 García Moreno, L. A. “El paisaje rural y algunos problemas ganaderos en España durante la Antigüedad tardía”, Estudios en homenaje a D. Claudio Sánchez Albornoz, vol. I (Buenos Aires, 1983) 401-426.

21Excavación en curso.

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Fig. 13. Reconstrucción del monasterio de Santa María de Melque.

fórmulas para recobrar el ganado extraviado, punto este último que se ha considerado el precedente más claro de las mixtas o mestas medievales24. El famoso testamento del obispo Vicentius de Osca, en el siglo VI, sugiere también la existencia de movimientos estacionales de ganado entre áreas complementarias situadas a cierta distancia, en este caso entre los pastos de verano (aestivae, aestivolae) que el obispo poseía en la terra Boletana (Boltaña) y la propia Osca, un movimiento que comprende un radio de acción de unos 60 km. Otro testimonio de conducción de ganado aparece relatado en la hagiografía de Valerio del Bierzo (Val. Repl. 3), hacia la segunda mitad del siglo VII. En este caso, la noticia refiere que una noble matrona llamada Teodora sufrió un grave percance en su viaje hacia el Bierzo cuando un numeroso rebaño de vacas y pastores (multitudo hominum, multa bovum) que se dirigían hacia el sur en busca de pastos (iuga ducti) se abalanzó sobre su séquito. El suceso tuvo lugar en una publica strata, cerca ya de la época de vendimia (propinquante vindemiae tempore), lo que hace suponer un descenso de los ganados desde el Bierzo hacia los pastos invernales del sur, situados entre el Tajo y el Guadiana, siguiendo para ello la vía de la Plata, tal como siglos después harían los ganaderos leoneses y zamoranos por la cañada Vizana25.

a través de cañadas. Un ejemplo que, desde la arqueología, puede arrojar alguna luz sobre este problema es el del cercano monasterio de Santa María de Melque, en San Martín de Montalbán (Toledo) (Fig. 13). Como hemos defendido en otro lugar, hay razones de peso para sospechar que este conjunto monástico se hallaba íntimamente vinculado con el elemento aristocrático toledano. De hecho, el topónimo mismo, la grandiosidad del complejo arquitectónico y las innovaciones constructivas que presenta el templo –que revelan un conocimiento preciso de las modas arquitectónicas del Mediterráneo oriental–, así como su carácter de panteón monumental, avalan sin duda la relación del conjunto con el entorno áulico toledano26. Su situación, en este sentido, no deja de ser significativa desde el punto de vista ganadero: ubicado en un camino que conduce desde Toledo a Córdoba, el monasterio de Melque se hallaba situado en un punto estratégico para el tránsito ganadero entre las tierras del Sistema Central y las campiñas manchegas y béticas27. Las diferentes intervencio-

26 Barroso, R., Carrobles, J. y Morín, J. op.cit, en La ciudad medieval: de la casa principal al palacio urbano. Actas del III Curso de Historia y Urbanismo medieval. Universidad de Castilla – La Mancha (Toledo, 2011) 61s.

Quizás este movimiento estacional y reglamentado de ganados en manos de unos señores y poderes religiosos, permita explicar la importancia de parajes como éste de los Cigarrales y, en cualquier caso, plantean la cuestión de la relación entre algunas fundaciones monásticas y el tránsito ganadero

27 Para la interpretación de este conjunto vid. Caballero, L. y Latorre, J. I. La iglesia y el monasterio visigodo de Santa María de Melque (Toledo). Arqueología y arquitectura. San Pedro de la Mata (Toledo) y Santa Comba de Bande (Orense). Excavaciones Arqueológicas en España 109 (Madrid 1980); Caballero, L. et al. “Notas sobre el complejo productivo de Melque (Toledo): prospección del territorio y análisis de Carbono 14, polínicos, carpológicos y antracológicos y de morteros”, Archivo Español de Arqueología 72 nº 179-180 (1999) 199-240; Caballero, L. “El conjunto monástico de Santa María de Melque (Toledo). (Criterios seguidos para interpretar monasterios hispánicos tardo antiguos)”, en Caballero, L. (ed.) Monjes y monasterios hispánicos en la Alta Edad Media (Aguilar de Campóo, 2006) 100-145; Barroso, Carrobles y Morín, 2011: 57-63.

24 L.V. VIII 3.9; VIII. 4.14; VIII.4.26-28; VIII. 5.5; Klein, J. The Mesta. A study in Spanish Economic History 1273-1836. (CambridgeLondres, 1920) 7 (leyes), 15 (agrupaciones de ganaderos para recoger animales extraviados), 18 (cañadas ganaderas) y 301 (derechos de pastos sobre campos abiertos). 25 Sánchez Moreno, 1998: 61s; Gómez-Pantoja, 2004: 95.

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Fig. 14..Las Posturas, Argés, según Rojas.

nes arqueológicas efectuadas en este yacimiento han revelado además que el monasterio contaba con un complejo sistema de aprovechamiento agrario que incluía la construcción de cinco presas de discutible funcionalidad, bien para embalsar agua que alimentaban un sistema de regadío según Caballero, o bien, como parece más probable, simplemente para aterrazar el terreno con vistas a construir un sistema de bancales y poner así en explotación las tierras situadas en la vaguada adyacente al complejo monástico. El conjunto estaba bien delimitado en su totalidad por una cerca de unos 650 x 400 m de extensión y 60/70 cm de anchura. Dicha cerca tendría una funcionalidad variada: guardar el necesario aislamiento de los monjes en régimen de clausura, fijar la extensión fiscal del monasterio y, lo que importa para nuestro caso, actuar como descansadero de ganado y lugar donde regular y controlar su rentable movimiento28.

mancia estacional a las que añadir en el caso de Cigarrales, pasos fluviales de importancia. Conviene destacar aquí, sin embargo, dos aspectos novedosos de los yacimientos visigodos toledanos: el primero es que en época visigoda esta actividad ganadera a gran escala parece haber quedado bajo el control de la aristocracia fundiaria, bien sea eclesiástica o civil, pero en cualquier caso relacionada con los círculos cortesanos toledanos; y, segundo, que estos encerraderos parecen situarse ahora en monasterios o fundos privados emplazados fuera de la ciudad y alejados de ella, dentro de un panorama general de hábitat disperso semejante al régimen de cortijos que siglos después veremos desarrollarse en el espacio manchego y bético. Un fenómeno nuevo marcado por la apropiación y privatización de antiguos espacios abiertos, que dieron como consecuencia una variedad de poblamiento rural más rica y compleja de la registrada hasta ahora. De este modo, el caso visigodo presenta una clara diferencia con respecto a sus precedentes protohistóricos vettones, cuyos encerraderos estaban situados anexos a los oppida30.

Ya hemos visto con anterioridad que este tipo de espacios destinados a la cría de ganado hunde sus raíces en la misma protohistoria del centro peninsular, con especial desarrollo en el ámbito vettón. Dentro de este mismo espacio geográfico, pero con una cronología visigoda, disponemos también del testimonio de las pizarras visigodas halladas en las actuales provincias de Ávila y Salamanca, un número importante de las cuales ha sido interpretado como registros de contabilidad ganadera de diversos fundos de la zona29. Que el conjunto documentado en Pozuela, el monasterio de Melque y posiblemente también otros yacimientos semejantes del entorno toledano, como es el complejo de Arisgotas, basaran buena parte de su economía en la cría de ganado entra, pues, dentro de la lógica del entorno, teniendo en cuenta la tradición remota de estas gentes a la que antes aludíamos, las condiciones naturales de la zona (con áreas de pluviosidad diferenciada entre zonas de serranía y valles), aptas para la cría de ganado bovino en régimen de semilibertad, así como la situación de muchos de estos enclaves en proximidad a cañadas de trashu-

Por último y para mostrar la nueva realidad que parece imponerse sobre la zona en época visigoda, hay que citar la presencia en lugares cercanos, en concreto en el término municipal de Argés, de otro tipo de asentamientos que carecen de relación con los que acabamos de describir pero son importantes para comprender la evolución que inicia la explotación del territorio más cercano a la ciudad de Toledo. Se trata de establecimientos de marcado carácter rural como es el documentado en el enclave de Las Posturas, fechado en la séptima centuria

30 Este panorama se vio favorecido en parte por la tendencia al aislamiento propia del fenómeno monástico, inclinado hacia la expansión por zonas deshabitadas y yermas: García Moreno, L. A. “El hábitat rural disperso en la Península Ibérica durante la Antigüedad tardía (siglos V-VII)”, Antigüedad y Cristianismo 8 (Murcia, 1991) 261-273. Algunas normas monásticas de la época aluden a la cría de ganado en los monasterios: Reg. Isid. 21, más acusado aún en Reg. Com. 9 (Campos, J. y Roca, I. Santos Padres Españoles, t. II San Leandro, San Isidoro, San Fructuoso. Reglas monásticas de la España visigoda. (Madrid, 1971) vid. el comentario de Díaz Martínez, P. de la C. Formas económicas y sociales en el monacato visigodo. Acta Salmanticensia 53 (Salamanca, 1987) 97 y 101s.

28 Caballero, L. y Murillo, J. I. “Notas sobre las cercas y murallas de Santa María de Melque”. Congreso de Espacios fortificados de la provincia de Toledo (Toledo, 2005) 255-291. 29 Velázquez, I. Las pizarras visigodas. Antigüedad y Cristianismo 6 (Murcia, 1989) 607-609; García Moreno, 1983: 401-416.

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to del territorio adaptado a las nuevas condiciones surgidas tras el fin del Imperio y la llegada de gentes procedentes de lugares muy distintos35. Debido al poco tiempo transcurrido desde la valoración de los primeros hallazgos, todavía se desconocen los mecanismos que hicieron posible la implantación de las nuevas entidades de las que venimos hablando a finales del siglo V. Un momento complejo condicionado por la llegada y establecimiento del pueblo visigodo en estas tierras del interior peninsular, en el que se han empezado a detectar la constitución de estos nuevos asentamientos36. Su consolidación se produciría a lo largo del siglo VI y luego, por los motivos que trataremos de explicar más adelante, sufrirían ciertos cambios y adaptaciones antes de desaparecer en los siglos VIII y IX, como consecuencia de la implantación del nuevo modelo islámico, en el que primó la construcción de nuevas ciudades secundarias en diferentes puntos del antiguo territorio de Toledo37.

y caracterizado por un hábitat disperso de pequeñas edificaciones rectangulares, silos y una necrópolis31. Este espacio fue objeto de ocupación desde fechas muy antiguas, pues se ha podido documentar también una cabaña de madera con parte de la estructura excavada en el subsuelo, similar a las estudiadas en la vecina Comunidad de Madrid, en yacimientos como Gózquez32, El Pelícano, etc. (Fig. 14). Precisamente la investigación arqueológica desarrollada en algunas localidades del sur de la Comunidad de Madrid ha servido igualmente para poner de manifiesto la existencia de distintas categorías de poblamiento que hasta hace unos años venían pasando completamente desapercibidas. En ellas se encuadran una amplia serie de asentamientos que explican los antiguos hallazgos funerarios y les convierte en los auténticos centros de las nuevas comunidades, dotándolos de una nueva significación33. Su invisibilidad arqueológica se debe en buena medida a la propia naturaleza de los restos, generalmente de escasa entidad constructiva debido a la utilización mayoritaria de materiales perecederos que dificultan su detección34. Una situación que cobra su verdadera dimensión cuando consideramos la cronología de estas estructuras, comprendida entre los grandes complejos monumentales tardorromanos e islámicos que gozan de un protagonismo mucho más evidente en la ordenación del paisaje y requieren técnicas mucho menos depuradas para su localización.

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101

RAÍCES MEDIEVALES DE LOS PAISAJES CULTURALES DE TOLEDO: LOS ESPACIOS IRRIGADOS DE ORIGEN ANDALUSÍ

Por ello y para paliar los problemas de interpretación generados por algunos de los estudios realizados y ofrecer nuevas propuestas y líneas de trabajo, hemos iniciado el proyecto de investigación sobre los paisajes culturales generados en el entorno de la ciudad de Toledo, destinado a definir las formaciones existentes y su posterior catalogación. También a plantear un modelo concreto de estudio para uno de los más específicos e interesantes de los que empezamos a conocer, como es el paisaje cigarralero, que cuenta con un evidente protagonismo en el territorio periurbano de la población (fig. 1) y es, además, exclusivo de la ciudad2.

Jesús Carrobles Santos, Rafael Barroso Cabrera, Jorge Morín de Pablos y Sagrario Rodríguez Montero

La realización de este estudio en los años comprendidos entre 2009 y 2012, nos ha permitido ordenar y en muchos casos reinterpretar algunos de los hallazgos relacionados con obras de ingeniería que se habían dado a conocer en los últimos años. Su nueva valoración nos ofrece una visión novedosa de la evolución sufrida por este tipo de infraestructuras en relación con los sistemas de explotación agrícola del territorio cigarralero, en diferentes momentos de nuestra historia. Un tema más complejo de lo que en principio pudiera parecer, que nos permite adentrarnos en un tema tan interesante y poco tratado como es el origen del cigarral.

1. EL ORIGEN DEL CIGARRAL Y LA INVESTIGACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS HIDRÁULICAS De acuerdo con lo que hemos expuesto en el capítulo dedicado a mostrar los planteamientos teóricos y metodológicos que hemos utilizado en este proyecto, el estudio de ciudades históricas complejas como es Toledo, requiere la realización de estudios ambiciosos y pluridisciplinares que acaben con las aproximaciones puntuales y generalmente restrictivas que han primado en la investigación histórica hasta momentos recientes.

Se trata, como decimos, de un aspecto escasamente debatido, tanto por la escasa investigación realizada sobre la zona, como por el éxito alcanzado por una serie de planteamientos

Consecuencia de todo ello ha sido el predominio de los enfoques tradicionales, realizados mayoritariamente desde el análisis de aspectos técnicos o documentales sobre elementos aislados, claramente descontextualizados, que han permitido algunos avances pero, también, generado importantes dudas e, incluso, la formulación de propuestas completamente erróneas. Afortunadamente, el panorama empieza a ser diferente gracias al auge adquirido por la figura de los paisajes culturales, que han permitido la renovación de buena parte de los esfuerzos vinculados con la investigación de nuestro pasado1.

1-6; Malpica, A., (ed.), Análisis de los paisajes históricos. De al–Andalus a la sociedad feudal, (Granada, 2009); Jiménez, M. y Mattei, L., (eds.), El paisaje y su dimensión arqueológica. Estudios sobre el sur de la península ibérica en la Edad Media, (Granada, 2010). 2 Martín Gamero, A., Los Cigarrales de Toledo. Recreación literaria sobre su historia, riqueza y población, Toledo, 1857; Vegue y Goldoni, A., “Los cigarrales de Toledo en el siglo de oro. Datos para su historia”, en Temas de arte y literatura, (Madrid, 1928), pp. 107128; Cruz, L.; Español, I. y Muñoz, E., Los cigarrales de Toledo. Idealización y deterioro de un paisaje cultural, (Ciudad Real, 2006); Morollón, P., “Los cigarrales de Toledo en el Catastro del Marqués de la Ensenada”, en CT Catastro, 63, (2008), pp. 159-180; Carrobles, J.; Morín, J. y Barroso, R., “El cigarral. Origen y cambio de un paisaje cultural toledano a través de sus bosques y jardines”, en García, E.; Pereira, J. y Carrobles, J., (eds.), Actas del Congreso de Historia Forestal. III Reunión sobre Historia Forestal, (Pontevedra, 2009), pp. 153-162; Carrobles, J.; Morín, J. y Fernández, C., “La vegetación como artefacto: albaricoqueros, ciruelos y granados en el paisaje cultural cigarralero”, en Restaurando el pasado, planificando el futuro. I Congreso Hispanoamericano de Arboricultura - XIII Congreso Nacional de Arboricultura, (Valencia, 2010), pp. 223-231; Fernández, C; Carrobles, J. y Morín, J., “La evolución del paisaje vegetal en el ámbito del Cigarral de Menores (Toledo)”, en Restaurando el pasado, planificando el futuro. I Congreso Hispanoamericano de Arboricultura - XIII Congreso Nacional de Arboricultura, (Valencia, 2010), pp. 195-203; Barroso, R.; Carrobles, J.; Morín, J.; Isabel, J.L.; Rodríguez, L.; Curado, J.M. y Criado, I, “Arqueología de la Guerra Civil en Toledo. El Frente Sur del Tajo y el cigarral de Menores: un escenario de guerra”, en Archivo Secreto, 5 (Toledo, 2011), pp. 330348; Carrobles, J.; Barroso, R.; Morín, J. y Rodríguez, S., “Los paisajes culturales de la ciudad de Toledo: los cigarrales. Planteamientos de trabajo y primeros resultados”, en VI Congreso Internacional de Musealización de Yacimientos Arqueológicos y Patrimonio, (en prensa); Criado, I.; Barroso, R.; Carrobles, J.; Morín, J. y Rodríguez, S., “Estudio del paisaje cultural de Toledo: los cigarrales: La fotografía como fuente documental”, en IV Encuentro de Historia de la Fotografía en Castilla-La Mancha (en prensa).

1 La bibliografía sobre los paisajes culturales ha aumentado notablemente en los últimos años. Nuestro estudio parte de planteamientos descritos y utilizados en: Orejas, A., “Arqueología del paisaje. Historia, problemas y perspectivas”, en Archivo Español de Arqueología, 64, (1991), pp. 191-230; Bender, B., Landscape: politics and perspectives, (Oxford, 1993); Orejas, A., “Arqueología del paisaje: de la reflexión a la planificación”, en Archivo Español de Arqueología, 68, (1995), pp. 215-224; González, R., “Arqueología del paisaje e historia agraria: algunas cuestiones de método”, en Revista d’historia medieval 7, (1996), pp. 223-242; Buxó, R.; McGlade, J.; Palat, J. M. y Picazo, M., “La evolución del paisaje cultural: la estructuración a largo plazo del espacio social en el Empordá, Arqueología del Paisaje”, en Arqueología Espacial 19-20, (1998), pp. 399-410; Criado, F., “Del terreno al espacio: Planteamientos y perspectivas para la arqueología del paisaje”, en CAPA (Cadernos de Arqueoloxia e Patrimonio) 6, (1999), pp. 1-82; Tello, E., “La formación histórica de los paisajes agrarios mediterráneos: una aproximación ecoevolutiva”, en Historia Agraria 19, (1999), pp. 195-212; Anschuetz, K.F. et alii., “An archaeology of landscapes: Perspectives and directions”, en Journal of Archaeological Research, 9-2, (2001), pp. 152-197; Ballesteros, P.; Otero, C. y Varela, R., “Los paisajes culturales desde la arqueología: propuestas para su evaluación, caracterización y puesta en valor”, en Arqueoweb 7-2, (2005); Buxó, R., “Paisajes culturales y reconstrucción histórica de la vegetación”, en Ecosistemas 15 (1), (2006), pp.

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Fig. 1. Paisaje cigarralero en los alrededores de Toledo.

el estudio que realizamos muestra que esta supuesta continuidad no existe y que los considerados como hitos de continuidad son en realidad elementos excepcionales en el entorno en el que se encuentran.

que vinculan a estas fincas con las numerosas almunias islámicas citadas en la documentación fechada en los momentos inmediatamente posteriores a la conquista cristiana de la ciudad, ocurrida a finales del siglo XI3. Su existencia ha sido utilizada para proponer la pervivencia de un modelo residencial y de ocio a lo largo de toda la Edad Media, hasta enlazar con las primeras villas humanistas monumentales que aparecen en este mismo espacio en el siglo XVI y que, de esta manera, vendrían a modernizar un tipo de propiedad que habría evolucionado tan sólo en la forma y nunca en el concepto o en la funcionalidad4. De hecho, este mismo planteamiento es el que también se ha utilizado para establecer una nueva comparación, ahora entre estos últimos grandes cigarrales renacentistas y los asociados a grandes personajes históricos del siglo XX, caso de los que fueron propiedad de Gregorio Marañón o Salvador de Madariaga, que se han convertido en un nuevo hito para la defensa de esta visión tradicional que plantea el mantenimiento de un tipo de cigarral residencial y hasta cierto punto elitista que, sin embargo, no aparece más que puntualmente y en momentos muy concretos.

Por lo tanto y con el fin de conocer el origen real de estas propiedades y su posterior evolución, decidimos volcarnos en la realización de un ambicioso programa de prospecciones y excavaciones arqueológicas centrado en el cigarral de Menores, la Quinta de Mirabel y la antigua dehesa de Pozuela, cuyos resultados damos a conocer en diferentes artículos incluidos en esta publicación. Es el caso del estudio que ahora nos ocupa, centrado en las importantes infraestructuras hidráulicas que existían en la zona y que, desde el inicio de nuestro trabajo, creíamos relacionadas con el origen del cigarral. Su realización ha confirmado la intuición de la que partíamos tal y como podremos comprobar, hasta el punto de plantear nuevas vías de explicación, ahora sí contrastadas, sobre el inicio de estas fincas y su distribución sobre el territorio.

Esta visión tan extendida, parte de la mera contemplación de los pocos complejos monumentales modernos y contemporáneos que se conservan en el área de cigarrales. Se trata, sin duda, de construcciones que tienen un importante protagonismo en el paisaje y en los discursos históricos elaborados desde el inicio de la investigación histórica moderna. Sin embargo,

2. LAS INFRAESTRUCTURAS HIDRÁULICAS EN EL ÁREA DE LOS CIGARRALES. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN De acuerdo con lo dicho hasta ahora, los estudios realizados con anterioridad al nuestro permiten diferenciar un área cigarralera que ocupa un amplio sector del espacio montañoso de naturaleza granítica ubicado al sur del Tajo, frente a la ciudad de Toledo. En ella se documenta una importante red de caminos y diferentes infraestructuras hidráulicas que deben ser considerados como los grandes ejes articuladores del territorio por el que discurren. Ambos tipos de obras se convierten en huellas definidoras del modo en que una sociedad entiende el espacio, lo utiliza y, por lo tanto, le da forma. Su estudio debe realizarse de manera conjunta y es necesario plantearlo en relación con el resto de los elemen-

3 Ramos, J., “Las almunias de la ciudad de Toledo. Desde época califal al periodo feudal”, en II Congreso de Arqueología de la provincia de Toledo. La Mancha Occidental y la Mesa de Ocaña, Vol. II, Toledo 2001, pp. 203-226. 4 La primera atribución a la relación que estamos citando se incluye en la obra que inicia la investigación sobre los cigarrales toledanos. Desde entonces se ha convertido en una referencia indiscutida, aceptada por la mayor parte de los investigadores que se han ocupado de estas propiedades. Martín Gamero, A., op. cit., Toledo 1857, p. 37.

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tos que todavía están presentes en el espacio que comparten, con el fin de ordenarlos e interpretar su “lógica” común de funcionamiento. Centrándonos en el tema de las obras de ingeniería hidráulica descritas en la zona objeto de estudio, tan sólo se habían descrito los restos de dos grandes canalizaciones de características muy diferentes entre sí (fig. 2). Los más conocidos eran los que pertenecían al tramo final del canal del principal sistema hidráulico de época romana en Toledo, que discurre en su práctica totalidad por lo que hoy es el campo de maniobras de la Academia de Infantería. Los otros pertenecen a un sistema hidráulico propuesto hace pocos años en la zona de Pozuela del que se tienen datos desde el siglo XVI, aunque la mayor parte de sus restos daten de momentos mucho más recientes, al pertenecer, como luego veremos, a la construcción del primer suministro de aguas con el que se dotó la ciudad de Toledo en el siglo XIX5. La primera de las obras citadas ha sido estudiada y descrita en diferentes ocasiones y ofrece pocos problemas de interpretación en el tramo que ahora nos interesa6. Se trata de una canalización plenamente característica de la ingeniería romana que parte de la presa de La Alcantarilla en el término municipal de Mazarambroz y puede seguirse en sus cerca de 40 km de recorrido hasta el interior de la ciudad de Toledo. Como ocurre con la práctica totalidad de este tipo de conducciones urbanas datadas en su mayor parte en los siglos I y II d.C., la obra se caracteriza por la utilización de una estructura de opus caementicium para la construcción del muro de base y el canal. En el interior de éste, se dispuso un acabado de opus signinum destinado a impermeabilizar y variar la sección del specus por el que discurren las aguas. Así, su menor o mayor espesor posibilitaba el estrechamiento de su sección y el refuerzo de la obra para contrarrestar la capacidad erosiva de las aguas en zonas de mayor pendiente o en aquéllas en las que se producen cambios bruscos de dirección. El último tramo de la obra que discurre por la zona estudiada, el más cercano a la población, mantiene las características generales de trazado apreciadas en el resto de la conducción. Básicamente nos encontramos ante una canalización que presenta una cuidada adaptación a la compleja orografía existente en el terreno con el fin de mantener pendientes regulares que, en la zona objeto de estudio, se sitúan en torno a las 30 milésimas. Una inclinación alta pero dentro de los parámetros utilizados por la ingeniería romana, que es consecuencia del complicado relieve por el que discurre la obra, similar al

Fig. 2. Propuesta de trazado para las conducciones de agua para la ciudad de Toledo en época romana. Según M. Arenillas y otros, 2009.

que encontramos en el resto del sector granítico en el que se ubican los restos de la segunda canalización a la que hemos hecho referencia y que luego describiremos. Para lograrlo se recurrió al diseño de un trazado sinuoso adaptado a las curvas de nivel para evitar grandes pendientes, al cambio de sección antes descrito y a la construcción de alguna torre de pérdida de presión como es la conocida como Horno del Vidrio que, en su apariencia actual, aún muestra la monumentalidad que primó en la construcción de esta gran obra hidráulica, plenamente característica del mundo antiguo (fig. 3)7.

5 Cerro, R. del, La calle y el agua en el Toledo del siglo XIX. Propuestas y realidades urbanas, (Toledo, 1995), pp. 149-154; Macías, J.M. y Segura, C., (coord.), Historia del abastecimiento y usos del agua en la ciudad de Toledo, (Madrid, 1999), pp. 145-148; Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., El abastecimiento de agua a Toledo en época romana, (Madrid, 2009), pp. 94-113. 6 Aranda, F.; Carrobles, J. e Isabel, J.L., El sistema hidráulico romano de abastecimiento a Toledo, (Toledo, 1997); Carrobles, J. e Isabel, J.L., “El sistema hidráulico de Toledo en época romana”, en Pedregal, J.M., (dir.), Obras Públicas en Castilla-La Mancha, (Madrid, 2004), pp. 31-57. Recientemente se han publicado nuevos estudios en los que se estudian obras muy diferentes, tanto en función como en cronología, a las que se considera parte de un único sistema. Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., (2009), op.cit., pp. 125-158.

7 Un paralelo cercano acaba de localizarse recientemente en la cercana ciudad de Segóbriga (Saelices, Cuenca). La canalización conquense presenta una cronología y una técnica constructiva prácticamente idéntica a la toledana en su tramo construido (muro, base y canal), aunque presenta un trazado subterráneo construido mediante spiraminas y galerías: vid. Barroso, R.; Carrobles, J. y Morín, J., La Peña. “El abastecimiento de aguas en el territorio de Segóbriga”, en MArqAudema. Serie Época romana/Antigüedad tardía, en prensa.

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que discurría por la obra iba destinado al abastecimiento de la ciudad de Toledo. La segunda de las canalizaciones descrita, la de Pozuela, muestra unas características técnicas muy distintas y, tal y como ha sido dada a conocer, plantea numerosos y evidentes problemas de interpretación8. Su incorporación al debate científico ha sido reciente aunque como antes decíamos, se tuviera constancia de su existencia en la documentación conservada desde el siglo XVI, que describe la creación de un sistema hidráulico para el suministro de agua al complejo de fuentes y jardines creado en la Quinta de Mirabel por el cardenal Quiroga9. A él se sumaron otras obras relacionadas con diferentes proyectos para crear y acrecentar el suministro de agua para las fuentes públicas de Toledo a mediados del siglo XIX, que se han superpuesto a las anteriores y han dado lugar a un sistema muy complejo de difícil lectura10.

8 Barahona, M.; Arenillas, M.; Gutiérrez, F.; Martín, M.; Gómez, J. y García, F., “Un nuevo sistema de abastecimiento de agua a Toledo en época romana: la galería de la Pozuela”, en Actas del V Congreso Nacional de Historia de la Construcción, (Madrid, 2007), pp. 1-10; Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., (2009), op. cit., pp. 172-185.

Fig. 3. Torre acuaria romana conocida como Horno del Vidrio a comienzos del siglo XX. Según R. A. de los Ríos, 1905.

9 Marías, F., “El cigarral toledano del Cardenal Quiroga”, en Goya, 154, (1980), pp. 216-222.

En todo el tramo estudiado no se documenta ningún aprovechamiento secundario relacionado con el uso agrícola o ganadero de las aguas que discurrían por la canalización, al menos hasta las inmediaciones de la población, en las que pudieron existir algunos aliviaderos en puntos muy complejos del sistema como era la entrada al gran sifón que permitía el paso de las aguas sobre el cauce del Tajo, a los que podía buscarse un aprovechamiento puntual. Al margen de esta posibilidad ocasional, no cabe la menor duda de que la totalidad del caudal

10 Se trata de un problema habitual en este tipo de obras. Su complejidad obliga a realizar un análisis minucioso para valorar la más que probable existencia de superposiciones y yuxtaposiciones que pueden quedar ocultas a primera vista. En este sentido, cabe destacar el aviso realizado por alguno de los investigadores que han abordado el estudio de este tipo de infraestructuras. Un caso concreto lo tenemos en Cressier, P., “Archeologie des estructures hydrauliques en al-Andalus”, en I Coloquio de Historia y Medio Físico. (Almería, 1989), LIV-LV.

Fig. 4. Vista de la cubierta de la galería de captación de Pozuela 1.

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punto concreto se han planteado diferentes hipótesis de trabajo sobre el modo en el que las aguas podrían discurrir hasta el interior de la ciudad, sin que en ningún momento existan restos o pruebas mínimamente sólidas que permitan apoyar las distintas afirmaciones realizadas12.

La obra, interpretada como una nueva conducción para el abastecimiento de la ciudad de Toledo en época romana, se ha descrito a partir de una captación en galería para la que se ha propuesto una cronología antigua, en función de las características técnicas apreciadas en su construcción (figs. 4-5). Esta atribución se basa en su aparente relación formal con las estructuras conocidas en el tramo inicial del acueducto de Rabo de Buey en Mérida, que es la obra que actúa como referencia en la literatura científica para este tipo de infraestructuras en la Antigüedad hispana11. Al final de la galería se ha defendido la existencia de un canal que se conserva en diferentes tramos, en los que es posible apreciar sus principales características constructivas. Se trata de una obra en su mayor parte tallada en la roca que desciende por la margen izquierda del arroyo de Pozuela en dirección a Toledo, hasta su desaparición en las tapias de los primeros cigarrales que existen en la zona y que dificultan la continuidad de su estudio (fig. 5). Desde este

El estudio detallado de cada uno de los elementos conservados muestra que estamos ante una propuesta elaborada a partir de la unión de obras y elementos muy diferentes que carecen del necesario estudio de detalle y plantean, como decíamos, numerosos problemas de interpretación. El primero y más evidente tiene que ver con las escasas posibilidades que ofrece el acuífero que se aprovecha, para el que los estudios realizados

12 Frente a las numerosas descripciones históricas y referencias conservadas del resto de las estructuras hidráulicas antiguas descritas en Toledo, no existe ninguna que haga mención al hallazgo de canalizaciones o elementos vinculados a un posible paso de las aguas sobre el cauce del Tajo, en una zona que presenta numerosos problemas derivados de su complicado relieve. Su ejecución habría necesitado de potentes infraestructuras que habrían dejado alguna huella en el entorno de la ciudad. Tampoco creemos posible atribuir una cronología antigua, ni una función de venter, a los molinos hidráulicos y puentes medievales existentes en la zona, tal y como se ha llegado a argumentar. Un ejemplo de estas propuestas lo tenemos en Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., (2009), op. cit., pp. 184-185

11 Álvarez, J.M., “El acueducto de Rabo de Buey-San Lázaro de Mérida”, en Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano, (Cáceres, 1979), 71-86; Gijón, G. et alii, “Abastecimientos hidráulicos a Augusta Emerita: Las conducciones de Rabo de Buey-San Lázaro (Mérida)”, en Mérida, Ciudad y Patrimonio, nº5, (2001), pp. 17-43; Álvarez, J. M., “Las conducciones hidráulicas emeritenses. Estado de la cuestión”, en Mangas, J. y Martínez, S., (eds.), El agua y las ciudades romanas, (Madrid, 2007), pp. 183-212

Fig. 5. Vista aérea de la captación de Pozuela 1. Fuente: Google Maps.

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Fig. 6. Canal excavado en la roca en la antigua Dehesa de Pozuela identificado como una conducción de época romana según M. Arenillas y otros, 2009.

Fig. 7. Vista aérea del trazado lineal que presenta la conducción atribuida a época romana y que responde a las obras realizadas en el siglo XIX en la antigua Dehesa de Pozuela. Fuente: Google Maps.

en el siglo XIX fijaron un caudal máximo muy reducido en relación con los habituales en las obras hidráulicas antiguas con las que ésta de Pozuela se quiere comparar y que, además, nunca llegó a obtenerse con la regularidad esperada13. De hecho, para conseguir la cantidad inicialmente prevista, fue necesario realizar nuevas obras de captación en esta misma zona de los alrededores de Toledo, que tropezaron con similares problemas por la falta de acuíferos adecuados14.

comparable con el ejemplo propuesto de Rabo de Buey en Mérida, sino que es una obra aparentemente similar pero muy diferente en su ejecución y concepto. En realidad, estamos ante una galería construida a cielo abierto en el lecho de un arroyo, destinada a filtrar las aguas superficiales y subálveas que discurren por él. No se trata por lo tanto de una canalización ni de la captación de un acuífero subterráneo como ocurre en las obras antiguas que conocemos en la Península Ibérica, sino de una obra destinada a crear un manantial artificial siguiendo modelos muy diferentes de los utilizados por la ingeniería romana. Además, el estudio de la galería muestra que el conducto abovedado es en realidad el resultado de obras diferentes que han ido surgiendo en un periodo de tiempo muy amplio, con el fin de posibilitar un mejor aprovechamiento del escaso e irregular afloramiento de aguas allí existente.

En segundo lugar, la galería de captación con sus numerosos pozos de registro que la delatan al exterior, no es una mina

13 Cerro, R. del, (2005), op. cit., pp. 152-153; Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., (2009), op. cit., pp. 99-102. En este sentido, el sistema de abastecimiento de agua localizado recientemente en Segóbriga es un ejemplo de funcionamiento de este tipo de obras en el mundo clásico. Al no contar con una presa de captación, se han encauzado diferentes manantiales que son reconducidos a la conducción principal. En el caso de Segóbriga se han localizado dos zonas de captación, a las que habría que añadir la ya conocida de La Fuente de la Mar. En todos los casos se trata de manantiales de caudal importante, al punto que aparecen recogidos en el mapa del IGM. Por otro lado, las analíticas realizadas en los morteros del specus muestran con claridad que se trata de una obra romana coetánea: Barroso, R.; Carrobles, J. y Morín, J. (2011), op. cit.

Por último, el canal descrito desde el final de la galería, muestra unas características muy concretas que tampoco coinciden con las que conocemos en las canalizaciones antiguas entre las que se la quiere incluir. A pesar de la evidente apariencia de tosquedad e incluso de antigüedad que aporta la excavación de un canal en roca, su estudio muestra que estamos ante una conducción completamente lineal que se impone a la topografía por utilizar una tecnología que permite superar los problemas que ésta crea (fig. 7). En su trazado se reconocen pendientes pronunciadas y tramos claramente de ascenso que hacen imposible el libre flujo de las aguas por gravedad.

14 Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., (2009), op. cit., p. 103.

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Fig. 8. Perfil topográfico del proyecto de conducción de la Pozuela realizado por Santiago Martín y Wenceslao Graviña. Toledo, 1853. Archivo Municipal de Toledo. Colección de Mapas, Planos y Dibujos, núm. 103 [Carpeta núm. 1].

Fig. 9. Perfil topográfico del proyecto de ampliación de la conducción de la Pozuela realizado por Luis Antonio Fenech. Toledo, 1864. Archivo Municipal de Toledo. Fondo Histórico, Agua, Pozuela, Fuente del Cardenal, 1863-1870. Sign. 13, Plano 223.

Su funcionamiento sólo sería posible por la existencia de una conducción forzada mediante tuberías dotadas de las válvulas y refuerzos destinados a evitar los problemas que planteaban las constantes variaciones de pendiente que, aunque eran conocidas en el mundo antiguo, no se solían aplicar a este tipo de obras menores en el medio rural, como es el caso de la que estamos estudiando. Tampoco aparece en su recorrido ningún resto de hormigón ni de otros materiales relacionados con la construcción de la canalización, ni siquiera en los puntos más sensibles como son los pasos por arroyos o caminos. En la

misma medida, se echan de menos los materiales utilizados para la cubrición de la obra que siempre están presentes en los alrededores de cualquier conducto de la antigüedad, tal y como ocurre en el caso del ya citado en el campo de maniobras de la Academia de Infantería, que cuenta con la totalidad de los elementos que aquí echamos en falta15.

15 Un ejemplo de utilización de todos estos materiales y técnicas, lo

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consecuencia del desarrollo de diferentes paisajes culturales sobre la misma realidad física.

Todo ello, unido a la falta de restos de la canalización en zonas más cercanas a la ciudad y a la inexistencia de las grandes obras de paso sobre el río para las que se han propuesto una serie de hipótesis no contrastadas, nos obliga a dar credibilidad a las planimetrías recientes en las que esta obra aparece perfectamente reflejada en relación con los esfuerzos realizados en el siglo XIX (figs. 8-9), que dieron lugar a topónimos tan evidentes como es el del cigarral de la Traída, que coincide con la tapia en la que se pierde la canalización.

Para conseguirlo en el área de cigarrales objeto de estudio, se han realizado diferentes campañas de prospección y unas primeras excavaciones que han permitido conocer el entorno en el que surgen las estructuras hidráulicas que, hasta ahora, aparecían como elementos aislados o directamente relacionados con el núcleo urbano de Toledo sin que, desde nuestro punto de vista, hubiera motivos suficientes para justificar esa atribución. Fruto de este trabajo ha sido la localización de otros elementos hidráulicos parecidos a los ya conocidos que, como podremos comprobar, se repiten y relacionan con yacimientos cercanos de los que indudablemente forman parte. Una realidad inmediata y lógica que es la que vamos a tratar de mostrar a partir de este momento.

La principal conclusión que podemos obtener de todo lo dicho hasta ahora es que la interpretación dada a esta conducción plantea numerosas dudas y que es necesario realizar su estudio en relación con el paisaje cultural por el que discurre y con el que necesariamente debe relacionarse. Sólo así podremos precisar su cronología y, sobre todo, comprender su funcionamiento, que no parece estar vinculado al abastecimiento público de la ciudad de Toledo, al menos y de forma fallida, hasta las fechas tardías en época contemporánea a las que nos hemos referido.

De forma necesariamente reducida, los elementos arqueológicos que definen el paisaje cultural del que forman parte nuestras galerías, captaciones y canales, son:

3. ESTUDIO DEL ENTORNO ARQUEOLÓGICO

3.1. Elementos hidráulicos en el área de cigarrales. Catalogación y nuevos planteamientos

De acuerdo con el planteamiento teórico que hemos expuesto al inicio de este estudio, para conocer el contexto que nos ayude a entender el funcionamiento y la cronología de las diferentes obras y captaciones descritas hasta ahora, es necesario recurrir a metodologías de trabajo que permitan obtener una visión completa del territorio y, sobre todo, de las transformaciones y adaptaciones que éste pueda haber sufrido, como

Aunque existen elementos de naturaleza muy diferente relacionados con el uso y gestión del agua, vamos a centrarnos en los más significativos que son aquellos que tienen una mayor influencia en la generación de los modelos de explotación del territorio que nos interesa conocer.

3.1.1. Captaciones mediante galerías

tenemos en la conducción de Segóbriga, que cuenta con un amplio tramo subterráneo construido mediante spiramina. En toda la obra se puede apreciar la sinuosidad del trazado y la búsqueda de una pendiente gradual, como es habitual en las obras hidráulicas romanas peninsulares: Barroso, R.; Carrobles, J. y Morín, J. (2011), op. cit.

Pozuela 1.- Es la publicada como romana en los últimos años, a la que hemos hecho referencia con anterioridad16. Tal y como ya hemos dicho en su momento, la obra que conocemos es en realidad el resultado de la unión de iniciativas distintas, que poco o nada tienen que ver entre sí. Su apariencia actual se debe a los sucesivos aprovechamientos de las estructuras más antiguas que, como es lógico, se disponen y sobreponen en las ubicaciones geológicas más favorables (fig. 10). La galería inicial es la que se ubica en el lecho de un pequeño arroyo tributario del conocido como de la Pozuela. Es una obra de cierta envergadura que contó con una longitud superior a los 300 m. Su trazado puede seguirse fácilmente en superficie gracias a los pozos de registro de sección circular que carecen de brocal y aparecen dispuestos de forma regular cada 50 m (fig. 11). También, por las propias características técnicas de la construcción abovedada, que se refleja en el exterior (fig. 12) gracias a la existencia de dos profundas zanjas laterales que forman parte de la obra original, aunque en el estudio realizado que venimos citando se atribuyan a las reformas realizadas en el siglo XIX destinadas a volver a poner

16 Barahona, M.; Arenillas, M.; Gutiérrez, F.; Martín, M.; Gómez, J. y García, F., (2007), op. cit.; Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., (2009), op. cit., pp. 172-179.

Fig. 10. Plano con los restos conservados en el entorno de la captación de Pozuela 1.

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en explotación la captación17. De hecho, su verdadera finalidad nada tiene que ver con las supuestas obras de renovación, sino con el aumento de la capacidad para canalizar las aguas superficiales y facilitar su filtrado al interior de la galería que discurría a una cota inferior. En el interior, la obra consiste en una galería construida con mampuestos dispuestos en seco, sin utilización de ningún tipo de hormigón ni de materiales como el ladrillo o la piedra tallada, que suelen estar presentes en las obras antiguas. La utilización de este tipo de paramento permitía el drenaje de las aguas superficiales y subálveas, así como su posterior canalización sobre la superficie rocosa en la que se levanta la totalidad de la construcción, que impide la filtración a cotas más bajas del caudal obtenido. Sus dimensiones son bastante regulares, unos 0,9 m de ancho y 1,5 de alto de media, salvo en un punto concreto en el que se produce un brusco salto con el fin de adaptar la obra al terreno y mantener unas pendientes no muy pronunciadas, destinadas a evitar la erosión de la estructura.

Fig. 11. Detalle de uno de los pozos de captación de la galería de Pozuela 1.

La finalización de la galería coincide con la desembocadura del arroyo en el ya citado de la Pozuela, lo que provoca un cambio en la capacidad erosiva de las aguas superficiales y, por lo tanto, una clara alteración de las condiciones geológicas que podían poner en peligro la conservación de la obra. Este cambio propicia la aparición de nuevas galerías que cuentan con características constructivas muy diferentes, tal y como luego podremos comprobar, independientemente de que su principal reflejo en el exterior sigan siendo pozos de registro de apariencia más o menos parecida. Así, su ubicación a media ladera y las características constructivas apreciadas en los brocales y cubiertas muestran que se trata de obras similares en apariencia pero técnicamente diferenciadas con respecto a la que acabamos de describir. La primera de las obras documentadas es la galería que discurre por la margen derecha del arroyo de la Pozuela, de la que sólo se conserva un pozo de registro. La segunda es la que aparece en ese mismo punto aunque en la otra margen del curso fluvial que, incluso, podría ser un tramo reaprovechado de la primera canalización o la continuación de la conducción menor que acabamos de citar, tras atravesar el cauce de forma perpendicular y generar, de esta manera, un nuevo modelo de captación de las aguas (fig. 13). El estudio de los pozos conservados muestra que esta conducción parte de un punto cercano al cauce para ir alejándose paulatinamente de él y llevar el agua a tierras algo alejadas del curso fluvial, en las que se localizan restos de diferentes depósitos relacionados, en algún caso, con la construcción de los sistemas hidráulicos que permitieron el abastecimiento de la Quinta de Mirabel en el siglo XVI18 (fig. 14).

Fig. 12. Detalle de pozo y `piedra de cubrición en el tramo inicial de la captación de Pozuela 1.

Por último, coincidiendo con el final de esta última canalización, en las inmediaciones de la denominada como Casa del Agua, se documentan nuevos pozos de registro realizados íntegramente en ladrillo con sección cuadrada, cubiertos con losas

17 Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., (2009), op. cit., 173. 18 Cavero, C., El cigarral del cardenal Quiroga, Trabajo de investigación inédito, (2010). Ver también el estudio de este cigarral en esta publicación.

Fig. 13. Detalle del brocal de un pozo en la ampliación de la captación de Pozuela 1.

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Fig. 14. Restos de aljibes conservados al final de la captación de Pozuela 1.

Fig. 15. Pozo de ladrillo de una conducción moderna junto a la captación de Pozuela 1.

Fig. 16. Vista general de la captación de Pozuela 2.

regulares de granito, que pertenecen a una tercera canalización distinta de las anteriores, de cronología más reciente (fig. 15).

a un pequeño valle cercano que fue acondicionado como campo de cultivo.

Pozuela 2.- en el límite de la antigua Dehesa de Pozuela, en un pequeño valle que vierte sus aguas a un curso fluvial tributario del arroyo en el que se localizan las estructuras que acabamos de describir, se localizan nuevos restos que pertenecen a una nueva galería de drenaje.

Su estudio muestra la existencia de galerías similares en concepto y funcionamiento a la que hemos descrito en primer lugar, aunque con un tamaño menor en función de la capacidad de acumulación de aguas de los lugares en los que se construyen.

La obra se puede seguir a lo largo de unos 30 m y es probable que pueda tener una longitud mayor que permanecería oculta en el subsuelo de este pequeño valle (fig. 16). De acuerdo con lo que indican los restos más visibles, la parte conservada en superficie muestra la existencia de una construcción de cierta entidad, realizada con grandes piedras, que marcan el arranque de la galería que puede seguirse en superficie por la existencia de las características zanjas laterales, que facilitan el filtrado de las aguas. El final de esta estructura parece coincidir con una canalización realizada con el mismo tipo de grandes mampuestos dispuestos en seco, que dirigen las aguas

Pozuela 3.- No lejos de ambas obras, en otro pequeño curso fluvial irregular que drena un amplio sector de la misma Dehesa de Pozuela, se localizan nuevas evidencias de captaciones que, como ocurría en el primero de los casos estudiados, pertenecen a momentos muy diferentes. Los restos más destacados y evidentes son los que tienen que ver con un segundo intento de aprovechar las escasas aguas existentes en la zona, para reforzar el suministro hidráulico de Toledo a mediados del siglo XIX. De acuerdo con la documentación histórica conservada, podría tratarse de las obras

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Fig. 17. Vista general de la antigua Dehesa de Pozuela con el depósito construido en el siglo XIX para el abastecimiento de la ciudad de Toledo, en las inmediaciones de la captación de Pozuela 3.

Fig. 18. Pozo de conducción del siglo XIX en las inmediaciones de la captación de Pozuela 3.

realizadas según el proyecto de Luis Antonio Fenech datado en 1864, destinado, como decíamos, a completar los escasos caudales que llegaron a la ciudad desde la captación de la Pozuela inaugurada un año antes19. A esta fase de obras pertenecen un depósito (fig. 17) y toda una serie de pozos de dimensiones y características diferentes que jalonan el curso del arroyo. En todos ellos se aprecia el uso de una mampostería muy regular que indica su ejecución en un momento necesariamente próximo (fig. 18).

Fig. 19. Plano con la ubicación y restos conservados de la captación de Pozuela 3.

Aguas abajo de los últimos restos que acabamos de describir, se documentan algunas estructuras mucho menos destacadas que presentan unas características constructivas muy diferen-

tes (fig. 19-20). Su identificación es posible realizarla por la existencia de algunos pequeños amontonamientos de piedras de cierto tamaño que destacan en el lecho del arroyo y marcan el tramo final de una nueva galería, presumiblemente abovedada, similar a las descritas hasta ahora. Su pertenencia a una obra hidráulica es clara pero carece de la presencia descrita en

19 Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., (2009), op. cit., p. 103.

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Fig. 20. Detalle de la cubierta de la galería y de las zanjas laterales de la captación de Pozuela 3.

Fig. 21. Plano con la ubicación de los restos conservados de la captación de Pozuela 4.

estudiar, se localiza una nueva vaguada que pertenece al mismo sistema fluvial ordenado en torno al arroyo de Pozuela que estamos estudiando. En ella se documentan una serie de amontonamientos de piedras de pequeño y mediano tamaño, dispuestos de forma regular cada 25 m, que ocultan la boca de al menos seis registros de planta cuadrada (fig. 21). En superficie no se aprecian zanjas paralelas ni ningún otro tipo de señales que delaten la existencia de la galería al quedar sellada por campos de cultivo que estarían vinculados con la nueva estructura. Frente al tipo de estructura descrita hasta ahora que captaba el agua y la trasladaba a un punto no coincidente con la propia obra, parece que nos encontramos ante un modelo distinto en el que la captación coincide con el lugar en el que se ubica el espacio productivo, al que abastecería a través de los pozos (fig. 22).

Fig. 22. Detalle de la boca de uno de los pozos de la captación de Pozuela 4.

En su entorno se documentan restos de diferentes inmuebles, bancales y restos de antiguos caminos, que muestran la existencia de un aprovechamiento intensivo de este espacio hasta momentos relativamente recientes.

la captación estudiada en primer lugar, al no haber sido objeto de ningún tipo de reaprovechamiento desde su construcción y encontrarse en el lecho de un arroyo que se encuentra en parte colmatado por haber perdido parte de su capacidad erosiva, como consecuencia de las modificaciones realizadas en su curso en épocas recientes.

Quinta de Mirabel.- Es el cigarral más amplio y destacado de los que se conservan en Toledo desde su construcción por el cardenal Quiroga en los años finales del siglo XVI20. Por la finca discurren diferentes arroyos ocasionales entre los que destaca un nuevo curso que desemboca en el tramo final del arroyo de la Pozuela, que a partir de esta zona concreta recibe el nombre de arroyo de la Cabeza. En él encontramos nuevos restos relacionados con la construcción de infraestructuras para permitir el aprovechamiento de las aguas superficiales y subálveas que discurren por el subsuelo.

El estudio de los restos visibles muestra la existencia de una galería que se puede seguir en superficie por la aparición de algunos restos de la cubierta realizada con piedras de mediano tamaño y por las características zanjas en los laterales que son las que permiten reconocer el trazado de la obra en un tramo próximo a los 50 m. Es probable que la galería original tuviera unas dimensiones mayores aunque no es posible precisar su alcance real, como consecuencia de las transformaciones ocasionadas por las obras realizadas en el siglo XIX y la implantación sobre su trazado de un camino que provocó un cierto movimiento de tierras y la construcción de pequeños aterrazamientos sobre el cauce.

En la zona más alta, en las inmediaciones del cerro de los Palos, se localiza un interesante conjunto de estructuras aún más visuales que las que hemos descrito en las captaciones de La Pozuela. Está formado por una galería-mina de cierta entidad, un aljibe-depósito y una nueva galería que puede seguirse fácilmente en superficie por los pozos de registro que todavía se conservan (fig. 23). Frente a los brocales más o menos sencillos que hemos encontrado en la zona alta de Pozuela, éstos

En sus inmediaciones se conservan restos de lo que parecen ser pequeñas canalizaciones y algunas obras de acondicionamiento destinadas a la creación de campos de cultivo de los que luego hablaremos, con los que podría relacionarse su construcción. Pozuela 4–Casas de Miján.- A unos 400 m del pequeño valle en el que se han descrito los restos que acabamos de

20 Marías, F., (1980), op. cit.; Cavero, C., (2010), op. cit.

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Fig. 23. Pozos pertenecientes a la captación de Mirabel 1.

Fig. 24. Vista aérea con la galería, pozos y campos de cultivo de Mirabel 1. Fuente: Google Maps.

de Mirabel se caracterizan por contar con una cubrición prismática de gran volumen realizada íntegramente en ladrillo, que adquiere un importante protagonismo en el entorno (fig. 24). Todos y cada uno de ellos están en relación con pequeños bancales que forman campos de cultivo, repitiendo el modelo que hemos conocido en Pozuela 4 - Casas de Miján. Junto a ellos se reconoce un área residencial de pequeño tamaño que aporta materiales datados entre el siglo XI y el final de la Edad Media. Entre ellos destaca el hallazgo de un fragmento de cerámica decorada con la técnica de cuerda seca total, que ofrece un indicio cronológico sobre el origen taifa de este asentamiento (fig. 25). A escasa distancia de estas estructuras, aguas abajo en el mismo cauce, encontramos los restos de una nueva obra de captación. Su aspecto exterior permite reconocer otra galería excavada sobre el lecho del arroyo, que repite el modelo de las construcciones descritas hasta ahora en otras zonas del mismo valle de la Pozuela (fig. 26). El tramo en el que los restos son más visibles muestra, sin embargo, unas características algo diferentes a las descritas hasta este momento en el resto de los casos conocidos al estar tallado en la roca y haber necesitado la realización de la excavación en área de un amplio sector del pequeño valle en el que se encaja la obra, con el fin de aumentar su capacidad de captación. En esta zanja por la que discurre el arroyo, encontramos los restos de la bóveda de la galería que se cubrió con piedras de pequeño y mediano tamaño. A ambos lados se documentan las características zanjas lineales que, en este caso, tienen menos desarrollo pero cuentan con la suficiente entidad como para favorecer el filtrado de las aguas corrientes, siguiendo el modelo que hemos descrito en el resto de casos conocidos.

Fig. 25. Fragmento de cerámica decorada con la técnica de cuerda seca procedente del asentamiento ubicado junto a la captación de Mirabel 1. Siglo XI.

Esta nueva galería puede seguirse a lo largo de unos 70 m y es posible que sus dimensiones fueran algo mayores, especialmente en la zona alta en la que ha sido seccionada por la realización de obras de canalización relacionadas con el abastecimiento a poblaciones cercanas desde el depósito del Cerro de los Palos.

Fig. 26. Vista de la cubierta y zanjas laterales de la captación de Mirabel 2.

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Fig. 27. Cubierta de la captación conservada en el Cigarral de Menores.

merosos pozos que jalonan su recorrido y que, en algún caso y por su trascendencia para nuestro estudio, estudiaremos con más detalle.

Quinta de Mirabel

En el caso concreto que ahora nos interesa, las estructuras son menos visibles como consecuencia de las alteraciones que ha sufrido la zona por la generalización de construcciones cigarraleras destinadas al ocio desde el siglo XVI y su capacidad para transformar el paisaje en épocas recientes. Sin embargo y a pesar de la construcción de pozos, vallas e incluso de grandes pistas de juego, aún es posible localizar los restos de una nueva galería que, por los motivos citados, tiene un escaso protagonismo visual en relación con el resto de los casos de los que nos hemos ocupado hasta ahora. La estructura de captación se ubica sobre el lecho del pequeño arroyo y, una vez más, se puede identificar por la existencia de la característica acumulación de pequeñas piedras que cubren la bóveda. También por la presencia de las zanjas laterales que en este caso concreto están bastante desfiguradas por haber sido utilizadas como punto de partida para la construcción de una mina para un pozo de cronología reciente, así como por el mantenimiento de la actividad agrícola en sus inmediaciones hasta nuestros días (fig. 27).

Fig. 28. Plano de la conducción de la Fuente del Cardenal realizada en el siglo XVI.

La obra se distingue en un tramo de 50 m y es imposible precisar su tamaño original, aunque se puede llegar a suponer que, dada la orografía del terreno en el que se localiza, la estructura pudo alcanzar los mismos 100-200 m que hemos documentado en las otras galerías mejor conservadas. En sus inmediaciones se reconoce una pequeña red de canales y pequeños bancales relacionados con nuevos campos de cultivo con los que, es evidente, hay que relacionar la obra.

Cigarral de Menores.- En el área que ocupa este cigarral21, hemos procedido al estudio del único arroyo que no vierte sus aguas en el tantas veces citado de la Pozuela, aunque lo haga en sus inmediaciones. Sus características son algo diferentes a las estudiadas hasta este momento, al constituir un curso menos encajado en el relieve como consecuencia de la todavía menor regularidad de su cauce. Sin embargo, la escasa capacidad para evacuar aguas superficiales parece contrastar con la existencia de una mayor riqueza en las aguas subterráneas que discurren bajo su lecho, tal y como lo demuestran los nu-

Fuente del Cardenal.- En las inmediaciones del lugar en el que se localiza la primera de las galerías descritas (fig. 28), nos encontramos con los restos del arranque de una nueva canalización que captaba el agua de la citada fuente, utilizando para ello una técnica constructiva muy diferente de la descrita hasta ahora (fig. 29). Frente el modelo de zanjas de

21 Marañón, G., Un juego de espejos: Toledo desde un cigarral, (Madrid, 2004).

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Fig. 29. Fuente monumental conservada en la Quinta de Mirabel en la que finalizaba la conducción de la Fuente del Cardenal.

Fig. 31. Pozo de registro y galería de ladrillo de la conducción de la Fuente del Cardenal.

La toponimia, los datos históricos conocidos y el aspecto de algunos de los materiales utilizados, permiten suponer que estamos ante el tramo inicial de la canalización que sirvió para llevar el agua a la Quinta de Mirabel a finales del siglo XVI y que ya hemos citado en anteriores ocasiones. Su inclusión en este estudio, aunque sea en último lugar, sirve para mostrar la variabilidad y variedad de las estructuras hidráulicas conservadas en la zona de Pozuela y la necesidad de conocer las técnicas aplicadas y el funcionamiento del territorio en cada momento. Otros.- La prospección arqueológica realizada en la zona de Pozuela y en los cigarrales objeto de estudio, ha permitido documentar numerosos restos que pueden pertenecer a otras galerías de drenaje similares a las descritas hasta ahora aunque no sea posible por ahora su identificación definitiva. Ésta sólo podrá realizarse recurriendo a la ejecución de diferentes intervenciones arqueológicas, que ayuden a superar las dudas que plantea la realización de importantes aterrazamientos y otras alteraciones producidas por la creación de campos de cultivo datados, en su mayor parte, en momentos recientes.

Fig. 30. Inicio de la conducción de la Fuente del Cardenal con detalle de uno de los muros laterales que protegen la conducción.

Estudio.- De acuerdo con los datos que acabamos de exponer, parece claro que frente a lo publicado en los últimos años, no estamos ante una obra excepcional de cronología antigua ubicada en la antigua Dehesa de Pozuela, sino ante una galería que cuenta con numerosos paralelos cercanos que son, en su conjunto, consecuencia de la generalización de un modelo de captación destinado a permitir la explotación intensiva del territorio en el que se localizan.

drenaje hasta ahora conocido, nos encontramos en este caso con una galería construida íntegramente en ladrillo unido con mortero de cal que, a su vez, discurre por el espacio acotado entre dos muros de mampostería que impiden las filtraciones y dan estabilidad a la obra (fig. 30). En el tramo descubierto, se documenta un único registro que tiene forma cuadrada y se cierra con una losa de granito de la misma forma, similar a las documentadas en algunos pozos documentados en las inmediaciones de la galería de Pozuela 1 a los que hemos hecho referencia (fig. 31).

La realización de galerías destinadas a captar las aguas subterráneas y a permitir su conducción por gravedad a través de terrenos de orografía complicada se documenta desde fechas bastante antiguas en diferentes zonas de la Península Ibérica.

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ni captaciones en superficie26. De esta manera, los condicionamientos climáticos y geológicos existentes en cada zona, dan lugar a la aparición de obras muy diferentes que se conocen genéricamente con el nombre de qanat. Todas ellas son minas o galerías artificiales que toman el agua y la transportan hasta un punto elegido por el hombre, utilizando sistemas de funcionamiento muy distintos27. Las principales diferencias surgen de la manera en la que se realiza la captación del acuífero que implica la utilización de técnicas constructivas muy variadas, destinadas a aprovechar la mayor cantidad posible de los escasos recursos hídricos disponibles. Básicamente, podemos encontrarnos ante dos tipos de estructuras diferentes. Por un lado con auténticos qanat construidos con técnicas mineras hasta llegar a la fuente natural, generalmente subterránea, que les sirve de inicio. Por otro, ante galerías construidas a cielo abierto en zonas donde no existen ese tipo de manantiales naturales, aunque existe la suficiente humedad como para posibilitar la filtración del agua que encharca el terreno y formar una pequeña corriente artificial dotada de cierta estabilidad estacional.

Es el caso de las captaciones de época romana de Rabo de Buey en Mérida, Segóbriga, Sexi, Tiermes y Osma, por citar algunas de las más conocidas22. Su construcción se basa en una tecnología costosa pero sencilla, perfectamente conocida desde entonces, aunque sólo se utilice en unas pocas obras relacionadas con el suministro hidráulico de los principales centros de población en la Antigüedad. Todos los sistemas datados en esos momentos presentan unas características bien definidas y un uso exclusivamente urbano23, al no contemplar el aprovechamiento de las aguas por las explotaciones rurales que crecían junto a su trazado que, como luego veremos, debían solventar sus necesidades recurriendo a obras hidráulicas diferentes24. En todos y cada uno de los casos antiguos citados en el párrafo anterior, nos encontramos ante elementos pertenecientes a importantes pero excepcionales infraestructuras, a las que siempre se dota de una clara monumentalidad por el valor propagandístico que detentaban, al utilizarse como muestra de la romanidad de las poblaciones a las que servían25. Su función como referencia de la ingeniería antigua ha sido sobrevalorado por la capacidad de evocación que aún mantienen sus impresionantes restos y, también, por el evidente desinterés demostrado en el estudio de las obras más recientes, que carecen de ejemplos mínimamente conocidos.

Al primero de los tipos citados pertenece la totalidad de los conductos subterráneos de época romana que se conocen en la Península Ibérica. Al segundo lo hacen otra serie de obras dadas a conocer en las últimas décadas, que tienen menor longitud y una cronología mucho más tardía. Todas ellas se han puesto en relación con la llegada a occidente de gentes e influencias procedentes de zonas lejanas, dotadas de un bagaje cultural muy diferente del existente en estas zonas de Occidente.

Al margen de la destacada apariencia que presentan, su funcionamiento parte de la utilización de los principios técnicos más simples, al primar la utilización de la mano de obra en vez de recurrir a una auténtica ingeniería hidráulica caracterizada por el juego de presiones y conducciones mediante sifones, que sólo se documentan en contados casos como es el del complicado acueducto toledano, coetáneo de los ejemplos que acabamos de citar. Independientemente del tipo de técnica utilizada, en todos ellos se produce la captura de alguna corriente hídrica superficial o subterránea, que es la que garantiza el funcionamiento del sistema. A ella se podían sumar a lo largo de su largo trazado otros caudales secundarios, con el fin de conseguir el importante suministro que requería la vida de cualquier ciudad en el siglo I d.C.

El uso de estas galerías construidas a cielo abierto que reciben por ello el nombre de cimbras o tajeas28, está documentado en tierras de Palestina en los siglos IX-VIII a.C. y en fechas algo más tardías en diferentes zonas de Irán y el desierto arábigo. En la Península Ibérica se documentan en lugares tan dispares

26 Glick, Th. F., Tecnología, ciencia y cultura en la España Medieval, (Madrid, 1992), 13-14; Barceló, M., “El diseño de espacios irrigados en al-Andalus: un enunciado de principios generales”, en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C., (1996), op. cit., p. 59; Barceló, M., “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C., (1996), op. cit., p. 22.

El origen de este tipo de galerías es muy antiguo y algunas de sus variantes adquieren gran importancia en tierras afectadas por la aridez, como son las que existen en buena parte de Oriente Medio, en las que no es posible realizar grandes presas

27 Goblot, H., Les Qanats, une technique d’acquisition de l’eau, (Paris, 1979); Ron, Z.Y.D., “Sistemas de manantiales y terrazas irrigadas en las montañas mediterráneas”, en II Coloquio Historia y Medio Físico. Agricultura y regadío en al-Andalus, (Almería, 1996), pp. 383408; Cressier, P., (1989), op. cit., LIII-LXXXVIII; Martí, R., “Oriente y Occidente en las tradiciones hidráulicas medievales”, en I Coloquio de Historia y Medio Físico, (Almería, 1989), pp. 432-434; Barceló, M., “Qanat (s) a al-Andalus”, en Documents d’anàlisi geográfica, 2, (1983), pp. 3-22.

22 González, I., “Agua para ciudades y regadíos”, en Navascués, P., (coord.), Ars Mechanichae. Ingeniería medieval en España, (Madrid, 2008), p. 82. 23 Rodríguez, J.F., “Agua pública y política municipal romana”, en Gerión, 6, (1988), 223-252; Barceló, M., “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en Barceló, M.; Kirchner, H. y Navarro, C., El agua que no duerme. Fundamentos de la arqueología hidráulica andalusí, (Granada, 1996), p. 21.

28 Bertrand, M. y Cressier, P., “Irrigation et aménagement du terroir dans la vallèe de l’Andarax (Almería): les réseaux anciens de Ragol”, en Melanges de la Casa de Velázquez, 21, (1985), pp. 115-135; Bertrand, M. y Sánchez, J.R. “Canalizos y tajeas, dos sistemas de captación de aguas mediante galerías subterráneas en las altiplanicies granadinas. Andalucía Oriental”, en Arqueología y Territorio Medieval, 18, (2009), pp. 151-178; Cressier, P., (1989), op. cit, LXV; Cressier, P., “Agua, fortificaciones y poblamiento: el aporte de la arqueología a los estudios sobre el sureste peninsular”, en Aragón en la Edad Media, 9, (1991), pp. 403-428; Glick, Th. F., op. cit., 1992, pp. 29-30; Glick, Th. F., Paisajes de conquista. Cambio cultural y geográfico en la España medieval, (Valencia, 2006), pp. 115-116.

24 Barceló, M., “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en Barceló, M.; Kirchner, H. y Navarro, C., (1996), op.cit. 25 Fernández, C., Ingeniería hidráulica romana, (Madrid, 1983); Malissard, A., Los romanos y el agua, (Barcelona, 1996); Gómez, J., “La simbología del agua en la cultura romana”, en Mangas, J. y Martínez, S., (eds.), El agua y las ciudades romanas, (Madrid, 2007), pp. 73-97.

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como son Bunyola en Mallorca29, Cañete en Cuenca30, Puerto Lumbreras en Murcia31, la zona de Guadix en Granada32 y, sobre todo, en la comarca almeriense del Andarax33, en la que se aprecia un fenómeno parecido al que empezamos a conocer en Toledo34, caracterizado por la documentación de numerosos ejemplos en pequeños valles concentrados en una misma zona.

intensivos, que fueron los responsables de la consolidación de un modelo de estado que acabó de definirse en época califal. La comparación con las grandes obras romanas conocidas en la misma área cigarralera, en especial con el canal conservado en el campo de maniobras de la Academia de Infantería, muestra que nos encontramos ante infraestructuras muy diferentes que, independientemente de que pudieran tener algún parecido puntual de carácter formal, se encuentran muy alejadas desde el punto de vista ingenieril y sobre todo conceptual39.

En la mayor parte de los casos citados en esta orilla del Mediterráneo, estamos ante obras datadas en los siglos X-XI d.C., vinculadas a la implantación de nuevos modelos de producción agrícola que surgen en al-Andalus por la generalización de los espacios irrigados de los que luego nos ocuparemos35. Su origen ha despertado el interés de numerosos investigadores que han planteado diferentes propuestas de interpretación que, en su mayor parte, acaban relacionándolas con los ejemplos orientales que hemos citado, fundamentalmente con los que se conocen en áreas de Yemen36. El problema reside en conocer la vía y los agentes que permitieron su incorporación, ya que pudo darse una llegada directa desde Oriente37 o bien, de manera indirecta, a través de las comunidades bereberes del norte de África, que desarrollaron una ingeniería parecida y pudieron actuar de intermediarios38.

Dicho esto, sin embargo, queda por precisar la cronología de este tipo de sistemas hidráulicos. Sabemos que la tradición romana que sobrevivió en época visigoda constituye un término post quem para fijar, de alguna manera, la datación de estas nuevas tradiciones agrícolas, lo cual implica su llegada a la península en plena época islámica, en concreto en época califal, en la que se produce la consolidación definitiva del estado andalusí. No obstante, además de estos dos factores señalados –conocimiento de la tradición oriental y establecimiento del nuevo modelo de estado– su eclosión sólo pudo venir de la suma de otros condicionantes, algunos propios del mundo islámico y otros generales a todo el occidente, que comenzaron a darse en el siglo XI. Entre estos nuevos factores hay que destacar en primer lugar la expansión demográfica que hizo crecer la demanda interna, sobre todo, urbana, lo que llevó a su vez a la necesidad de poner en cultivo nuevas tierras que en principio resultaban poco aptas para la agricultura. Otro factor añadido fue el evidente desarrollo tecnológico operado en las sociedades mediterráneas a partir del año 1000, al que se suma, en el caso concreto de al-Andalus, el esplendor cultural y económico de las cortes taifas. Es posible, pues, que los inicios de estos modelos deban ser fijados en época califal, momento en que se multiplican los contactos con el oriente abasí, pero es sin duda en el periodo taifa, momento en que advertimos un extraordinario desarrollo del fenómeno urbano y de la cultura técnica, cuando dichos modelos eclosionaron hasta caracterizar el paisaje andalusí.

Las galerías toledanas que acabamos de describir pertenecen claramente a este segundo modelo “oriental”, tal y como lo indica su escasa longitud y las características técnicas con las que se construyeron. Su origen, por lo tanto, hay que buscarlo en las nuevas tradiciones agrícolas que llegaron a al-Andalus y permitieron la creación de unos modelos de explotación agrícolas

29 Barceló, M. y Carbonero, M. A., “Topografía i tipología dels qanat(s) de l’illa de Mallorca”, en Les aigües cercades (Els qanat (s) de l’illa de Mallorca), Institut d’Estudis Baleàrics, Palma de Mallorca, (1986), pp. 37-46. 30 Barceló, M., “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C. (1996), op. cit., p. 39. 31 González, I., “Agua para ciudades y regadíos”, en Navascués, P., (coord.), (2008), (op. cit), p. 83.

3.1.2. Pozos y norias

32 Bertrand, M. y Sanchez, J.R., «L’irrigation du territoire de Guadix. Les grandes acequias de Sierra Nevada: l’Acequia de la Sierra”, en Cressier, P., (dir.), La maîtrise de l’eau en al-Andalus. Paysages, pratiques et techniques, Collection de la Casa de Velázquez 93, (Madrid, 2006), p. 3.

Además de las galerías, en su entorno encontramos otras muchas estructuras hidráulicas que aportan un cierto contexto a las obras que estamos estudiando. Es el caso de los pozos que constituyen el ingenio hidráulico más sencillo y universal. Sus características formales han variado poco desde la Prehistoria, en claro contraste con lo ocurrido con el diseño de la maquinaria aplicada a permitir el aprovechamiento regular de sus aguas. Nos referimos a los cigüeñales, tornillos y sistemas de noria, que fueron incorporados a las explotaciones agrícolas en un momento muy concreto y forman parte destacada desde entonces de un paisaje que se ha mantenido vigente hasta hace algunas décadas40.

33 Bertrand, M. y Cressier, P., (1985), op. cit.; Bertrand, M. y Cressier, P., “Antiguos sistemas de irrigación en el valle del Andarax (Almería)”, en Actas del I Congreso de Arqueología Medieval, vol. III, (Zaragoza, 1985-1986), pp. 569-583. 34 En Toledo se conocía el uso de canalizaciones con el nombre de “ataxeas” al final de la Edad Media, en concreto en el año 1431; en lugares como las huertas de Alaytique, en pleno valle del Tajo. Molenat, J.P., Campagnes el Monts de Tolède du XII au XV siècle, (Madrid, 1997), p. 490. 35 Cressier, P., (1989), op. cit., LXVI. 36 Pirenne, J., La maìtrisse de l’eau en Arabie du Sud Antique. Six types de monuments techniques, (Paris, 1977); Barceló, M. “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en Barceló, M.; Kirchner, H. y Navarro, C., (1996), op. cit., pp. 28-29.

39 Barceló, M., “El diseño de espacios irrigados en al-Andalus: un enunciado de principios generales”, en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C., (1996), op. cit., p. 53; Shaw, B., “Water and society in the ancient Maghreb: technology, property and development”, en Antiquites africaines, 20. (1984), pp. 121-173; Martí, R., (1989), op. cit., pp. 429-430.

37 Barceló, M., “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en Barceló, M.; Kirchner, H. y Navarro, C., (1996), op. cit., pp. 31-40. 38 Bouderbala, N. ; Chiche, J. ; Herzenni, A. y Parcas, P., La question hydraulique I. La petite et moyenne hidraulique au Maroc, (Rabat, 1984).

40 Caro, J., «Norias, azudas, aceñas”, en Tecnología popular españo-

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Fig. 32. Pozo de la noria de Pozuela.

Fig. 33. Vista de la estructura que sirve de andén en la noria del Cigarral de Menores.

nal, con las explotaciones en las que hemos documentado las galerías de captación que acabamos de estudiar. En sus inmediaciones, en otros cigarrales como el de Montealegre que quedan fuera del área de estudio, se conservan otros muchos ejemplos asociados a balsas que muestran la importante difusión adquirida por estos ingenios en la zona. Pozuela.- En las inmediaciones del arroyo de la Pozuela, en una vaguada poco pronunciada ubicada cerca de la primera de las galerías descritas, se localizan los restos de un pozo de sección rectangular que, por sus dimensiones y características constructivas, parece haber servido para la instalación de una noria de la que no se conserva ningún otro resto. En sus inmediaciones se localizan diferentes bancales que muestran la existencia de una explotación agrícola intensiva que hay que vincular, muy probablemente, con el uso de este ingenio (fig. 32). Fig. 34. Detalle del interior del pozo de la noria del Cigarral de Menores con el arco de apoyo para la maquinaria.

Cigarral de Menores.- La segunda estructura documentada con estas características en el área cigarralera se encuentra en el mismo curso de agua al que hemos hecho referencia en el estudio de la galería de captación localizada en esta interesante propiedad. Al contrario de lo que ocurría con la noria que acabamos de describir, ésta de Menores conserva algunos de sus principales elementos definidores como son parte del andén para el animal de tiro y las balsas de almacenamiento que aún siguen en uso, al utilizarse las aguas del pozo para el riego de los jardines que existen en sus inmediaciones (fig. 33). La obra presenta unas características habituales en este tipo de estructuras como es la sección rectangular con esquinas redondeadas del pozo y la existencia de un arco de ladrillo junto al agua, destinado a servir de apoyo al eje que sostenía la maquinaria (fig. 34).

En el área de cigarrales son muchos los pozos documentados que, por la escasa variabilidad que presentan, poco o nada pueden aportar al estudio que estamos realizando. En los casos más simples, su uso quedó reservado a permitir algunas prácticas ganaderas o al suministro de las pequeñas viviendas que conocemos en la zona. Mucho más interés tienen las norias por su capacidad para generar pequeños sistemas hidráulicos que posibilitan la formación de reducidos espacios irrigados, similares a los que hemos encontrado en relación con las captaciones en galería. Su importancia radica en el éxito demostrado en la creación de unidades de explotación reducidas que, yuxtapuestas, han permitido la formación de grandes huertas que no hubiera sido posible crear de otra manera.

La obra inicial está realizada en mampostería encintada característica de las obras realizadas en el entorno de Toledo. Sobre ella se observan algunos adosamientos y añadidos relacionados con el abandono del mecanismo basado en la tracción animal, que también hay que datar en un momento bastante antiguo. Un cambio que probablemente haya que relacionar con la desaparición del modelo de explotación agrícola para el que se realizó la infraestructura al final de la Edad Media y del que luego nos ocuparemos.

Del total de pozos estudiados, vamos a destacar dos norias que han llegado muy transformadas hasta nuestros días, al tener una evidente relación espacial y probablemente funcio-

la, (Madrid, 1983), pp. 239-248; Caro, J., “Sobre la historia de la noria de lizo”, en Tecnología popular española, (Madrid, 1983), pp. 349-407.

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En sus inmediaciones se ubica una amplia llanura nivelada artificialmente que aún se dedica al cultivo de especies como el olivo. Sin embargo, es más que probable que el origen de este espacio estuviera vinculado con un espacio irrigado y la consiguiente explotación de las especies relacionadas con los cultivos de huerta o el plantío de frutales, que constituyen la base de todas las transformaciones que estamos analizando.

nocidos en el ámbito hispano son los documentados en el conjunto de Les Jovadas en Oliva (Valencia)46. En su amplia huerta se localizó una importante serie de pozos y norias, que sirven de muestra de la capacidad alcanzada por este tipo de ingenios para generar grandes espacios irrigados, por la simple acumulación de los pequeños sistemas creados desde cada uno de ellos.

Estudio.- La noria de tiro o saqiya andalusí, es otro de los ingenios más frecuentes en la Península Ibérica41. Tiene su origen de nuevo en algunas zonas de Oriente Próximo y se incorpora al paisaje de la Península Ibérica en plena Edad Media42.

Una situación parecida, al menos en zonas concretas y sin la importancia espacial que llegó a alcanzar en zonas de levante, pudo darse en la zona de la Vega Baja de Toledo, tal y como lo demuestra la reciente aparición y excavación de los restos de una noria en las inmediaciones de la que fue Venta de la Esquina47. Los trabajos allí realizados han permitido conocer la existencia de un pozo de forma ovalada que fue forrado con mampostería de mediano y gran tamaño. En sus inmediaciones se documentaron dos silos y una serie de materiales que han servido para proponer una cronología relativamente antigua para todos ellos, al considerar que su construcción y conversión en huerta de lo que hasta entonces había sido un espacio habitado, se produjo en época emiral plena, es decir, en el siglo IX o a lo sumo, en los comienzos del X.

A pesar de la simplicidad de la tecnología que utiliza, estamos ante un tipo de máquina compleja que necesita para funcionar más de doscientas piezas y unas condiciones naturales concretas y estables. Su viabilidad depende de la existencia de un acuífero, dotado de regularidad, dadas las dificultades que presentan este tipo de ingenios para adaptarse a las posibles variaciones de nivel en el acuífero que, en todo caso, debe quedar situado entre los 3 y 15 m de profundidad43. Su utilización es relativamente costosa, al requerir varios animales de tiro por jornada de trabajo y el constante y complejo mantenimiento de los engranajes, que sufren un rápido desgaste. Sin embargo y a pesar de todos estos inconvenientes, tiene la gran ventaja de ofrecer la regularidad necesaria para permitir y, sobre todo, asegurar el riego de parcelas comprendidas entre las 0,15 y las 0,20 Ha de media44.

A la espera de realizar los estudios arqueológicos necesarios, parece que estas norias estaban presentes en numerosas explotaciones agrícolas de la zona toledana al menos desde el siglo XI, tal y como lo indican algunas de las referencias que conocemos en las obras realizadas por los geógrafos árabes48. Su generalización en esas fechas también se deduce del estudio de los documentos notariales datados en los años posteriores a la conquista49 y de las citas incluidas en los tratados de agronomía redactados en Toledo, en especial en los que realizó Ibn Bassal, en los que se destaca su capacidad productiva50.

Su llegada a la Península Ibérica se fija en el siglo VIII, aunque fue en el X cuando se difundió su uso en amplias zonas geográficas45, como consecuencia de la generalización de los espacios irrigados con los que también hemos relacionado la construcción de nuestras galerías, cimbras o tajeas que, como hemos podido documentar, se superponen en el mismo espacio para aprovechar acuíferos diferentes.

3.1.3. Molinos En la mayor parte de los ejemplos de campos irrigados hispanos datados en la Edad Media se citan otra serie de ingenios que posibilitaban el aprovechamiento integral del agua. Así ocurre con los molinos hidráulicos, cuyo estudio ha cobrado especial protagonismo en las últimas décadas por su presencia en distintos sistemas económicos y sociales, así como por la capacidad de cada uno de ellos de generar máquinas con principios técnicos similares, pero con usos y ubicaciones di-

En el momento de su llegada a la Península, nos encontramos ante un ingenio plenamente desarrollado, que se ha mantenido sin grandes cambios desde entonces hasta los años centrales del siglo XX. Los ejemplos arqueológicos mejor co-

41 González, I., Ingeniería civil en España. Precedentes, historia y técnicas, (Madrid, 2008), 213-215. 42 Hill, D. R., “Tecnología andalusí”, en Vernet, J. y Samsó, J., (eds.), El legado científico andalusí, (Barcelona, 1992), 160-161; Glick, Th. F., (1992), op. cit., 32-35; Glick, Th. F., (2006), op. cit., 32-35; Schioler, Th., Roman and Islamic Water-Lifting Wheels, (Copenhagen, 1973).

46 Bazzana, A. y Montmessin, Y., (2006), op. cit.; Bazzana, A., “Una noria árabe en la huerta de Oliva (Valencia)”, en Arqueología Medieval Española, II Congreso, (1987), 421-432.

43 Bazzana, A. y Montmessin, Y., “Na´ura et saniya dans l’hydraulique agricole d’al-Andalus à la lumière des fouilles de Les Jovades (Oliva, Valencia)”, en Cressier, P., (dir.) (2006), La Maîtrise de l’eau en al-Andalus. Paysages, pratiques et techniques.

47 Peña, Y.; García-Entero, V. y Gómez, J., “Aportaciones al conocimiento de la evolución histórica de la Vega Baja de Toledo. Estudio preliminar de la excavación de la parcela R-3”, en Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, Prehistoria y Arqueología, t.2, (2009), 157-175.

44 Poveda, A., “La investigación sobre el hidraulismo andalusí y los asentamientos localizados en el Alto Maestrazgo (Castellón)”, en Revista de Historia Económica 2, (1999), 357-360; Poveda, A., “Un estudio sobre la norias de sangre de origen andalusí: el caso de la alquería de Benassal (Castellón)”, en Historia Agraria. Revista de agricultura e historia rural, 32, (2004), 35-36.

48 Bazzana, A. y Montmessin, Y., (2006), op. cit.

45 González, I., “Agua para ciudades y regadíos”, en Navascués, P., (coord.), (2008), op. cit., 73.

50 Ibn Bassal, “Tratado de agricultura”, edición y traducción de Millás, J.M., en Al Andalus, 13, 2, (1948), 347-430.

49 González Palencia, A., Los mozárabes de Toledo en los siglos XII y XIII, (Madrid, 1926-1930), doc. Nº 924 fechado en 1144; Hernández, F.J., Los Cartularios de Toledo. Catálogo documental, (Madrid, 1985), doc. Nº 46 fechado en 1143.

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Fig. 35. Restos del molino de Pozuela.

Fig. 36. Detalle del interior del cubo del molino de Pozuela.

ferentes, como consecuencia de la distinta gestión y del diferente concepto del agua existente entre el mundo feudal y el andalusí51.

joimperial o de la dudosa propuesta realizada sobre los molinos de cubo documentados en las inmediaciones de la villa romana de Santa María de Abajo en Carranque (Toledo)54. Su defensa se basa en algunas disposiciones jurídicas incluidas en el Fuero Juzgo y, sobre todo, en la aparición de referencias a ingenios con esta función y características en las Etimologías de San Isidoro que, conviene precisar, aprovecha fuentes muy variadas que, en muchas ocasiones, poco tienen que ver con la realidad en la que se movía el autor.

En el área cigarralera en la que estamos trabajando nos encontramos, por ahora, con los restos de un único molino que se dispone junto al cauce del arroyo de Pozuela que vertebra todo el sector. Se trata de un pequeño molino de cubo del que sólo se conservan la base del canal por la que le llegaba el agua y los restos del cubo propiamente dicho (fig. 35). La obra debió superar ligeramente los 3 m de altura y presenta unas características constructivas comunes en este tipo de pequeños ingenios hidráulicos. Destaca, como decimos, el cubo cuadrado al exterior y de planta circular en el interior, en el que se alternan los paramentos de mampostería con los de ladrillo, dispuestos en este último caso en la zona destinada a estar en contacto con el agua por su mayor capacidad para lograr la necesaria impermeabilización (fig. 36). El aspecto de las pocas estructuras que se conservan muestra que estamos ante una obra bastante antigua, similar por lo demás a algunas de las que se conocen en otras zonas cercanas del valle del Tajo52.

Sin embargo, y a pesar de que estamos ante un tipo de ingenio que se conoce desde la Antigüedad, la mayor parte de los investigadores plantea un modelo de incorporación a las explotaciones hispanas algo más tardío, al proponer que su llegada, o por lo menos su generalización, se produciría junto a la del resto de los conocimientos ingenieriles y agrarios que hemos descrito en relación al origen de la agricultura intensiva andalusí en plena Edad Media55. Su amplísima y rápida distribución se produciría gracias a la existencia de una realidad económica y social concreta que encontramos en el ámbito islámico, aunque muy poco después o incluso en fechas parecidas, se produjera un fenómeno de generalización parecido en el área feudal.

La generalización de los molinos de agua en la Península Ibérica ha sido objeto de debate entre los historiadores, al existir diferentes propuestas sobre su origen. Una de ellas los vincula con la desaparición del modelo esclavista que había primado en la Antigüedad y, por lo tanto, con el inicio de su construcción en época visigoda53. Los argumentos en los que se basa esta propuesta carecen de refrendo arqueológico más allá de la documentación de alguna factoría en la Galia en época ba-

Esta utilización de los mismos principios tecnológicos para cubrir necesidades similares en cada uno de los ámbitos políticos y culturales existentes en la Península Ibérica dio lugar a inmuebles próximos pero no exactamente iguales, al disponerse sobre el territorio de una manera muy diferente. En los molinos andalusíes predomina su inclusión en los espacios irrigados pero en una relación subordinada dentro de la posible cadena de aprovechamientos, al primar el uso del agua para fines agrícolas. Consecuencia de todo ello fue la edificación de molinos que carecían de balsa o de cualquier otro sistema de almacenamiento propio y su construcción al final de los espacios irrigados de los que forman parte, en los que, en ocasiones, actúan como

51 Martí, R., “Hacia una arqueología hidráulica: la génesis del molino feudal en Cataluña”, en Barceló, M. et alii, Arqueología medieval. En las afueras del “medievalismo”, (Barcelona, 1988), 165-194; Glick, Th. F. (2006), op. cit., 107-112. 52 Méndez-Cabeza, M., Los molinos de agua de la provincia de Toledo, (Toledo, 1998); Molenat, J.P., “Les moulins du Tage et de ses affluentes dans la région tolédane jusqu’à la fin du XVe siècle“, en Cressier, P., (dir.), (2006), op. cit., 289-312.

54 Hugony, C. y Castiglioni, L., “El sistema hidráulico de Carranque”, en Carranque. Centro de Hispania Romana, (Guadalajara, 2001), 41-52.

53 González, I., “La difusión medieval del molino hidráulico” en Navascués, P., (coord.), (2008), op. cit., 100.

55 Martí, R., (1988), op. cit.; Hill, D. R., (1992), op. cit., 162.

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molino

Fig. 37. Plano con la ubicación del molino de Pozuela en relación con la topografía y otros restos documentados.

elemento visible de cierre56. A este modelo pertenecen los molinos estudiados en lugares como el Alto Maestrazgo dentro de la provincia de Castellón57 y buena parte de los que se conocen en Mallorca58 o en zonas de Andalucía59.

espacios irrigados andalusíes, al carecer de cualquier tipo de balsa y disponerse en el estrechamiento que marca el final del tramo alto del valle de la Pozuela en el cierre de un espacio en el que documentamos la mayor parte de las explotaciones que venimos estudiando (fig. 37). Su posición y características constructivas encajan perfectamente con un entorno físico y cultural en el que están presentes el resto de los elementos hidráulicos descritos hasta ahora, con los que el molino se relaciona directamente, al formar parte de un proyecto diseñado de forma íntegra desde su origen. Todo ello nos permite avanzar una cronología relativa para el mismo anterior a la llegada de los usos feudales con la conquista cristiana de 1085.

En el caso de los molinos feudales catalanes, especialmente de los que se documentan a partir del siglo X, el ingenio deja de ser un elemento auxiliar para convertirse en la pieza básica del sistema, al servir de herramienta para la extracción de rentas que eran las que permitían el funcionamiento del sistema social imperante. Su ubicación se realizaba atendiendo a los condicionantes estrictamente técnicos, en función del mejor aprovechamiento de las aguas, aunque eso significara la merma de la capacidad de riego del curso hidráulico sobre el que se construía. La consecuencia más visible de todo ello fue la construcción de complejos dotados de importantes balsas que se adosaban al cubo con el fin de garantizar el funcionamiento del molino incluso en épocas de escasez60. También se diferencian por su ubicación en lugares no necesariamente relacionados con las explotaciones agrícolas intensivas que, en caso de existir, quedaban reducidas a pequeños huertos destinados a satisfacer el consumo de la unidad familiar que permitía el funcionamiento de la pequeña factoría.

3.2. Otras evidencias arqueológicas: infraestructuras viarias, espacios productivos y poblamiento Siguiendo el modelo de estudio que nos hemos propuesto, llega el momento de analizar otras estructuras que acompañan espacial y funcionalmente a las hidráulicas que acabamos de describir. Su documentación, aunque sea de una manera sumaria, permite completar la visión del paisaje cultural generado en un determinado momento de nuestra historia, que había quedado completamente olvidado.

El estudio del molino de Pozuela, muestra que estamos ante un caso similar a los que hemos descrito en relación con los

3.2.1. Caminos

56 Cressier, P., (1989), op. cit. 57 Poveda, A., (1999), op. cit., 360.

Son, como decíamos al principio, los ejes articuladores del territorio y uno de los elementos más evidentes de su construcción social, al reflejar los modelos de explotación y de poblamiento que lo caracterizan61.

58 Carbonero, M., “Sobre molinos hidráulicos harineros de origen musulmán en Mallorca”, en Arqueología Espacial, Coloquio sobre el microespacio, (Teruel, 1986), vol. IV, 223-245; Barceló, M., “Els molins de Mayürqa”, en V Jornades d’estudis locals: Les illes orientals d’al-Andalus, (Palma de Mallorca, 1997), 253-262; Kirchner, H., “Molins hidráulics andaluns a Mallorca I Eivissa”, en IV Congrés Internacional de Molinología, (Palma de Mallorca, 2005), 239-264.

61 Lanuza, A. y Palet, J.M., “Estudio arqueológico de redes viarias: una aplicación de la Arqueología del Territorio”, en Criado, M., (coord.), Actas del II Congreso Internacional de Caminería Hispánica, (Pastrana, 1994), 15-26; Giacobbe, M.S., “Las vías de la comunicación en la estructuración del espacio”, en Criado, M., (coord.),

59 Escalera, J., “Molinos de agua en la sierra de Cádiz (primera campaña)”, en Etnografía española, 1, (1980), 267-373. 60 Martí, R., (1988), op. cit., 170-171.

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Fig. 38. Camino abandonado en la antigua Dehesa de Pozuela.

Fig. 39. Bancales para cultivos en la antigua Dehesa de Pozuela.

En líneas generales, y sin entrar en la descripción de la totalidad de las evidencias documentadas, nos encontramos ante una trama de caminos muy compleja que se conserva parcialmente, al haber sufrido un importante proceso de simplificación en épocas recientes. Los datos documentales y la prospección arqueológica muestran la existencia de numerosas estructuras viarias, hoy apenas perceptibles (fig. 38), que cuentan con una anchura reducida, presentan numerosos tramos tallados y en parte encajados en la roca y forman una trama tupida que nada tiene que ver con los caminos vinculados a los espacios ganaderos que han primado en el valle de Pozuela desde el siglo XIV62. La existencia de tanto y tan pequeño camino hay que relacionarla con la aparición de pequeñas propiedades agrícolas y residenciales que actuaron como impulsoras de la red que empezamos a conocer. Su estudio muestra la existencia de un modelo de aprovechamiento intensivo del espacio muy diferente del que conocemos en los últimos siglos, que, lógicamente, nos dirige de nuevo a un panorama próximo al que hemos podido deducir del estudio del resto de los elementos estudiados hasta ahora en época medieval.

3.2.2. Campos de cultivos La totalidad de las obras descritas en este estudio se relacionan, como hemos podido comprobar, con unos espacios que presentan unas características muy concretas63. Se trata de tierras acotadas y niveladas de forma artificial que regularizan la complicada orografía existente en la zona hasta conseguir la formación de superficies más o menos homogéneas, que, en algún caso, aún sirven para albergar plantaciones de olivos en lugares concretos de Pozuela y, sobre todo, en algunos de los cigarrales que hemos estudiado. La creación de estos espacios productivos está ligada a la construcción de bancales64, generalmente no muy altos, que son una huella más de los modelos de explotación agrarios basados en el riego que existieron en la zona (fig. 39). Todas y cada una de las galerías y pozos estudiados se relacionan directamente con estas estructuras y los espacios que crean, ya que obviamente ellos eran el punto de destino de las aguas que captaban. Su presencia permite ofrecer a nuestras obras hidráulicas un fin próximo y lógico en función de los escasos caudales disponibles, que no necesita de explicacio-

VI Congreso Internacional de Caminería Hispánica, (Madrid, 2004), 159-164. 62 Señorans, J.M., “Etnoarqueología de los grupos pastores”, en Arqueoweb 9 (1), (2007), 1-30; Cara, L., “Huellas de pastores: observando los paisajes ganaderos de los “extremos granadinos”, en Malpica, A., (ed.), (2009), op. cit., 164-202; Martín, J.M., “Estudio arqueológico del paisaje en la cara norte de Sierra Nevada y tierra de Guadix durante la época medieval”, en Malpica, A., (ed.), (2009), op. cit., 81-104.

63 Ron, Z.Y.D., (1996), op. cit., 394-397; Carbonero, A.M., ”Terrasses per al cultiu irrigat i distribucio social de l’aigua a Banyallufar (Mallorca)”, en Documents d’Analisi Geográfica, 4, (1984), 31-68. 64 Las necesidades de nivelación y la utilización del instrumental apropiado se describe en la obra de Ibn Luyun, Tratado de agricultura, edición de J. Eguaras, (Granada, 1988), 204-206.

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torre 2

yacimiento torre 1

yacimiento

molino

La Alpargatita

yacimiento

Fig. 40. Modelización 3D con los espacios residenciales documentados en la antigua Dehesa de Pozuela.

nes forzadas ni de aventuradas propuestas relacionadas con la construcción de largas canalizaciones que, salvo en el caso de la excepcional obra del acueducto romano que tiene su origen en La Alcantarilla, no se documentan en la zona hasta finales del siglo XVI y, de manera mucho más significativa, a partir del siglo XIX, de acuerdo con lo que hemos podido comprobar con anterioridad.

alguna información arqueológica y abundante documentación histórica que luego estudiaremos. Se trata de yacimientos muy diferentes entre sí que reflejan la existencia de un hábitat complejo, en el que encontramos pequeñas poblaciones compactas junto a pequeños asentamientos aislados que hay que relacionar con simples caseríos, fincas de explotación de carácter unifamiliar o, incluso, espacios de recreo vinculados con el modo de vida urbano. Ambas realidades forman parte habitual del modelo de poblamiento directamente relacionado con el auge de los espacios irrigados que, como venimos diciendo, tuvo lugar en el siglo X65. La implantación de este sistema de explotación en amplios sectores de al-Andalus coincidió con el final de los modelos de poblamiento basados en la tradición aldeana

3.2.3. Espacios residenciales Por último y de forma igualmente rápida, vamos a ocuparnos de los numerosos espacios residenciales documentados en la zona de estudio, que son el último de los elementos arqueológicos que vamos a valorar. Tal y como ocurría con los caminos y los campos de cultivo, la totalidad de las estructuras destinadas a la captación de agua se localizan en las inmediaciones de antiguos espacios habitados de los que tenemos

65 Bertrand, M. y Sánchez, J.R., (2006), op. cit., 41-43.

Fig. 41. Vista general del asentamiento en altura identificado con una alquería, junto al molino de Pozuela.

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Fig. 42. Detalle del muro de cierre de la alquería ubicada junto al molino de Pozuela.

visigoda o en las primeras poblaciones fortificadas emirales que se documentan en diferentes zonas de la Península66. Los datos ponen de manifiesto que sobre esos modelos se impone otro muy distinto basado en la alquería como unidad básica de explotación del medio rural67. Su creación y generalización se debe al establecimiento de nuevas relaciones de poder entre las comunidades rurales y el estado omeya, que permitió el auge producido durante el califato y su mantenimiento en los posteriores reinos de taifas.

Fig. 43. Fels de época califal procedente de la alquería ubicada junto al molino de Pozuela. Siglo X.

cias de posibles cierres, que se disponen sobre las pequeñas alturas que dominan las tierras destinadas a la agricultura irrigada (fig. 41). Están formadas por un número indeterminado de casas construidas con características muy similares, de las que sólo se conserva el zócalo de mampostería. Su estudio muestra la presencia de unas alineaciones básicas que reflejan una clara ordenación interna, fruto de la necesaria articulación existente entre sus pobladores (fig. 42).

Estas alquerías presentaban unas características relativamente homogéneas salvo en el entorno de los principales núcleos urbanos, debido a la capacidad mostrada por éstos para proyectarse hacia el área rural y generar nuevas formas de propiedad y explotación. Su proximidad permitió la implantación de zonas dedicadas al aprovechamiento intensivo de la tierra, pero también a satisfacer las necesidades de ocio de las clases urbanas. Resultado de todo ello fue la aparición de fincas diferentes que podemos relacionar con los bury y almunias que citan las fuentes documentales en los entornos de las principales ciudades68.

La atribución de esta serie de yacimientos a época andalusí se debe al estudio del modelo territorial al que pertenecen, pero, también, al hallazgo de algunas piezas que aportan una cronología absoluta para fijar el uso de sus principales estructuras. Nos referimos al hallazgo de una moneda de época califal en el asentamiento ubicado a escasos metros de la gran galería de Pozuela, que sirve para fechar la utilización de esta zona residencial relacionada directamente con la gran obra hidráulica (fig. 43).

En el área cigarralera nos encontramos ante asentamientos extensos, tipo alquería, relacionados con las captaciones y campos de cultivo existentes en la zona alta de Pozuela y en un único caso en la zona más baja, en las inmediaciones del molino que, como decíamos, marcaba el cierre geográfico y cultural del espacio estudiado (fig. 40). De acuerdo con los pocos datos que se pueden apreciar a simple vista, parece que estamos ante poblaciones sencillas, en algún caso con eviden-

Junto a estas evidencias nos encontramos también con otra serie de estructuras menos evidentes que también formaron parte del mismo paisaje rural periurbano. Nos referimos a las torres o bury que citan las fuentes, que son objeto de debate por parte de distintos investigadores que ven en ellas, tanto la expresión de la autonomía de las comunidades rurales, como el dominio ejercido por las gentes de la ciudad69. Su presencia se describe por los geógrafos árabes hispanos del siglo XI, en el entorno de ciudades como Lérida, Sevilla, Málaga o la propia Toledo70

66 Bertrand, M. y Sánchez, J.R., (2006), op. cit., 41. 67 Cressier, P., (1991), op. cit., 403-428; Trillo, C., “La alquería y su territorio en al-Andalus: estrategias sociales de organización y conservación”, en Arqueología Espacial, 26, (2006), 243-262; Glick, Th. F., (2006), op. cit., 35-52.

En el valle de Pozuela se reconoce el cuerpo bajo de una construcción de planta circular que, por sus dimensiones y

68 Manzano, E., “El regadío en al-Andalus: problemas en torno a su estudio”, en la España Medieval, V, (1986), 617-632; Pacheco, C., “La fortificación en el valle del Tajo y el alfoz de Talavera entre los siglos XI y XV”, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, 17, (2004), 485-517; Acien, M., “Poblamiento y sociedad en al-Andalus: un mundo de ciudades, alquerías y husun”, en Iglesia, J.I. de la, (coord.), Cristiandad e Islam en la Edad Media Hispana: XVIII Semana de Estudios Medievales, (Logroño, 2008), 141-168;.

69 Manzano, E., (1986), op. cit. 70 Torres Balbás, L., “Los contornos de las ciudades hispanomusulmanas”, en al-Andalus 15, nº 2, (1950), 437-485.

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características formales, pudo pertenecer a una de estas pequeñas fortificaciones (fig. 44). Se trata de una edificación en principio aislada, aunque ubicada sobre un campo de cultivo relacionado con la tercera de las captaciones en galería antes descritas, que puede ofrecer interesantes datos sobre el modelo de implantación de las alquerías toledanas y, sobre todo, sobre su probable evolución posterior en relación con la presión ejercida desde la ciudad. No muy lejos de ella y en las inmediaciones de nuevos campos de cultivo, se documentan los restos de una nueva construcción que por lo reducido de su planta y evidente fortaleza, permiten suponer que nos encontramos ante una nueva torre edificada sobre un zócalo de mampostería de forma cuadrada, que sirve de base a una construcción de forma circular (fig. 45). Fig. 44. Zócalo de la torre de Pozuela 1.

Sin embargo, el caso más significativo para interpretar estas fortificaciones aisladas lo tenemos en el cigarral de Menores. Nos referimos a la estructura documentada recientemente en las excavaciones arqueológicas realizadas en el interior de esta propiedad, que se dispone sobre un cerro granítico desde el que se domina visual y militarmente el espacio en el que se localiza la noria de tiro y el campo de cultivo asociado, a los que hemos también hecho referencia con anterioridad (fig. 46). Se trata de una estructura rectangular construida sobre una meseta en buena parte artificial, que sirvió de base para la construcción de un pequeño cigarral en el siglo XVI que, entre otras cosas, provocó la ocultación de la primitiva estructura (fig. 47). Su hallazgo en relación con un entorno tan concreto, permite reconocer un modelo de finca descrita por los agrónomos andalusíes en sus tratados, caracterizado por la

Fig. 45. Restos de la torre de Pozuela 2.

Fig. 46. Vista de la torre documentada en la excavación realizada en el Cigarral de Menores que sirvió de base para la construcción de un cigarral en el siglo XVI.

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Fig. 47. Torre del Cigarral de Menores sobre campos de cultivos cercados.

existencia de unos elementos fijos como eran la captación de agua, la balsa, el campo de cultivo nivelado, la valla de piedra y la torre71. Esta serie de hallazgos permite reinterpretar algunos de los pocos conocidos con anterioridad en la zona. Nos referimos al conjunto de estructuras y materiales localizados en las excavaciones arqueológicas realizadas en el cerro del Bu en la década de los años 80 del pasado siglo72. Destaca una amplia serie de cerámicas fechadas en su mayor parte en la primera mitad del siglo X, no tanto por su tipología, sino por haberse puesto en relación con unas importantes estructuras identificadas como fortificaciones, que sólo podían pertenecer a un esfuerzo notable como era el que realizó Abd al-Rahman III en el cerco de Toledo datado en los años 931-932. Su identificación con una fortificación califal se basó en la existencia de referencias documentales a la conocida como Torre de los Diablos que se encontraba en este espacio de acuerdo con lo que dice un documento fechado en el año 1156, en el que se cita la existencia de esta construcción y su estado de abandono73. Sin embargo, el estudio comparado de las estructuras y materiales con los pocos que conocemos en el resto de yacimientos que hemos localizado, así como una

71 Ibn Luyun, (1975), op. cit.

Fig. 48. Vista del Cerro del Bu y de sus espacios aterrazados. Fuente: Google Maps.

72 Martínez Lillo, S., “El hábitat islámico del Cerro del Bu (Toledo): primeros resultados arqueológicos”, en 1 Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, Vol. V, Talavera de la Reina 1988, pp. 105-116. 73 González Palencia, A., op. cit. 1926-1930, doc. Nº 47.

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nueva lectura de los documentos citados, permiten plantear que no estamos ante un espacio fortificado relacionado con el esfuerzo del poder cordobés para controlar la rebeldía de Toledo, sino ante una propiedad más perteneciente a algún miembro de la comunidad local que, como otras muchas, estaba coronada por una torre. El resto de las fortificaciones asociadas, a pesar de su aspecto e importancia visual, son en realidad muros de aterrazamiento destinados a permitir el cultivo del majuelo que nos describen las fuentes documentales (fig. 48). De hecho, el estudio de todo lo encontrado, muestra que nos encontramos ante un hábitat perfectamente integrado en el territorio, que cuenta con una cronología mucho más amplia que la que habría que suponer para una fortaleza efímera (fig. 49). También, que se trata de un yacimiento similar a los que se conocen en la zona que no requieren de ninguna interpretación de carácter militar. Su importancia radica en la posibilidad que ofrecen de aportar una cronología precisa para el origen de estos asentamientos en el siglo X y confirmar su pervivencia hasta el momento de la conquista cristiana en que alguno de ellos, como ocurre en este caso, sufren un proceso de cambios que implica el abandono de la construcción.

3.3. Estudio documental La interpretación de los paisajes complejos requiere la utilización de la totalidad de las fuentes disponibles. En el caso de los generados en la Edad Media es posible recurrir a dos tipos de fuentes documentales básicas, las de carácter notarial y aquellas otras que tienen que ver con los tratados agronómicos, muchos de ellos toledanos, que reflejan, tanto a nivel teórico como práctico, el tipo de agricultura entonces practicada. Su importancia radica en ofrecer una nueva e interesante vía para interpretar el complicado registro arqueológico que empezamos a conocer.

Fig. 49. Cerámicas de época andalusí procedentes de las excavaciones realizadas en el Cerro del Bu. Según S. Martínez, 1988.

año 1085, que, sin embargo, ofrece interesantes datos sobre la presencia del modelo territorial basado en las explotaciones agrícolas intensivas y en un poblamiento disperso, en el que destacaban las alquerías, almunias y pequeños caseríos que todavía conservaban su vieja denominación andalusí. Toda una serie de asentamientos y propiedades que mantuvieron unas evidentes relaciones de dependencia económica con la ciudad, que quedó reflejada en el mismo hecho del registro notarial.

3.3.1. La documentación notarial Ambos tipos de documentos son especialmente abundantes en la zona de Toledo desde el siglo XI. Los primeros a los que hemos hecho referencia tienen que ver con los cambios de propiedad y forman parte del conjunto de los conocidos como documentos mozárabes toledanos, que muestran el mantenimiento de las fórmulas legales islámicas en relación con la propiedad inmobiliaria hasta fechas bastante tardías de la Edad Media74. Sus datos se complementan con los documentos latinos que fueron adquiriendo una importancia creciente en nuestros principales archivos, gracias al desarrollo alcanzado por las principales instituciones eclesiásticas de raíz europea que acumularon numerosas propiedades en la ciudad y en sus alrededores más inmediatos75. Tanto en uno como en otro caso estamos ante documentación tardía en relación al paisaje cultural que estamos estudiando, casi siempre datada en momentos posteriores a la conquista cristiana producida el

Su estudio debe realizarse con un mínimo de cautela debido a la existencia de la diferencia cronológica que acabamos de citar y al hecho de encontrarnos ante documentos elaborados por las oligarquías urbanas que reflejaron en ellos el proceso de apropiación de espacios y poblaciones que, inicialmente, podían responder a modelos sensiblemente diferentes76. Del total de documentos conocidos, vamos a ocuparnos del importante conjunto que evidencia los cambios de propiedad sufridos por determinadas huertas, explotaciones agrícolas y pequeñas áreas residenciales en el medio rural próximo a la ciudad. En su conjunto, sirven para poner de manifiesto la existencia de una agricultura intensiva basada en el regadío en

76 Olstein, D.A., La era mozárabe. Los mozárabes de Toledo (siglos XII y XIII) en la historiografía, las fuentes y la historia, (Salamanca, 2006), 66-81.

74 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit. 75 Hernández, F.J., (1985), op. cit.

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el que se cita la existencia de obras hidráulicas lo tenemos en el documento fechado en el año 1203, en el que se describe la partición de un huerto ubicado en la alquería de Alcardete, en el alfoz de Toledo, entre los canónigos de la Catedral. Al marcar sus lindes se cita la existencia de frutales, un pozo, un canal y un estanque que vierte sus aguas a dos aceñas78. Las huertas de esta zona son citadas todavía en 1576 por Hurtado de Toledo. Sus rendimientos aún eran elevados y destacaban los obtenidos del cultivo de membrillos, vides de uva temprana, ciruelas, manzanas, albérchigos, albaricoques y peras de San Silvestre79. Los mismos modelos de huerta aparecen citados en un documento datado en el año 1144, en el que se cita una explotación con dos pozos en el pago de Ballesteros a orillas del Tajo, que linda con otra huerta, con una viña y con el estanque y la denominada como noria del huerto80. Las escasas referencias que aporta, sirven para ubicar este espacio irrigado en el área comprendida entre el puente de San Martín y el monasterio de San Bernardo, en las inmediaciones de la zona estrictamente cigarralera, de la que vamos a ocuparnos a continuación.

Fig. 50. Vista general del antiguo Pago de Daravengaz.

En ella se conocen numerosas referencias que sirven para dar soporte documental a algunos de los hallazgos que hemos dado a conocer con anterioridad. En líneas generales, se citan pagos, aldeas, alquerías y torres, que reflejan la existencia de una realidad compleja relacionada con un poblamiento muy disperso, repleto de pequeñas propiedades de diferente naturaleza, en las que se cultivaban distintas especies que fueron dejando paso a un cierto monocultivo de la vid81. Un modelo claramente relacionado con el que hemos descrito al realizar el estudio arqueológico, que muestra la existencia de un paisaje cultural muy diferente del que conocemos en este mismo espacio en la actualidad.

Fig. 51. Aterrazamientos agrícolas en el antiguo Pago de Daravengaz.

El mejor ejemplo de esta realidad lo tenemos en la zona comprendida entre la desembocadura del arroyo de la Degollada y el lugar en el que en el siglo XIV se instalará el monasterio de Santa María de la Sisla. En ella, la documentación sitúa la existencia de diferentes pagos. Es el caso del denominado Val de la Degollada que aparece citado desde 1214. En él se describen unas tierras cultivadas con almendros y viñas, dispuestas en torno a una torre82. También lo es el pago de la Iglesia de San Feliz o San Félix, en principio relacionado con el sector que ocupa la actual ermita de Nuestra Señora del Valle, que aparece mencionado desde el año 1112 en relación a un convento83. Algo parecido podemos decir del pago de Aloyón, citado desde 1119 en la zona cercana a lo que sería el monasterio de Santa María de la Sisla84 o del pago de Dara-

Fig. 52. Vista general de la antigua Dehesa de Pozuela.

lugares cercanos a Toledo, cuyo origen hay que buscarlo necesariamente en época andalusí, tal y como en algún caso se recoge de forma expresa. Un buen ejemplo de esta situación lo tenemos en un documento datado en el año 1112, por el que Sufian ben Abilbeca y Mofareh ben Jair, venden a Domingo ben Yahya una parte de la huerta que tienen en Manzel Mosca, “que es la tercera parte de la huerta que en tiempo de los musulmanes era de alguno de éstos”. En ella se citan frutales, un pozo y los necesarios estanque y alberca77. Otro ejemplo en

78 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., doc. Nº 1041. 79 Viñas, C. y Paz, R., Relaciones histórico-geográficas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II. Reino de Toledo 2ª parte, (Madrid, 1963), 502. 80 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., doc. Nº 924. 81 Molénat, J.P., op.cit., 461-472. 82 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., docs. Nos 412, 656 y 686; Molénat, J.P., (1997), op. cit., 465. 83 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., docs. Nos 8, 25 y 57. 84 Hernández, F.J., (1985), op. cit., docs. Nos 107 y 325; Molénat, J.P., (1997), op. cit., 465.

77 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., doc. Nº 8.

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poblamiento durante siglos. Es el caso de los que se conocían con el nombre de Pozancares95 y Fontalba96, cuyo topónimo hace referencia a las captaciones de agua necesarias para el establecimiento de los espacios irrigados con los que, sin duda alguna, están relacionados.

vengaz, citado desde 1158 en el área comprendida entre el actual Parador de Turismo y el arroyo de la Degollada85. Como ejemplo de capacidad de supervivencia, durante el resto de la Edad Media, en el siglo XIII aún era considerado como una qarya y en el siglo XV todavía aparecía citado como barrio de Daravengaz86 (figs. 50-51).

Del estudio de la documentación que acabamos de citar se desprenden una serie de datos de evidente interés para la investigación que estamos realizando. Todos ellos demuestran la existencia de un modelo de poblamiento rural enormemente complejo en los alrededores de Toledo en el momento de la conquista cristiana que también se disponía sobre el área de cigarrales. Los datos citados permiten reconocer la existencia de un modelo de explotación del territorio perfectamente definido y exitoso, basado en la agricultura irrigada intensiva, tal y como lo demuestra la constante referencia a canales, norias y estanques. Su rentabilidad debió ser importante, tal y como lo demuestra su pervivencia tras la conquista y por el hecho de que la mayor parte de las alquerías acabaran siendo propiedad de miembros destacados de la familia real, de la poderosa Iglesia toledana o de las oligarquías urbanas introducidas a finales del siglo XI97.

Al este del área que acabamos de describir, en zonas hoy ocupadas por el campo de maniobras de la Academia de Infantería, pero dentro de lo que es el área cigarralera, nos encontramos con el conocido como Portal de Calatrava que se cita desde el año 1187. En él se describe en 1277 una huerta baldía y un huerto de jardín con olivos y melocotoneros, que lindaba con una alberca y una acequia87. Algo más al este, junto al ahora conocido como arroyo de la Rosa, se encontraba el pago de Regachuelo o Regachol, denominado así desde el año 110188. Entre los documentos que lo citan destaca uno que hace referencia a un molino89 y otro de 1281 que se refiere a una huerta con corrales, chozas, pozo y estanque, que linda con una viña y otra tierra con una fuente90. En la zona situada al oeste, en el área concreta en la que hemos centrado nuestro estudio arqueológico, también podemos conocer diversas referencias a poblaciones y cultivos. Así ocurre por ejemplo, en la alquería de Pozuelo, claramente relacionada con la actual Dehesa de Pozuela (fig. 52), que aparece citada desde el año 1194 en numerosos documentos91. Destaca una de 1287 que se refiere a una tierra llamada del “pozo” ubicada en las inmediaciones de la huerta de Fernando Gómez92. Junto a esa alquería se encontraba la de Cobisa, que aparece citada como tal desde 1129 y ha permanecido poblada hasta la actualidad93. Mucho más interés tiene la referencia incluida en un documento datado el año 1152, en el que se cita la existencia de la llamada “torre de los guardadores de las viñas” en uno de los valles existentes en el territorio de esa alquería94. Un tipo de construcción que aparece citada en numerosas ocasiones y que, una vez más, nos sirve para relacionar los datos procedentes del estudio documental con los que lo hacen de la prospección arqueológica.

La detenida lectura de este tipo de documentación notarial, también permite reconocer el sistema utilizado para el traspaso, más o menos forzado, de la propiedad a la nueva clase dirigente cristiana y, tal y como antes hemos comentado, la pervivencia del modelo territorial islámico que sirve de base para la creación del nuevo parcelario feudal. Así, esta documentación refleja el mantenimiento de núcleos de población, de sistemas de cultivo ligados al agua y de tradiciones relacionadas con la explotación de algunos recursos, que muestran la pujanza alcanzada por las explotaciones andalusíes en el pasado y la pronta capacidad desarrollada por los pobladores cristianos para hacerse con los conocimientos necesarios con los que aprovechar y apropiarse del paisaje cultural andalusí. En este sentido hay que destacar la importancia adquirida por este trasvase cultural agrícola toledano que, muy probablemente, sirvió de ensayo para la futura incorporación de las grandes huertas de levante y el valle del Guadalquivir, ocurrida mucho tiempo después, tras la definitiva consolidación del

Además y como muestra de la intensidad del poblamiento documentado en esta zona en la que hemos centrado nuestro trabajo, existen diferentes referencias a nuevos pagos y unidades menores de poblamiento ubicados entre las alquerías de Pozuelo y Cobisa, que actuaron como núcleos articuladores del

95 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., docs. Nos 658, 1018 y 1102. 96 Hernández, F.J., (1985), op. cit., docs. Nos 84, 173 y 254. 97 En 1088 Alfonso VI dona el monasterio de San Servando, la villa de Azucaica, una “almunia que fue del moro Alfalif” y una aceña a la Iglesia de San Pedro de Roma y a los abades de San Víctor de Marsella (Hernández, F.J., (1985), op. cit. doc. Nº 3). Pocos años después en 1099 el mismo Alfonso VI dona al monasterio de San Servando la huerta o almunia del Rey y el monte de San Servando situado al norte del monasterio (Hernández, F.J., (1985), op. cit., doc. Nº 9). En 1115 la reina Urraca dona al arzobispo D. Bernardo la almunia, molinos y pesqueras de los alrededores de Toledo, Zalencas y una viña (Hernández, F.J., (1985), op. cit., doc. Nº 18). En 1143 la infanta doña Sancha dona al arzobispo D. Raimundo entre otras propiedades la Almunia de Alcardete (Hernández, F.J., (1985), op. cit., doc. Nº 46), años después don Raimundo dona a su vez a un particular la zona árida con sus pozos que posee en Alcardete (Hernández, F.J., (1985), op. cit., doc. Nº 80). Un interesante estudio sobre el cambio de propiedad de estas explotaciones se publicó en Pastor, R., Del Islam al Cristianismo. En las fronteras de dos formaciones económico-sociales, (Barcelona, 1975), pp. 96-118.

85 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., doc. Nº 972. 86 Molénat, J.P., (1997), op. cit., 464. 87 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., docs. Nos 654 y 738. 88 Hernández, F.J., (1985), op. cit., doc. Nº 11. 89 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., doc. Nº 738. 90 González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., doc. Nº 1045. 91 Hernández, F.J., (1985), op. cit., doc. Nº 254 el fechado en 1194; González Palencia, A., (1926-1930), op. cit., docs. Nos 689, 693, 1033, 1029 y 1140; Molénat, J.P., (1997), op. cit., 465. 92 González Palencia, A., (1926-1930), (op. cit.9), doc. Nº 693. 93 Hernández, F.J., (1985), op. cit., doc. Nº 30. 94 Hernández, F.J., (1985), op. cit., doc. Nº 84.

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Fig. 53. Plano con pozos de registro en la conducción de la Fuente de Ciciones. Toledo, 1781. Archivo Municipal de Toledo, Fondo Histórico, Agua, Fuentes, 1574-1894. Sign. 18.

3.3.3. Tratados agronómicos

reino castellano-leonés98.

La conocida como revolución agrícola andalusí surge de la iniciativa de las comunidades rurales, pero alcanza los altos niveles de especialización descritos por la implicación del estado en su desarrollo101. El origen de una agricultura tan desarrollada que implica la incorporación de nuevos cultivos y la aparición de técnicas hidráulicas novedosas, se debe a esfuerzos muy diferentes, entre los que destacan los realizados por los científicos de la escuela agronómica andalusí, que tuvo su mayor auge en la segunda mitad del siglo XI102.

3.3.2. Otra documentación Aunque no daten de la Edad Media, existen otra serie de documentos que nos permiten conocer la existencia de ciertas infraestructuras hidráulicas antiguas en el área de cigarrales. Destaca el conjunto de referencias incluidas en denuncias y litigios por el cierre u obstrucción de antiguas galerías, que todavía abastecían de agua a la mayor parte de los cigarrales en el siglo XVIII. Los datos incluidos en estos expedientes muestran la existencia de obras complejas que quedaron divididas en diferentes propiedades con los problemas de conservación y servidumbres que esa situación ocasionaba. Un caso significativo lo encontramos en el expediente abierto con motivo de unas obras por el perjuicio causado en un camino cercano al cigarral de Medrano o de la Cadena, en 175399. En él se habla del cigarralero de esa propiedad que “(…) quitó una losa del conducto de aguas del camino que iba al cigarral, y sustituyéndola por otra tan grande que ahora impide el paso”. En las averiguaciones practicadas se dice que “(…) al dicho cigarral le viene, y ha venido siempre el agua a sus fuentes por cañería y acueducto manufacto desde otro cigarral que está enfrente y en suelo superior, por lo que atraviesa la cañería el dicho callejón”.

