Lingüística y fenomenología: Fundamento poético del lenguaje
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Verbum

ENSAYO

LINGÜÍSTICA Y FENOMENOLOGÍA. (FUNDAMENTO POÉTICO DEL LENGUAJE)

Verbum

ENSAYO

Directores de la colección: JOSÉ MANUEL LÓPEZ DE ABIADA PÍO E. SERRANO

ANTONIO DOMÍNGUEZ REY

Lingüística y Fenomenología. (Fundamento Poético del Lenguaje)

© Antonio Domínguez Rey, 2009 © Editorial Verbum, S.L., 2009 Eguilaz, 6, 2º Dcha. 28010 Madrid Apartado Postal 10.084. 28080 Madrid Teléf.: 91 446 88 41 - Telefax: 91 594 45 59 e-mail: [email protected] www.verbumeditorial.com I.S.B.N.: 978-84-7962-468-2 Depósito Legal: Diseño de cubierta: Pérez Fabo Fotocomposición: Origen Gráfico, S.L. Printed in Spain /Impreso en España por PUBLIDISA Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN Friedrich W. Joseph Von Schelling ............................................................ El Decir de lo Dicho....................................................................................

11 12

1. BIOLOGÍA DE LA PALABRA: GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL Método y Apertura de la Forma ................................................................. El Sonido de la Voz .................................................................................... Plasticidad Especulativa ............................................................................. Origen Poético del Lenguaje ....................................................................

21 24 32 38

2. PALABRA PREGNANTE El Arco Reflejo del Lenguaje...................................................................... Protosignificante Intrauterino ................................................................... A priori de Existencia................................................................................... Experiencia Rítmica ................................................................................... Rainer Maria Rilke.............................................................................. Henri Meschonnic.............................................................................. Protosintaxis Poética: Rainer María Rilke......................................... Antonio Machado: Fluencia y Empatía Nominal ............................. Juan Ramón Jiménez: El Nombre Exacto ......................................... Prelación Correlativa ..................................................................................

52 54 60 63 63 65 68 70 75 78

3. RELACIÓN TRANSITIVA Y REFLEJA Experiencia Originaria............................................................................... Elación Cuántica del Sonido ...................................................................... Correlación Positiva y Gradativa: Ángel Amor Ruibal y Fritz Mauthner.. Dualismo Asimétrico: Serge Karcevski....................................................... Prevalencia Poética .....................................................................................

82 85 90 93 97

4. EL VERBO DEL NOMBRE Función Nominativa ................................................................................... Diástasis del Enunciado ..............................................................................

102 106

5. PRELACIÓN NOMINAL DEL PREDICADO El Horizonte del Nombre........................................................................... Germen Bioatómico del Lenguaje ............................................................

113 118

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Forismo Gramatical: Pro, Que, Esto, Se ........................................................ Gnosis del a priori Correlativo ....................................................................

126 128

6. EL VÍNCULO DEL PENSAMIENTO Hipérbole de la Forma Creadora: Friedrich Hölderlin............................ Fundamento Poético .................................................................................. El atributo del Pensamiento .............................................................. Alteridad del Ser Transido ................................................................. Predicado de Existencia ............................................................................. Ontopoética y taxia del Significante.......................................................... Articulación del sentido..................................................................... Síntesis antepredicativa...................................................................... Lingüística Fenomenológica: Hendrik Johannes Pos...............................

138 146 150 156 162 165 170 184 196

7. ESPEJISMO DE LA MENTE Homología Lingüístico-Biológica .............................................................. Crítica de la Reducción Poética ................................................................. Roman Jakobson................................................................................. Julia Kristeva, Jean Cohen.................................................................. Arquitectura del Texto................................................................................ Janos S. Petöfi ..................................................................................... Robert de Beaugrande y Wolfgang Dressler .....................................

206 212 212 216 220 221 228

8. REFLUJO DEL LENGUAJE: MARTIN HEIDDEGER Deixis Originaria del Ser-Ahí (Da-Sein) .................................................... Arqueología del Signo Lingüístico ............................................................ Apertura del Sentido en el Tono................................................................ Posibilidad de la Poesía .............................................................................. Fondo Genético y Genómico del Lenguaje...............................................

237 240 246 249 256

9. EL SIGNO GNOSEOLÓGICO Dinamismo del Nombre en Aristóteles ..................................................... Trasfondo Ontológico de la Gramática ..................................................... El Gen de la Gramática: Ángel López García ........................................... Herencia, Inherencia y Enérgeia..................................................... Proyección Sintética del Sujeto ......................................................... Rotación Poética del Lenguaje ..................................................................

260 263 270 275 281 285

10. EPÍLOGO: WILHELM VON HUMBOLDT ........................................

291

BIBLIOGRAFÍA ..........................................................................................

301

NOTA A LA EDICIÓN

Este libro es continuación de otro muy escueto, casi venal, El Decir de lo Dicho, publicado a comienzos del año 2000 con la apertura del siglo XXI. Continúa y expande cuanto allí quedó implícito. El índice de entonces incrementa ahora con nuevos capítulos el anuncio de sus secciones y desde el reto que en estos años experimenta la investigación biolingüística con el fenómeno del genoma humano. Retomamos aquí, adaptados a esta nueva publicación, artículos que fueron redactados con la intención de culminar este libro una vez esbozado y que sugieren nuevas páginas al hilo de su desarrollo. Son los siguientes: “Grounwork for Ontopoetics”, de 1999, ahora en versión original castellana; “Ontopoética del significante. El palpo del signo”, de 2004; “Principios de objetividad poética”, de 2006, publicados todos ellos en Analecta Husserliana, y “El signo gnoseológico”, redactado en 2008 y cedido a otra publicación como homenaje al lingüista español Ángel López García, cuya obra revive la configuración formativa del lenguaje desde su núcleo perceptivo y genético.

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Introducción

FRIEDRICH W. JOSEPH VON SCHELLING Podríamos empezar este estudio analizando el esquematismo del lenguaje según lo concibe Schelling y como imagen precedente de lo que aquí entendemos por dicho, el producto del habla en su manifestación o decir efectivo. Lleva dentro una intuición y una imagen diretriz, distintas tanto de lo individual como del concepto general de una cosa, pero media entre ellos universalmente a la hora de reconocer la determinación de un objeto. Y en cuanto tal, podemos percibirlo como “la regla sensiblemente intuida de la producción de un objeto empírico”.1 Otorga a la sensibilidad la mediación entre el concepto de la inteligencia operativa y el mundo objetivo de las cosas o productos humanos. Sabido es que esta función corresponde en el Sistema del Idealismo Trascendental de Schelling a la intuición estética en tanto intuición intelectual objetivada. Tiene una característica muy importante respecto de la mera concepción abstracta y reflexiva: “sólo es una intuición interna que no puede a su vez objetivarse para sí misma”.2 Será éste el quid y reto de la meditación productiva del lenguaje. Schelling resume el aporte del idealismo kantiano y de Fichte abriendo una veta imaginativa de trascendencia hacia un mundo que, estudiado, nos descubre algo siempre nuevo. La potencia intelectual tiende a revenir sobre sí misma a través de aquello que conoce, pero hay algo que la trasciende y, oculto, se resiste a una conceptualización plena, o, manifiesto, nos descubre cómo supera lo ya dado y aparente. Esta facultad intuitiva une de nuevo lo escindido al configurarse una idea en la mente como concepto de la reali1 Schelling, F. W. J., Werke 9, System des transscendentalen Idealismus (1800), Teilband 1, Editorischer Bericht zur Edition des Textes, Text, Herausgegeben von Harald Korten und Paul Ziche, Frommann-Holzboog, Stuttgart, 2005, p. 208. (Edic. y trad. de Jacinto Rivera de Rosales y Virginia López Domínguez, Sistema del Idealismo Trascendental, Anthropos, Barcelona, 1988, p. 310. En lo sucesivo, la página de la traducción va entre paréntesis). 2 Ibid., p. 325 (423, n).

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dad comprendida. Pero une sobrepasando. Es el punto de incisión entre lo consciente y lo aún oscuro de la inconsciencia. El alcance de lo concebido representa sólo, como en Fichte, un asomo de lo aún ignorado, nouménico, como sucede asimismo en Kant. Ahora bien, lleva dentro un principio de orientación e inquietud que urge buscar y establecer las condiciones de ese entendimiento parcial y de lo mucho aún bajo sospecha de posible abertura cognoscitiva. Esa otra vertiente de asomo en contacto con la naturaleza inmediata, y que el arte transmite buscando precisamente el vínculo originario y pregnante, corresponde a la poesía. El genio poético, su intuición comprensiva, posee el don innato de la libertad que impulsa fuera y, aún reviniendo sobre sí misma, es ya otra cosa, el producto del arte. “Lo que llamamos naturaleza es un poema cifrado en maravillosos caracteres ocultos”.3 Schelling situó al arte en el centro de la reflexión filosófica y a la poesía en el origen intuitivo del arte. Es ella, por tanto, la que nos permite entrar en el esquema de lo pensado, de aquello que llega a conciencia, y de lo dicho. Su germen sigue actuando. Y este acceso a la forma dinámica del entendimiento y de su producto es el gonce de un nuevo método especulativo. La dinamicidad del lenguaje ya actúa en tal proceso. Descubramos entonces cómo entrar en ella o veamos si el hecho de preguntarse por tal fenómeno y sus condiciones de posibilidad no es un modo de hallarse dentro y sentirse inducidos por sus mociones. Wilhelm von Humboldt y Friedrich Hegel se dieron cuenta de esta peculiaridad del lenguaje y establecieron, especialmente aquél, los fundamentos de lo que hoy consideramos principios básicos de la Lingüística. Partían precisamente del análisis del lenguaje en el poema. Y en ese punto nos situamos nosotros para comprobar qué permanece aún hoy de aquello en el estudio científico del lenguaje y si éste aún sigue reclamando la función poética de su origen más inmediato. EL DECIR DE LO DICHO Si consideramos las palabras de un diccionario y sus posibles combinaciones, tendríamos el conjunto de los dichos de un idioma. Si fija3

Ibid., p. 328 (425).

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mos los esquemas en que se convierten al usarlas y que ellas mismas generan, podríamos determinar el algoritmo o matema de las estructuras invariantes, como en un corpus matemático. Asimismo, dadas las estructuras de todas las lenguas del mundo, obtendríamos un mínimo invariante que explicase el funcionamiento del lenguaje hasta hoy día. Sería posible incluso construir el Gran Diccionario o Gran Ordenador locutivo, universal, que tradujera de inmediato una a todas las demás lenguas consideradas. Y sin embargo, aún así, no alcanzaríamos la ciencia o razón lingüística de las palabras, su fundamento. Aún se nos escaparía el decir, la razón singular de cada acto concreto de lengua o dicho. Al hombre le resulta imposible salir del lenguaje para estudiarlo. Está siempre inmerso en él. No consigue situarlo a distancia para, desde su vivencia, observarlo como ajeno. Hasta el silencio le pertenece. Hablando, quebramos el silencio subyacente y requerido además en otra persona para que la comunicación se produzca. Una quiebra, no obstante, insuficiente, pues las palabras mismas acontecen e irrumpen sobre el silencio que las precede y ellas inscriben en su propia articulación al referirse a cosas a las que aluden, señalan, designan, significan o interpretan requiriéndolas a una presencia locutiva que la mente actualiza según principios gnoseológicos. Al diferenciar en el lenguaje el objeto material del formal, ya formalizamos la base y fundamento del análisis. Nos movemos en una forma formante o procedemos con el objeto objetivando, es decir, incursos en un ámbito que lo inaugura. Allí donde vaya, el hombre sigue inmerso en el lenguaje que pretende estudiar. Objetiva el silencio mismo del que parte y la transición que las unidades así creadas generan entre sí mediándose en diversas instancias recíprocamente. Y sin embargo, retiene la palabra dicha, la dispone como un objeto, observa sus partes, educe relaciones, determina invariantes, las compara con otros casos y dicta reglas, normas reproductivas. Se alza sobre el lenguaje en constante giro autotélico. Y si el hombre analiza incluso sus propias palabras, lo hará desde la distancia, como si fueran también de otro. Distancia ficticia, porque lo analizado ya es parte del análisis. He aquí una paradoja y tautología inicial difícil de resolver. Nos inmerge en un verdadero drama del lenguaje.4 4

Con este título hemos publicado una obra que pretende afrontar esta paradoja científica del lenguaje así como su fundamento relacional dialógico. (El Drama del Lenguaje, Edit. Verbum-UNED, Madrid, 2003).

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Efectivamente, la lingüística opera con un prejuicio matemático. Delimita unidades básicas en orden gradual, enumera su campo finito, no puede predecir todas sus realizaciones, pero sí determinar las estructuras, de donde educe las reglas que sostienen y animan el sistema. Sabe que hay un matema implícito, un algoritmo S est p, por ejemplo. Al proceder de tal modo, prescinde de la paradoja. La subsume. Reduce la variación del lenguaje a esquema y principio suyo de intelección, como si de algo estable, de un estado de cosa o uso permanente se tratara. Tal es su razón metodológica respecto de la ciencia en general. Una ciencia que garantiza la repetición –de ella vive– y prescinde del acto singular, o lo suspende, y de su potencia innovadora e irrepetible: unigénita, dice Ortega y Gasset definiendo el estilo.5 Ahora bien, el lingüista sabe asimismo que, en ciencia, lo analizado es un objeto, algo situado en frente de uno mismo bajo razón formalmente implicada. Y resulta que, al considerar la lengua como objeto y ver el plexo de relaciones subsumidas, descubre otra vez que está en la lengua analizada como factor suyo. Al desmembrar la representación del significado, al educir un significante que refiere un objeto, se da cuenta de que el espacio abierto ante sus ojos es la dimensión en la que se mueve. Está dentro como miembro implícito. Su presencia denota un presente que conforma lengua. El principio de intelección ahí educido responde del conjunto de los dichos y de otros decires posibles que lo sean a imagen y semejanza de aquéllos. Sin embargo, no capta el decir ni la competencia dicente del acto concreto, aunque lo intuye y descubre su eficiencia. Si lo captara, tal principio sería el del lenguaje y el de todas las lenguas posibles. La consideración desde fuera de lo que está dentro es, por tanto, reductiva, si bien aparentemente tan rentable como el matema: dados estos principios, obtengo tales resultados, y al revés, en éstos sé que actúan y se diversifican aquéllos. Por otra parte, el planteamiento interno se recubre y refleja una petición de principio. ¿Cómo resolver, pues, la paradoja? Al lenguaje le va en ello el ser que lo forma, su poeticidad interna. El círculo se rompe desde la lengua misma. Hablando, me escucho y 5

Ortega y Gasset, J., “Ensayo de estética a manera de prólogo”, en La Deshumanización del Arte, Revista de Occidente-Alianza Editorial, Madrid, 1981, p. 122.

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prolongo: “je deviens celui que j’écoute”, dice Merleau-Ponty.6 Estoy dentro y, a la vez, fuera. Soy mi palabra y la de otro. Y no procedo por unidades atomizadas como el niño que balbucea porque ya ha captado un sentido audible, o porque experimenta la resonancia de su propia voz y quiere imitar, participar, ser-com-partido. Parto de sucesiones, de conjuntos, de orbes significantes, entre ellos la entonación misma. Al hablar, me escucho en orden a otro que también oye y me escucha, con el lenguaje previo de otro, ambos inmersos en una precomprensión dicente de lo que se dice, anuncia, enuncia y refiere. Y al escuchar, actúo en función de lo que otro dice. Callar escuchando comporta un acto comunicativo: “mais je précède ma parole dans l’auditeur; je ne suis pas passif quand j’écoute, mais je parle d’après… ce que dit l’autre”.7 Rehago el lenguaje, recorro su proceso, lo reestructuro en su formación misma, y en silencio comprensivo. Por totalizante que la palabra resulte, su conjunto será sólo fragmento de un discurso universal y anunciará “un sistema de interpretación”,8 una respuesta, un comento. A la palabra la precede un horizonte de sentido que la orienta en su significado y que ella, una vez creada, reconduce con nuevo sentido. Antes de su determinación concreta, actuada en la conversación, ya entiende uno en cierto modo por hallarse orientado, comenta Hans Lipps.9 Nada diría contra esta prelación fenoménica la posible predisposición del infante a extraer reglas susceptibles de aplicación algebraica y de casos nuevos a partir de ellas, como exponen los experimentos de Gary F. Marcus y sus colegas del Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York.10 La base de tales reglas (“abstract algebra-like rules”) sigue siendo el espaciotiempo de la acción dicente. El hecho de que los niños prefieran estructuras no familiares en vez de las acostumbradas, habla incluso de una tendencia creativa, del fondo poiético del lenguaje. Hegel ya considera su anticipación –Voreiligkeit der Sprache– en

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Merleau-Ponty, M., La Prose du Monde, Gallimard, Paris, 1969, p. 165. Ibid., p. 200. 8 Ibid., p. 201. 9 Lipps, H., Die Verbindlichkeit der Sprache, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1977, p. 27. 10 Marcus, G. F., Vijayan, S., Bandi Rao, S., Vishton, P. M.,“Rule Learning by SevenMonth-Old Infants”, Science, 283, 1 January (1999), pp. 77-80. 7

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el desarrollo del pensamiento, del que la gramática sería la obra que reflejara sus categorías.11 La lengua se ofrece a sí misma, por tanto, desde un horizonte que la interpreta. Está incursa en un orbe hermenéutico. Separarla de esta interpretación autógena, del factor interpretante que la asiste en pregunta continua, y no sólo como entiende este término subrayado la semiótica desde Charles S. Peirce –un signo interpreta a otro, por lo que se convierte también en referente suyo y de sí mismo–, supone desfigurarla. De ahí que la lengua sea el único objeto que se antepone a su propia función y que de ella derive la única ciencia que se autoexplica presuponiéndose, porque sujeto y objeto ven quebradas sus estructuras en razón de un tercero que los recubre como primer fondo dado anterior posteriormente. Un tercero ordinal no aditivo, de suma, sino implicado en la función objetivante y ontológica del lenguaje. Nacemos inmersos en él por sucesivos y diversos periodos de configuración orgánica e intelectiva. Lo escuchamos, leemos y nos proyectamos en él rítmicamente, desde un sonido a otro, resonando. Es nuestro a priori intersubjetivo.12 Al hablar, antes que el significado, se nos presenta otro hablante. La donación de significado acontece en otro y la presentación de la palabra de éste es su rostro más inmediato, pues la reconocemos como estando dentro de uno mismo. Es el principio correlativo sobre la común noción prelógica de Amor Ruibal, el efecto langue de Saussure, el estado de referido, el sein bein o Mit-sein-mit de Heidegger, el lazo obligado del lenguaje en Hans Lipps, la profondeur o piel común de Merleau-Ponty, el lazo o vínculo antepredicativo. Esa referencia constituye el ser propio 11

Hegel, G. W. F., Werke 12. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1970, pp. 85-86. 12 La resonancia de las palabras convierte a la lectura en factor interno del lenguaje y no sólo en actividad suya culturalmente reproductiva, He aquí otra paradoja, pues el acto de lectura presupone signos escritos, pero quien escribe también lee. Es magister e induce el fenómeno de habla en quien observa, escucha y reproduce sus propios fonemas, sílabas y palabras, abriendo con ello una dimensión de conciencia antes desconocida, nada menos que el organigrama implícito y articulado de su propio pensamiento. El factor lect de integración en unidades del sonido disperso y de la imaginación informal va incurso en el mismo intelecto. (Hemos dedicado un libro al estudio fenomenológico y lingüístico de la lectura, Palabra Respirada: Hermenéutica de Lectura, Universidad Iberoamericana, México, 2006;UNED, Madrid, 2008).

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de la lengua, su transitividad permanente. El significado no es inmóvil como el número del matema, siempre el mismo, pero homólogo en sus transformaciones, por más que varíen las fórmulas o sus ocurrencias reales. Debajo del matema ya hay un movimiento de palabra, pues situamos el número o la línea conforme a algo: ya nos ha sido presentada “una familiaridad primordial” del ser con el percipiente.13 Nosotros convertimos después este ser de confianza en mundo hablado como si en ello no encubriéramos la constitución misma de la palabra en tanto apertura pregnante del mundo, doxa y tesis predonada.14 Los sistemas lingüísticos que reducen la lengua a cosa o uso olvidan esta prelación originaria del lenguaje. Parten de la palabra como de algo que describe, a distancia, el mundo que representa, siendo así que el mundo ya está en la palabra misma. Por eso se impone recuperar el don originario del sentido y, a la par, descubrir la precaria alianza que el lingüista introyecta de soslayo en el mundo triplemente reducido: epojé del intérprete, de la taxia originaria, del tiempo constituyente y de la tesis predonada como doxa o anticipación de sentido posible. Siendo esto así, la lingüística sustituye incluso la realidad del lenguaje confundiéndola con el análisis que le impone o con el esquema que su reducción induce.15 Prescinde de la huella que el signo arrostra como presente de una ausencia irrecuperable. Introduce entretiempos analíticos 13

Merleau-Ponty, M., La Prose du Monde, op. cit., p. 172. Nada dice contra ello la concordancia socialmente vital de un mismo juzgar en la Übereinstimmung –coincidencia, consenso– de un gran número de hablantes, como presupone Wittgenstein (Bemerkungen über die Grundlagen der Mathematik. Schriften 6, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1974, p. 343). El con-ser-con del acuerdo lo funda la palabra dada en un encuentro pregnante. De ahí le viene la familiaridad entitativa y predicativa, no de una vigencia temporal contingente, como pudiera inducir el carácter arbitrario del lenguaje fundado en una convención social perentoria. 15 Resulta curiosa a este respecto la pervivencia esquemática del tomismo neokantiano –perdura en Friedrich Schleiermacher, teórico de la hermenéutica científica– injertada de soslayo, sin saberlo, en teorías del aporte lingüístico que sitúan entre el referente y el concepto un esquema a título de esencia, o una imagen interfaz, como la denomina Hilary Putnam (Sentido, Sinsentido y los Sentidos, Paidós, Barcelona, 2000, pp. 101-104). La palabra esquematiza en cuanto remite a la anteposición mundana que contiene o recubre, en función de ella, alguna forma precedente. En tal remisión consiste la esencia del signo. Remitiendo ya resulta pregnante, conceptivo. Sus esquemas son categoriales. He ahí la diferencia. 14

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carentes de significado. Invade el dominio del decir desde una totalización predicativa en la que la huella sólo es escondite, instancia primera, segunda o tercera de elipsis traslapada. Indaguemos, pues, la realidad de la palabra en tanto donación de sentido –la Sinngebung fenomenológica y su trascendencia crítica– y veamos cómo acontece esa ausencia presente, cómo se instala en el signo y lo mueve más allá de sí mismo ya rostro y rastro del mundo que anuncia. El método lingüístico implica una acción verbal que asiste, objetivada, al proceso que la analiza. Resulta paradójico y cae en una petición de principio. El análisis presupone lo analizado. Es fenómeno de sobra conocido: el objeto lengua depende de la acción mental que, analizándolo, se objetiva. El lenguaje funciona como un órgano y en su actividad queda prendido también el pensamiento constituyente. Debemos a Wilhelm von Humboldt este acierto perceptivo,16 aunque la idea ya la expuso Platón. Sabemos de nuestro pensar y hablar pensando y diciendo. He aquí el primer punto de la paradoja. 16 “Viene a consideración el camino entero por el que el lenguaje, saliendo del espíritu, en el espíritu reactúa. El lenguaje es el órgano formante del (contenido) del pensamiento. La actividad intelectual, enteramente espiritual, enteramente interior y en cierto sentido transitoria sin huella, se vuelve exterior y perceptible a los sentidos por el sonido en el habla. Ella (la actividad intelectual) y el lenguaje son por esto uno e inseparables una del otro”. Esta actividad del intelecto se ve trabada de necesidad en sí misma, sigue diciendo Humboldt, a contraer un lazo de unión con el sonido del lenguaje, pues, de lo contrario, el pensamiento no obtendría claridad ni la representación resultaría concepto. La inseparable unión de pensamientos, órganos fonadores y oído con el lenguaje radica invariable en la organización originaria y no más discernible de la naturaleza humana. (Wilhelm von Humboldt, “Ueber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues und ihren Einfluss auf die geistige Entwicklung des Menschengeschlechts”, Werke in Fünf Bänden, III, Schriften zur Sprachphilosophie, J. G. Cotta’sche Buchhandlung, Stuttgart, 1988, p. 426). Hemos insistido en una traducción literal por los valores semánticos implicados en algunas palabras del autor, como Gedanken, el contenido del pensamiento (Denken), normalmente traducido por idea, pero es término más comprehensivo, o guiados por el matiz dinámico de los gerundios (das bildende Organ des Gedanken; vom Geiste ausgehend; spurlos vorübergehend, etcétera). Insistimos también en el sustantivo espíritu (Geist) y en el adjetivo correspondiente (geistig), cuya recurrencia suele suplirse por pronombre o, para el caso del adjetivo, traslaparse en “interior” (innerlich), pues de algo interno se trata. Humboldt aún resalta la actividad del intelecto como dimensión espiritual de la naturaleza humana, aspecto que la lingüística soslaya posteriormente.

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El lenguaje nunca sale de sí para enredar en sus retículas una realidad totalmente ajena. Saliendo, ya se encuentra en el umbral de sí mismo. Al decir, por ejemplo, “El día de hoy se presenta agradable”, el primer objeto lingüístico no es la realidad foránea e independiente de la frase que la reticula, sino el trasfondo del ser-con-sentiente de las palabras y, aún antes que éstas, de la voz articulada que las sostiene. Al pensamiento lo asiste un acto específico de respiración o ritmo propio en cada lengua, donde descubre incluso el potencial que lo anima, su capacidad de acción concreta. Al hablar, el lenguaje se habla, como, al pensar, el pensamiento se piensa. No quiere decir ello, por el contrario, que el lenguaje se sitúe en un aparte replicativo, clónico y marginado de la realidad que enuncia y anuncia. Al hablar y pensar, ya habla y piensa la naturaleza. Existe un ámbito previo de organización y realización corpórea. Y esto ya lo formuló la Ilustración alemana, especialmente con Humboldt y Hegel, quienes establecen los fundamentos fenomenológicos del lenguaje. Hegel ya advierte que las partes y elementos de un enunciado científico también anuncian y las asiste, por tanto, un mismo movimiento dialéxico. Las razones que alegamos para demostrar algo también precisan fundamentamentación. Debemos indagar sus presupuestos y condiciones. Se muestra así la importancia del contexto implicado en todo tipo de enunciación filosófica, lingüística o matemática. El decir de lo dicho en una ciencia ya prefigura el contexto de sus análisis. Hablamos dentro de la realidad, no fuera de ella. La unidad más simple, el fonema, ya acota una estructura orgánica. Sus segmentos se coordinan y diferencian siguiendo la constitución del tiempo y, según observamos hoy, con estructuras homólogas a las bioquímicas, manteniéndose, no obstante, correlacionados y con capacidad de retroactuación semántica. Tipifican y, por ello, ya se organizan categorialmente, como advirtió Amor Ruibal en los fundamentos científicos del lenguaje.

1. Biología de la palabra: Georg Wilhelm Friedrich Hegel

La influencia de Humboldt y Hegel, coetáneos y con notables semejanzas en sus planteamientos teóricos, ha sido enorme en lingüística y poética desde una consideración teórica del lenguaje. No lo reconoce así, sin embargo, la lingüística en cuanto a Hegel, ni por lo que respecta a Humboldt en poética. Resaltan ambos autores el carácter orgánico e intersubjetivo del lenguaje, un aspecto general de significación, el valor de la palabra en el sistema que la integra, verbal y cognitivo, la prevalencia de la semántica sobre los otros niveles funcionales y la omnipresencia del espíritu en la acción humana, verbal y gnoseológica. El hombre está dotado de una fuerza cuyo poder y energía desarrolla la conciencia en contacto y contagio con el mundo. La conciencia es puro dinamismo y el lenguaje su producto objetivo. Analizando éste, sus características y presupuestos, conocemos aquélla, y procediendo de tal modo, por síntesis y análisis que se funden en único método común, sabemos cómo funciona el hombre en el mundo, cómo y qué conoce de él y cuál es su propio destino. Humboldt y Hegel establecen las condiciones de la ciencia moderna entendida como conjunción de conocimiento y método. El fondo lingüístico de Hegel suele escorarse de su sistema filosófico o situarlo, por tratarse de un filósofo, en la sección de filosofía del lenguaje. A Humboldt, uno de los padres de la lingüística, con Guillermo de Ockham y Lorenzo Hervás y Pandero, quien influye notablemente en el lingüista alemán, lo encuadran más bien en la antropología lingüística. Se trata, sin embargo, de dos grandes pensadores, y así los consideramos aquí, antes que filósofos. Advirtieron el fundamento poético del lenguaje, del conocimiento y, por tanto, también de la ciencia. El pensamiento es el fondo común del método científico, cuya formalidad distingue a las ciencias según sus objetos particulares. La pretensión formal de la lingüística tiene su justificación en ellos, a los que les siguen otros como Gustav Gerber, Heymann Steinthal, quien estudió la ciencia del lenguaje de Humboldt y Hegel, y Amor Ruibal, pero quedan marginados en ella precisamente por la primacía que otorgan al pensamiento 20

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en la organización del lenguaje, acentuando el dinamismo interno del producto verbal ya realizado. Se une a ello además, y como consecuencia de lo dicho, la prevalencia poética del conocimiento y su expresión en la facultad humana del habla, lo cual ha contribuido a resaltar en ésta, y por contraposición, su aspecto más natural y espontáneo. De aquí parten ellos, sin embargo, como del terreno propio de la fenomenología. Las distinciones operadas por el pensamiento al estudiar el lenguaje son las que sirven luego para fundamentar los niveles del estudio lingüístico, en concreto las relaciones semánticas incursas en los términos, la capacidad combinatoria de los elementos y la constitución sintagmática del nivel sintáctico. De Humboldt sólo expondremos en el Epílogo los fundamentos de su poética, que son también los de la lingüística, aunque apenas se valora este precedente. Y de Hegel resaltamos lo que Josef Simon ha denominado «lingüisticidad» de la conciencia.17 MÉTODO Y APERTURA DE LA FORMA En este resumen sólo nos interesa subrayar la fundamentación lingüística del pensamiento de Hegel y la apertura poética de su función cognitiva. Resulta indudable que sienta las bases de la fenomenología del lenguaje, pero, al mismo tiempo, determinadas éstas, observamos cuál es el fondo lingüístico de la fenomenología. Ambos aspectos no sólo se presuponen y correlatan, sino que la representación poética, dice Hegel, comprende la plenitud del campo fenoménico, al que funda desde la interioridad y esencia de la cosa para crear un todo indivisible.18 De este modo, la denominada, a tal efecto, filosofía del lenguaje resulta ser razón lingüística de quien piensa y expone la facultad del habla. A su vez, quienes creen fundar una teoría ad hoc de la estructura y funcionamiento verbal, o de su producto como obra consolidada, lingüistas y teóricos de la literatura, han de atender a la consolidación de la forma en tanto fenómeno si su discurso pretende categoría de ciencia. El acceso a la formación del lenguaje desde el lenguaje mismo, 17

Simon, J., El Problema del Lenguaje en Hegel, Taurus, Madrid, 1982, pp. 33, 47, 55. Hegel, G. W. F., Werke 15, Vorlesungen über die Ästhetik, III, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1970, p. 278. En lo sucesivo citaremos como Ästhetik, III. 18

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pues estamos dentro de él, como veremos a lo largo de este estudio, supone ser y sentir la forma que lo produce. Como Hölderlin, amigo suyo, Hegel parte de la situación planteada por Fichte, y tras el criticismo kantiano, del fenómeno como principio del conocimiento, de la apariencia de las formas y su categorización, en cuyo concepto se manifiesta un a priori de formación dinámica y de conexión con el mundo en el que estamos ubicados. Al dar forma a algo, configurarlo, lo categorizamos y, por tanto, de algún modo lo designamos. Conociendo qué condiciones permiten determinar la presencia de la realidad en nuestras facultades sensibles y cognitivas, entendemos mejor cómo se abren sus formas al entendimiento y cómo amanecen otras en él, las cognoscitivas. Nos percatamos entonces de que, al actuar así, ya nos encontramos en proceso. Y si la reflexión se vuelve sobre este fenómeno, nos vemos dentro de un dinamismo que trasciende al que experimentamos como propio. Nos sentimos procediendo en algo que nos desborda, pero cuya comprensión parte de nosotros mismos, de lo que hacemos, sentimos, pensamos y esperamos. Tal proceder contempla el movimiento orgánico, los gestos del cuerpo, y al darnos cuenta, nos sentimos movientes, dotados de capacidad autónoma. Este automovimiento es organizativo, propio de los animales, y se correlata con el de la conciencia al conocer. Autodinamismo corpóreo y autoconciencia coinciden en el desarrollo orgánico y en la referencia a lo propio como punto de engarce con lo que nos rodea y pretendemos comprender. Ahora bien, tal proceso nos muestra que ya estamos ahí, aquí, en lo otro de nosotros mismos, en el mundo. Lo propio se da como y en lo otro de uno que nos rodea. Y tal situación se traduce en lo mío que comprende cabe las cosas, unas al lado de otras, contiguas, entre las que me muevo con mi organismo y pensamiento. Va apareciendo así un interior que se ve externo o mundo comprendido. Son los polos de una relación cuya unidad los ve y va rotando en giros cuyas órbitas estructuran sus elementos, rasgos, relaciones, combinaciones, y con ello, las formas, figuras, su presencia objetiva. Se ha establecido un mundo de objetos en el acto de pensarlos, es decir, mientras alguien, el sujeto que vive y conoce, los piensa. Y esta acción y acto de pensamiento se vuelven también sobre sí mismos reflexionando. Así comienza el sistema dialéctico de Hegel, muy resumido.

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Lo rotado en unidad de concepción, sus relatos, se contrapone de continuo, por lo que se trata de una unidad paradójica, negativa, en la que lo uno es lo otro de una relación que media entre ambos. Cada acto de mediación relativa presupone una transformación o elación (Aufhebung) de estructura. Y de este modo se van configurando las determinaciones en unidades procesivas hasta llegar a un último supuesto, aquello que ya no depende de condiciones porque las fundamenta todas en su despliegue de rotaciones infinitas, el Absoluto. Determinar, pues, el fundamento de cada estadio según la forma que lo manifiesta y en relación a las condiciones que lo posibilitan, así como a la transformación que lo induce en sí misma y en otras formas, constituye su esencia y la razón científica de su entidad en un momento determinado. De todo lo expuesto se deducen, a su vez, otras implicaciones. La aparición de la forma acontece en un medio del que se abstrae y, por tanto, al que pertenece, por lo menos, su moción, y en el que está inmersa. Se desgaja de él en algún modo y su designación ya dependerá siempre de este origen. Da pie a presuponer, en consecuencia, que lo desgajado no es el todo de lo intuido y que comienza entonces un periplo de formalidades y objetivaciones tendentes a obtener el complemento de una carencia. Pero cuanto más obtenemos, más se abisma y distancia lo pretendido, más forma es la forma y más ausente se muestra lo determinado. No hay un conjunto complementario propiamente dicho, pues la búsqueda analítica, deductiva, descubre siempre un más allá de sí misma que se sobrepone y, al hacerlo, recubre lo obtenido superándolo, elevándolo a nueva formalidad. Tal es la dialéctica del Absoluto. El proceso de la forma desgajada resulta, no obstante, lo inicialmente captado (Nahme) del mundo, por lo que forma (Form) y contenido (Inhalt) son sustancias procesuales de la realidad. Y esta diferencia es importante para el lenguaje atendiendo a la contraposición que la lingüística estableció posteriormente entre los conceptos de materia, sustancia, forma, contenido y expresión, como es el caso de la glosemática ideada por Louis Hjelmslev. Son distinciones aún vigentes bajo otros términos que tienen por base estos mismos objetivos. Hegel deja claro que forma y contenido se mantienen como polos de una misma relación perceptiva de la realidad. La forma es sólo lo que aparece y procede, pero al reflejarse sobre sí misma, al observar su propia génesis, se

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descubre como contenido, su parte interna, por lo que se determina entonces como lo externo suyo. Contempla su desarrollo y observa que es además la ley del fenómeno (“das Gesetz der Erscheinung”). Y en cuanto algo externo, su valor se muestra negativo, pues no abarca la totalidad de cuanto implica y presupone. Forma y contenido revierten sobre sí continuamente.19 La autorreflexión de la forma es el automiviento orgánico en tanto darse cuenta de algo. Afecta al método de concebirla, pues no la consideramos como algo ajeno siendo la exterioridad que se conforma dentro de nosotros y, en cuanto tal, también contenido. Y esto confiere al fenómeno lingüístico una impronta singular. El lenguaje contiene la forma y método que lo explica y trasciende. Es principio fenomenológico imprescindible. Observemos que el lenguaje filosófico de Hegel atañe realmente a la constitución de la lingüística como ciencia, pues sus determinaciones contribuyen al establecimiento de la encrucijada conceptual que usan los lingüistas para explicar la constitución del signo y el método que especifica al sistema verbal; a su vez, las distinciones de indeterminación genérica, determinación, concretud y particularidad, aplicadas, según veremos en otro capítulo, a la relación interna que hay en los pronombres indefinidos y determinantes, así como las funciones prepositiva, adverbial y designativa, son las que encuadran y avalan el valor semántico de las palabras. EL SONIDO DE LA VOZ La voz es la manifestación del sonido corporal humano en la naturaleza. Sintetiza lo externo del ánimo o aliento inspirado. Su fenómeno habla de un interior que se exterioriza articulándose. Como forma nos permite entrar en el proceso que la produce y ella desarrolla. Y este estar dentro de la forma que revierte sobre sí configurando unidades de conciencia y expresión a la par que reflexiona sobre ello es el sí-mismo que se manifiesta. El sonido de la voz guía, presenta, por tanto, otra cosa que no 19

Hegel, G. W. F, Werke 8. Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften im Grundrisse (1830). Erster Teil. Die Wissenschaft der Logik. Mit den mündlichen Zusätzen, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1970, pp. 264-265. En lo sucesivo citaremos como Enzyklopädie.

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es ella. Y este fenómeno podemos entenderlo como cese de función o como el hecho de dar paso a lo Otro de sí-mismo abriendo un futuro presente. Comienza con ello el carácter signo de la sonoridad que constituye la voz articulándose. Percibimos entonces que su parte externa, la vibración en el espacio, muestra aquel carácter negativo de no ser realmente lo que anuncia, pero formando al mismo tiempo, no obstante, y como la forma respecto del contenido, una unidad de procedimiento. Une lo que se contrapone como aquello cuyo ser consiste en mediar otra cosa, el significado, y haciéndolo, cesa en su extensión espacial, dando acceso así, en su propia transición, y como instante del proceso, a lo que transcurre en la representación figurada, reteniéndolo. La voz engendra una especie de carnalidad incorpórea (“eine sozusagen unkörperliche Leiblichkeit”)20 en la que el interior del alma y del cuerpo se corresponden, pero que, al cesar la vibración, deja abierto un ámbito de relaciones por ausencia en el que destaca la representación de la subjetividad, que se revela entonces como fundamento del exterior del signo y de su constante transformación en otras tonalidades. La voz personaliza así el tiempo. Se extingue lo que se expande pero continúa en la representación (valor re de lo que se presenta de nuevo, aunque no esté realmente) de lo que estremece con la vibración sonora. La presentación del contenido es algo re, una vuelta de la percepción sobre lo que es su fenómeno externo. Y esto ya significa el punto consciente del espacio interno, transicional, es decir, el tiempo. Ahora bien, si es re, ya hay un pasado en la presencia mental del presente. La presencia figura contenido y, entonces, lo pasado (ge-wesen), está fermentando. Lo ya sido fermenta. Es fermentación (Gärung).21 El aquí de la articulación fónica es el tiempo del ahora. Y procediendo así, importa más lo que se abre con su negación externa (espacio) e interna (cese del estremecimiento vibratorio) que lo que queda detrás de sí. A su vez, el quedar que continúa en otra cosa remitiendo intermitente a su ausencia –el ser de la esencia– idealiza lo que capta y prende de la realidad. Es “idealidad real” (alma), el movimiento espontáneo (Selbstbewegung) de la voz animal en el cuerpo humano.22 Idea lo que falta en su propia presencia. Y así se va configurando 20

Ibid., Werke 10, Enzyklopädie… Dritter Teil. Die Philosophie des Geistes…, p. 115. Ibid., Werke 8, Enzyklopädie…, op. cit., p. 30. 22 Ibid., Werke 9, Enzyclopädie… Zweiter Teil. Die Naturphilosophie…, p. 431. 21

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la cohesión y consistencia autónoma de las partes en la conservación constante de la forma (Gestalt). Tal se presenta en origen el lenguaje. La unidad negativa de la presencia externa trascendió en lingüística como negatividad formal del signo a partir de Saussure y el estructuralismo. Para Hegel, el sonido no puede dar cuenta de lo que anuncia. Su ser se limita al hecho de la transición hacia otra cosa. Desaparece apenas se realiza. Es caduco, contingente. Presenta en realidad la muerte. Ahora bien, su momento de existencia perentoria produce un estremecimiento y temblor interno en el cuerpo a través del oído, órgano, como la vista, teórico, y esta manifestación es la que induce el proceso de búsqueda y complemento. Queda al descubierto lo subjetivo, la otra cara a que remite lo externo, el sí-mismo de la conciencia, el sentirse del ánimo. La sonoridad caduca ha descubierto en su fenómeno el aspecto anímico de la voz y el sonido remite a su interior como contenido y significado de la cesación que luego Saussure denominó significante. Lo realmente descubierto es el transcurso durativo de la dinamicidad interna, la transformación quántica, diremos, de la moción espacial del cuerpo en tiempo y de la entidad espaciotemporal así producida en dinamismo de conciencia, el cual descubre su pliegue autorreflexivo y, con él, los actos que lo determinan y a que da lugar en el proceso de conocimiento. El lenguaje se configura ahí y habrá que explicar sus unidades básicas, procesivas y culminativas. El fenómeno así delimitado es dilatación energética de lo acontecido biológicamente en el hombre: logos de bíos, determinación esencial de idealidad existente, dice Hegel analizando la unidad en-sí que se mantiene constante, autógena, en el organismo animal.23 A este planteamiento y enfoque tiende la biogenética y biolingüística actuales, como veremos, la razón de vida, el dinamismo autoconsciente y autopoiético de la epigénesis y autoformación orgánica, celular, en movimiento. El sistema cognitivo y lingüístico de Hegel resulta biológico en tanto expone el contenido sustancial de la forma y lógico de la naturaleza mediante la acción en modo instintivo del pensamiento.24 Un instinto que reclama hoy el positivismo neurolingüístico desde supuestos intelectuales diferentes, aunque muy semejantes, los de la ciencia cognitiva, y con 23

Ibid, pp. 431-432. Ibid., Werke 5. Wissenschaft der Logik, I. Erster Teil. Die objective Logik. Erstes Buch, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1969, p. 27. 24

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el mismo fondo de experiencia antropológica, aunque interpretado de otro modo. No puede decirse, por tanto, como hace Steven Pinker, que el instinto de aprendizaje, habla y entendimiento lingüístico se presenta por primera vez como tema de estudio científico.25 Por más que confluyan hoy diversas ciencias sobre este objeto de conocimiento, psicología, computación, lingüística, filosofía y neurología, las que él cita, el fondo de la cuestión y el entorno de respuesta siguen siendo los mismos que los propuestos por Platón con el principio y diferencial fonológico, la foné semantiké de Aristóteles y la mediación intususcepta entre lo orgánico e inorgánico a través precisamente del instinto que diferencia al animal de la naturaleza no animada y al hombre del animal irracional en razón de la autoconciencia. La transición del sonido y voz a signo articulado, y de éste a símbolo a través del significado, implica a su vez tres presupuestos importantes. El primero es una significancia general de la remisión, decíamos, de sí-mismo a otro, la representación renovada del contenido, donde apreciamos no sólo el adelanto del significante lingüístico, sino lo que éste es realmente, el proceso de significancia, algo, pues, más profundo que la simple negatividad formal del signo. Y esta significancia –segundo presupuesto– está en función del fenómeno intersubjetivo o entendimiento mutuo de algo, pues la voz acontece como hecho de habla aquí y ahora hacia un allí también ahora que suprime la distancia. La designación de estos adverbios abre el tránsito ya no espacial hacia Otro y en función del nombre, donde nosotros advertimos el dominio pronominal del lenguaje y Hegel la determinación básica del principio abstracto de indeterminación general del conocimiento. La alteridad es lo otro de sí-mismo en cuanto otro interlocutor, lo otro contenido en la significancia, el contenido como significado, lo cual convierte al signo en una clase especial de símbolo, y lo otro así presente ante la conciencia como autodinamismo suyo que dura y transe en formalidad, siempre la misma, de conocimiento. Hay un ahí-allí en otro que es aquí, ahora, en nosotros, “un estar ahí del género aquí”, dice Josef Simon,26 y esto establece, sobre la negatividad del signo, una conexión interna entre él y lo designado, una referencia mutua, relativa, y entonces ya es símbolo. 25 26

Pinker, S., The Language Instinct, Penguin Books, London, 1995, p. 17. Simon, J., El Problema del Lenguaje en Hegel, op. cit., p. 200.

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La prefiguración simbólica del signo constituye un giro importante para el fondo fenomenológico y poético de la lingüística. Por símbolo entiende Hegel la fusíón inmediata, pero inconsciente, del desarrollo y evolución (Entwicklung) de la conciencia transmitidos como estimulación emocional de la voz en forma de impresión activa (Wirkung) de la sensibilidad. Y esta estimulación se produce en tanto se anuda inmediatamente con la sensibilidad sonora como una significación interna (“eine innere Bedeutung”).27 Y el nudo se lía inconscientemente. Su resultado es la articulación sonora, mediante la cual la voz corporeíza el interior o contenido de la intuición. El tono y el volumen fonémico crean una corporalidad sin cuerpo, paradójica, pues dependen más de aquel contenido interno, que los produce, que de la exterioridad sonora. Se ha procesado en el oído la conversión quántica del espacio externo en interno y de éste en tiempo (“seine innere Räumlichkeit zeitlich setz”) 28 La vibración tonémica atraviesa las partes del cuerpo y éste funciona a su vez como resonancia de las vibraciones terrestres, con lo que supera la división del espacio y realza la duración del tiempo. Este otro cuerpo así animado (“Leiblichkeit”,29 concepto de gran importancia luego para Husserl) es el realmente transmitido al hablar y el que permite mantener en el lenguaje, más allá del cese y desaparición del sonido, un lazo de comunicación universal con otros hablantes. Todo nombre porta en sí este lazo posible de vibración en otro oído y, por tanto, de transmisión, contacto e incluso contagio del contenido interno en otro hablante. Tal contenido es entonces su significado, pero no la subjetividad misma que lo produce. Para Hegel se realiza de este modo la unión de lo separado en el Espíritu, es decir, la instancia que subsume las diferencias del concepto en el dinamismo de la conciencia. Y a partir de aquí, la esencia del lenguaje será la búsqueda y encuentro de esta unión entre lo externo e interno, cuya figura máxima es la del arte, y desde él, o en él, La Religión. No quiere decir ello que se pase al estadio religioso desde el artístico, sino que toda unión así efectuada es religiosa. En el punto de articulación sonora se manifestan, por tanto, dos 27

Hegel, G. W. F., Werke 10, Enzyklopädie… Dritter Teil, op. cit., pp. 107-108. Ibid., p. 105. 29 Ibid., p. 115. 28

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relaciones. Una va de dentro hacia fuera y produce algo, el signo, cuya exterioridad es arbitraria. Otra mira, desde el tono y volumen de la voz, hacia dentro, de cuyo impulso depende y en relación al cual es su libre arbitrio, su tejido voluntariamente electo, mas con un flujo anímico impreso. El signo es libre elección que lo hace visible, intuible: intuición producida por la inteligencia.30 La forma tonal se funde con la interna del contenido subjetivo (intuiciones, voliciones, representaciones, fluidez figurada de la imaginación, la cual añade al signo verdadera evidencia31) y entonces la significancia universal se torna inmediatez comunicativa de objeto y sujeto. En esta otra relación el signo es símbolo y ya algo no enteramente externo, o vista tal relación a la inversa, el símbolo, que contiene una vertiente designativa, el signo, alcanza una resonancia interna que aquél no puede. Tal ámbito simbólico lo cifra Hegel en la figura de la pirámide,32 que comprende, de tal modo, el símbolo, el signo y lo designado. Lo anteriormente inadecuado, asimétrico, se torna adecuado, correspondiente, fundido. Y sólo así puede ser el signo la cosa tal cual existe y tener valor en la representación como nombre. Hegel ensambla aquí el mundo de la sensibilidad inmediata preconsciente con el interior de la conciencia. Aquél se anuda y adquiere mientras la corporeidad se organiza de modo pasivo en su concentración natural como individuo aún mónada, no realmente dividido en conciencia de sí-mismo y sustancia objeto que predica de ella como sujeto, es decir, autoconciencia. Y este otro produce su exterioridad partiendo de algo suyo interno y a la vez externo, la voz, cuya vibración se irradia por el tejido del cuerpo afectando incluso a la resonancia de su conformación natural e inconsciente. El mundo de síntesis pasivas, como las llama luego Husserl, es sumamente revelador para la tesis que sostenemos en este estudio de la quantificación atómica del lenguaje a partir de la receptibilidad de las ondas acústicas por el feto en el seno de la madre. Hegel identifica la individualidad inmediata, atómica por tanto, de la sensibilidad aún no refleja con el psiquismo que se está organizando en el feto materno. Y distingue en él dos individuos aún no diferenciados en la unidad de alma, el inconsciente, que todavía no es un 30

Ibid., p. 278. Ibid., p. 268. 32 Ibid., p. 270; Werke13, Vorlesungen über die Ästhetik, I, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1970, pp. 459-460. 31

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sí-mismo (ein Selbst), pero sí realidad inmanente, aunque todavía obscura –la noche del sentido–, y el sí-mismo singular o sujeto de esa dualidad aquí prevista. La madre ya es el primer predicado de atribución psíquica, subordinado, del feto, al que penetra con su sustancia, la cual se individualiza en propio hasta que se ve diferenciada y es sujeto de predicación en primera instancia. Esta predicación originaria recibe el nombre de genio, lo que se entendía por tal en la época de Hegel.33 La sustancia introyectada como primer predicado resulta fundamental, pues lo sujeto de la sensibilidad inmediata que se está organizando es aún penetrable, sin resistencia, y sólo tiene un ser-para-sí formal. Al poder reflexionarse, deviene verdadero individuo impenetrable, atómico. Y como Hölderlin, con la sombra de Fichte detrás, expone Hegel la analítica de esta síntesis. Diferenciándose, la individualidad emergente se ve y juzga esta sustancia interna aún informe, pero formalizándose ya a oscuras, objeto de su subjetividad, objeto que la predica entonces como sujeto suyo. Tal es el núcleo inicialmente atómico de la quantificación sensible, la afectividad que atraviesa el entendimiento desde Aristóteles hasta nuestros días y recibe en el transcurso de la historia diversos grados de precisión emotiva, pues estamos en el ámbito aún indiferenciado del pazos (pazémata aristotélicos que tratamos al final de este estudio) y en la kínesis de la autogeneración orgánica. Ofrecemos en este resumen la sustancia de cuanto alcanzamos con este estudio. La preconsciencia nos sitúa en el mundo irreflejo pero penetrable de las ondas sonoras y fotónicas a través del cuerpo materno, donde se preconfigura la sombra antepredicativa de la sensibilidad. Por otra parte, la dualidad de negación en lo interno del signo, no obstante una en su presencia, mantiene la relación de significancia como valor y así trasciende luego en Saussure, cuya noción de signo deja entrever además un eco de la corporeidad incorpórea o Leiblichkeit hegeliana en la imagen acústica del significante. Este valor corpóreo y su asimetría respecto del contenido intuitivo la encontramos también en Husserl, y desde los mismos presupuestos adverbiales y pronominales que los de Hegel, en otros autores como Amor Ruibal –relacionismo correlativo de la referencia polirradiada del significante al significado, idea y realidad designada, del circuito interlocutivo, pronominal, del habla, equilibrio 33

Ibid., p. 124.

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inestable, no causal, pero adecuado, del signo–, Karl Bühler, Serge Karcevski y Gustave Guillaume. En cuanto al símbolo de la pirámide y su diferencia con el signo, que es sólo un aspecto colateral suyo, la lingüística se percató de la necesidad de fundir las relaciones ahí implicadas bien con la figura de la pirámide misma o con una base suya en forma de triángulo o trapecio, tal es el caso en Stephen Ullmann, Kurt Baldinger, Klaus Heger, Charles K. Ogden e Ivor A. Richards, John Lyons, Gerold Hilty, Janos S. Petöfi, etcétera. Estudiaremos en otro capítulo esta resonancia arquitectónica del símbolo. El punto de habla establece el sistema cognitivo. Es adverbial, ad verbum, en su aquí-ahí-allí-ahora que cesa en tanto sonido pero continúa en la sensibilidad como formalización cognitiva. El punto adverbial determina (he aquí el tercer efecto antes anunciado) la doble condición de posibilidad, fonémica y cognitiva, del principio de significancia relacional. Allí donde cesa el habla, comienza el signo, la remisión de lo externo a otra cosa ausente, pero mantenida de modo virtual en la memoria, o presente, pero aún aquí algo ya pasado y en fermentación de más presencia. El punto de habla manifesta entonces la condición espaciotiempo que dura a intervalos en una relación simbólica, Y si tiene intervalos, hay, al menos, silencio, un espacio virtual insonoro, pero mediado en aquella significancia general de forma aún informe. Es el ámbito emergente del lenguaje en tanto facultad instintiva del pensamiento. Y como abertura de la mente a algo antes no intuible da la vuelta a lo ya dicho del habla recibida que penetra en mí como predicado subordinado y despierta con su moción el afecto y efecto impresivo (Wirkung), la potencia que lo posibilita. Lo ya dicho ha de renovarse en la experiencia de este decir conformante. Y éste es, a nuestro juicio, el gran aporte de Hegel a la fenomenología del lenguaje y, por tanto, a la lingüística, aún hoy no evaludado en esta dimensión suya, a pesar de la enorme bibliografía existente. Acontece ello en el intervalo adverbial y fenoménico de la voz que, cesando en su actividad, deja abierto lo para-sí de los tránsitos de conciencia “y sus determinaciones”, el tiempo, del mismo modo que el punto del espacio abre la línea y superficie, el volumen.34 Sus puntos son adverbios transitivos. La sucesión dinámica de la reali34

Ibid., Werke 9, Enzyclopädie… Zweiter Teil, op. cit., pp. 47-48. (El volumen lo añadimos nosotros, pero se presupone).

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dad trasciende los cortes, límites y fronteras del espacio en superposiciones contiguas cuya vibración interna, aún psíquica, provoca recubrimientos y más superposiciones cuya potencia revierte la linealidad sucesiva engendrando volumen en el tiempo real y reflexión ya quántica cuya energía es valor sustancialmente formalizado. La voz es también movimiento articulatorio del espacio, puntos superpuestos de tiempo. La antepredicación in utero y el descubrimiento de la condición de posibilidad de toda experiencia en orden al conocimiento nos sitúa ante un volteo del lenguaje semejante al operado por san Agustín al entrever un espacio interno de conciencia en el que las palabras aprendidas puedan reactivarse según relaciones ya dadas y otras nuevas. La lingüística entendió esto como función metalenguaje del lenguaje mismo, pero es algo más profundo dentro de su formalidad operativa. La forma mentis remite a una modulación interna de las determinaciones, a un verbum mentis. El habla consiste en la activación siempre nueva que la hace posible aunque para ello usemos signos ya creados, palabras aprendidas. La auténtica es la que activa en éstas, u otras nuevas, el tiempo de su realización. Por eso la poesía, como veremos más adelante. Y éste es un hablar real, un acto con tiempo propio, siempre singularizado. Gracias a él se renueva el lenguaje y no se convierte en depósito estanco de formas muertas. La singularidad de habla es poesía originaria que fermenta incluso el lenguaje adquirido y, en él, la facultad que lo posibilita. Hegel y Humboldt coinciden en esto plenamente. Necesitamos entrar en las formas ya dadas, apropiarnos su tiempo natural, ser su historia en el punto del tiempo. De aquí parte la poética intuitiva y teórica de la modernidad con William Wordsworth, Samuel T. Coleridge, Percy B. Shelley, Edgar A. Poe, Gerard M. Hopkins, Heidegger, Antonio Machado y otros grandes poetas hasta nuestros días. PLASTICIDAD ESPECULATIVA La determinación simbólica del signo sobrepasa la carencia simple de éste, al que Hegel se refiere como “mero signo”, porque su valor es accesorio. Veremos, no obstante, que el mundo abierto al cesar la sonoridad que lo caracteriza tiene por fondo el sentimiento originario del lenguaje. La apertura dada en la voz como mundo interior o en-sí vuelto para-sí del sujeto que la emite (mundo de pre-posiciones: ad-verbios y

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pro-nombres), se trasluce al mismo tiempo como su posición objetiva ante la conciencia. Ya sabemos qué se pierde y cuanto se gana en el proceso. Sucede aquí además algo importante, también presente en Humboldt. Esa actividad trasplanta su ejercicio a punto tético o tesis del acontecimiento, con lo que la vida allí incursa –el hablar y entenderse uno a otro en el cuerpo del lenguaje: el objeto voz convertido en signo y éste en símbolo– se objetiva como sujeto o tema de cuanto en ella se anuncia y analiza. Dicho de otro modo, el hablante sitúa ante sí lo que habla en forma de nombre, es lo sujeto de un objeto, y esta acción subjetiva pasa a ser, se pone, a su vez, como sujeto de cuanto se predique de todo el fenómeno así derivado. Estamos ante la formalidad constituyente de la frase gramatical filológica, que, para Hegel, funciona como base natural del lenguaje recibido y de uso espontáneo. Se produce entonces un espejismo mental, pues el tránsito, al hablar, del sujeto al predicado que lo explicita está siendo realmente lo contrario, la moción del predicado hacia el sujeto, como sucede al atribuir el adjetivo mortal al sustantivo hombre, o la cualidad verde al pino, pongamos por ejemplo. Entre unos y otros términos, o entre ambos conceptos, se da un tránsito, un intervalo, la mediación de representaciones, pero también todo lo que subtiende a cada uno, que es mucho, en cuanto voces portadoras de finitud e incursas en aquel otro proceso de la sensibilidad inmediata y en este otro de relacionarse instaurando nuevas determinaciones y unidades, como la unidad que los cohesiona y trasciende en oración más que propositiva. Algo singular ha sucedido, no obstante. El lenguaje está siendo la dialexis o dialéctica real, el evento de vida cognoscente. Es su momento especulativo35 y su carácter moldeable, plástico, pues revierte, se convierte y hasta divierte, una diversión trágico-cómica. Juega con la muerte y la vida que lleva dentro: lo sido renovándose o lo que es sobreponiéndose. La lingüística ya no entra normalmente en esta otra fase de la especulación, si bien la intuye al repetir el proceso de base en la organización del texto, a lo que denomina gramática textual. La filosofía de Hegel inaugura otro tipo de lingüística y el lenguaje que la fundamenta se nos descubre como pura bio-logía del conoci35

Hegel, G. W. F., Phänomenologie des Geistes, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1970, pp. 54ss, 59ss. Trad. de M. Jiménez Redondo en Fenomenología del Espíritu, Pre-Textos, Valencia, 2006, pp. 158ss, 164ss. En lo sucesivo, citaremos la traducción entre paréntesis.

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miento. El lenguaje crece y se desarrolla como el cuerpo, articulado, y el principio anímico que le da sentido. Su plasticidad es la reorganización constante de los miembros y partes, sus todos parciales (palabras –fonemas, sílabas, acento, tono–, sintagmas, oración: tonalidad), conforme al sentido de cada caso y situación de habla. Sobre el significado de la frase filológica está el sentido plástico, que lo rehace según la circunstancia del hablante a la hora de su acto enunciativo. La plasticidad especulativa descubre en el contenido de las palabras la praxis que las hizo posibles y la hermenéutica que las interpreta, es decir, determina las precondiciones de su existencia. La pragmática y hermenéutica son, en consecuencia, recursos analíticos del significado inmerso en el sentido de la frase. Este nuevo acceso al interior del lenguaje nos permite experimentar además el ejercicio que lo experimenta por el hecho de que activamos su facultad, que es la más importante del complejo cognitivo del hombre. Al proceder especulativamente vemos cómo se determina el pensamiento verbalmente y, con ello, la determinación de la realidad en la conciencia. Si nos limitamos a reproducir lo accesorio y convencional de lo dado previamente, no vivimos in nuce, como dice Johann G. Hamann, la realidad verbal. La forma est de la proposición S est P sólo conecta los extremos por ser forma vacía de contenido, no vivenciada de sustancia. No refiere lo en-sí que es realmente, aunque se enuncie como tal en ese instante. Sólo emitimos un es propio, y esto lo entendió muy bien Amor Ruibal, cuando volteamos la frase y reconocemos o producimos un es verdadero afirmando o negando lo implícito e implicado de aquella primera relación S est P, que también puede figurar yuxtapuesta y sin el auxilio del verbo, lo cual prueba su vacío de contenido. El segundo es que revierte sobre el primero, manifiesto o implícito, en este caso con sólo yuxtaposición de los términos u objetos, es el ser de tal fusión, el asentimiento singular de la conciencia en forma sustanciada de juicio. El sujeto lo vive y experimenta en conciencia. Por eso dirá más tarde Amor Ruibal que la idea se da en el juicio, no antes, en el estadio de puro concepto perceptivo. Es la determinación de conciencia, como palabra, en forma de juicio. El concepto de determinación (Bestimmung) y la seguridad del asentimiento a lo así determinado (Gestimmtheit) ilustran perfectamente la sustancia de la plasticidad de la frase especulativa opuesta por Hegel a la mera proposición gramatical de la lingüística. Advierte Ana

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Agud a este respecto, al traducir un epígrafe de Josef Simon, «StimmeStimmung-Gestimmtheit» (“La voz y el ánimo”), la prevalencia de la voz (Stimme) en las otras dos palabras, el estado de ánimo (Stimmung) y la citada determinación, como posible «tonalidad interior».36 Efectivamente, para Hegel lo determinado es afecto o sentimiento de la voz en cuanto prolación del sí-mismo como para-sí que es otro, es decir, el lenguaje. La determinación lógica resulta voz conceptiva (verbum mentis) y el concepto un estado de sentimiento o certeza de que algo acontece en tal forma con seguridad de ánimo por parte de quien habla o piensa. El lenguaje está, por tanto, presente en las formas de pensamiento y, para expresarlo, el hablante echa mano del vocabulario adquirido. De ahí que la voz sea el volteo de lo sujeto internamente en su fenómeno de aparición externa. Josef Simon recoge con acierto esta exterioridad de la voz entrecruzada con la «verdad sentida» del yo, con el movimiento de la autoconciencia al superar el espacio articulado en razón del tiempo, una razón necesaria del espíritu según Hegel,37 pues se trata de un significado sustancial surgido del concepto mismo en su necesidad de autorrevelación, y así sucede igualmente con la palabra, hija fraterna, en tal caso, del concepto. El sujeto experimenta una sabiduría de sí mismo en aquello que se le muestra consciente con necesidad de salir fuera, lo cual, aunque sea sólo, de momento, un cabe sí mismo, en ello sabe de sí y se profiere, dice, pero al decir se escucha, pues oye su voz, “y sólo este escucharse uno a sí mismo es la existencia de la palabra”.38 Tal también el arco reflejo de la conciencia en la palabra, donde ésta se reencuentra desde dentro de sí misma, ya no sólo forma convencional adquirida en el proceso cotidiano de habla. Hemos alcanzado el centro de su origen. Por eso pertenece al espíritu, nos dice luego Hegel en la Estética, allí donde también principia el concepto. La palabra es el punto conceptivo del genio transmitido por la madre al feto, ahora en plenitud predicativa de primera instancia, aunque también antepredicativo respecto del análisis gramatical, que suele pasar de puntillas al lado de esta cuna fenomenológica. El interior del signo es tan necesario como libre en su elección. Ne36

Simon, J., El Problema del Lenguaje en Hegel, op. cit. p. 91, n. Hegel, G. W. F., Phänomenologie des Geistes, op. cit., pp. 550-551 (854). 38 Ibid., p. 559 (865-866). 37

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cesidad de conciencia y libertad de espíritu, tal es el lenguaje para Hegel. Y esta concepción matiza el carácter arbitrario que la lingüística le otorga desde Saussure hasta el funcionalismo pragmático de nuestros días. De lo dicho nos interesa resaltar que la significancia del lenguaje procede doblemente. Por un lado, como formalidad general objetiva, de tal modo que el objeto se constituye y determina, como observa Josef Simon, en la articulación fónica y con carácter deíctico;39 y por otro, que esta objetividad subyace en toda posición tética, por tanto también al situar el sujeto o el tema como cabeza de predicación lingüística. Es la generalidad procesiva, objetivante, el horizonte que recubre y arquea todo dato y su determinación concreta como relación general / particular, abstracto / concreto, común / propio, o concordancia de uno y otro polo en lo singular del individuo. Hegel representa esta relación proyectando el pronominal Esto (Dieses) sobre el determinante Este (Dieser).40 Y de aquí parte en lógica la reversión type / token y la mutua determinación de una palabra respecto de otra en el proceso enunciativo, que es supuesto general de la lingüística ya observado por Humboldt y luego repetido por varios autores, como Michel Bréal, Eduardo Benot, Amor Ruibal, Serge Karcevski, etcétera. La percepción hegeliana constata un momento indefinidamente demostrativo en la unidad de concepción a punto de dividirse y diferenciarse. Lo inmediato es en realidad la distinción de un este-yo dado en lo esto-objeto que el sí-mismo percibe aún indiferenciado. Hemos resaltado en otro estudio la importancia de la preposición de prefijada sobre el fantasma de la mostración.41 Es proceso, punto de partida y transcurso que mira al lugar de origen, pues está siempre presente. El yo y el objeto son de-mostración simultánea del sí-mismo en la certeza sensible. El pronombre esto resulta de la fusión deíctica del aquí-ahora de todo acto de habla. Prolata sus deixis alzándolas al demostrativo que designa cualquier forma de concertación posible como algo este. Su contenido no se agota, por tanto, en el aquí y ahora de la designación, como al decir «Esto es un árbol», sin entrar aún en sus determinaciones concretas, éstas tales. De ello deduce Hegel que la deixis inicial locutiva es la rela39

Simon, J., El Problema del Lenguaje en Hegel, op. cit. p. 90. Hegel, G. W. F., Phänomenologie des Geistes, op. cit., p. 82 (197). 41 Domínguez Rey, A., “Al decir esto en lo dicho de la gramática lingüística”, Signa, 10 (2001), pp. 395-407. 40

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ción dialéctica de todos los aquí y ahora. Los presupone y por tanto suspende y niega, abriendo así el espacio posible de concreciones plurales, la variedad del ser singularizado.42 Son su campo supositivo, la forma generalizante que la palabra distiende al ser pronunciada o creada. De ello resaltamos el ámbito o reino del espíritu así distendido por la realidad con un esto indicador de que algo acontece o está a punto de ello como presencia individualizada. Pero el singular ya nunca se agota en los adverbios que lo preceden y que descubren el espacio supositivo que llevan dentro, es decir, su dimensión fórica, pronominal. El nombre es pro-nombre que de-viene aproximándose en el entorno. Y este lenguaje ya nos llevaría a Heidegger, pero estamos aún mucho antes, aunque en su fuente misma. El lenguaje distiende el forismo pronominal del ser tan pronto decide salir de sí-mismo, suena y resuena escuchándose, oyéndose, y esto ya es poesía, la resonancia del ser en cada sonido suyo que las cosas sonaron de algún modo para que pudiera conocerse y ser el para-sí que no lo agota y se repite siempre diferente en ritmos, rimas, proposiciones, palabras incesantes o nombres de nombres. Sólo las vivifica la sustancia experimentada vivencialmente. Poesía. La inversión especulativa del predicado al sujeto se convierte, a su vez, en algo objetivo para la conciencia en posición de sujeto, con lo que se repetiría la reversión, pero en aquello objetivo está proyectada la subjetividad sin dejar de serlo, y por tanto se predica de sí misma. La proporción establecida deviene desigual en sus presentaciones, o contrapuesta, con lo cual, y por ello mismo, lo así presentado e invertido, se une y compenetra.43 Explicado aún con más detalle: la conciencia se recubre viéndose y sintiéndose el recubrimiento efectuado, es decir, la presencia constante del Espíritu. El arco reflejo del predicado hacia el sujeto transforma la horizontal del primer sintagma propositito en paradigma vertical. Al revertir –ejemplo de Hegel– el enunciado: lo sí mismo (das Selbst, en persona) es la esencia absoluta, este predicado (“das absolute Wesen”) es el nuevo sujeto. Ahora bien, sujeto y predicado de antes revertidos en predicado y sujeto de ahora son proceso de la conciencia que sigue ahí operando y revirtiendo; y de tal modo, que lo ahora puesto como predicado es ella misma, su ser sí-misma, por lo que esencia 42 43

Hegel, G. W. F., Phänomenologie des Geistes, op. cit., pp. 82ss (197ss). Ibid., pp. 545-546 (847-848).

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(das Wesen) y subjetividad son lo mismo (das Selbst). Descubren su relación paradigmática incursa en el sintagma que las distiende. Estamos dentro de la objetividad inicial, sin salir de ella, pero en otra fase suya. Cada determinación es un momento del Espíritu en la autoconciencia, o viceversa, cada instante lo revela, evoca, como su asistencia. Lo dicho contiene aún el decir que lo voltea y sobresignifica en nuevos sentidos. La forma (Gestalt) contiene, dice Hegel, el movimiento expositivo y su inversión. Y aún más, podemos añadir: es punto polirradiado, vibratorio, expansivo a la redonda. Las observaciones anteriores convierten a la lingüística en proceso fenomenológico de objetivación e incluso desconstrucción del lenguaje en tanto determinación de conciencia, como sucede en la exégesis analítica realizada por Jacques Lacan y Jacques Derrida. Es producto fenomenológico del conocimiento y parte de un de que tanto procede como retrocede descomponiendo el análisis que la dialexis o diálogo fue formando. Tal forma de análisis resulta también poética por el hecho de estar en la forma, ser la forma formante. Ahí comienza la Poética como fenómeno del lenguaje y de la conciencia. La poesía prolata o supera la retórica. Y esta presentación suya es moderna. Humboldt, Hegel y Hölderlin se percataron de ello. Fue y es tal el giro que esto provoca, que la crítica procedente del mero análisis gramatical se alejó de este fenómeno quántico del lenguaje tildándolo de desvío a partir de la separación (écart) del signo y de la dialexis, retenido no obstante el movimiento dialéctico para decidir el valor semántico de las palabras. He aquí el enorme abismo que separa a la Poética de la Lingüística y de la Teoría de la Literatura, secundadas por un criticismo filosófico redundante. ORIGEN POÉTICO DEL LENGUAJE El alcance singular del lenguaje y del individuo se logra en poesía, cuyo decurso es a la vez comprehensivo y extensivo, por lo que su unidad resume el fenómeno del conocimiento y el método que lo presenta. Reúne en un solo haz, dice Hegel, los rasgos internos de la subjetividad y extiende en amplitud, yuxtaponiéndolas, las singularidades del mundo externo.44 44

Ibid., Ästhetik, III, op. cit., p. 225.

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Esta capacidad de reunir en una forma expansiva nace de la necesidad de expresión y toca el origen y espontaneidad de sus representaciones y expresiones. Es la poesía primitiva, anterior a la prosa y que se distingue de la afecta al arte. Esta otra corresponde al lenguaje y concepción poética que se engranan y desarrollan en medio de una vida y modo preexistentes de expresión prosaica.45 Hegel advierte que el método poético es afín al especulativo, pues presenta una identidad en desarrollo y la asistencia del todo en las partes que integra, pero lo concreto expansivo, particular, de uno y otro proceso difiere, para el movimiento especulativo, en que la deducción filosófica fundamenta el particular en la “unidad concreta” a que remite, y la poesía lo funda en el en-sí interno de donde procede, el cual no se objetiva, como tampoco el alma, con semblante de “existencia independiente”.46 El halo poético recorre el conjunto y corresponde al tono esta función suya de armonizar lo aparentemente suelto, distante, pero también él cede ante la vibración del contenido interno, donde vive, no obstante, como parte del ritmo. Aún siendo elación del sonido y cesando como él en razón de aquello que lo fundamenta, el tono deja, como la vis verbi de san Agustín,47 una impresión interiorizada, un eco o resonancia cuyo temblor afecta el ánimo como algo ideal, por el hecho de que no tiene forma objetiva expresa. Ya conocemos este proceso. Es la moción procedente de la doble negatividad del signo y por la que el hueco de éste se corresponde, desde aquel temblor vibrante, con el contenido de la subjetividad.48 Hegel habla aquí del sonido musical, pero su proceso coincide, en cuanto referido a la sonoridad, con el de la poesía, diferenciados, sin embargo, en que ésta privilegia el contenido de intuiciones, representaciones y sentimientos sobre el aspecto sonoro. Su lenguaje mira más al verbum mentis que al verbum oris, comparación que de nuevo sugerimos con san Agustín. El sonido sigue siendo signo con exterioridad y objetividad, no obstante, inmanentes, lo cual lo dota de independencia y de contenido sensible propio, cuya forma no guarda relación tan estrecha 45

Ibid., p. 242. Ibid., p. 255. 47 Agustín, san, De Dialectica, 12, 12, Reidel, Dordrecht-Boston, 1975. 48 Hegel, G. W. F., Ästhetik, III, op. cit., pp. 134-135. 46

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como con la que existe entre la del color en pintura y su composición. El signo deviene fin en sí mismo. Resulta poético.49 Ya se esboza aquí indirectamente una forma y contenido de la materia sonora o pictórica, es decir, de la sustancia, a la que corresponde en la conciencia un contenido (sentimientos, intuiciones, representaciones) y una forma propia de moldeamiento. La poesía se encuadra en el arte general como hecho estético, pero resulta su representación más plena. Por eso parte Hegel de la polaridad entre contenido y expresión y, en cada uno de los polos, de una sustancia y forma deducidas de la determinación material de la sonoridad externa y de la representación interna.50 A la poesía corresponde, por ello, el comienzo de la disolución del arte y representa, para la filosofía, la transición a la religión y al pensamiento científico. De ahí que se mueva en los límites de lo bello, la prosa de la conciencia ordinaria, sobre la que se eleva el arte, la religión y la ciencia.51 Hegel adelanta, por una serie de vericuetos, seguidos también por Husserl, la diferencia que la glosemática introduce en lingüística y semiótica entre el contenido, la expresión, y, dentro de cada uno de estos planos, la sustancia y la forma. Quedan fuera las sustancias del sonido y del pensamiento y sólo funcionan las formas respectivas, en cuya correlación cifra Louis Hjelmslev la pertinencia del método lingüístico. Es efecto reductivo que alcanza también a Émile Benveniste al diferenciar una lingüística del signo, gramatical, podríamos decir, y otra del enunciado o texto, semiótica. Lo que se abandona por un lado, la sustancia, revierte luego por otro con la determinación locutiva y situacional o la fuerza del acto locutivo y sus protocolos un tanto diplomáticos. Efectivamente, la dialéctica hegeliana suprime, en principio, la sustancia sonora, más bien la suspende en otro adelanto de la epojé husserliana, y la actividad del pensamiento en pro de la razón esencial de las cosas y sus formalidades. Y conjunta las formas del contenido y de la expresión ahormándolas, no en la sustancia –lo dice expresamente–, sino en lo que ésta implica: todo lo que concierne al espíritu, aquello que fundamenta materia, sustancia y contenido, pues realmente es la 49

Ibid., p. 274. Ibid., p. 230. 51 Ibid., p. 234. 50

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forma en sí del Absoluto. Va al fundamento y por eso contacta con el libre vuelo de la imaginación, desde donde contagia todo lo que toca y remueve el lenguaje ya adquirido, dado, lo dicho en razón del decir originario que la facultad estrena libremente en cada individuo. El volteo del lenguaje revierte al signo simple de la repetición no sustanciada y lo rehace desde el contenido de la representación interna, es decir, desde el tiempo vivo, y la poesía requiere entonces el acorde, adecuación y aproximación de los recursos externos de la temporalidad, como el verso, el metro, la medida temporal –acento, cesura–, aliteración, asonancia y ritmo. Estas determinaciones vienen inducidas por el sentido de las palabras, no viceversa. Estamos, en el fondo, ante una nueva versión del concepto fonologizado (foné semantiké) de Aristóteles, a la que aludiremos en otro capítulo. No lo parece así, sobre todo sabiendo que Hegel se opone a la mimesis aristotélica, pero resulta obvio que está urgando, más que el fondo semántico, y hasta semiótico, el espiritual de la forma lingüística, donde se objetiva el contenido de la conciencia y de todas las artes, por más que cada una tenga su razón específica. La exterioridad queda idealizada en tal sentido, pues su valor resulta de esa representación poética. La prueba de todo esto es la ecuación del yo y del tiempo realizante y acotado como autoconciencia en el verso y valores rítmicos52 en función del tiempo en que aquélla se revela y constituye, especialmente el tiempo puro dado en la música. Hegel establece aquí un paralelo entre la expresión como modo de la interioridad pura, donde desempeña función especial el sensible sonoro, y el oído en tanto órgano también singular, pues él y la vista son sentidos teóricos, no prácticos como los demás.53 El yo exige concentración y la logra sustrayéndose momentáneamente al flujo continuo del tiempo mediante unidades suyas precisas. No olvidemos que aquí se establece una sonoridad más ideal que la del cuerpo y que también ella cede abriendo entonces la interior de la conciencia como autodinamismo o Selbst propio. ¿De dónde procede aquella exigencia? Hegel la explica exponiendo la constitución de la interioridad subjetiva en relación con el tiempo en cuanto tal, elemento 52 53

Ibid., pp. 156-157, 295, 304, 311. Ibid., p. 143.

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específico de la música. El sí-mismo se descubre como objeto dándose cuenta de que éste es algo ideal de sí como sujeto y semejante posición suprime realmente aquella objetividad, afirmándose entonces la unidad subjetiva. En la negación del objeto que soy para-mí mismo –función reversiva de la preposición–, afirmo mi identidad, lo idéntico de mi asistencia continua al proceso. Esto presupone que se ha negado externamente la yuxtaposición de objetos o cosas indiferentes entre sí en el espacio condensando su continuidad en un momento del tiempo como a-presente. Tal condensación es, por tanto, la sensitiva y perceptiva, como la que experimentamos, por ejemplo, al percibir y sentir la luz sin diferenciar el espectro de colores que la componen. Pero lo continuo de esta presencia sigue fluyendo, con lo que la contigüidad da paso a otro a-presente, o es la misma dinamicidad del movimiento prepositivo a. Ahora bien, lo condensado se muestra arqueo negativo de la presencia externa, cuyo intervalo es tiempo puro. Percibimos algo más que el objeto y su fluidez perceptiva, pues estamos fluyendo. De aquí deduce Hegel que en todo el proceso de negación, podemos decir, metonímica del espacio y negación de la negación permanece el mismo a-presente, lo que nosotros denominamos arqueo subjetivo de la presencia, cesación y a-presencia en el punto mismo del cese, como si la preposición a fuera un aguijón o el impulso tensivo de la dinamicidad constituida. Y todo esto coincide con aquella otra negatividad interna del yo abstracto viéndose como objeto ideal de sí-mismo y, en consecuencia, forma pura sin contenido, donde, no obstante, se encuentra y a la que recubre y llena con la sustancia de sí-mismo, como sucede también en Hölderlin al proyectar la sustancia viva, sentiente, del yo sobre la formalidad pura del es en el juicio. Tal acontece, hemos visto, con el es de la certeza asegurándose (Gestimmtheit) respecto de aquel otro formal y heredado de la proposición filológica. Así pues, la negatividad externa e interna son el mismo proceso dialéctico del yo en la sucesión del tiempo, con el que se funde y confunde. No sorprende entonces la afirmación hegeliana de que el tiempo del sonido doblemente negado, en el espacio y como temblor o estremecimiento vibrante, es el mismo del sujeto.54 Son puntos elativos de la conciencia en el arco de la autodinamicidad cognitiva. El tiempo, punti54

Ibid., p. 164.

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forme, se repliega a-presentándose fluyente en su cesación misma de puntos, uno sustituyendo a otro siempre de la misma manera. Ahora bien, como la poesía no es forma pura del tiempo en el punto preciso de su negatividad ideal –aquel momento negativo de la independencia sonora del signo–, cede su turno a lo así descubierto, pues quien niega es la conciencia en su proceso infinito, y sedienta, deseosa de autoencuentro con algo suyo sustanciado. Y ahí entra la refundación del sonido y sus unidades de tiempo como acotaciones del yo consciente, la voz y la palabra ya procesos internos del conocimiento en la objetivación del espacio sobre su propio terreno, la conciencia. Entonces, la poesía es forma sustancial del conocimiento y, con ella, en ella, el lenguaje se nos muestra puro, fundamento vivo de la manifestación consciente.55 La sustancia así recuperada y sobrepasada como fermento del tiempo es, como se deduce del arqueo puntiforme de la duración (nos referimos al movimiento y suspensión de la Aufhebung), el ritmo, que Hegel compara con la plástica y extiende al orden de conceptos, ideas, representaciones, al contenido interno, no sólo a la exterioridad sonora. Debemos entender en él, además del movimiento especulativo, los valores que la poesía comparte con las artes plásticas en cuanto representación sensible del movimiento y figura suya, si bien la poética –imagen, comparación, metáfora– es tiempo ahormado, en lo que difieren unas y otras artes, como la arquitectura, escultura y pintura. La plástica hegeliana es moldeamiento, forma de las formas y contenidos internos de la conciencia. La forma del contenido tacta aquí la sustancia que subtiende la expresión como sentido de los significados. Hegel deduce el carácter plástico del ritmo desde la marca acentuada de las raíces de las palabras en un proceso que recuerda, como mínimo, a Heráclito y el estudio comparativo indoeuropeo. En las raíces coinciden el acento y el peso léxico, sustantivo, de las palabras. Incluso las que desplazan este acento en razón durativa de su composición, derivación, etcétera, como sucedía en griego y latín con la cuantidad métrica, muestran en esta separación de la base léxica a la modulación designativa (flexiones, casos, prefijaciones, pronombres y adverbios separables de la raíz en alemán, todo ello generación fonémica desde una 55

Ibid., pp. 229, 240.

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consideración lingüística) la moción interna del tiempo y aquella condensación que el yo marca en las unidades de tiempo concentrándose sobre sí mismo. Es el sentido quien afirma plásticamente el elemento sensible de la duración natural (metro: sílabas larga, breve) y de la sonoridad (tono, acento), para, en alegría serena, dice Hegel, consagrar las exigencias de la forma externa así idealizada en su movimiento.56 Alcanzamos entonces el punto crucial del lenguaje como nombre (Name) y palabra (Wort). El nombre designa realmente la formalidad del concepto puro. Es su forma exteriorizada. Al diferenciar la poesía originaria de la prosa en cuanto uso de expresión adquirida, Hegel concibe la hipótesis de un lenguaje puro. Sería aquel cuya forma conceptiva abarcara en un solo instante del espaciotiempo la forma orgánica, su formación misma en acto pleno, es decir, la palabra como representación del mundo conocido. El nombre designa aquello que el concepto contiene en su movimiento, el sujeto puro (“das reine Subjekt”), y lo así designado es primariamente lo captado o cogido (Nahme) por la conciencia en el conocimiento,57 de tal modo que nombre y contenido (Name y Nahme) entran en unánime relación cognitiva. Y así es, efectivamente. El lenguaje es el punto de vuelta de la interioridad al ser, de donde ésta está viniendo de continuo como concepto que es elemento del movimiento incesante y en él se inmerge. Pues bien, esa vuelta al ser de lo captado “es el lenguaje como la fuerza de poner nombre” y esto acontece recordando el origen donde se inició el proceso, volviendo, decimos, al ser: “Rükker zum Seyn”. Tal fuerza positiva, ponente, la denomina Hegel en la Filosofía Real “die Nahmengebende Krafft”,58 y alterna el nombre Name con Nahme, su contenido. El nombre es el ser dado (puesto) al sí-mismo que se escucha sonando mientras designa, retenido en la autopercepción sonora del oído –“se pierde, pero es captado”–, y por ello también es el significado de la cosa. Nombre, semen –“simple representación física”– y todo son puntos de la concepción en la que se contrae el individuo entero como 56

Ibid., p. 302. Ibid., Phänomenologie des Geistes, op. cit., p. 62 (168). 58 Ibid., Gesammmelte Werke, Jenaer Systementwürfe III. Naturphilosophie und Philosophie des Geistes. Vorlesungsmanuskript zur Realphilosophie (1805/06), Band 8. Felix Meiner Verlag, Hamburg, 1976, p. 189. Trad. de José María Ripalda, Filosofía Real, F. C. E.-UNED, Madrid, 2006. En lo sucesivo, citaremos la traducción entre paréntesis. 57

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“simple unidad que se entrega”.59 Hegel está pensando en el ser del lenguaje como entrega total del individuo al conocerse y conocer en ese mismo punto la naturaleza. Lo captado sigue actuando la forma conceptiva respecto de la realidad que se presenta y la palabra nombra. Hegel compara la frase gramatical con la especulativa recurriendo a la relación del metro –un punto o pie se asocia a otro en sucesión fónica diferenciada– y el acento en el ritmo, al que compara, a su vez, con la plástica. El acento determina el sentido sobre las diferencias de cada una de las partes. En las raíces coincide, como expusimos antes, con la base léxica, pero se desplaza según lo captado aumenta o la emoción imagina. Hegel cita como ejemplo la forma verbal latina amaverunt, cuya raíz (am) se despliega en función del ámbito o reino que comprende y, con ella, el acento. Tal forma contiene la base sustantiva, el tiempo acumulado (tema), la forma perfecta del tiempo transcurrido –pretérito– y la desinencia locutiva de las personas (número y pronombres) que intervinieron en la escena del evento. La duración silábica (˘amāvērūnt) transita el conjunto con momentos de tiempo armonizados. El ritmo resultante –la entonación fonémica, diríamos hoy, pues el acento de palabra sustituyó al ritmo– une en un todo las diferencias particulares. Tiempo de emisión, tiempo narrado (el evento) y tiempo rítmico son la unidad de transcurso que ha engendrado un espacio articulatorio de tiempo vivo. Por tanto, y así interpretamos este ejemplo, el nombre designa la forma que está concibiendo, y lo contenido en ella a medida que el movimiento dialéctico avanza –unidad procesiva de las diferencias– son modos de su ser siempre sujeto en sí mismo. En cuanto tal, el nombre designa, como luego en Husserl, “a ese Uno vacío carente de concepto”,60 pues él mismo lo es, pero resulta indudable que, en cuanto forma captada o que se oye a sí misma, sus morfemas o apéndices formales están predicando, en el acto designativo, la movilidad misma del sujeto. Ahora bien, esto no acontece sin que algo nuevo de la realidad, interna o externa, sea captado. Si es interno, será evidentemente algo del mismo sujeto; si externo, el sujeto preside aún la escena, pero lo dado en sí ya es otro muy diferente del otro de sí-mismo. Tal se presenta la salida que podemos 59 60

Ibid., p. 174 (143). Ibid., Phänomenologie des Geistes, op. cit., p. 62 (168).

