Krisis : ensayo sobre la crisis del pensamiento negativo de Nietzxche a Wittgenstein
 9789682311642, 9682311640

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massimo ca ccia ri

KRISIS ensayo sobre la crisis

del pensamiento negativo denietzschea wittgenstein

>*a siglo veintiuno editores

traducción de ROMEO MEDINA

revisión de JOSÉ ARICÓ

KRISIS Ensayo sobre la crisis del pensamiento negativo de Nietzsche a Wittgenstein por

MASSIM O CACCIARI

m

siglo

ventiuno

edrtores

MÉXICO ESPAÑA ARGENTINA COLOMBIA

siglo veintiuno editores, sa

CERRO DB. A G U A 24S, MEXICO 20, D.F.

siglo veintiuno de españa editores, sa C/PLAZA 3. MADRID 33. ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores, sa siglo veintiuno de Colombia, ltda

A V . 3Ó. 17 73 PRIMER PISO. BOGOTA, D.E. COLOMBIA

primera edición en español, 1982 © siglo xxi editores, s. a. ISBN 968-23-1164-0 primera edición en italiano, 1976 título original: krisis. saggio sulla crisi del pensiero negativo da nietzsche a wittgenstein © feltrinelli editore, milán derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico

INDICE

PREFACIO

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I. ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

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1. Bohm-Bawer y Hilferding: el debate sobre la “transforma­ ción”, 11; 2. Neoclásicos y machismo, 30; 3. Para una lectura del "Empiriocriticismo” de Lenin, 46 II. DE NIETZSCHE A WITTGENSTEIN. LÓGICA Y FILOSOFIA AL­ REDEDOR DEL “ t r a c t a t u s ”

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1. Lógica del “Wille zur Macht”, 60; 2. Wittgenstein: pensa­ miento matemático y “juego”, 75 m . DE NIETZSCHE A WITTGENSTEIN. EL PROBLEMA DEL LENGUA­ JE EN LA FILOSOFÍA DE LA NUEVA MÚSICA

108

1. El Anti-Wagner, 108; 2. Mahlerische Kunst, 124; 3. Urpflanze goethiana, 135; 4. Itinerarium, 147 IV. SPRACHLICHES. ASPECTOS DEL “ LENGUAJE VIENES” DE LA ÉPOCA DE LA FINIS AUSTRIAE

156

1. George, no George-Kreis, 156; 2. Rilke y los amigos descono­ cidos, 173; 3. Los últimos días de Kraus, 186; 4. Zuydersee, 197 ÍNDICE DE NOMBRES

207

[

5]

f REFACIO

Qué forma y qué extensión debería tener, en mi opinión, un dis­ curso de “crítica de la ideología” , es algo que resultará del desa­ rrollo del presente trabajo. Las intenciones no tienen ningún interés: resultan de la obra, y por lo tanto dejan de ser tales. Baste decir que, según las posiciones generales que aquí soste­ nemos, el discurso crítico no constituye una especie d e metalenguaje en base al cual se pueda “iluminar” distorsiones, misti­ ficaciones, errores que otros “juegos” (teóricos y prácticos) cometieron. E n consecuencia, no existe Crítica en general. N o serán resultado de este libro, entonces, “proposiciones, sino la comprensión correcta de proposiciones”; se tratará, en particular, de hacer visible, según la multiplicidad y contradictoriedad de los puntos de vista y de enfoque que la han caracterizado, la crisis del pensamiento negativo, de la crítica del pensam iento dialéc­ tico, como factor productivo central de la ideología contempo­ ránea. Algunas de las tesis expuestas aquí han sido objeto de mayor desarrollo en mis obras anteriores, a partir de Sulla genesi del pensiero negativo, de 1969. La relación (analizada con mayor sistematicidad en el presente ensayo) entre desarrollo del pensa­ miento negativo y crítica de la economía clásica, ha sido el n ú ­ cleo de mi trabajo Pensiero negativo e razionálizzazione. Problemi e funzione della critica del sistema dialettico, de 1973. Por úl­ timo, dos ensayos recientes forman parte del contexto del presente volumen: Loos-Wien (en Oikos. D a Loos a W ittgenstein, Roma 1975, escrito en colaboración con F. Amendolagine) y “D e alcuni motivi in W alter Benjamín”, publicado en N uova Corrente. R e­ comiendo estos trabajos (y a Metrópolis en particular) a título puramente informativo. Creo que el presente ensayo puede ex­ plicarse por sí solo. El significado de este libro, si es que tiene alguno, es que muestra la función positiva, efectual, que el “pensamiento nega­ tivo” cumple en la crisis d d sistema clásico, tanto económico como “físico” , y en la crisis del pensamiento dialéctico; que ter­ mina con las separaciones abstractas entre pensam iento dialéc­ tico y pensamiento negativo, erigidas sobre la base de una concepción de este último como “irracionalismo”, o bien ideo[71

b

PREFACIO

logia-apología, o bien “liberación”, discurso inmediatamente adialéctico, utopía. En este ensayo el negatives Denken es interpretado-criticado como proceso efectual de crisis, como revelación de contradicciones determinadas, como búsqueda concreta de refundación. Análogamente, el pensamiento dialéctico es aferrado en su historia, es decir, en sus crisis —solución determinante y por eso parcial, implícitamente contradictoria—, ni “traiciona­ do” ni “recuperable” . La efectualidad, y la carga de “refundación”, del pensamiento negativo son verificadas en el presente ensayo mediante el aná­ lisis de las relaciones intercurrentes entre la formulación gnoseológica conjunta que madura en el “pasaje” de Schopenhauer a Nietzsche y la crisis de los fundamentos de la física clásica. Esto no pertenece al contexto social o al uso político del negatives Denken sino a su lógica misma. La relación entre Nietzsche y W ittgenstein, que constituye el esqueleto de la presente indaga­ ción, procura precisamente explicar las formas que adoptan los procesos de refundación en cuanto movimientos internos de lo “negativo”, y también a lo “negativo” mismo como factor determinante del proceso de integración y racionalización. La relación Nietzsché-Wittgenstein no se sostiene salvo en el contexto de las formas que sustentan radicalmente la crisis del sistema dialéctico como crisis de toda posible refundación sinté­ tica del discurso ideológico —pero que, en conjunto, no confieren a dicha desesperación ningún significado nihilista sino que, en cambio, la vuelven precisamente comprensible, tienden a actuar y practicar teóricamente, lógicamente— tienden a hacerla produc­ tiva de “nuevos órdenes”. Pero lo esencial no son tales “nuevos órdenes” en sí, sino la contradicción insoluble, constitutiva entre ellos y el permanecer de la crisis, la imposibilidad de resolver en sentido sintético la crisis del sistema clásico-dialéctico. Este com­ plejo de relaciones, que en mi opinión constituye la insuprimible instancia trágica del negatives Denken, habla en su lenguaje más comprensible, mejor organizado formalmente, a través de la mul­ tiplicidad de los “dialectos” de la seria apocalipsis vienesa, y de ningún modo a través de los Logoi epigonales de las diversas “vanguardias” . Esto explica la elección temática del libro. Naturalmente, ninguno de los muchos “dialectos” analizados aquí habrá encontrado explicación satisfactoria. He procurado ocuparme solamente de sus problemas comunes. Sólo la línea global del razonamiento me parece, en lo que a mí respecta, de-

p r e f a c io

finitiva. Actualmente no podría concebir su desarrollo más que en sentido analítico y filológico. Demasiados amigos me han ayudado directa o indirectamente en este trabajo como para que sea injusto con ellos citando sola­ mente a algunos. Sólo una advertencia: puesto que se trata de un único ensayo, es necesario leer el libro del principio al fin y en el orden en que está aquí presentado. M. c. Venecia, 1975

I. ECO N OM IA NEOCLASICA Y M ACHISM O

1. BÓHM-BAWERK Y HILFERDING: EL DEBATE SOBRE LA “ TRANSFORMACIÓN”

El fundamento del ataque de Bóhm-Bawerk a la crítica marxiana de la economía política no se agota en absoluto en la “supre­ sión” del principio del valor trabajo. Desde este punto de vista, el propio presupuesto de las acusaciones que el marxismo “orto­ doxo” de la Segunda Internacional dirige a la “economía vul­ gar” parece inaplicable, por lo menos en el caso de la escuela austríaca. No sólo Bohm-Bawerk es absolutamente ajeno al equí­ voco (propio del socialismo vulgar y no de la “economía vulgar” ) de deducir “consecuencias revolucionarias” del principio del valor trabajo, sino que es el análisis mismo de este principio el que desempeña un papel secundario en su crítica de Marx. Bortkiewicz señala con gran claridad esa crítica a los temas fundamentales del análisis de Bohm-Bawerk. Es condición de todo análisis “vulgar” (tal como se perfila en el pensamiento marxista “ortodoxo” ) la atribución al capital del carácter de fac­ tor autónomo de producción. Desde este punto de vista es “suprimida” la teoría del valor trabajo. Pero “ningún teórico socialista ha dedicado ni lejanamente el empeño que ha puesto Bóhm-Bawerk para demostrar que los bienes de capital de cual­ quier tipo no son más que ‘productos intermedios’; y es por consiguiente impropio atribuirles un papel activo en la produc­ ción, y mucho menos colocarlos en el mismo nivel que el trabajo como factor de producción”.1 Es decir que el núcleo de la crítica a Marx no se basa en absoluto en el presupuesto vulgar del ca­ pital como factor de producción. Si Bohm-Bawerk considera que es totalmente insostenible la tesis “según la cual el valor de los bienes se origina exclusivamente en la cantidad de trabajo incorporada a ellos”, no es porque junto con el trabajo adjudique al capital el papel de factor de producción sino porque piensa que Marx “no tiene en cuenta la influencia ejercida sobre el va­ lor de cambio, además de la cantidad de trabajo incorporada al 1 L. von Bortkiewicz, Bóhm-Bawerks Hauptwerk in seinen Verhdltnis zur soziálistischen Theorie des Kapitálzins (1923); tr. it. en L. von Bortkiewicz, La teoría económica di Marx e altri saggi, T urín, 1971, p. 248.

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12

ECONOMIA I \ ü OCLASICA Y MÁCRiSMO

producto, por el tiempo entre ei uso dei trabajo y ia realización del producto”.2 Es por consiguiente desde la misma teoría del interés de donde Bóhm-Bawerk dirige su critica a Marx. Sin embargo, ei análisis crítico detallado de dicha teoría está completamente ausente en las corrientes y autores marxistas con­ temporáneos de Bóhm-Bawerk, que se empeñaban sobre todo en el ataque a la “economía vulgar”. Hilferding la reduce inmedia­ tamente a sus elementos subjetivos; su verdadero motivo —“la superioridad técnica de los bienes presentes con respecto a los futuros”—3 no es siquiera analizado. Su crítica, en cambio, se en­ cuentra en el centro del ensayo de Bortkiewicz que se publica dos años después que el estudio de Hilferding.4 Desde el pun­ to de vista de la teoría económica, una crítica verdadera de la Economics neoclásica aún no se ha iniciado “bajo las banderas del marxismo”. El punto decisivo de la diferencia de tiempo entre empleo dei trabajo y realización del producto, sin embargo, remite por un Jado a la teoría deí interés y, por el otro, pone el acento sobre el problema marxiano de la transformación. La crítica de BohmBawerk concluye necesariamente al verificar la “vistosa contra­ dicción” en Marx entre el Libro m, interpretado como análisis de las desviaciones del valor de cambio a partir del puro valor del trabajo, y el Libro i (mejor: ¡Primera sección del Libro i!), in­ terpretado como definición en términos deterministas-naturalistas de la ley que regula el valor de cambio. Este problema consti­ tuye, finalmente, el verdadero centro de la crítica de Bóhm-Bawerk y de la “respuesta” de Hilferding: el problema de las leyes que re­ gulan la transformación del sistema. El hecho mismo de que el conflicto en tomo a Marx se desate en este punto indica el surgimiento de cuestiones más difícilmente recomponibles en el in­ terior del análisis de equilibrio general, por una parte, y en el interior de una lectura de Marx en clave de simple “socialismo ricardiano”, por otra. No se olvide que L as premisas del socia2 Ibid., p p . 254-255. 3 L. von Bortkiewicz, Der Kardinálfehler der Bohm-Bawerkschen Z insiheorie (1906); tr. it. op. d i., p. 197. 4 R. Hilferding, Bohm-Bawerks Marx-Krítik (1904); traducido al espa­ ñol en Bohm-Bawerk, Hilferding, Bortkiewicz, Economía burguesa y econo­ mía marxiste, Cuadernos de Pasado y Presente, núm . 49, México, 1978. En este volumen está traducido también el ensayo de Bohm-Bawerk, Zum Abschluss des Marxschen Systems (1896) [La conclusión del sistema de Marx, en op. d t „ pp. 29-127].

EL DEBATE SOBRE LA “ t RANSLORAIACIÓn ”

7 ->

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lismo fue publicada en i 899, tres años después que el Z um Ábschluss de Bohm-Bawerk.