En líneas generales, la agricultura de al-Andalus hunde sus raíces en la tradición hispano-romana, pero también en la bizantina, que a su vez incorporaba elementos mesopotámicos de carácter fundamentalmente tecnológico. Partiendo de esta base y en buena medida como consecuencia del mecenazgo propiciado por los califas cordobeses, se produjo el inicio de la preocupación local por la ciencia botánica que permitió la creación de espacios dedicados a la experimentación y la redacción de los primeros tratados sobre agricultura. A la caída del califato, la incipiente escuela se radicó en Toledo gracias a la figura de Ibn Wafid, que fue el responsable de la creación de la conocida Huerta del Rey para el monarca taifa toledano103. Esta almunia se convirtió en el espacio de investigación más novedoso de Europa en los años centrales del siglo XI. Su continuidad quedó asegurada gracias a los trabajos realizados por personajes como Ibn Lunquh y, sobre todo, Ibn Bassal, que destacó en las tareas prácticas relacionadas con el acondicionamiento de suelos para aumentar el rendimiento de las explotaciones y la aclimatación de nuevas especies que, de esta manera, pasaron a estar presentes en

Mayor importancia para nuestro estudio tiene la documentación conservada sobre la Fuente de las Ciciones. En un plano realizado en 1781 (fig. 53) se identifica el origen de la fuente cerca de San Jerónimo, la existencia de pozos y de un “cañón de bóveda” por donde discurre el agua100. Un ejemplo más del funcionamiento de las infraestructuras hidráulicas que venimos estudiando hasta momentos relativamente recientes.

101 Acien, M., (2008), op. cit., 164. 102 Bolens, L., Agronomes andalous du Moyen Âge, (Ginebra, 1981) ; García, E. y Carabaza, J.M., “Estado actual y perspectivas de los estudios sobre agronomía andalusí”, en Tawfik, A.; Carabaza, J.M.; Cano, P. y Garijo, J., (coords.), El saber en al-Andalus, (Sevilla, 1999), Vol. 3, 101-118; García, E., “La agronomía en al-Andalus”, en Vernet, J. y Samsó, J., (eds.), (1992), op. cit., 147.

98 Rodríguez, A., La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana. Expansión y fronteras durante el reinado de Fernando III, (Madrid, 1994).

103 Téllez, J., “Dos agrónomos toledanos: Ibn Wâfis e Ibn Bassal, y la Huerta del Rey”, en Tulaytula: Revista de la Asociación de Amigos del Toledo Islámico, 4, (1999), 49-58; García, E., “Botánica y agronomía en Tulaytula”, en Entre el Califato y la Taifa. Mil años del Cristo de la Luz, (Toledo, 2000), 135-152.

99 Archivo Municipal de Toledo, Fondo Histórico, Caja Obras, caminos y carreteras. Años 1623-1769. 100 Archivo Municipal de Toledo, Fondo Histórico, Fuentes. Años 1574-1894. Caja 18. Fuente Siciones, 1719-1794.

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huerta se convirtiera en el espacio más característico de la nueva agricultura y en la base económica y social de una sociedad tributaria, en la que primaban las producciones comercializables destinadas al mercado urbano. La principal característica de este tipo de explotaciones y, por lo tanto, de las gentes que las crearon, fue su estabilidad como consecuencia de su nula capacidad de crecimiento. Una situación claramente relacionada con las limitaciones que imponían los escasos caudales de aguas disponibles y las cotas en las que éstas afloraban, que impedían el crecimiento de los campos por ampliación y, por lo tanto, el de las poblaciones con ellos vinculados106.

los cultivos de los espacios irrigados más cercanos. La mejor muestra de la importancia y posibilidades que ofrecían este tipo de personajes para el desarrollo de la agricultura local, la tenemos en la descripción de los viajes realizados por el último de los citados a la búsqueda de plantas y conocimientos, que le llevaron a visitar explotaciones agrarias en Sicilia, Egipto, la península arábiga, Iraq o el norte de la India104. Los conocimientos adquiridos por este grupo de investigadores quedaron reflejados en diferentes tratados y, en cierta medida, en el auge de una agricultura intensiva que les debe nuevos cultivos y soluciones técnicas sin las que no hubiera sido posible su fuerte crecimiento. La existencia de este foco de investigación agro-biológico en Toledo durante la mayor parte del siglo XI, se convierte en un nuevo testimonio de la importancia alcanzada por la agricultura local en esos mismos años, que tuvo su reflejo en el importante crecimiento experimentado por las explotaciones agrícolas que estamos describiendo en el entorno de la ciudad. Una situación favorable para todo lo relacionado con el diseño y ejecución de nuevas obras de ingeniería, muy distintas de las que se conocían en la zona con anterioridad.

Este tipo de agricultura posibilitó la explotación de tierras que habían permanecido improductivas hasta entonces por la colonización de nuevos espacios por parte de las poblaciones “sobrantes”, que se veían obligadas a reproducir el modelo en zonas cercanas. Así, la ocupación de espacios próximos a los explotados inicialmente, se convirtió en un modelo habitual que finalizó con el aprovechamiento de amplias zonas, independientemente de la calidad o bondad orográfica del terreno disponible, que siempre podía ponerse en explotación con la inversión de importantes cantidades de trabajo. Desde el punto de vista geológico, los suelos existentes en el área cigarralera son pobres e irregulares y cuentan con una escasa productividad para el cultivo de secano. Sin embargo, sus posibilidades aumentan considerablemente con la introducción del riego, hasta el punto de hacer posible la obtención de cosechas por encima de la media, en relación al resto de tierras existentes en estas tierras del interior peninsular107. Su aparición y generalización significó un cambio radical en el modo de aprovechamiento de estos espacios, posibilitando con ello la aparición de las alquerías y caseríos de los que dependían. También dieron lugar a un inusitado crecimiento económico sin el que no es posible entender el auge experimentado por la ciudad taifa de Toledo y los importantes programas de poder desplegados por sus monarcas, que crearon una efímera pero auténtica corte oriental.

4. INCORPORACIONES, PERVIVENCIAS Y REPERCUSIONES 4.1. Los espacios irrigados Tal y como hemos podido comprobar, la totalidad de los datos dados a conocer hasta ahora permiten afirmar la aparición del modelo territorial y productivo característico del mundo andalusí en los alrededores de Toledo y más concretamente en el área de los cigarrales en torno a los siglos X-XI d.C. Su generalización tiene que ver con la yuxtaposición de numerosas explotaciones completamente independientes que ocuparon buena parte del territorio disponible y crearon un paisaje cultural complejo absolutamente nuevo. El éxito que alcanzaron fue posible por la ejecución de un tipo de obras hidráulicas completamente novedosas, que empezaron a introducirse en el interior de la Península Ibérica en esos momentos.

En líneas generales, y hasta el momento en que podamos disponer de la totalidad de las analíticas que estamos realizando, parece que las explotaciones toledanas ubicadas en la zona

Sin embargo, la existencia y generalización de estos espacios irrigados no fue el resultado de la llegada de un tipo de conocimientos técnicos, sino de la decisión adoptada libremente por las comunidades rurales, que fueron las impulsoras de los cambios necesarios gracias a la realización de las fuertes inversiones de trabajo con las que poner en cultivo campos en los que cuesta imaginarse la aparición de este tipo de explotaciones intensivas105. Ellas fueron las responsables de que la

agrícolas irrigados en al-Andalus”, en II Coloquio Historia y Medio Físico. Agricultura y regadío en al-Andalus, (Almería, 1996), 17-37; Watson, A.M., Innovaciones en la agricultura en los primeros tiempos del mundo islámico, (Granada, 1998); Poveda, A., (1999), op. cit., 343-369. 106 Barceló, M., “El diseño de espacios irrigados en al-Andalus: un enunciado de principios generales” en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C., (1996), op. cit., 58; Trillo, C., “El agua en al-Andalus: una explicación de los espacios irrigados”, en Sáenz, C. y Santos, F., (coord.), Ingeniería hispanomusulmana. XII Curso de Verano de Ingeniería Civil, (Madrid, 2003), 190-222; Trillo, C., “Agricultura y riego gentilicio en al-Andalus”, en Arqueología Medieval en la Arqueología, (Granada, 2003), 171-202; Trillo, C., “Regadío y estructura social en al-Andalus: la propiedad de la tierra y el derecho al agua en el reino Nazarí” en Actas de las I Jornadas de Historia Rural y Medio Ambiente, (Huelva, 2003), 67-94; Trillo, C., “La alquería y su territorio en al-Andalus: estrategias sociales de organización y conservación”, en Arqueología Espacial, 26, (2006), 243-262.

104 García, E., (1992), op. cit.. 105 Watson, A. M., Agricultural innovation in the early islamic world, (Londres, 1983); Manzano, E., (1986), op. cit., 617-632; Malpica, A., “El agua en al-Andalus. Un debate historiográfico y una propuesta de análisis”, en Iglesia Duarte, J.I. de la, (coord.), V Semana de estudios medievales, (1995), 65-86; Barceló, M., “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C. (1996), op. cit., 13-47; Barceló, M., “Saber lo que es un espacio hidráulico y lo que no es o al-Andalus y los feudales”, en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C., (1996), op. cit., 75-88; García, E., “Cultivos y espacios

107 Ortega, C., (coord.), Estudio agrobiológico de la provincia de Toledo, (Toledo, 1984).

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terminadas cosechas que permitían asegurar el nivel de vida de las comunidades a las que pertenecían. El desarrollo de todas estas prácticas, características de lo que podemos definir como agrosistema andalusí109, afectó a amplias zonas del territorio rural pero, fundamentalmente, al existente en torno a las grandes ciudades por el importante papel que jugaron los mercados urbanos en el funcionamiento del modelo. Es desde luego el caso de Toledo, que fue capaz de generar a su alrededor un cinturón de explotaciones agrícolas intensivas en plena Edad Media, que hoy cuesta visualizar por la pronta desaparición de las prácticas económicas y sociales que las hicieron posible. La importancia alcanzada por estas huertas y plantaciones permite entender el cuidado puesto en su creación que siempre tiene como punto de partida una obra de ingeniería relacionada con el agua. Su importancia radica en la capacidad que tenían estas infraestructuras para condicionar el diseño de la totalidad de los elementos que definen el conjunto, tal y como hemos tratado de demostrar con anterioridad. Así, la captación se convierte en el elemento básico que ubica, posibilita, pero también limita, el resto de los trabajos de implantación, convirtiéndose, por lo tanto, en el que más recursos invierte la comunidad propietaria, con todo lo que ello implica a la hora de explicar la importancia que adquieren en el territorio.

Fig. 54. Noria en las cercanías de Toledo a comienzos del siglo XX. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

4.2. Pervivencias y repercusiones La revolución agrícola andalusí y el desarrollo de la ingeniería que la hizo posible tuvo importantes repercusiones y pervivencias que podemos comprobar en el área rural toledana, en la que todavía se conservan cientos de norias, balsas y canales de riego, que tienen su origen, directo o indirecto, en las tradiciones implantadas en los siglos X-XI.

Fig. 55. Noria en las cercanías de Toledo a comienzos del siglo XX. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

El estudio de la conocida como documentación mozárabe, sirve como vimos para poner de manifiesto el mantenimiento del modelo productivo de tradición islámica en los alrededores de la ciudad de Toledo tras la conquista cristiana. Una realidad que también se puede deducir del estudio de otros aspectos como puede ser el uso y mantenimiento de una terminología de origen árabe para definir productos y procesos relacionados con el trabajo agrícola, que sólo se documenta en torno a esta población110. La desaparición de numerosas huertas y el cese de algunas explotaciones tuvo que ver con los sucesos bélicos sufridos por la ciudad debido al empuje de almorávides y almohades y, sobre todo, con el cambio de preferencias de las elites urbanas que, a partir de los siglos XII-XIII, apostaron por una economía basada en la ganadería extensiva que favoreció la creación de pastizales en amplios sectores del territorio más

de los cigarrales permitieron el desarrollo de una agricultura intensiva basada en la aparición de huertas y su combinación con otras explotaciones menos productivas pero igualmente exitosas, en las que el agua también desempeñaba una función destacada. En este sentido, los datos procedentes de la documentación histórica tantas veces citada, y la comparación con explotaciones similares conocidas en zonas de relieve tan complejo con parecidos índices de aridez, indican la probable existencia de espacios irrigados eventuales en los que se garantizaba la obtención de cosechas mediante el refuerzo de los procedimientos característicos de la agricultura de secano108. Así, parte del espacio disponible pudo dedicarse a la plantación de cereales, frutales y sobre todo vides, que podían crecer sin recurrir al riego aunque mejoraban enormemente sus expectativas al asegurar ciertos aportes de agua en primavera, coincidiendo con la fase crítica de crecimiento de muchas de estas especies. De esta manera, la capacidad ingenieril “popular” desarrollada para garantizar cuatro o cinco riegos por campaña, se convertiría en un seguro para la obtención de de-

109 Guinot, E., “Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los espacios irrigados”, en Cristiandad e Islam en la Edad Media, (Logroño, 2008), 1-30; Bolens, L., Les méthodes culturales au Moyen-âge d’après les traites d’agronomie andalous: traditions et techniques, (Ginebra, 1974).

108 Bertrand, M. y Sanchez, J.R., (2006), op. cit., 18. ; Salvatierra, V., “Las huertas del Jaén islámico”, en Arqueología y Territorio Medieval, 5, (Jaén, 1998), 63-64.

110 Vicente, J., “El léxico de la agricultura en documentos medievales de la catedral de Toledo (siglos XI a XIII)”, en Interlingüística, 17, (2007), 1058-1067.

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cercano a la ciudad. El cambio producido fue el reflejo del desarrollo de una sociedad diferente, pero en ningún momento de una ruptura tecnológica como la que se había producido unos siglos antes, entre la Antigüedad y la plena Edad Media. De hecho, en zonas productivas de la vega o en lugares más distantes del casco urbano, las explotaciones agrícolas siguieron dependiendo de la existencia de una ingeniería hidráulica rural de origen andalusí, que evolucionó más bien poco hasta las décadas centrales del siglo XX, en las que se produce la nueva e importante ruptura que todos conocemos, relacionada con la mecanización del campo (figs. 54-55). En el caso concreto del área de los cigarrales, podemos rastrear otra serie de repercusiones que permiten comprender la importancia adquirida por las obras de ingeniería hidráulica y la huella que han dejado en el presente. La existencia de estos espacios irrigados, dio lugar a la aparición de unas propiedades perfectamente definidas por su separación mediante cercas en las que, junto a las captaciones, existían campos de cultivo y diferentes estructuras residenciales que permitían su vigilancia y explotación. Su yuxtaposición creó un espacio diferente definido por el predominio de los conocidos como campos cerrados, que contrastaba con las grandes extensiones abiertas que adquieren mayor importancia a partir del siglo XIV, por el auge experimentado por las explotaciones ganaderas a las que hemos hecho referencia y la generación de ejidos y otros espacios de uso comunitario111. Su mantenimiento a lo largo de la Edad Media permitió que en los comienzos del siglo XVI existiese un tipo de fincas que, por su capacidad productiva, ubicación y cercanía a la población, permitían un doble uso ligado a la explotación agrícola pero, también, al ocio y al disfrute del paisaje por parte de sus propietarios. Un aprovechamiento novedoso ligado al desarrollo de un nuevo ideal de vida impulsado por la aristocracia humanista toledana, vinculada intelectualmente con el mundo neoplatónico florentino y romano. Gracias a todo ello, las antiguas huertas andalusíes, evolucionadas a lo largo de la Edad Media, permitieron el nacimiento de una nueva tipología productiva y constructiva característica de la ciudad de Toledo que, desde entonces, conocemos con el nombre de cigarral (fig. 56).

Fig. 56. Vista del Cigarral de Menores. Ejemplo del modelo de cigarral creado por los humanistas del siglo XVI.

los nuevos cigarrales que, de esta manera, se convierten en herederos directos de aquellas primeras comunidades rurales que utilizaron una ingeniería hidráulica sencilla pero eficiente, con la que posibilitar la aparición de un paisaje cultural hoy completamente olvidado.

Muchos años después de que hicieran su aparición, las descripciones que conocemos de estas propiedades en el siglo XVIII muestran una realidad que todavía recordaba a las explotaciones medievales, al destacar en ellas la existencia de miles de frutales que aún daban una apariencia agrícola a todo este sector hoy mayoritariamente residencial112. El estudio de la dispersión de este tipo de fincas periurbanas en la actualidad, sirve para indicar la ubicación de buena parte de las antiguas alquerías medievales y los espacios irrigados con ellas relacionados en los alrededores montañosos de la población. Sólo donde hubo campos de cultivo con estas características en los siglos X-XI, se produjo la evolución hacia

111 Vassberg, D.E., Tierra y sociedad en Castilla. Señores “poderosos” y campesinos en la España del siglo XVI, (Barcelona, 1986), 42-45. 112 Morollón, P., 2008, op. cit.; Carrobles, J.; Morín, J. y Fernández, C., (2010), op. cit.

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RAÍCES MEDIEVALES DE LOS PAISAJES CULTURALES DE TOLEDO: ESPACIOS Y PRÁCTICAS GANADERAS EN EL ÁREA DE CIGARRALES

Moderna2. Sin embargo y a pesar de originarse en una situación cultural concreta, esta construcción es el fruto evolutivo de un proceso histórico mucho más antiguo y complejo, de acuerdo con lo que muestran los datos ofrecidos por los trabajos arqueológicos y documentales que hemos dado a conocer con anterioridad. Con ellos, empezamos a conocer la existencia de fincas y modelos de explotación ubicados en el mismo suelo con anterioridad a la aparición del cigarral, que venían pasando desapercibidos a pesar de ser los que explican algunas de las características que mantienen estas propiedades en nuestros días. Tal y como hemos podido comprobar, el término cigarral empieza a ser utilizado en un momento avanzado de la segunda mitad del siglo XVI para denominar a un tipo específico de casa de campo que cobra importancia por esos años en los alrededores de la ciudad de Toledo3. La idealización de este tipo de construcciones asociadas al ocio y a un estamento social culto, provocó el rápido éxito de la denominación hasta el punto de que poco después de su primer uso, el nombre aparece reflejado en numerosas obras literarias y sirve para hacer referencia a fincas alejadas del núcleo montañoso ubicado al sur de la población en el que surgen, que poco o nada tenían que ver con los primeros y verdaderos cigarrales que son los que ahora nos interesa conocer.

Jesús Carrobles Santos, Rafael Barroso Cabrera, Antonio Malalana Ureña, Jorge Morín de Pablos y Sagrario Rodríguez Montero

1. EL CIGARRAL. UNA PROPIEDAD AGRÍCOLA EN UN ENTORNO GANADERO Partiendo del planteamiento teórico que hemos expuesto al inicio de este volumen, abordamos un nuevo acercamiento al estudio de los paisajes culturales de la ciudad de Toledo en el área de los cigarrales. Su ejecución ha sido posible gracias al proyecto de investigación sobre los cigarrales emprendido entre el Consorcio de la ciudad de Toledo y la Real Fundación de Toledo1.

En líneas generales, son fincas de tamaño reducido, siempre ubicadas en un sector de los alrededores de la ciudad de Toledo y con vistas directas a su casco histórico (fig. 2). En su práctica totalidad, se disponen sobre un medio físico que cuenta con una orografía compleja, en la que destacan algunos macizos de gneises y pequeñas vaguadas dotadas de fuerte pendiente. Estas formaciones son las que propician la existencia de suelos débiles en los que se desarrollaba un bosque mediterráneo relativamente pobre, que constituye la base natural sobre la que se produjeron las primeras intervenciones humanas mucho antes de que se concretara el primer poblamiento del peñón toledano. A pesar del uso residencial que prima en las propiedades que han llegado a nuestros días, en ellas se venía practicando un tipo de agricultura adaptada a las duras condiciones que impone el medio, dando lugar a diferentes explotaciones que se han mantenido activas en un buen número de casos hasta las primeras décadas del siglo XX.

El elemento básico del que partimos es el cigarral (fig. 1), una formación cultural perfectamente definida en sus aspectos formales e incluso históricos, que surge del ambiente humanista que dominó la ciudad en los primeros momentos de la Edad

1 Los primeros resultados del proyecto pueden consultarse en: Barroso, R.; Carrobles, J.; Morín, J.; Isabel, J.L.; López, F.J.; Rodríguez, L.; Curado, J.M. y Criado, I., “Arqueología de la Guerra Civil en Toledo. El Frente Sur del Tajo y el cigarral de Menores: un escenario de guerra”, en Archivo Secreto nº 5, Toledo 2011, pp. 331-348; Carrobles, J.; Barroso, R.; Morín, J. y Rodríguez, S., “Los paisajes culturales de la ciudad de Toledo: los cigarrales. Planteamientos de trabajo y primeros resultados”, en VI Congreso Internacional de Musealización de Yacimientos Arqueológicos y Patrimonio, Toledo, pp. 101-116; Carrobles, J.; Barroso, R.; Morín, J. y Rodríguez, S., (e.p.), “Sistemas hidráulicos y espacios irrigados en los alrededores de Toledo. Continuidades y rupturas entre la edad Antigua y la Edad Media”, en Coloquio Internacional La Transmisión del saber de la Antigüedad a la Edad Media: El agua – Wissensübermittlung von der Antike ins Mittelaltter: Wesser, en prensa; Carrobles, J.; Morín, J. y Barroso, R.; “El cigarral. Origen y cambio de un paisaje cultural a través de sus bosques y jardines”, en Actas del Congreso de Historia Forestal. III Reunión sobre Historia Forestal. Toledo, 2008 Cuadernos de la Sociedad de Ciencias Forestales nº 30, Pontevedra 2009, pp. 153-162; Carrobles, J.; Morín, J. y Fernández, C., “La vegetación como artefacto: albaricoqueros, ciruelos y granados en el paisaje cultural cigarralero”, en Restaurando el pasado, planificando el futuro, I Congreso Hispanoamericano de Arboricultura – XIII Congreso Nacional de Arboricultura, Valencia 2010, pp. 223231; Criado, I.; Barroso, R.; Carrobles, J.; Morín, J. et alii, “Estudio del paisaje cultural de Toledo: los cigarrales. La fotografía como fuente documental”, en IV Encuentro de Historia de la fotografía en CastillaLa Mancha, en prensa; Fernández, C.; Carrobles, J. y Morín, J., “La evolución del paisaje vegetal en el ámbito del Cigarral de Menores (Toledo)”, en Restaurando el pasado, planificando el futuro, I Congreso Hispanoamericano de Arboricultura – XIII Congreso Nacional de Arboricultura, Valencia 2010, pp. 195-203.

Su origen hay que buscarlo en las explotaciones agrícolas intensivas surgidas en esta zona montañosa ubicada sobre la orilla meridional del Tajo en época islámica, gracias al desarrollo

2 Carrobles, J.; Morín, J. y Barroso, R.; op. cit., 2009, pp. 156-158; Díez del Corral, R., Arquitectura y mecenazgo. La imagen de Toledo en el Renacimiento, Madrid 1987, pp. 247-256; Marías, F.; La arquitectura del Renacimiento en Toledo (1541-1631), vol. IV, Madrid 1986, pp. 137-147. 3 Una aproximación a lo que se conocía de estas propiedades se puede conocer en: Cruz, L.; Español. I. y Muñoz, E., (eds.), Los cigarrales de Toledo. Idealización y deterioro de un paisaje cultural, Ciudad Real 2006; Carrobles, J.; Morín, J. y Barroso, R.; op. cit., 2009, pp. 153-162; Martín, A., Los cigarrales de Toledo. Recreación literaria sobre su historia, riqueza y población, Toledo 1857; Morollón, P., “Los cigarrales de Toledo en el Catastro del Marqués de la Ensenada”, en Catastro, 54, 2008, pp. 159-180; Vegue y Goldoni, A., “Los cigarrales de Toledo en el siglo de oro”, en Temas de Arte y Literatura, Madrid 1928, pp. 107-128.

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Fig. 1. Paisaje cigarralero.

de un amplio número de espacios irrigados4. Su proliferación fue posible por la construcción de numerosas infraestructuras hidráulicas que cambiaron la capacidad productiva de este sector dotado de unos suelos pobres, pero en los que era posible disponer del agua suficiente para asegurar la práctica del riego. De esta manera y gracias a la construcción de numerosas captaciones y norias, unido al aumento que experimentó la población de Toledo en época taifa, estos espacios irrigados crecieron en número y generaron un modelo de explotación en el que destacaban toda una serie de elementos formales como eran las cercas que los delimitaban, la construcción de bancales para cultivos, las torres que les servían de almacén a la vez que de defensa puntual y una compleja red de caminos que permitía la comunicación de todos ellos con la ciudad a la que abastecían.

fiscal entonces establecido5. El resultado fue una especialización económica, social y cultural, que permitió la consolidación de un paisaje cultural hoy difícil de visualizar, pero que ha dejado una profunda huella en el entorno en el que se desarrolló. La conquista cristiana de Toledo en el año 1085 marca el inicio de un nuevo periodo histórico que ocasionó profundos cambios en la realidad heredada de al-Andalus, como consecuencia de la implantación del nuevo modelo feudal que buscaba la obtención de rentas en vez de negocio comercial y planteaba unos sistemas de producción muy diferentes de los practicados hasta entonces6. Se inició entonces un proceso de transición que se prolongo durante siglos y finalizó con la implantación de un nuevo modelo territorial en el que estas explotaciones agrícolas perdieron importancia y protagonismo, hasta el punto de que sólo se conservaron en algunas zonas en las que luego y en clara relación, aparecerían los prime-

El modelo de explotación del territorio con el que estas propiedades se relacionan tuvo un éxito importante en Toledo y en otras muchas zonas de al-Andalus, hasta el punto de convertirse en el auténtico soporte del estado al vincularse a un sistema de poblamiento basado en las alquerías que actuaron como células básicas del modelo de recaudación

5 Bazzana, A., “Villages et terroirs andalous: quelques aspects du peuplement médiéval et de l´exploitation agraire dans al-Andalus”, en Ruralia 2, Praga 1998, pp. 140-151; Manzano, E., Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus, Madrid 2006, pp. 293-303; Trillo, C., “La alquería y su territorio en al-Andalus: estrategias sociales de organización y conservación”, en Arqueología Espacial, 26, 2006, pp. 243-262.

4 La bibliografía sobre los espacios irrigados andalusíes ha crecido espectacularmente en las dos últimas décadas. Una visión general de su origen y evolución en la Península Ibérica puede obtenerse en: Barceló, M., “El diseño de espacios irrigados en al-Andalus: un enunciado de principios generales”, en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C., El agua que no duerme. Fundamentos de la arqueología hidráulica andalusí, Granada 1996, pp. 49-71; Barceló, M., “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en Barceló, M., Kirchner, H. y Navarro, C., El agua que no duerme. Fundamentos de la arqueología hidráulica andalusí, Granada 1996, pp. 11-47; Cressier, P., (dir.), La maîtrise de l’eau en al-Andalus. Paysages, pratiques et techniques, Collection de la Casa de Velázquez 93, Madrid 2006; Glick, Th. F., Tecnología, ciencia y cultura en la España Medieval, Madrid 1992; Trillo, C., Agua, tierra y hombres de al-Andalus, Granada 2004.

6 Furió, A. y Martínez, L.P., “De la hidráulica andalusí a la feudal: continuitat i ruptura. L´Horta del Cent a l´Alzira medieval”, en Furió, A. y Lairón, A., (eds.), L´espai de l´aigua. Xerxes i sistemes d´irrigació a la Ribera del Xúquer en las perspectiva històrica, Valencia 2000, pp. 19-74; Kirchner, H. y Navarro, C., El agua que no duerme, Granada 1996, pp. 73-88; Sarasa, E., “La economía hidráulica en el Valle Medio del Ebro: de la explotación islámica a la cristiana”, en Val, M.I. del y Villanueva, O., (coords.), Musulmanes y cristianos frente al agua en las ciudades medievales, Santander 2008, pp. 155-171.

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Fig. 2. La ciudad de Toledo desde el Cigarral de Menores.

medievales dotada de norias y otros ingenios hidráulicos, que evolucionó hasta convertirse en un pequeño cigarral en época moderna, aprovechando las infraestructuras productivas y residenciales construidas siglos antes (fig. 3).

ros cigarrales que conocemos en el siglo XVI. Un ejemplo de esta larga evolución lo hemos conocido recientemente a través de las excavaciones que hemos realizado dentro de este mismo proyecto en el cigarral de Menores7. En ellas hemos podido localizar y definir una de estas primeras explotaciones

Sin embargo y como demuestra el estudio que hemos realizado de la dispersión actual de los cigarrales, no todos los espacios irrigados andalusíes sobrevivieron al sufrir muchos de ellos un proceso evolutivo diferente que les llevó a desaparecer (fig. 4).

7 Ver el estudio de la excavación realizada en esta misma publicación.

Fig. 3. Torre medieval y cigarral moderno entre campos de cultivo en el Cigarral de Menores.

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Fig. 4. Mapa con la dispersión de cigarrales en el entorno de Toledo según el Catastro de Ensenada. Siglo XVIII.

La documentación de esta doble realidad muestra la existencia de factores históricos distintos de los expuestos hasta ahora, escasamente valorados, que también condicionaron y explican la ubicación actual de estas fincas e, incluso, la apariencia de algunos de sus elementos formales más característicos que poco o nada tienen que ver con las antiguas huertas de origen andalusí.

alcance8. A pesar de todo ello, no se puede dudar del desarrollo alcanzado por la práctica de esta actividad en las inmediaciones de la ciudad que fue posible, básicamente, por la capacidad mostrada por las elites locales para aprovechar un medio difícil, en el que encontramos inconvenientes a la vez que evidentes oportunidades.

La causa de estos nuevos cambios hay que buscarla en la importante actividad ganadera practicada en los alrededores de la ciudad de Toledo, que adquirió especial importancia en los siglos finales de la Edad Media. El auge que ésta experimentó ocasionó importantes cambios en la configuración del territorio periurbano, destacando, entre ellos, la limitación y reordenación de las antiguas explotaciones agrícolas que quedaron relegadas a zonas concretas de los alrededores de la población, tal y como vamos a intentar demostrar en este estudio.

En líneas generales, el medio físico existente en los alrededores de Toledo se caracteriza por contar con suelos pobres, un clima extremo y escasas precipitaciones, ligeramente por encima de los 400 mm, repartidas en dos periodos de lluvias separadas por un fuerte estiaje que impiden la existencia de una población animal estable mínimamente numerosa9. Consecuencia de estas condiciones tan duras es el desarrollo de un medio natural que en su origen se caracterizó por el dominio de los encinares que hoy vemos relegados a algunas manchas en las que se conservan formaciones degradadas surgidas de ellos, como consecuencia de la sobreexplotación humana (fig. 5).

2. LA GANADERÍA EN EL ÁREA DE CIGARRALES. REGISTRO ARQUEOLÓGICO Y ETNOBOTÁNICO

8 Molénat, J.P., Campagnes et Monts de Tolède du XIIe au XVe, Madrid 1997, p. 262; Rodríguez-Picavea, E., La formación del feudalismo en la meseta meridional castellana. Los señoríos de la Orden de Calatrava en los siglos XII-XIII, Madrid 1994, pp. 8-9.

Hace muchos años que se viene hablando de la importancia de la ganadería toledana a lo largo de la historia, aunque carecemos de los estudios que permitan precisar su verdadero

9 Aranda, F. y Aranda, M., Observaciones sobre el clima de Toledo, Toledo 1984; Tornero, J., Los alijares de Toledo. El Campo de Adiestramiento de la Academia de Infantería y sus condiciones ambientales, Madrid 2004, pp. 27-29.

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Fig. 5. Dehesa de encina degradada con sectores dominados por la retama en las inmediaciones del antiguo Monasterio de la Sisla.

Sin embargo, esta realidad, no demasiado propicia para el desarrollo de las explotaciones ganaderas intensivas, fue trasformada gracias a la existencia de una serie de factores físicos y culturales que se combinaron en la medida necesaria para paliar las dificultades que imponía el medio. De esta manera, las gentes de Toledo consiguieron implantar diferentes y exitosos modelos de explotación ganadera, que aprovecharon de forma intensiva el mismo espacio a lo largo del tiempo hasta conseguir un crecimiento espectacular de sus cabañas.

En relación a las condiciones naturales del entorno, ajenas por lo tanto a la voluntad del hombre, hay que tener en cuenta aspectos muy diferentes e interesantes. En primer lugar es necesario destacar que mucho tiempo antes de la llegada del hombre a la zona toledana, ésta era un espacio privilegiado y estratégico para muchas especies animales. El origen de esta peculiar situación hay que buscarlo en la existencia de una de las corrientes más caudalosas y constantes del interior de la Península Ibérica como es el Tajo que favorece, pero también limita, las comuni-

Fig. 6. Vista del Cigarral de Menores. Ejemplo de cigarral de época moderna en los alrededores de Toledo.

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pérdida del aspecto alcanzado en el momento de la explotación, dificultando con ello la interpretación funcional de los pocos restos materiales que permanecen en el tiempo. De esta manera, frente a las huertas valladas con sus bancales, sus sistemas hidráulicos complejos y otras infraestructuras necesarias para su explotación que dejan importantes evidencias tras su abandono, los espacios ganaderos son mucho menos reconocibles por haberse generado en función de sistemas de gestión basados en el predominio de costumbres comunitarias asociadas a realidades materiales mucho más simples, que se relacionan, a su vez, con ciclos de carácter estacional dependientes de la estrecha relación que establece el ganadero con el medio físico13.

caciones. Sin embargo, su verdadera excepcionalidad vino dada por la formación de un importante vado natural aguas arriba del lugar que ocupa en la actualidad el puente de Alcántara, que se vio acompañada por la existencia de formaciones geológicas muy diferentes junto al mismo que raras veces coinciden y permiten el desarrollo de nichos ecológicos variados10. Su existencia posibilita la creación de un espacio estratégico en el que el principal punto de paso para las migraciones en un amplio sector del valle del Tajo, coincide con el ámbito en el que se generan pastos y forrajes diferentes que maduraban en distintos periodos del año. A pesar de ello, la suma de todas estas circunstancias posibilitaba pero no determinaba, inexorablemente, la existencia y menos aún la importancia de las explotaciones ganaderas que pudieron generarse en la zona. Éstas se deben a la capacidad humana para aprovechar el medio y transformarlo de acuerdo con una serie de pautas que han quedado reflejadas en el paisaje. De ahí deriva la importancia de conocer los datos arqueológicos e históricos de los que disponemos sobre este tipo de actividades, antes de enfrentarnos a la reconstrucción de los modelos que determinaron la organización del espacio productivo en el entorno de la ciudad de Toledo. Su estudio lo vamos a realizar en el espacio comprendido en el Cigarral de Menores, la Quinta de Mirabel y la antigua Dehesa de Pozuela que, por sus excepcionales condiciones de conservación y de riqueza en referencias históricas, permite realizar este tipo de investigación y la obtención de unas conclusiones que sirven para conocer la evolución ocurrida en la totalidad del territorio toledano (fig. 6).

El resultado de todo ello es la formación de registros increíblemente pobres, caracterizados en todo caso por la sencillez extrema de la mayor parte de sus realizaciones, su amplia dispersión y su carácter estrictamente funcional, alejado de cualquier deseo de ostentación y por lo tanto de permanencia14. Toda una serie de características a las que hay que añadir nuevos aspectos que complican su estudio como es la dificultad de datación que presentan muchos de sus restos por la falta de contextos arqueológicos mínimamente precisos. Aun así y a pesar de contar con todas estas dificultades como punto de partida, las prospecciones realizadas en la Quinta de Mirabel, el Cigarral de Menores y la antigua dehesa de Pozuela, han aportado algunos datos directamente relacionados con la gestión ganadera de esta zona en el pasado. Su estudio permite comprobar la utilización pecuaria de estos espacios y la obtención de diferentes datos relacionados con los modelos de explotación desarrollados en ellos a lo largo del tiempo, de los que luego nos ocuparemos.

2.1. Registro material Tal y como decíamos al inicio de este estudio, toda actividad humana repetida en el tiempo tiende a generar un paisaje concreto. Sin embargo, e independientemente de la cantidad de esfuerzos que se precise para modelarlo, no todos alcanzan la misma visibilidad tras la desaparición del grupo de vida que le da sentido, al basarse en muchos casos en aprovechamientos y usos que apenas dejan huella en el registro arqueológico11.

2.1.1. Construcciones pastoriles. En nuestro estudio nos hemos encontrado con numerosas estructuras. Las más destacadas son: Chozas.- Constituyen la construcción pastoril más característica por su frecuencia y nula evolución desde la Prehistoria hasta momentos muy recientes15. En el área prospectada se han documentado numerosas evidencias que en muchos casos tienen una interpretación dudosa por la escasa entidad de los restos conservados. En la práctica totalidad de las estructuras que conocemos nos encontramos ante pequeñas alineaciones realizadas con

Un caso característico de esta situación lo tenemos en la mayor parte de los paisajes ganaderos, en los que las mayores inversiones de trabajo realizadas se destinan a la creación de pastizales a través de la formación de ambientes de dehesa o de otras formaciones vegetales12. Su abandono provoca la rápida

10 Alonso, J. y Díez, A., Paseo geológico por los alrededores de la ciudad de Toledo, Toledo 2007; Carrobles, J., Prehistoria de Toledo. Los orígenes de la ciudad, Toledo 2008, pp. 19-27; Carrobles, J. y Palomero, S., “Toledo: un vado y una ciudad estratégica”, en Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, XXX, 1998, pp. 245-261; Gómez de Llarena, L., Guía geológica de los alrededores de Toledo, Madrid 1923; Rey, A., “Bosquejo geomorfológico del peñón toledano”, en Boletín de la Real Academia de bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, 36-37, 1928, pp. 149-176.

Silva, R., “La dehesa vista como paisaje cultural. Fisonomías, funcionalidades y dinámicas históricas”, en Ería, 82, 2010, p. 144. 13 Señorán, J.M., op. cit., 2007, pp. 21-23. 14 Martínez, J., “Patrimonio pastoril de los Montes Universales”, en Martínez, J., (coord.), Comarca de la Sierra de Albarracín, Zaragoza 2008, pp. 239-248. 15 García, J.J., “Los chozos de la Sierra de Oña. Introducción a las construcciones populares pastoriles”, en Elías, L.V. y Grande, J., (coords.), Sobre cultura pastoril: actas de las IV Jornadas de Etnología, Madrid 1991, pp. 113-121; Jorrín, J.A., “Construcciones pastoriles en los puertos lebaniegos. Catalogación de los chozos circulares”, en Publicaciones del Instituto de Etnología y Folklore Hoyos Sáinz, 16, 2002-2003, pp. 39-64.

11 Mateu, J.F., “Huella de la trashumancia en los paisajes mediterráneos”, en Vidal, P. y Castán, J.L., (eds.), Trashumancia en el Mediterráneo, Huesca 2010, pp. 193-228; Señorán, J.M., “Etnoarqueología de los grupos de pastores”, en Arqueoweb, 9 (1), 2007, p. 21. 12 Lasanta, T., “Pastoreo en áreas de montaña: estrategias e impactos en el territorio”, en Estudios Geográficos, LXXI-268, 2010, p. 212;

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piedras de pequeño y mediano tamaño, que se disponen junto a los afloramientos rocosos que salpican la zona, preferiblemente en lugares destacados dotados de una buena visibilidad. Las estructuras documentadas definen espacios nunca superiores a los 6-8 metros cuadrados y tienden a adoptar formas redondeadas y por lo tanto a prescindir de la construcción de esquinas (figs. 7-8). La mayor parte de ellas pueden ser interpretadas como zócalos de antiguas chozas de uso pastoril que estarían realizadas en su mayor parte con materiales perecederos que no han dejado ninguna huella. Su construcción se realizó mayoritariamente sobre roca firme con el fin de ganar estabilidad y capacidad de respuesta ante situaciones climatológicas adversas. La documentación de estas estructuras es difícil de realizar en la actualidad por la escasa entidad de los restos constructivos conservados, la total ausencia de restos de cultura material en su entorno más inmediato y la reutilización agrícola en algún caso del suelo que ocuparon. Una situación relativamente frecuente que, en muchas ocasiones, ha debido ocasionar la total destrucción de sus escasos restos con todo lo que ello implica a la hora de impedir el conocimiento exhaustivo de este tipo de evidencias y su distribución en el territorio.

Fig. 7. Zócalo de choza pastoril en la antigua Dehesa de Pozuela.

Estudio.- Debido a la escasa entidad de los restos conservados, su estudio hay que realizarlo, necesariamente, en relación al resto de las estructuras pastoriles documentadas en el mismo territorio, que nos ofrecen datos más significativos de las actividades productivas con las que se relacionaban. En todo caso, debemos tener en cuenta que nos encontramos frente a construcciones destinadas a cubrir necesidades básicas pero distintas para cada época del año.

Fig. 8. Zócalo de choza pastoril en la antigua Dehesa de Pozuela.

En líneas generales y como ejemplo de la variabilidad a la que nos enfrentamos, es necesario señalar que los territorios de invernada son más reconocibles que los de estiaje al necesitar algunas estructuras de mayor entidad y perdurabilidad con las que procurar el cobijo de los pastores y también del ganado, dado que muchas de las especies domesticadas cuentan con un ciclo reproductivo que se intensifica en esta estación16. Consecuencia de todo ello fue la construcción de chozas diferentes que, en muchos casos, son los únicos elementos reconocibles de unos paisajes culturales surgidos como consecuencia de la práctica de actividades productivas estacionales y que, por lo tanto, pueden ofrecer un panorama material cambiante en función del momento del año en el que se utilizan17.

ras, que podemos identificar con pequeños corrales18. Se trata de nuevo de estructuras de escasa entidad que en muchos casos pueden haber desaparecido o dejado tan sólo la huella de alguna alineación de pequeñas piedras, que podrían haber servido de base para la construcción de paredes realizadas con esparto, cañas u otros materiales perecederos no conservados. Sin embargo y al margen de este tipo de restos que muestran usos puntuales y aparecen de forma dispersa por toda la zona, contamos con algunos ejemplos bien definidos, de naturaleza diferente por su mayor entidad y grado de permanencia, que todavía pueden reconocerse en su totalidad en nuestros días. Son:

De esta manera, la importante presencia de restos de chozas en el área estudiada nos aporta unos primeros datos sobre la importancia que el espacio estudiado en los alrededores de Toledo pudo tener como lugar de invernada para algunos ganados.

Casas de Miján 1.- la estructura se ubica en la antigua dehesa de Pozuela, muy cerca de las tapias del antiguo cigarral de Azuela y a unos 140 m de las ruinas de la conocida como Casas de Miján (figs. 9-10). En la actualidad se conserva una pared de piedra seca que cierra un espacio de forma rectangular con las esquinas redondeadas con un total de unos 330 metros cuadrados. Se dispone en una zona alta y cuenta con la inclinación suficiente para evitar los encharcamientos que podían poner en peligro la salubridad del ganado al que se destinaba. Su aspecto original debió ser muy parecido al que conocemos de otras estructuras documentadas en la misma zona de cigarrales a través de algunas fotografías realizadas a comienzos del siglo XX (fig. 11). En ellas se aprecia la existencia de un

Corrales.- En zonas no necesariamente relacionadas con los restos de chozas que acabamos de describir, nos encontramos con otras construcciones en este caso mucho más evidentes e inequívocamente relacionadas con las explotaciones ganade-

16 Cara, L., “Huellas de pastores: observando los paisajes ganaderos de los extremos granadinos”, en Malpica, A. (ed.), Análisis de los paisajes históricos. De al-Andalus a la sociedad feudal, Granada 2009, pp. 180 y 193. 17 Ramos, J.J. y Ferrer, L.M., “Majadas. Características y materiales de construcción”, en Tierras, 172, 2010, pp. 23-32.

18 Rivas, F.A., “Construcciones pastoriles en Cinco Villas”, en Temas de Antropología Aragonesa, 7, 1997, pp. 71-99.

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espacio de dimensiones y aspecto similar al que ahora nos ocupa destinado a la cría de ganado ovino y caprino, en el que, en uno de los ángulos, se incluye una pequeña choza realizada con cañas u otros materiales perecederos que también formaban parte de la zona alta del muro de cierre. Casas de Miján 2.- No muy lejos de este primer corral pero en clara relación con las Casas de Miján de las que sólo dista 15 metros, nos encontramos con un nuevo espacio cercado que aprovecha unos afloramientos rocosos para aumentar su fortaleza y resguardo (fig. 12). Su construcción es distinta de la que acabamos de describir, al contar con un muro realizado mediante la alineación de piedras de mediano y gran tamaño que dan un aspecto mucho más tosco al conjunto. La forma es irregular aunque con tendencia al cuadrado y cierra una superficie de 115 metros cuadrados.

Fig. 9. Vista aérea del corral de Casas de Miján 1. Fuente: Google Maps.

Fuente del Conde.- Se trata de un nuevo corral de características similares al primero de los descritos, aunque en este caso sus paredes muestren una ejecución mucho más cuidada que se refleja en la construcción de auténticas esquinas (figs. 1314). Se localiza en las inmediaciones de la Fuente del Cardenal, muy cerca de otra serie de estructuras relacionadas con un espacio irrigado en el que destacan una importante captación, la balsa y otras construcciones auxiliares. La estructura se localiza a 120 metros de las ruinas de la Casa de la Alpargatita y cierra una superficie de 140 metros cuadrados. Estudio.- En la totalidad de los casos descritos nos encontramos ante estructuras de reducido tamaño, adaptadas por lo tanto a la explotación de pequeños rebaños estantes, muy alejadas del modelo impuesto por las grandes explotaciones trashumantes que, como luego veremos, adquirieron una importancia cambiante en este territorio. Este tipo de ganadería basada en rebaños de ovejas y cabras que oscilaban entre las cien y las quinientas cabezas19, parece haber alcanzado mayor desarrollo en épocas recientes como resultado del desarrollo de un modelo mixto de explotación en el que la agricultura tiene cierta importancia, hasta el punto de que uno de los principales productos buscados en estos corrales pudo ser el estiércol destinado a permitir la práctica de cultivos intensivos20. La posible vinculación de los pequeños corrales con los espacios agrícolas también parece deducirse de la ubicación que presentan, a escasa distancia de antiguos cigarrales, huertas y pequeñas casas de campo21. Una relación que acabaría estrechándose con el tiempo hasta el punto de que en las construcciones más recientes, como ocurre con las conocidas como

Fig. 10. Detalle del muro de cierre del corral de Casas de Miján 1.

19 Puñal, T., “La ganadería lanar en Madrid y su tierra durante la edad Media”, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, 11, 1998, p. 247. 20 Tamborero, L., “Corrales en la Sierra de Espadán de origen anterior a la expulsión de los moriscos (1604). Algunos datos documentales, arqueológicos y arquitectónicos”, en Vidal, P. y Castán, J.L. (eds.), Trashumancia en el Mediterráneo, Zaragoza 2010, p. 64. 21 Un modelo parecido se documenta en zonas de Valencia, en las que los corrales eran propiedad de los agricultores y se beneficiaban de unas contraprestaciones económicas y en especie. Ver: Oriol, E.M. y Cortés, J.V., “Ganadería y trashumancia en el piedemonte valenciano. El campo de Cheste”, en Cuadernos de Geografía, 59, 1996, p. 150; Tamborero, L., op. cit., 2010, p. 72.

Fig. 11. Corral en el área de cigarrales a comienzos del siglo XX. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

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Fig. 13. Vista aérea del corral de la Fuente del Conde. Fuente: Google Maps.

Fig. 12. Corral de Casas de Miján 2.

Casas de la Alpargatita, también en las inmediaciones de la Fuente del Cardenal, las dependencias para albergar el ganado se incorporaron a la propia casa de labranza (fig. 15). Por último y dado que una determinada orientación no es incompatible con otros modelos de cría y explotación, también podemos vincular este tipo de corrales con la cría de animales para el abasto de carne y leche que genera un modelo de ganadería diferente, perfectamente conocido en el área de estudio, tal y como luego podremos comprobar. Parideras.- Se trata de pequeñas construcciones directamente relacionadas con las necesidades que impone la invernada del ganado, sobre todo en el caso del trashumante que en muchas ocasiones carecía de majadas o de otro tipo de construcciones permanentes. Su funcionalidad estaba destinada a permitir el resguardo de las ovejas y sus crías tras el parto, así como a realizar una primera selección del ganado, que se convertía en la clave del éxito económico de las grandes explotaciones laneras22.

Fig. 14. Detalle del muro de cierre del corral de la Fuente del Conde.

Con este fin y para facilitar el ahijado de los corderos en los casos en los que hubiera rechazo por parte de la madre, se construyó un tipo de estructuras que sólo hemos podido documentar en zonas de relieve complicado en las que la actividad agrícola ha sido menor 23. En todos los casos conocidos nos encontramos ante pequeñas edificaciones semisubterráneas que han requerido la excavación de la totalidad de su planta con el fin de aislar su interior y favorecer la climatización natural del espacio que ocupaban. Todas ellas se documentan en laderas con el fin de permitir la evacuación de los residuos líquidos y favorecer la higiene de estos pequeños ámbitos.

Fig. 15. Casa de la Alpargatita en la zona alta de Pozuela.

Los casos más evidentes que hemos documentado, son: Pozuela.- En la totalidad del espacio de esta antigua dehesa, sólo contamos con los restos claros de dos construcciones contiguas y claramente relacionadas, que cuentan con las características propias de este tipo de edificaciones (fig. 16). En ellas

22 Marín, F., “Mesta y vida pastoril”, en Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 11, 1992, p. 138. 23 Leco, F. y Mateos, A.B., “Sistemas agrarios tradicionales, medio ambiente y desarrollo sostenible. La dehesa como hecho geográfico y cultural”, en Norba. Revista de Geografía, XI, 2006, p. 176.

Fig. 16. Parideras en la antigua Dehesa de Pozuela.

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Fig. 17. Paridera cubierta conservada en la Quinta de Mirabel.

Fig. 18. Entrada a una paridera en la Quinta de Mirabel.

todavía puede apreciarse la excavación realizada y la existencia de unos muros perimetrales realizados con pequeñas piedras, que debían soportar una cubrición hoy completamente perdida. Se localizan formando un único conjunto, al abrigo de unas formaciones de encinas de indudable antigüedad.

bir en Pozuela, se realizó antes de la reconversión de la antigua dehesa en suertes destinadas a usos agrícolas, ocurrida a mediados del siglo XIX. Alguna precisión más puede obtenerse del estudio de las localizadas en la Quinta de Mirabel, gracias a su ordenación con la valla de la finca que delimitaba la propiedad al menos desde el siglo XVIII. Los límites fijados por ella son los que aparecen en la descripción de la finca incluida en el Catastro del Marqués de la Ensenada y son el resultado de las ampliaciones realizadas por los marqueses de Malpica desde los comienzos del siglo anterior. La datación post quem en relación a la formación de esta propiedad se vería apoyada, además, por la documentación en las inmediaciones de una serie de espacios irrigados que se mantuvieron activos hasta los comienzos del mismo siglo XVI24, con todo lo que ello implica a la hora de impedir el desarrollo de grandes explotaciones ganaderas en sus inmediaciones con las que las parideras se relacionan. De esta manera, su construcción vendría dada por la generación de un nuevo modelo de explotación de la finca implantado por sus nuevos propietarios desde el siglo XVII, que basó su rentabilidad en el arriendo de pastos y requirió, por lo tanto, la construcción de las infraestructuras necesarias para permitir la invernada de grandes rebaños trashumantes.

Quinta de Mirabel.- Cuentan con mayor entidad e interés que las que acabamos de describir. Su número es difícil de precisar por el espesor del matorral que ha crecido sobre ellas, aunque se reconocen al menos cuatro que se disponen de forma ordenada al alinearse junto a la valla que cierra por el sur esta importante propiedad. Su ubicación cumple con las características que precisan este tipo de infraestructuras como son la localización a media ladera y su cierto aislamiento en relación a las principales zonas de pasto. Todas ellas han sido excavadas parcialmente en el suelo y conservan parte de sus antiguas cubiertas realizadas con bóvedas simples de piedra de mediano tamaño (fig. 17). En su exterior, coincidiendo con el espacio de entrada a cada una de ellas, se documenta una pequeña valla que en algún caso mejor conservado muestra la existencia de un acceso sencillo pero efectivo, generado a partir de la construcción de dos muros curvos que crean una entrada en “clavícula”, destinada a cortar las corrientes de aire a la vez que a permitir el libre acceso del ganado (fig. 18).

La coincidencia de estas estructuras con algunos de los corrales descritos en áreas cercanas, permite conocer la existencia de prácticas ganaderas muy diferentes en el mismo entorno, relacionadas con la explotación de rebaños dotados de características claramente distintas que son las que nos permitirán

Estudio.- La valoración de estas pequeñas construcciones es difícil de realizar por la falta de estudios sobre edificaciones similares que sirvan de referencia. A ello hay que sumar la carencia de cultura material en los escasos casos en los que hemos documentado, al tratarse de estructuras meramente funcionales que se han mantenido inalterables, prácticamente, desde la Prehistoria.

24 El estudio de los materiales cerámicos y numismáticos localizados en las áreas habitadas en relación con los espacios irrigados, muestra que éstos permanecieron en uso durante un largo periodo de tiempo comprendido en este caso concreto entre el siglo XI y los comienzos del siglo XVI. Ver el estudio de Carrobles, J.; Barroso, R.; Morín, J. y Rodríguez, S., dedicado a los sistemas hidráulicos en este mismo volumen.

Teniendo en cuenta esta situación, tan sólo podemos asegurar que la construcción de las estructuras que acabamos de descri-

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conocer la evolución de las prácticas realizadas a lo largo del tiempo y su diferente repercusión en la creación del paisaje que conocemos.

2.1.2. Aljibes y abrevaderos. El arrendamiento de las dehesas y por lo tanto su rentabilidad, dependía de la existencia de buenos pastizales pero también de puntos de aguada, sobre todo en el caso de que las fincas se destinaran a grandes rebaños que nunca podían satisfacer sus necesidades a través de pequeños pozos u otros sistemas de abastecimiento ocasionales, siempre limitados. De acuerdo con el carácter estacional de la actividad ganadera trashumante y la necesaria creación de infraestructuras distintas en cada momento, los abrevaderos también eran más frecuentes y necesarios en las áreas de invernada ubicadas en las llanuras que carecían de las corrientes naturales que discurren por los pastos de montaña en los que se realizaba el estiaje25. Consecuencia de todo ello fue la construcción de complejas redes de fuentes y aljibes que, al menos desde la Edad Media, permitieron la explotación de muchas tierras que hasta entonces habían quedado al margen de cualquier aprovechamiento mínimamente intensivo. En muchos casos bien conocidos, su construcción fue posible por la puesta en práctica de auténticas políticas de estado, aunque tampoco hay que minusvalorar la coincidencia de esfuerzos particulares empeñados en dotar de valor económico a sus campos26.

Fig. 19. Charca artificial en la Quinta de Mirabel.

Documentalmente y tal y como luego podremos comprobar, sabemos que existió una importante preocupación en el concejo toledano por garantizar este tipo de servicios en sus propiedades. Un caso bien conocido lo tenemos en la negociación realizada con el cardenal Quiroga que quedó obligado a construir un abrevadero público en Pozuela a finales del siglo XVI, como contraprestación por la concesión de aguas de la Fuente del Cardenal para satisfacer las necesidades de la Quinta de Mirabel27. Su construcción se llevó a cabo pero no se conserva ningún tipo de restos como consecuencia de las obras realizadas en el siglo XIX, relacionadas con la construcción del primer sistema de abastecimiento de agua a la ciudad de Toledo en época contemporánea28.

Fig. 20. Aljibe relacionado con la charca en la Quinta de Mirabel.

27 Arenillas, M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., El abastecimiento de agua a Toledo en época romana, Madrid 2009, pp. 96-98.

ca realizada ha permitido documentar la existencia de algunas hondonadas artificiales, que se utilizaron para crear charcas destinadas al uso del ganado. Un caso concreto lo encontramos en la Quinta de Mirabel, en las inmediaciones del lugar en el que se encontraban las parideras antes descritas y diferentes tramos de galerías drenantes datadas en época andalusí. La construcción de éstas, hay que relacionarla con la creación de los espacios irrigados a los que hemos venimos haciendo mención desde el inicio de este estudio. Éstas presentan las características apreciadas en otras conducciones similares localizadas en la zona pero cuentan con una diferencia excepcional, como es su relación con un importante aljibe que aprovecha el agua aportada por los sistemas hidráulicos documentados para regularizar el suministro a una importante charca que aún mantiene un caudal constante en nuestros días y sólo es posible interpretar desde una lógica ganadera (figs. 19-20).

28 Arenillas M.; Barahona, M.; Gutiérrez, F. y Cauce, C., op. cit., 2009, pp. 98-104, Cerro, R. del, La calle y el agua en el Toledo del siglo XIX. Propuestas y realidades urbanas, Toledo 1995, pp. 152-154.

Su importancia en el acondicionamiento pecuario de esta finca es evidente y debe relacionarse con el reaprovechamiento de

Al margen de datos históricos como éste que acabamos de citar y sobre los que luego volveremos, la prospección arqueológi-

25 Cara, L., op. cit., 2009, p. 180. 26 Cara. L., y Rodríguez, J., “El ámbito económico del pastoralismo andalusí. Grandes aljibes ganaderos en la provincia de Almería”, en Cara, L., (ed.), El agua en zonas áridas. I Coloquio de Historia y Medio Físico, Almería 1989, pp. 643-645; Ruiz, L. y Azorín, M., “Aljibes cimbrados en el área de Yecla (Murcia). Notas para el estudio de la ganadería trashumante en el NE. De la región de Murcia. Siglos XII al XIX”, en Cara, L., (ed.), El agua en zonas áridas. I Coloquio de Historia y Medio Físico, Almería 1989, pp. 621-622.

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Fig. 21. Vista aérea de la agüera de captación en los límites entre la antigua Dehesa de Pozuela y la Quinta de Mirabel. Fuente: Google Maps.

Fig. 23. Detalle del paso del canal de la agüera en la valla de la Quinta de Mirabel.

Fig. 22. Vista de la agüera en la antigua Dehesa de Pozuela.

Fig. 24. Área deforestada drenada por la agüera en la antigua Dehesa de Pozuela.

antiguas estructuras hidráulicas medievales que fueron adaptadas a la nueva función. A ellos se pudieron sumar nuevas obras como es una gran agüera de captación que aún tiene un importante protagonismo en el paisaje, por la importancia de las remociones realizadas para su construcción y mantenimiento a lo largo del tiempo (figs. 21-22). El estudio de su trazado permite comprobar su disposición algo oblicua al relieve en el que se ubica, con el fin de drenar la práctica totalidad de un pequeño valle en cuyo final se localizan las galerías, el aljibe y la charca que acabamos de describir. Su ejecución estaba destinada a permitir la recogida del agua de escorrentía que discurría por las laderas de los montes cercanos y dirigirla a un canal que atravesaba la cerca de la Quinta de Mirabel, por una zona perfectamente acondicionada para permitir el paso del agua (fig. 23).

La finalidad de una obra tan compleja es relativamente simple. En principio, el aljibe y la charca aprovechan el agua existente en el subsuelo que se obtiene a través de las galerías drenantes. Su correcto funcionamiento es el que dota de suministro al sistema en el periodo comprendido entre el final del otoño y el de la primavera. De esta manera, se cubren las necesidades de buena parte del año, en especial las de la invernada, pero no se garantiza el suministro en pleno verano y al comienzo del otoño, dificultando con ello el aprovechamiento ganadero del espacio en esos momentos del año. Para paliar la carencia de recursos hidráulicos, diversificar el suministro e, incluso, fomentar la aparición de algún pequeño pastizal en los momentos críticos del estío, se realizó la obra que acabamos de describir destinada a permitir la recogida de aguas de escorrentía que en la zona de Toledo tienen su pico máximo en la época seca, básicamente entre el final de la primavera y el comienzo del otoño, como consecuencia de las tormentas que permiten el funcionamiento de este tipo de infraestructuras, basadas en la existencia de fuertes descargas de agua en cortos periodos de tiempo29.

La construcción requirió como hemos dicho un importante movimiento de tierras que se refleja en el gran caballón que delimita la estructura en su parte más baja, que todavía puede seguirse perfectamente a lo largo de 161 metros. También debió llevar aparejado el desbrozado y deforestado de la totalidad del área de captación, que cuenta con una superficie superior a las 6 Hectáreas, para asegurar la fácil circulación de las aguas de lluvia (fig. 24). Una situación que todavía se conserva y que convierte a este valle en un espacio diferente en relación al resto de los que forman parte de la antigua dehesa de la Pozuela.

Sistemas similares al aquí documentado se conocen en amplias zonas del sudeste español en las que prima el régimen

29 Tornero, J., op. cit, Madrid 2004, pp. 28-30.

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Fig. 25. Plano de las vías ganaderas en los alrededores de Toledo según el Proyecto de clasificación de las vías pecuarias del término municipal de Toledo. Toledo, 1925. Archivo de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

Fig. 26. Rebaños trashumantes en las inmediaciones de la Venta del Alma, en el área cigarralera. Fot. Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

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Fig. 27. Escena de pastoreo en la cañada de Merinas en el área cigarralera. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

Alicante31, datados en su mayor parte entre los siglos XII al XIV32. Su origen hay que buscarlo en el desarrollo alcanzado por los modelos de explotación surgidos en plena Edad Media, aunque no pueda descartarse la construcción de algunos ejemplos en fechas más recientes33. En el caso concreto que estamos describiendo en los alrededores del área cigarralera toledana, no es posible fijar una cronología precisa. Tan sólo se puede apuntar que en el momento en que se realiza la valla de la Quinta de Mirabel, en un momento difícil de precisar pero comprendido entre mediados del siglo XVII y XVIII34, la agüera debía existir ya que condicionó su construcción. Su existencia en esos momentos indica un origen relativamente antiguo, aunque probablemente sea posterior al de la construcción de las galerías drenantes fechadas en los siglos X- XI.

2.1.3. Vías ganaderas. Son infraestructuras externas a las dehesas y pastizales, pero constituyen uno de los elementos más evidentes y necesarios para la creación de los antiguos paisajes ganaderos, al permitir su comunicación y funcionamiento desde la Prehistoria35. Sin

31 Box, M. “Un aprovisionamiento tradicional de agua en el sureste ibérico: los aljibes”, en Investigaciones Geográficas, 13, 1995, 91106; Cara, L. y Rodríguez, J., op. cit., 989, pp. 631-653.

Fig. 28.- Plano del inicio del Cordel de San Martín y de un sector del descansadero ubicado junto al puente. Según el Deslinde del Cordel de San Martín. Toledo, 1927. Archivo de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

32 Ruiz, L. y Azorín, M., op. cit., 1989, pp. 621-623. 33 Ruiz, L. y Azorín, M., op. cit., 1989, p. 627.

torrencial de las precipitaciones. Es el caso de los estudiados en relación con el abastecimiento de algunos de los miles de aljibes que se conservan en la zona de Yecla30 o de los que se documentan en diferentes comarcas de Almería, Lorca o

34 Ver el estudio de la Quinta de Mirabel en este volumen. 35 Alfaro, C., “Vías pecuarias y romanización en la Península Ibérica”, en Gómez-Pantoja, J., (ed.), Los rebaños de Gerión. Pastores y trashumantes en Iberia antigua y medieval, Madrid 2001, pp. 215232; Galán, E. y Ruiz-Gálvez, M., “Rutas ganaderas, trasterminancia y caminos antiguos. El caso del Occidente Peninsular entre el Calcolítico y la Edad del Hierro”, en Gómez-Pantoja, J., (ed.), Los rebaños

30 Ruiz, L. y Azorín, M., op. cit., 1989, pp. 607-630.

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Fig. 29.- Ganado en el descansadero del puente de San Martín. Foto de Constantino Garcés.

Fig. 31.- Plano del Descansadero del Cerro del Aire entre el Cigarral de Menores y la Quinta de Mirabel. Según el Deslinde del Cordel de San Martín. Toledo, 1927. Archivo de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

Fig. 30.- Escena de pastoreo en el descansadero de San Martín. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

Fig. 32.- Vista aérea del Descansadero del Aire en los años 50 del siglo XX.

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Fig. 34. Escena de pastoreo en el Descansadero del Cerro de los Palos. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

Fig. 33. Escena de pastoreo en el Descansadero del Cerro del Aire. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

embargo y a pesar de la mayor visibilidad que presentan en relación con el resto de elementos que venimos utilizando, nos encontramos ante una red que, al menos en las inmediaciones de Toledo (fig. 25), ha sufrido importantes cambios como consecuencia de la pérdida de funcionalidad sufrida por este tipo de vías en las últimas décadas y la consiguiente acción provocada por las recalificaciones, abandonos y apropiaciones.

de Gerión. Pastores y trashumantes en Iberia antigua y medieval, Madrid 2001, pp. 263-278; Mateu, J. F., op. cit., 2010, 209-210; Murrieta, P.A., Wheatley, D.W. y García, L., “Movilidad y vías de paso en los paisajes prehistóricos: megalitos y vías ganaderas en Almadén de la Plata (Sevilla, España)”, en V Simposio Internacional de Arqueología de Mérida. Sistemas de Información Geográfica y Análisis Arqueológico del Territorio, Mérida 2011.

Fig. 35. Escena de pastoreo en el Descansadero del Cerro de los Palos. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

Fig. 36. Plano del Descansadero del Cerro de los Palos. Según el Deslinde del Cordel de San Martín. Toledo, 1927. Archivo de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

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Fig. 37. Plano de un sector de la Cañada de San Martín que acompaña al documento de Amojonamiento de vías pecuarias que cruzan el término. Año de 1923. Archivo Municipal de Toledo, Patrimonio, Vías Pecuarias, Sign. 4167.

Al margen de otros posibles usos no pecuarios, son una huella de la trashumancia y de los sistemas ganaderos generados al menos desde la Edad Media, que se mantuvieron, con mayor o menor actividad, hasta los inicios del siglo XX (figs. 26-27). El estudio de su trazado muestra la existencia de realidades muy distintas en el mismo espacio al coincidir veredas y coladas de proximidad con vías principales o cañadas que, en este último caso, comunicaban los extremos geográficos más distantes pero complementarios, que permitían el desarrollo de la trashumancia a gran escala36.

En la zona de cigarrales en la que realizamos nuestro estudio, se conservan diferentes vías ganaderas que han sufrido un proceso de devaluación administrativa y la consiguiente reducción de su tamaño, como consecuencia de las recalificaciones realizadas a lo largo del siglo XX. Se trata de las conocidas administrativamente como veredas de Sevilla y de la Mancha y el importante cordel de las Merinas, que discurre

trashumancia en la meseta castellana”, en Estudios Geográficos, vol. VIII, nº 26, 1947, pp. 185-199; Fairén, S.; Berrocal, M.C.; López-Romero, E. y Walid, S., “Las vías pecuarias como elementos arqueológicos”, en Grau, I., (ed.), La aplicación de los SIG en la Arqueología del Paisaje, Alicante 2006, pp. 55-68.

36 Una aproximación a un tema tan amplio en: Atiken, R., “Rutas de

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Fig. 38. Vista aérea del Cigarral de Menores en los años 30 del siglo XX con los descansaderos de San Jerónimo (1) y del Aire (2).

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Fig. 39. Escena de pastoreo en el Descansadero de San Jerónimo. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

Su estudio arqueológico es difícil de realizar por la desaparición de muchos tramos, la superposición de nuevas vías de comunicación de naturaleza muy diferente y la ocupación de antiguos espacios auxiliares que han alterado su aspecto original. Sin embargo y a pesar de las importantes pérdidas sufridas en unas pocas décadas, aún es posible reconocer el perímetro de los principales descansaderos y la importancia de otra serie de elementos funcionales destacados, que nos permiten valorar la excepcional importancia alcanzada por estas vías de comunicación en el pasado. El primero de estos espacios destinados al tránsito y descanso del ganado es el ubicado junto al puente de San Martín que ha sido ocupado gradualmente a lo largo del siglo XX por diferentes construcciones residenciales, que parecen llamadas a borrar este importante espacio en el que se producía el necesario contacto de la cañada con las aguas del Tajo (figs. 28-30). No muy lejos se conservan con desigual fortuna el resto de los descansaderos documentados, en concreto el denominado del Cerro del Aire ubicado junto a la puerta de acceso a la Quinta de Mirabel (figs. 31-33) y el del Cerro de los Palos en el límite del término municipal toledano (figs. 34-36). Todos ellos definen una vía principal que coincide con la actual carretera de Argés, en la que todavía se producía un importante tránsito de ganado a comienzos del siglo XX, tal y como lo ponen de manifiesto las fotografías y pinturas realizadas por autores como Pedro Román37 y los expedientes oficiales sobre amojonamiento38 y recalificación39 de esta vía que, al menos, han ser-

Fig. 40. Camino en el área de cigarrales con tapias adaptadas al paso del ganado. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

Fig. 41. Paisaje de dehesa actual en la Quinta de Mirabel. 37 Carrobles, J.; Porres, J. y Andrinal, L., (coords.), Pedro Román Martínez. Toledo, fotografía y pintura, Toledo 2008, pp. 22, 74, 129 y 132.

entre las tapias del Cigarral de Menores y de la Quinta de Mirabel. Todas ellas forman parte de la red de largo recorrido a la que antes nos referíamos, que permitía el desarrollo de la trashumancia y el aprovechamiento económico de las numerosas dehesas que surgieron en la zona de Toledo durante la Edad Media, tal y como luego podremos comprobar.

38 Un caso especialmente significativo por la calidad de los planos realizados es: Ayuntamiento de Toledo, “Amojonamiento de las vías pecuarias que cruzan este término”, Archivo Municipal de Toledo, Fondo Histórico, Vías Pecuarias. Signatura 4167. También destacan los planos realizados para el deslinde del Cordel de San Martín realizados en 1927, Archivo de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Delegación provincial de Toledo. 39 “Proyecto de clasificación de las vías pecuarias del término municipal

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Fig. 42. Dehesa evolucionada sin aprovechamiento ganadero en la Quinta de Mirabel.

vido para dejarnos una precisa documentación planimétrica de ella en el área de cigarrales (fig. 37). De acuerdo con toda esta información, el estudio detallado de estas infraestructuras pone de manifiesto la existencia de otros espacios similares en lugares cercanos, fuera de la cañada propiamente dicha, como es el existente en las inmediaciones de la ermita de San Jerónimo (figs. 38-39), que muestran la verdadera naturaleza de estas vías que funcionan como un corredor y nunca como una línea perfectamente delimitada, que sólo aparece como tal en la documentación administrativa más reciente.

paso del ganado trashumante pero también y de ahí su importancia para nuestro estudio, la explotación de las dehesas toledanas, al facilitar un rápido acceso desde ellas al agua del Tajo. Consecuencia de todo ello fue la organización de estos corredores que no líneas concretas de paso, que son la clave que permite el mejor aprovechamiento ganadero de las tierras existentes en el entorno de Toledo. Su importante desarrollo y generalización se convierte en otro de los elementos definidores del paisaje cigarralero, tal y como queda de manifiesto en la existencia de caminos dotados de altas vallas y de frecuentes ampliaciones y estrechamientos para facilitar el cruce de rebaños, que todavía caracterizan a la red viaria del área de los cigarrales (fig. 40).

Esta compleja y amplia red de caminos y descansaderos, perfectamente imbricada entre antiguos cigarrales, permitía el

de Toledo. 1925”. Archivo de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Delegación Provincial de Toledo.

Fig. 43. Retamar en la zona alta de la antigua Dehesa de Pozuela.

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ción boscosa inicial para fomentar la creación de pastizales. El resultado óptimo final es la consecución de un delicado equilibrio entre naturaleza y cultura, que varía en cada caso en función de aspectos como pueden ser la riqueza del suelo, la variedad del relieve, el tipo de ganadería practicada o la importancia y variedad del resto de los aprovechamientos que se esperan obtener41. Consecuencia de todo ello es la creación de unas formaciones que evolucionan y se adaptan a las condiciones cambiantes que impone el hombre, en función del crecimiento o cambio de determinadas demandas. Un ejemplo de este proceso es la paulatina sustitución en época contemporánea de las dehesas de roble por aquellas en las que domina la encina, como consecuencia del valor dado a productos como el carbón o la bellota para el alimento del ganado porcino, que ha sustituido al ganado ovino en el uso de muchas de estas fincas42.

Fig. 44. Tapia de la dehesa de la Quinta de Mirabel.

Al margen de estas posibles evoluciones, la formación de un espacio adehesado es la consecuencia visible de un proceso cultural tan importante y costoso para un determinado grupo de vida, como pudo serlo la creación de los campos irrigados de cultivo con todas las infraestructuras que conllevan para otros. Su consolidación permite la creación de los pastizales más ricos y variados que se conocen en el entorno del Mediterráneo debido al distinto aprovechamiento de las posibilidades que ofrecen los denominados suelo y vuelo, la creación de zonas de sombra, de lugares protegidos para el ganado y, en definitiva, de los distintos usos que ofrece la formación de pequeños microambientes que alargan el ciclo de maduración del herbazal en un mismo espacio43. La conservación de estas formaciones aparentemente simples, requiere una amplia dedicación y depende, básicamente, de la orientación ganadera de la actividad económica a desarrollar y del mantenimiento de una baja presión demográfica44.

Fig. 45. Encina de gran porte crecida en un ambiente ganadero en la Quinta de Mirabel.

2.2. El paisaje de dehesa

El estudio de su origen plantea diferentes problemas, entre otros, el relacionado con la variedad de significados que acumula el término dehesa45. En la actualidad, la acepción más frecuente es la utilizada para referirse a la formación vegetal artificial que venimos describiendo. Sin embargo, con anterioridad, predominaba otra dotada de un significado jurídico que hacía referencia a la existencia de espacios acotados y defendidos de ciertos usos, de ahí su nombre, en los que sus pastos se reservaban para unos rebaños concretos. Un modelo de propiedad total que mantenía a estas tierras al margen del

La escasez de construcciones y evidencias materiales relacionadas con las explotaciones ganaderas, contrasta en la zona de los cigarrales con la importancia alcanzada por las formaciones de dehesa, que constituyen otra extraordinaria evidencia para conocer el tipo de explotación practicado en estos espacios en diferentes momentos de nuestro pasado40. Se trata de una formación vegetal creada por la mano del hombre a partir de la transformación del primitivo bosque mediterráneo (fig. 41). A través de ella el medio natural sufre un proceso de auténtica domesticación con el fin de posibilitar la formación de un ambiente favorable para el desarrollo de explotaciones en las que la ganadería es la base del sistema. Su creación es el resultado de importantes esfuerzos mantenidos en el tiempo que se dirigen a aclarar la forma-

41 Lasanta, T., op. cit., 2010, pp. 203-233; Silva, R., op. cit., 2010, p. 153. 42 Llorente, J.M., “Cambios y permanencias en los sistemas adehesados. El caso de las dehesas salmantinas”, en Ería, 77, 2008, pp. 315-330. 43 Lasanta, T., op. cit., 2010, p. 212; Pérez, A., “Reflexiones en torno a la sostenibilidad de la dehesa”,op. cit., 48, 2005, pp. 103-104; Rubio, J.M., op. cit., 2000, pp. 147-169; Torres, J.F., La economía de los celtas de la Hispania atlántica, La Coruña 2003, pp. 154-158.

40 García, E.; Pereira, J. y Vizuete, J.C., “El monte mediterráneo como paisaje cultural desde una disciplina multidisciplinar”, en Actas II Reunión sobre Historia Forestal, Cuadernos de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, 16, 2003, pp. 11-18; Leco, F. y Mateos, A.B., op. cit., 2006, pp. 165-182; Mateu, J.F., op. cit., 2010, pp. 218-219; Pérez, A., “Reflexiones en torno a la sostenibilidad de la dehesa”, en Geographicalia 48, 2005, 101-119; Rubio, J.M., “Los paisajes de dehesa en función de su manejo y explotación”, en Lurralde. Investigaciones espaciales, 23, 2000, pp. 147-169; Silva, R., op.cit., en Ería, 82, 2010,

44 Pardo, P.; Martín, E. y Gil, L., “El uso tradicional de la dehesa boyal de Puebla de la Sierra (Madrid): efectos sobre la vegetación a corto y largo plazo”, en II Reunión sobre Historia Forestal, Cuadernos de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, 16, 2003, pp. 173-178. 45 Donezar, J.M., Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. La provincia de Toledo en el siglo XVIII, Madrid 1984, p. 168; Rubio, J.M., op. cit., 2000, pp. 147-169; Silva, R., op. cit., 2010, p. 145.

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libre acceso del que disfrutaban los rebaños de la Mesta o de aquellos que pertenecían a algunas grandes instituciones religiosas en plena Edad Media. Se trata por lo tanto de un término en el que una cualidad concreta de las fincas, su defensa o cerramiento, ha terminado dando nombre a una formación vegetal que, no obstante y como gran paradoja, es mucho más antigua que el tipo de finca de la que recibe el nombre, al documentarse como sistema de explotación plenamente exitoso desde el inicio de la Prehistoria reciente46. El estudio documental que luego realizaremos, permite comprobar la existencia de un importante proceso de creación de dehesas en el entorno de Toledo en los siglos finales de la Edad Media, hasta el punto de que éstas llegan a ocupar buena parte de su término municipal, incluidos espacios que hasta ese momento habían mantenido una orientación agrícola. El estudio de los elementos constitutivos de su paisaje que se conservan en el Cigarral de Menores, la Quinta de Mirabel y Pozuela, muestra la existencia aún de amplias manchas de encinares centenarios con claros síntomas de cierto agotamiento, por la pérdida de la funcionalidad ganadera y la lógica falta de los cuidados necesarios para conseguir su adecuado mantenimiento y regeneración (fig. 42). También se aprecia, especialmente en la zona más alta de Pozuela, el predominio de algunas formas avanzadas de degradación de ese mismo bosque mediterráneo que actúa como punto de partida (fig. 43). Nos referimos a la formación de amplios retamares en los que se conservan algunos enebros aislados, que son un nuevo reflejo de la importancia de las explotaciones ganaderas allí practicadas47. Su capacidad para producir pastos es igualmente destacada aunque en este caso parece haber primado la valoración de otros productos secundarios que, incluso, dotaban de mayor valor a estas explotaciones, gracias a la importancia que adquirió la retama como combustible en los diferentes hornos relacionados con el desarrollo industrial de la ciudad de Toledo48.

Fig. 46. Encinas y cornicabras crecidas sin aprovechamiento ganadero intensivo en la Quinta de Mirabel.

crecimiento idóneo de las distintas especies que configuran el medio productivo. Su presencia en el entorno de cigarrales e incluso dentro de ellos, no es por lo tanto consecuencia de una voluntad paisajista o ecológica recientemente expresada, sino de un proceso que arrancó hace siglos y parte de una lógica estrictamente ganadera. El ejemplo más significativo de todos los que hemos estudiado es el que encontramos en la Quinta de Mirabel (fig. 44). Las prospecciones y el estudio documental realizados han permitido conocer el proceso de formación de una pequeña pero completa dehesa a partir de distintas propiedades y explotaciones agrícolas de origen altomedieval. La desaparición de todas ella hay que ponerla en relación con su adquisición por el cardenal Quiroga a finales del siglo XVI y, sobre todo, con la ampliación de la propiedad impulsada por los marqueses de Malpica unos años después49, que permitió el cambio en el modelo de explotación del espacio al que hemos hecho referencia. De hecho, salvo la zona destinada a albergar los jardines que se trazaron al pie de la nueva casa palacio, el resto del espacio disponible se convirtió en una pequeña explotación ganadera, dando lugar a una formación excepcional que es un ejemplo de transición entre dos ambientes económicos y sociales muy distintos.

A pesar de lo que en principio pudiera parecer, tanto los retamares como los espacios adehesados, requieren una importante inversión de trabajo y de tiempo necesario para permitir el

La creación de esta pequeña dehesa llevó aparejada la construcción de algunas infraestructuras como eran el aljibe y la charca antes descrita, así como las parideras que se conservan en uno de los extremos de la propiedad. Con ellas hay que relacionar la formación de una determinada masa arbórea integrada por numerosos ejemplares de encina que cuentan con más de tres siglos de vida. En todos los casos longevos conocidos se trata de árboles cuidados y dirigidos en función de una explotación ganadera, tal y como lo demuestra la perfecta definición de su tronco y la forma de su copa (fig. 45). Una morfología que poco o nada tiene que ver con la que presentan los árboles más jóvenes crecidos en las últimas décadas sin presión ganadera alguna, que dan lugar a ejemplares con tendencia a generar masas arbustivas de aspecto muy diferente (fig. 46).

46 López, J.A.; López, P.; López, L.; Cerrillo, E.; González, A. y Prada, A., “El origen prehistórico de la dehesa en Extremadura: Una perspectiva paleoambiental”, en Revista de Estudios Extremeños, 631, 2007, pp. 493-510. 47 Montilla, J. y Allué-Andrade, M., “Incidencia de los aprovechamientos forestales y ganaderos seculares en la estructura y composición específica de los montes: el caso de la “Dehesa Vieja” (Pedraza, Segovia)”, en II Reunión sobre Historia Forestal. Cuadernos de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, 16, 2003, pp. 147-153; Tornero, J., op. cit, 2004, p. 74 y 111. 48 En el entorno de la ciudad de Toledo esta valoración de los retamares queda recogida en una de las respuestas incluidas en el conocido catastro de Ensenada. “(…) cada fanega de tierra para pasto, con plantío de monte alto y bajo de enzinas, la regulan los Peritos, por el corte de maderas y carboneo que se hace de quatro en quatro años, en dos reales y diez y nueve maravedíes. Cada fanega de tierra de pasto con aprovechamiento de retama, que se roza cada tres años, repartiendo entre estos el valor de ella, regulan su producto anual en cada una en dos reales y veinte y dos maravedíes.”, en Donezar, J.M., (ed.), Toledo en 1751, según las respuestas Generales del Catastro de Ensenada, Madrid 1990, p. 43.

El estudio de la dispersión de los pies más antiguos muestra la existencia de una dehesa inicial mucho más aclarada y productiva que la actual, que se ha degradado por la pérdida de la

49 Ver estudio sobre la Quinta de Mirabel en este mismo volumen.

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para conocer la evolución productiva de la explotación de la finca y se convierte en un nuevo dato a tener en cuenta para conocer el proceso de formación y evolución de los espacios ganaderos surgidos en torno a la ciudad de Toledo.

3. FUENTES DOCUMENTALES Y PROCESO HISTÓRICO Al igual que ocurre con el paisaje, el estudio de las actividades económicas del pasado tropieza con dificultades crecientes a medida que nos alejamos en el tiempo, como consecuencia en muchos casos del poco interés despertado por la recopilación de determinadas prácticas relacionadas con la considerada vida cotidiana. Un ejemplo concreto de esta situación lo tenemos en la ganadería que, además y hasta fechas muy recientes, se ha regido por un código verbal que raramente dejaba huella en la práctica documental.

Fig. 47. Casas de la Sisla construidas sobre los restos del antiguo Monasterio de la Sisla.

A pesar de estas carencias, contamos con datos históricos de naturaleza muy diferente sobre la ganadería toledana que ayudan a entender la presencia de los restos que acabamos de describir y la evolución experimentada por sus principales explotaciones. Algunos de los más antiguos tienen que ver con la formación de una Mesta local que, de acuerdo con sus propias ordenanzas, se fundó en época de Alfonso VII en pleno siglo XII52. Su creación está relacionada con la existencia de una actividad que entonces cobra fuerza, hasta el punto de convertir a la institución toledana en una de las organizaciones pastoriles más antiguas y destacadas de las que conocemos en esos años la Península Ibérica53.

funcionalidad ganadera con la que se concibió la explotación . Así, las grandes encinas que todavía se conservan parecen indicar la existencia de una formación original que contaba con una densidad de 10/15 pies por Hectárea, muy distinta de los más de 60/70 con los que cuenta en la actualidad51. Evidentemente, ambas formaciones son dehesas, pero cuentan con condiciones muy diferentes, consecuencia de la pérdida de la orientación ganadera del espacio. Su estudio sirve también 50

50 García, J., “La explotación de los montes y la humanización del paisaje vegetal (cuestiones de método previas)”, en Investigaciones Geográficas, 29, 2001, pp. 5-21; Llorente, J.M., “El problema de la sostenibilidad de las dehesas a la luz de la evolución histórica de los terrenos adehesados”, en II Reunión sobre Historia Forestal, Cuadernos de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, 16, 2003, pp. 135-140.

52 Martín, A., (ed.), Ordenanzas para el buen régimen y gobierno de la muy noble, muy leal e imperial ciudad de Toledo, Título séptimo, de los Alcaldes de los pastores y Mesta, Toledo 1858, pp. 4-14. 53 Puñal, T., op. cit., 1998, p. 334.

51 Silva, R., op. cit., 2010, pp. 154-155.

Fig. 48. Plano de las dehesas existentes junto al área cigarralera, en el término municipal de Toledo, según el Catastro de 1936.

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Fig. 49. Área ganadera de Vega Baja según un plano fechado en 1798. Archivo Municipal de Toledo, Colección de Mapas, Planos y Dibujos, núm. 88 [Carpeta núm. 3].

fincas ubicadas en el entorno de Toledo, en el momento en el que se produce la transición entre el modelo de organización del terrazgo andalusí y el feudal, ocurrido entre los siglos XI al XIII55. En ellos se detecta la existencia de numerosos corrales relacionados con torres, casas, huertas y alquerías, que son todavía consecuencia del auge obtenido por los paisajes irrigados desarrollados en este mismo sector en los siglos X-XI, a los que nos venimos refiriendo una y otra vez.

Al margen de la escasa documentación con la que contamos sobre estas primeras instituciones, el mayor volumen de información disponible procede de toda una serie de contratos privados y litigios relacionados con la práctica de la ganadería, que aumentan en número y calidad de información según nos aproximamos al final de la Edad Media, fundamentalmente a partir del momento en el que la actividad ganadera deja de ser una actividad ligada a la alimentación de grupos o poblaciones cercanas y se convierte en parte indispensable de la poderosa industria textil, vinculada al comercio internacional54. A su desarrollo se debe la llegada de grandes comerciantes, el auge de las explotaciones intensivas y el inicio de la preocupación municipal por el abasto público, que empezaba a aparecer como un problema por la especialización que sufrieron las explotaciones más cercanas a la población.

Es el caso de un documento datado en el año 1156 que refleja la venta de un majuelo y la tierra de secano contigua, que muestra el interés añadido de fechar el comienzo del abandono de los antiguos modelos de explotación agrícolas en la zona de Toledo. Ambos se ubicaban “(…) encima del molino del Arcediano don Salvador, en el lugar llamado Torre de los Diablos”, en las inmediaciones por lo tanto del actual cerro del Bu. Entre los bienes descritos se incluía una tierra “(…) blanca, que era corral cuando existía la citada torre”56.

De toda la documentación conocida, vamos a centrarnos inicialmente en el estudio de algunos textos que nos aportan datos sobre el área concreta en la que realizamos nuestro trabajo en los siglos centrales de la Edad Media. Para realizarlo hay que partir del conjunto de documentos conocidos como mozárabes que reflejan los cambios de propiedad y gestión de las

Más datos sobre el modelo de explotación ganadero andalusí de estos espacios caracterizada por las agrupaciones funcionales, aparecen en otra serie de documentos similares al que aca-

55 Olstein, D.A., La era mozárabe. Los mozárabes de Toledo (siglos XII y XIII) en la historiografía, las fuentes y la historia, Salamanca 2006.

54 Iradiel, P., “Metrópolis y hombres de negocios (siglos XIV y XV)”, en XXIX Semana de Estudios Medievales de Estella. Las sociedades urbanas en la España Medieval, Pamplona 2003, pp. 277-310; Izquierdo, R, La industria textil de Toledo en el siglo XV, Talavera de la Reina 1989.

56 González Palencia, A., Los mozárabes de Toledo en los siglos XII y XIII, Madrid, 1926-1930, doc. nº 1156.

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Fig. 50. Escena de pastoreo en Vega Baja. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

bamos de describir, referidos a los lugares de Cobisa y Pozuela que se ubican en las inmediaciones de los espacios en los que centramos nuestro estudio. Un caso especialmente evidente por lo que aporta para conocer el modelo de concentración de las prácticas ganaderas y su relación con los espacios habitados, es el que aparece reflejado en un documento fechado en el año 119257. En él se recoge “(…) la venta de un corral, con su palomar y huerto, en la alquería de Cobisa (…), lindante con el corral del comprador, con otro de Munio el Cadí, con otro de doña Sol y con tierra de pasto de Munio Domingo (…)”. Otro ejemplo de este mismo modelo de uso ganadero especializado de espacios bien definidos dentro del área habitada, lo volvemos a encontrar en la misma alquería en otro documento más tardío, en este caso fechado en 1267, en el que quedó registrada la venta “(…) de un corral y choza antigua, en la alquería de Cobisa, lindante con corral del comprador, del que es parte, con otros de doña Pascuala y de don Ruy Gonzálbez (…)”58. Poco después, en 1287, nos encontramos con datos de una situación parecida en la zona comprendida entre las alquerías de Cobisa y Pozuela, a través de un documento de venta de unas tierras y “(…) dos corrales con sus chozas y el patio de otro corral (…), lindan (…) primero, hundido y con una choza, con el corral del vicario (…)”59.

ganadera que empieza a sufrir un proceso de desestructuración y concentración a favor de algunos miembros de la oligarquía local, que acabará por crear nuevos modelos de explotación y de reparto de la riqueza. Éstos empezarán a dejar su huella en el rastro documental a partir de las últimas décadas del siglo XIV, en el que buena parte de las pequeñas fincas descritas hasta ahora desaparecen como consecuencia de la crisis que se relaciona con la peste y el imparable proceso de concentración de la propiedad que empezó a producirse, del que pasamos a ocuparnos60. El término más utilizado en todo este proceso de transformación de las unidades productivas fue el de “adehesamiento” que se relaciona con la formación de grandes fincas especializadas en la cría de ganado, al incluir la totalidad de los derechos sobre diferentes usos de la tierra en amplios espacios que, en algunos casos, podían haber sido gestionados de acuerdo con la tradición comunitaria que había prevalecido en determinadas zonas61. Su crecimiento es, como hemos dicho, consecuencia del excepcional desarrollo alcanzado por la industria textil y la inclusión de las actividades con ella relacionadas en los canales internacionales de comercialización, que adquieren una importancia excepcional62.

Éstos y otros muchos documentos parecidos que describen situaciones similares en Benquerencia u otras alquerías cercanas a la ciudad de Toledo a las que no vamos a hacer referencia para no alargar el estudio, muestran la existencia de un panorama caracterizado por la pequeña propiedad agrícola y

60 Izquierdo, R., “El poblamiento de la Mancha occidental en la Edad Media: del dominio islámico a la implantación feudal”, en II Congreso de Arqueología de la provincia de Toledo. La Mancha Occidental y la Mesa de Ocaña, Vol. I, Toledo 2001, pp. 413-416; Molénat, J.P., op. cit., 1997, pp. 287-302. 61 Vassberg, D.E., Tierra y sociedad en Castilla. Señores “poderosos” y campesinos en la España del siglo XVI, Barcelona 1986, pp. 15-17.

57 González Palencia, A., op. cit., 1926-1930, doc. nº 226. 58 González Palencia, A., op. cit., 1926-1930, doc. nº632.

62 Iradiel. P., op. cit., 2003, pp. 277-310; Molénat, J.P., op. cit., 1997, pp. 560-563.

59 González Palencia, A., op. cit., 1926-1930, doc. nº 692.

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Fig. 51. Escena de pastoreo en Vega Baja. Foto de Pedro Román. Diputación Provincial de Toledo.

El primer dato de este proceso en la zona que nos ocupa, lo encontramos en la fundación del convento jerónimo de Nuestra Señora de la Sisla en el año 1374 (fig. 47), que implicó la formación de una finca de nueva creación, que ocupó parte del espacio comprendido entre Toledo y Cobisa63. Desde el inicio de su actividad quedó clara la vocación ganadera de sus propietarios, que optaron por asegurar la viabilidad económica del cenobio mediante la formación de una importante dehesa trazada en torno al edificio conventual y la concesión de un privilegio de exención de servicio y montazgo para un máximo de 3.000 cabezas de ganado ovino y 300 cabras. Un dato que muestra la voluntad de participar en un modelo ganadero relacionado con la práctica de la trashumancia a larga distancia, dadas las necesidades de pasto que imponía el tamaño de este tipo de rebaños.

Este mismo proceso histórico lo volvemos a ver repetido poco después en la dehesa de Calabazas, no lejos del área cigarralera, al norte de la actual finca de Las Nieves, en el que las series documentales conservadas en el convento de Santo Domingo el Real de Toledo muestran el inicio de la compra masiva de tierras en la zona a partir del año 1396. En el siglo XVI la encontramos plenamente formada aunque todavía se mantenía como un proindiviso entre varios propietarios que dificultaban su gestión. Aun así y como muestra de la importancia alcanzada por estas explotaciones, hay que hacer notar que en esos años e independientemente de los problemas generados por la división de la propiedad, la dehesa se había convertido en uno de los negocios más rentables de la institución dominica. Estos casos no son únicos tal y como han puesto de manifiesto algunos historiadores en otras zonas del mismo territorio toledano66. Así, nuevas muestras del grado de participación de las tierras ubicadas en las inmediaciones de la ciudad en este proceso, las tenemos en la aparición con fuerza de nuevas dehesas que se fueron convirtiendo en la referencia económica del resto de los monasterios, de las instituciones civiles y de la práctica totalidad de las grandes familias toledanas. Es el caso de Hernán Páez, Corral Rubio, San Bernardo, Zurraquín, Las Nieves o Teatina, por citar tan sólo algunas de las más conocidas. Todas ellas se convirtieron en fincas destinadas al pasto del ganado y más concretamente para ser utilizadas por la cabaña trashumante que elegía esta zona del valle del Tajo para invernar (fig. 48). El estudio de los contratos conservados sobre la gestión de estas fincas, muestra que el origen de los rebaños que las utilizaban se encontraba en dos zonas geográficas concretas. Por un lado en las grandes poblaciones segovianas

Algo parecido, aunque separado del acto fundacional de una comunidad religiosa, ocurrió en la dehesa de Loches, ubicada entre la Bastida y Pozuela, que empieza a definirse gracias a las sucesivas compras que realizaron las monjas de San Clemente desde el año 138564. Su orientación ganadera fue todavía más que evidente, al unirse a una larga serie de propiedades y derechos que habían convertido a este importante monasterio en una de las principales potencias ganaderas de la Meseta Sur65.

63 Gerbet, M.C., La ganadería medieval en la Península Ibérica, Barcelona 2003, pp. 166-169; Sánchez, J.,“Fundación y desarrollo de la Orden de los Jerónimos 1360-1561”, en Codex Aquilarensis: Cuadernos de investigación del Monasterio de Santa María la Real, 10, 1994, pp. 63-95. 64 Torroja, C., Catálogo del Archivo del Monasterio de San Clemente, Toledo 1973, doc. 426, carpeta 22-2.

drid 2006; Vizuete, J.C., Azután en el Antiguo Régimen, Cuenca 1993.

65 Sánchez, R., El imperial monasterio de San Clemente de Toledo, Ma-

66 Molénat, J.P., op. cit.,1997, pp. 499-508.

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de las posibles tierras afectadas se realizó en el año 1527, pero hubo que esperar al año 1549 para que Carlos V autorizara la redacción de unas ordenanzas que regularon la utilización de esta zona, con las consiguientes limitaciones para el ejercicio de la propiedad privada que llegaron a imponerse. Gracias a todo ello, se definieron los conocidos como cotos que debían pasar a ser propiedad de la ciudad. Su delimitación fue el fruto de un delicado equilibrio entre la defensa de los intereses de las explotaciones existentes70, básicamente algunas huertas y otros espacios productivos necesarios para la ciudad y las crecientes necesidades de espacio que imponía el mantenimiento y desarrollo de explotaciones ganaderas orientadas al abasto y por lo tanto diferentes de las relacionadas con la industria textil. La ganadería trashumante quedó en principio limitada a disfrutar del arriendo de las propiedades ubicadas fuera de la Legua, dando lugar a repetidos juicios y enfrentamientos que acabaron por delimitar las funciones y verdadero alcance de los cotos. El estudio de esta documentación judicial muestra la rápida consolidación de las restricciones a la vez que el inicio de un progresivo e inevitable proceso de relajamiento, ya que al menos desde mediados del siglo XVII y sobre todo a lo largo del siglo XVIII, estas tierras o una parte importante de ellas, parecen funcionar de acuerdo con un modelo de explotación estrictamente privado, al margen de cualquier limitación71.

que disponían de pastos de verano en la Sierra del Guadarrama y tenían preferencia por las fincas ubicadas al oeste de Toledo y, por otro, en las que tenían por origen la Serranía de Cuenca y el ducado de Medinaceli, hoy repartido entre el norte de Guadalajara y el sur de Soria, que arrendaban preferentemente las dehesas ubicadas al Este y Sur de la ciudad67. Un ejemplo aunque tardío de la explotación de estas dehesas inmediatas a los cigarrales es el que venimos estudiando en la Quinta de Mirabel, que se constituye como un excepcional ejemplo mixto entre pequeña explotación ganadera y gran cigarral. Así y como muestra de esta especialización, sabemos que en 1759 se arrendó la finca a Bernardo de Rojas, corregidor de Murcia, “(…) por necesitar los pastos de él para los ganados merinos de su propiedad”. En el contrato se incluían las hierbas mayores y menores y el uso de los abrevaderos existentes, en el tiempo comprendido entre San Miguel del año de la firma del contrato y abril del siguiente “(…) que es el invernadero”, por 1100 reales de vellón y cuatro corderos68. De forma paralela a todo este proceso de creación de grandes propiedades orientadas a la ganadería se produjo, como luego veremos con mayor detalle, la intervención del concejo toledano que se convirtió a comienzos del siglo XVI en el auténtico protagonista de los cambios que afectaron al área cigarralera tan cercana a la población69. El comienzo de su actuación está relacionado con el lógico interés por fijar y conservar toda una serie de bienes comunales que permitían el mantenimiento de numerosas actividades relacionadas con la vida cotidiana de sus vecinos. También, con la intención de favorecer el abasto de carne, leche y otros productos a los habitantes de Toledo y ofrecerles la disponibilidad de pastos para el ganado de arada o de transporte, independientemente de que la institución desarrollara su propio interés por participar en el nuevo y floreciente negocio, mediante la formación de nuevas dehesas que fueron gestionadas como bienes propios, con un régimen parecido al de las privadas.

Volviendo de nuevo al proceso de creación de esta zona de propiedad municipal en los alrededores de la ciudad y de acuerdo con las disposiciones incluidas en las ordenanzas a las que nos hemos referido, se acabaron fijando tres cotos. El primero fue el denominado de Alcántara que incluía las tierras que se disponían en el entorno del camino real de Sevilla, también conocido como Legua Grande. El segundo fue conocido con el nombre de San Martín e integró las tierras adquiridas en torno al eje ganadero formado por los caminos de Argés y Polán, que incluía las tierras de Pozuela y la mayor parte del actual área cigarralera. El tercero y último fue el que venía funcionando como ejido desde hacía siglos en la Vega Baja, aunque se vio ampliado por diferentes fincas en la zona de Santa Susana y en el comienzo del camino real de Ávila (fig. 49)72.

La vía utilizada por las autoridades locales para asegurar el éxito de su política crecientemente intervencionista, fue la compra de heredades en lugares concretos destinados a ampliar los ejidos, así como a proteger el resto de los espacios comunales que se veían afectados por la presión privatizadora que está detrás del proceso de formación de las dehesas. Algunas de estas compras son antiguas y se centraron en el espacio conocido como Legua que incluía el área comprendida en un círculo imaginario trazado con un radio de esa distancia desde los muros de la ciudad, con mayor incidencia en torno a la actual Vega Baja. La actuación decidida de la ciudad en el área cigarralera es relativamente tardía y se relaciona con el intento de acotar la mayor parte del espacio de la citada Legua para adehesarlo y potenciar unos usos muy concretos del mismo, en especial y como decíamos, para garantizar el abasto de algunos alimentos a buen precio a la población. El primer apeo

Los dos primeros se reservaron para utilizarlos como dehesas carniceras destinadas a asegurar y abaratar el suministro de carne y leche a los vecinos de la ciudad. El tercero se especializó en el ganado de labor y de transporte, aunque acabó convertido en un importante descansadero para el ganado mesteño en el siglo XIX, tal y como lo demuestran las numerosas fotografías en las que aparece reflejada la utilización pastoril de este espacio hasta épocas relativamente recientes (figs. 50-51). Todos estos cambios sancionados en la declaración de 1549 comenzaron, como decíamos, unos años antes, de acuerdo con lo que se deduce del estudio de las fincas adquiridas por el Ayuntamiento en esos momentos y de las negociaciones que

67 Molénat, J.P., op. cit, 1997, pp. 511-512.

70 Vassberg, D.E., op. cit., Barcelona 1986, p. 174.

68 Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Osuna, C515, D.61.

71 Estos cambios se produjeron por la presión de determinados propietarios que acabaron por imponer los criterios de explotación más ventajosos para sus propiedades. Un caso bien conocido lo tenemos en la Quinta de Mirabel del que nos ocupamos en este mismo estudio.

69 La decidida intervención municipal en la ordenación del espacio más inmediato a la población en el siglo XVI, quedó reflejada en las Ordenanzas aprobadas para la explotación de la Legua y sus cotos ganaderos. Ver en Martín, A., (ed.), op. cit, 1858, pp. 137-146.

72 Molénat, J.P., op. cit., 1997, p. 520.

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Fig. 52. Vista de la antigua Dehesa de Pozuela.

se realizaron con algunos grandes propietarios, destinadas a segregar las zonas de sus dehesas incluidas en la Legua y permutarlas por tierras en otras zonas del término municipal.

en 1549, se procedió a la compra de otra importante heredad situada igualmente en la Pozuela Mayor, que contaba con un total de 15 yugadas, 13 fanegas y 9 celemines de tierra a Arias Gómez Silva76. En ese mismo y crucial año, se adquirieron nuevas tierras en la Pozuela Mayor y Menor a los Capellanes de Coro de la catedral77.

La mejor muestra de que el concejo toledano venía trabajando para el establecimiento de estos cotos, en especial del que a nosotros nos interesa en la zona de San Martín, en fechas anteriores a su constitución definitiva, es la compra en 1510 del conocido como valle de doña Coloma ubicado en las inmediaciones de la que hoy es la ermita de la Cabeza, en plena zona cigarralera73. Dos décadas después se inicia la adquisición de antiguas heredades ubicadas en la zona de Pozuela que pasó a convertirse en un espacio especialmente anhelado por la ciudad, tal y como podemos comprobar en la larga serie documental conservada en el Archivo Municipal.

Las ventas y permutas siguieron realizándose años después, tal y como lo indica la Concordia alcanzada en el año 1616 entre la ciudad y el convento dominico de San Pedro Mártir, por la que la tercera parte de la dehesa de Alboera y de Las Nieves que quedaba comprendida en la Legua, se reservaba para el ganado de las carnicerías78. En contrapartida la ciudad reconocía el adehesamiento del resto de la finca, fruto en su mayor parte de antiguas apropiaciones, así como la propiedad de una serie de tierras que el Ayuntamiento poseía en la zona de Arrayel.

A través de estos documentos podemos comprobar que las compras se intensificaron en pocos años. Así, en 1531 la ciudad adquirió a Juan Serrano y sus hermanos un importante lote de tierras en la aún conocida como Pozuela Mayor, que incluía 9 yugadas y 12 fanegas y media74. En 1538 se añadieron a este espacio ganadero en formación las tierras que donó el convento de la Sisla, en compensación por una serie de rentas que el monasterio debía abonar a la ciudad75. Poco después, en el mismo año de la aprobación de las ordenanzas,

Este proceso de concentración de la propiedad impulsado desde la administración local, permitió la creación de nuevas dehesas en las zonas más cercanas a la población que, hasta ese momento, habían quedado al margen del fenómeno ganadero a gran escala. Su organización productiva requirió otra serie de decisiones como fue la negociación con algunos propietarios para crear nuevas cañadas con las que permitir el acceso del ganado a los puntos de aguada en el Tajo, necesarios para

73 Archivo Municipal de Toledo. Archivo Secreto. Ala 2ª, leg. 2º, nº 13.

76 Archivo Municipal de Toledo. Archivo Secreto. Ala 2ª, leg. 2º, nº 23.

74 Archivo Municipal de Toledo. Archivo Secreto. Ala 2ª, leg. 2º, nº 17.

77 Archivo Municipal de Toledo. Archivo Secreto. Ala 2ª, leg. 2º, nº 24.

75 Archivo Municipal de Toledo. Archivo Secreto. Ala 2ª, leg. 2º, nº 19.

78 Archivo Municipal de Toledo. Archivo Secreto. Ala 2ª, leg. 2º, nº 45.

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de arrendamiento específico en esas mismas fechas83. Algunos años después y como muestra de la situación que se venía arrastrando, otro miembro de la familia dedicado al mismo oficio, Leandro de Otaola, solicitó al Ayuntamiento la concesión de nuevos pastos fuera de Pozuela, ya que “(…) con motivo de la infectación de langosta y para la extinción de su vasillo se ha mandado labrar los cotos carniceriles”. Su petición, que parecía reflejar una situación cada vez más frecuente y no sólo ligada al padecimiento de plagas, fue desatendida por los peritos municipales nombrados por la ciudad que declararon que los cotos aun “arados y cavados” podían mantener 5.000 carneros y “si se quisiera, también 20.000”84.

articular y favorecer la utilización de estas nuevas explotaciones. Un caso representativo de esta situación es la Concordia establecida el año 1545 entre la ciudad y el Monasterio de San Bernardo, destinada a delimitar una cañada por la dehesa creada con la fundación del monasterio, que permitiera la comunicación de la zona de Pozuela con el Tajo en el que se ubicaba la zona de abrevadero principal del segundo de los cotos fijados por la ciudad en esos mismos años79. Fruto de esa misma voluntad de acondicionamiento del espacio recién adquirido, es el acuerdo establecido en 1588 con el cardenal Quiroga al que ya hemos hecho referencia, por el que el prelado se comprometió a construir un abrevadero en Pozuela en compensación por la realización de una conducción hidráulica que partía de la fuente entonces conocida como el Pozuelo o el Álamo, hoy Fuente del Cardenal, y finalizaba en los jardines de la Quinta de Mirabel80.

Se inició entonces un periodo marcado por la búsqueda de un nuevo equilibrio cada vez más difícil de conseguir entre las explotaciones ganaderas y las agrícolas, que fueron adquiriendo mayor protagonismo en el mismo espacio. Fruto de todo ello fue la progresiva disminución de los rebaños que pastaban en la finca al experimentar problemas de rentabilidad hasta ahora nunca sufridos, que hicieron necesaria la intervención del Ayuntamiento para procurar el pago del arrendamiento de los pastos. Así, en 1828, esta institución se vio obligada a proceder contra Anselmo Arredondo y José Castellanos por el impago del arriendo del Coto de Pozuela que, en esos años y como consecuencia de los cambios ocurridos, estaba limitada a la cría de un total de 900 ovejas con sus crías, que aún debían bajar a beber al río Tajo “(…) por los callejones o alijares como la han hecho los anteriores arrendatarios”85.

Gracias a todo ello y a la integración definitiva de estas tierras de Pozuela en el patrimonio municipal (fig. 52), se dio inicio a un largo periodo de explotación de la dehesa destinada, en principio y de acuerdo con las Ordenanzas, a facilitar el abasto de determinados productos a la ciudad. Sin embargo, la situación empezó a cambiar con las crisis económicas que afectaron a Castilla en el siglo XVII y provocaron el crecimiento de necesidades de los ayuntamientos, que se vieron obligados a buscar nuevas fuentes de financiación81. Una situación que en principio parecía coyuntural pero que se fue afianzando en el tiempo y acabó propiciando la segregación de parcelas para usos agrícolas, en detrimento de sectores hasta entonces reservados en exclusiva a la ganadería. El resultado de esta situación fue la creación de explotaciones mixtas que fueron especialmente defendidas por los arbitristas e ilustrados de los siglos XVII y XVIII. Ambos plantearon la necesidad de abandonar las prácticas pecuarias tradicionales en favor de las conjuntas y sobre todo de las agrícolas, a las que consideraban más productivas82. Consecuencia de todo ello fue el comienzo de un nuevo tiempo en el que se practicó el progresivo arriendo de partes de estas fincas para fines cada vez más diferentes, incluida la de Pozuela.

Una década después, en 1838, conocemos el resultado de la subasta de los pastos de las dehesas municipales de Pozuela, Zurraquinillo y la entonces denominada Quintas de Pozuela, que se otorgaron a Casimiro Martín de Vidales para el pasto de sus corderos. Sin embargo y como muestra del imparable proceso de cambio productivo entonces emprendido, tras aumentar su puja fue el propio arrendador quien solicitó los permisos necesarios para labrar doce fanegas de tierra que podían destinarse a aumentar el forraje de su propio ganado86. Algo parecido ocurrió en 1846 cuando se subastó la invernada de la dehesa de Pozuela y se estipuló que se permitía labrar de 25 a 30 fanegas de tierra para el alimento de los corderos en los sitios que se definieron como “majeados”87.

Este proceso de cambio se afianzó a pesar de contar con la lógica oposición de los tradicionales usuarios ganaderos de este espacio, caso del abastecedor de carne Eugenio de Otaola que en el año 1770 protestó ante el Ayuntamiento por haberse realizado la subasta de dos suertes en Pozuela con un total de 100 fanegas, para ser labradas por cinco años. Una decisión que incrementaba la presión sobre un espacio que el demandante consideraba cada vez más afectado por ese tipo de prácticas y por el también abusivo aprovechamiento de retama, escobilla, marihuela y esparto, que habían empezado a ser objeto

Consecuencia de todas estas actuaciones que suponían la confirmación del triunfo alcanzado por las ideas que iban a cristalizar en la desamortización y la constatación de las numerosas necesidades que experimentaban las arcas municipales, fue la enajenación de la finca en el año 1847, tras su división en 76 suertes con un total de 1230 fanegas y 6 celemines de tierra (fig. 53). De la antigua finca sólo se segregaron un total de 177 fanegas que se reservaron como descansadero para el paso de merinas y un último lote de 22 fanegas que pasaron a tener la consideración de pastos comunes en el entorno de las fuen-

79 Archivo Municipal de Toledo. Archivo Secreto. Ala 2ª, leg. 2º, nº 24. 80 Archivo Municipal de Toledo. Fondo Histórico. Caja Cigarrales 758. Cig. Del Rey.

83 Archivo Municipal de Toledo. Fondo Histórico. “Pastos”. Caja nº 1836.

81 Donezar, J.M., op. cit., 1984, pp. 154-155.

84 Archivo Municipal de Toledo. Fondo Histórico. “Pastos”. Caja nº 1837.

82 Donezar, J.M., op. cit., 1984, pp. 156-158; Fernández, E., “Sobre la crisis de la ganadería española en la segunda mitad del siglo XVIII”, en Brocar, Cuadernos de Investigación Histórica, 12, 1987, pp. 89-101; Gutiérrez, J.I., “El pensamiento económico, político y social de los arbitristas”, en VV.AA., El siglo del Quijote. 1580-1680, Vol. I. Religión, Filosofía y Ciencia, Madrid 1993, pp. 329-465.

85 Archivo Municipal de Toledo. Fondo Histórico. “Denunciaciones”. Caja nº 922. 86 Archivo Municipal de Toledo. Fondo Histórico. “Pastos”. Caja nº 1838. 87 Archivo Municipal de Toledo. Fondo Histórico. “Pastos”. Caja nº 1838.

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Fig. 53. Plano con la división en suertes de la antigua Dehesa de Pozuela. Toledo, 1848. Archivo Municipal de Toledo. Colección de Mapas, Planos y Dibujos, núm. 116 [Carpeta núm. 2].

tes y principales arroyos que discurrían por la zona88. De esta manera, el espacio específicamente ganadero quedó reducido en pocos años a poco más del 1 % del total anterior, con todo lo que esa decisión vino a significar a la hora de propiciar el

cambio del paisaje cultural generado hasta ese momento, cuyo origen se remontaba al final de la Edad Media. La subasta se celebró con unas condiciones encomiables dirigidas a crear pequeñas explotaciones agrícolas con las que dar trabajo a la población y crear riqueza, mediante el establecimiento de contratos o censos enfitéuticos por un periodo

88 Boletín Oficial de la Provincia de Toledo. 11 y 17 de junio de 1847.

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Fig. 54. Alineaciones de olivos y almendros en función de las suertes trazadas en 1848 para enajenar la dehesa de Pozuela.

de 30 años. También, a través de la adopción de limitaciones para que los beneficiarios no pudieran hacerse con más de una suerte y la imposición de utilizar el suelo para el cultivo de olivos, vides, frutales o moreras. Sin embargo y a pesar de lo dictado inicialmente, la oportunidad fue hábilmente aprovechada por los marqueses de Malpica, propietarios de la cercana Quinta de Mirabel que, suerte a suerte, se hicieron con la propiedad de la totalidad de los censos hasta el punto de hacer posible la adquisición completa y definitiva de la finca en pocos años. Se produjo así un proceso rápido pero intenso que dejó su huella en el espacio a través de la presencia de numerosas lindes originadas en este proceso de división y venta, que aún están marcadas sobre el terreno mediante plantaciones de almendros y olivos con distinta orientación (fig. 54).

quedaron pronto abandonadas y desaparecieron en su mayor parte, hasta el punto de que sólo se han conservado las que se disponían en zonas marginales o de orografía más complicada.

4. LOS MODELOS DE EXPLOTACIÓN Y SU HUELLA EN EL PAISAJE De acuerdo con los datos expuestos hasta ahora, es evidente la importancia alcanzada por las explotaciones ganaderas toledanas en el pasado al constituir una de las bases del diseño económico de la ciudad desde la Prehistoria hasta momentos relativamente recientes. Su configuración fue consecuencia de la utilización de fórmulas de gestión muy diferentes, fijadas de acuerdo con las prioridades establecidas por sus clases dirigentes, de la capacidad de relación que éstas alcanzaron a través del comercio y, sobre todo, del grado de vinculación que las prácticas pecuarias mantuvieron con las agrícolas e industriales con las que siempre se relacionan.

La principal consecuencia de todo ello fue que el antiguo pastizal generado a finales de la Edad Media y consolidado en el siglo XVI perdió su tradicional aspecto y acabó convertido en un gran olivar dotado de las casas e infraestructuras necesarias para su cuidado y vigilancia, que es el que ha llegado en explotación a nuestros días (fig. 55). Sus infraestructuras pastoriles

El resultado de todo ello fue la definición de distintos modelos de explotación ganaderos que cambiaron con el tiempo, como consecuencia de su necesaria adaptación al conjunto de actividades y necesidades que acabaron imponiéndose. De ellas dependían aspectos tan básicos como era la elección del tipo de rebaño predominante, fundamentalmente en todo lo referente al número de cabezas y a su composición, con todo lo que este hecho implicaba a la hora de diseñar las estrategias necesarias para conseguir su máxima productividad. Un objetivo que sólo podía conseguirse mediante la aplicación de determinadas pautas culturales como eran la estabulación o la trashumancia, que se convertían en opciones y polos opuestos de una misma realidad productiva. El predominio de un modelo u otro, incluidas sus distintas variantes y posibilidades, ha dado lugar a la formación de paisajes culturales diferentes que son fruto de la práctica de costumbres diversas, susceptibles por lo tanto de convertirse en indicadores de los modos de explotación utilizados en el pasado. Su estudio en un mismo territorio como es el existente en las inmediaciones del área cigarralera de Toledo, permite ofrecer unas primeras propuestas de reconstrucción de los

Fig. 55. Vista del olivar generado en amplios sectores de la antigua dehesa de Pozuela.

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Fig. 56. Vista del Cerro del Bu.

Fig. 57. Moneda de Tole con representación de un jinete, símbolo de la clase ecuestre de la ciudad. Siglo I a.C.

modelos de gestión utilizados en el pasado y mostrar con ellos la lógica que hay tras cada uno de los elementos y datos que hemos ido recopilando en nuestro estudio.

conocer en yacimientos cercanos como es el caso de Las Lunas en Yuncler91. La respuesta a los cambios y estímulos llegados por estas rutas, fue el lógico crecimiento de los rebaños y un progresivo fenómeno de territorialización, es decir, de identificación de las poblaciones con un espacio cada vez mejor definido y asumido como propio, en el que las mejores tierras de pasto adquirieron un importante valor. Un hecho que según algunos investigadores, ocasionó nuevos e importantes cambios como fue el proceso de militarización que impregnó a las sociedades de la Edad del Hierro de la Meseta que, entre otras cosas, dio lugar a la formación de los primeros estados, ciudades y sociedades complejas que conocemos en la zona92.

4.1. Precedentes El origen de la ganadería en la zona de Toledo está ligado a la primera presencia del hombre moderno en el sector central del valle del Tajo. Su importancia inicial como motor económico de estos grupos de vida parece quedar fuera de toda duda, dada la ubicación de la práctica totalidad de los asentamientos que se conocen hasta el final de la Edad del Bronce en los alrededores de Toledo89. Todos ellos se localizan en la zona montañosa situada al sur de la ciudad actual en la que destaca el área cigarralera. Es el caso del cerro del Bu y de otros asentamientos conocidos en sus inmediaciones que generaron pequeñas explotaciones ganaderas adaptadas a un primer ambiente de dehesa, que fue lo suficientemente exitoso como para asegurar la estabilidad de estas poblaciones durante siglos (fig. 56).

Desgraciadamente, en el entorno de Toledo carecemos de estudios sobre la importancia de la actividad ganadera desarrollada en la Edad del Hierro. A ello se debe la imposibilidad de definir el modelo de explotación utilizado y menos aún, de reconocerlo en el paisaje. Sin embargo, la documentación de la existencia de una importante clase ecuestre en la ciudad al final de la Prehistoria (fig. 57)93, muestra que se produjo una evolución similar a la detectada en otras zonas mejor conocidas, que debe relacionarse con la existencia de importantes explotaciones ganaderas e, incluso, de las primeras cabañas verdaderamente trashumantes que conocemos, de acuerdo con lo que algunos autores plantean para estas zonas del valle del Tajo antes de la llegada de cartagineses y romanos94. De

Los cambios más importantes se producirían a partir del momento en el que tuvo lugar la formación de los grandes poblados centrales ligados a la aparición de rutas de comunicación de largo recorrido que provocaron la evolución de los sencillos modelos económicos heredados del pasado90. Consecuencia de todo ello fue el rápido desarrollo de la necesidad de conseguir excedentes en las explotaciones con los que participar en el naciente circuito comercial que conectó estas tierras del interior con el Mediterráneo, en el tránsito entre el final de la Edad del Bronce y los comienzos del Hierro, ocurrido a finales del segundo milenio a.C., tal y como empezamos a

91 Urbina, D. y García, O., “Las Lunas, Yuncler (Toledo): un depósito de materiales metálicos del Bronce Final en la Submeseta Sur de la Península Ibérica”, en Trabajos de Prehistoria, 67-1, 2010, pp. 175-196. 92 Almagro-Gorbea, M., “Los Celtas en la Península Ibérica”, en Celtíberos. Tras la estela de Numancia, Soria 2005, pp. 29-37; Lorrio, A., Los celtíberos. Complutum Extra 7, Madrid 1997.

89 Carrobles, J., op. cit., 2008, pp. 47-52; Carrobles, J.; Muñoz, K. y Rodríguez, S., “Poblamiento durante la Edad del Bronce en la Cuenca Media del río Tajo”, en La Edad del Bronce en Castilla-La Mancha, Toledo 1994, pp. 173-200.