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encontrar al Absoluto de la mismidad en cuanto diferencia suya. Lo que difiere lleva dos, al menos, dentro y la franja intermedia. El intersticio representa para Hegel la forma vacía del Uno en cuanto aún no hay nada determinado en la identidad de cada punto o momento, de tal modo que en A = A del proceso dialéctico, el yo es la verdadera cópula como pura forma también vacía, pues él sigue siendo lo que es esencialmente y no hay distancia de predicado como de un contenido ajeno que le conviniera. Si aquella forma no estuviera vacía, arguye Hegel, “no sería la igualdad de la misma”, es decir, habría otra sustancia diferente. Se está refiriendo al silogismo implicado en el concepto. Lo igual suyo contiene a la par singularidad y generalidad, lo igual y su opuesto “son yo”, su intersticio dinámico: “ambos son los mismos entes; uno es igual al otro en aquello por lo que se le opone; o se le opone en aquello por lo que es igual que él. Distinción e igualdad son lo mismo. Les queda la vacía forma del ser, que han perdido hace mucho”.61 Por forma vacía se entiende aquí el puro ir de un elemento a otro, el saltar de cosa en cosa uniendo sus re-presentaciones sin otra formalidad que el tránsito inducido por el movimiento espontáneo de la conciencia. Y a medida que avanza determinando unidades, su voz sigue siendo el nombre que se nombra o sobrepone enlazando más unidades, de lo cual le queda, no obstante, pues la lleva dentro, una moción o tendencia unitiva.62 Es su significancia. El nombre tiende por naturaleza interna a más nombre. Y en esto coincide con el concepto, pues es su evocación o emergencia del pasado en la inteligencia (Er-innerung: acción de subvenir algo presente a la que denominamos recuerdo o llamada a presencia de algo contenido en la sujetividad). Hegel ha fundido en unidad dialéctica el sonido autoescuchado del habla, la sustancia del yo así individualizado como ser-para-sí que, siendo yo, “es este yo” y no otro, pero “de suerte que esa existencia es para otros” –está siendo a la vez desde y en otros: la madre, los demás yoes–, por tanto también universal, y el nombre (Name) ahí constituido como lo captado (Nahme) en tal proceso. El objeto yo que se objetualiza sintiéndose lo otro de sí predica en ese instante tal sustancia como su61

Ibid., Naturphilosophie und Philosophie des Geistes, op. cit., p. 197 (162). Domínguez Rey, A., “El nombre que siempre se nombra”, en Andrés Alonso Martos (ed.), Emmanuel Lévinas. La Filosofía como Ética, Universitat de València, Valencia, 2008, pp. 249-273. 62

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jeto suyo. Y esta predicación es la fuente originaria del lenguaje, una relación formal ya contenido primero o abertura por contagio que universaliza. Tal es la objetividad que media intersubjetivamente, el momento aquí-ahora del habla “donde el lenguaje recibe por contenido la forma misma en que él consiste, y se considera lenguaje”. Versando sobre lo que hay, comenta Jiménez Redondo al traducir este pasaje de Hegel, “en ese versar se convierte en forma de ello”. Coinciden así forma y contenido, lo captado y captante, es decir, el ser: “el lenguaje tiene el ser por contenido y es la forma de ese ser”.63 Tal es la fuerza del habla –“die Kraft des Sprechens”– que el yo experimenta como sustancia que se sabe agente al ser predicada por el ámbito objetivo que ella misma abre al conocer(se). Ahí forma unidad “este yo” abierto en –madre– y para otros, el mundo, una unidad inalienable, de tal modo que yo contiene lo otro (objeto) que lo predica y en cuya presencia se le reveló su individualidad, lo impenetrable de sí: el yo este, lo así determinado del ello o esto. El lenguaje está siendo, por tanto, pro-nominal. La impenetrabilidad del yo queda expuesta a determinación constante en el medio objetivo –transitivo– que la predica desde la otredad que inmerge al sujeto: relación predicativa incesante. Recordemos que esta predicación ya se configura en el estado de feto al introyectar la madre en él su sustancia originaria. Voz y sujeto hablan en eco.64 El lenguaje, al que asiste formalmente el concepto yo captando las diferencias, es por tanto el intersticio –puro tiempo transicional– de la división allí donde la forma se presenta dentro de la dialexis de la conciencia. Cuando divide, opone, pero ello mismo es igualdad de subconciencia en el punto de intersección o desgarro. Si resaltamos el movimiento natural de este fenómeno, la escisión aparece como algo propio de la vida, un modo de dehiscencia en el mundo vegetativo o de parto en el animal, donde la forma nueva es y no es la vieja. Traducido esto al interior del ser humano, la inteligencia se concibe y se percata de sí misma concibiendo a través del pensamiento. Hegel sigue siendo un biólogo del espíritu. La lingüística se fijó primero en esta vitalidad productiva recurriendo a la célula y su desarrollo para adquirir rango de 63

Hegel, G. W. F., Phänomenologie des Geistes, op. cit., p. 376 (609). El eco que la propia existencia procura al escucharse hablando y saberse oído por otros: un modo de contagio. Ibid., (610). 64

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ciencia. Recurrió después a la oposición alternativa para definir el valor semántico de las palabras por lo que cada una no es respecto de otra, pero sin la igualdad sustantiva de fondo y sin tener presente el regreso al ser de la palabra que lo fundamenta. En nuestros días se funden las dos orientaciones a partir del genoma humano y de la teoría evolutiva de la naturaleza. Las consecuencias de lo dicho afectan, entre otras, al planteamiento lineal de la representación sistemática del lenguaje en lingüística, especialmente desde el espectro fónico de la palabra y frase. La dialexis o separación verbal del nombre es retroproyectiva. Avanza mirando hacia atrás y alzando el pensamiento movido por el oído. Crea volumen de conciencia, gradaciones de tiempo, aproximaciones a la sustancia, presencias del decir en lo dicho. Lo captado en la forma sigue hablando sin pausa y remite sobre sí mismo explicando el mundo que se le ofrece en la sensibilidad interpretada, interrogada. La palabra es respuesta a un interrogante continuo de la forma conceptiva. El lenguaje poético crea el cuerpo del lenguaje. Puede repetirse sin agotarse, pues nace en la fuente originaria del ser concipiente. Nunca es del todo lo mismo, o no lo es en sus momentos diferenciados, aunque los asista siendo siempre su sujeto nominal. Repitiéndose descubre nuevos modos de la sustancia viva, no sólo el concepto o nombre puro, que sigue siendo un ideal –sin contenido externo–. El para-sí cuyo ser es otro de sí en sí-mismo y que le sirve para conocer lo otro realmente distinto es el fondo alter ego de cuanto trascendió después como empatía (Einfühlung) y vínculo del lenguaje, transferencia, no obstante, criticada repetidamente como egotista por otros filósofos que leen en la realidad, y partiendo también de la raíz de las palabras, otro modo de predicación revertida sobre el nombre mismo, como Amor Ruibal y Lévinas. Al automovimiento orgánico y al de la conciencia se une, pues, esta función autopredicativa del lenguaje. La plástica del ritmo nos llevó a esta digresión no obstante en él fundada. Al presidir las diferencias como unidad suya flotante, dice Hegel, se funden de tal modo sentido y sensible en esa unidad sustancialmente poética. La poesía recupera el centro originario y restablece el estado precategorial y antepredicativo, aún no diferenciado, del yo y el objeto en la conciencia expresante, si bien expone asimismo –su momento plástico– la relación interna que el pensamiento constata entre

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lo general y abstracto con lo concreto y particular, ahora individualizado. Pero la suya no es esta función esencial, sino la individuación del sentido, que el pensamiento no alcanza con sus distinciones previas, y aquélla pertenece al sentimiento, cuyo contenido es la interioridad indivisa e inseparable.65 La poesía vive antes la contigüidad, superposición y condensación de elementos, su acorde armónico en la unidad de sentido mediante una acción y acuerdo secreto venido del interior, que las relaciones causales, inferidas, deducidas, subordinadas, finalistas, propias de la inteligencia razonadora.66 Cada parte del poema tiene carácter viviente y deja entrever el fundamento que la une con las demás en el todo constitutivo. Tiene la misma independencia que el todo orgánico y autónomo, porque es su contenido en forma real.67 Hegel parte del concepto desplegando su contenido, que se manifiesta, como sabemos, en la duración arqueada del espacio y de la vibración consiguiente en el cuerpo. Así coincide la poesía con el ideal estético de belleza y obra de arte, pues sobrevuela con la imaginación las constricciones y límites de los materiales de las otras artes, plásticas, y sonora (música).68 En ella confluyen los conceptos fundamentales de la Estética, lo simbólico (paso del signo a símbolo en la pirámide), lo clásico (equilibrio de materia y forma, fusión de sentido y sensible) y lo romántico (prevalencia de la forma del contenido interno o del sentido sobre las determinaciones de la exterioridad objetiva). La poesía plasma en la realidad del habla el ideal absoluto del sistema dialéctico. La unidad de movimiento orgánico y cognitivo en la autoorganización del cuerpo y del ser vivo (bios) que encuentra su fundamento racional (logos) en el subsuelo del sentimiento prolativo (Stimmung, palabra que encierra voz en alemán: Stimme), avala el sentido humanista del pensamiento, antes que filosofía, de Hegel. Vemos en él las polaridades que lo precedieron y prosiguieron. La búsqueda del centro bio-lógico de la conciencia en la epigénesis y autopoíesis es, bajo esta consideración, otro hito de la inquietud que suscita el fundamento poético del lenguaje. Por eso hemos querido iniciar este estudio con la interpretación lingüística y poética del sistema hegeliano. Y a ella añadimos en el 65

Hegel, G. W. F., Ästhetik, III, op. cit., pp. 151-152. Ibid., pp. 241, 254. 67 Ibid., pp. 252, 270. 68 Ibid., pp. 237-238. 66

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Epílogo, para cerrar el arco que comprende un gran período histórico del pensamiento fenomenológico, lo que supuso, a su vez, la poética de Humboldt en el nacimiento de la lingüística. Ambos autores superan la dicotomía que Gotthold E. Lessing establece en el Laocoonte entre el estatismo de partes yuxtapuestas en el espacio y el signo sucesivo, arbitrario, del lenguaje poético, que implica tiempo, al que contrapone el natural de la pintura. Fijeza frente a duración perfiladas respectivamente como pintura y poesía en unidad de percepción visual y auditiva, presente constante uno y fugitivo, ilusorio, otro, cuyos elementos “se pierden si no permanecen en la memoria”. Y aunque el signo del discurso puede, como el pictórico, expresar las partes del objeto describiéndolas, le resulta más difícil que a la pintura imaginar el todo que las compendia. Lessing anuncia el principio de composicionalidad gestáltica: “una luz superior” se reparte “por un igual” sobre todos los elementos del conjunto, dice, y “de un golpe”, pero no entrevé el salto dialéctico de la reversión analítica de la forma, ya intuida por Giambattista Vico en De Constantia Jurisprudentis. Para Lessing, el valor plástico del color y del verso aún es descriptivo: “lo coexistente del cuerpo entra en conflicto con lo sucesivo del discurso”, y aunque el análisis de “la desmembración del todo en sus partes facilita sin duda la comprensión de este todo, sin embargo –he aquí el límite de su alcance, la recomposición de estas partes en el conjunto es algo que resulta extraordinariamente difícil, cuando no… imposible”, dice en el capítulo XVII del Laocoonte. Las acciones funcionan como objetos sucesivos y el sentido del lenguaje se completa en el poema con la imagen que forman las palabras. En cuanto a Vico, la moción sensible inducida por la sustancia que mueve o es movida, anuncia su inquietud y sujeta lo paciente, el pazos, a un agente. Y esto lo refleja el verbo al final de la frase o detrás de los sustantivos, que figuran entonces como apéndices suyos. Existe una preformación dinámica y agentiva del ente, que el lenguaje enuncia. La forma mentis hiende como palabra la sustancia del conocimiento. Humboldt y Hegel superan la conexión temporal con la fuerza interna de la palabra, ya prevista por Herder como innere Kraft. Lo que ambos suponen frente a Lessing, lo representan ellos hoy respecto del quantum del lenguaje en el poema.

2. Palabra pregnante

Aunque se trata de reflexiones más o menos rodadas, detengámonos un momento en los supuestos que implican. En primer lugar, la articulación fónica reticula un tiempo de habla en un espacio corpóreo. Al articular, estructuramos una percepción espacio-temporal. Experimentamos la dimensión del tiempo en el espacio orgánico de la respiración. El fonema también contiene y explica, como el verbo, el tiempo que apropia y expropia. Y así el lenguaje. La articulación verbaliza. Comporta un arco virtual de tiempo externo e interno: el arco de la voz saliendo de la boca y entrando de nuevo por el oído, en cuyo ir y venir experimenta el hablante, resonando, una sección viva de pensamiento, pues asiente y corrige según pronuncia. Y con ello se le revela al hombre la objetividad constitutiva de su naturaleza, el lazo anudado de su acción interna, concipiente, con el mundo ahí abierto al sentido. 69 Ya actúa en él una función primaria de juicio: declara su corrección o incorrección, lo que supone, a la par, una prueba analítica del proceso. Comporta una “experiencia antepredicativa”, reconoce Alphonse de Waelhens, una predicación “implícita”, recuerda E. Coseriu, los dos sobre la base fenomenológica del sonido en Husserl. 70 Es imposible hablar sin esta primicia del asentimiento o negación de lo articulado. El hablante se mueve o articula en y desde una creencia dóxica que lo orienta en el mundo. Es la base del fenómeno complejo de la actitud natural del lenguaje, según Husserl, quien advierte en él, desde reflexiones avanzadas por Humboldt y Hegel, la manifestación espaciotemporal de algo significativamente ajeno a espacio y tiempo, no obstante en corporeización sensitiva. 71 69 Humboldt, W. von, “Ueber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues…”, op. cit., pp. 428; cf. 432, 441. 70 Waelhens, A. de, Phénoménologie et Vérité, PUF, Paris, 1953, pp. 4-5. (Citado por E. Coseriu, Teoría del Lenguaje y Lingüística General, Gredos, Madrid, 1978, p. 170). 71 “In der sinnlichen Verkörperung geschieht die ‘Lokalisation’ und ‘Temporalisation’ von Solchem das seinem Seinssinn nach nicht-lokal und nicht-temporal ist…”. Husserl, E., “Die Frage nach dem Ursprung der Geometrie als intencional-historisches Problem”, Revue Internationale de Philosophie, n. 2 (1939), p. 210.

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EL ARCO REFLEJO DEL LENGUAJE Humboldt entrevió, como Hamann y Hegel, cada uno a su manera, la relación implícita e intermedia, un tercero –la naturaleza sensible–, entre el sonido y el concepto de las palabras. La palabra alemana Vernunft, razón, implica el acto e imagen, dice, de tomar (Nehmen)–, y Verstand, el entendimiento, la de estar (stehen), así como en Blühte, flor, sentimos la de surgir, brotar, derramarse fuera, hacia adelante, en alemán Hervorquellen. Y de aquí deduce un “dominio ideal” perceptivo en la lengua, de origen kantiano. El lenguaje se configura en los ámbitos universales de la extensión, el espacio, la intensión, el tiempo, o una modificación suya, el grado de sensibilidad.72 Espacio, Tiempo, hipercategorías del conocimiento según Amor Ruibal,73 y Modo, cuya síntesis analítica es el lenguaje, o el concepto individualizado por la palabra, según Humboldt y Hegel, éste en poesía. La naturaleza sensible que asiste a los nombres deja en sus raíces aspectos, sensaciones. En ellos vibra un semblante del mundo inmediato. El sonido individualiza la generalidad del concepto. Por muy abstracto que sea éste, ya contiene en sí, como palabra, una vibración sonora y, con ella, asociaciones múltiples de otros sentidos por inducción estética y kinésica. A su vez, la acción significativa confiere al sonido natural un valor elativo diferenciado,74 lo que lingüísticamente entendemos, desde Saussure, como significante. El concepto del lenguaje queda individuo y se abre en él de modo automático una relación ideal interna que lo induce a significar universalmente dentro de un límite sonoro. Entre la esencia del concepto y la categoría que el lenguaje establece se instaura entonces un abismo insalvable, “eine nie zu überspringende Kluft”.75 El arco reflejo comporta, pues, una reflexividad original que el lenguaje formaliza luego de modo vario. Su dovela es, por una parte, la resonancia producida al articularse una forma, su reconocimiento en la 72 Humboldt, W. von, “Ueber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues…, op. cit., p. 479. 73 Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filosofía y del Dogma, Tomo Octavo, El Conocer Humano, Imprenta y Librería del Seminario Conciliar de Santiago (de Compostela), 1934, [359, 377] pp. 239, 247. 74 Humboldt, W. von, “Ueber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues…”, op. cit., p. 419. 75 Ibid. p. 480.

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voz propia o de otro hablante, pero hasta en lo propio como si de otro ya mío se tratara. Y por otra, la tensión interna del ideal individualizado, o viceversa, el tirón que toda palabra implica por significar significándose. El arco así constituido promueve una experiencia tanto externa cuanto interna, ya que, al hablar, nos sentimos fuera y, a la vez, dentro. Es un fuera-dentro o un dentro-fuera, unidad hipostasiada que, sin embargo, comienza antes y fuera de nosotros. He aquí el segundo grado de la paradoja antedicha. Semejante reflexión resulta más objetiva también, por otra parte, que la prueba de empatía (Einfühllung) consistente en tocarse las dos manos, una así agente, tocante –“touchante”–, y otra pasiva, tocada –“touchée”–, y transferir la sensación a la mano de otro entonces interiorizado como yo mismo, según la descripción de Merleau-Ponty.76 Las manos así entrelazadas cierran un arco aún referido al tronco en el que se insertan y convierten lo tocado, sea uno mismo u otro, en imagen alter ego. El arco fonoacústico supone, sin embargo, una verdadera salida de sí que retorna desde fuera como algo mío ya objetivado, apropiado entonces como otro, y esto al margen o a la par de la resonacia interna que la articulación provoca estéticamente en el cuerpo. La onda articulatoria introyecta realmente. Es cuerpo aéreo, estimado. Tal a priori fónico es también significante predicativo. El efecto receptivo de la voz como horizonte fonémico de experiencia común remonta al período de gestación, al genio que Hegel intuía como introyección materna en el feto y predicado subordinado al desarrollo autónomo de éste. Tanto el aprendizaje in ovo como el intrauterino testimonian experiencias reales de estimulación prenatal en orden a la voz, su orientación vocálica e incluso, según algunos experimentos, hacia la lengua nativa.77 El grupo de investigadores del equipo Lecanuet consiguió muestras de estímulo sonoro en el feto al aplicar sobre el vientre gestante altavoces que repetían las formas “babi” o “biba”. El efecto acústico así producido reflejaría hasta un contraste fonético, es decir, una precomprensión táxica de la diferencia fónica.78 76

Merleau-Ponty, M., Phénoménologie de la Perception, Gallimard, Paris, 1945, p. 109. John L. Locke, The Child’s Path to Spoken Language, Harvard University Press, Cambridge, Massachussets, London, 1995, pp. 23, 25-29, 32-34, 39-40. 78 Lecanuet, J. P., Granier-Deferre, C., Cohen, H., Le Houezec, R., Busnel, M.-C., “Fetal responses to acoustic stimulation depend on heart rate variability pattern, stimu77

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PROTOSIGNIFICANTE INTRAUTERINO El medio sonoro influye en el feto antes que el fotónico visual y la voz de la madre destaca con sus resonancias de modo evidente. Pruebas realizadas con hidrofonos en el momento del parto atestiguan que esa voz se transmite mejor que otras externas. La espina dorsal y el arco pélvico de la madre son, como ha demostrado Claude Petitjean, buenos transmisores del sonido vocálico para el feto.79 La columna vertebral sirve de antena amplificadora y la postura del feto favorece la recepción del sonido. El cuerpo filtra y constituye mundo. Otros experimentos han demostrado que la música oída por la madre durante el período de pregnancia evitaba luego gritos y llanto del recién nacido. E incluso pudo comprobarse este mismo efecto de aprendizaje prenatal (“prenatal learning”) con el tono de la melodía que madres en el mismo estado escuchaban al ver ciertos programas televisivos (”soap operas”). Los recién nacidos reaccionan con expetación ante esas mismas emisiones y cesan también sus lloros.80 Así pues, si el feto reacciona ante el sonido vocálico y la música; si cabe hablar de una discriminación acústica in utero; si el niño reconoce en los primeros años de nacencia sonidos registrados durante el embarazo, hablemos entonces de un presignificante intrauterino o a priori experiencial del lenguaje, cada idioma con el suyo propio. En ese medio y en los primeros años del infante se conforman las síntesis pasivas y el plexo de relaciones que subtienden el complejo orgánico y semántico del lenguaje. El niño ya formaliza sus cosas kinésicamente en el seno materno, observa Husserl. Se genera así una primordialidad en protogrado,81 un vínculo natural que nos une al cosmos y que subsiste en el hombre como secreta imagen de su deseo profundo, comenta Martin lus intensity and perception”, en Early Human Development, 13 (1986), 269-283. (Citado en John L. Locke, op. cit., pp. 29, 97). 79 Petitjean, C., Une Condition de l’Audition Foetale: la Conduction Sonore Osseuse. Conséquences Cliniques et Applications Pratiques Envisagées. Tesis sostenida en la Universidad de Besançon, 1989. 80 Feijoo, J., “Ut Conscientia Noscatue”, Cahiers de Sophrologie, 13 (1975), pp. 14-20. La bibliografía sobre el tema es abundante. Cf. informe en Peter G. Hepper, «Fetal “soap” addiction», Lancet, vol. 1, 1 (1988), pp. 1347-1348. 81 Husserl, E., Zur Phänomenologie der Intersubjektivität. Texte aus dem Nachlass. Dritter Teil: 1929-1935. Hua XV, Martinus Nijhoff, Den Haag, 1973, pp. 604-605.

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Buber.82 Es su resonancia de fondo. Antes de la aurora de “aquello cabe lo que está” la existencia, “estado de semisueño, de penumbra”, nublado, que dice Heidegger también del neonato,83 descubrimos una orientación acústica de taxia intracorpórea. Al amanecer luminoso de la visión lo precede una sombra opaca, la noche del sentido según Hegel, amniótica, pero también orientada-en-dirección-a.84 Esta orientación subtiende cualquier otra como búsqueda de voz referida y referente, de tal modo que la salida del feto al mundo ya acontece en tensión predictiva o umbral de palabra. Cuanto digamos tendrá como primer referente el espacio de esa búsqueda, un fondo latente de predicado aún vacío. De ahí la importancia genética de los sonidos iniciales antes, en y después del parto, vibraciones primero filtradas por los tejidos del cuerpo y luego más directas. Las primeras ondas sonoras percibidas sólo serán, en términos semióticos, cualisignos e índices de aquéllas y otras voces ahora sonantes. En el cabe y con-ser-con de algo va implícita esa orientación previa rodeada, a su vez, del eco amniótico de los demás sonidos naturales, internos y externos, que inciden sobre el feto. El cuerpo filtra además las ondas fotónicas radiadas cuánticamente por sus tejidos. Pruebas de hidrofonía realizadas en el período de gestación muestran al reproducirlas un año o año y medio después, y en un ambiente amniótico de colores semejantes, que el niño reacciona

82 Buber, M., “Ich und Du”, en Das dialogische Prinzip, Ich und Du, Zwiesprache, Die Frage an den Einzelnen, Elemente des Zwischenmenschlichen, Verlag Lambert Schneider, Gerlingen, 1962, p. 29. 83 Heidegger, M., Einleitung in die Philosophie. GA. B. 27. Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1996, p. 126. (Introducción a la Filosofía, Cátedra, Madrid, 1999, p. 136. La traducción de esta obra, realizada por Manuel Jiménez Redondo, la citaremos entre paréntesis). 84 La prelación fetal del sonido sobre la vista se vería reforzada no obstante por el desarrollo del nervio óptico bifurcado, según Jon H. Kaas, por las áreas de Broca, orientada generalmente a la sintaxis visual, y Wernicke, tendente ésta a la categorización semántica homóloga. (Jon H. Kaas, “Why does the brain have so many visual areas?”, Journal of Cognitive Neuroscience, 1. 2., 1989, pp. 121-135). La introyección auditiva de la voz es temprana, como advierte Guy Rosolato: “Por lo tanto, debería reconocerse la importancia de las introyecciones auditivas y vocales precoces, porque es sólo en un segundo tiempo que la organización del espacio visual permite la percepción del objeto en tanto que exterior” (La Relación de Desconocido, Edic. Petrel, Barcelona, 1981, p. 47).

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con gestos e indicios complacientes al oír aquellos sonidos de entonces.85 La profundidad del sonido refuerza el espaciamiento de la luz, y viceversa, produciéndose de tal modo una transitividad de sentidos, más bien un sentir difractado en sensibles, lo cual induce un rastro, una traza, un proceso, una huella en el mismo decurso de preconformación nerviosa de los órganos, coincidente con el período de neotenia. La resonancia de entonces vibra armónicamente ahora y tampoco sorprende pensar en una simbiosis o sinergia de ondas fónica y fotónica, por ejemplo en la simultánea reacción –otro modo resonante– de gestos bucales, faciales, parpadeo, chupado del dedo –¿dónde, cómo se generan los dedos, qué tocan sino el propio cuerpo gestante y, con él, el otro cuerpo, que aún está siendo el suyo?–, grito, mñmñ, mñmñeo de la mama, ñeñeo de la queja, guturalización de la prerrisa, kinemas del rechazo, de la preapropiación, pautas iniciales de sucesión rítmica entre acciones y reacciones, preconfiguraciones simétricas, modalización de esquemas kinésicos y actanciales a partir de actos somáticos y que ya prefiguran discurso, etcétera. La sensación fotónica de presente se abre al espacio sonoro de resonancia. Las ondas fónica y fotónica se refuerzan y recubren creando una profundidad acústica en el ojo, óptica en el oído, fonoóptica, la cual trasciende al tacto propiamente dicho y revierte sobre los demás órganos y sentidos, hasta en el olfato. Los valores fonémicos y plásticos de la imagen y metáfora fónica son ejemplo preciso. Existe un remanente de sonoridad incurso en el tejido de las sensaciones y amalgamado con el silencio que lo subtiende, el cual reaparece para marcar flujos de emisión y expandir el efecto de significancia más allá de donde el sonido resuena. Hay algo en él que escapa a la visión y lo proyecta más allá de su realidad física. Tiene carácter fenomenológico. “Mientras que en la visión, observa Lévinas, la forma abraza el contenido y lo apacigua, el sonido es como el desbordamiento de la cualidad sensible por sí misma, la incapacidad en que se encuentra la forma de contener su contenido –un verdadero desgarro en el mundo–, aquello por lo que el mundo que está aquí prolonga una dimensión inconvertible en visión. Y he ahí como el sonido resulta símbolo por excelen85

Tomatis, A., L’Oreille et le Langage, Seuil, Paris, 1978, pp. 70-71.

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cia –exceso de (sobre) lo dado–. Si aparece, no obstante, como un fenómeno, como aquí, es porque su función de transcendencia no se impone sino en el sonido verbal”. Y concluye este párrafo singular del filósofo: “Le son pur est verbe”.86 Resuena en el conjunto de las frases, en su silencio, en el del cosmos y el del cuerpo. Puede decirse, por tanto, que la replicación del sonido induce con sus intervalos una prefiguración refleja. Habría una impregnación fonosináptica en el circuito neurotransmisor de las células. Su conectividad conforma protenciones, sinergias regulativas de sensaciones traslapadas. El primer arco de reflexión fonosináptica lo traza el efecto audiofónico de la articulación sonora, que trasciende por el sonido la resonancia del cuerpo con implicaciones de reconocimiento protosignificante. Estos reflejos iniciales se ahorman en la sensibilidad inmediata descrita por Hegel o protogrado de síntesis pasivas, como dice Husserl, pero incursos en un proceso interconectivo. Es el decurso de la acción humana, su tránsito mimético, metonímico y simbólico hacia lo actuado, la transferencia inicial del entorno agente al acto y de los gestos así producidos a las cosas activadas, del sujeto al objeto y la acción misma en que se encuadra. Este esquema antropológico es común a los primeros análisis gramaticales de los grandes libros fundadores de la civilización, como el Rig-Veda, la Biblia, los Diálogos de Platón con Sócrates, la naturaleza de las cosas según Lucrecio, etcétera.87 Los primeros balbuceos del lenguaje son actos de este tipo y reflejan la transferencia señalada de la mimesis inicial hacia el simbolismo configurando un área metonímica de espacio y tiempo también protosignificante. El acto fonético llega a simbolizarse a sí mismo, dice Bernard Ucla, a “ser su propio significado y su único significante”, poder nuevo que delega a las articulaciones sonoras dotándolas de una capacidad de evocación que las libra de su referencia inmediata a las cosas. Se creó entonces “un espacio-tiempo abstracto en el que las palabras podían aparecer solas, sin que sus referentes estuvieran presentes de otro modo que por una suerte de magia evocadora, por medio de gestos y signos”. Se pasa así del cuerpo semantizado –la foné semantiké de Aristóteles– al con-

86 87

Lévinas, E., Hors Sujet, Fata Morgana, Montpellier, 1987, p. 219. Domínguez Rey, A., Palabra Respirada: Hermenéutica de Lectura, op. cit., pp. 33-37.

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cepto y a una cultura cada vez más abstraída de los actos y gestos de aquellas formas iniciales.88 ¿Resultaría descabellado extender esta resonancia primigenia a la que el medio amniótico del mundo ejerce quánticamente en la conformación del feto, y que luz y sonido se filtren y contribuyan a la epigénesis de ojos y oídos, así como el movimiento, la acción, su transferencia intracorpórea, a la de órganos específicos, siempre nuevos, de la corporeidad constitutiva? Las implicaciones de resonancia vibratoria entre dendritas –topología neuronal–, áreas y zonas cerebrales; de la plasticidad sensórea de los tejidos atravesados por los axones de las células; de la interactividad así creada, sus densidades; de los primeros sonidos actuantes sobre el aparato auditivo y el fonador incipiente; o de la luz en la conformación de la retina, aún dejan espacio a la proyección imaginativa de hipótesis liminares. Sabemos hoy que la luz difracta múltiples células y que sus fragmentos iniciales se reciclan neuralmente; que el cerebro va más allá de lo que los genes disponen y según la experiencia progresiva del aprendizaje, de tal modo que sus constricciones básicas se adaptan al medio; que los modelos ambientales y de cultura contribuyen a tal efecto plástico; en una palabra, que la armonía resonante de la epigénesis parece prevalecer sobre las anomalías, o que éstas descubren nuevos factores formativos o auguran otros fundamentos. Conocemos asimismo desde el siglo XVIII, gracias al físico francés Edme Mariotte, que los fotorreceptores no tactan directamente los fotones, pues están situados detrás de vasos y nervios que los preceden e impiden, en un punto –punto o mancha ciega de la retina–, captar directamente una parte del foco luminoso. ¿Hablaríamos, por ello, de una preconfiguración hermenéutica de la vibración nerviosa del ojo? Lo sorprendente es que, en tanto el hombre conoce, la resonancia y actuación de las neuronas, así como los formantes químicos de genes y células, tienden a ordenarse, aunque sean heterogéneos, en núcleos de configuración asistidos por márgenes de especificación y determinación. Así se ha podido formular y se procede hoy día a un paralelismo genético y lingüístico cuya homología muestra estructuras semejantes, pero de difícil evidencia conclusiva en lo por ellas homologado. Y esto desde la inscripción en el 88

Ucla, B., Phonème et Latéralité. Les Origines du Langage, TexTIMus, Marcilhac-surCele, 1990, pp. 161, 162 (para la cita).

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organismo del homo sapiens de una “nueva física” superpuesta a la elemental gracias a la especificación motriz de las extremidades y a la lateralización de movimientos y gestos de las manos en áreas inversas del cerebro, la de Broca y Wernicke.89 Esta experiencia resonante y consonante, más la otra, refleja y autocorrectiva, forman el subsuelo de la actividad dicente. Al percibir lo que hablamos o nos hablan, percibimos a Otro que nos habla en nosotros mismos y en consonancia con la intersubjetividad creada orgánicamente en un medio cultural de vida. El yo hablante se constituye como miembro del mundo dicente. Este Otro va incurso a modo de síntesis pasivas o de relaciones mediadas en la palabra y actuación del hablante. Por tanto, hablar es referir a Otro lo que éste nos insinuó o dijo en algún momento. Sin embargo, no lo sabemos hasta que lo decimos. En el interior del habla, el mundo hablado es el eco resonante de un mundo ajeno. Dicho de otro modo, con Humboldt y Husserl, Heidegger y Ortega y Gasset, la experiencia del mundo dicente antecede a la conciencia que lo objetiva. Gracias a ella sabemos de lo Otro o de la naturaleza a que pertenecemos. Los análisis funcionales y pragmáticos reducen y escamotean este conocimiento previo. Los analistas actúan dentro de la paradoja señalada. Tratan de explicitar una función interna del lenguaje y de atribuirle la experiencia circundante que, en realidad, es otra forma de la que posibilitó el proceso analítico. Lo reducido se convierte en un espejismo reductor y el analista da como ajeno y fundante lo que es interno a la lengua y fundado por ella. Se reduce la semántica a conducta estructural y la lingüística a descripción de un acoplamiento ontogénico de organismos, sin que conozcamos el modo interno de interacción comunicativa, a no ser el efecto redundante, supraestructural, de conversión al 89

Cf. Frank R. Wilson, La Mano. De cómo Su Uso configura el Cerebro, el Lenguaje y la Cultura Humana, TusQuets Editores, Barcelona, 2002, pp. 50, 71, y los dos libros fundamentales de Ángel López García para la homologación entre la estructura del genoma humano y la lingüística: Fundamentos Genéticos del Lenguaje, Cátedra, Madrid, 2002, pp. 126ss; The Grammar of Genes. How the Genetic Code Resembles the Linguistic Code, Peter Lang, Bern, 2005, pp. 95-101. Un resumen del estado actual de la cuestión lo encontramos en Antonio Benítez-Burraco, “Aspectos genéticos del lenguaje”, RSEL, 37 (2007), pp. 103137. (Sorprende, no obstante, y a pesar del carácter recopilador de este estudio, que no cite los trabajos de López García al respecto).

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medio de interacciones del efecto previamente producido. La forma reingresa en el proceso formante, fenómeno que algunos autores describen como autopoiesis.90 Y esto es cierto, pero precisamente en razón del vínculo dentro-fuera-dentro operado por la reflexión autógena del entendimiento. El acoplamiento de interacciones cognitivas y conductuales de la comunicación remite al organigrama fonoacústico del lenguaje. He ahí otro giro de la paradoja anunciada. Y en esto se basa el carácter reflejo del lenguaje, ya anunciado por Amor Ruibal, a la zaga de Hegel, pero rehaciendo sus presupuestos. El proceso dicente extiende el campo de acción del significante a la significancia que lo precede. Su reflexión quiebra el círculo autotélico, pues el lenguaje se muestra como apertura fenoménica del pensamiento al constituirse. Atiende al dinamismo constante de realidad incursa y a sus propias transformaciones en cuanto dice. Y este dinamismo es mental, el decir de la mente, la actividad apofántica de la conciencia. Suponer el pensamiento aislado de este fenómeno, en estado puro, nos remite al complejo de la acción vital humana, cuyos parámetros, esquemas, guiones, secuencias, formatos, marcos (“Standard action frames”), de la psicología cognitiva, se conforman en reglas, directrices, modelo(s) de mundo posible.91 Pero este tipo de categorización ya viene incurso en un reflejo de protolenguaje. Presupone su apertura fenomenológica, la cual queda, sin embargo, subsumida, y convierte al decir en secuencia tributaria de lo dicho. Invierte el origen y fondo del proceso. A PRIORI DE EXISTENCIA Ahora bien, el lenguaje primario, dicente, ya estaba ahí antes de que nos diéramos cuenta de él. Es palabra vivenciada en tanto a priori de 90 Así, por ejemplo, Humberto Maturana Romesín y Francisco Varela García, quienes operan desde una suspensión sociocognitiva “como si” el significado que las conductas de interacción orgánica inducen en el observador fuera el determinante real de las mismas. (El Árbol del Conocimiento. Las Bases Biológicas del Entendimiento Humano, Lumen, Buenos Aires, 2003, pp. 138-139. 91 Cf. Jerome S. Bruner, Realidad Mental y Mundos Posibles. Los Actos de la Imaginación que dan Sentido a la Experiencia, Gedisa, Barcelona, 1988; Actos de Significado. Más allá de la Revolución Cognitiva, Alianza, Madrid, 1991.

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existencia: el mundo originario. Todo análisis gramatical opera en un horizonte de donación lingüística antecedente o nivel antepredicativo. Tal proceso supone al mismo tiempo, y he aquí el fondo de la paradoja, que el órgano funcionante se ha convertido en objeto y éste, por su parte, de regreso, en órgano también activo, Son las palabras y conceptos que Husserl aplica a la constitución interna de la experiencia como cuerpo orgánico y revelación constituyente de la naturaleza en cuanto horizonte previo de actuaciones.92 En tal espacio corpóreo entra el lenguaje como instancia temporal articulada. Por él mira su espaciotiempo la naturaleza. Explica la fundación interna de la autopoiesis que introducen Maturana Romesín y Varela García en la sociogénesis del entendimiento. El lenguaje es el oído ocular, el ojo acústico, el tacto óptico y fónico del mundo, la actuación más plena de las potencialidades de la conciencia dicente.93 Con todo, no podemos entender estas formas actuales, las palabras vivas, como dichos compactos que excluyan otras formas que los actúen. Están preñadas de decir. Son actos actuantes, formas formantes, dialéxicas en sentido hegeliano o “constante autoconstitución”, como dice Husserl, y “parole conquérante”, prefiere MerleauPonty. De otra manera, encallecidas, lexicalizadas, formas fijas, redundantes, cada una de ellas sería máscara y apariencia falsa del ser dicente, apofántico, que las posibilita. Cada dicho, aislado de su modo de donación originaria, oculta lo que dice, porque su enunciado detiene y falsea, continúa diciendo Husserl, y lo siguen Lévinas y Merleau-Ponty por un lado, Ortega y Gasset por otro, el ser que se manifiesta. Alcanzamos, si ello sucede, su comprensión, pero no su vivencia, y lo comprendido se margina así de la fuente que lo constituye.94 Por eso propone Merleau-Ponty, como Hegel en poesía, recuperar el sentido originario de la “palabra conquistadora” fuera de la significación ya constituida, por más que debamos partir de ella.95 Y a esta conquista –recuperemos 92

Husserl, E., Meditaciones Cartesianas, Tecnos, Madrid, 1986, p. 130. Ibid., p. 136. No en vano la descripción fonética y fonológica recurre a metáforas sinestésicas de claro valor visual, táctil y fonoacústico. 94 Una consecuencia analítica y pedagógica de este fenómeno es el excesivo nivel de abstracción de los análisis funcionales y positivistas, que “reducen” el interés del lector, sobre todo del estudiante, por esas formas alejadas de la base constituyente. Otro asunto son los fenómenos de cambio con nueva fundamentación de una forma. 95 Merleau-Ponty, M., La Prose du Monde, op. cit., p. 196. 93

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el valor etimológico de la palabra– pertenece la vivencia que es en sí también la comprensión operada, hermenéutica. En cuanto tal, la lingüística fenomenológica recupera lo implícito, su fundamento. Así la entendieron fundadores suyos como Humboldt, Hegel, Antoine Meillet y Amor Ruibal, quien llega a considerar la palabra respecto de su alcance designativo como pseudónimo.96 El acto de nombrar no falsea la realidad, pero el nombre acota sólo una relación suya, que deviene potencial o campo de irradiaciones respecto de otras actuales o posibles. En tal sentido, manifiesta algo genérico o abstracto que –a ello se refiere Amor Ruibal partiendo del lingüista francés Michel Bréal–, para individualizar lo que designa, más bien concretarlo, precisa de otros nombres. Y ésta es la esencia misma de la gramática: inventar apéndices, tentáculos de raíces –desinencias, marcas prefijas, infijas y sufijas, flexiones, modos compositivos, derivacionales, transiciones–, para comprender mejor la realidad que designa. Pero tales recursos vienen inducidos por el injerto de la realidad misma en las cosas y en la mente que la procesa con sus formas conceptivas. Por eso el nombre resulta pseudónimo y hasta adjetivo respecto de lo que enuncia. Adjetiva la realidad nombrada. Lleva en sí una doble fuerza atributiva, pues al indicar algo real le dona el atributo de noción que se abre a otras y entra en aquella relación múltiple de radiaciones. Atribuye y, por ello mismo, predica, avanza un campo posible de actuaciones verbales cuya moción es el dinamismo de la conciencia comprendiendo lo que observa nombrándolo. Tal apertura atributiva que orienta predicado es matriz de la gramática poética en consonancia con la formación categorial del conocimiento. A este fenómeno lo denominamos a priori categorial y su fundamento es esa apertura dimanante, ontopoética: el ente que deviene nombre en cuanto ámbito de resonancia rítmica, extendiendo el ritmo al engarce de las palabras entre sí y sus elementos constitutivos, con lo que forman unidades hasta alcanzar un vértice de reflujo o retorno, recursivo, replicativo, cuyas ondas periódicas son diversos órdenes de organización procesiva del nombre. 96 Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filología Comparada. Su Historia, Su Naturaleza y Sus Diversas Relaciones Científicas, Segunda Parte, Tipografía Galaica, Santiago (de Compostela), 1905, pp. 343, 702. (Edición facsímil del Consello da Cultura Galega, Santiago de Compostela, 2005).

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EXPERIENCIA RÍTMICA Esta matriz categorial la entrevieron distintos poetas, cada uno a su modo, pero desde o dentro del a priori citado. Seleccionamos tres muestras a título de ejemplo, algunas de ellas ya tratadas en otros estudios. Rainer Maria Rilke Rainer Mª Rilke refleja a la perfección cuanto decimos. Entiende muy bien que nuestra misión cognitiva se mueve en un centro de radiaciones continuas cuya presencia es una figura: “Gloria al espíritu que puede juntarnos;/ pues en verdad vivimos en figuras. (…) Sin conocer nuestro verdadero lugar,/ actuamos desde la relación real”.97 Nuestro engarce con la realidad es también real, vienen a decir Husserl y Antonio Machado desde fuentes metodológicas diferentes. El poeta lo sabe porque lo vive al sentirse dentro del poema, figura final de las relaciones correlacionadas de palabras y realidad en ellas comprendida. Y esto es fruto de la respiración del aire en forma o figura de sonido poético: “¡Respirar, invisible poema!/ Espacio cósmico puro incesantemente/ trocado por el propio ser. Contrapeso/ donde rítmicamente me produzco” (II-I, 1-4, 169). He aquí la entrada y salida “en la transformación” (II-XXIX) por el aliento que respiramos rítmicamente, la profondeur del espacio respirado, el cuerpo, en un lugar del mundo, el universo. Por eso “el canto es ser” (“Gesang ist Dasein”),98 “Un hálito por nada. Soplo en el dios. Un viento” (I-III, 7, 14). El ritmo se presenta, por tanto, como instancia elemental del lenguaje. Y esto resulta de gran importancia para la poética y la lingüística. Invierte el proceso de explicación y análisis ordinario, según anuncia Hegel al compararlo con el proceso plástico. El lingüista parte del estado común del habla entendiendo que sus unidades son convencionales, modos de hábito y costumbre más o menos sofistificados. A la poética 97 Rilke, R. Mª., Elegías de Duino. Los Sonetos a Orfeo, Edic. y trad. de Eustaquio Barjau, Cátedra, Madrid, 1993, (I-XXII 1-2, 7-8), p. 145. (Citaremos en el texto mismo por este orden y referidos a estas ediciones de la obra de Rilke. La primera cifra romana indica la parte de Los Sonetos; la segunda, su número en ella; los güarismos señalan los versos y, a continuación, la página de la edición citada). 98 Ibid., Die Gedichte, Insel Verlag, Frankfurt am Main und Leipzig, 1986 (I-III, p. 676, 7).

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este planteamiento le resulta insuficiente. El uso proviene de un origen y el lenguaje no puede haberlo perdido. La sola costumbre daría un eco continuo de formas sin valencia creadora posible. Por tanto, la convención, como su nombre indica, es un modo circunstancial de entenderse dadas las situaciones precisas de comunicación, según algo viene o se presenta. No hace falta otra cosa. Confundir este estado de habla con su realidad latente reduce la potencia del lenguaje. El fenómeno de la respiración es un hecho y el ritmo que la constituye su fundamento. Por banal que parezca, dada la elación del sonido, el significante conlleva esta matriz rítmica también procesada según un complejo de factores ya más extenso, pues están activas la potencia acústica y la del conocimiento expresivo. Puede decirse, entonces, que todo punto significante comporta una sístole que alterna con la diástole de su concentración rítmica.99 Es unidad quántica de superposición cuyo ápice, el tono, y con el timbre, marca un ritmo preciso. Vienen luego otras conformaciones de palabra, sintagma, frase, período, niveles sensitivos, preceptuales, de argumento, en ondas y orbes constelados. El ritmo es la organización interna de la forma mentis. Esta situación exige otro enfoque en los análisis del ritmo que parten sólo de una interacción entre propiedades formales del lenguaje y un filtro de estructura métrica,100 o que aún privilegian el discurso sobre aquello que lo constituye, el signo. Y esto, entre otras razones, porque la plantilla métrica aplicada a un pretendido estado natural del lenguaje ya es efecto del ritmo que se pretende analizar. El habla se apoya en el acento y tonemas de la modulación fonológica, por lo que el texto del discurso ya presupone una configuración rítmica. El ritmo surge de las potencias inherentes que una lengua tiene. Es inevitable que el análisis recurra al orden más habitual de habla para establecer las diferencias y educir patrones de funcionamiento básico estructurado y compararlos con otros de usos específicos. Y sólo eso valida la tesis del ritmo ya pre99 La respiración nos remonta a la escuela pitagórica y a los comienzos de la matemática en su relación con la música, a través del número y de su integración en la palabra o poema como ritmo. La sístole y diástole se correlacionan con la compresión y rarefacción del sonido. 100 Hall, D. C., “Modelling the linguistics-poetics interface”, en B. Elan Dresher – Nila Friedberg (eds.), Formal Approaches to Poetry. Recent Developments in Metrics, Mouton de Gruyter, Berlin – New York, 2006, pp. 233-249.

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vista por Hegel como instancia interactiva de un nivel respecto de otro, pues la unidad básica de lenguaje es rítmica. Se justifica aún menos esta tesis si se recurre al concepto de desviación para comprender tal fenómeno. Representa la orientación más frecuente en lingüística, teoría literaria y positivismo lógico. El ritmo es, como reconoce Nila Freidberg, complejo, de fondo estético, como en Hegel, intuitivo,101 y la desviación ha de considerarse, añadimos nosotros, sólo como recurso analítico, no como fundamento de la poética. Debemos darle la vuelta al argumento. La estructura fundamental del ritmo y de una unidad métrica es su posibilidad óptima de expresión en una lengua concreta y según las circunstancias exijan, es decir, el ajuste de las partes en el todo y su particular modo de hacerlo. Tal es el significado que Émile Benveniste rastrea en los orígenes de la palabra ritmo y resaltando el instante de inicio y su abertura a lo aún imprevisible, modificable.102 Otro asunto será que su potencia expresiva se determine en cada momento de uno u otro modo. El hecho de que se considere un modelo ideal al que referir las estructuras, nunca del todo uniformes en métrica, indica que se intuye un fondo inicial de origen rítmico. El ritmo implica además interludios o intervalos, transiciones, es decir, un elemento al menos de alteración variada respecto de un período más o menos uniforme. Henri Meschonnic No entramos aquí en lo que ha trascendido como crítica del ritmo a partir del estudio de igual nombre de Henri Meschonnic y otros posteriores. Este autor parte del horizonte expansivo de la noción de ritmo expuesta por Benveniste en el artículo antes citado y de la distinción notable, y discutible, de este mismo autor entre una lingüística del signo, que llegaría hasta la palabra desde el fonema y el morfema, y del discurso, que comienza en la frase en cuanto “es la vida misma del lenguaje en acción”.103 Meschonnic resalta en el ritmo el hecho de que sobrepasa 101

Freidberg, N., “Constraints, complexity, and the grammar of poetry”, en B. Elan Dresher – Nila Friedberg (eds.), Formal Approaches to Poetry. Recent Developments in Metrics, op. cit., pp. 211, 224. 102 Benveniste, É.; Problèmes de Linguistique Générale, I, Gallimard, Paris, 1966, 330-333. 103 Ibid., p. 129.

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los niveles y atañe al conjunto de organización textual, lo cual es evidente. Al proceder así, se reconoce, no obstante, que el fundamento de la frase, del discurso, ya se encuentra en el signo, y que el efecto de significancia (“signifiance”, “los valores propios de un discurso y de él sólo”) viene a ser el de ritmo como forma procesual de sentido, que Benveniste interpreta, en cuanto forma del movimiento, como una innovación que habría introducido Platón respecto de los presocráticos al asociar el movimiento del cuerpo en la danza con la fluencia de la etimología de ritmo (ῥεῖν), añadiéndole el concepto de número y medida.104 De ahí que el ritmo sobrepase para Meschonnic a la prosodia y el metro y constituya, al estar presente en todos los niveles, anulando y sobrepasando incluso este concepto, pues ensambla paradigma y sintagma, “la organización misma del sentido en el discurso”. Y de esto se deduce que, siendo el sentido la actividad del sujeto de la enunciación, “el ritmo es la organización del sujeto como discurso en y por su discurso”.105 He aquí, pues, la resonancia del decir en tanto forma interna del discurso, hablado o escrito, en cualquiera de sus niveles, pues toda forma remite al horizonte que la potencia. Y de este horizonte fenomenológico parte también Meschonnic. La unidad de ritmo es sumamente importante, pues funde la regularidad homogénea, estática, de la cadencia –el metro–, con la asimetría del flujo dinámico, cuyo fondo, a veces inesperado, refleja “el aliento mismo de la Vida, o ritmo propiamente dicho”.106 La replicación de tono 104

Ibid., p. 333. Meschonnic, H., Critique du Rythme. Anthropologie Historique du Langage, Verdier, Paris, 1982, pp. 217. 106 Ghyka, M. C., Essai sur le Rythme, Gallimard, Nouvelle Revue Française, Paris, 1938, p. 84. La respiración es el movimiento básico del ritmo en el hombre con sus tres fases de inspiración, espiración e intervalo. Antes que el de la danza, como propone Benveniste, está esta otra moción íntimamente ligada con los movimientos del corazón. Y esto lo sabían también los griegos desde la reflexión presocrática. Al respirar, participamos del aire común a todos los hombres, pero cada grupo humano o individuo lo personaliza articulándolo de modo propio. En los orígenes de cada idioma ya hay una singularidad específica dentro de algo común a la humanidad. Y el arte auténtico produce un efecto especial, podríamos decir, de respiración anímica. Se ha visto en él una tercera vía entre la religión y la vida insustancial, “sórdida”. La vía de lo “maravilloso vivido”, de lo “respirado y creador de respiración”. [René Passeron, “Pour une poïétique de la respiration”, InHarmoniques 5, D’un Art à l’Autre. Les Zones de Défi (Juin 1989), Paris, p. 106). 105

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en la duración del sonido, las proporciones creadas por secuencia de onda, más la recurrencia de períodos con sus intervalos, el proceso continuo y discontinuo, los recubrimientos tonales y la discriminación de timbre, el paralelismo correspondiente a la duración e intensión, las equivalencias de proporciones superpuestas por unidad de tiempo, etcétera, funden y constituyen también la unidad espaciotiempo que centra el campo gravitatorio del lenguaje. El tono y la proporción numérica de sus ápices ya eran considerados a principios del siglo XX, bajo el concepto de armónico, como fenómeno tonal de conocimiento. Tiende un puente, dice el grupo suizo organizado en torno a «Blätter für harmonische Forschung», entre el Espacio y el Tiempo, que se miran reflejándose, y vinculan asimismo, de tal modo –he aquí otro ejemplo de pregnancia–, la sensación y la actividad del pensamiento.107 Espacio y Tiempo, paradigma y sintagma con el soplo del aliento dentro, la Vida. La Rime et la Vie, titula Meschonnic otro libro suyo, pero, en este caso, la poética ya esbozada de Antonio Machado aún sigue siendo un precedente inédito de cuanto se dice posteriormente.108 El tono poético tiene además la virtud, nos dice Hölderlin, de revivir como totalmente nueva la indeterminación originaria y emotiva de la experiencia, que se muestra en estado de pura materia y vida difusa. Y este estado sirve de punto de emergencia del lenguaje como si fuera su verdadero estado naciente.109 He aquí, para nosotros, el fundamento verbal y de resonancia ontopoética que la poesía instaura respecto de un origen ya inalcanzable. Veremos más adelante qué implica en tal fundamento la indeterminación originaria.

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Ibid., p. 181. Meschonnic, H., La Rime et la Vie, Verdier, Paris, 1989. La conjunción de vida, lenguaje y poesía, en Antonio Machado, más la revelación en la rima de la constitución del tiempo, son precedentes claros de la tesis básica de Meschonnic en este otro libro suyo. El lenguaje como “forma de vida”; la poesía “es un sentido del tiempo más que el sentido en las palabras”; “dice un tiempo de vida”; es incluso, y matizando aquí de modo velado una consideración de Paul Valéry, “uno de los lenguajes del lenguaje”; y en fin, “La rima es una ética” (Ibid., pp. 208, 211, 231), todas estas expresiones encuentran fundamento en la poética de Antonio Machado, según veremos más adelante. 109 Hölderlin, Sämtliche Werke. Kritische Textausgabe. Band 14. Entwürfe zur Poetik, Luchterhand Verlag, Darmstadt, 1984, p. 160. 108

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Protosintaxis Poética: Rainer María Rilke Bajo este aspecto, cabe hablar entonces de una unidad mínima ontopoética, correlato e incluso matriz de la ontogénesis que la neurobiología de sistemas induce de la interactividad de niveles y de la simulación basada en una estructura inicial productiva. Constituye además el factor mínimo de configuración protosintáctica, basado en el establecimiento de un ápice, vértice o centro de irradiación y convergencia en cuyo entorno se orbitan elementos cuya función inicial es determinativa. El ápice instaura una expectativa y el entorno la cumplimenta abriendo, a su vez, otras instancias de proyección y reciclaje. Y esto es el fundamento de la hermenéutica y de la sintaxis. La posición inicial de un elemento resulta punto de irradiación en un eje que lo traslapa y potencia. Por eso se ha visto en la sintaxis el efecto convergente y retroproyectivo de la interactividad de niveles actuantes en el lenguaje e incluso como modo envolvente del pensamiento, según decía Matthew Arnold.110 Nosotros la situamos en su umbral rítmico. Y esto devuelve el concepto de sintaxis a sus orígenes, lo cual restringe, por una parte, el alcance del método funcionalista, y por otra, restituye su fundamento ontopoético, con lo que otorga a la sintaxis un horizonte diferente al lingüístico, o lo reconviene. Lo contenido por el nombre se presenta como punto de rotación múltiple, respirada, y así el poema. Al nombrar la cosas, por ejemplo una “Manzana en plenitud, pera y banana,/ grosella… Todo esto habla/ muerte y vida a la boca… Yo presiento…” (I-XIII, 1-3, 146), se desata un complejo de sensaciones que, en conjunto, resultan inabarcables, anónimas, sin nombre, inefables, pero están sugeridas, y a las palabras las sustituyen en el paladar estos objetos donados, más bien el acto del encuentro, ya vacíos, ellas y ellos, de la molla del fruto: “Fluyen hallazgos donde había nombres,/ de la pulpa con pasmo liberados” (Ibid., 7-8). 110 Nowottny, W., The Language Poets Use, The Athlone Press, London, 1984 (1962), pp. 9ss. La cita de Arnold [“his syntax (se refiere a la de Mr. Newman), the mode in which his thought is evolved”] figura en la p. 15. Se refiere a Essays including Essays in Criticism, 1865, On Translating Homer (with F. W. Newman’s reply) and Five Other Essays now for the first time collected (1914), Oxford University Press, London, 1914, pp. 270-271. El carácter cognitivo del lenguaje y sus funciones, tan en boga hoy, ya es bastante antiguo. Está en los orígenes de la poética. La Minerva de El Brocense ya recoge, como la tradición grecolatina de la poética, esta idea de la sintaxis como modo del conocimiento.

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Nombrar es entonces el espacio de radiaciones implicadas: “Osad decir a qué llamáis manzana./ Este dulzor que primero se adensa/ para luego, erigido en sabor,// claro, despierto, transparente hacerse,/ ambiguo, tierra, sol, cosa de aquí:/ ¡Oh saber y sentir, dicha, ¡qué grande!” (Ibid., 9-14). El nombre atribuye la acción del hallazgo y predica al mismo tiempo el haz de sensibles y relaciones que rodean a lo nombrado, como en una rotación atómica, pero viva, en transformación también de la tierra en el cuerpo, y viceversa, con la muerte y ausencia de la pulpa ya asimilada biológicamente. Al nombrar, decir, en otro ejemplo, claridad (Reinheit) y rosa (Rose), resuenan sus nombres en todo cuanto acontece (“und klingen an an alles, was geschieht”), como llamando unas a las demás cosas, pero detrás está lo sin-nombre (Namenlose), anónimo, que es realmente para nosotros la obra creada (Gebilde) y nuestro territorio (Gebiet), el poema: “dahinter aber ist das namenlose/ uns eigentlich Gebilde und Gebiet”. Y así la luna resulta hombre (Mond, luna, tiene en alemán género masculino) y la tierra hembra; el prado, humilde; el bosque, majestuoso; y la siempre inefable forma (Gestalt) se transforma (wandelt) sobre todas las cosas indescriptible: “doch über alles wandelt unbeschreiblich/ die immer unentschiedene Gestalt”.111 Y hasta nosotros somos pruebas de su existencia al comprobar cómo nos sostienen, sintiéndolas. Este soneto resume muy bien la resonancia o llamada múltiple de cuanto existe, cuya forma indecisa (unentschiedene Gestalt), transeúnte, es el poema, como lo es la energía cósmica en la transformación de los entes. Tal el decir que incluso descubre en su proceso la actividad del hacer constituyente, al que remiten todas las determinaciones. El poema se rehace buscando “una palabra conseguida, pura” (“ein erworbenes word, reines”), pues, dice la novena elegía duinesa, “Estamos tal vez aquí para decir: casa,/ puente, surtidor, puerta, cántaro, árbol frutal, ventana,/ todo lo más: columna, torre… pero para decir, compréndelo,/ oh para decir así, como las mismas cosas nunca/ en su intimidad pensaron ser”. Y versos más adelante cifra en qué consiste la posición tética del poeta y poema en el punto del espaciotiempo: “Aquí es el tiempo de lo decible, 111

Rilke, R, Mª., “Für Prinzessin Marie Therese von Thurn und Taxis”, en Die Gedichte, op. cit, p. 1038.

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aquí su país natal./ Habla y proclama. Más que nunca/ van cayendo las cosas, las que podemos vivir, pues/ lo que las sustituye, desplazándolas, es un hacer sin imagen./ Un hacer bajo costras que saltan por sí solas así que/ la actividad de dentro las rebasa y se declina de otro modo”.112 Rilke canta aquí la densidad sencilla del presentar las cosas con su nombre y fuera del maquinismo que las produce sin la imagen que las alimenta, la del decir en el nombre conseguido, la palabra. Su actividad interna rehace y reescribe el mundo abriendo la intimidad compartida de las cosas. Antonio Machado: Fluencia y Empatía Nominal De ahí que otro poeta, Antonio Machado, defina la poesía como “en cierto modo, palimpsesto”,113 pues lo escrito borra para rehacer de nuevo. La forma se renueva de continuo y el poema desentraña su emergencia también constantemente. En las palabras hay un hilo interno que las enhebra. Es la forma que Humboldt dinamiza en la gramática atravesando todos sus niveles y conformaciones, desde la cosa y sonido hasta la representación formal en el pensamiento del mundo externo, pasando por la morfosintaxis, es decir, el logos del engarce de elementos, atributos y realidades. La gramática es la estructura del pensamiento, viene a decir Humboldt, pero cuando tacta aquel a priori categorial al que nos referíamos anteriormente, puesto que la relación es ahora la forma del entendimiento.114 En lo que retiene el nombre, sea sustantivo, adjetivo o verbo, fluye tanto la realidad nombrada como la conciencia nombrante. El acto nominal centra, como decimos, un punto de rotación lanzado al universo, y el fluido subyace transcurriendo. Para Antonio Machado, el verbo contiene el “agua limpia” de la emoción y las sensaciones que la inducen, mientras que el adjetivo y el nombre sustantivo “son accidentes del verbo” y éste nombra además el transcurso entre adverbios nominalizados del tiempo: hoy, mañana, ayer, todavía. El verbo fluye entre los nom112

Rilke, R. Mª., Elegías de Duino. Los Sonetos a Orfeo, op. cit., p. 112-113. Die Gedichte, op. cit., pp. 662-663. 113 Machado, A., “Notas sobre lírica”, en Poesía y Prosa. Tomo III. Prosas Completas. (1893-1936), Espasa Calpe – Fundación Antonio Machado, Madrid, 1989, p. 1314. 114 Véase nuestra exposición del concepto y desarrollo de la gramática humboldtiana en El Signo Poético, Editorial Playor, Madrid, 1987, pp. 73-75.

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bres, que son sus gotas de agua. Y así canta Antonio Machado la matriz germinante del poema en su “gramática lírica”. Todos los componentes, léxicos o no léxicos, incluidas las imágenes, por tanto el río de la imaginación, pero también el del pensamiento, “por su enunciación en serie, son elementos temporales”.115 La palabra va en el tiempo, lo contiene. La poesía, declara el poeta, es “la palabra esencial en el tiempo”.116 Y esta esencia comprende la intuición, el flujo vital que satura el vacío y la forma lógica destemporalizada; asimismo, la emoción, el sentimiento, “Lo universal cualitativo”. He aquí su gramática: El adjetivo y el nombre, remansos del agua limpia, son accidentes del verbo, en la gramática lírica, del hoy que será mañana, y el ayer que es Todavía.117 Un adverbio nominalizado y en función atributo o de predicado nominal, como suele decirse: Todavía. Resume por sí solo, y con mayúscula, la transición fluyente y la flotación de los nombres, pero da lo esencial: el tiempo. Toda-vía, todo en camino. Tensión del presente con hálito de pasado y hacia el futuro. Es también el contenido de la rima con valor fenomenológico de vivencia sensitiva y perceptiva, al unísono, del flujo temporal de la conciencia. Siendo un artificio, plasma, no obstante, “el sentimiento del tiempo”, pues une en la sensación del sonido reiterado y el recuerdo lo próximo, presente, y lo distante, ausente, y nos sitúa, en consecuencia, “dentro y fuera de nosotros mismos”. La palabra entra así en la esencia del tiempo.118 Acontece lo mismo con la sucesión fónica de secuencias entonacionales, los períodos sintácticos, las imágenes, las isotopías, el recubrimiento de rasgos sémicos en la alternancia de hiperónimos e hipónimos, la oposición diferenciada, y con el cumplimiento de la intención 115

Machado, A., “El «Arte poética» de Juan de Mairena”, en Poesía y Prosa. Tomo II. Poesías Completas, Espasa Calpe-Fundación Antonio Machado, Madrid, 1989, p. 697. 116 Ibid., “Poética”, Tomo III, op. cit., p. 1802. 117 Ibid., “Los complementarios”, p. 1170. 118 Ibid., “El «Arte poética» de Juan de Mairena”, Tomo II, op. cit., p. 703.

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significativa por la intuición cualificadora, de tal modo que una palabra o elemento funcionan respecto de otros como su determinante, haya o no uno específicamente gramatical. Machado opone así una lógica real, emocionalmente cualitativa, a la conceptual, homogeneizadora y cuantitativa. La sucesión rítmica del poema convierte la unidad A en B, o pasa de una a otra, incluso la misma en dos posiciones diferentes, mediante un momento de cambio y diferencia. El lenguaje poético sugiere y contiene “el constante mudar del pensamiento”, su misma formación, a través de la evolución que las premisas asentadas experimentan en las conclusiones que el tiempo vital va modelando, a veces incongruentes respecto de aquéllas. “A esto llama Abel Martín [uno de los heterónimos de Antonio Machado] esquema externo de una lógica temporal en que A no es nunca A en dos momentos sucesivos”.119 Y esto confirma “la esencial heterogeneidad de la sustancia” y del ser, que se presenta como Otro en una relación erótica y metafísica, “su otro inmanente”,120 de tal modo que el Yo viene a ser lo desentrañado del Tú como ese otro surgido en la conciencia porque realmente es Él, forma de la objetividad polarizada en un nosotros que confirma, a nuestro entender, la relación pronominal que subyace en el lenguaje y en todas sus formas, pues surgen en esa dimensión intersubjetiva. Machado piensa incluso, ahora a través del heterónimo Juan de Mairena, en una “otredad divina”: Dios revelado en el hombre “como un tú de todos, objeto de comunión amorosa, que de ningún modo puede ser un alter ego (…), sino un Tú que es Él”.121 Estas observaciones introducen, según el poeta, “una forma lógica nueva”, y veremos más adelante que, con la temporalidad de la rima, incide en un capítulo central de otro tipo de lingüística, pues el concepto de “gramática lírica” de Machado expone una realidad del lenguaje que invierte el planteamiento de lo que trascendió hasta hoy como lingüística. Parte en cierto modo de la Estética de Theodor Lipps, especialmente para las cualidades primeras del material del lenguaje, el sonido, y la empatía que induce, la Einfühlung, centrada para el poeta en el sentimiento y los valores cualitativos de la intuición vital. En esto medita 119

Ibid., pp. 680-681. Ibid., p. 685. 121 Ibid., “Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo”, en Poesía y Prosa. Tomo IV. Prosas Completas. (1936-1939), Espasa Calpe – Fundación Antonio Machado, Madrid, 1989, p. 2044. 120

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además sobre la filosofía de Henri Bergson, Max Scheler y Heidegger. Machado se percató de que el lenguaje ya establece empatía a través del timbre individualizado de la voz, una tonalidad a la vez propia y ajena, diferenciada en “El mundo de la representación de los otros sujetos conscientes” que está englobado dentro de la mía, “pero, dentro de él, se le reconoce por una vibración propia: son voces que distingo de la mía y del ruido que hacen las cosas entre sí”.122 La sobresignificación que resulta de este método lírico, apoyada en el valor humano que las palabras encierran en sí mismas, como instaurando, al modo de Paul Valéry, un lenguaje dentro de otro previo (“un langage dans un autre langage”),123 no es un recubrimiento añadido a la base oral, sino la revelación que la lengua ya dada obtiene en el poeta en tanto “lo que aún no ha recibido forma”. Pudiera parecer que Machado usa el signo que son las palabras para, apoyado en él como conjunto, elaborar una superestructura de lenguaje connotado, como hizo la lingüística convirtiendo la relación significante-significado en nuevo significante de un significado por irradiación de los elementos comprendidos, por ejemplo la semiología de Roland Barthes. Puede explicarse también de tal modo, y lo hemos hecho en otro estudio con este sentido,124 pero añadiendo la advertencia de que el poeta considera a los elementos iniciales, de base, frente al de otras artes, “ya estructurados por el espíritu”, a los que no puede cambiar, pero sí obtener con ellos “una nueva estructura”. Esta “nueva significación” procede de la forma misma, espiritual, que anima al habla. Es un desentrañamiento, no una superestructura, ni un proceso de desautomatización, o de zaum, en la línea formalista. Evidentemente, la traducción de este segundo término como transracionalismo pudiera avalar formalmente la postura deshomogeneizadora de la razón en la lógica cualitativa de Machado, muy próxima, por otra parte, al universal cualitativo de Paul Valéry y al intuicionismo de Henri Bergson. Se trata, sin embargo, de un “objeto único, valor cualitativo”, vivencia psíquica individual.125 El poeta se sitúa en la actitud natural del lenguaje; más bien, parte de ella, pues está dentro, e 122

Machado, A., “[Filosofía]. Notas”, en Poesía y Prosa. Tomo III, op. cit., p. 1311. Valéry, P., Oeuvres, I, La Pléiade, Gallimard, Paris, 1957, p. 1369. 124 Domínguez Rey, A., El Signo Poético, op. cit., pp. 115-117. 125 Machado, A., “El «Arte poética» de Juan de Mairena”, Tomo II, op. cit., pp. 689690; Tomo III, op. cit., pp. 1315, 1325. 123

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intuye y vive como poema la forma que lo anima. Por tanto, el lenguaje sigue viviendo en la individualidad de su psiquismo, pero dentro del nosotros que ya es inicialmente: “Antes de ser nuestro, porque mío exclusivamente no lo será nunca, era de ellos, de ese mundo que no es ni objetivo ni subjetivo, de ese tercer mundo en que todavía no ha reparado suficientemente la psicología, del mundo de los otros yo”.126 El lenguaje traslapa una forma lírica en su origen y fundamento. Insistimos en esta inmersión intuitiva en la realidad trascendente del lenguaje desde su entrañamiento vivencial porque supone una visión diferente respecto de la lingüística formalizada. Algo muy distinto de una modalización de segundo grado, pues afecta a la raíz del primero. Machado restituye a la lengua de su convencionalismo, aunque partiendo de él, según el modo cualitativo de la forma que crea y produce lenguaje: su decir formalizante. Recupera, por tanto, como Hegel y Merleau-Ponty, el sentido subyacente de la objetividad inmediata. El suyo es un intuicionismo esencial. Y esto constituye otra vertiente, fenomenológica, de la forma mentis intuida desde los pensadores griegos, algunos medievales y renacentistas, hasta el romanticismo inglés y el idealismo alemán, llegando a Humboldt, Husserl, Amor Ruibal, Paul Valéry, Heidegger, entre otros: vis verbi, verbum mentis (san Agustín), virtus operativa (Santo Tomás), divinum semen, vis seminalis (Nicolás de Cusa), vis nativa (Espinoza), forma interna (Humboldt), etcétera. Machado procura educir y evaluar el fermento intuitivo de la razón verbal y de la teoría desvitalizada por carencia de latido humano.127 La intuición es el pálpito y ariete de la forma mentis en el concepto. Lo dilata, retrae, irradia, según las circunstancias, y satura, como en fenomenología. La imagen genérica y familiar recibe sobre el espectro de su fondo la singularidad intuitiva. Así actúa la sensación en el recuerdo –valores plásticos del 126

Ibid., “Problemas de la lírica”, en Tomo III, op. cit., p. 1310. Sorprende aún hoy que el pensamiento poético de Machado no haya transcendido en las recopilaciones españolas de lingüística y teoría de la literatura al lado, por lo menos, de otros pensadores pioneros en estas ciencias, pero especialmente de crítica literaria. Le sucedió y sucede lo mismo al planteamiento gnoseológico de Amor Ruibal en lingüística, y a José Ortega y Gasset, quien propuso en los años cincuenta, consciente del giro que tomaba el enfoque del lenguaje, nada menos que una Nueva Lingüística. Sin embargo, abunda la historiografía sobre la concepción literaria de Machado y el lenguaje en el estilo del filósofo Ortega y Gasset. 127

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ritmo– y en los conceptos abstractos del lenguaje, pero también una palabra respecto de otra en el sintagma. Juan Ramón Jiménez: El Nombre Exacto Otro poeta imprescindible respecto de lo que estamos exponiendo es Juan Ramón Jiménez. Hemos estudiado también su aporte a la concepción del lenguaje poético en otra parte y resaltando la figura de signo lingüístico que subyace en ella.128 Efectivamente, de su poesía y reflexiones se infiere un modelo de signo que avanza fórmulas luego confirmadas por diferentes lingüistas como Charles K. Ogden, Ivor A. Richards, Stephen Ullmann, Klaus Heger y John Lyons. Nos referimos a que el signo comporta, además de la ya clásica diferencia entre expresión y contenido, el concepto, un área de sentido o sobresignificación de los significados convencionales del lenguaje más la referencia objetiva del mundo de las cosas.129 Como Rilke y Antonio Machado, Juan R. Jiménez busca una palabra total, el poema, que resuma, igual que el nombre, todos los orbes de rotación significante. Lo que pudiera parecer un absolutismo responde, sin embargo, a exigencia de expresión despertada por un ansia profunda de alcanzar lo que el sentido poético motiva. En un poema ya famoso en el mundo de la crítica especializada, sintetiza este poeta el deseo de plenitud comunicativa del nombre en su entorno ontológico, lingüístico y hermenéutico. Una palabra precisa, pura como la de Rilke, “poesía desnuda/ mía para siempre”, dice en otro poema del libro Eternidades (1916-1917).130 Todo el conjunto de palabras aspiraría a un solo nombre, escueto, esencial, la matriz de todos los demás nombres. He aquí el poema antes aludido: ¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas! … Que mi palabra sea la cosa misma, 128

Domínguez Rey, A., El Signo Poético, op. cit., pp. 119-133. Ibid. pp. 132-133. 130 Jiménez, J. R., Obra Poética, Volm. I, Tomo 2, Espasa Calpe, Madrid, 2005, p. 378. 129

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creada por mi alma nuevamente. Que por mí vayan todos los que no las conocen, a las cosas; que por mí vayan todos los que ya las olvidan, a las cosas; que por mí vayan todos los mismos que las aman, a las cosas… ¡Inteligencia, dame el nombre exacto, y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas!131 El deseo de fusión entre palabra y realidad acontece en el espacio intersubjetivo y creador del hombre. En tal sentido, el poeta pretende la creación originaria, pues siente que el poema es el origen renovado de los orígenes, “El Dios. El nombre conseguido de los nombres”.132 La actitud natural del lenguaje, su acervo común, deviene entonces umbral de entrada en el fondo animal que recrea la existencia en cada uno de sus instantes por la palabra. Esta valencia de rehacer el principio formal creador del germen nominativo pertenece a la sustancia de las cosas como imagen suya. La palabra poética es imagen de la realidad en cuanto desentraña su emergencia con “forma verdadera y suficiente”. Una forma en continuo rehacerse. Consciente de ello, Juan R. Jiménez dejaba sus poemas en reposo una vez escritos, para revisarlos más tarde, entrar en su forma o sentido ascendente, y comprobar su estado de pureza interna. Inaugura así un método de contemplación depurativa y de perfeccionamiento de estilo. Es lo que él denomina “tendencia mejor” de la palabra en un orden ascendente de armonía y en orbes implicados de integración de ideas hasta conseguir el nombre de los nombres antes citado. En esto nos recuerda el curso de elevación (Erhebung) cualitativa de valores integrados y opuestos de palabras y conceptos en la poética de Novalis, al que aludiremos más adelante. Juan R. Jiménez lo recibe de Spinoza y de su propia experiencia estilística.133 La vis nativa de este filó131 132

Ibid., p. 377. Ibid., “El nombre conseguido de los nombres”, de Animal de Fondo (1949),

p. 1147. 133

Ibid., “Spinoza”, en Textos Inéditos de Juan Ramón Jiménez, Diario ABC (23-12, 1984), Madrid, p. 46.

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sofo tiende también a un orbe de constelaciones que integra las ideas finitas y que expresa el rostro de todo el universo (“facies totius universi”). De Juan R. Jiménez sólo queremos resaltar aquí este orbe dicente y constelado de palabras e ideas fundidas en una armonía interna que evoca el fondo creador del universo en el poema. El poeta alude con ello a un principio que nos parece fundamental en lingüística, procedente, como vemos, de la poética. En el estado actual de la evolución del lenguaje no podemos obtener el origen etimológico de las palabras, el acto de su nacencia, pero sí desentrañar y vivir el fondo emergente que las hace siempre nuevas. Es lo que denominamos fundamento nativo y resonancia de fondo del lenguaje. Nos es dado contactar el fundamento en cada acto nuevo de creación verbal o de expresión precisa, exacta. Y cuando sucede esto, se aprecia de inmediato en la forma conseguida, como dice Rilke. El “nombre exacto” es, una vez más, la forma mentis entendida en su dimensión ontopoética. Siendo la resoncia creadora de fondo, invita a conocer en ella todas las cosas, a evocarlas si se han olvidado, a amarlas y desearlas por lo que entrañan de novedad creadora, y de acuerdo con una integración de sentido que constela, como el aura simbólica de Walter Benjamin, su expresión, significado, concepto y referencia. La poética se nos presenta entonces como el reclamo fundamental de la lingüística hacia el fondo creador del lenguaje. El predominio del análisis gramatical y el espejismo del cálculo integrado de la computación han desplazado al efecto de conexión lógica y sintáctica el valor originario de la creación verbal. Conscientes luego de la entropía operada en el lenguaje por reducción ambigua y equívoca de sus valores, inventó el positivismo lógico una constelación formal de factores operativos a partir del campo aún simbólico de las letras ya fonologizadas, de tal modo que algunas de ellas pueden sustituir a orbes enteros de expresión conceptiva. El alcance de estas operaciones todavía sigue siendo fondo del lenguaje. En la mente del analista opera una frase o un principio básico de significación verbal: una palabra determina a otra; cada símbolo genera un área de indeterminación determinable; a cada uno de ellos siempre le corresponde otro en alguno de estos dominios, por lo menos la posibilidad de considerarlo supuestamente, en la imaginación. Toman como principio un fundamento gnoseológico básico: todo lo cognoscible, tematizable, traslapa un entorno de radiaciones o correlatos que tienden a concretarse en un punto, vértice o centro determi-

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nado, a su vez desplazable. Y esto significa que hay un principio inicial de indeterminación, un campo pronominal indefinido, pero tendente a nombre, animado por la terminación integradora que el principio mismo comporta como horizonte de sentido. Es función del afán perfectivo de la idea que anima a la expresión como forma mentis. Y esto también se aprecia en la poética de Juan R. Jiménez. PRELACIÓN CORRELATIVA El nombre nunca agota sus implicaciones y supuestos liminares hasta alcanzar un centro de irradiaciones consteladas, resonantes: el poema. La poética nos indica que a la palabra la rodea el horizonte de sus contextos posibles, el campo de pertinencias, en virtud de la proximidad y distancia que la forman y subtienden al unísono o relación constante de su centro de convergencia y determinaciones al horizonte indeterminado que evoca. Tal indeterminación tiene origen en una moción existencial innominada pero inducida bien por la resonancia del mundo en los sentidos del hombre, bien por ésta y su reflexión individuada en el cuerpo de la mujer gestante. Al nacer, se engranan en este halo, y en el del movimiento corporal sucesivo, impresiones cuyo campo sináptico queda ya afectado por ellas y forman las primeras síntesis arqueadas de sonido y motricidad en orden a la expresión de los deseos y necesidades inmediatas. Tal sería el fondo psíquico del protogrado de vinculación cinestésica y umbral de la elación del sonido en voz humana ya protosignificante. Pero éste es también el fondo inquieto de la generalidad antepredicativa tendente, no obstante, a protopalabra. La satisfacen inicialmente, y de modo precario, los gestos fónicos y kinésicos cuya motricidad conjunta resulta icono de la acción ejercida en los actos concretos. Ahí se configuran las primeras imágenes resultantes de la concretud que adquiere entonces la indeterminación originaria. La palabra surge en ese instante y dentro, por ello, de la tendencia inicialmente general que satura ella misma como dehiscencia de lo que Fritz Mauthner denomina “actividad mental instintiva” (instinktiver Denktätigkeit) 134 oculta en la razón considerada 134

Mauthner, F., Beiträge zu einer Kritik der Sprache. Erster Band. Zur Sprache und zur Psychlogy, Böhlau Verlag, Wien, Köln, Weimar, 1999, p. 180.

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también como actividad, pero verbalizada, del pensamiento y que se manifiesta dentro o con motivo del aprendizaje del léxico y su orden espontáneamente clasificado, a modo de conceptos innatos (angeborene Begriffe) –he aquí un precedente de Noam Chomsky–. Esta intuición fue confirmada luego en la estructura inicial del aprendizaje infantil por Jean Piaget y, recientemente, por otros investigadores, según señalamos a propósito de las “abstract algebra-like rules” de Gary F. Marcus y colaboradores suyos en la Universidad de Nueva York.135 Se trata, entendemos, de la primera matriz compleja de la función lingüística de la forma mentis, detectable asimismo en las raíces más antiguas conocidas, estrechamente ligadas al entorno de su constitución. El álgebra aludida remite, por lo que vemos, al principio gnoseológico básico del conocimiento operativo, cuya función lingüística inicial es la determinación o concretud gradual del fondo innominado de la sensación preconfigurativa y sus primeras emociones. Aquí ya se preforma el sentido del ritmo como gramma de conocimiento. Una lingüística o gramática que no atienda a la forma dicente de los dichos se desvía de la esencia del decir. No obtiene ni conoce, por tanto, las potencias del lenguaje que Ortega y Gasset denomina genitrices.136 Del hecho que las formas se den siempre del mismo modo –nombre, verbo, adjetivo, funciones y proposiciones– no se deriva un mismo fenómeno de donación para cada decir singular. Aun siendo igual el contenido, el fenómeno de contener varía en cada acto dicente. Al identificar y analizar lo determinado de igual modo, interrogamos en ello al ser dicente oculto. Lo determinado orienta como “ruta pre-delineada”, señala Husserl de nuevo, pero no para alinear lo que precisamente instiga, altera y hasta desfigura la línea discreta.137 El horizonte perceptivo no puede convertirse en norma absoluta de conocimiento si antes no aceptamos la posible sorpresa de algo nuevo, diferente, pues, si fuera absoluto, todo cuanto haya de percibirse lo sería a modo de lo ya percibido. Tal acontece, de hecho, al revertir el lenguaje sobre sí mismo replicándolo como metalenguaje. Al autorreflejarse e implicarse muestra su fondo reflexivo y sustante, la tendencia a convertir y formalizar la ac135

Cf. nota 10. Ortega y Gasset, J,. El Hombre y la Gente, Espasa-Calpe, Madrid, 1972, p. 202. 137 Husserl, E., Meditaciones Cartesianas, op. cit., p. 137. 136

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ción que lo constituye en nombre sustantivo.138 Lo nuevo irrumpe cambiando el rostro del nombre ya dado. Este mismo de reducción analítica es otra fase de la paradoja del lenguaje, pues sin contenido o forma idéntica a sí misma no podemos encontrar la trasforma que buscamos: el sentido originario de la donación dicente. Pero entonces peligra la singularidad del individuo. Tal es la crítica fenomenológica que Lévinas hace al funcionalismo y positivismo de los sistemas reductivos del lenguaje, incluidos Husserl y Merleau-Ponty por retraer aún a percepción alter ego al Otro dado en la experiencia antepredicativa del Decir de todos los Dichos. Al convertirse el órgano en objeto y éste, viceversa, en órgano, ya queda esbozado el horizonte de la función propiamente lingüística y, por tanto, también de la categorización. En él comprendemos al fonema, la sílaba, el sintagma, la oración y el discurso, en dos palabras, el texto y su interpretación, la hermenéutica. Una forma no actúa antes de que la función la formalice. El funcionamiento le viene de la tensión y energía que la constituye. A la lingüística y gramática funcional le basta con decir que una forma funciona significando, siendo así que hace esto porque ya es actuada en orden a un sentido previo al significado que revela. Ya contiene en sí un principio dinámico anterior a su función lógica. Los formantes del fonema entran en relación porque un horizonte de sentido los convoca en orden a un significado, y no al revés. Tal sentido viene dado en la experiencia antepredicativa y originaria como orientación-a cabe el con-ser-con algo. Un hablante español sabe que el sonido sch no pertenece a su lengua porque el halo de sentido convocado con esta relación fricativa y linguopalatal no pertenece a su horizonte fónico, es decir, al área espacio-temporal de su articulación dicente. Por eso todas las lenguas son singulares a pesar del aire respirado en común con todos los hablantes del mundo. Aunque coincidan las estructuras en niveles tipológicos, cada una de ellas es peculiar y sus hablantes comprenden la tipología desde esa singularidad concreta. Es el modo de participación del hablante en el universo conceptivo que lo rodea, siempre desde un tono o idiolecto, un Mundart, como dice Heidegger. Esta prelación correlativa, transcendente y a la vez inmanente, conversora, que repite hoy en cierta manera el código de la neurolin138

Coseriu, E., Lecciones de Lingüística General, Edit. Gredos, Madrid, 1981, p. 294.

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güística, ya la encontramos en la noción de sistema del neoplatonismo. Todo lo múltiple se estructura desde una unidad previa, actuante y configuradora, que lo trasciende. Lo diverso se despliega repetido desde el principio que lo asiste y para que las cosas existan, pues nada se realiza plenamente si no retorna al uno de donde emana.139 Si esto es así, debemos desterrar la idea de Saussure y André Martinet de que el significante y la segunda articulación –la fónica– no participan del sentido, o bien incluir éste en el área de la expresión, pero referir lo expresado a un horizonte de sentido ya presupone significarlo. La expresión arrostra sentido, aunque sólo sea el de pertenencia a un mundo de habla. Mueve el pensamiento y es en relación con él aquello que no puede separarse de la autoconfirmación de la existencia, dice Hans Lipps.140 Ningún fonema vive aislado en una lengua. Sería, en tal caso, puro sonido. El fonema es segmento, puntos articulados de un continuo fónico que desarrolla retenciones y arquea espacios de tiempo vacío, protenciones. De ahí que debamos someter a nueva reducción la ya efectuada por el funcionalismo sincrónico. Ningún corte del habla secciona el principio dinámico que la funda. Hasta el corte le pertenece.

139

Hadot, P., Plotin, Porphyre. Études Néoplatoniciennes, Les Belles Lettres, Paris,

140

Lipps, H., Die Verbindlichkeit der Sprache, op. cit., p. 111.

1999.