Si la “respuesta” de Hilfeiding yerra su objetivo al criticar el análisis de Bohm-Bawerk como fundado en una teoría absoluta­ mente subjetiva del interés y en la “supresión” del principio del valor trabajo; mayor aún es su fracaso en relación con el proble­ ma de la transformación. E n lo positivo, Bohm-Bawerk afirma­ ba que en Marx el “sistema” no podía considerarse cerrado den­ tro de las relaciones fundamentales del Libro i. Subrayaba la importancia problemática que en Marx asumen los procesos suce­ sivos de reproducción-desarrollo-transformación. Más aún; BohmBawerk insistía en el hecho de que estos procesos, n o podían ser conciliados con las “leyes” básicas a través de una serie de m e­ diaciones simples, casi puntos arrojados entre niveles conceptuales que en sí permanecen absolutamente estáticos o entre formacio­ nes histórico-económicas estructuralmente incompatibles. BohmBawerk señalaba un problema de análisis y de m étodo real: un momento de crisis en la teoría marxiana. Bólim-Bawerk intenta formular de esa crisis una explicación y una crítica enteramente lógicas. N o existe, por su parte, nin­ gún intento de llevar la discusión al nivel del análisis concreto del desarrollo del capitalismo. Señalada la “crisis”, ésta es in­ terpretada inmediatamente como signo de la contradictoriedad implícita del análisis mismo. Pero es precisamente en este terre­ no y con este presupuesto que Hilderfing sigue de lleno a BohmBawerk, que la “respuesta” marxista adopta de lleno el punto de vista del “adversario”. El discurso de Bohm-Bawerk es conoci­ do: dado que en el Libro ni se adopta como regla la “desvia­ ción” de los valores de cambio con respecto a la cantidad de trabajo incorporado a las mercancías, los fundam entos de la teo­ ría del valor trabajo son de hecho liquidados. Por lo mismo, Bohm-Bawerk “reduce” la sustancia del Libro m a las “ecuaciones” del Libro i, verifica estáticamente su congruencia o no alcanza a hacerlo: de dicha verificación extrae sus conclusiones críticas. La contradicción concierne solamente a la forma del discurso. Hilferding no realiza de otra forma la misma “reducción”, pero extrae la conclusión de la no contradictoriedad del discurso marxiano. N o interesan aquí las consecuencias que Bohm-Bawerk derivaba de las propias conclusiones a propósito de la existencia de la explotación; por sí misma, una teoría de la explotación no está para nada vinculada a la hipótesis del valor trabajo, como creía Bohm-Bawerk. Por consiguiente, inclusive la reafirmación de la

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ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

existencia de la relación de explotación no depende enteramente de la reafirniación de la teoría del valor trabajo, como creía Hi!ferding. Esta parte del debate está definitivamente obsoleta. No puede decirse lo mismo, en cambio, a propósito de la formulación global de las dos posiciones. Ambas entienden el “pasaje” de las relaciones descritas por la teoría del valor en la primera sección de E l capital al problema de la transformación como soluble úni­ camente en el plano de la coherencia lógica, concebida estática­ mente, en el plano de la no-contradictoriedad implícita del dis­ curso. Que el desarrollo de la crítica marxiana sea un desarrollo de contradicciones reales —más en general: que el problema de la transformación implique el análisis de nuevas formas de rela­ ciones de producción y de mercado, no deducibles linealmente de las funciones fundamentales del sistema, es decir, que no pueden afrontarse según una lógica “reductivista” y lineal— todo ello no aparece ni en Hilferding ni en Bdhm-Bawerk. Con un agravante para el primero; mientras que Bdhm-Bawerk como quiera que sea levanta el velo de un problema que el marxismo estaba por cier­ to “suprimiendo”, Hilferding niega la existencia misma del pro­ blema y utiliza con “escolasticismo” aún más férreo los instru­ mentos lógicos, el “método”, bóhm-bawerldanos.56 En Z um Abschluss, lo mismo que en Kapitál und Kapitalzins,e Bóhm-Bawerk parte del supuesto de que el problema marxiano de la transformación debe referirse a los mecanismos de restable­ cimiento de la autorregulación del sistema de competencia. La transformación concierne a los mecanismos de reequilibrio del sis­ tema; dado que su análisis está dirigido a la definición de las formas en que se produce el “retomo” de las funciones y de las relaciones económicas fundamentales, se deriva que aquélla pueda sintetizarse perfectamente en las “leyes” que determinan el ordenamiento-base del sistema. El análisis de la transforma­ ción se reduce al análisis del proceso a través del cual las varia­ bles económicas que derivan de aquel ordenamiento-base diver­ gen temporariamente del equilibrio original, para restablecerlo a un nivel distinto. Cualquier momento de “ruptura” encarna ya en sí estos elementos de control, de reequilibrio; en el terreno estrictamente económico esto estaría asegurado, siempre y sola5 Para el desarrollo de estos temas véase mi “Lavoro, valore, ‘cervello sociale’ ” , en Aut-Aut, núm. 1, 1975. 6 Para un análisis atento, que me parece que sigue la dirección del dis­ curso desarrollado aquí, de Bóhm-Bawerk, véase los dos ensayos de M . C. Marcuzzo en Aut-Aut, núm . 135 (1973) y núm . 139 (1974).

el debate

so bre l a

“ t r a n s f o r m a c i ó n ’’

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mente intervenciones “extrañas”, “alógenas” (“deformaciones” po­ líticas, monopolistas, estatales, etc.) pueden interrumpir la conti­ nuidad de este proceso. Bohm-Bawerk supone que es totalm ente obvio el hecho de que Marx, en cuanto que economista, quisie­ ra resolver con el discurso sobre la transformación el problema en general de la “salvación” de los principios de un análisis de equilibrio frente a la cuestión del desarrollo. Los primeros esta­ rían representados por las relaciones descritas por la “ley” del valor trabajo, la segunda saldría a luz con el Libro m de E l capi­ tal. Según Bohm-Bawerk, Marx no estaría en condiciones de resolver este problema (su problema) porque sería errónea la “ley” de la cual parte, o, mejor dicho, no empírico-positivamente de­ mostrable, metafísica, y por eso no sintetizable con la realidad de las relaciones de cambio y de mercado. Que dicha “ley” sea tomada por Marx en términos enteramente “naturalistas-deter­ ministas” y, más aún, que su problema sucesivo esté constituido por el análisis de los mecanismos de restauración del equilibrio “originario”, es decir, que sea de orden eminentemente cíclico: esta formulación es atribuida por Bohm-Bawerk a M arx sin la menor vacilación. El “lenguaje” marxiano es traducido sin más al de la Economics neoclásica. Que el problema marxiano pueda ser, radicalmente, otro, es algo que Bohm-Bawerk no tom a si­ quiera en consideración, y tampoco lo hace HilferdingJ En realidad Bohm-Bawerk no habla de Marx sino de Rodbertus. Sus críticas a las tesis fundamentales del “socialismo” pueden aplicarse a Rodbertus, no a Marx. El que interpreta estáticamente-determinísticamente la “ley” del valor trabajo es Rodber­ tus, no Marx. Inclusive la idea de que de tal “ley” derive algo a propósito de la “pura idea del derecho” por parte del obrero al producto entero de su trabajo, es de Rodbertus y com pletam ente extraña a Marx. Pero el que comprende que Bohm-Bawerk adop­ ta de tal modo como objeto de su crítica a un M arx caricatures­ camente “reducido” es, si acaso, Bortkiewicz y no Hilferding * Tanto en el Anti-Marx de Bohm-Bawerk como en el AntiBóhm-Bawerk de Plilferding se supone, de manera absolutam ente a-crítica, que los principios fundamentales del Libro i conciernen a la descripción positiva de las funciones de equilibrio del siste­ ma y que, por otra parte, el proceso de transformación, analizado en el Libro m, está constituido por los procesos cíclicos de re­ equilibrio del sistema mismo. Dados estos supuestos, no hay duda 7 Cf. P. Mattick, M arx y Keynes, México, E ra, 1975, p . 49; p p. 65-67. 8 L. von Bortkiewicz, Bóhm-Bclwerks H auptwerk, cit., p p . 247-253.

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ECONOMÍA NEOCLASICA V MACHISMO

de que Bohm-Bawcrk deduce con mayor coherencia que Hiiferding la no-coherencia existente entre teoría del valor trabajo y formas concretas del proceso de transformación. Es indudable que, si la transformación representa un mecanismo cíclico de reequilibrio, dicha transformación debe re-formar no por cierto los simples “niveles”, sino las condiciones, la estructura origina­ ria general del sistema, reafirmar la efectualidad de las “leyes” que en ésa operaban. Bóhm-Bawerk niega precisamente que esto ocurra en Marx; del proceso de transformación del Libro m es imposible “deducir” las leyes fundamentales del Libro i. Conse­ cuencia: la explicación marxiana es contradictoria. ¿Por qué esta contradicción? Porque la explicación del mecanismo cíclico que regularía el desarrollo del sistema capitalista no puede regirse en base a la teoría del valor trabajo. De idéntica manera que Bóhm-Bawerk, Hilferding supone que la explicación marxiana del proceso de transformación es un análisis de las formas del ciclo económico. Una teoría del ciclo debe explicar el alejamiento periódico con respecto a ía norma y el restablecimiento de esta última. También aquí el proceso de transformación es descrito como una apariencia de la rela­ ción de producción capitalista. Si dejara hipotéticamente de ser tal, la “cientificidad” entera de la teoría quedaría comprometi­ da. Bóhm-Bawerk atribuye justamente al análisis marginal la capacidad de realizar esta “reducción” de los mecanismos cíclicos a las leyes fundamentales de la Economics. Hilferding reafirma que este mismo problema no sólo está presente sino que también puede resolverse dentro de la crítica marxiana: las contradiccio­ nes de ésta son aparentes, no determinan jamás, en el desarrollo de las relaciones de producción, un problema de ruptura, de cri­ sis: el proceso de transformación es solamente un mecanismo de “re-forma”. De existir, la crisis aparecerá solamente al final, en posición escatológica, fuera de los nexos reproducción-transfonnación-desarrollo, fuera de la determinación histórica concreta de las relaciones de producción. Si hay una dimensión que concierne igualmente al problema de la crisis para la política socialdemócrata, es la de la pura “subjetividad”, fuera de cualquier proble­ ma de crítica de la economía política. La crisis es “pura política”, asunto de la “pura organización” : Prinzip der Hoffnung más o menos descarnado. Y esto es válido también para los neoclási­ cos; también para ellos la crisis es cuestión eminentemente extraeconómica, asunto de la neue Verfassung que deberá conservar la “libertad” de la Economics, es decir, en lo positivo, defender la

EL DEBATE SOBRE LA "TRANSFORMACIÓN’’

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capacidad del sistema económico para autorregularse, para resol­ verse completamente en mecanismos y procesos solam ente cí­ clicos. En las confrontaciones del marxismo contemporáneo la crítica de Bóhm-Bawerk aparece, por lo tanto, como lejos de ser un ata­ que exclusivo a la teoría del valor trabajo o, peor aún, una simple negación del problema de transformación desde el punto de vista directamente “apologético” de la pura conservación del sistema. Todo lo contrario; si no se parte de una formulación distinta del problema mismo (“subsumiendo” la teoría del valor trabajo, tal como la desarrolla Marx, en el proceso de valorización; interpre­ tando el proceso de transformación en sentido fuerte , com o mu­ tación de forma que involucra tanto a la estructura económica como a las relaciones “institucionales” y de mercado que consti­ tuyen el capital; superando toda actitud “neutral” en las con­ frontaciones de la dinámica del sistema), entonces es necesario explicar, en el mismo terreno analítico de Bóhm-Bawerk, de qué manera los mecanismos de transformación se fundan positiva­ mente en la ley del valor trabajo, y aceptar inclusive todas las consecuencias lógicas y políticas que de esto derivan: el proceso de transformación como simple “apariencia” de la relación capi­ talista de producción; el problema del desarrollo en tanto exhaus­ tivamente comprensible en los límites del análisis cíclico; la crisis como simple “idea”, no controlable científicamente, como1 “lími­ te” del capitalismo. Es exactamente esto lo que hace Hilferding: responder afirmativamente a la pregunta a la cual, en cambio, Bóhm-Bawerk había dado respuesta negativa: es posible fundar la coherencia estática de la teoría marxiana. Aquí la “reducción” de Marx es, en el fondo, todavía más drástica que la de Bóhm-Bawerk. Aunque fuera indirectamente, este último había planteado una serie de cuestiones fundam en­ tales. Traducida en términos hipotético-problemáticos, su crítica podía de hecho ser expresada del modo siguiente: si (y solamente si) la teoría del valor trabajo de Marx no es más que una reedición del “socialismo ricardiano” (ni siquiera de los clásicos), el proble­ ma de la transformación es resuelto en E l capital en términos con­ tradictorios; si (y solamente si) el proceso de transformación es asumido como un mecanismo de neutral avance o funcional sólo para la determinación de los precios relativos, en todo caso como un mecanismo cíclico que no altera las “leyes” fundamentales de equilibrio del sistema, su análisis es sintetizado por estas “leyes” de tal modo que aquel mecanismo no aparezca más que como “apa-

ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

rienda” áe dichas "leyes”. Si estas hipótesis no fueran sometidas a verificación y crítica, las deducciones de Bohm-Bawerk, en su sus­ tancia, podrían regir. Es lo que ocurre en Hilferding. El punto de vista a partir del cual éste dirige su ataque a Bohm-Bawerk aparece como ejemplar también para gran parte del marxismo posterior. Hilferding desarrolla toda su crítica desde el punto de vista de la political economy clásica: la crítica marxista de la Economics es efectuada, de arriba a abajo, con las armas de la political economy, que ya Marx había criticado. La crítica marxista de la Economics neoclásica “nace” absolutamente premarxiana. Los elementos de novedad que se añaden son por cierto “ideológicos vulgares” y muchos, por lo demás, absolutamente infundados (ya lo hemos visto), como aquellos que conciernen al “puro subjetivismo” del análisis neoclásico, interpretado en clave irracionalista, la ausen­ cia de la dimensión política, y así hasta los discursos posteriores sobre la apología del rentista.® El elemento que estructura todos estos ataques es la defensa extrema de la teoría “clásica” del va­ lor y de la coherencia estática que seria posible definir entre ésta y los procesos de desarrollo-transformación-crisis que constituyen, en cambio, el problema central, auténtico, no reductible a “ló­ gicas elementales”, de Marx. No se trata por cierto de un simple “retardo” analítico. En realidad, el análisis neoclásico tiene su origen precisamente en el problema constituido por las transformaciones inmanentes en las relaciones de producción, en el intento de “reducir” las transfor­ maciones redes que entonces éstas experimentaban a funciones lineales y a esquemas de reequilibrio cíclico. Según Bohm-Bawerk (y también, en este aspecto, según las otras corrientes neoclási­ cas) los mecanismos de mercado determinan la marcha del ciclo, en términos que no pueden remitirse a las “leyes” de la political9lo

9 Bujarin reasumirá y “popularizará” los temas de esta crítica “marxista a la economía neoclásica en su L a economía política del rentista (1 9 1 9 ), trad. al esp. Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 57. Un útil trabajo antológico sobre todo el debate entre “marxismo” y neoclásicos es Die MarxKritik der Osterreichischen Schule der Nationaldkonomk, Gissen, 1974. En lo que concierne a la “politicidad” o, mejor, al compromiso político del análisis neoclásico (cuestión sobre la cual todavía habremos de volver), re­ sulta evidente desde los orígenes del cálculo marginal, orígenes estrechamen­ te ligados a problemas de “ingeniería” económico-social, sobre todo en el ambiente del imperio austro-húngaro. Cf. T. Bagiotti (com p.), Marginalisti matematici, Turín, 1975. Finalm ente, pueden encontrarse informaciones útiles sobre la historia política de los neoclásicos en W . M. Johnston, The Austrian Mind, Univ. of California, 1972, cap. 4.