93 Carrobles, J., op. cit., 2008, pp. 105-120. 94 Sánchez, E., “De ganados, movimientos y contactos. Revisando la cuestión trashumante en la protohistoria hispana: la Meseta occidental”, en Studia Historica. Historia Antigua, 16, 1998, pp. 53-84; Sán-

90 Carrobles, J., op. cit., 2008, pp. 58-65.

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Fig. 58. Mapa de las tierras de Ávila, Segovia y Toledo.

invierno97. Es probable que el final de las guerras celtibéricas y lusitanas permitieran la reinstauración de las viejas prácticas ganaderas trashumantes, tal y como parecen indicarlo algunas investigaciones que defienden para época altoimperial la formación de grandes rebaños con las características propias que impone el modelo itinerante cíclico, que se convierten en un claro precedente del que conocemos en la Edad Media. En él participaron las gentes procedentes de las montañas que limitaban la Meseta por su borde oriental y de las llanuras de los valles del Tajo y el Guadiana, que siglos después y como es bien conocido, volverían a protagonizar movimientos similares al amparo de instituciones como la Mesta98.

hecho y sin que entremos ahora en detalles, se ha destacado el papel de Toledo como núcleo articulador de los primeros grandes movimientos periódicos de ganado dirigidos por el hombre, como consecuencia del control que ejercía del principal vado del Tajo en el centro peninsular95. Su capacidad para influir en estas prácticas, puede ayudar a explicar los sucesos relacionados con la pronta conquista de la zona por los ejércitos de las potencias mediterráneas a las que acabamos de hacer referencia, en los siglos III y II a.C. Dejando por ahora de lado la posible atracción que pudo ocasionar el ejercicio de esta actividad ganadera en estos nuevos poderes políticos, sabemos que la conquista romana de Toledo tuvo lugar en el 192 a.C.96. La consolidación del nuevo escenario debió ocasionar la ruptura del sistema de explotación indígena, al menos durante el tiempo en el que la Meseta se convirtió en un espacio bélico a lo largo de la práctica totalidad del siglo II a.C., en el que no por casualidad y coincidiendo con las antiguas prácticas pecuarias, se radicaban en el entorno de Toledo algunos campamentos para acoger a las legiones en

Sin embargo y a pesar de la importancia que pudo alcanzar Toledo en este sistema que implicaba una determinada organización espacial, carecemos de datos y estudios concretos sobre la ganadería antigua en la zona debido, en buena medida, al escaso interés despertado por este tipo de prácticas en los investigadores que han preferido ocuparse del estudio de los grandes complejos monumentales romanos, en vez de hacerlo de los modelos económicos que configuraron el territorio.

97 Carrobles, J., op. cit., 2010, p. 50; González-Conde, M.P., op. cit., 1987, p. 32.

chez, E., “Ex pastore latro, ex latrone dux… Medioambiente, guerra y poder en el occidente de Iberia”, en Ñaco, T., y Arrayán, J., (eds.), War and territory in the Roman World, Oxford 2006, pp. 55-79.

98 Gómez-Pantoja, J.L., “Pastores y trashumantes de Hispania”, en Burillo, F., (ed.), Poblamiento celtibérico, Zaragoza 1995, pp. 495506; Gómez-Pantoja, J.L., Pastio agrestes. Pastoralismo en Hispania romana”, en Gómez-Pantoja, J.L., (ed.), Los rebaños de Gerión. Pastores y trashumancia en Iberia antigua y medieval, Madrid 2001, pp. 177-213; Sánchez, E., op.cit., 1998, pp. 53-84; Sánchez, E. y Gómez-Pantoja, J.L., “Antes de la Mesta”, en Novoa, F. y Elías, L.V., (coord.), Un camino de ida y vuelta: la trashumancia en España, Barcelona 2003, pp. 23-35.

95 Sánchez, E., “El territorio toledano, un hito en la articulación interna de la Meseta Prerromana”, en Actas del II Congreso de Arqueología de la Provincia de Toledo, Vol. II, Toledo 2001, pp. 123-145. 96 Carrobles, J., “Prehistoria e Historia Antigua. El origen de Toledo”, en Cruz, J. de la, (ed.), Historia de Toledo. De la Prehistoria al Presente, Toledo 2010, pp. 48-50; González-Conde, M.P., Romanidad e indigenismo en Carpetania, Alicante 1987, pp. 25-35.

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como centro de un territorio que también crece en la misma dirección norte sur e incluye unos montes y su llanura meridional que, no por casualidad, todavía reciben el nombre de Montes de Toledo en plena provincia de Ciudad Real103.

Dentro de este pobre panorama, empezamos a conocer algunos elementos que nos permiten asegurar la importancia dada a las explotaciones ganaderas en Toledo, al menos en el siglo I d.C. en el que se produce la verdadera romanización del medio rural, evidenciado por la definitiva implantación de los modelos productivos característicos de la Antigüedad99. Nos referimos a la definición y posterior delimitación del término de la ciudad que debió quedar fijado tras la municipalización de la población ocurrida en época augustea, al configurarse sobre un amplio conjunto de tierras que parecen delimitarse en función de un modelo de explotación ganadera, similar al que se detecta en otras poblaciones del interior peninsular. De hecho, la repetición de este mismo modelo en la Meseta, podría explicar la generalización de una red urbana diferente y en general más débil en relación con las que encontramos en zonas de Levante, del Ebro o del Guadalquivir100.

El diseño de estos territorios en los que prima claramente el eje latitudinal, está motivado por la formación de espacios ganaderos autónomos relacionados con el desarrollo de importantes cabañas especializadas gestionadas desde cada núcleo municipal. De esta manera, todos y cada uno de los territorios entonces definidos en el interior peninsular, contaron con pastos de invierno y de verano en proporciones suficientes como para permitir el desarrollo de una ganadería que hoy definiríamos como trasterminante. Su importancia sobreviviría a estas primeras décadas del Imperio y se mantendría en el tiempo, independientemente de la importancia dada al exitoso modelo de base agrícola relacionado con la implantación de las villae, que sólo afectó a las zonas más productivas y mejor comunicadas de los grandes valles del interior entre los siglos I y IV d.C.104. Su auge fue indiscutible pero también lo fue el papel de la ganadería como motor económico de amplias zonas que volvió a recuperar su tradicional protagonismo en la práctica totalidad de estas tierras de la Meseta a partir del siglo V d.C., tal y como empiezan a ponerlo de manifiesto algunos estudios realizados en otros ámbitos próximos al nuestro105. Todos ellos muestran que la crisis del Imperio va ligada a la aparición de nuevos modelos territoriales y la creación de paisajes muy diferentes, en los que toma forma un primer sistema aldeano y se recupera un modelo ganadero extensivo parecido al existente al final de la Prehistoria, aunque potenciado por el poder acumulado por las nuevas elites visigodas que basaron buena parte de su riqueza en la posesión de grandes rebaños. La consecuencia de todo ello fue la aparición de nuevos complejos civiles y monásticos que aparecen por primera vez en el medio rural y que, en el caso de Toledo, se ordenan claramente en función de las posibilidades ganaderas del territorio, tal y como ya hemos puesto de manifiesto en otros trabajos (fig. 59).

Estas conclusiones se deducen del estudio de algunas inscripciones y complejos de culto en lugares como Postoloboso (Ávila), Cenicientos o Colmenar Viejo (Madrid), por citar algunos de los más conocidos en el pie de las primeras estribaciones meridionales del Sistema Central101. Todos ellos parecen indicar la existencia de una división territorial antigua (fig. 58) que fue respetada en época medieval y que todavía, en algunos aspectos, se mantiene en nuestros días a través del control de los espacios de trasierra ubicados al sur de las montañas, por parte de las ciudades de Ávila o Segovia102. Una situación parecida a la existente algo más al sur en el caso de Toledo, que aparece

99 Carrobles, J., “Toledo 284-546. Los orígenes de la capitalidad visigoda”, en Carrobles, J.; Barroso, R.; Morín, J. y Valdés, F., Regia Sedes Toletana I. La topografía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad tardía y Alta Edad Media, Toledo 2007, pp. 69-70; Urbina, D., La Segunda edad del Hierro en el Centro de la Península Ibérica. Un estudio de Arqueología Espacial en la Mesa de Ocaña, 2000. 100 García, C., Población y poblamiento en Hispania romana. El conventus Cluniensis, Studia Romana I, Valladolid, 1975; Hernández, L., El tejido urbano de época romana en la meseta septentrional, Salamanca 2007; VV.AA., Les Villes de Lusitanie romaine: hiérarchies el territoires, París 1990.

De acuerdo con las conclusiones obtenidas en el estudio de algunos de ellos, parece evidente que la práctica de esta actividad debió dejar una importante huella en el territorio más cercano a la ciudad de Toledo que, desde finales del siglo VI, se configuró como capital de uno de los grandes reinos de la Antigüedad

101 Canto, A., “La piedra escrita de Diana, en Cenicientos (Madrid) y la frontera oriental de Lusitania”, en Cuadernos de Prehistoria y Arqueología, 21, 1994, pp. 271-296; Roux, P.L., “Cités et territoires en Hispania. L´epigraphie des limites”, en Melanges de la Casa de Velázquez, 30, 1994, pp. 37-51, nº 8; Schattner, Th. G.; Mariné, M.; Koch. M. y Geldmacher, K., “Bericht über die Kampangen der Jahre 2004/2005 im Heilgtum des Vaelicus in Postoloboso (Candeleda, Prov. Avila)”, en Madrider Mitteilungen, 47, 2006, pp. 193-220.

103 Jiménez de Gregorio, F., La comarca histórica toledana de los Montes de Toledo, Toledo 2001, Sánchez, R., Los Montes de Toledo en el siglo XVIII, Toledo 1984.

102 Hernando, M. del R., “Ávila: una ciudad con vocación ganadera”, en Mangas, J. y Novillo, M.A., (eds.), El territorio de las ciudades romanas, Madrid 2008, pp. 385-424; Martínez, S., “Los territorios de los municipios del sur del Conventus Cluniensis (Hispania Citerior), en el Alto Imperio: Termes, Duratón y Segovia”, en Mangas, J. y Novillo, M.A., (eds.), El territorio de las ciudades romanas, Madrid 2008, pp. 187-247; Rodríguez, J., “La divisoria de los términos de las ciudades del centro de la Península en época romana y su posterior perduración”, en Bravo, G. y González, R., (eds.), La aportación romana a la formación de Europa: naciones, lenguas y culturas, Madrid 2005, pp. 105-140; Rodríguez, J., “Calatalifa, el Viso de Calatalifa y la repoblación segoviana”, en Anales del Instituto de Estudios Históricos del Sur de Madrid “Jiménez de Gregorio”, VII, 2007, pp. 295-325; Rodríguez, J. y Sáez, F., “Las atalayas entre Talavera y Talamanca: ¿un limes de época andalusí?, en Espacios fortificados en la provincia de Toledo, Toledo 2005, pp. 481-507.

104 Barroso, R.; Carrobles, J. y Morín, J., “La articulación del territorio toledano entre la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media (ss. IV al VIII d.C.)”, en Visigodos y Omeyas V, Anejos de Archivo español de Arqueología, 2012; Carrobles, J., op. cit. 2007, pp. 68-74; García-Entero, V. y Castelo, R., “Carranque, El Saucedo y las villae tardorromanas de la cuenca media del Tajo”, en Fernández. Ochoa, C., García-Entero, V. y Gil, F., (eds.), Las villae tardorromanas en el occidente del Imperio: arquitectura y función, 2008, pp. 345-368. 105 Ariño, E.; Rodríguez, J. y Riera, S., “De Roma al Medievo. Estructuras de hábitat y evolución del paisaje vegetal en el territorio de Salamanca”, en Zephyrus, 55, 2002, pp. 283-309; Ariño, E.; Gurt, J.M. y Palet, J.M., El pasado presente. Arqueología de los paisajes en la Hispania romana, Salamanca 2004, pp. 185-199; Carrobles, J., op. cit. 2007, pp. 79-82.

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Fig. 59. Vista de Santa María de Melque en San Martín de Montalbán.

tardía en Europa occidental106. Así, la aparición de numerosos monasterios y complejos civiles en ambientes montañosos cercanos al área de cigarrales, en concreto en lugares como Guarrazar (Guadamur)107 o Hernán Páez (Toledo)108, permiten plantear la existencia de una red de intereses religiosos y sobre todo económicos en los que la ganadería fue la actividad predominante. Cada uno de estos espacios serviría como centro de importantes explotaciones109, hasta el punto de generar un medio rural perfectamente articulado con asentamientos de índole muy diferente que empezamos a conocer gracias a los hallazgos realizados en diferentes cigarrales, en la inmediata zona de Pozuela o en otras zonas cercanas con parecidas características y relación de cercanía con la población110.

Sin embargo y a pesar de la importancia alcanzada por las prácticas ganaderas en época visigoda, su estudio no ha hecho más que empezar y es necesario esperar a la publicación de nuevos trabajos sobre los numerosos yacimientos conocidos y excavados, para determinar con más precisión los modelos económicos y prácticas utilizadas. Ellos aportarán las claves de las que hoy carecemos para reconocer la huella que han dejado en el paisaje actual.

4.2. La ganadería andalusí en los siglos X-XI Si el estudio de la ganadería prehistórica o antigua carece de una tradición investigadora mínimamente sólida, el de esta misma actividad en época andalusí tampoco cuenta con demasiados adeptos. Tan sólo destacan algunas aportaciones puntuales, en su mayor parte concentradas en el reino nazarí y por lo tanto datadas en momentos tardíos, que impiden obtener visiones de conjunto para un periodo tan largo y complejo como es el que ahora nos interesa conocer111.

106 Barroso, R.; Carrobles, J. y Morín, J., op. cit., 2012; Carrobles, J., op. cit., 2007, pp. 74-82; Martín, C., La géographie du pouvoir dans l´Espagne visigothique, Lille, 2003. 107 Balmaseda, L.J., “De la historia del hallazgo y la arqueología de Guarrazar”, en Perea, A., (ed.), El tesoro visigodo de Guarrazar, Madrid 2001, pp. 63-117; Eger, Ch., “Guarrazar (Provinz Toledo). bericht zu den Untersuchungen 2002-2005, Mit Beiträgen von C. Basas, u.a.”, en Madrider Mitteilungen, 48, 2007, pp. 267-305.

109 Barroso, R.; Carrobles, J. y Morín, J., op. cit., 2012.

En líneas generales, la investigación realizada en las dos últimas décadas sobre la explotación del medio rural en este periodo se ha centrado en la localización y estudio de las alquerías y espacios irrigados, considerados dentro de un modelo territorial surgido en torno a las ciudades, que actuaban como centros articuladores de una compleja red de poblamiento y de intereses económicos. En su mayor parte, los datos aportados por la práctica totalidad de todos estos yacimientos, tie-

110 Se trata de hallazgos muy diferentes en algún caso aún inéditos. Los únicos conocidos eran algunos restos escultóricos reaprovechados en construcciones más recientes. En las prospecciones realizadas se han localizado nuevas piezas con similares características y alguna pieza metálica entre las que destaca la base de una aguja escutiforme, que data uno de los yacimientos localizados en la zona alta de Pozuela. Los elementos escultóricos conocidos hasta ahora se publicaron en: Barroso, R. y Morín, J., Regia Sedes Toletana II. El Toledo visigodo a través de su escultura monumental, Toledo 2007, números 39 y 380.

111 Cara, L., op. cit., 2009, pp. 169-202; Gerbet, M.C., op. cit., 2003, pp. 34-46; Pastor, R., Del islam al cristianismo. En la frontera de dos formaciones económico-sociales: Toledo, siglos XI-XIII, Barcelona 1975, pp. 72-75; Trillo, C., “El paisaje vegetal en la Granada Islámica y sus transformaciones tras la conquista castellana”, en Historia Agraria, 17, 1999, pp. 136-138.

108 Vicente, A. y Rojas, J.M., “Hernán Páez. Un establecimiento rural del siglo VIII en el entorno de Toledo”, en ARSE, 43, 2009, pp. 287-315.

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nen que ver con el estudio de grandes estructuras ingenieriles documentadas a través de la prospección arqueológica con la que, ya hemos dicho en diferentes ocasiones, es difícil reconocer las actividades ganaderas practicadas en el pasado. El resultado de la aplicación de este modelo de investigación a lo largo de las últimas décadas, ha sido la obtención de un registro arqueológico bastante pobre y sobre todo parcial que tropieza, además, con las dificultades que impone la nula aparición de la ganadería en las escasas fuentes documentales que conservamos. La principal consecuencia de esta situación es el predominio de una visión que dota a las explotaciones pecuarias de estos momentos de un carácter auxiliar, al menos en comparación con las prácticas documentadas en los reinos cristianos medievales que, con instituciones como la Mesta, han acaparado el interés de los historiadores. Sin embargo, los datos que empezamos a manejar muestran que la ganadería andalusí alcanzó un importante grado de desarrollo e, incluso, que algunos de los grandes avances producidos por la ganadería medieval hispana hunden sus raíces en los siglos de dominio islámico, con todo lo que esa situación significa a la hora de valorar la configuración de los paisajes culturales de origen ganadero. Las excavaciones realizadas en Ciudad de Vascos ubicada en el término municipal de Navalmoralejo, en la misma provincia de Toledo, han puesto de manifiesto la existencia de una importante ganadería ovina en la zona que ha quedado registrada en la presencia de cencerros (fig. 60) y, sobre todo, en la localización de un buen número de piezas relacionadas con el esquileo y la transformación de la lana en relación a una industria textil (fig. 61) vinculada a una demanda presumiblemente local112.

Fig. 60. Cencerros procedentes de las excavaciones realizadas en Ciudad de Vascos. Museo de Santa Cruz. Siglos X-XI.

La existencia de esta misma cabaña ovina y su especialización en un proceso industrial cuyo verdadero alcance está aún por determinar, aparece documentada en otras excavaciones aunque con evidencias de distinto tipo. Un caso especialmente evidente lo tenemos en los restos de fauna aparecidos en el Castillo de Albarracín. Su estudio ha servido para proponer la aparición de ganado diferente del que habíamos documentado hasta entonces, presumiblemente de origen africano y relacionado con la aparición de la oveja merina, que aparecería como consecuencia de la incorporación a las explotaciones locales de ganado y pastores de origen bereber113. Ellos serían los responsables de la introducción de un modelo de explotación distinto del practicado hasta ese momento en estas tierras, basado en la movilidad a distancias cada vez más amplias. Su localización y estudio permite interpretar los datos que empezamos a conocer en Ciudad de Vascos, ubicada en un entorno fundamentalmente ganadero sobre un importante vado del Tajo, que parecen indicar la existencia de una destacada actividad pecuaria centrada en la explotación de grandes rebaños que aprovecharían la zona como área de invernada y lugar de paso para acudir a los mejores pastos en cada momento del año. De hecho, la importancia alcanzada por este tipo de prácticas ganaderas en esa zona cercana a Puente del Arzobispo, parece haber generado

Fig. 61. Tijeras de esquilar procedentes de las excavaciones realizadas en Ciudad de Vascos. Museo de Santa Cruz. Siglos X-XI.

una serie de grandes infraestructuras como pueden ser las “redondas” o grandes cercados de ganado que conocemos en la cercana Sierra de la Estrella114, que cuentan con evidentes paralelos en la zona granadina115. Dejando de lado el estudio de casos concretos, el interés de esta ganadería andalusí radica en servir de nexo entre las tradiciones trashumantes antiguas y las cada vez más especializadas que vamos a conocer en el resto de la Edad Media, con todo lo que ello significa. Así y para entender las repercusiones que estas prácticas ganaderas tuvieron en la configuración

114 Se trata de amplios espacios vallados en la zona más alta de la Sierra de la Estrella que han tenido diferentes interpretaciones en el pasado. Algunas de ellas pueden encontrarse en Jiménez de Gregorio, F., “Hallazgos arqueológicos en la provincia de Toledo (VI)”, en Anales Toledanos, XXVI, 1989, pp. 26-30; Morín, J.; Urbina, D.; Barroso, R.; Casares, J.; Escolá, M.; López, M.; Fernández, C.; Navarro, E.; Sánchez, F.; Regidor, D. y Urquijo, C., “El castro de la Sierra de la Estrella. Un asentamiento de la II Edad del Hierro en la Sierra de la Estrella”, en Espacios fortificados en la provincia de Toledo, Toledo 2005, pp. 467-480.

112 Izquierdo, R., Vascos: la vida cotidiana en una ciudad fronteriza de al-Andalus, Toledo 1999, pp. 74, pp. 124-125. 113 Berges, J.M., Actividad y estructuras pecuarias en la comunidad de Albarracín (1284-1516), Teruel 2009, p. 137.

115 Cara, L., op. cit., 2009, pp. 195-199.

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es la formación de explotaciones ganaderas muy diferentes de las ovinas extensivas a las que nos hemos referido con anterioridad, en las que predominarían los rebaños de reducido tamaño caracterizados por la convivencia de especies. Un modelo ganadero muy diferente del citado hasta ahora para este mismo momento, que se define por su carácter de actividad complementaria de una agricultura intensiva que, además, fue adquiriendo una importancia progresiva por la creciente ampliación de este tipo de explotaciones y la capacidad que mostraron las prácticas ganaderas para escapar al fisco, centrado con exclusividad en las agrícolas.

del territorio, hay que tener en cuenta que el auge documentado debe relacionarse, necesariamente, con la conservación de amplias zonas de dehesa, la generación de importantes estructuras para la custodia del ganado y la existencia de una primitiva red cañariega de la que apenas tenemos datos, por la superposición de modelos y sistemas parecidos en el mismo territorio durante siglos. La existencia de una actividad ganadera destacada se vio favorecida, además, por una organización del terrazgo en la que el secano tenía un evidente protagonismo, mucho mayor del que parece desprenderse de la mayoría de los estudios realizados sobre la agricultura andalusí, mayoritariamente basados como venimos comentando en los espacios irrigados116. También, debió influir la existencia de amplios espacios comunales, en especial los conocidos como alijares, y la importancia adquirida por una tradición religiosa que impedía la privatización de recursos como el agua117. Una serie de situaciones que, en conjunto, favorecieron la proliferación de estas explotaciones a gran escala.

En el área cigarralera la actividad ganadera debió alcanzar un importante protagonismo hoy olvidado. Por un lado, no cabe duda que Toledo siguió desempeñando un importante papel como centro ganadero en relación con la práctica de la trashumancia entre el valle del Tajo y los montes que lo limitan, consecuencia de su destacado valor estratégico en la red de comunicaciones del interior de la Península Ibérica. A él se debe la aparición de una primera zona comunal para uso pastoril en los alrededores de la ciudad que conocemos en momentos avanzados de la Edad Media como Alijares y que, es más que probable, tenga un origen andalusí en clara relación con el topónimo utilizado119. La principal novedad, sin embargo, no vendría de la mano de estos rebaños que podían utilizar algunas zonas cercanas a Toledo como pastos de invierno, sino del proceso de implantación de los espacios irrigados a los que nos hemos referido en los siglos X-XI, que adquirieron gran importancia en la zona e implicaron el desarrollo de las explotaciones pecuarias complementarias a las que nos estamos refiriendo. Desgraciadamente, su documentación arqueológica no ha podido realizarse en nuestro proyecto de investigación, por trabajar mayoritariamente con datos procedentes de la prospección en superficie. Su conocimiento depende, por el momento, de la valoración de la importante serie de documentos que datan de los momentos inmediatamente posteriores a la conquista cristiana. Nos referimos a los textos de carácter notarial conocidos como mozárabes de los que ya nos hemos ocupado, que muestran la pervivencia en los alrededores de Toledo de algunas propiedades, usos y costumbres islámicas hasta los años finales del siglo XIII. Su estudio sirve para conocer la existencia del tipo concreto de ganadería estabulada que ahora nos ocupa, aunque en un momento en el que se hacían evidentes los primeros síntomas de la crisis de los antiguos espacios irrigados de los que formaban parte inseparable, como consecuencia de los cambios que impuso la lógica feudal.

Sin embargo y a pesar de lo dicho hasta ahora, la ganadería andalusí fue mucho más que esta importante cabaña ovina trashumante. El estudio de los paisajes culturales generados en este momento, caso de los que hemos documentado en el entorno de Toledo, muestra la importancia alcanzada por los espacios destinados a la agricultura intensiva que requieren para su éxito de una ganadería complementaria que sirviese de apoyo a las explotaciones. El éxito de este modelo agrícola tan productivo dependía de la existencia de un cierto número de animales de tiro y, muy especialmente, de amplias cantidades de abono animal con las que acondicionar los suelos empobrecidos sobre los que se implantaban estas explotaciones. Su uso permitía cubrir las necesidades que imponía su posterior mantenimiento como consecuencia de la práctica de modelos intensivos que, incluso, permitían la obtención de varias cosechas al año. De hecho y como ejemplo de la importancia dada a esta materia prima, no debe extrañarnos que el abono fuese el único elemento ganadero que aparece citado en la totalidad de las importantes obras agronómicas andalusíes realizadas en Toledo y Sevilla en el siglo XI, que constituyen una de las principales aportaciones hispanas a la cultura universal de la época118. La consecución de este recurso de manera continuada, sólo fue posible por la existencia de una importante ganadería estabulada que es la que genera los residuos necesarios para cumplir esa función. La principal consecuencia de esta práctica

Los datos conocidos y en parte citados en el estudio documental, muestran la existencia de una zona rural en torno a Toledo densamente poblada en los siglos XII y XIII, en la que permanecía el recuerdo de las explotaciones agrícolas intensivas de origen andalusí, consecuencia de la existencia de una densa red de alquerías y de pequeños núcleos de casas que habían pasado tras la conquista cristiana a manos de los miembros más destacados de la sociedad toledana120. En todos los documentos conocidos se nos describe la existencia de corrales que se disponen en el interior de los espacios habitados aunque sin

116 Ver nota 6. 117 Epalza, M. de, “El agua en el derecho musulmán”, en Agua y poblamiento musulmán. Simposio de Benissa, Benissa 1988, pp. 1319; Martos, J., “Legislación del agua en la España musulmana”, en Ingeniería hispano-musulmana. XII Curso de Verano de Ingeniería Civil, Madrid 2003, pp. 179-197; Vidal, F., “El agua en el derecho islámico. Introducción a sus orígenes, propiedad y uso”, en El agua en la agricultura de al-Andalus, Barcelona 1995, pp. 99-117. 118 Bolens, L., Agronomes andalous du Moyen Âge, Ginebra 1981; García, E., “La agronomía en al-Andalus”, en Vernet, J. y Samsó, J., El legado científico andalusí, Barcelona, 1992; García, E. y Carabaza, J.M., “Estado actual y perspectivas de los estudios sobre agronomía andalusí”, en Tawfik, A.; Carabaza, J.M.; Cano, P. y Garijo, J., (coords.), El saber en al-Andalus, Sevilla, 1999, Vol. 3, pp. 101-118.

119 Oliver, L., “Alijar, Alijares”, en Al-Andalus: revista de Estudios Árabes de Madrid y Granada, Vol. 7, nº 1, 1942, pp. 153-164. 120 Carrobles, J.; Barroso, R.; Morín, J. y Rodríguez, S., op. cit., en prensa, nota 96; Pastor. R., op. cit., 1975, pp. 87-110.

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terminadas prácticas productivas123. Consecuencia directa de todo ello fue la preferencia mostrada durante un amplio periodo de tiempo por las explotaciones dotadas de movilidad como eran las ganaderas, con el fin de paliar los daños que podían derivarse de las constantes incursiones militares que se producían y que, entre otras cosas, dificultaban la consolidación de las explotaciones agrícolas que necesitaban de un mínimo de tiempo para su formación, en especial en el caso de que primaran los cultivos leñosos como eran el olivo o la vid que, desde la Antigüedad, habían constituido la base de la riqueza tradicional de la zona124.

mezclarse con los estrictamente residenciales, al integrarse en barrios o manzanas ganaderas que están presentes en la práctica totalidad de las alquerías que conocemos. Así, cuando se describen este tipo de estructuras, siempre se citan unos límites que coinciden con otros corrales o con algunos caminos que permiten el acceso directo a las tierras destinadas al pasto que, por otra parte, tendieron a agruparse en zonas bien delimitadas en las inmediaciones de cada población121. En muchos de estos corrales se describen elementos que parecen repetirse como son los palomares u otras estructuras relacionadas con la amplia variedad de especies animales que acogían. De todos ellos destaca la importancia dada a las chozas, generalmente de paja, que podrían constituir un precedente del modelo que todavía hemos podido conocer en la zona cigarralera a comienzos del siglo XX.

Gracias a ello, se creó una situación propicia para la práctica de un modelo económico concreto, que tan solo dependía de la existencia de un medio rural poco aprovechado y del mantenimiento de una bajísima demografía. Una situación que permitía la implantación de modelos extensivos de explotación pecuaria que, no obstante y como hemos podido comprobar, ya estaban presentes con anterioridad en este mismo territorio.

La importancia alcanzada por esta actividad ganadera condicionó por lo tanto el urbanismo de las pequeñas poblaciones rurales que crecieron en el ámbito territorial toledano y permitieron la completa explotación del mismo, con todo lo que esa situación significó a la hora de condicionar la formación de un paisaje concreto y muy especialmente, del tipo de propiedad de la que iban a surgir los cigarrales unos siglos después. Un dato a tener en cuenta para el futuro, al posibilitar que nos encontremos con corrales y otras huellas de una actividad ganadera de proximidad, que debió mantenerse en el tiempo y hoy nos cuesta visualizar por la falta de datos sobre esta actividad en los catastros y otras series documentales más recientes.

La importancia de la actividad ganadera practicada a partir del siglo XI se debe por tanto a iniciativas muy diferentes que en muchas ocasiones se estudian de forma conjunta, aunque en realidad tienen su origen en modelos y sistemas de explotación diferentes que evolucionaron conjuntamente. En este sentido, hay que tener en cuenta que la conquista del reino taifa toledano por Alfonso VI en el año 1085, se produjo en un momento caracterizado por la consolidación y definitiva articulación de los reinos cristianos europeos, que fueron capaces de generar nuevos sistemas políticos y sociales, diferentes de los heredados de la Alta Edad Media125. Así y en relación a las formaciones políticas castellana y leonesa, se produjo la consolidación paralela de dos modelos de organización territorial muy diferentes que alcanzan desigual desarrollo y coinciden en los mismos espacios. Por un lado, nos encontramos ante el modelo impuesto por las comunidades de villa y tierra de las que dependía toda una

4.3. La ganadería feudal. Siglos XI al XIV Frente al oscuro panorama con el que nos hemos encontrado hasta ahora, la investigación sobre la ganadería practicada en los reinos cristianos medievales cuenta con mayor tradición y desarrollo122. En líneas generales, la totalidad de los historiadores coinciden en señalar la existencia de un auge notable de esta actividad en la Península Ibérica a partir de finales del siglo XI, como consecuencia de la suma de un cúmulo de motivos y situaciones que favorecieron su crecimiento e, incluso, su conversión en el principal motor económico de numerosas poblaciones, instituciones religiosas y familias principales de los reinos que empezaban a diferenciarse en la zona septentrional de la Península Ibérica. Se trató de un auge progresivo que fue posible por la existencia de un medio físico propicio y por la incorporación de los valles del Tajo y Guadiana a los reinos castellano y leonés, como consecuencia de un proceso de conquista que convirtió a amplias zonas de la Meseta Sur y Extremadura en tierras de frontera hasta bien entrado el siglo XIII, con todo lo que esa situación vino a significar a la hora de impedir de-

123 Bishko, Ch. J., “El castellano, hombre de llanura. La explotación ganadera en el área fronteriza de La Mancha y Extremadura durante la Edad Media”, en Homenaje a Jaime Vicens Vives, Vol. I, Barcelona 1965, pp. 201-218; Gerbet, M.C., op. cit, 2003, pp. 63-64; Pastor, R., “La lana en Castilla y León antes de la organización de la Mesta”, en Pastor, R., Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval, Barcelona 1973, pp. 140-142. 124 García-Entero, V.; Peña, Y.; Fernández, C. y Bendala, M., “La producción de vino en la “villa” de Carranque (Toledo). Primeros resultados”, en Blánquez, J. y Celestino, S., El vino en época tardoantigua y medieval, Murcia 2009, pp. 387-396; López, J.A.; Peña, L.; López, L.; García, E.; Pérez, S.; García-Entero, V. y Castelo, R., “Paisajes culturales de las villas romanas de Toledo”, en Actas del Congreso de Historia Forestal, III Reunión sobre Historia Forestal, Cuadernos de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, 30, 2009, pp. 101-106. 125 García de Cortazar, J.A., “Estructuras sociales y relaciones de poder en León y Castilla en los siglos VIII al XII: la formación de una sociedad feudal”, en Il feudalesimo nell´Alto Medioevo. XLVII Settimane di Studio del centro Italiano di Studi sull´Alto Medioevo, Spoleto 2000, pp. 497-568; Laliena, C., “Encrucijadas ideológicas. Conquista feudal, cruzada y reforma de la Iglesia en el siglo XI hispanico”, en XXXII Semana de Estudios Medievales de Estella. La reforma gregoriana y su proyección en la cristiandad occidental. Siglos XI-XII, Pamplona 2006, pp. 289-333; Reylly, B.F., El Reino de León y Castilla bajo el Rey Alfonso VI (1065-1109), Toledo 1989.

121 Clemente, J., “La organización del terrazgo agropecuario en Extremadura (siglos XV-XVI)”, en En la España Medieval, 28, 2005, pp. 51-53; Trillo, C., “La organización del espacio en la alquería en la frontera nororiental del reino de Granada”, en Studia Historica. Historia Medieval, 24, 2006, pp. 227-229. 122 Gerbet, M.C., op. cit., 2003; Malalana, A., “La trashumancia medieval castellana: aproximación historiográfica”, en Hispania: Revista Española de Historia, 50, nº 75, 1990, pp. 779-791.

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nos productos destinados al consumo de la unidad familiar130. Estos nuevos pobladores y los pertenecientes a la comunidad mozárabe que parecen haber mantenido, no sin problemas, la propiedad de sus tierras131, aprovecharon parte de la ordenación rural y productiva consolidada en época islámica que, muy pronto, sufrió profundos cambios como consecuencia de la implantación de un sistema económico y social diferente del que había posibilitado su desarrollo.

red de aldeas que permitían la eficaz explotación del territorio126. La gestión de sus explotaciones se realizaba por parte de pequeños propietarios que tenían poder de decisión sobre sus tierras y producciones. Por otro, nos encontramos con un modelo diferente que terminará por consolidarse sobre el mismo espacio, basado en la introducción de las relaciones feudales que tendieron a generalizarse como consecuencia del impulso dado a algunas familias nobiliarias en época de Alfonso VII y, sobre todo, del que experimentaron las grandes instituciones monásticas y órdenes militares, que se convirtieron en propietarios de amplísimos dominios en los que impulsaron unas prácticas ganaderas muy distintas de las realizadas por los pobladores existentes en esos mismos territorios que, poco a poco, quedaron bajo su influencia127.

La principal consecuencia ganadera del mantenimiento de algunas explotaciones agrícolas intensivas fue el necesario mantenimiento de las cabañas de proximidad a las que antes nos referíamos, que son las que aparecen reflejadas en los documentos mozárabes de los siglos XII y XIII, en relación a propiedades comprendidas dentro del área cigarralera que estamos estudiando. Sus rebaños se siguieron caracterizando por la mezcla de especies antes descritas y por contar con un número escaso de cabezas, tal y como lo demuestran algunos estudios que plantean la existencia de unas explotaciones medias que todavía en el siglo XIII, raramente superaban los diez animales132. La generalización de estos pequeños rebaños propiciaría la necesaria conservación de una serie de fórmulas de gestión comunal de los pastos y aprovechamientos del término más inmediato a cada población, siguiendo por lo demás el tipo de prácticas conocido en otros núcleos urbanos del interior peninsular desde momentos mucho más antiguos.

Esta dualidad en principio bastante clara, dejó de serlo cuando las ciudades se involucraron en el proceso y se convirtieron en nuevos y auténticos poderes feudales, con todas las consecuencias que esta situación ocasionó en el diseño de la explotación de sus grandes términos128. El resultado de este complicado fenómeno marcado por la coincidencia de intereses fue la creación de un panorama diverso que acabó evolucionando hacia una creciente especialización, que cristalizó en el desarrollo del modelo ganadero más practicado al final de la Edad Media relacionado con la gran trashumancia del que luego nos ocuparemos. La existencia de todas estas diferencias y evoluciones propició, como es lógico, la formación de un panorama variado y fragmentado, que es necesario analizar en función del estudio de los propietarios de los rebaños y de los diferentes modelos de gestión que éstos aplicaron. De esta manera, en la base de este modelo y sobre todo en los momentos más antiguos, hay que destacar el papel alcanzado por los pequeños propietarios llegados con la repoblación que se asentaron en la zona de Toledo entre los siglos XI y XIII129. La mayor parte de ellos practicó un modelo económico mixto en el que la explotación agrícola se combinó con una pequeña cabaña ganadera destinada a suministrar la fuerza de trabajo necesaria para mantener el cultivo de sus campos y proporcionar algu-

Junto a este modelo que algunos han equiparado con un auténtico minifundio pastoril133 practicado en las aldeas y antiguas alquerías, se configuró otro de naturaleza muy diferente que tenía su base en concejos como el toledano, que propició el desarrollo de un modelo de explotación ganadero intensivo en su amplio término. Las autoridades locales, en defensa de sus propios intereses oligárquicos, se preocuparon por crear las condiciones necesarias para conseguir la mejor y más racional explotación del territorio, mediante un nuevo diseño de las explotaciones trasterminantes que posibilitaban un amplio crecimiento en el tamaño y número de los rebaños propiedad de las familias que dominaban la institución y aportaban los miembros de la denominada caballería villana destinada a asegurar el desarrollo de la actividad. Este pastoreo a gran escala impulsado desde las ciudades aparece reflejado en los fueros de cada una de las grandes poblaciones de la Meseta Sur, convertidas en agentes ganaderos especialmente activos gracias al impulso dado a las nuevas fórmulas de gestión de los rebaños que, al menos en parte, hay que relacionar con el auge experimentado por el cultivo del secano y la necesidad de la práctica del barbecho en numerosas tierras134. Gracias a ello se crearon las condiciones necesarias para generar unas importantes ganaderías locales, perfectamente integradas y compatibles con los sistemas de producción agrícola imperantes, así como con la ganadería y explotaciones aldeanas de

126 Estepa, C., “El alfoz y las relaciones campo – ciudad en Castilla y León durante los siglos XII y XIII”, en Studia histórica. Historia medieval, 2, 1984, pp. 7-26; Pastor, R., Resistencias y luchas campesinas en la época del crecimiento y consolidación de la formación feudal. Castilla y León, siglos X-XIII, 3ª edición, Madrid 1993, pp. 83-85. 127 Álvarez, I., Monarquía feudal y organización territorial: alfoces y merindades en Castilla (siglos X-XIV), Madrid, 1993; García de Cortazar, J.A., “La organización social del espacio en La Mancha medieval: Propuesta metodológica y sugerencias de aplicación”, en Alvarado, J. (coord.), Espacios y fueros en Castilla-La Mancha (siglos XI-XV). Una propuesta metodológica, Madrid 1995, pp. 17-43; Martín, I., Poblamiento y estructuras sociales en el Norte de la Península Ibérica, Salamanca 2000, pp. 169-177; Pastor, R., op. cit., 1973, pp. 142-149; Pastor, R., op. cit., 1993, pp. 89-93.

130 Clemente, J., La economía campesina en la Corona de Castilla (1000-1300), Barcelona 2003, pp. 63-63.

128 Pastor, R., op. cit., 1993, pp. 202-203. 129 González, J., Repoblación de Castilla la Nueva, 2 vol., Madrid 1975-1976; González, J., “La repoblación de Toledo”, en Estudios sobre Alfonso VI y la reconquista de Toledo. Actas del II Congreso Internacional de Estudios Mozárabes, Toledo 1987, vol. I, pp. 99-113; Ladero, M.A., “Toledo en época de frontera”, en Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 3, 1984, pp. 71-98; Pastor, R., “Poblamiento, frontera y estructura agraria en Castilla la Nueva”, en Cuadernos de Historia de España, XLVII-XLVIII, 1968, pp. 171-255.

131 Pastor, R. y Bonaudo, M., “Problemas de asimilación de una minoría: los mozárabes de Toledo”, en Pastor, R., Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval, Barcelona 1973, pp. 197-268. 132 Clemente, J., op. cit., 2003, pp. 63-70. 133 Berges, J.M., op. cit., 2009, p. 199. 134 Vassberg, D.E., op. cit., 1986, pp. 25-27.

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Fig. 62. Vista aérea del puente de San Martín y del descansadero existente junto al mismo en 1935. Archivo del Ejército del Aire, fotografía 1-10811-01.

proximidad que utilizaban espacios muy diferentes, con las que raramente se llegaba a competir.

Sin embargo, la gran innovación que empezamos a conocer en estos años nada tiene que ver con estos sistemas ganaderos sino con el impulsado por las grandes instituciones, inicialmente monásticas, que habían conseguido de los monarcas la concesión de numerosos privilegios que permitían la libertad de movimientos de sus ganados y el acceso a los baldíos y pastos existentes en todo el reino138. Se trata de un modelo de actuación especialmente prodigado por Alfonso VII, que parece haber potenciado esta práctica con el fin de crear nuevos y grandes poderes destinados a convertirse en pilares económicos del reino que empezaba a configurarse. En principio, estas disposiciones favorecieron a los grandes monasterios de la Meseta Norte, pero también alcanzaron a los que surgieron en la Meseta Sur, caso del cisterciense de San Clemente en la ciudad de Toledo, que fue fundado por el mismo monarca y se convirtió en uno de las mayores potencias ganaderas del valle del Tajo139.

Una consecuencia poco conocida de este importante auge es la formación de la Mesta de Toledo en época de Alfonso VII a la que ya nos hemos referido, que se convierte en uno de los precedentes más antiguos de este tipo de instituciones pastoriles135. La importancia de esta ganadería urbana acabó de consolidarse poco después con la compra de los Montes de Toledo en el año 1243, en el reinado de Fernando III, que permitió dar forma definitiva al territorio toledano136. Su dominio posibilitó la creación de uno de los principales espacios ganaderos del reino y requirió la construcción de una importante serie de infraestructuras destinadas a permitir su explotación. Es el caso de la definición y desarrollo de la red cañariega y de algunas grandes obras civiles con ella relacionada como fue la construcción del toledano puente de San Martín, ocurrida en los últimos años del siglo XIII137, que tuvo un especial protagonismo en el movimiento de ganado en el interior de la Península Ibérica hasta momentos bastante recientes (fig. 62).

La participación de este tipo de grandes instituciones en el negocio ganadero en condiciones tan ventajosas, permitió la organización de un complejo movimiento de ganados trashumantes que conoció un primer auge entre los siglos XII y XIII140. Su rápido crecimiento acabó sobreponiendo en un mismo espacio modelos de explotación diferentes, con todo lo que ello implicó a la hora de provocar tensiones como consecuencia de la ruptura de los equilibrios conseguidos hasta

135 Argente del Castillo, M., “Precedentes de la organización del Consejo de la Mesta”, en Estudios de Historia y de Arqueología medievales, 7-8, 1987, pp. 29-40; Berges, J.M., “Para una historia de las instituciones pastoriles en Aragón: la mesta de Albarracín a través de sus ordinaciones”, en Castán, J.L. y Serrano, C., (coords.), La trashumancia en la España mediterránea: historia, antropología, medio natural, desarrollo rural, Zaragoza 2004, pp. 263-364; Pastor, R., op. cit. 1970, pp. 133-171.

138 Gerbet, M.C., op. cit., 2003, pp. 69-71; Pastor, R., op. cit., 112, 1970, pp. 47-55.

136 Molénat, J.P., op. cit., 1997, pp. 183-188.

139 Ver nota 65.

137 Porres, J., “Los puentes medievales de Toledo”, en Ingeniería hispano musulmana. XII Curso de Verano de Ingeniería Civil, Madrid 2003, pp. 271-292.

140 Pastor, R., op. cit., 1993, pp. 138-213; Gerbet, M.E., op. cit., 2003, pp. 55-80.

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tación distintos y a huellas perfectamente diferenciadas. Así, la práctica de la ganadería de proximidad, permitió la conservación de un modelo ganadero implantado en las antiguas alquerías de origen andalusí que se mantuvo activo aunque en retroceso, por la progresiva desaparición de espacios irrigados y la presión ejercida por monasterios, órdenes militares o diferentes y activos miembros de la oligarquía local, siempre dirigida a la formación de dehesas. En su práctica totalidad, estas nuevas posesiones se orientaron a la práctica de modelos ganaderos intensivos, que pudieron basarse inicialmente en la práctica de la trasterminancia, aunque poco después lo hicieran para la trashumancia, al convertirse los alrededores de Toledo en un importante lugar de invernada para grandes rebaños procedentes de lugares cada vez más distantes.

la fecha entre explotaciones agrícolas y ganaderas o entre ganados de proximidad y trasterminantes. Se dio inicio de esta manera a un conflicto de intereses y una relación desigual que tuvo continuidad durante siglos por la larga serie de privilegios concedidos a la Mesta General del reino desde su formación en el siglo XIII141. Las consecuencias del enfrentamiento fueron pronto evidentes, tal y como quedó de manifiesto en el recelo mostrado por buena parte de las ciudades al paso de cañadas por sus términos, que podían servir para atraer el ganado propiedad de instituciones foráneas dotadas de estatutos privilegiados con el fin de aprovechar pastos que se consideraban propios142. Sin embargo, no todo fueron desventajas y el desarrollo del movimiento de ganado relacionado con esta actividad ganadera trashumante, fue hábilmente aprovechado por algunas grandes poblaciones que encontraron en él la vía para ampliar sus rebaños, al carecer de términos con la suficiente variedad de pastos como para mantener cabañas en constante crecimiento. De esta manera, el tránsito de ganado se generalizó y creció en volumen e importancia hasta el punto de condicionar la definición del nuevo modelo territorial que empezaba a jerarquizar el espacio, en especial el de la Meseta Sur. Su implantación hay que relacionarla, claramente, con la aparición de un buen número de señoríos civiles y eclesiásticos que trataron de disponerse sobre las principales rutas ganaderas, con fin de obtener los lógicos y destacados beneficios que el movimiento de animales y esa privilegiada situación posibilitaba143.

Una de las consecuencias directas del auge de los adehesamientos fue la lógica transformación del medio rural, plasmada en el crecimiento de los espacios vallados, el aprovechamiento ganadero de antiguas fuentes utilizadas hasta entonces para la agricultura y, sobre todo, la importancia alcanzada por las vías destinadas a permitir el movimiento del ganado que, como hemos podido comprobar, hizo posible la consolidación de una importante red cañariega que se afianzó sobre el área de cigarrales en el entorno de Toledo. La implantación de esta nueva realidad provocó una clara limitación de los espacios agrícolas supervivientes que, de esta manera, sufrieron un progresivo retroceso a la vez que quedaron más definidos y, hasta cierto punto aislados, en un territorio que se encontraba en pleno proceso de transformación.

En este contexto en plena evolución hay que valorar especialmente la importancia de la actividad pecuaria practicada por las órdenes militares fundadas en su mayor parte en el siglo XII, que se convirtieron en propietarias de los mejores y mayores rebaños de la Meseta Sur144. Su importancia no radica tan sólo en este hecho sino, sobre todo, en la capacidad que mostraron para convertirse en los principales impulsores de una nueva modalidad económica basada en el adehesamiento que aseguraba la disponibilidad de pastos mediante el arriendo de sus enormes posesiones, con todo lo que ello posibilitó a la hora de generar un modelo de explotación exitoso y lucrativo para éstas y otras instituciones desde entonces145.

4.4. La gran ganadería medieval. Siglos XIV y XV La evolución registrada en la actividad pecuaria documentada entre los siglos XI y las primeras décadas del siglo XIV, constituye el preludio del impresionante crecimiento experimentado por las explotaciones ganaderas al final de la Edad Media que, entre otras cosas, permitió que el reino de Castilla se convirtiera en una potencia continental146. El origen de esta aceleración hay que buscarlo en la crisis del siglo XIV147 que ocasionó una importante despoblación del medio rural, coincidiendo con el establecimiento de nuevos y amplios circuitos comerciales de carácter internacional, más concretamente del que tenía por objeto la lana destinada a la industria textil, que se consolidó como una de las actividades más dinámicas y lucrativas de las practicadas en toda Europa148. El aumento de la producción de lana castellana se debió al lógico crecimiento experimentado por la demanda de la industria local pero, también y en mayor medida, a la generada por la poderosa industria pañera radicada en los Países Bajos que rompió con sus tradicionales proveedores ingleses para

La práctica de ganaderías tan diferentes en los mismos o cercanos espacios, dio lugar por lo tanto a modelos de explo-

141 La bibliografía sobre la Mesta es numerosa. Un resumen con la totalidad de la bibliografía acumulada lo podemos conocer en Diago, M., Mesta y trashumancia en Castilla (siglos XIII al XIX), Madrid 2002. 142 López-Salazar, J., “La Mesta y el Campo de Calatrava en la edad Moderna”, en Ruiz, F. y García, A., (eds.), Mesta, trashumancia y lana en la España moderna, Barcelona 1998, p. 265; Gerbet, M.C., op. cit., 2003, p. 525. 143 Martín, I., “La construcción del territorio del poder feudal en la región de Madrid”, en En la España Medieval, 26, 2003, pp. 61-96.

146 Diago, M., op. cit., 2002, pp. 49-50. 147 Molénat, J.P., “Une mutation du paysage rural : villages dépeuplés en Nouvelle Castille, XIIème-XVIème siècles », en Actes des congrès de la Société des historiens médiévalistes de l´enseignement supérieur public. 10 Congrès. Lille 1979, pp. 195-204.

144 Gerbet, M.C., “Les Ordres Militaires et l´elevage dans l´Espagne medieval”, en En la España Medieval, 8, 1986, pp. 413-445; Rodríguez-Picavea, E., op. cit., 1994, pp. 176-188; Rodríguez-Picavea, E., “La ganadería y la orden de Calatrava en la Castilla medieval (siglos XII-XV)”, en En la España Medieval, 26, 2003, pp. 61-96.

148 Iradiel, P. Evolución de la industria textil castellana en los siglos XIII-XVI. Factores de desarrollo, organización y costes de la producción manufacturera en Cuenca, Salamanca 1974.

145 Rodríguez-Picavea, E., op. cit., 1994, pp. 182-185; RodríguezPicavea, E., op. cit., 2010, p 327 y 342.

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Fig. 63. Vista general de los alrededores de Toledo en los que se aprecia la ordenación de las actividades productivas por la disposición agrupada de olivares (1), cultivos de secano (2) y dehesas (3).

una especialización productiva de sus amplios términos y aldeas que también participaron en el desarrollo de la actividad mediante la realización de tareas complementarias, concebidas dentro del mismo proceso industrial151.

introducir la materia prima procedente del ganado merino castellano149. El resultado de esta situación fue un rápido e importante aumento de la demanda al que se dio respuesta mediante el crecimiento del número y tamaño de los rebaños en el interior de la Península Ibérica. Una reacción lógica que sólo pudo darse en las explotaciones trashumantes por ser las únicas que podían aportar la calidad de lana exigida y disponer de una enorme capacidad de crecimiento como consecuencia de la disponibilidad de pastos en lugares alejados pero complementarios que, explotados por ganados de proximidad, nunca habrían podido ofrecer la misma rentabilidad.

El aumento de la posibilidad de negocio que se abrió a mediados del siglo XIV y sobre todo en el siglo XV, cambió por completo las prácticas ganaderas. La necesidad de asegurar la disposición de pastos de calidad se convirtió en la clave de las nuevas explotaciones, que prefirieron renunciar a la antigua libertad de circulación y pastos en favor del establecimiento de contratos de arrendamiento duraderos, que garantizasen el disfrute de las fincas adecuadas152. Un cambio de condiciones que, a pesar de todo y como consecuencia de la subida de precios experimentada por la lana, mantuvo la rentabilidad de las nuevas explotaciones.

De esta manera y por primera vez en nuestra historia, la mayor parte de la cabaña ganadera pasó a regirse con criterios estrictamente mercantilistas orientados hacia un proceso industrial muy diferente de los que habían primado con anterioridad, basados en su mayor parte en la demanda local. La principal consecuencia de este proceso fue la aparición de una realidad completamente novedosa, que explica la aparición y participación en el negocio de mercaderes y factores de las principales compañías europeas, que monopolizaban esta actividad y que vemos aparecer en ciudades como Burgos o la propia Toledo, que conoció al final de la Edad Media la llegada de diversas familias de mercaderes italianos, especialmente de genoveses, que participaron activamente en el nuevo negocio150.

Este cambio en las relaciones económicas establecidas entre los propietarios del ganado y el suelo cambió la totalidad del proceso productivo, al provocar una importante transformación de los criterios de explotación practicados hasta ese momento en amplísimas zonas de la Meseta Sur y Extremadura. El caso más emblemático fue el que experimentó la todopoderosa orden de Calatrava que dejó de ser un importante propietario de ganado para concentrarse en el negocio del arriendo de sus inmensos dominios, con todo lo que eso significó en el territorio al provocar la intensificación del proceso de adehesamiento de sus ingentes dominios señoriales que pasaron a convertirse en auténticas propiedades153.

Este nuevo modelo de explotación y comercialización acabó imponiendo nuevos e importantes cambios en la organización del terrazgo en el entorno de las principales ciudades. Desde ellas se gestionó esta nueva ganadería e, incluso, se fomentó

Algo parecido ocurrió con otras instituciones implantadas en la zona. Es el caso del toledano convento de San Clemente, que también prefirió orientar su economía al arriendo de sus dominios en Azután y a la explotación de infraestructuras como el puente de Pinos sobre el Tajo154, en la cañada real

149 Casado, H., “El comercio internacional burgalés en los siglos XV y XVI”, en Actas del V Centenario del Consulado de Burgos, Burgos 1994, pp. 175-247; Diago, M., op. cit., 2002, p. 49; Iradiel, P., op. cit., 1974. 150 Molénat, J.P., op. cit., 1997, p. 518; Montemayor, J., “Quelques affaires génoises à Tolède au XVI siècle”, en Actas del II Coloquio de Metodología Aplicada a las Ciencias Históricas, vol. II, Santiago de Compostela 1984, pp. 287-293; Rodríguez de Gracia, H., “Mercaderes y financieros. Los genoveses de Toledo entre 1561 y 1621”, en Villar, M.B. y Pezzi, P. (eds.), Los extranjeros en la España moderna: actas del I Coloquio Internacional, Málaga 2003, pp. 597-610.

151 Iradiel, P., op. cit., 2003, pp. 277-310. 152 Gerbet, M.C., op. cit, 2003, pp. 157-184. 153 López-Salazar, J., op. cit., 1998, p. 259; Rodríguez-Picavea, E., op. cit., 2010, pp. 325-346. 154 Vizuete, J.C., op. cit., 1993, pp. 20-22.

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que destacaban en un espacio ocupado en su mayor parte por los ejidos que aparecen y se generalizan en estos momentos. En el segundo, predominaron las tierras de cereal o de vid y nuevos espacios colectivos como son las dehesas carniceras y las dehesas boyales. Por último, en el tercero, nos encontraríamos con el predominio absoluto de las dehesas privadas que pudieron alternarse ocasionalmente con algún espacio agrario marginal o con zonas de monte en lugares apartados y de difícil orografía (fig. 63).

Leonesa que, desde su construcción, se convirtió en uno de los bienes más rentables de la comunidad155. De hecho, el éxito alcanzado por las nuevas prácticas propició el inicio de un proceso rápido de compra de nuevas tierras destinadas a ampliar sus espacios ganaderos, tal y como hemos podido comprobar al estudiar la formación de la dehesa de Loches, que este monasterio consolidó en las inmediaciones del área de cigarrales desde la segunda mitad del siglo XIV156. El modelo conoció una expansión rápida y todas las instituciones eclesiásticas y civiles, así como las grandes familias integrantes de la oligarquía urbana, se lanzaron a este proceso caracterizado por el cerramiento y la apropiación de tierras, muchas veces por medios más que discutibles, utilizando para ello fórmulas legales muy diversas. Una de las más frecuentes fue la obtención de concesiones reales que se generalizaron tras la Guerra Civil que enfrentó a Pedro I y Enrique II157. Su desenlace permitió la instauración de la dinastía Trastamara gracias, en buena medida, a la concesión de todo tipo de mercedes, incluidas las relacionadas con la posesión y creación de los nuevos adehesamientos, que se convirtieron en símbolo y evidencia del encumbramiento social y económico de sus propietarios. Su enorme desarrollo explica la aparición de las dehesas toledanas antes descritas y las infraestructuras necesarias para su funcionamiento, a las que también hemos hecho referencia en el estudio del registro arqueológico.

Este proceso de cambios que adquiere importancia en la segunda mitad del siglo XIV, provocó importantes transformaciones en las explotaciones toledanas. En el caso de la cabaña de proximidad que habíamos documentado con anterioridad, parece darse una cierta continuidad aunque, lógicamente, restringida a aquellos espacios agrícolas que habían podido resistir al proceso de despoblación y adehesamiento que estaba transformando los alrededores de la ciudad. Su presencia e importancia sería cada vez menor como consecuencia de la progresiva desaparición de las pequeñas explotaciones, que hay que relacionar con el despoblamiento de buena parte de las antiguas alquerías de origen andalusí y la incorporación de nuevas fórmulas de gestión pública de determinados territorios periurbanos. Los cambios tuvieron mayor repercusión en lo referente a la ganadería trasterminante impulsada desde la propia ciudad, que tuvo que ceder parte del protagonismo alcanzado con anterioridad, en favor de los pujantes y cada vez más numerosos rebaños trashumantes. Su generalización en la zona tuvo, no obstante, algunas consecuencias positivas como fue la integración de las explotaciones locales en este importante modelo productivo, tal y como lo demuestra que en los siglos XVII y XVIII, algunas familias toledanas fueran de las más activas en este negocio que todavía se mantenía bajo el amparo de la poderosa Mesta159.

Esta pronta e intensa evolución dio lugar a la generación definitiva de un modelo de organización del espacio que hunde sus raíces en los cambios originados tras la conquista cristiana de estos territorios en los siglos XI al XIII. De esta manera, la pujanza de la nueva sociedad consolidó la configuración de un paisaje ordenado muy diferente del que se había impuesto en época andalusí que, al menos en Toledo y con carácter excepcional, había seguido condicionando el aspecto y explotación de una parte importante del medio rural. Consecuencia de todo ello fue que las dehesas pasaron a ocupar cada vez más espacio, hasta el punto de que la ciudad y los principales núcleos de población se vieron obligados a tomar medidas que quedaron reflejadas en sus ordenanzas, destinadas a limitar su crecimiento indiscriminado. También, a generar las condiciones necesarias para mantener las explotaciones destinadas al abasto público, que se habían convertido en las auténticas perdedoras en todo este proceso.

El sector más beneficiado con todos estos cambios fue, como venimos apuntando, el del ganado trashumante que era el único capaz de satisfacer la demanda creciente en cantidad y calidad. Su éxito está directamente relacionado con el imparable proceso de adehesamiento experimentado por las tierras de Toledo a partir de los años centrales del siglo XIV, que se convierte en el mejor reflejo de la participación de la ciudad y de sus gentes en esta lucrativa actividad160. Sin embargo, tanto crecimiento y tan poco ordenado, exigió la necesaria adopción de las medidas destinadas a proteger las pequeñas explotaciones agrícolas y, por primera vez, a fomentar las explotaciones carniceras destinadas a permitir, como tantas veces hemos dicho, el suministro de carne y productos lácteos a la población, dentro de un proceso lleno de tensiones que quedó expuesto magníficamente en algunas de las cartas que los miembros del concejo toledano remitieron en esos años a los monarcas en búsqueda de soluciones161. Éstas acabaron encontrándose en los primeros años

El resultado de la tensión generada entre los grandes propietarios particulares y las autoridades locales, fue la consolidación de un modelo territorial que algunos autores han ejemplificado certeramente en la formación de anillos concéntricos, en los que quedaron ordenadas las propiedades públicas y privadas158. De esta manera, en el primero de los anillos que incluía las zonas inmediatas a la población, quedó excluida la práctica de la ganadería relacionada con el ganado trashumante, en favor del mantenimiento de algunas explotaciones mixtas, agrícolas y ganaderas intensivas,

159 Donezar, J.M., op. cit., 1984, pp. 276-277; López-Salazar, J., op. cit., 1998, pp. 276-277. 155 Sánchez, R., op.cit.; Vizuete, J.C., op. cit., 1993.

160 Molénat, J.P., op. cit., 1997, pp. 499-525.

156 Porres, J., Historia de las calles de Toledo, 4ª edición, vol II, Toledo 2002, pp. 659-660; Torroja, C., op. cit., 1974, doc. 426.

161 “Sepades que vi la petiçion que por vuestros procuradores en vuestro nombre fue presentada ante mi en el mi consejo, en la qual se contiene que ya sabe mi merçed el debate que entre vosotros de la una parte e algunas iglesias e monesterios e cavalleros e escuderos e duennas e doncellas desa dicha çibdad e su tierra e jurediçion, de que se ha seguido que

157 Gerbet, M.C., op. cit., 2003, p. 172. 158 Clemente, J., op. cit., 2005, pp. 49-80.

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que nunca han llegado a ocultar su clara orientación agrícola, todavía visible en los olivares y plantaciones de frutales que luce y conserva162.

del siglo XVI con el establecimiento de nuevas e importantes dehesas de las que ya nos hemos ocupado en la Legua, dentro de ese segundo anillo al que antes nos referíamos, que quedaron destinadas a usos comunales y a asegurar, en la medida de lo posible, el abastecimiento de la población.

La progresiva y constante disminución de estos pequeños espacios productivos abastecedores de productos al mercado local, preocupó a las autoridades toledanas que se vieron forzadas a tomar las medidas precisas para procurar su mantenimiento en medio de espacios ganaderos cada vez más amplios y especializados. Su labor quedó reflejada en el aumento de las disposiciones que obligaban a la construcción de vallas y de otras estructuras destinadas a delimitarlas y defenderlas163. Sobre estas fincas y en una clara relación de continuidad, aparecerían los cigarrales toledanos propiamente dichos que procuraron mantener su capacidad productiva aunque también empezaron a vincularse con las necesidades de ocio de sus propietarios, como consecuencia del auge del humanismo en el que participaron las clases dirigentes de Toledo desde las primeras décadas del siglo XVI164.

Debido a estas transformaciones, fue en estos momentos que estamos estudiando cuando se produjo el auténtico cambio en la orientación económica del territorio toledano, que pasó a convertirse en un espacio fundamentalmente ganadero gracias a la creación de las nuevas dehesas y de todas las infraestructuras necesarias que requería la práctica de esta actividad a gran escala. El área cigarralera toledana quedó incluida en el mismo segundo anillo y refleja perfectamente el proceso que estamos describiendo. Su cierta cercanía a la población y las características del relieve, la convirtió en una de las zonas más afectadas por los procesos y decisiones impulsados por los productores ganaderos o por el concejo que, no obstante, nunca acabaron con la totalidad de las pequeñas explotaciones agrícolas. Fruto de todo ello fue la aparición de una nueva organización de este espacio suburbano que se mantuvo prácticamente estable desde entonces hasta mediados del siglo XIX y todavía puede reconocerse en nuestros días.

Esta evolución diferencial de los espacios ubicados en el mismo entorno no finalizó aquí sino que se mantuvo en el tiempo por la creación de nuevas dehesas privadas, como consecuencia de la pérdida de efectividad de las medidas proteccionistas tomadas a mediados del siglo XVI con la confirmación de las ordenanzas de la Legua. El uso y gestión de todas ellas permitió el mantenimiento de una sociedad estamental privilegiada dominada por algunas familias que obtenían sus principales ingresos del arriendo de las fincas. Los enormes beneficios obtenidos pasaron a depender del cuidado puesto en el mantenimiento de las infraestructuras de las propiedades y del mantenimiento de la red cañariega cada vez más identificada con unas vías concretas, que adquiere ahora su pleno desarrollo.

4.5. La evolución ganadera del área cigarralera en época moderna De acuerdo con el proceso descrito hasta este momento, el crecimiento de las numerosas dehesas que rodearon el cinturón productivo ligado al casco histórico toledano ocasionó la lógica disminución de algunas de las explotaciones agrícolas de origen andalusí que habían perdido productividad e importancia económica. Su conservación sólo fue posible en aquellos puntos en los que las norias permitían un fácil acceso al agua, tal y como ocurrió en el cigarral de Menores que se convierte en el mejor ejemplo del mantenimiento de este tipo de explotaciones hasta nuestros días, aunque en época moderna sufriera las transformaciones relacionadas con la instalación del convento de San Francisco de Caracciolo

Un caso especialmente significativo de este tipo de dehesas privadas surgido en los alrededores de Toledo y más concretamente en el área de cigarrales, es el de la Quinta de Mirabel que, como dijimos, se configuró como espacio ganadero a finales del siglo XVII, aunque mantuviera las particularidades que le confería el hecho de contar con una auténtica villa suburbana en su interior165. El estudio arqueológico y documental realizado muestra como se configuró un magnífico cigarral de recreo sobre un amplio número de pequeñas fincas agrícolas que, no obstante y como consecuencia del dominio de las prácticas ganaderas, acabó convertido en una explotación pecuaria a pesar de formar parte del espacio comprendido en el coto de San Martín, dentro de la Legua de Toledo, en el que este tipo de explotaciones relacionadas con el negocio trashumante estaban excluidas. Una situación que no impidió su gestión privada, tal y como hemos podido comprobar al realizar el estudio docu-

en dicha çibdad e los vecinos della e su tierra han padeçido e padesçen mucha hambre e detrimento asi de pan, porque no hay en que labren labradores, como de carne, que no ay en que anden e pastan los ganados que son neçesarios para el proveymiento desa dicha çibdad e su tierra, e que los que detenían las dichas dehesas en el termino e juridiçion de la dicha çibdad las han arrendado e arriendan a personas estrangeras de la dicha çibdad e su tierra, e las no han querido ni quieren arrendar tanto por tanto para labrar nin para los ganados del proveymiento de la dicha çibdad, como quier que les es ofreçido tanto e ms e con mejor seguridad de les pagar de lo que dan en renta por las dichas dehesas los dichos estrangeros e con aquellas misma condiçiones que los dichos estrangeros toman e arriendan las dichas dehesas, e por aquel mesmo tiempo, e lo que peor e mas grave cosa es, que algunas iglesias e monesterios e otras personas que tienen las dichas dehesas piden por que las arrienden a la dicha çibdad en la manera suso dicha, que la dicha çibdad les çeda e traspase el derecho e acçion que tienen e pretenden aver a las dichas dehesas, de lo qual todo se ha seguido que la dicha çibdad ha estado e esta en punto de pereçer por la dicha mengua de pan e carne e de aver en ella por esta cabsa muchos escándalos e inconvenientes (…)”. Carta de Enrique IV del 20 de julio de 1462. Archivo Municipal de Toledo 2/2/1. Reproducida en Molénat, J.P., op. cit., 1997, p. 509.

162 Marañón, G., Un juego de espejos: Toledo desde un cigarral, Madrid 2004, pp. 13-18. 163 Ordenanzas de Toledo. Título ochenta, de las heredades y viñas. Ver en Martín, A., (ed.), op. cit., 1858, pp. 133-135. 164 Carrobles, J.; Morín, J. y Barroso, R.; op. cit., 2009, pp. 156-158; Díaz del Corral, R., op. cit., 1987; Kagan, R.L., “La Toledo del Greco”, en El Greco de Toledo, Berlín 1982, pp. 35-73; Martínez, F., La invención de Toledo. Imágenes históricas de una identidad urbana, Ciudad Real 2007, pp. 113-138. 165 Ver el estudio dedicado a esta finca en esta misma publicación.

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Estas formaciones son las que nos encontramos en amplias zonas de la dehesa de Pozuela que es el último de los espacios estudiados a los que vamos a hacer referencia167. En ella hemos podido comprobar la existencia de una evolución enormemente compleja caracterizada por la consolidación de numerosos espacios irrigados en su interior, similares a los documentados en la Quinta de Mirabel o el cigarral de Menores, con una cronología que comienza en los siglos X-XI. Su desaparición hay que relacionarla con el proceso de adehesamiento sufrido por toda esta zona a partir de la segunda mitad del siglo XIV, cuando se inició el proceso de concentración de propiedades que, en este caso concreto, acabó liderando el concejo toledano para integrar estas antiguas posesiones en uno de los cotos carniceros de la Legua. De esta manera, desde mediados del siglo XVI y siguiendo una evolución parecida, aunque con evidentes diferencias, respecto a lo ocurrido en Mirabel, la finca se utilizó como espacio ganadero de carácter público y se mantuvo como tal hasta el siglo XVIII en el que se consolidó una nueva tendencia en el medio rural, que reorientó estas explotaciones a la práctica agrícola mediante la concesión de licencias para el “rompimiento” y aprovechamiento de amplias zonas de las antiguas dehesas168. Gracias a ello, ésta de Pozuela recuperó parte de su anterior aspecto agrícola que hubo que compatibilizar con la cría de ganado. A ello se debe la aparición de los corrales de pequeño tamaño y otras estructuras pastoriles que hemos documentado, que indican la existencia de explotaciones mucho más sencillas de las practicadas en Mirabel y otras zonas cercanas ligadas a la trashumancia. También la aparición de puestos de vigilancia permanentes que sirvieron a los guardas de la Legua para controlar el paso del ganado a este espacio e impedir el acceso de los rebaños privados que pastaban en las dehesas cercanas con las que limitaba y que dieron lugar a numerosos procesos y sanciones (fig. 64).

Fig. 64. Puesto de vigilancia en la antigua Dehesa de Pozuela.

mental, con todo lo que ello significa a la hora de mostrar el mantenimiento de la presión ganadera que todavía sufrían los espacios cercanos a la ciudad en los siglos XVII y XVIII. El uso de esta y otras dehesas parecidas quedó orientado a satisfacer las necesidades de pasto en invierno para el ganado trashumante y a permitir su aprovechamiento en verano para el ganado local. Su mayor o menor rentabilidad pasó a depender de la generación de un bosque aclarado característico del paisaje cultural de dehesa dotado de las condiciones óptimas para su explotación. Una situación que dependía de la existencia de puntos de aguada, de parideras y de todas aquellas construcciones necesarias para realizar las labores que requería el ganado en cada momento del año y que, como vimos, hemos localizado en nuestro estudio.

Así, gracias a los cambios producidos en los siglos XVIII y XIX que acabaron con la privatización de esta propiedad, la antigua dehesa de la Pozuela volvió a integrarse en cierta manera en el área agrícola cigarralera, siglos después del desarrollo de las explotaciones agrícolas andalusíes que se desarrollaron en este mismo espacio y que, al menos en parte, se conservaron en otras zonas cercanas.

5. EPÍLOGO

Junto a estas dehesas privadas nos encontramos desde el inicio de la Edad Moderna con la novedad de las carniceras que adquieren forma definitiva tras la aprobación de las ordenanzas de la Legua en el año 1549. Su funcionalidad, dirigida al abastecimiento del mercado local, condicionó su ubicación en un sector cercano a la población. Esta necesidad ocasionó un importante reajuste del campo toledano, al permitir la formación de nuevos espacios ganaderos dotados de unas características diferentes de las que encontramos en las dehesas privadas, al orientarse a una utilización carnicera y, por lo tanto, al mantenimiento de unos rebaños muy diferentes de los dedicados a la producción de lana. El resultado, como es fácil de imaginar, fue la aparición de formaciones culturales y vegetales diferentes que parten del mismo modelo de dehesa pero dan lugar a medios aparentemente más pobres como eran los retamares, fruto de la sobreexplotación, en las que destacaba la ausencia de una capa forestal importante166.

La realización de este estudio nos ha permitido conocer la existencia de diferentes modelos ganaderos en el entorno de Toledo y su evolución a lo largo del tiempo. Su conocimiento es el que permite interpretar y dar sentido a los restos arqueológicos, datos históricos e, incluso, ambientales que hemos expuesto. Todos y cada uno de ellos se convierten en evidencias de una manera concreta de aprovechar el espacio y, por lo tanto, de generar unos paisajes culturales que constituyen la base del que disfrutamos, gestionamos y transformamos en la actualidad. En el caso concreto del paisaje cultural cigarralero, partíamos al inicio de este trabajo de una duda: cómo siendo clara su relación con los antiguos espacios irrigados andalusíes, nos faltaba

167 Ver nota 47. 168 Donezar, J.M., op. cit., 1984, p. 280; López-Salazar, J., op. cit., 1998, pp. 292-294.

166 Tornero, J., op. cit., 2004, p. 111.

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conocer el motivo por el que sólo unos pocos hubieran llegado a nuestros días transformados en cigarrales, a pesar de contar con un entorno físico e histórico similar. La respuesta la hemos podido obtener en el estudio de los tres espacios de los que nos hemos ocupado, el Cigarral de Menores, la Quinta de Mirabel y Pozuela. En todos ellos hemos partido de un panorama similar en el siglo XI y hemos comprobado la existencia de una evolución claramente diferenciada, como consecuencia de la importante pero diferente presión ganadera que sufrieron y la consiguiente implantación de explotaciones muy diferentes.

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Las prácticas relacionadas con la ganadería fueron, por lo tanto, las responsables de la delimitación del paisaje cultural cigarralero y parte fundamental del mismo, al haber limitado, definido y especializado el espacio en el que se dispone, en el que se conservan cañadas, abrevaderos, descansaderos y corredores que todavía condicionan su disposición en el territorio. Sin el ganado el aspecto de nuestros cigarrales y su dispersión en el territorio serían claramente diferentes.

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EL ORIGEN DEL CIGARRAL. UNA TIPOLOGÍA OLVIDADA. EL EJEMPLO DEL CIGARRAL DE MENORES Jorge Morín de Pablos y Jesús Carrobles Santos

El jesuita Jerónimo Román de la Higuera a principios del siglo XVII indicaba que “Los cigarrales son así dichos porque en el estío cantan allí mucho las cigarras”. El Diccionario de la Real Academia define un cigarral como “casa de recreo y huerto que la rodea, en los alrededores de Toledo, con vistas sobre la ciudad”. Pero esta acepción ha quedado sobrepasada por la evolución social que ha hecho que, los cigarrales, en su gran mayoría, sean residencias permanentes. De los veinte cigarrales que componen la relación que hizo Tirso de Molina en 1624, apenas quedan siete u ocho identificables. Entre ellos están el palacete renacentista que fue del cardenal Quiroga, la Huerta del Rey y el de Las Nieves y el cigarral de Menores, este último mucho más modesto. En los albores del siglo XVII D. Jerónimo de Miranda y Vivero, canónigo de la Catedral de Toledo y perteneciente a una relevante familia vallisoletana, era el dueño del Cigarral. Miranda le encargó al arquitecto Monegro la construcción de un convento para la Orden, precisamente italiana, de los Clérigos Menores de San Francisco Caracciolo, a quienes proyectó donar el cigarral y una renta anual de 1.500 ducados. Dejó el cuidado del cigarral a unos religiosos cuya espiritualidad contemplativa y humanismo italianizante le eran tan caros.

Fig. 1 y 2. Vistas aéreas del Cigarral de Menores

cigarral abandonado de don Jerónimo de Miranda. Marañón acomete enseguida la restauración del cigarral. Mediante las obras, en apenas unos meses se consolidaron los muros y tejados de la casa, y se acondicionó para hacerla habitable. El edificio del antiguo convento que proyectó Monegro es de traza sencilla, sin pretensiones estilísticas. Tiene dos plantas, con un gracioso movimiento de planos y niveles. Una logia de tres arcos sobre columnas toscanas, y la espadaña, ponen una nota de distinción en su arquitectura. Uno de los mayores encantos del edificio se debe al precioso juego de sus plazoletas y jardines aterrazados, que integran armoniosamente los distintos niveles del terreno, con sus fuentes y vegetaciones frondosas, un paisaje italianizante en el que también se integra un campo de olivos y frutales.

El edificio se terminó a principios de 1619, el 16 de marzo fallecía don Jerónimo de Miranda, y el 28 de abril de ese mismo año los Clérigos Menores tomaban solemnemente posesión de su convento. Desde el Renacimiento hasta el Siglo de las Luces, los Menores disfrutarían del cigarral para su “apartamiento y soledad en la contemplación”, sin que aconteciese nada notable que nos haya llegado, salvo la gozosa paz espiritual que les dio fama en su tierra italiana de haber formado en Toledo un “Colegio di Santi”. En el siglo XVI, hacia 1570, Toledo conoció el momento de su máximo esplendor, de su mayor población y riqueza. Pero la decadencia llegó; las condiciones de una ciudad incómoda y cara inclinarán treinta años después, a comienzos del siglo XVII, la balanza a favor de la vecina villa de Madrid. Toledo, poco a poco, va a dejar de ser un centro político, comercial e industrial. Se convertirá en una ciudad abandonada por la mayoría de sus habitantes. En 1821 una sacudida liberal recorre España. Se vende el cigarral del Sobrino de Doña Leonor, en aplicación de las primeras leyes desamortizadoras, poniendo abrupto final a la presencia de los Clérigos Menores en la ciudad, produciendo su estado ruinoso.

El cigarral de don Jerónimo de Miranda, luego de los Menores, y ahora de Marañón, va a alcanzar el momento de mayor esplendor de su pequeña historia. Se convierte, como un cenáculo renacentista, en el lugar de encuentro de los artífices de uno de los períodos más brillantes y fecundos de la cultura española, conocido como su Edad de Plata. Sus protagonistas establecieron hitos literarios, científicos y artísticos prodigiosos. Muy poco después estallará la Guerra Civil. El cigarral padeció los crueles embates de la guerra. El convento de los Menores, bombardeado por un bando u otro, sufrió graves desperfectos, y los libros y el mobiliario de la casa y la capilla desaparecieron, como botín de las tropas nacionales y alimento de sus hogueras. En 1938 fue embargado “para asegurar las responsabilidades civiles de Marañón que determinarían

A finales del siglo XX, la ciudad recuperará por fin su propio impulso. En 1921 el doctor Gregorio Marañón compró el

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Fig. 3. Fotografía del cigarral antes de la Guerra Civil. Archivo Marañón.

1. ESTUDIO DEL MEDIO FÍSICO

las autoridades militares competentes”. Sus familiares lo restaurarán de nuevo y en 1942, Marañón, al llegar de su destierro, volvió a habitarlo. Seguirá siendo propiedad de su familia hasta la actualidad1.

1.1. Breve repaso a la unidad paisajística original El marco de estudio que es el Cigarral de Menores se sitúa en el borde cristalino que mira al valle del Tajo. En cuanto al relieve, se trata de un ámbito alomado, en algunas zonas con pendientes de mayor complejidad, otorgada sobre todo por la irregularidad de los afloramientos y bloques de roca cristalina dura que acoge en su seno, y con una estrecha incisión de la escorrentía natural en su parte oriental, desarrollada a favor del sistema local de fracturas.

1 El presente trabajo sintetiza los realizados en el Cigarral de Menores, tanto los trabajos de prospección, como las excavaciones. En el desarrollo de los mismos han colaborado un equipo interdisciplinar que se ha ocupado de diferentes aspectos, que serán recogidos en una publicación monográfica: Carrobles, J. y Morín, J. (eds.): Torres, cigarrales y trincheras. Los trabajos de arqueología en el Cigarral de Menores (Toledo). Madrid, e.p.. En este sentido, los estudios del medio físico fueron realizados por F. Tapias y C. Fernández; el estudio documental por I. Criado; el estudio de materiales por E. Agustí, L. González y J.M. Curado y, por último, el estudio palinológico y carpológico por M. Casas.

La litología viene determinada por las rocas metamórficas (gneises) que puntualmente asoman íntegras, a favor de las mayores pendientes y de las fracturas, pero que en este relieve

Fig. 4. Aspecto otoñal del zumaque y dosel arbóreo de almeces , olmos en los jardines del Cigarral de Menores y retazos de espartal bajo el encinar aclarado del cigarral, .

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Fig. 5. Plano con la dispersión de la vegetación actual en el Cigarral de Menores.

se muestran sobre todo alteradas, con una presencia importante de arenas y arcillas, matrices en las que se observan los cristales del material original.

Con todo lo dicho, el paisaje de este marco de estudio, idealizado en sus orígenes y sintetizado en las pocas líneas precedentes, conjuga unas características visuales dominadas por las texturas groseras, que poseen un componente cromático muy homogéneo, en el que predominan los verdes lustrosos, si bien estas tonalidades ganan en variedad durante las primaveras, por la floración de la cohorte florística acompañante del encinar, así como por el propio tono dorado de los amentos florales del Quercus. Los límites de esta unidad visual están bien definidos, si bien se hacen algo difusos al perder cobertura, sobre todo en las situaciones en las que afloran los sustratos líticos, incapaces de soportar el mismo arbolado.

La naturaleza de sus suelos es ácida, silícea, con una cierta acumulación de los mismos en las zonas más deprimidas y de suave pendiente, y un lavado importante allá donde ésta se hace mayor. La roca original, muy impermeable, muestra sin embargo la posibilidad de acoger pequeños acuíferos allá donde se han producido los fenómenos de alteración que dan lugar a las arenas y arcillas antes señaladas, así como a favor de mallas internas de fracturas y diaclasas. La vegetación propia de este ámbito, considerada en sus orígenes, en ausencia de la actividad humana acaecida durante milenios e intensificada en los últimos siglos, se corresponde con un tipo de bosque de hoja dura, esclerófila, en el que el árbol predominante es la encina (Quercus ilex ballota).

1.2. El paisaje vegetal actual del Cigarral de Menores El paisaje vegetal actual que se aprecia en el recinto del Cigarral de Menores es el resultado de un cúmulo de actuaciones humanas desarrolladas a lo largo de la historia, a través de la cual se suce-

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210 m

1:3.000

Perímetro del Cigarral de Menores

Olivar en bancal (fuera del ambito del cigarral)

Almeces en ribazo

Olivar+almez,carrasca,cornical,almendro y matorral

Almendro,olivo y carrascas en pastizal nitrificado

Zona verde /arbolado de sombra

Almendro,olivo,pastizal nitrificado en cigarral degradado

Zona verde/sombra con arbolado singular

Encinar con enebro, cornical/pastizal aclarado

Zona verde/sombra con presencia abundante de agave

Mosaico de almendros y olivo+pastizal nitrificado

Mosaico de matorral, olivo, almendro, encinas y arbolado de sombra con presencia de frutales

Mosaico de matorral,olivo,almendro,encina y sombra Olivar Olivar con ambito degradado de cigarral

Fig. 6. Plano con la dispersión de la vegetación potencial en el Cigarral de Menores.

dieron épocas que supusieron en mayor o menor medida cambios sustanciales en el aspecto de los bosques de encina originales.

El suelo muestra tapices herbáceos raquíticos, muy condicionados por la actividad de los conejos (Oryctolagus cuniculus), lagomorfos que son muy abundantes en el recinto estudiado, aprovechando los terrenos aptos para la excavación de sus uras y vivares: lomas con restos de asentamientos históricos, taludes, ribazos, entre otros. En general, la ocupación espacial de superficies locales por la presencia de espartos (Stipa tenacissima) y tomillares (en sentido amplio), con taxones como tomillos (Thymus sp.), cantuesos (Lavandula stoechas), rudas (Ruta montana), esparragueras, entre otros, es considerablemente menor a aquellas otras en las que los terrenos removidos y las zonas libres están cubiertos por herbazales diversos, ruderales y nitrófilos en muchos casos, con Marrubium vulgare, Ballota nigra, Thapsia villosa, Verbascum sinuatum, Artemisia vulgaris, Eryngium campestre, Sylibum marianum, Urtica y Conium en situaciones más umbrías, entre otras muchas especies.

A partir del análisis de los datos históricos existentes en la bibliografía y en otras diversas fuentes de información, como son las pinturas de varios autores y la sucesión de imágenes fotográficas, pero sobre todo considerando el estado actual de la vegetación local, se pueden de alguna forma inferir e interpretar las distintas etapas que ha experimentado el paisaje vegetal de la zona en cuestión, así como la variación de usos que el hombre ha aplicado al terreno durante el paso del tiempo. El encinar original de este territorio se muestra en la actualidad aclarado y muy fragmentado, dispuesto a modo de rodales, de matas dispersas de encinas, y de pies aislados de enebros (Juniperus oxycedrus) y carrascas, todo ello bien acompañado por cornicabras (Pistacia terebinthus) de porte notable y esférico que adquieren un gran valor paisajístico y otorgan un contraste cromático con el arbolado circundante, sobre todo en el otoño y debido al llamativo tono pardo rojizo de la senescencia foliar.

Toda esta vegetación natural, consecuencia directa de la degradación del encinar primigenio, esta ahora salpicada por cubiertas variables de plantas alóctonas, introducidas por la mano del hombre en distintos momentos.

Por lo general no existe un estrato arbustivo bajo los árboles, salvo en diversas situaciones de ladera y en algunos ribazos, enclaves en los que se aprecian guardalobos (Oxyris alba), jazmines de monte (Jasminum fruticans), espinos negros (Rhamnus lycioides), madreselvas (Lonicera periclymenum), romeros (Rosmarinus officinalis), esparragueras (Asparagus acutifolius), y escasos majuelos (Crataegus monogyna), almeces (Celtis australis) y retamas (Retama sphaerocarpa), todos ellos elementos naturales nativos de la zona tratada.

Son abundantes las plantas crasas armadas, como las pitas, las chumberas y las yucas (Agave, Opuntia, Yuca), todas de origen americano, y que se utilizan en diferentes localidades ibéricas para la creación de cerramientos vivos con el objeto de evitar el escape de la cabaña ganadera, o el paso ajeno a las fincas. También está presente el zumaque (Rhus coriaria), planta tintórea de gran vistosidad otoñal por sus variadas tonalidades,

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Fig. 7. Gregorio Marañón trabajando en el Cigarral.

que van del amarillo al ocre pasando por matices anaranjados y rojizos, muy diversos.

propio seno de los jardines, siempre a favor de los enclaves húmedos antes señalados que han facilitado su mantenimiento hasta llegar a nuestros días2.

Salpican las laderas diferentes árboles y arbustos implantados por el hombre, sobre todo por su valor ornamental, caso de granados (Punica granatum), moreras aisladas (Morus alba), cipreses (Cupressus sempervirens), pinos (Pinus pinea, Pinus halepensis), etc.

2 Del tema nos hemos ocupado en Fernandez, C.; Carrobles, J. y Morín, J. “La evolución de paisaje vegetal en el ámbito del Cigarral de Menores (Toledo)” en Restaurando el pasado, planificando

Son además importantes en el cigarral las superficies con presencia ordenada de olivos (Olea europaea) y almendros (Prunus dulcis), a menudo dispuestos en bancales y paratas. En algunos pies del olivar se pueden estimar edades centenarias, lo que da una idea del tradicional aprovechamiento realizado desde mucho tiempo atrás. También existen algunas otras zonas menores del ámbito estudiado con plantaciones recientes de diversos frutales y pequeños huertos. El entorno del conjunto residencial actual del cigarral incluye unos jardines de gran diversidad florística, con un interesante significado paisajístico a escala local. El diseño y el orden ajardinado incluye paseos sombreados por rosales y otras enredaderas, alineaciones de sombra con especies diversas, rincones frescos con fuentes y pequeñas láminas de agua en las que crecen plantas acuáticas, plazuelas delimitadas por setos recortados,… Laureles, moreras, cipreses, pinos carrascos y piñoneros, magnolios, madroños, durillos, aligustres, teucrios, santolinas, vincas, chopos, álamos, nogales, árbol del amor, falsas acacias, nísperos, árbol del paraíso, lilos, hiedras, adelfas, etc., son algunas de las plantas y árboles que adornan estos ajardinados, inspirados en modelos cortesanos europeos.

Fig. 8. Ermita de San Jerónimo

Destacan en todo caso unos pies de olmo (Ulmus minor) y de almez (Celtis australis) de gran porte, sin duda alguna centenarios, que se emplazan estratégicamente en algunas esquinas y bordes de la zona verde, a favor de puntos de agua del ajardinado, elemento hídrico muy abundante e importante en la propia historia del Cigarral de Menores; estos árboles pueden ser considerados como elementos naturales del paisaje vegetal local, quizás seleccionados por la mano del hombre a lo largo de los años, mantenidos como pies singulares, incluso en el

Fig. 9. Inscripción de la portada de la Ermita de San Jerónimo.

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2. LOS TRABAJOS DE PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA

ránea. Sin embargo, tenemos que destacar la ocupación andalusí, presente en la visibilidad de los espacios irrigados, los campos de cultivo, los caminos, la implantación del modelo cigarralero y los restos arqueológicos asociados a la Guerra Civil española después del episodio del Alcázar.

El Cigarral de Menores fue objeto de una campaña de prospección intensiva que buscaba definir las características del paisaje y las formas de ocupación humana del espacio y usos del suelo. Los resultados de la prospección arqueológica permitieron definir varios modelos de ocupación de la finca desde la Prehistoria reciente hasta época moderna contempo-

2.1. Los espacios irrigados Los trabajos de prospección realizados han permitido descubrir diferentes sistemas de irrigación –qanat y norias-, sistemas de recogida de agua –balsas-, campos de cultivo abancalados, etc., que tendrían un origen andalusí, aunque todavía se usan en la actualidad. Del estudio e interpretación de este tipo de restos ya nos hemos ocupado en un apartado específico de esta obra.

el futuro. X Congreso Hispanoamericano de Arboricultura - XIV Congreso Nacional de Arboricultura. Valencia, 2010, pp. 195-203.

Cigarrales Sistema Hidráulico Aterrazamientos Caminos Guerra Civil

Fig. 10. Topografía con los diferentes elementos identificados en los trabajos de prospección en el Cigarral de Menores.

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Fig. 11. Plano del cigarral con la numeración de los diferentes elementos identificados.

2.1.1. Alberca 1 y Sistema de traída de agua Con el objeto de detectar la posible existencia de una galería de traída de agua al estanque, situado en el sector suroeste del Cigarral de Menores, se ha procedido a la realización de un sondeo arqueológico de 4 x 3 m. Se inició la intervención arqueológica con la limpieza superficial del empedrado situado en las inmediaciones del Depósito de agua, en concreto, al este. Una vez realizada la limpieza del empedrado, se efectuó la caracterización estratigráfica mediante sondeo manual, posibilitando la documentación de una tubería de agua. Dicha tubería de agua de hormigón hidráulico, de construcción reciente (época moderna-contemporánea) tiene un desarrollo de unos 6/7 metros de longitud, en dirección este-oeste, detectándose en el sondeo unos 4 metros. Esta tubería se dirige de forma paralela al empedrado superficial, colocado inmediatamente al norte de éste. Finalmente, se efectuaron dos secciones del terreno, en los extremos del sondeo para determinar el desarrollo vertical de las posibles estructuras relacionadas con la traída de agua. De este modo en la sección del extremo este se detectó a sólo unos centímetros el sustrato geológico (gneis) en la totalidad de la planta de dicha sección, mientras que en la sección del extremo oeste, por debajo de la tubería no se localizaron estructuras arqueológicas in situ, sólo un nivel natural litológicamente compuesto por arenas de descomposición del sustrato metamórfico con los derrumbes de construcción del empedrado.

Fig. 12, 13 y 14. Fotografías de la alberca (dos imágenes superiores) y de los sistemas de traída de agua (imagen inferior).

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2.1.2. Alberca 2 Se trata de una alberca para la recogida y abastecimiento de agua, de forma ovalada. En uno de sus extremos se observa una conducción para la entrada de agua.

Fig. 15 y 16. Fotografía aérea y vista de la alberca.

2.1.3. Pozo 6 y galería Restos de una galería para el abastecimiento de agua. Se han recogido restos de tuberías de cerámica.

2.1.4. Pozo 1, Pozo 2 y estanques Se trata de pozos que aprovechan la capa freática, una vez que han sido inutilizados los sistemas más antiguos, como los qanat. El pozo 1 presenta un brocal circular y el pozo 2 un brocal de forma cuadrangular cubierto con estructura de ladrillo, más antiguo. El pozo tradicional tiene básicamente una función de abastecimiento doméstico, más que agrícola, ya que al no contar con un sistema efectivo de elevación de las aguas no se puede regar. Caso de ser comunal o ganadero el pozo suele contar con un sestero donde descansa el ganado tras abrevar. Asociado a estos pozos un estanque de forma rectangular, de unos 26,6 por 5,6 metros.

Fig. 18-22. Fotografías de los dos pozos y los dos estanques.

Fig. 17. Fotografía de la galería.

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2.1.5. Noria

2.2. Los campos de cultivo

Mucho más interés tienen las norias por su capacidad para generar pequeños sistemas hidráulicos que posibilitan la formación de reducidos espacios irrigados. Su importancia radica en el éxito demostrado en la creación de unidades de explotación reducidas que, yuxtapuestas, han permitido la formación de grandes huertas que no hubiera sido posible crear de otra manera. En el Cigarral de Menores se conserva una noria, además en sus inmediaciones se localizan diferentes bancales que muestran la existencia de una explotación agrícola intensiva que hay que vincular con el uso de este ingenio. La obra presenta unas características habituales en este tipo de estructuras. En sus inmediaciones se ubica una amplia llanura nivelada artificialmente que aún se dedica al cultivo de especies como el olivo. Sin embargo, es más que probable que el origen de este espacio estuviera vinculado con un espacio irrigado y la consiguiente explotación de las especies relacionadas con los cultivos de huerta o el plantío de frutales, que constituyen la base de todas las transformaciones que estamos analizando.

En esta fase además de identificar los aterrazamientos dedicados a la agricultura, se buscó poder precisar la cronología de los mismos. Los objetivos de esta fase del estudio consistente en la realización de sondeos geoológicos han sido diversos, al igual que los trabajos realizados: caracterizar el complejo de aterrazamientos mediante bancales de la ladera este del Cigarral 3, situado más al norte y obtener datos para la reconstrucción paisajística del entorno de los Cigarrales a lo largo del tiempo mediante la: --

Caracterización estratigráfica del sistema de bancales mediante sondeos manuales.

--

Toma de muestras palinológicas en los diferentes cortes estratigráficos para determinar el tipo de vegetación y cultivos existentes.

--

Toma de muestras de sedimento para determinar la posible conservación de paleosuelos y caracterización edafológica de los niveles de suelo.

--

Toma de muestras de sedimento orgánico para dataciones numéricas por el método del C14.

La limpieza superficial se ha realizado siempre siguiendo la secuencia estratigráfica real. Se han identificado, numerado y documentado todas las capas de tierra diferenciables, así como todas las estructuras aparecidas.

Fig. 23 y 24. Fotografías del exterior e interior de la noria. Fig. 25. Aterrazamientos sobre base topográfica.

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2.2.1. Complejo de aterrazamientos asociado a la conducción hidráulica

2.2.2. Complejo de aterrazamientos del Cigarral 3 Se ha efectuado la caracterización estratigráfica del sistema de aterrazamientos mediante sondeos manuales. En concreto, se han realizado 3 sondeos arqueológicos de 2 x 1 m, con el objetivo de caracterizar estratigráficamente los bancales aterrazados en las laderas orientales del Cigarral 3. Los sondeos se ubicaron en diferentes bancales situados en la ladera alta, media y baja. Se trata de aterrazamientos artificiales de origen antrópico, que actualmente se dedican al cultivo de olivos.

En las cercanías del Pozo 6, al oeste de éste se intentó comprobar mediante la realización de un sondeo arqueológico la posible existencia de una conducción de agua cercana al arroyo hacia los pozos existentes en cotas más bajas situadas al norte. Se realizó un sondeo geológico de 2x1 m en dirección oesteeste. Se trata de un muro de contención de ladera, de escaso desarrollo, con una sola hilada de piedras, que conforman dicho murete. Esta hilada de piedras se sitúa en mitad del sondeo, realizándose un sondeo de 1x1 m a cada lado, llegando al sustrato geológico de base y sin detectar un desarrollo en estratigrafía del murete.

Como resultado de dichos sondeos, no han aparecido restos arqueológicos en estratigrafía, si bien se han tomado una serie de muestras de varios niveles estratigráficos para la realización de análisis polínicos, edafológicos y para dataciones numéricas.

Fig. 29-31. Localización, fotografía y topografía de los aterrazamientos.

Fig. 26-28. Localización y fotografías de los aterrazamientos.

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Sondeo geológico 1: Realizado en la ladera alta del Cigarral 3, cercano a sus escaleras de acceso, presenta una potencia estratigráfica máxima entre 10 y 20 cm en el lado E del sondeo, siendo mínima en el O, debido a la superficie irregular del sustrato geológico (R) compuesto por gneises. Los suelos formados sobre dicho sustrato geológico son pobres, poco evolucionados y muy ácidos. Sobre la roca se ha documentado un nivel (N1 u Horizonte C) correspondiente al sustrato rocoso meteorizado en el que se puede apreciar un limo micáceo de color beige y cuya potencia varía entre 5 y 10 cm. Por encima aparece un suelo orgánico (N1 u Horizonte A), con raíces, de color marrón pardo, compuesto por arenas gruesas originadas por la descomposición del gneis y con matriz limosa. El espesor de este nivel varía entre 5 y 15 cm situándose por debajo de la cobertera vegetal (5 cm). En el nivel N1 se tomó una muestra para análisis polínico (MP1) y otra para análisis edafológico (ME1). Sondeo geológico 2: Realizado en la ladera media del Cigarral 3, por debajo de un camino de acceso a una finca colindante al Cigarral de Menores, presenta una potencia estratigráfica máxima de 40 cms. El sustrato geológico (R) es el gneis, por encima del cual se detecta un nivel de alteración (N1 u Horizonte C) de coloración rosada y compuesto por roca muy meteorizada y un limo rosáceo formado por la alteración de la roca. Por encima aparece un nivel (N2 u Horizonte C2) de unos 15 cm y compuesto por arena muy gruesa y gravilla con matriz limosa y muchos cantos subangulosos de gneises principalmente, siendo un depósito de carácter coluvionar. A continuación, se ha identificado un nivel (N3 u Horizonte B) de unos 10 cm y compuesto por arena muy gruesa a gruesa con abundante matriz limosa y con indicios de arcillas iluviales (H. Bt), tiene un color marrón algo anaranjado. Finalmente en superficie se ha documentado un nivel (N4 u Horizonte A) de entre 10 y 5 cm de suelo orgánico de matriz arenosa de descomposición, debajo de la cobertera vegetal mínima (2 a 4 cm). Se tomaron de base a techo 3 muestras para análisis polínico (MP2 en N1 , MP3 en N2 y MP4 en N3), además en el nivel N2 se tomaron también una muestra para datación numérica por C14 (M1 C14 ) y otra muestra para análisis edafológico (ME 1). Sondeo geológico 3: Realizado en el último bancal cerca del arroyo, actualmente sin agua, presenta una potencia estratigráfica máxima de 35 cms. El sustrato geológico es roca metamórfica (gneis) de color blanquecino-grisáceo. Por encima se detecta un nivel (N1 u Horizonte C) de alteración de la roca infrayacente, pero en esta ocasión aparece como un limo de color gris y composición micácea de unos 5 cm de espesor. Sobre el anterior se ha diferenciado otro nivel (N2 u Horizonte B) de unos 20 cm de espesor compuesto por arena muy gruesa con algo de matriz limosa y algo de materia orgánica. Finalmente a techo del sondeo se ha documentado un nivel (N3 u Horizonte A) de limo arenoso con alto porcentaje de materia orgánica, con 10 cm de espesor y correspondiente a un suelo agrícola. Se tomaron 3 muestras para análisis polínico (MP5 en el nivel N2, MP6 en la parte superior de N2 y MP7 en el N3). Se recogieron también una muestra para datación numérica por C14 (M2 C14) y otra muestra para análisis edafológico (ME 2), ambas en el nivel N2.

Fig. 32-37. Fotografías y cortes geológicos de cada uno de los tres sondeos realizados.

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Fig. 38. Cigarrales sobre base fotográfica

2.3. La ocupación cigarralera En los trabajos de prospección se pudo detectar la presencia de varios cigarrales de los siglos XVI y XVII y definir el paisaje cultural asociado a estas edificaciones.

2.4.1. Cigarral 1 Pequeña elevación del terreno en cuya cima se conservan los cimientos de un antiguo edificio, con muros de mampostería y los restos de unos escalones correspondientes a una escalera de acceso excavados directamente en la roca (migmatitas). Es el cigarral situado más al sur, localizándose el camino de acceso en la parte baja de sus laderas orientales. Su estado es ruinoso. Desde este cigarral se divisa la parte meridional de la ciudad de Toledo. En esta zona se detectaron tanto restos constructivos (muros, escombros), como materiales cerámicos. Corresponderían a un antiguo cigarral en ruinas. Los restos cerámicos localizados en este cigarral se pueden encuadrar en una cronología moderna-contemporánea, entre los siglos XVI y XVIII.

Fig. 39-41. Localización del Cigarral 1, fotografía de los restos y vista aérea del vuelo del año 1937.

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Fig. 42 y 43. Forografía aérea del Cigarral 3 y su planimetría.

2.4.2. Cigarral 3 Pequeña elevación del terreno en cuya cima se conservan los cimientos de un antiguo edificio, con muros de mampostería y una escalera de acceso de grandes dimensiones por su ladera oriental. Este cigarral se sitúa al norte de la finca del Cigarral de Menores. En sus laderas orientales existen bancales a modo de aterrazamiento para cultivo de olivos hasta el arroyo que discurre en las laderas bajas del cerro. Desde este cerro existe una vista de la parte suroccidental de la ciudad de Toledo. En esta zona se detectaron tanto restos constructivos (muros, escombros), destacando una escalera tallada en la roca, así como materiales cerámicos. Corresponderían a un antiguo cigarral en ruinas. En torno a este cigarral, se observa una zona de aterrazamiento formando bancales, posiblemente dedicados a cultivo. Para poder determinar su uso, se ha procedido a la recogida de muestras para realizar un análisis de pólenes.

2.4.3. Cigarral de Menores El Cigarral de Menores se terminó a principios de 1619 tomando los Clérigos Menores posesión de su convento. Desde el Renacimiento hasta el Siglo de las Luces, los Menores disfrutarían del cigarral para su “apartamiento y soledad en la contemplación”. El edificio del antiguo convento que proyectó Monegro es de traza sencilla, sin pretensiones estilísticas. Tiene dos plantas, con un gracioso movimiento de planos y niveles. Una logia de tres arcos sobre columnas toscanas, y la espadaña, ponen una nota de distinción en su arquitectura. Uno de los mayores encantos del edificio se debe al precioso juego de sus plazoletas y jardines aterrazados, que integran armoniosamente los distintos niveles del terreno. Forman un oasis de sensualidad, entre fuentes y vegetaciones frondosas, un paisaje italianizante en el que también se integra un campo de olivos y frutales con Toledo al fondo.

Fig. 44 y 45. Planimetría con la ubicación del Cigarral de Menores (abajo) Cigarral 3 (arriba).

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2.4. La Guerra Civil española En las siguientes líneas se avanza la importancia de la prospección arqueológica referida al caso concreto del cigarral de Menores, propiedad entonces del doctor Marañón, como ejemplo metodológico. En este caso, si nos ciñéramos al estudio de la documentación histórica, tan sólo estaría atestiguada la ocupación del cigarral por las tropas republicanas al principio de la contienda, así como la destrucción parcial de la edificación principal. La prospección arqueológica ha permitido documentar una situación mucho más complicada. Los primeros datos tienen que ver con la construcción de un sistema de trincheras defensivas por parte de los contingentes republicanos y la posterior ocupación del mismo por las tropas nacionales que implicó el emplazamiento de nuevas posiciones por parte de estos –Cigarral 1 y 3-. La excavación de una de estas posiciones –Cigarral 3-, que aprovechaba una antigua edificación del siglo XVI/XVII, nos permite conocer con cierto detalle el desarrollo de los acontecimientos bélicos a lo largo de la contienda. De ello nos ocupamos en detalle en el último texto de este estudio dedicado al Paisaje que genera la Guerra Civil española.

Fig. 46. Planimetría de las ocupaciones de la guerra civil española en el cigarral de Menores.

ría se han disparado y se refieren casi en partes iguales a proyectiles de bala y casquillos, recogiéndose también un pequeño número de munición sin disparar. La gran mayoría de la munición se corresponde al calibre 7x57 de punta redondeada, probablemente utilizadas en fusiles máuser, y producidas en su mayoría en la Pirotécnica de Sevilla. Se han recogido también algunas de la Fábrica Nacional de Toledo, una de la Western Cartridge Co. de East Alton (Illinois) y otra con marcaje de tipo alemán y de procedencia desconocida. También se han documentado dos casquillos de pistola de 6 mm de la Unión Española de Explosivos, restos de un cartucho de espiga del calibre 16 fabricado en la Societe Française des Munitions, de Paris y tres proyectiles de plomo, posiblemente utilizados como metralla de mortero.

2.5.1. Los trabajos de prospección Para completar los trabajos de prospección arqueológica intensiva, se decidió la realización de una prospección exhaustiva en la zona de trincheras del Cigarral de Menores. Los objetos recuperados han sido registrados y referenciados mediante coordenadas UTM para la realización de planos detallados de localización, para comprender mejor lo que sucedió en este campo de batalla. Así podemos determinar donde apareció cada tipo de bala, casquillo o cartucho. La gran mayoría de los restos documentados se corresponden con munición y restos de cartuchería. De estos, la gran mayo-

Fig. 47. Tropas republicanas en el área cigarralera.

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Fig. 48. Trinchera. Mapa con la dispersión de la munición

Los casquillos se concentran tanto en el interior de la línea de trinchera como en el exterior, mientras que las balas (algunas de ellas deformadas por los impactos) se concentran en la zona delantera del frente de trincheras. También destaca la recogida de cuatro monedas, correspondientes a los reinados de Felipe IV, Carlos III, Carlos IV, y una peseta del año 1944.

2.5.2. Trabajos desarrollados en la trinchera de la guerra civil Durante las labores de prospección de la finca del Cigarral de Menores se identificaron unos tramos de trinchera. Una vez identificada la naturaleza de los elementos localizados se procedió a la limpieza superficial de la zona mejor conservada de la trinchera, que bordea una encina siguiendo la curvatura de la pequeña loma en la que se ubica. Las labores de limpieza proporcionaron restos de munición además de residuos relacionados con la vida diaria de las tropas. Fig. 49. Fotografía de la trinchera excavada.

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Fig. 50. Proceso de excavación del Cigarral 3.

3. LA EXCAVACIÓN DEL CIGARRAL 3

asignar la identidad del cigarral, ya que no existe hasta el momento un dato irrefutable que afirme dicha coincidencia.

Los trabajos de prospección permitieron identificar diferentes cigarrales de los siglos XVI-XVII. Se decidió abordar la excavación en extensión del Cigarral 3 con el objetivo de definir una tipología arquitectónica que sólo se conocía a través de las fuentes históricas, o por la arqueología y no contaba con ningún espacio conservado. Además, gracias a los trabajos de prospección parecía clara la conexión de estos espacios del humanismo toledano con los espacios irrigados andalusíes.

El concepto de cigarral incluye los terrenos dedicados a la explotación agrícola, vinculada en este caso a árboles frutales y olivo, pero también a un edificio semejante a una casa de campo de retiro puntual. Si bien el Cigarral 3 concebido como inmueble tuvo asociado un terreno, éste se encontraría hoy día dentro del perímetro cercado del actual Cigarral de Menores. La edificación del Cigarral se dispone en lo alto de un pequeño cerro, situado al norte de los terrenos de Menores, cumpliendo una de las premisas básicas de visibilidad a la ciudad de Toledo. La importancia del paisaje dentro del concepto ideológico de la noción de cigarral, define la ubicación de estas casas de recreo en promontorios elevados que permitan el disfrute de la naturaleza, además de la visión idílica de la ciudad. Elevado a una cota de 553 metros la vista hacia el noroeste concede la imagen de Toledo y gran parte del valle del Tajo.

4. LA SECUENCIA HISTÓRICA DE LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA La denominación “Cigarral 3” ha venido dada por la clave otorgada a los diferentes elementos patrimoniales documentados en la prospección arqueológica del Cigarral de Menores. El yacimiento arqueológico es el tercero documentado de los que respondían a las características estructurales y materiales propias de un cigarral. El Cigarral 3 con toda probabilidad tuvo un nombre propio, aunque los vestigios documentales conocidos hasta ahora no son suficientes para determinar la propiedad del cigarral histórico.

En cuanto a las características de la construcción ya en prospección se definía claramente un conjunto estructurado en varias plataformas con restos murarios y una escalinata formada por bloques graníticos de mediano y gran tamaño. El mismo cerro geológicamente es un pequeño macizo de granito, que aflora entre el suelo silíceo en general de escasa potencia. Los “bolos” y piedras careadas son un componente abundante en el lugar y los alrededores, denotando la destrucción de construcciones de mampostería. En total se pueden estimar unos 670 m² de edificación confirmada, aunque podría incrementar su número en próximas intervenciones de excavación arqueológica.

El Catastro de La Ensenada de 1752, que hace una descripción de bienes de Toledo con fines tributarios, recoge un cigarral junto al de los Clérigos Menores (hoy Cigarral de Menores) que podría corresponder con las características de la ruina de la edificación objeto de estudio, el Cigarral del Mirador.

A lo largo del tiempo se han ido sucediendo las ocupaciones humanas, cuyos vestigios nos indican un primer poblamiento de la Edad del Bronce. Con posterioridad también se establece la hipótesis de una ocupación bajomedieval relacionada con la defensa del territorio y representada por la posible ubicación de una torre defensiva de sección rectangular. Dicha torre se-

Las dimensiones de la finca cercada encajan con el terreno que pudo albergar el Cigarral 3. Además, está reflejada su ubicación haciendo límite con la cerca del Cigarral de Menores. No obstante, hay que tomar el dato con cautela a la hora de

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Fig. 54. Vegetación y restos materiales previo a excavación (arriba). Desbroce manual del yacimiento (abajo).

Fig. 51. Vista 3D de la ubicación del cerro del Cigarral 3.

la última fase de formación del yacimiento, al abandonarse por completo las actividades antrópicas, salvo las propias del aprovechamiento agrícola. A la hora de establecer un plan de actuaciones se prefijaron unos objetivos acordes a los tiempos de excavación. El periodo de excavación se estableció en tres meses, durante los cuales la prioridad consistió en dejar bien definidas todas las estructuras de carácter constructivo del Cigarral, así como poder establecer, en la medida de lo posible, las sucesivas fases constructivas y de ocupación. No obstante, incluso después del desbroce no se pudo estimar con exactitud la potencia de los diferentes estratos. De hecho, el espesor de los niveles de derrumbes y colmatación resultó más elevado que la valoración realizada en un primer momento, dando lugar a algunas modificaciones en la programación de excavación establecida. El cambio consistió de manera básica en la excavación de parte de la superficie de algunos de los estratos de mayor extensión. Así, se otorgó preferencia a una lectura documental de carácter vertical, primando la excavación de la secuencia estratigráfica, en detrimento de la excavación íntegra de fase (que se realizará en la próxima intervención). Además, la altura media de las estructuras murarias conservada también ha sobrepasado las estimaciones más optimistas, lo que ha dado lugar a centrar esfuerzos en la excavación de los estratos de colmatación exteriores para dejar al descubierto los muros de las plataformas. Estos niveles han sobrepasado en algunos los 180 cm. de potencia, dejando al descubierto alzados de granito de imponentes dimensiones. En los siguientes apartados se describirán con mayor detalle estos particulares.

Fig. 52. Fotografía aérea oblicua del Cigarral 3 antes de excavar, en el centro de la imagen.

En cuanto a la dinámica de trabajo arqueológico se tuvo en cuenta la organización de los acopios resultantes, dada la gran cantidad de tierra y material constructivo (piedra, ladrillo y teja). La opción elegida para gestionar el sobrante de excavación ha sido separar los materiales según su posibilidad de uso. Los acopios no podían quedarse de forma permanente junto al yacimiento, ya que se rompe el conjunto paisajístico. Además, al situarse en parcela privada de los propietarios del Cigarral de Menores, no era posible realizar grandes acopios sin entorpecer otras tareas que se realizan habitualmente en el cigarral (tales como jardinería o trabajos agrícolas).

Figura 53. Vista aérea del Cigarral. Detalle de los voluminosos paramentos documentados.

ría reutilizada posteriormente como la base constructiva del primitivo Cigarral, a la que se añadirían en sucesivas reformas de ampliación dos cuerpos más de edificación, así como varias plataformas y escaleras de acceso. Ésta sería la ocupación más significativa del yacimiento, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Por último, habría que destacar la ocupación de tropas militares durante la Guerra Civil Española, siendo ésta

La solución consistió en separar los materiales durante el acarreo en las carretillas. De esta forma se ubicaron tres acopios

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implicó la conquista de las lomas que dominan Toledo al inicio de los combates de la batalla del cerro de los Palos. Su claro dominio es el reflejo arqueológico de un ataque rápido e intenso que no obtuvo respuesta por parte de las tropas republicanas que, simplemente, abandonaron la posición.

diferentes para material constructivo y transportar la tierra como aporte a las tierras de cultivo, en la zona baja del Cigarral. Los materiales constructivos podían ser empleados casi en su totalidad para labores de consolidación de las estructuras constructivas excavadas, así como de una posible restauración en alzado de los paramentos.

Dentro de este contexto de fijación del frente de guerra en torno al curso del Tajo se entiende la ocupación del cigarral de Menores por parte de las tropas de la 9ª División del Ejército Popular.

Por un lado, la piedra ha sido empleada para consolidar los muros, en un estado muy precario de estabilidad dado el grado de deterioro por la acción de las raíces y sucesivos derrumbes. Todavía existe piedra sobrante que podrá ser utilizada para la consolidación de los muros aún sin excavar. Por otro lado, el ladrillo y la teja han sido aprovechados para realizar el marcaje de la línea de consolidación de las estructuras arqueológicas. También podrían destinarse a la restauración de suelos u otros similares. Por último, las tierras sobrantes, aparte de tener un uso específico para el tapado de los restos por medio de malla geotextil, se acarrearon gracias a un pequeño tractor con remolque hasta un olivar cercano en cotas más bajas.

Después de la toma de Toledo por las tropas de Varela, la ocupación nacional había quedado fijada en la margen occidental del río, con la ciudad de Toledo como punto más importante, y dos cabezas de puente en torno a los puentes de Alcántara, que incluía el castillo de San Servando y San Martín. El dispositivo defensivo de la ciudad quedó fijado por el mando nacional en tres sectores: las fuerzas de Barrón se encargarían de la defensa del puente de San Martín y la Fábrica de Armas; el destacamento de la Academia defendería el puente de Alcántara, y las tropas del comandante Mizzian tendrían a su cargo el Hospital de Afuera, el arrabal de las Covachuelas, la plaza de toros, el Colegio de Huérfanos y las lomas del castillo de San Servando. Estas últimas, junto con las de Barrón, se encargarían también de la vigilancia del casco histórico.

La actuación arqueológica comenzó con el desbroce de toda la zona. El paisaje previo a la excavación estaba definido por un cerro con presencia de abundante vegetación estacional, así como de gran cantidad de cerámica y materiales constructivos. Además, ya se dibujaban las líneas de los muros más relevantes en cuanto a dimensiones.

Como ya se ha dicho, debido a su situación particular dentro del denominado Frente Sur del Tajo, Toledo quedaba en una posición muy expuesta tanto para la artillería como para un previsible contraataque republicano. Ambas circunstancias eran evidentes para el alto mando nacional, razón por la cual el general Varela, por entonces a cargo de la plaza, ordenó la realización de diversas operaciones destinadas a ampliar las reducidas cabezas de puente de Alcántara y San Martín y obtener así el control de los cerros ubicados al otro lado del cauce del Tajo que dominan la ciudad.

El desbroce, efectuado por medio de herramienta manual (legonas, tijeras de podar, etc.) se prolongó durante dos días dada la gran cantidad de espacio a desbrozar y la maleza acumulada durante años. Una vez concluidas las tareas de desbroce se determinó el comienzo de la excavación, con la retirada de varias acumulaciones de piedra y estructuras pertenecientes a la última fase de ocupación del cerro, con la contienda civil española.

La operación más ambiciosa fue el intento de ampliación de la cabeza de puente de San Martín en el tantas veces citado combate del cerro de los Palos, que se desarrolló entre los días 7 y 13 de mayo de 1937 y afectó directamente a este sector de los cigarrales. Entonces las tropas de Varela realizaron una incursión sobre los cerros de La Bastida, las Olivas de la Virgen, cerro de los Palos, cerro Pelao, vértice Pozuela, Las Lomas-Narizones y la dehesa de Loches.

4.1. La Guerra Civil El estudio de la Guerra Civil Española en la ciudad de Toledo ha ocupado miles de páginas. Sin embargo, la gran mayoría de ellas, salvo excepciones, se centran en el episodio del Alcázar olvidándose de la constitución de un amplio frente al sur del río Tajo y, por lo tanto, en las inmediaciones de la población. Frente que se mantuvo activo a lo largo de la contienda y que tuvo como reflejo la construcción de uno de los sistemas defensivos más importantes de la contienda española, similar a los mejor conocidos de Madrid, Ebro, etc.

La operación de ampliación de la cabeza de puente de San Martín y la subsiguiente desbandada de las tropas de Uribarri fueron interpretadas por el Estado Mayor del Ejército del Centro como un intento en toda regla de ruptura del Frente Sur del Tajo y avance nacional. A partir de ese momento el cerro donde se levanta el cigarral de Menores quedaría marcado como objetivo de una contraofensiva republicana. El peso de la operación fue encargado a la 11ª División de Líster, originándose entonces una lucha encarnizada entre ambos bandos contendientes, en la que se llegó incluso al combate cuerpo a cuerpo.

Después de la toma de Toledo por las tropas nacionales todo este sector alcanzó una notable importancia como amenaza latente de las posiciones recién adquiridas y como posible plataforma desde la cual organizar una ulterior contraofensiva por parte del ejército republicano. Desde lo alto de estos cerros la ciudad quedaba expuesta a la observación directa de los militares republicanos, constituyendo de hecho una magnífica plataforma para el ataque artillero sobre Toledo y de modo especial sobre la Fábrica de Armas, objetivo preferente de la artillería republicana. Fue precisamente esta circunstancia la que motivó que el Mando nacional trasladara la mayor parte de la producción de municiones a otras zonas más resguardadas del territorio controlado por los sublevados.

Legionarios y regulares ocuparon posiciones en varias de las pequeñas lomas existentes junto al cigarral de Menores que sobresalen en altura dentro del área de estudio, atrincherándose en los mismos y levantando parapetos con escombros de construcciones anteriores. Desde estas alturas, las tropas nacionales allí desplegadas consiguieron una excelente posición para controlar el entorno circundante.

El material asociado, sin embargo, es claramente nacional y corresponde a los primeros intentos de ruptura del frente que

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Fig. 55. Ubicación del cigarral en las cercanías de la ciudad de Toledo.

En conjunto, constituyen un magnífico testimonio de los enfrentamientos ocurridos, en los que se produjeron situaciones comprometidas y actuaciones personales destacadas, protagonizadas por combatientes de ambos bandos. Un testimonio de la intensidad alcanzada en la lucha por las posiciones ubicadas en este entorno, hoy tan apacible, lo tenemos en el expediente para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando al alférez Juan José Orozco. En el Diario Oficial del Ministerio del Ejército nº 205/1940, en el que se publicó la Orden de concesión de la prestigiosa condecoración, se reconoce como mérito la defensa de la posición nº 7 de la cabeza de puente de Toledo, el 11 de mayo de 1937, cuya descripción encaja perfectamente con la que estamos estudiando en el cigarral de Menores.