3. Relación transitiva y refleja

Hay, pues, un Decir básico, significante, que conforma las formas de lo Dicho y potencia incluso la división lingüística del signo en significante y significado. Tal Decir surge de y, a la par, anticipa un sentido previo que configura, a su vez, un área antepredicativa dada en un espacio-tiempo articulado. Su ámbito de pertenencia es del trinomio órgano-objeto-órgano, en el que nace propiamente el discurso. La situación básica y fundante de éste es el hecho de hallarse un Tú ante un Yo en la esfera inmediata y antepredicativa por cuanto en ella se constituyen el espacio y tiempo comunicantes del habla. Un Tú descubierto en el Yo aunque no esté presente ningún interlocutor concreto, pues el lenguaje ya posee la estructura alterativa. Lo que la lingüística entiende por metalenguaje, la capacidad que éste tiene de replicarse designándose a sí mismo, lo objetiva y funciona como Otredad incursa en él, como si habláramos a un interlocutor real, pero estamos tratando su objetividad permanente. El carácter sustantivo de tales denominaciones, ya señalado, la corrección, la propiedad o el esmero dicente, estilístico, constatan su presencia personalizada. EXPERIENCIA ORIGINARIA Esta situación preliminar revela, por otra parte, los presupuestos de la salida de sí en el entorno a la mano de una acción dicente: la relación transitiva. Tal entorno, creado y abierto en ese sentido, se muestra, entonces, como algo también previo, contenido en la experiencia de la donación originaria. Se descubre como anterior posteriormente. Cualquier delimitación suya analítica será siempre posterior a la donación producida. El analista llega tarde al fenómeno que estudia. No puede, por tanto, imponer a la lengua el postiempo de su manifestación. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando determinamos campos léxicos o paradigmas flexivos y damos por asentado que el ser de la lengua coincide con su análisis, que su esencia acontece en fases discretas prefijando, sufijando y declinando, o que recorre niveles discretos desde el signifi82

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cante a la cosa pasando por su representación y significado. Ésta no es la manera liminar de relacionarse el enunciado con su objeto en la predicación veritativa, según Heidegger.141 La relación del enunciado con la cosa ya supone que éramos cabe ella, en su con-ser-con. Lo dicho emerge como posibilidad interna del significante ontológico. Y éste determina en el lenguaje formas cuya estructura también interna responde más al efecto apofántico del decir que a la sustancia pura que lo subtiende, pues el lenguaje ya se ha sustanciado por sí mismo. La generación apofántica origina la gramática en tanto fertilidad suya, pues la capacidad de soporte y transporte de las formas –Tragfähigkeit de Hans Lipps– favorece su interrelación y otorga un significado a la sintaxis.142 Y al proceder así, la gramática refleja y estructura los principios gnoseológicos del pensamiento, adaptándolos y descubriendo en ellos funciones antes ignotas. He aquí otra consecuencia del órgano lenguaje y de su forma interna, der innere Sinn de Herder y la innere Sprachform de Humboldt. La actitud natural e ingenua del hablante y de las lenguas funciona de otro modo, directamente. Se puede nombrar una misma acción bien con nombre bien con verbo: poíesis es la acción en griego, poíema su resultado y poieo el hacer o producir en general. Una misma raíz, en este caso incierta, tal vez k(w)ei, relacionada en sánscrito con el hecho de amontonar o reunir amontonando, sirve para el nombre y el verbo. La acción no se especifica desde su inicio, por tanto, como nombre sustantivo o nombre verbo, sino que crea una forma dinámica según el proceso verbal del hablante. La referencia de la lengua comprende la de cada nombre, pero la subsume en una relación que ya depende del discurso: es referencia apofántica de referencias nominadas, sean acciones, sustancias, cualidades o procesos lo representado y expresado por cada uno de los nombres. Una acción o decurso real, un contenido de tiempo –hoy, ayer, velozmente, cubrir, caminando, saltaba, etcétera–, puede ser sustantivo o verbo según la consideración entitativa, elativa y diastática de la conciencia del hablante. La lengua explica sus referentes en el discurso dinámico que la forma, es decir, el complejo perceptivo y pensante, animado, que la crea. Hay en ello un fondo pronominal que 141 142

Heidegger, M., Einleitung in die Philosophie. op. cit., p. 65 (75). Lipps, H., Die Verbindlichkeit der Sprache, op. cit., pp. 183, 187.

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antecede o subyace fóricamente, un ámbito lengua, el paraje de las unidades tónicas y gráficas del chino, por ejemplo. Tal ámbito se refleja a veces como pronombre neutro, pero va traslapado en el horizonte referencial de todo nombre. La forma sánscrita eti, observa Abel Hovelacque, comentado por Amor Ruibal, “él va”, la latina ti < eit, la lituana eiti, proceden de aiti, “él va”, cuyas raíces son i, “marchar, ir”, y ta, pronombre demostrativo, presente en el artículo neutro griego to (lo) y en el demostrativo iste del latín.143 ¿Cabe pensar, por ello, que en el actual esto del castellano subyace la indeterminación “va-lo”, “va-él” > “algo va”, “ello va”, “lo-ir”, “lomarchar”: “lo-ido”, y que desaparecen las marcas deícticas de espacio –aquí, allí, allá– y tiempo –aquí, ahora–, pero no su presente virtual de habla, actuable en cualquier momento y, por tanto, con capacidad significante indefinida dentro de un ámbito u horizonte suyo de referencia? Queda el valor fórico del nombre, el cual puede dirigirse en radiaciones varias, ana, kata, y luego pre, pos(t), in, ad, su(b), sobre…, el conjunto de fijaciones, preposiciones, conjunciones y adverbios, morfemas a veces incursos en la sustancia expresiva de las palabras. El lenguaje genera las formas internas y externas de la apofansis, sus cronemas, topemas y econemas. Que sea una u otra la categoría formada, depende del empleo y de la flexión que cada base radical adquiere en el proceso orgánico,144 de la actitud comprensiva del hablante, se entiende, y no sólo del estado anónimo de la presentación de las cosas y circunstancias en sí mismas, al margen de esa comprensión corpórea. No quiere decir ello que se anule la anonimia procesual de la lengua, reflejada en muchas raíces e irregularidades morfemáticas. De la anonimia responden a posteriori el análisis de las síntesis pasivas, los recubrimientos y el plexo de relaciones traslapadas en el complejo orgánico del lenguaje. La lengua, considerada como sedimento común de vivencias históricas, objetivada, ya funciona como cuerpo anónimo que los hablantes comparten con los demás or143

Hovelacque, A., La Linguistique, Reinwald, Paris, 1888 (4ª). Citado por Ángel Amor Ruibal, Ciencia del Lenguaje, “Introducción” a P. Regnaud: Principios Generales de Lingüística Indo-Europea, Tipografía Galaica, Santiago (de Compostela), 1900, Edic. facsímil del Consello da Cultura Galega, Santiago de Compostela, 2005, p. 88. 144 Meillet, A.-Vendryes, J., Traité de Grammaire Comparée des Langues Classiques, Honoré Champion, Paris, 1979, p. 171.

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ganismos.145 Sus formas siguen hablando ocultas y con latencias funcionales sin labios visibles que las pronuncien. Tal es el estado tercero del lenguaje, en verdad un a priori o primero antecedente. ELACIÓN CUÁNTICA DEL SONIDO Lo comprendido responde al valor formal del conocimiento, a la apropiación hermenéutica que el hablante realiza, pero el lenguaje muestra asimismo en su decir un componente material o plasticidad anímica que no es la pura materia del sonido aislado y precisado, sino su materialidad referida-a, aferida y eferente: una materia animada –Leiblichkeit de Hegel y Husserl–. Al hablar, integramos el medio como pragma ya interno, constituyente. El lenguaje es el ámbito de integración correlacionada de ánimo y materia en cuerpo u organismo vivo del hombre. El aire respirado del sonido hecho voz en el conducto fónico del tracto oral, el tono, acento, la fonémica, transforman la resonancia física modulando en onda periódica, rítmica, el impulso tensional de la actitud básica del complejo humano comunicativo, expresándose. En esa combustión acaece el salto cualitativo y armónico de la cuantidad mínima sonora, intensivamente timbrada, la elación del gesto bucal, su volumen fónico, como cifra de todos los indicios espontáneos del hombre al comunicarse. Un fluido especial, no líquido, aunque guarda semejanzas en algunos de sus rasgos; tampoco gaseoso, si bien es invisible, filtra materiales, a veces exhala o refresca, y se desvanece; ni es aire puro, por más que pueda serlo soplando; ni materia sólida, pero se asienta puntualmente en posición fija instantánea y se repite con precisión de talla. Es el rasgo liminar de la intención expresiva, el átomo o gramma entonativo, poiético. Entre el sonido y el fonema hay una transición quántica inducida por la tensión articulatoria y acústica, que afecta al acoplamiento de formantes, a la superposición de tonos y sobretonos, a la resonancia de armónicos entre las áreas cerebrales del lenguaje, lo cual produce tropos, es decir, modos específicos de incidencia e inscripción de la realidad en su representación específica, y transferencias, traslaciones perceptivas, que también revierten procesualmente sobre el mundo así constituido y comprendido. Kenneth N. Stevens establece una teoría 145

Cf. Merleau-Ponty, M., La Prose du Monde, op. cit., p. 195.

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quántica –“Quantal Theory”– sobre estas observaciones fonémicas y Daniel Albright rastrea en la gran tradición poética del Modernismo la búsqueda del cruce entre las unidades mínimas de onda y materia fónica, sus partículas, el quanto poético.146 La energía material deviene ritmo en el armónico de onda y la mínima unidad de materia sentiente dotada de sentido, aunque no tenga uno concreto, o lo adquiera con el decurso, en tránsito, es la palabra, el poema. El punto de elación es el átomo espaciotemporal de conversión en el aparato fonador de las ondas gravitatorias del movimiento del aire en el quantum discreto o fonosema del lenguaje. Lo externo deviene interno, y viceversa, por concentración de energía acumulada en el sensible hacia el conocimiento. Se constituye así una nueva unidad, antes inexistente, en la formación cognitiva del hombre.147 Es punto decisivo por cuanto, a partir de él, el plexo de relaciones perceptivas adquiere un fundamento preciso de concreción dinámica del acto mental y símbolo de un nuevo producto que sintetiza la acción en el objeto. De este modo, un elemento o unidad correlacional gira en torno a otro y en sus rotaciones suscita posibles enlaces, saturaciones, expectativas, comenzando por las más afines en una lengua concreta como primera forma de activación neuroconceptiva. El concepto despliega su dinamicidad en torno al núcleo que forma concretado fonéticamente: con mente fónica. La elación del sonido resulta decisiva para el pensamiento como actividad inteligente de la conciencia. El hombre se percata poco a poco de que dispone de una condición y facultad específica, armonizante, capaz de transformar y reconducir el sonido que emite su cuerpo en función expresiva comunicante. Percibe al mismo tiempo que tal disposición y actuación le concede, de una parte, fijar, retener lo sonado y, de 146

Cf. Kenneth N. Stevens, “On the quantal nature of speech”. Journal of Phonetics, 17 (1989), 3-46. Daniel Albright, Quantum Poetics. Yeats, Pound, Eliot, and the Science of Modernism, Cambridge University Press, Cambridge, 1997, pp. 25, 156. 147 Hasta la física cuántica advierte la necesidad de enlazar el espacio y el tiempo desde las microunidades granulares, expansivas, de los rayos gamma y ondas gravitatorias en la dilatación inicial del universo. La denominada Loop-Theorie concibe un átomoespaciotiempo (Raumzeit-Atome) que impide la reducción cero del universo y considera, por tanto, que habría un tiempo anterior a las formas que presenta. (Cf. Martin Bojowald. Zurück vor den Urknall, S. Fischer Verlag, Frankfurt am Main, 2009).

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otra, referirlo a sí mismo en doble, triple función: distendiendo el propio sonido, partes suyas; asociándolo con otros, enteramente o por secciones –yuxtaposición, recubrimiento, metafonía-; especificando usos suyos y distribuyéndolo según comunica y quiere alzarlo más allá de su entorno inmediato. Descubre así un medio de comunicación directa y a distancia con sus semejantes –la escritura será una prolongación de este efecto– y el hecho mismo de resonar con tales fines. La conversión del sonido en voz articulada proviene de la naturaleza perceptiva e intelectual del hombre y dota al gesto espontáneo de intención expresiva reforzando con ello el instinto de comunicación humana. Transforma la acción y respuesta natural de la conducta en signo, lo cual implica adhesión en cierto momento de la voluntad al acto bien reflejo, bien ocasionado, con motivo o sin él, pero adecuado, como dice Amor Ruibal, de la articulación sonora. Y la adhesión supone reconocimiento delimitativo de unidades, siguiendo en esto una larga tradición analítica del lenguaje, patente en Condillac y Herder. El signo mismo es producto sintético de la acción humana y por ello adquiere además valor de símbolo, pues en él resuena el campo y horizonte situacional del medio en que se produce. Es lo que Amor Ruibal entiende por mesología. La implicación antecedente del sonido en la acción significante se revela a posteriori, como se desprende de la prelación sonora al formarse el feto, y entrevió Herder, por otra parte, en la acción sonante del lenguaje asociada a los objetos del quehacer humano. El aprendizaje de un idioma concreto determina esta plasticidad ya “vibrada” de las células al desarrollarse los órganos. El lenguaje nace de una llamada previa en interacción comunicativa y, aprendiendo, responde el hombre a un reclamo ontológico. Recordemos el carácter verbo que Lévinas observa en el sonido al exceder la donación a que remite como fenómeno intencional de los sentidos. Este carácter ontológico del signo en cuanto símbolo amniótico del medio gestante adquiere gran importancia. El signo exterioriza un estado interno dinámico revirtiendo la entraña que lo forma. E importante además porque la exterioridad le confiere, señala Fichte, independencia frente al reflejo inmediato de la conducta instintiva. Tal independencia es la distancia mediada de la comunicación, el fondo ontológico de la libertad humana.

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En este punto debemos recuperar el deseo racional comunicativo, originariamente mimético y coevo en grafo y sonido, de Fichte, quien aprecia en el lenguaje originario, oral (Ursprache) y escrito (Hieroglyphensprache), así como en la evolución de los signos, y en esto coincide con Herder, un efecto de la naturaleza.148 El a priori biológico de la elación significante del sonido y del movimiento coevo de los actos humanos tal vez diera hoy razones a Fichte para intuir el efecto de acción sonora recíproca (Wechselwirkung) y expresiva del cuerpo en el lenguaje. Incluso la prelación ontológica de la imaginación hallaría argumento en los puntos ciegos del ojo y del oído. Percibimos intelectualmente imaginando, confiriendo forma a los estímulos sensibles y al fondo de resonancia cósmica. El carácter de la independencia recíproca del signo sobre este fondo de resonancia merma aparentemente su arbitrariedad en pro de una metonimia gradualmente desarrollada. Es la condición natural de emergencia que induce el acto libre, pero motivado, de dar nombre a la cosa, el estado situacional o la moción misma inductora. Lo arbitrario del signo mide la capacidad de entropía que las palabras adquieren reducidas a su función práctica. Por eso el poema recupera la resonancia de fondo. La designación de arbitrario realza la condición de libertad inducida en que se produce el signo. No existía previamente, aunque se insinúa en el gesto y sus señales. Se independiza de sus condiciones instintivas, pero permanece en el flujo de rotación recíproca, distanciando y aproximando, interno y externo, fuera y dentro. Es libre en tanto compromete a responder con sentido al enigma de una llamada previa y según el eco que lo circunda. Y la resonancia no sólo es sonora, sino también de la acción mentalmente dinámica que lo crea. Herder se fijó en este momento procesivo y creador de la palabra humana en cuanto circunspección (Besonnenheit) y marca interna, delimitadora, del tono natural de la mente y de la voz en el hombre, ein innerliches Merkwort.149 Atiende al origen gramatical de la tradición hermenéutica primitiva de Oriente, hindú y hebrea, ya citado. Al actuar y relacionarse el hombre con las cosas del mundo, se correlaciona con 148 Fichte, J. G, Von der Sprachfähigkeit und vom Ursprunge der Sprache, en Sämtliche Werke, Vol. VIII, Verlag von Veit, Berlin, 1846, pp. 309-310. 149 Herder, J. G., Abhandlung über den Ursprung der Sprache, Philipp Reclam Jun., Stuttgart, 1966, p. 33.

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ellas y los objetos circunscritos en la acción producen su propio sonido y reflejo sensible, en cuyo fenómeno parcela el oído unidades marcándolas con el tono. Estas marcas son acciones sonoras retenidas en la mente y actuadas por ella siempre que se identifica de nuevo tal objeto. Suenan también, por tanto, en la conciencia. En las lenguas orientales, advierte Herder, la idea aún planeaba entre el agente y la acción. El sonido designaba la cosa así como ésta emitía su sonido,150 produciéndose, de tal modo, una transferencia metonímica de la acción al actante, comenta Denise Modigliani.151 Y como tal acción se concreta por la calidad del tono dado al nombre, éste contiene en sí la acción que predica. Ya es inicialmente verbo.152 Es éste el momento decisivo, fundante, del lenguaje y, por tanto, de la inteligencia, pues el pensamiento se experimenta capaz también ahora de verse y sentirse actuando según las marcas de la acción mental que son los sonidos así dispuestos. Nace el significante y, con él, la conciencia propiamente dicha en cuanto reversión de y sobre los actos mentales. El significante es la elación del sonido intencional o reflejamente comunicado. La acción dicente del pensamiento en acto intelectivo. Cuando el hombre se percata del alcance de esta asociación sonora, queda constituida también la inteligencia. Es el decir procesivo del entendimiento, el lenguaje. Tal el verdadero “giro lingüístico” de la humanidad. Desde entonces, el pensamiento se percibe actuando entre esas unidades, pero desde ellas mismas y la relación que las produce y ya las ha producido en un momento singular. Vuelven, de tal modo, unas sobre otras y se origina así un volteo que incrementa la acción del propio pensamiento, pues en ella va implicado el complejo intencional de la comunicación, el ámbito en que se produce.153 El volteo de unidades significantes acontece en presencia de Otro, sea otro real, un Tú, o el Otro que la inteligencia percibe y descubre actuando de este modo antes desconocido, la Otredad consti150

Ibid., p. 47. Modigliani, D., “La celeste étincelle de Prométhée. Essai sur la phlilosophie du langage dans le discours de Herder. Rapport à Rousseau, Condillac et Didérot”, en Johann G. Herder, Traité de l’Origine du Langage, PUF, Paris, 1992, p. 195. 152 Herder, J. G., Abhandlung über den Ursprung der Sprache, op. cit., p. 47. 153 Cf. “El volteo de palabras: san Agustín”, en A. Domínguez Rey, Palabra Respirada: Hermenéutica de Lectura, op. cit., pp. 91-96. 151

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tuyente, lo presentado ante la conciencia como dimensión interior suya donde se abre un dominio de otra clase de acción, simultáneo y parejo al externo, pero que incluso lo considera en sus direcciones posibles. Veíamos estos precedentes en la poética de Antonio Machado. CORRELACIÓN POSITIVA Y GRADATIVA: ÁNGEL AMOR RUIBAL Y FRITZ MAUTHNER He aquí el decir en su significante originario y la objetividad transitiva que lo subtiende en cuanto dicho. El denominado significante es su función intencional procesiva. La lingüística lo entendió como el remanente de tal efecto en la memoria sensitiva del hablante, pero ya precede su eficiencia posibilitándola. Comporta una marca posicional, una apertura de ámbito inteligente en la conciencia. El hecho de que la lingüística haya caracterizado, desde Saussure, esta posición significante con valor negativo –remite a lo que relaciona para dotarse de una intención o contenido propio–, responde precisamente al volteo antes mencionado y a que tal posición acontece en un eje de relaciones previas. Es lo que denominamos, desde el estudio lingüístico de Amor Ruibal, a priori correlativo del lenguaje. La prerrelación positiva del significante cambia la orientación dada a su enfoque lingüístico. La elación del sonido induce en él un tránsito permanente de convergencia entre unidades sólo parcialmente diferenciadas, pues todas acontecen en relación dicente. Y la disposición de convergencia en lo que diverge, o viceversa, es el núcelo del decir inteligente. Lo encontramos también en la constitución básica de la célula y, por tanto, de la vida. Es la resonancia transicional de las áreas motrices y convecciones neuronales del cerebro relacionadas con su lateralización respecto del lenguaje: Broca, Wernicke,154 Brodmann, Rolando, surcos silviano, radial y adláteres, haz arqueado, giro angular, etcétera. La correlación discriminativa tiene precedente fónico y perceptivo en el denominado por Colin M. Brown y Peter Hagoort componente negativo –“the mismatch negativity” (MMN)– operante en el proceso evenemencial del cerebro –“event-related brain potentials and sentence processing” 154

Brown, C. M.-Hagoort, P., The Neurocognition of Language, Oxford University Press, New York, 1999, pp. 5, 222.

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(ERP)–, frase cuyos términos y dinamicidad descriptiva remiten claramente al relato fenomenológico. Se entiende por negativo algo que prorrelata, lo cual refleja más bien un deseo transicional de plenitud –complementación de lo indeterminado, diría Hegel–, pues la potencia evenemencial atañe a cada elemento y su convergencia. Lo negativo sería más bien el tránsito aún no realizado de la potencia, pero esto ya resulta algo inicialmente positivo. Es un efecto de carácter prelógico inducido en la correlación básica del signo consigo mismo, pero en transcurso, inmediatamente diferenciado hasta si lo repetimos. Atrapa el tiempo que lo realiza proyectándose en un espacio o marca que forma unidad nueva, antes nunca presente al hombre: un cronotopo resonante. La dialexis nominal de Hegel ya prevé esta estructura. En la creación poética se percibe muy bien todo esto. Al adentrarnos en ella, rehacemos el proceso constituyente del lenguaje. El poema es su acelerador de partículas. A resulta igual a A siempre que no coincidan plenamente o se diferencien (A ≠ A) en razón del cronotopo que implican. Ningún elemento ni posición suya opera aislado en el lenguaje al estar incurso en un eje radial de correlaciones. Su apariencia estable procede de los polos que vincula y procesa. Es la relación exponencial (+ / –) que lo define. En realidad, todo término, como todo nombre, afirma Amor Ruibal siguiendo probablemente la especulación de Hegel y la lógica de Lotze, “es predicado de sí mismo: A = A. Todo verbo lo es igualmente: lo que es = es”.155 Un signo igual concebido a nuestro entender como la razón de equivalencia entre lo que difiere asemejando, simultáneamente, y dentro de un mismo orbe de atribuciones. Una comunidad de concepto entre coordenadas de equivalencias. El término, signo o nombre, predica como sujeto la extensión de la existencia o existencias –entes– en él comprendidas o como algo adjetivo de la esencia que nombra, tal el verbo, pues su extensión predicativa es la convergencia de atributos o comprehensión de un centro nominal conceptualmente operativo. La especulación hegeliana implica un paralelismo ontológico semejante y veremos, al fijarnos en la reflexión del fondo poético del lenguaje, según Heidegger, que la ontología subyace efectivamente en la ciencia del lenguaje. 155

Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filosofía y del Dogma, Tomo Octavo, op. cit., [844] p. 551.

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La extensión potencial le viene al nombre del principio gnoseológico de indeterminación determinable, que citábamos al hablar de la “tendencia mejor” de una palabra en Juan R. Jiménez y de la actividad instintiva de la razón según Fritz Mauthner. Este autor advierte precisamente, y en esto precede a Ludwig Wittgenstein, quien lo sigue, el recubrimiento verbal que existe en la cópula ist (es) o el transformativo wird (llega a ser, es) al preguntar qué es o en qué consiste una cosa. Más bien debemos preguntar cómo (algo) se llama (“wie etwas heiße”). La respuesta nunca alcanzará el conjunto infinito de notas y atribuciones integradas en algo objetivo. Por eso, afirma este pensador alemán –poco conocido por los lingüistas, pero que influyó en más de uno–, en el mundo del lenguaje, es decir, el del alma, “A nunca es completa y totalmente A” (“ist A niemals ganz genau A”). Al definir una cosa por el contenido de su nombre, siempre hay un discreto grador b, de tal modo que A = A — b (“wobei b eine diskrete Größe ist”).156 La distancia entre la acción nominadora de la definición (—) implica, tanto al repetir el mismo término (A = — A), como al atribuirle notas o atributos, matices diferenciados, pues debemos usar otras palabras en la definición, y cada una comporta un entorno individualizado. Cada palabra se forma intuitivamente (“Jedes Word word induktiv gebildet”). Y esto vale asimismo para la lógica formal.157 El grador discreto es la circunspección determinativa del halo generalizante de toda palabra respecto del referente cotidiano o del supuesto original, en caso de que se conozca. Mauthner cita ejemplos con marcadores de restricción, de procedencia o igualdad (ohne: sin; aus: de; gleich: de), de tal modo que siempre hay una posición tética, una privacidad de nota o una antelación germinativa, también enunciada positivamente, pero cuyo resultado es algo sin, algo (procede, llega a ser) de, igual a: un recién nacido sin cabeza; estos tiestos son iguales al pote que hace poco tenía en la mano, lo cual equivale, argumenta Mauthner, a que los tiestos resultaron potes; la flor se hace (“Wird”, llega a ser) de la semilla, la vida de la muerte, la muerte de la vida (son ejemplos suyos). Por eso habla de grador y no de negación exclusivamente. La privacidad 156

Mautner, F., Beiträge zu einer Kritik der Sprache. Dritter Band. Zur Grammatik und Logik, Böhlau Verlag, Wien, Köln, Weimar, 1999, pp. 278-279. 157 Ibid., p. 279.

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es siempre relativa e incluso afecta al grador de aumento: un edificio con muchos pisos = alto, altísimo = rascacielos, etcétera. En cuanto designan, las palabras parten de una posición tética positiva. DUALISMO ASIMÉTRICO: SERGE KARCEVSKI Esta tendencia de lo general hacia lo individuo de la designación, nunca alcanzado, la resalta tambien Serge Karcevski de modo preciso y dentro de una tradición hermenéutica de largo alcance, de la que participa Humboldt y, a su zaga, Michel Bréal, Eduardo Benot y Amor Ruibal. Resume el citado lingüista ruso a este propósito: “desde su aparición toda palabra –mot– designa un género y no un individuo”, lo cual le induce a la conjetura de que es imposible crear una palabra única y que, por tanto, deben ser al menos dos a la vez.158 Este carácter genérico se superpone continuamente sobre toda realización concreta del lenguaje. La palabra desvela el eje de correlaciones que la subtiende, según veíamos en la primera parte de este estudio. Y tal eje es el centro común de irradiaciones posibles y de convergencia de coordenadas, al que aludíamos antes atendiendo al concepto reflejo del lenguaje según Hegel, Amor Ruibal, y al dualismo asimétrico del signo lingüístico en Karcevski, quien coincide con el lingüista gallego en más de un aspecto. Los caracteres asignados al significante por la lingüística estructural de Saussure –arbitrario, lineal, discreto, plánico, puramente expresivo-;159 o los también conocidos de Charles F. Hockett, coincidentes o implicados en aquéllos –fonoaudición, feedback, duality of patterning (configurativa), caducidad, intercambio, producción (¿cómo no?), semanticidad, desplazamiento, etcétera-;160 o la determinación de funciones siguiendo los enunciados iniciales, protolingüísticos, según Michael AK Halliday;161 u otros actuales que se pretenden diferentes, todos ellos 158 Karcevski, S., “Du dualisme asymétrique du signe linguistique”, en Inédits et Introuvables. Textes rassemblés par Irina et Gilles Fougeron, Peeters, Leuven, 2000, p. 4. 159 Saussure, F. de, Cours de Linguistique Générale, Payot, Paris, 1983, 99. 97-113. 160 Hockett, Ch. F., “The origin of speech”, Scientific American 203, 1960, pp. 88111; (edición posterior en 1968). 161 Halliday, M. AK., Learning How to Mean: Explorations in the Development of Language, Edward Arnold, London, 1975. Este estudio realizado siguiendo el comienzo del lenguaje en su hijo Nigel sirvió de modelo a otros posteriores basados también en pará-

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responden a premisas ontológicas del lenguaje y requieren matizaciones sin las que el método sugerido resultaría inadecuado. La línea discreta y disociada entre el sonido básico –fonos– y lo en él mentalmente impregnado –sema– es el proceso de una densidad de volumen conformada expresivamente y con períodos de onda sonora movida según intención comunicante. La línea irradia volumen; lo discreto se superpone y recubre; el plano es, al menos, triple y descubre el fundamento que lo predica; la expresión inicial ya abre horizonte de convergencia; y lo arbitrario así entendido está más en el método positivista empleado que en el fenómeno original del lenguaje. Su carácter eminente es remetros de uso interpersonal del lenguaje, del tipo “Me and You” para la interacción, “Here I comme” para funciones personales, “Let’s pretend” para las imaginativas, etcétera. El inicio del lenguaje en Nigel sucedió en torno a los nueve meses y al reconecer pares de intención significativa asociada a la vocalización correspondiente (“vocalisationmeaning pairs”). La conclusión resulta obvia: la emergencia del lenguaje acontece en un contexto funcionalmente práctico. Y a medida que el niño procesa los pares fonosemánticos, las funciones lingüísticas se incrementan. Sabemos hoy que la movilidad fónica inicial va unida a la motriz, por lo que situaciones de juego, canto, intimidad parental, mimesis, activan el despertar de la facultad de habla en el niño. Y es lógico que, si Halliday reforzaba intencionalmente las secuencias de orden práctico, el aprendizaje inducido respondiera con más presteza. Los morfemas del nombre llegan siempre concretando una situación y por ello, una vez creado o comprendido, aumenta su potencial de relaciones. Es, como las raíces, centro de irradiación múltiple. Ya nace incorporando el medio que designa, su praxis. Y en esto hay también un avance predicativo que el análisis comprueba a posteriori. Ahora bien, el niño aprende a reconecer el par fono(gesto)-sema y a pronunciar en consecuencia, pero el concepto se abre en él, no lo recibe miméticamente, lo cual induce a pensar que la misma articulación es en parte proceso formativo de la mente a medida que ésta concibe así de algún modo. Sin embargo, y como advierte Amor Ruibal, adelantándose a la Escuela de Praga, no hay identidad evolutiva entre categorías gramaticales e ideológicas. Para este autor, la palabra supone una idea completa y, por tanto, un juicio, una frase que la incluye. (Cf. Amor Ruibal, “Introducción” a P. Regnaud, Principios Generales de Lingüística Indo-Europea, op. cit., p. 101, nota). Y la “idea informa el sonido”, pero esto no excluye la ideación articulatoria, un proceso natural de conformación fonética en órganos aptos para ello hasta el momento en que se constituye un valor de enlace con el sonido, lo que entendemos hoy por significante, la unidad psicofonética a que alude Halliday. (Cf. Amor Ruibal, Los Problemas Fundamentales de la Filología Comparada, Segunda Parte, op. cit., pp. 343, 699). Tampoco excluye que la palabra induzca nuevo pensamiento, pues existe reflujo entre los dos niveles. (Cf. Ibid., Primera Parte, Tipografía Galaica, Santiago (de Compostela), 1904, p. 51; Los Problemas Fundamentales de la Filosofía y del Dogma, Tomo Octavo, op. cit., [302] p. 213).

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flejo y adecuado a la tensión fónica que lo produce, como expone Amor Ruibal. De ahí que algunos autores, como Fritz Mauthner, o el citado Serge Karcevski, hayan preconizado bien una indeterminación constitutiva en la palabra, bien una asimetría entre los componentes del signo lingüístico, pero adecuada en cada punto ocasional de significancia. Y de todo esto nos habla Hegel. Se crea así, según Serge Karcevsky, “un estado de equilibrio inestable” entre la homonimia y la sinonimia a que tiende el lenguaje en general.162 Hemos de ver, pues, en las partes o elementos la razón constitutiva que los instaura convergentes. Y esto representa un fenómeno nuevo en el conocimiento humano. Para Karcevski, el lenguaje crea, por una parte, una continuidad de signos idénticos a sí mismos –valores formales como género, número, caso, aspecto, tiempo–, comunes a todos los hablantes, y por otra parte, valores semánticos resistentes a su descomposición en elementos «objetivos» y sujetos a variaciones según la ocasión de cada acto concreto de lengua. Traspasamos continuamente, afirma este autor, el valor semántico del signo, el cual mantiene, aunque adecuado y ocasional, su identidad. En un caso, la tendencia integradora del pensamiento renuncia a las modificaciones sobrevenidas en el transcurso representacional de cosas y eventos que el signo recubre; en otro porque, al introducir un tertium comparationis, motivamos “el valor nuevo del signo antiguo”. Y sólo nos damos cuenta de este fenómeno al advertir la separación o desvío –écart– entre los valores adecuado, el de uso corriente, y el de cada ocasión concreta.163 Se presupone aquí el valor fenomenológico del lenguaje, pues lo que separa un uso antiguo de otro nuevo resulta función de la pregnancia intencional de realidad que la palabra ya es en sí misma y en sus componentes como signo, especialmente en el discurso poético, advierte David Cohen.164 El valor semántico está abierto a lo real continuo. Compara lo realizable con lo realizado, y viceversa. Y para ello precisa fijar valores formales idénticos. Se establece así aquel “estado de equilibrio inestable” entre lo formal y la realidad aprehendida. Un estado … inestable. Algo está sin estar siempre de la misma manera. Hay 162

Karcevski, S., “Du dualisme asymétrique du signe linguistique”, op. cit., p. 6. Ibid. 164 Cohen, D., Essais sur l’Exercice du Langage et des Langues. Volume I. Communication & Langage, Maisonneuve & Larose, Paris, 2006, p. 120. 163

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una constante de mutabilidad, una “razón evolutiva”, dice Amor Ruibal, de la Historia.165 El hecho de que el signo recubra en cada caso, según Karcevski, un conjunto de representaciones más o menos nuevo, y de que el actual realizado recuerde al antiguo –volteo del lenguaje en nuestra opinión–, confirma su valor fenomenológico. Contribuye además a la asimetría convergente de sus formantes y al establecimiento de un sistema basado en coordenadas de equivalencias y diferencias, no de simples oposiciones, pues la linealidad del signo acontece en función de recubrimiento de valores o de su escisión permanente en cuanto átomo lingüístico, como intuyen Irina Fougeron y Jean Breuillard en la obra de Karcevski.166 La articulación no avanzaría sin un componente energético. Consideraciones del mismo proceso como la generativista de Chomsky, basada primero en una competencia que la actuación (performance) determina en el hablante desde niño al recibir de otros hablantes su lenguaje, o fundada, la minimalista, en un código de procesamiento léxico sistemático, el Sistema Computacional (Forma Fónica, Lógica y Léxico), dotado de propiedades “inusuales entre los sistemas biológicos, de manera notable la propiedad de la infinitud discreta” (discrete infinity),167 pero sin que sepamos realmente cómo la Forma es tal en el mundo interconectivo de fonos y logos, resultan sólo bien descripciones del aprendizaje, espejismo analítico del volteo de palabras al constituirse el lenguaje o premonición de un atisbo cuyo misterio aún inquieta a la mente humana. El efecto se incrementa y convierte el proceso que lo induce en metáfora de su origen incesante. Lo dicho resulta megametáfora del decir.

165 Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filología Comparada…, Primera Parte, op. cit., p. 66, n. Cf. A. Domínguez Rey, Ciencia, Conocimiento y Lenguaje. Ángel Amor Ruibal (1869-1930). Espiral Maior-UNED, A Coruña, 2007, p. 55. 166 Fougeron, I., Breuillard, J., “Introduction” a S. Karcevski, Inédits et Introuvables, op. cit., p. XIII. 167 Chomsky, N., El Programa Minimalista, Alianza Editorial, Madrid, 1999, p. 82. (The Minimalist Program, MIT Press, Cambridge, Mass., 1995, p. 168).

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PREVALENCIA POÉTICA Tal es la razón de que la lingüística sitúe lo conformado fuera de sí mismo situándolo como un objeto más del mundo, siendo así que lo objetivo se constituye hablando, con la eminencia significante del sonido. El proceso fenomenológico reconduce el método positivista aplicado al estudio del lenguaje y esto aporta consecuencias notables, ya advertidas por Humboldt. La fijación del léxico y categorías con sus cadenas en forma de paradigmas –clases, frames, templates– retiene y detiene el proceso de lo dicho, pero sin activar el decir que lo posibilita. La variante introducida con la expresión “entrada en el significado” responde precisamente a la prevalencia del decir.168 Al entrar de tal modo, ya vamos movidos por la eminencia significante. Estamos dentro del a priori de correlación. Por eso la lingüística poética entreabre el léxico, las categorías, y desentraña el proceso que las constituye. Entra en la dialéctica establecida entre el sonido y la moción intencional que lo vuelve voz significante configurándolo en marca de una acción inteligente. Tal marca queda en suspensión continua y susceptible de cambio según la rotación atómica y modular de sus combinaciones en un momento preciso de vida. Bajo tal aspecto, la conformación categorial del sonido en significante –los tipos fónicos de Amor Ruibal, confirmados hoy día por la neurociencia– y el procesamiento fonológico preléxico, ya implican funciones y principios básicos del conocimiento aún no explicitado por el hablante en su actitud natural prelingüística. La poética atiende al fondo fonémicamente conceptivo de estas marcas, funciones y principios. Funda y explica el abismo señalado por Humboldt –Kluft– entre la categoría y el concepto, preconizando la citada asimetría del significante, que no es, sin embargo, una disfunción, sino más bien un incre168 Cf. Jerome J. Bruner, Actos de Significado…, op. cit., pp. 75-99. Un ejemplo de fijación léxica del proceso verbal es la consideración de las unidades transionales del lenguaje como constructos fosilizados. Expresiones como “en tanto que”, “y por esto”, “en consecuencia”, “atendiendo a”, etcétera, privilegian el paradigma del sintagma así desvitalizado sobre la emergencia de la forma constituida. La preposición, el indefinido, el “que” dicente, los valores internos de la palabra, “cum” y “sequor”, por ejemplo, en “con-secuencia”, el hecho de “tender-a”, pierden su valor real y, más que entrar, han salido del lenguaje. La lingüística textual deforma la forma constituyente al proceder de este modo. Olvida que cada fijación léxica es una unidad propositiva, un discurso traslapado.

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mento potencial de significancia. El lenguaje procesa en onda mentalmente fónica el decurso real del pensamiento. Reconducimos entonces la Lingüística y la Filosofía hacia una Poética. Por otra parte, las flexiones, sufijos y radicales, de verbo o nombre, también se sobreponen, recubren y favorecen tránsitos entre unidades léxicas o secciones suyas. En la antigüedad, eran a menudo independientes entre sí, tanto que hasta había raíces diversas para nociones verbales comunes, como tréjo –yo corro– y édramon –he corrido–, o un mismo sufijo –a servía para masculinos y femeninos. Cada verbo no tenía, comentan Antoine Meillet y Joseph Vendryes, el paradigma regular que las gramáticas clásicas le atribuyen. Reflejaban, y aún lo hacen hoy, el estado fluyente de la tensión natural del volumen fónico inducido por la espontaneidad inmediata de la realidad expresada o incluso el naciente y germinal ser vivo que la palabra iba mostrando. Antes de representar, el lenguaje evoca, llama, convoca. Cuando trae o induce una cosa u objeto a presencia –el re del fenómeno perceptivo sería un atraso respecto de su transcurrir real y, entonces, la lengua, una entropía, a su vez, de la percepción y del pensamiento–, ya antecede un tú interlocutivo, una piel invisible del órgano lengua. Y esto no excluye que las categorías de la lengua se instauren en el momento re y pro de la conciencia, ni que su presente tenga verdadero valor genitriz, porque sus fondos se rehacen en contacto continuo con el mundo que interpretan. La “kategoría” recuerda el habla pública en que se acusa –declina– lo de abajo, el “hipokéimenon” o sujeto. Lo sitúa –predica– en el caso que le corresponde para ser debatido o predicado. El significado no es sólo la referencia cósica o su representación aislada, ni la idea aludida, sino más bien la referencia procesual del discurso actuante. Ninguna palabra, ni elemento suyo, ni siquiera un rasgo fónico, existe, como vemos y dijimos, aislada. Ya asume de antemano el horizonte que la integra, al tiempo que éste se dilata en función del rostro, del contexto de relaciones y razones determinantes de aquélla: el Bewandtniszusammenhang de Heidegger. El significado es diástasis, delimitación en proceso. Contiene una referencia objetiva, haya o no presencia cósica, y al mismo tiempo discursiva, un proceso hacia algo diferente, aún indefenido, de su propia forma. El lenguaje se asiste a sí mismo autoproyectándose un punto más allá de la referencia. Cada palabra o elemento suyo está atravesado por un eje de haces, más que cartesianos, modula-

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res, pues sus perfiles no son geométricos. La línea de sucesión, atribuida por Saussure, encubre, no obstante, una serie de retenciones y proyecciones ondulares que la diferencian del puro sonido vocal y de la dinámica cuantitativa. Que podamos establecer y formalizar resultados numéricos no quiere decir que el lenguaje sea número, pues su comienzo nunca es, como pretende Roland Barthes, punto cero. En las ciencias de la vida no existe tal punto fuera de una hipótesis matemática que pretenda reducir a cálculo aquello que precisamente le da fundamento. Tales consideraciones invierten el proceso fenomenológico. El número recupera en el lenguaje su valor nominal de palabra, anterior en su constitución al aritmético. Estos supuestos anteponen también al significado un significante que lo cruza en todo momento y dan a entender que, en consecuencia, la función es algo inherente al proceso de diátasis significativa. Pero hay, como vimos, saltos cuánticos, puntos radicales y formales que no obedecen al paradigma y que remiten más bien a huellas de la experiencia originaria. Recuperar esa resonancia de fondo resulta hoy casi imposible, pero no lo es, sin embargo, la tendencia que induce. Una cosa sería asistir al momento fundante de la palabra ya constituida, punto irrecuperable del tiempo –en esto la lengua es inmemorial–, y otra distinta, siempre posible, resulta tactar el fundamento del lenguaje. En el espacio formalmente vacío, pero tenso, de la resonancia, surge la reciprocidad de reacciones y la armonía incluso entre elementos heterogéneos, y con ella, la simetría de órganos, la replicación y redundancia de funciones, extensible a la concatenación de sintagmas en el lenguaje y a la creación literaria como fondo exótico del significante. Tal es el fundamento del ritmo. La poesía. Los procesos liminares de formación celular ya parecen instituir operaciones rítmicas también básicas del conocimiento una vez desarrollado el cerebro del hombre. La investigación científica procede entre un isomorfismo o una homología del código genético y la estructura del lenguaje. Existe una propensión manifiesta a situar en paralelo la genética humana y la cultura verbal, de tal modo que, si el genoma se presenta común al género hombre, pero con diferencia de organización en cada individuo, al lenguaje lo asisten leyes universales concretizadas, como corolarios suyos, dice Roman Jakobson, en lenguas con propiedades comunes (regularidad de estructuras, equilibrio dinámico, cohe-

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sión).169 Y en esta línea se sitúa hoy Jean-Pierre Changeux al observar, por ejemplo, que la convergencia y divergencia combinatorias y conectivas entre dendritas y axones, respectivamente, alcanza, en estructura, al sistema neuronal y, con él, al modelo isomórfico de perceptos, imágenes y conceptos en la configuración de objetos mentales cuya base y operatividad es biológica.170 A su vez, la técnica de producción y fabricación de instrumentos en la edad primitiva del hombre establece un “ambiente rítmico” entre los músculos, la vista y el oído a partir de gestos de choque y del diálogo entre participantes, congéneres, y con los objetos mismos. La vista procede de modo sintético, convergente, y el tacto por análisis, pero los sensibles correspondientes tienden a la figuración.171 Y a través de tales actos se interiorizan el espacio y el tiempo en unidades rítmicas. Cada forma así creada procede de cronemas, topemas y mimemas que trascienden la acción y establecen reacciones mutuas entre formas y funciones, como señala también André Leroi-Gourhan.172 Este proceso de recurrencia expansiva o de reciclaje de núcleos y estructuras a partir de una posición inicial configurada se muestra universal en el conocimiento. El hecho de que el lenguaje se asista también, como dice Lévinas, a sí mismo, evidencia, por otra parte, su transitividad originaria. El carácter transitivo, reflejado después en el decurso de las gramáticas, deriva de la acción verbal originada a su vez en el espacio ya expuesto de la objetivación, el trinomio órgano-objeto-órgano, con sus implicaciones funcionales y rítmicas. Ahora bien, esta redundancia aparente es autorrefleja y constituye la base de la replicación de unidades y niveles. Ya entra ahí una función interna que dará origen al espacio categorial propiamente dicho y a la otra función famosa de Roman Jakob169 Jakobson, R., Essais de Linguistique Générale. 2. Rapports Internes et Externes du Langage, Minuit, Paris, 1973, p. 55. 170 Changuex, J.-P., L’Homme Neuronal, Hachette, Paris, 1983, pp. 174-177, 303-304. 171 Leroi-Gourhan, A., Le Geste et la Parole. La Mémoire et les Rythmes, Albin Michel, Paris, 1965, pp. 117, 135-136. El gesto va asociado a una progresión del movimiento y al contacto con objetos e instrumentos desde la acción prensil, manipuladora, de mano en motricidad directa, indirecta, independiente del proceso motor, del programado, y ello con consecuencias en la memoria y el comportamiento mecánico (capítulo VIII, “Le geste et le programme”, pp. 35-62). 172 Ibid., p. 122.

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son, la metalingüística.173 El nombre se nombra. Hay un se implícito fundamental, una cadencia refleja y alterativa, hasta cierto punto anónima, que motiva a la conciencia ponente. Tal se actúa en la acción verbal como decir metalingüístico. Siempre que una forma incide sobre otra, el lenguaje se autorrefiere expansivamente. Pero el nombrarse del nombre ya es función segunda respecto de la nominación primera. Añade a su dicho la referencia del discurso. Tan pronto actuamos una forma sobre otra, un plural –s sobre un singular –ø (no existe en realidad este punto neutro, pues también hay en ello forismo), un presente –ø sobre un radical temático, entramos en el discurso. Y tampoco es que realmente entremos, pues ya estábamos dentro, sino que no existe discurso ni dicho fuera del decir constituyente. Una desinencia, flexiva o sufija, ya comporta tema o un proceso temático y, por tanto, también el sintagma potencial que anuncia y luego origina. El proceso morfológico del lenguaje funciona como horizonte fonémico de las unidades seleccionadas y abre éste a la protosintaxis y semántica ya en él implicadas. Los niveles del lenguaje no ocultan su unidad procesual constituyente; al contrario, la explican.

173 No existe tal dominio conceptual del lenguaje sin una autorreferencia originaria. Esto no contradice, ni mucho menos, la autoproyección o alza de mira un punto más allá del enunciado. El porqué de ello excede el objetivo aquí señalado y atañe a una semántica primaria del análisis significante.

4. El verbo del nombre

Dando un paso más, diremos que este discurso implícito, autorreflejo y no visible –pura huella–, ya está verbalizando el lenguaje, rematizándolo. El tema se apoya en un rema o dicho antecedente y ambos responden a un decir suyo traslapado: la acción verbal. El lenguaje se desarrolla en esta dinámica, según vaíamos con Herder y desde la tradición primitiva de las lenguas orientales. En su origen, la palabra es verbo, diátasis o tensión dicente, diástasis e intervalo después, o al mismo tiempo. Y procediendo así, distribuye –diátaxis– sus formas. La metáfora de san Juan evangelista –al principio era el Verbo– responde a la realidad más interna del lenguaje, a la esencia pura del ser. FUNCIÓN NOMINATIVA Ortega y Gasset vio esta doble dirección en la palabra, primero como nombre de la cosa, el sustantivo “ciprés”, y luego, en tanto “mi ver el ciprés”, la parte verbo del nombre.174 Un verbo que mira al nombre apuntando al mismo centro que la intuición de la cosa nombrada. Pero, al hacerlo, ya reconoce que hay nombre. Hubo un momento previo en que ver algo era nombrado “ciprés”: A como B, A:B, AB. Y ahí ya preexiste el verbo. El nombre contiene la acción que lo indujo como decir. La visión sitúa, perfila, refleja, motiva reacciones, pero no entiende propiamente. El acto de ver la visión propia del objeto dotado de sustancia ya descubre su fondo nominativo. Traslapa una posición fluyente referida-a. Tal referencia es el ámbito del pensamiento que, yendo a la cosa, la pronombra y, diciéndola, descubre y contiene el espaciotiempo perceptivo como atribución suya subyacente. Forma el subsuelo de su campo de acción, el Aktionsfeld de Karl Bühler, por ejemplo,175 y toda la derivación gestáltica del lenguaje. La indeterminación temática de la raíz indoeuropea, que tanto 174 175

Ortega y Gasset, J., “Ensayo de estética a manera de prólogo”, op. cit., p. 117. Bühler, K., Sprachtheorie, Gustav Fischer Verlag, Stuttgart, 1982, p. 56. 102

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puede derivar en tema nominal como verbal, retrotrae el desarrollo del lenguaje a su acción temática. Pero esto va unido al proceso del nombrar, del que dependen, a su vez, la proposición y la objetivación categoremática. En toda forma hay un verbo dicente. El nombre implica en consideración fenomenológica un esto en tanto que eso o aquello otro, una distancia intencional aferente al tiempo que una presencia espontánea, expresiva, del cuerpo donante. Tal es la base del signo lingüístico. Ahora bien, A no puede ser B sin que ambas partes coincidan de algún modo en la acción dicente, a la par, como aquello que son no siéndolo del todo. Existe un vacío innato en la presencia donada: el espacio que ocupa la ausencia como huella, ya entrevisto por Hegel y Nietzsche. ¿Dónde se da, pues, ese punto común? En el despliegue del decir como acción discursiva de la conciencia. Y a esto tiende la ontopoética de Heidegger. Si A y B coincidieran fuera de él, la cosa sería el nombre mismo; si, por contra, sólo dentro, el lenguaje impondría su estructura a la realidad y situaría las cosas en la conciencia que las percibe. Eso común ni interno ni del todo externo es el decir, la base del signo, el espacio-tiempo del nombre. Al nombrar, ya atribuimos una formación pretemática (foné semantiké de Aristóteles, a priori correlativo de Amor Ruibal según nuestra interpretación176 y “lien naturel” del pensée-son de Saussure) a las cualidades o atributos de una cosa u objeto, determinando así un nuevo ente. La atribución predica. En el como de “esto como o en tanto que aquello”, verdadero fundamento del signo, acontece la función denominativa atravesando un entretiempo o intervalo constituyente. Indica un momento pregnante, un punto vital en el que se genera sentido. Un término, el signo, nace en el modo interno de darse la cosa. A es la concepción del germen B en la conciencia: su crisálida. Y en ese fermento asoma el yo donante como tiempo presente de A: su ex-sistencia aferente. Esa predicación es, a su vez, la base de la proposición llamada atributiva o S est p. La atribución repite, desplegada, la acción nominativa del lenguaje. En el caso de los atributos adjetivos, analíticos o sintéticos, resulta claro; en el de los nominales –”Juan es un héroe”–, los nombres recuden sobre sí mismos metalingüísticamente. Han nominalizado una posible representación adjetiva, siguiendo en ello la diástasis perceptiva de la experiencia originaria. 176

Domínguez Rey, A., Ciencia, Conocimiento y Lenguaje…, op. cit., pp. 85, 188, 203.

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Puede decirse, incluso, que el nombre es la eferencia orgánica del espacio atributivo de la percepción. Remitimos aquí a la forma interna del concepto en cuanto autotranscendencia, ich-selbst-transzendiren, en cuyo proceso se determina su objetividad básica. La acción y lo en ella transcendido no son todavía, comenta Hans Lipps, miembros separados de una relación.177 En esa transcendencia autónoma situamos el nacimiento del nombre a modo de pretema, porque incluye la acción que luego lo despliega diastáticamente. A la esencia del adjetivo y del atributo pertenece, según Husserl, la posibilidad de nominalización.178 Existe, pues, una diástasis o separación interna en el nombre. Es su campo transitivo, la objetividad de su ser objeto: el tránsito, por una parte, del nombre a lo nombrado y, por otra, simultáneo, de su sustancia a los predicados que la integran en condensación progresiva. No podemos nombrar un objeto sin atribuir a una base sensible una serie de cualidades sentidas, tal vez una sucesión de sensaciones sintetizadas, una cualificación de cualidades, etcétera. Amor Ruibal ya entrevió este juicio antepredicativo en la base del campo nocional anterior asimismo al nivel del significado y del concepto propiamente dicho.179 El esquematismo amorruibaliano de la palabra refleja en el plano dicente la doble dirección comprehensiva y extensiva del concepto o idea, que es posterior al juicio. Aquí nos referimos al momento nocional de contacto entitativo con la cualidad sensible. La comprehensión ya presupone considerar uno y otro dato sensible en el instante de su correferencia-a. Comprehende expansivamente respecto de una sustancia supuesta a través de la relación real con el cognoscente. Ese espacio supositivo es la referencia entitativa o campo de predicación al que ya pertenece el nombre como atributo suyo. La predicación lógica y gramatical procede de este ámbito previo. Nombrar es dar nombre, convertir la percepción en foné originando a la par un lexema específico. Todo cuanto sale de sí, transita, transe. Que el lenguaje cifre de una u otra manera este proceso es 177

Lipps, H., Die Verbindlicbkeit der Sprache, op. cit., pp. 178, 186. Husserl, E., Vorlesungen über Bedeutungslehre Sommersemester 1908. Hua XXVI, Martinus Nijhoff Publishers, Dordrecht, 1987, p. 66. 179 Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filosofía y del Dogma, Tomo Octavo, op. cit., [635, 638] p. 401, 403. 178

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asunto que depende de la donación primaria, ya irrecuperable fuera de los estados genitrices de la lengua.180 Antes del nombre, acontece la sensación, cualificada o no, de algo percibido, pero aún ignorado, que avanza hacia una concreción inmersa en el flujo de la relación fundante, ya actuada en el cognoscente en tanto con-ser-con y en el mundo. Esa sensación induce, con otras, orbes fenoménicos o, si se prefiere, acontecimientos cerebrales que, en un momento determinado, reciben como soporte o tenor un nombre que alumbra aquello desconocido, pero ya dado en el horizonte vivencial del conocimiento en tanto tensión de palabra. Estaba ahí, en penumbra, sin la luz del sonido que lo expande a uno mismo, a otros y, de ellos, sonando, recibe adecuada confirmación o rechazo. Es el momento de su ser referido-a como orbe de cualidades antes almacenadas en la memoria o a punto de serlo ahora. Y todo ello acontece vivido en la duración relacional y activa de un tránsito emergente. Dura en la sucesiva variedad de lo que transe y ahí mismo se diferencia ya nombre concebido de una realidad continuamente fluida. El nombre guarda esa diferencia desde su origen. Su consistencia relacionalmente durable y conceptiva procede de la tensión fundante y original, ahora traslapada, de la presencia Yo-Tú permanente, en sentido buberiano. Una presencia afondada, como sabemos, en la memoria primigenia del ámbito amniótico del mundo. Cualquier otra, incluida la de la madre una vez nacida la criatura, es huella o encuentro suyo. Entonces, creamos el orden, la gramática. Los signos se ordenan en el hueco del aire que tacta, gestualmente prensil, la mano del infante hacia un Tú que ya no es el constante contacto, la resonancia y coexistencia de antes, en el vientre materno, sino el espacio del gran orbe del mundo, donde se sitúa el Ello, la dimensión objetiva de cuanto conocemos.181 Los nombres se disuelven así diastáticamente entreabriendo el modo verbalmente sensitivo que encierran. Lévinas propone como ejemplo el adjetivo nominalizado. Al decir rojo, intengramos en el nom180

Tal es para nosotros el fundamento de una lingüística perceptiva y cognitiva. No puede eludir con falsos reflejos de huella no originaria el problema de fondo: la emergencia del lenguaje. 181 Ahí sitúa D. W. Winnicott el “potential space”, donde surgen y se conforman los “transitional objects” y la dimensión de símbolo (Playing and Reality, Penguin Books, Londres, 1982, pp. 4, 6).

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bre el tiempo de su enrojecimiento. Si “La manzana es roja”, es que ha enrojecido y sigue enrojeciendo en cada acto de habla. El enunciado remite a un espacio mental de enunciación perceptiva. Ahora bien, el lingüista reduce esta relación a su estado de dicho sin despliegue del tiempo cognoscente. No vemos en los nombres comunes, genéricos o abstractos, ni siquiera en los concretos y propios, menos aún en sus derivaciones y sintaxis procesiva, la memoria milenaria y el reclamo presente que atesoran. En tal sentido, el lenguaje aún es historia –”language ist the archives of history”–182, una presencia continuamente renovada al decirla. Tal, también, el poema. DIÁSTASIS DEL ENUNCIADO Lo dicho presupone que ya diferenciamos en el nombre al ente que evoca y la diástasis o despliegue del verbo que contiene. La dirección entitativa contempla la permanencia de lo nombrado y designa, como partes del discurso, las sustancias, los acontecimientos y las relaciones –el verbo y la determinación son también nombres–, pero estos procesos ya resaltan en la denominación como fases de la diástasis o despliegue verbal del nombre mismo. Arquean la sensación sobre el vano del entretiempo y sostienen las bases perceptivas de la conciencia. De ahí deriva también la relación observada entre las partes. El verbo dicente, dice Lévinas, expone exponiéndose y designa designándose.183 Frente a la gramática funcional, identificadora, nacen así una fenomenología lingüística y una poética que no dobla los entes, sino que los manifiesta en su presencia constitutiva.184 Su estudio considera en conjunto la diacronía y la sincronía, el discurso y la gramática, el lenguaje y su hermenéutica. De ahí que el signo del lenguaje y sus componentes sean simultáneos por más que cada acto de lengua procese sólo un exponente atómico 182 Emerson, Ralph W., “The poet”, en Selected Essays, Lectures and Poems, D. Richardson, Jr. (ed.), Bantam Books, New York, 1990, p. 213. 183 Lévinas, E.: Autrement qu’Être ou au-delá de l’Essence, M. Nijhoff, De Haag, 1974, p. 55. 184 Hay que incluir en esta presencia fenoménica la ausencia ya irrecuperable del decir originario, presente ahora como huella, pero no por ello menos activo. La elipsis, anáfora y catáfora, así como la “huella” del minimalismo chomskiano, son aún figuras de esa ausencia.

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del instante, su punto de expansión temporal. Si desligamos el pensamiento y el análisis gramatical del fenómeno lingüístico, desvirtuamos la lengua.185 El arqueo del nombre, mencionado antes como umbral del enunciado propositivo, se sitúa en una fase previa a la distinción considerada por Heidegger entre “sujeto de la predicación y objeto del enunciado”. Se refiere a las relaciones predicativa y formal del sujeto con su predicado, y a la veritativa o de todo el enunciado con el objeto que enuncia. Son distintas, dice, y la primera guarda “cierta independencia respecto de aquello que en cada caso se dice sobre el objeto”, pues éste puede enunciarse de otros modos diferentes.186 El arco que el nombre tiende sobre el entretiempo de la sensación atributiva abarca las dos dimensiones, predicativa y veritativa, en un nivel anterior a la verdad lógica que ratifica el enunciado como verdadero o falso. La dimensión predicativa es campo virtual dado en la tensión del nombre al tematizarse éste como prepredicado de las relaciones y atributos sensibles del objeto intuido. La horizontal diastática, retroproyectiva, procede de la diátasis vibrante y conceptiva del nombre, si cabe hablar así de esto. El sujeto de la predicación fue predicado, continúa siéndolo, de la mostración sucesiva, adverbialmente sensible del objeto. Más predicado aún si nos adentramos en el complejo de las presentificaciones evocadas en la conciencia. El sujeto de la predicación es también sujeto ontológico del objeto enunciado en función de su ser referido-a previo al acto de enunciación formal. Un sujeto, como vemos, muy objetivado. El nombre refleja esta coordinación procesiva de vectores desde su misma raíz, pues designa atribuyendo realidad y es predicado desde ésta en aquello que la configura. Podríamos figurarlo como:

185

Esto es precisamente lo que está sucediendo en los estudios humanísticos de las universidades al separar el análisis de la lengua del texto literario; el discurso, de su base hermenéutica y, en general, el lenguaje del pensamiento. Se confunde la división administrativa y técnica del trabajo con la diferencia científica, error aún más agudizado por la incidencia de los análisis computacionales. 186 Heidegger, M,: Einleitung in die Philosophie, op. cit., p. 53, 56. (64, 66).

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Γ co NOMBRE (NÚCLEO)

En la noción procesual del nombre ya se da o contiene –lo sujeto (núcleo X)– la dirección hacia el concepto de predicado. Ahí aparece el objeto como otro o cosa diferenciada –distinción entre permanencia del cambio sensitivo y variación en lo permanente–, en el mismo momento en que coincide lo determinado como constitución o forma general de sentido. Así describe Schleiermacher la transición de lo singular dado aún sin distinción en la afección orgánica a lo general de la función intelectiva. El fundamento del juicio, que alcanza a ese momento de diferenciación predicativa, es la acción procesual de la función orgánica.187 El predicado viene a ser la tensión nominal del sujeto o tema según su área de comprensión extensiva o la capacidad de aprehensión de su valor signo en el medio donde se produce. Y esto explica el concepto de intususcepción empleado por Hegel para cifrar el tránsito de lo inorgánico a lo orgánico y por Amor Ruibal para describir la suscepción interna del nombre como concepto, o viceversa. Al dar nombre, pro>ponemos o pro>nombramos. El enunciado pro>nominal es el campo de objetivaciones transitivas, intransitivas, reflejas, pasivas, etcétera. Todo nombre encierra memoria de pro>nombre. De ahí que algunos gramáticos introduzcan la forma PRO para, siguiendo el principio de proyección de Chomsky, asignar sujeto en la casilla vacía de las oraciones impersonales.188 Un sujeto cero, dicen, 187 Schleiermacher, F. D. E.: Hermeneutik und Kritik. Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1977, pp. 444, 445, 450, 455. Este filósofo aún interpone entre la afección y el concepto una imagen –Bild– o forma –Gestalt–, pero deja entrever la conexión afectiva y el trasfondo orgánico de la constitución de sentido en tanto función intelectual dativa. El símbolo Γ co indica el factor exponencial de correlación a priori. 188 Bosque Muñoz, I. – Gutiérrez-Rexach, J., Fundamentos de Sintaxis Formal, Akal, Madrid, 2009, pp. 344ss. El concepto de nulo y vacío aplicado al sujeto y el objeto gramaticales tiene precedente formal en las categorías ontológicas de Husserl, cuya inten-

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siendo así que su ausencia se implica en la dinamicidad pronominal del enunciado y su refuerzo mediante la forma se (on francés, man alemán), pronombre que plastifica la objetivación procesual del acusativo incurso como sujeto en función dicente, proyectada: la moción prolativa del tema. El fondo dicente se concreta en actos nominales, proposicionales y objetivantes: nombramos proponiendo objetos. En esta frase resumimos los actos así nombrados por Husserl.189 Nominal comprende la dirección intuitiva de todo nombre a lo nombrado y, por ello, se extiende a las operaciones gramaticales así también nombradas. Podría decirse que lo nombrado es siempre objeto intencional del acto nombrante y que tanto este objeto como la acción ahí incluida pueden ser, a su vez, sujetos de enunciado, con lo cual la nominalización se abre a latitudes complejas. S es p :: S, que es p :: Que S es p… :: (Verbo) + S es p… Nombre, adjetivo y verbo (proposición) se muestran entonces como rotaciones o radiaciones de un núcleo o sinergia categorizante. Las dos primeras clases de actos, nominales y proposicionales, ya quedan expuestos en su dimensión general, traslapados, y los otros, objetivantes, se fundamentan en aquéllos. Sea cual sea la cualidad de un acto o el modo, la actitud en él refleja, remite siempre a una objetividad cionalidad procede sin intuición concreta. Son legado del intuicionismo kantiano a través de Humboldt, quien distingue precisamente entre la categoría y su formalidad constituyente, con un resto inabarcable. En la gramática chomskiana obedece además a la pervivencia del esquema en el criticismo norteamericano. Ahora bien, la gramática funcional no puede prescindir de la intersubjetividad comunicativa, del diálogo, su trasfondo pronominal, y luego recuperarla con huellas, reenvíos, copias, reproducciones a distancia, etcétera. Tales conceptos avalan el fondo antepredicativo del lenguaje, del que prescinde el análisis formalista. Deben explicar antes el fundamento, especialmente las implicaciones del concepto de ausencia. ¿Cómo sabríamos que tales rasgos Pro son fonologizables en un contexto determinado si antes no lo hubieran sido en ningún otro, por ejemplo? Además, todo nombre tiene esos rasgos (número y persona). Otro asunto es que los proyecten o no más allá de su contorno inmediato y en razón de qué, lo cual supone, como mínimo, dos bases léxicas y la relación que las prolata. La formalidad pura de tales “etiquetas” sigue siendo fórica. La marca de su “vacío” habla de una posición a la que tienden y que, en muchas ocasiones, sirve incluso de mostración directa, deíctica. Lo ausente resulta entonces presencia totalizante de la relación determinante de lo indeterminado, como diciendo esto-aquí, eso-ahí, esto/este-yo, esto/este, esto/este-él/ello. Y esto-aquí-ahora es lingüística. 189 Husserl, E.: Investigaciones Lógicas, II, op. cit., pp. 130, 283.

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fundante de primera o segunda instancia.190 El espacio objetivo recubre unos actos con otros partiendo de la predicación básica del nombre. El lenguaje se objetiva creando estructuras fundadas. Cuando un acto es base relacional de otro o cuando tiene a otro como referente suyo, accedemos a una evidencia objetiva, sea mundana, cósica, meramente lingüística –así procede la subordinación gramatical– o todo ello en conjunto. Ahí se sitúan las relaciones complejas de la lengua. Al decir, por ejemplo, la circunstancia de que, el hecho de que, hemos nominalizado una enunciación previa. Cambiamos la materia pero mantenemos su identidad cualitativa:191 un enunciado pasa a ser sujeto de otro con nuevo nombre. La circunstancia y el hecho son nombres que tienen por referentes unidades de discurso. Algo es, fue un hecho, o hubo, se da una circunstancia, algo que rodea a un núcleo. Lo que en realidad hacemos es anteponer el predicado hecho como sujeto de una predicación nueva. Es un dicho precedente, una predicación sincopada. Al sobreponerse, traslapados, el lenguaje genera discurso. De ahí que la lengua integre ya en super ficie su propia diacronía o historia y que el análisis funcional proceda dentro de una epojé reductiva que normalmente ignora.192 Suelen confundirse, por ejemplo, los casos dinámico y lógico de un mismo término, que Gustave Guillaume asigna, respectivamente, a la representación de la lengua y a la expresión del discurso. El paradigma de pasiva es relevante a este propósito. Si los dos casos se superponen, tenemos, dice el lingüista citado, voz activa. Por contra, diferenciados, no superpuestos, introducen la pasiva: Pedro es golpeado. El sujeto sólo introduce aquí caso lógico. La función dinámica de Pedro ya está objetivada desde el origen de la frase.193 Volvemos, pues, a la nominalización, al efecto de dar nombre. Una base ya objetiva recibe otro nombre o función manteniendo, sin em190

Ibid., p. 298. Ibid., pp. 282-283. 192 Es lo que acontece hoy día al estudiar los procesos evenemenciales –eventos– incursos en los actos de lengua, verbos y expresiones de discurso. Recuperan la fenomenología ignorándola, con especial olvido de la poética. 193 Valin, R. (éd.): Leçons de Linguistique de Gustave Guillaume 1948-1949. Grammaire Particuliére du Français et Grammaire Générale (IV), Les Presses de l’Université Laval, Québec, 1982, pp. 181-182. 191

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bargo, la materia dicha o su contenido enunciado. Sucede igual en las transiciones locutivas. Todas ellas presuponen un antecedente discursivo y reducen lo dicho a nueva situación objetivada. Resumen proposiciones, contenidos transicionales y complejos relativos, al tiempo que activan un efecto dicente, una postura de hablante, argumentativa.194 Hay en ello un ejercicio constante de plenificación de sentido, una dilatación de contenido y conocimiento. Estas locuciones son estados de lengua que acotan, como dice Lévinas, acontecimientos195 y recurren a relaciones determinativas y circunstanciadas. El lenguaje espontáneo, dicente, abunda en tales fenómenos. Al decir “El acontecimiento de aquel día”, suponemos que “tal día sucedió X”. El cambio de denominación transforma, objetivándolo, el transcurso del verbo en sustantivo: el acontecer en acontecimiento, el suceder en hecho y suceso, etcétera. Cada uno de estos sustantivos despliega –diátasis y diástasis– el movimiento de la acción conteniéndolo, sin embargo, en una sustancia o hipóstasis. La verbalización sucesiva de la frase nominal que observamos en lenguas semíticas presenta sintagmas locativos cuyo dinamismo posicional ejerce de predicado en la enunciación. La estructura preposición + pronombre sufijo como marca de posición del objeto verbaliza incluso el tema de la frase nominal. Una construcción como «en mí (una ) hija» equivale, por ejemplo, al posesivo «tengo una hija» en etíope gueze.196 Son ejemplos del átomo espaciotemporal, pues el sintagma recubre valores de existencia y acontecimiento por expansión enunciativa. Apoyándose en casos como éste, David Cohen distingue entre función verbal, asignada al verbo en cuanto miembro específico de predicado, y función de frase, que funda la otra, y en la que no es necesario un verbo específico, pues sus marcas predicativas son prosodemas como la entonación y la pausa fónica.197 Formas adverbiales con pronombres 194 A tales locuciones suele acompañarlas un tono retórico específico. Son, por otra parte, reflejos discursivos de la función fática y hasta apelativa del lenguaje. El emisor constata una sucesión fónica, expositiva, argumental, o anuncia otro enfoque, otra sugerencia, perspectiva, o gana tiempo al tránsito del discurso –se oye a sí mismo–, etcétera. 195 Lévinas, E.: De l’Existence á l’Existant, Vrin, Paris, 1986, p. 169. 196 Cohen, D., Essais sur l’Exercice du Langage et des Langues, op. cit., p. 37. 197 Ibid., p. 21.

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sufijos, demostrativos seguidos de proposición circunstancial, o sustantivo también con sufijo pronominal, son ejemplos, entre otros, de frases quasi-verbales basadas en una palabra sola o término no verbal único.198 Se consigue, de tal modo, una selección diacrónica de formas predicativas que constituyen paradigma sin conjugación (etíope citado), con flexión no personal (acadio) y los dos procesos juntos, ya integrados en un sistema verbal, como en arameo.199 El pronombre locucional se adjunta al lexema mediante locativo y desarrolla flexión para el conjunto. Este uso deíctico de pronombres pudo originar con su modulación adecuada a preposiciones del momento locutivo, a su situación y al orden de palabras, la flexión y los auxiliares. He aquí la verdadera sustancia del decir en lo dicho: la diástasis del nombre como verbo y, también, a la par, desde su fondo, un tacto y taxia del signo, según veremos más adelante al estudiar el significante fenomenológico, en el capítulo quinto.

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Ibid., La Phrase Nominale et l’Évolution du Système Verbal en Sémitique. Études de Syntaxe Historique, Peeters, Leuven-Paris, 2003 (reimpresión), p. 152. 199 Ibid., Essais sur l’Exercice du Langage et des Langues, op. cit., p. 49.

5. Prelación nominal del predicado

EL HORIZONTE DEL NOMBRE Veíamos antes que ya existe una base antepredicativa en la hipóstasis del nombre considerado como síntesis de cualidades sensitivas. La acción atributiva que el nombre induce depende en realidad del tránsito del conocimiento al sentir y percibir las cosas. El nombre sintetiza la superposición y recubrimiento de cualidades sensitivas en orden gradativo. Cabe suponer, pues, una prelación del predicado sensible respecto del nombre, un estado fluyente o acción antepredicativa que busca el nombre que la convoque. Ortega y Gasset la describió como un plasma originario o fluencia líquida del sentimiento donde la cosa y la sensación tactan cofluyendo hacia un sujeto.200 Y esto promueve una fusión per accidens o incluso genética de las sensaciones espaciotemporales, el espacio físico y estético, que supone cronemas, unidades flexivas de tiempo. El estado de referido-a tendría entonces por base esta taxia, Befindlichkeit o encuentro sin sobresalto ni shock que requiera autoprotección, como supone Heidegger, sino más bien atención fluida y orientada a un nuevo asomo de cuanto aún se oculta. En tal con-ser-con se anuncia una plusvalía cuya tensión sí puede alterar el modo de referencia originaria. En el acto de nombrar algo sobreexcede el entretiempo de su presencia cualitativa como invariante de las percepciones. El nombre ya contiene una acción antepredicativa que se despliega al nombrarlo de nuevo en campo de nuevas atribuciones. Entonces sólo nos fijamos en la salida de sí hacia sus acciones o estados sin considerar la atracción inmanente que el atributo y el predicado experimentan, pues éstos no se contienen sin el soporte ni la fijeza que su propio exceso va creando. Ya prima la 200

Ortega y Gasset, J.: “Comentario al «Banquete» de Platón”. En Obras Completas. Alianza Editorial-Revista de Occidente, Madrid, 1983, p. 773. Cf. A. Domínguez Rey: “Predicado en busca de sujeto: la Nueva lingüística de José Ortega y Gasset”. En A. T. Tymieniecka (ed.), Analecta Husserliana LXVIII, 2000, pp. 277-279. (Estudio ampliado en Ibid., El Drama del Lenguaje, Verbum-UNED, Madrid, 2003, pp. 150-218). 113

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acción del enunciado sobre aquel fondo original y consideramos al nombre, sobre todo en su función de sujeto, como referido al predicado. Si Juan compra una camiseta o juega al tenis, lo vemos referido al objeto, como destinado a él, en función del caso o declinación –caída– que lo afecta. La concordancia atributiva aún recuerda, sin embargo, el apego y dependencia antepredicativa, pues remite con su nombre al nombre que lo contiene o integra como sujeto. Tal remisión obedece a aquella búsqueda primaria ahora ya subsumida y anónima en el despliegue del enunciado. Esta explicación no sería efectiva, sin embargo, si entre la acción de comprar una camiseta, jugar al tenis o el hecho de que Juan sea alto, suponiendo que lo es, no existiera alguna relación de copertenencia implicada. El sujeto dicente sabe que a Juan lo rodea un halo de posibles expansiones suyas. Sabe que se mueve en un horizonte de objetivación concreta. Y lo sabe porque el nombre integró ese campo virtual en el momento de su constitución. El recorrido de este horizonte pertenece a la acción dicente del nombre mismo. Nombrar significa abrir la realidad a las múltiples variantes de sus determinaciones. El nombre implica tránsito dicente, avance un punto más allá o acá de su posición como dicho. Su campo de objetivaciones descubre una primera relación subyacente de tensión diatática que se cumple en grados y pliegues diversos de conformación entitativa. Todo término es, antes que nada, nombre en horizonte de despliegue o diástasis latente. Y en la relación va lo relacionado hacia un vértice de su horizonte. Donde mejor se aprecian estas observaciones es en la nominalización sintáctica. Suele hablarse de elipsis verbal en tales casos. La frase nominal parece absoluta, desenganchada del locutor, dice Émile Benveniste. La ausencia formal de verbo refleja, no obstante, el repliegue de la acción predicativa incursa en el nombre mismo al tematizarse éste como predicado de la relación cognoscitiva que induce. Por eso algunos intérpretes hablan de “relación antepredicativa con el mundo” en la que el sujeto pasa al enunciado, se nominaliza.201 Sujeto y objeto actúan inmersos o se bañan en la emoción originaria de donde parte el espaciotiempo objetivo: sujeto-objeto, objeto-sujeto. “Comme si la parole créait l’événement ou l’objet”. Es el momento íntimo, el “lugar sentimental” o modo 201

Collot, M., La Matiére-Émotion, PUF, Paris, 1997, pp. 284-285.

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eruptivo del verbo incurso en la palabra, base, para Ortega y Gasset, de la metáfora.202 Ahora bien, tal espacio objetivo ya depende de una locución traslapada, de una respuesta pedida por el simple hecho de que algo, alguien –una sombra, un escorzo– entró en mí solicitando palabra. Ya me muevo arrojado en una objetividad precedente. El ámbito del Ello absorbe el espaciotiempo del Tú donde, a su vez, emerge o emergía, siguiendo en esto a Martin Buber, el Yo-Ello: el hombre se hace Yo en presencia del Tú –”Der Mensch wird am Du zum Ich”. La palabra objetiva ya es un eco del Yo-Tú fundamental.203 La nominalización recupera la materia animada o “matière-émotion” del lenguaje, el plasma verbal, la acción dicente, antepredicativa, que aún no disocia la persona, el tiempo declinado y el modo que acompaña al afecto o doxa de base. Nos situamos en la resonancia de fondo del lenguaje, allí donde emergen las categorías y sus márgenes morfemáticos. Así acontece la palabra en tanto movimiento atrapado y expansivo de la percepción cognoscente.204 El lenguaje poético. El nombre contiene la relación predicativa originaria como trán202

Ortega y Gasset, J., “Ensayo de estética a manera de prólogo”, op. cit., p. 117. Buber, M.: “Ich und Du”, op. cit., p. 32. La prelación del Tú como horizonte del Yo-Ello y del germen de palabra en cuanto escucha y respuesta, antepone la dimensión expresiva y comunicativa del lenguaje a cualquier presupuesto científico que lo estudie. No hay una competencia comunicativa previa cuya estructura orgánica sea independiente de la resonancia verbal de fondo y a la que el lenguaje acompañaría como residuo colateral o fenómeno concomitante –Begleiterscheinung–, según propone Günther Grewendorf (Spracbe als Organ. Spracbe als Lebensform, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1995, p. 176). Un sistema de capacidad cognitiva autónoma ya presupone el espacio y entretiempo objetivante de su acción transitiva. La inteligencia y capacidad verbal no vienen detrás, como piensa Chomsky al considerar por separado un sistema conceptivo que identifica al objeto y una capacidad computacional de cuya fusión saldría el lenguaje, el cual, a su vez, posibilita el pensamiento sobrevolando una extensión aún no concretizada: “When that capacity (la computacional) links to the conceptual system, you get human language, wich provides the capacity for thought, planning, evaluation and so on, over an unbounded range, and then you have a totally new organism” (The Generative Enterprise. A Discussion with Riny Huybregts and Henk van Riemsdijk, Dordrecht, 1982, pp. 20-21. Citado por G. Grewendorf, op. cit., p. 187). ¿Puede darse un sistema conceptual sin pensamiento? Y si el lenguaje surte la capacidad de pensar, lo precede o es su propio funcionamiento operativo. 204 Collot, M., La Matière Émotion, op. cit., p. 175. 203

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sito perceptivo oferente. Es predicado y prelata, por ello, el eje de correlaciones que lo subtiende. Retiene el estado fluido del afecto, taxia o pathos que lo crea. En ello consideramos también la fuerza propia que “golpea” al yo y que Husserl antecede como estimulación orientadora hacia el contacto con el objeto,205 pero que Herder, Humboldt, Hegel y su tradición entrevieron como predicado energético, la fuerza o enérgeia que el yo instaura vinculando asociaciones, núcleos, procesos. El hombre es, bajo tal aspecto, animal vinculante. Consideramos, asimismo, la afección orgánica de Schleiermacher, que funda un juicio originario y antepredicativo, pero ya orientado a la predicación, así como a la definición nominal, y basado en la diferencia primitiva que supone el singular respecto de su variación constante.206 Ese movimiento afecta además al gesto fónico del habla, donde actúa, a su vez, un significante propioceptivo de resonancia prenatal y donde se da la primera articulación sonora del espacio y del tiempo perceptivos. La Sinnesartikulation es el aporte corpóreo del individuo al “pacto de coexistencia”, así lo llama MerleauPonty,207 o al vínculo natural del hombre con el mundo en la palabra fundamental Yo-Tú, de Martin Buber. Y de ahí dimana también el protoenunciado o decir del estado de referido-a cabe algo, previo a cualquier representación, donde asoma además un sentido de referencia. “Sólo aquello en lo que ya estamos puede ser convertido con nosotros en posible sobre-qué del enunciado”, comenta Heidegger.208 Esta conversión es dicente. Se da en el proceso del decir nombrando. La articulación de sentido antecede el cuerpo sonoro, la carne del aire en que acontece, como escucha del habla, la presencia del mundo y las relaciones de sus significados en orbes de sentido. Tenemos presente, además, la potencia de la palabra antes de hacerse signo, su lazo, una vez oída, ya ob-ligado y comprometido con el mundo, la Verbindlichkeit citada de Hans Lipps. El sonido verbal desempeña una función orientadora de gran alcance fenomenológico. Despierta el recuerdo de la dirección impresiva que se condensa en uno 205

Husserl, E., Erfahrung und Urteil, Felix Meiner Verlag, Hamburg, 1999, pp. 79-

80, 81. 206

Schleiermacher, F. D. E., Hermeneutik und Kritik, op. cit., pp. 444, 450. Merleau-Ponty, M., I.a Prose du Monde, op. cit., p. 211. 208 Heidegger, M., Einleitung in die Philosophie, op. cit., pp. 66-67, (76). 207

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como llamada o apelación a otro –el significado, el receptor, la cosa, otro elemento, etcétera–. Condensación sonora que se va determinando como espiritualización de la palabra, según el propio Hans Lipps.209 Esa alteración impresiva subtiende el significado. Convierte la memoria del sonido recordado en tanto referencia-a en un concepto pregnante.210 A su objetivación pertenece la transferencia de algo otro. Obtenemos así un concepto que no subsume, ni predica, ni concibe sino su transferencia, pero que resuena, lejano o próximo, en el fondo de lo concebido como encuentro y aurora originaria del mundo en la taxia verbal del conocimiento. Por ello, más que traducción de otra cosa a su vez impresa en el sonido, según considera a éste Hans Lipps,211 cabe pensarlo como creación propia dada en el organismo al contacto con la realidad esencial. El sonido sólo pudo ser fonologizado como recurrencia o recuerdo de esta fundación conceptiva, bien en uno por sí mismo, bien por otro o incluso por el lenguaje una vez constituido. La condensación sonora forma parte del modo en que la palabra concreta la indeterminación del mundo e interviene también en las predecisiones –Vorentscheidungen– a que se somete, explica Hans Lipps, la articulación del pensamiento en una lengua determinada. La expresión es el ámbito donde el pensamiento se formaliza y destraba procreándose.212 Tanto él como el sonido nacen con antenas y radares. De ahí la importancia del horizonte hermenéutico que los cubre y de la interpretación que suscitan sus formas, relaciones y sustancias. El significado acontece en un proceso significante. He aquí, pues, el panorama que subtiende a la conciencia en su raíz protosignificante. Si la ciencia del lenguaje se pretende cognitiva después del gran aporte del pensamiento filosófico y hermenéutico al trasfondo del conocimiento, no puede paliar esta resonancia del sentido previo a los significados en él emergentes. A una lingüística nueva, así la quería Ortega y Gasset mediado el Siglo XX, le corresponde presentar 209

Lipps, H.: Die Verbindlichkeit der Sprache, op. cit., p. 120. Nietzsche advirtió esta conceptualización del sonido recordado, el cual, al extinguirse en la memoria, deja solitaria la imagen o representación concomitante (Nachgelasene Schriften 1870-1873, Walter de Gruyter, Berlin, 1973, p. 68). No evalúa, sin embargo, la resonancia de la ausencia reducida. ¿Un precedente de Saussure? 211 Lipps, H., Die Verbindlichkeit der Sprache, op. cit., p. 183. 212 Ibid., p. 112 para la referencia anterior y p. 114 para ésta. 210

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ese trasfondo como umbral de cualquier análisis concreto. Una lingüística qu atienda a la prelación del decir, a la huella dicente de todo dicho, a la semiosis del tercero incurso, a la asistencia recurrente del significante, al alza de mira y escucha que desvela el encuentro heterónimo del lenguaje. Una Teoría del Decir, propone Ortega y Gasset, que indague las condiciones que hacen posible su estado emergente, in statu nascendi. La aurora de un rostro invisible cuyas figuras evocan su ausencia constante. Y este decir cuenta con una gramática propia. Ortega y Gasset diseminó sus bases y fundamentos en diversos estudios partiendo del valor originario, poiético, del nombre y de la raíz de las palabras, que subsume circunstancia y proceso, situación y entorno. Sus formas descubren la coalescencia liminar de las cosas y la procuran en las relaciones del pensamiento y el lenguaje, las formas flexivas, declinantes, también coalescentes, de la gramática: concordancia, cohesión, coherencia, hiperonimia, intususcepción radical y argumentativa, etcétera.213 GERMEN BIOATÓMICO DEL LENGUAJE La gramática fenomenológica, de fundamentación poética, ya prevé en la fusión fono-morfo-sintáctica las estructuras elementales del sentido que articulan significado. Su praxis es el proceso interno así constituido, la operación mental, ya lingüística, de este modo procesada. No hay separación de niveles, y menos aún semánticos o textuales, respecto del origen procesivo. Distinciones como las de signo y discurso, lingüística y categorema –Émile Benveniste–, descubren el vínculo que las integra en su fundamento y que sólo obedecen a precisiones metodológicas externas al lenguaje mismo. El subsuelo fono-morfo-(sin)táctico ya prelata el germen mínimo gramatical procesado en torno y desde la acción lingüística posicionada, el índice cisorio de cada punto articulante en un ámbito pro de producción y creación básica, radial y procedente. Desde tal consideración, propuestas mínimas como la de Chomsky o Derek Bickerton, son consecuencia del germen predicho y de la rela213

Cf. A. Domínguez Rey, El Drama del Lenguaje, op. cit., pp. 209-212, 215-218. (Y próximo a editarse, el estudio de Concha D’Olhaberriague Ruiz de Aguirre sobre El Pensamiento Lingüístico de José Ortega y Gasset (Espiral Maior, A Coruña, 2009), en el que la autora investiga las bases de la gramática orteguiana. Fue objeto de una Tesis de Doctorado en el área de Lingüística de la UNED, en 2006.

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ción hermenéutica de terminación entre los prefijos in y de, que afecta al fondo mismo conceptual del pensamiento. La proposición de amalgama en lenguas románicas casos oblicuos desde el indoeuropeo y sigue vigente como factor procesual del vínculo operado entre entendimiento y lenguaje en el fondo del conocimiento, especialmente en su grado gnoseológico. Al cifrar el alcance crítico del lenguaje en un gen específico, el FOXP2 del cromosoma 7, volvemos a la tentación cartesiana de glándula y de categorías tabloides, ahormantes, pero sin la germinación consciente que Descartes intuye y asigna al concepto. Buscar el gen del lenguaje supone preguntarse por sus fundamentos y condiciones gnoseológicas más allá, y acá, de cualquier factor químico cuya función impida efectivamente hablar. Aunque logremos identificar el átomo del gen específico de habla, no será por sí mismo el lenguaje, ni el conocimiento, pues se trata de una facultad compleja cuya estructura, por lo que conocemos hasta ahora, sobrepasa cualquier intento de reducción economicista y positiva del genoma humano. Reducciones pseudocientíficas que niegan la evidencia inmediata del lenguaje por exceso de hipótesis no fundada y proyección sobre los datos del mundo metodológicamente reducido. Sólo así puede comprenderse el abandono epistemológico de la constitución del signo lingüístico o el escamoteo de la semántica por razones pragmáticas cuando no se ha explicado previamente cómo procesa el hombre la representación del mundo en el lenguaje. El abandono del significado conlleva el ahorro de la pregunta por el sentido y, con ella, de la hermenéutica y de la ontología. Tal es, por ejemplo, la implicación, abreviada, de Chomsky y neurocientíficos como Jean-Pierre Changeux al reducir el objeto mental a su procesamiento neurológico.214 El aludido gen del lenguaje podría ayudar a comprender cómo 214

La estructuración del sistema computacional de Chomsky encubre, no obstante, la relación primigenia del signo al situar en el Léxico las direcciones de Forma Fónica y Forma Lógica, es decir, el equivalente del significante y las operaciones implícitas del significado ya incurso en los términos. Ahora bien, no sabemos, repetimos, en qué consiste esta Forma geminada ni cómo se entrelazan y disocian en ella el campo fónico y lógico. Esta formalidad operativa viene a cumplir en el sistema chomskiano la función de la forma interna de Humboldt en el organigrama del pensamiento gramatical, desde el sonido hasta la idea, pasando por las flexiones propias de cada nivel lingüístico. En tal sentido, Chomsky aún es Humboldt con ciertas adaptaciones de procedimiento.