EL DEBATE SOBRE LA “ TRANSFORMACIÓN”

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economy. E n la formulación neoclásica también está siempre presente, aunque de manera implícita y a veces mistificada, este momento de ruptura, de solución de continuidad en el desarrollo de las teorías económicas burguesas. Y esta misma “ruptura” re­ mite necesariamente a fenómenos de crisis más globales. La cri­ sis de la political economy no puede sino ser también una crisis de sus “significados”, de su “universo” . M arx era perfectam ente consciente de esto en su explicación misma de la teoría del valor trabajo. Pero en términos teóricos y políticos perfectam ente opuestos, también el análisis neoclásico remitía a esta crisis. Es Hilferding, objetivamente, quien defiende la continuidad sustan­ cial del sistema cuando adopta las armas de la political economy clásica versus su propia crítica burguesa. No solamente no articu­ la en el terreno económico-político el significado de dicha crítica sino que la exorciza en el propio plano analítico-teórico. D e esa manera, no podía menos que responder afirmativamente a la pre­ gunta de Bóhm-Bawerk: ¿Marx es un “clásico” ? En la explicación positiva de ios mecanismos del mercado (úni­ ca realidad empíricamente verificable), Bóhm-Bawerk recapitula el desarrollo entero de la problemática marxiana: la propia teoría clásica del valor (que atribuye sustancialmente también a M arx) se convierte en un elemento de dicha explicación y el problem a de la transformación no aparece en ella más que como el de la forma cíclica que adoptan los procesos de determinación de los precios relativos. La teoría económica debía ser descripción de esta experiencia positiva de determinación de los valores de cam­ bio. Su reducción a la teoría clásica del valor resultaba “hermenéuticamente” falsa. Pero la teoría del valor en Marx, ¿tenía la función de describir las condiciones de equilibrio del sistema?, ¿y el proceso de transformación debía ser deducido de ella? N i BohmBawerk ni Hilferding tienen dudas a este respecto. H asta el procedimiento que adoptan es análogo; los dos confrontan deta­ lladamente método y contenidos del análisis del proceso de trans­ formación con la “ley” fundamental. Bóhm-Bawerk se detiene en la comprobación de la existencia de contradicciones en este desarrollo. Hilferding, por el contrario, efectúa toda una cadena de reajustes sucesivos, de transposiciones, de mediaciones entre conceptos y conceptos, para responder afirmativamente al proble­ ma de la coherencia intema planteado por Bóhm-Bawerk. También a este respecto la crítica neoclásica indicaba un terre­ no real de verificación. Existe solución de continuidad en Marx. ¿Pero cómo debe ser entendida? ¿La contradicción concierne a

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ECONOMÍA NEOCLÁSICA Y MACHISMO

la lógica del sistema teórico, o representa, en cambio, la contiadictoriedad de determinadas relaciones económico-sociales, la contradictoriedad de la relación capitalista de producción asumida realmente como desarrollo-crisis? Tanto Bóhm-Bawerk como Hilferding conciben el proceso de transformación como nueva “apa­ riencia” de idénticas relaciones estructurales: Bóhm-Bawerk con el objeto de criticar la formulación misma de dicha relación; Hilferding para reafirmar la validez tanto lógica como “hermenéu­ tica” . Llegamos aquí a un aspecto fundamental del debate. BóhmBawerk considera que el problema mismo de la síntesis entre me­ canismos positivos de mercado y “ley” del valor es índice de una antigua lógica determinista, “clásica”. No procura, de hecho, “sustituir” la teoría clásica del valor ni negarla abstractamente.; En el análisis marginal la cantidad de trabajo incorporada en laj mercancía es concebida positivamente como un factor en la deter­ minación de los valores de cambio. Despojado de toda “necesidad causal”, de toda “legalidad” precisamente, el “principio” clásico se convierte en factor de producción empíricamente controlable. Bóhm-Bawerk piensa que esta formulación puede proporcionar la base de una crítica a Marx, puesto que en Marx el problema sería el de la síntesis entre los procesos de transformación y la “ley” del valor. Mejor aún, Marx se convierte en exponente típi­ co de esta lógica “esencialista”, según la cual, más allá de las relaciones “físicas”, empíricamente descriptibles en sus “constan­ cias”, deberían existir “leyes” inmanentes a tales relaciones pero jamás positivamente verifícables. Esta misma imagen de Marx se encuentra, como ya hemos visto, también en Hilferding. Pero con la importante diferencia de que en el interior del desarrollo de las ‘lógicas” de la teoría económica Bóhm-Bawerk señala una ruptura fundamental: la crisis de, ,1a formulación clásica. Que atribuya a Marx esta formulación, fallando completamente su objetivo, es algo que en este punto interesa menos que el hechoí de que en su análisis se exprese históricamente la crisis de la for­ mulación determinista propia de la political economy. Es una cesura fundamental, de la cual era necesario partir para la crítica de la propia Economics neoclásica. Solamente la comprensión teórico-histórica de este “salto” hu­ biera permitido la relectura del problema marciano de la trans­ formación en términos globales. Este problema significa precisa­ mente la crisis —de la que Marx era perfectamente consciente— de toda interpretación mecanicista de la “ley” del valor. La

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transformación contradice evidentemente las anteriores relaciones de equilibrio e inclusive de reproducción equilibrada: d e otro modo sería transformación de nada. Lo que im porta saber son las formas en las cuales se determina la transformación. La confrontación inmediata, estática, entre la situación descrita en el Libro i (sin reproducción ampliada, sin articulación sectorial, sin crisis) y los procesos de transformación, es síntom a preci­ samente de aquella miseria dialéctica que Marx criticaba ta m ­ bién en los clásicos. La teoría del valor trabajo n o funciona para la determinación inmediata de los precios relativos, porque ésta no es su función. Esto significa que la transformación es real, es asumida “seriamente”, que el proceso que ella significa no es reductible a una “máscara” de relaciones esenciales “ocultas” . El punto que se le escapa completamente a Bóhm-Bawerk es que el problema de la transformación en Marx no concierne simple­ mente a la determinación de los precios relativos, sino a la form a de la relación de producción .10 Sobre la base de ios mecanismos de desarrollo descritos por los esquemas de reproducción, el proceso de transform ación ex­ plica las formas de regulación del mercado concurrencial refirién­ dolas a sus elementos de crisis; explica las formas de control del mercado ex parte de la oferta, las posibilidades de relación inter­ sectorial y de previsión de las tasas de acumulación dentro d e u n sistema industrial. Este proceso involucra nuevas variables, una interpretación del desarrollo capitalista tal que hag a inadm isi­ bles, incluso lógicamente, recomposiciones sim plem ente cíclicas de los equilibrios rotos. Desde este punto de vista era encarada la problemática marxiana; a partir de estos elementos era desa­ rrollada. Era necesario oponer esta crítica marxiana a los presu­ puestos mismos del análisis bóhm-bawerkiano. H ilferding n o so­ lamente no lo realiza, sino que da explícitamente la razón a la “imagen” neoclásica de Marx cuando acepta y defiende su sus­ tancia misma: que los esquemas marxianos representan u n in­ tento de interpretar la génesis concreta de las relaciones de m erca­ do, que se encaman en la determinación de los precios relativos, a partir de las hipótesis de la teoría del valor trabajo o, más en ge­ neral, que la “cientificidad” del método marxiano consiste en una relación determinista-lineal entre “leyes” esenciales y “aparien­ cias” . De esta manera, en Hilferding el problema de la transfor­ mación es reducido sin escapatoria a explicaciones d e los fenó­ menos cíclicos. Y así, en la medida en que el análisis del ciclo 10 S. Veca, Marx e la critica dell'economía política, M ilán, 1973, cap. 3.

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es de hecho inseparable del nexo desarrollo-crisis, ia interpreta­ ción socialdemócrata se reduce a explicación impotente. En este punto, y frente a similares “alternativas”, el ataque neoclásico a Marx podía concluirse fácilmente. Dada la equiva­ lencia ciclo-crisis, admitido el proceso de transformación como explicación del nivel de los precios relativos, la teoría del valor trabajo resulta totalmente “anti-económica”, puesto que el resul­ tado que nos prefijamos aparece mucho más fácilmente obtenible a través del análisis marginal de las fuerzas y de los movimientos de mercado. Por otra parte, el mantenimiento de la teoría del valor trabajo, considerada indisociable de una formulación lógica “clásica”, no empíricamente controlable, induciría a graves erro­ res de orden general en el sistema en su conjunto. La acusación de fetichismo con respecto a las relaciones de mercado, que Hilferding dirige al análisis neoclásico, aparece como totalmente desencaminado si se efectúa en base a los presupues­ tos de su crítica. Que el problema de la transformación señale un salto, un proceso de recomposición orgánica en las relaciones globales de producción: esta problemática se le escapa tanto a Hilferding como a Bóhm-Bawerk. Pero el que hace más com­ pletamente “absoluto” el “modelo” del sistema de competencia puro es el propio Hilferding con su pretensión de “revelar” la coherencia estática de la teoría a través de una serie de reajustes sucesivos de las “leyes fundamentales”, concibiendo así, consciente o inconscientemente, el desarrollo capitalista como un mecanismo de constante reequilibrio cíclico. Esta formulación socialdemócrata ortodoxa no podrá ser revertida ni por la Zusammenbruchstheorie antirrevisionista: también esta última escindirá del problema de la crisis los procesos de desarrollo del capitalismo, y absolutizará el momento de la crisis “auténtica”, reafirmando así, implícita­ mente, el carácter de equilibrio cíclico que el sistema denuncia en su dinámica “simple” .11 De este modo, el “marxismo” en su conjunto perdía contacto con la problemática real del análisis neoclásico. Indirectamente, en realidad, pero otro tanto objetivamente, la reducción que éste efectuaba del proceso económico a funcionamiento empírico-po­ sitivo del mercado significaba la ruptura no sólo de la síntesis teórico-clásica, sino de su función política. Lejos de representar

11 Sobre el debate acerca de la Zusammenbruchstheorie, cf. los ensayos reunidos en L. CoIIetti, C. Napoleoni (com p.), II futuro del capitalismo. Crollo o sviluppo?, Barí, 1970. [En esp., E l marxismo y el derrumbe del capitalismo, México, Siglo XXI, 1978.]

EL DEBATIS SOBKE LA “ XRÁNSFORMACION”

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formas de desvmcuiación “irracionalista” de los problemas teóri­ cos y políticos de organización-racionalización del sistema capita­ lista, el análisis neoclásico atestigua objetivamente que la síntesis teórica clásica es ya impotente para “hegemonizar” las variables económicas concretas, los mecanismos positivos de mercado, y que los procesos de racionalización “científicamente” controla­ bles deben por ello ser firmemente limitados al campo de las relaciones económicas puras. La lógica positiva del discurso neo­ clásico prohíbe toda “inferencia” de este campo al político-insti­ tucional y viceversa. En lugar de analizar las razones y la im­ portancia de esta perspectiva, el “marxismo” la criticó p o r su abandono de los mismos presupuestos históricos de la teoría clá­ sica. El problema de la crisis era “suprimido” no sólo del ám bito de la teoría económica stricto sensu, sino del más general de la investigación histórica: marxismo como filosofía de la historia, como historicismo. Si crisis y desarrollo son “de otro género”, si el desarrollo “nor­ mal” comprende solamente procesos cíclicos, entonces toda teoría económica debe ser sometida a las verificaciones propias del aná­ lisis de equilibrio. Esto se convierte necesariamente en objetivo también de Hilferding: garantizar la permanencia de las ‘leyes fundamentales”, resolver el proceso de transformación en una cadena de mediaciones, de pasos no contradictorios: “natura non facit saltus” . En lugar de ser histórica y teóricamente analiza­ das, las contradicciones son liquidadas ideológicamente. E n esta operación, el alcance de la crítica dirigida a Bohm-Bawerk resulta sensiblemente empobrecido. Su demanda de análisis empíricoconcreto de la efectualidad de la ley “fundamental” del valor en el proceso de transformación es reducida a la pretensión de hacer de dicha ley una “medida contable” para la determ inación de los precios relativos. No se puede negar que hay caídas de este tipo en el razonamiento neoclásico en general. Pero no es éste por cierto el núcleo de la crítica de Bohm-Bawerk, que sostiene más o menos lo siguiente: en la explicación concreta de la diná­ mica marxiana del proceso de transformación, ¿dónde aparece como determinante, necesario, el recurso a la ley del valor? El problema de los precios ejemplifica esta cuestión de carácter teó­ rico general. La respuesta de Hilferding postula una distinción “de principio” entre demostración teórica y demostración em píri­ ca, de modo de reducir todo elemento dinámico a “apariencia” del sistema fundamental de las relaciones de valor y éstas a una especie de “esencia” que acompaña el desenvolvimiento concreto