Todos ellos sirven para recordar que Toledo se mantuvo en primera línea de guerra hasta el último día del conflicto. Para finalizar este apartado, habría que describir las estructuras y estratigrafía documentadas de este periodo. En un paisaje de monte bajo y restos constructivos del antiguo cigarral la posición se establece realizando pequeñas obras de carácter defensivo para crear un puesto de pequeño-mediano tamaño. Las construcciones se adaptaron claramente a la ruina del cigarral, aprovechando la pequeña planicie de las antiguas estancias, así como los pocos muros que todavía quedaban en pie. Se levantaron varios parapetos de piedra suelta, abundante en el cerro por la destrucción del cigarral, situados en los alzados de los muros de granito sin uso. De esta manera, se dibuja un pequeño recinto de unos 60 m² protegido en todos sus flancos, especialmente hacia el sur, donde se situaría la línea de frente.

Del conjunto de piezas documentadas destaca la munición, en su mayor parte percutida, que incluye, a partes casi iguales, proyectiles y casquillos, aunque también aparecen piezas sin disparar. La gran mayoría de la munición se corresponde al calibre 7x57 de punta redondeada procedentes de la Pirotécnica de Sevilla y la Fábrica Nacional de Toledo. Además, se han encontrado otros materiales relacionados con la vida cotidiana como son dedales, hebillas, medallas, material médico, botes de leche condensada o latas de conserva, que formaban parte del rancho diario que permitió el mantenimiento de los soldados durante su estancia en estas posiciones.

Igualmente, también se construyeron líneas de trinchera excavadas en el terreno. Se ha podido constatar la existencia de una trinchera ubicada al oeste del cigarral. Únicamente se excavaron tres metros de longitud, documentándose una anchura de algo menos de 1 m. No obstante, en ambos perfiles de excavación se verifica que la trinchera avanza por dentro del cigarral y fuera de éste (se podrá confirmar la planta en próximas excavaciones). La línea de trinchera hacia el oeste parece virar con el emplazamiento de un muro antiguo de cerca, seguramente reutilizado, transcurriendo la línea parejo al mismo.

Este cruce de datos tan evidente entre el registro arqueológico y el documental, pone de manifiesto la importancia que tiene la adecuada recogida y estudio de los materiales asociados a las posiciones de ambos bandos, al permitir encuadrar cronológicamente el uso de cada posición y su correcta interpretación ante el constante cambio de posiciones producido.

En cuanto a la estratigrafía, los niveles que contienen materiales asociables al periodo de contienda son reducidos, aunque se localizan en una amplia extensión. Prácticamente en todo el nivel superficial aparecen restos de cartuchos, proyectiles, peines, etc. así como de objetos de la vida cotidiana. Además, debido a las remociones relacionadas con las obras de acondicionamiento del puesto defensivo, otros estratos arqueológicos de abandono del cigarral (UU.EE. 101, 103, 200, 400) contienen también municiones y otros materiales de esta época. Incluso en otras unidades estratigráficas (UU.EE 201,

A modo de resumen, la excavación del Cigarral 3, una construcción del siglo XVI/XVII, ha permitido documentar con detalle un momento concreto de la Guerra Civil Española. También, el amplio conjunto de material mueble relacionado que se convierte en un testimonio mudo de los combates ocurridos en los cigarrales toledanos, mucho tiempo después de la llegada de las tropas del general Varela al interior del Alcázar.

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Fig. 57. Trinchera documentada durante la excavación arqueológica.

todo tipo y abundante munición utilizada en los enfrentamientos que hemos descrito. Del amplio conjunto de piezas documentadas destacan los peines de muelle, numerosos proyectiles (varios de ellos impactados tras haber sido disparados desde distancias cercanas) y vainas de cartucho para armamento Mauser de calibre 7.57 mm procedentes de la Fábrica Pirotécnica de Sevilla y, en menor proporción, de la Fábrica de Armas de Toledo. También se ha localizado munición de fabricación italiana para Mannlicher Carcano, algunos cartuchos Lefaucheux de fabricación francesa, dos casquillos de pistola de 22/6 mm Flobert de la Unión Española de Explosivos, etc. El estudio de su disposición dentro del yacimiento muestra que las vainas se concentran tanto en el interior como en el exterior de la posición, mientras que los proyectiles y las huellas de impacto suelen aparecer con mayor frecuencia en la zona externa. Además, se han encontrado otros materiales relacionados con la vida cotidiana como son dedales, hebillas, medallas, material médico, botes de leche condensada o latas de conserva, que formaban parte del rancho diario que permitió el mantenimiento de los soldados durante su estancia en estas posiciones.

Fig. 56. Detalle de la línea de trinchera, cortando estructuras del Cigarral 3.

401, 402), plenamente relacionadas con actividades pretéritas (siglos XVII-XVIII), aparecen testimonios de la guerra, quizá por procesos postdeposicionales de permeabilidad estratigráfica (por ejemplo por acción de roedores, ya que existían muchas madrigueras en la zona). Por otro lado, la zona de la escalinata parece que fue utilizada con fines defensivos al apreciarse pequeños parapetos y unidades de revuelto con material contemporáneo (U.E. 404). La dureza de los combates relacionados con estos ataques y contraataques queda reflejada en el resto del material arqueológico localizado, en el que destacan numerosas anillas de granadas de mano de fabricación alemana, fragmentos de metralla de

Fig. 58. Plano de estructuras pertenecientes a la posición durante la Guerra Civil.

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Fig. 60. Estructuras murarias del Cigarral 3.

Fig. 59. Nivel de colmatación que sellaba las estructuras murarias del Cigarral 3.

4.2. El Cigarral La excavación del Cigarral tenía como principal objetivo poder delimitar las estructuras más importantes de la edificación del Cigarral 3, así como la secuencia estratigráfica de las remodelaciones del mismo. Aunque, tal y como hemos reseñado en apartados anteriores, no se ha podido excavar todo el conjunto de manera extensiva, sí se ha podido establecer una secuencia clara y coherente, además de poder bosquejar una planta del edificio y sus fases en conjunto. La construcción está estructurada en una edificación techada con varios módulos o habitaciones, una gran plataforma principal a modo de patio, además de una escalinata de acceso y dos plataformas anejas para su uso como jardín. La edilicia se compone de un total de tres módulos que se han ido construyendo sucesivamente en remodelaciones del cigarral. El primer módulo (posiblemente una antigua torre defensiva medieval como veremos más adelante) posee una superficie de unos 13 m² delimitada por muros de aproximadamente 70 cm. de espesor. A este módulo se añaden otros dos de forma consecutiva y de dimensiones similares. En un momento del siglo XVII se añade el gran patio, que articulará el conjunto de la edificación, con la escalinata y demás plataformas construidas en la misma fase, posiblemente coincidente con la ampliación del segundo módulo o habitación. Esta gran plataforma tiene una superficie, incluyendo el pasillo hacia las escaleras, de 140 m². La plataforma perimetral (2ª plataforma) tiene 105 m² y la 3ª plataforma unos 150 m². Teniendo en cuenta que la misma escalinata goza de una superficie de 80 m², la superficie completa edificada supera los 670 m², sin contar con que en la zona oeste no está verificada la existencia de más estructuras.

Fig. 61. Cigarral 3. Primera plataforma.

Fig. 62. Vista del corte de excavación donde se aprecia la potencia de los estratos.Hay que destacar que la unidad 101 sellaría las estructuras en todo el cerro. Sin embargo, se ha subdividido por razones de localización de materiales en varias unidades (UU.EE. 111, 200, 301 y 400).

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Fig. 65. Restos de la edificación por debajo de la cimentación de la plataforma.

Fig. 63 y 64. Arriba: plano con los cortes artificiales de excavación en la plataforma principal. Abajo: Unidades estructurales de nivelación constructiva (UU.EE. 116 y 122) y colmatación (U.E. 103).

Fig. 66. Fotografía con la ubicación en planta de la U.E. 103

4.2.1. Primera plataforma

Por debajo de este nivel, de aproximadamente 25 cm. de espesor, se documentó un estrato de color blanquecino y gran cantidad de restos constructivos (U.E. 103). Este nivel, con una potencia de unos 45 cm., se sitúa por encima del nivel de uso del patio. El estrato se formó debido al colapso de las edificaciones ya en abandono pleno. Las dataciones numismáticas nos sitúan el momento a finales del siglo XIX – principios del siglo XX.

La plataforma es el primer elemento estructural en el que se intervino. La hipótesis con la que se partía desde un primer momento era la posibilidad de que los estratos de colmatación fueran extensos, pero de escasa potencia. Esta teoría pronto se vio desarmada al documentar una potencia total, entre estratos de nivelación y colmatación, de cerca de un metro de potencia. La U.E. 101 estaba compuesta por tierra silícea de tonalidad anaranjada con restos constructivos y diverso material mueble. La cerámica, metal y otros elementos tenían una cronología muy variada, destacando cerámicas de principios del siglo XVII hasta, como vimos en el capítulo anterior, restos de balística de la Guerra Civil. La formación de este estrato probablemente se debe al depósito natural y alteraciones antrópicas a lo largo del tiempo, desde el abandono del Cigarral 3 desde finales del siglo XVIII – principios del XIX. Por este motivo, aparece una gran variedad en el repertorio material.

Al exterior y al oeste de la plataforma hay varios estratos en la zona que podría ser un vano de acceso a esta terraza. Entre varios estratos de nivelación destacan dos por sus características y cronología. Se trata de un pavimento de gravilla (U.E. 302), limitado justo donde estaría el vano y fechado por una Blanca de Felipe II. También una reparación posterior de este pavimento (U.E. 303), que contenía una moneda de ocho maravedíes de Felipe III. Si analizamos la teoría de la puerta como válida, estos estratos serían posteriores y fecharían la construcción en finales del siglo XVI – principios del siglos XVII.

Hay que destacar que la unidad 101 sellaría las estructuras en todo el montículo. Sin embargo, se ha subdividido por razones de localización de materiales en varias unidades (UU.EE. 111, 200, 301 y 400). Por otro lado, hay que destacar que el plan de excavación tuvo que cambiarse de manera forzada debido a la cantidad de tiempo empleado en excavar estratos de tanta potencia. El cubicaje aproximado para la excavación del nivel 101 fue de 35 m³, equivalente a dos camiones de carga de tres ejes. Se estimó hacer una excavación parcial de la plataforma para poder documentar la secuencia estratigráfica, y utilizar los recursos en otros sectores del yacimiento.

El relleno de la plataforma artificial está formado por los niveles 116, 115 y 122, que aparecieron con apenas restos materiales asociados. Por sus características físicas y disposición se llegó a la conclusión de que estábamos en la base de la plataforma del patio, como elementos constructivos de nivelación de la plataforma principal. Los estratos 115 y 122 estaban junto a los muros de la plataforma para servir de drenaje y dar plasticidad a la construcción. Estaban compuestos por cantos de piedra granítica menuda y teja con ladrillo respectivamente. La U.E. 116 estaba conformada por arena anaran-

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jada cribada y compactada, formando el grueso de la superficie de la plataforma. La cronología de este estrato, fechado por la cerámica, ha sido inesperada. Los tipos cerámicos se corresponden con la época Taifa y un fragmento de loza de mediados del siglo XV. Esta cronología es demasiado antigua, ya que tenemos datos secuenciales de estructuras que indican claramente que debería ser un momento posterior a finales del siglo XVI. Seguramente la arena de la U.E. 116 fue extraída de un barranco cercano donde se ubica una noria que sí se correspondería con estas fechas tan lejanas.

estuvo muy poco tiempo en circulación. Este dato acota bastante la cronología de este estrato, entre finales del siglo XV o durante algún momento de principios del siglo XVI. Además, parece que esta moneda que conserva el cuño de troquel fue doblada con una cizalla para que quedara condenada. La importancia de este hallazgo radica en que el grado de intrusión es nulo. La situación de la moneda en la misma roca y la construcción del suelo sellándola podría indicar incluso una intencionalidad de carácter fundacional. Por último, hay que destacar que no se continuó con la excavación de los nuevos restos ni con la nivelación de la plataforma hasta la roca. Se resolvió dejar las estructuras excavadas in situ para que se preserven como testigo de la antigua edificación bajo la plataforma. Los restos de la antigua edificación bajo la plataforma se taparon con tela geotextil, quedando por debajo de la nivelación artificial del recinto.

La excavación del corte artificial incluyó el rebaje de los estratos de nivelación para intentar documentar cómo se producía ésta con respecto al nivel de base geológico. Sin embargo, no se llegó al nivel del macizo granítico en toda la superficie, ya que antes se evidenció la presencia de una edificación anterior colmatada y nivelada por las obras de construcción de la plataforma. Seguramente perteneciente a parte de un antiguo cigarral el edificio se demolió y se dejaron las cimentaciones para dar mayor compacidad estructural a la plataforma. Estos restos se componen de un muro de mampostería (U.E. 117), un umbral de piedra de granito (U.E. 119), un pequeño tabique de entrada (U.E. 120) y restos constructivos de derrumbe (U.E. 118). En el eje con el umbral se ha documentado un agujero realizado en la roca (U.E. 141: 70x40x30) y podría ser un pie derecho de un poste central de la edificación.

4.2.2. Segunda y tercera plataforma Con esta denominación se han definido las estructuras constructivas y los estratos pertenecientes a una plataforma perimetral articulada en torno a los muros de contención del patio (2ª plataforma), y los vinculados a otro abancalamiento situado al este del Cigarral y al norte de la escalinata (3ª plataforma). La razón de que se incorporen ambos en el mismo apartado responde a que si bien las estructuras están plenamente diferenciadas los estratos de colmatación se ubican en extensión en ambos sectores estructurales, también construidos en el mismo momento. En cuanto al momento cronológico habría que decir que sería el mismo que la primera plataforma, al tratarse de una reforma global realizada en un solo momento.

Además, se pudo documentar el suelo original (U.E. 137) compuesto por arena de miga y cal en poca proporción. Aunque posiblemente no se trataba del suelo sino del preparado para la construcción de un losado de ladrillo. Hay que destacar que aparte de pequeños fragmentos cerámicos, se localizó una moneda de bronce en el contacto con la roca natural. Se trata de una Blanca de Castilla de los Reyes Católicos doblada por la mitad, sin resello, ni contramarca, ni recorte. Es decir, que si bien es una moneda de finales del siglo XV, parece que

Fig. 67. Sección tipo de la formación estratigráfica en las tres plataformas.

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Fig. 70 . Vistas de las estructuras que articulan las diferentes plataformas. Fig. 68. Estratigrafía inclinada.

Fig. 71. Fotografía de las UU.EE. 409 a 411.

Fig. 69. Estratos cenicientos de colmatación en la 2ª y 3ª plataforma

El sistema constructivo de aterrazamiento genera una estratigrafía deposicional lógica aunque poco común. La plasticidad de los estratos de colmatación lenta, como es el caso, genera niveles inclinados, en algunos casos con una graduación acentuada. Éstos contrastan sobremanera con los estratos horizontales de nivelación de carácter constructivo. El único inconveniente generado se produjo durante las labores de excavación. Ante la imposibilidad de trabajar de forma inclinada, se fuerzan los cortes de excavación hacia la nivelación, dando lugar en ocasiones a trabajar con dos estratos diferentes en un mismo plano. No obstante, gracias a una excavación cuidadosa creemos que no hubo ninguna intrusión de materiales entre estratos durante las tareas propias de excavación manual, además de la recogida y embolsado de material.

Fig. 72. Fotografía de las UU.EE. 409 a 411.

plan de excavación. De hecho, se superaron las expectativas, al evidenciar la existencia de un gran muro de contención con una altura muy superior a lo esperado. El nuevo descubrimiento otorgó una nueva visión del Cigarral 3 como conjunto, al aparecer ahora con mayor monumentalidad y riqueza arquitectónica.

La importancia de la excavación de estos sectores radicaba en la correcta delimitación de las partes estructurales del Cigarral. Los alzados del muro de contención de la plataforma superior, así como documentar cómo se articulaban los aterrazamientos, fueron en sí mismos un objetivo prioritario del

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Fig. 73. Vista aérea de la escalinata de acceso.

Por otro lado, los estratos de colmatación también iban a deparar resultados sorprendentes, ya que materiales muy antiguos del Cigarral aparecieron aquí y en gran número. Las UU.EE. 201, 401 y 402 son auténticos cenizales previsiblemente formados por una actividad dilatada en el tiempo. La hipótesis que se baraja relaciona la aparición de estos niveles con una fase posterior al abandono del Cigarral en su concepto de casa de campo de uso y disfrute intelectual. La edificación sería reutilizada como casa de labranza, vinculada al propietario de la tierra y su explotación. La casa de aperos tendría actividad en los momentos de descanso del trabajo (comidas, habitación para dormir, etc.).

Los resultados polínicos y carpológicos nos muestran una gran variedad de taxones. El registro de algunas especies como el cereal, vid, olivo, lenteja, etc. nos indican el aprovechamiento agrícola. Mientras que la documentación de otra gran cantidad de plantas, arbustos y árboles nos revelaría un uso como combustible. También habría que pensar en un periodo de impás con el abandono del cigarral hasta la reutilización. El abandono se produciría a finales del siglo XVII – principios del siglo XIX, coincidiendo con las luchas de la Guerra de la Independencia. En el área de los cigarrales se han documentado infinidad de impactos de proyectil de mosquete de esta época. Seguramente con las tropas napoleónicas ocupando las posiciones estratégicas (como ocurrirá después en la contienda civil) los propietarios de los cigarrales desparecieron de la zona, y con ellos la actividad de ocio y el material ligada a ella, aunque la situación se estabilizó con Fernando VII, la actividad de ocio de nuestro cigarral nunca más retornó. Habría que pensar en un periodo de pocos años en los que el Cigarral es totalmente abandonado sin que haya alguna actividad.

La cronología de los estratos se puede concretar gracias a la identificación de 21 monedas, casi en su totalidad de mediados del siglo XVII, salvo una moneda de Fernando VI y dos de Carlos III. Además, el material cerámico también ofrece datos interesantes. Las series cerámicas incluyen repertorios de muchos alfares diversos: locales, nacionales e internacionales. Se han identificado series de Talavera y Puente, así como local de Toledo, de entre principios del siglo XVII y finales del siglo XVIII. En cuanto a la cerámica foránea, hay importaciones de ámbito nacional y de ámbito internacional. Se ha registrado cerámica, sobre todo de la segunda mitad del siglo XVIII, de importaciones francesas y británicas, con probabilidad de ser extensible al mercado italiano y holandés.

El estrato U.E. 403 apoyaría esta teoría, ya que se encontraba por debajo de los niveles cenicientos, con una composición silícea y anaranjada, y justo por encima del estrato de nivelación de la 2ª plataforma. Este nivel indicaría una actividad intermedia, relacionada con acciones de derrumbe o desescombro, dada la cantidad de material constructivo presente en el mismo. Efectivamente, todo se puede deber al vaciado de la casa, arrojando la cerámica rota y demás enseres inservibles.

La formación de los “cenizales” surgió entonces en un momento posterior al de este complejo y lujoso repertorio cerámico, con las series más tardías en finales del siglo XVIII. La actividad de acopio de ceniza se realizaría entonces desde principios del siglo XIX y por un dilatado periodo indeterminado. Ésta consistiría en el vaciado de los elementos muebles que ya no resultaran útiles para el nuevo uso del edificio, además de verter los restos de ceniza y desperdicios de continuas actividades relacionadas con la cocina y labores agrícolas (desbroces, acopios, etc.).

La tercera plataforma también fue objeto de intervención arqueológica. Se realizó una cata de 2 X 6 metros para comprobar la secuencia estratigráfica de la estructura. La excavación del total de la plataforma fue inviable debido a su gran extensión y potencia de los estratos (más de 50 cm.).

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Los resultados de la intervención parcial fueron muy interesantes. La construcción de la plataforma se realizó gracias al aporte de tierra de otro lugar, seguramente del desescombro efectuado durante las reformas del cigarral de este momento. Los niveles inferiores contienen tal cantidad de ladrillo, teja, cerámica y piedra menuda, que hace pensar que se emplearon los escombros de otro edificio para rellenar la terraza. En efecto, se ha recogido gran cantidad de cerámica y otros materiales de los estratos U.E. 409 y, sobre todo, U.E. 410. Por otro lado, la topografía de la terraza, marcadamente inclinada siguiendo las escaleras, y la composición de la tierra hacen pensar que el uso destinado a este recinto fue el de jardín o huerto. No se han identificado estructuras asociadas, y el firme, además de inclinado, sería irregular e inestable. Por su parte, también hay que reseñar otro elemento arquitectónico de alcance dentro del conjunto: la escalinata. Ésta fue despejada en su parte larga ya hace décadas gracias al interés despertado por este lugar en Gregorio Marañón. La intervención en esta zona fue mínima, ya que se resumió en el desbroce manual de la vegetación y retirada de la tierra suelta.

Fig. 74. Fases constrcutivas del Cigarral 3. Estancias 1, 2 y 3.

El segundo tramo de escaleras, que articula el acceso de la segunda plataforma a la principal, sí fue objeto de limpieza y excavación parcial. La zona se encontraba bastante alterada por las madrigueras, que habían causado el hundimiento de varias de las piedras al quedar huecas por debajo. Por este motivo se hizo necesaria una consolidación de las piedras, para que no se perdieran para siempre las ya de por sí desplazadas piezas de la estructura.

4.2.3. El edificio principal La edificación destinada a “usos residenciales o de recreo” se componía de varios módulos o estancias anejas. La primera de ellas, la Estancia 1, era la que mejor se conservaba en altura por encima del nivel superficial. La estructura rectangular compuesta por muros de granito se adapta al macizo granítico del cerro. Incluso varios de los afloramientos, tallados en parte, se

Fig. 77 y 78. Enlucidos conservados in situ en los muros y estratos de derrumbe de los mismos (U.E. 105-106).

Fig. 75 y 76. UU.EE. 104, 105 Y 109. Muro este de la Estancia 1.

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Fig. 79. Estancia 1 después de la consolidación de estructuras.

Fig. 80. Sección arqueológica de las estancias.

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integrarían dentro de la estructura. De hecho, uno de los tres vanos documentados tiene cincelado el agujero del gozne del eje de la puerta y el hueco para facilitar la apertura de la hoja. La parte del muro mejor conservado en alzado es el de orientación este, manteniendo hasta tres hiladas. Sin embargo, el resto de los muros de la estructura apenas conserva algunas piedras, ya que se apoyaban sobre el granito natural por encima del nivel de uso actual. Estos mampuestos se encontraban totalmente enlucidos con una capa gruesa de mortero de cal, de unos 5 mm. de espesor, tanto en la cara externa como en la interna. Se han documentado varios tramos en los que todavía perduraba el enlucido en el mismo muro (U.E. 107 al exterior y U.E. 105 al interior). Además, al interior también se constata la existencia en algunas zonas localizadas de los derrumbes de los enlucidos de cal (U.E. 106). Este abandono se fecha con cerámica de mediados del siglo XVI, lo que nos indica que estos niveles fueron amortizados para construir un suelo encima, pero de éste último no nos quedaría nada. La estratigrafía del interior de la estancia se encontraba muy alterada, posiblemente debido a la reutilización de las estructuras de la ruina para la construcción de un puesto defensivo durante la Guerra Civil. Estas transformaciones afectaron al 80 % del espacio del recinto. Sin embargo, en una pequeña franja al interior y paralela al muro este se ha registrado una secuencia estratigráfica perteneciente a la época del Cigarral del siglo XVI. Por un lado, y a escasos centímetros del nivel de superficie se halló parte de un solado de ladrillo (U.E. 104). Por encima del piso se ha documentado en el mismo nivel de uso un pequeño hogar con ladrillo reutilizado (U.E. 112) en la esquina noreste. Sin poder determinar con exactitud de qué periodo es este suelo, es probado que está en relación con la reforma del anejo de la Estancia 2, entre los siglos XIII y XV. Las fechas vendrían dadas por la secuencia estructural, que indica que debería ser anterior a finales del siglo XV, y también por el material cerámico del relleno de la Estancia 2 (U.E. 124) con tipos y tonalidades de pasta bajomedievales.

Fig. 81. Estancia nº 2 se adosa a la existente.

Hay que destacar, por otro lado, al menos tres reformas estructurales pertenecientes a la remodelación del espacio. La primera de ellas es la apertura de un vano en la esquina suroeste, coincidiendo con la construcción de la Estancia 2, para dar comunicación entre ambas. El muro en esta zona se encontraba en un primer momento macizado, como demuestran los enlucidos exteriores en la zona. Luego se abriría y enlosaría para dar paso la otra habitación.

Fig. 82. Sección arqueológica de la Estancia 2.

La segunda reforma se trata de la construcción de un banco corrido o un alféizar de ladrillos (UU.EE. 108 y 109). Este elemento se realiza por encima de los ladrillos de base y tapando un paño de enlucido. Parece que se correspondería a una fase avanzada, dada la tosquedad de la factura. Además, una última remodelación posible sería la apertura de otro vano en el muro este. Se conservaba un pequeño tramo de ladrillo y piedra a “sardinel”. No se puede determinar a qué periodo pertenece, pudiendo ser original de la primera fase del Cigarral. También se excavó por debajo del nivel de pavimento, en el espacio donde no había solado de ladrillo. Los niveles más superficiales estaban muy alterados y sueltos (U.E. 111, igual a 101). Sin embargo, se constató un estrato de nivelación (U.E. 123) con tierra anaranjada silícea muy “limpia” y sin material asociado. Parece que la tierra fue cribada y compactada para

Fig. 83. Detalle estratigrafía Estancia2.

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Fig. 84. Sección arqueológica de las Estancias 3 y 4.

Fig. 87 y 88. UU.EE. 138, 139 y 140.

Fig. 85. Niveles de relleno al interior de la Estancia 3.

Fig. 89. Muro de la estancia 4 cortado por la construcción de una trinchera de la Guerra Civil.

Fig. 86. Planta con la ubicación del muro de la Estancia 4, adosada a la tercera.

taba restos in situ del enlucido exterior, demostrando que la segunda estancia fue construida en una fase posterior como una reforma del edificio. Asimismo, la diferencia de la fábrica de los paramentos (muros con piedra más careada y anchura muy inferior) y orientación diferente constataría esta teoría.

conseguir una superficie plana que sirviera de base para los enlosados de ladrillo. La modificación del edificio vino dada por la ampliación del mismo al adosar otro módulo o habitación (Estancia 2). Durante la excavación se documentaron varios muros de mampostería, así como varios niveles de uso y estratos de relleno. Gracias a la lectura vertical de paramentos también se pudo confrontar la secuencia de fases desde el punto de vista cronológico. El alzado exterior del muro de la Estancia 1 presen-

Con unas dimensiones similares al primer módulo, la construcción se ideó teniendo en cuenta la cota del suelo del edificio original. Así, se ha podido documentar un estrato de nivelación (U.E. 124) para poder levantar un pavimento a plomo con el ya reseñado (U.E. 104), aunque no se conservan restos del mismo. Este nivel se compone de tierra arenosa de tonalidad anaranjada

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Fig. 90. Vista aérea de la excavación de Cigarral con Toledo al fondo.

y se apoya directamente sobre un nivel de uso anterior (U.E. 125). Éste se trata con casi total seguridad del suelo exterior del primer edificio, con cerámica bajomedieval identificada.

En el interior y por encima del nivel blanquecino se ha podido documentar un estrato (U.E. 128) compuesto por gran cantidad de material constructivo, sobre todo de piedra. La formación de esta capa se produciría por una actividad de amortización de otras estructuras con la intención de conseguir una nivelación al interior de los muros. En algunas partes la piedra es de mayores dimensiones y está colocada formando un solado de lajas (U.E. 138). Posiblemente todo estaría cubierto por una capa de arena de miga (U.E. 127). También habría que destacar que por encima de este suelo aparece tallado el granito que, junto con paños de mampuesto, formaría un banco corrido (U.E. 140) enlucido con cal (U.E. 139). Por otro lado, el acceso se haría directamente al exterior por un vano documentado en el muro norte (de ladrillo). No se ha registrado ningún acceso al interior del edificio.

La segunda de las reformas generales documentadas corresponde a la construcción de la Estancia nº 3. Como puede apreciarse en las fotografías, el tipo de paramento es muy similar al de la habitación aneja. Se trata de muros de mampostería realizados con piedra pequeña y mediana y de buena factura. Los careados de la piedra están bien dispuestos, formando líneas muy homogéneas en los paños alzados. Sin embargo, se puede afirmar que esta obra corresponde a un momento posterior debido a varios factores concluyentes. Se aprecia claramente cómo las piedras del muro se adosan a la esquina de la otra estancia, además de ofrecer una orientación ligeramente diferente. Al interior la secuencia estratigráfica es totalmente diferente, con estratos de relleno y nivelación muy distintos a los identificados en las habitaciones anteriores.

La cuarta y última estructura identificada es la perteneciente a la designada como Estancia 4. De igual manera se ha excavado parcialmente siguiendo el muro sur, esta vez de menores dimensiones debido al mal estado de conservación. La excavación de la trinchera de la Guerra Civil descrita en apartados anteriores (U.E. 131) destrozó la estructura muraria hasta más allá de los cimientos. Así, se ha podido comprobar la existencia de un nuevo muro adosado, pero que únicamente conserva 1,5 m. de longitud. La excavación al otro lado de la trinchera no ha verificado su continuidad. Por esta razón, no se puede afirmar si la denominada Estancia 4 era otra habitación más, anejada al edificio preexistente o, por el contrario, se trata de otra estructura como un muro perteneciente a un porche o similar. No se pudo documentar ningún suelo asociable, contando con un estrato oscuro (UU.EE. 130 y 135) de gran potencia y con materiales de los siglos XVII y XVIII.

En efecto, el estrato de nivelación de piso inferior (U.E. 129) tenía una composición de tierra blanquecina con alto componente de cal, a diferencia de las otras nivelaciones con arena de miga. La nivelación se realizó por encima del estrato U.E. 136-142, de arena de miga posiblemente natural (no se puede distinguir una de otra por su composición). Los muros están construidos por encima de la misma, y al exterior continúa el estrato. La cronología atribuible por cerámica es de mediados – finales del siglo XVII, con series de Talavera y Puente del Arzobispo.

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Por último, únicamente habría que destacar la imprecisión, con los datos disponibles hasta el momento, a la hora de poder determinar la secuencia cronoestratigráfica en relación con el edificio principal debido a la falta de conexión entre los estratos estructurales y de relleno de ambos tipos de construcción. Sin embargo, sí se ha elaborado una hipótesis de la secuencia histórica teorizando sobre los fenómenos arqueológicos e históricos entrelazados de manera lógica.

Fig. 91. Plano de unidades murarias de diferentes épocas.

Fig. 92. Plano de relleno superficial. Todo se encontraba cubierto por estratos de arena de deposición lenta. Se han diferenciado varias unidades por su situación espacial, no por tener diferencias físicas concretas. S. XX.

Fig. 93. Plano de estratos de la terraza de la Primera Plataforma. Las UUEE 102 y 103 son depósitos de derrumbe. S. XIX y XX. La UE 113 y UE114 son rellenos constructivos anteriores.

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Fig. 94. Disposición de los cenizales en la Segunda Plataforma. S. XIX

Fig. 95. Suelos de la Segunda Plataforma (UUEE 202 y 406) y derrumbes (UUEE 403 y 405). S. XVII – XVIII.

Fig. 96. Plano correspondiente al relleno de la Tercera Plataforma.

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Fig. 97. Plano del interior de la Estancia 1: destacan los suelos (UE 104) y enlucidos (UUEE 105 y 107). S. XVI. También están reflejadas reformas posteriores (UUEE 108, 109 y 110), y un hogar fortuito (UE 112). S. XVI – XVII.

Fig. 99. Plano del interior de la Estancia 1: derrumbes de enlucidos (UE 106). S. XVI. Y el nivel de relleno de la estancia (UE 123). S. XII –XVI.

Fig. 100. Plano del interior de la Estancia 3: nivel de abandono. S. XIX.

Fig. 98. Plano del interior de la Estancia 2: relleno constructivo (UE 126) y nivel de uso de “calle” (UE 125). S. XII – XV. Estrato de relleno hasta suelo (UE 124). S. XV – XVI.

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Fig. 101. Plano del interior de la Estancia 3: nivel de derrumbe. Finales S. XVIII – S. XIX.

Fig. 104. Plano del interior de la Estancia 3: niveles estructurales de suelo y bancada (UUEE 138, 139 y 140). Nivel de relleno estructural (UUEE 129 y 136). S. XVII – XVIII.

Fig. 102. Plano del interior de la Estancia 4: niveles de uso prolongado (UUEE 130 y 135), cortados por trinchera de la Guerra Civil y rellenos (UUEE 131 y 134).

Fig. 105. Plano del interior de la Estancia 5 y Primera Plataforma: rellenos constructivos de nivelación (UUEE 115, 116 y 122). S. XVII – XVIII. Estructuras murarias de edificación (UUEE 117, 119, 120, 121, 143 y 144) y preparado de suelo (UE 137). Finales S. XV – principios S. XVI.

Fig. 103. Plano sector oeste: niveles de rellenos y colmatación (UUEE 306 y 307). Y estratos de preparado de suelo (UUEE 302, 303, 304 y 305). S. XVI – XVIII.

Fig. 106. Fotografía aérea del cigarral.

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5. LA CULTURA MATERIAL DEL CIGARRAL 3: LOS MATERIALES CERÁMICOS Durante el proceso de excavación arqueológica en el yacimiento de “El Cigarral 3 del Cigarral de Menores”, se ha podido documentar la presencia de gran cantidad de material cerámico, que en su mayoría se encuentra muy fragmentado por lo que en ocasiones nos impide apreciar con claridad tanto la tipología de la pieza, así como el motivo decorativo cuando esta lo lleva. Por lo que respecta a los tipos cerámicos se ha documentado la presencia de cerámica común, así como la cerámica vidriada (tanto estannífera como plumbífera) igualmente se han recogido algunos fragmentos de búcaro. También contamos con la presencia de restos de material constructivo, principalmente fragmentos de azulejos. A continuación pasamos a describir dicho material según el tipo de producción.

Fig. 107. Atifle -UE 103, nº 3718-.

5.1. Cerámica Común

Cabe destacar dentro de la producción de cerámica común la presencia de dos fragmentos cerámicos, correspondientes a sendas figuras de animales con los números de inventario 3734 y 3733; el primero de ellos pertenecería a la parte trasera de un posible caballito, en el segundo de los casos si se aprecia con claridad que se trata de una figura de un caballo, posiblemente una pieza de ajedrez. La utilidad de estas figuras zoomorfas ha sido motivo de diversos estudios, así para algunos autores se tratarían de exvotos o amuletos, mientras que para otros autores simplemente se trataría de juguetes; ejemplares similares se localizaron en la excavación realizada en el Alcázar de Guadalajara (algunos de ellos presentan restos de vedrío) con cronología de los siglos XIV-XV3.

La mayoría de los fragmentos de cerámica común obtenidos a lo largo de la excavación arqueológica se corresponden con piezas de cocina (principalmente fragmentos de ollas, orzas, cazuelas, etc.), así como recipientes de almacenamiento y contención de alimentos o agua como cántaros, tinajas, etc. Igualmente contamos con algún ejemplar de atifle (UE 103, número de inventario 3718). La gran mayoría de las piezas no presentan ningún motivo decorativo; algunas poseen decoración incisa, principalmente a peine a modo de líneas horizontales paralelas, decoración de cordón aplicado y algún estampillado en este último caso destacan varios fragmentos de asas. Por lo que respecta a los acabados las superficies se encuentran en algunos casos engobadas.

3 Crespo, M. L. y Cuadrado, M.A. Juguetes, juegos y arqueología, en El juguete popular en Guadalajara. Guadalajara, 2008.

Fig. 108. Fragmentos de cerámica común.

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Fig. 109. Estampillas encontradas en algunas piezas.

5.2. Búcaros o Barros Proceden de los búcaros portugueses, denominándose también barros, designándose a un tipo de vaso o recipientes para beber agua. En cuanto a las técnicas decorativas, presentan decoración incisa, impresa, a ruedecilla, incrustada, en relieve, aplicada, engobada, bruñida y a molde. Su uso se extiende principalmente entre los siglos XVI y XVII.

5.3. Cerámica Vidriada Como mencionábamos anteriormente contamos con ejemplares de cerámicas vidriadas, tanto estanníferas como plumbíferas, las piezas se encuentran vidriadas en ambas superficies así como al interior o exterior. La tipología de las piezas es la característica de las vajillas de mesa predominando principalmente, la presencia de platos, fuentes así como pequeños vasos, tazas, cuencos, jarras, etc. También contamos con algunos ejemplares de elementos de escritorio, como es el caso de los tinteros.

Fig. 110 Figura de un caballo, posiblemente una pieza de ajedrez.

5.3.1. Cerámica Plumbífera Esta cerámica se encuentra representada tanto con vedrío plumbífero melado como verde, aunque hay que destacar una mayor presencia del primer tipo con respecto al segundo. El vedrío se localiza o bien en ambas superficies o en alguna de ellas. Tipológicamente contamos con la presencia de asas, tapaderas, cuencos, jarras, ollas etc. Por lo que respecta a la decoración existen algunos ejemplares que presentan decoración en manganeso como es el caso de una fuente (número de inventario 3704), otros presentan decoración aplicada de cordón en su superficie exterior aunque en la mayoría de los casos la decoración es nula.

Fig. 111. Búcaros portugueses.

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Fig. 112. Cerámica plumbífera.

5.3.2. Cerámica Estannífera

de color marfil siendo aplicado en la superficie interior, en el borde y en parte de la superficie exterior; la serie blanca renacentista en la que ambas superficies se encuentran totalmente vidriadas.

Este tipo supone el mayor porcentaje de material cerámico localizado en la excavación. Por lo que respecta a la tipología encontramos principalmente piezas de vajilla para uso doméstico como es el caso de platos, vasos, jarras, fuentes, salseras etc.; y ejemplares de escribanía como son los tinteros.

Dentro de esta serie encontramos otra variante que algunos autores denominan serie blanca de anagramas o leyendas; en este caso se distinguen por llevar en el interior de las piezas una letra o un nombre completo, generalmente realizadas en azul cobalto. Las piezas se fabricaban de encargo para uso diario estando dirigidas a toda la población y a las órdenes religiosas5. Para otros autores existiría otro subgrupo: el denominado serie blanca con azul lineal, en este caso las cerámicas van decoradas con una o dos líneas horizontales en el labio, en algunos casos pueden ir con decoración central a base de una pequeña flor o algún signo de carácter lineal6. En el caso de la excavación del Cigarral 3 contamos con una amplia representación de estos tipos cerámicos principalmente los blancos renacentistas y los blancos con azul lineal. Cronología: desde la segunda mitad de siglo XVI hasta el XVIII aunque algunas producciones perduran hasta el siglo XX.

La mayoría de los fragmentos se corresponden con cerámica de Talavera, siendo reconocible algunas de sus series más comunes. Estas cerámicas se encuentran realizadas en su mayor parte a torno, aunque algunas piezas se hacían con molde, tal es el caso de las bacías o de los cuencos gallonados. Dentro de las series de cerámica talaverana, hemos podido documentar en la excavación, las siguientes4:

Serie blanca Esta serie es de las primeras que se fabricaron en Talavera, distinguiéndose dentro de ella algunas variantes: la primera es la denominada de tradición mudéjar que presenta un vedrío

4 Para el estudio de esta serie se ha seguido el trabajo de Portela, D. “Loza estannífera decorada de los siglos XVI al XVIII en la Meseta Central: Talavera de la Reina, Puente del Arzobispo y Toledo·, en Manual de cerámica Medieval y Moderna. Madrid, 2011, pp. 117-202 y González Zamora, C. Talaveras. Las lozas de Talavera y su entorno a través de una colección. Madrid, 2004.

5 Portela, D. op. cit., p. 211. 6 González Zamora, C. op. cit.

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Fig. 113. Serie Blanca.

Serie punteada polícroma

Serie jaspeada o del esponjado

Esta serie presenta como característica principal, la decoración de puntos en azul junto a motivos vegetales en azul, naranja, amarillo y verde. Estos puntos aparecen tanto en las alas de platos como rellenando espacios vacíos entre roleos, flores, tallos, líneas, etc. La producción principal de esta serie se enmarca entre mediados del siglo XVI y primer cuarto del siglo XVII.

Con esta serie se decoraron principalmente los albarelos, la técnica empleada consiste en aplicar por goteo o salpicando, oxido de cobalto sobre una superficie estannífera toda blanca o azul. Este motivo decorativo también se encuentra en orzas y en ánforas. También se encuentran motivos similares en algunos ejemplares de azulejos. Su cronología va desde mediados del siglo XVI al XVIII. Para nuestra excavación contamos con escasos ejemplares de esta serie talaverana.

Fig. 114. Piezas de serie blanca con anagramas.

Fig. 115. Pieza de pintada polícroma. U.E. 201-270.

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Fig. 116. Serie jaspeada.

Fig. 117. Serie tricolor o de rayado naranja.

Serie tricolor o de rayado naranja

El motivo decorativo más característico de esta serie es la cenefa que decora los bordes de los platos formada por una serie de rombos cruzados por aspas, alternando con unas eses alargadas; a menudo de estas salen unas palmetas de forma esquemática. En el interior de los platos pueden aparecer diversos motivos: religiosos, como el anagrama de la Virgen (Ave

Su producción va desde finales del siglo XVI hasta finales del XVII. Se caracteriza por el empleo del cobalto, el manganeso y el naranja; el manganeso se emplea para perfilar los motivos, el naranja para el rayado y el azul para rellenar.

Fig. 118. Serie policromada.

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Fig. 119. Serie azul o escenas azules.

Fig. 120. Serie helechos.

María), temas alusivos a la Pasión (clavos y tenazas); motivos faunísticos, como leones, ciervos, aves o animales fantásticos; también abundan los motivos vegetales, así como representaciones arquitectónicas, escudos de órdenes religiosas y en

menor medida escudos nobiliarios; igualmente cabe destacar los motivos figurativos los cuales permiten fechar con mayor exactitud estas piezas gracias a la descripción minuciosa que se hace en ellas, de los peinados y ropajes de la época.

Fig. 121. Serie adormidera o de rosa.

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Algunos autores distinguen tres fases dentro de esta serie7. La primera fase se desarrollaría en la segunda mitad del siglo XVI y en ella se distinguen, a su vez, dos tipos de composiciones; en la primera los motivos decorativos ocuparían toda la pieza, mientras que en la segunda el borde estaría ocupado la greca anteriormente descrita y el motivo principal ocuparía una mínima parte de la base, de la pieza decorada, y estaría inscrita dentro de un circulo. La segunda fase, comenzaría a finales del siglo XVI o comienzos del XVII, se daría una mayor producción del tipo dos de la fase anterior, comienzan a realizarse piezas con decoración de la serie de la estrella de plumas. La tercera fase abarcaría desde la primera mitad del siglo XVII hasta el XVIII. En esta fase el motivo más utilizado es la serie denominada de “estrella de plumas y encomienda o palmetas”. Fig. 122. Serie de puntilla.

Esta serie se utilizaba en gran variedad de piezas, así se ha podido documentar en platos, escudillas, jícaras, botellas, botes, lebrillos, palanganas, fruteros, especieros, salseras, etc. Al igual que sucede con la serie anterior contamos con muy pocos ejemplares en la excavación del Cigarral 3.

Serie policromada Serie así denominada por el empleo en sus composiciones decorativas, de varios colores característicos como son el verde, amarillos anaranjados, azules y marrón negruzco de manganeso, este último se emplea para el perfilado de los dibujos. Las piezas se decoran en su totalidad siendo los motivos decorativos muy variados; así podemos encontrar escenas de caza, escenas mitológicas, estampas taurinas, escenas campestres, representaciones arquitectónicas, zoomorfas, escudos heráldicos, siendo menos frecuentes los motivos religiosos a excepción de los escudos monásticos y las decoraciones de las pilas de agua bendita. Las piezas parecen verdaderos cuadros al introducir en estos temas el escorzo y la perspectiva. Muchas veces la figura queda enmarcada dentro de un paisaje, generalmente aparece la figura entre dos árboles que serán sustituidos, a finales del XVII, por el motivo conocido como “flor de la patata” momento en que también se simplifican los motivos decorativos perdurando hasta finales del XVIII. El repertorio formal es muy variado empleándose en platos, cuencos de gran tamaño, lebrillos, orzas, jarrones, aguamaniles, tinteros, pilas de agua bendita, etc. En nuestro caso cabe destacar un cuenco casi completo (nº inv. 3706) con decoración policroma.

Fig. 123. Serie de ramos polícromos o alcoreña.

Serie azul o de escenas azules También denominada por algunos autores, como serie de las terrazas flotantes8. Son piezas decoradas principalmente en azul, algunas veces incorporan una banda en naranja, y cuyos motivos decorativos recuerdan a las porcelanas chinas. El plato es la pieza que más predomina en esta serie aunque también se han encontrado cuencos, tinteros, orzas, saleros, etc. Para el caso de los platos el motivo central, se encuentra separado del borde por una serie de círculos concéntricos y suele ser generalmente de tipo arquitectónico, recordando las pagodas chinas. De este tipo hemos podido identificar escasos ejemplares.

7 Portela, D. op. cit.

Fig. 124. Serie heráldica.

8 Portela, D. op. cit.

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siciones por círculos concéntricos. El centro de la pieza se decora generalmente con un animal, conejo, perro, ciervo, etc.; siendo el más característico la golondrina, de ahí que algunos autores denominen a esta serie de helechos y golondrinas. Portela distingue tres tipos dentro de esta serie: en el primer grupo se encontrarían las piezas decoradas con grecas de golondrinas y helechos, fechándolas desde el último cuarto del siglo XVI hasta el primer cuarto del XVII, conviviendo durante un tiempo con la segunda fase en la cual las piezas van decoradas con grecas metopadas de helechos realizadas con trazos gruesos y cuya cronología abarcaría desde finales del XVI o principios del XVII y perdurando hasta finales del XVII; el tercer tipo sería el de helechos y hojas de palma, el motivo decorativo se pinta en azul grisáceo y el trazo es más grueso; la disposición es igual que en los casos anteriores; el ala se decora con una greca a base de espiguillas (hoja de palma) y helechos alternos, lo que da nombre a la serie; el motivo central es algo repetitivo dibujándose por lo general golondrinas y patos acompañados por motivos vegetales. Este último grupo conviviría con el anterior desde finales del siglo XVII y perduraría hasta el primer tercio del XVIII9.

Fig. 125. Serie pétalos orientales.

Serie adormidera o de rosa Basada según Seseña en la flor de Alcora, en el caso de Talavera se convierte en una flor de gran tamaño ocupando casi toda la superficie de la pieza; el borde suele ir decorado con una pequeña puntilla (Puntilla de Berain) de forma esquematizada. Junto con la adormidera aparecen también otras flores como claveles, rosas, etc., siempre de gran tamaño. González Zamora la denomina “Serie de Rosa”, y englobaría las decoraciones que en azul sobre blanco, representan como motivo decorativo principal una gran flor, acompañada de las hojas de su tallo10. Esta decoración puede convertirse en tema accesorio porque decore reversos de la Serie de escenas azules o porque disminuyendo sus proporciones acompañe a decoraciones de otras series.

Fig. 126. Serie en solo naranja

En cuanto a las formas, aparece en platos, cuencos, jarros, orzas, etc. La cronología de esta serie va desde el segundo cuarto del siglo XVIII hasta inicios del XIX.

Serie de puntilla Decoración de influencia alcoreña, utilizada en Talavera a partir de 1740, perdurando hasta 1780. El primer tema que se impone es el de la llamada puntilla de Berain. Esta decoración se aplicó a platos, fuentes, cuencos, aguamaniles, jarrones, etc. La puntilla y el resto de los motivos decorativos presentes se pintan en azul. La puntilla aparece siempre en cenefa y puede convivir con motivos de otras series (heráldica, rosas, etc.).

Fig. 127. Serie vermiculada.

Serie helechos Al igual que sucede con la serie azul, esta serie tienen también marcado carácter oriental, debiendo su nombre al motivo empleado para la decoración de las piezas, formado por una serie de elementos vegetales que recuerdan a los helechos; estas suelen ir acompañadas por golondrinas. Los motivos están pintados en azul cobalto, distribuyéndose, en el caso de los platos, en el ala y en la base siendo separadas ambas compo-

9 Portela, D. op. cit. 10 González Zamora, C. op. cit.

234

Fig. 128. Elementos constructivos de tipo decorativo.

Serie de ramos polícromos o serie alcoreña

Serie en solo naranja (tipo Virgen del Prado)

Esta serie se caracteriza por la presencia de pequeños ramos de flores policromas como único elemento decorativo. Esta decoración empieza a utilizarse en Alcora procedente de influencia francesa a mediados del siglo XVIII, imitándose rápidamente en Talavera. Destaca un tintero octogonal, nº inv. 3.698, con perforación para las plumas, ejemplar muy parecido a uno conservado en la colección Carranza fechado a finales del XVIII11.

Basadas en la producción alcoreña del siglo XVIII, comienzan a utilizarse en Talavera a partir del XIX con un éxito relativo. Destaca la producción denominada Virgen del Prado. En la intervención se han localizado diversos fragmentos de tazas.

Serie línea vermiculada Se caracteriza por el trazado con un punzón de un surco sinuoso en las bandas oscuras de manganeso, para que aparezca el blanco del fondo. Suelen presentar elementos vegetales polícromos u otros elementos flanqueando estas bandas.

Series heráldicas Esta serie se caracteriza por estar pintada con motivos heráldicos. Además pueden presentar otras decoraciones como filetes simples o cenefas y cartelas sencillas o adornadas.

5.4. Elementos constructivos de tipo decorativo Serie de pétalos orientales

En el desarrollo de la excavación, se documentaron distintos elementos constructivos de tipo decorativo, como alizares y azulejos con decoración policroma con dos técnicas presentes, la de arista y la pintada. Los azulejos de arista sustituyeron a los de cuerda seca y tendrán su mayor auge durante los siglos XV y XVI. La técnica consiste en imprimir con una plantilla un dibujo en relieve sobre el azulejo aun sin cocer, el dibujo queda rehundido delimitado por aristas y de ahí es de donde recibe su nombre. Suelen presentar forma cuadrada o rectangular y los motivos decorativos son muy variados, casi todos sacados de temas mudéjares: estrellas, lacerías, tallos, hojas; o bien de temas renacentistas tales como las veneras, ovas, pedestales, casetones, etc. Los alizares se refieren a piezas rectangulares cúbicas con una canal interior, a lo largo, que sirven para colocar en los ángulos de los muros o en las aristas de las fuentes, asientos, alféizares, etc.

Esta serie la compone un escaso conjunto de piezas caracterizadas por la decoración en azul sobre blanco o azul sobre azul, compuesta por roleos carnosos de trazado ancho en forma de “ces” o “eses”. Estas bandas se encuentran perfiladas con líneas exteriores hechas con pincel fino. Las bandas se disponen de forma simétrica formando “pétalos”. Las formas que presentan esta decoración son escasas, pudiendo documentarse platos, jícaras, platillos y tinteros. En cuanto a su cronología, se enmarcaría en el último tercio del siglo XVIII.

11 Pleguezuelo, A. (cood.), “Luces y sombras sobre las lozas de Talavera”, en Lozas y Azulejos de la Colección Carranza. Toledo, 2002.

235

6. ESTUDIO CARPOLÓGICO Y PALINOLÓGICO DE LA EXCAVACIÓN DEL CIGARRAL 3

para la estimación (test) fue de 20 litros. A partir de la información proporcionada por el test se tomó la decisión de tratar mayor volumen de sedimento en los casos en que presentaba riqueza de restos o, por el contrario, de no continuar con el tratamiento en los casos en los que la escasez de restos así lo recomendaba. Cuando se optó por tratar mayor volumen de sedimento, se hizo tomando las muestras en intervalos, tratando mayor volumen de sedimento en las unidades estratigráficas con una mayor potencia. Este tipo de recogida se basa en el supuesto de que la población de carporrestos de distribuye de manera uniforme en el sedimento de cada estrato. En total, se estudiaron 9 muestras sobre 415 litros de sedimento.

El presente análisis aborda el estudio de 9 muestras de sedimento recuperado durante la excavación arqueológica del Cigarral 3 (Cigarral de Menores, Toledo), desde el punto de vista carpológico. El material estudiado se ha recogido en 9 unidades estratigráficas diferentes. Las muestras UE 113b, UE 116 y UE 123 corresponden a sedimentos que debieron emplearse como elementos de nivelación en alguna fase constructiva de la edificación, por lo que son las que mejor pueden documentar la fase original de ocupación del Cigarral durante los siglos XVI y XVII, a falta de hornos, hogares, recipientes u otras estructuras de esta época. La UE 116 se encontraba nivelando la plataforma del patio, mientras que la UE 123 nivelaba el suelo de la estancia 1. Por su parte, la UE 113b nivelaba la parte de la estancia 3 más cercana al patio. Las muestras UE 201, UE 401 y UE 402 están constituidas por cenizas que rodean la edificación colmatando la 2ª plataforma de la estructura. Estos estratos están asociados a una fase de reutilización del Cigarral posterior al uso original que se le dio durante los siglos XVI y XVII (probablemente siglo XVIII y parte del XIX). Las muestras UE 101, UE 301 y UE 400 proceden de niveles de colmatación de la edificación durante su abandono (siglos XIX y XX). En estos niveles la remoción debió ser habitual, ya que los restos arqueológicos aparecidos tienen cronologías muy variadas.

Una vez recogidas las muestras, en primer lugar se llevó a cabo un tamizado por agua en columna mediante un chorro fino. Se emplearon tamices de 2 mm, 1,6 mm, y 0,6 mm. A continuación las muestras de sedimento se humidificaron lentamente permaneciendo unas horas en agua para posteriormente proceder a la flotación de los posibles restos carpológicos. Mediante agitación manual se disgregaron los restos de menor densidad, que fueron recuperados en la superficie del líquido. El residuo no flotante ha sido triado bajo una lupa binocular con el fin evitar perder cualquier resto que no hubiera flotado. Los restos recuperados fueron secados a la sombra y almacenados en recipientes plásticos que aseguran su conservación. Para la identificación taxonómica de los restos carpológicos se han observado los caracteres morfológicos presentes en las caras ventral y dorsal de las semillas. Para ello nos hemos ayudado del atlas especializado Villarías14, así como de la colección de referencia de semillas actuales de Auditores de Energía y Medio Ambiente S.A.

El principal interés del estudio arqueobotánico de yacimientos es, normalmente, aportar elementos de discusión a la problemática propia de cada yacimiento arqueológico, lo cual se ha convertido en una herramienta esencial. Normalmente se trata de intentar delimitar el tipo e intensidad de las actividades antrópicas. Asimismo se trata de reconstruir el paisaje en el que se desarrollaron estas actividades, considerándolo como el espacio de las relaciones sociales. En este sentido, la arqueobotánica puede informar sobre la deforestación del entorno de un yacimiento, la utilización selectiva de alguna especie, la introducción de especies exóticas, el establecimiento de cultivos, la relación entre períodos de sequedad y humedad, el nivel de circulación del agua, etc.

La interpretación del conjunto carpológico recuperado en el Cigarral de Menores resulta compleja, debido principalmente a la dificultad de diferenciar los carporrestos de origen arqueológico de aquéllos que han llegado al sedimento por contaminación del entorno. Si ésta es una de las problemáticas a las que se enfrenta habitualmente cualquier análisis carpológico, en el Cigarral de Menores adquiere una magnitud mayor, ya que el intervalo de tiempo que pretendemos conocer y en el que tratamos de identificar cambios significativos es reducido (a escala arqueológica) y, sobre todo, se encuentra muy cercano a la actualidad. Como consecuencia, algunas de las semillas de origen arqueológico se distinguen muy poco o nada de las actuales. Excepto en los casos de carbonización, en los que no hay duda que estamos frente a restos arqueológicos, el resto de semillas han de ser estudiados cuidadosamente para descartar las contaminaciones. Las semillas con mayor potencial de conservación bien podrían permanecer en el sedimento durante años, ser resedimentadas y mezclarse con las unidades estratigráficas, sobre todo con las más superficiales.

6.1. Estudio carpológico La metodología empleada para llevar a cabo el análisis carpológico ha seguido el protocolo propuesto por Buxó12. La recogida de muestras aplicada al Cigarral de Menores se centró en tratar de documentar las principales fases de ocupación de la edificación. Partiendo de esta premisa, se prestó especial atención a aquellas unidades estratigráficas más susceptibles de contener carporrestos13. En todas ellas se tomaron muestras puntuales en el curso de la excavación, consistentes en la recogida de los restos visibles que iban apareciendo. Además, de manera sistemática, se tomaron muestras estimativas para calibrar la riqueza de información carpológica de las principales unidades estratigráficas. El volumen constante utilizado

En total hemos recuperado 1.545 semillas que se han podido atribuir a 39 taxones diferentes. El conjunto resultante nos proporciona información que podemos agrupar en 2 tipos generales: --

12 Buxo, R. Arqueología de las plantas. Barcelona, 1997. 13 Coil, J. et alii, “Laboratory goals and considerations for multiple microfósil extraction in archaeology”, Journal of Archaeological Science, 30, 2002, pp. 991-1008.

Semillas asociadas a un contexto doméstico de manipulación de productos vegetales y actividades relacionadas con la cocina.

14 Villarías, J.L. Atlas de malas hierbas. Madrid, 2006.

236

Tabla resumen de los resultados del análisis carpológico: Siglo XVI-XVII Taxón Hordeum vulgare subsp. vulgare Raquis de Hordeum vulgare Triticum sp. Lens culinaris Malvaceae Chenopodiaceae Heliotropium europaeum Lamium purpureum Asphodelus sp. Arenaria sp. Calendula sp. Celtis australis Neslia paniculata Rumex sp. Buglossoides sp. Cerastium sp. Agrostemma sp. Olea europaea Papaver sp. Vitis vinifera Resto Vitis vinifera Galium sp. Bifora testiculata Amaranthus sp. cf. Umbelliferae Cistaceae Alkanna sp. Neatostema sp. Resto Ferula sp. Quercus ilex Prunus dulcis cf. Prunus avium Cynoglossum cheirifolium Compositae indet. Andryala sp. Taraxacum sp. Indeterminada tipo 1 Indeterminada tipo 2 Indeterminada tipo 3 Indeterminada tipo 4 cf. Euphorbiaceae (tipo 5) Otras indeterminadas. Nº total de géneros y sp. Nº total de restos Volumen (en litros) --

UE 113b

UE 116

Reutilización (s. XVIII) UE 123

UE 201 165 101

128 68 21

4 22

10 8 7 6 6 5 4 4 4 3 3 2 1 2 2

1 3 11 4 2 1

27

UE 401 37 26 3 1 9 14 5 23 4 3 3 21 1 2

Abandono del Cigarral

UE 402

UE 101

UE 301

UE 400 2

1 10 29 26

13

127 3 88 2 3 50

4 3 35

6

2

8

1 1

39

1 8

5

2

1 23

1 19 2

3 1 1 3 3 1

1

12

19 10 1

1 1 5 1

1 1 7 2

1 3 4

1 1 4

11 78 50

6

1 3 40

0 0 20

Semillas procedentes de un contexto no doméstico que pueden proporcionarnos información acerca de otras actividades (como tipo de cultivos) o de la composición vegetal de los alrededores de la edificación.

2 6

6 5 9 3 12 6

3 3 1 8 4

30 605 65

24 184 50

2 4 20

2 1 2 2 2

49 2

32 3

3

14 391 70

21 201 50

13 79 50

Cigarral (siglos XIX y XX) contienen únicamente semillas procedentes de un contexto no doméstico. Las muestras que documentan la fase de reutilización del Cigarral durante el siglo XVIII, y probablemente parte del XIX, presentan semillas que nos informan tanto del contexto doméstico, como de la vegetación del entorno, teniendo mayor peso las semillas relacionadas con la manipulación de productos vegetales de consumo alimentario.

Las muestras que documentan la fase original de uso del Cigarral (siglos XVI y XVII), así como las de fase de abandono del

237

UE 201

Fase de uso original del Cigarral (UEs 113b, 116 y 123)

malvaceae

Las muestras que documentan la fase de ocupación original de la edificación son las que han presentado un menor número de carporrestos así como una menor diversidad taxonómica. Estos sedimentos debieron utilizarse para nivelar los suelos de la construcción, por lo que es probable que tuvieran una procedencia exógena, probablemente algún barranco o zona de humedad cercano a la zona (quizás el propio río Tajo). El análisis palinológico nos aporta datos en esta misma dirección. Hemos podido identificar granos de polen de elementos ribereños, como aliso y olmo, en diversos estratos de nivelación (UE 113a y 113b). En este sentido, resulta llamativo que en la UE 116 las únicas semillas que han aparecido son de almez (Celtis australis). Estas semillas presentan carbonato cálcico en su composición15, lo que les confiere un potencial de conservación alto y nos permite considerarlas material arqueológico. Si bien las semillas de almez han aparecido de manera regular en casi todas las muestras de las diversas fases de ocupación, en este caso, teniendo en cuenta la hipótesis anterior y encontrándose sus semillas aisladas, podrían proceder de alguna zona húmeda cercana. El almez, aunque es un árbol utilizado desde antiguo como ornamental, es un elemento típicamente ribereño.

UE 401

malvaceae

malezas

malezas

cereal cereal

Fig. 129. Representación de los porcentajes de cereal, taxones de malas hierbas y Malvaceae en las unidades estratigráficas UE 201 y UE 401.

El resto de semillas identificadas, todas pertenecientes a la familia Compositae (Andryala sp., Calendula sp. y un género de dudosa adscripción taxonómica), han de considerarse contaminaciones, ya que su potencial de conservación es nulo y el número en que han sido encontradas muy bajo. Por último, cabe destacar la presencia de una semilla de olivo (Olea europaea). Curiosamente, las semillas de olivo son escasas a lo largo de todas las muestras estudiadas. Sin embargo, esta semilla junto a los granos de polen de olivo hallados en el análisis polínico confirman que estaba ya presente en esta fase de ocupación del Cigarral.

La UE 123 no presenta restos carpológicos. Por su aspecto, muy limpio, parece que la tierra fue cribada y compactada para conseguir una superficie plana que sirviera de base para los enlosados de ladrillo. La ausencia de restos carpológicos concuerda con la posibilidad de que este sedimento fuera cribado.

Fase de reutilización del Cigarral (UEs 201, 401 y 402) Las muestras que documentan una reutilización del Cigarral, posterior al uso original del edificio, están constituidas por cenizas que rodean todo el perímetro del patio. En estos sedimentos prácticamente la totalidad de las semillas se encuentra en estado carbonizado. Las UE 201 y 401 son, con amplia diferencia, las que contienen un mayor número de carporrestos y también una mayor diversidad taxonómica (30 y 24 taxones respectivamente). Por el contrario las cenizas procedentes de la UE 402 se han mostrado muy pobres en restos. En conjunto, estas unidades reflejan una imagen general interesante para interpretar la funcionalidad del espacio durante el intervalo de tiempo que supuso la reutilización del Cigarral.

En la UE 113b se han identificado la mayor parte de semillas de esta fase de ocupación. En este estrato también se han identificado granos de polen de aliso, indicando su procedencia exógena. Sin embargo, aparecen un conjunto de semillas que corresponden a la vegetación herbácea de las inmediaciones de la edificación. Algunas crecen en la actualidad en los alrededores de la zona. Todas ellas fueron producidas por plantas ruderales que se desarrollan en medios alterados por acción antrópica., es decir se trata de malas hierbas. Es el caso de Neslia paniculata, Bifora testiculata, Asphodelus sp. Cerastium sp. y una notable diversidad de boragináceas (Heliotropium europaeum, , Buglossoides sp. y Alkanna sp.). Uno de los principales factores que nos han hecho considerarlas como arqueológicas es la coloración debida a la acción del fuego. En el caso de Neslia, Bifora y Cerastium los signos de exposición al fuego son evidentes (figs 2 y 3). Los restos de Buglossoides sp. y Alkanna sp., en cambio, se hallan calcificados y presentan un color blanco por mineralización (Rovira, 2000) (fig. 4). En el caso de Asphodelus sp. su presencia ha sido confirmada polínicamente.

Los taxones identificados nos proporcionan información acerca de los usos culinarios de diferentes especies vegetales por parte de los habitantes del Cigarral. El primer taxón en importancia es la cebada vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare). Las semillas de cebada vestida presentan una sección alargada, ya que se encuentran apretadas por las glumas, de las que se pueden reconocer fácilmente los trazos de las nervaduras. La cebada es la compañera universal del trigo, que también se encuentra presente en las muestras, aunque de manera mucho menos abundante. El estado de conservación de las semillas de trigo no nos ha permitido identificar la especie concreta. Hay que tener en cuenta que comparada con el trigo, la cebada es considerada un cereal de inferior calidad. Sin embargo, la cebada se adapta mejor a las tierras pobres y resiste mejor los climas más secos, como es el de Toledo16. Así pues, parece posible que en las inmediaciones del Cigarral se situaran campos de cultivo en los que la cebada vestida sería el componente prin-

La explicación de la presencia de semillas en la UE 113b, mientras que las unidades contemporáneas son casi estériles, podría encontrarse en el hecho de que este estrato se encontraba sobre un hueco formado en un granito natural constituyente del zócalo. En este sentido, la UE 113b se asemeja a un agujero de poste.

15 Fernández, M. et alii, “Biomineralizaciones de sílice en Celtis tala (Celtidaceae)”, Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica, 40 (34), 2005, pp. 229-239.

16 Buxó, R. op. cit.; Precioso, M.J. “Estudio de los restos paleobotánicos en Murcía”, Revista ArqueoMurcia, I, 2003, pp. 1-33.

238

especies diferentes que dan testimonio de una mayor diversidad vegetal. Al igual que en la fase anterior, las semillas de la familia Compositae deben considerarse contaminaciones.

cipal. Esta hipótesis debe tomarse con cautela, ya que la existencia de cultivos de gramíneas no ha podido ser confirmada polínicamente. De todas maneras, es precisamente el registro polínico de los estratos de cenizas el que se muestra más pobre en palinomorfos, ya que no es el medio más propicio para la conservación de polen. Por esta razón, la presencia de cultivos podría haber pasado desapercibida fácilmente desde el punto de vista polínico en estas unidades, especialmente si los cultivos se encontraban situados a menor altitud, como es lógico, y a cierta distancia del Cigarral. En cualquier caso, si aceptamos la hipótesis de la presencia de los campos de cultivo de cebada, hemos de observar que después de la recolecta del cereal no se llevó a cabo criba del mismo. Así lo indica la gran cantidad de restos de plantas arvenses que debieron desarrollarse sobre los campos de cultivos, en los que al parecer no se eliminaban eficazmente las malezas. La cohorte de taxones típicamente arvenses identificados, la gran mayoría en estado carbonizado, está dominada por la familia Chenopodiaceae, pero abarca cariofiláceas como Cerastium sp., Agrostemma sp. (neguillón), y Arenaria sp., boragináceas como Heliotropium europaeum (verrucaria), Buglossoides sp., Alkanna sp. y Neatostema sp. y otros géneros como Papaver sp. (amapola), Rumex sp., Amaranthus sp. y Galium sp. Estas plantas son frecuentes en cultivos de secano.

Fase de abandono definitivo del Cigarral (UEs 101, 301 y 400) La asociación de semillas recuperadas en estas unidades estratigráficas corresponde a una cubierta vegetal dominada por elementos herbáceos de carácter nitrófilo y ruderal. Los taxones con mayor importancia son plantas que ya se encontraban presentes en las fases anteriores de ocupación, pero que aumentan su presencia numéricamente. Es el caso de Heliotropium europaeum (127 restos en UE 101), Asphodelus sp., Neslia paniculata y Bifora testiculata. Además aparecen otros taxones que implican una mayor degradación del medio y que se corresponden muy bien con una fase de abandono de la zona, en la que las plantas ruderales colonizarían sin límites el espacio ocupado por la edificación y los alrededores. Estos taxones son Lamium purpureum, Cynoglossum cheirifolium, Ferula sp. y las familias Umbelliferae, Cistaceae y Euphorbiaceae. Algunos de ellos se encuentran aún presentes en la zona, por lo que existe la posibilidad de que algunas de estas semillas sean actuales. Hay que contar con la posibilidad de que estos estratos superficiales hayan sido removidos por acción humana o por animales. Esto explicaría la aparición de restos de 3 bellotas en la UE 400 en una facies inmediatamente por encima de las cenizas.

La familia Malvaceae merece una mención especial. Dados los altos porcentajes que alcanza en la muestra de la UE 201, resulta dudoso interpretar este taxón como una mala hierba. Las 128 semillas carbonizadas recuperadas hacen posible pensar en un uso intencionado de esta planta. Su utilización en la alimentación no se encuentra bien documentada, pero sabemos que las hojas de malva pueden emplearse como sustituto de la lechuga.

En conjunto, las UEs 101, 301 y 400 comparten la mayor parte de los taxones. Presentan una similitud en especies y en diversidad taxonómica. Hay que destacar que la unidad 101 sellaría las estructuras en todo el cerro. Sin embargo, se ha subdividido por razones de localización de materiales en varias unidades (UEs 111, 200, 301 y 400).

Además, también se han recuperado semillas de taxones herbáceos que ya se encontraban presentes en la fase ocupacional anterior y que muestran una continuidad en el tiempo (Asphodelus sp., Neslia paniculata, y Bifora testiculata)

Las semillas de almez (Celtis australis) continúan estando presentes en todas las muestras de esta fase. Es posible pensar en una presencia local de almez, ya que en la actualidad aún se conservan algunos ejemplares en la finca. Pero también hay que tener en cuenta que los frutos de este árbol (almecina) son comestibles y un alimento muy apreciado por pájaros, que pueden dispersar sus semillas.

A parte de la cebada y el trigo, la manipulación de vegetales para su consumo incluyó la uva (Vitis vinifera), de la que se han recuperado 2 semillas carbonizadas así como restos de su pedúnculo floral, por lo que no se puede descartar su cultivo, al menos de manera residual. Las semillas de vid se encuentran en muy buen estado de conservación. Esto, unido a la presencia de glumas en algunas de las semillas de cebada, nos indica que la temperatura a la que fueron sometidas no fue muy alta, de lo contrario la conservación de las glumas sería imposible17. También se ha identificado lenteja (Lens culinaris) en la UE 401. Aparecen 3 semillas de olivo (Olea europaea), las más abundantes de todas las fases de ocupación, además de 3 restos de bellotas y fragmentos foliares carbonizados de encina (Quercus ilex) y un resto que hemos atribuido a cerezo (Prunus avium), aunque su estado excesivamente carbonizado no nos permite confirmarlo con seguridad. Las semillas de almez, si bien están presentes a lo largo de todas las muestras, son más abundantes en esta fase de ocupación. Es muy probable que sus frutos fueran utilizados en la alimentación.

Es significativa la aparición de endocarpos leñosos de almendro (Prunus dulcis), que sugieren una llegada reciente de este frutal al Cigarral.

6.2. Estudio palinológico La palinología es una disciplina botánica centrada en el estudio de las meiósporas. El término meióspora agrupa los granos de polen de las plantas fanerógamas (gimnospermas y angiospermas) y las esporas de pteridófitos, briófitos, algas y hongos.

Por último, se han recuperado semillas carbonizadas de dudosa adscripción taxonómica, pero que con seguridad pertenecen a 4

La esporopolenina es uno de los componentes fundamentales de la pared de los granos de polen. Esta molécula es una de las más resistentes de la Naturaleza y responsable de la extraordinaria resistencia de los palinomorfos a procesos físico-químicos.

17 Braadbaart, F. et alii, “A laboratory simulation of the carbonization of sunlowers achenes and seeds”, en J.Anal. Appl. Pyrolysis, 78, 2007, pp. 316-327.

En condiciones de baja concentración de oxígeno, el polen se conserva en buen estado y, debido a su gran valor taxonó-

239

la vegetación de la zona. La identificación de los granos de polen se ha llevado a cabo con la ayuda de diversos atlas especializados21, así como de la colección de láminas de referencia del Laboratorio de Palinología de Alicontrol.

mico y a las enormes cantidades en que es producido, puede suponer una excelente fuente de información directa de la vegetación pasada18. En el Cigarral 3 del Cigarral de Menores se han analizado palinológicamente un total de 10 muestras de sedimento procedentes de 10 unidades estratigráficas diferentes. 8 de estas 10 unidades han sido estudiadas también desde el punto de vista carpológico, por lo que resulta muy útil comparar los resultados de ambos análisis. De la fase de uso original del Cigarral (siglos XVI y XVII) se han analizado las muestras UE 113a, UE 113b y UE 123, que corresponden a sedimentos que debieron emplearse como elementos de nivelación en alguna fase constructiva de la edificación. La UE 123 se encontraba nivelando el suelo de la estancia 1, mientras que la UE 113b nivelaba la parte de la estancia 3 más cercana al patio. Además, hemos analizado la muestra UE 125, que se encontraba por debajo del estrato de nivelación de la estancia 2 (UE 124) y que se trataría por tanto del sedimento de mayor antigüedad de los estudiados. Documentando la fase de reutilización del Cigarral (siglo XVIII y probablemente parte del XIX), posterior a su uso original, se han analizado las muestras UE 201, UE 401 y UE 402. Estos sedimentos son cenizas que se encontraban rodeando la edificación, colmatando la 2ª plataforma de la estructura. Por último, de la fase de abandono del Cigarral (siglos XIX y XX) proceden las muestras de la UE 101, UE 301 y UE 400. Se trata de niveles de colmatación de la edificación una vez abandonada. En estos niveles la remoción debió ser habitual, ya que los restos arqueológicos aparecidos tienen cronologías muy variadas.

A continuación se muestran los valores comparados de la riqueza polínica de las 10 muestras analizadas: Riqueza (palinomorfos/gramo)

600 500 400 300 200 100 0 UE 0

101 1

301 2

400 3

201 4

401 5

402 6

113a 7

113b 8

123 9

125 10

muestra

Para el cálculo del contenido en palinomorfos se ha empleado el método volumétrico, que tiene en cuenta la masa de sedimento tratado, el volumen de levigado obtenido, el volumen de levigado utilizado para montar las preparaciones y el porcentaje de ese volumen que es observado durante el recuento polínico. Las muestras presentan un contenido en palinomorfos heterogéneo y pobre. Las muestras procedentes de los estratos más superficiales y correspondientes a la última fase de ocupación presentan una mayor riqueza polínica. Las muestras constituidas por cenizas son las más pobres. Este tipo de sedimentos no es el más propicio para la conservación del polen. Las muestras de la fase original de uso del Cigarral presentan contenidos polínicos muy dispares, indicando la heterogeneidad de su procedencia. La muestra de la UE 125 se ha mostrado estéril.

Las muestras se tomaron durante el curso de la excavación a medida que se fueron identificando las unidades estratigráficas. Se introdujeron en bolsas de plástico aisladas del exterior de manera hermética. Las muestras han sido tratadas químicamente en el Laboratorio de Palinología de Alicontrol durante los meses de octubre y noviembre de 2011 mediante un protocolo obtenido tras sucesivas modificaciones del protocolo clásico inicialmente propuesto por Phipps y Playford19.

El comportamiento de las muestras frente a los diferentes reactivos nos permite desde un primer momento confirmar la diferenciación de las distintas fases de ocupación. Las muestras de cenizas presentan un alto contenido en carbonatos. Las muestras más superficiales presentan un contenido medio en carbonatos, mientras que las muestras de una edad superior son pobres en carbonatos. En general, todas son ricas en materia orgánica, como se ha puesto de manifiesto mediante reacciones intensas frente a la potasa (KOH). La cantidad de restos orgánicos conservados en los sedimentos es tan grande que algunos han resistido las digestiones de las bases. Se pone de manifiesto la presencia generalizada de silicatos en las reacciones frente al ácido fluorhídrico, lo cual es totalmente lógico tratándose de un medio granítico.

La lectura de las láminas de cada muestra se ha llevado a cabo con un microscopio Leica DME, barriendo en su totalidad las preparaciones de un volumen de 15 μL cada una. El tratamiento de los datos obtenidos y la representación gráfica del diagrama polínico se han llevado a cabo mediante los programas TILIA y TILIAGRAPH 2.020. Para considerar significativos a nivel estadístico los recuentos polínicos, se han contabilizado un mínimo de 150 palinomorfos en cada una de las muestras. Los palinomorfos no polínicos han sido excluidos de la suma polínica para no enmascarar los datos relativos a

Resulta común que los ambientes de sedimentación que conservan diversos tipos de materia orgánica, como es el caso de las muestras analizadas, preserven también el polen de las plantas que habitaron en la zona y las distintas esporas de los organismos que se desarrollaron. En el Cigarral 3 encontramos ambos, siendo los granos de polen de origen vegetal más abundantes.

18 Dupré, M. Palinología y paleoambiente. Nuevos datos españoles. Valencia, 1988; Sánchez Goñi, M.F. “Les changements climatiques du Paléolothique Supérieur. En quête sur le rapport entre paléoclimatologie et préhistoire”, Zephyrus, 49,1996, pp. 3-36; Galop, D. y López Sáez, J.A. “Histoire agraire er paléoenvironnement: les apports de la playnologie et des microfósiles non-polliniques”, Trab. Antropol.Etnol., 42, 2002, pp. 161-164. 19 Phips, D. y Playford, G. “Laboratory techniques for the extraction of palynomorphs from sediments”, Papers of the Geology Departament, 11, 1984, pp. 1-23.

21 Reille, M. Pollen et spores d”Europe et d’Afrique du nord. Marseille, 1999.

20 Grimn, E.C. Tilia version 2. Springfield, 1992.

240

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AP (Árboles)

Árboles / Herbáceas

Riqueza

Cronología

UE 101 UE 301

s. XIX - XX

UE 400 UE 201 UE 401

s. XVIII - XIX

UE 402 UE 113A UE 113B

s. XVI - XVII

UE 123 ¿ s. XV ?

UE 125 40

20

20

40

60

80

100

20

20

80

NAP (Herbáceas)

Hongos

Q ue Al rcu n s Ul us ile m xco Ju us cc ni if e pe ra Co r u m s po sit ae lig ul Co if l or m ae po sit ae t ub Ch ul en if l or op ae od ic Li ea lia e/ As c e Am p ae ar Le h od an g e t. Um um lu s in b Ca e l os ry life ae Po o p r a a h e Th cea ylla al e ce ae ic tr u m

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AP (Árboles)

20

Árboles / Herbáceas

Ti lle Ch tia ae to m G iu lo m m us cf Ti .f po Ho 18 asc icu ng 1 la os ta in d Po et . lip or isp or ite s

20

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To ta lN PP s

20

Riqueza polínica

Cronología

UE 101 UE 301

s. XIX - XX

UE 400 UE 201

s. XVIII - XIX

UE 401 UE 402 UE 113A

s. XVI - XVII

UE 113B UE 123

¿ s. XV ?

UE 125

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Fig. 130. Diagrama polínico de las 10 muestras estudiadas y Diagrama polínico simplificado de las 10 muestras estudiadas.

Fase de uso original del Cigarral (UEs 113a, 113b y 123)

Se han contabilizado un total de 16 taxones de palinomorfos polínicos (de origen vegetal). Los elementos herbáceos dominan el espectro polínico, tanto en número de taxones como en porcentaje. De los 16 taxones identificados, 10 corresponden a plantas herbáceas. Numéricamente, las herbáceas presentan un porcentaje que va desde el 47,6% de la suma polínica total en la UE 113b hasta el 90,9% en la UE 402, como queda reflejado en la relación (AP/NAP o Árboles/Herbáceas) del diagrama polínico (fig. 3). Además, se han identificado 6 taxones de palinomorfos no polínicos, todos ellos correspondientes a esporas fúngicas constituyentes de la palinofacies de los sedimentos.

Los sedimentos que documentan esta fase de ocupación del Cigarral están caracterizados por poseer los niveles de polen arbóreo más altos de todo el diagrama polínico. Al mismo tiempo, son muy destacables los bajos porcentajes de las familias Chenopodiaceae y Amaranthaceae. Estas dos familias se agrupan bajo un mismo taxón, ya que los granos de polen de ambas son prácticamente indistinguibles y su ecología muy similar. Se trata de plantas que, en contextos antropizados como es el caso, tienen un carácter nitrófilo y ruderal y podemos utilizar como indicadores de presión an-

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trópica sobre el medio, o alteración del mismo. Así pues, los datos polínicos sugieren que en esta fase de ocupación la degradación del medio, si bien existía, era menos notable de lo que sería en épocas posteriores. Los altos porcentajes del género Pinus, no deben ser interpretados como la existencia de un pinar en las inmediaciones de la edificación. Los pinos y coníferas en general son grandes productores de polen. Éste además tiene una morfología bisacada que le permite ser transportado a grandes distancias de donde es producido. Por esta razón, los aportes regionales de este polen han debido contribuir de manera decisiva a su fuerte presencia. Podemos afirmar que en un radio de varios kilómetros alrededor del Cigarral (probablemente también dentro del perímetro de la finca) el pino tuvo una mayor importancia que en la actualidad.

pirófilo, que prefiere descomponer preferentemente la madera quemada por lo que podría estar relacionado con el uso del fuego más que evidente en estos estratos22.

Fase de abandono definitivo del Cigarral (UEs 101, 301, 400) Los taxones dominantes en esta fase de ocupación son característicos de un tipo de vegetación sometida a una fuerte presión antrópica. Las dos familias con mayor peso son Asteraceae liguliflorae y Chenopodiaceae/Amarantheceae. Las asteráceas presentan una producción polínica baja, por lo que habitualmente se encuentran subrepresentadas en las asociaciones polínicas. Por esta razón, los altos porcentajes en los que aparecen nos indican una presencia local de estas plantas. El polen de las especies que componen estas familias posee una dispersión zoófila. Los insectos son generalmente los principales vectores de dispersión, pero en zonas habitadas los animales domésticos y las personas pueden jugar un papel importante en su transporte. La ornamentación de su exina presenta una serie de espinas dispuestas homogéneamente que les permiten adherirse con facilidad a tejidos, pelo, piel, etc. Hemos podido determinar la presencia de al menos 2 especies diferentes de asteráceas con lígulas en razón de la diferente ornamentación de su exina.

El polen de olivo (Olea tipo) ya se encuentra presente en esta época. Los altos porcentajes de olivo en la UE 123 se encuentran sobrerrepresentados debido al bajo nivel de riqueza de la muestra estudiada, sin embargo sí nos permiten confirmar que el olivo ya jugaría un papel en la vegetación local. Junto a él también se encontraría la encina (Quercus ilex). En esta fase es en la única en que han aparecido niveles significativos de encina. La representación del estrato arbóreo queda completada en estas muestras con dos géneros típicamente ribereños: el aliso (Alnus) y el olmo (Ulmus), especialmente en la UE 113a. La presencia de estos elementos de ribera da pie a pensar en la procedencia exógena de estos sedimentos utilizados para nivelar los suelos de la construcción. Es probable que procedan de algún barranco o zona cercana al cauce de un río en la que pudiera desarrollarse una vegetación de galería. En este sentido, la aparición en la UE 113a de Thalictrum, una ranunculácea que requiere una alta humedad edáfica para su desarrollo, podría responder a la misma razón.

Las familias Chenopodiaceae/Amaranthaceae tienen una distribución y ecología muy amplias. Sin embargo, la mayoría de los géneros que las componen se desarrollan bien en suelos alterados, secos y nitrófilos. Así pues, con toda probabilidad tuvieron un carácter ruderal en la zona. En cuanto a los elementos representativos de la vegetación arbórea, es muy significativo el descenso en los porcentajes de Pinus. Como ya hemos dicho antes se trata de una señal de vegetación regional. En este caso nos está indicando una menor presencia de pino en un radio de kilómetros alrededor del Cigarral. El olivo experimenta un aumento de sus porcentajes que da testimonio de la progresiva mayor importancia que, sin lugar a dudas, este árbol ha tenido en el paisaje de los cigarrales a lo largo del tiempo. Por el contrario, el polen de encina desaparece. El enebro aparece de manera residual en la UE 301.

Fase de reutilización del Cigarral (UEs 201, 401 y 402) Las cenizas presentan un contenido polínico pobre, por lo que proporcionan escasa información acerca de la vegetación y el paisaje de esta fase de ocupación. Afortunadamente, el estudio carpológico nos aporta más información de esta fase que de las otras, poniendo de manifiesto la importancia de llevar a cabo estudios multidisciplinares para obtener la mayor información posible.

En los sedimentos de esta fase se observa una presencia significativa de clamidósporas de resistencia de Glomus cf. fasciculata, un hongo micorrícico de plantas superiores, indicativo de erosión del suelo. Glomus aparece habitualmente al quedar las raíces de las plantas al descubierto, por ejemplo en labores de desbroce. Se trata de una clara señal de perturbación del medio.

A pesar de la pobreza polínica de las muestras se confirma la presencia de olivo, continuándose con la etapa anterior, así como un aumento del porcentaje de taxones de herbáceos, principalmente los dos tipos de compuestas (ligulifloras y tubuliflloras) y Chenopodiaceae/Amaranthaceae, que nos indica una mayor alteración del medio. También se han detectado granos de polen de la familia Caryophyllaceae, lo cual concuerda perfectamente con la presencia de varias semillas carbonizadas de esta especie y nos confirma que estas plantas debieron ser comunes en las inmediaciones del Cigarral. Por último, cabe destacar la presencia continuada en esta fase de esporas fúngicas del género Chaetomium. Estos hongos descomponen la celulosa presente en la materia orgánica, por lo que podría haber llegado hasta el sedimento por acumulación de restos vegetales o materia orgánica en estado de descomposición. También ha sido considerado como un hongo

22 López Sáez, J.A. et alii, op. cit. 1998.

242

7. LAS DIFERENTES OCUPACIONES

claro el contraste existente entre los yacimientos en llano, de clara vocación agraria, con éstos, inmerso en un paisaje adehesado y de clara vocación ganadera, aunque sin desdeñar el aprovechamiento de los recursos agrícolas como atestigua la existencia de aterrazamientos para los cultivos.

La excavación del Cigarral número 3 en Menores nos ha permitido distinguir diferentes momentos de ocupación de este espacio. Esta pequeña loma, a cuyos pies discurría un curso de agua constante durante todo el año favoreció desde fechas tempranas la ocupación humana. Los primeros testimonios materiales se remontan a la Prehistoria Reciente, aunque el asentamiento puede relacionarse con claridad con su paisaje cultural inmediato desde época andalusí, cuando se genera un paisaje irrigado –qanat, balsas, pozos y norias- que es controlado desde la torre que se construyó en lo alto de la loma. El asentamiento no perderá su vocación agraria hasta finales del siglo XVI cuando se efectuó una gran reforma para reconvertirlo en un centro productivo/ocio ligado a las clases privilegiadas de Toledo, en un cigarral de los que nos hablan las fuentes literarias de la época. El asentamiento es destruido en los primeros años del siglo XIX, seguramente en relación con los episodios de la Guerra de la Independencia y, por último, fue escenario de los combates entre las tropas republicanas y nacionales en la Guerra Civil española, ya que se situó una posición nacional en los meses de octubre a noviembre de 1936.

Fig. 131. Yacimientos de Prehistoria Reciente en el área cigarralera. Recuadrado el Cerro del Bú.

7.1. La ocupación de la Prehistoria reciente Los materiales más antiguos localizados en el transcurso de la excavación pueden llevarse a la Prehistoria reciente, aunque ya en los trabajos de prospección previos se había localizado una lasca de producción laminar de sílex. El conjunto de materiales procedente de la excavación está formado por varias láminas y algunos núcleos tallados en sílex. En el área cigarralera la ocupación humana durante la Prehistoria Reciente se sitúa en las lomas más altas del entorno, como en el Cerro del Parador, Piedra del Rey y Cerros de Valle 1 y 2, Cerro de la Virgen de la Cabeza y, el más conocido de todos, el Cerro del Bú. En este sentido, señalar que también se encuentra ocupado el peñón toledano. El yacimiento se corresponde con el tipo de ocupación en alto, destacándose en el paisaje, y con probables condicionantes defensivos. Desgraciadamente, las sucesivas ocupaciones posteriores han arrasado por completo las estructuras de habitación y no se puede determinar más de las características del mismo. El yacimiento parece seguir con claridad el patrón de asentamiento de este tipo de enclaves en la zona, sobre un punto elevado, con visibilidad entre los diferentes yacimientos y asentado sobre afloramientos graníticos y de gneis, con laderas aterrazadas hacia un arroyo secundario o afluente del río Tajo. Este tipo de asentamiento no parecen responder a episodios aislados o puntuales de encastillamiento, sino que muestran una larga ocupación en el tiempo con materiales que nos remiten desde al Calcolítico al Bronce Final, como sucede en el caso del Cerro del Bú. Está

Fig. 132. Industria lítica recogida en la excavación del Cigarral. Láminas y núcleos.

Fig. 133. Topografía original del asentamiento.

Fig. 134. Vista idealizada del asentamiento de Prehistoria Reciente.

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7.2. La ocupación andalusí

con unas estructuras murarias más potentes. La estancia se asienta en la parte de la colina donde se encontraba el afloramiento granítico. Los muros se adaptan a la topografía granítica con una potencia de 70 cms. de espesor. La fábrica de los paramentos también es diferente, con el empleo de piedra de

La excavación arqueológica ha podido determinar una cronología más antigua para la denominada Estancia 1. Estratigráficamente no cabe ninguna duda de que este edificio estaba totalmente exento en la fase más antigua del Cigarral. Un dato que apoya esta hipótesis en la fecha contrastada del edifico demolido para construir la terraza de la primera plataforma. El edificio, fechado a finales del XV principios del XVI por una moneda localizada en un estrato sellado, se adosa con claridad a la Estancia 3. De esta manera, esta edificación tendría una cronología anterior a finales del siglo XV. Por otro lado, en la Estancia número 3 se localizó un Dinero de Jaime I (12131276). La unidad estratigráfica –U.E. 142- es un relleno de nivelación y su contexto secuencial habría que relacionarlo con el nivel de uso del exterior de la Estancia 2, lo que lleva la fecha de construcción de la torre a un momento anterior al siglo XIII, a lo que se suma que antes de esa fecha se le ha adosado la estancia número 2. Finalmente, la edilicia de la Estancia número 1 destaca del resto del conjunto. La estancia se construyó sobre el emplazamiento más elevado y cuenta

Fig. 137. Fotografía con las unidades estratigráficas de la estancia 1.

Fig. 138. Cerámica de repoblación procedente de la estancia 3.

Fig. 135. Espacio irrigados en el Cigarral de Menores. En el recuadro la torre y la noria.

Fig. 136. Planimetría de la torre andalusí.

Fig.139. Dinero de Jaime I de Aragón procedente de la estancia 3.

244

Fig. 140. Vista idealizada de la torre.

Fig. 141. Reconstrucción de la torre.

Fig. 142. Reconstrucción de la torre.

mayor tamaño y poco careada, confiriendo a la estructura un aspecto macizo y linealmente más irregular que las construcciones que se adosan en fechas posteriores.

arenas anaranjadas rellena las grietas del granito de la base, seguramente para nivelar un suelo. Hemos comentado con anterioridad como la torre controla un territorio inmediato en el que se han localizado qanat, balsas y noria. Ésta última a los pies de la torre, conserva el andén para el animal de tiro y sus balsas aún siguen en uso. La noria está construida en mampostería encintada característica de las obras andalusíes del entorno de Toledo. Asociados a la noria los campos de cultivo.

La ubicación en el punto alto de un cerro, controlando uno de los arroyos afluentes del Tajo es ideal para el establecimiento de una torre que tiene asociados el control de unos espacios irrigados y norias que ya hemos descrito en los trabajos de prospección previos. La adscripción cronológica a la época andalusí parece clara y puede corroborarse además por los datos que proporciona la excavación de la Estancia número 2. Allí se ha podido documentar un estrato que se corresponde con el nivel de uso exterior de la Estancia 1 -U.E. 125- . A este nivel pertenecen varios fragmentos de cerámicas muy diferentes a las localizadas en el resto del yacimiento. Se trata de galbos de pastas groseras oscuras y desgrasantes de mediano tamaño, en lo que se aprecia la huella del torno. En este sentido, debajo de este nivel se documentó otro estrato –U.E. 126-, aún más antiguo con cerámicas de características similares. Este estrato de

La excavación arqueológica ha permitido documentar una torre con una cronología andalusí, que tiene asociados unos espacios irrigados –campos, qanat, balsas y noria-. A la torre se le añade una estancia antes de mediados del s. XIII. Seguramente, consecuencia de los cambios que se producen en este tipo de espacios después de la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1086.

245

Fig. 143. Reconstrucción de la torre con la estancia aneja.

7.3. La ocupación medieval

Sin embargo, esta ruptura no es radical, sino que se efectuó de forma progresiva. Así, la pervivencia de este tipo de espacios irrigados y su mantenimiento a lo largo de la Baja Edad Media es lo que permitió que en los comienzos del siglo XVI existiese un tipo de fincas que, por su capacidad productiva, ubicación y cercanía a la población, permitían un doble uso ligado a la explotación agrícola, pero también, al ocio y al disfrute del paisaje por parte de sus propietarios.

La tercera de las fases de ocupación del yacimiento supone una reforma de la torre original, a la que se adosa una estancia hacia el Norte. La estancia presenta un muro de menor potencia y también se asienta sobre el afloramiento granítico. Se ha comentado en el apartado anterior como este nivel se colmató para obtener un suelo nivelado –U.E. 126-. Ese estrato contaba con materiales de cronología andalusí. Sin embargo, más determinante es el dato de un dinero de Jaime I localizado al exterior de la Estancia 2, en el nivel de uso exterior. Poco más podemos decir de esta etapa que llegaría al menos hasta los años finales del siglo XIII- En los primeros años de la conquista parece claro que cesó la actividad de estos espacios agrarios con los sucesos bélicos que vive la ciudad y debido al empuje de almorávides y almohades y, sobre todo, con el cambio de preferencias de las elites urbanas que, a partir de los siglos XII-XIII, apostaron por una economía basada en la ganadería extensiva, lo que favoreció la desaparición de los cultivos y la creación de dehesas en el entorno inmediato de la ciudad.

Fig. 145. Loza de tradición Levantina, siglo XV (¿Paterna?).

Fig. 144. Planimetría de la torre con la estancia aneja.

Fig. 146. Vista aérea de las estancia 2 y 3.

246

Fig. 147. Reconstrucción del primer cigarral.

7.4. ¿El primer cigarral? La pervivencia del espacio parece clara durante toda la Edad Media. En los años finales del siglo XV, principios del siglo XVI se construyó una pequeña terraza o un vestíbulo que se pueden fechar relativamente bien gracias a la localización de una moneda. En el suelo originario de esta estancia, formado por arena de miga y cal en poca proporción, se localizó una Blanca de Castilla de los Reyes Católicos doblada por la mitad, sin resellos, ni contramarca, ni recorte. Es decir, que si bien es una moneda de finales del siglo XV, parece que estuvo poco tiempo en circulación. Este dato acota bastante bien la cronología de este nivel entre los años finales del XV o primeros del XVI. Además, la moneda fue doblada, lo que podría indicar incluso una intencionalidad de la acción. En este sentido, ese nivel de uso se ha podido documentar en la Estancia 1 donde se han localizado algunos materiales bajomedievales de filiación levantina. En estos momentos parece evidente que el enclave conserva todavía una clara vocación agrícola y no será hasta la siguiente reforma cuando se pueda establecer con claridad un uso ligado al ocio de las elites urbanas de Toledo. Fig. 149. Planta del primer cigarral

Fig. 150. Fotografía aérea de la entrada al primitivo cigarral.

Fig. 148. Blanca de Castilla de los Reyes Católicos.

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7.5. El cigarral del siglo XVII

ficaciones, seguramente como consecuencia de su origen. A los pies una gran plataforma, que se utilizaría indistintamente para las labores agrícolas y para las reuniones de los propietarios. En las terrazas los cultivos y los frutales, que paulatinamente se fueron sustituyendo por olivos, como se deduce de la documentación de la época y de los análisis palinológicos y carpológicos efectuados en el transcurso de la excavación.

En el siglo XVII todo el espacio sufrió una gran transformación para reconvertir el pequeño asentamiento agrícola de origen andalusí en un espacio ligado al ocio de las clases pudientes toledanas, aunque siempre sin perder esa faceta productiva. En la plataforma superior se le añade el gran patio, se construye una rampa que permite acceder a la parte superior con las caballerías y se articuló un sistema de terrazas para los jardines y los cultivos de frutales. En total una superficie construida de más de 700 m2. La cronología de esta reforma no ofrece dudas, ya que se han recuperado un total de 21 monedas, prácticamente en su totalidad de mediados del siglo XVII, excepto una moneda de Fernando VI y dos de Carlos III. En este sentido, el material cerámico corrobora esta cronología, a la vez que ofrece interesantes datos sobre los gustos de las elites toledanas. En su mayoría todas las series Talavera y Puente del Arzobispo, aunque también las producciones locales de Toledo, así como importaciones como los búcaros portugueses, lozas de Francia e Inglaterra, así como algunas piezas excepcionales como una pipa de fabricación holandesa. El momento final de esta construcción se produce en los primeros años del siglo XIX con la destrucción de los elementos murarios y la formación de importantes acopios antrópicos en las terrazas formadas por el derrumbe de la terraza superior. La ausencia de edificaciones se puede apreciar en la fotografía aérea de 1937, mientras que el Cigarral 1 o el de Menores se conservan en pie.

La excavación ha puesto de manifiesto una realidad que describía Sebastián de Covarrubias en 1611: “En Toledo se llaman cigarrales a ciertas heredades, no lejos de la ciudad en aquellas cuestas que ordinariamente son unos cercados pequeños. Los más tienen fuentes con que riegan alguna cosa, tienen árboles, frutales de secano, un pedazo de viña, olivas, higueras y una casita donde recogerse el señor cuando va allá…”.

7.6. La guerra civil española El último momento de ocupación de nuestro espacio se produce durante la Guerra Civil española, poco después del episodio del Alcázar. Así, el lunes 28 de septiembre, la Columna de Barrón se hace con la Fábrica de Armas de Toledo y penetra por la puerta del Cambrón. La ciudad está en manos de las tropas nacionales. A las 10,30 el general Varela llega al Alcázar y es recibido por Moscardó y sus hombres. Varela se desprende de una de sus dos laureadas y se la prende al coronel. Se consuma el mito de la resistencia del Alcázar, aunque la batalla por Toledo, y su posición estratégica, sobre el Tajo no ha finalizado en este día. En los próximos años la ciudad fue testigo de enconados combates de los dos ejércitos por el control de la misma. Las tropas republicanas han abandonado la ciudad, aunque los que quedan atrapados en el interior de la misma murieron en combate o se suicidan como los tres milicianos del Seminario –Manuel Gómez Cota, Tomás Pargués y Eduardo Ruiz “Meroño”-.

El aspecto de la edificación principal situada en la terraza superior era un edificio con un cuerpo rectangular en el que sobresalía aún la torre, una característica habitual de este tipo de edi-

Al día siguiente, martes 29, Franco llega al Alcázar y concede la laureada de San Fernando colectiva a los defensores y a título personal, al coronel Moscardó. En estos días las tropas nacionales sólo fueron capaces de asegurar el puente de Alcántara, pero no el de San Martín. Los republicanos después del abandono de la ciudad han ido tomando posiciones en el área cigarralera, desde donde se domina el puente y, más importante, la estratégica Fábrica de Armas, que está a tiro de fusil. Estas posiciones no aparecen recogidas en los partes de guerra o en la prensa diaria. Sin embargo, se puede intuir de la presencia durante unos días de Varela en la ciudad. Éste se ocuparía de asegurar las posiciones, y aunque el objetivo ahora era Madrid, y mejorar su situación que era precaria, ya que podían ser batidos desde las alturas cigarraleras. Por su parte, Enrique Líster recoge en sus Memorias que organizó la salida de las tropas por el Puente de San Martín y estableció dos batallones para cubrir la retaguardia. Arqueológicamente, hemos podido documentar esas posiciones republicanas en el frente de San Martín en las excavaciones del Cigarral 3. Es muy probable que entre el 28 de septiembre y el 12 de octubre, las tropas nacionales intentarán mejorar sus posiciones en el puente de San Martín. Con posterioridad a esa fecha se producen los asaltos de Ciudad Universitaria -12 de octubre a 23 de noviembre; carretera de La Coruña -29 de noviembre a 6 de enero de 1937-; batalla del Jarama -6 a 27 de febrero de 1937 y Guadalajara -8 a 22 de marzo de 1937-. Con posterioridad se llevó a cabo en Toledo el asalto al Cerro de los Palos y en

Fig. 151 y 152. Planta de construcción del siglo XVI y fresco de la bóveda de la Sacristía de la Catedral de Toledo, Lucas Jordan, 1698, representación de un cigarral como el excavado en Menores en su fase del siglo XVII.

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Fig. 153. Reconstrucción de la trinchera.

ese momento las posiciones del Cigarral de Menores estaban consolidadas. Así, entre el 28 de septiembre y el 12 de octubre, las tropas de Varela se lanzarían al asalto de las posiciones republicanas sobre el puente de San Martín, alcanzando el Cigarral de Menores. Su línea quedaría establecida en las cotas al Norte de la casa, mientras que los republicanos se parapetarían tras las cercas del Cigarral de Menores y la Quinta de Mirabel en la carretera a Argés. El cigarral, en una vaguada, quedaría en tierra de nadie. Las posiciones republicanas serían batidas por fuego artillero desde San Juan de los Reyes, donde se estableció una pieza de artillería de gran calibre, y tomadas al asalto con com-

bates cuerpo a cuerpo, como se atestigua en las excavaciones realizadas en las posiciones del Cigarral de Menores, donde se ven los impactos de la fusilería, el empleo de armas cortas y las granadas. El origen de la munición, tanto la nacional como la republicana, que no rebasan la fecha de 1936, nos está datando el momento del conflicto. De hecho, en los combates del cerro de los Palos de 1937 ya es mayoritario el uso de munición soviética en las tropas republicanas, que aquí no se recoge. La situación de las tropas nacionales en la ciudad no mejoró mucho tras estos golpes de mano, ya que los republicanos tenían a tiro la ciudad y la Fábrica de Armas. La arqueología resulta crucial para identificar estas primeras posiciones y establecimiento de un frente provisional, ya que éste no aparece recogido en las fuentes históricas al tratarse de un frente secundario, no prioritario como el de Madrid en los meses del otoño del 36.

Fig. 154. Foto aérea con el frente que se forma después del episodio del Alcázar. Abajo las posiciones republicanas, arriba las nacionales y entre los 2 frentes la finca del Cigarral de Menores y la casa.

Fig. 155. Planta de los restos de la Guerra Civil. Parapetos y trincheras.

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8. EL ORÍGEN DEL CIGARRAL: UNA TIPOLOGÍA OLVIDADA

de las construcciones que se disponen sobre los cerros graníticos situados al sur de la población a las que describe como: “ (…) casas de plazer, en que se crian árboles, viñas y flores, mayormente altos, saliendo de la puerta de San Martín, a la parte de Valdecolomba, y por el otro camino que va a San Bernardo y Corralrubio, que se llaman cigarrales, o pizarrales cercados: y entre estos el muy famoso y rico cigarral del Cardenal don Gaspar de Quiroga que al presente es del Rey nuestro Señor.”28

El término cigarral empieza a ser utilizado en la segunda mitad del siglo XVI para denominar a un tipo específico de casa de campo que cobra entonces importancia en los alrededores de la ciudad de Toledo23. La idealización de este tipo de construcciones asociadas al ocio y a un estamento social culto, provocó el rápido éxito de la denominación hasta el punto de que poco después de su primera utilización, empezó a ser utilizada para hacer referencia a fincas que poco o nada tenían que ver con los primeros cigarrales.

Otra descripción próxima y que también apunta en la misma dirección es la de Sebastián de Covarrubias en 1611: “En Toledo se llaman cigarrales ciertas heredades, no lejos de la ciudad en aquellas cuestas que ordinariamente son unos cercados pequeños. Los más tienen fuentes con que riegan alguna cosa, tienen árboles, frutales de secano, un pedazo de viña, olivas higueras y una casita donde recogerse el señor cuando va allá. Pero algunos cigarrales destos son famosos, de gran valor y recreación, aunque de tanto gasto como provecho.”29.

En Toledo las casas de campo cuentan con un rico pasado que tiene su inicio en las primeras villae romanas24. Con posterioridad éstas pudieron llegar a tener continuidad a través de las grandes almunias islámicas entre las que destacaba la gran Huerta del Rey que incluía lo que hoy conocemos como Palacio de Galiana25. Estas construcciones se mantuvieron a lo largo del resto de la Edad Media sufriendo, en ocasiones, los efectos de los enfrentamientos bélicos que afectaron a la ciudad. Su conservación y auge en los siglos XVI y XVII está documentada en muchas de las descripciones que se conocen del entorno de Toledo en esos años. Es el caso de las huertas y de casas con jardines “artificiosos” que según el Memorial incluido en las Relaciones de Felipe II, eran propiedad de personas principales como don Antonio de Córdoba o don Alonso de Manrique, al este de la actual Huerta del Rey, o de la Huerta y Casa de Campo del Marqués de Villena y de la casa y bosque labrado por Diego López de Ayala, aguas abajo de la ciudad26.

Ambos textos sirven para diferenciar el tipo de construcciones que a comienzos del siglo XVII recibían el nombre de cigarral, así como la importancia que tiene su entorno vegetal y el lugar concreto en el que éstas se encontraban. También nos muestra el inicio de su pronta evolución, relacionada con la construcción de auténticas villas suburbanas de carácter áulico, cuyos mejores ejemplos serán el cigarral del cardenal Quiroga, hoy conocido con el nombre de Quinta de Mirabel30 y el que se iba a construir pocos años después en Buenavista por mandato del cardenal Sandoval y Rojas que, a su vez, marca el inicio de la utilización del término fuera del ámbito cigarralero original31.

Junto a estas fincas que responden a la tradición iniciada en la antigüedad y directamente ligada a la explotación agrícola de las vegas del Tajo, en el siglo XVI empezamos a tener noticias de la aparición de otra serie de propiedades muy distintas que carecían de una tradición tan acusada. Hurtado de Toledo en el Memorial fechado en 1576 incluido en las Relaciones que acabamos de citar, habla de la existencia en los alrededores de la población de muchos cigarrales y casas de recreo, diferenciando desde nuestro punto de vista la existencia de dos tipos de construcción muy diferentes27.

Todos estos datos sirven para plantear la existencia en torno a Toledo de dos tipos de fincas de recreo con aspecto y finalidad muy diferentes, al menos hasta las primeras décadas del siglo XVII. Las ligadas a las grandes huertas y sotos del Tajo, propiedad de la nobleza local que pudieron dotarse de cierta monumentalidad desde momentos bastante antiguos, y los cigarrales que empiezan a poblar los cerros de una parte concreta, la comprendida entre la zona de Valdecolomba, La Solanilla y El Morterón que, todavía hoy, constituye el núcleo central del paisaje cigarralero. Esta hipótesis se ha podido contrastar con claridad con los trabajos arqueológicos efectuados con motivo del proyecto de investigación “Los Paisajes culturales de Toledo: lo cigarrales”. Los trabajos de prospección han permitido documentar numerosos cigarrales inéditos, que luego han podido ser identificados por vía documental. Sirva de ejemplo que en la Quinta de Mirabel, podemos identificar al menos siete de estos espacios y en el Cigarral de Menores, un ámbito espacial mucho menor, tres, uno de los cuales fue objeto de excavación y nos ha permitido entender que nos encontramos ante un fenómeno de continuidades y rupturas más complejo de lo que se intuye en la documentación literaria.

Mucho más explícito es Francisco de Pisa en la descripción que realiza de los alrededores de la ciudad en su Historia de Toledo publicada en 1605. Tras describir las huertas y casas de campo existentes en la llanura aluvial del Tajo, se ocupa

23 Marañón y Bertrán de Lis, G. Un juego de espejos: Toledo desde un cigarral, Madrid, 2004. 24 Carrobles, J. Toledo 284-546. “Los orígenes de la capitalidad visigoda”. En Carrobles, J.; Barroso, R.; Morín, J. y Valdés, F., La topografía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad tardía y Alta Edad Media, 43-92, Toledo, 2007, pp. 59-68. 25 Rivera, J. “Juan Bautista de Toledo y la Casa de Campo de Madrid: vicisitudes del Real Sitio en el siglo XVI”, en Fernández, J. y González, I. (eds.). A propósito de la Agricultura de Jardines de Gregorio de los Ríos, 103-135, Madrid, 1991; Ramos, J. “Las almunias de la ciudad de Toledo. Desde época califal al periodo feudal”. En II Congreso de Arqueología de la Provincia de Toledo, Vol. II, 203-226, Toledo, 2001.

28 Pisa, F. de, Descripción de la imperial Ciudad de Toledo, Toledo, 1605: 25v y 26a. 29 Covarrubias, S. de, 1611. Tesoro de la Lengua castellana o española. Edición digital de Arellano, J y Zafra, R, (2006). 30 Marías, F. “El cigarral toledano del Cardenal Quiroga”. En Goya, 154, 1980, pp. 216-222.

26 Viñas, C. y Paz, R. Relaciones de los pueblos de España ordenadas por Felipe II, Reino de Toledo, Segunda parte, Madrid, 1963.

31 Marías, F. La arquitectura del Renacimiento en Toledo (15411631), Madrid, 1986, pp. 142-144.

27 Viñas, C. y Paz, R. op. cit, 1963, p. 499.

250

Fig. 161. Anton Van der Wyngaerde, Toledo, 1563.

Este tipo de finca, específica de los alrededores de la ciudad, surge de la combinación de diferentes elementos. Por un lado, hereda de la baja Edad Media un parcelario irregular y cercado, fruto de las disposiciones que trataban de reducir los habituales problemas surgidos entre ganaderos y agricultores en los alrededores de la población32. Por otro y como novedad, se produciría la aparición de construcciones ligadas al ocio, que luego analizaremos, y de unos primeros bosques que son el resultado de la nueva manera de entender la naturaleza en los inicios de la modernidad.

Su finalidad fundamental no sería por lo tanto la residencial, sino la de servir de escenario para prácticas lúdicas concretas, dando lugar a un tipo de construcción de buena apariencia y pequeño tamaño. El ya citado Hurtado de Toledo en su célebre Memorial describe este tipo de construcciones de la siguiente manera: “De las casas, cortijos y heredades que ay cercanas desta ciudad se puede poner poca quenta, porque algunas dellas son de tan pequeño sitio que parezen sepulturas o celdas de frayles cartujos, tiene alguna quatro arbolitos, una fontezuela y una pieza de tapias o enramada paxiça esto a la parte de poniente donde llaman Solanilla y Morterón.”

El primero de estos elementos, el de las construcciones, estuvo condicionado por un programa de necesidades muy sencillo en el que primaba el disfrute de la naturaleza y del paisaje en un ambiente culto con el que permitir la ruptura de la rutina diaria, propio de las elites culturales del Renacimiento.

Una realidad también apreciada por Covarrubias poco después, cuando atribuye a Diego de Guadix la interpretación del vocablo cigarral partiendo de un término árabe con el significado de “casa pequeña”. A pesar de los cambios que se produjeron, desde entonces, aún se mantenían construcciones con estas características en el siglo XVIII. Eso es al menos lo que se desprende de la tradición recogida por Félix Urabayen a comienzos del siglo XX, en la que se describen las tertulias promovidas por el canónigo toledano Pérez Bayer en el deno-

32 Morollón, P. “Las ordenanzas municipales antiguas de 1400 de la ciudad de Toledo”. En Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, 18, 2005, p. 345.

Fig. 162. El Greco. Vista de Toledo (1608-14) Museo del Greco, Toledo.

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Fig. 163. Plano de Carducci de Toledo, 1641.

minado cigarral de la Antequeruela, que tenían lugar: “ (…) en la casita, casi japonesa por lo minúscula”.33

de los escasos testimonios gráficos que se conservan de estos momentos. Es el caso de la vista de Toledo de Wyngaerde34, de la Vista y Plano del Greco35 y, sobre todo, de algunos de los dibujos incluidos en la obra del ingeniero Luis Carduchi sobre la navegabilidad del Tajo36, que muestran la colonización emprendida de la mayor parte de las cimas más altas y destacadas del macizo granítico ubicado al sur y oeste de la ciudad, en los años comprendidos entre los comienzos de la segunda mitad del siglo XVI y el fin de la primera del XVII.

Las excavaciones en el Cigarral 3 de Menores han podido constatar lo que se intuía de la lectura de las fuentes literarias y documentales, incluso de la etimología de la palabra cigarral. El origen de estas construcciones en el renacimiento toledano arranca de los espacios irrigados andalusíes presentes en la zona cigarralera. Es esta cercanía al agua y la posibilidad de la continuación de su uso, lo que va a permitir su uso con perspectivas del ocio. No sólo, el espacio irrigado va a ser reaprovechado, sino como se ha documentado en la excavación de Menores el espacio residencial andalusí también es objeto de reaprovechamiento. No parece un fenómeno exclusivo de la excavación realizada en Menores, ya que como se ha documentado en el valle de la Pozuela la presencia de las alquerías andalusíes con una torre es habitual en toda el área cigarralera. La fisonomía arquitectónica de este tipo de construcciones en los siglos X y XI no difería mucho de la que luego adquirirán en el siglo XVI. Se trataba de espacios residenciales sencillos, que se disponían sobre las pequeñas alturas y que dominaban las tierras destinadas a la agricultura irrigada. Siglos después el fenómeno es similar, una pequeña edificación, en la que la torre como elemento que destaca en el paisaje parece ser una constante y la asociación a los espacios irrigados, ahora con finalidades lúdicas, más que productivas.

Este modelo de pequeña construcción rodeada de diferentes árboles y pequeños jardines es en su inicio un modelo muy distinto del que conocemos en las tradicionales casas de campo. Sin embargo, la evolución sufrida por ambos tipos de fincas en tiempos de crisis en los que desaparece el tejido social que justificaba las diferencias, permitirá la pronta confusión entre unas y otras, dando lugar a una nueva manera de entender el cigarral.

8.1. Cigarral y vegetación en el siglo XVI A comienzos del siglo XVI el Renacimiento italiano empieza a ser objeto de atención por parte de algunos miembros destacados de las oligarquías de Toledo. El contacto con el humanismo filosófico que se encuentra tras este movimiento fue posible por la participación de un buen número de vecinos

Junto a las edificaciones, la otra novedad que empieza a dejar su huella en el paisaje del siglo XVI son los pequeños bosques que destacan a los cigarrales del entorno árido en el que se edifican. Éstos aparecen claramente representados en algunos

34 Porres, J. Planos de Toledo, Toledo, 1989. 35 Porres, J. Plano de Toledo por El Greco, Toledo, 1967. 33 Urabayen, F. “La ilusión metafórica de los cigarrales”, Archivo Secreto 4, 2008, pp. 213-215.

36 López, A. La navegación por el Tajo: el reconocimiento de Carduchi en 1641 y otros proyectos, Madrid, 1988.

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dido constatar en las excavaciones del Cigarral de Menores. De la alquería islámica con su torre, se producen algunas modificaciones de la misma en la Baja Edad Media, pero que sin duda mantuvo su carácter agropecuario. Es en estos albores del siglo XVI cuando se realizan las primeras trasformaciones para convertir un espacio productivo en un espacio ligado al ocio de los habitantes de la ciudad. En estos primeros momentos la edificación conservaría todavía una fisonomía propia de las casas de labor, al igual que los espacios productivos anejos.

de la población en la vida política de la Iglesia católica o en la administración de los asuntos de la monarquía en diferentes ciudades de Italia37. El humanismo que deslumbró a nuestros personajes hundía sus raíces en el pasado clásico e introdujo una nueva manera de ver el campo y la naturaleza. Por primera vez desde la Alta Edad Media y en buena parte debido a visiones como la de San Francisco de Asís, que fue capaz de valorar el entorno en el que vivió como algo positivo y no como un lugar en el que habitaba el mal, se producirá el inicio de la valoración del paisaje. Desde entonces, la posibilidad de su disfrute pasó a formar parte del modo de vida de las clases privilegiadas, coincidiendo con el ideal de los tratadistas clásicos que fomentaron el auge de un modo de vida en el que el ocio y el placer privado estaban directamente ligados a las villas suburbanas de la Antigüedad38.

Estos jardines del inicio del Renacimiento fueron la mejor muestra de la capacidad que adquiere el hombre para transformar la naturaleza y adaptarla para su propio disfrute a través de los principios de armonía y belleza que van a primar en cualquiera de sus manifestaciones41. Algunos de sus mejores ejemplos se convirtieron en indicadores de la nueva relación que el hombre establece con el mundo que le rodea y, sobre todo, del papel que éste pasa a desempeñar en el Universo, al convertirse, siguiendo las ideas neoplatónicas entonces en boga, en un reflejo de Dios y en el centro de sus propias creaciones. El jardín también adquiere en esos momentos un importante papel en el recuerdo de la Antigüedad clásica y en menor grado del Paraíso cristiano que tanto éxito había tenido en la Edad Media42. Entre ambas concepciones se establecerá una cierta rivalidad de la que saldrá victoriosa la primera, hasta el punto de que estos espacios se convertirán en el refugio de los dioses clásicos representados en grutas y fuentes sin que, por el contrario, encuentren en ellos acomodo las más mínimas referencias cristianas43.

Esta utopía cultural empezó a introducirse en Toledo en las primeras décadas del siglo XVI dando lugar a la construcción de un modelo propio, muy alejado del que representaban las grandes villas de la Toscana, de Venecia o de los alrededores de Roma, que podían haber servido como referencia. Frente al gran palacio de ostentación en un mundo de príncipes propios de esos lugares, en Toledo se va a iniciar una moda basada tan sólo en la creciente necesidad de aproximarse a la naturaleza y al paisaje, dejando de lado las construcciones de prestigio, inalcanzables para los primeros propietarios de cigarrales entre los que predominaban clérigos, juristas o profesores de universidad como eran los helenistas Juan de Vergara o Alvar Gómez de Castro39. No se trata de un fenómeno exclusivo de la ciudad del Tajo, sino que lo vamos a encontrar en otras ciudades hispanas, sería el caso bien conocido de Granada, pero también en otras ciudades del interior, como Salamanca o el propio Madrid, aunque el fenómeno será algo más tardío.

Las representaciones que conocemos de los alrededores de Toledo antes citadas muestran como, junto a los primeros cigarrales, aparecen unos pequeños bosques que se convierten en la principal referencia visual de este tipo de fincas. Sus árboles formarían parte de jardines similares a los que se conocen en esta zona de Castilla en el siglo XVI con ejemplos tan emblemáticos y bien conocidos como el de la Casa de Campo de Madrid44. Gracias a los estudios allí realizados empezamos a comprender el proceso de introducción en nuestro entorno del jardín italiano, que dio lugar a una formación vegetal que se mantendrá en pleno vigor hasta los comienzos del siglo XVIII45. Este modelo se basa, fundamentalmente, en la búsqueda de la gradación más perfecta entre la naturaleza más intervenida y la salvaje, que acaba desempeñando una función de fondo visual para crear un espacio en el que fuera posible disfrutar del sector más cercano al núcleo residencial o de ocio. De los parterres y la topiaria se pasaría a las plantaciones de arbustos y árboles de porte cada vez más destacado,

El resultado fue la aparición de las pequeñas construcciones a las que ya hemos hecho referencia, que sirvieron para dar nueva utilidad y apariencia a unas pequeñas fincas cercadas, hasta entonces de uso estrictamente agropecuario, que habían surgido en el sector más montañoso y menos valorado de los alrededores de Toledo. Junto a las pequeñas plantaciones de viña, de higuerales, frutales e, incluso, de cereal, surgieron los primeros edificios destinados, básicamente, a satisfacer el ocio de sus poseedores. A su alrededor, y como consecuencia del pensamiento humanista que los hizo posible, se empezarían a trazar los primeros jardines plenamente modernos en una ciudad tan populosa pero carente de suelo para estos fines como era Toledo en el siglo XVI40. Es el fenómeno que hemos po-

41 Fernández, J.; González, I. y Ramírez, A. “Las proporciones en el jardín de la Casa de Campo”. En Fernández, J. y González, I., (eds.). A propósito de la Agricultura de Jardines de Gregorio de los Ríos, 161-181, Madrid, 1991, Añón, C. “La literatura de jardines en el siglo XVI. Del Hortus al Jardín de las Delicias”. En Fernández, J. y González, I., (eds.). A propósito de la Agricultura de Jardines de Gregorio de los Ríos. Madrid, 1991, pp. 82-101.