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procesan las células los órganos actuantes en el habla, o cómo archiva la memoria el conocimiento, si esta actividad se engrana y engrama en las células de algún modo e incide sobre los genes dotándolos de predisposiciones específicas capaces de transmitirse por herencia o de reproducirse en condiciones determinadas. Herencia genética y lenguaje “son las dos memorias fundamentales en las que se almacena la información transmitida por los antepasados a sus descendientes”. Ahora bien, entre uno y otro código, el genético y lingüístico, aún media un “salto capital”.215 Hacia esta hipótesis se inclinan también otros neurólogos y lingüistas actuales, pero aún así, en tal supuesto, la permeabilidad plástica del cerebro, una vez constituido, nos remite al supuesto de base, pues ningún ser humano nace sabiendo hablar, ni nadie trae al mundo más inclinación a una que a otra lengua si no es la de la madre gestante o nutriente, ni ninguna estructura elemental procesa significado en orden a un sentido de las cosas por herencia ontológica de la realidad comunicada.216 El sentido es más independiente de las condiciones materiales que lo registran que lo son las operaciones matemáticas respecto de sus condiciones objetivas y de los soportes también materiales de base. El científico confía a la compleja dinamicidad de sistemas el proceso de autoorganización que las partes de materia no poseen por sí mismas.217 La teoría epigenética fundada en tales predisposiciones cerebrales –lo innato– y en la adaptación progresiva de y a la realidad, incluida en ésta la superestructura cultural, el aporte estructurante del conocimiento 215

Jakobson, R., Essais de Linguistique Générale. 2, pp. 54-55. Es tentadora la homología de procedimiento entre estructuras o códigos trifásicos (núcleo, especificador y complementador) en el lenguaje y computación molecular, así como la replicación de copia y encriptación de polímeros y enzimas de una cuerda de ADN en otra segunda cuerda complementaria, según las teorías computacionales de Leonard Adleman. Motivador asimismo el hecho de que haya genes dotados de una también homóloga capacidad (operones) de mando y control en una región reguladora de proteínas, como sucede, salvatis salvandis, en los campos léxico-semánticos de un texto: concordancia, cohesión y coherencia. Pero lo homologado en una y otra situación es muy diferente. Las bases de ADN, conocidas como A, T, G y C, Adenina, Tiamina, Guanina y Citosina, y sus combinaciones selectivas aún representan la realidad que conforman. 217 Mainzer, Kl., Materia. Von der Urmaterie zum Leben, Verlag C. H. Beck, München, 1996, pp. 83-87. 216

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sobre las neuronas que lo posibilitan, en una suerte epistemológica de re-entry constante –lo adquirido–, recuerda la contextualización de la forma y efecto poético ya entrevisto por Eduard von Hartman en el siglo XIX al fundamentar la estética y el contexto hermenéutico según predisposiciones –Hirnprädispositionen– biológicas del cerebro.218 La génesis del lenguaje es gnoseológica y por eso refleja en sus elementos, estructuras y niveles, las condiciones intelectuales que lo posibilitan partiendo de una adaptación orgánica propia y exclusiva, por lo que hasta hoy día conocemos, del hombre. La fenomenología lingüística recupera las raíces que explican su estudio y lo sitúan además como paradigma científico del conocimiento. Al entrar en lo dicho, se nos abre el mundo ahí configurado y su fondo dicente, cuyo decir es aún apertura de horizonte. Descartes entrevió el proceso mínimo de percepción auditiva al advertir la diferencia tonal de intensidad vibratoria en sonido agudo y grave respecto del intervalo de sucesión sonora.219 Sin espaciotiempo transicional de onda, o sin punto sordo, podríamos decir en consonancia con el punto ciego de la retina, no procesamos la percusión del sonido. Las diferencias de intervalo más las unidades acústicas constituidas por resonancia crean el umbral de diferenciación entre ruido y sonido. Los procesos sinápticos de las células auditivas están expuestos a estas reacciones periódicas y conforman también el modo de predisposición receptiva. Una vez producido tal modo, o el tono, ya impregna el efecto de resonancia. Y ello acontece a la par de otros factores procesados en ese mismo momento y en el decurso del período de neotenia, que en el hombre se prolonga más que el del animal. El lenguaje requiere, como la música, resonancia. Su umbral ya es reflejo. Ahora bien, advierte Amor Ruibal, el sonido de la voz sobrepone el timbre al tono, la cuantidad e intensidad, y por eso el lenguaje no coincide enteramente con el canto ni la música. Se produce una delicadí218 Eduard von Hartmann: Philosophie des Schönen. Zweiter systematischer Theil der Aesthetik. Verlag von Wilhelm Friedrich, Nachdruck der Ausgabe von 1887, Leipzig, pp. 718719. Philosophie des Unbewussten. Speculative Resultate nach inductivnaturwissenschaftlicher Methode. Dritter Teil: Das Unbewusste und der Darwinismus, Nachdruck der 1923. Auflage von 1923 (Leipzig, Alfred Kroener, 12ª), Verlag Dietmar Klotz, Eschborn, 1995, p. 200. 219 Descartes, R., “Á Mersenne” (Amsterdam, Janvier 1630), en Oeuvres et Lettres, La Pléiade, Gallimard, Paris, 1953, pp. 916-917.

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sima diferenciación de vibraciones en el timbre fundamental, el metal de voz del hablante, asistido por variaciones moduladas, particulares de cada fonema, según los órganos productores y sus adláteres. El lenguaje distingue entre ruido y sonido gracias a ese timbre de fondo – “sonido glótico general que tiene su harmónico”– y las inflexiones de otros producidos por las variantes de resonancia articulatoria, los sobretonos, en alguno de los armónicos del fundamental.220 Sorprende hoy esta precisión observadora de principios del siglo XX sobre las bases glóticas de la fonética, confirmada en varios aspectos. El timbre incide en el tono y sobre la duración intensiva abriendo profundidad en el sonido con su resonancia vibratoria. La rotación de onda converge armónicamente individualizada, con lo que el sonido cifra la individuación del aire común sobre la tonalidad que la articulación determina en modo existencial ontológico. La incisión del timbre resuena configurando mundo orgánico. Es el tono timbrado de la naturaleza racionalmente animada. Entre los rasgos físicos –cantidad, intensidad, frecuencia del fundamental, superposición de armónicos– y los psicológicos correspondientes –duración, sonía, tonalidad y timbre– media la razón de sus valores correlacionados y en progresión encadenada, como si trazáramos sucesivos contornos de volumen diferenciado a partir de un impulso o punto dinámico que los enlaza, se interrumpe, continúa, y así mientras dura la organización de la frase. Una racionalidad que descubre sus precedentes procurando las leyes que la posibilitan. Y en tal fondo resuena el inconsciente. En tal diferenciación no cabe un punto de partida negativo que, tanto en el plano fonético como en el semántico, permitiera, por oposición, discriminar y distinguir unidades respectivas. Lo opuesto supone en lingüística una comunidad de fondo sobre la que hienden el timbre de la tonalidad y el punto intuitivo de la intención con sus ápices cualitativos, diferenciadores. Por eso las representaciones binarias del lenguaje no responden enteramente al trasfondo que las posibilita, trátese de fonemas o de sintagmas, en ambos casos con sus ejes de selección y combinación. La contextura fonémica resulta de una selección activa en discurso. Un fonema se opone a otro en una misma posición porque co220

Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filología Comparada…, Segunda Parte, op. cit., p. 142.

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noce el producto derivado de tal modo de combinarse. Y esta “sabiduría” responde a un sentido preconfigurante que contempla incluso alternancias no rentables en un sistema concreto, pero que contribuyen a delimitar las efectivas. Por eso no parecen adecuadas las definiciones que da Jakobson del fonema como “signo diferencial puro y vacío” ni de lengua como “carácter antinómico de elementos al mismo tiempo significativos y vacíos de toda significación”.221 Diferencia, efectivamente, mas en razón de la potencia activa, fonoacústica, que se sabe integradora. La elación del sonido es alterativa, como reconoce Jakobson, pero sólo bajo este aspecto transicional hacia una unidad integradora que sobrepasa la oposición de parte. Presupone lazo y vínculo entre los órganos y los elementos opuestos.222 Y surge la tentación de comparar las vibraciones timbradas, armónicas, y los sobretonos, con las sinápticas de las células o las rotaciones de onda en las revoluciones atómicas de las partículas. En alguno de esos cruces debe abrirse el valor significante del metal de voz diferenciado sémicamente, recubrirse e informarse la onda sonora con el halo del 221

Jakobson, R., Six Leçons sur le Son et le Sens, Minuit, Paris, 1976, p. 78. No debemos olvidar que la articulación fonémica supone actos mínimos sincrónicos entre dos órganos en contacto inmediato o mediado el aire espirante. El sonido permanece en la base de modulación como oralidad y hasta la vocal /a/, la más abierta, implica un impulso sonoro que la diferencia de la simple espiración del aire. Y su interrupción adquiere también significado, bien porque forma consonante (oclusivas, africadas), bien porque cierra sentido (tonemas). El silencio acompaña al lenguaje en todo momento y, aunque fonetistas y fonólogos sólo atienden al fenómeno del habla desde el preciso punto de oralidad (+voiced/-voiced) –hay quienes, sin embargo, anteceden lógica y epistemológicamente la fonología a la fonética (Robert Hammarberg, “The Metaphysics of coarticulation”, Journal of Phonetics (1976), pp. 353-363]–, la irrupción de la voz en la cavidad bucal, y en posición expresiva, es decir, con intención comunicante, ya tiene sentido en poética, e incluso adquiere valor simbólico en muchos textos. El arranque suele ser decisivo, como en música. Mide el silencio previo y la apertura tonal del presente. Ya hay una medida métrica, desde luego un aire de ritmo, una posición de lengua, un tono latente, así como comienza la primera palabra. Y puede decirse lo mismo de aquello que, no dicho, habla, dice como infado (expresión conocida de Ortega y Gasset) en lo dicho. Es algo diferente de la elipsis, propio del movimiento continuo de la lengua, que no conoce reposo, como dice también el autor citado. De ahí que no exista, argumenta, el corte de la sincronía. El lenguaje habla más allá de lo que dice en cada acto de lengua, pues lo rodea el halo atómico que lo posibilita. El habla establece una red neuronal de correlaciones subyacentes, ergonómicas. 222

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impulso emotivo de la expresión y convertirse este acto en unidad y núcleo fonosémico de lo que hoy entendemos por lenguaje, el átomo de pensamiento articulado, una especie de conciencia celular. Pero la información de la onda sonora es en origen el impulso mismo que la forma. No existía antes como tal ondulación de sonido. Se produce en la moción expresante. Los recubrimientos la acompañan como resonancias y valores simbólicos en función de lo expresado y el modo de hacerlo. La estructura genética del lenguaje se presenta modular o secuencialmente atómica. El acto nominal nucleariza en su entorno radiado, rotativo, la acción mental determinando secuencias específicas engranadas según combinaciones sucesivamente periódicas. Engrama unidades secuenciales, los tipos fónicos y los sintagmas,223 asistidas siempre por el dinamismo dicente. Es un acto pro y precisivo de gran valor energético, pues concentra en su núcleo la fusión y fisión de espacio y tiempo según un modo de enclave tonal del sujeto hablante afectado y proyectado en un medio vivo. Su campo de rotación viene inducido por una vivencia circunstante cuya ecología es económica, logos y nomos de un lugar en el tiempo, o viceversa, la casa (oikos griego), la boca, la mano y la mente: razón nominal del ser y sujeto hablante en un medio objetivo, la mesología nombrada por Amor Ruibal a este efecto y atendiendo a reflexiones e investigaciones de física atómica y de biología a comienzos del siglo XX. Por eso el lenguaje se define también por el recogimiento de la reflexión que propicia. Tal es el sentido de la ya famosa frase de Heidegger al identificar el lenguaje con “la casa del ser”. De ahí que nos inclinemos por una teoría atómica modular basada en la rotación rítmicamente expansiva de elementos y unidades relativamente estabilizadas en tipos y categorías. El ritmo –unidad de movimiento por fracción de tiempo, y no sólo lineal, sino también metabólico– alcanza a la conformación del entramado celular con la arborización periódica de axones y dendritas estabilizada selectivamente según las circunstancias del medio y desde una singularidad específica de la neurona, es decir, el número de conexiones sinápticas y de combinaciones moleculares (proteínas, lípidos, polisacáridos) sintetiza223

Al decir sintagma referimos una acción significante ya contraída, hipostasiada. Es sustancia verbal o verbo sustanciado que implica su relación adjetiva.

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das por categoría, en alternancia de proteomas y transcriptomas.224 Asiste también, por otra parte, a la circularidad y rotación orbitada de partículas y haces energéticos en el átomo. Comprende incluso las arritmias de la materia y del organismo. Es el factor energético y emergente de la relación y correlación interactiva de elementos, modos y estructuras. El punto crucial de la ontofilogénesis. El recurso a la herencia inducida por un innatismo procesual y el aprendizaje que revierte en él evolutivamente mediante conexiones complejas de incidencia cuántica aún nos remite al fenómeno del recuerdo mediante la memoria que sostiene el arco de conexión entre unos y otros conocimientos ya adquiridos y evita el olvido, como expone Sócrates en el diálogo platónico El Banquete (208a). Olvidamos contenidos, pero no que conocemos. Al definir el aprendizaje como “estabilización de combinaciones sinápticas preestablecidas” que suprimen otras posibles, como hace Jean-Pierre Changeux,225 recordamos asimismo al gramático y al pintor que intervienen según Platón (Filebo, 17b) en fases sucesivas del cerebro grabando las impresiones de la realidad en la mente y fijando a cierta distancia con la línea del dibujo los contornos de las cosas, por cuya figura las conocemos. El gramma inicial esgrafía la masa callosa del cerebro y las líneas así procesadas configuran en la memoria, en tanto libro aún indeterminado (Filebo, 38e), los objetos mentales con que conocemos la realidad misma. La gramática no dista mucho de las neuronas, pero el sentido sólo adviene cuando conocemos. Son las síntesis procesadas por el aprendizaje transmitido –la Historia de los Conceptos, la vida que llevan dentro– las que activan el gramma inicial de la realidad impresa como mundo en la mente. Las copias cada vez más exponenciales del medio predisponen en común la plasticidad orgánica del cerebro. Copias, no obstante, siempre diferenciadas, transicionales, procesivas, porque los movimientos redundantes, replicativos, 224 Cf. J.-P. Changeux, L’Homme Neuronal, op. cit., pp. 66, 85. Los proteomas, explica A. Benítez-Burraco (“Aspectos genéticos del lenguaje”, op. cit., p. 127), son “el conjunto de todas las proteínas, en términos cuantitativos y cualitativos”, los cuales “en los organismos superiores son relativamente estables”. Los transcriptomas designan, por su parte, “el conjunto de todos los ARNs, en términos cuantitativos y cualitativos” y varían “a lo largo de los procesos de desarrollo y/o adaptación fenotípica (pero también desde un punto de vista evolutivo)”. 225 Ibid., p. 304.

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el pliegue (Giles Deleuze), la curva (Lévinas), la autoimplicación (Michel Foucault), la autopoíesis (Niklas Luhmann), inducen sólo las raíces de una emergencia cuántica en eco y huella cada vez más mismamente distante de sí misma (Ereignis). El signo presente de esa ausencia revertida. Lo nuevo. Las determinaciones así procesadas y precisas del lenguaje, como sujeto, objeto, verbo, circunstante, son elementos atómicos a su vez susceptibles de análisis siempre compresivo y comprehensivo. La tensión modular entre elementos los correlaciona en modos varios, también periódicos. Hay siempre un (N)úcleo afectado de exponentes relacionalmente potenciales hasta el infinito: N(r)α-ω…∞. Un infinito situado, si así puede hablarse, pero el lenguaje lo dice, entre una posición inicial y otra de término, conclusiva: el cierre o clausura de la comunicación producida, del texto realizado (α … ω). Por eso el átomo de lenguaje es retroproyectivo, plurirradial, polifónico, correlacionante, expansivo y, a la vez, retráctil, reflejo, como la abstracción misma: cada término retrae lo que expande. Y en tal sentido, el lenguaje se convierte en paradigma de la modularidad que la ontogenia y el reciclaje holístico de la biolingüística pretenden. Incluso la gnoseología remite a una ontopoética fundamentadora. En tal término incluimos, según hemos indicado varias veces, en éste y otros estudios, la resonancia rítmica del ser como ente dotado de la facultad de lenguaje y su potencia activa o forma mentis. FORISMO GRAMATICAL: PRO, QUE, ESTO, SE Todo nombre presupone una incidencia o posición originaria en el mundo, que no acontece aislada, sino en un plexo de relaciones previas y subsecuentes. Las raíces absorben incluso, podría decirse, y a modo de seres vivos –tal es su consideración en los orígenes de la lingüística–, sustancia del medio en el que surgen. Y al hacerlo, la entidad resultante adjetiva, atribuye un modo de ser a la realidad denominada. El nombre ya va incurso en una red de relaciones que él nucleariza y expande originando funciones específicas. Podemos representar este fenómeno por los factores X, sea el que fuere su estado inicial de nombre, R de relación, que remite, al menos, a un eje de polaridades correlacionadas, y F de función.

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Γ co X (R) F

Las flechas indican el proceso lineal modular inducido por el volumen fónico de la expresión y de las correlaciones, externas e internas, del texto, como valores isotópicos, anagramáticos, paragramáticos, el factor (PRO)nominal, etcétera.

El lenguaje tiende a simbolizar las funciones básicas del conocimiento, su vivencia e historia. Su constitución misma lo proyecta históricamente confiriendo al factor pro el ámbito etimológico que lo caracteriza, anafórico, catafórico y endogénico, es decir, grammático. El factor pro cubre la ausencia resonante del referente y abre significante en la secuencia. El tono deviene tema convirtiendo las asociaciones modalmente pronominalizadas de espacio y tiempo en superposiciones de sensibles cuyos nexos se nuclearizan determinando márgenes operativos de secuencia, adjunción, división, expansión y distribución retroproyectiva. Y este proceso ya actúa en la conformación inicial de los tipos fónicos y fonémicos, el fonema, la sílaba, el tonema y el halo de sentido que los reclama, unos hacia otros, en orden al significado del mundo intencionalmente comprendido. La proposición también se pronominaliza. Es la tensión pro de la realidad revirtiendo a los nombres que, designándola, la categorizan y validan en el mismo acto de su praxis concipiente. La intención ya presupone un horizonte hermenéutico de respuesta a una llamada implícita y, por tanto, un índice de interpretación especulativa en un medio comunicante, alterativo.226 Cuando esta llamada se subsume en el lenguaje entero o en parte cuya realidad es su proceso, aparece el se ya explicado.

226

Lo hemos expuesto en otra publicación (Ciencia, Conocimiento y Lenguaje, op. cit., pp. 199-200) y sobre la base del eje relacional ( )… X …( ) polarmente correlativo (Γco), esquematizado en Palabra Respirada: Hermenéutica de Lectura, op. cit., pp. 43, 253, 334.

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Y con el funtor pro y el se, el que objetivante y el esto prepropositivo. El que recicla lo dicho situándolo en lo aún por decir, aunque se trate sólo de un comentario o de una rememoración. Une, coyunta, prolata el proceso hablante del conocimiento condensándolo y abriéndolo a nuevo discurso.227 Para ello retrae las formas a la nominalización, las adjetiva u objetiva, expansionándolas, según Husserl. Mañana iré al dentista :: Que mañana vaya… :: El hecho de que vaya (voy, iré) mañana… :: La visita que haré mañana…:: El ir mañana… :: La visita de mañana…, etcétera. Todos estos procesos gramaticales reflejan las funciones básicas del conocimiento operativo siguiendo los actos de presencia, ausencia, decurso transitivo, atención, retención, apresentación, protención intensiva, rememoración, recubrimiento (imperfecto –durativo, histórico, en travelling: acompañando la acción y el tiempo implicado–, aoristo, perfecto –próximo, pasado, hiperperfecto–, futuro y sus valores aspectuales respectivos, hasta el del pasado), replicación expansiva y no expansiva de unidades, así como los principios de tensión léxica, intensión metafónica, incremento, división y distribución morfológica, retroproyección, y el prelógico atributivo ya comentado (A ≠ A). Únase a todo ello el forismo básico del lenguaje, intracorpóreo, que combina también las direcciones adverbialmente adjetivas de la posición del hablante en un medio interlocutivo, real o imaginario: aquí, ahí, allí-allá / ahora, antes, luego, después / arriba, abajo, al lado, detrás, en frente / cerca, lejos / dentro, fuera, Yo-Tú (ÉL, Ello), etcétera. En cuanto al esto (das Dieses de Hegel, dies de Husserl), su simple enunciación configura, en un punto, comprimido, todo un enunciado antecedente o catafórico: esto :: que S sea p :: el hecho, la circunstancia, de que S sea p, según expone Husserl.228 Entre esto y que, o entre el hecho, la circunstancia y de (que), se incardina un recubrimiento doble de predicación objetiva, atómica y modular, en un solo acto dicente. Predica de la situación rememorada, supuesta, y de lo que enuncia, por lo que aduna en su unidad de acto al significante y el significado, como sucede, según nos decía B. Ucla, en los actos fónémicos iniciales del gesto articulato227

Domínguez Rey, A., “Al decir que en lo dicho de la gramática lingüística”, Lengua y Discurso. Estudios Dedicados al Profesor Vidal Lamíquiz, (Edic. de Pedro Carbonero Cano, Manuel Casado Velarde, Pilar Gómez Manzano), Arco/Libros, Madrid, 2000, pp. 255-263. 228 Husserl, E., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 278.

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rio. Traslapa también un valor deíctico de enunciación. Es la nebulosa compacta del decir-dicho, la síntesis propositiva por excelencia: el átomo de indeterminación determinada, y viceversa, aquello que, determinado, aún pide explicitación. El lenguaje produce encapsulamientos, amalgamas que implican el forismo pronominal de base, puntos tensivos de compresión mínima y expansión máxima, como el que Nicolás de Cusa asigna al conocimiento.229 Francisco Sánchez de las Brozas (El Brocense) ya considera en el siglo XVI esta antelación pronominal del nombre o protonombres, “nombres primeros”, arguyendo que “todos los demás nombres siguen la pauta de los pronombres y, sin ellos, los demás quedan mudos y mancos”.230 El espacio neutro del protonombre es la indeterminación perceptiva de origen, pero que sitúa una marca nombre precisa, una posición tética originaria, casi siempre monosílaba en todas las lenguas, el Esto (hoc) o Ello (Illud), de tal modo que suelen considerarse los pronombres más antiguos que los nombres, y esto ya desde el protoegipcio. El pronombre designa el campo de referencia aún no denominado propiamente, en propio, lo aún innominado, anónimo, pero tendente a nombre, a una concreción mental de lo sentido, percibido, evocado o incluso ya dicho, pero como volviendo entonces a los orígenes del decir: “Es más, todas las cosas, antes de tener nombre, se llamaban hoc o illud”.231 Un decir, por tanto, previo natura a la tercera parte que solía considerarse, con el nombre y el verbo, como dictio o unión predicativa de la unidad a dúo del juicio mental (est) y su correlato así referente como lingüístico, gramatical. Si hay un esto/eso (aquello), él y el en idioma castellano, una marca pronombre previa a la denominación concreta de un nombre específico, la dicción de base ya prelata un predicado tam229 Domínguez Rey, A., “Principios de objetividad poética”, Analecta Husserliana XCII (2006), 29-48. “Al decir esto en lo dicho de la gramática lingüística”, op. cit., pp. 395-407. 230 “Nam caetera omnia nomina ab his (pronomina) gubernantur et eis sublatis reliqua omnia muta et manca reperientur” (Francisco Sánchez de las Brozas, Minerva o De Causis Linguae Latinae. Libri I, III, IV, Introducción y edic. de E. Sánchez Salor. Liber II, Edic. de C. Chaparro Gómez, Institución Cultural El Brocense, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1995, pp. 52, 53 (texto castellano). 231 “Imo res omnes, antequam nomen haberent, uocabantur hoc uel illud” (Ibid., pp. 50, 51, respectivamente, latín y castellano).

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bién antecedente y un protojuicio originario cuyo fundamento vive aún hoy en todo nombre, juicio y dicción. Y esto antes incluso que el ser-cabe (Sein bei) o el estar inmersos en este ámbito de relaciones, en el cabe-la tiza anterior a su comprensión y dicción, que se apoya, cierto, en aquel estado óntico, como expone Heidegger,232 pero la precede, en el cabe, apud-la tiza, como esto :: este cabe-la tiza, es decir, a través de una relación polar esto/esta. La posición óntica subyace en la língüística, posibilita la in-diferencia inicial e incluso “la indeterminidad del vacío” antecedente, a que llega Heidegger.233 Esto lo consideramos de suma importancia, pues tales expresiones responden a una a-ferencia dada en el instante del con-ser-con (Mit-sein-mit), aquello que incluso nos lleva a descubrir esta posibilidad misma. Lo indeterminado de fondo a-fiere, con valor direccional de ad por estar in, dentro del mundo y de la acción dicente. Por ello, toda posición de marca o significante mueve-a. GNOSIS DEL A PRIORI CORRELATIVO La lingüística no puede argüir que esto sea Filosofía, con mayúscula, aunque, evidentemente, lo es, pero la comporta como su razón interna o fundamento suyo imprescindible. Y no Filosofía académica, sino la actividad mental que la nutre, el pensamiento. La fenomenología le reporta sustancia pensante, no exclusiva de ningún método o ciencia en concreto. Representa el espaciotiempo del decir originario y el analista, el gramático, maneja este campo en cualquier forma que considere. Olvidarlo, aboca a consideraciones terminológicas y planteamientos redundantes que inducen divisiones científicas erróneas, como considerar una función analítica pragmática independiente de la dictio o decir fundante, o creer que, por nombrar estos campos o formas con letras a título de símbolos que representan juicios y pre-juicios, nos alejamos del problema interno, inherente, del signo lingüístico, de su equivocidad arbitraria y de sus flecos indeterminados. Y de ahí también el espejismo epigenético y de ontogenia lingüística al confundir las precondiciones materiales y biológicas con el gramma precategorial y correlativo.

232 233

Heidegger, M., Einleitung in die Philosophie, op. cit., pp. 66-67, (75-76). Ibid., p. 142 (Traduc., p. 154).

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Bajo tal consideración, esquematizamos estas funciones y principios partiendo de la idea rotativa y radiada de elementos con tensión de convergencia polarizada. Unos rotan alrededor de un núcleo X configurante y otros aún indeterminados, pero virtuales, o ya determinados, pero latentes, esperan el punto de conexión, la chispa que los active. Como dice René Thom, hay “cualidades ocultas, virtudes eficaces que emanan de formas fuentes”.234 Γ co ⳯ ⳯



El lenguaje opera sobre un fondo expresivamente emotivo que abre un horizonte prefigurante aún indeterminado conceptualmente, pero tensional, de orientación alterativa, es decir, en presencia de cosas y entre sujetos humanos. Surge, pues, radialmente, en un medio correlacionado. Cada punto de determinación, ocasionado de modo múltiple –un sonido, una señal cualquiera, un signo o palabra siempre relacionados respecto de otra cosa–, deja tras de sí un resto y lo subsume, sin embargo, como potencia de nuevas determinaciones. Y así sucesivamente el conocimiento y todo texto, la palabra misma. Hay un reflujo continuo de elementos, categorías, según las necesidades vitales, físicas, psicológicas, cognitivas, espirituales, en una palabra. Se crea, de este modo, una intersección de trayectorias cuya área modular es el campo de emergencia y conformación del lenguaje.

234

Thom, R., Esbozo de una Semiofísica, Tusquets, Barcelona, 1990, p. 18.

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Γ co

El fondo sería el mundo de realidad cognoscible, sobre el que rotan su concretud referencial biogenética y cognitiva, asimilada y configurada en la idea y la palabra que expresa el conjunto significando su sentido según el orden de giro correlacionado y la expansión respectiva de órbitas, que evolucionan con intensidad diferenciada. Multiplíquense las unidades hasta formar sucesiones de complejos asociados, núcleos, clases, tipos, y obtendremos relaciones de conexión mutua, flujos y reflujos, superposición, imbricación, traslapamiento y elación significativa del sonido en redes representativas del funcionamiento verbal, incluidos otros idiomas. Evidentemente, cuando el eje de rotación y los elementos correlacionados coinciden superponiéndose con inherencia de moción significante, alcanzamos el máximo de univocidad cognitiva. El punto de incidencia ontolingüística acontece en capas de síntesis emocionales y se muestra nocionalmente tético, entitativo. Ya sabemos que tal entidad comporta un plexo de relaciones. El hecho de conocer proyecta un punto cuyo origen, analizado, descubre una red de cualidades adunadas téticamente y a las que corresponde algo de entidad real, que el entendimiento categoriza, juzga y conoce. Este ideal de rotación atómica sólo se cumple, a nuestro parecer, y por grados, en Poesía. Y aplicando estas conformaciones figurativas al forismo antes expuesto, obtenemos, en síntesis, el esquema gnoseológico del trasfondo y superficie del a priori correlativo del lenguaje (Γ co).

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Γ co ENTORNO Y HORIZONTE NOMINAL M SEMÁNTICA Arriba (Esto)

Allá/Allí/Ahí Aquí Ahí/Allí/Allá E Antes (REPr) (PROy) Después T Ahora Re-tenciones (PRE) Pro-tenciones A-tenciones A-presentaciones Abajo REFERENCIA (Que) Retroproyección (S est P) SINTAXIS (Forismo: PROn) Dentro / Fuera (Se) Entorno ontológico: Espacio, Tiempo, Modo, Referencia. Horizonte: REProducción (Recuerdo), PREsentación, PROyección, PROnominalización. ……………………………………………………………………………. A est B A≠A B≠B A ≠ A ± Pa (B)

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La proposición expande el valor del signo por replicación de sus exponentes. Y entonces, la designación primera, referente, del nombre, revierte lo designado por recursividad operativa y autoimplicación de atributos. Se crea de este modo una validación falsable –la función veritativa de Aristóteles– mediante una serie de antepredicados implícitos que desembocan en la afirmación o negación de lo implicado, es decir, el juicio prepositivo. Toda extensión referente se da en una intensión –cronosintaxis–, como todo acto ya implica el eje extenso e intenso del ámbito de comunicación, su cronotopo. La proposición aduna lo designado, su atributo y su comprobación pragmática. Encierra la praxis que fundamenta. Cada predicado (P) resulta de sus valores exponenciales (P S-Atrb), como cada Núcleo lo es de los suyos (Nvario, difuso, alterno = Nv, d, a = N3, siendo 3 relación de, al menos, dos propiedades. Por eso en el tránsito de A a B entre dos términos, rasgos, conceptos del lenguaje, se da una relación Pa,235 una predicación de inherencia que ya asiste a cada nombre en sí mismo. Y lo asiste como denominación de algo que acude a notificar –dar nota– el espaciotiempo virtual –en él acontece– de la ausencia que comporta todo signo. Y al proceder así, lo que es o parece ser no es realmente lo que era, porque ya está siendo otro, otra cosa, pero nosotros lo percibimos, intuimos, en tal tránsito. La denominación acontece, en todo caso, dentro de la dialéctica del ser, de su siendo. Por eso el signo no se identifica con el objeto designado, sino con lo designado, pero ya en dimensión transferida, donde figura el objeto en alguno de sus modos de presentación: representado, simplemente evocado, rememorado, apresentado, en escorzo, punto de proyección de sus propias cualidades, polo correlativo de otros objetos, es decir, todo el plexo de relacio235 La fórmula A ≠ A ± Pa (B) es variante de la homóloga de igualdad entre los términos citados expuesta por Juan D. García Bacca en Invitación a Filosofar según Espíritu y Letra de Antonio Machado (Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela, 1967, p. 160): «A es A más o menos la probabilidad de que A sea B». Nosostros marcamos la desigualdad discursiva de los términos por las razones alegadas. Es evidente, no obstante, que la posición tética de toda emisión incluye un punto de mismidad en cuanto dicho. El esquema del entorno y horizonte nominal amplía también en este punto el incluido en “Fundamentos fenomenológicos y poéticos de la lingüística”, artículo presentado en “The Fourth World Congress of Phenomenology” (Cracovia, 17-20 agosto, 2008) y pendiente de publicación en Analecta Husserliana.

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nes posibles en cuya matriz se presenta el sentido de lo así convocado. Y esto se explica porque, razona Jakobson, y lo ya hemos visto con Rilke, Antonio Machado y Juan R. Jiménez entre poetas, Amor Ruibal, Fritz Mauthner y Serge Karcevski entre lingüistas, la identidad de signo y objeto (A est A1) dada en la conciencia inmediata implica la conciencia también inmediata de la ausencia de tal identidad y de su proyección: A no es A1. Puro Hegel, según veíamos al comienzo de este estudio. El problema radica en si tal acto de conciencia es el mismo en cada momento, es decir, si la antinomia responde a un solo golpe de visión intelectiva difractada en dos instantes suyos que se pliegan o supone, más bien, un tránsito en cuyo transcurso la conciencia se ve cambiante y, a pesar de ello, la misma en todos sus momentos. Sin la contradicción, advierte Jakobson, y esto es glosa de Hegel, no hay juego de conceptos ni de signos, por lo que la relación entre concepto y signo deviene automática, el curso de los acontecimientos se detiene y la conciencia de la realidad fallece.236 He aquí otra muestra del fondo ontológico de la lingüística en uno de sus representantes ilustres del siglo XX. Ya sabemos que no existe tal identidad de signo y objeto, sino, más bien, presentación en la conciencia del signo y su referente –lo referido– en un mismo ámbito de objetividad u objetivación. El desplazamiento de A hacia B en la transición de términos o conceptos se da mediante el grador — b de A, es decir, a través de las notas, rasgos, nociones que integran uno u otro polo, pero son tales, A o B, mientras no se produce el cambio, sustitución, transición, etcétera. Lo que permanece es el eje de relación, pero tampoco nunca polarizado del mismo modo en sus unidades concretas, sino en los efectos de rotación en torno al núcleo que los elementos constituyen en cada instante. Esta virtud por la que un núcleo se mantiene rotando el mismo aunque la orientación de sus elementos varíe respecto de otros es característica de las condiciones 236 La cita completa es la siguiente: “Pourquoi faut-il souligner que le signe ne se confond pas avec l’objet? Parce qu’à côté de la conscience inmédiate de l’identité entre le signe et l’objet (A est A1), la conscience inmédiate de l’absence de cette identité (A n’est pas A1) est nécessaire; cette antinomie est inévitable, car sans contradiction, il n’y a pas de jeu des signes, le rapprt entre le concep et le signe devient automatique, le cours des événements s’arrête, la conscience de la réalité se meurt”. (Jakobson, R., Questions de Poétique, Seuil, Paris, 1973, p. 124).

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ontológicas del conocimiento. El hombre sólo conoce de tal modo y la estructura del lenguaje le pertenece en propio. Revela el proceso interno de la constitución gnoseológica. En tal sentido, hasta la asimetría del lenguaje respecto de la realidad concebida y expresada, así como del significante en relación con el significado, responde a la tracción del eje o a la similitud no sensible que experimenta el hombre al nacer como resplandor de concordancia ya luego nunca más dado en su origen como se dio en aquel momento, a no ser recuperado (lo que nosotros proponemos como resonancia y fundamento), según explica Walter Benjamin tratando de justificar el hecho de que las palabras remitan a sus significados como a la unidad que las hace posibles y sin la cual no serían tales palabras.237 La circunstancia de que el significante de tal concepto haya podido ser otro y no el que ahora es en una lengua concreta, no excluye un proceso de significancia general previo; más bien fundamenta que pueda crearse o producirse una palabra precisa en un instante determinado. Existe una “raíz común” desconocida, diríamos con Kant, que se clarifica según se conforma el lenguaje. El significante dice relación al proceso subyacente que lo prelata. Así se explica la autopredicación de todo término respecto de sí mismo, como nos dice Amor Ruibal, la dualidad asimétrica del lenguaje, según Fritz Mauthner, y este intento de fundar la significación mediante contraposiciones semejantes a las lógicas y computacionales, como pretende Jakobson en línea con Saussure. La rotación de elementos nunca es totalmente contraria ni idéntica fuera de su mismo proceso de rotación, donde hay siempre un punto de partida, el mismo, respecto de la relación que se configura y repite inaugurando tiempo nuevo, o de los relata así constituidos. Lo mismo se trasciende de mismidad relacionada y relacionante. El lenguaje es posibilidad continua de sí mismo. Y sólo el poema realiza tal fenómeno de forma formante. Rehace, renueva y trasciende la forma que lo forma. Y esto resulta así porque el fondo de emergencia sobrepasa el orden consciente y remite a síntesis cuya moción viene de antes incluso de la vida misma del hablante y la sobrepasa. Lo contrario de la oposición lógica o lingüística es realmente la previsión posible de cambio, al237

Benjamin, W., “Lehre von Ähnlichen”, en Gesammelte Schriften, Band II-1, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1977, p. 206.

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ternancia, de todo término o concepto en la rotación rítmica y retroproyectiva del lenguaje. Hablan antes las esencias de fondo, la sustancia y aroma del sonido,238 que las formas del orden luego presente; antes lo inmerso en la semejanza no sensible, relacional, que los relata configurados. Por eso la palabra es siempre reclamo, pseudónimo: llama al nombre que la constituye. Y esta llamada comprende también su futuro.

238

Ibid., p. 209.

6. El vínculo del pensamiento

HIPÉRBOLE DE LA FORMA CREADORA: FRIEDRICH HÖLDERLIN Hölderlin percibió el problema incurso en estos planteamientos al considerar, como Hegel, si bien con otra alternativa, la significación del lenguaje en relación con el contenido lógico en él evocado y la perspectiva interna que esto supone. Ya prevé el a priori de correlación y su efecto polar de pensamiento, así como el núcleo crítico de una praxis que deviene consciente. La significación del poema, dice, concilia los extremos porque entran en ella oponiéndose. No son conciliables atendiendo a su contenido, pero sí considerando la orientación y grado de la oposición, de tal suerte que “la significación compara incluso lo más contradictorio y es absolutamente hiperbólica y no progresa por oposición según la forma, donde el primero (extremo, se entiende) es pariente (verwandt ist) del segundo en cuanto al contenido, sino por oposición en éste, el contenido, donde el primero es igual al segundo según la forma”; es decir, contradicción en lo objetivo, pero comparación en la forma de contraponerse y de tender al objeto.239 La forma de actuación mantiene el impulso originario por el cual el poeta se apropia el alma común a todos en el libre movimiento del cambio armónico y progresivo del espíritu en la conciencia y, se deduce, en el mundo. El hombre se mueve entre la contradicción de una tendencia al absoluto y su reducción concreta, pero desde un vínculo o conexión (Zusammenhang) con los elementos del mundo que su sensibilidad y estado de ánimo percibe y cuyas leyes se manifiestan y repiten en él como condiciones que posibilitan el acceso a lo vinculado,240 aunque no totalmente, pues la acción y el pensamiento siguen curso infinito. La correlación poética entra incluso en el contenido que Hölderlin deja a salvo, pues los rasgos sémicos se relacionan de igual modo entre sí. Ahora bien, trasladamos entonces el problema a mínimos, pues 239 240

Hölderlin, F., Sämtliche Werke… Band 14, op. cit., p. 146. Ibid., p. 37. 138

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habría que determinar si el rasgo se difracta a su vez o no en relaciones, con lo que entraríamos en la zona de coordinación u horizonte virtualmente integrativo: la hipérbole de Hölderlin. Sea una u otra la tendencia, habrá siempre un punto de posición inicial, un acaecimiento o gonce de rotación, un corte del continuo, una hendidura, etcétera, pues así surge el punto de existencia que el lenguaje comporta y lleva consigo. El punto lo marca precisamente el tono del lenguaje y en el centro de la conciencia reflexiva. Hölderlin desarrolla una crítica de la significación desde el proceso interno de la forma y en tres niveles. Su desarrollo recuerda, en ciertos aspectos, el de la forma interna de Humboldt, pero también la función del tono en Herder y Hegel, así como el fondo inconsciente de la estimación indeterminada de Fichte, y el psiquismo inmediato de Hegel, poco a poco alboreante en la conciencia reflexiva. Hölderlin afronta de modo directo la cuestión de si el juicio reductivo que tenemos del lenguaje a través de su marca designativa coincide realmente con el lenguaje de la percepción241 y, por tanto, con el decurso del espíritu, es decir, de la consciencia. Parte de un ideal teleológico indefinido en cuanto indeterminado, el libre manejo de la actividad consciente, incurso en el continuo infinito que esta acción muestra a través de la expresión de sus obras en contacto con una sustancia que, a su vez, se clarifica mediante la forma de aquella actividad, y que correlata un estrato permanente de materia. La citada libertad de actuación (Behandlung) es realmente la materia formal de la poesía, que comprende un conjunto diferenciado de contraposiciones entre lo indeterminado de comienzo y las sucesivas concreciones del infinito, cruzadas también de innúmeras relaciones que llevan, de nuevo, a la tensión infinita de lo siempre indeterminado. Para comprender la densidad de esta concepción conviene advertir que, en Hölderlin, como en Hegel, el espíritu (leamos en ello la actividad de la conciencia) preside la escena de cuanto acontece dentro de sí viéndose actuar y considerando cada acto y obra momento de aquella actividad antes citada. Asistimos, por tanto, al despliegue de un decir que transparenta y trasciende todo dicho. En su actuación, la conciencia ve cómo las partes de lo que se muestra se familiarizan unas con otras, lo 241

Ibid., p. 157.

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cual constituye su contenido, y cómo cambian, al mismo tiempo, mutuamente. Este cambio diferencial es la forma, en cuyo ejercicio la conciencia percibe la sustancia permanentemente igual de las partes. Y esto es el contenido objetivo en contraposición con la forma de las diferencias, la cual adquiere ahí mismo su carácter significante, más bien, su significado propio: ver, manifestar el proceso de cambio –metáfora, paso transicional (Übergang), hipérbole, episodio– en una sustancia común habida en la familiaridad de partes diferenciadas. Tenemos, pues, un primer contenido espiritual (cognoscitivo) en el que sus componentes devienen familiares (“die Verwandschaft aller Theile”) y una forma de igual índole (“der Wechsel aller Theile”) cuya acción descubre aquella sustancia permanente (Verweilen), la cual le otorga carácter objetivo. A su vez, contenido y forma entran en una correlación armónica que constituye el contenido objetivo (relación de familiaridad y diferencia respectiva entre partes dentro del primer proceso significativo) de la actividad incesante de la conciencia. El principio formal incurso en este nuevo contenido objetivo sigue desarrollándose conforme a la tendencia y progreso (Fortstreben, Fortschritt) del ánimo.242 En el mismo momento de su objetivación formal es Gestalt,243 palabra alemana que también se traduce por forma (recordemos uno de los poemas citados de Rilke), pero entendida como lo que surge en la formación: la gema, el brote del proceso, el configurarse algo en aquel período activo. Es el resultado, aún formante, sin embargo, de la tendencia a unidad eterna de cada momento. En ella asistimos al despliegue del instante, al punto de reflexión conceptiva, creadora, el poema. Une la dispersión previa de las partes disueltas en una receptividad sensible que pretende fundir la diferencia básica entre la sustancia de las variaciones (cambio material) y la identidad que ahora se percibe, en este estadio primero, también material, pues lo que hay dentro de ella es la diferenciación de materia. El resultado común de sustancia ya era la forma en el punto del cambio. Y este proceso se repite, como decíamos, en tres fases de perfección. La primera, sensible; la segunda, reflexiva; la tercera, creadora, donde conectamos con el ori242 En el adverbio prefijo fort hemos de ver también el significado de ausencia, aquello que, ausente, mueve sin cesar y sin pausa, pues lo que se desarrolla es en realidad lo que adviene dentro de lo ya vinculado pero desconocido, el futuro del pasado. 243 Hölderlin, F., Sämtliche Werke… Band 14, op. cit., p. 142.

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gen y entonces lo uno de conciencia (espíritu) y vida es lo otro, el infinito sin fin hallado en la obra. El momento de la poesía.244 La Gestalt representa para Hölderlin el punto de inscripción reflexiva de la conciencia en signo a través de la estima o estado de ánimo (Stimmung) vuelto mundo vivo en el tono, en cuanto éste recoge en sí la sustancia del mundo y compromete al yo del poeta a transferirlo, transcribirlo o traducirlo (übertragen) como signo familiar suyo.245 Hölderlin descubre el carácter vinculante del hombre en el tono del habla y, al mismo tiempo, en ese mismo punto, la condición pregnante del signo poético. El poeta se siente entonces inclinado a reproducirse en sí mismo y en otro.246 Entre el lenguaje y la conciencia se verifica un entrañado presentimiento específico, resonante, de tal modo que “Así como el conocimiento presiente el lenguaje, así se acuerda el lenguaje del conocimiento”.247 Y lo presentido en uno y otro caso, se sobreentiende, no es lo mismo, pues el lenguaje continúa haciéndolo, aunque sea del mismo modo. El presentimiento ha cambiado de tono, pues al recordar ya se ha constituido un signo antes inexistente. El lenguaje es producto de la reflexión creadora y, por ello, se iguala con el conocimiento en tanto lo propio se encierra y se comprende como unidad y, viceversa, lo uno de lo vario como propio.248 La poesía concilia en el lenguaje lo que dentro de él se manifiesta oponiéndose y hasta de modo contradictorio por el hecho de expresar lo que acontece realmente. Hölderlin parece responder así a Hegel. El concepto de familiaridad léxica y semántica resuelve la negatividad interna de la forma según la explica Hegel. Y avanza el vínculo también familiar de la forma lógica concebida por Ludwig Wittgenstein muchos años después, en el siglo XX. La igualdad aludida tiene un fondo aún mucho más complejo y ex244

Ibid., p. 159. Ibid., p. 160. Es éste el centro de la reflexión heideggeriana sobre la poesía de Hölderlin, la inscripción de mundo en el tono y palabra del poeta como mediación entre el infinito, las leyes que de él percibimos (el mundo de los dioses), y su transferencia en palabras concretas, el mundo de los mortales. De este modo, Hölderlin revive la imagen de los semidioses griegos y hasta la locura que lo invadió finalmente sería consecuencia de esa mediación lírica. 246 Ibid., p. 142. 247 Ibid., p. 158. 248 Ibid., p. 157. 245

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plica por qué el lenguaje poético acontece siendo todo él como la primera vez (“alles ist wie zum erstenmale”), en el origen, lo cual constituye su fundamento y el poeta, por tanto, ha de renunciar al lenguaje constituido, a lo dado previamente, y atender, escuchar sólo esta nueva nacencia, desconocida, del mundo, sin partir de nada positivo. Se muestra ahí un presente sin esencia aún y en el que el poeta forma su lenguaje partiendo de aquel tono cuya primera sustancia es, se funde en un presente de emoción y sonido puro, estado poético y fluencia de vida (“In lauter Staff und Leben Aufgelöst, ihm gegenwärtig”).249 En ese punto de encuentro de la conciencia con el sentimiento infinito de la vida, donde vive primero una disonancia entre el fluir de la tendencia (Streben) y la densidad del decir poético (Dichten), que repite hasta sentir su origen, se produce el lenguaje, al que sigue otra reflexión, pero ya no para volver a la simple emoción repitiendo el proceso y modo reflexivo de antes (dilución generalizada y partición representativa), sino devolviendo al corazón la vida que le había arrebatado al proceder de tal modo. Ahora ya es arte viviente, como antes era arte (la reflexión como tal) que había alcanzado lo sublime, y con uno tras otro golpe mágico250 convoca o da nacimiento de modo más bello a la vida perdida. El proceso así iniciado alcanza de nuevo un estadio vital que vuelve en alta forma el sentimiento infinito de vida en su concretud, donde el poeta se percibe y comprende todo esto, cuanto más abstracto (despliegue del yo como objeto en un presente vivencialmente infinito, según veremos), tanto más interno e íntimo, hasta que la vida y la conciencia, su espíritu, se funden en aquella forma (Gestalt) y, en su más alto grado, producen la obra de arte. La forma (Gestalt) deviene obra (Gebild) e infinito de algún modo contactado en ella como síntesis artística de la sustancia (Staff) y de la forma que la veía en su proceso de diferenciación continua. Tal proceso alimenta la reflexión con ritmo alternante de armonía entre lo débil y fuerte, el movimiento y sus estados de reposo, que 249

Ibid., p. 160. En la expresión “und mit einem Zauberschlage um den andern”, alude Hölderlin, por contexto, a los batimientos del corazón y a los impulsos de vida, pero también al latido del lenguaje, un sonido tras otro, a la palabra poética. La sonoridad en función del recuerdo, como sucede con la rima y valores internos del lenguaje en Antonio Machado. 250

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funcionan entre sí, como las partes y pedazos de todo lo que se comprende, de modo negativo. Y esta actividad general de limitar fronteras y reunir lo separado recubriéndolo con la forma que ella misma procura es la belleza del lenguaje poético.251 La coincidencia con el ritmo plástico de Hegel resulta aquí evidente, pero la forma de Hölderlin resalta mucho más el lazo de familia entre los componentes del conjunto. Nace, pues, el lenguaje en un proceso reflexivo cuyo método ya es un arte, pues aboca a lo sublime, y en ese mismo instante intensifica la reflexión creadora. Y para entender esto en toda su trascendencia debemos recordar aquí que Hölderlin retoma en el punto creador de esta reflexión, en consonancia disonante con Fichte, pero aportando su propia experiencia creadora, el subsuelo gnoseológico del juicio y su valor primitivo de división originaria en partes: Ur-teilung.252 La actividad del yo en la conciencia descubre su instante objeto en una relación prerreflexiva cuyo origen o fondo del yo también irreflejo es inalcanzable. No se da nunca. Se escapa a un fondo de sombra. Es lo inmediato de la conciencia desplegándose, su intuición originaria, un tercer yo entre el sí mismo entonces presentido yo alterativo, como en fisión quántica – sólo la “mitad del yo” verdadero, inaprehensible–, y del que sólo alcanzamos cuanto se muestra dividiendo por oposición y relacionando. Entonces, al decir yo, ya se despliega aquella desigualdad A ≠ A que veíamos anteriormente, pero ahora en tanto enunciado de una vinculación antecedente y nunca tema conjunto de un juicio lógico. La actividad del yo formal y material hacia sí dentro de sí mismo (del sujeto objeto: Subject Objects), viéndose y sintiéndose uno, el mismo, es para Hölderlin el ser, noción irrefleja, dirá más tarde Amor Ruibal, cuya presencia convoca lo que en ella y a través de ella se relaciona correlacionando. Esta reflexión intuitiva de Hölderlin resulta importante. Está exponiendo su experiencia de poeta en el instante creador, por tanto según 251 En los dos últimos párrafos hemos traducido libremente un pasaje denso de Hölderlin (Ibid., pp. 160-161) sobre la fundación del lenguaje en el centro de la reflexión. 252 “Urteil und Sein”, fragmento breve de comienzos de abril de 1795 escrito sobre el trasfondo del concepto de Yo en Friedrich Schelling y la contraposición de Yo y No-Yo en la filosofía de Fichte. Hay copia del texto en http://www.textlog.de/urteilsein.html. Para la traducción, Friedrich Hölderlin, Ensayos, Hiperión, Madrid, 1990 (3ª), pp. 25-26.

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aquel supuesto de nacencia del lenguaje. La división originaria del yo presupone una separación, al menos virtual, de sí mismo. Las partes a que alude en la etimología de la palabra alemana Ur-teilung no pueden ser secciones de materia, ni siquiera formal, como la palabra Teil (parte) pudiera sugerir. Se trata más bien de la visión que el poeta tiene, como analista, igual que cualquier gramático o lógico, del conocimiento ahí producido, ya realizado. La palabra juicio está considerando lo que su enunciado implica, las partes que podemos distinguir en lo ya acaecido, pero sucediendo a medida que lo consideramos. Hay un instante de coincidencia entre la forma del enunciado y la enunciación, como sucede al componer un poema y no podría ser menos al tratarse del instante originario, y fusivo, del conocer que se vuelve palabra. Y como algo originario, singular, el tratamiento a posteriori que de ello hagamos no es aquel a priori irreflejo e inalcanzable ahí descubierto. Está actuando implícito, evidentemente. Y todo en el mismo instante. Hölderlin concluye diciendo que la identidad “no es ninguna unión de objeto y sujeto que aconteciera simplemente” y, por tanto “no es = el ser absoluto”, en el sentido de Hegel. El signo igual (=) resulta aquí muy revelador. No se trata de una ecuación matemática en la que la identidad fuera igualmente el ser absoluto, o la sustancia permanente de Spinoza, donde todo atributo es modo de la misma sustancia. La identidad niega que el sujeto y el objeto sean iguales, es decir, en este caso, el cognoscente y lo conocido. El yo intuido como objeto ya está alterado y lo que hay dentro de él, su objetividad, sigue siendo la unión más íntima (innigst) de objeto y sujeto “en la intuición intelectual”, como Hölderlin dice al comienzo de este escrito, y luego en su mitad, al referir el ser (valor del juicio) en tanto expresión del lazo de sujeto y objeto unidos lo más íntimamente.253 Y esta intimidad no es sólo un modo de darse, sino de ser. Por tanto, ser expresa, dice el ser. Al estar diciendo, es, pero ya en el juicio como expresión de lo que realmente es unido. Lo que antes parecía tercero, no es ni primero, sino lo fundante, el origen a partir del cual viene o está siendo el número y el orden. El objeto de estudio, de conocimiento, ya nunca será la intimidad originaria y de ahí 253 Prescindimos aquí de la disposición crítica del orden del texto según las observaciones de D. Henrich y M. Franz respecto de la primera disposición publicada por Friedrich Beissner y Adolf Beck en Sämtliche Werke (Stuttgarter Ausgabe), Kohlhammer, Cotta, Stuttgart, 1943–1977.

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esa apariencia de tercero en la posición sujeto: objeto respecto de un sí mismo subyacente. El lenguaje de Hölderlin es estricto, muy complejo en la superposición e implicación de frases, conceptos, pero dentro de una simultaneidad de período amplio. Sin embargo, en este fragmento la expresión fluye más directa, como corresponde al origen expuesto. Pero hay un punto decisivo de inflexión que nos muestra, como sucede en Hegel, el vuelco o volteo del lenguaje sobre sí mismo en el concreto instante en el que el juicio mira retroproyectándose. Acontece al verse separándose y en el otro polo de la relación así amanecida, alterativa y transitivamente. La separación se parcela en pronombres que de continuo remiten adverbialmente al yo sujeto de la frase que expresa el yo que así ve dentro (intuye): “¿Cómo es posible la autoconciencia (Selbstbewußtsein)? Por aquello que yo me pongo enfrente a mí mismo, me separo de mí mismo…” (“Dadurch da ich mich mir selbst entgegensetze, mich von mir selbst trenne…”. Una cadena de pronombres oblicuos que, a medida que exponen avanzando en la separación que se está produciendo, miran hacia el yo de origen. Son el foco de un fondo común que los trasciende incluso en nombre. Por eso se requieren unos a otros en el diálogo, la dialexis. El objeto es el proceso, el despliegue de la separación. Lo mismo (selbst) no es lo igual (gleich), nos dirá más tarde Heidegger, ni la unión primera de sujeto y objeto es la Identidad. Igual e idéntico son atributos del juicio. Ser sintiéndose mismo resulta óptico. Por eso Hegel vacía de contenido –recordemos– al yo identificado con la cópula y el signo igual (A = A) de la aparente identidad que cada término tendría en sí mismo, pero que sólo resultan iguales en aquello que los opone. Llegados a este punto, se pregunta Hölderlin en qué medida, mejor, al pie de la letra: “¿Pero en cómo distante (inwieferne) es lo mismo”? Y se justifica: “puedo, debo preguntar así”. ¿Por?, inquiere ahora implíctamente el lector de sí mismo (ya una lectura sin apenas haber comenzado a escribir). Contesta: “pues en otra mirada hacia atrás (Rücksicht) eso (es) se (sich) ha puesto enfrente”. Ya no soy yo, sino eso, o ello, si se quiere, más distante que el esto de Hegel, y con el factor pronominal se. El foco de una cámara oscura e innominada mira al yo alejándose como en un fenómeno cinético de zoom retroproyectivo que se va trasformando en travelling o difuminado de conciencia, según los casos. La mirada retroyecta proyecta. El juicio contiene una relación en la que queda

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relatado. Y esta proyección del sujeto que se relata reflejo es una constante de la ontología y del idealismo alemán en filosofía y lingüística trabadas como poética. Lo vemos en el predicado energético de Humbolt; en la doble vuelta del predicado según Hegel; en Gustav Gerber, quien influye al respecto en Nietzsche; en la implicación también proyectiva del sujeto sentido de la exégesis gramatical hermenéutica de Schleiermacher; llega a Husserl y a Amor Ruibal, y se pierde en el sociopositivismo y en el estructuralismo. No así sin embargo en poética, pues hasta la denominada muerte del sujeto es una búsqueda de lo mismo detrás de la identidad lógica quebrada. Tal muerte vive en el poema la vida subyacente. Lo sentido se vuelca relatándose en más ser, con plusvalía existencial. El predicado refleja la emergencia de lo sentido punteado de pro, ad, in, ex, intra, extra, metá, forá…, adjetivaciones, adverbios, pronombres, preposiciones, inyecciones, junciones, negaciones, metáfora, metonimia. El no del fichteano no-yo ya implica el volteo del juicio. La negación aún acontece en el sí mismo, pero viéndose en una distancia ya inyecta y refleja. Y esto vale tanto para Nietzsche como para Heidegger y un largo etcétera. Duele hasta conocerse, pero tal dolor es más conocimiento. La conciencia crece, se dilata en aquello que conoce. FUNDAMENTO POÉTICO De aquí parte Heidegger al delimitar en los textos líricos de Hólderlin la “esencia de la poesía” como modo de vida del hombre en la tierra (“Voll Verdienst, doch dicterisch wohnet/ Der Mensch auf dieser Erde”). Resalta dos momentos precisos. Uno en el que la esencia del lenguaje así concebido muestra la esencia de la poesía y otro en el que, viceversa –y es éste el fundamento último–, la esencia del lenguaje ha de entenderse por la esencia de la poesía.254 Y el decir poético de aquí resultante se funda en la toma de medida o medición del modo de guardarse en sí mismo lo que se oculta, aquella infinitud de vida que recibe también el nombre de Dios.255 254

Heidegger, M., “Hölderlin und das Wesen der Dichtung”, en Erläuterungen zu Hölderlins Dichtung, GA, B. 4, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1981, p. 43. (Hölderlin y la Esencia de la Poesía, Edición, traducción, comentarios y prólogo de Juan David García Bacca, Anthropos, Barcelona, 1989, p. 32). 255 Ibid., “… dicterisch wohnet der Mensch …”, en Vorträge und Aufsätze, GA. B. 7, Vittorio Klostermann, Franfurt am Main, 2000, op. cit., p. 201.

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Heidegger distingue además entre el decir poético (das Dichten) y el pensar (das Denken) en general, distinción que nos permite insistir en otro aspecto de la diferencia que establecemos aquí entre el lenguaje poético, el lingüístico y la teoría literaria con pretensiones de ciencia capaz de explicar cualquier producto del lenguaje como lengua. Poesía y pensar coinciden, dice Heidegger, en lo Mismo en tanto deciden mantenerse en la diversidad (Verschiedenheit) de sus esencias. Y distingue entonces, como siguiendo y explicando a Hegel y Hölderlin, entre lo mismo (das Selbe) y lo igual (das Gleiche), con el que no coincide aquéllo, ni tampoco se identifica con su especificidad (ser de la misma especie) de lo simple Idéntico. Lo igual se dedica siempre a lo indiferente (sin diferencia) para que todo concuerde y convenga; dispersa en la insípida Unidad del Uno uniforme.256 Esta diferencia, importante, deja claro el distinto fundamento del pensar en uno y otro caso. La igualdad indiferente que busca la ciencia lingüística o literaria pliega en lo dicho cuanto el decir diferencia y mide en su variedad numerándolo, esto es, nombrándolo. Obtienen reglas; educen normas; todo más, principios. A su vez, la flilosofía identifica lo semejante unificándolo en esencia o razón diferenciada sin la vibración del pálpito. Alcanza razones en los principios, esencias. Y estos resultados son, por otra parte, leyes o axiomas en el conjunto de la ciencia, cuya pretensión es el núcleo operativo de la naturaleza al pensar sus determinaciones concretas. No obstante, unos y otros modos de acceso por el pensamiento al núcleo de la vida, del lenguaje y del universo coinciden en la reflexión que realizan y entonces alcanzan, o pueden alcanzar, aquel grado sublime de belleza en que el espíritu (la conciencia) nota en sí mismo la fuerza creadora al inventar o descubrir algo nuevo, donde siente además su propia trascendencia. Y en ese punto nace también una obra o teoría, o uno mismo es ya su propia creación, como sucede en modos vitales de la ciencia, la contemplación y el arte en general. Otorgamos así un concepto diferente al número del ritmo en el decir poético, pues la armonía es el batimiento concorde de cada unidad diferenciada en el lenguaje, como lo es el corazón a que alude Hölderlin en la esencia mancomunada de ser hombre en la tierra, y el ritmo plástico de Hegel. 256

Ibid., pp. 196-197.

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La poética puede intensificar y contribuir al aporte científico porque ella misma comprende el sistema en que se fundamenta toda ciencia,257 la inclinación que mueve a determinar lo indeterminado según se oriente inducida por la novedad que el dinamismo de la naturaleza pide y procura en el lenguaje desvelando el ritmo que él, las cosas y la vida en él nombradas forman y descubren. Por ritmo hemos de entender entonces el conjunto periódico de las unidades de medida propias de cada ciencia, transcendentes unas respecto de otras y en relación con la novedad constituida. Un efecto notable, el más importante para la ciencia, de la poética es el punto o polo emergente en la Gestalt del a priori relacional o de correlación, que la constituye en principio formal explicativo –forma mentis– de cuanto contiene implícito y desarrolla potencialmente en categorías de conocimiento. Es la base misma del principio de causalidad, que asiste al lenguaje como causativo. La relación subyacente en aquella diferencia ontológica, inicial y transitiva, del yo en la dinámica de conciencia, donde se desvela la unidad espaciotemporal de su acción conceptiva, posibilita en la separación y tránsito de A ≠ A aquel dominio del grador — b en A = — A, ecuación fundamental del principio de causalidad e incluso de la apertura, en el concepto, de la relación metafórica, pues el tránsito aludido ya funda la relación metonímica del lenguaje. La conciencia procede gradativamente en sus determinaciones. George Lakof y Mark Johnson confirman con bastante retraso, en este aspecto, la fuerza metafórica del concepto. Efectivamente, son sus palabras, “el sistema conceptual humano está estructurado y definido metafóricamente”.258 Y por eso pueden explicitar en la Gestalt y en el concepto de causalidad un “núcleo de emergencia” del que deriva una serie de propiedades que resumen, en realidad, y de forma implícita, 257

Walter A. Koch considera que el poeta, en este sentido, “Es el acompañante concreto del filósofo y lingüista. Los segmentos ‘poéticos’ concretos están con frecuencia más llenos incluso de buenas ideas, intuitivamente más esenciales que los sistemas abstractos de las correspondientes ciencias”. [“Poetizität zwischen Metaphysik und Metasprache”, Poetica, 10 (1978), p. 286]. Y por eso la poesía potencia el lenguaje e incluso (Ibid., pp. 340-341) “Wissenchaft ist Poesie mit anderen Mitteln” (Ciencia es poesía con otros medios). 258 Lakof, G. – Johnson, M., Metaphors We Live by, The University of Chicago Press, Chicago, 1980, p. 6.

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salvatis salvandis, los principios de conformación textual. El conjunto de implicaciones de la Gestalt resulta, dicen, “más fundamental que las partes que lo componen”.259 Es el horizonte fenomenológico de toda ciencia, añadimos nosotros, ya rastreable en la reflexión de Humboldt, Hölderlin, Hegel y en el a priori de correlación derivado de la prevalencia ontológica antes citada. Una tradición que remonta muy lejos en la historia del pensamiento y que Amor Ruibal ha sintetizado como principio formal que otorga carácter científico a la lingüística. Hölderlin avanza notablemente la gnoseología moderna bajo diversas formas de nominación y pervivencia, al mismo tiempo, de la forma mentis. El nombre es precisamente el punto variado de esa unión continuamente denominada de otro modo, sobre un fondo de metonimia, como sugiere Thierry Simonelli comparando y diferenciando la actividad significante del sujeto-objeto de Hölderlin con el homónimo de Jacques Lacan, que sería lógico,260 por tanto posterior, mientras que aquél, como el de Amor Ruibal, es ontológico, y según nuestra preferencia, ontopoético. Ahí se da para nosotros la relación transitiva originaria, el lecho de la objetividad de fondo, el umbral de la predicación. Asistimos, por tanto, a una dialéctica cuya realización es algo dicho que se trasciende de inmediato en su decir. Este resumen, muy sucinto, de la ontopoética de Hölderlin confirma, una vez más, la relación vinculante del lenguaje y su fundamentación poética.261 El transcurso de la actividad consciente que contempla lo que piensa realizándose y viéndose resonando en ello, sintiéndolo, es el poema. La unidad poética acontece en la simultaneidad de su decurso aunque se da aparentemente por trancos. Y en tal sentido, el poema de259

Ibid., p. 79. (Cf. pp. 80-81). Simonelli, Th., “Conscience et être chez Hölderlin”, http:// dogma.free.fr/txt/holderlin1.htm. 261 No entramos en las implicaciones lingüísticas que se derivan de la significación según la concibe Hölderlin. La prevalencia de la relación ser; familiaridad de los términos en el contenido; la igualdad de potencia activa de la forma en el modo de contraposición; el continuo dialéctico de la tendencia y progreso diferenciado del lenguaje; las distinciones de materia, sustancia, contenido y forma; la pregnancia del tono en la Gestalt, son precedentes, entre otras relaciones, y según corresponde a cada uno de los citados, de Amor Ruibal, Husserl, Fritz Mauthner, Ludwig Wittgenstein, Louis Hjelmslev (con él casi toda la semiótica, especialmente Umberto Eco), de Heidegger y de cuanto veremos en la textualidad con Janos S. Petöfi, etcétera. 260

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viene el transcurso mismo de la conciencia y de la vida, trátese de un fragmento o de la Divina Comedia. Convoca en su ser la plenitud de los entes que lo componen, por fragmentarios o imperfectos que éstos se manifiesten. Otro asunto será la determinación de los modos de presentarse. Plasma, en tal sentido, la raíz y origen del concepto en tanto forma mentis. El atributo del pensamiento * La poesía es acción presentante cuya objetividad se autodona como forma viva e imprevisible de la conciencia. El acto reflejo vive en ella sin distancia con la vida que lo impulsa. Es inmanente y trascendente, sensible y categorial, porque sensibiliza el concepto y da categoría a la sensación. Y esto sucede así incluso cuando se trata de representaciones. Su trascendencia se dona también como posible de un imposible acaecido en el acto mismo del don. Es posible la veta donadora. Es imposible, en cambio, su permanencia absoluta, de la que, no obstante, alcanza, como posible, un atisbo suyo, una duración presente e insoslayable que revive de continuo a pesar de la fuga del instante. El poema toca fondo constituyendo la constitución un punto más allá de lo constituido, lo cual es el plus de la vida. Pero tal acto acontece en presencia. El prefijo re tiene marca de presente, porque la constitución se constituye de nuevo. Al representar, atrae lo dado a otro modo de ser remodelando el lenguaje y la vivencia en él ya incursa y constituida. Representar significa aquí presentar la presencia. Su constitución contacta diacrónicamente, en un punto sincrónico, y a pesar de la falla interpuesta, con la vida anterior, y futura, que en ese instante se conforma. En ella se ofrece la vida de la reflexión trascendiéndose, porque el encuentro de la novedad ya es el futuro del pasado. En esto consiste también la juventud de la obra y el júbilo del espíritu que rejuvenece todo lo viejo, ya cantado por Hölderlin en el poema Die Entschlafenen.262 Pero en * Introducimos en éste y el siguiente epígrafe la versión original con algunos añadidos del texto “Groundwork for ontopoetics”, publicado en Anna-Teresa Tymieniecka (ed.), Analecta Husserliana LX (1999), pp. 201-212, y traducido por Rosa María Suárez y Louis Bourne. 262 “Und lebendiger lebt ihr dort, wo des göttlichen Geistes/ Freude die Alternden all, alle die Toten verjüngt”. Hölderlin, Obra Poética Completa, Edición bilingüe, T. I, Coleo, Río Nuevo, Barcelona, 1986 (5ª), p. 148. Traducción de Federico Gorbea: “Y así

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la representación hay un punto inicial irrepetible que origina el proceso. En tanto re, llega tarde, aunque mantiene la moción. Es el retraso más próximo al origen, la curva aún no recurrente de un eco, pues el lenguaje comienza en él como ritmo, actualizando cuanto lo afecta. Su tardanza funciona desde el instante inicial, al que contiene sin retenerlo. El ritmo antecede a la voluntad que lo percibe, expone Lévinas en “La réalité et son ombre”.263 Hay prelación del origen sobre lo originado. El lenguaje, como la existencia, nos precede, dice Martin Buber. No escogemos ni uno ni otra y sólo nos percatamos de ello a posteriori, desde y en ellos mismos. El punto de tangencia sincrónica de la diacronía es conacencia temporal, de la que guardamos claros ejemplos en la poesía romance. En ese instante locativo, pues existe un locus-tempus del acontecimiento –el poema–, va también implicada, como estado presente, la materia pneumática de la voz habida en la palabra. Esta conexión o sintaxis diacrónica de la presencia halla un universal vivo de la materia en el pensamiento. Cada acto articulatorio del lenguaje aviva el aire común del hombre, de tal modo que las distintas formas de presencia son los diversos presentes de cada época, cultura e individuo. La diferencia acontece en lo común de la vida sin repetirse nunca de la misma manera. No hay clonación diacrónica. Esta conexión es muy diferente, por ejemplo, de la cobertura –Verdeckung– o del entre –Zwischen– de un soporte material y un mundo de imagen en única unidad de sentido –”das einheitliche, sinnzusammengehörige Ganze von realem Träger und vom ihm getragener Bildwelt”, como la define Eugen Fink.264 Dos hechos diferencian a esta imagen, referida al cuadro pictórico, de la presencia o dinámica significante del poema. Aquí, la transparencia del soporte es momento interno suyo, porque corresponde al ritmo transparentar la común presencia de la materia en el individuo. El poema no disimula ni abstrae, como sucede en la imagen de Fink, la presencia material del significante, sino que recupera la proximidad reducida en la abstracción funcional del signo y resalta su resonancia en el vivís, más vivos que nunca, en este divino/ júbilo del espíritu, que rejuvenece a quienes envejecen,/ que rejuvenece a todos los muertos”. (Ibid., p. 149). 263 Levinas, E., “La réalité et son ombre”, Les Temps Modernes, n° 38, 1948, pp. 774775; reproducido en Les Imprévus de l’Histoire, Fata Morgana, Montpellier, 1994, p. 128. 264 Fink, E., Studien zur Phänomenologie, 1930-1939, Phn. 21, Martinus Nijhoff, Den Haag, 1996, pp. 74, 76-77.

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cuerpo o materia sensible –Leiblichkeit–. Asimismo, la transparencia actúa y reacciona en el interior del mundo constituido. Por una parte, recupera el origen vivencial de la constitución y, por otra, busca el asentamiento, nunca estático, de un sentido. El otro hecho diferencial atañe a la no coincidencia o arbitrariedad de la conexión de las determinaciones material y mental –significante y significado– en la unidad de imagen, también según Fink. Aunque la capa de rojo en la tela es el mismo color del crepúsculo, pero sin coincidencia real entre ellos, si bien con una realidad común en el mundo de imagen –superficie de la tela, trazo–, y en esto consiste el soporte,265 tal observación no afecta al aire articulado por la palabra, que sí es el mismo para todos a pesar de su diferencia individualizada en el hablante y en la obra proferida. Con él disponemos de un interior externo incluso más originario que el sensible procedente de la dilución de las formas en la kinesia de los sentidos. Es pneuma. La profundidad tangente e individualizada (la profondeur de Merleau-Ponty) hay que buscarla en el punto locativo del tiempo articulado, donde se configura, unidos el aire y la acción de los músculos, el espaciotiempo del habla. El hablante constituye su propia unidad locativa de tiempo sobre un fondo común vital y pneumático, del que procede ya como individuo, ya como palabra recibida. La Sinnesartikulation abre también un espaciotiempo receptivo común al aire inhalado y al externo, siempre el mismo. Ahí comienza la transitividad de la introyección o “Einfühlung” rítmica. La comprensión se efectúa en tal espaciotiempo, a la vez inmanente y trascendente, reconociendo y renovando así la vida actuante. Trasciende en un interior ya convocado desde fuera, a veces –las más–, anónimo, incluso cuando parece llamar con nombre propio, porque, debajo de él, hay todo un coro de voces sintéticamente asumidas. Antes hemos aludido a una falla intermedia en el centro de la conexión sincrónica de la diacronía. El punto de engarce acaece en el rescoldo del pasado, nunca en el pasado mismo, tal cual era. Conocemos esto desde Sócrates. La conexión se produce saltando la falla hacia adelante, en la vida desde la vida misma. El impulso viene del júbilo o encuentro en la matriz originaria del concepto, lo cual implica una nove265

Ibid., pp. 76, 77.

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dad del tiempo, un presente continuamente despresentificado,266 pues su retención consiste en trascenderse hacia un más de sí posibilitando la imposible presencia continua de sí mismo. En esto consiste el futuro. La representación implica un espacio expectante. Ahora bien, éste no es, como supone Fink y la fenomenología, horizontal. Su concepto emerge de aguas más profundas. Lo impensado son los pliegues acaecidos en las fases impresivas o penumbra constitutiva del espacio, la sombra de Lévinas, sobre la que se funda, de acuerdo con Husserl y Fink, una impresión originaria –Urimpression– abstraída de la temporalidad viviente.267 El espacio poético es trasfondo del fenomenológico, pues lo subtiende. Aquí entran, por ejemplo, las síntesis pasivas de los sonidos básicos de la lengua –la “vinculación natural” y el “instinto táctil” de Buber–.268 En la nasalización y bilabialidad de la mama infantil coinciden el ámbito del alimento, la ternura y el vínculo tanto expresivo como apelativo y fático del significante. La conciencia donatriz de surgencia poética descubre un mundo nuevo y originario, otro sentido, como si la objetividad ya constituida se desplegara conectando con el fluir actual de la constitución. Esta afluencia acontece como sentimiento o presente sensible en el que se dan tanto el recuerdo del pasado como la novedad del futuro y cualquier forma sobre ellos asentada. Antes que contenidos, son formas de un espaciotiempo sentido, aunque después sintamos de modo diferente en cada etapa de la vida. Buber entrevió este fenómeno eferente al advertir que la creación manifiesta su formalidad en el encuentro dinámico y captante del sentido, no en la pura pasividad,269 como sostiene Lévinas. La pasividad extrema desarrolla en el acto receptivo de la impresión, o llamada, una emergencia resonante. En el ritmo coinciden llamada y respuesta. Convoca. Es vocación. Así recuperan los conceptos 266

Usamos aquí el término de Fink –Entgegenwärtigung–, que contiene el espacio de olvido constante que la representación o nuevo conocimiento supone. Es tema ya tratado por Sócrates en El Banquete platónico. 267 Fink, E., Studien zur Phänomenologie, op. cit., p. 22. 268 Buber, M. “Ich und Du”, en Das Dialogische Prinzip, Verlag Lambert Schneider, Gerlingen, 1992, pp. 28, 31. 269 “Die Schöpfung offenbart ihre Gestaltigkeit in der Begegnung; sie schüttet sich nicht in wartende Sinne, sie hebt sich den fassenden entgegen”. (Buber, M. “Ich und Du”, op. cit., p. 29).

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el fondo conceptivo y erógeno, la matriz fecunda de su presencia. La poesía resuelve entonces el problema vivencial del método fenomenológico, pues su acto evidencia el fondo de la constitución. El poema asiste a su propio proceso presentando la conciencia en estado constituyente. Es acto vital puro. La resonancia fecundante del concepto podemos espigarla en ciertas consideraciones filosóficas de Francisco Suárez y Amor Ruibal. La relación del sujeto con la realidad es también real270, comenta Antonio Machado desde una consideración fenomenológica de “pensamiento poético”. Tal denominación introduce en el estudio del lenguaje una novedad específica que subtiende los discursos propios de la Filosofía y la Lingüística consideradas como ciencias del discurso o decurso del entendimiento aplicado a los fenómenos descriptivos y explicativos del conocimiento. En esta actividad de la conciencia existe un componente de formalidad objetivante que actúa desde los primeros vagidos de la sensibilidad como respuesta a la llamada exótica del mundo. Su acción flexiva tiene origen mesológico, término empleado por Amor Ruibal para resaltar la influencia motivadora del medio en la organización del lenguaje y del conocimiento, anterior, por otra parte, a la famosa condición circunstancial del sujeto en Ortega y Gasset. El componente objetivo se forma y formaliza desde y en la circunstancia de la existencia, donde se fundamenta, a su vez, la base de la articulación –Artikulationsbasis–,271 desde las capas liminares de las síntesis pasivas hasta la procesualidad del ser propiamente dicho. Es formalidad poética del conocimiento. En tal sentido, los conceptos de “proles mentis”, “fictio mentis” y 270

“Cuanto es aparece; cuanto aparece es”; “Se preguntará: ¿cómo, si no hay problema de lo que es, puesto que lo aparente y lo real son una y la misma cosa, o, dicho de otro modo, es lo real la suma de las apariciones del ser, puede haber una metafísica?” Machado concibe un “pensamiento poético”, cualitativo, cuyo proceder tiene “como principio evidente la realidad de todo contenido de conciencia”, y a partir de él emprende, con el artificio del heterónimo Juan de Mairena, es decir, desde un supuesto de otra consideración de sí mismo en cuanto perspectiva de conciencia, “la génesis del pensamiento lógico, de las formas homogéneas del pensar: la pura sustancia, el puro espacio, el puro tiempo, el puro movimiento, el puro reposo, el puro ser que no es y la pura nada”. ( Abel Martín, Edic. Losada, Buenos Aires, 1953 (1943), pp. 50, 51-52). 271 Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filología Comparada… Segunda Parte op.cit., pp. 95-96.

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“existencia” de Suárez, por una parte, y las nociones germinales o “elementos de elaboración natural preconsciente”, de Amor Ruibal, por otra, son decisivos, a nuestro juicio, para explicar, por ejemplo, las intermitencias, tanto entitativas como existenciales, de la procesualidad temporal. Suárez acentúa la fecundación o latitud femenina –”proles mentis”– del conceptus. La realidad fecunda la mente con formalidad atributiva, la forma mentis. El concepto es la respuesta o el parto mental, objetivo, de la realidad en el sujeto. Por tanto, debemos atender en el prefijo ob de la objetividad, como en ex de existentia, al proceso inherente que media entre el prefijo y la base léxica. Es el punto matricial de la fecundación, el lugar sin suelo ni techo, emergente, de la consonancia rítmica.272 A su vez, el correlacionismo de Amor Ruibal resalta en cada nivel de formalización complejidades ónticas y ontológicas que no pierden el halo de vibración existencial, porque el ser y sus atributos constituyen grados de expresión correlativa en cada estadio o nivel de existencia. La dinámica existencial deviene ser como expresión de un conocimiento connaturalizado. Hay una “evolución intensiva” y una “intensidad creciente” desde las formas oscuras de la sensibilidad hasta la intersección denominada «ser», que, por tanto, queda también caracterizada como respuesta natural del hombre en el intramundo de su existencia. El conocimiento adquiere así dimensiones expresivas no ajenas a la dinámica vital de la naturaleza. Sensitivo o perceptivo, responde a necesidad instintiva de conservación.273 El ser es grado intensivo y consonante del existir. La entropía básica del Dasein, así como la plusvalía de la entelequia, o el “entretemps” de Lévinas, encuentran explicación en la unidad existencial, de carácter rítmico, que el poema establece con auto y heteronomía simultáneas. Al sentirse, el ser evidencia un desfondamiento –Abgrund– que se constituye por ello mismo en fundamento originario –Urgrund–. Tal constitución es consonante. La denominamos ritmo. Surge así una “re-ligio” natural cuyo destino es el misterio abierto en la profundidad abismada. Su fe aboca a una disponibilidad reso272 Suárez, Fº., Disputaciones Metafísicas, Edición bilingüe, Gredos, Madrid, 19601966. Cf. I, 6, 26; II, 2, 8, 9; LIV, 1, 10; XXXI, 4, 6, etcétera. 273 Amor. Ruibal, A., Los Problemas Fundamentales de la Filosofía y del Dogma. Tomo Octavo, op. cit., [504] p. 316; cf. también ibid., Tomo Noveno, pp. [52] 40-41.

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nante, como la calma –Gelassenheit– y la proximidad del presente en Heidegger”,274 o la apertura interlocutiva, tal el caso de Paul Celan en Der Meridian, aunque la remisión termine en un Imposible o resonancia inmaterial de la tierra.275 El remitente, diluido su yo en la proforma anónima del Tú, intuye un interlocutor cuya sombra se configura detrás del ser como su reverso. Es el Dios último de Heidegger, el “autrement qu’être” de Lévinas o el “objeto erótico trascendente” de Antonio Machado.276 Todos ellos buscan el fundamento en y tras las espaldas del ser. Sin embargo, los reversos categoriales muestran en el proceso una tensión afectiva y fecunda que ya es principio inherente de significancia. Descubren una concepción interna del conocimiento. Desde un punto de vista fenomenológico, parece, pues, que toda proyección constitutiva responde a función poética. La intuición trascendental opera como un haz de luz en un ámbito transparente. Recorre y presupone una estancia vítrea. La poética, en cambio, objetiva objetivándose. Es materializante. Transforma el aire en nuevas resonancias suyas. Nos dice que realmente no existe materia sin cuerpo resonante, pues eso así llamado sería, sin él, otra cosa. El poema desentraña el fondo materno –mater– de la materia. La alteridad también le concierne. Observamos este fenómeno en los movimientos y juegos de los niños, que continuamente remodelan, destruyen o transforman objetos y sustancias flexibles, entre ellas la del aire ensayando nuevos sonidos u otros ya existentes, pero, aun aquí, gustándose y sintiéndose en la novedad articulada. Alteridad del ser transido Este dinamismo nos sitúa ante un otro que se anuncia dentro de uno mismo de otra manera. Es tendencia erógena y filiativa. Así la exponen la “autokinesis” socrática y el exotismo de Lévinas, cuyo fundamento remite, en una y otro, a un Bien o Belleza última que, a la postre, reconduce el deseo alterativo y heterónimo a Deseo sin límites o punto originario y pneumático de toda filiación. La heteronimia descubre en274

Heidegger, M., Gelassenheit, Verlag Günther Neske, Pfullingen, 1959, p. 23; Wegmarken, V. Klostermann, Frankfurt, 1976, p. 78. 275 Celan, P., Der Meridian und Andere Prosa, Suhrkamp, Frankfurt, 1983, p. 61. 276 Machado, A., Poesía y Prosa, Tomo IV. Prosas Completas (1936-1939), op. cit., p. 1969.

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tonces una transitividad textual graduada, de la que El Banquete de Platón es buena muestra. Termina con una visión real, y táctil, del Bien, previo tránsito del impulso presente por el rescoldo de lo antiguo, que, latente, conecta e interpreta lo nuevo. Si el ser así determinado se rige y ha de regirse por la ejecución de lo intuido según impulso en él traslapado, aquel Deseo inconmensurable, de recuerdo inmemorial para Lévinas, con Platón al fondo, se resiste a una versión intransitiva. Lo contrario sucede, a fin de cuentas, en dinamismos de conciencia como los de Heidegger. Antonio Machado anota esta limitación del filósofo alemán en la poética martiniana: “Heidegger no repara en que pretender llegar a ser –werden– otro, es el único hondo afán que pueden agitar las entrañas del ser, según explicaba o pretendía explicar mi maestro Abel Martín”.277 Al quedar la memoria fuera del horizonte, la verdadera esencia es inalcanzable e intraducible. Surgen entonces la huella y el infinito. La alteridad se convierte en heteronimia pura, y en tal caso habrá que hablar de ella como “autrement qu’être”, o en creación constante sin otra conexión con el pasado que el rescoldo genealógico o el arqueo del horizonte. En el primer extremo, Lévinas, y, en el segundo, Michel Foucault, representan ambos las tensiones máximas, con Jacques Derrida y Paul Ricoeur en medio, de este fenómeno. Ahora bien, si la presencia del deseo se extiende al fondo mismo de la intuición y expone, para escándalo de la lógica, una figura en la que aparece, sobre el límite, algo imposible que transita espacios posibles, entonces todavía cabe revisar, a esta luz, aquel horizonte y, en él, sombras y trasfondos, como propone Antonio Machado antes y de otro modo que Lévinas y Fink. Hay un fondo que desfonda lo real reconvirtiéndolo. El concepto de “autrement” de Lévinas aún sería un subtexto, lo otro radicalmente heterogéneo, como también propone Antonio Machado. El ente y el ser serían, tal como los conocemos, figuras alterativas y heterónimas de lo Otro. Cabe, por tanto, revisar los asentamientos ontológicos del fondo óntico, existencial, e inquerir en éste la matriz ontopoética que, desde el sensible y el concepto, como vibración suya, nos proyecta sin pausa a lo otro de sí abriendo ranuras, por lo menos dibujadas, en el frontispicio de lo imposible. El hombre dispone de tal potencia. Queda abierto a lo inesperado, con ansias de más vida: apertura so277

Ibid., p. 2362, nota.