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de los fenómenos de mercado. El problema es precisamente la negación ideológica de los aspectos dinámicos del sistema no reductibles a los principios generales de equilibrio postulados por la ley del valor. Esta formulación se entrecruzaba de dos mane­ ras con la neoclásica: implícitamente aceptaba de ésta la confi­ guración sistemática y, por otra parte, se encontraba impotente para responder a las críticas de “metafisicidad” que ésta le diri-( gía. Hilferding no podía revelar el cometido “metafísico” implí-, cito en el supuesto empirismo neoclásico —es decir, la absoluti-¡ zación de un determinado ordenamiento de mercado y de orga­ nización de las relaciones de producción— precisamente porque su objetivo polémico era ese supuesto empirismo (el mito de la microeconomía neoclásica), esa falta de “leyes universales” para la comprensión de los “accidentes” del desarrollo, de las desvia­ ciones temporarias o “individuales” de la ley del valor. Según Bóhm-Bawerk, Marx no explica el ciclo (o bien: el pro­ ceso de “desviaciones” con respecto a la Norma, las cuales, al fin, inclusive revelándola, replantean una situación de equilibrio), en cuanto habría en él una contradicción lógica entre teoría del valor y análisis de la transformación. Según Hilferding, Marx explica el ciclo, en cuanto existe síntesis, coherencia, vínculo sis­ temático, entre estos dos niveles de su análisis, a condición de que se entienda el primero como medida teórica, y la dinámica de los precios como heterogénea en relación con dicha medida. La medida teórica puede verificarse solamente en la totalidad del sistema: exigirle una efectualidad empírica no tendría sentido. Obviamente, esta totalidad no es más que el cuadro general de un sistema concurrencial puro. De esta totalidad, pero para ana­ lizar sus relaciones de mercado “individuales”, partían también los neoclásicos. Bohm-Bawerk y Hilferding, por lo tanto, cum­ pliendo una reducción análoga de la problemática marxiana, con­ cordaban finalmente al plantear las mismas hipótesis directivas de la indagación: teoría económica como análisis de equilibrio, sistema concurrencial puro como objeto de dicho análisis. Según Bohm-Bawerk, el “marxismo” confundía análisis de mer­ cado con hipótesis extraeconómicas incapaces de soportar la prue­ ba de los hechos. El ciclo debía ser considerado teóricamente como un hecho económico puro. Sus relaciones debían ser deter­ minadas por mecanismos empíricos positivamente reconocibles. Aparte de este análisis no podía darse, científicamente, nada, nin­ guna “medida teórica” o “ley del valor”. Las relaciones de valor eran inmanentes y relativas a la estructura del ciclo. Hilferding

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no somete esta formulación a ninguna verificación. Paradójica­ mente, acepta por entero el autorretrato de los neoclásicos, de Bohm-Bawerk. N o sólo adopta la imagen que éstos proporcionan de las relaciones metodológico-cien tíficas de la crítica marxiana, no sólo critica desde un punto de vista esencialmente determi­ nista “vulgar” la “relatividad” neoclásica, sino que n i siquiera sospecha los principios auténticamente metafísicos que el análi­ sis neoclásico mistifica dentro mismo de la pretensión de positivi­ dad absoluta: la asunción a-crítica d é la estructura de mercado, la inmovilidad implícita en sus formas, el carácter de “ley” que allí asumen los mecanismos intemos de regulación, la “síntesis a priori” que es efectuada entre proceso productivo y proceso distribu­ tivo.12 El análisis neoclásico no es sometido a ninguna crítica en esta dirección. N o podía ser de otra manera. La defensa de la teoría del valor en sus fundamentos clásicos, el proceso de trans­ formación interpretado como simple “explicación” de esta teoría: esta posición “marxista” permitía a los neoclásicos m antener perfectamente ocultos los propios “apriori de valor"', haciendo aparecer, en cambio, como concretas, efectúales, las propias crí­ ticas a la “metafísica” encarnada en la “ley” del valor trabajo.13 Tanto de una parte como de la otra, no sólo no se comprendía el conjunto de la problemática marxiana, sino que se concebía —a la manera de Rodbertus, o en términos de “socialismo ricardiano”— la teoría del valor como teoría de la producción de todo valor por parte del trabajo, y por consiguiente como presupuesto de un proyecto de resarcimiento —emancipación del trabajo de su organización capitalista.14 La recuperación estática, en términos clásicos, de la teoría del valor trabajo por parte de Hilferding —y la imposibilidad que 12 J. Robinson, si bien en un contexto bastante alejado del nuestro, su b ­ raya estos elementos en el cap. 3 de Ideología y ciencia económica [hay edic. en esp.]. -3 Los instrumentos modernos del análisis económico “han individuali­ zado las dificultades internas de la ley .. Pero la relación correcta es entre la ley y su objeto. Y el objeto, en Marx — aquí está lo sencillo, difícil de comprender— el objeto no es el m undo económico de las mercancías, sino la relación política de la producción capitalista. Llega el economista y cierra El capital en la primera sección porque la teoría marxiana del valor no ex­ plica los precios. . .” M. Tronti, Operai e Capitale, Turín, 1971, p . 224. 14 Para la crítica de la interpretación de la teoría del valor dada por Plilferding, cf. también G. Pietranera, “Introduzione” a 11 capitale finanziario, M ilán, 1961, y, para la socialdemocracia más en general, cf. L. C olletti, “Introduzione” a Bemstein, I presupposti del socialismo, Barí, 1968 [hay edic. en esp.].

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de ello deriva para desarrollar eficazmente, en términos estratégi-j eos, la crítica del análisis neoclásico— tiene, sin embargo, también! otros motivos de carácter político más general. Y fueron éstos los que caracterizaron su uso por parte de vastos sectores de la{ socialdemocracia europea. Dicha recuperación permitía explica| la génesis del ciclo capitalista en términos de desviación periódica! o sectorial con respecto a la aplicación “justa” de la ley del valor.} Con ello se constituían dos momento de análisis •. el primero con­ sideraba el desarrollo capitalista “puro”; el segundo, una especie de descripción de los fenómenos cíclicos. Así, el problema de una crítica de las teorías del desarrollo no podía,ni siquiera plan­ tearse: por un lado, el desarrollo era de hecho reducido a las “leyes fundamentales” de un capitalismo “puro” absolutamente espectral; por otro lado, a las coordenadas típicas del historicismoi económico, del Kathedersozialismus. Con la evidente consecuen-i cia de postular una “racionalidad” en la esencia del sistema, cons­ tantemente desmentida por la “irracionalidad” de sus fenómenosdistributivos y de sus relaciones intersectoriales de mercado. En este punto, liberar aquella “racionalidad oculta” de susc mistificaciones se convertía en objetivo político naturalmente con­ secuente de la formulación teórica dada a todo el problema. Es cierto que esto no agotaba el “programa” . Cualquiera podía ad­ vertir que aquí se limitaba de nuevo al ámbito de las relaciones económicas del capitalismo. Pero superar la Planlosigkeit de los fenómenos cíclicos, o, mejor aún, de las relaciones distributivas y de mercado que en estos aparecían, y en consecuencia reintro­ ducir la ley del valor, aplicarla correctamente, asumía, al final, valor revolucionario general, en la medida en que se teorizaba como intrínseca y necesaria al sistema en su conjunto aquella contradicción entre “racionalidad escondida” e “irracionalidad de mercado” . En este espacióle pueden delinear “apriori” todas las contradicciones de la estrategia socialdemócrata. El proceso de transformación que según Marx asume, dado el caso, el papel de máxima expresión de organización capitalista a nivel social, era interpretado a la luz de un cuadro competitivo “puro”, y parecía de esta manera desmentir la absoluta raciona­ lidad de las relaciones descritas por la ley del valor. Pero dicha ley permanece en su acción, aunque sea esencialmente. Sacarla a luz es, por consiguiente, suprimir la contradicción, gracias a la cual el capitalismo sobrevive. Aquí el terreno teórico y estraté­ gico socialdemócrata se une indisolublemente a los fundamentos

el d e b a t e so b r e la

''''t r a n s f o r m a c ió n ”

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de la Zusammenbruchstheorie.15 Pero aquí estalla, del mismo modo, su carácter subalterno en las confrontaciones, por un lado, del historicismo económico ya citado, por otro, y sobre todo, de algunas precisas tendencias del análisis neoclásico. E n realidad, cuando el “marxismo” —y Hilferding entre ios primeros— tradu­ ce a este último, tout court, en términos de apología pura del sis­ tema de competencia, se olvida de que, dentro de los mecanismos de mercado, el objetivo de los neoclásicos es precisamente la supe­ ración de sus “irracionalidades”. Bohm-Bawerk se encontraba en­ tre aquellos que consideraban necesaria la refundación, n o sólo de la teoría del mercado capitalista, sino también de su funcionam ien­ to práctico. La “síntesis” neoclásica entre proceso productivo y circulación-distribución no quería significar, tendencialmente, otra cosa que la “subsunción” de las “irracionalidades” típicas del fun­ cionamiento de la economía de mercado bajo la “ley”, la Ratio, de la organización industrial. De hecho, el mismo principio que regula desarrollo y relaciones intersectoriales en el p lano directa­ mente productivo, regula también ios mecanismos de distribución del rédito. Complementario del concepto de productividad mar­ ginal, el de utilidad tiende, en su dinámica, a indicar determ ina­ das dislocaciones de la estructura industrial en relación con las transformaciones que ocurren en la estructura de la demanda y, en consecuencia, a proporcionar un parámetro de juicio y de intervención anti-cíclica esencialmente “racionalizante” . La críti­ ca “marxista” a los neoclásicos suprimía estos puntos del análisis, limitándose a advertir de qué manera determinadas conclusiones en el plano de la política económica estarían necesariamente en contraste con el cuadro institucional neoclásico del laissez jarre, donde la contradicción entre “racionalidad” productiva e “irra­ cionalidad” social es por cierto inevitable e irremediable. Pero del cuadro mismo era extraída de hechoja consecuencia política más importante: la crítica y la lucha contra la organización monopo­ lista. Si la síntesis neoclásica entre demanda y oferta, entre “ley” que estructura y determina el ciclo productivo y “ley” de la dis­ tribución, es “metafísica”, en tal caso —su trastocam iento efec­ tivo en el plano del desarrollo capitalista concreto es la organi­ zación monopolista— del lado del capital y del trabajo. Extraer una conclusión distinta es de todas maneras reafirmar una imagen estática del sistema, un cuadro del sistema como “ evolución” , 15 Para el desarrollo de estos análisis, véanse mis ensayos introductorios a G. Lukács, Kommunismus, Padua, 1972, y a E. Fink, L a filosofía di Nietzsche, Padua, 1973.

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“racionalización” progresiva, dialéctica sin contradicciones ni cri­ sis: lo opuesto del sentido del discurso marxiano. En esta perspectiva, el conflicto entre una interpretación “pro­ gresiva" de las doctrinas neoclásicas y el significado político asignado por el “marxismo" a la teoría del valor estaba langui­ deciendo, sobre todo en el ambiente ideológico que estamos estu­ diando.16 Asegurado el carácter totalmente restringido de la crítica niarxista a los neoclásicos (orientación “psicológica”, apología vul­ gar, etc.), quedaba el retomo tenaz al cuadro institucional del mercado competitivo, la polémica cada vez más específicamente anti-monopolista, las orientaciones tendencialmcnte igualitarias en el plano distributivo, o de todos modos racionalizantes, en base a “leyes" precisas. Es natural que también la función asignada en este cuadro a la teoría del valor estuviera perdiendo intensi­ dad. Cuando Hilíerding la reduce (o exalta) a concepto expli­ cativo del precio global de producción, no sólo la irrealiza intrín­ secamente sino que vuelve imposible su aplicación en un espacio de mercado distinto del de competencia “puro”; y, por otra par­ te, renuncia a todo análisis de las relaciones, desagregadas, de explotación. La razón de este resultado está implícita en la asunción de la teoría del valor como fundamento de un análisis de equilibrio del ciclo económico, “medida teórica” de todas las relaciones intercurren tes en el proceso de transformación. Los neoclásicos insisten en que no reside aquí el único fundamento posible de la explicación de la llatio del sistema y que, por con­ siguiente, no es preciso partir necesariamente de aquí hacia un objetivo de racionalización. En ente terreno común la explicación neoclásica aparece como más “simple”, coherente, directa, permi­ te desagregaciones más puntuales. Sus instrumentos conceptuales están, de hecho, aprontados al final de un análisis de equilibrio o reequilibrio cíclico, y por consiguiente no hay en ellos la con­ tradicción insuprimible del “marxismo" entre instrumentos de­ ducidos del contexto crítico marxiano y finalidad de equilibrio, concebido como superación de la Plardosigkeit capitalista, de racionalización del sistema. El progresivo abandono de aquellos mismos instrumentos es, así, definido apriori. La propia actividad de Bflhm-Eawerk ejemplifica las relaciones que sub­ sistían entre programas de ‘'reforma” , teorías neoclásicas y tendencias socialdemócratas moderadas en el ámbito austro-húngaro y vienés en particular. Tanto en la Historia del análisis económico [México, f c c , 1971] como en el ensayo sobre Bohm-Bawerk cu ti pocas de tu historia da las doctrinas y da los métodos y Diez grandes economistas [de ambos hay edición en español], Scliumpetcr subraya este rasgo característico del “ Marx burgués” .

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La experiencia tic crisis, y crisis ele los mismos conceptos ele la teoría clásica, que signa el origen del análisis marginal, se re­ solverá en un programa de refundación de la teoría del mercado de competencia, en base a la descripción de los comportamien­ tos de sus sujetos empíricamente verifica bles, a su constancia y, en consecuencia, a la posibilidad de preverlos. El problema del desarrollo era reducido, por una parte, a descripción de mecanis­ mos cíclicos, y, por otra, a una serie cíe movimientos simplemen­ te extrapolados a partir de la situación y de las relaciones de mercado dadas. La crítica "mancista”, por el contrario, insistía sobre el hecho de que dicha fundación no podía obtenerse sino a través de los instrumentos del análisis clásico, "recuperados” por Marx. Pero era, no podía ser de otra manera, completamen­ te impotente para ofrecer verificaciones factuales de la operatividad de esos instrumentos. Por otra parte, entre las dos “escue­ las” subsistían solamente antagonismos "de valor”, destinados a perder cada vez más su intensidad. Comienza entonces un en­ trelazamiento objetivo, explícito a veces, de acciones-reacciones entre "económica” y movimiento obrero europeo a propósito de la "racionalización” de los mecanismos cíclicos, de las nuevas condiciones de equilibrio, que, si bien llevará a la liquidación de la "metafísica” marginalista del laissez faire (según la simplifica­ ción kcynesiana, ampliamente “anticipada" por el "marxismo” de la Segunda Internacional), llevará también a la completa mistifi­ cación del problema de la crisis en Marx, es decir, de la relación auténtica entre teoría del valor y proceso de transformación, de la contradicción, del salto histórico en las formas de la relación social de producción que la teoría marxiana analiza y refleja. El problema global de la transformación será reducido al de los es­ quemas de reproducción, en cuanto que “anticipación” de las teorías del equilibrio dinámico de derivación kcynesiana, anti­ neoclásicas. Pero esta "recuperación” supone por entero la crítica neoclásica del presunto carácter "metafísico” del análisis del pro­ ceso de transformación en sus relaciones con la teoría del valor. El Marx "después de Keynes” e^. impensable sin la crítica neo­ clásica al "marxismo”.17 Como ya habíamos visto esta crítica partía de presupuestos precisos: fijeza del cuadro institucional (o también, "pureza” del sistema capitalista, concebido como mode­ lo), posibilidad de constituir una "económica” (o también, la economía como "ciencia” ) solamente en base a la descripción 17 Esto es válido también para J. Robinson. Cf. el cap. 2 de Ideología y ciencia económica, cit.