37 Kagan, R.L. “La Toledo del Greco”. En El Greco de Toledo, 35-73, Berlín. 1982; Andrés, G. de, Helenistas del Renacimiento en Toledo. El copista cretense Antonio Calosinás, Toledo, 1999; Aranda, F.J. Jerónimo de Cevallos: un hombre grave para la República. Vida y obra de un hidalgo del saber en la España del siglo de Oro, Córdoba, 2001; Martínez Gil, F.Toledo y la crisis de Castilla 1677-1686, Toledo, 2007.

42 Añón, C. -coord.-. El jardín de Melibea, Madrid, 2000.

38 Burckhardt, J. La cultura del Renacimiento en Italia, Barcelona, 1982.

43 Vera, A. Elucidario. Arquitectura del Renacimiento, Murcia, 2004. 44 Fernández, J. y González, I., (eds.). A propósito de la Agricultura de Jardines de Gregorio de los Ríos. Madrid, 1991.

39 Díez del Corral, R. Arquitectura y mecenazgo. La imagen de Toledo en el Renacimiento, Madrid, 1987.

45 Navascués, P.; Ariza, M.C. y Tejero, B. La Casa del Campo. En Fernández, J. y González, I., (eds.). A propósito de la Agricultura de Jardines de Gregorio de los Ríos, 137-159, Madrid, 1991.

40 García, F. Jardines y Parques Históricos de la Provincia de Toledo, Toledo, 2002.

253

Fig. 164. Fotografía de cigarral a principios de siglo XX con un tipología típica del siglo XVI: cuerpo rectangular y torre. Similar al aspecto que tendría la primera fase del Cigarral 3 de Menores

que serían los encargados de fundir el paisaje creado por la mano del hombre con el horizonte46.

8.2. La evolución del cigarral y los grandes jardines del siglo XVII

Desgraciadamente, todavía desconocemos la realidad de los primeros jardines que se disponían en las cercanías del espacio residencial de los cigarrales más antiguos. Sin embargo y haciendo caso a Sebastián de Covarrubias, los primeros ejemplos pudieron surgir a partir de auténticos huertos en los que se potenciaron algunos efectos ornamentales. Delimitándolos aparecerían los bosquecillos a los que hemos hecho referencia, que se convertirían en una de las formaciones más características de los alrededores de la ciudad de Toledo en los inicios de la modernidad. Las excavaciones realizadas en el Cigarral 3 no ponen de manifiesto la constitución de un verdadero jardín en estos primeros momentos, fenómeno que parece claro en la última fase del mismo, en el que tanto la casa como los entornos inmediatos son objeto de una “monumentalización”. Es clara la asociación de la casa con los espacios irrigados andalusíes, lo que permitiría la existencia de frutales y una huerta en las inmediaciones de la edificación, que cuenta con unas vistas hacia la ciudad de Toledo. En este sentido, parece claro que desde los primeros momentos hay una búsqueda clara e intencional de la vista trasera de la ciudad, con el Puente de San Martín., San Juan de los Reyes, la catedral, etc, que luego fijará el “Greco”. Este fenómeno se constata en la práctica totalidad de los cigarrales documentados en los trabajos de prospección, tanto en el Cigarral de Menores –p.e. Cigarral 1- o en la Quinta de Mirabel.

El éxito cosechado por el cigarral provocó un cambio en las modas urbanas. Por primera vez un arzobispo de finales del siglo XVI, el cardenal Quiroga, ahora sí un auténtico príncipe del Renacimiento, optó por construir una auténtica casa de campo propia de su privilegiada condición en el entorno pedregoso cigarralero47. Su construcción creó un nuevo modelo, el de la gran finca de recreo y de aparato, mucho más próxima al modelo de villa renacentista suburbana italiana que al de los primeros cigarrales junto a los que se construyó.

46 Fernández, J.; González, I. y Ramírez, A. op. cit.

47 Marías, F. El cigarral, op. cit.

El resultado de ese proyecto fue la edificación de la hoy conocida como Quinta de Mirabel y tradicionalmente como cigarral de Quiroga o del Rey. Su ejecución marca el punto de inflexión hacia una nueva realidad en la que, como dijimos, se produce la ampliación del uso del término cigarral para denominar a construcciones cada vez más complejas en las que empiezan a primar las funciones residenciales y de representación. De este espacio nos ocupamos en extenso en el próximo capítulo de esta obra. Su edificación sirve de precedente al cigarral de Buenavista, mandado edificar por el cardenal Sandoval y Rojas a comienzos del siglo XVII en lo que hasta entonces había sido la casa de la Huerta del Capiscol, una de las

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Fig. 165. Cigarral de Camarasa con una gran terraza convertida en un espacio de ocio, similar a la documentada en la última fase del cigarral 3 de Menores.

más tradicionales de Toledo48. Su construcción sobre la vega aluvial supone la definitiva monumentalización de estas fincas de recreo y anuncia otro de los cambios que se iba a producir, el de la generalización del uso de la denominación de cigarral frente a la tradicional de casa de campo. Desde entonces, ese nombre ha sido el preferido para referirse a toda aquella finca en la que fuera posible disfrutar de un entorno natural privilegiado en los alrededores de la ciudad de Toledo49.

ticas. Todo ello y siguiendo al mismo autor, se rodeó de lo que podríamos denominar como un bosque “culto” e incluso neoplatónico52, en el que no faltaban grutas que aludían al famoso mito de la caverna, dispuestas entre naranjos, encinas, abetos, castaños, enebros, robles, tejos o palmas. Estos grandes complejos, dotados de una vegetación cada vez más destacada y exuberante, se convirtieron en una referencia para todos aquellos pequeños cigarrales que, de una manera u otra, debieron rivalizar por ofrecer algún resultado que pudiera recordar a los celebrados jardines y paseos en los que se reunía la intelectualidad toledana. Su importancia sería acusada pero efímera dadas las nuevas condiciones económicas y sociales en las que esta fincas tendrían que sobrevivir muy poco tiempo después. Este fenómeno, afortunadamente, lo hemos podido documentar en la última fase del cigarral excavado en Menores, tanto en la propia edificación, como en el entorno inmediato de la misma.

En ambos casos la nueva construcción se encontraba en el centro de unos espacios humanizados mediante jardines ahora plenamente característicos del Renacimiento hispano. De ellos sólo tenemos noticias a través de algunas obras literarias fruto del trabajo de poetas que celebraban allí sus veladas bajo el patronazgo de sus nobles propietarios50. Es el caso de la descripción en verso que se conserva del cigarral de Buenavista realizada por Baltasar Elisio de Medinilla poco después de que finalizase su construcción51. En ella se describe un amplio jardín dotado de terrazas y avenidas, que permitían crear un importante juego escénico en el que también adquirían importancia diferentes fuentes dedicadas a deidades paganas y jaulas que contaban en su interior con numerosas aves exó-

La edificación principal va a sufrir una trasformación importante. La zona de vivienda es objeto del añadido de diferentes estancias. Por otro lado, se va a construir un espacio aterrazado, que busca la visión de la ciudad, pero también la generación de un espacio al aire libre en el que se puedan desarrollar

48 Marías, F. La arquitectura, op. cit. 49 Marañón, G. Un juego, op. cit. 52 Rivera, J. “Juan Bautista de Toledo y la Casa de Campo de Madrid: vicisitudes del Real Sitio en el siglo XVI”. En Fernández, J. y González, I. (eds.). A propósito de la Agricultura de Jardines de Gregorio de los Ríos, 103-135, Madrid, 1991.

50 Madroñal, A. Baltasar Elisio de Medinilla y la poesía toledana de principios del siglo XVII, Madrid, 1999. 51 Martín Gamero, A. Los cigarrales de Toledo, Toledo, 1857, pp. 175-187.

255

Siglos X-XI.

Siglos XII-XV.

Siglo XVI.

Siglo XVII.

256

Fig. 166 y 167. Vista aérea del Cigarral 3, una vez finalizada la excavación arqueológica.

257

de su entorno ante la necesidad de primar todo lo relacionado con el aprovechamiento agrícola de sus tierras55.

todo tipo de actividades. En este sentido, desde el punto de vista arquitectónico la edificación excavada es muy similar al Cigarral de Camarasa (fig. 165), que contaba con un espacio residencial de reducido tamaño y una gran terraza donde se llevaban a cabo importantes veladas. La genésis del uso y el espacio parece haber continuado hasta algunos cigarrales de los siglos XIX y XX. El estudio de la cultura material con una presencia importantísima de las vajillas finas, no sólo locales, sino también algunas importaciones, nos hablan de estos usos.

La generalización de las nuevas explotaciones ocasionó la desaparición de los antiguos jardines de aparato, tan costosos de mantener, y la formación de un nuevo paisaje en el que empezaron a tomar protagonismo algunas especies adaptadas, tanto a la pobre naturaleza del suelo como a la demanda comercial de la época. Se generó así un nuevo bosque productivo que fue ocupando el espacio dejado por el que hemos denominado “culto”, que se mantuvo en pleno vigor hasta los comienzos del siglo XX.

Por otro lado, el entorno inmediato de la edificación también fue objeto de una gran trasformación, si se quiere llamar “monumentalización”, como efecto de imitatio de los espacios construidos por Quiroga y Sandoval, pero a pequeña escala. Se construyó una rampa para permitir el acceso al espacio con caballerías, así como una serie de terrazas que ahora estarían sin duda ajardinadas. Estos espacios, con posterioridad, fueron utilizados en el siglo XVIII y XIX para emplazar frutales y olivos, como puede verse en las fotografías de la época.

Para conocer su aspecto contamos, tanto con los datos procedentes del Catastro del Marqués de la Ensenada fechado en el año 1751, como con los que aparecen reflejados en los expedientes relacionados con la desamortización sufrida por muchas de estas posesiones en diferentes momentos del siglo XIX. De este asunto nos ocupamos en extenso en un capítulo posterior. De acuerdo con todo ello, a mediados del siglo XVIII los cigarrales se caracterizaban por su especialización en el cultivo de árboles frutales, fundamentalmente de albaricoqueros, seguidos a gran distancia de olivos, almendros y otras especies ornamentales como los álamos blancos y negros56. Sin embargo, unos pocos años más tarde, dando muestras de la capacidad de cambio y adaptación de estas explotaciones, su principal valor residía en las plantaciones de olivos y en mucha menor medida en la de almendros y albaricoqueros, apareciendo por primera vez la referencia a los “parrones”57. A lo sumo y como recuerdo de los buenos tiempos pasados, se documenta la existencia de algún pinar muy reducido que serviría para delimitar la casa y dar sombra a la construcción para protegerla de la rigurosidad del clima de la zona.

La construcción de estos nuevos espacios, tanto en la zona de vivienda, como en los espacios aterrazados hay una voluntad de integración de estos espacios con la naturaleza, ya que éstas se encajan y aprovechan los grandes bolos graníticos del entorno. En una búsqueda, a otras escalas, de esos espacios cultos, que recrean la naturaleza, que estaban presentes en las construcciones de los arzobispos de Toledo.

8.3. La crisis y el nuevo cigarral de los siglos XVII al XIX

El aspecto de este tipo de cigarral con sus olivos y frutales dispuestos de manera ordenada en fincas cerradas, seguiría contrastando con la aridez más absoluta que primaba en sus inmediaciones como consecuencia del aprovechamiento comunal de las tierras no cercadas. Esta diferencia tan acusada es la que muestran algunas de las primeras imágenes fotográficas que se conocen de la zona y diferentes planos como el recientemente publicado de los alrededores del campo de maniobras de la Academia de Infantería, en los que se representa el cigarral de Infantes, hoy arruinado, y el de Gorondona, desaparecido como consecuencia de la construcción del Hospital Provincial en la segunda década del siglo XX58.

El cigarral era una creación de una clase local culta que se mantuvo especialmente activa en Toledo hasta el final de la segunda década del siglo XVII. Su fin, tal y como había sido concebido, coincide con el inicio de la crisis que afectó a toda Castilla y que se ensañó especialmente con la ciudad, produciendo la paulatina pérdida de la vitalidad económica, política y cultural de la población53. El resultado fue la creación de una entidad urbana completamente nueva, cerrada en si misma, que algunos historiadores han considerado como una auténtica ciudad convento54. Si el interior de la población sufrió drásticos cambios relacionados con la desaparición de la trama urbana civil y la aparición de los grandes muros conventuales, el espacio suburbial exterior también se modificó de forma más que notable. Por un lado, sufrió su propio proceso de conventualización, similar al sufrido por los barrios en los que predominaban los palacios urbanos, que permitió la aparición de conventos sobre espacios ocupados con anterioridad por cigarrales. En ellos tuvieron su sede órdenes tan distintas como los Clérigos Menores en el cigarral que aún lleva su nombre, los capuchinos en el cigarral del Ángel o los carmelitas en el de San Servando. Por otro, como consecuencia de la falta de recursos ligada a la desaparición de la mayor parte de las oligarquías propietarias, también se produjo una paulatina e importante transformación

Este es el panorama que hemos podido documentar en las excavaciones del Cigarral 3. En estos momentos, también como consecuencia de la Guerra de la Independecia, se abandona y va a ser utilizado como espacio productivo, ligado a la implantación del olivar de una forma masiva, como prueban los análisis palinológicos. El edificio fue destruido en su práctica totalidad en la guerra civil española, pero ya antes habría estado bastante deteriorado. No se aprecia en la fotografía que existe del año 1936, cosa que sí sucede con el Cigarral 1 de Menores.

55 Martín Gamero, A. op.cit. 56 Morollón, P. op. cit.

53 Martínez Gil, F. op cit. y La invención de Toledo. Imágenes históricas de una identidad urbana, Ciudad Real, 2007.

57 Porres, J. La desamortización del siglo XIX en Toledo, Toledo, 2001.

54 Bonet, A. “Toledo Barroco y Neoclásico”. En Toledo ¿Ciudad viva? ¿Ciudad muerta?, 301-310, Toledo. 1988; Martínez-Burgos, P. “Historia de un edificio, imagen de una ciudad”. En Cortes de Castilla-La Mancha. Historia y Arte del Convento de San Gil, pp. 11-49, Toledo. 1996.

58 Isabel Sánchez, J.L. “Acerca de un plano antiguo de las inmediaciones de Toledo de finales del siglo XIX”. En Archivo Secreto, 4, 2008, pp. 152-158.

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LA EVOLUCIÓN DEL CIGARRAL A PARTIR DEL SIGLO XVI. ESTUDIOS SOBRE LA QUINTA DE MIRABEL Y LA DEHESA DE POZUELA

superficie de unas 30 hectáreas en su momento más importante, a finales de ese siglo, mediante la aglutinación de cigarrales vecinos. La superficie actual de la finca es el resultado de los añadidos, durante los siglos XVIII y XIX, de diferentes suertes y terrenos de la zona conocida con el nombre de la Pozuela. La evolución de la ordenación y explotación del terreno en el que se ubica la heredad, desde su aprovechamiento en pequeñas parcelas de cultivo, pasando por su transformación en cigarral en el siglo XVI, hasta su notable ampliación en los siglos XVIII y XIX, y su protección en el XXI, es un reflejo de la situación de este paisaje cultural a lo largo de su historia.

Cloe Cavero de Carondelet, Jesús Carrobles Santos, Pablo Guerra García y Jorge Morín de Pablos

Actualmente, en la Quinta de Mirabel se mantienen tres núcleos constructivos de finales del siglo XVI, correspondientes a la edificación del cigarral del cardenal Quiroga. El resto de edificios que vemos fueron construidos entre el siglo XIX y el siglo XX, reutilizando, suponemos, estructuras previas dedicadas a la explotación agraria o a cultivos.

1. LA EVOLUCIÓN DEL CIGARRAL EN EL SIGLO XVI. LA INCORPORACIÓN DEL MODELO ROMANO EN EL PAISAJE TOLEDANO. EL EJEMPLO DE LA QUINTA DE MIRABEL

Por lo tanto, podemos dividir la historia de este cigarral en tres grandes fases: el origen, los años de esplendor y su posterior fortuna histórica.

La Quinta de Mirabel, una finca suburbana ubicada extramuros de la ciudad de Toledo, más allá del puente de San Martín, junto a la dehesa de la Pozuela, constituye el ejemplo más importante y característico de lo que fueron algunos cigarrales toledanos. La aparición de nueva documentación sobre la formación de la finca1 y las prospecciones arqueológicas realizadas han ampliado notablemente nuestro conocimiento al respecto, proporcionando una visión completa y global de la historia y evolución de este cigarral.

1.1. El Origen

El origen de la Quinta de Mirabel reside en la unión de pequeñas viñas a principios del siglo XVI, que alcanzarían una

En un primer momento, a principios del siglo XV, la zona en la que luego se ubicaría el cigarral de cardenal Quiroga estaba dividida en pequeñas heredades, de no más de tres hectáreas de superficie, dedicadas al cultivo de la viña. Estas fincas eran dominio directo del cabildo de la Iglesia de Toledo, y estaban arrendadas a personas llanas de la ciudad, con oficios humildes como corredor de papel, alguacil o pedrero2.

1 Se trata de registros digitalizados por el Ministerio de Cultura, y su paginación es la correspondiente a las imágenes disponibles en PARES.

2 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 52-81.

Fig. 1. Fotografía aérea de la Quinta de Mirabel.

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Fig. 2. Vista panorámica de la Quinta de Mirabel.

en la lista de cigarrales “de tan pequeño sitio que parezen sepulturas o celdas de frayles cartujos”, con “quatro arbolicos, una fontezuela y una pìeza de tapias o enramada paxiça” que había en los alrededores de Toledo9. Hernán Suárez amplió la finca con más tierras, como el aledaño cigarral del Tornero, y la mejoró con elementos hidráulicos como pozos y norias10, gastando “en la labor de las dhas casas y eredad y en plantar en ella viña y arboleda y jardines” casi dos mil ducados11. De hecho, encontramos aquí una información contradictoria, pues mientras que en el documento recién citado y en un testimonio de principios del siglo XVII se dice que fue él quien plantó las viñas, ya que el terreno de Pedro de Salamanca, bastante pedregoso e imposible de labrar, únicamente contaba con olivos y árboles12, en la documentación de 1524 sobre la venta de los pedazos a Pedro de Salamanca sí aparecen viñas13.

En el primer tercio del siglo XVI, el lechero Pedro de Salamanca adquirió ocho pedazos de terreno, de viñas, olivos y árboles, en el término de Lanchar y Montecillo, colindantes con el camino de Argés, y una viña y arboleda, conocida con el nombre de las Pedrosillas3. El terreno, que tenía unas 12 hectáreas4 de superficie, estaba ubicado en la zona que actualmente ocupa el palomar, en donde aún era posible ver los cimientos de las casas a principios del siglo XVII5. Este conjunto, que sería conocido con el nombre de “la lechera” debido al oficio de su propietario, puede considerarse la primera fase formativa del cigarral. En 1543, Juan López de León, capellán de la capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, compró la heredad de Pedro de Salamanca, uniéndola a otra heredad suya aledaña, que había sido de Juan de Mora6, y levantó allí su cigarral. Es en este momento cuando esta heredad se distancia de su uso de aprovechamiento agrario predominante, y empieza a ser utilizado como espacio recreativo, dedicado al ocio del propietario, y a adquirir las características propias de los cigarrales. En 1573, el capellán vendió a Inés de León7 y a su marido, el regidor de Toledo Hernán Suárez Franco, la “heredad casas fuentes e arboledas que tenia e poseya encima della puente de san martin junto a la venta del alnofero”8.

En diciembre de 1584, el regidor Hernán Suárez y su mujer vendieron el cigarral al arzobispo de Toledo, el cardenal Gaspar de Quiroga, en dos partes diferenciadas14. La parte que había sido de Pedro de Salamanca, tributaria al cabildo, se vendió por 1200 ducados, y la parte no tributaria, en la que se encontraban las casas principales, las fuentes, los jardines, la viña situada sobre las fuentes y el llamado “arco real”, y el olivar, se vendió por 4800 ducados15.La finca lindaba con las heredades del alarife Juste de Trujillo, de Pedro de Valdivieso y de los herederos Luis de Villarreal, con el Camino Real que iba hacia la hoy desaparecida venta del Alnafero (la actual carretera hacia Argés) y con los caminos que iban a los cigarrales y al término conocido con el nombre de “la bomba”16.

En 1576, el cigarral del regidor es incluido en el memorial de Luis Hurtado de Toledo como “la casa, huerta y poço de Fernand Suarez Franco, que labro Juan Lopez de Leon”, incluida

3 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 38-41.

9 Hurtado de Toledo, L. “Memorial de algunas cosas notables que tiene la Imperial Ciudad de Toledo”, 1576, en Viñas Mey, Carmelo, y Paz, Ramón, Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España, Madrid 1949, pp. 505-506.

4 Todas las conversiones a hectáreas incluidas en este trabajo se basan en las siguientes equivalencias: 1 aranzada=400 estadales2=4.471,8644m2, y 1 estadal2=11,1797m2.

10 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 43-52, y CAJA 2341,8, pp. 4-13.

5 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 4i-5i.

11 AHPT, protocolo 1608,ff. 529r-v.

6 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 41-43.

12 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 4i-5i,

7 Inés (Ortiz) de León aparece como sobrina de Juan López de León en Martz, Linda, A network of converso families in early modern Toledo: assimilating a minority, Michigan, 2003, pp. 279-280, y como su hermana en MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 5d-7.

13 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 38-40 14 AHPT, Protocolo 1592, ff. 2080-2086. 15 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 43-52, y CAJA 2341,8, pp. 4-13.

8 AHPT, protocolo 1608,ff. 529r-v. (cit. en Martz 2003, pp. 279-80). Juan López de León les vendió la heredad por 1000 ducados, a ser pagados más adelante.

16 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18,

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1.2. Los años de esplendor

finales del siglo XV y principios del siglo XVI. El cardenal reedificó las antiguas casas de Hernán Suárez Franco, mejoró los jardines, y amplió la finca, comprando algunos de los cigarrales de los alrededores, como el del alarife Juste de Trujillo20 y el del receptor Gaspar de Fuensalida21. El cigarral del cardenal, tras las ampliaciones, lindaba con el camino Real, la actual carretera que va hacia Argés y Polán, con la Legua y con el cigarral del canónigo toledano Juan de Gomara22.

Gaspar de Quiroga, que había llegado a adquirir un notable poder en la corte de Felipe II, tras ser nombrado Inquisidor General en 1573, arzobispo primado en 1577, y cardenal por el título de Santa Balbina en 1578 se encontraba en este momento relegado en su archidiócesis de Toledo, apartado de la corte madrileña, en la que había residido los últimos 15 años17. El cardenal, que contaba ya con más de 70 años, una edad longeva para la época, debió adquirir esta villa campestre con la intención de establecer allí su lugar de retiro. La zona en la que estaba la finca, la zona de los cigarrales, no sólo contaba con unas vistas espléndidas sobre la ciudad imperial, sino que se encontraba alejada de la urbs, en un paraje de aire salubre, a diferencia de la vega del Tajo, el lugar elegido tradicionalmente por los poderosos para establecer sus villas de recreo. Durante la segunda mitad del siglo XVI, los cigarrales habían sido elegidos18 por los toledanos de un cierto nivel social, eclesiásticos o civiles, para establecer sus segundas residencias, y poder así tener pequeños jardines y huertos con árboles frutales.

Las ampliaciones hechas por el cardenal fueron tales que, tras su muerte, en el cigarral, además de las casas principales, había cinco jardines con fuentes y estanques, ocho vasos de colmenas, un palomar, una bodega con cuatro cubas, viñas, árboles frutales, naranjos, un bosque, y cuatro casas accesorias: la casa “de las salinas”, con un corral grande, situada a la entrada de la casa principal; dos casas, una mayor y una pequeña, incluidas en la heredad del receptor Fuensalida; y una casa, con una capilla, en el bosque que se compró con la heredad del maese Alonso. En cuanto al sistema hidráulico existente, pese a que se obvian los pozos y norias, sí se menciona un estanque situado junto a la casa principal, en donde se recoge el agua de lluvia que cae de tejados y paredes, y que en el bosque se juntaban “las aguas que bienen a los encañados a las prinzipales”23.

1.2.1. Dimensiones y localización Debido a que la mayoría de la información que manejamos sobre las dimensiones de la finca procede de un pleito sobre el apeo de la zona tributaria del cigarral, los datos resultan muy contradictorios. De todas maneras, si aceptamos la medición del cigarral hecha por el alarife toledano Juste de Trujillo y el medidor Juan de Castro, la finca tenía una superficie de 29 hectáreas en junio de 158519, unos meses después de la compra. Los resultados de las prospecciones arqueológicas de superficie y de los estudios de especies vegetales realizadas en el perímetro histórico de la Quinta de Mirabel apoyan la teoría de ubicar la superficie quinientista del cigarral del cardenal Quiroga en el área noroeste de la finca, lindante con la carretera que va hacia Argés. Este área, de una superficie aproximada de 35 hectáreas, está formada por una amplia zona de olivar, zonas mixtas y zonas de enebral y encinar. En ella se encuentran vestigios de al menos tres edificaciones, de mampostería, tapial y ladrillo, ubicados en zonas elevadas del terreno, que pueden ser interpretadas, por tanto, como parte de los pequeños cigarrales, casas hortales de dos o tres hectáreas de superficie, que se construyeron en la zona suroeste de Toledo entre

1.2.2. La incorporación del modelo romano en el paisaje toledano El cardenal Quiroga, que había pasado casi diez años de su vida entre Roma y Nápoles, decidió transformar su cigarral toledano en una villa italiana, emulando por ello las características más representativas, como la existencia de una loggia o la decoración al fresco, pero trasladándolas a un ambiente más provinciano, sustituyendo los mármoles por ladrillo y el buon affresco por una técnica menos elaborada24. Con ello, este cigarral se convertiría en la máxima expresión de los cigarrales del XVI, y marcaría no sólo la ruptura con el modelo tipológico anterior, más sencillo, sino que sería tomado como ejemplo para construcciones posteriores como el cigarral de Buenavista, propiedad del cardenal Sandoval y Rojas.

pp. 43-52; y CAJA 2341,8, pp. 4-13. Pese a que actualmente no se conoce ninguna zona llamada la Bomba, en el Catastro de la Ensenada se menciona un “cigarral de la Bomba” en la zona de Pozuela, junto a Cobisa, (AHPT, H-686, f. 716), propiedad de la cofradía de la Encarnación, y colindante con el camino de Cobisa y el cigarral de los Teatinos.

20 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, p. 24i. 21 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 4i-5i, y AGP, SECCIÓN ADMINISTRATIVA, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5.

17 Pizarro, H., Un gran patrón en la corte de Felipe II: Don Gaspar de Quiroga, 2004. Se trata del estudio más reciente y completo sobre el cardenal Quiroga, al que nos remitimos en todas las informaciones a él referidas.

22 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 5d-7i.

18 Carrobles, J.: Morín, J.; Barroso, R.; “El cigarral. Origen y cambio de un paisaje cultural a través de sus bosques y jardines”, en Actas del Congreso de Historia Ambiental, III Reunión sobre Historia Foresta. Cuadernos de la Sociedad de Ciencias Forestales, 30, 2009, pp. 153-162.

23 AGP, SECCIÓN ADMINISTRATIVA, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5, y MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, p. 23 24 Cavero de Carondelet, C., El cigarral del cardenal Quiroga, Universidad Autónoma de Madrid, 2010 (trabajo inédito).

19 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 31-32.

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Fig. 3. Planta del edificio. Pablo Fernández-Longoria.

El edificio

de cascarón. Estos nichos sirvieron para albergar una fuente monumental formada por siete surtidores animalísticos.

En la edificación del cigarral, que duró cerca de cuatro años, y que podemos fechar con bastante seguridad entre 1585 y 1589, trabajaron el maestro de obra Juan de Cabezarredonda y el maestro de albañilería Juan Pérez25.

La especial distribución y configuración del edificio, relativamente pequeño y marcadamente longitudinal para un palacio, se explica por la función que tenía. Este cigarral no fue concebido como un palacio o una residencia campestre, sino como un lugar de retiro de la vida urbana, a donde se acudía para pasar el día, pasear por los jardines y disfrutar del campo.

Dentro del conjunto de edificios que hoy conforman la Quinta de Mirabel encontramos tres módulos quinientistas, la casa principal, una construcción secundaria de una sola planta situada al otro lado de uno de los jardines, hacia el suroeste, y un palomar.

Las numerosas reformas que se han llevado a cabo en el edificio principal, únicamente nos permiten ver una de las fachadas originales, la que da a los jardines. Los resultados de la lectura vertical de paramentos y la analítica de los materiales constructivos realizadas concluyen que este edificio fue realizado en un mismo momento, utilizando un aparejo toledano de buena calidad, propio de las fábricas nobles. Sin embargo, podemos apreciar pequeñas modificaciones en la fachada, tales como la eliminación de salientes decorativos, reparaciones puntuales, o la sustitución de la cubierta original, lo que hace que su aspecto originario quede desvirtuado.

La construcción principal, ubicada en una pendiente, es de planta rectangular (ca. 29x7,7 m.), y está formada por un primer piso, en el que se alza un cimborrio octogonal, y una galería inferior abierta a los jardines. El primer piso o piano nobile está compuesto de cuatro estancias cuadrangulares, tres de ellas cubiertas mediante el sistema de bóveda vaída de lunetos, y una de ellas con una alta cúpula de media naranja, traducida exteriormente en un módulo cúbico que da paso a un cimborrio octogonal, la capilla del cardenal. La galería o loggia que da a los jardines está dividida en siete tramos rectangulares, y cubierta con un sistema de bóvedas de arista planas y arcos fajones prácticamente invisibles. En cada tramo del muro interior encontramos un nicho de planta semicircular con dos niveles de profundidad, cubierto con una semibóveda

La traza de este edificio, y, por extensión, de la construcción secundaria que luego comentaremos, se atribuye al arquitecto catedralicio Nicolás de Vergara el Mozo26. Pese a que no se conservan datos documentales sobre el diseño del cigarral, la presencia de elementos constructivos característicos de la

25 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 20i-25i.

26 Marías, F., “El cigarral toledano del cardenal Quiroga”, Goya, nº154, 1980, pp. 216-222.

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reformas en el palacio arzobispal, las obras del Hospital del Rey y la ampliación del Sagrario catedralicio. Se ha querido relacionar recientemente29 la coincidencia entre la situación de ambos -el cardenal apartado de la corte y el arquitecto de la maestría mayor de la catedral-, con la construcción del cigarral y con la estrecha relación que mantendrían a partir de este momento, ya que el arquitecto se haría cargo también de la heredad que el cardenal tenía en el Soto de Migas Calientes, cerca del palacio del Pardo. En estos años por lo tanto, entre 1582 y 1587, el arquitecto estuvo trabajando en muchos y variados proyectos, uno de los cuales fue muy probablemente el cigarral del cardenal Quiroga.

Capilla La cúpula está decorada pictóricamente con una imponente Pentecostés [Hechos 2:1-41], desarrollada en forma de friso corrido por todo el perímetro de la misma, combinada con ocho escenas veterotestamentarias trabajadas en grisalla y tonos monocromos broncíneos30, y con las armas del III marqués de Malpica -pintadas sobre el escudo cardenalicio del cardenal Quiroga- en los tondos rebajados de las pechinas. El episodio de Pentecostés relata el momento en que el Espíritu Santo concede a los apóstoles el don de lenguas necesario para predicar el Evangelio entre los gentiles31, y simboliza el nacimiento de la Iglesia como institución eclesiástica organizada. En la cúpula del cigarral se representa una Pentecostés populosa, en la que aparecen no sólo la Virgen María, las Santas Mujeres y los apóstoles, sino también los discípulos que estaban con ellos durante la oración en el Cenáculo, el momento inmediatamente anterior al advenimiento. Los discípulos se distinguen de los apóstoles -quienes, menos en el caso de San Pedro, están representados sin sus atributos- por sus vestiduras, menos clásicas, y por la presencia de elementos anecdóticos junto a ellos. Cestos, paños, objetos muebles, e incluso un perro, se disponen por toda la escalinata, como queriendo indicar la condición más humilde de los discípulos. Sin embargo, los libros, tradicional símbolo de la sabiduría, y la llama del Espíritu Santo aparecen junto a todos los personajes de la escena, señalando así que los dones fueron infundidos a todos los católicos.

Fig. 4 y 5. Exterior del edificio y la loggia.

obra de este arquitecto, y las numerosas colaboraciones que artífice y comitente mantuvieron a lo largo de todo el arzobispado de este último, tanto en la esfera pública como en la privada, sostienen esta atribución27. De hecho, la cúpula del cigarral mantiene muchos puntos en común con la capilla Meneses de la iglesia conventual de Santa Isabel de los Reyes, de media naranja y con tondos rebajados como elemento de molduración de las pechinas, y con la Capilla de San José28. Además, la sucesión rítmica de la galería inferior y su decoración a base de entrantes y salientes de carácter geométrico, de marcada austeridad, constituyen también soluciones formales características del arquitecto.

Esta iconografía fue intensamente promovida por Gregorio XIII, ya que la presencia de los discípulos en el advenimiento mostraba una visión más global de la Iglesia, lo que ayudaba a difundir sus esfuerzos de reunificación de toda la Iglesia Católica, para lo que se apoyaría en órdenes religiosas como

29 Gascón Bernal,J., Estudio histórico del convento agustino extramuros de Madrigal de las Altas Torres y la intervención clasicista del arquitecto Juan de Ribero Rada, UPM-ETSA, 2007.

Nicolás de Vergara el Mozo fue el maestro mayor de la Catedral de Toledo durante la mayor parte del largo arzobispado de Quiroga, realizando proyectos tan relevantes como las

30 Cavero de Carondelet, C., “La decoración pictórica del cigarral del cardenal Quiroga”, en la revista Anales de Historia del Arte, Actas del III Encuentro Complutense de Jóvenes Investigadores de Historia del Arte, vol. 23, Número Especial, pp. 243-255.

27 Marías, F., Arquitectura del Renacimiento en Toledo (1541-1631), Tomo II, Madrid 1985, pp. 51-100.

31 Réau, L., Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia: Nuevo Testamento. Ediciones del Serbal, Barcelona 1996, pp. 613618.

28 Marías, F. op. cit., Tomo II, 1985, pp. 72 y 75.

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Fig. 6. Cúpula de la capilla del cardenal Quiroga. La Pentecostés.

los Oratorianos o los Jesuitas durante todo su pontificado32. El cardenal Quiroga, en la elección de la iconografía de su capilla, quiso asimilar sus intenciones y aspiraciones a las del pontífice que le había nombrado cardenal en 1578, además de mostrar su cercanía con la Compañía de Jesús, a la que había sido afín desde su juventud.

los sueños del Faraón y José es vendido por sus hermanos. Los monocromos broncíneos, de tamaño algo menor, representan hechos de Moisés y Abraham: Moisés y el milagro del agua en el desierto, Moisés en el Sinaí, El sacrificio de Isaac y Abraham y los tres ángeles.La similitud entre organización de estas escenas con las escenas análogas de las logias de Rafael en el Vaticano, permite aseverar que el pintor debió conocer estos frescos, ya fuese directamente –difícil de probar- o, más probablemente, a través de las estampas que circulaban por España. Las analogías más marcadas aparecen en los episodios de la vida del patriarca José.

Las grisallas representan dos episodios de la vida del rey Salomón, El juicio de Salomón y Adonías pidiendo clemencia a su hermano, y otros dos sobre el patriarca José, José interpreta

El significado global de la cúpula se articula pues en torno a los temas de la justicia y la sabiduría necesarias para gobernar, ideas incluidas en el lema que aparece en la filacteria del escudo del cardenal, “amator iustitie, protector sapientie”33.

32 Valone, Carolyn, “The Pentecost: Image and Experience in Late Sixteenth-Century Rome”, en Sixteenth Century Journal, XXIV/4, 1993. Cloe Cavero de Carondelet, “Entre Roma y España: Una iconografía compartida por Gregorio XIII y el cardenal Quiroga” en Bravo Lozano, Cristina y Quirós Rosado, Roberto (eds.): En tierras de confluencia. Italia y la Monarquía de España, siglos XVI-XVIII, Valencia, Albatros Ediciones (en prensa).

33 Villegas, A. de, Flos sanctorum, segunda parte y historia general

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Fig. 7. Apóstoles

Fig. 8. San Juan evangelista, la virgen María y las Santas Mujeres

Fig. 9. Discípulos

Fig. 10. El juicio del rey Salomón

Fig. 11. Detalle, perro.

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La decoración pictórica del cigarral del cardenal Quiroga llama la atención en el ambiente toledano del tardío Quinientos, por su técnica y colorido, por su originalidad iconográfica y por estar atribuida a un pintor del que sabemos poco38. Casi todos los tratadistas antiguos desde el siglo XVII hasta el XVIII39destacan el buen hacer de Blas de Prado en el arte de la pintura, especialmente en los retratos y en los “lienzos de frutas”. Sin embargo, la escasa obra conservada y atribuida con seguridad al pintor dificulta la creación de perfil, estilístico y biográfico, definido. Sin embargo, quizá el principal problema sea explicar el italianismo reformado de la imagen y el conocimiento de la pintura al fresco40. La principal hipótesis es un viaje a Italia, donde habría viajado para aprender y perfeccionarse el arte de la pintura, en la década de 1570, años en los que no se conoce ninguna documentación sobre el pintor. La estancia de Blas de Prado en Roma parece complicada, ya que en ninguno de los varios estudios realizados sobre la presencia de artistas españoles en la città eterna se ha hallado ninguna pista41, por lo que quizá habría que plantearse la idea de un viaje a otra parte de Italia, quizá al norte. De hecho, se ha comparado el estilo de Blas de Prado con el de los Campi, pintores de Cremona42, y hay una cierta analogía entre la cúpula cardenalicia con obras milanesas, como la capilla decorada por Carlo Urbino en la iglesia de San Marco de Milán.

Fig. 12. Flos Sanctorum de Alonso de Villegas (detalle), 1589.

Esta decoración se atribuye al pintor de Camarena, Blas de Prado34, debido a la relación que este pintor mantenía con la catedral y con personajes cercanos al cardenal como el clérigo Alonso de Villegas, y a la existencia de fuertes paralelismos entre su obra y la cúpula del cigarral. El primer caso, y el más importante, lo constituye el dibujo de la Ascensión conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid35, en el que apreciamos la sencillez en la configuración de los mantos, la amplitud de los gestos y la monumentalidad de los cuerpos de las figuras de la Pentecostés. También encontramos semejanzas en un dibujo de un Quo vadis domine? conservado en los Uffizi36, y en algunas figuras del retablo de la Aparición de Santa Leocadia a San Ildefonso y el Rey Recaredo de la Iglesia Colegial de Santa María en Talavera de la Reina. En 1590, Blas de Prado sería nombrado segundo pintor de la catedral de Toledo, donde ostentaba el primer puesto Luis de Velasco37, nombramiento que podemos poner en relación con la satisfacción del cardenal por la labor realizada en su cigarral, la cual, como ya hemos comentado, habría sido realizada entre 1589 y 1590.

De todas maneras, pese a este wishful thinking, lo más probable es que el romanizado estilo que muestra Blas de Prado en el cigarral del cardenal Quiroga se deba a sus numerosas visitas al Real Monasterio de El Escorial, en donde estaban trabajando

38 Una puesta al día sobre la documentación existente sobre Blas de Prado la encontramos en Pérez de Tudela, Almudena, “López de Prado, Blas”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico Español, t. XXX, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012 (en prensa), y Mateo, I., y López-Yarto, A., Pintura toledana de la segunda mitad del siglo XVI, Departamento de Historia del Arte, Instituto de Historia, CSIC, Madrid, 2003, pp. 246-269, 39 (Entre otros) Butrón, Juan de; Discursos apologéticos … del Arte de la Pintura, Madrid, 1626; Carducho, Vicente, Diálogos de la Pintura…, Madrid, 1633; Cea Bermúdez, Juan Agustín, Diccionario histórico …, Madrid, 1800, vol. IV; Martínez, Jusepe, Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura, Madrid, 1886; Pacheco, Francisco, Arte de la Pintura, Madrid, 1596; Palomino, Antonio, El museo pictórico y escala óptica, Madrid, 1947; Sánchez Cantón, Francisco Javier, Fuentes literarias para la historia del arte español, tomos I y II, Madrid, 1923.

en que se escriue la vida de la Virgen… , 1589, Toledo. Esta edición está dedicada al cardenal, y en el primer folio aparece una xilografía que representa el busto del cardenal enmarcado por una estructura arquitectónica, y acompañado por una filacteria con las dichas palabras.

40 Gómez-Menor, J. C. “El pintor Blas de Prado (I)”, Boletín de Arte Toledano, Toledo 1966, p. 60-75. Aquí se da la primera noticia de la relación del pintor con la técnica del fresco, recogiendo un artículo de Ceán Bermúdez que dice “el cabildo encargó a Blas de Prado reparar el cuadro de la Asunción que está en la sala capitular de invierno, y que lo ejecutó el año de 1586…”. También encontraremos al pintor en El Escorial entre los años 1589 y 1590, tasando la decoración al fresco de la Sala de Batallas llevada a cabo por los italianos Cambiaso, Tavarone, Castello y Granello.

34 Marías, Fernando, op. cit., 1980, pp. 216-222. 35 Pérez Sánchez, Alfonso, El dibujo español de los siglos de Oro: salas de exposiciones del Palacio de Bibliotecas y Museos, Madrid, mayo 1980, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980, pp. 97-98, lám. XIII-XIV, y Angulo, Diego, y Pérez Sánchez Alfonso, A corpus of Spanish drawings 1400-1600, vol. I, Londres, 1975, lám. LXV nº222. 36 Angulo, Diego, y Pérez Sánchez, Alfonso, op. cit., 1975, lám. LXIV nº 220.

41 Redín, G. Pedro Rubiales, Gaspar Becerra y los pintores españoles en Roma, 1527-1600, Madrid, 2007, p. 309; y Mateo, I., y LópezYarto, A., op. cit., CSIC, 2003, p. 253.

37 Zarco del Valle, Manuel, Datos documentales para la historia del arte español, Tomo II “Documentos de la Catedral de Toledo”, Madrid, 1916, p. 301.

42 Pérez Sánchez, A. “La crisis de la pintura española en torno a 1600”, España en las crisis del arte europeo, Madrid, 1968, p. 173; Marías, F. op. cit., 1980, p. 227.

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pintores italianos como Federico Zuccari o Pellegrino Tibaldi, representantes de un estilo manierista pero reformado, de acuerdo con los preceptos de Felipe II. De El Escorial pudo aprehender también el gusto por lo anecdótico en las escenas sacras, que Tintoretto y los venecianos habían traído a España, y que había sido popularizado por Navarrete el Mudo. El detalle del perro en la escalinata de la cúpula, pese a las innegables connotaciones simbólicas que este animal tiene, estaría pues relacionado con las prácticas venecianas de la pintura escurialense. Resulta curioso subrayar al respecto que, en un contrato posterior hecho en 1575, Navarrete el Mudo sería advertido acerca de lo inapropiado de esta práctica, y que no debía incluir en los lienzos encargados “gato ni perro ni otra figura que sea deshonesta”43.

En el interior del cigarral se disponían también doce tablas de pinturas de los meses del año, más concretamente en las “galerías altas”, además de algunos objetos interesantes que nos hablan de los gustos propios del cardenal, tales como dos mesas de trucos, una proveniente de la India y otra guarnecida de azul, un “clavicordio grande que tanvien es organo con sus fuelles”, o una vajilla veneciana de cerámica decorada con figuras46.

La estufa La construcción secundaria, conocida tradicionalmente con el nombre de “cuarto de verano”47, es un edificio rectangular de una sola planta, estructurado en cinco estancias cubiertas con bóvedas vaídas de lunetos -el mismo sistema utilizado en el piano nobile del edificio principal-. La construcción que vemos hoy se corresponde casi totalmente con la original, sólo con una pequeña variación en la parte sur y con el cambio de ventanas por puertas.

Pese a la cuantiosa presencia de artistas italianos en nuestro país en los años en los que se desarrollaba la construcción y decoración del cigarral del cardenal, resulta sorprendente constatar la ausencia de pintores italianos en Toledo. El hecho de que no hubiese prácticamente pintores italianos instalados en Toledo (exceptuando casos puntuales como el de la figura de El Greco, formado en Italia) conllevó, como es natural, la ausencia de un cierto estilo pictórico en los encargos privados o públicos de la ciudad. Este hecho, además de reflejar un determinado gusto estilístico por parte de los personajes más poderosos de la ciudad, puede quizá explicarse por un cierto conservadurismo o localismo en la mentalidad de la ciudad primada.

En las paredes y bóveda de una de las habitaciones se mantienen, en desigual estado de conservación, dos ciclos de pinturas murales de carácter profano48. La calidad de los materiales sobre los que se asientan estas decoraciones no ha podido evitar que los efectos de la humedad y del paso del tiempo deterioren en gran medida las pinturas de las paredes, hasta el punto que una de ellas se ha perdido totalmente. Además, sobre las tres paredes en las que se conserva decoración vemos apliques cerámicos, probablemente colocados durante el siglo XIX, encuadrando las figuras principales de las escenas, elementos que distorsionan la contemplación, además de haber destruido una parte de la pintura.

La decoración mueble Las paredes de la capilla estaban decoradas con un cuadro de la Adoración de los Reyes, dos representaciones de Santa Balbina y de San Eugenio, y una imagen conjunta de Santa Leocadia y San Ildefonso, y sobre la mesa del altar estaba colocado una Última Cena. Si las imágenes de los santos toledanos y la institución del Sacramento se inscriben plenamente en el ambiente toledano contrarreformista, las representaciones de Santa Balbina y la Epifanía pueden ser interpretadas como símbolos del propio Quiroga, cardenal por el título de Santa Balbina, al que “el nombre que se le impuso de Gaspar venía muy propio y acomodado a la circunstancia de haber nacido día octavo de la Epifanía”44.

El descubrimiento, a mediados del siglo pasado, de una bañera de bloques monolíticos de granito encastrada en el suelo de esta estancia, unido a la temática de sus pinturas murales, nos lleva a identificarla como la estufa del cigarral, la estancia dedicada a los baños del cardenal Quiroga. De hecho, sabemos que en el cigarral había “fuentes, baños y todo género de recreación”49, y en los inventarios realizados con motivo de la compra por parte de Felipe II se menciona un “baño por donde vienen las aguas con sus horno y caldera figada en el con sus llaves donde viene a la valsa de los vaños”, además de numerosos objetos relacionados con el consumo de agua, tales como alambiques de vidrio, alquitaras, calderos o un horno “donde se destilan las aguas que se sacavan para el cardenal que esta en el zielo”50.

En otra capilla menor, situada en el denominado jardín alto, había una Crucifixión de madera de Indias, procedente del Nuevo Mundo. En el inventario realizado en 1596 se enumeran numerosos objetos relacionados con la liturgia, tales como un ara jaspeada negra, un cáliz y una cruz de plata, un atril de bronce, vestiduras litúrgicas, un misal de Amberes de 1593, además de un ostiario, vinajeras, platillos, una palmatoria y candeleros de plata con las armas del cardenal Quiroga grabadas en ellos45.

Este tipo de estancias eran comunes en los palacios y villas renacentistas, tanto de la nobleza y de la realeza como de los al-

46 AGP, SECCIÓN ADMINISTRATIVA, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5.

43 De Antonio, “Los pintores españoles del siglo XVI y El Greco”, en El Monasterio de El Escorial y la pintura. Actas del simposium, 1/5-IX-2001, R. C. U. Escorial-M Cristina, Servicio de Publicaciones, 2001, p. 222.

47 Marías, Fernando, op. cit., 1980, pp. 216-222. 48 Cavero de Carondelet, C. “La decoración”, op. cit. 49 Román de la Higuera, J. Historia de la Imperial Ciudad de Toledo, 1604 ca., p. 99.

44 BCSCV, Libro de Colegiales nº16, f. 141r. 45 AGP, SECCIÓN ADMINISTRATIVA, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5.

50 AGP, Sección Administrativa, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5.

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Fig. 13. Estufa, fachada exterior, reconstrucción.

tos cargos eclesiásticos, y constituían uno de los espacios más interesantes decorativamente. Podemos relacionar la estancia de baños del cardenal Quiroga con las estancias análogas del cardenal Bibienna en el Vaticano o del papa Clemente VII en Castel Sant’Angelo, decoradas con grutescos y con motivos profanos y mitológicos. Este tipo de decoración, el grutesco, se debe al descubrimiento, a finales del siglo XV, de la Domus Áurea del emperador Nerón, iconografía que sería reinterpretada por Rafael y su taller durante las primeras décadas

del siglo XVI51. Los motivos ornamentales fantásticos de los grutescos inundarían a partir de ahora los palacios, ya fuese como recurso marginal o como protagonista de los ciclos decorativos. La decoración de la estufa del cardenal Quiroga, como veremos a continuación, es un exponente de la rama más naturalista y bucólica del género, inspirada no en las expresiones más bizarras del mismo, sino en su vertiente más

51 Chastel André, El grutesco, Akal, Madrid 2001

Fig. 14. Rapto de Europa (izq.) y Narciso contemplando su imagen (dcha)

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Fig. 15. Bóveda.

so contemplando su imagen en el agua, procedentes de las Metamorfosis de Ovidio. Cada una de las paredes interiores, que se comunican con las estancias adyacentes mediante dos puertas ubicadas en los laterales del muro, albergan una única escena central, dedicada a la diosa Diana. En una de ellas vemos como Acteón, ataviado de cazador, contempla el baño de Diana y las ninfas en una fuente en el bosque. Podemos apreciar el cuerpo desnudo de Diana, quien se vuelve a mirar al intruso, que aparece de pie en el lado izquierdo de la escena, y los cuerpos de al menos dos ninfas saliendo de la fuente para cubrirse. La composición de esta escena mantiene muchos puntos en común con la escena homónima de Tiziano, encargada por Felipe II para el Alcázar. En la otra pared reconocemos a Endimión, recostado y dormido en la parte inferior de la escena, junto a la diosa Selene, representada como Diana cazadora, ataviada con lo que parece ser el arco y las flechas colgando de uno de sus hombros.

amable. Pese a que podemos citar infinidad de ejemplos que pudieron servir de inspiración para el pintor, desde las citadas estufas romanas hasta el Peinador de la Reina de la Alhambra, de Carlos V, el desaparecido Alcázar madrileño, o el monasterio de El Escorial, queremos subrayar los numerosos puntos en común que el cigarral mantiene con las logias del Vaticano pintadas por Rafael, que debieron ser muy reproducidas a lo largo del siglo XVI52. La inspiración en las logias rafaelescas no sólo es patente en los motivos ornamentales de la estufa, sino también, como hemos comentado anteriormente, en los recuadros veterotestamentarios de la cúpula. La organización compositiva de las tres decoraciones parietales que se conservan está estructurada en función de la ubicación de los vanos de la habitación. En la pared que comunica con el exterior, a cada lado del vano central, están representadas las escenas del Rapto de Europa y de Narci-

Todas estas escenas están enmarcadas con un sistema de finta architettura, articulado mediante anchas bandas decorativas con grutescos y pilastras corintias, que se completa con la re-

52 Dacos, N. Rafael: las logias del Vaticano, Lunwerg, Madrid 2008.

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Fig. 16. Reconstrucción 3D de los jardines.

presentación de cuatro figuras femeninas, vestidas all’antica y sedentes en una tribuna encuadrada con cortinajes, en los espacios existentes sobre los vanos interiores. Sin embargo, sobre el vano que comunica con el exterior descubrimos un elemento diferente de difícil identificación, en el que podemos reconocer el contorno de un escudo arzobispal, pero en cuyo interior parece haber una representación de una figura femenina, representaciones que podrían deberse a diferentes etapas pictóricas.

ticas, se unen elementos de carácter naturalista, tales como adornos florales y vegetales o aves comunes reconocibles -la abubilla, el abejaruco, el verderón y el rabilargo-. Tanto los elementos naturalistas como las escenas de ofrenda, en las que campesinos ofrecen a la divinidad elementos cotidianos como carneros, ovejas o flores, unidos a las bucólicas escenas mitológicas, confieren a toda la decoración un carácter íntimo y agreste, alejado de los sofisticados grutescos manieristas. La bóveda se completa con un bizarro desfile de enanos danzantes, músicos, malabaristas, que discurre sobre la cornisa de la bóveda, sobre un friso de roleos vegetales. No es muy común la presencia de niños y enanos en las decoraciones de grutesco, en donde es más común la representación de amorcillos alados o putti, pero hemos encontrado representaciones de procesiones de carácter fantástico y de niños músicos en algunos de los bajorrelieves que decoran las Logias de Rafael y en la fachada de la universidad de Salamanca.

En cada uno de los cuatro lunetos de la bóveda está representada una figura angélica de grandes alas multicolores recostada en una nube, que sostiene las armas del III marqués de Malpica. Los blasones de Ribera y Enríquez fueron pintadps sobre el escudo del cardenal Quiroga, hecho que hoy se intuye por la dudosa colocación de la corona marquesal y por la forma ovalada del escudo, propio no de la nobleza castellana sino de la jerarquía arzobispal y cardenalicia.

Las escenas mitológicas de las paredes y los lunetos se atribuyen, de la misma manera que la decoración de la cúpula de la capilla, al pintor Blas de Prado, y se fechan hacia 1590, momento en que las labores de construcción del cigarral debían estar finalizadas53. Esta atribución se apoya, como ya hemos mencionado, en la evidente proximidad entre las figuras representadas en la estufa con los dibujos y lienzos del pintor, y en su estrecha relación con el cabildo catedralicio toledano. Sin embargo, la atribución y datación de la bóveda, debido a los innegables indicios de repintes posteriores y a la inusual

La bóveda de la estufa está decorada con un ciclo de grutescos sobre fondo blanco, interrumpido en el centro por una finta abertura octogonal a un cielo en el que reconocemos, sentados sobre nubes, a los dioses Apolo, Mercurio, Minerva y Marte. La decoración de grutescos se organiza a partir de los ocho ejes determinados por los lados del octógono, de manera simétrica aunque no idéntica. En los ejes correspondientes a las esquinas de la bóveda se disponen construcciones arquitectónicas fantásticas, decoradoa con relieves escultóricos y quadri riportati paisajísticos, sobre los que vemos la representación de humildes escenas de ofrenda alrededor de un fuego sacro. En los ejes restantes, que ocupan la mayor parte de la bóveda, vemos como a los elementos típicos del grutesco, como cariátides, esfinges, tritones y otras representaciones fantás-

53 AMT, Archivo Secreto, Asiento 1072, Alacena 2ª, Legajo 4º, nº6.

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Fig. 17. Galería.

monumental y sereno, combinado con la elección de motivos iconográficos tales como aves comunes o personajes humildes, confieren a toda la estancia un equilibrio sosegado, adecuado para una villa campestre a la que su propietario debía acudir para escapar del bullicio de la vida urbana.

Los jardines El cardenal Quiroga amplió el cigarral que compró a Hernán Suárez Franco levantando el que sería descrito como “el más suntuoso Cigarral de sus tiempos”, con “amenos jardines, viñedos y olivares, al lado de estanques llenos de peces, y entre artificiosos surtidores de agua ocultos en medio del monte, donde se ve correr la caza”54. La recuperación de la composición original de los jardines históricos es quizá una de las facetas más complejas de la historiografía55, ya que los vestigios que llegan hasta nuestros días son escasos y fragmentarios. Sin embargo, en este caso contamos con un cierto número de descripciones y documentos que nos ayudan a reconstruirlos.

Fig. 18. Fuente.

En el inventario de 1595 se enumeran “cinco gardines y con sus fuentes y estanques corrientes y molientes”56, entre los que se encontraban jardines “altos” y “bajos”, y, en el siglo XVII, se menciona que los jardines del cardenal “yvan por ençima de la çerca que ai desde la pared del primer corral de arriva derecho a lo rresponder a la torreçilla”57. Estos datos, sumados a que la aridez del terreno en el que se levanta el cigarral dificulta la existencia de variaciones de los niveles de aterrazamiento, nos ha hecho considerar la idea de que la estructura que hoy vemos se corresponda con la traza original, por lo que los jardines del cardenal habrían estado ubicados en la parte de la ladera situada hacia la ciudad de Toledo, permitiendo así el disfrute del paisaje.

Fig. 19. Reconstrucción 3D

iconografía que se despliega en determinadas zonas, no resulta tan clara.

54 Mariana, J. de, 1609 (en Martín Gamero, Antonio, Los cigarrales de Toledo: recreación literaria sobre su historia, riqueza y población, Madrid 1857, p. 110).

La decoración de la estufa del cardenal Quiroga, tanto las paredes como la bóveda, está en consonancia directa con su ubicación, un cigarral. Se trata de la simplificación de una decoración tradicionalmente fantástica y compleja, que se convierte en bucólica debido a la importancia de los temas naturalistas y realistas. El estilo personal de Blas de Prado,

55 Sobre los jardines históricos de Toledo, ver García, Francisco, Jardines y parques históricos de la provincia de Toledo, Ledoria, Toledo 2002. 56 AGP, Sección Administrativa, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5. 57 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 24d.

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fenis otra de un perro que son las siete birtudes”59. En las virtudes encarnadas por estos animales -el león como símbolo de la justicia, el unicornio símbolo de la castidad y la virginidad, el elefante de la humanidad o modestia, la serpiente como emblema de la prudencia, el pelícano como símbolo del amor por el prójimo, el ave fénix como símbolo de la salvación, y el perro como símbolo del buen pastor y de la fidelidad60-, de la misma manera que en la decoración pictórica de la cúpula, encontramos una representación alegórica de los valores anhelados por el cardenal, un príncipe de la Iglesia. En los jardines se disponían además cuatro árboles, con sus tiestos y macetas, y cuatro mesas de pórfido “guarnecidas de bronze con seys bancos de nogal sobre quatro pilares cada una”61, traídos de Nápoles62, ciudad en la que había vivido casi cinco años; un pavo real blanco y un avestruz63, dos animales ciertamente exóticos en el siglo XVI; una “fuente del navío que es una ninfa sovre el asiento quadrado que tiene ocho caños”; “una taza grande de covre con su pila de hiero que es una fuente”; y “dos taças de fuente pequeñas la una es de piedra y la otra de alavastro”64. Actualmente se conserva en el cigarral la base de piedra de una fuente muy cercana estilísticamente a las grotte manieristas italianas, que pudiera formar parte en origen de una de ellas. En los jardines del cigarral, el agua no era pues únicamente un recurso de regadío, sino un elemento estético fundamental para su diseño y estructura. No cabe duda que una de las razones que el prelado tuvo para comprar el cigarral del regidor Suárez Franco fue el sistema hidráulico existente, a base de arroyos y conducciones subterráneas aprovechados mediante pozos y norias, que favorecían la organización de jardines. Es probable que fuese el deseo del cardenal por ornar con fuentes sus jardines el motivo por el que se considerase insuficiente el caudal de agua que llegaba al cigarral, y se obtuviese una licencia del ayuntamiento para traer agua encañada desde la Pozuela. Pese a que el lugar del que se pretendía encañar el agua fue descrito por los alarifes del ayuntamiento como un cenagal del que parecía difícil poder llegar a extraer agua, en agosto de 1588 el cardenal Quiroga obtuvo el permiso para hacerlo, con la condición de construir un abrevadero para el ganado que pastaba por la Legua65.Actualmente se conservan vestigios de la fuente que el cardenal mandó construir en la Pozuela, que podemos reconstruir gracias a un dibujo del siglo XVIII, en el que aparece tanto el aspecto exterior de la misma como el sistema de aprovechamiento del agua66. Fig. 20 y 21. Interior y exterior del palomar.

En los jardines, probablemente diseñados por el arquitecto del cigarral Nicolás de Vergara el Mozo58, se disponían diversos elementos, entre ellos numerosas fuentes. La fuente más llamativa era la que se disponía en los nichos de la galería baja, que estaba concebida a partir de siete esculturas de bronce, que eran “la una de un leon otra de un unicornio otra de un elefante otra de una sierpe otra de un pelicano otra de un abe

59 AGP, Sección Administrativa, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5. 60 Ripa, C. Iconologia overo Descrittione d’Imagini delle Virtù, Vitii, Affetti, Passioni humane, Corpi celesti, Mondo e sue parti, 1611. 61 AGP, Sección Administrativa, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5. 62 AHN, Inquisición, libro 361, ff. 572r-v, 578r (recogido en PIZARRO, Henar, Un gran patrón en la corte de Felipe II: Don Gaspar de Quiroga, Madrid 2004). 63 AGP, Sección Administrativa, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5. 64 AGP, Sección Administrativa, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5. 65 AMT, Archivo Secreto: Alacena 2ª, legajo 4, nº 6.

58 Se le había encargado la nueva organización de los plantíos del claustro catedralicio en 1581, durante el arzobispado de Quiroga. ACTAC, Actas 17 (1581-1583), f. 44 (cit. en Marías, Fernando, op. cit., Tomo III, Madrid 1986, p. 231).

66 AMT, Caja de “Agua. Fuentes”, signatura 17 [Citado en García, Francisco, Jardines y parques históricos de la provincia de Toledo, Ledoria, Toledo 2002, p. 74, como “Fuente del Emperador].

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El palomar

pleito con el objetivo de invalidar su testamento.72 Tras varios meses de litigios, el 3 de junio de 159573 el papa Clemente VIII dispuso que la fortuna fuese repartida a partes iguales entre la Iglesia Católica, personada en la figura del pontífice, el rey Felipe II y los testamentarios del prelado. El cigarral toledano fue a parar a manos del pontífice, y Nicolás Pallaro, juez y procurador de la cámara apostólica, tomaría posesión del mismo y ordenaría hacer diversos inventarios durante los meses siguientes74.

A finales del siglo XVI, se construyó un palomar junto a las casas principales del cigarral67, sobre los cimientos de la casa del lechero Pedro de Salamanca, el antiguo propietario de la finca68.Los análisis de los materiales constructivos del palomar existente actualmente han resuelto que fue construido en un mismo momento, ya que tanto el mampuesto del zócalo como el aparejo de ladrillo comparten las grietas y fisuras de deterioro, lo que hace que lo identifiquemos con el palomar tardo quinientista mandado construir por el cardenal.

El 7 de julio de 1596 Camilo Caetano, en nombre del papa Clemente VIII, vendió el cigarral al rey Felipe II por 10.000 ducados75. Pese al aparente interés mostrado por obtener la posesión del cigarral de Quiroga, no tenemos noticia de que el monarca mandase realizar ninguna mejora o ampliación en el mismo, ni de que llegase a pasar en él ninguna temporada76. El cigarral perdió su carácter aúlico, y sería utilizado como espacio productivo, cuyas rentas se destinaban a mantener las muy numerosas casas y sitios reales de la Corona, como por ejemplo el ingenio de Juanelo77 en Toledo.

El hecho de su ubicación en una elevación del terreno, controlando una gran parte del paisaje, hace que queramos sugerir la hipótesis de la existencia de una torre en época bajomedieval, de la misma manera que sucede en el cigarral excavado en el cigarral de Menores.

1.3. La Fortuna histórica

El ascenso al trono de Felipe III no hizo que la situación cambiase, y el cigarral pasó a ser considerado un gasto innecesario de la Corona. Para su conservación se aconsejaba anejar la propiedad al Alcázar y entregarla a alguno de los hijos del rey, ya que la situación de crisis económica existente en Toledo hacía prever que nadie fuese a pagar más de 5.000 ducados por él78. Sin embargo, a mediados de 1613, y tras varias cavilaciones, se tomó la decisión de venderlo79. A finales de ese año, la Corona entrega el cigarral al secretario real Juan Osbaldo Brito, quien lo vendería en 1615 al licenciado Damián García, clérigo y presbítero de Toledo80.

Paradójicamente, al poco de tiempo de comenzar las obras de construcción del cigarral, el cardenal Quiroga fue redimido por Felipe II, y volvió a la corte madrileña como gobernador del Consejo de Italia. Este traslado que se haría definitivo hacia 1587, después de los festejos por la llegada de las reliquias de Santa Leocadia a Toledo. Debido tanto a su avanzada edad como sus compromisos políticos, el cardenal no debió disfrutar el cigarral tanto como hubiese querido, ya que las fuentes documentales no mencionan ninguna visita dilatada a Toledo después de 1590, probable fecha de terminación del cigarral, exceptuando sus preceptivas estancias durante la Semana Santa69. Además, sabemos que durante esa última década del siglo XVI, Nicolás de Vergara el Mozo se estaba ocupando de detalles constructivos en otra casa del cardenal Quiroga, ubicada cerca del Pardo y conocida como la huerta de Fuente el Sol70.

Damián García compró la finca por 7.500 ducados, una cantidad inferior a los 10.000 ducados que se habían pagado años antes, con la intención de deshacer el edificio y vender los materiales. Esto indica que en 1615 el cigarral construido por el cardenal Quiroga, que llevaba más de 10 años desatendido, debía estar en unas condiciones bastante deficientes. El clérigo pudo vender diferentes objetos -un par de puertas viejas,

Merece la pena subrayar que, a partir de 1590, el cardenal solicitó repetidamente a Felipe II que le exonerase de su cargo en la gobernación del Consejo de Italia, y que, en 1593, con un grave deterioro físico, pidió licencia al rey para retirarse a Toledo, deseo que le fue negado71.

72 Pizarro, H. op. cit., 2004, p. 598.

Gaspar de Quiroga murió en Madrid el 20 de noviembre de 1594, y la importante fortuna acumulada por el cardenal Quiroga durante toda su vida hizo que diese comienzo un largo

73 AHN, CLERO, legajo 589, folios sueltos. 74 MC, ARCV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 22, 23 y 29. AGP, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5: Inventarios del cigarral de los años 1595 y 1596. 75 MC, ARCV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 22. AGS, Casa y Sitios Reales, Legajo l, f. 21, s. f.

Queremos subrayar que, aunque en la leyenda se describe la traída de aguas desde la Pozuela de 1588, en el dibujo de la fuente aparece el escudo del cardenal Sandoval y Rojas, y el cigarral se denomina “Buenavista”, datos, cuanto menos, confusos.

76 Para un estudio en profundidad sobre la fortuna histórica del cigarral durante su etapa como parte de los Sitios Reales, véase: Cloe Cavero de Carondelet, “Sobre la incorporación a los Sitios Reales de dos propiedades del cardenal Quiroga: la huerta de Fuente el Sol y el cigarral de Altamira”, en Actas del Congreso Internacional. La extensión de la Corte: Los Sitios Reales, IULCE-UAM-URJC, Madrid, 14-16 de noviembre 2012 (en prensa).

67 La primera mención sobre el palomar la encontramos en el inventario de 1595: AGP, Sección Administrativa, Toledo, Legajo 1298, Expediente 5. 68 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 4i-5i.

77 AGP, Registro 23, f. 96. 78 AGS, CSR, legajo 302, cit. en Morán y Checa, Casas del Rey, p. 130.

69 Pizarro, H. op. cit., 2004, pp. 541 y 568. 70 AHPT, Protocolo 2651, f. 711-712v.

79 AGS CSR, legajo 302 y legajo 305, documentos 234 y 261; y AGP, registro 23, folios 118v-119.

71 Pizarro, H. op. cit., 2004, pp. 520-527 y pp. 598-601.

80 MC, ARCV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 23.

277

Tras la desaparición del linaje de los Ribera y Barroso, debido a la muerte sin descendencia del III marqués de Malpica, protector del pintor Diego de Velázquez y gran coleccionista de arte91, no será raro encontrar períodos en los que los terrenos o el edificio principal del cigarral sean arrendados a diferentes personalidades. En 1751 tenemos la noticia de que un tal Antonio Martínez tenía colmenas “en un Cigarral que tiene arrendado, y en otro que llaman del Rey, que tiene su amo el Sr. D. Bentura de Córdova”92, arcediano de la ciudad de Talavera, y de 1759 es una escritura de arrendamiento de “las yerbas mayores y menores del nominado Cigarral que llaman del Rey, y le pertenecen de su linde a dentro, y demás abrevaderos” a Bernardo de Rojas y Contreras, corregidor de Murcia93. A finales del siglo XVIII, el cardenal Francisco de Lorenzana, arzobispo de Toledo, arrendó el cigarral para que sirviese de distracción para su pupilo, el infante Luis María de Borbón, y, en 1794, colocaría en éste una parte de su biblioteca94. Años más tarde, en 1808, el propio infante Luis María, ahora cardenal y arzobispo, arrendará el cigarral de nuevo95.

ladrillos, azulejos y cubas viejas, por un total aproximado de 2000 reales- y piezas de plata -candeleros, una cruz, una salvilla, binajeras, una campanilla, despabiladeras y una palmatoria, por 1088 reales-81 del cigarral, pero la indignación de la ciudad, encabezada por el regidor Juan Vaca de Herrera entre otros82, impidió que llevase a cabo la desmantelación, por lo que se vio obligado a vender el cigarral.

1.3.1. Los marqueses de Malpica El 16 de enero de 1616, Damián García vendió el cigarral al II marqués de Malpica, Francisco de Ribera Barroso, mariscal de Castilla, caballero de la orden de Santiago y gentilhombre de la cámara del Rey83. El cigarral, que ya en el primer tercio del siglo XVII se comenzará a denominar Quinta del Marqués84, permanecerá en manos de esta casa nobiliaria hasta finales del siglo XIX, cuando, ya como Quinta de Mirabel, será traspasado a los Duques de Bailén.

En cuanto a la evolución de la finca, como hemos comentado anteriormente, la Quinta de Mirabel tal y como la vemos hoy se constituyó entre los siglos XVIII y el XIX, de mano de los marqueses de Malpica, quienes adquirieron una gran cantidad de terrenos y ampliaron las casas principales. Una de las posibles adquisiciones pudo ser el cigarral de San Antonio, propiedad de las franciscanas de San Antonio de Padua, que en la escritura aparece que mide 87 fanegas de tierra y en la Relación 47 aranzadas y 112 estadales, con 2016 olivos y 722 frutales96.

Francisco de Ribera Barroso efectuó algunos cambios en el cigarral, en el que se ambienta uno de los relatos incluidos en Los cigarrales de Toledo85, de Tirso de Molina. Amplió los jardines incluyendo, al parecer, una zona “poco en questa”86, y realizó una damnatio memoriae de los escudos del cardenal Quiroga. Los escudos de la cúpula y de la estufa, que conservan la forma ovalada tradicional de los timbres eclesiásticos87, muestran ahora las armas de los apellidos Ribera y Enríquez88, correspondientes al marqués y a su mujer, Juana Enríquez Dávila, hija del marqués de Villanueva del Río89.

A mediados del siglo XVIII, en el Catastro del Marqués de la Ensenada, el cigarral del Rey contenía un total aproximado de 180 hectáreas, una superficie casi cinco veces mayor que en tiempos del cardenal Quiroga97, de las cuales había 54 hectáreas productivas con olivares, y una casa de recreación con cuarto bajo y principal de un tamaño aproximado de 39x80 metros98. Las medidas de la casa coinciden con la superficie que actualmente ocupan el conjunto de casa y jardines principales, delimitados en su mayor parte de su perímetro por remanentes de

Parece ser que durante el siglo XVII la finca no se amplió ni se modificó sustancialmente el edificio, ya que en la documentación referente al pleito que mantuvieron con el deán y cabildo de la catedral de Toledo sobre el pago de un tributo no aparece ninguna referencia al respecto, sino que se entiende la finca de los Malpica como la que dejó el cardenal Quiroga90.

91 Palomino, A. Vida de don Diego Velázquez de Silva (ed. Morán), Madrid, 2008, pp. 54 y 135; y AHPT, protocolo 3781, ff. 190-191v (cit. en Gómez-Menor, José, “Pinturas que figuran en la Almoneda del Palacio de los Marqueses de Malpica”, Boletín de Arte Toledano, Toledo, 1968, tomo I, p. 199. Aparece citado equivocadamente como legajo 3781, ff. 190-194)

81 MC, ARCV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 7-8. 82 AMT, Archivo Secreto, Cajón 4, legajo 2, nº 88. 83 MC, ARCV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 3-11. Y no, como se ha dicho en ocasiones anteriores, en 1617. 84 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75.

92 Donézar, J. Toledo 1751; Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, Madrid 1990, pp. 74-75.

85 Molina, Tirso de, Cigarrales de Toledo, Madrid, 1996, pp. 231-274

93 AHN, Sección Nobleza, OSUNA, caja 515, doc. 23.

86 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2569,75, pp. 20i-25i.

94 Gutiérrez, M. “Historia de los fondos antiguos”, El Alcázar de Toledo: palacio y biblioteca. Un proyecto cultural para el siglo XXI, Toledo, 1998, p. 92.

87 Fatás, G. y Borrás, G. M., Diccionario de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y numismática, Madrid 1999.

95 AHPT, H-1213, f. 165v (cit. en Morollón, Pilar, “Los cigarrales de Toledo en el Catastro del Marqués de la Ensenada”, Catastro, Agosto 2008, p. 165)

88 García Caraffa, A., Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, Madrid, 1920-1963 tomos 29 y 76; Moxó, Salvador de, Los antiguos señoríos de Toledo, Toledo, 1973; Soler, Juan Miguel, Nobleza española: grandeza inmemorial, Madrid, 2008..

96 Porres Martín-Cleto, J. La desamortización del siglo XIX en Toledo, Toledo, 2001, pp. 170-171. 97 Si aceptamos la medición de 1585 realizada por el alarife Juste de Trujillo y el medidor Juan de Castro. MC, ARCV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2346,18, pp. 31-32.

89 AHN, Sección Nobleza, OSUNA, GN caja 5, doc. 22. 90 MC, ARCHV, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJAS 2346,18; 2341,8; y 2569,75.

98 AHPT, H-690, ff. 1463v-1464.

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Fig. 22. Fotografía aérea de la Quinta de Mirabel en 1937

BOE núm. 227

Viernes 19 septiembre 2008

38365

En cuanto al sistema hidráulico de la finca, no tenemos noticia de que se realizase ninguna obra entre 1588, año en que, como hemos comentado anteriormente, se dio licencia al cardenal para la traída de aguas desde la Pozuela, hasta finales del siglo XIX. En 1853, el Gobernador Provincial propone al Ayuntamiento volver a aprovechar el agua de la Pozuela, y reutilizar el antiguo acueducto del cardenal Quiroga, que llevaba más de medio siglo obstruido100. Tras conseguir el beneplácito y la ayuda económica de los marqueses de Malpica, se realizaron diversos sondeos y estudios, que concluyeron en 1854 con la suspensión de la obra, debido a su elevado coste. En diciembre de 1861 se aprobaría finalmente el proyecto de abastecimiento de aguas, que comprendía una larga cañería que partía de la Fuente del Cardenal, situada a más de cuatro kilómetros de Toledo, hasta llegar a unos depósitos de agua ubicados en la plaza de San Román, en el centro de la ciudad, desde donde se distribuía por la misma, sin llegar a los cigarrales101.

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f e ZONA U

LA QUINTA

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Fig. 23. Reconstrucción 3D del estado actual de la Quinta de Mirabel.

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b f c b

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1.3.2. Los duques de Bailén, el siglo XX

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Fig. 24. B.I.C. Quinta de Mirabel según la delimitación actual del expediente para su declaración como BIC.

A finales del siglo XIX, el cigarral, debido a diversas circunstancias sucesorias, pasó a ser propiedad de María de la Encarnación Fernández de Córdoba y Carondelet, XI marquesa de Mirabel y IV Duquesa de Bailén. A partir de este momento, la finca adquirirá su actual nombre, Quinta de Mirabel,y pasará a formar parte del patrimonio de los Duques de Bailén.

b a

b

a

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b

DENOMINACIÓN

QUINTA MIRABEL

OBJETOhistórica, DECLARADO lo que hace pensar que aún no se habían una tapia ENTORNO realizado las ampliaciones de la casa que hay actualmente. SITUACIÓN

TOLEDO

ESCALA

1/7000

En el testamento de 1864 de Joaquín Fernández de Córdoba, X marqués de Malpica, se da a la finca una superficie de algo más de 76 hectáreas99, delimitada por una tapia de piedra, por lo que debemos entender que la medición del Catastro se refiere a la superficie total de las posesiones de los Malpica en la zona de los cigarrales, resultante de la suma de varias piezas aledañas, y no concretamente a la Quinta. Será pues entre 1751 y 1864, cuando el complejo es descrito como una quinta compuesta por varios edificios, algunos con dos pisos, unidos por patios, corrales y galerías, con jardines, cuadras y otros anexos, cuando se realice la ampliación.

Durante la Guerra Civil, el Frente Sur del Tajo tuvo lugar cerca de los cigarrales y de la Pozuela, y la Quinta sirvió como refugio al ejército republicano. Aún hoy se conservan las huellas de los disparos de las milicias en la decoración pictórica de la cúpula, huellas que desvirtúan varios detalles de la escena.

100AMT, Fondo Histórico, “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”, caja nº12, Traída de aguas a Toledo desde la Fuente del Cardenal; yAMT, Colección de mapas, planos y dibujos, plano 103. [Carpeta 1].

99 AHN, Sección Nobleza, MALPICA, caja 1, doc. 1. En la finca había 20.355 encinas, 783 olivos, 950 árboles frutales, chopos, álamos, etc.

101AMT, Fondo Histórico, “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1871-1894”, caja nº14, 1871.

279

Desde el final de la Guerra Civil hasta ahora se han realizado diferentes ampliaciones y reformas, destinadas en su mayor parte a un uso hostelero de una parte del edificio. La importancia histórica y patrimonial de este edificio ha hecho que en 2008 se iniciara un procedimiento para declarar Bien de Interés Cultural las partes originales que se conservan del cigarral del cardenal Quiroga.

2. PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA, ESTUDIO DE PARAMENTOS Y FOTOGRAMETRÍA DE LA QUINTA DE MIRABEL 2.1. Los trabajos de prospección arqueológica Fig. 25. Quinta de Mirabel. Espacio delimitado por la cerca moderna.

La Quinta de Mrabel fue objeto de una campaña de prospección intensiva que buscaba definir las características del paisaje y las formas de ocupación humana del espacio y usos del suelo. Los resultados permitieron definir varios modelos de ocupación de la finca desde la Prehistoria reciente hasta época moderna contemporánea. Sin embargo, tenemos que destacar la ocupación andalusí, presente en la visibilidad de los espacios irrigados, los campos de cultivo, los caminos, la implantación del modelo cigarralero, la superposición del proyecto arquitectónico de Gaspar de Quiroga y los restos arqueológicos asociados a la Guerra Civil española después del episodio del Alcázar.

El análisis del territorio se ha realizado abordando su realidad física y, por otro, todos los aspectos que tienen que ver con la actividad humana. Este estudio a nivel “micro” espacial nos permite ofrecer una visión novedosa de la evolución sufrida en el territorio desde la Prehistoria hasta la Edad Contemporánea. En este espacio objeto de estudio se ha podido documentar una importante red de caminos y diferentes estructuras productivas –casas de campo/cigarrales, campos, infraestructuras hidráulicas, canteras, estructuras defensivas, etc.-. Todos estos restos se convierten en huellas definidoras del modo que una sociedad

Fig. 26. Finca del Cigarral del Cardenal Quiroga en sombreado. La línea marca la cerca de época moderna, siglos XVII-XVIII.

280

Fig. 27 y 28. Quinta de Mirabel entre junio de 1751 y octubre de 1753, según el Catastro de Ensenada.

Fig. 30 y 31. Estructuras hidráulicas en el area de la Pozuela y estructuras hidráulicas en la Quinta de Mirabel. Fig. 29. Finca de la Pozuela en el siglo XX.

entiende el espacio, lo utiliza y, por tanto, le da forma. Su estudio debe realizarse, en nuestra opinión de forma conjunta y es necesario plantearlo en relación con el resto de los elementos que todavía están presentes en el espacio, con el fin de ordenarlos e interpretar su “lógica” común de funcionamiento.

281

Fig. 32. Fotografía aérea con las estructuras hidráulicas en la Quinta de Mirabel.

Fig. 33. SIG con la ocupación cigarralera.

282

Fig. 34. Fotografía aérea con la ocupación cigarralera.

2.1.1. La ocupación andalusí: los espacios irrigados

Marqués de la Ensenada. Por otro lado, hay que señalar que la mayoría de estos espacios productivos se disponen en la zona noroeste de la finca, hasta un número de seis, incluyendo el palacio de Quiroga. En todos se suman dos factores básicos la existencia de tierras de cultivo, asociadas a estructuras hidráulicas, y las vistas a la ciudad de Toledo.

Los trabajos de prospección realizados han permitido descubrir diferentes sistemas de irrigación -qanat y norias-, sistemas de recogida de agua -balsas-, campos de cultivo abancalados, etc., que tendrían un origen andalusí, aunque todavía se usan en la actualidad. Del estudio e interpretación de este tipo de restos nos hemos ocupado en un apartado específico al que ahora nos remitimos.

2.1.2. La ocupación cigarralera En los trabajos de prospección destaca la localización de numerosas construcciones de los siglos XV, XVI y XVII, que se pueden adscribir a las fincas agrarias existentes a finales de la Edad Media, así como su “conversión” en cigarrales, siguiendo el modelo documentado en la excavación del Cigarral de Menores. En este sentido, destaca la implantación del modelo arquitectónico de Quiroga, que es un suceso extraordinario, y va a marcar la evolución de este espacio en los siglos posteriores. Por último, comentar como se han documentado determinadas estructuras relacionadas con los paisajes ganaderos, que ha sido objeto de un estudio específico en esta obra también. En la prospección efectuada se han identificado hasta nueve casas de labor/cigarrales dentro del perímetro histórico de la Quinta de Mirabel. La cronología de estos espacios productivos arranca en algún caso en época andalusí, aunque la mayoría de ellos va ligado a los ss. XVI y XVII. Debe descartarse una cronología posterior, ya que a partir de 1753 estarían dentro de la propiedad de los Malpica como recoge el Catastro del

Fig. 35. Fotografía aérea del cigarral 9.

283

2.1.3. Zonas de producción agrícola Junto a los pequeños cigarrales, nos encontramos con construcciones muy diferentes. Son edificaciones de clara cronología contemporánea y corresponden a los primeros años del siglo XX, cuando la Quinta de Mirabel se ha convertido en un espacio productivo agrícola.

2 Fig. 38 Fotografía aérea de la ERA en el vuelo del año 1937 (S.G.M.).. 1

2.1.4. Canteras Las zonas de extracción de piedra granítica deberían relacionarse con la construcción del palacio del Cardenal Gaspar de Quiroga, que contaba con una ornamentación realizada en dicho material, aunque tampoco puede descartarse que estén ligadas a las diferentes ampliaciones que realizan los Marqueses de Malpica al hacerse cargo de la propiedad en 1616. Las dos áreas de extracción se encuentran próximas y se ha localizado en los trabajos de prospección una columna de granito de sección circular, al noroeste del Cigarral 5, posiblemente procedente de dicho lugar.

Fig. 36. Ubicación de la venta y la era..

Venta Construcción de época contemporánea formada por varias habitaciones que conservan parte de sus muros en pie. La venta se localiza cercana a la tapia de la finca y a una puerta de acceso a la misma. Los materiales constructivos empleados podrían datar de época moderna, aunque los restos observados muestran reparaciones de época contemporánea. La venta está emplazada en el camino a Argés, junto a uno de los descansaderos de ganado.

1

2

Fig. 37. Fotografía aérea de la venta en el vuelo del año 1937 (S.G.M.)..

Era Era empedrada de planta circular situada al noreste del palacio, junto al camino que discurre desde la entrada de la finca hasta el palacio.

Fig. 39 y 40. Ubicación de las canteras y vista general de la Extracción de Piedra 2.

284

2.1.5. Cerramientos

Cerca 2

Se han podido documentar tres cercas en el espacio prospectado. La primera cerca no ofrece ninguna duda y se efectuó a finales del siglo XVII o principios del XVIII cuando los terrenos que ocupaba el Cigarral del Cardenal Quiroga eran propiedad de la casa de Malpica. La finca originaria fue acrecentada por los nuevos propietarios y su perímetro aparece recogido en el Catastro del Marqués de la Ensenada. En la ciudad de Toledo la averiguación se llevó a cabo entre junio de 1751 y octubre de 1753, así que la superficie recogida en el Catastro corresponde con la cerca documentada en la prospección.

Tres tramos de muro construido con mampuesto. Posiblemente sean los restos de la tapia que delimitara la finca del denominado Cigarral 9. La altura máxima conservada es de aproximadamente 50 cm.

Más problemática es la Cerca número 1, que podría corresponderse con el Cigarral número 6. Este cigarral presenta un material cerámico de los ss. XVII/XVIII y podría ser una de las propiedades que los Malpica anexionan a la Quinta de Mirabel con posterioridad a la compra en el año 1616. Mucho más clara es la cerca número 2, que cierra el perímetro del Cigarral 9. Éste último no muestra un material cerámico claro. Podría tratarse de una propiedad que fuera englobada por Quiroga o después por los Malpica.

Cerca histórica de la Quinta de Mirabel Se conserva la cerca perimetral de la finca Mirabel prácticamente en todo 2 su recorrido. La base de la construcción está realizada en mampostería, mientras que el alzado, que no se conserva, habría estado realizado en tapial tal y como se observa en otras tapias de la zona como por ejemplo la del Cigarral de Menores. Este cerramiento se realizó entre 1616 y 1753, después de la compra de la propiedad de Quiroga por los Marqueses de Malpica.

Fig. 42 y 43. Fotografía de la cerca histórica de la Quinta de Mirabel y de la cerca 1.

1

Fig. 41. Ubicación de los cerramientos.

Cerca histórica de la Quinta de Mirabel Se conserva la cerca perimetral de la finca Mirabel prácticamente en todo su recorrido. La base de la construcción está realizada en mampostería, mientras que el alzado, que no se conserva, habría estado realizado en tapial tal y como se observa en otras tapias de la zona como por ejemplo la del Cigarral de Menores.Este cerramiento se realizó entre 1616 y 1753, después de la compra de la propiedad de Quiroga por los Marqueses de Malpica.

Fig. 44. Fotografía de la cerca 2.

Cerca 1 Se ha documentado la hilada inferior de una cerca de separación entre dos fincas que pertenecen en la actualidad a los terrenos de la Quinta Mirabel. Es posible que el alzado estuviese realizado en tapial, elemento documentado en otras cercas del entorno, lo que explicaría el grado de arrasamiento que presenta la estructura. Esta cerca se localiza en las cercanías del depósito 2, de cronología moderna.

Fig. 45. Cerca histórica de la Quinta de Mirabel. En sombreado el espacio que ocupaba la finca del Cardenal Quiroga,

285

2.2. Lectura de paramentos, analítica de los materiales constructivos y fotogrametría

598.70

DENOMINACIÓN

OBJETO DECLARADO

I I

Viernes 19 septiembre 2008

II

QUINTA MIRABEL

TOLEDO ESCALA

2.2.1. Procedimiento

ENTORNO

SITUACIÓN

Los trabajos de prospección arqueológica realizados en la Quinta de Mirabel fueron complementados por una lectura de paramentos y analítica de los materiales constructivos del proyecto arquitectónico del cardenal Gaspar de Quiroga. En este caso, a diferencia del Cigarral de Menores, donde la excavación arqueológica nos permitió identificar diferentes momentos de uso de una construcción cigarralera, nos encontramos ante edificios en pie, aunque enmascarados por las diferentes reformas llevadas a cabo a lo largo de los siglos por los diferentes propietarios. La lectura vertical de paramentos y el análisis de los materiales es la única vía para diferenciar las fases constructivas, tanto en el edificio principal, como en la estufa y en el palomar.

38366

Una vez realizado el estudio documental se procedió a la realización de un catálogo fotográfico completo de las fachadas y de los elementos constructivos que pudieran ser de interés. Dichas fotografías han sido mejoradas y remodeladas a fin de obtener secuencias cenitales de las fachadas documentadas. A

1/1000

La documentación consultada al respecto de la evolución constructiva de los diferentes edificios de la finca “Quinta de Mirabel” procede en su mayoría de archivos públicos, que ofrecen escasa información sobre la evolución constructiva de los edificios, así como de la autoría de los mismos. Los archivos privados, como el de la Casa de Bailén, sólo sirven para entender las reformas efectuadas en el complejo a partir de la Guerra Civil española. En este sentido, es claro que la lectura vertical de paramentos y las analíticas de los materiales constructivos podían ser definitorios para la clarificación de las diferentes fases constructivas.

BOE núm. 227

Fig. 46 y 47. Estufa en su aspecto original a partir del siglo XX, tras la reforma de los años 80.

Fig. 48, 49 y 50. Quinta Mirabel. Planta y reconstrucción 3D. Abajo conjunto originario del cardenal Quiroga

286

su vez se ha empleado el programa SketchUp 8.0.4811 con el objetivo de generar foto-modulaciones y recreaciones ficticias de las diferentes fases constructivas. Este sistema permite, entre otras, generar modelos tridimensionales de las fases originarias de los edificios de la Quinta de Mirabel. Sin agregar textura alguna se han secuenciado los edificios, así como los entornos ajardinados, la tapia perimetral y los accesos. Con ayuda de los planos topográficos se ha conseguido que el resultado quede, además, escalado y referenciado con las curvas de nivel. En cuanto a la identificación de las distintas fábricas se ha compensado la ausencia de la información referida a la construcción con la documentación de distintos tipos de aparejos. Su identificación ha sido crucial en la separación de los muros y fábricas. También ha sido vital la inspección de los edificios por el interior de las estancias. Las modificaciones sucesivas que han sufrido no han eliminado la configuración originaria ni de la Capilla, ni de la Estufa. Gracias a estas inspecciones se han localizado antiguos vanos, hoy cegados, que corresponden con ventanas y puertas. No obstante la documentación existente sobre la obra, así como la información oral aportada por la familia propietaria, han sido de gran ayuda y utilidad. El estudio llevado a cabo se ha ceñido a la documentación de todos los materiales empleados en la edificación de las estructuras, así como la identificación de los diferentes formatos constructivos, de tal forma que es posible identificar a su vez varias fases correspondientes a reparaciones, ampliaciones o mejoras de las instalaciones. La descripción de los diversos materiales de la edilicia sirve a su vez para diferenciar las técnicas constructivas modernas de las tradicionales. Asimismo, la evolución histórica del complejo no se puede comprender sin una identificación de los usos de la edificación, factores que pueden ser conocidos gracias a las diferentes fases constructivas.

Fig. 51 y 52. Reconstrucción 3D del edificio principal con su aspecto actual (arriba) y con su aspecto original (abajo)

la vista el hormigón, el fibro-cemento y otros derivados de los plásticos y metales). Actualmente sirve de residencia. Todo el conjunto está compuesto de varias naves. De Norte a Sur quedaría configurado de la siguiente manera:

Como unidad básica de definición queda establecida la Unidad Constructiva o Unidad Estratigráfica Constructiva, la cual se equipara en un nivel de construcción al mismo estilo que las unidades estratigráficas convencionales (Parenti, 2006). Varias UEC quedan englobadas en lo que se denomina una fase, que viene a ser lo que los ámbitos son para las UES. Este formato de documentación queda establecido por consenso de los diferentes grupos de investigación arriba mencionados.

--

Edificio de la galería de bóvedas: actualmente queda reservado para las estancias privadas de los propietarios. Está dividido en dos plantas principales, un recibidor y una planta tipo altillo, aunque esta última pertenece a una construcción posterior. Por el Este se abre un amplio patio ajardinado con un acceso directo hacia la parte posterior del edificio. Por el Norte colinda con varios edificios posteriores y por el Sur con uno de los jardines de la Quinta de Mirabel. Finalmente por el Oeste se abre un patio de acceso desde la salida del recinto y desde el que se acceden tanto a las instalaciones de hospedaje como a la Casa de Verano.

--

Edificio de la hospedería: de reciente construcción, aprovecha el anterior y adosa a su fachada varios módulos y jardines. Se caracteriza por quedar a gran altura de los jardines de la Quinta. Se adosa al edificio principal, a la bóveda y a la tapia exterior por el Norte.

--

Jardines y accesos: al Norte no sólo queda la entrada principal sino los patios de acceso y otros edificios relacionados con el mantenimiento de la parcela. En el extremo Norte linda con la tapia perimetral y la entrada. Al Oeste colinda con un pequeño patio que separa este edificio de la Casa de Verano. Al Este linda con un gran jardín, formado por tres conjuntos originarios que han sufrido alteraciones de diferentes magnitudes.

2.2.2. Resultados obtenidos Los edificios que han sido estudiados para este caso son tres: el edificio principal con galería de bóvedas, el edificio denominado “Casa de Verano” y una estructura situada fuera de la parcela principal, llamada “Palomar”. Las tres edificaciones se vinculan con la primera fase de edificación y ocupación de la Quinta de Mirabel, aunque a lo largo de los siglos han sufrido diversas modificaciones de distinta índole.

Edificio principal Esta edificación es la que más alteraciones y modificaciones ha sufrido de todo el complejo urbano. Aparentemente no parece que haya sido así, ya que las fábricas empleadas han tratado de respetar la apariencia originaria (se han evitado, a

287

Unidades Estratigráficas Constructivas (UEC)

mientos. En cuanto a la primera destaca la combinación de cajones de mampostería a modo de aparejo toledano, con verdugadas de ladrillo trabado con mortero. El aparejo de ladrillo es mayoritario tanto en la planta inferior como en la superior. La mampostería de los cajones es de cantos bien tallados y trabados con mortero. La segunda estaría configurada por la misma fábrica pero ha sido modificada, de tal forma que la fachada visible (fachada Este) está formada por un aparejo de ladrillo, sin presencia alguna de cajones toledanos. Este caso representa perfectamente la esencia de la lectura de paramentos: la capacidad de identificar tanto las unidades como las fases constructivas. En el edificio principal resulta especialmente interesante, vista la evolución de todo el complejo.

Tras revisar los datos planimétricos e inspeccionar la edificación y sus elementos constructivos, todo parece indicar que originariamente el edificio principal estaba configurado por dos únicos módulos: la nave de las estancias y la estructura cupulada. Ambos compartirían tanto la fachada como los ci-

Las Unidades Estratigráficas Construidas localizadas (en adelante, UEC) serían las siguientes: UEC 100: aparejo general de estilo toledano, a base de cajones de mampostería de cantos trabados en mortero y verdugadas intermedias de ladrillo. Esta fábrica queda cortada por los ventanales y por las distintas fases posteriores. Correspondería con la fábrica originaria y abarca el piso superior. UEC 101: aparejo general de ladrillo macizo con juntas de mortero. Correspondería con la UEC 100 pero en el piso inferior. Ha sido alterado en las celosías verticales intermedias entre los 7 arcos que se abren al exterior. UEC 102: de derecha a izquierda, quinto ventanal con reja de forja. UEC 103: de derecha a izquierda, cuarto ventanal con reja de forja. UEC 104: de derecha a izquierda, tercer ventanal con reja de forja. UEC 105: de derecha a izquierda, segundo ventanal con reja de forja. Fig. 53 y 54. Reconstrucción 3D del edificio de la hospedería con su aspecto actual (arriba) y con su aspecto original (abajo).

UEC 106: de derecha a izquierda, primer ventanal con reja de forja. UEC 107: aparejo de ladrillo situado en la fachada del piso superior de la torre principal del edificio. En dicho aparejo es visible el arco de descargas de la cúpula interior. Queda separada de la fábrica restante por un cornisal visiblemente alterado. Sobre éste se levanta directamente la cubierta. UEC 108: de derecha a izquierda, sexto ventanal con reja de forja. UEC 109: de derecha a izquierda, séptimo ventanal con reja de forja. UEC 110: de derecha a izquierda, octavo ventanal con reja de forja. UEC 200: aparejo de ladrillo situado en el piso inferior de la misma fachada que la anterior unidad. Entre ambas se dispone el cornisal mencionado. Esta unidad queda cortada por dos ventanales (UEC 105 y UEC 106) y limita por debajo con un segundo cornisal de fábrica reciente (UEC 203). UEC 201: aparejo de ladrillo con juntas de mortero, dispuesto de forma irregular en la parte central de la fachada de la torre. Se localiza en el centro de la UEC 200 pero no forma parte de ella, ya que son visibles las irregularidades de la fábrica aquí empleada. Aparenta ser el resultado de un parcheo en ese punto.

Fig. 55 y 56. Reconstrucción 3D del jardín con su aspecto actual (arriba) y con su aspecto original (abajo).

288

Fig. 57. Lectura vertical de paramentos. Puntos de toma y planimetría por fases

gando un arco hasta cerrar con el edificio con la esquina Sur. Corresponde a una fase tardía.

UEC 202: cornisal situado entre el segundo y el tercer piso constructivo de la torre. Se encuentra muy alterado (recortado y mutilado) pero sería el equivalente al cornisal general de la fachada Este del edificio (UEC 300).

UEC 306: fábrica del arco cegado por la UEC 305, la cual debiera seguir el mismo patrón que la fábrica general del piso (UEC 101).

UEC 203: cornisal inferior situado entre el primer y segundo piso constructivo de la fachada de la torre. De construcción reciente, separa el piso de los ventanales de la fábrica de las arcadas inferiores.

UEC 307: fábrica de la fachada principal en su segundo piso, pero no correspondiente a ningún arco. Por lógica debiera ser de aparejo de ladrillo.

UEC 204: de derecha a izquierda, quinta celosía vertical de aparejo de ladrillo situada en la junta de los salmeres de los arcos. Alteradas intencionadamente (picadas).

UEC 308: hueco dejado por un pequeño ventanal, cegado por el ajardinamiento en plataforma (UEC 305) y cortando la fábrica principal (UEC 307). Este hueco es visible desde el interior de la estancia.

UEC 205: de derecha a izquierda, cuarta celosía de mismas características que la anterior.

UEC 309: muro-pantalla de aparejo de ladrillo con remate en la cornisa, cerrando el hastial Sur incluso en todo el ancho de la nave ampliada a posteriori. Su aparejo no enjarja ni con el aparejo del piso superior (UEC 100) ni con el inferior (UEC 101).

UEC 206: de derecha a izquierda, tercera celosía de mismas características que las anteriores. UEC 207: de derecha a izquierda, segunda celosía de mismas características que las anteriores.

Con este inventario de unidades construidas ha sido posible dirimir acerca de las diferentes fases constructivas que pudiera tener el edificio. Estas conclusiones quedarían revalidadas gracias a los resultados granulométricos y a la observación macroscópica de los morteros.

UEC 208: de derecha a izquierda, primera celosía de mismas características que las anteriores. UEC 209: de derecha a izquierda, última celosía vista con las mismas características que las anteriores. UEC 300: Cornisal superior en aparejo de ladrillo macizo, dispuesto en vertical, y delimitando la fachada con la cubierta de la nave. Este elemento queda alterado intencionadamente en el cuerpo de la torre (UEC 202).

Fases Constructivas (FC) La distinción de diferentes materiales y fábricas nos permite afinar en la identificación de reparaciones y modificaciones de la obra originaria. No obstante hay que tener claro que no siempre una fase está formada por varias UEC, e incluso a veces una única UEC configura una fase al completo. Sin embargo en el estudio del edificio principal de la Quinta de Mirabel no ha sido complicada la estructuración de fases por unidades.

UEC 301: cubierta principal a dos aguas. UEC 302: cubierta secundaria lateral a modo de peto de un agua. UEC 303: segunda cubierta lateral a modo de peto, muy alterada por la cubierta de un segundo edificio que se levanta a su lado.

La más representativa es la que se ha denominado la Fase I. Corresponde a una primera fase constructiva y por lo tanto, la originaria del edificio. A su vez esta fase se divide en diferentes sub-fases, las cuales responden a las distintas ejecuciones llevadas a cabo en ese periodo. La Fase II, por su parte, se co-

UEC 304: cubierta principal de la bóveda cupulada, a ocho aguas. UEC 305: ajardinamiento sobre terraza levantado frente a la fachada del edificio, el cual queda solapado a la fachada ce-

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Fig. 59. Lectura vertical de paramentos, fases.

rresponde con al menos cinco modificaciones de los paramentos principales, casi todos correspondientes a la estructura de la bóveda y cúpula. Son sobre todo, reparcheos y picado, aunque destaca la Fase II a en la que se documenta un aparejo muy irregular y de juntas inferiores, asemejando una reparación de la fachada. La Fase III está vinculada con los niveles de cubierta. Se han separado del resto porque la ampliación del edificio hacia el Oeste cambia por completo la cubierta originaria del edificio. Por último la Fase IV responde a una modificación puntual y reciente, cuando el edificio prácticamente ya estaba configurado tal y como lo vemos en la actualidad. En resumen, el edificio originario estaría configurado íntegramente por la Fase I. Las primeras intervenciones que sufre estarían incluidas en la Fase II y Fase III, modificada ésta, ya que la cubierta original se modifica. La Fase IV se aplicaría sobre el edificio actual.

Estufa Estructura de poca altura formada por una única nave longitudinal, a la que se le adosan varias estancias de nueva construcción. No ha sufrido tantas modificaciones como el otro edificio pero sí se han visto alterados sus elementos visuales (fachada principal, ventanas y cubierta). De Norte a Sur se dispone paralelo al anterior descrito, y a un espléndido jardín exterior que se abre al Este. Por el Sur linda con la tapia histórica y al Norte con un edificio adosado recientemente. Esta estructura respeta

Fig. 58. Lectura vertical de paramentos, UEC.

290

Fig. 60. Reconstrucción 3D de la estufa, aspecto actual (izq.) y aspecto original (dcha.)

Fig. 61. Lectura vertical de paramentos, UEC

Fig. 62. Lectura vertical de paramentos, fases constructivas

en cierta manera el estilo de la fachada pero no así la altura (es mayor) ni la cubierta (a tres aguas con un ángulo menor). Por el Oeste se abre a un patio, en el que antaño se levantaba un lagar, hoy desaparecido, y a continuación una serie de estancias y estructuras de construcción actual, que en cierto modo rompen con la originalidad del complejo. Sobre el edificio se aprecia una última modificación, y es el rebaje intencionado del hueco existente entre los cajones 5 y 6, rebaje que en su

momento afectó a una ventana originaria y a una de las puertas de acceso. Asimismo las ventanas originales fueron sustituidas por puertas, que en la actualidad sirven de acceso a las distintas estancias interiores. En una de ellas, en el centro, se encuentra uno de los baños históricos del complejo.

291

Fig. 63. Reconstrucción 3D del palomar, aspecto actual (isq.) aspecto original (dcha.)

Fig. 64. Lectura vertical de paramentos, fases constructivas

Unidades Estratigráficas Constructivas (UEC)

suelo, a modo de carbonera o salida de vapores. UEC 107: de izquierda a derecha, cuarta ventana originaria del edificio, hoy convertida en puerta de acceso.

Grosso modo las Unidades Constructivas que se han localizado son las siguientes:

UEC 108: de izquierda a derecha, quinta ventana originaria del edificio, hoy convertida en puerta de acceso.

UEC 100: aparejo de ladrillo con cajones de mampostería tipo toledano, el cual abarca la totalidad de las fachadas. Las dimensiones de los cajones son muy superiores a los del edificio principal. Las verdugadas son de ladrillo macizo y los cajones de mampostería de cantos bien tallados.

UEC 109: de izquierda a derecha, sexta ventana originaria del edificio, hoy convertida en puerta de acceso. UEC 110: cubierta principal del edificio, a dos aguas y con peto en los extremos. El peto Sur queda modificado por un rebaje mientras que el peto Norte se adosa a un edificio posterior.

UEC 101: vano abierto a modo de ventanuco o gablete en la fachada principal, eliminado tras las últimas reparaciones en el edificio.

UEC 111: cornisal y alero de la cubierta.

UEC 102: puerta originaria de acceso al edificio. Da la impresión de que ha sido ampliada en luz, aprovechando la eliminación del ventanuco que se situaba en la parte superior (UEC 101).

UEC 201: cornisal rebajado en fechas recientes. UEC 202: cubierta del módulo Sur que se rebaja en fechas recientes, modificando no sólo la fábrica principal (UEC 100) sino eliminando algunos elementos (UEC 101).

UEC 103: de izquierda a derecha, primera ventana originaria del edificio, hoy convertida en puerta de acceso.

UEC 203: puerta abierta de construcción reciente, modificando una ventana originaria (UEC 103)

UEC 104: de izquierda a derecha, segunda ventana originaria del edificio, hoy convertida en puerta de acceso.

UEC 204: puerta abierta de construcción reciente, modificando una ventana originaria (UEC 104)

UEC 105: de izquierda a derecha, tercera ventana originaria del edificio, hoy convertida en puerta de acceso.

UEC 205: puerta abierta de construcción reciente, modifican-

UEC 106: vano abierto en la fachada por debajo de la línea de

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do una ventana originaria (UEC 105)

rior), dejando al aire libre una claraboya para el acceso de las aves al interior.

UEC 207: puerta abierta de construcción reciente, modificando una ventana originaria (UEC 107)

No se han identificado elementos de uso ni en el exterior ni al interior, aunque no se descartan debido al precario estado de conservación de la estructura.

UEC 208: puerta abierta de construcción reciente, modificando una ventana originaria (UEC 108) UEC 209: puerta abierta de construcción reciente, modificando una ventana originaria (UEC 109)

Fases Constructivas (FC) La identificación de las Fases Constructivas ha sido sencilla, ya que tanto por la configuración visual del edificio, como por la configuración de sus unidades, no se aprecian modificaciones estructurales de relevancia sobre la construcción originaria. El enfoscado que se conserva parcialmente en el exterior no se ha tenido en consideración, ya que es sólo un elemento decorativo que no afecta a la estructura del edificio. Por lo tanto se reduce a una única fase (Fase I), a la espera de que en el futuro se pueda desarrollar el vaciado interior del edificio y la limpieza de su perímetro.

Fases Constructivas (FC) Al igual que en el edificio principal, la Estufa guarda bien las fases constructivas. Se han podido averiguar gracias, sin duda, a una buena lectura de la documentación fotográfica existente. Sin embargo también la visualización real del edificio nos marcaba que era imposible que la cubierta original guardase la configuración que presenta en la actualidad. Es por ello por lo que se diferencian al menos dos fases bien diferenciadas: la Fase I, la cual correspondería con toda la fábrica originaria, incluyendo ventanales, gablete y cubierta con faldones a dos aguas y petos en los extremos; y la Fase II, correspondiente a las modificaciones que recientemente sufre el edificio (rebaje del módulo Sur, adosamiento de un bloque al hastial Norte, eliminación del ventanuco y conversión de las ventanas en puertas de acceso).

2.2.3. Caracterización de los materiales constructivos Metodología La caracterización de los materiales constructivos históricos viene realizándose desde hace más de veinte años. El objetivo principal de esta metodología es el conocimiento de las características físico-químicas del material de construcción, así como la documentación de los elementos que lo configuran, a fin de establecer unas pautas básicas sobre la obtención de las materias, las características de su elaboración y en resumen, documentar las condiciones y los motivos de su fábrica. En líneas generales la aplicación de las técnicas de caracterización de materiales tiene su fundamento en los ensayos propios de control de calidad de los materiales de construcción. Existen dos tipos de ensayos: ensayos de control de calidad o normalizados, y ensayos de investigación. Los primeros tienen como objetivo determinar si los materiales de construcción ex novo cumplen las llamadas Normas UNE. Estas normas establecen unas condiciones básicas para cualquier material destinado a la construcción, características que se cotejan por medio de ensayos de caracterización física. La aplicación de estas normas sobre ensayos de caracterización de materiales arqueológicos tiene en Magalhaes y Veiga su máximo exponente, quienes desde el Laboratorio de Ingeniería Civil de Lisboa, desarrollan ensayos físicos sobre materiales históricos para después aplicar los mismos ensayos sobre probetas ex novo, aplicando las normas EN 1015-11 y EN 1015-18 de morteros constructivos102.

El Palomar Esta estructura es la que cuenta con menor complejidad a la hora de interpretar. Consta de un único espacio circular con un pasillo interior paralelo a los paramentos del edificio. La cubierta es a dos aguas pero cubriendo tan sólo el pasillo interior, dejando un enorme tragaluz en el centro. El acceso se efectúa por la única abertura que existe en su fachada. Por el exterior se aprecian múltiples reparaciones con morteros de cemento, tratando de cubrir el precario aparejo de ladrillo macizo y la mampostería del zócalo.

Unidades Estratigráficas Constructivas (UEC) Dada la naturaleza del edificio y su simplicidad las UEC identificadas son muy escasas. Serían las siguientes: UEC 100: mampostería de cantos de esquistos dispuestos horizontalmente y trabados con mortero. Su doble finalidad es, por un lado, la de aislar al resto de la fábrica de la humedad del terreno, y por otro, la de soportar el peso y las cargas de la estructura (zócalo).

La aplicación de estos ensayos sobre materiales constructivos históricos está avalada por los resultados de los últimos cinco años de investigación, y de hecho se aplica en un amplio repertorio de materiales constructivos, desde los morteros y otras concreciones103, hasta en ladrillos, piedra, metal

UEC 101: aparejo de ladrillo macizo, tipo rústico, muy degradado (asemeja al ladrillo de adobe) y trabado con mortero. Por el exterior conserva un enfoscado de mortero con cemento y con grafila de reciente construcción. UEC 102: puerta de acceso al interior de la estructura, con dinteles de madera.

102 Magalhaes, A. y Veiga, R. “Caracterización física y mecánica de los morteros antiguos. Aplicación a la evaluación del estado de conservación”, Materiales de Construcción, vol. 59, 295, 2009, pp. 61-77.

UEC 103: cubierta a dos aguas con los faldones muy cortos (cubre única y exclusivamente el pasillo-corredor del inte-

103 Elsen, J. “Microscopy of historic mortars: a review”. En: Cement and

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e incluso vidrios104. Los resultados obtenidos avalan la utilidad de este procedimiento, que combina necesariamente conocimientos de arquitectura, geología y arqueología, y que responden otras muchas veces a la necesidad de conocer los materiales constructivos de cara a la restauración de edificios históricos105. No obstante la mayor parte de las veces se analizan los materiales de cara a una simple caracterización de los mismos o al ensayo de una técnica nueva a fin de valorar sus resultados106. Son varias las fases que se integran en el análisis de cualquier materia constructiva. El principal problema con el que se encuentran los investigadores es la ausencia total de un método unificado y aceptado por los académicos, aunque sí hay varios intentos de generar un modelo de ensayos que abarque desde la recogida de la muestra hasta su almacenamiento. No obstante no existe ningún procedimiento consensuado, y sí unas normas básicas. En cualquier caso a la hora de desarrollar un programa de ensayos suele existir cierta coincidencia en el uso de determinados procedimientos. Lo habitual es desarrollar Microscopía Óptica (MOP), Difracción de Rayos X (DRX) e incluso Microscopía Electrónica de Barrido (MEB), aunque en los últimos años se viene desarrollando un sinfín de ensayos que afinan aún más en la caracterización química de los elementos107.

Concrete Research, Actas del X Euroseminar on Microscopy Applied to Building Materials, University of Paisley, June 21-25, 2005, volumen 36, capítulo 8, pp. 1416-1424; Miriello, D.: “Characterisation of archaeological mortars from Pompeii (Campania, Italy) and identification of construction phases by compositional data analysis”. En: Journal of Archaeological Science, volumen 37, cap. 9. 2010, pp. 2207-2223. 104 Álvarez, M. “Análisis de ladrillos, morteros y pigmentos de una pintura mural pertenecientes a monumentos mudéjares de Villalba de los Barros (Extremadura)”, en Pardo Rodríguez, M. L.; Gómez Tubío, B. M. y Respaldiza, M. A.: III Congreso Nacional de Arqueometría, 3. Universidad de Sevilla, 2001, pp. 397-406; Alonso, Mª P., Capel, F.; Valle, F. J., Pablos, A., Ortega, I., Gómez, B., Respaldiza, M. A. “Caracterización de un vidrio rojo medieval procedente de las vidrieras del Monasterio de las Huelgas de Burgos”, en: Boletín de la Sociedad Española de Cerámica y Vidrio, Vol. 48, Nº 4 2009, pp. 179186; López de Azcona Fraile, M. L. y Mingarro Martín, F. “Estudio petrológico de los mosaicos de Andelos”. En: Trabajos de arqueología Navarra, Nº 5, 1996, Institución Príncipe de Viana. Pamplona, pp. 251-259; Rovira Llorens, S. “Una propuesta metodológica para el estudio de la metalurgia prehistórica: el caso de Gorny en la Región de Kargaly (Orenburg, Rusia)”, en: Trabajos de prehistoria, vol. 56, 1999, Nº 2. CSIC. Madrid. Pp. 85-113.

Fig. 65 y 66. Toma de muestras

Análisis estereoscópico Gracias al estereomicroscopio o lente binocular la visión de la muestra analizable se realiza por reflexión directa del objeto, permitiendo ver los elementos que lo configuran de forma natural y ampliada hasta llegar a definir ciertos detalles.  La observación que se profesa es generalmente del conjunto, principalmente debido a la amplitud del campo de visión. Así por ejemplo, cualquier muestra aplicada en la platina nos proporciona una visión completa a una talla superior a los 10 centímetros. La visión estereoscópica, o también llamada sensación de relieve, se consigue cuando reciben imágenes cada ojo con distintos planos del objeto. Por lo tanto la lupa binocular posee dos sistemas ópticos distintos, ya que se recibe una imagen por separado en cada ojo captada por cada sistema óptico correspondiente del aparato, y por lo tanto con la convergencia necesaria para producir una visión correcta.

105 Alejandre Sánchez, F.J., Enríquez Díaz, C., Martín del Río, J.J., Flores Alés, V. “Restauración de un mosaico romano: caracterización y análisis constructivo”. En: PH: Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, año XII, Nº 51. Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Sevilla, 2004, pp. 94-101. 106 Magalhaes, A. y Veiga, R. “Caracterización”, o. cit., 2009; Varas, M. J.; Álvarez de Buergo, M.; Pérez-Montserrat, E. y Fort, R. “Decay of the restoration renders mortar of the church of San Manuel and San Benito, Madrid, Spain. Results from optical and electron microscopy”. En: Materials Characterization, nº 59. Elsever Ed., 2000, pp. 1531-1540. 107 Miriello, D., Bloise, A., Crisci Gino, M., Apollaro, C., La Marca, A. “Characterisation of archaeological mortars and plasters from kyme (Turkey)”. En: Journal of archaeological science, vol. 38, n° 4. Elsevier, 2011, pp. 794-804.

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La lupa binocular es un aparato de precisión con una amplia capacidad de movimiento, lo que permite entre otras cosas observar cualquier anomalía en la materia analizada. Incluso es posible precisar tenues diferencias en las texturas, capas, secuencias e interacción de materias. A veces esta simple visual, en campo o en laboratorio por medio de lentes binoculares, se completa con el análisis de la reacción mecánica o con ensayos físicos, cuyo objetivo es conocer de forma inmediata la reacción de la materia, por ejemplo, ante el agua108. A este respecto uno de los trabajos más interesantes fue el desarrollado en la Iglesia de Santa María en Évora (Portugal) por el equipo de la Universidad de Évora y el Laboratorio de Ingenieria Civil de Lisboa. Las muestras de mortero se analizaron por medio de un estereo-microscopio, pudiendo identificar elementos vinculados a áridos, nódulos de cal y otros componentes agregados109.

combinados con los procedimientos de Doebley y Spitzer, y en conclusión seguidos por la inmensa mayoría de los investigadores en la actualidad110. Una vez señalizada y fotografiada el área de extracción se procede a la retirada de las primeras capas con una espátula, a fin de eliminar posibles componentes orgánicos y/u otros materiales innecesarios en el análisis. Tras esto se lleva a cabo el embolsado de las muestras con un instrumental apropiado111 y se remiten al laboratorio de la empresa Auditores de Energía y Medio Ambiente S.A., donde son procesadas e inventariadas siguiendo el siglado, que se define más adelante. Para la identificación de las formas minerales se ha acudido a la obra básica de MacKenzie y Guilford, en la versión traducida y renovada por los profesores Lago y Arranz, así como a las referencias básicas sobre análisis de morteros112.

Para este análisis óptico se ha empleado una Lupa Motic, modelo SMZ-140 series, con aumentos 10x20 e iluminador de luz fría SCHOTT, modelo KL 200. Para la escala se ha empleado un objetivo micrométrico calibrado con un micrómetro objetivo de 1 mm., acoplado a la lupa binocular. La documentación fotográfica se ha realizado con una cámara Casio EX-Z 850, de 8,1 megapíxeles, extra large 2,5” LCD, y 3x Optical zoom.

La observación por medio de microscopios binoculares permite una primera visión muy directa y detallada de los materiales. A simple vista cualquier concreción no es sino una masa informe de elementos adheridos, de la que no se desprende ninguna conclusión más que sus características físicas (dureza, rugosidad, aspereza, flexibilidad…). Sin embargo, estos datos, por ejemplo, precedieron a los buenos resultados obtenidos en los ensayos de caracterización llevados a cabo en la Basílica Ulpia y el Foro de Trajano en Roma, donde el equipo de Elisabetta Bianchi marcó un antes y un después en el análisis de materiales constructivos.113

Procedimiento La recogida de muestras en los paramentos de la fachada se realizó de dos maneras: con escalera y por medio de ascensión por cuerda. El método más sencillo para tomar muestras es gracias a una escalera, pero tiene la limitación obvia de la altura. A partir de cuatro metros no hay estabilidad suficiente y sin una “línea de vida” instalada, hay riesgo real de accidente grave por traumatismo.

Por lo tanto si la misma muestra se analiza aplicando varios aumentos se consiguen dos cosas: observar la relación entre los ligantes y los agregados (dispersión/concentración, orientación, deterioro, degradación de los materiales…) y determinar las características físicas de éstos (dimensión de los granos, reacción de la mixtura, capas, geometría…). Estos datos no nos permiten conocer las fases cristalinas, pero sí nos informan acerca de las materias primas básicas. Así por ejemplo se consiguieron distinguir residuos de piedra pómez y escorias en las mezclas de mortero efectuadas en la Sala Trisegmentata de la Basílica Ulpia de Roma.114

Las alternativas al sistema de la escalera se resumen en dos (sin contar con medios mecánicos): descender mediante cuerda desde lo alto del edificio o ascender por cuerda fija mediante un bloqueador. La primera opción se desechó por el difícil acceso a la parte inferior de la cúpula. La opción elegida fue la segunda, montando una cuerda fija a un sistema con anclajes a una gran balconada de hierro (y reasegurado a otra balconada por el interior de la casa). El aseguramiento para el ascenso se hizo a través de un arnés homologado (deportivo de Rock) y un asegurador-descensor mecánico (“gri-gri” de Petzl). El sistema permite ascender por la cuerda y se bloquea al ejercer peso (sólo permite subir). El descensor se desbloquea accionando una palanca e ir graduando la velocidad de descenso hasta llegar al suelo y soltarse del sistema.

110 Doebley, C.E. y Spitzer, D. S. “Guidelines and standards for testing historic mortars”. En Kelly, S. J.: Standards for preservation and rehabilitation, ASTM STP, American Society for Testing Materials. Filadelfia, 1996, pp. 285-293; Bartos, P., Groot, C. y Hughes, J.J. “Historic mortars-characteristics and test”. En: Proceeding of the International RILEM Workshop, Escocia, 1999. RILEM, Cachan, 2000.

La extracción, manual en todos los casos, ha seguido estrictamente los protocolos del RILEM sobre muestreo para materiales inorgánicos, defendidos por Bartos, Groot y Hughes,

111 Mertens, G, Elsen, J., Brulet, R., Brutsaert, A. y Deckers, M. “Quantitative composition of ancient mortars from the Notre Dame Cathedral in Tounai (Belgium)”. En: Materials Characterization, 60. Ed. Elsevier, 2000, pp. 580-585. 112 Mackenzie, W. S. y Guilford, C. –Eds-. Atlas de Petrografía. Ed. Marceliano Lago San José y Enrique Arranz Yagüe. Masson S.A. Madrid, 1992.