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crática y levinasiana del hijo, el suyo y él mismo reengendrado. De este modo, la libertad para la muerte –”Freiheit zum Tode”– de Heidegger se transforma en libertad de y para la vida, porque la angustia ante la muerte desata, antes que resignación estoica, rebeldía poética, de la que nace, como dice Antonio Machado por boca de Juan de Mairena, a propósito del rechazo de la muerte en Miguel de Unamuno, un valor ético innegable.278 La vida grita desde sí misma contra su finitud, cuyo posible trasmina la certeza de su vivencia actual. La posibilidad de la muerte la haría, en cuanto vivencia, imposible, siendo ella precisamente lo posible de todo imposible. La unamuniana libertad contra lo ineluctable descubre, a su vez, aquel carácter ob-ligado y, según Paul Celan, también ineludible, de la existencia, su apego óntico, a pesar de la falla que la subtiende. Vivido como experiencia alterativa, este hecho impulsa a otra dimensión de la existencia más allá del cumplimiento ejecutivo. La posibilidad poética astillada en lo imposible es una derivación de este valor existencial, donde coinciden ética y poema, o donde la poesía se entreabre como ética, porque son ya una misma cosa. El conocimiento poético, erógeno, deriva así hacia una ética de signo existencial. Lévinas dedujo esta transcendencia, para él de signo no entitativo, al analizar la “modalidad inaudita de lo «autrement qu’être»” revelado en el poema. Afirma entonces una prelación ética y esto significa que, al constituirse el ser en el ente, ya lo precede un olvido inmemorable, porque el hombre no fue sujeto de su elección, a la que, sin embargo, se debe y sujeta, sobre su albedrío. Hay un trasfondo prelógico anterior a toda analogía. Derrida denuncia en este giro un uso del ser a espaldas suyas, porque lo alejado se distancia aún desde él. Sin embargo, el hombre tiene noticia de ello por la inquietud que le provoca sin que el horizonte fenomenológico de la esencia lo explique suficientemente. La distorsión precede incluso a la intuición esencial y ningún acto ejecutivo dará cumplida cuenta del singular acontecimiento. La constitución poética refleja asimismo tal fenómeno. El poema también nos elige al margen de nuestra voluntad –”L’élu” de Mallarmé, que Sartre reduce, como en el caso de Baudelaire, a libre y estudiada elección del sujeto– y nos obliga sujetándonos a su llamada, de la que ya depende la existencia del individuo. El desasosiego antecede al cauce 278

Ibid., p. 2365.

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del poema, aunque su respuesta parte de la misma raíz de la llamada. Aspira a un Decir, nunca del todo Dicho y, en cuanto tal, trasciende hasta el orden constituyente. Poema significa alteración, heteronimia, ser Otro muy otro de lo que se está siendo en cada instante singular e ineludible. Tal estado se manifiesta como menos valer, dice Lévinas, o incompletud de lo presentido, aunque, caso paradójico, deviene plusvalente, porque incluye el lazo obligante que lo subtiende. En esto consiste el alcance ético de la poesía. Los nombres, y las cosas por ellos presentadas, se sustituyen e implican, pronominalizados, porque su alteridad concluye en heteronimia, ya que todos se responden, como si fueran un solo nombre, o una sola cosa. Son vasos comunicantes de la existencia. Si llamamos transser –lo transido– a esta otredad constituyente, nombramos así el a priori poiético de la gnosis, que, en cuanto obliga y responde, es, al unísono, ético. A pesar de la huella, tanto en Lévinas como en Derrida, y aunque no haya correlato objetivo del tránsito –intuición ejecutiva–, la inversión retráctil del poema, sin renunciar, en cambio, al uso de la epojé fenomenológica, pero manifestando su vacío y la transparencia del ámbito así creado, donde los métodos analógicos y abductivos son tan sólo índices propedéuticos, nos sitúa ante un fondo desconocido y anónimo que habla más allá del ser tal cual hasta ahora, por su apariencia, lo conocemos. Este fondo desfonda el horizonte perceptivo en una dilatación sin precedentes. Un más allá transitivo cuyo proceso queda implicado, como transido, aunque insuficiente, en el decurso del tránsito. Establecemos así una transidencia dinámica que refleja la inquietud y nomadismo interno de todo habitar o residencia. El otro así prefigurado queda abierto, entonces, a preguntas y respuestas –si en otro y por otro– cuyo alcance depende de revelaciones y desvelos acaecidos en el transcurso, o de posibles apariencias y manifestaciones tan anónimas cuan heterónimas. En tales casos, trátese de nuevos aportes de la experiencia, de hipótesis aún no verificadas –hallazgos de Max Plank y Einstein en física–, o de dones gratuitos, poéticos –Paul Valéry– y místicos –San Juan de la Cruz–, semejantes fenómenos instauran, por el hecho de darse, un espacio crítico inevitable que también pertenece al tránsito. Así pues, no hay poética, ni ética, ni conocimiento, sin crítica. El poema moderno lo entiende así desde el Simbolismo. Es lo que Sartre educe en el análisis poético de Mallarmé: “nous sommes au temps de la Poésie critique qui est

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á soi-même son prope objet”.279 Pero este hecho tiene un signo diferencial respecto del kantiano, porque ahora, sobre categorizar para entender el fenómeno, abrimos, por un lado, la cápsula del concepto, siempre inevitable, y lo rodeamos, por otro, para descubrir su trasfondo, el espacio despejado y preterido por su constitución reductiva. De ello depende también el futuro del sentido para el hombre, pues su proyección no opera libremente sin conocer o presentir la forma del encuentro, como nos decía Buber. El espacio crítico funciona desbrozando y creando las condiciones posibles y óptimas del futuro, el cual entreabre, por sí mismo, no sólo lo imposible verosímil que la naturaleza no ofrece en sus formas y leyes, donde ya situaba Vico la materia específica de la poesía, sino además el tiempo que lo fecunda. Aislado y visto desde su propio cerco entitativo, el hombre es una posibilidad imposible. Antes que Heidegger, Mallarmé señaló la insistencia del ser en la muerte, si bien allí como completud y aquí como impotencia. “Puisque le poéme est suicide de l’homme et de la Poésie, il faut enfin que l’Être se referme sur cette mort, il faut que le moment de la plénitude poétique corresponde á celui de l’annulation”.280 Sin embargo, la dimensión transitiva, el otro que transe al hombre abriendo puertas en la imposibilidad de su posible asume también esta anulación o ápice transfiriéndolo a una autofiliación heterónima. El hecho mismo de que atendamos ahora a este fenómeno prohíja, como figura, los textos transitivos de Mallarmé y Heidegger. El otro es la cara oculta, aún no del todo visible, que el ser ansía como ente. La veta alterativa que lo transe nos permite entrever los posibles filiativos. Su reducción a lo que ya es queda también alterada por lo que aún ansía. El endocentro de la reducción pulsa realmente centrífugo. El ansia de más –Unamuno– o el deseo de yoidad extrema –Lautréamont– no se ahogan en el reencuentro del origen, sino en el futuro que su hontanar promete. Origen es engendramiento. Así también el poema en cuanto fenómeno imprevisible, tan heterónimo cuan autónomo. Su paradoja cifra la constitución del ente. El engendramiento continuo del origen matiza la tesis de la creación paterna o fecundidad erótica de Lévinas. No se trata, resume Fabio 279

Sartre, J. P., Mallarmé. La Lucidité et sa Face d’Ombre, Gallimard, Paris, 1986,

p. 162. 280

Ibid., pp. 163-164.

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Ciaramelli, de una relación causal entre padre e hijo, cuya libertad quedaría en entredicho, sino de “la producción del origen en el ser”.281 Es así como uno resulta su propio hijo y ello disocia a la identidad, que ya es alterativa –no hay yo sin otro–, de la ipseidad282 o separación egotista –nihilismo complaciente del “soi”–, necesaria pero no suficiente, del sujeto respecto de la trascendencia que lo subtiende. Semejante origen cifra lo nuevo de cada instante. Es el amor, “lo que no es todavía”, el “aún no” de un tiempo por venir, pero ya anunciado en el engendramiento constante del ser como modalidad suya contra la muerte, porque el tiempo del hombre es alterativo. La muerte aún contiene el ser para Otro en lo de sí del ente. Su resistencia u obligación existencial, la rebeldía unamuniana, abre un sentido Otro, el “Au-delà du possible”, sobre “les possibilités inscrites dans la nature d’un être”,283 base de lo que nosotros entendemos por posibilidad de lo imposible, superando así el imposible verosímil de Vico. En el poema hay una plusvalía naciente de la que el padre no es causa adecuada. Los factores genéticos y mesológicos tampoco la agotan con sus explicaciones. Más bien la suponen. Es un plus existencial, el don de la vida o encuentro originario por ser en éste y no en otro momento. El engendrar del origen. Entonces, la vida tiene otras dimensiones que las registradas por el acto ejecutivo, que siempre llega tarde a la cita. En lo Otro de mí hay una voluntad, comenta Lévinas, un principio de significancia, interponemos nosotros, del que no soy dueño en mi dominio y escapa, en mí, a mi propia muerte, creando un sentido diverso, otra modalidad de vida. Ya actúa, plusvalente, en la propia obra: autofiliación en lo Otro de sí. La muerte viene a ser en Lévinas figura postrera del rostro, la huella más inmediata a su desvelamiento. Guarda, por una parte, rasgos directrices de las ideas kantianas, pero, por otra, abre al infinito socrático de Platón, y no siempre por vías disímiles. Esta apertura, de signo erótico, define el tránsito y deslíe el poso verbal del sujeto conectándolo con el flujo incesante de la vida. Tal des-pliegue concentra en unidad operativa el doble carácter, au281

Ciaramelli, F., Transcendance et Éthique. Essai sur Lévinas, Éditions Ousia, Bruxelles, 1989, p. 194. 282 Ibid., p. 191. 283 Levinas, E., Éthique et Infini, Fayard, Paris, 1982, p. 62; Totalité et Infini. Essai sur l’Extériorité, Martinus Nijhoff, La Haye, 1971 (1961), pp. 247, 262.

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tónomo y heterónimo, del poema. Como resonancia existencial, el ritmo corporeíza en el lenguaje la curva de un pliegue cuya tangencia es, en el mismo instante, punto de fuga. Ese doble movimiento contiene y explicita el homólogo de la existencia en tanto tensión consonante. Su punto táctil convoca el espaciotiempo del cuerpo como sentido erótico, es decir, en continua llamada fuera de sí, desde, en y por otro. La poesía descubre el modo de emergencia fenomenológica. En cuanto tal, como fenómeno que se autoasiste viéndose de continuo otro, abre la dimensión ontopoética y predicativa del lenguaje. Es ámbito de resonancias consteladas. PREDICADO DE EXISTENCIA Se resuelve así, creemos, la alternativa de considerar el predicado como atributo del sujeto, en la línea de Port-Royal, o sólo como relación y acontecimiento, acto, según Leibniz.284 Si el mundo es, de acuerdo con este filósofo, el predicado de fondo, siempre el mismo, todo acontecimiento, cambio o predicado (verbo) lleva esta marca como atributo del ente inmerso en el mundo, a no ser que el sujeto sea sólo un punto de relaciones entreveradas, pero, aún así, precisamos un centro de apoyo enunciativo, un polo de referencia. En tal caso, las descripciones posibles del mundo ya comportan, según Oswald Ducrot, un índice de existencia y unicidad.285 Cada predicado especificaría relaciones de una clase en la que figura incurso el sujeto, como sucede en la lógica de relaciones y diagramas de Charles S. Peirce. Y entonces, se replantea la cuestión de nuevo. La simple nominación del término, observa David Cohen en la frase existencial delimitativa, del tipo il y a (hay), vale la afirmación de su existencia.286 El tránsito de selección y extracción de un miembro de la clase a que pertenece se da como predicado en un lugar impersonal de existencia. El nombre comporta existencia nominativa. Nombrar le hace hueco o, más bien, lo existente emboca y ahueca nombre. El lenguaje se muestra entonces condición interna del proceso de elucidación. Tal es el resultado a que llega Michel Henry invirtiendo la tendencia hasta ahora común de considerar «la fenomenología del len284

Cf. Deleuze, G., Le Pli. Leibniz et le Baroque, Minuit, Paris, 1988, pp. 70ss, 94ss. Ducrot, O., Dire et ne pas Dire. Principes de Sémantique Longuistique, Hermann, Paris, 1980 (2ª), 222, 230. 286 Cohen, D., Essais sur l’Exercice du Langage et des Langues, op. cit., p. 70. 285

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guaje» como reflexión sobre un tema u objeto o modo específico de darse frente a otros como el de las formas sociales o el del arte: “le langage appartient au contraire aux conditions internes de ce procès d’élucidation, s’il est vrai qu’il porte en lui la capacité de faire voir ce qu’il désigne en le nommant avant d’en poursuivre l’analyse dans les affirmations spontanées du sens comun comme dans les propositions élaborées du savoir scientifique”.287 La proposición misma, añade, se presenta en el darse del lenguaje como sentido del mundo y no sólo referencia de las cosas y objetos que muestra en su forma. Y por ello, “Le Dire primitif n’est donc jamais du côté de ce qui est dit, c’est-à-dire montré, il est ce qui montre”.288 Al instituirse, en el lenguaje surge, saliendo de sí, la conciencia. Se transe inaugurando un correlato (relata) que la descubre transcendente. Distancia intencional de sí a sí cuya raíz tend contiene el origen metonímico: tensión de onda, voz, cuerpo, de atención, escucha, visión presignificante del sonido, inquietud (Unruhe) de Leibniz. La proposición no disocia el lenguaje respecto de la percepción sustituida por el proceso significativo, sino que éste percibe a su modo en cuanto producto del proceso. Es el mostrar de-mostrativo, la conacencia prelatada en la conexión requerida por toda forma para darse cuenta de sí misma y ser objeto y sujeto de análisis. Aquí se produce la inscripción que determina lo in-de-terminado, pero aún sin término propio, sino su previsión mostrativa, el espaciotiempo, la apertura fórica. El acontecimiento, el fenómeno, resplandece la existencia del ente. La vida. El Poema. Si recapitulamos, comparándolos, el fondo sustancial y la dinámica opositiva de Humboldt, Hegel y Hölderlin sobre la base de constitución objetiva, con sus diferencias formales, supensiva y sobrepuesta, absorbente, en el primer caso, y metonímica, familiarizante, en el segundo; si ciframos tal alternancia en la condición de posibilidad determinante de la indeterminación originaria; si atendemos al proceso intermedio; si concluimos, desde tal base, con Michel Henry, que el lenguaje es condición interna del proceso reflexivo, entonces obtenemos, con tales antecedentes, el fundamento fenomenológico del len287 Henry, M., “Phénoménologie matérielle et langage (ou: pathos et langage)”, en Alain David et Jean Greisch (dirs.), Michel Henry, l’Épreuve de la Vie, Cerf, Paris, 2001, pp. 16-17. 288 Ibid., p. 17.

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guaje, el cual –aquél–, mostrándose segundo, como resume Vincenzo Vitiello al tratar la especulación hegeliana,289 ya asiste realmente como primero a la elucidación de la sustancia y, podemos decirlo ya, del proceso significante. Por eso Heidegger –lo trataremos– equipola finalmente “la esencia del lenguaje” con “el lenguaje de la esencia”. Desde tales hipótesis, observamos, por ejemplo, que los sistemas estructural, funcionalista y generativo de la lingüística actual tienen precedentes claros en Herder, –tendríamos que detenernos asimismo en Étienne Bonnot de Condillac–, Humboldt, Hegel y Hölderlin –haríamos ahora un alto en Auguste Conte-: diferencia entre materia, sustancia, forma y contenido, intersubjetividad dialógica, dualidad analítica del signo, función opositiva para delimitar sus unidades, principio de negatividad implicado –lógico y fonológico–, estructura sistemática del lenguaje, trasformación mediada, transitividad objetiva, secuencias de superficie y profunda, proceso metonímico de significancia, cruce entre aquéllas, proyección de espacio y tiempo en el modo conceptivo –teoría categorial del nombre en tanto sustantivo y verbo con sus adjuntos respectivos–, familiaridad léxica y semántica, etcétera. Los nombres de Saussure, Louis Hjelmslev, Lucien Tesnière, Roman Jabokson…, Noam Chomsky, van superponiéndose fácilmente, pero también el de Ludwig Wittgenstein y cuanto de él se deriva hasta hoy mismo. La lingüística es fenomenológica. A esta conclusión llega, por otra vía, Felipe Martínez Marzoa desde una prevalencia platónica del decir considerado como dialetikós (diálogo) o “la relevancia de lo que siempre ya está aconteciendo”.290 Humboldt, Hegel y Hölderlin suscribirían este planteamiento. La familiaridad, de un lado, y lo por siempre de tal modo, por otro, cifran lo nuevo de la esfera de cuanto aparece siempre “por tal manera”, como canta Jorge Manrique en sus famosas Coplas medievales. Para Martínez Marzoa se delimita así la diferencia entre lo «lingüístico» –lo emergente que dice– y lo «meramente lingüístico» o enunciado resultante,291 el equivalente, en esto, a nuestro parecer, del “mero signo de Hegel”. Lo «lingüístico» constituye, por tanto, el fondo fenomenológico. 289

Vitiello, V., La Palabra Hendida,Ediciones del Serbal, Barcelona, 1990, p. 161. Martínez Marzoa, F., Lingüística Fenomenológica, Antonio Machado Libros, Madrid, 2001, p. 64. 291 Ibid., p. 77. 290

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En tal sentido, y si el resultado (ergon) fuera algo aislado, incluso suspendido, sin más, valdría la distinción semejante entre forma y realidad externa tematizada. Ahora bien, el tema de la lingüística fenomenológica es posición determinante del rema incurso en el nombre (ónoma). La función del análisis en la hermenéutica aristotélica no desaparece ni se suspende en sentido hegeliano, ni tampoco en razón del tema propuesto. El análisis queda inmerso en lo analizado y, por ello, accede el nombre a caso y flexión. La energía dialéxica lo abre y expande. Otro asunto es que lo analizado a distancia sea la realidad significada o en sí misma, como cree la categorización gramatical de la lingüística. En consecuencia, la suspensión o epojé del concepto de realidad «extralingüística» desde un origen acrítico presupone, a su vez, que ya existe un preconcepto real cuya moción nos tienta a prenderlo, captarlo. La realidad se manifiesta realizándose y se descubre incluso cuando la encubrimos o la apelamos diciendo: “para, detente, que te analizo”. La lingüística fenomenológica acontece en el curso del dis-curso y éste es decir por excelencia constantemente renovado en un saber que se va sabiendo, prolativo. Si el texto es, en cuanto tal, género, como sostiene Martínez Marzoa interpretando a Aristóteles, lleva génesis dentro: engendra. Es textura, el hilado del tejido. He aquí un sustantivo cuyo rema fija a un tiempo el hacer, lo hecho y lo aún haciéndose. Hay una actualidad de pretérito en el curso de su estado. La hay. El tiempo es aquí su propio modo. Un punto. Una puntada. El instante del nombre. Todo un plexo de relaciones subyacentes. Su tema es rema. Contiene verbo. ONTOPOÉTICA Y TAXIA DEL SIGNIFICANTE* El proceso de elación significante lo trata también Husserl desde la vivencia que el acto sonoro supone. Acontece éste en un horizonte de * Este texto reproduce, con ligeros añadidos, el títulado “Ontopoética del significante: el palpo del signo”, en Anna-Teresa Tymieniecka (ed.), Analecta Husserliana LXXIX (2004), pp. 393-418. El término “taxia” indica el orden constituyente desde un tacto originario en principio corpóreo, pero luego también intelectual: allí donde la mente toca asociando, subsumiendo, recubriendo, uniendo algo, una formalidad suya, etcétera. Y para el término “ontopoética” remitimos al epígrafe de igual nombre en A. Domínguez Rey, La Llamada Exótica. El Pensamiento de Emmanuel Lévinas. Eros, Gnosis, Poíesis, Edit. Trotta, Madrid, 1997, pp. 350-374.

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comunicación y, en cuanto tal, es una señal como otras del mismo género. Pero en el lenguaje experimenta un cambio intencional diferente, nuevo. Husserl indaga el trasfondo fenomenológico del significante desde las capas profundas de las síntesis pasivas y del horizonte convergente de experiencia. La intención incursa en el sentido. La expresión afecta al conocimiento en su dinamismo. Se genera conociendo. El significante se configura, como sabemos ya, desde la conformación orgánica del feto y admite, en consideración lingüística, varios niveles y desde un fondo inicial ontobiológico. Husserl abstrae el signo verbal de la unidad compleja de la comunicación, donde aún vale el campo de la señal con sus motivaciones. Al señalar, A remite a B como unidad de experiencia y, por tanto, “merced a la palpable mutua implicación de las partes y aspectos de la objetividad aparente”, según dice él mismo de la “conexión palpable” –“ein fühlbarer Zusammenhang”– de las unidades asociadas. Este palpo es algo nuevo y creado en el instante de la conexión o “momento abstracto”. Existe, pues, podemos decir, un tacto conceptual.292 292

“Toda unidad de experiencia, como unidad empírica de la cosa, del proceso, del orden y relación, es unidad fenoménica, merced a la palpable mutua implicación de las partes y aspectos de la objetividad aparente, partes y aspectos que unitariamente se destacan” (Investigaciones Lógicas, I, op. cit., p. 322. Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Erster Teil. Hua XIX/1. Martinus Nijhoff Publishers, The Hague, 1984, p. 36. La referencia al texto alemán irá aislada o entre corchetes cuando se cite conjuntamente con la traducción española). La palabra fühlbar, “ein fühlbarer Zusammenhang”, dice Husserl (Ibid.), indica el carácter sensible, y táctil, de la conexión. Un tacto, no obstante, peculiar, porque refiere más el contenido interno resultante que un objeto propio de la sensibilidad externa. Husserl distingue dos momentos cruciales, la vivencia como contenido o contenidos vividos, que son la base real sobre la que se organiza el objeto ahí naciente de la conciencia en tanto unidad intencional de la implicación mutua, copertenencia y coexistencia de las partes. Hay, por tanto, un incremento fenomenológico, cualitativo, en la vivencia así dada de las cosas, en las que la asociación se muestra creadora: “in denen sich die Assoziation schöpferisch erweist”. La unidad intencional surge en el acto de la conexión, en el ir y venir señalando a una y otra parte “hacia delante y hacia atrás”, “Hin– und Rückweisungen”. Esta elación fenoménica aún pertenece, sin embargo, a la experiencia, si bien su manifestación ya es objetiva, algo más que simple contenido vivencial, y, por tanto, del orden de la conciencia. Advertimos esto porque nos encontramos en la frontera o punto decisivo del paso de un orden sensiblemente animado a otro ya perceptivo y consciente. Husserl parece confiar esta elación al proceso dinámico de la relación asociativa. Constata la emergencia y la agrupación de partes en nódulos

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La manifestación de la experiencia receptiva de las cosas, sus partes, lados o incluso disposición relacional suya, presupone en Husserl, en cuanto unidad fenoménica, un contacto sensible. Al experimentar, se produce un campo de relaciones tendentes a una organización unitaria, como si el objeto fuera el resultado de la imanación sensible de cada una de las impresiones recibidas. La unidad así formada en el nivel de la experiencia constitutiva ya presupone entonces un orden de conocimientos, aunque nos movemos en los preámbulos del conocimiento propiamente dicho. El tacto aquí aludido es, por ello, algo más que una conexión simple. La señal de la palabra referida al sentido que le es propio difiere de aquella otra señal comunicativa. Cabe decir incluso que cuanto acontece en el palpo indicativo de ésta, al ser notificado el signo verbal, procede de un cambio radical efectuado en la vivencia del sonido, cuando se constituye en expresión. La expresión es la apertura creada en el sonido en cuanto éste tiende a algo diferente de la intención intuitiva que lo caracteriza como sonido simple. Al despertar en la vivencia que de él tenemos un carácter intencional alterativo, su intención tiende hacia otra cosa que no es él mismo. Esa tendencia hacia otro de sí convierte su simple materia sonora en tensión fónica o campo intuitivo del sonido articulado. Se abre en él, y tal apertura es una creación, un acto nuevo o “acto de significar”, “ein Akt des Bedeutens”.293 De momento, sólo percibimos la tensión alterativa, intencional, pero ya presupone, desde antes, una “modificación fenoménica esencial” que confiere un sentido diferente a su pura esencia sonora. Ya es significante y lo es por el hecho de tender a otra cosa diferente de sí mismo o porque está inmerso en un fenómeno que lo trasciende desde su pura esencia sonora. Luego vendrá el objeto de la tensión, el blanco de su flecha, pero de momento nos fijamos en esta transición alterativa y dinámica, en el cambio del “carácter intencional de la vivencia”. Sucede que la materia sonora adquiere este sentido al formar parte de un acto que la integra relacionalmente en una referencia a un fenoménicos, pero no aún la confirmación de su engarce interno. Tal es también en lo sucesivo, como veremos, la postura de la lingüística al circunscribir el área fenomenológica del significante. 293 Ibid., Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Erster Teil, op. cit., p. 47.

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objeto mentado. En tal acto, la intuición objetiva de la conciencia –ir hacia un objeto– ha convertido la dinámica fónica, y fórica, del sonido en tensión intencional. Esta tensión es el nuevo espacio significativo: la dirección y distancia comprendida entre el mentar algo la conciencia e intuir el objeto mentado. El mentar acontece articulando la tensión consciente como sonido. Puede verificarse, o no, el cumplimiento intuitivo de esa tensión, pero el origen del espacio tensionalmente intuitivo ya queda así fundado. Es el espacio de la significación. A él pertenece el sonido como expresión del acto que mienta. Expresión o apertura presionada por la mención tensionalmente alterativa. Desde entonces, todo acto significante comporta, como “sostén” suyo, este “contenido intuitivo de la representación verbal”, diferente, por supuesto, “de la intención intuitiva dirigida a la palabra misma”.294 Tal contenido le pertenece, no obstante, desde la base de una tensión sonora reconducida e incluso, podríamos decir, como aquello que acude en la ausencia aún presente de la incompletud del acto significativo respecto del objeto intencionado. La intuición del signo, dice Husserl, no se confunde con el objeto del acto significativo, pero realiza su posibilidad en concreto por ser el de la significación un acto aún no cumplido.295 Aunque el signo sea un complemento –“Anhang”– de la intuición fundante, es también su posibilidad realmente concreta: dotar al acto significativo de una nueva esencia intencionalmente transitiva, ya que el objeto intuido se trasciende más allá de sí mismo y tal tra(n)scendencia es el rasgo propio y esencial del signo.296 He ahí su posibilidad fundacional o posible sonoro. Existe, pues, un acto intuitivo fundante que encierra una posibilidad formalmente sonora y tal acto resulta entonces significativo. De ahí que toda significación implique un fondo resonante y materialmente alterativo como posibilidad suya. No sólo la resonancia fónica de la articulación actual, sino también aquella otra interna de la retención del sonido recordado en cuanto fondo de tensión hacia un objeto actualmente evocado. El espacio de la donación de sentido ya no puede excluir esta tensión resonante de fondo. La expresión pertenece a la intención significativa como tensión intencional del espacio evocante. La 294

Ibid., Investigaciones Lógicas, I, op. cit., p. 333. Ibid., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 411 [619]. 296 Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Zweiter Teil. Hua XIX/2. Martinus Nijhoff Publishers, The Hague, 1984, p. 619. 295

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intención se la otorga el acto de dar sentido o animar el sonido verbal – “sinbelebter Wortlaut”–,297 pues en esto consiste el acto de intención significativa. Animamos el sonido tendiendo intuitivamente hacia un objeto y esa tensión es la intención significante, que ya subtiende también la posibilidad de la tensión sonora. Lo sensible se anima conceptualmente y el concepto expresa el espacio de su concepción ya creadora, pues nace ahí, en ese instante, y no antes. La evocación del espacio tensional pertenece asimismo in nuce al acto articulatorio primigenio, pues se trata de un espacio dicente, orientado a la dicción. Evoca lo audible, ya oído o aún por oír, en cuyo caso se trata de una creación sonora espontánea. El carácter audible y, por tanto, articulable, de la intención significativa es su posibilidad esencialmente interna. Contiene una tensión interpretativa, pues sucede entre. El de fenomenológico de la intuición obedece a un entre, en cuyo intersticio táctil acontece el fenómeno de la articulación sonora: entre personas, entre los labios, entre cosas. Por ello, si a tales actos podemos caracterizarlos como unidades de experiencia procesual de relación entre partes, y aquí se da aquella “conexión palpable” que “presta un nuevo carácter fenomenológico a los contenidos, no valiendo ya estos por sí, sino para representar un objeto distinto de ellos,298 cabe hablar entonces del palpo del signo. Su taxia acontece en el espacio resonante del sonido recordado, que no es otro que la tensión del fondo sonoro que subtiende a la intención significativa. El significante se ha conceptualizado. Es el sonido recordado más su tensión significante en el espacio de la nueva evocación intuitiva. Así entendemos nosotros el “pensée-son” de F. de Saussure, un pensamiento sonante cuyo guión marca el espacio de una tensión “misteriosa”, no consciente, pero tampoco, al parecer, inconsciente, aunque espacio energético e imante, pues la fuerza del pensamiento es naturalmente caótica y amorfa, dice Saussure, si bien se precisa descomponiéndose, como la del sonido, también amorfa como aquélla, en unidades recíprocas. El lenguaje sirve de intermedio “entre el pensamiento y el sonido”.299 He aquí, de nuevo, el entre del lenguaje, surgido ahora “entre dos masas amorfas”. 297

Ibid., Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Erster Teil, op. cit., p. 44. Ibid., Investigaciones Lógicas, I, op. cit., p. 322. 299 Saussure, F., de, Cours de Linguistique Générale, op. cit., p. 156. 298

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La filosofía y la lingüística han prestado poca atención a este irracionalismo cósmico y a la fe natural que presupone en la moción misteriosa de la naturaleza del lenguaje. Le corresponde a él lo que el pensamiento y la fuerza puramente locutiva no consiguen por sí mismos. Cada palabra es un articulus, un miembro de un nuevo órgano surgido en la naturaleza del pensamiento como brotan y se engendran, se supone, entes vegetales y animales, por generación espontánea de la energía oculta y misteriosa del cosmos. Lo articulado es también forma, un valor nuevo, ya no una sustancia, afirmación sobradamente conocida de Saussure.300 El guión intermedio del “pensée-son” define, por sí solo, el intersticio de la articulación y del misterio de la unidad lenguaje. Pero está pensado a posteriori del ser amorfo del pensamiento. Por eso cabe aún la duda de si no será, como guión, el signo de la emergencia, de la aparición del pensamiento mismo en cuanto sonante, o de la voz en tanto pensativa. Nos surge la duda de si el pensamiento articulado no acontece en el entre del encuentro óntico del hombre en el mundo, donde se hace ontológico, un ente con logos o un logos entitativo, con palabra, vital, un logos de la vida o la vida del logos, Logos and Life, con título de A.-T. Tymieniecka.301 La articulación es el lugar durativo del ente como pensamiento. Incluye un guión, una cesura, el recubrimiento de un vacío cósmico con el hálito invisible de la dicción sonora, anterior a todos los dichos imaginables, pues se insinúa en el roce del aliento y en las vibraciones que timbran y tensan el espacio temporal del inicio sonoro, hasta ahora en silencio. Desde entonces, el vacío de la existencia cósmica se dota de afecto y sentido, en la palabra. Articulación del Sentido La intención signitiva recae indirectamente, volviendo a Husserl, sobre el sonido y esto es también una puesta en forma, un alzamiento formal que resulta a su vez, sin embargo, materia respecto de otro nivel formalizante. Percibo el sonido como referencia a un significado asimismo intencional respecto de algo que puede o no cumplirse. Tal puesta en forma del sonido ya es locución vivificada por el sentido, 300

Ibid., p. 157. Tymieniecka, A.-T., Logos and Life, B. 1. Creative Experience and the Critique of Reason. Dordrecht, Kluwer Academic Publishers, 1988. 301

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“sinnbelebte Rede”,302 y, por tanto, encierra un acto de conocimiento, una formalización predicativa, como sucede en toda captación receptora, según leemos en Erfahrung und Urteil.303 El significante sonoro participa, pues, de esa tensión signitiva y en suspenso de las palabras. De este modo, Husserl remite la función expresiva del lenguaje no a la materia simple de las palabras, sino a una “nueva materia” o “expresión mental” que es la significación encarnada verbalmente.304 Y en esto consiste, creemos, el nuevo ser material de la expresión convertida ya en “imagen de la percepción” o “ex-presión en la materia significante”.305 Nace en el instante mismo, en el intersticio o entretiempo de la materia sonora afectada o presionada por la intención suspensiva del signo y la transforma en nueva materia o materia significante. Una presión que viene, sin embargo, desde dentro de la materia misma, ex, pues el sonido o materia inicial recibe la moción signitiva del nuevo fenómeno ahora emergente. Por eso comenta Husserl que “Puedo oír el sonido, pero no el ser sonoro. El ser no es nada dentro del objeto… Pero el ser tampoco es nada fuera de un objeto”.306 Acontece en la relación nominativa. Surge como forma de forma, nombrando la percepción del objeto, no el objeto mismo, sobre el que recae un resto de significación interpretante.307 La forma del acto significativo, en el que se nombra el objeto percibido, se expresa, dice Husserl, en la forma del nombre.308 Significar equivale entonces a conocer. Conocemos el objeto aprehendido en el acto de conexión sucesiva de vivencias, donde la expresión “es de un modo particularmente íntimo una sola cosa con el acto clasificatorio”, a su vez fundido en la percepción, de tal modo que la expresión pasa a ser un recubrimiento o “vestidura” “superpuesta” a la cosa.309 He ahí el palpo: un tacto conceptual del signo. En esto consiste vivir en la comprensión de la palabra, “in seinem Verständnis leben”:310 palpar su íntima relación 302

Husserl, E., Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Zweiter Teil, op. cit., p. 736. Ibid., Erfahrung und Urteil, Felix Meiner Verlag, Hamburg, 1999 [7ª], p. 240. 304 Ibid., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 330 [545]. 305 Ibid., p. 453. 306 Ibid., pp. 460-461 [666]. 307 Ibid., pp. 411, 454 [619]. 308 Ibid., pp. 345 [558]. 309 Ibid., p. 346 [559]. 310 Ibid., Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Zweiter Teil, op. cit., p. 423. 303

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perceptiva, la conexión objetiva de las vivencias. Aquí, en el interior del signo, no remite una parte existente a otra unida con ella como señal suya. No hay en ello existencia real de partes, sino objetividad surgente, una materia nueva expresada, nada menos que el ser mismo de la cosa, su comprensión objetiva: el alcance o palpo del sentido. En el significante existe también, lo estamos viendo, un nivel de acto fundado. De simple objeto intuitivo-sensible, en cuanto correlato material, sonoro, del significado, pasa a ser forma animada de aprehensión o acto fundamentalmente relacionante. Le corresponde, entonces, alguna forma categorial por ser enlace sintético. Los tipos fónicos abstraen notas, retienen y categorizan la sensación sonora como articulación espacio-temporal de la voz. La transforman en acto fundante de la significación. Este atributo le viene tal vez del carácter género del sonido mismo, entendiendo aquí género –Gattung– como el resultado generativo de una fuerza natural que engendra en filiación o forma proporcionada, pues intuir lo concreto ya comprende situarlo en el género de su esencia, es decir, en una forma de universalidad.311 Entonces, todo significado se concreta, como concepto, en el aquí-ahora mundo del sonido. La esencia intuitiva es universal si y sólo si aprehende carácter de acto mundano, material, aunque éste individualice, como diferencia específica, la región concreta de mundo. Ahí está la base de la materia, los Mundarten. El sonido del significante dice también, como los objetos de los actos fundamentantes, el ser relativo de su materia a una forma nueva312 surgida en la dirección tensa de la intención hacia un objeto intuido, cuyo espacio-tiempo direccional ya lo constituye y le dona sentido significante. El sonido no nace en el intersticio de la intención, pero sí adquiere, en tanto intersticio articulado del espacio-tiempo de la voz, un sentido que antes no tenía. Al menos, esta nueva forma es congruente, y así la veía 311 “Estar fundado un acto no quiere decir que esté edificado sobre otros actos, siendo indiferente en qué sentido, sino que el acto fundado, con arreglo a su naturaleza, esto es, a su género, solo es posible como un acto que se edifica sobre actos del género de los fundamentantes, y que por consiguiente el correlato objetivo del acto fundado tiene un universal, una forma con la cual un objeto solo puede aparecer intuitivamente en un acto fundado de este género”. Ibid., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 502 [706]. 312 Ibid., p. 507 [711].

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también Humboldt, con el pensamiento.313 Congruencia asimismo de intimidad creadora para Husserl, pues, aunque superpuesta a la cosa, nace como piel suya en el acto fundante de la comprensión o conocimiento objetivo.314 El acto expresivo del nombre palpa la vivencia cognoscitiva fusionada con la percepción del objeto. Si digo, por ejemplo, mi tintero, el objeto percibido, que ya supone una clasificación realizada de notas y atributos en actos específicos, actualiza una vivencia percipiente, palpablemente vivida como mía. Sucede igual en los casos de representación imaginada. El tintero imaginado “es palpable depositario de la expresión nominal”.315 Lo palpado se refiere aquí a la vivencia percipiente en cuanto expresa el conocimiento del objeto. El vivir la percepción de algo como conocimiento suyo lo expresa, por tanto, nominalmente. Lo remite fuera, ex, bajo la presión dinámica de la acción cognoscitiva que concluye en acto. Dar o evocar nombre significa entonces ser algo presionado hacia fuera o constituido en ese instante como objeto animado. De tal animación participa el sonido en cuanto significante. Significar remite, pues, a la presión fórica del conocimiento en tanto nombre. Pero ese significante no es el sonido en sí, aislado, sino su referencia a un sentido fóricamente presionado por la dirección hacia el objeto que se presenta como percibido. Sólo así se comprende que el conocer sea en el nombre intuitivo “un carácter de acto intermediario entre el fenómeno del sonido verbal (o de la palabra entera vivificada por el sentido) y la intuición de la cosa”.316 Husserl sobrepone la “unidad intencional” a la mera asociación o coexistencia de una intuición tanto con un sonido como con una “palabra llena de sentido”, es decir, la relación existente entre el sonido transformado en relación significante de un significado o intención hacia un objeto intuido, cumplida o no esta intuición.317 Tal unidad es algo creado: “brota como algo notoriamente nuevo” –“sie erwächst erst 313 Humboldt, W. von, “Ueber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues…”, op. cit., p. 544. 314 La coincidencia de Husserl con Humboldt en cuanto a las síntesis procesivas de los actos y del lenguaje, respectivamente, es notoria en más de un aspecto. 315 Husserl, E., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 347 [560]. 316 Ibid., p. 347 [560]. 317 Ibid., pp. 348-349.

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als ein offenbar Neues”–318 y la palabra ya pertenece entonces a lo nombrado: “Llamar rojo… y conocer como rojo son en el fondo expresiones de idéntica significación”.319 He ahí una fusión de actos en cadena cuyo resultado germina como el sonido mismo. Sus ondas físicas resultan animadas en la vivencia o “momento vivificante de la significación”, que es, a su vez, el instante en que el conocimiento se caracteriza como intención intuyente de lo nombrado, se cumpla –percepción– o no –representación– lo intuido. El sonido verbal va implícito también en el conocimiento de algo en cuanto pertenencia propia y diferenciada de una unidad común a distintas lenguas. La significación dada en el sonido y el acto de conocimiento correspondiente son universales para Husserl, si bien cada comunidad idiomática vive, expresa esa unidad de modo particular y diferente. Esta diferencia es lo extraesencial;320 sin embargo, aquella pertenencia de la unidad concreta del conocer pleno sí integra al sonido particular. El nombre es, por tanto, la pertenencia comunitaria de un conocimiento universal. Lo singular se une y funde en lo universal, y viceversa, éste se determina en lo concreto de la voz. Así pues, la significación es un momento del acto cognoscitivo, el instante o unidad íntima de la palabra plena, es decir, del sonido animado por una intención objetiva, y de la cosa. Dicho de otro modo, si la significación no fuera en sí misma cognoscente, tendríamos un acto fundado ajeno al conocer mismo. Por eso sostiene Husserl que todo nombre conoce nombrando.321 Conoce la capacidad objetiva que contiene en tanto posibilidad de extensión intuitivamente múltiple, facultad de nombrar algo actualmente bien como lo concreto y propio suyo bien, siendo también propio, como clase cuya comprensión admite una extensión plural de intuiciones concretas a modo de miembros de la clasificación establecida.322 Nombrar es referir la intención a un único y mismo objeto susceptible de múltiples intuiciones. Esa referencia consiste en elaborar una o varias síntesis perceptivas al tiempo que conoce el objeto. La signi318

Ibid., Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Zweiter Teil, op. cit., p. 562. “Rot Nennen… und als rot Erkennen sind im Grunde genommen bedeutungsidenditsche Ausdrücke” (Ibid., p. 562). 320 Ibid., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 350 [563]. 321 Ibid., p. 351 [564]. 322 Ibid., pp. 352-353 [565]. 319

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ficación propiamente dicha es esta síntesis en cuanto tiene ante sí, intuido, el campo objetivo en el que aparece la cosa o la situación ya por ello también objetivada. Y tal conocimiento es el acto de nombrar. Ahora bien, para que haya concepción propia se requiere además que la síntesis perceptiva, por una parte, y la congruencia de los actos intencionales e intuitivos, por otra, sobrepasen la unidad de vivencia íntima con lo nombrado y refieran también la identificación relacionante –Akt beziehenden Identifizierens –,323 es decir, que la unidad vivida se manifieste en la conciencia intencional como identidad objetiva. Uno es el conocimiento unitario de la vivencia de los actos y otro el conocimiento real y relacionante de la identidad del objeto intencionado e intuido. La forma de unidad fenomenológica se muestra distinta según se trate de una coincidencia o de una donación simultánea o incluso de una identidad objeto ella misma de la conciencia intencionalmente relacionante. La relación identificadora es aquí una categoría ya propiamente cognoscitiva. Tal conocer se sobrepone al percibir sintético del nombrar también cognoscente por cuanto aquél añade a éste el cumplimiento de la esencia fenomenológica de la significación. Husserl distingue entre el instante fragmentario de la síntesis unitiva de la intención y de la intuición y la relación identificadora de ambas.324 A lo intuido le corresponde casi siempre un suplemento complementario de la intención significativa o un implemento intuitivo de lo insinuado por la intención vacía: “Erfüllung einer leeren, d. i. rein signitiven… Intention”.325 Significamos más de lo que intuimos o intuimos más de lo que inicialmente intendemos. Hay un plus dicente en la presentación objetiva de los hechos o un incremento objetivo de lo dicho, aún dicente. Parece, pues, que la intención es subsidiaria de la intuición impletiva en tanto conocimiento más pleno e integral. Sin embargo, tan pronto la intención se integra indivisa en la unidad plena de conocimiento, su dirección objetiva es asimismo intuición significante. La intención intuye tan pronto coincide su dirección con la del objeto intuido. Esa coincidencia la «sujeta» y fija reduciendo a «indiferencia» la 323

Ibid., Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Zweiter Teil, op. cit., p. 569. Ibid., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 357 [569]. 325 Ibid., Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Zweiter Teil, op. cit., p. 616. 324

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libertad que antes tenía como “representar simbólico vacío” (IL, II:359) –“das leere symbolische Vorstellung”–326 o simple mentar algo de la significación. Se trata de una sujeción aún no realmente determinada, pero circunscrita a una dirección posible. Este carácter indiferente sobrepuesto a la determinación procesiva de lo intencionado confiere al sujeto una suspensión predicativa. El predicado será su complemento o, más bien, la exigencia de “un complemento no plenamente determinado, sino solo de una esfera definida por alguna ley”, tal como explica Husserl la indeterminación de las intenciones intuitivas.327 De hecho, y según vimos, el acto significante adquiere un rasgo creador ya señalado, una vez más, por Humboldt y suscrito por teóricos del lenguaje como Gustav Gerber y Georg von der Gabelentz. Husserl recoge también esta plusvalía significante: “una significación sólo es posible cuando hay una intuición dotada de una nueva esencia intencional, por medio de la cual el objeto intuitivo señala más allá de sí mismo en el modo de un signo”.328 Por tanto, aunque indiferente a lo que la significación significa, el signo sería el incremento o “más allá” del objeto intuido en cuanto dotado “de una nueva esencia intencional”. Ya encierra en sí un complemento de orientación predicativa, pero dado, como veremos, sobre un fondo de resonancias sombrías. Husserl considera la posibilidad de que las intenciones signitivas tengan también un apoyo sensible como plenitud intuitiva suya. Sería plenitud, dice, del acto fundamentante, mas no del signitivo,329 pero resulta que en tal acto fundamental, que no es otro que el de la relación del sonido, ya significante, al significado, o viceversa, se constituye el signo “como objeto intuitivo”; es decir, como objeto que remite a “una intuición dotada de una nueva esencia intencional”, según veíamos anteriormente. He aquí, de nuevo, el palpo intencional del signo. No obstante lo dicho, Husserl señala por otra parte que “el conoci326

Ibid., p. 571. Ibid., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 360 [572-573]. 328 Ibid., p. 411 [619]. “Parece valer, pues, la siguiente ley: una significación solo es possible cuando hay una intuición dotada de una nueva esencia intencional, por medio de la cual el objeto intuitivo señala más allá de sí mismo en el modo de un signo (es indiferente si de un signo fijo o de uno que solo se ofrece como tal momentáneamente)”. 329 Ibid., p. 418 [626]. 327

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miento de la situación objetiva intuida tiene lugar adecuándose la intención expresiva con los sonidos articulados asociados a ella”.330 ¿No será esta adecuación la plenitud sensible de la intención significativa, es decir, su acto fundante? No queremos decir que él funde la intención, pero sí que le dé un fundamento a su vez adecuado al acto significante que convierte aquella moción en fenómeno esencial o acto significativo. Lo adecuado de base adquiere, en cuanto unidad vivida –motivada o congruente–, confirmación objetiva de identidad relacionante al unirse con una intuición que transforma a la intención significante en propiamente intuitiva. Transforma el porque vivencial de la conexión motivada, no casual, ni necesaria,331 en fundamento objetivo de una identidad entre el acto resultante y el objeto que aprehende. Es entonces cuando la cosa dice más allá de sí misma a modo de signo y resulta objeto propio del conocimiento. El sonido elevado a significante en razón de una intuición significativa “vive” de algún modo la adecuación que lo funda. Participa de 330

Ibid., p. 534 [736-737]. Ibid., Investigaciones Lógicas, I, op. cit., pp. 317, 319, 320. Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Erster Teil, op. cit., pp. 32, 33, 35. Nietzsche se opone, por contra, a una deducción psicológica, gramatical y metafísica tanto de la causa como del motivo para fundar y detener el flujo del devenir, perceptivo y ontológico, y asignarle así una tesis, tema o sujeto: una fijeza. Y ello aunque se trate del predicado, pues tampoco éste contiene, en cuanto función signitiva, la duración que falsea al rematizar una tesis: “Causalität ist die Übertragung dieses Verhältnisses (von Sinn auf Sinnesfunktion) auf alle Dinge” (Friedrich Nietzsche, Nachgelassene Fragmente. Sommer 1872 bis Ende 1874. Walter de Gruyter, Berlin, 1978, p. 71). La vivencia de la causa, de las representaciones de un sonido, por ejemplo, que es posterior al instante o situación que se supone lo produce, la vivimos antes: el disparo llega después –“der Schuss folgt…”, dice Nietzsche [Götzen-Dämmerung. En Nachgelassene Schriften (August 1888-Anfang Januar 1889). K. G., VI3. Walter de Gruyter, Berlin, 1969, p. 86]. La asignación misma de causa o motivo no ahuyenta los fantasmas del mundo interno. La motivación husserliana del porque vivencial encubre aún los “fuegos fatuos” –“Irrlichter”– subyacentes e implícitos en el acto volitivo. El tiempo trascendente no coincide con el transcendental; lo desborda y extraña, perdido en la memoria irrecuperable de un pasado inmemorial, que diría Lévinas. Pero a la trascendencia del devenir le corresponde, en cuanto percibido, añadiría Husserl, y deviniendo, aunque sea con retraso, su instante y modo transcendental. Si hay una fluencia universal, y un fondo común de tono en todas las lenguas –“Tonuntergrund” (Ibid., Nachgelassene Fragmente. Sommer 1872 bis Ende 1874, op. cit., p. 379)–, nada escapa, por principio, al desmayo de sus aguas, incluidas aquellas voces, pues el aire sólo se mueve en la tierra. El conocimiento no se sustraería a las corrientes más oscuras de lo conocido. 331

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una experiencia anterior a la reflexión que lo explica, experiencia “fundadora” e intersubjetiva, que tiene tipos de efectuación sintáctica aún exentos de la formalización conceptual y gramatical de las categorías del juicio. Existe una sintaxis antepredicativa con analogías en la afectividad fundante.332 Hay también una materialidad común en la unidad sintética de experiencia. ¿No participa el sonido de ella en cuanto plenitud sensible de la intuición significativa? Si es así, el palpo del signo ya antecede materialmente a su fundamentación significante o es ésta misma en cuanto materia recurrente y resonadora. Husserl abstrae esta materialidad previa de experiencia sintácticamente antepredicativa. Lo hace en aras de la intuición dinámica dirigida a un estadio intuitivo, siendo así que, en tal dirección, ya constituye el lecho de la objetividad cognoscente. La intuición actuante y objetiva no puede conocer nada, sino sólo presentarlo, sin ese recorrido interno de la intención significativa. A su vez, ésta se queda en el vacío o en representación pura, imaginada, “como cáscara vacía sin el núcleo intuitivo”,333 sin el tacto objetivo o alcalce impletivo de su dinámica. Tal es el campo objetivante del signo. Ahora bien, a la materialidad de la síntesis antepredicativa y sintáctica de la experiencia previa pertenece la reconducción adecuada del sonido hacia un significado posible. Husserl deja fuera la materia puramente sonora y sólo retiene su imagen o eco temporal en cuanto expresión ya no dotada del carácter de existencia real, carácter sólo propio del signo comunicativo, que es también señal. Pero un sonido recordado ya es, viene a decir Nietzsche,334 tal vez con eco de Gustav Gerber, un concepto sonoro, y crea, como vio Ortega y Gasset partiendo de Julio Stenzel y Wilhelm Schapp,335 una profundidad perceptiva, un fondo de resonancia temporal. En este punto, se impone recordar las distinciones analíticas que Nietzsche introduce en la percepción sonora, coincidentes, de algún 332 Husserl, E., Formale und transzendentale Logik, Max Niemeyer Verlag, Tübingen, 1981 [2ª], p 188. 333 Ibid., Investigaciones Lógicas, II, p. [736]. 334 Nietzsche, F., Die dionysische Weltanschaung. Ueber Wahrheit und Lüge im aussermoralischen Sinne, en Nachgelassene Schriften 1870-1873, Walter de Gruyter, Berlin, 1973, p. 68. 335 Domínguez Rey, A., El Drama del Lenguaje, op. cit., pp. 201-202.

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modo, con el primer plano de la reducción fenomenológica que Husserl hace también del sonido. Para Nietzsche, el sonido expresa, en cuanto volumen dicente, el genio de la existencia –“der Genius des Daseins an sich”– y la entidad de la cosa –“das Wesen des Dinges”.336 Ahora bien, al recordarlo en la memoria, el sonido pierde por entero su realidad vibrante, la eferencia anímica del aliento –debemos entender nosotros– y de él sólo queda en el recuerdo la imagen o representación concomitante de los gestos de la boca al articularlo como voz sonora. Tal imagen es apariencia de la esencia –“die Erscheinnung des Wesens”. El sonido recordado como límite y diferencia marcada por los gestos fonadores –los rasgos fónicos de la lingüística– ya es un concepto, pues se distingue de otros y designa sus unidades. Aquello que el hombre designa y distingue, lo concibe, concluye Nietzsche: «Was man bezeichnen und unterscheiden kann, das ,,begreift” man». He aquí, pues, la esencia de la Sinnesartikulation y la base conceptual de la lingüística moderna a partir de Saussure y del estructuralismo. El significante lingüístico reduce la actitud natural de la voz y retiene los gestos o figuras corporales que lo articulan. Son éstas marcas precisas del recuerdo que perfilan los límites de unos y otros sonidos. Las comparamos delimitando sus contornos y perfiles y, al hacer esto, ya conceptualizamos la articulación sonora. El momento conceptivo del significante lo sitúa, por tanto, en un orden de significancia. Por eso Nietzsche considera al sonido, en otro texto, como metáfora segunda de una imagen que ya metaforiza, a su vez, una excitación nerviosa, pues, al sentir y percibir, saltamos de uno a otro orden nuevo y diferente de cosas: “Und jedesmal vollständiges Ueberspringen der Sphäre, mitten hinein in eine ganz andere und neue”.337 La realidad estimula en nosotros una excitación nerviosa que traducimos en imagen, primera metáfora, y a ésta, a su vez, en sonido: segunda metáfora. Parece, pues, que haya algún momento o instante de desconexión ontológica al saltar del influjo excitante de la realidad a su representación constitutiva. Esta continuidad entre el flujo nervioso, dependiente del contacto con lo real, y el dinamismo genético de la representación como figura interna de las sensa336 337

Nietzsche, F., Die dionysische Weltanschaung, op. cit., pp. 67, 68. Ibid., p. 373.

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ciones, contraparte del sonido, aunque también lo afecta, la recibe Nietzsche, parece ser, del círculo humboldtiano a través de Gustav Gerber.338 El lenguaje queda en medio como una red que atrapa al pensamiento. La metáfora sonora viene a ser una creación perceptiva originada por el lapso y la desconexión óntica del entendimiento respecto de la realidad que lo impresiona. Conocer sería entonces crear en un vacío intermitente. Ahora bien, ¿es el salto metafórico una grieta o una imanación generada por el impulso de los sentidos? Quede en suspensión, por el momento, este interrogante. El salto metafórico de Nietzsche es, de algún modo, el correlato perceptivo de la transcendencia fenomenológica de Husserl. Lo perdido u olvidado en un caso, la transcontinuidad fenoménica en otro, dejan tras de sí una huella perceptiva que induce una moción profunda en el conocimiento. Atraen o convierten el tiempo durativo en fenómeno, como dice Husserl en Die Idee der Phänomenologie.339 Su conversión pasa, no obstante, por una fase de ensombrecimiento –“Abschattung”– que el presente de su duración continuamente variada contiene. Husserl tampoco explica el fermento de las sombras acústicas en la fase perceptiva del conocimiento. El fondo del presente sonoro en la conciencia es sombrío. También queda él de algún modo reducido, pues el fenómeno sólo retiene la apariencia, el resultado final que se manifiesta y delinea como escorzo. Sería ello algo similar a la lenta configuración de la imagen recuperada en el fondo oscuro de una pantalla virtual. Quedan ausentes para el conocimiento los intersticios de las sombras, sus ecos. Descubrimos así otra fase impensada de la reducción obtenida. Sobre ella acaece el salto de la metáfora nietzscheana y la constitución fenomenológica de Husserl. Se entiende, pues, que lo objetivo no sea trozo real –“kein reelles Stück”– del fenómeno surgente, pero que sí se exponga en él: “Es stellt sich darin dar und ist darin als ,,seiend’’ evident gegeben”.340 Tal evidencia acontece, sin embargo, como veíamos, en un lecho de sombras intermitentes. Sólo es evidente el resultado, el escorzo 338

Conill, J., El Poder de la Mentira. Nietzsche y la Política de la Transvaloración, Prólogo de Pedro Laín Entralgo, Tecnos, Madrid, 1997, p. 40. 339 Husserl, E., Die Idee der Phänomenologie. Fünf Vorlesungen, Hua II, Martinus Nijhoff, The Hague, 1973a, p. 68. 340 Ibid.

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final de la apariencia, no el proceso constituyente.341 Husserl educe un punto sonoro en el ahora recordado, duradero, del sonido y lo transforma en un ver –“das Schauen”– que lo sobrepasa. La conciencia ve sobre la capa de los ecos, de las sombras sonoras, y lo realmente alcanzado como visión es “lo no más ahora siendo en cada nuevo ahora”, ausencia vivida con certeza evidente de pasado, de la cual surge la intención retencional y la evidencia de lo dado: “Und liegt darin [en la duración] nicht wiederum, dass das Schauen über den reinen Jetztpunkt hinausreicht, also das nicht mehr jetzt Seiende im jeweiligen neuen Jetzt intentional festzuhalten und einer Vergangenheitsstrecke in der Weise evidenter Gegebenheit gewiss zu werden vermag?”.342 La evidencia fenomenológica es la certeza del pasado, de lo que ya no hay, y este no ser está siendo en la conciencia. Algo lo proyecta o subtiende, por tanto, y en ello acontece la intuición. ¿Sobre el vacío? ¿De dónde le llega, entonces, el ser constituyente? Dura el sonido y dura el fenómeno en que aparece. Pero tal fenómeno es ya una distensión retroproyectiva. El sonido muta en tiempo concipiente. Correlaciona un fuera-dentro resonante, pues, al recordarlo, sigue siendo un cúmulo de ecos sombríos más allá de la frescura inicial del origen y más acá de la fantasía. Se crea así un nexo, el nudo del signo, que pide duración tensional, continuada. La cuestión sigue siendo este rasgo tensional que afecta incluso a la intención objetiva. El no ser ya más ahora de lo que está siendo fenómeno es también en Husserl lo trascendente del acontecimiento transcendental. La evidencia acaece sobre una duración sombría de intersticios. Nos quedamos con la donación de su certeza, algo subjetivo al fin y al cabo. Pero parece que esto sucede en toda conciencia transcendental: estamos seguros del paso del tiempo en cada ahora perceptivo. La intención donada salta sobre el tiempo y el salto es su evidencia. Ahí iniciamos la constitución de las formas. 341

Traducir Abschattung al español por escorzo supone acotar el proceso sombrío de la emergencia aparente y anticipar la proyección de una perspectiva sobre el plano de la apariencia. El escorzo retiene la línea, pero ésta ya presupone en el trazo una relación conceptual de configuración imaginativa. Las traducciones españolas al respecto escamotean el intersticio de las sombras, el lapso temporal del salto nietzscheano. 342 Husserl, E., Die Idee der Phänomenologie. Fünf Vorlesungen, op. cit., p. 67.

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Así se presenta, pues, el quid esencial de la significación en cuanto tránsito perceptivo de la duración y extensión sonoras. Tal concepto contiene la moción propia de su realidad internamente conceptiva. Va hacia alguna parte y no sólo hacia la vivencia vibrante que lo excitó, sino hacia algo diverso, estimulado por algo distinto de sí mismo, naciente en ese espaciotiempo. El sonido no existe como tal fuera de la percepción que lo constituye. Su ser sonoro es concebido, no sólo oído. La pérdida de frescura sonora activa una frecuencia que sirve de fondo percipiente. La tensión de fondo a que aludimos es el tiempo, incluso biológico, de la conciencia. Cuando Nietzsche dice que el sonido recordado es ya un concepto, supone una transmutación de valor sonoro al entrar en la órbita transcendental de la conciencia dicente y anunciarse, en cuanto dado, como otra cosa. Adquiere un «indicio» nuevo, pues remite a una conceptualización suya y, al mismo tiempo, a un pasado de ecos y sombras aún resonantes en el recuerdo. La remisión está concibiendo y esta concepción mienta algo sobre el espaciotiempo así abierto en la conciencia. Tenemos, pues, un concepto prelativo del significado propiamente real y del concepto lógico de la palabra. Se da en ello la distinción ya citada de Husserl entre transcendental y trascendente –lo dado en la conciencia–.343 La donación incide, es índice de otra cosa ya diferente del sonido reducido: la constitución significante. Lo retenido protiende y apresenta induciendo una moción nueva en lo recordado. Aunque haya una neutralización posicional de existencia y frescura originaria, la moción es real y protiende en el significante un valor de signo. Su modificación específica aporta realidad emergente. Es hylética, el momento hyle de la significación, un continuo emergente de transformaciones acotadas como significados. Husserl se acerca así a una consideración noemática del significante y de su unión solidaria con el significado, siendo el signo primeramente una modificación de la cosa344 y después una unidad expresiva de cuerpo –“Leib”– y alma –“Seele”–, un objeto animado: begeistetes Ob343 Ibid., Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Erstes Buch. Allgemeine Einführung in die reine Phänomenologie, Hua III/1, Martinus Nijhof, Den Haag, 1976, p. 142. 344 Ibid., p. 210.

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jekt.345 La articulación de sentido o Sinnesartikulation termina para Husserl en proceso emergente de cuerpo rítmicamente animado.346 Pero tanto la expresión como la materia animada reciben su moción significativa de un sentido espiritualizante: Der geistige Sinn.347 Aquélla transparenta y conceptualiza el significado en las primeras Ideas de Husserl.348 Le corresponde incluso la función de recortar el sentido o núcleo noemático trayéndolo al reino del Logos, es decir, generalizándolo, pero el recorte no supone ninguna plusvalía por más que confiera expresión a todas las demás intencionalidades sin ser ya un barniz o revestimiento suyo. El cuerpo es animado en el segundo libro de las Ideas –“Leib”– por la aparición rítmica de aquel sentido. Reconoce entonces que la unión fenoménica del sonido y del sentido, que son, a su vez, unidades reales en sí mismas, forman otra unidad irreal. En la percepción hay una capa procesual de conformación expresiva y coeva de la donación propia, de tal modo que las formas nodulares de unidades más altas dependen de otras inferiores.349 Esta prelación se corresponde también con el reconocimiento de una capa irreflexiva de yo vivo, ein unreflektiertes Bewusstsein,350 donde estarían, a nuestro juicio, los ecos y las sombras de la duración sonora y resonante del sonido recordado. Y aunque cambia el lenguaje empleado y Husserl se inclina por la sensación eferente, el trasfondo fenomenológico de la significación sigue respondiendo al de las Investigaciones Lógicas. El tacto aquí considerado anuncia la cadena de unidades correlativas hacia una expresividad que funciona después como presupuesto de la constitución fundante de la realidad y descubre asimismo la presencia anticipadora del otro.351 También se esboza aquí el dinamismo interno que está actuando en la intuición husserliana como 345 Ibid., Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Zweites Buch. Phänomenologische Untersuchungen zur Konstitution, Hua IV, Martinus Nijhof, Haag, 1952, p. 236ss. 346 Ibid., pp. 240-241. 347 Ibid., p. 238. 348 Ibid., Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Erstes Buch, op. cit., pp. 257, 258-259. 349 Ibid., Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Zweites Buch, op. cit., p. 245. 350 Ibid., p. 248. 351 Ibid., p. 245.

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movida por una fuerza no evidente y que luego se mostrará, en la capa afectiva previa a la reflexión, como una alegría –“Freude”– impensada.352 Sintesis Antepredicativa Las implicaciones hasta aquí reseñadas nos permitieron situar el intersticio impensado de la relación significante del pensamiento, lo que Saussure denominó, sin resolver el enigma, a pesar de la imagen acústica, “pensée-son”, la unidad conceptual perceptivamente sonora. Al traerlo a presencia, el sonido resuena internamente de algún modo: hacia fuera, donde fue motivado, y hacia dentro, donde busca algo que no tiene. Resuena en una dinámica preconstituyente, convocado por una voluntad refleja y expresiva. Posee, por tanto, una doble condición de fuera-dentro simultánea a cualquier determinación de significado. Funciona como a priori perceptivo que convierte la materialidad del significante en sustancia y fondo resonante de la objetividad significativa. Es algo más que simple “imagen acústica”, denominación de Saussure para caracterizar la sustancia sonora formalizada. Al ser convocado por la voluntad dicente, parece, pues, que ya está dotado, en cuanto sonido, de una potencia o disponibilidad significante. La voluntad no precisa reconvertirlo en moción conceptiva cada vez que lo convoca. Ya viene moldeado, concebido. Esta donación previa actúa también en su carácter interno de posibilidad expresiva de la significación concipiente. La búsqueda no está siempre, sin embargo, motivada por la intuición intencional, sino que ella misma obedece a la dinámica interna de la moción conceptiva que atesora, como es el caso en la creación poética del lenguaje, por ejemplo en la generación fónica de significados. La cualidad sonora del sonido verbal no procede del objeto que notifica o intuye, sino de la sustancia corpórea que lo articula. Es voz y contiene, por ello, una referencia apelativa y expresiva en cuanto al significante relativo de una significación determinada y propia. El significante se constituye incluso en esa referencia apelativa del sonido. El hombre se da cuenta, en cierto momento, de que los sonidos corporales emitidos en relación con las cosas del entorno a mano pueden designarlas. Supone ello una conversión de la imagen del propio sonido, o del ajeno, entre otras ya dadas –olfativas, táctiles, visuales–, en vehículo re352

Ibid., p. 248.

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presentante de la cosa. El sonido se transforma entonces en voz y continúa metonímicamente la percepción natural ya codificada. La voz responde como expresión a la taxia sensitiva y es figura sensible y espontánea de la impresión del mundo en el cuerpo, mutado también en voluntad cognoscente. Se da una transubstanciación, un recubrimiento de la materia sonora en voz expresiva, principio real del significante del signo. La voz es el sonido natural del cuerpo humano y comporta una dirección expresiva que contiene, a su vez, no sólo una congruencia, sino una taxia específica con el medio articulado y percibido. Es la taxia fundante del dinamismo kinésico y de la apropiación hermenéutica que todo aprendiz de una lengua presupone. La hermenéutica fenomenológica ya asiste al proceso originario del lenguaje. El poeta español Juan R. Jiménez, Premio Nobel de Literatura en 1956, vio y sintió con armonía cósmica este a priori fenomenológico y hermenéutico de la voz y de la palabra. Escuchémoslo: Palabra mía que hoy eres a mi alma igual que el azul a los ojos, que a la nariz la rosa, que la fuente al oído, que la granada al gusto, que al tacto la mujer… Mañana te miraré con mi cuarta cara de demonio, y serás cual nube de oro y de armonía que el sol poniente –corazón– cayéndose –palabras mías sin mi lengua– hizo ceniza.353 Sin la vivencia de la voz, el ocaso convierte la “profondeur” de la palabra en resto ceniciento de un instante congruente de plenitud cósmica. Pero aún consumida, la palabra surge, como el Ave Fénix, de sus propias cenizas. Y esta resurrección continua en el habla le otorga carácter universal dentro de su coto o parcela individualizada de existencia. 353

Jiménez, J. R., Unidad, Seix Barral, Barcelona, 1999, p. 54.

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Alcanza el concreto universal o la universalidad concreta. Ningún otro fenómeno del ser humano o de la naturaleza dispone de este don extraordinario. Escuchemos de nuevo al poeta citado: ¡Palabra, cáliz único, único pecho, urna sola, el olor de una rosa es en ti el de todas las rosas, la voz de una mujer, la voz de todas las mujeres, el de una luz, el de las luces todas… palabra, eterno olor, eterna luz, música eterna!354 Todos los atributos quedan contenidos en una única exclamación, como la eternidad misma. ¿Qué es, entonces, o en qué consiste esa duración momentánea que dura eternamente aunque sea consumida con la luz del ocaso? Esta pregunta sólo obtiene respuesta desde el significante ontopoético, donde el signo palpa la realidad con taxia de vibración eternamente resonante. Pero esto presupone recuperar el mundo perdido en la retracción mercantil y consumista de la palabra. Requiere devolver a la voz su energía fundante, el ritmo vibrátil que la crea. Y esto no es fácil, porque nos movemos ya en las cenizas del ocaso, perdidos entre los restos del origen, ausentes de la llamada originaria y ontopoética. La creación poética la aviva de vez en cuando recordándonos con memoria creativa que el ente del lenguaje es rítmico. La donación significante prelativa favorece el acto significativo porque la voz articula sonidos anteriormente donados, dotados ya de una expresividad y fecundidad conceptiva. Husserl concibe una primordialidad kinésica y constituyente en protogrado desde el seno materno. Las cosas nacen para el niño kinésicamente.355 A ese orden pertenece también el sonido del lenguaje y fundamenta en su período de apropiación un arco hermenéutico de gran importancia para la fenomenología del significante. 354

Ibid., p. 55. Husserl, E., Zur Phänomenologie der Intersubjektivität. Texte aus dem Nachlass. Dritter Teil: 1929-1935, op. cit., pp. 604-605. 355

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La referencia apelativo-expresiva no la recibe el significante de una intención abstraída de su fondo resonante, pues éste ya la precede. Cuando intuimos algo, queremos presentarlo como objeto y en este acto subyace otro de constitución objetiva de cualquier presencia determinada. La intuición no procede ni requiere resonancia de fondo, pero su conocimiento sí, porque no hay intuición cognoscitiva sin intención significante. Y al significante pertenece aquel grado o protogrado de llamada expresiva en el contexto de una experiencia fundadora y antepredicativa. Por mucho que abstraigamos la señal comunicativa del signo para determinar su esencia significante, el carácter resonador de la expresión conceptual no anula la fonación alterativa de la intención significante. Al contrario, se constituye en ella. El significante es sonido apresentado, traído a presencia en el instante mismo de conocer “la situación objetiva intuida”, según veíamos antes.356 Pero el conocimiento no puede darse sin esa dimensión de llamada fuera de su propio campo interno. En tal llamada acontece como fondo resonante la expresividad alterativa. El objeto resuena y su vibración es la voz articulada que lo anuncia y presenta. El carácter dinámico del signo choca en Husserl con la subordinación de la palabra al pensamiento, como si la formación de aquélla quedara acotada con relación al proceso de éste. Una cosa es, cierto, el pensamiento realizado al formar una palabra y, otra, el pensamiento que le corresponde a tal palabra ya construida como significado. Pero al formar una palabra, algo queda en ella, y en sus partes, del pensamiento que la constituye. Se da aquí una forma formante. Pensar una palabra supone introducirla en un conjunto verbal de significación homogénea. Al pensarla, no le otorgamos el pensamiento que contiene. Al pensar la palabra conejo, no constituimos el objeto conejo, pero sí un objeto verbal que entra en una relación homogénea en la que el conejo es significado por ella. Al decir vo, es cierto también que aún no determinamos un pensamiento específico de lengua, pero reconocemos una unidad formante y perteneciente a un conjunto, diferenciada de otros conjuntos sonoros, como el chino, el sueco, etc. Reconocemos en ella un campo de pertenencia y presencia posible en algunas palabras: vo-luntad, vo-lar, vo-cerío, etc. No es raíz propia, dotada de una fuerza implícita conectora, 356

Ibid., Investigaciones Lógicas, II, 534 [736-737].

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presintáctica o incluso propiamente sintáctica, pero va incluida en un proceso dinámico de voz. No formamos la palabra y, “cuando ya está lista, acude el pensamiento”, como dice Husserl,357 sino que, al constituirla, fundamos un campo creciente de sentido en el que se dará un pensamiento determinado o significado suyo. Ya estamos en un ámbito de pertenencia de sentido. Si no existiera esta orientación originaria de campo pertinente, la sílaba vo no se daría, como no se da wo en español, por ejemplo. Este presentido procede de la unidad sintética de experiencia antepredicativa, que ya incluye una relación entre sujetos, la apelación o llamada del otro, que también la precede. En esto se verifica asimismo una unidad concordante de experiencia según la comunidad de esencia o sentido dado en “la unidad sintética de la experiencia”, que Husserl antecede como implícita conveniencia material entre el sujeto y el predicado anterior a la identidad que éste sanciona como cualidad objetivante.358 Al abstraer esta pertinencia alterativa para determinar la unidad esencial del signo, aún nos movemos de acuerdo con la moción expresiva que ella comporta como fecundación de la mente o concepto. El sonido apresentado es acorde corporal y kinésico de aquel concierto de la experiencia. Los poemas antes citados de Juan R. Jiménez lo confirman. La doble articulación lingüística nos muestra, por tanto, unidades básicas aún no significativas –los fonemas y sílabas premonemáticas– que, sin embargo, se inscriben en un campo de presentido o sentido antepredicativo de la experiencia. Pero esta esfera o dominio de resonancia ya comienza, según decíamos al comienzo de este estudio, en la formación del feto, que recibe las ondas sonoras de la madre o del entorno a través del cuerpo de ésta, según demuestra la psicolingüística. El sonido táxico es primordial respecto de la onda fotónica y de la imagen especular. Se forma kinésicamente en la misma “unidad concordante de experiencia posible”, antes citada. Siendo esto así, la moción significante ya actúa en la conformación del pensamiento como resonancia de aquella síntesis de experiencia. Descubrimos las unidades esenciales en un fondo resonante de afecto predicativo. Este fondo precede como “evidencia” antepredicativa a 357 358

Ibid., p. 108 [316]. Ibid., Formale und transzendentale Logik, op. cit., pp. 194-195.

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toda forma de juicio.359 Su protogrado alterativo aún perdura e induce mociones cuando la reflexión lo reduce y educe la identidad relacionante que contiene y promueve. Tal es el efecto re de la reflexión mental al re-pre-sentar(se) algo. En sus pliegues acontecen las cadenas procesivas y retroyectivas –sintagmáticas y paradigmáticas– del lenguaje. El efecto re muestra la presencia del pasado ya disminuido en tensión aún sonora de futuro. No copia lo sido, sino que aviva en presencia de pensamiento el rescoldo de lo que fue función viviente. Presenta como apresente un pasado que induce nuevo presente de sí mismo. Así sucede ya en el acto articulatorio de la voz significante. El aire inspirado es respirado como voz dicente que articula un espacio y tiempo kinésicos en forma sonora que remite sobre el cuerpo que la produce. Se crea entonces el arco fenomenológico del sonido articulado. El cuerpo mismo recibe lo que ha producido en una simultaneidad kinésica de emisión receptora. El hablante oye al tiempo que articula. Pero esta simultaneidad incluye además una recepción doble, la efectuada como resonancia interna del sonido en el cuerpo y la recibida a través del aire por el conducto auditivo. El arco acústico produce una unidad receptiva que atesora en su dentro el fuera que hace un instante había sido. Se da aquí un fenómeno de síntesis alterativa en la mismidad del acto articulatorio. El hablante reconoce además su pertenencia al orbe comunitario de habla y pensamiento al saber que articula según la síntesis de experiencia ya donada como enseñanza intersubjetiva. Su sonido es el sonido de Otro en comunidad de existencia que descubre otra esencia. Más que la mano sobre la mano que transfiere la huella de su tacto al de otro que la toca –transferencia aún alter ego de la Leiblichkeit husserliana–,360 el arco acústico reconoce en el vano de su entredós la voz propia como de Otro, o viceversa, la de Otro como propia. Las ondas de su voz transcurren siendo a la par un propio-otro y un propiomismo. Otro en cuanto salen del cuerpo y retornan a él vibrando; mismo en tanto salen resonando en el cuerpo que las produce. Son sensaciones que aún duran y vibran: “Berührungsempfindungen, die noch 359

Ibid., Formale und transzendentale Logik, op. cit., p. 186. Ibid., Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Zweites Buch, op. cit., pp. 144-147. 360

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nachklingen”, dice Husserl de la mano tocada y ya distante. Los niños conocen este efecto repetitivo de la cualidad sonora mismamente ajena. Ahora bien, el reconocimiento de la articulación correcta supone el reconocimiento de Otro, la otra voz, en uno mismo. Hay tacto, contacto y contagio de la voz alterativa. Tacto del aire común respirado por todos, al margen de la diferencia verbal de las lenguas. Contacto de ondas, vibraciones y resonancia kinésica en el sentir común de la percepción singular, donde el sujeto que habla y se escucha se extraña al mismo tiempo del otro que lo visita. Contacto del movimiento común, en consonancia con Hegel.361 Y contagio de la escucha receptiva del propio yo, en la que la desaparición del sonido es su permanencia, “su propio saber de sí, y su saber de sí como de alguien que ha transitado a otro self, que ha sido oído y escuchado y que es universal”, en contacto “con aquellos para los que ese yo está ahí” y con quienes coexiste, veíamos al estudiar el lenguaje en Hegel.362 Así se forma el arco fonoacústico. Si hay una acción simultánea entre los actos del conocimiento de una situación objetivamente intuida y de la adecuación de la intención expresiva con los sonidos articulados y asociados a ella;363 si además la significación comporta una “intuición dotada de una nueva esencia intencional” y ésta induce el “más allá de sí mismo” del objeto intuido,364 parece, entonces, que lo objetivamente intuido conlleva una intención que lo altera expresándolo. En tal alteración se produce el sonido como concepto o significante de la “nueva esencia intencional”. La expresión une y funde lo que la flecha intuitiva parecía reducir y separar objetivamente. Mantiene tenso el extrañamiento alterativo. Al significante le corresponde, en tal caso, su parte conceptiva en cuanto sonido recordado, a-presentado en función de una resonancia expresiva. El trozo de palabra “carece, en efecto, de toda significación” –“er ist eben bedeutungslos” –,365 pero está inmerso en la consonancia expresiva. En el espacio o entretiempo del “pensée-son” saussureano se abre así un abismo de interpretación perceptiva, un mundo subliminal de 361

Hegel, G. W. F., Phänomenologie des Geistes, op. cit., p. 377 (611). Ibid., p. 376 (610). 363 Husserl, E., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 534 [737]. 364 Ibid., p. 411 [619]. 365 Ibid., p. 108 [316]. 362

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síntesis recurrentes y superpuestas de actos. La onda intrauterina subtiende un fondo kinésico de percepción irrefleja. Es un significante de vibraciones metonímicas incrustado en la carne sentiente o Leiblichkeit que nos predispone a unos gestos y sonidos más que a otros. A este significante se sobrepone otro prelingüístico u onda sonora dotada ya de un presentido de pertinencia, como en el caso de la repetición fónica y del “babillage” del niño. A él se une el significante colingüístico, sinestésico y semiótico, dotado de una taxia múltiple: auditivo-gustativo-olfativo-táctil-visual-kinésico. Tendríamos, por último, el significante propiamente lingüístico, en el que la metonimia de fondo se metaforiza y el sonido recordado articula una huella resonante de significancia. Nace, entonces, el sujeto (des)codificador y la reducción fenomenológica, que ya es metalingüística. Veíamos más arriba que Husserl concibe un momento de “unidad en sí indivisa” en la coincidencia cognoscente de la intención significativa y de la intuición impletiva, cumplimentadora. Unidad, por otra parte, fragmentaria respecto del conjunto complementario e hipotético que las dos partes pudieran formar. Los complementos signitivos e impletivos no coinciden, ni sabemos en razón de qué lo intuido cumple la intención, como si ésta fuera un molde donde encajara el perímetro y relieve del objeto. Hay un momento intuitivo de la diferencia operado por el conocimiento integrador de la coincidencia de la intención significativa de la expresión y de la intuición. De ella procede la dispersión diferenciada como “miembros desplegándose en el tiempo”366, donde hemos de situar, entendemos, la articulación tanto sonora cuanto sintáctica. El acto complejo de conocimiento reduce, por otra parte, según veíamos anteriormente, la libertad de la “intuición significativa” del “representar simbólico vacío” –ya se han fundido las dos flechas, la intendente y la intuicionante– a «indiferencia» «sujeta» en el instante coincidente.367 Nos extraña que la unidad indivisa retenga indiferente a una de las partes así unidas, como si el sujeto no difiriera del predicado, o viceversa, como si fueran iguales, siendo así que, por principio, lo intencio366 “Pero ya el concepto de una unidad de coincidencia implica que no se trata de una dualidad de cosas separadas, sino de una unidad en sí indivisa, que solo se estructura en miembros desplegándose en el tiempo”. Ibid., p. 358 [571]. 367 Ibid., Investigaciones Lógicas, II, p. 358 [571].

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nado e intuido son real y existencialmente desiguales: mentado uno, intuido como existente otro. Ahora bien, ¿cómo pueden unirse si una de las partes resulta indiferente? Ya sabemos que sólo la cosa objetiva lo es, no la propiedad que la caracteriza. Hegel entrevió esta indiferencia de la igualdad en el juicio idéntico, “en la que una y la misma personalidad es a la vez tanto sujeto como predicado”, sin que tengan nada que ver entre sí y” sin unidad necesaria”.368 Husserl relaciona esta indiferencia con la indeterminación intuitiva de las intenciones. La tensión de éstas, que no coincide con la de una expectación,369 se apaga en la percepción estática y sólo se aviva con la fluencia del movimiento perceptivo, abocado a la presencia neutra de la cosa370. La intención intuye cuando ya está ordenada previamente a un todo o conjunto, como sucede en el caso de la melodía. Y la intuición intenciona, pero su potencia cognoscitiva reduce y aplana la tensión indiferenciándola. Husserl reconoce “cierta modificación” derivada de este cumplimiento identificador, pero no es una moción elativa como la que transforma el sonido en significante, sino, en realidad, una absorción de potencia intuitiva. La intención cumplidora de una intención es una intuición.371 En el acto que cumple e implementa otro acto intencional se da un ver intuitivo. Vemos la conexión y este ver es un tacto intelectual. La cosa se presenta así como una fundición de escorzos en el perfil, perímetro o volumen de su presencia. Es kinésica, sinestésica y ontológica. Trasmentamos lo percibido. Pero ese tránsito se reduce a descubrir la ley implícita en el horizonte ya abierto por la parte en él incursa. Son horizontes ya previstos, pero encubiertos por la niebla perceptiva. La indeterminación afecta, nos decía Husserl, a la exigencia de “un complemento no plenamente determinado, sino solo de una esfera definida por alguna ley”.372 Son sinécdoques. La parte contiene el todo implícito como frontera suya complementaria. Por eso trasmentamos la cosa. La trasmentamos intención tras intención, siendo este tras momento fun368

Hegel, G. W. F., Phänomenologie des Geistes, op. cit., p. 385 (622). Husserl, E., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 361. “Intention ist nicht Erwartung, es ist ihr nicht wesentlich, auf ein künftiges Eintreten gerichtet su sein” (Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Zweiter Teil, op. cit., p. 573). 370 Ibid., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., pp. 361-362 [574]. 371 Ibid., p. 360 [572]. 372 Ibid., p. 360 [573]. 369

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dante de una conexión intuitiva, donde se da la cosa. Hay, por tanto, un entretiempo en el trasmentar, un salto en el vacío ontológico de la intuición, cuyo ente u ontos consiste más en la vivencia de salir hacia que en el término de la salida. La indiferencia de la intuición «sujeta» en la igualdad del cumplimiento es desmayo en el fondo «indistinto» de la conciencia identificadora, pero hay que saber a cuánto renuncia la tensión de la intención para aquietarse intuitivamente viendo o sintiendo el instante fragmentario del tacto así vibrante. ¿Es la cosa el aquietamiento intuitivo de sus intenciones significativas? ¿No remite una intención a otra más allá de su completud intuitiva hacia aquello que la mueve y ella correlaciona, el símbolo Γ co? El desmayo aludido sería más bien una caída o cadencia, una inmersión o conexión ontológica con el flujo abierto como horizonte. La sinécdoque de la parte responde a una metonimia o proceso emergente en principio indiferenciado, pero poco a poco sujeto en razón de la taxia o cesura del ritmo así constituido: articulación fónica, onda tonal, sintagma procesivo y acumulado –paradigma–, campo de atribuciones, nódulos categoriales, ámbito predicativo, etc. La sujeción acontece en proceso e implica estancias interiores que descubren parámetros rítmicos en sintonía fenoménica con la situación objetivada, lo cual no quiere decir que se iguale o confunda con ella. La ley antes aludida no es otra cosa que la regulación existencial del proceso en el hay básico u óntico de cada instante del cuerpo animado o Leiblichkeit. De ello derivan las implicaciones biológicas de la conciencia y las ontológicas del cuerpo. Así entendemos el lenguaje como órgano del pensameinto, en sentido humboldtiano. En realidad lo subtiende, como dice Nietzsche, un “Ello piensa” y tal ello ya implica una interpretación que no forma parte del proceso.373 El tema se forma rematizado y la hermenéutica asiste al parto del ser y su explicación o plegamiento antropológico. Si las cosas coincidieran con sus intenciones, anulada la “nueva esencia intencional” que las cubre,374 todos entenderíamos lo mismo en lo mismo que vemos. Si la igualdad lógica supone el desvanecimiento de 373

Nietzsche, F., Jenseits von Gut und Böse. Zur Genealogie der Moral. (1886-1887). K. G, VI2. Walter de Gruyter, Berlin, 1968, p. 25. 374 Husserl, E., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 411 [619].