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empírica de los diversos comportamientos económicos en sus re­ laciones de mercado —descripción que debía concluir en la defi­ nición de un sistema general de equilibrio, de manera de prever el desarrollo de aquellos comportamientos y de sus relaciones. La explicación clásica se refería a “entidades” inobservables en el plano de la mecánica concreta de mercado; más específica­ mente: fingía hipótesis. Pero dichas hipótesis estaban fundadas dialécticamente. No tanto las hipótesis en cuanto tales sino su “vacío fundamental dialéctico”, como decía Bohm-Bawerk a pro­ pósito de Marx, constituía el objetivo de la crítica neoclásica. E n el lugar de la “contradicción organizada” que es propia del sistema dialéctico y que constituye el objeto de la crítica marxiana, los neoclásicos definen un sistema general de equilibrio a tra­ vés de dinámicas micromoleculares de adaptación, variación de nivel en las relaciones de valor cuantitativamente mensurables, un proceso que parte de la individualidad económica concreta y que sigue su desarrollo hasta la constitución de un sistema que no es sino la colisión, empíiica, impotente para realizar alguna metamorfosis, entre los intereses específicos de cada individualidad.

2. NEOCLÁSICOS Y MACHISMO

Toda la indagación desarrollada hasta aquí indica con claridad el contexto “epistemológico” global del análisis bóhm-bawerkiano. En su ensayo ya citado Schumpeter lo subraya con evidente cono­ cimiento: ningún “ornamento” en Bohm-Bawerk; sólo son consi­ derados ios contenidos de “real importancia”. Bohm-Bawerk “for­ mula nuevamente este contenido con perfección magistral, valora su esencialidad con ojo seguro, haciendo uso solamente de pocos argumentos, simples pero decisivos. Con un mínimo de esfuerzo, siguiendo la línea más directa posible con máxima elegancia, hace justicia con una teona después de la otra” . Bohm-Bawerk apare­ ce como “un sabio”, “directo, sin adornos, reservado” . Los “idea­ les” de esta actitud científica eran característicos de todo el am­ biente intelectual que Bohm-Bawerk “vivía”. Al pintar la figura del sabio Bohm-Bawerk, Schumpeter pinta este ambiente, tam­ bién con perfiles “estéticos” (la simplicidad, la comprensibilidad, la ausencia de todo “atractivo” como expresión de máxima “ele­ gancia ). ^Pero la imagen global que deriva de ese cuadro sólo es comprensible en relación con los desarrollos contemporáneos de

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]a epistemología macliiana. En realidad, la óptica global del dis­ curso de Bóhm-Bawerk en su polémica con el marxismo, que hemos seguido hasta aquí, puede presentarse como una aplica­ ción rigurosa de los principios nrachianos; más aún, esa óptica sólo es comprensible como un elemento —y elemento determi­ nante— de la crisis global de los fundamentos lógico-epistemo­ lógicos de la física clásica, o como un elemento positivo de la refundación machiana de dichos fundamentos. La propia indagación retrospectiva da aquí razón de ello. El peso que en la formación de' la ideología neoclásica (y en su significado, en su importancia histórica) desempeña la crítica schopenhaueriana al sistema dialéctico es la condición del nexo que sucesivamente se afianza entre análisis neoclásico y crítica machiana.18 Aquel “ o rigen”, representado por la crítica schopen­ haueriana, era en efecto común. La relación entre desarrollo del análisis neoclásico (sobre todo, como es obvio, en el am biente austro-alemán) y la sustancia del pensamiento de Schopenhauer es mediado enteramente a través de la relación orgánica entre Schopenhauer y la crisis de los fundamentos de la formulación clásica de la relación filosofía-ciencia, tal como aparece en la crisis de los fundamentos epistemológicos de la física clásica. A su vez, este entrelazamiento encuentra ulteriores razones en la relación entre la metafísica schopenhaueriana y las corrientes ra­ dicales del empirismo inglés del siglo xvm. Estas corrientes y es­ tos temas se encuentran en la base del contexto ideológico-científico en el cual maduran, en estrecha complementariedad, las críticas de Mach a la física clásica newtoniana y las de BóhmBawerk a la economía clásica y al “marxismo” . En la relación de Mach con el empirismo inglés, la mediación efectuada de la lectura de Kant por parte de Schopenhauer —es decir, de Schopenhauer — ha sido casi siempre ignorada. N o obs­ tante, sólo a través de Schopenhauer pudo el empirismo inglés convertirse en instrumento de una contraposición eficaz al siste­ ma dialéctico. Limitarse al análisis directo de la relación MachHume o, la aún más significativa Mach-Berkeley, no perm ite lle­ gar más allá de una recuperación puntual de los m om entos de convergencia entre empirismo y crítica machiana: Berkeley pre­ cursor” de Mach, etc. Lo que importa es, en cambio, el contex18 Sobre la relación Schopenhauer-neoclásicos, véase m i introducción a E. Fink, op. cit.

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t to problemático, el sentido Histórico global de la "recuperación” las mediaciones a través de las cuales ésta se produce. Berkeley proporciona a la crítica machiana una serie de elemen| tos fundamentales para la construcción de una epistemología ral dicalmen te anti-metafísica.19 Todo término “esencial”, es decir] carente de significado empírico, debe ser rechazado por la teorí^ física; la ciencia no tiene nada que hacer con la esencia de las! cosas, la cual no puede proporcionar ninguna explicación causal; no existe nada que esté “dentro” de los cuerpos físicos; las “leyes” de la naturaleza no son sino descripciones de regularidad observables, que el formalismo matemático traduce en un lengua­ je que le permite, de la manera más “económica”, organizar y prever. De aquí deriva la critica de los conceptos newtonianos de espacio, tiempo y movimiento absolutos. Pero llegamos al pun­ to que nos interesa: la regla de no afirmar nada que no fuera em­ píricamente demostrable estaba en el centro de la propia teoría newtoniana. Berkeley, y después Mach, no impugnan el conteni­ do de verdad de las proposiciones empíricas del sistema newtoníano. Newton describe correctamente, su descripción funciona. Lo que no funciona en su sistema es el intento recurrente de expli­ car en términos meta-físicos, causales, esencialistas, “cualidades” concretamente aparentes de los objetos físicos. No es impugnada la verdad de hecho de Newton, sino los presupuestos y la misma formulación epistemológica de su teoría. Es ésta la crítica berkeleiana que Mach vuelve a adoptar sustan­ cialmente. Pero dicha crítica podría haber sido desarrollada jun­ to con la afirmación del sistema newtoniano. El hecho de que Mach la haya retomado se produce en el contexto de una crisis bastante más profunda. En el paso de uno a otro se inserta la mediación schopenhaueriana. Kant había individualizado en toda su amplitud el peso de las objeciones del empirismo radical del sistema newtoniano, do cual iba más allá de la corrección o elimi­ nación de algunas partes de la teoría física de Newton; terminaba impugnando radicalmente la posibilidad misma de una relación de fundación entre búsqueda filosófica y ciencia descriptiva. Ante este problema se rinde el Kant del Opus Postumum —y es pre­ cisamente a partir de esta capitulación de donde Schopenhauer comienza: en él la concepción del noumenon se amplía hasta abar­ car la posibilidad misma del escjuema, del Übergang, en base al cual el campo del apriori resultaría fundante para la propia cien]9^K. R. Popper, Nota su Berkeley quale precursore di M ach e Einstein en Congetture e confutazioni, Bolonia, 1969 [hay edic. en esp.].

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cia empírica de la naturaleza. En Schopenhauer, la ruptura de ssta posibilidad esquemática se convierte en demostración de lo insostenible del propio procedimiento dialéctico. N o existen du¿as, en efecto, de que la crítica de Schopenhauer a Hegel con­ siste, fundamentalmente, en demostrar el fracaso del sistema dia­ léctico para resolver el problema kantiano: la crisis entre filosofía Y ciencia. A partir de dicha crisis, literalmente entendida, se de­ sarrollan los procesos que conducirán a Mach. Y a no se trata por lo tanto, sólo de rechazar la visión mecanicista newtoniana, sino de un problema epistemológico global: la crisis abarca los fundamentos del pensamiento científico. Y aquí interviene nue­ vamente Schopenhauer; su teoría de la representación equivale a] abandono radical de las formas apriori. N i espacio ni tiem­ po subsisten como formas apriori de intuición. T odo lo que se puede decir es nuestra particular representación. L a física n o pue­ de conocer sino lo que se nos aparece en la representación, el fenómeno. Esta concepción será denominada p o r M ach física fenomenoiógica,20 Lo mismo que en Schopenhauer, el problema de la represen­ tación es aquí el problema de la subjetividad, de la relación en­ tre subjetividad y sistema. La llamada “reducción psicológica realizada por Mach no tiene, como veremos, ningún carácter soiipsista. Se trata, en realidad, del problema schopenhaueriano de ia representación que aquí reaparece firmemente anclado a una teoría general de la sensación, sobre la cual se funda toda posi­ bilidad de comunicación intersubjetiva y, por consiguiente, el pro­ pio lenguaje científico. Las críticas de Berkeley a la “metafísica newtoniana son retraducidas en los términos de esta teoría ge­ neral, la cual hace suya la liquidación schopenhaueriana de la efectualidad científica del apriori, de las formas puras de la in­ tuición, y reelabora, en el ámbito de la teoría y fisiología de la sensación, el concepto de representación. La imposibilidad afir­ mada por Berkeley de encontrar una explicación esencialista de los fenómenos naturales se convierte, a través de K ant y Schopen­ hauer, en imposibilidad de deducir apriori los fundam entos del pensamiento científico. Ya no se trata, entonces, simplemente de la crítica del espacio-tiempo absoluto newtoniano, sino de la

20 E. Cassirer, Historia de la filosofía moderna, M éxico, f c e , 1948, vol. iv, p. 151. A. Einstein, Física y realidad (1 9 3 6 ), tr. it. en Pensierí degfi anni difficili, Turín, 1965, p. 51.

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ECONOMÍA NEC

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crítica apriori kantianas de la --------------— intuición.* JL05 COl| -------- de las formas ----------r -------------------------------ceptos newtonianos eran “salvados” por las formas kantianas e| su exigencia “de verdad”. Kant “adopta” por entero la crítici del empirismo: Espacio y Tiempo no pueden ser entendid» realiter, no se refieren a nuestra impresión sensorial sino más bie| a “nuestra intuición interna de las configuraciones geométricas” .*f No es la impresión sensorial la verdadera, sino nuestra “imagen! de las configuraciones geométricas fundada en las intuiciones p é ras de Espacio y de Tiempo. Ésta era también, según Kant, lj tarea fundamental de la búsqueda epistemológica de los fu n d í mentos de la ciencia natural trazada por Newton, tarea que | empirismo no había comprendido. Espacio y Tiempo no erar utilizados para reflejar realidades dadas, que pudieran descubrí! se empíricamente junto con cualquier regularidad natural, sinf que constituían aprioris del pensamiento científico y fundabanj por ello, el discurso en tomo a toda posible regularidad natural Así hasta Schopenhauer y la explosión de la crisis del esquema! tismo, del Übergang en general. No por casualidad esta crisif madura paralelamente al desarrollo de las primeras ideas sobr| la posibilidad de construir geometrías no euclideanas. La evidenf cia intuitiva que encerraba juntos constitución de las configura-j dones geométricas y contenidos de verdad pierde todo caráctef fundante. La relatividad, anticipada ya por los primeros crítico! de Newton, del espacio, del tiempo y del movimiento, se funda? sobre el terreno de la representación-sensación, no sobre el de 11 verdad intuitiva de la axiomática euclideana. Esta crisis de los? fundamentos hace estallar en términos insolubles, ya en el Kant del Opus Postumum, la contradicción entre “verdad” de los prin­ cipios apriori y “relatividad” de los conceptos que sobre aquéllos: debían plasmarse. 1 Lo mismo que para Hertz, o antes aún para Kirchoff, la co? rrespondencia entre estos conceptos y la "realidad es solamente} funcional. No subsiste aquí ninguna relación necesaria, fundada} apriori. Los conceptos son imágenes-representaciones, modelos so­ bre los cuales construimos formalmente una imagen de la reali; dad física para poder prever los hechos. No es posible mantener} la estructura de la analítica kantiana, rechazando en conjunto e| carácter trascendental de las formas apriori de la intuición. Se} produce aquí la crisis de los fundamentos. El carácter relaciona!

21 Para toda esta parte véase A. Gianquinto, Critica dell’epistemoloeiúi Padua, 1971. ■ 22 R . Cam ap, I fondamenti filosofici della física, Milán, 1971, p. 160.

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de los términos de espacio y de tiempo no agota toda función significado. En la experiencia se dan solamente posiciones re­ lativas, ‘'determinaciones de fenómenos por medio de otros fenó­ menos”. No podremos estar ya en condiciones de medir las m u­ taciones de las cosas con respecto a un “tiempo absoluto” . De PSte modo, también el movimiento sólo puede ser definido en relación con cuerpos físicos. Espacio, tiempo y m ovim iento son representables solamente mediante ecuaciones que logren expresar “cada fenómeno en función de otros fenómenos” .23 Sólo es po­ sible determinar empíricamente la' “verdad” de las configuracio­ nes que así se construyen. Según Poincaré, que concluía este debate “a las puertas” de la teoría einsteiniana, “el problem a de ía estructura geométrica del espacio se convierte en un problem a empírico a resolver mediante observaciones” :24 tam bién descrip­ ciones diferentes pueden referirse a la misma totalidad d e los hechos, y ser adoptadas con propósitos de economicidad, sin que tengan que ser deducidas en absoluto de diversos fundam entos apriori. Pero estos desarrollos no bastarían, en sí mismos, para repre­ sentar la complejidad de la crisis. La crítica del mecanicismo newtoniano postulaba necesariamente un cuadro distinto de re­ ferencia, una sistematización epistemológica diferente. Si dismi­ nuían los contenidos absolutos de verdad de la intuición, si la configuración geométrica del sistema espacio-temporal tendía a resolverse en una pura lógica de relaciones por un lado, y en una cuestión de orden empírico por otro, con mayor razón este “modelo” convencional-funcional requería que se lo fundara en base a las operaciones subjetivas de la sensación-representación. También a este respecto Kant había advertido la problematicidad de la física newtoniana, yendo así bastante más allá d e una simple fundación de la axiomática euclideana. Había, en reali­ dad,, “salvado” la “verdad” del sistema espacio-temporal e n la subjetividad, es decir, había procurado “salvar” su “objetividad” en las funciones trascendentales de la subjetividad. Es aquí donde Mach realiza la reversión fundam ental de la epistemología clásica, “suministrada” por Kant. E n M ach ya no hay sujeto ordenador que “salva” ios fenómenos intuyéndolos se­ gún formas necesarias. Kant deducía la formulación global de la física newtoniana colocando la subjetividad como sede de la ob­ jetividad. Mach intenta abolir no sólo los momentos metafísicos 23 E. Mach, citado en E. Cassirer, op. cit., p. 151. 24 R. Carnap, op. cit., p. 200.