108 Miriello, D. “Image analysis and flatbed scanners. A visual procedure in order to sudy the macro-porosity of teh archaeological and historical mortars”, en Journal of Cultural Heritage, 7, 2006, pp. 186-192.

113 Bianchi, E., Brune, P., Jackson, M., Marra, F. y Meneghini, R. “Archaeological, structural, and compositional observations of the concrete architecture of the Basilica Ulpia and Trajan’s Forum”. En: Comm. Hum. Litt., vol. 128., 2011, pp. 73-95.

109 Adriano, P., Santos Silva, A., Veiga, R., Mirao, J. y Candeias, A. E. “Microscopic characterization of old mortars from the Santa María Church in Évora”. En: Materials Characterization, 60., 2009, Elsevier Ed. pp. 610-620.

114 Bianchi , R.et alii, op. cit., 2011, p. 88.

295

Resultados de la observación óptica

QM-1

Se han recogido y analizado un total de 14 muestras (en adelante QM-1, QM-2, QM-3, QM-4, QM-5, QM-6, QM-7, QM-8, QM-9, QM-10, QM-11, QM-12, QM-13 y QM-14) las cuales quedan definidas según el cuadro que se muestra a continuación. Todas las muestras corresponden a mezclas con base de cal. En líneas generales son morteros con agregados de áridos en proporciones aproximadas al 1:3 de cal y arena, salvo la muestra QM-5, la cual presenta un componente de cemento en bajas proporciones. Sería por lo tanto la única mezcla del tipo industrial, mientras que las restantes podrían corresponder a producciones locales y puntuales, confirmado en parte por los resultados de granulometría que comentaremos en los apartados pertinentes.

La muestra correspondiente con la sigla QM-1 se extrajo del aparejo de la fachada principal del edificio, a priori, más antiguo de la propiedad. Se trata de un aparejo de ladrillo macizo rejuntado con mortero, sin alteraciones aparentes aunque en las proximidades discurren algunos servicios tales como cables y bajantes. El aparejo configura el cruce de dos arcadas en un saliente a modo de cenefa vertical. En dicha cenefa, en una zona aparentemente limpia, se lleva a cabo la toma de la muestra una vez se retiran las primeras capas de masa que pudiesen encontrarse contaminadas o alteradas.

Sigla

Tipo

Localización

Extracción

QM-1

Mortero de junta

Aparejo de ladrillo

Manual

QM-2

Mortero de junta

Aparejo de ladrillo (cajón)

Manual

QM-3

Mortero de junta

Aparejo de ladrillo

Manual

QM-4

Mortero de junta

Aparejo de ladrillo

Manual

QM-5

Mortero de reparación

Dintel de ventana

Manual

QM-6

Mortero de junta

Mampostería (cajón)

Manual

QM-7

Mortero de junta

Aparejo de ladrillo

Manual

QM-8

Mortero de junta

Aparejo de ladrillo

Manual

QM-9

Mortero de junta

Aparejo de ladrillo

Manual

QM-10

Mortero de revestimiento

Bóveda deco‐ rada

Manual

QM-11

Mortero de junta

Mampostería (cajón)

Manual

QM-12

Mortero de revestimiento

Bóveda deco‐ rada

Manual

QM-13

Mortero de junta

Aparejo de ladrillo

Manual

QM-14

Mortero de junta

Mampostería

Manual

La muestra analizada presenta varios factores a destacar. En primer lugar el agregado está formado por un árido de tamaño medio-alto, compuesto fundamentalmente por cuarzos, feldespatos y micas. Presenta una porosidad alta, con poros de más de 1 mm. de diámetro aparente. Asimismo se aprecian varios nódulos de cal de tamaño medio, intercalados con los poros. A los cuarzos se les suman varios ejemplares de biotitas distinguidos entre la masa. No obstante la distribución de los áridos con respecto al agregante es bastante simétrica y ordenada, lo que indica que aunque no se hayan decantado bien los materiales y no se haya hecho la mezcla cal-agua correctamente, el producto final es de cierta calidad constructiva.

296

QM-2

QM-3

La muestra QM-2 fue tomada en la misma fachada que la anterior, a saber, en la principal del edificio más antiguo. La única diferencia entre ambas es la localización. Si la primera fue extraida del cuarto apoyo (de izquierda a derecha), tercera arcada, ésta fue tomada del segundo apoyo, primera arcada. El propósito no es otro sino comparar ambos morteros que aparentemente proceden de un mismo piso constructivo. A simple vista, la muestra QM-2 aporta los mismos datos que la anterior y se posiciona de igual forma con respecto a los servicios afectados (cableado y tubería). Se trata de un aparejo de ladrillo que configura una cenefa en el rejuntado de dos arcos. Tras retirar nuevamente los restos del mortero alterado se procede a la toma de la muestra.

El mortero siglado como QM-3 se corresponde con el aparejo principal de la misma fachada que las anteriores muestras. La diferencia es que el aparejo se encuentra cubriendo la fachada un piso por encima, formando el paramento principal entre dos ventanales. Así mismo no se han encontrado servicios cercanos tales como cables, ni ninguna otra intrusión que haya podido alterar la naturaleza del mortero originario. Una vez se ha accedido a la zona, se procede de la misma forma: retirada de las primeras capas de mortero visiblemente alterado (insectos, líquenes, musgos…) y toma mecánica de la muestra. Se trata de un aparejo de ladrillo macizo sin ninguna peculiaridad constructiva que se deba destacar. El análisis por binocular muestra unas características distintas de los anteriores morteros. Mientras que los agregados de los anteriores estaban formados por áridos de tamaño medio, en este caso los áridos poseen un tamaño alto, con una porosidad superior y una mayor presencia de nódulos de cal. También es habitual encontrar impurezas de arcilla y arena en la matriz de la cal. La presencia de fibras vegetales ha sido considerada como accidental (pequeñas raíces y cañas), ya que la proporción de éstas con respecto a la muestra tomada es mínima. Los cuarzos, las micas y los feldespatos se presentan muy desorganizados y con tamaños heterométricos, como se verá en el ensayo granulométrico. Es por lo tanto un mortero similar a los anteriores por los materiales empleados, y por el contrario de peor factura y distinto por la calidad de la masa.

Dicho mortero posee características muy similares al anterior. Guarda unos áridos de tamaño medio, compuestos por cuarzos y micas, con la presencia de algunas plagioclasas que sobresalen de unos poros de tamaño medio. Sin embargo este mortero posee una característica particular. Mezclado con la masa se han detectado numerosas fibras orgánicas, identificadas con cañas y restos vegetales que fueron mezclados en el momento de realizar la masa. Esta factura no es casual. No son pocos los ejemplos de material orgánico mezclado en los morteros, ya que facilita el fraguado y evita la aparición de porosidades que puedan fracturar la masa. Más adelante se incidirá en este factor, bien documentado en la bibliografía actual.

297

QM-4

QM-5

Esta muestra fue tomada de la misma fachada que las anteriores y en un aparejo de ladrillo macizo muy similar, perteneciente a la fachada principal del edificio de las siete fuentes. Este mortero se localiza en el segundo nivel de piso, por encima de la línea de ventanales y por lo tanto, por encima de las anteriores muestras. El objetivo era sopesar si el mortero de esta fábrica, desde este punto hasta la cornisa es el mismo que el de la anterior muestra. Tras acceder al punto de extracción se procedió a la limpieza de las primeras capas por medio de un raspado. Al igual que en la muestra QM-3 no se apreciaban elementos que pudiesen alterar el mortero originario.

La muestra QM-5 fue tomada porque en apariencia el mortero era diferente a los anteriores. Situado sobre el dintel de uno de los ventanales, “de visu” la masa tenía un color más grisáceo que el mortero de junta analizado hasta el momento. Dicho ventanal se sitúa entre ambos pisos, rejuntando el dintel de madera del ventanal con el aparejo principal de la fachada. Tras acceder al punto en concreto se procedió a la retirada de numerosos restos que pudieran alterar los resultados del análisis (pequeñas raíces, insectos y líquenes procedentes de la madera superior). El análisis visual con binocular ha concretado que dicho mortero es de factura reciente, ya que aparenta tener un porcentaje de cemento en la masa. Este dato sólo se podría asegurar por medio de un análisis por microscopía óptica o electrónica de barrido. No obstante es casi seguro que sea un mortero de cemento, a la vista de las características de los agregados. Éstos están formados por cuarzos y micas preferentemente, aunque también se han encontrado feldespatos y plagioclasas en menor cantidad. La aparición de fibras orgánicas debe ser comprendida como accidental. No se aprecian nódulos de cal ni calcificaciones, lo que corrobora la modernidad de esta masa (no ha habido tiempo ni humedad para la reacción de la cal). Así mismo los reactivos de la cal con los áridos son sólidos (apenas hay porosidad). Estos datos, unidos con la granulometría obtenida, determinan que se trata de una mezcla realizada recientemente con productos tratados de forma industrial, o al menos, no tan artesana como las anteriores mezclas.

La inspección estereoscópica ha determinado que se trata de un mortero de cal con unos agregados de tamaño muy similar a la anterior muestra. Se han distinguido abundantes calcificaciones de anhidritas, causantes del principal deterioro del mortero. Así mismo es habitual observar nódulos de cal, así como poros de más de 2 mm. de diámetro. Si le unimos la dispersión desorganizada de los cristales de cuarzo y mica, así como sus tamaños heterométricos, tendríamos una masa muy similar a la QM-4, prácticamente idéntica incluso en la aparición accidental de fibras orgánicas. También se han identificado las mismas impurezas de matriz arenosa-arcillosa, entre mezcladas con los nódulos de cal. Por lo tanto estaríamos ante una masa muy similar a la anterior tanto en materiales empleados como en la calidad de la misma.

298

QM-6

QM-7

La muestra QM-6 ha sido tomada de un mortero de junta de mampostería. A esta particularidad se le une la localización vertical de punto de toma. Mientras las muestras QM-2 a 5 se sitúan en el segundo apoyo de la primera arcada, la muestra QM-6 se localiza en la misma vertical de la QM-1, con la singularidad de que forma parte del primer cajón de mampostería de aparejo toledano. Estos cajones se sitúan gradualmente desde el ventanal 3 y hasta el final de la fachada. Una vez se accede al punto de extracción se limpian las capas superficiales, a fin de retirar los residuos que alteren el análisis. Tras analizar la muestra se han documentado varios factores a destacar. La muestra ha permitido la identificación de al menos dos tipos distintos de morteros. Un primer mortero correspondería con la capa exterior, mientras que el segundo queda oculto tras el primero. A simple vista, y previo a la extracción de la muestra, no se apreciaba diferencia alguna. Tras la inspección estereoscópica se distinguen claramente dos tipos de masas. Exterior, de color más claro, posee un agregado de árido de tamaño medio-pequeño, compuesto por cuarzos y micas. Así mismo se han identificado algunos fragmentos de piedra metamórfica que podrían responder a esquistos, aunque no ha sido posible su determinación. La porosidad media de esta capa es baja, así como la presencia de nódulos, lo que aclara que es un mortero bien decantado y con un grano de tamaño homogéneo. Por otro lado el mortero interior -por lógica, anterior al primero- presenta un aspecto más escaso en calidad. Los agregados son de un tamaño mayor (mediano y grande) y presentan alteraciones por oxidación de los cuarzos y feldespatos. Así mismo es habitual encontrar calcificaciones (por filtración de una capa a otra) y ausencia total de fibras orgánicas como sí sucedía en las otras muestras.

La muestra QM-7 se localiza en el mismo piso que la anterior, aunque por encima de la cota y fuera del cajón de mampostería. A diferencia de ésta, se trata de un mortero de junta del aparejo principal de la fábrica. Aparenta tener las mismas características visuales que los anteriores morteros analizados, también de junta. Tras retirar el mortero alterado se procede a la toma de la muestra, sin localizarse ningún elemento que pudiese alterar los resultados. La inspección por el binocular ha documentado un mortero de cal con agregados áridos de tamaño medio y grande, con una distribución muy regular y ordenada. Por otro lado los tamaños son más o menos homogéneos, con algún cristal de cuarzo de mayores dimensiones. A éstos se les unen feldespatos y micas, así como un alto número de calcificaciones (anhidritas) e impurezas. Así mismo se han distinguido oxidaciones en cuarzos y pequeños fragmentos de piedra metamórfica, aparentemente esquistos. Este dato concluye que es un mortero bien trabajado y con cierta antigüedad, para cuya factura se emplearon materiales no muy bien decantados pero sí bien mezclados. No se aprecian fibras orgánicas ni otros componentes.

299

QM-8

QM-9

La siguiente muestra fue tomada en la misma vertical que la anterior pero en un piso superior. El mortero pertenece al aparejo de ladrillo de la fábrica principal del edificio, y en apariencia el mismo que la muestra QM-7. Tras acceder al punto y nuevamente, retirar las partes alteradas, se toma la muestra de la junta, asegurando que no hay ningún elemento moderno que pueda alterar los resultados.

La muestra QM-9 fue tomada en el edificio denominado “Casa de Verano”. Esta estructura está considerada como la más antigua, junto con el anterior edificio. Esta toma fue realizada en la fachada principal del edificio, que da salida de éste a uno de los jardines de la finca. Así mismo el mortero pertenece a una mampostería corrida, la cual configura los cajones de un aparejo toledano. La presencia de vegetación en la fachada es masiva, con alteraciones en el paramento de todo tipo. Siguiendo las indicaciones de la antigua documentación planimétrica y fotográfica se toma la muestra en una zona aparentemente originaria. Tras retirar la mayor cantidad de material alterado se procede a la extracción.

Tras el análisis se concreta que tanto la muestra QM-7 como la QM-8 son dos morteros de factura prácticamente idéntica. Ésta última presenta un agregado de árido a base de cuarzos, feldespatos y micas, con presencia de biotitas de forma aislada. Los granos son de tamaño medio y la porosidad es baja. Algunas calcificaciones (anhidritas) se concentran en los poros de menos de 0,50 mm., así como las escasas fibras orgánicas, atribuidas a pequeñas plantas y líquenes que de forma accidental han arraigado en la masa. La única diferencia con el anterior es la mezcla, ligeramente peor realizada a la vista de la desorganización de los granos en la cal, y la mala disgregación de ésta. En cualquier caso la presencia de piedras metamórficas y de una mayor concentración de nódulos de cal no lo distancian mucho de la fabricación del anterior muestreo.

El análisis binocular determina que se trata de un mortero de cal muy alterado por deshidratación (debido a las plantas) pero que mantiene bien sus componentes. Se ha evidenciado un agregante a base de áridos en micas, cuarzos y feldespatos muy bien decantados y distribuidos de forma ordenada por la mezcla. Dichos granos tienen un tamaño homogéneo y no presentan alteraciones por oxidación. Eso sí, la presencia de abundantes poros indica la pérdida de buena parte de esos áridos por la deshidratación de la cal, lo que produce el desprendimiento de los granos y el pertinente poro. A pesar de esta intrusión no se aprecian fibras orgánicas salvo las accidentales en el proceso de extracción.

300

QM-10

QM-11

La muestra QM-10 fue tomada en el mismo edificio que la anterior. Se trata de un espacio destinado al baño, decorado con frescos. El proceso de toma de muestra no podía afectar a las pinturas conservadas, por lo que se decidió recoger las muestras ya desprendidas de las paredes. Dichos desprendimientos se conservaban sobre una pequeña cornisa que decoraba la habitación. Sobre dicha cornisa y de forma casi inapreciable, se tomaron las muestras de pequeñas “galletas” semi-desprendidas de la pared. Tras acceder a la zona y limpiar de inmediato, se almacenaron para su análisis. Primero fue determinar las características estereoscópicas de las capas de pintura y su base. La pintura queda aplicada sobre un mortero prácticamente líquido de cal, agua y agregantes áridos a base de micas y feldespatos, con ausencia casi completa de cuarzos. Por lo tanto el tamaño de los granos es mínimo, así como su dispersión es muy ordenada y regular. Destaca la presencia de algunas fibras orgánicas que hemos determinado como accidentales e intrusas. La porosidad mínima en esta capa. Sobre ella se asienta -que no impregna- una capa de pintura de base cristalina (posiblemente grafitada). Salvo que se desarrollen análisis de SEM o FRX, no se podrán determinar los componentes de la pigmentación. Destaca el deterioro al que está sometida la capa exterior, con abundantes poros y calcificaciones por re-hidratación de la cal. Ello permite la presencia de pequeños insectos y líquenes que levantan tanto la capa pictórica como la cama de cal. Por su parte la capa inferior, que es sobre la que se asienta esta primera lechada, cambia por completo. Este mortero de cal tiene un árido de tamaño mayor (mediano) con abundantes granos de cuarzo, feldespato y mica. La porosidad es mayor pero también lo es la regularidad de los agregados.

La siguiente muestra fue tomada nuevamente en la fachada exterior del edificio, junto a una de las entradas del mismo. El paramento sigue siendo una mampostería de cantos trabados con cal, pertenecientes al aparejo toledano del edificio. Al igual que en la muestra QM-9, previamente a la toma se aseguró que dicho punto pertenecía a la estructura originaria del edificio. En ese punto también era masiva la presencia de vegetación, lo que provocaba el deterioro en el mismo grado que en la muestra QM-9. Una vez se retiraron las partes más alteradas se procedió a la toma de la muestra. Se trata de un mortero de cal con unas características muy similares a la muestra QM-9, lo que demuestra que ambas forman parte de una misma fase de fabricación. Sus agregados, mayormente en cuarzos y micas, quedan bien distribuidos. La porosidad es casi mínima en este mortero, en contraste con el de la primera toma de fachada. Ello puede deberse a que los granos son de menor tamaño, y por lo tanto menos susceptibles a la perdida de material. No obstante sí son frecuentes las calcificaciones de anhidrita (alteración propia de un desequilibrio hídrico por la vegetación) y la aparición de impurezas de matriz arcillosa. Es frecuente que aparezcan de forma homogénea algunos pegotes de arena bien decantada. Estas alteraciones se han identificado con reparaciones recientes de la propia mampostería. En cualquier caso se trata de un mortero con materiales bien seleccionados y bien decantados.

301

QM-12

QM-13

Esta muestra fue tomada nuevamente en la estancia denominada “Estufa”, zona donde ya se había tomado la muestra QM-10. El objetivo de esta muestra era la comparación de los resultados obtenidos en ambas. La primera fue tomada en un punto con presencia de pigmentos, mientras que la segunda fue tomada sobre el dintel de la puerta principal, una zona donde no quedaban restos de pigmentos. En ambos casos, no obstante, se evitó en todo momento alterar o dañar las pinturas existentes, recogiendo pequeñas muescas semi-desprendidas de apenas 5 mm.

Tanto la muestra QM-13 como la siguiente, la QM-14, fueron tomadas en una estructura que se encuentra fuera del recinto de la Quinta de Mirabel. Nos referimos al edificio denominado “Palomar”, y que se sitúa en una pequeña ladera junto a la tapia noroeste. Ambas muestras responden a que este edificio podría pertenecer a una edificación anterior o al menos, a una coetánea de los anteriormente estudiados. En cualquier caso el uso actual es de palomar, por lo que la presencia de material alterado está asegurada. En cualquier caso se ha tomado esta primera muestra, procedente del aparejo de ladrillo que forma parte de los muros del edificio. Dicho aparejo está configurado por un ladrillo macizo muy deteriorado, casi simulando el adobe y trabado con mortero.

La observación binocular ha evidenciado la presencia de un mortero de cal con agregados áridos de tamaño medio-pequeño, mortero que por su parte sirve de cama para una escasa lechada de cal. La impresión que nos produce es que dicha lechada podría ser la misma que se ha documentado en la muestra QM-10. Sin embargo en este caso el espesor de dicha capa es de apenas 0,3 mm., mientras que en el anterior caso podía llegar a los 4 mm. Es posible que en este caso se haya perdido el resto de la cama pictórica, o simplemente no se llegó a aplicar. En cualquier caso sí existe una segunda capa de áridos de mayor tamaño, sobre todo de cuarzo, feldespato y mica. Se han documentado también algunas fibras orgánicas de gran tamaño, las cuales se han justificado como accidentales. En cualquier caso el grado de deterioro es similar a la anterior muestra, con presencia de numerosos poros en cuyo interior se desarrollan las calcificaciones de anhidrita.

La visual del mortero en el laboratorio ha determinado que se trata de una mezcla con base en cal y agregados áridos de cuarzo, feldespato y mica. El tamaño medio-grande de estos granos, así como la coloración de la mezcla (excesivamente oscura) hace prever que este mortero fue producido con una proporción alta de arena y muy baja de cal. Así mismo no existe prácticamente ningún orden en la disposición de los áridos, así como sus dimensiones medias son absolutamente aleatorias. Ello indica un uso de materias primas sin decantar y una mezcla sin cuidado alguno. No se aprecian intrusiones orgánicas de ningún tipo y sí cuantiosas calcificaciones adheridas a su alta porosidad.

302

QM-14

Conclusiones

La muestra QM-14 fue tomada en el mismo edificio que la anterior, pero en otra de las fábricas que lo configuran. En concreto esta muestra fue tomada en la mampostería principal del edificio, la cual sirve de zócalo para el aparejo de ladrillo que se alza en el exterior, y del que se toma la muestra QM13. Una vez localizado un punto lo suficientemente limpio se procede a la retirada de algunos parches de mortero moderno, a fin de localizar el mortero de traba originario. Una vez localizado se retiran algunas capas de mortero que pudiera estar alterado, y se procede a la toma de la muestra.

A la vista de los resultados obtenidos de forma global se podría concluir que los morteros analizados están formados por un agregante de base en cal, y por un agregado de áridos con cuarzos, feldespatos y micas. Residualmente se localizan, además, biotitas, esquistos y plagioclasas. Todos estos componentes se encuentran presentes en los áridos de naturaleza sedimentaria de la zona. En general nos encontramos ante mezclas destinadas al sostén de los paramentos exteriores de las fachadas. Dos casos (QM-10 y QM-12) presentan características físicas propias de paredes pintadas y estucos. Las pinturas podrían presentar una matriz grafitada. Las capas inferiores son de cal con agregados muy finos.

El ensayo estereoscópico ha determinado que se trata de un mortero de cal con agregados áridos de cuarzos, micas y feldespatos, lo que viene a corroborar que tanto esta muestra como la anterior reúnen las condiciones para que sean asumidas en el mismo momento constructivo. En esta muestra se han localizado abundantes poros de tamaño singular, al igual que el tamaño de los granos de cuarzo y feldespato. La coloración de la mezcla también sigue siendo oscura, signo inequívoco de que la proporción cal-arena se decantaba a favor de la segunda. Así mismo la distribución de los granos es absolutamente irregular y desordenada. Las impurezas de matriz arenosa y arcillosa no parecen afectar a la mezcla del mortero. Así como los materiales empleados no están seleccionados, ni siquiera bien mezclados, el resultado de ambos morteros es una masa compacta y dura, resistente y sólida.

La caracterización de los morteros podría clasificarse según la edificación y el punto de toma. Este procedimiento nos permite, entre otras, confirmar la secuencia constructiva que por lectura de paramentos ya se había determinado. Nos hemos apoyado en una serie de “ratios” para comparar y relacionar los morteros en función de los resultados de los análisis. Dichos baremos son los siguientes: --

Agregados de similar disposición en la masa.

--

Homogeneidad de los tamaños de grano.

--

Distribución relativa de los agregados.

--

Porosidad.

--

Grado de deterioro (calcificaciones).

En lo que respecta al edificio principal (edificio de las siete fuentes) las muestras QM-1, QM-2, QM-6, QM-7 y QM-8 responden a unas características morfológicas muy similares. Por otro lado las muestras QM-3 y QM-4 atesoran unos rasgos muy similares en cuanto a las características de sus morteros. El caso de la muestra QM-5 es especial, ya que es el único mortero atestiguado que sabemos que es de factura reciente, dada su composición con cemento. Por su parte, la Estufa repercute en menos medida, ya que el número de muestras es reducido y la secuencia constructiva está más o menos clarificada. En cualquier caso queda demostrada la teoría, ya que las muestras QM-9 y QM-11 poseen unas características morfológicas casi idénticas. En cuanto a las muestras tomadas en el interior, QM-10 y QM-12, tomadas en una estancia con pinturas murales, sus morteros comparten buena parte de las características observadas. Por otro lado, comparten no sólo la base constructiva, sino las malas condiciones de conservación. Finalmente, el palomar, que se encuentra a las afueras del recinto, presenta dos morteros prácticamente idénticos. Tanto los áridos como la proporción de cal-arena es prácticamente la misma en ambos casos, estando dispersos de forma similar y con idéntica presencia de calcificaciones. A diferencia de los anteriores son morteros destinados a aguantar la intemperie y al sostén de las cargas. Es por ello que no es un mortero para el deleite exterior, sino para una eficiencia en cuanto al reparto de masas.

303

2.2.4. Granulometría de áridos

En cualquier caso y contando con los datos obtenidos por medio de la arqueología o con la ayuda de las técnicas infográficas, la llamada lectura de paramentos comparada puede facilitar la interpretación de las fases constructivas de cualquier estructura119. Se recomienda, como menciona Figueiredo, Veiga y Solva, una absoluta estandarización del procedimiento a la hora de analizar cualquier material constructivo, partiendo del análisis óptico entre los que se encuentra la observación con estéreo microscopio, y siguiendo las pautas metodológicas impulsadas en 1996 por el equipo de Chiari120.

La granulometría o estudio granulométrico es la técnica de análisis por la cual se calcula el tamaño medio de los granos de un componente. Dicho tamaño medio se calcula en base a la visual directa, es decir, no es necesario ningún tipo de ensayo destructivo ni tampoco una ampliación microscópica de los materiales ensayados. Habitualmente suele emplearse una serie de tamices, gracias a los cuales van quedando los residuos en función de sus dimensiones, de tal forma que es posible no sólo dimensionarlos, sino contabilizarlos. Para nuestro caso, las dimensiones medias de los agregados, no es tan necesario conocer la cantidad de grano por tamaño, sino la dimensión media de los mismos. Este procedimiento puede llevarse a cabo gracias a una lupa binocular o micro estereoscopio, sin necesidad de acudir a métodos más engorrosos como es la tamizadora.

Procedimiento La granulometría se ha llevado a cabo básicamente con el estéreo microscopio o lupa binocular, cuyas especificaciones técnicas ya han sido mencionadas. Esta lectura cuantitativa se basa en las mediciones de ancho por largo de cada uno de los granos seleccionados. Dichos granos han sido, preferentemente, cuarzos, feldespatos y micas, aunque también se han tomado datos de biotitas, granos de arcilla cocida y esquistos. En otras condiciones se habríaN realizado mediciones de los áridos por selección, es decir, los cuarzos por un lado, las micas por otro y los feldespatos por el suyo. Incluso lo normal es realizar una cuantificación por grano, es decir, la exacta contabilización del número de individuos de cuarzo, de feldespatos, de biotitas o de plagioclasas. Sin embargo este tipo de análisis pretende obtener resultados de cara a una restauración completa, caso que no se produce en la Quinta de Mirabel. En nuestro estudio pretendemos saber qué condiciones métricas y morfológicas cuentan los agregados del mortero. Este dato nos aporta conocimiento básico sobre la calidad del mismo, la dedicación de la mezcla y el producto final. Eso sí, indirectamente obtenemos también resultados relacionados con el estado de conservación del mortero a corto y medio plazo.

En cualquier caso, y como ya se ha mencionado en el apartado correspondiente al análisis óptico, la visual de los morteros no se reduce a la simple observación de los mismos, sino a la documentación cuantitativa de sus componentes. En el conjunto de los ensayos a los que se someten los morteros, el análisis visual forma parte de la primera fase de caracterización del material, fase con la que prácticamente todos los investigadores están de acuerdo115. Incluso en el campo de la restauración, la visual de las muestras y su caracterización en términos cuantitativos está prevista en la mayor parte de los estudios consultados116. En cualquier caso este análisis no determina en ningún caso una cronología absoluta para los morteros estudiados, pero sí facilita ese objetivo en colaboración con otras metodologías, como es la lectura de paramentos, o con otras analíticas más complejas como la Microscopía Óptica o la Fluorescencia de Rayos X. Algunas investigaciones desarrollan la granulometría como parte indispensable en la caracterización de los materiales constructivos, caso de los trabajos desarrollados por el equipo de Guido Biscontin en edificios históricos de Venecia: “(…) Identification of mortar typologies had required the granulometric analysis of samples by mechanical sieving (…)”117.

Tras seleccionar los morteros en fragmentos de no más de 1 dm3 se desmenuzan sobre un porta-muestras, de tal manera que queden dispersos sobre éste. Hay varias formas de separa el agregado del agregante. Una opción es eliminar los compuestos cálcicos con productos químicos como el ácido clorhídrico. Otras opciones pasan por la molienda de la muestra con maquinaria especializada, o hacerla por medio de un mortero de amatista. Sin embargo, para nuestra finalidad no eran necesarios tales procedimientos. Ha servido con el desmenuzado manual de pequeñas cantidades en un soporte de no más de 10 dm2. Una mayor o menor cantidad de muestra no nos habría variado el resultado. Se ha propuesto un total de 24 mediciones por cada muestra (14 en total), lo que hace un total de 336 mediciones. Un universo de 336 resultados es más que aceptable para diferenciar la manufactura de un mortero a otro.

Uno de los trabajos más interesantes fue el desarrollado por el equipo del Departamento de Química Orgánica e Inorgánica de la Universidad de Córdoba. En el yacimiento romano de El Ruedo ( Almedinilla, Córdoba) desarrollaron un amplio espectro de ensayos físicos y químicos, entre los que se encontraba un análisis granulométrico del mortero recogido en diferentes estancias del asentamiento. Las curvas acumulativas permitieron determinar cuáles eran los grupos de morteros que por su tamaño medio del grano pudiesen resultar más modernos118.

115 Adriano, P., Santos Silva, A., Veiga, R., Mirao, J. y Candeias, A. E. op. cit., 2009, p. 611-612.

nº 275, volumen 54. CSIC. Madrid, 2004, pp. 39-51.

116 Arioglu, N y Acun, S. “A research about a method for restoration of traditional lime mortars and plasters: A staying system approach”. En: Building and Environment, 41. Elsevier Ed. 2005, pp. 1223-1230.

119 Bianchi, E., Brune, P., Jackson, M., Marra, F. y Meneghini, R. op. cit., 2011,vol. 128. pp. 73-95. 120 Figueiredo, M. O. “Materials and reconstruction techniques at the Aqueduct of Carthage since the Roman period”. En Lourenço, P.B. y Roca, P. -Ed.-, Historical Constructions. Guimaraes, 2001, pp. 391-400; Chiari, G.; Torraca, G. y Santareli, M. “Recommendation for systematic instrumental analysis of ancient mortars. The Italian experience”. En: Standards for Preservation and Rehabilitation. ASTM STP. Kelley, 1996, pp. 275-284.

117 Biscontin, G., Pellizon Birelli, M. y Zendri, E. “Characterization of binders employed in the manufacture of Venetian historical mortars”. En: Journal of Cultural Heritage, nº 3. Elsevier Ed., 2002, pp. 31-37. 118 Fernández Rodríguez, J. M. y Fernández Fernández, J. A. “Caracterización físico-química de los morteros romanos de El Ruedo ( Almedinilla, Córdoba)”. En: Materiales de la Construcción,

304

Una vez han sido tomados los datos son pasados a tablas porcentuales, para finalmente desarrollar los gráficos que se describen en este trabajo.

Sigla

Medidas (L x A) Mm. 1,26

11,48

6,87

0,94

1,31

4,11

10,68

5,60

3,39

11,12

2,90

11,59

4,78

22,45

4,20

11,52

7,59

1,57

1,75

14,23

5,06

3,56

2,48

0,83

QM-3 Mortero de junta

Resultados de las mediciones granulométicas A continuación se representan los resultados numéricos del análisis: Sigla QM-1 Mortero de junta Aparejo de ladrillo

2,28

3,41

3,60

7,01

1,36

3,16

4,95

6,57

2,28

0,97

2,41

1,50

2,24

1,71

2,97

2,72

1,92

1,97

3,74

1,95

4,20

4,01

4,50

3,82

3,00

0,91

6,10

5,66

3,22

4,36

9,55

8,53

2,67

5,46

36,23

35,65

34,60

36,60

1,28

4,77

9,47

3,65

1,91

1,75

4,85

1,68

3,36

3,31

QM-4 Mortero de junta Aparejo de ladrillo

Σ = 9,52

Σ = 3,13 0,40

1,02

2,21

0,69

6,48

Mortero de junta

1,04

1,48

7,34

4,83

26,25

10,35

2,64

5,94

5,50

5,87

0,48

0,48

0,78

0,56

1,31

0,70

1,50

2,18

1,21

(Cajón)

Σ= 6,30

Medidas (L x A) Mm.

QM-2

Aparejo de ladrillo

Aparejo de ladrillo

Σ = 3,80

Sigla

Medidas (L x A) Mm. 1,12

0,57

0,66

0,41

2,69

QM-5

0,41

0,58

0,39

0,50

2,29

Mortero de junta

0,87

1,05

0,82

1,50

1,41

1,07

0,97

2,77

2,21

3,53

0,99

1,37

3,34

3,13

Dintel de ventana

Σ = 1,44

305

QM-6 Mortero de junta Mampostería (Cajón)

5,00

12,02

1,24

2,99

3,79

3,85

1,88

3,93

1,20

4,16

2,98

1,21

2,44

1,29

3,69

0,91

2,59

1,61

1,65

5,25

2,42

11,20

3,33

6,39

Σ = 3,62

Sigla

Medidas (L x A) Mm.

Sigla

QM-11 Mortero de junta Mampostería

Medidas (L x A) Mm. 2,08

3,83

1,82

2,49

1,40

13,10

23,71

3,45

3,69

1,33

6,87

1,99

5,89

2,13

3,20

2,37

1,81

1,08

1,12

1,93

0,38

0,71

2,49

1,61

Σ = 6,41

QM-12 4,69

1,77

1,04

0,94

1,49

QM-9

0,39

3,03

1,57

0,94

3,62

Mortero de junta

2,36

0,72

1,22

3,56

1,77

0,61

1,32

1,68

3,51

1,40

2,21

1,80

1,20

0,93

Aparejo de ladrillo

Mortero de revestimiento Bóveda interior

QM-10 Mortero de revestimiento Bóveda interior

2,03

1,78

3,30

2,52

2,80

2,97

1,86

1,38

0,93

3,57

6,04

1,03

1,58

2,78

2,80

1,20

2,45

1,24

0,88

4,56

8,09

0,70

2,30

0,09

0,69

9,02

0,27

0,60

0,64

0,51

0,51

1,48

1,08

0,89

2,41

0,36

0,75

0,24

0,56

2,32

0,78

0,30

1,67

1,30

0,29

0,45

Σ = 1,135

Σ = 1,82 4,65

0,03

Σ = 2,64

306

La lectura particular de cada una de las muestras nos facilita unos datos importantes a la hora de interpretar los resultados de la lectura de paramentos. A continuación se pormenorizan esos resultados y sus consecuencias. QM-1: la granulometría de los áridos de esta muestra presenta una facción dentro de la media de grano de árido común (0,977,01), con una superficie media de 3,13 mm2. QM-2: las medidas de estos áridos se asemejan mucho a la muestra anterior, si acaso ligeramente superior (0,4026,25), y con una superficie media de 3,80 mm2.

Sigla QM-13 Mortero de junta Aparejo de ladrillo (Palomar)

QM-3: si las mediciones anteriores eran similares, las que corresponden a esta muestra son radicalmente distintas, pues no sólo son mayores los rangos (0,8322,45), sino que la superficie media se dispara hasta los 6,30 mm2, el doble.

Medidas (L x A) Mm. 23,37

1,77

4,38

5,17

6,30

16,27

4,06

13,44

6,09

2,21

9,70

10,41

6,53

4,08

2,84

13,80

2,57

4,28

15,91

5,13

8,14

5,67

8,90

3,72

QM-4: estas medidas responden a un mortero prácticamente idéntico al anterior, superior si cabe en los ratios medios (0,9136,60), y con una superficie media de 9,52 mm2. QM-5: el mortero correspondiente a un mortero moderno de cemento responde a sus calidades industriales, con ratio de árido muy fino (0,413,53), y con una superficie media de 1,44 mm2, datos propios de un árido industrial.

Σ = 7,69

QM-6: las mediciones de esta muestra vuelven a parecerse a los granos de mortero de aparejos originales, con un ratio medio (0,9112,02) y una superficie media de 3,62 mm2, similar a las muestras QM-1 y QM-2.

Sigla

Medidas (L x A) Mm. 9,36

16,95

3,85

6,98

3,67

QM-14

5,80

4,46

8,54

5,29

7,41

Mortero de junta

9,45

14,05

3,51

9,30

5,45

2,76

14,04

14,57

26,04

2,17

4,86

13,82

9,8

2,52

Mampostería (Palomar)

Σ = 8,52

307

QM-7: muy similar al anterior, el mortero tiene un ratio ligeramente superior (1,0829,20), con una superficie media de 6,43 mm2.

QM-12: al igual que la muestra QM-10, tomada de una lechada para pintura, ésta muestra un ratio extremadamente bajo (0,039,02), y la superficie media más baja de todo el ensayo: 1,13 mm2.

QM-8: las medidas correspondientes a este mortero suben el ratio con respecto a la media (0,8932,02), pero se mantiene en una superficie de 5,98 mm2.

QM-13: la primera medición sobre un mortero del palomar demuestra un ratio muy superior (1,7723,37), y una superficie media de 7,69 mm2.

QM-9: las muestras de la Casa de Verano mantienen el ratio medio del anterior edificio (0,398,09), y una superficie media de 2,64 mm2, muy baja con respecto a la media total.

QM-14: los resultados del segundo muestreo en el palomar certifican una factura casi idéntica, con ratios disparados (2,1726,04), y con una superficie media de 8,52 mm2, casi superior a algunos de los morteros de peor factura del otro edificio.

QM-10: estas mediciones han dado un ratio variable muy por debajo del normal, al tratarse de un mortero de paredes pintadas (0,708,09), presentando una superficie media de 2,64 mm2.

2.2.5. Conclusiones

QM-11: las mediciones en este mortero lo equiparan en calidad al mismo tomado en el otro extremo de la fachada, con ratios moderados (0,3823,71), y con una superficie media de 6,41 mm2, dentro de la normalidad.

Los resultados obtenidos demuestran varias hipótesis barajadas al inicio de la lectura de paramentos. Hay que recordar que este ensayo no aporta en ningún momento datos concretos sobre cronología, pero sí facilita la interpretación de las edilicias, y por lo tanto, permite dilucidar fases constructivas. Desde el punto de vista cuantitativo se podría decir que hay cuatro grupos diferentes de morteros, no sólo por la variable de los granos sino por la superficie media de cada uno. En el apartado correspondiente a las conclusiones finales se relacionan todos estos datos con los cuantitativos de cada muestra. Mientras tanto el resumen de los datos dejaría a las muestras de la siguiente manera: Grupo

Tipo

Muestras

1

Morteros de árido muy fino, de procedencia industrial

QM-5

2

Morteros de árido muy fino con una variable baja

3

Morteros de árido fino-medio con una variable intermedia

4

Morteros de árido medio con una variable alta

QM-10 QM-12 QM-1 QM-2 QM-7 QM-11 QM-8 QM-6 QM-9 QM-3 QM-4

5

Morteros de árido grueso con una variable media

QM-13 QM-14

Los morteros correspondientes con el Grupo 3, el más numeroso, son los morteros que fueron tomados de fábricas relacionadas con las originales del edificio principal de la Quinta de Mirabel. Sin llegar a ser morteros de calidad fina, son muy homogéneos en sus variables de medidas. Así mismo comparten en mayor o menor medida las superficies medias de sus áridos. Por otro lado, los morteros incluidos en el Grupo 4, extraídos también de la fachada del edificio principal, son morteros cuyos áridos destacan por tener una media muy superior a los anteriores, y con una variable excesivamente alta. Esto significa

308

que los agregados apenas fueron decantados. Precisamente los aparejos de los que fueron extraídos pertenecen a reparaciones posteriores efectuadas sobre las fábricas originales, lo que confirmaría la secuencia estratigráfica de la lectura de paramentos.

Este dato no supone que sean morteros de baja calidad, pero fueron ideados no para el lustre sino para aguantar la intemperie y soportar las cargas generadas por la estructura. En cuanto a los morteros incluidos en el Grupo 2 es obvio que corresponden con las muestras tomadas de la cúpula situada en una de las estancias de la “Casa de Verano”. El interior se encuentra decorado con pinturas, cuya base es un mortero de

Finalmente tenemos los morteros extraídos del palomar, que quedan incluidos en el Grupo 5. Son áridos gruesos y heterométricos, con variables medias pero con una superficie desorbitada.

309

2.3. Fotogrametría de las bóvedas de la Quinta de Mirabel: palacio y estufa La Quinta de Mirabel cuenta con dos cúpulas con pintura mural. Dada la importancia de estos elementos patrimoniales se planteó el realizar una documentación exhaustiva de las mismas para fines científicos y artísticos, además del control del estado de conservación. Por un lado, en la zona principal del primitivo palacio existe una cúpula construida a unos 15 m de altura. De otro lado, una de las habitaciones del edificio anejo al palacio, denominado “la Estufa”, también contiene una construcción en cúpula de unos 6 m de altura. El interés de realizar este tipo de documentación residía en las pinturas de los muros y las cúpulas, que todavía se conservan en relativo buen estado. El objetivo se fijó en tener todas esas pinturas en un soporte digital que reproduzca fielmente el contenido y la disposición espacial para posteriores visualizaciones.

Fig. 67. Áridos QM-2

Los formatos digitales en 3D permiten visualizar los objetos o estructuras documentados en su posición original, pudiendo observar detalles de los mismos (dependiendo el nivel de detalle con la calidad del modelo 3D y la texturas fotográficas asociadas). La utilidad es manifiesta para innumerables estudios científicos posteriores sin necesidad de estar en el sitio original. Igualmente, también es útil a la hora de determinar la evolución del estado de conservación, o como un instrumento válido para la difusión científica y divulgación al público. Para este propósito se realizaron sendos estudios fotogramétricos para cada una de las cúpulas en estudio.

Fig. 68. Áridos QM-6

La fotogrametría digital es una técnica que se basa en la obtención de modelos tridimensionales a partir de fotografías digitales, realizadas a partir de cámaras fotográficas convencionales. Estos modelos 3D reproducen la realidad, de forma que se puede medir o cuantificar de manera proporcional a la escala en la que se trabaje. El modelo digital puede contener información fotográfica, confiriendo una apariencia semejante a la real. En este caso las fotografías de las pinturas están fijadas al modelo 3D de los muros y la cúpula, exactamente en la posición espacial donde se pintaron en el elemento arquitectónico.

Fig. 69. Áridos QM-1

Fig. 70. Áridos QM-12

La fotogrametría nace a mediados del siglo XIX con Aimé Laussedat, la primera persona que fue capaz de obtener mediciones precisas mediante el tratamiento de fotografías. En varios países europeos comienza a extenderse como práctica aislada, llegando a España en 1886 con un levantamiento del barranco de Vista Hermosa de Madrid a 1:1.000, obra de Torres Quevedo. La evolución es constante a lo largo del siglo XX, con los avances de los primeros restituidores (principios del s. XX), el cálculo electrónico (mediados del s. XX) y, por último, la llegada de la era digital para la fotogrametría, con gran empuje desde los años 80. Hoy día, se siguen utilizando los métodos tradicionales analógicos y analíticos, con los característicos montajes de pares de fotos con cámaras dobles y grandes restituidores ópticos. Sin embargo, la fotogrametría digital poco a poco ha ido desbancando esta manera de trabajar, ya que ofrece muchas ventajas al utilizar herramientas automáticas o semiautomáticas de extracción de datos, evidentemente ganando tiempo, además de precisión y versatilidad.

Fig. 71. Áridos QM-10

agregados muy finos, un gradiente casi imperceptible en algunos casos. Se trataría del caso antagónico a los morteros del anterior grupo: son lechadas muy finas con algún pico de medidas de granos procedentes de la matriz interior, pero que en general los áridos (sobre todo micas) no superan el milímetro cuadrado. Todos estos datos culminan con las medidas tomadas a un mortero cuya matriz es de cal con cemento. Ha sido excluido del resto de grupos e incluido en el Grupo 1, por presentar áridos muy finos y de carácter industrial. De antemano ya se sabía que podría pertenecer a un reparcheo moderno con cemento de mortero, pero estos datos corroboran la hipótesis. En resumen, esta granulometría ha confirmado la gran utilidad de las metodologías basadas en los porcentajes cuantitativos. Insistimos en la necesidad de regularizar estos ensayos, no como método infalible, sino como complementario a otros análisis y estudios como es la lectura de paramentos.

La fotogrametría digital se puede dividir en tres grandes ámbitos de trabajo, como ramas que siguen diferente camino y se diversifican. La clasificación responde a una diferenciación

310

La fotogrametría realizada en las cúpulas de Mirabel es de tipo terrestre. Para el procesado de las fotografías digitales se ha empleado un software de tipo comercial, con capacidad de restituir puntos comunes de las fotografías y convertirlos en coordenadas tridimensionales de XYZ.

básica según la distancia desde donde se realizan las fotografías. Esta es una diferencia de peso, ya que según la distancia surgen matices importantes en cuanto a la geometría y diferentes errores de cálculo matemático a considerar. Las soluciones divergen desde diferentes ámbitos, creándose distintas líneas de problemática, teoría y aplicaciones prácticas. Los tres grupos son los siguientes:

El primer paso necesario para el trabajo es idear un plan de desarrollo de labores para que no falte ningún detalle. La estructura objeto de estudio tiene la peculiaridad de ser envolvente y cerrada en el cénit a altura considerable (sobre todo la cúpula del palacio). Por este motivo, además de las fotografías normales con trípode, se hicieron fotos elevadas a gran altura por medio de una “pértiga” (hasta 12 m. de altura) y andamios.

Fotogrametría terrestre: la fotografía tiene distancias menores a 300 m., por lo que no se tienen en cuenta errores de esfericidad o refracción. Fotogrametría aérea: obviamente la toma de fotografías se realiza desde vehículos aéreos, dependiendo la distancia del espacio a modelar y la calidad de detalle del mismo. Se utiliza básicamente para producir Modelos Digitales de Terreno (M.D.T.) y ortofotografías.

Después hay que seguir el plan propuesto y realizar las fotografías. La planificación varía ligeramente al ver los encuadres de la cámara, porque a veces interesa retener más campo visual en detrimento de la angulación. El tiempo de la toma de fotografías varía según las condiciones y características del elemento. En este caso, la toma de fotografías duró alrededor de tres horas para cada estructura.

Fotogrametría satélite: utiliza los mismos principios básicos que la aérea, aprovechando los avances en la resolución de la fotografía satélite. Salvo para estudios de grandes áreas de terreno, la fotogrametría terrestre es la más utilizada en aplicaciones para estudios de Arte y Arquitectura. Existen numerosos trabajos dedicados al análisis de paramentos de edificios arquitectónicos complejos, sobre todo de monumentos patrimoniales.

Una vez que se han realizado todas las fotografías comienza el trabajo con el PC. Las fotos son descargadas y nombradas de forma que facilite su reconocimiento con respecto a nuestro croquis. El procesado a través del programa de fotogrametría se realiza fotografía a fotografía con la identificación de los

Fig. 72. Bóveda del palacio de la Quinta de Mirabel.

311

Fig. 73. Fotogrametría de la estufa.

puntos de control visibles y su referenciación. Una vez referenciados un mínimo básico de punterías el programa realiza los cálculos matemáticos necesarios para asignar a cada punto una coordenada precisa. El proceso matemático consiste simplemente en la resolución de problemas trigonométricos. El software resuelve los problemas planteados según las po-

siciones de la cámara para cada foto, el error lenticular de la cámara y la focal utilizada. Las fotografías, ya sean digitales o analógicas, representan la realidad de forma distorsionada. El denominado error lenticular reside en la inevitable utilización de lentes de cristal en la cámara fotográfica. La fotografía contiene un error de tipo circular que aumenta de manera di-

312

rectamente proporcional a la focal. Cuanto menor es la focal más espacio de realidad aparece representado, pero mayor es la distorsión y el error lenticular. Por ejemplo, un objetivo de 20 mm. (denominado “ojo de pez”) conlleva un error mucho mayor que uno de 300 mm. Por otro lado, con anterioridad al proceso, se ha calibrado la focal de la cámara con la que se va a desarrollar el proyecto fotogramétrico. De esta manera, el programa promedia los errores lenticulares de cada foto y calcula las distancias de todos los puntos referenciados. El resultado es la creación de una nube de puntos con coordenadas absolutas. Se define la X Y y Z de todos los puntos con una precisión global que no supera los 3 mm. de error respecto a su posición relativa real.

En los estudios fotogramétricos se realizaron cerca de cien fotografías para cubrir todas las áreas con pinturas, con un detalle suficiente para la visualización de todos los elementos de la obra pictórica. El resultado final se editó en formato PDF 3D, muy versátil para la visualización de modelos de 3D. Este formato permite prefijar vistas, anotar comentarios, realizar secciones, hacer mediciones, y más funciones de utilidad.

2.4. La secuencia constructiva El estudio de los edificios históricos de la finca denominada Quinta de Mirabel ha dado como resultado una secuencia constructiva cuya mayor magnitud habría que situarla principalmente entre principios del siglo XVIII y finales del siglo XIX. Ya bien entrado el siglo XX se inicia una serie de construcciones planteadas para convertir la propiedad en una zona de ocio y hostelería. Esta intervención modifica parte del planteamiento urbanístico y altera los elementos decorativos originarios. No obstante también se recupera la antigua tapia, se replantean los ajardinamientos y se recuperan los espacios interiores.

Los modelos de 3D de las cúpulas cuentan con varias decenas de puntos referenciados y unas nubes densas de millones de puntos. Cada uno de estos puntos tiene un color asignado que se corresponde con la visual de la cámara fotográfica. El resultado es un modelo de 3D con textura de foto. Aparte de la nube de puntos tendente a “fotografía en 3D”, también se pueden extraer mallados complejos a partir de los puntos, consiguiendo un modelo texturizado con fotografía. Una gran utilidad que ofrece la fotogrametría es que puede generar superficies entre los puntos y aplicar como “mapa” o “textura” partes de las mismas fotografías que sirvieron para el proceso. De esta manera, la utilidad es doble: es posible crear ortofotografías y, de forma más compleja, modelos de 3D que reproducen la realidad.

En cualquier caso queda clara la alteración de los conceptos espaciales, especialmente activa en el edificio principal de la Quinta de Mirabel. Esa alteración pasa por la ampliación de la nave hacia el Oeste, eliminando toda la fachada que da a este

Fig. 74. Reconstrucción 3D de la capilla de la Quinta de Mirabel en su estado original.

313

estas teorías pasa por realizar un estudio de estructuras más profundo, que incluya la lectura de los enlucidos y de los encofrados interiores. En cualquier caso, y descartando los edificios modernos del siglo XX, cotejar los datos obtenidos de la lectura de paramentos, con las analíticas de morteros y los restantes estudios (análisis polínicos, topografía histórica, arqueología, infografías…) permitirá generar un modelo histórico de la Quinta, desde su construcción hasta la actualidad.

punto cardinal así como los elementos que albergaba (ventanales, aparejo toledano, cornisales, etc.). Esa alteración afecta incluso a la cubierta, la cual se extiende con los faldones a los lados. La modificación se amplía también a la puerta de acceso. A principios del siglo XX se levanta un muro nuevo (hastial Sur) que ciega la entrada originaria así como los elementos ornamentales que debieran existir (blasones, cartelas y pórticos). Por el hastial Norte también se modifican los elementos. Con el nuevo planteamiento de la finca se alzan varios edificios nuevos que cierran el originario por ese lado. Ese cierre afecta a la salida de la galería de bóveda de arista (donde se situarían los siete altares) hacia el Norte y hacia la entrada de la finca, en donde se levantan varios edificios más.

3. FUENTES DOCUMENTALES PARA EL ESTUDIO DEL TERRITORIO: SUERTES Y TRAÍDAS

En lo que respecta al interior del mismo, las estancias mantienen su organización. No se alteran las medianeras pero sí las entradas de luz (ventanales tapiados, alzado de nuevos encofrados con vigas de acero, etc). Eso sí, se mantiene inalterable la configuración de la cúpula y espacio de culto, reconvertido junto a las demás estancias para uso privado.

La Quinta de Mirabel cuenta con una documentación histórica muy abundante que podemos dividir en tres grandes bloques. El primero recoge la génesis del cigarral del Arzobispo Gaspar de Quiroga del que ya nos hemos ocupado. Los otros dos recogen dos acontecimientos muy significativos para entender la evolución de este espacio en el siglo XIX: la conversión en suertes de la dehesa de la Pozuela y la construcción de un abastecimiento de aguas a la ciudad de Toledo.

En lo que respecta a los demás edificios históricos no sufren tantas alteraciones como el principal. El palomar asemeja pertenecer a un mismo momento, y no a dos, como se apreciaba por las fábricas que presenta. Tanto el mampuesto del zócalo como el aparejo de ladrillo comparten incluso las grietas y fisuras de deterioro. Ni siquiera la analítica de las muestras de mortero han repercutido resultados contrarios.

En el primer caso se analizan la conversión de la dehesa de la Pozuela en minifundios. Este intento de reconversión de un espacio ganadero en un espacio agrícola será un rotundo fracaso ya que la casa de Malpica se irá apropiando de estos espacios, de forma directa o a través de intermediarios, para constituir un gran espacio ganadero a los pies de la ciudad de Toledo.

La Estufa apenas ha sufrido modificaciones, salvo la que se aprecia en el módulo Sur. En ese punto se produce un fuerte rebaje de la techumbre, con pérdida de algunos elementos tales como un pequeño ventanal sito en la puerta de entrada originaria, la cual es apreciable en fotografías antiguas. La fachada queda flanqueada por una serie de puertas, cuyo origen se encuentra en unas ventanas con rejas. Las muestras de mortero y los ensayos llevados a cabo (granulometría y análisis macroscópico) han aportado datos contundentes sobre la calidad de los morteros del interior de la bóveda existente. Dichos morteros son de una calidad excepcional, a modo de lechadas con áridos muy finos y bien decantados. La fachada presenta resultados en los morteros muy similares a los que se han obtenido en el edificio principal, con áridos pensados más en la práctica que en la ostentación.

El tercer bloque documental se ocupa de la construcción de la traída de aguas a la ciudad de Toledo en el siglo XIX. Un proyecto también fracasado dada la imposibilidad de convertir los antiguos sistemas de captación andalusíes (qanat) en

En cuanto a los morteros del edificio principal, y descartando la muestra QM-5 (mortero de cemento), el resto de las muestras vienen a justificar que toda la fábrica debió estar formada por un aparejo toledano de buena consistencia. En algún determinado momento se plantea la reparación del edificio de la torre, posiblemente a lo largo del siglo XIX. El aparejo de ladrillo empleado es muy irregular y con un mortero mal decantado y heterométrico. En cuanto a la bóveda no parece estar alterada, salvo en los elementos exteriores de la cubierta (faldones y aleros). Con toda seguridad la Quinta de Mirabel debió girar en torno al espectacular edificio que se levanta en el centro, caracterizado por un pasillo de galería con bóvedas de arista en la que se asentaban los llamados “siete altares”. Vinculados a ellos los jardines, distribuidos más o menos como hoy se encuentran. La lectura de paramentos ha facilitado una secuencia desordenada de reparaciones y reutilizaciones. Confirmar

Fig. 75. Noticia de la detención. AMT. Fondo Histórico. “Denunciaciones”. Caja núm. 920. Expediente iniciado por denuncia de Manuel Esteban Garoz, guarda jurado de la Legua, contra Manuel Cano, criado de Leandro Otaola, abastecedor de carne, por meter ganado en el coto carnicero de la Pozuela, dedicado a pasto de los carneros del abasto de la Ciudad y él ya no lo es. 1788-01-09 / 178805-03. Folios 12 y 13.

314

En 1531 los herederos de Gabriel Serrano vendieron a la ciudad una heredad de 43 aranzadas en Pozuela la Mayor, con casa, tierras que incluían arboleda, viñas, tierra calma, al menos 17 olivos, encinas, almendros y rosales. Las casas estaban ya caídas, pero tenían pozo, corrales y trascorrales y una huerta. Se sabe que esta heredad ya existía en 1490, por otras escrituras de venta que se citan.

sistemas rentables para el abastecimiento a una ciudad moderna. En este sentido, esta documentación resulta sumamente significativa para entender el mecanismo de funcionamiento de estos sistemas antiguos, que nada tienen que ver con abastecimientos de agua potable a ciudades de cierto tamaño. Así, la lectura como una conducción de origen romano, como se ha querido ver recientemente, cae por su propio peso con el fracaso de una infraestructura de este tipo en el siglo XIX121.

Poco después, en 1533 el Ayuntamiento adquirió un conjunto de cerca de 50 fanegas de tierra formada por pequeños terrenos con nombre propio en Pozuela: la Serrezuela, la Oliva Gorda, la Gafaira – en medio de los ejidos de Toledo – y los Valles, entre otras.

3.1. Usos del suelo en la dehesa de Pozuela en el siglo XIX: la división en suertes Pozuela es un extenso paraje toledano al sur del río Tajo y al norte de los términos de Argés y Cobisa y delimitado al oeste por la carretera de Piedrabuena y al este por la Sisla.

Resulta curioso uno de los topónimos relacionados con Pozuela en esta fecha y que se recoge en la escritura de venta de una tierra de 4 fanegas en “Morterón de Pozuela”. Según otra cita de la misma relación y que trata de una serie de cesiones o permutas entre la Catedral y la ciudad, se diferenciaría entre los Morterones y Pago de Morterón, cercanos a San Bernardo, y Pozuela Mayor y Menor. Sin embargo, se menciona específicamente Morterón de Pozuela y se dice que está en la Venta del Piojo, que se encontraba en el camino de Argés. Tenemos, por tanto, un topónimo que, o bien se refiere a un ámbito más amplio del actual, cercano al arroyo de Morterón, o bien un nombre con referencia a varios lugares distintos. Este en concreto, pertenecía a Sebastián de Horozco, cura en San Torcuato.

Hay tres momentos de importancia en su historia. Uno es cuando en 1549 queda incluida como tierra de pastos en la Legua de la ciudad de Toledo; otro, en 1588 cuando se concedió permiso al Cardenal Quiroga para canalizar el agua de la Fuente del Cardenal hasta su cigarral y, por último, a mediados del siglo XIX, cuando, por un lado, se recupera esta fuente para el abastecimiento de la ciudad y, por otro, se divide en suertes la dehesa para ser arrendada como tierras de labor.

3.1.1. Antecedentes

Asimismo, la Catedral cedió a la ciudad una tierra en el Cerro de las Morateras, en Pozuela, sin especificar si es la Menor o la Mayor. Podemos diferenciar una de otra gracias a la escritura de una tierra localizada en la Menor, cuyos linderos iban desde la senda del Barco hasta otras heredades en las Pedrosillas, cerca del límite con Argés y del camino que decían “retamero”.

Existen pocas referencias importantes sobre los usos del suelo en Pozuela anteriores al siglo XVIII, más allá de la mención a un documento de 1194 que trata sobre una viña122, o unas casas y molino que pertenecía a la capilla de San Blas de la catedral de Toledo, en otro a principios del siglo XV123.

A la mitad de este camino se encontraba la Venta del Piojo, junto a la que se habla de otro pedazo de tierra de 11 fanegas y medio estadal, lindante con dicho camino y un olivar.

En 1788 el escribano del Ayuntamiento, José Sánchez de Huete, realizó una copia de las relaciones de títulos de propiedad que poseía la ciudad124 desde siglos atrás, entre las que se contaban varias tierras localizadas en Pozuela.

Entre 1583 y 1550 se anotan otros títulos de la misma forma que los anteriores, entre los que destacamos una tierra llamada “El Especiero”, en Pozuela la Mayor, y otra de 4 fanegas conocida como “La Raiga”. Con fecha de 1549 se recoge el título de la escritura de venta que hace el famoso Arias Gómez de Silva a Toledo, acerca de una heredad en Pozuela la Mayor, de 153 yugadas, 13 fanegas y 9 celemines, en los que había olivas, almendros, encinas, fuentes y abrevaderos. Sus límites eran Pozuela la Menor, la Venta del Piojo en el camino de Argés y al Sur los términos de dicho pueblo y Cobisa. Todo este espacio vendría a convertirse en el coto más extenso de la Legua, al que habría que sumar las tierras citadas anteriormente.

La primera referencia es sobre una heredad al pago de Pozuela que un tal Alonso Sobrino y su mujer vendieron en 1518 a Pedro de Biezma, con casa, corral y trascorral, que lindaba con otras heredades. Con estos datos es imposible su localización, puesto que tampoco se conserva la escritura de venta a la ciudad, que debió de ser posterior a esa fecha.

121 De estos asuntos nos hemos ocupado en profundidad en capítulos precedentes.

A partir de ese año, Pozuela también recibirá el nombre más genérico de Coto de San Martín, por formar parte de él, y se verá incrementado con tierras cercanas al camino de Cobisa en 1551 y otras en 1577 que lindaban con una “dehesa de la Ciudad”, probablemente la que se conocerá como Legua Grande.

122 Torroja Menéndez, C. Catálogo del Archivo del Monasterio de San Clemente de Toledo. 123 Torroja Menéndez, C. Catálogo de Obra y Fábrica de la Catedral de Toledo. 124 AMT. Archivo Secreto. Ala. 2ª, leg.6º, nº9 (1.105). Relación de títulos de las posesiones de la Legua de Toledo y otros instrumentos tocantes a ella y sus cotos, desde el año 1242 y amojonamientos hechos desde el 1529. Amojonamiento de los Montes de Toledo con términos que confinan con otros señores.

Se incluye, a su vez, entre estos títulos, la licencia que el Ayuntamiento otorgó al Cardenal Quiroga para que pudiera encañar agua desde Pozuela hasta su heredad, llamada “Alta-

315

3.1.2. Las suertes de Pozuela

mira”. Aparte de títulos de propiedad, este extenso documento cita algunas denuncias, ya fechadas en el siglo XVII, sobre que algunos particulares cerrasen caminos o rozasen leña o retama sin permiso o llevasen su ganado a pastar a tierras de la ciudad.

Con arreglo a la legislación vigente entonces sobre acensuación y reducción a cultivos de los terrenos de propios el Ayuntamiento de Toledo se propuso dividir la dehesa de Pozuela en suertes de mayor o menor extensión según la calidad del terreno para posteriormente subastarlas a censo enfitéutico. Se autorizó el 19 de enero de 1846 por considerarse beneficioso para las rentas de propios.

A este respecto, en 1788 se produjo un incidente al sorprender a varias reses vacunas de un vecino pastando en Pozuela, que era coto carnicero de la Legua. Junto a los testimonios recogidos en este documento aparece un escrito aclarando los límites de este coto, que quedaría incluido a su vez en toda la parte de la Legua al otro lado al sur del Tajo: desde las Pontezuelas hasta el camino que de la ciudad iba a la ermita de la Guía, y desde el arroyo cercano a las tapias de Santa Ana, hasta el camino antiguo de Burguillos, en primavera y verano. En otoño e invierno se llevarían los carneros a la Legua Grande, entre Torremocha, el arroyo de la Rosa y el camino de Nambroca125.

Formada una comisión municipal, más dos peritos (un agrimensor y un ganadero), los dueños de los terrenos colindantes y los alcaldes de los pueblos limítrofes, se procedió a inspeccionar el terreno: “(…) el señor D. Jerónimo del Hierro Rojas y Robles, vizconde de Palazuelos y Alcalde Constitucional de esta capital en cumplimiento a lo acordado por su Señoría y Ayuntamiento de ella con aprobación del Sr. Jefe Político para amojonar y deslindar los términos de la Legua de esta capital, salió de la misma a hacer el de la dehesa titulada de Pozuela acompañado de los Sres.

Además de para pastos, ciertas tierras del coto de Pozuela se arrendaban como labrantías126. Entre 1795 y 1797 quedaron calmas 44 ½ fanegas de tierra, que después se sacaron en arriendo hasta 1815. En los años de la Guerra de la Independencia se mantuvieron los arriendos, aunque con varios cambios de titularidad en las escrituras, y siempre recayendo en vecinos de Argés.

D. Pedro de Roa, D. Antonio Hernández Delgado, regidores, D. José Cea, que lo es síndico y de mí, el infrascripto escribano, con asistencia de D. Alfonso Crespo, maestro agrimensor y Feliciano Villarrubia, ganadero, peritos nombrados al efecto , y vía recta se dirigieron por el camino de Argés, el Cerro de los Palos y sitio titulado las Veredillas, en donde se halla la Venta de Juan Antonio Arenas (...). En su virtud se dio principio a inspeccionar la linde de la dehesa con la de Loeches, continuándola hasta el olivar titulado de Chacón, y desde éste atravesando el camino de Argés a la veredilla que sube a las Caleras, la cual linda con tierras labrantías de D. Lorenzo Basarán y prosiguiendo la mencionada subida se situó la comisión en las Caleras de Manuel García, vecino del lugar de Argés que comprende como diez fanegas de tierra (...). Continuándose la linde se halló uno de los tres cotos de piedra que dividen el término de Pozuela con tierras inmediatas a dichas Caleras caído y fuera de la línea que debía guardar con los dos de los lados que se hallaban bien colocados, razón por la que se ha ido sin duda intrusando el colono de dichas tierras que se hallan sembradas de trigo, con las que corre D. Manuel Alonso, vecino de esta ciudad. Continuando la linde se renovaron varios cotos a presencia de Juan Hernández, vecino de Argés, representante de la Señora Marquesa de Canillas, varios vecinos de dicho pueblo y otros con el secretario de el de Cobisa, no encontrándose en el resto de la linde de dicho Pozuela y hasta su conclusión dificultad alguna por ser linderos notorios, con lo que se dio por terminado este acto (...).”128

En 1822, otra tierra de 31 fanegas se alquiló para el disfrute de un habitante de Cobisa por tiempo de cuatro años. En 1830 tenemos noticia de otro arriendo a Benito del Álamo, de Argés y en 1844127 se subastaron los pastos de Pozuela más cercanos a Cobisa y los de detrás de la Quinta, recayendo igualmente en vecinos de dichas localidades. El hecho de que los arrendadores procedieran de pueblos cercanos como Argés y Cobisa, podría indicar que tales tierras labrantías se encontraban al sur de la dehesa, pues no han aparecido referencias a su emplazamiento. Suponemos que el arriendo de tierra labrantía en Pozuela sería constante, a pesar de las lagunas en las fuentes documentales. Tal vez los años de malas cosechas provocaban el impago del censo y por consiguiente el cese del contrato y la sucesión de arrendatarios. Por otra parte, el rendimiento, al menos económico, que el Ayuntamiento podía obtener de este espacio se incrementaba al complementar el uso del coto carnicero de Pozuela con el aprovechamiento agrícola.

125 AMT. Fondo Histórico. “Denunciaciones”. Caja núm. 920. Expediente iniciado por denuncia de Manuel Esteban Garoz, guarda jurado de la Legua, contra Manuel Cano, criado de Leandro Otaola, abastecedor de carne, por meter ganado en el coto carnicero de la Pozuela, dedicado a pasto de los carneros del abasto de la Ciudad y él ya no lo es. 1788-01-09 / 1788-05-03. Folios 12 y 13.

Visto el terreno se levantó un plano topográfico, cuya primera referencia la encontramos el 3 de junio. Actualmente existe un croquis de la dehesa129 que, aunque sin fecha exacta, creemos que es el que se levantó al dividirla en 1846.

126 AMT. Fondo Histórico. “Legua y Capilla de Reyes. Siglo XVIII”. Sign. 1362 127 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”. Caja núm. 12. Expediente para la subasta en arrendamiento por un año los pastos de la dehesa titulada de Pozuela y tierra contiguos del mismo nombre, y las de detrás de la Quinta que cumplirá en fin de Septiembre de 1845.

128 AMT. Fondo Histórico. “Pozuela. Año 1800. División en suertes”. Caja núm. 2534. 129 AMT. Colección de Mapas, Planos y Dibujos, núm. 116 [Carpeta núm. 2]

316

que sigue, que forma ángulo con las citadas tierras del Sr. Basarán 3º. Siguiendo desde este último la línea de mediodía hasta tocar al cerro de las Caleras se encuentra el cercado del Sr. Basarán y tierras de labor del mismo dividiendo el cercado y las tierras el camino de Argés y la vereda para las Caleras que forman una mangada mirando al mediodía y suerte primera de las Caleras resultando del primer mojón de la vereda hasta el último que forma ángulo con la mangada, ciento veinte desde el primer mojón al cercado con inclusión del camino de Argés, veintidós estadales. Siguiendo la mangada a derecha y primera suerte de las Caleras mirando a poniente linda con dichas tierras del Sr. Basarán hasta el ángulo del tomillar que forma cabecera dicha suerte cuya cabecera tiene treinta y siete estadales de línea formando ángulo recto a los mojones de piedra que se hallan en la tierra que labra D. Manuel Alonso, resultando cuarenta y ocho estadales hasta el primero que se encuentra tumbado y roto, de éste al segundo de la misma línea hay sesenta. Apareciendo intrusado dicho Sr. Alonso en trescientos estadales130. De este ángulo que forma la segunda suerte de las Caleras y camino que divide la dehesa y tierra del término de Argés que va de las Caleras a Cobisa, treinta y dos estadales. Siguiendo este camino hasta tocar con el expresado término de Cobisa y camino de las Caleras hay otro coto a seiscientos setenta y dos estadales. Siguiendo la vereda a la izquierda hasta el vallado que divide las tierras del término de Cobisa hay otro coto a los ciento treinta y siete estadales dividiendo las tierras de dicho Cobisa un cimiento de piedra. Desde dicho último coto al cerco de Aniceto Díaz, vecino de Cobisa, con quien linda por levante hay cincuenta y cinco estadales. Siguiendo el mismo lindero de levante en lo alto del camino que de la Sisla va a Cobisa se encuentra arrendado a dicho cercado un coto de piedra y tumbado en medio del camino. Siguiendo dicho camino hacia la Sisla se encuentra otro distante de aquel ciento veinte estadales y de éste siguiendo la línea a los dos mil nueve hay otro coto. De éste al ángulo que forma la raya de la Sisla existe otro a los cincuenta y un estadales.

Fig. 76. Archivo Municipal de Toledo (AMT). Archivo Secreto. Ala. 2ª, leg. 4º, nº 6.

El deslinde y amojonamiento tuvo lugar el 30 de marzo de 1847, y tal vez los hitos sean hoy localizables siguiendo estas instrucciones: “(…) estando en el sitio del ángulo recto que forma la raya de dicha dehesa con la de Loeches y tapias del cigarral titulado de San Antonio, desde la pared que mira a norte, siguiendo la línea a mediodía, a los tres estadales hallamos un coto movible; desde éste al segundo hay trece estadales; del segundo al tercero, seis estadales; del tercero al cuarto, ocho y medio, del cuarto al quinto, que es de piedra, siete y medio; del quinto al sexto, también de piedra, veinticinco estadales; del sexto al séptimo, ocho y medio; del séptimo al octavo que forma ángulo obtuso entrando a la dehesa de Loeches, diez y siete estadales y medio; del octavo al noveno, de piedra, veinte y ocho y cuatro desde este que forma ángulo agudo saliente hasta las tapias de la huerta de Loeches, treinta y dos estadales. Siguiendo la línea de tapias de dicha huerta hasta tocar a la que tiene hecha en su término D. Francisco Velazquez, ningún coto; desde éstas a el primero de piedra, mirando a levante, hay treinta y dos estadales y forma un ángulo agudo, quedando el camino libre para la fuente de Loeches. Desde este coto de piedra, formando un ángulo recto al segundo de la línea de Poniente hay veinticinco estadales, y de éste al tercero cuarenta y dos y tres cuartas partes de otro.

Advirtiendo que el camino es de la Dehesa de Pozuela, dividiéndole con tierras de ésta un cimiento en toda su línea: desde este ángulo agudo al obtuso entrante hay treinta y un estadales. Siguiendo la línea de la división de la Sisla con Pozuela, hay los cotos siguientes: Primero, en el ángulo obtuso. Segundo, a los ochenta y cinco estadales. Tercero, a los cincuenta y ocho. Cuarto, a los ciento treinta y ocho. Quinto, que forma ángulo obtuso saliendo a los veinte y uno. Desde éste formando ángulo agudo a los setenta estadales hay otro que forma ángulo obtuso entrante. Y de esto a ciento cincuenta hay otro que forma ángulo recto con las tapias del cigarral dicho a los sesenta estadales de ellas y siguiendo la misma línea del N. hasta el arroyo linda con dichas tapias y otras del cigarral de Don Manuel Gijón (o Hijón), que antes fue de Aguilera, y siguiendo la misma línea del N. desde el arroyo hasta tocar al descanso para las merinas linda con las tapias de los cigarrales titulados de

Formando un ángulo obtuso a la Dehesa de Loeches y al inmediato que es el sexto, cuarenta y tres. De éste siguiendo la línea a el séptimo, cuarenta. De éste al último que divide la dehesa con las tierras del Sr. Basarán hasta el camino real y línea de poniente a levante, sesenta estadales. De éste al

130 Con fecha del 27 de abril de 1847 se manda colocar bien los hitos en el sitio en que estaban.

317

la Quinta y Carneros, guardando en todo el pavimento de la Dehesa los caminos siguientes:

Ayuntamiento dejaba de tener el dominio útil y los vecinos y ganaderos perdían el derecho que hasta la enajenación conservaban de poder llevar allí a pastar en común sus ganados132.

Primero, camino Real de Toledo a Polán, de éste otro camino a Argés, de éste vereda a las Caleras, otro desde las Pontezuelas a las Caleras, otro desde las mismas Pontezuelas a Cobisa, otro que se ha señalado a las cabeceras que miran a la fuente del Cardenal para servidumbre del segundo y tercer sorteo, otro que sube todo el arroyo y pasa por dicha fuente y sube hasta las caleras, otro que divide los dos últimos sorteos para servidumbre de estos y todos ellos tienen comunicación con el arroyo para el uso del aguadero y pastos comunes y otro que queda señalado en el sitio más cómodo desde el arroyo a las tierras que han de servir de descanso de ganados inmediato a las tapias de los cigarrales citados Quinta y Carneros, quedando de común aprovechamiento los pastos del arroyo y las dos fuentes tituladas del Cardenal y de la Peña.”131

Como ya dijimos, existían unas caleras que habían de adjudicarse de forma independiente a las otras tierras.133 La número 24 tenía una cabida de 9 fanegas y 6 celemines de primera clase y un horno para elaborar cal. La 25 ocupaba 18 fanegas y 3 celemines de tierra de primera clase y también tenía horno. Recayeron, respectivamente, en Manuel García, cuyos antepasados venían elaborando cal en el mismo lugar, y Deogracias Martín y José Hernández, todos de Argés, que ya las habían solicitado en 1846. Celebrado el remate, sólo se habían interesado en 26 suertes, quedando aún 48 disponibles, por lo que hubo que convocar otra subasta en la que sólo se adjudicaron 21 más. Se siguieron celebrando subastas hasta rematar todas las suertes.

En total, toda la dehesa comprendía 1.447 fanegas y 6 celemines, resultando 76 suertes en 1.230 fanegas y 6 celemines. Otras 177 fanegas se reservaron para el descanso y paso de merinas.

La siguiente tabla134 contiene el resultado de los remates de las primeras subastas, en agosto de 1847, con el número de la suerte y su interesado, así como la cantidad de dinero que debían pagar al Ayuntamiento. Meses después cambiarán algunos acensuados, pero manteniendo las mismas condiciones.

Quedaron 22 fanegas para pastos comunales de los arroyos y fuentes, pues no se olvidaba que en Pozuela existía una fuente pública, la del Cardenal, razón por la cual debía marcarse el espacio de terreno que debía quedar libre, sin fijar suertes en los manantiales. Asimismo, el Ayuntamiento se reservaba el derecho a realizar las obras necesarias para su mantenimiento si fuera preciso, incluso en las suertes ocupadas.

Suerte Extensión

Dado que había que dejar libre y expedita una comunicación o camino desde los cigarrales de San Antonio, Lorenzo Jiménez y otros cercanos al Cerro de los Palos, hacia el arroyo de Pozuela, entre las suertes proyectadas y el cigarral de la Quinta se liberaron 18 fanegas de la suerte 39. Señalado y medido, quedó lo bastante ancho para el paso de dos carros. Por su parte, las caleras al sur de la dehesa de Pozuela no debían ser acensuadas, sino arrendadas, ya que a la ciudad no le convenía desprenderse de ellas. El Boletín Oficial de la Provincia publicaba en su número del 11 de mayo de 1847, por acuerdo del Ayuntamiento, el anuncio de la celebración de una subasta para la dación a censo enfitéutico de las suertes de Pozuela. Entre las condiciones exigidas destacamos que una misma persona no podía interesarse por más de dos suertes, teniendo preferencia los vecinos de Toledo y las escrituras se renovarían cada 30 años sin perjuicio de que en ese tiempo pudiese traspasar a otro enfiteuta, como de hecho sucedió a los pocos años. Importante es que se limitaba el tipo de cultivo que podía practicarse: olivas, vides, frutales o moreras, pudiendo tratarse de la primera regulación de cultivos en la historia de Pozuela. Lo fuese o no, lo cierto es que fue la primera iniciativa moderna para la preservación de ciertas características de ese entorno. De esta forma desaparecía casi por completo el uso que esta tierra había tenido desde 1549 como pasto para transformarse plenamente en tierras de labor y plantío de arbolado. El

1

8 fs., 2 cs.

2

Nombre del rematador Juan Antonio Arenas

Reales Canon 3.000

45

11 fs., 7 cs. ´´

4.175

62,21

3

11 fs., 7 cs. (Por traspaso) Marqués de Malpica

4.176

62,21

4

´´

´´

´´

´´

5

´´

Vicente Gutiérrez

4.175

´´

6

´´

´´

´´

´´

7

´´

Francisco Velazquez

4.275

64,4

8

´´

´´

´´

´´

9

´´

Pedro Velazquez

´´

´´

10

´´

Casildo Catalán 4.276

64.4

11

´´

´

4.275

´

12

´´

Valentín Pla y Puig

´´

´´

13

´´

´´

´´

´´

132 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”. Caja núm. 12. Traída de aguas a Toledo desde la fuente del Cardenal, 1853. Folio 73. 133 AMT. Fondo Histórico. “Pozuela. Año 1800. División en suertes”. Caja núm. 2534. Expediente de subasta para el arrendamiento de las dos suertes de Pozuela donde se hallan colocadas las Caleras. 1847

131AMT. Fondo Histórico. “Pozuela. Año 1800. División en suertes”. Caja núm. 2534.

134 Ídem.

318

14

´´

Pascual Mí‐ guez

´´

´´

47

´´

´´

´´

48

19

Tomás Jimé‐ nez

10.020 150,10

´´

49

3 fs.,6 cs.

Rufino Cris‐ tobal Ylocho

1.875

28,4

50

22 fs., 9 cs. Ambrosio Palacios

6.954

104,10

51

14 fs., 11 cs. ´´

6.754

100,24

17 fs., 9 cs. Manuel Sán‐ chez Moreno

8.375

125,21

15

´´

´´

´´

´´

16

´´

Mateo Puig

´´

´´

17

´´

Anselmo Anguiano

´´

´´

18

´´

´´

´´

´´

19

´´

Mateo Puig

´´

´´

20

´´

Juan de Usat‐ egui

´´

´´

52

21

´´

´´

´´

´´

53

13.500 202,17

22

10 fs., 11 cs.

Fernando Tumbón

4.330

64,32

22 fs., 6 cs. Gumersindo Aguado

54

´´

13.509 202,23

23

30 fs., 9 cs. Lorenzo Ba‐ sarán

9.225

138,12

55

15 fs., 6 cs. Higinio Rue‐ das

6.255

93,27

56

´

6.260

93,30

57

15 fs., 6 cs. José Izquierdo 6.250 y Rey

93,25

58

´´

Fernando González Pedroso

´´

´´

59

´´

´´

´´

´´

60

15 fs., 3 cs. Antonio Ramos 6.225

93,12

61

´´

´´

´´

´´

62

15 fs.

Policarpo Vil‐ larrubia

5.600

84

63

´´

Eustaquio Vil‐ larrubia

´´

´´

64

´´

´´

´´

´´

65

13 fs., 6 cs. Alfonso Cre‐ spo

2.700

40,17

66 y 67

19

Gabino Ro‐ sado

9.700

145,17

68

16 fs.

Francisco de Aizquíbel

7.938

119,2

69

21 fs. 3 cs.

´´

10.000 150

70

19 fs.

(Por traspaso) Saturnino Fernández

6.500

97,17

71

´´

´´

´´

´´

72

25 fs. 3cs.

Antonio Rosel

6.675

100,4

73

26 fs.

Policarpo Vil‐ larrubia

6.800

102

24 25 26

19 fs., 3 cs. Feliciano Alcubilla

5.775

86,21

27

18 fs., 3cs.

Inocente Pintado

5.650

84,25

28

´´

´´

´´

´´

29

´´

Buenaventura Cejalvo

´´

´´

30

´´

´´

5.666

84,33

31

´´

Ignacio Garrido 5.650

84,25

32

´´

´´

´´

´´

33

´´

Mariano Por‐ tillo

´´

´´

34

´´

Antonio Gil de ´´ Albornoz

´´

35

18 fs., 3cs.

´´

5.600

84

36

18 fs

Feliciano Alcubilla

´´

´´

37

´´

(Por tras‐ paso) Antonio Hernández

´´

´´

Tomás Jimé‐ nez

´

38

´´

´´

´´

´´

39

14fs.

´´

3.600

54

40

18

Claudio Ortega

5.600

84

41

´´

Sixto Ramón Parro

´´

´´

42

´´

Martín Mayoral

´´

´´

74

28 fs., 3cs.

8.800

132

43

´´

´´

7.200

108

Narciso Moreno

44

20 fs.

Ramón Gómez 8.047

120,24

75

29 fs.

Feliciano Vil‐ larrubia

8.200

123

45

17

´´

7.729

115,31

76

40 fs.

´´

10.000 150

46

14 fs., 3 cs. Antonio de los Santos

6.500

97,17

319

funcionó, pues la solución no pasaba por un cambio de propiedad de la tierra, sino por su forma de explotación, introduciendo los avances que en otros países se había adoptado y abandonando los procedimientos tradicionales de cultivo que, aunque a priori eran más baratos que la mecanización del campo, no eran tan productivos y por tanto rentables. En lugar de estas medidas, se pensó que se obtendría mayor rendimiento de la tierra cultivándola en espacios más pequeños (suertes) en lugar de seguir el modelo de agricultura extensiva que se daba anteriormente.

Cabe destacar que algunas suertes, aparte de las caleras, tenían sus particularidades y estaban sujetas a condiciones diferentes a las del resto. Aquellas próximas a la Fuente del Cardenal (46, 47, 54, 55, 56, 57) debían “respetar la cañería y prado como colindante a uno y otras, no pudiendo abrir pozos hasta la distancia de cien pies de línea a derecha e izquierda de aquellas contando desde la linde del prado, prohibiéndose también fijar máquina o norias en las aguas sobrantes de las fuentes por ser destinadas para aprovechamiento del ganado común, y respecto a la construcción de obras sólo se le permitirá abrir la zanja para la pared siempre que la hiciere de media vara de profundidad en donde no haya piedra.”135

Por otro lado, el cambio de organización territorial que estudiamos aquí está acorde con el cambio de mentalidades que se dio a mediados del siglo XIX en el cual se potencia la propiedad privada. La desamortización resulta un proceso clave para entender este cambio en la propiedad y por consiguiente en la forma de concebir un territorio y de obtener de él rendimiento Para evitar que una gran cantidad de tierras recayesen en la misma persona, las condiciones de la subasta de 1847 dejaban claro que una persona podía interesarse en no más de dos suertes. Así, pretendían acabar con la tradicional estructura de propiedad latifundista y quien sabe si librarse de las medidas desamortizadoras que se venían llevando a cabo. Finalmente, no se consiguió, pues como hemos visto, los Marqueses de Malpica se hicieron con la mayoría de las suertes.

Por su parte, los Marqueses de Malpica irían adquiriendo poco a poco, desde la citada subasta de 1847, la mayoría de las suertes de Pozuela. Unas les convenían por su proximidad a la finca, donde reparaban la casa principal y ampliaban sus terrenos, y otras por encontrarse paralelas al arroyo de Pozuela y acoger la antigua cañería del siglo XVI. A 25 de septiembre de 1855 la casa de Malpica poseía en arrendamiento 32 de las 76 suertes de Pozuela.136 Otras las tendrán a censo, pero desconocemos si ya por entonces las disfrutaban. El testamento del Marqués de Malpica, Don Joaquín Fernández de Córdoba, fue redactado en 1864, aunque actualizado a su muerte en 1871.137 Al morir su esposa, Doña Encarnación Álvarez de las Asturias Bohorques, en 1866, le había hecho beneficiario de las suertes de Pozuela que ella poseía, quedando en unas mismas manos la inmensa mayoría de la dehesa.

Es indudable el interés que estos señores mostraban por Pozuela. En primer lugar, por la Fuente del Cardenal, sobre la cual tenían algunos derechos, como se había estipulado siglos atrás entre el cardenal Quiroga y el Ayuntamiento. El dominio del agua era primordial y de ahí la adquisición de las suertes más próximas al nacimiento y paso del arroyo de Pozuela. Creemos posible que en 1853 ambas partes llegaran a un acuerdo por el cual los marqueses obtenían ciertas ventajas en el pago de censos sobre suertes de Pozuela a cambio de aportar el dinero necesario para las primeras obras de canalización de agua de la Fuente del Cardenal. En segundo lugar, su intención sería incrementar el terreno útil de su cigarral con tierras de labranza que enriqueciesen sus ganancias.

En 1871, la casa de los Marqueses tenía en propiedad en Pozuela 34 suertes, un cigarral, aparte del de la Quinta, conocido como “de la Librera”, y 13 suertes a censo. Definitivamente, este paraje había cambiado. La mayoría del terreno había pasado de ser pastos a tierra labrantía y olivares, con espacio para algunos árboles frutales y huertas, tal y como estipulaban las condiciones de aquella subasta de 1847. Gracias al testamento podemos conocer el tipo y la densidad de cultivos dados en Pozuela, pues en cada uno de los registros se enumera la extensión de cada terreno, así como el tipo de cultivo, el número de árboles plantados (olivos, frutales) e, incluso, la existencia de construcciones (casa, pozo, era, palomar, corral, cuadra, cañería, etc.).

3.2. La “traída” de aguas en el siglo XIX. Tal y como hemos dicho anteriormente las tierras de Pozuela pertenecieron al Ayuntamiento como tierra de propios, incluida en la Legua de Toledo desde 1549. Su uso quedó condicionado por la Fuente del Cardenal, un manantial con una de las mejores aguas de Toledo y en la que verán la solución a los tan antiguos problemas de abastecimiento de agua que sufría la ciudad.

3.1.3. Las “suertes” de Pozuela: el fracaso de un nuevo modelo económico La motivación existente detrás de la división en suertes de Pozuela fue crear un nuevo modelo de explotación agraria y generar riqueza en las maltrechas arcas municipales. Esto no

3.2.1.Traída de aguas a Toledo desde la Fuente del Cardenal En 1588, el Cardenal Gaspar de Quiroga, se propuso llevar agua de la Pozuela a su casa y jardines, conocidos entonces como Casa de Altamira. En esa época Pozuela, o el Álamo, como también se llamaba a ese paraje, suministraba un abundante caudal de agua, y el prelado solicitó permiso para encañarla en dirección a su heredad.

135 Ídem. Escrituras de censo de Pozuela, 1847. 136 Ídem. Nota de los censos que paga al Ilmo. Ayuntamiento constitucional de esta Ciudad el Excmo. Marqués de Malpica. 1855. 137 Archivo Histórico Nacional. Sección Nobleza. Malpica. C.1, D.1. 1864. “Testamentaría de Joaquín Fernández de Córdoba, Marqués de Malpica.”

320

Fig. 77. AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”. Caja núm 12. Traída de aguas a Toledo desde la Fuente del Cardenal. Folio 46.

del Cardenal producía una cantidad “respetable y capaz”141 de agua, aunque sin estar de más sumarle otros caudales. El mismo gobernador asegura que aún era visible la línea del antiguo acueducto del Cardenal Quiroga, que atravesando el valle de Pozuela se iba a introducir a la Quinta de Malpica. Por eso cree que podría reutilizarse, previa limpieza, tras el más de medio siglo que había pasado desde su obstrucción.

El manantial tenía su origen en unas fuentes, la Fuente del Cardenal, y un juncal a la falda de un cerro. Según los expertos que examinaron el lugar, éste era un auténtico cenagal y parecía difícil que personas o animales sacaran provecho de aquel humedal. No obstante, se concedió a Quiroga una licencia en agosto de 1588, a condición de que la ciudad pudiera también beneficiarse con la construcción de un abrevadero para el ganado de la ciudad, que pastaba allí, y que el Cardenal o los futuros dueños de la casa deberían mantener.

Imprescindible era el beneplácito de los Señores Marqueses de Malpica, propietarios entonces del Cigarral que fue de Quiroga, a quienes no sólo se les pediría permiso para encañar el agua por sus tierras, sino que colaboraran económicamente con el Ayuntamiento dando una buena suma como anticipo para iniciar las obras. Y así fue. A cambio, ellos se reservaban para sí 2 reales fontaneros, de los 10 que suministraba la fuente.

La conducción hacia el cigarral, que sería soterrada en una zanja, consistiría en un caño “más grueso que un cañón de ganso”138, partiendo de un arca. Ninguna noticia encontramos referente a esta obra durante casi dos siglos. Por unas u otras razones, y a pesar del compromiso que había adoptado el Cardenal Quiroga con la ciudad, la cañería se atascó y dejó de llevar agua al cigarral.

Llegado a un acuerdo, la colaboración entre los Marqueses y la ciudad sería estrecha y constante. Santiago Martín y Ruiz y Wenceslao Gaviña fueron, respectivamente, los arquitectos designados por cada una de las partes para llevar a cabo la obra y velar por sus intereses.

Lo cierto es que en el siglo XVIII el agua existente en Pozuela no era muy abundante, antes bien escasa. En 1750 se dio el caso de que en el Cigarral de la Bomba, por el que transcurría el arroyo, se hizo un estanque para recoger sus aguas. Pero al ir esto en contra de las ordenanzas de la ciudad en materia de agua, hubo que derribarlo. Hecho esto, y dejando libre el paso de las aguas, éstas no corrían. Tan escaso era el flujo de este arroyo.139

Los sondeos dieron comienzo el 8 de agosto de 1853 y en septiembre los arquitectos emitieron un primer informe. Su objetivo primordial había sido el averiguar si era posible aumentar el caudal de la Fuente del Cardenal con el de otros manantiales próximos, para lo cual dispusieron varios pozos de ensayo en las arroyadas y que vertían en la fuente con resultados bastante positivos, a pesar de la época de sequía que se vivía. En total fueron seis las exploraciones o pozos que realizaron inicialmente142.

En 1771, Manuel Martínez de la Calle, molinero y propietario del Cigarral de la Torrecilla, inmediato al citado anteriormente, pidió licencia para cortar unos álamos que se habían secado140, suponemos que por falta de agua en el arroyo. No se plantea seriamente el aprovechar el agua de este arroyo de nuevo hasta 1853, cuando el Gobernador Provincial, Claudio Ortega, lo propone al Ayuntamiento de Toledo aludiendo a que la Fuente

138 Archivo Municipal de Toledo (AMT). Archivo Secreto. Ala. 2ª, leg. 4º, nº 6. 141 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”. Caja núm 12. Traída de aguas a Toledo desde la Fuente del Cardenal. Folio 1.

139 AMT. Fondo Histórico. “Cigarrales”. Caja núm. 758. Valdecolomba 1750-1771. Folio 9 140 AMT. Fondo Histórico. “Cigarrales”. Caja núm. 758. Cigarral en Pozuela, 1771

142 Ídem, folio 46.

321

Fig. 78. Peritaciones. AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”. Caja núm 12. Documentos referentes a Pozuela. Cesiones de terreno. 1853-1863. Convenio celebrado por el Ilustrísimo Ayuntamiento de Toledo y don Pedro Laso de la Vega o su representante en ella, don Víctor Martín y García, abogado de los Tribunales Nacionales Folio 5.

Pozo

Ubicación

Caudal

Terreno



3 reales Masa cuarzo‐ Arriba de la Fuente de la Peña. fontaneros sa en descom‐ posición El más alto y dis‐ tante a la Fuente del Cardenal



Pozos de la Fuente 1 ½ real de la Peña (3) fontanero



A 600 pies del anterior

4 reales Masa com‐ fontaneros pacta rocosa granítica



Frente a la nueva arca de surtido de la Fuente del‐ Cardenal

8 reales Igual que las fontaneros anteriores



En el Valle, por la 3 reales Terreno parte superior a la fontaneros granítico nueva arca

TOTAL

Fig. 79. Repartición de papeletas de limosna entre los habitantes de los cigarrales de la zona del Puente de San Martín. 19 de marzo de 1863.

lo que propusieron que el agua viajara de forma independiente hacia uno y otro lado.144 Con fecha del 9 de noviembre los arquitectos añaden al informe antecedente detalles sobre las actuaciones en Pozuela: desde la profundidad de las zanjas hasta los materiales de tuberías y los de su recubrimiento.145 Cabe resaltar la propuesta de una pequeña intervención dentro de la finca de la Quinta para salvar el arroyo de los Morales mediante un arco acueducto del que se levantó un plano.146

19 ½ re‐ ales fon‐ taneros

final del trayecto de la tubería de Pozuela, instalando allí una fuente de la que se surtirían los vecinos. 144 Ídem, folio 47. 145 Ídem, folio 53 v.: “En dichas minas, zanjas, pozos y dirección será preciso en varios puntos hacer los revestimientos ya de piedra, ya de ladrillo, por último entubarlos en cañería de barro a la dirección de la arqueta del trayecto, próxima a la Fuente del Cardenal. Después dejar para esta un real de agua tiene que marchar todo el caudal en tubos de plomo enterrados en una zanja abierta a cuatro y medio de profundidad, término medio, salvando tal cual peralte del terreno por algún minado, y haciendo solera de ladrillo donde la flojedad del terreno lo exija; con cañería de esta materia seguirá hasta salir de la posesión de la Quinta del Excmo. Sr. Marqués de Malpica en la que hay que dejar la cuarta parte de las aguas que arrastre, siguiendo luego de hierro colado o bien de la misma de plomo metida en su zanja (la mayor parte abierta en peña).”

Al caudal de estos pozos había que sumarle el de la propia Fuente del Cardenal, la cual arrojaba 7 y ¾ reales fontaneros, a pesar de la baja que había sufrido en los últimos tiempos. En total contarían con 27 y ¼ reales fontaneros, cantidad que los arquitectos consideraban suficiente y justificaba los costosos trabajos a los que iban a enfrentarse durante muchos meses. Unidos los aforos de todos los pozos al de la Fuente del Cardenal, el agua debía pasar obligatoriamente por la Quinta de Malpica, según lo convenido, pero también hacia Toledo143, por

146 AMT. Colección de mapas, planos y dibujos. Plano 103. [Carpeta 1]. Perfil topográfico del proyecto de conducción de agua desde la

143 En este primer proyecto se marcó el Puente de San Martín como

322

de dicha roca se encuentra descompuesta y ha dado paso o circulación al agua hasta cierta profundidad; por eso las minas o galerías de comunicación entre pozos, tendrán que abrirse parte en granito y parte en el terreno superior.”151

Junto a uno de los tres perfiles se distingue a mayor escala el dibujo del puente acueducto sobre el arroyo, que se situaría en la cota más baja del terreno, y del que no sabemos si se llego a edificar. La descripción hecha por los arquitectos habla de que sus muros debían ser de mampostería de piedras sacadas de las inmediaciones, unidas con mortero de cal y arena, con dos verdugadas de ladrillo intercaladas y con una planta de tres pies de espesor, así como dos pies en su alzado. El arco se levantaría de ladrillo, de “figura abotarelada, siendo de dos pies de dovela”147. Por último, la solera sobre la que iría la cañería sería de ladrillo, al igual que las cítaras y cobijas, mientras que el arropado había de ser también de mampostería. Ante el elevado coste al que ascendía la obra, a principios del siguiente año, 1854, el Ayuntamiento de Toledo decidió suspender la obra, por tanto los marqueses solicitaron se les reembolsase el dinero que adelantaron y aprovecharon para estipular sus derechos sobre la Fuente del Cardenal.

También analizó la composición del agua de la Fuente del Cardenal, que como ya se sabía, era más que apta para el consumo, más que la del río Tajo, tanto para la higiene como para la alimentación. Los resultados que extrajo del análisis de esta agua fueron que un litro de agua de la fuente del Cardenal contenía:

El 15 de diciembre de 1861 el Ayuntamiento recibía la noticia de que por Real Orden de 4 de diciembre se aprobaba el proyecto de abastecimiento de aguas de la Fuente del Cardenal.148

Carbonato de cal

0,116 gramos

Carbonato de magnesia

0, 104 gramos

Sulfato de cal

0, 131 gramos

Cloruro de sodio (sal común)

0,041 gramos

Sílice

0,002 gramos

Total

0,394 gramos

En lo que a cantidades se refiere, el aforo que practicó en 1859 daba como resultado 11 reales fontaneros, o lo que es lo mismo, 35.695 litros cada 24 horas. En 1861, vuelta a realizar la prueba, obtuvo 36.000 litros, cantidad que veía más que suficiente para cubrir las necesidades de los habitantes. Sin embargo, el mínimo de volumen de líquido que contabilizó en el arca de recibimiento del Cardenal resultaba de 24 reales fontaneros o 77.880 litros en 24 horas, pudiendo llegar a alcanzar el doble en temporada de lluvias.152

Luis de la Escosura será el ingeniero que plantee un proyecto serio y, de hecho, lo vea materializarse. Su propuesta comprendía una extensa cañería que partiría de la Fuente del Cardenal, en Pozuela, hasta el mismo centro de Toledo: unos depósitos de agua en la plaza de San Román. De ahí el agua iría a varias fuentes de la Ciudad, como la de San Vicente o San Bernardino y más adelante sería posible la concesión de aguas a casas particulares. Cabe destacar que ninguna de esas concesiones, que se harán a partir de 1871, se destinasen a cigarrales.149

Aunque existió, no se conserva ningún plano del trazado de la cañería, por lo que si queremos recrearlo habremos de seguir los datos que Escosura aporta en la Memoria del proyecto y la documentación existente sobre los terrenos expropiados para la introducción de la tubería. Las únicas pruebas gráficas a las que podemos recurrir son el Mapa Topográfico Nacional de 1882, y también en el de 1934, en los que un continuo de pequeñas líneas representa dos cañerías que de Pozuela llegan a la Quinta y al Puente de San Martín.

La Memoria descriptiva del Proyecto de Conducción de aguas a Toledo150 se abre con un interesante estudio previo sobre la fuente y su entorno que, como ya se comprobó en 1853 al abrir los pozos, resultaba ser en su mayor parte terreno granítico. Sobre las aguas de la dehesa de Pozuela, explica Escosura, “en vez de formar corriente o venas como en otros terrenos, siguen subterráneamente las rasantes del terreno inferior de granito, y se encuentran depositadas en las cavidades o depresiones que existían en el barranco primitivo antes de que las rellenara en parte el terreno actual, que recoge y contiene las aguas llovedizas y las que desciende de las próximas vertientes. Aunque hemos dicho que el granito sirve de fondo al manantial y que es impermeable, conviene advertir que la parte superior

148 Ídem. 14 de octubre de 1916.

El agua del arroyo de Pozuela o del Toro, como escribe el ingeniero, se recogía en un arca desde la que partía una alineación de la tubería de 1.640 metros, hasta la entrada del Cigarral de los Carneros, a 1.681 metros del punto de origen, todo salpicado de barrancos. Desde allí, otra arca y ya una única tubería, dividida en 11 tramos o alineaciones, que pasaba por dicho cigarral, por el del don Jesús Rodríguez, el canónigo, a 2.240 metros el origen, y salía de allí cruzando el camino de los Caleros. Dejándolo a la izquierda, tenía que salvar con un sifón el barranco más profundo y más ancho de todos (105 metros de anchura y 25 metros de profundidad). Después atravesaba dos viñedos hasta el camino que de la venta de Caravantes iba a los Molinos de la Vieja, y de ahí por la fuente de la Zarza, ya junto al camino de Toledo a Polán, para ir frente a la Venta del Alma hasta el Puente de San Martín, a 3.247 metros del origen.

149 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1871-1894”. Caja núm. 14. 1871.

Como hemos visto, el trazado de la cañería se adentraba por

150 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”. Caja núm 12. Expediente sobre el cumplimiento de las condiciones y formalización del contrato o subasta del suministro de la tubería de hierro y rompimiento de la zanja para conducir las aguas de le dehesa de Pozuela. 1861-1863.

151 Ídem. Pág. 8.

Pozuela hasta el Puente de San Martín realizado por Santiago Martín Ruiz y Wenceslao Gaviña. 147 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”. Caja núm 12. Traída de aguas a Toledo desde la Fuente del Cardenal. Folio 55.

152 Ídem. Pág. 11.

323

algunos cigarrales en las Pontezuelas. Era necesario contar con la aprobación de sus dueños para que éstos cedieran sus terrenos a cambio de una indemnización, pues no sólo se trataba de acatar una servidumbre con el paso de la tubería sino de perder parte de los cultivos de olivas, viñas o frutales. Las peritaciones se llevaron a cabo a finales de 1862 y el primer acuerdo entre el Ayuntamiento y un propietario, don Pedro Laso de la Vega, se firmó el 10 de febrero de 1863.153 En los días siguientes lo harían don Manuel Jesús Rodríguez de Miguel, don Manuel Villarrubia y don Pedro de Roa. Propiedad

Longitud cedida

Cig. de Pedro Laso de la Vega

224 metros

Cig. de Manuel Jesús Rodríguez

82,5 metros

Cig. de Manuel Villarrubia

584 metros

Cig. de los Carneros, de Pedro de Roa

476 metros

Fig. 80. Informes sobre las obras ejecutadas cada semana entre diciembre de 1863 y diciembre de 1864. AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1863-1870”. Caja núm. 13. Conducción de las aguas de la Fuente del Cardenal a Toledo.

El 14 de marzo de 1863, a las 12 horas, el agua llegó a los depósitos de San Román, pero la obra fue inaugurada el 19 con grandes festejos.

Dado que las atarjeas discurrían paralelas al arroyo de Pozuela, con cada crecida de éste, aquellas se veían afectadas, como informaba el arquitecto municipal en 1879, Juan García Ramírez.156

Con este motivo el Ayuntamiento mandó repartir papeletas de limosna entre los habitantes de los cigarrales de la zona del Puente de San Martín.

La última obra de importancia que sufrió la tubería fue en 1895 a causa de la construcción que un vecino, Vidal Anaya López, quería hacer en un terreno próximo al Puente de San Martín, en el camino de la Virgen de la Cabeza157. El terreno en cuestión le había sido cedido a censo enfitéutico por el Ayuntamiento por considerarlo improductivo. El problema vino al querer construir en él una venta. En esta época ya habían desaparecido los planos del trazado de la cañería y nadie sabía que ésta pasaba por allí, por eso al hacer la cimentación sorprendió encontrar 20 metros de conducción. Es más, se creía que seguía el mismo trazado que la carretera de Piedrabuena, pues al construirse ésta, la tubería se dejó ver en varios tramos. Por todo, y aprovechando la escasez de agua de entonces, se decidió desviar el curso de la cañería emplazándola en la mencionada carretera.158

3.2.3. Reparaciones y otras obras Acabadas las obras no quedaron ahí las intervenciones sobre la cañería de Pozuela: un sinfín de reparaciones se fueron sucediendo. El mantenimiento era necesario pero a un elevado coste, quizá por eso no era tan minucioso como debería haber sido. En noviembre de 1868 una comisión encargada de supervisar los arreglos comunicaba al alcalde la imperiosa necesidad de practicar una limpieza general en las galerías de Pozuela debido al légamo y los desprendimientos de tierra que se introducían en ellas y en ocho pozos.154 De la misma forma, en 1871 el ingeniero de aguas, José López Vargas, informaba que “la zanja que recogía las aguas de las fuentes de la Peña y los Caleros – que se unieron a las del Cardenal -se encuentra cegada en diferentes zonas de su longitud, impidiendo el paso de las aguas”. La solución era limpiarlas y proteger las zanjas en toda su longitud con una bóveda de piedra de mortero de cal que impidiera las filtraciones de agua.155

3.2.4. Nuevas exploraciones Desde el principio de las obras de aprovechamiento del agua de la Fuente del Cardenal se tenía la certeza de que llegaría

nal.1871-1894.” Caja núm. 14. 1871. 156 Ídem. 1879-1880.

153 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1814-1863”. Caja núm 12. Documentos referentes a Pozuela. Cesiones de terreno. 1853-1863. Convenio celebrado por el Ilustrísimo Ayuntamiento de Toledo y don Pedro Laso de la Vega o su representante en ella, don Víctor Martín y García, abogado de los Tribunales Nacionales Folio 5.

157 AMT. Patrimonio. Escrituras. Escritura nº57. Sign. 9842 [Procede del Fondo Histórico, caja 4171]. El terreno tenía la forma de un cuadrado de catorce metros de ancho por cincuenta de longitud (700 metros cuadrados) y se hallaba situada a la salida del Puente de San Martín, siendo sus linderos “por Norte y Sur de terrenos también de Propios, por saliente o Este con antiguo camino vecinal y por Oeste o Poniente con la carretera del Estado de esta ciudad a Piedrabuena”.

154 AMT. Fondo Histórico. “Agua, fuentes. 1574-1894”. Caja núm. 18. Fuentes 1710-1893. Reparación de los costados en las fuentes públicas del viaje de aguas de Pozuela, 1868.

158 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal.1871-1894.” Caja núm. 14.18 Desviación de la tubería de Pozuela por las obras de Vidal Anaya y López.

155 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Carde-

324

“(…) en atención a la suma escasez de agua que se experimenta y que de los operarios se puede obtener a mayor efecto, es conveniente que inmediatamente se proceda por el Ayuntamiento a concluir de abrir la galería que ha de comunicar el pozo número diez antiguo con el número primero de los nuevos, profundizando su suelo un metro más próximamente del nivel que hoy tiene. Hacer esto mismo con el pozo número primero y el segundo y establecer para en adelante trabajos bien ordenados bajo la dirección de persona que posea conocimientos de las leyes que rigen las corrientes de aguas subterráneas, a fin de que en el arca de recibimiento, reformando sus dimensiones cual corresponde, se reúnan los manantiales que indudablemente existen en las cuencas del Valle de las Peñas y del Camino de Cobisa, los del Valle de la Muerte y el trozo que media entre dicha arca de recibimiento y la antigua situada a la entrada del citado Valle de la Muerte.”163

un momento en que sería insuficiente para el abastecimiento de la ciudad, aunque se redujera al consumo doméstico. Antes de practicar las primeras intervenciones, en 1853, el arquitecto provincial de Toledo, Santiago Martín Ruiz, advertía de la cautela con que habría que gastar tan elevada cantidad de dinero en una obra de esta envergadura, pues se dependía del caudal de un manantial que, aunque en ese momento era abundante, podía no serlo un día.159 Efectivamente, la fuente del Cardenal no era suficiente pero “por otra parte - decía Escosura en su Memoria descriptiva del Proyecto de Conducción de aguas a Toledo - en las inmediaciones de Toledo no hay otros manantiales que estén a la elevación conveniente, ni arroyos que sean perennes, ni es fácil hallar en abundancia los primeros en el granito, que ni es muy permeable ni puede, como otras rocas, servir de receptáculo al agua. (...)”160

De esta segunda fase de exploraciones de agua en Pozuela se conservan, en forma de tablas, los informes sobre las obras ejecutadas cada semana entre diciembre de 1863 y diciembre de 1864164. Reflejan los gastos en jornales, materiales y transportes pero nuestro interés se centra en los trabajos ejecutados: número de pozos y su profundidad y número de minas y su longitud. Asimismo, del apartado de observaciones podemos entresacar datos relevantes sobre la formación de terreno o sobre la cantidad de agua que mana de los pozos o del estado de las obras: en septiembre del 64 llegaron a las Fuentes de la Peña y de los Caleros.165

Había que ir cada vez más lejos para aumentar las aguas de un manantial que no ofrecía las garantías mínimas de suministro. La dirección era el sur. En la dehesa de Pozuela había abundantes manantiales “elevados a una altura que permite utilizarlos ventajosamente, dotando a la cañería de hierro colado de más caudal que el que puede conducir su diámetro, si las exploraciones se hacen con la extensión y suficiencia necesarias, acudiendo al punto elevado que es origen del arroyo de la Rosa (…), a la proximidad de la Sierra de Layos si fuere indispensable y aun más a las márgenes del arroyo Guajaraz, sin perjuicio de los demás puntos que resulten indicados por las exploraciones.”161 Pero no hizo falta ir tan lejos.

En marzo del año siguiente se prosiguió la búsqueda hacia el término de Burguillos, en los parajes conocidos como el Alimán y la Meca,166 a fin de evitar tener que recurrir al agua del Tajo167, cuya elevación se estaba estudiando, ya que no era otra que “la mezclada con la de las alcantarillas de Madrid”.168

No hubo que esperar mucho tras la inauguración de la obra en marzo de 1863: las primeras voces de alarma se daban el 26 de junio y el 3 de julio se decidía en sesión del Ayuntamiento que tras un reconocimiento del arquitecto municipal se procediera urgentemente a sumar al agua de Pozuela la del cercano manantial de la Fuente de la Peña. Sus aguas, no obstante, no eran muy abundantes, más bien “cortas”, según Luis Antonio Fénech, arquitecto municipal. Urgentemente o no, lo cierto es que hasta diciembre no se empezó a buscar el agua, pero llegaron las lluvias y en enero de 1864 se suspendieron hasta abril, habiendo perforado 13 pozos.162

En 1870 el ingeniero José López Vargas ponía en marcha su Casa Elevadora para subir el agua del río a la ciudad, aunque su calidad seguía sin ser la mejor. Funcionando este nuevo ingenio, en la primavera de 1877 aumentó tanto el caudal de

Durante este hiato, el gobernador provincial había escrito al alcalde de Toledo comunicándole el estado lamentable y chapucero con que se realizaron los primitivos trabajos de recogida de aguas de la Fuente del Cardenal y ofreciendo alguna idea de cómo y dónde proseguir la búsqueda:

163 AMT. Fondo Histórico. Dehesas. Caja núm. 1.045. Expediente para emprender en grande escala los trabajos de nuevas iluminaciones de agua en la dehesa de Pozuela. 164 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1863-1870”. Caja núm. 13. Conducción de las aguas de la Fuente del Cardenal a Toledo. 165 AMT. Colección de mapas, planos y dibujos. Plano 223. Nivelación y proyecto del nuevo viaje de agua de Pozuela hasta la fuente de la Peña, 1864.

159 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. 1814-1863”. Caja núm. 12. Traída de aguas a Toledo desde la Fuente del Cardenal. 1853. Carta del Arquitecto Provincial, folios 11, 12 y 13.

166 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 1863-1870”. Caja núm. 13. 1865.

160 Ídem. Expediente sobre el cumplimiento de las condiciones y formalización del contrato o subasta del suministro de la tubería de hierro y rompimiento de la zanja para conducir las aguas de le dehesa de Pozuela. 1861-1863. 161 Ídem. Pozuela, 1862. Núm. 9,Carta al Arquitecto Municipal, 22 de septiembre de 1863.

167 AMT. Fondo Histórico. “Agua, fuentes. 1574-1894”. Caja núm. 18. Fuentes 1710-1893. Abastecimiento desde Pozuela a la Plaza de San Vicente y San Bernardino. Borrador de la carta de la Comisión de Abastecimiento de aguas del Ayuntamiento de Toledo al Gobernador Provincial, 13 de febrero de1865.

162 AMT. Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal.1863-1870. Caja núm. 13. Conducción de las aguas de la Fuente del Cardenal a Toledo. Relación del número de jornales invertidos y gastos hechos en esta obra en la 3ª jornada de trabajo, 13 de diciembre de 1863.

168 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal.1871-1894”. Caja núm. 14. Memoria sobre un nuevo modo de abastecer de agua potable a Toledo, por el ingeniero D. Antonio Montenegro, 1891.

325

la Fuente del Cardenal que se ideó unirlas a las del Tajo para mejorar su potabilidad.169

Fecha

El problema de la escasez de agua se mantendría inevitablemente por más que se buscaran nuevos manantiales o se abrieran nuevos pozos, como los que se perforaron en 1886 en terreno particular.170 Incluso un vecino de Cobisa, Julián Muro, ofreció a la ciudad en 1891 el agua de unos pozos propios que ni en verano se secaban.171

Caudal

Antes de 18531

4 reales

22 / 05 / 1853

Entre 10 y 12 reales fontaneros

06 / 09 / 18533

22 ¼ reales fontaneros

18 / 09 / 1853

27 reales y 3 cuartillos fontaneros

06 / 18595

11 reales

2

4

29 / 06 / 1863

31 reales y un cuartillo fontaneros

09 / 1863

10 reales (en la primera arqueta)

6

7

3.2.5. El agua de Pozuela

16 / 03 / 1864

10 reales

25 / 08 /1871

3 reales

8

La ubicación poco ventajosa de Toledo como núcleo urbano, desde el punto de vista del aprovechamiento hídrico, y la no recomendable agua del Tajo, obligó siempre a sus habitantes a buscar tan preciado líquido fuera de allí. De hecho, ya se ha comentado como en época romana se solucionó el abastecimiento de aguas a la ciudad, construyendo la presa de la Alcantarilla.

1 AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 18141863”. Caja núm. 12. Traída de aguas a Toledo desde la fuente del Cardenal, 1853 2

Caudal abundante, en palabras del Arquitecto Provincial

Ídem. Informe de los arquitectos. Caudal de la Fuente del Cardenal sumado a la de otros pozos 3

4

No podemos, por tanto, culpar a estos toledanos que vieron en Pozuela la panacea del problema del agua, aun a sabiendas de la incertidumbre que conllevaba, y es que la historia de la traída de agua de Pozuela fue como una montaña rusa. En la siguiente tabla se han recogido los datos sobre distintos aforos practicados en la Fuente del Cardenal.

Ídem. Dictamen de la comisión de reconocimiento de Pozuela

AMT. Fondo Histórico.“Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 18141863”. Caja núm. 12 Expediente sobre el cumplimiento de las condiciones y formalización del contrato o subasta del suministro de la tubería de hierro y rompimiento de la zanja para conducir las aguas de la dehesa de Pozuela. 1861-1863

5

AMT. Fondo Histórico. “Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal. 18141863”. Caja núm. 12

6

Las constantes fluctuaciones estacionales en el agua de la dehesa de Pozuela obligaron, no sólo a exprimir al máximo esta fuente, sino a incrementar su caudal con la suma de otras, con gran gasto económico, mayor del que se podía afrontar, y desgaste humano, al realizarse las obras en un terreno de difícil acceso y de costosa labor, además de enfrentarse a las inclemencias del tiempo.

AMT. Fondo Histórico.“Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal.1863-1870”. Caja núm. 13. Conducción delas aguas de la Fuente del Cardenal a Toledo.

7

AMT. Fondo Histórico. Agua. Pozuela. Fuente del Cardenal.1871-1894. Caja núm. 14.

8

El viaje del agua de Pozuela a Toledo estaba abocado al fracaso, era sólo cuestión de tiempo – mejor dicho, del tiempo - que llegara el fin de este proyecto. En 1871 se encontró otra vía para mitigar la sed de Toledo: la elevación de aguas de su río, que funcionó hasta 1945, olvidados ya los esfuerzos, los disgustos y las alegrías canalizadas desde Pozuela.

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170 Ídem. Expediente de subasta de las obras de incorporación de aguas al viaje del Cardenal. Carta de Celedonio Gómez al alcalde de Toledo. 22de mayo de 1886. 171 AMT. Fondo Histórico. “Agua. 1686-1886”. Caja núm. 11. Ofrecimiento de aguas potables en terreno propiedad de Don Julián Muro, 1891.

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329

LA EVOLUCIÓN DE LOS CIGARRALES ENTRE LOS SIGLOS XVIII AL XX. LOS CATASTROS DE 1751 Y 1936

Su estudio lo vamos a realizar a partir del análisis de la realidad que nos encontramos a comienzos del siglo XXI, para ir alejándonos en el tiempo de manera que podamos hacerlo con unas mínimas garantías de identificación de los bienes que vamos a describir. La identificación de algunos cigarrales que actúan como referencia es el punto básico del inicio de este trabajo, al permitirnos avanzar con cierta seguridad en el conocimiento del paisaje cultural de los cigarrales.

Sagrario Rodríguez Montero, Jesús Carrobles Santos, Irene Criado Castellanos y Jorge Morín de Pablos

2. LA REALIDAD ACTUAL La definición actual de cigarral es relativamente clara. Son unas fincas situadas en el sector periurbano con un carácter predominantemente residencial dotadas de vistas a la ciudad de Toledo y de un terreno amplio de uso tradicional agrícola, hoy utilizado mayoritariamente para albergar espacios ajardinados, que se encuentran inmersos en un importante proceso de trasformación. Éste se debe al crecimiento experimentado por las infraestructuras, al cambio sufrido por algunas barriadas surgidas sobre los espacios ganaderos que también forman parte inseparable de este mismo paisaje cultural y al auge de las actividades hosteleras y de restauración que tuvieron su inicio con la implantación del Parador Nacional de Turismo en la década de los años 70 del siglo XX.

1. INTRODUCCIÓN En algunos de los artículos incluidos en esta publicación sobre el paisaje cultural de los cigarrales, hemos podido conocer las raíces medievales de esta formación cultural. En ellos se describe la existencia de un buen número de espacios irrigados y dehesas que compitieron durante siglos por afianzarse en el mismo territorio. Posteriormente, y en clara relación con las explotaciones agrícolas conservadas, hemos podido conocer el modelo con el que aparecen los primeros cigarrales propiamente dichos en el siglo XVI, que constituyen un ejemplo de explotación a medio camino entre la producción agrícola y el ocio, hasta ahora nunca descritos.

Esta evolución reciente ha provocado un importante cambio en el aspecto del paisaje cultural que estudiamos. La situación sin embargo no es tan negativa como pudiera parecer a simple vista. En pocos años se ha producido un interés creciente por estas construcciones y, sobre todo, por su conservación, que ha permitido la aprobación de un primer Plan Especial de Cigarrales1 que aunque en pocos años ha quedado obsoleto, demuestra la intención de las autoridades locales por gestionar este espacio privilegiado de la ciudad. Este Plan fue aprobado por el impulso de la Real Fundación de Toledo, y en él sigue trabajando como muestra el alcance del estudio que ahora damos a conocer, realizado en colaboración con el Consorcio de la ciudad de Toledo.

Su éxito intelectual permitió la incorporación al espacio de cigarrales de auténticas villas renacentistas como es la Quinta de Mirabel, objeto de otro capítulo, que constituye un caso verdaderamente excepcional, tanto por su monumentalidad como por su escasa representatividad en el estudio de cigarrales, al ser un claro y evidente “caso aislado”. Nuestra aportación se centra en recuperar la vía de la normalidad y estudiar con ella los cigarrales más comunes y abundantes, que poco o nada tienen que ver con la Quinta u otros contados casos monumentales, y analizar su evolución desde los siglos XVIII al XX. Un espacio cronológico demasiado amplio y complicado al que tenemos que hacer frente como conjunto con el fin de demostrar la continuidad de unas propiedades que, por primera vez, dejan de ser referencias históricas más o menos alejadas en el tiempo, para convertirse, en la mayoría de los casos, en fincas y cigarrales conocidos e identificables en nuestros días.