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la intención significativa por fusión abductora suya en el objeto intuido y correspondiente, la identidad relativa supondría la subsunción del fondo alterativo que traslapa a la igualdad como signo y también la reducción anuladora de la distancia y del tiempo articulado. He aquí, pues, otro arco cognoscitivo que tiende, esta vez, a cerrarse en círculo o esfera, según prive el nivel lineal del conocimiento o la vibración sentiente de la vivencia. Husserl admite una anticipación o posibilidad a priori de “identificación relacionante” en toda “vivencia de unidad” de una “coincidencia identificadora”, y ello “aunque falte la intención consciente hacia la identidad”.375 La vivencia de lo coincidente, superpuesto o imbricado, abre un acceso franco a la conciencia volente que busca la identidad impletiva. Alguna moción comporta, pues, esta vivencia abocada a un complemento intencional que se funde trasmentando. Husserl está presuponiendo una energeia predicativa del sentimiento vivencial orientado, como dice Ortega y Gasset,376 a la búsqueda de un sujeto, donde descansa y repone su fatiga voluntariosa, hasta el punto de perder, en el caso de Husserl, su individualidad377. Al expresar lo que sentimos, predicamos la identidad estática y determinamos la distinción diferenciada. Hay un punto de conexión o palpo fragmentario. Al vivir la síntesis de coincidencia o congruencia de actos perceptivos, se abre una panorámica hacia la frontera de su enlace identificador. En el mismo punto de vivencia sentiente, viendo(se) sentir, surge un arco iris que pliega la voluntad a la ley implícita de cuanto sucede. Ese despliegue de la vivencia ya intencionalmente predicativa es el decurso del “nombrar cognoscitivo” (“des erkennenden Nennes”),378 por cuanto su moción complementaria va moldeando el carácter categorial de un acto fundente,379 y fundante. El sentir concluye en ver indiferenciado cuya indeterminación sobrevuela el espacio hasta que cae presa o «sujeta» en las redes lega375

Ibid., p. 357 [570]. Ortega y Gasset, J., “Ensayo de estética a manera de prólogo”, op. cit., p. 259. La fusión sentiente de Ortega y Gasset, aunque fundada en autores alemanes, es más profunda y diluyente que la síntesis vivencial de Husserl, que funde en su término la diferencia individual del proceso. 377 Husserl, E., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 359 [572]. 378 Ibid., Logische Untersuchungen. Zweiter Band. Zweiter Teil, op. cit., p. 570. 379 Ibid., Investigaciones Lógicas, II, op. cit., p. 357 [569]. 376

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les que las retículas del objeto tejen sobre las sombras como escorzos de su presencia. Se muestra así un objeto cosificado o un bulto cósico que se esclarece en el espacio y decurso objetivo, constituyente de la objetividad misma. La vivencia ata en término cuanto intuye y posibilita en origen. La desmembración de las partes, de la diferencia –la expresión dentro o al margen del conocimiento, como sonido o significante–, es la deuda del tiempo, nos decía antes Husserl.380 El tiempo desmembra la unidad de sentido y vivencia, pero también la funde y funda. Al desgranar en sonido la expresión significativa, también articulamos en el espacio corporal la unidad de su movimiento, temporalizándolo. El sonido articulado como voz no existe fuera del arco percipiente. Aunque no tengamos la imagen del jardín, al oír su nombre nace un paraje que lo sitúa y ubica, floreciendo. Teniéndola, al nombrarla, también brota, como conocimiento expresante, la síntesis kinésica que cada cuerpo emite ubicado en una unidad de experiencia. El sonido voz es el concepto vibrante de la carne sentiente, el palpo del tiempo, el relieve de la idea, anota el poeta Claudio Rodríguez analizando el ritmo de Les Illuminations de Arthur Rimbaud: “La palabra «significa» en la medida que «suena»”.381 Y en ello consiste también la ontopoética del significante: vibración ontológica de la voz en ritmo de existencia. Sin el pliegue mínimo de una cadencia originariamente rítmica, aunque la caída se produzca entre los salientes de una grieta, por donde respira lo oculto o impensado, la sombra de un ritmo posible, no existe fundación del pensamiento. Sus significados son muchas veces ausencias rítmicas, búsqueda del fondo resonante. Pero a este ritmo siempre le falta la curva 380

Ibid., p. 358 [571]. Rodríguez, Cl., “Anotaciones sobre el ritmo de Rimbaud”, Revista de Occidente, nº. 242 (2001), Junio, p. 75. Este artículo se publica en 2001 por primera vez, pero su redacción data de 1953. Claudio Rodríguez (Zamora, 1934; Madrid, 1999) lo escribió en edad temprana y como trabajo académico de estudios universitarios. Es una lectura crítica e intuitiva de deuda creadora entre poetas tocados por el don de la palabra. El propio autor lo daba por perdido, pero aludía algunas veces a él en conversaciones con otros poetas sobre el ritmo y la magia sonora de la poesía. Anota un momento transcendental en el ritmo de Rimbaud como música de “la pura palabra” por encima de los planos sucesivos del tiempo y el espacio, donde se articula la cadencia literaria del sonido en tanto a priori retórico de la creación poética. 381

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decisiva que lo cierre y clausure como repetición clónica de sí mismo. Es abierto, terminalmente discontinuo, pues ninguno de sus giros contiene totalmente la vibración que anuncia y libera. Cuanto más perfecto, más lejano aún de la fuente vibratoria. El ansia de búsqueda en la lejanía, pasada o futura, aun cuando se trate de una presencia viva, es uno de sus principales atributos. LINGÜÍSTICA FENOMENOLÓGICA: HENDRIK JOHANNES POS. El absoluto disuelto de Hölderlin; la transcendencia de lo que trasciende la “indeterminación” intencional del objeto, según Husserl; la noción prelógica y el fundamento ontológico de Amor Ruibal, así como la diferencia de igual índole en Heidegger, fundada en el desvelamiento existencial del ente y del objeto a media que éste se constituye; el decir vinculante de Rilke y Merleau-Ponty, la exactitud de la palabra en la sustancia que la anima, de Juan R. Jiménez; la vida y cualidad de emoción vibrada según Antonio Machado, o la incursa en el fundamento del pensar como experiencia originaria, que postula Michel Henry; el espacio objetivante y la disimetría de Fritz Mauthner, y ésta a su vez en Serge Karcevski, etcétera, nos remiten a un fondo constitutivo y formante del lenguaje muy diferente al que nos tiene acostumbrado la lingüística en sus vertientes funcional, behaviorista, generativa y cognitiva. El proceso de análisis lingüístico de estas orientaciones deja fuera de su alcance aquello que lo funda y potencia, por lo que no pueden reflejar el fenómeno poético en sí mismo más allá de ciertas invariantes por otra parte no del todo específicas del lenguaje poético a no ser por diferencia de grado. Al proceder así, la Lingüística no cumple tampoco con su fundamento y menos aún la Teoría literaria que prescinde del lenguaje donde se asienta y sólo atiende a la formalización del constructo. Hendrik J. Pos realizó en 1939 un análisis preciso del fondo de esta situación al tiempo que delimitaba el horizonte preciso de la Lingüística desde una consideración fenomenológica del lenguaje. Su artículo “Fenomenología y Lingüística”, fundado en el método de Husserl, quien influía ya desde 1920 en el Círculo Lingüístico de Moscú, tuvo eco además entre los componentes del Círculo de Praga. Jakobson lo cita como uno de los fundadores, si no el principal, de la fenomenología del len-

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guaje.382 Los lingüistas, sin embargo, apenas lo tuvieron en cuenta, e igualmente los filósofos. Se aprecia, no obstante, cierto influjo suyo en algunos planteamientos de época (Benveniste, Merleau-Ponty, el propio Jakobson) y recientes (Michel Henry, Jean-Claude Coquet), por no citar otros aparentemente más distantes. Pos centra con claridad las relaciones entre la actitud natural, activa, del hablante y, por tanto, del sujeto lingüístico, y de la ciencia del lenguaje, la lingüística, que considera a éste, su objeto, como resultado de un constructo. El hablante siente su experiencia viva de habla y en ella se da, a su vez, la conciencia originaria, natural, del conocimiento, según la intuición fundante de Husserl. Un saber a priori y, en consecuencia, prelativo a cualquier formulación objetiva basada en él. Pero tal conocimiento o conciencia precientífica tampoco se presenta en bruto. El hablante no se da cuenta de tal hecho. Habla usando palabras adquiridas que ya contienen tiempo, como nos decía Antonio Machado, pero él no lo sabe o prescinde de este fenómeno. Sin embargo, procediendo así ya está inmerso en una imagen del mundo que lo contiene. Y en esta inmersión sí siente y va conociendo lo que él es y no es, lo que le pertenece en propio o como ajeno. Se abre entonces una tensión entre esta realidad que se percibe dentro de uno mismo y que resulta extraña. La fenomenología parte de esta experiencia en tanto a priori material de la forma que luego la reflexión establece sobre ella como presuposición suya, un antecedente sub-puesto. Algo se pone delante estando sujeto a conciencia. Es el mismo punto de partida de Hölderlin, pero negando la afirmación de absoluto que existe en la identidad de sujeto y objeto y en el lazo de unión con el mundo, pues el objeto inicial es el mismo hombre, el sujeto que toma la iniciativa, se posiciona, estableciendo de tal modo una contraposición sujeto-objeto, que ya conocemos, y entre el conocimiento originario y el científico. Este proceso implica e instruye sobre el método que se está formalizando. Partimos de un hecho, el habla, lo dado en ella, las palabras y designaciones de mundo, con las que el hombre se vincula, y de un modo de darse todo esto: originariamente, antes de toda observación 382

Pos, H. J., “Phénoménologie et Linguistique”, Revue Internationale de Philosophie, Première Année, 2 (Janvier 1939), pp. 354-365. Roman Jakobson, Essais de Linguistique Générale. 2., op. cit., pp. 13-14.

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científica. Y descubrimos que el hombre está implicado en una fusión objetiva de sí mismo, a partir de la cual va comprendiendo lo que hace. Se sabe proyectado como sujeto de cuanto acontece. Este saber de fondo resulta básico para el establecimiento de la lingüística fenomenológica, pues ya lo intuyó Humboldt como predicado energético, al que aludimos con frecuencia en este estudio. Y la prelación ontológica es el fundamento correlativo de Amor Ruibal y la apertura del ser en forma de ente para Heidegger, así como el lazo de preconciencia augura el vínculo, la profundidad y carácter pregnante de la palabra según MerleauPonty. Habría entonces dos modos de proceder. O bien partimos de lo que la lingüística nos dice en su estado actual del sujeto hablante, de lo que conoce hablando y cómo lo conoce, o bien nos situamos en la conciencia de origen. Allí iríamos hacia atrás; aquí, en cambio, hacia adelante. Aquel proceso descubriría este estado de conciencia como algo mínimo e intrascendente, incluso negativo, pues lo que sepamos de él será siempre algo suyo modificado. En el otro modo asistimos, por contra, al proceso y apreciamos qué y cómo queda atrás en aras de un objeto cada vez más distanciado de la realidad que lo subtiende. También conocemos este resultado, al que Amor Ruibal denominó pseudónimo. Ahora bien, al proceder así vamos descubriendo la diferencia entre el saber del sujeto prelingüístico, cuya sustancia aún no se conoce, y el lingüístico, lo que supone una separación (écart) entre ambos y, por ello, entre la intuición natural, donde el hombre se mira –introspección– y la científica, donde se abre el horizonte o despliegue de la observación y de la objetividad. Al escindirse el lazo originario, se produce una expansión en espacio y tiempo, que Pos cifra en tres instancias a partir de la negatividad mutua entre un estado inicial y otro procesivo. La perspectiva del observador quiebra la seguridad de sentirse sustantes en fusión ontológica. Trueca la actitud activa por un modo suyo reflexivo, y sin que las dos posturas se realicen al mismo tiempo, pues el observador contempla posibilidades ajenas al don originario, al tiempo que rehúsa integrar lo subjetivo en su actividad propia, con lo que instaura un relativismo. Y es ahí donde reaparece la negatividad característica que ya conocemos, propia del establecimiento de la lingüística y del positivismo científico: “La conciencia primaria se revela como la nega-

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ción de todos los descubrimientos de la observación, como ésta se revela negación de todas las certezas de la actividad originaria”.383 Surge así la arbitrariedad consecuente a la ruptura del lazo entre el yo y el objeto mundo abierto a los demás hablantes mediante el uso de la lengua adquirida y el acceso inmediato a esta sustancia por la intuición. El observador cree y procede como si hubiera descartado la actitud activa, pero en realidad se mantiene en ella. Así como el hablante descubre por la expansión del horizonte que se abre ante él, en espacio y tiempo, que su estado inicial absoluto se relativiza, el observador cae en cuenta de que su punto de mira es sólo relativo y que lo que creía ya distante del origen aún remite a él, es decir, a la actividad del sujeto hablante. Pos evita de este modo el absolutismo de origen y término, abocado a una relación polar ubicada en el dinamismo de la actividad hablante, donde sitúa realmente el conocimiento lingüístico. Pero esto sólo es propio de la lingüística fenomenológica, que observa la relación de lo relativo, mientras que la ciencia, siendo relativa, ignora que lo es. La fenomenología se sitúa entonces como fundamento lingüístico de la versión humana de la ciencia. ¿Y qué supone esto? Un cambio de actitud respecto del espacio y del tiempo. En el espacio –ya lo hemos avanzado–, la arbitrariedad diferencia la palabra (el significante) de su significación, pues no coinciden en todas las lenguas. Aunque cada sistema lingüístico mantiene igual valor respecto de su expresión en cualquier idioma, cada uno es otra posibilidad expresiva. Por otra parte, las palabras proceden de un pasado que las formó y éste, a su vez, de otro aún más antiguo. El hablante percibe con ello una continuidad de cambios y el presente como una cadena de sucesiones, es decir, propenso a convertirse en pasado. Y esto restringe la disposición de futuro que la actitud activa del sujeto vive en el presente. El observador se sitúa en el punto de fijación de los hechos de lengua (sincronía) y deja invisible la procedencia, el pasado (diacronía), como invisible es asimismo para el hablante que vive sólo la actualidad del habla, su realización, de cuyo modo prescinde el lingüista. Se manifiestan en esto, por tanto, una serie de contraposiciones sobre un fondo común. Utilizamos el lenguaje heredado y adquirido sin conciencia de la adquisición y al observador le interesa reducir esta competen383

Pos, H. J., “Phénoménologie et Linguistique”, op. cit., p. 358.

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cia o disposición de habla al proceso adquisitivo que la hizo posible. De uno y otro modo, el dinamismo de la actividad hablante se sustrae al tiempo, lo borra, a través de las combinaciones simultáneas de elementos, con lo que unifica en el espacio de sus estructuras (los sintagmas) la variedad de lo múltiple y sucesivo. Se contraponen la unidad de la conciencia originaria, que tiende a olvidar lo diferente de los modos de habla en cada sujeto, convirtiendo en positiva esta actitud respecto del ejercicio de la lengua (si se fijara en el pasado, se estancaría), y la unidad relativa del observador, quien concluye una semejanza entre los diversos lenguajes individuales. Una y otra unidad son, sin embargo, semejantes, pero la de la conciencia originaria se mantiene inseparable del hecho de sentirse intersubjetiva, la misma en todos los hablantes, y el observador prescinde de este hecho. Pos considera que aquí se da otra tensión polar entre la realidad inmediata de la conciencia y su objetivación diferenciada pero convergente por semejanza en unidad relativa. Partiendo de la realidad inmediata, la ciencia se aleja de ella, por lo que reencontramos la separación o el famoso desvío (écart) en el que se ampara la lingüística a la hora de ponderar el lenguaje poético. Un desvío por coordinación y sucesión de los dos modos de conciencia, el intuitivo originario y el científico. El lingüista se ampara en el común ejercicio de la actividad de habla y su experiencia, pues él también es hablante, y opone a lo absoluto originario una relatividad que no anula la actividad lingüística ni el saber que le es inherente y la inspira, podríamos decir. Cuando esta ciencia prescinde de tal inspiración, es decir, de la fuente común originaria, se produce el objetivismo radical de la ciencia, que Pos centra en el behaviorismo y el fisicalismo. Salva, de este modo, la continuidad de la experiencia subjetiva del lenguaje, que funciona como lazo presupositivo de la conciencia originaria y del saber en ella fundado. Tal es el fundamento de la lingüística fenomenológica. Si se rompe el lazo, como hacen las sucesivas escuelas derivadas del estructuralismo, o las que pretenden “reducir el ejercicio (performance) de la disposición a la adquisición” (competence: aprendizaje y condiciones suyas biológicas), se produce el objetivismo científico. Y entonces, el sentido de conceptos como significación, expresión y comprensión se entiende de modo diverso según se considere la vida o su reducción en la ciencia del lenguaje. La significación es en uno y en otro caso regularidad observada en la su-

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cesión de actos lingüísticos, pero su sentido difiere. En la vida, inspira manteniéndose como fuente de lo regular y su conocimiento le es inherente; en la ciencia, por el contrario, fija las presuposiciones que la posibilitan reduciéndolas a efectos de conducta sin considerar el dinamismo interno y, por tanto, la potencia quántica o proceso elativo de la intuición formante, según la hipótesis que aquí proponemos. La separación, desvío (écart), alejamiento por expansión superpuesta de espacio y tiempo entre las unidades de la potencia interior, espontánea, y la objetiva, productora, tan afecta del estructuralismo como del generativismo, responden aún al abismo o fractura que entre una y otra da vueltas desde Herder y Johann G. Hamann hasta Heidegger y la teoría de la recepción con Hans R. Jauß. Ya la encontramos en Platón, Aristóteles, san Agustín, Santo Tomás (voz natural, pero nombre de institución humana), Ockham, Humboldt, etcétera, pero con el vínculo genitriz y nuclear que ensortija ambas unidades mediante la fuerza energética de Eros reconducido al Bien, o la ontológica del Ser, con sus categorías, la del Amor, que revoluciona y conforma las unidades en un espacio interno de sucesiones superpuestas, en fin, la forma interna vinculante de sonido e idea a través de nódulos sintáctico-semánticos que ya operan en la morfología. Varían las explicaciones, pero se mantiene el núcelo operativo desde la presencia del Logos como sentido orientador y formante de cuanto aflora en la vida. La modernidad añade, más bien recupera, el punto y taxia (tacto procesual en orden a formar unidades por asociación superpuesta), el toque modal, por ejemplo, del sonido o tonía del cómo, del modo originario de conformación ontológica. Lo que nosotros denominamos metafóricamente rotación atómica es para Pos, y en el dinamismo de la actividad lingüística, “la tensión polar que hay entre la realidad inmediata y su objetivación. Teniendo a aquélla como punto de partida, la ciencia se aparta no obstante totalmente de ella. Diríamos que, queriendo asir lo inmediato, lo mata”.384 Ahí se instaura el método fenomenológico de la lingüística al enlazar con brazos estrechos, y de una sola mirada, la conciencia de origen y la objetivación productiva, objetivante, siempre “en marcha”. Y así, añade Pos con clarividencia de memoria histórica en un párrafo fundamental 384

Ibid., p. 361.

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para la recuperación de cuanto la lingüística ha perdido, “es como podrá ser conocida y juzgada la desviación de las dos”. A la lingüística le corresponde una forma y modo de juicio propio. Cumple a su método, sigue diciendo, “demostrar cuál es el sentido del alejamiento de la ciencia respecto de la conciencia originaria y en qué es aquélla deudora de ésta. Semejante demostración aclarará en qué medida se alimenta (queda alimentada) toda objetivación de la sustancia real que es anterior a todo saber (o conocer); alumbrará la naturaleza de la transición al saber, lo que la ciencia gana y aquello que se le escapa. Restablecerá así el equilibrio entre las realidades primeras y la objetivación que se pierde en la idea que la ciencia se hace de ella misma”. Con tal método “se comprenderá el saber en función de la conciencia originaria”, la cual contiene “un en-sí (en-soi) anterior a toda relatividad”. Este ser relativo es el campo y dominio propio que la ciencia introduce al coordinar en la expansión de espacio y tiempo los datos que la atomización de los fenómenos produce al principio en función del olvido creciente al observar en lo indistinto de la unidad originaria diferencias que, no obstante, revierten unas a otras semejantes y que, por ello, vuelven de modo analógico a la unidad de principio. Pero esta otra unidad se conforma relacionalmente polarizada. Es una relatividad ella misma relativa: “Cette relativité est elle-même relative”.385 La ciencia no sabe esto y opera con ella olvidando el absoluto que está detrás y la fundamenta: la unidad primigenia de objeto y sujeto. Tal es la perspectiva de que parte el lingüista sin preterir la del sujeto hablante. El método así determinado asigna a la lingüística el esclarecimiento de la experiencia viva de la conciencia precientífica. A ello se une la consideración filosófica atenta y veladora de la actitud científica que pretende juzgar el valor de la distancia o desvío, como sucede, por ejemplo, en el behaviorismo, al que podemos añadirle la pragmática y el cognitivismo de hoy día. La objetivación sobrepasa, observa Pos, su punto de cristalización al abandonar los últimos fundamentos de la experiencia. Por el contrario, el aspecto fenomenológico del lenguaje retoma el fondo humanista de la naturaleza haciéndonos conscientes de nuestras actividades por la experiencia interior y su expansión mediante 385

Ibid., p. 363. Las citas precentes corresponden a esta página fundamental para el establecimiento del método fenomenológico de la lingüística.

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el conocimiento análogo que procuran los fenómenos observados, pero sin prescindir de las condiciones de nuestra naturaleza, entre ellas la capacidad de conocernos desde el punto de vista abosoluto.386 Se produce así una reafirmación de la conciencia originaria sobre la negatividad que las diferencias y el olvido inmemorial inducen. La diacronía del lenguaje muestra este olvido constante, pero recordemos a la matrona y al gramático pintor del Sócrates platónico: el conocimiento cubre y enlaza internamente sus grietas y rupturas. Mientras la ciencia tiende a un absoluto imposible, la conciencia crítica, verbalmente fenomenológica (Logos), lo hace posible. Surge así la figura moderna del lingüista filósofo y de una nueva lingüística que afirma la conciencia del sujeto hablante basada en datos intuitivos que hacen posible la objetivación, pero que le resultan inabarcables. El desvío no es entonces ilimitado. El lingüista fenomenólogo atiende a la base de este objeto. Escruta sus orígenes y los motivos de la ciencia, la realidad en sí de la subjetividad originaria. Le hace comprender a aquélla su relatividad respecto de este origen activo y producente, el cual “contiene las estructuras que condicionan su extensión mediante la experiencia y la observación. El lazo y vínculo lingüístico es la condición de posibilidad de las ciencias.: “gracias al aspecto originario y subjetivo del conocimiento tenemos una teoría del conocimiento”.387 La última palabra de Pos es Descartes. Es también éste el comienzo, recordemos, de la lingüística de Noam Chomsky. Existe, sin embargo, un abismo entre una y otra interpretación. Nos hemos detenido en este artículo del fenomenólogo neerlandés por la importancia de este resumen extraordinario de las bases fenomenológicas del lenguaje a partir del intuicionismo esencial de Husserl, pero revelando las raíces lingüísticas que lo subtienden y el florecimiento futuro que potencian. La exposición de Pos es para nosotros, además, una confirmación del acierto crítico, por una parte, de Hölderlin y de la gran poesía, y por otra, de Amor Ruibal al proponer una concepción del lenguaje desde el relativismo atómico. Recuperamos así el enfoque verdadero de la lingüística. Pero hay algo más. La dicotomía que Pos establece y reconduce es una constante de otro relativismo, el escéptico. La ciencia actual procede so386 387

Ibid., p. 364. Ibid., p. 365.

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metida a desconfianza de todo lo que regula y, al mismo tiempo, es deudora de una confianza absoluta de sus posibilidades, que son las que la naturaleza originaria tiene y que su método relativista oculta. La ciencia vive una paradoja continua al olvidar su fundamento originario. La propuesta de reconducir los fundamentos de la ciencia desde una fenomenología lingüística que instaura una ciencia del lenguaje a su vez de tal índole halla su razón última, a nuestro juicio, en la Poética cuyo fundamento exponemos en esta obra. La Poética vincula desde el punto quántico de la expansión originaria de onda cuanto separa el dinamismo espaciotemporal del proceder humano. Esta constante rítmica de unión y separación de nuevo vinculada es el núcleo del Poema. En él vive el hombre su origen y cuanto comprende del origen de la naturaleza humana en el cosmos. Sólo podemos hablar de una conciencia originaria si la conocemos en su punto expansivo: apertura de un horizonte que se dilata concentrándose. Imagen viva del conocimiento. El hombre se observa viendo lo circundante y sintiéndose en ello proyectado a más de sí mismo sin otro retorno que el recuerdo de cuanto produce rítmicamente. Y la Palabra encarna este instante en cada momento de Vida. El horizonte va de suyo como aura de lo vivido. La Poética resuelve el antagonismo fenomenológico en lo común del hablante observando(se).388 Y esto es el principio poético del conocimiento y del lenguaje. La Poética mantiene el lazo constante de la conciencia originaria y del lenguaje otorgando a la introspección fenomenológica y a la observación científica la resonancia que la naturaleza induce en las facultades del hombre al mancomunar el sonido mediante los órganos por ella creados a tal efecto. Proponemos una Poética que evalúe el gran aporte creador de la humanidad y sea hoy el equivalente de lo que fue en su día la de Aristóteles. El nacimiento y expansión de la ciencia descubren así el dinamismo originario que, a través del tiempo y del espacio, recubriéndose, la dilata.

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El paréntesis refleja el acotamiento del límite expansivo y el proceso de reflexión que la forma se muestra en el lenguaje.

7. Espejismo de la mente

El entorno lingüístico anteriormente esquematizado es fondo común de todas las lenguas, pero no todas desarrollan igual grado de evolución comparativa, lo que habitualmente denominamos cultura dentro de la civilización humana, desde la cueva, el palafito y el castro al descubrimiento del átomo, del chip y del genoma. La rotación secuencial de cada lengua varía y alcanza un período vital diverso. Ninguna es eterna ni en principio específica del hombre, pero sí el lenguaje. Ni siquiera cabe suponer una lengua única para todo el género humano por más que podamos imaginarla y revivir el horizonte bíblico de una comunicación unívoca, adámica, o inspirada, una especie de código común que nos permita entendernos en lenguas diferentes. La rotación de lenguas, los dialectos, la entropía cultural de muchas de ellas, la diversidad humana, la singularidad del individuo, del grupo, comunidad, país, de época, imponen sus exigencias y, sobre todo, favorecen la novedad continua que el hombre distiende reproduciéndose, ya advertida por el poeta del Apocalipsis: “Todo lo hago nuevo” (21, 5a). Por eso la lingüística tiene un objeto formal preciso, el fundamento de cualquier idioma o de la lengua en cuanto código del habla, entendiendo por tal la revelación continuamente nueva del sentir humano, sea cual sea su diferencia ecológica. En esto, Saussure acertó al establecer distinciones entre lenguaje, la facultad, lengua, el código, y habla, la realidad oralmente viva, espontánea, la actitud natural de entender comunicándose. Ahora bien, la precisión establecida entre el espacio atómico del pensamiento y el sonido natural de la voz (el pensée-son) admite otra fundación que el amorfismo inicial del pensamiento y el principio de negación estructural opositiva. Cada átomo de articulación es lo que no es el otro en función del giro que los asiste con una posición determinada elativamente en cada instante del proceso. Se produce incluso en razón del medio que instaura. El amorfismo no explica la constitución del lenguaje fuera de una preconcepción de espontaneidad emergente, la cual aún supondría razones ocultas no explicitadas, o presupuestos epistemológicos concebidos como axiomas. 205

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HOMOLOGÍA LINGÜÍSTICO-BIOLÓGICA La diferencia epigenética y metodológica del lenguaje respecto de toda ciencia consiste en que él mismo se experimenta actuando, procesando, produciendo los signos necesarios siempre que busca o quiere significar lo que representa comunicando. Cuenta con la base natural, el sonido; con su función intencional, la voz elativa de la intuición; y con forma intelectiva, la intención significante del proceso inicialmente preconcebido y ahora significado, donde se abre, a su vez, el horizonte de sentido configurante, antes imperceptible o tal vez intuible, pero sólo entonces descubierto y analizable. Esta tensión proyectiva y germinante de fondo preconsciente que se conoce a sí misma una vez configurada replica, efectivamente, el proceso vital humano. Es su sentido y forma interna, como la definieron Herder y Humboldt, el espontáneo clareo de la voz incipiente al comunicarse el hombre consigo mismo y los demás hombres. Desde tal consideración, el lenguaje funda la vida cultivada del género humano. Y aquí cobra importancia la hipótesis del reciclaje neuronal asociado al de la cultura y sus objetos mentales, cuya efectividad revierte sobre el proceso que los crea genéticamente. La mente humana habría concebido un sustituto o Ersatz modélico, el Ordenador Universal, y la potencia de éste activa las de la mente de modo insospechado. Permite imaginar funciones hasta el momento inconcebibles. Es la megametáfora del conocimiento, la hipermetonimia de las funciones asociadas secuencialmente y procesadas por algoritmos o funciones de funciones cuya amalgama proforma de modo muy veloz, como si las microunidades alcanzaran e incluso sobrepasaran, primero la velocidad de la sangre, segundo de la transferencia sináptica y nerviosa de los tejidos humanos y, tercero, del flujo fotónico. Entonces cabe suponer una mutación quántica impredecible cuyo estado ya no sería material, o no la materia tal como la conocemos, sino otro modo de energía aún innominada, por más nombres que se le hayan asignado culturalmente. La fusión integradora del chip con la célula sería la nueva unidad de procesamiento y, en un futuro, del átomo de energía con el gen… Ya no comprenderíamos el resultado, al menos con la sinergia de músculos, oído y ojos actuales. Ahora bien, nos preguntamos si el reflujo del objeto mental sobre el proceso neurológico que lo posibilita no será precisamente un espejismo de la proyección nominalizante y categórica de la función lingüís-

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tica de la mente. Si el neurolingüista no encuentra en el camino la sombra que su paso proyecta sobre el polvo del universo. Si no le sucede lo mismo que al matemático de Merleau-Ponty al configurar el algoritmo y encontrar tras el análisis formal la categorización previamente introducida en los símbolos de las ecuaciones. El lenguaje ya habría procesado el esquema de realidad que interpreta. Y sin embargo, algo hay en él capaz de sugestionarnos hasta el infinito y de atribuir a sus elementos genéticos propiedades trascendentales, microcóspicamente infinitas. El espejismo procede de la secuencia continua de espejos en los que la mente sólo ve sus operaciones. Guiada por la secuencia replicativa de series en cadena viaja al infinito superponiendo nombres por hiperonimia y convirtiendo en hipónimos las parcelas de realidad procesada, mientras queda inédito cuanto no haya entrado en la reducción establecida. El trayecto parece coordinado con el de abstracción, pero el concepto nombrado en uno y otro caso, el gnoseológico y el neuronal, implica contenidos y referentes muy diversos. La abstración gnoseológica procesa manteniendo el hilo de inherencia con la realidad, de tal modo que en cualquier momento admite comprobación falsable por analogía, atribución interna, abdución, indución y exclusión de cualquier otra hipótesis no fiable. El mentalismo neuronal abduce y prejuzga constantemente tendiendo puentes de fiabilidad conectiva entre unidades cuya definición responde al corte de mínimos para reproducir lo buscado invistiendo en la energía el isomorfismo convectivo de la mente. Se escamotea la intuición en aras de la resonancia que induce ritmo y armonía buscada, pero se proyecta la intuición nominal sobre la realidad de la que procede por a priori categorial correlativo. El educto de realidad procesada revierte lingüísticamente en otro instante de lo concebido como categoría suya reestructurada. El nombre es, al menos, un instante suyo. Y esta replicación de tiempo transido espacia nuevamente la realidad con nuevas fórmulas e implicaciones combinatorias de conexión ajustada. El nuevo nombre descubre la forma poietizante del proceso, que, como dijimos, recuerda estructuralmente la ideada por Eduard von Hartmann en el siglo XIX. Aún nos movemos en el horizonte hermenéutico de la ciencia. Así se explica su historia, siempre feudataria de la donación de sentido original, sujeta a desarrollo y cambio permanente.389 389

Mainzer, Kl., Materie. Von der Urmaterie zum Leben, op. cit., p. 86.

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Pero las teorías basadas en la evolución biológica necesitan también un algoritmo cuya constante refleje el cambio contextual permanente y pueda determinar entonces un operador que posibilite un sistema kinemático tautológico cuyas ecuaciones funcionen como sus análogas en física –“equations of motions”– y biología: procesos de mutación y selección.390 La hipótesis de partida considera el conjunto de todos los posibles contextos dividido idealmente en dos subconjuntos, uno satisfactorio y el otro no, de tal manera que el primer estado tiende, en una especie de proceso constantemente regulador, homeostático, podríamos decir, a saturarse siguiendo un supuesto valor de supervivencia continua, ya que la evolución no comienza ni acaba nunca: es eterna, afirma Thomas T Ballmer.391 Se produce así una secuencia de eventos basada en una progresión sucesiva de fisiones y fusiones de contextos operativos, verbales, sociales, etcétera. El concepto de valor implica aquí un truismo, pues su constancia se basa en ser operador constante de “conjunción hereditaria”, es decir, una emergencia continua del factor bios en la mente y sus contextos, supuesta como hipótesis de trabajo, pero no demostrada. Considera evidente lo que trata de explicar: que la mutación se neutraliza si el valor subsecuente de una situación contextual es peor que el previo, al que valida entonces como verdadero, lo cual no afecta al valor en sí mismo, pues lo peor de una situación concreta sería exponente válido de lo inverso, y por tanto verdadero. El paso de los conceptos valor falso o verdadero a situación basado en el estado mejor o peor de ésta, presupone una plusvalía interna del concepto bios divinizado como eterno, además de un juicio previo traslapado: lo que se sucede evoluciona en función positiva o negativa, suponiendo esta alternancia un valor en sí mismo. Es decir, nos encontramos de nuevo con la tautología ya expuesta por Merleau-Ponty. La ecuación encuentra al final de su proceso el valor que había centrado previamente: los contextos operativos parten siempre de tentativas mutacionales no inútiles o infructuosas. Ballmer deduce de esto un remanente recursivo o rastro –trace– algorítmico en el universo. A nuestro entender, y partiendo de otras premisas, esta traza sólo es posible si los contextos 390 Ballmer, Th. T, “Context and context change”, en Petöfi, J. S. (ed.), Text and Discourse Constitution. Empirical Aspects, Theoretical Approaches, Walter de Gruyter, BerlinNew York, 1998, p. 373. 391 Ibid., p. 369.

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biosociales implican una forma de inherencia o de homóloga atribución interna, del mismo modo que el horizonte precede y poscede a los elementos y partes que lo constituyen. La capacidad de cambio por selección en un ambiente determinado presupone algún tipo de instinto discriminador por afinidad, rechazo o adaptación, lo cual hace sospechar algún principio de orientación activa o el lenguaje, una vez más, recurre al espejismo de la forma mentis. Y entonces volvemos a la dicotomía del predicado siempre eventual y ajeno al atributo, tal como propone Leibniz, o atributivo, según la tradición especulativa. La conclusión de todo esto es que la lingüística fundada en el carácter instrumental del lenguaje precisa recuperar de uno u otro modo su factor creativo interno y de novedad permanente, ya prefigurado en el Apocalipsis, Platón y la hermenéutica idealista, el crecimiento continuo del universo –Wachstum– en Herder,392 la elevación (Erhebung) constante de conceptos o términos polarmente correlacionados en Novalis, que también supone un giro o abismo cualitativo, diferenciador, entre ellos, incluido el milagro como fenómeno de regulación en la naturaleza.393 Este abismo o grieta de otros autores (el mismo Herder, Humboldt, Nietzsche) está también implícito en el concepto homeostático de insatisfacción inicial –Unsatisfactoriness– del proceso lógico cibernético de Ballmer, lo cual nos remite, por otra parte, a un fondo psicológico de premisa fenomenológica. Se presupone una intuición saturante de carácter atributivo inherente al fenómeno, a la que nos referíamos, pero no formulada. Es también el fondo de la protosintaxis en su fundamento rítmico, según nuestra concepción ontopoética. Son varios los problemas gnoseológicos implícitos en esta nueva área de la lingüística contextual basada en la evolución eterna de la vida y del universo. El modelo operativo sustituye al germinal y especulativo dialéctico sin resolver la cuestión de los flecos fenomenológicos concernientes a la potencia y virtualidad (razones seminales de los estoicos, san Agustín; Keim –germen– de Herder, Potenzierung de Novalis, Potenz de Hegel, etcétera) tanto de la materia como de la mente operativa. Observamos, con todo, que se impone un factor de constancia permanente 392

Herder, J. G., Abhandlung über den Ursprung der Sprache, op. cit., p. 29. Novalis, Schriften. Die Werke Friedrich von Hardenbergs, III, W. Kohlhammer, Stuttgart, 1977, p. 440 (Fragmento 894). 393

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dentro de un cambio continuo. Sería ésta el área metodológica que circunscribe la investigación física, la biológica, la de sistemas,394 y en fin, la lingüística, basada generalmente en el carácter instrumental del lenguaje y definido éste por el uso que de él hacemos al actuar comunicándonos. Pero ya sabemos que esta consideración desvirtúa el fenómeno del lenguaje doblemente. Deslinda el instrumento y su uso de la acción que lo incardina y potencia confiriéndole, sin embargo, el atributo de saturar intenciones y de contribuir al cumplimiento de la acción misma (“Instruments are thus an aid to performing actions”)395. Se produce entonces un falso efecto metonímico por cuanto se otorga al output toda la eficiencia del input y se potencia el constructo como imagen y emblema del proceso que lo crea y constituye, el Ordenador Universal de la Gramática homóloga. Y esta posibilidad sólo la encontramos en los procesos de autorreferencia y recursividad poética, la cual implica un factor potencial de sentido diferente al de la tautología programada. Cabe citar aquí como argumento una observación y pregunta de 394 Por ejemplo el recurso a conceptos como proteomas –conjunto de proteínas consideradas estables– y los transcriptomas, los ARNs que varían evolutivamente, a los que nos referíamos en el artículo citado de A. Benítez-Burraco. El recurso a un nivel expresivo de las proteínas, o al proceso del cambio inducido por la mutación de un gen, resulta espejismo mental del análisis. Proyectamos sobre la realidad denominaciones que implican suponer un código cuya realización expresa. Detrás está una mente innominada, un factor para el que aún no hemos encontrado nombre. Evidentemente, el método científico no dispone de más recursos que los lingüísticos para manifestarse. Sin embargo, este procedimiento nos muestra otra aporía del fenómeno. Operamos con preconcepciones recursivas, lo cual atañe al fundamento gnoseológico y hermenéutico del lenguaje y de la ciencia. Sólo podemos pensar lo que captamos mediante palabras. Y esto ya lo reflejó Goethe en el Fausto, como nos recuerda Fritz Mautner a la par del cambio simbólico que la palabra evolución experimentó con su uso (Beiträge zu einer Kritik der Sprache. Dritter Band. Zur Grammatik und Logik, op. cit., pp. 590ss, 596). La imagen que encerraba como presuposición de un futuro y desarrollo teleológico dio paso a la de emanación y, de aquí, hoy, a la de emergencia integradora. Esto explica la presunción o hipótesis de trabajo, ya señalada por Jakobson (Essais de Linguistique Générale. 2., op. cit., pp. 51-54), de un carácter “expresivo” de las proteínas desde un fondo o código más o menos permanente y variaciones de proceso secuenciales según el medio y la adaptación a sus parámetros. Es decir, nos encontramos de nuevo con un esquema de funcionamiento gnoseológico traslapado. Nos remitimos, pues, al a priori categorial de correlación, cuyo fundamento es ontopoético. 395 Ballmer, Th. T, “Context and context change”, op. cit., p. 317.

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Herder al hilo del concepto de reflexión en potencia. Si, en el estado primitivo, dice, no hay en el alma un rasgo positivo de la razón, ¿cómo podría actualizarse esto en el curso de millones de estados sucesivos? Es una ilusión verbal pretender que el uso podría transformar una facultad en fuerza, algo simplemente posible en efectivo: si no hay ya ahí una fuerza, ésta no puede ser ni utilizada ni aplicada.396 ¿Y cómo habría algo negativo, insatisfecho, no saturado, estructuralmente diferenciado, podemos seguir preguntándonos, sin algo intencionalmente positivo que lo actúe? Si no existe nada semejante en ninguno de los constituyentes de la cadena de sucesiones, sus eventos, cabe suponer que lo proyecta la tendencia dinámica de la mente, su deseo racional de elevación, de llegar a término en algo, de exponer este mismo proceso, de alcanzar el germen entrevisto, etcétera. La intención racional considera positivo el despliegue de su potencia intelectiva, confirmada en cada uno de los actos que efectúa. Y el lenguaje es tal por eminencia. Así se presenta el ansia humana de conocimiento, que el poema vivifica presentándola. La ciencia formula con algoritmos siempre nuevos el pliegue mental que la asiste. Y en esto coincide con la poesía, sólo que el poema vive la historia que crea. Y el genoma no significa. Su historia aún no existe y, cuando la tenga, será la nuestra. El mejor argumento contra el isomorfismo neuronal, por adaptación, emergencia, o azar evolutivo, es el formulado por Maturana y Varela al advertir que los procesos químicos de la genética no contienen representación del mundo. De hecho, los neurólogos y neurolingüistas se ven abocados a formular una teoría del sujeto, del yo cognoscente, o a negarlo, o lo aceptan sólo como hipótesis, o lo reducen a un epifenómeno del proceso para fundamentar el engarce de las conexiones sinápticas con el de los conceptos en la conciencia. Reconocen con ello, no obstante, que falta la evidencia de un vínculo, o que, no siendo preciso ningún engarce, sólo podemos fiarnos de una explicación contingente. Buscaríamos una convicción temporal, no la verdad de lo explicado, pues se parte del presupuesto de que no hay verdad en el campo de la ciencia, sino, en todo caso, una razón coherente de los datos obtenidos, una fiducia o certidumbre basada en hipótesis de trabajo.

396

Herder, J. G., Abhandlung über den Ursprung der Sprache, op. cit., p. 30.

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CRÍTICA DE LA REDUCCIÓN POÉTICA La lingüística fenomenológica, de fondo poético, requiere un análisis fundante que no quede a distancia de lo analizado; que no sea un recubrimiento o sustituto, un Ersazt, ni siquiera un compañero de ruta, un pendant. Y el análisis sólo resulta fundador incorporándose a la emergencia que lo induce, siendo su cuerpo visible, ex-plicable. El acontecimiento (Ereignis) no es desvío; más bien reconduce a su fuente lo desviado por merma entrópica de energía. Roman Jakobson Bajo tal aspecto, Jakobson soslaya el verdadero fondo de la poesía al centrarla en un efecto de autorreferencia formal del mensaje comunicativo y al subordinarla consecuentemente a la lingüística.397 Esta característica –ser autorreferente–, centrada en la ya famosa función poética que establece un principio de equivalencia del eje del paradigma sobre el sintagma,398 resulta además redundante para definir el efecto de la poesía en el lenguaje, pues éste ya proyecta en tal sentido por naturaleza.399 Es otra confirmación de que el lenguaje ya es poético por sí mismo. Al proceder, sin embargo, como Jakobson, el decir se subsume en la forma de lo dicho. Esta suposición contribuye aún hoy al falseamiento crítico y permanencia de la paradoja lingüística. Se confunde el modo de acceso a la presencia poética con el desplazamiento, la irradiación con el des397

Jakobson, R., Essais de Linguistique Générale, Minuit, Paris, 1963, p. 222. Ibid. p. 220. 399 Se ha demostrado, por otra parte, que todos los rasgos específicos de “efecto poético” señalados por Jakobson, la equivalencia por binas, el paralelismo, la correlación, correspondencias entre sentido y sonido, el factor de sorpresa (strikingness), rarezas (rarities), la oposición misma como método determinativo de unidades (fundamental en el formalismo lingüístico), el realce (foregrounding), la desautomatización (disautomatization) de la forma, (estos dos últimos caracteres decisivos para la actualización del rasgo), etcétera, todos estos fenómenos son específicos del lenguaje y resaltan en uno u otro texto según las exigencias del decir en cada momento locutivo. (Cf. Paul Werth, “Roman Jakobson’s verbal analisis of poetry”, Journal of Linguistics, 12 (1976), pp. 21-73, en especial pp. 22-25, 45, 54, 57, 58ss, 71-72. Y tampoco el concepto de dominante entendido como “elemento focal de una obra de arte” (Roman Jakobson, Questions de Poétique, op. cit., p. 145) resulta exclusivo de ésta, aunque contribuya a su especificidad, pues el mayor dominio de un rasgo puede obedecer a un factor mínimo de cualificación estética. 398

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vío. El resultado de este lenguaje aún responde a considerarlo como objeto suyo externo. Los ejes de selección, basada ésta en paradigma interno de semejanza funcional entre formas, y de combinación o de contigüidad externa, sintagmática, superpuestos en el principio de equivalencia, base el primero de la metáfora y de la metonimia el segundo, los deduce Jakobson de anomalías verbales procedentes de la afasia. Parte de una carencia para educir de sus formas el esquema subyacente. Pero la superposición de paradigma o de similitud sobre la contextura contigua del sintagma400 efectúa lo que el decir subyacente ya ha operado en el proceso significante. Cada posición del sintagma cuenta con una matriz de alternativas dentro del código verificado. Así se explican las formas de afasia, y las poéticas, por los desplazamientos, sustituciones, elipsis y proyecciones realizadas. Sin embargo, el decir significante aún considera los posibles de la matriz no actualizados. Prevalece la potencia activa sobre sus resultados, de tal modo que las formas consolidadas adquieren nuevos valores o aparecen otras no conocidas. Esa potencia es el decir interno del lenguaje. Y esto implica que los valores de espacio y tiempo (superposición en memoria e intuición de tono, frecuencia, timbre, cuantidad e intensidad) se recubren dinámicamente alcanzando un factor de radiación atómica. Se multiplican exponencialmente aunque no encuentren forma en la matriz normalizada. Alcanzamos entonces el punto espaciotiempo de onda periódica en modo específico de habla. Contribuye a ello el movimiento de articulación fonémica incurso en la cinestesia general del cuerpo humano y de la conciencia al conocer. Este proceso es el modo de incidencia intelectiva sobre la organicidad formada en secuencia. Hay un punto de superposición metafórica de la metonimia en el sintagma. Punto fisivo y fusivo que remite al origen etimológico de las palabras y protofrases. Lo contiguo del espacio es unidad de tiempo en la conciencia perceptiva del lenguaje. La función programadora de éste hacia adelante, reconoce Jakobson, “asegura un lazo entre el pasado y el futuro”.401 De aquí procede la asimetría correlacionada dentro de una órbita rotacional de elementos, partes, asociaciones suyas, núcleos, sintagmas, oraciones, significados, argumentos, etcé400 401

Jakobson, R., Questions de Poétique, op. cit., p. 225. Ibid., Essais de Linguistique Générale. 2., op. cit., p. 54.

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tera. La secuencia sintáctica resulta de esta superposición en la que espacio y tiempo se vuelven reversibles en función de las unidades que procesa el conocimiento. El poema activa la proyección del código genético multiplicando exponencialmente las combinaciones modulares. La poeticidad implica ciertamente “reevaluación total del discurso en todos sus componentes”, como afirma Jakobson402 recordando tal vez el concepto de poética en Humboldt. Esta reactivación se produce por la fuerza predicativa del lenguaje, en función del significante energético que se difracta en varias direcciones. Por eso Karcevski y David Cohen hablan de asimetría, pues el metro lo pone la conciencia o el pensamiento con sus cronotopos. La poética no escora el fundamento del lenguaje. En tal sentido, la gramática poética sería la predicción potencial de todas sus formas posibles, un registro abierto, como dice David Cohen. Y por ello, reflexiona este autor, la sintaxis poética sólo puede incluirse en la sintaxis general de la lengua haciéndole perder la esencia de su generación predictiva. “Autrement dit, l’analyse linguistique ne peut fournir de mesure de la poéticité, comme elle en fournit de la grammaticalité. Elle ne peut que constater l’absence ou la présence d’une séquence dans le corpus general. La linguistique ne peut apporter aucune aide à la recherche poétique, hors lui présenter son prope reflet”.403 Un resumen compacto de las derivaciones del formalismo y estructuralismo semiótico, con implicaciones notables para la fundamentación de la poética, es el aporte de Rolk Kloepfer desde la lingüística y partiendo de autores como Saussure, Jan Mukařovský, Jakobson, Algirdas J. Greimas, Robert Kalivoda, etcétera. Aunque se basa en la relación estética originaria de una supuesta facultad humana de semiosis, en donde inserta el principio organizador de transparencia (no tiene “contenido” inequívoco), de Mukařovský, y extiende la función poética de Jakobson a todo el lenguaje en cuanto función cognitiva de aquella facultad, y aunque considera asimismo el fenómeno de amalgama lingüística (formas y funciones se recubren de varios modos: carácter polivalente del signo), el desarrollo de sus análisis está evocando de continuo el fondo poético del lenguaje, pues hasta lo externo a él viene relacionado por su estructura. Parece que en cierto momento la poeticidad retoma 402 403

Ibid., Essais de Linguistique Générale, op. cit., p. 248. Cohen, D., Essais sur l’Exercice du Langage et des Langues, op. cit., p. 120.

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la tesis que Mikel Dufrenne deriva de la “connaissance” de Paul Claudel en tanto cierta disponibilidad de la Naturaleza hacia el hombre, quien es, por otra parte, condición de su potencia surgente o de su aparicion consustancial.404 El lenguaje poético devuelve al uso funcional que del lenguaje se hace lo que el uso oculta o no llega a actualizar, es decir, el fermento que el lenguaje posee por sí mismo. Y así la función poética tiene entre sus fines la innovación, polivalencia, realización (el concepto de actualización del formalismo ruso por desautomatización de la forma funcional), la co-ocurrencia, la simultaneidad (amalgama) consecuente de funciones y la iconicidad tendente a una modalición textual concreta.405 Esta iconicidad resulta de la combinación del New Criticism y de la materialización de los elementos del texto según Yuri M. Lotman, de tal modo que cada uno de ellos se transforma en parte material del signo y actualizan un significado que no existía antes, especialmente al intervenir el lector.406 Kloepfer resalta también la actividad del conocimiento en el lenguaje poético observando que la simultaneidad característica del signo lingüístico, por la que su linealidad y arbitrariedad se subsumen continuamente en un signo de orden más general (transcurso del fonema hacia la oración y luego unidades textuales del discurso), se reduce o no se da en poesía, con lo cual los elementos que constituyen “el signo pueden mantenerse presentes en la memoria de corta duración”, y así se actualiza “el carácter procesual del conocimiento”.407 Una memoria que alcanza, no obstante, y como sabemos ya, el origen de fundamentación del lenguaje. Citamos este resumen de Kloepfer por las implicaciones del formalismo ruso y estructurales recogidas en su estudio y como pretexto para zanjar la reducción teorética del lenguaje poético hasta en análisis, por lo demás finos, que parecen haber comprendido la prevalencia del fenómeno y fundamento poético sobre el funcionalismo lingüístico, pero que concluyen, a la postre, como Jakobson, en el mismo enfoque de subsunción de la poética en la lingüística. Y esto se contradice con lo 404

Dufrenne, M., Le Poétique, PUF, Paris, 1963, p. 185. Kloepfer, R., Poética e Lingüística, Livraria Almedina, Coimbra, 1984, p. 119. (Original alemán: Poetik und Linguistik, Wilhelm Fink Verlag, München, 1975). 406 Ibid. p. 121. 407 Ibid., p. 127. 405

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analizado y los principios de ello derivados, pues la innovación, la desautomatización, la co-ocurrencia, iconicidad, etcétera, remiten a un origen que, potenciando las funciones del lenguaje, se muestra ser su propio fundamento. Por ello, la Poética no puede definirse como “el subdominio de la Teoría de la Literatura que intenta presentar, de manera sistemática, las invariantes del texto poético”, según afirma Kloepfer.408 Justamente lo contrario: no hay Teoría literaria posible, ni lingüística, ni estética, que subordine el fundamento del que parte y la posibilita. Las invariantes aún responden a universales del pensamiento y el lenguaje fundado. Todo otro intento queda a las puertas del fenómeno, hasta los de aquellos que pisan el umbral y oyen cerca las voces que dentro suenan.409 Por eso Heidegger apunta certeramente a la distinción diferenciada entre lo mismo (aquí, del poema) y lo igual de las invariantes. Aquella pervivencia de los elementos en la memoria corta se aproxima, pero luego reduce el efecto originario a invariante. Julia Kristeva, Jean Cohen Voces del umbral, a la puerta, pero salidas de dentro, son las de Julia Kristeva y Jean Cohen, quienes, desde otro aspecto, instauran una poética basada en la privación y negación implícita en la diferencia estructural del signo. Son conscientes de la unidad originaria pero sólo perceptible, como punto de partida, desde la identidad lógica y, por tanto, de lo excluido en la palabra e interpretado como negación latente (Kristeva), y de la privación y límite con que la ausencia inyectada en el signo lo marca negativamente (Jean Cohen). El concepto de diferencia comprende entonces una negación. Aquel grador — b en A hacia B, de Fritz Mauthner, es realmente —b, aquello que no tiene A teniéndolo B, según la base oposi408

Ibid., p. 27. Tal es el caso, por ejemplo, de Algirdas J. Greimas, y a pesar de sus maravillosos análisis, al proponer otra fecunda derivación del signo poético realizada a partir del lingüístico. Por un lado reconoce una motivación casi absoluta del lenguaje natural (el grito humano), pero por otra afirma con Saussure, y debido a la reducción de oficio –la arbitrariedad como sucedáneo de una libertad no bien sopesada–, la inmotivación del signo, pasando de inmediato, no obstante, a la instalación en él de una motivación poética definida como “la realización de estructuras paralelas y comparables que establece correlaciones significativas entre los dos planos del lenguaje y dando, por ello, un estatuto específico a los signos-discurso así manifestados”. (Algirdas J. Greimas et alii, “Introduction” a Essais de Sémiotique Poétique, Larousse, Paris, 1972, p. 23). 409

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tiva de los valores del signo en la concepción lingüística de Saussure.410 La entidad del signo consiste en su no-ser otra cosa dentro de una relación de ausencia: “A no es A sino porque es no-A. Principio que introduce la negación en el corazón mismo del ser de los signos”.411 Retornamos al no-yo de Fichte en versión lingüística y a “la partición originaria práctica” de Hölderlin, pues el sí mismo ya es noúmeno y el lenguaje vive en una entropía constante. De ahí la necesidad, por una parte, de negar la negación para vislumbrar el momento positivo (Kristeva) y, de otra, de negar la desviación en que se ha convertido la separación originaria (Jean Cohen). Si niego lo que niega, recupero lo perdido. Se supone, entonces, que algo había allí solapado, en suspensión, elíptico, y que el acto de negar no anulaba el fundamento de la negación. Negando accedemos a la fuente.412 El recuerdo de Hegel resulta inevitable. Podríamos replicar que la negación segunda es el efecto de la enérgeia que el predicado aún contiene en sí al recuperar el pázema vivencial, que, según Jean Cohen, reaparece, desneutraliza la oposión del lenguaje y la anula.413 Y lo mismo acontece en Kristeva, pues el acto de posición tética, en sentido husserliano, contiene, como categoría, la negación del lenguaje ordinario respecto del poético que lo potencia y, por eso, lo negado se convierte finalmente en algo positivo saltando las leyes lógicas de tercero excluido y de distribución.414 Resumiendo, y como observa Mikel 410

Saussure, F., Cours de Linguistique Général, op. cit., pp. 160-162, 166. Cohen, J., “La consciencia poética”, artículo inédito publicado inicialmente en traducción castellana de Pablo Alarcón Castañer [Estudios de Poética Lingüística. (Con artículos y trabajos inéditos de Jean Cohen), Universidad de Málaga, Málaga, 1998, p. 161]. Aunque basado en las tesis principales de sus libros precedentes (Structure du Langage Poétique, Flammarion, Paris, 1966; Le Haut Langage. Théorie de la Poéticité, Flammarion, Paris, 1979), este escrito propone una vuelta al origen afectivo del lenguaje y al carácter inicialmente positivo del signo, pero a través de un rodeo lógico que en realidad corrige la reducción fenomenológica introducida por Saussure en el estudio científico del lenguaje. 412 Resumimos aquí muy someramente el fondo lógico de esta poética de la negatividad, a la que hemos dedicado en otro estudio cierta atención, y al que remitimos. (A. Domínguez Rey, El Signo Poético, op. cit., pp. 238-245 413 Cohen, J., El Lenguaje de la Poesía. Teoría de la Poeticidad, Gredos, Madrid, 1982, p. 34. (Es traducción de Le Haut Langage…, op. cit.). 414 Kristeva, J., Séméiôtiké. Reecherches pour une Sémanalyse, Seuil, Paris, 1969, p. 193. 411

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Dufrenne, y subrayaría Hölderlin, “la lógica presupone la poesía”.415 Es lo que proponen, a fin de cuentas, tanto Kristeva como Jean Cohen. Efectivamente, la afección del sentido atañe al concepto sobre los significados, nivel donde se sitúa realmente el valor obtenido por oposición entre signos, es decir, en cada uno de los planos que lo constituyen, significante y significado. Saussure hace una precisión fenomenológica del carácter positivo de la significación y de los términos del lenguaje. Tal carácter pertenece a la actitud natural del habla, pero el lingüista lo suspende. La oposición establece realmente la discriminación entre signos, su aspecto distintivo, sobre el que se instaura luego, en una suerte de operación lógica de la lingüística, la diferencia. Sólo difiere lo que se distingue. Por eso Saussure no se fija en lo distinto por naturaleza (el significado respecto del significante, de la idea, la cosa expresada, y viceversa, elementos no obstante enlazados entre sí al formar la palabra), sino en lo diferente de los valores así instaurados. Tenemos, pues, una superposición computacional de valores diferenciados sobre otros positivos. Ahora bien, Saussure está presuponiendo, como Kristeva y Jean Cohen, un sobrelazo o vínculo relacional entre los polos diferenciados según una distinción cartesiana de origen. La claridad presupone distinción: idea clara y distinta. Pero Saussure suspende el sentido que recubre a significados y significantes incluso como a priori del lenguaje. No le interesa científicamente. Y es esto lo que Kristeva y Jean Cohen recuperan mediante una reducción de la reducción ya operada en el signo estructural. Para el segundo de los autores, el lenguaje se fundamenta en un afecto de sentido originario opuesto al noema. La doble limitación restrictiva del sujeto y predicado en toda enunciación (la proposición universal sería una “forma de la estructura superficial de una particular subyacente”)416 su415

Dufrenne, M., Le Poétique, op. cit., p. 184. Cohen, J., “La consciencia poética”, op. cit., p. 161. Jean Cohen reduce el enunciado universal el hombre es un animal racional a la totalización (“el todo de algo” previo) del subconjunto hombre en el conjunto animal mediante la proposición implícita “Algunos animales son hombres”. Escamotea la diferencia irracional / racional implícita en el hiperónimo animal. El término “Algunos” limita a racionales frente a irracionales y afirma la universalidad, allí donde aparezca tal caso, de la ecuación solapada racional = hombre; por tanto: todos los animales racionales son hombres. Y esta totalización es universa. El todo coincide aquí con el universo hombre. Y podríamos desconstruir 416

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pone en lo dicho del habla un decir opositivo que neutraliza el lenguaje como prosa: la afirmación de algo –valor positivo– se apoya en su opuesto negado, de tal modo que toda proposición (S es P) implica en su predicado, y a la vez, “la pareja P+no-P”, y esta contraposición “tiende hacia el grado cero de su carga afectiva”.417 Por ello la poesía se desvía de la neutralidad del lenguaje procurando su pazos, un afecto más bien paciente. Y en consecuencia, Jean Cohen opone lo patético al concepto y la isopatía del poema a la isotopía de la prosa. Ahora bien, hay en todo esto una contradicción, pues, por una parte, el poema se comprende sintiéndolo, de tal modo que “El sentido es el concepto”,418 pero ignoramos, por otra, en qué consiste éste con exactitud, porque “al menos sabemos que no es un estado, que es afectivamente neutro y, por lo tanto, incapaz de revestirse de intensidad”.419 La contradicción se inclina a aceptar solapadamente que el concepto tiene un germen emocional y que el sentido ya actúa latente en la conformación intensiva del signo. Por eso propone Jean Cohen “restringir el alcance de negativismo saussuriano” reconociendo, a la par, e implícitamente, que la oposición conceptual característica de la prosa no es contradictoria –no afecta realmente al principio asimismo otros ejemplos usados por el autor como desvíos de una prosa inicialmente neutra basados en una oposición sólo aparente; por ejemplo, al oponer corona a hilera en el verso de Victor Hugo Cette couronne de colonnes, donde los significantes contribuyen con sus sonidos a la semejanza de significados (paranomasia de Jakobson), cosa que no sucede en la versión prosa del mismo verso: *Esta hilera de columnas. Jean Cohen ve un desequilibrio entre ambas frases, pues la segunda “no goza de la garantía del significante”, como sucede en el verso citado (“La consciencia Poética”, op. cit., p. 164). El verso se desvía de la prosa. Ahora bien, aquí no existe tal oposición corona / hilera, pues este término, hilera, está implícito en el plural de columnas asociado precisamente a corona, término exacto para designar el círculo que forman y el anillo que las corona, sobre el que además se asienta la cúpula que remata el conjunto de valores implícitos de realeza imperial que los muertos sepultados en el Panteón otorgan a este monumento parisino. Y la frase establece una metonimia fónica, de discurso, sobre la sucesión ascendente de las columnas hacia su corona real. Y por ello puede deducir Jean Cohen que el verso identifica significante y significado mediante una analogía sonora evidente. Pero una expresión en prosa como *Ce cercle (cet anneau) de colonnes también manifiesta una cierta analogía de sonido y sentido, de menor intensidad expresiva, pero nada desviante. 417 Ibid., p. 162. 418 Ibid., p. 158. 419 Ibid., p. 159.

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de contradicción–, sino transicional, transeúnte, apoyada en el fundamento ontológico del espacio-tiempo, es decir, sin decirlo él, en el penséeson de Saussure: “A y no-A no pueden existir juntos a no ser en el caso que solamente ocupen dos puntos diferentes del espacio y del tiempo”. El poema evidencia el espacio transitivo (tiempo) que subtiende, por tanto, a la lógica: “La poesía libera a la palabra de su negación y la devuelve de ese modo a su plenitud, es decir, a su esplendor”.420 He aquí la intuición de Fritz Mauthner, el ritmo de Antonio Machado y el fondo afectivo de Hölderlin, pero también la superposición espaciotemporal implícita en el guión (espacio-tiempo) que aún separa a ambas dimensiones ontológicas en el plano conceptual del lenguaje entendido como estado neutro de conciencia. Una neutralidad negada por la naturaleza del decir operante incluso en la oposición lógica a que recurre la lingüística con pretensión científica. Hay un vínculo o arco de enlace en todas las operaciones realizadas. El pázema del concepto es también activo. Lo veremos al analizar la significación en Aristóteles. No negamos, con ello, la eficacia de la Teoría procedente del estructuralismo, pero recabamos la prelación poética de la posición inicial del signo en el lenguaje. De otro modo, la Lingüística, y menos la Literatura, nunca nos darán el sí mismo que Hölderlin opone en la teoría al no-yo de la práctica, ni la vivencia del tiempo en la palabra. Por eso se impone recabar una Poética de nuevo estilo y de fundamento fenomenológico que otorgue tal carácter a cualquier lingüística que se precie. La mejor práctica sigue siendo una buena teoría, es decir, la que busca y parte de su fundamento. ARQUITECTURA DEL TEXTO Uno de los mayores y más trabados esfuerzos para delimitar, en tal sentido, la trama lingüística de la gramática poética y del engranaje arquitectónico, léxico y semántico, por una parte, del lenguaje cuyo uso potencia, así como, por otra, el motivo y función del fenómeno poético en general dentro de la historia y su aporte como visión de mundo a la lengua en general, es el realizado, y aún en curso, de una parte por János S. Petöfi, y de otra, en conjunto, por Robert de Beaugrande y 420

Ibid., p. 168.

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Wolfgang Dressler. Parten todos ellos del trasfondo analítico de la Textlinguistik o lingüística del texto. Janos S. Petöfi Resume la historia del signo lingüístico en un esquema ambicioso que pretende, en forma de paralelogramo o base de una “pirámide semiótica”, la síntesis germinal y orgánica de la planificación arquitectónica del texto lingüístico atendiendo a su estructura en el poema. Y esto desde una correlación integrada del concepto de texto y de mundo, en abreviatura TeSWeST (estructura del texto-estructura del mundo). Tal esfuerzo supone un adelanto en el estudio de la gramática poética. El “semiotic object” es el equivalente de la función semiótica de Hjelmslev, pero entendiendo la relación entre el significante y el significado como relación (signification relation), a su vez, y conjuntamente, entre el objeto y el conocimiento que de él muestra la comunidad idiomática en el uso práctico de la lengua y el significado consistente en el aspecto también relacional del concepto y el referente. Es decir, añade a los conceptos hjlemslevianos de expresión y contenido la distinción relacional interna de forma y sustancia en cada uno de los planos,421 pero también las precisiones de Klaus Heger y sus fuentes sobre la relación del concepto y el significado entre sí, plasmadas en el semema, y de éstas con la sustancia fónica, cuyo resultado es el monema, y del mundo objetivo, cósico.422 Petöfi dice partir de la sistematización del signo realizada por John Lyons, pero son evidentes asimismo los precedentes señalados y otros aún previos, como el trasfondo semiótico de Peirce, concretamente los conceptos de Intérprete, explícito, Objeto Inmediato, implícito, y Mediato, apreciable éste en la expresión antes citada del “semiotic object”.423 El signo comprende entonces la matriz textual del sistema cogni421

Hjelemslev, L., Principios de Gramática General, Gredos, Madrid, 1976, pp. 124, 161. Prolégomènes à une Théorie du Langage, Minuit, Paris, 1968-1971, pp. 70ss. En el libro El Drama del Lenguaje (op. cit., pp. 114-149) hacemos una exposición crítica de la teoría del signo lingüístico según Hjelmslev. 422 Heger, Kl., Teoría Semántica. Hacia una Semántica Moderna, II, Edicones Alcalá, Madrid, 1974, p. 31. 423 Petöfi, J. S. – Söcer, E., “Static and Dynamic Aspects of Text Constitution”, en Ibid. (eds.), Text and Discourse Constitution. Empirical Aspects, Theoretical Approaches, op. cit., pp. 441-447.

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tivo y la actividad comunicativa del intérprete. Subsume el marco intersubjetivo del conocimiento. Y es tal entorno el que promueve, con la influencia notable del criticism analítico, la previa figuración paralelográmica de cuatro vértices (Vehiculum, Correlatum, Sensus, Formatio) que integran la relación Significans-Significatum sobre el punto central que es el SIGNUM mismo.424 El recuerdo de Klaus Heger resulta aquí aún más evidente, pero también el de Hjelmslev, más claro éste en otro esquema de textología semiótica posterior, de 1992, cuya arquitectónica culmina en el sensus contextualis del significatum. Apoya esta modulación en trabajos de la poetisa y ensayista húngara Ágnes Nemes Nagy sobre la “geometría de la poesía” y “La imagen poética”, que le dan pie para distinguir, primero, entre “lenguaje poético” y “lenguaje de poema” –diferencia coincidente en los mismos términos con otra de Jorge Guillén–425 y, segundo, entre tipos analítico-creativo y creativo-productivo de aproximación a la poesía.426 Son distinciones que atienden, para el “lenguaje poético” en general, a componentes no léxicos, comprendidos aquí el ritmo y factores de repetición, y léxicos, pero que no comportan una “visión”, y el “lenguaje de poema” cuyo signo sí “induce visiones”. La publicidad usa, por ejemplo, recursos replicativos de la poesía, pero no crea visión, dice Petöfi, lo cual nos parece una observación que requiere matices, pues el texto publicitario refuerza precisamente la imagen del lenguaje y la icónica, determinando una visión específica e integradora del contexto.427 424 Petöfi, J. S., “Constitution and Meaning”, en Maria-Elisabeth Conte, János S. Petöfi, Emel Sözer (eds.), Text and Discourse Connectedness, John Benjamin Publishing Company, Amsterdam / Philadelphia, 1989, p. 508. 425 Guillén, J., Lenguaje y Poesía, Alianza Editorial, Madrid, 1969. Jorge Guillén ya resalta el valor contextual de la palabra poética en cuanto “lenguaje de poema” (p. 195) determinado por una función específica del uso que el poeta hace del lenguaje en general. La poesía no tiene uno específico. (Véase nuestra exposición y comentario en El Signo Poético, op. cit., pp. 171-183). 426 Petöfi, J. S., “Lenguaje poético y poesía”, Tropelías, 3 (1992), pp. 107-109. (El artículo “La geometría poética”, de Ágnes Nemes Nagy se cita en la p. 106 del estudio de Petöfi como perteneciente a Metszetek, Esszék, tanulmányok/Incisiones. Ensayos …/, Magvetö, Budapest, 1982). 427 Domínguez Rey, A., Masaje del Mensaje. Lingüística Semiótica, Torre Manrique Ediciones, Madrid, 1988. (Véase el apartado “Publicidad y poesía”, pp. 185-189). Palabra Respirada…, op. cit., pp. 323-336 (“Hiperlectura”). En cuanto a la “visión” y sus funciones simbólicas en poesía debemos citar los estudios de Carlos Bousoño, quien matiza el

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Tales distinciones carecen de un soporte ontológico que las avale, pues suponen aspectos críticos simples, como que la percepción atañe directamente a los factores no léxicos, exteriores, y de modo traslaticio a los léxicos, interiores, o que aquéllos no inducen visión, siguiendo en esto a Nemes Nagy. La poesía visiona por excelencia los efectos rítmicos y la recursividad léxica traslapa modos específicos de percepción. Si la palabra “es ganglio” o “posee un campo de fuerza”, como dice la autora citada –capacidad de campo, le asigna Karl Bühler–, ya comporta una estructura de horizonte y un fluido en el que va inmersa. Por otra parte, el análisis poético, creativo o productivo, resulta pura glosa si sólo educimos y retenemos el formalismo arquitectónico del texto poético. Ayuda a comprender el poema, qué duda cabe, pero el texto ya es resultado operativo del factor lect (lectura del intelecto) y de la interpretación en él traslapada. El factor intérprete, quinto vértice de la pirámide semiótica,428 va incurso tanto en el autor como en el texto, los cuales se asisten a sí mismos, como el lenguaje. El autor es el primer intérprete textual, o segundo si tenemos en cuenta la percepción que el lenguaje ya supone como dicho. El poema lleva su intérprete dentro. El analista muestra lo que el vehiculum, reminiscencia del criticism, ostenta. Su acierto creativo resulta de la potencia creadora del lenguaje o decir originario. El complejo arquitectónico de Petöfi anula paradójicamente la efectividad estética del texto, pues resulta indudable el acervo retórico que contienen sus esfuerzos analíticos. Es otro ejemplo, potencializado por la ambición de su propósito, de la necesidad analítica de rehacer el proceso inherente al lenguaje, pero sin su impulso creativo. La lingüística textual instaura una red paralela de hipertexto, el cual precisa, a su vez, un código interpretativo. Petöfi se esfuerza en buscar una fórmula sintética productiva, o lo que Antonio García Berrio, otro analista textual atento al marco retórico de la poesía, denominó decisión predictivaselectiva. Intuyen un a priori generativo del texto cuya predicción pueda seleccionar “las estructuras textuales básicas”.429 Sin embargo, ningún fenómeno gramatical y contextual del irracionalismo en el lenguaje poético. (Teoría de la Expresión Poética, 2 volms., Gredos, Madrid, 1970; Irracionalismo Poético (El Símbolo), Gredos, Madrid, 1977; Superrealismo Poético y Simbolización, Gredos, Madrid, 1978). 428 Petöfi, J. S. – Sözer, E., “Static and Dynamic Aspects of Text Constitution”, op. cit., p. 442. 429 García Berrio, A., “Texto y oración. Perspectivas de la lingüística actual”, en

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conjunto de reglas ni de principios seleccionados de los mejores textos garantiza el origen de un buen poema, aunque ayude a motivarlo o escribirlo. El concepto de creación del que parte Petöfi también precisa matices, y aunque los de texto y vehiculum pretenden aludir, entre otras funciones suyas, al proceso significante y relacional del decurso poético,430 por tanto dicente, en realidad responden, como la Textlinguistik, bien al criterio de desviación, bien al de convencionalidad reorganizativa del lenguaje poético. De ello resulta una propedéutica, más que un método específico de la poética. A cada factor constitutivo del texto le otorga, en todo caso, una función sólo oblicua de “propiedad inherente”,431 por más que las notas conceptuales del stereotype knowledge-systems reconozcan los atributos objetivos e intrínsecos de los objetos. Éste es precisamente el quid de la crítica textual: determinar la atribución interna de inherencia formalmente conceptiva del signo en cada uno de sus elementos y funciones. Por eso elaboran sus autores tantas distinciones, pues la función comunicativa creadora exige diferenciar lo que traslapa e implica: el eje relacional de inherencia. En esta dirección conduce García Berrio el concepto de poeticidad atendiendo al “valor estético impredecible” de la obra, que trasciende las estructuras lingüísticas, a sus “propiedades inherentes” y a la densidad intencional del texto.432 Todo ello parece inclinarse hacia la prelación orgánica del decir, pero estamos aún realmente ante una “excepción comunicativa del estándar”, pues lo excepcional responde al canon literario de las obras maestras, a sus “lecciones esenciales”, a su dicho y a la práctica retórica derivada de ellas, fundada, a fin de cuentas, en la János S. Petöfi – A. García Berrio, Lingüística del Texto y Crítica Literaria, Alberto Corazón, Madrid, 1979, p. 264. Es válida aún hoy la observación de García Berrio sobre el formalismo de la textualidad lingüística y “la sombra de la «muerte de la crítica»” que la acompaña. “En efecto, dice, el esfuerzo de los analistas, la extensión de la exposición crítica desproporcionada al texto analizado, las dificultades de comprensión para el destinatario del análisis; son datos todos que obligan a reconocer: a) La absoluta falta de economía de una mediación crítica de esta suerte; y, en último término, b) la impotencia de tal análisis para dar cuenta de textos literarios realmente complejos como la Divina Comedia o El Criticón” (Ibid). 430 Petöfi, J. S., “Lenguaje poético y poesía”, op. cit., p. 111. 431 Ibid., p. 108. 432 García Berrio, A., Teoría de la Literatura, Cátedra, Madrid, 1994, pp. 38, 45, 73, 81.

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transgresión y desvío de un “sistema básico de reglas”.433 Es lo propio de una poética pensada desde la lingüística, la crítica literaria y tendente a establecer una teoría de la literatura: “El qué ha de ser literario o el qué sea lo poético, cometidos centrales de esta ciencia [la Poética o Teoría de la literatura], debe dilucidarse sobre todo a partir de la experiencia de las cumbres excepcionales, desde Sófocles a Proust, o desde Petrarca a Leopardi”.434 Es lo propio de una poética fundada en un canon de retórica. El formalismo de Petöfi conceptualiza el significante como vehículo del conocimiento bifurcado entre la cosa, su presentación en la mente en cuanto objeto, cuyo espacio o dirección intencional también significa, es significante, y el contexto en el que se inserta la cosa como objeto de una objetividad así constituida. Implica de este modo el proceso cognitivo, lingüístico, lógico, pragmático y hermenéutico en el marco de comunicación. Habla en su primer planteamiento, como dijimos, de propiedades objetivas inherentes, referenciales y de procedimiento, las cuales atañen, de hecho, a la constitución ontológica del lenguaje. Ahora bien, esta inherencia, propia, a nuestro entender, del proceso mismo, es una actividad cognitiva continuamente formal y correlacionante: forma correlativamente. Y tal forma ya explica al mismo tiempo por correlacionar otro polo o término del sistema: des-pliega e im-plica. El formalismo difractado e ingente de Petöfi comporta en cada una de estas radiaciones el proceso intuitivo de la forma mentis. Y entonces precisamos saber cómo y en qué el significante es la formalidad vehículo ya direccionado por la in-tención del agente inmerso en la contextualidad objetiva y objetivante. Saber, por ejemplo, cómo el sonido deviene significante en el contexto de las cosas, es decir, en su objetividad referenciada. Saber además si esta forma significante tiene como 433

Ibid., p. 95. Este autor reconoce, sin embargo, que la violación, otra propiedad del lenguaje poético según el funcionalismo, “no es poética, precisamente porque destruye la exigencia significativa, que es máxima en la poesía” (Ibid., p. 96). La transgresión y excepción suponen un orden de referencia elemental del lenguaje, si bien la excepción puede alterar “las directrices del sistema básico que crea la regla” (Ibid., p. 95). Esta alteración se aproxima, a nuestro entender, al decir del dicho subyacente en el sistema de base regulador, precisamente porque intuye el origen poético, pero aún contempla los parámetros transgredidos. 434 Ibid., p. 55.

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propiedad inherente distanciarse del objeto (Oi, en la denominación de Petöfi) que vehicula, y si, entonces, tal atributo es la tención de la in-tención mental, y si, por tanto, el significado ya está conociendo. Por último, conocer también si el signo así configurado mantiene, no obstante, su independencia. Petöfi presupone una distancia suspensiva interna en el signo que es, a fin de cuentas, el ámbito cognitivo de la mente. Y este horizonte suyo lo abre la forma mental interpretando cada eje de correlación. El problema radica, pues, ahí, en la interpretación constante del vehículo que avanza, se detiene, suspende la conducción, calcula por dónde seguir…, y evidentemente, cada uno de estos actos admite un nombre. Pero al obtenerlo, el vehículo replica la acción realizada con peligro de dar vueltas sin término. El vehículo rodaría incluso volcado y en círculos oblongos de hélice. La distancia suspensiva inherente es parte del espejismo radiado y rotacional del intérprete (“the user/interpreter of the word”, el quinto elemento de la pirámide semiótica).435 A esto se refiere Peirce con la sucesión entre términos del continuo predicativo, de tal modo que la relación misma se correlata.436 Y ello implica al sujeto como agente suyo, por lo que la forma interpretante resulta forma mentis, el sujeto cognoscente. Alcanzamos un nivel de sinécdoque en proceso metonímico. La inclusión del sujeto que se mantiene, sin embargo, a distancia, o en suspensión crítica, es una de las aporías más complejas del conocimiento en la historia de la Filosofía. La distancia interna del signo, ya entrevista por san Agustín, es su interior, el ámbito que le permite voltear sobre sí mismo generando más lenguaje, donde se interpreta. He aquí la cuestión. Cada momento del proceso significante deviene sinécdoque y metonimia de la metáfora signo a su vez símbolo del sujeto que conoce. Hay un factor interno que implica funcionalmente la formalidad del sujeto en cada una de sus acciones cognitivas. El proceso requiere, por tanto, determinar el denominador común del complejo. Tal es la función del algoritmo y del matema en los sistemas com435

Donde Petöfi sitúa al interpretante, el vértice del ápice de la pirámide, centramos nosotros el grador de sentido alcanzado por el conjunto de los formantes y la calidad que determinan como símbolo. (Cf. A. Domínguez Rey, “El trapecio semiótico”, «La pirámide “óptica”», en El Signo Poético, op. cit., pp. 268-269, 270). 436 Cf. nuestra interpretación en El Drama del Lenguaje, op. cit., pp. 282-287.

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putacionales. En el caso de Petöfi, cumple esta función el relato inherente de esa forma dinámica de continuo presupuesta. Necesitamos saber en qué se basa la relación sinécdoque / metonimia del símbolo significante. Y esto exige indagar la relación de inherencia coimplicada. Para nosotros es –insistimos en ello– el a priori de relación o categorial correlativo. Todo término lo implica como instante suyo: X (R) F, según dijimos, y de modo progresivamente correlacionado. La forma ya está entonces en función, activada. Tal es el mínimo textual subyacente en éste y otros modelos lingüísticos,437 la matriz ontopoética y rítmica del lenguaje, según lo expuesto al comienzo de este estudio. La poética originaria nos descubre que lo dicho del decir representa, en última instancia, la novedad continua que rehace los nombres en ella contenidos. Y bajo tal aspecto, todo análisis debe fundarse en él, pero no para medir su grado de transgresión excepcional, que lo tiene ciertamente en poesía, sino para ver cómo se engrana y potencia el lenguaje desde dentro. En tal sentido, el recurrente sistema de base, o normativo, supone una reducción funcional de la potencia emergente de la palabra. Todo poema o alguna de sus partes contiene este mínimo funcional, pues pertenece en propio a la poíesis del texto. El análisis sólo es fructífero cuando entra en la forma que lo conforma. La transitividad del lenguaje acontece, según vamos viendo, alterativa: objetiva desde Otro correlatando la percepción del objeto con la dinamicidad interna del conocimiento. Existe una primordialidad protosignificante, recordamos con Husserl, que funciona, añadimos, como imagen del deseo y nos vincula con la naturaleza ob-ligándonos unos a otros. Tal vínculo es ritmo y en él se configura el proceso significante con aquel factor operativo injerto en cada forma y término suyo. Del vínculo surge además un fondo ético del lenguaje, olvidado hoy día al ser él mismo víctima de la reducción epistemológica a que lo somete la lingüística funcional operativa. La palabra concreta en cada instante la indeterminación del mundo. Viene predicada desde un horizonte que la crea, nos recuerda Amor Ruibal, y en el que despliega su significado. Al nombrar se abren las determinaciones objetivas de la realidad. El nombre es tránsito determinativo. Toda palabra o estructura lingüística 437

Cf. A. Domínguez Rey, “Dominios del lenguaje”, “Proyección del sujeto”, en Ciencia, Conocimiento y Lenguaje, op. cit., pp. 160-163, 164-168, respectivamente.

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contiene la razón nominal que la explica y emplaza. La sensación ya atribuye. Es adverbio del decir que concluye en nombre. El decir nunca cesa. Su sustancia radica en ser siempre nuevo, apocalíptico. Novedad repetida desde los orígenes (Heráclito, Apocalipsis, san Pablo, san Agustín, Hegel, Nietzsche, Husserl, Heidegger, Merleau-Ponty, Lévinas): mutación de las lenguas, evolución del estilo, de las sociedades, hasta nuestro días con la efervescencia neurológica. Lo nuevo alimentado por el gramma incesante del conocimiento. El poema. Robert de Beaugrande y Wolfgang Dressler Resumen e intento asimismo encomiable de sistematización lingüística del texto es el realizado por Robert de Beaugrande y Wolfgang Dressler. Su enfoque coincide, en parte, con el fenomenológico y sincretiza el principio significante del estructuralismo y el de proyección generativista, pero desde el procesamiento de la cibernética y la simulación operativa de la computación informática. Es fenomenológico el planteamiento intersubjetivo e intencional entre un productor y un receptor de la comunicación humana, en la que subsume la propiamente lingüística dentro de una actuación interactiva de funciones, no exclusiva, por tanto, del lenguaje. El acceso procesual (“procedural approache”) al fenómeno del lenguaje es heurístico y busca modelos estrechamente trabados (“closely-knit patterns”) cuyos elementos y datos iniciales sólo adquieren pertinencia en ese marco. Se determina, de tal modo, una correlación interna cuyo resultado activa la expansión de las unidades generando otras nuevas en forma de redes (networks) que repiten, por recurrencia –paralelismo, paráfrasis, elipsis, enlaces–, las anteriores, configuradas ahora en micro y macroestados. Las transiciones entre éstos obedecen a reglas de procedimiento gramatical (cohesión) y conceptual (coherencia) en un proceso intencionalmente informativo dado en una situación concreta y de modo interactivo e intertextual. Todo este conjunto proyecta, a su vez, los planos de la referencia y del contenido sobre el doble marco del mundo textual (“text-world”) y cognitivo (“World-knowledge”). Y esto acontece según relaciones programadas de dependencia, continuidad, conexión, transición interactiva, modal, coordinada o subordinada mediante operadores específicos. Entre ambos mundos, del texto y del conocimiento, media un correlato de adecuación sintáctica, semántica y

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argumentativa, entre la referencia y su representación mental, inducido por inferencias realizadas a través de su almacenamiento en la memoria. Las fases de producción y recepción sustituyen las unidades lingüísticas elementales –signo, sintaxis, significado– por otras más compactas como planificación, vinculación, interacción de niveles, redes, esquemas, etcétera. Interconectan los principios generales de la retórica, hermenéutica y lingüística aplicados a la producción del texto –además de la planificación citada, la ideación, desarrollo, expresión, análisis, linearidad y adyacencia por proximidad sintagmática– y a su recepción, centrada ésta en el análisis revertido del texto sobre la base de su recuperación memorística (“episodic and semantic memory”) e imaginativa: escenificación mental de modelos discursivos del mundo y su comprensión. El orbe de unidades y niveles lingüísticos –signo gramatical y estructura semántica, frase, cláusula, sentencia u oración– queda englobado en el general del texto entendido como unidad y entidad más compleja y procesiva, un sistema compacto de decisión y selección combinatoria.438 Tal sistema se circunscribe al preciso momento en que la virtualidad de las formas lingüísticas activa las opciones de los repertorios acumulados receptivamente en estructuras actuales. Prima, diríamos, la parole y performance sobre la langue y competence de los sistemas respectivos de Saussure y Chomsky. Hay en ello, por una parte, un reflejo del sistema psicomecánico de Gustave Guillaume y, por otra, cierto halo de la distinción establecida por Benveniste entre lingüística del signo y discurso del enunciado. El texto conserva así su capacidad de reorganización allí donde las circunstancias interlocutivas de intención (emisor) y atención (receptor) resultan aceptables sobre los principios constitutivos, ya no reglas, de eficiencia, efectividad y apropriación comprensiva. Son siete los niveles de estabilidad textual: cohesión (caracterizada por la dependencia gramatical), coherencia o correlación conceptual, intencionalidad, informatividad, situacionalidad e intertextualidad. El sistema textual se apoya además en los conceptos de repetición por recurrencia varia y dominancia procesiva, reveladora. Los dos interrelacionan entre un nivel profundo (depth) y otro superficial (ease), distinción claramente evocadora de la transformacional generativa y 438

Beaugrande, R. – Dressler, W., Introduction to Text Linguistics, Longman, London-New York, 1981 (1992, 6ª impresión), p. 35.

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que traslapa las indicadas antes entre virtualidad y actualidad, signo y enunciado. Hay en ello un proceso general de significancia por aproximación de elementos y parámetros según se parta de un enfoque productivo o receptivo, es decir, y en términos estructurales, onoma o semasiológico. La producción hemos de entenderla aquí como aquella facultad operativa que se revela en el entendimiento al constituirse el lenguaje y analizarlo. Para nosotros tiene su raíz en el espaciotiempo de la forma mentis cuyos intervalos entre unidades originan correlaciones, sustituciones y pronominación general del lenguaje. La repetición de elementos y procesos (aproximación de corto –adyacencia– o largo alcance: sintaxis) otorga estabilidad y economía al sistema, pues bastan realmente pocos factores troncales (sustantivo, verbo, adyacencia respectiva) y relacionantes para, mediante la recurrencia y figuras suyas –paralelismo, paráfrasis, proformas, elipsis–, así como la variedad interna o externa de relatores –tiempo, aspecto, junción varia–, obtener el sistema operativo de constitución textual.439 La recurrencia procede hacia adelante y atrás, por lo que resulta, como decimos nosotros, retroproyectiva y rotacional, pues las unidades se superponen generando nueva potencia interconectiva. Beaugrande y Dressler resaltan a este efecto el carácter cíclico de la producción textual entendida como proceso intrínsecamente abierto-concluso: “inherently open-ended process”.440 Figura suya es la dirección reversa de la interlocución, donde el receptor procede desde la superficie del texto hacia su fondo mediante las dependencias gramaticales cuyos elementos activan entonces conceptos y relaciones ya almacenados mentalmente (concept recovery).441 El receptor parte, pues, de lo dicho, pero la “dirección reversa” de su decir implícito no es lo inverso de la producción, que sigue activa anticipando, proyectando hipótesis, con lo que el hablante entra en la dirección del proceso para recobrar, diríamos más bien descubrir las ideas y proyectos del hablante. Es lo propio de la entrada en la forma del texto, el concepto de apropiación hermenéutica y de elucidación husserliana. Procediendo de tal suerte, la selección combinatoria responde a un factor de dominancia y preferencia de enfoque textual según va configu439

Ibid., p. 49. Ibid., p. 42. 441 Ibid., p. 43. 440

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rando aquel intersticio entre la apertura intencional que ultima (“openended”) unidades intrínsecas de contenido previamente conjeturado como umbral (threshold) suyo posible de intelección. Los procesos interlocutivos seleccionan unas u otras operaciones activando o restringiendo recursos según la situación interactiva. Al reducir unos procesos frente a otros, se evita la suspensión fenomenológica, pues lo reducido mantiene y genera potencia. Puede activarse en cualquier momento. Este matiz epistemológico de potencia reductiva frente a la epojé o suspensión fenomenológica, aquí colateralmente evocada,442 resulta sugerente, pues la dominancia media y resuelve la contradicción que los autores De Beaugrande y Dressler establecen entre la modularidad (los elementos y niveles se consideran independientes unos de otros) y la interacción sistemática, donde los niveles interconectan en explosión combinatoria: “una inmensa sobre-computación de estructuras y lecturas que fluyen en tiempos operativos astronómicamente enormes”.443 La lingüística textual pretende resolver con este concepto no sólo la contraposición antes señalada, especialmente al considerar la sintaxis como nivel estanco respecto de la semántica, sino también el problema epistemológico de fundamentar la descripción identificadora del texto en la explicación (explanation) de los principios que establecen las características que aquél presenta, asume y en cuya razón se produce y usa.444 A la sintaxis textual la asiste entonces, puede decirse, una interpretación interna que mantiene, no obstante, una asimetría entre los elementos o unidades básicas de la correlación de planos, operaciones y marcos, pero no entre éstos. Tal factor de inherencia resulta también decisivo, a nuestro entender, en el sistema fenomenológico y poético del lenguaje. Procede del principio relacional atómico, lo que De Beaugrande y Dressler denominan explosión combinatoria del sistema cibernético, el cual “regula continuamente las funciones de sus acontecimientos (occurrences) constitutivos”. Se produce una continuidad de experiencia cognitiva o de conocimiento experiencial al descubrir las relaciones existentes entre cada evento y su contexto.445 442

Ibid., p. 38. Literalmente. “an immense over-computation of alternative structures and readings that run into astronomically vast operation times” (Ibid., p. 33). 444 Ibid., p. 32. 445 Ibid., p. 36. 443

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La lingüística textual engloba, de tal modo, y en un sistema ecléctico de relaciones trabadas, la dependencia gramatical (cohesión), que estructura la superficie del texto; la conceptiva semántica, que refleja también, en parte, la lógica (coherencia); las unidades básicas de la lingüística (mapping: sonido-sentido, sintaxis puramente relacional); el proceso recursivo de la hermenéutica; el computarizado de la cibernética; el intencional fenomenológico unido a la proyección hipotética de la producción y recepción (teoría así denominada); el principio generativo de aceptabilidad; el pragmático de situación contextual; y por último, el intertextual, que atañe a diversos sistemas, entre ellos el semiótico. El estudio del lenguaje oscila entonces entre las áreas del significado, circunscrito a la correspondencia de la gramática con el concepto, y del sentido, que engloba textualmente todas las unidades, niveles y transiciones que lo constituyen. De Beaugrande y Dressler configuran así un sistema integrado de elementos, operaciones, planos y marcos de configuración perceptiva susceptibles de interpretar el alcance cognitivo del mundo. Sintetizan un esfuerzo secular centrado en las décadas de los años sesenta y especialmente setenta y ochenta, de donde proceden otros sistemas por recursividad mediada de éstos y vigentes hasta hoy día. Este sistema es tal vez el más próximo a la constitución originaria del lenguaje, pero depende aún de la reutilización de lo ya dicho y configurado, pues, si bien atiende al proceso de la adecuación asimétrica entre expresión y contenido, lo que pudiera ser su decir, la potencia resulta aquí un recuerdo de la almacenada, el recurso según el cual el objeto texto muestra su modo y tipo de configuración alternativa. Se trata de una explicación basada en descripciones cuyo decurso ya presupone que la recurrencia cohesionada y coherente de la intención informativa es su fundamento. Lo descubierto en lo dicho es término de tal decir compacto, no la significancia operativa que lo trasciende diciendo, o ésta aún encubierta. La lingüística textual deja abierto el cauce interpretativo de nuevos umbrales de comprensión sobre lo ya establecido. De Beaugrande y Dressler no indagan qué estructuras concretas descubre el análisis en el lenguaje, sino cómo resultan observables las ya conformadas y sus implicaciones interlocutivas.446 El objeto de la investigación es analí446

Ibid., p. 15.