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particulares de ia teoría clásica, sino también esta fundación kan-! tiana de la experiencia física en el aparato trascendental de la* intuición subjetiva. La subjetividad funda el nuevo sistema de re-= ferencia en cuanto que sede de la sensación-representación. Perol esta caída de su función trascendental-ordenadora constituía pre-! cisamente la piedra angular de la gnoseología de Schopenhauer,; quien sobre esta base había construido todo su sistema filosófico/ Desde la ética efectual, a lo largo de todo el “camino interior” de* la voluntad, hasta el poder abstracto-formal de la total Entsagungf liberado de toda intuición contingente, tanto más completo en síf El objetivo de los neoclásicos de definir la Economía como cien-! cia sería impensable en un contexto histórico-cultural diferente. Laí crítica de Bóhm-Bawerk al carácter metafísico de la economía clá-j sica equivale a la crítica machiana al mecanicismo. El mismo* ideal de “ciencia positiva” domina ambos sistemas. Según Bohm-j Bawerk, la ley del valor desempeña en el campo del análisis eco­ nómico la misma función que las hipótesis de espacio-tiempo-, absoluto desempeñan, según Maeh, en la risica newtoniana. Con­ cebida como apriori, la ley del valor carece de todo esquema en, condiciones de demostrar su efectualidad en el terreno concreto de las relaciones de mercado. El apriori no está en condicio nes de “salvar” los fenómenos. Es real solamente aquello que, aparece: estas relaciones de mercado. Su explicación, tanto en! términos causales ingenuos como en términos trascendentales, es* metafísica. Podemos analizarlos sólo funcionalmente, es decir, d e ­ terminar la dependencia recíproca de las diversas fuerzas y de los: diversos movimientos en ellos, y de qué manera a partir de este en­ trelazamiento se establece un sistema de interdependencias. Todo' fenómeno es determinable sólo en relación con otro, y no con! una forma pura de la intuición, es decir, con una ley apriori del mecanismo económico concreto, “oculta” por este último, que¡ “está adentro”, etc. En el sistema económico clásico las hypothesis originarias asumían claramente esta función trascendental.! Con ello se delineaba también un campo específico de la subje­ tividad, la cual entraba como elemento determinante de un sis­ tema orgánicamente deducido sobre una base de necesidad y ver­ dad. El sujeto no era concebible sino en el interior de este sis­ tema global. ¡ Esta conclusión se vuelve claramente imposible una vez des-’ truida la función del apriori, de la intuición trascendental y de: la explicación causal. El sujeto es sensación-representación den­ tro de un sistema de interdependencias, sólo funcionalmente des-i

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criptible. No tiene ya ningún papel de “intuición com-prehensiva” de los fenómenos. Ni tiene ya, por consiguiente, ningún sentido hablar de un sistema cuyas leyes universales y necesarias subsuman la subjetividad, o mejor, que deduzcan su necesidad quitándole todo aspecto individual-contingente. Este aspecto es el único empíricamente demostrable, es un com portam iento pre­ ciso, definible solamente en relación con todas las otras variables. Y el sistema de estas variables no será ya un todo definido y claramente deducido. El sujeto como sensación-representacióncomportamiento individual —que puede fundar las propias elec­ ciones sobre la base de un “modelo” no fundado apriori, no ga­ rantizado trascendentalmente, de las interdependencias del sistema relativo a él—, todo ello no es más que el esquema de la relación neoclásica entre demanda individual y relaciones globales de mer­ cado. En este esquema se encamaba la crisis aseverada por Schopenhauer entre subjetividad y sistema, la inefectualidad de la sín­ tesis dialéctica para resolverla. Habíamos visto a propósito del análisis neoclásico los límites y contradicciones de esta crítica. Ahora debemos plantear el pro­ blema en un plano epistemológico más general. D e la misma manera en que los neoclásicos conservan el cuadro institucional de la teoría clásica y en términos tales de reafirmar con mayor fuerza aún su “naturalidad”, Mach no intenta de ningún modo impugnar los resultados empíricos de la teoría newtoniana. Así como los neoclásicos tratan de realizar una nueva deducción del sistema de competencia de mercado, liquidando las hipothesis de los “sistemas generales” clásicos, así también M ach refunda la mecánica newtoniana en base a los presupuestos descriptivo-analíticos de su teoría, fundación radicalmente anti-metafísica y “eco­ nómica” .25 El verdadero objetivo polémico es aquí la deducción metafísico-filosófica de la mecánica newtoniana, no su “verdad de 'hecho” y ni siquiera sus presupuestos epistemológicos intrínsecos, a pesar de las contradicciones en que éstos incurren. Y por esta ubicación histórica, precisamente, es que Mach no podía ser co­ locado junto a las críticas del empirismo. Esta formulación implicaba, para los neoclásicos, la imposibili­ dad de concebir el proceso de transformación de otro modo que como mecanismo cíclico y el consiguiente recaer en una imagen absoluta de las relaciones de mercado. Aparecía, así, corno autén­ tico objetivo del análisis económico, la descripción de relaciones 25 Véase los pasajes importantes de esta “refundación” tam bién en L a tneccanica nel suo sviluppo storíco-critico, Turín, 1968, pp. 240, 264, 4 7 0 y ss.

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de equilibrio, o de una normal tendencia al equilibrio por par-* te de los elementos del sistema, que exorcizaba como temporario o aparente el surgimiento de momentos de crisis, de metamorfo-\ sis. El sujeto era “sistematizado” en ese contexto, como variable* ínter pares: su acción, o su comportamiento, no alteraban en modo, alguno la estructura. En Mach la relación con la física clásica! se colocaba en un contexto evolutivo-progresivo, de constante “p u ­ rificación” de la teoría a partir de sus elementos metafísicos ori-i ginarios. Dicha continuidad era sólidamente garantizada por la[ doctrina del significado, que la crítica del apriori no había de. ninguna manera involucrado. Liquidada toda hypothesis, subsis-! tía una correspondencia absolutamente cierta entre proposición^ científica y objeto físico. La relatividad de las determinaciones^ espacio-temporales y de movimiento no es en efecto relativismo-! escepticismo gnoseológico. Los hechos corresponden a nuestras imá-‘ genes, a las formas de la representación de un modo absoluta-* mente cierto. Esta certeza no es deducible apriori, no es necesaria, —esta correspondencia es solamente funcional—; no obstante exis­ te indudablemente, y en el plano íntersubjetivo. Ahora bien, elf fin objetivo de la teoría clásica es precisamente la determinación*^ de dicha correspondencia. Dicho fin es alcanzado finalmente a’ través de la crítica positiva de las implicaciones-explicaciones to­ davía metafísicas contenidas en ella. El terreno problemático se* concibe como común, y la crítica machiana aparece entonces como respuesta global a las contradicciones y aporías que en este terre­ no limitaban los fundamentos de la física clásica. N o es de manera diferente como Bóhm-Bawerk considera la plena coherencia entre formas del análisis económico, concebido como modelo-imagen positivo, y realidad de mercado. La relación vale solamente en la medida en que demuestra plena coherencia, correspondencia perfecta entre los dos términos. Las formas del análisis deben “superponerse” perfectamente a la estructura fac­ tual de la realidad. Esto es interpretado también como el pro­ blema que los clásicos se habían planteado y habían tratado en vano de resolver. Existe por tanto completa continuidad con; este problema y con este objetivo: la diferencia reside en la mu-; tación de la estructura epistemológica, gracias a la cual este objeti-j vo es finalmente satisfecho. En efecto, la formulación evolutivo-! progresiva de derivación positivista y la doctrina del significado! constituyen verdaderos “apriori ocultos” del análisis positivo. Laj reducción al dato, la correspondencia análisis-dato, no podría ser* fundada de otra manera. Equilibrio , conciliación plena entre los:

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dos términos, sólo podrá darse cuando nada en el análisis resulte hipotético-conjetural.26 La refundación neoclásica d é la "económi­ ca” y la refundación macbiana de la mecánica de N ew ton tien­ den a la síntesis plena, al perfecto equilibrio entre formas del análisis y dato. La imposibilidad neoclásica de form ular correcta­ mente el problema de la transformación, de la metamorfosis “ins­ titucional”, es en Mach la imposibilidad de com prender en su crítica los momentos fundamentales de contradicción en el desa­ rrollo de la ciencia. El sistema de equilibrio que, al final, des­ pués de la descripción de ciclos simples, presentan los neoclási­ cos, equivale en Mach a la definición de una ciencia normal como objetivo-fin de la crisis abierta. Existe, lo mism o que en Bohm-Bawerk, el reconocimiento de esta crisis, pero debe ser superada, y superada en la dirección de una plena coherencia en­ tre análisis y dato, de una plena liquidación de los elementos hipotético-metafísicos todavía presentes, es decir, en la dirección de un nuevo equilibrio, de una nueva Norma. D e esta m anera la crisis se reduce, al final, a un “ciclo normal” : las dem andas no son más reformuladas, el contexto global del análisis no cambia. Era entonces por razones teórico-epistemológicas de fondo que, por una parte, los neoclásicos debían fracasar ante los hechos re­ volucionarios del desarrollo capitalista, y el machismo an te la puesta en evidencia radical, con la teoría de la relatividad, del sdto cumplido con respecto a la mecánica newtoniana. Así como en el sistema de Bohm-Bawerk no hay lugar para una teoría de la innovación y del nexo entre desarrollo y crisis, así M ach no podía estar en condiciones de comprender el significado de la teo­ ría de la relatividad, aun cuando parezca que ésta desciende de 26 De aquí la estrecha relación que existe entre m achism o y los prim eros desarrollos, todavía “vieneses” del W iener Kreis. Véase la crítica de Popper, op. cit., y la de Kuhn, La-estructura de las revoluciones científicas [tr. esp., México, f c e , 1979]. Sin embargo, aparecen determ inantes, a este propósito, las críticas de Heisenberg a los límites dogmático-metafísicos del m achism o, que provienen precisamente de la asunción no “ crítica” de las relaciones de sensación y significado. En el machismo, según H eisenberg, el “realismo dogmático” de la “cosa” es sustituido por el dogm atism o de la sensación “elemental” . Más en general aún, los límites del positivismo m oderno o neopositivismo consisten en el uso dogmático que éste hace de la teoría del significado, en base a la cual una proposición sería “significante” sólo cu an ­ do pertenece a un sistema cerrado de axiomas y conceptos. E sto no perm ite al positivismo “logicizar” las fundones conjeturales-probabDistas específicas de la física moderna: “la insistenria sobre el postulado de la com pleta cla­ rificación lógica haría imposible la ciencia (W . H eisenberg, Física e filosofia, Milán, 1966, p. 104).

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él “naturalmente”.27 También aquí, lo mismo que en la relación Berkeley-Mach, lo que importa no es tanto los elementos particu-t lares comunes sino la fonnulación epistemológica general, el sig| nificado y la ubicación histórica de las teorías. El desarrollo dej la ciencia se dispone en Mach teleológicamente, hacia la corres^ pondencia plena análisis-dato, del mismo modo que en los neo-; clásicos las fuerzas de mercado en las confrontaciones del proble­ ma de la “síntesis” entre demanda y oferta. Ambos carecen de^ problema de la relación sistema-crisis: la crisis no entra en la de-j finición de sistema científico, cuyo “ideal” permanece fijado a unj esquema de equilibrio y de síntesis, si bien traducido en lenguaje', positivo, deducido positivamente. En el sistema, la crisis resulta: todavía interpretable solamente como movimiento-desviación ha-S cia dicho fin. El sistema, a su vez, se articula todavía en un* complejo de ecuaciones simples, en “modelos que pueden reflejar; perfectamente el mundo físico, aunque sea en términos funciona-'* les, según los dictados de la máxima economicidad, fuera de toda! “idea” de correspondencia sustancial mentís et reí. La teoría de: la sensación-representación no modifica dicho contexto. La rela­ ción observación-fenómeno es estática, así como lo son en Bóhnri Bawerk, la acción subjetiva y la dinámica de la demanda en las* confrontaciones del ordenamiento institucional dado del mercado. La “reducción lógica” del capitalismo a este ordenamiento del» mercado por parte de Bohm-Bawerk es históricamente inescindi-, ble de la “reducción” del desarrollo de la ciencia a la crítica de los fundamentos epistemológicos del mecanicismo por parte de Mach. La correspondencia factual machiana análisis-dato, fundada so-, bre la deducción perfectamente empírico-positiva de la mecánica! newtoniana, no tiene vigencia ante los problemas científicos y| epistemológicos que plantea la teoría de la relatividad. En su! nota necrológica de Mach, Einsteín subrayará casi exclusivamen­ te el aspecto crítico-negativo de la teoría machiana, especialmente; la liquidación de los “presupuestos lógicamente necesarios” del! apriori. Pero que de esta formulación crítica pudiera deducirse; ipso jacto la utilización de los conceptos machianos que hace la; teoría de la relatividad, Einstein no dice nada, y nada puede de-; cir. La gran diferencia no consiste aquí solamente en el hecho; de que la teoría de la relatividad demuestra la no-verdad positivo-i empírica absoluta del mecanicismo newtoniano, sino también en:

27 Cf. H. Reichenbach, “Lo stato attuale della discussione intom o ali teoría della relatívitá” (1921), en L ’analisi filosófica della conoscertza scien-l tífica, Padua, 1968.