Gracias a todos estos esfuerzos, hoy podemos seguir disfrutando de un espacio que tiene como principal característica la “diversidad” a la que antes nos referíamos, no exenta de problemas y de peligros por la presión urbanística y de servicios que plantea la ciudad. Un difícil equilibrio entre intereses cada vez más distintos, que impide en ocasiones la comprensión de la realidad cigarralera original, al ocultar una realidad mucho más concreta y coherente que es la que vamos a tratar de conocer en este estudio.

Este estudio nos devuelve por lo tanto a lo cotidiano y frecuente aunque, curiosamente, sea mucho menos conocido. Su realización ha sido posible por la utilización de un enfoque metodológico distinto a los aplicados hasta ahora, basados en el predominio de visiones arqueológicas, medioambientales o artísticas. Nos referimos a la realización de un estudio documental que es posible a partir de los momentos que estudiamos y, lógicamente, no lo era tanto para periodos anteriores por la carencia de series significativas.

Por ello y de acuerdo con el modelo de aproximación que hemos elegido y al que ya hemos hecho referencia, vamos a dar el primero de los saltos hacia atrás que proponemos para situarnos en las primeras décadas del siglo XX. Un momento clave para los cigarrales, que nos permite obtener lo que hemos llamado una “foto fija”. Con ella como elemento de referencia, trataremos de obtener la existente a mediados del siglo XVIII y estudiar de esta manera la evolución sufrida por el paisaje cultural de los cigarrales entre una y otra.

La importancia de nuestro estudio radica en que nos permite conocer un importante y desconocido eslabón de la larga cadena en la que venimos trabajando, que posibilita conectar el pasado medieval con la realidad que llega a nuestros días, tal y como trataremos de demostrar.

1 Plan Especial Los Cigarrales de Toledo. Ayuntamiento de Toledo. 2007

331

3. LOS CIGARRALES SEGÚN LOS CATASTROS DE 1905 Y 1936 Desde el inicio de nuestro trabajo fuimos conscientes de que el año 1936 marcaba un punto de ruptura importante en la evolución de los cigarrales. La Guerra Civil tuvo consecuencias importantes en este espacio que se plasmaron en la destrucción de un buen número de casas por su utilización como campo de batalla, tal y como queda reflejado en otros de los estudios incluidos en esta publicación. Fue el caso del cigarral Alto y de las existentes en el del Duque o en Villa Aurora por citar algunos de los más conocidos. Sus consecuencias fueron importantes también en todo lo relacionado con los cambios en la propiedad de un buen número de estas fincas, que se saldó con el olvido e incluso borrado de la huella dejada por personajes como Salvador de Madariaga en su cigarral Ángel Guerra, que fue demolido para acabar con su memoria. El estudio de la situación previa a 1936 es por lo tanto un buen punto de partida para conocer un modelo de cigarral diferente del que conocemos en nuestros días. Para ello contamos con un excepcional y meticuloso catastro finalizado en la primavera de ese fatídico año, que es de gran interés para nuestro estudio.

Pago

38

Las Nieves

39

Las Nieves, Calabazas Bajas

40

Las Nieves

41

Las Nieves, La Legua, La Alberquilla

42

La Legua, La Sisla

43-44

La Legua, Torremocha, La Teatina

45

La Legua, La Sisla Torremocha

46

La Sisla

47-102

Pontezuelas, La Sisla, Pozuela, El Estacar

48

Pozuela, El Estacar

49

La Quinta, Cerro de los Palos

50

Cerro de los Palos, Loches, Cercado Barrado, Cigarral del Alamillo

52

San Bernardo

73-113

El Ángel, Solanilla, El Marrón, La Peraleda, San Bernardo

97

Santa Bárbara, Cigarral del Carmen, Campa‐ mento de los Alijares

98

San Servando, Cerro Cortado, Cigarral de la Teja, Campamento de los Alijares

100

La Sisla, La Legua, Cerro Cortado

San Servando, San Blas, Cigarral de Infantes, El Valle, Pontezuelas, Caravantes, La Cabeza, San Jerónimo, San Martín

103

Caravantes, Pontezuelas, La Quinta, Pozuela, Cerro de los Palos

104

La Bastida, El Bosque, La Olivilla, Solanilla, San Jerónimo, Cerro de los Palos, Cigarral de Ariz, San Martín, Montealegre

105

Cigarral de Ariz, Loches, Cerro de los Palos

106

La Bastida, San Bernardo, El Quemado, Malpán, Loches

107

San Bernardo

108

San Bernardo, Loches

De cada uno de ellos se hizo un detallado plano (fig. 1 y 2) en el que se señalaron las parcelas, cigarrales en nuestro caso, con su contorno, todas las construcciones existentes en cada uno de ellos como eran las casas o cuadras y las infraestructuras hidráulicas con las que aún contaban, fundamentalmente, balsas, estanques, pozos, etc., que todavía permanecían en uso. Además, se incluyó una ficha de cada una de las parcelas (fig. 3) que incluía el nombre del propietario y las referencias a las fincas colindantes y al aprovechamiento que tenía cada propiedad, especificando la superficie cultivada con la que contaban y el tipo de cultivo, básicamente, olivo, huerta o frutales. Por lo tanto, este catastro es una fuente documental de fácil comprensión, a priori exhaustiva, y por tanto muy fiable para conocer el modelo de cigarral existente a comienzos del siglo XX.

Nos referimos al Catastro de Rústica del término de Toledo realizado entre mayo y junio de 1936 que se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Toledo2. En él se recogió abundante información sobre la siguientes zonas o polígonos correspondientes a nuestra área de estudio. Polígono

101

Además y como muestra de la exhaustividad empleada en la redacción de esta documentación fiscal, hay que destacar la cartografía realizada de todos los caminos, hitos del territorio como ermitas, monumentos, arroyos, ríos, etc. También, la recogida y documentación de topónimos, muy importantes porque se mantuvieron a lo largo de mucho tiempo, aunque se han perdido recientemente, con todo lo que esa situación posibilita para conocer la ubicación de antiguas fincas que carecían de una ubicación topográfica concreta. Su identificación ha sido esencial para realizar el estudio comparado de los datos aportados por catastros más antiguos como es el de Ensenada al que luego nos referiremos. Junto a este documento tributario de 1936, hay otro tipo de información de la misma naturaleza y cronología cercana. Es el caso del Avance catastral realizado en 19063, en el que quedaron reflejados los importantes cambios de propiedad y uso ocurridos entre 1906 y 1935 como consecuencia del auge alcanzado por la idealización sufrida por los cigarrales en las primeras décadas del siglo XX. Como en el Catastro del 36, en éste también se recogen los linderos y la extensión de la parcela, el valor de la misma, el tipo de cultivo o aprovechamiento y, en su caso, la existencia de sistemas de irrigación, como eran las norias, balsas o estanques (fig. 4). Su importancia radica en que aporta valiosa información de un momento muy concreto inmediatamente anterior al inicio del auge resi-

2 Catastro de fincas rústicas del término de Toledo. 1936. AHPTO signaturas 40128 y 40130

3 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500

332

Fig. 1. Plano del polígono 102 del Catastro de Rústica del término de Toledo 1936.

dencial de los cigarrales, previa por lo tanto a los importantes cambios que iban a sufrir como consecuencia de la idealización sufrida por las principales propiedades que caracterizan a este paisaje cultural. Otra documentación muy útil es el plano agronómico-catastral, escala 1:25000 del término municipal de Toledo elaborado en el año 19074, en el que aparecen cartografiados los

4 Pañoletas de cultivos del término de Toledo. 1907. AHPTO signatura CA-CARO 001/01

Fig. 3. Ficha del Cigarral de la Cabeza en el Catastro de Rústica del término de Toledo 1936

Fig. 2. Detalle del Cigarral de la Cabeza en el Plano del polígono 102 del Catastro de Rústica del término de Toledo 1936

333

quien gracias a su familia y a la Diputación de Toledo se han recuperado cerca de 1000 excepcionales imágenes de Toledo de las primeras décadas del siglo XX. De ellas alrededor de 150 son de la zona de cigarrales, constituyéndose por tanto en una fuente de primer orden para conocer esta zona7 (fig. 5). La imagen fotográfica se complementa con la que conocemos a través de la pintura, hay obras muy interesantes de pintores como Sorolla, Zuloaga y para nuestra zona sobre todo Arredondo8 (fig. 6), que son otra muestra del interés despertado por el paisaje cigarralero a comienzos de siglo, tal y como también hemos podido comprobar en el estudio dedicado a este tema en esta misma publicación. Con toda esta documentación citada hemos elaborado la primera de las fotos fijas de 1936 en la que se han podido localizar con precisión 47 cigarrales (fig. 7). Como ejemplo de los datos que aparecen en las distintas fichas, trascribimos el contenido de algunas de ellas con el fin de iniciar el estudio de algunos cigarrales concretos a los que luego volveremos en ciertos casos para conocer el modelo de explotación que tenían en el siglo XVIII. Su descripción incluye los datos referidos a los catastros de 1906 y 1936 por el interés que aporta la comparación de los datos incluidos en cada uno de ellos y para mostrar la evolución sufrida por estas propiedades en pocos años. Para conseguirlo utilizamos un modelo gráfico que parte de los datos que conocemos, que son número de árboles en 1906 y metros cuadrados cultivados en 1936, su comparación es por lo tanto relativa pero ofrece una imagen aproximada que consideramos de gran interés.

Fig. 4. Ficha del Cigarral de Pontezuelas en el Avance catastral de Toledo 1906.

distintos aprovechamientos y cultivos. También lo han sido una serie de croquis de la Carretera de Navalpino y de los caminos de San Jerónimo y la Bastida, que muestran el aspecto de esas vías y de las construcciones que se habían levantado5. Especialmente interesantes, aunque no para los cigarrales como tal pero si para las numerosas pequeñas casas, ventas, etc. que fueron surgiendo por la zona, son los abundantes expedientes de cesión de terrenos municipales o de propios a censo6. En ellos se recoge la solicitud al ayuntamiento por algún ciudadano para que cediera un determinado solar de propiedad municipal. En esta zona se construyeron con este sistema muchas viviendas. Son las llamadas casas de canon que marcaron la aparición de un nuevo modelo residencial que ha adquirido una importancia creciente en los últimos años por la exagerada evolución urbanística sufrida por el espacio que éstas ocuparon. Por si fuera poca toda esta documentación que hemos citado, para esta época también disponemos de numerosas imágenes tomadas por fotógrafos profesionales o aficionados como Laurent, Rodríguez, Relanzón y sobre todo Pedro Román, de

5 Expediente de construcción de carreteras 1928-1930. Carretera Puente de San Martín- Carretera Toledo-Ciudad Real. AHPTO signatura 78023 Expediente de construcción de carreteras 1935. Carretera Puente de San Martín- Carretera Toledo-Ciudad Real. AHPTO signatura 78023

7 Carrobles Santos, J.; Porres de Mateo, J.; Andrinal Román, L. (coords.): Pedro Román Martínez: Toledo, fotografía y pintura: Centro Cultural San Clemente, Toledo, diciembre 2008 – Febrero 2009 [catálogo de la exposición], Toledo, 2008

6 Expedientes de cesiones de bienes en arrendamientos (terrenos a canon) AMT

8 Muñoz, J.P. y Valle, F. del, (coords.), Arredondo, pintor de Toledo, Toledo 2002

334

Fig. 5. Cigarral en la zona de Pontezuelas. Foto P. Román, Diputación Provincial de Toledo.

Fig. 6. P. Arredondo, Recogida de albaricoques de Muñoz, J.P. y Valle, F. del, (coords.), Arredondo, pintor de Toledo, Toledo 2002 p. 231.

335

Fig. 7. Plano sobre foto aérea con la localización de cigarrales según los datos del Catastro de 1936.

336

337

3.1. Ejemplos

b) Cigarral de Ortiz

a) Cigarral Villa Aurora

En 1906 pertenecía a los herederos de Rodrigo González Alegre, los cuales declaraban tener 12 fanegas en tierra arcillosa, con 430 olivos y 100 albaricoques. Además se cita la existencia de un pozo útil y dos inútiles. En documentos de 191411 se le denominaba Cigarral de los Pintores y Alonso y estaba en manos, por compra, de Eugenio Ortiz Pedraza. A su muerte fue heredado por Loreto Ortiz. Desconocemos qué relación habría entre ella y José González Anguiano, que figura como propietario en la ficha catastral de 1936.

En 1906 era propiedad de los hermanos Pedro y Julio Pérez Montes. Tenía entonces una gran extensión 8 Has cultivadas con 1.000 árboles frutales y 480 olivos, contaba además con una casa para el cigarralero, Julio compró la parte de su hermano en 1909 y en 1921 lo vende a Antonio Lillo Macías.9 En 1936 la extensión de la finca es mucho menor, 36.599 m2, dedicándose fundamentalmente a olivar y en menor medida a huerta. En el plano catastral aparece una balsa y dos casas que quedaron muy deterioradas en la guerra, hasta el punto de necesitar una larga rehabilitación que todavía continuaba a finales de los años 40.10

Olivos

En 1936 la mayor extensión de la parcela estaba cubierta de olivos, también se cultivaban cereales de regadío y una pequeña huerta. Destaca en este cigarral, según se advierte en el plano catastral, la presencia de numerosas infraestructuras hidráulicas. En la zona norte se cita una balsa, en la oeste ruinas de otra, un depósito y una noria junto a una torre, al sur se hace referencia a una tercera balsa, a otra noria y al este, en los alrededores de la casa, un estanque, una noria y dos espacios distintos identificados como jardín. Albaricoques

Frutales

9 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO sig480 1000 natura 35500. Parcela 151.

Olivos

10 Declaraciones de alta, cambios de título de régimen transitorio. AHPTO. Signatura 6635 (AC-11789) Cigarral Aurora.

430

100

11 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 156.

Olivos; 480

Albaricoques; 100

Frutales; 1000 Olivos; 430

Olivar m2 Huerta m2 35000 1583

Olivar m2 Huerta m2 56566

Cereal regadío m2 572 872

Cultivos en el Cigarral Villa Aurora, 1906. Cultivos en el Cigarral de Ortiz, 1906.

Huerta m2; 1583

Huerta m2; 572

Cereal regadío m2; 872

Olivar m2; 35000 Olivar m2; 56566

Espacios cultivados en el Cigarral Villa Aurora, 1936.

Espacios cultivados en el Cigarral de Ortiz, 1936.

338

Olivos

c) Cigarral Santa Elena

d) Cigarral del Carmen

En 1906 con un nombre que no conocemos, es propiedad de Félix Soria y García. Tenía una extensión de 1,50 Ha cultivadas con 200 olivos y 200 frutales y contaba con una casa dotada de un corral. En 1917 compra esta propiedad Félix García Gamero.12En 1929 es propiedad del Marqués de la Cortina, Manuel GómezAcebo Modet, quien comienza los trámites para la construcción de un garaje. Cuando en 1931 el Marqués vende el Cigarral a Dámaso Fernández Arias aún no se ha podido construir, y será este quien se encargue de sacarlo adelante.13 La obra consistiría en un espacio para alojar dos automóviles, dejando espacio para la vivienda del guarda de la finca. Al menos hasta entonces, el cigarral se llamaba Santa Agustina, encontrándose la primera referencia a “Santa Elena” en 1933.

Este cigarral en 1906 es propiedad de José Rojo y ya se denomina Cigarral del Carmen. Tenía 17 fanegas cultivadas con 600 olivos y 100 frutales 14, una parte del cigarral, la más grande, es comprada por Manuel Estremera, quien en 1917 la vende a Joaquín Arcal declarando entonces que tenía 7 Has. En 1922 lo hereda Adriana Cuesta del Sol 15. En el plano de amojonamiento de Vías Pecuarias de 1923 la propiedad se denomina “Viuda de Arcal”16, hasta su venta a Ángela Fernández Villaverde en 1927.

Tres años después en el catastro de 1936, aparece con una extensión notablemente mayor que en 1906, 22.499 m2, como propiedad de Elena García Sánchez y cultivado con olivas y una pequeña parte de huerta. En el plano de dicho catastro aparecen dos balsas, una junto a la casa y un espacio Olivos reseñado como jardín y otra al sur de la propiedad.

Frutales

200

En el catastro de 1936 continúa siendo ésta su propietaria, declarando poseer 64.253 m2, de los cuales 62.391 m2 eran de olivar, 443 m2 de huerta, y 1.419 m2 de terreno erial, con un aljibe al norte de la parcela y en la zona sur dos casas y dos zonas denominadas jardín entre ellas, con una balsa como principal infraestructura hidráulica.

Frutales

14 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 216 600 100 15 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 216 a.

200

12 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 153

16 Plano de amojonamiento de Vías Pecuarias. AMT. Fondo Histórico. Patrimonio. Vías Pecuarias. Caja núm. 4167

13 Expedientes de cesiones de bienes en arrendamiento (terrenos a canon) AMT Caja 4610, expediente 1929/25.

Frutales; 100

Frutales; 200

Olivar m2 Huerta m2 21000

Olivos; 200

1100

Olivar m2 Huerta m2 62391

Olivos; 600

Erial m2

443

1419

Cultivos en el Cigarral del Carmen, 1906.

Cultivos en el Cigarral de Santa Elena, 1906.

Huerta m2; 443

Huerta m2; 1100

Erial m2; 1419

Olivar m2; 62391

Olivar m2; 21000

Espacios cultivados en el Cigarral del Carmen, 1936.

Espacios cultivados en el Cigarral de Santa Elena, 1936.

339

Olivar m2 Huerta m2 14577

802

Huerta m2; 802

e) Cigarral de la Inmaculada Situado al sur del cigarral del Carmen, debe surgir de la segregación de este, aunque no hemos encontrado la documentación que lo corrobore. Como hemos citado la parte más grande del Carmen es comprada por Manuel Estremera y no se especifica nada del resto, pero en 1917 sabemos que pertenecía a Saleta Cabrero Martínez17, madre de Alfredo Van Den Brule.

Olivar m2; 14577

En el catastro de 1936 aparece como propiedad de Van den Brule con una extensión de 15.357 m2, la mayoría plantados de olivar con una pequeña parte de huerta y dos casas. Como dato anecdótico, al estallar la guerra en julio de 1936, su propietario y antiguo alcalde de Toledo fue detenido en él. 18

f) Cigarral Malpán

Olivos

El médico Santiago Relanzón Almazán era propietario de esta finca en 1921, pues lo había heredado de Dolores Echevarría Fernández, que lo debía de haber recibido de Carmen Fernández, dueña en 1906. El cigarral tenía entonces cerca de 1.500 olivos y algún árbol frutal, todo entremezclado con encinas. Treinta años después se mantenía el cultivo del olivar y sabemos de la existencia de una noria, una mina, un pozo, una fuente y una balsa.

Espacios cultivados en el Cigarral de la Inmaculada, 1936. Albaricoques 300 150

Gracias a la labor de Relanzón como fotógrafo19 (fig. 8) conocemos cómo era la vida y el aspecto de este cigarral en esas fechas que, por cierto, coincide con la descripción de principios de siglo XX. La casa era pequeña, encalada, con ventanas enrejadas y la puerta de entrada cubierta, sostenida por dos columnas, bajo un suelo empedrado con cantos rodados.

Albaricoques; 150 Olivos; 300

g) Cigarral de la Cadena / Pintado

Olivar m2 Huerta m2 La finca que tenía Matilde Fuentes en 1906 contenía 300 oli-29448 vos, 150 árboles de albaricoque y 24 álamos negros. Todo esto lo comprará al año siguiente Joaquina Orgaz, aunque el documento catastral consultado está firmado por Santiago Azañón.20

864

Cultivos en el Cigarral de la Cadena / Pintado, 1906.

Huerta m2; 864

Según el Catastro de Rústica de 1936, la práctica totalidad de los 30.312 m2 estaban dedicados al cultivo de olivos, dejando un pequeño terreno de huerta. Se conservaban por esas fechas un pozo y una balsa.

Olivar m2; 29448 17 “El robo de anoche” en El Castellano. Número 2.280, año XIV. 16 de enero de 1917 18 García Ruipérez, M. y Sánchez Lubián, E. El alcalde hace saber. Ayuntamiento de Toledo. 2009. 19 AMT. Colección Santiago Relanzón Almazán. 20 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 209.

Espacios cultivados en el Cigarral de la Cadena / Pintado, 1936.

340

Fig. 8. Recogida de frutas en el Cigarral de Malpan. Foto Relanzón AMT.

4. LOS CIGARRALES A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII

En la ciudad de Toledo la averiguación se llevó a cabo entre junio de 1751 y octubre de 1753, y los datos recabados, así como los de la provincia, se encuentran conservados en su Archivo Histórico Provincial, recogidos en doce pesados volúmenes, de los que nueve hablan, de una u otra forma, sobre los cigarrales21.

Conocida la ubicación y los aprovechamientos de la mayor parte de los cigarrales toledanos a comienzos del siglo XX, ha llegado el momento de dar el segundo de los saltos hacia atrás en el tiempo y acercarnos a la situación de este espacio a mediados del siglo XVIII, unas décadas antes de la definitiva disolución del Antiguo Régimen. Entre uno y otro momento, es posible encontrar nuevas series documentales que permiten obtener datos sobre la situación registrada en el siglo XIX. Es el caso concreto de los expedientes de la Desamortización civil y sobre todo eclesiástica, que afectó a la mayor parte de estas propiedades que, por no alargar innecesariamente este estudio, no vamos a relacionar ahora.

La información incluida sobre cada una de las fincas que nos interesa conocer en el Catastro de Ensenada comprende, en primer lugar la referida a su propietario. Tras explicar quién es, y quién es su familia en el caso de que sea seglar, se reflejan las construcciones, especificando si son la vivienda principal, segundas residencias o casas de campo o incluso si están alquiladas, haciendo constar en este caso el nombre del arrendatario y lo que renta al propietario. A continuación se menciona el nombre del cigarral, si lo tiene, su distancia a la ciudad, el lugar en el que está, si tiene tapias, de piedra o tierra, y su superficie expresada en fanegas. Una superficie que en muchos casos se representa mediante un dibujo a mano alzada del perímetro de las fincas acompañando al texto manuscrito.

El estudio de la situación en el siglo XVIII es posible porque en este momento reinando Fernando VI, su ministro de Hacienda, el Marqués de la Ensenada, se propuso reformar el sistema de recaudación de impuestos bajo un modelo basado en un único impuesto, la llamada Única Contribución, para el que se censaron todas las gentes, bienes y rentas del reino de Castilla en la llamada Magna averiguación fiscal de los Vasallos y mejor conocimiento de los Reinos. El decreto nunca llegó a aplicarse pero toda la información recogida constituye hoy en día una fuente de primera mano para conocer la España del siglo XVIII, sus gentes y, también sus paisajes culturales.

Los datos sobre cultivos o la vegetación existente suelen ser bastante exhaustivos, pues no sólo especifican la superficie

21 Catastro de Ensenada. AHPTO

341

que ocupan sino la forma en que están plantados, a marco o sin orden, si son jóvenes o viejos, o el número de ejemplares y la especie a la que pertenecen. La calidad del terreno, infructífero o pedregoso, también se hace saber por motivos evidentes relacionados con la finalidad fiscal del documento.

Cig. de la Viña (H686, f. 1217 y ss.) Cig. de San Antonio o la Avecilla(H693, f. 1332) Cig. de Teresa Martínez (H 682, f. 2363) Cig. de la Doncella (H692, f.495) Tierra de Pedro Moreno (H694, f. 1317)

Cuando en el cigarral existen construcciones como casas, pozos, cuadras, etc. se enumeran y se anotan las dimensiones de su planta expresadas en varas castellanas (fig. 9).

Esta otra tabla refleja otros cigarrales que aparecen mencionados en los registros anteriores del Catastro pero no tienen un registro específico, son nueve, de los que hemos localizado seis.

En la siguiente tabla se enumeran todos aquellos cigarrales que hemos encontrado en nuestra área de estudio en el Catastro de Ensenada. En total suman un total de treinta y siete, de los cuales hemos podido identificar treinta y cuatro, son los que aparecen en negrita.

CITADOS EN EL CATASTRO DE ENSENADA Cig. de Valera (H681, f.431) Cig. que administra Diego Ventero (H692, f.675)

REGISTRADOS EN EL CATASTRO

Cig. de San José (H685, f. 6760; H690, f. 239 y ss.)

Cig. del Carmen (H686,f.1157 y ss., H694, f.147 y ss.)

Cig. de San Juan de los Reyes (H686, f. 1320)

Cig. de Santa Ana (H686, f,1166)

Cig. que fue del Señor Oballe (H686, f. 1320)

Cig. de la Compañía de Jesús (H686, f.1156)

Cig. de Cofradía de San Cipriano (H690, f. 957)

Tierra de Cayetano Maldonado (H694, f. 1310) Cig. de Josefa Morilla (H681, f.431, H690, f. 680 v.)

Cig. que administra Narciso López (H681, f.1391 y H682, f.2300)

Cig. de una Capellanía en San Ginés (H694, f.840)

Cig. de Juan Gómez (H690, f. 1455)

Cig. de Diego J. Maldonado (H694, f. 1061)

Cig. de José Segovia (H682, f.2771)

Cig de Antonio J. Maldonado (H694, f. 755) Cig. de Francisco Peñalver (H690, f.435)

Además y como consecuencia del proceso de investigación realizado, incluimos una tercera y última tabla en la que se relacionan los cigarrales citados en fuentes distintas al Catastro de Ensenada, encontradas en el Archivo Municipal de Toledo. Son seis de los que cinco también se han podido localizar.

Cig. de los Clérigos Menores (H686, f.1222) Cig. del Mirador (H686, f.1222) Tierra de Julián de Montes (H690, f. 757 y ss.) Cig. de Juan Arroyo (H694, f.1133) Cig. del Rey (H690, f.1464) Tierra de Lope Ochoa Soto (H694, f.1298)

HALLADOS EN OTRA DOCUMENTACIÓN

Cig. Alto (H686, f. 1006, H693, f. 1402)

Cig. de Julián López Moyano (AMT,FH,758, Valdecolomba)

Cig. Torrecilla (H684, f. 5553, H690, f.970)

Cig. de la Cocinera (AMT,FH,758)

Cig. Pontezuelas (H686, f.688, H693, f.958)

Cig. El Chico (AMT, FH, 6124 [Signatura Provisional])

Cig. del Aparejador (H686, f.1452)

Cig. de la Doradora (AMT,FH,758, Cig. próximo a S. Jerónimo)

Cig. de la Bomba (H686, f.716; H686, f.1423)

Cig. de Juan Cobos (AMT, FH, 758, Sobre haber cerrado…)

Tierra de las monjas de Santa Ana (H693, f.1273)

Cig. de una capellanía en San Vicente (AMT, FH, 6123 [Sig‐ natura Provisional])

Cig. de Creciente (H681, f. 574; H682, f. 280) Cig. de Medrano o de la Cadena (H685, f.728; H693,f. 735; H694, f.1061) Cig. de Pedro Núñez (H692, f. 630)

Una vez identificados, hemos creído oportuno ordenar la información contenida en el Catastro en un sistema de información geográfica GIS para poder analizarlos desde un punto de vista espacial. Con el contorno y las dimensiones aproximadas que figuran en el catastro fuimos situando cada uno de los cigarrales descritos sobre una foto aérea para dibujar el desconocido mapa de los cigarrales en el siglo XVIII.

Cig. de Francisco Ordóñez (H685, f.728) Cig. El Bosque (H685, f. 6760, H690, f. 1202) Cig. de Arredondo (H681 f. 425, H690, f. 320) Cig. de la Confitera (H690, f. 564) Huerta del Caballo (H685, f. 7017) Cig. de los Núñez (H686, f. 1320; H694, f. 410)

Para fijar la posición de cada cigarral hemos tenido en cuenta las distancias que se señalan respecto a hitos del territorio, como son las ermitas. También su relación con los cigarrales colindantes. Su identificación ha sido posible en un buen nú-

Tierras de Diego Enríquez (H690, f. 211) Ingertal (H690, f. 957)

342

Fig. 9. Descripción del Cigarral Alto en el Catastro del Marqués de la Ensenada.

mero de casos, por contar con la información del catastro de 1936 en el que como hemos dicho aparecen planos y datos sobre topónimos que muestran la existencia de una continuidad hoy truncada. Una vez identificado un cigarral, se convierte en un hito inamovible en el plano, de modo que si en un nuevo registro del Catastro se nombraba una propiedad ya localizada, ésta ayudaba a situar las contiguas, siguiendo un modelo de averiguación casi policial. Además del Catastro de Ensenada nos hemos valido de otra serie de fuentes complementarias para confirmar unos datos o desechar otros. Se trata, fundamentalmente, de documentos conservados en el Archivo Municipal de Toledo, entre los que destacan pleitos, licencias de obra o cartas. En total ha sido posible localizar cuarenta y cinco cigarrales, de los cincuenta y dos que hemos registrado en nuestra área de estudio, lo que supone un 86% del total, (fig. 10). Por último y para mostrar el tipo de información incluida en esta documentación, así como para continuar la línea de estudio iniciada con los datos de 1936, incluimos la transcripción de los datos de los cigarrales que hemos elegido por su representatividad.

343

Fig. 10. Plano sobre foto aérea con la localización de cigarrales según los datos del Catastro del Marqués de la Ensenada y otra documentación del siglo XVIII .

344

345

4.1. Ejemplos a) Tierra inmediata al Cigarral del Rey o cigarral de los herederos de Ochoa (AHPT, H 694, f. 1298) Propietarios: Lope Ochoa Soto, capellán en el Convento de Trinitarios Calzados A medio ¼ de legua de la ciudad. Murado alrededor con tapias de tierra Superficie: 10 fanegas 100 olivas de m.c., 600 árboles de albaricoque de b.c., 50 álamos negros Casa de campo: vivienda baja, 10 varas de fondo x 35 de frente. Habitación del guarda y casero.

Tierra inmediata al cigarral del Rey o cigarral de los herederos de Ochoa.

Casa: cuarto bajo y alto. 15 varas de fondo x 14 de frente Tanto por su localización como por sus dimensiones se corresponde con el llamado en 1936 Cigarral de Ortiz, antes denominado también de los Pintores, es de destacar que en 1906 aún se señala entre sus cultivos la existencia de 100 albaricoqueros.

b) Cigarral (AHPT, H 694, f. 840). Propietario: Capellanía de la parroquia San Ginés A medio ¼ de legua, en el puente de San Martín Cercado de tapias de tierra Superficie: 5 fanegas Cultivos: 950 albaricoques, 45 olivas, 6 álamos negros Casa del guarda: cuarto bajo, 11 varas de fondo y 27 de frente Por su localización se trata del denominado en 1936 Cigarral del Carmen.

Cigarral (AHPT, H 694, f. 840).

c) Cigarral de la confitera (AHPT, H 690, f. 564) Propietaria: Antonia Gámez, confitera Pieza de tierra en el camino de los Pozos de la Nieve A ¼ de legua de Toledo Murada de tapias de tierra Superficie: 10 fanegas plantadas en toda su extensión Cultivos: 2.250 árboles de albaricoque y 50 olivas de mediana calidad. Por su localización y dimensiones se corresponde en su totalidad con el cigarral denominado a inicios del siglo XX, Malpán.

d) Cigarral de Medrano (AHPT, H 693,f. 735 y H 694, f.1061). Propietario: Alonso Medrano, presbítero A ¼ de legua, en la Bastida Superficie: 9 fanegas Cultivos: 2.060 albaricoques, 38 olivas y 5 álamos negros Tapias de tierra y piedra. Casa de planta baja para el guarda, de 37 varas de fondo y 17 de frente

Cigarral de la confitera.

346

En la documentación del Catastro no aparece dibujado el contorno de este cigarral. Por su localización se corresponde con el cigarral denominado la Cadena o Pintado a inicios del siglo XX.

Además de los cigarrales que acabamos de citar por su relación con los descritos en 1936, incluimos los datos aportados por el Catastro de la Ensenada de otras fincas que permiten conocer el modelo de explotación practicado en el siglo XVIII en el paisaje cultural cigarralero. Son:

e) Tierra de las monjas de Santa Ana (AHPT., H693, f. 1273) Propietario: Convento de Santa Ana A ½ legua de la ciudad, en la venta del Arenal Superficie: 9 fanegas Cultivo: sembradura de secano, 4 olivas de mediana calidad. Pastos Límites: - E: camino de Toledo a Polán - S y O: cigarral del convento de San Antonio - N: Cigarral del Hospital del Rey Casa del pastor. Cuarto bajo. 11 varas de fondo y 25 de frente

Tierra de las monjas de Santa Ana.

f) Cigarral de la Avecilla (AHPT, H 693. f. 1332) Propietario: Convento de San Antonio de Padua Pieza de tierra nombrada el Avecilla, en el camino de Polán A ¼ de legua de la ciudad Murada con tapia de piedras 87 fanegas plantadas en su total extensión Cultivos: 1500 olivas de baja calidad y 5 álamos negros

g) Cigarral de los herederos de Juan Núñez del Águila (AHPT. H 686, f. 1320) Cigarral de la Avecilla.

Propietario: Hospital del Rey, desde 1719 Arrendado a José García Serrano A ½ cuarto de legua de la ciudad Todo cercado con tapias de tierra, con la puerta al norte Superficie. 19 fanegas, en cerros y algunos pedazos calmos. Cultivos: 300 olivas: 200 grandes de baja calidad y 100 pequeñas de mediana.4 árboles almácigos, 4 encinas, 120 albaricoques y ciruelos, 80 almendros Límites: - Puerta al Norte, frente la ermita de la Bastida - S: Cigarral del Convento de San Juan de los Reyes - E: Cigarral que fue del Señor Oballe - O: Cigarral del Convento de Religiosas de San Antonio

Cigarral de los herederos de Juan Núñez del Águila.

Casa: vivienda del cigarralero. Dos aposentos, cocina y corral. 347

Fig. 11. Cigarral de la Cadena.

5. ESTUDIOS TEMÁTICOS

evolución residencial y prácticamente áulica en los últimos siglos, muy diferente de la ocurrida en realidad.

Con toda la información obtenida del estudio de la documentación citada hasta ahora, es el momento de realizar una síntesis destinada a caracterizar los cigarrales en el periodo comprendido entre los siglos XVIII y XX y obtener una serie de conclusiones sobre aspectos concretos que nos interesa conocer.

Nuestro estudio permite, como decíamos al principio, recuperar la normalidad y volver la mirada a los pequeños cigarrales que aún dominaban el paisaje toledano a comienzos del siglo XVIII, que constituyen la esencia básica del paisaje cultural cigarralero. A ellos vamos a referirnos.

Llegado a este punto es necesario volver a recordar, aunque sea de manera rápida, lo que sabemos de los cigarrales hasta el siglo XVIII en el que iniciamos nuestro estudio. Su origen hay que buscarlo en antiguas propiedades andalusíes, aunque es en el siglo XVI cuando aparecen como tal y toman nombre. Desde entonces y gracias a lo documentado en las excavaciones realizadas en el Cigarral de Menores, sabemos que todo el espacio cigarralero se organiza en función de pequeñas propiedades que contaban con una pequeña construcción destinada a satisfacer las necesidades productivas y de ocio de sus propietarios. Se trata de pequeñas edificaciones nada monumentales en las que se busca y potencia el contacto con la naturaleza. Todas ellas son el punto de partida del cigarral moderno antes de la incorporación de los grandes complejos de la Quinta de Mirabel o del convento de Menores.

5.1. Propietarios En el siglo XVIII, en clara consonancia con lo que ocurría en el resto de la ciudad, la Iglesia es la propietaria de casi todos los cigarrales. Los datos conocidos muestran que en torno al 70 % dependían de instituciones religiosas o de miembros destacados del clero local. Por ejemplo, el Convento de la Vida Pobre era propietario del cigarral Alto, el Convento de San Antonio lo era del cigarral de la Avecilla, mientras que el de Menores pertenecía a los clérigos del mismo nombre. En algunos casos pertenecían a eclesiásticos. Es el caso del cigarral de Medrano, también llamado de la Cadena (fig. 11), o del denominado cigarral del Aparejador, propiedad de dos religiosas del Convento de Santa Isabel22. Otras instituciones relacionadas con la iglesia como era el Hospital del Rey también poseía alguna de estas fincas, en concreto el cigarral denominado de los Núñez, luego también llamado del Hospital del Rey23.

La importancia visual y el prestigio alcanzado por algunos de estos grandes cigarrales, ha servido para ocultar una realidad mucho más homogénea de lo previsto, la de los pequeños cigarrales que permanecen activos mucho tiempo y han sido olvidados en nuestros libros de historia en favor de un modelo idealizado basado en las descripciones y escenarios grandilocuentes que nos presentaban autores como Tirso de Molina, Moreto o Baltasar Elisio de Medinilla. Desde ellos se estableció una relación directa con los cigarrales de comienzos del siglo XX, en especial con los de Marañón o Camarasa, que parecía indicar que todos los cigarrales habían tenido una

22 Catastro de Ensenada. AHPTO H 686 f. 1452 23 Catastro de Ensenada. AHPTO H 686 f. 1320

348

Fig. 12. Detalle con el Cigarral de infantes de la Vista panorámica de Toledo desde la Virgen del Valle. Foto Jean Laurent c. 1872. Edición del año 2005 del Instituto del Patrimonio Histórico Español.

5.2. Superficie

Los que no eran de la iglesia, pertenecían a algunos nobles como eran el Marqués de Malpica propietario del Cigarral del Rey, los Ayala del cigarral del Bosque y el Conde de Villaumbrosa de la llamada Huerta del Caballo. El resto pertenecían a vecinos de clase media con distintas profesiones. Es el caso de un molinero que aparece como propietario del cigarral de la Torrecilla, de dos notarios del cigarral El Chico y del de Arredondo o de diferentes labradores, tratantes de caza, abogados, etc.

Más trascendencia para conocer la evolución de estas fincas tiene el estudio de los cambios producidos en su superficie, debidos a la existencia de una serie de procesos de concentración desde el siglo XVI, en el que se partía de propiedades muy reducidas a las que ya hemos hecho referencia. En el siglo XVIII la mayoría de los cigarrales cuentan con un tamaño comprendido entre 4 y 10 fanegas, es decir, entre 2 y 5 Ha grosso modo, aunque hay alguno con 20 fanegas como el Alto. Otros cigarrales de gran tamaño son el de Menores que ocupaba 12, el llamado de la Avecilla de las monjas de San Antonio con sus 87 fanegas y sobre todos el Cigarral del Rey que en estos momentos tenía 330.

Tras la desamortización del siglo XIX, se creó un modelo de propiedad muy diferente, que es el que encontramos plenamente desarrollado en las primeras décadas del siglo XX. En estas fechas, todos los cigarrales han pasado a ser de propietarios particulares excepto en un caso en el que el dueño es el Ayuntamiento de la ciudad. Entre ellos hay nobles como el Duque de Bailén que era dueño de la Quinta de Mirabel, el Marqués de la Vega Retortillo que lo era del Cigarral del Bosque y la Marquesa de Zarreal que poseía el cigarral de los pozos. El resto son personajes importantes de la ciudad, abogados o políticos locales como el alcalde Van den Brule, Celedonio Leyún o Epifanio de la Azuela, así como farmacéuticos y otros profesionales que los utilizaban como lugar de ocio y reunión. La importancia que alcanzan contrasta con la que pierden los pequeños propietarios ligados a la explotación agrícola de sus tierras, que habían sido poseedores mayoritarios de estas fincas unos años antes. Por primera vez y es un dato importante, empieza a destacar la presencia de algunas personas no afincadas en Toledo o sin intereses patrimoniales en la ciudad como eran el Doctor Marañón o Salvador de Madariaga que inician una tendencia que se iba a consolidar poco tiempo después. Su presencia en este espacio marca el inicio del nuevo tiempo al que tantas veces nos hemos referido en éste y otros estudios incluidos en esta misma publicación.

A inicios del siglo XX la mayoría de los cigarrales siguen conservando un tamaño medio parecido, y se ubican en torno a la carretera del valle y el Camino de Cobisa, en la zona de las Pontezuelas. Sus dimensiones van de los 14.000 a los 48.000 m2, es decir entre algo menos de 2 ha y 5, igual que ocurría en el XVIII. Hay casos excepcionales por sus dimensiones: un pequeño cigarral de 615 m2 del alcalde Van den Brule y el más grande de todos Mirabel con más de un millón de metros cuadrados. En 1936, en relación a 1906, se produce una disminución de tamaño por la división de parcelas, que achacamos al “éxito” contemporáneo del cigarral, aunque también se da algún caso en el que se produce la unión de diferentes parcelas en uno solo. Un ejemplo de la división de parcelas en fechas cercanas a 1936 lo encontramos en el Cigarral de infantes (fig. 12). Este cigarral ya aparece como tal en el plano de Coello-Hijón, de 1858, identificado como Cigarral de la Presilla y con límites

349

En 190627 el Cigarral del Bosque ha aumentado ligeramente de tamaño y ocupa casi 17 hectáreas, pertenecía a Pedro Pérez Montes y en el predominaba el cultivo del olivar, con 1671 ejemplares, aunque abundaban los frutales y los almendros, en número de 1598 entre ambos. Seguía habiendo una casa pero además una cuadra y un molino de aceite. En 1923 es comprado por Agustín Retortillo León, Marqués de la Vega de Retortillo, que a su vez compra otras parcelas colindantes hasta reunir un total de 21 Ha que son las que se citan en el Catastro de 1936, destinadas al cultivo del olivar. Junto a ellas también se describen dos pequeñas partes, de huerta y una tierra de erial. Diseminadas por la finca había varias infraestructuras hidráulicas. Destacan un abrevadero, dos pozos, un lavadero y una balsa. Fig. 13. Casa del Cigarral del Bosque de Toledo. Revista Arte, 1929.

Para conocer el aspecto de este cigarral en esta época es muy interesante el artículo publicado en Toledo: Revista de Arte, que reproducimos en parte:

marcados por tapias, conservará su nombre al menos hasta 1882, tal y como lo demuestra la documentación conservada sobre un pleito por una toma ilegal de agua, que enfrentó a su propietario Julián Esteban Infantes, con el Ayuntamiento de Toledo24. Por lo que refleja el expediente, el cigarral aún conservaba el nombre original de la propiedad, aunque ya aparece cambiado por “Cigarral de Infantes” en el Avance Catastral de 1906,25 cuando contaba con 230 olivos y 90 frutales.

“La finca es interesantísima en extremo: preciosos paisajes, hermosas vistas, soberbia casa, apacible lugar de retiro y expansión espiritual de este ilustre prócer (…). Las casas primitivas de varios cigarrales que componen hoy la finca han sido respetadas íntegramente. La de El Bosque ocúpanla los guardas y servidumbre; junto a ésta ha edificado el garaje y un grandísimo palomar con diez mil nidos. En la otra, interesantísima, construirán en breve sin modificarla exteriormente una capilla-ermita (…).

En el Catastro de Rústica de 1936 consta dividido entre los hijos de Esteban Infantes, Julio, José y Esperanza, aunque no sabemos en qué año se realiza la partición. A ello se debe la aparición de tres fichas diferentes, tributando cada parcela de manera independiente. El cigarral más extenso correspondió a Esperanza, aunque no había casa construida. El olivar era su único cultivo y la única infraestructura hidráulica era una balsa. La parcela de Julio conservaba la casa del primitivo cigarral, también había una balsa y el suelo se dedicaba al cultivo del olivar. La parcela más meridional del Cigarral de Infantes era la de José. Allí no existía ningún tipo de infraestructura hidráulica y, nuevamente el olivar era el único cultivo, a lo que se sumaba una pequeña parte de terreno erial.

El interior es notablemente hermoso, verdaderamente interesante. Todo él responde a un ambiente distinguido y práctico. La severidad es la nota característica de sus amplios salones, de su gran comedor, de sus prácticos cuartos de aseo, de sus elegantes dormitorios, y del magnífico despacho biblioteca – que nos hace rememorar aquella notabilísima del canónigo López de Ayala, una de las mejores en Toledo- predominando en todo esto la alegría de sus ventanas y balcones, desde los que se contemplan los más lindos panoramas: Toledo y sus alrededores interesantísimos. (…)”.28

Un ejemplo contrario, mucho más infrecuente, de aumento de las parcelas en el siglo XX lo tenemos en el Cigarral del Bosque (fig. 13). Según los datos recogidos en el catastro del Marqués de la Ensenada de 1753, la finca ocupaba un total de 30 fanegas, que son 141.281, 4 m2, siendo uno de los cigarrales más grandes y todo él cercado con tapias de tierra. Era propiedad de Luis José de la Vega y Loaisa, del Mayorazgo de los Ayala, que dedicaba su suelo al cultivo de secano, tenía 1.000 árboles de albaricoque y 289 olivas26. Sus límites eran, al este, el cigarral de Manuel Arredondo; al oeste, tierras de propios, que debían de ser las de la Bastida; al sur, el camino de la Bastida y al Norte el Cigarral de San José. Había una casa principal de una sola planta.

Como conclusión general por tanto, se advierte como a comienzos del siglo XX los cigarrales en cuanto a su extensión no difieren mucho de los del XVIII, como consecuencia del mantenimiento de una actividad productiva de tipo agrícola, que implica la necesidad de contar con unas parcelas mínimas para dar viabilidad a la explotación. También se puede establecer la norma de que los más cercanos a la ciudad son en general más pequeños y se constata que en todos los casos, los más grandes, nos encontramos ante cigarrales antiguos que son el resultado de la suma de pequeñas propiedades, en un proceso lento pero constante que dio lugar a la aparición de ejemplos contados pero cada vez de mayor extensión.

24 AMT fondo histórico. Caja cigarrales 758

27 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 204

25 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 148

28 “El cigarral de El Bosque de los Marqueses de la Vega Retortillo” en Toledo. Revista de Arte. Año XV, núm. 264. 1929.

26 Catastro de Ensenada. AHPTO H 685, f. 6760

350

Fig. 14. Cigarral Villa Aurora.

Sin embargo, poco después, en 1936, el Catastro muestra la introducción de importantes cambios en las explotaciones, hasta el punto de que el protagonismo alcanzado por los frutales hasta entonces, pierde importancia en favor del olivar. Aun así, todavía se conservan pequeños huertos, como son los que se describen en los cigarrales del Carmen, Serranos, Bosque, Usateré, de la Cabeza, Montealegre, Trini y los Dolores. Algo parecido ocurre con las plantaciones de albaricoques que todavía se mantienen en los cigarrales de Usateré, San Jerónimo, Montealegre y los Dolores.

Esta doble tendencia caracterizada por la unión y partición de propiedades ha evolucionado recientemente a favor de esta última, por la división de antiguas fincas en parcelas de superficie cada vez más reducida, dotadas con divisiones y construcciones que nada tienen que ver con los elementos básicos tradicionales, siguiendo los criterios que ha impuesto el Plan Especial de Cigarrales actualmente en vigor.

5.3. Aprovechamiento

Como ejemplo claro de la evolución de los cultivos en los cigarrales vamos a centrarnos en el estudio del Cigarral de Montealegre. Por su ubicación privilegiada, frente al puente de San Martín y entre los caminos de San Jerónimo y de la Bastida, es uno de los cigarrales más identificables y reconocibles.

Su estudio constituye un punto fundamental de nuestro trabajo al permitir el conocimiento del tipo de explotación que hizo posible su conservación en estos siglos. También su evidente relación con las explotaciones medievales con las que tienen una clara relación de continuidad.

En el Catastro de Ensenada, en 1751, aparece citado como Cigarral en el camino de la ermita de la Bastida32. Pertenecía a una viuda, Josefa Morilla, que además tenía otras dos casas principales en la ciudad. Se dice en el registro catastral que el cigarral ocupa 10 fanegas de tierra de mala calidad y que está cercado con tapias de tierra, y de piedra en algún tramo. Estas tapias miraban a los caminos, es decir, que eran la separación entre la finca y diferentes vías de comunicación, no habiendo otro cigarral adosado a ellas. Entre otros, los Clérigos Menores eran vecinos de este cigarral por la parte de arriba del cerro. Había una casa de cuatro piezas o habitaciones en la planta de abajo y una cocina pequeña en el piso superior. Además se cita una cuadra separada de la casa.

En el momento de realización del Catastro del Marqués de la Ensenada el cultivo principal son los árboles frutales, sobre todo el albaricoquero. Llama la atención la variedad y la cantidad de frutales descritos en el Cigarral Alto: 1.500 albaricoques, 500 injertos, 800 almendros, 100 higueras, ciruelas, morales, almácigos, guindos, perales y granados, además de cepas y una huerta, donde especifica que cultivaban hortaliza de regadío.29 El olivo también está presente en casi todos los cigarrales pero en mucha menor medida, por ejemplo en el Cigarral Alto hay sólo 30 olivos, y en el Cigarral de la Cadena o de Medrano se describen 2060 albaricoques y solo 38 olivas. En 1906 en la mayoría de los cigarrales todavía se cita la existencia de frutales o cultivos de huerta y en algunos en número muy significativo como son los 1000 censados en Villa Aurora30 (fig. 14) o los 500 frutales de San Jerónimo31.

En cuanto a los cultivos que es el principal dato que ahora nos interesa conocer, encontramos un claro predominio de los árboles frutales: 1.680 albaricoqueros, 1.240 almendros y sólo 54 olivos. En el siglo XIX perdemos la pista a este cigarral, salvo por algunos cuadros, planos y fotografías de la ciudad, destacando una de las más antiguas, que es una tomada por Jean Laurent entre 1874 y 1892: “almuerzo de boyeros”. En ella puede ver-

29 Catastro de Ensenada. AHPTO H 686 f. 1006 y H 693 f. 1402 30 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 151 31 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 210

32 Catastro de Ensenada. AHPTO H 681 f. 431 y H 693 f. 680v

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Fig. 15. Almuerzo de boyeros, Toledo. Foto Jean Laurent. 1874-1892.

se la antigua casa del cigarral antes de la construcción de la actual hacia 1912 (fig. 15).

y 353 m2 de huerta, regada por una noria y un estanque. La transformación del antiguo cigarral en el nuevo es ya completa35 (fig. 16).

En el siglo XX se le conocía ya como Cigarral de Montealegre. Pertenecía en 1906 a Pedro Costales, que declaraba tener 350 olivas y 2.000 árboles frutales de albaricoque y almendro, manteniéndose por tanto la tendencia frutícola de anteriores siglos33. Cambia entonces de manos: es María de las Candelas Alcántara y Sanz quien vende la finca a Filomena de la Presa y Cabareda. A partir de entonces también sería conocido como Villa Filomena. La casa principal sería modificada totalmente, alejada de los modelos típicos de cigarral.

Este ejemplo muestra como los cigarrales desde el siglo XVIII y hasta inicios del siglo XX son fincas eminentemente agrícolas y fundamentalmente dedicadas al cultivo de frutales y huertas. Sólo en las primeras décadas del pasado siglo se inicia el cambio residencial del que venimos hablando, que aparece ligado a la aparición de los primeros jardines, al uso de plantas ornamentales como el ciprés y al avance imparable de los olivares, probablemente más por su facilidad de mantenimiento que por su utilidad. El resultado será la desaparición de las huertas y plantaciones de frutales que eran una herencia de los espacios irrigados de época medieval que perduraron durante siglos.

En 1925, se le asignó el número 19 de la carretera de Navahermosa y se construyó una casa para el guarda y otras dependencias.34 Todo esto es lo que se encuentra José Luis de la Presa Cabareda al comprar el cigarral en 1929.

Gracias a todos estos datos podemos imaginar a la ciudad de Toledo “envuelta” en un cinturón de huertas y plantíos de especies leñosas dotadas de impresionantes flores en primavera, similar al que aún podemos encontrar en algunas zonas del Jerte o de Lérida. Su conservación hasta fechas tan recientes nos permite afirmar que el paisaje cigarralero que conservábamos a comienzos del siglo XX, tenía mayor relación con el que existía en la zona desde el siglo XI que con el que nos

Los herederos de Saturnino de la Presa Cabareda son quienes aparecen como propietarios en las fichas del catastro de 1936, haciendo constar que su aprovechamiento se basaba en la existencia de un olivar de 36.126 m2, 8.386 m2 de frutales

33 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 221.

35 Catastro de fincas rústicas del término de Toledo. 1936. AHPTO signatura 40130 polígono 104, parcela 16

34AHPTO. 13.890 (Sign. antigua 4439).

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Fig. 16. Cigarral de Montealegre.

encontramos en nuestros días. Una conclusión sorprendente y sobre todo indicadora de la rápida evolución que está sufriendo el espacio cigarralero.

Afortunadamente, contamos con otros documentos como licencias municipales de obra y pleitos, que nos dan noticia de la existencia de balsas, estanques, canales, etc., así como del aprovechamiento de arroyos. En este sentido, tenemos el caso del Cigarral de la Bomba, donde en 1750, el cigarralero construyó una gran balsa de más de dos varas de fondo para recoger el agua del arroyo y así surtir la finca y regar sus huertas. Poco tiempo después hay un pleito entre el propietario de este cigarral y el del Aparejador, porque este ultimo cortó el agua del arroyo de Pozuela dejando a los cigarrales situados abajo sin agua, entre ellos al cigarral de la Bomba, donde se secó una alameda37.

5.4. Elementos hidráulicos El estudio de producciones agrícolas está ligado a la existencia de las estructuras hidráulicas que aseguraban su mantenimiento. Acudiendo al Catastro de Ensenada, no encontramos muchos datos sobre infraestructuras hidráulicas pero podemos estar seguros de su existencia por varios motivos. Fundamentalmente, por el tipo de cultivos que se especifican, por la pervivencia de estos cultivos y de sus sistemas de irrigación en el siglo XX y por la aparición puntual de algunos de ellos en el propio Catastro.

Otro pleito se dio entre Alfonso Medrano propietario del cigarral de la Cadena y Francisco Santiago Ramos, por una losa mal puesta que cubría una cañería que discurría entre sus propiedades38. Estos casos vendrían a demostrar la existencia de un verdadero sistema hidráulico en red y no sólo de infraestructuras aisladas en cada cigarral, desde momentos bastante antiguos.

Como decimos, no es habitual que este documento hable sobre infraestructuras hidráulicas y cuando se mencionan es de forma somera. Es el caso de los datos reflejados en los dos registros que existen del Cigarral Alto. Uno enumera las infraestructuras hidráulicas: “fuente de fábrica y estanque” al hablar de las dependencias domésticas, y en el otro, lo menciona de pasada al citar los cultivos: “hortaliza de regadío por fuente”36.

Mucho más concretos e interesantes son los datos que conocemos en el siglo XX. Con ellos hemos elaborado un nuevo mapa en el que se recogen todas las infraestructuras hidráu-

37 AMT fondo histórico. Caja cigarrales 758. Valdecolomba 38 AMT fondo histórico. Caja obras, caminos y carreteras. Caja num. 1714

36 Catastro de Ensenada. AHPTO H 686 f. 1006 y H 693 f. 1402

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Fig. 17. Plano sobre foto aérea con la localización de las infraestructuras hidráulicas según el Catastro de 1936.

354

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Fig. 18 y 19. Norias. Foto P. Román. Diputación Provincial de Toledo.

licas que aparecen citadas y dibujadas en el catastro de 1936 (fig. 17). Se trata de infraestructuras abundantes y diversas, hasta el punto de que casi todos los cigarrales tienen al menos una, siendo la más común la noria (fig. 18 y 19) con su correspondiente balsa. Éstas están presentes, por ejemplo, en el Cigarral Alto y el de Ortiz, en algunos casos hay dos como en el cigarral de Azuela y hasta cinco en Usateré. También son muy abundantes los pozos y destaca sobre todo la existencia de dos cigarrales con una mina de agua, Malpán y San Jerónimo.

De todos los cigarrales la Quinta de Mirabel, es el que más variedad de infraestructuras hidráulicas tiene. Aunque es mucho más exhaustiva la información de 1936 y figura con mucha precisión en los distintos planos, en 1906 también se cita en muchos la existencia de pozos, fuentes y manantiales. Su estudio comparado muestra que hay coincidencia entre los datos de una y otra fecha y parece que se mantienen los sistemas hidráulicos aunque previsiblemente no su finalidad, pues en 1906 se dedicaban fundamentalmente al riego de huertas y frutales, y en 1936 empezaban a utilizarse para el regadío y el consumo humano.

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Fig. 20. Foto aérea del Cigarral de Menores.

pozo. Aunque la obra de fábrica es de esa fecha, con toda seguridad el pozo llevaría hecho mucho tiempo y también podría haberle sacado partido Jerónimo Miranda para su cigarral así como los Clérigos Menores, igual que lo hacían los cigarraleros de la zona y los pastores que conducían su ganado por la cañada Real y paraban en el descansadero de San Jerónimo. De hecho, en un documento de 160240 se dice que don Jerónimo había entrado agua en finca por una canalización de agua, por la parte de abajo de su cigarral, esto es, junto al descansadero. La relación de bienes y rentas que hacen en 1752 los Clérigos Menores con motivo de la elaboración del Catastro de Ensenada comprende todas sus posesiones en Toledo, incluyendo sus dos cigarrales en el camino de Argés. En uno de ellos se encontraba la casa-convento donde habitaba la comunidad, formada por dieciocho clérigos, con los que vivía un criado o cigarralero. Este cigarral tenía una extensión de 12 fanegas. Sus cultivos eran 100 pies de olivos, 600 árboles de albaricoque y almendro. La tierra que no estaba plantada de árboles era infructífera por naturaleza.

Fig. 21. Pozo de noria en el Cigarral de Menores.

También era suyo el Cigarral llamado del Mirador, con una extensión de 5 fanegas cercadas dedicadas al cultivo de 63 pies de olivo y de 300 almendros.41

Como ejemplo de infraestructuras hidráulicas podemos recurrir al Cigarral de Menores (fig. 20), del que conocemos diferentes datos incluidos en escrituras y expedientes de obras que pasamos a estudiar. Gracias a todos ellos, sabemos que no faltaba el agua en este cigarral a pesar de que su obtención no era fácil. Junto a la ermita de San Jerónimo había un pozo cuya noticia más antigua que hemos encontrado data de 1719, cuando se construye una bóveda y un brocal aprovechando el arreglo de la fuente de las Ciciones39, la cual se servía del

En una relación de fincas rústicas elaborada para el Ayuntamiento en 1818 aparece una sola propiedad de los Clérigos Menores, pero se trata de los dos cigarrales unidos, con un total de 14 fanegas. Se mencionan dos casas y una cerca, 670

40 AMT. Archivo Secreto, Ala. 2ª, leg. 4º, nº 8.

39 AMT. Fondo Histórico. Agua, fuentes. 1574-1894. Caja núm. 18. Fuente de las Sisiones, 1719-1794.

41 Catastro de Ensenada AHPT. H 686. F. 1.222 y ss.

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5.5. Construcciones

olivas, 400 árboles de albaricoque y ciruela y 5 fanegas calmas con algunas encinas

En general estamos viendo como el espacio cigarralero parece haber mostrado una cierta tendencia a mantener una serie de elementos y modelos de explotación parecidos hasta momentos bastante recientes. Un caso significativo de esta realidad lo tenemos en el estudio de las arquitecturas productivas y en menor medida de las residenciales.

En el inventario llevado a cabo en 1821 coincidiendo con la Desamortización de las Órdenes Religiosas masculinas42 se vuelven a registrar por separado. Ya estaban deshabitados, lo que lleva a pensar que la propiedad había quedado algo abandonada, no obstante el número de árboles que se menciona. El cigarral principal, con la casa convento, contaba con 400 olivos poco más o menos y 150 árboles frutales, en el se cita la existencia de pozo y pila (fig. 21) En el del Mirador, contiguo al ya mencionado, y menor en superficie, había 400 olivos y 420 árboles frutales y con lindes notorias.

En el Catastro de la Ensenada prácticamente todos los cigarrales están cercados con tapias de tierra, de piedra, o ambas y tienen al menos una casa, de la que no se especifica su funcionalidad. Si se describen varias siempre hay alguna de mayor entidad y en muchos casos incluso con dos plantas.

Finalmente, en 1838, cuando las propiedades cigarraleras de estos religiosos fueron divididas para ser vendidas se inventarió una suma aproximada de 950 olivas y 570 frutales43.

Un buen ejemplo lo tenemos en el Cigarral de las Pontezuelas46, también llamado de Valdecolomba, que era una propiedad de tamaño medio, en comparación con otros, pues rondaba las 4 o 5 fanegas (23.546,9 m2). Se encontraba entonces cercada con tapias de piedra y contaba con una casa dotada de varios aposentos y salas repartidas en dos pisos.

En 1906, cuando el dueño era José Micas Lluvia, se conocía al cigarral como “Villa San José”.44 En él había dos casas y destacaba la existencia de tres pozos, un extenso cultivo de olivar, encinas, viñas, parras, y varios frutales, como albaricoques, perales, ciruelos y almendros pequeñitos.

El Cigarral Alto, que en el siglo XVIII pertenecía al Convento de la Encarnación, conocido como de la Vida Pobre, según el Catastro de Ensenada47 tenía 20 fanegas (94.187,6 m2). Hacia 1751 estaba cercado con tapias de tierra y piedra y tenía una casa para el guarda, con cuarto bajo y principal,

En 1909 lo heredan Juana Salilla y Carmen Micas, quienes lo venderán a Juan Moreno Esteban en 1916, y éste, a su vez, en 1921, al doctor Gregorio Marañón, quien lo bautizó como “Cigarral Los Dolores”, en honor a su esposa, Dolores Moya. De sobra es conocido que en este cigarral se dio cita, alrededor de Marañón, lo más selecto de la vida política y cultural, no sólo nacional, sino internacional. Destacan la visita que hizo en 1932 Herriot a España siendo agasajado con una comida en el cigarral o la lectura “en primicia” que Lorca hizo de Bodas de Sangre. El mismo Marañón redactó allí algunos de sus libros y conferencias.

En 181848 el cigarral pertenecía todavía al Convento de la Vida Pobre aunque se encontraba arrendado a Segundo de la Peña hasta su desamortización en 183649. En esta ocasión, figura como un cigarral de 18 fanegas (84.768,84 m2), que estaba cercado con tapia de mampostería algo deteriorada y tenía casa, patio, estanque, 2 pequeños corrales, 2 cocinas, cuarto, sala, alcoba, 3 habitaciones y cueva cavada en piedra viva con bóveda de cañón de rosca.

En el plano catastral de 193645 se recoge la existencia de cuatro balsas y dos pozos. Una de las balsas y de los pozos, situados junto al camino de entrada se encuentran cerca de una noria en la propiedad vecina. En cuanto al aprovechamiento de la tierra se ha producido una importante trasformación con respecto a los siglos, incluso décadas anteriores. El cultivo mayoritario ahora es el olivar aunque hay pequeños espacios dedicados a huerta y frutales y otros más amplios sin ningún cultivo.

Tanto en 1906 como en el 36 todos los cigarrales tienen una casa para vivienda del propietario. En el 36 se advierte el aumento de construcciones al documentarse varios casos con dos o más casas, una para el propietario y otra u otras para los cigarraleros o personal de servicio. Además, empiezan a ser habituales las casas que aparecen rodeadas por espacios denominados jardín en los planos del catastro, consecuencia del proceso de cambios que empezaban a sufrir. Para finalizar este breve estudio sobre las construcciones del área cigarralera, hay que destacar también las edificaciones realizadas como consecuencia del proceso urbanizador sufrido por este sector a principios del siglo XX. Su huella sobre el terreno quedó reflejada en la construcción de carreteras y puentes, pero, sobre todo, en la aparición de los barrios de Pontezuelas, San Martín y Solanilla, surgidos a partir de cesiones

42 AHPTO. 34187 (H-2471/1) 43 Porres Martín-Cleto, Julio. La Desamortización del siglo XIX en Toledo. Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos. Diputación Provincial de Toledo. Toledo. 2001. P.80.

46 Catastro de Ensenada AHPT. H 686. f. 688, Cigarral de las Pontezuelas, Valdecolomba 47 Catastro de Ensenada AHPT. H 686 f. 1006 H. 693 f. 1402

44 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 200.

48 Apeo siglos XVIII-XIX. Apeo y valuación 1818. AMT fondo histórico. Legua. Caja 1366

45 Catastro de fincas rústicas del término de Toledo. 1936. AHPTO signatura 40130 polígono 104, parcela 25

49 AHPT. H1982/19 y Real Decreto de 19 de febrero de 1836

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de terreno municipal de uso tradicionalmente ganadero, que otorgó el Ayuntamiento a aquellos particulares que lo solicitaron. Son las llamadas casas de canon que todavía se conservan puntualmente en algunas zonas, caracterizadas por contar con una única planta y un pequeño corral en la trasera50. La principal conclusión que podemos obtener es que, tal y como ocurría con el aspecto y la especialización productiva de estas fincas, las construcciones de cigarrales más comunes a principios del siglo XX tienen más relación con las construcciones medievales que están en el origen de estas fincas, que con las que se conocen en nuestros días. En ellas destaca la presencia de inmuebles muy sencillos y funcionales dotados de grandes terrazas, cuya finalidad iba ligada al ocio y a las relaciones públicas, que nunca dejaron de estar presentes en estas propiedades. Su aparición ocurre en el inicio del cigarral moderno en el siglo XVI, tal y como hemos podido comprobar en el estudio realizado tras la excavación del cigarral de Menores.

Fig. 22. Cigarral de Camarasa. Foto Rodríguez AHPTO CA 335.

Un ejemplo de pequeña casa de cigarral con origen productivo y adaptada luego como lugar de ocio lo tenemos en el cigarral de Pontezuelas. Esta construcción se cita en el Catastro del Marqués de la Ensenada como una casa para “habitación del guarda de la cerca y los frutales51. En 1906, este cigarral se encontraba dividido en dos partes, la oriental pertenecía a Carmen Jimeno52 y la occidental, que es en la que nos centraremos, a Amalia y Mariano Moreno53. Esta parcela conservaba el antiguo nombre de Cigarral de las Pontezuelas, pero con la entrada del siguiente propietario, Santiago Camarasa, periodista y empresario toledano, pasó a denominarse Cigarral de Camarasa y se convirtió en uno de los puntos culturales y de reunión en los años veinte, tal y como lo muestran las numerosas fotografías de la época que conservamos (fig. 22). En abril de 1928 era visitado por la Sociedad Española de Excursiones, en un periplo por la Sisla y el Castillo de Guadamur54. En junio de 1929, lo era por el Ministro de Instrucción Pública con ocasión de la inauguración de la exposición regional de Bellas Artes e Industrias Artísticas, organizada por el Patronato Nacional de Turismo.55

Fig. 23. Cigarral de Santa Elena.

La última visita de la que tenemos constancia es de abril de 1930, cuando recibió a periodistas hispanoamericanos y españoles que acudían a la inauguración de la Casa de la Prensa de Madrid.56 No conocemos la fecha exacta pero entre 1930 y 193357 este Cigarral es comprado por Salvador de Madariaga,

50 AMT. Expedientes de cesiones de bienes en arrendamientos (terrenos a canon) 51 Catastro de Ensenada AHPT. H 693 f 957v y 958 52 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 158 53 Avance catastral de Toledo 1906. Hojas declaratorias. AHPTO signatura 35500. Parcela 157 54 ABC. 17 de abril de 1928. p. 36. 55 Ibidem. 5 de junio de 1929. p. 4. 56 Ibidem. 11 de abril de 1930. p. 24. Fig. 24. Casa de cigarral. Foto P. Román. Diputación Provincial de Toledo

57 BOVÉ A. “El renacer de los cigarrales toledanos” en El Castellano. Año XXIX. Núm. 7.385. Lunes 9 de enero de 1933, página 2.

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BIBLIOGRAFÍA BOVÉ A. (1933): “El renacer de los cigarrales toledanos” en El Castellano. Año XXIX. Núm. 7.385. Lunes 9 de enero de 1933, p. 2. CARROBLES SANTOS, J., PORRES DE MATEO, J. y ANDRINAL ROMÁN, L. -coords.- (2008): Pedro Román Martínez: Toledo, fotografía y pintura: Centro Cultural San Clemente, Toledo, diciembre 2008 – Febrero 2009 [catálogo de la exposición], Toledo. GARCÍA RUIPÉREZ, M. y SÁNCHEZ LUBIÁN, E. (2009): El alcalde hace saber. Ayuntamiento de Toledo. MUÑOZ, J.P. y VALLE, F. del -coords.- (2002): Arredondo, pintor de Toledo, Toledo. PORRES MARTÍN-CLETO, J. (2001): La Desamortización del siglo XIX en Toledo. Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos. Diputación Provincial de Toledo. Toledo. S.A. (1017): “El robo de anoche” en El Castellano. Número 2.280, año XIV. 16 de enero de 1917.

Fig. 25 Foto aérea del Cigarral de Menores en los años 30 del siglo XX de G. Marañón Posadillo, Elogio y nostalgia de Toledo, 4ª edición, 1966, fig. 11

S.A. (1929): “El Cigarral del Bosqe de los Marqueses de la Vega de Retortillo” en Toledo. Revista de Arte. Año XV, núm. 264. Mes octubre, año 1929.

a quien el estallido de la Guerra Civil sorprende en el retiro de su cigarral.

S.A. (1928): ABC. 17 de abril de 1928, p. 36. S.A. (1929): ABC. 5 de junio de 1929. p. 4.

Los datos conocidos muestran que esta doble utilidad de las casas de los cigarrales permitió la conservación de una arquitectura simple y funcional hasta las primeras décadas del siglo XX. Fue entonces cuando se recurrió a historicismos y otras corrientes estéticas imperantes para construir cigarrales como el de Santa Elena (fig. 23) y Villa Aurora, que hoy forman parte de nuestro paisaje y han sido el modelo para muchos otros cigarrales del siglo XX, aunque en su momento fueran consecuencia de la incorporación del modelo del Carmen granadino, que también había sufrido su propia idealización.

S.A. (1930): ABC. 11 de abril de 1930. p. 24. VV.AA. (1781). Catastro de Ensenada. VV.AA. (1906): Avance Catastral de Toledo. VV.AA. (1936): Catastro de fincas rústicas del término de Toledo. Toledo. VV.AA. (2007): Plan Especial Los Cigarrales de Toledo. Ayuntamiento de Toledo.

El panorama existente a comienzos del siglo XX es el propio de un paisaje productivo y con construcciones auxiliares que son las que aparecen reflejadas, una y otra vez, en las series de fotografías que conocemos58 (figs. 24 y 25). En ellas puede verse la repetición de pequeñas edificaciones casi cúbicas de tejados a cuatro aguas, que aún recuerdan a las torres medievales y que suelen quedar marcadas en el terreno por una amplia superficie aterrazada. Un modelo sencillo que hunde sus orígenes en la Edad Media y llega hasta comienzos del siglo XX sin apenas variaciones, tal y como lo demuestran algunas de las representaciones fiables más antiguas que conocemos, datadas en el siglo XVII.

SIGLAS EMPLEADAS AMPTO. Archivo histórico provincial de Toledo. AMT. Archivo municipal de Toledo.

58 Carrobles Santos, J.; Porres De Mateo, J.; Andrinal Román, L. (coords.), op. cit.

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LOS CIGARRALES DE TOLEDO EN LA GUERRA CIVIL: UN PAISAJE EFÍMERO

posterior partida hacia el exilio, habían sido todo lo pacíficos que pudiera desearse. Pronto, sin embargo, al entusiasmo inicial siguió un periodo de incertidumbre que mermaría los apoyos al nuevo régimen, incluso de aquellos prohombres como Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o Pérez de Ayala, que habían sido considerados padres espirituales de la República. La entonces considerada “bolchevización” del PSOE tras el alejamiento de Julián Besteiro de la dirección del partido y el hundimiento del Partido Radical –que, a pesar de su nombre, había moderado mucho su discurso inicial en un sentido de derecha centrista– radicalizaron el ya de por sí enrarecido clima político español, polarizando la escena política entre los movimientos más o menos revolucionarios de izquierda (el PSOE y los anarquistas), los que añoraban restaurar el régimen monárquico de uno u otro signo (Renovación Española de Calvo Sotelo y los carlistas) y los que defendían posturas puramente dictatoriales relacionadas con la fundación de un estado parafascista (Falange Española).

Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos, José Ramos Barrera, Antonio Malalana Ureña, Jose Luis Isabel Sánchez, Luis Antonio Ruiz Casero y Luis Rodríguez Avello

En el año 2009 iniciamos el proyecto de investigación “Paisajes culturales de la ciudad de Toledo: los cigarrales”. Desde entonces se han realizado diferentes actuaciones arqueológicas que se han descrito ampliamente en los capítulos precedentes de esta monografía. Uno de los paisajes con el que nos hemos encontrado una y otra vez, tiene un carácter efímero, pero ha adquirido una importancia insospechada por la falta de referencias históricas previas con las que partíamos en nuestra investigación. Nos referimos al hallazgo de las evidencias relacionadas con la constitución de un frente de guerra en la zona de los cigarrales que se mantuvo activo durante los tres años que duró la guerra civil. La huella dejada por los combates, los cambios de posiciones y la importancia que las destrucciones ocasionadas tuvieron en la posterior evolución de estas fincas, han hecho que dediquemos un cuidado especial en conocer los hechos ocurridos en los alrededores de la ciudad de Toledo durante los años que duró el enfrentamiento. Su estudio permite conocer la peculiar organización del espacio objeto de estudio, en un momento en el que todavía podemos reconocer algunos de los restos materiales inmuebles y muebles relacionados con estos acontecimientos1. Por último, también se ha realizado un estudio histórico exhaustivo2.

En un clima de hostilidad se desarrollaron los comicios de febrero de 1936 que llevaron al poder a la coalición de izquierdas denominada Frente Popular. La reanudación del curso parlamentario se inició en un clima marcado por el enfrentamiento que muy poco tiempo después dejó de ser sólo político. En julio de ese mismo año se sucedieron los acontecimientos que culminaron con los asesinatos del teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo por parte de un grupo de carlistas y de José Calvo Sotelo por una patrulla perteneciente al cuerpo armado al que pertenecía la primera de las víctimas. Su muerte sería el detonante de la sublevación militar que comenzó el 18 de julio de ese mismo año. Sin embargo, lo que en principio nació como un golpe de estado para acabar con el gobierno del Frente Popular se prolongaría por espacio de tres años como una cruenta guerra civil. En esos mismos días de mediados de julio de 1936, la mayoría de los cadetes que cursaban en la Academia de Infantería toledana se hallaba fuera de la ciudad por haber finalizado el periodo de clases. Su director, el coronel Abeilhé, se encontraba en Madrid, donde poco después sería detenido y fusilado junto con su hermano, también militar, tras negarse a ponerse a las órdenes del gobierno del Frente Popular. De este modo, el coronel Moscardó quedó como único jefe militar en la plaza.

1. LOS ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS

Sus primeras órdenes se dirigieron a permitir la concentración en Toledo de la escasa guarnición de la ciudad, así como de los efectivos de la Guardia Civil que estaban repartidos por la provincia, pues, aparte de sede de la Academia militar, Toledo era además cabeza del II Tercio de la Guardia Civil. Esta circunscripción incluía las comandancias de Toledo y Cuenca. La primera de ellas, a la que afectó la orden de Moscardó, se encontraba bajo el mando del teniente coronel Pedro Romero Basart y tenía a sus órdenes cuatro compañías: la 1ª y 4ª, con cabecera en la misma Toledo, la 2ª con sede en Ocaña y la 3ª en Talavera de la Reina. El traslado de los guardias se hizo de forma discreta, tal como disponía la orden del coronel. Siguiendo las órdenes de la comandancia, los guardias y sus familias –que se unieron al convoy para evitar posibles represalias– sortearon aquellas poblaciones que eran consideradas peligrosas.

La proclamación de la República el 14 de abril de 1931 fue acogida con gran entusiasmo por una parte significativa de la población y especialmente por los medios intelectuales. El cambio de régimen se había producido sin apenas incidentes de importancia, y el abandono del trono de Alfonso XIII y la

1 Este aspecto ha sido abordado en diferentes publicaciones como Barroso Cabrera R. et al. “Arqueología de la Guerra Civil en Toledo. El Frente Sur del Tajo y el Cigarral de Menores: un escenario de guerra”, Archivo Secreto. Revista Cultural de Toledo, 5, 2011, pp. 330-348 y “La Guerra Civil en Toledo: El Frente Sur del Tajo. Metodología para el estudio de un frente de la guerra civil española”, en VII Jornadas del Patrimonio Arqueológico de la Comunidad de Madrid (Madrid, 2010), Madrid, 2013.

En total, Moscardó pudo reunir cerca de 1.300 hombres, entre cadetes y otros oficiales, suboficiales y personal de tropa presentes en la plaza (cerca del medio millar), fuerzas de la Guar-

2 El tema ha sido objeto de una Memoria de Licenciatura por parte de L.A. Ruiz Casero: Los combates al Sur del Tajo: Un enfoque patrimonial de un escenario de la Guerra Civil. Universidad de Alcalá, 2011 (Inédita).

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Fig. 1. Declaración de guerra en la Plaza de Zocodover, 21 de julio de 1936. Fot. Rodriguez.

dia Civil (700 hombres aproximadamente) y Asalto (unos 25 hombres), a los que hay que añadir un centenar de voluntarios civiles reclutados entre las fuerzas de derecha y la Falange. En cuanto al armamento, estas tropas disponían de un buen arsenal de fusiles, mosquetones y ametralladoras, siendo muy escasas las piezas de artillería y, sobre todo, la munición, uno de los principales problemas con los que habría de luchar y que, finalmente, pudo solucionar gracias a que pudo hacerse con el control de la Fábrica de Armas.

Entre tanto, la sublevación en Madrid había sido sofocada después de la toma del Cuartel de la Montaña y la rendición del general Fanjul. Esto permitió al gobierno enviar hacia Toledo una columna bajo el mando del general José Riquelme –general con amplia experiencia en la campaña de África– para obligar a realizar la entrega de las municiones y asegurar el control de la Fábrica de Armas. Mientras, en Toledo, Moscardó había establecido ya un doble dispositivo defensivo centrado en un doble objetivo estratégico: el control de la ciudad y sus accesos. El primer dispositivo, desplegado entre el Hospital de Tavera, el convento de los Carmelitas y la Fábrica de Armas, tenía por objeto controlar las comunicaciones de ésta con Madrid, desde donde se esperaba la llegada de la columna Riquelme. Un segundo destacamento, dispuesto sobre el Ayuntamiento, Banco de España, catedral y accesos de los puentes de Alcántara y San Martín, tenía como fin asegurar el interior de la ciudad de Toledo y las comunicaciones con otros puntos de la provincia.

En efecto, con el estallido de la guerra civil, el 18 de julio de 1936, se puso de manifiesto la importancia que poseía la factoría militar. Ya desde el primer momento, cuando aún reinaba la confusión en torno al alzamiento militar en Melilla, se inició una dura pugna entre las autoridades gubernamentales de Madrid y la comandancia militar de Toledo por el control de la fábrica y de las armas y municiones allí almacenadas. Durante el día 19 de julio, el coronel Moscardó trató de contemporizar con las autoridades civiles hasta que se aclarase la situación creada en el Protectorado tras la sublevación militar, negándose en cualquier caso a entregar el control de la fábrica al gobierno a pesar de las reclamaciones en este sentido hechas primero desde el ministerio de la Guerra y luego a través del diputado socialista José Prats y el teniente coronel de Artillería Juan Hernández Saravia. Estas mismas instrucciones habían sido transmitidas también al jefe de la Fábrica de Armas, coronel Soto, quien se mostró de acuerdo con el envío de la munición a Madrid, lo que dejaba al descubierto las intenciones de Moscardó de unirse a la sublevación. De hecho, pocas horas después, el día 21 de julio, se procedió a la proclamación del estado de guerra en Toledo (Fig. 1).

En la tarde del día 21 de julio llegaba a la ciudad la columna Riquelme, precedida por un bombardeo aéreo que afectó a la zona alta de la población. El primer ataque fue retenido a la altura del Hospital de Tavera, lo que dio tiempo a un grupo de militares sublevados a las órdenes del comandante Méndez Parada para cargar en camiones la munición de la Fábrica de Armas y su traslado al Alcázar, ante la inoperancia del coronel Soto y los soldados y trabajadores que continuaban leales al gobierno del Frente Popular. Ni siquiera la llegada de una avanzadilla de la columna Riquelme frustró la operación de carga de municiones, aunque sí aseguraría el control gubernamental de las instalaciones del centro. Gracias a esta operación, el comandante Méndez y sus hombres se hicieron con un volumen ingente de municiones –cifrado en torno a los 500.000 u 800.000 cartuchos, según las diver-

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Fig. 2. La ofensiva republicana sobre Toledo.

sas fuentes– que a la postre fue decisivo para los fines de los sublevados (Fig. 2). A partir de ese momento, debido a la imposibilidad de emprender una defensa de la plaza por la inferioridad numérica y material que había supuesto la llegada de la columna Riquelme, el coronel Moscardó ordenó el repliegue escalonado de todos sus efectivos hacia el Alcázar y las dependencias y edificios aledaños (Gobierno Militar, picadero, comedor, convento de Capuchinos, Hospital de Santiago, etc.), donde se hicieron fuertes durante los 70 días de asedio, bombardeos aéreos, intentos de incendio y voladura del conjunto (Fig. 3, 4 y 5).

1.1. La marcha sobre el Tajo Durante el mes de julio las tropas del ejército de África, bajo las órdenes del general Franco, fueron desplazadas a la península a través de un convoy marítimo que se aprovechó de la ineficacia de la armada gubernamental, cuya oficialidad había sido diezmada por la marinería. Gracias al paso del Estrecho, la situación de los sublevados en Andalucía, hasta entonces bastante precaria y limitada en la práctica a las capitales de Sevilla, Córdoba y Granada, pudo estabilizarse. Con ella se garantizó el control de Andalucía occidental y se hizo posible el inicio de la marcha hacia la capital de España por Extremadura y el corredor del Tajo. La dirección de las operaciones fue encargada al teniente coronel Juan Yagüe, quien dividió sus tropas en dos columnas:

Fig. 3. Posiciones republicanas, calle Venancio Gonzalez y de las Armas. 25 de julio de 1936. Fot. Rodriguez.

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Fig. 4. Zocodover, septiembre de 1936. Fot. Rodriguez.

la primera, formada por la IV Bandera del Tercio, II Tabor de Regulares de Tetuán, una compañía de Ingenieros y los correspondientes servicios de Sanidad e Intendencia, así como otras unidades auxiliares, quedaron a las órdenes del teniente coronel Asensio; la segunda, compuesta por la V Bandera de la Legión, el II Tabor de Regulares de Ceuta y otras unidades auxiliares, quedaron a las órdenes del comandante Castejón. Con este ejército, Yagüe procedió a iniciar su avance hacia el norte, ocupando Zafra, Los Santos de Maimona, Mérida y a mediados de agosto, después de una encarnizada defensa, la capital de la provincia, Badajoz. La toma de esta ciudad extremeña supuso un duro golpe para las fuerzas gubernamentales y un éxito decisivo para los sublevados, al conseguir comunicar las zonas norte y sur de la península, con todo lo que ello implicaba a la hora de permitir a los rebeldes el traslado de hombres y municiones de una a otra zona, hasta entonces aisladas.

en masa abandonando un importante botín de municiones, armas y material sanitario. La siguiente operación tendría como objetivo el cruce del Tajo por Almaraz y la ocupación de Navalmoral de la Mata. El avance se realizó en tres frentes a cargo de Yagüe, Asensio y Castejón. De nuevo, las tropas gubernamentales de Riquelme, a pesar de su superioridad numérica y de los refuerzos llegados desde Madrid, no pudieron detener el avance que, hacia finales de agosto, se encontraba a la altura de Talavera de la Reina. La sucesión repetida de fracasos en el frente del Tajo provocó la destitución fulminante del general Riquelme, que fue sustituido de forma interina por el coronel Salafranca. En septiembre, las tropas nacionales iniciaban un nuevo ataque envolvente contra Talavera. Otra vez, ante la posibilidad de verse cercados por los sublevados, las tropas gubernamentales ahora bajo el mando del general Asensio Torrado, nuevo Jefe del TOCR, desde el 4 de Septiembre, abandonaron la ciudad. A pesar de los intentos de contraataque, del 5 al 9 de Septiembre se intenta recuperar Talavera, y del fuerte bombardeo con medios aéreos y artilleros al que fue sometida la población, las tropas gubernamentales fueron incapaces de recuperar la plaza.

Hasta ese momento el avance de los sublevados se había producido con inusitada rapidez. Sin embargo, desde entonces, fue necesario avanzar siguiendo el curso del Tajo en el que esperaban las tropas del general Riquelme. Antes de proceder a remontar el citado valle, Yagüe ordenó una operación previa con el fin de asegurar el flanco meridional del avance. La defensa de las posiciones republicanas corrió en este caso a cargo del capitán de la Guardia Civil Manuel Uribarri Barutell, quien se encontraba al mando de una columna de unos 2.000 hombres. El capitán Uribarri había establecido un dispositivo de defensa a lo largo de la sierra de Guadalupe, en una línea que se extendía desde Navalmoral de la Mata hasta Oropesa, que se mostró incapaz de detener el avance de las tropas menos numerosas pero más experimentadas en combate al mando de Yagüe. Ante el peligro cierto de verse copadas por el enemigo, las tropas gubernamentales huyeron

El fracaso de la defensa de Talavera provocó la caída del gobierno de José Giral, sustituyéndole en el cargo el socialista Francisco Largo Caballero. En esta remodelación Indalecio Prieto se hizo cargo de los Ministerios del Aire y Tierra. A pesar de su ideología próxima a los movimientos revolucionarios, el objetivo prioritario del nuevo gobierno fue poner orden en el caos que se había adueñado del ejército republicano, haciendo especial hincapié en la necesidad de subordinar las

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pas de caballería del Ejército del Norte al mando del coronel Monasterio, supuso un cierto alivio para las fuerzas atacantes, aunque las dificultades de avance por terreno llano fueron en aumento debido, tanto a la mayor entidad de las defensas construidas, como a la falta de apoyo aéreo con la que se realizaron la mayor parte de las operaciones.

1.2. La ofensiva sobre Toledo El avance sobre Toledo comienza el 21 de septiembre con la ocupación de Maqueda por las tropas nacionales. El general Franco, el 24 de septiembre, ordenó en Cáceres ocupar Toledo. La operación se desarrolló en tres fases; en la segunda fase se alcanzó Bargas, formándose una amplia Base de Partida para el ataque de la ciudad. En Maqueda quedó como reserva la columna de Delgado Serrano. El apoyo aéreo se reducía a 2 patrullas de bombardeo, 4 patrullas de cazas y un aparato de reconocimento. El 22 de septiembre se ocupó Torrijos y el 25 se cruza el Guadarrama creándose una cabeza de puente. Ese mismo día la VI Bandera de la Legión avanzó en dirección a Bargas pernoctando a 2 km. A pesar del incremento en la efectividad de la resistencia, el avance del ejército nacional continuó su marcha. El 24 de septiembre la columna de Yagüe había pasado Torrijos y tomado Barcience y Rielves, a unos 20 km al noroeste de Toledo. El ataque sobre Toledo, dirigido por el propio general Varela, hacía necesario controlar el vado del río Guadarrama, lo que se consiguió el día 26 de septiembre sin demasiados problemas para el ejército expedicionario. Tropas conjuntas de legionarios y regulares lograron adentrarse hasta Bargas y Olías del Rey, en una acción que les permitió controlar la carretera de Madrid y cortar esta línea de comunicación estratégica para las tropas republicanas que combatían en la capital. Poco antes del inicio de la ofensiva el general Franco había urgido a Varela acelerar la operación sobre Toledo y liberar el Alcázar, donde el coronel Moscardó y sus defensores se encontraban en una situación crítica, acuciados por el hambre y los sucesivos asaltos de las tropas gubernamentales y milicias (Fig. 4). La situación para los asediados no había hecho más que empeorar después de la voladura de gran parte del edificio tras la explosión de una gran mina el día 18 de septiembre (Fig. 5).

Fig. 5. Fases de destrucción del Alcázar.

milicias de partidos y sindicatos al ejército regular. Se intentaba de este modo que las milicias, que hasta entonces habían actuado de forma autónoma, contribuyeran de forma eficaz al esfuerzo de guerra. Largo quería evitar algo que venía sucediendo hasta entonces con demasiada frecuencia, esto es, que las diferencias entre facciones frentepopulistas, sobre todo social-comunistas y anarquistas, facilitaran la labor del enemigo. Sin duda, hay que buscar en el comportamiento anárquico y muchas veces enfrentado entre sí de las diferentes milicias, la causa principal del calamitoso estado en que se encontraba el ejército gubernamental a comienzos de septiembre de 1936.

Mientras tanto, logrado el primer objetivo de atravesar el Guadarrama hasta Bargas, las tropas de Varela consiguieron unirse con los legionarios y regulares del comandante Barrón en las lomas del cementerio, al norte de la ciudad. Desde allí esperaron la ocasión propicia para el definitivo asalto sobre Toledo.

Con este objetivo en mente, Largo Caballero se apoyó para sus fines en una serie de militares profesionales (Asensio Torrado, Miaja o Rojo, por citar algunos de los más conocidos) que imprimieron una mayor disciplina a las milicias, lo que a su vez se tradujo en una mayor eficacia en el esfuerzo bélico que iba a cristalizar poco tiempo después con la formación de frentes y el fin de avances tan rápidos como los que se habían producido hasta ahora (en estos momentos Largo Caballero redacta la directiva 11, por la cual se divide el TOCE en 5 sectores, uno de ellos Toledo, que se reserva al General Asensio Torrado). En este sentido destaca el papel desempeñado por el general Asensio Torrado en la retirada de Talavera, que implicó la construcción de un potente sistema de fortificación escalonado entre Santa Olalla, Maqueda y Escalona, obra dirigida por el general de Ingenieros Masquelet. Su cierta eficacia y la constante llegada de refuerzos desde otras zonas controladas por el gobierno republicano, no permitió a Yagüe explotar su éxito en Talavera. Sin embargo, la llegada a la zona de las tro-

En cuanto al dispositivo ofensivo, Varela hizo maniobrar a sus tropas en dos direcciones. La ya descrita hacia Bargas, para controlar la comunicación con Madrid y marchar desde allí en dirección sur hacia Toledo, y después, en un ataque directo, hacia la propia ciudad, donde habrían de converger ambos ataques. La primera operación fue ejecutada de forma exitosa por la 1ª Agrupación, al mando del comandante Mohammed ben Mizzian, compuesta por los legionarios de la V y VI Banderas del Tercio, los Tabores I y II de Regulares de Tetuán y una batería de artillería de apoyo. La acción sobre Toledo fue realizada también con éxito por la 2ª Agrupación, a las órdenes del comandante Barrón, compuesta principalmente por la I Bandera de la Legión y los Tabores I y II de Melilla.

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LA CAÍDA DE TOLEDO

BURILLO

El 22 de septiembre el general Varela sustituye a Yagüe como comandante de las tropas que marchan hacia Toledo

La aviación bombardea en varias ocasiones y se forma una concentración de hasta 22 aviones

Batallas

RÍO GUADARRAMA

25/09/1936 Se alcanzan los márgenes del Guadarrama, cuyo puente ha sido volado

VILLASECA DE LA SAGRA

26/09/1936 La VI Bandera ocupa Bargas

OLÍAS DEL REY BARGAS

BALANCE DE BAJAS: Según el diario de Moscardó, tras los asedios las bajas resultantes fueron:

MOCEJÓN

MIZIAN

Muertos: 90 soldados Heridos: 555 soldados Desertores: 18 personas

BARRON MIZIAN

La columna de Campo se repliega sobre Toledo. Crean un arco círculo desde la Casa de Buenavista hasta Azucaica

27/09/1936 Al terminar la jornadas los nacionales llegan a las puertas de la ciudad

AZUCAICA

Fábrica Nacional de Armas

BURILLO

FERNÁNDEZ NAVARRO Alcázar

BERNAL

29/09/1936 Burillo escapa de Toledo cruzando el Puente de San Martín

28/09/1936 Se da por conquistada la plaza, a excepción de unos pocos edificios. El general Varela entra en el Alcázar

FUERZAS REPUBLICANAS:

FUERZAS NACIONALES:

Denominación: Columnas de Extremadura, después Columna de Campo. Están compuestas por: Columnas Burillo, Navarro y Uribarri Columna de Plaza. Está compuesta por Batallones “Pasionaria”, “Quinto Regimiento”, de Jaén y de Murcia y Miliciasde Lister del “Quinto Reg.”

Denominación: Columnas del general Varela o Agupación Vanguardia Están compuestas por cuatro agrupaciones, cada una tiene: 4 banderas de Tercio 8 tabores de Regulares Armamento: Baterías ligeras: Baterías pesadas:

Principales jefes

Columna de campo republicana

Armamento: Piezas de artillería:

Aviación: Patrullas de bombardeo: De reconocimiento: Patrullas de caza:

Carros blindados: Baterías:

Aviación: Piezas de 7,5: Piezas de 15,5 mm: Ametralladoras:

Fig. 6. Esquema de la caída de Toledo.

Con todo, la operación de asaltar Toledo no era fácil a priori para el ejército atacante. En la ciudad y sus alrededores el gobierno republicano había desplegado una gran fuerza bélica de cerca de 13.000 hombres, con refuerzos provenientes de la retirada de Extremadura y tropas de refresco llegadas expresamente desde Madrid. Al mando de esta fuerza se hallaba el general Asensio Torrado, militar profesional con una brillante hoja de servicios y uno de los más capacitados de todo el Ejército Popular. Asensio dispuso sus tropas en dos columnas: la columna de Campo o Bernal, compuesta por unos 3.000 hombres, la mayoría replegados del frente extremeño, encargada de la defensa de los sectores norte y oeste hasta la localidad de Azucaica, y la columna de Plaza, de unos 4.000 hombres, diseminada a lo largo de toda la ciudad. La manifiesta superioridad numérica gubernamental se equilibró, sin embargo, cuando las columnas de Uribarri y Fernández Navarro (en total unos 6.000 hombres) se retiraron al sur del Tajo nada más comenzar los enfrentamientos. Ahora, las tropas de Varela se enfrentaban a un enemigo similar en proporción numérica, pero abiertamente inferior en cuanto a su preparación y experiencia en combate.

rarse ante la posibilidad de quedar copado entre dos fuegos. Mientras las tropas republicanas abandonaron la mayor parte de sus posiciones y dejaron la ciudad a merced del ejército de Varela. Una parte del I Tabor de Regulares de Tetuán se adentró hacia el interior de la población con orden de contactar con los resistentes del Alcázar, mientras otra compañía ayudaba a los legionarios de la V Bandera del Tercio a vencer la resistencia de un grupo de Guardias de Asalto que se habían hecho fuertes entre los muros del Hospital de Tavera. El mismo día 27 los legionarios de la V Bandera entraban definitivamente en la ciudad y contactaban con los sitiados del Alcázar. El día 28 las tropas regulares del II Tabor de Melilla rechazaron un contraataque republicano en la zona de la Fábrica de Armas y la I Bandera de la Legión logró acceder a la ciudad por la puerta del Cambrón. Mientras tanto, los hombres de las columnas Bernal y Burillo se retiraron desordenadamente hacia el sur y el este de la ciudad. A la confusión del momento se unieron el bombardeo de las posiciones por parte de la aviación republicana, que por error batió con fuego amigo a las tropas en retirada, y los lanzamientos de mortero realizados desde el propio Alcázar. En pleno desorden, un grupo de milicianos quedó aislado entre las ruinas del Seminario conciliar, donde, después de incendiar el edificio, decidieron poner fin a sus vidas. Algunos focos aislados de resistencia se dieron también en la casa de los Hermanos Maristas y otros puntos de la ciudad, pero en general el desconcierto de las tropas republicanas fue total y la retirada sumió a los restos del ejército gubernamental en el caos.

El domingo 27 de septiembre se dio la orden de atacar Toledo (Fig. 6). La operación coincidió con el último intento de tomar el Alcázar. El plan consistía en incendiar la fortaleza mediante el bombeo de 6.000 litros de gasolina (Fig. 7 y 8). La operación, no obstante, fue desbaratada por una granada lanzada desde el interior de la fortaleza que incendió el combustible y provocó la muerte de los asaltantes. Al mismo tiempo que esto ocurría, desde el norte, avanzaban hacia la ciudad en un esfuerzo conjunto las tropas de Mizzian y Barrón sin encontrar gran resistencia, ya que el enemigo había sido forzado a reti-

La defensa del Alcázar de Toledo constituye sin duda uno de los episodios más célebres de toda la guerra civil. La libera-

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Fig. 7 y 8. Intento de incendiar el Alcazar desde el Hospital de Santa Cruz con bombas de gasolina.

2. LA REALIDAD ARQUEOLÓGICA: EL FRENTE SUR DEL TAJO

ción del alcázar después de más de dos meses de asedio, fue un suceso que conmocionó a la opinión pública mundial y que lógicamente encontró amplio eco en la prensa internacional del momento. Es innegable que, en lo estrictamente militar, la toma de Toledo no fue un hecho de armas destacado –al menos no mayor que el resto de la campaña del Tajo–, pero sus connotaciones propagandísticas y de imagen supusieron un importante éxito para la causa de los sublevados. No sólo el Alcázar había sido liberado, sino, lo que es aún más importante, la capital histórica del antiguo reino y la sede primada de España –con la clara asociación de trono y altar que ello representa en el ideal de los rebeldes– estaban ahora en manos de los sublevados. Pero dentro del bando nacional la conquista de Toledo supuso, además, un impulso a la figura del general Franco, quien saldría fortalecido dentro del directorio militar que lideró la sublevación. Pocos días antes, entre el 21 y el 28 de septiembre, Franco había sido elegido jefe supremo por una Junta de generales reunidos a tal efecto en el aeródromo de San Fernando, cerca de Salamanca. No cabe duda que, muerto en accidente de aviación Sanjurjo, que era en principio el general destinado a liderar el movimiento sedicioso, Franco era el militar con mayor prestigio de todos los alzados y el que contaba con el apoyo del rey Alfonso XIII. Aunque esto era obvio, teniendo en cuenta su historial de campaña en Marruecos y su paso como director de la Academia General de Zaragoza (1928-1931) y como jefe del Estado Mayor Central, en 1935, durante el bienio derechista, es evidente que la liberación del Alcázar fue el hecho que terminó por reportarle una aureola de fama internacional que nunca llegaría a ostentar ningún otro de los sublevados.

Las monografías que se dedican a la Guerra Civil española recogen con profusión el episodio del Alcázar, desde esa fecha rara vez se menciona alguna actividad bélica en los alrededores de la ciudad de Toledo, lo mismo ocurre con los trabajos específicos sobre la guerra civil en la zona. Sin embargo, un estudio arqueológico y documental exhaustivo nos muestra una realidad bastante más compleja que tiene como principal consecuencia la construcción de un paisaje bélico con diferentes momentos. Esta circunstancia es inusual en los acontecimientos bélicos de la Guerra Civil española, ya que se suceden numerosos episodios que se desarrollan en escenarios geográficos diferenciados. Sirva de ejemplo uno de los mejor conocido como es la Batalla de Madrid, que genera la construcción de un dispositivo alrededor de la ciudad, con posterioridad el frente se traslada al Jarama y el último momento se vive en tierras de la provincia de Guadalajara. En Toledo, asistimos a la construcción de un frente espontáneo en los meses posteriores al episodio del Alcázar; la generación de un frente en movimiento en 1937, con cruentos combates en el Cerro de los Palos y La Sisla; la constitución de un frente estable en 1938 y, por último, la ciudad es protagonista de la ofensiva final para concluir la contienda. Un paisaje bélico no homogéneo, sino superpuesto, con la complejidad que supone su interpretación. En este sentido, su estudio es una novedad arqueológica, ya que se aborda de forma unitaria todo el frente. Para ello se ha elaborado un GIS que recoge la información de campo, así como importantes novedades documentales, tanto de la fotografía aérea, como de planimetrías de ambos bandos, en su mayor parte inédita. Por último, destacar que para una correcta adscripción cronocultural de cada fortificación se ha realizado

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tonces. En principio el plan fue concebido como una acción puntual, circunscrita a un ataque para la ampliación de la cabeza de puente de San Martín con objeto de conquistar las alturas que dominan Toledo en la margen opuesta del Tajo, desde las que se controlaba la ciudad y la Fábrica de Armas, que se había convertido en un importante objetivo para los contendientes. Sin embargo, esta acción limitada en sus fines e, incluso recortada en efectivos, y alcance por el General Saliquet antes de ejecutarse, se convirtió en un enfrentamiento cruento en el que ambos contendientes se vieron obligados a recurrir a sus mejores armas y unidades. El ataque inicial del Ejército Nacional cogió completamente desprevenidas a las tropas republicanas de los coroneles Uribarri y Ropero que habían fijado sus posiciones en diferentes cigarrales, descuidando la creación de un auténtico frente militar que, en caso de haber existido, hubiera obstaculizado el avance que no tuvo dificultad para adentrarse en las líneas atacadas y llegar hasta poblaciones como Argés, que no figuraban en el plan inicial.

un estudio minucioso de la cultura material asociada, lo que permite su fecha y adscripción militar sin ninguna duda. Tal y como decíamos, el asedio y la liberación del Alcázar, y en todo caso la campaña a través del Tajo, que permitió la conquista de la ciudad por parte del Ejército Nacional, han centrado la atención de la mayoría de los estudios sobre la Guerra Civil en Toledo, dada la evidente repercusión mediática y propagandística que tuvo este suceso durante la contienda y en la inmediata posguerra. No obstante y de acuerdo con lo que hemos avanzado anteriormente, la población se mantuvo como un punto sensible durante los más de dos años que aún duró la guerra. En efecto, después de la caída de la ciudad en manos del General Varela, Toledo se integró en uno de los frentes de guerra –el denominado Frente Sur del Tajo (FST) por el Estado Mayor republicano– y desempeñó un cierto papel estratégico al utilizarse de plataforma para la organización de diferentes intentos de ruptura.

La maniobra, como decimos, sorprendió al ejército, pero también a las autoridades republicanas, que creyeron encontrarse ante un intento de ruptura en toda regla del todavía naciente frente. Para evitar las consecuencias que este ataque podía ocasionar y no renunciar al objetivo toledano que tanto valor mediático ofrecía, el Ejército Republicano ordenó el despliegue de las tropas más experimentadas de las que disponía, agrupadas en la 11ª División dirigida por Enrique Líster, que permitió, muy a duras penas y con un elevado coste de material y hombres, contener el avance y conquistar algunas de las posiciones en las que el Ejército Nacional había iniciado obras de fortificación. El resultado final fue de cierta ventaja para las tropas nacionales, que consiguieron la ampliación de la cabeza de puente de San Martín y mantener las principales posiciones ganadas al inicio de la ofensiva. Más dudas ofrece la valoración del objetivo relacionado con el alejamiento de los observadores republicanos que controlaban visualmente la Fábrica de Armas y dirigían los ataques de la artillería, al permanecer en su poder una serie de posiciones fortificadas en la zona de los cerros del Valle y la Sisla, que mantuvieron el control que se quería evitar y que posibilitó nuevos y certeros ataques artilleros en los siguientes meses.

El frente, tal y como se configuró a lo largo de 1937, seguía la línea del Tajo que unía la localidad de Puente del Arzobispo con la de Aranjuez y se convirtió en un sector estratégico sensible por diferentes motivos. Para el Ejército Nacional porque ofrecía la posibilidad de avanzar sobre el sudeste aprovechando los puentes del Tajo y podía contribuir, de esa manera, al dispositivo trazado para la conquista de Madrid, mediante la apertura de posibles vías de ataque o la realización de operaciones con las que lograr el desvío de tropas cualificadas de la capital. Para los republicanos porque abría la posibilidad de partir en dos el territorio controlado por los nacionales en torno a Extremadura con el que favorecer un levantamiento popular en Andalucía, por mantener la posibilidad de aspirar a la conquista de Toledo con las repercusiones mediáticas que ese hecho pudiera tener en la prensa internacional y, sobre todo, porque también constituía un punto de referencia auxiliar para la Batalla de Madrid, al permitir una posible línea de avance sobre la retaguardia de las tropas nacionales que atacaban la capital desde el Oeste. De hecho, y al poco de la conquista de Toledo por las tropas de Varela, la zona del valle del Tajo en la que se encuentra la ciudad había sido objeto de un fallido intento de contraataque republicano iniciado en los sectores de Seseña, Illescas y Torrejón de Velasco.

De esta manera y tras cerca de una semana de enfrentamientos constantes en los que se llegaron a producir combates cuerpo a cuerpo y actos de indudable valor en ambos ejércitos, algunos de los cuales fueron reconocidos con la concesión de las condecoraciones más destacadas, finalizó la fase más activa que conoció el Frente y se inició una nueva etapa caracterizada por la fortificación de las posiciones recién adquiridas y la construcción, ahora sí y por ambas partes, de un auténtico frente de guerra que ayudó a estabilizar la situación. Su importancia ha quedado documentada en la entidad de las construcciones realizadas y en el inicio de la ordenación bélica del espacio más cercano al sur de Toledo que, no obstante, todavía iba a sufrir algunas rectificaciones menores a lo largo de 1937 y en menor medida de 1938.

A partir de este momento el FST empezó a configurarse y quedó como un frente activo pero secundario, al estar presente en los planes de ambos ejércitos hasta el final de la contienda en que alcanzó un último y destacado protagonismo poco conocido, al que dedicamos la parte final de este artículo. Este nivel de actividad del que hablamos se puso de manifiesto en toda una serie de operaciones de bombardeo artillero, de golpes de mano y, sobre todo, de intensas aunque cortas batallas libradas en las inmediaciones de Toledo, que destacan por su dureza, los escasos resultados obtenidos y, como consecuencia de todo ello, por el olvido que ha caído sobre ellas. La más importante de todas fue la que tuvo como fin la ampliación de la cabeza de puente entre los sectores del puente de Alcántara y el de San Martín, llevada a cabo por las tropas nacionales entre los días 7 y 13 de mayo de 1937. Esta operación, conocida como el “combate del cerro de los Palos” y en algunos medios como “batalla de los cigarrales”, fue diseñada por el entonces coronel Yagüe que venía protagonizando algunos de los avances más destacados realizados por el Ejército Nacional hasta en-

Así, durante ese mismo año de 1937 se produjeron dos nuevos ataques en el FST que ocasionaron escasas modificaciones del status quo. La primera acción, llevada a cabo por parte nacional, fue en realidad un calco de la acción anterior en el entorno del Puente de San Martín, pero esta vez el área afectada fue la del puente de Alcántara. Tuvo lugar el 26 de septiembre y culminó con la rápida conquista de la conocida como “Bolsa de la Sisla”

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2.1. 1936: Un frente espontáneo -El Cigarral de Menores y la Quinta de Mirabel-

que, como decíamos, seguía ofreciendo un magnífico control visual de las instalaciones militares toledanas que se querían defender. La segunda se produjo en el mes de octubre en una zona más alejada de la ciudad, en la Cuesta de la Reina, al este de Seseña y por iniciativa republicana, que finalizó en un claro fracaso.

El lunes 28 de septiembre, la Columna de Barrón se hace con la Fábrica de Armas de Toledo y penetra por la puerta del Cambrón. La ciudad está en manos de las tropas nacionales. A las 10,30 el general Varela llega al Alcázar y es recibido por Moscardó y sus hombres. Varela se desprende de una de sus dos laureadas y se la prende al coronel. Se consuma el mito de la resistencia del Alcázar, aunque la batalla por Toledo, y su posición estratégica, sobre el Tajo no ha finalizado en este día. En los próximos años la ciudad fue testigo de enconados combates de los dos ejércitos por el control de la misma.

De nuevo, en la primavera de 1938 se sucedieron otros golpes de mano e intentos de ruptura por parte de ambos contendientes. El más importante fue el protagonizado por el Ejército Nacional sobre la atalaya de las Nieves, ocurrido el 1 de marzo de 1938, que se saldó con un importante fracaso, lo que motivó un apercibimiento a sus responsables por parte del general Franco, en aras de evitar nuevas acciones semejantes. La respuesta republicana al ataque franquista, llevada a cabo entre los días 26 y 27 de marzo desde las posiciones de Teatina, tuvo un cierto éxito al principio, pero fue rechazada finalmente por la oposición de las tropas legionarias, regulares y requetés, que consiguieron defender con éxito la cabeza de puente de Alcántara.

Las tropas republicanas han abandonado la ciudad, aunque los que quedan atrapados en el interior de la misma murieron en combate o se suicidan como los tres milicianos del Seminario –Manuel Gómez Cota, Tomás Pargués y Eduardo Ruiz “Meroño”-. Al día siguiente, martes 29, Franco llega al Alcázar y concede la Laureada Colectiva de San Fernando a los defensores y a título personal, al coronel Moscardó. En estos días las tropas nacionales sólo fueron capaces de asegurar el puente de Alcántara, pero no el de San Martín. Los republicanos después del abandono de la ciudad han ido tomando posiciones en el área cigarralera, desde donde se domina el puente y, más importante, la estratégica Fábrica de Armas, que está a tiro de fusil. Estas posiciones no aparecen recogidas en los partes de guerra o en la prensa diaria. Sin embargo, se puede intuir de la presencia durante unos días de Varela en la ciudad. Éste se ocuparía de asegurar las posiciones, y aunque el objetivo ahora era Madrid, y mejorar su situación, que era precaria, ya que podían ser batidos desde las alturas cigarraleras. Por su parte, Enrique Líster recoge en sus Memorias que organizó la salida de las tropas por el Puente de San Martín y estableció dos batallones para cubrir la retaguardia. Arqueológicamente, hemos podido documentar esas posiciones republicanas en el frente que se generó en el área cigarralera, delante del Puente de San Martín.

Consecuencia de todos estos combates fue que el frente trazado en mayo de 1937 sufrió algunas modificaciones en septiembre de ese mismo año. Desde entonces y a pesar de la continuidad en las operaciones bélicas, las líneas fortificadas quedaron estables y permitieron organizar todo un auténtico paisaje cultural relacionado con la guerra, que tuvo especial protagonismo en un sector algo alejado de la ciudad y del Tajo, al pie de los pequeños montes que separan Toledo de las localidades de Argés, Cobisa, Burguillos y la línea marcada por el Miradero y la Atalaya de las Nieves. Desde allí, el frente cruzaba el río, aguas arriba de Azucaica, ya en la ribera septentrional del Tajo para dirigirse a Seseña por Añover en dirección a Madrid. Su estudio en el área de Toledo lo estamos realizando en estos momentos. Es el caso de diferentes trabajos arqueológicos que hemos avanzado en otras publicaciones3, en los que planteamos una primera reconstrucción del frente y su posterior evolución, al mantenerse activo hasta los últimos días del enfrentamiento. Todos estos intentos de ruptura ocurridos en Toledo y sus inmediaciones, hay que ponerlos en relación con el resto de las operaciones realizadas en el sector occidental del mismo FST. Es el caso de la realizada por el ejército nacional en los meses de julio y agosto de 1938, que permitió la conquista territorial más extensa en la provincia tras la estabilización de la contienda. Se realizó en dos fases. La primera, tuvo lugar el 19 de julio de 1938 y consistió en un ataque diversivo desde el Puente del Arzobispo que permitió la ocupación de las plazas de Azután y Navalmoralejo. El esfuerzo principal se llevó a cabo unos días después, entre los días 21 y el 23 de agosto, como parte de una operación más amplia que entrañaba el cierre de la bolsa de Mérida. Su éxito permitió la conquista de la comarca de La Jara y el control de la carretera del Puerto de San Vicente-Puente del Arzobispo, ocasionando con ello una clara derrota republicana que alcanzó una gran repercusión en el plano político provincial.

Es muy probable que entre el 28 de septiembre y el 12 de octubre, las tropas nacionales intentaran mejorar sus posiciones en el puente de San Martín. Con posterioridad a esa fecha se producen los asaltos de la Ciudad Universitaria -12 de octubre a 23 de noviembre-; carretera de La Coruña -29 de noviembre a 6 de enero de 1937-; batalla del Jarama -6 a 27 de febrero de 1937- y Guadalajara -8 a 22 de marzo de 1937-. Más tarde se llevó a cabo en Toledo el asalto al Cerro de los Palos y en ese momento las posiciones del Cigarral de Menores estaban consolidadas. Así, entre el 28 de septiembre y el 12 de octubre, las tropas de Varela se lanzarían al asalto de las posiciones republicanas sobre el puente de San Martín, alcanzando el Cigarral de Menores. Su línea quedaría establecida en las cotas al Norte de la casa, mientras que los republicanos se parapetarían tras las cercas del Cigarral de Menores y la Quinta de Mirabel en la carretera a Argés. El cigarral, en una vaguada, quedaría en tierra de nadie (Fig. 9). Las posiciones republicanas serían batidas por fuego artillero desde San Juan de los Reyes, donde se estableció una pieza de artillería de gran calibre, y tomadas al asalto con combates cuerpo a cuerpo, como se atestigua en las excavaciones realizadas en las posiciones del Cigarral de Menores, donde se ven los impactos de la fusilería, el empleo de armas cortas y las granadas. El origen de la munición, tanto la nacional como la republicana, que no rebasan la fecha de 1936, nos está datando el momento del conflicto. De hecho, en los combates del cerro de los Palos

En las próximas líneas expondremos en detalle cada uno de estos enfrentamientos librados a lo largo de tres años por los dos ejércitos, que dejó su huella en el paisaje y cuyo estudio desde perspectivas arqueológicas creemos arroja importantes novedades.

3 Barroso, et alii, 2011

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El Cigarral de Menores

de 1937 ya es mayoritario el uso de munición soviética en las tropas republicanas, que aquí no se recoge.

Este estudio en el Cigarral de Menores del doctor Marañón como ejemplo arqueológico metodológico demuestra la importancia de la arqueología para la definición de estos escenarios, paisajes efímeros. En este caso, si nos ciñéramos al

La situación de las tropas nacionales en la ciudad no mejoró mucho tras estos golpes de mano, ya que los republicanos tenían a tiro la ciudad y la Fábrica de Armas. La arqueología, como veremos a lo largo de este estudio, resulta crucial para identificar estas primeras posiciones y el establecimiento de un frente provisional, ya que éste no aparece recogido en las fuentes históricas al tratarse de un frente secundario, no prioritario como el de Madrid en los meses del otoño del 36 (Fig. 10 y 11).

Fig. 9. Foto aérea con el frente que se forma después del episodio del Alcázar. En negro las posiciones republicanas, en claro las nacionales, y entre los dos frentes la finca del Cigarral de Menores y la casa.

Fig. 12. Cigarral de Menores. Septiembre de 1936. Archivo Marañón.

Fig. 10. Frente en septiembre de 1936.

Fig. 13. SIG con las estructuras defensivas de la Guerra Civil localizadas en el Cigarral de Menores.

Fig. 11. Frente en octubre de 1936.

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estudio de la documentación histórica tendríamos atestiguada la ocupación del Cigarral por las tropas republicanas al principio de la contienda, así como la destrucción parcial de la edificación principal (Fig. 12). La prospección arqueológica ha permitido documentar la construcción de un sistema de trincheras defensivas por parte de los contingentes republicanos y la posterior ocupación de las mismas por las tropas nacionales –Trinchera-, así como el emplazamiento de nuevas posiciones por parte de estos -Cigarral 1 y 3- (Fig. 13). La excavación de una de estas posiciones nacionales –Cigarral 3-, que aprovechaba una antigua edificación del siglo XVI/ XVII, nos permite conocer a detalle el desarrollo de los acontecimientos bélicos a lo largo de la contienda. Después de la toma de Toledo por las tropas nacionales todo este sector alcanzó una notable importancia como amenaza latente de las posiciones nacionales y como posible plataforma de cara a una ulterior contraofensiva por parte del ejército republicano. Desde lo alto de estos cerros la ciudad quedaba expuesta a la observación directa de los militares republicanos, constituyendo de hecho una magnífica plataforma para el ataque artillero sobre Toledo y de modo especial sobre la Fábrica de Armas, objetivo preferente de la artillería republicana. Fue precisamente esta circunstancia la que motivó que el Mando nacional trasladara la mayor parte de la producción de municiones a otras zonas más resguardadas del territorio controlado por los sublevados. Dentro de este contexto de fijación del frente de guerra en torno al curso del Tajo se entiende la ocupación del Cigarral de Menores por parte de las tropas de la 9ª División del Ejército Popular. Esta ocupación ha quedado atestiguada tanto por la documentación fotográfica y los partes de guerra de la época como por la construcción de una trinchera orientada hacia la ciudad, cuyo trazado ha quedado registrado por la intervención arqueológica. Dicha trinchera se ha podido documentar en la zona sureste de la zona de intervención y tiene asociadas varias estructuras: una de planta rectangular y un nido de ametralladoras que controla el paso de la carretera que conduce desde Toledo a Polán (actual CM-401). El material asociado, sin embargo, es claramente nacional correspondiente a los intentos de ruptura del frente y conquista de las lomas que dominan Toledo que se desarrollan en el siguiente apartado de este estudio (Fig. 14 y 15).

Trinchera 1 y Cigarral 1 Fig. 14. Trinchera 1. Fotografía aérea, dispersión de los restos inmuebles y fotografía a detalle de la trinchera.

Durante las labores de prospección de la finca del Cigarral de Menores se identificaron unos tramos de trinchera y varias estructuras de funcionalidad indeterminada por el momento. Una vez identificada la naturaleza de los elementos localizados se procedió a la limpieza superficial de la zona mejor conservada de la trinchera, que bordea una encina siguiendo la curvatura de la pequeña loma en la que se ubica. Las labores de limpieza proporcionaron restos de munición además de residuos relacionados con la vida diaria de las tropas.

Fig. 15. Materiales de la trinchera 1.

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Por otro lado, se prospectó intensivamente el Cigarral 1 y se mapó toda la munición localizada, esta posición fue utilizada por la tropas nacionales como puesto de observación artillera en un momento posterior. Así lo demostraría el hallazgo de las vainas de Flak 88 (Fot. 16 a y b, 17).

Cigarral 3 Durante las labores de prospección de la finca del Cigarral de Menores se identificaron unos tramos de trinchera, así como varios parapetos construidos apilando piedras (Fig. 18). Una vez identificada la naturaleza de los elementos localizados se procedió a la limpieza superficial de la zona mejor conservada de la trinchera, que bordea una encina siguiendo la curvatura de la pequeña loma en la que se ubica. Las labores de limpieza proporcionaron restos de munición además de residuos relacionados con la vida diaria de las tropas. Para finalizar este apartado, habría que describir las estructuras y estratigrafía documentadas de este período. En un paisaje de monte bajo y restos constructivos del antiguo cigarral la posición se establece realizando pequeñas obras de carácter defensivo para crear un puesto de pequeño-mediano tamaño. Las construcciones se adaptaron claramente a la ruina del cigarral, aprovechando la pequeña planicie de las antiguas estan-

Fig. 16 a y b. Cigarral 1. Fot. aérea, dispersión de los materiales. Fig. 17. Tropas nacionales en el área cigarralera alrededor de un Flak 88.

Fig. 18. Cigarral 3, trinchera y parapetos.

Fig. 19. Reconstrucción infográfica de la posición y detalles de los parapetos excavados.

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Fig. 20 b. Materiales del Cigarral 3.

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Fig. 20 a. Materiales del Cigarral 3.

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Fig. 21. Cúpula de la Capilla de Gaspar de Quiroga en la Quinta de Mirabel. Detalle de los impactos en las cabezas de los apóstoles

La Quinta de Mirabel

cias, así como los pocos muros que todavía quedaban en pie. Se levantaron varios parapetos de piedra suelta, abundante en el cerro por la destrucción del cigarral, situados en los alzados de los muros de granito sin uso. De esta manera, se dibuja un pequeño recinto de unos 60 m² protegido en todos sus flancos, especialmente hacia el sur, donde se situaría la línea de frente (Fig. 19).

La Quinta de Mirabel es el gran Cigarral toledano, situado al suroeste del municipio en el paraje de la Dehesa de la Pozuela. El cigarral fue fundado por el Cardenal de Toledo Gaspar Quiroga. El arzobispo impulsó la construcción de un conjunto arquitectónico completado con la inclusión de una zona ajardinada. Dentro del conjunto destaca el edificio principal sobre un proyecto de Nicolás Vergara el Mozo. Tras el fallecimiento del Cardenal Quiroga en 1593, el Cigarral pasó a la monarquía española y a principios del s. XVII a la casa de Malpica. En 1862, el cigarral es adquirido por la casa de Bailén. Sus actuales propietarios.