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tico. Aún queda pendiente el fenómeno creativo de su producción, las condiciones de la actuación permanente del lenguaje. Es cierto, como ya aventuró Esteban B. de Condillac que el análisis textual toca y pasa por un momento estructural creativo, pero su analexis resulta textualmente más fotográfica (“telescoping of phases”)447 que poiética, y esto a pesar de las apariencias. Habría que preguntarse ahora cómo procede la analexis de la forma y cómo se muestra en cada entidad o qué constituido. Observamos entonces que cuanto existe en el texto ya ha pasado por la frase y niveles de planificación básica (mapping). La recurrencia acontece mediante algún tipo de enlace, prepositivo, conjuntivo o verbal, con expansión del núcleo lexemático y en orden progresivo: de los rasgos fonéticos a la palabra; de aquí al sintagma y a la frase, cláusula y secuencia; de aquí, a su vez, a replicaciones de estas unidades en razón de la potencia predicativa enunciante. Los sincategoremas son fóricos (pro: ana, cata, sub, sobre, co, etcétera) y responden en el discurso como morfemas aún procesivos equivalentes a los que el Logos determina en el radical, lexema y sintagma. El Logos procede generando apéndices formales que su dinamismo estabiliza según se presenta en él la realidad enunciada. La estructura morfo-lógica del texto ya está presente allí donde se conforman unidades primarias. Cada una de ellas comporta un principio relacional operativo cuya actuación es posible en otro nivel por el horizonte que la correlata desde un sentido traslapado. Decir que los morfemas y operaciones (sentences) funcionan como unidades y modelos (patterns) operativos para señalar sentidos (meanings) y propósitos actuantes en la comunicación,448 nos parece un truismo, pues toda palabra y unidad lingüística ya ha sido configurada de tal modo. Si la sintaxis comporta una interpretación inherente, su función no es ancilar o subsidiaria de una adyacencia de largo alcance, sino que se muestra como apertura de la relación correlativa que transe al concepto y sus determinaciones lógicas. Para De Beaugrande y Dressler, la cohesión depende de la coherencia del mundo textual.449 Esto equivale a decir que la gramática se organiza en función comprensiva del mundo, evidencia que nadie negaría, 447

Ibid., p. 42. Ibid., p. 33 449 Ibid., pp. 54, 71, 76. 448

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pero la cuestión radica ahora en saber qué parte de configuración ontológica corresponde al lenguaje y cómo se activa gnoseológicamente. El análisis nos proporciona el qué y cómo del descubrimiento de estructuras, pero falta su realización productiva. Si consideramos que la explicación del fenómeno se justifica en su descripción, entonces tales estructuras y sus procedimientos son los creativos. El análisis comporta el fundamento de lo analizado por ser su forma operativa interna. Se justificaría así que el fenómeno poético no pueda explicarse como desviación de estructuras y procesos ya consolidados. De hecho, estos autores observan en la historia de la literatura que la evaluación crítica de un texto tal no es resultado directo de su grado de desviación.450 Ahora bien, esto no justifica, en cambio, que el texto literario sea sólo una relación de alternativa a la versión aceptada del “mundo real” y según fundamento de principio no objetivamente dado, sino desarrollado por motivaciones de cognición social, interacción y negociación, se entiende, interlocutiva del texto.451 Tal análisis no justifica de ningún modo que el texto poético sea la subclase literaria cuya condición alternativa de mundo real se expanda para re-organizar estrategias que cartografíen (mapping) planos y contenido en la superficie del texto. Tal conclusión demuestra hasta qué punto el análisis de lo dicho no alcanza ni indaga la razón creativa del proceso. Su carácter descriptivo sólo puede explicar la función poética como destinada a motivar revelaciones (insights) de sentido en la organización expresiva del “mundo real” así negociado mediante un discurso interactivo.452 Lo que creíamos fundamento revelador del proceso formal resulta asunto de negocio socialmente dinámico: una reestructuración de superficie. La motivación descubre el engarce de la operación procesada y, por tanto, del equilibrio reproductor del lenguaje. La forma literaria no es un desvío de la norma, pero sí una alternativa suya aparentemente no justificada y reconducida mediante la explicación del análisis. De Beaugrande y Dressler dejan notar indirectamente su deuda con la convención del intercambio lingüístico y el influjo notable de la función poética de Jakobson en un proceso alternativo que oscila entre 450

Ibid., p. 214. Ibid., p. 185. 452 Ibid., pp. 185-186. 451

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la degradación (downgrading) de eventos expresivos inesperados al descubrir sus motivaciones ocultas –negociadas, por tanto– y la gradación ascendente (upgrading) de motivos especiales para cada ocurrencia esperada.453 Entre este balanceo se mueve precisamente la función de la crítica, observan estos autores, quienes reconocen colateralmente que el análisis textual responde a estrategias, explícitas o implícitas, cuyas condiciones disponen más a un convencimiento o probabilidad de sentido que a un fundamento de operaciones inscritas en el proceso cognitivo de la mente humana. Y aun dependiendo de éstas, su resultado será siempre relacionalmente aproximativo. La leve crítica esbozada a la dominancia del autogiro del lenguaje sobre su propia forma, según la ya clásica formulación de Jakobson, en el sentido de que su propuesta produjo en el método descriptivo y transformacional cierto olvido de la función epistemológica y social del texto literario,454 no impide el eco de este mismo enfoque en la lingüística textual propuesta y aquí comentada. La dominante de Jakobson implica la alternancia de mundos textuales y sirve precisamente para especificar cada uno de sus tipos. La superposición sintagmática de elementos en unidades y el recubrimiento psicofonémico de secuencias operativas dotan al lenguaje de una potencia exponencial que afecta cuántica y fóricamente –continuidad conectiva y retroversa– al organigrama del conocimiento. La sintaxis incide de tal modo –intención inductiva, inferencia comparativa, deducción y abducción, imagen, metonimia y metáfora– en el proceso de significancia. La recursividad retroproyectiva expande, como las ondas, los componentes de sensaciones, percepciones y conceptos, contribuyendo a la formación de esquemas trópicos cuyos principios y reglas difractan sus rasgos en combinaciones de selección, topemas, cronemas, kinemas, y modos específicos de proporciones inducidas por la acción conjunta del movimiento corpóreo y perceptivo, cuyo resultado son las categorías. La sintaxis superpone elativamente sonido y significado en proyección exponencial de sentido. El exponente es aquí factor a priori correlativo de categorización nominalmente procesada. La linealidad del lenguaje procede por ondas y giros rotacionales cuyas órbitas proce453 454

Ibid., pp. 214-215. Ibid., p. 214.

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san unidades y constelaciones de elementos superpuestas, con lo que toda línea es vibración de puntos virtuales de los que sólo algunos de ellos conforman figuras precisas. Son ciclos de flujos. Cada punto correlata un halo de irradiaciones posibles que se concretan según aquel movimiento en cada época y espacio de vida humana. Y esto determina centros y núcleos de acción asimismo específicos: los tropos. Su actividad interna es la misma de las operaciones procesadas en el conocimiento. Cuando se olvida esta continuidad de presencia, devienen estancos o incluso borrosos –fuzzy– y entonces se parcela y fragmenta la perspectiva del horizonte que expanden y los determina. Pero tales momentos o etapas de imprecisión forman parte muchas veces del proceso constituyente, pues lo intuido o presentido excede a la concreción de cada instante. Y cuando todo elemento, estructura, combinación o constelación de unidades, incluso la obra entera remite a la superposición o recubrimiento como principio suyo siempre indeterminado, de tal modo que prevalece el horizonte sobre las concreciones y sus atributos, entonces hablamos de trascendencia. Comprendemos mejor así el equilibrio inestable y la correspondencia asimétrica que el principio poético del lenguaje nos va descubriendo en su constitución originaria. Cualquier otro lo presupone como fundamento suyo, pues desentraña la relación trascendente, y ontológica, en la que se hallan los interlocutores y la palabra por ellos fundada. Imaginar una presunción de pertinencia locutiva no es otra cosa que activar el fondo cabe el cual hay, es lenguaje y cuyo horizonte despeja la desconfianza y reducción económica que ciertas teorías –cognitivismo y pragmática, por ejemplo– introducen de soslayo al establecer las condiciones más idóneas de comunicación. Tal es el efecto por excelencia de la especulación propositiva. La deducción del sistema lógico central descubre cuanto asiste, de entrada, a las unidades elementales: su principio poético.

8. Reflujo del lenguaje: Martin Heidegger

Gran parte de lo que sucede con la proliferación de enfoques lingüísticos y filosóficos a partir de la remoción hermenéutica y neopositiva, descriptivista, del lenguaje, obedece al ambiguo planteamiento clásico de situar el signo del habla bien en la esfera convencional del intercambio intersubjetivo, bien en el concepto de fisis o naturaleza. Resulta sorprendente que perdure aún hoy día esta polaridad con leves, difusos intersticios que desembocan en el campo de la praxis dándole otra vuelta de tuerca al argumento implícito: si el lenguaje sólo es convención y se articula como moneda de cambio entre individuos, habrá que circunscribir el marco, entorno, situación y contexto de procedencia; ahora bien, como ésta es tarea imposible respecto del pasado, vivimos un presente de continua lejanía e interpretación arropada por índices que realmente ya presuponen otra cosa, pues confiamos en que las operaciones así efectuadas den resultado inmediato al manifestarse, entenderse y, asunto curioso, al fundamentar el discurso así construido como ciencia. El lenguaje presupone entonces, al menos, que sobreentiende una estructura autotélica, autointerpretativa, dimanante, capaz de clarificarse en cada momento si los operadores con que cuenta funcionan bien, es decir, si hay un lenguaje que se interpreta a sí mismo inmanente. De otro modo, tendría que decirnos –he aquí la paradoja– cómo se forma y fundamenta, pues, al hablar, hablamos desde dentro. DEIXIS ORIGINARIA DEL SER-AHÍ (DA-SEIN) El hombre perdió el vínculo que en las tradiciones antiguas, hindú y hebrea, tanto el habla como la escritura eran respecto de la realidad enunciada. Y ello porque el acto del discurso transmitía objetos, cualidades y acciones suyas de las que el nombre era otro instante de su procedimiento y cuya conexión con otros nombres estaba, como aún hoy en chino, inmersa en las conexiones generales del acontecimiento enunciado. Por eso los griegos vieron en la emergencia léxica y en la función lógica de la sintaxis un proceso homólogo de las acciones humanas en 237

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contacto con los objetos. Pero al proceder el hombre motivado por esa taxia de fondo, también descubre la subjetividad el posible engaño que las emociones o intenciones interesadas, incluso inconscientes, inducen respecto de una realidad entonces falseada o desviada de su propio flujo existencial. Se impone un criterio correctivo, una norma de verificación, una evidencia epistemológica, con lo que volvemos a la paradoja antes indicada. Sócrates parece inclinarse en El Banquete por una espontaneidad creadora del lenguaje en contacto o con ocasión de algo acontecido realmente, sea de realidad cósica o mental, la cosa en su acción tanto externa cuanto perceptiva, en uno y otro caso siempre objetivante. Si fallara, recordemos, el engarce entre uno y otro concepto; si olvidáramos la conexión que los une al hablar y pensar, caeríamos en un olvido irrecuperable. No habría ciencia posible, pues la episteme requiere fundamentos conceptuales sólidos; que palabras y conceptos transmitan su contenido objetivo sin diferencia de tiempo, espacio y en cualesquiera circunstancias. ¿Cómo mantener esta unidad conceptiva, la identidad de las cosas, en cadenas sintácticas, o lógicas, cuyos engarces se perdieran en el mar inmemorial, dice hoy Lévinas, de la Historia? O prende el tiempo en la acción que lo identifica o viajamos en un barco que se aleja de continuo, al pairo, de su puerto, de los astilleros, fábricas y manos que trajeron de los montes los árboles para informar como “barco” su madera. Tal es el desfondamiento de lo que Heidegger entiende, a fin de cuentas, por olvido y sustancia del ser. Su etiología viaja lejos en el trasfondo del conocimiento humano. Conocer o bien supone reconocer o buscar un pasado que subyace en todo presente. Y en cualquier caso, reviramos en escorzo el ojo o damos la vuelta mirando atrás, en un giro constante de procedencia a medida que avanzamos hacia adelante: la Kehre. No hay proceso sin decurso ni receso. Nosotros lo interpretamos lingüísticamente como relación retroproyectiva, basados en la Rückkehre no sólo heideggeriana, sino también en aquella necesidad socrática de sucesión vinculante del recuerdo o de algo inolvidable siempre que afrontamos una entidad objetiva. Para Heidegger, el decurso así concebido opera realmente en vacío o abismo (Abgrund) al no poder captar el tiempo originario de surgencia (Ursprung) y quedarse, por tanto, en los intersticios de los pa-

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réntesis que separan los prefijos de los lexemas radicales, del tronco (Stamm), del intermedio, cuya figura gráfica atiende nada menos que a un transcurso lingüístico perdido en el bosque de los milenios y a otro ontológico vivido siempre que conocemos: el Da-sein, la Vor-gängigkeit, la Vor-stellung, etcétera. Esta prelación de lo que antecede o poscede indica, además de su morfología histórica, por paradójico que, de nuevo, parezca, una antelación fuera de tiempo y espacio, pues estas dimensiones se dan realmente al conocer, y no antes. Cuando conocemos, actuamos en una presencia existencial que sólo al ser pensada se abre, desvela, difracta y, por ello, diferencia. Y al abrirse se presentan en su acto esas fijezas cambiantes que tanto preceden o siguen a la posición del instante, el hecho del Da-sein enraizado en tierra como suelo (Boden) y fondo (Grund) móvil de quien se mueve (Bewegung) sobrepasando (Übergang) la calma inicial (Ruhe) y, por tanto, inquieto (unruhig), incluso desorientado y, en consecuencia, arrojado al abismo así descubierto, la Geworfenheit. El Da-sein de Heidegger presupone una figura o imagen del hombre enraizado, brotado de la tierra como planta o árbol móvil y en posición erecta, vertical, que se desplaza horizontalmente. Un eje de coordenadas antropológicas más radicales que las de Descartes, pues éstas son sólo abstracción geométrica de aquéllas. Al abrirse la comprensión del ser dado como existentes que somos, aparecen entonces esos ángulos de prelación que subtienden el movimiento, mit–, co–, vor–, da–, un–, rück–, etcétera. Son los índices direccionales del movimiento que acompaña al cuerpo y a la conciencia en las dimensiones señaladas. De ahí que unos indiquen deixis de arriba abajo, o viceversa, o hacia atrás, adelante, de lado. Adverbian aproximando la acción realizada a su presente enunciativo, donde conforman una unidad aparente y existencialmente sólida como lugar y asiento, a su vez, de lo enunciado: la proposición y oración tanto lógica como gramatical. En el orden acostumbrado de comprensión y análisis dotamos a estas expresiones de un valor subsidiario y adjunto en el sentido de posteriores, de algo después del núcleo sustancial que refleja y sintetiza la unión del sujeto con el predicado, o el sujeto solo en cuanto acción nominal que cifra una cosa, objeto o estado de cosas. Al proceder así, invertimos y falseamos la realidad de los pre-fijos y pos-fijos, como, en consecuencia, la de los radicales por ellos afectados. El ser que se presenta

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conociendo ya está, recordemos, cabe, en, al lado, con…: “Nur das, wobei wir schon sind, können wir zu einem möglichen Worüber der Aussage machen” (“Sólo aquello en lo que ya estamos puede ser convertido con nosotros en posible sobre-qué del enunciado”).455 Lo dado en despliegue va mostrando un hacia arriba (Aufweisung) de la ortología y articulación humana, de tal modo que cada punto prepositivo o adverbial muestra intensivamente –ostensión intensiva– un desplazamiento o “valor” de posición, una instancia del ser como ente. Por tanto, la gramática invierte el proceso o no atiende a su entidad propia al situar las dimensiones de espacio, tiempo y modo como apéndices advenidos al núcleo. Hay en ello un cambio importante de foco y una distorsión de la realidad vivida. El lenguaje así concebido refluye sobre la realidad fuera de su estado naciente y es proceso retrasado respecto de su constitución originaria. Sigue, pues, el efecto especulativo de su análisis ARQUEOLOGÍA DEL SIGNO LINGÜÍSTICO Heidegger considera, como hemos visto ya en un capítulo precedente, tres momentos en tal actividad ontológica: la representación de algo dado por el hecho mismo de darse; la relación entre lo así dado, del adjetivo hacia el sustantivo, o del predicado al sujeto, por ejemplo, y en tercer lugar, del conjunto (S-P) a la realidad enunciada. El acto de re-presentación descompone la unidad de sus momentos procesivos. Tenemos, por tanto, una relación predicativa, que además es enunciado o declaración (Aussage), y otra veritativa. Y esto comporta, desde una consideración analítica, distinciones de campo gnoseológico, la representación, y lingüístico, la enunciación fónica de algo pensado y esto mismo, el significado, al tiempo que eso “algo” de la mente se refiere al objeto de la declaración o enunciado. Heidegger delimita, de este modo, los pasos desconstructivos o la “arqueología” del signo lingüístico. El sujeto enunciante queda incluido en el proceso, lo cual nos retrotrae al esquema comunicativo subyacente, la relación entre alguien que enuncia un mensaje y alguien que lo recibe, el receptor, que aquí se da por supuesto o somos nosotros en cuanto lectores y destinatarios del enunciado de Heidegger. Tal desconstrucción es también, por 455

Heidegger, M.: Einleitung in die Philosophie, op. cit., pp. 66-67, (76).

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tanto, la de la comunicación lingüística. Recordaremos en esto, sin duda, la propuesta ya analizada de Janos S. Petöfi. Y no porque haya cruzamiento de exposiciones, que puede haberlo, sino porque subyace en ello una tradición hermenéutica y ontológica de gran alcance. En cualquier caso, la lingüística está replicando ese trasfondo sin, en apariencia, saberlo. Y la filosofía sí lo sabe, al menos desde Herder, Humboldt, Hegel y Nietzsche hasta Heidegger, pasando por los grandes filósofos hermenéuticos. Reconoce Heidegger que el análisis del “contexto de relaciones” implicadas es lo «natural» del punto de partida, pero en sí mismo cuestionable por lo anteriormente dicho, el hecho de estar previamente inmersos en la estructura analizada456. No considera que lo dicho o hablado sea lo más adecuado para determinar “la esencia de la verdad”, que es la tarea del filósofo. La gramática nos sitúa, pues, en la actitud «natural», pero, entrados en ella, observamos que la relación del enunciado con el objeto es más compleja que la predicativa o relaciones entre sujeto y predicado, por una parte, y del predicado al sujeto, por otra. Resulta “cuestionable” precisamente por ese modo de entrada, lo dicho, pues éste nos muestra que ya estábamos dentro del proceso existencial Pero antes de abordar estas implicaciones, volvamos al instante inicial de emergencia o prelación de existencia. Al vivir conscientemente el ser como raíz de tierra, entrañados, se distancia de sí mismo engendrando espacio-tiempo y todo hecho de entenderlo lo sustantiva de algún modo como entidad. Captar el ser significa convertirlo en ente, con lo que toda forma de conocimiento procesa un fondo existencial en el que la inteligencia configura una forma, y sólo podemos entender aquél desde esta formalidad o como del darse y suceder aconteciendo (Ereignis). Es la famosa diferencia ontológica, que supone, además, la distinción preontológica de lo que está ahí latente en la existencia del Dasein457. Ente y ser se copertenecen y suponen, el primero, un “comportamiento” o actitud ante el ser, y éste, una “comprensión” al entrar en él. Y aquí se implican dos clases de ciencia, añade Heidegger, una positiva, 456

Ibid., pp. 65-66, (75). Ibid., Die Grundprobleme der Phänomenologie. GA. B. 24. Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1989, p. 454. 457

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consistente en objetivar el ente, y otra filosófica, que objetiva el ser y es, por ello, tempórea, transcendental, la ontología. Si nos quedamos en el primer enfoque, olvidamos el ser, lo óntico, y lo reducimos a sus “presupuestos ontológicos”, como hizo Hegel; y si nos detenemos en el ser, prescindimos de lo ontológico. Son éstas, a juicio de Heidegger, las dos incertidumbres de la tradición filosófica y propone la solución del método fenomenológico entendido como acceso al ser y sus estructuras desde la acomodación a lo que en él se va revelando en y desde las cosas, y una vez reveladas, o a medida que lo van siendo, olvido del método mismo.458 Revelación que implica aquel comprender óntico mediante el comportamiento ontológico. En la copertenencia reveladora de ser y ente hemos de incluir entonces aquel análisis gramátical y fenomenológico, pero desde, preferimos decir nosotros, la entrada en forma, la formalidad del proceso desvelante o decir emergente, y no desde lo dicho a secas, la pura objetivación de lo dado como ente. Ahora bien, todo esto implica a su vez para nosotros, y creo que está en la base misma del pensamiento de Heidegger, que la palabra ya es ente y desvela como tal, abriendo ser, y por tanto –otra implicación suya–, participa del momento conceptivo que luego percatamos como representación. Accedemos en ella, como en una cinta fílmica, al proceso o decurso interno del ser, sólo que dentro del ser mismo, sin salirse de él para representarlo. Tal es el significado del comprender como comportamiento, o de la actitud natural que comprende y, al hacerlo, va dejando tras de sí, como cortezas, lo que servía de entrada, el método. Y este adentramiento es la constitución misma de lo que también se va formando, el ente. He aquí, pues, cómo la temporalidad de “la constitución extáticohorizontal” deviene interna y forma volumen a medida que avanza. En lingüística, este eje estructura sintagma o conjunto de relaciones internas del núcleo con sus determinantes y modificaciones: coordinación, coherencia, cohesión en movimiento anafórico y catafórico, hacia adelante en tanto se tiene presente lo ya así constituido. Supone una superposición continua de relaciones en presencia y ausencia o de recubrimientos temporales que condensan espacio y forman un volumen fónico específico, el del habla. Esta primera parte del pensamiento de 458

Ibid., pp. 466-467.

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Heidegger obedece, creemos, a la tradición prefenomenológica de la gramática desde Humboldt, Hegel, Hermann Steinthal, Otto F. Gruppe y Gustav Gerber, por lo menos, pero asciende a Platón y a Herder, como observamos en sus anotaciones al libro fundamental de este autor sobre el lenguaje, ya citado. No obstante ello, Heidegger aún prescinde aquí de tales supuestos de entrada en la forma pendiente más bien de los presupuestos ontológicos del contexto existencial del Dasein. Sabemos desde Heráclito en Grecia, sin embargo, y desde Panini en la India, así como desde la exégesis bíblica en Israel y en la patrística, y Amor Ruibal lo recuerda a principios del siglo XX en una síntesis soberbia de esta tradición filológica y hermenéutica, que la raíz de las palabras es precisamente extática-horizontal desde la absorción o intususcepción del medio o contexto en el que se formaliza, pero tal dirección le viene precisamente del estar incorporando, absorbiendo de ese medio, y no sólo en vertical, sino en todas direcciones, como si de un movimiento amébico se tratara.459 Es la implicación intensiva de la ostensión (Aufweisung) anteriormente citada. Y en esto consiste, a fin de cuentas, el concepto de verdad para Heidegger, una salida fórica (ex) de la raíz sistente en cuanto in-siste y por tanto con-siste haciéndose, deviniendo, llegando a ser (werden): Existente, el Dasein es in-sistente, afirma Heidegger al tratar la esencia de la verdad460. La consistencia de la esencia, de su unidad, viene o llega realmente del intersticio –guión– que tanto separa cuanto une: del hacerse constante de la sistencia (sistere, sto, stare: lo erguido del Da-sein). La proposición refleja este doble o eje plurirradial de la dirección arriba-abajo-arriba y, al mismo tiempo, hacia adelante en tanto que atrás (“Der Aufstieg geht nicht noch höher, wohl aber zurück”)461, con lo que se abre, a nuestro entender, el ámbito catafórico y anafórico del alza de mira o mirar-en-torno-reuniendo, alcanzando, comportamentándose y comprendiendo con lo que está ahí delante de uno, la res (Vorhanden, Vorhandenes) y lo de uso, costumbre, lo a mano (Zuhandes), con lo 459

Remitimos a nuestra exposición de la etimología según este autor en Ciencia, Conocimiento y Lenguaje, op. cit., pp. 94-103, así como a las referencias ya citadas de David Cohen. 460 Heidegger, M.: “Vom Wesen der Wahrheit”, en Wegmarken, op.cit., p. 196. 461 Ibid., Vom Wesen der Wahrheit. Zu Platos Höhlengleichnis und Theätet. GA, B. 34. Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1988, p. 79.

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que se nos dan el espacio y el número,462 pero también, entendemos nosotros, la apertura del pro-nombre, el despliegue hacia el nombre en tanto marca de lo dado que se da, donante, se recoge y proyecta. Viéndose así el hombre desde y en lo que aparece, la proposición refleja esas direcciones y el giro que la articulación del lenguaje supone en la vertical ortogenética del Dasein, de la que son correlatos los determinativos y demostrativos, como el artículo, así como los morfemas prefijos, sufijos e infijos y las preposiciones o posposiciones, muchas veces adverbiales, lo son del tránsito horizontal, mientras que los adverbios participan de ambos vectores y de aquella dimensión anafórica y catafórica. Existe un plexo de indicios, índices y marcas de la orientación, del estar en pie, moverse y dirigirse hacia otro lugar o persona. Por eso la proposición refleja en el nombrar la cosa su mirar ahí a ella recibiéndola y, al mismo tiempo, enunciándola a otro y otra, con lo que la relación sujeto-objeto transita hacia su predicado sobre la base de algo enunciado, lo cual supone decurso. La predicación se extiende hacia otro desde la compresión relacional de sujeto y objeto, o más bien viene de otro, pues al proceder de tal modo se revela un fondo previo de ser-con (sein bei). El situarse del hombre ante la cosa despliega un alza de mira horizontal al enunciarla y la sitúa en función predicativa respecto de lo enunciado. Pero tal situación y despliegue sólo son posibles en tanto el hombre existe y la existencia se muestra o desvela como lo ahí fundamental del ser, su estructura emergente, desvelante, por lo que la proposición en realidad fluye del ser y refluye sobre él como ente, con el peligro de convertirlo en algo estático, no dimanante, y por ello cosificado. Es la devaluación del ser y del lenguaje, su repetición utilitaria.463 Por eso lo dicho es sólo indicio de la característica esencial del lenguaje, ya que su esencia, íntimamente ligada a la del hombre, radica en la espontánea apertura del ser antes que en el hacer cosas con las palabras, entes. Y esa apertura consiste en dejar salir fuera hacia lo aún ausente y oculto, no desvelado, todavía en silencio, de la representación: su anteposición tética, lo que se anticipa desde atrás hacia adelante en la presentación mental de algo (Vor-gestelltheit). Y esto es la apertura del ser, el es (ist) o 462

Ibid., Einleitung in die Philosophie, op cit., pp. 71-72, (81). Ibid., Introducción a la Metafísica, Trad. de Ángela Ackerman Pilári, Gedisa Editorial, Barcelona, 1995, p. 64. 463

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poiein, la poesía464. Y por ello distingue Heidegger entre el lenguaje creativo, que brota rompiendo el silencio de la alezeia, pero trayéndoloo a sí como fondo de palabra, y el tradicional, repetitivo. Advierte el filósofo que no podemos proyectar hacia atrás, como otra fase de la Rückkehre, la distinción gramatical del signo lingüístico (sonido: significante, significado y cosa: referente), pues se funda en aquella apertura poética. El signo supone comprensión explicada, descompuesta, de la libertad constituyente del lenguaje, y no al revés. El sonido o significante, la palabra en cuanto unión de sonido y lo por él significado, no se confunden con lo pensado, aunque es parte de ello, ni con el ente en él mentado. Son relaciones diferentes, aunque complementarias. Heidegger descodifica el signo lingüístico suponiendo en la relación del sonido con el significado algo más que relación de signo, como hace la lingüística, pues las diferencias ya presuponen lo desvelado en su modo desvelante, una anteposición o prelación antepredicativa, como sucede también en Amor Ruibal. Y en esto coinciden los dos filósofos al establecer una base de reflexión lingüística previa a la filosófica. Lo primario según Heidegger no es el conocimiento de la proposición, ni según Amor Ruibal la idea obtenida mediante el juicio. Las suyas son relaciones secundarias de un modo de ser previo y de darse el ser mismo. Para Amor Ruibal el proceso arranca de la noción y, para Heidegger, del desvelamiento, un modo de abrirse a la existencia. Las implicaciones son diferentes en uno y en otro filósofo, pero ambos parten de una relación antepredicativa y prelógica (un predicado que busca sujeto para el filósofo gallego, o que se esconde en el ente, para el alemán, por lo que el lenguaje ya alberga conceptos desarrollados,465 y esto en los dos pensadores), así como consideran un proceso determinativamente ostensivo a medida que avanza la comprensión intensiva del concepto en orden a los seres designados (Amor Ruibal) y sintético-diairético (Aristóteles) en sí mismo ostensivo para Heidegger.466 Se da una síntesis pro464

Ibid., Sein und Wahrheit, GA, B. 36/37, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 2001, p. 117. 465 Ibid., Sein und Zeit, Max Niemeyer Verlag, Tübingen, 1986, p. 157. 466 Ibid., Die Grundprobleme der Phänomenologie, op. cit., p. 298. Ángel Amor Ruibal: Los Problemas Fundamentales de la Filosofía y el Dogma. Tomo Octavo. El conocer Humano, op. cit., [241, 635-637] pp. 183, 401-403, Ibid.,Tomo Noveno, [688] p. 484.

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cesual a partir del momento prelógico, noción o dación del ser que se muestra desvelándose, apareciendo, y lo hace ya en función predeterminativa. Tal es el carácter apofántico del lenguaje. Respecto de Hegel, cuyo fondo especulativo subyace en la reflexión de Heidegger, pone éste el acento en el límite de lo que di-fiere e intuye, por tanto, en el instante de la reflexión que reflexiona sobre el movimiento de la autoconciencia, según la concibe Hegel, el punto sto (en latín, mantenerse erguido, levantarse, perdurar en ello) o Stehen alemán, la raíz st de stasis comprendida en la ek-sist-encia (sisto, steti, statum) y en el instante mismo. El contradecir del decir especulativo de Hegel engendra un punto de quietud incesante, inquieto por ello mismo, al volverse o plegarse la reflexión sobre sí en la autoconciencia. “El contradecir, advierte Vincenzo Vitiello, no es el movimiento contrario del decir –la reflexión de la reflexión como movimiento desde la esencia del lenguaje al ser del lenguaje– sino el contra-movimiento, la «suspensión» del movimiento, o mejor: el movimiento que suspende el movimiento. Por esto es absoluto contragolpe en sí mismo. Por esto es movimiento y quietud, quietud donde parece movimiento y movimiento donde parece quietud”.467 Las palabras se reciclan e implican sus contenidos. Es el efecto de la retroproyección que las anima. APERTURA DEL SENTIDO EN EL TONO El sonido, significante en lingüística, aunque no coinciden del todo, como sabemos, no es momento necesario del logos: “El sonido verbal puede pertenecer al logos, pero no tiene que pertenecer necesariamente a él”, pues “El lenguaje está a la libre disposición del Dasein”.468 Habla de la proposición, no del desvelamiento originario, donde la esencia del hombre y del lenguaje se identifican, y por tanto debemos suponer también algún alcance del origen o modo de ser en el sonido. Heidegger se está refiriendo aquí a la manifestación, al hecho del sonido en cuanto tal, formado ya como base significante de un significado, no de su formación como palabra, ni de la emergencia de ésta, 467

Vitiello, V., La Palabra Hendida, op. cit., p. 186. Heidegger, M., Die Grundprobleme der Phänomenologie, op. cit., pp. 294-295, 296, respectivamente. 468

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que se supone previa a la conexión de las representaciones de las cosas entre sí y lo mismo las palabras de la proposición, y de éstas con aquéllas, pues las distinciones diferenciadas de palabra, significado, pensar, pensado y ente se dan previamente en una totalidad de relaciones469 Ninguna existe sin las demás. A la comprensión existenciaria del encontrarse ahí del ente según Sein und Zeit, y por tanto también del lenguaje, ya la asiste un modo de interpretación precomprensivo, pues el comprender implica proyección, salida de uno mismo hacia fuera. Y lo articulado o expresado en el lenguaje, lo dicho, viene de una base articulable, y esto es para Heidegger realmente el sentido, lo que se abre (lo abriente, diríamos), pero cuyo concepto ya supone lo formal de un fondo proyectivo y sobre el que se articula el significado de todo el proceso así abierto. Es el oriente, la orientación que algo adquiere y toma en el tener del ver que concibe ahí, en una situación prehabida, limpios tales verbos de toda contaminación vigente en las palabras y conceptos ya formalizados, dichos. Con ello busca Heidegger la prelación del predicado o antepredicación de la formalidad constituida o de su momento comunicativo, donde brota o nace, emergiendo, la relación con el sujeto dentro de la proposición. El lenguaje acontece naciendo (erwachsen), como habla (Rede). Otra cosa es que lo comprendamos temáticamente en la tercera significación del concepto de proposición, cuando ésta se manifiesta. Pero lo que lleva dentro, lo que la mirada retroproyectiva percibe en él, aconteció antes, por así decirlo, en la misma apertura del ser-ahí o situación de habla, al hablar, y como lo ex-presado suyo, aquello que viene del ser al ente bajo su presión o peso existencial: la palabra. Por eso el habla es el fundamento ontológico y existenciario del lenguaje, la parole, como dice Saussure, y ya previeron antes otros lingüistas, como Humboldt, Gustav Gerber y Amor Ruibal, si bien éstos no prescinden de tal actitud natural a la hora de explicitar el sistema del lenguaje, como hace Saussure. En lo articulable del sentido (Sinn) acontece como tono (Tonfall), es decir, el modo o la caída –pendiente (Fall)– del habla, el cómo se abre tal modalidad del ser en cuanto ente lenguaje: su tempo. Y esa abertura es la palabra, que nace en el acontecer significativo del encontrarse comprendiendo, algo así como la dinámica de presente proyectivo, 469

Ibid., p. 294.

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acaeciendo, como transformación de algo en algo, en gerundio. Las palabras de Heidegger son precisas al respecto. Lo que comprehende el encontrarse comprendiendo en-el-ser-del-mundo se expresa como habla: spricht sich als Rede aus. Y la totalidad de todo ello significando obtiene, llega a palabra: “Das Bedeutungsganze der Verständlichkeit kommt zu Wort. Den Bedeutungen wachsen Worte zu”, lo cual es muy distinto de que a las palabras se las rellene con significaciones. El lenguaje acontece significando. La significación procede de una totalidad del comprender como sentido en proyección de algo, interpretando, dentro de un como o modalidad originaria, más bien, en el proceso de un primer polo emergente de comparación implícita, al que falta aún el segundo término de comparación, que se está formalizando como significado dentro de eso naciente o palabra. A los significados los precede un sentido aún no explícito, pero que ya apunta o tiende-a interpretando. Heidegger recoge aquí una larga tradición lingüística que se apoya en la apertura del ser como tono del sonido o ambiente anímico (Stimmung) que florece alumbrando la flor de la boca, con Herder primero y Hölderlin después, dentro de la raíz común griega ϕῶ para fono (φῶνος) y luz (φῶς), pero cuya sonoridad implica rasgos fonadores propios del medio, los modos bucales (Mundarten), el dia-lecto enraizado del mundo. La apertura del ser como lenguaje marca el momento tonal de palabra. Y en esto consiste la reflexión a fin de cuentas, el hecho de signar el conocimiento en cuanto sentido (Besinnung). El todo de la comprensión previa antepredicativa, pero de algo como (als) algo en tanto un polo que se conforma ahí-con tiende a otro y es proyección, una fuerza direccional representativa, un crecer (Wachstum) que contiene en presencia, y del que se despliega luego la analítica existenciaria del lenguaje. Y crece como voz interna que alumbra luz, en el sentido de Herder, de tal modo que el lenguaje ya es la razón expresada sonoramente: “die geäußerte, lautende Vernunft”. Y esto tanto al articular como al oír, donde el ser se muestra también como luz: “Die Lichtung des Seyns”.470 El tono es “índice verbal” o noticia del encuentro del ser-en del 470

Ibid., Vom Wesen der Sprache. Die Metaphysik der Sprache und die Wesung des Wortes zu Herders Abhandlung «Über den Ursprung der Sprache», GA, B. 85, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1999, pp. 21, 128 (las dos citas).

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habla, que se encuentra siempre con algo o alguien y dice esa conexión existenciaria, incluso cuando la encubre como habladuría y ansia de novedad, convertido el lenguaje en espectáculo, o en proceso anónimo indiferenciado, según acontece en el se (man), un acusativo latino cuya dirección se injerta en el proceso de la oración como arrastre de sombra de la acción que el sujeto, agente o paciente, ya anónimo en lengua castellana, pudiera realizar, y que objetiva el conjunto del proceso como unidad compacta. En alemán, reducido a pronombre indefinido, aún conserva algo de la fuerza emergente del Mann o Mensch enraizado en valores semánticos antiguos de actividad mental, cognoscitiva, o de ascenso, como quien sube a algo, un monte. En cualquier caso, el se (man) reduce, aliena, al tiempo que procesa y distiende en la frase aquel valor pronominal del que sólo resta el pro, aún activo en ella, y la proyección semántica nominal de estimulación cognitiva del proceso. Un pro (hervor, empor) catafórico que, no obstante, revierte en cada momento sobre sí. La frase avanza concentrándose en su proceso. Se refleja. Anuncia el presente abierto de algo constituido cuya constitución se requiere volviendo sobre su efecto en acusativo nuevamente procesivo. Traza un arco y lo recorre. POSIBILIDAD DE LA POESÍA Pues bien, ahí, en el tono, abriéndose al encuentro de la existencia, adviene la posibilidad del habla poética. Y no como algo que sólo le fuera posible en el sentido de ocuparse de por mor de, según capricho, gusto, habladuría, inquietud, extrañamiento, todos ellos modos de la caída, bien visibles en las poéticas actuales, sino porque es el posible permanente de toda llegada a término, del tema de cualquier proceso, y porque la poesía es la posibilidad misma de lo abierto. Atiende a la apertura de existencia: “das Erschließen von Existenz”471. El adentramiento en el ser del lenguaje descubre su posible poético y el modo de darse el hay en lo siempre ahí, como interpreta luego Lévinas: el il y a de cualquier determinación posible, siempre más allá –exotismo– de todo aquí permanente. Y esto quiere decir, por una parte, que el lenguaje tiene la modalidad poética de fijarse como objetivo suyo la apertura de existen471

Ibid., Sein und Zeit, op. cit. p. 162.

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cia, pero también, por otra, que esto se funda en la apertura que ya contiene la palabra en sí misma, cuyo fondo puede olvidar, y aún olvidándolo, revela un modo de ser suyo. Y esta capacidad muestra a su vez otro modo de refluir sobre sí mismo el lenguaje, recuperando el origen y fundamento de su ser dicente como tono de y en el mundo, la profondeur que Merleau-Ponty ve en la piel porosa del lenguaje, por ejemplo, y sin suspender en ningún momento la caída de la carga que abruma ni el proceso del lenguaje, como hacen Hans-Georg Gadamer y Paul Ricoeur, pues su posible va dentro. Es el nombrar del origen y, en cuanto tal, nada arbitrario, dice Heidegger al afrontar el acontecer del lenguaje.472 La arbitrariedad del signo en lingüística debemos entenderla como otra consecuencia de la habladuría y del estado de yecto como concordancia o quietud del enredo que el hombre ya se ha procurado como salida del abismo, ocultándolo. El habla descubre un circuito de precomprensión vinculada a través del oír que el tono requiere como entrada y salida del aire en el hablante, un arco fonoacústico que deviene icono de voz vinculante. Por eso la poesía requiere desde el habla cotidiana del arbitrio su tono y aquel posible injerto en él como co (mit) y a través del pro subyacente o salida a un tiempo anafórica y catafórica, hacia adelante, atrás, arriba, abajo, en oblicuo, etcétera, por conjunción previa de elementos, tierra y cielo, con el intermedio del hombre-raíz, el Da-sein, alzado hacia adelante y subiendo (er, empor, hervor) hacia el último dios (der letzte Gott) que, procediendo así, se abre en lo posible del sí-mismo humano como procedencia: Vom Er-eignis, la raíz temporal del ser o die Zeit des Seins, su acontecimiento.473 Lo último se muestra como el presente inquieto del futuro que el origen abrió en el ente y ya no lo deja reposar, pues rechaza cualquier forma consolidada desde la irrequietud así producida.474 Remite, por tanto, a esa energía, fuerza (Kraft), que era potencia (Potenz) en Hegel (Vermögen de Herder, Potenzierung de Novalis) y enérgeia en Humboldt, y que persiste en la tradición alemana del pensamiento hasta hoy día con Theodor W. Adorno, Walter Benjamin, Gadamer, Jürgen Habermas, Karl-Otto Apel, en cada uno con diferentes tonos de aproximación poética. La remisión consiste en ir girando en 472 Ibid., Beiträge zur Philosophie. (Vom Ereignis), GA, B. 65, Vittorio Kolstermann, Franfurt am Main, 1989, p. 500. 473 Ibid., p. 508. 474 Ibid., p. 416.

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torno al responder con y sobre las palabras (überantworten) a aquel principio tonal de contacto con el mundo como raíz suya, la posibilidad de encuentro. Hay un principio que nos fuerza desde atrás (Kehre y Rückkehr) en todo presente, pero no linealmente, sino en el panorama de la temporalización polirradial, compresora de tiempo desde un punto intensiva y virtualmente errante, futuro en la unicidad de lo último: “künftig in der Einzigkeit des Letzten”.475 Y tal posibilidad se funda en la desnuclearización continua del aquí-ahora o presente de habla fundado en la unidad extática del tiempo, el tiempo que se temporaliza como sidosiendo-presentante futuro: Zeitlichkeit zeitigt als gewesende-gegenwärtigende Zukunft 476. Y este puro fluir y refluir del lenguaje es a nuestro juicio el poema. No resulta casual que la pregunta sobre el fundamento, los dioses o el último Dios, se mueva en un estilo constantemente pronominal al finalizar sus contribuciones a la Filosofía con el fondo del acontecer y el origen del lenguaje. En el qué del porqué (Warum!), su acontecer y posibilidad, aún se presupone un dicho o pensado no del todo comprendido y que inquieta, procura respuesta preguntando en forma de entorno alrededor del sitio de algo. Se pregunta en él por el origen de su fondo, donde está siempre de camino (”Jedesmal über das Seiende weg”) y hacia su propio esenciar, donde el ser se muestra una vez más como la transición de los enlaces prepositivos entre la procedencia o arranque de algo en el fondo o fundamento mismo de lo preguntado, el entre del ser y su des-fondamiento, “das Zwischen des Seyns als Ab-grund”, lo insondable, impenetrable, el abismo.477 Y el lenguaje se muestra precisamente en la llamada que los dioses hacen a la tierra y resuena (widerhalt) en el hombre como mundo, comenzando por su tono, en el cual principia la salvación originaria del abismo o desgarro (Riß) de la montaña, suelo, su hendidura (Kluft: “die ursprüngliche Bergung der Zerklüftung, weil der innigste Riß ”), manteniendo abierta la posibilidad manifestativa del ser: “Die offene Stelle”.478 La marca del signo verbal acontecido en el tono del estado existencial del ser-ahí mide históricamente la lucha entre tierra y mundo por no caer en el abismo de lo sin475

Ibid., p. 508. Ibid., Sein und Zeit, op. cit., p. 350. 477 Ibid., Beiträge zur Philosophie. (Vom Ereignis), op. cit., p. 509. 478 Ibid., p. 510. 476

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fondo, lo cual es medida del ritmo de caída y declinación constante de la palabra en aquel encontrarse comprendiendo del habla en el ser-ahí. Pura poesía del acontecer histórico en la tierra del mundo. Heidegger funde aquí el desgarro del lenguaje en Herder (Riß), su hendidura en Humboldt (Kluft) y la inmersión hegeliana del recuerdo (Er-innerung) en el pasado (ge-wesen) con la tradición alemana de la poética más reciente y bien conocida (Hölderlin, Rilke, George Trakl, Paul Celan), abismo que llega hasta las estribaciones actuales del conocimiento y su interpretación hermenéutica (espacios vacíos de la intención intuitivamente saturables) en Hans R. Jauß y Wolfgang Iser, por ejemplo. La salvación por el lenguaje en el precipicio del desfondamiento es también la base de la significación y de la creación productiva, ya anunciada en la ontología en tanto hermenéutica de facticidad. En él acontece también, y por efecto de esa lucha entre tierra y mundo, el agotamiento de la obra inducida por la llamada: “Die Erschöpfung zeigen. Kommt es auf Shaffen an?”.479 Por mucho que concluya y se agote la obra realizada, el esfuerzo del hombre, la grieta lo sigue retando, y de él, de su cuidado por el mundo y la tierra, depende que le encuentre significado al sentido que procura, pues siempre inquieta. La resonancia concierta las instancias y dimensiones señaladas por los pronombres, adverbios y preposiciones del entorno y dintorno, del fuera y dentro, entre tierra, cielo, dios y hombre (mundo).480 Toda apertura acontece en un lugar y va dentro como huella suya que el lenguaje intenta saturar desvelando su forma. De ahí que todo dicho (Sage) contenga aún, y esto lo repite Lévinas constantemente, cierta energía del decir (Sagen) originario y que el significado del signo consista en la interpretación de estas dos instancias en la apertura del ir alzándose en el mundo (das Aufgehen) desde un instante donde (worin) se abre la tierra resonando mundo. Así hemos de entender el despliegue de las raíces filológicas de las palabras tiempo y espacio, Zeit y Raum en alemán. La dinamicidad de las raíces muestra el espaciamiento temporal (der Zeit-Raum), y viceversa, la temporalización del espacio que abre y da lugar a lo que viene (Raum479 Ibid., Ontologie (Hermeneutik der Faktizität), GA, B. 63, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1988, 110. 480 Ibid., Unterwegs zur Sprache. GA, B. 12, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1985, p. 202.

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Zeit) en aquellas contraposiciones alternas, e intervalos, que ya Hegel prevé en el movimiento de lo que es, la esencia, con sucesivos a-presente(s) de la presencia. Heidegger condensa este instante de lo Mismo alterno en la frase Tiempo-Juego-Espacio (der Zeit-Spiel-Raum), juego peligroso, añade Hölderlin refiriéndose al lenguaje de la poesía. Y así puede espaciar Heidegger el tiempo como die Zeit zeitigt (el tiempo temporaliza) y temperar el espacio: der Raum räumt (el espacio espacia).481 El sustantivo despliega su raíz verbalmente. Esto indica que el movimiento articulatorio se funda en el tiempo ahí creado y esta fundación espacia, está siendo el espaciotiempo del habla, el punto quántico del organismo vuelto sustancia pensante. Platón ya vio este fenómeno al prolongar la generación dimanada de ciertas raíces concernientes al pensar y el decir (Logos), tal como sucede con la Sage (el decir en lo dicho de una leyenda o mito). Y Heidegger parece adjuntar este espaciotiempo a la inversión de la frase gramatical en el movimiento especulativo. El giro de éste también significa. Muestra dejando aparecer el claroscuro de la presencia que se dona a sí misma en libertad incesante.482 Tal don es la palabra del poema. Imaginemos una fuente borbollante cuya agua se recicla con la forma que le confiere el surtidor pero que también recoge las lluvias y el correr de otros manantiales. Así se muestra la apertura del Ereignis (fenómeno, acontecimiento) y de la Sage o decir heideggeriano. Por ello, la reversión plástica de sujeto y predicado es, frente a la de Hegel, un rehacerse continuo de la sustancia en la boca de su abertura. El ejemplo que pone Heidegger al respecto resulta sintomático. Sustituye la cópula es por dos puntos (:), es decir, la retrotrae a la yuxtaposición con que se presentan los entes en la sensibilidad para que los enlace luego la percepción y confirme o selle el raciocinio con sus categorías, comenzando por la idea ahí engendrada. Y así expone una tautología aparente que funda la poíesis con su dimanar incesante de paz silenciosamente infinita: das Ereignis der Stille. El ejemplo es éste: Das Wesen der Sprache: Die Sprache des Wesens (La esencia del lenguaje: El lenguaje de la esencia). Una y otra dirección parecen lo Mismo, pero han cambiado los casos. El genitivo en que se encontraba “el lenguaje” pasó a nominativo. 481 482

Ibid., p. 201. Ibid., p. 202.

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Era, pues, sujetivo, el sujeto del tema “esencia” en el primer sintagma, el cual equivale a: la esencia que es lenguaje, pero “esencia” es nombre neutro en alemán: aquello que es esencia del (que es) lenguaje: lo que esencia del (que es) lenguaje, etcétera. Y cabe repetir la misma inferencia de implicaciones en el segundo sintagma. Esencia y lenguaje son aquí momentos de un mismo despliegue dinámico o acción del pensamiento apofántico, que se dice. Es lo propio del decir o Sage. El signo se entreabre entre el significante y el significado dentro de un proceso de significancia que lo prelata: significado como abertura del ser ahí donde esencia. La conclusión de Heidegger se centra en los dos puntos que refieren el proceso subyacente de la esencialización, el paso a sujeto del tema inicial: la esencia esencia como el espacio espacia y el tiempo temporaliza. Es palabra-tiempo (Zeit-Wort), verbo. El sujeto despliega el verbo que lo transe. Así lo indica el idioma alemán mediante preposiciones: wesend (esenciando: siendo), anwesend (a-sente: presente), abwesend (ab-sente: ausente). Y esto resulta algo diferente, dice Heidegger, como respondiendo a Hegel, de la simple duración o persistencia del movimiento dialéctico, pues esencia, el ser que es (Wesen, ser en cuanto existente), dice ser-durando, alojándose, lo que siendo permanece en un lugar así creado: abriéndose en su propio despliegue.483 He aquí el avecinarse haciendo signo según un tono. El signo es vecindad, la casa del nombre. Signar signos centra la nueva expresión de Heidegger acorde al espacio tiempo de las raíces: Winke winken (signos, hacer señas).484 Y cualquiera de ellos, en su múltiple manifestación, responde a esta abertura denominativa. La esencia del lenguaje, o el lenguaje de la esencia, es palabra conducente, directora, la que produce signos: das Leitwort. Heidegger reconduce en vertical el arco reflejo del lenguaje especulativo confiriendo al nombre la inherencia atributiva que lleva en sí como despliegue de su raíz. Y la doble dirección de la vertical se distiende horizontalmente convirtiendo la realidad denominada en predicado de cuanto se dice. Es la misma estructura de Platón y Aristóteles desde dentro de la temporalización espaciada del signo, y la misma de Amor Ruibal al revertir el orden de las cosas sobre el nombre que las 483 484

Ibid., p. 190. Ibid., p. 191.

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nombra. Tal la esencia ontológica y gnoseológica del lenguaje. Platón ya resalta el efecto verbo del nombre en el discurso. Permítasenos una autocita tomada de un estudio precedente: «Λέξω τοίνυν σοι λόγον συνθείς πράγμα πράξει δι΄ όνόματος καί ρήματος (El Sofista, 262e). “Te diré entonces un decir (discurso) uniendo la acción actuante al resultado (o cumplimiento) de la acción a través de un nombre y un verbo”. Entre uno y otro está, por una parte, el fondo locutivo del radical λ-γ y, por otra, la raíz πρά relacionada con la del verbo πείρω, que significa abrir atravesando. El dicurso (λόγος) recoge (leyendo, λέγων) la apertura procesiva de lo que se hace (πράγμα) hasta su culminación (πράξει), que no es otra que el estado sustantivo del discurso así engendrado. El Logos lleva prendida en su acto la realidad que enuncia. Lo real se revela en él como en su lugar propio de manifestación».485 El Logos ya lleva dentro el verbo que lo dice y lee, piensa (λέγειν). Son las dos dimensiones del decir o Sage de Heidegger, la poesía y el pensamiento. De lo expuesto hasta aquí se desprende que el conocimiento está sumido en una dimensión fenomenológicamente lingüística. Aunque el lenguaje no es el origen, su acontecimiento funda la búsqueda originaria como fundamento en un mirar retroproyectivo, de tal modo que sus categorías revelan las dimensiones existenciarias en el modo del como (wie, als), del también (“das sowohl als auch”), del co (mit), y mirando ahí (da) previamente (vorher) desde atrás (rück) en una dirección orientadora (hin, hinein, auf, über, unter), y conforme a un tono. Hay una interpretación básica prelógica, hermenéutica, sobre la que se funda la proposición racional, cuyo vínculo afecta antes a la fuente naciente, iluminadora, del hay (es gibt) en el es (ist), que a la concordancia gramatical y lógica del sujeto hacia el predicado, y viceversa, del predicado hacia el sujeto, donde descubrimos que a lo tematizado lo prelata una antepredicación, así ya en Amor Ruibal, y que los predicados, dice Hegel, son modos del acontecer propositivo. Podemos circunscribir esta emergencia y rotación desde las dimensiones vertical y horizontal, de altura, fondo, entorno, del ir procediendo (Durchführung) del Da-sein en la tierra como mundo y dentro del todo de sentido premonitorio como base, entorno y horizonte de la 485

Domínguez Rey A., “Filosofía del lenguaje”, en Lingüística General, http://www.liceus.com/cgi-bin/aco/areas.asp?id_area=17

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nominación. Es la propuesta realizada en el esquema gnoseológico del entorno y horizonte nominal.486 El lenguaje descubre entonces el fondo cognoscitivo existencial del hombre, coevo de su propio organismo y evolución biológica en cuanto ser histórico o ente de cultura. FONDO GENÉTICO Y GENÓMICO DEL LENGUAJE Llegados a este punto y bajo la consideración de un posible fondo genético, en tanto genos, de la formalidad lógica del pensamiento y de la operatividad del lenguaje, retomamos una distinción pertinente de Heidegger al exponer las relaciones predicativa y veritativa de la oración, ya mencionadas en varias ocasiones. Entre sujeto y predicado, así como entre estas dos funciones tomadas conjuntamente y lo enunciado por su contenido se da una relación formal que, en el primer caso atañe a la verdad así también llamada, formal, y en el segundo, a la material. Pues bien, el primer tipo de verdad sólo corresponde a la predicación en sentido lógico, entendida aquí la lógica como «corrección» o “reglas de la llamada lógica formal”.487 Es lo correcto o conjunto de condiciones en un enunciado para atribuir el predicado al sujeto. Recordemos la función de las leyes en Hölderlin respecto de lo vinculado en el lenguaje. La verdad de fondo queda enunciada en aquello que regula su manifestación. Y este modo regulativo aún nos lleva más allá de su presentación buscando aquello que lo posibilita. Y tal forma se muestra, como vimos, ordenando las relaciones entre un ápice o núcleo, una especificación y un complemento, como sucede asimismo en la forma gramatical frase. Pero es también el modo regulativo de los codones (tripletes de nucleótidos, equivalentes a las letras o fonemas, mientras que los aminoácidos serían las palabras en homología del genoma con el lenguaje), cuya estructura se nos muestra, según López García, similar a la de la frase.488 La regulación lógica tenía por base, además, el esto de indeterminación y su indiferencia originaria aparente, de tal modo que la mente funciona introyectando algo más o menos concreto en algo abstracto, genérico. Procedemos determinando lo previo indeterminado y el uso 486

Cf. p. 133. Heidegger, M., Einleitung in die Philosophie, op. cit., p. 56, (66). 488 López García, Á., Fundamentos Genéticos del Lenguaje, op. cit., p. 105. 487

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de la palabra algo ya resulta significativo tanto (he aquí otro esto implícito) para designar lo indeterminado como su determinación. Se dan, pues, como mínimo dos instancias o unidades de procedimiento, lo cual implica una relación interna. Una y otra dimensión se sitúan en el con-ser-con, óntico y lógico: ontológico. Tal es el genos del lenguaje. El hecho, por otra parte, de que este núcleo se replique continuamente en la organización del sintagma o entre sintagmas con procedimientos homólogos a los del genoma y con funciones en algunos genes de mando, control, más las de transferencia, transcripción y traducción, que replican de cuerda a cuerda genómica una copia molecular a su vez sujeta al mismo proceso de partida, permite, efectivamente, idear una semejanza estrecha, paralelismo o correlacionismo entre el código genético y el lingüístico, como hace López García.489 La duplicación genómica daría lugar a un “preprograma simbólico” formado por un proceso interno de subsistemas de codones, ciertos paradigmas heredados en forma de estructuras y un componente energético que habría provocado en las neuronas como una reescritura o red alámbrica (“a severe rewiring”) en la que cada filamento (dendritas, axones) serviría de transmisión telegráfica entre los componentes. El “preprograma” en cuestión viene a ser un equivalente del sistema computacional de Chomsky con sus principios y parámetros asistidos por la Forma energética, resultando cada uno de aquéllos acomodaciones en las diversas lenguas a la percepción externa del mundo. Las leyes formales de la sintaxis resultan entonces semejanza del código genético e innatas por ser también una instancia de corporeización.490 López García recurre, por una parte, al modelo textual del lenguaje (agente + acción), pero, por otra, en la segunda de las obras citadas, busca un factor de inherencia genética tanto en la mente como en las cadenas verbales. Sin embargo, y a pesar del innatismo sintáctico, se impone sólo un paralelismo o semejanza de homología entre el código genético y el lingüístico. Reencontramos, no obstante, un sucedáneo del predicado energético y de la forma mentis, pues lo que se asemeja lo hace por correlación formal entre polos inducida aquélla por el previo con-sercon ontológico o a priori de relación precategorial. En tal sentido, y vol489 490

Ibid., p. 106, 127. The Grammar of Genes, op. cit., pp. 67, 172. Ibid., The Grammar of Genes, pp. 167, 173.

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viendo al concepto de “lo formal” en Heidegger, estaríamos aún en un nivel de reglas asistidas por unas leyes que, en realidad, son procesos de correlación entre elementos básicos. El genos del lenguaje remite entonces al celular inducido por la acción compleja de recubrimientos operativos cifrada en la elación y pregnancia del signo. Y aunque éste no admite, una vez configurado como oración, advierte Heidegger,491 recortes regresivos hacia el punto fónico de inicio –las famosas articulaciones, tres, y hasta cuatro, del lenguaje–, por cuanto, una vez proferido, no procede revirando sus elementos, sí retroproyecta y replica unidades, como el genoma, pero lo hace recursivamente, implicando más sentido, mientras que los genes codifican proteínas en una misma vía metabólica, sin reversibilidad. Una vez formado, el signo remite al ámbito de relaciones que lo integran. Ya no es arbitrario. La coherencia y cohesión lingüísticas son efecto del todo (das Ganze) orgánico de la significación, de su sentido. Resultan del a priori y ser correlativo ontológico, pues hasta funcionando agramaticalmente, presuponen uno, como sucede en los textos poéticos. La poesía recude en todas sus unidades incluso cuando, en apariencia, no hay sentido por más que los significados de las palabras estén presentes. López García reconoce esta singularidad creadora del lenguaje en la predicación y su capacidad de inventar mundos no existentes, pero con sentido, si bien asocia el reordenamiento genético de las inmunoglobulinas al efecto creativo del genoma, pues sintetizan proteínas como anticuerpos lanzados contra agentes nocivos.492 El plexo de relaciones que, ensambladas en orden creciente, integran el signo en tanto unidad de significación concepta, es también para Heidegger, y en esto se nota su deuda con Hölderlin, decir declarativo (Rede, Aussage), enunciado sobre algo esencialmente, no sólo de modo ocasional (“Diese Aussage ist… zwar wesentilch, nicht nur gelegentlich”). Comprende el enunciado, aquello sobre que se enuncia algo y la actividad mental del pensamiento, que, en cuanto estado suyo (pázema griego, lo así afectado; receptividad poética en Hölderlin), remite “al alma que está en actividad”.493 Bajo tal aspecto, el genos del lenguaje es mucho más comprehensivo que los procesos unidireccionales del ge491

Heidegger, M., Einleitung in die Philosophie, op. cit., p. 60, (70). López García, Á., Fundamentos Genéticos del Lenguaje, op. cit., pp. 178, 249. 493 Heidegger, M., Einleitung in die Philosophie, op. cit., p. 59, (69). 492

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noma. Ahora bien, ¿por qué no presentir el rumor de la interactividad genética en el yo prerreflejo de la conciencia (Fichte, Hölderlin, Schelling) cuya sombra (Lévinas) rumia lo desconocido o cuya prelación relativa (Amor Ruibal) descubre los principios que la clarifican? El genos de la vida tiene su reflejo en el lenguaje, pero sólo éste alcanza las leyes, principios y sentido que la fundamentan. La palabra poética, creadora.

9. El signo gnoseológico*

Lo expuesto hasta ahora remite de continuo a una tradición gnoseológica ya perdida en los estudios lingüísticos. El interés suscitado por el descubrimento del genoma y las investigaciones neurobiológicas del cerebro propician, por otra parte, tesis y comentarios no ajenos a esa tradición que hoy se subsume en la denominada orientación cognitiva del lenguaje. Ya hemos apreciado hasta qué punto muchas de estas teorías remueven fondos no tan distantes de estos nuevos enfoques. Ofrecemos ahora, como conclusión, un resumen selectivo y comentario del trasfondo aristotélico que, a nuestro entender, subyace aún en el planteamiento cognitivo y ontogenético del lenguaje. Y para ello proyectamos las propuestas y análisis de López García sobre esa tradición ya milenaria del pensamiento gnoseológico, o viceversa, actualizamos algunas de éstas al observar las inquietudes, sugerencias e hipótesis suscitadas por el estudio comparativo del procesamiento genómico y del lenguaje. Plegamos así, sobre el mismo canto del presente, veinticinco siglos de reflexión ontológica. DINAMISMO DEL NOMBRE EN ARISTÓTELES Asistimos hoy día a una revitalización de las tesis evolucionistas y a un gran discurso dialéctico sobre los principios y fundamentos neurobiológicos del pensamiento y de la facultad de habla. La lingüística remueve los fundamentos de la descripción explicativa de sus datos. Y al replantearse su estatuto científico, se encuentra con esta realidad acuciante de la onto o epigénesis del lenguaje. Si quiere comprender y explicar en profundidad los datos obtenidos, debe replantearse sus funda* Este capítulo forma parte, ampliado aquí con algún añadido, del homenaje que en 2009 se le rindió a Ángel López García en Valencia. Cf. Montserrat Veyrat, Enrique Serra (eds.), La lingüística como Reto Epistemológico y como Acción Social. Estudios Dedicados al Profesor Ángel López García con Ocasión de su Sexagésimo Aniversario, Arco Libros, Madrid, 2009. 260

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mentos y principios más básicos. En una palabra, recuperar el fondo gnoseológico que la posibilita. En Aristóteles encontramos una diferencia fundamental respecto de Platón, al que sigue de cerca, no obstante, reflexionando sobre el lenguaje. El concepto de nombre (ónoma) comprende tanto el sustancial y agentivo, el sujeto, como el verbo. Uno y otro significan algo óntico, real, diferente de la formalidad propia del lenguaje. Aristóteles incrementa con el concepto de kínesis el dinamismo (dínamis) del lenguaje y de la corriente mental del pensamiento. Confiere así un sentido teleológico a la palabra y al concepto, a las categorías del lenguaje, nombre y verbo (rema). Todo lo que une a unos nombres con otros, determinándolos, derivándolos, conjugándolos, declinándolos, pronominalizándolos, adnominalizándolos, son conjunciones, el equivalente dinámico de la kínesis real y de la enérgeia en el lenguaje en cuanto conexión interna o externa, morfológica, morfosintáctica, morfo-sintáctico-semántica y morfo… pragmática, pues todo movimiento deviene en función del fin al cual tiende. El nombre (ónoma) manifiesta, por tanto, las relaciones implícitas de la mente con la realidad, pero también el proceso agentivo de la acción nominante. Su genealogía repite en el plano externo, como foné semantiké, la génesis del concepto anímico. Por eso contiene en sí los fenómenos del alma (pazémata) y la forma sonora que los manifiesta, todo ello inducido por las cosas a que se refiere o prágmata. Éstas, lo óntico, son el correlato de la mente en el proceso gnoseológico, pero lo habido en ella como conocimiento forma tales fenómenos luego manifestados como foné semantiké, es decir, como voz semántica, dotada de significación. El nombre se convierte entonces en representación relacional de la realidad en tanto movimiento intencionante o dirigido a ella, pero manifestándose en el proceso como voz dotada de sentido. En su entidad contiene un conjunto de relaciones que la misma realidad despliega por estar ésta y él inmersos como pazémata en el movimiento general que los engloba. Aristóteles implica al cuerpo en la formación genealógica del lenguaje y en la articulación del numerus motus o numeración del movimiento. Al representar la realidad, el nombre queda implicado también como correlato del concepto, considerando en el prefijo co (con < cum) un valor relacional objetivo. Tanto logos como ónoma contienen en sí,

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aun siendo éste originariamente pázema o afección del alma –pasividad activa–, la potencia dinámica, retroproyectiva, que Platón ya observa en el despliegue de las raíces y lexemas y que configura las series sintagmáticas y, por tanto, al unirlas, el paradigma categorial de los fenómenos sustanciados. Por eso las conjunciones o sincategoremas figuran al lado de los categoremas como los márgenes y conectores que el movimiento mental induce al manifestar el mundo de las cosas. El ónoma contiene, pues, más de lo que dice contener, pues el concepto implícito que integra ya equivale a lo que la manifestación semántica expresa: una idea afectada por el proceso que la constituye. Por eso la kínesis del nombre despliega, en cuanto dínamis concreta y enérgeia (la dinámica verbal realizada en acto o ergon, con raíz de génesis dentro: la potencia ya es aquí acto), su contenido agente y procesual como lo sujeto en él a través de un predicado que también lo afecta. Es la forma lógica del juicio. Sus términos o nombres contienen los pazémata y el movimiento interno que los rematiza. De ahí que la forma elemental del juicio enhebre un atributo del sujeto mediante la forma est del verbo ser. Las relaciones así implicadas se superponen en niveles de índole compleja. Al referir el nombre un objeto, objetiva también esa relación del Logos concernida como sujeto-predicado, lo cual implica, como predicado, una intervención dicente, una manifestación apofántica: la foné semantiké, el sonido semántico. El plano óntico –pragma– se correlaciona con el lógico –ónoma: S est P– y tal relación deviene el movimiento fonosemántico del lenguaje. He aquí, pues, su relación ontológica, correlativa. Y esto constituye el carácter verbo de todo nombre, la relación implícita del concepto con la realidad en tanto idea o principio configurativo. No hay verbo sin base predicativa previa, es decir, intencionante. Otro asunto será que lo predicado descubra en tal acto su procesualidad emergente y el mundo que la envuelve. Es lo que observábamos en Heidegger y en otros precedentes, como Amor Ruibal. Apenas se ha advertido que la lingüística parte, en su formulación moderna desde Saussure, de este nivel apofántico, pero abstraído de sus precedentes pragmáticos, de la sustancia de las cosas. Nos referimos al “pensée-son” de Saussure en el Cours de Linguistique Générale,494 donde, 494

Saussure, F. de, Cours de Linguistique Générale, op. cit., p. 156.

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reducida la sustancia de ónoma, conserva, no obstante, la morfé del movimiento y el entramado de la relación nominal como forma pura. El guión de esa expresión compleja sintetiza el abismo de la filosofía moderna del lenguaje: el tránsito entre pensamiento y sonido, que es también el fondo del conocimiento, del Logos en tanto relación ontológica. Y esa relación resulta lenguaje, la foné semantiké. Saussure reduce la relación trinómica y simbólica de la voz significante o nombre de las cosas, si bien mantiene su función intermediaria, como el metazú erótico de Platón, pero sin su energía procreadora. El Logos aristotélico alcanza con esta síntesis la potencia explicativa del mundo. El lenguaje es menos, pero también más que las cosas mismas. Los prágmata no son el conjunto complementario de la realidad. Lo real se configura en las cosas diciendo lo que ellas tienen, implican, son realmente. Entramos en otro orden de constitución, referencia y visión del mundo. TRASFONDO ONTOLÓGICO DE LA GRAMÁTICA El nombre va disociando las categorías, revelando los atributos posibles del objeto, que representan, en cuanto puntos nodulares del conocimiento, las formas de sus manifestaciones: sustancia, cualidad, cantidad, relación, tiempo, lugar, posesión, posición, acción, pasión. Cualquier sensación o relación de sensaciones se traduce como impresión de la experiencia convertida a través de la percepción en imagen representativa, idea simple o concepto ya abstracto, en alguna de estas categorías. El nombre se diferencia asimismo en pluralidad de otros nombres, pero los tres citados, sustantivo, verbo y conjunción, dan cuenta, con sus adjuntos, adjetivo y adverbio, o proformas –el pronombre–, de la gama diversa de la sustancia, la cualidad y el movimiento. Y aunque no existe un paralelismo lógico-lingüístico en la proposición en tanto forma gramatical del juicio, las anomalías contastables, estudiadas en el estoicismo por Crisipo, no empecen el germen del Logos y su proceso analógico. Las anomalías entre formas verbales, categorías y conceptos, admiten también una explicación lógico-semántica en cuanto la acción del Logos integra en su principio lo que sigue adviniendo a él desde los vértices del símbolo. Y este aspecto es el resaltado por los estoicos en lo dicho del decir o lektón, lo decible. Obtenemos, pues, el triángulo relacional de base:

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Experiencia mental Idea: concepto: ónoma (Universal) Realidad (cosas) Sensación Significante (foné: voz: experiencia) Naturaleza + convención humana (katá sinzeken) El conjunto relacional de los tres vértices funciona en sus direcciones como símbolo cuya intersección es el signo. El Logos deviene simbólico. No podemos considerar ninguno de los vértices sin sus correlatos. Por eso la voz no es puro instrumento, pues supone una conversión previa del sonido natural en correlato de la intención significante. Hay sonidos inteligibles, tal la tos, que son indicios y no signos auténticos. En realidad, la voz, la palabra, resulta la forma articulante del aire respirado en función significativa. El simbolismo de sus movimientos se correlaciona entonces con el motus del Logos sin identificarse ni con la mente ni con las cosas que ésta categoriza. Pero ideas y cosas por ellas representadas son lo común de la naturaleza en el hombre, iguales para todos, mientras que las voces difieren según la incidencia y codificación del movimiento corporal en el conjunto simbólico del signo, pues la relación entre las impresiones sensibles del alma y su expresión procede en principio ocasionalmente adecuada, la ocasión del lenguaje. Tal carácter no deja de ser, sin embargo, natural, conforme al principio de actividades y operaciones de la naturaleza, donde entra, por tanto, la relación alterativa con los otros hombres. La unidad simbólica del signo en cuanto palabra comprende partes mínimas, las sílabas y sus elementos fónicos, que no tienen sentido por sí mismas sino en función del que expresan, y así se crearon. Es lo que hoy conocemos como doble y hasta triple articulación del lenguaje. Sócrates ya reflexionó sobre este tema en el Cratilo platónico. Tal es también el esquema que se mantiene entre los estoicos, sintetizado en sus vértices por Sexto Empírico como

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Signo: parte incorpórea Significante ⎧ ⎪ ⎪ ⎪ ⎨ ⎪ ⎪ ⎪ ⎩

Cosa

Parte material corpórea La re-presentación que, según Aristóteles, contiene la idea de las cosas, y el concepto de sus relaciones, suele malinterpretarse al considerar la lexis o locución enunciativa de los estoicos. La mimesis aristotélica no es pura reproducción, sino forma que capta el movimiento del mundo, sus relaciones y la relación que ahí mismo se instaura al proceder de tal modo. Por eso dice que hasta el movimiento del cuerpo queda implicado en la mimesis. Al insistir más sobre el aspecto reflectante, suele olvidarse que la idea también es una producción de la mente: el producto que reflecta. Pero esto no implica que el contenido mental sea un espejo estático, sino más bien dinámico. La función mimética del lenguaje alcanza en la forma del poema la representación de las cosas y el modo en que éstas cambian según la actuación de la naturaleza. Por eso el carácter apofántico del lenguaje sobrepasa su función instrumental al captar el cambio óntico a través del metro rítmico, también él numerus motus. Asunto diferente lo constituye saber si esta forma dinámica es el correlato de la naturaleza en el hombre. No podemos descartar el concepto de forma activa en el Logos aristotélico al concederle importancia al dinamismo formal del lenguaje según los estoicos. La foné semantiké presupone que por los pazémata o contenidos mentales ha pasado la conversión del aire transformada en significante. La lexis es precisamente la conformación significante de unidades sonoras que sin la intención significativa carecen de sentido en cuanto tales, como la sílaba antes citada. Los estoicos han insistido desde el siglo III adc sobre las posibles relaciones internas y externas del signo y su configuración propositiva. Con ellos quedan establecidos y consolidados los principales problemas y principios que fundamenta la lingüística en el siglo XX y, por supuesto, la filosofía del lenguaje. Sintetizan las aporías precedentes y plantean

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otras nuevas cuya problemática perdura durante la Edad Media y llega hasta nuestros días. Resalta el carácter expresable de los lektá en orden a la proposición y la distinción de predicados, por ejemplo en Apolodoro de Atenas. La adjunción sintagmática por concordancia o yuxtapuesta, así como el régimen de caso de los verbos y las formas activa, pasiva o recíproca –media– de éstos, son también modos proposicionales. La consideración sintáctica y gramatical de la proposición adquiere importancia específica en cuanto articulación membrada y oracional de la realidad. Los lektá se convierten en el centro de atención para el análisis de la realidad expresada. Pueden coincidir o no con los conceptos gnoseológicos del pensamiento, pero contienen también en sí mismos una razón conceptiva. Son el concepto corpóreo del Logos. Sobre su análisis se centran, en consecuencia, los principios de analogía aplicados a la proporcionalidad dialéctica del nombre, la cosa y el concepto, pero también a la relación internominal. Los lektá presentan en sus lexías casos no proporcionales, sobre todo en la flexión, con lo que se impone asimismo el criterio de anomalía, representado especialmente por Crisipo, del siglo III, y por los gramáticos alejandrinos. Pero lo a-nómalo procura aquí más nombre. Así pues, según se insista en la base conceptual de los lektá, o en su carácter flexivo, regular o irregular, se imponen criterios lógico-gramaticales que indican la preocupación por determinar un método específico de estudio del lenguaje. El carácter conceptual de estas unidades representa el contenido expresable no tan sujeto a los cambios habidos en su relación con la voz articulada. Sin embargo, la variación etimológica y flexiva deja ver en el corpus de los lektá cambios semejantes a los de las cosas y su interpretación dialéctica. Se acentúa así la reflexión en torno al alcance veritativo de las proposiciones, los valores de verdad o falsedad del lenguaje. Tal es ya el cometido de la dialéctica en Diógenes Laercio a comienzos del siglo III adc. La forma gramatical adquiere importancia decisiva para establecer un método apropiado de análisis. La forma léxica del lektón ofrece una base conceptual más o menos fija relacionable a su vez con las variaciones perceptivas de las cosas, como son sus cualidades, el número, la concordancia, el régimen de caso, la implicación propositiva e interproposicional, silogística –argumento–, etcétera. Parece, pues, que la forma gramatical alcanza una re-

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presentación más dinámica del mundo real interactivo. Sus relaciones con el logos conceptual y la expresión corpórea se incrementan y complican; las formas activas, pasivas o neutras de los nombres hacen pensar en modos específicos que el lenguaje tiene de considerar y entender las relaciones ontológicas. La forma se impone entonces como objeto específico de atención lógica y gramatical. He aquí el trasfondo ontológicamente gramatical del lenguaje, sobre el que incide de modo notable la filosofía analítica, hermenéutica y semiótica del siglo XX. Los conceptos de signo, sentido, contenido, significante, forma, función, referencia, principio de composicionalidad, verificación, quedan directa o indirectamente emplazados dentro de problemas cognoscitivos, metodológicos y analíticos de gran discusión a lo largo de la historia del pensamiento y sus criterios epistemológicos. Pero la unidad básica subyacente sigue siendo el trinomio de la sustancia referente y referida –res–, del concepto que la concibe –logos– y del nombre que la expresa: ónoma. Queda implicado en ella el principio dinámico de naturaleza en las cosas y en la mente, sintetizado en el Logos. En cuanto tal, éste predica de ella un modo suyo de actuación objetiva y, por tanto, de ser específico. El Logos comporta también con ello un principio de interpretación y análisis. Tales son los cometidos de la dialéctica y de la hermenéutica –Perí Hermeneías– de Aristóteles. Sin esta implicación dinámica del Logos no podríamos entender el problema subyacente en la gnoseología lingüística de la Edad Media hasta nuestros días, como los modi essendi, intellegendi y significandi, activos y pasivos, y la compleja problemática de los universales en el realismo, exagerado o moderado, y en el nominalismo, al borde ya de la Edad Moderna con la suppositio de Guillermo de Ockham. Cuando Tomás de Erfurt distingue en su Gramática Speculativa entre res, vox y sermo –scientia sermocinalis–, y atiende a un modo activo y pasivo de significación lógica y lingüística, está resumiendo este trasfondo aristotélico y estoico del lenguaje y de la filosofía. La palabra comporta actividad, dinamismo. Poco importa hoy que este decurso sea una moción autorrefleja del entendimiento en la forma discursiva, el sermo. Representa la captación dinámica de la sustancia y su variedad entitativa, referida por tanto a valores de verdad o falsedad. El modo pasivo consiste en esa captación de las cosas. Con ello, la forma gramatical del lenguaje se inmerge en la corriente dinámica y autorre-

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fleja del entendimiento. Platón, Aristóteles y sectores del estoicismo quedan así sintetizados en un paralelismo isomórfico de palabra y concepto, signo y cosa, pues la forma gramatical ofrece como contenido semántico lo que el concepto concibe significando la cosa. A la sustancia óntica le corresponde la forma gnoseológica del Logos propositivo: la significación une idea y cosa en el signo, lo cual no implica que se identifiquen uno y otro extremo, pero sí que se correlacionan en función de la forma concipiente. Y ésta también deviene sustancia en el proceso general de la historia del pensamiento. Así la cultura. Este planteamiento básico alcanza hasta el siglo XVII con la Gramática de Port-Royal, cuyo fondo lógico pretende sistematizar una razón lingüística, pues se trata de una Gramática General y Razonada, como la titulan sus autores Antoine Arnauld y Claude Lancelot. Pervive en ella el fondo común ontológico de Aristóteles, el mismo para todos los seres racionales, pues la estructura gramatical refleja la óntica y lógica de cosas y entendimiento, con lo que retomamos el isomorfismo antes citado en Tomás de Erfurt. La razón lingüística de esta Gramática incide en la identidad de relación entre la forma del lenguaje y la del pensamiento para todas las lenguas. Del polimorfismo de éstas responden los usos respectivos que, no obstante, corresponden también a ciertas regularidades –los parámetros de hoy día en la descripción generativa– bajo el principio de tal razón lingüística. Entre lo fijo y variable, la razón instaura una norma en tanto reflejo de la racionalidad del lenguaje. Así, la gramática normativa de una lengua concreta y determinada es su correlato racional. En la de Port-Royal se ha visto un doble precedente de la Gramática Universal de Chomsky. El Logos interno concibe la forma gramatical como signo suyo. Es su vertiente razonada, codificadora. Entre el logos profundo y su manifestación locutiva hay un intermedio relacional que sistematiza deductivamente la correspondencia de la forma lógica con la gramatical. Para la gramática generativa, esta relación interna sería la transformación de una estructura profunda en superficie, pero sometida ésta también a una racionalidad de su forma, de los signos que la constituyen. La Gramática se correlaciona entonces con la Lógica según una forma procesual que nos recuerda la moción discursiva de Platón y el movimiento generativo de Aristóteles. Logos también es genos. Por consiguiente, la sintaxis, que representa la forma interna explicativa, y

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deductiva, del fondo lógico, viene a ser la moción categorial, gramática y lógica, de la naturaleza en el intelecto y conocimiento. Recordemos que los griegos conciben la naturaleza como principio activo de operaciones. De esto se deduce, a su vez, que la forma sintáctica establece una correlación isomórfica con la lógica del pensamiento. A las unidades gramaticales les corresponde un principio racional explícito, implícito o latente. Las categorías atesoran una doble faz superficial, sígnica, y profunda, mental. La forma lingüística tiene en Chomsky un componente sintáctico y otro lógico, al que se une, por el uso, no esencial como en la Gramática General y Razonada, la fónica. Y últimamente, la gramática mínima de Chomsky retoma incluso con el Lexicón la síntesis de la lexis aristotélica y de los lektá estoicos. Chomsky convierte en generativo lo que es deductivo y necesario en Port-Royal. La lingüística moderna añade las formas invisibles heredadas del vacuum platónico y estoico, con lo que interpretan la ausencia y el silencio, fónico o escrito –la elipsis, el signo cero–, como una forma subyacente también estructurada, a la que corresponde, en el plano lógico, lo inmemorial y nouménico del óntico. La razón lingüística de Port-Royal introduce una gramática racionalista de carácter deductivo, la cual establece, a su vez, la idea de que entre la gramática y la lógica hay una conexión natural interna. Por tanto, el significante y significado se vinculan por un fondo de conexión o taxia natural de orden intelectivo. Este tacto interno será determinante para la superposición funcional de actos noéticos en las Investigaciones Lógicas de Husserl. En contrapartida, la independencia del estímulo verbal respecto de la necesidad constatada en los animales descubre para Descartes el carácter libre y hasta independiente, no mecánico, del lenguaje. Chomsky aprecia en ello una libertad creativa entre las formas del lenguaje respecto de la imposición del instinto animal. Como en Descartes, la frase puede introducir unidades y relaciones mentales de correlato objetivo no real, existente, de gran interés para la lógica moderna y la filosofía del lenguaje. Pero Descartes preveía también, como Leibniz, una lingua universalis que evidenciara el vínculo natural de pensamiento, número y lenguaje, siguiendo además el orden de creación divina en la introducción de las sustancias espiritual y corporal, la res cognoscens y la res extensa. Y

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propone consecuentemente una grammaire universelle que establezca un orden único para ideas, cosas y palabras.495 La conclusión resulta obvia. Si hay un vínculo natural entre pensamiento y lenguaje; si su forma es formante, como se aprecia en Humboldt, Hegel, Hölderlin y Husserl, la gramática incide en la entraña del conocimiento. De aquí procede el fondo de las ciencias cognitivas y su aplicación al estudio científico del lenguaje en la lingüística cognitiva, como entrevió Amor Ruibal a comienzos del siglo XX, antes que Saussure y la lingüística tanto estructural como generativa. Ahora bien, tal fondo se reduce, como sucede en la filosofía moderna del lenguaje, a un esquematismo modular que pretende establecer, una vez más, bien un isomorfismo de naturaleza, bien una sinergia neurolingüística entre el cerebro y las formas nucleares básicas del análisis sintáctico. Retomamos así el esquema natural subyacente del conocimiento y del discurso. Hoy se busca una fundamentación genética de este núcleo táxico en neurociencia y lingüística. Y aquí reaparece la figura de Chomsky con la tesis cartesiana del innatismo y del factor genético, antes glandular –Descartes– y hoy modular, del lenguaje. En este contexto se sitúa precisamente la reflexión biolingúística de López García al establecer un paralelismo y homología entre los códigos genético y lingüístico, volviendo, en cierto modo, y aunque no lo parezca, al trasfondo aristotélico del nombre, el genos de ónoma. Establece una homologación sumamente reveladora y más concreta, a nuestro entender, que la derivada del innatismo cartesiano de Chomsky. El genos aristotélico ya prevé el aporte interno de la sintaxis como moción intrínseca del Logos. La biogenética aplicada a la lingüística llega a una solución racional semejante, pues la razón ya es aquí bios, el logos que tanto Platón como Aristóteles previeron al fundamentar el dinamismo dicente de la realidad, el logos apofántico. EL GEN DE LA GRAMÁTICA: ÁNGEL LÓPEZ GARCÍA

Se inscribe aquí la homología que López García establece entre las estructuras del genoma y del lenguaje, los códigos molecular y lingüístico. La biogenética alcanza una propuesta racional semejante en la bio495

Descartes, «À Mersenne», en Oeuvres et Lettres, op. cit., p. 911.