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lo propia estructura epistemológica de las dos teorías. La reduc­ ción machiana de la relación sujeto-objeto a la correspondencia entre pura observación y puro fenómeno deja de tener validez ya en Einstem. La crítica de Mach al esencialismo new tom ano (se­ ría más correcto decir: a la interpretación esencialista de Newton) es relativa por cierto al sujeto observante, a su sensación y re­ presentación, pero sensación-representación-observación son verda­ deras únicamente en la medida en que corresponden al dato, en que lo significan exhaustivamente. A partir de esta formulación se puede comprender por qué Mach estaba tan influido por e pensamiento de Berkeley e ignoraba o alteraba com pletamente las contribuciones críticas más radicales que los contemporáneos dirigían al mecanicismo newtoniano —en primer lugar Leibniz;. No por casualidad en el debate lógico-epistemológico entre los dos siglos es Leibniz y menos Berkeley o Hume, el que aparee^ preponderantementeA' El carácter crítico-problemático de la rela­ ción “de significado”, las consecuencias de la form ulación funcionalista de la ciencia de la naturaleza en el terreno lógico, m aten­ ción a los momentos de ruptura y de crisis en el desarrollo del pensamiento científico, son todos elementos típicam ente leibnizianos. A pesar de esto, Mach repetía a propósito de ^eibniz las frases de la tradición iluminista-volteriana. Por otra parte, el hecho de que el mismo Einstem no pudiera desarrollar en términos radicales la crítica de la ^epistemología machiana y, en cambio, tendiese siempre a una “recuperación de Mach, es algo que dependía de motivos intrínsecos a su teo­ ría. La crítica machiana del concepto de fuerza desempeña un papel fundamental en la teoría de la relatividad: ningún con­ cepto de fuerza participa de la explicación relativista de los^ mo­ vimientos de los cuerpos en los campos gravita dónales. M as en general, la adopción “originaria” por parte de Einstein de las geo­ metrías no euclideanas más complejas sólo es comprensible en el ámbito de la crítica epistemológica machiana; esa elección es­ taba dictada por la simplicidad global del sistema total de la fí­ sica, por la enorme simplificación de las leyes físicas que aquellas geometrías permitían.80 / tt 1 Pero, junto con Mach, también Einstein seguía siendo fiel al28930 28 Cf. H. Reichenbach, “La teoría del m oto nella concezione di N ew ton, Leibniz, Huvghens” , en op. cit. _ , 2 9 Nos referimos a los trabajos sobre Leibniz de Russell (1 9 0 0 ), C o u tu rat (1901), Cassirer (1 9 0 2 ). 30 R. Camap, op. cit., pp. 204-208.

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más estrecho concepto de realidad de la física clásica”. Asimismo, el “lenguaje” científico de la ciencia debía siempre entenderse como exhaustivo de sus “significados” naturales. “Una descrip­ ción de la naturaleza que admita hechos particulares no deter­ minados por leyes” 31 debía parecerle incompleta a Mach, lo mis­ mo que a Einstein. Ya a comienzos del siglo, autores como Duhern y Poincaré habían demostrado de qué manera la deduc­ ción machiana del mecanicismo de Newton sobre bases puramen­ te empíricas, estaba viciada ah origine por el presupuesto verda­ deramente metafísico de que el juicio concerniente a los hechos y su estructura empírica estaba en una especie de relación “picto­ gráfica”, y que, en consecuencia, el significado de nuestros análisis era separable de cada elemento de interpretación y completamen­ te reductible a pura observación. La “resistencia” einsteniana a la física cuántica hace aparecer muchos de estos motivos, profun­ damente enraizados también en las tendencias más revoluciona­ rias de la investigación del siglo x e x . Esas tendencias habían por cierto reconocido “que ninguna observación es nunca complcia7 mente precisa: siempre hay en ella un elemento de incerteza” ,32 pero también habían supuesto siempre la posibilidad de un “au­ mento” infinito de la “precisión”, de la superación “progresiva” de cada elemento casual del sistema. Las leyes fundamentales debían , al final, resultar siempre deterministas. El hecho de que este programa adoptase un aspecto utópico,33 o, mejor dicho, teleológico, confirmaba su sustancia epistemológica de fondo: el concepto de realidad como procedente de la perfecta síntesis su­ jeto-objeto obtenida reduciendo el primer término a la dimensión “pura” de la observación. Con su temor de que el carácter ob­ jetivo de la descripción de la naturaleza se perdiera en el con­ cepto de “real” propio de la física cuántica, Einstein se revelaba también como heredero de esta gran tradición utópico-progresista de la ciencia del siglo xix, y sobre todo allí donde, inclusive re­ conociendo su incapacidad para demostrar “la posibilidad de una teoría pura de los campos que reproduzca también la estructura atómica de la materia”, seguía siendo “fiel a la opinión de que

31 W . Pauli, A Einstein (1955-1958), tr. it., en Física e conoscenza, Turín, 1964, p. 92. Sobre la '‘continuidad” entre física clásica y Einstein in­ siste tam bién Niels Bohr, I quanti e la vita, Turín, 1965, p. 101. 32 R . C am ap, ob. cit., p. 547. 33 Ibid., pp. 348-349.

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no ha sido demostrado ni siquiera lo contrario: la imposibilidad de dicha teoría”.34 Es cierto que la crítica de la epistemología machiana no pos­ tulaba un retorno al aprioii, a lo trascendental. Lo que se estaba poniendo en evidencia con ayuda de dicha crítica era la existencia de elementos de organización dentro de la estructura misma de la observación: elementos de estructura, de forma, que constitu­ yen el acto de observación y no, por lo tanto, un apriori de él. De aquí se deriva que el sujeto observador no “corresponde” li­ nealmente al dato de hecho, y que la “verdad” no puede ser en­ tendida como simple producto de esta correspondencia. El sujeto observador interviene en la organización del sistema físico. Este último es relativo al sujeto, no ya solamente como una cosa per­ cibida y directamente relativa al acto del percibir —según la sín­ tesis inmediata esse-percipi— sino en la medida en que el sujeto determina el sistema a través de formas de organización-interpre­ tación intrínsecas a la propia observación. De aquí deriva un sistema físico que transforma realmente ai sistema newcomano v no puede limitarse a refundarlo. Desde este punto de vista, la indeterminación no aparece ya como una característica secundaria del sistema, progresivamente reductible a través de mediciones cada vez más exactas y del des­ cubrimiento de microleyes cada vez más próximas a un cuadro de conjunto de tipo determinista. Si superamos la idealización de la relación sujeto-objeto (el sujeto separable por principio de las características físicas de lo observado), y pensamos “en un obser­ vador que a través de sus acciones indeterminables produce una nueva situación, que debe ser descrita teóricamente com o un nuevo estado del sistema observado”,3435 la indeterminación se con­ vierte en un principio de la nueva teoría, entra a formar parte de sus leyes fundamentales, la posibilidad de superarla es formalmente-lógicamente negada.36 La estructura lógica misma de las leyes físicas es de esta manera radicalmente diferente de la newtoniana, y también de la probabilístico-estadística form ulada en el siglo pasado y “generalizada” , por decirlo así, en la epistemo­ logía “antimetafísica” machiana. La teoría cuántica expresa claramente esta metamorfosis. Para 34 W . Pauli, op. cii., p. 93. 36 W . Pauli, “La materia”, en op. rít., p. 19. 36 Cf. H . Reichenbach, I fondamenti filosofía delta meceanica quantistica, T uiín, 1934, y los ensayos reunidos en W . Heiseriberg, Física e filo­ sofía, cit.

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comprender el significado de su concepto básico (el de “comple¿ mentariedad” ) “es necesario imaginar objetos que se ponen e¿ movimiento apenas son observados con un dispositivo destinadei a determinar su posición” .37 Para poder observar un átomo “que! viaja”, debe haber un sujeto que decide cumplir el experimento; Pero este sujeto, esta “decisión”, interviene en la magnitud con-s siderada. Una trayectoria en sí, un movimiento en sí del átomd —pero también su movimiento en relación solamente con otros objetos físicos— no podrá jamás ser observado. No puedo trazar; una “ley” de movimiento relativa únicamente al campo de lo “observado”. Yo veo la interacción sujeto-objeto: los procesoi descriptivos “limitan” la cosa descrita: “si la teoría de los cuanta: es justa, el acto de observación último y elemental debe ser la recepción y percepción de un fotón único, es decir, un proceso no compartible por dos observadores” .3839 La superación de la “idealización” clásica de la relación sujetos objeto y la síntesis completamente nueva con aquellas hasta aquí intentadas, tanto en el ámbito kantiano (a través de la doctrina del esquematismo trascendental) como el machiano (a través de la doctrina del significado), no implica por cierto un volatilizarse de la “realidad” del nuevo complejo observador-observado. Esta realidad es perfectamente descriptible, pero solamente en térmi­ nos probabilísticos y estadísticos. “En el caso general del estado cuantomecáníco de una partícula material, no es posible prever con certeza ni su posición ni su impulso, y en consecuencia el estado puede ser descrito únicamente con informaciones estadís­ ticas sobre las distribuciones de valor de los resultados de posibles mediciones de la posición o del impulso en dicho estado. Éstos son resumidos simbólica y formalmente en una función de onda”, que describe las propiedades de los objetos físicos del sistema y su posición en el espacio-tiempo en términos probabilísticos, ne­ cesariamente “indeterminados” .38 37 VV. Pauli. op. cit., p. 17; cf. N . Bohr, op. cit., pp. 101-105. 38 P. W . Bridgman, c it en V. Somenzi, Introducción a P. W . Bridgman, L a lógica della física moderna, Turín, 1965. Cf. también M . Bom, “I limiti della rappreseníazione física del mondo”, en II potere della física, Turín, 1962, pp. 95-95. 39 W . Pauli, “ Spazio, tempo e causalitá nella física moderna” (1934), en op. cit., p. 80. N o se ve de qué manera este concepto de “indetermina­ ción” podría contradecir el análisis desarrollado por Cassirer en Determinismo e indeterminismo en la física moderna (1 9 3 7 ). Es evidente que la críti­ ca del determinismo clásico se entrelaza con la de la noción de "objeto” físico. L o que Cassirer no tiene en cuenta son las consecuencias gnoseoló-

NEOCLASICOS Y MACHISIMO

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Si el principio de indeterminación afirma la imposibilidad de medir simultáneamente y de manera exacta posición de un lado e impulso del otro; si la noción de complementariedad simboli­ za, como afirma Bohr, “una limitación fundam ental [ . . . ] de la existencia objetiva e independiente de los fenómenos físicos con respecto a los instrumentos empleados”,40 una vez determina­ dos los límites del experimento, adoptado cierto procedimiento experimental, los resultados de la investigación describen situa­ ciones reales, la descripción es también siempre objetiva. Bohr, Heisenberg, Pauli insisten al unísono en el hecho de que, lejos de liquidar lo “real”, la física cuántica en sus leyes estadísticas produce resultados controlables y describe acontecimientos repro­ ductibles. Esto es totalmente válido en las confrontaciones de la crítica de procedencia, por así decirlo, “machiana” con los fun­ damentos epistemológicos de la física cuántica. P ero dicha res­ puesta dejaba necesariamente en sombras problemas implícitos a estos mismos fundamentos. El concepto de “sujeto” , entretan­ to, tal como es explicado en la teoría cuántica, si bien representa la liquidación de toda su configuración ideal-trascendental, es también asumido siempre “reductivamente” (y la operación no es “criticada” ) en su dimensión “instrumental” : el sujeto es, en el fondo, las condiciones técnico-operativas globales en las que tiene lugar el experimento. De manera opuesta y com plem enta­ ria existe la tendencia a “idealizar” la función de onda como descripción total del sistema. No se alude aquí por casualidad a estos elementos problemáticos que emergerán en el desarrollo de la física cuántica.41 Si en la física atómica, como dice Bohr, “ no se trata de modificaciones de las teorías mecánicas y electrodiná­ micas, explicables en base a los conceptos físicos comunes, sino gicas más radicales de la física cuántica: en particular la noción d e salto cuántico (de una constitutiva discontinuidad del controlar-conocer) y de los límites implícitos en todo formalismo que ella implica. 40 Cit. en W . Pauli, N . Bohr (1 9 4 5 ), en op. cit., p. 44. 41 P. W . Bridgman en The V c y Things Are, Cam bridge (M ass.) 1959, sobre todo en el cap. 5, “Algunos aspectos de las ciencias físicas” , h a anali­ zado algunos de los más importantes residuos “dogmáticos” de la física cuántica: la idea de “ mundo microscópico” en sí; la ausencia d e un análisis detallado sobre el instrumento último constituido por “nosotros mismos” ; la tendencia a “ generalizar” los resultados y las nociones de la investigación ‘‘natural” y a olvidar la conexión del conocer y del sistema d e m edida con el sistema nervioso del sujeto. Para una amplia discusión del tem a tratado en este parágrafo, véase E. Bellone, I modelli e la concezione del mondo nella física moderna da Laplace a Bohr, M ilán, 1973.

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ele una imposibilidad radical de usar los modelos espacio-tempo-j rales con los cuales se procuraba hasta ahora describir la natural leza”,42 entonces la situación histórica global de la teoría cuántica' puede ser correctamente descriptiva solamente como situación de crisis, de rediscusión no sólo de los parámetros epistemológicos; precedentes, sino de la relación misma entre investigación expe-; rimental, teoría física y epistemología. La gran “tensión” sinté­ tica de los conceptos clave de la física cuántica atestigua para sf misma este elemento fundamental: determinados conceptos cuán­ ticos tienden a resolver en sí el problema epistemológico, a “en­ carnarlo” en la estructura misma de la formulación de las leyes! físicas. No es solamente la “reducción” del sistema a un número! “económico” de ecuaciones, a su “modelo” fundado sobre la ob­ servación por parte de un sujeto exterior, lo que aquí desaparece, sino que aquí entran en crisis también los fundamentos de una; consideración epistemológica formalmente “externa” con respecto a los contenidos específicos de las leyes físicas. Y precisamente en la medida en que la “tensión” sintético-epistemológica que éstas expresan es máxima.

3.