Igualmente, también se construyeron líneas de trinchera excavadas en el terreno. Se ha podido constatar la existencia de una trinchera ubicada al oeste del cigarral. Únicamente se excavaron tres metros de longitud, documentándose una anchura de algo menos de un metro. No obstante, en ambos perfiles de excavación se verifica que la trinchera avanza por dentro del cigarral y fuera de éste (se podrá confirmar la planta en próximas excavaciones). La línea de trinchera hacia el oeste parece virar con el emplazamiento de un muro antiguo de cerca, seguramente reutilizado, transcurriendo la línea paralela al mismo.

En los inicios de la Guerra Civil el cigarral fue ocupado por las tropas republicanas que se mantuvieron en él después del episodio del Alcázar. El cigarral linda con El Cigarral de Menores del Doctor Gregorio Marañón, que atravesó las mismas vicisitudes (Fig. 21).

En cuanto a la estratigrafía, los niveles que contienen materiales asociables al período de contienda son reducidos, aunque se localizan en una amplia extensión. Prácticamente en todo el nivel superficial aparecen restos de cartuchos, proyectiles, peines, etc. así como de objetos de la vida cotidiana (Fig. 20).

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2.2. 1937: Frentes en movimiento -Cerro de los Palos y La Sisla-

Este nuevo frente conllevó la construcción de trincheras y blocaos por ambos bandos, separados entre sí por escasos metros, creando un frente discontinuo que prácticamente se mantuvo estable hasta el año 1938.

El ataque nacional del 7 de mayo de 1937, que se prolongó hasta el día 13, supuso la construcción de un nuevo frente, mucho más estable y de mayor entidad que el que se había desarrollado anteriormente. Las tropas nacionales ocupaban sus posiciones en el Cerro de los Palos, aunque no lograron su objetivo de unir las dos cabezas de puente de Alcántara y San Martín (Fig. 22). Por el contrario, las tropas republicanas se fortificaban alrededor del Palacio de la Sisla y la Casa de la Legua (Fig. 23).

Los trabajos de prospección han estado encaminados a la documentación exhaustiva de este frente, poco conocido y de difícil reconocimiento a través de la documentación histórica. Se han identificado las estructuras defensivas y se han recogido los materiales asociados, lo que permite adscribir a uno u otro bando las posiciones.

Fig. 22. Trinchera nacional en el sector del Cerro de los Palos. Su defensa motivó la concesión de la Laureada Colectiva de San Fernando a la VII Bandera de la Legión, que la defendió.

Fig. 23. Trincheras republicanas en el entorno del Palacio de la Sisla.

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Fig. 24. SIG. Modelado del terreno entre los arroyos de la Pozuela y la Degollada.

El terreno

dio en su punto más cercano. El terreno de la cabeza de puente y el inmediato a ésta tiene un característico perfil ondulado, con cotas que alcanzan en algunos casos una altitud en torno a los 700 metros. El paisaje es de monte bajo y matorral, salpicado de sembrados y olivares, con alguna encina esporádica. Aparte de las cabezas de puente, Toledo quedaba defendido simplemente por el profundo cortado del Tajo. Eran éstas posiciones precarias que permitían a los republicanos hostigar con su artillería tanto la Fábrica de Armas (podían rectificar el tiro mediante observación directa) como dejar a la propia ciudad de Toledo expuesta a un golpe de mano (Fig. 24).

Las cabezas de puente creadas en septiembre de 1936 estaban configuradas de la siguiente manera: la de San Martín (o del Oeste) se extendía entre el Arroyo llamado Pozuela o de la Cabeza y las posiciones frente a la Fábrica de Armas, internándose en torno a un kilómetro en el territorio republicano en la zona de los Cigarrales. La de Alcántara (del Este o de los Alijares) era de mayor tamaño, unos cuatro kilómetros cuadrados. Estaban comunicadas con la ciudad por sendas carreteras, y separadas entre sí por cerca de un kilómetro y me-

Fig. 25. SIG. Panorámica del FST desde el Vértice Matanzas. Arriba, julio de 1937. Abajo, en la actualidad.

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El terreno donde se habría de producir la lucha resultaría muy familiar para buena parte de los mandos implicados. Los militares que se habían formado en la Academia de Infantería, sita en el Alcázar toledano antes de la guerra, habían cruzado a menudo el Tajo en sus maniobras, y ensayado supuestos tácticos de ofensivas en la zona. Argés, la Casa de la Legua, los diversos cigarrales... serían objetivos teóricos de estos ensayos. Los principales protagonistas de los combates que se narran a continuación procedentes del ejército profesional (Yagüe, Esteban Infantes, Emperador, Lamas Arroyo, Uribarri) habrían experimentado esos ejercicios. Durante unos días de mayo del crucial año de 1937 tendrían la oportunidad de pasar de la teoría a la práctica4 (Fig. 25).

Según el plan de Yagüe, en el avance debía primar la rapidez y la sorpresa. Dada la gran concentración de hombres y material, los mandos franquistas dispusieron una serie de estrictas medidas para mantener el secretismo: los vehículos deberían avanzar a oscuras, con los faros apagados y evitando las aceleraciones bruscas; mientras que la infantería tendría terminantemente prohibido fumar. Teniendo en cuenta que las zonas de concentración de las tropas se dispusieron en el casco urbano de Toledo se corría el riesgo de que, al avanzar éstas a las bases de partida en la cabeza de puente, quedasen embotelladas en el estrecho Puente de San Martín, por lo que se dispuso un minucioso plan de jalonamiento en el avance, así como la instalación de una comisión de circulación en el puente10. El objetivo del mando franquista era ocupar una serie de posiciones a vanguardia de las definitivas, para dar tiempo a los zapadores a fortificar éstas, donde luego se retirarían las tropas. Para la operación de ruptura del frente, Yagüe contó con el coronel Esteban Infantes, que mandaría seis batallones agregados a las tropas que ya de por sí defendían Toledo, entre ellos, las siguientes fuerzas de choque: dos banderas de La Legión, y dos tabores de Tiradores de Ifni. Estas fuerzas deberían avanzar, desplegándose en abanico, y alcanzar las cinco posiciones acordadas: la cota 520, inmediata al Tajo; la 600, un kilómetro al sur; la Casa de Loches; la cota 660, próxima a la carretera a Navalpino; y la 690, un kilómetro al sur del vértice Pozuela, mas varias posiciones en la margen izquierda del arroyo del mismo nombre. La mayor parte de estas fuerzas y de las que luego harán los relevos en el sector habrían sido extraídas del ya estabilizado frente del Jarama11.

El Plan de Yagüe Al parecer se habían llegado a producir ya bombardeos contra la Fábrica de Armas desde las líneas de la 46ª Brigada republicana, como testimonia Lamas Arroyo: “Verdad que Ulibarri [sic], pese a las medidas en su contra, había intentado algo con cierta espontaneidad y resultado. Obtuvo por sí el apoyo de su colateral Burrillo5, que le proporcionó cañones, como ya antes le diera artillería para bombardear la fábrica de armas de la imperial ciudad. Pinito que quizá fuera la causa de la reacción sufrida, que muy bien pudo tender a alejar a quienes estorbaban las labores de aquel establecimiento que, pese a la proximidad de las líneas, se dijo no dejaba de trabajar, tanto de día como durante la noche6”.

Las fuerzas al mando de Esteban Infantes -la llamada Brigada Independiente- se estructurarían en dos regimientos. El primero estaría compuesto por la I y VIII banderas de la Legión y el Batallón de la Victoria nº. 3, teniendo como lugar de concentración la Plaza de Toros toledana. El segundo regimiento se compondría por el Batallón de Tiradores de Ifni, el Tabor de Ifni-Sáhara y el Batallón de Mérida nº. 1, y su lugar de concentración sería el Hospital de Afuera y la Vega Alta12.

Yagüe, que con su 4ª División cubría la zona, era consciente de esta situación. El 21 de abril de1937, propuso al general Saliquet, su superior, realizar una operación de ampliación tanto en anchura como en profundidad de las cabezas de puente, uniéndolas en un segundo momento7. Se adelantarían de esta manera las líneas tres o cuatro kilómetros con el objetivo de ocultar completamente la ciudad de las vistas de los republicanos. Saliquet, aduciendo falta de fuerzas para la realización del proyecto al completo, aprobará sólo la mitad de la operación: la ampliación de la cabeza de puente de San Martín, suficiente para proteger la Fábrica de Armas8. Esta restricción lastrará el éxito de la operación desde antes incluso de su comienzo, pero Yagüe seguirá adelante y el 25 de ese mismo mes tendrá redactado el plan definitivo9.

Con el fin de apoyar la operación, los franquistas reunieron una considerable concentración artillera (siete baterías). Su misión sería el apoyo directo a las fuerzas en avance, reservándose parte de la más pesada para actuar contra la posible artillería enemiga. Su despliegue sería el siguiente: los Grupos de 75 y 105 mm, quedaban situados en torno al Callejón de la Bastida, mientras que las piezas más pesadas, la batería de 155 mm permanecía en la orilla norte del Tajo13. El 5 de mayo Yagüe daba finalmente la orden de operaciones. Enfrente, la 46ª Brigada Mixta de Uribarri mantenía una ineficaz cortina de vigilancia. No se habían hecho preparativos ni atrincheramientos sólidos en el sector, ni se habían fortificado las alturas clave14. Este comportamiento apático, responsabi-

4 Se resume aquí el trabajo de L.A. Ruiz Casero, que repasa de forma exhaustiva el desarrollo de la lucha entre el 7 al 13 de mayo de 1937: Los combates al Sur del Tajo, op. cit. 5 Sin duda se refiere a la 45ª Brigada Mixta, antigua Columna Burillo, que en las fechas a las que Lamas alude, ya no se encontraba al mando de dicho teniente coronel.

10 SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.28.

6 Lamas Arroyo, A. Unos y otros. Barcelona, 1972, p. 342.

11 Martínez Bande, J.M. La batalla de Pozoblanco, op. cit.

7 Ruiz Alonso, J.M. La guerra civil en la provincia de Toledo: Utopía, conflicto y poder en el sur del Tajo (1936-1939), p 362.

12 SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.28. 13 Ibidem.

8 Martínez Bande, J.M. La batalla de Pozoblanco y el cierre de la bolsa de Mérida. Monografías de la Guerra Española, 15. Madrid, 1981.

14 Ruiz Alonso, J.M. La guerra civil en la provincia de Toledo, op. cit, p. 362.

9 SHM, AGL, DN. VII C.E. y 7ª Div./L.2/C.27.

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Lo indudable, para quien se haya percatado ya de mis disposiciones especiales, ha de ser que yo no podía hacer trascender lo fundamental de mis apreciaciones y estudio crítico. Que me hube de ingeniar, como en todo caso semejante, para dejarle en medio de nebulosidad e inconcrección. Y que me había de limitar, esencialmente, a seguir las indicaciones y orientaciones del mando “competente”, para llevar a cabo aquella “organización y puesta en marcha” que, a fe mía, no llegué a ver siquiera medio en forma iniciadas en el mes y pico que duró mi permanencia y cargo16.

lidad directa del mando, que vivía desligado completamente de la tropa, habría de pasar pronta factura a los defensores. Del lamentable estado del frente da testimonio a su llegada al mismo Ángel Lamas Arroyo como Jefe de Estado Mayor del coronel Mena: “Y henos ante una situación militar, como para inquietar a cualquiera que tuviese el menor propósito de hacer algo sólido o positivo -aunque no fuera más que en el sentido de asegurar su posesión-, dados los elementos disponibles, para la extensión y desarrollo de la línea “fronteriza”.

Viernes 7 de mayo. La ofensiva franquista En la madrugada del 7 de mayo de 1937 se inicia finalmente el ataque de Yagüe17. Pese a que hubo retrasos en la concentración de las unidades en Toledo debido a problemas en el transporte, el cruce del Puente de San Martín se ejecutó de manera eficiente. A lo largo de la noche del 6 de mayo las fuerzas franquistas se habían ido desplegando en sus bases de partida: en el Regimiento I, la VIII Bandera del Tercio había atravesado el Puente de San Martín a las 21:00 del día 6 (Día D -1), y se había dirigido a través de la carretera de la Puebla de Montalbán hasta desplegarse a ambos lados de la carretera de Navalpino a la altura del Cigarral del Malpán a las 23:00. La I Bandera inició la marcha media hora más tarde, dirigiéndose al noroeste tras el paso del Tajo hasta el cruce de la carretera de Montalbán con el Callejón de la Bastida, enlazando con las fuerzas de la VIII Bandera por su derecha. La I compañía del Batallón de la Victoria actuaría como enlace entre los dos regimientos, avanzando a unos 800 metros por detrás de ambos para situarse al suroeste del Cigarral de Villamarta. El resto del batallón seguiría el itinerario de la I Bandera de la Legión hasta situarse en el Cigarral de Villamarta como reserva de la Brigada.

Son unos 400 kilómetros de frente, sin contar sinuosidades pequeñas. Y abarca desde el río Algodor, en la provincia de Toledo, hasta el río Zújar en el límite con Córdoba. Para guarnecerlo sólo hay cuatro Brigadas. [...]

Aparte de las cuatro Brigadas -Unidades que de tal cosa tienen en verdad el nombre y muy poquito más- no hay reservas, móviles ni fijas; pues unas cuantas tropas locales sin armas ni apenas organización, poco podrían contar en tal concepto. Realmente, sólo se dispondría fuera de lo embebido en la vigilancia de los frentes, de un Grupo de Guardias de Asalto, estacionado en Castuera y Cabeza del Buey.¿Cabría pensar, siquiera, en sostener esas líneas ante un ataque, el más inocente, si fuese preparado y lanzado por sorpresa y con decisión e ímpetu mediano...? Antes de que pudieran acudir fuerzas suficientes para un conato de detención, las zonas vitales que se quisieran segregar por él, se hallarían bien desgajadas y aseguradas; o sea, ya digerida su rápida conquista[...]Había en éste [sector] una falta de comunicaciones y enlaces que no resultaba comprensible, y seguramente fue una de las Con respecto a las fuerzas que componían el 2º Regimienbases para que los “desastritos” se sucedieran, y las “reacto, comenzaron el despliegue más tarde. A las 22:15 del día cioncillas” resultaran siempre inoportunas y estériles.Todo lo D-1, el Batallón de Mérida abriría su marcha. Tas el cruce del disponible eran las líneas telefónicas y telegráficas normales; puente de San Martín sus hombres recorrerían la cañada de la malas e insuficientes de por sí, e incapaces, evidentemente, Ermita de San Jerónimo rumbo a su base de partida: el camino para el servicio preciso en campaña plena. Muy pocos aditadel Cigarral de los Dolores, donde habrían de establecerse a mentos de índole militar se habían dispuesto sobre la red de la espera de la hora de iniciar el ataque. El Batallón de Tiratiempos pacíficos. Y esos pocos, casi se limitaban a algunas dores de Ifni les seguiría media hora después hasta la cañada líneas sencillas para enlace de ciertas posiciones destacadas; de San Jerónimo, separándose hacia el Cigarral del Carmen, sin seguridad ninguna ni verdadero valor para casos de cierpara enlazar a su derecha con el Batallón de Mérida. El Tabor ta actividad.[...]Se daba la circunstancia de que ese Mando de Ifni-Sáhara tomaría la carretera de Piedrabuena hasta el Central [en Cabeza de Buey] no se hallaba nada céntrico, Cigarral de la Cabeza. sino en situación harto excéntrica y lateral que no sé cómo se impondría inicialmente, por qué se mantuvo, ni si alguien, Entre las 23:00 horas del 6 de mayo y la 1:30 del 7 -Día D-, después de mi marcha, intentaría y consiguiera corregirtodas las fuerzas se encontraban desplegadas y a la espera. El la15”. avance hasta las bases de partida se había hecho de manera Más adelante, vemos que la totalidad de las responsabilidades escalonada con el objetivo de no estorbarse mutuamente. El del estado de abandono del frente no debe recaer únicamente puesto de mando del coronel Esteban Infantes se trasladó, de en los mandos a nivel Brigada, como Uribarri, sino que, en su posición inicial en la orilla sur del Tajo frente al Puente de la superioridad, Lamas Arroyo continuó voluntariamente con San Martín a su ubicación operativa en el Cigarral de Villala negligencia, a fin de favorecer cualquier acción enemiga y marta. contribuir a la derrota de una causa que no sentía como suya. Pese a haber transcurrido dos meses desde su llegada (el 5 de marzo de 1937) junto con Mena para hacerse cargo del sector, cuando tuvo lugar el empuje franquista, nada se había hecho para subsanar la evidente fragilidad de las defensas: 16 Ibidem, p. 317.

17 Para los detalles de la ofensiva inicial franquista se han consultado especialmente SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.28. y SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.32.

15 Lamas Arroyo, A. Unos y otros, op. cit., pp. 315-317.

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Fig. 26. Viernes, 7 de mayo. La ofensiva de Yagüe.

Irá ocupando posiciones a ambos lados del arroyo Pozuela y protegiendo los trabajos de fortificación de los cuatro elementos previstos de resistencia en la Casa de los Salamanquinos, la casa junto al camino de Argés en el cruce con la cota 550, el mogote de la cota 510 al este del arroyo y la Ermita de la Cabeza. Ante el empuje, las fuerzas republicanas huyen en desbandada. Ignorando el alcance de la ofensiva enemiga, deciden evacuar a la población civil del pueblo de Argés, dejando una compañía como guarnición del mismo. Pero en general, las tropas de la 46ª Brigada Mixta serán totalmente sorprendidas y, salvo excepciones, apenas ofrecerán resistencia. Las órdenes dadas a las tropas franquistas animándolas al sigilo y la rapidez en el avance dan resultado. A las 9:30 de la mañana, todos los objetivos propuestos en la orden de operaciones de Esteban Infantes habían sido alcanzados, por lo que se procedió a su rebasamiento para proteger los trabajos de fortificación. Las unidades de zapadores comenzaban a llegar, ya que habían acompañado en su avance a las reservas de la Brigada. La orden de operaciones indicaba que el rebasamiento de los objetivos no debía exceder los 500 metros, pero, al parecer, las unidades proseguirán la penetración ante la falta de oposición enemiga, llegando a puntos tan distantes como el Palacio de la Sisla, a más de un kilómetro y medio del arroyo Pozuela.

A las 5:00 del Día D, tal y como figuraba en la Orden de Operaciones, todas las tropas franquistas salen de sus bases de partida de forma coordinada, avanzando hacia los objetivos (Fig. 26): El de la 8ª Bandera se desplegará en la línea entre la Ermita de la Virgen de la Bastida, la Casa del Morterón y el camino de Hernán Páez, hacia donde avanzará, atravesando para ello la Cuz - Mogote 530, la cota 550, el cruce de caminos de Corral Rubio y Hernán Páez, así como la cota 520. La I Bandera avanzará hacia la línea entre el Cigarral de la Cabeza, la carretera a Piedrabuena y el ramal de empalme, y el camino de Mazarracín a la Venta de Juan Antonio, ocupando para ello las cotas 570 y 600, así como la Casa de Loches. Esta unidad será la única que tope con una oposición seria, pues al llegar al km 4 de la carretera de Navalpino será hostilizada con fuego de ametralladoras desde la casilla de peones camineros. La resistencia republicana será, sin embargo, finalmente doblegada con ayuda del fuego de la 8ª Bandera tras la conquista por parte de ésta última de la Ermita de la Bastida. El Batallón de Mérida nº1 ocupará la cota 580, la Venta de Juan Antonio, la cota 660, la casilla de peones camineros al oeste de la carretera a Piedrabuena y la Casa del Alamillo, teniendo por objetivo la línea Cigarral de la Inmaculada-Palacio de la TintaVértice Pozuela-El Laderón.

La Orden de Operaciones nº 1 emitida por el Estado Mayor de Esteban Infantes nos aporta detalles de interés sobre cómo habían de ejecutarse dichos trabajos18:

Apoyándose en la ocupación previa de la Casa de Loches y la cota 660, la I compañía del Batallón de la Victoria nº 3 ocupará la cota 620, mientras que el resto del batallón se establecerá en el camino de Loches. El Batallón de Tiradores de Ifni establecerá una base de fuegos en la línea Cigarral del Carmencruce de carreteras-Vértice Pozuela, ocupando después en su avance la cota 690 y las cercanías al sur de la Casa del Guarda y su línea con el molino de viento. Tendrá como límite de su avance el arroyo Pozuela. La misión del Tabor de Ifni-Sáhara será la de guardar el flanco izquierdo del avance franquista.

“Los ocho puntos de apoyo [Mogote de la cota 520, cruce de caminos de Corral Rubio y Hernán Páez, cota 610, casa del guarda de Loches, cota 660, casilla de peones camineros y casas inmediatas al oeste de la carretera a Piedrabuena, cota 690 y, por último, inmediaciones al sur de la línea casa del guarda-molino de viento] estarán formados por islotes de

18 SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.28.

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Fig. 27. Sábado, 8 de mayo. Primeras reacciones republicanas.

resistencia con alambrada y comunicaciones enterradas. Deberán cruzar fuegos por el frente, flancos y retaguardia. Además de estos ocho puntos de apoyo se fortificarán los cuatro elementos de resistencia ya indicados, a lo largo del Arroyo de Pozuela [inmediaciones de la Casa de los Salamanquinos, inmediaciones de la casa junto al camino de Argés en su cruce con la cota 550, mogote de la cota 510 y Ermita de la Cabeza”. Durante el resto del día y de la noche la actividad de las unidades franquistas en el sector no fue perturbada. La defensa republicana había quedado desarbolada19.

alcanzar la zona franquista. Se enviarán tropas a contactar con esos civiles, pero comenzarán a recibir disparos desde el pueblo en cuanto abandonan sus posiciones. Los soldados franquistas observarán también cómo se aproximan a Argés tres camiones de transporte de tropas y tres blindados, por lo que se resolverá enviar con presteza una compañía de tropas marroquíes del Batallón de Tiradores de Ifni a ocupar el pueblo. Trabarán combate con las tropas republicanas parapetadas allí, consiguiendo expulsarlas, así como rechazar a los refuerzos que se aproximaban20. Tras este episodio, los Tiradores de Ifni retornarán a sus posiciones, dejando destacada previamente alguna tropa para guarnecer la población21 (Fig. 27).

Sábado 8 de Mayo. Primeras reacciones republicanas

Estos combates son reflejo de la reacción que comienza a fraguarse en las líneas republicanas. Una de las primeras medidas que tomará el coronel Mena respecto al ataque franquista será la inmediata destitución de Uribarri al mando de la 46ª Brigada Mixta. Es necesario hablar algo más en profundidad de la situación de este antiguo capitán de la Guardia Civil y de su polémica caída en desgracia tras haber sido una suerte de héroe popular en los primeros compases de la guerra. Lamas Arroyo nos pone en antecedentes:

Al día siguiente continúan los trabajos de fortificación en las nuevas líneas nacionalistas. Durante la mañana se divisa que, desde Argés -un pueblecillo a unos 4 km al sur de la línea del frente original- avanza un pequeño grupo de hombres y mujeres. Se trata de dos familias (dos hombres y cuatro mujeres), probablemente derechistas o afines a los sublevados, que se habían resistido a la evacuación del día anterior e intentan

“De la Brigada y sector de Ulibarri [sic] venían contándose chismes y difundiéndose noticias que no parecían muy acordes unas con las otras.

19 Llegados a éste punto, Martínez Bande (1981) habla de que “La XLVI Brigada quedó arrollada totalmente”. Nos inclinamos a pensar que, si bien el descalabro fue grande, no se llegó a los extremos que propone el autor. Prueba de ello es que el material capturado en toda la batalla por los nacionalistas fue escaso (SHM, AGL, DN. 14ª Div./ L.4/C.32). Además, dos días después del supuesto arrollamiento de la 46ª Brigada Mixta sus cuatro batallones estarían listos para intervenir en la contraofensiva, repartidos entre las Agrupaciones Centro y Derecha, a razón de dos en cada una.

20 SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.32. 21 Diario La Vanguardia, 11 de mayo de 1937.

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Por una parte, existía la fama de que la columnita que tal jefe acaudillaba en un principio, convertida luego, con la organización “formal” del Ejército Republicano, en Brigada Mixta como todas las demás, era un conjunto de expoliadores que devastaba las comarcas por donde pasaba y que en todas partes cometía desafueros y truculencias a porfía.

propio Uribarri, que, en el tiempo de su reinado en el Sur del Tajo, envió a Valencia objetos de arte por valor de muchos millones de pesetas y muchos vagones de trigo y otros productos saqueados a los campesinos24”. Fuese cual fuese la condición real de Uribarri, lo cierto es que el peso de la derrota y la desbandada republicana en el sector recayó sobre él de manera justificada. Mena dispondrá que se le sustituya por el teniente coronel Arce, y decidirá partir él mismo a la zona de operaciones para obtener una visión alejada de los rumores que van llegando a su Estado Mayor, habiendo previamente ordenado el envío urgente de municiones. Lamas Arroyo nos habla de estos momentos de desconcierto:

Por otra, se le denunciaba al jefe -que ya es hora de decir que al empezar la guerra era capitán de la Guardia Civil, pertenecía a mi promoción y tuvo siempre fama de ser algo chaladocomo protector de muchos de su cuerpo, acusados y aún castigados o escapados a la persecución implacable sufrida por la Benemérita donde quiera que triunfase el Frente Popular. Tenía, es verdad, para Jefe de Estado Mayor, al capitán del cuerpo, Soto, a quien había sacado del barco prisión de derechistas en Valencia. Y como ayudante, a un comandante de la Guardia Civil librado de la furia y saña de los milicianos levantinos y por él acogido y defendido.

“Abundaba yo en la idea de que la cosa se podía poner seria, por saber como sabía el triste estado de todo el sector. En el que las municiones, prácticamente, se hallaban a cero o muy poquito menos. La artillería puede decirse que no existía. La coordinación de las desperdigadas fuerzas imposible resultaba casi... Un soberbio cuadro en fin... Mena mandó por delante todas las municiones de que pudo disponer e hizo apremiantes pedidos para remediar a última hora lo que no se había tomado en consideración durante meses... Fue empleado el sistema de la galleguiña... “O sábado a noite María colle a roca”.

Se señalaba, además, en contra de Ulibarri, el tener establecida en Urda una escuela de mandos, que se hallaba en manos de profesores pertenecientes al mismo cuerpo; todos también refugiados por política y hombres probos camuflados bajo tal función, de seguro más aparente que real22”.

[…]

Donde Lamas Arroyo ve contradicción puede que no hubiese tal cosa. Teniendo en cuenta el historial de Uribarri, referido más arriba, es probable que se tratase de un convencido de la causa de la República, pero también con veleidades de cacique; y que, al mismo tiempo, tratase de proteger a antiguos compañeros de la Guardia Civil previa a la guerra. O incluso que los desencuentros iniciales con otros líderes republicanos como Bayo y la pasividad propia del frente estático del Sur del Tajo hubiesen minado su moral y empuje iniciales. Las prácticas de saqueo y represión contra la población bajo su autoridad militar debieron ser graves. La presión de la que eran objeto los campesinos llegó a causar huidas masivas a través del Tajo hasta territorio franquista23. El juicio de Líster para con Uribarri será mucho más duro:

Y salimos de estampía, tomando la ruta de Piedrabuena. Para encontrar a la llegada un despiste bastante notable, aunque los nacionales no apretaban ya ni, al parecer, trataban de aprovechar las ventajas del inicial golpe y el desbarajuste consiguiente25”. Al llegar al pueblo de Cobisa, ya al atardecer, Lamas Arroyo se encuentra con un grupo de asesores soviéticos inspeccionando la zona, con lo que deduce que la situación puede ser grave, pues, desde los días de la batalla de Madrid ha tenido ocasión de verlos siempre en las zonas de más peligro. También encuentra allí a Uribarri, quien pese a su destitución aún se encontraba en el área. Con ellos saldrá a las afueras del pueblo, donde es capaz de vislumbrar, desde la torre de una iglesia en ruinas, las tropas franquistas del Batallón de Mérida que cubrían las labores de fortificación en lo que probablemente se tratase de El Laderón o Pozuela: “Y aunque no fuese posible precisar el contorno de los puestos conservados por los rojos, así que alcancé a ver, como a dos kilómetros y medio o tres, algunas tropas desplegadas. Nacionales sin ningún género de duda, por la forma correcta de hacerlo; aunque no se oyeran tiros de su parte ni de la contraria26”. Con la cercana visión de los que consideraba los suyos, Lamas Arroyo reúne el valor suficiente para un nuevo intento de pasarse a las líneas nacionalistas. Para ello, elude mencionar que ha visto tropas enemigas y propone acercarse aún más al frente y tratar, desde un cerro cercano, de obtener una visión más clara de la situación. Para su sorpresa, Uribarri acepta la propuesta. Juntos se separan del grupo y se adelantan, llegando a ver incluso las

“Este “caballero” actuó allí como un verdadero señor feudal. Él era quien ordenaba, encubría y aprobaba esas fechorías, persecuciones y robos de que nos habían hablado en Gálvez y que luego pudimos confirmar por los testimonios de los vecinos y las autoridades civiles de muchos pueblos, en numerosos casos con declaraciones escritas de esas autoridades. Su propio Estado Mayor era un nido de fascistas. Hijas de los fascistas y los caciques eran las queridas de los oficiales de ese Estado Mayor. Mientras tanto, los antifascistas, los miembros del Comité del Frente Popular, estaban en la cárcel de Mora. El mayor beneficiario de los robos y saqueos fue el

22 Ibidem. p 336. 23 Santiago Álvarez, en su informe al Comisariado de Guerra (SHM, AGL, DR, A.70/L.1064/C.3), habla de trescientas familias, mil doscientas cabezas de ganado y personal de Transmisiones de la 46ª Brigada Mixta. Estos datos los confirma Lamas Arroyo, hablando de que en la zona de La Ventosilla había fugas a diario a territorio nacionalista, y que recientemente había habido una huida de “un montón de guardias con treinta y tantos paisanos y millares de cabezas de ganado” (Lamas Arroyo, A. Unos y otros, op. cit., p. 342).

24 Líster, E. Nuestra guerra. Memorias de un luchador. Silente, 2007, p. 190. 25 Lamas Arroyo, A. Unos y otros, op. cit., p. 342. 26 Ibidem, p. 343.

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para organizar junto a las fuerzas locales una contraofensiva de contención de la supuesta amenaza, supeditando siempre su autoridad a la del coronel Mena.

siluetas de posibles soldados de Franco contra la escasa luz del atardecer, a un centenar de metros. Ambos se echan cuerpo a tierra con intención de continuar, pero los asesores rusos les conminan a volver. Resignado, Lamas Arroyo vuelve a las líneas gubernamentales, reflexionando sobre si la intención de Uribarri sería la misma que la suya.

Ante la ineficaz respuesta inmediata republicana previa a la llegada de Líster, Esteban Infantes decidirá retirar a las fuerzas que no sean imprescindibles para vigilar las nuevas posiciones33. Tras dar órdenes en ese sentido, traspasará su mando al teniente coronel Guillermo Emperador, jefe del Sector de Toledo. Cuando la contraofensiva republicana se desencadene con fuerza al día siguiente, el proceso de repliegue de las tropas sobrantes aún estaría en marcha34.

Por su parte, el coronel Mena, al llegar a Mora de Toledo -el cuartel general de la 46ª Brigada, a escasos 15 km del nuevo frente- comienza a diseñar un plan para efectuar un reconocimiento y tratar de evaluar el verdadero alcance del ataque de los nacionalistas. También pretende entorpecer en la medida de lo posible sus trabajos de fortificación con vistas a una contraofensiva en toda regla27. Con anterioridad parece ser que Uribarri había bombardeado las avanzadillas franquistas con algún resultado28, aunque los partes de la Brigada de Esteban Infantes ni siquiera mencionan este hecho29.

En la noche del mismo día 8, llegan camiones a la zona con las primeras tropas de Líster, procedentes de sus acuartelamientos en el madrileño pueblo de Hortaleza: dos batallones de su división. Líster y el comisario político de su División, Santiago Álvarez, se adelantarán, llegando a Mora en busca de noticias. Al llegar al puesto de mando de Mena lo encontrarán ya acostado. Proviniendo de una unidad como la 11ª División, famosa por su disciplina, las imprecisas noticias del frente enemigo -o incluso de las fuerzas propias, aún sumidas en la confusión- que el coronel les proporcionará reforzarán su mala imagen sobre el estado de dejadez del sector. Mena dará la orden a Líster de que sus fuerzas se acantonen en Gálvez y Polán, en la carretera de Navahermosa. La 1ª Brigada se instalará en Gálvez y la 9ª en Polán y Guadamur, pueblo vecino que había quedado como tierra de nadie tras la desbandada del día anterior.

Los planes en los que Mena trabajará hasta avanzada la noche resultarán demasiado ambiciosos para la situación de caos que se vive en las líneas republicanas. No tendrán apenas resultados por la desorganización y la dispersión de fuerzas de la 46ª Brigada Mixta, con la que contaba para la maniobra. A lo único que se llegará será a sostener el mencionado combate en Argés contra los Tiradores de Ifni, así como a hacerse una idea difusa de las nuevas posiciones franquistas, lo que le llevará a sobrestimar la amenaza. A la caída de la tarde, cuando la escasa artillería disponible pudo organizarse, se emprendió un bombardeo sobre las posiciones rebeldes, también sin grandes resultados.

Al llegar la plana mayor de la 11ª División a Gálvez, se encontrará con un ambiente enrarecido. El miedo al despotismo de Uribarri y su brigada tenía a los campesinos del pueblo encerrados en sus casas, y temerosos de cualquiera con aspecto de soldado o miliciano. Además, allí Líster y sus mandos tendrán ocasión de asistir nuevamente al caos y el desconocimiento general de la situación militar. El comandante militar de Gálvez ignoraba la ubicación exacta del frente, por lo que se tendrá que acudir al alcalde. Éste confirmó a Líster las noticias sobre la opresión a la que Uribarri los tenía sometidos, y el miedo con el que vivía la población civil de la zona. Santiago Álvarez, organizará un acto de urgencia para levantar la moral de los habitantes de Gálvez, hacerles recuperar la confianza en el ejército republicano y prometerles que su situación iba a cambiar de inmediato35.

En esos momentos las noticias sobre el ataque franquista habrían llegado ya al alto mando republicano. Dada la confusión imperante en el sector en lucha, las informaciones que lleguen al cuartel general del Ejército del Centro que manda el general Miaja en Madrid harán temer a éste que el enemigo haya emprendido una operación de ruptura del frente, en lugar de la rectificación de líneas que en realidad estaba teniendo lugar30. De inmediato el coronel Rojo, jefe de Estado Mayor de Miaja, convocará al mayor de milicias Enrique Líster31, a quien enviará de inmediato al Sur del Tajo con su prestigiosa 11ª División y otras fuerzas -la 113ª Brigada, de reciente creación32-

Tras la labor política, Líster recabará informes sobre el emplazamiento del enemigo. Descubrirá que la situación no era tan grave como le habían indicado en Madrid, pero que aún así la penetración franquista había sido considerable. Fuerzas de caballería de la 46ª Brigada le informarán que el enemigo se encontraba en las lomas cercanas a Torre Cervatos, unos 4 o 5 km al este de Guadamur36.

27 SHM, AGL, DR. a.68/l.1020/c.1. 28 Lamas Arroyo, A. Unos y otros, op. cit., p. 342. 29 SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.32. 30 Martínez Bande, J.M. La batalla de Pozoblanco, op. cit., p 100. Sobre este particular disiente Salas Larrazábal en su Historia del Ejército Popular de la República, para quien lo pretendido por Miaja es eludir las peticiones de fuerzas que de continuo le hace Largo Caballero para la proyectada ofensiva estratégica que el presidente de gobierno tiene proyectada en Extremadura y con la que Miaja está en desacuerdo. Nos inclinamos a pensar que esta opinión carece de fundamento, y responde a la caracterización imperante en toda su obra de Miaja como un personaje de gran astucia, frente a Vicente Rojo, a quien Salas desacredita. No tiene sentido que Miaja sea tan conservador con sus fuerzas y a la vez envíe a la selecta 11ª División a una operación que la reportará un considerable desgaste.

Junto con las fuerzas de Líster llegará también la 113ª Brigada Mixta, creada dos meses atrás en Almagro, con tropas de

33 SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.28. 34 Martínez Bande, J.M. La batalla de Pozoblanco, op. cit., p. 101.

31 Líster, E. Nuestra guerra, op. cit.,. p. 188.

35 SHM, AGL, DR, A.70/L.1064/C.3.

32 Salas Larrazábal, R. Historia del Ejército Popular de la República, Tomo I. Madrid, 1973-84, p. 1079.

36 Ibidem.

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Fig. 28. Domingo, 9 de mayo. Comienza la contraofensiva.

leva. Se hallaba destacada en Extremadura con vistas a participar en la proyectada -y nunca ejecutada- ofensiva para dividir en dos la zona franquista. La mandaba el teniente coronel Francisco Mejide Gurrera, quien provenía del ejército profesional de antes de la guerra. Ocupó el cargo de comandante militar de Málaga antes de otorgársele el mando de la nueva brigada37. Sus fuerzas se situarán a la derecha de Líster, junto con las fuerzas locales de la 45ª Brigada y los restos de la 46ª.

fuerzas nacionalistas que a lo largo de los combates llegarían a totalizar unos seis mil hombres, once baterías y varias piezas antitanque. Domingo 9 de mayo. Comienza la contraofensiva Al amanecer se desencadena el ataque republicano. Los hombres de Líster avanzan desde sus posiciones en las cercanías de Guadamur casi a ciegas, sin saber dónde se encuentra exactamente su enemigo ni de qué fuerzas dispone39. A las 8 de la mañana, las avanzadillas de ambas fuerzas traban contacto entre los kilómetros 7 y 9 de la carretera de Navahermosa a Toledo: tres carros soviéticos contra la infantería franquista. Tras este breve combate, las tropas se retiran y se despliegan para la lucha, aunque la 11ª División deberá reprimirse y esperar. Está previsto ejecutar una acción de distracción sobre las posiciones franquistas más al este, con el objetivo de que se envíen refuerzos al lugar equivocado. El tren blindado al servicio de la Agrupación Derecha abre fuego contra la zona norte del Tajo, los pueblos de Mocejón e Higares, unos 10 kilómetros al nordeste de Toledo, en segunda línea40. Después, en la cabeza de puente de Alijares, los cañones republicanos abren fuego. Tras la barrera artillera, la infantería mandada por González Pando se lanza a la carga. Tras ser rechazada, concluye la finta y el peso de la batalla se traslada al oeste (Fig. 28).

Desde su puesto de mando en Mora, Mena formará tres agrupaciones para emprender de inmediato la contraofensiva38: “la Agrupación Izquierda, al mando del propio Líster y conformada por su 11ª División con el apoyo de una compañía de tanques T-26 mandada por el capitán Juan Barbero; la Agrupación Centro, al mando de Mejide, compuesta por dos batallones de la 46ª Brigada Mixta y uno de la 113ª, contando con el Batallón Murcia de la 45ª como reserva; así como con el apoyo de dos piezas de artillería ligera; y la Agrupación Derecha, con los dos batallones restantes de la 46ª Brigada Mixta, el Batallón Dimitrof de la 45ª, una batería de 75 mm. y la compañía de autoametralladoras, así como un tren blindado, todo ello mandado por el comandante González Pando”. Mena retendrá los tres batallones restantes de la 113ª Brigada Mixta como reserva general. Alrededor de diez mil hombres, apoyados por tres baterías de artillería y un batallón de tanques, se enfrentarán en los próximos días en batalla a las

Ya avanzada la mañana comienza el ataque, especialmente fuerte en el sector de Pozuela. Hay una intensa preparación

37 http://www.sbhac.net/Republica/Fuerzas/EPR/EprL/BM113.htm .

39 SHM, AGL, DR. A.70/L.1064/C.3.

38 Salas Larrazábal, R. Historia del Ejército Popular de la República, op. cit., Tomo I. p.1079.

40 SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.28.

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Fig. 29. Lunes, 10 de mayo. Contraofensiva republicana.

artillera, apoyada con fuego de mortero y el de los cañones de 45 mm. de los carros de combate rusos. Las avanzadillas franquistas se retiran a las trincheras recién cavadas, y la infantería republicana comienza el asalto, parapetada tras unos doce o dieciocho tanques. La idea de maniobra es un ataque en pinza con las Agrupaciones Izquierda y Central contra las cabezas de puente, mientras la Derecha mantiene la presión por Los Alijares. Las fuerzas al mando de Mejide desalojan de Argés a las fuerzas enemigas, reconquistando el pueblo41. Los tanques abren brechas en las alambradas, por las que se desliza la infantería. La lucha llega a las trincheras, y los franquistas resisten a duras penas el empuje. Las posiciones de los Tiradores de Ifni en la zona de la Quinta de Mirabel serán atacadas con dureza. El asalto será también especialmente fuerte más al oeste, en la zona de Loches y El Alamillo, donde los hombres de Líster combatirán contra el Batallón de Mérida42.

más43. La fiereza de los combates sólo consigue decrecer con la llegada de la noche, durante la cual continuará algún tiroteo esporádico. Los cadáveres jalonan el paisaje de los cerros toledanos. Un tanque soviético que los franquistas han logrado inutilizar es remolcado de vuelta a las líneas republicanas44.

Lunes 10 de mayo. Prosigue el contraataque republicano Apenas se han apagado los ecos de los disparos de la jornada anterior, que duraron hasta la madrugada, cuando se reanuda la ofensiva republicana. A las 9 de la mañana del día 10 estallan los proyectiles contra los parapetos franquistas. La metralla comienza a cobrarse sus víctimas. La preparación artillera es brutal, centrada sobre los puntos de resistencia. La aviación hace su aparición, bombardeando las posiciones y ametrallando las líneas de suministro. La situación para Emperador es comprometida, pero los refuerzos comienzan a fluir. Llegan a su poder cinco baterías más de artillería, y por fin tropas de refresco: las banderas del Tercio IV y VI45 (Fig. 29).

Todo este dispositivo caerá sobre el teniente coronel Emperador. Hay que recordar que Guillermo Emperador Iriarte es un comandante habilitado como teniente coronel para poder mandar efectivos del tamaño de un batallón o, como máximo, un regimiento. Las fuerzas que acaban de quedar bajo su autoridad excederán con mucho este empleo. Abrumado por la situación, comienza a pedir refuerzos. A lo largo del día éstos comienzan a fluir. La ya considerable potencia artillera nacionalista en el sector será reforzada con dos baterías ligeras

El ataque de la infantería republicana será precedido, en esta ocasión por once carros de combate. Los franquistas, se defienden a base de bombas de mano y botellas de gasolina. El escenario de los combates más enconados del día será la llamada “posición nº 7”, en torno a la cota 690, al sur del Laderón. Esta posición, ya castigada en la lucha de la jorna-

41 Según información aparecida en el diario La Vanguardia, 11 de mayo de 1937, que cuadra con la Orden de Operaciones de Mena del día 10 (SHM, AGL, DR. VII C.E./L.951/C.1).

43 Martínez Bande, J.M. La batalla de Pozoblanco, op. cit., p. 101. 44 SHM, AGL, DN. I C.E/L.35/C.2.

42 Basado en la relación de oficiales y tropa distinguidos de la 4ª División (SHM, AGL, DN. 14ª División/L.1/C.1).

45 Martínez Bande, J.M. La batalla de Pozoblanco, op. cit., p. 101.

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ala derecha, con el fin de concentrar su fuego y resultar decisiva frente a la superioridad numérica de la artillería franquista51.

da anterior, será sin duda la más disputada de toda la batalla. Cambiará de manos en varias ocasiones, y será escenario de ataques suicidas y defensas desesperadas. En los combates del día 10, el asalto republicano será tan implacable que las tropas del Batallón de Mérida que la guarnecían acabarán quedándose sin oficiales. Dos sargentos y un brigada de complemento -quien también acabará por caer herido- tendrán que asumir el mando, ordenando un repliegue hasta las trincheras en las inmediaciones de la casa del guarda y el molino de viento, más al norte. Finalmente, los republicanos conseguirán apoderarse de la cota, aunque no por mucho tiempo. La recién llegada 6ª Bandera de la Legión será enviada a recuperar la posición perdida, enviando sucesivamente sus compañías al intensificarse el combate a lo largo de la tarde. Allí comenzará el goteo de muertos y heridos, los primeros de muchos46.

Mena, como hemos podido ver, está ya haciendo uso de sus reservas en primera línea. Con los refuerzos que recibe Emperador el día anterior, los combates del 11 de mayo serán en los que más fuerzas lucharán simultáneamente. La batalla alcanza su culminación. De madrugada, comienza el tronar de los cañones al este. La preparación artillera dura media hora. Los hombres de González Pando se lanzan al ataque. Tras los combates, el Palacio de la Sisla quedará en manos republicanas52. Pero no todo será tan sencillo para las fuerzas de Mena. Los combates arreciarán contra las posiciones del sur y el oeste de la cabeza de puente. La superioridad artillera franquista se hace patente, contrarrestando el empuje de los tanques. Las tropas de Líster atacan sucesivamente en dirección al Convento de San Bernardo precedidos de diez tanques, pero el tiro certero de los cañones enemigos desbarata sus cuatro asaltos53. Las prospecciones en el Cigarral de Menores han puesto de manifiesto el empleo de los famosos antiaéreos Flak 18 de 88 mm en la cabeza de puente de San Martín, quizá en su primer uso contracarro, lo que explicaría la precisión de la artillería franquista al rechazar los blindados soviéticos54.

Los tanques republicanos se están viendo en aprietos ante la infantería franquista, que, con botellas de gasolina logra prender fuego a alguno de los carros de combate rusos, labor en la que destacan las tropas marroquíes47. Líster da testimonio de ésto: “Participaron con la 11ª División los tanques del 1º batallón, que tuvo -como en acciones anteriores- una magnífica actuación. El capitán Juan Barbero, que mandaba todos los tanques agregados a la División, después de pasar y repasar las trincheras enemigas para destruir sus alambradas, al ver incendiarse su tanque, se lanzó con éste por un terraplén y, a cubierto del fuego enemigo, pudo apagar el incendio y volver de nuevo al combate”48.

Pero, nuevamente, la posición más comprometida de la batalla será la cota 690, en Pozuela. La 6ª Bandera de la Legión proseguirá la enconada defensa de la “posición número 7”, con órdenes de defenderla a todo trance. Los republicanos, conscientes también de la importancia de dicha posición, la asaltarán hasta siete veces, precedidos de bombardeos y entre doce y dieciocho carros de combate. La posición, clave de todo el sector, cambiará de manos varias veces a lo largo del fatídico día55. El teniente coronel al mando de la 6ª Bandera, Andrés Fernández Cuevas, caerá herido al llegar los tanques a pocos metros de la trinchera, y no podrá ser evacuado hasta dos horas después. Las ambulancias franquistas, un kilómetro a retaguardia observarán cómo se recrudece el combate en lo alto de la loma, con ráfagas de ametralladora, disparos de fusil y explosiones que no cesan, y decidirán retirarse ante la cercanía del enemigo. El fuego preciso de los “chispún”, los temidos cañones de 45 mm. de los carros rusos que campan ya por la desdibujada trinchera, destruirá las ametralladoras de los defensores, quienes se tendrán que defender con bombas de mano y a tiro de fusil por las mirillas de los tanques, entre gritos de auxilio y vivas a España56. Llega la hora de calar bayonetas y lanzarse al crudo cuerpo a cuerpo. El combate rebasará la primera línea, y llegará hasta las posiciones de morteros de la 6ª Bandera, donde sus servidores se verán obligados a dejar sus armas y combatir fusil en mano57. Al mando de una sección de infantería de la Bandera, el alférez

Los franquistas, pese a los retrocesos puntuales, siguen empecinados en la defensa. Al final de la jornada reclaman el derribo de un avión49. Por otra parte, los avances republicanos invitan al optimismo, y el coronel Mena, al final de la jornada, emitirá una orden particular en la que especula con forzar el cruce del Tajo y obligar a los nacionalistas a evacuar la propia capital toledana50.

Martes 11 de mayo. El final de la batalla El plan republicano para el día 11 será análogo al de los días anteriores. Líster, desde el ala izquierda, presionará las posiciones del oeste de la cabeza de puente, teniendo por objetivo el Cigarral de Villanueva, la Ermita de la Bastida y el PalacioConvento de San Bernardo. El centro del dispositivo, al mando de Mejide, atacará Pozuela, empleando ya al Batallón Murcia ante la dificultad del objetivo, así como contando con otro batallón de la reserva general a su disposición en las inmediaciones de Argés. La Agrupación Derecha de González Pando atacará en dos direcciones: contra los Alijares, al este; y contra el Palacio de la Sisla, al oeste, hacia donde dirigirá su esfuerzo principal. La artillería disponible se pondrá también a disposición del

51 Ibidem. 52 Semanario Gráfico Estampa, 15-5-1937. 46 SHM, AGL, DN. 14ª División/L.1/C.1.

53 SHM, AGL, DN. I C.E/L.35/C.2.

47 Ibidem.

54 Barroso Cabrera R. et al. op. cit.

48 Líster, E. Nuestra guerra, op. cit., pp. 189-190.

55 Ibidem.

49 SHM, AGL, DN. I C.E/L.35/C.2.

56 B.O.E., 2-10-1937.

50 SHM, AGL, DR. VII C.E./L.951/C.1

57 SHM, AGL, DN. 14ª División/L.1/C.1.

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Fig. 30. Martes, 1de mayo. El final de la batalla.

provisional Juan José Orozco Massieu encabezará uno de los contraataques, retomando la línea de trincheras en una carga a la bayoneta. Gravemente herido, se resistirá a la evacuación, y se defenderá del nuevo ataque republicano arrojando bombas de mano a los tanques. Finalmente, será herido nuevamente de gravedad, pero permanecerá en su puesto hasta que el ataque sea repelido. Aún cuando se lo lleven conservará fuerzas para dar “vivas a España y a la Legión”58.

bujada, plagada de cráteres testimonio de los fieros bombardeos que sufrió, lo que nos hace pensar en los testimonios de los protagonistas del combate, que hablan de que la “posición número 7” quedó borrada por la artillería. Las recientes prospecciones arqueológicas en la zona nos hablan de una alta concentración de esquirlas de metralla, así como fragmentos de espoleta de los proyectiles de 45 mm. de los T-26 soviéticos61. También es reseñable el alto número de vainas de cartuchos de fusil con marcajes nacionalistas y alemanes en la trinchera y la escasez, por contra, de proyectiles impactados, lo que podemos interpretar como resultado de los brutales combates cuerpo a cuerpo, a la bayoneta, que tuvieron lugar tras los sucesivos asaltos.

La acción heroica del alférez Orozco será la comidilla del Hospital de las Damas Nobles de Toledo, donde serán evacuados los heridos. Se le hará acreedor de la más prestigiosa condecoración del ejército franquista, la Laureada de San Fernando individual, rara vez otorgada si no es a título póstumo59. La 6ª Bandera de la Legión también recibirá dicha medalla en su versión colectiva por su enconada defensa de la “posición número 7”, en la que sufrirían bajas superiores al cincuenta por ciento de sus efectivos. La 8ª Bandera tendrá que acudir, ya al atardecer, en ayuda de los exhaustos legionarios60.

Pese al valor derrochado por sus hombres, Yagüe montará en cólera por las pérdidas territoriales, cargando contra los mandos del sector, llegando a decir de ellos que “merecían el fusilamiento o, cuanto menos, la expulsión del ejército”62. En esta fase crítica de la batalla abundan los actos heroicos en ambos bandos. Líster recuerda el caso de “Talento”, un corpulento gallego del 4º Batallón de la 1ª Brigada Mixta, que rebasó a la carrera, con una pesada ametralladora al hombro, los tanques que encabezaban el ataque, emplazándola a escasos metros de las trincheras enemigas de la cota 610 y ba-

Aún a día de hoy, casi setenta y cinco años después de los acontecimientos, el terreno en torno a la disputada posición sigue mostrando las cicatrices de la guerra. La trinchera aparece desdi-

58 B.O.E., 19-2-1939.

61 Barroso Cabrera, R. et al., op, cit.

59 Diario ABC, 13-9-1940

62 Salas Larrazábal, R. Historia del Ejército Popular de la República, op.cit. Tomo I. p. 1079.

60 B.O.E., 2-10-1937.

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Miércoles 12 y jueves 13, de Marzo. El fin de los combates

rriéndolas con su fuego. Como trofeo, al día siguiente llevó al puesto de mando de Líster un capote forrado de piel, la prenda característica de los oficiales franquistas, arrebatado al cadáver de su dueño63. De la crudeza de los combates también da testimonio Santiago Álvarez:

En efecto, el día 12 remitirá la intensidad de la lucha. Aunque la orden de operaciones es muy clara en su sentido ofensivo, las tropas republicanas no se mueven de sus posiciones. Lamas Arroyo habla de la actitud insubordinada de Líster, quien ignora a voluntad las órdenes superiores:

“Lo que representaron aquellos combates para las fuerzas contrarias, pude volverlo a comprobar pasados los años. Cuando, el 3 de junio de 1946, fui trasladado a la Prisión Provincial de Logroño, me encontré en ella con un oficial que estaba de Jefe de Servicios de la Prisión, cuya unidad, según él mismo me explicó, había sido prácticamente aniquilada por nuestras fuerzas en Cerro Negro64. Don Juan José González Rupérez, que así se llamaba, fue gravemente herido en la cabeza y evacuado de la posición cuando sólo le quedaban siete soldados de su compañía”65.

Llegó una orden del Ejército que disponía la reconquista de Pozuela y la Casa de Legua, objetivos que, en los días de alumnado y profesorado en el Alcázar, lo fueron de tantos temas y ejercicios.. Pero, por fortuna, como Líster era tan “gran potencia”, no había más que transmitir los deseos del Alto Mando y él solo se las agenciaba para preparar y desarrollar lo que... quería. Únicamente pedía suministro... y verdaderamente, después de eso, era bastante natural que se remontara y enfureciera si, eso poco que pedía, no se le concedía o se le escatimaba y regateaba demasiado68.

Las bajas en ambos bandos crecerán dramáticamente. Se tendrá que organizar una reunión entre los comisarios de la 11ª División para tratar de buscar medidas para paliar las bajas entre los oficiales y los comisarios de la unidad66. El endurecimiento de los combates hará olvidar al Estado Mayor del coronel Mena su optimismo del día anterior. Se han efectuado avances, en algún caso de importancia, como la toma del Palacio de la Sisla, pero a un coste en sangre muy alto. El elevado número de piezas de artillería que Emperador ha conseguido poner en liza está resultando un gran obstáculo para la infantería republicana, que se ve obligada en la mayoría de los casos a cargar pendiente arriba prácticamente sin cobertura. Y la tenaz resistencia de los franquistas en las posiciones clave ha convertido la lucha en una batalla de desgaste para la que los republicanos, con sus precarias líneas de comunicación, no están preparados. Al terminar la jornada se emite una orden de operaciones desde el Estado Mayor de Mena en la que se reconoce no haber alcanzado los ambiciosos objetivos previstos en la orden previa67. Se ponen también de manifiesto en dicho documento de manera implícita errores de comunicación y coordinación dentro de las propias unidades republicanas, muy probablemente fruto de los precarios sistemas telefónicos y de enlace que observó Lamas Arroyo en su llegada al frente. Pese a que la orden insiste aún en la ofensiva, se observa una cierta tibieza en estas órdenes, mientras que se pone acento en la necesidad de consolidar lo conquistado y emprender trabajos de fortificación. Es una manera velada de reconocer que el ímpetu inicial se está perdiendo, y que hay que pasar a la defensiva (Fig. 30).

El problema de la escasez de municiones será realmente grave. Ante una operación de rectificación de líneas emprendida por los franquistas esa misma tarde, las tropas sólo podían permitirse actuar a la defensiva, como pone de manifiesto el informe al Comisariado de Santiago Álvarez: El enemigo contraatacó fuertemente el día 12 a las seis de la tarde utilizando aviación que ametralló nuestras líneas y tres Baterías de Artillería más una nueva Bandera del Tercio. Nosotros no pudimos volver a contraatacar porque nos faltaba en primer lugar munición de fusil y no teníamos ni un solo tiro de artillería. Aunque las posiciones nuestras eran las mismas, la situación no era muy buena por la falta de material pues parecía que a nosotros no querían darnos municiones, apesar[sic] de pedirla todos los días a la Agrupación el Coronel Mena. Éste nos decía que no se le facilitaban a él de los Organismos Superiores69. Donde Álvarez intuía sabotaje puede que lo hubiera, pero es probable que la situación de carestía de municiones se debiese más al caos logístico del frente. Líster hizo gala de su carácter enfrentándose al Estado Mayor de Mena, aún ignorante de que su jefe, Lamas Arroyo, era un traidor. Así lo relata el mismo Lamas: Por mi parte tuve un pequeño encuentro con el caudillo popular, debido al precario servicio de municionamiento, de cuya calamitosa eficiencia y estado, bien lo sabe Dios..., no era yo el único y directo responsable. La cosa fue que no se le pudo suministrar toda la munición que apetecía, pese a que yo -no tan tonto como pudiera parecer- ya me había “cubierto la pinta” cursando pedidos amplios... Aunque bien convencido de que no llegarían oportunamente ni el 50 por ciento de la cantidad solicitada. Y, claro, tampoco se alcanzaría a suministrar sino en tal proporción, encima de hacerse con retraso...

63 Líster, E. Nuestra Guerra, op.cit, p. 189. 64 Posiblemente Álvarez se refiere al nombre con el que los republicanos bautizaron la cota 610, frente a las posiciones de San Bernardo-La Bastida, donde, según los partes franquistas, la lucha fue especialmente intensa. 65 Álvarez, S. Memorias. T. II. Sada, 1985-97, p 201. 66 SHM, AGL, DR. A.70/L.1064/C.3.

68 Lamas Arroyo, A. Unos y otros, op. cit., pp.347-348.

67 SHM, AGL, DR. VII C.E./L.951/C.1

69 SHM, AGL, DR. A.70/L.1064/C.3.

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Fig. 31. Miércoles y jueves, 12 y 13 de mayo. Fin de la lucha.

Causa de que el “pollo” me honrara con una nota de su puño y letra, que, hasta no hace mucho tiempo, he conservado en mi poder. La cual venía a decir poco más o menos: “Advierto que no estoy dispuesto a tolerar ni permitir que sigan saboteándose mis pedidos de municiones...[El subrayado es del autor]”70.

litar colectiva. La agotada 6ª Bandera del Tercio será también relevada, en este caso por el 2º Tabor de Larache. Además, se reforzará la línea con la 10ª Bandera de la Legión72. A pesar de la antes comentada rectificación de líneas por parte de los franquistas, el 12 de mayo supondrá el inicio del agotamiento de la lucha. Contradiciendo a los temores del mando republicano, el enemigo no pasará de nuevo a la ofensiva. Una de las mayores preocupaciones del Estado Mayor de Mena sería la posible aparición de tanques enemigos73, pero no llegará a producirse.

Las municiones no serán el único material que escasee para los sufridos republicanos, ya que, en los días en los que la 11ª División ocupó el frente no se les proporcionaron ni alambradas ni sacos terreros con que fortificarse, teniendo que acudir a la ayuda de campesinos voluntarios de los pueblos cercanos para levantar parapetos y cavar trincheras.

El día 13, pese al estancamiento de los combates, el coronel Mena insistirá en una orden en ocupar el vértice Pozuela y el espolón al oeste del Palacio de la Sisla74. El peso de la proyectada ofensiva recaería sobre la 11ª División, pero sus fuerzas no se llegan a mover. La aviación franquista hostigará la línea republicana ese día y el 1475, pero no se emprenderán más operaciones de calado, salvo tiroteos esporádicos y algún fuego artillero y de morteros76. La batalla, tras una semana de lucha, podía darse por finalizada (Fig. 31).

En el campo franquista, la relativa calma será también aprovechada para reparar las quebrantadas defensas. Proseguirá asimismo el relevo de las unidades más castigadas, caso del Batallón de Tiradores de Ifni, que en los asaltos republicanos al Laderón-Pozuela en los días 9 y 10 sufriría gran cantidad de bajas y aún así lograría la captura de un T-2671. El 12 de mayo finalmente los Tiradores serán sustituidos por el 5º Tabor de Regulares de Larache. Su comportamiento en el combate del Sur del Tajo sería motivo de la propuesta para la Medalla Mi-

72 Martínez Bande, J.M. La batalla de Pozoblanco, op. cit., p. 102,

70 Lamas Arroyo, Unos y otros, op. cit., p.347.

73 SHM, AGL, DR. VII C.E./L.951/C.1

71 SHM, AGL, DN. 14ª División/L.1/C.1. El mando franquista, consciente de la debilidad de sus unidades acorazadas frente a los tanques soviéticos, promovió la captura de T-26 en buen estado para emplearlos contra sus antiguos propietarios, llegando a ofrecer hasta 500 pesetas de la época como recompensa.

74 Ibidem. 75 SHM, AGL, DR. A.70/L.1064/C.3. 76 SHM, AGL, DN. 14ª Div./L.4/C.32.

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Cerro de los Palos. Líneas Nacionales Este ámbito escogido, denominado en el estudio “sector Cerro de los Palos”, comprende un espacio definido por un rectángulo de 1,5x3,5 km, el cual incluye las líneas de trincheras y posiciones establecidas a lo largo del cerro de las Lomas hasta el límite del municipio de Toledo con Argés. Este cerro es en realidad una pequeña y suave ondulación en dirección NS que comienza en el propio cerro de los Palos, y llega hasta las primeras urbanizaciones del pueblo de Argés. Esta pequeña elevación tiene cotas ascendentes desde el propio cerro de los Palos (662 m) hasta el cruce del camino que recorre la loma con el camino de las Ballestas, a una cota aproximada de 697 m, donde finaliza la zona de prospección. Las pendientes asociadas a esta elevación varían según la orientación; en líneas generales, estas pendientes son ligeramente más elevadas en las laderas orientales, donde se sitúan la mayor parte de las trincheras prospectadas, que en las occidentales Como ya se ha comentado, las trincheras estudiadas son aquellas situadas en el sector denominado “Cerro de los Palos”, que ocuparía la zona comprendida entre el vértice Pozuela y el cruce del camino de las Lomas con el camino de las Ballestas. Fueron numeradas desde dicho cerro hasta el final de la zona de prospección, localizándose finalmente en campo las siguientes:

Trinchera 2 Situada en la ladera Norte del vértice Pozuela, que recorre en sentido NS, a lo largo de 200 m aproximadamente, en línea recta. Tiene una profundidad de 30-50 cm en su parte menos colmatada. Presenta una pequeña cavidad en la zona donde se une a la trinchera 3, que pudiera ser un puesto de tirador. Se interrumpe en el corte con el camino que recorre este cerro por su base. Lo más probable es que se trate de una trinchera de desplazamiento hasta el propio vértice Pozuela, lugar donde según los planos elaborados la Sezione Topocartografica del CTV italiano se ubicaba un observatorio, se intuye que artillero, para las baterías de la unidad Santa Bárbara. Esta unidad contaba con 3 baterías de 105 mm y una de 152 mm. En la actualidad no se han documentado restos del probable puesto de observación en dicho vértice, quizás destruido tras las obras de construcción de las infraestructuras presentes actualmente. En las siguientes figuras y fotos acompañantes puede observarse tanto la ubicación de esta trinchera como su aspecto actual:

Fig. 32, 33 y 34. Localización, detalle y fotografía aérea de la trinchera 2.

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Trinchera 3 Parte de la zona media de la trinchera 2, contando ésta con cierta forma de “s”, de la cuál la anterior carecía. Bien perfilada, con la pared Norte visiblemente más gruesa que la Sur, lo cual indica que es esta orientación la que cubre dicha trinchera. Más profunda que la anterior, al menos 50 cm. Recorre aproximadamente 43 m de ladera. Tiene también un pequeño socavamiento en su zona media, en la pared posterior, por lo que no es un puesto de tirador; quizás zona de refugio/almacén.

Fig. 35-39. Localización, vistas desde la trinchera, fotografía aérea, detalle y materiales de la trinchera 3.

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Trincheras 6 y 7 Estas trincheras se engloban dentro de la posición nº 7, epígrafe bajo el cual se engloban todas las trincheras del bando nacional presentes en el sector que hemos definido como “cerro de los Palos”. En concreto, las que denominamos como 6 y 7 son en realidad una trinchera de desplazamiento que siguiendo la curva de nivel llega hasta una serie de estructuras, derruidas en su mayor parte, en el cerro vecino al vértice Pozuela por el Este. Esta trinchera de desplazamiento recorre 700 metros aproximadamente, tiene al menos tres desvíos hacia la ladera Oeste, posibles puestos de tirador u observación. Al llegar al depósito situado en el camino de la Raya la trinchera se bifurca hacia dos posiciones, cada una cubriendo una ladera del cerro de las Lomas. El estado de conservación de este sistema de trincheras es aceptable, aunque en muchos puntos están muy colmatadas, sin duda por efecto de la mayor pendiente que se da en estas laderas. Las estructuras localizadas en el extremo Norte de la trinchera de desplazamiento presentan un grado de deterioro dispar: dos de ellas, situadas en la zona superior de la loma, se encuentran derruidas; hay otra estructura algo mejor conservada, de estructura semicircular, que según algunas informaciones pudo ser un palomar empleado para guardar las palomas mensajeras. Bajando por la ladera norte, a escasos metros de los restos de los búnkeres aparecen las entradas a un refugio subterráneo contra artillería; está formado por dos estancias, en una de las cuales aún puede verse en forma de graffiti en la pared la unidad que lo construyó “41 COMPAÑÍA ESPECIAL DE ZAPADORES”, así como varios símbolos franquistas. Según los planos del CTV, en esta zona se ubicaba el observatorio de la artillería adscrita a la unidad Vittorio Veneto, que contaba con 3 grupos de artillería de 149 mm. Con respecto a la trinchera 6, se trata de una pequeña trinchera en forma de media luna con una pequeña excavación en uno de sus extremos. Por su pequeño tamaño y cercanía al refugio, pudiera tratarse de un puesto de escucha u observación avanzado. Tanto por su ubicación como por su fisonomía, parece que este conjunto de trincheras así como las posiciones a las que se asocian, a lo largo de los entrantes del cerro de las Lomas sobre el valle de la Pozuela, cubrían el sector frente a las trincheras republicanas, presentes en un primer momento, en la ladera opuesta de dicho valle. Contribuyendo a esta función hay otras estructuras, integradas dentro de la misma línea de defensa: un búnker situado en el cerro de la Mira y un puesto de observación/escucha. En cuanto a los materiales encontrados, sobresale la gran cantidad de proyectiles, muchos de ellps impactados, así como la cola de un mortero Brandt y un peine con dos cartuchos sin percutir, encontrados en la ladera que sube desde la trinchera 6 a los búnkeres de la zona superior del cerro.

Fig. 40-43. Localización, detalle, materiales y vista de las trincheras 6 y 7.

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Trinchera 9

Trinchera 10

Trinchera que rodea el cerro denominado Laderón o Narizone, por sus caras Norte y Este, de manera que contribuye a cubrir el pequeño valle asociado al arroyo de la Pozuela, cubierto en parte también por la trinchera 7. Recorre en total aproximadamente 330 metros, y presenta varios desvíos de la trinchera principal que conducen a puestos de tirador, parcialmente rellenos por material, en la parte de la trinchera que mira al Norte. Su estado de conservación es malo, se encuentra bastante rellena de sedimento, sobre todo el flanco Norte; la zona Este se conserva en mejor estado. Es en esta zona donde se detecta una mayor complejidad, con varias zonas amplias fuera de la trinchera principal, y un socavón que pudiera ser un refugio/ almacén de material, al final de la trinchera.

Pequeña trinchera que discurre desde la confluencia con las trincheras 7 y 9, a escasos metros del depósito situado en el camino de la Raya. Se trata de una trinchera en un primer momento lineal, que luego describe un semicírculo hasta el campo de cultivo; en la foto aérea parece que pudiera seguir en línea recta, sin que se haya detectado en campo evidencias de esto. Su longitud es de aproximadamente 230 metros, sin que se hayan podido identificar otras estructuras diferentes a la propia trinchera. Se conserva en buen estado la parte lineal, no así la zona semicircular, bastante desdibujada. Resaltar la presencia de escombros en mayor proporción que en las trincheras descritas hasta ahora, por la presencia cercana de viviendas. Esta trinchera, de acuerdo con los planos elaborados por la Comandancia General de Artillería del Ejército de Centro, tendría su continuación a través de los campos de cultivo aquí presentes, con la que llega hasta la trinchera 17, en la que muestra una gran profundidad y anchura, constituyendo un buen ejemplo de trinchera de transporte, para permitir tanto el desplazamiento de tropas de una forma rápida por la posición del Cerro de los Palos (posición nº 7) como vehículos. En las figuras a continuación puede observarse la distribución de las trincheras cartografiadas por el organismo previamente citado, sobre ortofoto actual.

En cuanto a los materiales encontrados en esta trinchera, destaca sobre todo un cartucho mexicano, aparecido en la pared de la trinchera que cubre el flanco Este, pared que parece engrosada con respecto a las que cubren el flanco Norte. Al aparecer en esta ubicación es presumible que esta trinchera fuera abandonada por tropas republicanas, ya que fueron las únicas que contaron con munición de esta procedencia, y al ocuparla las nacionales la reconstruyeron, de ahí que salga este cartucho (entre otros materiales) aquí. Esta dinámica se repite en las paredes que cubren el flanco Este de varias de las posiciones prospectadas.

Fig. 44-46. Localización, fotografía aérea y materiales de la trinchera 9.

Fig. 47-49. Localización, fotografía aérea y detalle de la trinchera 10.

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Trincheras 12 y 13

encuentra razonablemente bien conservada, sin estar demasiado colmatada. A mitad de trinchera aparece una zona más ancha, que pudiera constituir un abrigo/refugio. En la zona final se sitúa el nido de ametralladoras, de pequeñas dimensiones (sólo cabe un arma automática). Se encuentra colmatado de tierra, de manera que no se puede acceder a su interior. En la parte frontal tiene una inscripción, ilegible. En la trinchera 13 también se han localizado los restos, más deteriorados, de otra estructura de hormigón, aunque por su tipología y por el hecho de que esté excavado en el terreno pudiera haber constituido un refugio. Es presumible que ambas trincheras hubiesen estado conectadas por otra de desplazamiento. A los lados de ambas estructuras se ubican los pozos de tirador, controlándose desde todo el conjunto otra parte del sector del valle del arroyo de la Pozuela, complementándose esta posición con las de las trincheras 9, 14 y 15.

El conjunto de trincheras 12 y 13 se sitúa en uno de los entrantes que desde el camino de la Raya miran hacia el valle de la Pozuela, al igual que las trincheras 9, 14, 15 y 21. Todas ellas presentan la misma tipología: una trinchera de desplazamiento que se desgaja en varios puestos de tirador, que a veces acompañan a emplazamientos de armas automáticas. Normalmente cuentan con una o dos oquedades, posibles refugios o almacenes. La trinchera 12, en particular, presenta una configuración con un ramal principal que en su extremo se subdivide, quedando varios puestos de tirador y un nido de ametralladoras, tal y como se indica en los manuales al uso. La trinchera 12 ocupa una longitud aproximada de 140 m desde el comienzo hasta los pozos de tirador. Esta trinchera se

Fig. 50. Vista de BING MAPS donde puede observarse con detalle la configuración de la trinchera.

Fig.51-53. Ubicación de las trincheras 12 y 13, Esquema de fortificación de campaña (Manual de fortificación en campaña) y materiales.

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Trincheras 14 y 15 Al igual que la posición anterior, estas trincheras se ubican en el entrante sobre el valle de la Pozuela, proporcionando una defensa de la posición 7 muy adecuada, con un gran campo de visión. Hay una trinchera de desplazamiento en forma cuadrangular que recorre las tres caras del entrante. De ella salen varias ramificaciones con los correspondientes pozos de tirador, parte de los cuales acompañan dos nidos de ametralladora. Asimismo, se documentó un refugio subterráneo, o más bien los restos. Todas estas estructuras se complementan con otros dos nidos de ametralladoras situados en el propio camino de la Raya, ya que el frente estabilizado hasta el final de la guerra se situaba a partir de estas trincheras hacia el Sur. El estado de la trinchera es peor que el de la anterior, bastante desdibujada, sobre todo en la ladera Sur; la trinchera de la ladera Norte está mejor conservada, siendo más profunda. Con respecto a las estructuras identificadas, uno de los nidos conserva el techado pero está inaccesible, y el otro ha perdido el techado. A destacar la tipología de uno de ellos, distinta de las vistas hasta ahora: presenta una forma trapezoidal, con tres bocas de fuego en vez de una sola, como son los documentados hasta el momento. Éste es el que se encuentra en mejor estado, conservando el techado y la estructura, aunque por la colmatación con tierras no puede accederse a él. Los situados en el camino de la Raya están derruidos, posiblemente dinamitados tras la guerra civil. Todas estas estructuras cubren el camino de la Raya, la vaguada entre este cerro y el situado al Sur y la ladera vergente hacia el valle del arroyo de la Pozuela. Además de los emplazamientos de armas automáticas, en las trincheras se han documentado los restos de al menos dos estructuras de hormigón adicionales: una de ellas se trata de un refugio subterráneo, al estar excavado en el terreno y conservar aún la entrada. De la otra estructura sólo se conservan lo que parecen cimientos, sin que se pueda identificar más allá.

Fig.54-58. Ubicación de las trincheras 14 y 15, fotografía aérea con esquema de funcionamiento, detalle del búnker, recontrucción del búnquer y materiales.

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Trinchera 17 La clasificada como trinchera 17 es un conjunto que engloba una posición que cubre el flanco Oeste del cerro de Las Lomas, una gran trinchera de desplazamiento de vehículos y material que llega hasta el camino de la Raya y varias estructuras en dicho camino. Esta trinchera llega hasta el final de la posición, desembocando en uno de los nidos de ametralladoras flanqueado por varios pozos de tirador. El otro nido de ametralladoras cubre el flanco Sur, mostrando una configuración también flanqueado por varios pozos de tirador, y una oquedad (refugio o almacén) en su parte posterior, en la zona interior de la posición. Ambos nidos de ametralladora, asociados a los localizados a 240 metros por el camino de la Raya, en dirección Sur, se complementan a su vez con el descrito en las trincheras 14 y 15. Se encuentran destruidos. Mencionar también la presencia en esta posición del observatorio de artillería de la división “Frecce Azzurre”, dotada con tres grupos de artillería (65, 75 y 100 mm) que se ubicaban en las cercanías (como puede observarse en la imagen adjunta procedente de los planos del CTV elaborados por la Sezione Cartotopografica). Esta posición resulta especialmente interesante ya que aparecen una serie de indicios que sugieren la posibilidad de que por aquí se desarrollase un ataque de cierta magnitud: dicha posición muestra una gran cantidad de impactos sobre ella, de artillería o mortero, algunos de ellos directos sobre la trinchera de desplazamiento, especialmente en el flanco Norte y Oeste. Este hecho se corresponde con el hallazgo de abundante metralla en las zonas aledañas a la posición, fragmentos de proyectiles de artillería en su gran parte, además de varias espoletas y fragmentos de ellas, como puede comprobarse en la descripción de los materiales. A esto se añade también la presencia especialmente elevada de cartuchos de Mosin-Nagant, un tipo de munición empleada exclusivamente por el ejérciFig.59-61. Ubicación de la trinchera, fotografía aérea con esquema de funcioamiento, detalle del búnker, recontrucción del búnquer.

Fig. 62. Vista de BING MAPS donde puede observarse con detalle la configuración de la trinchera.

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Trincheras 20, 21 y 22

to republicano; los cartuchos de este tipo se han encontrado en progresión creciente desde la zona interna de la posición hacia el extremo Noreste, hasta el punto de localizarse una concentración de ellos especialmente elevada en un espacio de aproximadamente 50 cm de ancho. Esto sugiere el posible emplazamiento de un arma automática traída hasta aquí por el ataque republicano.

Constituyen las trincheras de primera línea ocupadas por los republicanos una vez finaliza la batalla del cerro de los Palos y se estabiliza el frente. Forman parte de una posición simétrica a la nacional que se sitúa frente a ellos (esto puede observarse en el mapa de la Comandancia General de Artillería del Ejército de Centro), al igual que las nacionales, aprovechan una elevación del terreno que penetra ligeramente en el valle de la Pozuela para contar con una posición fortificada elevada, más fácil de defender y con mayor campo de visión del terreno circundante. Se encuadra dentro del sector defendido por la 47ª Brigada Mixta, y más concretamente por la 3ª Compañía del 187º batallón, perteneciente a la citada Brigada Mixta (según el plano elaborado por el CTV). Fue por aquí por donde atravesaron las unidades nacionales en dirección a Argés y Layos en el momento de la rotura del frente, concretamente elementos de la División Frecce Azzurre.

La gran cantidad de material encontrado, su tipología, y el hecho de que en los mapas del Ejército del Centro a todo el conjunto de trincheras del cerro de los Palos se le considere como la posición 7 hace suponer que estos combates fueron los que supusieron la concesión de la “Laureada Colectiva de San Fernando” a la 7ª Bandera de la Legión e individual al entonces alférez Juan José Orozco Massieu, por su defensa. En el escrito de concesión se menciona la conquista parcial de la posición por parte de las tropas de Líster, a pesar de que al final abandonan por la resistencia de los soldados nacionales.

Las posiciones de tiro “evidentemente” se sitúan mirando al Norte, a las posiciones nacionales, derivándose de una larga trinchera en zig-zag que recorre la curva de nivel del pequeño cerro. En la ladera que mira al Este se sitúan una serie de zonas semiexcavadas en el terreno, conectadas entre sí por trincheras, que podían ser refugios o almacenes, situados en una posición más resguardadas del fuego nacional. Las trincheras se encuentran en bastante mal estado, muy desdibujadas. Destaca, como es natural, la gran cantidad de munición republicana que aparece aquí, principalmente cartuchos de Mosin-Nagant rusos, aunque también algún cartucho y peine mexicanos.

Fig.65 y 66. Localización y detalle.

Fig.63 y 64. Materiales de la trinchera 17.

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Trincheras 23 y 24 La trinchera 24 recorre zigzagueante el camino de la Raya hasta el cruce con el camino de las Ballestas, límite del municipio de Toledo. Aunque están bien perfiladas y no colmatadas, por situarse en una zona llana, su cercanía al pueblo de Argés y el estar al lado del camino hace que hayan sido empleadas como lugar de vertido de basura y escombros. Su longitud es de 440 metros aproximadamente, y presentan al menos dos trincheras secundarias que llevan a sendos puestos de tirador/observación, en el flanco Este. Estas posiciones estaban defendidas por la 5ª y 6ª Compañía del 187º Batallón, perteneciente a la 47ª Brigada Mixta. La trinchera 23 se encuentra en gran parte desaparecida por la ejecución de las obras de la autovía CM-40, inaugurada el 16 de noviembre de 2010; al ser muy reciente, consta en muy pocas fotografías aéreas, por lo que ha sido posible establecer con exactitud las trincheras destruidas, como puede observarse en la imagen:

Fig.67 y 68. Localización y detalle.

Fig. 69-70. Vista de BING MAPS donde puede observarse con detalle la configuración de la trinchera.

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La Sisla, Casa del Conde y Urbanización Pozuela. La Línea republicana

Sisla, la ciudad de Toledo, y aquellas situadas al Noroeste, las posiciones franquistas en el arroyo Pozuela. Esta será la situación imperante hasta septiembre de 1937, cuando al parecer tras un bombardeo de la ciudad de Toledo durante una festividad en la que se producen víctimas civiles, se emprenden los preparativos para la ampliación de la cabeza de puente de Alcántara, por lo que se produce una rectificación del frente que permanecerá estable hasta el final de la guerra.

El avance más notorio del bando republicano durante la batalla del cerro de los Palos es el que se produce el 11 de mayo, una vez se reorganizan las unidades presentes en el sector tras la desbandada de los primeros momentos. González Pando, al mando de la Agrupación Derecha, emprende el ataque concentrando sobre todo su artillería en el ataque hacia el palacio de la Sisla, tratando de contrarrestar la superioridad franquista en este sentido. Esta maniobra da el resultado esperado, siendo tomado este enclave por las tropas republicanas al finalizar este día. Presumiblemente, las avanzadillas franquistas presentes en esta zona vuelven a sus posiciones en la zona del arroyo Pozuela, donde deben cubrir el flanco derecho de su avance. Tras la conquista de los objetivos, el ejército republicano se presta a la fortificación de las alturas que le permiten dominar, en el caso de las situadas al Norte del palacio de la

Los trabajos de prospección de las posiciones clave en este episodio de la batalla del cerro de los Palos han estado condicionados en gran medida por su situación en terrenos privados, como por ejemplo la posición en el cigarral Alto, o por situarse en el campo de maniobras de la Academia de Infantería de Toledo. Es por ello que se ha concentrado el esfuerzo en tres posiciones, las cuales se describen a continuación: Casa del Conde, palacio de la Sisla y Urbanización Pozuela.

Fig.71. Fotografía del Servicio Geográfico militar tomada durante la Guerra Civil en la que se pueden observar las posiciones.

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Posición “Urbanización Pozuela”

Con respecto a la adscripción de bando de la posición, lo más probable es que fuera una posición avanzada nacional, en relación con los puestos de resistencia a ambos lados del arroyo Pozuela que ocuparon los hombres del Batallón de Tiradores de Ifni. No obstante, esto no explica los pozos de tirador y estructuras cubriendo el flanco Oeste; quizás, durante la toma del palacio de la Sisla por los republicanos esta posición avanzada fue abandonada por las tropas nacionales y tomada (o abandonada en tierra de nadie) por el bando contrario.

Esta urbanización se encuentra situada en las pequeñas elevaciones al Este del arroyo Pozuela, a medio camino entre el camino de Pozuela y la carretera de Cobisa (TO-7901-V), las alturas no sobrepasan los 600 m. En la actualidad esta zona está ocupada por los chalets de la urbanización, salvo algunas parcelas que aún permanecen sin edificar, como es el caso de aquellas donde se sitúa la posición a describir. Se trata de una posición en lo alto de una pequeña loma, formada por una trinchera que recorre las laderas a cota de la loma. De esta trinchera se desgajan varios puestos de tirador, poco profundos y conformados por un parapeto en semicírculo, que cubren el flanco Oeste. Asimismo, esta posición cuenta con al menos dos estructuras de gran profundidad, aproximadamente 1,8 m, con las paredes talladas en la roca, tratándose probablemente de refugios. Uno de ellos se localiza en la zona de retaguardia, es decir, en la parte trasera de la loma teniendo en cuenta que los puestos cubren el flanco Oeste, y el otro en la ladera Este; este último se encuentra bien conservado, con un importante parapeto que protegería del fuego procedente de las posiciones del valle de la Pozuela y del cerro de los Palos.

Posición “Casa del Conde” La posición a describir se encuentra en las cercanías de este lugar, aunque no guarda relación con él; se localiza a unos 400 metros al Norte de dicha casa. Se trata, de nuevo, de otro pequeño cerro fortificado mediante una trinchera en zig-zag que recorre la pendiente a cota, con varios puestos de tirador que cubren el flanco Oeste: uno de ellos, el situado más cercano a la alambrada, conserva bien su parapeto y el otro se ubica más hacia el Norte, aprovechando un afloramiento rocoso natural. Tanto por el flanco que cubren, como por el material encontrado en la zona (abundante munición de Mossin-Nagant, en el caso del primer puesto, y cartuchos de ametralladora Lebel, en el segundo) hacen suponer sin duda que se trata de una posición republicana. Según la fotografía aérea de la época (1937), esta posición es el extremo de una línea defensiva que protege el palacio de la Sisla, posiciones que mantuvieron hasta septiembre de 1937, cuando el ejército franquista emprende la operación de ampliación de la cabeza de puente del puente de Alcántara. En las imágenes siguientes puede observarse la posición en 1937, y sobre fotografía aérea actual.

Durante los trabajos de prospección se documentaron sobre todo vainas de Mauser así como dos peines, todos ellos munición empleada por el bando nacional: son cartuchos de Mauser de fabricación alemana y cartuchos de fusil Carcano, de fabricación italiana. Resaltar la presencia de dos cartuchos Lebel con marcajes americanos (Western); proceden de un contrato del gobierno francés con Estados Unidos, por el cual éste último fabricó munición para el estado francés, exportándola éste último a España.

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en los casos en que era necesario, y anchos parapetos de roca. Esta similitud podría indicar que fueron realizados en el mismo período de tiempo, lo cuál limitaría el avance republicano de forma precisa hasta la posición mencionada.

Esta posición se conecta con el resto que conforman el dispositivo defensivo mediante una trinchera de desplazamiento bastante larga, que aún puede seguirse por el terreno en la actualidad. El estado de conservación es en general bueno, existiendo aún algunos de los parapetos de los puestos, así como de la propia trinchera.

Posición “Palacio de la Sisla” Los terrenos de la Academia también incluyen el palacio de la Sisla, que constituyó la conquista más importante por parte de los republicanos tras la desbandada inicial durante las operaciones de ampliación de la cabeza de puente de San Martín. Para defender la posición establecieron un sistema defensivo formado por islotes de resistencia en las elevaciones situadas al Norte del palacio, conectadas por una trinchera que a su vez conecta con el propio palacio. La particularidad de estas trincheras es que tras las operaciones de septiembre de 1937, en las que el ejército republicano es obligado a replegarse hacia el Sur, son ocupadas y remodeladas por el ejército franquista, de manera que formaran parte de una segunda línea de defensa para cubrir la retirada de las tropas en caso de un ataque republicano. Esto se observa claramente por la disposición de los parapetos y puestos de tirador: los republicanos mirando al Norte y Noroeste, cubriendo posiciones franquistas, y éstos mirando al Sur, frente hasta el final de la guerra. Las posiciones prospectadas se encuentran bastante bien conservadas, contando con abundantes puestos de tirador del bando nacional, así como varios espacios que serían refugios de la tropa. Las trincheras republicanas se ubican cubriendo el flanco Norte, conservándose varios puestos de tirador con los parapetos en muy buen estado, así como al menos un refugio que recuerda a los documentados en la posición Urbanización Pozuela: muy profundos, con las paredes talladas en la roca

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Fig. 72. Frente Sur del Tajo en el año 1937, en color más claro y a la izquierda, las trincheras nacionales, y a la derecha las republicanas.

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2.3. 1938: Los proyectos de contragolpe republicanos y el Frente Sur del Tajo: un frente estable

el frente de Aragón, hicieron que la atención del Estado Mayor republicano se centrara en el teatro de operaciones aragonés. Aunque se emitió una directiva en el sentido de realizar movimientos ofensivos en torno a la zona centro, el definitivo derrumbe en abril de 1938 del frente del Ebro, con la consiguiente partición del espacio controlado por el gobierno republicano, hizo imposible cualquier intento de contraofensiva en este sentido. Paradójicamente, con la entrada de las tropas nacionales en Vinaroz, el territorio controlado por la República quedaba dividido en dos partes aisladas, esto es, los nacionales habían conseguido en el Levante el objetivo que con tanto ahínco había perseguido el Estado Mayor republicano en Extremadura.

Hasta el final de la guerra el FST siguió en el punto de mira de los Estados Mayores de ambos contendientes. El Estado Mayor republicano, de hecho, retomó por dos veces el conocido como “Plan P”, un antiguo operativo ideado por Vicente Rojo y Largo Caballero en marzo de 1937, que tenía como objetivo dividir en dos zonas incomunicadas el territorio controlado por el bando rebelde77. A pesar de que una y otra vez se intentó llevarlo a la práctica, hasta prácticamente el final de la contienda, lo cierto es que el “Plan P” no pudo ejecutarse debido a circunstancias diversas, bien políticas o bien de tipo militar. En realidad, el “Plan P” está fechado por primera vez el 22 de abril de 1937, siendo su autor el teniente coronel Álvarez Coque. Este ambicioso plan republicano perseguía un triple objetivo: 1) aislar Andalucía y promover allí un levantamiento campesino en la retaguardia de los sublevados, 2) forzar al enemigo a detraer tropas del Frente del Norte, y 3) obligar al enemigo a retirar tropas del frente de Madrid, aliviando el cerco del ejército franquista sobre la capital, y cortar su línea de abastecimientos. El proyecto estaba avalado por el propio Presidente del Consejo de Ministros, Largo Caballero, pero contaba con la pasiva resistencia del general Miaja, que no quería desprenderse de unidades útiles en la defensa de Madrid en favor de un plan demasiado ambicioso y que fue considerado por muchos analistas como irrealizable. Asimismo, los asesores militares soviéticos, enemistados con Largo y deseosos de su defenestración, veían con malos ojos un plan que, de llevarse a cabo con éxito, no hubiera significado sino el apuntalamiento de la figura de este líder político. Finalmente, la operación quedó frustrada al coincidir con la crisis de gobierno alentada por los comunistas, que llevó a la destitución de Largo Caballero como presidente del gobierno de la República.

Un último intento de retomar el “Plan P” se planeó para el mes de enero de 1939. La idea era romper el frente en el sector de Valsequillo y provocar el derrumbe del Ejército nacional en el sector llamado “bolsa de Mérida o de la Serena”. El día 5 de enero comenzaba la ofensiva republicana bajo el mando del general Antonio Escobar, jefe del Ejército de Extremadura, y con la supervisión del general Matallana, jefe de Estado Mayor del Grupo de Ejércitos de la Región Central. Las fuerzas del Ejército Popular consiguieron en un principio romper el frente en el sector de Valsequillo y amenazaron Peñarroya y Monterrubio sin poder ocuparlas. Ha habido sospechas de que la ofensiva republicana fracasara debido a la traición o sabotaje de alguno de los mandos republicanos implicados, en concreto, a la actuación del propio Matallana, dada la defensa que éste hizo de su actuación ante los tribunales franquistas al fin de la guerra. En cualquier caso, la llegada de refuerzos nacionales y el derrumbe del frente catalán transformaron la ofensiva republicana en una nueva derrota. Una situación física y moral agravada por la caída de Barcelona en manos de Franco, que puso fin a las esperanzas republicanas de un cambio sustancial en el curso de la guerra.

El “Plan P” se retomó por vez primera en noviembre de 1937, ya con Negrín en la presidencia del gobierno. A finales del mes de octubre de ese año todo el Frente Norte había caído en manos del ejército nacional y el Estado Mayor republicano temía que Franco retomase la idea de un ataque sobre Madrid desde Guadalajara y Toledo. Fue entonces cuando el general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor republicano, decidió que era necesario retomar la iniciativa y jugarse el destino de la guerra en un todo por el todo. Expuesto el plan de actuación sobre Extremadura, el Consejo de Guerra, a instancias de Indalecio Prieto y los comunistas, desestimó la propuesta de Rojo a la vista de lo sucedido en Brunete y Belchite. Por el contrario, el Estado Mayor republicano decidió que la ofensiva debía realizarse sobre Teruel y no sobre Extremadura.

El Plan “Extremadura” Al quedar el primer acto de la Guerra Civil sellado con la finalización del ciclo de batallas por Madrid con la victoria defensiva republicana en marzo de 1937, ambos bandos proceden a una reorganización de sus fuerzas. Conscientes de que se enfrentan a una guerra larga adaptarán sus planes a una nueva estrategia. Mientras que en el bando franquista se opta por la liquidación del Frente Norte abandonando el escenario madrileño, en el Estado Mayor republicano comienza a fraguarse la idea de una ofensiva de altos vuelos capaz de arrebatar la iniciativa al enemigo y que, en última instancia, pueda dar un vuelco al conflicto.

En principio, el rechazo oficial a la acción sobre Extremadura a favor del frente aragonés no supuso el completo abandono del “Plan P”. Todavía a comienzos de 1938, después de la ocupación de Teruel por parte del ejército republicano, Rojo insistió en llevar a cabo la ofensiva sobre el eje Mérida-Badajoz. Sin embargo, la recuperación de la plaza turolense por los nacionales el 22 de febrero y la consiguiente contraofensiva franquista sobre el Ebro, que amenazaba con derrumbar todo

La autoría del primer plan republicano en ese sentido hay que situarla en manos del coronel Aureliano Álvarez-Coque (1877-1950). En abril-mayo de 1937 este antiguo profesor de la Academia de Infantería de Toledo se hallaba accidentalmente al mando del Estado Mayor del ejército de la República tras el cese de su antecesor, el general Toribio Martínez Cabrera; y antes de la incorporación al cargo de Vicente Rojo, quien lo ostentaría hasta el final de la guerra. Diplomado de Estado Mayor, Álvarez-Coque había desempeñado puestos de responsabilidad durante las batallas de Madrid y el Jarama, y había sido la mano derecha del General Pozas en el mando del Ejército del Centro.

77 Campanario, 2009

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cito; las 6ª y 22ª desde Andalucía y Teruel, respectivamente; y la 107ª, de nueva creación. Como dotaciones de apoyo contaría con quince baterías artilleras, un batallón de tanques, dos de zapadores y transmisiones y antiaéreos por designar. La columna secundaria la compondrían tropas recién salidas de la ofensiva sobre Peñarroya: las brigadas 16ª, 53ª, y la XIII internacional, todas ellas en Andalucía; con el apoyo de cinco baterías, quince blindados, zapadores y artillería antiaérea. Ambas columnas contarían con una reserva general compuesta por dos brigadas, la 52ª, de Andalucía, y la 109ª, de reciente organización en Villena; mientras que el frente pasivo quedaría guarecido por la cobertura de las brigadas 20ª y 91ª. La columna principal tendría como eje de avance la línea Don Benito-Guareña-Alanje, mientras que la secundaria operaría en dirección Castuera-Hornachos-Villafranca de los Barros.

El escenario escogido por Álvarez-Coque para su proyecto de ofensiva estratégica era el vulnerable Frente de Extremadura. Las columnas africanas, en su avance hacia Madrid en agosto-octubre de 1936, habían creado un estrecho corredor en la provincia de Badajoz que unía los dominios franquistas de Castilla con los de Andalucía. Dicho corredor se estrechaba hasta una anchura de sólo 75 kilómetros en la zona de Mérida hasta la frontera portuguesa. A la estrechez del territorio franquista en este sector se le unía la precariedad de sus defensas, pues se había conformado no en base a las cualidades militares del terreno, sino a las necesidades del veloz avance contra la capital. Las operaciones militares de envergadura habían sido fugaces en la zona, y a partir de otoño de 1936 el extremeño sería considerado como un frente secundario en el desarrollo bélico. Una acción contundente en la zona podría afectar gravemente a las líneas de comunicación franquistas, o, incluso, dividir en dos los territorios bajo su dominio. Ha de tenerse en cuenta que, en esa fase de la guerra, Zafra y Mérida eran relevantes nudos de comunicaciones. La carretera de Sevilla a Mérida era la que permitía el acceso de materiales y personal desde los puertos del sur a la zona norte y viceversa, considerándose una de las vías de comunicación más relevantes de toda la zona sublevada. Asimismo, el avance de las columnas coloniales en los primeros compases de la guerra había traído consigo una brutal represión contra la población civil en toda Extremadura, lo que hacía previsible que buena parte de sus habitantes simpatizasen con la causa republicana, pudiendo contarse con su apoyo y cooperación en las acciones tendentes a apoderarse de la zona. Todas estas características hacían del Frente de Extremadura un escenario enormemente atractivo de cara a una ofensiva por parte del mando republicano.

La acción que nos interesa, la de Oropesa, tendría una dotación inferior pero aún así de notable potencia. Contaría con la prestigiosa 11ª División de Enrique Líster, constituida por las Brigadas Mixtas 1ª y 9ª. El Ejército del Centro también aportaría las 21ª y 68ª Brigadas; la Agrupación Sur del Tajo-Extremadura aportaría la 62ª, y a todas estas fuerzas se les agregaría la 108ª brigada, recién formada en Cartagena. Como apoyo, se asignarían diez baterías de artillería (dos de 155, dos de 105, y seis de 114,3 mm; estos últimos importados por la URSS en gran cantidad), un batallón de tanques T-26, quince blindados y fuerzas de zapadores (dos compañías), transmisiones (una compañía) y antiaéreos por determinar. Como reserva general se contaría con otras dos brigadas, la 114ª, de Castellón, y la 115ª, de Vinaroz, ambas de reciente creación. El frente se cubriría con las fuerzas de la 47ª brigada, de la Agrupación Sur del Tajo-Extremadura, y la 113ª, una de las de nueva creación, procedente de Sagunto.

El proyecto del Plan

A estas fuerzas asignaba Ávarez-Coque la misión de apoderarse o aislar la localidad de Puente del Arzobispo, ocupar Oropesa e interceptar las vías de comunicación (carreteras y ferrocarriles) al norte del Tajo. Para el cruce del río se disponía la ocupación de Puerto de San Vicente, así como el mantenimiento firme de la defensa del Frente Sur del Tajo entre Talavera y Toledo. El cruce se ejecutaría de noche en las inmediaciones de Azután, valiéndose del elemento sorpresa. Para asegurar el secretismo se concentrarían las fuerzas fuera de poblado en lo posible.

El 22 de abril de 1937 Álvarez-Coque hace llegar a Largo Caballero, ministro de la guerra y presidente del gobierno republicano, un Plan de operaciones que propone finalmente el ataque por Extremadura. Tras hacer balance sobre la situación del momento, el coronel estima que el momento de las pequeñas acciones locales ha pasado (hay que contextualizar el documento en los momentos posteriores a la conquista del Santuario de Santa María de la Cabeza y la Batalla de Pozoblanco), y que, dado que el enemigo concentra sus fuerzas en el Norte, el momento aparece como idóneo para pasar a ejecutar operaciones de alcance estratégico, que puedan afectar de manera global al desarrollo de la guerra. Los objetivos de la ofensiva propuesta aparecen citados con claridad: aislar Andalucía del resto de la zona alzada; aliviar la presión sobre el aislado Frente Norte y, por último, descongestionar el cerco de Madrid cortando sus líneas de suministros.

Toledo, con sus cabezas de puente al sur del Tajo creadas por las tropas de Varela a la conquista de la ciudad en septiembre de 1936, suponía una seria amenaza para la acción sobre Oropesa, lo que no fue descuidado por el mando republicano. El plan de Álvarez-Coque es esclarecedor en ese sentido: habla de que se preveía una posible reacción franquista que tratase de cortar las comunicaciones por el este, aprovechando dichas cabezas de puente. En prevención de esto, se disponía que las brigadas 114ª y 115ª se mantuviesen en la región de los Navalmorales y Mora preparadas para cualquier contingencia. Ambas localidades se encontraban a una distancia prudencial pero muy bien comunicadas con los accesos a Toledo, concretamente en las carreteras de Navahermosa y Sonseca, conectadas respectivamente con las cabezas de puente de San Martín y Alijares.

Para alcanzar dichos objetivos, se debía operar en los siguientes sentidos: conquista de Mérida y su nudo de comunicaciones; ocupación de la zona de Oropesa en el Frente Sur del Tajo y rodear a las fuerzas del asedio de Madrid por ValdemorilloBrunete-Villaviciosa de Odón. Álvarez-Coque concreta las fuerzas necesarias en unas directivas posteriores, que nos hablan de que el esfuerzo principal recaería contra Mérida. Se le asignaba un fuerte contingente de tropas, divididas en dos columnas. La principal estaría compuesta por las brigadas 69ª y XII y XIV internacionales, que constituían la llamada “División B” del V Cuerpo de Ejér-

La tercera ofensiva, la de Valdemorillo-Brunete-Villaviciosa de Odón se concibe más bien como una concesión a Miaja y Rojo, que siempre habían acariciado la idea de rodear y des-

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maniobra de Jurado y el VII de Mena, entre la desembocadura del Algodor en el Tajo y el Guadiana. Las fuerzas de Mena quedarían estructuradas en tres divisiones, la 36ª, inicialmente al mando de Uribarri y que tras su huida mandaría Ruiz Farrona, la 37ª, a cargo del coronel Arce, y la 38ª, mandada por el artillero Francisco Blanco Pedraza. Mena contaría con Ángel Lamas Arroyo como jefe de Estado Mayor y también con la asesoría del soviético Goriev.

truir a las fuerzas que asediaban Madrid. Teniendo en cuenta el prestigio de Miaja en ese momento de la guerra y la cantidad y calidad de fuerzas bajo su mando, a Álvarez-Coque le convenía su plácet al Plan Extremadura, aunque hará gala de gran habilidad subordinando dicha acción al desarrollo de las otras dos, y posponiéndola en el tiempo al alegar que no se disponía de fuerzas suficientes para ejecutar las tres operaciones simultáneamente. En dicha idea se encuentra el germen de la posterior Batalla de Brunete.

La lentitud en la acumulación de los medios continuaría para desesperación de Jurado y Álvarez-Coque, quienes mantendrían una correspondencia entre lo angustioso y lo resignado, en la que se habla de que, pese a que buena parte de las fuerzas se hallaban ya desplegadas tras los combates en Toledo, la negativa de las fuerzas aéreas a ceder suficientes cazas para la operación obligaba a posponerla de nuevo. En este tiempo se produce la crisis de gobierno que ocasionaría la caída de Largo Caballero y su sustitución por Negrín. El 25 de mayo el coronel Rojo sustituirá finalmente a Álvarez-Coque como jefe de Estado Mayor, disolviéndose el cuartel general de Jurado y cancelándose finalmente el plan Extremadura.

La propuesta de Álvarez-Coque sería acogida de forma entusiasta por Largo Caballero, que la aprobaría de inmediato, fijando la fecha del 7 de mayo como la de inicio de la maniobra, retrasando en dos días la fecha propuesta por el coronel jefe del Estado Mayor. El presidente de gobierno disponía que a cargo de la operación se situase al teniente coronel de artillería Enrique Jurado, uno de los artífices de la victoria de Guadalajara, quien de manera nada casual había enfrentado su columna al Ejército de África en agosto de 1936 precisamente en Oropesa. Bajo su mando se concentraba una fuerza sin precedentes en la guerra española, cerca de 100.000 hombres agrupados en veintitrés brigadas y treinta y tres baterías artilleras. Enfrente, una zona escasamente defendida y débilmente estructurada.

El Plan “P” de Vicente Rojo

Si bien las fuerzas acumuladas eran imponentes, la complejidad de la operación era evidente, y los principales historiadores militares postfranquistas (Martínez Bande y Salas Larrazábal) se pierden en las siempre tentadoras ucronías, desfavorables en ambos casos al bando republicano. Es de señalar que el optimismo fue alto entre los mandos de la República, llegándose a confiar en un colapso de la zona bajo el gobierno de Franco a raíz del hipotético levantamiento civil en Extremadura y Andalucía.

En los días, aciagos para la República, de la liquidación del Frente Norte en Asturias (octubre de 1937), el ya general Vicente Rojo propone retomar el plan de una ofensiva en Extremadura. Lo concibe como una forma de arrebatar la iniciativa a Franco, de quien se espera que en breve lance su ataque definitivo contra Madrid, y asestarle un duro contragolpe a nivel estratégico. Su Proyecto de desarrollo del Plan P será una suerte de versión corregida y aumentada del plan Extremadura de Álvarez-Coque. La idea general de maniobra, minuciosa y sólida, será una conjunción de varias acciones decisivas (ocupación de los pasos del Guadiana desde Medellín a la frontera portuguesa, ocupación de la cuenca minera de Peñarroya, avance dirección sur) con otras de menor calado, de entre las que debemos resaltar una serie de acciones sobre los puentes del Tajo a cargo del XIV Cuerpo de Ejército formado por unidades guerrilleras.

Dilaciones y descarte La ambiciosa operación, sin embargo, no terminaría por levantar el vuelo. Pese a que se llegaron a dar los pasos iniciales en cuanto a la concentración de efectivos y Jurado estableció su cuartel general en Don Benito, las dificultades no tardaron en aparecer. Las disensiones políticas, las rivalidades internas y el propio curso de la guerra en la zona acabaron retrasando una y otra vez el plan: los asesores soviéticos se situaron en una oposición frontal a la proyectada ofensiva, temerosos de que su éxito favoreciese la postura de un Largo Caballero que les era profundamente incómodo, mientras que Miaja seguía empecinado en centralizar el esfuerzo principal sobre Madrid. Una inconsistente amenaza enemiga en Guadalajara daría la excusa a Miaja para trasladar a ese frente fuerzas del V Cuerpo de Ejército. La ampliación franquista de la cabeza de puente de San Martín en Toledo (7-13 de mayo) tendría también un papel relevante en la dilación del llamado Plan Extremadura, pues proporcionó una nueva excusa al general para distraer importantes efectivos destinados en principio a la acción sobre Oropesa, como la 11ª División.

De esta manera se descarta la ofensiva tradicional en el Frente Sur del Tajo que propuso Álvarez-Coque a favor de una operación guerrillera irregular, novedosa en la Guerra Civil. Rojo, al igual que su predecesor, tenía en cuenta la posibilidad de contraataque desde la cabeza de puente de Toledo, unificada desde el mes de septiembre. A efectos de paliar esta contingencia se destinaba el XVIII Cuerpo de Ejército, con órdenes de detener cualquier penetración enemiga en la zona del Tajo y el Guadiana y contraatacar de inmediato. Para Rojo, el verdadero peligro de la operación vendría sin duda del frente comprendido entre Villanueva y Toledo. Como es sabido, se terminaría por soslayar el plan P y optar por un ataque contra Teruel, que se saldaría con un éxito inicial que daría nuevas esperanzas a Rojo de retomar su ofensiva estratégica, esperanzas que se desvanecerían con el contraataque franquista en la ciudad aragonesa.

Mientras tanto, el mando se fragmentaba: Jurado dirigiría únicamente la acción sobre Mérida, mientras que para la de Oropesa se proponía al coronel Arturo Mena Roig, jefe de la Agrupación Sur del Tajo-Extremadura. Las fuerzas de cada uno se constituirían en dos nuevos Cuerpos de Ejército, el de

La ofensiva desesperada de enero de 1939 en Valsequillo sería un intento tardío de ejecutar el plan con unos medios limitados, y lastrado por el cierre de la bolsa de Mérida en julio de 1938. En dicha ofensiva, el frente del Tajo no tendría papel al-

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Fig. 79. Frente Sur del Tajo en 1938. En color más oscuro y en la parte de abajo las trincheras republicanas, en tono más claro las nacionales.

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paración exhaustiva, que quedó plasmada en una interesante documentación que es la que queremos dar a conocer al final de este artículo.

guno. Con su fracaso se evaporaban las posibilidades, siquiera lejanas, de dar un vuelco a la contienda. El final de la Guerra Civil estaba a la vuelta de la esquina.

2.4. 1939. El final de la Guerra Civil: La “Campaña de la Victoria”

Su inicio parece remontarse a finales del mes de enero, una vez que la caída de Barcelona no había supuesto el esperado desmoronamiento de los frentes que todavía mantenían al cuadrante sudeste peninsular bajo la obediencia republicana. La operación se planteó como una auténtica ofensiva final que sería realizada con cuatro cuerpos de ejército, los del Centro, Maestrazgo, Navarra y el Cuerpo de Tropas Voluntarias italianas del que luego nos ocuparemos, que serían los encargados de romper las defensas consolidadas desde 1937 y realizar una rápida penetración con unidades ligeras y tropas de caballería en dirección a Ocaña y Tarancón, con el fin de cortar las comunicaciones que todavía permitían la defensa de Madrid.

Los planes de rotura en el FST también salieron del Estado Mayor nacional aunque al igual que ocurrió con los republicanos, pocas veces llegaron a materializarse. Así, en agosto de 1938 se dictaron unas instrucciones reservadas que planteaban la rotura del frente al Sur de La Puebla de Montalbán, con el fin de iniciar un ataque en dirección a Ventas con Peña Aguilera que dejara sin sentido las defensas construidas en el entorno de Toledo y permitir con ello la penetración de las tropas nacionales hacia La Mancha. Otras instrucciones redactadas un mes después, recuperaron parte del plan y propusieron un nuevo modelo de ataque en tres puntos diferentes del FST, el mismo punto de partida en La Puebla de Montalbán antes citado y dos nuevos en Toledo y Algodor.

La organización de una campaña con tantos efectivos condicionó su punto de partida, al requerir de puentes y otras infraestructuras para cruzar el Tajo que sólo existían en Toledo y en menor medida en Talavera de la Reina, que se encontraba mucho más alejada del objetivo que se quería alcanzar. De esta manera, la población recuperó protagonismo en el escenario bélico y fue la elegida como base principal de operaciones de la poco conocida última ofensiva del Ejército Nacional, que

Ambos planes constituyen un claro precedente del que se iba a diseñar el mes de marzo de 1939 que finalizó con la conocida como “Campaña de la Victoria”, que es la que ahora nos interesa analizar, al constituir la última gran operación de rotura de frentes de la Guerra Civil. Su preparación implicó una pre-

Fig. 79.

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Fig. 80. Fig. 81.

Fig. 82.

Fig. 83.

Fig. 84.

Fig. 85.

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Fig. 79.

Fig. 81.

Título: Toledo e dintorni: lavori difensivi eseguiti dal nemico = Zona de Toledo y sus alrededores: obras defensivas llevadas a cabo por el enemigo.

Título: Organización de la rotura del frente en Toledo 27-31939. Data: ca. 27-3-1939.

Autor: C.T.V., Sezione Topogartografica.

Escala: 1:50.000.

Data: [1939]. Escala: 1:25.000. Descripción: mapa impreso a color, con anotaciones manuscritas también a color. Tabla explicativa de las leyendas.

Descripción: mapa en papel vegetal a color. En el ángulo inferior derecho aparece la siguiente anotación “adjunto nº 1 bis”. Los textos están redactados en castellano.

Signatura: Carpeta Monès 10-213.

Dimensiones: 22 x 28 cm.

Contenido: El mapa incluye todos los elementos topográficos necesarios, como caminos, vías férreas, cursos de agua, poblaciones, campos de cultivo, curvas de nivel, cotas, etc, localización los sistemas defensivos y la disposición de las tropas en conflicto. Por ejemplo, la ubicación de las unidades italianas ya la teníamos en el mapa Zone viste e nascoste (Oss. nemico Miradero de las Nieves), signatura 5-101; información que se complementa con la situación de los contingentes republicanos, datos que se habrían incorporado desde otro documento, del mapa titulado Sistemazione difensiva avversaria in data 15 marzo 1939, signatura 10-211. Con respecto a este última situación, en función de la cota del terreno, el frente republicano ha sido divido en cinco sectores. Incluso, con flechas se indica los posibles movimientos de cobertura y refuerzo que se daría desde la retaguardia. No obstante, los detalles fundamentales de este mapa son las anotaciones manuscritas que fueron incluidas posteriormente. Se trata de flechas que indican los movimientos de ataque de las tropas italianas contra las posiciones republicanas.

Signatura: Carpeta Monès 5-13. Contenido: A partir de la ubicación de las unidades italianas y republicanas se dibuja los movimientos de las tropas del C.T.P. para la ruptura del frente de Toledo a finales del mes de marzo de 1939. Todas las flechas indican los movimientos envolventes, de izquierda a derecha, que convergen principalmente en la población de Nambroca. Cada movimiento de la diversas unidades se indica con flecas del mismo color. “F. Azzurri” hacia Arges; “Littorio” hacia Cobisa, Burguillos y Nambroca; “F Nere”, desplegándose en dirección a Nambroca y hacia la posición de La Cabra.

Fig. 82. Título: Sistemazione difensiva avversaria in data 15 marzo 1939 = Sistema defensivo enemigo a fecha del 15 de marzo de 1939. Data: ca. 15-03-1939. Escala: 1:25.000.

Fig. 80.

Descripción: Mapa manuscrito a color.

Título: Sistemazione difensiva avversaria in data 15 marzo 1939 = Sistema defensivo enemigo a fecha del 15 de marzo de 1939. Data: ca. 15-03-1939.

Signatura: Carpeta Monés 10-211. Contenido: Mapa que detalla de manera muy esquemática, tanto las posiciones italianas, como de las defensas republicanas alrededor del día 15 de marzo de 1939. En el documento se identifican las siguientes poblaciones: además de la propia Toledo, Azucaica, Argés, Cobisa, Burguillos, Nambroca y Layos; así como algunas de las cotas más importantes, como Matanzas, Valparaiso e Higares y Pozuelo en zona franquista, Cuerda, Atalaya, Miraderos de las Nieves, La Cabra, Hitillos, San Juan de Dios, Valdihuelo y Marica, en la zona republicana. También se dibujan los trazados de las rutas o caminos fundamentales. Al margen de esta información se incluye las posiciones militares, principalmente las republicanas, detallándose, no solo las defensa, sino que se identifica, mediante círculos trazados con lápiz verde, un total de 28 posiciones numeradas. Asimismo, los autores también han incluido las posiciones de las unidades italianas, localizándolas con círculos trazados con un lápiz de color negro e identificándolas con su nombre.

Escala: 1:50.000. Sello del Comando dell’Artiglieria C.T.V. Anotación en ángulo superior izquierda “Allegato al foglio n. 1592 Op. Segreto”. Descripción: Mapa manuscrito a color en papel vegetal. Dimensiones: 41 x 45 cm. Signatura: Carpeta Monés 7-150. Contenido: Mapa dibujado a mano que detalla, de manera muy esquemática, la situación de Toledo, la línea que delimita el frente y la ubicación del sistema de defensas republicanas alrededor del día 15 de marzo de 1939. El curso del Tajo destaca sobre el resto del dibujo, pues su cauce ha sido dibujado con dos trazos “paralelos” cuyo interior ha sido rellenado con tinta azul. Asimismo, destaca la identificación, junto con su localización, de varias cotas. En las posiciones franco-italianas, por detrás del Tajo y de izquierda a derecha, han sido identificados Matanzas, Valparaíso e Higares; entre el río y la divisoria del Frente, Pozuelo; y en territorio republicano, Marica, Miradero de las Nieves, La Cabra y Cuerda..

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Fig. 83.

carmín, “Leggero” V/75 y VI/75; en verde turquesa, “F. Verdi” IV/65, III/75 y IX/100; en verde oliva, “F. Nere” III/65, IV/75 y VIII/100; en azul, “F. Azzur”, X/75, I/100 y X/65; en rosa, “Littorio” II/75; III/100 y I/65.

Título: Zone viste e nascoste (Oss. nemico Miradero de las Nieves) = Zonas expuestas y ocultas (Observatorio enemigo Miradero de las Nieves). Data: [1939]. Escala: 1:50.000. Descripción: Mapa manuscrito a color en papel vegetal. Dimensiones: 28 x 40 cm. Explicación de los símbolos. Signatura: Carpeta Monés 5-101. Contenido: Tomando como punto de referencia visual el Miradero de las Nieves, el mapa refleja, mediante sombreados, tanto las zonas expuestas (azul celeste), como las ocultas (salmón) a los ojos de los observadores republicanos.

Fig. 84. Título: Capisaldi Nazionali e cam[m]inamenti = Puntos de referencia nacionales y caminos. Data: [1939]. Escala: 1:50.000. Descripción: mapa en papel vegetal coloreado. Signatura: Carpeta Monés 5-111. Contenido: mediante pequeños círculos carmesí, posiblemente delimitan la línea del frente, han sido señalados numerosos puntos de referencia, cuya numeración, por la izquierda y en posiciones localizadas en la margen contraria del Tajo y a partir de número 98 y concluye, trazando un semicírculo, que se cierra por la derecha, también en la misma margen, con el número 188. El otro dato de interés es el trazado del conjunto de caminos que conducen y comunican estos puntos.

Fig. 85 Título: Schieramento Artiglieria (allegato n.1) = Despliegue de la artillería (anexo n. 1). Data: [1939]. Escala: 1:50.000. Descripción: mapa manuscrito a color en papel vegetal, Dimensiones: 22 x 28 cm. Entre paréntesis y a continuación de la escala “(copie n.)”. Signatura: Carpeta Monés 2-42. Contenido: En el mapa se describe el despliegue de la artillería italiana entre el Tajo y la línea del frente, identificando a cada una de las unidades militares mediante círculos de colores, separándolos entre sí mediante un trazo rojo. Son: en amarillo, “Santa Barbara” III/105, II/105, I/105 y IV/152; en naranja, “Vittorio Veneto” III/149, I/149, II/149 y IV/149; en

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Las unidades de blindados y caballería avanzando para ocupar las vías de comunicación la mañana del 27 de marzo de 1939.

La Guerra Civil española finalizó el 1 de abril de 1939 en el Puerto de Alicante, se formalizó con el último parte de guerra, firmado por Franco: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1 de abril de 1939. Año de la Victoria”. El parte se llevó a la sede de Radio Nacional de España en Burgos en el Paseo del Espolón, donde el actor Fernando Fernández de Córdoba, locutor habitual, lo transmitió a todo el país.

se vería complementada por operaciones menos importantes lanzadas desde el Norte de Valencia, Andalucía y Extremadura. Para organizar esta ofensiva se realizaron toda una serie de trabajos previos en los que las tropas italianas, sus cartógrafos y observadores artilleros, tuvieron un papel destacado. A ellos les correspondió realizar el estudio del frente en Toledo para asegurar la efectividad de la artillería que debía inutilizar o disminuir la capacidad de respuesta republicana en el inicio de la operación. Fruto de este esfuerzo es la realización del amplio conjunto de planos, croquis y anotaciones, que ahora damos a conocer y que tanta información nos ofrecen sobre la situación del FST en Toledo poco antes del final de la guerra, tal y como luego podremos comprobar78.

En este contexto se produce la muerte de Alfonso de Churruca y Zubiría, hijo del Conde de Métrico, que es considerado por el bando nacional como el “último muerto” de la Guerra Civil española. Alfonso de Churruca, de fuertes creencias carlistas y concejal del Ayuntamiento de Bilbao, participó en la contienda en el Regimiento de Infantería de Montaña Flandes nº 5 de la IV División Navarra, donde alcanzó el empleo de teniente provisional. Esta fuerza participó en la campaña del Norte, Cataluña y Levante. Fue alcanzado por fuego amigo en el área cigarralera toledana, cerca del vértice de La Pozuela, el 27 de marzo de 1939. Las heridas ocasionadas resultaron mortales y Alfonso falleció en el Castillo de San Servando el 2 de mayo de 1939. Se le concedieron a título póstumo la Medalla Militar individual y la de Sufrimientos por la Patria.

Todos estos trabajos realizados por la “inteligencia” italiana constituyen un magnífico ejemplo de los preparativos necesarios para el comienzo de una campaña tan importante como era la que se emprendió el 26 de marzo de 1939. Su inicio vino marcado por el ataque de la artillería italiana asentada en los cigarrales, tal y como estaba previsto, que aún no era consciente de que la mayor parte del Ejército Republicano había abandonado sus posiciones. En la noche del 26 al 27 de febrero la fuerzas del Cuerpo de Ejército de Toledo, al mando del general Ponce, cruzaron el Tajo, estableciendo una cabeza de puente en la carretera de Navahermosa y llegando hasta Gálvez, sin encontrar resistencia alguna, ya que el Ejército republicano se había esfumado. Al amanecer del día 27, los tres Cuerpos de Ejército de Navarra -General Solchaga-, Maestrazgo -General García-Valiñoy C.T.V. (General Gámbara), tras un fuego artillero intenso y bombardeos aéreos, lanzaban sus divisiones a la conquista de un territorio vacío, alcanzando al finalizar el día Gálvez, Pulgar, Mazarambroz, Sonseca, Mora, Villamuelas y Yepes. El fin del Frente Sur del Tajo en el lado republicano fue dantesco debido a las deserciones en masa. Fueron escasos los oficiales que lograron mantener cierto orden en sus unidades, cuyos efectivos intentan volver a sus localidades de origen.

78 Cartografía fue realizada por el Corpo Truppe Volontarie (C.T.V) conservada en el Institut Cartogràfic de Catalunya.

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