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lingüística, pues la razón ya es bíos. Nada extraño, pues, que la especulacion sobre este problema refleje el aporte de la descripción lingüística en genética, y viceversa, con pretensiones de hallar luz en el origen y principio del lenguaje. La estructura minimalista de Chomsky pudiera sensibilizar la hipótesis de un protolenguaje asociado a la estructura innata del cerebro, de tal modo que sus esquemas se organicen básicamente los mismos en todos los humanos, a medida que el hombre evoluciona y se desarrolla. Serían esquemas más formales que materiales. Acorde con investigaciones en curso, López García se inclina por un programa simbiótico de gradual inscripción de ciertas conexiones químicas y estructuras genéticas desde la duplicación de genes en el ADN a su transposición en el RNA y traslación a proteínas.496 Ahora bien, sabemos desde hace tres décadas que la relación gen-proteína no siempre es regular. En el fenotipo intervienen diversos factores colaterales no siempre sujetos a esa relación directa. Los glóbulos sanguíneos carecen de núcleo celular con genoma y permanecen, no obstante, vitalmente disponibles por más de tres meses, señala el biólogo alemán Josef H. Reichholf.497 Y López García considera el concepto de adecuación progresiva a medida que se combinan reacciones, conexiones intracelulares con relaciones externas, cuyo proceso determinaría, en conjunto, una red interactiva reforzada –“a severe rewiring of their connexions”–. Tal resultado funcionaría genéticamente como una forma de herencia o patrimonio humano deudor asimismo de relaciones perceptivas en cuanto a la formalización del lenguaje. Y esto impide caer en un determinismo, pues las estructuras son aquí, como en Chomsky, contextualmente libres, pero no por ello desaparece el contexto, pues la evolución lingüística tiene también carácter adaptativo, como reconoce Amor Ruibal desde principios del siglo XX con el concepto de mesología. Como en toda homología, lo homologado difiere y no resulta fácil encontrar el fundamento de la diferencia. En este asunto carecemos de evidencia empírica. La cuestión consiste en saber si existe un criterio 496

López García, Á., The Grammar of Genes, op. cit., pp. 166-167. Reichholf, Josef H., «Die Macht des Wandels», Die Zeit, 18, September (2008), Nr. 39, p. 14. Resumen del “Nachwort” a Andreas Sentker, Frank Wigger (Hrsg.), Triebkraft Evolution. Vielfalt, Wandel, Menschwerdung, Spectrum Akademisher Verlag, Heidelberg, 2008, p. 291. 497

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uniforme de génesis en la forma mental, genética y lingüística, o al menos en las estructuras del lenguaje tal como las mentaliza el conocimiento (patterns). Según López García se da correlación entre la forma del lenguaje interno y la del código genético,498 pero proporcionada, sin embargo, como decimos, al proceso adaptativo de la naturaleza. Y en esto el autor se inclina por el modelo chomskiano de principles y parameters y no por el programa minimalista, al que reconoce importancia para determinar el protolenguaje en la escala evolutiva, pero no para explicar la formación perceptiva del mundo que la lingüística manifiesta. Estamos ante una morfogénesis. La forma de conexión verbal y la genética son homólogas. No podemos decir, con todo, que tengan fuente y estructura común. No existe evidencia empírica de ello. La correlación se establece en el paso o translación de las cadenas formadas por cuerdas de ácidos nucleicos, equivalentes en esta hipótesis a las categorías sintácticas de las palabras, a cordones de aminoácidos, equivalentes en tal caso a sus significados:499 ácidos nucleicos: aminoácidos :: categorías sintácticas (funciones): significados. La dinámica de los ácidos nucleicos que hay en las moléculas del ADN, formalizados en codones con una trina de nucleótidos cada uno, lo cual constituye el RNA, deriva en los aminoácidos que constituyen las proteínas. Y estas relaciones determinan las moléculas, tejidos, órganos y sus funciones respectivas en el cuerpo humano. Se visualiza así una gramática morfogénica en correlación biológica y lingüística. Apoyan el paralelo los tripletes de las estructuras nucleótidas (GCU + AGC + UGC) y sintácticas (Det + N + V): Ala – Ser – Cys (estrucutras moleculares): “the” “train” “left”, por ejemplo.500 El paralelo se refuerza con el dinamismo o transferencia de la doble estructura helicoidal, replicativa (división celular), del ADN a la del RNA, que se entiende como transcripción, con pérdida e innovación de elementos, de donde se sigue el proceso de translación del código RNA a la secuencia de aminoácidos que actúan en la síntesis de la proteína. 498

López García, Á., The Grammar of Genes, op. cit., p. 67. Ibid., p. 96. 500 Recordamos el símbolo y nombres de las bases genéticas : A (adenina), T (timina), G (guanina), C (citosina), son bases aminoácidas, cuyas combinaciones forman los codones. U (uracilo) aparece en el RNA, pero no en el ADN, que tiene timina. (Ibid.). 499

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La correlación establecida recuerda el proceso de movimiento y de la potencia generativa en Aristóteles (kínesis, dínamis, enérgeia, ergon) hacia la enteléjeia si se tiene en cuenta que la semiosis implica un factor de prelación respecto del sentido, como sucede en la disposición natural de la voz para fonologizarse semánticamente: foné semantiké. Es aquí donde el soma se vuelve sema y el acto (ergon) adquiere valor discursivo. La fonación articulatoria resulta esquema actancial en función de discurso, no sólo somático, como el de los animales. La modalización deíctica que López García advierte en la predicación lingüística como tipo de conducta humana, socializada (nueva dimensión semiótica, dice), diferente de la animal pura, ya acontece en el proceso de tematización rematizada. Las estructuras y códigos basados en replicación, transcripción y translación implican tiempo real, óntico y ontológico, su vida misma. Queremos decir que el proceso referido atañe más al verbo que al nombre sustantivo, más a la sintaxis que a la palabra, pues el nombre significa en cuanto unidad fónica sintetizada, operativa, dice Aristóteles. Y el verbo añade el tiempo significado («to prosemainon jronon», Perí Hermeneías, 16b, 9; Perí Poietikés, 57a, 16-17) a la significación léxica del nombre, mejor aún, como indica Julius Pacius, adsignifica el tiempo que la cosa es: “sed propium verbi est adsignificare tempus… adjicere tempus quod ea res est”501. Las variaciones, mutaciones y divisiones genéticas que diseminan la información y el cambio de la materia básica en las especies sirven a su vez de índices para comprender el desarrollo del tiempo implicado en tales procesos. Conforman el reloj biológico de la naturaleza y miden realmente, como la evolución léxica y morfemática, la duración e historia de las formas. El tiempo real es el punto enunciativo del presente y, los demás, casos o flexiones suyas, viene a decir Aristóteles, pues el verbo también nombra y además indica relación a otra cosa desde lo que él mismo significa. El punto del tiempo es vivencial y comprende la concepción simultánea y su marca fonosémica. A partir de él medimos realmente su extensión, por tanto desde dentro, pero fuera. La marca sémica de la voz articulada es a su vez el punto móvil del cuerpo en función dicente, apofántica. La palabra guarda en su raíz o lexema el signo cisorio o 501

p. 89.

Pacius, J., Aristotelis Stagiritae Peripateticorum Principis Organum, Morgiis, 1584,

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gramma vital. Significa la actualidad concipiente en modo fonosémico, la inscripción en el mundo intersubjetivo, cuyo proceso inmediato se abre ya como verbo o expansión dilatada, flexible, de cuanto acumula la inscripción como dínamis eferente, ex(ks)tática, de la enérgeia. Por eso el verbo remite al punto conceptivo de voz y entendimiento: la intersubjetividad alterativa, ya señalada por Aristóteles en la coherencia y cohesión interna de la predicación. Hacemos esta indicación por el hecho de que López García parte del signo y éste ya es previamente unidad simbólicamente sintetizada, es decir, relación de elementos cuyo resultado operativo salta o educe propiedad que no se explica por ninguna de las partes ni como resultado de la suma. Es ley vigente en física y base del sentido lingüístico, que no se iguala tampoco con cada uno de los significados o el conjunto de elementos que lo forman. Amor Ruibal ya entrevió este fenómeno partiendo de la hermenéutica y tal vez de Bolzano. El signo es nuclearmente triplánico o trifásico y correlaciona por elación del sonido diversos elementos en su propia estructura, trátese de palabra, frase o texto. Y son éstos muchos más que los que considera generalmente el análisis lingüístico, pues no hay signo sin fundamento o red comunicativa. El conjunto de acción y función ya sobrepasa el resultado de sus vinculaciones. Su núcleo adjunta componentes en régimen de dependencia, determinación y retroproyección radiada. López García establece similitud entre la estructura de la frase (Esp – N – Comp) y la del codón (1ª – 2ª – 3ª base), cuyo funcionalismo difiere, no obstante, del verbal, precisamente porque la primera base, equivalente al Esp(ecificador), no especifica la naturaleza del conjunto,502 ni tampoco ninguna de ellas representa, como sucede en la frase nominal, al codón. El correlato globalmente más plausible se daría en el nivel texto entendido como archilexema o un tipo especial de hiperónimo respecto de las estructuras genéticas y lingüísticas. Pero aún así, la unidad mental procesiva abduce lo que ni la inducción ni la deducción confirman. Nos quedamos, pues, en un nivel abductivo. Se supone que el código genético activador del proceso intercelular del cerebro dirige también las conexiones extracelulares del lenguaje, tesis aún no confirmada y que precisamente debe demostrarse. 502

López García, Á., The Grammar of Genes, op. cit., p. 99.

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La homología y equilibrio estructural entre partes afronta, con todo, una ruptura sistemática, a nuestro entender similar en su medio a la del proceso cuántico de la materia atómica, como demuestra la aparición reciente del homo floresiensis. López García retrotrae el innatismo chomskiano a la herencia genética y augura un modelo formal que traslape todos los lenguajes humanos independientemente de las condiciones donde surjan. La duplicación genética es el modelo de las sinapsis y conexiones neuronales, de tal modo que las leyes genómicas filtran el proceso icónico de formalización perceptiva (paso del filamento membranoso al ojo y cerebro) y, se entiende, significante. La clave estaría en una ocasional red sináptica producida por junción y mezcla de exones que engendran nuevos vínculos genéticos debido al carácter efímero de las combinaciones en el RNA. Herencia, Inherencia y Enérgeia Todo esto sería cierto si la ley de herencia comprobara un factor inherente al código genético y lingüístico; si la proporción anteriormente indicada fuera entre ácidos nucleicos: categorías sintácticas (funciones) :: aminoácidos: significados. La homología de proporción directa aún no prueba que la transcripción de ADN a RNA y subsecuente traslación a proteína implique en alguna parte del proceso una relación intrínseca del nombre (su forma) con el gen, o de la sintaxis con la combinación de proteínas, fuera del paralelo gestáltico y fenomenológico del conocimiento: elementos básicos, adiciones, combinaciones, nexos, uniones (nucleares, colaterales), recubrimientos, objetivaciones (objetos ónticos, eventivos, formales o lógicos), modalizaciones (doxa y modos objetivantes), etcétera, con sus estructuras perceptivas correspondientes: impresión, presentación, representación, apresentación, encastramiento temporal (figuras de la memoria: recuerdo, rememoración), suspensión (epojé), empatía, transubjetividad (elucidación) y relación eidética transcendental. No consta que los nucleótidos existan o se produzcan en orden a las categorías sintácticas, ni que la función de éstas sea el acto de aquella potencia básica. Y lo mismo respecto de los aminoácidos y las significaciones funcionales. El código evidencia una regulación del principio vital orgánico en orden a sus esquemas procesivos, un modo de entelequia. Y el lenguaje es también vital, pero retiene proyectando sentido en el espaciotiempo, función no presente en las combinaciones quími-

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cas. Los genes retienen información química, pero no la “memorizan”, porque no recuerdan y, por tanto, se deduce, carecen de perspectiva e historia, aunque podamos determinar su tiempo evolutivo. La nomenclatura química reajusta sus nombres siempre que cambia la composición de un cuerpo químico, advierte Bréal a finales del siglo XIX.503 ¿Está implicado el orden de combinaciones químicas en el lingüístico? Aunque lo estuviera –sólo hipótesis–, no lo explica, si bien establece otra conjetura. Hay un proceso emergente cuya forma y función sustancia una nueva realidad compresiva que tiende a explicarlo. Y henos aquí ante el fondo gnoseológico de la comprehensión, su hermeneusis lingüística. La duplicación, transcripción replicativa y translación sustituyente del código genético ofrece una “poderosa semejanza”504 con el lingüístico, pero allí no hay la intususcepción (término de Hegel y Amor Ruibal) que los conceptos morfemáticos, sintácticos, semánticos y, sobre todo, argumentales, inducen. La sustitución del esquema morfofuncional sintáctico (Sujeto – Predicado – Objeto) por el temático (Agente – Acción – Paciente) no sólo explica en parte los problemas del sentido respecto de sus constituyentes semánticos, como reconoce López García,505 sino que descubre el valor prosemántico de la forma y sus funciones. El sentido refluye sobre los esquemas morfosintácticos revelando su función semántica. La gramática procede de la constitución nominal del léxico al ser también el nombre función antepredicativa de la realidad intususcepta. He aquí el átomo funcional de la enérgeia predicativa, el predicado energético, seminal, espermático, que tanta trascendencia tuvo y retiene, según diversas vigencias ideológicas, en la teoría del conocimiento. Y esto no acontece en genética, a no ser que proyectemos en su base, formalizada, una función virtual teleológica o teleonómica. No sólo la potencia, sino la virtus; no sólo el tal, tal que, tal que (de) otro, sino también tal (que) de sí mismo. ¿Son estos monosílabos exones e intrones de células en función sináptica de proteína molecularmente semantizada? El predicado energético revela el valor antropológico del lenguaje, la valencia de los genes en orden al sentido humano que posibilitan por la radiación cósmica del universo. La intensión. 503

Bréal, M., Mélanges de Mythologie et de Linguistique, Hachette, Paris, 1882, p. 304. López García, Á., The Grammar of Genes, op. cit., p. 108. 505 Ibid., p. 88. 504

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La duplicación de secuencias en la transposición del ADN presenta la singular característica de que una copia retiene la función original y otra evoluciona a una nueva debido a que alguno de sus elementos se ha traspuesto.506 A su vez, la renovación de genes y radiaciones entre exones e intrones en el RNA favorece nuevas sinapsis en los exones y con carácter efímero, pero no el posible y subsecuente proceso energético. Pareciera esto un rudimento de memoria genética, mas tampoco el estocaje explica por sí solo el principio de regulaciones. Esta sucesión de copia e innovación (la estructura repetitiva del ADN se pierde –¿u origina otra cosa desapareciendo?– al superponer los exones y las bases de los componentes) recuerda efectivamente la cuántica, el Big-Bang, y la constante energética de la física a través de los cambios y saltos entre el input y el output. Pero también así la mimesis aristotélica. La palabra alemana Satz (frase) significa asimismo salto y evidentemente la transición entre unidades nucleares superiores, como la oración, presupone un salto implicativo respecto de sus componentes, y éstos, a su vez, lo mismo en relación a sus últimos constitutivos. Tal salto (repetido hasta hoy día en la tradición hermenéutica alemana con la ruptura o hendidura (Riß) entre lo ofrecido por los elementos básicos y su orientación global semántica) se relaciona con el sentido que adquiere toda organización significante. Hay un plus de inherencia, una plusvalía, en la formación de sentido, el cual revierte en un proceso de horizonte extrapolable, y una vez alcanzado, sobre sus elementos, dotándolos de nueva relación significativa. Observamos entonces propiedades constituyentes, esencialmente nucleares (Amor Ruibal) y sistemáticas (Xavier Zubiri). El fonema ya no es simple voz al formar sílaba, ni ésta en la palabra, etcétera. La replicación lingüística con su translación e inscripción dentro de las cadenas adquiere sentido totalmente nuevo en el código poético del lenguaje, que es su base realmente genitriz. Su conexión correlativa es el gen etimológico, la raíz γν que el lenguaje ha atribuido al factor dinámico y energético del genoma. Las descripciones lingüísticas recuperan en el análisis biogenético las denominaciones (nombres) dadas originariamente a tales fenómenos. Alfabetizamos el genoma para comprenderlo. El resultado es homólogo porque en la base del lenguaje actúa la intención sobre las impresiones y conforme a ciertas percepcio506

Ibid, p. 168.

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nes originarias. La intención es al sentido lo que la enérgeia a la enteléjeia en Aristóteles. Los poetas han intuido una alquimia en el lenguaje y el proceso químico tendría, a su vez, un factor lect de lectura orgánica de la genética. Pura bio-logía y gene-a-logía, como en Aristóteles. Resta, sin embargo, el modelo adecuado de deixis rematizada en la tematización general de todo proceso lingüístico. El tema presupone topos, una toposensitividad primaria (foné semantiké) y una posición lógica eferente, propositiva. La tesis resulta, aplicando la relación gestáltica de López García, figura de un fondo perceptivo. La posición tética, su tópica, requiere un vínculo emergente, un tacto inicial. La lingüística que prescinde de esta realidad cierra ventanas a la comprensión real del lenguaje. Sólo puede describir estructuras, no explicarlas, porque carece de fundamento. Es imposible rehacer el origen verbal, como hace la física, por ejemplo, con el acelerador de partículas para estudiar el instante inmediato a la gran explosión (Big-Bang). Pero es posible revivir su fundación cada vez que tactamos el principio energético. He ahí la poesía. El modelo químico del lenguaje ayuda a comprenderlo mejor, pero la base de la nominación requiere tal vez, no sólo una sucesión lineal discreta, sino una rotación atómica, como insinúa Amor Ruibal507. El lenguaje es volumen sonoro y, por tanto, procede por ondas, ondulaciones rotacionales que se expanden en el universo y revienen reactivadas por la memoria productiva del hablante. El proceso de replicación atañe asimismo a la regeneración del resto entrópico. Un idioma genera o se incrusta en otro creando nuevas formas de entendimiento. La coherencia y cohesión global de elementos lingüísticos es posible gracias a su forismo básico, a las relaciones sistemáticas de sentido. Anáfora y catáfora son figuras fóricas y el forismo entra de lleno en el proceso antepredicativo y tematizante. Cumple la función atributiva de inherencia, ex(ks)tática. Bajo tal aspecto, la coindización analítica prueba la intencionalidad operante en las cadenas morfosintacticosemánticas, posibilidad sólo activa en unidades de sentido. La diacronía de la kínesis se vuelve dinámicamente enérgeia sincrónica cuyo resultado inherente es un acto radial, la obra (ergon). Sobre la sucesión del movimiento se enracima heli507

Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filosofía y del Dogma, Tomo Octavo, El Conocer Humano, op. cit., [218] p. 163; A. Domínguez Rey, Ciencia, Conocimiento y Lenguaje…, op. cit., p. 191.

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coidal el soma del sema. Los sintagmas son el segmento de aquel punto dinámico del topos sensitivamente fónico. El remolino vibratorio así engendrado concentra la enérgeia en pliegues sucesivos de sensaciones fonoacústicas y tal centro expansivo es la conciencia fónica, significante. Las reacciones múltiples, variaciones, divisiones, mutaciones, expansiones en el tiempo de parte a parte, se desarrollan engendrando un arco simbólico que globaliza los elementos ahí comprendidos en unidades progresivas de conformación varia. Recordemos lo dicho al valorar el principio de equivalencia del eje selectivo sobre el de contigüidad. El punto espaciotiempo de onda periódica por unidad de articulación según un modo tonal comprensivo y dentro de una órbita cenestésica del movimiento general orgánico, difracta y funde quánticamente el instante de habla. Espacio y Tiempo se fusionan en Modo específico de taxia originaria. Por ejemplo, la cuantidad física que es duración psicológica, o su intensidad percibida como sonía, y la frecuencia como tono asistido por armónicos que estructuran el timbre, todo este complejo sucesivo está siendo dimensionado en la memoria como secuencias de tiempo según antes, ahora, allá, después…, posiciones que forman cronemas y, bajo el impulso de la imaginación, proyecciones aún no vivas de la vivencia actual. Y esta vivencia se tensa hacia atrás en el espacio ahora conformado del tiempo o hacia adelante, confiriendo al presente un arco de futuro. Y así en las dimensiones profundas que subyacen en las unidades de conciencia, sus actos, principios y leyes. Al modelo sugestivo, ingenioso, de López García, alto alcance metodológico, habría que asociarle el atómico celular. Los átomos de la onda sonora se abren en radiaciones convergentes de secuencias (homología de las moléculas) originando o correlacionando otros en orden a la comprensión (presión comprimida) energética del universo. A las condiciones de base, homólogas en uno y otro dominio, se une el factor elativo intencional que introduce asimetría de funciones divergentes y convergentes (intelecto: sonido / célula: gen) en una correlación orgánica cuya dirección es teleonómica. Existe una “dotación genética”, qué duda cabe, pero la herencia molecular, advierte Jakobson, “no tiene ninguna incidencia sobre las diversas variables de la constitución formal y semántica de cada lengua”.508 Y entonces surge la sospecha de si no será el mo508

Jabobson, R., Essais de Linguistique Générale. 2., op. cit., p. 55.

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delo lingüístico la matriz epistemológica de la ciencia. Cabe preguntarse si en principio sigue siendo el verbo y si el átomo y el gen no reflejan en su material estructura dinámica la forma del lenguaje. Una materia encarnada (embodiment) o Leiblichkeit, carne animada, según Husserl. El impulso energético se curva y expande en el espaciotiempo del habla. Las ondas y las impresiones colaterales se superponen intensificando el potencial ya intensivo de la sensación, el cual nos permite dirigirnos a los mismos fenómenos de siempre con relaciones nuevas y descubrir así aspectos antes desconocidos de la realidad, comprendiéndolos. Tal descubrimiento es el topos sensible y formal que denominamos idea. Por eso se forma al unísono de la adquisición y comprensión verbal de los fenómenos. La enérgeia excede sincronizando, sintetizando y dividiendo a la par, sínzesis y diaíresis genética de Aristóteles, simultáneamente. Mientras conforma, también se divide, y viceversa. Tal es el bíos del lenguaje. La extensión procede vertical, radialmente gradativa en ámbito de rotaciones emergentes. Intensiona. Y lo hace en un constante cambio uniforme y relacional correlativo, como aventura Amor Ruibal509 y predice el simbolismo fonético. También el proceso homeótico de segmentación génica activa gradientes horizontales y verticales en algunas conformaciones.510 Es el fenómeno de segmentación tal vez común a todas las operaciones básicas de la naturaleza relacionadas con la generación en el Espacio, Tiempo y según un Modo específico de acto en cada tipo de entes. No hay orden orgánico, entelequia, sin principio vital. No existe cosmos sin constante de actuación energética. No alcanzamos su comprensión sin lenguaje. La evolución del universo arquetipa el desarrollo del hombre por la palabra. En esto consiste el principio de clausura o cierre arqueado de la teleología o teleonomía incursa en el proceso, pues la enérgeia, el acto, tiende a la entelequia y la obra es fin «to gar ergon telos-»–, dice Aristóteles (Ө, 8, 21-23). Chomsky hereda del cartesianismo un “principio activo” que aplica tanto al lenguaje como a la lógica en él incursa y lo supone asi509

Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filología Comparada…, Primera Parte, op. cit., p. 66n; A. Domínguez Rey, Ciencia, Conocimiento y Lenguaje…, op. cit., p. 55; Amor Ruibal, Á., Ibid., Los Problemas Fundamentales de la Filología Comparada…, Segunda Parte, op. cit., p. 123. 510 López García, Á., Fundamentos Genéticos del Lenguaje, op. cit., p. 247.

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mismo en las sinapsis del cerebro –código genético–. La lingüística se conforma así dentro de una homología constante intuyendo un principio isomorfo de actividades procesualmente diferenciado. Pero Chomsky no nos dice qué función o fundamento posibilita el uso del concepto Forma aplicado al proceso fonético y a la lógica, ni cómo se diferencia en uno y otro nivel. No aclara si implica en el modo lógico el arquetipo sintáctico, o si es éste el engarce inherente –metazú traslapado en el concepto de interface–, a modo de propiedad sistemática, de la que depende incluso la Forma Fónica (el Sistema Computacional retroalimenta sus funciones), en tanto tal forma específica. Hay una homología subyacente no explicada en lo homologado. ¿Una única Forma combinatoria de restricción selectiva trátese de rasgos fónicos, sémicos, o fonosémicos, semiofónicos, fonosintácticos? ¿Y las formitas de cada función formal, también eductos de una Gran Función? El sintagma mínimo de actuación en torno a un núcleo de integración sináptica, sintáctica, temática, categorial y discursiva, aún refleja la polaridad clásica entre lo indeterminado y determinado (la acción y el fin; el movimiento, siempre imperfecto, y el acto determinante en el proceso), el universal y lo en él sujeto. Es constante hermenéutica, entre Platón y Aristóteles, del idealismo alemán –Humboldt, Hegel, Hölderlin, Gustav Gerber, Schleiermacher, etc– hasta nuestros días de ayer, especialmente en Amor Ruibal, quien tiene presente por añadidura el trasfondo energético de Filón de Alejandría, un Logos común a la razón y naturaleza, cuyas formas estarían doptadas, por tanto, de una también común función inherente. Proyección Sintética del Sujeto A esta unidad de actuación corresponde asimismo, con otros preámbulos, evidentemente, la proyección de sujeto inducida por el acto de síntesis de cualidades y la acción en él implicada mediante el predicado energético. El decurso generativo (cuando yo como, se engendra en mí la comedura, dentro de la sustancia de acción comida) incurre asignando carácter agente –el actante– a lo sujeto –síntesis activa de acciones– por y en el predicado. Entre Esp(ecificador) y Comp(lemento) queda atrapada la acción cognitiva, y gramatical, que también comprende, y se explicita, en modo energético. Por ello Aristóteles implica el tiempo así transcurrido en la adsignificación del verbo y Humboldt

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convierte la acción implicada, psicológica y gramatical, en horizonte del acto nominativo que funde, enlazándolos, a los términos polares de la relación predicativa. La acción ya es entonces energética y confiere, a medida que enlaza el predicado, estatus agente a lo que denominamos sujeto.511 Ahora bien, el tiempo así sustanciado no tiene palabra propia en sí mismo, aunque siempre dispone de palabra, argumenta Amor Ruibal.512 Es el “principio genético” titulado así desde el análisis vivo, metafóricamente celular, de los tipos fónicos. El lingüista y filósofo gallego ya entrevió las aporías biológicas del lenguaje. Determinamos introyectando la acción comprendida en el recorte de la indeterminación, entrometiéndonos: la sustancia viva emergente yo constituye núcleo en el acto fusivo de predicación. El contacto con el mundo produce un gramma (lo dice Platón, recordemos: Filebo, 39a) que conforma una figura reveladora del proceso emergente, a la que Aristóteles le asigna subsistencia, pero incursa en el proceso. Lo que subsiste comporta apertura de afecto (pazos). La forma habla del fondo donde se configura. En tal sentido, hasta Chomsky glosa a Platón y Aristóteles con intermedios de varia procedencia, pero reduciéndolos. El yo es síntesis activamente determinante de cualidades y desde la configuración perceptiva de sensibles, señala Gustav Gerber. En Juan come, mi conciencia se percibe incursa en un acto que la sustancia y tal proceso cifra la pauta agente de la acción implicada yo veo, pienso (alguien ve, piensa) (que) algo, alguien (Juan) come, etcétera. Dentro de la objetividad percibida, algo, alguien (Juan) come es el objeto sintetizado cuya síntesis se deslíe en actos sucesivamente alternos, encastrados, recurrentes y sujetos a la coherencia y cohesión de la enérgeia así producida: los pliegues y rizomas de la red neuronal y perceptiva constituyente en el período de neotecnia. Designaciones chomskianas como Merge, Agree, PiedPiping, son glosa y meros sucedáneos descriptivos. No es mi movimiento ni el de otro o de lo otro, sino la acción común cognitiva de objeto y sujeto, de donde provienen las cualidades luego transformadas en adjetivos ontológicos previa sustantivación de aquéllas y, de aquí, a sustantivos 511 Humboldt, W. von, “Ueber die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues…”, op. cit., pp. 608-609. 512 Amor Ruibal, Á., Los Problemas Fundamentales de la Filología Comparada…, Segunda Parte, op. cit., p. 363.

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en la explicación gramatical (Panini). Y esta comunidad procede además en y desde lo Otro. Para eso inventa la lengua el neutro, lo Ello, lo tó, lo Esto (Sánchez de las Brozas, Dieses de Hegel). Tal para nosotros la función poética del lenguaje. Sin ella, podemos explicar, pero apenas comprender lo explicado. El agente va incurso en la acción que rige o lo rige, así como el objeto resulta de ésta o está sumido, encubierto en ella, se mueve en el ámbito perceptivo de su horizonte, etcétera. El lenguaje abstrae a veces, o traslapa, estas implicaciones. Los efectos de funciones Wh-movement y Pied-Piping en inglés513 reflejan el gramma dinámico de este horizonte perceptivo en la gramática. Lingüísticamente hablando, toda forma es virtualmente potencial y genera un eje radiado de relaciones cuyos correlatos son relata: lo relatado. El agente ya resulta atributo del proceso y el objeto viene envuelto en una malla de referencias.514 Es un caso de la acción. En esto consiste el auténtico minimismo de la gramática, donde todo más es menos, y viceversa. El recurso a la tematización como giro sintáctico-semántico del Logos (funciones y relaciones implícitas como las del módulo X-bar Theory, de Chomsky), sucedáneo gramatical de la figura (Bild) lógico-semántica de Wittgenstein, aún debe presuponer el a priori de relación categorial incurso en el fundamento de los relata, a saber: objeto + acción (función) :: núcleo: relación. Y tal núcleo no se da sin posición tética. López García entrevé la sutura emergente del yo en la predicación, de la que carece el código genético. Y de aquí infiere una gramática de tal nombre, “emergente”, que configura el mundo real percibido como objeto.515 El paso –añadimos– de emergencia ontológica a forma lógicogramatical es simultáneamente proyectivo y receptivo: transforma lo yecto del pazos en objeto. Es el “pensamiento creativo”, al que López García atribuye la predicación y le asigna precedente homólogo en el reordenamiento génico de ciertas proteínas sintetizadoras de anticuerpos, las in513 Término usado inicialmente por John R. Ross para designar el desplazamiento a inicio de frase de un sustantivo al que precede como determinante un interragativo, que lo “arrastra” (Wh-movement), podría decirse: Which book does she like t?, donde t marca la posición de book en el orden supuestamente “natural” de la frase, sobre el que incidiría la modificación interrogante señalada. 514 Domínguez Rey, A., Ciencia, Conocimiento y Lenguaje…, op. cit., pp. 77-79. Palabra Respirada…, op. cit., pp. 33, 197. 515 López García, Á., Fundamentos Genéticos del Lenguaje, op. cit., pp. 178, 227.

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munoglobulinas, a las que ya nos hemos referido anteriormente.516 Tanto el yo como la predicación suponen un “salto cualitativo” sin “justificación biológica”,517 pero hemos visto que sí la hay en una consideración cognitiva. Esto nos recuerda la opción quántica y poética del proceso lingüístico, además de aquel “estado de equilibrio inestable” que, tanto Amor Ruibal como Fritz Mauthner y Serge Karcevski, ya previeron en el funcionamiento del lenguaje, y que hoy descubren algunos analistas del fenómeno biolingüístico. ¿Cómo puede sostenerse entonces una prefiguración genómica del lenguaje? Por instinto, diríamos, abductivo. ¿Es sólo esquema heredado? ¿Cómo crea, entonces? ¿A saltos, de frase en frase? Estas aporías se resuelven en la génesis teleológica y autoclasurante que la compresión proyectiva (productora) del objeto induce en la mente tal genos o palabra. Ahí se hace luz (φῶς) el sonido articulado. El átomo génico, el fono, el icono y el eidos (la forma –morfé– de la materia concreta –cosa, evento, relata– en el espíritu) sintetizan la sinergia de acciones en tal acto concurrentes. El ritmo ontopoético explica “el equilibrio inestable” y la relación quántica del lenguaje en tanto resonancia de mundo y naturaleza en el hombre orientada a presencia concreta en un instante determinado de existencia. Es complejo y comprende antinomias sutiles que su propio dinamismo pretende resolver. Matila C. Ghyka ya las resumía en la primera mitad del siglo XX en cuatro vertientes partiendo del impulso (élan) vital de Henri Bergson y los ritmos, individual y cósmico, de Platón. El flujo psicológico es continuo (probablemente el modelo del continuo matemático); el fenómeno vivo, continuo e irreversible; el Universo físico, discontinuo y tal vez reversible; y el correr derramado del flujo psico-fisiológico está punteado por una cadencia discontinua: la del corazón.518 Por su parte, añadimos nosotros, el poema encierra en su proceso lo reversible irreversible, y viceversa, el tiempo en el espacio: el espaciotiempo. El ritmo crea, más bien procede de una modulación o tempo cuyo acorde posibilita medirlo en unidades precisas. Es ahí donde hablan o relucen las correspondencias o semejanzas que, según Walter 516

Ibid., pp. 178, 249. Ibid., p. 227. 518 Ghyka, M. C., Essai sur le Rythme, op. cit., p. 179. 517

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Benjamin, fluyen por un instante de las cosas y vuelven a sumergirse en la relación oculta y no sensible.519 Y esto sigue siendo un enigma que inquieta al hombre, y tal inquietud lo extima, lo vuelve fuera de sí estando dentro, y dentro saliendo al exterior. Algo se mueve ya en origen con tal sentido, dentro y fuera de la célula.520 Un torbellino que, no obstante, ofrece esa inquietud originaria como vía de acceso al enigma. Obra y conciencia, conocimiento y lenguaje: arte poético. ROTACIÓN POÉTICA DEL LENGUAJE El lenguaje poético remite, a diferencia de su reducción epistemológica, al curso kinésico –movimiento corporal específico de la respiración articulada y de los órganos implicados aquí y en otras partes del organismo– y génico que lo induce y como fondo suyo biológico sobre el que recude la forma mentis proyectándose en posibilidad futura de su propia emergencia.521 Y en este futuro va incluida la posibilidad aún 519

Benjamin, W., “Lehre von Ähnlichen”, en Gesammelte Schriften, Band II-1, op. cit.,

p. 209. 520 López García centra el código genético en el curso intracelular y, el lingüístico, en el extracelular. El primero mostraría un hilo de percepción evolutiva en el animal hasta el sistema visual de los mamíferos y, el segundo, otro filamento de continuidad en los diferentes idiomas del mundo. Al primero le correspondería un modelo de protolenguaje como el minimalista de Chomsky y, al segundo, los Principios y Parámetros a que daría lugar aquel código mínimo en forma de Gramática Universal. Genoma y Gramática. Propone de este modo, y según hemos indicado ya, una acomodación gradual entre los polos del proceso de duplicación genómica (entrelazo de original y copia) y herencia de estructuras formales mediados por una grieta (siempre una grieta, desde los orígenes) o ruptura (“a break”) que no impide, sin embargo, un equilibrio entre ambos. (Ángel López García, The Grammar of Genes, op. cit., p. 173). Resumiendo, podríamos decir: el ojo gramatical del lenguaje. Habría como una forma de organización matérica que influye en cierto modo y condiciones sobre la organización formal intelectiva, que revierte sobre aquélla trascendiéndola allí donde no alcanza y con otros fundamentos y principios no explicables por sus reglas. 521 La neurociencia detecta rasgos de actividad cerebral (regiones medias de la corteza frontopolar y de la parietal) asociados a los pensamientos y con prelación de segundos sobre la toma de decisiones, según experimentos realizados por John-Dylan Haynes, del Instituto de Ciencias Cerebrales y Cognición Humana Max Planck de Alemania, y otros colegas científicos. Observan incluso que intenciones de acción futura codificada en una parte del cerebro necesitan desplazarse mediante copia a otra región

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nueva del pasado y su comprensión histórica, como observa asimismo Henri Meshonnic extendiendo el efecto de significancia al deslizamiento del yo en el texto,522 es decir, al acto integrador de conciencia a medida que el poema se conforma. Nosotros resaltamos el aspecto de novedad en el fenómeno de replicación recursiva. El ritmo de los romances españoles es un ejemplo claro de lo que decimos en cuanto a la integración vivencial del tempo de la Historia en una comunidad idiomática y viceversa, del individuo en el decurso del tiempo.523 En algunos momentos, como sucede en la poesía, grafos y dibujos del poeta Henri Michaux, o en el precedente de la poesía surrealista, el lenguaje siente hasta el ansia rítmica de acceso a la forma genitriz de la célula y del complejo sináptico del cerebro. Michaux se inmerge en el proceso infinito de la onda experimentando los efectos perceptivos, y sentidos, de la mescalina en el cuerpo humano, es decir, en el cerebro, hasta alcanzar, dice, un tercer estado de conciencia sin ningún antagonismo, una forma de éxtasis. Los dos anteriores son el estado de conciencia analítica, con examen y dominio de las visiones antagónicas, y el segundo, la oscilación sucesiva y diferenciada de tales impulsos y sus figuras bajo efectos de la droga.524 La morfosintaxis sémica simboliza entonces la red neuropara ser ejecutadas. (John-Dylan Haynes, Katsuyuki Sakai, Geraint Rees, Sam Gilbert, Chris Frith, Dick Passingham, “Reading Hidden Intentions in the Human Brain”, Current Biology, February 20th, 2007. Cf. Nature Neuroscience, 27 Abril 2008). Evidentemente, la intención ya predispone, podríamos decir, su espaciotiempo neurológico previo a la forma explícita de pensamiento en cuanto reconocida. La escritura poética detecta también, a su modo, estos instantes preconscientes. Son, a nuestro entender, la equivalencia de las relaciones ontopoéticas del a priori categorial correlativo, el predicado que antecede al sujeto, según observación gnoseológica de Amor Ruibal y Ortega y Gasset. (A. Domínguez Rey, El Drama del Lenguaje, op. cit., pp. 202-209; Ciencia, Conocimiento y Lenguaje, op. cit., pp. 164-168). La resonancia de fondo precede en penumbra, como el reflejo de onda intrauterino, a la luz naciente, forma procesivamente formante y así configurada. 522 “Deslizamiento del yo, el ritmo es un presente del pasado, del presente, del futuro. Está y no está en el presente. Es siempre un retorno” (Henri Meschonnic, Critique du Rythme, op. cit., p. 87). 523 Domínguez Rey, A., Antología de la Poesía Medieval Española, 2. Siglo XV, Narcea, Madrid, 1981, pp. 22-25. 524 Michaux, H., Connaissance par les Gouffres, Gallimard, Paris, 1967, pp. 30-31. (En Oeuvres Complètes, III, La Pléiade, Gallimard, 2004, p. 15). Michaux describe minuciosamente el interior, podríamos decir, del efecto onda en el cerebro sometido a la

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nal del cerebro humano en la imaginación alucinada. En la relación del término, vocablo, o del signo, existe siempre un factor diferencial. Lo relacionado implica en lo común del fundamento, en cada instante suyo, lo instanciado, una o varias diferencias. Sus revoluciones –principio atómico modulante– lo nombran, pero lo re-volucionado difiere. El nombre arrostra diferencia nombrando lo diferente. Se abre en ello, por tanto, otro modo de presencia y otra vía de acceso al ser del lenguaje tal como lo siente, comprende y habla el hombre: “un día, hace mil años, me sentía torpe/ no conocía el arco de lo Conocible/ …/ y todo me sajaba// un nuevo yo en mí avanza”.525 La Poética ofrece entonces la posibilidad de resolver las aporías expuestas en este estudio, e incluso otras de aquí derivadas. El acto gnoseológicamente poiético. Podemos configurar aquella relación atómica básica del nombre expresada como X(R)F del siguiente modo: Γ co

X

(R) F

La rotación atómica y modular del signo mantiene el “equilibrio inestable”, pero constante, siempre adecuado a cada circunstancia y momento de habla. El signo refluye y “se reflexiona indefinidamente” mediante las coordenadas rítmicas de replicación y recursividad en el período de onda influencia de la mescalina: continuación; repetición de un elemento semejante; y en cuanto a su trayecto, “que corta indefinidamente una recta imaginaria” (el período de onda): oscilación, interrupción rítmica, perpetua alternancia. Esto sería su parte mecánica, alternante con su lado inmaterial o renovación idéntica hasta el infinito, perpetua simetría monótona. (Ibid. pp. 17-18; Oeuvres Complètes, op. cit., p. 8). 525 “Un jour, il y a mille ans, j’étais lourd/ je ne connaissais pas l’arche du Connaissable/ …/ et tout m’incisait// un nouveau moi avance”. Henri Michaux, “Onde” (De Chemins Cherchés, Chemins Perdus, Transgressions), en Oeuvres Complètes, op. cit., pp. 1213-1214.

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cuya sucesión duradera constituye el punto de incisión del sujeto y el objeto en el nombre posicionado, situado, determinante de un lugar específico. La extensión intensiva de longitud dura, se dilata, deviene espira, rota sobre sí y entonces las dimensiones del espacio son las del tiempo, y viceversa. Se crea la unidad periódica o espaciotiempo de fisión y fusión, de expansión y retracción. El esquema precedente propone, en resumen, ese instante atómico modular del punto inicial X cuya relación es forma fundante, funcional, y que deviene nuevo órgano del conocimiento. Cada círculo de conformación celular representa las telofases, diríamos, de cariocinesis del núcleo de rotación primitiva, el sujeto en correlación con el objeto inscritos ambos en la unidad nombre de una circunstancia, lo cual implica tres dominios gnoseológicos básicos, ontopoéticos: Espacio-ModoTiempo. Y de aquí obtenemos este otro esquema explicativo: Γ co M Nombre 2 T Sujeto 1 Acción 1 Objeto E 2 Circunstante M El sujeto ha de entenderse como la inscripción correlacionada con el mundo de vida en tono modal de existencia, sea sujeto lógico, ontológico o gramatical, pues designa el campo gnoseológico de comprensión en proceso o decurso, es decir, el discurso o texto, su decir fenomenológico. Presiente y siente el entorno viéndose formante y configurado.526 El poema circunscribe este ámbito hasta su clausura inicialmente imprevista y lo rehace de continuo en el acto de lectura, donde el signo sigue su rotación críticamente autorrefleja. Y esto deriva también del comento incurso en el decir, siempre transitivo, pero con una novedad in526

Para el desarrollo de las hipercategorías gnoseológicas de Espacio-TiempoModo, véase A. Domínguez Rey, El Drama del Lenguaje, op. cit., pp. 287-303. La modalidad (M) comprende tanto la lógica como la lingüística formalizada, pues el efecto gramma recorre todos los niveles del lenguaje desde el silencio en que se inscribe y subtiende sus formas.

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terna que desborda al posible receptor sorprendiendo matices de lo dicho que aún continúan diciendo. Es el infinito de la crítica derivado de una solicitación interpretativa constante, como propone Lévinas desde la exégesis talmúdica del diálogo.527 Y a este fondo, aunque con otras premisas, atiende la crítica como poética de la relación crítica, según propone Serge Martin desde una tendencia que busca el fundamento de una Poética basada en principios diferenciados de la lingüística y en aspectos fenomenológicos del lenguaje.528 527 En la filosofía crítica de Lévinas, el significante asiste continuamente al despliegue del signo, lo cual implica un comentario continuo de lo dicho desde lo que sugiere en otro como decir aún incurso en ello. Y esto trasciende tanto a la obra como a su autor e intérprete. Por eso la transitividad de inicio se vuelve intransitiva en tal aspecto, con lo que genera una dialéctica o solicitación constante del texto con preguntas y respuestas hasta el infinito talmúdico. (Emmanuel Lévinas, Totalité et Infini. Essai sur l’Extériorité, M. Nijhoff, Den Haag, 1961, p. 98. Antonio Domínguez Rey, La Llamada Exótica, op. cit., pp. 160-162. Ibid., “Tensión infinita del arte”, en Emmanuel Lévinas, La Realidad y su Sombra. Libertad y Mandato, Transcendencia y Altura, Edit. Trotta, Madrid, 2001, pp. 28-39). 528 El concepto lévinasiano de autoasistencia del lenguaje subyace, tal vez desde referentes comunes, y dentro de una interpretación crítica arraigada en la tradición hebrea, al de signifience de Meschonnic, la crítica de la crítica de Tzvetan Todorov y la relación crítica de igual o parecida índole en Serge Martin (“relation critique est critique de la critique”), quien recoge y reinterpreta un amplio horizonte exegético que remonta a Humboldt, Paul Claudel, al Saussure que trascendió en Benveniste, Jean Starobinski, Jean-Pierre Richard, Édouard Glissant, Meshonnic, etcétera. (Serge Martin, L’Amour en Fragments. Poétique de la Relation Critique, Artois Presses Université, Arras, 2004). El concepto de relación difiere evidentemente del nuestro, pero se basa en la mediación lingüística del texto partiendo de “una reflexión sobre el lenguaje mediante la crítica de las obras de lenguaje” (Ibid., p. 34), su historiografía, la actividad continua que ahí se muestra (Ibid., p. 40), y por tanto esa “crítica de la crítica” que afecta a la relación misma (Ibid., p. 347) y, entonces, “al trabajo de la lectura sobre la lectura, de la relación sobre la relación” (Ibid. p. 44), como encasuplados dentro del lenguaje. Evidentemente, en todo ello va implicada la delicuescencia crítica de la subjetividad, el “deslizamiento” del yo que propone Meschonnic. A nosotros nos interesa el concepto de poética en tanto “teoría conjunta de la relación al poema de las obras de lenguaje” o “poétique comme écoute interne de la relation dans le langage”, ella misma, sigue diciendo, escucha de la actividad del sujeto de la relación en el lenguaje (Serge Martin, La Poésie dans les Soulèvements. Avec Bernard Vargaftig, L’Harmattan, Paris, 2001, p. 13). Y la consecuencia de este proceso “implica que la relación poética es, como la poética de la relación, infinita (Ibid., p. 15). El riesgo de una hipermetalingüística en ausencia de un principio correccional originario, y por tanto, de una forma de inherencia procesiva resulta,

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Desde tal consideración, la poética adquiere un sentido diferente al programado por el funcionalismo genómico y reducción entrópica del lenguaje. El poético no es un modo, entre otros, de uso lingüístico, sino el fondo de emergencia verbal del ser en el mundo, y por tanto, genético, si no genómico, dándole a este término el valor de engendramiento verbal: la génesis de nombre. Por eso decimos que el lenguaje usado en ontogenética es trasunto del poético. A la poética no la reconduce la lingüística ni la integra una teoría de la literatura; más bien dependen éstas de la apertura previa del lenguaje y de la relación interpretativa que induce, hermenéutica. La superposición del formalismo analítico sobre el fundamento de emergencia; la falta de revisión crítica del método; la confusión del análisis con lo analizado, han impedido e impiden todavía ver hoy en el gramma de la gramática aquella impresión originaria de la realidad en la mente y sistema orgánico del hombre, así como la distancia suspensiva del mirar en torno orientado por el oído, la escucha y el deslizamiento de la voz en el aire que la conforma, inmersos profundamente en su densidad configurativa, tocando a los otros cuando hablamos, sin perder nuestra independencia. El signo verbal vincula manteniendo la autonomía como sello de la libertad que lo constituye. Y esto es la creación poética. Existe un vínculo prelativo, autógeno, que induce horizonte de comprensión en cada punto que lo concreta y determina. Por eso Chomsky intuye un a priori estético de activación elegante en la generalidad conceptiva de la mente, Es designio bello del sistema lingüístico, pero no se inscribe en la mente, como él cree, a modo de subsistema suyo, a la par del cognitivo, y desde un fondo biológico.529 Más bien, forma poiética cuya intensidad abre espaciotiempo. Tal el misterio del lenguaje.

evidente. Sin embargo, este empeño en ir al centro de remoción del lenguaje coincide con la rotación atómico-molecular del poema. 529 Chomsky, N., “Linguistics and Cognitive Science: Problems and Mysteries’, en Asa Kasher, The Chomskyan Turn, Basil Vlackwell. Cambridge, Mass., 1991, pp. 49-51.

10. Epílogo: Wilhelm Von Humboldt

Vamos a concluir donde debiéramos haber comenzado. En este estudio nos hemos referido con frecuencia a la forma mentis. Su proceso motiva diferentes explicaciones y fundamentos. Hemos visto también que el decir alcanza la fuente del conocer y esto diferencia a la Poética de la Lingüística y de la Filosofía atenta sólo al discurso del entendimiento. Al exponer Kant la facultad subjetiva del gusto en la Crítica del Juicio, introduce un principio de subsunción.530 Las intuiciones y (re)presentaciones de la imaginación traslapan la facultad de los conceptos del entendimiento, de donde infiere Humboldt que el objeto poético porta y debe portar de modo sensible la forma de aquél.531 Y por forma ha de entenderse aquí el carácter formante de las facultades imaginativa e intelectiva bajo el impulso del sentimiento, pues aún no hay concepto propiamente dicho. Nos movemos en el tránsito de las intuiciones a los conceptos, aquello que, bajo determinadas condiciones, y en plena libertad imaginativa, se mueve en uno y otro sentido acorde con la conformidad que el intelecto halla en el tránsito del esquema, propio aún de las sensaciones dotadas de intuición y éstas ya en función de posibles conceptos, a las leyes que éstos determinan. La poesía retrotrae y proyecta, por tanto, las categorías hacia los sensibles estructurados e inquietos que las motivaron, o más bien, se inmerge en las dimensiones intuitivas de la sensibilidad operada en el espacio y tiempo de la vida. Y esto lo hace, según describe Kant la potestad del juicio estético, instaurando una correlación mutua, unánime o no unánime, entre el ejercicio del intelecto y la fuerza figurante que la representación de un objeto aporta consigo. La determinación correlatada es la regla de procedimiento en cuanto 530 Kant, I., Kant’s Werke, Band V, Kritik der praktischen Vernunft. Kritik der Urtheilskraft, Verlag Georg Reimer, Berlin, 1913, pp. 285, 287. (Traducción de Manuel García Morente en Immanuel Kant: Crítica del Juicio, Espasa Calpe, Madrid, 1995 (6ª), párrafos 34, 35, pp. 235-238). 531 Humboldt, W. von, Ansichten über Aesthetik und Literatur. Seine Briefe an Christian Körner (1793-1830), Hrsg. Fritz Jonas, Berlin, 1880, p. 24. (Es carta del 28 de marzo de 1794).

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potestad de juicio y ejemplo sensible de la representación figurativa. Aquí, en lo figurado, habla la donación del objeto mismo –su fenomenidad– y el gusto se fundamenta en la reflexión del sujeto sobre su propia sustancia con motivo de tal don y lo que éste despierta y le sugiere. Pero el juicio lo hace sobre la naturaleza y condiciones que posibilitan la potestad de conocimiento en la (re)presentación reglada del correlato objetivo y, por tanto –se sobreentiende–, en cualquier otro posible. Desarrolla y justifica el principio subjetivo de la percepción estética –el gusto basado en precondiciones físicas y psíquicas–, que es su principio a priori y del que deriva la potestad de conocimiento.532 Si las categorías son la forma del entendimiento, si ésta está incursa en un proceso cognoscitivo, importa entonces abrirla, ver y conocer qué hay dentro de ella. Supone esto que la categoría viene a ser la figura en que, como dice Humboldt, se transforma “la idea suprasensible”, o la forma de la potestad crítica en Kant. Pues bien, tal figura es el signo lingüístico según lo exponemos en dimensión perceptiva de discurso. Entre el Espacio y el Tiempo acontece el Modo en tanto relación de entendimiento. Las tres categorías son la inscripción perceptiva determinada por el hecho y el momento de captar algo sensiblemente, es decir, con intuición espontánea. Y eso es el objeto poético. Se crea así una película instantánea cuyo contenido es nada menos que la forma percipiente de (re)presentarnos las cosas, los acontecimientos, los objetos. Y desde aquí opera la función crítica de asociar, anudar, sintetizar, nuclearizar, sistematizar y determinar principios actuantes en tales objetos, de los que obtenemos sus reglas: paradigmas por seriación rotativa y superpuesta, además de paralela, sintagmas, categorías, proposiciones, argumentos, etcétera. Y tales reglas descubren, analizadas, la ley o leyes del Logos en ellas actuantes. El Logos o ley nutricia del pensamiento. Tal su forma formante. Esa película es la manifestación periférica del fondo metonímico que nos inscribe como sujetos pensantes en la naturaleza. Y a tal manifestación la denominamos lenguaje. Su punto de conexión –tacto y taxia, una táctica singular–, es el tono ( la tonía) en tanto inspiración espirada del ánimo. Así lo presenta Humboldt y en esto consuenan él, Hegel, Hölderlin y Heidegger sobre el precedente común de Herder. El 532

Ibid., p. 286.

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sonido está íntimamente enlazado con la imaginación del espíritu en unidad de tono que produce un objeto real, el sentimiento, sin formar precisamente una cosa.533 Es el modo natural de posición existente ante la realidad inmediata, social, intersubjetiva, conceptual, lógica. Una taxia articulada y articulante de cuerpo al transformar el sonido humano –tos, chasquido, grito, suspiro, risa, ayes: gestos anímicos– en voz y ésta en fono o primera unidad de concreción fonémica dotada ya de carácter abstracto, es decir –lo dice Amor Ruibal–, una unidad idealmente concreta. Por eso Hegel y este otro autor prefieren hablar, tal vez con Kant al fondo, de intususcepción, pues entre las capas superpuestas de la imaginación conceptiva asoma la mirada interna, el ojo primitivo que la epigénesis de la evolución quiere entrelazar en las formas más elementales de vida hasta su formación en el hombre. Espacio y Tiempo son ahora la inscripción en el medio natural y modal de la existencia humana. Y tal escritura o signum es tono, matriz vibrante del sonido abierto en perspectiva al Modo en que el entendimiento está siendo acción imaginativa o imagen categorizante (katagoreo: manifestación pública de y hacia algo). Se figura, deviene imagen. Es el concepto concipiente, parturiento, evolutivo, la idea, el nombre. El vínculo así originado crea la piel de un nuevo mundo y diferencia la Poética de lo que se entiende hoy por lingüística y cierta filosofía. Determina un arco fundante, fonoacústico, que es para Humboldt el fundamento de la intersubjetividad y que nosotros interpretamos como horizonte metonímico del lenguaje. La lingüística lo pretiere desvinculando con ello al lenguaje del medio natural que lo constituye. Al asignar carácter arbitrario a aquella inscripción primera del signo, confundiendo la libre independencia de la invención humana con el desentendimiento del origen, el análisis del lenguaje pierde de vista su constitución en las diversas orientaciones lingüísticas y propuestas de análisis crítico, teóricamente literario, de ellas derivadas, muchas veces incluso sin saberlo. La lingüística se vuelve así, paradójicamente, contra el principio determinante del objeto que pretende fundar con criterio científico. 533

Humboldt, W. von, “Über Göthes Herrmann und Dorotea [1798]”, en Werke in fünf Bänden, II, Schriften zur Altertumskunde und Ästhetik. Die Vasken, J. G. Cotta’sche Buchhandlung, Stuttgart, 1986 (4ª), p. 102.

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Por eso la Poética, el giro poético del lenguaje, urge su instancia contra este olvido del ser ahí alumbrado. A este vínculo fusivo, fundamentante –Fundierung–, atendió también Merleau-Ponty534 desde la estructura perceptiva y profunda del espaciamiento estésico de la naturaleza humana en tanto lenguaje. Hay una palabra que se pronuncia en nosotros y a la que permanecemos atados por un lazo umbilical.535 Y así incluso en nuestro trabajo científico. La epigénesis y homologación genómica del lenguaje encuentra también su origen en el nombre. Y lo dicho muestra entonces en su determinación el decir que lo funda sin quedar absorbido en él ni ser su principio empirista. Por doquier asoma el fundamento poético del lenguaje. Humboldt entrevió una poética susceptible de fundar una teoría filosófica de la cultura o de la experiencia ordenada filosóficamente y capaz de vencer, como sucede en Hendrik J. Pos, la antinomia entre la reflexión general del filósofo y las reglas individuales del poeta en la obra artística. El lenguaje enlaza precisamente los polos contrapuestos y descubre la energía interna que conforma el objeto y la obra. Nace ésta como límite de aquélla, un límite, no obstante, tendente a elevar al infinito la simplicidad de la experiencia. La obra poética parte de esta tensión y libera un efecto al que realmente traslapa el infinito que la mueve. Analizando este efecto y sus propiedades particulares descubrimos la relación que guardan respecto del todo que las enlaza y que no cesa de modificarlas.536 Humboldt propone un método analítico de la poética a partir de la relación que Kant establece entre las facultades reproductiva y productiva del entendimiento. Y lo hace desde una comprensión lectora de la recepción estética. Por eso el poema es presentación viva de un pensamiento nacido en la imaginación del poeta. El valor de la presencia en y por la obra funda la estética y poética modernas. El método analítico del poema descubre a su vez la armonía total y tonal de la naturaleza y el espíritu desde sus múltiples manifestaciones y diferencias. El poeta acoge en sí la masa del material disperso en el mundo y el entorno y la metamorfosea en su interior mediante aquella energía creadora que posee. Se produce así una apropiación personali534

Merleau-Ponty, M., Phénoménologie de la Perception, op. cit., p. 451. Ibid., La Prose du Monde, op. cit., p. 23-24. 536 Humboldt, W. von, “Über Göthes Herrmann und Dorotea [1798]”, op. cit., 535

p. 58.

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zada con la que funda, entre él y la naturaleza, la más grande, viva y armoniosa reciprocidad posible. Procede el arte entonces de lo más profundo del alma y con el sello de una fuerte originalidad. Y esta actividad es la de toda invención, científica, artística, filosófica o práctica.537 En ella nace la idea o el valor ideal de armonía entre las potencias intelectuales, lo vario y múltiple de la experiencia, el conjunto de sus horizontes y las actitudes que la humanidad ha demostrado hasta ahora. El valor de lo ideal surge del fondo histórico de las formas y las potencias o facultades humanas que las posibilitan. Es un ideal determinable y determinado al que podemos referirnos para juzgar lo particular. Hay un conocimiento propio de la poética. Por eso una gran idea suscita fuerza y entusiasmo. La poética descubre asimismo el fundamento estético de la lógica y hermenéutica. El efecto de la forma contiene el trabajo de la imaginación en un estado preciso de tonía, como dice hoy la fonémica, o sentimiento, según Humboldt. Examinándola, accedemos a los dos polos que la determinan en unidad de naturaleza: la imaginación y el estado en que se encuentra el alma. Al observar sus relaciones, obtenemos el carácter de la forma, la disposición subjetiva de donde emana y la que, a su vez, de regreso (aquí entran también el lector y el autor que lee su obra y a sí mismo), suscita. Y esto nos permite deducir finalmente la definición objetiva.538 Es así como se deducen los principios genéticos de la poética. Wilhelm Dilthey y Roman Ingarden explicitan más tarde el contenido y forma de esta génesis. La semblanza de Hendrik J. Pos con Humboldt resulta evidente al recordar la potencia nativa de la conciencia originaria y la objetividad científica que remite a ella como a su fuente de dinamismo. La definición se fundamenta en el análisis deductivo de los conceptos que bien explican la realidad de donde proceden, bien se asientan en la imaginación que los posibilita y proyecta. Allí, las determinaciones diferenciadas se excluyen, pero aquí, por el contrario, las propiedades contradictorias se concilian. Pero ninguna forma, objeto u obra se mantiene en la pura idealidad sin algo real externo o interno, ni tampoco la categoría 537

Ibid., p. 55. (En estas consideraciones traducimos libremente el texto de Hum-

boldt). 538

Ibid., p. 155.

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de realidad deducida del correlato entre lo concreto y su idealidad, arguye Humboldt, tiene referencia efectiva. La conclusión resulta obvia desde una lectura atenta de Kant. La correlación engrana y gradúa conformando reglas. El arte también es científico. Responde a una necesidad regulativa.539 Y a partir de aquí procede Humboldt, como Kant en la deducción analítica de principios, a extraer las reglas y leyes de la poética que la retórica y, con ella, la teoría literaria, consideran desviaciones de una norma estándar del lenguaje y sus usos comunitarios. Ofrece, de tal modo, un método crítico: la descripción del ejemplo particular nos permite deducir el género de donde procede y, en la obra, al autor y los presupuestos de donde parte, así como los principios y fundamentos que la naturaleza induce en sus facultades críticas y creadoras. No queríamos concluir este trabajo sin rendir tributo a la estética poética de Humboldt, quien supera en la lingüística las antinomias que tanto la crítica de la razón como del juicio instauran desde el relativismo trascendente de Kant. Humboldt es algo más que filósofo y lingüista, pues trasciende el método de la especulación deductiva y el análisis descriptivo del lenguaje hacia la fuente que lo posibilita: el pensamiento creador. La lingüística no se entiende tampoco sin el germen que la funda. Es el decir poético. La Poética. La poesía, nos dice este pensador singular, es el arte a través del lenguaje y uno y otro se oponen, pues aquél vive sólo en la imaginación y sólo acepta lo individual, mientras que el lenguaje transforma en conceptos generales todo lo que comprende. La poesía se constituye no para resolver esta contradicción de tal modo que nada la reemplace, sino para unirla y para que surja de ambos polos algo (Etwas) que sea más que lo que cada uno era para sí.540 He aquí otro modo de dialéctica, coevo del hegeliano. La Poética también es plusvalía. Instaura lo que une y antes no existía como tal aparentemente. Decimos en apariencia por539 Ibid., p. 65. Los conceptos de verbum mentis, aquel algo formable aún no formado, de san Agustín, y los de potencia nativa y “proles mentis”, de Suárez, tienen aún mucho que decir en esta originaria conformación del intelecto o forma mentis actuante en el tejido de la sensación, sus esquemas, las intuiciones retroproyectivas y los conceptos que se disparan entonces configurando categorías. Y así en el camino de retorno y sobrevuelo que hoy se pretende computacional, autotélico y poiético. En esta proyección conformante acaece el lenguaje en su dimensión fenomenológica. 540 Ibid., p. 173.

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que, procediendo así, el lenguaje muestra en su naturaleza este carácter vinculante. De ahí que el poeta se incline bien por realzar el valor de la naturaleza individual del lenguaje en beneficio del arte o el del arte gracias al lenguaje. En el primer caso –traducimos libremente el texto de Humboldt– comunica vida y forma a pensamientos muertos; en el segundo, introduce la realidad viviente en la imaginación, pero bajo una forma figurada e intuitiva. Pero es allí donde la poesía alcanza, con diferencia respecto de las demás artes, “la más íntima y característica esencia”.541 En la otra opción sigue al resto de las artes que procuran su naturaleza gracias al lenguaje. Allí, la esencia del ser poético, y aquí, la semiosis y correspondencia de las formas artísticas gracias a la función crítica del lenguaje. Poesía y crítica, función determinante del pensamiento. La naturaleza del lenguaje se muestra poéticamente como el vínculo de la imaginación que sintetiza en sus actos cualquier diferencia. Es la forma vinculante, la identidad una de cuanto alcanza: el todo que se revela. Ahí todo es forma y a través del todo (das Ganze) adelante sólo uno y justamente la misma.542 El poema recupera la sustancia física, psíquica y ontológica del lenguaje. Y lo hace desde una instancia creadora que trasforma lo sustante en nuevas figuras antes desconocidas. Aquellas dos unidades de conciencia originaria y objetivante, asimétricas en lo común de procedencia, y por tanto hasta cierto punto paradójicas, de las que vive cierta poesía, antigua y moderna, y con ella el lenguaje, aún se miran una a otra en la rotación quántica del universo, y por más que se abisman, de ellas queda el Poema. El tránsito de lo trascendente a lo transcendental en la reflexión de Husserl es la permanencia objetiva del poema. La sustancia se siente elativa, embrionaria, pues de ella procede la configuración de la forma, donde adquiere significado y sentido. El poema permite concibir estas unidades previas en la organización más profunda que el hombre alcanzar pueda. Y con grados. Una concepción sustante. Se convierte entonces en el germen de explicaciones posibles y nunca totalizantes. Una plusvalía transcendente. 541

Ibid., p. 174. Ibid. p. 176. Traducimos respetando el sentido dinámico de la frase con su característica atribución a medida que avanza: “da ist alles Form und durch das Ganze hin nur Ein und eben dieselbe”. El lenguaje figura, es la figura (Bild) de lo que dice. 542

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Cuando se rompe el vínculo y se quiebra la unidad, resaltan las partes contrapuestas o una contra otra, limitándose entonces la Poética a consignar y fijar en nombres las fronteras y contravenciones de este fenómeno. Pero como su esencia va más allá de lo que en ella aparece y se manifiesta, la ruptura del vínculo abre el abismo de lo sin nombre (das Namenlose) y anónimo, que no es ni existencia ni naturaleza, concluye Eugen Fink al analizar el fondo poético de la escritura de Cesare Pavesse. Y ahí oscilan el ser-cabe-sí (Ansichsein) y para-sí (Fürsichsein) en una relación de proximidad y parentesco o de distancia crítica en la estructura que ya conocemos de la sujeto-objeto-relación.543 Cuanto más se abisma ésta y aumentan la distancia y extrañeza del objeto, y más se objetiva la conciencia reduciendo aquella libertad o vuelo del lenguaje, o por un exceso de ésta, confiada en la energía que la sustancia le reporta, como si de una nueva materia se tratara, más se desrealiza el sujeto hasta la intuición de su propia muerte. Pero hemos visto que la plusvalía del dinamismo se sobrepone y revierte engendrando comprensiones hasta en el estallido de sus partes, estructuras, esquemas, conceptos, categorías y transcendentales. Este sujeto no muere sin asistir a su entierro y funerales. Y entonces sobrevive. Tal la historia de la poética a partir de Humboldt, Hegel y Dilthey hasta nuestros días. La Poética de Humboldt sirve de fundamento a la lingüística, crítica y filosofía del arte moderno. Cuanto dedujo después al analizar la forma interna del lenguaje (innere Sprachform) en su proceso gramatical y las formas culturales en él engranadas, es presencia de su naturaleza individual y vinculante. Lo individuo de lo común originario, “el producto de la fantasía y del sentimiento, la individualización del concepto”, resume Benedetto Croce elogiando el acierto de esta forma para el estudio de la lingüística como ciencia, donde ve un nuevo Humboldt respecto de su teoría estética, que aún le parece heredada de “viejas escorias”.544 Este juicio de Croce minusvalora, sin embargo, y a nuestro jui543

Fink, E., Epiloge zur Dichtung, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 1971,

p. 111. 544

Croce, B., Estetica come Scienza dell’Espressione e Lingüística Generale. Teoria e Storia, Remo Sandron, Editore, Milano-Palermo-Napoli, 1903, p. 340. Trad. de Ángel Vegue i Goldoni en la edición de Pedro Aullón de Haro y Jesús García Gabaldón, Benedetto Croce: Estética como Ciencia de la Expresión y Lingüística General, Ágora, Málaga, 1997, p. 292. Citaremos entre paréntesis las páginas de la traducción.

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cio, la plusvalía interna que el fondo poético del lenguaje trasluce ya en el estudio sobre Herman y Dorotea de Goethe, en cuyo método confiaba Humboldt plenamente al margen de su deuda con Kant. El “principio general estético” en que se funda Croce, y a partir de él la lingüística centrada en el sentido creador del lenguaje –Charles Bally, Karl Vossler, Henri Morier, Leo Spitzer–, según el cual “las expresiones producidas deben descender a impresiones para dar lugar a nuevas expresiones”,545 lo dicho al decir que lo traslapa, según exponemos desde el comienzo de este estudio, recuerda de modo evidente el origen nativo de la facultad del lenguaje en Hamann, Humboldt, Hegel y Hölderlin. Lo mismo la consideración de que el procedimiento del lenguje es “creador” o “una creación perpetua”.546 Croce deduce una consecuencia crítica notable contra el empeño de fundar una ciencia del lenguaje, la lingüística, al margen del “hecho estético”, la expresión del habla, “lo que vale tanto –arguye– como negar que el lenguaje sea expresión”.547 Al fundamento fenomenológico del lenguaje hay que atribuir asimismo el reconocimiento de que “La lingüística ha descubierto también el principio de la individualidad irreductible del hecho estético al afirmar que la palabra es lo realmente hablado”.548 En esto apoya Croce su crítica contra la división en partes autónomas de la gramática, especialmente los conceptos de nombre, sustantivo –se entiende–, y verbo, y su propuesta de considerar la proposición como “única realidad lingüística” y “como organismo expresivo de sentido completo, que comprende a la par una exclamación simple y un vasto poema”.549 Antelación del minimismo epistemológico: en toda palabra hay aquella fuerza originaria que la subtiende y a la que aluden Herder, Humboldt y Hegel como predicado energético o emergente. Se deja notar en ello una pervivencia de la especulación plástica de Hegel, a pesar de la crítica que Croce hace del racionalismo y del idealismo al rechazar la hipótesis de una lengua modélica o lengua universal que explicara el fundamento del lenguaje. Esto “equivale, dice, a buscar la inmovilidad del movimiento” o a “una lengua que tenga la inmovilidad del concepto y de la abstrac545

Ibid., pp. 144-145 (148) Ibid., pp. 150, 145 (152, 148). 547 Ibid., p. 143 (147). 548 Ibid., p. 147 (149). 549 Ibid., p. 146 (149). 546

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ción”,550 frases que describen más que implícitamente el Absoluto. La pretensión croceana de fundir lingüística general, ciencia y filosofía en la estética –Filosofía del lenguaje y filosofía del arte son la misma cosa”–, y “sin dejar residuos”551, puede parecernos hoy exagerada, pero los nuevos descubrimientos de la biogenética aún nos remiten a la biología del genos y del genio, la genialidad del género humano o facultad del lenguaje. El reflujo de las expresiones a la impresión intuitiva que las replica y renueva conforme a un sentido originario de existencia, cuyo germen descubre su principio creador y la inherencia cognitiva de la forma, es el fundamento poético, no sólo del lenguaje, ya anunciado por Giambattista Vico en 1725 como Ciencia Nueva, sino además, y en ello, del sujeto cognoscente. Y tal se muestra asimismo el principio creador de la ciencia. En el tropo, viene a decir Vico, ya actúa la fuerza conceptiva del lenguaje. Y esto es lo que la lingüística y, a veces, la teoría literaria encubren con pretensiones de ciencia hasta erradicar el sentido de los significados en beneficio de una praxis, conductismo y pedagogía sin otro horizonte que la reducción económica de la comunicación bajo figura de informe. Por eso proliferan tantos enfoques y tendencias analíticas sin revisión de fundamentos. Advierte Pedro Aullón de Haro en este sentido que “es tarea de nuestro tiempo recuperar el horizonte escamoteado”552. Recuperarlo y reconducirlo, diríamos. Así comprendida, la Poética revela por primera vez, y desde un fondo estético, más acá de Platón y Aristóteles, pero desde ellos, y muy próxima a Kant, con Alexander Baumgarten de fondo, la matriz gnoseológica de la ciencia. Deducir de la forma la ley de su generación, resume luego Dilthey en la Poética advirtiendo sobre la semejanza del método lingüístico y científico el entrañamiento de la poesía553.

550

Ibid., p. 150, 151 (152). Ibid., pp. 142, 152 (147, 153). 552 Aullón de Haro, P., “La construcción de la teoría crítico-literaria moderna en el marco del pensamiento estético y poético”, en Ibid. (ed.), Teoría de la Crítica Literaria, Edit. Trotta, Madrid, 1994, p. 106. 553 Dilthey, W., Poética, Edit. Losada, Buenos Aires, 2007, pp. 52-53. 551

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ENSAYO

Verbum

ENRIQUE PÉREZ-CISNEROS: En torno al 98 cubano. LAURA A. CHESAK: José Donoso. Escritura y subversión del significado. RAMIRO LAGOS: Ensayos surgentes e insurgentes. JOSÉ LUIS VILLACAÑAS: Narcisismo y objetividad. Un ensayo sobre Hölderlin. CONCEPCIÓN REVERTE: Fuentes europeas-vanguardia hispanoamericana. JOSÉ OLIVIO JIMÉNEZ: Poetas contemporáneos de España y América. CIRILO FLÓREZ y MAXIMILIANO HERNÁDEZ (editores): Literatura y política en la época de Weimar. JOSÉ LEZAMA LIMA: Cartas a Eloísa y otra correspondencia. IRENE ANDRES-SUÁREZ (editora): Mestizaje y disolución de géneros en la literatura hispánica contemporánea. ANTONIO ENRÍQUE GÓMEZ (edición crítica de M.ª del Carmen Artigas): Sansón Nazareno. G. ARETA, H. LE CORRE, M. SUÁREZ y D. VIVES (editores): Poesía hispamoamericana: ritmo(s) / métrica(s) / rupturas. CONSUELO TRIVIÑO ALZOLA: Pompeu Gener y el modernismo. JOSÉ MANUEL LÓPEZ DE ABIADA y AUGUSTA LÓPEZ BERNASOCCHI (editores): Territorio Reverte. Ensayos sobre la obra de Arturo Pérez Reverte. RAQUEL ROMEU: Voces de mujeres en la literatura cubana. MIGUEL MARTINÓN: Espejo de aire. Voces y visiones literarias. RAMÓN DÍAZ-SOLÍS: Filosofía de arte y de vivir. M. MORENO FRAGINALS, J. VARELA ORTEGA, RAFAEL ROJAS, ET ALII: Cien años de historia de Cuba (1898-1998). JOSÉ LEZAMA LIMA: La posibilidad infinita. Archivos de Lezama Lima. NILO PALENZUELA: Los hijos de Nemrod. Babel y los escritores del Siglo de Oro. ALEJANDRO HERRERO-OLAIZOLA: Narrativas híbridas: Parodia y posmodernismo en la ficción contemporánea de las Américas. JAVIER HUERTA CALVO, EMILIO PERAL VEGA y JESÚS PONCE CÁRDENAS (editores): Tiempo de burlas. En torno a la literatura burlesca del Siglo de Oro. RICARDO MIGUEL ALFONSO (editor): Historia de la teoría y la crítica literarias en Estados Unidos. J. M. LÓPEZ DE ABIADA, H. J. NEUSCHÄFER, A. LÓPEZ BERNASOCCHI (editores): Entre el ocio y el negocio: Industria editorial y literatura en la España de los 90. ROBERTO GONZÁLEZ ECHEVARRÍA: La voz de los maestros. Escritura y autoridad en la literatura latinoamericana contemporánea. WILLIAM LUIS: Lunes de Revolución. Literatura y cultura en los primeros años de la Revolución Cubana.

títulospublicados

JEAN PAUL RICHTER: Introducción a la estética. JOSÉ LEZAMA LIMA: La Habana. CONSUELO GARCÍA GALLARÍN: Vocabulario temático y característico de Pío Baroja. PEDRO AULLÓN DE HARO: Teoría del ensayo. ANTONIO DEL REY BRIONES: La novela de Ramón Gómez de la Serna. ELENA M. MARTÍNEZ: Onetti: Estrategias textuales y operaciones del lector. MARIANO LÓPEZ: El mito en cinco escritores de posguerra. ANTONIO MARTÍNEZ HERRARTE (editor): Ana María Fagundo: Texto y contexto de su poesía. LUIS CORTES (editor): Homenaje a José Durand. FERNANDO BERNAL: Salvador Cisneros Betancourt. PALOMA LAPUERTA: La obra poética de Félix Grande. EMILIO BERNAL LABRADA: Árboles genealógicos de la Cuba española. CARLOS JAVIER MORALES: Poética de José Martí en su contexto. EMILIO E. DE TORRE (editor) / Prólogo de José Hierro: Proel (Santander, 1944-1950), revista de poesía / revista de compromiso. AIDA HEREDIA: La poesía de José Kozer. FERNANDO BERNAL: Memorias de un testigo. JAVIER MEDINA LÓPEZ: El español de América y Canarias desde una perspectiva histórica. FRIEDRICH SCHILLER: Sobre poesía ingenua y poesía sentimental. ROSARIO REXACH: Estudios sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda. GEORG HENRIK VON WRIGHT: El espacio de la razón. SEVERO SARDUY: Cartas de Severo Sarduy. JOSÉ MASCARAQUE DÍAZ-MINGO: Tras las huellas perdidas de lo sagrado. W. L. BERNECKER, J. M. LÓPEZ DE ABIADA, G. SIEBENMANN: El peso del pasado. J. M. LÓPEZ DE ABIADA y JULIO PEÑATE (editores): Éxito de ventas y calidad literaria. Incursiones en las teorías y prácticas del best-séller. MARÍA DEL CARMEN ARTIGAS: Antología sefaradí: 1492-1700. Respuesta literaria a la expulsión de 1492. MARIELA A. GUTIÉRREZ: Lydia Cabrera: Aproximaciones mítico-simbólicas a su cuentística. IRENE ANDRÉS-SUÁREZ, J. M. LÓPEZ DE ABIADA y PEDRO RAMÍREZ MOLAS: El teatro dentro del teatro: Cervantes, Lope, Tirso y Calderón.

ROLF EBERENZ (editor): Diálogo y oralidad en la narrativa hispánica moderna. NILO PALENZUELA: El hijo pródico y los exiliados españoles. LUIS SÁINZ DE MEDRANO (coordinador): Antología de la literatura hispanoamericana (vol. I). ISABEL GARCÍA-MONTÓN: Viaje la modernidad: La visión de los EE. UU. en la España finisecular. ADRIANA MÉNDEZ RODENAS: Cuba en su imagen: Historia e identidad en la literatura cubana. LUIS PUELLES ROMERO: La estética de Gaston Bachelard. Una filosofía de la imaginación creadora. RICARDO LOBATO MORCHÓN: El teatro del absurdo en Cuba. ENRIQUE PÉREZ CISNEROS: El reformismo español en Cuba. ANTONIO LASTRA (editor): La filosofía y el cine. VIRGILIO LÓPEZ LEMUS: Eros y Thanatos. La obra poética de Justo Jorge Padrón. ANTONIO DOMÍNGUEZ REY: Limos del verbo. (José Ángel Valente). RUTH AMARILIS COTTÓ (editora): La mujer puertorriqueña en su contexto literario y social. LUIS T. GONZÁLEZ DEL VALLE: La canonización del diablo. Baudelaire y la estética moderna en España. PEDRO M. HURTADO VALERO: Eduardo Benot: Una aventura gramatical. IRENE ANDRES-SUÁREZ, MARCO KUNZ e INÉS D’ORS: La inmigración en la literatura española contemporánea. ARMANDO LÓPEZ CASTRO: Luis Cernuda en su sombra. LEOPOLDO FORNÉS-BONAVÍA: Cuba. Cronología. Cinco siglos de historia, política y cultura. JOSÉ SANTIAGO FERNÁNDEZ VÁZQUEZ: Reescrituras postcoloniales del Bildungsroman. MODESTA SUÁREZ: Espacio pictórico y espacio poético en la obra de Blanca Varela. REYES E. FLORES: Onetti: Tres personajes y un autor. PEDRO AULLÓN DE HARO: La obra poética de Gil de Biedma. COMFORT PRATT: El español del noroeste de Luisiana. Pervivencia de un dialecto amenazado. MARCO KUNZ: Juan Goytisolo: Metáforas de la migración. ANTONIO DOMÍNGUEZ REY: El drama del lenguaje. ÁNGEL ESTEBAN: Bécquer en Martí y en otros poetas hispanoamericanos finiseculares. JAVIER PÉREZ ESCOHOTADO: Antonio de Medrano, alumbrado epicureo. Proceso Inquisitorial (Toledo, 1530).

MIGUEL MARTINÓN: Círculo de esta luz. Crítica y poética. JOSÉ MASCARAQUE DÍAZ-MINGO: Los ángeles desterrados. DORA VISSEPÓ-ALTMAN: La obra literaria de Manuel Méndez Ballester. JOSÉ M. LÓPEZ DE ABIADA y AUGUSTA LÓPEZ BERNASOCCHI (editores): Juan Manuel de Prada: De héroes y tempestades. FRANCISCO MORÁN: La Habana elegante. JOAQUÍN P. PUJOL (editor): Cuba: Políticas económicas para la transición. GUSTAVO ALFREDO JÁCOME NUEVA EDICIÓN AMPLIADA: Gazapos académicos en ortografía de la lengua española. MARIELA A. GUTIÉRREZ: Rosario Ferré en su edad de oro. ALBERTO LÁZARO: H. G. Wells en España. Estudio de los expedientes de censura (1939-1978). ANTONIO LASTRA (editor): Estudios sobre cine. RAÚL MARRERO-FENTE (editor): Perspectivas trasatlánticas. Estudios coloniales hispanoamericanos. JOSÉ M. LÓPEZ DE ABIADA y AUGUSTA LÓPEZ BERNASOCCHI (editores): Imágenes de España en culturas y literaturas europeas (siglos XVI-XVIII). FRIEDRICH SCHLEIERMACHER: Estética. JAVIER HUERTA CALVO ET AL (editores): Perfil de Cernuda. GENENIÈVE CHAMPEAU (editora): Relatos de viajes contemporáneos por España y Portugal. J. M. LÓPEZ DE ABIADA, FÉLIX JIMÉNEZ y AUGUSTA BERNASOCCHI (editores): En busca de Jorge Volpi. Ensayos sobre su obra. IRENE ANDRES-SUÁREZ (editora): Migración y literatura en el mundo hispánico. SEVERINO ARRANZ MARTÍN: Etimologías inéditas y curiosas. LANDRY-WILFRID MIAMPIKA: Transculturación y poscolonialismo en el Caribe. Versiones y subversiones de Alejo Carpentier. ÁLVARO SALVADOR y ÁNGEL ESTEBAN (editores): Alejo Carpentier: Un siglo entre luces. EDUARDO JIMÉNEZ MAYO: El evangelio según Juan de Mairena. JYTTE MICHELSEN: Ricardo Güiraldes: Un poeta del viaje. JOSÉ GOMARIZ: Colonialismo e independencia cultural. INÉS GUERRERO: Mujer y modernidad en las crónicas de José Martí. JAVIER ALCORIZA: Dostoyevski y su influencia en la cultura europea. MARÍA DEL CARMEN ARTIGAS: Segunda antología sefaradí (1600-1730). J. M. LÓPEZ DE ABIADA y JOSÉ MORALES SARAVIA (editores): Boom y postboom. Desde el nuevo siglo: impacto y recepción.

ENSAYO

Verbum

ROBERTO GONZÁLEZ ECHEVARRÍA: Cartas de Carpentier. MARÍA JOSÉ BRUÑA BRAGADO: Cómo leer a Delmira Agustini. Algunas claves críticas. PEPITA JIMÉNEZ CARRERAS: Cartas desde una soledad. Epistolario: María Zambrano, J. Lezama Lima, María L. Bautista y José Á. Valente. LUIS SEBASTIÁN VILLACAÑAS: Virtualidad y actualidad. Una introducción a la ontología política contemporánea. JAMES J. PANCRAZIO: Enriqueta Faber: Travestismo, documentos e historia. MANUEL E. VÁZQUEZ y ANDRÉS ALONSO MARTOS (editores): Periferias. El extremo como término medio. OLGA BARRIOS (editora): Africaníssimo: Una aproximación multidisciplinar a las culturas negroafricanas. VV. AA.: Ínsulas forasteras. Canarias desde miradas ajenas. FEDERICO LANZACO SALAFRANCA: Taoísmo, Budismo Zen y Cristianismo: Tres caminos de espiritualidad universal. FEDERICO LANZACO SALAFRANCA: Los valores estéticos en la cultura clásica japonesa. (2ª edición) NATALIA CARBAJOSA: Shakespeare y el lenguaje de la comedia teoría, crítica y análisis. GERARDO RODRÍGUEZ SALAS: Katherine Mansfield: El posmodernismo incipiente de una modernista renegada. JAVIER ALCORIZA: La democracia de la vida. Notas sobre una metáfora ética. MARÍA HERNÁNDEZ-OJEDA: Insularidad narrativa en la obra de Nivaria Tejera un archipiélago transatlántico. ALISON RIBEIRO DE MENEZES, ROBERTA ANN QUANCE y ANNE L. WALSH (editoras): Guerra y memoria en la España contemporánea. War and memory in contemporary Spain. JOSÉ MANUEL CAMACHO DELGADO y FERNANDO DÍAZ RUIZ (editores): Gabriel García Márquez, la modernidad de un clásico. ROSA CARDINALE: El bandolero español entre la leyenda y la vida real. Calas en configuraciones del bandolero en textos paradigmáticos de los siglos XVII-XX ANTONIO DOMÍNGUEZ REY: Lingüística y Fenomenología. (Fundamento Poético del Lenguaje).

títulospublicados

VV. AA.: Cuba. Poesía, arte y sociedad. Seis ensayos. ONEIDA M. SÁNCHEZ: Vivanco, Rosales y Gil: Libro de familia. JOSÉ LEZAMA LIMA: (Edición de Iván González Cruz) Diarios. ALEXIS GROHMANN y MAARTEN STEENMEIJER (editores): El columnismo de escritores españoles (1975-2005). ENRIQUE VILORIA: Pérez Alencart: La poética del asombro. ANTONIO LASTRA (editor): Representaciones culturales. Ensayos sobre el futuro de las humanidades. ANNE FREIRE ASHBAUGH, LOURDES ROJAS y RAQUEL ROMEU (editores): Mujeres ensayistas del caribe hispano. CONDESA DE MERLIN: (Edición de María Caballero Wangüemert) Viaje a La Habana. BRIGITTE ADRIAENSEN: La poética de la ironía en la obra tardía de Juan Goytisolo. ARACELI TINAJERO: El lector de tabaquería. Historia de una tradición cubana. HUMBERTO LÓPEZ CRUZ (editor): Rosa María Britton ante la crítica. Literatura panameña. ISABEL NAVAS OCAÑA: Historia de la teoría y la crítica literaria en Gran Bretaña y Estados Unidos. MICHELE COMETA, ANTONIO LASTRA y PAZ VILLAR HERNÁNDEZ (editores): Estudios culturales. Una introducción. ANTONIO LASTRA: Emerson educador. CARMEN ALEMANY BAY y REMEDIOS MATAIX AZUAR (editores): Sobre Dulce María Loynaz PEDRO AULLÓN DE HARO: La sublimidad y lo sublime (2ª ed.). JULIÁN B. SOREL: El poscastrismo y otros ensayos contrarrevolucionarios. RITA DE MAESENEER y SALVADOR MERCADO RODRÍGUEZ: Ocho veces Luis Rafael Sánchez. JOSÉ MANUEL PEREIRO OTERO: La escritura modernista de Valle-Inclán: Orgía de colores. ANA BELÉN MARTÍN SEVILLANO: Sociedad civil y arte en Cuba: Cuento y artes plásticas en el cambio de siglo (1980-2000). JULIO PEÑATE RIVERO y FRANCISCO UZCANGA MEINECKE (editores): El viaje en la literatura hispánica: De Juan Valera a Sergio Pitol. GUSTAV UNGERER: The Mediterranean apprenticeship of British slavery. JOSÉ MIGUEL LÓPEZ MERINO: Sobre poesía posfranquista (hacer historia y otras cuestiones). FRANCISCO MORÁN: Julián del Casal o los pliegues del deseo.