PARA XJNA LECTURA DEL “ EMPIRIOCRITICISMO” DE LENIN

La transformación como ciclo, el fin de la búsqueda científica como “ciencia normal” fundada sobre la relación de significado, el “ideal” de la reducción del sistema a un orden fijo de ecuacio­ nes que refleje un contenido empírico preciso: todo esto se hundía en los mismos años también en el terreno del análisis económico. E n otro lugar hemos tratado de leer complementa­ riamente, según esta clav eras contribuciones críticas de Weber y Schum peter43 El momento de la ruptura en el equilibrio de mercado y el carácter determinante de dicha crisis a los fines de la continuidad misma del proceso de desarrollo, es, en efecto, el problema de Schumpeter. En torno a esto se articula toda su po­ sición respecto del marginalismo y su renovada atención hacia la teoría marxiana. Pero en el análisis concreto de las fuerzas que determinan la crisis y en la definición del nuevo sistema que se determina precisamente a partir de la intervención de tales 42 N . Bohr, cit. en E. Cassirer, op. cit., p. 185. 43 E n Ristrutturazione e analisi di classe, Padua, 1973, cap. 1.

lectura d e l

“ e m p i r i o c r i t i c i s m o ” d e LEN1N

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fuerzas, Schumpeter sigue estando todavía profundam ente influi­ do por concesiones histórico-lrantianas. La investigación científica que se aplica a través de la iniciativa empresarial determ inando el proceso innovativo, no está explicada aún en los términos de un sistema complejo en el cual el acto empresarial resulte obje­ tivo, del mismo modo que el análisis científico y el proceso “apli­ cativo”. Schumpeter razona todavía según el m odelo de for­ mas subjetivas que modifican el sistema “desde el exterior” . El acto empresarial representa el “esquema trascendental” a través del cual aquéllas se aplican, en cuanto dicho acto “tiene” tan­ to del lado de la “subjetividad” como del lado del ciclo económi­ co material. El proceso de Anwendung es el esquem a que recorre el trayecto entre la forma todavía “autónom a” de la observaciónrepresentación científica y los procesos de transformación-desarro­ llo. Estos límites epistemológicos explican por q u é Schumpeter continuó intentando una síntesis imposible entre el análisis neo­ clásico de equilibrio y las consecuencias dinámicas implícitas en su piopio esquema, y en el análisis de Marx que tam bién había realizado. De manera todavía más precisa, W e b e r “neutraliza­ ba” la intervención subjetiva en el ám bito de u n a aceptación sustancial de la doctrina dél significado. D e la correspondencia postulada por ésta, W eber hacía un imperativo categórico para el análisis científico —y en consecuencia del equilibrio, de la “ciencia normal” de Mach y de los neoclásicos, u n ideal de la in­ vestigación. Pero en Weber, más aún que en Schum peter, ese resultado metodológico estaba en desesperado contraste con las consecuencias del análisis concreto, con la conciencia histórica de la crisis cultural-política y las tentativas de “ilum inarla” . En otras palabras, el análisis concreto implicaba ya el com pleto“desencantamiento” de la forma apriori. Ésta se retraía cada vez más a mera “idealidad”; lo cual implicaba la ruina d e la "estructura trascendental en su conjunto. El problema del Ü bergang — es de­ cir, de la aplicación de formas cognoseitivo-prácticas apriori— sólo es pensable dentro de una concepción del apriori com o contenido de intuiciones reales. Si esto era cierto en el campo de la teoría de la relatividad, con mayor razón lo es si pasamos al análisis de la física cuántica. No sólo termina aquí roda certeza apodíctica aprio­ ri predicante de una dimensión espacio-temporal, n o sólo el espacio físico se convierte en construcción teórica a la cual no correspon­ de ningún acto intuitivo, sino que la relación que la teoría tras­ cendental, de cualquier manera que sea reformulada, postula entre observación “ordenadora” y fenómeno para la formación

EC£>inOI\í Íá N í^OCLASICá Y IvIÁCHiSAlQ

de la experiencia, no puede regir más allá. También los materia­ les que W eber y Schumpeter llevaban al análisis teórico no po­ dían tener un resultado distinto. El derrumbe lristórico-teórico de las doctrinas neoclásicas sobre el equilibrio de mercado, en la medida en que planteaba inevitablemente la cuestión de la crisisí y en consecuencia de las fuerzas que la determinan, transforman­ do estructuralmente el contexto económico-institucional, ilumi­ naba un ordenamiento distinto del sistema en su conjunto, del cual el elemento subjetivo era propiedad. Pero las consecuencias analíticas de esta formulación serán recogidas mucho más tarde. Y también para la problemática weberiana, donde ios procesos se desarrollan concretamente a través de contradicciones y con­ flictos, pero su relación con el nivel tipológico del sistema per­ manece sin resolver, y esto no permite aún la lectura (y mistifi­ cación) “apriorística” . El sentido de la operación de Marx sobre la economía clásica no es ni siquiera entrevisto por los protagonistas de los desarro­ llos teóricos del movimiento obrero europeo durante este debate, que tendía a revolucionar los fundamentos tanto de la “económi­ ca” como de la metodología científica en general. La relación de Marx con los clásicos era reducida a “recuperación” de ciertos aspectos, a “corrección” de otros, a “superación” de otros más. Los diversos fundamentos del enfoque de Marx de los problemas de la economía capitalista no eran considerados factores intrín­ secos de la disposición y la estructura de su análisis, sino como productos de una “elección ética” diferente. Éste aspecto podía del mismo modo ser exaltado como crítica a la “apología” neo­ clásica de la división del trabajo, de la división teoría-praxis, etc. Una lectura casi schilleriana de Kant se convertía en fundamento de la formulación crítica del “marxismo”. Crítica de la economía política era posible cuando se partía de la totalidad del individuo •y'el fin era representado por la realización de formas ético-polí­ ticas universales. La misma crítica de Hilferding a Bóhm-Bawerk estaba impreg­ nada de elementos de este tipo. No por casualidad esa crítica aparece en el primer número de los Marx-Studien junto al ensayo de Max Adler, Kausalitat und Teleología im Streite um die Wissenschaft. El ataque de Blilíerding puede deducirse enteramente de las “formas” de M. Adler, del “marxismo kantiano”.44 '“La

44 M. Adler en Marxistische Probleme, Stuttgart, 1913, proporciona un r sumen de esa Kultur, absolutamente mayoritaria en la socialdemocracia austríaca.

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ECTURA DEL "EMPIRIOCRITICISMO” DE LENIN

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reducción a la “económica” es apriori imposible. Los procesos económicos materiales dependen de “intuiciones” espirituales, que

jos estructuran y, sobre todo, los dirigen según fines. La formu­ lación teleológica alcanza una importancia decisiva en la explica­ ción de las formas del desarrollo y, desde este punto de vista solamente tiene sentido hablar de causalidad. Adler, con mayor claridad que cualquier otro, y no sólo en el ám bito del austromarxismo, vinculó dicha formulación de base a los problemas concretos de la estrategia socialdemócrata. Si los procesos histó­ ricos son esencialmente espirituales, si es inconcebible la influen­ cia sobre ellos de las condiciones materiales en cuanto se trata de “otros géneros”, las propias relaciones económicas deben pre­ sentarse esencialmente como praxis consciente. É ste es precisa­ mente el objetivo de la estrategia socialdemócrata: “elevar” tam ­ bién la relación económica a proceso histórico espiritual, es decir, “sublimarlo” como praxis consciente del objetivo. La “eco­ nómica” debe transformarse en Plan: el Plan aparece como es­ tructura trascendental, articulación de formas apriori para la iniciativa económica concreta, sustancia de dicha iniciativa, que garantiza apriori el acuerdo entre ella y el reino de los Fines. La deducción del objetivo de un plan económico en términos neokantianos que realiza Max Adler es de importancia histórica ex­ cepcional. Ya no se trata simplemente de la conform idad del “marxismo” con los postulados éticos kantianos, como ya había sido sostenido por muchos otros autores,45 sino del uso de la “ra­ zón práctica” en el terreno económico y en función de la funda­ ción teórica de la propia estrategia política socialdemócrata. En este contexto se desarrollaba también la oposición de principio al análisis neoclásico. Éste parecía reducir la estructura económi­ co-social a movimientos objetivos de intereses particulares, ne­ gando la sustancia teleológica del proceso. En realidad, según ya hemos visto, era totalmente posible concebir las teorías neo­ clásicas de equilibrio general como análisis de procesos de readaptación-reequilíbrío con una estructura teleológica implícita. Toda una serie de objetivos socialdemócratas podían tam bién ser per­ fectamente deducidos permaneciendo en el ámbito de la doctrina neoclásica (por ejemplo: la polémica antimonopolista, la racionalización de los procesos de mercado, la “equidad” del mecanismo distributivo). Desde este punto de vista, la crítica a los neoclási45 En primer lugar K. Vbrlander, quien en Kant und M arx. E in Betrag zur Phüosophie des Sozialismus, Tubinga, 1926, proporciona una am plia recapitulación del marxismo kantiano.

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ECONOMÍA NEOCIÁSICA Y MACiUSMO

eos por parte del austromarxismo mistifica en efecto un estado de impotencia real, tanto para responder a los problemas que sur­ gían del desarrollo capitalista como para comprender los elemen­ tos (complementarios de aquellos problemas) de la crisis de los fundamentos epistemológicos de la mecánica clásica, qnc ya he­ mos analizado. La lectura “suslancialista” del apriori, aplicada además en un contexto de “primacía de la razón práctica" —el rechazo, como psicologismo, individualismo, solipsismo, etc., de aquellos desarrollos de la epistemología contemporánea que esta­ ban planteando en concreto el problema de la superación de la teoría clásica—, impedían a la Kultur socialdemócrata (particu­ larmente “rica” en Austria) desempeñar ningún papel significa­ tivo en este debate.46 Esto es válido para todas las tendencias del movimiento obre­ ro de la Segunda Internacional. La formulación neokantiana, se­ gún las líneas expuestas arriba, está presente en Kautsky lo mismo que en M. Adler, pero también en el “grupo revisionista” berns* teiniano, sí bien en este caso con objetivos eminentemente antihegelianos. Es el Kant de la filosofía de los valores, tomado a través de las tendencias más esclarecidas del historicismo; el Kant que postula la conciliación realidad-idea y, en el campo más espe-, cíficamente teórico, la fundación philosophisch de la experiencia1 científica, superando todo “relativismo” o “subjetivismo” en la! forma del apriori; el Kant de la síntesis trascendental, que sin! embargo en aquella misma época era “revisado” por los mismos protagonistas de su “renacimiento”. No sólo no se trata ya del Kant de la crisis del juicio analítico y del Opus Postumum (“des­ cubrimiento”, quizá, todavía por hacerse), sino ni siquiera del de la analítica, de la relación con la mecánica newtoniana, del pro­ blema de la interpretación de los conceptos de espacio y tiempo. El evolucionismo propio de los patriarcas, como Bcbel (“no son los revolucionarios los que hacen la revolución, son siempre y en todas partes los reaccionarios los que la imponen” ), podía fun­ darse solamente sobre la idea de un proceso sistemático de racio Acerca de la dicha “riqueza” , cf. P. Yranícki, Sioría del marxismo, vo], j. Roma, 1972; G. D. H. Cok', ííisíorja tld pensamiento socialista, vol. iv. segunda parte, México, f c e , 1960. La relación entre “socialismo” y kantismo está ampliamente documentada en h antología Marxismo ed etica, ed, i t . : cargo de E. Agazzi, Milán, 1975, con un buen ensayo introductorio de II. j Sandktihler. Cf. asimismo d amplio ensayo de L. Paggi, Intelectuales, teoni y partido en el marxismo de la Segunda Internacional, que introduce la rece piiacion de ensayos de Max Adler, El socialismo y ios intelectuales, México Siglo XXI, 1981).

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nalización que habría llevado a la realización de los objetivos gocialdemócratas. teleológicamente coincidentes con las finalida­ des, la “sustancia”, del devenir histórico. En ausencia de “accidentes”, esta síntesis estaba naturaliter ga­ rantizada. Por eso era tarea de la socialdemocracia evitar toda ruptura, todo salto, en dicho proceso: permitir que éste desarro­ llara, iuxta propria principia , las finalidades intrínsecas propias. Sin embargo, qn términos por otra parte “corrientes” , esta for­ mulación, sus conceptos mismos de base, podían postular una intervención de la subjetividad, real depositaría de las formas apriori, no influidas, como quería precisamente M . Adler, por las contingencias de los procesos económicos, en estos procesos mismos, para determinar la transformación o la catástrofe del sistema. El planteamiento ideológico se conservaba intacto; de ob­ jetivo-natural en la interpretación “de derecha”, se convertía en práctico-objetivo en esta última. Eran dos caras de la misma moneda; dos esquemas, por otra parte alejados de la comprensión efectúa! de las formas del desarrollo capitalista, de su dinámica y metamorfosis, y de la crisis en esas formas de los instrum entos epistemológicos tradicionales. Por otra parte, en un cuadro ideológico similar, muchas posi­ ciones neoclásicas podían ser recuperadas y reinsertadas. El obje­ tivo anticíclico, de equilibrio entre producción y consumo, repre­ sentado en los marginalistas por la identificación, en el plano del análisis conceptual, entre proceso productivo y distributivo, estaba en la base también de la floreciente literatura cooperativista del período, por ejemplo en F. Staudinger 47 Y estas posiciones polí­ ticas podían, a su vez, convivir con actitudes científicas también diferentes con respecto a la koiné neokantiana del movimiento. La presencia de Mach en el autromarxismo tenía cierto relieve: la Kultur, vienesa, de la que el austromarxismo era -parte esencial, estaba por otra" parte, profundamente caracterizada por las in­ fluencias de la crítica machiana.48 Friedrich Adler, hijo del fun­ dador del partido socialdemócrata austríaco, que enseñó física durante varios años en Zürich, publicó en 1918 u n libro sobre Mach, radicalmente opuesto a las tesis de Lenin y probablem ente utilizado también por Pannekoek para su crítica del Em pirio­ criticismo. Todavía más importante fue la componente machiana en la socialdemoéracia rusa, como podremos ver pronto. Por 47 Cf. de F. Staudinger, Die Gesetze der Freiheit, D arm stadt, 1887; Ethik und Politik, .Berlín, 1889. 48 Cf. J. Hannak, Karl Renner und seine Zeit, Viena, 1965.

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